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COMO DECÍAMOS AYER En el tabernáculo de David
David puso a algunos levitas a cargo del arca del S EÑOR para que ministraran, dieran gracias y alabaran al S EÑOR , Dios de Israel. 1 Crónicas 16:4
Iniciemos con oración Introducción. El antiguo tabernáculo
Cuando el pueblo de Israel estaba en el desierto, rumbo a la Tierra Prometida, el Señor dio a Moisés un modelo para la tienda donde debía estar la presencia
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misma de Dios. En el interior de esta tienda, o tabernáculo, se encontraba el Arca del Pacto, elemento que simbolizaba la habitación de Dios en medio de Su pueblo.
El arca se encontraba en el Lugar Santísimo, que era la parte del tabernáculo que estaba vedada para todo israelita; allí, una sola vez al año durante la Fiesta del Perdón, podía entrar el Sumo Sacerdote, y no de cualquier manera, sino llevando la sangre del sacrificio, derramada por los pecados del pueblo. El Arca del Pacto además de símbolo de la presencia divina, lo era también del pacto de Dios con Israel (de allí su nombre) y de la gracia del Eterno hacia la nación que escogió. Un acontecimiento nefasto para Israel
Habían pasado ya 500 años desde entonces, cuando sucedió un hecho que puso en peligro la permanencia del arca en la nación de Israel. Elí era el sumo sacerdote y la nación estaba en guerra contra Filistea. Habiendo sido derrotados inicialmente, y pensando en la manera de vencer a los filisteos, decidieron entrar en batalla con el Arca del Pacto, la cual fue llevada en hombros al campo de batalla por los hijos de Elí, Ofni y Finés. La llegada del arca al campo de batalla fue celebrada por los israelitas y causó estupor entre
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los filisteos, quienes pensaron que todo estaba perdido pues Dios había ido a pelear por Israel. Sin embargo, la confrontación se decidió a favor de los filisteos, con tan mala fortuna que el arca fue capturada, y puesta como trofeo de guerra en el templo del dios filisteo Dagón. Los israelitas no podían entender que hubieran sido derrotados siendo que, según ellos, Dios mismo había ido a pelear por ellos; olvidaron que el arca era tan solo un símbolo de la presencia del Señor en medio de Su pueblo, no Dios mismo como ellos pensaban. Al día siguiente de haber dejado el arca en el templo de Dagón, los filisteos encontraron la estatua de su dios caída a los pies del arca. Colocaron la estatua en su lugar, pero al día siguiente apareció de nuevo en el suelo, esta vez rota. Al mismo tiempo vino una plaga de ratas y empezaron a enfermar los filisteos de tumores, y muchos murieron, por lo que decidieron deshacerse del arca, la cual fue puesta en un carro, la dejaron ir y así llegó a Bet Semes.
El arca del señor permaneció en el campo durante 20 años, viniendo a ser un simple objeto más.
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Siendo ya David rey de Israel, consideró llevar a Jerusalén el Arca del Pacto, y dispuso un carro tirado por bueyes para este fin. Uza y Ajío, ayudantes de David, dirigían el proceso. De pronto el carro tropezó y el arca amenazó con irse al suelo. Uza se apresuró a sostenerla, pero cayó fulminado en el acto, por el atrevimiento de tocar el arca con sus manos. Viendo lo sucedido los demás dejaron allí el arca, mientras el rey David se lamentaba y se preguntaba por qué había sucedido esto. Lo que pasó es que habían cargado el arca de manera equivocada; no debía llevarse en un carro, sino sobre los hombros de los levitas. Después al hacerlo de la manera correcta pudieron llevar el arca al tabernáculo que David había construido. Igual nos sucede hoy cuando queremos hacer la obra del Señor de una manera equivocada. Es necesario que recordemos que el Reino de Dios se extiende llevando la obra sobre los hombros del pueblo de Dios. No esperemos que la iglesia avance por donaciones de empresas o ayudas gubernamentales, sino por el trabajo esforzado de los hijos de Dios con la guía y en el poder del Espíritu Santo. La intención del tabernáculo de David
Siguiendo con nuestra historia, hemos dicho que el arca fue llevada al tabernáculo de David, lugar en el cual de continuo había alabanza, adoración y oración. Es para esto que nos congregamos cada día del Señor, para alabar, adorar y orar. Es cierto que allí somos equipados cada domingo para vivir la vida cristiana de lunes a sábado, y de eso hemos hablado extensamente en otra oportunidad, pero hemos de recordar que la razón del culto no es para que los santos “recarguen baterías” como dicen algunos, sino p ara la gloria y la
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honra de Dios. Nos reunimos para tener fiesta alrededor de la presencia del Señor y darle honor a Su nombre. Pidamos a Dios que sea restaurado el tabernáculo de David en Su iglesia para que haya alabanza, adoración y oración en nuestras congregaciones las 24 horas del día, 7 días a la semana. Debe haber perfume grato para Dios todo el tiempo en Su casa. Reedificando el tabernáculo de David
En el capítulo 10 del libro de los Hechos de los Apóstoles se nos cuenta que Pedro estaba en la azotea de una casa en Jope orando cuando tuvo una visión de un lienzo que descendía del cielo lleno de animales de todo tipo, los cuales eran considerados impuros por los judíos. Una voz le dijo “Levántate Pedro, mata y come” : Pedro se negó aduciendo que nunca había comido nada impuro. La voz le respondió que no llamara impuro lo que Dios había purificado. Esto pasó 3 veces. Al mismo tiempo en la cercana ciudad de Cesarea, un centurión llamado Cornelio recibía la visita de un ángel, quien le mandaba traer a Pedro desde Jope para que le dijera lo que tenía que hacer. Habiendo hecho así, Pedro fue obediente a Cesarea aunque en su corazón pensaba que los gentiles, es decir, los no judíos, no eran partícipes de la misma herencia que Israel había recibido de Dios, por tanto no eran dignos de ser llamados hijos de Dios. Para el judío, un gentil era lo mismo que decir animal inmundo.
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Dijimos que Pedro fue obediente aunque no entendía lo que el Señor ordenaba. ¡Qué bueno cuando somos obedientes a la voz de Dios aunque no entendamos su propósito! Al predicar Pedro a este grupo de extranjeros sucedió que el Espíritu de Dios descendió sobre ellos tal como había sucedido con los judíos el día de Pentecostés. Así entendió que Dios había llamado también a los no judíos a ser partícipes de Su reino; que Dios no hacía diferencia entre el hebreo y el extranjero. Él quiere que todos seamos Sus hijos y caminemos con Él. Cuando los demás judíos que habían creído en Cristo vieron que se estaba predicando el Evangelio a los gentiles, en primera instancia se escandalizaron, pero oyendo de boca de Pedro primero y luego de Pablo quien en su primer viaje misionero predicó a los no judíos, aceptaron que ellos fueran incorporados a la iglesia de Cristo, pero con la condición de que se hicieran judíos en todo, es decir, obedientes a todos los preceptos de la ley mosaica, incluyendo la circuncisión. Surgiendo un desacuerdo importante al respecto, se organizó el primer concilio de la iglesia en Jerusalén. Luego de escuchar los testimonios de Pedro, Pablo y Bernabé, tomó la palabra Jacobo y dijo: Simón ha contado cómo Dios visitó por primera vez a los gentiles, para tomar de ellos pueblo para su nombre. Y con esto concuerdan las palabras de los profetas, como está escrito: Después de esto volveré Y reedificaré el tabernáculo de David, que está caído; Y repararé sus ruinas, Y lo volveré a levantar, Para que el resto de los hombres busque al Señor, Y todos los gentiles, sobre los cuales es invocado mi nombre, Dice el Señor, que hace conocer todo esto desde tiempos antiguos. Por lo cual yo juzgo que no se inquiete a los gentiles que se convierten a Dios, sino que se les escriba que se aparten de las contaminaciones de los ídolos, de fornicación, de ahogado y de sangre. Hechos 15:14-20 (RVR1960)
Cuando el salmista menciona el tabernáculo de David lo hace citando al profeta Amós quien se refería a la restauración futura de Israel, tiempo en que el pueblo de Dios disfrutaría de la paz (el shalom) del Señor. Ese tabernáculo, que representa la presencia de Dios con su pueblo, es figura de Jesucristo,
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Dios con nosotros para siempre. Que surja cántico de alabanza, brote la adoración de nuestro corazón, y las copas llenas de las oraciones de los santos se derramen ante el trono del gran Yo Soy.
Levantando canto en la presencia del Señor
¡Aleluya! ¡Alabado sea el SEÑOR! Alaben a Dios en su santuario, alábenlo en su poderoso firmamento. Alábenlo por sus proezas, alábenlo por su inmensa grandeza. Alábenlo con sonido de trompeta, alábenlo con el arpa y la lira. Alábenlo con panderos y danzas, alábenlo con cuerdas y flautas. Alábenlo con címbalos sonoros, alábenlo con címbalos resonantes.
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¡Que todo lo que respira alabe al S EÑOR! ¡Aleluya! ¡Alabado sea el SEÑOR! Salmo 150
Los salmos originalmente no fueron escritos para ser leídos sino para ser cantados. Debemos adorar al Señor levantando las manos, batiendo palmas, con gritos de júbilo, con acción de gracias. Para muchos de nosotros resulta incómodo expresarse así en la presencia del Señor. Es más, para algunos puede ser algo denigrante e irrespetuoso. Pero Dios espera que se cante y se baile en Su presencia; que haya gozo alrededor de Él. Volvamos por un momento al día en que el arca del pacto fue trasladada desde el campo hasta el tabernáculo que le había designado David. David les ordenó a los jefes de los levitas que nombraran cantores de entre sus parientes para que entonaran alegres cantos al son de arpas, liras y címbalos. Los levitas nombraron a Hemán hijo de Joel, a su pariente Asaf hijo de Berequías, y a Etán hijo de Cusaías, de los descendientes de Merari. Junto con ellos nombraron a sus parientes que les seguían en rango y que se desempeñaban como porteros: Zacarías hijo de Jaziel, Semiramot, Jehiel, Uni, Eliab, Benaías, Maseías, Matatías, Elifeleu, Micnías, Obed Edom y Jeyel. Los cantores Hemán, Asaf y Etán tocaban los címbalos de bronce. Zacarías, Aziel, Semiramot, Jehiel, Uni, Eliab, Maseías y Benaías tenían arpas de tono agudo. Matatías, Elifeleu, Micnías, Obed Edom, Jeyel y Azazías tenían arpas de ocho cuerdas para guiar el canto. Quenanías, jefe de los levitas, como experto que era, dirigía el canto. Berequías y Elcaná eran porteros del arca. Los sacerdotes Sebanías, Josafat, Natanael, Amasay, Zacarías, Benaías y Eliezer tocaban las trompetas delante del arca. Obed Edom y Jehías eran también porteros del arca. Muy alegres, David, los ancianos de Israel y los jefes de mil fueron a trasladar el arca del pacto del S EÑOR desde la casa de Obed Edom. Y como Dios ayudaba a los levitas que transportaban el arca del pacto del S EÑOR , se sacrificaron siete toros y siete carneros. David estaba vestido con un manto de lino fino, lo mismo que todos los levitas que transportaban el arca, los cantores y Quenanías, director del canto. Además, David llevaba puesto un efod de lino. Así que entre vítores, y al son de cuernos de carnero, trompetas, címbalos, arpas y liras, todo Israel llevaba el arca del pacto del S EÑOR.
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Sucedió que, al entrar el arca del pacto del S EÑOR a la Ciudad de David, Mical, la hija de Saúl, se asomó a la ventana; y cuando vio que el rey David saltaba y danzaba con alegría, sintió por él un profundo desprecio. 1 Crónicas 15:16-29
El tabernáculo de David era lugar para exaltar al Señor, para alabar, adorar y orar. Delante de Él hay gozo pleno y podemos expresar toda nuestra alegría. Una postura falsa no cabe delante de Él; si estamos felices por Su presencia, lo expresamos. No hay lugar allí para el orgullo o la arrogancia, o para las posturas religiosas, fingiendo una santidad y corrección que no pasa de ser santurronería. Ya cercano a su muerte, el rey David, sabiendo él que no construiría el templo de Dios, le entregó los planos del edificio a su hijo Salomón, instruyéndole acerca de lo que debía hacer, y le dijo entre otras cosas lo siguiente: »Mira, con mucho esfuerzo he logrado conseguir para el templo del S EÑOR tres mil trescientas toneladas de oro, treinta y tres mil toneladas de plata y una incontable cantidad de bronce y de hierro. Además, he conseguido madera y piedra, pero tú debes adquirir más. También cuentas con una buena cantidad de obreros: canteros, albañiles, carpinteros, y expertos en toda clase de trabajos en oro, plata, bronce y hierro. Así que, ¡pon manos a la obra, y que el SEÑOR te acompañe!» Después David les ordenó a todos los jefes de Israel que colaboraran con su hijo Salomón. 1 Crónicas 22:14-17
David instruyó a más de 4000 músicos para ministrar delante de Dios, siendo en total 8000 las personas que servían al culto, las 24 horas del día, siete días a la semana. Todos ellos eran sostenidos por el pueblo. Cuando miramos la cantidad de oro, plata, otros metales y objetos preciosos que David destinó, con una equivalencia actual en dólares que correspondería a la suma de aproximadamente 115 mil millones de dólares. Y no fue que este dinero le llegara fácilmente a las manos, pues él mismo aclara que se logró “con mucho esfuerzo ” . ¿Por qué? Porque consideró que era muy importante alabar, adorar y orar en el nombre del Señor. Hay que reconocer que esta perspectiva se ha perdido hoy en nuestras congregaciones. Un factor esencial
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Ante la exhortación de David a ser generosos con la obra de construcción del templo, de entre el pueblo se recogieron ofrendas en oro, plata, bronce y hierro en abundancia. Las ofrendas incluyeron también todo tipo de piedras preciosas. Al final dice la Palabra que todos estaban muy contentos, tanto el pueblo como el rey David, de ofrendar para esta causa ¿Cómo pudieron dar alegremente tal cantidad de materiales preciosos, cuyo costo era altísimo? Entonces David bendijo así al SEÑOR en presencia de toda la asamblea: ¡Bendito seas, SEÑOR , Dios de nuestro padre Israel, desde siempre y para siempre! Tuyos son , SEÑOR , la grandeza y el poder, la gloria, la victoria y la majestad. Tuyo es todo cuanto hay en el cielo y en la tierra. Tuyo también es el reino, y tú estás por encima de todo. De ti proceden la riqueza y el honor; tú lo gobiernas todo. En tus manos están la fuerza y el poder, y eres tú quien engrandece y fortalece a todos. Por eso, Dios nuestro, te damos gracias, y a tu glorioso *nombre tributamos alabanzas. 1 Crónicas 29:10-14
La respuesta está en reconocer que nada es nuestro, sino que todo pertenece a Dios. Lo más difícil para el ser humano es reconocer que nada de lo que tiene es suyo. Pero es vital que renunciemos a todo con tal de ser Sus discípulos; que le digamos: “Nada es mío, todo es tuyo Señor ” . El factor esencial para habitar en la Presencia, en el tabernáculo del Señor, es considerarnos a nosotros mismos no como dueños, sino como administradores de todo lo que nos ha asignado. Que este sea un motivo fundamental de oración para todos nosotros en este tiempo y hacia el futuro.
Terminemos con oración SDG
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