ro d e B r El L ib r o ue n Amo r
y la tradición popular de la risa.
Marí a Jos oséé Sánchez Montes
U niv e s idad d e e G r r a an ada e r rsidad
El L i ib r r o b o d e e Bue n Amo r r, pun tualiza ba Alan Deyerm o n d h ace má s de una década en la revista I nsula , « es la má s dif í íc il de las obras maestras de la Edad Media castellana» por su contenido tan h eterogén eo, su caren cia de causalidad y un idad, su autobiograf ism o aparen te y su am bigüedad (Deyerm on d, 1987: 39). Como tal no sólo ha sido ob jeto de inn umerables estudios en el pasado, sino que con tinúa dando lugar a las má s diversas aproxima ciones, tanto en lo que respecta a aspectos particulares del texto como a la obra en su con junto. Esta aproxima ción se en ma rca den tro de las segundas y pretende ser un nuevo acercam iento a este texto a la luz de las ideas que Ba jtí n vierte en su libro sobre Rabelais, L a a c ul t t ur a p o d ia y Re na c imi e e nt o o p ula r r e n la Edad M e edia c imi o . El 1 x t to a nç o i s Ra b lais . c o on t e ex o d e e F r r a ois b e e lais López Estrada, ref iriéndose al desa juste evidente en tre la literatura f estiva medieval conservada y la considerada seria, grave, es que ha llegado hasta nosotros, af irma que «un planteam iento adecuado de la historia de la literatura requiere llenar este hueco
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© Boletín Hispánico Helvético , volumen 0 (primavera-otoño 2002). 1 La edición utilizada es la traducción al españ ol de Julio Fo rca t y César Con roy,
publicada en Barral Editores en
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con el conocimiento y el estudio de las ma nif estaciones f estivas, en la medida en que sea posible» y considera que «el e jemplo capital es el caso del L i ib r r o b o d e e Bue n Amo r r « (L ópez Estrada, 1989: 63). Mediante estas lí neas, por tan to, no pretendo otra cosa que r r o b o d e mostrar los motivos por los que, en mi opinión, el L i ib e Bue n Amo r r puede ser considerado un texto que se enma rca dentro de la tradición de la risa medieval, cuestión que, siguiendo la teorí a ba jtin ian a en torn o a este aspecto, podrí a in cluso of recer un a ví a alternativa a las ya planteadas respecto a alguno de los asuntos r ro b o , com o pueda ser su n otable am bivalen cia. más debatidos del L i ib cciión del volumen que dedica a Ba jtí n, a lo largo de la introducc Rabelais, se plantea «los problema s de la cultura cóm ica popular de la Edad Media y Renacimiento, discernir sus dimension es y def inir previam ente sus rasgos originales» (Ba jtí n, 1974: 9). En este sentido una de las cuestiones que má s preocupan al pensador ruso es el es tudio de las f orma s populares de la risa, por carecer, ba jo su pun to de vista, de un estudio en prof un didad y h aber licca y el humor, del concepto sido excluí das, junto con la plaza públi de carácter popular y de f olklore que f ormulase la tradición rom án tica (id.: 9). Den tro de las m an if estaciones de esa cultura es que se dispone a analizar, Ba jtí n encuentra tres grandes categorí as «que ref le jan un mismo aspecto cómico del mundo»: la primera engloba las f ormas y rituales del espectáculo; la segunda, las obras cómicas verbales; y en último lugar, el vocabulario f amiliar oseero (id.: 9). y gros En la sociedad medieval el carnava l, la risa, lo cómico, ocupan un lugar destacado en la vida del hombre por ser f orma s de expresión de su cosmovisión y de la cultura popular, que a su vez se traducen en la posibilidad de establecer una altern ativa, un segundo mundo, a la of icialidad medieval (id.: 11-13). Pertenecen estas f orma s a la vida cotidian a, se encuentran libres de todo dogmatismo religioso y su ley, única ba jo la cual se puede vivir, se f undamenta en la libertad. Están, además, relacionadas con el espectáculo teatral, aunque su lugar preciso se encuentra en la f rontera entre el arte y la vida, por cuanto el juego se transf orma en vida real.
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La idea de renacimiento y renovación universales componen para Ba jtí n la esencia misma del carnaval y mientras que la f iesta y la risa son sus rasgos f undam entales, para él la primera no tien e que ver ún icam en te con los momentos de descanso, sino que se encuentra ligada a periodos de transf orma ción, de cam bio y de crisis, y constituye la garantí a de la renovación. Mediante la posibilidad temporal de esta segunda vida, el pueblo penetra en «el reino utópico de la universalidad, de la libertad, de la igualdad (id.: 15), se abolen las jerarquí as y aparece un y de la abundancia» (i nuevo tipo de comunicación, de lengua je, cuyas f orma s están «impregnadas del lirismo de la sucesión y la renovación, de la gozosa comprensión de la relatividad de las verdades y las autoridades dom in an tes » (id.: 16). La parodia se con vierte entonces en elemen to f un dam ental de este lengua je, una parodia que como la risa carnava lesca es am bivalente, «alegre y llena de alborozo, pero al mismo tiempo burlona y sarcástica, niega y (id.: 17). af irma , am orta ja y resucita a la vez» (i Es f undam ental en toda la teorí a ba jtiniana sobre el carn aval y a lismo g r r o la risa popular lo que él denomin a r e ealism ot t e es c o o , f orma do por imá genes que se ref ieren a la vida ma terial y corporal, herencia de la cultura cómica popular, c uya concepción estética propia y dif erente de la de los siglos posteriores a partir del clasicismo se puede resumir en la f orma utópica de la f iesta. El término grotesco a y se apli liccó a unas pinturas ornamentales procede del italiano g r ro o tt t t a descubiertas en las excavaciones realizadas en las Termas de Tito en el siglo XV, que se caracterizaban por jugar de un modo tal con las f iguras, que las f ron teras en tre las f orma s naturales, animales y humanas desaparecí an por carecer en ellas de estatismo y de def in ición acabada (id.: 35). Ba jtí n parte del origen del términ o, de las caracterí sticas de esta orn am en tación , para def in ir lo que él entiende por r e ealism a lismo g r r o o t o , y así , destaca en prim er te e s c o lugar que entre sus caracterí sticas podemos encontrar la unión, ba jo la f orma un iversal de la f iesta de lo ma terial y lo corporal, en ten didos am bos , por tan to, com o prin cipios in diso lubles, un iv ers a les y po pu la res . N o se t ra ta s in em ba r g o de un a concepción corporal que tenga que ver con un «ser biológico (id.: 24) y, por tanto, aislado o un individuo económico privado» (i
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no está elacionado con el concepto de cue po individual bu gués, instituido cuando se establece socialmente el con cepto de su jeto que se h a pe petuado hasta nuest os dí as, sino que Ba jtí n se ef ie e a esta co po alidad, a esta mate ialidad mediante el té mino «pueblo» po se elevan te en este sen tido el colectivo social en luga del su jeto individual. Sin emba go, como señala Gu iévich 2, no es que la sociedad medieval ca eciese de individualidad, ni que el individuo se hallase totalmente abso bido po su g upo social, sino que «no conocí a esa individualización que se alimenta de la ilusión de su total autonomí a y de su sobe aní a con especto a la sociedad» (Gu iévich, 1990: 322). Las imá genes de lo g o o t te e s c o o , ademá s, son la f e tilidad, el c ecimiento y la supe abundancia, lo que conf ie e a este concepto un ca ácte aleg e y f es estivo, que se manif iesta mediante ese cue po colectivo, gené ico y popula del que hemos hablado. Sin emba go, es la deg adación el asgo que pa a Ba jtí n sob esale de man e a notable en la ima gen g otesca, es deci , la vulga ización de lo elevado y espi itual t ansf e ido al plano de lo ma te ial y co po al, aspecto éste que a su vez se conecta con la isa p ecisamente po su capacidad de ma te ializa y deg ada (Ba jtí n, 1974: 24). Po último, ot o aspecto destacable pa a nuest o c í tico, en lo que se alismo g o ef ie e al e e alism ot t e e sc o o , es la am biva len cia. Im plí cita tam bién en la deg adación, su valo es positivo y egene ado po cuan to «cava la tumba co po al pa a da luga a un nuevo n acimien to» (id.: 25). De toda esta con cepción su ge lo inf e io como comienzo y punto de pa tida, la isa como egene ación, negación y af i mación a la vez, sin el «ca ácte exclusivam en te negativo, ca en te de ( id.: 26) cuya intención dest uctiva am bivalencia egene ado a» (i f undam enta este concepto a pa ti sob e todo del Roma nticismo. En def initiva, lo que dif e encia lo g o o t o medieva l y en acen tista te e sc o del que apa ece en el Romanticismo y Mode nismo es, en palab as alismo , enten diendo ealismo como evolución, de Ba jtí n, su e e alism r
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2 La s teorí as de Ba jtí n , sobre todo las relacion adas con el con cepto de cron otopo
son base del razon amien to de su libro L as as c a at t e eg g o r ías d e e la c ul t tu r a me di di e eval v al . or ías
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crecimiento e imperf ecc cciión, es decir, una manera de entenderlo en la que se prescinde de toda degeneración estática de la que el concepto de g r r o ot e o romá n tico está repleto por h aber acabado t e sc o con su am bivalencia y su naturaleza dual (id.: 52-53). Cuatro han sido los temas f undamentales de estudio en cuanto r r o iere, «the un ity of the w ork, its b o d e al L i ib e Bue n Amo r r se ref sources, the autobiographical f ram e, and the intention of h is author» (Seidenspinn er-N úñez, 1981: 1). A lo largo de estas págin as, nos ref eriremos en cierto sentido al primer aspecto, la unidad de la obra, y al último, la inten ción de su autor. Por lo que respecta al últim o m uch a h a sido la especulación y así Roger M. Walker señala que «the most puzzling f eature of the ib r ro L i b o d e Bue n Amo r e r is its apparen t dualism of attitude. [...] Because th e Arch priest expresses h imself w ith equal vigour on th e sub ject f llove and on the dangers of sin, ma ny diff erent and of the joys of con f lic licting interpretation s of his boo k h ave been advan ced» (Walker, 1970: 231). Esta cuestión es tam bién destacada por Dayle Seidenspinn er-N úñez, que se plantea si el tono de pasa jes como el sermón del prólogo, la pelea con Don Amor y el lamento por Trotaconventos puede considerarse serio o irónico, cuestión ante r ro la que con cluye que «many if n ot most sections of the L i ib b o can be legitimately be argued both w ays» (Seidenspinn er-N úñez, 1981: 59). La voz narradora del L i ib r r o b o , c om o h em os visto señ alado por un buen número de crí ticos, se expresa a lo largo de todo el texto con notable ambigüedad, en primer lugar en lo que respecta al propósito del mismo. Así al comienzo podemos leer3:
E desque está inf orma da e instruida el alma que se ha de salvar en el cuerpo lim pio e pien sa e ama e desea omn e el Buen Am or de Dios e sus mandamientos. (...) E otrosí desecha e aborresçe el alma el pecado del am or loco d’este mun do (24-1),
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3 To das
las citas al LBA son de la edición de Jauralde & Sevilla (1988).
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i b b r por lo que el L i ro o aparece an te n ues tro s o jos co mo in strum en to li nada e s para mostrar a la naturaleza humana, más apa r re e jada e i nc li al mal q ue al b i i e en e a p e e c ad o ie e n (40-1), el cam ino del Bue n o q ue a b i c ad Amo r r , el de Dios, y aban donar el l o o c o co amo r r un ido , sin em bargo , al pecado. liccan los medios utilizados Unas lí neas más adelante se nos expli para tal propósito: f iz esta chica escriptura en memoria de bien e compuse este nuevo libro en que son escriptas algunas maneras e maestrí as (e) sotilezas engañosas del loco am or del mundo que usan algunos para pecar (22-25),
y aun que justif ica su método más adelante al señalar: las palabras sirven a la inteçió(n) e non la intençió(n) a las palabras. E Dios sabe que la m i in ten ción no f ue de lo f az azer por dar ma n era de pecar n i por ma ldezir (20-23),
an sólo un momento antes ha dicho:
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empero, porque es uma nal cosa el pecar, si algunos, lo que non los conse jo, quisieren usar del loco am or, aq uí f allarán algunas m aneras para ello (9-11).
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En def initiva, mientras el Arcipreste con tinúa ref iriéndose a b r los motivos que le han llevado a la composición del L i i b ro o , sus comentarios oscilan desde los que podrí amos considerar próximos a la moral religiosa, a aquellos en los que, por el propio material del que ha hecho uso, queda abierta la posibilidad para los recepto res de h acer un uso div erso del m ism o:
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en general a todos f abla la escriptura: los cuerdos, con buen sesso, entenderán la cordura; los ma nçebos livianos guárdense de locura, esco ja lo me jor el de buena ventura (estr. 67).
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cciión, o llam émosla me jor am bivalencia, ero esta contradicc que se ma nif iesta entre las intencion es del L i i b b r r o o d e e Bue n Amo r r y el P
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conten ido del texto, se hace evidente incluso desde el tí tulo. Si aten dem os a lo que se n os dice al com ien zo del mismo, podemos pen sar que éste está vinculado al amor de Dios, s e sus ma no al que denomina Bue n Amo r r , e l l Bue n Amo r r d e e D i io dami e e nt o a o s (26), opuesto al l o o c o amo r o q ue usa n alg un uno s pa r c o r d el mund o e ra p e ec a r r (24-25) y, por tanto, podrí a llevarnos a suponer que el L i ib r ro c a b o va a describir el modo de con seguirlo, mien tras que por el contrario el texto, unas páginas má s adelante, aparece lleno de e jemplos de signo contrario, pues lo que f undam entalmente allí se narra no es otra cosa que una serie de aventuras am orosas que se resuelven con ma yor o menor éxito, según el caso, y que están protagonizadas por lo gen eral por la voz n arrativa , que asimismo liccar aquello que a nuestros o jos vuelve a dar un quiebro para expli podrí a, y así h a sido en ocasiones, parecer contradictorio: propio propio
E yo como soy omne como otro, pecador, ove de las m ugeres a las vezes grand am or; provar omn e las cosas n on es por en de peor, e saber bien e ma l, e usar lo me jor (estr. 76).
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embargo, en el f ragmento que dedica a la alcahueta se vuelve a hacer ref erencia al tí tulo, pero esta vez el signo del comentario es distinto: ya no lo relacion a con el Bue n Amo r r de Dios, sino con el del mundo, y así cuando Trotaconventos dice: Nunca diga(de)s nomb(r)e ma lo nin de f ealdat, llam atme «Buen Am or» e f aré yo lealtat, ca de buena palabra págase la vezindat, el buen dezir non cuesta más que la nesçedat (estr. 932),
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el Arcipreste continúa: por am or de la vie ja e por dezir razón, «Buen Amor» dixe al libro e a ella toda saçon
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(estr. 933),
y de ese modo el Buen Amor queda ahora vinculado al am or terren al que versos an tes h abí a llama do loco am or. E jemplos estos de esa doble f az az de la que hace gala el Arcipreste son los que han llevado a la crí tica a centrarse de man era no del
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fe ra en el debate surgido a partir de la discusión en odo f ructí f torn o a la in ten ción de su autor. Person alm en te n o quisiera en trar en él, puesto que considero que quizá serí a in teresante mirar esta cuestión desde otro lugar y plantearla, si f uese posible, no como un hecho aislado y aislable del resto de elementos del propio ib r ro b o L i , sin o co m o un elem en to con s tituyen te de un a v isión de con junto, que tendrí a que ver con lo que Ba jtí n def ine como alismo g r r o r e o t te s o. e alism e c o Enf rentar esta cuestión como una posibilidad excluyente nos ale jarí a quizá de una concepción del mundo que, según la opinión de Ba jtí n, no de ja lugar a esta dicotomí a, sino que por el contrario la integrarí a en su propia cosmovisión, es decir, serí a el resultado de lo que Jav ier H uerta Calvo denomina «bif rontismo, es decir, la capacidad del hombre medieval para acoger y conciliar dos cosmovisiones distintas e, incluso, contrapuestas» (1989: 24). En def initiva , ba jo m i pun to de vista es la n aturaleza carn ava lesca del texto la que lleva apare jada esta am bivalen cia que, como veremos, se ma n if iesta en otras ocasiones y que va aso ciada a otras caracterí sticas de las que Ba jtí n atribuye a la imag e e n g r ro a ; por o t te e sc a tan to, es el h ech o de perten ecer a toda esta tradición descrita en la teorí a ba jtin ian a lo que posibilita y justif ica precisamente esta am bigüedad. Como dice Guriévich , «la cultura m edieva l se presenta constantemente ante nosotros como una combin ación de oposiciones que puede parecernos imposible» (1990: 31). Sin embargo, esta ambivalencia, como digo, no se encontrarí a aislada, sino que por el contrario f orma parte de una visión del mundo que, def inida por Ba jtí n, va asociada tam bién a la risa y la parodia, curiosamente esta última , un a de las cuestiones má s abundani b b r o d e tem en te tratadas en lo q ue se ref iere a la crí tica del L i r o e Bue n Amo r r y a la que nos ref eriremos má s adelante. Contin uando con las caracterí sticas de la imagen grotesca a lo largo del L i ib r r o iesta la b o d e r, se puede decir que se ma n if e Bue n Amo r voz narradora tam bién de modo am bivalente y am biguo en sus comentarios respecto al am or, y así , aun que en la disputa con Don Amor se dirigen a él en los siguientes términos: t
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f olgaron sin cuidado, nunca entristeçieron, desque a ti f allaron , todo su bien perdieron (estr. 198),
hemos podido lee , sin emba go, unos ve sos an tes, p ecisamente en un f agmento titulado «De cómo todas las cosas del mundo son vanidat, si non ama a Dios»: r
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si Dios cuando f orm ó el omne entendiera que era ma la cosa la m uger, non la diera al omne por compañera nin d’él non la f eziera; si para bien non f uera, tan noble non saliera (estr. 96).
Ademá s, Ba jtí n hace ref erencia a la f iesta y a la degradación como f orma s tam bién de lo g r r o o t te sc o o , de las cuales podem os e r r o encontrar ma rcas en varios pasa jes del L i ib b o . Al com ien zo de la Pelea con don Am or, con cretam en te desde la estrof a 372 a la 387, podemos encontrar notas de ambas, puesto que en este f ragmento, que podrí am am os considerar en principio como serio, no se hace otra cosa que relatar los devaneos am orosos del Arcipreste, basán dose en la división del tiem po que se h ací a en el ám bito eclesiástico mediante las horas canónigas, de cuyos rezos incluso se citan f ragmentos que, ademá s, consiguen crear una atmósf era q ue bien se pu ede rela cion a r con es te e lem e n to f es es tivo y degradante del que hablam os, por cuanto el autor lleva a cabo, en «la transf erencia al plano ma terial y corporal palabras de Ba jtí n, «l de lo eleva do, espiritual, ideal y abstracto» (1974: 24): Rezas muy bien
las oras con garçones golf ines, cum his qui oderunt paçem f asta que el salterio af ines; diçes: Ecce quam bonum con son a jas e baçin es, in notibus estolite, después va s a ma tines. (estr. 374)4
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Do tu am iga m ora com ienças a leva ntar,
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las notas a pié de págin a de la edición de Jauralde & Sevilla (1988) se da noticia de los rezos a los que perten ecen las citas en latí n . Se aportan, además, algunas de las in terpretaciones en torno a su signif icado en este con texto.
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domin e labia m ea en alta boz a can tar, primo dierum on ium los estorm en tos tocar, ázeslos despertar. (estr. 375). nostras preçes audiat a f áz
or otro lado, en el f ragmento «De cómo clérigos e legos e f laires e mo(n) jas e dueñas e joglares salieron a recebir a don Amor»(p. 376), con cretam ente entre las estrof as 1236 y 1241, se vuelve a hacer uso de los rezos litúrgicos con la misma doble intención paródica, esta vez para ref erirse al recibimiento que tras la Cuaresma se le h ace a Don Am or: P
Órdenes de Çistel, con las de Sant Benito, la Orden de Cruzniego con su abat bendito; cuantas órdenes son no las puse en escripto. Venite, exultemus!, cantan en alto grito (estr. 1236).
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A lo largo de esos versos se produce un ef ecto que no hemos de considerar destructivo: al contrario, gracias a esa ambivalencia entendida en el sentido ba jtin iano, el Arcipreste no trata de destruir un determin ado con cepto de la vida religiosa, sino m os tra r su o tr o la d o , re irs e d e é l, e n te n d ie n d o es ta r is a precisam en te como garantí a de su capacidad regeneradora y, por tan to, surge com o «com patible con las partes en que el autor se ma nif iesta am on estador del vicio y del pecado» (López Estrada, 1989: 91). Otros f ragmentos que sin duda pueden ser considerados como igualmente f es estivos y degradantes son aquellos que dedica a las aventuras con las serran as en los que, a dif erencia de la idealización de la f igura f emenin a llevada a cabo por la tradición del am or cortés, se nos presenta una mu jer que h a invertido su papel respecto al h om bre y cuya «belleza» ahora es descrita del siguiente modo:
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Nunca desque nasçí pasé tan grand peligro de f rí o; al pie del puerto f alleme con vestiglo, la má s grande f antasma que vi en este siglo: yeguariza, trif ud uda, talla de ma l çeñiglo (estr. 1008).
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señala Seidenspinn er-N úñez, «much of the inh erent humor of the adventures derives f rom reversal, f or in the mountain encounters the hunter of previous adventures becomes the hunted and the victim becomes the victor» (1981: 65), y así podemos leer: Como
sus miem bros e su talla non son para callar, ca bien creed que era grand yegua cavallar; quien con ella luchase non se podrí a bien f allar, si ella non quisiese non la podrí a aballar (vv. 1010).
Ademá s, la conquista, que en el caso del protagonista tiene menos que ver con el corazón que con su estado general, en el caso de la primera (e , p o io s, s, dame p o ssada, q ue e l l f r í í o i e e rr a or r D i o o ssada, o me a t ti r r a (estr. 955)), con el estóma go en la segunda ( pa pa r r D i io s, s , dix e e y o o o, amiga más q ue rr ía almo r r za za r r [estr. 982]), o con la búsqueda de cobi j jo en la rr ía cuarta (r o g ué l l ’ q ue me q uisi e e ss sse e se día da r r p o sada [estr. 1009]), se o g o sada [ convierte, como en el caso de la segun da, en un combate en lugar de una cuestión amorosa: Derribóme cuesta ayuso e caí estordido; allí prové que era ma l golpe el del oí do; «¡Conf onda Dios», dixe yo, «ci «cigüeña en el exido que de tal guisa co je cigoñinos en nido!» (estr. 978).
estividad tam bién evidente son los que se ref ieren asa jes de f es a la pelea de Don Carnal y Doña Cuaresma y el recibimiento de Don Amor y Don Carnal, que en palabras de López Estrada «hací a reir a todos, tan to por el juego verbal que impli liccaba el uso prof ano de los elementos sagrados, como por la denuncia implí cita de los pecados que mostraba, ob jeto de risas en tanto que denuncia licca de los mismos» (1989: 97). Ambos gozan de un elevado públi componente carnava lesco y nos trasladan a un espacio en el que se produce un en f ren tam iento en tre la con tención , sexual y culinaria, y la lu juria y la gula, representan tes, por cierto, de todo liccita al Arcipreste aquello opuesto al Bue n Amo r r . La Cuaresma soli que sea él el que presen te sus credenciales a Don Carnal, que acude al desaf í ío del siguiente modo: P
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en la delantera muchos buenos peones: gallinas e perdizes, cone jos e capones, ánades e lava ncos e gordos ansarones azí an su alarde çerca de los tizones (Estr. 1082). f az pusso
En las estrof as siguientes continúa enumerando todos los componentes de su e jército: ç e e ç i n as as,, c o ad o a r rn e r ro çi os t ad o s d e e c a o , pi er e r nas d e e p ue r r c as d e e la va c a, l e ec ab i t to c o o f r e e sc o o , las p ue st as c a c ho ne s e c a b r r i o s, f aisa ne s, pav o ab y , D o in o , que o ne s, el javalí , la li e e b b r re e , el c a b r r ó ón mo nt é é s, el b ue y o n T o o ç ç i tras copiosa cen a son so rpren didos por el «e jército» de Doñ a Cuaresma , f orma do por puerros, sardinas, jibias, truchas, cama y se nos narra el episodio como si de una ron es , caz on es , etc. batalla sacada de un can tar de gesta se tratase, don de los e jércitos enf rentados están compuestos por estos man jares y ataviados para la lucha con los má s variados utensilios de cocina: eran muy bien labradas, templadas e bien f inas, ollas de puro cobre traí an por capellinas, por adáragas calderas, sarten es e cozinas; real de tan g ran d preçio n on ten í an las sardin as (estr. 1087).
or último, en el f ragmento del lam ento por Trotaconventos la am bigüedad se ma nif iesta tras toda una muestra de dolor por su f allecimiento, dirigida en términos ciertam ente vehemen tes a la Muerte, don de en los últimos versos introduce un comentario que no se adecúa al ton o que se ha venido utilizando, pero que enca ja perf ectamente con esta concepción del mundo de la que vengo h ablando, y así dice: P
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Dueñas, non m e rebtedes nin m e digades m oçuelo, que si a vos sirviera, vos avrí ades d’ella duelo, llorarí edes por ella, por su sotil anzuelo, que (a) cuantas siguí a, todas iva n por el suelo. Alta muger nin baxa, ençerrada nin ascondida, azí a debatida; non se le detení a do f az non sé omne nin dueña que tal oviese perdida que non toma se tristeza e pesar sin medida (estr. 1573-1574).
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En resumen, a lo largo de todo el L i ib r r o b o la ambigüedad asociada a la degradación y a la f iesta se hace patente. En lo que respecta al am or, núcleo estructurador de él, por un lado se nos dice que su propósito es mostrar los cam inos para lograr el Bue n Amo r r , de b r o Dios, mientras que, por otro, todo el L i ib ro está plagado de historias o c c o o amo r precisam en te de l o r carn al. La in co m pren s ió n de es ta r ro b o am bigüedad en el L i ib es expon en te de la propia in com pren sió n de la Edad Media, tal y como pone de man if iesto Guriévich (1990: 32), en tanto no se trata desde mi pun to de vista de que, como señala Roger Walker, Juan Ruiz esté drama tizando «the lict betw een his sensuality and his religious belief s» very real conf lic (1970: 232), sino que está introduciéndo la risa, a cuya tradición pertenece, a lo largo de todo el texto. Esta risa ma nif es estada de diversos modos y en distintos mom entos no es en absoluto degradante y grotesca en el sentido que toma el término g r ro o t te e sc o o a partir del Roma nticismo, donde «no queda nada de ese sentido am bivalente y regenerador, sin o la negación pura y llana, el cinismo y el insulto puro» (Ba jtí n, 1974: 31). Se trata de la misma iere Ba jtí n en su texto sobre risa regen eradora a la que se ref Rabelais, que of rece un segundo m undo alternativo al of icial, que no niega éste, pero al que añ ade una visión desde otro ángulo del mismo, que no invalida la primera, sino que la muestra en toda su dimensión . En este texto Juan Ruiz n o of rece una mirada negativa hacia la of icialidad ni al código moral religioso de su época, ni a las tradiciones que constituyen la base de su parodia, sino que convierte el texto en un guiño al receptor, al que of rece una visión global del mundo y con ella la posibilidad de elegir:
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De todos los instrum entos yo, libro, so pariente; bien o ma l, cual puntares, tal diré çiertam en te; cual tú dezir quisieres, y f az az punto y tente; si m e puntar sopieres siempre me av rás en miente (estr. 70).
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ero, como decí am am os, la cuestión de la am bigüedad en mi opinión no es un a cuestión aislada, sino que f orma parte de una idea del mundo entre cuyas manif es estaciones también se encuentra la parodia como procedimiento, una f orma más de mostrar la P
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corporización y vulgarización ligadas a la risa caracterí stica del r e ealism a lismo g r ro o t te e sc o o (Ba jtí n , 1974: 25). Fue el prof esor Deyermon d, investigador imprescindible de la literatura medieval de la Pení n sula y cuya f aceta como ma estro e impulsor de nuevas ví as para el estudio de esta literatura en b r o general, y en particular del L i i b ro d e Bue n Amo r e r, q uiero destacar aquí , un o de los que han impulsado el estudio de la parodia. Así liccaba su en 1970 (Deyermond, 1970) el ilustre hispanista publi r r o estudio sobre la parodia en el L i ib b o d e r , en el q ue, si e Bue n Amo r bien n o ten í a en con sidera ción la s teo rí as ba jtin ia n a s, poco dif undidas en ese momento, subrayaba la importancia de este procedimiento. Señalaba el hispanista in glés que «parody, like any literary category, overlaps other categories. Much parody is also satirical, and much is also ironic, but this means simply that parody ma y be used f or a va riety of purposes» (1970: 55), cuestión que no lo acercaba a las teorí as ba jtinianas, ya que el pensam ien to de Ba jtí n en torno a la parodia durante el periodo medieva l engloba una con cepción de la misma que tiene que ver con una idea de la risa que no es irónica ni satí rica, no es estática ni destructiva , sin o que expresa una concepción del mundo y una signif icación «positiva, regeneradora, c readora, lo que la separa ilosof í ía s de la risa posteriores (...) que acentúan de las teorí as y f il pref erentemente sus f unciones denigrantes» (Ba jtí n, 1974: 69). Sin em bargo, a pesar de que esto no quedase patente en su idea sobre la parodia, Deyermond abrí a este camino con un estudio ciertamen te interesante al poner de man if iesto el uso sistemático i b de este procedimiento en el L i b r o ro d e Bue n Amo r e r y rastrear las tradicion es q ue se veí an af ectadas por estos paralelos burlescos . liccado en Años má s tarde, ademá s, en el artí culo ya citado publi í Í nsula la (1987), (1987), se hac a eco de la utilidad para el análisis del L i ib r r o b o d e e Bue n Amo r r de las teorí as ba jtin ianas, a las que él mismo 5 r ela c io n a ba co n la pa r o dia . A la n De y er m o n d s eñ al a c o m o f ragmentos paródicos, ademá s de un buen número de lo que él llama «incidental parodies» (1970: 67), el prólogo en prosa, la
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en el artí culo citado en la bibliograf í í a (1981) también conecta la parodia con las teorí as ba jtinianas.
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disputa entre griegos y romanos, el pleito en tre el lobo y la rapos a, el episodio de las h oras can ó n icas, los episo dios de las serranas, la batalla de Don Carnal y Doña Cuaresma y el lam ento por Trotacon ven tos , a los q ue págin as an tes me h e v en ido iriendo. ref En opinión de Deyermond, « parody is not conf ined to some episodes but is, in some sense (there is, as yet, no agreement on il), ), a central f eature of Juan Ruiz´s art» (1970: 53), comentario detail que af ian za la idea de que el L i i b b r r o o pued e se r co n sidera do exponente en lengua castellana de lo que Ba jtí n llama literatura carnava lesca. A lo largo de estas páginas hemos visto cómo las a lismo g r r o diversas caracterí sticas que Ba jtí n atribuye al r e ealism o t te e s c o o , es decir, la am bivalencia, la degradación, el clima de la f iesta y por supuesto la risa y con ella la parodia, se van ma nif es estando a lo largo del texto de un modo u otro. Así h emos visto am bigüedad entre la intención primera del texto y el contenido del mismo en los comentarios respecto al am or, en el lam ento por la muerte de Trotaconventos; f iesta y degradación en el f ragmento llama do de las horas canón igas, en los episodios de las serranas, en el en f ren tam iento entre Don Carnal y Doña Cuaresma y en el recibim ien to del prim ero y Don Am o r. En todos ellos, aun q ue un o de los tres elementos predomine sobre el resto, se encuen tran asociados, puesto que no se pueden entender los uno sin los otros. Esa es la razón por la que no podemos decir que se trata de un texto por un a parte paródico, por otra ambiguo, etc., no, el ib r ro b L i o d e Bue n Amo r e r n o está meramen te con stituido por un con junto de parodias de una determinada tradición, ni la am bigüedad es un hecho aislado, sino que ellas, la parodia, la am biva lencia, la f iesta, la risa, todas son f acetas de una misma intención, de una misma tradición , que según lo que Juan Ruiz esté tratando, se ma nif iesta de un modo u otro, y que no es otra que la tradición alismo g r ro del r e o t te s o cuyo clima de f iesta es el q ue recorre todo el e alism e c o
exto. Lo que el L i ib r ro b o d r lleva a cabo es precisam en te e Bue n Amo r e o t te e s c o o , es aquello que Ba jtí n considera como la f unción de lo g r r o decir «permite asociar elementos heterogéneos, aproxima r lo que está le jano, ayuda a librarse de ideas convencionales del mundo, t
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[...] mirar con nuevos o jos el universo, comprender hasta qué pun t o lo exis ten te es r elat iv o , y , en co n s ecuen c ia perm ite compren der la posibilidad de un orden distinto del mundo» (1974: 37). Así considero que se puede af irma r que su unidad reside precisam en te en la capacidad de ser expon ente de esta tradición o t o e n d ef in itiva y su en la que la risa, la parodia, lo g r r o t e e sc o cosmovisión aportan unidad al L i ib r r o b o , lo que perm ite subrayar que se trata de un texto carnava lesco en su con junto y constituye un o de los me jores e jemplos de este tipo de literatura en la tradición pen in sular.
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