Licántropo – Elora Dana Xenagab
Sinopsis
Gabrielle está maldita, piensa que su única salvación para librarse del martirio que vive cada luna llena es la muerte. Pero un rayo de luz viene a su vida de manos de la Dra. Lucia que se empeñara en mostrarle que aún existe esperanza para ella… para ambas.
2
Licántropo – Elora Dana Xenagab
de
Elora Dana
Categoría: Uber XWP
Disclaimer: Estos personajes están basados en la serie de TV Xena Warrior Princess, no persigo ánimo de lucro ni remuneración alguna. Mi único propósito es saciar mi imaginación y satisfacer la vuestra. Besos a todos los xenites. Correo:
[email protected]
3
Licántropo – Elora Dana Xenagab
Licántropo I
Hace
algún tiempo era una persona normal. Eso fue hace
algún tiempo. Ahora soy un licántropo, un lobo, un sucio y harapiento animal. ¿Cuándo ocurrió? No lo recuerdo. Solo recuerdo que una vez fui una joven niña feliz, que tenía una gran familia y una buena vida. Y miradme ahora. No puede salir nada bueno de mí, solo soy una maldita basura que necesita carne cruda para vivir. ¿No habéis pensado muchas veces que a la gente le ocurren cosas muy raras, pero que increíblemente, a ti nunca te ocurre nada fuera de lo común? Eso mismo creía yo, hasta que me ocurrió a mí. Mi historia no tiene nada de especial, tan solo fui mordida por un extraño lobo que apareció de la nada y me convertí en lo que soy. Un paseo por el parque se había convertido en un camino eterno de tortura. Prefiero no seguir contando qué fue de mi vida después. Los hechos si no son muy violentos, son realmente asquerosos para narrarlos como si tal cosa. Ahora, harta de vivir en este maldito y angustioso infierno, prefiero terminar con mi vida. Puede que sea una cobarde, pero todo el que estuviera en mi lugar lo sería. Es muy difícil aceptar que has perdido el control de ti misma y sobre todo muy doloroso. No hay nada que dé sentido a mi vida, nada, ¿qué puede ser 4
Licántropo – Elora Dana Xenagab
bueno para mí?. Solo la muerte. Cuanto la deseo, no puedo explicarlo. Miró el azul negruzco del fondo del mar y me preguntó si un licántropo puede morir ahogado. Los lobos se ahogan, por qué yo no. El mar está nervioso, como si previera que algo malo va a ocurrir. Suspiró y me dispongo a saltar. No hay mucha altura, pero espero que sea la suficiente para dejarme inconsciente. El viento revuelve mi pelo y por un momento me siento como Medusa, con largas serpientes azotando mi rostro de apariencia humano. Mi último pensamiento es de rabia, ira contra la injusticia del mundo... Abro los ojos y lo primero que veo son dos resplandores de haz luminosos. Parpadeó y vuelvo la vista. En un momento reconozco el lugar. Un frío y tedioso hospital. He despertado tantas veces en uno de estos que me los conozco de memoria. Un olor a medicina y desinfectante invade mis sensibles fosas nasales. Tengo frío y me duele el alma. No puedo evitar derramar algunas lágrimas al ser consciente de la realidad. Estoy viva. A veces pienso que soy como un azote, como una enfermedad que nunca muere y contra la que no se puede combatir. Me pregunto si habrá más como yo. Me incorporo y me doy cuenta de que es de día. No me gusta el día, me hace sentir desnuda. Con un gesto tosco me deshago del gotero y los demás cables. Miro el lugar con un gesto de disgusto y logró ponerme en pie. Mi ropa está limpia y seca. Sin pensarlo mucho me visto en el baño y me dispongo a 5
Licántropo – Elora Dana Xenagab
desaparecer de la escena; pero no doy dos pasos hacia fuera cuando observo el resplandor blanco de una bata parándose ante mí. Levanto la vista y observo dos pequeños pero intensos rayos celestes. Me quedó mirándolos con curiosidad, tiene una mirada lobezna. —¿Dónde cree que va? —Me marcho. —No, aún no está en condiciones. —No puede retenerme contra mi voluntad. —Claro que puedo. —Me empuja con sus largas y finas manos hacia adentro. Gruño inconforme, pero no opongo resistencia. —Me encuentro bien. —Argumento echándome de nuevo en la cama un poco reacia. —No diga tonterías, ha estado a punto de morir de hipotermia. — Dice con disgusto. Me río, deseando que eso fuera verdad—. No le veo la gracia. —Contesta, mirándome seriamente. Su mirada me intimida y dejo de reír. —De verdad, estoy bien. —Vuelvo a repetir. —Tengo que hacerle algunas pruebas antes de darle el alta. — Contesta secamente. Me ayuda a recostarme de nuevo y se agacha frente a mí. Dos grandes mechones de pelo negro oscilan delante de mi cara y los miro hipnotizada. Cojo uno entre mis manos y lo 6
Licántropo – Elora Dana Xenagab
toco, es suave y despide un intenso olor a miel. Ella reacciona y se separa, luego me mira un poco extrañada. —Lo siento. —Logro decir sin poder apartar mis ojos de los suyos. Está nerviosa, lo veo en su mirada, en sus gestos perturbados. Está distraída y no puedo evitar sonreír por dentro. ¿Soy yo la causa de ello? La miró fijamente y la huelo. Su olor corporal es intenso y dulce, es una persona limpia y reconozco el olor de las sales naturales en su piel. Es guapa y atractiva, e incluso enigmática. El efecto de una aguja incrustándose en mi piel me hace fruncir el ceño por el dolor. —Lo siento. —Y se disculpa. Debe ser una mujer sensible y afable. ¿Podría haber sido yo así? Suspiro rememorando momentos olvidados de mi infancia—. ¿Se encuentra bien? —Me mira preocupada y reconozco una pizca de pánico en su mirada. —Sí. —Contesto y sonrío a la mujer. Se sonroja y baja la mirada y me río por ello. Debe ser una principiante, solo los novatos son tan delicados con los pacientes y solo ellos conservan la inocencia y las ganas de ayudar. —No vuelva a quitarse el gotero, es por su bien. Ahora tengo que tomarle la tensión y luego le haré unos análisis. —Me informa con una voz monótona. Me irrito, no quiero que me hagan análisis. Odio las agujas y nunca dejaría que ellos vieran lo que soy. Mi sangre dice tanto de
7
Licántropo – Elora Dana Xenagab
mí. Noto la presión en mi antebrazo, no puedo evitar gruñir. Ella me mira divertida. —¿Te molesta? —Levanto las cejas un poco sorprendida. —Claro que no. —Sé que he sonado prepotente y ella lo ha notado. —Ahora vendrá una enfermera y te sacará un poco de sangre. — Me
vuelve
a
informar,
mientras
espera
el
resultado
del
tensiómetro. Pone una cara de desconcierto y por un momento tengo miedo de que esa cosa diga algo raro sobre mí—. Tienes la tensión muy baja, que raro, pareces joven. —Me mira con expresión dubitativa y yo solo me limito a encoger los hombros—. Necesito tomarle los datos. —Me explica. Asiento, estando acostumbrada a esos interrogatorios. No me cuesta mucho inventar nombres y situaciones, tengo mucha imaginación, es algo que siempre he tenido, algo que increíblemente nunca perdí. —¿Cuándo podré salir? —Pregunto mirando al fondo de sus ojos. Ella baja la mirada. Deduzco que es tímida, es incapaz de soportar mi penetrante mirada. —Si los análisis son positivos quizás pueda darle el alta mañana. —Cierro los ojos obviamente disgustada con la sola idea de pasar una noche allí. —Veo que no le gustan los hospitales. —Aun con los ojos cerrados esbozo una sonrisa amarga.
8
Licántropo – Elora Dana Xenagab
—Se respira melancolía, miedo y dolor. Ya tengo bastante de eso. —Abro los ojos y veo que es ella ahora la que me mira intensamente, como intentando averiguar qué hay detrás de mí. Pero tan pronto como le devuelvo la mirada, me esquiva. Recoge sus tiestos y apunta algunos datos en una carpeta. Miro al exterior y veo el sol, está a media altura, probablemente son solo las 8 ó las 9 de la mañana. —Bueno, a ver. —Se sienta en una pequeña silla que hay en la habitación y se dispone a tomar datos—. ¿Cómo se llama? — Pregunta dispuesta a apuntar. —Gabrielle. —Contesto, he mentido, por supuesto. Nunca revelo nada sobre mí— ¿Y tú? —Lucia. Dime tus apellidos. —Continúa profesionalmente. —Común Rastrero. —Contesto y apunta fervorosa. Se para y luego me mira con media sonrisa. —¿Se burla de mí? —La miro con total seriedad y ella se intimida—. Lo siento... es que es... da igual. ¿Qué edad tiene? — Me pregunta cambiando de tema. —21 años. —Le contesto y se sorprende. —Eres más joven de lo que supuse. —Dice mirándome como si yo fuera un puzle.
9
Licántropo – Elora Dana Xenagab
—No dejes que mi aspecto te engañé. —Contesto seria. Ella me mira dulcemente. —¿Tienes número de la Seguridad social o DNI? —Niego con la cabeza—. ¿No tienes DNI? —Vuelve a preguntar incrédula. —No, ya se lo he dicho. —Le digo algo malhumorada. Me mira un poco afligida. —La última pregunta, necesito saber tu dirección. —Dice en tono de disculpa. —No tengo residencia fija, soy errante. —Me mira seriamente. —¿Eres una sintecho? —Pregunta apenada, mientras veo que su mirada se vuelve piadosa. Me enfurezco, no me gusta darle pena a la gente. —No. —Es mi escueta y seca
respuesta. Vuelvo la vista a la
ventana y ella parece coger la indirecta que le he lanzado, no quiero más preguntas. —Bueno, es todo, ahora vendrá la enfermera, vale Gabrielle. —Doy un pequeño respingo al escuchar ese nombre pronunciado por ella, es como si lo hubiera escuchado antes miles de veces. —Bien. —Contesto, pero sin mirarla. Suspiro aliviada cuando desaparece de la habitación. Vuelvo a quitarme el gotero lo más rápido posible y me levanto dispuesta a marcharme. Miro hacia fuera del pasillo y observo que está 10
Licántropo – Elora Dana Xenagab
despejado. Es temprano, la gente no está en sus puestos, estarán desayunando, pienso. La muchacha del mostrador se me queda mirando extrañada y trago saliva al notar que va a hablar. —¿Desea algo? —Pregunta con una voz bastante juvenil. —Solo estaba buscando... estaba buscando a una amiga. —Digo insegura. —Dígame su nombre y le diré si está aquí. —Dudo un instante. —Lucia, se llama Lucia, es... es doctora. —Ella me mira un poco extrañada. —Ahhh, tú debes de ser María, su hermana, ¿verdad? —Miro a la chica entre sorprendida e incrédula. Me pregunto qué parecido me ha visto con Lucia. —Sí, María. —Digo tajante. —Ohh, Lucia ha ido a desayunar, me dijo que te dijera que esta noche no podía quedar contigo, iba al Arcoíris con unos amigos. — Dijo la chica memorizando. —Bien, gracias. —Le digo sonriendo amablemente. Ella me hace un gesto con la mano a modo de despedida.
*
* 11
*
Licántropo – Elora Dana Xenagab
Estoy de nuevo en casa, donde siempre, en el bosque de las afueras de la ciudad. El olor a hierba y tierra mojada me alegra por un momento el corazón. Miro al cielo, es casi de noche. Empiezan a aparecer algunas estrellas. Hoy no hay luna llena, respiro aliviada al recordarlo. La cabeza me duele, pero no es nada que no pueda curar un poco de descanso. Siento el deseo de aullar, solo aúllo cuando estoy feliz. Me pregunto cuál es la razón de mi felicidad. No puede ser una simple chica a la que acabo de conocer, no, ella no puede ser la razón. Me siento en el suelo, está frío, pero noto alivio, me tiendo enrollándome como un bebé y duermo. Sueño con grandes prados verdes, con un sol anaranjado desapareciendo tras unas negras colinas. Veo un rostro, enmarcado por una gran sonrisa y dos ojos celestes intensos. Me despierto con una extraña sensación en la boca del estómago, entre felicidad y tristeza. Hacía tanto que no soñaba, desde aquel día en que comenzó mi infierno. Me incorporo, aun es de noche, por la posición de la media luna calculo que deben ser las 10. Camino hacia la ciudad, hoy me apetece mezclarme con ellos, estoy tan sola. Aun así nunca olvido que no soy como ellos. Nunca me aceptarían, soy un ser maligno, lo que los antiguos reconocían como un monstruo o un demonio. Soy un ser repugnante y me odio. Respiro agitada al oler carne ahumada, el hambre es intensa, tengo hambre humana no antinatural. Solo deseo un perrito 12
Licántropo – Elora Dana Xenagab
caliente o una hamburguesa, pero me temo que eso está muy lejos de mis posibilidades. Tendré que conformarme con lo que atrape esta noche. En el bosque hay muchos conejos y su carne no sabe mal. Intento hacer caso omiso de los quejidos de mi estómago y observo las concurridas filas de transeúntes. Ando tanto que me pierdo, aunque me conozco la ciudad perfectamente. Un arcoíris multicolor luminiscente me llama la atención. Parpadeo un poco sorprendida por la casualidad. Me dispongo a entrar, pero observo que mi ropa está llena de tierra y polvo y mi pelo permanece con un aspecto desagradable y sucio, da la impresión de que llevo raftas. No queda tan mal. Aun así entro, no hay nadie en la puerta, es solo un bar-cafetería. Una música sensual suena de fondo y agudizo mis oídos. Hacía tiempo que no escuchaba música. Respiro, el ambiente está lleno de olores de todo tipo, pero es saludable. Me gusta la tenuidad que hay, no se distinguen bien las caras. Me siento en una esquina, en una mesa vacía. Miro buscando no sé muy bien el qué, miento, buscándola a ella. Me pregunto por qué tanto interés ahora, es solo una humana. No la veo, hay demasiada gente. Agudizo mis oídos y mi olfato. Después de un rato percibo el olor a miel de su cabello y el olor a sales de baño de su piel. Está en la otra punta, hablando con varios amigos. No puedo evitar sentir envidia, se la ve tan feliz y completa. Mientras yo estoy totalmente vacía. La miro y la estudio y me sorprende ver que mira a todos lados, como si fuera consciente de que alguien la observa. Me odio por estar aquí, mientras comparo su vida con la mía, compadeciéndome de mi misma. Me dan ganas de gritar de rabia, pero lo único que hago es 13
Licántropo – Elora Dana Xenagab
levantarme con la intención de marcharme. Sin embargo espero fuera, en las sombras de la noche, acechando. Una lluvia espesa me cala hasta los huesos. Noto como mi alma se empapa y se escarcha. Mi pelo mojado se revela contra mí y me azota como látigos. Recuerdo que hace tiempo pensé en cortarlo. Llevo de pie unas dos horas que se me hacen eternas. Finalmente la veo salir con unos amigos. Dos de ellos se marchan, son chicos. Ella se queda con una chica, están hablando y se ríen. Me pregunto si los chicos serán sus novios. Tras un rato la otra chica se marcha y Lucia se queda sola en la oscuridad de la calle, solo alumbrada por la tenue luz nacarada de las farolas. La sigo, anda rápido, sé que sabe que la observan, pero aun así sigo en mi empeño de seguirla. No sé por qué lo hago, es todo tan raro. De pronto se para y mira hacia atrás. Me escondo, en un acto reflejo, en un callejón, pero parece haberse dado cuenta de que realmente la siguen, porque noto que su respiración se agita y el ritmo de su corazón se acelera. —¿Quién anda ahí? —Grita con voz quejumbrosa. Yo misma empiezo a respirar nerviosa. Una lucha se agita en mi interior, quiero salir, pero quiero ocultarme. Finalmente decido que voy a dejarme ver, necesito hablar con ella, me hace sentir especial. —Hola. —Digo mientras dejo que mi figura sea alumbrada por el resplandor de una vieja farola. Se estremece, no sé si es por miedo, odiaría que fuera por miedo.
14
Licántropo – Elora Dana Xenagab
—Dios mío, estás empapada. —Exclama apenada, mientras rápidamente se lanza hacia mí y me tapa con su gabardina. —Estoy bien. —Contesto con una voz apenas audible, mientras me dejo arrastrar por sus brazos. —¿Por qué te fuiste? Estabas aun mal y si sigues así vas a ponerte aun peor. Vamos al hospital, anda. —Me paro tirando hacia atrás y niego. —No quiero ir al hospital. —Ella me mira, en su cara hay una expresión dubitativa. —Bien, pues vamos a mi casa. —Dice tras un rato de pensarlo en silencio consigo misma. Echo a andar de nuevo confiada.
Hemos llegado andando. Su casa estaba muy cerca, a tan solo dos manzanas. Enciende la luz del salón y me lleva hasta el sofá. —Siéntate, voy a prepararte una sopa caliente y a traerte ropa seca y limpia. —Me informa. —No es necesario, gracias. —Ella me mira con las cejas alzadas. —Quédate aquí y no te escapes. —Sonríe tras decir estas palabras y yo le respondo con una sonrisa débil. Miro el pulcro y limpio sofá y desisto de la idea de sentarme en él. Me siento en el frío suelo. Es madera y me gusta el tacto. Encojo 15
Licántropo – Elora Dana Xenagab
las rodillas y las envuelvo con mis brazos. La casa parece acogedora. Un libro sobre la mesa me llama la atención, leo el título con detenimiento: —«Mejor que humano», —me río. Es un título original, me pregunto de qué tratará. Unos oscuros ojos azules me miran con gran sorpresa. —¿Qué haces sentada ahí, es que quieres suicidarte? —Pregunta un poco exasperada. —Tienes un sofá muy limpio. —Es mi respuesta. Ella sonríe comprensible. —Ven, sígueme. —Me levanto y la sigo a través de un oscuro pasillo. Anda majestuosa, como una reina. Sonrío ante esta idea— . Puedes cambiarte aquí. —Me alarga una ropa y se marcha por el largo pasillo. El cuarto de baño es amplio, miro la ropa, es una talla grande, pero servirá. No me gusta la sensación de estar mojada. Me cambio y me pongo el pantalón de chándal y la gran sudadera. El olor de ella está por toda la ropa, impregnando cada uno de los hilos. Aspiro fuertemente y sonrío. Ella me gusta. Recojo mi ropa y salgo con ella en las manos. La oscuridad del largo pasillo me recuerda a un túnel. Lo sigo instintivamente. Un dulce y cálido olor a sopa me llega y me dejo guiar por él hasta el salón. Lucia espera sentada en el pulcro sofá. Cuando nota mi presencia se voltea sonriente.
16
Licántropo – Elora Dana Xenagab
—Trae, lavaré esta ropa. Siéntate y tómate esa sopa. —Me dice y se marcha de nuevo por el angosto pasillo. —Gracias. —Alcanzo a responder. Esta vez no dudo en sentarme en el sofá, justamente en el lugar que acaba de abandonar ella. Su olor me llega con doble fuerza. Me recuesto cansada. Luego abro los ojos recordando la calentita sopa y no dudo en beberla de un solo tirón. Cuando Lucia llega se sorprende de ver el tazón vacío. —¿Quieres más? —Pregunta asombrada y divertida. —Sí, por favor. —Ella se marcha con media sonrisa. No me gusta parecer necesitada, pero con ella se está realmente bien. —Toma. —Deja la humeante taza sobre la mesa y me la bebo con la misma avidez que la otra. Ella se queda mirándome con los ojos de par en par—. ¿Tenías hambre eh? —Sonrío tímidamente. —Estaba muy buena. —Le contesto. Ella se me queda mirando un largo instante, aprovechando que yo miro al suelo. Le devuelvo la mirada, pero para mi sorpresa no retira la suya. Supongo que estar en su casa le da más seguridad. Una sonrisa aparece en mi rostro, comienzo a reír, hasta que una gran carcajada inunda mi garganta. Ella me mira entre sorprendida y asustada—. Lo siento. —Le digo, dándome cuenta de su reacción—. Es solo que... hace tanto tiempo que no comía algo caliente. —Ella me mira apenada.
17
Licántropo – Elora Dana Xenagab
—Puedes
quedarte
a
dormir
aquí
si
quieres.
—Me
dice
dulcemente. —No. No, ya te dije que tengo mi propia casa. —Le respondo un poco a la defensiva. Ella me mira disgustada. —Pero es muy tarde y hace mucho frío. Además tengo tu ropa. Insisto en que te quedes, por favor. —El tono en que ha pronunciado estas últimas palabras acaba por convencerme. —Está bien, pero me marcharé en cuanto amanezca. —Le respondo derrotada. —Bien. —Me sigue mirando y ahora soy yo la que se siente sonrojada. —¿Por qué me miras así? —Mi pregunta le hace respingar. —Yo... solo me preguntaba por qué intentaste suicidarte. —Me mira un poco avergonzada. —El mar me pareció un buen lugar para residir eternamente. — Contesto con una voz apenas audible. Ella se estremece con mis susurros. —¿Tienes familia? —Vuelve a preguntar sin dejar de mirarme. Levanto mi rostro y la observo con la más severa de las miradas. —No tengo familia. —Ella arruga el ceño confusa.
18
Licántropo – Elora Dana Xenagab
—¿Eres huérfana? —Pienso un momento y finalmente asiento—. Debe ser muy duro. —Dice pensativa. —Nunca lo comprenderías. —Contesto fríamente. Ella baja la mirada desilusionada. —Lo siento, creo que te estoy incomodando con tantas preguntas. —Dice apenada. La miro y sin querer me siento motivada para sonreírle dulcemente. —¿Tienes hermanos? —Le pregunto curiosa. —Si, dos, una hermana menor y un hermano que es el mayor. — Sonrío al ver su cara de felicidad al hablar de ellos. —Cuéntame alguna travesura vuestra. —Le ruego ilusionada. Ella me mira entre divertida y confusa. —Bueno... una vez por estas fechas, creo que era Navidad, decidimos despertar a nuestros padres con esos cacharros que lanzan nieve artificial. Si vieras como lo pusimos todo. Estuvimos un día entero limpiando el desastre. A mi padre se le quedó el pelo tan grasiento y pegajoso que dejó de comprar gomina por mucho tiempo. —Su historia me hace reír y me hace recordar mi infancia. Ella sonríe satisfecha—.
Tienes una sonrisa preciosa. —Dice
pensativa sin dejar de observarme. Dejo de reír y la miro confusa y sonrojada. —Gracias. —Bajo la mirada y me quedo en silencio. Al rato me rasco la cabeza con fuerza. Ella me mira curiosa. 19
Licántropo – Elora Dana Xenagab
—Deberías hacer algo con ese pelo. —Dice alargando una mano y tocándolo con cara de disgusto—. No tiene buena pinta. —Por un momento siento la imperiosa necesidad de frotarme contra ella, es un bajo instinto de mi otro yo. —He pensado en cortármelo. —Respondo un poco contrariada. —¿Cuánto hace que no lo lavas? —Me pregunta haciendo una mueca con sus labios. —No lo sé, la última vez que tome un baño fue hace una semana. —Le respondo con un gesto indiferente. Ella me mira sorprendida. —Si quieres puedes darte un baño. Ven... —Se levanta y alarga su mano con gesto amable. Miro sus finos dedos y dudo un instante. Finalmente le doy mi mano y al contacto me hierve la sangre, me pregunto si esta reacción se debe a mí otro yo o es cosa mía.
Estamos en el mismo baño donde me cambié. Estoy sentada en un pequeño taburete mientras Lucia busca sales y champús especiales para mi pelo. No me he negado, me apetece un baño caliente, sobre todo le apetece a mi pelo. Ahora es insoportable el picor. Se mueve un poco nerviosa por la pequeña estancia. Me da un albornoz y una esponja para frotarme. Me quedo mirando aquello como si nunca hubiera visto tales cosas. Ella frunce el ceño extrañada. 20
Licántropo – Elora Dana Xenagab
—¿Sabes utilizar esto, no? —Pregunta un poco divertida. La miro un poco avergonzada. —Sí. —Digo débilmente. Ella se me queda mirando desde su alta posición. —¿Quieres que te ayude? —Pregunta dulcemente. No quiero quedarme sola, así que asiento sin levantar la mirada. —Si, por favor. —Sé que está sonriendo dulcemente, mientras me mira afligida. —Lo primero será quitarte esa ropa. —Su voz me ha sonado un poco alterada. Quizás esta situación le incomode un poco. Me volteo y me deshago de la sudadera. El frío del ambiente me azota y echo de menos la confortable sensación del suave algodón en mi piel. Sé que mi cuerpo presenta un aspecto deplorable. Si no estoy en los huesos es gracias a mí otro yo, pero a un precio muy alto. Tengo algunos rasguños en el costado izquierdo, no recuerdo cuándo me los hice, pero ya no sangran. Me quito con un gesto lento los pantalones. No llevo ropa interior, nunca la he usado. Es increíble, se me hace tan raro ver mi cuerpo ausente de bello, así cualquiera diría que soy lo que soy. Quizás el ser rubia contribuya a ello. Ni siquiera tengo mucho vello púbico. Me volteo lentamente hacia Lucia, pero me sorprende ver que ella está afanada en graduar el agua de la bañera. Sé que me ha estado mirando, lo sé, tiene un color rosado en sus mejillas y me sorprendo al oler su excitación. ¿Es posible que sienta excitación por mí? Río ante lo 21
Licántropo – Elora Dana Xenagab
ridículo que me resulta eso. Soy fea, lo sé, no es necesario que la gente me lo recuerde. Nadie sentiría atracción por algo como yo. Me quedo parada esperando el momento en que ella me indique que puedo entrar en el agua. —Ya está lista. —Dice evitando mirarme. —Gracias. —Respondo con una voz casi inaudible. Entro un poco temerosa al principio, pero observo que está perfectamente graduada. Me siento lentamente y dejo que el vapor me envuelva como una agradable manta de calor. Cierro los ojos y sonrío. —¿Estás bien? —Lucia me mira sorprendida justamente a mi lado. Reacciono pegando un salto. Ni si quiera la he sentido, yo que tengo la gran cualidad de sentir presencias antes de verlas—. Lo siento, no quería asustarte. —Dice medio divertida. Respiro agitadamente. —Estoy bien. —Contesto sonriendo. —Cuando terminemos con el baño tendré que curarte esos arañazos. —Dice mirando mi costado hundido bajo el agua. Veo como su mirada baja por un momento a mi pubis y sonrío por lo raro que se me hace. —No es necesario, hagas lo que hagas, este cuerpo seguirá siendo deplorable. —Digo amargamente. Ella levanta la vista sorprendida.
22
Licántropo – Elora Dana Xenagab
—Tienes un cuerpo hermoso. —Dice sonrojada. Mi corazón empieza a palpitar más veloz que de costumbre. Me pregunto si será verdad o solo intenta reconfortarme—. Pero habrá que hacer algo con ese pelo. —Cambia de tema sonriendo. Respondo tímida a su sonrisa. Agarra temblorosa la esponja y la empapa en el agua, luego vierte un poco de gel en ella y me la alarga para que la coja, pero ignoro su gesto. Mira su mano temblorosa y traga saliva, finalmente se dispone a frotarme el cuerpo ella misma. Sonrío al haber conseguido lo que quería. Su mano apenas me roza y su toque es cuidadoso y suave. Cierro un poco molesta los ojos al ver que me frota la cara y las orejas. Luego sonrío. —Debes ser una doctora estupenda. —Ella traga saliva y sonríe. —No creas, soy muy torpe. —Su mano baja por mi espalda y la frota con renuencia. Frota bajo las axilas y pasa rápidamente de los pechos al costado. Está mortificada, pero aun así continúa con su trabajo. Cuando ha terminado con la parte superior suelta la esponja en el agua y se levanta—. Vamos a lavar ese pelo. —La miro confusa, cojo la esponja un poco aturdida y froto el resto de mi cuerpo. Sorprendida noto que hay humedad en mi centro y me sonrojo al ser consciente de ello. Ella voltea con un cepillo y un peine en mano y se dispone a su ardua tarea. El cabello tarda un buen rato en ceder, pero finalmente cae desenredado sobre mis hombros. Siento que me he quitado un gran peso—. Esto ya está.
23
Licántropo – Elora Dana Xenagab
Después de un rato salgo del agua y me tapo con el suave albornoz. Ella está buscando el alcohol y el mercurio para las heridas. La miro, es posible que me guste y que incluso la desee como humana. O quizás solo es el instinto de mi otro yo el que me atrae a ella. Agudizo mi olfato y lo único que huelo es la excitación y la segregación sudorosa de su cuerpo. Sonrío ante la perspectiva de que sea por mí. —A ver. —Dice agachándose frente a mí. Con un gesto pícaro dejó caer el albornoz ante ella y observo su reacción. No tengo dudas, es por mí, su corazón se ha agitado con un fuerte golpe. Cura rápidamente las heridas y se levanta aturdida—. Ahora vengo. — Se disculpa—. Voy a traerte un pijama para dormir y el secador para el pelo. —Vale. —Contesto mientras me agacho y me vuelvo a colocar el albornoz.
No recordaba lo mucho que odiaba los secadores, ahora más que de pequeña. Gruño incomoda y moletas cuando una ráfaga de aire caliente me azota la cara. Harta de ello, agarro fuertemente la mano de Lucia y hago que se detenga. —No
seas
quejica,
aún
no
está
seco.
—Dice
condescendiente. —Da igual. —Respondo agriamente. Ella sonríe divertida.
24
en
tono
Licántropo – Elora Dana Xenagab
—Me recuerdas a mi hermana María, odiaba que le secara el pelo. —Se retira para mirarme y observo como abre los ojos con sorpresa—. Sabía que había una princesa detrás de toda la suciedad. —La miro seria. —No soy una princesa. —Contesto arisca. —Por supuesto que lo eres, compruébalo tú misma. —Dice llevándome hasta el espejo. Tardó en reaccionar. Al otro lado hay una muchacha de piel suave y blanca, con unos grandes ojos verdes y una melena rubia suave. Me pregunto si puedo ser yo—. Eres tú. —Dice divertida al ver mi sorpresa. —Puedo parecer una princesa.... —Digo separándome del espejo con gesto hosco....— pero te aseguro que no lo soy. —Me mira tristemente. —Tienes una autoestima pésima. —Dice divertida sin dejar amedrentarse.
*
*
*
Estoy en el cuarto de los invitados. Hacía tiempo que no disfrutaba de la comodidad de una cama, pero me dejo embargar por la sensación. Aun así el sueño no se presenta. Es por ella, no dejo de pensar en ella, en sus ojos, en su sonrisa. Está tomando 25
Licántropo – Elora Dana Xenagab
un baño, lo sé, el olor de las sales de baño ha invadido toda la casa. La noto resoplar de vez en cuando, el único sonido es el de su respiración y el del agua al agitarse. Cierro los ojos intentando ignorar la ola de calor que invade mi centro al pensar en el cuerpo desnudo de Lucia. Huelo el olor de mi excitación y me sonrojo por ello. Un rato después reconozco el olor de la excitación de Lucia. Aturdida, me dejo arrastrar hacia el lugar de donde proviene. Hay una luz encendida y la respiración de Lucia es agitada. Imagino lo que está haciendo y sonrío divertida. Con paso lento me asomo por la rendija de la puerta de su baño y observo su rostro desencajado y sonrojado por la excitación. Tiene los ojos cerrados y la boca entreabierta. Sus labios han adquirido un color casi rojo sanguinolento. No puedo evitar acercarme a ella y observarla a escasos centímetros. Siento el irremediable deseo de besarla y soy incapaz de contenerme. Acerco despacio mis labios a los suyos y noto el calor de su respiración sobre mí. La beso y ella se agita abriendo los ojos sin dar crédito a lo que ocurre. Intenta separarse, pero no puedo dejar de besarla, finalmente se rinde. Sé que ella también lo desea. Nuestras lenguas entablan una lucha desigual, ella es más hábil. Mis manos buscan desesperada el contacto con su piel. Toco sus hombros y ella se estremece bajo el contacto.
Me separo porque me falta el aire y aprovecho para
mirarla. —Quítate la ropa. —Me ruega con una sensual voz. Pronto estoy ante ella totalmente desnuda e ingreso en el agua, frente a ella. Su baño es grande y hay espacio para las dos. Me mira lujuriosa y se agacha para besar mis pechos. Su lengua recorre y degusta cada 26
Licántropo – Elora Dana Xenagab
pezón, hasta dejarlos indefensos. Sonrío y gimo ante la agradable sensación. Me vuelve a besar mientras su mano acaricia mis glúteos. Me pego más a ella, con la inefable necesidad de sentirla más cerca. Nuestros pechos se rozan y casi siento en mi sexo el calor del suyo propio. Acaricio su tersa espalda y bajo mis labios besando su cuello. Ahora es ella la que gime y se retuerce—. Oh, Dios, no pares. —Su voz tiene una candidez casi infantil. No pienso parar. Me acerco aún más a ella y nuestros sexos se rozan con totalidad. Nos estremecemos con el suave y dulce contacto y noto como nuestras respiraciones se agitan hasta casi convertirse en susurros. Ella se mueve contra mí y yo contra ella, bajo la calidez del agua nuestras manos exploran cada rincón de la otra, mientras batallamos en un empuje que se va haciendo cada vez más brutal. El agua se sale de la bañera con cada vaivén y sonreímos por ello. Siento una corriente eléctrica intensa que baja desde la garganta hasta mi sexo y me dejo invadir por el éxtasis que me sobreviene. Ella se mueve con fuerza, sin romper el contacto. Está entrando en el mismo éxtasis que yo, porque sus ojos son ahora casi negros. Me lanzo con ferocidad hacia ella y dejo que el clima se prolongue con un delicado pero profundo beso. Acabamos la una rendida en los brazos de la otra. Sentadas aun en el agua y abrazadas fuertemente, como si quisiéramos fundirnos en una sola persona.
27
Licántropo – Elora Dana Xenagab
—Nunca había hecho el amor con nadie. —Digo con voz cansada. —Yo tampoco. —Contesta y se separa para mirarme—. Puede parecerte una locura, pero te estaba esperando, sé que eres tú la chica que aparece en mis sueños noche tras noche desde que era una cría. —¿Soñabas conmigo? —Le pregunto alzando las cejas. —No sé cómo explicarlo, es como si te conociera de otra vida, ¿no tienes esa sensación? —la miro dubitativa. —Sí, es la única forma de explicar esto. —Le respondo sonriente. —Es una locura. —Dice mientras gime y se esconde avergonzada en mi cuello.
*
*
*
Duerme, hace horas que duerme, tranquila y sosegada, mientras la observo. Puede que sea cosa del destino, conocerla cuando no había nada que diera sentido a mi vida. Sin embargo he estado pensando. ¿Qué puedo traerle yo de bueno? Nada, si sigo a su lado puedo acabar con su vida cuando pierda el control. No quiero que ella sepa lo que soy, por eso tomo la decisión de huir. Le doy
28
Licántropo – Elora Dana Xenagab
un suave beso, apenas un roce, en su mejilla y me despido de ella con una sonrisa amarga. Camino pensando en todos los sentimientos que afloraron en mí esta noche y sé que está sola noche me dará una razón suficiente para seguir adelante. Su sola y penetrante mirada me acompañara en mi eternidad. —Espero tener más suerte en alguna otra vida, si alguna vez muero. —Susurro antes de desaparecer en la espesura de mi bosque.
29
Licántropo – Elora Dana Xenagab
Licántropo II (Destellos del Infierno)
La espesura claustrofóbica de la noche había caído sobre la ciudad como una losa pesada. Hacía un frío horrendo, de esos que hiela la sangre y corta el aliento. Una llovizna incomoda e imperturbable habría hecho desistir a cualquiera de seguir a la intemperie, pero una desconocida figura se abría paso en el clamor de la noche, por aquellos lugares donde nadie cuerdo se refugiaría. La figura se paró de repente, su fino cabello, oscuro como el ébano, quedó al descubierto cuando la capucha que lo tapaba voló en el aire, elevándose con el fuerte viento y abandonando a su dueña. Con la mirada siguió por un instante el recorrido de su capucha, pero no hizo ningún intento de atraparla. Sus ojos, normalmente del mismo color pálido del cielo, brillaron con una intensidad inaudita. La figura dio unos pasos dubitativos, desplomándose luego en el suelo, como si el peso del mundo hubiera caído sobre su espalda. No supo cuánto tiempo estuvo llorando en medio de aquel bosque, ni le importó que el barro manchase su ropa y sus manos. Hacía tiempo que había perdido la orientación, desconocía la hora y tampoco sabía cuánto tiempo había pasado desde que había empezado a buscarla. Se había pasado días buscando a una mujer cuyo verdadero nombre desconocía, sin referencia alguna, 30
Licántropo – Elora Dana Xenagab
nadie la conocía, nadie la había visto. En la ciudad no había rastro de ella, tampoco en el metro, el bosque era su última esperanza. Pero ahora, en medio de aquella tormenta, con el alma rota en pedazos, se preguntó si había sido una buena idea buscar. Quizás se estaba volviendo loca. Había pasado la noche con una completa desconocida, una mujer-niña que vivía a la intemperie y ni siquiera se le había pasado por la cabeza la idea de que la chica pudiera tener alguna enfermedad. Ella era doctora, debía haberse asegurado antes, sin embargo su racionalidad debía haber escapado en algún momento de aquella noche, porque seguía pensado que un extraño nexo la unía a aquella mujer. Cuando la vio por primera vez, en aquella cama de hospital, desmayada, supo que la conocía, la había visto cientos de veces en sus sueños. Tuvo miedo de ella, de la profundidad de sus ojos cuando le miraron, tuvo miedo de su lánguida y ronca voz, pero en el fondo sabía que no era peligrosa. Durante todo el día no dejó de pensar en la extraña, ni siquiera logró distraer su pensamiento de ella cuando por la noche se reunió con sus compañeros de trabajo y amigos en el Bar Arcoíris. Al despedirse de sus amigos en la calle, sintió un escalofrío en su espalda, notó que alguien le seguía, tuvo miedo, pero lo tuvo aún más cuando ante ella estaba la joven con el rostro más apenado que jamás había visto. Pese a su racionalidad, se la llevó a su casa, le dio de comer y por alguna extraña razón, le preguntó si le apetecía tomarse un baño. La joven asintió y poco después, pasaba con manos temblorosas una esponja por la piel de la desconocida. Aun no podía explicarse lo excitada que se había sentido, nunca le había ocurrido algo así, 31
Licántropo – Elora Dana Xenagab
tuvo miedo de su necesidad, pero no pudo rehuir. En una noche extraña y extravagante había amado con locura y pasión a un misterio. A la mañana siguiente, su particular misterio parecía haber desaparecido de la faz de la tierra. Unas manos callosas y grandes se posaron en su hombro y la empujaron con suavidad. Lucia levantó la vista asustada. Unos ojos negros y hundidos la miraron confusos. Era un hombre anciano o quizás demasiado maltratado por la vida. —¿Se encuentra bien? —Preguntó el desconocido. —Sí. —Lucia se levantó del suelo aturdida por la inesperada presencia—. ¿Ha... ha visto a una mujer, tiene el pelo corto y... —No. ¿Es su amiga? —Lucia asintió, pero el viejo la ignoró—. Mi casa está cerca, ¿quiere refugiarse allí? —Preguntó el anciano. —No, gracias, necesito encontrar a mi amiga. —Explicó Lucia. —Debería refugiarse, con este tiempo es muy difícil que la encuentre. —No, usted no lo entiende, temo por su vida. —Explicó cansada. —Oh... —¿Estás seguro de que no le ha visto? Es rubia, con los ojos verdes, de rostro aniñado... —No, te aseguro que no he visto nadie parecido por aquí. 32
Licántropo – Elora Dana Xenagab
—Es una sin techo... creo que vive aquí. El hombre enmudeció y se quedó pensativo. Luego levantó la mirada y pareció acordarse de repente de algo importante. —Hace poco salvé a una sin techo, creo que también intentaba acabar con su vida... pero no recuerdo muy bien como era... Se tiró del puente Toscá, no es muy alto, pero la corriente tira como una condenada. Aun así, pude darle alcance... pero eso fue hace tres
días.
—Explicó
el
viejo,
haciendo
un
esfuerzo
por
resguardarse del agua bajo su impermeable. —Es ella... ¿dónde está ese puente? —Preguntó con la voz acelerada por la emoción. —No muy lejos. ¿Ve ese estrecho sendero, siga por él y dará con el puente? —Gracias, muchas gracias. —Lucia corrió sin pararse a mirar atrás de nuevo, el viejo negó con la cabeza aturdido y extrañado se retiró a su casa. —Qué locos están los jóvenes de hoy. —Balbuceó. Se paró frente a las alteradas aguas del río. Como había dicho el viejo, observó que la corriente tiraba con violencia. Ojeó los alrededores, buscando una sombra en la oscuridad, pero no había rastro de ella. Se asomó a las aguas, temiendo, irracionalmente, que la joven se hubiese lanzado al río de nuevo. La oscuridad verdosa del agua le atrajo, la luna se reflejaba sobre la turbia 33
Licántropo – Elora Dana Xenagab
superficie cristalina y la observó embelesada sin conseguir definir su forma. Se estiró un poco más, pero unas manos le empujaron suavemente hacia atrás. Dejó escapar un gemido cuando la luz breve de un rayo le permitió distinguir una figura turbia en las aguas. Se volvió con la rapidez de una presa asustada y se pegó a la baranda del puente al observar de nuevo los ojos verdosos de la misteriosa joven. —Podías haberte caído. —Susurró la joven con una suave y cálida voz. Lucia fue incapaz de hablar—. ¿Qué haces aquí? —Te buscaba. —Respondió Lucia aun asustada. —¿Por qué? —Preguntó la joven. —Por... por... no lo sé. —Dijo finalmente la mujer morena. —Vamos, vas a coger una neumonía. Te acompañaré a tu casa. — La joven cogió suavemente la mano de la otra mujer, pero ésta no tarda en retirarla. —No pienso irme, necesito hablar contigo. —Explicó indignada. —¿De qué? —Preguntó la joven impasible. —Por Dios, hicimos el amor, ¿no significó nada para ti? —Gritó exasperada en medio de la tormenta. —Por supuesto que sí.
34
Licántropo – Elora Dana Xenagab
—Entonces, ¿por qué te marchaste? —Preguntó más calmada la mujer. No hubo respuesta... la rubia la arrastraba hacia algún lugar. Esta vez no se negó a seguirla. Después de andar un largo instante, entraron en una especie de cueva. La joven se sacudió el agua, de la misma forma que lo hubiera hecho un perro. —Odio el agua. —Aclaró molesta. Le alargó un trapo limpio a Lucia para que se secara y se sentó sobre el suelo, cerca del fuego que alumbraba la estancia. —¿Vives aquí? —Preguntó Lucia, estudiando el lugar. —Sí, ¿te horroriza, verdad? —No, no es eso... es cálido... —Es el mejor sitió que encontré. A parte de la pequeña hoguera que alumbraba la estancia, había una pequeña lámpara de gas. Un conejo se estaba asando junto al fuego. En una de las esquinas había un lecho, estaba cubierto de pieles y se veía limpio y confortable. Había también una pequeña repisa magullada con algunos libros viejos y carcomidos. Una mesa roída por las polillas y con las patas bastante deterioradas estaba repleta de cacharros que a primera vista parecían inservibles. —Parece el resguardo de un ermitaño. 35
Licántropo – Elora Dana Xenagab
—¿Un ermitaño? Me gusta esa comparación. —Aclaró la rubia divertida—. ¿Te apetece comer? —La verdad es que huele muy bien y llevo tiempo sin comer nada... —Toma esta piel y siéntate junto al fuego. —Ordenó. —Gracias. —La morena hizo lo que le había mandado la joven—. ¿Por qué vives aquí? —Se atrevió a preguntar. —Me gusta este lugar, es tranquilo... —No me refería a eso... —Sé a qué te refieres. —La joven enmudeció por un instante que a Lucia se le hizo eterno. —Si no quieres hablar sobre ello... —No importa... mi familia me abandonó cuando era una niña. No sé nada de ellos desde hace mucho tiempo. —La mirada de la joven estaba fija en el pequeño despojo de animal que se asaba al fuego. —No entiendo qué clase de padres harían algo así. —No los juzgues antes de tiempo... no soy lo que parezco. —Aclaró la joven mirándola a través de las llamas. Sin decir más se levantó y recogió dos cuencos de la mesa. Luego partió el conejo en dos
36
Licántropo – Elora Dana Xenagab
porciones con increíble habilidad y le acercó la comida a la morena—. Espero que sea de tu agrado. —¿Por qué dices que no eres lo que pareces? ¿Hiciste algo para que ellos te abandonaran? —Preguntó al mismo tiempo que con las cejas alzadas observaba como la rubia comía la carne con las manos sin la menor vergüenza y con la mayor naturalidad del mundo. Lucia le imitó. —No lo entenderías... —¿Por qué haces eso? —Preguntó molesta dejando a un lado la comida. —¿El qué? —Interrogó extrañada por el cambio de humor de la otra mujer. —Te encierras en ti misma y te niegas a contarme cualquier cosa que tenga que ver contigo. —Le increpó la morena. —Solo quiero... protegerte. —¿Protegerme de qué? —Protestó Lucia. —De mí, de... de la verdad sobre mí. —No necesito que me protejas de nada, solo quiero que me contestes a la pregunta que te hice, luego te dejaré tranquila. — Aclaró molesta.
37
Licántropo – Elora Dana Xenagab
—¿Quieres saber por qué me fui? Es simple, no hay que ser muy listo para darse cuenta. Tú y yo somos diferentes, nos separa un gran abismo. Tú vives en una gran y confortable casa y yo en una mugrienta cueva, tú eres una prometedora doctora y yo solo... Bajó la cabeza avergonzada. —Hablas como si me culparas de ello. —No es eso... simplemente no funcionaría. —Aquella noche yo... te amé como nunca ame a nadie más, ignoro si sentiste algo parecido... pero yo hubiese estado dispuesta a cambiar mi vida por ti. —Al menos tú tienes la oportunidad de cambiar tu vida. —Casi susurró dolida la joven. —¿Acaso tu no? Yo podría ayudarte... —No sigas... no puedo. —¡¡¡¿Por qué?!!! —Gritó enfadada la morena—. ¿Qué te lo impide? —Preguntó alterada. —Ella. —La rubia señaló la luna, que se distinguía a lo lejos. —¿Quién? —Preguntó la morena sin entender. —Olvídalo... deberías marcharte y olvidarte de todo... imagina que fue un sueño y nunca me conociste. —La rubia se asomó a la abertura de la cueva y se sumió en un testarudo silencio. Lucia la 38
Licántropo – Elora Dana Xenagab
observó durante un largo momento, esperando alguna palabra más. Luego se levantó airada. —Si eso es lo que quieres. —Dijo, echándole un corto vistazo a la joven mujer, para luego correr hacia la profundidad del bosque. La joven observó a la morena y distinguió como desaparecía en la espesura. Calló al suelo y golpeó la tierra con furia incontrolada. Se levantó luego, con renovada decisión, dispuesta a correr detrás de la morena. Aunque odiaba el agua, esta vez ni siquiera se paró a pensar en ello. Siguió el olor de la alta mujer, lo reconocía incluso con el temporal, en medio del olor a tierra mojada. Mientras corría se preguntaba si podría mantener una relación con ella, al menos intentarlo, pero temía tanto hacerle daño. Ella le amaba tanto que le dolía el corazón. Distinguió el brillo opaco del cabello de Lucia. La llamó, pero era imposible que la escuchara en medio de aquella tormenta. Sin dudarlo se lanzó encima de ella, como cuando siendo su otro yo, cargaba contra una indefensa presa. Ambas cayeron al barro y lucharon ferozmente, una temerosa de lo desconocido, la otra intentando controlar sus sentimientos, pero le fue imposible resistirse. En un impulso irracional, besó a la otra mujer con ferocidad. La morena distinguió su sabor y parpadeó confusa bajo el peso de la rubia. Mientras se devoraban, los gemidos eran acallados por el torrente de lluvia. Al fin se separaron, Lucia alzó una ceja sin entender nada. —No quería que te fueras sin decírtelo... 39
Licántropo – Elora Dana Xenagab
—¿El qué? —Inquirió Lucia intentando controlar la excitación, pero consciente de que estaban tiradas en el suelo bajo una fría lluvia. —Nunca he amado a nadie. —La rubia tomó aire nerviosa—. Pero te amo a ti como nunca creí poder amar. —Lucia sonrió y acarició la pálida mejilla de la otra mujer con ternura. La rubia sollozó en su hombro como si de un bebé se tratara, desahogando toda la frustración y el dolor que sentía.
*
*
*
Lucia abrió los ojos molesta. Un rayo de sol le daba justo en la cara. Gimió y se volvió, buscando la sombra. Intento recordar donde estaba y al notar la piel caliente y aterciopelada de otra persona rozando la suya, recordó todo lo que había ocurrido. Se habían refugiado en la cueva y habían hecho el amor tan apasionadamente o más que la última vez y ahora descansaban bajo pieles suaves y calentitas. Lucia sonrió contenta y estiró sus brazos divertida. Observó a su compañera. Dormía plácidamente, como una cría sobre su pecho. Un mechón de pelo trigueño le caía sobre la mejilla y con delicadeza se lo retiró. La rubia abrió los ojos y sonrió complacida. —Qué bien se está. —Dijo en un murmullo. 40
Licántropo – Elora Dana Xenagab
—Sí, pero debería estar trabajando. —Reflexionó la morena. —Lo siento. —La joven se apartó torpemente. —No... vuelve aquí, no pienso irme... ya te dije que cambiaría mi vida por ti. —La joven sonrió halagada. —No es necesario que lo hagas. —Aclaró pegándose al suave cuerpo de la morena. —¿Por qué
no te
vienes
conmigo?
—Preguntó la
morena
calmadamente. —Lo haría, te juro que me encantaría ir al fin del mundo contigo... pero hay algo que no sabes y... Dios... La joven se incorporó nerviosa. Se alejó un poco de la mujer y se sentó a los pies de la cama. Lucia permaneció en silencio, sabía que la rubia se preparaba para contarle algo. —Yo... yo... —Enmudeció de nuevo—. Tengo que buscar el desayuno. —Dijo finalmente. La morena no quiso atosigarla y se limitó a sonreír. —¿Qué tal si vamos a mi casa, nos pegamos un buen baño y desayunamos
comida
decente?
—Preguntó
la
morena
incorporándose y besando la espalda desnuda de la otra mujer. —No, debes ir a trabajar... por favor... —Pero yo... 41
Licántropo – Elora Dana Xenagab
—No hagas que me enfade. —Le amenazó la rubia. —Está bien... pero vendré esta noche... —No estaré aquí. —Contestó rápidamente. Sabía que hoy había luna llena y cerró los ojos ante ese recuerdo, la sola idea de que Lucia apareciese allí aquella noche la turbó y le aterrorizó. —¿Qué quieres decir? ¿No irás a desaparecer de nuevo? —la rubia negó efusivamente. —No, lo prometo. Esta noche el bosque... el bosque es muy peligroso... —¿Peligroso? —repitió dubitativa. —Sí, mucho, no quiero que vengas aquí por nada del mundo, por favor... —¿Qué ocurrirá? —Cuestionó asustada la morena. —Vienen cazadores furtivos y son una panda de borrachos... —¿Cazadores? —Preguntó preocupada por la rubia. —Sí, y no quiero que estés en peligro. —¿Por qué no vienes a mi casa? Allí estaremos mejor. —Aclaró la mujer. —No, esta noche no, por favor, no hagas más preguntas... —la rubia se levantó y comenzó a vestirse—. Te acompañaré. 42
Licántropo – Elora Dana Xenagab
—Está bien.
*
*
*
El hospital estaba atestado de enfermos griposos. Al parecer había una plaga. Una niña rubia correteaba por el pasillo ante la cara divertida de Lucia, por alguna razón, le recordó a Gabrielle, en realidad, casi todo le recordaba a ella. —¿Lucia? ¿Me has oído? —¿Qué? —Lucia miró a su compañera aturdida. —¿Te preguntaba si podías hacer esta noche mi turno de guardia? —Preguntó extrañada por el comportamiento de la morena. —Claro, no tengo nada que hacer, pero con esta me debes dos. — La otra mujer asintió sonriente. —Gracias, gracias, gracias... —De nada. —¿Te ocurre algo? —Cuestionó su amiga. —¿Qué? No.... no... Estoy bien.
43
Licántropo – Elora Dana Xenagab
—Bien, el enfermo de la cortina 4 quiere que le recetes algún antibiótico para la gripe. —Oh no, creo que recetaré frenadores a montones hoy. —Se quejó la morena. —No te quejes, al menos no tienes que aguantar al imbécil de Julián, ya sabes lo creído que se lo tiene... y hoy me toca ser su paje. —Lo sé... bueno, te dejó, voy a ver qué tal está el de la 4. —No te olvides de mí guardia. —No, claro que no. —Hasta luego. —Hasta luego. Lucia se fijó en el viejo, era el hombre que se había encontrado la noche pasada en el bosque. Le saludó un poco cortada. Seguramente la gripe la tenía por estar la noche pasada bajo la lluvia. —Hola... yo le conozco... —Estaba ayer en el bosque, buscando a mi amiga. —Sí, ahora recuerdo, esta cabeza se está haciendo vieja. —Se quejó el hombre—. Pero dígame, ¿encontró a su amiga? 44
Licántropo – Elora Dana Xenagab
—Sí. —¿Y estaba bien? —Preguntó preocupado el anciano. —Sí, gracias a Dios. Desabróchese la camisa. —Me alegro, se la veía a usted bastante desesperada... esa amiga debe ser muy especial. —Comentó el hombre. —Abra la boca y diga ahhh. —El viejo hizo lo que le mandaba la doctora—. Es una persona especial... pero me preocupa que viva allí... —El bosque es muy peligroso. —¿Lo dice por los cazadores furtivos? —Preguntó la mujer morena. —Oh, no... los cazadores solo son una panda de ebrios sin vergüenza, pero no harían daño a nadie... se lo aseguro. —¿Entonces por qué lo dice? —¿No has escuchado hablar de la bestia de Toscá...?. Es una leyenda urbana muy famosa. —No creo en las leyendas. ¿Quiere Frenadol? —Preguntó tomando una receta. —No, prefiero el Algidol, me alivia más. Pues le aseguro que esa bestia existe, yo mismo la he visto.
45
Licántropo – Elora Dana Xenagab
—¿Habla en serio? —Preguntó la morena estupefacta. —Sí, en realidad la vi poco tiempo. Su figura era gigantesca, y sus ojos brillaban en la noche, su pelo era crespo, de un rubio gastado y tenía fauces de perro. Las dos veces que le he visto había luna llena. —El anciano se levantó de la cama y se metió la camisa por los pantalones. —Es una historia muy interesante... ¿bebe usted? —Preguntó Lucia con cierta burla. —No se ría de un viejo, señorita... le digo la verdad... ese hombre lobo existe. —Ya, bueno. —Los cazadores han estado haciendo algunas partidas para darle caza, es probable que esta noche también lo hagan. —Aclaró el viejo. —Bueno, eso es todo, aquí tiene su receta y gracias por la historia. —Es usted una testaruda. Dios dijo: «Alabados aquellos que sin ver creyeron». —Lucia sonrió al viejo. —Hasta la próxima gripe. —Eso espero hija, que solo tenga que venir por una gripe. —El viejo desapareció a paso lento. Lucia respiró y pensó en lo que le había contado el viejo. ¿Diría la verdad? Un hombre lobo... parecía algo sacado de una película de serie b, reflexionó. 46
Licántropo – Elora Dana Xenagab
*
*
*
Antonio y Joaquín hacían guardia. Los demás se habían ido a hacer la primera partida. Se habían empeñado en buscar a la bestia. Antonio nunca había creído que existiera, de hecho, por eso no había insistido en buscarla, porque sabía que era una pérdida de tiempo. Él prefería los conejos y liebres, no seres monstruosos sacados de la imaginación de locos fantasiosos. —Están locos, te lo digo yo. —Comentó Antonio. —Déjales hombre, no ves que disfrutan, además, el viejo Román dice haber visto a la bestia y Felipe asegura que también la vio... —Nos toman el pelo, tú sabes lo bromista que es Felipe, y en cuanto al viejo... está tarado, si no borracho. Un ruido seco les hizo ponerse a alerta. Antonio se levantó pesadamente, no había rastro de miedo en su cara, sin embargo Joaquín tenía el rostro descompuesto. —Es él. —Susurró Joaquín. —Estás loco... son esos tontos... solo quieren asustarnos. —Una sombra se movió inquieta entre los matorrales.
47
Licántropo – Elora Dana Xenagab
—Joder. —Joaquín preparó su arma—. Si ese bicho se acerca pienso matarlo. —Déjate de tonterías... —La sombra volvió a cruzarse, esta vez más cerca. —Mierda, mierda... ¡¡¡Felipeeeeeeee!!! —Joaquín gritó aterrorizado. En ese preciso instante una horrenda y enorme bestia se irguió furiosa ante ellos. Antonio abrió los ojos sin dar crédito a lo que veía. Joaquín apuntó sin dudarlo y disparó al bicho. La primera bala le dio en el hombro. La bestia rugió de dolor e intentó avanzar furiosa. —¡¡¡¡Dispárale!!!! —Gritó Antonio cayendo al suelo por el terror. Un segundo disparo restalló en la noche y una segunda bala fue a parar en el muslo de la bestia. Antonio se había desmayado por la impresión y Joaquín apuntaba a través del visor la tercera bala, sin embargo, al separar la vista por un instante del visor, vio ante él a una joven en vez de a la bestia. Aturdido miró a la joven, se acercó con desconfianza. En ese momento aparecieron sus compañeros y miraron aterrorizados a la joven que se desangraba en el suelo. —Dios, ¡¡¡imbécil!!! ¡¡¡Es una cría!!! —Felipe se llevó las manos a la frente con desesperación. —Era ella, ella es la bestia... te juro que era ella...
48
Licántropo – Elora Dana Xenagab
—¡¡¡¿Cuántas cervezas te has tomado?!!! —Antonio también la vio. —Todos miraron el cuerpo desmayado de Antonio y dos de ellos se dispusieron a reanimarlo. —Noooooo. —Gritó Antonio al volver en sí—. ¿Dónde está? —Dijo mirando aterrorizado a José. —¿Quién? —El monstruo, la bestia... ¿la ha matado? —Preguntó aturdido. —Es solo una cría. —Y una mierda. —Dijo Antonio levantándose y acercándose al círculo que habían formado sus amigos—. Dios... yo la vi, era un monstruo, lo juro, sabéis que no mentiría sobre algo así. Felipe se acercó a la joven y le tomó el pulso. Aturdido miró a los presentes. —Tiene pulso... llevémosla al hospital y será mejor que no contéis a nadie esa historia, creerán que estáis locos... —Advirtió Felipe.
*
*
*
—¿Qué tenemos? —Preguntó Lucia, al entrar en quirófano. 49
Licántropo – Elora Dana Xenagab
—Una joven, tiene herida de bala en el muslo y en el brazo, llegó hace 15 minutos. —¿Cómo está? —Preguntó mientras se colocaba los guantes. —Estable... el pulso es débil, pero se mantiene estable. —¿Qué le habéis dado? —Nada aun. —Contestó el enfermero. Lucia vio la herida de la pierna, por alguna extraña razón sintió un escalofrío. Levantó la vista y la reconoció. Aturdida la miró con preocupación. —¿Quién le disparó? —Preguntó colérica, ante la extraña mirada de los enfermeros y demás personal. —Unos cazadores, la confundieron con un animal... —Hijos de puta, les va a caer una gorda. —Restalló la morena. Un pitido agudo, sacó de su enfado a la mujer. —El pulso cae. —Avisó el enfermero. —Se nos va. —Dijo el otro doctor. —No digas eso... ella no se irá a ninguna parte. —La tensión está cayendo... no tiene pulso. —Repitió el enfermero. —Las palas, ¡¡¡rápido!!! 50
Licántropo – Elora Dana Xenagab
Lucia puso las palas sobre el delicado pecho de la joven y aplicó la corriente. Lo que todos vieron a continuación les paralizó de terror. La joven había despertado, sus ojos tenían un color amarillo aceitoso, casi felino, su pecho se había cubierto de pelo crespo y su cara cambió de repente, pasando a confundirse completamente con la de un lobo. Lucia abrió la boca sorprendida y asustada. La bestia rugió con ira y golpeó a uno de los enfermeros, aun tendida sobre la cama, que se había quedado pequeña para su inmenso cuerpo. Se arrancó luego los cables y golpeó al otro doctor. Los demás salieron huyendo aterrorizados. Lucia incapaz de reaccionar permaneció estática. La bestia se acercó con rapidez a la mujer alta y se paró de repente. Sus ojos amarillentos se detuvieron demasiado tiempo en Lucia. Rugió con ira y levantó una mano para golpearla, pero el golpe no llegó... la bestia seguía mirándola, como si la reconociera... finalmente bajó el brazo y salió huyendo. Lucia cayó en el suelo sollozando por el miedo y el dolor. Ahora lo entendía todo.
51
Licántropo – Elora Dana Xenagab
Licántropo III (La amarga esperanza)
El
bosque era muy tranquilo, solo el cantar de algunos
pájaros y el suave murmullo de las hojas al balancearse con el viento se atrevían a romper la calma del lugar. No recordaba muy bien donde estaba la estancia donde Gabrielle me llevó. La pasada noche, con la tormenta y la lluvia apenas pude distinguir por donde andábamos y ahora en pleno día el paisaje me era totalmente desconocido. Después de que Gabrielle desapareciera, me costó serenarme bastante tiempo, fui incapaz de hablar con la policía y mucho menos de dar una declaración confiable. Los demás testigos tampoco fueron capaces de hablar con cordura y tranquilidad, había sido tanta la impresión. Los cazadores, después de mucho discutir entre ellos y con la policía se marcharon resignados a sus casas, sin saber ya qué hacer o decir. La investigación quedaba ahora en manos de unos agentes bastante escépticos, por lo que pude comprobar. Cuando conseguí dejar de temblar, tomé fuerzas y advertí racionalmente a la policía de que había una enfermedad, llamada insania lupina, que hacía creer a las personas que eran algún tipo de animal y era tan fuerte su poder de convicción que su propio cuerpo se mutaba. Los policías me miraron como si les contara un 52
Licántropo – Elora Dana Xenagab
cuento de ficción, pero por supuesto, estaban más dispuestos a creer en mi versión que en cualquier otra. Preocupada por el peligro que podía correr Gabrielle, les aconsejé que no le dañaran, que la enfermedad tenía posibilidades de curación. No creo que esta última objeción mía fuera escuchada. En el fondo, sabía que lo de Gabrielle no era insania lupina. Los individuos con estas enfermedades como mucho lograban que sus uñas se alargaran un poco más de lo habitual, así como también los dientes y el cuerpo se le cubriera escasamente de pelo. Aunque personalmente, yo nunca había conocido a ningún afectado, estaba claro que la mutación que yo había observado iba más allá de la racional, de lo científicamente posible. Me fui del hospital, un poco aturdida, pero deseosa de aclararlo todo. Era pleno día y pese al miedo que sentía, fui al bosque con la esperanza de encontrarla. Estaba preocupada por ella y advertí, que lejos de aborrecerla por lo que era, ahora la quería aún más. La última vez que la vi tenía dos heridas de bala. Si bien, estaba casi segura de que ella no moriría por desangramiento, no pude dejar de preocuparme y además necesitaba estar junto a ella. Llegué hasta el puente Toscá y vacilante, volví a mirar sus aguas. La corriente seguía siendo fuerte, pero las aguas estaban más calmadas. Recordé que ella había intentado acabar con su vida tirándose de allí y de pronto comprendí su empeño por morir, ella sabía lo que era y por eso se había aislado del mundo, para evitar dañar a cualquier persona. 53
Licántropo – Elora Dana Xenagab
Me concentré en encontrar el camino hacia la cueva, y más por intuición que por determinación, anduve por un estrecho sendero medio oculto por los matorrales. Entonces vi a lo lejos lo que era un pequeño montículo de arena y piedra blanda. Estaba segura de que ella estaba cerca, lo presentía. Observé que a un lado, cubierto de matojos y matorrales había otro sendero que daba la vuelta al montículo. Al final del sendero estaba la entrada de la cueva. Supe que era aquella la cueva, no podía ser otra, y aunque no la recordaba en lo más mínimo, percibí el olor a sangre. Entré lentamente, con el corazón atenazado por el miedo y la respiración agitada. La lámpara de gas estaba encendida, el olor de la sangre era más intenso ahora, pero no encontré ni rastro de Gabrielle. Recorrí la estancia, con cierta inseguridad, ya que había espacios poco alumbrados. Cuando me hube cerciorado de que no estaba, me senté sobre la suave cama, y suspiré cansada, entonces oí un leve quejido lastimero que venía de algún lugar de la cueva. Justo enfrente de mí, en el claroscuro de la habitación vi un pequeño bulto. Era ella, pegada a un rincón y sentada con la cabeza escondida entre sus brazos. —Gabrielle. —La llamé quedamente, pero no respondió. Me levanté y lentamente me agaché a su lado, puse un brazo sobre su hombro, pero ella, como si de una criatura salvaje se tratara se apartó bruscamente.
54
Licántropo – Elora Dana Xenagab
—No me toques, por favor, márchate. —Me suplicó con un hilillo de voz casi imperceptible. —Estoy preocupada por ti... —En vano te preocupas... —Has perdido mucha sangre... —¿Qué crees que es esto? —Alterada señaló las cicatrices pequeñas que cruzaban sus muñecas—. ¡¡¡¡¿Es que no lo comprendes?, no puedo morir!!!! —Su ira estalló en sollozos. Incapaz de soportar el verla así, la abracé y aunque al principio se resistió al contacto, acabó aferrándose a mí con fuerza. —Te quiero... y me rompe el corazón verte así... —Ayúdame, por favor... —La miré interrogante, sin saber a qué se refería. —¿Cómo puedo yo ayudarte? —Le pregunté sin dejar de abrazarla. —Hay una amarga esperanza para mí. —Fue su extraña respuesta. La miré asustada, en sus ojos brillaba una chispa de anhelo. —No, no puedo hacer eso. —¿Por qué no? —Se separó de mí y recorrió con nerviosismo la cueva.
55
Licántropo – Elora Dana Xenagab
—Porque te quiero. —No hizo caso de mis palabras y siguió reflexionando consigo misma. —Nunca debí hacerte esto... no soy una persona con la que se pueda mantener una relación... podría hacerte daño, mucho daño... fui una egoísta. —Se sentó desanimada sobre la cama y me miró con tristeza. —Tiene que haber algo que podamos hacer... —Solo hay una solución... —¡¡¡No!!!. No puedo aceptarlo, buscaremos ayuda. —Me miró con cierta ternura. —A veces me pregunto por qué a mí, debí haber hecho algo terrorífico en otra vida para ser lo que soy. —Reflexionó—. Tú has sido lo único bueno de mi vida. —No seas tonta, no sirve de nada lamentarse, tienes que luchar. —Estoy cansada de luchar. —Se lamentó, aferrando sus rodillas. —Yo te amo, con locura y lo sabes. Si no quieres vivir por ti, al menos hazlo por el amor que nos une, ¿no vale la pena lucha por ello? —Yo te haré sufrir.
56
Licántropo – Elora Dana Xenagab
—Por una vez deja de pensar en los demás. ¿Qué es lo que realmente quieres tú? —Le pregunté dispuesta a llevar a cabo su deseo. —Quiero morir... —Mi mirada se enfrió y la miré con reproche. —No esperes que haga nada a favor de eso. —Escucha... tengo un libro... no sé si lo que dice es cierto o solo leyenda... pero creo que hay algo de cierto... —Cogió uno de los roídos librejos y me lo alargó con cierto temor, habiéndolo abierto antes por una de las páginas. Me presté a leer la página con interés. Decía así: «Los procedimientos utilizados contra los hombres lobos son tan variados como numerosos
según la culturas y lugares; así, la
sabiduría francocanadiense aconseja recurrir al exorcismo, o llamarle tres veces por su nombre de bautismo si se conoce, durante la mutación. En Francia se decía que la única forma de acabar con él era extraerle tres gotas de sangre mientras dura su transformación, y en los Balcanes y en ciertos lugares de Europa Central bastaba con suministrarle acónito (una planta con propiedades medicinales)... No obstante, el mejor remedio para librar al hombre lobo de su triste condición es el dispararle con balas de plata, previamente bendecidas por un sacerdote, y a ser posible confeccionada con algún objeto procedente de una iglesia, como una cruz, un candelabro, etc.»
57
Licántropo – Elora Dana Xenagab
Levanté la vista extrañada, aquello me sonaba a cuento de farsante, pero ella tenía esperanzas en el libro y lo que decía, pude verlo en sus ojos. —¿Realmente crees que algunas de estas cosas funcionarían? —Le pregunté acercándome a ella y agachándome a su altura. —Bueno, ya intenté con el acónito... creo que estuve a punto de morir de envenenamiento, pero por supuesto, recordé que no podía morir. No sirvió de nada, tan solo para una mala digestión. —Pero... estoy segura que las balas de plata funcionarán. —Me preparé para rebatir su argumento, obviamente me iba a negar, pero ella velozmente sacó unas balas ya confeccionadas y se notaba que las había hecho ella misma. —¿Qué
demonios
es
eso?
—Le
increpé
asustada
por
la
determinación que demostraba. —Son balas, robé un crucifijo estas Navidades y... las hice con un molde... creo que servirán. —Me explicó algo avergonzada, luego se volvió de nuevo al lugar donde tenía escondidas las balas y sacó una pistola—. Se la quité a un pobre diablo, un camello al que le habían pegado una paliza... —No voy a dispararte... nunca lo haría... —Necesito que lo hagas... —¡¡¡No!!! ¿Qué hay de las otras posibilidades? 58
Licántropo – Elora Dana Xenagab
—¡¡¡No hay otras posibilidades!!! —Gritó alterada. Me acerqué a ella airada e hice que me mirara. —NO voy a dispararte. Es que no comprendes que te amo. —Ella cerró los ojos con fuerza. —Y yo te amo a ti, por eso quiero hacerlo, porque no quiero hacerte daño, por favor, ponte en mi lugar... —Acarició mi mejilla con dulzura y se acercó para besarme. Sus labios rozaron suavemente los míos y suspiré de placer. Mientras me besaba puso la pistola en mis manos con seguridad—. Si realmente me amas, hazlo. —Rogó mirándome con desafío. —No puedo... —Por favor... —¿Crees que voy a ser tan estúpida de disparar a la única persona que he amado? —Lo hagas o no, no volverás a verme. —Sentenció con una mirada acerada. —Si tanto lo quieres, hazlo tú, no me obligues a llevar sobre mi conciencia tu muerte para el resto de mis días. —Sus ojos se posaron en los míos con sorpresa y dolor.
59
Licántropo – Elora Dana Xenagab
—Lo hubiera hecho hace mucho si hubiera podido, pero solo moriría si me disparara en luna llena, cuando soy hombre lobo y entonces soy demasiado egoísta para hacerlo. —Está bien... hagamos un trato... déjame buscar una solución... si dentro de dos semanas no hallo otra posibilidad mejor... puede que... puede que piense en tu opción. —¿Lo prometes? —Inquirió mirándome profundamente con cierta emoción en su rostro. —Sí... —Bien, pero hazlo rápido, solo quedan tres semanas para la próxima luna llena. —Me dijo fríamente. Un poco aturdida me senté sobre la cama y la miré dolida. Ella ojeó el libro de nuevo, lo leyó con lentitud y luego me sonrió. —Imagínate que vas acabar con un monstruo que me hace daño... Dijo con una sonrisa sardónica. —Aún no han pasado las dos semanas. —Le dije seriamente. —Pero pasarán. —Sentenció ella, volviendo de nuevo a bajar la vista al libro. —Tengo que irme. —Le dije. —¿Volverás... no? —Dijo, en su tono volví a notar su vena infantil y desamparada que yo tanto amaba. 60
Licántropo – Elora Dana Xenagab
—Sí, nunca te dejaría sola. —Me vi diciéndole. Me acerqué a ella y la besé con brevedad. Estuve varios días sin verla, y aunque me tenía muy preocupada, no dejé de buscar una alternativa a su solución... Un amigo, que sabía mucho sobre el tema, me recomendó a una especie de bruja, la cual decía saber mucho sobre el tema. No estaba dispuesta a acabar con su vida, podía ser una egoísta, pera la quería conmigo, aquí, viva y feliz y estaba decidida a hacer lo que fuera. Así que me dispuse a visitar a la Doctora Afran Kita, cuyo nombre ya de por sí, me resultaba muy sospechoso y extravagante. Vivía en una casa de campo, aparentemente normal. Llamé a la puerta y al instante una mujer abrió. La miré con curiosidad. Era alta y rubia, pensé que se hubiera ganado mejor el dinero siendo una modelo, porque realmente era hermosa. Me sonrió histriónicamente cuando me vio y sin más dilaciones me empujó hacia dentro. —Sígueme. —Me dijo con convicción. —Vengo de parte de... —Antuan, sí, lo sé. ¿Cómo está él? Igual de bueno que siempre, ¿verdad? —Dijo con picardía, guiñándome un ojo. —Supongo que sí... —Respondí algo intimidada. —Siéntate. —Me invitó a tomar asiento en una simple mesa de comedor y se sentó enfrente de mí—. Tú dirás. —Dijo mirándome. 61
Licántropo – Elora Dana Xenagab
—Pues quería que me hablaras de los hombres lobo, quiero... quiero saber cómo acabar con ellos... sin dañar a la persona afectada. —Sus ojos se agrandaron y luego se empequeñecieron más de lo normal. —Estás aquí por una persona, alguien a quien... amas mucho... vaya... una mujer... ¿no es así? —Me ruboricé y me removí incomoda en mi asiento. —Sí. —Le contesté—. Quiero ayudarla. —Tu amiga sufre mucho. —¿Cómo lo sabe?. —Le pregunté con desconfianza. —Percibo su sufrimiento y frustración a través de ti. —Ella te necesita, cree que la vas a traicionar. —No, no. Esto... esto es ridículo... —Dije levantándome, me resultaba molesto que en un momento ella supiera tanto de mí. —¿Quiere ayudar a tu amiga sí o no?. —Preguntó mirándome molesta. —Sí, pero no creo que lleguemos a ninguna parte. —Contesté todavía dispuesta a irme. —¿Sabes quién era Licaón?. —Preguntó de repente más tranquila, mientras se levantaba y en una extensa repisa buscaba algo, un libro supuse.
62
Licántropo – Elora Dana Xenagab
—No, ni idea. —Me volví a sentar, un poco interesada. —Era un rey de Arcadía, muy famoso porque los dioses le eran muy favorables. Su reino era uno de los más ricos y prósperos. Pero, cierto día cometió la imprudencia de querer engañar a Zeus, el dios de los cielos. Le invitó a un banquete en el que hizo servir carne humana. Zeus descubrió su burla y le condenó a él y a su familia a convertirse en lobos todas las lunas llenas. —Me miró complacida de que siguiese con interés su historia y siguió relatando—. Se cree que Licaon es el más viejo antepasado de los hombres lobos. De hecho, de Licaón viene la famosa palabra "Licántropo". ¡¡Aquí está!!. —Dijo de pronto sacando a la vista un grueso libro de aspecto viejo pero bien cuidado. —Es una historia muy interesante. —Lo sé. Pero hay algo más interesante. Una de las hijas de Licaón, Iyodora, se enamoró de un joven aldeano. La mitología cuenta que Iyodora yacía con él a menudo, pero temía hacerle daño y noche tras noche rogaba a la diosa del amor, pidiéndole que la ayudase. Afrodita se apiadó de Iyodora y del amor que profesaba por el muchacho. Resolvió engañar a los astros, así que aprovechando que Zeus dormía plácidamente una noche, ocultó la luna solo a los ojos de Iyodora y rompió así con el encantamiento que la martirizaba. —Explicó ojeando el libro. —¿Y fue para siempre?. —Pregunté esperanzada.
63
Licántropo – Elora Dana Xenagab
—Pues sí, aunque la historia no es del todo cierta o está algo incompleta. —¿Qué quiere decir?. —Inquirí. —Técnicamente lo que Afrodita hizo era algo más complicado. Este libro cuenta exactamente los pasos que hay que seguir. —¿Qué dice? —Bueno, en primer lugar, debemos hacer el encantamiento cuando haya luna nueva, luego hay que conjurar a Venus, el planeta, pronunciando este hechizo antiquísimo. —Señaló un párrafo escrito en una lengua que yo desconocía—. Si tiene resultado, Venus se alineará con la luna. Entonces, la persona afectada tiene que colocarse dentro de un circulo de sal, de cara a la luna y entonces, debe tener lugar el prodigio. —Terminó de aclarar con total convicción. —Esto cada vez se parece más a un capítulo de Expedientes X. — Ella me sonrió ampliamente. —¿Verdad que el tío estaba buenísimo, el tal Duchovny ese? —La observé aturdida. —¿Usted me ayudará? —Le pregunté haciendo caso omiso de su anterior comentario. —Bueno, no sé... estas cosas me dan un poco de repelús. —Pero si eres una bruja, estas cosas deberían gustarte. 64
Licántropo – Elora Dana Xenagab
—NO soy una bruja... me gusta más que me relacionen con las hadas. —Me sonrió ampliamente—. Voy a ayudarte porque sé que deseas ayudar a tu amiga y la amas mucho y eso me enternece. — Carraspeé un poco incomoda. —Bien... ¿cuándo será la próxima luna nueva?. —Pregunté temerosa de que hubiera pasado. —Pues, voy a ver... —se levantó y miró un calendario que colgaba de la pared—. Dentro de dos días. —Tengo que decírselo a ella... —Yo me encargo de los ingredientes. —Contestó Afran sonriendo amigablemente. —Bien, gracias, aunque esto no salga bien, gracias por... por... su ayuda. —De nada, mujer, de nada. Dale recuerdos a Antuan. —Me dijo antes de que yo saliese precipitadamente en busca de Gabrielle. Esta vez no me costó mucho llegar a la cueva, sin embargo Gabrielle no se veía por ningún lado. Dejé unas bolsas con comida y otras cosas que había comprado encima de la roída mesa y me senté sobre la cama. Sin darme cuenta me fui quedando dormida. Poco después, una caricia me hizo abrir los ojos. —Hola. —Gabrielle me sonrió de pie junto a la cama.
65
Licántropo – Elora Dana Xenagab
—Hey. —Le dije incorporándome y bostezando—. Vine y no estabas, creo que me quedé dormida. —Gabrielle movió una mano indicándome que no tenía que darle ninguna explicación. Señaló luego las bolsas extrañada—. Pensé que quizás tenías hambre. — Le dije esperando que no lo tomara como una limosna. —Gracias.
—Se
limitó
a
contestar
sonriéndome
conciliadoramente. —Espero que no te haya molestado que me quedara dormida aquí... —Estás en tu casa. Sé que no te parece muy acogedora, pero una cama siempre es una cama. Se sentó a mi lado y se me quedó mirando con una pequeña sonrisa. Juraría que veía cierta alegría en sus ojos por tenerme allí. ¿Estás bien?. Le pregunté extrañada. —Creí que ya no vendrías. —Alargó una mano temblorosa y acarició mi mejilla. —Siento haber tardado tanto. —Acaricié la mano que estaba sobre mi mejilla. —He estado pensando... creo que fui muy egoísta al pretender que... me dispararas. —Sonrió tristemente retirando su mano, aunque yo intenté que la dejara allí.
66
Licántropo – Elora Dana Xenagab
—Ya no tenemos que preocuparnos, he hablado con alguien que nos va a ayudar... hay una solución... sé que te parecerá ridícula y hasta puede que fantástica... pero es lo único que nos queda. — Gabrielle me miró un poco sorprendida. —¿Con quién has hablado? —Preguntó con cierto recelo. —No te preocupes, es de confianza, te lo aseguro. —Le dije, aun sin conocer a Afran lo suficiente como asegurar lo que decía. —¿Y bien?. —Preguntó levantándose y dándome la espalda algo incomoda. —Verás...
*
*
*
Observé a la pequeña mujer que estaba frente a mí mirándome con incredulidad. Su pelo tenía un aspecto más limpio que de costumbre y su piel se veía clara. Sus ojos brillaban fuertemente, tanto, que pensé que la luz del sol se reflejaba en ellos de lleno. Llevaba unos pantalones remendados, de color beige, algo roídos y arañados. Una camisa blanca, caía descuidadamente hasta la mitad de sus muslos e iba descalza.
67
Licántropo – Elora Dana Xenagab
—¿Realmente crees que eso funcionará?. —Preguntó al fin, sentándose nuevamente a mi lado. —Esa mujer... me inspira confianza... sabe de esto. —Le dije meditabunda. —¿Cómo es? —Preguntó a su vez intrigada. —Bueno, es... alta, pelo rubio, ojos celestes... No le pregunté si era familia de Barbi... —Paré el chiste al ver la cara de confusión de Gabrielle. —¿De quién? —Nada,
solo
bromeaba.
—Gabrielle
rió
un
poco
atolondradamente—. Oye, hueles bien, ¿acabas de bañarte?. —Le pregunté cambiando de tema. Sus mejillas enrojecieron por un breve instante y me divirtió ver su gesto tímido. —Sí, hacía calor y empezaba a oler a rancio. —Confesó en tono bromista. —Mmmm, pero ahora hueles muy bien. —Me acerqué a ella y le olí el cuello. Se agitó cuando besé su suave y sedosa piel. —Me haces cosquillas. —Dijo con media sonrisa tímida. —Hoy estás de más buen humor, ¿no te habrás comido a alguna jovencita?. —Pregunté algo excitada sin retirarme del hueco de su cuello. De repente me di cuenta de lo que acaba de decir—. Dios,
68
Licántropo – Elora Dana Xenagab
lo siento... solo era una broma... yo... —Gabrielle me sonrió tranquilizándome. —La verdad es que esperaba a caperucita roja... —Bromeó ella a su vez. Abrí los ojos sorprendida por su buen humor. —¿A si?. Pues casualmente voy vestida de rojo... —Dije riendo seductoramente y señalando mi camisa roja. —Por eso lo dije. —Ella sonrió y sin poder aguantar más, me besó. Sus labios rozaron los míos una milésima de segundo. Luego se separó y me miró fijamente a los ojos. Intenté besarla pero se echó hacia atrás con una mirada desafiante. —Así que quieres jugar... —Siguió mirándome con media sonrisa desafiante y seductora. Me acerqué de nuevo a ella, pero volvió a echarse hacia atrás. Levantó una mano empujándome a la cama e hizo que me tendiera. Fue quitándose la ropa poco a poco. Ver como la ropa resbalaba por su piel me aceleró el corazón. Ya no había rastro de heridas en su cuerpo. —¿Te gusta lo que ves?. —Acarició uno de sus pechos y recorrió con su mano el terso vientre. Cerré los ojos, intentando que su imagen se quedara grabada para siempre en mi retina. Al abrirlos ella estaba echándose encima de mí. Estuve a punto de sufrir un infarto cuando sus manos galoparon por mis muslos hasta posarse en mis caderas. Peleó a duras penas con el botón de mi pantalón y gruñó molesta al no poderlo quitar. Alcé una ceja divertida y ella me devolvió una 69
Licántropo – Elora Dana Xenagab
mirada desafiante. Lo arrancó, con una fuerza que yo desconocía y sonrió triunfalmente. —Me debes un pantalón... —Me cerró la boca con un húmedo beso. Pegué un leve brinco al notar su mano fría deslizarse por mis caderas,
arrastrando
al
mismo
tiempo
el
pantalón,
hasta
sacármelo. Mientras ascendía acariciaba con sus manos mis piernas. Un escalofrío cruzó mi espina dorsal. Al llegar a la altura de mi vientre, su lengua jugó con mi ombligo, mientras sus manos acababan por desabrochar los botones de la camisa. Intenté acariciar su pelo, pero ella retiró mis manos con un movimiento furtivo. —¿Es que quieres torturarme?: —Pregunté con una lánguida voz. —¿Puedo?. —Me miró con inocencia fingida y una sonrisa vivaracha. —¿Qué me das a cambio?. —Pregunté desafiante. Su mano se posó en mi entrepierna y acarició suavemente mi sexo. No pude evitar que un grito de sorpresa escapara de mis labios. —¿Qué tal esto?. —Dijo alzando la ceja en un gesto divertido. —Creo que es un buen trato. —Dije rápidamente, con la respiración ya demasiado agitada como para poder entablar una cómoda conversación.
70
Licántropo – Elora Dana Xenagab
Un suave aroma hizo que despertara de mi tranquilo sueño. Abrí los ojos despacio, un poco extrañada y enojada por no notar la calidez de otro cuerpo junto al mío. Recorrí la cueva con detenimiento y la vi de pie junto a la mesa. Solo llevaba puesta la camisa blanca, quedando sus tersos muslos al descubierto. Sonreí ante esta visión. —¿Cocinando para mí?. —Me apoyé sobre mi mano para observarla mejor. Se volvió hacia mí y sonrió ampliamente—. Me gustas cuando sonríes así. —Confesé aturdida por la profundidad de aquella sonrisa. —¿Cómo?. —Preguntó sorprendida. —Es igual. —Me levanté de la cama, con la camisa aun desabrochada y desnuda de cintura para abajo y corrí a abrazarla. Ella me miró divertida. —Estás loca. —Dijo dejando de cortar la verdura. —Huele muy bien. ¿Qué es?. —Pregunté besando su cuello y sin dejar de abrazarla por la espalda. —Pues... preparaba pollo con verduras. —Mordí su lóbulo y ella se retiró riendo. —Me haces cosquillas. —Protestó como una niña. Me fui acercando amenazante a ella—. No, ni se te ocurra. —Dijo asustada, temiendo lo que vendría. 71
Licántropo – Elora Dana Xenagab
—Ven aquí... ven... ven gatita... —Eché a correr tras ella, mientras chillaba nerviosa, tropezando con todo a su huida. —Lucía, para ya... —Ordenó ofuscada y cansada. —Ven, cobarde. —Me lancé encima de ella y caímos encima de la cama. Metí mis manos bajo su camisa y no pude evitar encenderme al acariciar sus costillas. Ella empezó a gritar y a patalear. —¡¡¡Para, por favor, basta ya!!!. —Gritó entre risotadas. Al fin paré y la miré sin dejar de reír. —Eres preciosa. —Le dije besándola con dulzura. —Y tú estás loca. —Susurró sobre mis labios. —De amor. —Le dije acariciando su rostro y mirándola fijamente. —El pollo se quemará... —Dijo con media sonrisa. —Ou, lo siento. —Me levanté de encima de ella y le sonreí tímidamente. Ella suspiró y puso los ojos en blanco. —No te servirá de nada esa carita de cordero degollado... eres muy malvada. —Dijo señalándome con un dedo de forma acusadora. —Bueno, para compensar luego dejaré que hagas conmigo lo que quieras. —Le dije seductoramente. —Pero si ya hago contigo lo que quiero. —Dijo ella con autosuficiencia. 72
Licántropo – Elora Dana Xenagab
—¿Con que sí eh? —Mis manos se alzaron de nuevo amenazantes. —Lo retiro, lo retiro. —Dijo, temerosa de una nueva sesión de cosquillas. —Cobarde. —Me tendí sobre la cama y me quedé dormida mientras la observaba.
73
Licántropo – Elora Dana Xenagab
Licántropo IV (Final)
Sabía
que hoy era un día especial... nada más levantarme
supe que mi vida ya no sería igual. Mañana podría dejar de estar medio muerta para empezar a vivir, o por el contrario, podía dejar de estar medio muerta para morir del todo. Ninguna de las dos opciones me convencía lo suficiente. Volver a vivir como una persona significaba adaptarme a un mundo que no entendía y en el que no encajaba. Morir significaba dejar de verla. Miré su rostro. Iba pensativa, andando a mi lado, mientras subíamos una escarpada colina. La idea de llevarnos hasta allí, había sido de la doctora Afran. Según ella, era un sitio ideal y muy tranquilo para hacer el ritual. A pesar de desear que funcionara, algo en mi intentaba convencerme de que aquello no saldría bien. Mis ojos volvieron a detenerse en su rostro y entonces se volvió para mirarme. Sonrió, pero sin quererlo me trasmitió la inseguridad que sentía. Le sonreí intentando tranquilizarla, pero aquello no debió funcionar, porque volvió el rostro y miró hacia el frente, poniéndose de nuevo pensativa.
74
Licántropo – Elora Dana Xenagab
—¿Estás bien?. —Le pregunté modulando mi voz para que pareciese más suave. —Sí, solo tengo algunas dudas, supongo que serán resueltas en breve. —Dijo con la voz temblorosa. —Si esto te hace sentir más tranquila... yo confío en ella. —Sonreí abiertamente, alzando la barbilla en dirección a la doctora. —Gracias. —Contestó Afran, que iba sigilosa y cogitabunda delante de nosotras. Luego consultó un minúsculo reloj de bolsillo y añadió con seguridad—. Ya estamos cerca. —Sabéis, no sé si hacer esto es lo correcto. —Dije mirando por periodos breves a ambas mujeres. —Debes estar segura de ello. —Me aconsejó Afran deteniéndose y volviéndose preocupada hacia mí. —Verás, es que... ahora soy un espécimen único. —Solté una gran risotada. Ambas me miraron un momento anonadadas para luego estallar en carcajadas. Se les notaba nerviosas, pero más aliviadas, y me alegré de haber contribuido a aliviar un poco los ánimos. Durante un cuarto de hora más, anduvimos por un sendero anguloso y estrecho que nos llevó hasta un llano. Nos detuvimos maravilladas con la vista que se mostraba ante nosotras. Había una gran explanada cubierta por un musgo verde vibrante. El sol 75
Licántropo – Elora Dana Xenagab
estaba cayendo en el horizonte y estaba rojo y henchido. Corría una cálida brisa que removía las hierbas más altas. La tarde se estaba acercando ya a su última hora. Afran estaba sentada en el suelo, sobre una cubierta de liquen. Fue sacando de su bolsa la sal y un viejo libro que, supuse, era el que guardaba en sus hojas el famoso hechizo que debía ser recitado y que me devolvería con su poder la apariencia humana. Me senté en el suelo y acaricié la hierba suave y la tierra rojiza. Me pregunté si cuando volviese a ser humana, sentiría con igual intensidad a la naturaleza, sus olores, su música... su espíritu. Por alguna razón, mi gesto despertó la curiosidad de Lucia. Se sentó a mi lado y me cogió la mano. Levanté la vista sorprendida y vi que en silencio, me hablaba con la mirada. Encogí los hombros y volví el rostro de nuevo hacia el suelo. —Es tan suave. —Dije acariciando de nuevo la hierba. —La naturaleza es suave. —Me susurró. —No siempre, a veces es cruel e injusta. —Le contesté. —No más que el mundo real. —Dijo la doctora alzando la voz. Afran seguía sumida en su trabajo, pero sin embargo había escuchado nuestra conversación. Las dos la miramos un momento para luego volver a mirarnos.
76
Licántropo – Elora Dana Xenagab
—¿Crees que habrá un futuro para mí?. —Pregunté a Lucia, esperando palabras de apoyo. —Habrá un futuro para ti y para mí, y lo compartiremos... si quieres claro. —Repuso carraspeando. —¿Es esa una propuesta de matrimonio?. —Pregunté con burla. —¿Aceptarías?. —La miré confundida y ella empezó a reír. Su risa me contagió. —Muy graciosa, no vuelvas a darme un susto así. —Repliqué amenazándole con el dedo índice. Permanecimos un rato en silencio. Se estaba bien allí, oyendo los sonidos de la naturaleza y de los animales que vivían en ella, mientras una brisa silenciosa balanceaba los verdes helechos y arbustos y nos acariciaba con igual compasión a las dos. Me sentía ligera, como si ya me hubiese quitado un gran peso de encima. De pronto recuerdos de mi niñez empezaron a invadir mi mente con tanta nitidez que sentí miedo. Lucia debió notar mi congoja, porque me abrazó con fuerza. Pese a intentar trasmitir seguridad, noté que su cuerpo temblaba como un flan. A mí me dolía la cabeza; desde que había despertado había tenido esa irritante migraña, pero ya estaba acostumbrada. La sentía siempre la víspera a la luna llena. Afran levantó la vista y sacó de su bolsa un termo con té. Llenó dos vasos y nos ofreció uno a cada una. Lucia comenzó a tomarlo a sorbos. Yo la imité y degusté con pasión aquel dulce y 77
Licántropo – Elora Dana Xenagab
confortante sabor que me trajo inesperadamente un recuerdo estremecedor. Por primera vez, desde que me convertí en hombre lobo, recordé el rostro de mi madre. Me quedé estática, sin saber qué hacer, si olvidar o recrearme en aquel recuerdo. —¿Te encuentras bien?. —Preguntó Lucia preocupada. No había dejado de abrazarme con su brazo derecho. —Acabo de... he recordado a mi madre... —Confesé aturdida. —¿Cuánto hace que no la ves?. —Me preguntó con interés. —Un centenar de años. —Contesté logrando sonreír a duras penas. —Seguro que te quería mucho. —Dijo con una mirada tierna. —Tomábamos té juntas. Yo era muy pequeña... pero la recuerdo sentada a mi lado, sonriéndome con la misma ternura con la que me sonríes tú ahora. —Le expliqué—. Era muy hermosa. Añadí. —Estoy segura de ello. —Dijo mirándome con intensidad.
La noche se fue haciendo cada vez más acechante. La calma no era realmente ni silencio ni calma. La brisa cálida se había convertido repentinamente en una corriente helada. Un trueno estalló a lo lejos. No estaba lloviendo, pero tenía la certeza de que pronto llovería. Un clásico olor a hielo y humedad llegaba hasta nosotras. Afran se levantó y me miró seria. 78
Licántropo – Elora Dana Xenagab
—Ha llegado la hora. —Dijo y percibí cierto temor en su voz. —Estoy lista. —Dije levantándome y aparentando una seguridad que no sentía en absoluto. —Desvístete. —Dijo en seguida y le hizo un gesto a Lucia para que le ayudase a hacer el círculo de sal. En ningún momento, dudé en hacer lo que me pedía. No había tiempo para dudas a última hora. Mientras me quitaba la ropa miré a mí alrededor. Me daba la impresión de que docenas de sombras bailaban a mí alrededor. Una gota calló justo en mi frente y sentí como si una mano helada me rozase la nuca. Estaba sintiendo miedo, miedo de la oscuridad, cuando yo procedía precisamente de ella. Me reí por la ironía. Cuando acabé, me acerqué a ambas mujeres. Afran sacó cuatro clavos de madera y los hundió en la tierra con la ayuda de Lucia. Con un gesto me indicó que me tendiera en la tierra, de cara al cielo. Ató gruesas cuerdas a mis muñecas y tobillos, anudándola a los clavos de madera y luego me roció con sal. Lucía me miraba con miedo, con compasión, con comprensión, con dolor, pero sobre todo con amor y una ternura infinita, igual que el azul de sus ojos. Me perdí en sus ojos y allí me quedé a pesar de que Afran la apartó de mi vista. Solo volví a la realidad cuando un trueno rompió el silencio de la noche. Miré a la doctora, tenía un tremendo temor reflejado en su rostro, imposible de esconder. Y no era de extrañar, al fin y al 79
Licántropo – Elora Dana Xenagab
cabo se iba a enfrentar a un monstruo. Ella levantó la vista al cielo y yo la imité. Estaba negro como la pez y no se veían estrellas. Grandes nubes lo cruzaban a una rapidez vertiginosa. Me pareció una noche triste y atormentada, como la noche aquella en que dejé de ser humana. Debió ocurrir cerca de aquí, ya no lo recuerdo con claridad. Paseaba y la noche me alcanzó sin previo aviso. Estaba perdida, pero entonces él me encontró y nunca he olvidado aquellas pupilas amarillentas que me atravesaron como dos rayos. Recordarle hizo que me invadiera una insoportable tristeza, era una irremisible amargura física y mental. Al fin y al cabo, llevaba su sangre y era suya. Miré a mí alrededor y no distinguía nada, todo estaba ahora negro, igual que el cielo. Llamé a Lucia, pero ella no contestó. Me sentí confusa y la odié, creyendo que me había abandonado, que había huido aterrorizada. Quise ir tras ella, pero los lazos me sujetaban con fuerza. Noté que mi sangre empezaba a recorrer acelerada por mis venas, era la señal... me estaba transformando. Afran comenzó a recitar el hechizo. No la veía, pero su voz era tan alta que parecía retumbar en cada rincón de mi cuerpo. Su voz me dolía, me molestaba, tanto que quise atacarle y rugí furiosa, pero no tenía fuerza para deshacerme de las cuerdas. Algo impedía que la transformación fuera completa... ¿la sal?. Sí debía ser la sal, porque me quemaba la piel. Alcé los ojos al cielo por intuición y la luna se apareció ante mi majestuosa y poderosa. La sin razón me 80
Licántropo – Elora Dana Xenagab
invadió, aunque seguía siendo consciente de lo que pasaba a mí alrededor. Forcejeé durante tanto tiempo, que acabé exhausta y dolorida. En algún momento de la noche perdí el conocimiento. Recuperé la conciencia más tarde, con el cuerpo mortalmente entumecido y las articulaciones agarrotadas. Abrí los ojos con lentitud y al principio no distinguí gran cosa, solo manchas de oscuridad a mí alrededor. Cuando mis ojos consiguieron enfocar con éxito, una bruma densa cubría la tierra, y el cielo seguía completamente negro, pero muy brillante. Conseguí incorporarme, pues ya no estaba atada. Sentía la tierra húmeda bajo mis pies y su característico olor. Empecé a dar pasos lentos, sin saber a dónde dirigirme. Temblé de repente, pero no tenía frío. La sensación de ser observada me invadió y creí ver sombras tras la bruma, que se movían y se iban haciendo cada vez más nítidas. No se oía nada, en medio de aquella oscuridad. Miré con nerviosismo a un lado y a otro, como si proveyera que de un momento a otro algo desconocido me atacaría. De pronto oí ruidos de pisadas, de rugidos, de aullidos y caí al suelo confusa, ya no recordaba qué hacía allí, ni por qué estaba desnuda. Entonces apareció él, el mismo lobo que me mordió. Seguía teniendo su mirada amarillenta, pero ahora no me daba miedo. Él se irguió sobre sus dos patas y se fue transformando hasta acabar convertido en hombre. Estaba igualmente desnudo. Tenía el pelo negro, rizado, y los ojos oscuros y fieros. Era un hombre corpulento. Muy serio se acercó a mí.
81
Licántropo – Elora Dana Xenagab
—Yo, Arman, como heredero de Licaon y con el poder que me fue concedido, te libero de esta maldición a la que yo te condené. — Dijo muy serio. Luego cogió mi mano y me mordió. Estuve a punto de gritar por la impresión, pero no lo hice al ver que no sentía ningún dolor. Noté como el hombre succionaba y que luego se apartaba con rapidez y calló al suelo exhausto. Yo me quedé de pie, mirándole sin entender nada. —Ya estás liberada. —Dijo y volvió a convertirse en un lobo, desapareciendo entre la bruma. Me quedé allí parada, sin saber que había ocurrido, pero intuyendo que había sido liberada de algo... y de pronto oí que alguien me llamaba. Su voz parecía sonar cada vez más cerca. Entonces todo desaparecía a mí alrededor, como si se derritiera y se convirtiera en bruma. La voz seguía sonando cada vez más atropellada y me sonaba como el restallar de un látigo. Cerré los ojos y al abrirlos distinguí el rostro de alguien, como visto a través de un abismo, enfocado desde otro plano. Ahora la voz sonaba más tranquila y penetrante, y le inspiraba confianza. Contesté y entonces me vi alzada y sentí que unas suaves manos me abrazaban. —¿Lucía?. —Pregunté esperanzada. Como respuesta obtuve unos sollozos emocionados—. ¿Eres tú? —Pregunté de nuevo confusa.
82
Licántropo – Elora Dana Xenagab
—Sí, cariño, soy yo, despierta. —Dijo con la voz quebrada. Hice lo que me ordenó y abrí los ojos. Una luz brillante e intensa me cegó por completo. —La luz, me molesta. —Me quejé. —Ya es de día. —Oí que respondía. Yo seguía sin poder ver claro, todo fluctuaba como si estuviera mirando a través de una ventana chorreante de agua de lluvia que desdibujara las cosas. Entonces noté que alguien me ponía unos anteojos oscuros y me sorprendió ver las cosas más claras, y sonreí al ver el rostro, más oscurecido, pero igualmente hermoso de Lucia. —Hola. Dije al fin. —Lucia sonrió e hizo que me incorporara. —¿Estás bien?. —Preguntó preocupada. —Como si me hubieran arrastrado de un lado para otro, pisoteado,
estirado
hasta
el
infinito
y
hubieran
vuelto
a
recomponer mi cuerpo. —Dije tragando saliva. Lucia se echó a reír y al fondo escuché otra risa diferente. Supuse que era Afran. —Eres una quejica. —Dijo Lucia. Yo sonreí y luego miré a mí alrededor. —¿Dónde está él?. —Pregunté confusa. —¿Quién? —Preguntó Lucia extrañada.
83
Licántropo – Elora Dana Xenagab
—Ese hombre, dijo que se llamaba Arman y que me liberaba de una maldición... —Eso es estupendo. —Oí decir a Afran. —¿Por qué? —Preguntó Lucia, adelantándose a mi pregunta. —Porque eso quiere decir que funcionó, él te liberó de la maldición y ya nunca más serás un licántropo. —Afran se agachó ante mí y me sonrió contenta. —Eso... eso es bueno... —Es maravilloso. —Dijo Lucia abrazándome de nuevo. No dije nada, pero me quedé allí, mirando a las dos mujeres ante mí y sonriendo abiertamente, sin saber si llorar o reír.
Un mes más tarde...
Era sábado por la tarde, un luminoso y cálido atardecer de primavera; el buen tiempo invitaba a pasear o sentarse en el parque, pero no quise retardar más mi llegada. El sol empezaba a ponerse, dejando el cielo de un color rojo intenso. Subí lentamente los escalones del hospital y entré. Un joven de gran estatura se levantó de su asiento situado tras el mostrador y se vino hasta mí sonriendo.
84
Licántropo – Elora Dana Xenagab
—¿Qué hay, Gabrielle?. —Preguntó. —Hola Gustavo, vengo a buscar a Lucia. —Expliqué. —Creo que está recogiendo. —Me hizo un gesto señalando la puerta de las taquillas. —Gracias, Gus, pásate un día por casa. —Le dije a modo de despedida. —Me debes una revancha al ajedrez. —Dijo riendo, mientras volvía a ocupar su puesto. —Te volveré a ganar. —Dije con autosuficiencia y él solo sonrió. Recorrí el pasillo hasta la sala de taquillas y llamé a la puerta. Al otro lado sonó la voz de Lucia, invitándome a entrar. Se sorprendió al verme allí. —Hey, ¿qué haces aquí?. —Preguntó viniendo hacia mí y abrazándome con fuerza. —Bueno... —¿No habrás hecho pellas?. —Dijo mirándome muy seria. —Jajaja... La verdad es que hoy hemos terminado antes. — Expliqué—. Pensé que te gustaría que te acompañara yo a ti por una vez y no al contrario. —Me encanta la idea. —Respondió. 85
Licántropo – Elora Dana Xenagab
Entonces. Coloqué el brazo para que se agarrara a él y salimos las dos de la habitación. Gus sonrió al vernos salir y se despidió de nosotros desde el mostrador. Luego bajamos las escaleras y comenzamos a andar por la acera. El planeta Venus ya había aparecido por el poniente y empezaban a resplandecer algunas estrellas. —Bonita noche. —Opinó Lucia. —Sí, muy bonita. —Y la miré embelesada, con su rostro bañado de una luz propia. —Deja de mirarme. —Dijo sonriendo. —Todavía te pones colorada. —Dije sonriendo a mi vez. Ella se quedó un rato callada, meditabunda. La observé callada, esperando que me contase por iniciativa propia lo que pensaba. —Sabes, he aprendido a no estar segura de nada. —Confesó mirando el cielo. —¿A qué viene eso? —Pregunté confusa. —Nunca creí que fuera a funcionar. —Dijo sin mirarme. —Debo confesar que yo tampoco tenía muchas esperanzas, pero sabes, confié en ti y eso me bastó. —Se volvió hacia mí y sonrió con ternura.
86
Licántropo – Elora Dana Xenagab
—Y ahora míranos, estamos paseando juntas, en una noche de luna llena. —Ambas miramos al cielo y la luna apareció ante nosotras, en toda su majestuosidad. —Debo confesar que es muy bonita. —Dije, sin dejar de observar la esfera resplandeciente. —Sip. —Contestó Lucia—. Bueno, vamos a casa. —Me cogió por la cintura y me arrastró tras ella. —Hey, ¿qué prisas tienes? —Pregunté sorprendida. —Mucha... mucha... confía en mí. —Y se echó a reír de forma pícara. —Si sigues así conseguirás corromperme... —No mientas, tú me has corrompido a mí. —Dijo señalándose con el dedo índice y salió corriendo. Miré la luna una vez más y sonreí abiertamente. —Ya no te tengo miedo. —Susurré y luego eché a correr tras la mujer que tanto amaba y que me había traído a una nueva vida.
FIN
87
Licántropo – Elora Dana Xenagab
Para descargar está historia y otras más, lo pueden hacer en:
J7 y XWP (Traducciones al español y demás) --
https://j7yxwp.wordpress.com
Si te ha agradado esta historia por favor date unos segundos para darle a la lectura una manita arriba
88