Dios En el mundo de hoy, las tinieblas espirituales se están haciendo cada vez más densas y la oposición al Espíritu de Cristo más fuerte; los retos se están intensificando, y tenemos que estar preparados para enfrentar esas circunstancias.
La gloria de Dios es un fuego consumidor que quema todo lo que no es santo.
Esta actitud se puede ver hoy en día entre los creyentes de la iglesia de Cristo. Muchos rechazan los avivamientos, el poder, la gloria y los milagros, porque tienen miedo de la presencia de Dios y porque no quieren pagar el precio que se requiere para mantenerlo ardiendo.
En términos simples, estos versículos nos muestran las condiciones para caminar bajo el fuego de Dios. El Señor
Los israelitas fueron un pueblo de dura cerviz que se negaron a cumplir esas condiciones; por esa razón Moisés tuvo que levantar el Tabernáculo de Reunión fuera del campamento, en el desierto, para poder encontrarse con el Señor De no haber hecho eso, el fuego hubiese destruido a la gente.
Cierto día, vio una zarza ardiendo, pero discernió que el fuego en ella no era común, pues no consumía la zarza. ¿Por qué? Porque la eternidad estaba invadiendo la dimensión natural con una manifestación sobrenatural.
El Señor se manifestó a sí mismo ante Moisés a través del fuego, no sólo en esta ocasión, sino a lo largo de la vida de Moisés. La primera vez, Dios le dijo que se quitara las sandalias, porque la tierra sobre la cual estaba parado era santa —esto simbolizaba que Moisés ya no caminaría en lo natural, sino que caminaría en lo sobrenatural (vea el versículo 5).
El corazón de Moisés fue cambiado —transformado— para siempre por su experiencia con la zarza ardiente.
Es interesante notar que los primeros cuarenta años de su vida, Moisés había estado completamente sumergido en la cultura egipcia como el hijo adoptivo del Faraón, lo que le había formado como un individuo arrogante y autosuficiente. Moisés pasó cuarenta años más en el desierto, encendido —como la zarza ardiente—, por el fuego del Señor, ardiendo continua y apasionadamente por guiar a Israel a la Tierra Prometida y a conocer al Señor íntimamente.
Todo creyente necesita tener una experiencia con la zarza ardiente. Moisés huyó de Egipto y pasó cuarenta años en el desierto, donde Dios removió la cultura egipcia de él y mató su ego. Cuando estuvo listo, Moisés dijo,
si casi no puedo hablar?”
Finalmente, Moisés pasó cuarenta años más en el desierto, encendido como la zarza ardiente, por el fuego del Señor, ardiendo continua y apasionadamente por guiar a Israel a la Tierra Prometida y a conocer al Señor íntimamente.
Todo creyente necesita tener una experiencia con la zarza ardiente. Sin ella, sólo tendremos una opinión acerca del poder sobrenatural pura teoría. Sin embargo, una vez que experimentemos el fuego, arderemos en una pasión inagotable que nos llevará a demostrar el poder sobrenatural.
La biblia menciona dos bautizos el bautismo en el ESPIRITU SANTO Y EL BAUTISMO EN FUEGO.
En lo natural, un cartucho de dinamita no puede explotar sin fuego. A veces en nuestro caminar cristiano tenemos el poder, pero nos falta el fuego para dinamitar ese poder. NECESITAMOS EL FUEGO DE SU PRECENSIA
Mientras Jesús ministró en la tierra, su mayor pasión fue desatar el fuego de la presencia de Dios para que, después de su resurrección, una multitud de personas alrededor del mundo pudiese reproducir sus milagros y guiar a otros hombres y mujeres a conocer al Padre con la misma pasión.
En este pasaje vemos que hay una diferencia entre ser bautizado con el Espíritu Santo y ser bautizado con fuego. Juan usa la conjunción “y” entre los términos “Espíritu Santo” y “fuego”, indicando que son dos bautizos diferentes, pero igualmente necesarios. La misma experiencia ocurre cuando somos bautizados con el Espíritu Santo y fuego.
Pasar por estos bautizos es fundamental para que nuestro testimonio sea efectivo. ¿Por qué? Porque no han entrado por completo en los bautizos del Espíritu Santo y fuego. Por tanto, analicemos en detalle estos dos puntos básicos:
¡El poder del Espíritu tiene que ver con ganar al perdido para Cristo! Ser lleno con el Espíritu Santo y fuego es tener la habilidad de sacudir al mundo con las buenas nuevas del reino
Hay creyentes que han recibido la llenura del Espíritu Santo con la evidencia de hablar en otras lenguas, y han sido llenos con poder del cielo, pero nunca testifican de Jesús. Tampoco oran por los enfermos o echan fuera demonios. Volviendo a nuestra anterior analogía, tienen la dinamita, pero ésta no ha sido encendida con fuego. El bautizo con fuego ocurre cuando vamos delante de Dios para que Él pueda encendernos con llamas de pasión —la misma clase de pasión que arde en el corazón del Padre—, la pasión por ser testigos de Jesús, para traer la verdad del dominio, Señorío y voluntad del Rey a la tierra, haciendo milagros en su nombre y por su mano.
Recuerde que, en el tabernáculo del Antiguo Testamento, el candelero representa a la iglesia —todos los creyentes—. El candelero se mantenía
lleno de aceite, la sustancia usada para mantener la luz encendida continuamente. El aceite simboliza al Espíritu Santo, quien es hoy el “combustible” que mantiene la luz de la gloria de Dios ardiendo en nosotros. Pero, además, había otra condición para que el candelero brillara. Sus mechas tenían que ser encendidas con fuego. Cuando el fuego no quema, sin importar cuánto aceite haya, el candelabro no brillará.