El Zen en el arte del tiro con arco. Eugen Herrigel (texto completo) Publicado: Lunes, Lunes, 27 de Abril de 2009 00:47 por Ernesto
Milá en MIS
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Hace algo más de dos años emprendimos la digitalización de esta obra de Eugen Herrigel, el único relato existente de un europeo que marchara al Japón apro!echara su estancia all" para iniciarse en el arte del tiro con arco. En aquella ocasión, por #alta de tiempo, no pudimos concluir la digitalización de esta obra que ahora presentamos a nuestros amigos precedida por la introducción de $.%.. &uzu'i. (ale $.% (ale la pena ad!ertir que la belleza la intensidad de la experiencia de Herrigel tienen un único pero) tienden a reducir el *en a una dimensión casi exclusi!amente psicológica, minimizando el hecho de que a tra!+s suo pueda alcanzarse una experiencia trascendente. s" pues, recomendamos que este texto no sea se lea aislado sino s ino unto a los textos clásicos del *en o de lo contrario se puede tener un conocimiento, sino equi!ocado, s" incompleto de esta práctica. Introducción de D. T. Suzuki Introducción
na de las caracter"sticas determinantes de la práctica de la arquer"a, en realidad de todas las artes según son encaradas en el Japón, probablemente tambi+n en otros pa"ses del /eano 0riente, es que no tiene un #in meramente utilitario ni se limita al puro goce est+tico, e st+tico, sino que está destinada a adiestrar la inteligencia a ponerla en contacto con la realidad esencial. $e ah" que el obeto de la práctica de la arquer"a no consista única exclusi!amente en 1dar en el blanco12 que el esgrimista no esgrima la espada es pada sólo para derrotar a su antagonista, que el bailar"n no baile sólo para eecutar ciertos mo!imientos r"tmicos del cuerpo. ntes que nada, la mente debe ser armonizada con lo 3nconsciente. &i se quiere realmente ser 4aestro en un arte, su conocimiento t+cnico no basta2 es necesario trascender el aparato de la t+cnica, de manera que el arte se con!ierta en un 1arte sin arti#icio1, surgido del 3nconsciente. En el caso particular de la arquer"a, arque r"a, quien acierta el blanco el blanco mismo, dean de ser dos obetos antagónicos para trans#ormarse en una sola, única realidad. El arquero pierde conciencia de s" como persona empeñada en dar en el blanco que tiene ante su !ista2 este estado de 1inconsciencia1 se cumple cuando, c uando, absolutamente !ac"o libre de s", se !uel!e uno, indi!isible, indi!is ible, con el arte de su su destreza t+cnica, aunque haa en +l algo, de un orden totalmente di#erente, que no puede ser aprehendido a tra!+s de ningún estudio progresi!o del arte.
/o que distingue esencialmente la doctrina *en de todas las demás doctrinas religiosas, #ilosó#icas o m"sticas es que, al par que no trasciende amás los l"mites de nuestra !ida cotidiana pese a su concreción pragmaticidad, posee algo que la mantiene apartada de la sordidez la inquietud humanas. /legamos as" a la relación entre la doctrina doc trina *en el arte de los arqueros, otras artes a#ines como la esgrima, el arreglo #loral, # loral, la ceremonia del t+, la danza las bellas artes en general. /a doctrina *en no es otra cosa que el 1esp"ritu cotidiano1, según la #eliz expresión de 5aso 64atsu2 muerto en 7889 2 1esp"ritu cotidiano1 que consiste simplemente en 1dormir cuando se está #atigado1, en 1comer cuando se tiene hambre1. penas re#lexionamos, meditamos conceptuamos, la inconsciencia original se pierde se interpone un pensamiento. :a no comemos cuando estamos comiendo ni dormimos cuando estamos durmiendo. /a #lecha se desprende de la cuerda pero no se dirige rectamente hacia el blanco b lanco ni el blanco permanece donde está. El cálculo, que es por naturaleza erróneo, inter!iene, toda la experiencia de la arquer"a misma toma el camino equi!ocado. /a mente con#usa del arquero se traiciona a s" misma en todo sentido en todos los planos de su acti!idad. El hombre es una #lecha pensante pero sus más grandes obras sólo las realiza cuando no está pensando o calculando. /a 1puerilidad1 debe ser recuperada a tra!+s de largos años de adiestramiento en el arte del ol!ido de s", cuando lo logra, el hombre piensa aunque no piense. ;iensa como la llu!ia que cae del cielo, como las olas que se agitan en el oc+ano, como las estrellas que iluminan el cielo nocturno, como el !erde #ollae mecido por la sua!e brisa de la prima!era. En realidad, +l es la llu!ia, el oc+ano, las estrellas, el #ollae.
osozen 6muerto en ??@A9 dice) 1He aqu" un hombre que, habiendo con!ertido la !acuidad del espacio en una hoa de papel, las olas del oc+ano en un un tintero el monte &umeru en un pincel, traza estos cinco caracteres) so-shi-sairai-i 6?9. nte ellos, extiendo mi zagu 6B9 me inclino re!erentemente1. ;odr"amos preguntarnos) Cqu+ signi#ica esta extra!agante extra!agante declaraciónD C;or qu+
/o que distingue esencialmente la doctrina *en de todas las demás doctrinas religiosas, #ilosó#icas o m"sticas es que, al par que no trasciende amás los l"mites de nuestra !ida cotidiana pese a su concreción pragmaticidad, posee algo que la mantiene apartada de la sordidez la inquietud humanas. /legamos as" a la relación entre la doctrina doc trina *en el arte de los arqueros, otras artes a#ines como la esgrima, el arreglo #loral, # loral, la ceremonia del t+, la danza las bellas artes en general. /a doctrina *en no es otra cosa que el 1esp"ritu cotidiano1, según la #eliz expresión de 5aso 64atsu2 muerto en 7889 2 1esp"ritu cotidiano1 que consiste simplemente en 1dormir cuando se está #atigado1, en 1comer cuando se tiene hambre1. penas re#lexionamos, meditamos conceptuamos, la inconsciencia original se pierde se interpone un pensamiento. :a no comemos cuando estamos comiendo ni dormimos cuando estamos durmiendo. /a #lecha se desprende de la cuerda pero no se dirige rectamente hacia el blanco b lanco ni el blanco permanece donde está. El cálculo, que es por naturaleza erróneo, inter!iene, toda la experiencia de la arquer"a misma toma el camino equi!ocado. /a mente con#usa del arquero se traiciona a s" misma en todo sentido en todos los planos de su acti!idad. El hombre es una #lecha pensante pero sus más grandes obras sólo las realiza cuando no está pensando o calculando. /a 1puerilidad1 debe ser recuperada a tra!+s de largos años de adiestramiento en el arte del ol!ido de s", cuando lo logra, el hombre piensa aunque no piense. ;iensa como la llu!ia que cae del cielo, como las olas que se agitan en el oc+ano, como las estrellas que iluminan el cielo nocturno, como el !erde #ollae mecido por la sua!e brisa de la prima!era. En realidad, +l es la llu!ia, el oc+ano, las estrellas, el #ollae. osozen 6muerto en ??@A9 dice) 1He aqu" un hombre que, habiendo con!ertido la !acuidad del espacio en una hoa de papel, las olas del oc+ano en un un tintero el monte &umeru en un pincel, traza estos cinco caracteres) so-shi-sairai-i 6?9. nte ellos, extiendo mi zagu 6B9 me inclino re!erentemente1. ;odr"amos preguntarnos) Cqu+ signi#ica esta extra!agante extra!agante declaraciónD C;or qu+
alguien capaz de eecutar esta acción debe ser considerado por ello digno del maor respetoD n 4aestro del *en responder"a) 1
I
primera !ista, debe de parecer una intolerable degradación para la doctrina *en - sea cual #uere el signi#icado, que el lector atribua a esta doctrina- su asociación con algo tan mundano como el arte de los arqueros. un cuando quisiera hacer una gran concesión aceptara considerar la arquer"a un 1arte1, di#"cilmente se sentir"a inclinado a buscar en +l algo más que una #orma decididamente deporti!a de la hazaña. $e ah" que espere que se le narren las asombrosas proezas pro ezas de los ardidosos aponeses, que tu!ieron la !entaa de contar con una tradición intacta consagrada por el tiempo en el maneo del arco de la #lecha. ;ues en el /eano 0riente sólo hace apenas unas pocas generaciones los antiguos instrumentos de combate #ueron reemplazados por armas modernas la #amiliaridad en su maneo no ha ca"do de ninguna manera en desuso2 por el contrario, siguió propagándose desde entonces ha ido culti!ándose en c"rculos cada !ez más amplios de a#icionados. C;uede, pues, esperarse una descripción de las #ormas caracter"sticas en que la arquer"a es actualmente practicada en el Japón como deporte nacionalD =ada más leos de la !erdad. ;or arquer"a en su sentido tradicional, considerada un arte honrada como una herencia nacional, los aponeses no entienden precisamente un deporte sino, a pesar de lo extraño que esto pueda parecer al comienzo, un ritual religioso. $e ah" que por 1arte1 de la arquer"a no quiera en el Japón signi#icarse la destreza de los deportistas, que puede ser más o menos desarrollada o culti!ada mediante la educación #"sica, sino un arte cuo origen debe buscarse en los eercicios espirituales cua meta es acertar en un 1blanco1
espiritual, por lo que #undamentalmente el tirador apunta a s" mismo busca acertar en s" mismo. Esto parecerá sin duda sorprendente. C<ómoD , dirá el lector, Cdebo creer que la arquer"a, practicada en una +poca con #ines guerreros, en una lucha de !ida o muerte, no ha sobre!i!ido ni siquiera como deporte, sino que ha sido rebaada al ni!el de un mero eercicio espiritual D C;ara qu+ entonces el arco, la #lecha el blancoD C=o niega acaso todo esto el antiguo !aronil arte, el honesto signi#icado de la arquer"a, sustitu+ndolo por algo con#uso, c on#uso, nebuloso, si no positi!amente #antásticoD &in embargo, debe tenerse presente que el peculiar"simo esp"ritu de este arte, leos de haber tenido que ser s er nue!amente in#undido en +pocas recientes en el uso del arco de la #lecha, #lec ha, estu!o siempre esencialmente !inculado a ellos ha resurgido con mucha más #uerza con!icción ahora que a no necesita ponerse a prueba en luchas sangrientas. =o puede de ningún modo decirse que la t+cnica tradicional de la arquer"a, desde que ha perdido perd ido su antigua importancia agon"stica, ha acabado por con!ertirse en un mero agradable pasatiempo, !ol!i+ndose por ello mismo inocua. /a >ran $octrina del rte de los rqueros nos dice algo diametralmente distinto. &egún ella, la arquer"a sigue conser!ando su pr"stino signi#icado agon"stico, sigue siendo una cuestión c uestión de !ida o muerte, en la medida en que es una contienda del de l arquero consigo mismo2 esta #orma de contienda c ontienda no es un mezquino sustituto, sino el #undamento de todas las luchas dirigidas hacia el mundo exterior, por eemplo, contra un ad!ersario corpóreo. corpór eo. En esta lucha del arquero consigo mismo re!+lase la esencia esot+rica de este arte su instrucción no suprime nada esencial al abolir los #ines utilitarios a los cuales estaban destinadas las puas caballerescas. demás, quienquiera que en la actualidad se proponga practicar este arte obtendrá, de su e!olución histórica, la indiscutible indisc utible !entaa de no ser tentado a obnubilar su comprensión de la >ran $octrina con #ines # ines meramente prácticos - aún cuando se los oculte a s" s " mismo- hacerla quizá con ello absolutamente imposible. ;ues el acceso al arte de la arquer"a, en esto concuerdan los 4aestros arqueros de todos los tiempos, será sólo concedido a los puros de corazón, no perturbados por #ines secundarios. &i se preguntara, desde ese punto de !ista, cómo entienden los 4aestros aponeses esta lucha del arquero consigo mismo cómo la de#inen, la respuesta resultar"a demasiado enigmática. ;ara ellos, la lucha consiste en que el arquero, que apunta hacia s" no a s" s " mismo, sin embargo, se acierta sin acertarse, con!irti+ndose as", simultáneamente, en el tirador en el blanco, en el que acierta en el blanco mismo. ;ara emplear expresiones más caras a los 4aestros, es necesario que el arquero se con!ierta, a pesar de s" mismo, en un centro c entro inmó!il. Es entonces cuando se produce el último, supremo milagro) el arte se trasciende,
se desprende de todo 1arti#icio1, haci+ndose 1no-arte12 el tiro se con!ierte en un 1no-tiro1, esto es, un tiro sin arco ni #lecha2 el instructor !uel!e a ser alumno, el 4aestro principiante, el #in comienzo el comienzo per#ección. ;ara los orientales estas misteriosas #órmulas no son sino !erdades simples #amiliares, pero a nosotros los occidentales nos dean perpleos. $ebemos, pues, penetrar más pro#undamente en este problema. $esde hace mucho tiempo, no es a ningún secreto, ni siquiera para nosotros los europeos, que las artes aponesas retroceden, para alcanzar su #orma interior, a una ra"z común, el budismo. : esta le rige tanto para el arte de los arqueros como para el de la pintura a tinta, para el arte teatral la ceremonia del t+, para el arreglo #loral el arte de la esgrima. %odas estas #ormas de arte presuponen una actitud espiritual que cada uno debe culti!ar a su manera2 una actitud que, en su #orma más exaltada? es caracter"stica del budismo determina la naturaleza sacerdotal del hombre. =o me re#iero al budismo en el sentido común de la palabra, ni esto ocupándome aqu" de su mani#estación intr"nsecamente especulati!a, que en razón precisamente de su literatura pretendidamente accesible, es la única que conocemos en 0ccidente hasta nos atre!emos a a#irmar que comprendemos. 4e re#iero al budismo 1$hana1, conocido en el Japón con el nombre de 1zenismo1 o $octrina *en, que no es en absoluto una especulación sino la experiencia inmediata de cuanto como el insondable #undamento del &er - no puede ser aprehendido por medios intelecti!os no puede ser concebido o interpretado ni aun despu+s de haber pasado las más inequ"!ocas e indiscutibles experiencias) se lo conoce precisamente no conoci+ndolo. ra"z de tales experiencias cruciales en consideración a ellas, el budismo *en ha abierto caminos a tra!+s de los cuales, mediante una metódica inmersión en s" mismo, el hombre puede acceder a la conciencia, en las maores pro#undidades del alma, de la innominable sinrazón el innominable desposeimiento, lo que es más, a la unión con ambos. esto, !inculado al arte de los arqueros expresado en un lenguae aproximati!o sueto, por ende, a toda clase de #alsas interpretaciones, signi#ica que los eercicios espirituales, gracias a los cuales 6únicamente9 la t+cnica de la arquer"a puede con!ertirse en arte si todo !a bien llega a per#eccionarse hasta el estadio de 1arte sin arti#icio1, no son otra cosa que eercicios m"sticos. $e ah" que la arquer"a no pueda, en ninguna circunstancia, representar el logro de algo en un plano exterior, mediante el arco la #lecha, sino sólo interiormente con uno mismo. El arco la #lecha no son sino un mero pretexto para alcanzar algo que podr"a igualmente suceder sin ellos2 son sólo el camino hacia una meta no la meta misma2 audan a lo sumo a dar el último paso, el decisi!o.
conseguido demostrar exhausti!amente que la cultura aponesa la doctrina *en están "ntimamente ligadas que el arte apon+s, la actitud espiritual del samurai, el modo de !i!ir apon+s, la !ida moral, est+tica, hasta cierto punto, aun la !ida intelectual de los aponeses, deben sus caracter"sticas determinantes a este #ondo 1*en1 no podrán ser #ielmente comprendidos por quien no est+ #amiliarizado con +l. %anto la trascendental obra de &uzu'i como las in!estigaciones de otros eruditos aponeses sobre el particular, han despertado un !i!o inter+s en todo el mundo. &e admite por lo general que el budismo 1$hana1, que nació en la 3ndia despu+s de su#rir pro#undos cambios alcanzó pleno desarrollo en
m"stica misma no le haa otorgado. &in embargo, el indi!iduo trans#ormado por el *en que ha #ranqueado el 1#uego de la !erdad1, !i!e una !ida demasiado con!incente como para que pueda ser pasada por alto. $e ah" que en realidad no sea pedir demasiado si, impulsados por un sentimiento de a#inidad espiritual deseosos de hallar un sendero que nos conduzca hacia el innominable poder que obra tales milagros - pues el meramente curioso no tiene derecho a pedir nada- esperamos que el adepto al *en nos describa al menos el sendero que conduce a la meta. =ingún m"stico, ningún estudioso del *en es, al comenzar, el hombre en que luego puede con!ertirse en el sendero de la autoper#ección. I
menos demostrará que debe haber algo detrás de los impenetrables muros de niebla, algo as" como el relámpago esti!al que anuncia la tormenta leana. Entendido de este modo, el arte de los arqueros es algo as" como una escuela preparatoria para el *en, por cuanto permite al principiante obtener, con el trabao de sus propias manos, una !isión más clara de hechos que en s" mismos no son inteligibles. Hablando obeti!amente, ser"a mu posible abrir un camino hacia el *en desde cualquiera de las artes que he mencionado. =o obstante, me parece que puedo lograr mi propósito de una manera más e#ecti!a describiendo el curso que debe seguir un alumno del arte de los arqueros. ;ara ser más preciso, tratar+ de resumir el curso de instrucción de seis años que me #ue impartido por uno de los más grandes 4aestros de este arte durante mi estad"a en el Japón. ;or lo tanto, son mis propias experiencias personales las que me autorizan a emprender esta obra, a #in de ser absolutamente inteligible - pues aun esta escuela preparatoria presenta innumerables escollos- no tendr+ otra alternati!a que compilar detalladamente, enumerándolas, todas las resistencias que deb" !encer, todas las inhibiciones que deb" superar, antes de conseguir penetrar en el esp"ritu de la >ran $octrina. hablo de m" mismo por cuanto no !eo otra manera de alcanzar la meta que me he señalado. ;or esa misma razón limitar+ mi relato a lo esencial, a #in de que ello se destaque con maor claridad.
II
/a razón por la cual decid" adoptar la doctrina con ese propósito me dispuse a aprender el arte de los arqueros, requiere explicación. :a en mis +pocas de estudiante me hab"a interesado, como mo!ido por un secreto impulso, en el misticismo, pese a las caracter"sticas de esa +poca en la que tales intereses ten"an mu escasa aplicación. >racias a mis es#uerzos #ui adquiriendo una conciencia cada !ez más clara de que sólo podr"a tener acceso desde el exterior a estos escritos esot+ricos2 aunque sab"a cómo 1rodear1 lo que podr"amos llamar #enómeno m"stico primordial, la !erdad es que me sent"a incapaz de #ranquear la #rontera que circundaba el misterio como un alto muro. %ampoco pude hallar exactamente lo que buscaba en la abundante literatura m"stica, , decepcionado desalentado, #ui comprendiendo en #orma gradual que sólo el !erdaderamente 1desprendido1 puede penetrar en el signi#icado real del 1desprendimiento1, que sólo el contemplati!o, que se halla totalmente !ac"o libre de s" mismo, está realmente preparado para 1!ol!erse uno, ser uno1 con el 1$ios %rascendente1.
Hab"a llegado, por lo tanto, a comprender que existe no puede haber otro sendero hacia el misticismo que el de la experiencia el su#rimiento personales que, si #alta esta condición, todo cuanto se pueda decir sobre +l no será más que una charla hueca. ;ero, Ccómo llegar a elloD C<ómo alcanzar el estado de desprendimiento real no meramente imaginarioD Ccaso ha un camino para quienes están separados de los grandes 4aestros por el abismo de los siglos2 para el hombre moderno, que se ha desarrollado en condiciones totalmente distintasD En ninguna parte hall+ respuestas más o menos satis#actorias a mis preguntas, aún cuando supe de las estaciones etapas de un camino que promet"a conducir hacia la meta. ;ara transitar ese sendero o carec"a de las metódicas, precisas instrucciones que sólo un 4aestro hubiera podido darme no las hallaba ni siquiera para un tramo del !iae. ;ero, en caso de hallarlas, Cbastar"an esas instrucciones, si alguna hab"aD C=o ser"a más probable, aun en las meores circunstancias, que ellas sólo supieran desarrollar una aptitud para recibir algo que ni siquiera el m+todo meor más e#icaz puede proporcionar, que la experiencia m"stica, por lo tanto, no pueda ser producida por ninguna disposición conocida por el hombreD ;or más que pensaba en todo ello, sólo !e"a ante m" puertas cerradas , no obstante, no pod"a e!itar el tratar constantemente de abrirlas. ;ero el deseo persist"a , cuando se marchitó, subsistió el deseo de ese deseo.
tal de acercarme un poco más al *en2 un camino indirecto, por #atigoso que #uera, me parec"a siempre meor que ninguno. ;ero, Cpor cuál de las artes *en me decidir"aD 4i esposa, despu+s de algunas !acilaciones, escogió el arreglo #loral la pintura2 por mi parte, me pareció que el arte de los arqueros era el más adecuado para m", creendo equi!ocadamente -según pude comprobar más tarde- que mi experiencia en el tiro con carabina con pistola #acilitar"a el aprendizae. Kogu+ a uno de mis colegas, &ozo omachia, un pro#esor de $erecho que hab"a tomado lecciones de arquer"a durante !einte años que, en la ni!ersidad era considerado con razón el meor exponente de ese arte, que me presentara a su antiguo preceptor, el c+lebre 4aestro enzo La me recomendara como alumno. l principio el 4aestro rechazó mi pedido, sosteniendo que a una !ez hab"a incurrido en el error de pretender enseñar a un extranero que desde entonces no hac"a sino lamentar la experiencia) no estaba dispuesto a hacer una segunda concesión malgastando en un alumno el peculiar esp"ritu de ese arte. &ólo cuando repuse que un 4aestro que tomaba tan en serio su trabao bien pod"a tratarme como su alumno más o!en, al ad!ertir que realmente deseaba aprender el arte, no por placer, sino por amor a la >ran $octrina, me aceptó como alumno unto con mi esposa, a que desde hace mucho tiempo es habitual en el Japón que las ó!enes tambi+n sean instruidas en las reglas de este arte, la esposa las dos hias del 4aestro lo practicaban con diligencia. s" se inició el largo, intenso curso de instrucción en el cual nuestro amigo omachia, que de#endiera tan obstinadamente nuestra causa, o#reci+ndose casi como garant"a nuestra, participaba como int+rprete. 4e in!itaron a concurrir al mismo tiempo a las clases de arreglo #loral pintura en las que inter!en"a mi esposa, lo cual me brindaba a su !ez la posibilidad de obtener una base aun más amplia de comprensión mediante la permanente comparación de estas artes, mutuamente complementarias.
III
:a en el transcurso de la primera lección comprendimos que seguir el sendero del 1arte sin arti#icio1 no es cosa #ácil. El 4aestro empezó por mostrarnos !arios arcos aponeses, explicándonos que su extraordinaria elasticidad se debe a su particular construcción al material con que están hechos, el bambú. ;ero según su opinión, lo más importante era que obser!áramos la noble #orma que el arco 6de más de un metro ochenta de longitud9 adopta no bien es extendido que resulta tanto más sorprendente cuanto más se lo estira.
extensión, nos explicó, abarca en s" el 1%odo12 de ah" que sea tan importante aprender a extenderlo adecuadamente. /uego, escogió el meor más #uerte de sus arcos , asumiendo una actitud ceremoniosa digna, deó !ol!er !arias !eces a su posición original la cuerda le!emente estirada. Este mo!imiento produce un agudo chasquido, acompañado de un pro#undo rasguido que, despu+s de haberlo escuchado cierto número de !eces, es imposible ol!idar, tan extraño resulta, tan conmo!edoramente se apodera del corazón. $esde la más remota antigMedad se le ha atribuido el secreto poder de ahuentar los malos esp"ritus, no me resulta di#"cil creer que esta interpretación se haa arraigado pro#undamente en el corazón de todo el pueblo apon+s. $espu+s de este signi#icati!o introito de puri#icación consagración, el 4aestro nos ordenó que lo obser!áramos atentamente. Hizo una muesca colocó una #lecha en el arco - extendi+ndolo en tal #orma que tem" por un momento que no resistiera la tensión necesaria para abarcar el %odo- disparó la #lecha. %odo esto no sólo resultaba conmo!edoramente hermoso, sino que parec"a haber sido eecutado con mu poco es#uerzo. El 4aestro nos dictó entonces sus instrucciones) 1hora haced otro tanto, pero recordad que la arquer"a no tiene por obeto #ortalecer los músculos.
manos, despu+s de unos instantes, comenzaran a temblar, que mi respiración se hiciera cada !ez más di#"cil, incon!eniente que ni siquiera en las semanas que siguieron logr+ subsanar. /a acción de extender el arco segu"a siendo un problema para m", a pesar de la práctica tanto más esmerada, resist"ase a hacerse 1espiritual1. ;ara alentarme, pens+ que deb"a de haber algún ardid para hacerlo, que el 4aestro por alguna razón no quer"a di!ulgar, puse todo mi empeño en descubrirlo. Qirmemente resuelto a lograr mi propósito, continúe practicando. El 4aestro segu"a atentamente mis es#uerzos, correg"a con serenidad mi rigidez, elogiaba mi entusiasmo, me censuraba por dilapidar mis #uerzas, pero en otros sentidos casi no me daba indicaciones, aunque siempre pon"a el dedo en la llaga cuando al estirar o el arco, me dec"a) 1reláese, reláese1 - palabra que acababa de aprender - 6+ste era mi punto d+bil9 aunque, es usto decirlo, nunca perdió la paciencia ni deó de mostrarse amable. ;ero llegó el d"a en que #ui o quien perdió la paciencia admit" que me resultaba materialmente imposible extender correctamente el arco. 1=o puede hacerlo -explicó el 4aestro- porque no respira correctamente. Ketenga sua!emente el aire despu+s de inspirarlo, de modo que la pared abdominal est+ tensa dilatada, mant+ngalo dentro un rato. /uego, !aa expirando con la maor lentitud uni#ormidad posibles , despu+s de unos momentos, aspire nue!amente un bre!e sorbo de aire, inspirando expirando continuamente, siguiendo un ritmo que acabará por mantenerse solo. &i hace esto correctamente, notará que cada d"a el disparo de la #lecha se hace más más #ácil pues por medio de esta manera de respirar descubrirá no sólo la #uente de toda energ"a espiritual, sino que hará que esa #uente #lua con maor abundancia se expanda más #ácilmente propagándose por sus miembros cuanto maor sea su relaamiento.1
IEl 4aestro procedió luego a relacionar la respiración -que naturalmente hasta ese momento no hab"a sido practicada sólo por ella misma-, con el arte de los arqueros. El proceso uni#icado de extensión del arco disparo de la #lecha #ue di!idido en dos partes) tomar el arco, colocar la #lecha en su muesca, le!antar el arco, estirarlo dearlo #io en el punto de tensión máxima2 luego disparar.
: digo esto no sin experimentar ciertos recelos pues conozco mu bien la tentación de sucumbir a una poderosa in#luencia , deándose cegar por el autoengaño, exagerar la importancia de una experiencia sólo por el hecho de que es insólita. ;ero, a pesar de toda posible equi!ocación de tanta gra!e reser!a, la !erdad es que los resultados obtenidos merced a la nue!a t+cnica de respiración -pues con el tiempo llegu+ a estirar el resistente arco del 4aestro con los músculos relaadoseran demasiado e!identes para ser negados.
&er capaz, despu+s de un año de es#uerzos, de extender 1espiritualmente1 el arco, esto es, con una especie de 1#uerza sin es#uerzo1, no es ninguna hazaña. =o obstante, me sent"a satis#echo pues hab"a empezado a comprender por qu+ la t+cnica de autode#ensa mediante la cual se derriba al ad!ersario cediendo inesperadamente, con #ácil elasticidad, a su en+rgico ataque !ol!iendo as" contra +l su propia #uerza, es conocido con el nombre de 1el arte gentil1. $esde las +pocas más remotas, su s"mbolo ha sido el agua, dócil no obstante indomeñable, por lo que /ao-%s+ pudo decir con pro#unda !eracidad que la !ida recta es como el agua, 1de todas las cosas la más dócil que sin embargo puede dominar a la más #uerte de todas las cosas1 69. ;or lo demás, sol"a repetirse en la escuela una #rase del 4aestro, que hab"a dicho que 1aquel que en el comienzo hace buenos progresos tropieza luego con las más grandes di#icultades1. ;ara m" el comienzo hab"a estado leos de ser #ácil2 Cno ten"a derecho, pues, a sentir con#ianza con respecto a lo que se a!ecinaba, es decir las di#icultades que a hab"a empezado a sospecharD El segundo paso consist"a en el aprendizae de la 1liberación1 de la #lecha. Hasta ese momento se nos hab"a deado hacerlo al azar) esta #ase de la enseñanza
estaba, podr"amos decir, 1entre par+ntesis1, como si se hallara al margen de los eercicios, lo que le suced"a a la #lecha no hab"a tenido entonces maor importancia. En tanto penetrara en el rollo de paa prensada, blanco banco de arena a la !ez, el honor estaba satis#echo. demás, acertar el blanco no era en s" mismo ninguna hazaña, a que el rollo de paa estaba a lo sumo a unos diez pasos de distancia del arquero. Hasta ese momento o no hab"a hecho otra cosa que soltar la cuerda tensa cuando el acto de sostenerla en el punto de maor tensión se hab"a hecho insoportable, cuando sent"a que, si quer"a que mis manos separadas !ol!ieran a unirse naturalmente, no me quedaba otro recurso que ceder. /a tensión no es en ningún sentido dolorosa. n guante de cuero con un pulgar r"gido #orrado impide que la presión de la cuerda moleste reduzca prematuramente la #uerza de su asimiento en el punto de maor tensión.
como un uego de niños. /a ausencia de es#uerzo en una acción que exige una gran dosis de energ"a, es un espectáculo cua belleza est+tica es reconocida en 0riente en #orma asaz sensible complacida. ;ero aun más importante para m" - en esa +poca di#"cilmente pod"a o pensar de otra manera- era el hecho de que la certeza de dar en el blanco pareciera depender de la sua!idad del disparo.
propios oos, atentamente, cómo se originaba el disparo correcto2 pero ni una sola !ez mis es#uerzos #ueron coronados por el +xito. &i, esperando en !ano el disparo, ced"a a la #uerza de la tensión porque +sta comenzaba a hacerse insoportable, entonces mis manos eran lentamente separadas al un"sono el tiro #racasaba. &i resist"a #irmemente la tensión hasta quedar adeante, sólo pod"a hacerlo pidiendo auda a los músculos de hombros brazos. Suedaba entonces de pie all", inmó!il -1como una estatua1 sol"a decir burlonamente el 4aestro- pero tenso, a que todo mi relaamiento se hab"a e!aporado. Suizás por azar o porque el 4aestro as" lo hubiera deliberadamente dispuesto, un d"a nos encontramos reunidos en torno de una taza de t+. pro!ech+ la ocasión para hablar de la cuestión le die claramente lo que sent"a. 1
%u!e que admitir ante el 4aestro que esta interpretación me deaba más perpleo que nunca. 1Qundamentalmente -die- lo que hago es extender el arco disparar la #lecha con el obeto de dar en el blanco. /a extensión del arco es, por ende, un medio orientado hacia un #in no puedo pasar por alto esta relación. El niño ignora todo esto, pero para m" ambas cosas no pueden disociarse.1 -El !erdadero arte -exclamó el 4aestro- carece de propósito, de #in determinado.
V
Esta con!ersación, la primera de carácter "ntimo que tu!e oportunidad de mantener con el 4aestro desde que se iniciara mi instrucción, me deó extraordinariamente perpleo. Hab"amos tocado al #in el tema, la razón por la cual me hab"a decidido a aprender el arte de los arqueros. C=o era acaso ese 1dearse ir1 -del que hab"a hablado el 4aestro-, una etapa en el camino hacia la !acuidad el desprendimientoD C=o hab"a llegado por #in al punto donde la in#luencia de la doctrina *en en el arte de los arqueros comenzaba a hacerse sentirD Su+ relación pod"a existir entre la capacidad de espera gratuita el disparo de la #lecha en el momento adecuado, cuando la tensión alcanzaba espontáneamente su cenit, era algo que no pod"a absolutamente imaginar. ;ero, Cpor qu+ tratar de anticipar in mente lo que sólo puede enseñar la experiencia D C=o era tiempo a de que renunciara a este est+ril hábitoD I
expresadas en imágenes. qui+n sabe si estas imágenes, nacidas de siglos de práctica, no pueden llegar a pro#undidades maores que las accesibles a todo nuestro conocimiento cuidadosamente elaborado. El primer paso en esta dirección a hab"a sido dado. Hab"a conducido a un relaamiento del cuerpo, sin el cual el arco no puede ser correctamente extendido. #in de disparar con acierto el tiro, el relaamiento #"sico debe ser apoado por un relaamiento mental espiritual, de modo de conseguir una mente no sólo ágil, sino libre) ágil por su libertad libre por su misma agilidad2 esta agilidad es esencialmente distinta de todo cuanto por lo común se entiende por agilidad mental. s", entre estos dos estados de relaamiento #"sico por un lado de libertad espiritual por el otro, ha una di#erencia de ni!el que no puede ser superada por el mero control de la respiración, sino, únicamente, por la renuncia a las ligaduras de todo tipo, desprendi+ndose enteramente del ego, de manera que el alma, sumergida en s" misma, alcance la plenitud de su innominado origen. /a exigencia de que la puerta de los sentidos sea cerrada no es satis#echa apartándose en+rgicamente del mundo sensible, sino más bien mediante la disposición a ceder sin resistencia. #in de poder realizar instinti!amente esta acti!idad inacti!a, el alma necesita un punto de apoo interior lo consigue concentrándose en la respiración. Este paso es eecutado conscientemente con una escrupulosidad que linda con lo pedantesco. /a inspiración, asimismo la expiración, son practicadas una otra !ez con el maor esmero no es necesario esperar mucho para comprobar los resultados.
surgieran de la nada, estados de ánimo, sensaciones, deseos, inquietudes hasta pensamientos aparecen incontinentemente en una mezcla sin sentido , cuanto más absurdos son, menos los hemos buscado !oluntariamente menos tienen que !er con aquello en lo cual hemos #iado nuestra conciencia, , asimismo, maor es su obstinación. Es como si quisieran !engarse de la conciencia por haber penetrado a tra!+s de la concentración en reinos que de otro modo amás hubiera podido alcanzar. /a única #orma de subsanar esta perturbación es seguir respirando, tranquilamente, apaciblemente, a #in de 1entrar en1 relaciones amistosas con cualquier cosa que aparezca en escena, acostumbrarse a ella, contemplarla serenamente cansarse al #in de mirarla. $e tal modo se !a entrando gradualmente en un estado que se asemea a la #undente somnolencia que precede al sueño. ;enetrar enteramente en +l es el riesgo que debemos e!itar en todo momento. Esto se logra mediante un peculiar 1sobresalto1 de la concentración, comparable tal !ez al de un hombre que ha permanecido despierto toda la noche que sabe que su !ida depende de que todos sus sentidos permanezcan alerta2 si este peculiar sobresalto logra su propósito aunque más no sea una !ez, puede repet"rselo con con#ianza seguridad.
instinti!amente, tendrá primero que allegarla a la conciencia. ;enetrar"a nue!amente entonces en todas las relaciones de las cuales hubo de desprenderse2 se asemear"a a una persona despierta que estudia su programa de la ornada no a un 1$espertado1, que !i!e trabaa en el estado primordial. =unca le parecer"a que las di!ersas #ases del proceso creador #ueran maneadas a tra!+s de sus manos por un poder superior, no experimentar"a amás la #orma embriagadora en que la !ibración de un acontecimiento le es comunicada, a +l que en s" mismo no es más que una !ibración, cómo todo cuanto hace ha sido hecho antes de que +l pudiera saberlo. El necesario desprendimiento la liberación de s", la introspección e intensi#icación de la !ida hasta alcanzar plenamente la presencia de esp"ritu, no son por lo tanto librados al azar o a las condiciones #a!orables, menos aun al proceso de la creación misma -que exige a de por s" todas las energ"as talentos del artista- con la esperanza de que la concentración anhelada aparezca espontáneamente. ntes de toda acción toda creación, antes de que comience a dedicarse adaptarse a su labor, el artista con!oca su presencia de esp"ritu se asegura de ella mediante la práctica2 pero a partir del momento en que la ha conseguido no sólo en inter!alos aislados, sino que la tiene en pocos minutos- en la punta de los dedos, la concentración, como la respiración, comienza a relacionarse con el arte de los arqueros. #in de penetrar más #ácilmente en el arduo proceso de extensión del arco disparo de la #lecha, el arquero, arrodillado hacia un costado que ha comenzado a a concentrarse, se pone de pie, a!anza ceremoniosamente hacia el blanco , con una pro#unda re!erencia, o#rece arco #lecha como obetos consagrados, coloca luego la #lecha en la muesca, ele!a el arco, lo extiende espera en actitud de suprema !igilancia espiritual. $espu+s de la aligerante liberación de la #lecha de la tensión misma, el arquero permanece en la postura que adoptó inmediatamente despu+s del tiro, hasta que, una !ez expelido lentamente todo el aliento de sus pulmones, se !e obligado a inhalar una !ez más. &ólo entonces dea caer los brazos, se inclina ante el blanco , si no tiene a #lechas que tirar, retrocede calladamente hacia el #ondo del recinto. El arte de los arqueros se con!ierte as" en una ceremonia eempli#icadora de la >ran $octrina. un cuando el alumno no capte debidamente en esta etapa la !erdadera signi#icación de sus tiros, comprenderá al menos por qu+ la arquer"a no puede limitarse a ser un mero deporte, un eercicio gimnástico. $escubrirá por qu+ la parte t+cnicamente asimilable del arte debe ser practicada hasta la plenitud. En la medida en que el logro depende de que el arquero no se haa #iado ningún #in determinado de que abstraiga su propia persona de ese logro, la eecución exterior debe producirse automáticamente, prescindiendo de la inteligencia que re#lexiona gobierna. Es precisamente este dominio #ormal lo que el m+todo apon+s de instrucción trata de inculcar en el neó#ito. /a práctica, la incansable repetición son sus caracter"sticas distinti!as durante
buena parte de los cursos, esta regla es le para todas las artes tradicionales. /a demostración, el eemplo2 la intuición, la imitación2 tal es la relación #undamental que une a 4aestro alumno, aunque con la introducción en estas últimas d+cadas de nue!as materias de estudio, los m+todos europeos de enseñanza han ganado tambi+n #ama han sido aplicados con una comprensión indiscutible. C<ómo puede entonces entenderse que, pese al entusiasmo inicial por todo lo nue!o, las artes aponesas no haan sido a#ectadas en su esencia por estas re#ormas educati!asD =o es #ácil responder a esta pregunta. $ebemos intentarlo, sin embargo, aunque más no #uera bosqueando, a #in de arroar un poco más de luz sobre el estilo mismo de la enseñanza el !erdadero signi#icado de la imitación. El alumno aporta tres cosas) buena educación, amor apasionado por el arte que ha elegido una !eneración incondicional por su 4aestro. /a relación maestro-alumno #orma parte desde la más remota antigMedad de los compromisos básicos de la !ida presupone2 por lo tanto, de parte del 4aestro, una enorme responsabilidad que rebasa ampliamente los l"mites de sus deberes pro#esionales. Al principio no se exige al alumno otra cosa que la mera imitación consciente de cuanto el Maestro ace! "ste, para e#itar largas $ engorrosas explicaciones e instrucciones, se contenta con dar algunas órdenes super%ciales $ pasa por alto las preguntas del alumno! &ontempla impasible sus es'uer(os m)s desatinados, sin esperar siquiera independencia o iniciati#a, $ aguarda pacientemente el desarrollo, la e#olución, la madure(! Ambos *alumno Maestro+ disponen de tiempo el Maestro no insiste $ el alumno no se recarga de traba-o!
/eos de pretender despertar prematuramente al artista que duerme en el disc"pulo, el 4aestro entiende que su primer deber consiste en con!ertirlo en un experto artesano con absoluto dominio de su o#icio, el alumno persigue ese obeti!o con in#atigable laboriosidad.
paternidad
de
lo
creado!
;ero, para llegar a ese estadio, para que la pericia se !uel!a 1espiritual1, es necesaria una concentración de todas las #uerzas #"sicas ps"quicas igual que en el arte de los arqueros que, según se podrá apreciar en los eemplos siguientes, es en todas las circunstancias, absolutamente imprescindible. n pintor se sienta ante la clase, examina su pincel lo prepara lentamente, lo embebe con cuidado en la tinta, endereza la larga tira de papel que se extiende delante de +l sobre la estera , #inalmente, despu+s de sumergirse por un momento en una pro#unda concentración, en la que parece estar rodeado por un halo de in!iolabilidad, pinta, con trazos seguros rápidos, un cuadro que no necesita a de correcciones ni modi#icaciones puede, por ende, ser!ir de modelo a la clase. n maestro del arreglo #loral inicia su clase desciñendo cautelosamente la cuerda que mantiene unidas en un haz las #lores las ramas, las !a depositando cuidadosamente a un costado. Examina luego las ramas, una por una, elige la meor, la cur!a prudentemente imprimi+ndole con minuciosa exactitud la #orma que corresponde al papel que le tocará desempeñar en el conunto #inalmente las arregla en un exquisito #lorero. /a obra, una !ez terminada, da la impresión de que el 4aestro hubiera adi!inado lo que la =aturaleza misma !islumbra en sus sueños más recónditos. En estos dos casos 6 debo limitarme a ellos9 los 4aestros se comportan como si en realidad estu!ieran solos. $i#"cilmente condescienden a mirar a sus alumnos mucho menos a dirigirles la palabra. Kealizan los mo!imientos preliminares de una manera contemplati!a serena, se abstraen de s" mismos en el proceso de modelamiento creación, que tanto para ellos como para sus alumnos es un logro absoluto desde las primeras maniobras introductorias hasta que la obra alcanza su ápice de per#ección2 , ciertamente, todo el proceso tiene un poder expresi!o tal que actúa en el espectador como un cuadro. ;ero, Cpor qu+ el 4aestro no dea que estas operaciones preliminares, ine!itables en s" mismas, queden simplemente a cargo de un alumno adelantadoD Ccaso el hecho de que sea +l mismo quien desciña cuidadosamente la cuerda, en !ez de cortarla simplemente arroarla a un canasto, embeba el pincel en tinta, presta alas a su inspiraciónD :, Cqu+ lo impulsa a repetir esta operación en cada clase con la misma rigurosa, in#lexible insistencia, a in!itar a sus alumnos a copiarla
hasta en el más m"nimo detalle, sin permitir la más le!e modi#icaciónD El 4aestro se ciñe a esta costumbre tradicional pues sabe por experiencia que tales preparati!os le permiten tener simultáneamente acceso a la estructura mental indispensable para el proceso de creación. El reposo meditati!o en el cual realiza esta minuciosa labor le permite lograr el relaamiento la uni#ormidad !itales de todas sus capacidades potencias, ese sosiego presencia de esp"ritu sin los cuales el !erdadero trabao es prácticamente imposible. &umergido sin propósito determinado en cuanto está haciendo, es en#rentado as" ese momento ideal en que la obra, re!oloteando ante +l en l"neas ideales, acaba por realizarse a s" misma casi espontáneamente. s" como en el arte de los arqueros los pasos posturas son #undamentales aqu", otros preparati!os, que han ido su#riendo modi#icaciones, tienen el mismo pro#undo signi#icado. &ólo cuando esto no se cumple, como en el caso de los actores danzarines religiosos, la concentración e inmersión en s" mismo son practicadas antes de presentarse en escena.
de conciencia sin !estigios de egotismo2 de ah" que se extienda sin l"mites a tra!+s de todas las distancias pro#undidades, con 1oos que oen o"dos que !en1. $e este modo el 4aestro permite al alumno que siga !iaando por s" mismo. ;ero el alumno, cada !ez más recepti!o, dea que el 4aestro lo induzca a !er algo de que ha o"do hablar a menudo pero cua realidad tangible sólo entonces comienza a captar a tra!+s de sus propias experiencias. El nombre que el 4aestro le da es inmaterial, aunque lo domine totalmente. : el alumno lo comprende aunque permanezca callado. /o importante es que de esta manera se inicia un mo!imiento hacia adentro, hacia el interior. El 4aestro lo persigue pacientemente , sin tratar de in#luir en su curso con nue!as instrucciones, que no har"an sino perturbarlo, auda a su alumno en la #orma más "ntima secreta que conoce) por trans#erencia directa del esp"ritu, como se dice en los c"rculos budistas. 1s" como nos ser!imos de una !ela encendida para iluminar a otros1, as" el 4aestro trans#iere el esp"ritu del !erdadero arte de corazón a corazón para que este último tambi+n pueda iluminarse. &i esto es trasmitido as" al alumno, +ste recordará que mucho más importante que todos los trabaos pasos anteriores, por atracti!os que parezcan, es el trabao interior que debe cumplir si !erdaderamente quiere realizarse como artista. El trabao interior consiste, sin embargo, en la con!ersión del hombre que el artista es del o que el artista siente perpetuamente descubre que es, en la materia prima de un adiestramiento modelamiento cuo #in es la maestr"a. En ella, el artista el ser humano se hacen uno en algo más ele!ado pues la maestr"a prueba su !alidez como una #orma de !ida cuando reside en la !erdad sin l"mites , sustentada por ella, se con!ierte en arte del origen. El 4aestro a no busca, encuentra.
Hasta dónde llegará el alumno no es incumbencia del instructor 4aestro. penas ha alcanzado a mostrarle el sendero cuando a debe dearlo que continúe solo. Ha una única cosa más que puede hacer para audarlo a soportar su soledad) alearlo de +l, del 4aestro, exhortándolo a ir aún más leos de donde +l ha podido llegar a 1subir sobre los hombros de su preceptor1. $ondequiera pueda lle!arlo su camino, el alumno, aunque dee de !er a su 4aestro, nunca podrá ol!idarlo.
VI
ran $octrina de la arquer"a, cumpli+ndola sin es#uerzo o, para ser más preciso, sinti+ndome lle!ado a tra!+s de ella como en un sueño. En este sentido las predicciones del 4aestro se hicieron realidad. &in embargo, me era literalmente imposible e!itar que la concentración disminuera en el preciso instante en que deb"a 1llegar1 el disparo. El acto de esperar en el punto de maor tensión no sólo se hizo tan #atigoso que la tensión se reduc"a hasta a#loarse, sino tan penoso que me sent"a constantemente 1arrancado1 de mi autoinmersión ten"a que dirigir ine!itablemente mi pensamiento hacia el acto de disparar el tiro. -I$ee $e
de ese
pensar modo
en
el está
tiro
-exclamaba
condenado
a
el
4aestro. #allar
.
-=o puedo e!itarlo -contestaba-2 la tensión se !uel!e demasiado dolorosa. -/a siente sólo porque no ha conseguido desprenderse realmente de s" mismo. %odo es mu simple. ;uede aprender qu+ debe hacer de una hoa de bambú, que se !a inclinando cada !ez mas bao el peso de la nie!e , de pronto, la nie!e se desliza hasta el suelo sin que la hoa se haa siquiera estremecido. ;ermanezca de esa misma manera en el punto de maor tensión hasta que el tiro 1caiga1. s" en
!erdad) cuando la tensión ha llegado al colmo, el tiro debe 1caer1 por s" mismo, debe caer del arquero como la nie!e de una hoa de bambú, antes de que +l haa podido siquiera pensarlo. ;ese a todo cuanto hiciera o deara de hacer era incapaz de esperar hasta que el tiro 1caera1 , como antes, no me quedaba otra alternati!a que la de dispararlo deliberadamente. Este obstinado #racaso me deprim"a aún más por cuanto a hab"a cumplido mi tercer año de instrucción. =o negar+ que he pasado muchas horas sombr"as preguntándome si pod"a usti#icar este derroche de tiempo que no parec"a tener ninguna relación concebible con lo que hab"a realmente aprendido experimentado hasta entonces. /a sarcástica obser!ación de un compatriota de que en el Japón hab"a otras muchas cosas que hacer que aprender además de ese 1miserable arte1, !ol!"a a mi memoria, aunque la hab"a desechado en aquel momento, su pregunta acerca de qu+ me propon"a hacer luego con mi arte una !ez que lo hubiera aprendido -si llegaba a aprenderlo- a no me parec"a tan absurda. El 4aestro debe de haber comprendido lo que estaba ocurriendo en m".
hubiera sucedido espontáneamente) de tal manera el disparo 1rao1 se hac"a posible la #lecha e!identemente 1caer"a como desde una hoa de bambú1. Este nue!o descubrimiento me parec"a aún más #eliz por su seductora a#inidad con la t+cnica del tiro con carabina, en que el "ndice es cur!ado lentamente hasta que una presión cada !ez más le!e sua!e !ence la última resistencia. =o tard+ en con!encerme de que estaba en el buen camino. mi modo de !er, casi todos los tiros se produc"an sua!emente e inesperadamente, aunque no deaba por cierto de ad!ertir la otra cara de este triun#o) el trabao de precisión de mi diestra exig"a una cuidadosa !igilancia. ;ero me autoalentaba con la esperanza de que esta solución t+cnica #uera haci+ndose gradualmente tan habitual que pudiera prescindir del cuidado, hasta que llegara al #in el d"a en que pudiera, gracias a ella, disparar el tiro haciendo abstracción de m" mismo e inconscientemente en el momento de maor tensión que en este caso la destreza t+cnica acabar"a espiritualizándose. ran $octrina. &i una pro#unda sensación de !ergMenza no hubiera bastado para curarme, la actitud del 4aestro lo hab"a sin duda conseguido. =o hizo la más m"nima alusión al desdichado incidente2 sólo me dio con !oz serena) -:a !e cuáles son las consecuencias de no saber esperar sin propósito ni designio alguno en el momento de maor tensión. =i siquiera puede aprender a hacerlo sin preguntarse continuamente) Cser+ capazD IEspere con paciencia !ea lo que
sucede
cómo
sucede
/e hice recordar que estaba a en mi cuarto año de instrucción que el tiempo de mi estad"a en el Japón era limitado. -IEl camino hacia la meta no debe medirse CSu+ importancia tienen las semanas, los meses o los añosD -;ero, Cqu+ ocurrirá si me !eo obligado a interrumpir las clases a mitad de caminoD -pregunt+. -na !ez que haa conseguido desprenderse realmente del ego, podrá interrumpirlas en cualquier momento. &iga practicando. : as" !ol!imos a comenzar desde el principio, como si todo lo que hab"a aprendido hasta entonces hubiera sido inútil. ;ero el acto de esperar en el estado de maor tensión no resultaba más #ructuoso que antes, como si a me #uera imposible hacer el más m"nimo progreso. n -C<ómo
d"a puede
-Ello
me
atre!"
dispararse
el
tiro
lo
a si
1o1
preguntar) no
hará
lo
hagoD
-respondió.
-/e he o"do decir eso mismo en !arias oportunidades, de modo que perm"tame que le #ormule la misma pregunta de otra manera) Ccómo puedo esperar el tiro si o a no esto all"D -Ello -:
espera Cqui+n
en
el o
punto qu+
de
máxima
tensión.
es
ese
ElloD
-
encontrara o no el sendero que me conducir"a hacia el *en, todo me parec"a de pronto tan aeno, tan indi#erente, que a no me preocupaba. (arias !eces quise hablar con el 4aestro del asunto, pero cuando abr"a la boca para empezar perd"a el !alor2 estaba con!encido de que nunca oir"a otra cosa que la misma monótona respuesta) 1I=o pregunte, practique1 $e+, pues, de preguntar tambi+n me habr"a gustado dear de practicar, de no haber sido porque el 4aestro me ten"a completamente en sus manos. (i!"a al d"a, hac"a mi trabao pro#esional lo meor posible al #inal de+ de lamentar el hecho de que todos mis es#uerzos de los últimos años hubieran sido prácticamente inútiles. s", un d"a, despu+s de haber disparado uno de mis tiros, el 4aestro hizo una pro#unda re!erencia e interrumpió la lección) -Ihora -dio, mientras o lo contemplaba asombrado- I&ólo ahora se disparó
realidad de comenzar. &e siente en disposición de ánimo para todo correcto actuar , lo que es quizá aún más importante, para todo correcto no-actuar. Es un estado realmente delicioso. ;ero aquel que ha llegado a poseerlo, dio el 4aestro con una sonrisa sutil, har"a bien en poseerlo como si no lo poseera. &ólo la ecuanimidad ininterrumpida puede aceptarlo de tal manera que +l no tema retornar. -5ueno2 al menos hemos pasado lo peor- die al 4aestro, cuando me anunció que "bamos a comenzar con nue!os eercicios. -quel que tenga que andar cien millas deberá considerar no!enta la mitad del camino -replicó, citando el pro!erbio-. =uestro nue!o eercicio será disparar a un blanco. /o que hasta entonces hab"a ser!ido de blanco receptor de las #lechas no era más que un rollo de paa instalado sobre un soporte de madera, colocado a una distancia de dos #lechas. El blanco !erdadero en cambio estaba situado a una distancia de unos dieciocho metros, sobre un banco de arena ele!ado de base ancha. /a arena estaba amontonada contra tres paredes que, lo mismo que el lugar destinado al arquero, era cubierto por un techo de teas hermosamente cur!ado. Estas dos 1galer"as1, la que ocupa el arquero la destinada al blanco, están unidas por altos tabiques de madera que separan del exterior el espacio destinado a esas extrañas acti!idades. El 4aestro procedió a hacernos una demostración de tiro al blanco las dos #lechas que lanzó #ueron a cla!arse en el disco negro. /uego nos ordenó que representáramos la ceremonia exactamente en la misma #orma en que lo hab"amos hecho hasta entonces , sin dearnos distraer por el blanco, esperar el punto de maor tensión hasta que el tiro 1se desprendiera1. /as delgadas #lechas de bambú !olaron en la dirección correcta pero ni siquiera llegaron al banco de arena mucho menos al disco que hac"a de blanco2 #ueron a cla!arse usto delante de +l. -(uestras #lechas no dan en el blanco -obser!ó el 4aestro- porque no llegan su#icientemente leos espiritualmente. $eb+is actuar como si la meta estu!iera in#initamente leos. Entre los 4aestros arqueros es bien sabido, todos han hecho esa experiencia, que un buen arquero puede disparar más leos con un arco de mediana potencia que un arquero no-espiritual con el más potente de los arcos. ;ues ello no depende del arco, sino de lá presencia de esp"ritu, de la !italidad la conciencia con que se dispara. ;ara liberar esta conciencia espiritual en toda su potencia, debe eecutarse la ceremonia de manera distinta, as" como un buen danzar"n baila.
l hacerlo, los mo!imientos surgirán del centro, del lugar donde reside la respiración correcta. En !ez de interpretar la ceremonia como algo que se hubiera aprendido de memoria, deberá ser como si se la estu!iera creando según la inspiración del momento, de modo que danza danzar"n sean una sola misma cosa. ran $octrina considera esto algo de#initi!amente diabólico. /a >ran $octrina prescinde del blanco que está situado a una determinada distancia del arquero2 sólo le interesa la meta, a la cual no se puede apuntar t+cnicamente, la denomina -si le da alguna denominaciónel 5uda. $espu+s de estas palabras, que pronunció como si #ueran e!identes en s", nos pidió que obser!áramos atentamente sus oos cuando disparara. 4ientras representaba la ceremonia sus oos permanec"an entornados, casi cerrados, no nos daba la impresión de que en realidad estu!iera apuntando. 0bedientemente practicamos el disparo sin tomar punter"a. l principio no me preocup+ en absoluto por la dirección que tomaban mis #lechas ni siquiera los aciertos ocasionales me interesaban, pues sab"a bien que en cuanto a m" se re#er"a no eran sino pura casualidad. ;ero al #inal este tirar al azar acabó por hartarme ca" nue!amente en mi !iea tentación de preocuparme. El 4aestro simulaba no notar mi inquietud, hasta que un d"a le con#es+ lisa llanamente que mi paciencia hab"a llegado al l"mite. -/o que pasa es que usted se preocupa sin necesidad -me dio el 4aestro, para alentarme-. I&áquese simplemente de la cabeza la idea de acertar sted podrá ser todo un 4aestro aunque sus tiros no den en el blanco. /os aciertos son sólo la prueba, la con#irmación super#icial de su #alta de designio
en el punto máximo de tensión, de su desprendimiento del ego, de su abandono de s" o como quiera llamar a ese estado. Ha !arios grados de maestr"a sólo cuando haa alcanzado el último podrá tener la absoluta seguridad de no errar el tiro. -Eso es precisamente lo que no consigo meterme en la cabeza -le die-.
parte, s+ que esta !isión no es su#iciente, no decide nada, explica, a que !eo la meta como si no la !iera. -Entonces tiene que poder acertar con los oos !endados - exclam+. El 4aestro me dirigió una mirada que me hizo temer haberlo insultado me dio) -(enga
a
!erme
esta
tarde.
s" lo hice. 4e sent+ #rente a +l en un almohadón. 4e sir!ió el t+ en silencio permanecimos as", sin hablar, un buen rato. El único ruido era el de la pa!a sobre los carbones encendidos. /uego, el 4aestro se incorporó me hizo señas de que lo siguiera. /a sala de práctica estaba apenas iluminada. 4e ordenó que colocara una pequeña !ela, larga delgada como una agua de teer, en la arena situada delante del blanco, pero de manera tal que no arroara ninguna luz sobre el soporte del blanco. /a oscuridad era tan densa que ni siquiera pod"a !er sus contornos de no haber estado all" la diminuta llama de la !ela, quizá habr"a podido adi!inar la posición del blanco, aunque sin ninguna precisión. El 4aestro 1danzó1 la ceremonia. &u primera #lecha surcó la densa penumbra por el le!e rumor que produo supe que hab"a dado en el blanco. El segundo disparo dio tambi+n en el blanco.
4aestro
las
examinó
con
mirada
cr"tica.
-El primer tiro -dio- no #ue una gran hazaña, pensará usted, porque despu+s de todos estos años esto tan #amiliarizado con el soporte del blanco que debo saber con precisión, aun en la oscuridad más absoluta, donde se halla el blanco. ;uede ser no tratar+ de a#irmar lo contrario. ;ero la segunda #lecha #ue a cla!arse prácticamente en la primera2 Cqu+ piensa usted de esoD ;or mi parte se que no he sido o el autor de este tiro. Ello disparó Ello acertó. I3nclin+monos pues ante la meta como ante el 5uda E!identemente el 4aestro tambi+n hab"a 1hecho blanco en m"1 con ambas #lechas2 como trans#ormado de la noche a la mañana no !ol!" a sucumbir a la tentación de preocuparme por mis #lechas ni por saber qu+ ocurr"a con ellas. El 4aestro me
induo a perse!erar en esta actitud no mirando amás el blanco, sino simplemente obser!ando al arquero, como si bastara con ello para obtener la prueba 6 la más precisa9 de la calidad del tiro de sus resultados en el blanco.
está
I3ncl"nese
ante
la
meta
-CSu+ está pensandoD -exclamaba-. :a sabe que no debe lamentarse por los malos tiros2 aprenda ahora a no regociarse con los buenos. $ebe liberarse de las acechanzas del placer del dolor aprender a ele!arse sobre ellos en una ecuanimidad natural, a alegrarse como si no hubiera sido usted quien disparó con tanta per#ección, sino otro cualquiera. Esto tambi+n debe practicarlo sin cesar2 no se imagina la importancia que tiene. En esas semanas meses atra!es+ por la experiencia más ardua de toda mi !ida no me era nada #ácil acceder a la disciplina que se me impon"a, hasta que llegu+ a comprender cuánto le deb"a. Ella destruó los últimos !estigios de toda posible preocupación por mi persona las #luctuaciones de mis estados de ánimo. -C
Hab"an transcurrido más de cinco años cuando el 4aestro nos propuso presentarnos al examen de graduación. -=o es cuestión simplemente de que demostr+is !uestra habilidad -explicó-. &e asigna un !alor aún maor a la conducta espiritual del arquero, hasta a su más m"nimo ademán. Espero que sobre todo no os de+is con#undir por la presencia de espectadores, que cumpláis la ceremonia sin perturbaros, como si estu!i+rais solos. $urante las semanas siguientes trabaamos sin pensar en el examen, ni siquiera se dio una palabra sobre el tema a menudo la clase era interrumpida despu+s de unos pocos disparos. En cambio, se nos in!itó a representar la ceremonia en
nuestras casas, eecutando sus posturas etapas con especial cuidado de que la respiración #uera pro#unda correctamente realizada. ;racticamos como se nos hab"a dicho descubrimos que apenas nos hubimos acostumbrado a 1danzar1 la ceremonia sin arco ni #lecha, comenzamos a sentirnos excepcionalmente concentrados desde los primeros pasos. Esta sensación se hac"a más e!idente cuanto más cuidado pon"amos en #acilitar el proceso de concentración mediante el relaamiento del cuerpo. cuando, en el momento de la lección, practicábamos nue!amente, pero en ese caso con #lecha arco, comprobábamos que los eercicios hechos en nuestras casas eran tan #ruct"#eros que desde entonces pudimos lograr sin maor es#uerzo el estado de 1presencia de esp"ritu1. =os sent"amos tan seguros de nosotros mismos que esperábamos ansiosos, pero serenos ecuánimes, el gran d"a de la prueba la presencia de público. ;asamos el examen con tal holgura que el 4aestro no tu!o que reclamar indulgencia a los espectadores con una sonrisa turbada se nos extendieron los diplomas de 4aestros en el acto. El 4aestro, ata!iado con una túnica de suprema magni#icencia, puso un broche de oro a la prueba con dos tiros magistrales. lgunos d"as despu+s mi esposa recib"a en un certamen público el t"tulo de 4aestro en el rte del rreglo Qloral. partir de ese momento, las lecciones tomaron distinto cariz. $ándose por satis#echo con unos pocos tiros de práctica, el 4aestro proced"a a exponer la >ran $octrina su !inculación con el arte de la arquer"a a adaptar sus #undamentos a la etapa a la que hasta entonces hab"amos llegado. unque se !al"a de misteriosas imágenes de oscuras metá#oras, la más pequeña insinuación bastaba para que comprendi+ramos lo que quer"a decir. &e re#irió especialmente al 1arte sin arti#icio1, que debe ser la meta de la arquer"a si +sta desea alcanzar la per#ección. 1&ólo de aquel que puede disparar con el cuerno de la liebre el pelo de la tortuga puede acertar el centro sin arco 6cuerno9 ni #lecha 6pelo9, sólo de +l puede decirse que es 4aestro en el más alto sentido de la palabra, 4aestro del arte sin arti#icio. En realidad es +l mismo arte sin arti#icio por ende 4aestro no-4aestro en uno. En este punto la arquer"a, considerada el mo!imiento inmó!il, la danza no bailada, penetra en la $octrina *en.1
-&u pregunta ha sido a contestada cuando le hice pasar el examen. Ha alcanzado a un estadio en el cual 4aestro alumno no son a dos personas sino una. ;uede alearse de m" cuando quiera. unque anchos mares nos separen, estar+ desde ahora siempre con usted, cada !ez que practique lo que ha aprendido conmigo. =o necesito pedirle que perse!ere practicando regularmente, que no suspenda las prácticas por ningún moti!o, sea cual #uere, que no dee pasar un d"a sin representar la ceremonia, aun sin arco ni #lecha, o al menos sin haber respirado adecuadamente. =o necesito ped"rselo porque s+ que nunca podrá a renunciar a esta arquer"a espiritual. =unca me escriba una palabra sobre ella, pero en!"eme alguna #otogra#"a de !ez en cuando para que o pueda !er cómo tiende el arco. 4e bastará con eso para saber todo cuanto necesitar+ saber. -&ólo debo ad!ertirle una cosa -continuó-. En el curso de estos años usted se ha con!ertido en otra persona pues es esto precisamente lo que el arte de la arquer"a signi#ica) una contienda pro#unda trascendente del arquero consigo mismo. Suizás usted apenas lo haa notado, pero lo sentirá pro#undamente cuando !uel!a a su pa"s se encuentre con sus amigos sus relaciones2 las cosas con ellos a no armonizarán como antes. (erá con otros oos medirá con otras medidas. 4e ha ocurrido a m" tambi+n les sucede a todos cuantos son tocados por el esp"ritu de este arte. En el momento del adiós 6 no del adiós, sin embargo9 el 4aestro me entregó su meor arco) -
$espu+s de todo lo dicho, mucho me temo que haa nacido en la mente de algunos lectores la sospecha de que, puesto que la arquer"a ha perdido su importancia en los combates de hombre a hombre, sólo ha podido sobre!i!ir como una #orma extremadamente sutil elaborada de espiritualidad por ende sublimada de un modo no mu saludable. =o creo que pueda censurarlos por entenderlo as". $e ah" que deba insistir una !ez más en que las artes aponesas, entre las cuales se cuenta el arte de la arquer"a, no han sido puestas bao la in#luencia de la $octrina *en en +pocas recientes, sino que lo han estado durante siglos. En realidad, un 4aestro arquero de aquellos leanos tiempos, de haber sido puesto a prueba en tal sentido, no habr"a podido decir nada sobre la naturaleza misma de
su arte que #uera radicalmente distinto de lo que puede decir un 4aestro de nuestra +poca, para quien la >ran $octrina es una realidad !i!iente. tra!+s de los siglos el esp"ritu de este arte se ha mantenido sin !ariantes, tan poco alterable como la $octrina *en misma. #in de disipar cualquier duda -que, bien lo s+ por experiencia propia, ser"a más que comprensible- propongo, con el propósito de comparar, que echemos una mirada a otra de estas artes cua signi#icación marcial no puede ser negada ni siquiera ho) el arte de la esgrima. /o propongo no sólo porque el 4aestro La era tambi+n un excelente esgrimista 1espiritual1 sino tambi+n, sobre todo, porque existe un documento literario de capital importancia, que data de la +poca #eudal, en la que la caballer"a estaba en su apogeo los 4aestros esgrimistas deb"an demostrar su habilidad de la manera más irre!ocable, a riesgo de perder la !ida. 4e re#iero al tratado del gran 4aestro *en %aLuan, titulado /a comprensión inmutable, donde se estudia in extenso la relación que une a la $octrina *en con el arte de la esgrima la práctica de torneos de espadachines. =o s+ si +ste es el único documento que expone la >ran $octrina de la Esgrima con tanto detalle tanta originalidad, menos aún si existen testimonios similares sobre el arte de la arquer"a. &ea como #uere, es !erdaderamente una suerte que se haa conser!ado este notable in#orme de %a'uan un gran ser!icio el que ha rendido $. %. &uzu'i al traducir en #orma más o menos completa esta carta de un #amoso maestro de esgrima, poni+ndola as" al alcance de un gran sector de lectores 6@9. 0rdenando resumiendo dicho material a mi manera, intentar+ explicar en la #orma más sucinta clara posible qu+ se entend"a en el pasado por esgrima qu+, según opinión unánime de los grandes maestros, debe entenderse por ello en la actualidad. Entre los 4aestros de esgrima en base a su propia experiencia a la de sus disc"pulos, se da por descontado que el principiante, por más #uerte belicoso que sea por más !aleroso e intr+pido que se sienta al principio, no bien comienza sus lecciones pierde no sólo su conciencia de s" sino inclusi!e la con#ianza en s" mismo. /lega a conocer todas las posibilidades t+cnicas que pueden poner en peligro su !ida en el combate aunque no tarda en mostrarse capaz de concentrar su atención al máximo de mantener una penetrante !igilancia sobre su ad!ersario, de rechazar correctamente sus ataques de lanzar estocadas e#ecti!as, está en realidad en peores condiciones que cuando, mitad en broma mitad en serio atacaba al azar de la inspiración del momento según se lo sugiriera el rigor el regocio del combate. hora, en cambio, se !e obligado a admitir que está a merced de todo aquel que sea más #uerte, más ágil más diestro que +l. =o !e, pues, otra salida que la práctica incesante su instructor tampoco puede aconsearle otra cosa por el momento. s", el principiante se dedica de lleno a
superar la habilidad de los otros aun la propia2 adquiere una t+cnica brillante que le de!uel!e parte de la perdida con#ianza en s" mismo piensa que se está acercando a la meta anhelada. El instructor piensa, sin embargo, de mu distinta manera, -a#irma %a'uan- está en lo cierto, pues toda la habilidad del principiante sólo lo conducirá a que 1su corazón sea arrebatado por la espada1. =o obstante, los primeros pasos de la instrucción no pueden ser impartidos de modo distinto este sistema es el más apropiado para el principiante, aunque no conduzca hacia la meta, cosa que el instructor no ignora. El hecho de que el alumno no pueda con!ertirse en maestro de esgrima a pesar de su celo aun a pesar de su habilidad natural, es más que comprensible. ;ero, Cqu+ razón ha para que +l, que desde hace tiempo ha aprendido a no dearse arrebatar por el calor del combate, s" a mantenerse sereno, a conser!ar sus energ"as, que ahora a se siente preparado para entablar largos combates, que di#"cilmente pueda hallar en su medio un ad!ersario que lo iguale, uzgado por standards más ele!ados, #racase a último momento sea incapaz de todo progresoD /a causa -siempre según %a'uan- reside en el hecho de que el alumno no puede dear de obser!ar a su antagonista ni lo que +ste hace con su espada2 que constantemente está pensando en cuál será la meor manera de atacarlo, esperando el momento de hallarlo despre!enido. En resumen, lo que ocurre es que está dependiendo todo el tiempo de su arte de sus conocimientos. l hacerlo -ase!era %a'uan- pierde su 1presencia de ánimo1, la estocada decisi!a llega siempre demasiado tarde es incapaz de 1!ol!er la espada de su ad!ersario contra el que la empuña1.
El papel del instructor no es señalar el camino en s", sino permitir al alumno adquirir una clara percepción de este camino hacia la meta mediante su adaptación a las caracter"sticas indi!iduales del sueto. $e ah" que comenzará adiestrándose para e!itar instinti!amente los ataques, aun cuando +stos lo tomen completamente por sorpresa. $. %. &uzu'i describe, en una deliciosa an+cdota, el m+todo asombrosamente original empleado por un instructor para cumplir esta di#"cil tarea) El 4aestro de esgrima apon+s emplea a !eces el m+todo *en de adiestramiento.
ad!ersario ni de !arios ad!ersarios a la !ez. 4ás bien, !e siente lo que !a a suceder al mismo tiempo ha eludido a su e#ecto sin que medie 1el grosor de un cabello1 entre la percepción propiamente dicha el acto de esqui!ar. Es esto, pues, lo que importa) una reacción !eloz que no necesite a de la obser!ación consciente. l menos en este sentido el alumno se independiza de todo designio consciente, lo cual es a un gran progreso. /o más di#"cil de una importancia realmente decisi!a es hacer que el alumno dee de pensar en el comportamiento de su ad!ersario de obser!arlo2 toma en serio su 1no-obser!ación1 sabe controlarse en todo momento, pero no nota que, al concentrar su atención en s" mismo, se !e ine!itablemente como el combatiente que a cualquier costo tiene que e!itar obser!ar a su antagonista. Haga lo que hiciere, sigue teni+ndolo secretamente presente. &ólo en apariencia se ha desprendido de +l cuanto más se es#uerza por ol!idarlo, más "ntimamente se liga a +l. &e necesita una sutil gu"a psicológica para con!encer al alumno de que no ha ganado nada #undamental con esta des!iación de su atención. $ebe aprender a no prestar atención a su persona de la misma resuelta manera en que no tiene en cuenta a su antagonista, despoarse radicalmente de todo propósito, abstraerse tambi+n !isualmente de s".
/a per#ección en el arte de la esgrima se alcanza, según %a'uan, cuando el corazón dea de preocuparse por pensamientos sobre el o el tú, sobre el ad!ersario su espada, la propia espada cómo blandirla manearla aun sobre la !ida la muerte. 1%odo es !acuidad) el propio o, la espada centelleante el brazo que la esgrime. un el pensamiento mismo de la !acuidad a no está all".1 $e esta !acuidad absoluta, a#irma %a'uan, 1surge el más mara!illoso replegamiento del hacer1. : lo que es as" en cuanto a la arquer"a la esgrima, tambi+n lo es aplicado a las demás artes. $e ah" que la maestr"a en la pintura tradicional aponesa sólo pueda lograrse cuando la mano, dueña a su t+cnica, eecuta lo que 1ronda1 ante el oo del pensamiento en el mismo instante que el pensamiento comienza a concebirlo, sin que medie entre ellos el grosor de un cabello. /a pintura se con!ierte entonces en una caligra#"a. qu" tambi+n las instrucciones -en este caso del pintor- podr"an ser) pase diez años obser!ando bambúes, con!i+rtase usted mismo en un bambú, luego ol!ide todo póngase a pintar. El 4aestro de esgrima es tan inconsciente de s" mismo como el principiante. /a indi#erencia que perdió al comienzo de su instrucción, la recupera al #inal como una caracter"stica indestructible. ;ero, a di#erencia del principiante, se mantiene en reser!a, es calmo modesto no siente el menor deseo de exhibirse. Entre las etapas del aprendizae las de la maestr"a ha luengos años de in#atigable práctica. ;or in#luencia de la $octrina *en, su pericia se hace espiritual, +l mismo, cada !ez más libre mediante la lucha espiritual, es trans#ormado. /a espada que a partir de ese momento se ha con!ertido en su NalmaO, a no sale #ácilmente de su !aina2 sólo la desen#unda cuando es ine!itable hacerlo. $e este modo puede suceder que e!ite combatir con un ad!ersario indigno, un #an#arrón que se acta de sus músculos, aceptando con risueña indi#erencia la acusación de cobard"a2 mientras que, por estima a su contrincante, insistirá en un combate que no puede tener otro resultado que su muerte de un modo honorable. Rstos son los sentimientos que gobiernan el ethos del samurai, el incomparable 1sendero del samurai1 conocido con el nombre de 5ushido, pues mu por encima de todo lo demás -!ictoria, #ama, hasta la !ida misma- se halla la 1espada de la !erdad1, que lo gu"a lo uzga.
plenamente caracter"stico de la $octrina *en- su#icientemente #eliz en el mundo, pero está dispuesto a abandonarlo en cualquier momento, sin que le inquiete en absoluto la idea de la muerte. ;or algo los samurai han elegido el #rágil capullo del cerezo como su s"mbolo más aut+ntico.
4aestro
dio)
-&egún puedo !er usted parece ser a un 4aestro de esgrima. $"game, por #a!or, a qu+ escuela pertenece antes de que entablemos nuestra relación de 4aestro alumno. El -4e
guardia a!ergMenza
con#esar
que
respondió) nunca
he
aprendido
el
arte.
-C&e burla de m"D &o 4aestro del honorable &hogun s+ que mi 1oo1 no #alla. -/amento o#ender su honor, pero realmente no s+ absolutamente nada.
/a resuelta negati!a del !isitante hizo que el 4aestro meditara un instante luego) -&i as" dice, as" debe ser2 sin embargo, esto seguro de que usted es 4aestro de algo, aunque no acierto a precisar de qu+. -:a que insiste, se lo dir+. Ha algo de lo cual puede decirse que so un maestro completo.