LA EMPRESA SOCIAL
(Muhammad Yunus) 1
INTRODUCCIÓN2 En 1974, Bangladesh cayó presa de la hambruna. La universidad donde yo impartía docencia y donde ejercía como director del departamento de economía estaba situada en el extremo sudoriental del país y, al principio, no prestamos especial atención a las noticias de los diarios que hablaban de muerte y hambre en las remotas aldeas del norte. Pero pronto empezaron a aparecer personas de apariencia esquelética en las estaciones de ferrocarril y de autobús de la capital, Dacca. Aquel goteo inicial desembocó rápidamente en una riada. Había personas hambrientas por todas partes. Muchas se quedaban sentadas, tan inmóviles que era imposible determinar con seguridad si estaban vivas o muertas. Todas parecían iguales: hombres, mujeres, niños y niñas. Los ancianos tenían aspecto de niños, y los niños, de ancianos. El gobierno instaló comedores públicos donde se repartían raciones de gachas, pero en todos ellos se agotaba enseguida el arroz. Los periodistas intentaban advertir a la nación del extremo de la hambruna. Las instituciones de investigación recopilaban estadísticas sobre los orígenes y las causas de aquella repentina migración hacia las l as ciudades. Las organizaciones religiosas movilizaron a sus propias patrullas para recoger los cadáveres de las calles y enterrarlos con arreglo a los rituales apropiados. Pero el simple acto de recoger muertos se convirtió pronto en una tarea que superaba el límite máximo de lo que estos equipos estaban preparados para soportar. Las personas hambrientas no iban pronunciando eslóganes en voz alta. No exigían nada de nosotros, la bien alimentada población urbana. Simplemente se tendían sin hacer ruido a la entrada de nuestras casas y allí aguardaban a que les llegara la muerte. La gente puede perecer de muchas formas y por muchos motivos, pero hay algo en el hecho de morir de hambre que lo convierte en el modo más inaceptable de morir. Es algo que va sucediendo a cámara lenta. Segundo a segundo, la distancia entre la vida y la muerte se va reduciendo cada vez más hasta que la una y la otra están tan próximas que apenas si se puede apreciar la diferencia. Como el sueño cuando nos vence, morirse de hambre es algo que nos sobreviene tan en silencio, tan inexorablemente, que ni siquiera nos damos cuenta de que está ocurriendo. Y todo porque falta un puñado de arroz que llevarse a la boca en cada comida. En este mundo de abundancia, dejamos que un bebé diminuto, que no entiende todavía el misterio de ese mundo, llore y llore hasta dormirse sin la leche que necesita para sobrevivir. Y puede que al día siguiente ya no tenga fuerzas para seguir viviendo. Recuerdo que solía encontrar estimulantes las elegantes teorías económicas que enseñaba a mis alumnos y que, supuestamente, podían curar los problemas sociales de toda clase. Sin embargo, en 1974, empecé a horrorizarme de mis propias lecciones. ¿De qué servían todas mis complejas teorías cuando la gente se moría de hambre en las aceras y los porches que había justo enfrente del aula en la que yo enseñaba? Mis clases eran como las películas norteamericanas en las que los buenos siempre ganan. Pero cuando abandonaba el confort del aula, me veía enfrentado a la realidad de las calles de la ciudad. Allí se apaleaba y se pisoteaba sin piedad a la gente buena. La vida diaria empeoraba por momentos y las personas pobres lo eran cada vez más. 1
Dr. Muhammad Yunus (born June 28, 1940) is a Bangladeshi banker and economist. He is famous for his successful application of the concept of microcredit, the extension of small loans to entrepreneurs too poor to qualify for traditional bank loans. Yunus is also the founder of Grameen Bank. In 2006, Yunus and the bank were jointly awarded the Nobel Peace Prize, "for their efforts to create economic and social development from below." Yunus himself has received several other international honors. 2 Extraído de: Yunus, M. (2006) El banquero de los pobres : los microcréditos y la batalla contra la pobreza en el mundo . Barcelona: Paidós.
En las teorías económicas que yo enseñaba no había nada que reflejase la vida que me rodeaba. ¿Cómo podía yo continuar hablándoles a mis estudiantes de aquellas historietas fantasiosas que yo explicaba en nombre de la economía? Deseaba convertirme en un fugitivo de la vida académica. Necesitaba huir de aquellas teorías y de mis libros de texto para descubrir la economía real de la existencia de una persona pobre. Tuve entonces la fortuna de que una pequeña población rural, Jobra, estuviera cerca del campus. En 1958, el mariscal de campo Ayub Khan había tomado el poder por medio de un golpe de Estado militar y se había proclamado presidente de Pakistán. Temeroso de las revueltas estudiantiles, ordenó que todas las nuevas universidades que se construyeran se ubicaran en emplazamientos alejados de los centros urbanos. Su miedo a la agitación política había sido el motivo de que la nueva Universidad de Chittagong, en la que yo impartía docencia, se hubiese construido en un terreno accidentado y montañoso de la provincia rural de Chittagong, al lado de la aldea de Jobra. La proximidad de Jobra la convertía en la elección perfecta para mi nuevo tema de estudio. Decidí volver a ser un estudiante novel como antaño, sólo que, en este caso, los vecinos y las vecinas de Jobra serían mis profesores. Me prometí aprender tanto como me fuera posible sobre aquel pueblo. Las universidades tradicionales habían creado una enorme distancia entre sus estudiantes y la realidad de la vida cotidiana en Bangladesh. En lugar de dedicarme a la docencia tradicional a través de los libros, lo que yo quería era enseñar a mis estudiantes universitarios a comprender la vida de de una persona pobre concreta. Cuando sostenemos el mundo en la palma de la mano y lo inspeccionamos a vista de pájaro, tendemos a volvemos arrogantes: no nos damos cuenta de lo mucho que se difuminan las cosas cuando se contemplan desde semejante distancia. Yo opté por verlas «a vista de gusano» con la esperanza de que si estudiaba la pobreza de cerca, lograría comprenderla más a fondo. Mis reiterados viajes a los pueblos y aldeas de los alrededores del campus de la Universidad de Chittagong me permitieron hacer descubrimientos que, a la larga, resultarían esenciales para fundar el Banco Grameen. Las personas pobres me enseñaron una economía completamente nueva. Aprendí desde su propia perspectiva los problemas a los que se enfrentan. Probé con un montón de cosas. Algunas funcionaron; otras no. Una que sí salió bien fue la de ofrecer préstamos destinados al autoempleo. Aquellos préstamos constituyeron un punto de partida para la industria artesanal y para otras actividades generadoras de ingresos que aprovechaban las habilidades que las personas prestatarias ya poseían. Jamás imaginé que mi programa de microcréditos sería la base de un «banco de los pobres» de ámbito nacional que prestaría servicio a 4,35 millones de personas o que sería luego adaptado a más de cien países de cinco continentes. Yo sólo trataba de aliviar mi culpa y satisfacer mi deseo de ser útil a unos seres humanos que se morían de hambre. Pero aquello no se detuvo en sólo unas pocas personas. Quienes pidieron préstamos y sobrevivieron no dejaron que así fuera. Y, en poco tiempo, yo tampoco estaba ya dispuesto a dejarlo. LO QUE NOS ENSEÑAN A LOS ECONOMISTAS3 No me enseñaron a entender la iniciativa personal. Me enseñaron, como a todos los estudiantes de ciencias económicas, a creer que toda la gente, a medida que va creciendo, debe prepararse para conseguir empleo en el mercado laboral. Si Ud. no logra conseguir un puesto, se inscribe para recibir ayuda del gobierno. Pero no podía sustentar estas creencias cuando me enfrenté a la vida real de los pobres en Bangladesh. Para la mayoría de ellos, el mercado de trabajo no significaba mucho. Para sobrevivir, se concentraban en sus propias actividades económicas. Pero las 3
Discurso de aceptación del premio "Ayuda a la Auto-ayuda" de la Fundación Stromme. 26 de septiembre de 1997, Oslo, Noruega.
instituciones políticas y económicas no se daban cuenta de su lucha. Eran rechazados por las instituciones formales, sin haber hecho nada para merecerlo. . . El paso más importante para terminar la pobreza es crear oportunidades de empleo e ingreso para los pobres. Pero la economía ortodoxa sólo reconoce empleo a sueldo. Tiene poco espacio para el “autoempleo”. Pero el autoempleo es la manera más rápida y más fácil para crear empleo para los pobres. Yo he argumentado que el crédito debería ser aceptado como un derecho humano, porque es fundamental para una persona que busca ingresos. El crédito puede crear autoempleo inmediatamente. ¿Para qué esperar que otros creen un trabajo para ti cuando una persona puede crear su propio trabajo? Y es tanto más conveniente para mujeres que preferirían trabajar desde sus hogares. Estamos tan influenciados por la economía ortodoxa que olvidamos que nuestros ancestros no esperaban que alguien les creara puestos de trabajo. Simplemente seguían delante de manera rutinaria para crear sus propios empleos e ingresos. Tenían suerte. No necesitaban aprender teorías económicas y terminar con una predisposición mental de que la única manera para ganarse la vida es encontrando un empleo en el mercado de trabajo. ¡Si no consigues empleo, camina por la calle! De alguna manera, nuestro diseño del marco teórico de la economía o su mala interpretación son los responsables de perpetuar la pobreza. Su conceptualización del ser humano individual como "mano de obra" puso el resto de la teoría en una pista completamente equivocada. El papel asignado a los seres humanos en la teoría económica ciertamente no es algo que una persona que se respeta puede aceptar. La teoría económica en su simplificación visualiza a las personas como proveedores de mano de obra. Nacen para tomar órdenes de un pequeño grupo, de un tipo de gente muy especial conocido como "empresarios". Traten de imaginarse cómo hubieran construido sus teorías los economistas si hubiesen arrancado del axioma que asegurara que todos los hombres y mujeres son creados iguales, que cada uno de ellos está dotado de una creatividad ilimitada, y que cada uno de ellos es un empresario potencial. Estoy seguro de que estarán de acuerdo conmigo que, con este punto de partida, habrían construido una teoría económica muy distinta cuyo resultado habría sido un mundo muy diferente e indudablemente mucho mejor. Será una tarea muy cuesta arriba el terminar con la pobreza en el mundo, a no ser que creemos un pensamiento económico nuevo y nos deshagamos de los prejuicios en nuestros conceptos, instituciones, políticas y sobre todo de nuestras predisposiciones mentales creados por la ortodoxia existente. A no ser que cambiemos nuestra predisposición mental, no podremos cambiar nuestro mundo. Creamos instituciones y políticas basadas en la manera en que hacemos suposiciones sobre nosotros y otros. Aceptamos el hecho que siempre habrá pobres entre nosotros. Por eso hemos tenido gente pobre entre nosotros. Si hubiéramos creído que la pobreza es inaceptable para nosotros, y que no debe pertenecer a un mundo civilizado, habríamos creado instituciones y políticas apropiadas para crear un mundo sin pobreza. Queríamos ir a la Luna - y fuimos a ella. Queríamos comunicarnos unos con otros muy rápidamente - por lo que hicimos los cambios necesarios en la tecnología de las comunicaciones. Logramos lo que queremos lograr. Si no estamos logrando algo, mi primera sospecha recae sobre la intensidad de nuestro deseo de lograrlo. Creo firmemente que podemos crear un mundo sin pobreza, si queremos. . . En ese mundo, el único lugar para ver la pobreza es en un museo. Cuando los escolares visiten el museo de pobreza, se horrorizarán al ver la miseria e indignidad de los seres humanos. Culparán a sus antepasados por tolerar esta condición inhumana de una manera masiva. . . Los pobres son como los árboles bonsai. Podrían haber crecido como árboles gigantescos si hubiesen sido apoyados por el medio adecuado para su crecimiento. Es el tamaño de los maceteros en que los cultivaron lo que los convirtió en tristes réplicas de los árboles reales. De manera similar,
los pobres son réplicas tristes de las personas reales que se encuentran escondidas en su interior. No pueden crecer a su tamaño potencial porque la sociedad no les ofrece la base social y económica para crecer. La gente pobre está condenada a sobrevivir como liliputienses en el país de los super-titanes. Grameen me ha enseñado dos cosas: primero, nuestra base de conocimientos sobre las personas y cómo actúan todavía es inadecuada; segundo, cada persona es muy importante. Cada persona tiene gran potencial. Ella sola puede influir en las vidas de otros en comunidades, y naciones - dentro y más allá de su propio tiempo. Cada uno de nosotros tenemos en nuestro interior mucho más de lo que hemos tenido oportunidad de explorar hasta ahora. A menos que creemos un ambiente favorable para descubrir los límites de nuestro potencial, nunca sabremos lo que tenemos dentro. Grameen me ha dado fe, una fe inquebrantable en la creatividad de los seres humanos. Esto me lleva a creer que los seres humanos no nacen para sufrir la desdicha del hambre y la pobreza. Sufren ahora, y sufrieron en el pasado porque ignoramos al tema. ¿QUIÉN ES EMPRESARIO SOCIAL? 4 Déjenme definir un empresario social de manera amplia y luego dividirlos en dos categorías: basados en el mercado y no-basados en el mercado. Cualquiera que ofrece su tiempo y energía para abordar cualquier problema social o económico de un grupo o comunidad es un empresario social (ES). El problema abordado puede ser un problema local pequeño o un problema global grande. La acción de un ES puede requerir dinero o no requerir dinero. Puede ser una campaña personal a favor o en contra de algo. Puede requerir cooperación y coordinación con otros. Puede requerir recaudación de fondos. Puede organizarse como negocio sostenible, asegurando cubrir del 100 por ciento de los costos. Puede generar ganancia muy atractiva aunque generar ganancia no sea el objetivo de la empresa. En términos de cubrir costos, un ES puede trabajar con una escala de cobertura de costos desde cero hasta 100 por cien de cobertura y aún más allá de cubrir costos. Si un ES distribuye comida a los que tienen hambre, opera a un nivel de cero cobertura de costos. Si provee servicios de salud y cobra un aporte que cubre parte de sus costos, está operando a un punto positivo en la escala de cobertura de costos. Una vez que alcance cubrir el 100 por ciento de los costos, llega a ser un empresario social compatible con el mercado o sostenible. (ESm). Este es el punto más crítico en la escala de cobertura de costos. Si un ES puede mantenerse al lado derecho de este punto puede llegar a ser un actor legítimo en el mercado. Puede crecer tanto como quiera y tenga la capacidad de dirigir. Puede obtener recursos del mercado. Cuantos más ESm haya, tanto más poderosos serán como comunidad de negocios. Pueden empezar a acceder a miles de millones de dólares de dinero de capitalización de mercado, parte del cual encontrará en los ESm el tipo de inversión adecuado. Los ES que operan al lado izquierdo de este punto crítico dependen de subsidios y dinero filantrópico para llevar a cabo su noble misión. Los podemos llamar empresarios sociales nobasados en el mercado (ESnm). El tamaño de sus operaciones siempre será limitado por la cantidad de donaciones a las que puedan acceder. Obviamente, el dinero donado en el mundo es sólo una fracción pequeña de todo el dinero de negocios. Adicionalmente, la inseguridad sobre el dinero donado, las prioridades de los donantes y los procedimientos cambiantes siempre seguirán siendo un problema grande para los ESnm. PATRÓN DE COMPORTAMIENTO DE UN EMPRESARIO SOCIAL
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Extraído de: Yunus, M. (2003) Conferencia pronunciada en el Instituto de la Commonwealth de Londres, el 11 de Marzo. Traducida por Álvaro Sarmiento.
El perfil de un empresario orientado hacia objetivos sociales, o sea, un empresario social, se basa en lo siguiente: 1. Compite en un mercado con todos los otros competidores, inspirados/as por un conjunto de objetivos sociales. Ésta es la razón básica de su presencia en el negocio. 2. Puede obtener ganancia personal también. Esta ganancia personal puede variar de cero hasta un monto significativamente grande, incluso más grande que su competidor orientado hacia pura ganancia personal. Pero en su caso, la ganancia personal es una consideración secundaria, más que una consideración primaria. Por otro lado, el empresario orientado hacia la ganancia personal puede contribuir a lograr algunos objetivos sociales. Pero serán un efecto secundario de sus objetivos o una consideración secundaria en su negocio. Esto no lo convertirá en un empresario social. 3. Cuanto más alto sea el impacto social por dólar invertido, más alto será el rating del empresario social en el mercado. Aquí "mercado" se refiere a los inversionistas potenciales que buscan oportunidades de invertir su dinero en empresas orientadas hacia objetivos sociales. Los dólares de inversión social fluirán de empresas de bajo impacto social a empresas de alto impacto social, de empresas de impacto general a empresas de impacto específico y visible, de empresas sociales tradicionales a empresas altamente innovadoras y eficientes. Por la manera en que la ortodoxia de la ciencia económica ha dado forma al mundo existente, todo el dinero de inversión está situado solamente en una categoría de inversión, la inversión con ánimo de lucro personal. Esto ha ocurrido porque a la gente no se le ha ofrecido ninguna otra alternativa. Hay solamente un tipo de competencia - la competencia para acumular más riqueza personal. Al momento en que abramos la puerta para crear un impacto social a través de inversiones, los inversionistas empezarán a poner sus dólares de inversión por este camino también. Inicialmente algunos inversionistas desviarán una parte, quizás una pequeña parte, de sus ahorros a las empresas sociales, pero si los empresarios sociales muestran un impacto concreto, este flujo se hará cada vez más grande. Luego aparecerán nuevos tipos de inversionistas en el escenario que pondrán todo, o casi todo su dinero de inversión, en inversiones sociales. Algunos de los empresarios ya existentes orientados hacia el lucro pueden empezar a revelar otra dimensión de su capacidad empresarial. Pueden operar con éxito en ambos mundos, como buscadores de ganancia convencionales en uno y como empresarios sociales en otro. Si las empresas sociales pueden demostrar alto impacto y diseños de empresa creativos, puede llegar el día en que las empresas orientadas a la ganancia personal se encuentren fuertemente presionadas para proteger su participación del mercado. Se verán forzadas a imitar el lenguaje y estilo de las empresas sociales para mantenerse en su negocio. No creo que me cueste mucho convencer a cualquiera de que hay millones de inversionistas ahora mismo que estarían felices de invertir su dinero en una empresa social, si se les pudiese asegurar que su inversión, al menos, mantendría su valor original, mientras genera un impacto significativo en las vidas de la gente pobre, la gente desvalida o de cualquier grupo de gente en desventaja. Yo recibo cartas de personas de todo el mundo preguntándome si pueden invertir en el Banco Grameen. Obviamente ninguna de ellas está buscando una oportunidad de ganar dinero al invertir en el Banco Grameen. ¿Por qué nuestro mundo de negocios ha fallado en ofrecer oportunidades a las personas que quieren invertir para el beneficio de la gente? HACIA UN CAPITALISMO CON CONCIENCIA SOCIAL 5 Cuanto más pensaba en nuestros logros en Grameen, más sentía la necesidad de transmitir a otros economistas y decisores políticos la idea de que nuestro éxito no era una aberración, sino un 5
Extraído de: Yunus, M. (2006) El banquero de los pobres : los microcréditos y la batalla contra la pobreza en el mundo . Barcelona: Paidós.
ejemplo específico de nuevo tipo de empresa impulsada por una actitud a la que bauticé con el nombre de «conciencia social». Pero mis explicaciones hacían casi imprescindible la creación de una nueva rama de la economía. Las teorías tradicionales me ayudaban muy poco a explicar lo que intentaba hacer con Grameen. Grameen es un banco de autoayuda perteneciente al sector privado cuyos afiliados utilizan la riqueza personal que obtienen para adquirir bombas de agua, letrinas, viviendas, una educación, acceso a la sanidad, etc. Otro modo de lograr algo así es dejar que un negocio obtenga beneficios sobre los que el Estado aplique a continuación un impuesto y que los ingresos así obtenidos sean luego utilizados para proporcionar servicios a la población pobre. Ahora bien, esto en la práctica nunca funciona así. En la vida real, los impuestos sólo sufragan la burocracia administrativa que los recauda y aportan muy poco o nada a los pobres. Y dado que la mayoría de las burocracias estatales no están orientadas a beneficios, apenas tienen incentivos para incrementar su eficiencia. De hecho, los incentivos que tienen son más bien negativos: los Estados no pueden recortar servicios sociales sin provocar una ola de indignación pública, por lo que se sienten inducidos, año tras año, a perpetuar sus estructuras elefantinas, ciegas e ineficientes. Si Grameen no obtiene beneficios, si nuestros empleados no están motivados y no trabajan duro, nos veremos obligados a cerrar. Grameen, un banco con fines de lucro, podría también organizarse como empresa comercial de una organización sin ánimo de lucro. Pero, en cualquier caso, no puede organizarse ni gestionarse puramente sobre la base de la codicia. En Grameen siempre intentamos obtener beneficios para que podamos cubrir todos nuestros costes y, así, protegemos de sacudidas futuras y continuar nuestra expansión. Nuestro interés se centra en el bienestar de nuestros accionistas propietarios, y no en la rentabilidad monetaria inmediata de cada dólar que hayan invertido. Es prácticamente indudable que el libre mercado, tal como está organizado actualmente, no facilita soluciones para todos los problemas sociales. No proporciona oportunidades económicas ni acceso a la sanidad y a la educación para las personas pobres o para las más mayores. Aun así, creo que el Estado, tal como lo conocemos, debería retirarse de la mayoría de los ámbitos, excepto de los relacionados con la imposición del cumplimiento de la ley, el sistema judicial, la defensa nacional y la política exterior, y dejar que el sector privado (un «sector privado grameenizado», impulsado por la conciencia social) se ocupe de todas sus demás funciones. En nuestro mundo, hemos acabado convenciéndonos de que lo único que la economía capitalista necesita para alimentarse es la codicia. Pero ésa es una profecía condenada a cumplirse por sí misma. Sólo los maximizadores de beneficios consiguen entonces jugar en el mercado y probar suerte. Quienes no están motivados por la realización de beneficios, se mantienen al margen del mismo y buscan alternativas. Lo cierto es que podemos condenar todos los errores del sector privado, pero lo que no podemos justificar es que nosotros no estemos intentando cambiar las cosas y mejorarlas participando en la economía. El sector privado, a diferencia del Estado, está abierto a todo el mundo, incluso a aquellas personas a quienes no interesa obtener beneficios. El reto que yo le planteo a cualquiera que condena las actividades económicas del sector privado es el siguiente: si eres una persona con conciencia social, ¿por qué no llevas tu negocio de un modo tal que ayude a alcanzar unos objetivos sociales? Yo creo sinceramente, y la experiencia de Grameen a lo largo de veinte años así me lo ha demostrado, que la ganancia personal no constituye la única fuente de alimentación posible de la libre empresa. Los objetivos sociales pueden suplir a la codicia como fuerza poderosa de motivación. Las empresas impulsadas por la conciencia social pueden ser unas competidoras formidables de
aquellas otras basadas en la codicia. Creo que si sabemos jugar correctamente nuestras cartas, las empresas impulsadas por la conciencia social pueden llegar a funcionar muy bien en el mercado. Yo creo en la tesis central del capitalismo: el sistema económico debe ser competitivo. La competencia es la fuerza motriz de toda innovación, de todo cambio tecnológico y de toda mejora en la gestión. Otro elemento central del capitalismo es la maximización de beneficios, que garantiza el empleo óptimo de recursos escasos. De hecho, fue ese rasgo del capitalismo el que nos indujo a retratar al maximizador de beneficios como una persona codiciosa (casi sanguinaria) y de ahí que hayamos supuesto siempre que el maximizador de beneficios no tiene interés alguno por la consecución de objetivos sociales. Luego hemos llegado a postular incluso que los auténticos emprendedores son una raza especial y fuera de lo común de personas que la sociedad debería sentirse afortunada de tener. Nos hemos sentido tan agradecidos con ellos que les hemos concedido todos los privilegios que nos hemos podido permitir: crédito, reconocimiento social, vacaciones fiscales, acceso prioritario a la propiedad de terrenos, protección del mercado, etc. Yo, sin embargo, propongo dos variaciones sobre esa característica básica del capitalismo. La primera está relacionada con esa imagen sobredimensionada del emprendedor capitalista. Para mí, un empresario no es una persona dotada de un talento especial. Yo lo vería, más bien, desde una óptica inversa. Creo que todos los seres humanos somos empresarios potenciales. Algunos tenemos la oportunidad de manifestar ese talento, pero otros muchos nunca la tenemos porque se nos ha hecho imaginar que un emprendedor es una especie de superdotado a quien no nos parecemos en absoluto. Si todos empezáramos a ver en todo ser humano, incluso en aquel que mendiga descalzo por la calle, a un emprendedor potencial, podríamos construir un sistema económico que permitiría que todo hombre o mujer explorase su propio potencial económico. El viejo muro entre empresarios y trabajadores desaparecería. Convertirse en lo uno o en lo otro pasaría a ser una cuestión de elección personal. El segundo cambio o variación tiene que ver con el modo en que un empresario toma decisiones inversoras. La teoría económica describe al emprendedor como alguien exclusivamente maximizador de beneficios. Lo cierto es que, en algunos países, como Estados Unidos, la legislación empresarial obliga a la maximización de beneficios. Los accionistas pueden querellarse contra un ejecutivo o contra una junta directiva que destine fondos de la empresa para beneficio del conjunto de la sociedad en vez de maximizar los beneficios de los propios accionistas. A consecuencia de ello, se ha suprimido por completo toda dimensión social de la forma de pensar del empresario. Tanto para la ciencia social como para la sociedad misma, ése no es un buen punto de partida. Aunque las consideraciones sociales tengan un papel muy reducido en las decisiones de inversión de un empresario, deberíamos permitir que entraran también en juego por el bien global de la sociedad. Las consideraciones sociales de un ser humano son cualidades que pueden inculcarse a través de la generación de valores sociales apropiados. Si no reservamos un hueco para ellas en nuestro marco teórico, estaremos fomentando que los seres humanos se comporten sin respeto alguno por los valores sociales. El mercado, obviamente, precisa de unas reglas que rijan la asignación eficiente de recursos. Lo que yo propongo es la sustitución del limitado principio de la maximización de beneficios por un principio generalizado, según el cual un empresario maximice una combinación de dos componentes: 1) beneficios, y 2) rendimientos sociales, sujetos a la condición de que los beneficios no sean negativos. (De hecho, ninguno de esos dos componentes debería ser negativo, pero conceptualizo mi propuesta de ese modo para no alejarme en exceso del principio de maximización de beneficios actualmente imperante).
Según este principio, un empresario social podría, por ejemplo, gestionar un servicio de atención sanitaria para personas pobres siempre que éste resultase financieramente viable. Otras de las empresas de ese tipo que se podrían constituir serían las de servicios financieros para personas pobres, cadenas de supermercados también para pobres, instituciones educativas, centros de formación, complejos de energías renovables, residencias para la tercera edad, instituciones para personas discapacitadas, plantas de reciclaje, empresas de comercialización de artículos producidos por personas pobres, etc. Yo parto del supuesto de que la sociedad está compuesta por numerosos tipos distintos de personas. En uno de los extremos de esa tipología están los capitalistas interesados en el beneficio personal que quieren maximizar beneficios exclusivamente sin ninguna otra consideración social. Serían personas a quienes no importaría invertir en empresas generadoras de rendimientos sociales negativos si, con ello, obtienen una ganancia personal máxima. En el otro extremo, se sitúan los emprendedores que se mueven por una acentuada conciencia social. Estas personas se ven atraídas hacia inversiones que maximizan los beneficios sociales, siempre que dichas empresas resulten viables desde el punto de vista financiero. Un emprendedor individual puede poner en marcha una empresa que preste escasa o nula atención a los posibles rendimientos sociales, pero también puede iniciar y hacer funcionar una o más empresas financieramente viables que estén dedicadas exclusivamente a la maximización de beneficios sociales, ya lo haga como individuo o como parte constituyente de un fondo o de una organización empresarial sin ánimo de lucro. Un escenario de ese tipo no sólo acercará a los hombres y las mujeres de negocios del futuro a la vida real, sino que generará espacio para una economía global respetuosa con las cuestiones sociales y medioambientales. La economía como ciencia debe mostrar que una economía de mercado no tiene por qué ser un coto de caza reservado a capitalistas «sanguinarios», sino que puede ser un terreno de juego exigente pero abierto a todas las personas buenas que quieran enderezar el rumbo del mundo en la dirección correcta.