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Indice Staff Sinopsis Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 Capítulo 8 Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11 Capítulo 12 Capítulo 13 Capítulo 14 Capítulo 15 Capítulo 16 Capítulo 17 Capítulo 18 Capítulo 19 Capítulo 20
Capítulo 21 Capítulo 22 Capítulo 23 Capítulo 24 Capítulo 25 Capítulo 26 Capítulo 27 Capítulo 28 Capítulo 29 Capítulo 30 Capítulo 31 Capítulo 32 Capítulo 33 Capítulo 34 Capítulo 35 Capítulo 36 Capítulo 37 Capítulo 38 Bestiario The Falconer #2 Sobre la Autora
Staff Moderadora de Traducción Katiliz94
Traducción : Katiliz94 Edward park Xiime ~ Nanami27 Ana lucia
Julieta Brenmaddox Sandra289 Apolineah17 Celi88
Ale westfall Yolismimi Nessied vicHerondale
Moderadora de corrección : pily
Corrección : pily nanami27
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katiliz94
Revisión final : katiliz94
pily
Diseño: nanami27
nanami27
Sinopsis Heredera. Debutante. Asesina. Una nueva generación de heroínas ha llegado. Edimburgo, Escocia, 1844. Lady Aileana Kameron, la única hija del Marqués de Douglas, estaba destinada a una vida cuidadosamente planeada en torno a los eventos sociales de Edimburgo – Edimburgo – hasta hasta que un hada mató a su madre. Ahora, en la temporada de invierno de 1844, Aileana mata hadas en secreto, entre la interminable sucesión de fiestas, tés y bailes. Armada con pistolas de percusión modificadas y explosivos, se despoja de su aristocrática fachada cada noche para ir de caza. Está decidida a rastrear al hada que asesinó a su madre, y a destruir a cualquier ser que aceche a humanos en los numerosos callejones oscuros de la ciudad. Pero el equilibrio entre la alta sociedad y su lucha privada es delicado, y cuando cuando el fae se infiltre en el salón de baile y su padre regrese a casa, ella tendrá que tomar decisiones. ¿Cuánto está dispuesta a perder – y y cuan lejos irá Aileana para obtener su venganza? The Falconer #1
Capitulo 1 Edimburgo, escocia 1844 Traducido por katiliz94 Corregido por Pily
He memorizado cada una de sus acusaciones: asesinato. Lo hizo. Estaba agachada sobre el cuerpo de su madre, cubierta de sangre. Detrás de mí, varias mujeres están reunidas cerca, vestidos tocándose, cabezas dobladas mientras murmuran. Una señal común en cada fiesta a la que he asistido desde que salí del luto de hace dos semanas. Sus comentarios todavía escuecen, sin importar cuánto suela escucharlos. — Escuché Escuché que su padre la atrapó después de que ocurriese. Me alejo del dispensador de ponche. Un panel se abre en el cilíndrico instrumento dorado de un lado. Un brazo metálico se extiende, toma mi copa de porcelana de debajo del surtidor y lo devuelve a la mesa. — No No puedes creerla responsable — dice dice otra mujer. Está lo bastante lejos para que solo capte sus palabras sobre otras discusiones en la abarrotada fiesta — . Mi padre dice que debe haber presenciado lo que ocurrió, pero que sin duda no creerías… — Bueno, Bueno, mi hermano estuvo presente en su debut el año anterior y él me dijo que ella estaba completamente cubierta y con los hombros caídos… bueno, no debería continuar. Demasiado espantoso. — Las Las autoridades insisten en que fue un ataque animal. Incluso el Marqués de Douglass lo dijo.
— No No podía acusar a su propia hija, ¿verdad? — responde responde el primero —. Debería haberla enviado al manicomio. ¿Sabes que ella…? — Su voz baja demasiado para que escuche el resto. Agarro la tela de mi vestido. Si no fuera por la fina seda, mis uñas habrían mordido la piel. Es todo lo que puedo hacer para evitar sacar la pistola escondida debajo de mis enaguas.
Estás bien , me digo a mi misma. No estás enfadada. Solo son un puñado de bobos por los que no vale la pena estar enfadada. Mi cuerpo no escucha. Aprieto con fuerza los dientes, liberando el vestido de presionar mi pulgar contra el apresurado pulso en mi muñeca. Ciento veinte latidos después, aún no se ha ralentizado. — ¿Y ¿Y bien? — dice dice una voz a mi lado — . ¿Vas a tomar algo de ponche o mirar el aparato durante el resto de la tarde? — Mi Mi amiga la Señorita Catherine Steward me contempla con una sonrisa reconfortante. Como habitualmente, se ve absolutamente preciosa en su vestido de seda rosa. Sus rizos rubios — todos todos perfectamente en su lugar — brillan brillan por las luces superiores mientras se inclina hacia adelante, coge una reciente taza de la mesa y me la pasa. Mi respiración está un poco desigual, muy audiblemente. Cuan completamente irritante es esto. Espero que ella no lo note. — Mirar Mirar objetos inanimados se ha convertido en mi nuevo pasatiempo favorito — favorito — digo. digo. Me escrudiña con lentitud. — ¿Oh? ¿Oh? Pensé que podrías estar escuchando la charla del otro extremo de la mesa de tentempiés. La manada de mujeres jadea colectivamente. Me pregunto qué transgresión han hecho de mi esta vez — además además de lo obvio, por supuesto. No, mejor no pensar en eso. Si lo hago, podría recurrir a amenazas de dolor corporal; incluso podría sacar la pistola. Y si hago eso, de verdad seré seré puesta en el manicomio.
Sitúo la taza debajo del surtidor y pulso el botón de la máquina más fuerte de lo necesario. El vapor se incrementa en la parte superior y el ponche se vierte, llenando la taza casi hasta el borde. Aparto la taza y sorbo. Maldición. Ni siquiera un rastro de whisky, aún. Seguramente alguien ha escondido un frasco para salvarnos a todos de la tediosa charla. Alguien siempre lo hace. — ¿Ninguna replica ingeniosa? — pregunta Catherine con un chasquido de lengua — . Debes estar enferma. Miro a las cotillas. Tres jóvenes están ataviadas vestidos blancos, cada uno decorado con varios lazos adornos florales. No reconozco a ninguna de ellas. La que el pelo oscuro apartado de la cara, un solo tirabuzón sobre un hombro.
en idénticos de colores y susurra tiene descansando
Sus ojos encuentran los míos. Rápidamente aparta la mirada y susurra a sus compañeras, quienes me miran durante un momento antes de marcharse. El tiempo suficiente para que vea la aflicción en sus rostros, junto con un toque de malicia. — Solo míralas — digo — . Están a punto de extraer sangre, ¿no crees? Catherine sigue mi mirada. — Si mis ojos no me engañan, sus garras sin duda han salido. ¿Llegaste a escuchar lo que ella dijo? Exhalo un poco más alto de lo necesario e intento calmarme. Hay un lugar para la rabia dentro de mí, un agujero que he tallado para enterrarlo en lo profundo. Ese control diario me permite fingir una conducta placentera y una incandescente sonrisa, completa con forzadas risas joviales lo cual es un toque insípido, incluso estúpido. Nunca puedo permitir mostrar mi verdadero yo. Si lo hago, se darán cuenta de que estoy mucho peor que la mujer que imaginan que soy. Con todo el equilibrio que puedo reunir, pruebo más ponche.
— Que soy la gran imagen de la sarcásticamente — . Sabes muy bien lo que dijo.
elegancia
— digo
— Increíble. — Catherine alisa la parte delantera de su vestido — . Estoy fuera para defender tu honor. Espérame triunfante una vez que regrese. Me meto en su camino y digo abiertamente: — No. Preferiría que no lo hicieras. Durante mi año en el luto, he aprendido a olvidar el fino arte del insulto político. La antigua Aileana Kameron habría paseado sobre ese grupo de mujeres y dicho algo amigable y completamente cortante. Ahora, mi primer instinto es coger una de las dos armas que tengo. Tal vez el sólido peso de la hoja en mi mano será una comodidad. — No seas tonta — dice Catherine — . Además, siempre me ha disgustado la Señorita Stantley. Metió mi pelo en un tintero una vez durante una clase de francés. — No has tenido una clase de francés desde hace tres años. Dios, pero puedes mantener el rencor. — Cuatro. Mi opinión de ella no ha mejorado con el tiempo. Intenta maniobrar a mí alrededor, pero soy demasiado rápida. En mi rapidez, golpeo la mesa de tentempiés. Tazas chinas tintinean juntas y unos pocos platillos de teteras se acercan al borde de la mesa. El grupo de damas toma nota y susurra incluso más. — ¡Por el amor de dios! — Catherine se detiene — . ¿De verdad vas a quedarte aquí de pie y beber ponche mientras esas brujas falsamente te acusan de…? — Catherine.
Me mira. — Di algo, o actuaré.
Ninguna de ellas — incluyendo a Catherine — se da cuenta de que el rumor no es erróneo, solo malentendido. He cometido asesinato exactamente ciento cincuenta y ocho veces en doce meses. Mi cuenta aumenta cada noche. — ¿Y qué me harás hacer la próxima vez? — pregunto — . ¿Debería confrontar a todos los que dicen lo mismo? Olfatea. — Es ridículo, un antiguo cotilleo que pronto se volverá pasado. Las personas como la Señorita Stanley se niegan a dejar morir el tema porque no tienen nada más que discutir. En realidad nadie cree el horrible rumor. Entonces me levanto de la mesa. La fiesta de los Hepburns está amontonada con grupos de personas sonriendo, disfrutando de los tentempiés antes de que la siguiente ronda de bailes comience. Un candelabro de cristal cuelga del medio de la habitación, nuevamente equipado con electricidad desde la última vez que estuve aquí. Linternas flotantes se elevaban por encima del techo, cada cristal recubierto decorado con su propio diseño distintivo y florido. Los mecanismos internos zumban mientras se ciernen sobre las personas. Las sombras del vidrio tintado se reproducen a lo largo del papel de pared estampado de flores. Mientras estudio los grupos de personas en sus buenos atuendos y trajes entallados, más de una cabeza gira hacia mi dirección. Sus miradas son pesadas, juzgando. Me pregunto si aquellos que estaban ahí por mi debut siempre me verán como estuve esa noche — la chica empapada de sangre que no podía hablar, llorar o gritar. Traje mala suerte a sus sucias y arregladas vidas, y el misterio de la muerte de mi madre nunca ha sido resuelto. Después de todo, ¿qué tipo de animal mata tan metódicamente como el que la mató a ella? ¿Qué hija se sienta al lado del cadáver de su madre y no derrama una sola lágrima? Nunca le he dicho una palabra a alguien sobre lo que ocurrió esa noche. Nunca reproduje una señal exterior de alivio, ni siquiera en el
funeral de mi madre. Simplemente no respondí de la forma que una chica inocente debería hacer. — Vamos, ahora — murmuro — . Siempre has sido una terrible mentirosa. Catherine frunce el ceño en la dirección de la Señorita Stanley. — Solo están siendo odiosas porque no te conocen. Suena tan segura de mí, segura de que soy inocente y buena. Catherine me conoció, una vez. La forma en la que solía ser. Ahora hay un único individuo vivo que de verdad me entiende, quien ha visto la destructiva parte de mí que oculto — porque es el único que lo creó. — Incluso tu madre sospecha de mí en alguna implicación y me conoce desde que fui una niña. — Haces poco para mejorar su opinión de ti, cuando desapareces en cada asamblea a la que nos acompaña. — Tengo dolores de cabeza — digo. — La primera vez una buena mentira, pero sospechosa a la séptima. Tal vez, ¿prueba una aflicción diferente la próxima vez? Asienta la taza vacía. De inmediato, el brazo dispensador lo coge y la sitúa en el transporte que devuelve los platos sucios a la cocina. — No estoy mintiendo — insisto — . El dolor de cabeza formándose en mis sienes ahora estaba causado por la Señorita Stanley. Catherine pone los ojos en blanco. La orquesta en la parte trasera de la habitación golpea unos pocos acordes prácticos en sus violines. El strathpey 1 está a punto de comenzar, y la carta de baile que cuelga de mi muñeca está sorprendentemente llena. Los aristócratas no son nada si no hipócritas. Han inventado un crimen y me condenaron por ello, aunque los
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Strathpey: Danza Escocesa.
negocios de nuestros conocidos continúan ininterrumpidos. Mi dote es atrayente para muchos caballeros que no lo ignorarán. El resultado: ni un lugar vacío para un baile, y horas de conversación en vano. Al menos disfruto el baile. — Tu Lord Hamilton está dejando a sus acompañantes — observa Catherine. Lord Hamilton maniobra alrededor de un grupo de mujeres cerca de las mesas de tentempiés. Un hombro pequeño, robusto de alrededor de veinte años más que yo, Lord Hamilton tiene entradas y una inclinación por inusuales corbatas diseñadas. También tiene un desafortunado habito por golpearme la muñeca — lo cual supongo que es en verdad para calmarme, pero me hace sentir doce años más mayor. — Él no es mi Lord Hamilton — digo — . Dios vendito, es lo bastante mayor como para ser mi padre. — Me inclino hacia adelante y susurro — . Y si me golpea la muñeca de nuevo, sin duda debería gritar. Catherine deja salir un resoplido impropio de una dama. — Eres quien estuvo de acuerdo en bailar con él. Le lanzo una mirada marchita. — No soy una completa bestia. No negaré un baile a menos que alguien más lo reclame. Lord Hamilton se detiene ante nosotros. La corbata de hoy tiene tinte malva, verde y azul destellada en un extraño patrón en la seda. Siempre un caballero, sonríe educadamente. — Buenas tardes, Lady Aileana — dice, entonces asiente hacia Catherine — . Señorita Stewart, confío en que esté muy bien. —— Sin duda lo estoy, Lord Hamilton — dice — . Y puedo decir, que es una…. Corbata muy llamativa. Lord Hamilton mira abajo cariñosamente, como si alguien hubiese hecho un cumplido a su más grande éxito.
— Me alegro, gracias. Los tintes forman el contorno de un unicornio. Parte de la cresta de Hamilton, ya ven. Parpadeo. En todo caso, se asemeja a una criatura marina de algún tipo. Catherine, sin embargo, simplemente asiente. — Qué maravilloso. Le sienta muy bien, opino. Permanezco en silencio. Estoy terriblemente fuera de practica con delicadezas sociales que podría en realidad decirle que los destellos malvas parecen tentáculos. La orquesta golpea unos pocos acordes más mientras las parejas se mueven al centro de la habitación y toman su lugar para el baile. Lord Hamilton extiende su mano enguantada. — ¿Podría concederme el placer? Sitúo los dedos en su palma, y — infierno y maldición — golpea mi muñeca. Distintivamente escucho la reprimida risa de Catherine mientras es conducida fuera por su propio pretendiente. Echo chispas hacia ella por mi hombro mientras Lord Hamilton y yo caminamos hacia la línea de baile. Me deposita al fondo y se pone de pie frente a mí. Pero justo cuando la orquesta comienza a tocar, un extraño sabor se mueve por mi lengua de atrás a adelante. Como una mezcla volátil de sulfuro y amoniaco, caliente y ardiendo mientras gotea por el interior de mi garganta. Una vil palabrota casi escapa de mis labios. Aquí hay un hada.
Capitulo 2 Traducido por katiliz94 Corregido por Pily
Cierro los ojos e intento tragar el poder del hada. El químico que sabe fuerte en mi boca es tan afilado que quiero lanzar mis explicaciones sobre el suelo del baile. Con arcadas una vez, pierdo la posición y me lanzo hacia adelante. — ¡Oof! — Salgo corriendo hacia la mujer más cercana a mí. Las amplias faldas de nuestros vestidos chocan y casi tropezamos contra los azulejos de mármol. Justo a tiempo, agarro su hombro para equilibrarme. — Mis disculpas — digo, mi voz ronca. Entonces miro arriba a la mujer. La Señorita Farifax. Me mira con una suave repugnancia bien controlada. Mis ojos se lanzan hacia los otros bailarines. Muchas parejas en el strathpey estiran el cuello para ver la conmoción. A través de la gallardosa música que suena, todos — todos — están mirándome. Algunos de ellos susurran, y atrapo de nuevo sus miradas acusatorias. O creo que lo hago. Asesina. Se volvió loca. La muerte de la marquesa fue…
Me alejo de la Señorita Fairfax. Lleva cada onza de esfuerzo apisonar los recuerdos que amenazan con sobresalir, permanecer donde estoy y no huir. Sé lo que Padre diría. Me diría que soy la hija de un marques, y soy responsable de representar el nombre de la familia todas las veces. — Lo siento, Señorita Fairfax. Perdí la cuenta — digo.
La Señorita Fairfax meramente se arregla las faldas, se golpea el desordenado pelo moreno y levanta la barbilla mientras se vuelve a unir al baile. — ¿Señorita Aileana? — dice preocupado — . ¿Está bien?
Lord
Hamilton.
Parece
muy
Fuerzo una sonrisa y hablo sin pensar. — Lo siento muchísimo, debo haber tropezado. Oh, arruinado todo. Me siento débil, debería haber dicho. Esa habría sido la excusa perfecta para levantarme e irme. ¿Cómo podía ser tan estúpida? Ahora, demasiado tarde. Lord Hamilton simplemente sonríe, agarra mi mano y me guía de regreso a la línea. Evito las miradas entrometidas de mis iguales y trago los últimos fragmentos de poder en mi lengua. Tengo que encontrar a la condenada criatura antes de que atraiga a su víctima. Mis instintos me dicen que deje el baile, encuentre al hada y la mate. Echo una mirada hacia la salida. Arruinar mi reputación y la noción de idiotez de que una dama no debería cruzar un baile — o marchase de él — no escoltada. Siento la parte oscura en mi interior estirarse y levantarse, desesperada por hacer solo tres cosas: cazar, mutilar, matar. Oh, lo quiero, más que nada. El hada está muy cerca, solo al exterior de la habitación de baile. Salgo del strathspey y me dirijo hacia la puerta. Lord Hamilton me intercepta y me hace una pregunta. No puedo escucharlo sobre la latiente necesidad, mis pensamientos asesinos.
Responsabilidad, me recuerdo. Familia. Honor. Condenación. Respondo a la pregunta de Lord Hamilton con un simple — : Por supuesto. Él sonríe de nuevo. Siento lastima por él, por todos ellos. Creo que soy el único monstruo en medio de ellos, pero el auténtico peligro
es el que ni siquiera pueden ver. Las hadas seleccionan a sus víctimas y las fuerzan con un pequeño empuje de influencia mental, entonces se alimentan de ellos y los matan. Cinco minutos. Eso es todo lo que necesito para encontrar a la criatura y dispararle una capsula en la carne. Solo un poco de tiempo inadvertido para… Agarro la fuerte mano de Lord Hamilton. He estado fuera de la sociedad durante mucho tiempo, y la caza se ha convertido en una segunda naturaleza. Tengo que acallar a mis barbaros pensamientos o actuaré demasiado pronto y me descontrolaré. Las lecciones de etiqueta se repiten en mi mente. La hija de un marqués no se va de una fiesta. La hija de un marqués no abandona a su compañero en medio del baile. La hija de un marqués no caza hadas. —¿…no estás de acuerdo? — está preguntando Lord Hamilton, empujándome de regreso al baile. Me estremezco. — Por supuesto. — En realidad me las arreglo para sonar reconfortada. Lord Hamilton me golpea la muñeca y rechino los dientes en una violenta respuesta mientras bordeamos a otra pareja. El strathespey parecer durar una eternidad. Pie izquierdo salta, pie derecho atrás, pie derecho en segunda posición. Empeine, tercera posición. Rodilla derecha inclinada, segunda posición. Una y otra vez. La música no registra nada más; se ha convertido en un fondo de crujientes cuerdas, y el baile está solo a medio camino de terminar. Mi mano roza el costado de mi vestido de seda azul, justo sobre el lugar donde mi pistola de rayos está escondida. Me visiono cazando en los corredores, tomando un objetivo…
Tranquilízate, me digo a mi misma. Estudio los finos detalles de la habitación de nuevo, el mosaico de las linternas que continua de fondo sobre nuestras cabezas, todo conectado con el sistema de electricidad de Nueva Ciudad.
Me centro en los clicks, mentalmente recitando mis lecciones. Apropiadamente. Click. Delicadeza. Click. Sonreír. Click. Matar. Click. Infiernos y maldición. Los toqueteos de violín crujen. Lord Hamilton dice algo más y me las arreglo para sonreír y dar un asentimiento sin compromiso. Lo intento de nuevo. Cortesía. Click. Modestia. Click. Urbanidad… Al final la música se detiene, y me giro hacia Lord Hamilton. Él ofrece su brazo sin comentar y me conduce al perímetro de la fiesta. Miro a la puerta de nuevo. — Me pregunto — murmura Lord Hamilton — , ¿dónde está la Señorita Stewart? No debería haberos dejado sola. Gracia a dios Catherine no está en ningún lado para ser vista. Es una persona menos de la que tengo que excusarme. — Está excusado — digo en la encantadora voz que odio — . Si pudiese pedirle su perdón, debo marchar a la salita durante unos pocos minutos. — Me toco la sien suavemente — . Un dolor de cabeza, me temo. Lord Hamilton frunce el ceño. — Tch, que terrible. Permítame escoltarla. Una vez que llegamos a las dobles puertas que salen al pasillo, me detengo y sonrío. — No hay necesidad de que deje la fiesta, milord. Puedo encontrar la salita por mi cuenta. — ¿Está segura? Casi le golpeo, pero me fuerzo a respirar profundamente y vuelvo a ganar algo de compostura. Mi deseo de cazar está latiendo, constante. Si me consume, la buena educación no me disuadirá. Querré nada más que sangre, venganza y liberación. Trago.
— Sin duda. Lord Hamilton no parece notar un cambio en mi comportamiento. Simplemente sonríe, hace una reverencia de cadera y golpea otra vez mi muñeca. — Gracias por el placer de su compañía. Se vuelve para marcharse y entro en el pasillo, soltando un suspiro de alivio. Al menos. Mientras voy de puntillas por el corredor, lejos de la fiesta y de la salida de damas, siento el hormigueo cuando el poder del hada vuelve. Mi cuerpo está acostumbrándose más al sabor después de su inicial respuesta violenta, y reconozco de donde viene la particular raza. Solo he matado a cuatro Revenants, pero nunca por mi cuenta, así que aún no me he acostumbrado tanto al potente sabor de sus poderes como lo he hecho con las otras razas de fae a las que mato con frecuencia. En mi limitada experiencia, tienen tres vulnerabilidades: una abertura a lo largo de la caja torácica, justo sobre el pectoral izquierdo; una cavidad abdominal con un leve punto sino en la impenetrable piel; y por supuesto la inteligencia inferior. Los Revenants compensan su debilidad con solido músculo, lo cual los hace difíciles de matar. Entonces de nuevo, me encantan los retos. Extiendo el brazo hacia el pequeño bolsillo cosido en los pliegues de mi vestido de fiesta y saco una fina, tranzada hebra de seilgflùr. Un extraño cardo delicado aproximadamente extinto en Escocia, seilglùr me da la habilidad de ver hadas. El cardo fue casi destruido por completo por las hadas hace miles de años para prevenir a los humanos de saber la verdad — que la planta es la única autentica debilidad de las hadas. Oh, todas tienen algunos puntos en el cuerpo que pueden ser pinchados por un arma normal, pero eso solo heriría a uno de ellos. Seilgflùr, sin embargo, es lo bastante mortal para prender sus pieles de fae e incluso infligir una herida mortal. Lo uso en armas para cazarlos.
Ato el seilgflùr alrededor de mi cuello y me encamino de nuevo hacia adelante. Mis músculos están listos, relajados, pulidos de doce meses de riguroso entrenamiento con Kiaran. Mis técnicas han mejorado durante las noches cuando tengo matanzas de hadas sin su ayuda. Kiaran dice que no estoy lista para cazar por mi cuenta. Tengo que probarle que está equivocado una docena de veces. Por supuesto, él no sabe que he estado desobedeciendo su orden directa de no cazar sola, pero tengo una tendencia distinta a desobedecerle cuando la oportunidad se presenta. El sabor del poder del hada deja otro fuerte pulso contra mi lengua. Debe estar en algún lugar alrededor del siguiente rincón. Paro abruptamente. — Brillante — mascullo. El corredor conduce a los dormitorios. Si soy atrapada dentro, ahí no sería para prevenir el consiguiente escándalo. Mi reputación está intacta solo porque los rumores sobre mí no han sido probados. Ser atrapada fisgoneando alrededor de los cuartos privados de los Hepburns sería un auténtico asunto que mi ya cuestionable reputación no puede afrontar. Me muevo sobre mis pies. Tal vez si soy muy rápida… — ¡Aileana! Giro. Oh… mierda. Catherine y su madre, la Vizcondesa de Cassilis, están de pie en el corredor detrás de mí en las puertas dobles conduciendo a la fiesta. Mientras se aproximan, Catherine me mira con sorpresa y confusión, y su madre — bueno, me mira con desvergonzada sospecha. — Aileana — dice de nuevo Catherine cuando llegan a mí — . ¿Qué estás haciendo por aquí? Ambas mujeres comparten el mismo brillante pelo rubio y amplios ojos azules, sin embargo la mirada de Lady Cassilis es astuta más que inocente. Tiene la entusiasta habilidad de notar incluso la más
pequeña infracción en la propiedad. Es más, incluso el más mero rastro de escándalo. Todo se arruina. Esto es malo, ser atrapada dirigiéndome en dirección al ala privada de los Hepburns. Aquí no es donde una respetable mujer debería estar. O, al menos, no tendría que ser atrapada aquí. Esa es la parte importante. — Tomando un respiro — dije apresuradamente, respirando difícil para enfatizar — . Lord Hamilton es muy rápido con los pies, lo sabes. Catherine se ve terriblemente entretenida. — ¿Oh? Bueno, para un hombre de su edad, supongo. — Por eso — digo, entrecerrando los ojos hacia Catherine — , estoy aquí para relajarme un momento. Eso es todo. — Querida — dice Lady Cassilis con pesado énfasis — , deberías relajarte en la fiesta, la cual está por ese camino. — Inclina la cabeza hacia las puertas hacia abajo del pasillo. El poder del hada deja un entretenido pulso contra mi lengua — debe estar extendiendo sus poderes de nuevo para atraer a alguien. Mi cuerpo se tensa en respuesta. — Oh, sí2 — digo. Mi voz suena torcida —. Pero… — Sí — corrige la vizcondesa —. “Sí” suena tan terriblemente poco sofisticado. Lady Cassilis está entre el más pequeño pero creciente número de la aristocracia escocesa que cree que si hablamos como los Ingleses, Escocia se considerará más una nación civilizada. Es una carga de basura, si me lo preguntas. Somos perfectamente urbanos como somos. Pero preferiría no debatir la cuestión en un pasillo mientras hay una sanguinaria hada suelta. — Sí, por supuesto. Quiero decir, sí — respondo. Cielos, ¿no hay otra forma de liberarme airadamente de esta conversación? 2
En ingles la palabras es “Aye” lo cual es más usado en Inglaterra que en Escocia; el siguiente sí dicho por Lady Cassilis es “Yes.”
— Madre — Catherine se inserta entre ambas — . Estoy segura de que Aileana tiene una explicación razonable para… deambular por aquí. — Se gira hacia mí — . Pensé que le prometiste este baile a Lord Carrick. — Tengo dolor de cabeza — digo, intentando sonar tan inocente como es posible — . Estaba buscando la salita de descanso de mujeres. Catherine levanta una ceja. Se la devuelvo con deslumbramiento. — Bueno, déjame ir contigo — dice Catherine. — Ah, el siempre-persistente dolor de cabeza — dice Lady Cassilis — . Si tenías intención de curarlo en la salita de mujeres, encontrarás eso en el otro extremo del corredor. La vizcondesa entrecierra la mirada hacia mí. No tengo ilusiones de que si ella tuviese pruebas de mi enferma conducta, a Catherine le habría estado prohibido pasar tiempo conmigo desde hace mucho. Lady Cassilis podrías ser mi escolta para funciones normales, pero solo porque Catherine se lo pedía, ya que la vizcondesa y mi madre fueron amigas. No puedo imaginar qué diablos tenían en común. — De cualquier forma — dice Lady Cassilis — , una señorita nunca debería dejar una fiesta sin escolta. Lo sabes muy bien, Aileana. ¿Necesito recordarte que esta es otra violación en la etiqueta, estar sola en un corredor vacío? — olfatea — . Me temo que tu madre estaría ofendida, si aún estuviese con nosotros. Catherine sorbe un agudo respiro. Aprieto mis puños y jadeo. El dolor se eleva lentamente dentro de mí, rápidamente reemplazado por la ira y el abrumador deseo de venganza. Por solo un asesinato para enterrar el doloroso recuerdo de la muerte de mi madre una vez más. Incluso mi cuidadoso control tiene sus límites — debo encontrar a esa hada antes de que mi necesidad me consuma. — Madre — dice Catherine deliberadamente — , si pudieses esperarme en el cuarto de baile, deberé estar ahí directamente. — Cuando Lady Cassilis abre la boca para protestar, Catherine añade — , no me llevará mucho tiempo. Solo déjame ver que Aileana llegue a salvo a la salita.
La vizcondesa me estudia brevemente, levanta la barbilla un nivel y se marcha en zancadas al cuarto de baile. Catherine suspira. — Ella no hablaba en serio. — Lo hacía. — Aileana, lo que sea que estés planeando, hazlo rápido o puede que sea incapaz de visitarte a las once el miércoles. Madre… — Lo sé. Cree que soy una mala influencia. Parpadea. — Tal vez no la mejor. Sonrío. — Aprecio que mientas por mí. — Nunca miento. Meramente adorno la información si la situación lo requiere. Por ejemplo, intento decir a Madre que este dolor de cabeza tuyo es lo bastante severo como para que te pierdas unos pocos bailes. — Cuanta discreción de tu parte. — Paso a Catherine mi retículo — . ¿Sujetarías esto por mí? Catherine lo mira. — Creo que las damas de la salita permiten retículos. — Sí, pero llevar el retículo podría hacer mi dolor de cabeza peor. — Presiono la cartera en su palma. — Hmm. Sabes, algún día, voy a hacerte preguntas. Incluso podrías responderlas. — Algún día — concuerdo, agradecida por su confianza. Ella destella una sonrisa y dice:
— Muy bien. Ve a tu misteriosa aventura. Pero al menos piensa en nuestro almuerzo. Tu cocinera es la única que sabe cómo hacer buenas galletas. — ¿En realidad es ese el único motivo de tu visita? ¿Las condenadas galletas? —La compañía también es muy agradable… cuando no está teniendo “dolores de cabeza.” Parte con un guiño impropio de una dama y pasea a través de las puertas dobles hacia el salón de baile. Liberada al fin, avanzo de nuevo por el corredor. Mi falda cruje, sus profundos volantes ahuecados por tres rígidas enaguas. Ya que comencé a entrenar hace un año, me he vuelto por completo consciente de como de limitado es el guardarropa de una dama. Los adornos son todos preciosos — y absolutamente inútiles en la batalla. Mientras rodeo la esquina, el poder del hada vuelve con fuerza. Permito que el ardiente sabor fuerte inunde mi lengua; progreso con la anticipación. Esta es una de mis partes favoritas de la caza, secundariamente solo a matar en sí. Me imagino disparándolo de nuevo, sintiendo la calma liberarse ante su muerte… Entonces, de repente, el sabor de las lágrimas se desliza por mi garganta con rapidez, me doblo y me atraganto. — Maldición — susurro. La abrasiva ausencia de su poder significa que el Revenant ha encontrado a su víctima y está drenando su energía humana. Con otra blasfemia murmurada, recojo mis voluminosas faldas y enaguas, deslizo el chal de mis hombros para atarlo entorno a mi cintura — apropiadamente siendo maldecida — y subo las escaleras. Miro con consternación cuando llego a lo alto. Demasiadas puertas. Ahora que el poder se ha ido, no tengo forma de decir en que habitación está el hada. Camino con rapidez por el pasillo. El corredor está tranquilo. Demasiado tranquilo. Soy dolorosamente consciente de cada zumbido
que la tela de mi vestido hace, cada tabla del suelo que cruje bajo mis zapatillas de satín. Presiono la oreja contra la puerta más cercana. Nada. La abro para estar segura, pero la habitación está vacía. Pruebo con otra puerta. Todavía nada. Mientras palmeo el siguiente mango, escucho un bajo jadeo. El tipo de respiro que alguien toma con solo escasos momentos de vida permanentes. Considero mis opciones con cuidado. Tengo nada más que una sola oportunidad para salvar a la víctima del Revenant. Si me encargo, el hada podría matar a la persona antes de que yo dispare. Suavemente empujando las enaguas a un lado, cojo la pistola de rayos de mi funda de muslo. Agarro el mango del arma mientras doy un empujoncito a la puerta abierta para mirar dentro. Al lado de la cama de cuatro postes en la esquina de la habitación, la monstruosa está tendida sobre la víctima. Una musculosa hada de aproximadamente siete metros de altura que se parece a un trol podrido. Fibrosas hebras de pelo oscuro cuelgan con deterioro en zonas alrededor de su cuero cabelludo. La piel de la criatura es pálida sobre la carne muerta, manchada con putrefacción en algunos lugares y pelándose en otros. Una mejilla está abierta y grande, exponiendo una mandíbula y una fila de dientes. Las hadas pueden curar muchas de las heridas en menos de un minuto, pero este es el estado natural de los Revenants. Son completamente repugnantes y cadavéricos. Las huellas del hada están hundidas en profundidad en el peco de un caballero al que de inmediato reconozco como Lord Hepburn. Su chaleco está mojado de sangre, y su piel tiene un tono azulado. Cuando un hada necesita alimentarse de la energía de un humano, ambos son envueltos en una increíble luz blanca. Lord Hepburn aún no ha llegado así de lejos, pero casi. Contengo el aliento y aflojo la pistola de rayos hasta que la visión está al nivel del pectoral del Revenant, justo sobre la apertura de la caja
torácica. Mis agarre se ajusta, mi pulgar trazando las adornadas esculturas en la culata de la pistola en una suave caricia.
Muévete, pienso para el Revenant. Solo un poco, así no haré daño a mi gentil anfitrión. El hada no se mueve y no tengo un tiro limpio. Hora de intervenir. Bajo más la pistola y entro en la habitación, cerrando la puerta detrás de mí con un alto click. La cabeza del Revenant se levanta. Descubre dos hileras de largos dientes puntiagudos y da un bajo y estruendoso gruñido que hace que el fino vello de mis brazos se levante. Sonrío con dulzura. — Hola por ahí. Detecto un pequeño movimiento de Lord Hepburn y me relajo levemente. Aún vivo, gracias a dios. La mirada del Revenant vuelve a rastrearme y me muevo para permanecer cerca del sofá de terciopelo, pero él permanece donde está, todavía ávidamente bebiendo la energía del pobre hombre. Necesito forzar su atención hacia mí de nuevo. — Déjale, cosa horrible. — La bestia sisea y doy un paso adelante — . Digo que lo dejes. Ahora. Mi agarre en la pistola se ajusta de nuevo mientras la criatura libera a Lord Hepburn y se levanta en toda su altura. Ahora que el hada ha parado de alimentarse, el sabor de amoniaco y sulfuro está de regreso, abrasando. La criatura se dirige hacia mí, musculosa y empapada con aluna clara sustancia repulsiva que preferiría no inspeccionar desde muy de cerca. Soy llenada con una familiar avalancha de emoción mientras el hada gruñe de nuevo. Mi corazón late más fuerte. Mi sangre se apresura y mis mejillas arden. — Sí, eso es — susurro — . Llévame a mí en su lugar.
El hada salta hacia adelante.
Capitulo 3 Traducido por Edward Park Corregido por Pily
Apunto la pistola, pero el hada es mucho más rápida de lo que esperaba, una imagen borrosa de movimiento. Golpea el arma de mi mano antes de que pueda disparar y me arroja contra el muro. Lágrimas de papel tapiz. Un florero sobre el estante cae al lado de nosotros. Por encima el sonido de vidrios rompiéndose, oigo a la pistola patinar a lo largo del piso en algún lugar. Explosión e infierno. La criatura abre la boca. Su saliva gotea sobre mi blusa de seda. El hedor rancio de decadencia, con una pizca de tierra desnuda, invade mis fosas nasales. No puedo ayudarle Gruñendo, el hada me empuja en la pared. Mis piernas cuelgan. Garras raspan mis medias las garras raspan mi cintura y hacen jirones la tela. Forcejeo. Tengo que liberarme antes de que el resucitado pueda tomar mi energía, pero estoy atrapada entre el muro y su enorme pecho. Los músculos del hada sobresalen mientras me mantienen quieta, rebanando mi vestido y la ropa interior hasta mi piel, dejando pequeños cortes que queman como si hubieran sido cauterizados. Entonces hunde sus garras en mí. El hada respira y rasga energía de mí. El dolor florece dentro de mi pecho y se aviva hacia afuera como pinchazos de aguja. Miles y miles de pequeños golpes de agonía en todo mi cuerpo. — Falconer — gruñe el resucitado, y esos chorreantes dientes se ensanchan en una horrible mueca — . Falconer — la palabra es gutural; apenas la entiendo. La sangre quema debajo de mi piel. El dolor es casi insoportable.
Los ojos del hada están cerrados, su cuerpo crece cada vez más mientras mi fuerza me abandona.
Para de forcejear. Me dije con severidad. Concéntrate. Me aflojo en los brazos del hada. Me arrastro más cerca hasta que mi frente se apoya contra su resbaladizo cuello. Finjo rendirme, para aparecer cerca de la muerte mientras deslizo desesperadamente un brazo entre nosotros, una fracción a la vez. Cae a mi lado, un peso muerto. Mi cuerpo se había vuelto piedra donde debería haber carne y huesos. En ese momento, mi sangre va de caliente a la más fría hasta el de entumecimiento. Mis dientes castañean. En estado de conmoción, me doy cuenta de que mi respiración es visible, como si la temperatura en la habitación se hubiera disminuido. Aprieto mis entumecidas manos a puños. Si voy a morir, moriré peleando. Jamás a la merced de algún hada, no como mi madre. Resurgiendo la fuerza, dejo escapar un grito feroz y golpeo con el puño la parte blanda del resucitado, su abdomen. La criatura se tambalea y aúlla. Me tiro al piso y me arrastro para poner distancia entre nosotros. Trato de ponerme de pie, pero las estrellas salpican mi visión. Mi vestido — el explosivo, poco práctico, asfixiante vestido — atrapado debajo del dedo mi pie y me tropiezo. Miro hacia arriba simplemente mientras el hada se recupera. Se lanza contra mi otra vez, y me las arreglo para rodar por debajo de su cuerpo. Mi sien palpita, pero ignoro el dolor de cabeza. Empujo mis enaguas a un lado para agarrar el mango de sgian dubh de su funda a lo largo de mi otro muslo justo mientras el hada asoma de nuevo sus patas traseras, entonces salta. Giro bajo la tierra, y tengo más que un momento para apuntar a su parte blanda otra vez. No tendré otra oportunidad para sorprenderlo. Hundo mi espada en el frente de su enorme torso.
El hada chilla y se sacude, derribando lo que debía haber sido una silla de caoba excesivamente cara. La sgian dubh solo distraerá al resucitado por segundos antes de que sane la herida. ¿En qué parte de las llamas esta esa pistola relámpago? Mis ojos se mueven alrededor de la habitación en busca de ella, extendiéndose a través de la alfombra y los muebles y….
¡Ahí! Diviso el destello de acero de mi pistola debajo de la cómoda. A mi lado, se levanta el hada y busca a tientas la puñalada del cuchillo en su estómago. Me sumerjo por la pistola. Agarrándola mientras ruedo sobre mi espalda para fijar el objetivo. El generador de la pistola zumba como espina de conductor que se levanta a lo largo de la parte superior del barril. En la boca de la pistola, claramente señalaba barras de acero abiertas como pétalos de flores. El hada tira con fuerza la espada de su carne con un grito. Suelta la sgian dubh en el suelo y se aleja de sus labios, dejando al descubierto los afilados dientes. Un fuerte gruñido escapa de su garganta y me precipita otra vez. Apunto a su pectoral y aprieto el gatillo. La capsula de Seilgflur en la pistola se lanza primero, una fracción de segundo antes de que un fuerte rayo de electricidad es empujado a través de la barra de núcleo. Ambos golpean a la criatura a la misma altura del rebosante músculo del pecho. Las garras del resucitado en la herida. Una os de helechos de Linchtenberg se forma rápidamente en el punto de entrada. La veo brotar mientras la seilgflur es lanzada hacia el cuerpo de la criatura. La enorme hada cae a mis pies, jadeando. Respirando con dificultad, espero por el momento que más atesoro. Para que el hada tome su último respiro. Cuando lo hace, su poder se desliza hacia mí, liso y caliente y suave como seda a través de la piel. Me estremezco como el amoniaco y el sabor del sulfuro mengua mi boca, dejando el calor del poder alrededor de mí.
Me siento. Me siento. Fuerte e intocable y capaz. Un exquisito resplandor de placer me llena y extingue mi ira. Para ese instante, soy yo de nuevo. No estoy rota o vacía. La sombra dentro de mí que me obligaba a matar esta silenciada. Estoy aliviada. Estoy completa. El poder se desvanece muy pronto y también el alivio. Y como siempre, me quedo con el conocido dolor de rabia.
Capitulo 4 Traducido por Xiime~ Corregido por Pily
— ¿Señor Hepburn? — Golpeo su mejilla — . Despierte. Sus heridas son preocupantes. Una persona más joven podría sobrevivir a ellas, pero el Señor Hepburn tiene setenta. Podría soportar la pequeña cantidad de energía perdida, pero los cortes que tiene en el pecho son tan profundos que esta sangrando por todos lados. Debo atenderlo rápido. El Señor Hepburn murmura algo. Tomo esto como una buena señal. — Mi señor — digo deliberadamente, intentando mantener mi voz baja — . ¿Tiene un equipo de sutura? Gruñe. — Maldita sea — murmuro — . ¡Despierte! Abre los ojos. — ¿Señorita Gordon? — Tiene dolor en sus ojos cuando intenta verme. Oh Dios. Gordon es el apellido de soltera de su esposa. Algunas hadas tienen habilidades mentales que pueden hacer que la gente vea cosas, engañarlos para que crean lo que el hada quiera. No me sorprendería si el aparecido hubiera hecho que el Señor Hapburn creyera que estaba en el pasado, encontrándose con su futura esposa aquí. — Sí — digo gentilmente — . Soy la Señorita Gordon. Y me gustaría saber si usted tiene un equipo de sutura.
— En mi mesa de noche. — Su voz es apenas audible. Gracias al cielo. Muchas familias ricas no se molestan en tener uno, sino que llaman a un doctor para que los cure. Corro a la mesa junto a la cama. Junto a la lámpara hay una pequeña caja dorada octogonal. Me arrodillo junto al Señor Hepburn otra vez y pongo la caja en su pecho, sobre las heridas. Me acaricia la muñeca y hace un gesto de dolor. —No pude ver… — A su atacante — termino por él suavemente — . Lo sé. Ahora, esto puede doler un poco. — Giro la llave en la base de la caja y me hago hacia atrás. Los paneles en la parte de arriba de la caja se abren y las agujas salen de la pequeña abertura. Las diminutas arañas metálicas gatean por su pecho, hilando finos hilos de tendones humanos en las heridas. Observo mientras su carne es cosida otra vez en puntadas perfectamente rectas. No es completamente indoloro. El Señor Hepburn jadea y su delgado cuerpo se sacude, agarrando mi mano. — Ya casi está — le aseguro. No se por qué lo digo; no es como si fuera a recordar que estoy aquí. Sonríe levemente. — Gracias. — Segundos después, se desmaya. Pienso en cómo me quedé disfrutando la sensación de la muerte del aparecido en vez de ir inmediatamente a ayudar al Señor Hepburn. Cómo lo perseguí, más preocupada con la venganza que con otra cosa. Tremenda héroe soy. No merezco su gratitud. Las agujas terminan su tarea y vuelven a la caja de metal. Una vez que están a salvo dentro, saco el aparato del pecho del Señor Hepburn y compruebo su pulso. Es estable. Otra buena señal.
Alzo su torso y lo llevo a la cama. Dudo que recuerde mucho cuando despierte. Si lo hace, espero que tenga el sentido común de no hablar sobre un agresor invisible. Me estudio en el espejo junto al reloj y compruebo el daño. Cielo santo, soy una pesadilla andante. Los mullidos rizos cobrizos se habían soltado de mi anteriormente estilizado moño y el corpiño de mi vestido y mi corsé están hecho tiras, haciendo visible mi piel debajo, embadurnada de sangre. El aparecido me había cortado suficientemente profundo como para que tuviera que ponerme las agujas a mí también. Le echo un vistazo al reloj en la pared del otro extremo y maldigo silenciosamente. La asamblea casi termina y no hay tiempo para quedarme y atenderme las heridas; estoy segura de que todos ya han notado mi ausencia. Lo mejor que puedo hacer es arreglar mi cabello y ropa, y quizás cortar uno de los gruesos moños de la parte de debajo de mi vestido para atarlo sobre el destrozado corpiño antes de volver al salón. Con un suspiro, paso sobre el hada muerta y voy hacia la puerta. Nadie se dará cuenta si lo dejo aquí, las hadas se deshacen en la nada después de una hora. Incluso si alguien descubre al dormido Señor Hepburn antes de eso, no es como si el cadáver del hada fuera visible. Asiento hacia mi dormido anfitrión. — Disculpe, mi señor. Ordenaría el lío, pero tengo otros asuntos que atender. Cuando regreso al salón, ya había empezado el último vals. Catherine está sola junto al gran reloj cerca del fuego, con el cabello brillando a la luz de la lámpara que flota directamente sobre su cabeza. Se remueve en el lugar, mirando la puerta, como si prefiriera estar en otro lado. Voy hacia la mesa de refrescos. El nivel en los expendedores de ponche indica que están todos vacíos.
Tarareando la melodía del vals, me pongo junto a Catherine, acomodándome el chal para esconder la sangre que puede haber quedado en el moño atado torpemente alrededor de mi corpiño. — Se me fue el dolor de cabeza — digo. Catherine luce visiblemente aliviada y me alcanza mi bolso de mano. — Gracias a dios que estás aquí. La gente ha estado preguntando por ti y Madre ha estado fastidiándome sobre irse. No se por cuánto más podría haber aguantado. — Eres una gema. Aprecio tus esfuerzos por mantener intacta mi reputación — asiento hacia las parejas — . ¿Por qué no estás bailando? — Sabes que mi madre piensa que el vals es indecente. Miro las parejas bailar. Giran por la habitación, con los cuerpos presionados. Cerca, íntimos. De la forma en que deberían ser los bailes. — Tu madre encontraría indecente la vista de la pata de una silla, — le digo. Catherine escupe una carcajada, un sonido satisfactoriamente poco femenino. — ¡Aileana! — ¿Qué? Creo que el vals ha sido aceptable por varios años ya. — Oh, díselo a ella — dice secamente Catherine — . Amaría oír a mi madre sermonear a alguien más al respecto. — ¿Y dónde está la estimada señora? — Escaneo la habitación — . ¿Aprovechando la oportunidad para acercar los caballeros restantes hacia ti? — Temo que las presentaciones ya han sido dichas. — Catherine asiente a un lugar sobre mi hombro — . Ella está, ejem, echándote una mirada asesina a ti .
Me volteo. La Señora Cassilis está rodeada por sus amigas, las otras matronas de Edimburgo cuyas hijas aún no están casadas. Sin duda han estado discutiendo sus planes para atrapar a los pobres hombres tontos de Edimburgo, pero la vizcondesa no parece estar escuchando. Cielo santo. Podría espantar a un aparecido con ese ceño fruncido. Inspecciono mi moño torcido. Quizás luzco peor de lo que pensé. La Señora Cassilis probablemente se está preguntando otra vez por qué dejé que Catherine la hiciera responsable por mí en eventos formales. Con una sonrisa dulce, agito mis dedos hacia la vizcondesa. La Señora Cassilis no habría lucido más asqueada si le hubiera escupido. — ¿Deduzco que está enojada conmigo, entonces? — Le sonrío a Catherine. — ¡Te perdiste cinco bailes! Por supuesto que está enojada contigo. Espero que tu dolor de cabeza lo valiera. — Lo valía — digo. Catherine estudia mi cabello, mi rostro, el mal estado de mi vestido. — Perdóname por ser tan directa, pero te ves espantosa. Sin que me importe, agito una mano entre nosotras. Arreglarme el cabello no es un gran talento mío. Tampoco, aparentemente, atar moños sobre mi vestido para taparme las heridas. — Decir eso es horrible — le digo — . ¿Qué si acabara de escapar de una situación peligrosa? Catherine me vuelve a examinar de cabeza a pies. — Por los pelos, asumo. — Tu confianza en mí es inspiradora. — Miro a mí alrededor. Nadie nos está prestando atención. Algunos grupos han comenzado a pasar
por las puertas, habiendo terminado con la noche — . Ves, nadie más ha notado siquiera que luzco diferente. — Están todos distraídos por el ponche. Alguien debe de haber echado una considerable cantidad de licor en él. Así que por eso estaban vacíos los dispensadores. — No puedo creer que me perdí eso — digo — . Que gran decepción. — No cambies de tema. Dime qué sucedió. — Muy bien. Era un hada. — Decido dejar salir un poco de verdad, solo para ver cómo reacciona — . Una especialmente malvada, como esas que temías que vivieran bajo tu cama. — Bien — dice secamente Catherine — . Mantén tus secretos. Pero demando una galleta extra para la merienda como recompensa por haberme abandonado por la mitad de la noche. — Hecho. Después de algunas despedidas largas entre la Señora Cassilis y sus amigas, ella, Catherine y yo tomamos el Carruaje Aéreo para el largo viaje a casa desde la hacienda de los Hepburns en el campo. Catherine intenta hacer charla educada, pero eventualmente fallan incluso sus modales. La Señora Cassilis se queda mirando austeramente por la ventana todo el rato. Los únicos ruidos son el susurro del motor y el aleteo de las alas del Carruaje mientras nos deslizamos por las espesas nubes. El Carruaje sigue en silencio cuando aterrizamos en la Plaza Charlotte. El cochero de la Señora Cassilis me ayuda a bajar a la calle y cierra la puerta detrás de mí. La Señora Cassilis abre la ventana, inclinando su cabeza hacia mí en una despedida silenciosa. Claramente no me ha perdonado. Asiento en respuesta y — como mezquina que soy — le sonrío solo a Catherine. — Buenas noches, Catherine.
— Te veo en la merienda — dice Catherine — . Que duermas bien. La Señora Cassilis bufa y cierra la ventana. El cochero y yo subimos a la vereda frente a mi casa. Un edificio alto y blanco de diseño neoclásico, el Numero Seis es la residencia más grande de la plaza. Nueve ventanas decoran su fachada frontal — algo de lo que mi padre esta particularmente orgulloso, a pesar de lo terriblemente caro que es el impuesto por ventanas en este país — con columnas de piedra entre las seis de arriba. Está oscuro dentro, excepto por la luz plateada entre las cortinas de la antecámara. Se levanta una briza fría y me sacude el cabello. Tirito y aprieto el chal sobre mis hombros mientras el cochero me escolta hasta los escalones y me deja en la puerta. La puerta siempre está sin llave así que no tengo necesidad de llamar a un sirviente. — Gracias — le digo — . Puedes dejarme aquí. El motor del Carruaje se enciende con un silbido estridente y un resoplido mientras las alas a los lados de la máquina aletean tres veces. Con un gruñido, se levanta de la calle adoquinada. Me arroja humo cálido mientras el vehículo asciende lentamente, desapareciendo en las espesas nubes de lluvia.
Capitulo 5 Traducido por Xiime~ Corregido por Pily
Risotadas irrumpen desde el sótano cuando doy un paso dentro de la antecámara; el personal de la cocina debe estar relajándose después de sus deberes. Todos los otros cuartos están vacíos, ya que mi padre rara vez se encuentra en casa. Una linterna pequeñita en la pared del fondo se enciende, proyectando sombras oscuras alrededor de la sala. Le doy la vuelta al interruptor para apagarlo y subir la escalera a mi habitación, pasando por los retratos de mis antepasados. La pintura de nuestra familia solía colgar en la parte superior, hasta que mi padre la puso en una de las otras habitaciones después de que mi madre murió. El gancho que la sostenía aún está allí, completamente opaco contra el claro tapiz de la pared. En mi habitación, por fin, tiro de la palanca de la puerta para activar el mecanismo de iluminación. Engranajes a lo largo del techo hacen clic y ronronean. Luces colgantes se unen al parpadeo vigas arriba, y entonces brillan. Mi habitación se asemeja al interior de un barco. Las paredes están revestidas en madera de teca, con pequeñas luces de bulbo entre los paneles de madera. El timón de una goleta escocesa está montado en la pared del fondo, enmarcado por los mapas de las Hébridas Exteriores y tiene colgado cristales de mar que mi madre y yo recogimos de las playas en nuestras varias festividades. La habitación ha sido construida a mis especificaciones precisas. Mi madre solía sentarse durante horas dibujando los planos conmigo. Este fue otro de nuestros proyectos, solo uno entre muchos. No fue sino hasta después de su muerte que contraté la tripulación para que lo construyera, e incluso aporté algunos aspectos ocultos yo misma.
Como de costumbre, es un desastre. Mis intentos actuales de armas de ingeniería para matar las hadas están llenos en la mesa de trabajo de caoba, en el centro de la habitación. El resto de mi arsenal está escondido en un baúl cerrado al lado del sofá de terciopelo rojo. Con cansancio, me muevo para sentarme y quitarme las zapatillas cuando hay un golpe en la puerta. — ¿Sí?
La puerta se abre y mi doncella se asoma dentro. — ¿Puedo entrar, Lady Aileana? — Por supuesto. Dona cierra la puerta detrás de ella. Mi padre la contrató hace tres semanas para vestirme y ayudar a prepararme para los eventos sociales. No siendo mayor de quince años, Dona es una chica tímida con el cabello rubio claro escondido bajo una gorra de lino. Un poco más baja que yo, con frecuencia tiene que ponerse de puntillas para llegar cómodamente a los botones superiores de mis vestidos. Me paro, y Dora se desliza detrás de mí e inmediatamente se pone a trabajar en desabrochar mi vestido. Si ella no estuviera aquí, estaría intentando rasgar la cosa intolerable fuera de mí y lanzarla por la habitación. — ¿Ha dicho algo, mi señora? — ¿Hmm? — Dios, ¿hablé en voz alta sin darme cuenta? Me froto los ojos — . Solo estoy cansada. — ¿Tuvo un espléndido tiempo en la asamblea? — pregunta.
Oh, sí. Asesiné un hada. Mi quinta esta semana. Me aclaro la garganta. — Mucho. Dona desabrocha más, luego hace una pausa.
— Con su perdón, mi señora, ¿pero esta cinta estaba aquí antes? No recuerdo… — Yo la añadí — respondo rápidamente — . Si pudieras deshacer mi corsé, podré quitarme el resto por mi cuenta. En mi agotamiento había olvidado por completo la cinta. Incluso la doncella más discreta de una dama podría entrar en pánico al ver mi corpiño rasgado y las lesiones. Solo soy afortunada de que la sangre no se haya filtrado a través. Soy una mentirosa bastante hábil si la ocasión lo requiere, pero hasta a mí se me haría muy difícil explicar eso. Dona vacila, pero dice: — Muy bien. — Termina con los botones y comienza a desatar mi corsé — . Me preguntaba: ¿Ha notado algún ratón por ahí? — No. ¿Tenemos una infestación? —No… precisamente. — Dona se inclina hacia adelante para susurrar — : He oído arañazos, mi señora. Desde su vestidor. — Realmente — contesto secamente. Si solo eso fueran ratones. — Y me pareció oír un canto — murmura ella, lo suficientemente bajo para que pudiera haber estado hablando consigo misma. — ¿Un canto? — Me pongo totalmente quieta y el frío se arrastra por mi columna vertebral. — No es nada — dice rápidamente — . Estoy segura de que lo imaginé. Trago saliva. — De cualquier manera, haré que MacNab inspeccione mi vestidor mañana. Estoy tentada a darle un puñado de dinero — que le dure lo suficiente hasta encontrar una nueva posición — y decirle que se largue de mi casa y que nunca vuelva a Edimburgo. Nay, Escocia.
Dona termina de desatar el corsé. — Solo vigilo por las hadas — dice con risa en su voz — . Mi abuela solía decirme que a veces residen en los armarios y vestidores. He oído historias de hadas cuando era pequeñita. Ningún hijo en Escocia es criado sin ellas, o sin una medida saludable de superstición. Pero siempre han sido presentadas como cuentos de pesadilla, desde luego, nunca como un hecho. El hermano de Catalina solía burlarse de nosotras con historias, nos decía que durmiéramos con un ojo abierto para que las hadas no nos cogieran de nuestras camas. Con el tiempo, dejé de creer en tales tonterías. Hasta que me enteré de que todas las historias son reales. Hay otros escoceses que todavía creen que las hadas son reales, que se están volviendo más escasas en número. Muy pocos seres humanos son capaces de percibir a las hadas, y los creyentes han sido cercenados por los intentos de la Iglesia de Escocia para denunciar las creencias que consideran incultas. Aun así, las hadas persisten como historias para los niños en este país. — ¿Qué más te dijo? — No puedo dejar de preguntar. — Que las hadas completarán cualquier tarea que alguna vez haya soñado — dice Dona — , a cambio de su alma. Que debería mantener hierro en mi persona siempre, como protección. Trago saliva. Me gustaría poder decirle que el hierro no funciona, que nunca lo ha hecho. Y que casi me morí una vez porque creí que me protegería. — Bueno, eso es una tontería, ¿no? — Lo es, de hecho — murmura Dona, vacilante. No tengo ninguna duda de que cree a medias los cuentos de su abuela. Ella da un paso al costado — . ¿Va a necesitar algo más? — No, gracias. Buenas noches. Cierro la puerta tras ella y espero a que sus pasos se desvanezcan por el pasillo.
— Derrick — le digo a la habitación vacía — . Lárgate de ese vestidor. La puerta se balancea abierta y se estrella contra la pared. El ligero sabor a especias y pan de jengibre se posa sobre mi lengua un momento antes de que una bola de luz, no más grande que el tamaño de la palma de mi mano salga corriendo fuera del vestidor.
Capitulo 6 Traducido por Ana Lucia Corregido por Pily
— ¡Que pequeño equipaje! — dijo Derrick — . ¿Qué haría yo con un alma? A pesar de su tamaño, la voz de Derrick es tan profunda y masculina como la de un hombre. Vuela sobre mi mesa de trabajo y se instala sobre un pedazo de chatarra. La luz se desvanece a su alrededor para revelar una pequeña y hermosa criatura con una nariz de duende, piel pálida y un parche de cabello oscuro sobre su cabeza. Alas delgadas y translucidas sobresalen de su camisa de lino enmarcando su pequeño cuerpo. Una bolsa de muselina cuelga de su hombro y el resto en su cadera. Derrick vive en mi vestidor (camerino), donde repara mi ropa por el precio de un plato de miel al día. Aunque a veces hace completamente lo contrario de reparar. Reconozco la tela de sus pantalones negros de uno de los vestidos de luto que me había olvidado de desechar hace semanas. — Tus temores no son totalmente infundados. Tus hermanos hadas realmente parecen disfrutar consumiendo. — Vacilo no queriendo ofenderlo. Él es pequeño, pero puede hacer un verdadero lío si se siente insultado. — ¡Ugh! Eso es desagradable. Las almas humanas saben a gachas, lo sabes. Esto es demasiado para ofenderlo. Un hada menor como Derrick no caza humanos de forma activa. Pueden tomar energía si así lo desean, pero nunca sería suficiente para asesinar o incluso herir seriamente a una persona. Si fueran tan
poderosos como los otros, no hubiese dejado vivir a Derrick cuando lo descubrí en el jardín trasero, varias noches después de que mi madre murió. Inclino mi cabeza hacia la puerta. — ¿Te importaría explicar eso? — El revestimiento de madera, — dice él — . Muy sólido. Huele bien. — Sabes de lo que estoy hablando. Dona puede escucharte. Simplemente parpadea hacia mí, claramente no preocupado por ello. Gimo. — Pensé que solamente los hombres tenían la Visión. Tú me lo dijiste. Derrick se encoge de hombros. — Ella no la posee. Solamente es un poquito perceptiva, eso es todo. — Yo deduje eso. — No hay necesidad de ponerse susceptible — dice él. Se ilumina y el halo a su alrededor destella oro — . Ella solo me puede sentir en algunas ocasiones. La mayoría de las veces, es tan ignorante de mi presencia como el resto de su especie. — No me interesa. ¿Hace cuánto tiempo so conocéis? Coge una pieza suelta de la mesa y la examina. — Hace una semana. — ¡Siete días! Derrick no pareció en lo mínimo preocupado, como si le estuviese preguntando el por qué no se molestó en decirme de donde había obtenido la tela para sus pantalones.
Considero la peor de las situaciones posibles. ¿Qué pasa si un hada me seguía hasta mi hogar? ¿Qué pasa si la criada podía sentir de vez en cuando a las hadas? La gente sensible y los videntes tienen más energía que tomar que las personas normales. Aquella muchacha era objetivo andante y ella ni siquiera lo sabía. — No pensaba que fuera importante — murmuró — . Ya que seguramente no la dañaré. — Deslizó el diente dentro de su bolsa. — Pon eso atrás, ladrón, — le digo. —Pero… — Y todos los demás. Derrick tira de mala gana una parte de su bolsa y la sacude una vez sobre la mesa. Y otra. Y otra. — ¿No vas a despedir a Dona? ¿Lo harías? — Claro que la despediré — le digo — . Dios Santo, esa pobre chica tiene que dejar el país. No creo que haya hadas en las Indias Orientales ¿verdad? Derrick me mira como si quisiera decir tu deseas sangre, ellos no. — Ella es la que mejor limpia mi casa — se queja sacando de su bolsa un botón de oro que se ve como si viniera del armario de mi padre — . Utiliza esa sustancia rosa cuando limpia que me hace pensar en la primavera y en cascadas y en bellas damas. Pongo los ojos en blanco. — Entonces, entiendo que ¿quieres que mantenga a mí olvidada criada en una posición de peligro solo porque disfrutas de la esencia de la sustancia de limpieza? —Bueno… — dice viéndose avergonzado — . Sí. — Al menos eres sincero sobre ello. — Abro la puerta del vestidor y gimo. Es un desastre de volantes y sedas, faldas y enaguas; esparcidas
por todas partes — . Y no es de extrañar que desees mantenerla aquí. Alguien tiene que poner orden aquí. Las alas de Derrick emiten un zumbido mientras vuela a mi hombro y se posa allí. — Preferiría que no lo hiciera. Esta es la forma en que a mí me gusta. — Se ve horrible. — ¿Cómo te atreves? — Sus alas chasquean en mi oído — . Es mi hogar al que estás insultando. Sus alas están comenzando a lastimarme. — Compórtate o no tendrás miel hoy. Derrick se calma y se posa cerca de mi cuello. — Cruel. Si quisiera, Derrick podría robar miel de cualquier lado. Pero es mi almacenamiento siempre listo de miel y la constante necesidad de hacer puntadas en la ropa lo que lo mantienen feliz. Las hadas pequeñas son reparadoras compulsivas. También son conocidas por robar ropa caliente para solamente utilizar sus dedos. Derrick dice que mantiene su espada a mano. La miel es simplemente lo que pide por sus servicios, aunque tiendo a proporcionársela aun si cose o no. El adora tanto la miel. — Soy perfectamente maravillosa para vivir conmigo y tú lo sabes — le digo — . Ahora si no te importa voy a tomar prestada tu casa para desvestirme. Derrick se levanta de mi hombro y vuela hacia la mesa. Supongo que robará más partes mientras estoy distraída. Cerré la puerta del vestidor detrás de mí y presiono el botón de la luz. Apenas algunos de los vestidos permanecen en los estantes. El aroma de las rosas se aferra al aire. A regañadientes debo admitir que Derrick tiene razón. Huele celestialmente.
Hábilmente desato el lazo alrededor de mi pecho. La sangre se adhiere a la tela y hago una mueca de dolor al salir de las muchas capas de enaguas y ropa interior que me han limitado toda la noche. Las fundas de los muslos aseguran mi pistola y la sgian dubh 3 le sigue. Mi inspección indica cinco cortes superficiales y cuatro de profundidad corriendo a través de la piel pecosa, justo debajo de mi pecho. Los más profundos requerirán sutura. Nadie sabe que debajo de mis hermosos vestidos, se esconde un cuerpo que está marcado, cortado y dolido. Viejas heridas se encuentran dispersas a través de mis muslos, estómago y espalda. Son mis insignias. Mis fichas secretas de la supervivencia y la victoria. Y la venganza. Puedo nombrar a las hadas que infringieron cada cicatriz y recuerdo como maté a cada una de ellas. Con un suspiro abro la tapa de mi baúl y saco el kit de costura. Me acuesto en medio de mis vestidos dispersos y tuerzo la llave en la parte inferior de la caja. Las diminutas arañas mecánicas se arrastran a través de mi pecho y abdomen, zurciendo mi carne desgarrada. Cierro los ojos. Escucho sus cuerpos moverse, el susurro de las piezas mecánicas funcionando como diminutas piernas que se arrastran a través de mi piel. Ellos me pinchan una y otra vez cauterizando y enroscando los tendones a través de mi carne sensible. Finalmente siento que terminan y se arrastran de nuevo a la caja. El vestidor se encuentra en silencio cuando abro los ojos y coloco el kit de nuevo en el maletero. Mi abdomen está manchado de sangre alrededor de las cuatro heridas que se convertirán en nuevas insignias. Alcanzo la tela para limpiar la sangre y encuentro un Tartán 4 viejo y andrajoso debajo de los vestidos. Entonces no puedo respirar. Mis ojos están húmedos y me duele el pecho. Meto el tartán en el interior del maletero y lo cierro con un fuerte golpe, sin aliento. Derrick debió de haber excavado el tartán desde el interior del vestidor. Me gustaría poder quemarlo, incluso si es el último recuerdo 3 4
sgian dubh: Es un tipo de puñal, un arma fabricada a la medida por los montañeses. Tartán: Tipo de tejido de origen escoses, el cual representaba el clan al cual
pertenecía el portador. Consistía en una larga tira de tela que los hombres usaban alrededor del cuerpo sujetando el resto sobre el hombro.
que tengo de mi madre. Me las arreglé para salvarlo cuando mi padre ordenó enviar sus pertenencias personales lejos de la casa. Dijo que no podía mirarlos nunca más, como si su presencia le diera alguna esperanza de que ella volvería. Lo entendí. Incluso este último recuerdo de la vida de mi madre solo hace su ausencia más llamativa. Así que el tartán queda escondido donde no voy a tener la tentación de abrazarlo o dormir con el o llevarlo en un pobre intento de fingir que está viva. Fingir solo haría la realidad más dolorosa. Arranco un pequeño pañuelo del suelo y lo sumerjo en el recipiente con agua que Derrick deja fuera para mí junto a las filas de mis zapatillas. Siempre anticipa que volveré a casa con una lesión que requiere limpieza. Siempre tiene razón. Friego suavemente la sangre de mi piel y me cambio a mi camisón. Cuando salgo del vestidor, Derrick está sentado con las piernas cruzadas sobre mi mesa de trabajo, rodeado de piezas metálicas, escogiendo sin duda, cual robar después. — Aléjate de allí — le digo presionando el interruptor para la chimenea. Una chispa en los carbones envía llamas hacia arriba. Lanzo la tela ensangrentada al fuego. Derrick vuela para posarse en la parte posterior de la silla larga y rosada cerca del sofá. — Pero tan solo están allí, sentadas, sin uso y brillantes, — ¿Qué tal otro proyecto para que mantengas tus dedos ocupados? — Sostengo en alto mi devastado vestido de gala — . ¿Ves? Está completamente destruido, como a ti te gusta. La luz estalla alrededor de Derrick. — ¿Qué diablos pasó? — Explota Derrick — Renacido — le digo. Le lanzo el vestido y Derrick lo atrapa fácilmente por la manga — . Sé que los duendecillos son más fuertes de lo que parecen, pero su fuerza sin esfuerzo alguno aun me sorprende. Eres bienvenido a trabajar en él.
Finalmente he aprendido a no agradecerle cuando remienda mis vestidos. Las hadas toman como una grave ofensa el agradecimiento. Derrick arroja el vestido al sofá e inspecciona los daños. — ¿Casi te atrapa? ¿No? — murmura. — Casi. Aprieto mis dedos contra mis nuevas insignias. Todas ellas cuentan historias, cada una distinta y significativa. Una de ellas, la cicatriz más larga, la que se extiende en la longitud de mi columna vertebral, es la primera que he ganado. Cuenta la historia de una chica que acaba de perder a su madre y casi muere cuando salió al mundo, armada con hierro. La chica que más tarde se convirtió en una asesina. Me siento en mi silla de trabajo y recojo un viejo reloj de bolsillo que se encuentra entre los restos metálicos. — Le dispare, por supuesto — me quejo. — Bien hecho — dice Derrick. Sostiene mi vestido para inspeccionarlo y sus alas aletean una vez — . ¿Tomaste su cabeza? Suena esperanzado. Las hadas pequeñas realmente detestan a las hadas más grandes por ser tan patéticas como para vivir de la energía de las criaturas menos poderosas. Lo consideran como una debilidad. — Por supuesto que no. ¿Qué diablos voy a hacer con la cabeza de un renacido? Él se ilumina más, su piel brillando como el oro. — Tomarla como un trofeo, colocarla en una estaca y mostrarla en el jardín trasero, donde todos puedan apreciarla. — Derrick eso es asqueroso, a pesar de ello me divierte. — ¿Tú crees? — Remueve la aguja e hilo de su bolsa — . Cuando yo era joven mostrábamos nuestros trofeos, bailábamos alrededor de ellos y nos atiborrábamos con frutas.
— No sé cómo responder a eso. Derrick simplemente sonríe y comienza a coser mi vestido. — ¡Ah! Bellos recuerdos. Niego con la cabeza y mientras me inclino para recoger un tornillo de la mesa, añade: — Tengo noticias. Sostengo el aliento en mi garganta. Noticias. Cuando Derrick tiene algo que compartir, tiene siempre que ver con el hada que asesinó a mi madre, sus últimos asesinatos. Derrick tiene une red de diminutas hadas. Brownies, fatuos o buachaillen , por nombrar a algunos. Quien habla siempre está dispuesto a compartir información a cambio de miel. Últimamente sus enemigos se han vuelto más frecuentes, una vez cada pocos días. — ¿Si? — digo tratando de parecer calmada, trato de mantener en calma el elevado sentimiento de venganza. Cada noche salgo a cazar con la esperanza de que la próxima hada que encuentre, será ella. Nunca lo es. Las hadas que mato apenas sustituyen a la que quiero. — Stirling5, esta vez. — ¿Cuántos? — Mi voz tiembla. — Uno. Me levanto de la silla con tanta prisa, que la silla se tambalea y casi se cae. Marcho a zancadas de vuelta a la parte posterior de mi habitación y me paro frente al timón de goleta. Incrustado en la madera es un pequeño botón apenas perceptible, que presiono suavemente, con mis dedos temblando. Una porción de la madera, se presiona hacia afuera y gira para mostrar un mapa oculto de Escocia al reverso. Aberdeen. Oban. Lamlash. Tobermory. Dundee. Invernes. Decenas de lugares de todo el país, en las islas y las Hebridas Exteriores. He marcado cada uno de ellos con un alfiler y he atado 5
Stirling: Ciudad localizada en el centro de Escocia.
cintas de color carmesí alrededor de ellos para contar las muertes en cada lugar. Por lo que sé, es la última Baobhan Sith 6 en existir. Para ella, el patrón de asesinato es siempre el mismo, no más de tres víctimas en el mismo lugar. Nunca se queda en el mismo lugar durante mucho tiempo. Encuentra a su presa en la carretera en la noche, atraída ya sea por su fuerza mental o su belleza. Una vez allí, le desagarra la garganta y drena su sangre. Hay una excepción a su patrón: mi madre. Ella arranco el corazón de mi madre. Cierro los ojos contra el recuerdo. No pienses en ello . Me digo. No pienses en ello. No pienses en ello. No…
— ¿Aileana? — pregunta Derrick vacilante. Aclarando mi garganta, abro mis ojos y tomo un alfiler y una cinta de la bolsa de cuero que cuelga cerca del mapa. — Estoy bien. Pincho el alfiler en el mapa y ato la cinta a su alrededor. El mapa está lleno de alfileres y lazos color carmesí. Queda poca tierra que no ha sido afectada por su paso. Ciento ochenta y cuatro muertes en el último año. Ha estado más ocupada de lo que yo he estado. Comencé a rastrearla quince días después de la muerte de mi madre. Nunca he podido atraparla o encontrarla antes de que se mude a otro lugar. No puedo prevenir ninguno de sus asesinatos. Así que he estado esperando mi momento, preparándome para ella, entrenando hasta el día en que la vuelva a encontrar. Ha estado trabajando duro en las tierras altas, en los últimos quince días, acercándose cada vez más a la ciudad. Es solo cuestión de tiempo, y he llegado a ser muy paciente. Derrick aterriza sobre mi hombro, sus alas cepillan suavemente mi mejilla. — Dicen que está en camino hacia acá.
6
Baobhan Sith: En la mitología escocesa se considera como un tipo de vampiro
femenino, similar a las banshee, con la forma de una hermosa mujer en vestido verde.
— De hecho es ella. — Sonrío y pulso el botón para ocultar el mapa de la vista. Me siento de nuevo en mi mesa de trabajo y desenrosco la carcasa trasera del reloj de cadena. Una vez removida, levanto con cuidado la sección media, con sus pequeñas ruedas y cables intactos. Con el ceño fruncido, estudio las tres secciones separadas del reloj, como cada parte funciona y como encajan entre sí. Poco a poco desmonto el mecanismo, memorizando la posición de cada componente mientras lo remuevo. Algunas piezas son tan pequeñitas, que tengo que añadir mi latón magnificando las gafas para ver mejor. Casi todas las noches, encuentro un nuevo proyecto. Cuando mi madre estaba viva, ella solía ayudarme a construir pequeños artilugios para la casa. Linternas que se encendían y apagaban con el chasquido de mis dedos, un servicio de té de auto-entrega, una mano de metal flotando para agarrar los libros del estante más altos del salón. Los destruí todos cuando mi madre murió. Dejé de hacer cosas superficiales. Ahora esos restos se convierten en armas, todas de mi propio diseño. Cada vez que una se destruye, construyo otra. Nunca sé de antemano lo que voy a crear. A veces me siento con un poco más que una idea y la construyo a través de la noche hasta convertirla en algo real. Cualquier cosa que me impida dormir durante el mayor tiempo posible. Esta vez es la preparación contra la Baobhan Sith. Llego a un cajón y saco mi diario. Cuando llega la inspiración, esbozo hasta que mis dedos son de color negro, con carbón vegetal y pronto he diseñado piezas del reloj y las adiciones necesarias para convertirlo en un arma. Hago algunos cálculos y escribo las cantidades necesarias de azufre, carbón, salitre, seilgflùr en la esquina de la hoja. Derrick levanta la vista de sus remiendos. — ¿Qué arma estás haciendo esta vez? Sonrío. — Oh ya lo verás. Va a ser magnifica.
Cuando vuelva la Baobhan Sith , estaré lista para ella. Voy hacerla arrepentirse de sus ciento ochenta y cuatro asesinatos.
Capitulo 7 Traducido por Julieta Corregido por Pily
A la noche siguiente, me preparo para mi cacería. Me visto con pantalones de lana y una camisa de lino blanca metida en la cintura. La vaina de cuero de mi cuchillo está abrochada y colgada baja a través de mis caderas. Botas llegan a la mitad de mi pantorrilla, atadas todo el camino hacia arriba y fijas con tres hebillas. Me meto mis pantalones en las botas para evitar que se enganchen con algo, y me pongo un abrigo Raploch largo, gris para completar mi conjunto. — ¿Solo estás llevando la daga? — dice Derrick desde la repisa de la chimenea, por encima de las brasas frías. Motas de oro caen desde el halo a su alrededor y desaparecen antes de que lleguen al suelo. — Por supuesto que no — le digo. — Bueno. No deberías molestarte en sacarla, digo yo. Sonrío. Derrick me dijo una vez que la hoja era inútil porque ni siquiera podía matarla con un arma de hierro. — Funciona mejor para distraer a mis víctimas. — Cojo con cuidado el reloj de bolsillo alterado, franco a bordo, de la mesa — . Y voy a estar probando esta pequeña belleza después de que vea a Kiaran. Una prueba para ver si el franco a bordo es el arma que quiero usar para matar a la Baobhan Sith . Solo voy a tener una oportunidad de conseguir ese derecho, para que sea significativo, y tengo un montón de otros dispositivos para elegir, si éste no está del todo bien. Derrick gruñe alguna maldición fae que termina con — bastardo vicioso.
Nunca me ha dicho por qué odia a Kiaran, ni siquiera después de que Kiaran me salvó la vida y me entrenó para matar a la clase de hadas que Derrick quería ver muertas. Dudo que alguna vez lo haga. Si siquiera menciono a Kiaran, Derrick responde con el tipo de lenguaje que haría que los trabajadores del muelle se ruboricen como Leith. Ya su luz se ha vuelto de un rojo profundo y chispas chisporrotean a su alrededor. Pongo el franco a bordo en el bolsillo. — De hecho, él lo es — le digo — . Pero todavía tengo que ir. Derrick se cruza de brazos. — Bien. Me quedo con el cuenco de miel a cambio de la reparación de tu vestido. — La mitad — digo. Está siendo irrazonable y él lo sabe. Su aureola comienza a aligerarse. Las Faes disfrutan de la negociación. Y para Derrick, la miel es la mayor recompensa que puede recibir. El único problema con darle alguna es su comportamiento en estado de embriaguez después: revoloteando, brillando y limpiando mis pertenencias en repetidas ocasiones, y luego mintiendo sobre ello, declarando con movimientos de la mano que lo hacen fascinante. — Todo — dice de nuevo. — La mitad. — Sabiendo que esto podría seguir para siempre, agrego — : Y no voy a liberar a Dona de sus deberes, para que puedas continuar con tu extraña obsesión con su producto de limpieza. — Trato — responde y aletea sus alas. — Cuando regrese, entonces — digo. Empujo el panel de madera junto a la chimenea. Brota abierta para revelar una serie de pequeñas palancas de acero. Empujo una y, con un silbido suave, una gran porción rectangular de la pared se separa y desciende lentamente en el jardín. Engranajes marchan en voz baja mientras desciende la rampa y finalmente se instala en la hierba más abajo. Esta fue una adición a la habitación, que construí mientras
mi padre estaba en uno de sus muchos viajes, una ruta de escape en silencio perfecto de la casa. Mientras desciendo al jardín, Derrick dice: — Dale a Kiaran un mensaje por mí. — Déjame adivinar. Voy a hacerte daño si le pasa algo a la señora en cuyo vestidor resido, también eres un repugnante insulto de siete letras que comienza con la letra. “B.” ¿Estuve lo suficientemente cerca? — Y planeo un día comerme su corazón. — Directo. Maravilloso. Se lo diré. Meto la palanca escondida detrás de los setos altos y el muro se cierra detrás de mí. Entonces me inclino, giro el dial para activar el mecanismo de bloqueo y me deslizo a través de un jardín privado de mi casa en Charlotte Square. Las calles de la Ciudad Nueva siempre están vacías después de la medianoche. Cada casa está a oscuras, por lo que me rodeaba el silencio, salvo por el golpeteo de mis pisadas cuando me lanzo a través del camino. Las luces de la calle proyectan largas sombras sobre la hierba mientras cruzo el jardín en el centro de la plaza. Lluvia suave amortigua mi pelo y aplasto el suelo debajo de las suelas de mis botas. Me ahorro una mirada anhelante a las máquinas voladoras estacionadas en la plaza del jardín, una de ellas la mía. El diseño que se me ocurrió y finalmente se construyó fue un ornitóptero inspirado en algunos de los bocetos de Leonardo da Vinci, su fascinación por la fisiología de los murciélagos. El espacioso interior oblongo y envergadura son para imitar el cuerpo y el movimiento de un murciélago en vuelo. En su posición de reposo, las alas están metidas en los lados. De todos mis inventos, sigue siendo mi más preciado. Si no estuviera reuniéndome con Kiaran, lo sacaría y me elevaría sobre la ciudad, cortando a través de las nubes de niebla por encima de Edimburgo.
Pero esta noche, corro. Respiro el aire frío y me siento tan viva con él que podía rugir. La oscuridad dentro de mí se despliega y se hace cargo, algo que te consume pero que liberas con los simples deseos de venganza y sangre juntos en un ritmo constante. Esto es lo que vivo ahora. No las fiestas del té o asambleas o picnics en el Nor 'Loch 7, o la columna recta, barbilla para arriba, los hombros atrás, conversación cortés acompañada de sonrisas falsas. Ahora vivo para la caza y para la matanza. La lluvia cae sobre los adoquines brillando en la luz de la lámpara delante de mí. Corro por la calle y mis botas evitan que el agua de los charcos pueda penetrar el dobladillo de mi abrigo. Electricidad tararea desde dentro de la torre del reloj cuando corro más allá. Líneas de vidrio translúcido de los lados del edificio, en llamas de oro de un sistema que ilumina toda la Ciudad Nueva. Deslizo mis dedos por el cristal pulido, viendo las bombillas pulsantes dentro. Son tan brillantes que puedo ver a través de la carne de la palma a los huesos metacarpianos descritos debajo. Solo un lento paseo cuando alcanzo Princes Street, cruzando hacia el lado más cercano al parque. Lluvia gotea sobre mi rostro al mirar la parte sur de la ciudad. El castillo es visible desde aquí, aunque densas nubes oscurecen la torre del homenaje y el saliente rocoso que forma los cimientos. Para mí, el castillo siempre parecía tallado desde el risco en el que se cierne, sobre el Nor 'Loch. Aunque el lago ha sido drenado y convertido en jardines, solo he oído en mi vida que se refieran a él por su nombre anterior. Ahora las flores, la hierba y los árboles separan la Ciudad Vieja de la Nueva. En la oscuridad, el espacio verde se ve inmenso, vacío, tan por debajo del nivel de la calle que las luces se pierden por completo. Más allá del parque, el casco antiguo está iluminado escasamente, las nubes rodean los edificios altos y estrechos que se aferran al peñasco. El parpadeo de los derrames de luz de las ventanas 7
Nor Loch: También conocido como Loch del Norte, era un lago antes en Edimburgo, ’
Escocia.
abiertas es disperso, de las velas hechas de crudo de la grasa del ganado. Es todo lo que aquellos en el casco antiguo se pueden permitir para iluminar sus hogares. No tienen electricidad allí, luces de gas se alinean en las calles principales, su brillo atenuado por un engrosamiento, niebla húmeda de rocío que se oía por encima del suelo. Las Faes frecuentan Ciudad Vieja más que a cualquier otro lugar en Edimburgo. Hay tantas lugares ocultos y estrechos entre los edificios en los que pueden atraer a sus víctimas. Cuando los cuerpos son finalmente descubiertos, las autoridades no piensan nada de ellos. Muchas personas aquí mueren de la enfermedad. Los asesinatos de Faes casi siempre se atribuyen a una plaga, difundida fácilmente a través de sucios cuartos llenos de gente de la Ciudad Vieja. Las autoridades evitan hablar de espíritus y hadas vengativas y de maldiciones de los residentes, pues piensan que son supersticiones. Yo sé más. Cruzo North Bridge, que conecta a Ciudad Nueva con la Ciudad Vieja. Un grito exuberante ocasional hace eco en algún lugar en el laberinto de la Ciudad Vieja. En High Street, unas cuantas personas serpentean borrachas sobre los adoquines. Un caballero que lleva un abrigo de gran tamaño está sentado bajo una luz de gas, cantando. Bordeo a lo largo de un edificio para evitarlos y continuar hacia el High Kirk. Las nubes de lluvia se han asentado lo suficientemente bajo como para oscurecer la parte superior de la catedral y los edificios en frente de mí. El ruido sordo de las botas hace eco a través de la calle vacía con cada paso. Entonces lo pruebo, un poder fae crudo que todavía no puedo identificar. Sonrío. Mi primera víctima de la noche. Ojalá se tratara de Sith baobhan. El hada me seguirá hasta que encuentre el lugar perfecto para atacar. Las Faes aman la caza, que tiene que ver con poder, control y dominación. Todo se basa en ese momento cuando se dan cuenta que no soy la presa después de todo. Soy el depredador. Estoy a punto de doblar de nuevo los jardines cuando el sabor completo del poder del hada me golpea. Mi cabeza no lo deja escapar y saborea brevemente la sensación.
La miel, la suciedad y la naturaleza pura, mil sabores que son difíciles de describir. El sabor de la naturaleza corre a través de los árboles con el viento en mi pelo liberando mis pies de tierra suave. El mar en una mañana brumosa con arena y agua que se arremolina alrededor de mis piernas. Un sabor que evoca imágenes que parecen reales y significativas. Solo hay un hada que he conocido con esa firma. Antes de que el sabor se ponga más fuerte, rompo a correr hacia el castillo. Mi respiración se acelera fuerte, mis piernas rápidas. El hada está silenciosa detrás de mí, pero coincide con mi ritmo. Sonrío y caigo en una apretada respiración. Las paredes me encierran y aumentan el olor a humedad de la tierra y la piedra. No puedo ver ni oír nada excepto mis latidos, mis rápidas pisadas, pero eso importa poco. He memorizado las medidas y curvas interminables de los pasillos de la Ciudad Vieja. Otra respiración estrecha, esta vez en las bóvedas subterráneas, debajo de los edificios. Mis hombros se rozan contra las paredes, pero no me retrasan. Cuento hasta llegar a las escaleras por delante, una... dos... tres... cuatro... cinco, luego me obligo a bajar por los escalones de piedra. Dos vueltas más agudas y exploto desde la clandestinidad. Lámparas de gas iluminan el camino oscuro cuando corro a otro pasillo cerca. Es lo suficientemente estrecho como para colocar cada pie a cada pared y subir por la vía de paso fácil hasta llegar a la cima. Y espero. Una docena de latidos rápidos después, una figura alta se lanza a través de la entrada. El hada se detiene por debajo de mí, sin cuerpo todavía. Su respiración es silenciosa; él no está en absoluto agitado por nuestra persecución. Comienza a avanzar hacia adelante, lenta, tranquilamente. Apoyo mi peso sobre mis manos, me suelto de las paredes y me lanzo hacia él. Te tengo, Kiaran MacKay .
Capitulo 8 Traducido por BrenMaddox Corregido por Pily
Kiaran se sacudió, sorprendido, mientras deslizo mi brazo debajo de su barbilla, presionando con fuerza en su cuello, el único lugar vulnerable de su cuerpo. — Ríndete — Ríndete — le le digo. Pero Kiaran gira, a la velocidad del rayo, y me voltea en el suelo. Aterrizo duro y el aire sale zumbando fuera de mis pulmones. Maldita sea, eso duele. — Bastardo. — Bastardo. — Elevo Elevo mi bota y golpeo la parte inferior de mi pie en su rodilla. Se hace una dura grieta, pero ni siquiera un siseo de dolor se escapa de sus labios. Él sonríe. Sí, él disfruta de esto tanto como yo. No estoy a punto de perder o rendirme ante él si puedo evitarlo. Algunas noches nosotros peleamos hasta sangrar. Hasta que estoy dolorida y agitada, y todavía no he dejado un moretón en su piel fae. Todavía no he vencido a Kiaran en combate, pero eso solo me hace más decidida. Salto en cuclillas y alcanzo el sgian dubh en mi cintura. Brinco hacia él con la hoja en alto. Me bloquea el ataque con facilidad, acaparando la piel de mi abrigo para empujarme, mi cara enfrenta por primera vez la pared. — Eso Eso fue torpe. — Su Su voz es como un ronroneo felino, hermoso y melódico. Aprieto los dientes. Odio cuando empieza a criticarme mientras estamos luchando. Giro y ataco de nuevo — y rebano nada más que aire.
— Aún Aún torpe. — Suena Suena molesto — . Sabes dónde soy vulnerable a un arma mortal, así que ¿qué demonios estás haciendo? — ¿Serías ¿Serías tan amable de dejar de hablar? — hablar? — Chasqueé. Chasqueé. Finjo que estoy a punto de apuntar alto de nuevo y arremeter contra mi pie para distraerlo. Con un giro rápido, arqueo hacia abajo y lo golpeo fuerte en la garganta — el el único lugar en el cuerpo en el que una hoja de hierro perforará su piel fae, aunque nunca podría matarlo. Una delgada línea de sangre se extiende por toda su suave y pálida piel. — ¿Torpe ¿Torpe ahora? — ahora? — Sonrío. Sonrío. Me arranca el collar seilgflùr de de encima y lo tira. Lo oigo caer en algún lugar al final del otro lado de la cerca. Suspiro y miro donde había estado de pie. No puedo ver sin el cardo, no a menos que él quiera que lo haga. — Hazlo Hazlo ahora de nuevo. — Sus Sus palabras hacen eco a mi alrededor — — . Sin el cardo. — MacKay — MacKay — digo digo con calma — . No seas irracional. De todas mis lecciones, ésta es la peor. No me gusta saber que mi falta de vista es mi mayor debilidad. Si Kiaran quisiera, podía explotarla y asesinarme. Estaría muerta antes de que pudiera abrir la boca para gritar. — Me Me importa un comino el ser razonable — susurra susurra Kiaran. Su respiración es suave sobre mi cuello, allí por un instante y se ha ido. Meto mi mano y solo encuentro aire vacío — . Córtame de nuevo — dice — . Si puedes. — MacKay. MacKay. Sus manos invisibles me agarran y me golpea contra la pared. Mi control sobre el sgian dubh se afloja y traquetea al suelo. La sangre caliente se escurre por mi boca. Aprieto la mandíbula contra el dolor. No voy a renunciar a ello. Esa es una lección que de hecho, he llegado a apreciar.
Recupero mi cuchillo, y luego giro para enfrentar la cerca vacía. El sabor de su poder que aún permanece indica su cercanía, pero no puedo decir dónde. ¿Cómo puedo ganar una pelea con Kiaran si no lo veo? Silencio. Kiaran se mueve con una astuta agilidad, hábil y rápido; hace de la caza un arte. Ni siquiera su respiración lo traiciona. Experimentalmente, Experimentalmente, golpeo con la cuchilla y no alcanzo nada. — ¿Qué ¿Qué sientes? — sientes? — Él Él está detrás de mí. Me giro, la cuchilla levantada, pero me agarra del brazo y me empuja de nuevo. Cuando golpeo donde estaba, él ya se había ido. — Molesto. Molesto. — Respuesta Respuesta equivocada — dice dice en ese eco incorpóreo — . Dime lo que sientes , Kam. Se supone que la versión abreviada de mi apellido es práctica, una cosa rápida de una sola sílaba para llamarme cuando estamos en medio de una pelea — pelea — un un nombre que él ha llegado a usar siempre. Ahora rueda fuera de la lengua en una sola respiración, casi en un susurro. Un reto. Busco alguna señal de su ubicación, pero no encuentro nada. Podría estar sola con solo el repiqueteo de la lluvia en los tejados de la compañía.
Dime. — Dime. ¿Cómo puedo decirle que siento un poco más que ira? ¿Que eso es lo que me permite vivir el día a día y cazar durante la noche por hadas, que quiero matar a la mayoría? Sin eso estoy vacía, una grieta sin fondo. Vacía. Kiaran y yo tenemos poca conexión más allá de nuestros nombres. Luchamos, sangramos y cazamos juntos casi todas las noches. Él me enseña cómo matar de la manera más efectiva, la más brutal posible. Pero nunca le he dicho a Kiaran por qué cazo, y él nunca
me ha dicho por qué mata a su propia especie. Este es nuestro ritual, nuestra danza. Lo único que importa. Así que no estoy segura de qué me obliga a susurrar: — No No siento nada. Kiaran no responde. El aire que me rodea se siente tranquilo, a pesar de la lluvia. Salto cuando sus cálidos dedos invisibles tocan mi pelo y él saca un húmedo mechón fuera de mi mejilla. — Si Si eso fuera cierto — cierto — murmura murmura — , no estarías aquí. Me estremezco cuando el poder de Kiaran se desliza a través de mi piel en una acogedora caricia. — Pensé Pensé que estábamos peleando. — Arqueo Arqueo el cuello hacia su toque sin querer. El poder Faery no debe sentirse así de seductor. El fuerte sabor de lo salvaje que ha estado conmigo desde nuestra persecución desde High Street se fortalece mientras su aura me rodea. Quiero perderme en ello. Algo de eso me da ganas de correr descalza por el bosque, a través de las olas del grueso mar, y… Kiaran deja caer mi pelo. — Tú pierdes. Sé el momento en que él se aleja unos pasos. La calidez de su cuerpo se ha ido y el frío se cuela por mi ropa húmeda por la lluvia. De repente, su cuerpo alto y esbelto aparece frente a mí. — Hiciste Hiciste trampa. Sus labios se curvan en una sonrisa que promete tantas cosas que prefiero no contemplar. — ¿De ¿De verdad vas a tratar con ese argumento? — Haz Haz utilizado tus poderes.
Juro que yo estaba casi hada – impactada, una cosa horrible que le sucede a los seres humanos cuando están en presencia de uno de los daoine sìth 8 . Ellos llegan a estar embrujados, adormecidos por el poder, y lo suficientemente obedientes como para hacer cualquier cosa que quiera un hada. Prefiero morir antes de que me suceda a mí. — Aún así, no te manipulo, Kam. Tú cediste — Se inclina más cerca y susurra — : ¿O es que malinterpreté a ese cuello arqueado? Maldita sea, mi cara está en llamas. Cuán humillante. — Una vez más. — Levanto la barbilla — . Te reto de nuevo, MacKay. — Le ganaré sin el cardo. Voy a luchar hasta que esté demasiado cansado como para moverse si tengo que hacerlo. Kiaran me mira fijamente durante un largo tiempo. — Tu labio está sangrando — dice. Luego se vuelve y avanza hacia el otro extremo de la cerca. ¡Maldición ! — ¡Espera! — Me limpio la boca con la manga y camino después de él, pero él no va más lento — . MacKay, no hemos terminado. Se inclina y coge el collar seilgflùr del suelo. Oigo su brusca inhalación mientras me lo da. — Aquí. — Cuando no lo tomo inmediatamente, frunce el ceño — . Estás enfadada. — No estoy enofadada. — Aunque así es exactamente como estoy. — Kam, toma el sangriento cardo antes de que queme un agujero a través de mi mano. Arranco el cardo de él. La piel chamuscada de su palma es visible solo por un instante antes de que meta las manos en los bolsillos de su pantalón.
8
Las Daoine sìth: son hadas de la paz que también son conocidas como “personas de
paz”.
— Si yo fuera una mujer cruel, habría envuelto el cardo alrededor de tu cuello cuando salté sobre ti. La boca de Kiaran se retuerce en una casi – sonrisa. — Si lo hubieras hecho, podrías haber ganado. Salimos de la cerca en silencio y caminamos de regreso a la calle principal. Suprimo un escalofrío. Ahora que la emoción ha desaparecido, la brisa de invierno perfora mi ropa húmeda. Ahora la calle está totalmente desolada, en silencio. Algunas de las lámparas de gas se han extinguido y el camino delante de nosotros está ensombrecido. Un siniestro aullido de las ráfagas del viento pasa a través de la catedral, mientras nos deslizamos por las escaleras hasta el Cowgate. — No me gusta cuando haces eso — digo en voz baja. — ¿Qué? — Quitarme el seilgflùr . No me da un vistazo. — Lo sé. — Sobre todo cuando estoy a punto de ganar. — Al contrario — dice suavemente — . Es exactamente cuando lo necesitas tomar. Aprieto la mandíbula. Odio eso de estar sin el collar, soy tan vulnerable como Lord Hepburn. Kiaran demostró eso en el callejón de vuelta. — Seguramente disfrutarás recordándome que no puedo ver sin ello, ¿verdad? — Disfrutar tiene poco que ver con eso. Llegará el día en que tengas que luchar sin el cardo — dice. Me mira con esa antigua, ajena mirada — . Y no debes esperar ninguna misericordia.
Capitulo 9 Traducido SOS por Sandra289 Corregido por Nanami27
Con sus poderes de hada sobre influencia mental, Kiaran podría vivir en cualquier lugar que quisiera, incluso en una casa en Ciudad Nueva, una más extravagante que la mía. En su lugar, opta por vivir en Cowgate, una de las peores zonas de la ciudad. Caminamos entre las estrechas y pequeñas casas de la vecindad. Casi todas las casas están repletas hasta los topes con grandes y empobrecidas familias. Deben tener habitaciones demasiado pequeñas como para respirar. Los viejos edificios están en tan mal estado que algunos están comenzando a desmoronarse. Nunca me acostumbraré al omnipresente olor a excremento humano aquí. Unas pocas residencias todavía están iluminadas, incluso a esta hora tardía. Dentro de una de ellas, un grupo estalla en risas. Una puerta se cierra en la distancia. El sonido de cristales rotos hace eco a través de la calle, seguido de un grito áspero. Me estremezco. Kiaran me guía hasta la estrecha escalera de su vivienda. Su casa es limpia, aunque estéril. El único mobiliario de la habitación, aparte de unos pocos gabinetes, es una pequeña mesa y dos sillas de madera. Está oscuro a pesar de la luz de las velas, y demasiado frío. El aire del invierno se instala en estas paredes de piedra y nunca se va. Me estremezco, incapaz de evitarlo. Mi piel cosquillea debajo de mi abrigo. A veces me siento tentada a preguntarle a Kiaran por qué se instaló entre los seres humanos, pero nunca lo hago. He decidido que no quiero saberlo.
— Tu abrigo está mojado. Deberías quitártelo si tiene frío — dice Kiaran, iluminado lo que queda de una vela en el centro de la mesa. — No, estoy bien. — Estás temblando. Sería absurdo interpretar sus palabras como preocupación. Kiaran es daoine sìth , la más poderosa raza de hada existente, y no son conocidos por su empatía. Más bien, son tristemente célebres por ser criaturas destructivas, crueles e insensibles que anhelan el poder sobre todas las cosas. Recuerdo las historias de mi infancia que hablan de los daoine sìth matando y esclavizando humanos durante cientos de años antes de que fueran finalmente atrapados bajo tierra. Kiaran confirmó la verdad de eso. Muchas de nuestras primeras lecciones consistían en él describiéndome y haciéndome anotar cada especie de hada, detallando sus habilidades, separando los hechos de siglos de tradición de las hadas transmitidas por los seres humanos. Kiaran es el único daoine sìth que queda. Los otros perdieron la guerra hace muchos años y quedaron atrapados debajo de lo que hoy es Edimburgo, junto con las hadas que les ayudaron. Las razas que lucharon en la batalla eran las más fuertes de las hadas, todos gobernados por los daoine sìth . Las hadas que mato cada noche poseen poco poder, en comparación. Son las hadas solitarias poco dispuestas a unirse a la batalla las que atraparon al resto. Así que han permanecido por encima de la tierra, criándose y manteniéndose, libres para para alimentarse de los humanos. — Estoy bien — digo de nuevo — . Sólo dame un manojo fresco de seilgflùr y vayámonos. Sus hombros se tensan cuando él mete la mano en un pequeño gabinete y trato de no mirarlo. En un espacio cerrado tan oscuro, es difícil no hacerlo.
La piel de Kiaran brilla suavemente en la luz de las velas, suave y pálida. Su cabello negro como la tinta se extiende para descansar sobre sus altos pómulos. Sus ojos son del color de la lavanda en primavera, excepto que para nada suaves. Son astutos, crueles y sobrenaturales. Hada o no, Kiaran MacKay es condenadamente hermoso. Yo más bien detesto esa cualidad en él. Me lanza un paquete de lana atado con una cuerda. — Este es su tercer paquete en dos semanas. Maldición. Por supuesto que lo ha notado. — Es inútil una vez que se seca — digo. Y tú me has negado una planta para cultivar, canalla. El Seilgflùr permanece fresco durante sólo unos trece días en el solsticio de invierno. Más tiempo si mantengo mi suministro afuera. Pasado eso, ya no es eficaz. Otra lección que aprendí de la manera difícil, así es como recibí mi tercera cicatriz. He tratado de hacerlo crecer por mi cuenta, pero todos mis intentos fueron infructuosos. Incluso he intentado preservarlo y presionarlo entre piezas herméticas de vidrio, pero no ha funcionado bien. Así que ahora soy dependiente de que Kiaran me lo suministre, y todavía no estoy segura de dónde los encuentra. Él no me lo dirá. — Yo no soy tonto — dice — . No me trates como tal. — Intentaré no hacerlo. Su expresión se endurece. — No necesitas tantos como usas. ¿Estás dándoselos a alguien? Ni siquiera dignifico esa pregunta con una respuesta. Yo podría haber roto la regla de no cazar por mi cuenta, pero esta es una regla que he mantenido. Nadie debería tener que ver a las hadas, o lo que hacen a sus víctimas. La Visión es una carga, y me compadezco de todo aquel que tenga la capacidad natural. — Kam — dice, con paciencia exagerada.
— Todo lo que necesitas saber — digo — , es que son para mi protección. Abro el paquete de lana. Ubicado en el centro, hay pequeños suministros de cardo envueltos con vívidas flores azules. El cardo común natural de Escocia es espinoso, con hojas afiladas y pelos lanudos. Esto es diferente. Se ve igual que los otros cardos — tan intocables y agresivos — pero el seilgflùr es de seda. El pelo largo del tallo es suave mientras desciende. Y si no hubiera sido tan suave, fuerte y hermoso, tal vez mi madre habría usado algo diferente para trenzar mi cabello cuando debuté el año pasado. Todavía no sé cómo se las arregló para encontrar algunos. Vestía de blanco y el cardo era el único color en mí esa noche, solo un bonito adorno entonces. Si mi madre hubiera elegido lavanda, rosas o brezos, yo nunca habría visto a mi primera hada.
La primera hada . La voz del baobhan sìth llega desde mis recuerdos, alegre y musical como un pájaro de primavera al principio, después bordeado con afiladas notas de malicia. El carmesí te queda bien. Inhalo una respiración y meto el paquete de lana en mi bolsillo. Ese recuerdo siempre está ahí, siempre persistente, provocado la más mínima cosa. No puedo deshacerme de él, no importa cuánto lo intente. — ¿Ciod un dh' fhairich thu ? — Pregunta Kiaran. Saca su silla para sentarse frente a mí. — Sabes que no puedo entenderte. — ¿Qué está mal? Sonrío ligeramente. A veces él casi se las arregla para sonar como que lo dice en serio cuando me pregunta eso. — ¿Te importa? Kiaran se encoge de hombros. Lo más cerca que llega a delatar alguna emoción es cuando apuñala algo. Se reclina en su silla y cruza sus largas piernas delante de él. Trato de no admirar cuán magnifico se
ve, cuán sorprendente. Aparto la mirada y me centro en las sombras proyectadas en la pared del fondo por el parpadeo de la luz de las velas.
Cuán inhumano , me recuerdo a mí misma. — No, realmente — responde — . Pero te veías como si estuvieras a punto de llorar. — Yo no lloro, MacKay. Soy un desastre hoy. Primero el maldito momento cuando casi me rendí a su tentación durante nuestra lucha, y ahora esto. ¿Dónde hay una buena zanja para meterme cuando la necesito? — Si tú lo dices — dice, descruzando las piernas — . Un pequeño consejo, Kam. Hasta que no puedas admitir tu debilidad, nunca podrás vencerme sin ese maldito cardo. Lo fulmino con la mirada. — ¿Vamos a cazar, o prefieres perder el tiempo arengándome? Mis palabras desencadenan algo violento en su usualmente fría y distante mirada. Si no fuera una asesina, podría haberme asustado. Esta vez, su sonrisa no es malvada. Es salvaje, tal vez incluso un poco feroz. — Voy a por mis armas — dice. Dejamos Cowgate, y mientras caminamos a lo largo de South Bridge, Kiaran va unos pasos por delante de mí. — Hay una caoineag 9 cazando en las aguas cerca de Dean Village — dice — . Ella ya ha matado a una mujer desde que llegó. — Él mantiene un ritmo acelerado a medida que habla — . Trata de mantener el ritmo, Kam.
Trata de mantener el ritmo . Sus piernas son mucho más largas que las mías y él insiste en que caminemos por todas partes durante
Es un espíritu escocés, su nombre significa “la llorona” y también es uno de los nombres dados a la Banshee de las Highlands. 9Caoineag:
nuestras cacerías, incluso a lugares tan alejados del centro de la ciudad como Dean Village. Corro unos pasos y aun así termino detrás de él. La lluvia ha humedecido el cabello que se adhiere a la parte posterior de su cuello y la camisa abraza su cuerpo delgado y musculoso cuando se mueve. A veces, me gustaría que se hubiera puesto una condenada chaqueta. — Me estás mirando fijamente. — Él no me mira cuando lo dice. — ¿No has considerado llevar un abrigo? Es invierno. — No. Seguimos en silencio. La lluvia se reduce a una niebla suave que cosquillea mis mejillas. Niebla espesa entre los viejos edificios de piedra. Oigo la risa tenue proveniente de una de las viviendas iluminadas al otro extremo de la calle, luego hay silencio de nuevo. Respiro el aire húmedo y decido dejar de ignorar el sabor siempre persistente del poder de Kiaran. Aprovecho este momento para saborearlo. Cuando llegamos a North Bridge, estudio la luna menguante que se asoma a través de las nubes. Está rodeada por un halo de color rojo brillante, el color de la sangre oxigenada. Sangre. Mi necesidad de venganza existe debido a la noche, en la que fui bautizada. Siempre la he considerado mi última noche, la última vez que vi a mi madre viva, la última vez que fui una chica que nunca había visto la violencia. Ahora la oscuridad dentro de mí quiere poco más que matar de nuevo. No puedo evitar preguntarme si esto es todo lo que me queda: la caza nocturna, todo por ese singular momento de intoxicación, la alegría consumidora al final. En mis momentos más débiles después de una muerte, quiero desesperadamente sentirme de la manera que solía hacerlo. La felicidad que viene sin esfuerzo y, a veces, la esperanza. Rompo de nuestro viaje rápido hacia Dean Village para acercarme a la barandilla del puente.
— ¿Alguna vez piensas en tu futuro, MacKay? Kiaran se ve sorprendido por la pregunta. Se detiene a mi lado, apoyando su espalda contra una columna de piedra. — No — dice en voz baja — . No lo hago. — ¿Nunca? — Soy inmortal. — Se vuelve y apoya los codos en la balaustrada — . Ustedes consideran el futuro porque un día van a morir. — Mira hacia la luna, con una expresión pensativa y casi triste en el rostro — . Yo no tengo esa incertidumbre. Voy a ser exactamente el mismo que soy ahora, para siempre. Lo dice así, mecánicamente, sin una pizca de emoción. — ¿Exactamente el mismo? — Pregunto — . ¿Nada inesperado te ha ocurrido alguna vez? — Una vez cada tres mil años. — Su sonrisa es pequeña, quizás un poco amarga — . Tal vez dos veces.
Oh, Dios. A veces me olvido de que las hadas no envejecen. Simplemente existen, como árboles o rocas. Se pueden matar, pero si se dejan en paz, permanecen sin cambios. Tal vez por eso Kiaran es de la forma que es. Miles de años lo han restregado, hastiándolo más allá de toda medida. Kiaran me mira. — ¿Y bien? Háblame de tu futuro. — Solía tener planes en mi vida, pero… pero no sirven más. Eso no es lo que quiero ahora. Solía soñar con una boda y el marido que un día tendría. Recuerdo que describía las ceremonias más elaboradas a mi madre mientras ella me ayudaba a jugar con mis invenciones, las manos manchadas con grasa, las uñas arrancadas. Mis fantasías estaban
llenas de sedas de marfil, capullos de color rosa y un hombre que me amaría incondicionalmente. Ahora ya no veo más el matrimonio, o un esposo, o hijos en mi futuro. No hay amor. Veo la misma extensión de ónix en que mis recuerdos dolorosos están metidos, oscuros y vacíos. — Tal vez nunca fueron apropiados para ti. — Sus ojos se encuentran con los míos entonces — . Todos tenemos que saber quiénes somos, Kam. De una manera u otra. Hay una pista tan clara de comprensión ahí, que por un instante, me gustaría que él dijera algunas palabras para consolarme, a pesar de que podrían ser inútiles. Casi digo algo más sobre mí, algo personal, sólo para ver si él hará lo mismo. El sabor inesperado del olmo escocés y el hierro se propaga rápidamente a través de mi boca. Así que de repente me quedo sin aliento. — ¿Kam? Algo se mueve detrás de Kiaran, el marcado brillo del metal en la luz de la luna. Lo empujo fuera del camino, y un martillo de guerra pesado se balancea directo hacia mí.
Capitulo 10 Traducido SOS por Sandra289 Corregido por Nanami27
Doblo mis rodillas y lo esquivo. El martillo barre sobre mi cabeza tan rápido que el metal silba. Mi atacante gruñe, un sonido bajo reverberante. Miro hacia arriba y, por primera enfrentando a un hada, me enfrío de espanto. La enorme criatura me sobrepasa, esbelta y musculosa, con gruesos y musculosos brazos, y manos lo suficientemente grandes como para aplastarme de un solo golpe. Piel curtida se extiende sobre los rasgos muy angulosos de su cara. Cubriendo sus mejillas, ojos y la parte superior de su nariz hay una sucia semi-máscara hecha de huesos faciales de un ser humano. A través de las cavidades de sus ojos ahuecados, me mira con una oscura y feroz mirada. Algo más me llama la atención. La sustancia espesa y húmeda que brilla a través de la frente del hada. Sangre. Pero eso es imposible. Echo un vistazo rápido a Kiaran. Está de pie en medio del puente y no se ve en absoluto sorprendido. — Es un Capa Roja — digo —. Me dijiste que eran… El Capa Roja carga contra mí. Balancea ese martillo como si no pesara nada, tan rápido que casi no tengo tiempo para reaccionar. Hago girar mi cuerpo y ruedo al suelo. El martillo se estrella contra los adoquines al lado de mi cabeza y hace astillas la piedra. Me empujo sobre mis pies, con la sgian dubh ya en la mano y mi pulso acelerado. No estoy entrenada para luchar contra un Capa Roja.
Kiaran me dijo que estaban atrapados debajo de la ciudad con los daoine sìth . El Capa Roja avanza con una velocidad asombrosa. Trato de retroceder lo suficiente para lanzar mi puñal, pero el hada es demasiado rápido. Esquivo el martillo justo a tiempo.
¿Dónde diablos está Kiaran? Miro a la balaustrada para verlo inclinado contra de ella, todavía mirando. Después de matar a este Capa Roja, planeo darle una paliza, lo suficientemente fuerte para herir la inmaculada piel de hada en él. —Podrías por favor… — evito el martillo de nuevo — ¡ayudadme! — Partículas de roca vuelan en el aire. Kiaran permanece allí de pie, con los brazos cruzados. — ¿Quieres que te salve? Eso es un error. — ¡Maldito seas, Kiaran MacKay! Estoy llena de ira. ¿Salvarme? Nunca pedí ser salvada. No lo necesito. No necesito a Kiaran. Todo lo que necesito es esto, la ira que me supera otra vez hasta que me quemo en ella. Avanzo hasta el Capa Roja, mis pies corriendo duro a través del camino de adoquines rotos. El Capa Roja carga contra mí, también. Justo antes de que nuestros cuerpos choquen, salto en el aire con el sgian dubh todavía en la mano, agarrando el hombro carnoso de la criatura para lanzarme sobre su espalda. Golpeo el suelo en cuclillas, cayendo bajo para hundir la hoja en la base de su columna vertebral, el único lugar en su cuerpo que Kiaran me dijo que el hierro puede penetrar. El Capa Roja aúlla y se encorva de dolor. Arranco el martillo de guerra fuera de su alcance. Es pesado y se arrasa en mi agarre, pero no me importa. Miro hacia Kiaran y sonrío. — Esta soy yo salvándome a mí misma.
Oscilo el martillo hacia atrás y lo golpeo en la sien del Capa Roja. Sangre estalla hacia mí, salpicaduras calientes atraviesan mi rostro. Y un solo pensamiento se hace eco en mi mente: Más . El Capa Roja se tambalea y escupe sangre. Cae de rodillas sobre los adoquines y veo el primer destello de miedo en sus ojos cuando me acerco. Oscilo el martillo de nuevo. La cabeza de metal golpea el gran torso del hada y se desparrama en la calle, tosiendo más sangre en los adoquines destruidos. Es tiempo para que esto termine. Lanzo el martillo al suelo y me acerco a Kiaran. Su mirada es insondable, inescrutable. Me inclino hacia él, indecentemente cerca. — Tú me subestimas — susurro — . Y eso es un error. Kiaran está totalmente quieto cuando deslizo su propia arma de la funda en su cadera y doy un paso atrás. La hoja es larga y curvada, hecha de algún tipo de oro, un metal brillante. Desde la empuñadura a la punta, elaborados patrones de helecho de plata están incrustados en el oro. Un arma inmortal, hecha para matar hadas. Kiaran no dice nada mientras vuelvo hacia el Capa Roja. Todavía está jadeando en el suelo, sin embargo, sus heridas se curarán pronto. Tengo que matarlo antes de que se recupere. Me arrodillo junto al Capa Roja y corto su garganta. El resultado es inmediato. El poder del Capa Roja es muy fuerte, fluye a través de mi pecho y llena la extensión vacía dentro de mí. Me deleito en la sensación de la lluvia sobre mi piel y la energía barriendo a través de mis venas. Si sólo… La hoja es arrebatada de mis manos. Una mano colosal me agarra por la garganta, otro Capa Roja. ¿Qué demonios? Me levanta fácilmente en el aire y mis piernas cuelgan. Jadeo por aire y el Capa Roja gruñe, dejando al descubierto reluciente dientes afilados y manchados con sangre, su mal aliento con podredumbre. Disfruta esto. Se regocija viendo a la gente sufrir, como cualquier otra hada asquerosa con la que he luchado.
Planto mis manos en sus brazos, usándolos como palanca para que mi cuerpo suba y pueda balancear mi pierna en una patada fuerte y segura bajo la barbilla del Capa Roja. Se sorprende tanto que me deja caer. Cuando golpeo el suelo, mis dientes se cierran de golpe y muerdo mi lengua. El cobrizo sabor característico de la sangre llena mi boca cuando tropiezo. El Capa Roja balancea su martillo de nuevo. Ruedo y sólo falla de nuevo. Más de la balaustrada del puente se derrumba. Entonces me acuerdo: el Capa Roja puede tener un martillo, pero yo todavía tengo mi reloj de bolsillo. Meto la mano en mi bolsillo y pulso simultáneamente los dos botones de la esfera del reloj para liberar sus garras retráctiles ocultas. Las garras de metal emergen con un suave clic, agudo y listo. El Capa Roja surge de nuevo hacia mí, con los brazos extendidos. Me conduzco entre sus piernas, ruedo en cuclillas y empujo el artefacto explosivo de nuevo contra la espalda baja del Capa Roja. El Capa Roja aúlla y balancea su cuerpo alrededor. Me muevo con él, utilizando toda la habilidad que he aprendido mediante las horas interminables y aburridas en las clases de baile. Torciendo mi cuerpo, me agarro a su brazo para sostenerme el tiempo suficiente para pulsar los botones en la esfera del reloj otra vez, así las garras se clavarán en su carne. Me pongo de pie y hago un sprint hacia Kiaran. — ¿Qué estás haciendo? Sonrío. — Ya lo verás. Jalo de él junto a mí, instándolo a correr más rápido y más rápido mientras trato de calcular una distancia segura de la explosión, en base a la cantidad de polvo negro que he empaquetado en el reloj de bolsillo. Las pisadas retumbantes y pesadas del Capa Roja son fuertes detrás de nosotros, y mi respiración se acelera mientras trato de poner más espacio entre nosotros y el hada.
Cuatro. Mis piernas bombean con más fuerza y empujo a Kiaran delante de mí. Tres . Me lanzo hacia él, rodándonos de manera que su cuerpo indestructible me proteja de la explosión directa . Dos . Aguanto la respiración y presiono mis palmas sobre mis oídos. Uno . Incluso las manos sobre mis oídos no amortiguan el boom. Nubes de polvo arde hacia el exterior mientras la explosión ilumina el cielo de color naranja. La parte más notable es aquella, debajo del naranja, donde hay un tono azul intenso que nunca he visto antes. Oh, Dios. Estos deben ser los colores que un hada emite cuando su material biológico reacciona al polvo negro. Qué interesante. Frunzo el ceño ante la caída de los escombros. El dispositivo no debería haber tenido tanto poder. ¿Quién sabría que las hadas explotaban tan magníficamente? Ciertamente no quiero que el hada que asesinó a mi madre muera tan rápido cuando me la encuentre. Kiaran está tan quieto a mi lado, su corazón vuelto un pesado y suave ritmo contra mi mejilla. Soy incapaz de oírlo por la explosión, pero puedo sentirlo. Miro el polvo asentado a través de la calle, y mi cuerpo se tranquiliza. Los patrones de lluvia nos rodean. Kiaran mueve su cuerpo lejos del mío. Me aclaro torpemente la garganta y me pongo de pie para contemplar el enorme y abierto agujero donde la mitad del North Bridge una vez estuvo. Mis oídos se destapan y mi audición vuelve, aunque sigo un poco sorda. — Bueno — digo, trabajando mi mandíbula para hacer estallar mis oídos de nuevo — . No esperaba eso. — Coincidencia. Yo tampoco. El tono de Kiaran me sorprende. Oh Dios, sus ojos brillan cuando se pone de pie. Se sacude los restos de sus ropas desgarradas; pedazos de roca humeante que podrían haberme lesionado gravemente si no lo hubiera usado como escudo. — El Polvo Negro es ligeramente explosivo — digo, a la defensiva — . No tomé en cuenta la reacción del Capa Roja ante el seilgflù r… ¿estás enojado?
Un gruñido reverbera en la noche. Kiaran y yo nos volvemos hacia los restos de North Bridge. Al otro lado de los restos, se encuentra de pie un tercer Capa Roja. Oh vaya. Tres hadas en una noche no es en absoluto normal. Mis manos se aprietan en puños cuando el hada salta a través de los restos del puente, gracioso a pesar de su gran cuerpo. No importa que no tenga un arma efectiva. Lo golpearé hasta que mis puños estén en carne viva. Lo morderé y arañaré para sobrevivir si tengo que hacerlo. El Capa Roja corre hacia mí, chasqueando sus dientes afilados. Kiaran da un paso entre nosotros. El Capa Roja se detiene y lo mira con sorpresa. Es como si… como si el Capa Roja reconociera a Kiaran. Ninguno de ellos habla. Kiaran inclina la cabeza de esa manera inhumana suya. Nunca veo que se mueva. Un momento, nada. Al siguiente, él sostiene el corazón sangriento del Capa Roja en la mano. Jadeo con horror cuando el Capa Roja hace un sonido de asfixia horrible y cae de rodillas. La sangre se desliza hacia abajo por la gruesa muñeca de Kiaran y mancha su camisa blanca. Él todavía sostiene el corazón goteante. Todavía sostiene el cor azón… Y estoy atrapada en una memoria antes de que pueda pensar en suprimirla. La sangre empapa el vestido de mi madre. Resbaladiza y oscura sobre su piel pálida. Gruesas pestañas enmarcan sus ojos cuando ellos miran al cielo, vidriosos y muertos por dentro. Miro en silencio cómo Kiaran planta su pesada bota en el centro del gran pecho del Capa Roja, y empuja al hada sobre los restos del puente. Arroja el corazón detrás de él.
El carmesí te queda bien , dice una voz de mis recuerdos con una carcajada. No. Empujo ese recuerdo lejos. Me quedo con una rabia que me consume, brutal y destructiva. Odio a las hadas. Las odio por lo que
robaron de mí, por lo que soy. Por esa noche que pasé, tan rota que ni siquiera podía llorar por alguien que amaba. Aprieto la mandíbula y avanzo hacia Kiaran. Él mira hacia arriba cuando me acerco, sus ojos ardiendo con luz sobrenatural, y eso sólo lo hace peor. Él es uno de ellos. Él nunca va a entender lo que me hizo. —Kam… Estrello mi puño en su cara, con tanta fuerza que rompe mi piel. Mis nudillos sangran por el impacto, pero él ni siquiera se tambalea. — Basta — dice. Le pego de nuevo. Una vez más. Los golpes no tienen ningún efecto aparente. Voy a seguir intentándolo hasta que vea una marca, hasta que algo se rompa. Él me agarra de los hombros, sus dedos clavándose lo bastante fuerte para herirme. — Basta . — Sus ojos buscan en mi rostro, como si pudiera ver la parte rota de mí — . ¿Kam? ¿Estás conmigo? — Dice eso tan suavemente, con un toque de humanidad que nunca he oído de él antes. Eso me hace querer pegarle de nuevo. No puedo dejar que me haga eso. Trato de ganar control sobre mí misma y mis recuerdos de nuevo, enterrándolos muy dentro de mí, donde pertenecen. — Él te conocía — susurro con voz ronca. No voy a explicarle a Kiaran lo que acaba de suceder, o que estoy horrorizada por lo que hizo porque me recordó que él es uno de ellos — . Ese Capa Roja te conocía y me mentiste. La mirada casi compasiva se ha ido, y él está de vuelta al frío Kiaran. Su agarre es tan fuerte en mí ahora que casi grito. — A bhuraidh tha thu ann. — No hablo tu maldito idioma. — ¡Te dije que eres una tonta! ¿Sabes lo que has hecho?
Mi respiración es rápida y dura. — Golpearte. — Levanto mi barbilla — . Matar Capas Rojas. Eso es para lo que me has entrenado. Me salvé a mí misma. —Eso… — asiente hacia el puente —… no era algo que yo te enseñé. ¿De dónde demonios has conseguido ese explosivo? — Lo construí — digo, con los dientes apretados — . Siempre me dijiste que hiciera lo que fuera necesario para matar a las hadas, e hice exactamente eso. Él me enseñó que eso era lo único que importaba. Cazar, mutilar, matar y sobrevivir. Si no tuviera ya el impulso instintivo de asesinato, Kiaran me lo habría enseñado también. Su odio hacia ellos refleja el mío. — Suéltame — digo cuando él no responde. No me suelta. En su lugar, sólo tira de mí más cerca. Recibo el efecto completo de su mirada ardiente y me estremezco. — ¿Has estado matándolos, verdad? — Su voz es baja. Emociones engruesan su acento melódico, y eso me sorprende tanto que no estoy segura de cómo responder. Me sacude una vez — . Sola. Sin mí. Cuando te dije explícitamente que no lo hicieras. Nunca lo había visto tan fuera de control antes. Cuales sea que fueras las emociones que pueda sentir son siempre tan cuidadosamente controladas, medidas con fuerza. — Sí — digo — . Y lo haré de nuevo cuando quiera. — ¿Cuánto tiempo, Kam? Estoy sorprendida por la gravedad de su voz. — Un poco más de quince días. — Justo después del baile, cuando fui reintroducida en la sociedad. Fui a cazar con Kiaran, y cuando terminamos, me dejó en uno de los pasillos subterráneos con un hada muerta a mis pies. Mientras disfrutaba de los últimos restos de su poder, sentí otro viniendo con su víctima. No me pude resistir. Y no me
pude resistir matar por mi cuenta la noche después de esa, y la noche después de esa. Mi nuevo ritual. Él se ríe con frialdad. Retrocedo mientras me acaricia la mejilla con un dedo largo y elegante. — Espero que tengas más de tus pequeñas armas — susurra, su aliento besando mis labios — . Porque ahora ellos nunca dejarán de perseguirte. No puedo respirar más. Aplano mis manos contra su pecho y lo empujo. Su sonrisa destella, más feroz que nunca. Luego se da la vuelta y se dirige a Calton Hill. — ¿Y quiénes podrían ser estos innominables ellos ? — Cuando se hace evidente que él no tiene ninguna intención de parar, me muevo delante suyo para que no pueda escapar — . Dijiste que los Capa Roja estaban en la colina. Pensé que las hadas no podían mentir. — Sìthichean — corrige. Odia que llame a su especia hadas — . No, no podemos hacerlo. — ¿Entonces cómo escaparon? — No importa — dice, apretando la mandíbula — . Cuando cazamos juntos, puedo disimular nuestros asesinatos como míos. Ahora has cazado sola y ella sabe que hay una Falconer en Edimburgo.
Falconer . Esa palabra otra vez. Recuerdo la sonrisa abierta de la Revenant mientras arrancaba la energía de mí. Falconer . — ¿Qué significa eso? — Digo. Antes de que pueda responder, oigo voces detrás de nosotros. Kiaran mira más allá de mí y me vuelvo. Las personas se apresuran hacia Waterloo Place, charlando, llamándose de un lado a otro. Están de camino a encontrar la fuente de la explosión, me doy cuenta. Aquello hizo una gran cantidad de ruido. Maldita sea. Voy a tener que dar un gran rodeo en el camino de regreso a Charlotte Square si no quiero ser vista.
— Sólo ve a casa, Kam — dice Kiaran. —Pero… — Te diré el resto mañana. — Él gira sobre sus talones y camina por la carretera. Una hora más tarde, vuelvo a entrar en mi habitación a través de la puerta oculta. Derrick vuela fuera del vestidor. Sus alas están revoloteando tan rápido que se desdibujan. A la vista de mí, él se detiene y deja escapar un silbido. — Siento tener que informarte: te ves como el infierno. Empujo la palanca que lleva hasta la puerta, y luego cierro de golpe mi palma contra el panel en la pared de madera. — Gracias — le digo secamente — . Muy amable de tu parte. Entonces me miro en el espejo. Mi cabello está en completo desorden, rizos cobrizos dispersándose por todas direcciones. Sangre acribilla mi rostro y ropa. Mi cuello está magullado; mañana será de color morado oscuro. Derrick tiene razón. Soy un absoluto desastre. — Terminé el vestido — dice Derrick — . El pago, por favor. — Cierra los ojos. Obedientemente, Derrick coloca las manos sobre su rostro y abro el gabinete donde escondo la miel. Un pequeño panel se desliza a un lado para revelar un compartimento que contiene un frasco. Vierto un poco del contenido en un frasco de madera y escondo la miel de nuevo. Pongo el recipiente sobre la mesa. — No babees, por favor. Con un grito de júbilo, Derrick se acerca a la mesa. Su luz brilla en oro cuando se posa en el borde del recipiente. Mete los dedos en la miel y, sin vergüenza, procede a colocar su mano entera en la boca.
Me estremezco y paso al interior del vestidor. Después de que me quito mi ropa sucia y me deslizo en mi camisón, estudio mis manos. Mis nudillos están destrozados, hinchados y magullados por golpear a Kiaran. Me arrodillo junto al lavabo que Derrick ha dejado fuera y deslizo mis manos en el interior, silbando de dolor. Nunca debí haber dejado que Kiaran me viera de esa manera. Tengo que mantener un mejor control sobre mi rabia. Él lo verá como una vulnerabilidad mucho peor que mis limitaciones físicas. Una debilidad. Una cosa es decírmelo a mí misma. Otra muy distinta, actuar como corresponde frente a él. — Maldición — susurro mientras me seco las manos. No sé qué voy a hacer cuando lo vea mañana. Para el momento en que vuelvo, Derrick ya está a medio terminar con la miel. Me esboza una sonrisa temblorosa. —¿Cómo te encuentras en esta linda… — hipa —…noche, hermosa humana? — Pensé que habías dicho que tengo un aspecto horrible. — Como el infierno — aclara — . Como el espléndido, magnífico y hermoso infierno. Dejo caer mi ropa en el lavabo para limpiarlas. El agua se vuelve oscura con la sangre y la suciedad. — Ahora estás siendo un tonto. — Diel-ma-care . — Agita una mano desdeñosa. Me quedo mirándome en el espejo de nuevo. Me pregunto cómo sabría mi poder si fuera un hada. Ceniza y sándalo, decido. Cosas que queman. Tal vez un indicio de hierro, de todas las hadas que he matado por mi madre. Usando un paño, empiezo a fregar sobre la sangre oscura todavía salpicada a través de mis mejillas, en medio de la gran cantidad de claras pecas. Me veo como una asesina, como la muerte personificada.
El carmesí te queda bien. Con un gruñido, me froto con tanta fuerza que mi piel se enrojece y duele. No más recuerdos. No más. El que Kiaran desencadenó antes fue suficiente. Fuerzo mis pensamientos a los Capa Roja. Tengo que averiguar de dónde vienen, y cómo se escaparon de su prisión antes de que suceda otra vez. No hay manera posible en que pueda arreglármelas para pelear contra tres en una noche de nuevo. Ya me cuesta luchar con las hadas solitarias, y ellas no fueron atrapadas bajo tierra durante más de dos mil años. Las hadas que lo fueron deben estar enojadas, y muy, muy hambrientas. No puedo confiar en que Kiaran me dirá todo lo que necesito saber. Lo que él no revela podría ser esencial para mi supervivencia. No voy a cometer el error de esperar. — ¿Derrick? — ¿Hmm? — Derrick vuelve la cabeza hacia mí; está brillando con entusiasmo. Desliza sus dedos en el recipiente de nuevo. — ¿Alguna vez has visto un Capa Roja? Derrick sonríe con deleite y jubilo. — Esas criaturas descomunales. Lentas como la melaza. ¡Sabes que una vez tomé mi espada, bailé alrededor de uno y lo corté en tiras! — Mete más miel en la boca y suspira — . Por desgracia, nada quedo para un trofeo.
¿Lentos como la melaza? Los Capa Roja habían oscilado sus martillos y corrido más rápido que cualquier hada a la que me he enfrentado. Me encantaría ver lo que Derrick considera rápido. O tal vez no. Sigo fregando mi ropa. — ¿Sabes cómo podría ser posible para algunos escapar del aprisionamiento?
— Se necesita tiempo — canta él — . Tieeeempo. Oh, por amor de Dios. — Derrick, concéntrate. Articula amablemente las oraciones completas. ¿Qué quieres decir? Él procede a lamer sus dedos. — Puedo hacer eso. Puedo decir oraciones. ¿De qué estábamos discutiendo? — Los Capa Roja — digo con los dientes apretados. Trato de no golpearlo, pero él está haciendo esto muy difícil — . ¿Cómo podrían escapar de debajo de la ciudad? — Oh, ¿eso está pasando ahora? ¡Qué interesante! — A mi mirada, él se sienta con la espalda recta y sus alas se abanican — . Uno no puede tener una prisión en funcionamiento sin un sello. Con el tiempo, el sello alcanza el final de su vida y comienza a fallar. ¡Completé oraciones! Mi estómago cae. — ¿Qué quieres decir con el final de su vida? Derek sonríe alegremente. — Nada dura para siempre. Una cosa buena, teniendo en cuenta el número de personas intolerables a eso. La ropa resbala de mis manos hacia el lavabo, y el agua salpica por todas partes sobre mi camisón. — ¡Derrick, esto es serio! Levanta las manos. — ¡Lado positivo! Si los Capa Roja fueron liberados primero, quien creó tu prisión tenía un plan en caso de que fallara. Un rayo de esperanza sale a través de mí. — ¿En serio?
— ¡Por supuesto! Esto significa que la mayoría de la energía se utiliza para mantener a los más fuertes sìthichean dentro por una mayor cantidad de tiempo. Así que los menos poderosos son liberados primero — traga más miel de sus dedos — , y sus enemigos pueden matarlos más fácilmente y reducir los números del ejército antes de que los más poderosos se escapen. Plan brillante. Ojalá hubiera pensado en ello. Mi esperanza muere, como debería haber sospechado que lo haría. ¿Quien sea que construyó la prisión pensó que los Capa Roja podrían ser matados con facilidad? Francamente, ese es el peor maldito plan que he oído nunca. — Déjame ver si entiendo esto — digo con cuidado — . La única cosa que protege a Edimburgo es un debilitado sello, ¿y la insurgencia actual de hadas malvadas siendo liberadas es el lado positivo? Derrick parece un poco avergonzado. — Bueno. Sí. — ¡Pero no tenemos nuestro propio ejército para matarlos! Derrick parpadea hacia mí, su voz oscureciéndose. — Caramba. Cuando lo afirmas así suena bastante deprimente. — ¿Y dónde está el sello? ¿Cómo lo arreglamos? — No sé. Nunca lo había visto. Los duendecillos no se involucran en los asuntos de los sìthichean . No es de extrañar que Kiaran no pareciera sorprendido por esos Capa Roja en absoluto, el bastardo reservado. ¿Cómo diablos se supone que voy a hacerlos estallar si no sé dónde están? Si no arreglamos ese sello, Edimburgo caerá. Es casi una certeza. Las hadas debajo de la ciudad quedaron atrapadas ahí por una razón. Si emergen, destruirán todo a su paso. Y hay algo más que Kiaran no me dijo.
— Derrick — digo. Me mira con recelo — . ¿Has oído hablar alguna vez de un Falconer? Si no estuviera vigilando su reacción, podría no haber notado que todo su cuerpo se puso rígido. Esa no es la respuesta normal de un duendecillo borracho de miel. Derrick nunca ha parecido más sobrio. — ¿Dónde has oído eso? — Su voz es baja. Un destello de miedo cruza sus minúsculos rasgos. Sus delgadas alas se abren lentamente, y su aureola se oscurece. Frunzo el ceño. — Kiaran lo mencionó. Derrick permanece totalmente en silencio a pesar de escuchar el nombre de Kiaran. Otro secreto. No importa cuánto Derrick pueda despreciar a Kiaran, comparten un pasado que me temo nunca conoceré del todo. Las hadas podrían ser incapaces de mentir, pero eso sólo las ha obligado a desarrollar formas más inventivas de eludir la verdad. Derrick se aparta de mí. — Es alguien que caza con un halcón entrenado, por supuesto. ¿Qué más podría significar? — Bien — digo, no sin una pizca de sarcasmo. Él no me va a dar la verdad, no esta noche. Tendré que exprimir el resto de Kiaran cuando lo vea. Pongo mi ropa al lado de la chimenea para secarse — . Estoy segura de que es a lo que él se refería. Una mentira a cambio de su verdad a medias.
Capitulo 11 Traducido por Xiime~ Corregido por Nanami27
Me visto y arreglo la mañana siguiente para recibir a la visita, de esa forma Dona no verá mis heridas. Guantes de seda ocultan los cortes en mis nudillos y la tela atada en mi cuello tapa los leves moretones en mi piel. El lazo reposa en mi nuca, bajo el moño suelto que me las arreglé para recogerme. Hace juego con mi vestido de día color verde suave, uno de los pocos colores en la creación que complementan mi piel con pecas. Bajo las escaleras, llevando inapropiadamente una taza de té de habitación a otra. La luz del sol — algo extraño en el invierno escocés — entra por las ventanas del salón hacia el gran pasillo. Es tarde por la mañana, pero el sol ya está bajo en el horizonte. Su luz se refleja en el candelabro, y pequeños arcoíris bailan en el papel tapiz azul del pasillo con patrones de vasijas y corales. Todo en lo que puedo pensar es en lo que me dijo Derrick anoche. Tengo que encontrar ese sello antes de que más Capas Rojas escapen… o peor. Cuando aparezca Kiaran, estrujaré la información fuera de él. Los daoine sìth han de ser las más poderosas criaturas atrapadas en el interior, y yo ni siquiera estoy cerca de vencer a Kiaran. Si él no me ayuda a luchar contra ellos, lo convenceré de que me cuente lo que necesito saber para derrotarlos. Haré lo que deba hacer. El deseo de matar vuelve a desencadenarse dentro mí, tan fuerte e implacable que por un momento no puedo respirar. Pongo la taza de té en una mesa y meto la mano en el bolsillo de mi vestido de día. Mis dedos chocan torpemente con las pequeñas piezas en el interior hasta que encuentro mi destornillador y la pequeña válvula automatizada que he empezado a construir para el encendedor. Pongo un tornillo y lo giro.
Juguetear así con piezas me ayuda a pensar, pero el alivio de matar me ayudaría a respirar otra vez. Calmaría el dolor en mi pecho. Encontrar el sello, luego seguir rastreando y prepararme para matar a la baobhan sìth . Lo mismo de todas las noches.
No. Ahora no. Pongo otro tornillo, y lo giro. Debo mantenerme concentrada. Es hora de socializar, de actuar como la dama perfecta. Hora de sentarse derecha, hombros hacia atrás, sonreír. — ¿Lady Aileana? Salto y mi mano golpea la taza de té de la mesa. Aterriza en la alfombra persa con un tum ahogado y el té se esparce por la tela. — Oh Dios — le digo al mayordomo de mi padre — . Eso no estuvo bien de mi parte, ¿verdad? MacNab sonríe bajo una barba color alazán. Inclina su inmensa forma para levantar la taza de la alfombra. La porcelana se ve diminuta en su palma mientras se endereza. — No es para preocuparse, milady — dice — . Tenía la intención de mandar a lavar la alfombra. — Qué coincidente. MacNab hace una reverencia. — ¿Hay algo que pueda hacer por usted? — Más té sería maravilloso, gracias. — Muy bien, milady. — Asiente hacia la mesa más cercana a la puerta — . Llegaron algunos regalos esta mañana de parte de sus caballeros admiradores. Pomposamente dispuestos sobre la mesa hay cuatro ramos de flores variadas: rosas, violetas, tulipanes, heliotropos, brezo, flores silvestres, arreglos caros que solo pueden obtenerse de invernaderos a esta época del año.
La antecámara nunca ha estado desprovista de tarjetas o ramos desde que acabé el luto hace dos semanas. La controversia sobre la muerte de mi madre solo ha incrementado el interés en mí, aunque no estoy segura de si ese sería el caso si no tuviera una dote substancial. Me quedo mirando esos arreglos y resisto el impulso de arrojarlos por la puerta principal. Son parte de un futuro que no puedo controlar, donde existo como una esposa cuya mayor preocupación es producir hijos y estar presentable en el brazo de mi esposo. Mis armas serán reemplazadas por abanicos y parasoles. Toma cada gramo de querido control volver mi atención hacia la válvula automática del encendedor. Saco otro tornillo de mi bolsillo. Insertar, girar, repetir. MacNab se aclara la garganta. No me había dado cuenta de que seguía ahí. — ¿Requerirá de algo más, milady? — Pregunta — . ¿Debo enviar algunas respuestas, tal vez? — Solo el té, por favor. Lo tomaré en el salón. — Levanto una tarjeta de la mesa.
William Robert James Kerr, Conde de Linlithgow . Estoy bastante segura de que los prerrequisitos del Señor Linlithgow para una esposa no incluyen: entrenada para la batalla, altamente agresiva, asesina de hadas. Se abre la puerta principal y mi padre, William Kameron, el Marqués de Douglas, entra a la antecámara dando zancadas. Me enderezo sorprendida. Padre ha estado fuera en nuestra estancia de campo por más de un mes, sin ni siquiera una carta para informarme de su planeado regreso a casa. Pongo la válvula en el bolsillo y tomo mis faldas, forzando una sonrisa. — Buenos días, Padre — digo.
Mi primer instinto al ver a mi padre solía ser abrazarlo. Cuando era niña, me gustaba imaginar que me encerraría en sus brazos y me besaría las mejillas. Me imaginaba descansando el rostro contra la amplia pared de su pecho e inhalando su suave aroma a humo de pipa y whisky. Pero Padre nunca alcanzó mis expectativas. Siempre amó a mi madre más que a mí, y todos sus abrazos, besos y preguntas cariñosas eran solo para ella. Esas eran las únicas veces que lo veía sonreír. Ahora, cuando viene a casa, incluso esos momentos afectivos se sienten como un sueño. Más aún, ni siquiera me mira. La última vez que realmente lo hizo, estaba cubierta con la sangre de su esposa, un fantasma manchado de la hija que alguna vez tuvo. Lo peor es que me parece que piensa que soy una asesina. Su expresión cuando me encontró esa noche… nunca olvidaré la combinación de pena y acusación silenciosa. Más tarde, cuando estuvimos solos, me agarró por los hombros y me preguntó qué diablos había sucedido. Permanecí en silencio, incluso cuando me sacudió tan fuerte que mi cabeza latía y mi cuello dolía. Nunca derramé lágrimas por la mujer que él tanto amaba. Nunca le di a mi padre la respuesta que más quería: alguna pista de qué había sucedido. Solamente me dejó con mi doncella, que me ayudó fregarme toda la sangre. Y cuando le dijo al jefe de policía que mi madre había sido asesinada por un animal, sospecho que lo hizo para salvar su reputación, no la mía. Padre se saca el sombrero rígidamente y alisa su oscuro cabello ondulado. — Buenos días, MacNab. — MacNab toma el sombrero de Padre y le ayuda a sacarse el saco húmedo — . Aileana. — Finalmente me dirige la palabra. Padre duda, luego se inclina hacia delante y presiona un beso formal en mi mejilla, tan rápido y brusco que se siente más como una cachetada. Aprieto más fuerte mis faldas e intento mantener la compostura. Es mejor pretender que nunca quise su afecto, que
siempre hemos sido una familia que consistió de un padre ausente, una hija rota y una madre muerta. Cuando los pasos pesados de MacNab desaparecen a través de la antecámara, mi padre y yo quedamos en un silencio incómodo. Padre se aclara la garganta. — ¿Estás bien? Asiento. — Ciertamente. Padre se saca los guantes y los pone en la mesa. — Vi al Reverendo Milroy en mi camino hacia aquí. Intento mantener mi rostro neutral. — ¿Ah, sí? — Dice que no has estado asistiendo al servicio. ¿Te importaría explicarlo? Dejé de asistir al servicio hace meses, después de que el reverendo predicara sobre supersticiones, incluyendo a las hadas entre ellas. Nos contó que creencias tan barbáricas agobian al progreso y el avance científico, porque aunque el conocimiento hace ateos a los hombres, la ciencia los devuelve a la religión. Puede que el conocimiento me haya robado la fe, pero la ciencia nunca me la devolverá. — He estado ocupada — digo, indicando los ramos. Padre alcanza las tarjetas enganchadas bajo cada ramo. — Hammersley, Felton, Linlithgow. — Levanta la vista — . Cuando respondas, espero que lo hagas con el mayor decoro. Saco del bolsillo la válvula y jugueteo con ella otra vez. — Lo haré, Padre.
— No necesito recordarte que cuando te vayas de esta casa, representarás el nombre familiar. — Sí, Padre. — Deslizo una pieza de metal a su posición. — Aileana. Deja ese artilugio. Su voz es tan fría e imponente que no puedo evitar dejar caer la válvula sobre la mesa. —Padre… — ¿Por qué arreglé que te hicieran un guardarropa completamente nuevo para la temporada? — Abro la boca para responder, pero él continúa — . Ciertamente no fue para que pudieras esforzarte en trabajar en tus inventos, faltaras a los servicios y dejaras de lado tus responsabilidades. Así que dime, ¿por qué lo hice? Bajo los ojos, para que no pueda ver mi mirada fulminante. — Usted sabe por qué invento. — Intento mantener mi voz suave, gentil — . Sabe por qué es importante para mí. Es lo que mi madre y yo hacíamos juntas, todos los días, y él nunca fue parte de ello. Cuando construyo, me recuerda a ella. Puede que haya quitado todas las pertenencias de ella de la casa, pero aún tengo mis inventos. Padre se pone rígido. — Te hice una pregunta, Aileana. Trago. Odio esto. — Para que pueda ser una pareja adecuada — susurro. — Correcto. Bajo la ley escocesa, eres mi única heredera. Eso te destaca entre todas las debutantes de la ciudad. Sí. La única cosa que tengo y que todos los caballeros quieren es riqueza. Como si necesitara que me lo volvieran a recordar. — Ciertamente — digo.
—Una boda sacaría la atención de… la situación desafortunada del año pasado. No puedo creer que se acabe de referir a la muerte de Madre de la misma manera en que uno podría describir a una pareja atrapada en un encuentro amoroso en los jardines. — Situación desafortunada. — Intento no sonar amarga — . No querríamos que se enfocaran en eso. Padre levanta su mentón y frunce el ceño. Aún, no se encuentra con mi mirada. — Espero que entiendas la importancia de esto, Aileana. Me gustaría verte emparejada antes de que termine la temporada. — Puede que no sea tan fácil — digo. — Entonces arreglaré a alguien para ti — dice simplemente. Maldito sea. Al final, realmente no tengo elección. Excepto quizás la selección de a cuál Lord soy mejor capaz de engañar. Mis futuras mentiras bañadas en una prisión de habilidades, bailes y falsa amabilidad. No puedo evitar decir algo. — ¿Está tan ansioso de librarse de mí? Un destello de emoción cruza su rostro. — No interpretes esto como algo que no es. — ¿Entonces qué es? Toma sus guantes de la mesa de forma calmada. — Es bastante simple. Parte de tu deber es casarte. — ¿Qué pasa si no quiero? ¿Casarme? Luce despreocupado.
— Por supuesto que sí. No seas dramática. Intento permanecer en calma. — No estoy siendo dramática, Padre. Sin respuesta. Ni ira, ni sorpresa, ni nada más que un mísero pestañeo para indicar que me oyó. — Lo que tú quieras no es importante — dice — . El deber viene primero. Algo violento se alza en mí, pero lo contengo. No estoy destinada al casamiento. No es para alguien como yo. Pero Padre no se da cuenta de que el casamiento me obligaría a suprimir la parte de mí que aún se apena. — Por supuesto. Padre no parece notar el destello de ira en mi voz. Me tiende las tarjetas. — Envía tus respuestas. Resisto el impulso de hacerlas un bollo en mi puño. En cambio, las acepto calmadamente. — Invitaré al Señor Linlithgow a las cuatro. — Cuando Padre frunce el ceño en confusión, le digo — : Catherine viene de visita a las once. — Muy bien — dice Padre. Le echa un vistazo a su reloj — . Haré que MacNab envíe al Señor Linlithgow tu respuesta, y volveré a las cuatro para unirme a ustedes para el té. Lo veo irse a su estudio e intento calmarme. Lo que tú quieras no es importante. En el salón, enciendo la estufa con el encendedor. Mientras la habitación se calienta, me siento en el diván de terciopelo rojo y miro por la ventana, respirando el aroma de la madera ardiendo crujiendo en la chimenea. El sol se deja ver a través de los árboles de la plaza.
Delgadas nubes blancas vagan por el cielo, arrastradas rápido por el viento. Ornitópteros y naves aéreas flotan en la distancia, con las alas aleteando relajadamente sobre las casas. Pierdo la cuenta de cuántas tazas de té consumo mientras estoy sentada aquí. Presiono el botón y la mano electrónica sostiene mi taza y echa el té. Una y otra vez. Es un alivio estar sola. Aquí, puedo dejar que las palabras de mi padre laven sobre mí con el peso arrollador de una ola. Lo que tú quieras no es importante. Lo que tú quieras no es importante. Lo que tú quieras…
— ¿Lady Aileana? — MacNab abre la puerta del salón — . La Señorita Stewart está aquí para verla. Gracias al cielo. — Déjala entrar, MacNab. Unos segundos después, Catherine entra rápidamente, con su delicado vestido de muselina rosa crujiendo contra el marco de la puerta. Su cabello está ligeramente volado por el viento, sus mejillas pálidas están más rojas de lo usual, y sus ojos azules están brillantes. — ¿Dónde está tu escolta? — Pregunto con el ceño fruncido — . Oh, vaya, no me digas que vino tu madre. — ¡Mi buen Dios, no! — Exclama — . Tuve que escaparme para verte. ¿Tienes alguna idea de lo que está sucediendo ahí fuera? — Ni la menor idea — respondo y presiono el botón en el expendedor. Té caliente cae en la taza que estoy sosteniendo y añado un poco de leche y un cubo de azúcar, como lo prefiere Catherine. Pongo el platillo de su lado en la mesa de té entre nosotras. Catherine se saca el chal y lo pone en el diván frente a mí, alisándose las faldas.
— Princes Street es un completo desastre. ¿Sabes que la mitad de North Bridge fue destruido? Hago un gesto de dolor. Había esperado escapar de los recuerdos de mi destrucción de la noche anterior, pero supongo que al menos debo lucir sorprendida. — ¡Qué horrible! — Respondo — . ¿Qué podría haber sucedido? Toma un sorbo de té. — Al parecer hubo una explosión tarde anoche, sin embargo, qué lo causó sigue siendo un misterio. La fuerza policial fue llamada para investigar e inspeccionar los daños. Me congelo. Ni siquiera se me ocurrió considerar quién resultaría lastimado como consecuencia de mis acciones. — Por favor, dime que nadie fue herido. — Apenas puedo decir. — Nadie, gracias a Dios. — Catherine se inclina hacia delante y toma mi mano — . Lo siento. No pretendía preocuparte. Exhalo con alivio y le doy una sonrisa débil. — Gracias. Continúa. — No hay mucho más que decir. Todo entre el sur de Princes Street y Waterloo Place ha sido acordonado. — Se encoge — . El tráfico era tan terrible, casi me salí del carruaje y caminé. Habría llegado más rápido si tuviera un maldito ornitóptero. Asiento. Soy una de los pocos individuos lo suficientemente ricos para tener una propia máquina voladora. Aunque construí la mía, es un invento reservado solo para las familias más ricas de Edimburgo. Solo unos pocos ingenieros en el país están calificados para construirlas. — Asumo que tu madre respondió con pánico, si no, no te habrías escapado de la casa sin un escolta. Catherine asiente calmadamente.
— Intentó usar eso como excusa para hacerme no venir a almorzar. Naturalmente. — Naturalmente. — Y cuando eso no funcionó, trajo a colación lo que le sucedió a Lord Hepburn. — Me mira y toma un sorbo de té. Oh vaya. Me había olvidado del pobre Lord Hepburn. Espero que se haya recuperado de esas heridas feas sin demasiada dificultad. — ¿Qué hay de él? — ¿No lo has oído? El pobre hombre fue atacado durante la asamblea. Finjo sorpresa. — ¿Atacado? ¿A qué te refieres? — Quien sea que fuera le cortó el pecho a Lord Hepburn, aunque fue encontrado con suturas de sastre. ¿No es raro? Como si el atacante hubiera cambiado de parecer. Abro más los ojos para lucir lo más inocente posible. — ¡Por Dios! ¿Recuerda algo? ¿Algo como que una mujer loca luchó contra un atacante invisible y luego le dio puntadas y lo dejó en su cama? ¿Recuerda eso? — No — dice Catherine — . Inconvenientemente no. — Bueno. — Bien — . Espero que encuentren al vil responsable. Solo piensa: el atacante puede haber sido otro invitado en el baile. ¿Puedes imaginarlo? Catherine suspira y baja su copa y platillo. Se esparce un poco de té en el mantel. — Por los cielos, creo que estoy enloqueciendo. — Se toma el puente de la nariz y cierra los ojos brevemente — . No puedo creer que vaya a preguntarte esto.
— ¿Preguntarme qué? Cuando mira hacia arriba otra vez, sus ojos están brillantes con lágrimas contenidas. — ¿Fuiste tú? Casi no puedo respirar, mi pecho duele demasiado. — ¿Yo? — La palabra sale en un graznido — . ¿Por qué haría tal cosa? — Al diablo con todo, pero creo que los rumores ya han empezado a influenciarme. — Duda, como si estuviera pensando cuidadosamente qué dirá a continuación. Lentamente, dice — : Te vi en ese corredor. Me pediste que sostuviera tu bolso de mano. Te perdiste cinco bailes y volviste al salón luciendo aterradoramente descuidada. ¿Qué se supone que piense? Nuestra amistad ha sido inalterable desde la infancia. Fue mi único consuelo cuando estaba de luto, y es la única relación confortable que me queda. A pesar de eso, no creo que pueda alguna vez dejar de mentirle a Catherine. Sé que nunca entenderá lo lejos que he estado de la persona que cree que soy, pero nunca pensé ni una vez que dudara de mí. — ¿Crees que la maté a ella también, entonces? — Pregunto en voz baja — . ¿A mi madre? — ¡No! — Luce horrorizada — . Mi Dios, nunca pensaría eso. — Entonces debes saber que nunca habría lastimado a Lord Hepburn. Catherine me estudia. — Pero sabes quién lo hizo. ¿No? Entonces sonrío. — Eso sería admitir que estuve ahí. Estaba en la cuarto de las damas con un dolor de cabeza, ¿recuerdas?
Catherine no devuelve mi sonrisa. — No sé en qué te has metido, pero si es serio, deberías decirmelo. Estoy tentada. Solo las hadas conocen mi secreto; la mayoría de ellas muere después de descubrirlo. Catherine es mi última conexión a una vida normal, la única que tuve antes de convertirme en… esto . Si ella solo supiera qué tan importante es que me quede una cosa que no sea tocada por las hadas. Me ata a mi humanidad, lo poco que queda de ella. — No puedo — digo suavemente. Baja la mirada. — ¿Estás a salvo, al menos? — Te prometo que sí. — Es mucho mejor seguir mintiéndole que decirle aunque sea un poquito de la verdad. Ella se seca las lágrimas. — Nunca debería haber dejado que el horrible cotilleo me afectara así. Siento haber dudado de ti. — No es necesario que te disculpes. Dudo de mí misma todo el tiempo. Asintiendo con la cabeza, se aclara la garganta. — Debes prometerme que este dolor de cabeza no te volverá en el baile de Gavin. — Cuando no hago más que mirarla, Catherine frunce el ceño — . Te acordaste de eso, ¿no? Vuelvo a sorber mi té. —Sí. Tu querido hermano… que está en Oxford… —Y que vuelve mañana… — Por supuesto — digo brillantemente — . ¿Cómo me lo olvidaría? Catherine claramente nota mi mentira.
— Haremos un baile en su honor y me aseguraste que me salvarías de las garras del tedio. — Y así lo haré — digo — . No me lo perdería por nada en el mundo. Debería estar feliz de que vuelva Gavin. Antes de que se fuera a Oxford hace dos años, habíamos sido buenos amigos desde la infancia. Ciertamente, una vez fantaseé con la idea de que nos casáramos algún día. Pero ahora solo será otra complicación más. — Y bailarás con cada caballero que firme tu tarjeta. — Bailaré con cada hombre que firme mi tarjeta — juro. Todo lo que tiene una dama es su reputación, y la mía es tan cuestionable ahora que incluso mi más querida amiga casi me creyó capaz de violencia. Debería intentarlo más, como desea Padre. Debería cumplir mi deber y ponerme mi falso rostro alegre. No desaparecer después de una danza. Debo ir al baile y comportarme como la dama que se espera que sea. A no ser, por supuesto, que aparezca un hada y tenga que salvar a otro caballero de edad de sus garras. Catherine sonríe. — Ahora. Creo que me prometieron una galletita. — La razón primordial para estar aquí, sospecho. — Miro por la ventana — . Galleta y almuerzo, luego un paseo al parque. Puede que no volvamos a ver el sol hasta la primavera, después de todo. Después del almuerzo, Catherine, Dona y yo dejamos la casa y vamos hacia el centro de Charlotte Square, donde está estacionado mi ornitóptero. El mío es el único que queda, así que las otras familias deben de haber usado sus propias máquinas voladoras para evitar el tráfico. Deslizo los dedos por la estructura. Cuando lo construí, me aseguré de que el esqueleto metálico fuera lo suficientemente ligero y fuerte como para aletear exactamente como las alas de los murciélagos. Abarcando más de diez metros estando extendidas, las alas están
posicionadas con engranajes de acero intercomunicados que giran para mantener la máquina en vuelo. El interior de acero y madera fue lo que tomó más tiempo para construir. La pequeña cabina tiene un visor de lluvia retráctil para las inclemencias del tiempo, aunque prefiero volar sin el techo. Dos personas pueden sentarse cómodamente en los asientos de cuero, pero Catherine insistió en traer a Dona como nuestra chaperona, así que estaremos un poco amontonadas hoy. — No debemos llamar mucho la atención o llegará a los oídos de Madre — dice Catherine mientras arroja dentro su bolso de mano — . Ya estaré en bastantes problemas con ella por no traer a mi doncella. Sé que me va a sermonear sobre etiqueta otra vez. — No hay necesidad de explicarlo — digo — . Padre ya me sermoneó sobre ese mismo tema. Catherine hace una pausa. — ¿Así que regresó, entonces? — Lo dice ligeramente, con un destello de desaprobación. — Sí. Justo antes de que llegaras. — Oh vaya. ¿Qué dijo?
Lo que tú quieras no es importante. — Nada de importancia. — Asiento hacia Dona — . ¿No crees que la gente notará que Dona es un poquito joven para ser una chaperona apropiada? Catherine analiza mi doncella con cuidadoso escrutinio. Dona traga y aprieta más fuerte el chal sobre sus hombros. Catherine suspira. — ¿Puedo? — Le saca el chal a Dona de los hombros — . Sabes, esto sería mucho más fácil si una de nosotros hubiera invitado una pariente femenina para la temporada.
Me apoyo en el ornitóptero y cierro los ojos. De ninguna manera hace calor, pero el sol se siente hermoso en mi piel. — Tendría que haber sido una de las tuyas, encones. Mi familia tiene generaciones de hijos únicos y mis abuelos están muertos. — Tengo una tía lejana — dice Catherine — . Afirma que las palomas en su propiedad esperan para verla desvestirse. — ¿Oh? Bueno, eso no es sorprendente. Las palomas son criaturas bastante viles. Catherine pone el chal sobre la cabeza de Dona y le da una vuelta para que sus facciones de muchachita estén mayormente ocultas. — Ahí. Eso puede ser suficiente para engañar a la gente desde la distancia. — Esperemos que no se nos acerque nadie, entonces — digo. — No puedo ver, señorita — murmura Dona. — Mejor. Solo necesitas ser capaz de ver tus pies, para que no te tropieces con nada — contesta Catherine y le da una palmadita reconfortante en el hombro. — Perfecto. — Abro la puerta del ornitóptero — . Hemos dejado a Dona mayormente ciega y parcialmente disfrazada como una mujer vieja por una maldita caminata en un parque público. Catherine asiente, para nada sorprendida con mi horrible uso de la lengua inglesa. — Las que cosas que hacemos por la luz del sol. Me hago hacia atrás para dejar entrar a Catherine y a Dona, luego voy hacia el lado del conductor y me deposito dentro. Nuestras faldas ocupan la mayor parte de espacio libre en la cabina. Dona está apretujada en el medio, su pequeña figura aún más empequeñecida. — Ya estamos — digo — . ¿Todas listas?
Dona traga. — Lady Aileana, ¿está segura de que esto es seguro? He oído historias… — Seguro como una casa — interrumpo alegremente — . Lo construí yo misma, ¿recuerdas? Dona se hunde con un débil: — Sí, milady. Sonrío y acciono los interruptores para prender la máquina. Hay humo saliendo del conducto frontal y Dona salta. Contengo una risa y me acomodo en el asiento. Al menos no es consciente de que está sentada en el depósito oculto de armas. Descanso mis manos en el timón, resguardado por una goleta justo como la que está en mi habitación. Las alas se extienden hacia fuera, desde su posición de reposo a su largo completo, aleteando con ruidosos y suaves zumbidos . Comenzamos a alzarnos justo por encima del suelo cuando las alas empiezan a batirse más y más rápido. Luego giro el engranaje junto a mí y presiono mi pie contra el segundo pedal. La máquina se eleva suavemente y vuela sobre las casas en Charlotte Square. — ¿Alguna de ustedes quiere algo de té? — Pregunto. Ambas damas sacuden la cabeza. Giro el ornitóptero en dirección al castillo — . Bueno, yo sí. ¿Podrías alcanzarme una taza del compartimiento junto a ti, Catherine? Catherine abre un panel de madera y agarra una taza de té de porcelana. Me la da y la pongo bajo el caño de acero frente a Dona. Presiono otro botón y el té, caliente y ya impregnado, cae en la taza. El aroma a brezo llena la cabina. Agarro la taza y tomo un sorbo. Perfecto. — Oh Dios — exhala Catherine — . Mira ahí.
Apunta sobre mi hombro. Me volteo y jadeo suavemente. Desde el cielo, podemos ver cada detalle de la destrucción de North Bridge. La mitad se ha caído debajo del valle, con una parte rota aun colgando. Una gran muchedumbre se ha reunido, cubriendo las calles para ver el puente. Carruajes a vapor abarrotan el camino, con apenas espacio entre ellos. Al final de Ciudad Nueva, al otro lado del puente, el tráfico está siendo redirigido a Ciudad Nueva por la vía de Lothian Road, y no es un desvío pequeño. La ciudad entera es un lío de tráfico y peatones. Todo por mi culpa. — ¿Qué crees que podría haberlo causado? — Pregunta Catherine. Pasamos junto a una máquina voladora automática con un cartel publicitario oscilando detrás. Me enfoco en las palabras, para centrarme en algo más que en mi destrucción. Cerveza Pálida del Este de la India… La cerveza de esta temporada está en excelentes condiciones, en botella y en barriles…
— No tengo idea. — Espero que no noten cómo tiembla mi voz, cómo estoy mirando fijamente al cartel en vez de a la vista que hay debajo. — ¿Crees que podría pasar otra vez? — Pregunta Catherine. Vuelvo mi atención hacia Catherine. — Por supuesto que no. — Sueno falsa, como lo hace Kiaran cuando pretende estar preocupado — . Quizás tiene algo que ver con un carruaje en mal funcionamiento. La combustión es una cosa delicada. — Le sonrío — . No teman. Nosotras no volaremos en pedazos. Catherine y Dona parecen satisfechas con eso. Pasamos junto a Castle Rock. Incluso a la luz del sol el castillo es oscuro e imponente, un sorprendente contraste con la vegetación debajo. El parque está mayormente vacío, algo sorprendente en un día tan lindo. Me golpea el entendimiento de que todos deben estar agrupados en la Princes Street para observar el desastre.
Encuentro un trozo de césped vacío hacia el este, al final de Nor ‘ Loch, justo bajo el acantilado. Las alas dan un solo aleteo rápido cuando el ornitóptero aterriza. — Gracias al cielo — murmura Dona. Después de un último sorbo de té, tomo mi parasol y abro la puerta. Las tres salimos del ornitóptero, a través de los gruesos árboles que rodean la base del Castle Rock. El césped húmedo chapotea con cada paso que damos. La briza aquí es fresca, pero no terriblemente fría. Este es uno de esos días de invierno que tendremos cuando sea lo suficientemente tolerable para dar un paseo en la tarde. El sol se pone demasiado temprano en esta época del año como para que haya muchas actividades al aire libre. Ya está bajo la línea de los árboles. Las sombras detrás de los árboles se están haciendo más largas y notablemente más frías que los trozos brillantes entre ellas. El parque está silencioso, ni siquiera hay pájaros u otros animales. Las tres estamos completamente solas. — Quería hablar contigo sobre algo — dice Catherine de repente. Abro el parasol y descanso el palo ligeramente en mi hombro. Las nubes de lluvia distantes han comenzado a acercarse. No nos queda mucha luz diurna. — ¿Hmm? Catherine duda y le echa un vistazo a Dona. Dona baja la cabeza e inmediatamente demora su paso para darnos más privacidad. — Si Dona oye algo — le digo a Catherine — , será perfectamente discreta. Catherine se ruboriza pero asiente. — Sé que no te gusta discutirlo, ¿pero al menos has pensado en el matrimonio?
Lo que tú quieras no es importante.
Miro mis pies. La parte superior de mis zapatillas está manchada con barro. — Sí — digo. Sonrío con arrepentimiento — . Concluí que no era para mí. Dona jadea detrás de nosotras. Ante mi mirada sorprendida, baja la cabeza. — Lo siento mucho, milady. — Está bien — digo — . Desafortunadamente, mi padre se siente de manera diferente. Dice que debo comprometerme antes del final de temporada. Cuando saqué a colación las dificultades potenciales, dijo que estaba siendo dramática. — Bueno — dice Catherine secamente — , sensibilidad de una mesa de té, ¿verdad?
él
tiene
toda
la
— El deber viene primero, ¿recuerdas? — El pretexto muy usado de Padre. Catherine deja salir una respiración con disgusto. — ¿Así que decidió interesarse en tu vida ahora? Y pensar que solo le tomó un año reconocer tu existencia. A mí no me agrada su madre, a ella no le agrada mi padre. Al contrario del mío, el padre de Catherine la amaba, y mostraba más afecto hacia mí del que jamás recibí del mío. Murió hace cuatro años, cuando yo tenía catorce y Catherine trece. — Mi querida amiga, tu sarcasmo está empezando a mostrarse. Sonríe seriamente. — Lo merece. — No lo discuto. Continuamos caminando, pasamos junto a las ruinas cubiertas de hiedra bajo el Castle Rock. La cara del acantilado destella naranja
por el sol poniéndose entre los árboles. Las nubes se están acercando más. Cuando inhalo, huelo el primer destello de humedad en el aire que indica que lloverá pronto. Ahí se va nuestra placentera caminata bajo el sol. — Debo saberlo — pregunta Catherine — . ¿Pensarías menos de mí si dijera que me quiero casar? — Para nada — digo suavemente — . Yo también quería hacerlo, antes… — Antes de convertirme en lo que soy — . ¿Tienes a un caballero particular en mente? Catherine se ruboriza. — Bueno, Lord Gordon y yo hemos bailado algunas veces, y me ha visitado recientemente a las cuatro. — Suspira — . Lo encuentro de lo más agradable. Si aún fuera la chica que solía ser, esta habría sido mi vida. Cortejos, decidiendo mi mejor pareja, preguntándome sobre cuándo me casaría. Por un pequeño momento, envidio a Catherine. Puede compartir su vida enteramente con alguien, ser completamente satisfecha. No necesitará mentirle a su marido, o escaparse de la casa en la noche para calmar una necesidad de violencia. Al contrario de mí, puede amar a alguien sin pretextos. Intento sonar más alegre de lo que me siento. — Eso es maravilloso. ¿Y tu madre? — Madre lo considera inadecuado. Bufo. — Eso es absurdo. Es un conde, después de todo. —No es su título. Es porque él es… — ¿Es qué?
Ella mira a nuestro alrededor, como para asegurarse que no haya nadie además de mi doncella en la proximidad que nos escuche. — Es inglés. Finjo estar en shock. — ¡Dios mío! Alguien llame al juez inmediatamente. ¿Un inglés en Escocia, dices? Catherine ríe. — Soy consciente de lo ridículo que es, pero mi madre insiste en que me case con un escocés. Cree que los ingleses no tienen corazón y que están trastornados. Con una risita, salto sobre otro charco de lodo y casi me resbalo cuando aterrizo. Maldición. El césped es bastante traicionero en invierno. Después de recuperar mi paso, pregunto: — ¿Mencionó ella dónde obtuvo esa poca de información? — Desearía poder decirte. Llamó a Lord Gordon un Sassenach 10. ¿Puedes creerlo? Es la primera vez que la he oído decir una palabra tan vil. Se levanta una briza. Los árboles sin hojas se sacuden y las ramas gruñen. Una corriente de aire glacial se filtra dentro de mi grueso abrigo. Tirito y lo aprieto alrededor mis hombros hasta que el cuello de visón queda bajo mi barbilla. Mis mejillas ya están ardiendo de frío. — Al menos Lord Gordon solo necesita la aprobación de Gavin. Su regreso a casa es más que conveniente. Catherine se ilumina. — Entonces Madre podrá finalmente concentrarse en encontrarle una pareja a él, en vez de gastar todos sus esfuerzos en mí. Contengo una risa, imaginando cómo reaccionaría su hermano a eso. Mi Dios, estaría horrorizado. Término despectivo que usan los escoceses para referirse a los ingleses.
10Sassenach:
— Pobre Gavin. Nuestro querido amigo no tiene idea de qué le espera cuando llegue. Me mira brevemente. — Recuerdo una vez en la que tú pretendías casarte con él. Hago un sonido ahogante en la parte posterior de mi garganta. — En serio, Catherine. Lo estás recordando mal. — ¡Tonterías! Solías escribirlo en tu cuaderno de inventos: Lady Aileana Stewart, Vizcondesa de Cassilis . — Sonríe astutamente — . Supongo que tendrás que cambiarlo para que se asemeje a su nuevo título ahora, ¿no lo crees, Condesa de Galloway ? — Oh, cállate. Eso fue una falla de juicio — digo, agitando una mano con desdén — . Era joven y tonta. — Lo hiciste por cuatro años. La fulmino con la mirada. — Fue una falla de juicio muy larga. —Él es… bueno… algunas mujeres dicen que es encantador. Y es algo apuesto, supongo. — Vuelve hacia mí sus ojos inocentes — . ¿Hay alguien que consideres más apto? Por ninguna razón que pueda comprender, pienso primero en Kiaran. No es ni remotamente apto, y ciertamente jamás alguien confiable. Pero es el único hombre que ha visto la ira en mí, que la acepta y la fomenta. Nunca puedo olvidar el apabullante sabor de su poder, tan salvaje y fuerte. Si puedo imaginarlo lo suficiente bien, aún puedo probarlo en la parte de atrás de mi garganta, como si realmente estuviera aquí. Como si está aquí. Mi cabeza se levanta de un golpe y casi jadeo con alarma. Ahí está Kiaran MacKay, paseando entre los árboles hacia nosotras, ataviado con las finas ropas de un caballero rico. El áspero ropaje de lana que
usa generalmente ha sido reemplazado con pantalones finamente entallados, un chaleco negro y una levita que vuela detrás de él. Su cabello negro atrapa la luz del sol desvaneciéndose, y la puesta de sol hace brillar un halo a su alrededor. Se ve tan tentador como el mismísimo diablo y maldito sea por eso. Estoy sin palabras por el shock. Esto es traición. Esto va más allá de nuestro pacto tácito de privacidad durante nuestras vidas diurnas. Kiaran simplemente sonríe.
Capitulo 12 Traducido por Apolineah17 Corregido por Nanami27
Intento no dejar que se muestre mi angustia mientras Kiaran se aproxima. Sin embargo, Catherine nota algo y mira por encima del hombro hacia Kiaran… Se queda inmóvil, boquiabierta, en estado de shock. Entonces él ni siquiera se molesta con la invisibilidad. Muerdo mi lengua para contener la vil grosería que amenaza con salir. Cuando dijo que terminaríamos la conversación de la otra noche, no pensé que significaba que me abordaría en un parque público. Kiaran se detiene a mi lado y no se molesta en reconocer con un saludo a Catherine o a Dona. Sus ojos color amatista perforan los míos, retándome. Ahora que los veo en plena luz del día, no puedo evitar notar lo penetrantes que son, cuán inflexibles. — Necesito hablar contigo — dice. Catherine y Dona jadean ante su presunción. Un caballero nunca se acerca a un grupo de damas y dice algo así de osado. Y Kiaran ya me está mirando de una forma que traiciona demasiada familiaridad. Mi vida privada ahora está expuesta ante él, y aquí estoy. No una cazadora. No la violenta criatura que masacró a dos Capas Roja justo anoche. Una simple dama: con prendas finas, parasol y todo. Y ahora tengo que actuar el papel o arriesgarme a perder mi reputación. Levanto la barbilla e intento imponer un poco de orden a la situación. — Señorita Catherine Steward, ¿me permitiría presentarle a… erm… — trago saliva fuerte — , el Señor Kiaran MacKay?
Catherine se le queda mirando, con una extraña expresión en el rostro. — ¿Cómo está? Kiaran finalmente desvía su atención de mí y se percata de la presencia de mis compañeras. Parpadea, como si estuviera sorprendido que ellas siguieran aquí. Entonces las contempla con una estrecha y fija mirada. — Kam, no estoy aquí para socializar. — No te atrevas a avergonzarme, patán — siseo con los dientes apretados. Entonces, en voz más alta digo — : Y esta es la señorita Dona MacGregor. Elige este momento para acercarse a mí, así que voy a obligarle a observar la etiqueta adecuada para saludar a las damas en un parque, al canalla. Dona no habla. Su chal se ha deslizado desde el contorno de su rostro y sus ojos están abiertos y asustados, su piel es incluso más pálida que de costumbre.
Ella sólo puede detectarme en ocasiones , dijo Derrick. No es que sea completamente difícil adivinar que Kiaran no es humano, ya que es terrible interpretando el papel. Su naturaleza de hada es evidente en su asombrosa belleza, en la forma en que se mueve y respira. Él nunca luciría completamente normal, incluso si le importara intentarlo. Maldición. Debería haber enviado a Dona lejos en lugar de oír a Derrick. Aroma de rosa, la solución limpiadora, de hecho. — Tú — le dice Kiaran a Dona — , sabes exactamente lo que soy, ¿verdad? Dona tiembla. —No… no entiendo. — Entiendes perfectamente bien — dice Kiaran — . Pero mantén esa pretensión. Podría salvar tu vida un día.
Doy un paso frente a Dona, frunciéndole el ceño a Kiaran. — ¿Podrías siquiera intentar ser un humano? — Preguntó — . ¿Por tan sólo cinco minutos? Kiaran suspira y murmura algo en ese idioma que no comprendo. Catherine no parece notar el pánico de mi doncella, o la extrañeza de nuestra conversación. Se le queda mirando a Kiaran en silencio, con descarado asombro. Luego parpadea rápidamente y extiende su mano, con la palma hacia abajo, como si hubiera olvidado esa parte de un saludo apropiado. Kiaran toma su mano. — ¿Qué voy a hacer con esto? ¿Besarlo? Dona se estremece, y Catherine parece estar a punto de desmayarse. — Eso sería genial — susurra, de una manera soñadora que suena completamente diferente a ella misma. Miro boquiabierta a Catherine con incipiente horror. ¡Oh, diablos! Ella ha sido deslumbrada por la magia de hada. Kiaran me dijo sobre el terrible efecto que los daoine sìth tienen en los humanos. Las personas voluntariamente se convierten en víctimas por el simple toque de un hada, por un momento de cercanía. Antes de que los daoine sìth quedaran atrapados bajo tierra, muchos seres humano habían muerto debido a ello. — He cambiado de opinión. Deja de interpretar inadecuadamente el papel de humano — digo — . Suelta su mano y aléjate. Retrocede un paso muy grande. Kiaran se apoya contra el árbol junto a mí. — ¿Terminaste entonces? — Pregunta —. Debemos discutir… — Perdóneme, Señor Mackay — dice Catherine, sacudiendo la cabeza como para despejarla — , pero debo decir que usted es demasiado hermoso.
Kiaran la contempla con calma. — Veo que esto no va a ir tan bien como había esperado. Dios mío, qué insensible bufón. Justo cuando pienso que él no puede estar tan perdido cuando se trata de estar cerca de los humanos, viene y me demuestra que estoy equivocada. — Esto es lo que sucede — le digo — cuando decides hacerte visible. ¿Estás loco ? —Parecía… correcto en ese momento — responde, aparentemente despreocupado por el efecto que está teniendo sobre mi amiga. — Al diablo contigo, Kiaran MacKay. Dona agarra el hombro de Catherine para mantenerla a raya. — Milady — susurra —, deberíamos irnos. Esto… algo no está bien. — No quiero — dice Catherine, liberándose de su agarre — . No estoy lista. Catherine agarra la manga de la levita de Kiaran, retorciendo la tela para tirar de él hacia ella, con los ojos aturdidos. El deslumbramiento por la magia de hada rasgará y desgarrará las ropas por tener otro contacto con la piel de un hada. Ella no ha llegado a ese punto, todavía no, pero cualquier contacto con él y podría hacerlo. La jalo hacia atrás con fuerza y me pongo frente a ella, agarrando sus hombros. — ¿Catherine? Sus uñas se clavan en mi abrigo, sus movimientos son descoordinados y desenfocados. — Hermoso — respira, sin apartar los ojos de Kiaran. — Arréglalo — espetó hacia él — . O nunca te perdonaré. — Váyanse — les dice a mis compañeras, sin apartar su mirada de la mía — . Ahora.
El estallido de poder que emana de él — por lo general tan tentador y magnético — acalambra mi estómago, un nauseabundo revoltijo que me hace doblarme. Es un sabor tan fuerte que casi vomito. Sin dudarlo o sin una palabra de despedida, Dona y Catherine se dan la vuelta y se van paseando por la hierba, en dirección a Princes Street. Sus movimientos son tranquilos, como si nada estuviera mal. Deambulan por los árboles y quedan fuera de la vista. — ¿Qué les hiciste? — Las obligué a regresar a casa — dice — . No me recordarán. —¿Catherine está…? — Ella está bien. Los efectos por verme se desvanecerán. Lanzo mi parasol al suelo y le frunzo el ceño. Toma todo mi esfuerzo no golpearlo. — ¿Qué estabas pensando al venir aquí? Kiaran inclina su rostro hacia el cielo. Los últimos vestigios del sol iluminan su piel con un resplandor dorado que es a la vez extraño y encantador. — Qué magnífico clima, ¿no?
Deja de mirarlo, boba . Apartó la mirada. — ¿Cómo te atreves a hacer esto? Teníamos un acuerdo. Se aleja del árbol y me rodea, como si acechara a su presa. Sus pies son silenciosos sobre la hierba. — No recuerdo alga vez haber hablado de una promesa. — Estaba sobreentendido. — No trato con negociaciones implícitas. — Kiaran mira detrás de mí — . ¿Entiendo que no quieres que nos vean juntos? Resoplo.
— Por supuesto que no. Sobre todo ahora que me has privado de mi chaperona. Kiaran chasquea la lengua y hace gestos detrás de mí. — No deberías preocuparte por ellos, entonces. Me giro. Una pareja pasea en nuestra dirección, una chaperona se encuentra atrás, no tan lejos. Todavía no me han visto, pero una dama de mi reputación y posición social no debería estar sola en el parque, y ser vista a solas con un hombre seguramente empeoraría las cosas. Con un suspiro, me quito un guante y agarro la mano desnuda de Kiaran. — Ocúltanos — susurro. — Lo voy a considerar. ¿Deberíamos negociar? Estoy tentada a recoger mi parasol y golpearlo con él. — Has arruinado mi tarde. Por lo menos hazme este servicio. Kiaran sonríe y entrelaza sus dedos con los míos. Soy sorprendida por lo suaves que son, lo cálidos. — Ahora. — Sus palabras son bajas, apenas audibles — . Estás oculta. Sus ojos son profundos, como si contuvieran una interminable extensión de espacio, profundidad y oscuridad. Excepto por las motas doradas, cenizas ardientes en el abismo infinito. La edad de Kiaran se refleja allí. Ha visto siglos ir y venir, ha visto una innumerable cantidad de personas vivir y morir, el nacimiento y la destrucción de civilizaciones enteras. Él es una reliquia viviente. La pareja pasa junto a nosotros, riendo y charlando. Me asombro por la repentina vergüenza de que Kiaran tenga que esconderme de mis compañeros y que incluso necesite de él. ¿Cuándo fue que llegué a preocuparme tanto por lo que él opine de mí? Quiero tanto que me vea como la cazadora y no como la dama, nunca como la dama. Las noches
en que cazamos son las únicas veces en que alguna vez me he sentido en igualdad de condiciones con un hombre, aunque él no es uno. Debería estar enojada con él. Debería regañarlo otra vez por presentarse ante mí de esta forma, por obligarme a revelar la parte de mí que no quería que conociera. En vez de eso, me sonrojo de vergüenza y ni siquiera puedo comenzar a comprender por qué. Incapaz de mirarlo a los ojos, aparto la mirada. — Nunca quise que me vieras así. — ¿Así cómo? — A mí, en este maldito vestido. Soy la hija de un marqués de alta cuna. Debo lucir como si nunca hubiera tocado un arma en mi vida. — No debería haberle dicho esto. Ahora pareceré más débil que nunca. Soy la criatura salvaje que él vio pelear, matar y sobrevivir apenas la otra noche. Los vestidos ocultan mi imperfección. Encubren a la criatura salvaje que vive dentro de mí y se nutre de la ira. Soy un lobo con piel de cordero. Su respuesta me sorprende. — Son cuestiones insignificantes, Kam. No cambian nada. ¿Crees que estas ropas obstaculizan mi capacidad de utilizar una espada? No son ningún impedimento. Casi me río. — Intenta pelear con un corsé y enaguas. Él sonríe irónicamente. Escaneo su indudablemente costoso atuendo. Sé de calidad de telas cuando las veo. — ¿Dónde siquiera encontraste esos? — El tendero me los dio — dice. — ¿Bajo la influencia de poderes de hada, supongo?
— Sìthichean. — Hadas. Kiaran sonríe. — Yo quería las ropas. Él las tenía. Se las pedí, muy amablemente, y las ajustó a la medida para mí. Ahora tienen buen ajuste. ¿Debemos discutir la moralidad de ello?
Moralidad . En toda mi preocupación porque él me encontrara de esta forma, había olvidado por completo la verdadera razón por la que necesitaba hablar conmigo, y me volví fría otra vez. Nuestro momento genial había pasado. — Sí, MacKay — pronuncio lentamente — . Vamos a discutir sobre la moralidad. ¿Cómo la falta de moralidad al no decirme sobre el sello que, una vez roto, liberará a las hadas que podrían masacrar a miles de humanos? Kiaran al menos tiene la decencia de parecer un poco incómodo, aunque su único indicio es un ligero cambio en su mirada. — Algún día, voy a cortar la lengua de ese duendecillo — murmura. — Por lo menos él fue honesto conmigo. Miro alrededor. No hay nadie más a la vista, sólo Kiaran y yo parados en medio de un círculo de árboles. Bien. Libero su mano y me pongo de nuevo mi guante. — La ruptura del sello es algo inevitable — dice Kiaran, metiendo las manos en los bolsillos — . Sucederá cuando el eclipse lunar ocurra en el solsticio de invierno. En seis días. — Seis días — susurro, casi incapaz de decir las palabras. Me enfrío y es difícil respirar. Eso es demasiado pronto. Si las hadas logran escapar, ¿cómo será posible salvar la ciudad? Un ejército entero de humanos no podría derrotar a las hadas. Incluso un par de Capas Roja fugitivos podrían causar estragos incalculables. No puedo
enfrentarme a ellos si eso sucede, no por mi cuenta. No puedo salvarlos a todos. — Tenemos que encontrar el sello antes de que eso suceda — le digo — . Y reactivarlo de alguna manera. Él niega con la cabeza. — El sello sólo puede reactivarse durante el eclipse. Todos los sìthichean habrán escapado para entonces. — Seguramente debe haber algo que podamos hacer — digo. — Tenemos una oportunidad. — Es tan silencioso que apenas puedo oírlo sobre la brisa. A nuestro alrededor, los árboles se agitan y las hojas muertas caen por la hierba — . Tienes que estar allí para reactivarlo — dice — . Eres la única que puede hacerlo.
Capitulo 13 Traducido por Celi88 Corregido por Nanami27
Seguramente debo haber escuchado mal. — ¿Te ruego me disculpes? Kiaran se mueve más cerca, sacándose las manos de los bolsillos para cepillar sus dedos contra los míos. Su poder hormiguea por mi guante, cálido y suave. Sería un gesto tranquilizador si no hubiera venido de él. Kiaran no consuela. Nunca lo ha hecho. — Anoche me hiciste una pregunta. ¿La recuerdas? — ¿Qué es un Falconer? — Susurro. Tal vez no debería ver hacia donde conduce este camino. Quizá lo mejor es simplemente mantenerlo como una palabra y no saber la verdad detrás de ella. Dejarme creer que un Falconer es precisamente lo que Derrick dijo que era, que él no mintió a medias. No, no puedo hacer eso. Padre puede pensar que juego con mis inventos y descuido mis responsabilidades, pero está equivocado. Esta es mi responsabilidad, mi carga. No voy a huir de ella. No lo haré. Kiaran levanta mi barbilla. — Kam. Tú eres una Falconer — dice. — ¿Pero qué significa? El sacude la cabeza. — Dime lo que sientes y te diré lo que significa.
Kiaran presiona la palma de su mano contra la mía, lo suficientemente cálida para sentirla a través de mi guante. La parte posterior de sus dedos acarician mi mejilla, dejan rastros de su poder a lo largo de mi piel y ruedan como gotas de agua fría. El sabor es exquisito, como pétalos de flores de seda que cepillan arriba y abajo por mi lengua. Me cuesta respirar y me apoyo en la calidez de su toque. — Dime — Y-Yo no… — Sí — dice — . Sientes poder. — Sí — suspiro. — Y has sentido a los sìthichean desde la primera vez que viste uno, ¿verdad? El primer hada. El primero, el primero, el primero… Me empujo lejos de su toque, con tanta fuerza que casi pierdo el equilibrio. Un charco de agua fría empapa mis medias. No lo recordaré. No lo recordaré. Pero no puedo parar los recuerdos que se acumulan y se estrellan contra mí. Sangre. Sangre cubre mi vestido blanco, mancha y lame mi piel de los dedos a los codos. Me encuentro postrada en una espesa piscina de ella sobre los adoquines. Soy bautizada en ella, creada, renacida. Mi estómago se contrae con el espeso y doloroso sabor del hierro.
El carmesí te queda mejor, el carmesí te queda mejor, el carmesí te queda…
— No. Golpeo la palma de mi mano en la nariz de Kiaran con tanta fuerza que escuchó el quiebre de un hueso. Tengo que escapar de esos recuerdos antes de que me consuman. Antes que me conviertan en esa chica indefensa que deja que todo suceda. Corro. Me lanzo más allá de la próxima fila de árboles y comienzo a rodear la base del acantilado del castillo. Las una vez distantes nubes
se han reunido rápidamente en el cielo, y la lluvia da lugar a la niebla a mi alrededor. Mis pies duelen por el frio que atraviesa mis zapatillas, pero ignoro el dolor. Nunca será así de débil otra vez. Nunca. No puedo permitirlo. Manos me agarran por detrás, tirando de mi capa. Tropiezo y casi caigo en mi intento de escapar. Mis pies se tambalean cuando Kiaran me gira bruscamente. — Kam — espeta, agarrando mis hombros. Sangre gotea desde su nariz hasta sus labios. Está sangrando. — Tu nariz — me las arreglo para decir. Él toca su rostro con los dedos. Sus ojos encuentran los míos y alguna emoción que no puedo nombrar parpadea en su profundidad. ¿Aprobación? — ¿No lo entiendes? — Dice — . Eres la única que puede hacer esto. Ningún humano vivo es capaz de hacerlo. Me retuerzo fuera de sus brazos. — No tengo idea de lo que estás hablando. — Sí, la tienes — dice —. Piensa de nuevo… — ¡No quiero! — Mis emociones están fuera de control, y si no logro frenarlas podría lastimar a alguien. Podría lastimarlo . Respiro hondo — . No quiero recordar. No me obligues a hacerlo. — Mi voz es aguda, despreciablemente fina. Suena como si le estuviera rogando. Sus insondables ojos buscan los míos. — Kam, naciste para ser esto. Seabhagair — dice — . Falconer. Sacudo la cabeza y limpio mis mejillas, ahora húmedas por la niebla. La palabra debería haber permanecido en una palabra. Puedo aceptar haber sido convertida en una asesina de hadas, ¿pero que había nacido para serlo? ¿Que es un don que estado cargando y nunca supe al respecto? Creer que era débil esa noche del año pasado es más
fácil que saber que había tenido la fuerza para salvar a mi madre, pero que no lo sabía. Que la dejé morir. Kiaran suspira. Con exasperación o compasión, o puede que una combinación de los dos. — Sientes el poder de las hadas. Peleas casi tan rápido como yo. Eres más fuerte que otros humanos, y te curas más rápidamente. — Se toca la nariz — . Tú hiciste esto. Con más entrenamiento, podrías hacerlo de nuevo. Y cuando mates un hada — continúa, sin descanso — , su poder pasará a través de ti. — ¿Cómo sabes eso? — Susurro. — No eres la primera Falconer que he conocido. Su mirada se suaviza por primera vez desde que lo conocí, veo dolor allí. ¿A quién ha perdido Kiaran, que lo siente con tanta fuerza? Deja caer sus ojos y la tristeza se ha ido. — Pero tú eres la última. — ¿La última? — Existía solo una cierta cantidad de humanos nacidos con la habilidad para matar a los sìthichean . Siempre mujer, siempre trasmitido de madre a hija — dice él — . Tu línea es la única que queda. — ¿No crees que si mi madre era una Falconer, habría sabido al respecto? — Con ambas manos, trato de empujarlo, pero él ni siquiera se mueve — . ¿No crees que yo lo habría sabido? — No — dice — . El poder de tu línea se volvió latente. Generaciones de mujeres no lo han sabido. Esa ignorancia ha salvado a tu familia de ser asesinada, pero hizo a tus habilidades más difíciles de aparecer. Es por eso que no soy naturalmente visible ante ti. — Ya veo — digo las palabras débilmente, porque no sé qué más responder. — ¿Lo haces? — Me clava una mirada dura, una que juro puede ver justo a través de mí — . Kam, las Falconer han sido rastreadas y
asesinadas por siglos, incluso con sus poderes inactivos. Cuando empezaste a cazar sola, tu marca de asesina se volvió obvia para cualquier sìthichean que supiera qué buscar. Mi columna punza con temor, levantando el vello por toda mi piel como si fuera acariciada por dedos fríos. Generaciones de mujeres. Generaciones. Rastreadas y asesinadas. Mi mente repite sus palabras, una y otra vez. — ¿Me estás escuchando? Ahora saben que eres la última de tu línea, la única que puede reactivar el sello. Si sales otra vez, debes llevar el duendecillo contigo, así no podrán encontrar… — Detente — respiro. Kiaran frunce el ceño. — ¿Qué? Mis uñas cavan con tanta fuerza en mis guantes de cuero que las siento contra mi palma. — Te dije mi madre fue asesinada por una baobhan sìth — digo con dureza — . Este es el motivo. ¿No es cierto? Kiaran se pone rígido. — Sí. Me enderezo, tiro de mis hombros hacia atrás y cedo a la ira otra vez. Roba mi dolor. Absuelve mi culpa. Pone las memorias en donde pertenecen, en el espacio vacío dentro de mi corazón. Solo así. — Necesito irme. — Tiempo de irme y planear una matanza por mi cuenta. Creo que tomaré la cabeza de la baobhan sìth cuando la encuentre. Haré un trofeo de ella, justo como Derrick siempre me alentó que hiciera. Después de todo, ella debió tomar el corazón de mi madre por la misma razón. Es por eso que nunca mató a sus otras víctimas de esa manera. Ninguna de ellas era Falconer.
Entonces camino lejos de él, en la dirección de mi ornitóptero. El sol ya casi se ha ido y las nubes de tormenta cubren el cielo, espeso y oscuro. La suave niebla se ha convertido en una ligera lluvia. Mis ropas ya están húmedas. Para el momento que regrese a casa, seguro estarán mojadas. —Kam… — Cualquier cosa que tengas para decir puede esperar. — Estoy sorprendida por mi tranquilidad al hablar. Mi voz no se rompe, o delata mi enfado — . Tengo una cita a las cuatro, con uno de mis pretendientes. — No lo hagas — dice — . No hagas esto. — Es la vida de una dama, MacKay. Repleta de fiestas de té, bailes y en la cacería de un esposo. Me mira de arriba abajo. — ¿No me crees tan tonto como para no ver lo que intentas hacer? Mis mejillas arden. — No quieres meterte en mi camino, MacKay. Si lo que dijiste es verdad, esa nariz sangrienta es lo mínimo de lo que soy capaz. Entonces me alejo a zancadas de él. Me detengo solo cuando dice mi nombre, pero no volteo. — Al menos lleva al duendecillo contigo si sales de nuevo. Un sìthiche lo bastante poderoso puede rastrearte si no lo haces. — Y creo que lo oigo susurrar — : Cuídate.
Capitulo 13 Traducido por katiliz94 Corregido por Nanami27
— Aileana, iba a decírtelo — dice Derrick — . De verdad que sí. Saco las piernas debajo de mí mientras me siento en mi mesa de trabajo. Componentes de metal de un tipo u otro están esparcidos a mi alrededor. Sitúo los tornillos finales en la válvula para el prendedor de fuego que empecé a hacer ayer. Mi mente está casi por completo centrada en mis tareas, en prepararme para matar a la baobhan sìth. Y en cuanto el sello rompiéndose… una cosa al tiempo. Tengo mucho que hacer antes de eso. Las cuatro horas con Lord Linlithgow habían sido increíblemente cansinas. Sorbí el té y me senté con la perfecta pose que me había sido enseñada desde la infancia. Padre asintió hacia mí con aprobación, porque hablé solo cuando fue necesario, como una buena dama. Discutimos cosas sobre las que me tomó poco esfuerzo en mentir: acuarelas, bailes y costura. Qué disfrutaba leer, pero por supuesto no demasiado, porque no debo hacer implícito el que soy una literata. Discutimos nuestros planes para Nochevieja, la cual Lord Linlithgow dijo que pasaría con su hermana en el país, para que pudieran celebrar el Año Nuevo juntos. Lord Linlithgow dijo todas las cosas apropiadas y escuchó educadamente. Un perfecto caballero, el producto de lo que debían haber sido impecables lecciones de etiqueta. La Aileana del año pasado habría considerado cómo es que envejecería él, y si se casaran, cómo se llevarían, cómo se verían sus hijos. Lo habría encontrado un partido atractivo, sin duda merecedor de una segunda visita. La Aileana del año pasado era una completa y absoluta boba.
Cuando la tarde de té terminó, Lord Linlithgow se marchó con una sonrisa. Me fui y grité en la almohada. — ¿Aileana? — Las alas de Derrick aletean una vez. — Si hubieses querido decirme que soy una Falconer — digo — , has tenido muchas oportunidades para hacer eso. De hecho, te lo pregunté directamente la otra noche y evadiste expertamente la pregunta. Derrick aletea hacia mi mesa de trabajo y se sienta sobre mi chaqueta enrollada. Detrás de él, la luz de la chimenea lo alcanza con un destello de naranja fuego. Puedo verlo en su cara, a la culpa ahí. — Estaba manteniéndote a salvo. — ¿En qué forma podría el mantenerme en la ignorancia ser interpretado como protección ? — Enderezo un pedazo de alambre para añadir al prendedor de fuego — . Dios me salve de tal protección, especialmente cuando involucra resguardar a mis pobres sensibilidades femeninas de la salvadora información. Conecto el alambre a la válvula y la retuerzo para cerrarlo en el lugar. —Aileana… — Además, no puedo creer que tuviese que escucharlo de Kiaran en lugar de ti. Tú vives en mi maldito vestidor. Esta vez, no arroja su habitual diatriba de insultos sobre Kiaran. Simplemente dice: — Lo siento. Cuando Derrick lo dice de esa forma, como si estuviera más bien avergonzado de sí mismo, empiezo a suavizarme. Él me cambió después de la muerte de mi madre. Cuando lo conocí, fue la primera vez que me di cuenta de que algunas hadas podrían ser buenas. Que algunas eran dignas de una amistad. No puedo permanecer enfadada con él durante mucho tiempo. Libero un suspiro resignado.
— Te perdono. Aterriza en mi muñeca, sus diminutos pies cálidos contra mi piel. Paso los dedos sobre sus alas una vez, y él destella una sonrisa que se va con mucha rapidez. — Tengo más noticias. — Habla tentativamente, como si estuviera calibrando cómo responderé. Mi urgencia por luchar se eleva, un impulso que nunca he sido capaz de reprimir, sin importar cuán a menudo me diga que ella ha matado de nuevo. La inminente batalla con las hadas del subsuelo debería ser mi prioridad — debería temer por mi vida — pero es difícil suprimir la instintiva urgencia por cazarla a ella y solo a ella. Hasta ahora, nada más importaba. Me pongo de pie y Derrick me sigue hacia la pared, observando en silencio mientras presiono el botón para revelar el mapa. — ¿Dónde? — Glasgow. Dos esta vez. Demasiado cerca ahora. Según la tasa migratoria de la baobhan sìth , estará aquí en unos pocos días, antes del eclipse del solsticio de invierno. Dios, si puedo matarla antes de eso, no tendré que elegir qué lucha toma precedencia. Podría surgir contra todas esas hadas, con su derrota tan fresca en la mente que me sentiría invulnerable. Quito un imperdible de la faltriquera de cuero y lo pego justo al lado del otro ya marcando a Glasgow. Un imperdible de más de un año. Ella ya ha terminado con una trayectoria completa alrededor del país, con solo Edimburgo quedando. Ato dos cintas alrededor del imperdible. Ciento ochenta y seis muertes para ahora. Solo puedo esperar que esta sea su última antes de encontrarla. Volviendo a mi mesa de trabajo, retomo la tarea de completar el prendedor de fuego, más centrada que nunca. Sujeto un extremo de la válvula a una placa de metal y el otro al depósito de gasolina.
— ¿Puedes encender un poco de tela y traérmela? Derrick me mira un momento, aleteando sus alas. Un halo dorado ha comenzado a extenderse de nuevo a su alrededor. Vuela hasta la chimenea, saca alguna cinta de su bolso y la hunde hacia las llamas. Sitúo la placa en la mesa y retuerzo el pequeño botón de control del depósito de gasolina con un toque. — Ponla sobre la placa de metal — digo. Baja la tela ardiendo, y justo antes de que el fuego toque el metal, una pequeña llama se prende en el centro, por donde el gas escapa. Derrick lanza la cinta en las brasas y se aleja volando, para estudiar mi creación con fascinación. — ¿Qué es eso? — Pregunta. Giro el botón un poco más y la llama se hace incluso más alta. — Mi siguiente arma. — Las hadas no se queman — señala Derrick — . ¿Cuál es tu plan? Saco una ramita de seilgflùr del compartimente debajo de mi escritorio. Probaré en esta herramienta una cantidad mucho más pequeña de la que usé en el explosivo del reloj colgante. Otro desastre de esa naturaleza sin duda enviaría a la ciudad en pánico. Naturalmente, Derrick se retira del cardo. — Permíteme preguntarte algo — digo — . ¿Qué crees que ocurriría si mezclase seilgflúr con whisky y le prendiese fuego? No solo cualquier whisky. El mejor whisky de mi padre. Varias botellas del antiguo Ferintosh que solamente saca en circunstancias excepcionales. Ah, la dulce venganza… Derrick sonríe. — Astuto.
Giro el botón de nuevo para extinguir la llama. Después me pongo a trabajar construyendo un brazo de montura para el arma. En unos pocos minutos o en una hora, estoy tan profundamente metida en mi trabajo que brinco cuando Derrick dice mi nombre. — Había Había otro motivo por el que nunca te conté. — Planea Planea hasta mi hombro y se enreda en mi cabello — . Estaba preocupado por ti, cuando nos conocimos. Nunca podría colocar tal carga en alguien tan joven y angustiada si no tuviese que hacerlo. Todavía me preocupo por ti. — ¿Preocuparte ¿Preocuparte por qué? — De De que harías cualquier cosa por llegar a matar a la baobhan sìth, sin importar el costo. — ¿Entonces, ¿Entonces, por qué ayudarme a rastrearla? ¿Por qué no mentir sobre eso, también? — Porque Porque mereces vengarte — dice dice tranquilamente — . Nunca te arrebataría eso. — Duda, Duda, agarrando hebras de mi cabello alrededor de sus manos — . ¿Hice la elección errónea? ¿El saber lo que eres hace la muerte de tu madre algo más fácil de soportar? Ojala lo hiciese. Se suponía que estaba destinada y naturalmente dotada para cazar a las hadas — una una Falconer — y ni siquiera pude matar a una cuando más se requirió. Vaya don. Casi le digo que saberlo lo hace peor. Giro la cabeza, lo bastante cerca para que sus alas abaniquen mi mejilla con una suave y reconfortante brisa. En lugar de responder, digo: — Kiaran Kiaran dijo que te llevase cuando salga de casa. ¿Por qué es eso? — Puedo Puedo protegerte — dice dice — . De manera que los otros no sabrán dónde encontrarte. — Entonces Entonces ven conmigo al baile mañana, y podrás preocuparte ahí por mí.
— ¿Un ¿Un baile? — Irradia Irradia Derrick — . Pensé que nunca lo pedirías. ¡Me encanta bailar! Me río y continúo con mi trabajo. Construyo durante la noche, determinada a terminar mi proyecto. Las horas se van, y estoy tan consumida que no me preparo para una caza nocturna. Aún no quiero volver a ver a Kiaran, de cualquier manera. La repetitividad de la construcción es mucho más sencilla que lidiar con lo que él me dijo. Encuentro comodidad al situar los componentes de metal, al observar el prendedor de fuego tomar forma con cada pieza que añado. Incluso cuando la llama chamusca mis dedos, sigo trabajando, determinada a no pensar en nuestra conversación en los jardines. Cuanto más avanzo más me canso, y mi determinación falla. Mis párpados comienzan a cerrarse. Y las palabras de Kiaran se reproducen de nuevo en mi mente, un doloroso recordatorio de que siempre estuve condenada a esto. A ser una asesina. Esto es para lo que naciste. Para ser una Falconer.
Capítulo 15 Traducido por Nanami27 Corregido por Key
La noche siguiente, Derrick me escolta al baile de Catherine. Bailo con mi pareja en un vestido de plata azul cubierto en pálido tarlatán francés, desprovisto de flores cosidas que se han vuelto tan populares en las asambleas. Mis mangas son delicadas, ligeramente translúcidas, y caen sueltas por mis brazos. Guantes blancos llegan a mis codos y mi cabello está recogido en rizos que descansan sobre un hombro. Mi vestido produce chasquidos con cada paso. — Buen Buen Dios — dice dice Derrick — . No puedo creer que estuve de acuerdo en acompañarte. Me retracto de mis palabras. ¡Los bailes humanos son aburridos! ¿Cuándo va a lanzarte l anzarte sobre su cabeza? Le sonrío a mi pareja de baile mientras agarro su mano en el reel11. Ya he olvidado su nombre… Lord Lord F-Algo. Apenas ha hablado conmigo, incluso cuando traté de mantener una conversación cortés. Su alargado rostro parece atrapado en un ceño fruncido. — ¿Y ¿Y cuándo van a servir la maldita comida? — Las Las alas de Derrick cosquillean mi oído mientras formamos un círculo de nuevo — . Tu amiga tiene la intención de matarnos de hambre, ¿verdad? ¿Cómo puede matar de hambre a los invitados de su propio baile? — Cállate Cállate — murmuro murmuro de la esquina de mi boca. Lamento traerlo tanto como él lamenta estar aquí. — ¿Le ¿Le ruego me disculpe? — disculpe? — Pregunta Pregunta la mujer a mi lado en el reel, parpadeando abiertos sus ojos azules. — Encantador Encantador baile. — baile. — Observo Observo con alegría — . ¿Verdad?
Danza popular Escocesa.
11Reel:
Agarro la mano de Lord F y giro lejos, mis zapatillas susurrando sobre el suelo de madera. Las paredes están decoradas con bellos tapices de escenas de las Highlands Escocesas, y las velas encima de candelabros extravagantes iluminan el salón. Aunque la electricidad y linternas li nternas flotantes son comunes entre los ricos, Lady Cassilis siempre ha rehuido de la tecnología. El carruaje a vapor es la invención más avanzada de su propiedad. La danza termina y Lord F me escolta desde el centro del salón a la mesa de avituallamiento, donde Catherine está de pie. Él hace una reverencia. — Gracias Gracias por el placer de su compañía. Luego se gira sobre sus talones para irse y le frunce el ceño a otra persona. Doy un suspiro de alivio. — Bueno Bueno — dice dice brillantemente ciertamente parece… agradable.
Catherine — ,
Lord
Randall
¿Lord Randall? Me pregunto por qué pensé que su nombre comenzaba con una F. Lo recordaré y me aseguraré de nunca aceptar accidentalmente cualquiera de sus invitaciones a tomar el té, en caso de que las envíe. Probablemente me miraría fijamente hasta que me viera obligada a fingir enfermedad. — Actuó Actuó como si él no quería bailar conmigo en absoluto. — ¿Ah, ¿Ah, sí? — sí? — Dice Dice Catherine, un poco demasiado inocentemente — . Eso es lamentable. — Tú se lo pediste, pediste, ¿no? Ella se sonroja. — Lord Lord Randall había sacado algún tabaco cerca del balcón, y este era tu único baile sin reclamar. Sabes que Madre no puede soportar el tabaco.
Abro mi tarjeta de baile y estudio la variedad de firmas garabateadas a través del papel. — Mmm. Mmm. Y no puedes soportar verme sentada durante una sola danza, al parecer. Cada danza está llena, al igual que el salón de baile de los Hepburn. Supongo que no importaba que me perdiera varias danzas allí y decepcionara a esos esos caballeros. Levanto la vista de mi tarjeta, justo a tiempo para atrapar miradas de un grupo de mujeres al otro lado del salón. Ellas susurran entre sí. Me pregunto si están hablando del baile de Lord Hepburn y mis cinco danzas perdidas. Para ellas, no puedo ser tomada en cuenta para satisfacer incluso la más básica de mis obligaciones sociales. Eso me convierte en un fracaso, una mujer indigna de la atención de cualquier hombre, y mucho menos una tarjeta de baile completo. Catherine sigue mi mirada y agarra una taza de ponche. — Lo Lo mejor es ignorarlas, justo como me dijiste. — Pregúntale. Pregúntale. Por qué. Ella está matándome. ¡De hambreeee! — Gime Derrick.
Bien — espeto, — Bien espeto, sobresaltando a Catherine. Ella me mira con preocupación — . Perdóname, pero, ¿tienes algo pequeño para comer? Me temo que no podría aguantar hasta la cena. — Por Por supuesto — dice dice — . Creo que el cocinero está preparando más refrescos en la cocina. Deben estar fuera pronto. — Oh, Oh, gracias a Dios — dice dice Derrick — . Estoy lejos de la cocina como para robar los refrescos. No hagas nada tonto mientras estoy fuera. Él vuela lejos en un borrón de luz. Gracias a los cielos. Cuando Dante describió los círculos del Infierno, se olvidó claramente de aquel donde un duendecillo hambriento se sienta en el hombro de uno por la eternidad.
— Entonces, Entonces, ¿qué pasó ayer? — ayer? — Dice Dice Catherine. — ¿Ayer? — ¿Ayer? — Digo Digo con cautela. —En el Nor’ Loch — dice dice Catherine — . Realmente no me importó caminar a casa con Dona. Maldito Kiaran MacKay y su intromisión. O bien él no borró su memoria, o empujó algunos nuevos acontecimientos allí dentro. ¿Quién sabe lo que se supone que tenga que recordar? — Sí. Sí. Fue agradable — digo digo a toda prisa. ¿Hizo que ella pensara que todas caminamos a casa juntas, entonces? Catherine frunce el ceño. — ¿Fuiste ¿Fuiste a casa por ti misma? Dios mío, debiste haberme dejado quedar contigo. ¿Así que, no fuiste capaz de arreglar el ornitóptero? Por el amor de Dios, ¿qué hizo Kiaran con ella? — Está Está arreglado. En forma y listo para volar. —Pero acabas de decir… decir… — Todo está bastante bien — digo, digo, con un gesto de la mano — . ¿Y qué pensó tu madre de tu pequeña excursión sin escolta ayer? Catherine cambia su mirada y toma un sorbo de ponche. Incluso la dorada iluminación de las velas traiciona el rubor que se arrastra hasta su cuello. — Bueno — Bueno — dice, dice, con cuidado — . Bueno. Ella… — ¡Espera! ¡Espera! Déjame adivinar. ¿Te llamó una chica insolente y te hizo leer el Libro de Etiqueta y Reflexiones sobre Conducta Social de la Señorita Ainsley ? Arruga la nariz y bebe de nuevo. Apuesto a que ella es la que desea que el ponche tenga whisky esta vez. — Sí Sí a ambos. Luego me hizo recitar el capítulo diecinueve completo de memoria.
— Ah Ah — digo digo —. “Apropiado Comportamiento Dentro y Fuera del Hogar." Pero sin duda ese es el capítulo más emocionante. — Piensas Piensas eso solo porque has roto cada regla establecida ahí. Echo un vistazo a la puerta de la cocina. ¿Qué posiblemente podría estar haciendo Derrick ahí que tarda tanto? El duendecillo podría devorar toda una mesa de alimentos en unos pocos minutos. — No No admito nada. — Al Al menos Gavin estaba allí para salvarme. — Catherine Catherine niega con la cabeza — . Si no hubiera interrumpido, estoy segura de que habría tenido que recitar todo el crítico libro. — Hablando Hablando de eso — digo, digo, mirando detrás de ella — , ¿dónde está tu hermano? Pensé verlo brevemente antes… — Está Está justo detrás de ti. — ti. — Una Una voz baja murmura en mi oído. Salto y Catherine se ríe.
Oh, Dios. El cabello rubio de Gavin está ligeramente despeinado. Sus grandes ojos azules son tan encantadores como siempre. En apenas dos años, se las ha arreglado para hacerse más alto de lo que recuerdo que fuera, casi tan alto como Kiaran. Tengo que inclinar la cabeza hacia atrás para mirarlo. Su sonrisa es lenta y bastante encantadora. — Toda crecida, ya veo. — Su Su voz delata una pizca de acento que debe haber cogido en Oxford. Me doy cuenta de que lo he estado mirando fijamente y me sonrojo. Le extiendo mi mano. — Gavin Gavin — digo. digo. Me permito esa familiaridad — . ¿O debería llamarte Lord Galloway ahora? ahora? Un pariente lejano de Gavin falleció el año pasado, dejando a Gavin con un condado, una fortuna que añadir a lo que heredó de su
padre, y algunas otras propiedades en Escocia. Es extraño escuchar que se refieran a él como el Conde de Galloway ahora. — Puedes llamarme lo que quieras — dice, soltando mi mano. Mira a su hermana con una sonrisa burlona — . Aunque más bien creo que Catherine debería usar mi título. Catherine frunce el ceño. — No te atrevas a mencionar eso de nuevo. — Ella me mira — . Él me llevó de compras esta tarde y todo fue Lord Galloway esto y Lord Galloway aquello. Nunca lo he visto tan petulante. — No suelo abusar a menudo de mi nuevo título en Oxford — explica. — Dios — digo con una sonrisa — , cuán desafortunado para ti. Has sido maltratado, pobrecito. Gavin me sonríe de la misma manera encantadora que siempre, como si nunca se hubiera ido del todo. Hay algo reconfortante y totalmente familiar en tenerlo aquí, como si estuviera de vuelta en el tiempo antes de que mi madre muriera. Hasta ahora, nunca me di cuenta de lo mucho que lo eché de menos. Él se inclina contra la parte posterior de una silla colocada por la mesa bebida. — Tengo la sensación de que no son del todo simpatizantes con mi condición. — Por supuesto que no — dice Catherine — . Tú, hombre vil. — ¿Ves cómo me trata, Aileana? Ella es francamente cruel. — ¿Cruel? — Me río y hecho un poco de ponche en una taza de porcelana con el cucharón. Lady Cassilis ni siquiera tiene un dispensador como en las familias normales — . Esto viene del chico que solía poner tinta en nuestro té. — Casi me había olvidado de eso — dice Catherine — . Fue realmente muy terrible de tu parte.
Gavin parece un poco disgustado. — Yo tenía doce años. Ustedes eran niñas, y por lo tanto una especie totalmente diferente. — ¡Me fui a casa con los dientes negros! — Esa fue la peor parte — concuerda Catherine — . No pude sonreír todo el día. — Hablaste mucho menos, y Aileana solo podía venir a visitar de nuevo cuando la tinta fuera lavada — dice alegremente Gavin — . Así que, ya ven, meta alcanzada. — Realmente, Gavin. Eres un… — Catherine — espeta la cercana Lady Cassilis. Se ve tan severa como siempre, los labios apretados en una línea dura. Ella me da una breve mirada helada, una mirada que dice claramente que me tiene como la responsable de que su hija se escabullera ayer, luego vuelve su atención a su hija — . Espero que no estuvieras a punto de insultar a tu hermano. — Sobre todo cuando él controla tu subsidio semanal — agrega Gavin — . Imagínate caminar más allá de todas esas encantadoras tiendas y sin un centavo a tu nombre. — No te atreverías. — Galloway, deja de molestar — dice Lady Cassilis — . Tú no vas a quitarle el subsidio a tu hermana. En ese preciso momento, Derrick corre a través de las puertas del salón de baile, brillante como siempre. Se sitúa por encima de mi hombro y aterriza sin problemas en mi piel desnuda. Sus alas rozan mi cuello e hipa una vez. — La gloria, señora. — Se extiende a través de mi clavícula — . He consumido — hipo — maravillosa, espléndida y hermosa miel. Y fue — hipo — magnífico.
Casi me quejo en voz alta. Los ojos de Gavin parpadean ante la posición de Derrick en mi hombro. ¿Él posiblemente no pude haber visto…? La atención de Gavin se desplaza a las parejas que comienzan a congregarse en el centro del salón de baile. No, debo haberlo imaginado. El primer vals de la noche está a punto de comenzar. Pongo mi taza de ponche en la mesa y miro alrededor en busca del caballero que firmó mi tarjeta de baile antes. Gavin se inclina. — Creo que me gustaría bailar este vals contigo. ¿Me harías el honor? — Galloway — sisea Lady Cassilis — . Esto es lo más inadecuado. No recuerdo que el vals estuviera en la lista. — Lo añadí. Mi casa, mis reglas. — Se encuentra con mi mirada — . No te negarías a tu gentil anfitrión, ¿verdad? — Ya le prometí el vals a otra persona. Gavin se inclina y arranca la tarjeta de baile colgando de mi muñeca. — Ah, Milton. Definitivamente deberías bailar conmigo en su lugar. Nunca ha sido bueno en guiar. — ¡Galloway! — Lady Cassilis está apoplética — . Eso es sumamente descortés. Deja a Aileana bailar con Lord Milton y detén tu tontería en este instante. Derrick se ríe en mi oído. — Ella es una tonta. Tan toooonta. — Acaricia mi oído — . Aileana. ¡Aileana! ¿Puedes oírme? Sé que puedes oírme. Puedes oírme. Me estás oyendo. Di algo. Sonríe. Sacúdete. Tose una vez. Justo en ese momento, Lord Milton se acerca a mí y hace una reverencia.
— ¿Puedo tener el placer? — Cambio de planes — dice Gavin, metiéndose a sí mismo entre Lord Milton y yo — . Yo me encargaré desde aquí, Milton. — Palmea el delgado hombro de Lord Milton como si fueran viejos amigos. Lord Milton tose ligeramente y se endereza, viéndose muy sorprendido. — ¿Le ruego me disculpe? Gavin sonríe. — Voy a tomar este vals con la dama. — Bailaaaaar — grita Derrick — . ¡Me encanta bailaaaaar ! ¡Dile que te lance sobre su cabeza! Me resisto a la tentación estirar la mano y botarlo de mi hombro. Dios mío, ¿cuánta miel comió? Cuando lleguemos a casa, voy a encerrarlo en ese maldito vestidor hasta que los efectos desaparezcan. No hay duda de que ha consumido el valor de una semana. Lord Milton parece consternado. —Pero… — Me alegro de que lo entiendas. — Gavin me ofrece su brazo — . ¿Puedo? Él me arrastra lejos del grupo. Sólo se lo concedo para no atraer más la atención de los otros invitados. Nos paramos frente al otro en la línea de baile. Lo fulmino con la mirada, pero Gavin simplemente resplandece su sonrisa desarmante, inclinándose desde la cintura. Toma mi mano y comenzamos nuestro vals. Gavin debió haber practicado durante su ausencia. Solíamos bailar alrededor de la sala de su casa, Catherine, él y yo. Gavin pisaba mis dedos de los pies o nos giraba hacia una mesa o me hacía tropezar con sus pies. Ahora nos movemos bien juntos, cada paso suave y
elegante. Su mano es firme contra mi espalda. Juro que puedo sentir su calidez a través de mi vestido y sus guantes. Las personas ya están mirando hacia nosotros, y estoy segura de que están susurrando acerca de mí de nuevo. Aprieto los dientes y trato de centrarme en la danza, deseando que se acabe pronto así podré excusarme. Gavin me hace dar vueltas y miro a todas partes, excepto su rostro. Su hombro parece un buen lugar. — No puedo creer que hicieras eso — digo finalmente. — Lo siento mucho — dice — . Me volví un idiota arrogante. — De hecho lo hiciste. ¿Es eso lo que te enseñan en Oxford? Él se ríe. — Impacto directo. Gavin podría ser capaz de bromear acerca de esta situación, pero yo no. Tengo que comportarme correctamente durante al menos un par de bailes esta temporada, antes de que los chismes sobre mí empeoren aún más. Esta es una oportunidad — tal vez la última — para tener cierto control sobre mi futuro, para emparejarme con alguien que pueda llegarme a gustar con el tiempo. ¿Quién sabe qué clase de hombre mi padre elegiría para mí? Dios mío, podría ser algún patán terriblemente arrogante con el doble de mi edad. — No es gracioso, Gavin. — Perdona mi impulsividad, entonces. — Gavin hace resplandecer otra sonrisa — . Tu tarjeta de baile estaba llena, y yo quería una conversación. Derrick suelta una risita. — ¡Vueltas! Me encanta dar vueltas. ¡Pídele que gire más rápido! Veo luces. ¿Ves las luces? ¿Aileana? ¿Ves las luces?
— Qué gracioso — digo secamente, ignorando a Derrick — . Pensé que estábamos conversando perfectamente bien antes del vals. Antes de volverte, tus palabras, no las mías, un idiota arrogante. Aprieta su cuerpo cerca del mío e inhalo el fuerte y embriagador aroma del jabón y el whisky que persiste en él. Me encanta ese aroma. Me recuerda a cómo éramos antes de que se fuera, cuando él solía bromear conmigo en el té de la tarde y tirar de mis rizos. Me recuerda todo lo que sentía en ese entonces, cuando quería que me viera como una mujer y no como una niña. — Vamos a intentarlo otra vez, entonces, ¿de acuerdo? — Dice Gavin — . No te he visto en dos años. ¿Cómo podría no robarte? Me río para mi pesar. — Un valiente esfuerzo. ¿Supongo que no te preocupan los chismes? Gavin levanta una ceja. — De ningún modo. ¿Desde cuándo lo hiciste tú? — ¡Más vueeeeeltas ! — Canta Derrick. Gavin nivela una mirada severa hacia Derrick. — ¿Qué demonios le pasa a tu duendecillo? Casi me tropiezo por la conmoción. Gavin me aferra más cerca y suavemente nos gira de nuevo. — ¿Puedes verlo? — Susurro — . ¿Eres un Vidente? — Vidente — dice Derrick con deleite. Sus alas aletean más rápido en mi cuello, luego se ríe de nuevo — . No pueden luchar como un Falconer. No pueden hacer nada más que ver. Malditamente inútil, ¿verdad? — ¿Está... Dios mío, él está borracho ? — Dice Gavin. — Por la miel — digo distraídamente.
— ¡No estoy borracho! — Derrick se abraza a mi cuello — . Te quiero. Aileana, te quiero. Me encanta tu vestidor. Todas mis cosas están ahí. Las cosas bellas, cosas buenas, cosas para reparar, cosas para recostarse. ¡Coooosas! Gavin no se ve divertido. — ¿Le importaría quitarse a sí mismo de tu persona? Todavía estoy aturdida por el conocimiento de que Gavin puede ver hadas. — ¿Qué? ¿Por qué? — Cuando termine el baile — dice, apretando mi mano — , ven a verme en mi estudio. No puedo. Le prometí a Catherine que me quedaría y completaría mis bailes. Le prometí a mi padre que me comportaría correctamente y no me puedo permitir algún otro maldito chisme. Gavin querrá respuestas que no seré capaz de dar. El duendecillo en mi hombro, mucho menos. — No — digo, y muevo mi mejilla para poder sentir las alas suaves y reconfortantes de Derrick. — Por favor — dice Gavin — , ven cuando puedas. Utiliza la entrada trasera y ven a mi estudio. Deja al duendecillo.
Capítulo 16 Traducido por Ana Lucia Corregido por Nanami27
Me escabullo fuera del salón de baile durante una pausa para tomar aire fresco. Derrick permanece situado en mi hombro, mientras desciendo por los escalones de la terraza hacia el jardín. La noche está sin luna y el jardín se encuentra tan escasamente iluminado que casi me tropiezo con mis pies. Mis zapatillas aplastan la húmeda y fangosa hierba. Deseo, y no por primera vez, que a las damas se les permitiera utilizar zapatos más cómodos para un baile y no estas cosas inútiles. Evito un charco profundo, mientras me aproximo a la entrada trasera de la casa. — Espérame aquí — le digo a Derrick — Hmm — dice, trenzando una sección de mi cabello — . Tengo un deber. ¿No tengo un deber? Esto se siente mal. — Voy a estar bien — le aseguro — . No será por mucho tiempo. — Me limitaré a diez minutos, justo antes de que comience la siguiente danza. Seguramente un hada no podrá encontrarme tan rápido como Derrick me deje. — Bueno. Muy bien entonces. Derrick vuela hacia uno de los árboles, su halo iluminando las ramas a su alrededor. Empujo la puerta de atrás abierta, y camino a través del ala trasera de la casa hacia el estudio, antes de que él pueda cambiar de opinión. Cuando llego a la gruesa puerta de roble, tomo un respiro antes de abrirla.
Gavin me mira por encima de donde está sentado, en un sofá de cuero. Un vaso con líquido ambarino descansa sobre la mesa de caoba junto a él. — Adelante. Es una habitación cómoda. La alfombra es tan gruesa que mis zapatillas susurran a través de ella. Paso los dedos por el detalle de un tapiz que cuelga de la pared, trazando los diseños cosidos de un cardo. No he estado en esta habitación desde que el padre de Gavin murió. El estudio se encuentra tenuemente iluminado, huele vagamente a madera de leña y cigarrillos; la clase de cigarrillos que el padre de Gavin solía fumar. El mobiliario es de caoba tallada y cuero rojo. En la parte trasera de la habitación tres ventanas de cristal dan al jardín. Junto a ellas, un estante repleto de los viejos volúmenes de naturaleza que el padre de Gavin coleccionaba, se eleva hasta el techo. El cabello rubio y alborotado de Gavin brilla con la luz del fuego de la chimenea junto a él. Se ha quitado su chaleco y guantes, y los botones superiores de su camisa están desabotonados. Intento evitar mirarlo directamente. Nunca lo he visto tan… informal. No es apropiado estar en tal estado de desnudez frente a una dama soltera. Pero bueno, no es apropiado para nosotros estar solos. — No me quedaré durante mucho tiempo — le digo — . Necesito regresar para la próxima danza. Coge su copa y bebe su contenido. — Tú sabes — dice él — . Ha pasado un tiempo desde la última vez que asistí a una función en sociedad, pero no recuerdo que las damas llevaran alrededor duendecillos como mascotas. De nuevo me encuentro sorprendida por el recordatorio de que es un Vidente. Nunca había conocido a uno antes. Derrick me dijo que eran tan escasos, que él creía que todos habían muerto. — Él no me acompaña todo el tiempo. Es demasiado rebelde.
Gavin se levanta, abre un gabinete con paneles de madera para quitar un decantador y servirse otra copita de whisky. — Tiene una voz fuerte para ser una cosita tan pequeña. Casi me dejó sordo. — ¿Crees que eso era fuerte? — Me río — . Reza para que nunca lo escuches en su peor momento. — Bueno — dice Gavin con voz cansina — , al menos ahora sé qué hacer si eso llegara a suceder. Lanzaré un tarro de miel y correré como el infierno. — Voy a tener que intentarlo la próxima vez. — Él parece estar tomando esto bastante bien. Entonces me doy cuenta de que sus manos tiemblan levemente mientras toma un sorbo de su whisky — . ¿Estás bien? Gavin bebe su copa en un único y rápido trago, entonces se sirve otra. — El duendecillo me sobresaltó. Nunca he estado tan cerca de las hadas antes. Mantengo mi distancia de ellos. — Se rellena otra copa. Es desconcertante verlo llenarla otra vez, aunque es totalmente comprensible, dadas las circunstancias. Gavin está temblando tanto que un poco de whisky chapotea sobre la alfombra entre sus pies. Él no parece darse cuenta. Incapaz de soportarlo, miro hacia otro lado y sigo trazando la costura del tapiz. —¿Tú… siempre has tenido la Visión? — No — dice en voz baja — . No siempre. ¿Y tú? Niego con la cabeza. — ¿Cuándo lo supiste? — Poco después de llegar de Oxford — dice él — . Créeme cuando te digo que me arrepiento de haberme ido de aquí.
— ¿Qué sucedió? Guarda silencio por un largo tiempo. — Neumonía, dijo el médico. Tuve la Visión a través de toda mi enfermedad. — Su risa es amarga — . Pensé que eran alucinaciones provocadas por la fiebre, pero cuando mejoré otra vez, no se fueron. Sé exactamente lo que eso significa: en algún momento de su enfermedad, Gavin murió. En las Highlands, se le llama la Segunda Visión, taibhsearachd 12. También he escuchado que simplemente se refieren a ello como La Maldición. El potencial para el mismo es transmitido por línea masculina, latente hasta que la habilidad finalmente se manifiesta, algo que ocurre muy raramente. La Visión solo puede ser despertada cuando uno de ellos muere y es traído de vuelta a la vida. Derrick me dijo una vez que cuando un Vidente potencial muere, es capaz de experimentar el otro lado, ver más allá del velo de la esfera de lo humano. Si es traído de vuelta a la vida, se convierte en un taibhsear , un Vidente. Uno de los malditos. Nunca se lo desearía ni al peor de mis enemigos. — Nadie me dijo que estuviste enfermo. — Nadie lo sabía. — Al ver mi ceño fruncido, dice — : No podía escribir. No a ti, a Catherine o a mi madre. ¿Qué podía decir? ¿Que en lugar de estudiar, pasé la mitad de mi tiempo estudiando supersticiones sin sentido para averiguar lo que estaba mal conmigo? — Tal vez deberías haber vuelto a casa. — Sí, brillante idea — dice, frunciendo el ceño hacia mí — . ¿Y qué encontré? A mi amiga más antigua en posesión de un duendecillo, a pesar del hecho bastante inquietante de que las hadas matan a los seres humanos sin remordimiento. Me empujo lejos de la tapicería.
12Taibhsearachd:
Fantasma de las sombras , en gaélico escocés.
— Derrick es mi amigo. — Las hadas no tiene amigos — espeta, golpeando la mesa con la copa. Salto, sorprendida — . Ese duendecillo te traicionará. Está en su naturaleza. Son monstruos. He visto… — se detiene y mueve la cabeza. El silencio entre nosotros se extiende, solo llenado por el crepitar de la madera en la chimenea. Quiero decirle que conozco los horrores que ha visto, porque los he presenciado por mí misma. Me siento en el sofá de cuero, frente a él. — Dime por qué me pediste que viniera. —Aileana… — Dime — repito. Casi estirándome para alcanzar su mano, pero me detengo — . No fue solo para regañarme. — No. — Traza el borde de la copa con los dedos, a lo largo del patrón delineado allí — . Fue para advertirte. Si mantienes a ese duendecillo cerca de ti, pronto te verás demasiado metida en su mundo. Debes salirte ahora.
Salirme ahora. Es demasiado tarde para eso. Nunca voy a salir, incluso si decido que quiero. Me encontrarán, me cazarán hasta los confines de la tierra, porque al parecer soy la única persona viva que puede luchar contra ellos. Gavin no sabe que estoy en esto hasta mi muerte. — ¿Cómo es para ti? — Susurro Él mira la chimenea. — Tengo visiones de asesinatos antes de que ocurran, veo los acontecimientos como si estuviera allí. — Finalmente me mira — . Siento lo que hacen una y otra vez. Yo muero cada vez. Trago el nudo en la garganta. Sabía que los Videntes tenían visiones, pero no qué tan reales podían sentirlas. Nunca había visto a Gavin lucir tan hechizado, tan vulnerable y completamente solo.
— ¿Todas ellas? — Mi voz casi se rompe. Casi le pregunto si vio morir a mi madre. Si él se vio obligado a vivir a través de lo que fui testigo esa noche. Dios, espero que no. Solo uno de nosotros debería estar agobiado por lo sucedido. — No — dice — . Las visiones están limitadas por la distancia. Debería estar aliviada, pero no lo estoy. La manera en que mi madre murió no fue más que un ejemplo de las maneras en que las hadas podían matar, y que podían ser muy creativas en su tortura. — Lo siento. — Vaya cosa más inadecuada que decir. Gavin vuelve a llenar su copa y se sienta frente a mí de nuevo, saludándome con su bebida. — Aprecio la obligatoria e innecesaria disculpa. — Es lo mejor que puedo hacer, me temo. No sé cómo consolar a alguien. No puedo tranquilizar a Gavin con palabras o expresiones de empatía. No tengo las palabras, y he perdido toda la capacidad de ser gentil. Gavin se cerca, inclinándose sobre la mesa entre nosotros. — Tu turno. — He cambiado. Desde que mi madre murió. Cuando estoy tranquila es más fácil distanciarme de los recuerdos. Puedo fingir que mi daño es menos grave de lo que realmente es. Puedo ser simple. No tengo que decirle que si me dejo llevar por un segundo, la culpa y el dolor de aquella noche se vuelven tan insoportables que podrían aplastarme bajo su peso. Gavin se detiene, el whisky a medio camino de sus labios. Su mirada se suaviza. — Catherine me escribió y me lo dijo. Mis sinceras condolencias. — Bebe de nuevo — . Pero estás evadiendo mi pregunta ¿Qué diablos estás haciendo con un hada?
— Te lo dije. Es mi amigo. — ¿Estás siendo deliberadamente obtusa? — Es la única respuesta que tengo, Gavin. — Él ha estado fuera por dos años, y no estoy obligada a decirle nada. De todos modos, mi historia no puede ser contada en una conversación de diez minutos. Gavin ejerce su tic en la mandíbula. — Bien. Si así es como quieres dejarlo. — Echa la cabeza hacia atrás y toma otra copa. Estoy sorprendida por lo sobrio que aún se ve, después de todo ese whisky. — ¿Eso ayuda? — Embota las visiones — dice — . ¿Quieres un poco? Dudo. He tomado whisky muchas veces, pero no soy de las que bebe en exceso. Siempre tengo que estar alerta y lista para pelear en cualquier momento. Pero quizá podría ayudar a sosegar mi ira, suprimirla solo por un instante, de manera que pueda pretender que no estoy realmente rota. — Sí. Gavin vierte más whisky y me entrega la copa. El líquido quema cuando lo tomo, dejando tras de sí un calor que abrasa mi garganta. — Oh, esto es bueno — digo. Esto sabe diferente a la reserva de mi padre. Más fuerte. — Ideal para los jóvenes. — Se sienta y cruza las piernas — . Y hace los eventos sociales casi tolerables. Incluso podría funcionar para duendecillos revoltosos, también. Ignoro su obvio intento de desviar la conversación de vuelta hacia Derrick. Después de todo, Kiaran es un maestro en cambiar de tema, y he aprendido del mejor. — Mejor abastecerse. Preveo muchos de estos eventos para ti en el futuro.
— ¿Tú crees? — En efecto. — Tomo otro sorbo — . Lady Cassilis tiene planes para ti. Gavin palidece. — ¿Qué quieres decir? ¿Qué planes? — Ella tiene la intención de hacerte casar durante esta temporada. Felicitaciones. Palabras que podían infundir miedo en el corazón de cualquier soltero con un título. — ¿Ella te dijo eso, verdad? — Catherine lo hizo. Tu madre y yo continuamos con nuestra tolerancia reacia la una por la otra. — Madre tolera reaciamente a todos. Solo sucede que tú eres su víctima más cercana. — Se inclina hacia adelante — . Dime. ¿A qué pobre muchacha considera una pareja adecuada? — Nadie todavía. ¿Tienes alguna idea de los requerimientos de tu madre? Me sorprendería si encuentra a alguien que los posea. — Solo un momento. — Él cierra los ojos y toma un trago rápido — . Muy bien, vamos a escucharlos. Tomo otro sorbo, entonces bajo el whisky y cuento con los dedos: — Fluida en francés y latín; experta en el piano; que baile bien; que provenga de una familia de buena crianza, de preferencia escocesa; que cosa competentemente; que posea un mínimo de inteligencia, pero no superior a la tuya; agradable a la vista; y, lo más importante, lo suficientemente aterrorizada por su futura suegra. Ahora ya me quedé sin dedos. Ahí lo tienes. Gavin parpadea.
—No incluiste “ganar cada juego de croquet”, “leerle a los huérfanos” y “domar gatitos.” — Si tuviera más dedos, lo habría incluido, te lo aseguro. — Si existiera esa mujer, no sabría si estaría sorprendido o apenado. — Ambos. Definitivamente ambos. Se ríe y sus ojos se encuentran con los míos. Por un momento, él se parece tanto al chico de mi infancia, del cual creí estar enamorada. Entonces veo más allá de la sonrisa, y noto que ya no es ese chico. Hay un dolor que no ha dejado su mirada desde el momento en que entré por la puerta. Nunca volveremos a ser los mismos, él y yo. Hemos visto demasiado como para volver a ser los que éramos antes. No podemos volver atrás. Estoy empezando a desear que pudiéramos. — Te extrañé — dice él, de repente. — También te extrañé. Nunca visitaste. — Hay menos hadas en Inglaterra. — Se frota los ojos — . Las visiones son peores cuanto más cerca me encuentro de Escocia. Visité a mi madre en York hace un año, y no dormí en absoluto. Dudo que vaya a estar aquí por mucho tiempo. — ¿Entonces para qué has venido? — Para ver a Catherine emparejarse correctamente. Mi madre me convenció para que me quedara a las festividades de Nochevieja, pero tengo la intención de marcharme antes de Año Nuevo. Me inclino hacia adelante, para alcanzar su mano. — Cuando regreses a Oxford, escríbeme esta vez. — Le digo — . O estaré preocu… Un aullido estridente perfora el aire. Como uno solo, Gavin y yo nos volvemos hacia la ventana. El aullido no fue normal, demasiado agudo para ser el aullido de un animal.
— ¿Qué fue eso? — Susurro, moviéndome para ver por la ventana. — Preferiría no averiguarlo — responde Gavin —. Deberíamos… El segundo aullido está más cerca, más fuerte que el primero. El sabor a humo y polvo se asienta rápidamente en mi boca. La sequedad entra a mis pulmones y necesito aire. Me inclino y toso hasta que mi garganta duele. — ¿Aileana? — Gavin me agarra del hombro. — Aléjate de la ventana — trato de decir, pero las palabras salen estranguladas, apenas comprensibles. Desesperada, lo empujo. Se tambalea hacia atrás y golpea la mesa de té. Entonces algo se estrella contra la ventana y hace añicos el vidrio que me rodea.
Capítulo 17 Traducido por Edward Park Corregido por Key
Una criatura enorme con una brillante melena negra se estrella contra mí. Me agarro del suave pelaje al tiempo que mi espalda golpea la alfombra y arde mientras soy arrastrada. Fragmentos de vidrios caídos cortan mi carne. Me golpeo contra el escritorio de madera de Gavin y me muerdo la lengua para no gritar. Un sabueso está encima de mí, más largo que cualquiera que haya visto. Sí estuviera de pie, habría sido tan alto como mi pecho, erguido en cuatro patas. El pelaje oscuro se ondula y centella en la tenue luz del fuego, alternando tonos de violeta, verde y rojo. Sus ojos brillan de color carmesí. Un cù sìth. El sello se ha roto un poco más y ahora los sabuesos se han deslizado a través de él, justo como Derrick dijo que sucedería. Me quedo quieta cuando el sabueso me olfatea cuidadosamente, como si quisiera asegurarse que soy la persona que está buscando. La persona que ha sido enviado a matar. — ¡Aileana! — Suena Gavin a lo lejos, como si él no estuviera más en la habitación. Me aferro a su pelaje, clavando mis dedos. Sé que me matará tan pronto como confirme quién soy, y que tengo que sacármelo de encima. Pero el sabueso es muy pesado, una buena piedra de peso solido encima de mí. Mi corsé, incluso sin atar apretadamente, ya está restringiendo mi respiración y el pesado cuerpo del hada lo empeora. Los latidos llenan mis oídos, el golpeteo rítmico se vuelve cada vez más y más fuerte.
El cù sìth aspira un aliento más, luego abre los ojos y gruñe. Ahora sabe quién soy. Qué soy. Sus dientes son puntiagudos, afilados como cuchillas en las puntas. Respiro, incapaz de moverme incluso si quisiera. El iris del sabueso arde en un abrasante rojo brillante. La saliva gotea sobre mi piel, los escasos dientes a centímetros de mi carne. Mis restrictivas manos clavándose en su cuello son todo lo que previene que me desgarre, y apenas solo eso. Canalizo toda la fuerza que tengo, recurriendo al don que Kiaran me dijo que es mi derecho de nacimiento como una Falconer. Cierro mis puños en un apretón más fuerte. El pesado pelaje es duro, grueso como una armadura. Algo se arroja contra el sabueso y lo golpea fuera de mí. — ¡Gavin! — Jadeo. El cù síth se sacude a Gavin de la espalda, lo suficientemente fuerte para tirarlo contra el estante. Se tambalea y su peso cae al piso. Gavin se desploma al suelo e intenta levantarse, pero sus zapatos patinan sobre el vidrio de la ventana rota. — Ve hacia la puerta — dice Gavin —. Podemos atraparlo… — ¿Y corro? — Me río, bajo y ronco. La ira familiar ahora arde a través de mis venas. Pienso en la nariz ensangrentada de Kiaran, en la fuerza que dice que poseo — . Aún no. El hada se levanta, arrasando hacia Gavin con un gruñido. Ahora sabe que Gavin es un Vidente, y lo quiere también. — ¿Qué estás haciendo Aileana? — Me contaste tu historia — digo — . Esta es la mía. Los músculos de las patas traseras en el cù síth se juntan. Cuando salta hacia Gavin, me lanzo hacia él, envolviendo mis brazos alrededor de su cintura. Nos estrellamos con fuerza sobre el suelo. Las patas traseras del sofá gimen mientras rodamos, colapsando a su lado. Alcanzo mi falda y hago un lado las enaguas, el tarlatán y la seda para encontrar mi sgian dubh. Mis dedos agarran la empuñadura mientras el
hocico del sabueso se acerca rápidamente, mostrando los dientes en un bramido feroz. Ataco, empujando mi espada en el vientre del cù sìth , donde su pelaje como armadura es más delgado. Trato de hundirla hasta su empuñadura, pero entonces oigo un fuerte crujido metálico. Sorprendida, retiro mi brazo. El pelaje del cù sìth partió mi espada a la mitad. Antes de que pueda hacer algo, el sabueso asoma el hocico y libera un aullido penetrante. Me tambaleo y casi caigo cuando el alto gemido fino resuena a través de mi cráneo. Presiono las manos sobre mis orejas para camuflar el ruido, pero no funciona. Vidrios hechos añicos. Fragmentos de las otras ventanas y el decantador de whisky repiquetean en el piso. Mis piernas se doblan. Me hundo en la alfombra y los vidrios cortan mis rodillas. Abro la boca para gritar, pero no escapa ningún sonido. Justo cuando creo que no puedo aguantar más, el aullido se detiene. Jadeo y saco mis manos de mis orejas. Mis guantes están empapados de sangre que debe haber provenido de mis orejas. En ese segundo de distracción, el cù sìth salta a por mí otra vez. Me arrojo al suelo. No soy lo suficientemente rápida. Las garras afiladas del sabueso cortan mi espalda, rasgando la tela y la piel. ¡ Maldito infierno ! El sabueso sale corriendo hacia el escritorio detrás de mí y la madera se parte por el impacto, separándose justo en el medio. — Gavin — grito, agachándome detrás del estante caído. Él se está ocultando detrás de uno de los sofás volcados — . ¿Estás herido? — Mis orejas están sangrando. Tengo un desagradable dolor de cabeza. Estoy atrapado en una habitación con un hada asesina y te culpo. — Eso es justo.
Me maldigo mentalmente por ser tan desprevenida. Tomé por sentada la protección de Derrick y dejé mis armas ocultas en el jardín de Lady Cassilis. Mis dedos rozan el collar de seilgflùr en mi garganta. Esto es todo lo que tengo, el único objeto en mí que puede lastimar a un hada. Cuando el cù sìth se vuelve para saltar de nuevo, me saco el collar de un tirón. — Aileana — dice Gavin —. No… Antes de que el cù sìth se pueda mover, me lanzó hacia él. Chocamos con la fuerza suficiente para expulsar todo el aire de mis pulmones. De vuelta en el piso, intento poner mis brazos a su alrededor, pero el cù sìth me sacude fuera, sus patas fuertes me golpean de lleno en el estómago. Me doblo y me rasga el hombro con sus garras. Me muerdo la lengua, la sangre estallando en mi boca. Voy tras él de nuevo, luchando contra la criatura hasta que me las arreglo para rodarnos, de manera que estoy en su espalda con la seilgflùr apretada en mi puño. Envuelvo las trenzas de plata alrededor del cuello del cù sìth y tiro fuerte. El sabueso deja escapar un grito de asombro, luego un pequeño gemido. El cù sìth se tira contra mí, intentando hundir sus dientes en mi brazo. Seilgflùr arde a través de la espesa melena del hada y el hedor del pelaje y la carne quemados llena mis fosas nasales. Me alejo y aprieto el agarre en mi improvisado garrote de cardo hasta que su cuerpo comienza a debilitarse. Sus músculos se relajan mientras jadea de nuevo por aire. Cuando me aseguro de que el hada está demasiado débil para pelear conmigo, desenvuelvo el cardo y abro su boca. Antes de que pueda cambiar de opinión, empujo el collar adentro. Para el momento en que seilgflùr deja las yemas de mis dedos, el hada desaparece de mi vista. Dientes invisibles cortan mis guantes y raspan a lo largo de mi piel cuando saco mi mano. Juzgo donde está su
hocico y lo agarro para sujetar su mandíbula cerrada. El hada apenas lucha antes de que muera. Mientras deslizo fuera de la espada del cù sìth, su poder me llena. Liberador. Es como la luz, la linda sensación de volar, de ser llevado lejos del mundo. Lejos del dolor, la culpa y la muerte, a un lugar donde estoy convencida de que nunca me lastimaré otra vez. Me levantaré hasta que el oxígeno me deje, hasta… — ¿Aileana? — Susurra una voz. Si hubiera estado parada, habría caído. El dolor de la furia se acentúa en mi pecho, donde se encuentran mis recuerdos, mi culpa. Se refugian nuevamente dentro de la grieta en mi interior, y el ligero encanto de volar se ha ido. Abro los ojos para ver a Gavin parado sobre mí. Suspira aliviado. — Pensé que estabas muerta. — Soy una dama difícil de matar. Agarra mi mano. — Estoy orgulloso de mí mismo por ser un individuo tranquilo — dice, con su respiración visiblemente dificultosa — . Y raramente recurro a la histeria. Pero cuando la situación lo amerita… ¿qué demonios fue eso? — Maté un cù sìth. ¿ Seguro que no te lo perdiste? — Cuando dijiste que no ibas a correr, asumí que tenías un plan. No me di cuenta que ese plan era pelear a muerte. — ¿Qué más hay? — Siseo de dolor cuando Gavin me pone de pie. — Estás herida — dice, tirando mi antebrazo hacia él para inspeccionar mis heridas. Sus dedos rozan el lugar donde me arañaron los dientes del cù sìth. Estas heridas se convertirán en mis más nuevas medallas. Exploro la habitación y hago una mueca de dolor por el daño.
— Siento lo de tu estudio. Me sorprende que nadie viniera corriendo con todo el ruido que debimos haber hecho. Casi cada pieza de los muebles está rota. La madera astillada yace sobre el suelo, mezclada con el vidrio roto de las ventanas. Casi toda la colección de volúmenes de naturaleza está ahora esparcida por la habitación. La única cosa intacta es la chimenea; la leña aún está en llama y brillante. Considero una victoria el no haber terminado incendiándola. — No se puede oír mucho lo que pasa en esta parte de la casa — dice — , y estoy seguro de que la música ayudó. Nunca había estado tan aliviado de que mamá insistiera en contratar una orquesta. — Mira a nuestros pies, donde el sabueso muerto estaría si pudiera verlo — . Al menos no pudieron escucharlo… estaba seguro de que el maldito aullido explotaría mis orejas. Mientras Gavin inspecciona mi herida más cercanamente, digo: — En realidad no es un aullido, ese es su poder. Nuestros oídos humanos simplemente lo interpretan como un sonido… ¡Ay! — Había tocado en el dedo mi maldito corte. — Lo siento. Parece profundo. — Bueno, no lo toques — le digo — . Duele como el demonio. ¿Tienes algunas remedadoras? — Madre no las conserva. Suspiro. — Por supuesto que no. — ¿No te preocupa en lo más mínimo que algunas hadas nos atacaran al azar, o el que estás sangrando por todo mi estudio? — Ni lo más mínimo. Y estas no son las primeras raspaduras que he soportado, te lo aseguro, ni son las peores. Parpadea.
— Sabes, no encuentro eso particularmente confortante. — No estaba destinado a serlo. — Me aparto de su agarre y me tambaleo hacia un sofá volcado hacia arriba, para apoyarme ahí. — Te conté mi secreto — dice él — . Pero tú ocultas los tuyos de mí. ¿Qué más estás escondiendo? — Te fuiste por dos años y regresaste ayer. ¿Por qué debería contarte algo? Gavin se adelanta y agarra mi brazo enguantado. Me muerdo el labio para no gritar, porque las mordidas duelen mucho. Mete la mano en el bolsillo de su pantalón y saca un pañuelo. Me observa en silencio mientras envuelve la herida de mi brazo y ata la tela. — ¿No es una carga? — Pregunta — . Lo fue para mí. Él y yo tenemos que actuar papeles, fingir ser las personas que fuimos una vez. Ambos podríamos estar rotos en alguna forma, pero la diferencia es que soy una asesina. Tengo oscuridad para añadir a aquello que él no posee. — No puedo pensar en eso — digo —. Si yo… Gavin gira su cabeza bruscamente hacia la ventana. — Oh — dice — . Tú. El débil sabor a pan de jengibre y dulces hace cosquillear mi lengua. — Derrick — digo. — No puedo entender una maldita cosa de lo que estás diciendo — le dice Gavin a la nada. Me mira — . Él es duendecillo. Tú háblale. — Derrick, muéstrate. No puedo verte. Derrick aparece al mismo tiempo que Gavin dice:
— ¿Qué? El duendecillo vuela hacia mí. — Estaba esperando en el jardín y creí oír un cù sìth, así que volé y lo comprobé, y… Comienza a parlotear rápidamente en su propio lenguaje, como si se hubiera olvidado completamente de que debía hablar en castellano. Sus alas zumban, interrumpiendo cada palabra por el pesado zumbido. — Repite esa última parte en castellano — digo. — Hay un ejército de ellos — estalla — . Y casi están aquí.
Capítulo 18 Traducido por Julieta Corregido por Key
El dolor de mis heridas se disipa instantáneamente. Todo lo que necesito es la promesa de la batalla y un cálido resplandor se extiende a través de mi cuerpo. De vuelta a la caza, de vuelta a la persecución. — ¿Cuántos? — Pregunto. — Dos docenas — dice Derrick — . Tal vez tres. Cierro los ojos un instante. Las armas que traje conmigo no van a ser suficientes para matar a tantos. — Encuentra a Kiaran y dile que necesito ayuda. Trata de no insultarlo mientras se lo estás pidiendo. Derrick no argumenta, por primera vez. — ¿Y qué pasa contigo? Camino a zancadas hacia la ventana, una vía de escape fácil ahora que el vidrio pintado esta hecho añicos. Gracias a Dios, el estudio de Gavin está a nivel del suelo. — Tengo armas cerca, y más en mi ornitóptero. — Y es donde guardo mi seilgflùr de repuesto. Kiaran podía quitármela durante mi entrenamiento a veces, pero nunca la he perdido en una pelea antes. Derrick revolotea a mi hombro. — Están en Princes Street y avanzan en esta dirección. ¿Puedes llegar a Charlotte Square?
— Eso espero, ya que no tengo ninguna seilgflùr conmigo — murmuro mientras me izo a mí misma sobre el borde de la ventana y me preparo para saltar hacia el jardín. — No tienes ninguna… — No te preocupes por mí. — Dejo mi mejilla recostarse contra sus alas por un momento — . Vete. — Tendrás cuidado, ¿verdad? — La luz de Derrick resplandece más brillante a medida que se va. Rasgo mis enaguas ya devastadas y el vestido, hasta que se detienen justo por encima de mis rodillas, donde la parte inferior de mis calzones se muestran, así la tela no frenará mis movimientos. Lanzo el material extra en el suelo y me sitúo en el alféizar de la ventana. Mis zapatillas rozan contra algunos de los arbustos altos de abajo. La lluvia cae constantemente afuera y empapa mi pierna. Me estremezco por el aire frío de la noche y la brisa en mis brazos desnudos. Estoy a punto de dejarme caer hacia abajo, en el espacio entre los arbustos y la pared, cuando una mano se cierra alrededor de mi muñeca. Es Gavin, y se ve furioso. — ¿Tienes la intención de salir por ahí? — Pregunta — . Y ni siquiera puedes verlos, ¿verdad? Trato de liberarme de su agarre, pero él sólo lo aprieta. — Nunca dije que podía. — Fuiste implícita. — Estoy haciéndolo no-implícito ahora. — Sonrío — . Tengo otros medios. Gavin me estudia con atención. — ¿Elegiste esto?
Inclinándome más cerca, presiono mi mejilla contra la suya, un toque que va en contra de todas las reglas sociales que alguna vez me han enseñado. Es la emoción de la caza que cursa a través de mí, un zumbido salvaje. Estoy más allá de lo adecuado, más allá de la etiqueta. — Me deleito en ello. Salto a la tierra blanda debajo. Mis zapatillas se hunden los charcos de agua de lluvia alrededor de mis pies. El jardín es brumoso, aún más oscuro que antes, ahora que las nubes de tormenta se han reunido más espesas. La lluvia se desliza por mis hombros desnudos y la brisa sólo los pone más rígidos. Mi corazón se cierra de golpe en mi pecho y quiero correr de nuevo, para dar caza. Estoy a punto de correr por el césped cuando oigo un ruido detrás de mí. Gavin. — ¿Qué crees que estás haciendo? Se endereza, alto y elegante. — Yendo contigo. — No seas ridículo. — Me apoyo sobre mis talones y acecho en la dirección de mis armas ocultas. Él me alcanza y dice: — No es ridículo en absoluto. Tú misma dijiste que no puedes verlos. — ¿Y? — Déjame verlos para ti. — Sus facciones están ensombrecidas, su respiración entrecortada. — No — digo bruscamente — . No voy a involucrarte. Siento haberlo hecho. — Esta es mi elección, Aileana. — ¿Por qué? — Pregunto — . ¿Por qué harías eso por mí?
Aparta la vista de mí, con el ceño fruncido, como si recordara algo que trataba duramente de olvidar. — Intenté ayudar una vez — dice — . A una de las personas de mis visiones. El hada fue tan rápido, que rompió seis huesos en mi cuerpo antes de llegar a ella. —Gavin, yo… — Creo que eres una tonta — dice, con dureza — . Creo que esta es una idea extremadamente terrible y que probablemente va a terminar con los dos muertos. Pero si voy a morir, preferiría hacerlo sabiendo que traté de ayudar y no corrí. No había nada que pudiera decir para que desistiera. Sé que Gavin debía volver al interior donde estaría más seguro, no con alguien que es perseguido por las hadas. Lo cazarán también, una vez que descubran que es un Vidente en compañía de una Falconer. No puedo creer que esté haciendo esto. Suspiro. — Está bien. Dios, espero no lamentar llevarlo conmigo. A medida que doy la vuelta a la casa hacia el jardín lateral, escucho en busca de cualquier indicación de un hada cerca, pero no oigo nada. Instintivamente, busco el collar de cardo para reasegurarlo, pero encuentro que no está, entonces recuerdo rápidamente que no puedo verlos u oírlos. Maldiciendo en voz baja, pregunto: — ¿Escuchas algún aullido? — Todavía no. — Bien. Me agacho junto a los setos y saco mi maleta fuera de sus profundidades, buscando adentro por mis botas. Arranco las malditas zapatillas de mis pies y las empujo dentro de la bolsa, luego me ato las botas. Siempre es mejor estar preparada, por si me veo obligada a
correr. Si sólo hubiera pensado en traer algunos cardos de repuesto conmigo. A continuación, la funda y la pistola de rayos, dos elementos de los que nunca me separaré de nuevo. Deslizo la correa de cuero alrededor de mi cintura y tiro de la hebilla apretada. — ¿Siempre acumulas tus armas en los jardines de otras personas? — Pregunta Gavin. — Sólo cuando no quiero morir — le digo alegremente. Los restos de mis guantes de seda húmedos se pegan a mi piel cuando me los quito y los tiro en la bolsa. La ballesta sale enseguida. Entonces el prendedor de fuego, que ahora está adjunto a un guante de mi propio diseño. Me lo deslizo puesto y ato las correas alrededor de mi muñeca y antebrazo, donde descansa la reserva de combustible. Recojo la ballesta y compruebo su cámara interior. Contiene doce flechas esbeltas, sus puntas sumergidas en una tintura destilada de seilgflùr . Diseñadas para romper con el impacto, las puntas contienen pequeños fajos de cardo, suficientes para matar a un hada casi al instante. El diseño de recarga del cranequín carga de forma automática después de que cada una es disparada. — Bueno — dice Gavin — . Ciertamente has estado ocupada. — Una dama tiene que encontrar algo que hacer entre pintar paisajes. — Sabes, nunca voy a mirar a una mujer de la misma manera otra vez. Me preguntaré si ella está escondiendo armas bajo los setos. Sonrío. Bordeamos alrededor de los arbustos hacia la puerta lateral, que se abre con un chirrido. Agacho mi cabeza y compruebo la oscura calle en busca de alguna persona. Pero todo está vacío, solo se ven piscinas de luz provenientes de las lámparas en la calle y un carruaje solitario estacionado. Gavin se asoma conmigo y asiente con la cabeza una vez para indicar que está libre de hadas, también.
Los únicos ruidos que se filtran son de la casa de Gavin, donde la risa, la charla y los violines tocan la polka escocesa de las Highland a la deriva por las ventanas abiertas. Esta es la primera danza después del receso, a la que yo había prometido volver. He renunciado a esta danza, y las que le seguían. No habrá forma de reparar mi reputación después de esto. Para mañana, va a estar por los suelos. Tendré suerte si mi padre no toma la primera oferta que reciba para mí. Esta es mi última oportunidad de volver antes de que eso suceda. Gavin toca mi hombro. — ¿Estás bien? Entonces hago mi elección. La misma que siempre haré. Elijo la supervivencia. Elijo la caza. Como Padre me lo diría, el deber viene primero , y este es mi deber. Gavin escanea la carretera. — Aileana. Los oigo ahora. Alcanzo su brazo y lo tiro de él por todo el camino mientras corro pasando las casas de sus vecinos, empujando una rama colgando baja en mi camino. Entro a hurtadillas a través de la puerta en el jardín público, que se cierra detrás de mí con un sonido metálico agudo tan fuerte como un disparo. Nos apresuramos a lo largo del camino entre los árboles en el interior. Las botas se deslizan y se hunden en el lodo profundo. — ¿Adónde vamos? — Pregunta Gavin. — Si somos lo suficientemente rápidos, podríamos ser capaces de eludirlos por el camino a Charlotte Square. Fuera del jardín y en la calle. Nuestros pies retumban a través de los charcos, nuestros pasos rápidos chirrían sobre los adoquines. Al entrar en St Andrew Square, entre la tenue luz de dos lámparas de la calle, el ritmo de mi respiración es fuerte y rápido. Mi mano agarra la de Gavin, nuestros dedos resbalosos por la lluvia.
Él patina hasta detenerse de golpe y casi me lanza hacia adelante sobre el suelo. — ¿Gavin? — Pregunto — . ¿Qué pasa? — Algo está mal — dice — . Ya no los escucho… — Toma un aliento y se voltea, sus ojos enfocados en algo detrás de mí. Me doy la vuelta, pero sólo veo adoquines húmedos y relucientes. Entonces, un sabor ahumado se asienta espeso en mi boca. Ya está aquí . Gavin cambia su agarre a mi muñeca. Sostengo la ballesta fuerte mientras me atrae hacia él. — Tranquila — respira — . No nos ha visto aún. — Se traslada detrás de mí, sus ojos nivelados con el visor del arma, y levanta mi brazo para apuntar. Sostengo el balance de la ballesta contra mi hombro y dejo que me dirija. Mientras lo hace, la abrasiva aridez del poder de los cù sìth se asienta en mi lengua, tan potente que no puedo tragar saliva. Así que inhalo profundamente por la nariz, tan centrada en sostener la ballesta que el sabor no es más que una mera cosa insignificante. Gavin susurra una sola palabra. — Ahora. Aprieto el gatillo. Un grito agudo me sorprende tanto, que apenas me doy cuenta del poder de hada corriendo a través de mí.
Lo escuché. Me quedo mirando la calle y veo cómo la sangre se acumula en los adoquines. La suave voz de Kiaran hace eco en mi mente. Eres la única que podría hacer esto.
Seabhagair. Falconer. Gavin aprieta su agarre en mi brazo y me arranca de mis pensamientos.
— Vámonos. Sigo su guía y corremos por las residencias de piedras blancas en St Andrew Square, todas ellas oscuras, salvo algunas luces en las ventanas debajo del nivel de la calle, donde los sirvientes deben seguir trabajando. Gavin me jala a través de una ruptura en los arbustos que conducen al jardín en el centro de la plaza. Las ramas se entrujan y chasquean. Mis faldas se desgarran aún más. Corremos más allá de la columna estriada del Monumento de Melville y de nuevo a la calle. Gavin se detiene de nuevo y casi me doy de bruces con él. Tira de mí delante de él y reposiciona mi brazo para disparar. — Allí — susurra. Está tan cerca que su aliento me hace cosquillas en la oreja. Aprieto el gatillo. Un alto lamento resuena en la plaza, y el poder de hada se estrella en mí. Me relajo contra Gavin. Mi pecho se expande y arqueo la espalda. Esta vez el puro éxtasis de la matanza es casi suficiente para abrumarme. Casi. Gavin envuelve un brazo alrededor de mi cintura y me da la vuelta, manteniendo la otra mano apretada en mi muñeca para dirigir la ballesta. — ¡Ahora! No dudo, y la flecha apenas ha sido liberada antes de que Gavin me gire de nuevo. Su pie se desliza entre los míos, y me sostiene firmemente contra él para dirigirme con más facilidad. Con su palma presionada contra mi estómago, me reposiciona. — Una vez más. — Disparo. Seguimos así, con Gavin indicándome dónde disparar y yo apretando el gatillo. Sangre y lluvia brillan en la calle. Las farolas iluminan la escena sangrienta en una neblina de color naranja, oscurecida por la niebla espesa. Mi cabello húmedo cae hacia mi rostro, mientras Gavin apunta mi brazo de nuevo y disparo. Estoy sin aliento por la emoción, con el poder llenando mis pulmones, mi pecho. Giramos una y otra vez, en nuestro baile de matanza. Nuestros pies de vez en
cuando fallan en los adoquines irregulares, pero mi objetivo permanece firme. El aliento de Gavin es suave contra mi cuello. Puedo sentir cada inhalación y exhalación. Nos movemos juntos, aún mejor de lo que lo hicimos en el vals. Nuestros pasos se vuelven coherentes y uniformes, más suaves tras cada disparo. Cada muerte nos mueve más rápido, afila mi conciencia de las hadas. Pronto soy capaz de disparar antes de que Gavin hable, detectando exactamente cuándo necesita que lo haga. El sabor abrumador del humo proveniente del cù sìth seca mi boca, pero estoy demasiado saciada para prestar atención. Me siento ligera como el aire, invencible y fuerte… Hasta el momento en que Gavin me posiciona una vez más y oigo un clic revelador cuando tiro del gatillo. Estoy sin munición. — ¿Tu pistola? — Pregunta Gavin. Salgo de su abrazo para levantar la ballesta por encima de mi hombro. — Necesito que nos defienda de camino a Charlotte Square. — Le digo, sonriendo — : No te preocupes. Tengo una sorpresa. Giro el botón para activar el prendedor de fuego y meto la mano en la bolsa por una botella de vidrio. Lo empujo a sus manos. — Aquí. Una distracción. Tíraselo al cù sìth más cercano. Por un momento, creo que casi sonríe. Luego lanza la botella a tres metros de donde estamos parados. El cristal se rompe ante el impacto y escucho los aullidos de un cù sìth . Estiro la mano hacia el sonido, con la palma hacia afuera, y sacudo mi muñeca. La mezcla de alcohol y seilgflùr fluye del depósito de combustible, se inflama en un instante y explota desde el centro de mi guante. A nuestro alrededor, oigo el aullido desesperado del cù sìth . Sus lamento, altos y delgados sonando en mi cráneo.
Gavin mete la mano en mi bolso y agarra otra botella, pero los aullidos la hacen añicos antes de que pueda tirarla. ¡Maldita sea! No había esperado esto cuando las empaqué. El hedor del seilgflùr atado al alcohol y el pelaje quemado hace picar mis fosas nasales. Me zumban los oídos, sangrado por sus gritos. No creo que pueda soportarlo mucho más tiempo. Empujo a Gavin delante de mí. — ¡Corre! — Grito, aunque sé que no puede oírme, sus oídos están sangrando también. La sangre y el agua de lluvia corren por los lados de su rostro y tiñen el cuello de su camisa roja. Corremos de nuevo, y el aire está muy frío, mi aliento exhala como niebla blanca. Los aullidos se apagan detrás de nosotros. Corremos por George Street, de vez en cuando resbalando y tropezando en los adoquines resbaladizos. Mi cabeza duele tan agudamente que estoy luchando para ver. Mientras huimos, mi vestido mojado y desgarrado se aferra a mis muslos, y cada movimiento es rígido. Mis músculos queman con el esfuerzo. — ¿Están cerca? Gavin hace muecas y sé que debe estar sufriendo, también. — Sigue corriendo — dice. Ciudad Nueva se presenta en un diseño de rejilla simétrica. Fácil para viajar, pero no hay calles estrechas donde esconderse, no hay pasajes subterráneos, ni lugares oscuros para que nos ocultemos de la vista. Eso hace que sea extremadamente poco práctico para escapar. La calle es muy larga y recta para huir de ellos. — Tenemos que separarnos — jadeo entre respiraciones. — ¿Qué? — Gavin me mira con sorpresa —. No. Eso es… — Ve por Young Street — digo — . Nos vemos en mi ornitóptero en el centro de Charlotte Square. Ellos me van a seguir. — Tengo que alejarlos de Gavin antes de que nos rodeen de nuevo. Mi pistola de rayo sólo cuenta con ocho cápsulas, ni de cerca lo suficiente para defendernos si eso sucede.
Un frasco de vidrio en mi bolsa fue lo suficientemente grueso como para sobrevivir a los aullidos. Derramo su contenido en una línea, tan lejos como irá por el camino. Fuego estalla de mi palma para encenderlo. — Eso nos compra un minuto — le digo — . ¡Ahora vete! Corro presurosa hacia Rose Street. — ¡Maldita sea, Aileana! — Grita Gavin detrás de mí — . ¡No puedes verlos! No necesito hacerlo. Kiaran me dijo que el seilgflùr sería un obstáculo, que tenía que aprender a luchar sin él. Ahora es el momento perfecto para probar eso. Pero mientras corro por la calle en dirección a mi casa, el sabor ahumado del poder de hada satura el interior de mi boca y constriñe mi aliento a un silbido. Están cerca. Y no soy lo suficientemente rápida para huir de ellos. Ahí es cuando veo la torre del reloj, el corazón eléctrico de Ciudad Nueva. En ausencia de cualquier estrecho cercano en el que meterme para demorarlos, y sin ningún seilgflùr conmigo para defenderme, es la única manera en que puedo llegar a Charlotte Square viva. Me lanzo hacia la puerta y estrello mi pie a través de la madera, enviando astillas de roble y polvo a volar. Irrumpo adentro y corro por la escalera. Cada paso está marcado por el clic de los engranajes de metal giratorio que generan la energía de Ciudad Nueva. La electricidad zumba a mi alrededor, como millones de abejas agitadas.
¡Piensa! Arriba, arriba y arriba, otro tramo de escaleras de madera cruje hacia la cara iluminada del reloj. Busco un plan en mi mente, lo más rápido que puedo. La torre del reloj sólo tiene dos accesos, por el que ya entré, y el otro al lado del edificio que da a Princes Street en la parte inferior del eje de la torre. Si puedo llegar a él, eso separará a las hadas y los obligará a tomar la ruta larga alrededor del camino para
encontrarme. Tal vez me compre unos minutos para correr, y esa es la mejor oportunidad que tengo para llegar al ornitóptero. Sobre un zumbido eléctrico, el tic tac tic del reloj sólo hace que me mueva más rápido, más frenéticamente. Me meto a través de una puerta, hacia el puente que conecta los dos lados de la torre. No tengo idea de lo rápido que un cú sìth puede correr, pero estoy segura de que no he comprado mucho tiempo. Subo otro tramo de escaleras, y luego llego a la cima, encontrando que la plataforma estrecha de madera es mucho más pequeña de lo que esperaba. Me balanceo en el borde y muevo mis brazos. Un cú sìth aúlla afuera. Calma , me digo. Mantén la calma . Con una mirada estrecha, escudriño los engranajes que trabajan debajo de mí, cómo ondean y circulan entre sí a un patrón regular. La cuerda para cargar peso cuelga desde el techo hasta la parte inferior del eje. Si no cojo la cuerda cuando salte, tendré unos pocos segundos para caer y rogar que no me rompa algo cuando golpee la rueda dentada menor. Si tomo más tiempo… bien, eso no será un resultado agradable tampoco. Miro detrás de mí. Tic tic tic. El tiempo se agota. El sabor del poder de hada es tan penetrante en mi boca que me duele al tragar. Arranco más tela de mis enaguas y envuelvo mi única mano desnuda. El sabor crece, una sequedad de ardor se extiende inexorablemente por mi garganta.
Tic tic tic. Estoy sin aliento ahora. Si no salto pronto, los demás estarán esperando afuera de la otra puerta para destrozarme a escombros en el momento en que llegué ahí. No tengo oportunidad de luchar contra ellos ciega; hay demasiados. Algo rasga mi vestido. Dientes o garras invisibles trituran el material alrededor de mis muslos. Grito y pateo reflexivamente. Mi bota conecta con el hada que no puedo ver y grita en respuesta.
Tic tic tic. Demasiado tarde para cambiar de opinión y volver corriendo escaleras abajo. Así que me vuelvo y me lanzo fuera de la plataforma.
Capítulo 19 Traducido por Ale Westfall Corregido por Key
El apretón de mis dedos aumenta en la cuerda para cargar peso. La fricción quema a través de la tela envuelta alrededor de mi mano y aprieto los dientes mientras me deslizo, haciendo una parada sobre una masiva rueda giratoria. Mis piernas cuelgan en el aire, la punta de pies apenas tocan el metal pesado debajo de mí. El palpitante dolor en las palmas de mis manos es casi suficiente para aflojar mi agarre. Los músculos en mis brazos se abultan por el esfuerzo de mantenerme en mi lugar mientras bajo la mirada al engranaje giratorio bajo mis pies. Gira dentro y en torno a pequeños engranajes, revelando una pequeña abertura en cada rotación. Debajo hay otro engranaje plano que gira. Dentro… en torno… fuera. Allí se encuentra la abertura. Sigo el patrón hasta que lo memorizo, hasta que estoy segura que escogeré el tiempo correcto. En el preciso segundo que la abertura aparece, suelto la cuerda y me dejo caer. En el momento que estoy en el aire, cierro los ojos. La primera persona que pienso — sin razón alguna — es en Kiaran. En su rara casi sonrisa y en esos cortos y extraordinarios destellos de vulnerabilidad que muestra cuando momentáneamente pierde el control. Mi cuerpo cae con fuerza sobre el engranaje metálico, en una pila sin gracia. Infiernos y maldiciones, eso duele. Lucho en ponerme de pie y me paro tambaleante en el borde del engranaje. A medida que el engranaje gira, noto otra abertura por debajo a través de la cual puedo ver el piso de madera en la parte inferior de la torre del reloj. Otra caída, para nada terriblemente lejos.
Exploro las paredes del conducto para ver si hay algo que me ayude a bajar. Una serie de barras de metal sobresale de la pared interior de la torre. Cuando el engranaje gira de nuevo, salto. Mis manos se cierran alrededor de una de las barras y columpio mi cuerpo de barra en barra y caigo al suelo de madera en cuclillas. Mis dientes crujen con fuerza a causa del impacto. Por una vez, le agradezco a Kiaran por las sesiones de peleas sin fin. Si no me hubiera entrenado tan despiadadamente, no sería en absoluto capaz de caer por las torres de reloj o ignorar el dolor del aterrizaje. Me levanto, como él siempre me dice que haga. La puerta de mantenimiento está justo donde pensé que estaría. Me lleva dos intentos abrirla con una patada, hasta que las bisagras gimen y la madera se agrieta. El polvo vuela en mi rostro cuando salgo al exterior e inhalo el aire frío de la noche. Al otro lado del camino, diviso el monumento de marfil en memoria de Sir Walter Scott en el borde de Nor' Loch. Princes Street, finalmente. — Casi ahí — murmuro. Los músculos de mis piernas duelen en señal de protesta mientras corro hacia Charlotte Square. La lluvia está cayendo aún más fuerte ahora, derramándose desde mi cabello a mi frente mientras dejo atrás edificios de bloque blancos que albergan pequeñas tiendas. Mi respiración se vuelve dificultosa cuando el seco humo abruma mi boca de nuevo. Los sabuesos aúllan una vez más, demasiado cerca. Nunca pensé que me encontrarían de nuevo así de rápido, y mi prendedor de fuego no será tan efectivo en este tipo de lluvia. Pero todavía tengo mi pistola. De un tirón saco el arma de su funda. El conductor de púas se eleva y las barras principales se abren, mientras me giro y apunto a un punto que hace que el sabor en mi boca queme mi lengua. Suplicando que mis instintos sean correctos, aprieto el gatillo.
El sabueso invisible chilla y sonrío por el triunfo, viendo cómo la electricidad se extiende desde un punto invisible. Me gustaría disfrutar de la matanza, pero no tengo tiempo. Me lanzo a la calle, con respiración jadeante, y la bienvenida vista de mi ornitóptero me anima a correr más rápido. Gavin ya está dentro. — Aileana. — Suena aliviado de verme. Saco la ballesta y la taleguilla de mi espalda y las tiro adentro. Entonces salto en el asiento de cuero, enciendo los interruptores para despegar la máquina y presiono mis pies en los pedales para un despegue de emergencia. El ornitóptero se levanta rápidamente con un fuerte batir de sus alas. En el suelo, los sabuesos aúllan, su frustración haciéndose eco a través de la plaza. Sólo espero que Derrick y Kiaran puedan matarlos, ya que yo no pude. La lluvia azota las alas metálicas deshuesada mientras nos elevamos sobre Charlotte Square. Inclino mi rostro hacia las gotas cayendo y exhalo un largo suspiro. Mi cuerpo se relaja. Nos elevamos por los cielos brumosos de Edimburgo. Nubes encubren los edificios en Ciudad Nueva, pero el resplandor naranja de las luces de la ciudad logra filtrarse. El aire es más frío aquí arriba, más húmedo. Se filtra a través de mi vestido sucio, y tiemblo. Me quedo mirando la ciudad brumosa debajo y dejo que mis músculos se relajen, contenta por no moverme de nuevo. Tengo muchos deseos de cerrar los ojos y dejar que la máquina voladora me lleve lejos, lejos de mis responsabilidades y del peligro que amenaza las vidas de todos los que me importan. Después de un rato, nos elevamos encima de Leith y el balanceo de la máquina me tranquiliza. Las alas batientes suenan vagamente como un latido del corazón, suave y tranquilizador. Zas-zas, zas-zas. — Gracias — le digo a Gavin, una vez que mi respiración se ha calmado — . Por ayudarme.
— Siempre estoy dispuesto a acudir en ayuda de una dama en necesidad — dice — . Es mi deber caballeresco. Lo miro con diversión y me recuesto en mi silla. — Ellos te estaban buscando — dice en voz baja — . ¿Cierto? Es muy tranquilo aquí arriba, no hay sonidos excepto la caída de la lluvia y el batir de las alas. Giro el timón hacia el Forth y estudio los mástiles de los barcos que sobresalen a través de la niebla. — Sí. — No eres una Vidente — dice. Sus rasgos son ilegibles. Me gustaría poder entender lo que él está pensando. Sería de gran ayuda para decidir cuánto decirle, en cuánto peligro estoy dispuesta a ponerlo. Gavin mira fijamente hacia fuera, a la niebla del mar en calma, con su respiración superficial. — Ya no sé una maldita cosa sobre de ti, ¿verdad? Duele tragar. Mi garganta se aprieta y creo que podría ahogarme con mi respuesta. — Soy la misma persona que siempre he sido. No sé por qué me siento obligada a mentirle. Gavin ha visto las hadas, él sabe lo que le hacen a la gente. Me ayudó a pesar de ser un gran riesgo para él. Sin embargo, quiero que me mire como lo hizo más temprano en el baile, antes que Derrick regresara de la cocina, sin una pregunta en sus ojos. Con la certeza de que soy precisamente la misma mujer que dejó hace dos años. En su lugar, estoy sentada en una máquina voladora oscura, llevando los restos rotos de un vestido cubierto de sangre y suciedad. Perdí la cuenta de cuántas hadas maté. Soy una chica en ruinas que hizo su elección. Esto es lo que soy, una criatura de la noche que se nutre de la muerte y la destrucción.
— No — dice — . No eres la misma persona. Entonces, ¿qué eres, Aileana? Merezco saber después de eso. Desabrocho el prendedor de fuego de mi brazo y retiro el guante de mi mano. Lo lanzo a la parte posterior del ornitóptero. ¿Quién eres? Ya ni siquiera merezco ser un quién . Debe pensar que no soy mejor que las criaturas que cazo. — Soy humana — espeto — . Eso es lo que soy. Al igual que tú. — ¿Al igual que yo? — Dice Gavin — . Nunca he sido capaz de moverme tan rápido como ellos lo hacen. No puedo pelear así. Has matado a esas cosas sin... — Inhala — . Lo siento, no tenía la intención de sonar acusatorio. Mi ira se desvanece. Agarro el borde de lo que queda de una de mis enaguas y arranco una sección para atar mi mano lesionada. — Lo entiendo. Has estado bastante tranquilo, considerando todas las cosas — le digo. — Una mera fachada — dice, agitando una mano — . No sería muy varonil si gritaba como un pequeño bebé, ¿verdad? — No mucho. — Ambos nos quedamos nuevamente en silencio. Sigo dirigiendo el ornitóptero, más alto por encima de la niebla, más cerca de las estrellas. — ¿Qué sucedió? — Pregunta. Él compartió todo conmigo, me dijo lo que significa ser un Vidente. Respondí cambiando el tema y manteniendo mis secretos. Lo traté de la misma manera que lo hago con Kiaran, de la misma manera que trato a Catherine. ¿En qué tipo de mujer me convierte eso, el que no confíe en nadie más? ¿Ni siquiera en la gente que quiero? — Mi madre — digo rápidamente, antes de arrepentirme o cambiar de opinión y mentir de nuevo — . Fue asesinada por un hada. Esa es la razón. Esa es la razón por la que soy así. Oigo atascarse su aliento.
— No fue un ataque animal, entonces. — No. — Trato de evitar que los recuerdos resurjan, mantenerlos en el espacio vacío donde pertenecen — . No fue un ataque animal. — Y ahora disfrutas matarlos, ¿no? — Dice en voz tan baja que casi no le oigo. Mis mejillas arden. — Sí. Estoy sorprendida por cuán avergonzada estoy de esa admisión. Si este fuera Kiaran, ese hecho habría sido un motivo de orgullo. Pero Gavin debe estar dándose cuenta de que su amiga de la infancia ha negociado la feminidad por la brutalidad. Que la muchacha que conocía ha desaparecido por completo. — Eres lo que el duendecillo te llamó... ¿qué era? La palabra. La palabra que lo cambió todo. — Una Falconer. — Esto no cambia nada, ya sabes. Todavía me preocupo por ti. — Suena indeciso ahora — . Pero me asustas como el infierno. En circunstancias normales, mi pecho podría haber dolido por sus palabras. La amiga de la infancia de Gavin era el epítome de lo adecuado. Ella no tenía secretos, experimentaba todas las emociones apropiadas. Habría corrido del hada cuando Gavin se lo hubiera pedido. Habría confiado en él para protegerla. Mi apatía debe ser una cosa impenetrable, un muro que me mantiene a salvo y protegida. No debería importarme lo que piensa. Quiero pretender que él es un niño tonto que simplemente ya no me entiende. Excepto que no es un niño tonto. Y esta verdad es tan aguda y dolorosa como cualquier cuchillo. — No te culpo — le digo. Su mirada se siente pesada en la oscuridad.
— Esto va a matarte. El cazarlos. — Puede ser — admito — , pero no puedo volver a lo que era. Planificar fiestas y un matrimonio… eso ya no es para mí. La caza está en mis huesos. Es la voz en mi cabeza que me ordena, la fuerza que me impulsa. Es una parte de mí que nunca se irá, no hasta que me muera. — No creo — dice — que sea para mí, tampoco. Casi le digo Lo siento , como lo hice en los jardines. Lo siento por involucrarte. Lamento que sientas que necesitas protegerme. Lamento que no puedas regresar, tampoco . Pero no lo digo. Estoy a punto de intentar decir algo ligero y alegre cuando Gavin agarra mi mano. — ¿Gavin? — Hay algo detrás de nosotros.
Capítulo 20 Traducido por BrenMaddox Corregido por Key
Inmediatamente me acuerdo de que ya no tengo el collar de cardo. Gracias a Dios por los paquetes de repuesto en el ornitóptero. Saco un fresco mechón trenzado y lo anudo al final. Cuando está seguro alrededor de mi cuello, miro detrás de nosotros. Mis dedos se clavan en el asiento de cuero y jadeo. Maldición.
Sluagh . Una docena de ellos. Las criaturas fantasmales barren sus enormes y gráciles alas, la niebla reuniéndose a su alrededor. Se ven casi como dragones, con la piel en una iridiscente y brillante sombra de gris pálido, tan delgada que sus angulosos y puntiagudos esqueletos son visibles por debajo. Son más poderosos que los cù síth , aunque no físicamente fuertes. La piel que cubre sus cuellos y las alas son lo suficientemente delgadas como para ser cortadas con una cuchilla. — ¿Qué son? — Pregunta Gavin. — Sluagh . — Eso es imposible — dice — . Los sluagh no han sido vistos por… — Más de dos mil años — termino por él — . Hay algo más que podría haber guardado de ti. — ¿En serio? — Arrastra las palabras — . Estoy sorprendido. Uno de los slaugh chilla y se apresura hacia el ornitóptero, batiendo sus traslúcidas alas como de libélula tan rápido que se
desdibujan. Los otros flanquean al líder en ambos lados. A medida que se acercan, una fría y resbaladiza pesadez se desliza a lo largo de mi lengua. Gavin dice: — Debemos correr esta vez. Realmente, realmente debemos… El sluagh del medio abre su boca y sopla una pálida ráfaga de neblina blanca hacia mí, con una velocidad sorprendente. Agarro la visera de lluvia, tirándola hacia arriba justo a tiempo para bloquear la exhalación vaporosa del sluagh . El calor de la ráfaga es de gran alcance, lo suficientemente caliente como para incinerar la carne, y la visera de metal quema mis dedos. Sólo después de que el sluagh vuela más allá suelto la visera, mordiéndome la lengua contra el dolor. — ¿Qué demonios fue eso? — Dice Gavin. Me pongo de pie, con las manos temblorosas. — Debería haber mencionado que respirar niebla ardiente, ¿no? — Tu capacidad de comunicarte es atroz, ¿sabías eso? Lo ignoro y me sitúo otra vez en el asiento delantero, presionando el interruptor para aumentar la velocidad. Mientras las alas se baten más y más rápido, la máquina empieza a tensarse por el esfuerzo que se necesita para volar así de rápido. Nunca he probado el ornitóptero en estas condiciones tan extremas, pero el motor debería mantenerse. El ornitóptero se estremece bajo mis pies un poco más de lo habitual, pero sigue volando sin problemas. La aceleración nos sitúa ligeramente adelante de los sluagh , pero todavía no nos estamos moviendo lo suficientemente rápido como para huir de ellos. Piso los pedales hasta el fondo con los dedos de mis pies. La máquina se sacude y las alas baten más fuerte. — Aquí — digo, parándome — . Toma el timón. Gavin se desliza en el asiento del conductor detrás de mí. — Unas pocas palabras de instrucción podrían ayudarme.
Los sluagh están tan cerca ahora. Mi corazón golpea contra mis costillas. Tengo que hacer algo antes de que abrumen la nave. — Haznos más complicados de golpear y mantennos sobre el agua. — Evito darle una mirada fugaz — . Y yo me aseguraré de que no mueras. — Muy considerado de tu parte. Una mujer detrás de mi corazón. Pateo una palanca cerca de mis pies. El compartimiento central se balancea abierto y saco una enorme ballesta. Está fijada a un soporte giratorio, por lo que puedo pivotar libremente la pesada arma y mantenerla más equilibrada de lo haría si tuviera que soportar todo su peso. También he añadido manijas con un mecanismo de disparo rápido. La cámara interior tiene la misma función de recarga como mi diseño más pequeño, sólo que se dispara con flechas del doble de tamaño. — Así que — dice Gavin — . ¿Supongo que no vamos a correr, entonces? — Correcto. Alineo mis ojos con la vista, pero justo cuando tiro hacia atrás las asideras, el ornitóptero cae. Los engranajes de la ballesta hacen tic tac y la flecha se enciende. Una perdida. Infierno y maldición . He practicado con la ballesta antes, pero nunca en estas condiciones. — Firme, Gavin — le digo. — Lo estoy intentando . ¿Te das cuenta de cuánto tiempo ha pasado desde que he volado uno de estos? Sonrío forzadamente y centro mi mirada a través de los vista de nuevo. El ornitóptero se estremece y se balancea, pero me muevo con él. Respiro profundo. En la exhalación, libero otra flecha. Golpea al sluagh directo en el cuello. Un tiro perfecto. El sluagh grita y explota en un estallido de luz. La resultante niebla rodea la máquina voladora, arremolinándose y recubriéndolo todo en una explosión tan glacial que las gotas de lluvia en mis brazos se congelan.
El sluagh libera un enfurecido y ensordecedor graznido, entonces comienza a rodear la máquina frenéticamente, sus lustrosos ojos ahora radiantes y brillantes. Hay tantos de ellos. Giro mi ballesta para apuntar, pero son demasiado rápidos. Claman alrededor de la máquina y los esquivo mientras uno trata de arañarme con sus garras. De repente, se zambullen hacia nosotros. — ¡Fuerte a la izquierda! — Le grito a Gavin. El ornitóptero se tambalea y casi pierdo el equilibrio. El sluagh chilla de nuevo y desciende hacia nosotros para una segunda pasada. Son ágiles, rápidos. Uno de ellos sopla más niebla hacia mí, y apenas la eludo a tiempo. Me esfuerzo por mantenerme en pie para ver por la mira de la ballesta, apuntando al sluagh que trató de desgarrarme. Respira , me digo. Firme . Tiro de las asideras otra vez. La flecha vuela en el aire, rápida como un rayo, y golpea al sluagh . El hada explota y golpea niebla fría en mí. El sluagh se zambulle otra vez con gritos penetrantes, aleteando salvajemente sus alas. Garras aferran a mi ropa y cortan mis hombros desnudos. Me dejo caer en cuclillas. Todo lo que puedo ver son venosas alas batiendo. Antes de que pueda recoger la ballesta, uno de ellos se lanza hacia mí. Me preparo para el fuerte impacto. Pero va a través de mí. Y siento como si mi alma estuviera siendo arrancada de mi pecho. Trato de tomar un aliento, pero la inhalación se convierte en gárgaras en la parte posterior de mi garganta. Mi garganta se cierra y el frío contrae los pulmones, se extiende debajo de mi piel y congela mi corazón. El sluagh reaparece por encima de mí, formando un arco con su cuerpo para abalanzarse de nuevo.
Gavin.
Me las arreglo para volver la cabeza. El hada está volando hacia Gavin, quien está de espaldas. Porque él confía en mí, confía en que voy a salvarlo. Me muevo, reprimiendo un grito por lo mucho que duele moverse a través del hielo. Salto a través del frío cuerpo del sluagh y me estrello contra Gavin, clavándolo al piso del ornitóptero mientras el sluagh se desliza sobre nosotros. Por un segundo, descanso mi mejilla contra la piel húmeda y resbaladiza del cuello de Gavin. Mi cuerpo duele y tirito por el frío. — Tu rodilla se está cavando en mi columna vertebral — dice Gavin. — De nada — murmuro. Mi lengua se siente pesada. Me pongo de pie y tropiezo, los músculos protestan por el repentino movimiento. Mi visión está salpicada, fuera de foco y borrosa. Cierro los ojos con fuerza y sacudo la cabeza una vez. Si Kiaran estuviera aquí, él me diría: Levántate y muévete. Un segundo gastado en meditar sobre el dolor es tiempo suficiente para que un enemigo se reorganice. — ¿Estás bien? — Pregunta Gavin. — Genial. Agarro la ballesta y balanceo el arma alrededor de su plataforma, parpadeando a través de las estrellas en mi visión para apuntar. Tiro las asideras una vez más. Otra perdida. Maldigo suavemente y trato de tranquilizar mi cuerpo, abriendo y cerrando mis congelados dedos para hacer que se calienten de nuevo. Calmándome a mí misma, veo a través de la mira. Un sluagh chilla y se dirige directamente hacia mí, volando tan rápido que apenas libero otra flecha a tiempo. Rebana el cuello del sluagh y la criatura estalla en vapor blanco. El poder de hada fluye a través de mí, cálido y suave. Mi cuerpo está tan cargado, tan lleno de energía, que mi sangre corre caliente de nuevo. Mi objetivo es la ballesta, rápidamente disparo una flecha tras
otra. Mato con tal eficiencia que los sluagh son incapaces de acercarse a la máquina voladora. Gavin gira el ornitóptero en círculos y mi cabello mojado azota mi rostro mientras disparo a otro sluagh . Mis enaguas empapadas se aferran a mis muslos y la lluvia abofetea mi piel. El hielo la muerte del sluagh abriga mis brazos. Y cada vez que mato, mi agilidad mejora. Mi mente se vuelve más clara. El asesinato es la cosa más fácil del mundo, sin complicaciones por las emociones. Es sólo mis víctimas y yo. Cazador y presa. Mi pecho se expande con el triunfo, con la completa euforia. Mi mente canta una sola palabra mientras mato. Una bendición. Una oración. Más . Sólo queda un sluagh . Circula a través de las nubes, un fantasma cauteloso. Mis flechas se han terminado y sólo tengo mi pistola. Mi víctima tiene que estar mucho más cerca para que pueda dispararle con precisión. Sé lo que tengo que hacer. El sluagh se mueve debajo de nosotros, todavía cauteloso. Meto la mano en el estante del compartimiento medio para sacar una bolsa de lona y hacer surgir mi pistola de rayo. — Aileana — dice Gavin. El sluagh se eleva hacia nosotros, preparándose para atacar. Le sonrío a Gavin, respirando tan fuerte por mis asesinatos que creo que mis pulmones podrían estallar. Pongo mis brazos a través de las correas de la mochila. — Cuida de mi pequeño. Parpadea. — ¿Te ruego me disculpes? — Mi ornitóptero. Doy un paso encima del asiento y me arrojo hacia el cielo. Aire se precipita a mi alrededor. Gavin grita mi nombre, y su voz resuena a
través de las nubes. Lo que queda de mi falda ondea hacia arriba a medida que gano impulso y tengo que empujarla hacia abajo para ver. Sostengo la pistola frente a mí y apunto el cañón a la cabeza del sluagh mientras caigo en picada.
Firme ahora . Aprieto el gatillo. El sluagh estalla en piezas en una nube de electricidad y niebla. Fría y espesa niebla me rodea mientras caigo a través de ella, y el hielo se adhiere a mi piel y cabello. Tiro del cable que está conectado a la mochila en mi espalda. Material sedoso se infla por encima de mí y me tironea hacia el cielo. Cierro los ojos, empujando mi pistola en la funda mientras me deslizo sobre el agua. El mar da vueltas por debajo mío, reconfortante, rítmico. Una suave brisa acaricia mis mejillas mientras desciendo. Aprovecho ese último momento de calma para sentir el poder de hada lavando sobre mí, haciendo cosquillas a lo largo del interior de mi piel en una eléctrica y suave corriente que teje su camino a través de mi cuerpo. Me permito relajarme en el abrazo confortante de mi paracaídas y escucho las olas, el silbido del viento y el golpeteo de la lluvia a mi alrededor. Hasta que no tengo más remedio que aterrizar en el agua. Así que agarro las ataduras unidas a mi paracaídas y me hundo tan cerca de la superficie como me atrevo antes de tirar de ellas para liberar el dosel. Caigo los últimos metros y es como golpear una piedra, tan gélida que jadeo y casi absorbo agua en mis pulmones. Entonces soy tirada hacia abajo, arrastrada hondo y más hondo por la corriente del Forth que está en constante cambio. Lucho y pateo por encima del agua para inhalar aire, abro los ojos para contemplar las pesadas y bajas nubes, y el ataque violento de la lluvia. Apenas puedo mover mis extremidades, pero fuerzo mis piernas a moverse, para mantenerme a flote todo lo que pueda. Lucho contra la corriente. Mis piernas dan sacudidas y se acalambran. Trago y la salinidad me hace atragantarme como si fuera succionada bajo el agua otra vez.
Me pateo a mí misma retrocediendo y busco frenéticamente a mi alrededor por tierra. A poca distancia de mí hay una playa rocosa. Nadar hasta allí es insoportable. El material pesado y anegado del vestido flota a mi alrededor y me tira hacia abajo. Es un obstáculo, una prueba de mi fuerza. Lo soporto, nadando con ayuda de la marea entrante, hasta que soy capaz de arrastrarme sobre mi estómago a través de las escarpadas rocas de la playa, en tierra al fin. Toso el agua de mis pulmones y ruedo sobre mi espalda. Lluvia rocía mi rostro, deslizándose por mis mejillas. Presiono mi palma contra mi pecho y siento mi corazón golpeando constantemente dentro. Viva. Todavía viva. Miro a las nubes que se deslizan arriba, a su rápido movimiento vertiginoso. No estoy segura de cuánto tiempo me quedo allí recostada. El tiempo deja de importar. Todo lo que importa es el órgano latiendo firmemente bajo mis dedos. — ¡Aileana! Giro la cabeza lentamente. Mi visión es borrosa, pero reconozco a Gavin corriendo hacia mí. El ornitóptero se encuentra estacionado en la playa detrás de él. Ni siquiera lo escuché aterrizar. — Aileana, gracias a Dios. — Él se arrodilla a mi lado — . ¿Estás herida? — No — grazno, lamiendo la sal de mis labios — . Pero me quedaré recostada aquí un momento. — Mis palabras están mal articuladas — . ¿Ves? Difícil de matar. Gavin maldice suavemente mientras se quita su levita 13 y la deja caer encima de mí. — Si la muerte alguna vez viene para llevarte, me imagino que será por tu propia estupidez. — El agua está fría — digo. Es una prenda masculina que cubre el cuerpo del hombre hasta casi la rodilla. Se conserva la longitud, ya que la prenda tiene varios siglos de antigüedad, pero actualmente hay tres diferentes tipos. 13Levita:
— Eso es porque estás recostada en ella. Está tratando de no gritarme, creo. Un sensato y caballeroso enfoque para una mujer que él sin duda cree está absolutamente loca. Sonrío débilmente y estudio la forma en que sus rizos rubios se curvan en el cuello de su camisa sucia. Un recuerdo parpadea, sin ser provocado, del día que se fue a Oxford. El voto tonto que me hice a mí misma, que cuando regresara, él nunca me volvería a tratar como una segunda hermana otra vez. El pensamiento me hace reír. — ¿Sabes? Te escribí mientras estabas lejos. Santo cielo, ¿por qué dije eso? Mi mente se encuentra confusa, desenfocada, probablemente porque estoy demasiado fría. Gavin me mira, sorprendido. — ¿Te ruego me disculpes? — Cartas. Cinco de ellas. — Nunca recibí alguna carta. Me río de nuevo, sonando como si estuviera ebria, y alejo mi trasero de las rocas afiladas. Las olas barren y empapan completamente mis piernas de nuevo, pero todavía no me molesto en moverme. Creo que voy a desmayarme si me muevo. — Nunca las envié. — ¿Qué decían? — Estimado Gavin — Mis dientes castañean en torno a las palabras — . Hoy unté accidentalmente tinta en toda mi boca. Pensé en ti. — Tú no escribiste eso.
— Lo hice. — Sonrío — . Si escribiera una hoy, diría: Estimado Gavin, hoy te he salvado la vida. Por favor recuérdalo antes de que me reproches. Él me jala en una posición sentada. Otra ola viene y empiezo a temblar incontrolablemente. Mis dientes encajan juntos tan fuerte que me duele la mandíbula. — Si no recuerdo mal — dice, tirando su abrigo con más fuerza a mi alrededor — , tú me abordaste desde atrás. — ¿Y? — ¿Cómo sabía yo que estaba en algún peligro real? Tal vez sólo querías un poco de abrazo. Entrecierro ojos. — ¿Ahora estamos dejándonos llevar por fantasías, Galloway? — Mi fantasía en este preciso momento es disfrutar de una copa o dos. Me vendría bien beber. — Mira a la máquina voladora — . Supongo que no tienes ningún whisky en tu ornitóptero. — ¡No bebo y vuelo! E incluso si tuviera alguno, no se lo permitiría a cualquiera. — Arpía. — Canalla. Todavía estoy sentada en el agua. — ¿Quieres que te ayude a levantarte? Mis piernas probablemente no funcionarán. El nadar hasta la orilla me tomó demasiado esfuerzo, no creo que mi cuerpo me vaya a escuchar más. — Um — digo, un poco vacilante — , no, gracias. Planto mis manos hacia abajo, en las diabólicas rocas afiladas y logro levantarme con piernas temblorosas. Mis piernas se doblan. Oh, maldición…
Gavin me agarra por la cintura. — Te tengo — murmura. Levanto mis ojos a los suyos, pero está demasiado oscuro para verlo con claridad. Él está muy tranquilo, su respiración tan lenta como las olas que bañan alrededor de mis piernas. Tan rítmicas como la lluvia cae a nuestro alrededor. ¿Cómo puede estar tan tranquilo con todo esto? Yo fui la que trajo la destrucción a su vida. Ahora él nunca será capaz de esconderse de nuevo, no aquí. Nunca estará a salvo a mí alrededor. Si mis piernas tambaleantes lo hubieran permitido, me habría liberado de sus hombros entonces. — No te culpo si no quieres volverme a ver después de esta noche, — digo. — ¿Por qué no habría de hacerlo? — Porque — digo, un poco impotentemente — , porque has tratado de evitar a las hadas y yo las he traído justo a ti. — Esa idea se me había ocurrido. Asiento. Él no tiene la habilidad de luchar contra ellas. La energía de una Vidente es una bendición para cualquier hada que encuentre uno. Él va a ser tan perseguido como yo. —Pero si hiciera eso, alejarme… ¿qué clase de amigo sería? — En uno inteligente — digo. — Pero no uno bueno. Esa no es la clase de hombre que soy. Miro hacia él. Me pregunto si piensa que estoy dañada, más allá de la salvación. Si él está aquí es sólo por obligación, porque crecimos juntos. Puede que yo no sea su responsabilidad de la forma en que Catherine lo es, pero me trata como si lo fuera. Siempre lo ha hecho. — Gavin — digo, vacilante — . Y-Yo creo…
— ¿Qué? Necesito control. No debería sentirme tan vulnerable o expuesta. Es agotamiento por el combate, tiene que serlo. — Puedo caminar el resto del camino por mi cuenta — digo. — Correcto. Voy a soltarte, entonces. Libera suavemente su agarre. Chillo cuando mis piernas colapsan debajo de mí. Habría caído si él no me hubiera atrapado de nuevo. En la oscuridad, veo el destello de sus dientes en una amplia sonrisa. Está disfrutando esto. Casi lo maldigo. Al engreído sinvergüenza. —No creo que tú puedas… — ¿Debemos dispensar el preámbulo? Quieres que te cargue. — ¿Tiene que sonar tan satisfecho al respecto? — ¿Por qué no? — Dice alegremente — . No todos los días tengo la oportunidad de cargar a una mujer. Lo fulmino con la mirada. — Debería haber permitido que los sluagh te llevaran. — Ah, pero entonces estarías sola en esta playa, fría y húmeda con nadie para levantarte en sus preparados y fuertes brazos. — Estás disfrutando esto, ¿verdad? — Inmensamente. — Gavin me levanta, moviéndome de manera que soy acunada contra la parte frontal de su cuerpo. Me encuentro sorprendida, lo hizo muy bien. Me pregunto a cuántas damas ha salvado de las playas congeladas. Mi columna vertebral se mantiene completamente recta y rígida mientras descanso allí. ¿Dónde se supone que ponga mis malditas manos? Torpemente doy palmaditas en su hombro y las establezco
capturando la tela de su camisa. ¿Qué es lo que hacen otras mujeres cuando están siendo sostenidas? ¿Desmayarse un poco? — Er — digo, un poco torpemente — , ¿gracias? El dedo de Gavin acaricia la parte exterior de mi brazo. Un gesto tranquilizador, pero se siente íntimo y completamente familiar. Me tenso al principio, luego me relajo y me sitúo con mayor comodidad en su pecho. — Odias pedir ayuda, ¿no? Por una vez en mi vida, quiero ser honesta con alguien. ¿Cómo sería no tener que ocultarme o fingir? Ya he guardado demasiados secretos de él y eso casi lo mata. Pero me he vuelto tan acostumbrada a mentir, que no creo que pueda hacer nada más. — Tengo que cuidar de mí misma — digo. Gavin se detiene. — Lo sé. — Él mira hacia mí, serio ahora — . Pero no debes rechazar una oferta de ser cuidada. Algunas personas no tienen la suerte de recibir una.
Capítulo 21 Traducido por Nanami27 Corregido por Key
— Sabes — dice Derrick desde su percha en mi ventana — , creo que tengo algo de dolor de cabeza esta mañana. No creo que las hadas los tengan. Él brilla suavemente en la luz de la mañana que se filtra a través de la ventana de mi dormitorio. Lo noto mirando las partes brillantes de mi pistola de rayo, que he desarmado para limpiarla después de mi nado en el Forth. Si no lo vigilo, va a robar algunas de las piezas y las encontraré escondidas en lugares al azar alrededor de mi vestidor. — Tal vez es una miel-dolor — digo. Dejo a un lado la baqueta y recojo el cañón de la pistola para empujar un pequeño cepillo de cerdas dentro — . Ese es el resultado de comer demasiado de lo que no era tuyo. Hago una pausa para masajear mis sienes, haciendo una mueca cuando capto mi reflejo en el lejano espejo. Me veo como si hubiera sido golpeada por una locomotora. Peor aún, estoy al borde de una fiebre que hacer arder mi cabeza y doler mi cuerpo. Mi mano lesionada se ve absolutamente repugnante bajo los guantes que llevo, con mi palma totalmente arrancada y llena de ampollas. Tuve que vestirme yo misma de nuevo, para ocultar mis diversas lesiones de Dona. Una mañana más como esta y la pobre chica podría pensar que ha sido saqueada. — Pero tu amiga la ofreció — se queja Derrick — . Bueno, ella podría no haber dicho explícitamente: "Derrick, por favor, come toda la miel en mi cocina", pero estaba implícito por el mero hecho de que ella tiene una cocina.
— ¿Sabes? — Digo — . No creo que hubiera una sola palabra con sentido en algo de lo que dijiste. — Creo que todavía estoy aturdido. — Ahora eso tiene sentido. — Así que — dice alegremente, cambiando de tema — , ¿cómo lo hizo nuestro Vidente anoche? No creo que me agrade, ya sabes. Él está muy bien preparado. Nunca confíes en un hombre sin una idea de caos, digo yo. — Pasaste cinco minutos con él. — Uno puede aprender mucho en cinco minutos — dice entre dientes y me mira de reojo — . Tienes arena en el cabello. Se ve tonto. Acaricio la parte superior de mi cabeza y me estremezco cuando algo de arena cae al suelo. Me he lavado el cabello tres veces ya, y al parecer todavía no he conseguido sacarlo todo. Casualmente, barro la arena fuera de la mesa. — Gracias por eso. — De nada, preciosa. Con una dulce sonrisa, pregunto: — ¿Y cómo fue tu aventura con Kiaran anoche? Nada como matar hadas para formar un vínculo eterno, ¿verdad? Derrick me mira. — ¿Podrías posiblemente formar una relación de trabajo con alguien que no es tan malhumorado todo el tiempo? — ¿Qué hizo? — ¡Robó todas mis futuras víctimas! Allí estaba yo, a punto de volar y recoger mis trofeos, y él salta, agita sus malditas cuchillas extravagantes y mata todo. — Resopla Derrick — . Malditos sean los daoine sìth. Arrogantes y autosuficientes bastardos.
Alguien golpea ligeramente la puerta del dormitorio. — Adelante. Dona entra, con la cabeza hacia abajo. Se sumerge en una silenciosa reverencia, como si estuviera esperando ser reconocida. Su actitud es rígida, incluso más tímida de lo usual. No había lucido así desde el día en que vino a vivir aquí hace tres semanas. Inclino mi cabeza para tratar de ver su expresión apropiadamente. — Le ruego me disculpe, Lady Aileana — espeta Dona. Mi doncella no es particularmente habladora, pero por lo general me ofrece una tentativa sonrisa cuando me visita. — ¿Estás bien, Dona? Dona se estremece. — En efecto. Milady — añade apresuradamente. Suena tan formal que me estremezco. — Maldita sea — dice Derrick, y revolotea sobre Dona — . ¿Tenemos que romperle los brazos para llevarla a declarar su propósito? Por qué. Estás. ¿Aquí? Nosotros. Estamos. Desarmando. ¡Armamento! Por lo menos la sensibilidad de Dona ante las hadas está inactiva en este momento, o ella lo escucharía chillando en su oído y entonces nunca conseguiríamos sacar una palabra de ella. — ¿Hay algo en lo que te pueda ayudar, entonces? — Pregunto. Dona se aclara la garganta. — Lord Douglas solicita su presencia en su estudio. — Traga visiblemente una vez y vacila antes de añadir — : En seguida. Me enderezo en mi silla, inmediatamente alerta a pesar de sentirme infernal. He estado temiendo este momento toda la mañana. — ¿Supongo que no podrías decirme en qué tipo de estado de ánimo se encuentra él?
Ira explosiva, ira en calma, ira mortal, ¿o la ira voy-a-enviarte-aun-convento? Me pregunto si debería escapar a través de la puerta secreta de mi habitación y ocultarme en algún lugar hasta que se calme. La cabeza de Dona se levanta bruscamente, y parpadea esos grandes ojos azules suyos hacia mí. Luego se da un paso hacia la puerta y se menea nerviosamente. — Um. Bueno. — Suena insegura — . Milady. Él está... no estoy segura de que pueda describirlo, exactamente. Oh Dios. Me levanto de mi silla, ignorando la ola de vértigo que amenaza con devorarme, y asiento con la cabeza una vez. — Bien. Supongo que tendré que terminar con esto, entonces. — ¿Qué va a hacerte? — Pregunta Derrick, volando detrás de mí afuera de la habitación — . ¿Prenderte fuego? Camino despacio por el pasillo y tiemblo en anticipación de lo que Padre va a decir. — Estoy segura que la encontraría una proposición bastante tentadora. — Mantengo mi voz baja, en caso de que Dona aun esté lo suficientemente cerca como para oír. — Bueno, si quieres, puedo comerme sus orejas. Me gustan las orejas. En cualquier otro momento, me hubiera reído. Ahora, lo único que puedo hacer es decir distraídamente: — No es necesario. — La oferta sigue en pie. Lo empujó con mi mano y aletea al piso de arriba. Sigo hacia la puerta del estudio de mi padre. Padre se sienta detrás de su escritorio de roble grueso, la pluma garabateando rápidamente a través de su carta-documento. Él no levanta la vista cuando me detengo en la puerta.
Su estudio nunca ha sido cálido y acogedor, ni siquiera cuando mi madre estaba viva. El mobiliario pesado y oscuro se ve demasiado grande para la habitación. Incluso con la gran ventana y las cortinas abiertas, la luz nunca parece iluminar el espacio. Estudio las estanterías repletas de libros, las revistas jurídicas masivas y los diarios de viaje que colecciona. Al lado de la ventana está un sofá de cuero de color marrón oscuro, y en una mesa frente a él se encuentra una garrafa de whisky con un solo vaso a su lado. Echo un vistazo a mi padre con sorpresa. Ni siquiera es mediodía y ya está bebiendo. Esto no puede ser bueno. Golpeando el marco de la puerta, digo: — Padre. — Diantres. ¿Cuáles eran las primeras palabras de la excusa que ensayé otra vez? Él asiente hacia la silla frente a su escritorio. — Siéntate. —Padre… Levanta un dedo para hacerme callar y sigue escribiendo. Cierro la puerta detrás de mí y espero a que termine. Trato de controlar la tensión en mi cuerpo, inhalando y exhalando profundamente. Mientras escribe, solo me pongo más y más ansiosa, y mi cabeza ya está latiendo. Finalmente, Padre baja su pluma, y entrelaza sus dedos. Levanta los ojos y… Dios mío, son duros e intensos. — ¿Sabes por qué estás aquí? Asiento lentamente, luchando contra mi primer instinto de mirar los dedos de mis pies en lugar de encontrarme con su mirada. Un fracaso de mi discurso ensayado. ¿Cómo es que, en cuestión de unos pocos minutos, él puede hacerme sentir como una simple niña? — Por supuesto que sí — dice, con voz dura — . Se me ha ocurrido que he sido demasiado indulgente contigo desde la muerte de Sarah. Trago saliva.
— Yo no… Padre se pone de pie, y su silla de madera cruje contra las tablas del suelo. Me estremezco. — He sido indulgente contigo — continúa, sin darle reconocimiento a mi interrupción — . Te he dado un subsidio sin objeciones a tus gastos. Ignoré los chismes acerca de tus aficiones no convencionales y tu comportamiento inadecuado. — Camina hacia la ventana y se asoma — . A pesar de que has mostrado poco respeto por lo que he hecho por ti, te he dado oportunidad tras oportunidad. Mentí por ti. Te defendí. Un esfuerzo inútil, ¿no? Mi corazón se acelera, dolorosamente rápido. — Puedo explicarlo — susurro. Aún no estoy segura de lo que hará conmigo hoy. Esta es la primera emoción verdadera que mi padre me ha mostrado alguna vez, y es aterrador.
Padre ausente, hija rota, madre muerta. No puedo extrañar lo que nunca he tenido. Padre se vuelve de la ventana. — Oh, ¿puedes explicarlo? ¿Me puedes decir por qué te fuiste del baile anoche? ¿Por qué no estabas en ninguna parte donde pudieras ser encontrada hasta esta mañana, cuando al parecer llegaste a casa en tu ornitóptero, y por qué varias personas fueron testigos de ti en un estado indecente de vestimenta con Lord Galloway? Estoy terriblemente consciente de cada segundo que transcurre, cada movimiento que hace mi cuerpo. Se siente como una eternidad antes de que mi mente podrida en fiebre procese lo que está pasando. Oh, Dios. Oh, Dios. Pensé que esto era sólo por irme del baile. No noté que alguien me había visto con Gavin cuando volvimos. ¿Cómo pude haber sido tan estúpida como para no darme cuenta de que había alguien alrededor?
Si hubiera estado en mi sano juicio — si la maldita fiebre no hubiera empezado al momento que Gavin me puso en ese ornitóptero — podría haberlo hecho. Podría haber surgido con un plan para hacernos llegar a casa sin ser notados. No hay ni siquiera la más mínima oportunidad de que un caballero me ofrezca matrimonio ahora. Estoy totalmente arruinada. Mis vecinos me vieron sucia, mojada y congelada, con un vestido desgarrado de manera escandalosa. Me había agarrado a los hombros de Gavin una vez antes de tropezar hacia el jardín trasero. El chisme debió haberse regado como la pólvora. Podría haber explicado mi ausencia del baile. Podría haber dicho que no me sentía bien y que tuve que retirarme. Pero no puedo dar una razón del porqué Gavin y yo estábamos en Charlotte Square, en las primeras horas de esta mañana, especialmente conmigo vestida así. Niego con la cabeza. Las palabras no se formarán y ni siquiera puedo pensar en una mentira para salvarme. — Yo-yo no estaba… — ¿No estabas qué? ¿Vestida indecentemente? ¿Con Lord Galloway? No importa lo que diga. Su opinión sobre mí no va a cambiar. Nunca ha tenido ningún uso para mí, y ahora está cargando con la hija que dejó morir a su esposa, a la que ya nunca casará. — Esas cosas son ciertas — susurro, cerrando brevemente los ojos —. Padre, por favor. Gavin… quiero decir, Lord Galloway. Él… — Mi voz se sacude y la estabilizo — . No ha sido más que honorable conmigo. Mi garganta ya está hinchada por la enfermedad, así que me duele al tragar. Toso una vez, reprimo otro. Mis ojos arden. Debería estar aliviada de no tener que fingir ser apropiada más. No debería importarme. No debería. Pero la ruina es a lo que todas las nobles damas más temen. Mi futuro podría no incluir sobrevivir de la caridad de los demás, pero he avergonzado la memoria de mi madre. Padre y yo estamos atascados el uno con el otro ahora.
— Independientemente de eso — dice — , Lord Galloway se ha ofrecido amablemente a ti en matrimonio. Y he aceptado en tu nombre. Apenas registro sus palabras, incapaz de reunirlas correctamente en medio de mis pensamientos febriles. No puede ser verdad. Sin duda, no puede. — ¿Perdón? — Acepté su oferta — dice Padre — . Vas a casarte de inmediato, antes de se intensifique el cotilleo. — No — digo la palabra antes de que pueda detenerla. Esto no es correcto. Gavin no se merece esto, especialmente no después de ayudarme. Padre se inclina hacia adelante. — Entiende esto, Aileana. Galloway ha accedido a casarse dentro de quince días. Tú vas a casarte con él. Me pongo de pie y tengo que agarrarme al brazo de la silla para no caer. — Este es mi futuro, no el suyo. ¿Acaso no tengo nada que decir al respecto? — La única otra opción que tenía — dice fríamente — , era poner una bala en su corazón a cuarenta pasos. — Si mi honor necesita ser defendido — digo — , puedo hacerlo yo misma. Padre se ve cansado. — ¿Crees que esto es sólo sobre ti? ¿ Tu honor? — Cierra los ojos — . Una noche de frivolidad irreflexiva y te la has arreglado para empañar el nombre de nuestra familia, mi reputación, y la memoria de tu madre. ¿Qué pensaría ella , Aileana? Mi resolución casi se rompe.
— Por favor, no lo haga. No me haga hacer esto. Padre vuelve a sus papeles, recogiendo su pluma de nuevo. — El matrimonio con Lord Galloway es la única opción que tienes. — Él parece pasar de mí otra vez, igual que siempre — . Ahora, voy a estar ocupado esta semana haciendo los arreglos. Mientras tanto, espero que te conduzcas en público de una forma acorde a tu futuro marido. El deber viene primero. — Y lo que yo quiero no es importante — me susurro a mí misma.
Capítulo 22 Traducido por Ale Westfall Corregido por Key
Miro a través de la ventana del salón, escuchando es chapoteo de la lluvia afuera mientras el calor de la chimenea calienta la parte trasera de mi cuello. Las gotas de lluvia caen sobre el alféizar de la ventana y salpican en la alfombra. No me importa lo mucho que la corriente de aire frío del exterior me hace temblar, incluso con el fuego encendido en la chimenea. Porque no siento nada excepto vacío. Por una vez, me entusiasma la falta de emoción. Cada pretensión que he construido a mi alrededor está perfectamente intacta. Una pareja camina por las escaleras que conducen a la puerta principal, sus paraguas goteando por la lluvia. Se detienen y la mujer susurra en el oído del hombre, discretamente asintiendo a nuestra casa. Ambos niegan con la cabeza. La sociedad, al parecer, acepta más a una rumoreada asesina que una mujer arruinada, ya sea que a ella se le informe que está comprometida o no. Froto mis sienes húmedas. El sordo dolor de cabeza ha regresado, agravado por la fiebre que continúa ardiendo. Con aire ausente, estiro la mano a mi hombro para rascar la herida que el cù sith me dio. Ya no me duele más, pero pica como el demonio. Sólo entonces me doy cuenta del sabor a tierra y naturaleza que se ha vuelto tan familiar. Luego hay un golpe en la puerta. — ¿Kiaran? — Digo sorprendida. Kiaran entra y cierra la puerta detrás de él. Podría haber estado más sorprendida si no estuviera tan enferma. En primer lugar, porque él vino a verme, y en segundo lugar, que ni siquiera tiene la decencia de anunciar su llegada de manera apropiada.
— Todavía con vida — dice, apoyándose contra la puerta — . Estoy impresionado. Lleva puesto un atuendo diferente de la última vez que lo vi en Nor' Loch, pero aun así luce como costosa ropa de caballero. Pantalones negros impecables, camisa de vestir blanca, abrigo negro. Sin sombrero. Podría ser demasiado adecuado para él. Toda su ropa está empapada, con el cabello aferrándosele a la frente, pero ni siquiera parece darse cuenta. — ¿Qué estás haciendo aquí? — Volviéndolo a pensar, alzo una mano antes de que pueda responder — . En realidad, no respondas. Sólo vete, MacKay. Debería estar más furiosa de lo que estoy por esconderme su herencia, por nunca hablarme del sello o el peligro en que la ciudad se encontraba. Pero no puedo reunir la ira que debería sentir. Mi padre acaba de preparar mi futuro por mí, y robar la pequeña oportunidad que me quedaba. No estoy de humor para lidiar con Kiaran en estos momentos. Él no parece estar en absoluto sorprendido por mi reacción. — Vine para una visita. — No te quiero aquí. Sin ningún preámbulo, camina hasta la chimenea, recoge uno de los pequeños vasos de la repisa en la chimenea y lo inspecciona. Casi le digo que baje la maldita cosa y se explique, pero me muerdo la lengua y lo observo. No parece sentirse remotamente incómodo por estar en mi casa, o tocar cosas sin pedir permiso. — Qué lamentable — dice — . Tu duendecillo me dijo que aceptas visitas durante el día. Maldito Derrick. Nunca debí haberlo enviado a Kiaran anoche bajo la influencia de la miel, el pequeño traidor. Me tomo mi té y lo miro estudiar los adornos, como si él nunca hubiera visto estas cosas antes.
— Me retracto de lo que dije. Te doy permiso para cortarle la lengua. — Qué generosa oferta — murmura. — ¿No se te ocurrió — digo — , que tengo un mayordomo que estaría feliz de anunciar tu presencia? Ser invisible no te da el derecho a entrar a escondidas dentro de la casa de alguien. Se llama cortesía, MacKay. Kiaran huele uno de los jarrones. Frunzo el ceño. ¿Qué está haciendo? ¿Es una extraña costumbre de hadas con la que no estoy familiarizada? — Tu mayordomo — dice — . ¿El tipo grande con la barba? Me presenté ante él, le dije que estaba aquí para verte, y luego tuve que obligarlo a irse para que no nos interrumpiera. — Me he dado cuenta de que se está volviendo un hábito en ti. Kiaran sostiene el florero. — ¿Por qué tienes floreros vacíos en tu repisa de chimenea? — Son decorativos. Él lo observa con lo que podría ser decepción, pero es muy difícil decirlo con él. — Parece un desperdicio. ¿Sabes? Son muy útiles para almacenar vísceras. Me ahogo con mi té y toso. Entonces, incapaz de detenerme, me agacho y sigo tosiendo. Mi garganta está gruesa e hinchada, y es doloroso tragar. Alzo mi mano en indicación de una disculpa. — ¿Estás enferma? — Pregunta Kiaran, colocando el florero sobre la repisa de la chimenea. Asiento con la cabeza y me reclino en una almohada cuando el espasmo pasa, limpiando la humedad de mi frente ardiendo con un pañuelo.
— Me caí en el Forth. — Eso no suena como un plan bien pensado. — Había un sluagh . Kiaran está en silencio por un momento. — Ah. — ¿Ah? — Espeto — . Casi me muero, ¿y así es cómo respondes? ¿Ah? Kiaran no muestra reacción a mi arrebato. Me observa con calma, antipático como siempre. — Te dije que mantuvieras al duendecillo contigo — señala, sentándose en el sofá frente a mí — . Te ves terrible. — No todos poseemos la piel indestructible de las hadas — digo. Casi espero que sonría. Él me enseñó a llevar mis cortes y contusiones con orgullo, fue el primero en llamarlos mis insignias de honor. En su lugar, veo un destello breve de... algo en sus ojos. ¿Culpa? Se fue antes de que pudiera realmente decirlo. Es extraño e incómodo cuando Kiaran muestra algún tipo de emoción. Me he acostumbrado a él como frío e impasible. Pero de vez en cuando expresa algo más profundo y me pregunto si sus emociones son realmente así de fugaces, o si sólo quiere engañarme haciéndome creer que lo son. No, no puedo pensar al respecto. Aquí estoy, tratándolo como si él experimentara las emociones de la misma manera que lo hacen los humanos. — ¿Por qué realmente estás aquí? — Pregunto sin rodeos, a pesar de lo maleducado que suena — . No solo es para visitarme. — Si quieres saberlo, vine para asegurarme de que no estabas muerta.
Casi toso mi té en conmoción. — Dios mío, MacKay. ¿Estabas preocupado por mí? — Por favor, di no como siempre lo haces, así no voy a cometer el error de humanizarte de nuevo. La expresión de Kiaran no traiciona nada. — ¿Deseas tanto saber si me preocupo? — Ciertamente no. Él parece divertido. — ¿No? Entonces, ¿qué deseas ? Venganza es lo que más deseo, la única cosa que he ansiado con suficiente fuerza para matar por ello. Después de todo, es la motivación más antigua en el mundo entero. La gente puede pensar que es el amor, la avaricia, o la riqueza, pero la venganza te da vida. Te fortalece. Te hace arder. No le respondo. En su lugar, pregunto: — ¿Qué hay de ti ? Kiaran sonríe. Esta vez no puedo decir si es genuino. — ¿Buscando algo rescatable en mí, Kam? — Buscando la razón por la que cazas. — ¿Qué es lo que despierta estas emociones fugaces que tan raramente veo? — ¿No debería ser la emoción de la caza razón suficiente? Excepto que eso no es todo. He visto a Kiaran matar. Esto es tan personal para él como lo es para mí. Pero si no quiere decirme por qué, tenemos asuntos mucho más apremiantes que atender a nuestras propias venganzas. Alcanzo el té y tomo un sorbo para calmar mi garganta adolorida. — Tenemos que encontrar el sello antes del martes, MacKay.
Kiaran se mueve para sentarse a mi lado, alarmantemente cerca. Aunque sé que a él no le importa en absoluto las reglas de la sociedad, de hecho, ni siquiera parece ser consciente de ellas, no puedo dejar de estar un poquito sorprendida cuando él actúa con tanta familiaridad. Los viejos hábitos tardan en morir y todo eso. — Lo encontraremos — dice — . Pero no nos engañemos, tendremos que luchar para cerrar el sello de nuevo. Tendremos que prepararnos para la guerra. Casi dejo de respirar. Para los daoine sìth , la conquista no es su único objetivo. Kiaran me dijo que eran conocidos por matar a los más fuertes de sus enemigos, manteniendo el resto vivos para comérselos. Lo llaman la Caza Salvaje y casi llevó a los seres humanos a la extinción hace miles de años atrás. Si los daoine sìth son liberados, las hadas tendrían el poder de diezmarnos a todos hasta sólo quedar cenizas y ruinas y los seres humanos más débiles quedarían. No me imagino que fue fácil atraparlos en el primer lugar. No puedo centrarme en encontrar el hada que mató a mi madre ahora, especialmente no después de anoche. El número de hadas en la ciudad no hará más que crecer. — Guerra — susurro — . ¿Cuántos dejarán los montículos durante el eclipse? — Había miles luchando en la batalla antes de que las Falconer activaran el sello para atraparlos.
Suena como si … — Tú estuviste allí — digo, de repente dándome cuenta — . ¿Cierto? Si no hubiera estado observándolo con tanto cuidado, podría haberme perdido la emoción que se refleja en su mirada, algo casi doloroso. — Estuve allí — dice, muy deliberadamente — . Durante la mayor parte de ella. — Y como si nada, él se relaja, como si se diera cuenta exactamente cuánto ha mostrado — . Las Falconer mataron a muchos,
pero espero que cientos escapen de los montículos el martes. Tal vez más. La voz de Kiaran es tan tranquila y desapasionada como siempre. Casi pregunto acerca de esa batalla hace dos mil años, cómo es que él escapó del mismo destino que el resto de las hadas que lucharon. Pero ha vuelto cerrarse y estoy segura de que no me lo dirá. — ¿Estás siendo pesimista con esa cifra, verdad? — Pregunto. Kiaran parpadea. — No. Deposito mi taza de té sobre la mesa y casi derramo su contenido. — ¿Esto no hará esta pelea desigual? ¿Dos contra cientos? Dios mío, pienso que con la cantidad de poder que todos ustedes poseen, las hadas podrían observar algunas de las sutilezas de la batalla — Agito una mano — . ¿Luchar justamente y todo eso? Es algo estúpido para decir. Sé que las hadas harán lo que sea necesario para destruir y conquistar, y que no hacen nada de manera justa. Pero Kiaran no se da cuenta que estoy tratando con esfuerzo el fingir que tengo esperanza, que estoy deseando un resultado diferente para todos nosotros. Porque para que podamos sobrevivir, vamos a necesitar un ejército de los nuestros. Y no tenemos uno. — Nosotros no impusimos el dominio sobre todos los continentes por ser amables — dice con frialdad — . No te equivoques, cuando los daoine sìth vengan, aniquilarán todo a su paso. La gente morirá. Tus amigos, tu padre y ese maldito duendecillo incluido. Ellos destruirán esta ciudad y, al final, te quemarán desde adentro hacia afuera. Nunca dije nada acerca de la imparcialidad. Te enseñé mejor. Dios, cómo Kiaran saca el monstruo en mí. Todo lo que tiene que hacer es implicar que soy ingenua y la rabia quema más que mi fiebre. — Tú no te equivoques — le digo — . No dejaré que nada de eso suceda. Los labios de Kiaran se curvan. Aparece su usual casi-sonrisa.
— Entrena para sobrevivir, Kam. Si no perderás. — ¡Hemos estado entrenando durante un año! La casi-sonrisa ha desaparecido. Vuelve a mirarme como si fuera una completa idiota. — Me has hecho sangrar una vez. Las otras Falconer se habrían preparado toda la vida para esta batalla. Mi cabeza comienza a latir con fuerza. Me quito el sudor de la frente. — ¿Ves a alguien más aquí, MacKay? Soy todo lo que queda. Y estoy tan preparada como alguna vez lo estaré. He fallado en hacer todo lo que se espera de mí. Mi reputación, mi futuro, ambos están fuera de mis manos. No permitiré que Kiaran me haga dudar de la parte de mí que busca venganza. Esa parte no se detendrá para nada hasta que las hadas sean acabadas. Se inclina hacia mí, sus ojos nunca dejando los míos. — Entonces muéstrame. Demuéstralo. En un instante, me olvido de toda etiqueta y modales. Ignoro mi enfermedad. Kiaran me ha retado. ¿Quiere una prueba? Le mostraré. Ataco. Nuestros cuerpos chocan y estamos en el suelo. Nos estrellamos en las patas de la mesa y las tazas de té caen al suelo juntas. Aparto a un lado mis enaguas para coger el sgian dubh en mi muslo y ataco justo en su garganta. De un golpe, Kiaran aparta la cuchilla de mi mano, enviándola a toda velocidad por la alfombra. ¡Maldito sea! — Esfuérzate más — dice.
¿Esfuérzate más? Golpeo mi puño en su cara. Ruedo lejos de él y lucho por alcanzar la cuchilla. La fricción de la alfombra quema mis codos. Antes de llegar a ella, Kiaran me arrastra hacia atrás.
Doy una fuerte patada en su hombro y me lanzo por la cuchilla de nuevo. Mis dedos se cierran en la empuñadura y me abalanzo hacia él. Nos estrellamos en la pared y la estantería a nuestro lado se sacude. Mi cuchilla está firmemente presionada contra su garganta. — Querías una prueba. — Mi voz es ronca — . Ahí está. Respiramos juntos, con nuestros cuerpos muy cerca. Puedo sentir el pulso en su cuello y su cadencia coincide con el mío. Su mirada se encuentra con la mía y juro que hay orgullo en sus ojos. Kiaran está orgulloso de mí. Mi visión se nubla entonces, y puntos parpadean frente a mis ojos. Me tropiezo. Mi control sobre la cuchilla se afloja y cae al suelo. Mi piel está ardiendo tanto que duele, y mis piernas apenas me sostienen. Toso, toso y toso, con tanta fuerza que mi cuerpo entero tiembla. Kiaran me estabiliza, su mano presionada firmemente contra mi espalda. — ¿Kam? Tu piel está ardiendo. — Levanta la mano de mi espalda y sus dedos están impregnados de sangre — . Y estás sangrando. Lamo mis escamosos y agrietados los labios, y me las arreglo para hablar. — Acabamos de pelear. Por supuesto que estoy sangrando. — Mis palabras se arrastran, como si hubiera bebido un cuarto de la botella de whisky. — No es por algo que hice — insiste. Él trata de darme vuelta, tirando de mi vestido de día para echar un vistazo a mi espalda. Empujo su pecho. — ¿Qué estás haciendo? — Deja de ser ridícula y date la vuelta. — No. — Golpeo sus manos — . Déjame de una vez, MacKay. — Te estás haciendo la difícil.
— Me estás agarrando como un borracho vil. — Golpeo sus manos otra vez — . ¿Qué es lo que quieres hacer? ¿Utilizar tus artimañas de hada en mí? Kiaran me mira. — Déjame verlo, Kam. — Estoy perfectamente bien. Es sólo una de mis lesiones de la noche anterior. — Ya es bastante malo que la sangre esté empapando a través de lo que sea que estés usando. Ahora voltéate. Doy un suspiro de exasperación y camino hacia el sofá. Me siento, con la parte trasera de mi vestido enfrentándolo. — Bien. Ya está. ¿Estás contento ahora? Kiaran se sienta en el sofá conmigo, su cuerpo caliente detrás del mío. — Necesito a desabrochar tu vestido. — ¿Te ruego me disculpes? — Mis mejillas arden, ya sea por la fiebre o la vergüenza, es difícil de decir. Gracias a Dios que no puede ver mi expresión — . Tienes que estar bromeando. — Mis poderes no se extienden a ver a través de la ropa de una dama. Digo una oración mental, con la esperanza de que esto termine rápidamente. — Bien — cedo — . Si tienes que hacerlo. Cuando desabrocha el primer botón, empiezo a temblar. Esto es demasiado íntimo. Justo cuando creo que estoy bajo control, que mi fachada es impenetrable, él hace algo nuevo para romperla. Para recordarme que todavía soy humana y que ningún hombre me ha tocado así.
Pero él no es un hombre , me recuerdo a mí misma. Otro botón, otro, y luego otro. Trato de frenar mi corazón acelerado, pero no tengo éxito. Siempre me han enseñado a mantener una estricta separación física de los hombres. Incluso mientras bailo, los guantes y la ropa son un escudo. Diantres, debería haber usado un corsé y la camisola, pero la herida había formado costra y la tela hacía picazón. Sin Dona para ayudarme a vestirme, estaba demasiado cansada para molestarse con las necesidades. Aguanto la respiración mientras él abre el vestido. Sus suaves y cálidos dedos rozan mi piel y cierro los ojos. Espero que no se dé cuenta de cómo su toque me hace temblar. Dios, pero quiero apoyarme en él, tener su manos presionadas contra mí. Un pequeño alivio en medio del dolor.
Él no es un hombre. Él no es un hombre. É l no es un… Demonios, ciertamente se siente como un hombre. — ¿Te duele? — Su voz me sobresalta. Niego con la cabeza, sin confiar en mí para hablar — . Entonces no eres inmune al veneno. — ¿El qué ? — Quédate quieta. Trato de no dejarme abrumar por su toque. ¿Es esto lo que se siente al ser hechizada por un hada? ¿Experimentar un momento de intimidad, no importa cuán insignificante sea, y querer más? No puedo olvidar lo que él es. Que aunque se siente como un hombre, no es uno. Tiempo para distraerme. — ¿MacKay? — ¿Hmm? — Suena indiferente. Impersonal, como de costumbre. — Háblame de las Falconer. ¿Por qué les dicen así?
Sus dedos están buscando algo en mi piel, pero sólo puedo sentirlo. El área alrededor de la herida está demasiado entumecido. — Tenían la capacidad de conectar con los halcones14 — dice — . Cada mujer tenía uno, su compañero personal, y podía ver a través de los ojos de su halcón durante una cacería. — ¿Por qué los halcones? Kiaran acaricia mi piel, dejando un rastro húmedo de lo que supongo es sangre. — Es posible que los veas como simples aves, pero son capaces de viajar entre nuestros mundos, porque pertenecen a ambos, al igual que lo hace una Falconer. Ellos son los únicos animales capaces de ver más allá de nuestros espejismos, y son inmunes a la influencia mental. Eso les hizo los espías perfectos para tu especie. — Se aclara la garganta — . Y cuando las Falconer comenzaron a usarlos, los sìthichean intentaron matarlos junto con sus dueñas. Bajo su tono formal hay un dejo de tristeza. Me pregunto qué recuerdos persiguen a Kiaran, qué podría haberlo afectado tanto que debe no mostrar ninguna emoción en absoluto. Daría cualquier cosa para que me lo dijera. — ¿Y dónde estabas cuando todo esto pasó? Cuando su mano se detiene contra mi piel ya no es caliente. Está fría, lo suficientemente fría como para quemar. El poderoso sabor de la tierra y la miel, tan agradable antes, ahora recubren mi lengua con demasiada fuerza. — Eso — dice — , no es algo que realmente desees preguntar. Me mantengo callada. A veces lo mejor es tratar a Kiaran como un animal salvaje, una criatura que encontré accidentalmente en un medio silvestre. Un error, un solo movimiento brusco, y él responderá como si yo fuera su presa. Nunca debo olvidar eso. — ¿No lo es? — Digo con cuidado. 14
Halcones: Falcons en inglés, de ahí el término Falconer.
— No juegues conmigo. Digo, con mucho cuidado: — Quiero saber a lado de qué clase de hombre estoy a punto de morir en el campo de batalla. Sólo entonces me doy cuenta de mi error. Lo llamé un hombre de nuevo. Kiaran se inclina más cerca de mí, con la palma de su mano presionándose en la curva de mi hombro. Tan fría. — Y allí de nuevo, cometes el error humano de valorar tan tontamente el honor — respira en mi oído — . ¿No recuerdas lo que te dije la noche que nos conocimos?
La noche que nos conocimos . Lo que recuerdo de esa noche, la noche después de la muerte de mi madre, es mi vívida, palpitante y sangrienta necesidad de venganza. Fui a la ciudad con el seilgflùr todavía tejido en mi cabello, aun creyendo que no era nada más que un bonito adorno, lo último que mi madre alguna vez me dio. Llevaba una cuchilla de hierro y salí en busca del hada que la mató. Cuando no pude encontrarla, traté de matar a la primera hada que encontré. Fue un each uisge , la raza más peligrosa de caballos de agua en Escocia. Casi me ahogó. Recuerdo luchar por respirar, toser, la falta de aire mientras trataba de liberarme del pelo adhesivo de su espalda. Debo haber quedado inconsciente, porque lo siguiente que supe fue que Kiaran me sostenía mientras tosía el agua. Cuando me di cuenta de lo que era, intenté hundir la cuchilla en su hombro. Mi cuchilla se rompió Ese día, Kiaran me hizo una promesa. Siempre que entrenara con él, nunca me impediría buscar venganza. Me dijo que nada de lo que tendría que hacer en mi camino a la venganza sería honorable, pero sería necesario. Necesidad antes del honor. Siempre. — Sí, lo recuerdo — susurro.
Desliza un dedo a lo largo de mi columna vertebral, sobre la cicatriz hecha esa noche. Mi primera insignia. Mi primera prueba. La que nos unía. — Me preguntaste qué clase de hombre soy. — Cierro los ojos, deseando que él no se hubiera dado cuenta que lo había llamado así. Kiaran está tan cerca ahora, presionándose contra mí, con su suave aliento en mi cuello — . Soy alguien que ha matado por ti, que te sacó de ese río, salvó tu vida y te enseñó todas las formas de matarme a mí y a los míos. Pero nunca cometas el error de pensar que soy un hombre. Te ayudo porque he considerado necesario hacerlo. Pero no valoro el honor. Trago. — Entonces, ¿qué valoras? — Pregunto — . ¿No hay nada por lo que estés dispuesto a morir? Kiaran no contesta. Su brazo se estira a mi alrededor. — Mira esto. Ubicado entre el pulgar y el dedo índice está una pequeña púa negra, chorreando con mi sangre. — ¿Qué es? — Las garras de un cù sìth están cubiertos de estas. Envía un veneno que paraliza a sus víctimas, así no pueden correr. — Nunca me lo dijiste. — Debo haberlo olvidado. — Kiaran no suena en absoluto apologético. Me vuelve hacia él y toca mi frente. Instintivamente retrocedo, pero mantiene su mano allí. Sus dedos acarician mi línea del cabello, ligeros como una pluma — . Eres sólo lo suficientemente inmune para evitar que te paralice — dice — . Aun así te está haciendo enfermar. Te está matando. — Quita su mano — . Tendré que sacar el resto de las púas. — ¿Ahora mismo? — ¿Sus ojos tienen que ser tan intensos?
— Tengo que recoger algunas cosas primero — dice — . Volveré esta noche. — Antes de que pueda protestar, añade — : Nadie me verá entrar. Me doy cuenta de lo cerca que nuestros rostros están, a un susurro de distancia. Contengo la respiración, sin saber si debería alejarme, o si él lo ha notado, también. — ¿No estás asustado? — Pregunto — . ¿De que los daoine sìth escapen de los montículos? ¿De morir? No sé por qué se lo pregunto. Es absurdo, y sin embargo, tengo que saber si teme lo que ocurrirá tanto como yo lo hago. Frunce el ceño. — No. — ¿No hay nada que temas? Quiero entenderlo, para prolongar esto. Él siempre está impávido e inescrutable, sin embargo, sus raros destellos de emoción traicionan algo más profundo, una parte de él aún intocable por la apatía. — Sí — dice. El dorso de su mano se desliza por mi mejilla, enfriando la piel allí. Me acerco. Dime. Dime. Di… Antes de que él pueda decirlo, una voz afilada corta a través del silencio. — Aléjate de mi prometida, bastardo.
Capítulo 23 Traducido por Apolineah17 Corregido por AriannysG
Gavin está en la puerta, sus ojos azules centellando. Hasta que mira a Kiaran, de verdad lo ve, y toda la sangre se drena de su cuerpo. Una maldición se desliza suavemente de sus labios. Diantres. Una cosa es atraparme llevando un hada alrededor, pero es otra muy diferente encontrarme en una posición bastante comprometedora con un daoine sith . Muevo mi cuerpo para asegurarme de que Gavin no pueda ver que mi vestido está abierto en la parte trasera. Eso haría esta situación mucho peor. — ¿Prometida? — Repite Kiaran con una ceja levantada. — Oh, diablos. — Gavin aspira las palabras y apenas puedo oírlas. Miro de Gavin a Kiaran. Mi rostro arde. — Bueno — digo — . Bueno. Esto es incómodo. Los labios de Kiaran se curvan en una sonrisa. No es la auténtica casi sonrisa que he llegado a reconocer, sino una que asusta la luz en mí. Se ha ido la impasividad de hace unos minutos. — Y él es un Vidente . — Su declaración contiene un indicio de amenaza, dicha en ese tono melódico que he llegado a temer. Se ríe, y todos los finos vellos de mis brazos se erizan — . Tan rara criatura de encontrar en estos días. Gavin da un paso hacia atrás, con el rostro pálido e inundado de pánico total. Por un momento, creo que saldrá corriendo, hasta que me mira. Su cuerpo permanece quieto. Y es entonces cuando sé que no me
dejará sola aquí, incluso si lo quisiera. Maldito sea por tratar de protegerme de nuevo. Se encuentra con la mirada oscura de Kiaran. — No te hagas ilusiones, hada — dice — . Yo te sería de utilidad. — Gavin — digo — . Por favor, solo… — Al contrario — dice Kiaran, ignorándome — . Esta es una oportunidad que nunca anticipé. En un instante, se levanta de un salto y agarra a Gavin por el cuello, levantándolo del suelo de manera que sus piernas se encuentran colgando. — ¡MacKay! Me muevo para ayudar a Gavin, pero el poder de Kiaran me congela en mi lugar. Mis miembros se sienten pesados y no responden. El marcado sabor de la tierra satura mi boca, deslizándose pesadamente por mi garganta. Gavin se atraganta y jadea por aire. Un recuerdo parpadea. Mi madre, tosiendo sangre justo un momento antes de morir. Todo ello mientras permanezco allí de pie y observo, demasiado petrificada para moverme. No hice nada en ese entonces, tal como ahora. Lucho contra el poder que me retiene. Mis dedos se clavan fuertemente en mis palmas enguantadas, hasta que mis manos están rígidas y adoloridas. Trato de maldecir a Kiaran pero no puedo. Mi cuerpo solo puede hacer los movimientos más elementales en contra de sus habilidades. — Qué oportuno es esto — murmura Kiaran — . Pensé que todos los Videntes estaban muertos o escondidos, y aquí estás tú. Ahora, ¿qué visiones tienes para mí? Coloca un dedo sobre la sien de Gavin. Este jadea. Entonces sus ojos se ponen vidriosos y su cabeza cae hacia un lado. Obligo a mi lengua y labios a moverse.
— Dé-ja-lo. Ir. Kiaran ni siquiera escatima un vistazo en mi dirección. Este es el aterrador Kiaran, el monstruo debajo de su hermosa piel. — Los medios para un fin, Kam. Te lo dije, la necesidad antes del honor. ¿Has aprendido tan poco? El poder de Kiaran se está haciendo más fuerte, convirtiéndose en una fuerte presencia en la habitación. La temperatura ha bajado notablemente, de pronto estoy respirando aire blanco y mis dedos están entumecidos. Su poder se abre paso en mi interior, una pesada combinación de tierra, barro y el sabor abrumador del hierro. Puntos pulsan frente a mis ojos mientras me esfuerzo por respirar. — Sé que hay al menos una visión que mantiene a un Vidente despierto por la noche — dice — . Eso me dirá todo lo que necesito saber. Muéstramela. Los muebles han comenzado a elevarse en el aire. Los floreros en la chimenea flotan lejos de sus lugares y el sofá en el que estoy de repente no tiene peso. Mis pies dejan el suelo cuando éste se eleva por encima de la alfombra persa. Gavin se ha quedado flácido en los brazos de Kiaran. Por favor, que esté bien. Por favor, que esté bien. — Deja de resistirte — murmura Kiaran, presionando sus dedos más firmemente contra la sien de Gavin — . Estás tratando de distraerme. — Entonces, sonríe — . Qué pena por ti. No podrías haber salvado a la chica, sabes. Eso es una certeza. Ahora dame la verdadera. Lo observo, con curiosidad ahora. ¿Qué está buscando Kiaran? ¿Qué visión podría tener Gavin que pudiera interesarle? — Ah. Allí está. Todo en la habitación se queda en silencio. Los ojos de Kiaran se amplían y desenfocan, observando la visión de Gavin desarrollarse. Los muebles en la habitación se mecen suavemente en el aire. Los libros flotan fuera de sus estantes y todo el servicio de té vaga más allá de mí. El sabor en mi boca es tan espeso que apenas puedo tragar.
Finalmente, Kiaran dice: — Ya veo. Suelta a Gavin. El sofá cae al suelo y casi me tira al suelo. Mi pecho y mi garganta duelen por la avalancha de poder. Los jarrones se hacen añicos en el fondo de la habitación. Las tazas de té caen a mi alrededor, unas pocas son salvadas por la gruesa alfombra. Los libros yacen dispersos por todo el lugar. Gavin jadea por respirar sobre sus manos y rodillas. — Bastardo — se las arregla para decir. Encontrando mi cuerpo de nuevo bajo mi control, voy hacia Gavin y lo agarro de los hombros para sostenerlo. En el momento que miro a Kiaran, me sorprendo por su expresión. No es presumida, arrogante u orgullosa. Su ceño está fruncido con una pizca de preocupación, rápidamente se va, reemplazada por su indiferencia habitual. Gavin sacude mi agarre y se pone de pie. Gruñe una palabra hacia Kiaran, la cual hace que mis ojos se abran. — Si me tocas de nuevo — dice — , te mataré. Kiaran mira lentamente a Gavin, de pies a cabeza. — Eres solo un Vidente. — Sonríe con esa desagradable sonrisa aterradora — . Podría romper tu cuello antes de que levantes una mano en mi contra. — MacKay, detente . Lo golpearía. Si no estuviera tan malditamente enferma, nunca habría permitido que esto sucediera. — ¿Lo amas, Kam? — Pregunta Kiaran — . ¿Se adecúa bien a tus ridículas nociones del honor? ¿Es alguien lo suficientemente digno para morir junto a él? Gavin se tambalea hacia adelante.
— No puedo imaginar por qué ella no te ha matado todavía. Confía en un hada y muere. Todo escocés lo sabe. — Encuentra un Vidente y corta sus ojos — dice Kiaran — . Toda hada lo sabe. — ¡Suficiente! — Doy un paso entre ellos — . Siéntense, los dos. Sorprendentemente, se sientan frente a sí en silencio. Gavin le frunce el ceño a Kiaran; Kiaran simplemente le devuelve la mirada. Por lo menos un minuto de vistazos y entonces ambos permanecen en silencio. Ninguno de los dos va a decirme nada. — ¿Qué había en la maldita visión? — Finalmente me veo obligada a preguntar. — No tiene sentido preguntarle, Kam — dice Kiaran — . La mente de un Vidente… es una cosa tan débil, tiene dificultades reconstruyendo visiones con demasiada anticipación. Muchos resultados y elecciones que aún no han sucedido como para verlos con claridad. — Mira hacia Gavin — . Sabía cuáles conexiones hacer para verla completa. El tuyo es un regalo desperdiciado en lo inútil. Gavin se inclina hacia atrás en el sofá, cruzando las piernas. Con bravuconería pura, pero es poco convincente. — Dime, ¿todas las hadas son educadas para ser unos sinvergüenzas arrogantes, o eso viene naturalmente? — Intenta no provocarme — dice Kiaran — . Cualquier utilidad que podrías haber tenido ya ha expirado. Gavin me mira. — ¿Por qué está aquí? Paso una mano por mi frente húmeda y balanceo mis pies. Si no estuviera apoyada en el sofá, podría haberme caído. La enfermedad está empeorando. Es algo que puedo sentir en mis huesos, una pesadez debajo de mi piel ardiente. Cuando no respondo, Gavin me analiza con atención.
— ¿Estás bien? — Estoy bien. — Quiero saber lo que Kiaran vio, pero estoy teniendo problemas para formar las palabras. Me estremezco y envuelvo mis brazos alrededor de mí —. MacKay, qué… — Ahora no, Kam — dice Kiaran abruptamente — . Me iré. — Ya está caminando hacia la puerta.
Oh, no, no lo harás. — ¿Me disculpas un momento? Sin esperar la respuesta de Gavin, sigo a Kiaran fuera de la habitación, con cuidado de darme ligeramente la vuelta para que Gavin no se dé cuenta de la sangre en la parte de atrás de mi vestido y de los botones desabrochados. Kiaran está a la mitad del pasillo. Me apresuro para alcanzarlo, ignorando cómo el rápido movimiento me da náuseas. — Détente allí, Kiaran MacKay. — Estiro la mano para agarrarlo. Sus músculos se tensan bajo mis dedos. — ¿Sí? — Suena tan formal, tan educado. — Dime lo que viste. Duda, estirándose hacia mí como si fuera a tocar mi rostro. En el último momento, deja caer la mano. — La cabeza de tu amigo está llena de un montón de cosas poco interesantes. Kiaran puede salir con una versión mucho mejor que esa. Es un maestro en las mentiras a medias de hada. ¿Qué podría haber visto que lo afectaría de esta manera? — Esa no es una respuesta — digo. Sin decir palabra, Kiaran se para detrás de mí. Antes de que pueda preguntarle qué piensa hacer, comienza a abotonar mi vestido.
Eso no debería afectarme de la forma en que lo hace. El comportamiento de Kiaran no es diferente del habitual. No obstante, hubo un momento antes de que Gavin entrara cuando juro que él iba a decir… algo . Kiaran MacKay es un misterio que me gustaría poder resolver. Está tan tranquilo, nada más que el susurro de su aliento para indicar que está allí. Finalmente, dice: — Vi un montón de muerte. Me quedo quieta. — ¿Qué más? Sus dedos permanecen en una caricia ligera como una pluma en mi nuca. — ¿Crees que saberlo lo hace más fácil? — Susurra — . Tratarías desesperadamente de evitarlo, y cada decisión consciente que hicieras solo ayudaría a que la visión se llevara a cabo. Kiaran dice las últimas palabras en voz tan baja, que apenas lo oigo. Me he vuelto tan acostumbrada al formal y desapasionado Kiaran que incluso el más mínimo indicio de remordimiento es tan claro: Kiaran trató de prevenir la visión de un Vidente una vez y falló. Tengo tantas preguntas, pero decido que solo estoy vagamente segura de que va a responder. — ¿Entonces por qué deseabas tanto verla? — Una decisión hecha justo antes de que la visión sea completada puede alterar el resultado. — ¿Y si no lo hace? — Eso sería desafortunado. — Kiaran abrocha el último botón de mi vestido y me da la vuelta para quedar frente a él. Cualquier atisbo de emoción se ha ido — . Tengo que ir a buscar mis suministros antes de que mueras. Serán un par de horas.
Dios mío, es como si deliberadamente arruinara todas las oportunidades para tener un momento íntimo entre nosotros. — Bueno. Haré todo lo posible para sobrevivir hasta entonces. Me parece escuchar que se queda sin aliento. — Gabhaidh mi mo chead dhiot — murmura. Me lo ha dicho varias veces antes. Su adiós. Kiaran pasa a mi lado para dirigirse hacia el pasillo. No lo observo irse. Entro en el salón y busco a tientas por mi chal. Éste cubrirá la sangre en mi vestido. Hago una mueca ante el estado de la habitación. El suelo está lleno de libros, tazas de té rotas y jarrones de porcelana destrozados. Una estatua de Venus yace sobre la alfombra con su brazo roto. Si consigo recoger todas las cosas rotas y las tiro, quizás mi padre no notará que faltan. Y tal vez pensará que la estatua sin brazo tiene carácter. — Bueno, puedo decir con seguridad que nunca he experimentado dos días más emocionantes — dice Gavin, sacándome de mis pensamientos — . Supongo que debería enviar una nota antes de visitarte de nuevo. “¿Estás en compañía de alguna criatura responsable de atacarme sin provocación? Puedo visitarte después”. Dejo la puerta entreabierta unos centímetros por costumbre. Algunas reglas de etiqueta son difíciles de olvidar incluso cuando cierta hada no se molesta en considerarlas. — Serviría si no irrumpes sin previo aviso. Gavin se inclina contra el brazo del sofá y levanta un libro que ha caído allí. Lo lanza al suelo, al parecer, sin el más mínimo interés en los daños. — La puerta principal estaba abierta, tu mayordomo no estaba a la vista y escuché voces. ¿Quién demonios era ese? — Kiaran MacKay. — Me hundo de nuevo en el sofá — . La mayor parte de lo que viste la otra noche lo aprendí de él.
Gavin saca un pequeño frasco del bolsillo de su chaqueta y toma un largo trago. — ¿Eso es correcto? ¿El tipo te enseña a matar a los de su propia especie, y no crees que sea un poco digno de sospecha? Gracias a Dios el dispensador de té ha sobrevivido a su caída en picada sobre el suelo. Lo levanto y presiono el botón para preparar más té, luego lleno una de las pocas tazas de té que no están rotas. — Si me estás preguntando si confío en él, la respuesta es no. — Ahora eso es tranquilizador. Pero no cambia el hecho de que tienes un duendecillo que se comió toda mi miel y a un hada visitante que estuvo a punto de estrangularme. ¿Alguien te ha dicho alguna vez que mantienes una compañía verdaderamente terrible? No puedo evitar sonreír. — Espero que te des cuenta de que eso te incluye. — Al menos puedes contar con que no voy a amenazar a tus invitados. — Toma otro trago de su frasco y sonríe — . A diferencia de tu malhumorado amigo hada. Así que, ¿qué estabas haciendo con él cuando llegué? Parecía algo íntimo. —Kiaran estaba… ayudándome. — ¿Había algo cerca de tu boca que requería tanta atención? Casi me ahogo con mi té. — No seas absurdo. — Estaban así de cerca — levanta dos de sus dedos, separados por poca distancia —…de frotar sus narices. Lo fulmino con la mirada. — ¿Vas a decirme algo sobre tu visión? Seguramente debes haber visto algo de lo que Kiaran vio. ¿O vas a pretender que eso nunca sucedió?
El cuerpo de Gavin se queda quieto. Un músculo palpita en su barbilla. — Sabes — dice cuidadosamente — , esa es la idea principal. Vamos a pretenderlo, ¿de acuerdo? — Gavin — digo en voz baja. — No — me dice — . Simplemente no. No he visto mucho aún. Y si voy a ser completamente honesto contigo, no quiero. Lo poco que he visto… — Bebe más whisky. — ¿Es acerca de mí? — Pregunto tranquilamente — . Creo que merezco saber eso, por lo menos. — No. — Niega con la cabeza entonces — . No lo sé. Solo puedo ver el final de la visión ahora mismo, no lo que lleva a eso. El hada estaba evitando que la viera con él. Por supuesto que Kiaran lo hizo. — Entonces, ¿cómo termina? — Tengo pesadillas sobre ello. Me han mantenido despierto casi todas las noches durante la última semana y no es algo que quiera discutir. — Suspira — . Es mi carga, Aileana. No debería compartirla contigo. Ambos nos quedamos en silencio. Miro hacia la ventana y veo el cielo mientras se vuelve más y más oscuro. Las nubes están reunidas espesas y oscuras sobre los árboles, envueltas en los vivos colores de la puesta del sol. La lluvia sigue goteando fuertemente en el alfeizar de la ventana, la alfombra debajo de ésta está empapada ahora. Frente a mí, me doy cuenta de que Gavin tiembla y me muevo sobre el sofá, más cerca de la chimenea. No siento frío. Mi cabeza está ardiendo y limpio más sudor de mi frente, ignorando el agudo dolor de cabeza golpeando mis sienes. Finalmente, traigo a colación el tema que he estado temiendo. — Me llamaste tu prometida. Te ofreciste por mí.
— Lo hice — dice en voz baja. Me estiro sobre la mesa entre nosotros y tomo su mano. — No estabas bajo ninguna obligación de hacerlo. No me mira. Las nubes oscuras se reflejan en sus ojos mientras observa la lluvia. — Estaba en la posición de salvar tu reputación, así que lo hice. Eso enfureció a Madre. La forma en que lo dice me molesta. — Me tuviste lástima, ¿verdad? Gavin niega y acaricia distraídamente un dedo en mi muñeca. — ¿Eso es lo que piensas? ¿Qué hice esto por lástima? — ¿Qué se supone que piense? — Eres mi amiga — dice, sus ojos buscando mi rostro — . ¿De verdad crees que podía dejarte así? ¿No habrías hecho lo mismo por mí? Él arriesgaría su vida por mi reputación, esa frágil y superficial cosa que he conseguido hacer añicos irreparablemente. Sabe las implicaciones si nos casamos. Como un Vidente solitario, podría esconderse en algún lugar, de la forma en que los otros lo hicieron. Pero estando conmigo, nunca estaría libre de las hadas. La Visión de Gavin no viene con las habilidades de Falconer que tengo para defenderme, y no siempre estaré cerca de él para protegerlo. — Si alguna vez tenemos hijos — digo en voz baja — , sabes lo que sucedería. Nuestra hija… sería como yo. Una Falconer. Gavin agarra mi mano más fuerte. — Y nuestro hijo sería un Vidente. Nos miramos el uno al otro, con todo el peso de nuestra circunstancia sobre nosotros. Quiero ser la última de mi especie, así
nunca tendría que pasarle esa carga a un niño. ¿Cómo podría casarme y traer a un hijo a este mundo, sabiendo que sería cazado? —Gavin, yo… La estridente voz de Lady Cassilis resuena desde el pasillo. — ¿Qué quieres decir con que mi hijo no está aquí? Gavin gime. — Querido Dios — dice — . Sálvame. — Madre. — Puedo escuchar a Catherine decir gentilmente — . Estoy segura de que hay una explicación para esto. — Sé que vino aquí — dice Lady Cassilis, ignorando a Catherine — . Exijo hablar con mi hijo ahora mismo. Hay un golpe en la puerta del salón y MacNab asoma su cabeza barbuda. Sus ojos se abren ante el desastre que provocó Kiaran, pero permanece sabiamente en silencio sobre eso. —Lady Aileana. Aquí está… — Ve a Gavin y suelta un suspiro de alivio — . Oh, Lord Galloway, no me había dado cuenta de que estaba aquí. Discúlpeme por no darle la bienvenida. — No importa — dice Gavin — . Si le dices a mi madre que no estoy aquí, no tendré ninguna represalia contra ti. — Silencio — le digo — . MacNab, por favor haz pasar a la vizcondesa y a la Señorita Stewart. Bien podríamos terminar con esto ahora. Echo un vistazo alrededor con consternación. No es en absoluto adecuado que la vizcondesa vea la habitación en tal estado, pero no creo que sea capaz de acompañarla a algún otro lugar. Mi cuerpo ha comenzado a doler y el martilleo en mi cabeza está empeorando a cada minuto. Si me pongo de pie ahora, no creo que mis piernas puedan sostenerme.
MacNab asiente y se va. Gavin toma este breve respiro para empujar su botella de regreso al bolsillo de su chaqueta. Ni un momento después, Lady Cassilis entra rápidamente al salón, con faldas pesadas de seda ondeando detrás de ella. Un enorme sombrero de plumas se inclina sobre su frente. Catherine la sigue con una sonrisa de disculpa. Se ve hermosa, como siempre, con un vestido azul claro y su cabello rubio en rizos sueltos. — Galloway — dice la vizcondesa, mirando a su hijo con desaprobación — . Aquí estás, aun cuando solicité concretamente una conversación contigo esta mañana. Trato de no palidecer. Como soy la dama de la casa, la vizcondesa debería haber hablado primero conmigo. De no ser así, sería de decencia común reconocer mi presencia con un asentimiento de cabeza. — Lo hizo — dice Gavin. Se reclina con una expresión divertida — . Estaba evitándola. — Obviamente. La vizcondesa todavía no me mira, en lugar de ello inspecciona el estado del salón. La veo observar los jarrones rotos, las tazas de té hechas añicos a sus pies, los libros esparcidos por la habitación. Parpadea. — ¿Este es el estado habitual del salón — pregunta secamente — , o hemos irrumpido otra de las renovaciones de mi hijo? Esto coincide con el lamentable estado de tu estudio, Galloway. — Estábamos haciendo malabarismo — dice Gavin rápidamente — . Primero con los jarrones, después con los libros y luego con las tazas de té. Sobre nuestras cabezas. Lo miro. ¿Qué demonios? ¿Quién rayos creería eso? — ¿Haciendo malabarismo? — Lady Cassilis luce positivamente horrorizada. — Un nuevo juego de salón — explica Gavin — . Equilibrar un objeto en tu cabeza y quien lo sostenga allí por más tiempo gana. — Mira por
encima de los objetos rotos — . Tal vez es, en retrospectiva, un pasatiempo bastante desastroso. Inhalo aire cuando una oleada de náuseas me golpea. Estoy decidida a no dejar que la vizcondesa vea lo vulnerable que soy. — Lady Cassilis — digo, con los dientes apretados — . ¿Le gustaría sentarse? — Eso es absolutamente innecesario. — Su mirada finalmente se posa en mí — . Procuraré ser breve. —Aquí vamos… — murmura Gavin. Lady Cassilis lo mira fijamente antes de continuar. — Espero que te des cuenta de que esta situación con mi hijo me ha puesto en una situación muy precaria. Apenas puedo concentrarme en sus palabras. La enfermedad ahora es una tormenta en mi interior. El calor se arremolina en mis venas mientras mi corazón bombea veneno a través de mi sistema. El latido de mi corazón ruge en mis oídos. Dios, ¿alguien más puede escucharlo? Es tan fuerte, tan lento. Thump. Thump. — Lady Aileana — dice la vizcondesa. — ¿Sí? — No me atrevo a decir mucho, luchando como estoy para recuperar el aliento. Puntos negros bailan en mi visión y trato desesperadamente de parpadearlos lejos. — Sí — corrige. No respondo. Me concentro en mi trabajosa respiración. Gavin me mira e intento dar mi mejor sonrisa tranquilizadora. Lady Cassilis continúa: — Como mi hijo es un caballero… — El fuerte resoplido de Gavin la interrumpe, pero ella lo ignora — . Ha decidido que la mejor manera de resolver la situación es casarse contigo. — La vizcondesa me mira severamente — . Estoy de acuerdo con su decisión.
— Espléndido — susurro. Catherine frunce el ceño y murmura: — ¿Estás bien? Asiento, con un simple movimiento de cabeza, porque ese es el único movimiento que puedo manejar. Catherine no parece muy convencida. La vizcondesa continúa y trato de escuchar, pero debo parecer distraída. — Aileana, ¿has escuchado algo de lo que he dicho? — Ruego me disculpe, Lady Cassilis. — Trago saliva y le ofrezco a la vizcondesa una débil sonrisa — . Por favor, continúe. La vizcondesa echa hacia atrás sus hombros. — Como estaba diciendo, también estoy de acuerdo con tu padre de que esto tendrá que ser resuelto rápidamente. El nombre Stewart es antiguo y conocido, como tienes una dote y un linaje impresionante, estoy dispuesta a conceder esta unión. Después de todo, me niego a ver la reputación de mi familia empañada porque alguna… alguna chica tonta sedujo al único heredero Stewart que queda. Mi cabeza se levanta de golpe ante eso. ¿Chica tonta? La ira hierve a fuego lento en mi interior y mis defensas empiezan a desmoronarse. Esa fachada cuidadosamente compuesta y mantenida en calma está fallándome. Mi pretensión educada casi se cae. — Madre — dice Catherine, horrorizada — . Eso no es del todo apropiado. — ¿Es eso lo que cree que pasó? — Hablo con cuidado, con más control del que siento. Sobre el sofá, Gavin gira su cabeza hacia mí. Debe escuchar el cambio en mi voz, el tono de enojo arrastrándose. Sus ojos se amplían una fracción, con miedo, me doy cuenta. Sabe de lo que soy capaz.
Me asustas como el infierno.
La otra noche me dolió escucharlo decir eso. Encuentro esas mismas palabras poderosas ahora. Ser temida es como un elixir. Puedo ser aterradora, fuerte, intocable. En ese mundo, no tengo que preocuparme por la reputación o el matrimonio. — Creo que estamos mucho más allá de lo que es apropiado, Catherine — responde Lady Cassilis — . Aileana ya ha atraído excesiva atención, por lo que mi motivación es mitigar las habladurías inevitables tanto como sea posible. Si tenemos la ceremonia dentro de quince días, habrá menos habladurías si un niño nace rápidamente. Gavin se atraganta y mira fijamente a su madre con sorpresa. Catherine refleja perfectamente su expresión. Me pongo de pie. Mis mejillas arden por la fiebre y la ira que no puedo reprimir. — Fuera . La mandíbula de Lady Cassilis cae. — ¿Perdón ? — ¿No fui clara? Lárguese. De. Mi. Casa. Incluso Catherine se gira hacia mí, con la boca abierta. — ¡Aileana! — Jadea. Nunca muestro este lado de mí misma en público, pero no puedo contenerlo ni un momento más. Mi cuerpo tiembla por el veneno en mi sangre y mi control mental cuidadosamente mantenido se está desintegrando. Mis pensamientos racionales se están desvaneciendo… se están yendo. Solo hay ira, mi piel caliente, mi palpitante cabeza, mi rugiente corazón, y la gente en la habitación necesita irse. — Largo. Ahora . — Lo digo con más fuerza. Lady Cassilis se pone de pie.
— Estaba dispuesta a dejar de lado nuestras diferencias por el bien de mi hijo. Pero veo que no estaba del todo equivocada contigo. — Camina hacia la puerta en una ráfaga de faldas de seda — . Catherine — chasquea, antes de salir de la habitación. — Aileana. — La mano de Catherine sobre mi brazo está tan fría que me estremezco —. Eso no era… Por todos los cielos, estás ardiendo. ¿Estás enferma? — Estoy bien. — Trago y cierro los ojos con fuerza. —Me puedo quedar, si me necesitas. Si estás… — ¡Catherine! — La voz de Lady Cassilis viene desde el pasillo. — No. — Necesito recostarme. Tal y como sospechaba, mis piernas no pueden sostenerme. Agarro el brazo del sofá para mantenerme de pie — . Por favor. Ve con tu madre. — Si insistes — suspira Catherine — . Lo siento mucho por algunas de las cosas que dijo. Fue demasiado dura contigo. Casi abro la boca para estar de acuerdo, pero decido no hacerlo. Por mucho que me desagrade Lady Cassilis, será mi futura suegra. Es mejor aprender a aceptar eso ahora. — Su único hijo se vio atrapado en un escándalo con una chica que considera totalmente inadecuada — digo en voz baja — . Entiendo por qué fue tan dura. Dile que lo siento por todo. Catherine asiente. — Lo haré. Por favor, avísame cuando estés mejor. De lo contrario me preocuparé. Su vestido cruje mientras se va. Es el único sonido que puedo escuchar, además de mis violentos latidos. Las manos de Gavin están en mis hombros para ese momento, mientras gentilmente me gira para verlo de frente. Me mira, con los ojos tan azules, feroces y preocupados. Desliza un brazo alrededor de mi
cintura y me atrae hacia su pecho. Dejo escapar un suave gemido de queja cuando coloca la palma de su mano contra mi frente. — ¿Debería mandar a traer a un médico? — Eso no ayudaría. — Volteo mi cabeza, sus dedos rozan mi mejilla y el resto de mi clavícula, debajo de mi collar seilgflùr . — Es por un hada. ¿Verdad? Me permito descansar contra él, porque no hay nada más que pueda hacer. Estoy demasiado débil para alejarlo. Asiento. — Uno de los sabuesos. — Ya veo. ¿Qué ve? Le ha ofrecido matrimonio a una mujer que siempre se lesionará, se lastimará o sangrará. Nunca me desharé de mis cicatrices, nunca querría hacerlo. Siempre van a estar allí, grabadas con fuego en mi piel. Marcas de mi éxito, de mis asesinatos. Me inclino hacia atrás y lo miro directamente. — No quiero casarme contigo — susurro — . ¿Eso es algo horrible de mi parte? — Para nada — dice suavemente — . Yo tampoco quiero casarme contigo.
Capítulo 24 Traducido por BrenMaddox Corregido por AriannysG
Me despierto sobresaltada y jadeo en busca de aire, agitada entre sábanas empapadas de sudor. Unas manos agarran mis hombros duramente y me sostienen con firmeza contra las almohadas. Me quedo impactada ante Kiaran. El sabor de su poder se asienta suavemente contra mi lengua, para nada abrumador. Sus rasgos están ensombrecidos, apenas visibles a la luz de las farolas que se filtran por la ventana abierta. Huele tan fuertemente a brezo 15 y a primavera, con un toque de lluvia por la ropa mojada que presiona contra mí. — ¿Qué demonios estás haciendo? — Tengo la boca seca. Me duele hablar, o mover los labios. — Te dije que regresaría. Trago. Mi garganta se siente como si estuviera llena de cuchillas. — Dijiste visitar, no atacar. Kiaran me libera. — Intenté despertarte. Estuviste luchando en tu sueño y arañaste tus heridas. Alcanzo el botón cerca de mi cama y las luces cerca de la puerta se encienden con un clic. Un suave resplandor ilumina la habitación y la piel brillante de Kiaran, envolviéndolo en un halo resplandeciente de oro. Es un subarbusto que alcanza los cincuenta centímetros de altura y tiene
15Brezo:
gran cantidad de ramas erguidas de color marrón rojizo.
Mi mirada cae a sus labios y pienso en lo de esta tarde. La forma en que acarició la cicatriz corriendo por mi espalda, mi cuerpo contra el suyo después de nuestra lucha…
No, no pienses en ello. Debería alejarme de él. Más lejos. Azoto la colcha fuera de mis piernas, tratando de ponerme de pie. Me toma dos intentos. Tropiezo, pero me las arreglo para contener mi caída agarrándome a la mesita de noche. — Bueno — digo, mi voz temblorosa — , aquí estás. — Lo miro de nuevo y pierdo todo pensamiento racional — . En mi... dormitorio. Oh, diablos. Oh, diablos, no consideré esto a fondo cuando me dijo que había venido aquí. Esto no es algo que mis lecciones de etiqueta hayan cubierto. El libro de la Señorita Ainsley no tiene ningún capítulo titulado “Qué Hacer Cuando un Caballero Visita la Habitación Privada de una Dama”. Kiaran se sitúa sobre mi cama — en mi cama — y me mira con su habitual inescrutable expresión. No debería estar aquí. Seguramente sabe que la gente no solo duerme en… — ¿Te sientes bien? — Pregunta. — Estoy bien. — ¿Se supone que él tiene que ser tan hermoso? Maldición, me duele la cabeza — . ¡Té! — Dejo escapar, agarrando el primer fragmento de las lecciones de la Señorita Ainsley que se me ocurre — . ¿Te gusta el té? ¿Te gustaría que prepare un poco? Lo hago todo el tiempo con los visitantes. ¡Oh, Dios mío!, ¿qué está mal conmigo? — Kam. — Lo cual no quiere decir — sigo sin poder parar ahora — que tenga visitantes en mi habitación todo el tiempo. Que sean hombres. Mmm. Quiero decir, hadas. — Agito una mano hacia el vestidor — . Excepto Derrick, quien está... fuera. Diantres, nunca debí haber enviado lejos a Derrick. En previsión de la llegada de Kiaran, le dije que viera si sus contactos tenían alguna nueva información sobre la baobhan sìth, una tarea que por lo general
lo mantiene fuera toda la noche. Él podría haber estado aquí, diciéndole a Kiaran que baje de mi maldita cama y me suturara ya. — Y no estará de vuelta por un rato, ya sabes. — Agarro la mesa para no perder el equilibrio — . Así que… — Maldición. Ya ni siquiera puedo pensar apropiadamente — . Lo siento mucho, olvidé de lo que estaba hablando. Kiaran está recostado en mi cama, viéndose completamente entretenido. — Estamos solos, sin el molesto duendecillo — dice — . Y me preguntas sobre el té por una razón que no puedo comprender.
Solos. Quién sabe lo que voy a hacer, considerando que algo está mal conmigo. Podría hacer algo ridículo, o decir algo lamentable. Bueno, más lamentable de lo que ya he dicho. Un repentino ataque de frío me golpea. Me abrazo a mí misma y tropiezo hasta la chimenea con mis dientes castañeando. Calor. Eso es lo que necesito. Eso hará que todo sea mejor. Busco a tientas por el interruptor para encender el fuego, pero mis dedos están demasiado adormecidos para hacerlo. Mis piernas se doblan, pero Kiaran está allí. Envuelve sus brazos alrededor de mi cintura y me mira fijamente, su cuerpo inmóvil. Dios, pero sus ojos son magníficos. Puedo ver cada mancha, cada estrella que brilla en su interior. — Tus ojos brillan — murmuro — . ¿Sabes que brillan? Al igual que una maldita lámpara en la calle. — ¿Debo tomar eso como un cumplido o una crítica? — Una observación. — Un suave suspiro casi se escapa de mis labios, pero lo atrapo. ¿Qué demonios? ¿Estoy hada-deslumbrada? — . Déjame ir — le digo, antes de que pueda detenerme a considerarlo de verdad. Trato de alejarlo. Si estoy deslumbrada, prefiero no estar tan cerca de él. ¿Qué pasa si me convierto en una bestia sin sentido y empiezo a manosearlo?
— Tus piernas no parecen estar funcionando — dice. Aprieta su palma brevemente sobre mi frente — . Tu fiebre está peor que antes. Debo sacar las púas ahora. ¿Cómo puedo tener fiebre cuando estoy tan fría? Quiero tanto apoyarme en él, envolver mis brazos a su alrededor. Está tan caliente. Debería apartarme. Debería. No lo hago. — No puedes estar cerca de mí en este momento — le digo — . Creo que estoy hada-deslumbrada. — ¿Por qué dije eso? ¿Me han robado todos mis malditos sentidos? Me mira fijamente. — No, no lo estás. — Sí, lo estoy. La mirada de Kiaran es oscura y reluciente mientras se inclina. — ¿Es eso lo que piensas que sientes? ¿Qué estás hadadeslumbrada? — Sus labios rozan mi mejilla y mi respiración queda atrapada — . ¿Me ansias, Kam? — susurra — . ¿Me anhelas? Me estremezco. Casi agarro su camisa y presiono mis labios contra los suyos, solo para ver si me devuelve el beso. No, me digo. Eso sería un error. Me alejo de él, tanto como puedo con sus brazos aun rodeándome. — ¿Estás tratando de empeorar esto? — La fiebre podría haber disminuido tus inhibiciones, pero no estás hada-deslumbrada — dice — . Si lo estuvieras, ciertamente no estarías lo suficiente lúcida para preguntar al respecto. — ¿Por qué me siento así, entonces? — Susurro, sobre todo a mí misma. ¿Por qué más querría tanto estar cerca de él, a pesar de todo lo que sé que es capaz? No debería estar pensando en besarlo o tocarlo. Debería estar pensando en las mejores maneras de protegerme a mí
misma de él — . ¿Estás seguro de que accidentalmente no me has hecho algo? ¿Al igual que con Catherine? — Eres una Falconer. Tendría que obligarte bajo mi influencia. — Me mira entonces, ilegible como siempre — . Y esa es una línea que no me atrevería a cruzar contigo. — Tú me congelaste antes — le recuerdo. — Solo te impedí moverte — dice, su voz suave — . Fuiste desafiante todo el tiempo. Los hada – deslumbrados no se defienden, Kam. No se resisten. Se arrastran y suplican por nuestro toque. Se consumen por él y todavía anhelan por más. — Sus ojos son oscuros, tan intensos — . Cuando un sìthichean decide tomar a un ser humano, no es algo de lo que se alejan. Nunca. Mi respiración se queda atrapada. — ¿Le has hecho eso a alguien antes? — No tengo un pasado admirable, Kam. Nunca te hice creer que lo tenía. Kiaran me balancea hacia sus brazos antes de que pueda protestar. A diferencia de cuando Gavin me sostuvo, la lucha escapa de mi cuerpo y caigo sin fuerzas en los brazos de Kiaran, fría y doliente. Ni siquiera su calidez puede filtrarse en mi piel congelada. Maldita sea. Solo por ahora, quiero dejar de preocuparme de cómo debo actuar, en pretender la fuerza que siempre pongo cuando estoy cerca de él. Todo lo que quiero ahora mismo es estar caliente otra vez. Así que descanso mi cabeza en su hombro y mis dedos en su clavícula. Ahí está. Un toque de calor bajo mi piel sosa, adormecida. Suspiro. — ¿Mejor? — Pregunta.
Levanto la vista hacia él. Me siento cansada, como si hubiera tomado una buena dosis de láudano 16. Tomo una respiración profunda y susurro: — ¿Puedo decirte algo? Kiaran me mueve en sus brazos, lo cual solo me acerca. Parece saber qué hacer conmigo. — De acuerdo. Presiono mi mejilla contra su áspera camisa de lana. Mi sentido de decencia se pierde. Más cálida, tengo que estar más cálida, sentir algo a través del entumecimiento. — A veces casi olvido que eres un hada. — ¿Lo haces? — Suena realmente curioso, tal vez incluso un poco sorprendido. — Sí. — Cierro los ojos — . Cuando decides ser amable. Como cuando me dices que nunca me hada-deslumbrarías. — ¿Qué pasa con todas las demás veces? — Me acuerdo de que nunca debería permitirme olvidarlo. Me coloca suavemente en la cama y facilita la colcha sobre mis piernas. — Ten en cuenta tu propio consejo, Kam. No encontrarás nada humano en mí. Recuerda eso siempre. Incluso con la colcha cubriéndome, el frío es implacable. Me estremezco bajo las sábanas de seda. O por lo menos eso creo. Mi cuerpo está demacrado, entumecido. La única cosa que me mantiene unida es la voz de Kiaran, nuestra conversación.
Es una tintura alcohólica de opio que fue creada por el alquimista Paracelso. Durante el siglo XIX fue usada con fines medicinales en una gran variedad de drogas. 16Láudano:
Froto mi mejilla contra la almohada para sentir la tela. Nada. Están solo mis palabras. — ¿Estamos de acuerdo mutuamente? Esto es un raro incidente. Kiaran tira de mi silla de madera de trabajo hacia la cabecera. — Mañana iremos de vuelta a la lucha. — Un pasatiempo preciado — murmuro. Mi lengua está demasiado pesada para hablar correctamente. Sus ojos se encuentran con los míos, y por un breve instante, siento esa conexión con él de nuevo. Una comprensión innata. Una semejanza que no puedo empezar a describir o comprender.
Dime, lo insto. Dime algo, también. Estoy obligada a entender las partes de él que mantiene cerradas e intocables. Esos breves atisbos de su alma que muestran cómo las emociones lo han movido a alguna parte de su vasta vida. Kiaran desgarra su mirada de la mía y alcanza algo junto a la cama. Saca un bolso de cuero marrón y arranca tres botellas pequeñas, hilo y una aguja curva. Me tenso. — ¿Qué es eso? — Tengo que coserte — dice él, como si debiera ser obvio. Mis ojos se abren. — ¿Estás loco? Tengo costureros en mi vestidor que podrían hacer un trabajo mucho mejor, con menos dolor, que esa cosa que estás manejando. Ponla lejos. Kiaran me mira con paciencia. — Es esto o te mueres. Tú eliges. Supongo que Kiaran no me suturaría a mano si no tuviera que hacerlo. Él lo consideraría una pérdida de tiempo.
— Bien — me quejo — . ¿Qué hay en los viales? Abre una botella y la extiende hacia mí. — Bebe esto. Adentro hay un lechoso líquido azul, con lo que parece ser astillas finas de cristal flotando en él. Seguramente no se refiere a que beba vidrio. — ¿Voy a lamentar consumir su contenido? — No. Pero me imagino que todavía me vas a llamar por cada improperio que puedas imaginar. — Lo presiona en mi palma. — No me gusta el sonido de eso. — Olfateo el vial y arrugo la nariz por el penetrante olor que quema mis fosas nasales. Como algo que podría salir de mi juego de química — . ¡Puf! ¿Qué hay en esto? Huele repugnante. — Conocí a una chica humana una vez. Era terca, como tú. Se negó a beber el miserable contenido de la botella, al igual que tú… — hace una pausa para un efecto dramático — . Y falleció de una muerte horrible y dolorosa, tortuosa en realidad, porque no quiso tomar mi consejo. Lo examino. — No murió ninguna chica, ¿o sí? — La habrá si no bebes lo que hay en esa maldita botella. Me propulso hacia arriba y le frunzo el ceño. Entonces contengo el aliento, sostengo y bebo el contenido. El líquido quema, como un whisky potente. Me quema la garganta y corre por mi cuerpo mucho más rápido de lo que esperaba. Me agarro a la almohada y jadeo patéticamente. Intenso y agonizante dolor sigue casi al instante. No puedo concentrarme en nada más que en lo mucho que duele, y ni siquiera puedo decir todas las malas palabras que pasan por mi mente. Mi lengua se pega al paladar, rendida e inmóvil.
Me encuentro con los ojos de Kiaran. Su cabeza está inclinada, su mirada amatista me estudia intensamente. Dios mío, ¿me envenenó? De repente, el dolor mengua. Se desliza por mi piel en olas y deja atrás una extraña y calmante corriente que se desplaza desde mi cabeza hasta los dedos de mis pies. Aun así, miro a Kiaran y digo: — ¿Qué me hiciste? — Te di un sedante suave. — Me estudia — . Se supone que te calma. — Estoy segura de que funcionaría mejor si no estuviera tan molesta contigo — digo — . Podrías haberme dicho que dolería como el mismo diablo. — ¿Qué diferencia habría hecho eso? Todavía tendrías que beberlo y todavía serías miserable. — Se mueve más cerca y hace gestos para que me vuelva sobre mi estómago — . Tengo que quitarte tu... lo que sea que esto sea. — Camisón — digo, mi mejilla contra la almohada — . Es de París. ¿Has estado vivo durante tanto tiempo y todavía no puedes identificar la ropa de una mujer? Kiaran jala mi camisón, como si tratara de encontrar una manera de quitármelo. — Demasiadas palabras en mi vida para las mismas cosas. En realidad no me importa aprender todas. — MacKay, deja de tontear y solo corta la maldita cosa. — Cuando simplemente me mira, digo — : Tengo un poco de dignidad, por poco que lo aprecies. Me niego a dejarte quitar mi ropa. — Si insistes. — La cuchilla de Kiaran aparece desde alguna parte y corta a través de la parte trasera de mi camisón — . Allí. Tu cara pieza francesa está arruinada en nombre de una incomprensible noción de decencia. Espero que estés satisfecha.
Un pesado mechón de cabello negro brillante cae por su rostro. Mientras lo empuja hacia atrás, dejo que mi mirada persista en él durante más tiempo de lo habitual. Estudio esos fuertes y altos pómulos, y su cuadrada mandíbula, cómo su cabello se riza en los extremos. Unta una pasta de color gris azulado en sus dedos desde una de las botellas. Separando los bordes rotos de mi camisón, suaviza la pasta a lo largo de mis heridas. A diferencia del brebaje que bebí, esto me reconforta inmediatamente. Cierro los ojos y, solo por esta vez, en mi estado enfermo, me permito brevemente tomar la comodidad de su tacto, la forma en que sus dedos permanecen a lo largo de mi espina dorsal. Empiezo a entender por qué las personas buscan intimidad, por qué la anhelan. ¿Por qué les obliga a olvidar todos los recuerdos horribles y destructivos que han tenido? — ¿Qué es lo que soñabas? — Pregunta Kiaran. Estoy muy sorprendida por la pregunta, no sé cómo responder. — ¿Qué? Kiaran arranca un par de pinzas de su bolsa. — Tu sueño. El que tenías cuando entré. Kiaran no se da cuenta de que no solo es un sueño, sino una pesadilla. Un perpetuo recordatorio de mi fracaso. Mi debilidad. — Pensé que no íbamos a hacer de esto algo personal — le digo — . Los sueños son personales. — Kam, estoy recolectando púas de tu espalda desnuda. Ya es personal. Me quedo en silencio. El entumecimiento está empezando a extenderse por mi cuerpo, y estoy perdiendo la tranquilidad del toque de Kiaran. Si cierro los ojos, me quedaré dormida. Voy a tener que volver a vivir la pesadilla de cualquier manera. Antes de que cambie de idea, digo en voz baja:
— Mi madre. Soñaba con su asesinato. A pesar de ser incapaz de sentir sus manos, siento a Kiaran tensarse a mi lado. — Lo viste suceder. — Sí — susurro. Ahora sabe mi secreto más oscuro, la memoria que derriba todo muro del control cuidadosamente mantenido, hasta que todo lo que queda es la parte oscura de mí que mata. No puedo dejarlo pero soy derribada en la pesadilla de nuevo. Giro en un vestido blanco, en un salón de asamblea lleno de candelabros y lámparas brillantes, rodeada de gente con abrigos negros, faldas pastel y vestidos hinchados. Los violines tocan una polka escocesa optimista que bailo hasta que me duelen los pies.
Entonces estoy fuera, respirando el aire fresco de la noche. Oigo los sonidos de una lucha, un grito ahogado. Me asomo por los arbustos del jardín que dan a la calle. Hay una figura acostada en la lluvia, su vestido blanco se extendido a su alrededor en los adoquines, ahora empapado con carmesí. Otra mujer se agacha junto al cuerpo inmóvil, con los ojos brillantes y relucientes de un verde innatural en el resplandor de las farolas. Observo la extensión de sangre por la larga y pálida columna de su garganta. Sus labios desplegándose en una feroz sonrisa de dientes puntiagudos que voy a recordar durante el tiempo que viva. Porque sé inmediatamente lo que esta mujer es, y que todas las historias de mi infancia son verdaderas: las hadas son reales, y son monstruos. El hada utiliza sus afiladas uñas como cuchillas para cortar el pecho de la mujer muerta y arranca su corazón. Mis ojos se cierran con fuerza mientras reprimo el recuerdo de nuevo, empujándolo muy dentro de mí donde pertenece. — Lo siento — digo. No estoy segura de por qué estoy disculpándome. No le he dicho nada, realmente. Ni siquiera cómo esa noche en la que arrancó el corazón del Capa Roja me trajo de vuelta a la parte de mi pesadilla,
donde el hada mira hacia abajo al cadáver de mi madre y le dice algo que nunca olvidaré.
El carmesí te queda bien. Kiaran se inclina y presiona su frente contra la mía. No me aparto. Haz que los pensamientos se detengan, le digo. Dime que estás tan roto como yo. — Tha mi duilich air do son — respira, sus labios tan cerca de los míos — . ¿Crees que podríamos existir sin momentos de vulnerabilidad? ¿De arrepentimiento? — Barre una mano sobre la curva de mi hombro desnudo — . Sin ellos, no serías Kam. Nunca pensé que él entendería. La gente que estuvo allí después de la muerte de mi madre, los que aún me hablaban después de que sucedió, me aseguraron que las cosas mejorarían, que yo mejoraría. Y con el tiempo suficiente, todo iba a estar bien. Pero nada está bien, y yo no estoy mejor. El tiempo no me va a arreglar. El tiempo permite que me vuelva más hábil para esconder lo mucho que me duele en el interior. El tiempo me hace una gran mentirosa. Porque cuando se trata de dolor, a todos nos gusta pretender. Kiaran recoge la aguja y la sumerge en el tercer vial. Debe de haber tocado mis heridas otra vez porque pregunta: — ¿Puedes sentir eso? — No. — Bien. Se inclina sobre mí y comienza el delicado proceso de coser mis lesiones. Mientras pasan los minutos, lo observo por debajo de mis pestañas. Frunce el ceño en concentración mientras cose. Con el tiempo, mis ojos se hacen pesados, pero peleo contra el sueño. — MacKay — le digo — . ¿Qué sentido tiene coserme para salvar mi vida cuando estamos propensos a morir el martes? ¿Por qué estás de mi lado?
Kiaran sonríe. — Ah, la penetrante idea de los absolutos. ¿Cuándo alguna vez dije que mi lado era el tuyo? — Cazamos juntos — digo — . Salvamos personas. Estamos a punto de entrar en una guerra con probabilidades desfavorables. Ciertamente parece que estamos en el mismo lado.
Salvamos personas. Ni siquiera estoy segura de por qué añadí eso. Es mi ilusión que nuestra masacre nocturna salva vidas humanas, y eso hace que sea aceptable, de alguna manera. En realidad, soy egoísta. Estoy más consumida por la necesidad de matar que de salvar a otra persona. Ojalá no lo fuera. La risa de Kiaran es aguda, brusca. — Puedes decirte lo que quieras, pero no hables por mí. No soy bondadoso. Si he hecho algo bueno, es por mi maldita promesa. Parpadeo fuerte, tratando de aclarar mi opaca visión. — ¿Tu qué? Su concentrada y paciente actitud se ha ido en un instante, y ahora sus ojos arden, tan exquisitamente feroces que no puedo apartar la mirada. Nunca he visto tal cruda violencia en una simple expresión antes. Luego, con la misma rapidez, la ira desaparece, reemplazada por la apatía. — Mataba seres humanos todos los días — dice con frialdad — . Hasta que hice una promesa. Lo miro con sorpresa. La promesa de un hada es inmutable y eterna. Romper una resulta ser el peor dolor imaginable, prolongado y agonizante, antes de que el hada finalmente muera. No es algo para tomarse a la ligera. — ¿Por qué harías eso?
— No quieres preguntarme acerca de mi pasado — dice, en voz baja — . Es mejor dejar enterradas algunas cosas. Esta promesa, cualquiera que fuera, significa algo para Kiaran. Algo importante. Tengo que saber. — Si no me dirás acerca de tu promesa o tu pasado — susurro — , entonces dime la verdadera razón por la que cazas. Su ira despierta de nuevo y veo algo por debajo de ella que podía identificar en cualquier lugar: pérdida, oculta por siglos y siglos de rabia. Sé por experiencia lo que hace el dolor. Cómo nos puede transformar. Que la única manera de controlarlo es presionándolo muy dentro de nosotros mismos, donde esperamos que nadie nunca pueda descubrirlo. Pero siempre estará ahí. Inevitablemente, algo o alguien va a llegar y desenterrar todo lo que hemos tratado tan duro de ocultar. Kiaran me hizo eso. Yo acabo de hacerle eso a Kiaran. Ahora estoy casi segura de que sé la respuesta. A quién Kiaran hizo su promesa y por qué caza hadas. Mis párpados finalmente revolotean cerrados. Trato de abrirlos, pero no puedo. Mi mente ya ha empezado a nublarse. Lucho contra el sueño por última vez. Tengo que preguntarle. — ¿Amaste mucho a tu ser humano? — Pregunto. Contiene el aliento, sorprendido. Su respuesta es susurrada muy baja, me esfuerzo por escucharla antes de que el sueño me tome por completo. — No la amaba lo suficiente.
Capítulo 25 Traducido por Ana Lucia y Celi88 Corregido por AriannysG
Me despierto con el sonido de una silla siendo arrastrada por el suelo de madera. Me revuelvo y abro los ojos para ver a Kiaran a punto de salir de mi dormitorio. — ¿Escapándote sin decir adiós? — Pregunto Kiaran se congela y voltea su cabeza. — No quería despertarte. — Mentiroso. — Me muevo experimentalmente y me siento aliviada al comprobar que el entumecimiento se ha ido. Me siento… maravillosa, en realidad. No hay dolor en absoluto — . ¿Cómo se ve mi espalda? ¿Horrible? Las pesadas botas con hebillas de Kiaran son silenciosas cuando se acerca a mi cama. Se sienta a mi lado. — Siéntela por ti misma. Cuando tuerzo mi brazo para tocar tentativamente las heridas, espero encontrar puntadas tensas recubriendo las marcas de garras y carne resbaladiza con sangre. En su lugar, encuentro piel seca, con cicatrices lisas y suaves en los lugares donde hace unas horas habían estado mis heridas. Nuevas insignias para acompañar a las muchas viejas que ya delinean mi espalda, y se sienten como si hubieran estado allí por años. Bostezo hacia Kiaran.
— Qué… — Me muevo para tocarlas de otra vez. Dios, pero si incluso mi colcha está limpia de sangre — . Cómo lo hiciste… — lo miro — . ¿Es algún remedio de hada? Kiaran se encoge de hombros. Lo ignoro y empujo la colcha limpia bajo mis piernas. Todos los cortes que recibí por arrastrarme en las rocas de la playa están curados. La piel en carne viva y las ampollas abiertas de mis manos se sienten lisas. Incluso las heridas en los antebrazos, donde los dientes del cù síth me arañaron, se encuentran cicatrizadas. Mis contusiones, dolores y molestias han desaparecido. — ¿Me quieres decir — digo con los dientes apretados — , que has tenido esa mezcla todo este tiempo ? Recuerdo esas noches que vagué a casa desde nuestra casería, cubierta de sangre, la mayoría mía. Cuando apenas llegué con vida y Derrick tuvo que despertarme cada pocas horas para asegurarse de que no había muerto. Aguanté mis heridas en secreto, lidiando con el dolor que empeoraba debido a las capas de ropa y corsé. Kiaran podría haber aliviado todo eso. En cambio, me hizo aguantarlo. Así de sencillo mi simpatía por su amante humano recula, y me quedo con el recordatorio evidente de que él puede ser un bastardo frío. — ¿Nunca, ni una vez sentiste la necesidad de usarla — digo con voz temblorosa — durante cualquiera de esas noches en las cuales gané todas esas heridas? — Este era un caso especial — dice — , ya que el veneno te habría matado. — Me sorprende que no lo permitieras — espeto. Hay ira por parte de Kiaran de nuevo. Refleja la mía propia, excepto que cuando mi ira es caliente, la de Kiaran es más gélida que el frío. La temperatura en la habitación desciende y en el momento que inhalo, siento cómo mis pulmones se contraen. — ¿Qué hubieras propuesto para cualquiera de las otras veces? — Dice él — . ¿Que te llevara lejos de cada monstruo al que te enfrentas? —
Se mueve más cerca, hasta que prácticamente nos encontramos nariz con nariz — . ¿Debería sofocarte con mi protección hasta que no puedas respirar o mover un maldito dedo para defenderte? — No exageres — gruño — Te entrené para la batalla — me dice — . Cuando luchamos con los sithichian, ¿crees que voy a tener estos viales conmigo? ¿Hilo y aguja a mano? Sanar no es uno de mis poderes, por eso te he enseñado a soportar el dolor. Estoy más allá de preocuparme por sus excusas. Tengo que saber qué más me está escondiendo. — Dime algo. ¿Hace cuánto sabías que el sello se iba a romper? — Cuando no responde, le vuelvo a preguntar — : ¿Hace cuánto? Aprieta su mandíbula. — Desde antes de conocerte. — ¡Ugh! — Empujo su pecho, me tambaleo fuera de la cama y me siento en mi mesa de trabajo. Si no hago algo con mis manos, podría estar propensa a dispararle con mi pistola de rayo. Arrebato el montaje de hombro a medio terminar para mi cañón sónico, y meto un tornillo en uno de los agujeros. Kiaran ni siquiera echa un vistazo a mi proyecto. — ¿Crees que habría sido mejor si te lo hubiera dicho? Estabas claramente de duelo. No estabas entrenada. Cuando te conocí, ni siquiera podías utilizar un cuchillo. — Dios, estas completamente lleno de elogios hoy. Su mirada despectiva me da escalofríos de pies a cabeza. — Los daoine sìth estarán en su peor momento cuando escapen a montones. Es el mejor momento para atacar, y todavía no eres lo suficientemente fuerte para luchar contra ellos.
Me quedo quieta, y el tornillo se desliza de mis dedos sobre la mesa. — ¿No soy lo suficientemente fuerte? — Pregunto en voz baja — . Pensé que había demostrado antes ser lo suficientemente capaz. — Me superaste una vez, Kam. ¿En realidad piensas que puedes derrotar a cientos de daoine sìth capacitados? A penas entiendo lo que dice, más allá del aguijón de “ no eres lo suficientemente fuerte”.
— ¿No soy lo suficientemente fuerte? Justo cuando pienso que me encuentro bajo control, él tira todo por la borda y me quedo batallando con la criatura dentro de mí que no quiere nada más que luchar contra él, hasta que los dos estemos cansados y magullados. — No — dice — . Todavía no. Chasqueo. Agarro la pistola de rayo de la mesa. Las barras principales se abanican abiertas, mientras apunto a una extremidad que sé que él puede sanar y aprieto el gatillo. Kiaran es muy rápido. Bloquea el disparo con la mano, agarra la capsula con la fuerza de su puño. Me mira con calma, durante un segundo. Con un siseo de dolor, abre su puño y la cápsula de metal cae al piso de madera. Una figura de Lichtenberg se forma en su palma, y serpentea por su muñeca desde una quemadura en el centro. Me mira fijamente con sorpresa. Una exhibición sorprendente de emoción para Kiaran. Me recuesto en mi silla, con mi enojo saciado. Creo que he demostrado mi punto. Una vez más. — Mi tiro no te habría matado, pero me imagino que todavía es un poco doloroso. No sé lo que esperaba de él. Molestia, quizá. Tal vez que frunciese el ceño en disconformidad y me llamara tonta, otra vez. Lo que no
esperé fue que comenzara a reírse. No la melódica y demasiado hermosa sonrisa hada que utiliza para intimidarme, sino una sonrisa genuina, que produce hoyuelos en sus mejillas y lo hace lucir verdaderamente humano. — ¿Qué es tan gracioso? Kiaran se endereza. — Cuando tomaste esa pistola, nunca esperé que me dispararas. Sonrío y me río también. — ¿No dices siempre que nunca saque un arma a menos que tenga la intención de utilizarla? — Así que, escuchas lo que digo. — Cuando me conviene. Kiaran me sorprende de nuevo, moviéndose demasiado rápido, empujando mi silla de vuelta a la mesa de trabajo. Luego se inclina, sus brazos a cada lado mío. — Eso podrá haberme divertido esta vez, pero vuelve a intentarlo y romperé tu pistola. Emparejo su mirada. — Rompe mi pistola, que tengo otras quince más que harán el mismo trabajo. Su sonrisa es lenta, francamente seductora. — Lo supe desde el día en que te saqué de ese río… — ¿Qué? — Que siempre me desafiarías. Incapaz de soportar la intensidad de su mirada, vuelvo la cabeza y estudio su lesión. La quemadura en la palma de su mano ya está
sanando, y la figura del Lichtenberg está desapareciendo lentamente de su brazo. Frunzo el ceño cuando el patrón de helecho revela una marca en la parte interior de su muñeca. No recuerdo haberla visto antes, o tal vez nunca puse suficiente atención para notarla. El diseño está grabado a fuego en su piel, la carne cicatrizada y levantada. Una elaborada serie de remolinos se entrelazan entre sí, delicados e intrincados. Quien diseñó eso fue meticuloso en cada detalle. La forma es algo que soy incapaz de identificar, un símbolo que nunca he visto. Solo el metal de hada puede dejar cicatrices permanentes, e incluso entonces, solo débilmente. Para hacer cicatrices como esas, las líneas tuvieron que haber sido trazadas una y otra vez con una espada afilada y ardiente. Debe haber dolido mucho mientras estaba siendo tallada. Me veo obligada a extender mi mano para tocarla. Kiaran envuelve sus dedos alrededor de mi muñeca. — ¿Qué estás haciendo? — Tú marca, ¿Qué significa? Algo destella en sus ojos, una emoción que no puedo identificar. Después de un segundo se ha ido. Me libera. — Esto ya no significa una maldita cosa. Estoy empezando a darme cuenta de lo mucho que nuestros secretos nos definen. Hace unos días, él y yo habríamos cazado juntos y regresado a nuestras respectivas vidas, como siempre. Ahora nuestras fronteras están desapareciendo, y nos aferramos a esos últimos secretos que todavía tenemos, porque desnudar el alma es mucho más difícil que fingir. — Está bien — digo tranquilamente, tirando mi mano de la suya. Como si se diera cuenta que ha traicionado alguna emoción, se endereza y me mira fijamente. — Ven conmigo.
Parpadeo. — ¿Adónde? — ¿Tienes que cuestionarlo todo? — Sí — digo — . Me encanta molestarte siempre que sea posible. Su boca se eleva en las esquinas. — Ya veo.
Capítulo 26 Traducido por Yolismimi Corregido por Katiliz94
Kiaran y yo nos sentamos silenciosamente en el ornitóptero mientras nos hago volar en medio del claro cielo nocturno. El aire frio aquí arriba quema mi piel y me ajusto mi abrigo de raploch alrededor. Descanso la mano en el timón y miro el suelo que se desliza bajo nosotros. Nos elevamos sobre el campo debajo de la ciudad, donde todo está quieto y callado. Las casas son escasas, identificables únicamente por el brillo de la tenue luz de las velas en medio de las ventanas que ocasionalmente vemos en medio de las tierras de cultivo. Kiaran no me ha dicho ni una palabra desde que dejamos Charlotte Square, como si sintiera que quiero preguntarle tanto acerca de la chica que él amaba como que pasó con ella. Lo miré de nuevo, tomando sus cosas, su expresión pensativa. Intento imaginarlo como un monstruo impertinente como el que maté. ¿Qué había en ella que lo había hecho cambiar? Nunca habría pensado que el sìthichean sería capaz de enamorarse de humanos. Los predadores no acostumbran a amar a sus presas. Antes de que pueda preguntar, Kiaran habla. — Déjanos ahí, por esa casita triste.
Miro por encima del timón. — ¿El palacio Dalkeith?
Cuando asiente con la cabeza, giro el timón, haciendo círculos en el claro hasta que encuentro el lugar perfecto para aterrizar. Ahí — detrás de una línea de árboles que deben protegernos de la vista de las ventanas del palacio, si es que a alguien se le ocurra mirar mientras
estamos aquí. La máquina aterriza suavemente sobre el suelo y tiro de la palanca para replegar las alas. — No vamos a irrumpir, ¿o sí?
Kiaran mira en la dirección del palacio disgustado. — No puedo imaginar que haya algo ahí que valga la pena para
invadir. — Quizás Su Majestad tiene floreros vacíos en una de sus muchas chimeneas, — dije secamente — , los cuales puedes robar para reemplazar
los que rompiste en mi casa. — Eso no fue un accidente. Decidí que no me gustaban. — Salta del
ornitóptero y empieza a alejarse a zancadas. Me apresuro detrás de él cruzando el pasto, caminando para seguir sus largas zancadas. Llegamos a los árboles y sobre el camino de tierra enfrente del palacio. Es una estructura alta y majestuosa — no me parece para nada triste — de tabiques de arenisca con un generoso ensamble de ventanas altas. Las chimeneas salen hacia el cielo por medio del techo, un pequeño indicio de las cuantiosas habitaciones dentro, pero el humo se eleva solamente de una en la parte de atrás del palacio. Alguien debe de estar en casa, entonces. El perfume de madera quemada persiste débilmente en el aire mientras sigo a Kiaran en medio de un área arbolada del lado del ala este. Mis botas hacen un ruidito en el lodo mientras intento guiarme alrededor de las raíces de los árboles. — ¿Existe alguna posibilidad de que me digas a dónde vamos?
La sonrisa de Kiaran es visible incluso en medio de los árboles obscuros. — ¿Realmente odias que te mantengan en suspenso, verdad? — Cuando me dejas en suspenso, siempre pasa algo malo. Como
yo peleando con dos militares.
— No hubo un final desafortunado, — dice, observándome — .
Sobreviviste con un daño mínimo. La noche está fresca. El frio penetra mi abrigo y llega a mi piel. Cruzo mis brazos para mantenerme tibia. Caminamos sin hablar, mi respiración es pesada comparada con la de Kiaran. Mientras continuamos más lejos dentro de los árboles, la niebla comienza a hacerse más gruesa alrededor de nosotros. Pronto no puedo ver más que unos cuantos pies enfrente de mí y no estamos en ningún camino que pueda distinguir. Sería tan fácil perdernos ahí. La voz de Kiaran me sorprende. — Háblame sobre el Vidente. ¿Lo amas? — No, — le digo — . Solamente nos vamos a casar.
Debí de haber amado a Gavin alguna vez, en mi juventud. Acostumbraba estar convencida que él y yo estaríamos juntos por el resto de nuestras vidas. Ahora he descubierto que él es mi pareja perfecta — más allá de lo que alguna vez pude haber soñado — pero todo lo que siento por él es amor platónico. Sin pasión. Sin amor, ya no más. A veces me pregunto si incluso soy capaz de amar ahora. — ¿Cuál es, exactamente, el propósito de comprometer tu vida a
alguien que no quieres? — El deber va primero, — digo amargamente — . Eso es lo que mi
padre siempre decía. Muy pocas damas que avergüencen a su familia tienen la suficiente suerte de recibir una oferta del caballero que ayudó a arruinarlas. Él sigue con mucha calma. — ¿Él te arruino? — Por supuesto que no. Me salvó la vida anoche y la suerte no le
favoreció por eso. — ¿Podrías escoger no casarte con él? — pregunta — . ¿Si no
quisieras?
— Las mujeres en mi mundo no tienen muchas opciones, MacKay.
Mi vida ya ha sido decidida. — En qué prisión vives, — murmuro sin una pizca de sarcasmo — .
¡Me pregunto cómo respiras! La niebla por fin se disipa, mientras nos acercamos a un claro. Caminamos en medio del pasto largo y muevo mi cabeza hacia atrás, estudiando las estrellas. ¿Puedes nombrarlas, Aileana? Escucho la voz de mi madre, de aquellas noches que pasábamos en el jardín recitando las constelaciones. El cielo claro es raro durante los inviernos escoceses, y recuerdo cada uno de mi niñez. Inventar es mi pasatiempo, y la astronomía era el de mi madre. Cada vez que veo a un cielo nocturno con nubes, la recuerdo apuntando a cada constelación con sus largos y graciosos dedos y repitiendo sus nombres. Me doy cuenta de que he dejado de caminar y me apresuro detrás de Kiaran. — Lo siento.
La luna es tan brillante, ilumina todo mientras avanzamos en medio del claro. Un gusto repentino llega a mi lengua, sorprendiéndome. No es el abrumante sabor de polvo de hadas al que estoy acostumbrada, pero es algo un poco diferente. Un sutil toque de terracota, acompañado por la esencia de primavera y sal, como si estuviéramos cerca del mar. Busco el claro por la fuente de esa fragancia, la cual solo se hace más fuerte mientras caminamos, y mi atención está sumergida en los muchos tejos creciendo en medio del claro. Se eleva sobre nosotros, ramas, apuntando en todas direcciones. Pesadas raíces sobresalen del suelo. Es el árbol más alto de su tipo que he visto. Me asomo entre las ramas. — No recuerdo haber escuchado acerca de que su Majestad
tuviera un tejo de este tamaño en su propiedad. Seguramente alguien lo habría mencionado. — No es hasta que toco el tronco que el sabor se
intensifica y me doy cuenta de que el árbol es la fuente — . ¿Por qué tendría un árbol semejante poder? — Está oculto de los humanos — dice Kiaran, parándose junto a mí — . Solo puedes verlo porque estas usando el cardo. — Pone la palma
de su mano contra el tronco. — ¿Qué estás haciendo?
El casi sonríe. — ¿No pensaste que te traje todo este camino solo para ver un
árbol, o si? Antes de que pueda responder, el golpea el tronco del árbol. Un estruendo resuena y el suelo se mueve debajo de mis pies. Rayos se dispersan a través del cielo despejado, deslumbrantemente brillante. Un rayo golpea el centro del árbol con una gran luz. Me quedo sin aliento, apretando mis ojos contra la embestida de luz. Un fuerte y reverberante estallido me sobresalta lo suficiente como para arriesgarme a abrirlos de nuevo. Miro mientras las astillas del árbol están en medio. Las ramas caen al suelo en cada lado, dejando un gran hoyo en el centro del árbol. Las raíces empujan la tierra y se encorvan una alrededor de la otra, dándose forma a ellas mismas en pasos. En medio de las dos mitades del árbol, un espejo se forma y se ondula como agua. Veo mi reflejo ahí, obscurecido por ondas incesantes. — ¿Qué es eso? — susurro. — El clomhsadah — dice Kiaran — . Déjame mostrártelo.
Un pasaje de hadas. Mi mano automáticamente se estira hacia la pistola de rayos que está en mi muñeca. ¿Por qué me traería él aquí, si no fuera para pelear? Mis ojos se encuentran con los de él. Desearía que hubiera alguna indicación de sus intenciones ahí, sin importar que tan pequeñas, pero no encuentro nada.
Con un escalofrío recorriendo mi columna, sigo a Kiaran por las escaleras de raíces. En la cima, me detengo para revisar mi arma una vez más antes de que entre en el portal. Más allá del clomhsadah hay un lago. Kiaran y yo estamos en una playa arenosa rodeada por árboles que son tan altos que tocan las nubes con la punta. El lago mismo continúa como hielo. Rizos de niebla salen de la superficie del agua y flotan alrededor de mis pies y hasta mis pies y brazos. El aire aquí es eléctrico, y puedo jurar que escucho un susurro, pero tan suave que no puedo entender las palabras. Miro el suave y pulsante brillo del lago mientras la superficie destella y cambia de color, de agua, a carmesí obscuro, y luego a oro brillante. Las estrellas son visibles en medio de las nubes — Dios, nunca las he visto tan brillantes. Ellas brillan en una elabora constelación extraterrestre, arremolinándose como si fueran sopladas por la brisa. El aire es fragante, floral, afilado y dulce al mismo tiempo. Y el sabor aquí — es como el de Kiaran, con la misma fiereza salvaje de su poder. — ¿Dónde estamos?
Los ojos de Kiaran son luminosos, incluso más misteriosos que usualmente, y su piel exquisita brilla suavemente, como si fuera besada por la luz de la luna. Es como si finalmente lo estuviera viendo claramente, de la forma que debería ser. Él nunca se ha visto más hermoso, o más inhumano. — El Sith-bhruth .
No es de sorprenderse que todo se vea tan diferente aquí. Estamos en un reino de hadas. Tomo mi pistola de rayos, esperando hadas hostiles en cualquier momento. — ¿Por qué me traerías aquí? — pregunto, buscando en la línea de
árboles por cualquier movimiento con mi dedo firme en el gatillo. — Hay varios reinos dentro la Sith-bhruth , Kam, — dice él — . Este
acostumbraba a ser suelo neutro, el único lugar donde el conflicto
nunca era permitido. — Mira hacia el lago — . Puedes dejar el arma. Estamos a salvo aquí. No estoy convencida. — Sé cómo funciona, MacKay, — digo — . He escuchado historias.
Las hadas traen a los humanos aquí por lo que parecen unas cuantas horas, pero cuando se van, han pasado años en el mundo humano. — Kiaran casi sonríe — . Me mantendré al pendiente del tiempo, estarás en casa por la mañana. Con un gesto resignado, enfundo la pistola y avanzo. Mis botas se hunden en la arena suave en la orilla del agua. “De acuerdo. Así que, ¿Qué hay más allá del lago?” “Los dos territorios más grandes: Seelie y Unseelie. Han estado abandonados por dos mil años.” Él frunce el ceño, como si recordara algo que había olvidado hace mucho. “Después de la guerra, el único sìthichean vino hacia aquí donde aquellos de los reinos más pequeños se negaron a pelear. La mayoría de ellos cruzaron al reino humano después de que otros fueron encarcelados.” Esos son criaturas que mato casi cada noche. Con el hada más fuerte atrapada, las más débiles y solitarias tenían su elección de todos los humanos que ellas quisieran. Un verdadero banquete. No hay duda de porque no quisieron quedarse en el Sith-bruth. “¿Qué le pasará a este lugar?” “Me imagino que todos los que están en los montículos regresarán a sus reinos si somos incapaces de atraparlos en la ciudad de nuevo.” Si fallamos, es lo que piensa él. Casi no puedo permitirme contemplarlo. Si lo hago, la carga se convertirá en más de lo que puedo soportar, algo aplastante. Dos contra cientos, sin forma de evacuar la ciudad. Somos todo lo que queda entre las hadas y la destrucción total. El solo pensarlo me hace querer correr y nunca mirar atrás. “¿No estas preocupado?” pregunto. “¿No deberíamos estar encontrando el sello y acumulando armas? Deberíamos estarnos
preparando, MacKay, no gastando horas preciosas en el mundo humano mientras estamos aquí.” Kiaran me mira, separado como siempre. “He visto mi parte de la batalla, y he enfrentado cosas peores que las que vamos a enfrentar. ¿Sabes la cosa más importante que he aprendido?” “¿Qué?” pregunte, exasperada. Él inclina su cabeza hacia la hermosa escena antes de nosotros. “A acoger todo esto, cada momento de calma que puedas. Respira tan profundo que la memoria se convierta una parte fundamental de ti. A veces, será todo lo que te quede. Te traje aquí para darte eso.” Me pregunto qué recuerdos mantienen a Kiaran, para que él quisiera eso para mí. Siempre ha sido despiadado en nuestro entrenamiento, y nunca guiándome a creer que él tenía ningún respeto hacia la serenidad. Casi me pregunto de nuevo sobre su pasado, acerca de la mujer que alguna vez amo. Pero mientras lo veo, decido lo contrario. El contempla pensativamente el lago, y hay una tristeza en él que habla por sí misma. A veces, los recuerdos a los que nos aferramos más, son los que más nos lastiman. “¿Por qué no has ido de regreso a tu reino?” Kiaran se endurece. “Esta playa es lo más cerca que puedo ir.” “¿La playa?” Miro al agua atrayente, ahora brillando cálidamente, con un verde azulado tan vivido que me recuerda la descripción del Mediterráneo. “¿Qué pasa si vas más lejos?” Tristes parpadeos recorren su cara. Si no hubiera estado mirándolo, me lo hubiera perdido. “Moriría.” Estoy sorprendida por su respuesta. “¿Qué? ¿Por qué?” Su máscara regresa a su lugar, severa e inflexible. “Es un sacrificio que hice, Kam. Nunca podré regresar ahí.”
Me alejo de él, antes de preguntar otra cosa. Estoy tentada a decir algo tranquilizador, pero se sentiría condescendiente consolar a alguien quien ha visto demasiado, quien sabe de primera mano que tan duro puede ser el mundo. A veces, las palabras simplemente fallan. Me agacho hacia la arena y anhelo tocar el agua, pero no quiero ser insensible. Sería injusto para Kiaran. “Hazlo,” me dice. “No me importa.” Sonrío ligeramente, y suavemente remuevo la superficie del agua. Se ondula bajo las yemas de mis dedos, mandando delicadas hondas sobre todo el lago, iluminando como relámpagos. Qué extraño y adorable. “Nunca me dijiste como evitaste ser atrapado en la ciudad con los otros,”, le dije. Kiaran se coloca junto a mí en la arena y cruza sus largas piernas. “No, no lo hice. Es una historia sin complicaciones.” El agua está fresca cuando hundo mi mano y juego con mis dedos dentro de la arena lisa, lustrosa debajo. A la forma en que se escapa de mi mano, como brilla como luz de estrellas. Hay un largo silencio entre Kiaran y yo mientras vemos las ondas cruzando el agua. Lo hago como Kiaran dijo, y me permito recordar el tiempo antes de todo esto, antes de que nos conociéramos. Pienso en casa, en mi pasado. Nombrando constelaciones en noches despejadas. La primavera cuando los colores de brezo estaban en el jardín. Viajar con mi padre por las tierras de cultivo fuera de St Andrews. Acostada con mi madre en el pasto en las tardes de flojera, viendo nubes pasando tan rápido que nos mareaban. Mi madre acostumbraba ver la forma de las flores en las nubes. Ella apuntaba copos de nieve y prímulas e irises – Pienso que porque aquellas eran sus favoritas. Mientras ella veía el jardín en el cielo, yo solamente veía… bueno, nubes. Siempre era la realista de nosotros dos.
“MacKay,” dije, “¿Crees….que si nunca hubiera usado el seilgflur sería normal?” dibujé con mis dedos la superficie del agua de nuevo. “¿Cómo mi madre?” “Sus habilidades no habían sido desarrolladas, así que ella nunca se sintió con la necesidad de cazar al sithchean.” Kiaran sacude su cabeza. “Desafortunadamente para ti, la ruptura del sello habría interrumpido cualquier vida normal que hubieras tenido,” me dice. “Habrías tenido que luchar. Nunca tuviste una opción.” Buscar a las hadas siempre fue una cosa que pensé que tenía bajo control. Yo escogía cuando, como y donde morían. Escojo mis armas y cuánto tiempo me permito deleitarme peleando antes de que finalmente termine con sus vidas. Pero ahora que se la verdad, la verdadera razón por la que cazo. Tú nunca tuviste una opción. Limpio mi húmeda palma contra mis pantalones y digo amargamente. “¿Con que ninguna opción, eh?, ¿Ninguno de los Halconeros alguna vez dejo de cazar?” Kiaran inclina hacia atrás sus manos. “Algunos intentaron. Al final, no podían evitar su verdadera naturaleza más allá de lo que tu podrás.” El me observa, Ojos remolinos de amatista y plata fundida , como nada que haya visto antes. “A menos de que me equivoque. Cuando te imaginas a ti misma, dentro de muchos años, ¿Es el Seer con quien estas?, ¿o somos tu y yo, planeando nuestra siguiente masacre? Aparto la mirada. No responderé eso. Él ya sabe la verdad. “¿Qué hay en la naturaleza de un sithiche, entonces?” El contempla el agua atentamente. “El sithichean se ha consumido en su obsesión de obtener poder. Ellos han perdido cualquier otra cosa que alguna vez les haya importado.” “¿No tienen ya poder?” “Ah, Kam. El poder es inmensurable.”, el
El exhala las palabras como si supiera por experiencia que tan intoxicante es. “Es atemorizante, seductor, un anhelo que se convierte en un dolor interno. Una necesidad que nunca es satisfecha u olvidada.” Cada hada que he matado me da satisfacción física, más allá de la culpa. En el arrebato de su muerte, mis recuerdos dejan de existir y todo lo que queda es gozo ligero de poder. No soy mejor que un hada. Ambos matamos por un simple momento de gozo. ¿Cómo podría admitir eso a Kiaran? Ahora vivo solo para la cacería. No es solo supervivencia o venganza – se ha convertido en una adicción también. Cuando cierro mis ojos, puedo fácilmente imaginar el poder dentro de mí, tan sorprendente y feliz como las Acometidas en esos primeros segundos después de la muerte de un hada. Ahí está – la misma bomba de sangre en mis venas, la corriente eléctrica que me eriza los vellos de todo mi cuerpo. El sentimiento de pluma ligera, como si estuviera flotando lejos del suelo. Excepto esta vez, juro que puedo escuchar a mi madre murmurando bajo su respiración, en la misma forma que acostumbraba. Estoy unida a ese recuerdo, por el suave sonido de su voz, por el poder cruzándome tan fuerte que me duele el pecho. Con una sonrisa, murmuro, “Desearía que pudieras oírla.” Una cosa ridícula que decir, pero las palabras se resbalaron de mi lengua con un poco de resistencia. El canto es tan relajante. Podría quedarme dormida con él, justo aquí, en la playa.” “¿Oír a quién?” Me acurruco con mis mejillas contra mis rodillas y lo ignoro. Es vital que mantenga ese recuerdo – Tengo miedo que si lo pierdo, olvidaré el sonido de su voz. “Kam”, Kiaran me sacude, tomándome de los hombres.
Una ligera risa, rompe mi calma. Mi boca se llena con el grotesco sabor de hierro y sangre y se siente como si fuera forzado a bajar por mi garganta. Toso y me amordazo en el hombro de Kiaran, luego lo empujo para poder vomitar en la arena. Todo lo que sale es saliva. “Kadamach”, una voz familiar dice. “Sabía que te encontraría aquí.”, Ella se ríe una vez más.” Y trajiste a tu Halconero contigo.” Me congelo. La sangre en mis venas se convierte en hielo y no puedo respirar. Soy la chica que acostumbraba ser antes, débil y sin esperanza. El cadáver de mi madre yace sobre los adoquines. Mis manos están bañadas de sangre y no puedo quitármela, y tallo y tallo, pero no se quita y mi vestido esta arruinado, y estoy contaminada y vestida carmesí, quédate con el vestido carmesí, quédate con el vestido carmesí, quédate con el vestido“no”, gruño. No eso. No me llevarán de vuelta ahí. NO me convertiré de nuevo en esa chica. Intento sacar el recuerdo, pero sigue pegado fuerte, tan fuerte e implacable que se reproduce de nuevo una y otra vez y no puedo hacer nada contra él. Entonces, todo de nuevo, se dispersa de nuevo tan rápido, que me deja gruñendo. “Así que eso es lo que eres”, dice el baobhan, tan suave que casi no la oigo. “Perteneces a ese halconero que maté el año pasado.” Kiaran se levanta. “¿Qué es lo que quieres, Sorcha?” Él la conoce, así como conocía a ese soldado. Le dije que estaba buscando al baobhan la noche que nos conocimos. Él sabía que era ella todo el maldito tiempo. Es otra forma de recordarme que nunca debí de suavizarme con él. No es de confianza. “¿Qué es lo que quiero?” pregunta suavemente. “¿Por qué no empezamos con un saludo propiamente? Ha pasado mucho tiempo, un ghaoil.” “No me llames así de nuevo” le dice, “Nunca”
Nunca había escuchado a Kiaran tan enfurecido en voz baja, sin importar lo que hubiera dicho para provocarlo o cuando hubiera intentado agotar su paciencia. Sorcha aprieta su lengua. — Deberías estar contento de olvidar nuestro pasado, pero yo no lo
estoy. — Nunca estaré contento, — dice — . No hasta que estés muerta. — No me amenaces Kadamach, — dice Sorcha — , sigues atado a tu
promesa conmigo. Feadh gach re. Siempre y para siempre, ¿recuerdas?
¿Promesa?, ¿él le hizo una promesa? Ella habla de nuevo, dice algo en su lenguaje. Su enfermiza y empalagosa voz me lleva de regreso a aquella noche, al momento que la escuche por primera vez. El carmesí te queda mejor. Kiaran gruñe algo en la misma lengua y Sorcha se ríe. Siento sus ojos sobre me, entonces, pesados y juzgándome. — Pobre cosita, — murmura Sorcha — . ¿Tu Falconer tiene miedo? Pequeñita — me llama — . Abre los ojos.
No, no puedo soportar verla. No puedo. — ¿No me oíste? Dije abre los ojos.
Su voz de manda me obliga a obedecer. Miro al hada que asesinó a mi madre. El baobhan sith es más atemorizante de lo que recuerdo — y más hermoso. Sorcha revolotea sobre el centro de la superficie congelada del lago, alto y pálido con piel perfecta como el mármol. Sus blancas alas se mueven alrededor de ella en una brisa que no siento, el material es tan suave y fino que parece humo. Sus ojos son enervantes, fríos y sin parpadeos, tan brillantes como esmeraldas. Entonces los labios de Sorcha se curvan en una sonrisa infernal — aquella que invade mis pesadillas. Mi pecho se endurece y no puedo respirar. Desesperadamente, intento succionar el aire. Siento a Sorcha en mi mente en ese momento, una presencia determinada y sin piedad. Intento pelear contra ella, pero es fuerte. Es un peso empujándome hacia abajo, abajo, hasta que mis recuerdos me asaltan y
no soy nada más que la chica traumatizada dentro de mí que presenció el asesinato de su madre. Estoy nuevamente junto al cuerpo de mi madre, y puedo oler la sangre. La fría lluvia penetra mi vestido, pintando de rojo donde la tela toca mis piernas, con un escalofrió que llega hasta mis huesos. La sangre huele y se siente tan real, tan espesa en mis manos, que puedo jurar que me mancha la piel. Me dejo caer de rodillas, arañando la arena para quitármela, las lágrimas me nublan la vista. — Sorcha, — Kiaran la detiene. Él se escucha muy lejos.
El recuerdo se detiene. Estoy de regreso en mi cuerpo, fuera del vestido ensangrentado. Respiro fuerte y no intento levantarme. Está tomando todo mi esfuerzo el intentar no colapsarme por completo. — Así que esta es tu campeona, — dice Sorcha contemplante — . Ni
siquiera puede soportar la influencia mental más básica. — Ella mato a cada sithiche que has enviado, — dice Kiaran, arañándola con la mirada — . Está considerada como la mejor chica de
dieciocho con solo un año de entrenamiento. Qué patética debe de hacerte sentir. Los ojos de Sorcha arden, el color es intenso incluso desde aquí. — Si te acuerdas, yo fui quien dejo a su tipo al borde de la
extinción. Nunca has sido demasiado bueno manteniéndolos con vida, ¿Verdad? Los nudillos de Kiaran están blancos alrededor de la empuñadura de su espada. — Dime porque estás aquí.
Ella lo ignora y me mira de nuevo, estudiándome, leyéndome tan intensamente que desearía poder desaparecer. — Que criatura tan triste eres, para nada fuerte como tus ancestros. Esa es la culpa de kadamach, sabes. — Dice dulcemente. — No, — dice Kiaran — . Ahora no es el momento.
— Oh, Oh, creo que ahora es el momento perfecto. ¿Quieres saber por
qué tu madre no podía verme, pequeña halconera? ¿Por qué no pudo defenderse? El suprimió las habilidades de los halconeros que sobrevivieron a la guerra, para que las habilidades de sus hijos nunca se manifestaran y pudiera localizarlos. Por siglos busqué, pero en vano. Ella sonríe — . Hasta que encontré a tu madre. Débil. Indefensa y sin — Ella entrenamiento, POR ÉL. Nunca tuvo una oportunidad contra mí. Oh, Dios. Quiero que él me diga que eso no es cierto. Que Sorcha solo está mintiendo porque este es un juego para ella. Pero él no lo hace. Ni siquiera me mirará. — Suficiente Suficiente Sorcha, — la la voz de Kiaran es una cosa poderosa. Resuena a través de todo el lago — . Solo dime que estás haciendo aquí.
Si insistes, — dice dice — . Tengo un mensaje para mi hermano. — Con Con — Si la expresión de sobresalto de Kiaran, su sonrisa se vuelve de una gran presumida — . El subsuelo no está completamente cerrado, Kadamach. Algunas de las paredes son lo suficientemente delgadas para hablar por en medio de ellas. Lonrach quiere que sepas que él me pidió que llamara a mis soldados. Aparentemente, el piensa que tu campeón vale la pena como para luchar con él. — Ella Ella hace una pausa, y puedo sentir su mirada sobre mí de nuevo, caliente y probatoria — . Nosotros no estamos de acuerdo. Me levanto sobre mis pies y busco la venganza dentro de mí y siento… nada. No está la criatura destructiva dentro de mí que anhela violencia, o la necesidad de liberarse. Simplemente nada. Ella me lo robó. — Ella Ella es definitivamente diferente de tus otras mascotas halconeros, — dice dice Sorcha — , una vergüenza como terminó eso.
La mano de Kiaran se aprieta alrededor de la empuñadura de su espada, pero no la saca de su funda. — ¿Eso ¿Eso es todo lo que viniste a decir? — No, No, pero preferiría discutir esto. — Sorcha Sorcha sonríe burlándose — .
¿Cuál era el nombre de la chica? Nunca me moleste en recordarlo.
— — , o Termina tu mensaje, — dice dice él con una calma mortal —
enviaré mi espada directamente a tu corazón. Promesa o no promesa. — Veo Veo que tu paciencia no ha mejorado, — Sorcha Sorcha se toca la cabeza — . Escondiste bien a esta pequeña de mi Kadamach. No sabía de
su existencia hasta hace una quincena.” Recuerdo las palabras que me dijo Kiaran, entonces, aquella noche en el puente con los soldados. Las palabras que lo cambiaron todo. Ahora que has cazado sola y ella sabe que hay un halconero en Edinburgh. Si hubiera puesto atención. Me habría dado cuenta de que dijo “ella. “ella.” No ellos. Lo que significa que cualquiera de las hadas con las que he luchado en la l a última quincena pudieron haber sido enviadas por ella. Me imagino que estas últimas noches noches han sido rebozadas rebozadas con hadas cazándome, sin ningún otro camino a donde ir. Cuidadosamente, ella añade. — Hasta Hasta que vi tus recuerdos, no sabía que me viste matar a tu
madre. Qué triste para ti. La venganza crece dentro de mí, más poderosa que nunca. Mi piel quema, mi rabia se purifica, se convierte en una tormenta dentro de mí, hasta que estoy libre de recuerdos y culpa. Finalmente. Fi nalmente. Nuestras miradas chocan. Pruébame ahora, — le le digo — . Te haré sangrar. — Pruébame Sorcha sonríe al oír mis palabras. — Ella Ella no me sintió, ya sabes. — Muestra esos largos dientes que recuerdo tan bien — . Le arranqué la garganta antes de que tuviera la
oportunidad. Exploto. Saco la pistola brillante de mi cinturón y tiro el gatillo antes de darme cuenta de que Sorcha está muy lejos de la capsula para atinarle. La capsula golpea el agua como si fuera hielo sólido. La electricidad cruje sobre la superficie y la esencia de ozono se ondula
dentro del aire. Me sorprendo cuando inhalo que puedo detectar una pizca de seilgflur también. Como si el cardo fuera más potente aquí. Sorcha se duplica y jadea por aire tan duro que su cuerpo entero se sacude con fuerza. Ella apenas y puede hablar. ¿Que hicis…? hicis…? — ¿Que Ella tose, profundo y fuerte, arrojando sangre obscura sobre su traje blanco. Humo se levanta de sus pies como si la superficie completa del agua estuviera saturada con el cardo, quemándola. Ahora podría ser mi única oportunidad de matarla antes de la batalla. Quiero matarla por mi madre. Por mí . — Kam, Kam, detente.
Me lanzo hacia atrás del lago, con mi pistola levantada, pero una fuerza invisible me lanza de regreso. Me golpeo contra uno de los árboles que están alineados contra el agua y golpeo el piso. Hojas caen a mí alrededor. Mi pistola sigue en mi mano, pero mi agarre es débil. El poder de Kiaran Kiaran deja un espesa espesa y saturado sabor sabor a tierra en mi boca. Lástima al tragar. Me levanto sobre mis pies y deslizo la pistola de regreso a su funda. Kiaran se para entre Sorcha y yo. Ella sigue jadeando por aire. Es un momento momento perfecto para matarla. matarla. — Sal Sal de mi camino. — No. No. — ¡Muévete! ¡Muévete!
Intento pasar a través de él, pero me aprieta tan fuerte que me saca todo el aire de los pulmones. — No, No, Kam, — dice, dice, abrazándome fuerte — . No puedo permitírtelo.
Me agarro a sus hombros. La tela se rompe bajo mis uñas. — ¡Maldita ¡Maldita sea, ella está debilitada ahora! ¡Me dijiste que nunca te interpondrías en mi camino! — le le recuerdo — . ¡Lo prometiste!
Se inclina muy cerca. — Nunca Nunca dije las palabras para sellar un juramento.
Antes de que pueda responder, el sacude sus dedos alrededor de mis sienes. El abrumador sabor de miel y tierra satura mi boca y mis ojos se sienten muy pesados. Intento pelear pero no puedo. Su poder es demasiado fuerte. Justo antes de que la vacuidad me tome, él pone su mejilla contra la mía. Creo que lo escucho susurrar. — Lo Lo siento.
Capítulo 27 Traducido por Julieta Corregido por AriannysG
El tiempo coincide con mi estado de ánimo cuando Dona y yo caminábamos en silencio desde George Street hacia la tienda de la modista. Mi pesado vestido de seda verde silbaba y yo escudriñaba las nubes desde debajo de mi paraguas. Otro día de invierno frío y lluvioso. No puedo dejar de maldecir mentalmente a Kiaran con cada paso. Maldito sea por su intromisión, i ntromisión, por dejarme inconsciente cuando estaba tan cerca de matar a Sorcha, por... todo. Un dolor de cabeza golpea mis sienes gracias a su influencia. Ni siquiera desperté hasta el mediodía y Dona tuvo que correr para vestirme para nuestra cita con la modista. Derrick se posó sobre mi hombro, sus alas moviéndose animadamente mientras él sermoneaba. —… Entra a la habitación y ambos están empapados. Entonces te pone en la cama, suavemente supongo, teniendo en cuenta que es un bastardo, y tranquilamente me dice que va a hablar contigo más tarde. Cuando venga, ¿puedo sacarle las entrañas? No puedo dejar de reír en voz baja. Carruajes sin caballos parqueados en la calle y el tráfico es pesado, todavía se desvían de Princes Street después del desastre del puente. No puedo creer que solo hayan pasado unos días desde que ocurrió. La calle está llena de vida con los sonidos de ronroneo de las máquinas de vapor, y las risas de las damas, ya que caminan con caballeros a sus respectivos destinos. Damos un paseo más allá de los hermosos edificios de piedra blanca con pequeños obstáculos, ya que la gente parece más bien ansiosa por salir de mi camino. No quieren estar asociados a una mujer en ruinas, después de todo. Mi reputación no comenzará a recuperarse hasta después de que me case.
Los residentes de Ciudad Nueva son pocos en número, y todos están bien familiarizados o conocidos por su reputación. Suponiendo que la reputación no se parezca a la mía, las personas suelen ser bastantes amables y hacen un hábito de saludar a los demás a medida que pasan. — Buenos Buenos días, señor Blackwood — Blackwood — le le digo.
El joven caballero simplemente asiente y avanza pasándome sin detenerse. — Supongo Supongo que el señor Blackwood tiene prisa hoy — le le digo a
Dona. — ¿Por ¿Por qué nos preocupamos por lo que estas personas piensan, de todos modos? — murmura murmura Derrick — . Son unos idiotas. Pero, si quieres, puedo hacer que te saluden. No he utilizado mis poderes en nadie en mucho tiempo y ahora que pienso en ello, es muy extraño.
Debemos ser corteses — digo — Debemos digo deliberadamente con los dientes apretados, aunque no me siento en absoluto amable. — Solo Solo por ser honesto. Por suerte, no hay mucha gente en la modista. Entro en la tienda y cierro mi paraguas mientras miro alrededor. La tienda es cálida y brillante en comparación con el exterior gris y monótono. Dos sillones de terciopelo se encuentran en el medio de la habitación, un servicio de té entre ellos ya preparado. Más allá de ellos hay tres espejos que enmarcan un taburete, donde los clientes pueden verse a sí mismos desde todos los ángulos. El fondo es de un rico borgoña que coincide con la alfombra persa debajo de los muebles. Derrick resopla. — ¿No ¿No hay miel con el té? ¿Qué tipo de establecimiento es este? Por encima de nosotras flotan las lámparas de globo que son tan populares en estos días. Una se balancea un poco cerca de mi cara y se mueve suavemente hacia el techo. — ¡Lady ¡Lady Aileana! No la oí entrar.
La Señorita Forsynth, la modista, sale de la trastienda. Una mujer mayor, sobre el uno cincuenta, la señorita Forsynth es la modista de primera clase en Edimburgo y mi padre le pidió que diseñe mi vestido de novia. — Buenos Buenos días, señorita Forsynth — Forsynth — digo digo — . Encantada de verle. — Por Por favor, tome asiento, mi señora. ¿Puedo tomar su abrigo? Solo somos nosotras esta tarde. Me quito la pesada capa húmeda de alrededor de mis hombros y se la entrego junto con mi paraguas. Los lleva al guardarropa y regresa con varias muestras de tejido. — Ahora Ahora bien, déjeme mostrarle algunas ideas. — La La Señorita Forsynth se sienta a mi lado, chasqueando la lengua — . Me hubiera gustado haber tenido más tiempo para preparar su vestido. Podríamos trabajar en algo mucho más elegante si tuviéramos un mes más. Me tomo mi té. — Lo Lo siento por la prisa. Sonríe. Asiente. Se cortés. Sé correcta, Aileana, porque la apropiada Aileana se disculpa incluso cuando no tiene por qué hacerlo. Es sosa, aburrida y agradable. Solo tengo que sobrevivir el día sin matar a nadie. La Señorita Forsynth acaricia mi mano. — Oh, Oh, querida, entiendo. Después de todo, Lord Galloway es bastante guapo, ¿no? Puedo ver por qué es necesaria la prisa. — Me Me mira a sabiendas. Santo cielo. Dejo mi jodida taza de té antes de que la rompa. Derrick se cierne sobre mí. — No No me extraña que salgas por una masacre cada noche. La Señorita Forsynth recoge sus muestras y me las l as entrega.
— Ahora, como le decía, tengo algunas opciones de tela encantadora para su vestido, antes de mostrarle algunos diseños. Esto que sostiene, el de la parte superior de la pila, es un tafetán de seda delicada. ¿No es una maravilla? — Es horrible — dice Derrick — . El siguiente. Sofoco un suspiro. Hay tantos lugares en los que preferiría estar que aquí. Buscando a Kiaran y amenazándolo con mi pistola de rayo para empezar. Todavía no he procesado la ira y conmoción después de que desperté esta mañana después de todo lo que Sorcha me reveló. Todo lo que Kiaran me ha mantenido oculto. — ¿Lady Aileana? — Sí, bastante bonito — digo distraídamente, asegurando una sonrisa agradable. — O mire esta seda color marfil — dice, sacando otra muestra — . Iría tan maravillosamente con su tonalidad. Dona asiente con aprobación, pero Derrick zumba cerca de mi cabeza. — ¿Está tomándote el pelo? ¿Marfil? ¿Quiere que te veas melancólica? ¿Por qué no le dices de una vez que no te vas a casar con ese maldito bastardo? — Azul — digo firmemente, interrumpiendo la diatriba de Derrick — . Creo que preferiría el azul. La Señorita Forsynth parpadea sorprendida ante mi arrebato. — ¿Azul? Eso es ciertamente bastante... pasado de moda, el marfil se ha convertido en una opción popular entre las novias modernas. Su majestad lo llevaba en su boda y se veía muy hermosa por cierto. — ¡Qué espléndido para Su Majestad! Yo, sin embargo, preferiría el azul. ¿Tiene esto en azul? — No quiero pasar ni un minuto más en este lugar que no quiero. La modista frunce los labios y arruga las comisuras de su boca.
— Por supuesto. Maravillosa elección. — Fuerza una media sonrisa apretada — . ¿Quiere que le muestre algunas opciones de diseño? Maldición. Saca unos dibujos y muestras de otros vestidos. Asiento en los intervalos adecuados, apenas comprendiendo sus palabras. Debo de haber accedido a algo, sin embargo, porque antes de que pueda hacer una excusa para irme, me acompaña hasta la habitación de atrás para tomar mis medidas y poner la tela en mí. Me paro en un taburete en el centro de la habitación y Dona se levanta sobre el mismo para desabrocharme el vestido de día. Tira de las mangas de mi vestido por mis brazos, revelando mi camisola. Miro a Derrick, quien está sonriendo con malicia. Se sienta en la repisa de la chimenea y menea sus dedos hacia mí. — Oh, bien — dice mientras sacudo la cabeza sutilmente. Sus alas moviéndose detrás de él mientras se aleja — . ¿Por qué siempre tienes que arruinar mi diversión? Me quedo tiesa mientras la señorita Forsynth toma sus medidas. — Mi señora, ¿podría levantar los brazos, por favor? Levanto los brazos, una muñeca muda. Tres días. Tres días hasta el solsticio de invierno, tres días hasta que el mundo se acabe, y estoy haciendo esto. Supongo que es apropiado. Si vivo en la batalla, voy a ser de nuevo un juguete, un espectáculo de caballos para que la gente mire y cotillee. Será como si nada hubiera pasado. Todavía tengo que casarme con Gavin en quince días. Todavía me veré obligada a mi pequeña jaula donde las damas nunca, se supone que deben sentir rabia, donde siempre hay que ser servicial y complaciente, no importa el dolor que sufren su comportamiento debe ser agradable.
Lo que usted quiera no es importante. La Señorita Forsynth mira mi brazo y observa con sorpresa los músculos allí. Las señoras no se animan a participar en la clase de
actividad física que pueda hacer que nuestros cuerpos se vean menos femeninos. Para el momento en que la modista termina de medir y fijar, estoy tiesa de sostenerme aún para ella. Antes de irme, dice: — Dentro de unos días voy a hacer una parada en su casa para la primera prueba. — Me da unas palmaditas en la mano — . No tema, mi señora, que haré que sea la novia más hermosa en Edimburgo. El azul es un color precioso para usted. Aprieto los dientes en una mueca de despedida que espero que pase por una sonrisa cuando salgo de su tienda, a la lluvia. La novia más hermosa, por cierto. Si solo eso fuera mi principal temor. Me pregunto si voy a sobrevivir, si alguien va a sobrevivir, para asistir a mi boda. Más tarde, en casa, me paro frente a mi mapa oculto de Escocia, estudio la trayectoria de muertes de Sorcha. Ciento ochenta y seis muertes. Nadie sabrá que en realidad murieron, excepto Derrick y yo. Paso los dedos sobre la cinta que representa la muerte de mi madre, la primera que he marcado. Dios, he planeado esto durante tanto tiempo, entrenado, peleado, matado y superado todo lo que pensé que me debilitaría si alguna vez me enfrentaba a esta hada. He construido armas, me imaginé matándola de muchas maneras. Lo planeé. La seguí. Practiqué. Esperé. Al final, nada de eso importó. Estaba tan consumida por mis propios recuerdos, por mi dolor, que se aprovechó de ello con poco esfuerzo. Puedo colocar un poco de culpa en Kiaran por detenerme, y reclamar una pequeña victoria en lastimarla por un breve momento. Pero antes de eso, el Sith baobhan jugó conmigo. Entró en mi mente, me redujo a esa niña patética que se arrodilló en la sangre, demasiado asustada para moverse. Ella podría hacerlo de nuevo si quisiera. Agarro el borde inferior del mapa y rasgo el papel de la pared con un movimiento brusco, dispersando pasadores y cintas en todo el piso de madera a mis pies. — ¿Aileana? — Derrick suena preocupado.
— Esto es estúpido — digo, desgarrando el mapa en pedazos — . Fue una pérdida de tiempo. — No, no lo fue — dice, volando a mí alrededor —. Es… Lanzo el papel en la chimenea y lo enciendo. Miro el mapa quemándose, se encrespa y se ennegrece en los bordes. Me dejo llevar por mi trabajo duro, todo el esfuerzo que he puesto en la creencia de que iba a encontrar a Sorcha un día y a matarla tan magníficamente. — Aileana — dice Derrick desde su posición en la tabla. Me siento en la ventana y miro hacia afuera. Solo son las cuatro y media de la tarde y es ya casi el anochecer. — Tú no estabas allí — le digo en voz baja — . Después de todo lo que pensé que era capaz de hacer, ella me hizo ver morir a mi madre de nuevo. Oigo el aleteo de las alas de Derrick mientras aterriza en mi hombro. — Yo debería haber estado allí para ti. Cuando me enteré de que estaba en la ciudad, llegué a casa lo más rápido que pude, pero ya se había ido. Riendo con amargura, digo: — Me alegro de que no estuvieras allí. Podría romperme tan fácilmente como quisiera. No puedo creer que la haya dejado hacerlo… Me detengo, incapaz de decir las palabras. No puedo creer que dejé que me debilitara de nuevo. No puedo creer que la haya dejado asesinar a mi madre de nuevo. No puedo creer que haya dejado interponer a Kiaran en mi camino. — Lo sé — susurra Derrick. Miro la lluvia y aspiro el aroma del aire húmedo. Niebla suave perdura en el jardín trasero. En momentos como este, aprecio cómo el clima en Escocia nunca es el mismo, y la rapidez con que cambia. Cómo la propia lluvia parece respirar, suave y lento. En este momento, cae de
la misma manera pausada en que las plumas lo hacen. Abro la ventana y dejo que el viento lleve la lluvia al interior, para mojar mis mejillas y me refresque la piel. Estoy descubriendo un nuevo tipo de consuelo en la soledad, en la apreciación de todas las cosas que nunca podría experimentar si no sobrevivo el solsticio de invierno. Nunca he sido el tipo de chica que busca la quietud para encontrarle el sentido a todo. Encuentro significado en la simplicidad de la destrucción. La calma antes de una tormenta presenta un momento tan profundo y quieto, cuando el mundo entero se detiene y espera. — ¿Qué vas a hacer, Aileana? — ¿Por qué? Me inclino en la ventana abierta. Gotas de lluvia ligera como una pluma contra mi cara. El aire frío sopla en mi contra y la lluvia suave se convierte en piezas altas de hielo que se adhieren a mi pelo. — El Sith baobhan. Me estremezco. — Por primera vez en un año, no quiero ni pensar en ella. —Pero… — Disfruta de esto conmigo — le digo — . Ayúdame a olvidar lo de anoche. Sus alas me hacen cosquillas en la mejilla mientras él se enreda en mi cabello. — Solo una cosa — susurra — . No vuelvas a dejar que te rompa. Si fuera de mi tamaño, lo habría abrazado. En cambio, levanto la mano y acaricio la suavidad sedosa de sus alas. Su pequeña mejilla presiona contra la mía. Juntos, nos sentamos y vemos la caída de la lluvia.
Capítulo 28 Traducido por BrenMaddox Corregido por AriannysG
Pasada la medianoche, estoy a punto de salir de la casa para una cacería cuando siento el sutil sabor del poder de Kiaran emanar desde el pasillo. ¡Maldición! Espero que no sea visible para los sirvientes y lo vean paseando. No necesito añadir otro problema a mi lista cada vez mayor. — Sé que estás ahí, MacKay, y puedes regresar por donde viniste. La perilla de la puerta se gira y coge la traba. Kiaran maldice suavemente. — Abre la puerta, Kam. Derrick se zambulle desde el alféizar de la ventana, un halo rojo de luz lo rodea. — Oh, bueno. Finalmente está aquí. Creo que me prometí arrancarle las entrañas. — Te lo juro, voy a matar a ese maldito duende. — Escucho a Kiaran murmurar — . Kam. Déjame entrar o voy a arrancar la puerta. Tu elección. Muerdo mi respuesta automática: No te atreverías. Porque él absolutamente lo haría, y prefiero dejar mi puerta justo donde está. No puedo creer que esté haciendo esto. Abro el pestillo. Kiaran se coloca en el vestíbulo, empapado por la lluvia, con las manos apoyadas a ambos lados del marco de la puerta. Su cabello oscuro se aferra a sus pálidas mejillas y su camisa es casi transparente por la lluvia, revelando su pecho subiendo y bajando sin problemas con sus rápidas, irregulares respiraciones.
Estoy sorprendida de escuchar su respiración. Por lo general, es tan silencioso, cada parte de él todavía lo es. — ¿Qué quieres? — le pregunto sin rodeos. No tengo energía para la cortesía. Kiaran mira detrás de mí. — ¿Me vas a invitar a entrar, o debo continuar goteando por todas partes tu alfombra del pasillo? Doy un paso a un lado para dejarlo pasar, y cerrar la puerta tras él, luego me apoyo de espaldas contra ella. — Haz esto breve. Estoy terriblemente dispuesta a dispararte de nuevo, y esta vez voy a aspirar a algo vital. Derrick aterriza en mi hombro. — ¿Otra vez? — Suena indignado — . ¿Cómo me perdí eso? — Te encontrabas fuera — le digo. — Maldición — murmura — . Debería haber amado el verlo. Kiaran se pasa la mano por el cabello mojado. El agua gotea de su ropa en un charco a sus pies. Tengo un momento difícil encontrando su mirada después de todo lo que pasó anoche. Los únicos elogios que he recibido de Kiaran son por mis cicatrices de batalla, por la eficiencia con la que puedo conducir una cuchilla en mi enemigo. Ahora que ha visto cuán rota me ha dejado la muerte de mi madre, y cuando más importaba, me quitó lo que más quería. Su voto no significaba nada, y peor: él hizo su propia promesa a Sorcha, y me impidió matarla cuando tuve la oportunidad. Eso no va a ser fácil de perdonar. Kiaran saca sus hombros hacia atrás. Es tan alto que se eleva sobre mí. — No estoy aquí para pedir disculpas.
— Maravilloso. Gracias por confirmar lo que ya asumí — le digo — . Hay dos salidas fuera de esta sala. Elije una. Derrick se ríe. — Yo diría que esta es una gloria más bien merecida. La mirada de Kiaran es abrasadora. — Mantente fuera de esto. — No — dice Derrick. — Cuidado, duendecillo — dice — . Te olvidas de lo que soy. Derrick se abalanza hacia Kiaran y se cierne delante de él. Su halo es tan brillante ahora que ninguna de sus características es distinguible. — Nunca lo he olvidado. Es por eso que nunca voy a confiar en ti con ella. Kiaran gruñe algo en su idioma, y Derrick silba una respuesta con igual veneno. Solo comprendo algunas palabras errantes. El lenguaje es lo suficientemente similar a Gàidhlig17 para sonarme familiar, pero no es nada como lo que he escuchado hablar. Finalmente, Derrick gruñe en español: — No estoy a tus órdenes. Nunca lo estuve. — Está bien — le digo, tratando de alcanzar al duendecillo, pero es
demasiado rápido. Me las arreglo para meterme entre Kiaran y él — . Derrick, ¿podrías entrar en el vestidor y darnos un momento? Resopla. 17 Es una lengua indoeuropea de la rama celta que llegó a Escocia alrededor del siglo V, cuando los estocos de la etnia celta, provenientes de Irlanda del norte, llegaron a la costa occidental y llevaron una variedad del irlandés antiguo que sustituyó a la antigua lengua de los lugareños pictos. De ahí es su similitud con el gaélico hablado en Irlanda y en Isle of Man.
— Creo que no. — Derrick — digo, con más firmeza. — Bien — replica — . Pero todavía quiero sus entrañas. Asiente otra palabra ininteligible a Kiaran antes dispararse hacia el vestidor en una corriente de luz. La puerta se cerró detrás de él. Kiaran se queda mirando a la puerta del vestidor. — Ese duendecillo se debe preocupar mucho por ti — dice — . Nunca he visto a uno que conviva con un ser humano. Él tiene un talento bastante increíble para cambiar de tema. — ¿Qué pasó entre ustedes dos? — Nada agradable. — Ya asumí eso. No has respondido a mi pregunta. — Raramente lo hago. — Cuando solo lo miro, dice — : Di lo que estás pensando. Déjalo salir. Estoy tan cansada de los juegos de Kiaran, de sus respuestas vagas. Estoy cansada de ser manipulada. — Tu voto significaba nada — dejaste a la baobhan sìth viva. — Necesidad, Kam. Esa fue la primera lección que nunca te enseñé. — No me trates como si fuera inocente. — Lo fulmino con la mirada — . Hablas de la necesidad de absolverte a ti mismo de cualquier responsabilidad por tus acciones. Como la fallida mención de la parte en que has jugado a mantener a mis antepasados impotentes. Eso lo sabía Sorcha. De hecho, parecieron estar francamente familiarizados con el otro. ¿Quién es ella para ti? ¿Una vieja amiga? — Doy un paso más cerca — . ¿Vieja amante, MacKay? Kiaran sumerge su cabeza, su nariz casi tocando la mía.
— Eso no es de tu maldita incumbencia. No me rindo. No me retiro o lo dejo que me intimide. Me encuentro con su directa mirada y pregunto: — ¿Qué promesa le hiciste? — Cuando no responde, hablo con más fuerza — : Dime. Ahora. ¿Cómo podía hacerle una verdadera promesa a ella y no a mí? Su palabra era el terreno común que teníamos. La única cosa que podía confiar en que él nunca iba a traicionar, a riesgo de su propia vida. Y al final su voto no era más que una mentira a otra media, hada. Hay un tic en la mandíbula de Kiaran y me pregunto si él me dirá algo, incluso otra mentira. — Mi vida está entrelazada con la de ella — dice — . Si Sorcha muere, yo también. Mi respiración se estruja en mis pulmones, dejando un horrible dolor en mi pecho. Me aparto de él. Mi visión se torna borrosa y estoy horrorizada al darme cuenta de que mis ojos se llenan de lágrimas. Ha pasado tanto tiempo. Había olvidado lo mucho que queman. — ¿Por qué hiciste eso? — pregunto. Mi voz es sorprendentemente tranquila. — Te advertí sobre las consecuencias de tratar de impedir la visión de un Vidente — dice en voz baja — . Esto no es sino una de los mías.
No llores, me digo a mí misma mientras él agarra mis hombros y me da vuelta para enfrentarlo. No llores. Demasiado tarde. Su cuerpo está inmóvil, sus ojos buscando los míos. — ¿Lágrimas, Kam? — Respira — . ¿Por qué? No reconozco sus palabras. No puedo. — Sabías que a Sorcha es lo que yo he estado buscando todo este tiempo. — Sí, lo sabía.
Un pensamiento terrible me cruza por la mente, que de inmediato me seca los ojos. Mis dedos se enroscan en puños. — ¿Así que dejaste morir a mi madre? Aparta la mirada de mí entonces. — Para el momento en que localicé a Sorcha en Edimburgo, ya había encontrado a tu madre. — Sus dedos se aprietan sobre mis hombros, un movimiento aparentemente involuntario — . Tuve el tiempo justo para decirle la verdad acerca de quién era ella. Le aconsejé abandonar la ciudad, pero ella no te abandonaría. Así que le di el cardo y lo puso en ti esa noche. Quería que yo te salvara. Apenas puedo recordar las palabras de mi madre cuando entrelazó el cardo en mi cabello. Estaba tan emocionada, solo escuchaba a medias. Describió cómo encajaba con mis ojos. Me advirtió sobre nunca quitármelo, en un repentino tono sombrío que me podría haber puesto nerviosa si me hubiera tomado la molestia de prestar alguna atención en absoluto. Me alejo de su alcance. — ¿Salvarme? ¿Es eso lo que crees que hiciste, Kadamach? La cara de Kiaran se endurece. — No me llames así. — ¿Por qué no? Ese es tu nombre, ¿no? Me sorprende dejando descansar una mano plana sobre mi mejilla. Sus dedos son cálidos y acogedores. La conexión entre nosotros es tan intensa que podría haber tenido la tentación de apoyarme en su toque, pero su mirada me detiene. Sus ojos queman brillantes, asombrosos y abrumadores. — ¿Quieres que te cuente sobre el que respondió a ese nombre? Su acento musical está de vuelta. Esta es una voz nacida para obligar, nacida para mandar. Es hermoso y feo, terrible y reconfortante, un millón de dicotomías que solo puedo empezar a describir. Se supone
que me recuerde que debajo de la piel y los huesos él es una inhumana y potente criatura, que me podría matar con poca dificultad. Casi me olvido otra vez. No puedo hablar ni moverme, no puedo mirar hacia otro lado. Sus dedos trazan a lo largo de mi clavícula, pero su tacto es frío ahora, haciéndose incluso cada vez más frío. El vello de mis brazos se levanta. — Kadamach vivió para destruir — dice Kiaran — . Tendría que arrancar tu alma y devorarla. Eso le traería su arrebato. — Un destello de miedo se enciende dentro de mí mientras sus labios rozan mi mejilla — . Los nombres tienen poder, Kam — dice — . No los utilices a menos de que desees ver de primera mano lo que una vez fue capaz de hacer. No caminé lejos, a pesar de lo mucho que quería. — Pero todavía te preocupas por alguien — digo — . Por un Falconer, como dijo Sorcha. Incluso Kadamach fue capaz de amar. Kiaran se estremece, un ligero movimiento, casi no se nota, pero me dice como agudamente todavía siente el dolor de su muerte. — No cometas el error de creer que sabes parte de mi pasado. Si crees que me humaniza, eres una tonta sentimental. — Se endereza y camina unos pasos lejos de mí, el rastro de su tacto frío sigue ardiendo en mi piel — . Es hora de que encontremos el sello. Antes de que pueda responder, abre la puerta de mi dormitorio y desaparece por el pasillo
Capítulo 29 Traducido por Ale Westfall Corregido por katiliz94
Cuando doblo de la parte delantera de mi casa, me sorprendo al ver mi ornitóptero estacionado en el centro de Charlotte Square. — Lo trajiste de vuelta de Dalkeith — dije a Kiaran — . ¿Cómo diablos encontraste la manera de volarlo? — Me fijé en ti ayer. — Kiaran mete la mano en el asiento delantero y sacó la pistola de rayos y la pistolera — . Pensé que querrías esto. Agradecida, lo tomo y aseguro la pistolera en mis caderas antes de sentarme al timón. — Así que déjame ver si lo he entendido bien. Estamos buscando un sello de dos mil años de antigüedad que está completamente oculto de las hadas… — Sìthichean — me corrige. — Hadas. No tenemos idea de cómo es, su tamaño, o incluso donde está… — Está en lo que hoy en día se conoce como el Parque de la Reina — interrumpe de nuevo — . La última batalla tuvo lugar allí y el sello se encuentra directamente encima de la prisión. — Entonces tenemos la ubicación general, que aproximadamente está a ¿tres kilómetros? Brillante. Simplemente brillante. Enciendo la máquina. Las enormes alas se despliegan y aletean, y estamos pronto en el aire. Respiro el aire lluvioso y giro el ornitóptero hacia el extremo sur de la ciudad.
— Debes ser capaz de detectar el dispositivo una vez que estemos lo suficientemente cerca — dice Kiaran — . Cuando ellos lo activaron, los Falconers lo cargaron con su poder para evitar que cualquier sìthichean lo cruzara. — ¿Cómo puedo estar segura de lo que debo buscar? Kiaran mira fijamente en la oscuridad más allá del ornitóptero. — Lo sabrás cuando lo encuentres. Suspiro de frustración y miré hacia la ciudad. Debajo, la luz de velas parpadeaba en las viviendas de Ciudad Vieja y las lámparas de gas proyectaban sombras profundas a lo largo de las calles. Niebla fina cubre el suelo y entre los edificios, revistiendo las carreteras en blanco fantasmal. Cuanto más nos acercamos a Holyroodhouse y Ciudad Vieja, más la luz se atenúa hasta que solo quedaba oscuridad. El tenue contorno del pico rocoso de Salisbury Crags está a la vista. A medida que mis ojos se acostumbran a la oscuridad, me centro en las colinas escarpadas del valle. Arthur’s Seat surgía más adelante, su pico enmarcado por las nubes y la niebla. Dirijo el timón hacia el prado oscuro justo debajo. La lluvia golpea contra las alas de la máquina a medida que descendíamos en picada y aterrizábamos en la hierba. El parque está en silencio excepto por el sonido de la lluvia, no hay pájaros o animales cerca de los árboles. Mis botas de cuero se hunden en la hierba del prado suave cuando salto del ornitóptero. — ¿Y ahora qué? Kiaran no me echó un vistazo. — Caminamos. Tú detectas. Él camina rápidamente sobre la hierba oscura. Voy tras él y golpeo el dedo de mi pie contra una roca.
— ¿Podrías, por favor, ir más despacio por la chica con la inútil visión nocturna humana? Kiaran se detiene. — Me disculpo — dice, aunque no suena como si lo dijera en serio. Siento su pesada mirada en mí a pesar de la oscuridad, y todavía me resultaba difícil mirar hacia él, más ahora que nunca. Él vio mis lágrimas. En un momento me vi obligada a renunciar a mi búsqueda de venganza, o incluso matar a Sorcha, por el riesgo de perderlo. Nunca me di cuenta de lo mucho que me había comenzado a importar Kiaran para que me doliera tanto. Me pregunto qué horrible destino trató de evitar al hacerle ese voto a Sorcha. ¿Qué valdría la pena para conectar su vida a la de ella por toda la eternidad? — ¿Qué habrías arriesgado para matar Sorcha? — dice antes de que pueda hablar — . Y dime la verdad, Kam. ¿Habrías dado tu vida? Lo miré con sorpresa. — Por supuesto que no — le dije. La mentira salió de mi lengua con tanta facilidad. Me he vuelto tan buena en el engaño que hay momentos en que casi yo misma creo mis mentiras. Una mentira es mejor contada con un solo grano de verdad, un anzuelo que cuelga en la falsedad. Eso es lo que las hace tan fácil de decir. — Vi tu determinación — dice en voz baja — . Te vi decidir que poco importaba, excepto la venganza. ¿Y sabes lo que pensé? — ¿Qué? — susurro, casi con miedo de lo que diría. — Te hice lo mismo que yo me hice. Aparto la mirada, hacia la cuesta que llevaba hasta los riscos. Gotas de lluvia caían sobre mi cara y no me molesté en limpiarlas. Mi pecho se siente tan apretado, con mi corazón pesando. Estúpida e inexplicablemente esperaba que me dijera que yo era fuerte, o
magnífica. Que mostraría el mismo orgullo en mí que vi el día antes de ayer en el salón, cuando sostuve el cuchillo en su garganta. Pero no lo hizo. Soy como él. Soy un monstruo, también. Por un breve momento, me gustaría ser la chica que solía ser. Que usaba frívolos vestidos blancos y asistía a los bailes y nunca se preocupaba por nada más. Pero tuve que destruir a la chica que usaba vestidos blancos porque ella no era capaz de asesinar. Y ahora tenía que vivir con mi elección. Mi risa es áspera y amarga. Debería estar molesta por todo lo que él ha hecho. Sus lecciones han hecho marca dentro de mí hasta que me he convertido en lo que soy ahora, esta vengativa y destructiva criatura. Pero no estoy molesta. Esto es todo lo que tengo y no hay vuelta atrás. — Hice mi propia elección, MacKay — le recuerdo. — Fue una elección que sabía que harías — dice — . Vi tu furia la noche que nos conocimos. Lo entendí muy bien. Caminamos rápidamente por el camino estrecho en el centro del Parque de la Reina, los dos en silencio. Me estremecí por el frío y tiré de los puños de mi abrigo para cubrir mis manos. Es inútil. Mis ropas están empapadas. Incliné la cabeza para mirar al cielo, dejando que la lluvia se deslizase por mi rostro. Las nubes son de color gris, de baja altura y oscuras en sus bordes inferiores. Si muero, creo que voy a extrañar esto. Echaré de menos las estrellas y las constelaciones que mi madre tanto amaba. Echaré de menos mi casa. Me pregunto si Kiaran también lo hará. — ¿MacKay? — ¿Hmm? —¿Alguna vez…? — trago una vez — . ¿Alguna vez echaste de menos a los Sithbhrùth ? Bordeamos un pequeño lago, brillando por reflejo de la luz plateada de la luna en el prado oscuro. Los movimientos de Kiaran son rígidos, como si estuviera sorprendido por la pregunta.
— Algunas veces. — ¿Cómo era tu hogar allí? — Hermoso — dice — . Brutal. No hay palabras en ningún lenguaje que jamás podría describirlo adecuadamente. — Cuando lo miro fijamente con expectación, parece reacio a continuar — . Odiaba mi casa tanto como la amaba. — ¿Pero volverías, si pudieras? — No — respondió Kiaran con voz cortada, un poco enfadado — . Nunca. No vale la pena. — ¿Por qué no? Suspira. — Porque ya no pertenezco más allí, Kam. No pertenezco aquí, tampoco. No suena como si odiase su hogar. Suena como si lo perdió, como si hubiese dejado una parte de sí mismo allí que nunca sería capaz de recuperar. — ¿Demasiados recuerdos dolorosos? Pienso en la Falconer que una vez le importó, lo que pudo haber sido de ella. Se las arregló para convencerlo de hacer un voto de no matar a seres humanos, para cambiar fundamentalmente a ser la criatura en la que él había nacido. Lo que yo daría por saber cómo ella tomó un hada, fría, difícil y brutal como cualquier otra, y lo humanizó. Justo cuando pienso que podría estar abierto conmigo, él se cierra. Su mandíbula se tensa y mete las manos en los bolsillos de sus pantalones mojados. — Sí — es todo lo que dice. Estamos en el camino de tierra de nuevo. El suelo crujiendo bajo mis botas es el único ruido aparte de la lluvia. El aguacero se ha reducido a una suave y ligera niebla que luce más como la nieve.
— Después del solsticio de invierno — dice Kiaran — , ¿te casarás con él? ¿El Vidente? Inhalo. — Mi padre quiere que lo haga. — Pero ¿qué es lo que quieres?
Lo que quieres no es importante. Pero lo es. Quiero salir de casa sin un acompañante. Quiero ser capaz de no asistir a los bailes y no sonreír y llorar sin ser juzgada por ello. Quiero sentir de nuevo, de la manera que lo hice una vez. Quiero… Quiero… Esperanza de nuevo. Para disfrutar de un día en que mi necesidad de venganza esté calmada y tenga un futuro. Yo sé la verdad. Incluso si pudiera matar a Sorcha sin condenar a Kiaran a la muerte, nunca cambiaré. No puedo dejar de ser lo que soy. Esta es mi naturaleza ahora, como Kiaran dijo, y nunca seré saciada. No puedo decir nada de esto en voz alta. — Quiero decidir mi propio futuro — digo en su lugar. Kiaran me estudia lenta y prolongadamente. — ¿No lo queremos todos? Una repentina poderosa sacudida eléctrica se dispara a través de mi cuerpo. Pasa tan rápido, mis rodillas se aflojan y tropiezo. — ¿Kam? — ¿Qué es esto? — No hace daño, pero la sensación no es precisamente cómoda, tampoco. Me invade, extraña y desagradablemente. Mi piel se tensa y duele, y resisto la tentación de rascarme los brazos. Está debajo de mi carne, un hormigueo persistente — . ¿No lo sientes? Kiaran niega con la cabeza una vez.
— ¿Qué sientes? — Algo eléctrico. — Me estremezco de nuevo — . Es irritante. Como si mi piel se retrajera. Kiaran agarra mi brazo para tirar hacia adelante. — Tenemos que estar cerca, entonces. La sensación solo se hace más intensa a medida que continuamos, pero también se hace más tolerable. Puedo sentir mi sangre bombear por mi cuerpo, me insta a avanzar más rápido. Cierro los ojos un momento y dejo que el sentimiento me guie. Salto sobre una roca y corro por la hierba, a pesar de que apenas puedo ver. Kiaran corre a mi lado. La sensación se agudiza, la electricidad se intensifica, como un imán que me atrae. Me dirijo a otro camino rocoso y me doy cuenta de que nos dirigimos directamente a los restos de la Capilla de St Anthony. Corro a la pared norte de las ruinas de piedra, donde la entrada de la capilla solía ser. La energía cae a mis pies antes de llegar al umbral y caigo de rodillas en el barro. Entonces cavo. Con mis dedos, mis manos. No sé qué demonios estoy haciendo. Solo cavo en el suelo desesperadamente, respirando con tanta fuerza que me duele la garganta. Cavo y cavo hasta que mis uñas sangran y tierra cubre mi piel. De alguna manera sé que mi cuerpo no va a dejar de estremecerse hasta que encuentre el dispositivo. Tengo que encontrarlo. Hay un zumbido en mis oídos, un clic bajo que solo me hace cavar más frenéticamente. Tengo que encontrarlo. No puedo parar ahora. Mis uñas raspan contra algo metálico. Cuando aparto el barro, algo destella brillante y doradamente, caliente a mi tacto. Algo sobre descubrirlo me calma. El clic se suaviza mientras limpio la tierra que limita con un disco dorado luminoso cerca del tamaño de una rueda de carro. El zumbido y la electricidad se han ido y mi temblor se ha detenido por completo. Me inclino sobre la cubierta de oro del sello,
trazando los símbolos tallados en él. Tan hermoso y cálido. Hay cinco muescas cerca del borde del disco, como si estuvieran para presionarlos con la punta de los dedos. Obligada, los cubro con mis dedos cubiertos de barro. El clic se detiene, y de repente estoy cegada por la luz.
Capítulo 30 Traducido por Apolineah17 Corregido por katiliz94
Cierro los ojos para protegerme del ataque; imágenes en negativo, colores y puntos pulsan detrás de mis párpados. Suave calor me envuelve. Cuando abro los ojos, la luz dorada sigue siendo abrumadora. Arde en una columna hacia el cielo, rodeándome e iluminando las ruinas de la capilla. La lluvia brilla a medida que cae a través de la luz, como si estuviera rodeada de estrellas fugaces. Finalmente bajo la mirada hacia el dispositivo, sorprendida de ver que la placa superior se ha deslizado para revelar engranajes dorados en su interior. Son increíblemente delicados, el metal es lo suficientemente delgado como para ser ligeramente transparente. Nunca he visto este tipo de trabajo detallado. Muchos engranajes y ruedas dentadas giran suavemente entre sí con pequeñas palancas doradas intercaladas entre ellas. Siete anillos aumentan de tamaño desde el centro del círculo hasta el exterior, formando un mecanismo en constante movimiento cubierto de símbolos, no es similar a la cara elaborada de un reloj. Los símbolos en los anillos dorados más cercanos a la parte del medio son los más elaborados, extendiéndose en remolinos más amplios sobre los anillos exteriores. Pienso en la marca en la parte interior de la muñeca de Kiaran, lo similar que es a estos diseños, lo absolutamente hermosa y detallada. Marcadores dorados están posicionados en cada uno de los puntos cardinales alrededor del anillo más grande, con muescas más pequeñas entre ellos. Es tanto una brújula como un reloj, me doy cuenta, hermoso y fascinante.
Siento el poder a mí alrededor. Pura energía, euforia tranquilizadora, un fuego dentro de mí que es como bañarse en la luz del sol. Este es el tipo de artefacto que anhelo hacer. Algo que me unifique, que me calme. Y es una parte de mi herencia que nunca había soñado posible. Me pertenece a mí. En medio de mi euforia, miro a Kiaran. Aún sigue de pie en el borde de la luz dorada. — Es hermoso — digo — . Ven aquí, deberías verlo. Vacila, levantando la mirada hacia la luz dorada. — No puedo. — No seas tonto. — Muevo mis pies y atravieso la luz para agarrar su mano — . ¿Ves? Solo entra… Cuando sus dedos atraviesan la luz, contiene el aliento y sacude su mano de la mía, agarrando su muñeca. — ¡MacKay! — Me apresuro a su lado para ver qué está mal. La columna de luz oscila, después se asienta en el suelo. El poder se ha ido tan rápidamente que tiemblo contra el frío — . ¿Qué pasa? — Nada — dice secamente. — Por supuesto que no es nada. — Trato de mirar por encima de su hombro, pero él se aleja — . Muéstrame. Tiro de su brazo hacia mí, a pesar de su resistencia. Cuando veo su mano, dejo escapar un grito ahogado. Hay ampollas y carne desgarrada de color rojo y negro en las puntas de sus dedos, incluso los huesos se están asomando, como si hubieran pasado por el fuego. — El artefacto está protegido contra cualquiera que no sea un Falconer — dice. Entonces siento una punzada de culpa. Me dijo que no podía entrar y ni siquiera me molesté en preguntar por qué. Observo el proceso de curación milagrosa de hada extendiéndose por su mano.
Reluciente piel pálida se asoma a través del negro carbonizado, curando los huesos de sus dedos. — Lo siento — digo —. No debería haber… — No te disculpes, la luz se supone que te protege contra los sìthichean . — Asiente hacia el dispositivo — . ¿Puedes hacer que funcione? — Ciertamente espero que sí. Tan pronto como retrocedo hacia el interior del círculo, la luz se eleva de nuevo a mí alrededor. Me agacho en el suelo y deslizo mis dedos a lo largo de los anillos dorados. El poder zumba bajo mis palmas, una corriente eléctrica que se siente integrada al suave metal de seda. Es una artesanía increíble. Kiaran se sienta en una roca y se inclina hacia adelante. — ¿Cómo se ve desde arriba? — Complejo — respondo — . Altamente sofisticado. No reconozco la tecnología en absoluto. ¿Cómo podrían haber construido esto hace dos mil años? Kiaran me mira, con lástima. — Los sìthichean estaban mucho más avanzados en ese entonces que los humanos ahora. — Inclina la cabeza hacia el artefacto — . Esta es tecnología sìthichean . Es una ingeniería inversa y una llave alterada, las Seelie lo utilizaban para el confinamiento. Por supuesto. Nunca he pensado en las hadas como innovadores de ningún tipo. Parece extraño que criaturas tan destructivas pudieran construir algo tan hermoso. — ¿Cómo los Falconer se apoderaron de él, entonces? Aparta la mirada. — Tuvieron ayuda.
Trazo uno de los remolinos grabados en oro. — ¿De quién? — No importa. ¿Cómo son los símbolos? Me inclino hacia adelante para ver mejor. — Remolinos complejos. Realmente no sé cómo describir los símbolos que hicieron. Hay un grabado en forma de estrella junto al marcador que indica hacia el norte, pero los otros son más extraños. — Sugiero que le eches un buen vistazo y entonces cubras el artefacto de nuevo para que nadie lo altere. Tendrás que dibujar los símbolos de memoria. Levanto la mirada con sorpresa. — ¿No podemos regresar? — No. — Levanta la mano para impedir la inevitable pregunta — . Kam, por una vez, confía en mi palabra. ¿Puedes recordar los símbolos como son y dibujarlos después? Dudo. — Soy buena con los bocetos, pero nunca he hecho algo de memoria. — Genial. — Kiaran se pone de pie — . Entonces esta es la oportunidad perfecta para que lo intentes.
Capítulo 31 Traducido SOS por Sandra289 Corregido por katiliz94
El eco de la carga eléctrica permanece cuando esbozo los símbolos. Juro que aún puedo sentir el calor debajo de mi piel, que fluye por mis venas. Se agudiza mi memoria, que solo se hace más fuerte con cada momento que pasa. Sigo dibujando febrilmente, obsesivamente. Los arañazos de carbón en todo el papel como si algo más allá de mí estuviera en control de esto. Mi mano apenas puede mantenerse al día con el ritmo de mi mente. Alguien agarra mi hombro y me estremezco. El carbón manchando el papel. — Fime — dice Kiaran — , Estás temblando. — Estoy bien — miento. Rayos de la baja luz de la tarde brillan en la ventana del salón y se asientan en el papel mientras esbozo. Mis dedos se tiñen de negro con carbón vegetal y mis manos se acalambran, pero no puedo parar. La energía continúa latiendo en mi interior símbolo tras símbolo. Esbozo un remolino más pequeño. El carbón es demasiado voluminoso en comparación con mi memoria de las delicadas líneas grabadas sobre el metal, y no soy tan hábil para dibujar algo tan intrincado. — ¿No puedes activar el sangriento artilugio antes de la mitad del invierno? — pregunta Gavin — . ¿Esquivará la batalla por completo? Gavin llegó aquí con el pretexto de once horas y ha estado bebiendo té como hace con el whisky siempre, desde que le expliqué lo que sucederá en pleno invierno. Por supuesto, ya tenía una vaga idea a
partir de sus visiones, aunque todavía no me ha dicho cómo de clara se volvió la premonición. Se mueve en su silla y recruza sus piernas, con una rodilla rebotando rápidamente. Su maldita taza de té vacía otra vez. Trato de ignorarlo y me concentro en mi dibujo. — No — dice Kiaran — . No podemos. — ¿Podrías tratar de ser menos impreciso? — Si pudiéramos evitarlo, Vidente, no estaríamos aquí — dice Kiaran — . Y me imagino que estarías escondido en una choza en algún lugar como el resto de tu clase. — Bueno, si tu clase no fuera tan… — ¡Señores! — Creo que mi cabeza va a explotar — . No puedo concentrarme con ustedes peleando. Al menos Derrick está siendo educado. — Echo un vistazo al duende, quien se alza sobre el alféizar de la ventana — . Asegúrate de permanecer de esa manera. — ¡No he dicho nada! — Pensabas en ello. No creas que no he notado que mirabas a Kiaran todo el tiempo. Derrick se queja para sí mismo y finalmente dice: — Supongo que entiendo por qué él está aquí. — Señala a Kiaran con un leve movimiento de cabeza — . Pero, dime, ¿debe el Vidente ser incluido en nuestra reunión del pequeño-fin-del-mundo? Empiezo otro remolino, parte de un nuevo símbolo que recorre todo el borde sur del sello. Exhalo con alivio. Casi hecho. — Gavin está aquí — digo — , Porque está involucrado en esto. Podría haber muerto la otra noche sin su ayuda. Un destello de culpabilidad cruza el rostro de Derrick. — Ah. Sí.
— Gracias por defender mi honor — me dice Gavin. Coloca su taza vacía sobre la mesa — . ¿Dónde está tu mayordomo? No tengo té. — Por amor de Dios — digo — . ¿Podrías beber a sorbos el té así no tengo que servirte otra taza cada cinco minutos? — Nos enfrentamos a un apocalipsis — responde — . No hay suficiente té en el mundo para calmarme. Dibujo el último símbolo y el hormigueo de electricidad en mis manos se desvanece. Mi cuerpo deja de temblar y exhalo un largo suspiro, dejando caer el carbón para limpiar mi mano cansada con un pañuelo. — Finalizado. Kiaran se inclina para inspeccionar mi trabajo. Su cálido hombro está tan cerca del mío que si me moviera un poquito más, estaríamos tocándonos. Cuando aspiro su olor, no puedo remediarlo pero me acerco, cerrando la brecha entre nosotros y presionándome a su lado. El sabor de su poder solo crece más embriagador. Se vuelve a mirarme, y nuestros rostros están a un mero aliento. Todo a mí alrededor se desvanece y desenfoca, mi mirada cae a sus labios. — ¿Se ve bien? — susurro. La voz de Gavin suena demasiado lejos: — Vuelve, hada. Ahora.
Maldita sea . Retrocedo de Kiaran, repentinamente consciente de lo que casi hice. Mis mejillas se sonrojan y mi corazón se acelera por la vergüenza. De verdad, tuve la tentación de besar a Kiaran, y delante de Derrick y Gavin, no menos. ¿Qué está mal conmigo? — Por una vez, estoy de acuerdo con el vidente — dice Derrick — . Mantén tu distancia, o voy a morderte. Kiaran recoge mi dibujo. — Inténtalo y te arranco las alas y te alimento con ellas.
Derrick sisea. Gavin solo parece interesado, como si se preguntara si tal cosa pudiera ser posible. — Bueno — le digo alegremente — , estamos llevándonos espléndidamente, ¿verdad? Me alegra ver que todos estamos haciendo amigos sobre sus deseos mutuamente violentos. — Yo no — dice Gavin — . Estoy aquí por el té. — ¿No por la compañía? — Pongo una mano en mi corazón — . Estoy herida. Pensaba que te gustaba. — Más a menudo que no. Kiaran coloca el papel en la mesa entre nosotros. — ¿Vamos a discutir esto, o prefieren socializar? Parpadeo hacia él. — Por favor, continúa. — Un reloj y una brújula se agregaron al diseño iuchair . — Indica los símbolos en cada punto — . Estos están destinados a corresponder a un evento lunar, un eclipse, en este caso. Los puntos cardinales mantienen la potencia intacta donde se coloca el dispositivo. Mientras el reloj funcione, también lo hará el dispositivo. — ¿Por qué un eclipse? — pregunto, inclinándome hacia adelante. — Sìthichean es el más poderoso durante los eventos lunares, especialmente los eclipses — explica Kiaran — . Los símbolos en el dispositivo canalizan ese poder para encarcelarlos. Pero ningún sistema es infalible. Con cada eclipse, los de adentro tratan de liberarse, y el sello se desgasta con el tiempo. — Me mira — . Esto no se suponía que debía ser permanente. Solo se puso en marcha hasta que encontraran una mejor solución. — Así que vamos a implementar esta solución "temporal" de nuevo con solo un Falconer restante para activarlo — dice Gavin rotundamente — . Eres malditamente brillante.
Kiaran se le queda mirando. — Va a ser diferente esta vez. — ¿Cómo? — pregunto. Pongo una mano en alto antes de que Gavin pueda decir nada — . No tenemos exactamente una gran cantidad de opciones para elegir. Kiaran se cierra de nuevo, lo que significa que está escondiendo algo. — Tú lo has dicho, no tenemos otra opción. Derrick aterriza en el papel, sus diminutos pies delicadamente caminando entre los símbolos. Los poco-demasiado-largos dobladillos de los pantalones arrastrándose detrás de él, corriendo el carbón aquí y allá. Se inclina a trazar una línea. — Para algo que no es permanente, esto es brillante. Una sola sìthiche no sería capaz de escapar de esta especie de prisión en absoluto. Quien ayudó a los Falconers sabía lo que hacía. — Sí, ella lo hacía — murmura Kiaran. Frunzo el ceño con sorpresa. — ¿Ella? ¿La conocías? Kiaran no me mira. — Se podría decir. Es mi hermana. Derrick cacarea. — ¡Tu hermana! No tan malhumorada, como tú. Mezcló mi leche y miel una vez y me dijo que tenía el mejor golpe de espada que había visto nunca. Compartió un trofeo conmigo, lo hizo. Echo un vistazo entre ellos. — ¿Me he perdido algo? Nadie me dijo que Kiaran tuviera una maldita hermana.
— Nunca preguntaste — dice Kiaran, encogiéndose de hombros desdeñoso. Oh, maldita sea. Sabe perfectamente bien que nunca me dio ninguna razón para preguntar. Era solo un condenado secreto suyo. Estoy pensando en mantener un recuento de todas las preguntas que Kiaran evade, de modo que cuando cada respuesta finalmente sea revelada en algún momento muy inoportuno, pueda mirar a la cuenta y recordar lo mucho que se esconde de mí. Derrick sale despedido hacia arriba a partir del dibujo, sus alas zumbando cuando su cuerpo comienza a brillar en plata. — Todavía no puedo creer que tu hermana diseñara esto. Era mucho más maravillosa de lo que yo le daba crédito. Pero ustedes dos realmente… — Es suficiente — chasquea Kiaran con los dientes apretados. — En serio, ¿qué? — pregunto, bien molesta ahora. Derrick agita sus alas una vez y echa una mirada a Kiaran. Kiaran niega una vez en respuesta. — Nada — dice Derrick alegremente — . Nada de importancia. Voy a añadir respuestas evasivas a Derrick del recuento de Kiaran, que seguramente va a crecer hasta llenar todo el volumen. — Bueno — murmura Gavin — , ¿no es esto remotamente incómodo?. — Alcanza mi té. Sin pedir permiso, traga saliva. Si Kiaran quiere mantener sus secretos, entonces al diablo con él. — Bien — digo — . Solo dime cómo funciona el maldito dispositivo. Kiaran se acerca. — Estos símbolos en los aros… — Toca el papel — , tienen que ser alineados correctamente.
Examino el dibujo por cualquier patrón discernible en su disposición actual. — ¿Están alineados ahora? ¿No puedo memorizar esto? — Están solo parcialmente alineados. — Estudia el diseño con atención — . Recuerdo algo de cómo funcionaban, pero no puedo estar seguro de que mi hermana no cambiara el mecanismo cuando se alteró la iuchair . Por lo que sé, estas son las primeras líneas de defensa. — Hace un gesto a los tres anillos exteriores — . Cuando cambiaron, los cù sith , los redcaps y los sluagh pudieron deslizar la colina. Parece que ella salvó los símbolos más fuertes con los más poderosos para contener a los daoine sith . Ellos son los intactos por ahora. Pero más allá de eso, ella es la única persona viva que sabría cómo están alineados el resto. Considero todas las combinaciones de símbolos, pero no veo ningún patrón repetitivo en los anillos interiores. — Bueno, ¿dónde está ella? — pregunto — . ¿No puedes contact… Kiaran se endurece visiblemente. — No. —Bueno, todo esto ha sido… esclarecedor — dice Gavin. Se levanta y agita una mano hacia el dibujo — . Mira, no te puedo ayudar con esto. No puedo luchar contra ellos como el resto de ustedes pueden. Apenas estaré en el camino. — Sus ojos parpadean hacia Kiaran — . Tenías razón, ya sabes. El nuestro es un talento desperdiciado en los inútiles. — Camina fuera de la habitación. — ¡Gavin! Me pongo de pie para seguirlo, pero Kiaran agarra mi muñeca. — No lo hagas. No puedes arreglar esto, Kam. No hay nada que puedas hacer por el Vidente en estos momentos. Que se vaya. De mala gana, me siento. Odio todas las partes de esta situación. Suspirando, recojo el dibujo.
— Concéntrate — dice Kiaran — . Una vez que el daoine sith sea liberado, no habrá mucho tiempo para reactivar el dispositivo. — Lo sé. — Soy muy consciente de las consecuencias si fallamos. La ciudad caerá a causa mía, porque soy demasiado débil para salvarla. Es cierto que hay momentos en los que sobrestimo mis capacidades, tranquilizando a Kiaran en que soy lo suficientemente potente, y si me dice lo contrario, lo mato con mi pistola de rayo. Pero decir que soy fuerte no lo hace así. Este no es el momento para una exhibición de falsa entereza. Voy a vivir ya sea para salvarnos a todos, o voy a morir en la batalla y condenar a incontables inocentes a la muerte. Nada más importa. Al ver mi expresión, Derrick vuela a mi hombro, se presiona contra mi mejilla y me acaricia el cabello, tratando de consolarme. — Vamos a discutir un plan, entonces — le digo — . ¿Cuándo precisamente fallará el dispositivo? Kiaran se inclina hacia adelante. — Cuando la luna se vuelva totalmente eclipsada, se abrirá un portal en la pradera bajo el asiento de Arturo. — Bien — me quejo, imaginando el Parque Queen en mi mente. La silla de Arturo es el punto más alto del parque, con vistas al lugar donde aterrizó la máquina voladora cuando encontramos el sello — . ¿Qué tan efectiva será la barrera de la luz que rodea al dispositivo? — No va a durar mucho tiempo — dice — . Un solo daoine sith podría eventualmente romperse hacia abajo con un aumento sostenido del poder. Fallará más rápido si los suficientes de ellos atacan juntos. Matar a algunos de ellos le dará más tiempo. — Así que vamos a luchar en primer lugar. El prado en el Parque Queen es un terreno lo suficientemente plano para una batalla — digo, sorbiendo las últimas gotas del té que Gavin dejó en mi taza — . Si los conducimos hasta el prado y reducimos sus números, puedo hacer un descanso para el dispositivo y trabajar en las alineaciones, mientras
que la luz sigue intacta. ¿Podrás mantenerlos ocupados, mientras que yo estoy haciendo eso? Kiaran parece dudoso. — Depende de lo bien que hagamos el ataque inicial. ¿Cuánto tiempo necesitas? Estudio el dibujo, corriendo por la compleja red de símbolos que necesito juntar para hacer que funcione. — ¿Cinco minutos? — Dios mío, más como cinco años. Kiaran niega. — Te puedo dar dos. Dos minutos. Dudo que pueda resolver este complejo rompecabezas en tan corto período de tiempo, a pesar de mi aptitud natural para esas cosas. Mi madre solía sentarse durante horas conmigo mientras yo trataba de resolver los desafíos cada vez más difíciles. Es cómo comenzó mi amor por la ingeniería: cada máquina se convertía en un rompecabezas diferente. Pero esta vez voy a estar trabajando sola, en la oscuridad, en medio de una batalla. La enormidad de lo que está en juego ya está haciendo que me sienta mareada. Tal vez debería mentir de nuevo, decirles que estoy suficientemente segura como para matar a un ejército y vivir. Pero puedo. Las palabras se pegan en mi garganta. Kiaran vería directo ellas de todos modos, cómo ya hace normalmente, y Derrick solo preocupar…
lo no en se
Alguien llama a la puerta del salón. — ¿Lady Aileana? — dice MacNab — . Miss Stewart estará aquí en cuatro horas. Siento mi sonrisa falsa asentándose en su lugar. Sonrisa perfecta, mentira perfecta, maldita vida perfecta.
Capítulo 32 Traducido por Xiime~ Corregido por katiliz94
Kiaran está junto a la puerta cuando Catherine entra. Ella no lo ve a su lado. — Volveré más tarde esta noche — dice él antes de deslizarse por detrás de ella. Catherine claramente no puede oírlo, tampoco, gracias a Dios. — ¿Aileana? — los ojos preocupación — . ¿Estás bien?
de
Catherine
se
agrandan
con
Me doy cuenta de que no la saludé. —Estoy bastante bien. Perdóname, solo estoy un poco… conmocionada. Catherine sonríe comprensivamente y se sienta en el diván frente a mí, arreglando las faldas de su vestido amarillo. Su cabello rubio, del mismo color que el de Gavin, está atado en un moño suave. Como siempre, luce fresca y encantadora. — Por supuesto que lo estás. Sé que esta situación con Gavin no puede serte fácil. — Sí — digo atragantada. — Maravillosa respuesta — dice Derrick desde mi cabello — . Intenta sonar un poco menos forzada la próxima vez que mientas. Catherine, o no nota mi incomodidad, o hace caso a las reglas de la Señorita Ainsley para manejar situaciones incómodas.
— No te culpo — dice irónicamente — . Estoy feliz de que si tengas que casarte con alguien, sea mi hermano, pero las circunstancias… — Hace una pausa e inhala profundamente antes de preguntar — . ¿Puedo ser sincera? Intento no moverme incómodamente bajo su mirada. — Por favor, hazlo — digo, aunque temo lo que vaya a decir. —¿Fuisteis… fuisteis realmente atrapados… así ? ―Por su expresión, solo puedo imaginar que ese así fue convertido por los cotilleos en algo completamente vulgar y comprometedor. — ¡No! — Mi rostro arde — . Para nada. Lo prometo. Luce un poco más aliviada. — ¿Qué sucedió, entonces? —Bueno, es algo incómodo… Catherine agita sus manos. — Oh, no importa. No quiero pensar en mi hermano besando a nadie. — ¡No hubo beso! En ese preciso momento, MacNab entra con otro servicio de té. Catherine se ruboriza y yo me siento con ganas de gatear hacia abajo de la maldita mesa. — Gracias, MacNab — digo, ignorando la risita de Derrick. MacNab, sabiamente, no da ninguna indicación de haber escuchado lo que dije y se va tan calladamente como llegó. Presiono el botón para el té y le sirvo una taza a Catherine. — Sin beso — le digo otra vez. Catherine agarra la taza y toma un sorbo.
— Pasé junto a Gavin en mi camino hacia aquí. Se veía preocupado. Me aclaro la garganta. — Esto de la boda nos resulta difícil a ambos. Catherine asiente comprendiendo. — Por supuesto. ¿Te sientes mejor? — Su ceño se frunce con preocupación —. Madre estaba algo… angustiada por lo de ayer. — Estoy segura — digo, un poco débil — . Sí, estoy mejor. Tendré que enviarle una disculpa a la Señora Cassilis. Catherine se inclina hacia delante y me da una palmadita en la muñeca. — Estoy segura de que lo apreciaría mucho y estoy encantada de oír que tu salud ha mejorado. Dios, a veces odio que Catherine confíe en mí tan incondicionalmente. Soy una mentirosa, una embustera, y mi amiga no se da cuenta. Cuando intento hablar de algo vano, como de la boda, no me sale nada. Me estoy asfixiando en mis mentiras, rompiéndome bajo la presión de esta carga que he sido forzada a soportar. Si fallo en reactivar el sello, Catherine morirá. Esta puede ser mi última oportunidad de salvarla. Impulsivamente tomo sus manos, ignorando su alarma. — Estoy lista para que me lo preguntes. Catherine intenta sin éxito soltarse de mi agarre. — ¿Preguntarte qué? — Debe ver la desesperación en mi rostro, porque el suyo refleja miedo y preocupación —. Si hay algún problema… — Siempre te preguntaste a dónde me iba durante las reuniones, — digo — . ¿Realmente quieres saberlo?
Catherine se queda inmóvil. Me mira como si estuviera esperando que revelara que estoy bromeando. Cuando no lo hago, se inclina hacia delante e inhala profundamente, presionando sus manos en las mías como hacíamos cuando éramos niñas contándonos secretos. — Sí. Derrick tira de mi oreja. —Aileana, no creo que esto sea una… — Muéstrate — le digo. Catherine frunce el ceño. — ¿Qué? — ¿Estás segura sobre esto? — me pregunta Derrick. — Lo estoy. Del rabillo del ojo, veo el halo a su alrededor desvanecerse. Es completamente visible, con sus ropas diminutas, su sonrisa traviesa y todo. Los pantalones de hoy parecen haber sido hechos de uno de mis suaves vestidos verde de día. Sus delicadas alas se baten suavemente detrás de él, haciéndome cosquillas en la oreja. Catherine jadea. Sus ojos se agrandan y se pone de pie de un salto, haciendo crujir el vestido, habiéndose olvidado de todo el decoro. — Hada — susurra. — Ahora, eso es insultante — dice Derrick — . Soy un pixie , tonta humana. Catherine se lo queda mirando con la boca abierta. Luego a mí. Y luego a él. — C-creo que necesito pararme — dice débilmente. — Estás de pie — digo con una sonrisa.
— Ciertamente. Sentarme. Sentarme es a lo que me refería. — Colapsa en el diván, sus faldas y enaguas alzándose de una manera no elegante a su alrededor — . Aileana — dice finalmente, sin quitar nunca los ojos de Derrick — . ¿Puedo ser sincera otra vez? — Preferiría que lo fueras. Las manos de Catherine se agitan frente a ella en movimientos angustiados antes de que finalmente las presione contra su pecho para dejarlas quietas. — Creo que estoy por devolver en tu alfombra. — No, no — digo —. Déjame llamar a MacNab, puede traernos… algo. Un balde. — Puede que también me desmaye. — Su pecho jadea — . ¿Eres amigable, entonces? — le pregunta a Derrick — . Porque oí historias cuando Aileana y yo éramos niñas. — Puedo asegurártelo — dice Derrick con una sonrisa taimada — , soy bastante amigable con damas adorables como tú. — Cielo santo — susurra ella. — Catherine — digo — . Hay algo más que debo decirte. — ¿Algo más? — Ríe sin aliento — . Puede que tengamos que limitar tus revelaciones que alteran vidas a una por día, ¿sabes? Sonrío brevemente, casi disculpándome. Catherine se está tomando esto mucho mejor que como yo lo habría hecho bajo las mismas circunstancias. Al menos la primera hada que recordará es Derrick y no Kiaran. No creo que se hubiera quedado tan tranquila si supiera que ya había sido deslumbrada por él y que había intentado arrancarle la camisa. — Te estoy mostrando a Derrick ahora porque necesito pedirte que te vayas. Los ojos de Catherine se agrandan.
— Pero recién acabo de llegar. — No. Necesito que dejes la ciudad — digo, intentando sonar lo más calmada posible — . Puede que algo terrible suceda muy pronto, y si es así, quiero que estés en un lugar seguro. — Algo terrible — repite —. ¿Tiene que ver con… él? — Asiente hacia Derrick. — No con él, pero otras hadas podrían herirte, dadas las circunstancias. — Ya veo. — Luce algo enferma otra vez — . En el baile del Señor Hepburn, mencionaste un hada malvada. Eso es lo que atacó al pobre hombre, ¿Verdad? — Desafortunadamente. — ¿Qué hay de ti? — pregunta — . Aún no me has contado lo que haces cuando desapareces. Vacilante, tomo de mi té. Esta vez, no puedo mirarla. No quiero ver su rostro cuando se lo diga. — Las mato. — Oh . — Por el rabillo del ojo, la veo llevarse una mano a la boca — . Oh — dice otra vez suavemente —. No… Lo siento, no sé qué decir. Asiento con comprensión. Yo tampoco sé qué decir. — ¿Te irás también? — dice débilmente —. ¿O…? — No continúa. — Una revelación alarmante gentilmente — . Ya hice dos.
por
día,
recuérdalo — digo
Capítulo 33 Traducido por Nanami27 Corregido por katiliz94
Una linterna eléctrica flota por encima de mi cabeza en el jardín, iluminando los setos espinosos que han perdido sus exuberantes hojas verdes por el invierno. Llego y suavemente la empujo, de manera que arroja luz sobre el motor de la locomotora a vapor en la que he estado trabajando durante meses. Pongo las barras de la glándula y la válvula en posición a la parte frontal de la máquina de vapor, centrándome únicamente en el movimiento de mis manos mientras encajo las piezas de metal. Si no me mantengo ocupada, me veré obligada a pensar en el rompecabezas imposible del sello que me he pasado todo el día tratando de resolver, y sobre las consecuencias si fracaso. Si me permito considerar eso siquiera por un momento, de repente encuentro muy difícil respirar. Estoy tomando más tiempo del necesario para completar la parte frontal de la máquina de vapor. No importa. Cuando termine aquí, voy a encontrar algo más que construir. Algo aún más complicado que ayudará a despejar mi mente para cuando vuelva a intentar descifrar el sello. Limpio la palma de mi grasienta mano en mi mejilla para cepillar atrás un mechón de cabello, a continuación, coloco un tornillo en el motor. Unas sacudidas rápidas de la llave y encaja perfectamente en su lugar. El cuerpo de la locomotora es una versión a escala reducida de los que adornan el frente de los trenes. Se sostiene sobre cuatro ruedas, el par posterior más grande que los delanteros, y ambos, el cuerpo y las ruedas están unidas a un mecanismo de maniobra que he diseñado para ser eficaz sobre terreno rocoso. La máquina de vapor en la parte delantera utiliza combustible más eficiente que el de mi ornitóptero, por
lo que el vehículo es rápido. Al igual que mi ornitóptero, el techo del vehículo es totalmente retráctil. El interior cuenta con dos asientos de cuero, con una plataforma de pie detrás de ellos. Almacenado debajo de la plataforma está mi último invento: un cañón sónico. Se pone en marcha con una estrecha e intensa explosión de sonido, que va más allá del umbral del dolor humano y mucho más allá de un hada. Un disparo debe desorientar a un buen número de ellas, una distracción que podríamos necesitar. Doy las gracias mentalmente a los cù síth por la inspiración. — Kam. Salto y dejo caer la llave. La herramienta aterriza en el césped con un golpe seco amortiguado . Estaba tan absorta en mis pensamientos que ni siquiera lo sentí a mi lado, o noté el sabor de su poder. — ¿Cuánto tiempo has estado parado ahí? Kiaran frunce el ceño, estudiándome. Lleva una áspera textura otra vez, su ropa de caza. — No mucho. Te ves fastidiada. — A fin de cuentas — digo — , creo que estoy manejando mi inminente muerte bastante bien, ¿no? Mis palabras no tienen ningún efecto visible en Kiaran. Se queda mirando la locomotora. — ¿Qué es esto? — Un transporte — digo — . Una alternativa por si mi ornitóptero es destruido. Contendrá algunas armas adicionales. Hablando de eso… — alcancé el cañón sónico — , me gustaría probar algo en ti. Kiaran levanta una ceja. — ¿Estás planeando dispararme otra vez? — Ya lo verás.
Deslizo los tapones en mis oídos, luego descanso el tonel del cañón en mi hombro y bajo la intensidad para darle solo una explosión mínima. Tiro del gatillo. Kiaran se tambalea satisfactoriamente y sus labios se mueven en la forma de una muy mala palabra. Me trago mi risa. Hice a Kiaran maldecir. Sonriendo, me quito los tapones. — Yo diría que funcionó muy bien, ¿verdad? Kiaran se mueve demasiado rápido para que lo capte. De pronto, él está de pie tan cerca de mí que tengo que inclinar la cabeza hacia atrás para poder ver su rostro. — Si querías pelear, todo lo que tenías que hacer era pedirlo. — Levanta el cañón de mi hombro y lo pone en el asiento del pasajero — . Intenta vencerme otra vez. — No estoy de humor, MacKay. Kiaran me ignora. Se mueve y lo esquivo sin pensar. Su puño va directamente a la puerta del pasajero de la locomotora, torciéndola. Murmuro una maldición para mí misma mientras me vuelvo hacia él para enfrentarlo. — ¡Maldición, MacKay! — Acabo de terminar de montar la puerta — . ¿Qué demonios estás haciendo? Las lámparas de la calle detrás de él iluminan su cabello oscuro con un halo de oro y la escasa luz traiciona un atisbo de sonrisa. — Desafiándote. — No acepto. — No me importa.
Su brazo sale disparado y estoy deslizándome por el suelo, la hierba quemando mis brazos y barbilla. Me doy la vuelta y Kiaran me coge por el cuello de la camisa. — Lucha contra mí — gruñe. — ¡Te dije que no quiero! — ¿Crees que tendrá importancia cuando estemos en la batalla? ¿Vas a decirles a nuestros enemigos que malditamente no quieres ? Con un gruñido, me lanzo hacia él. Intercambiamos golpes. Los suyos son tan rápidos que apenas tengo tiempo de esquivarlos. Bloqueo un golpe con la parte superior de mi brazo y trato de patearle la rodilla. Se las arregla para conectar un tobillo alrededor de la mía y barrer mis pies debajo de mí. Aterrizo duro sobre mi trasero. — Basta , MacKay. Kiaran me acerca de un tirón. — Dime lo que sucedió la noche en que tu madre murió. Empujo su pecho. — No. Él aprieta su agarre. — ¿Siquiera quieres salvarla? — Sus ojos arden en los míos — . ¿Es por eso que solo te mantuviste al margen y dejaste que suceda? Grito. Estrello mi frente contra la suya y golpeo mi puño en su cara. Esta vez, soy más rápida. Empujo contra él con todas mis fuerzas. Pateo y araño hasta que las mangas de su camisa se desgarran, y su piel comienza a sangrar. Incluso entonces, no me detengo. Lo empujo hacia el suelo y me paro encima suyo, dispuesta a acabar con él si tengo que hacerlo. Pero él se incorpora, ataca rápido, y me arrastra al suelo. Me clava bajo el peso de su cuerpo musculoso, apretando mis brazos a mis
costados mientras me retuerzo contra él. Maldita sea, ni siquiera puedo echarlo fuera de mí. — Maldito seas — gruño. — ¿Ves lo fácil que era? — dice, mirándome. Sus ojos son de color negro e inescrutables. Lo sopeso en mi frustración. — ¿Qué? — Lo fácil que era para mí decir aquella cosa que te haría volverte violenta. Trato de hacerlo rodar fuera, pero él es demasiado malditamente pesado. — ¡Debido a que lo intentabas! — Sí, así es. — Aferra mis muñecas más duro y baja su rostro hacia el mío, hasta que nuestra piel está casi tocándose. Dejo de luchar. Por un horrible momento, creo que está a punto de besarme. Tal vez aún más horrible, creo que se lo permitiría. Me estremezco ante el pensamiento. — Conozco tu debilidad, Kam. Lo que te desencadena. — Se inclina más cerca, sus labios justo por encima de los míos — . Después de la otra noche, también lo hace Sorcha. Y sin duda… ella va a encontrar alguna manera de usarlo en tu contra. Él rueda sobre su espalda. Me quedo ahí acostada, con la hierba áspera debajo de mí, y presiono una mano en mi pecho. Mi corazón late rápidamente por debajo de mi palma, golpes pesados que puedo sentir contra mis costillas. — Sabes por qué he tenido que hacer eso — dice. — Lo sé. Por encima de nosotros, las nubes se separan para revelar las estrellas, brillantes e intocables. Polaris. Alderamin. Gamma
Cassiopeiae . Recuerdo a mi madre señalando a cada estrella mientras las nombraba. Su sonrisa era tan hermosa y cálida. ¿Puedes nombrarlas, Aileana? Aquí ahora, repite conmigo. Polaris. Alderamin. Gamma Cassiopeiae. El carmesí te queda bien. Me estremezco y me saco fuera de los recuerdos. No puedo hacerlo. Soy incapaz de recordar a mi madre sin recordar su muerte, sin imaginar su rostro salpicado de sangre. Sin ver la sonrisa de Sorcha mientras le arrancaba el corazón. Ahora nunca seré capaz de matar a Sorcha. Nunca encontraré venganza por la muerte de mi madre. Voy a tener que dejar vivir a esa hada desagradable, porque ha llegado a importarme Kiaran, mucho más de lo que jamás pensé que lo haría. Soy muy mala en las respiraciones profundas, y Kiaran me agarra del hombro, como si hubiera oído mis pensamientos. — ¿Recuerdas lo que te dije acerca de apreciar estos momentos? Podrías perderlos. Entierro mis dedos en la hierba. — No presumas de hablarme de tu pérdida, MacKay. ¿Qué sabes de ello? Deliberadamente, él trajo esa parte de mi memoria de regreso para darme una lección y mostrarme cómo podría ser utilizado en mi contra. No es mi fuerza. Es mi debilidad, y siempre lo ha sido. Kiaran dice: — Acuéstate en silencio, Kam. Lo dice muy calmada y racionalmente, y simplemente así mi ira se hace añicos. Me acomodo a su lado y miro hacia el cielo de nuevo. Las nubes están empezando a despejarse. Todo está tan calmo, tan tranquilo. Tiene razón… necesito apreciar este momento. No sé cuánto cambiará mi vida después del solsticio de invierno, si tendré uno al que regresar.
— Lo siento — susurro — . No debería haber dicho eso. Tú perdiste a tu Falconer. — No solo a ella. — Hay un matiz en su voz. Echo un vistazo hacia él, sorprendida. Pero cuando trato de encontrarme con su mirada, la aparta — . Mi hermana, también. La hermana sobre la que Kiaran no quería hablar esta tarde en el salón de dibujo. Su hermana, quien construyó el dispositivo. Quién no puede ser contactada… oh, no. Cierro los ojos. — Ella está aprisionada, también, ¿no? — Aye — dice en voz baja — . Aithinne luchó junto a los Falconer. Me hizo salir en medio de la batalla, de esa forma no sería atrapado con ella y los demás. Sorcha se quedó fuera de la pelea, y fue encargado por su hermano Lonnrach que asesinara a los Falconer sobrevivientes en caso de que ganaran. Mi hermana quería que me asegurara de que eso no pasara. — Así que se sacrificó. — Casi estiro mi mano a la suya para apretarla, ofrecerle un poco de consuelo, pero no lo hago. No estoy segura de cómo lo tomaría — . ¿Crees que todavía está viva ahí abajo? — Los otros no son lo suficientemente fuertes como para matarla. — Su mandíbula se tensa — . Pero eso no significa que no van a encontrar una manera de hacer que ella desee que pudieran. Me estremezco. A pesar de todo lo que he visto, no puedo ni siquiera empezar a contemplar de lo que los métodos de tortura daoine sìth son capaces de hacer. Incluso un hada tan poderosa como la hermana de Kiaran podría romperse después de dos mil años de ello. Dios, lo que Kiaran debe haber pasado — lo que todavía debe estar pasando — al saber lo que su hermana está sufriendo y no poder hacer nada para ayudarla. — La sacaremos de ahí — le aseguro — . Ella va a estar libre de eso. Kiaran asiente.
— Cuida de ella. Es la única que puede llegar a un bloqueo más permanente para la prisión. — Está en silencio durante un largo tiempo, y cuando por fin vuelve a hablar, apenas lo oigo — : Y yo tomaré su lugar con los otros.
Yo tomaré su lugar con los otros. Todo este tiempo, he estado temiendo las consecuencias de si fallo en activar el dispositivo. Nunca he considerado lo que sucederá si tengo éxito. — Entonces tú serás… — Él será aprisionado. Y cuando su hermana esté a salvo, vamos a estar buscando una manera de mantenerlo allí — . No, MacKay. Kiaran inclina su rostro hacia el cielo. La luz de la luna baña su piel con un brillo lustroso. — Es mi elección. Algo se aprieta en mi pecho y apenas puedo respirar. Pase lo que pase, nunca voy a ver Kiaran de nuevo después del solsticio de invierno. Cada opción que tengo termina de la misma manera: conmigo perdiéndolo. Contengo una risa amarga. He intentado tan duro blindarme a él, he puesto tanto esfuerzo en convencerme de cuán insensible es, cuán inhumano. Ahora me doy cuenta de que, a pesar de todos mis votos de no olvidar jamás que él es un hada, ya no importa más. Tal vez nunca lo hizo. — Por favor, no lo hagas — susurro. Quiero que me diga que él va a encontrar alguna manera de escapar. Que saldremos de esto juntos. — Tengo que hacerlo. La rabia arde dentro de mí. — Tú no tienes que hacer nada. Quedarte fuera de esto no va en contra de tu maldita promesa. — Esto no tiene nada que ver con mi promesa. — Me mira entonces, con infinita tristeza en su antigua mirada — . Quiero estar allí contigo hasta el fin.
Capítulo 34 Traducido por BrenMaddox Corregido por katiliz94
Cuando te enfrentas con la probabilidad de la muerte, las horas corren como minutos. He pasado la noche y la mañana construyendo y atornillando metal hasta que me duelen los ojos. Mis armas están cargadas, en perfecto estado de funcionamiento, establecidas en mi vestidor. Mi arsenal es variado, cada arma letal para las hadas, pero todavía no es suficiente. Hay una persona más que tengo que ver antes de que comience todo. Mi padre se sienta en su escritorio, escribiendo. Es una imagen tan familiar, como siempre lo he imaginado. Me tomo un momento para memorizar sus rasgos. El pelo oscuro que se derrama sobre su frente, la frente arrugada siempre en una mueca de concentración. Esos ojos verdes suyos — la única cosa que tenemos en común — se estrecharon mientras redacta su carta. Me pregunto qué sería de él y de mí si él alguna vez me hubiera mostrado algún afecto, si se hubiera permitido amarme aunque sea un poco. ¿Cuán diferente sería de lo que nos hemos convertido? — Padre — le digo. Él levanta la vista sin ningún atisbo de una sonrisa. Parece sorprendido de encontrarme allí. — Aileana. Ven. Me siento en el sillón de cuero frente a él. — ¿En qué estás trabajando?
— En mis cuentas — dice, poniendo el papel encima de una pila ordenada en el escritorio — . Creo que el Conde estará bastante satisfecho con tu dote. Me toma un momento para darme cuenta de que está hablando de Gavin y casi hago una mueca de dolor. — Me alegro — La mentira sale fácilmente. Tiene que hacerlo. Este es nuestro adiós y quiero hacer esto bien. — He enviado un mensaje para que la Casa de Campo esté preparada para ti y tu marido después de la boda — dice.
Tu marido . Apreté las manos con tanta fuerza que duelen. — Espléndido. — Agradezco que seas razonable acerca de esto. — Él empieza a escribir en otro papel — . Sobre todo después de nuestra conversación del otro día.
Lo que quieres no es importante. — Razonable — le digo — . Por supuesto. Por supuesto que será razonable el pasar el resto de mi vida con un hombre al que no amo. Él es la única opción posible que no va a destruir mi vida y hacerme absolutamente miserable. Pero lo que quiero, no importa, ¿verdad, padre? Aplácame con un refugio en el campo, pero los dos sabemos que no significa nada. — Quiero pedir disculpas por mi ausencia esta semana. He estado acomodando las cosas para Galloway. Él lo hace parecer como si solo hubiera estado ausente recientemente. La verdad es que nunca ha estado allí para mí. No durante toda mi vida. Ciertamente no espero que eso cambie. — Puesto que estás aquí — continúa — , debo decirte que hoy voy a estar dejando la ciudad, así que no voy a poder asistir al baile de anuncio de tu compromiso. Tengo algunos negocios que llevar a cabo en el país. Estoy seguro de que lo entiendes.
Aprieto la mano en un puño. Sigue hablando como si mis opiniones no importaran. Como si yo no importara. Dios, ¿no se preocupa por mí, incluso un poco? No. Se va, como siempre lo hace. Probablemente buscó la primera oportunidad que tuvo para alejarse de mí otra vez. Me alegraría que se vaya. Una persona menos por la que tengo que preocuparme si todo sale mal. Pero no lo puedo perdonar por no estar ahí cuando más necesitaba un padre. — Oh, lo entiendo — No puedo controlar la amargura que se apodera de mi voz. Ni siquiera me oyó. — Volveré para tu boda, por supuesto. — Eso sería encantador — digo. Esta vez, la aspereza de mi comentario está demasiado clara. Mi padre frunce el ceño y se sienta de vuelta en su silla. El cuero rechina bajo su peso. — ¿Estás bien? No, no lo estoy. Estoy a punto de romperme y gritar. Ojala pudiera decirle que malditamente no me importa lo de la boda, y que quiero que él me mire a los ojos una sola vez, ya que podría ser la última oportunidad que tendrá. — ¿Alguna vez piensas en Madre? — pregunto, antes de que pueda detenerme. Padre inhala fuertemente y mira hacia otro lado. — Ahora no, Aileana. — ¿Por qué no? Él mete otro pedazo de papel delante suyo y garabatea con violencia.
— No es un tema apropiado de conversación. Mis dedos se aprietan con más fuerza. Están tan rojos ahora. — ¿Por qué no? — Repito. — Puedes irte. — Padre nunca mira hacia arriba. Su pluma araña el papel con tanta fuerza que casi está tallando en la madera debajo — . No tengo ganas de tratar esto contigo. Me levanto y sujeto el brazo del asiento. — Pero yo sí. Mírame — Cuando no lo hace, algo se rompe dentro de mí. Desesperación y dolor, y toda una vida de ser ignorada por mi padre ausente — . Maldición, Padre, mírame. Por primera vez en un año, Padre levanta sus ojos para encontrarse con los míos. Son fríos y culpables y… tristes. Con la misma rapidez, aparta la mirada. — Te pareces mucho a ella. Su voz casi se agrieta y lo miro fijamente impactada. Nunca he pensado sobre mi parecido con mi madre. Yo soy una alta, torpe criatura con una mata de rizos cobrizos que nunca se quedarán donde deberían. Mi madre era hermosa. Cuando se movía o caminaba, se deslizaba, ligera como una pluma. Su cabello siempre estaba perfectamente estilizado y su piel era de un alabastro perfecto. Ella nunca tuvo pecas, a diferencia de mí. Llamó a las mías besos de ángel. Él la ha perdido y ahora ha sido dejado con una hija que nunca, nunca será ella. Soy un pálido eco de la mujer que amaba más que a nadie en el mundo. Siempre le recordaré lo que ha perdido. Lo que ambos perdimos. Digo lo único que puedo. — Yo también la echo de menos. — Lo sé — susurra.
Nuestro dolor nos destruyó y recreó. Deberíamos haber crecido más cerca después de que mi madre murió. Su muerte me hizo darme cuenta de cuán rápidamente podemos perder a nuestros seres queridos, desaparecidos para siempre en un instante. Me vuelvo para salir, porque si no lo hago, voy a intentar una vez más correr a sus brazos y agarrarlo con fuerza, como solía hacerlo cuando era una niña. Él siempre me había alejado. Siempre. — Adiós, Padre — digo en su lugar, apartándome para irme — . Disfrute de su viaje. Más tarde esa noche, me siento en mi habitación con Kiaran junto al fuego, él está en el sillón de cuero, yo en el sofá. Estoy exhausta después de horas dedicadas a tratar de averiguar la clave para el sello mientras trabajábamos en nuestras armas. — ¿Esta es nuestra despedida? — pregunto. He dicho demasiadas despedidas hoy. Más temprano, he visto a Padre entrar en su carro e irse, tal como dijo que haría. Nunca me he sentido más sola. — No digo adiós — dice Kiaran, mirando el fuego. — ¿Demasiado difícil? Su boca se curva peculiarmente hacia arriba. — Solo a los que valen la pena decir. — ¿Qué van a hacerte? — pregunto — . Si estás atrapado en el montículo con ellos, ellos van a… — Kam — interrumpe — . No arruines esto. Lo miro fijamente, viendo un mechón de pelo deslizarse sobre su frente. Llega hasta empujarlo hacia atrás con sus dedos largos y elegantes.
Quédate conmigo , casi digo. No sé por qué la idea de perderlo me llena de dolor, pero lo hace, y no va a disminuir. Ya he perdido demasiado. — Deja la batalla antes de que active el dispositivo — le digo — . Al igual que lo hiciste antes. Voy a atraparlos, y podemos cazar a los demás juntos — lo mismo que siempre hemos hecho. — Este es el lado negativo de la inmortalidad, Kam. — Me mira a continuación, estudia mi cara — . Nada permanece igual. Todo cambia. Excepto yo. — Tiene que haber más de unas pocas personas que desean eso. — Porque ellos no entienden lo que significa realmente. — Él se para y descansa sus manos contra la repisa de la chimenea. La luz del fuego esboza su cuerpo, envolviéndolo en una luz dorada — . ¿Sabes por qué los sìthichean 18 anhelan la energía humana por encima de todo? — No. — Porque quema con mucho brillo. Los seres humanos pulsan con vitalidad y una insaciable compulsiva necesidad de aferrarse a la vida. Un sabor que nos permite disfrutar en la mortalidad que no tenemos otra manera de experimentar — ¿Alguna vez has deseado ser humano? Me mira. — Ahora eso — dice — , es algo que nunca han preguntado antes — Espero que él continúe, pero se endereza y dice — , tengo algo para ti. — ¿Una respuesta a mi pregunta? Él sonríe. — Un regalo. — ¿Un regalo? — Kiaran no me da regalos. Inmediatamente sospecho — . ¿Qué es? 18 Sustantivo
en plural de la palabra, gaélico escocés, sìthiche que significa hada, elfo.
— Flores. Parpadeo. — ¿En serio? — No. ¿Debo tener que ir y conseguirlas, o prefieres hacer más preguntas en su lugar? Dos minutos más tarde, regresa con un pequeño maletero bajo el brazo y algo que brilla en su puño. Arroja el objeto brillante hacia mí. Es un disco de oro de peso ligero con la forma de una estrella, solo un poco más grande que la palma de mi mano. Diseñado bellamente, suave metal con delicados grabados similares a los del sello. En mi opinión, es magnífico. — Esos símbolos significan que estás cargada con mi poder — dice Kiaran — . Mientras yo esté vivo, tendrás mis habilidades a tu disposición. Levanto la vista hacia él, sorprendida. ¿Él me está dando su poder? — ¿Eso no te debilitará? ¿Por qué harías esto? — Si las circunstancias hubieran sido diferentes, habrías sido entrenada adecuadamente para usar tus propias habilidades innatas, — dice — . Como están las cosas, nos hemos quedado sin tiempo. No te preocupes por mí. Kiaran tiende una mano y el disco se levanta de mi palma y flota hacia él. Con un movimiento de sus dedos, el poder llamea y la estrella se transforma en dos armas a juego, cuchillos con hojas largas y estrechas que se parecen mucho a las que Kiaran lleva en nuestras cacerías. Agarro las cuchillas, probando su peso y encontrándolas sorprendentemente ligeras. Las cuchillas son de plata, delgadas y ligeramente transparentes. Las empuñaduras de oro están decoradas con símbolos que se envuelven a su alrededor en un patrón como de
vid. Dirijo mi pulgar cuidadosamente a lo largo de una hoja. Perfectamente afinada. Son las armas más exquisitas que he retenido. Toma una de mí y la lanza por el aire antes de cogerla por la empuñadura. — ¿Ves lo fácil que puede ser lanzada? También bloquea el poder sìthichean . — Lo tira de nuevo, solo que esta vez se cierne en el aire por encima de su mano y se comprime de nuevo en un disco en forma de estrella, idéntica a la original, pero más pequeña. Él me la pasa a mí — . Aquí — toca la otra hoja. Conecto la estrella y el cuchillo restante. Energía fluye de los objetos a medida que se funden para formar la estrella más grande. El metal está liso en mi palma de nuevo. Es tan asombroso que casi me olvido de mi misma por un momento. —Te lo agradez… — ¡No lo digas! — me dice. Dejé escapar un suspiro de frustración. — Nunca entenderé por qué a ninguno de vosotros os gusta ser agradecidos. Kiaran gesticula hacia el disco en forma de estrella. — Eso encaja dentro de tu próximo regalo. Él abre el maletero y saca un paquete envuelto en tela. Con cuidado, pela la tela blanca para revelar una magnífica armadura dorada. Hay una coraza, una placa trasera, y dos brazales metálicos decorados con lo que parecen ser brillantes vetas de plata. En el pectoral, sobre el lugar que protege mi corazón, está un esquema en forma de estrella. Kiaran toma el disco de mí y lo presiona en su lugar. Suavemente hace clic mientras se instala allí.
La coraza brilla a la luz del fuego, y las venas de plata brillan. Y zumbando a través de ellas, sobre todo cuando me agacho para trazar mis dedos sobre los símbolos de la estrella, está la inconfundible sensación del poder de Kiaran. Tiene el mismo sabor de dulzura, cosas naturales y todos los elementos combinados. Puro, hermoso salvajismo. Y es mío. Kiaran me ha dado esto a mí. — Esto no va a proteger tu mente de la influencia sìthichean , por lo que Sorcha todavía puede usar tus recuerdos en tu contra. Pero la armadura amplificará la conexión con mi poder, serás tan fuerte como yo. — MacKay — le digo en voz baja. Pero no puedo continuar. Estoy tan abrumada, no sé qué decir. Sus ojos se encuentran con los míos. — ¿Vamos a practicar usándolos? Asiento con la cabeza. Sé que esta será su última lección.
Capítulo 35 Traducido por Julieta Corregido por katiliz94
La tarde siguiente, estoy delante del espejo ovalado en mi dormitorio y trato de centrarme en ponerme mi armadura. Mis manos tiemblan cuando llevo la mano hacia el arcón. Coloco las planchas de oro contra mi brazo y abrocho las hebillas de cuero por debajo que van desde la muñeca hasta el hombro. El metal fae es cálido a través de mis mangas largas y es tan ligero y flexible que apenas es perceptible cuando me muevo. Cuando abrocho las correas en el otro antebrazo, el poder de Kiaran corre bajo mi piel, una corriente suave al principio, pronto pulsante y fortaleciéndose dentro de mí. La coraza se adapta suavemente sobre mi pecho, lo suficientemente pequeña como para adaptarse a mi forma. Me deslizo a través de las correas de cuero de hebillas a los lados, las cuales conectan la coraza de la placa posterior, y el poder se intensifica de nuevo. Mis sentidos se vuelven tan agudos que soy consciente de todos los músculos, venas, órganos y médula, cada parte de mí y de todas mis nuevas habilidades. Esto es lo que debe ser para un fae, tener tanto poder a mi disposición que un solo movimiento de la muñeca puede causar una tormenta. Pero no soy una de ellas. Me inclino para recuperar mi pistola de rayo, ajustándola en su funda de cuero, que puedo asegurar alrededor de mis caderas. Los explosivos en miniatura están al lado. Cada pequeño reloj está fijado a una correa que se extiende a través de mi coraza. Agarro mi ballesta y la banda de mi honda a través de mi hombro. Un silbido viene detrás de mí. Me vuelvo para ver a Derrick flotando en la puerta del vestidor, alas abanicando suavemente.
—Te ves… — ¿Ridícula? — Supongo. — No. — Suspira — . Una vez tuve mi propia chica en miniatura, con la armadura así. Ella era exquisita. — ¿Qué pasó con ella? Derrick se mueve incómodamente. — Se fue a Cornwall. Con los otros duendes. — Él revolotea hacia arriba — . Tu sìthiche está esperando fuera. Consiguió ponerse todo miserable y me dijo que no fuera a salir sin ti. Empiezo a caminar hacia la puerta. Al pasar el vestuario, un destello de color me hace dar una pausa. — Dile a Kiaran que solo tardaré un momento. Derrick sonríe. — Espero que esté molesto. Me encanta cuando se enfada. Pero no tardes. La luna está más roja. ―Se marcha en un aleteo de alas y de luz. En el vestuario, viéndose escondido debajo de un montón de vestidos de seda suaves, en colores pastel, está el tartán de mi madre. Derrick debe haberlo quitado del tronco ayer por la anoche. Mis ojos se pinchan con lágrimas mientras me agacho a recogerlo. Admiro la tela lisa, el diseño simple de luz y la oscuridad en la lana, mientras la acerco a mi cara y aspiro su aroma. Juro que atrapo la dulzura tenue del perfume de mi madre. Lavanda con un toque de rosas. Abrazo fuertemente el tartán y cierro los ojos. Me arrastro en otro aliento, pero el olor se ha ido. Tal vez me lo imaginé. Con cuidado, doblo el chal de lana y lo pongo dentro de mi tronco de madera. Aunque estoy tentada a llevarlo conmigo, todavía no soy lo suficientemente digna de llevarlo. Cuando camino escaleras abajo, trato de ignorar todos los detalles de la casa en la que crecí, la casa que contiene tantos
recuerdos de mi madre y de mi padre. Pero no puedo. Paso las pinturas de las costas escocesas de mi madre colgadas en los pasillos porque extrañaba el mar. El olor del humo de la pipa y el whisky aún persiste cerca del estudio de mi padre mientras camino. No puedo quedarme aquí, no importa lo mucho que quiera. Cierro la puerta por última vez y me dirijo al centro de Charlotte Square. Derrick y Kiaran están esperando al lado del ornitóptero y la locomotora, mirándose el uno al otro. Al parecer, han acordado una especie de tregua a regañadientes. Inclino la cabeza hacia el cielo. Las nubes son espesas, oscuras, excepto las que rodean a la luna. Mis sentidos están tan mejorados que puedo ver cada cráter y yegua que oscurece su superficie. El color del moho presagiando el eclipse ha comenzado a envolver su resplandor blanco. Pronto, será consumido. Una luna de sangre. Cuando ya estoy cerca del ornitóptero, Kiaran me escanea rápidamente, de pies a cabeza, y casi sonríe. Conozco esa mirada. Le gusta lo que ve. — ¡Aileana! Gavin cruza a través de Charlotte Square. Se detiene frente a mí, vestido con las galas de los caballeros, con pantalones ajustados, chaleco y un cuello de tela perfectamente atado. Me estremezco al recordar que está vestido para bailar en los salones de celebraciones, a los que se supone que debe escoltarme. Nuestro compromiso se dará a conocer oficialmente a nuestros amigos esta noche. Gavin parpadea ante mi armadura. Desde luego, no tan complacido como Kiaran. — ¿Qué diablos es eso? — Una armadura. — Parece pesada. Sonrío y me aclaro la garganta. —Catherine, ¿ella esta…?
— Ella está bien — me tranquiliza — . Un poco conmocionada, pero se las arregló para convencer a mi madre de salir de la ciudad con ella. No sé si eres consciente, pero Catherine es una actriz muy hábil si la ocasión lo merece. — Oh, soy consciente. ¿Por qué no fuiste con ellas? — Estoy aquí para ayudar — dice — . Estoy a tu disposición. Derrick aterriza en mi hombro. — Oh, ¿así que ahora estás interesado en ayudar? — dice — . ¿Cuáles eran esos asuntos de los que estabas hablando ayer sobre lo de ser un inútil, antes de que salieras corriendo como un cobarde miserable? Gavin se le queda mirando. — No te molestes con la sangrienta conferencia, duendecillo. —Gavin ―le digo— , debes dejar Edimburgo. Cualquier Vidente en la ciudad estará en mayor riesgo que los demás. Él se acerca y coloca una mano alrededor de mi antebrazo. — No — dice — . Sé que no puedo luchar por ti. — Mis cejas se levantan ante la forma que lo dice. Debe notarlo porque las modifica rápidamente — . No puedo luchar contra ellos , quiero decir. Pero no puedes esperar que mientras vas a esa maldita pelea sola yo juguetee con mis pulgares toda la noche. Una despedida más. La última de ellas. Pero de alguna manera, no me atrevo a decir las palabras de nuevo, no cuando lo miro fijamente a los ojos. Me ruegan, rebosantes de la misma determinación que vi la noche en que optó por dejar el balón y estar junto a mí. Mi voz es temblorosa cuando hablo. — Bien. — Kam — dice bruscamente Kiaran.
Prácticamente puedo oír su razonamiento en su tono. Si las hadas sienten a Gavin, serán atraídas a él. Lo matarán. — Mira la batalla desde un lugar seguro — digo a Gavin — . Si esto no funciona, te necesito para tratar de salvar a tantas personas como sea posible. Sácalos de la ciudad, si puedes. — ¿Cómo? — Toma mi ornitóptero. Puedes correr la voz rápidamente y cubrir más terreno de esa manera. Doy un paso detrás de él. — Kiaran y yo vamos a tomar la locomotora. — Extiendo el brazo hasta el hombro y cojo rápidamente de las alas a Derrick — . Derrick, irás con él. — ¿Qué ? — Sus alas revolotean — . No te voy a dejar. — Sí, lo harás — le digo — . Quédate con Gavin. — Trago un sollozo, por lo que las siguientes palabras salen ahogadas — . Protegeos mutuamente.
Protegeos entre sí, porque no voy a estar aquí para hacerlo yo misma . Derrick vuela al hombro de Gavin y se posa allí, pero está lejos de ser feliz por eso. — Bien. Pero esto va en contra de mi buen juicio. Antes de entrar dentro de la locomotora, Gavin me aprieta la muñeca. Me encuentro con sus ojos y estoy muy sorprendida por el temor que encuentro allí. —Aileana… — comienza, pero no continúa. Sé lo que quiere decirme. Cuando Cassandra previó la destrucción de Troya, me imagino que se sentía parecido: ineficaz, aterrorizada y desesperada por evitar que su visión se convirtiera en realidad.
— Has visto toda la visión ahora, ¿verdad? — digo — . Todo lo que Kiaran vio. Gavin asiente. Antes de que pueda decir nada, me tira en un abrazo con fuerza, me aplasta contra sí. — No pude verlo con claridad antes, lo que va a suceder. Anoche lo hice. Entierro mi cara en su hombro, recordando las palabras de Kiaran. Cada decisión consciente de hacer solo ayudara a que la visión llegue a pasar. — No me lo digas. — No lo haré — susurra. Me abraza con tanta fuerza que puedo sentir la forma de él a través de la armadura — . Se puede cambiar — dice — . Si alguien puede, eres tú. Cuando hablo, mi voz casi se rompe. — Ojalá nunca te hubiera traído a esto. Si algo te pasa... Gavin me aprieta aún más cerca. — No lo hagas. — Aprieta su mejilla contra la mía — . No creo, ni por un momento, que algo de esto sea tu culpa. — Se echa hacia atrás, sus ojos buscando los míos — . Hice mi elección esa noche en mi estudio. Me gustaría hacer la misma elección de nuevo. Las lágrimas empañan mi visión y lucho por evitar que caigan. — Sigo sosteniendo que fue una decisión tonta. Él sonríe levemente. — Sin embargo, infinitamente preferible a otro maldito baile, ¿no crees? Le devuelvo la sonrisa. — Infinitamente.
— Kam. — Kiaran dice mi nombre en voz baja desde el interior de la locomotora, como si no quisiera interrumpir, pero sabe que debe hacerlo. Si no nos vamos ahora, no vamos a llegar al Parque de la Reina a tiempo. — Gavin, prométeme que no vas a hacer nada estúpido. — Solo si me prometes que no vas a morir. No puedo asegurarle que lo volveré a ver, o que voy a sobrevivir a esta batalla. No puedo decir que me gustaría que hubiera vuelto a casa antes, así podríamos haber pasado más días juntos. No le puedo decir que lamento los dos años que estuvimos separados, porque ahora se sienten como si fuera el valor de las oportunidades desperdiciadas, setecientos treinta días. No puedo hacerle promesas que soy incapaz de mantener. — Mantente a salvo — digo. — Y tú. Entro en la locomotora y me paro junto a Kiaran, luego volteo los interruptores para encender el motor. Viene a la vida con un zumbido mecánico y el vapor se eleva desde la pila en la parte delantera. Meto la palanca hacia adelante y nos expulso hacia Charlotte Square. El Parque de la Reina es muy diferente visto a través del filtro del poder de Kiaran. Mis sentidos se potencian, mi visión y la audición es más aguda. Cada brizna de hierba es mil veces más nítida, y puedo ver claramente cada rama de cada árbol, hasta la rama más pequeña. Y los colores... Es un espectro diferente de la que yo estoy acostumbrada, más hermoso y vívido. Esto es lo que debe ser para alguien que usa sus ojos por primera vez. No estoy segura de en qué concentrarme: en los colores, o en la hierba o en los árboles, o en cada gota de lluvia que cae individualmente. Es totalmente abrumador. Echo un vistazo a las nubes mientras conduzco, y la luna brilla a través de ellas una vez más, casi completamente roja ahora a excepción de la franja más pequeña de blanco en la parte inferior.
Detengo el vehículo en el prado, cerca del montículo de donde las hadas se derramarán. Examino la pared del acantilado debajo del asiento de Arturo, los árboles tranquilos, apoyados en la roca. El parque está tranquilo, todavía. Ni siquiera una brisa agita las ramas. Ahora esperamos. Miro a Kiaran y lo encuentro mirándome, esos ojos extraños y encantadores más vivos que nunca. Le miro como lo hice cuando estábamos con los Sith —b hrùth , lo veo misterioso y magnífico. — Estás estoico como siempre, MacKay. — He tenido años de práctica — dice él. — ¿Qué debemos hacer con tu hermana? — Le pregunto — . ¿Hay que sacarla primero? Niega con la cabeza. — Ella sabe que debe salir antes de que se reactive el sello. Se centraran en la batalla, no en ella. Me río una vez, bajo y forzada. — Se sincero conmigo, ¿crees que vamos a ganar?
Por favor, di que estaremos bien, creo en él. Por favor. Un destello de emoción cruza sus características, incomprensible para mí, como si pudiera leer mis pensamientos.
algo
— No lo sé. A veces me gustaría que las hadas pudieran mentir tan fácilmente como lo hacen los humanos. Tal vez entonces Kiaran pudiera sentirse obligado a tranquilizarme, solo por esta vez. Quiero que me diga que saldremos victoriosos. Quiero que me diga que voy a activar el dispositivo y encontrar alguna manera de salvarlo de la prisión con los demás. Quiero que me diga que no lo voy a perder en el camino como perdí a mi madre.
Me acerco y tomo la mano de Kiaran. Su suave toma de aliento hace una pausa, pero después de un momento, entrelazo mis dedos con los suyos, y él me lo permite. Cuando pierdes a alguien, es muy fácil olvidar que se han ido al principio. Hubo muchos momentos en los que se me ocurriría decirle a mi madre algo, o en los que esperé que ella llegara, a la misma hora cada mañana para tomar el té. Esos destellos son tan fugaces, tan alegres, que cuando te golpea de nuevo la realidad, el dolor se convierte en fresco de nuevo. No puedo pasar por eso con Kiaran. Casi me perdí en el dolor la primera vez. — Tengo miedo — le susurro. Kiaran me mira, tan quieto y tranquilo. Me preparo para sus palabras, sin saber lo que dirá. Aterrorizada por lo que dirá. Él no habla. En cambio, me agarra por el cuello de mi abrigo y presiona sus labios con los míos. Kiaran me besa profundamente, con una urgencia que nunca pensé que fuera capaz de sentir. Me besa como si supiera que va a morir. Me besa como si el mundo se fuera a acabar. Me aferro a sus hombros y tiro de la chaqueta, para acercarnos. No quiero nada más que abrazarlo y enterrarme en sus brazos y olvidarme de todo. Quiero que el tiempo se detenga. Él tira hacia atrás y apoya su frente contra la mía. — Yo también tengo miedo. Nunca pensé que oiría esas palabras. No de él. Levanto la vista hacia la luna otra vez y está casi consumida. — Márchate — le digo, de repente más asustada que nunca. Tengo que intentar convencerlo por última vez — . Todavía tienes tiempo. Sálvate a ti mismo. El beso de Kiaran es feroz, con la respiración entrecortada.
— ¿Te he hablado alguna vez de la promesa que un sìthiche hace cuando se compromete a sí mismo a otro? — Él desliza sus dedos por mi cuello y sus labios son tan suaves contra los míos que casi no los siento — . Aoram dhuit — respira — . Yo te adoraré. Estoy deshecha. Le tiro con fuerza contra mí, y entierro mi cara en su cuello. Mis lágrimas son abrasadoramente calientes contra su piel. Aprieto los labios al pulso salvaje en la base de la garganta. — Yo te salvaré — le digo — . Lo haré. Lo prometo. Antes de que pueda responder, un chillido penetrante raspando el metal hace eco en todo el parque. El suelo debajo de la locomotora se sacude y me agarro del timón para no perder el equilibrio. La niebla se levanta de la tierra, suave y etérea al principio, luego más gruesa, más rápida. Levanto la vista hacia la luna. Está envuelta en rojo. Kiaran agarra mi mano. — Cierra los ojos. — ¿Qué? No puedo ver a través de la niebla creciente. Se espesó demasiado rápido. Él me empuja contra el asiento y me cubre los ojos con la mano. La luz se filtra a través de sus dedos, a través de mis párpados cerrados. Es tan brillante, que realmente quema. Un denso y opresivo calor lo suficientemente grueso como para que me asfixie si lo dejo. Entonces... poder. Similar al de Kiaran, solo que magnificado mil veces. Mi boca se inunda con la dulzura, el barro, la suciedad y los pétalos de flores aplastadas. Trato de tragarlo, suprimirlo, pero sigue viniendo. Me está aplastando, una inundación lo suficientemente fuerte como para rasgarme en pedazos. Esta asfixiándome, ahogándome, y no puedo respirar a través de ella.
— Kadamach — una voz masculina poderosa dice — . Es tan bueno verte de nuevo.
Capítulo 36 Traducido por Celi88 Corregido por katiliz94
— Lonnrach — Lonnrach — dice dice Kiaran Aparta las manos de mis ojos y parpadeo contra la brillante niebla. Tragar el poder es difícil. Mis sentidos están abrumados: el crudo sabor en mi boca, el olor de lluvia y algo con dulzura floral. La densa niebla se despeja para revelar una figura alta a horcajadas en un caballo humeante, musculoso. Un caballo de metal . Aleación de plata con venas doradas, lo opuesto de mi armadura, y golpeado tan fino que sus órganos son visibles por debajo. Brillantes huesos metálicos y músculos de variado espesor destellan a la luz de la luna. Todo es metal excepto por su corazón — que que es un órgano carnoso real que late y bombea oro líquido a través de las venas del caballo. Explosión de vapor de la nariz, y remolinos alrededor de las piernas de Lonnrach. Hay más jinetes detrás de él, docenas de ellos, y otras hadas de pie, de pie silenciosamente en la alta hierba. No es de extrañar que su poder sea abrumador — nunca nunca había encontrado más de dos fae juntos al mismo tiempo. Todos usan armaduras de batalla como la mía. Junto a ellos están una docena de cù sìth y redcaps, y surgiendo en las rocas encima de nosotros están los luagh . Sus finas, semitransparentes alas están metidas mientras nos observan, los ojos brillantes, pero están preparadas para volar. Mi primer pensamiento es correr. Correr hasta que me desmaye. — Entonces Entonces esta debe ser la Falconer sobre la que tanto he oído — oído — dice Lonnrach. Habla suavemente, sus palabras llevadas por la brisa.
Lentamente levanto mis ojos a los suyos. Son el azul más vivo que he visto alguna vez. Se destacan contra su piel pálida y pelo blanco como la sal. Es hermoso, magnifico. El poder rueda de él como el vapor de su caballo. No puedo apartar la mirada — mirada — y no quiero. — Ven Ven a mí — mí — dice dice Lonnrach. Su voz es suave pero imponente. Persuasiva. Lo siento en mi mente, de la misma forma que sentí el toque de Sorcha atrás en el lago. Solo que su poder no trata de quebrarme. Me atrae. Rueda por mis venas y asume el control hasta que la tensión y la lucha dejan mi cuerpo y ya no lo puedo resistir. Demasiado tarde recuerdo recuerdo la advertencia de Kiaran cuando me me dio la armadura, que no me protege contra la influencia hada. Maldición. Me opongo a ella, pero la presencia de Lonnrach es demasiado relajante, demasiado fuerte. Me alejo de la locomotora, pero la mano de Kiaran se aprieta alrededor de mi muñeca. — No No lo creo — creo — dice dice Kiaran. Lonnrach sigue centrado en mí. — Siempre Siempre has sido egoísta, Kadamach. — Y tú eres un advenedizo arrogante — responde responde serenamente Kiaran — . Esto no es egoísmo. Solo que no me gustas. Lonnrach le sonríe con suficiencia. — Quieres Quieres decir que no confías en tu Falconer. Si ella es tan poderosa como esperas que lo sea, debe ser capaz de resistir mi compulsión. Deja que venga a mí. No recuerdo a Kiaran liberando mi muñeca, o caminando hacia Lonnrach. Todo en mi visión periférica es confuso, un túnel. Intento sacudir mi cabeza para aclararla, pero no puedo. Tengo que liberarme. ¿Cómo rompí la influencia de Sorcha? Piensa.
Es demasiado tarde. Ya me he acercado y el latido del corazón del caballo está al nivel de mis ojos. Obligada, aliso mi palma sobre el hombro de la criatura. ¿Cómo puede el metal ser tan suave? Como pelaje, pero liso. Lonnrach desliza un dedo bajo mi barbilla. Cuando mi mirada se encuentra con la suya de nuevo, es como si estuviera siendo arrastrada bajo el agua por una corriente inexorable. Mi cuerpo ya no es mío, y tampoco lo es mi mente. Estoy en la oscuridad, agua fría y mis otros sentidos están apagados, embotados. Hay solo sabor. Pétalos de flores se arrastran a lo largo de mi lengua y no es desagradable. Lonnrach me estudia. — Así Así que tú eres todo lo que queda — murmura murmura — . ¡Que valiente de tu parte el venir¡ Su voz hace que mi cuerpo se sienta liviano como el aire, millones y millones de moléculas flotando sin peso. Tengo que romper su agarre o él me matara, fácilmente. Trato de empujar contra su presencia otra vez, pero solo me invade más. Su poder es tranquilizante, no violento o brutal como su hermana. Eso solo lo l o hace peor. — ¿Cuántos ¿Cuántos años tienes? — tienes? — pregunta pregunta — Dieciocho. — Dieciocho. — Sueno Sueno tan lejos, como si me estuviera escuchando desde el otro lado de la pradera. Tengo que matarlo ahora. Mi mano se desplaza hacia mi espada, pero su poder me detiene. — Tan joven. — joven. — Acaricia Acaricia mi mejilla — . Es una lástima. Me hace inclinarme en su toque. — ¿Vas ¿Vas a matarme? — Eventualmente. Eventualmente. — Se Se inclina y susurra — : veras, tú tienes algo que yo quiero — ¿Qué ¿Qué es eso? Los labios de Lonnrach se curvan con el indicio de una sonrisa.
— Hay Hay mucho tiempo para eso. — Echa Echa un vistazo a mi armadura — . Bien hecho, Kadamach. Ella es totalmente exquisita. — No No la deberías subestimar — dice dice tranquilamente — . Te cortará la garganta. Cuando Lonnrach me estudia de nuevo, su mirada me rastrilla desde mis dedos a mi cara. — Parece Parece bastante domesticada ahora. Pero siempre me encantó una Falconer en armadura. Tu mejor traje tr aje de metal. Algo se rompe dentro de mí. Un torrente de conciencia y todo viene corriendo hacia atrás.
Tu mejor traje carmesí tu mejor traje carmesí tu mejor traje carmesí t u mejor traje carmesí… Eso es todo lo que necesito para romper su influencia, la ira se eleva dentro de mí con la fuerza de una creciente tormenta. Los poderes de Kiaran lo refuerzan, lo intensifican, y el aire alrededor de mí se carga con ellos, la mía y la de Kiaran combinadas. Estallan con electricidad y cuando las primeras gotas de lluvia golpean mi armadura, chispean como tornillos de descarga. Lonnrach me mira con sorpresa. Siento su mente en la mía, tentándome. Debilitándome. Rompo nuestra conexión — conexión — y sonrío. En un instante, mis espadas están en mis manos. — Si Si tengo algo que quieres — gruño gruño — . Tendrás que luchar contra mí por ello. Brinco y giro mi brazo, cortándolo a lo largo de la mejilla. Es un corte superficial. Una advertencia. Sonrío mientras la sangre gotea en su cara. Los ojos de Lonnrach se estrechan. Él habla de nuevo, calmadamente, pero esta vez afronta a su ejército. — Destruidlo Destruidlo todo.
Capítulo 37 Traducido por Nessied Corregido por Key
Han estado esperando por esto. Lonnrach apenas pudo terminar de hablar antes de que un Cú Síth salte sobre mí con los dientes al descubierto, sus enormes garrar extendidas. Me lanzo debajo y azoto una patada hacia arriba. Se rebana profundamente en el flanco izquierdo y la sangre caliente de la bestia salpica contra mi mejilla. No hay tiempo para asegurarme de que estuviera muerto. Los Caballos me rodean, daione Síth elevan elevan sus hojas y el círculo de Sluagh está por encima de nosotros, sus penetrantes gritos macados en medio de la tranquilidad. Entonces una mano agarra la mía. Kiaran. Allí, en medio del caos, quiero decirle algo. Me gustaría tener un poco más de tiempo con él, o que nunca me arrepentiría de decirle lo mucho que me preocupo por él. Kiaran asiente, como si él entendiera, y se aparta de mí. Desliza sus espadas de sus vainas. Presiona mi giro a su rostro y en la otra dirección. Estamos listos. Los caballos se abaten y yo salto con el susurro de mis hojas. Los enfrentamientos del metal contra metal, son fuertes y ensordecedores. El aire está cargado todavía y con mucho poder, que nos rodea con relucientes y brillantes colores. Rebanadas de energía cargan a través de mí con tal fuerza que mis músculos protestan de dolor. Ignorando el dolor golpeo a un daoine sith , le meto mi puño en su cara una y otra vez, esquivando hoja tras hoja. Un rayo de poder de un hada me golpea el hombro y la corriente me quema. Estoy llena de la
energía de Kiaran dentro de mí cuando extiendo mis hojas, estallando la luz en ellos y golpeándolo contra un grupo de daoine sith . Otros extienden sus manos y vides para liberarse de la tierra, envolviendo mis brazos y mis pies. Estallos de energía me chocan. Las plantas se desintegran y caen, con nada más que cenizas. Salto hacia adelante y corto en rodajas la garganta de un hada con mi espada. La sangre brota hacia mi armadura y son esas pequeñas vetas de plata que se ejecutan a lo largo de los brazales. La sangre de hada se amalgama con mi armadura. La prisa de la muerte es fuerte, una energía vivificante que me llena hasta que creo que podría estallar. Mis hojas se sumergen a través de la armadura y cortan el hueso y el tendón. Un torbellino en los dedos de los pies y el golpe gol pe del puño de metal en el intestino de otra hada. La fuerza de mi golpe la manda a volar, pero se recupera y lanza sus manos. Choques de energía contra mí, lo suficientemente rápidos como para herirme el pecho a través de la coraza de metal contundente. El sabor de la tierra seca se desliza por mi garganta y de repente estoy rodeada por las llamas. El fuego me quema a través de mi armadura y abrasa mi carne. Pero el poder de Kiaran corre dentro de mí y siento que se apodera de mí, la curación y la energía, resonando a través de la armadura, a través de la sangre de hada que la cubre, a través de mi corazón. Me baso en todo ese poder y lo recojo dentro de mí, con la fuerza de una tormenta, lanzo el fuego contra el muro. Las llamas se disipan a mí alrededor y la parte salvaje de mí grita con la victoria. Los daoine Sith tratan tratan de arrojarme más energía, pero el poder de Kiaran es mucho más fuerte. Envaino una hoja para apuntarla en la cabeza y rebanar la cabeza de un hada. Así de fácil. Rodeada por la lluvia de los cuerpos, miro hacia el final del valle, donde las afueras de la ciudad se destacan. Daoine Sith están
montando a caballo lejos de la pradera. Lejos de la batalla hacia mi casa. Y me doy cuenta de que Gavin rodea mi máquina de volar, observando para asegurarse de que la batalla no se derrame en la cuidad. No les daré la oportunidad. Corro como una locomotora, enfundando la pistola y tocando mis hojas juntas para que reviertan en un disco en forma de estrella, deslizándose de nuevo en mi coraza. Una vez dentro, me meto en una palanca para abrir el compartimiento de las armas, con lo que saco el cañón sónico. Colocándome unos tapones en mis oídos, grito: — ¡Kiaran! ¡Kiaran! — ¿Aye? ¿Aye? Está en la locomotora detrás de mí, cubierto de sangre y suciedad. Sus ojos queman brillantemente. Le lanzo otro par de tapones para los oídos. — Vas Vas a necesitar de estos. Deslizo mis propios tapones perfectamente en mis oídos y lanzo el cañón sobre mi hombro y de un tirón, tiro el nivel de intensidad hasta el final. Por un breve momento, saboreo un silencio tan espeso que no hay ningún sonido que lo penetrase. La calma antes de la tormenta. El dulce sonido de la paz antes del caos. Entonces localizo mi objetivo hacia las hadas y lo libero. El artilugio se estremece en mis manos y las veo caer en el suelo cuando la ola de sonido las golpea. Me doy vuelta y apunto de nuevo contra un grupo más grande, que ya estaban marchando rápido hacia mí con sus caballos. Tiro de nuevo. Cuando el golpe del sonido, las clasifica en las ondas como si algo sólido se estrellase contra ellos. Las hadas más cercanas a mí yacen retorcidas en el el suelo, sangrando por las orejas. Saco mis tampones para los oídos y sonrío hacia Kiaran.
— ¿Bonita distracción, verdad? Kiaran parece impresionado. — Sabía que había una razón por la que me gustas. Asiento hacia al hada incapacitada que estaba hacia el otro extremo del parque. — ¿Lo mato o es tuyo? — Es mío — dice Kiaran. Su sonrisa era lenta y espantosa — . Definitivamente es mío. Él salta de la locomotora y va hacia los demás. Si yo no tuviese tantos enemigos sobre mi espalda, me habría ido con él. En lugar de ello, me lanzo a una Sluagh dándole vueltas y hundiendo mi espada en su cuello. Una fría erupción de niebla y hielo se adhiere a mi armadura. Me apresuro hacia mis enemigos otra vez. Todo pasa tan rápido, no hay tiempo para centrarse en un solo individuo en particular. Cuando uno viene hacia mí, lo mato. Luego otro, y luego otro. Utilizando mis explosivos, lluvia de rocas y polvo se cierne sobre mí. El prado se ilumina con el poder y el cielo con destellos de luz. Energías me golpean y yo soporto el dolor. Esquivando, y cortando. No sé cuántas hadas ya he matado. Todo lo que importa era el torrente de energía que hay cuando mueren y el placer de solo hacerlo. Rozo mis hojas en el aire y observo como el poder prestado sale de mí. Cerrándome de golpe en los cuerpos y los gritos son ensordecedores. Las habilidades de Kiaran son embriagadoras. La caza siempre debía de ser así. La emoción, y la victoria. El miedo. Necesitaba más. — ¡Kam!
Kiaran me agarra por detrás, haciéndome girar para enfrentarlo. Casi tambaleo en su cuerpo, por lo que estaba ebria y con náuseas y estoy empezando a sufrir calambres en el estómago. Él pone sus manos en mi rostro y me obliga a mirarlo. — Ahora — dice — . Ya hemos matado a bastante de ellos para que el escudo se mantenga un poco más. Tienes que ir y activar el sello. — ¿Ahora? — Niego, tratando de comprender sus palabras. Las ganas de luchar me estaban tirando para atrás hacia la pelea de nuevo. Exploro brevemente el prado. Kiaran me aparta justo cuando un hada restante se retira para reagruparse, mientras que los heridos todavía se están sanando de sus múltiples heridas. Recortes de la armadura ensangrentada brillan en la oscuridad. Kiaran y yo hemos cortado tantos sacrificios, sus cuerpos tirados sobre el prado. Qué dios me ayude, pero esto me encanta . ¿En qué clase de persona me convertía esto? — ¿Kam? — ¿Puedo matar al resto? — le digo, desestimando el horror sobre lo que había hecho. Ahora no era el momento para la culpa — . Puedo. — No, no puedes. — Kiaran sostenía su mirada en la mía, tan intensa que no creía que pudiese mirar a otro lado si quisiera — . Mis poderes no son para ti. Si los mantienes demasiado tiempo, te destruyen. —Pero… pero que pasa…
Contigo. ¿Qué pasa contigo? Mi garganta se cierra. — No lo hagas — dice — . Tienes que dejarme ir. Eso era lo que más me dejaba fría, suprimiendo la necesidad de volver a matar. No podía ayudarme a mí misma. Lo jalo y lo beso desesperadamente.
— Lo siento — digo. Eso es todo lo que podía manejar — . Lo siento mucho. — Lo beso otra vez, difícilmente, creyendo que mis labios se estaban magullando. Él se apodera de mis hombros, respirando fuertemente con un destello de angustia, y de pesar, que cruza en su hermoso rostro. Esa mirada que me perseguiría por el resto de mis días. — Vete, Kam. —Pero… — ¡Maldita sea, te he dicho vete ! Él me hace a un lado, su expresión cuidadosamente compuesta de nuevo, listo para la batalla. Siempre lo recordaré de esa forma. Fuerte, e inflexible hasta el final. Contra todos mis instintos, me doy la vuelta y lo dejo allí.
Capítulo 38 Traducido por Ana Lucia Corregido por Nanami27
No seré lo suficientemente rápida, no con las hadas persiguiéndome a caballo. Me embalo hacia la locomotora de nuevo, corriendo tan rápido que apenas puedo respirar. Me tropiezo entre los charcos que penetran en mis botas. La lluvia golpea contra mi piel, fría e implacable. Salto por encima de los cuerpos de los soldados hadas caídos y trato de no pensar en el destino de Kiaran si me las arreglo para activar el sello. Por el rabillo del ojo, veo cómo algo oscuro y brillante salta sobre mí. Golpeo el suelo rodando. El cù síth salta sobre mí y aterriza en la hierba. El instinto se apodera de mí. Cuchillas que no recuerdo haber sacado se encuentran ya en mis manos mientras me lanzo a la caza, acuchillando. Ni siquiera me detengo para disfrutar de la matanza. Me pongo de pie y corro por el prado de nuevo. Escucho galopar a los caballos detrás de mí, y sé que no tengo mucho tiempo. Las hadas están comenzando a recuperarse. No muy lejos se encuentra la locomotora. Cada parte de mí duele por el esfuerzo de seguir corriendo. Mis piernas queman. Mi garganta está seca y cada respiración es una agonía. Abro de un tirón la puerta y salto en el interior, ya moviendo los interruptores para encender el motor, antes de que la puerta se cierre. — Rápido — me susurro a mí misma, girando la manivela para permitir la mayor velocidad posible. El motor ronronea a la vida. Solo entonces miro hacia atrás, y veo a las hadas a caballo dirigiéndose directamente hacia mí. Saco una
cuchilla, lista para pelear de nuevo si es necesario. Pero Kiaran ya está allí, saltando y cortando a través de las hadas. Vuelvo mi atención a operar la locomotora, pero se detiene. — Vamos — murmuro, empujando los pedales con los pies. — ¡Apúrate, Kam! El poder de Kiaran truena alrededor de nosotros. Su poder crepita por el prado, una luz cegadora y abrasadora que quema mis mejillas. Bombeo la palanca, pero de nuevo el motor se detiene. — ¡Kam! — ¡Lo estoy intentando! En ese momento, uno de los daoine sìth , con las riendas de su caballo en su boca, extiende la palma de su mano hacia mí, con los dedos extendidos.
Oh, maldi… Ráfagas de luz centellan de su palma. Tiro de la puerta abierta y salto fuera de la locomotora, mi cuerpo estrellándose contra el suelo. Grito cuando mi muñeca se tuerce bajo mi peso. La locomotora explota. Pongo mis rodillas contra mi pecho y cubro mi cabeza, mientras trozos de vidrio y metal golpean el suelo. Una gran pieza afilada se incrusta en el suelo, justo al lado de mi cara. ¡Levántate, levántate! Me empujo de pie, ignorando el dolor agudo de mi muñeca. Los poderes de Kiaran ya la están sanando. Delante de mí, veo un caballo de metal sin jinete. Corro por el prado y salto sobre el lomo del animal y me siento a horjacadas en la silla de montar. El caballo relincha en protesta y el humo sube desde sus fosas nasales. Se levanta, pero me sostengo con fuerza a su fina
crin dorada. Los poderes de Kiaran fluyen de mis dedos, brillando resplandecientes. El caballo se calma. — Anda — ordeno. El caballo despega tan rápido, que apenas logro sujetarme de su crin. Corre por el Parque de la Reina, a través de la hierba demasiado húmeda, salpicando gotas de agua lo suficientemente altas como para empapar mis pantalones. Debajo de mí, sus cascos golpean tan fuerte y rápido como su corazón. Thumpthump thumpthump thumpthump . Inclino mi cuerpo más cerca del lomo de la criatura, hasta que nos movemos juntos. No me atrevo a mirar atrás. Temo que si me volteo, encontraré a Kiaran muerto. Tengo que confiar en que nuestra conexión a través de la armadura me dejará saber si eso sucediera. El sonido de galope, detrás de mí solo me preocupa más, pero trato de seguir centrada, apretando mi agarre en la crin del caballo. Lo animo a que vaya más rápido, más rápido. El poder ondea alrededor de mí, cegadoramente brillante. Un rayo de energía golpea la hierba cerca y el caballo relincha en señal de protesta. Se encabrita y casi caigo de mi asiento. Canalizo el poder de Kiaran para calmar a la bestia, para convencerlo de que vuelva a correr. Las patas delanteras del caballo alcanzan el suelo de nuevo, y nos movemos con mayor velocidad, corriendo por el pedazo de tierra que conduce hacia la Capilla de San Antonio. Siento el zumbido del dispositivo antes de llegar al arco. Entonces salto fuera de la silla de montar y corro hacia las piedras. Caigo sobre la tierra y excavo para desenterrar el dispositivo otra vez. Levanto la mirada. Hay más jinetes detrás de mí, un sluagh ronda en el cielo por encima de mí. No hay señales de Kiaran, pero no puedo pensar en ello ahora.
Mi excavación se vuelve más frenética, el zumbido tan fuerte como antes. Finalmente, el oro brilla a través del barro. Aprieto mis dedos en las hendiduras a lo largo del borde de la placa de metal y la luz explota justo a tiempo desde el dispositivo. Un sluagh se estrella contra el escudo de luz. Nunca había escuchado un grito así en mi vida, tan lleno de agonía. Observo en shock cómo el sluagh explota en llamas azules y blancas, y estalla en una explosión de hielo y niebla. Entonces… nada. Solo la escarcha en el suelo demuestra que una vez la criatura existió. Las hadas a caballo que me perseguían, se detienen bruscamente en el borde del escudo iluminado. Me rodean con impaciencia, la niebla arremolinándose a sus pies. Todavía no hay ninguna señal de Kiaran más allá de las hadas que me rodean. Lonnrach se acerca y observa el círculo de luz con calma. — Esto no va a salvarte. Él extiende su mano y explosiones de energía doradas surgen de su palma. Golpea la luz y ondea a través de su superficie como agua. Otra hada se le une, mezclando sus poderes para romper el escudo. Pronto se debilitará y se romperá. Aseguro mis manos en el barro, a cada lado de la iuchair 19. Los anillos interiores han cambiado de posición, justo como Kiaran dijo que lo harían. Recuerdo su correcto arreglo de mi dibujo. Giro los círculos interiores del compás y alineo los símbolos con el reloj. El grabado brilla mientras se alinean y hacen clic en su lugar. Ahora el resto. La pieza faltante del rompecabezas. Mis ojos vagan sobre los símbolos que he conectado, en busca de un patrón. Todavía nada. ¿Qué significan estas malditas cosas? El sonido de metal me distrae. Levanto la vista. ¡Kiaran! Debió de haber luchado a través de la pared de jinetes. Sus ropas están raídas y tiene cortes abiertos a lo largo de sus brazos.
Llave , en escocés gaélico.
19iuchair:
Kiaran clava su espada en el pecho de un daoine sìth y me mira. — ¡Date prisa! — Dice. El poder de Lonnrach sacude de nuevo el escudo, mientras que mi atención vuelve a la iuchair. Pero los símbolos aún no parecen tener secuencia alguna. Están al azar. Solo talladuras errantes sin ningún orden en particular, como estrellas en el…
¿Puedes nombrarlas, Aileana? Aquí ahora, repite después de mí… El carmesí te queda bien. Sacudo la cabeza contra los recuerdos. Imágenes de mi madre muerta. Un hermoso cadáver de la persona que una vez conocí.
¿Puedes nombrarlas? El carmesí te queda bien Aprieto los dientes y empujo los recuerdos de la muerte de mi madre a donde pertenecen. Abro esa profunda grieta dentro de mí, y meto mi dolor en el interior. Esas imágenes del cadáver de mi madre están enterradas en un ataúd, para ser selladas en mi corazón.
¿Puedes nombrarlas, Aileana? Polaris, el anillo del centro. Señalo con el dedo a la flecha que apunta hacia el sur y giro la que sigue en relación al dispositivo. Capella . El símbolo que representa a Pegaso. Orión. Norte. Reconozco la forma de Cassiopeia . El Gran Agujero. Hago rotar los anillos hasta que coincidan, de la forma en que estarían en el mapa estelar. ¿Cómo podría no haber visto esto antes? Muchos monumentos viejos corresponden a las alineaciones celestiales. Ellas son constantes, como la luna. El último anillo. La alineación de las estrellas del este, y las hadas estarán atrapadas de nuevo. Y Kiaran quedará atrapado con ellos.
Lo busco y veo cuando rebana sin esfuerzo la armadura de un daoine sìth . Cuando pelea, él es pura gracia. Hace movimientos que cualquier guerrero envidiaría. Nunca volveré a verlo. Pero tengo que hacer esto. Con los ojos cerrados, encajo con un clic el último símbolo en su lugar. Y espero. El sonido de metal y el retumbo de poder siguen resonando por todo el parque. Abro los ojos y miro hacia abajo, al sello. No pasa nada, Dios mío, ¿estará roto? ¿He hecho algo mal? — Dos minutos. — Kiaran lucha su camino hacia mi campo de visión, deteniéndose solo para hundir su espada en otro daoine sìth — . Te dije dos minutos, ¿recuerdas? — Algo está mal — digo, comenzando a entrar en pánico — . No está funcionando. — Entonces no los colocaste en la posición correcta… Lonnrach blande su espada hacia Kiaran. Kiaran se lanza hacia a un lado. Si él hubiera sido cualquier otro, el movimiento habría lucido suave, fácil. Pero yo lo conozco. Kiaran está agotado. Ya ha usado gran parte de su poder al prestarme la mitad. Kiaran se recupera con una pequeña sonrisa hacia Lonnrach. — Has mejorado. — Los beneficios de la prisión, Kadamach — dice Lonnrach — . Todo lo que tenía era tiempo. Se lanzan el uno contra el otro, con las espadas levantadas. El poder se enciende alrededor de ellos, tan brillante que apenas puedo ver a través de ello, solo las sombras de sus cuerpos cuando atacan y se acuchillan el uno al otro. La energía crepita tan estruendosamente, que apenas puedo escuchar los sonidos del choque de sus armas. Cuando la luz se desvanece, ambos están sangrando en varios cortes. Kiaran tiene una lesión grave en un brazo, una profunda herida que sangra abundantemente a través de su camisa.
— ¿No quieres ayudarlo, Falconer? — pregunta Lonnrach. Al fin aparta sus ojos de Kiaran y me mira directamente — . Si lo aprisionas con nosotros, su tortura no tendrá fin. Vacilo. Echo un vistazo a Kiaran, y lo único que puedo pensar es en aquella mirada de arrepentimiento y vulnerabilidad, la promesa de lo que pudo haber sido entre nosotros. Kiaran se lanza hacia Lonnrach. — ¡Activa el maldito sello, Kam! El poder estalla alrededor de ellos y me concentro de nuevo en el sello. Kiaran tiene razón. No puedo permitirme ser distraída. Tengo que hacer esto. Me quedo mirando el sello, haciendo una mueca cuando otra ráfaga del poder hada golpea el escudo. Ondula a mí alrededor, comenzando a fallar. Me concentro en los símbolos. ¿De qué me estoy perdiendo? “Aileana” , susurra una voz en mi mente. Conozco esa voz.
— ¿Madre? — susurro. “Aileana” Escucho de nuevo. Suena como ella. ¡Esa hermosa voz!
Tan calmada Tan tierna, tan familiar. No. No puede ser ella. Levanto mis ojos del dispositivo. Sorcha se encuentra de pie en medio de los cadáveres que Kiaran ha dejado en su camino, sonriendo con su sonrisa infernal. La rabia estalla dentro de mí. Ella no merece ser atrapada viva con los demás. Ella merece sentir mi mano desgarrando su carne y rompiendo sus huesos, así podré robar su corazón palpitante, como ella hizo con mi madre.
No. Tengo que activar el dispositivo. Tengo que hacerlo. Sorcha sonríe, como si sintiera mi lucha. Trato de concentrarme en Kiaran, en cómo necesito mantener mi rabia contenida para que él pueda seguir con vida.
Pienso en nuestro beso, en cómo sus labios se demoraron contra los míos. Su promesa susurrada. Aoram dhuit. Yo te adoraré. Arrastro mi atención de nuevo al sello, a la posición de los símbolos. Echo un vistazo hacia arriba. Las nubes han comenzado a soplar, dejando tras de sí un cielo nocturno, claro y brillante con estrellas. Estudio las constelaciones. Quizás Kiaran se equivocó , cuando sospechó que podría. Si su hermana tuvo que alterar el sello para este fin, tal vez ella cambió la secuencia. La clave para colocar correctamente los anillos podría no tener nada que ver con una posición fija en el sello. Tal vez alinearlos según su posición en el cielo, ahora podría volver a cerrarlo. Hago clic en los símbolos hacia nuevas posiciones, colocándolos esta vez como las constelaciones en el cielo. Una vez completado el primer anillo, el sello comienza a ronronear. Casi sonrío. Lo tengo. Hago clic al segundo anillo en su lugar y el ronroneo aumenta. La voz de Sorcha imitando a la voz de mi madre resuena en mi cabeza de nuevo. Falconer… Pongo mis manos sobre mis oídos, como si eso de alguna manera pudiera amortiguar su voz. Ahora sé por qué Kiaran me dijo que me enfocara en los recuerdos de esa noche en el lago, que les permitiera inundarme. Ellos limpian toda la rabia, hasta que solo me quedo con los recuerdos de nosotros juntos. Cazando juntos. Corriendo a través de la ciudad en la noche. Luchando hasta las primeras horas de la mañana. Tendidos en la hierba. Kiaran diciéndome que quería quedarse conmigo hasta el final. Esos recuerdos me anclan. Ignoro el escudo vacilante alrededor de mí, y hago clic al tercer y cuarto anillo en su lugar. Luego el quinto. Otro recuerdo irrumpe, parpadeando violentamente en mi mente. Sorcha rasgando la garganta de mi madre. Sorcha arañando su pecho abierto. La amplia sonrisa de Sorcha, mientras sostiene en alto el corazón sangrante de mi madre.
El carmesí te queda bien. El carmesí te queda bien. El carmesí te queda bien. El carmesí te queda bien … — Detente — digo — ¡Detente, detente, detente ! “Oblígame” susurra su voz en mi mente.
Trato de reutilizar mis recuerdos de Kiaran, pero cada vez que creo que he triunfado, siento a Sorcha en mi mente. Ella me arrastra fuera del espacio de calma en que quiero estar, y me empuja de nuevo al cuerpo de la niña que solía ser: débil, temblorosa y entumecida. Me obliga a sentarme junto al cadáver de mi madre de nuevo, sintiendo el peso resbaladizo de su sangre por todo mi cuerpo. — ¡Detente! — Abro los ojos de nuevo, para encontrarme con los de Sorcha. Sorcha habla de nuevo, con la voz de mi madre, la voz que utilizaba para calmarme, reír y para consolarme. — Entonces toma mi corazón a cambio, Falconer — se burla — . Si puedes. Mis recuerdos de Kiaran dejan de importar. Solo hay una furia creciente y la imagen de ciento ochenta y seis lazos carmesí atados con pines a un mapa. Todas aquellas personas que ella asesinó. Eso es todo lo que necesito para silenciar mi parte racional. Me levanto con mis armas en mi mano, a punto de cruzar de una zancada el escudo de luz para matar a Sorcha. — ¡Kam, no lo hagas ! ¡La visión del Vidente! Miro a mi alrededor. Los ojos de Kiaran atrapan mi mirada, al tiempo que bloquea otro de los golpes de Lonnrach. Me detengo en el borde de luz, mi pie a punto de dar ese último paso fatal. Y puedo verlo todo claramente, quizás de la misma forma en que Gavin lo hizo. Me veo pasando a través del escudo. Tal vez mate a Sorcha y Kiaran muera. O tal vez ella me mate. En ambas versiones de la realidad, la ciudad cae. Los edificios son reducidos a escombros y cenizas. Todos a los que amo, mueren. Así es como termina la visión.
Sorcha trataría de convencerme de que vale la pena arriesgarlo todo para vengarme. Pero los muertos no vuelven. Yo lo sé mejor que nadie. — No — le digo a Sorcha. Tomo la decisión, esperando que la visión cambie. Doy un paso atrás, hacia el sello, y pienso en las palabras que Derrick me dijo después de que destruí el mapa. — Nunca permitiré que me rompas. Ignoro sus intentos de arañar dentro de mi mente, para exponer cada recuerdo, cada pesadilla, cada pelea alimentada por la rabia que he tenido. Ella trata de atraerme de nuevo hacia esa parte vengativa, convertirme en la criatura irracional que abandonaría la cosa más importante de todo, solo para matarla. No voy a ser esa persona por ella. Hago clic en el sexto anillo y escucho de nuevo intensificarse el agradable ronroneo del dispositivo. Mirando hacia arriba, veo a Kiaran una última vez antes de alinear el último anillo. La posición de la luna de sangre. Él y Lonnrach siguen luchando, su poder comienza a quemar de negro la tierra a su alrededor. — Adiós — le susurro. Antes de que haga clic en el último anillo, Lonnrach agarra a Kiaran por la camisa y lo arroja hacia el escudo. El escudo se rompe con un sonido tremendo, resquebrajando la luz dorada a mi alrededor. Kiaran se estrella contra mí y termino tirada en el suelo debajo de su pesado cuerpo. — ¿Kiaran? Me las arreglo para empujarlo fuera de mí. Parte de su rostro se quemó por el escudo, la piel ennegrecida muestra el hueso. Mis dedos tocan la ennegrecida piel de su garganta y esto casi me rompe. Las lágrimas caen de mis ojos.
— Kiaran — lo sacudo — . Kiaran, despierta. — Todavía no se mueve, ni siquiera respira. Lo sacudo con más fuerza. Golpeo su pecho. Le grito — : ¡Despierta! ¡Kiaran! Un par de botas crujen sobre la tierra delante de mí y miro hacia arriba, para encontrar la fija y dura mirada de Lonnrach. — Está vivo, Falconer. Incluso un escudo tan fuerte como ese no es lo suficientemente poderoso para destruirlo. Mi breve momento de alivio es aplastado por el horror de lo que he hecho. El sello. Oh, Dios mío. Me empujo sobre mis pies, tambaleándome de nuevo hacia el dispositivo, para activar el último circulo y salvarnos a todos, pero Lonnrach me agarra. La punta de su espada afilada se encuentra bajo mi barbilla y siento un hilillo de sangre deslizarse por mi garganta. — ¿De verdad crees que soy tu peor enemigo? — Él mira hacia Kiaran, hay una emoción en su mirada que no puedo comprender. Luego dice algo que nunca olvidaré — : Vas a desear haber matado a Kadamach cuanto tuviste la oportunidad.
Bestiario Traducido por VicHerondale Corregido por AriannysG
Notas y observaciones de los Fae de Aileana Kameron : Con algunos comentarios de Kiaran MacKay. No he sido eliminada del tronco del vestidor por cierto pixie de la residencia…
Derrick, este eres tú. Como he venido a aprender, las historias de las Fae de mi infancia son el resultado de varios miles de años de historia oral diluidos. Lo que ahora queda del mundo Fae no es más que una sombra de su antigua magnificencia. Los Seelie y Unseelie, dos reinos en guerra de la luz y la oscuridad Fae, una vez conquistaron continentes enteros. La humanidad fue prácticamente impulsada a ser extinguida por lo que las Fae llaman la Caza Salvaje, un intento sistemático para capturar y matar a los seres humanos más fuertes, especialmente los que tienen la Sight. Fue la guerra sin fin entre los dos reinos que casi los destruyeron, y la guerra final con los Falconers que finalmente la terminó. Después de todo lo que Kiaran me ha enseñado, me he dado cuenta de que solo una verdad ha perdurado en el tiempo: Nunca te fíes de las hadas. Aileana Kameron, 1844.
Baobhan Sìth. Fae solitaria (posiblemente pertenecía a un reino en su pasado). Se relaciona con los daoine sìth , pero es distinta a causa de sus fuertes habilidades telepáticas. Es magnética, con largo cabello oscuro y los ojos verdes más vivos que he visto nunca. Su sonrisa es a la vez inquietante y aterradora, una cosa de pesadillas. Su poder tiene un sabor fuerte, como si la sangre estuviera siendo forzada por mi garganta. Aparte del sacrificio de los Falconers, asesinó a cualquier otro baobhan sìth nacido por lo que sus habilidades se mantuvieron sin igual. Fortalezas: Es muy inteligente y astuta, su capacidad de matar
ayudada por sus poderes mentales pueden engañar a una persona a conocerla en un camino oscuro de su elección en la que drena sus víctimas de la sangre.
Muertes: 20.36.87.103 Demasiadas para contarlas. Debilidades: No se conocen las debilidades Voy a encontrar una.
Cù Sìth. Fae no solitarias, Unseelies. Un Fae sabueso de casi cinco metros de longitud, diecisiete kilos de peso, con piel que alterna en diferentes colores (rojo, verde, violeta profundo, como he sido testigo). Su lugar en la batalla es similar a la de los redcaps: inmovilizar a sus enemigos lo más rápido y eficientemente como sea posible.
Puntos fuertes: Una sola ráfaga de energía puede hacer que una persona se ponga inmóvil (para el oído humano suena como un aullido penetrante); denso, impenetrable piel, garras afiladas. Viajan en manada.
Debilidades: Piel más fina en el vientre, pero no por mucho. Adición : Gustos por la ceniza seca. Parece que también tienen púas venenosas a lo largo de sus garras que pueden causar
enfermedades mortales. Gracias por no advertirme de eso, Kiaran.
Daoine Sìth. Fae no solitarias, tanto Seelies y Unseelies (Fae de la luz y oscuridad). Son sobrenaturalmente hermosos, una raza de guerreros conocidos por causar destrucción y conducir a los seres humanos casi a la extinción (Kiaran los llama Caza Salvaje). Una vez los daoine sìth gobernaron no solo el reino de las Fae (Sith-bhrùth), sino que una vez lograron conquistar casi todos los continentes en la tierra. Kiaran afirma que una vez hubo una distinción entre la Luz y la Oscuridad, pero con el tiempo ambos tribunales se hicieron igualmente obsesionados por el poder y despiadados. Por supuesto, Kiaran está siendo vago sobre las fortalezas y debilidades, pero he logrado reunir que sus poderes incluyen la capacidad de manejar los elementos.
Debilidades : ¿? El poder de Kiaran, por lo menos, es dulce y terroso, floral, algo salvaje. Lo cual es indescriptiblemente hermoso cuando está siendo agradable, y nauseabundo cuando no lo está. TAMBIÉN SON UNOS ENGREÍDOS BASTARDOS ARROGANTES.
Pixies. En Gàidhlig , se conocen como aibhse . Pequeñas, Fae alados, en su mayoría no solitarios. Los pixies, como otras Fae pequeñas, están solo lejanamente relacionadas con los tipos más grandes de sìthichean . Una vez tuvieron su propio reino, tierras, o reinos que fueron gobernados por separado en algún lugar de Skye, pero emigraron en masa a Cornwall en algún momento antes de la batalla Falconer con los daoine sìth . El poder de los Pixies brilla en un halo alrededor de ellos, cuyo color cambia según el estado de ánimo
del Pixie. Puede alimentarse de la energía humana, al igual que la mayoría de otros Fae, pero en gran medida opta por no. Los gustos de alimentación son de pan de jengibre. Al parecer, no pueden ayudar pero arreglan ropa y roban objetos brillantes.
Voy a robar tu pistola preferida cuando no estés mirando.
Fortalezas: Vuelan extremadamente rápido; hábil con pequeñas armas agudas. También soy bastante guapo para las damas .
Debilidades: Dulces. No es una debilidad . Indecisos en cuanto a la ropa. Tampoco es una debilidad .
Derrick: Si escribes en este diario una vez más, lo dulce se va a la basura.
Capas rojas En Gàidhlig , que se conocen como athach. Fae no solitaria, Unseelie. Sobre el tamaño de un Revenant, pero más delgados. Sus brazos cuelgan bajos y sus manos son grandes, con dedos largos y afilados. Llevan máscaras de huesos, y manchas de la sangre de sus últimas víctimas humanas sobre sus frentes. Los Capas Rojas fueron una vez la fuerza física del ejército Unseelie. Usando sus martillos de guerra hechos del metal Fae, podían cortar sus oponentes rápidamente, lo que hizo que el otro ejército se debilitara.
Fortalezas: Agilidad, martillos de guerra. Debilidades: A lo largo de la espalda baja puede ser perforado por un arma mortal. Gran parte de su energía es aprovechada en el martillo; eso los hace vulnerables a los ataques.
Adición : Gustos de alimentación de agua de avellana y hierro. Y al parecer uno no debería mezclar cantidades excesivas de seilgflùr con pólvora y tratar de hacer estallar un Capa Roja, un desastre vendrá.
Revenant . En Gàidhlig , que se conocen como Fuath . Fae solitarios. Masivas, criaturas descomunales que miden dos metros de altura. Horribles, piel de aspecto de descomposición (al parecer una deficiencia natural de este tipo). Huelen a decadencia no solo a causa de su piel, sino también a causa de su tendencia de llevar a las víctimas fallecidas a sus viviendas subterráneas como una especie de trofeo. Su patrón de alimentación es mucho más lento que otras Fae, ya que esperan hasta que su última víctima está totalmente podrida antes de cazar de nuevo.
Fortalezas: El tamaño, la musculatura. Debilidades: Una abertura a lo largo de su caja torácica; un punto débil a lo largo de su cavidad abdominal. Son sumamente estúpidos.
Adición : Kiaran estaba siendo amable cuando describió su olor. Trataré de aguantar la respiración en el futuro. Y, maldita sea, su sabor es como azufre y amoníaco, una combinación más aborrecible que no puedo concebir.
Sluagh. Fae no solitaria, Unseelie. Criaturas voladoras que se asemejan a los dragones. Su piel es delgada e iridiscente. Con su capacidad de volar en silencio y en grandes cantidades, una vez sirvieron a los Unseelie en forma de halcones hacia los Falconers: como espías desde el aire. Tienden a usar sus poderes a distancia durante un enfrentamiento, ya que se encuentran entre las Fae físicamente frágiles. Sin embargo, Kiaran me dice que no me deje engañar por su aspecto débil.
Fortalezas: Bueno, su capacidad para incinerar todo a su paso, sin duda suena decididamente desagradable; voy a estar segura de evitarlos.
Debilidades: La piel es lo suficientemente delgada como para
cortarlos.
Adición : Su poder carece de sabor, pero en su lugar se siente fría y resbaladiza. Y ahora puedo decir que he experimentado de primera mano el poder de su incineración y he vivido para contarlo...
The Falconer #2 Aún se desconoce tanto la sinopsis como el título del libro. La única información de la que se consta es que será publicado en 2015,
Sobre la Autora Elizabeth May Elizabeth May actualmente reside con su marido en Edinburgo, Escocia. The Falconer es su novela debut.