Este pasaje hace tres afirmaciones sobre el Señor. Él es el Alfa y la Omega, el Principio y el Fin, y el Primero y el Último. Estos no son solamente pensamientos que se repiten. Numerosas variaciones sobre la frase Alfa y Omega han autografiado la obra más grandiosa de Dios desde el principio. La primera letra del alfabeto griego es Alfa y la última es Omega. Es como si dijéramos “De la A a la Z” en español. Las letras equivalentes en el idioma hebreo son Alef y Tau. Estas dos letras aparecen, no traducidas, en un par de lugares interesantes en las Escrituras Hebreas. Una se encuentra en Génesis 1:1, después de la frase
En el principio creó Dios…
haciendo que en la versión hebrea se lea,
En el principio creó Dios, Alef y Tau, los cielos y la tierra.
Para poder darnos cuenta de esta redacción, debemos referirnos a una Biblia Interlineal Hebrea. El otro lugar en que aparece se encuentra en Zacarías 12:10, en donde en el texto hebreo leemos,
Y mirarán a mí, Alef y Tau, a quien traspasaron…
Esta es una profecía sobre Israel que reconoce la verdadera identidad del Mesías al final de la era. Para los griegos Él es el Alfa y la Omega, el Cristo. Para los hebreos Él es Alef y Tau, el Mesías. La palabra griega traducida “principio” es “arjé” la cual denota un orden de tiempo, lugar o rango. “Fin” viene de la palabra griega “télos”, que significa el resultado final o propósito, el límite superior. De esta manera, Jesús es el primero en el orden del tiempo, lugar y rango (Colosenses 1:18), y representa el resultado final y óptimo, que es el propósito del hombre, para ser uno con Dios (Juan 17:20-23). La palabra traducida “primero” es “prótos” y significa lo óptimo, lo mejor. De aquí se deriva la palabra “prototipo”. Y “último” viene de la palabra “esjatos” que es un superlativo que significa lo postrero, lo más lejos, lo final. El término “escatología” (el estudio de los tiempos finales) se origina de esta palabra. Él es el prototipo, ante el cual todo lo demás será comparado ( Romanos 8:29), lo postrero o ejemplo final de la raza humana (Hebreos 1:3), el único jamás nacido. Y así, Él estaba allí antes del principio y estará allí después del fin. Él representa el propósito final del hombre y es nuestro ejemplo perfecto. 117