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IKER JIMÉNEZ JIM ÉNEZ ELÍZARI ELÍZARI
EL PARAÍSO MALDITO Un viaje al rincón más enigmático de nuestra geog rafía
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IKER JIMÉNEZ JIM ÉNEZ ELÍZARI ELÍZARI
EL PARAÍSO MALDITO Un viaje al rincón más enigmático de nuestra geog rafía
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ISBN de su edición en papel: 978-84-414-1426-6 © 1999. Iker Jiménez Diseño de la cub ierta: © Miguel y Bernardo Rivavelarde © 2003 - 2011 Editorial 2011 Editorial EDAF, EDAF, S.L.U., S.L.U., Jorge Juan 68. 28009 2 8009 Madrid (España) (España) www.edaf.net Primera edición en libro electrónico (epub): noviembre de 2011 Conversión a libro electrónico: Digital Digital Books, S. L. ISBN EPUB: 978-84-414-3063-1 No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea este electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito del editor. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (Art. 270 y sigu ientes del Código Penal)
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A Carmen, mi mujer. Por su espíri es píritu tu limpio, l impio, su entrea y su cariño. A los hurdanos hurda nos de buen corazón cor azón que me contaron estas historias para que no fuesen tragadas por el olvido. A Félix Barroso, cronist cr onistaa y amigo, y a Julián Juli án Sendín, buen hurdano que quizá qui zá ahora haya comprendido comprendido lo que una noche le salió al paso.
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Soy Maldi Ma ldito to PRÓLOGO A LA 3.a EDICIÓN [1]
HE ESCRITO seis libros y uno de ellos está maldito. Este. Cuando en 1999 terminé la obra que tiene entre las manos supe con certeza que iba a poner un pie al otro lado de la frontera. La misma que habían traspasado Juan Antonio Pérez Mateos con su Clamor de Piedras, Piedras, Víctor Chamorro y su Tierra sin Tierra Tierra y otro puñado de valientes que ya me habían precedido en eso de contar y cantar los enigmas, grandezas y miserias miseri as de uno de los rincones más fascinantes del mundo: Las Hurdes. Hurdes. Como les ocurrió a ellos me ocurrió a mí; sintieron un flechazo en lo profundo de los sentimientos, se envolvieron de bruma y pintura negra, de un universo primitivo y noble que aún subsistía en la Alta Extremadura. Descubrieron, en definitiva, un espacio bucólico y a la vez brutal, como una burbuja que se aislaba del tiempo. tiem po. Se emocionaron ante los montes y las leyendas, los miedos y las largas noches de la sierra. Y caminaron aquí y allá, espantados a veces, extasiados otras, con las sorpresas que estas sendas guardan solo para quien viaja con los ojos abiertos del espíritu. Pararon en los caminos, tomaron perspectiva y se fundieron con la gente y sus historias. Después escribieron verdades como puños; realidades vividas y vistas que había que comprender en su sentido más profundo. prof undo. Como era de esperar, nada más salir de la imprenta las obras fueron maldecidas por sectores de la clase dirigente que tiene intereses en la zona. Esos políticos y jerifaltes se escandalizaron al unísono ante la «mala imagen» que, según ellos, nos atrevíamos a dar a su región. A nuestra región, pues permítaseme el considerarme ya un poco hurdano de alma tras más de doce años, treinta viajes y miles de horas buscando la esencia de esas piedras desnudas. Hurdano de alma, aclaro, es aquel que no se avergüenza de su pasado ni sus mitos. Que evoluciona noblemente pero a la vez tiene un cordón umbilical respetuoso con el sentido mágico y legendario de la existencia.
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La dictadura de lo «políticamente correcto», esa que ya amordaza en nuestra sociedad tanto como las otras, se sintió escandalizada con lo que yo contaba, con lo que viví y plasmé en El Paraíso Maldito. Y no negaré que un sentimiento de rabia me llenó por dentro al comprobar en mis huesos como algunos no habían comprendido nada. Absolutamente nada. Las historias de brujas y duendes les espantaban. Las luminarias y banastros voladores les parecían ridiculizantes..., los rituales y antiguos ensalmos, algo digno de ser quemado por la pira del pensamiento único y globalizador. No supieron ver más allá. Ni comprender el verdadero sentido de honor, libertad, esfuerzo y riqueza de alma que se plasmaba en estas páginas. Un agradecimiento y admiración sincera hacia los ancianos que me contaron las últimas cosas del último rincón distinto a los demás. Objetivamente este es un libro que ha hecho descubrir a miles de personas la región hurdana. Que ha hecho viajar hasta allí a miles de entusiastas, gente con principios que buscaba un entorno virgen lleno de naturaleza y antropología viva. Y me alegro. Como me alegro de que el pueblo, ese del que tanto aprendí y escuché, tenga el libro entre sus buenos recuerdos. Entre todos rescatamos con esfuerzo un puzzle de creencias, mitos, tradiciones y misterios que, hoy lo puedo decir con la perspectiva de cuatro años, se moría sin posible remedio. Ahí está mi labor. Y solo el tiempo la juzgará por encima de intereses espurios e hipocresías de cara a la galería. Por desgracia, si faltaban pocas para con el pasado del hurdano, los incendios que han asolado la región en el verano de 2003 no solo han quemado campo y árboles. También han calcinado uno de los nexos entre la esencia antigua de esta comunidad —la de los ungüentos y rezos, la del conocimiento de la botánica oculta, la de la morada de los seres de la noche— y su mundo mágico. Ese cosmos genuino y diferenciador que tantos echarán de menos cuando desaparezca por completo. Ese universo apasionante en el que nos sumergimos algunos «forasteros malditos» y que, me da la impresión, muchos hurdanos de pro ya comienzan a echar de menos notándose huérfanos de algo que sus ancestros llevaban a gala. Las casas se blanquean y casi se silencia la difusión de los viejos mitos considerándolos absurdos. Apenas queda nada ya para ser una región como cualquiera otra. Que maravilla para algunos renegados, y que tragedia para quienes quieren ser distintos.
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Afirmo que no es bueno sentir vergüenza de un pasado que, a pesar de las dificultades, del hambre y la pobreza, a algunos nos parece grande y lleno de honor. Los incendios forestales y los incendios de la mediocridad —tan furibundos como los otros— que pretenden terminar con esas Hurdes inmortales, acabarán en breve con un legado único en el mundo. Un legado compuesto de arqueología y zoología insólita, de saberes perdidos en la bruma de los tiempos, de misteriosos dioses grabados en la piedra, de ensalmos y espantatormentas, del Macho Lanú, el Pelojáncano, la Encorujá, el Pájaro de la Muerte y el Tío del Bronci. De miles de cosas que son riqueza cultural latente e irrecuperable. Junto a tantos otros ya estoy al lado de la frontera que ocupamos los considerados «herejes» por algunas autoridades competentes. Pero he cumplido mi misión. La de contar. La de enamorarme de un pueblo, de una forma de vida y un sustrato enigmático que quise y quiero reivindicar. Los hurdanos de buen corazón, la inmensa mayoría, tienen mi respeto, mi admiración y mi agradecimiento. Y yo volveré, como hicieron el resto de escritores «maldecidos» a fundirme con aquellas pizarras y montañas. A caminar bajo aquella lluvia gris de los desfiladeros. A unirme, como seguro lo hacía el hombre antiguo, con las entrañas de la naturaleza. Espero entonces, aunque sea en algún rincón, en algún camino de piedras, encontrarme con quien que mantenga la llama viva de aquellas historias y aquellos conocimientos perdidos. Sabía lo que iba a pasar y lo asumo. Pero por fortuna también sé que los políticos, los cínicos, los hipócritas y los que no ven más allá de sus narices, pasan. Los libros, aunque sean malditos como este, siempre quedan. En Madrid, siendo las 22:43 del 9 de septiembre de 2003 1 La primera edición de esta obra se publicó en 1999. Esta tercera edición corresponde a una reedición actualizada.
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Introducción Existe en este reino un áspero valle infestado de demonios, un lugar que los pastores creen habitado por salvajes, gente ni vista ni oída de lengua, de usos distintos a los nuestros, que andan desnudos y piensan ser solos en la Tierra. Algún testigo declaró haberles oído voces góticas y otras imposibles de entender. Padre carmelita P. NIEREMBERG, Curiosa Philosophiae, 1600 Y allí estaban aquellos seres aguardándonos. Mitad hombres y mitad bestias. LOPE DE VEGA, Las Batuecas del Duque de Alba, 1638 La fertilidad del suelo de este valle es tan abundante que algunos dicen es el remedo del Paraíso Terrenal, y lo parece por la fragancia de tanta flor de albahaca, cinamomos, arrayanes, cedros, cipreses, naranjos... TOMÁS GONZÁLEZ DE MANUEL, Verdadera relación y manifiesto del descubrimiento de Las Batuecas, 1693 No hay tierra tan fascinante como esta. Tiene sus secretos y sus misterios. Muchos son los que se perdieron en ella y no ha vuelto a saberse nada de su paradero. Existen profundas lagunas habitadas por monstruos y hay un valle tan estrecho en el que solo se le ve la cara al sol en pleno mediodía, dominando la penumbra total el resto de la jornada. BORROW, La Biblia en España, 1850 Es una preocupación creer que solo en la Oceanía, en el centro de África o en las sabanas de América es donde se hallan aún las
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hordas incultas y donde la civilización tiene aún que ganar palmos de terreno. Hay, en el partido judicial de La Granadilla, en la provincia de Cáceres, una comarca que lleva el nombre genérico de Las Hurdes, y habitada por verdaderas tribus primitivas... CARLOS SOLER ARQUÉS, 1882 Este país casi desconectado del resto de la nación forma un verdadero paréntesis no solo en la materialidad de su posición, respecto a los pueblos que le rodean, sino también en las ideas, en las costumbres, en la religión y hasta en el progreso de la especie humana. PASCUAL MADOZ, Diccionario Geográfico Estadístico-Histórico de España, 1847 Aquello es el verdadero Paraíso Terrenal. Valles interminables, lagos..., una tierra solitaria y de incalculable riqueza. Doctor A. MAUNDE, Bilbao, 1883 Se comprende que seres caídos en tal abyección y envilecimiento como estos de las llamadas Hurdes no reparen en cometer delitos por horrendos que parezcan. Esta comarca es para Castilla el borrón que para Europa es Turquía. Se les tiene abandonados, viviendo en cuevas inmundas, sin conocer el calzado y harapientos, cual momias, se les ve subidos en las peñas. Doctor BIDE, Las Batuecas y Las Jurdes, 1892 Yo había llegado allí movido de la curiosidad; deseaba conocer el lugar más extraño de la siempre intrigante España. Recuerdo como aquella primera noche, lejos ya de Las Mestas y a campo raso, yo estaba ya conquistado a la causa de Las Jurdes.
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MAURICE LEGENDRE, 1908 A las once llegamos al pueblo de Martilandrán. Miseria, anemia, bocio, cretinismo. Espectáculo horrendo, dantesco... Doctor GREGORIO MARAÑÓN, 1922 ¡Qué tarde aquella en que después de habernos bañado en el clarísimo río, entre peñascos, nos rodearon los fragosanos al husmo de las escurrajadas de nuestra merienda, pero también para preguntarnos por el mundo! MIGUEL DE UNAMUNO, Andanzas y visiones españolas, 1922 Aquellas montañas desheredadas me cautivaron enseguida. Me fascinaba el desamparo de sus gentes, pero también su inteligencia y su apego a su remoto país. LUIS BUÑUEL, 1932 Nadie sabe con fijeza la edad que tiene y casi nadie sus familias. Cuando vienen a registrarse suelen decir que se les ponga el nombre del santo que más les guste. Doctor GREGORIO MARAÑÓN
EXPLORADORES Y CRONISTAS, médicos y escritores, curas y reyes viajaron a un lugar que se pierde en el paralelo 40/6 de nuestro globo terráqueo y que viene a corresponderse con un rincón enclavado en lo que hoy son las tierras de Cáceres y Salamanca. Sus impresiones aferradas al corazón, rotundas y sin máscara, pintaron una imagen negra y a contraluz de un mundo perdido en los confines del reino de España. Un universo centrado en sí mismo que, ajeno al transcurrir de los días al otro lado de sus montañas, ha ido rodando con un ritmo diferente, guardando celoso mil y
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un secretos que en nuestro tecnificado vivir ya no comprendemos, pues se nos pierden en los más profundos abismos. Posiblemente sean el último reducto, el último lugar donde el ser humano permanece aún conectado con la naturaleza por unos lazos primitivos y complejos que dentro de un corto período de tiempo se perderán en el olvido. Allí, entre pizarras, en la tierra sin tierra, en el mundo de «los sin pan» escuché las historias de las luces que matan, de la arqueología única e irrepetible, de las leyendas con nombres y apellidos, de los animales desconocidos que aún quedaban por catalogar a una ciencia sorprendida siempre que ponía aquí los pies. Quizá la labor de este libro, escrito tras veintidós viajes a Las Hurdes y tras muchos días comiendo el mismo pan que esos últimos «hombres del Paraíso», pisando los mismo caminos y calentándonos en su misma lumbre, sea la de recuperar esa conexión que se pierde. No hay más pretensiones. Viajé a Las Hurdes fascinado como un joven Colón al descubrimiento de sus particulares Américas, espoleado y emocionado con el alma bullendo por frases como las que encabezan este prólogo, y allí descubrí un paraíso al que la maldición impuesta por el entorno y la sociedad le acabó haciendo más libre, más auténtico, más real. En pleno siglo XXI este es el testimonio de un rincón al que, desde mi primera y accidentada visita, ya me siento unido para siempre. El legado de un mundo ancestral en el que he aprendido que todo es posible. El viaje comienza.
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