El pasado reciente: entre la historia y la memoria. por Florencia Levín
Cuan Cuando do habl hablam amos os de pasa pasado do cerca cercano no nos nos refer referim imos os a un pasad pasado o de natu natura ralez lezaa aún aún inacabada, abierto a las pasiones y las luchas simbólicas (y no tan simbólicas) de diversos actores que pugnan por capturar y edificar sus sentidos. Se trata de un pasado abierto e inconcluso, cuyos efectos en los procesos individuales y colectivos interpelan nuestro presente. e un pasado pasa do que entrete!e la trama de los m"s #ntimo y privado con la trama tr ama de lo público y lo colectivo. colectivo. e un pasado que, a diferencia de otros pasados, pasados, no est" hecho únicamente únicamente de representacio representaciones nes y discursos discursos socialmente construidos construidos y transmitido transmitidos, s, sino que, que, adem"s adem"s,, est" est" aliment alimentado ado de vivenc vivencias ias y recuerd recuerdos os person personale ales, s, rememo rememorad rados os en primera persona. e un pasado, en suma, que aún barniza u opaca el poder de diversos grupos grupos y que, asimismo, asimismo, se proyecta proyecta de modo intenso intenso en la creación de identidades identidades tanto individuales y colectivas. e un pasado que convoca actores y espacios muy diversos y que concita el inter$s y la atención del grueso de la sociedad que demanda, no sólo e%plicaciones, sino tambi$n reparación y !usticia. e un pasado cuya politicidad penetra nuestro presente fuertemente. Se trata, en suma, de un pasado radicalmente incompatible con la neutralidad. e un pasado que suele evocar miradas mitificadas, plagadas de !uicios valorativos y posturas maniqueas que pretenden se&alar dónde radical el 'mal', qui$nes son los responsables, dónde yace el territorio de los !ustos. n estas dos clases intentaremos avanzar en la definición de algunas de las especificidades de dichos pasados como as# tambi$n abordar los dos principales espacios discursivos que sobre el mismo generan sentidos y significados la historia y la memoria. Comenzaremos en esta primera clase por refle%ionar acerca de las caracter#sticas de lo que llamamos pasado cercano y avanzar en la noción teórica de memoria y memoria social para, finalmente, abordar las distintas memorias sobre el e l pasado reciente rec iente argentino. n la segunda clase, entonces, nos detendremos con mayor detalle a refle%ionar acerca de la hist histor oria ia recie recient ntee como como camp campo o acad$ acad$mi mico co,, sus sus espe especi cifi ficid cidad ades, es, sus sus alcan alcances ces y sus sus proyecciones.
1. VIOLENCIA Y TRAUMA
*a historia reciente argentina, al igual que la de otros pa#ses del llamado Cono Sur, est" surcada por la violencia, la masacre, la muerte y la desaparición de miles de personas (y tambi$n tambi$n de diverso diversoss proye proyecto ctoss de cambio cambio y transfo transforma rmació ción n social) social) en el marco marco del accionar de un aparato de estado terrorista. s una historia que se asocia, por lo tanto, a procesos sociales considerados traum"ticos en tanto y en cuanto amenazan el mantenimiento del lazo social y son vividos por sus contempor"neos como momentos de profundas rupturas y discontinuidades, tanto en el plano de la e%periencia individual como colectiva (+ranco y *ev#n, -- -- /0). 1unque no se trata en esta ocasión de abordar la comple!a historia de ese pasado cercano, es preciso aclarar, en primer t$rmino, que nos estamos refiriendo a un per#odo cuyo inicio podemos ubicar tentativamente a partir de los hechos conocidos como 2el Cordobazo3 y que se e%tiende durante toda la d$cada del setenta atravesando el per#odo de la última 4
dictadura militar hasta el momento de la asunción de 5aúl 1lfons#n que, como veremos m"s adelante, se vivió como el fin de un ciclo y la inauguración de una nueva etapa en la historia nacional.
6m"genes del histórico 'Cordobazo'
n segundo lugar, es preciso destacar que el rasgo distintivo de esta etapa fue el gran protagonismo que adquirió la violencia en el escenario pol#tico. *os fenómenos englobados ba!o el ubicuo y polis$mico t$rmino de violencia pol#tica son muy variados e involucran a un con!unto heterog$neo de actores. *a gran mayor#a de las veces suele emplearse el t$rmino para referir a las acciones de fuerzas que se vuelcan en contra del orden establecido (particularmente a la acción de organizaciones pol#tico7militares tales como 58 y 9ontoneros), mientras que se reserva el t$rmino 2represión3 para referir a la empleada por agentes paraestatales y estatales. Sin embargo, unas y otras, al desbordar los canales institucionalizados y derramarse e%pansiva y descontroladamente sobre la sociedad, son comprendidas en tanto fenómenos relativos a la noción de violencia. esde ya que el hecho de que todas estas pr"cticas puedan ser definidas a partir de la noción de violencia no implica homologarlas ni, mucho menos, considerarlas comparables 8. 8or otro lado, esta problematización del t$rmino violencia no deber#a llevarnos a suponer que violencia es la ant#tesis de democracia 8 *os or#genes del creciente rol de la violencia insurreccional en la pol#tica constituyen tema de debate entre los estudiosos del per#odo, pero es indudable que los mismos se asocian con niveles crecientes de censura, proscripción y cierre de los canales institucionales para el e!ercicio de la pol#tica. 8or otro lado, es posible afirmar que durante el per#odo en cuestión se produ!o una suerte de autonomización de la violencia en tanto y en cuanto, una vez efectuadas las elecciones de marzo de 4:/, el argumento de la ilegitimidad del r$gimen ;esgrimido en su momento para legitimar la violencia como modalidad de acción pol#tica7 no pudo ser efectivamente sostenido. 1simismo, en relación con la violencia represiva, puede considerarse que el paro%ismo de dicha autonomización est" e%presado en la organización de 2grupos de tareas3 y centros clandestinos de concentración y tortura caracter#sticos del terrorismo de estado.
e este modo, la ola de secuestros y e!ecuciones, la aparición de cuerpos acribillados en los m"rgenes de los caminos o de cad"veres flotando en los r#os desde los primeros a&os -, el hallazgo m"s tard#o de cientos de tumbas << y la apreciación visual de allanamientos, tiroteos y redadas no fueron acontecimientos aislados sino que formaron parte del d#a a d#a de la vida cotidiana de millones de argentinos de entonces. l saldo de esta historia es una sociedad totalmente fragmentada y desarticulada, una estructura socioeconómica paralizada y destruida, y la tr"gica cifra de /-.--- personas desaparecidas. s ese pasado, entonces, el que debe ser socialmente procesado para dar lugar a las palabras, es decir, a la elaboración, siempre conflictiva y siempre inacabada de las interpretaciones, los significados y las e%plicaciones.
9ucho antes de que la historiograf#a se haya pronunciado al respecto, fueron los discursos de las memorias los que tomaron la palabra. 1ntes de adentrarnos en las diversas memorias sobre el per#odo en cuestión, sus interpretaciones y reivindicaciones, sus actores y sus conte%tos históricos es preciso que nos detengamos en la comple!a y polis$mica noción de memoria que se vincula de un modo ine%tricable y problem"tico con la de historia.
2. LA NOCION DE MEMORIA
n este apartado vamos a concentrarnos entonces en e%plorar distintos significados que se le atribuyen a la noción de memoria. 8ara ello, es necesario que nos zambullamos en un con!unto de problemas teóricos y epistemológicos. 8ara empezar, el t$rmino memoria puede aludir a la capacidad de retener, conservar o almacenar información y al mecanismo mediante el cual recuperamos (2recordamos3) información previamente adquirida. l material a 2recordar3 es de muy diversa #ndole e incluye tanto los recuerdos de e%periencias pasadas, de im"genes on#ricas, y de e%periencias sensoriales (olores, sabores, sensaciones t"ctiles, etc.) como de información recibida e incorporada. ste tipo de acepciones de la noción de memoria est" fuertemente relacionado con el campo de la neurobiolog#a y la psicolog#a cognitiva, disciplinas que, entre otras cosas, se dedican a estudiar los procesos el$ctricos y qu#micos que ocurren en el cerebro cuando 2recordamos3 8. entro de este campo de estudios e%iste, asimismo, otro tipo de memoria, llamada memoria de procedimiento o memoria de acción que no tiene que ver con mecanismos cognitivos conscientes sino con la capacidad de reproducir aprendiza!es motores tales como caminar, atarse los zapatos o andar en bicicleta. /
1hora bien= si nos apartamos del "mbito de las llamadas ciencias cognitivas, el panorama en torno a la noción de memoria se torna m"s bien confuso en tanto y en cuanto e%isten y conviven una gran cantidad de acepciones del t$rmino que, por otro lado, se emplean para describir un con!unto amplio y variado de fenómenos tanto individuales como sociales. n principio, podemos reconocer un uso, m"s bien coloquial y cotidiano del t$rmino que, fuertemente impregnado de su acepción cient#fica, entiende la memoria como la capacidad de evocar e%periencias pasadas. l problema es que, desde esta perspectiva, la memoria se piensa como un mecanismo en cierto modo pasivo mediante el cual el recuerdo de hechos y procesos pasados se re7actualiza de un modo m"s o menos mec"nico y sin ocasionar ningún tipo de transformación en el material recordado. icho de otro modo, sin contemplar la diferencia entre el hecho o proceso recordado en s# y las representaciones que sobre el mismo se construyen. Contrariamente, dentro del campo de la refle%ión teórica y tambi$n de los estudios sobre la memoria social, si bien e%isten muy diversas apro%imaciones y variantes, la memoria suele ser considerada como un proceso activo de elaboración y construcción simbólica de sentidos sobre el pasado (>elin, ---). n este caso, no se trata ya de la capacidad pasiva de evocar eventos pasados sino m"s bien del proceso activo de articulación de sentidos y representaciones sobre ese pasado. esde esta perspectiva, se entiende que la noción de memoria mantiene una estrecha vinculación con las inquietudes, preguntas y necesidades presentes y, por tanto, con el horizonte de e%pectativas futuras. n otros t$rminos, esta perspectiva tiende a considerar que es en función de los problemas y cuestiones que ata&en a un su!eto y a una sociedad que se elaboran y construyen sentidos del pasado. ? que esos sentidos, adem"s, son pasibles de ser e%presados en relatos comunicables en forma narrativa (>elin, --). Como puede apreciarse, la noción de memoria, as# entendida, puede aludir tanto a los procesos mediante los cuales los su!etos se relacionan individualmente con su pasado, como a las modalidades mediante las cuales una sociedad elabora y negocia sentidos colectivos sobre su pasado (por e!emplo, en conversaciones con amigos o familiares, en la pr"ctica de escribir diarios #ntimos, cartas, etc., como as# tambi$n mediante un traba!o psicoanal#tico). *legados a este punto, cabe preguntarse si lo que diferencia a la memoria individual de la memoria colectiva es únicamente una cuestión de escala. n otros t$rminos ¿La memoria colectiva puede ser considerada como una agregación de memorias individuales? O, contrariamente, ¿debemos suponer que la memoria colectiva constituye -o debiera constituir- una narrativa representativa para todos los individuos y grupos de una sociedad y por tanto consensuada entre todos ellos. 1 pesar de que la respuesta en ambos casos es evidentemente negativa, estos interrogantes son útiles ya que, por un lado, contribuyen a despe!ar algunos lugares comunes en los usos ingenuos del t$rmino y que, por otro, nos conducen a uno de los problemas fundamentales a desentra&ar a la hora de abordar la problem"tica de la memoria esto es, la relación entre las dimensiones individual y colectiva de la memoria. Comencemos entonces por plantear una cuestión clave Los mecanismos neurológicos estudiados y desc ritos por biólogos y psicólogos cognitivos llamados memoria refieren a procesos químicos y eléctricos que ocurren a nivel neuronal
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dentro del cerebro de cada individuo mientras que, dentro del campo de los estudios sociales, la noción de memoria es usada para referir a procesos colectivos que de ningn modo se aseme!an ni son equiparables a esos procesos neurobiológicos descritos a nivel individual. Sin embargo, esta distinción entre una y otra noción de memoria, necesaria y fundamental a los efectos de lo que nos interesa, no debe desconocer que, aún a nivel individual, al estar mediatizada por el lengua!e la memoria es siempre, tambi$n, un fenómeno social. 1simismo, y sim$tricamente, debe contemplarse que aquello que llamamos memoria social o colectiva es procesado por cada uno de los individuos que componen esa sociedad o colectividad por lo que, en tanto fenómeno procesado por el cerebro, es, tambi$n, un fenómeno neurobiológico. 8or último, debe considerarse que la memoria individual es tambi$n un ob!eto de inter$s de los estudios sociales, al menos en los casos en que esas memorias refieren a las modalidades en que los individuos procesan e%periencias sub!etivas de procesos sociales traum"ticos. 1hora bien= la relación entre los aspectos individuales y colectivos que ata&en a la memoria social no se reduce a la distinción planteada, en tanto y en cuanto el pasado ob!eto de la memoria tiene aristas públicas y colectivas, como tambi$n personales y privadas. e modo que cuando hablamos de memoria social siempre vamos a estar refiriendo a procesos e%tremadamente comple!os que anudan, articulan y retroalimentan lo m"s #ntimo de cada e%periencia con procesos compartidos, de un modo o de otro, por una colectividad. 8or e!emplo, @qu$ ocurre cuando la memoria refiere a un pasado lo suficientemente cercano y al mismo tiempo lo suficientemente le!ano de modo que algunos su!etos tendr"n 2recuerdos3 propiamente dichos mientras que otros no los tendr"n puesto que no hab#an nacido entoncesA 8or otro lado, @qu$ relación e%iste entre la memoria de aquellos su!etos que e%perimentaron en primera persona sucesos que esa memoria recupera y la memoria de quienes fueron espectadores de dichos sucesosA 9"s aún, @qu$ ocurre con la memoria de un su!eto a medida que transcurre el tiempoA
'*a persistencia de la memoria', de Salvador al# stos interrogantes nos llevan a trazar algunas distinciones y aclaraciones. n primer lugar, es preciso diferenciar la memoria vivida de la memoria transmitida. n el primer caso, se trata de una memoria hecha, entre otras cosas, de recuerdos de e%periencias vividas en primera persona (ya sea como protagonista o como espectador) mientras que, en el segundo, se trata de la transmisión entre generaciones de valores, argumentos y representaciones sobre el pasado. 8or otra parte, es preciso considerar, adem"s, que cuando un su!eto 2recuerda3, en el sentido de recuperar impresiones de e%periencias pasadas, su recuerdo no supone un proceso mec"nico de recuperación de información previamente almacenada ni tampoco supone que las im"genes y representaciones que advienen cuando se evoca el pasado sean fieles a los sentidos e%perimentados durante ese pasado (ni mucho menos, por supuesto, fieles a una realidad 2ob!etiva3 en s#). n otros t$rminos, cuando un su!eto 2recuerda3, en esa evocación se filtran, por decirlo de algún modo, sentidos, representaciones, e
B
imaginarios presentes. ? esta serie de elementos que se 2filtran3 son producto de una comple!a interacción entre el su!eto y los discursos de la llamada memoria colectiva que, como dice ugo Dezzetti, pueden cumplir una función performativa ;en el sentido de 2dar forma37 de la memoria individual (Dezzetti, 4::E) impregnando con valores presentes recuerdos de e%periencias pasadas. s posible, incluso, que un su!eto 2recuerde3 cosas que !am"s sucedieron. e lo anterior se desprende que la memoria nos habla tanto sobre el pasado como sobre el presente y sobre el horizonte de e%pectativas futuras. ? se desprende tambi$n que la memoria colectiva supone la construcción de discursos fuertemente anclados en un tiempo y en un espacio y, por lo tanto, que la memoria social tiene una naturaleza ineludiblemente pol#tica, 1unque no siempre, o no necesariamente, partidaria. Se desprende, finalmente, que e%iste una fuerte articulación entre memoria e identidad, tanto personal como colectiva. 8or lo tanto, hablar de memoria colectiva es hablar de la e%istencia de diversos actores que, con sus acciones materiales y simbólicas, elaboran diversas narrativas o, lo que es lo mismo, diversas interpretaciones acerca del pasado. stas tienen, a su vez, un gran impacto en los mecanismos de creación identitaria de esos grupos as# como en el terreno de la acción pol#tica en la medida en que esos grupos llevan adelante reivindicaciones y demandas espec#ficas en relación con ese pasado. n otros t$rminos, el campo de la memoria social es un terreno de luchas simbólicas (y no sólo simbólicas) por los sentidos del pasado (>elin, ---).
F
asta el momento, hemos estado aludiendo a memoria en tanto recuerdos, discursos o representaciones, ya sean individuales o colectivos, que se producen y circulan socialmente a partir de una comple!a interacción entre su!eto y sociedad. 1hora bien= e%iste otra dimensión de la noción de memoria que se asocia a lo que algunos estudiosos y teóricos han denominado anamnesis y que, siguiendo a ?osef ?erushalmi, podr#amos definir como un con!unto de creencias, ritos y normas que hacen a la identidad y al 2destino3 de un grupo (?erushalmi, 4:E:). e ah# la noción de 2razón anamn$tica3 como imperativo $tico de recuperar aquellas identidades avasalladas y silenciadas por reg#menes de e%terminio industrializado que representan formas del crimen imprescriptible e imperdonable (5icoeur, ---), categor#a dentro de la cual entran, sin duda, los atroces cr#menes cometidos por el aparato terrorista de estado durante la última dictadura militar argentina. Como sea, estas dos dimensiones de la noción de memoria (memoria como con!unto de representaciones y discursos G memoria como imperativo $tico) aparecen, generalmente confundidas, cuando no indiscriminadas, tanto en la arena pública cuanto en los espacios acad$micos (+ranco y *ev#n, -- 04).