Traducción: Alesita
El Corazón de Crystal de BL Miller
EL CORAZÓN DE CRISTAL de BL Miller
Traductora: Alesita Lo usual en una historia de BL Miller, escenas explícitas de amor entre dos mujeres, hay referencias y reflexiones de abuso físico y sexual así que si esa clase de cosas te molestan, puedes buscar otra historia diferente a esta lectura. Alcohol y drogas, sí. Las persecuciones de coches y armas, no. Nota de la traductora: Quiero agradecer antes que nada a una amiga que hizo que me convirtiera en Xenite de corazón (o como dice mi amiga verito en Gabriellite), tú eres la responsable de que este metida en esto, te lo debo a ti Shaolli ya tengo más de un año!!. También quiero agradecer todos los ánimos para poder decidirme a traducir esta hermosa historia, gracias especiales a GABB por ser tan maravillosa y mandarme el más hermoso regalo (Las temporadas), gracias también a mi amiga Sandy sé que estás pasando un momento difícil pero animo el amor siempre triunfa, este fic será tu distracción, y por supuesto no podía olvidarme de otra gran amiga, Veropa gracias mil por esta hermosa portada que me diseñaste para el fic, te quedo muy hot. Y gracias a todas por leer estas historias.
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El Corazón de Crystal de BL Miller
PARTE 1 La multitud gritaba más fuerte mientras las luces se apagaban. Entre bambalinas, Crystal comprobó dos veces que los ajustes de su vestimenta con frutas estuvieran bien. Escuchó al director de producción, Rick, dar la bienvenida a todo el mundo y dar a conocer la lista de mujeres que se presentarían esa tarde. Todos eran nombres conocidos para ella, habiendo trabajado ya casi seis meses en el salón Tom Cat. Dos mujeres con escasa vestimenta arreglaban sus trajes listas para tomar sus posiciones en el escenario. Crystal inclinó la cabeza y esperó al lado del punto central. —¡¡¡Y bien!!! Sin tardar más,... — dijo Rick. —Tengo el gusto de presentarles a las Tom Cat Kittens, con su protagonista principal, ¡¡la gatita del mes Crystal Peaks!! La multitud gritó más fuerte mientras las luces iban tornándose tenues. La cortina subió y la música comenzó. Crystal envolvió su brazo izquierdo alrededor del tubo, esperando el momento justo. La conducción, el toque erótico, fue diseñada para captar el estado de ánimo carnal del público, y la rubia bailarina de striptease sabía cómo usar ese estado de ánimo para ventaja suya. Mostrando su sonrisa falsa a la audiencia, sus ojos escudriñaron las mesas más cercanas al escenario. La experiencia le había enseñado muy bien y Crystal pudo rápidamente escoger a sus principales posibles clientes. Escogiendo al mejor pretendiente, un hombre de mediana edad que sujetaba varios billetes en su mano, le guiñó el ojo y dio vueltas alrededor del tubo. Las demás chicas a ambos lados de ella hicieron lo mismo, y llevaron a cabo la misma rutinaria actuación. Conforme la música iba cambiando Crystal tiró de su corsé arrancándolo con fuerza de su cuerpo dándole una sonrisa falsa en respuesta a sus aclamaciones, sacudió y meneó sus senos como muchas otras veces lo había hecho, manteniendo su mirada en él, pensando para sus adentros fríamente. Mira todo lo que quieras, jamás lo tendrás, oscilaba por el centro y se movía haciendo que sus pechos cubiertos de aceite saltaran y se balancearan al ritmo de la música. Esta noche, sin embargo, el destino tuvo otros planes para la joven artista de striptease. Conforme avanzaba por el borde del escenario y se inclinaba para que su cliente colocara algunos billetes a lo largo de su tanga, una mano grande se extendió hacia ella y la empujó fuera del escenario. Crystal se encontró de pronto en el regazo de un hombre parcialmente calvo, la mano todavía agarraba su brazo. —Quiero un poco más que una simple sacudida por mi dinero, cariño— le dijo lascivamente, usando su mano libre para tomarse la libertad de tocar sus pechos expuestos. Su fuerte agarre no le permitía liberarse, obligándola a soportar las caricias hasta que los gorilas de seguridad llegaron y le quitaron de encima al cliente ofensor. Por más que quiso Crystal un minuto para poder recuperarse, una señal de Rick la forzó a volver sobre el escenario. Varias filas atrás, el camarero colocó una bebida en la mesa. —¿Se les ofrece algo más?— preguntó. —Estoy completamente servido— dijo el hombre mirando a su compañera sorprendentemente bella. —¿Qué hay de ti Laura?— 3
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Ella sostenía su vaso a medio acabar. —Estoy todavía trabajando en este, Peter.— Colocó su pluma sobre su cuaderno de notas y sonrió burlonamente. —Recuerda, emborracharme no ayuda a tu causa en absoluto. Mejor gasta tu dinero en 'clavarlo' por ahí.— Señalando a uno de los gorilas de seguridad. —No me digas, eso ni en sueños — Peter contestó. Pasó sus dedos por su delgado cabello rojo y miró al de seguridad otra vez. —¿Tú piensas que él lo es?— —Bueno— ella tomó otro sorbo de su whisky escocés con soda. —Si él es..., sería mejor que él fuera el que recibiera y no el que te diera o serás un pequeño hombre dolido por la mañana.— —Oh, pero a un hombre le gusta eso — Peter suspiró, ganándose una risa ahogada de ella. —¿Y qué hay de ti?— Hizo señas con sus ojos hacia el escenario. —Un par como aquellos podría sofocarte.— —Sí, excepto qué me tengo que ir — Laura terminó su bebida e hizo una seña al camarero. — Además no es por eso por lo que estamos aquí.— —Si, si... sé que solo quieres obtener información para tu historia. ¡Santo Dios! ¿Acaso vas a ser una amargada para siempre?— —No soy una amargada — dijo fríamente. —Simplemente no pienso que una artista de striptease sea exactamente lo que estoy buscando para que sea mi pareja, eso es todo.— —¿Quién habló sobre un compromiso de por vida?, estoy hablándote de llevarte a la Señorita de Enormes Tetas a tu apartamento y mecer su mundo por la noche.— Se apoyó hacia atrás y encendió un cigarrillo. —Vamos Laura. Tú necesitas más en la vida que solo tu ordenador y tus historias, tienes que admitir que ella es un digno y bonito paquete que admirar.— —Gracias, pero no Peter. Estamos bien aquí, puedo ver correctamente cada detalle.— Bebió el contenido dejando que el líquido quemara a través de su garganta. —Es tu elección.— Moviendo su cabeza. —No está mal dejarse caer en el 'heno' de vez en cuando.— —Eres tan lujurioso, Peter.— Con una sonrisa. —Estás viviendo con Michael, y andas corriendo de allá para acá como si fueras soltero. Deberías comprar condones por si acaso.— —Por lo menos yo no necesito que un calendario me recuerde cuando fue la última vez que tuve relaciones sexuales.— Laura le dirigió una mirada de te voy a matar pero el joven sonrió burlonamente y miró de nuevo hacia el escenario. —Di lo que quieras querida. Yo digo que aun así te mueres por ella.— —No me muero por ella — resopló dándole un codazo en el brazo.
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—¿Entonces por qué no has encontrado una compañera nueva para tu apartamento? Sabes muy bien que no puedes mantener ese apartamento tu sola.— —Eres mi agente de alquiler, ¿cómo se supone que debo conseguir a alguien, si no muestras el apartamento?— Le replicó mientras agitaba su palillo para remover su bebida. —No he podido encontrar todavía a alguien que cumpla tus altos requerimientos, Laura. No creo que ni el mismo Papa pueda cumplir con tus requerimientos.— —¿Crees que estoy siendo irrazonable?— —¿Irrazonable?— Peter tiró su cabeza hacia atrás y rió. —Quieres una persona que no fume, que no beba, un mes por adelantado de alquiler y aparte un mes de depósito, no mascotas, no niños, no... — —Ya entendí — se quejó. —No soy tan mala, pero tengo que ser capaz de poder vivir con esa persona.— Suspiró y cogió su bebida. —¿No conoces a algún chico gay que esté buscando un lugar para vivir?— —No querrías a ninguno de los que conozco, créeme.— Sonrió sarcásticamente y dio un enorme trago a su bebida. —Son todos unos neuróticos o desesperanzados colgados de sus madres o sus ex’s.— —Oh, ¿quieres decir, cómo tú?— bromeó. Peter fingió estar lastimado por un momento antes de sonreír abiertamente. —Bueno, al menos tengo a alguien que me lo haga y no solo una mano rosada y sus 5 amigos.— —Touché.— Laura dijo mientras miraba su reloj de pulsera. —Se hace tarde y tengo que encontrarme con el editor mañana temprano.— —¿No te moverán tu fecha tope de entrega?— Laura negó con la cabeza. —¿Tú crees que pediría un crédito de un millón de dólares y aparte pidiera más tiempo?— Se puso de pie y cogió su chaqueta. —Gracias por venir conmigo esta noche.— Recogió su cuaderno de notas y su bolso después Peter le ayudó a ponerse su chaqueta. —Llámame tan pronto como puedas en cuanto tengas a alguien para el apartamento.— —Lo haré.— Mientras caminaban hacia la puerta Peter divisó una pizarra con docenas de tarjetas de anuncios sostenidas en el lugar por chinchetas multicolores. —Ah eso es una buena idea.— Metiendo la mano en el bolsillo sacó una de sus tarjetas y la colocó en medio de la pizarra.
********* Entrando en su apartamento, Crystal echó sus llaves sobre la mesita de café, e iba revisando su correo mientras se dirigía a la cocina. Correo basura. —Más cuentas — se quejó, y lanzó el montón 5
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de correo en el mueble de la alacena. Abrió el refrigerador para revelar tan solo algunos alimentos ya caducados y un brik casi vacío de leche. De pronto pensó en comprar algo pero ya era muy tarde y esa idea se esfumó. —¡Maldición!— La artista de striptease abrió el congelador y sacó una pizza congelada y la metió en el microondas, tomó un vaso de cristal de la alacena antes de encaminarse a la sala de estar. Al lado del sofá estaba una botella medio vacía de whisky que había comprado la noche anterior. Crystal tomó asiento y llenó el vaso antes de alcanzar la pitillera y su encendedor. Inhaló el humo lentamente quemando sus pulmones, contuvo el aliento un momento antes de dejarlo salir lentamente. Casi instantáneamente sintió los efectos, su cuerpo relajándose bajo la influencia de la marihuana. Otra larga inhalación seguida por varios tragos de whisky. La stripper ya estaba demasiado colocada como para recordar la cena. Encendió la televisión, presionó los botones del control remoto hasta que encontró el canal de videos de música. Prestó poca atención a la pantalla dándole más importancia a su bebida y al porro que entumecía sus sentidos. La nariz de Crystal notó un fuerte olor a humo que la hizo despertar de su inconsciencia. —¿Pepero que demonios?— Con su mente aun borrosa le tomo unos cuantos segundos más darse cuenta de que algo andaba mal. Para entonces el fuego del microondas se había propagado por encima de las alacenas y a través de la cocina. El fuego ya se había extendido demasiado como para poder apagarlo con un extintor. Crystal tomó una caja de cartón que estaba vacía y comenzó a llenar la caja de sus posesiones más preciadas; un trofeo pequeño, una figurilla de cerámica, un álbum viejo de fotos, una carpeta con sus documentos importantes y cuanta ropa podía salvar. Como acto reflejo colocó su cartera alrededor de su cuello temiendo no poder regresar después por ella. Y estaba en lo correcto. El cuerpo de bomberos estaba ya allí, habiendo sido llamado por uno de los vecinos. Tan pronto como Crystal salió de su apartamento, los bomberos entraron con mangueras para apagar las llamas. La stripper miraba impotente como los raudales de agua entraban en su apartamento, salvando la estructura pero arruinando todo lo que había dejado dentro. Quería gritar o no volverse loca y eligió esto último. Después de meter su identificación y su dinero en los bolsillos, consiguió a alguien que le cuidara la caja con sus pertenencias por esa noche. Después de asegurarse de que no necesitaba nada más, Crystal se marchó en busca de un bar cercano. La rubia stripper sacaba 25 dólares cuando un tipo corpulento pero agradable se acercó a ella. —¿Le puedo invitar a una bebida?— —¿Acaso parece que necesito otra bebida?— Chasqueó. —Vete y desperdicia tus palabras en alguien más.— —Oye solo trataba de ser agradable— protestó. —Y observé que estabas muy sola.— —¿Y no se te ocurrió que era porque quería estarlo?— Crystal golpeó su vaso vacío ruidosamente sobre la barra, captando la atención del camarero. El presunto conquistador se dio por vencido y regresó con sus compañeros mientras ella tomaba otra bebida. —Última llamada— el camarero dijo cuándo se alejó. La stripper tomó su bebida tan rápido como pudo, después guiñó un ojo y dio una sonrisa al barman para obtener otra bebida más antes de que cerrara la barra. 6
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Tambaleándose afuera con el aire nocturno, Crystal iba tropezando por el camino hacia su incendiado apartamento y al estacionamiento donde su coche estaba estacionado. Pasaría la noche en el asiento trasero de su auto, estando demasiado borracha como para notar el frío de la madrugada.
********* —No Laura, no he encontrado a nadie aún— haciendo gestos con las manos como si ella estuviera ahí. —Pondré mañana un anuncio en el periódico, ¿te parece bien? Si, te llamaré tan pronto sepa algo... Ok bye.— Colgó el teléfono y se reclinó en la silla. —Por favor, tome asiento señorita. ¿En que puedo ayudarla?— —Necesito un apartamento.— Contestó. —Bien, usted ha venido al lugar correcto.— Sonrió y sacó una enorme carpeta llena de fotografías. —Tenemos varios apartamentos disponibles dentro de ocho complejos diferentes a todo lo largo de esta zona. ¿Lo está buscando amueblado o sin muebles, Señorita... ?— —Sheridan, Crystal Sheridan. Estoy buscando uno que este amueblado. Pero tiene que ser por menos de 550 y que incluya los servicios comunitarios.— —Bien... — Peter dio su mejor sonrisa mientras juntaba sus manos. —Me temo que el más económico que tenemos es uno de un solo dormitorio y lo tenemos en 665. — —Oh.— Lanzó la tarjeta de presentación que había tomado de la pizarra en el club hacia el escritorio. —Buscaré en otra parte.— Notando la marca de la chincheta en la tarjeta, le tomó a Peter tan solo un segundo para darse cuenta por qué la rubia le parecía tan familiar. —¡Espera!— Dijo excitadamente, agarrando con fuerza sus manos tratando de esconder su emoción. —¿Estaría interesada en compartir un apartamento con otra persona? Sé que es absolutamente adorable, tiene dos dormitorios, balcón, terraza y cuenta con estacionamiento privado. Se renta en 450 y usted paga la mitad de los servicios públicos.— Abrió el cajón del archivero y sacó la carpeta del apartamento de Laura. Crystal dudó. —No me llevo bien con compañeros de cuarto.— —Oh, pero este es perfecto para usted—, contestó. —La mujer que vive allí, Laura, es una escritora y pasa la mayor parte del tiempo encerrada en su dormitorio trabajando en su historia.— Tomó la hoja de papel leyendo las reglas que Laura pedía, lo miraba cuando Crystal sacó un paquete de cigarrillos del bolsillo de su chaqueta de mezclilla. Sonriendo discretamente tiró la lista de Laura en la papelera que estaba a un lado del escritorio. —Ella es muy tranquila— aseguró. —Bien. No puedo vivir con alguien que este jodiendo por la más mínima cosa.—
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—Por supuesto que no.— Peter usó su pie para empujar lentamente la papelera bajo su escritorio. —Simplemente échele un vistazo a esto.— Acercó una de las fotos de la zona. —¿Había visto usted alguna vez un lugar más impresionante?, justo aquí está la terraza, un lugar maravilloso donde puede tomar su desayuno hasta tarde los domingos y por aquí... — le mostró otra foto. — Esta es la mejor vista del lugar, los dormitorios están arriba así como también un baño completo. ¿Lo ve? Privacidad y comodidad, todo en uno.— —Aun no estoy segura— Crystal mordió su labio inferior y miró de nuevo las fotografías. El apartamento era mejor que el que había perdido y el costo era sustancialmente poco. —¿Hay un cuarto de lavado en el lugar?— —Mejor que eso.— Señaló una de las fotos. —¿Ve esas puertas con persianas? La lavadora y la secadora están allí. Lo único que necesita hacer es comprar su suavizante y su detergente.— Le señaló otra foto. —¿Tenía usted un lavaplatos en su anterior apartamento?— —No— —Los de mantenimiento acaban de instalar uno nuevo en este apartamento hace menos de dos meses. Seguramente una mujer tan ocupada como usted apreciaría la conveniencia de tener un lavaplatos y las facilidades del cuarto de lavado.— —¿450 y la mitad de servicios públicos?— —Exactamente. Por supuesto, solo necesita dar el primer mes, y otro de depósito para mayor seguridad — dijo dulcemente. Crystal suspiró y se levantó. —Esto simplemente no va a funcionar.— —P-pero esto es perfecto para usted.— El hombre pelirrojo protestó mientras se ponía de pie. — He estado en este particular apartamento y déjeme decirle que es absolutamente primoroso.— Gesticuló con las manos exageradamente. —¿Qué es lo que le ha parecido mal?— —No tengo tanto dinero.— —Si usted necesita una semana o dos, yo me aseguro de reservarlo para usted.— —No puedo esperar una semana o dos. Mi apartamento fue destruido por el fuego anoche. Necesito un lugar ahora.— —Oh pobre chica— Peter suspiró mientras colocaba sus manos en su cara. Crystal giró sus ojos y comenzó abrir la puerta. —Espere.— Dio un paso rodeando el escritorio y cerró la puerta. —Estoy seguro que podemos solucionarlo. Puede darme en pagos el primer mes incluyendo el de depósito.— Alcanzó de nuevo las fotos y se las volvió a mostrar. —Eche otro vistazo y ¿dígame si acaso no es un apartamento de ensueño? ¿Le mencioné que se encuentra a una distancia que se puede recorrer a pie hasta el supermercado y al lago Bragg?— Observar a Crystal mientras miraba las fotos, fue todo lo que Peter podía hacer para no reír nerviosamente por la emoción. —¿Antes de que decida el no aceptar, señorita Sheridan... Señorita, 8
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no es así?— Sonrió mientras inclinaba la cabeza. —Vamos a echarle un vistazo, ¿le parece?— Sin esperar respuesta comenzó a marcar el número telefónico de Laura. Por suerte la escritora no estaba en casa. —Pues bien— dijo y colgó el teléfono. —Si gusta podemos ir en mi coche, estaremos ahí en 5 minutos.— Tomó la llave pegada con cinta adhesiva de la carpeta de Laura y la metió en su bolsillo. —Llevaré mi coche— Crystal dijo firmemente. —Um... seguro, está bien. ¿Podría usted traerme de regreso aquí cuando terminemos?— —Mi coche esta hecho un desastre — mintió. —Es mejor llevar ambos autos.— Peter se encogió de hombros y sonrió. —Señorita Sheridan, le garantizo que usted adorará este lugar.— Una vez que llegaron al complejo, a Crystal no le quedó de otra más que estar de acuerdo con él. Cincuenta edificios se iban desplegando entre los árboles y caminos sinuosos ayudando a crear un sentido de privacidad entre los edificios. Siguiendo a Peter desde atrás. Estacionó su coche en el aparcamiento. —¿Alguna vez había visto un lugar tan exquisito?— Peter preguntó mientras ella salía de su coche. —Tenemos un equipo de mantenimiento de tiempo completo con solo hacer una llamada.— Le señaló el camino hacia la puerta principal. Al abrir la puerta dio paso a una sala de estar diseñada con buen gusto. Piezas de arte abstracto colgaban de las paredes y plantas de cactus adornaban cada mesa. El sofá y la silla que hacían juego estaban elaborados de suave cuero café y una televisión bastante formidable abarcaba la mayor parte del centro de entretenimiento. —Laura tiene el mejor gusto en lo que se refiere a decoración — Peter suspiró. —Veamos la cocina, ¿me acompaña?— —¿Aquí es donde está la lavadora y la secadora?— Crystal preguntó mientras pasaban al lado de las puertas de persiana. —Sí. Ahora mire por acá, señorita Sheridan. Éste es el sueño de cualquier chef. Tiene su estante de especias, y esta encimera tiene quemadores desmontables que usted puede sustituir por una plancha o parrilla.— —Nunca había visto una encimera que se pudiera hacer eso — admitió, mirándola cuidadosamente. Una pared de la cocina tenía una gran puerta de cristal corrediza que daba acceso a una terraza cómodamente distribuida. Había una mesa redonda blanca con sus respectivas sillas acolchonadas. —Esos árboles son en su mayoría roble y arce — Peter dijo, señalando el medio acre de árboles que rodeaban el complejo del lago cercano. —Son muy bonitos en el otoño cuando cambian de colores.— —Uh huh — Cristal contestó desinteresadamente mientras entraba de nuevo. 9
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—Pues bien, supongo que ya no hay más que mostrarle excepto el dormitorio.— Caminó hacia las escaleras. —Usted realmente adorará el balcón.— Puso su pie en el primer escalón y se detuvo cuando se dio cuenta de que ella no le seguía. —¿Señorita Sheridan?— La stripper aún estaba parada en medio de la cocina asintiendo la cabeza con aprobación. —¿450 y la mitad de servicios públicos?— Esta vez Peter no podía contener su emoción. Juntó sus manos y sonrió ampliamente. —Ahora mismo iré por el contrato que está en el auto.— —Espere un momento. ¿No debería conocer a esta persona Laura antes de que tome una decisión?— —Pues bien... si usted siente que eso es realmente necesario... — Tomó la agenda negra al lado del teléfono y comenzó a hojear las páginas. —Estoy seguro que la señorita Taylor se encuentra ahora con su editor, le haré una pequeña llamada.— Pero Laura no estaba con su editor. Y tampoco estaba en casa de su hermano o de su madre, así como tampoco en los otros 12 lugares a los que Peter llamó. Crystal se ponía más nerviosa mientras el tiempo iba pasando. Peter le había dado el contrato de alquiler para llenarlo mientras esperaba y con cada pregunta la stripper se iba sintiendo más nerviosa, se había enamorado del lugar y estaba preocupada de que la escritora no la aprobara. El apartamento era 10 veces mejor que el que tenía. Cuando Peter salió a recoger los periódicos, Crystal fue arriba y encontró el dormitorio que esperaba pronto fuera de ella. Era mucho más grande de lo que había imaginado, con un baño de buen tamaño y una puerta de cristal corrediza que daba paso al balcón compartido con el dormitorio de Laura. A pesar de su aparente desinterés sobre la vista, Crystal se encontró esperando el poder despertar y tener la vista de los árboles y el cielo. Era un cambio positivo, ya que las vallas publicitarias y el muro de ladrillo habían sido la vista de su anterior apartamento. Peter estaba a punto de darse por vencido cuando el teléfono sonó. —¿Hola?— —¿Peter?— La voz de Laura se escuchaba lejos. —¿Qué pasa? Mi madre dijo que me has estado buscando.— —¿Dónde estás?— —En un teléfono público en el centro. ¿Qué es tan importante y qué haces en mi apartamento?— —Tengo buenas noticias para ti. Encontré una compañera para tu apartamento, además le encantó el lugar. ¿Cómo de rápido puedes venir a casa?— —¿A casa? Peter no puedo ir a casa ahora. Quedé en almorzar con Jenny y estaré en la escuela a las tres. ¿Podemos dejarlo para mañana?— —Realmente ella necesita ocupar el apartamento inmediatamente, su apartamento se incendió anoche.— 10
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—No me es posible ir ahora.— Suspiró y se frotó la frente. —¿Comprobaste todas sus referencias y dió el depósito?— —Si, si, todo esta correcto.— Mintió. —Querida, te garantizo que es perfecta para ti, quiero decir, que es una perfecta compañera de apartamento para ti.— —¿Qué te parece más tarde por la noche?— —Eso sería demasiado tarde. Ella quizá buscará otro lugar y quien sabe cuánto tiempo pasará antes que pueda encontrar a alguien de nuevo.— Peter sabía que estaba apostando mucho a la suerte, pero tenía un buen presentimiento. —Laura, confía en mi.— —Nada de fumar, nada de beber, nada de música fuerte, nada... — —Nada de eso.— Le aseguró, mirando hacia el piso de arriba para cerciorarse que la mujer rubia no lo escuchara. —Creo que te sorprenderás de lo bien que se llevarán.— —Peter, debo irme ya.— Vaciló por un momento. —¿Estás seguro que ella es lo que estoy buscando?— —Afirmativo.— Contestó entusiasmado. Laura dio otro suspiro. —Supongo que tendré que confiar en ti — dijo. —Pero si esto no funciona... — —Funcionará, funcionará.— Contestó rápidamente, escuchando que Crystal venía bajando las escaleras. —Esto es simplemente fabuloso, Laura. Le daré las buenas noticias a la señorita Sheridan.— Colgó el teléfono antes de que ella pudiese decir cualquier otra cosa. Creo que Michael y yo mejor nos vamos a ese viaje a las montañas pronto. —¿Logró comunicarse con ella?— —No solo pude comunicarme con ella sino que también ya está todo arreglado, Laura me dijo, si tú la apruebas entonces está bien. Y si tienes cualquier pregunta acerca de ella, te puedo decir que la conozco de toda la vida. Si vienes conmigo de regreso a la oficina, concluiremos el contrato allí y te daré tu llave.—
********* Era después del anochecer cuando Laura llegó a casa. La primera cosa que notó fue que el único cuarto que no estaba iluminado era su dormitorio. Oh no, no vas a dejar encendida cada luz en esta casa, pensó para sus adentros mientras se dirigía arriba por el pasillo. Abriendo la puerta del frente, Laura se encontró asaltada por el olor de humo del cigarrillo. Una rubia estaba sentada sobre su sofá, un cenicero con varias colillas de cigarro y tres latas vacías de cerveza descansando sobre la mesita de café al lado de ella. —Tú debes ser Laura — dijo la mujer mientras se ponía de pie. 11
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—Y tú debes de ser Crystal— la escritora contestó tendiéndole la mano. —¿No quiero comenzar con el pie izquierdo o cualquier cosa pero Peter no te informó sobre las reglas?— —¿Las reglas?— Laura subió su dedo índice y pulgar y pellizcó el puente de su nariz. —No permito fumar.— —Estas bromeando.— La artista de striptease recogió su cerveza y tomó varios tragos. —El señor 'amable' no me dijo nada acerca de no fumar o las reglas.— —Lo mataré — Laura mascullada, golpeando con los dedos sobre el mueble. —Lo siento, pero eso es algo con lo que no puedo vivir.— Recogió las latas de cerveza vacías y caminó hacia el fregadero para enjuagarlas antes de meterlas en una bolsa de plástico y guardarlas hasta que puedan ser devueltas a la tienda para el reciclaje. —Bien, no es el fin de mundo. Siempre puedes ir a la terraza a fumar.— —Esto va a ser divertido — masculló Crystal. —Buscaré otro lugar mañana.— Bebió un largo trago de su cerveza y tomó el periódico. —¿Te importa si miro tú periódico?— —Tómalo.— Laura abrió el refrigerador y miró dentro detenidamente. —¿Aún no has comido? Tengo sobrante de ensalada de pasta... — No vio la cara de náuseas que puso Crystal por la sugerencia. —... tofu, perros calientes o pizza.— —¿Eres una fanática de la salud?— —Creo en comer comida que no destruye mi cuerpo.— Colocó la caja de cartón en el mueble del mostrador. —La pizza es de Pizzas Shed.— —Ya he probado algo de ahí— dijo Crystal, levantándose del sofá y cruzando hasta el otro lado del mostrador. —¿Qué hay en eso?— —No mucho, champiñones, pimientos, hierbas— Laura bromeó, riéndose de la mueca de disgusto en la cara de la rubia. —Solo estoy bromeando. Los champiñones y los pimientos, eso todo.— Abrió la caja y le mostró a Crystal. —¿Una o dos?— —Dos, me muero de hambre.— La artista de striptease colocó sus codos en el mostrador y usó su pie para colocar la pierna sobre el taburete cercano de la barra. —Gracias— —De nada.— La escritora se limpió las manos en el paño para secar los platos. —Intentemos esto de nuevo. Soy Laura Taylor.— —Crystal Sheridan.— —¿Así que, Crystal, Peter mencionó algo acerca de un incendio?— Colocó las pequeñas pizzas dentro del horno y lo encendió. Al ver el asentimiento de la rubia ella continuó. —Eso es una lástima. Tuvimos un incendio cuando yo era niña. ¿Estabas allí cuándo ocurrió?— —Estaba durmiendo.— 12
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—Tuviste suerte de sobrevivir.— Crystal contestó gruñendo una respuesta ininteligible y trató de alcanzar otra cerveza. —¿Sabes dónde se encuentra la calle Humphrey?— —¿Creo que está cerca de la calle Unión, por qué?— —Hay un dormitorio disponible anunciado en el periódico.— —Uf, no te gustaría estar en Humphrey.— —Debo ir a donde mis posibilidades me lo permitan —dijo Crystal simplemente. —Mira, si el señor 'amable' me hubiera dicho cualquier cosa acerca de no fumar, no habría aceptado el apartamento— —Debió haber sido un descuido por parte de Peter. Deja que ponga mis manos sobre él... Dejó el pensamiento sin terminar. —Podemos llegar a un arreglo.— —¿Cómo qué? yo fumo y tú no quieres a un fumador.— —Hagamos un trato. Tú puedes fumar en la terraza y el balcón, simplemente no adentro.— —¿Quieres decir que si me apetece un cigarro en la mañana tengo que vestirme y salir fuera a la terraza?— Crystal negó con la cabeza. —Conseguiré una de esas cosas con filtro de aire pero yo debería poder fumar en mi dormitorio si quiero.— —Pero en ningún otro lado más — Laura le advirtió. —¿Él te comentó que sería la mitad en todos los servicios públicos y que pagarías por tus llamadas de larga distancia?— —No te preocupes. No tengo un año de edad para hacer montones de llamadas telefónicas.— —Muy bien, haremos la prueba y veremos cómo va.— Cerró el horno y señaló la alacena lejana. —¿Me podrías pasar por favor los platos?— Minutos más tarde estaban sentadas en la terraza, comiendo pizza. Laura tomó un sorbo de su vaso de agua y recorrió con la mirada a la mujer sentada enfrente de ella. Crystal estaba sumamente callada, sólo se escuchaba el sonido del periódico procedente del lado del mostrador. Había algo vagamente familiar en la rubia para Laura pero no podía recordar de dónde. —Pues bien Crystal — comenzó. —Yo soy escritora. ¿A qué te dedicas?— —Soy... bailarina — contestó. —¿Oh? ¿Ballet?— Crystal resopló y se encogió de hombros. —Algo parecido.— En ese momento su busca sonó. Tomándolo de su cintura, la artista de striptease lo sostuvo y miró ceñudamente el conocido número desplegado. —Necesito usar el teléfono.— 13
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—En la sala de estar al lado del sofá — dijo Laura. Cuando Crystal dio la vuelta, la escritora se sintió obligada a mirar los pantalones vaqueros que marcaban perfectamente su bien formado trasero y bien torneados muslos. Fue entonces cuando pudo recordar por qué la rubia le parecía tan familiar. La artista de striptease. Oh Peter, esta vez estas realmente en problemas. La llamada duró sólo algunos minutos pero eso fue suficiente para que Laura se terminara su pizza y metiera su plato en el lavaplatos. —Tengo algo que escribir así que, que pases buena noche — dijo mientras Crystal colgaba el teléfono. —Por favor asegúrate que todas las luces estén apagadas y las puertas estén cerradas.— —Buenas noches.— Crystal observó cómo su nueva compañera de apartamento subía las escaleras, dejándola sola. Tomando su pizza y su cerveza del mostrador, cogió el control remoto y se dejó caer sobre el sofá. Pasaba los canales mientras mordisqueaba su pizza, finalmente dejándolo en una comedia. El programa no le pareció interesante y cambio al canal de surfing. —Maldición.— El control aterrizó en la mesita de café y la lata de cerveza fue rápidamente vaciada. Un cigarrillo había sido encendido sin pensar y solo después de darle varias caladas recordó las reglas de Laura. Maldiciendo otra vez, Crystal entró en la cocina, tomó las dos últimas latas de cerveza, y abrió la puerta de cristal corrediza. Sentándose en una de las sillas plásticas blancas, la artista de striptease puso sus pies en la verja de hierro y se quedó mirando fijamente hacia el oscuro cielo. ¿Qué diablos estoy haciendo aquí? No puedo estar viviendo con la Señorita Perfecta. Lanzó el cigarrillo lejos y abrió una cerveza. A lo lejos un búho echó gritos como saludo para las otras criaturas de la oscuridad. Tragando rápidamente, Crystal bebió con glotonería la mitad de la lata antes de entrar de nuevo. Buena noche para emborracharse, pensó amargamente. Se percató que Laura había dejado la puerta abierta del balcón porque podía escuchar a la otra mujer mecanografiando en el ordenador. Bebiendo toda su cerveza, Crystal estuvo parada ahí un momento y luego entró. Laura escuchó la puerta corrediza de cristal cerrarse, seguida al poco tiempo por el sonido de unos pasos en las escaleras. Su puerta estaba entreabierta, y vio a la rubia pasar de largo con una lata de cerveza en su mano. Genial, probablemente tiene problema con la bebida. Suspirando fuertemente, negó con la cabeza y devolvió su atención a su historia. Solo logró escribir algunas frases antes de que el sonido de muebles moviéndose de un lado a otro la perturbara de nuevo. No voy a poder avanzar en mi trabajo con todo ese ruido. Apartándose del ordenador Laura se levantó y caminó hacia el dormitorio de Crystal. —¿Necesitas ayuda?— Preguntó a través de la puerta cerrada. —No, ya lo tengo todo resuelto — vino la respuesta. —Bien, buenas noches entonces.— Esperó algunos segundos por una respuesta antes de regresar a su cuarto. Una vez adentro, cerró la puerta y tomó el teléfono. Marcando un número ya conocido, Laura esperó después de varios timbrazos antes que el contestador respondiera. —Hola, somos Peter y Michael. No podemos atender el teléfono ahora, por favor deje un mensaje... beep.—
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—Peter, soy Laura, sé que estás en casa así que contesta el teléfono.— Esperó un momento, luego continuó. —Bien. Llámame en cuanto puedas. Es muy importante.— Colgó por un momento el aparato receptor, luego lo levantó de nuevo y marcó otro número. Esta vez fue respondida por una voz agradable. —¿Hola?— —Hola Jenny, soy Laura.— —¿Hola cariño, qué pasa?— —¿Estás ocupada?— —No, realmente no, solo miraba la televisión. ¿Sucede algo?— Laura miró hacia la puerta. —No puedo hablar de esto por teléfono. ¿Puedo ir a tu casa?— —¿Pasa algo malo? ¿Laura, te encuentras bien?— —Estoy bien, Jen, solo necesito hablar.— —Está bien, puedes venir. Aquí estaré.— —Gracias, te veo en quince minutos o un poco menos.— Laura se despidió y colgó el teléfono. Pensó en decirle a Crystal que saldría pero decidió no hacerlo. Ella lo sabrá cuando escuche la puerta cerrarse. Comenzó a atarse sus zapatos de lona y se puso su playera de mangas cortas azul claro.
********* Laura estacionó su Jeep en el camino de acceso, sonrió cuando vio la luz exterior encenderse y Jenny abría la puerta principal. Ellas habían terminado hace ya dos años y habían quedado como buenas amigas que compartían una relación muy especial que con solo una ex-amante se puede compartir. Jenny era terapeuta y acudir a ella era un lugar seguro para Laura donde poder ir a desahogarse de sus cosas. —Me alegro que estés en casa. No creerías lo que me ha pasado.— Decía mientras se acercaba a la puerta. —¿Qué pudo haber pasado en el transcurso entre el almuerzo y ahora?— Jenny preguntó mientras entraban en la casa. —Voy a matar a Peter.— Se sentó en el sofá, doblando su pierna debajo de ella mirando a su ex amante, quien se sentó al lado opuesto. —No creerás lo que hizo.— —Creo que te consiguió a una compañera de apartamento... — Laura bufó. —¿Una compañera de apartamento? Una compañera de apartamento del infierno, tal vez. Ella fuma y toma cervezas en su dormitorio por la noche.— 15
Traducción: Alesita
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—¿Una fumadora?— Jenny negó con la cabeza. —¿En qué estaba pensando? ¿No le dijiste que necesitabas a alguien que no fumara?— —Por supuesto que se lo dije. Le di una lista muy explícita de las reglas.— Pasó sus dedos por su pelo oscuro y suspiró. —Ella es una stripper.— —¿Una stripper? ¿Quieres decir una chica 'me quito todo y colócame el dinero en la entrepierna', ese tipo de stripper?— —Exactamente — Laura contestó. —¿Y esto es lo que te tiene tan molesta?— —Es que simplemente no va a funcionar.— —¿Y ya estás tan segura de ello con tan solo un día?— —No empieces con tus cosas de psicología conmigo, Jen — le advirtió la escritora. —Sólo me tomó algunos minutos en realidad.— Colocó su mano en la rodilla de Jenny, un gesto ya común entre las ex-amantes. —Nunca dice por favor y le sacas con trabajos un simple 'gracias'. — —Así que no es para nada 'la Señorita Educada'. ¿Sabe que eres gay?— Laura negó con la cabeza. —Creo que no, a menos que Peter le dijese.— —¿Y tiene esta compañera del infierno un nombre?— —Crystal.— —Bien, ve el lado bueno de las cosas. Si Crystal es una stripper, tal vez te dará una función privada.— Jenny bromeó ganándose un golpe repentino en el muslo. —No empieces. Esto es serio.— —Para mí también lo es — la terapeuta estuvo de acuerdo, rozando con la yema de su dedo ligeramente el antebrazo de Laura. —Sabes que no hay una ley que diga que las ex amantes no puedan dormir juntas de vez en cuando.— —Es verdad — Jenny estuvo de acuerdo. —¿Pero piensas en realidad que es buena idea?— —Oh, pienso que es una espléndida idea — Laura dijo con voz ronca, arrastrándose por el sofá hasta que sus labios estuvieran cerca de la oreja de su ex-amante. —Considéralo como una manera de recordar viejos tiempos.— —Debería de considerar mejor que estás excitada — Jenny contestó. 16
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—Pues bien, la falta de sexo no fue nunca un problema en nuestra relación, si mal no recuerdo.— La escritora continúo presionando y mordisqueando el lóbulo de Jenny. Su voz tomó un timbre muy sensual. —¿Qué te parece compartir tu cama conmigo esta noche, hmm?— —Diablos, odio cuando utilizas ese tono de voz — Jenny contestó, contrayendo sus labios. —Si, que más puedo decir — murmuró, bajando sus dedos desabrochando los botones de la blusa de Jenny. Pronto separó la blusa revelando una suave y blanca piel, sus pechos eran demasiado pequeños para perder el tiempo con un sostén. Laura la estiró en el sofá y comenzó a recorrer con sus labios a lo largo de la clavícula expuesta. De pronto sintió como los dedos de Jenny se enredan en su cabello guiándola hacia abajo. —¿Estas algo ansiosa no es así Jen?— —¡Deja de bromear... oh!— Cualquier otra cosa que la terapeuta hubiera querido decir se esfumó cuando unos labios suaves se cerraron alrededor de su pezón y comenzaron a succionar. Laura gimió sobre el seno con el que estaba jugando y presionó su cadera contra el cuerpo que se retorcía debajo de ella. —Extrañaba esto — murmuró, besando el camino a través del pecho de Jenny para lamer y besar el otro pezón. Sintiendo como tiraba fuertemente de su blusa, se levantó y dejó que la terapeuta vagara un poco con sus manos. —Seguro no vas a dejar que se arrugue ¿verdad?— Laura dejó de desabotonarle la blusa y miró hacia abajo a su ex-amante. —Sabes que no me gustan las arrugas.— Quitándose la blusa, la plegó pulcramente y la colocó en la mesita de café. El sostén fue el siguiente, doblando las copas una dentro de la otra. Jenny se quitó su ropa superior completamente y la lanzó a través del cuarto. —Sabes que odio eso — dijo Laura, mirando con intención la blusa arrugada. —Y yo odio la manera en que tú tienes que doblar todo.— Jenny peinó con sus dedos el cabello negro de Laura. —Soy un poco neurótica con esto, ¿no es así?— Se volvió a recostar dejando que sus labios se rozaran. —¿Cómo pudiste vivir conmigo?— —Bueno, pudiste haber tenido otros defectos peores que ser una compulsiva obsesiva.— —¿Es eso como ser anal retentivo?— La escritora bromeaba mientras presionaba su muslo entre las piernas de Jenny, complacida por el gemido resultante. Plantó besos a lo largo de la mandíbula de la terapeuta hasta que sus labios encontraron una oreja enmarcada por cabello suave castaño. —Pienso que podemos encontrar algo mejor hacer que buscar los defectos de cada una. ¿No cree usted, mi pequeña analista?— Laura flexionó sus músculos para ejercer más presión. —S-si, tienes toda la razón — Jenny estaba de acuerdo, su aliento sonaba con jadeos entrecortados. —No más bromas.— —Creí que te gustaban las bromas.— Laura sonrió maliciosamente antes de bajar sus labios hasta el seno de su ex-amante. —Bromas y más bromas.— 17
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********* Crystal gemía y se revolcaba en su cama durante varios minutos hasta que la pesadilla se hizo demasiado intensa y despertó aterrorizada. El corazón le latía aceleradamente, miró alrededor en la oscuridad, momentáneamente confundida por el ambiente desconocido. Los números rojos del reloj despertador la alumbraron, mostrándole que era muy tarde. Maldición, no esta noche no. Silenciosamente suplicó para que el sueño no siguiera eludiéndola. Frustrada, se enderezó y trató de alcanzar sus cigarrillos y encendedor. Segundos más tarde el humo gris formaba remolinos alrededor de su cabeza. Es solo porque es mi primera noche en un lugar nuevo, se dijo a sí misma. El pensamiento no le sirvió de nada a Crystal para relajarse y se encontró encendiendo la lámpara, permitiendo que la ligera luz pálida alejara las sombras y le ayudara a disipar su miedo. Miró el reloj de nuevo. —Creo que Laura no regresará esta noche. Apagó su cigarrillo en el cenicero, abrió el cajón de su mesita de noche y sacó una pequeña pipa de metal y algo de incienso. Después de asegurar el incienso lo encendió, Crystal llenó la pipa con marihuana que tenía escondida en una pequeña lata. El deseo de despejar sus sentimientos era demasiado fuerte como para resistirse. Su organismo finalmente se relajó bajo la influencia de la droga, las imágenes de su pesadilla se iban disipando. Tenía la vista ya nublada y con el dorso de su mano se limpió con enojo a través de sus ojos mientras las lágrimas comenzaban a caer. Habían pasado casi dos meses desde la última pesadilla y había tenido la esperanza de que desaparecieran para siempre. Debí haberlo imaginado. Pensó amargamente mientras volvía a llenar el pequeño tubo. Las pesadillas... y los recuerdos que las causaban habían estado con ella por más de doce años ya y Cristal temía que nunca la dejaran. La droga le pegó duro después de su tercera calada y cuando por fin llegó el sueño a la stripper, lo hizo ya sin las pesadillas.
********* Laura llegó a casa a la mañana siguiente encontrando a Crystal sentada en la terraza, fumándose un cigarrillo y leyendo el diario de la mañana. —Buenos días.— —Buenos días— la stripper contestó, colocando el periódico en la mesa. Laura miró ceñudamente de manera fortuita las secciones del periódico por la forma revuelta en que estaban apiladas. ¿Por qué nadie pone las cosas de la forma en las que estaban antes? Reflexionó silenciosamente. —¿Has terminado con este?— —Sí.— Crystal dio una larga calada de su cigarrillo soltando el humo a través de la verja de hierro. —¿Oye, te importaría si compro una cortina nueva para el baño? No me gusta la que tienes.— —Um... seguro.— Laura se encogió de hombros. —Esa sólo tiene algunos meses de uso.— —Sí pero no puedo soportar todas esas flores y holanes.— La stripper se levantó y metió su paquete de cigarrillos en el bolsillo de sus vaqueros. —Escogeré una nueva esta tarde de camino al trabajo.—
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Mirándole los pechos ciñéndose contra de la blusa de algodón, Laura se sonrojó ante el recuerdo de Crystal haciendo oscilar sus pechos para el público en el Tom Cat Club. —¿En dónde trabajas?— Preguntó, esperando iniciar una conversación entre las dos. —En el centro — Crystal contestó, tomando el resto de su café. Laura dejó que evadiera la conversación, teniendo sospecha de que el tema seguro no le era nada cómodo a la joven mujer. —Compraré tacos esta noche para la cena. ¿Te gustaría que comprara algunos para ti también?— —Naa, no me gusta la comida de conejo.— Crystal miró su reloj de pulsera. —Me tengo que ir.— —Bien, que tengas un buen día.— Laura recibió un gruñido como respuesta de la stripper mientras le pasaba por un lado y entraba al apartamento. No puedo creer que accedí a esto, pensó para sí. Sus ojos miraron el desorden sobre la mesa. Crystal había dejado ahí su taza de café, un plato lleno con migajas, una toalla de papel arrugada, y el periódico desorganizado. Incapaz de dejar todo en completo desorden, Laura llevó los platos al lavaplatos y puso en orden el periódico. Cuando se sirvió una taza de café, observó una marca que dejó la taza en el mueble de la cocina. —¿Te cuesta tanto tomar el paño y limpiar el mueble?— Laura murmuró maldiciones por varios minutos mientras limpiaba el mueble y la cocina. Cuando terminó su tarea, descolgó el teléfono y llamó a la oficina de Peter solo para enterarse que había tomado el día libre. Entonces marcó a su casa. —Hola, somos Peter y Michael. No podemos contestar el teléfono ahora, por favor deje un de mensaje... beep.— —Peter, ¿dónde estás? Llámame en cuanto puedas.— Al no conseguir desahogarse con la persona que quería, Laura llamó a la oficina de Jenny. —Tienes suerte de que la señora Cranston haya cancelado — Jenny dijo cuándo Laura entró en su oficina. —Tengo cuarenta minutos disponibles antes de mi siguiente cita. ¿Qué pasa? ¿Sigues teniendo problemas con tu compañera sacada del infierno?— —Ella me vuelve loca, Jen. La mujer no conoce el significado de la limpieza más que de ella misma.— Laura se dejó caer en el sofá y suspiró. —Revolvió todo mi periódico y apuesto a que es alérgica a meter los platos sucios al lavaplatos.— Jenny asintió con la cabeza, conociendo muy bien la obsesión de su ex-amante de limpiar. —¿Ella es realmente una haragana o simplemente no es tan limpia y ordenada como tú lo eres?— —No le estoy pidiendo que limpie el piso todos los días — la escritora se defendió. —Pero ¿la mataría pasarle un trapo al mueble de la cocina? Deberías de haber visto el cuarto de baño.— Sin darle oportunidad a Jenny a interrumpir, Laura continuó. —¿Tú debes suponer que ella tendría que poner su toalla colgada en la barra justamente diseñada para eso, no es así? No, claro que no. Ella la dejó tirada arriba del cesto de ropa. No es que no hubiera en cualquier otro sitio una barra para colgar la toalla.— Jenny cerró sus ojos, no queriendo realmente preguntar. —¿Qué había en la barra?— 19
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—Las braguitas, si es que se le pueden llamar braguitas al triángulo con un hilo dental. ¿Cómo puede estar a gusto con aquello metido entre su trasero de cualquier forma?— —No pienso que esos sean diseñados para la comodidad, Laura. Son probablemente para su trabajo.— —No me importa, no deben estar colgados en la barra para las toallas.— —Preferirías que colocara una cuerda para tender la ropa y los colgara por allí? Obviamente no son de la clase que deban meterse en una secadora. No todo el mundo lleva puestos suaves braguitas blancas de algodón — Jenny razonó. Laura miró ceñudamente por las lógicas y obvias palabras de la terapeuta. —Pues bien, pero ella no los puede dejar por allí — dijo finalmente, calmando su agitación. —Entonces sugiérele alguna parte donde las pueda colgar. Si no después colgara su ropa mojada sobre la cortina para la ducha. ¿Qué otras cosas horribles hace?— —Piensas que estoy siendo irrazonable, ¿no es así? —No estas siendo irrazonable, Laura. Tienes algunos puntos válidos. Especialmente en que Crystal no recoge su propio desorden. Sin embargo, tienes que ser un poco flexible. Ella paga ahora la mitad de las cuentas también. Ya no puedes tener el completo control del apartamento.— —¿Sabes?, voy a matar a Peter cuando lo encuentre.— —Lo sé — Jenny dijo, sabiendo que no era una amenaza en serio. Peter y Laura habían sido amigos desde la escuela secundaria, cualquier cosa que se hicieran uno al otro siempre se perdonaban —Así que no se te ocurra molestarla por la ropa interior en el cuarto de baño.— Laura suspiró con resignación. —Muy bien, pero ella tiene que ser más responsable y recoger sus cosas. No voy a ser su criada personal.— —¿Va a estar allí mañana por la noche?— —No sé — Laura se encogió de hombros. —No había pensado en eso. Creo que tal vez estará trabajando.— —Deberías investigar eso antes de que todo el mundo llegue.— Jenny sonrió burlonamente. —O por lo menos le deberías advertir sobre tu madre.— Laura puso sus ojos en blanco y gimió. —Por dios la reunión, lo había olvidado, ahora todo mundo será testigo. ¿Te puedes imaginar que diría mi madre si se entera de que vivo con una stripper?— —Enloquecería... probablemente sería peor que cuando se enteró de lo nuestro — dijo Jenny. —¿Y hablando del diablo, sabe que iré?— 20
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—No. Pero creo que no se sorprenderá por tu presencia. Sabes qué tienes un lugar muy especial en su corazón.— Jenny dio un resoplido burlón. —No empieces, Laura. Sé muy bien que tu madre tiene sus costumbres muy arraigadas y nada le hará cambiar su manera de pensar. Voy sólo porque Bobby espera que esté allí.— —Y dime, ¿qué le compraste?— Jenny sonrió. —¿Te acuerdas de esos altavoces para el sistema estéreo que quería para su coche? Pensé que eso haría un gran regalo de graduación.— Los ojos de Laura se ensancharon. —Estás bromeando. Eso te tuvo que haber costado más de 200 dólares.— —Doscientos ochenta y siete, realmente.— Jenny se encogió de hombros. —¿Qué puedo decir? Le dije que si se lucía en sus exámenes de Física le regalaría algo especial.— —No me extraña que haya estudiado tan duro. Mamá y yo le dijimos que nada de altavoces.— —Bueno, tu madre le compró ese ordenador y la impresora.— —Y yo le compré los programas que necesitaba para tenerlo todo listo.— —Excepto por su acceso al internet, su dirección de correo electrónico y un suministro ilimitado de todas las chicas solteras de todas las universidades del país — Jenny agregó. —No creo que tenga que buscar mucho por una novia, Jen. Ya tiene a bastantes llamando a casa de mamá, ¿cómo una docena de chicas por noche buscándole?— —Te lo dije, ¿recuerdas? ¿Cuándo tenía trece años de edad y sus cejas comenzaron a oscurecerse, no te dije que las chicas irían todas sobre él?— La terapeuta sonrió satisfecha. —Hay algo en ustedes los Taylor que las mujeres no podemos resistir.— —¿Sí? ¿Entonces por qué estoy aun soltera?— Laura preguntó con una sonrisa. —Porque la señorita correcta no ha llegado todavía. ¿Quién sabe? Tal vez tú y Crystal... — —Ni siquiera lo pienses — la escritora advirtió. Un golpe rápido en la puerta fue seguido por la secretaria de Jenny abriendo la puerta y asomando su cabeza adentro. —¿Señorita Foster? Su cita de las once en punto está en la sala de espera y parece muy angustiada.— —¿En serio?— Jenny levantó sus cejas en sorpresa. Miró en su reloj de pulsera y notó que su cliente había llegado media hora antes de su hora habitual. La terapeuta sonrió disculpándose con Laura. —Creo que mejor aquí terminamos nuestra conversación. Te veo mañana por la noche.— 21
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—Ok cariño.— Se dieron un beso y un abrazo rápido antes de que Jenny acompañara a Laura a la salida de su consultorio y enseguida entró la señora Duncan toda llorosa.
********* Laura estaba sentada delante del ordenador, borrando el montón de correo electrónico sin contestar cuando escuchó el sonido de la llave abriendo el cerrojo en el primer piso. Una mirada rápida en el reloj en la esquina inferior de la pantalla le dio la hora, solo algunos minutos faltaban para la media noche. Salió de su cuarto y bajó las escaleras, entró en la cocina y vio que Crystal tomaba una cerveza del refrigerador. ¿Acaso no bebes otra cosa? Laura pensó antes de hablar. —Ejem — esperó a que la stripper volteara a verla para continuar. —¿Vas a trabajar mañana por la tarde?— La rubia abrió la lata y tomó varios tragos antes de contestar. —No. ¿Por qué? ¿Necesitas el apartamento para algo por la noche?— —Mi hermano pequeño se gradúa del bachillerato con honores y le daremos una cena mañana por la noche.— Laura tenía muy claro en su mente, las estrictas reglas de su madre en relación a las reglas de etiqueta y luchó contra el deseo de no tener que presentar a su familia a su nueva compañera de apartamento. Y al final, la formación que le dió su madre de ser educada ganó. — Eres bienvenida por supuesto. No es nada formal, son solo mi hermano, mi madre y Jenny. No sé si Peter y Michael vendrán. No lo he podido localizar últimamente.— Laura hizo una nota mental de intentar volverlos a llamar. —No te preocupes por eso — Crystal agitó su mano despectivamente. La lata fue a sus labios otra vez para varios tragos más. —No me gustan las comidas familiares de cualquier manera. Me haré la desaparecida.— Se volteó de nuevo y abrió el refrigerador, tomando las otras tres latas de cerveza. —Mierda — maldijo suavemente, recordando que tenía pensado de camino a casa parar en algún súper para comprar más cerveza. Recordó el poco dinero que traía en el bolsillo y se resignó a tomarse solo las tres cervezas esta noche. Pasó rozando a Laura y con rapidez subió las escaleras, encerrándose en su cuarto sin decir otra palabra a la escritora. Laura revisó los cerrojos antes de apagar las luces de abajo y regresar a su cuarto. Molesta por la forma en que Crystal la ignoró, se encontró demasiado inspirada como para irse a dormir. Sentándose delante del ordenador otra vez, Laura cerró el programa del correo electrónico y abrió su procesador de palabras. Algunos segundos más tarde su historia más nueva apareció en la pantalla. Presionando su dedo en el botón bajar página, observó sus palabras pasar intermitentemente hasta que llegó al final. Entrelazando sus dedos, tronó sus nudillos y alcanzó el teclado. Volvió a leer las últimas frases para familiarizarse con lo que estaba ocurriendo dentro de la historia y comenzó a escribir de nuevo. Diez minutos más tarde Laura estaba levantando su cabello fuera de la parte trasera de su cuello y gimiendo. —Deseo una brisa agradable esta noche.— Después de asegurarse que no hubiera periódicos que podrían salir volando. Se dirigió hacia la puerta corrediza de cristal y la abrió. Tenía una malla de tamaño normal para no dejar entrar a los insectos pero si dejaba entrar una 22
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brisa asombrosamente suave adentro. El perfume de un arbusto de lilas llegó a su nariz junto con algo más. Laura dio un paso más hacia la puerta e inhaló otra vez. Oh genial, una drogadicta. Dirigiéndose hacia la puerta interna del dormitorio, la abrió y cruzó llegando a la puerta de Crystal y comenzó a tocar. —¿Qué?— Sonó una voz molesta. —Necesitamos hablar — la escritora contestó. Escuchó los sonidos de cajones abriéndose y cerrándose antes de que Crystal llegara a la puerta. Se abrió para revelar a la artista de striptease vestida con unos pants y una sudadera descolorida de algodón. El olor de marihuana estaba por todo el dormitorio de la joven y la nariz de Laura se arrugó con repugnancia. Los ojos de Crystal eran dos pequeñas rayas, luciendo extremadamente cansados de no ser por la sonrisa tonta en su cara. —No puedes estar haciendo esto aquí — dijo Laura firmemente. —Lo que haga en mi cuarto es solo de mi maldita incumbencia. No soy una adicta a la droga y tampoco soy una distribuidora.— —Aun así es ilegal — señaló Laura. —La policía... — —La policía no se preocupará por la poca cantidad que tengo.— Crystal interrumpió a la mujer mayor. —Cálmate Laura, estas tan tensa que tal vez deberías fumar un poco. ¿Sabes?, te ayuda a calmarte un poco. Te hace menos pesada la vida.— —No, gracias. No creo en la idea de contaminar mi cerebro con drogas ilegales.— —Naa, ¿pero está bien joderlo con alcohol, verdad?— La artista de striptease negó con la cabeza. —Maldita hipócrita — respondió entre dientes mientras cerraba la puerta. Laura se quedó en estado de choque, no creyendo lo que había oído. ¿Estoy tensa? ¿Solamente porque no quiero tomar drogas? —El alcohol es diferente, Crystal — gritó lo suficientemente fuerte para que se escuchara a través de la puerta cerrada. —Como sea — vino la respuesta. —Si el olor te molesta, encenderé incienso ¿ok?— —¿Por qué piensas que disfrazando el olor ya todo estará bien?— Laura preguntó. —¿Qué te hace pensar que me importa lo que pienses?— Crystal respondió. —Ya te dije... prenderé un maldito incienso si te molesta el olor. Así que, confórmate con eso.— Laura escuchó el sonido de un cajón abriéndose y enseguida el de un encendedor prendiendo. Gruñendo por la frustración, la escritora regresó a su cuarto, cerrando la puerta con un fuerte golpe. Laura cerró el ordenador, decidiendo que estaba demasiado exasperada para intentar escribir algo serio y no sintiendo deseos de dedicarse a su correo electrónico. Una vez que el ordenador fue cerrado, cruzó al otro lado hacia la puerta corrediza de cristal, disponiéndose a cerrarla por el resto de la noche. Percibió un aroma fuerte de incienso y frunció el ceño. Peter, voy a matarte juró silenciosamente mientras cerraba la puerta con un fuerte golpe. 23
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Pasando el pasillo, Crystal estaba sentada sobre su cama, sus ojos clavados mirando una fotografía vieja en su mano. Mostraba a dos pequeñas posando delante de una casa rodante vieja. ¿Dónde estás, Paty? Preguntó silenciosamente, su dedo acariciando la foto familiar. Realmente me haces mucha falta ahora. Vació otra cerveza y tomó su pequeño porro. Dejando descansar la foto sobre su regazo, Crystal sujetó el porro en una mano y su encendedor en la otra. Inhaló profundamente, aspirando tanto humo como pudiera entrar en sus pulmones. Dejando salir posteriormente lentamente poco a poco el humo, su cabeza ya sintiendo los efectos del fuerte golpe. Poniendo el encendedor y el porro en la mesita de noche, Crystal colocó su cabeza de regreso en las almohadas y se quedó mirando fijamente el techo. Imágenes de su infancia pasaban en su mente... Dos hermanas, con el cabello más rubio que el sol, paseando en bicicleta a través de las casas rodantes, riéndose y gozando de un día cálido de verano. Como siempre lo hacían, un recuerdo más oscuro vino a su mente. Crystal coléricamente se sentó de nuevo y alcanzó de nuevo su porro. De ninguna maldita manera voy a soportar otra vez eso esta noche, juró, prendió la marihuana e inhalo tan fuerte como podía. Reconoció el sentimiento que esos oscuros recuerdos le provocaban y desesperadamente evitaba no tener esas pesadillas por las noches. La droga hacia posible eso, llevándola a un lugar donde la cólera de su padre y su violencia no la podían alcanzar, donde nada tenía importancia excepto la paz temporal que le ofrecía la hierba mala. Pero algunas noches los recuerdos parecían rehusar a desaparecer ni ayudada por la droga y esta noche parecía ser una de ellas. Recostada en la cama, una Crystal con tan solo 14 años de edad escuchaba los sollozos ahogados a través de la pared que separaba su cuarto del de su hermana mayor. Crystal lloraba por el desamparo que sentía, por la impotencia de no poder ayudar a Paty. Había intentado dos veces proteger a su hermana de su padre y en ambas ocasiones se había ganado una paliza tan severa que no le permitió asistir a la escuela durante días enteros. La última vez había sido apenas en menos de una semana y su ojo todavía lucía un enorme hematoma causado por su puño. Los gritos de Paty se hacían más frecuentes, mezclados con los gruñidos carnales de su padre. Crystal enterró su cabeza en la almohada y lloró aún más fuerte, compartiendo el dolor que su hermana estaba sufriendo y temiendo que esta noche podría ser en la que su padre decidiera parar en su propia puerta. Minutos más tarde escuchó un sonido ya conocido de su padre caminando a través del pasillo. Repentinamente los pasos se detuvieron fuera de su puerta. El corazón del Crystal comenzó a latir rápidamente por varios segundos, pero los pasos se siguieron de largo, deteniéndose en la puerta del dormitorio de su padre cerrando la puerta. El cuarto de baño separaba su cuarto del de sus padres, lo que hacía que el poder espiar a escondidas fuera imposible. Sin embargo, también facilitaba que las dos hermanas tuvieran sus conversaciones en privado. Una vez que se aseguró que su padre no saldría de su cuarto, Crystal salió a hurtadillas de la cama y lentamente abrió su puerta. Miró con cuidado a través del pasillo hacia la puerta de su padre y entró sigilosamente en el cuarto de su hermana. Paty yacía sobre su cama, estaba enrollada como una bolita sollozando impotentemente. Crystal trepó en la cama y abrazó a su hermana mayor. —De-de-deberías regresar a tu cama antes de que él te encuentre aquí—, Paty le advirtió. —No, él no regresará — dijo, sujetando a su hermana más fuerte. —Necesitamos escaparnos.— Era una discusión que ellas tenían por lo menos una vez a la semana desde hacía pocos meses. — 24
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Por favor Paty, no podemos seguir viviendo así. Podemos irnos... a la ciudad o a algún otro lado.— —No podemos, eres demasiado joven — Paty contestó. —La policía nos encontraría y estaríamos en peores problemas aunque si nos quedásemos aquí.— —Pero él sigue lastimándote — la joven adolescente imploró. —Y ella no lo detendrá. Sé que ella escucha pero nunca hace nada.— —¿Qué puede hacer ella, Crystal? Él solamente le pegaría otra vez y sería peor.— Las hermanas se sentaron juntas en la cama por varios minutos antes de que Cristal hablara de nuevo. —¿Cuántos años tenías cuándo él... ?— Dejó la pregunta sin terminar, no queriendo realmente poner un nombre a ese acto tan horrible. Paty vaciló por un momento antes de contestar. —Quince.— —¿Cuánto tiempo crees que él esperará para que venga después a por mí?— Crystal preguntó con voz tímida. —No puedo pasar por eso, Paty, yo simplemente no puedo.— Sorbió por su nariz y se secó las lágrimas. —Por favor.— Hubo un silencio en el cuarto durante varios minutos antes de que la hermana mayor hablase. — Ve a tu cuarto y vacía tu mochila de la escuela. Mete ropa abrigada y ropa interior. Ponte tus zapatos de lona y un suéter grueso.— Paty se quedó parada un momento y después rápidamente abrió los cajones de su tocador. Escondiendo en la mochila un par de calcetines negros. Los desdobló para revelar un fajo pequeño de billetes en efectivo. —Espero poder terminar la escuela secundaria y conseguir un lugar para las dos después de que me gradué — susurró. —Iremos hacia el norte, a Berlín. Es una universidad en el pueblo. Podemos conseguir allí un lugar pequeño para escondernos hasta que decidamos qué hacer.— A pesar de sus miedos y de que él se despertara de pronto descubriéndolas, las hermanas fueron capaces de escapar de la casa rodante sin ser atrapadas. Suponiendo que usar sus bicicletas sería demasiado obvio, se fueron a pie, pegadas por la orilla de la carretera entre las sombras hasta que llegaron al área del centro de la ciudad. Ambas chicas estaban cansadas pero ese sentimiento desaparecía solo por el miedo. Caminaron kilómetro tras kilómetro, hablando acerca de lo maravillosa que sería la vida una vez que lograran escapar. La estación de autobuses estaba a una distancia de varios kilómetros y ya era cerca de la medianoche cuando por fin llegaron al lugar totalmente alumbrado. Paty hizo que Crystal se escondiera en un lugar oculto mientras ella entraba a comprar los boletos. Cuando vieron al autobús entrando para estacionarse, la chica de 14 años estaba segura en que ambas lo lograrían, conseguirían la libertad finalmente. Sintiéndose con confianza Crystal cruzó el estacionamiento iluminado en busca de su hermana. Encontró a Paty aproximándose orgullosamente mientras le mostraba los dos boletos para el viaje. —Los conseguiste — dijo excitadamente. —¿Qué autobús es el nuestro?— 25
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—Cálmate hermanita — Paty contestó. —Nuestro autobús no sale hasta la siete de la mañana. Estos autobuses ya están llenos para esta noche.— —Pero... — El pensamiento de quedarse en la ciudad por otras siete horas cuando sabía que su padre las descubriría al no encontrarlas dentro de 5 horas no la hacía sentir nada bien. —¿Qué pasara con papá?— —Con algo de suerte al bastardo le da un ataque al corazón mientras duerme — la Sheridan mayor contestó, sabiendo que su hermana compartía sus sentimientos. —Él no se enterará al menos hasta las cinco o cinco treinta si tenemos suerte. No hay remedio, se imaginará dónde estamos antes de que nuestro autobús salga a las siete.— Confiando en las palabras de su hermana mayor, Crystal se relajó y se dejó conducir hacia las sombras donde las chicas descansaron sobre la hierba fresca cerca de una barandilla. La joven adolescente se alegró de haber hecho caso a Paty cuando le dijo que llevara puesto un suéter pues la noche se estaba tornando un poco fría. La caminata había sido más que suficiente como para agotar a los dos adolescentes que se quedaron dormidas en pocos minutos. Crystal se despertó cuando sintió la luz del sol de la mañana y escuchó el sonido de la voz de su hermana. —¿Qué hora es?— Gruñó mientras se frotaba los ojos para despejar el sueño. —Las seis. El autobús estará aquí dentro de una hora. No tengo mucho dinero pero pensé que podríamos comprar algo barato en ese restaurante para comer.— Crystal estuvo de acuerdo, deseando más un baño que la comida. Por primera vez en años la chica estaba feliz, segura de que en una hora ellas dejarían la ciudad y junto con eso, el horror que les provocaba su padre. Pero la libertad no llegó para Crystal. Faltaban diez minutos para las siete cuando decidieron dirigirse a la estación de autobuses. Recién habían salido del restaurante e iban cruzando la calle cuando Paty escuchó el sonido de frenos chirriando. Volteó para ver a su padre girando con fuerza las ruedas para después dirigirse en su dirección. —¡Es él!— gritó. Corriendo directamente hacia la estación de autobuses, pero vino a su mente lo que seguramente pasaría. Él fácilmente las alcanzaría y las sacaría del autobús. Así que solo tenían una oportunidad. Paty buscó en su bolsillo y sacó los dos boletos de autobús. —Toma.— Lo depositó en la mano de Crystal. — Tenemos que separarnos y al mismo tiempo lograr alcanzar el autobús. Él no puede perseguirnos a las dos al mismo tiempo y probablemente me seguirá a mi primero.— Comenzaron a correr lejos de la estación. A su padre se le estaba dificultando seguirlas debido al tráfico matutino. —Ve hasta la calle Central y ahí tomas el atajo para que puedas regresar a la calle Hudson. Saldrás justo enfrente de la estación yo tomaré este camino.— Crystal asintió con la cabeza comprendiendo y de nuevo escucharon las llantas chillando agudamente y vieron a su padre dirigiéndose hacia ellas. Las hermanas se separaron, Paty corría a través de la calle repleta yendo hacia el norte mientras que Crystal dobló la esquina y fue rumbo al sur tal como su hermana le había dicho. Un terror absoluto llenó el corazón de la joven adolescente cuando vio que el coche cambiaba de dirección y la seguía a ella.
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Traducción: Alesita
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La joven adolescente no era muy hábil como para ganarle a un carro a toda velocidad. Sin embargo logró ganar algo de tiempo cuando corrió en dirección opuesta a como venía, obligándolo a detener el carro a la orilla y dar la vuelta, pero no fue suficiente. Sabía que nunca lograría llegar a la estación a tiempo. Pensó que su padre no tardaría en atraparla y entonces pensó en el boleto de autobús que traía en su bolsillo. Delataría el lugar hacia donde Paty iría. Cuando pasó corriendo junto a un bote de basura, Crystal tomó la decisión y arrojó dentro el boleto. En menos de una cuadra más adelante la persecución se acabó. Su padre paró el coche encima de la acera, bloqueándole completamente el camino. Estaba sobre ella en segundos. Crystal gritó cuando la tomó por el cabello y la sacudió con fuerza hacia él. —¿Dónde está?— Gritó. —Y-yo no lo sé.— —Estás mintiendo.— Fue castigada con una cachetada fuerte en la cara. —¿Dónde carajo se fue?— Sabía que no había nada que pudiera hacer para evitar el castigo. Todo lo que podía hacer era lo único que nunca había podido hacer antes... proteger a su hermana mayor. —No lo sé — repitió. —¡Estas mintiendo perra!— La abofeteó varias veces antes de hacerla entrar en el coche y cerrar de golpe la puerta y meterse detrás del volante. Al tiempo que se dirigían a casa, pasaron un autobús azul y gris rumbo a las afueras de la ciudad. Crystal miró por la ventanilla y vio una figura que la observaba. Las ventanas oscuras hacían difícil verla claramente, pero no había duda que la mano que estaba sobre el cristal era de Paty. Aprovechando una nueva oportunidad, Crystal imitó el gesto. El autobús cambió de dirección hacia la carretera, separando para siempre a las dos hermanas. El padre de Crystal permaneció callado durante el camino a casa pero sus ojos oscurecidos miraban constantemente por el espejo retrovisor para dirigirle miradas mortíferas a su hija menor. La chica de 14 años intentó desesperadamente no llorar delante del hombre quien veía a las lágrimas como una debilidad, pero estaba totalmente aterrorizada por lo que él le haría una vez que estuvieran en la casa. Crystal se revolcaba, murmurando incoherencias entre el sueño y la confusa realidad. —No... no papito, por favor para. Seré buena... — Las palabras dieron paso a los quejidos como si volviese a vivir la pesadilla de esa mañana once años atrás. —¡No papito, por favor... No!— Con un grito final, se asustó a sí misma despertando. Pasaron varios segundos antes de que se diese cuenta dónde estaba. —Carajo.— Buscó a tientas en la oscuridad la lámpara, luego buscó sus cigarrillos. Aun no encendía uno cuando escuchó un suave golpe en su puerta. —¿Estás bien?— —Si, estoy bien Laura. Fue solamente una pesadilla.— —¿Estás segura?— —Dije que estoy bien — Crystal contestó malhumoradamente. Miró el reloj y suspiró. Era muy tarde como para ir a un bar y las tiendas no tenían permitido vender cerveza después de la 27
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medianoche. —Perdón por despertarte.— Alcanzó su incienso y puso una vara nueva sobre al recipiente. —Um... ¿Crystal?— —¿Qué?— —Si necesitas hablar... — —No, gracias ya está todo bien. Buenas noches. Ahora vete y déjame en paz.— Laura vaciló por un momento antes de contestar. —Buenas noches entonces.— Regresó a su cuarto, su mente volvía a recordar lo que había escuchado. Abrió la puerta corrediza de cristal y en segundos entró el olor de incienso flotando a través del aire. Teniendo la intención de cerrar la puerta, la escritora trató de alcanzar la agarradera pero hizo una pausa y retiró su mano. No huele tan mal, pensó mientras volvía a inhalar el aire de nuevo. Huele a cerezas. Sabía que el incienso era para tapar el olor de la marihuana pero decidió dejarlo pasar por esta noche. Escuchó el terror en los gritos de Crystal y no tenía ninguna duda de que la joven mujer estaba muy afectada a pesar de decir lo contrario. Laura no se sorprendió de no encontrar señales de vida de Crystal a la mañana siguiente. Dos veces durante la noche se había despertado por el sonido del inodoro, la última vez había sido cerca del amanecer. —Creo que pasaré más tarde la aspiradora—, pensó mientras se dirigía a la cocina a preparar café. Mientras esperaba a que el café estuviera listo, Laura fue arriba y quito las sabanas de su cama, recogiendo también la ropa sucia al mismo tiempo. Puso una carga en la lavadora en lo que el café estaba listo y bebió su primera taza entre los viajes por todo el apartamento vaciando papeleras y revisando que áreas necesitaban una buena limpieza. Crystal bajo las escaleras dos horas más tarde, luciendo muy cansada. Oscuras ojeras rodeaban sus ojos y algunos cabellos rubios caían por su cara. —El café huele bien— dijo ella. —Buenos días. ¿Cómo amaneciste? — Laura le preguntó mientras tomaba su taza de café. Crystal caminó hacia la alacena y sacó la primera taza grande que encontró. Aceptando la jarra de café que le ofrecía su compañera, esperó hasta que la taza estuviese llena antes de hablar. —Siento mucho lo de anoche—. —Um … si necesitas hablar— —No hay nada que hablar— la artista de striptease se encogió de hombros. Recogió el periódico y se dirigió rumbo a la terraza.—¿Ya lo has desocupado?—
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—Tómalo—. Laura observó cómo su periódico sin leer fue rápidamente abierto y doblado de modo de que Crystal lo pudiera tomar con una mano mientras sorbía su café. Un cigarrillo fue pronto encendido, el viento sopló el humo dentro de la cocina. La escritora frunció el ceño y fue directo a cerrar la puerta de cristal corrediza. —No te molestes, me moveré hacia allá— dijo Crystal mientras hacia su desorden a un lado a la orilla de la mesa. El cambio de posición hizo que el humo circulara hacia el lado del edificio en lugar de entrar a la cocina. Laura observó como una sonrisa salía de los labios de la stripper antes de ocultarla con la taza de café. —Soy culpable de los cargos— Laura admitió, sentándose en la silla que recién había desocupado la otra mujer. Tomó un sorbo de su café antes de continuar—Es que simplemente no puedo soportar el humo en mi casa. A Bobby le ha dado por fumar también pero a él tampoco lo dejo hacerlo dentro—. —¿quién es Bobby, tu novio?— Laura colocó la taza de café en la mesa y sonrió.— Um … no. Él es mi hermano menor. No tengo novio. ¿Y tú?— Laura no esperaba que le respondiera pero la sorprendió cuando Crystal negó con la cabeza. —Nada de novios. Los hombres son unos cerdos—. —Pues, no todos los hombres, Crystal. Peter y Michael son unos caballeros—. —Peter y Michael son gay. No cuentan—. —No sé por qué les es tan difícil subir el asiento del inodoro. Una vez los chicos estuvieron por aquí y olvide revisar el asiento y al sentarme estaba todo húmedo—. Laura rió de su historia, esperando obtener una sonrisa de la joven mujer. En lugar de eso Crystal continúo mirando perdidamente su café, con su mirada totalmente lejana. La escritora sintió su estómago gruñir y recordó que aún no había comido—Creo que preparare unos huevos y pan tostado para el desayuno. ¿Te gustaría algo de desayunar?—. —Naa—. Crystal se levantó abruptamente. —estoy a punto de salir de cualquier manera—. —¿Vas a estar fuera todo el día?— Laura en secreto esperaba que ese fuera el caso. No quería tener a la máquina de humo, bebedora de cerveza stripper por aquí cuando su madre apareciera. — Sip, no me gustan los convivios familiares. Diviértete—. Laura acababa de acomodar su periódico y estaba a punto de comenzar a leer cuando escuchó el portazo de la puerta principal y palabras anti sonantes saliendo de la boca de su compañera de apartamento—¡ no puedo creer que el maldito coche no encienda otra vez joder!— Crystal lanzo coléricamente las llaves a través de la habitación.—No me importa lo que diga Rick, ese mecánico amigo suyo no sabe nada de coches—. Ella presionó sus manos contra la pared que separaba a la cocina de la sala de estar y finalmente miró a Laura.—supongo que no voy a ir a ninguna parte después de todo— ella suspiró. 29
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—Michael es mecánico. Tal vez él le pueda echar un vistazo a tu coche—. —Que suerte me cargo hoy verdad— la artista de striptease se quejó. Ella había esperado comprar algunas cervezas y reabastecer su suministro de marihuana.—Tratare de no molestar en tu reunión—. —La TV de tu dormitorio tiene sistema de cable para que no te aburras— dijo Laura. Contenta de que Crystal no le pidiera prestado su Jeep.—¿Te puedo pedir un favor?— La artista de striptease la miró cuidadosamente.—¿Te importaría no fumar marihuana mientras mi hermano y mi madre están aquí?— Laura levantó sus manos para evitar la protesta que vio formarse en los labios de la rubia.—sé que lo que haces en tu cuarto es solo de tu incumbencia pero aun con el incienso, mi hermano de dieciocho años de edad sabrá lo que estás haciendo así tengas la puerta cerrada—. Las palabras golpearon algo sin querer en la mente de Crystal que la transporto a un momento en donde su hermana gritaba a través de la pared que separaba sus dormitorios—¿Cuánto tiempo falta para que lleguen?— —En cuatro horas—. —Suficiente tiempo como para conseguir provisiones. Bien, ¿Dónde queda la licorería más cercana? — — Martin's está sobre la cuarta avenida, como a kilómetro y medio—. Se dio cuenta de las intenciones de Crystal y rogaba en silencio que la tienda le pareciera muy lejos. Aun no le agradaba la idea de que su familia pudiera conocer a la stripper pero sabía que sería incluso peor si el alcohol fuera añadido a la combinación. Crystal golpeó sus nudillos en la parte superior—Debí suponerlo. ¿Cuál es la temperatura allí fuera ahora? ¿Treinta, treinta y cinco grados? — Laura estaba segura que estaba como en 28 grados pero no vio el caso de mencionarlo.—estaré en mi cuarto—. La stripper fue arriba, sacando los cigarrillos de su bolsillo durante el proceso. —Bien. Quédate allí—, Laura pensó para sus adentros mientras observaba a la mujer temperamental subir las escaleras. Miró el reloj y gimió.—Es tiempo de ponerse en movimiento.— Lo primero fue quitar todo el polvo de los muebles, después paso la aspiradora. Lo siguiente fue lavar y pulir las ventanas, Laura estaba enjuagando el trapeador en agua cuando el timbre de la puerta sonó. Abrió y encontró a Jenny parada allí, su cara escondida por la brillante caja envuelta en sus brazos. —Las otras partes están en el coche, — lanzó un resoplido agradeciendo que le echara una mano con su carga. —¿Recuerdas que él conduce un coche compacto y no una mini furgoneta?—. —Éstos son los que el hombre en la tienda dijo que eran aptos para el coche de Bobby— Jenny protestaba mientras sacaba el resto de las partes del sistema de audio de su coche. —¿Le pediste al vendedor que te dijera cuáles comprar?— Laura preguntó incrédulamente.—Jen, tu debiste decidir que comprar. 30
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—No empieces— la mujer de cabello castaño advirtió amablemente.—No todo lo que compro tiene que ser aprobado por la Revista del Consumidor*—. —Pero... Ups—, Laura dejo de hablar cuando vio la mirada de desaprobación de Jenny.—¿lo estoy haciendo de nuevo, verdad?— —Sip— la terapeuta afirmo. — es bueno tenerte por aquí para que me señales todas mis pequeñas neurosis, — le dijo, aprovechando que la calle estaba vacía se inclinó y dio un rápido beso a Jenny.—Y a propósito, Crystal está aquí—. —¿Le advertiste sobre tu madre?— Laura metió la mano en el coche y saco la última caja, golpeando la puerta con su cadera para cerrarla.— No. Se suponía que estaría fuera todo el día pero su coche se averió—. —Debiste advertirle antes de que el General Patton* llegara— Jenny dijo mientras llegaban a la puerta. —Mi madre no es tan mala—. —¿No es tan mala? ¿Laura, recuerdas el Día de Acción de Gracias cuatro años atrás? ¿La única y última vez que me llevaste a la casa de tu madre?— Ella mantuvo la puerta abierta mientras entraba Laura. —honestamente no pensé que ella estaba espiándonos—. Laura se sobresaltó ante el recuerdo de cuando su madre entró a la cocina y las encontró dándose un beso apasionado. —Bien sabes que me culpó por corromperte.— —Por supuesto que lo hiciste— Laura dijo con una sonrisa juguetona.—Después de todo, yo era una joven inocente antes de conocerte.— —De cualquier forma no es realmente la mujer tranquila que recuerdo, Amor—. Jenny caminó hacia la alacena y tomo dos vasos—¿cuánto tiempo tenemos antes de que ella llegue?— —Aproximadamente dos horas—. Dos horas para tener este lugar limpio y listo para la inspección, pensó Laura para sí misma mientras abría el refrigerador y sacaba la jarra de agua helada. Como hacia cada vez que su madre venia de visita, los nervios de Laura estaban al borde. Su padre y ambos abuelos habían sido de las Fuerzas Armadas y a su madre le toco ser la esposa de un oficial muy estricto. Había algo en su mente, un sentimiento que le hacía pensar que algo se le estaba escapando.... algo que su madre tal vez podría notar—¿se ve todo correctamente?— —Laura… todo está perfecto. Los cuadros están derechos, los platos ya están bien colocados, el mantel está bien puesto y planchado. Deja de preocuparte—.
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—No lo puedo remediar— ella contestó, apoyándose contra el toque suave de Jenny en sus hombros.—Solo quiero que todo salga perfecto. Jen, prométeme que no empezaras con tus regaños. — Las manos de Jenny masajeaban amablemente sus hombros.—Tu madre necesita vivir ya en los años noventa—. Laura se volteo y deslizó sus brazos alrededor de los hombros de la mujer más baja.— Jen, no entiendes. El abuelito Matthews fue un Republicano inquebrantable y mi papá fue tan conservador como él. La idea de ver a su única hija en la cama con otra mujer no fue exactamente una píldora fácil de tragar—. Le dio una pequeña sonrisa. Los padres de Jenny eran las personas más liberales que jamás en su vida haya conocido y fue difícil para su ex-amante aceptar la intolerancia—¿por favor?— —El cambio es bueno para el alma, y lo sabes— Jenny intento por última vez. Laura sabía que ella había ganado y besó a la mujer más pequeña en la frente. —Has hablado como una verdadera terapeuta. Haré mi mayor esfuerzo para mantenerla alejada de ti—. Un pensamiento se le vino a la mente—Hablando de terapia— Camino hacia la puerta de cristal corrediza y la cerro.—quiero hablar contigo acerca de algo que ocurrió anoche—. —¿Estas bien?— La preocupación de su ex-amante era evidente y Laura sonrió. —Estoy bien, cariño. Crystal tuvo una pesadilla anoche—. ¿Hablaste con ella de eso?— —lo intenté pero ella no quiso hablar—. —Si ella no quiere hablar de eso, no puedes presionarla para que lo haga, Laura—. —No la presione, pero tal vez tú puedas.... — Laura no término de decir la frase pero Jenny no tuvo problema en comprenderla. —¿Quieres que hable con ella? Lau, ella ni siquiera me conoce —. —¿pero eso es lo que tú haces, o no?— —Lo hago por separado y en grupo dando consejos a supervivientes de abuso sexual. No interpreto sueños—. —Por lo que escuche, me dio la impresión de que eso le paso—. Ella fue bajando su voz, como si se tratase de un tema tabú—Ella gritaba a su padre para que parara y cosas así, en verdad creo que algo así le paso—. —Oh—. Ahora Jenny entendía por qué Laura había tocado el tema—¿Cómo se escuchaba ella cuándo hablo contigo después? ¿Estaba asustada, enojada, adormecida? — 32
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—Ella no dijo mucho, simplemente que estaba bien—. Laura hizo una pausa, tratando de recordar más detalles. —Se escuchaba disgustada pero creo que realmente estaba molesta—. —Podrían ser montones de cosas— dijo Jenny.—Intenta hablar con ella otra vez—. Miró alrededor de la habitación, viendo todo perfectamente organizado como siempre.—veo que no ha estado por aquí abajo tu compañera de apartamento del infierno—. —Ella permanecerá en su dormitorio la mayor parte del tiempo—. Miró su reloj de pulsera y sus ojos se ampliaron.—Se está haciendo tarde. Necesito que busques algo que hacer mientras termino de limpiar el piso—. Laura esperaba la discusión usual de que el piso ya estaba lo suficientemente limpio pero Jenny simplemente cogió su vaso y se dirigió a la sala de estar.—y no olvides usar un posavasos para poner tu vaso— Laura le advirtió antes de volver a llenar el cubo de agua con jabón. Los pulmones de Crystal inhalaron profundamente antes de colocar los restos del cigarro en el cenicero. Hacia un día bello y abrió la puerta de cristal para dejar que la brisa caliente se filtrarse a través de la habitación. Encima de su tocador, el incienso soltó el perfume de lavanda a todo lo largo del cuarto. No encontrando razón alguna de conocer a la familia de su compañera de apartamento, ella había decidido permanecer en su cuarto y quedar aislada todo el día. Escuchó el sonido apenas perceptible del timbre de la puerta seguido por sonidos de personas intercambiando bienvenidas y entablando conversación. —Oh dios, John Voy y el resto de los Waltons* han llegado—. Tenía pensado dejar de fumar antes de que la familia de Laura llegara, pero con cada fumada, su determinación se desvaneció. Removió una hoja del paquete del periódico y alcanzo el bolso del emparedado y su cada vez menor suministro de marihuana. —No puedo creer que todo esto sea para mí.— Bobby dijo mientras miraba la mesa llena de regalos. Dio un paso delante de su hermana para recibir un enorme abrazo de Jenny.—¿cómo está mi cuñada favorita?— —Ex-cuñada— ella le recordó—No puedo creer qué alto te has puesto. Recuerdo cuándo solo me llegabas hasta aquí—. Jenny señalo con su mano al ras de su hombro para mostrarle. —Crecí muchísimo en un año— él contestó. Mirando hacia arriba a la cara del muchacho, Jenny tuvo que admitir que era verdad. No solo en altura, Bobby había crecido también en musculatura, sus músculos se le marcaban debajo de la camisa blanca. Su cabello rubio corto hacía contraste con sus cejas cafés, haciéndole parecerse mucho a Robert Redford pero cuando era joven. Su cara tenía sólo un poco de acné. Ya no era el chico cubierto de granos de 14 años de edad que se interesaba más por el Nintendo que por las chicas. —Pues aquí tienes, Grandullón— Jenny dijo cariñosamente.—Ve a ver el pastel que tu hermana compró para ti—. Agarrándolo de su brazo, lo empujó a la cocina, dejando solas a Laura y su madre. —No me dijiste que ella estaría aquí— La Señora Taylor la reprendió. —Jenny y yo aún somos amigas, Mamá— Laura dijo.—Solo que ya no somos amantes—
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—Pues bien— su madre interrumpió, obviamente queriendo cambiar el tema.—Vas a tener que venir a casa para que ayudes a tu hermano a acomodar la computadora—. —Lo haré, Mamá. ¿Tiene en su cuarto un enchufe para la línea telefónica para se pueda conectar a Internet? — —¿Conectar?— La Señora Taylor frunció el ceño.—Pues tu sabes que yo no sé nada sobre computadoras. Y si, él tiene teléfono en su cuarto. Con el número de chicas que le llaman a diario, me es imposible usarlo a mí de cualquier forma—. —Hey Mamá, ven a ver mi pastel— Bobby la llamo emocionado. Laura y su madre entraron en la cocina. —Eso luce bien— dijo la Señora Taylor.—¿Lo compraste en la Pastelería de Henderson? Marge Carmichael compró un pastel allí para la llegada de su hija Katherine. Era hermoso. Por supuesto eso fue poco antes de que Katherine se escapara con Billy McCormick —. Laura no se molestó en contestar la pregunta de su madre, sabiendo que el lugar en donde compro el pastel había sido en otro lado. Aun así asintió con la cabeza en afirmación.—Uh huh—. —La vi hace dos semanas en la reunión de VFW* y ella estaba muy callada en lo referente a su hija. Si me preguntas, pienso que ella está embarazada—. La Señora Taylor recorrió con la mirada a Jenny.—Pero eso es lo que ocurre cuando familias tienen baja moral, supongo—. —O tal vez están huyendo de sus madres arrogantes— Jenny masculló muy bajo para que solo Bobby pudiera oír. El adolescente resoplo, haciendo una mueca graciosa a Jenny y una mueca curiosa a su madre. —¿Estáis bien?— —Solo me atragante un poco, Mamá— él contestó, intentando con dificultad para no reírse. —Te he dicho que comas despacio. Ya hemos hablado de eso, —ella amonestó, sus dedos pasando distraídamente ligeramente un mueble en busca de polvo. Notando que no había, recompensó a su hija con un asentimiento de cabeza de manera aprobatoria.—¿Ves cómo tu hermana mantiene su casa limpia? No sé por qué tú no puedes mantener tu cuarto un poco decente—. —Tengo demasiadas cosas en mi cuarto— él explicó. —Tu padre nunca habría permitido tal desorden— su madre continuó— A él le gustaba usar un equipaje ligero, guardaba solo lo importante. Nunca sabíamos cuándo sería enviado para otra base y nosotros teníamos que mudarnos rápidamente—. —Mamá, no nos hemos mudado desde que tenía tres años— dijo Bobby.—Aun tienes tapizado mi closet con tapiz de vaqueros—. —Ese no es el punto, Bobby. Simplemente no existe ninguna razón para dejar que se haga desorden—. 34
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Laura decidió que era hora de cambiar de tema.—¿mamá, has visto a la Señora Reynolds últimamente?— —La vi justo la semana pasada en la Comisaria. Su hijo fue arrestado el año pasado por robar una casa, como sabrás—. Laura abrió su boca para hablar pero su madre no se detenía lo suficiente como para interrumpirla.—Intenté pasar desapercibida de ella pero tiene ojos de águila, tus sabes. Se la paso sonriendo mientras me contaba sobre su hija, Marcia. Ella se casó con un corredor de bolsa y tiene dos hijas ya—. —Me alegro por ella—. —La hija de Janice Crenshaw tuvo un niñito apenas la semana pasada—. —No sabía que Susan se había casado— dijo Laura. —No se casó. Ella estaba por irse con el hijo del Capitán Henry pero cuando él se enteró que ella estaba embarazada, embarco a su hijo y lo mando a una sesión de entrenamiento en Arabia Saudita—. —¿Por qué hizo eso? Siempre creí que Susan era una chica decente—. —Si fuera una chica decente, ella no estaría embarazada— La Señora Taylor puntualizo. —¿y por supuesto el muchacho no tuvo nada de culpa verdad?— Jenny preguntó en un tono mordaz. Laura le dio una mirada de advertencia pero era ya muy tarde. La Señora Taylor aprovechó la ocasión para dar su sermón. —Hubo un tiempo cuando la mujer conservaba orgullosa su virginidad hasta el matrimonio—. —Mamá— Laura trató pero su madre se rehusó a ser callada. —No Laura. Es hora que alguien salga en defensa de la decencia—. dijo ella.—¿Estas jovencitas de ahora no les importa andar brincando de cama en cama y si se quedan embarazadas, que más da? Tú y tus amigas feministas habéis puesto clínicas de aborto en cada esquina—. —¿Serían las mismas amigas feministas que hicieron posible que las mujeres pudieran tener propiedades y pudieran votar?— Jenny ignoró el rostro de advertencia que le daba Laura. Laura rodeó con el brazo a Bobby y le dio un tirón.—Vamos, hermano. Vayamos a ver qué tan generosa fui con tu tarjeta de graduación—. —Ah, el dinero. El regalo que siempre es bienvenido, — él dijo con una sonrisa. —Espera un minuto— dijo su madre.—Tienes que abrir mi regalo primero o los regalos de tu hermana no tendrán ningún sentido—. La Señora Taylor ignoró el comentario de Jenny y se dirigió hacia su hijo para que abriese sus regalos.—Y Laura, espero que no lo mimes tanto dándole demasiado dinero—. 35
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Las risas y voces llegaban hasta arriba, demasiado para molestia de Crystal. Ella se había dado por vencida con la televisión y las estaciones de radio fueron también una decepción. La poca cerveza la había hecho sentir cansada pero no quiso pasar todo el santo día durmiendo. —No, es mejor sentarme aquí encerrada en mi cuarto aislándome de todo eso—, ella pensó mientras alcanzaba su pequeño tubo y su encendedor. El sonido de alguien subiendo las escaleras la hicieron cambiar de opinión. La puerta del cuarto de Laura se abrió y se cerró, escuchando algunos segundos más tarde el sonido de la puerta corrediza abriéndose. Una mujer de cabellos castaño salió al balcón y apoyó sus brazos contra el riel. Era un día bello y brillante, Crystal había dejado sus cortinas abiertas, permitiéndole tener una vista del exterior. Por supuesto eso también significaba que cualquiera podía asomarse y poder verla.—Demonios, —¿por qué no había pensado en eso?— la stripper maldijo mentalmente. Era demasiado tarde para hacer cualquier cosa y para su mala suerte la mujer se dio vuelta y la miro. —Hola—. Saludo Jenny. —Hola— contestó Crystal. —Soy Jenny, una de las amigas de Laura.— — Crystal. Soy su compañera de apartamento—. —Sí, ella te mencionó — El rostro de la terapeuta era cálido y amigable y la stripper se encontró dejando la comodidad de su cama y salió un momento hacia el balcón. —Parece que todo mundo está pasando un rato agradable— dijo Crystal mientras apoyaba su cadera contra el riel. —Necesitaba descansar de su madre— dijo Jenny. —Así que, Laura me contó que eras una….. bailarina, ¿estoy en lo correcto?— —Um … sí—. Metió la mano en el bolsillo de su blusa y saco sus cigarrillos y su encendedor. — ¿eres escritora como ella?— Jenny se rió entre dientes.—Temo que ese tipo de creatividad está más allá de mí. Laura es la de la imaginación. Yo soy terapeuta—. —¿Una psiquiatra?— —Bueno, no completamente—. Jen pensó acerca de lo que Laura le había contado sobre la pesadilla de Crystal—trabajo con personas que han sufrido violación y abuso sexual— Crystal se volteó, mirando la cordillera de árboles que separaban el complejo del lago. —¿quieres decir que los haces hablar acerca de lo que les paso?— —No los hago hablar sobre lo que les paso. Los dejo hablar de lo que ellos necesiten hablar— Con la cabeza de Crystal inclinada, el pelo rubio impidió a Jenny ver su cara.—Algunas veces las personas solo necesitan un lugar donde puedan ir y sentirse seguros de decir toda la verdad sobre lo que les paso.— 36
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—¿Sí? ¿Y en que les ayuda eso a ellos? Eso no hace que lo que paso desaparezca—. —No, no hace que desaparezca— dijo Jenny uniformemente. —Pero en muchos casos hablar acerca de lo que les paso y aprender a manejar las emociones que los afectan hace la diferencia entre vivir y solo existir—. Crystal tiró su cigarrillo sobre el riel y agarro el tirador de la puerta.—Algunas veces es mejor solo existir, Doc— dijo antes de atravesar el umbral hacia su cuarto. Estaba cerrando la puerta pero quedo a medio camino obstruida por la mano de Jenny. —Existir es la salida más fácil— dijo la terapeuta. —Se requiere coraje para superar lo que sucedió y recuperar el control—. —No todo el mundo necesita de una terapia para lograr superarlo— Crystal gruño. —Puede que no, pero ayuda—. Jenny soltó el agarre de la puesta y dio un paso atrás.—Eres bienvenida a bajar y unirte a nosotros—. —No me gustan las cosas familiares. Gusto en conocerte—. Crystal cerró la puerta y tomo el cordón para cerrar las cortinas. Segundos más tarde escuchó a Jenny atravesar el cuarto de Laura y bajar las escaleras. —¿Para qué carajos sirve una terapia? No va a cambiar lo que paso—. Se dejó caer en su cama y abrió el cajón de su mesa de noche. Recordó la petición de Laura de que no fumara marihuana mientras las personas estuvieran allí. Suspirando, cerró el cajón y le dio puñetazos a su almohada. Qué desperdicio de una buena tarde de sábado. Encerrada en mi propia habitación. Los recuerdos de los sábados en su infancia llegaron a su mente. Cerrando los ojos, Crystal recordó la época cuando ella y Paty pasaban las horas juntas, jugando o solamente charlando acerca de nada como todas las hermanas lo hacen. Inevitablemente, sin embargo, las escenas felices siempre se veían empañadas gracias a las borracheras de su padre. —Doscientos dólares, todos los consulados son míos— Paty dijo, extendiendo su mano. —¿Te puedo pagar hasta que pase por la embajada? De otra manera tengo que hipotecar Marruecos—. —Te voy a decir una cosa. Te dejare pasar sin que me pagues, pero cuando yo caiga en uno de tus países tampoco te pagare — —Trato— Crystal feliz, estuvo de acuerdo. —¿Tal vez podemos jugar alguna otra cosa después?— —No creo que tengamos más tiempo. Él estará en casa pronto—. ¿Podemos ir a pasear en bicicleta?— La hermana menor preguntó esperanzadamente. Su cuerpo aún tenía magulladuras de la reciente paliza que le había dado su padre en la última borrachera. Era demasiado tarde, ambas se dieron cuenta cuándo escucharon el sonido de su coche estacionándose en el camino de acceso.
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—Ya fue suficiente juego por hoy— Paty dijo mientras metía la caja de juegos debajo de la cama. Los juegos no se ganaban ni se perdían, era una regla que tenían. Cuando un juego era interrumpido por causa de él, era declarado un empate, no importa quién hubiera ganado. —¿Cuándo fue la última vez que una de nosotras ganara un juego?— Crystal pregunto. —No estoy segura pero sé que yo soy la que siempre gano— Paty sonrió abiertamente mientras salía del cuarto de Crystal y se metía en el de ella. Segundos más tarde su padre entro en la casa, su fuerte voz llego hasta ellas. — ¡Pero que leches os pasa!— rugió él. Crystal brinco debido al sonido de una silla lanzada a través de la cocina.—¿cuántas veces tengo que ordenarles que mantengan sus malditas bicicletas fuera del camino de acceso?— Haciéndose bolita, Crystal se llenó de terror en el momento en que lo escuchó subir las escaleras, sus pesados pasos se iban acercando cada vez más. Crystal se levantó de pronto, buscando frenéticamente alrededor al violento hombre que se acercaba para golpearla. —Malditos sueños—. Ella encendió un cigarrillo y se apoyó contra el cabecero. —¿Puedes hacer que desaparezcan las pesadillas, Doc?—
********* Laura permaneció en el portal mientras veía las luces del coche de su hermano encenderse y salía de su estacionamiento—todo salió bien— dijo mientras cerraba la puerta. —Ahora recuerdo por qué prefería quedarme a estudiar todas esas noches cuando tu querías ir a visitar a tu madre, — Jenny dijo mientras recogía una taza vacía y la llevaba a la cocina.—Es definitivamente una ventaja el tenerla viviendo a dos pueblos de distancia— —Te juro que si hubiera escuchado por más tiempo como el Capitán hizo esto y lo otro y que tuvo sus amoríos cuando tenía 20 años o como a la Señora Goldstein le gusta el té de zarzamora con brandy, consideraría realmente la idea de cometer matricidio.—. Jenny se rió y abrió el lavaplatos.—Bien, veamos si podemos lograr una salida más conveniente para que no cometas un delito capital. Pásame los platos, por favor—. —Seguro. Oh, aquí hay una taza y una cuchara—. Laura entregó los platos, luego se apoyó contra el mueble mostrador. —¿Y cómo va ese libro?— Jenny programo el tiempo del lavaplatos y siguió a su ex-amante a la sala de estar. —Creo que he escrito cerca de 4 oraciones desde la última vez que me preguntaste— Laura suspiró mientras se sentaba sobre el sofá.—No sé qué me pasa. Nunca había tenido un bloqueo así antes—. Jenny puso su mano sobre el muslo de Laura.—Tal vez te estas presionando mucho. Tomate un descanso, date algunos días, luego regresa e inténtalo—. 38
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—Ya probé eso, Jen. No trabaje en él—. Pasó sus dedos por su cabello oscuro. —Algunas veces pienso que no me queda una sola onza de energía creativa en mí—. —¿Quieres que le eche un vistazo?— —No— Laura contestó. —Te lo agradezco. Pero ya se me ocurrirá algo para resolverlo —. Laura escuchó un sonido y empezó a ver a Crystal bajando las escaleras. —Hola—. Un codazo sutil hizo que Jenny quitara su mano. —Hola—. La rubia miró a Laura y luego a Jenny. —Pensé que todo el mundo se había ido ya. No me percaté que todavía tenías compañía—. Se volvió hacia las escaleras. —El general Patton y Bobby se fueron hace unos minutos— dijo Jenny, poniéndose de pie yendo hacia donde Crystal estaba parada.—Solamente charlamos. ¿Por qué no te unes a nosotras?— —Bueno, Yo...— Laura gesticuló hacia la silla vacía.—Toma asiento. Debes de estar cansada de estar encerrada en ese cuarto todo el día—. Crystal dudo, luego asintió la cabeza y se dirigió al asiento indicado.—¿Qué tan malo puede ser? Puedo ser sociable por algunos minutos—. pensó Crystal. —¿Disfrutó tu hermano la fiesta?— —Sí, mucho—. —¿Tienes hermanos o hermanas, Crystal?— Jenny preguntó sentándose en el sofá. —Tengo una hermana mayor—. —Yo soy hija única— la mujer de cabello castaño contestó.—siempre pensé que tener una hermana hubiera sido genial—. —Yo también— Laura estuvo de acuerdo.—Amo a Bobby muchísimo pero cuándo tenia dieciséis, tenía que cargar con mi hermano de seis años conmigo por la calle y era un verdadero obstáculo— . —¿Cuánto os lleváis de edad tu hermana y tú?— —Tres años y medio—. —Oh, eso es genial— dijo Jenny.—Entonces vosotras dos os criasteis juntas.— —Si— Crystal dijo quedamente, pensando en su querida hermana. —¿Y tú eres la mayor o ella?— 39
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—Paty es la mayor—. Jenny notó la expresión triste en la cara de la rubia.—¿vive ella cerca de aquí?— Crystal negó con la cabeza.—No. Ella se fue hace mucho tiempo. Perdimos contacto—. Metió la mano en su bolsillo de la blusa para sacar sus cigarrillos, luego recordó la regla de Laura y se conformó tomando una zanahoria de la bandeja. —No puedo imaginar perder el contacto con Bobby— dijo Laura.—¿tuvisteis una pelea o algo?— —Ella se escapó cuando yo tenía catorce años de edad. No la he visto y tampoco he sabido nada de ella desde entonces—. Las emociones se estaban formando dentro de Crystal y sintió que se le formaba un nudo en la garganta.—¿por dónde dijiste que estaba la licorera?— Ella le preguntó a Laura. —Ve a la avenida principal y dobla a la derecha.— —De hecho— dijo Jenny mientras se ponía de pie —tengo que irme ya y justo voy en esa dirección. ¿Quieres que te lleve?— —Pensé que te quedarías esta noche— Laura dijo con una pregunta en su voz. —Lo siento, cariño. Tengo que encontrarme con un cliente a primera hora por la mañana. Su violador fue liberado bajo libertad condicional y ella necesita apoyo moral antes de hablar ante el comité examinador—.Se puso de pie y tomo su bolso. Laura se levantó también. —Bien. Te llamare la próxima semana—. —Ok—.
********* Una vez fuera, Crystal encendió un cigarrillo, el humo gris formó una nube cerca de su cara. —Eso es malo para tu salud, ¿sabías?—. —Ya lo he escuchado antes— contestó, dando otra inhalación.—¿supongo que tú tampoco permites fumar en tu coche?— —De hecho es un coche prestado mientras el mío está en la agencia pero yo siempre he encontrado que el cenicero hace una gran función para tirar toda esa ceniza—. —Seguramente— Crystal susurro, aspirando tanto humo como podía para después lanzar el humo fuera.—¿Tú no eres una fanática de la salud como Laura?— Jenny se rió y quito los seguros de las puertas del coche—No estoy tan obsesionada como ella. Yo disfruto de una buena hamburguesa y patatas—. Entraron al coche y con una vuelta de la llave el 40
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motor encendió. Hecho en reversa el coche y lo saco del estacionamiento, se dirigió calle abajo para tomar la curva hacia la avenida principal.—¿Y eres de por aquí?— —Milton— Crystal contestó.—Esta a una hora por la carretera de peaje—. —Sé dónde está. Es un pueblo industrial grande—. —De grande no tiene nada, mejor dicho— la rubia dijo fieramente.—Milton es un pueblo insignificante lleno de personas insignificantes también—. —¿Tu familia aún vive ahí?— —No sabría decirlo, no he hablado con ellos desde que me mudé.— Jenny asintió con la cabeza, nunca quitando la vista del camino.—¿cuántos años tenías cuando escapaste?— El corazón de Crystal dio un brinco.—¿eres psíquica o algo por el estilo, Doc?— —Te dije que soy terapeuta—. Bajó la velocidad del coche mientras se acercaban a un semáforo. — Soy perceptiva. Es una habilidad necesaria cuando tratas con personas que no son siempre abiertas con sus sentimientos—. —¿Sí? ¿Y que más te dice tu percepción de mí?— Crystal se cruzó de brazos defensivamente. Jenny la miró, y comenzó a avanzar de nuevo cuando el tráfico comenzó a moverse.—tu respuesta me dice que estoy en lo correcto acerca de que escapaste de tu casa—. —Lo hice tan pronto como pude— dijo Crystal.—Un poco más de un año después que Paty—. —¿De la casa que escapo tu hermana cuando tú tenías 14 años, escapaste tu después cuando tenías 15 años?— —Ahí está la percepción de nuevo— se asomó por la ventana, débilmente notando el anuncio de la licorería que comenzaba a verse a lo lejos.—Intente escapar con ella pero me atraparon. Lo intente tres veces más antes de que tuviese éxito.— —Debió haber sido muy difícil para ti tratar de escapar tantas veces— —¿Aquí es donde me dices que todos mis problemas son debido a mi jodida y amargada infancia?— Ella señaló la licorería.—No necesito terapia para saber eso— Crystal abrió la puerta antes de que el coche se hubiera parado por completo. —Gracias por el paseo, Doc—. Salió y cerró la puerta, sin darle oportunidad a Jenny de responder.
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Las calles estaban desiertas excepto por uno que otro coche ocasional, dándole a Crystal la libertad para beber de la botella mientras caminaba. Para cuando el complejo se alcanzó a ver, ya iba caminando balanceándose totalmente borracha y la tercera parte de la botella había sido vaciada. Cuando iba acercándose al edificio Crystal se dio cuenta que había olvidado tomar las llaves cuando salió.—Mierda. La Señorita Perfecta me dará un sermón con seguridad—. Se llevó la botella a los labios y tomó un gran trago, estremeciéndose cuando el líquido caliente se abrió paso por su garganta. Usó su manga para limpiarse la boca antes de alcanzar el timbre de la puerta. Su cabeza sentía el efecto del whisky y lo único que quería hacer era acostarse.— Demonios, abre la maldita puerta, Laura—. Crystal presiono el timbre de nuevo, golpeando rápidamente después la puerta con el puño. El sudor se formó en su labio superior y Crystal apoyo su frente contra el marco. No había comido nada más que un par de zanahorias en todo el día y su organismo rápidamente comenzó a reaccionar diciéndole que había excedido sus límites.—Oh mierda— ella susurró, sintiendo su estómago mal otra vez. Presionó el timbre de la puerta repetidamente hasta que escuchó a Laura abrir la puerta. ¡—A un lado!— Empujo a la mujer que estaba perpleja fuera de su camino, Crystal se fue tambaleando hasta el cuarto de baño, apenas levantando el asiento del inodoro antes de que su estómago devolviera todo su contenido. Laura cerró la puerta del exterior y negó con la cabeza cuando escuchó a su compañera de apartamento vomitando en el baño.—¿Crystal? ¿Te encuentras bien?— Recibió un sonido nauseabundo como respuesta y gimió interiormente.—Veo que encontraste la licorería. Hay toallas en el armario para que te limpies—. —Gak... o-ok— Laura entró en la cocina y llenó un vaso de agua. Escuchó el sonido del inodoro seguido por el sonido del grifo abriéndose. Minutos más tarde una Crystal más compuesta salió del cuarto de baño.—Gracias— dijo ella, tomando el vaso que le ofrecía. —¿Te sientes mejor?— Crystal asintió con la cabeza.—Un poquito—. —Deberías comer algo. Eso calmara tu estómago—. La rubia recordó las tres cenas para microondas que había en el refrigerador y negó con la cabeza.—Naa, estaré bien.— —Escoge tu misma—. Laura abrió el refrigerador y miró con atención adentro.—Tengo algunas sobras de la fiesta. No es mucho, solo algunos emparedados y algo de verduras—. Ella agarró el plato de emparedados y lo levanto para que Crystal lo mirara.—Hay ensalada de huevo, jamón y queso— Crystal miró interrogativamente los triángulos pulcramente cortados.—Um … creo que te caerán bien— dijo Laura. Le paso el plato a Crystal.—Escoge lo que quieras. Aparte de la ensalada de huevo, ya no comeré nada de eso—. Después de tomar un tazón de ensalada para ella, Laura agarró una botella de aderezo y usó su cadera para cerrar la puerta del refrigerador. Le indico a Crystal con la cabeza para que fueran a la sala de estar. A regañadientes la rubia la siguió saliendo de la cocina.
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Laura se acomodó en el sofá mientras Crystal tomó asiento en el reclinable. Un silencio embarazoso se formó debido a que no sabían que decir la una ni la otra. Crystal mordió su emparedado. —¿Que tal esta?— preguntó Laura. —Bueno—. Ella dio otro mordisco, su estómago aprecio la comida saludable para variar. Dándose cuenta de que no pudo rehusar la comida de su compañera y poder irse a su dormitorio, Crystal se resignó a ser al menos algo sociable.—Y dime, sé que solo estuvieron aquí tu madre y tu hermano, ¿dónde está tu padre?— —Él murió hace siete años—. Viendo que Crystal se abría un poco debido a la pregunta que le había hecho, Laura pregunto —¿Qué hay de ti? Dijiste que tenías una hermana mayor. ¿Qué hay de tus padres?— Crystal dio otro mordisco a su emparedado y se encogió de hombros.—Lo último que supe fue que ambos aun vivían y estaban dándose la gran vida en Curtisville—. —¿No hablas con ellos?— —No—. Ella escogió algunos de los emparedados en forma de triángulo del plato que parecían ser de ensalada de pollo.—no he hablado con ellos desde el día que me salí de allí—. Comió un bocado e hizo una mueca.—¿uf, qué es esto?— —¿me creerías si te dijera que no tengo idea?— —Seguro—. La stripper miró alrededor y divisó la bolsa de papel que estaba sobre el mueble mostrador. El cosquilleo por tomar comenzaba de nuevo. —Bien, si vas a seguir charlando, será mejor que tomes algo—. Pensó Crystal para sí. Se puso de pie y fue hacia la cocina, regresando momentos más tarde con un vaso lleno con hielo, una botella de cola y el whisky. Acababa de sentarse cuando Laura decidió reanudar la conversación. —¿Y bien, porque no estás en contacto con ellos?— Pareciéndole una pregunta inesperada, Crystal vacilo un poco mirando a su compañera de apartamento.—es muy largo de contar.— — Soy buena oyente—. El silencio comenzó a reinar mientras Crystal luchaba contra una guerra interior. —No digas nada—. Las palabras hicieron eco repetidas veces en su mente. —Nadie lo creería de cualquier manera—. Crystal pensó, y luego contesto, —Solo puedo decirte que no fue una época feliz en mi vida—. Tomo el vaso y el whisky, vaciando hasta que el líquido ámbar llenó más de la mitad del vaso. Agrego la adecuada cantidad de soda sólo para teñir un poco la bebida, luego se echó para atrás en el asiento reclinable. —¿Tus pesadillas se deben a eso?— 43
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Crystal trago, el licor caliente paso por su garganta.—¿quieres la versión corta?— Su voz estaba llena de enojo.—Mi padre era un imbécil y mi madre era una cobarde invertebrada que le importaba más lo que los vecinos pensaran que sus niñas—. El vaso fue a sus labios otra vez. —¿Es por eso que tu hermana se escapó?— —¿Se te ocurre una mejor razón?— Normalmente Crystal habría dado por terminada la conversación a estas alturas pero el alcohol estaba haciendo un buen trabajo de mantener su defensa baja.—a mí me tomo un año más—. Laura arrugo su frente como si estuviera haciendo cálculos matemáticos. —Tu mencionaste antes que tu hermana se escapó cuando tú tenías 14 años. ¿Tenías tan solo 15 años cuando tu escapaste?— —Quince y medio, realmente. No es la mejor edad para andar fuera en las calles pero qué diablos. Fue mejor que estar con ellos, — dijo fieramente, su mirada fija sobre la mesita de café. —¿No hubo alguien a quien pudieras recurrir? ¿Una tía, un maestro?— Crystal dio un bufido y tomó de su bebida.—En una ocasión Paty le contó a una maestra lo que estaba pasando. Ella mando llamar a nuestra madre.— Su rostro se tornó duro y tomo la botella de whisky.—Adivina a quien se lo contó todo— —¿A tu padre?— La stripper asintió con la cabeza. —Él golpeó a Paty sin piedad. ¿Crees que sería tan estúpida como para decirle a alguien más?— Ella negó con la cabeza e hizo otra bebida. En alguna parte en la mente borracha de Crystal se dio cuenta que estaba haciendo exactamente eso ahora. Le estaba contando a su compañera de apartamento, una mujer que apenas conocía. Esta vez ella no perdió el tiempo con la soda, bebiendo el whisky directamente.—¿apuesto que los personajes de tus historias no han tenido tan sórdidos pasados, eh?— —Um, no … no usualmente— —Por supuesto que no—. El líquido se derramó alrededor de su vaso cuando gesticulo con las manos.—Esto es normal para ti. Una casa agradable, un bonito coche, una familia que te ama… … yo nunca tuve eso—. El deseo por un cigarrillo aumentaba así como también el deseo por un porro. Tiró ligeramente de su blusa.—creo que voy a cambiarme de ropa y relajarme un rato en el balcón—. —Creo que hoy está la noche cálida. Estoy segura que tú lo estarás también debido al cigarrillo—. Laura se puso de pie y tomo el vaso de Crystal.—Voy por mas hielo y te veo arriba—. —¿Te veo arriba?, Demonios— pensó Crystal. No hubo buena excusa para rechazar la compañía de Laura ya que dijo que estaría en el balcón. —Uh, sí … me parece genial—. Ella recogió la botella de whisky y se dirigió hacia las escaleras, dispuesta a fumarse un buen porro antes de que su compañera se le uniese fuera. 44
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********* Crystal se estaba subiendo sus pantalones cortos cuando escuchó a Laura subiendo las escaleras. —Diablos, eres rápida—, ella pensó mientras cerraba la cremallera y caminaba hacia la mesita de noche. Abriendo el cajón, saco un pequeño tubo de madera plana pequeña y uno de sus muchos encendedores. Dio dos inhalaciones rápidas antes de guardarlos de nuevo y cerrar el cajón. Tomo su botella, sus cigarrillos, y su cenicero, y salió al balcón unos segundos antes de que llegara Laura. —Oh bien— Laura dijo cuando vio el cenicero.—no estaba segura de que tuvieras uno, especialmente cuando vi todas esas colillas en el pasto—. —Usualmente no se me ocurre traerlo aquí fuera conmigo—. Crystal se sentó en la silla blanca de plástico y tomo el vaso que Laura subió para ella.—Me imagine que te daría un ataque si me vieras tirando la ceniza sobre el piso—. —Te imaginaste bien— la mujer de cabello negro contestó.—Me tomo 15 minutos recoger todo eso esta mañana—. —Ok, ya no los tirare más—. Ella encendió un cigarrillo y tomo su botella. —¿Trabajaras mañana?— —Sí, me he tomado últimamente libre varias noches más de las que puedo permitirme—. Crystal miro hacia los contornos oscurecidos de los árboles que mostraba el crepúsculo.—¿Alguna vez has escuchado al búho?— —¿Oh, te refieres a George? Si, lo escuchó por las noches algunas veces cuando me acuesto tarde escribiendo—. Laura miró hacia fuera igualmente, como si ella pudiese divisar al pájaro escondiéndose entre las hojas. —Había un búho que vivía entre los árboles cerca del tráiler park— dijo la mujer rubia, tomando un trago entre sus palabras. —En la noche algunas veces lo escuchaba. Solía quedarme despierta preguntándome a quien estaría buscando—. —Al amor de su vida, quiero imaginar— dijo Laura. —¿acaso no es lo que todos estamos buscando?— —Más bien a alguien con dinero— dijo Crystal, levantando sus cejas cuando escuchó a su compañera reír.—¿qué?— —¿No tienes ni una pizca de romántica en todo tu ser verdad?— —No creo en cuentos de hadas—. Se llevó el vaso a los labios, encontrando comodidad en el olor familiar del whisky.—La vida no es como un buen brandy—.
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—No, no lo es— Laura estuvo de acuerdo.—Pero no es Oliver Twist, tampoco. La vida es lo que tú haces de ella—. —Más bien eres lo que la vida hace de ti— la stripper contestó agriamente, contemplando su cigarrillo. —La gran ventaja de ser adulto es que eres libre de hacer tus propias elecciones— dijo Laura, recorriendo la mirada mientras observaba a Crystal reducir considerablemente su bebida y tomando la botella con el poco whisky que quedaba. —Cuando estaba en la universidad mis padres esperaban que yo fuera maestra. Me sentía tan miserable estudiando todo el tiempo cuando lo único que yo quería era escribir historias—. —¿Así que tienes un título?— Laura asintió la cabeza. —Nunca lo he usado. Dudo que aun pueda obtener certificación del Estado a estas alturas—. —Por lo menos tienes estudios que puedes aprovechar—. Apagó el cigarrillo y tomó un sorbo de su bebida. —Bueno, tú tienes una habilidad, Crystal. Estas en buena forma y bailas—. Una imagen breve de su compañera en el Tom Cat Club, semidesnuda moviéndose alrededor del tubo central, vino a la mente de Laura—creo que andan buscando a un instructor de aerobics en el gimnasio Mary's House of Fitness —. Era difícil distinguir los rasgos de la mujer por la oscuridad de la tarde cayendo paro noto que apretaba con fuerza la mandíbula y tenía los nudillos blancos de apretar con fuerza el vaso.—¿Crystal? ¿Pasa algo malo?— —No soy instructora de aerobics—. —No es necesario que seas... — Laura se detuvo ante el movimiento que hizo Crystal con su mano. —No soy exactamente lo que ellos están buscando— dijo con enojo. —Olvídalo Laura. No entenderías—. Tomo más de su bebida y prendió un cigarrillo. —Pero... — ¡—No soy una bailarina!— Sus pies, que habían estado descansando sobre el riel, bajaron coléricamente al piso de cubierta de madera. El movimiento repentino causo que derramara whisky fuera del vaso, pero a Crystal no le importo. Giro su rostro hacia la escritora—Soy una stripper, Laura. ¡Me quito la ropa por dinero!— Se inclinó hacia adelante, sus facciones eran duras.—estoy apenas un paso por encima de una puta—. —Lo sé— dijo Laura calmadamente.—Quiero decir, sé que eres una stripper—. Crystal parpadeó con sorpresa, parte de su enojo desvaneciéndose. La mujer de cabello negro continuó—Uno de los personajes de mi reciente historia se relaciona sentimentalmente con una stripper y una noche fui 46
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al Tom Cat Club para documentarme—. Laura se encogió de hombros ante la mirada interrogativa.—Supuse que me lo contarías algún día cuando te sintieras lista—. ¿Le digo de lo mío ahora? Laura pensó para sí —Um … tú no eres la única que guarda secretos—. —No hay problema. Tu vida no es de mi incumbencia—. —Puede que no, pero si vas a continuar viviendo aquí, debes saberlo—. Laura aspiró profundamente. A pesar de que ya habían pasado varios años desde que se había abierto a su homosexualidad, aun sentía un poco de miedo a ser rechazada.—Jenny no fue solo mi antigua compañera de apartamento. Nosotras fuimos amantes—. —¿Eres una bollera?— —Soy lesbiana— Laura se erizó.—Jenny y yo fuimos amantes durante casi dos años—. —Oh— Crystal dijo quedamente —no sé qué decir. No lo habría adivinado. Es decir, ninguna de las dos parece … — —¿Lesbianas?— La escritora terminó.—Te tengo noticias, Señorita Sheridan, no todas las personas homosexuales parecemos serlo—. —No quise decir…— Crystal comenzó, luego se detuvo cuando se percató que eso era exactamente lo que quiso decir.—Creo que no imagine realmente que ustedes fueran—. Un poco avergonzada, se recostó en su asiento y clavó los ojos en las siluetas de los árboles. Los segundos pasaron convirtiéndose en minutos embarazosos, ninguna estaba segura de que decir la una a la otra. Finalmente Laura no pudo continuar más con el silencio.—Es una noche agradable—. Crystal gruñó la respuesta, obligando a la escritora a hacer otro intento. —Apuesto a que las estrellas se verán bonitas—. —Las estrellas son aburridas.— —Veo que recuerdas como hablar. Creí que se te había olvidado como hacerlo— Laura bromeó, ganándose una mirada de reojo. —He conocido a algunas lesbianas antes— dijo Crystal, devolviendo su mirada al vaso medio lleno.—Una amiga tiene una prima que lo es—. Hizo una pausa, luego se encogió de hombros. — No me molesta—. —Bien—. Laura colocó un mechón de su cabello detrás de su oreja.—odiaba pensar que algo como esto se interpusiera en nuestra convivencia—. Se rió entre dientes. —Después de todo, ya tenemos suficiente con otras cosas—. —¿Cómo cuáles?— Ahora la atención de Crystal se enfocó más en la conversación que en su bebida. El vaso que parecía estar pegado a su mano fue colocado sobre la mesa. 47
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—Nada—. —No lo habrías mencionado sino hubiera realmente algo—. La rubia estaba inclinada hacia ella. —¿Qué? ¿Hay algo que hago que te moleste? Al menos que sea la marihuana, ¿es eso?— Laura vaciló antes de contestar.—¿qué mosca te pico como para haber comprado una cortina transparente para la ducha?— —Es mejor que la cosa floreada azul que tú tenías— Crystal se defendió.—Lo transparente hace que se vea todo más claro—. Laura decidió correr el riesgo y bromear con la pequeña mujer.—¿Acaso necesitas ver lo que estás haciendo en el baño? ¿Acaso no sabes dónde tienes cada cosa?— —Jodete— la stripper dijo en broma, su sonrisa aumentó.—Tú necesitas un estante entero solo para poner tu champú, acondicionador, el enjuague y Dios Sabe que más tienes en esas botellas—. Ella trató distraídamente de alcanzar su vaso. —¿cuántas horas pasas allí dentro?— Tomó un sorbo de su bebida.—Yo solo entro, hago lo que tengo que hacer y salgo. Sin tanto enredo y sin tanto relajo—. Trató de alcanzar sus cigarrillos deteniéndose por el sonido que emitió su localizador. Sosteniéndolo frente a ella, Crystal presionó el botón y miró el número desplegado.— Mierda. Necesito usar el teléfono—. —Adelante. Después de todo, tú pagas la mitad del recibo telefónico—. Laura señaló con su pulgar hacia la puerta de su cuarto.—Hay un teléfono al lado de la cama—. —Gracias—. Laura se reclinó y se terminó su té helado, en silencio escuchando partes de la conversación telefónica de Crystal. Laura dedujo que era alguien del Tom Cat Club buscando a la rubia para que fuera a trabajar. Crystal juró profusamente y le gritó a la persona en el otro extremo del teléfono y al final le dijo que estaría allí tan pronto como pudiera. Colgó el teléfono y regresó al balcón. —Tengo que ir a trabajar. Charice se torció el tobillo. ¿Dónde tienes la guía telefónica?— Laura se puso de pie.—Yo te llevo si quieres—. — Naa, no tienes que hacer eso. Llamaré a un taxi—. —En verdad, no es un problema. Necesito comprar algo de leche para el café de mañana de cualquier manera. Justamente parare en el cajero cochemático que esta sobre la avenida catorce—. —¿Estas segura?— —Sí. Solo deja que me ponga unos jeans y estaré contigo en un momento—.
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Después de quitar el seguro de la puerta del pasajero, Laura fue hacia su lado y entró en su Jeep de modelo atrasado. Se colocó el cinturón de seguridad y dio una mirada a su pasajera para que se lo pusiera, Crystal puso sus ojos en blanco y se colocó su cinturón de seguridad. —¿Necesitas que te traiga de regreso cuando hayas terminado?— Laura inquirió al echar a andar el motor. — Naa, conseguiré que Rick o una de las chicas me traigan a casa. No hay problema—. —Ok—. Echo en reserva el vehículo y se puso en marcha por la avenida principal. —Bonito coche— Crystal comento, mirando el tablero pulcramente brillante y los botones de la consola.—¿tienes reproductor de cd's?— —Sí—. Sin mirar, Laura busco por detrás del asiento del pasajero y tomo un estuche lleno de discos.—dudo que haya alguno que te guste—. Crystal tomó el estuche y miró los títulos, la sonrisa en su cara iba aumentando.—¿Los mejores éxitos de Paul McCartney? ¿Little River Band?* ¿Capitán and Tennille?* ¿Acaso te quedaste atascada en los setenta?— —En los años setenta y los años ochenta, en realidad. Me gusta esa música—. Crystal cerró el estuche y lo puso en la parte trasera.—no tendrás que preocuparte por mí por pedirte prestado cualquiera de tus CD's, eso tenlo por seguro—. —Déjame adivinar. A ti te gusta el heavy metal—. —Cuando mi estado de ánimo lo amerita sí. La mayoría de las veces escuchó rock—. —Prefiero escuchar canciones a las que les pueda comprender la letra, y no los tamborazos y guitarrazos—. Laura dirigió el Jeep por la carretera y aumento la velocidad.—¿a qué hora terminas de trabajar?— —La última función es a la medianoche. Usualmente salgo de allí alrededor de las dos o un poco más tarde, no te preocupes por eso. Conseguiré que alguien me lleve a casa—. Sacó un cigarrillo de su paquete y comenzó a bajar la ventanilla. —no permito fumar en mi coche—. —¿Aun con la ventana abajo? Se saldrá todo el humo—. —No se sale del todo—. —Está bien— Crystal dijo molesta metiendo el cigarrillo de vuelta en el paquete.—¿supongo que si busco una estación decente en la radio esta fuera de discusión?—
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Sonriendo en la oscuridad, Laura prendió la señal direccional y entró por una calle.—Mientras no encuentres una estación de radio que amenace con volar mis altavoces me parece bien—. La radio quedó completamente descartada.
********* —No puedo creer que este todo lleno esta noche. Pensaría que es sábado o algo parecido—. —Realmente no puedes quejarte, Mónica. Mientras más clientes más dinero—. Crystal observó su reflejo en el espejo mientras ajustaba el top de su traje. —Demonios, ya aumente de peso o estos trajes se encogen—. —Pues no hay mucho de donde escoger para empezar— la otra mujer contestó.—¿Por qué no te pones el traje de leopardo?— — Uff, odio ese traje. ¿Alguna vez te lo has puesto?— —Pues es mejor que aquel—. La stripper pelirroja señaló un traje negro de cuero colgado en el porta trajes. —Preferiría usar ese en lugar del traje de leopardo—. Dándole la espalda al espejo, Crystal tomo sus guantes largos y comenzó a ponérselos rápidamente.—espero que no dejen a Charlie poner la música esta noche—. —Oh, déjame contarte, amiga. Él lo hizo anoche y no mezclaba bien las canciones. Ángel y yo estábamos listas para matarlo—. —¿Por qué dejan que un perdedor como ese maneje la cabina cuando a Mike no le toca trabajar?— —Porque cobra poco, Crys. Y mientras Rick administre el lugar, vamos a continuar trabajando con idiotas como ese—. —Dímelo a mí— Crystal estuvo de acuerdo.—Rick me dijo que llevara mi coche con un pervertido amigo de él y esa cosa se me volvió a descomponer—. Prendió un cigarrillo y se apoyó contra la mesa de maquillaje.—Te juro que si no necesitara tanto el trabajo... — —Bueno, yo no estoy aquí para divertirme tampoco, Crys. ¿Tienes otro de esos?— Mónica preguntó, señalando el cigarrillo.—Gracias, tenía la intención de comprar unos de camino aquí pero se me hizo tarde—. —No hay problema—. —De cualquier manera— la pelirroja hizo una pausa el tiempo suficiente como para exhalar el humo, miro alrededor. —No puedo continuar haciendo esto noche tras noche. No le digas nada a Rick. No quiero que nadie se entere hasta estar segura de conseguir ese otro trabajo que es bastante decente—. 50
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—¿Otro trabajo haciendo qué?— —Hay un trabajo disponible en la oficina donde mi primo trabaja. No es mucho, solo es archivar y contestar el teléfono pero eso es mejor que esto—. Mónica dio otra inhalación.—Admitámoslo, aún no he conseguido a ningún hombre joven y atento que haya entrado por esa puerta—. —La única cosa que entra por esa puerta son hombres viejos y aborrecibles hongos que se creen el perfecto regalo de Dios para una mujer— Crystal contestó antes de volverse al espejo y tomar el cepillo para acomodar su cabello.—Si no fuera por el dinero ninguna de nosotras estaría aquí. Este trabajo harta—. Un golpe fuerte en la puerta acabó su conversación. —Vamos señoritas—. La voz cocheritaria de Rick sonó fuerte a través de la puerta cerrada.—Dos minutos—. Pasando el cepillo por su pelo una última vez, Crystal hizo un chequeo final en el espejo antes voltear con Mónica. —¿estas lista?— —Tan lista como siempre— contestó, se sorprendió ante la pregunta que comenzó a llegar a su mente. ¿Cuánto tiempo más continuare haciendo esto? Se preguntó. Mientras los hombres estén dispuestos a pagar por verme, la pregunta fue contestada en silencio. —O tal vez no— ella dijo entre dientes. —¿qué?— Mónica preguntó. —Nada. Vamos a darle a los niños con que entretenerse—. Abrió la puerta para encontrarse a Rick rodeado de una nube de humo de cigarro, quien las condujo rápidamente al escenario.
********* Crystal estaba caminado por su cuarto, recogiendo su ropa sucia y metiéndola en el cesto. Con la mayor parte de sus pertenencias destruidas por el fuego, la necesidad de estar lavando su poca ropa muy seguido era normal. Bajó la escalera y se encontró una canasta de ropa de Laura encima de la lavadora.—Hmm, debió lavarla anoche.— Moviendo la canasta de la parte superior de la secadora, abrió la tapa y comenzó a rellenar la lavadora hasta el tope de ropa. Puso el detergente y la puso a andar. Después de tomar el periódico se hizo una taza de café y fue a la terraza mientras se lavaba la ropa para después meterla en la secadora. Algunos minutos más tarde Laura bajó la escalera—¿Crystal, viste mi ropa que estaba encima de la lavadora?— —¿la ropa limpia?— Colocó sobre suelo el periódico. —Por supuesto. La puse sobre la parte superior de la secadora—. —No está limpia— la escritora corrigió.—iba a darme una ducha antes de echarla a la lavadora—.
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—¿Que quieres decir?— Confusa, Crystal se levantó y caminó hacia el área de lavado.—Toda la ropa estaba doblada.— —Siempre doblo mi ropa—. —¿Doblas tu ropa sucia?— Crystal negó con la cabeza con incredulidad. —Debí haberlo sabido. Si alguien dobla su ropa sucia en este mundo, esa eres tú. No me sorprendería que la plancharas también—. —Sólo cuando estoy de buen humor— Laura bromeó, tomando una taza para el café.—Si ves que esta una canasta de ropa encima de la lavadora, quiere decir que está sucia. Te lo digo para que lo sepas en un futuro—. —Muy bien. Aun si se ve limpia, está sucia—. La miro y notó el traje que vestía Laura, una camisa azul claro de béisbol y pantalones blancos con una franja azul que le hacía juego. Miro hacia abajo y vio los calcetines blancos de béisbol también —¿Por qué estas vestida así?— —Estoy en un equipo del softbol*. Jenny estará aquí en algunos minutos para recogerme—. —¿Tu juegas softbol? De alguna manera no te puedo imaginar ensuciándote toda cuando te deslizas a las bases—. —Normalmente no me deslizo y sí, juego softbol. Nuestro equipo se llama Airhearts de Ameilia. Nos patrocina el Bar de Ameilia y pensó que era un buen juego de palabras. Es divertido y es una buena oportunidad de reunirme con mis amigas—. Laura se sirvió una taza de café. —¿juegas algún deporte?— Crystal rió. —no he jugado a la pelota desde que era una niña y desde entonces supe que era un asco jugando—. —Ah, solo necesitas práctica. Si no tienes planes hoy, puedes ir con nosotras, eres bienvenida—. —Gracias pero no. Acalorarme y sudar golpeando una pelota no es mi idea de pasar un buen rato—. Laura se encogió de hombros.—Como quieras. ¿Recogiste el periódico esta mañana? — —Sip, está fuera en la terraza—. —¿En cuántos pedazos?— —Que graciosa, ja ja ja que risa me da— dijo Crystal. —Tomate tu café. Me voy a dar un baño—. —Si termina esto de lavar, lo pondré en la secadora por ti—.
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Crystal bajaba las escaleras después de haber tomar un baño y se encontró con Jenny que ya había llegado, vestía un uniforme como el de Laura.—Oh, hola Crystal— dijo la terapeuta con una sonrisa. ¿cómo estás?— —Bien—. —Hey Jen, será mejor que ya nos vayamos— Laura, recogiendo sus abrazaderas y su guante. —¿Te gustaría venir?— Jenny ofreció a Crystal.—jugaremos contra el equipo de las Halcones—. —Naa—. —Vamos, será divertido— ofreció otra vez. —Podrás observar a Babe Ruth* sacar la pelota fuera del campo unas doce veces—. Señalo con su pulgar a Laura que estaba toda sonrojada. —No, de verdad, yo... — —¿qué estarás haciendo hoy que sea más divertido que convivir con un montón de adorables y divertidas personas y tomar algo de aire fresco?— Crystal se movió nerviosamente y miró hacia el cuarto de lavado. Jenny siguió su mirada y negó con la cabeza.— Nop. Quedarse a lavar la ropa no es tan divertido—. Tomo el brazo de la rubia y tiro fuerte de ella.—vámonos—. Crystal paró repentinamente cuando vio el coche de Jenny.—¿qué diablos es eso?— —es una Cosa—. —¿qué?— Ella caminó más cerca el coche clásico color anaranjado calabaza.—Parece un Jeep militar alemán con el capote abajo—. —Es una Cosa. Definitivamente, eso es lo que es. Técnicamente es un Volkswagen modelo 81—. Jenny camino orgullosamente hasta su coche y abrió la puerta trasera.—Este es un modelo 74. Los modelos 73 son los más difíciles de encontrar pero este trabaja con gas sin plomo—. —Debe ser un lío conseguir las refacciones— dijo Crystal, aun mirando dudosa la ―Cosa‖. Miro hacia Laura quien estaba mirándola con una sonrisa divertida. —Es un coche perfectamente seguro— Jenny dijo, caminando hacia el lado del conductor. —Excepto cuando no estas de buen humor— dijo Laura, entrando en el asiento del pasajero, delante de Crystal. Se volteo en su asiento para mirar a su compañera.—Ella confunde esta ―Cosa‖ con un coche de carreras de vez en cuando—. — Púdrete — dijo Jenny ásperamente, deslizándose en el asiento del conductor y metiendo la llave en el encendido.—no soy la única en el mundo con 6 infracciones—. Se colocó una diadema plástica para evitar que el viento despeinara su cabello y puso en marcha la ―Cosa‖. Metió dos veces el embrague antes de que pudiera entrar, haciendo que el coche se sacudiera y se resistiera a encender.—Mil disculpas—. 53
Traducción: Alesita
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—No hay problema— aseguró Crystal, buscando el cinturón de seguridad. Tuvo que escarbar en el asiento trasero para encontrarlo y ponerlos en la posición correcta y cerrar los dos extremos. Laura miro divertida lo que estaba haciendo y sonrió burlonamente. —Sip, no hay problema—. —¿Sabéis? Vosotras dos os podéis ir caminando si no os gusta como conduzco—. Hizo una pausa lo suficiente para echar un vistazo al tráfico y salir rápidamente hacia la avenida.—Ah, sabía que Betsy estaría bien una vez que le hicieran su cambio de aceite—. —Betsy es como ella le llama a la gran calabaza.— Laura explico.—Yo siempre la llamo pedazo de..... — —No lo digas— Jenny le advirtió, encendió la radio AM y encontró una estación de música oldies.—Sabes lo temperamental que es—. —Todo se parece a su dueña— Laura aclaró. —Hablando de personalidades— dijo la terapeuta, —no te sorprendas si Donna y Wendy están juntas. Kelly dijo que las vio la noche del martes en el bar de Ameilia y estaban actuando como si hubieran regresado—. —Maravilloso. Eso quiere decir que Toni va a estar como una perra rabiosa—. —Puede que no. Kelly dijo que Toni estaba tratando de regresar con Linda—. —No creo que Linda aceptara de nuevo volver con ella después de lo que sucedió—. —Oye, uno nunca sabe, Laura. Ya una vez aceptó que regresara con ella antes—. Desde el asiento trasero, Crystal escuchaba los chismes, la multitud de nombres y de quien hacía que a quien, hacían una mezcla de información que no le daba la menor pista de saber que estaba pasando. Lo único que comprendió de la conversación fue que Laura era buena con el bate y jugaba en el campo izquierdo, y que la posición de Jenny era en la primera base. Se estacionaron dentro de un sucio estacionamiento, Jenny hizo sonar el claxon y saludo a sus compañeras de equipo que se encontraban alrededor de las bancas. Minutos más tarde Crystal estaba sentada en unas de las bancas cerca de la primera base, la de Jenny estaba junto a ella. Para decepción de la stripper, Jenny sólo había llevado diferentes tipos de sodas y jugos para beber, ninguna cerveza o bebidas coolers. Varias mujeres estaban también sentadas sobre las bancas, la mayoría conversando entre ellas acerca de las demás jugadoras. Crystal vio al equipo contrario a lo largo de la línea de la tercera base. Las camisas de las Halcones eran de color rojo y hacían contraste con las azules de las Airheart's. El árbitro uso el silbato y el equipo azul tomo el campo de juego mientras las del equipo rojo comenzaban a calentar con el bate.—Deséanos suerte— Laura le dijo mientras pasaba trotando cerca de ella.
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—¿oh, entonces tú conoces a Laura, hmm?— Una voz ronca hizo que Crystal volteara hacia atrás para ver quien le estaba preguntando. Una mujer de cabello corto pelirrojo y que vestía una camisa azul estaba atrás de ella.—Que suerte tiene Laura—. —Soy Crystal su compañera de apartamento.— Le extendió su mano y encontró rápidamente un apretón firme. —Peg—. Crystal sintió los ojos de la mujer mirando a lo largo de su cuerpo y la saludo con algo de incomodidad.—Me pareces algo familiar. ¿Nos hemos visto en alguna otra parte antes? — —Oh por favor— dijo Jenny desde su posición en primera base a unos centímetros fuera de ella. —Ignórala, Crystal. Tiene más líneas que la compañía telefónica. ¿Oye Rogers, cuando volverás a jugar de nuevo? — Jenny preguntó.—y me refiero al softbol— ella agregó antes de que la pelirroja pudiera responder con otra respuesta. —Um no, no creo que nos hayamos visto antes— dijo Crystal, retirando su mano y mirando hacia el plato de bateo. La pitcher había terminado con sus ejercicios de calentamiento y la bateadora se colocaba en la posición correcta. —¿cuándo te convertiste en capitana del equipo, Foster?— Peg dijo a Jenny antes de devolver su atención a la atractiva rubia.—¿así es que tú eres la nueva novia de Laura, hmm?— —No soy su novia, soy su compañera de apartamento— la stripper contesto rápidamente, no queriendo que alguien se hiciera una idea equivocada acerca de su relación con Laura. Mirando alrededor del campo y los espectadores, Crystal comenzó a sospechar que las personas heterosexuales eran la minoría allí. —¿Son solo amigas?— Peg sonrió burlonamente y dio un paso más cerca.—Taylor debe estarse muriendo contigo paseándole enfrente—. Ella palmeó la rodilla desnuda de Crystal justo debajo del borde de sus pantalones cortos.—Cariño, si tu fueras mi compañera de apartamento te garantizaría que no estarías sola en la cama por las noches—. —Soy heterosexual— dijo Crystal, cambiando de posición fuera de su alcance. El primer tiro fue una bola seguida por un strike. Luego la bateadora conectó un tiro y la pelota salió disparada hacia la parte izquierda del campo. Pegó a tierra un segundo antes de que Laura le alcanzase. La bateadora corrió a primera base y fue directa a segunda base cuando se dio cuenta de la fuerza del brazo de la jugadora de campo izquierdo con la que había cogido la pelota. La jugadora del equipo contrario regresó rápidamente a la primera base. —¿hola Jen, cómo estás?— —¿bien Tracy, cómo estás tú?— —Genial. Creo que Lisa probablemente salga conmigo esta noche—. ¿Oh sí?— 55
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—Yeap, al menos ella ya me habla de nuevo—. Tracy presto atención al plato del home. —Muy bien, es hora de patear traseros—. —Diane no le podrías pegar a una bola de playa —, dijo Jenny, refiriéndose a la bateadora* que justamente abanicó y perdió el primer tiro. —Mucha platica, Foster. Te comerás tus palabras cuando ella saque esa pelota fuera del campo—. A pesar de las esperanzas de Tracy, Diane dio un suave golpe en dirección de la jugadora de segunda base quien la interceptó mandándola a primera base logrando doble play*. La siguiente bateadora bateo tres strikes* quedando fuera, terminando con esto la mitad del inning*. Laura y el resto de las jugadoras vinieron corriendo, las jugadoras del bar de Ameilia se reacomodaron en la banca y la primera línea de base. —¿Te diviertes?— Laura preguntó mientras lanzaba su guante sobre el piso y abría la nevera en busca de una bebida fría. —¿claro, oye ves a aquella que está allí?— Crystal señaló hacia Peg, quien jugaba con sus encantos en la tercera base. —¿Peg? ¿Qué hay con ella?— —Esta celosa de ti—. —¿De mí? ¿Por qué? — —Ah Laura— Jenny dijo uniéndose a la conversación.—Tú sabes que Peg tiene gran debilidad por las rubias terroríficamente guapas. Ella se ofreció a darle calor a Crystal por las noches—. La escritora asintió con la cabeza.—¿Ah, y supongo que no fue nada sutil, verdad?— —Creí que le faltaba poco para babear descontroladamente— dijo Jenny mientras le pasaba a Crystal por un lado y sacaba una botella de agua helada de la nevera.—Crystal le dijo que era heterosexual y Peg se retiró. No te preocupes, estaré alerta y protegeré la virtud de nuestra amiga—. —lamento eso— dijo Laura a su compañera de apartamento. —Usualmente saben cómo comportarse como unas damas— Laura dio una mirada de advertencia en dirección de Peg pero esta no la vio pues estaba dándoles la espalda. Jenny recogió su casco y su bate. —Creo que mejor ya me voy para allá—. —buena suerte— Laura dijo. —Si, buena suerte— dijo Crystal también mientras Jenny se colocaba en la caja del bateador. —¡ Strike uno!— El árbitro grito. 56
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—Venga, Jen— Laura alentó, aplaudiendo con sus palmas e instando a sus compañeras de equipo a hacer lo mismo. Solo algunas pocas apoyaron desde la banca. —¡strike dos!— —Venga, Jen, tu puedes hacerlo.— —¡ strike tres, estas fuera!— El árbitro dijo. Jenny regreso caminando de nuevo hacia las bancas y tomo su bebida. —Oye Doc, creí que la idea era pegarle a la pelota— dijo Crystal, provocando un bufido burlón de Laura. —Tú ni hables, mi querida Laura— Jenny advirtió.—Por lo que respecta a ti— desvió su atención hacia Crystal que sonreía abiertamente.—veo que tienes un gran sentido del humor —. Ella tomó un largo trago de su jugo de fruta.—Solo es el primer out*. No hay por qué preocuparse—. —¡agáchense!—Alguien gritó cuando un faul hizo que la pelota fuera directo a la banca haciendo que se quitaran. —¿Donna, haznos un favor Y trata de no matarnos antes de que termine el inning*, ok?— Alguien gritó a la avergonzada bateadora. El siguiente golpe mandó la pelota hacia el campo izquierdo, dejando a Donna llegar hasta segunda base. Con el golpe de Toni la corredora avanzo hasta tercera base y después gracias a Lisa lograron llenar las bases. —Bien, Laura— Jenny dijo.—Muéstrales lo que tienes—. —¿por qué se colocó de ese lado del plato*?— Crystal pregunto. —Todas las demás lo hicieron por el otro lado—. —Laura es zurda. Los zurdos se colocan de ese lado del plato— la terapeuta explico. El primer contacto envió la pelota hacia la valla de la tercera base. — ¡strike uno!— El árbitro grito. —Venga, Laura, enséñales como se hace a estas niñitas— Kelly, la cátcher* de Ameilia, gritó. Crystal estaba muy quieta en la banca y observo cuando la pitcher* lanzo hacia el plato. Esta vez el golpe de Laura fue bueno, cayendo en el campo central. Fue suficiente para que las corredoras avanzaran, permitiendo a las Ameilia's anotar su primera carrera* del juego. —Buen tiro— dijo Tracy, tomando su posición en primera base. —¿Intentando impresionar a tu nueva chica?— —Ella es mi compañera de apartamento, no mi amante— corrigió Laura. Tracy miró a la rubia en cuestión y sacudió la cabeza. —Lástima, Taylor. Porque me parece que tiene un precioso par por ahí debajo—. 57
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—Pervertida—. La jugadora de primera base volvió a mirar a Crystal.—No lo sé. A mí me parece que es un desperdicio dejar que algo así de delicioso viva bajo tu techo y no hagas nada al respecto—. —Ella es heterosexual, Tracy—. —Si ya lo he escuchado. No sería la primera heterosexual a la que se le enseñara como una mujer puede ser mucho mejor en la cama—. —Ella está fuera de los límites. Pon atención al juego—. —Preferiría ponerle atención a ella— dijo Tracy con un suspiro, a regañadientes devolviendo su atención al juego del softbol. Ajena de que ella fuera el tema de conversación entre las dos mujeres en la primera base, Crystal continuaba escuchando a Jenny diciéndole quienes eran las del equipo.—La que esta por batear es Kelly—. —La cátcher— Crystal dijo, recibiendo una inclinación de cabeza en respuesta. — Sí, y bueno ¿recuerdas a la que se te insinuó hace rato? Esa es una de sus ex's —. —¿una?— —Oh si, Kelly es una conquistadora. Nosotras estuvimos juntas por breve tiempo—. —¿Por qué siento que soy la minoría aquí?— Jenny se rió y saco otra botella de la nevera.—Porque lo eres, querida—. Quito la tapa de la botella.—Echa un vistazo alrededor. Creo que eres probablemente la única heterosexual aquí, excepto por alguno que otro fan—. Jenny dio un paso más cerca de las bancas y le susurro para que las demás jugadoras que estaban en la banca cercana no la escucharan.—¿te molesta estar rodeada de tantas lesbianas?— —No, no me molesta— dijo Crystal, deslizándose a una fila abajo de los asientos de la banca, poniéndose frente a frente de la terapeuta.—solo que no creo que haya estado antes con tantas juntas al mismo tiempo—. —Bueno, no te preocupes— Jenny dijo.—no mordemos—. —A menos que tú quieras— dijo Carmen cuando pasaba caminando, escuchando solo lo último de la conversación. Se detuvo y tendió su mano.—Carmen Cruz—. —Crystal Sheridan—.
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—Un placer conocerla, Señorita Sheridan—. La piel más oscura de Carmen hacia contraste con el tono más claro de la rubia cuando se dieron la mano.—No te había visto aquí antes. ¿De quién eres novia? — —De ninguna. Soy la compañera de apartamento de Laura— ella dijo sintiendo que lo había dicho ya unas cien veces. —Pues bien me alegro que hayas decidió honrarnos con tu presencia— la pitcher dijo, no queriendo soltar la mano de Crystal.—Tal vez nos traigas buena suerte. El señor sabe que la necesitamos últimamente—. —Hemos perdido nuestros últimos cuatro juegos— Jenny explico. —Oh— Crystal dijo mientras se ponía de pie.—no sé cómo pueden jugar con este calor—. Ella llevaba puesto un pequeño top cubierto por una pequeña blusa azul claro. Sin pensarlo quito su pequeña blusa y la echo a un lado. En ese mismo instante, Kelly pegó un golpe lento sobre la línea de la tercera base. Distraída por la actividad en las bancas, la mediocampista voló la pelota, accidentalmente sobre el campo central provocando con esto que se anotaran dos carreras más. Laura avanzó de primera a tercera y el equipo de casa exploto soltando un ataque de silbidos y comentarios burlones cuando se dieron cuenta de lo que lo había provocado. —Se supone que debes mantener los ojos puestos en la pelota, no en las chicas— Toni grito. —Oye Duncan, no sabía que fueras así de distraída— dijo alguien más.—¿cuál es el problema, no consigues a ninguna?— —Si lo hago— la mediocampista dijo, consciente de que su última conquista se encontraba en la parte trasera del campo.—Yo solo... bueno … — tartamudeó, causando de nuevo burlas y risas. —Sabía que dabas buena suerte— dijo Carmen a Crystal ahora ruborizada.—¿vendrás con nosotras después del juego?— —¿Después?— No sabiendo la respuesta, ella recurrió a Jenny. —No estamos seguras aún. Depende cómo se sienta Laura, — dijo Jenny. —En fin— dijo Carmen, recogiendo su guante.—Si deciden venir, será un placer invitarte una bebida— ofreció a Crystal.—Después de todo, estamos adelante debido a ti—. —Yo uh, seguro— dijo Crystal. —Si es que vamos—. Sonó un golpe de bate y Wendy fue ponchada (out), dándole fin al inning. —Pues bien, creo que es hora de que tome mi posición—. Carmen se alejaba en el momento que Laura llego a recoger su guante. —¿Te están molestando mucho?— La escritora preguntó con preocupación, consciente de que Crystal fue la causa de la distracción de la mediocampista. Había días en que las del equipo de Ameilia's se volvían algo obscenas y no dudaba de que este sería uno de ellos. 59
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—Creo que he recibido unas tres insinuaciones y aquella jugadora que está en tercera base dijo que me invitaría a una bebida—. Crystal se encogió de hombros.—Aparte de eso todo el mundo me ha preguntado si dormimos juntas, creo que estoy bien.— —Son realmente muy inofensivas— dijo la escritora.—Si alguien te hace pasar un mal rato, solo dímelo. Tengo que tomar mi lugar. Te veo en tres outs más—. Crystal observó a su compañera de apartamento colocarse en el campo izquierdo y después puso atención a la actividad en el plato de bateo. Alex, la mediocampista de las Halcones que cometió el error en el inning anterior, estaba en el plato. La cátcher, Kelly, no pudo resistir la oportunidad. —¿oye Duncan, crees que puedas poner atención a la pelota esta vez?— —Vete al infierno, Kelly— la bateadora dijo sin malicia.—Me di cuenta que andabas rondándola como abeja sobre la miel—. —Lista bateadora— el árbitro interrumpió. Alex Duncan tomó su posición y esperó el tiro de Carmen. —yo pagaría buen dinero por nadar en esa miel— dijo Kelly justo cuando Alex abanicaba. —¡strike uno!—La mediocampista de las Halcones ajustó su casco y reanudó su postura. —Apuesto a que ella es más dulce que la miel, también… mmm—. —¡strike dos!— —Cierra la boca, Kelly— dijo Alex, apretando sus guantes de bateo. Ella se acomodó otra vez, esta vez apenas dando un tiro abajo de la pitcher. —Bola—*. —Venga Duncan, pégale a la mierda esa— una de las jugadoras de las Halcones gritó. —Pero es una verdadera lástima que ella sea heterosexual—. —¡strike tres, estas fuera!— Alex miró de la cátcher a Crystal y de regreso otra vez, sacudió la cabeza y sonrió cuando se dio cuenta de que había sido distraída justamente para que le hicieran out. —este va a ser un juego largo— dijo mientras se marchaba dando media vuelta.
********* Gracias al brazo firme de Carmen y el bien cuidado campo por Wendy y Donna acabaron el juego, las Airhearts salieron victoriosas sobre las Halcones. Grupos pequeños de mujeres se formaron en el estacionamiento, algunas poniéndose de acuerdo de encontrarse en el bar de Ameilia y otras 60
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dando excusas por lo que no podían asistir. Toni tenía a Linda presionada contra una furgoneta, sus bocas haciendo algo mucho más agradable que hablar. Sorprendida por la escena pública, Crystal miro hacia todos los lados y después a las apasionadas amantes. ¿Cómo pueden actuar así delante de todo el mundo? Crystal pensó y noto que las demás parecían no enterarse y aquellas que si miraban a la pareja simplemente sonreían y volvían a sus conversaciones. Crystal miró a la pareja otra vez, esta vez viendo más que solo dos mujeres besándose. Por primera vez ella vio lágrimas corriendo por las mejillas de Linda. Estaba tan absorta en el drama que se estaba desarrollando, que Crystal no escuchó a la terapeuta venir detrás de ella. —Supongo que no las veremos en el bar de Ameilia's— Jenny dijo, sobresaltándola.—Lo siento, pensé que sabias que estaba aquí—. —Está bien. ¿Así que iras al bar? — —Sip, solo por un rato. A Laura le gusta jugar al billar y ésta es realmente la única oportunidad que ella tiene para hacerlo. Se requiere de una ley aprobada por el Congreso para sacarla de la casa cualquier otro día—. —Ella pasa mucho tiempo en su computadora— dijo Crystal, buscando alrededor a la mujer en cuestión. Ella divisó a Laura hablando con Kelly, las dos mujeres estaban riendo y gesticulando animadamente. —es bueno para todo el mundo salir y ser sociable de vez en cuando—. —¿es eso verdad, Doc?— Crystal prendió un cigarrillo y se apoyó contra la —Cosa— brillantemente colorida—¿piensas que necesito salir más a menudo?— —pienso que necesitas hacer algunos nuevos amigos y este variado equipo de personas son perfectas para iniciar—. Ella se apoyó y presionó el claxon.—Vamos, Laura—. —¿qué hay sino quiero ir?— —Bueno, el cochebús para por aquí aproximadamente una vez cada hora. Además estoy segura de que alguien aquí estaría dispuesta a darte un aventón a casa—. —Oh, estoy segura de que si— Crystal estuvo de acuerdo, alcanzando la manilla de la puerta. — Ya he visto suficientes miradas de ese tipo de los hombres. Aparentemente los lobos vienen en ambos sexos—. Hay cosas buenas y malas en todo el mundo, a pesar de su género o sus preferencias—. Jenny abrió la puerta y se metió detrás del volante.—Solo que algunos vienen en paquetes más bonitos— —¡Hey Crystal!— Carmen gritó, haciendo gestos con las manos y corriendo hacia ellas. —Estarás más segura si vas en mi coche. Tengo un reproductor de cd`s y asientos de cuero—.
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—Y más movimientos que Michael Jordan— Jenny dijo sarcásticamente, mucho para el disgusto de la pitcher.—Crystal, Carmen es la versión de Don Juan en femenino—. —Si— Peg dijo mientras se acercaba y se unía a la conversación.—Ella tiene ese encanto cubano que hace que las mujeres caigan a sus pies—. —¿Celosa?— Carmen gruño.—Yo no tengo la culpa de saber tratar bien a una dama y que tu no— . Ella voltio con Crystal.—y jamás permitiría a una dama viajar en esta trampa mortal—. —Oh cielos, esto se está poniendo muy intenso — dijo Peg. Jenny puso sus ojos en blanco y afirmó con la cabeza en acuerdo. Laura finalmente terminó de hablar con la cátcher y se les unió. —¿Listas para irnos?— Preguntó, abriendo la puerta y entrando. —estamos listas— Jenny dijo, girando la llave y sonriendo mientras la —Cosa— rugió llena de vida. —Ahora por hacernos esperar, creo que deberías invitarnos a la primera ronda—. —Si— Crystal estuvo de acuerdo con entusiasmo, causando que la mujer que seguía parada fuera del coche riera. —No creo que debas preocuparte por que alguien te compre algunas bebidas, amorcito— dijo Carmen.—Todas harían fila encantadas en el bar solo para tener el privilegio de invitarte—. —¿y tú estarías de seguro en la fila, no es así?— Laura bromeó. —Absolutamente— Carmen dijo orgullosa.—las veré en Ameilia's— dijo más que nada dirigiéndose más a Crystal que a las otras. Jenny metió el embrague de la —Cosa— y la movió adelante, cayendo en un bache y causando que las ocupantes brincaran sobre sus asientos. Crystal rápidamente trató de alcanzar el cinturón de seguridad.—te dije que deberías haber venido conmigo, amorcito— Carmen dijo mientras el coche caminaba. —Tal vez ella tenga razón— dijo Laura, mirando atrás de su asiento. —Seguramente ella hubiera coqueteado contigo despiadadamente, pero hubiera sido preferible al infierno en ruedas de Foster que podría matarte antes de que logremos llegar —. —Púdrete— dijo Jenny, siguiendo la Range Rover* de Kelly fuera del estacionamiento.—Ahora invitaras a las primeras dos rondas—. El bar de Ameilia estaba sobre la calle principal con sólo un pequeño estacionamiento para los autos de sus clientes. Jenny logró conseguir uno de los últimos espacios en el estacionamiento, para mala suerte de Kelly, quien todavía daba vueltas en busca de un lugar para estacionar su Range Rover. Varias jugadoras más ya habían llegado al lugar sumándose al estado de ánimo alegre del lugar. —Hey Crystal— una de las Halcones la llamo. —¿Vas a quitarte tu blusa de nuevo?— Su comentario fue acompañado por gritos alegres de sus amigas. —Perdón por el comportamiento de estas niñas— Laura se disculpó. —Nunca faltan este tipo de personas. Solo mantente cerca de mí y de Jenny y estarás bien—. 62
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—Sabes muy bien que no soy una pequeña e inocente virgen que sale a su primera cita— dijo Crystal, sacando un cigarrillo. —Solamente porque nunca antes he estado en un bar de lesbianas no quiere decir que necesite protección— Laura intercambió miradas con Jenny. Ellas conocían demasiado bien a sus amigas. —Solo para mayor seguridad, quédate cerca de nosotras—. Crystal no se sorprendió de encontrar a Carmen sosteniendo la puerta abierta para que entrara. Sintiéndose avergonzada por el detalle, rápidamente entro sintiendo la mirada fija y lujuriosa que le dirigía a ella. —Sip, supongo que no tendré que comprar ninguna bebida esta noche—. Pensó para sí misma. —Gracias— dijo Crystal. —Es un placer, Amorcito— Carmen dijo con un movimiento sensual de su mano.—¿Me acompañas dentro para que puedas saciar tu sed?—. Laura tuvo que extender la mano rápidamente para atrapar la puerta que había soltado la mujer cubana para seguir a Crystal dentro. —Cómo puedes ver— Dijo Laura sosteniendo la puerta para Jenny. —Carmen es incorregible—. —no es su culpa que Crystal tenga las palabras tatuadas en su frente de carne fresca—. Jenny se puso de puntillas para buscar a la mujer en cuestión. —Ah, allí esta—. Crystal se encontraba en el extremo más alejado de la barra, rodeada por Carmen y Alex.— ¿deberíamos ir a rescatarla?—Laura preguntó. —¿no te dijo que podía cuidarse ella sola?—Dijo Jenny, guiando a la escritora hacia las mesas de billar. —Pero ella... — La protesta de Laura fue interrumpida por los dedos de su ex-amante sobre sus labios. —No tengo ninguna duda de que ella tiene mucha experiencia en defenderse y mantenerse alejada de los lujuriosos hombres. ¿Qué te hace pensar que ella es incapaz de manejar esta situación con una mujer?—Señalo la mesa pequeña delante de ellas. —Toma asiento, traeré unas bebidas —. —Esto esta asqueroso.— Suspirando, Jenny sonrió y palmeó el hombro de Laura. —Traeré algunas servilletas. ¿Quieres club soda* o te sientes aventurera esta noche? — —Club soda está bien. Agrégale un poco de limón por favor—. Laura recogió una servilleta cercana y comenzó a remover las cenizas derramadas de la mesa.
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—No olvides poner nuestros nombres en la pizarra o nunca conseguirás una mesa de billar— Dijo Jenny antes de abrirse paso a través de la gente. En el otro extremo de la barra, Crystal saco un cigarrillo haciendo que Alex se levantara y sacara un encendedor. —Permíteme— ella ofreció. —¿Desde cuándo permites que esta cavernícola te compre una bebida?— Carmen dijo, ganándose un bufido de la mediocampista, —bailarías conmigo, Amorcito?— —Ah, no gracias—. El escocés con soda estaba suave y lo tomo rápidamente. Crystal se encontró con cierta comodidad en el bar para mujeres, la alerta que normalmente mantenía para protegerse de los hombres no la necesitaba aquí. Estaba segura que con un simple —no— podría mantener a raya a las posibles conquistadoras. —Yeap, yo tampoco bailo mucho— Alex dijo, acercando más su silla. —¿Y dime qué haces para ganarte la vida?— —Soy... — Crystal se detuvo, dándose cuenta de que la usual respuesta de que era bailarina no era buena idea, giro hacia la mujer a un lado de ella. —Uh... — vio la barra llena de lesbianas alborotadas. No creo que decir la verdad sea una buena idea tampoco. Había habido suficientes comentarios y silbidos en el campo de softbol sin siquiera saber que ella era una stripper. Carajo, piensa rápidamente. La bartender* llegó en ese momento con la bebida de Carmen. —Soy Bartender— Crystal barbulló. —En el centro de la Ciudad—. —Oh, eso es interesante— Alex dijo, colocando su mano sobre la barra sólo a unos centímetros de la de Crystal. —El Halcón está en el centro. Ese es el bar que frecuento. Creo que Esther anda buscando que alguien le eche una mano los fines de semana. Deberías ir allí esta noche y mirar— —Trabajo esta noche— ella dijo, pensando sólo en dar una excusa para no ir al bar de lesbianas. —¿No me digas? Tal vez podría ir a visitarte y saludarte, ¿Dónde es?— —Uh... — maldición, maldición, maldición. Atrapada en su propia telaraña de mentiras, Crystal entro en pánico y tomo la anterior invitación como salida rápida. —Sabes Carmen, creo que aceptare tu oferta—. Puedo hacer esto, puedo bailar con una mujer, ella se dijo a sí misma mientras Carmen ahora feliz se ponía de pie y tomaba su mano. —estaré de regreso en pocos minutos— ella dijo a Alex, sintiendo una punzada de culpabilidad por la expresión cabizbaja en la cara de la mediocampista. Mientras era conducida a través de la gente a la pista de baile, Crystal comenzó a dudar. Las luces de variados colores rebotaban en la pelota de cristal de la disco y la pista de baile estaba dividida en diferentes coloridos paneles que se iluminaban al ritmo de la música. El área de baile estaba levantada más alto que el resto del bar, dejándola de vez en cuando convertirse en una doble pista de baile. El bar de Ameilia se había construido a finales de los años setenta y aparentemente el dueño no encontró razón alguna para actualizarla. Al menos el disc-jockey sabía en qué década estaban y mantenía a las mujeres entretenidas con los últimos hits para bailar.
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Cuando Carmen la condujo a un lugar cerca de la parte de enfrente de la pista, Crystal perdió el valor y comenzó a caminar fuera de ella. —No no no, Amorcito. ¿A dónde vas?—Carmen preguntó, extendió su morena mano y la detuvo tomándola del brazo. —No puedo hacer esto—. —Por supuesto que puedes, Amorcito—. La mujer cubana tomo las manos de Crystal con las de ella y comenzó a contonearse con la música, moviendo sus brazos al mismo ritmo. Era una canción conocida para la rubia y admitió de mala gana que Carmen era una buena bailarina. Con propia voluntad, las caderas de Crystal y sus piernas la acompañaron. —Lo ves, cariño, sabía que podías hacerlo—, la pitcher dijo, soltándole las manos. Bailaron durante dos canciones antes de que Crystal finalmente se disculpara y saliera de la pista multicolor. Las mesas de billar estaban entre la pista de baile y la barra, facilitándole a Crystal solucionar el problema de Alex sentándose a la mesa de Laura. —Hola—. —Hola— la escritora dijo, colocando un posavasos enfrente de Crystal. —¿quieres una bebida?— —Yeap, escocés y soda, cargado—. —Cuatro dólares—. Crystal busco en su bolsillo y saco su pequeño fajo de billetes. Ella tenía lo suficiente para comprar por sí misma una bebida más. Mejor cuídalo, ella pensó para sus adentros. Entregó un billete de cinco dólares y observó a Jenny acercarse, con un taco* en la mano. —¿Oh, entonces decidiste bajar de la pista de baile después de todo? Pensé que ibas a bailar con las chicas durante toda la noche—la mujer de cabello castaño bromeó. —No sé por qué hice eso. Nunca antes había bailado con una mujer—. —Pues bien, parecía como que estabas pasando un buen rato ahí arriba. No vi a Carmen sujetando tu brazo para mantenerte ahí—. Jenny se sentó en la silla adyacente y recogió su cerveza. —Laura te toca— ella ofreció antes de tomar de un tirón la botella. —¿O si lo hizo?— —¿Hacer que?— —¿Sujetar tu brazo para mantenerte en la pista de baile?— —No. Yo simplemente … — —Bailas bien…para ser una chica heterosexual—. —Muchas gracias, Doc— Crystal contesto sarcásticamente. —Tu sabes que algunas de estas mujeres son tan malas como los hombres. Llamo más la atención aquí que en un bar de verdad—. —Éste es un bar de verdad— Jenny corrigió. —Sabes a lo que me refiero. Es extraño, eso es todo—. Ella miró hacia la pista de baile, divisando a Carmen bailando con otras dos mujeres. 65
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—¿Te divertiste?— —Bueno, eso... —Crystal desabotonó su blusa de mangas. —Demonios, que calor hace aquí dentro—. —Me alegro que no hayas hecho eso en la pista de baile —, Dijo Jenny. —Ya causaste bastante daño en el partido de softbol. Si Alex hubiera estado jugando billar probablemente habría golpeado la pelota a través de una ventana—. Ambas se rieron de la imagen. —Así que contesta la pregunta. ¿Te divertiste bailando?— —Sí. Fue diferente—. —¿Diferente en que forma? ¿De bailar con hombres?—Crystal asintió con la cabeza, ella continuó. —¿de qué forma?— —No lo sé simplemente fue diferente—. —Esto es interesante. Trata de ordenar tus sentimientos. ¿Qué hace la diferencia entre bailar con una mujer a bailar con un hombre?— —No lo sé— Crystal comenzó, moviéndose nerviosamente en su asiento. —No tuve que preocuparme por nada excepto bailar con ella—. Ella negó con la cabeza, consciente de que sus palabras no tenían ningún sentido. —Te preocupas demasiado, ¿no es así?— Jenny pico gentilmente. —Algunas veces— la stripper admitió sin mirar hacia arriba. Ella saco un cigarrillo y lo encendió, poniéndose cómoda. —No entenderías—. Ella negó con la cabeza. —Nadie lo entiende—. —Te sorprenderías que tanto puedo entender— Dijo Jenny. —Entiendo lo que es vivir el hoy preocupándote por el ayer y el estar asustada por el mañana. Entiendo que una pequeña niña herida no puede curarse si nunca ha recibido amor— Ante las palabras de Jenny, Crystal cambio su expresión. La postura relajada desapareció, reemplazada por el rudo aspecto que mostró el día que Jenny le había llevado a la licorería. — Demasiado tarde para eso, Doc—. Laura llegó en ese momento, dando a Crystal lo que ella necesitaba desesperadamente en ese momento. Ella redujo drásticamente la mitad del vaso antes de ponerlo sobre la mesa. Esta conversación se acabó, pensó para sus adentros, agitada por como Jenny podía fácilmente leerla. —¿oye Laura, quieres jugar billar?— —Tienes que poner tu nombre en la pizarra pero puedo averiguar si la siguiente persona quiere jugar en parejas—. Sin esperar respuesta, Laura miró alrededor. —¿oye Kelly, quieres jugar en parejas?— Espera. La cátcher volteó y le preguntó a alguien que llevaba puesta una camisa de las Halcones, intercambiando unas cuantas palabras antes de devolver su atención a Laura. —Seguro, Carrie y yo contra ti y ¿quién? ¿Jenny?— 66
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—No, Crystal—. —Seguro. Estaremos encantadas de patearos el trasero—. —¿Eres buena?—Laura preguntó quedamente. —Paso la mayor parte de mi vida en bares y clubs. Puedo manejar muy bien un taco de billar— contestó Crystal. Sintiéndose atrevida, ella llamo a la pitcher sonriendo abiertamente. —¿oye Kelly, quieres poner el dinero en tu boca?— —Donde me gustaría poner mi boca no tiene nada que ver con el dinero— contestó la cátcher. Provocando algunos comentarios y gritos de las mujeres alrededor de ella. —¿qué tal una jarra de cerveza?— —Trato— Laura contestó por Crystal totalmente ruborizada. —Nosotras comenzamos—. El juego progresó pero no sin varios comentarios sugestivos de Kelly y Carrie, especialmente cuando la parte de arriba de Crystal estaba cubierta solo por un pequeño top y se recostaba sobre la mesa para hacer sus tiros. En la mayoría de los casos la stripper pudo esquivar las insinuaciones y ocasionalmente su compañera de apartamento salía en su defensa. Terminaron el juego con Kelly metiendo la bola ocho cuando aún no le tocaba, haciendo que Laura y Crystal fueran las ganadoras. Las dos mujeres regresaron a su mesa para encontrar nuevas bebidas esperándolas cortesía de Jenny. Momentos más tarde una jarra de cerveza fue servida según la apuesta hecha con Kelly. Crystal tomo rápido su escocés con soda, el tercero de la tarde, y después alcanzo la jarra. Laura rápidamente colocó una servilleta para usarla como portavasos para que nada de líquido se pasara sobre la mesa. Carmen encantadora como siempre vino y convenció a Laura de unírsele a ella en la pista de baile mientras Kelly tiraba de Jenny para un juego de billar. Ahora libre para observar, Crystal miro a varias mujeres saliendo por una puerta lateral. —Ah hah—. Asegurándose de que el encendedor estaba en su bolsillo, la rubia cruzó el bar y salió a través de la puerta. La puerta lateral conducía al callejón, todavía alumbrado por el sol de la tarde. Crystal vio a un grupo de personas paradas a un lado de un contenedor. La mayoría vestían las blusas rojas de las Halcones pero también había dos de las Airhearts. Una hielera roja estaba sobre el suelo al lado de ellas, la tapa abierta revelaba varias latas de cerveza en hielo. —Bingo. Cerveza y hierba mala, ¿hay lugar para alguien más?— Crystal preguntó. —Seguro— una de las mujeres de rojo contestó. —soy Diane y ésta es Liz, Dawn, y Tracy—. —Nos conocimos en el juego— Tracy dijo ofreciéndole un porro. —¿Crystal, no es así?— —Yeap— ella contestó, tomando el porro ofrecido. —Compañera de apartamento de Laura—. —No me digas— Diane dijo. —La heterosexual—. Ella tomó el porro de Crystal y dio una larga inhalación. —Pues bien, tú me pareces muy bella de cualquier manera—. Oh gracias, la stripper pensó para sus adentros. No es como que tenga una enfermedad o algo. 67
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—No obstante— Diane continuó. —Alguien que puede apreciar la hierba fina no puede ser del todo mala—. —Hablado como una verdadera experta— dijo Dawn. —Mantén tu ojo en ella, Crystal. Diane es conocida por manipular a las mujeres con vino y hierba mala—. —Sip, tiene tantas muescas* en su cinturón que ya está por caérsele a pedazos— Tracy intervino en la conversación. —Jodanse las dos— Diane dijo bromeando. —No hay nada de malo en fumar un porro o dos en ocasiones especiales—. —Sip, como el atardecer— dijo Crystal, causando risas entre el grupo. —Oh, Rubita tienes un gran sentido del humor, ¿eh? Bien jodete tú también—. Crystal usó la punta de sus uñas para tomar el resto del porro de Dawm. —Naaa, lo disfrutarías demasiado—. Las mujeres rieron otra vez. —Te la cobro esta vez, Diane— Liz bromeo. —Esta es probablemente la primera vez que alguien te ha dejado callada—. —Bien—, Diane miro a Crystal. —Todo lo que puedo decir está vez es que si tu follaras conmigo, jamás volverías a estar con un hombre—. —Amen para eso— Dawn estuvo de acuerdo. Crystal permaneció en el callejón con las mujeres, fumando su porro y uniéndose a los chistes cada vez que ella podía. Era un contraste distinto a sus drogadictos amigos que preferían pasarse el tiempo encerrados tocando música rock. Ella se apoyó contra el contenedor y dejó que el porro intoxicara a través de todo su cuerpo. Se relajó y se permitió disfrutar de un nuevo grupo de gente. Para cuando Jenny la encontró, los ojos del Crystal era dos pequeñas rayas y su modo de andar eran puros tropezones en lugar de caminar. Sus nuevas amigas no estaban tampoco en mejores condiciones, riendo sin control. —Es hora de irnos— dijo la terapeuta, poniendo una mano en el hombro de Crystal. —Yo la llevare a su casa— Liz ofreció. —Creo que ella preferiría llegar a casa con toda su ropa puesta— Tracy bromeo. —Yo la llevaré a casa— dijo Jenny firmemente. —Creo ella ya ha tenido bastante diversión por un día—. —Gusto en conocerlas— Dijo Crystal, agitando su mano lentamente. La combinación de licor, cerveza, y marihuana tenían a la stripper completamente bajo su control. Ella no replicó cuándo Jenny la guio de vuelta al bar y hacia su mesa. 68
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—¿Dónde la encontraste?—pregunto Laura, poniéndose de pie para ayudar a Jenny a guiar a Crystal a una silla. —Afuera con Diane y sus compinches—. —Sí, eso se nota. ¿Cómo es que ella terminó conviviendo con ellas?— —No lo sé. Ella se ha de haber imaginado lo que estaban haciendo allá afuera y debió de haberse invitado sola, supongo —. —He escuchado acerca del gayradar pero de un ¿drogaradar?—La escritora negó con la cabeza. — Y tu pensaste que sería buena idea que ella viniera con nosotras. Debió haberse quedado en casa —. —Jenny miro a la mujer semiconsciente sentada sobre la silla enfrente de ella.—Sigo pensando que fue una experiencia positiva para ella. Vamos, llevémosla al coche —. —¿Y cómo haremos eso?—Laura preguntó al poner un brazo alrededor de la mujer más pequeña. —Cristal … Crystal, es hora de irnos. ¿Crees que puedas levantarte?— —S-sseguro—. Agarrando el brazo de Laura para apoyarse, la stripper se puso ella misma de pie. Se balanceó por un momento antes de agarrar el brazo de su compañera de apartamento con ambas manos. —Demonios, supongo que bebí más de lo que pensé—. —Más bien fumaste de más, creo— Laura masculló. —¿Jenny, la sostienes del otro lado?— —La tengo. Vamos—. —Puedo caminar— Crystal protestó, no queriendo ser ayudada a salir del bar. —Sí, caminar directo a una pared, querrás decir—. Laura dejó que su agitación se notara en su voz. Su agarre jamás disminuyó mientras se conducían a la puerta. —Puedo ver que ésta fue realmente una buena experiencia para ella, Jen—. Usó su cadera para empujar y abrir la puerta. — Ahora ella tiene un nuevo lugar para conseguir sus drogas—. —Tu sabes que Diane no vendería a nadie marihuana—. —¿Vender? ¿Viste la manera que todas actuaban alrededor de ella hoy? Si Crystal dijese que ella quería algo de marihuana estoy segura que al menos media docena de mujeres se la ofrecerían. Oh, eso sí que es algo positivo. Crystal aprendió que puede seducir a las mujeres para conseguir bebidas gratis—. Laura hizo una pausa en su discurso el tiempo suficiente para abrir la puerta trasera de la Cosa. —Creí que la pobre Alex Duncan iba a tener un orgasmo allí mismo en medio del campo de juego cuando Crystal se quitó su blusa—. —¿Eso fue muy divertido, no te parece? Me alegro que ella no hiciera eso de nuevo en la pista de baile—.
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—No intentes cambiar el tema, Jen—. Juntas ayudaron a la letárgica Crystal a entrar en el asiento trasero. —¿cómo diablos esto es una experiencia positiva para ella?— —Pensé acerca de lo que me contaste de sus pesadillas y la manera de cómo se sentía respecto a los hombres— dijo Jenny, apoyándose contra el lado del coche anaranjado. —¿Crees que ella es capaz de relajarse tanto así alrededor de un grupo de personas?— —¿Relajarse de la manera de que ella se tenga que emborrachar?— —Pon a un lado el vicio de la bebida y la marihuana por un minuto. La semana pasada ella ni siquiera salió de su cuarto cuando tuviste visita en la casa. Hoy ella vino al juego de softbol con la más mínima resistencia y aparte asistió a un bar de lesbianas. Se relajó y se divirtió, aun antes de que ella comenzara a beber—.Miró a Crystal, quien ponía el máximo empeño por ponerse derecha en el asiento. —creo me qué voy a ir en la parte trasera con ella—. —Bien, de esa manera me puedes advertir si ella decide volver a decorar la tapicería—. Laura abrió la puerta del conductor. —¿pasaras la noche en mi apartamento? —Sí, he tomado algunas cervezas. Crystal voy a viajar aquí contigo—. Laura echó a andar la Cosa y salieron del estacionamiento. —¿Laura está molesta conmigo otra vez?— Crystal mascullo. —¿por qué dices eso?— Encogiéndose de hombros, Crystal saco un cigarrillo roto de su paquete arrugado. —Siempre la molesto—. —¿Eso crees?. ¿Por qué piensas que Laura estaría molesta contigo?— —Ella usualmente es, muy espec-cial cuando bebo—. —¿por qué bebiste demasiado esta noche?— Jenny miró hacia arriba para ver a Laura tomar una rampa hacia la carretera principal. —Estaba de buen humor para eso—. Las pequeñas rayas se ampliaron ligeramente. —Oooh—. —¿qué?— —Mira eso—. Crystal señaló las luces de una rueda de la fortuna (noria) a lo lejos. — Hmm, parece que el carnaval está de regreso en la ciudad. ¿Bebes siempre que te sientes incómoda?— —¿Qué? ¿Piensas que soy un alcohólica, Doc?— —¿Crees tú que eres una alcohólica?— 70
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La frente del Crystal se arrugo. —N-no, no lo creo. Nunca realmente he pensado acerca de eso. Yo solo bebo—. —¿Eso te ayuda?— —Algunas veces—. Miro a su lado derecho de nuevo, sus ojos centrados en la iluminada feria. — no he estado en una feria desde que era una niña—. Ella observó en silencio hasta que las luces ya no podían verse. —¿Intentas jugar a la loquera conmigo, Doc?— Ella giro para mirar a Jenny. —Si te contara, no me creerías—. —Si tú me contaras algo que fuera la verdad, Crystal, sin duda alguna, la creería—. —Sí, lástima que tú no estabas cerca cuando yo era una niña— ella dijo fieramente. —no tiene importancia ahora—. —Si te provoca aun momentos incómodos, sí que importa—. Jenny giro en su asiento para mirar a Crystal. —Un día de éstos ni toda la cerveza y la marihuana del mundo van a mantener a raya a esos demonios. ¿Qué es lo que vas a hacer entonces?—
********* Laura estacionó la Cosa dentro del aparcamiento. —¿crees que deberíamos levantar el capote*?— —No, así está bien— Dijo Jenny. —¿La despertamos?— —A menos que quieras cargarla—. —De ninguna manera—. Jenny se aproximó al hombro de la dormida mujer. —Crystal, llegamos a casa—. —¿Hmm? Oh —. Ella bostezó y se restregó los ojos. —¿qué hora es?— —Pasadas las nueve—. Laura gimió mientras salía del coche y se estiraba. —siento como si me hubiera atropellado un camión—. —De hecho lo fuiste— dijo Jenny. —¿te acuerdas, tu, Dawn, en el home plate?— —no sé ustedes dos pero yo voy a entrar, voy a orinar, y me iré a la cama— Dijo Crystal, apoyándose contra el coche. Miró la puerta principal con la mirada cansada, calculando mentalmente que oportunidad tenía de caminar con éxito. Dando un paso adelante, sintió que la tierra debajo se movía y todo sentido de equilibrio desapareció. —¡Agárrala!— Laura gritó, tomando el brazo de Crystal para evitar que cayera. Jenny rápidamente tomó la posición en el otro lado y juntas acompañaron a la ebria mujer a la casa.
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A pesar de estar demasiado ebria para caminar por ella misma, Crystal estaba de muy buen humor y siguió los consejos de la terapeuta de irse a dormir. Cuando Jenny bajó la escalera, encontró a Laura en la cocina colocando agua caliente en dos tazas grandes. —Pensé que te gustaría algo de manzanilla—. —Oh, eso suena bien—. Jenny se sacó sus tenis de lona y se dejó caer en un extremo del sofá, sus pies descansando sobre el cojín intermedio. —no he tenido esto en meses—. —Probablemente no desde la última noche que pasaste aquí. Tomando una posición similar en el otro extremo del sofá, Laura tomó un sorbo de su té. —¿dónde te gustaría dormir esta noche?— —¿me estas preguntando o me estas sugiriendo?— —Como quieras, puede dormir al aire libre en la Cosa—. Jenny sonrió burlonamente ante la amenaza. —Ya somos demasiado viejas como para divertirnos en el asiento trasero. ¿Desde cuándo me tienes que preguntar sobre donde voy a dormir cuando estoy aquí?—. Conociendo a su ex-amante de que siempre le gustaba hacer lo correcto, inmediatamente adivinó el problema. —¿Por Crystal? Laura, no pienso que ella caiga muerta de un shock si nos encuentra durmiendo en la misma cama. Después de todo, las compañeras de apartamento tienen que respetar la privacidad tanto de una como de la otra. Hablando del diablo...— —Sigo pensando que esto no va a funcionar, Jen. Ella es tan diferente—. —¿Por qué?— —¿Además de ser una drogadicta?— Laura colocó sobre el suelo su taza y flexionó sus dedos. — Veamos … ella tiene un carácter del infierno—. —¿Y tú nunca tienes tus malos momentos? Te puedo recordar que has tenido tus momentos de explosión— —Eso es diferente— Laura se defendió. —solo me pongo así cuando estoy bajo mucho estrés—. —¿Tú crees que no es estresante despertarse cada noche a causa de las pesadillas?— Observó a Laura moverse nerviosamente. —¿o el no tener conocimiento de dónde estará tu única hermana?— Jenny recibió un suspiro pesado en respuesta. —¿Bueno, y que más? — —Esa maldita cortina de baño. ¿Ya la viste? ¿A quién en el mundo le gustaría tener una cortina transparente para el baño? Tengo una gran vista del inodoro mientras me estoy bañando.— —Bueno, al menos puedes admirar la tapa peluda del inodoro—. —¡Ah! Ella no baja la tapa cuando termina. Me sorprende que recuerde al menos bajarle la palanca al inodoro—. Sonrió a Jenny quien intentaba no reírse. —Es solo que no entiendo por qué quiso una transparente—. 72
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—No lo sé— dijo Jenny atentamente. —¿qué más puedes ver además del inodoro?— —Nada. Solamente el lavamanos y la puerta—. Ella negó con la cabeza. —¿por qué quería ella ver eso?— —Porqué— Jenny se inclinó hacia adelante, —Sola, desnuda, vulnerable. ¿No puedes imaginar por qué ella necesita poder ver hacia la puerta todo el tiempo?—. —¿así es que ella necesita ver la puerta cerrada?— —Ella necesita sentirse segura, y eso significa cualquier cosa que la pueda mantener segura—. Jenny coloco su mano en la rodilla de Laura. —Así como tú te sientes segura cuando las cosas están limpias y ordenadas—. —No me gustan las drogas, Jen. Su último apartamento se incendió. Dijo que estaba durmiendo. ¿Qué tal si ella le prendió fuego durante una alucinación?— —Por lo que he podido observar, ella no le da a los alucinógenos. Ella sólo quiere sentirse insensible, no estar viendo cosas que no están ahí—. —No me digas, eso está mucho mejor— la escritora se mofó. —Aun así tiene problemas de drogas—. —Tienes que mirar los síntomas para ver el verdadero problema—. Dijo Jenny, incorporándose y tomando su taza de té. —Las personas que han sido severamente abusadas harán cualquier cosa para protegerse, no importa cuán irracionales puedan parecer para otros—. En vista de que Laura no quedó convencida, ella probó un acercamiento diferente. —Piensa esto de esta manera. Ella creció a lado de un padre abusador y su único aliciente aparentemente era su hermana. Piensa que tienes catorce años de edad y que lo único de lo que dependes en la vida te fuera arrebatado. Luego imagínate viviendo sola por tu cuenta, sin apoyo, a la edad de quince años—. —Es tan difícil de creer que un hombre pueda ser tan cruel con su hija—. —Con sus hijas— Jenny corrigió. —¿y cómo crees que él se comportaría con Crystal después que su hermana escapara?— Colocando la taza ahora vacía en el suelo, ella bajo su cabeza colocándola sobre el regazo de Laura. —¿es ella culpable de que nunca haya aprendido correctamente a manejar sus problemas y emociones?— —Creo que no tiene muchos amigos—. Dijo Laura. —¿Es decir, cuántas personas podrían socializar con ella?— —No muchos— Jenny admitió. —La mayoría probablemente la describirían completamente como un caso perdido—. Ella le dio a su ex-amante una mirada significativa. —Solo le dan la espalda y se marchan—. —¿No juegas limpio, lo sabias?— Se inclinó rozando el flequillo color castaño, y plantó un beso suave en la frente de Jenny. 73
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—Todo es por justicia y por amor, y trato de que veas las cosas que yo veo— Dijo Jenny con una sonrisa abierta. —¿Y dime, tendrás un poco de lavanda para un baño de espuma?— —Sip, hay un poco arriba en el armario. ¿Por qué?, ¿Estás pensando en tomar un baño?— —Inmediatamente después de ti—. Laura levantó su brazo izquierdo e inhaló con la nariz. —Supongo que necesito uno—. —¿Supones?— Después de correr por todo el campo todo el día y luego estar en ese bar lleno de humo un baño es necesario a menos que quieras dormir en el sofá esta noche—. Se enderezo y se desperezó, gimiendo mientras los tensos músculos protestaron por el movimiento. —Creo que sería bueno un largo baño ahora—. —Entonces ve tu primero. Me pondré al día con mi correo electrónico y escribiré algunas palabras. ¿Quieres el pijama azul o el rojo?— —El azul. Hace demasiado calor para usar franela—. —También podrías vestir al natural, sabes—. Laura meneó sus cejas lascivamente. —no me importaría—. —Oh, que sutil— Dijo Jenny sarcásticamente. Ella puso sus manos en los hombros de Laura y le señalo las escaleras. —Tal vez deberías tomar una baño de agua fría mejor—. —Brrr, no es gracioso.— —Tu solo ve arriba y pon tu mente a trabajar o escribe algo—. —Sí Madre—. —Hazlo— Jenny le advirtió en broma. —Mi amenaza de hacerte dormir en el sofá todavía sigue en pie—. Ella recogió las tazas vacías. —y no creas que dudare en hacerlo—.
********* Crystal daba golpes en su cama, la manta enredándose alrededor de sus piernas. En su sueño, su padre estaba acercándosele, gritando obscenidades. Sintiéndose atrapada, luchó más duro, los frenéticos movimientos finalmente la despertaron. Miró alrededor del cuarto, momentáneamente desorientada. —Maldición ...— Tomo aire profundamente, se restregó su cara con sus manos y sacó sus piernas fuera de la manta. Sus ojos adormilados apenas se abrían, se levantó de la cama y con caminar lento se dirigió al cuarto de baño. Cuando termino, Crystal apenas medio despierta apago la luz y giro a la izquierda, abrió la puerta y entro. En ese momento se dio cuenta de su error. ¿Tuviste suerte esta noche, Doc? Las dos mujeres estaban de cara a ella, el brazo de Jenny estaba envuelto protectoramente alrededor de la cintura de Laura. Crystal comenzó a salir pero se encontró incapaz de dejar de mirar. Pensé que eso sólo 74
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pasaba en las películas. Ella había visto a una mujer y un hombre durmiendo en la misma cama pero nunca había visto una pareja abrazándose tan cerca una de la otra y con tanta suavidad. No era que no hubiera más lugar donde poder dormir, era obvio que las mujeres quisieron dormir juntas. Molesta por la pesadilla y sintiendo envidia por el amor que Jenny y Laura compartían, Crystal finalmente se dio la vuelta y se dirigió de nuevo a su habitación. Esto apesta. Ahora estoy despierta sin nada que hacer, Crystal miró alrededor de su cuarto. ¿Dónde está? Pateó las mantas fuera de su camino, encontrando una bota y un calcetín pero no el perdido control remoto. Probablemente no haya nada que ver a esta hora de cualquier manera. Abrió las verticales persianas y miro afuera hacia el oscuro cielo. La luna daba poca luz, apenas suficiente para ver el contorno de los árboles que separaban el complejo del lago. Ella tomo sus cigarrillos y su encendedor antes de abrir la puerta de cristal corrediza y salió un momento al balcón. Sin darse cuenta de donde estaba la silla, Crystal choco contra ella, y las patas de metal rasparon contra la cubierta de madera. —¿Huh? ¿Qué pasa?— Laura murmuró, levantando su cabeza fuera de la almohada. Jenny levanto una mano y amablemente presionó la oscura cabeza de regreso a la almohada. —Shh. creo que Crystal está en el balcón—. La voz de Jenny era más clara, habiéndose despertado unos minutos antes por el sonido del inodoro y la puerta de la habitación abriéndose. —Vuelve a dormir, Cariño—. —¿Hmm? ¿Qué hora es?— —Es hora de que te relajes. Yo iré a ver si ella está bien—. Laura masculló algo ininteligible y rápidamente se volvió a dormir. Jenny espero un minuto y entonces lentamente se deslizo fuera de los cobertores. Crystal volvió su cabeza hacia el claro sonido de la puerta corrediza abriéndose. —no quise despertarte.— —tengo el sueño ligero— dijo Jenny mientras daba un paso hacia la cubierta y cogía una silla vacía.—¿Dime que te tiene levantada a esta hora?— —Tuve que orinar—. Ella frunció el ceño cuando vio a la terapeuta sentarse y poniendo los brazos en la mesa. —Esa es siempre una buena razón—. Hoo, hoo, hoo. —Suena como que no somos las únicas despiertas— Jenny observó. —Buenas noches, George—. Como si reconociera su nombre, el búho echó otros gritos en respuesta. —Cuando me sentía con un estado de ánimo melancólico, salía aquí fuera y lo escuchaba. —¿Tu?— Crystal bufó con incredulidad. —Venga, Doc. No te puedo imaginar haciendo eso—. —Todo el mundo tiene un día difícil … o una noche— ella sumó. —no dije que tuviera una noche difícil—. 75
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—No fue necesario que lo dijeras— Jenny contesto.—soy terapeuta, ¿recuerdas?— Crystal pasó sus dedos por su cabello, acomodando algunos mechones rubios rebeldes. —ya te dije que no me gustan las charlas profundas—. —No, a ti te gusta mantener todo encerrado en una botella— Jenny desafío. —¿Sabes cuál es el significado de ser insano? Es estar haciendo lo mismo una y otra vez esperando diferentes resultados—. Crystal se ofendió por las palabras. —¿Y tú piensas que hablar de eso es la solución?. Paty lo hizo y ella se ganó una enorme paliza. Toda tu terapia no va a cambiar lo que sucedió—. Ella arrancó un cigarrillo de su paquete y lo encendió, arrojando el encendedor sobre la mesa. —¿Así que solo quieres seguir existiendo en lugar de vivir?— Jenny negó con la cabeza. —Tu eres más fuerte que eso—. —¿Tu como sabes eso?— El resplandor anaranjado del cigarrillo brillo, luego perdió intensidad detrás de una ceniza gris. —Tú no sabes por lo que pase, por lo que Patty paso—. Gruñendo con frustración, tiró el cigarrillo sobre el barandal. —¿puedes hacer que las pesadillas desaparezcan?— —No— Dijo Jenny. —lo sabía—. Levanto sus manos al aire y se puso de pie. —Sólo tú puedes hacer que las pesadillas desaparezcan, Crystal—. Su mano se detuvo en la manilla de la puerta. —¿Cómo?— Ella se inclinó hacia adelante, presionando su frente en contra del frio vidrio. —he intentado— susurró, las palabras sonaron extrañas a sus oídos. —Algunas veces....— Algunas veces duele tanto.—no se irán—. Jenny se puso de pie y camino detrás de ella. —Se irán si tú las afrontas—. La mano de la terapeuta tocó su hombro y Crystal se sobresaltó involuntariamente. —No dejes que el pasado controle tu presente—. —Yo....— la mano en su hombro presiono alentadoramente. Crystal intentó pero no pudo recordar la última vez que alguien había sido tan gentil con ella. Su corazón golpeaba en su pecho. —No sé si puedo—. —Tal vez no lo creas pero yo si— Dijo Jenny suavemente. —da miedo dar ese primer paso pero créeme, es el más importante—. La mano, que le había calmado, ahora se movía en pequeños círculos en la espalda de Crystal. —¿cómo puedo hablar de esto con un desconocido?— El cuerpo de Crystal se puso rígido cuando la mano de Jenny comenzó a moverse, relajándose sólo ligeramente cuando la mano se detuvo en su hombro de nuevo.
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—Se inicia dando pequeños pasos. No tienes que dar un salto grande. Puedo recomendarte a varios buenos terapeutas que se especializan en asuntos de abuso infantil—. Crystal se puso rígida de nuevo y esta vez Jenny retiro su mano. Crystal se dio la vuelta. —pensé que eso era lo que tu hacías—. —Lo hago pero creo que no sería apropiado que yo te aconsejara. Eres la compañera de apartamento de Laura y ella es mi ex-amante—. —¿Y?— —Hay una confidencialidad que puede estar comprometida en lo referente a esa situación y no puedo permitirlo. No quiero tener que preocuparme por lo que Laura y yo hablemos acerca de ti o si tú y yo tenemos una relación profesional y social a la vez, no quiero que esa línea accidentalmente se confunda—. —Oh—. ¿Me dices que necesito ayuda y luego te rehúsas a ayudarme? Esto apesta. Tú simplemente no quieres ocuparte de mí jodida vida. Crystal agarró la manilla de la puerta. —Como sea. No te preocupes por eso —. —todavía podemos ser amigas y si alguna vez necesitas hablar...— —¿Para eso son las terapeutas, correcto Doc?— Ella sacudió con fuerza la puerta y entro. — Buenas noches—. Cerró la puerta y las persianas, dejando a Jenny parada en la cubierta del balcón. Algunos segundos más tarde Crystal escucho la otra puerta corrediza abrirse y cerrarse, seguido por voces apagadas y luego silencio. Eso es, Doc. Ve a abrazarte con tu novia. No tienes por qué preocuparte por mí. Se recostó en su cama, hasta entonces recordó que sus cigarrillos y su encendedor se habían quedado fuera sobre la mesa. Joder. Apagando la luz y dándose la vuelta, Crystal dio dos puñetazos a su almohada antes de acomodarse finalmente. Las palabras de Jenny rodaban por su mente. —Si alguna vez necesitas hablar...— —Necesito hablar— susurró en la oscuridad.
********* Varias cosas después.
********* Crystal cogió el cordón, alertando al chofer que quería bajarse en la siguiente parada. Mirando el papel que arrancó de la guía telefónica, comprobó dos veces la dirección y se bajó del autobús. El grupo de oficinas del edificio hizo aparición justo delante de ella, los grandes números de piedra en el frente confirmaban que era el lugar correcto. Fue entonces cuando su miedo apareció de nuevo. No puedo hacer esto. No puedo decirle lo que sucedió. Dándose cuenta que ella ya estaba frente a las puertas, Crystal cambió de dirección y comenzó a caminar por la calle. 77
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Esto es estúpido, ella pensó mientras se alejaba del edificio. ¿Qué bien me haría hablando de lo que paso de cualquier manera? Ella dio vuelta a la izquierda en la esquina, ajena a lo que pasaba a su alrededor. Jenny no puede hacer que todo esté mejor. Ella no puede curar el dolor. ¿Así que, que es lo que hace entonces por sus pacientes? No seguirían viéndola si ella no hiciese algo para ayudarlos. Tal vez el hablar ayuda. Ella volvió a recordar la conversación de anoche con Jenny, sin rumbo iba doblando las esquinas y se dio cuenta de que solo le había estado dando vueltas a la manzana, yendo a parar de nuevo a la parte delantera del edificio del cual se sentía temerosa de entrar. Prendió un cigarrillo, Crystal caminó nerviosamente con pasos lentos y largos fuera por varios minutos antes de finalmente entrar y subir al segundo piso. Las letras en el brillante cristal decían, J Foster, CSW*, CAC*, Licenciatura en Acupuntura. Qué diablos. Con gran determinación, Crystal giro hacia abajo la agarradera y dio un paso adentro. —¿En qué puedo ayudarle?— La recepcionista preguntó amablemente. —Um, tengo una cita con la Señorita Foster a las tres en punto—. Miró nerviosamente el reloj en la pared. Cinco minutos antes de las tres. —Usted debe ser la Señorita Peaks— dijo la recepcionista. —Tome asiento. La Señorita Foster está un poco retrasada—. La mujer pelirroja tomó un sujetapapeles con algunos documentos adjuntos. —Usted puede llenar esto mientras espera. Necesitamos su información de seguro y algunos otros datos vitales—. —No tengo seguro. Voy a pagar al contado—. —Oh, está bien. Tenemos un listado de honorarios. Asegúrese de complementar la sección tres—. Crystal se sentó en una silla y comenzó a llenar la forma. Ella había usado su nombre artístico para obtener la cita pero puso en la parte de abajo de la forma Sheridan, sabiendo que Jenny la reconocería al instante. Dejó vacío el espacio donde se pedía información de un contacto para emergencias, dolorosamente admitió que no tenía a nadie a quien poner. A nadie le importa si algo me pasara, pensó tristemente. Devolvió el portapapeles a la recepcionista y regresó a su asiento. Era obvio que todo el material de lectura en la sala de espera de los clientes de Jenny era dirigido a las mujeres. Un pequeño folleto sobre la mesa trataba de como las mujeres debían hacerse su exploración mensual de mama. Las revistas estaban todas orientadas hacia las mujeres y varios pósteres de auto-afirmación adornaban las paredes rosadas. Crystal tomo una copia de Deportes para mujeres y estaba leyendo un artículo sobre una jugadora de basquetbol femenina cuando Jenny entro en la habitación. —¿Crystal?— Ella lanzó la revista sobre la mesa y se puso de pie, ahora mucho más nerviosa que antes. —Yo… um ...— —Vamos a mi oficina—. Jenny abrió la puerta y se apartó, su cara no revelaba nada su estado de ánimo. 78
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Crystal entró en la oficina y se dio cuenta de que no era lo que ella esperaba. El escritorio estaba situado pulcramente en una esquina, mirando hacia la pared. Un sofá de cuero colocado de frente a una silla que hacia juego con los otros muebles. Varios cojines coloridos estaban esparcidos junto con casi una docena de almohadas. En la pared estaban varios diplomas, el nombre Jennifer T. Foster claramente visible. —Toma asiento donde tu desees— Dijo Jenny en un tono cortés. Crystal escogió el asiento reclinable, haciendo a un lado los cojines y sentándose rígidamente. La mujer de cabello castaño lo noto y se sentó en el sofá.—¿Te apetece algo de agua o jugo?— —No—. ¿Qué estoy haciendo aquí? Ella debe pensar que soy una lapa. No debería haber venido. —Lo siento. No debí haber venido aquí —. Comenzó a levantarse del reclinable pero Jenny la detuvo con un gesto de su mano. —Un momento. Puedes permanecer sentada si quieres. Todavía tienes cuarenta y cinco minutos— —Bien— —Crystal, te dije que te podía recomendar a varios buenos terapeutas porque yo...— —Ya se lo que dijiste— ella interrumpió. —Pero...— Apartó la mirada, enfocando su atención en un cojín verde vivo. —No puedo hacer esto con un desconocido. No sé siquiera si lo puedo hacer contigo— ella agregó con su voz apenas en un susurro. Su corazón palpitaba más rápido y el deseo de salir corriendo crecía. —Tal vez debería irme—. —No puedes estar huyendo por siempre, Crystal. Llega un momento en el que es más difícil estar huyendo que resistir y afrontar tus demonios—. La terapeuta se inclinó hacia adelante, apoyando sus antebrazos sobre sus rodillas. —No te puedo aceptar como cliente. No sería justo para ti—. ¿Justo? El miedo fue opacado por su rápidamente creciente temperamento. —¿Justo? ¿Quieres hablar de justicia?— Agresivamente se recostó en el reclinable y abrazó sus rodillas sobre su pecho. —¡No he tenido un solo día justo en mi vida desde que desgraciadamente nací! Todas las personas que he conocido me han jodido, ¿por qué serias la excepción? ¿Crees que es justo que yo tuviera que escapar por culpa de toda la mierda que él provoco? ¿Crees que es justo que el haya orillado a Paty a que huyera? ¿Crees que debo de ser castigada solo porque a ti y a Laura les gusta jugar en la cama debajo de las sabanas?— Ella coléricamente pateó sus piernas, parpadeando para que las lágrimas no salieran. —no es justo—. Una lágrima solitaria se escabulló y se giró a un lado, esta vez clavando los ojos sobre un cojín rojo. —Maldita sea—. —Tienes razón— Dijo Jenny después de un largo silencio. —Lo que sucedió no es justo y no fue tu culpa—. Ella contestó amablemente, consciente del estado vulnerable de la stripper, —no estoy tratando de lastimarte o castigarte de ninguna forma—. Ella hizo una pausa. —La confianza es un asunto importante con mis clientes—. —¿si yo no viviera allí, me ayudarías?— —Por supuesto. No es que yo no quiera ayudarte, Crystal, lo hago—. 79
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—Así que estoy jodida de nuevo— la stripper dijo abatidamente, cayendo sobre el reclinable totalmente derrotada. —Está bien, Doc. No hay problema—. —Déjame darte los nombres de algunos que están muy cualifi ...— —No te molestes— Dijo Crystal despectivamente. —Sabía que era estúpido pensar que podía solucionar esto—. Ella se secó las lágrimas con la manga de su blusa y se puso de pie para retirarse. —No, no es estúpido— Dijo Jenny, haciendo una señal para que se sentara. —Valiente—. Ella dejó a un lado el portapapeles. —se requiere coraje para curarse—. Hizo una pausa, esperando que Crystal la mirara. —Si acepto verte, hay ciertas reglas que deben quedar claras para empezar—. La stripper tragó saliva e inclinó la cabeza, sus emociones se le atravesaban en la garganta como para permitirle hablar. No quería hacer o decir nada que pudiera romper la débil esperanza. —Lo más importante es saber que cualquier cosa que se diga en esta habitación se queda en esta habitación. Este es un lugar seguro para ti. Nada que me digas aquí será de nuevo repetido al menos que trates de dañarte tú misma o a otros. Puedes llorar, gritar todo lo que quieras. Las paredes están aisladas así que nadie en el área podrá escucharte.— —Está bien, Doc—. Como si fuera a llorar o gritar, pensó dudosamente, frunció el ceño cuando recordó que apenas sólo unos minutos antes ella estaba próxima a romper a llorar. —tengo ciertas expectativas también —. Crystal aspiró profundamente y estaba lista para protestar. Jenny se puso de pie y caminó hacia el escritorio, abrió una gaveta y saco un pequeño libro grueso. Al principio Crystal pensó que era una Biblia hasta que miro las flores y aves en la portada. —Éste es un libro diario de meditación. Espero que leas el pasaje correcto cada mañana y otra vez en la noche—. Crystal tomó el libro y lo abrió. Cada página estaba etiquetada con el mes y las citas, pero no por día. —¿quieres que medite?— —no estoy hablando de cánticos o yoga— Dijo Jenny. —Toma diez o quince minutos en la mañana para leer y pensar acerca del tema del día—. ¿El tema? Curiosa, Crystal miro de nuevo. Cada día se enfocaba en un diferente problema o sentimiento. El desánimo, la autoestima, la vergüenza, la culpabilidad, y la cólera eran algunos de los temas para los siguientes cinco días. —Parece una lectura divertida— dijo sarcásticamente. —No se supone que sea divertido, se supone que te debe hacer pensar. Esto no va a ser fácil, Crystal. Si quieres cambiar entonces tienes que hacer algunos cambios—. La stripper siguió pasando las páginas mientras Jenny continuaba. —Recuerda, ser insano es estar haciendo la misma cosa una y otra vez y esperar diferentes resultados—. 80
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—¿te gusta esa frase, verdad Doc?— —Me gustan muchas frases. Esa es uno de mis favoritas—. Ella se reclinó en el sofá y metió sus pies debajo de ella. —¿Cómo funciona esto? Me haces preguntas y yo contesto o qué? Nunca he hecho esto antes—. —No estás en la oficina del director aquí, Crystal. Lo haremos de la forma que te haga sentir más cómoda, ese es el punto—. —¿el punto?— —El cambio es incómodo y aterrador. No voy a dejar que ese miedo aumente. Te presionare de vez en cuando pero lo haré solo porque me preocupas, y no con el deseo de causarte dolor —. Una leve sonrisa se asomó en sus labios. —te conozco, Señorita Sheridan, sé que puedes ser muy testaruda como el infierno—. —y a mí me da la impresión de que puedes ser un dolor en el trasero si te lo propones— Crystal le dio una sonrisa igual. —Algunas veces Paty me presionaba para que hiciera mi tarea o algo. Desearía haberle hecho caso en ese entonces—. —¿Tu hermana te alentaba a cumplir con tu tarea? ¿Dónde estaba tu madre?— Con esa pregunta se ganó un bufido burlón de la rubia. —¿Mi madre? Oh, quieres decir la borracha que se la pasaba en la habitación todo el tiempo viendo tv por cable con su doggie dew*—. —¿doggie dew?— —Mad dog*, twenty-twenty* y Mountain Dew*. Toda esa mierda—. —suena que es justo eso— Jenny estuvo de acuerdo. —¿bebía tu padre también?— —Cualquier cosa que estuviera de oferta esa semana—. Crystal escucho la furia en su propia voz y tomo una aspiración profunda. —Después de que Paty se fue, él comenzó a tomar whisky—. Y yo, ella agregó silenciosamente. —Regresemos un poco— Dijo Jenny. — Ayúdame a asegurarme de que tengo la información correcta ¿Tu hermana se escapó cuando ella tenía ...?— —Diecisiete—. Ella asintió con la cabeza. —y tu cuando escapaste tenías...— —Quince y medio—. —¿en qué grado estabas?— 81
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—A mitad del noveno grado. Debería haber estado en décimo pero quede debiendo un año—. —¿Regresaste alguna vez?— Crystal miró los diplomas en la pared y sacudió su cabeza. —estaba demasiado ocupada intentando vivir día a día para preocuparme por la escuela—. Ella miró la costura de la silla, demasiado avergonzada como para mirar a Jenny. —No lo hice bien cuando estuve ahí, así que ¿por qué molestarme? Puedo leer y puedo escribir. Con eso me las puedo arreglar—. —¿Te conformas con lo que haces? ¿Solo ganar dinero para pasar la semana y no pensar en el futuro?— —¡es todo lo que tengo!— Crystal exploto. ¿Que no lo captas? No soy nada. —Me quito la ropa por dinero porque es en lo único que soy buena. No puedo hacer mejor dinero en ninguna otra parte—. —Entonces necesitas hacer lo que sea para hacer eso posible. ¿Qué edad tienes, veinticuatro?— —Veinticinco—. —Veinticinco. ¿Cuántos años más piensas que puedes seguir de stripper? ¿Cuánto tiempo más pasara para que sigas siendo stripper y ya no te sea suficiente para poder pagar las cuentas? ¿Qué vas a hacer cuando eso pase?— Crystal agarró con fuerza los brazos del reclinable, sus defensas cayendo ante el tono retador en la voz de Jenny. —Vamos, Crystal. ¿Qué cosas has hecho por ti misma que no te haga terminar como un numero más de las estadísticas?— Jenny esperó algunos segundos por una respuesta, luego continuó. — ¿bien, qué cambios estas dispuesta a hacer para no ser parte de las estadísticas?— —no lo sé—. —Otra regla, Señorita Sheridan. No permito —no lo sé—. Hagamos otro intento. ¿Qué cambios estas dispuesta a hacer para que no termines muerta en algún lugar con una jeringa en el brazo?— —soy demasiado grande ya para volver a la escuela—. —Respuesta equivocada. Puedes estudiar en casa para poder hacer un examen equivalente. Pasándolo obtienes un diploma de bachillerato que tiene el mismo valor. Puedes de hecho bajar material de investigación de internet—. —no tengo una computadora—. —Pero las tienen en la biblioteca— Jenny afirmo. —no permito excusas tampoco—. —no vine aquí para que me sermonearan para volver a la escuela— Dijo Crystal. ¿Qué demonios tiene esto que ver con las malditas pesadillas? 82
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—¿Dime, a que viniste aquí?— —¿qué?— Tú sabes a que vine aquí. ¿Por qué me presionas de esta manera? Jenny repitió la pregunta. —¿Porque viniste aquí? ¿Qué es lo que esperas lograr?— —Tú lo sabes.— —Dímelo.— —Tú lo sabes— Crystal repitió coléricamente. —Dilo.— —Quiero que esto pare— contesto. —Quiero que desaparezcan las pesadillas. Quiero que desaparezcan los malos recuerdos. ¡Quiero que el maldito dolor desaparezca!— —¿Y qué vas a hacer para cambiar eso?— Jenny pregunto, desconcertada por el despliegue de emociones. —¿Qué cambios estas dispuesta a hacer para que el dolor desaparezca?— Crystal se volteó, presionando con fuerza su mandíbula y rehusándose a contestar. —Te dije que no sería fácil— Dijo Jenny. —Nadie más puede hacer el trabajo. Es decisión tuya hacer cambios y tomar decisiones difíciles tomando en cuenta como está tu vida. Ya no eres esa pequeña niña desvalida de quince años—. —Ahora soy una chica totalmente perdida de veinticinco años— Crystal susurro, rehusándose a mirar a la terapeuta. —¿Es eso lo que intentas decirme?— —No, pienso que es lo que tú estás intentando decirme— Dijo Jenny gentilmente. —Creo que es suficiente por hoy—. —Pero....— Crystal miró su reloj de pulsera. — todavía tengo cinco minutos—. —Tiempo suficiente para que hablemos de algunas otras reglas—. —Oh yupiiii—. Aquí viene. —sabía que te gustaría esta parte—. Crystal rodo sus ojos y levantó una ceja hacia la mujer de cabello castaño. —Primero, nada de bebidas o drogas antes de la cita. Éste es un trabajo serio y no me gusta perder el tiempo con alguien que no toma esto en serio también—. —Bien—. Solo me asegurare de programar las citas por la mañana.
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—Segundo, hay una manera correcta e incorrecta de manejar la cólera. Te dije que este es un lugar seguro y puedes gritar todo lo que quieres, pero … — La terapeuta levantó su dedo. —Las únicas cosas que puedes tirar o golpear son las almohadas—. Crystal inclinó la cabeza en acuerdo. —y no solo aquí— Jenny agrego. —En casa también. Consíguete un cojín o una muy rellena almohada—. —¿Bien, alguna otra cosa?— —Consíguete un cuaderno de apuntes, uno grueso. Quiero que escribas un diario en el—. —¿quieres que escriba un diario?— ¿Estás loca?¿Escribirlo puede hacer que alguien pueda leerlo. Ella negó con la cabeza. —De ninguna manera—. —Ok. Escribe cuando quieras pero al menos hazlo una vez al día—. —¿Acerca de qué?— —Cualquier cosa que quieras. Cómo te sientes, como va tu vida, cualquier cosa que desees escribir—. Jenny se puso de pie y tomó el libro de las manos de Crystal. Encontrando la página correcta, ella se lo dio de regreso. —Todavía tienes algunos minutos. El tema de hoy es la autoestima. Léelo ahora y de nuevo a la hora de acostarte. Léelo en la mañana cuando te hayas despertado y otra vez a la mitad del día. Date diez o quince minutos tres veces al día para leer las meditaciones y pensar acerca de ellas—. —¿Y esto va a ayudar, Doc?— —Recuerda lo que dije de ir paso a paso. Lee las meditaciones tres veces al día en toda la semana entrante y luego hablaremos de ellas—. Caminaron hacia la puerta y Jenny apoyó su mano sobre la manija curvada. —Usualmente mis clientes se ganan abrazos cuando terminan una cita—. De ninguna manera. Crystal dio un paso hacia atrás. —no soy de las que abrazan—. Jenny levantó sus manos. —Ok. Simplemente te digo que los abrazos siempre son bienvenidos—. Ella puso su mano en la manija otra vez. —Una última cosa. Todo lo que se dice aquí es personal y es una relación profesional, lo digo en serio. Podemos hablar de muchas cosas aquí pero si nos encontramos en los juegos de softbol o cuando este con Laura, solo seremos Jenny y Crystal, entendido?—. —¿Eso quiere decir que ya no me ayudaras si tomo algunas bebidas de más después de algún juego?— —Lo hare si te comportas responsablemente y no conduces y te pongas tu misma en situaciones peligrosas—. Ella abrió la puerta. —Te veré aquí la próxima semana—. La próxima semana. Ya lo dijo. Jenny había acordado ayudarla. Ella hizo una pausa en la puerta. — ¿Hey Doc?— —¿Hmm?— 84
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—Gracias—. Crystal forzó una sonrisa. Dentro de ella se sentía emocionada y asustada. —Yo…yo no sé si puedo hacer esto pero lo intentaré. Solo no te decepciones de mí si no lo logro, ¿ok?— —Cristal ...— La mano de Jenny trató de alcanzar su hombro. —Te dije que esto no sería fácil. No espero perfección y tú tampoco lo esperes. Lo que importa es que aprendas de tus errores y lo intentes de nuevo—. Ella guio a Crystal al escritorio de la recepcionista. —¿Catherine, podrías por favor programar citas regulares para la Señorita Sheridan?—
********* —En una ráfaga de fuego…— Laura arrugó su frente. —En una ráfaga de fuego…—Sacudiendo su cabeza, presiono la barra para borrar repetidamente. —Suena como si fuera una película de gánsteres. —Su espalda estaba comenzando a dolerle por estar sentada en la misma posición por mucho tiempo, pero la fecha tope estaba ya muy cercana como para poder relajarse. —Las balas parecían una lluvia sobre…no no no no.— Suspirando fuertemente, borró la oración y se quedó mirando la pantalla. Odio escribir acción. Vamos solo dame una buena frase hoy. —La policía abrió fuego, rociando a los terroristas con una lluvia de balas.—Bien, eso está mejor. ¿Y luego que?— El cursor parpadeaba repetidamente mientras los segundos pasaban. —Bien.— Comenzó a escribir. —La policía abrió fuego… —¿Por qué abriría fuego sin saber dónde están los rehenes?— Restregó su cara vigorosamente y miro sorprendida la hora sobre la pantalla. —Grrr.— —No puedo creer que sea tan tarde ya—. El pronunciado bostezo y sus ojos confirmaban lo mismo. Era ya más cerca de la madrugada que medianoche y si daba un vistazo a lo que había en la pantalla sabría que en realidad mostraba muy poco para el prolongado esfuerzo que había hecho. Los segundos se convirtieron en minutos pero ninguna palabra más apareció sobre la pantalla de la computadora. Frustrada, Laura empujo el teclado y recostó su cabeza hacia atrás, viendo solo el cielo raso. —Bien, pensemos sobre esto— dijo en voz alta, como si el escuchar sus palabras la ayudara un poco a enfocar las cosas. —Los rehenes están en el segundo sótano pero la policía no sabe eso. ¿Entonces dónde cree la policía que están cuando los pistoleros salen disparando?— ¿Necesitan aun estar en el almacén?¿Si no están allí, dónde los pongo?¿Necesito aun a los rehenes?¿Por qué roban el banco en primer lugar?. ¡—Oooh, odio esto—! Poniéndose derecha en su asiento, Laura se colocó de nuevo delante del teclado. La presión para poder terminar la escena y terminar el capítulo a tiempo no estaba ayudando en nada a su creatividad. Bien, solo tengo que pensar por un minuto. Para su sorpresa, la puerta principal se cerró, anunciando que Crystal llegaba a casa del trabajo. Escuchó como la puerta del refrigerador era abierta, luego cerrada otra vez, recordándole a Laura que tenía que hablar con su compañera acerca de cuándo se terminara la leche se debía de anotar en la lista de comestibles para comprar. Pesados pasos subían las escaleras, deteniéndose al llegar arriba. —estoy despierta— Dijo Laura, preguntándose que causo qué Crystal se detuviera en lugar de seguir hasta su habitación. —Estas levantada muy tarde—. La voz del otro lado de la puerta le contestó. —La fecha tope hace que este aun despierta—. Ella se restregó los ojos y se reclinó. —¿cómo estuvo el trabajo?— 85
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—Solo fue trabajo. Buenas noches—. —Buenas noches—. ¿Qué te pasa? El tono derrotado en la voz de Crystal le preocupo. Laura abrió las persianas y deslizo la puerta, dejando en su lugar el mosquitero. Por si acaso ella quiere hablar, la escritora se dijo a sí misma. Varios minutos pasaron y Laura decidió averiguar que pasaba cuando escucho la puerta abrirse y a Crystal salir hacia fuera. Sabía que algo estaba mal. Apagando la computadora, salió hacia el balcón. El resplandor anaranjado del cigarrillo era la única luz en la oscuridad al lado de Crystal. Soplo de pronto un aire muy frio y Laura se abrazó a si misma al sentir la ráfaga de viento. —Brrr, no me percaté que estuviera tan fresco aquí fuera esta noche—. —Uh huh—. —¿te gustaría algo de compañía?— —no soy buena compañía esta noche— Dijo Crystal abatidamente. —Está bien, yo tampoco lo soy—. Cogió una silla y se sentó, gimiendo mientras lo hacía. — Simplemente ya no puedo estar viendo esa pantalla por más tiempo—. —¿la Pantalla?— La stripper miró a Laura. —¿qué hay de malo con la pantalla?— —Sí , la pantalla de mi computadora. Estoy en una intensa lucha por lograr escribir un párrafo—. —Oh—. Laura observó como la punta del cigarrillo brillaba con una llamarada, luego se oscureció al igual que su compañera. No estás de buen humor como para hablar ¿no es así?. Mientras se debatía en intentar iniciar una conversación de nuevo, se sorprendió cuando Crystal hablo. —¿Puedes entrar a Internet con esa cosa?— —A 1 Giga cuando todo el mundo en la ciudad no está en línea— Dijo Laura orgullosa. —Uh huh—. ¿No tienes ni idea de lo que te estoy hablando verdad? —Así es, puedes entrar a internet con esa cosa. ¿Por qué?, ¿Te sientes con deseo de navegar un rato?— —¿Navegar?— —De hacer búsquedas, mirar diferentes sitios—. Laura mentalmente se reprendió así misma por no decirlo más claramente. —¿Buscas algo en específico?— —¿Um, no.... ¿tienes que pagar para usarlo?
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—pago una retribución mensual y tengo acceso ilimitado—. Que bien. Era la primera vez que Crystal se mostraba interesada en algo que a ella le gustaba. Laura se puso derecha y apoyó sus brazos sobre la mesa, sus ojos ajustándose lo suficiente en la oscuridad para poder ver el contorno de la cara de Crystal. Creo que comprare algunas velas para la mesa la próxima vez que vaya de compras. —Puedes usarlo si quieres, solo no hagas ninguna descarga— —Naaa, solo sentía curiosidad. No sé cómo usarlo de cualquier manera—. —Bueno, tienes que aprender alguna vez. ¿Por qué no ahora?— —No lo sé— Crystal contesto con vacilación. —es tarde y es probable que estés cansada—. —Si me voy a la cama ahora, solo daré vueltas en ella toda la noche. Realmente, estoy completamente despierta—. —Tal vez solo podrías mostrarme cómo hacerlo y después podría ir a la biblioteca y usar alguna computadora de allí—. Crystal apagó su cigarrillo en el cenicero y se puso de pie. —¿no interferiré con tu escritura o algo?— —Difícilmente— Laura bufó. —tendré suerte si logro terminar dos párrafos esta noche—. Se levantó y abrió la puerta de tela metálica. —Venga, será divertido—. Una vez dentro, Laura abrió el cajón del escritorio donde se encontraba el teclado de su ordenador y tomo asiento. —Adelante— ella dijo, señalándole la silla. —no sé nada sobre esto— Dijo Crystal mientras miraba por encima del enorme monitor, el CPU y la impresora. —¿éste es el mouse, correcto?— —Yeap, aunque está programado para personas zurdas. Presiona el botón derecho para dar click sobre algo—. —¿Se supone que debe de ser del otro lado para las personas diestras?— Ella movió cautelosamente el mouse sobre la superficie suave del mousepad. Sus ojos verdes se ensancharon cuando observo como el puntero en la pantalla imitaba sus movimientos. —No lo sé. Parece tan fácil para usarlo de este lado—. —Lo es. Es solo cómo te acostumbras, supongo. Mi mamá también es zurda y ella siempre se aseguró de enseñarme de ese modo. Pongámonos en línea y te mostraré cómo buscar en la red—. Levantándose ligeramente, Laura coloco entre sus piernas el teclado y acerco más la silla de Crystal. —¿Ves ese globo amarillo en la parte superior de la pantalla? Da un click sobre eso—. —¿así que muevo el puntero hacia arriba … y doy un click sobre este botón?— —Sí, tienes que dar doble click sobre eso—. Observo el cursor ir despacio torpemente de arriba abajo por la pantalla, Laura hizo un esfuerzo para no sonreír burlonamente. Le tomo a Crystal dar tres clicks para abrir el programa.
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—¿qué hice?— La stripper preguntó nerviosamente cuándo las ventanas y los programas comenzaron a abrirse de pronto. Esta vez Laura no pudo contener su risa. —Nada. Hago que estén disponibles todos los programas necesarios en cuanto entro al sistema—. —Me pudiste haber advertido— Dijo Crystal con una mirada un poco amenazadora. —Debí hacerlo— admitió. —Pero fue más divertido verte saltar fuera de tu asiento—. Laura tomo el control del mouse. —¿ves este botón aquí? Un click y la pantalla cambia. Ok, escribe cualquier cosa que quieras buscar en el recuadro—. Laura se recostó y esperó a que su compañera introdujera alguna información. Crystal tecleo con sus dedos índices. —Demonios. ¿Cómo borras en esta cosa?— —Usa la tecla de retroceso—, arriba del lado derecho justo abajo de la tecla F12—. —¿Dónde? No veo ninguna tecla que diga retroceso—. —Oh, la tecla ya está desgastada. Ella se apoyó para señalarle la tecla. —Suelo usar a menudo la tecla de retroceso—. —¿cometes muchos errores?— —Prefiero no pensar tanto así de que cometo muchos errores— Dijo Laura sintiéndose más relajada con su compañera. —Realmente tiendo a reescribir una escena varias veces antes de quedar totalmente satisfecha—. —Suena como a mucho trabajo— Dijo Crystal, sus ojos mirando rápidamente sobre el teclado en busca de la tecla correcta. —Lo es— Dijo Laura, señalando la posición de la tecla N. —Pero también es divertido—. —¿qué clase de historias escribes?— —En su mayoría de misterio y de suspenso, pero ocasionalmente he escrito historias cortas para revistas cuando ando ajustada de dinero—. Que es la mayoría de las veces, ella silenciosamente agrego. —¿Ok, y ahora qué?— Laura miró las palabras de búsqueda. —¿La página de Educación del estado de Nueva York? ¿Que estas exactamente buscando?—. —Solo estoy mirando— Dijo Crystal, colocando un mechón de pelo rubio detrás de su oreja. — Alguien me dijo que podía obtener alguna información acerca de algo—. No me digas, eso está perfectamente claro. —Bien pero quizá si me dijeras que es lo que estás buscando específicamente, podría ser más fácil de encontrar la información—. 88
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—Alguien me dijo que podría obtener los cursos del GED* sin tener que volver a la escuela—. Repentinamente Crystal encontró un interés especial en sus cutículas. —Me dijeron que había manera de estudiar para el examen sacando la información del internet—. —Hmm, estoy segura de que así es—. Mmh, ahora entiendo. ¿Cuántos años tenía ella cuándo escapo? —Aún debe haber guías de estudio para que las puedas imprimir. Tengo suficiente tinta y papel— ella ofreció. —Um.... ¿Te puedo preguntar algo?— Crystal se encogió de hombros. —supongo que si—. —Cuando escapaste, ¿cómo le hiciste para sobrevivir? Debiste haber necesitado documentos para poder obtener un trabajo en dondequiera y está por supuesto la preocupación de que un oficial te descubriera por ser menor—. La mujer más joven vaciló antes de contestar y cuando lo hizo, deliberadamente miro a cualquier parte menos a Laura. —¿Realmente quieres saber la respuesta a esa pregunta?— ¿Qué diría Jenny en esta situación? —Um, solo si tú quieres decírmelo— Bien.....esa fue una contestación correcta, Laura se dijo a sí misma. —Digamos que en algunos trabajos no se requieren papeles para trabajar o identificación—. —Oh—. La escritora cambió de posición con inquietud y ahora fue ella quien fue incapaz de mantener cualquier contacto visual. Crystal comento una vez que el striptease fue solo un paso más arriba. —Entiendo, bueno.....um......— Negando con la cabeza, Laura quedamente admitió, —no sé qué decir—. —No hay nada que decir de cualquier manera— Crystal se encogió. —hice lo que tuve que hacer—. Ella movió el mouse. —¿y ahora qué sigue?— Le tomo a Laura un segundo para poner a funcionar sus engranajes mentales y fijar la atención en la información en la pantalla. —Pon el puntero sobre la búsqueda y da un click sobre él—. Ella miró todos los temas sobresalientes y negó con la cabeza. —Tienes que desplegar la página hacia abajo—. —¿Ahora me lo podrías decir en español?— Ella le sonrió ante su error, complacida de ver la cara de confusión de Crystal. —Lo siento. Se me olvidaba. Es solo parte del vocabulario que suelo utilizar. No estoy acostumbrada a que las personas sean capaces de entender de lo que les estoy hablando—. Ella le explicó cómo navegar por la pantalla, dándose cuenta para su sorpresa que Crystal aprendía rápido y raras veces necesitó explicarle las cosas más de una vez. En algunos minutos más encontraron un sitio que ofrecía los programas de estudio. —Esto es perfecto— ella dijo. —Mira esto—. Excitada por el descubrimiento, Laura sin darle importancia se apoyó para asumir el control del mouse. —Puedes trabajar en cada tema hasta que estés lista y hacer un auto examen al final. Eso lo facilitará. Aquí— . Ella dio un click sobre un enlace. —Mira todos los módulos disponibles—. Los ojos de Crystal se ensancharon. —nunca seré capaz de aprender todo eso—. 89
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—Por supuesto que puedes. No es tan difícil como parece—. —Fácil para ti decirlo. Tú tienes una Licenciatura de la Universidad. Yo ni siquiera termine el noveno grado—. — Oye, no nací con esa Licenciatura, ¿sabes?. Tuve que aprender todo también—. Ella dio un click sobre el mouse otra vez. —No tienes que aprender todo al mismo tiempo. Intenta hacer uno de los módulos. ¿En qué temas eras buena?— —No lo sé. Realmente nunca puse mucha atención en la escuela—. Crystal se encogió en un gesto ya familiar. —estoy sorprendida pues sólo falle en un grado—. Ella empujó hacia atrás la silla, colocando su tobillo izquierdo en la rodilla derecha. —no soy estúpida o algo así, es solo que estudiar y hacer la tarea en ese entonces no era importante para mí—. Ella entrelazó sus dedos y los apoyó sobre su regazo. —Apuesto que tú fuiste una estudiante sobresaliente. Obtenido puras A y todo eso—. —Bueno, en su mayor parte fueron A— Laura admitió. —Uh huh—. Dijo Crystal sabiendo que era así. —¿A dónde fuiste, Harvard o Yale?— —A ninguna— ella contestó. —Se suponía que iría a Punta Oeste* pero termine yendo a Colgate*—. —¿A Punta Oeste? Oh, ya me parecía. Eres una pequeña diablilla Militar. ¿Y por qué no fuiste allá?— —es muy largo de contar—. Viendo la apariencia expectante en la cara de Crystal, Laura movió su barbilla señalando hacia el balcón. —Vayamos allí afuera. Será más cómodo—. —¿Qué pasó?— Crystal preguntó una vez que ya estaban en el balcón. —Bien. Tienes que entender que la vida militar no es la misma que la vida de civil. Las cosas no se manejan tan fácilmente—. Laura agradeció la oscuridad, haciéndole más fácil contar su historia. —La apariencia lo es todo y los chismes se mueven a través de las tropas más rápido de lo que te puedes imaginar. Era una sénior en la escuela secundaria y mi padre había sido situado en West Point cuatro meses antes. En el otoño tienen un baile de etiqueta para celebrar durante el fin de semana el regreso a casa. Mi padre me arregló una cita para salir con un cadete de cuarto año llamado Eugene Watkins—. —¿Eugene?— Crystal bufó y buscó sus cigarrillos. —¿Por qué alguien avergüenza a un niño con un nombre como ese?— —Probablemente porque él fue Eugene Watkins tercero, el nieto del General Eugene Watkins y el hijo del Capitán Eugene Watkins—. —Aun así es una razón pésima para llamar a su niño Eugene—.
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—De cualquier manera, el ego del Cadete Watkins estaba sólo empequeñecido por sus hormonas, especialmente después de haber tomado varios sorbos de no sé qué licor que llevaba escondido en su chaqueta. Después de pasar la mayor parte de la noche hablando de sí mismo, el Señor personalidad pensó que tenía derecho a más que sólo unos cuantos bailes formales—. —¿Quieres decir que él intentó ...?— —Oh sí, ciertamente lo intentó— Laura dijo. —Dimos un paseo por la base y él hizo todo lo posible por abrazarme. Yo lo empujé y comencé a caminar de regreso, dispuesta a dejarlo pasar sólo como una mala cita, pero él no se dio por vencido tan fácilmente. Me empujó contra un árbol e intento meter sus manos por debajo de mi vestido. Ahí fue cuando grité y le di con la rodilla—. —Bien, el bastardo se lo tenía merecido— dijo Crystal, dando una larga calada a su cigarrillo. — Deberías haberle pateado las pelotas—. —Hubiera deseado haberlo pensado mejor en ese momento— Laura admitió. —Darle con la rodilla no fue suficiente para quitármelo de encima. Me derribó al suelo y comenzó a golpearme. Otro cadete escuchó mis gritos y corrió hacia mí. Si él no hubiera estado paseando por ahí, dios … estábamos demasiado lejos del resto de la fiesta —. —¿Supongo que como era el nieto del General no le castigaron ni nada, verdad?— Laura suspiró y descansó su pie en su rodilla opuesta. —No es tan simple. La Academia es muy estricta en hacer cumplir el Código de Honor—. —¿Qué pasó?— —Estaba bastante alterada para cuando el cadete me trajo de regreso. Cuando llegamos a la puerta principal ahí estaba parado mi padre, el General Watkins, y otros oficiales de alto rango. Imagínate como me veía. Allí estaba, mi vestido desgarrado todo lleno de lodo, hierba y manchas en toda mi espalda. Mi padre me hizo pasar a un cuarto privado y le dije lo que había sucedido. Él salió y regresó algunos minutos después para llevarme a casa—. Mirando las estrellas centelleantes, Laura dejó que sus emociones flotaran en su mente de nuevo. —Mi padre nunca me mintió, y se lo agradezco. Él me dijo que era mi palabra contra la de Eugene y por supuesto ya sabrás cual fue su historia—. —Qué tú lo deseabas— la stripper adivinó. —Él dijo que yo lo había provocado y que cuando él se rehusó a acceder a lo que yo quería comencé a gritar—. —Por supuesto— Crystal dio un bufido. —Padre también me dijo que el General Watkins le recordó que el padre de Eugene había muerto como un héroe en Líbano cuando Eugene aún estaba en el bachillerato—. Ella negó con la cabeza, distraídamente identificando las diversas constelaciones flotando en el cielo. —Todo lo que hubiera pasado es que con solo una llamada del General mi padre hubiera sido enviado fuera de Anchorage o algo peor—. 91
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—¿Así es que tu padre te hizo retirar los cargos?— Laura asintió con la cabeza. —No había realmente mucho de donde elegir. Si presentaba una queja, habría traído a los medios de comunicación y habrían destrozado a la academia y al General Watkins. Mira lo que les hicieron a los Kennedy. ¿Imagínate si al nieto de un general e hijo de un héroe de guerra fuera acusado de intento de violación?— Apoyando sus codos sobre los brazos de la silla, entrelazó sus dedos. —Padre y el General acordaron algo a puerta cerrada. Él nunca me dijo qué pasó, sólo que se había terminado y que yo debería olvidarme del asunto. Escuché a uno de los cadetes decir que Eugene había perdido su rango como Comandante del Batallón y estaba recluido en la base, pero que aun así se le permitió graduarse—. —¡Oh! que gran castigo—, Crystal se burló. —De hecho perder un rango en la academia es un punto negativo para tu carrera. Él nunca podrá subir un rango más en la cadena de orden. Pero de lo que sí estoy segura es que no creo que piense en tocar a otra chica de nuevo—. —¿Por qué no? Él logró salirse con la suya una vez, ¿qué podría detenerlo?— —Los otros cadetes. Después de una semana del incidente, un grupo de cadetes atrapó a Eugene en las regaderas y supongo que le dieron una buena paliza. Él pasó un par de días en el hospital pero nunca reveló quién estaba involucrado—. —Se lo merecía. Espero que hicieran un buen trabajo de modo que él ya no pueda usarlo de nuevo—. —Bueno no creo que hayan llegado a tanto— dijo Laura, con tono de cólera en su voz. —Creo que mi padre sabía quiénes lo hicieron pero jamás me lo dijo—. —¿Estabas molesta con él porque no te defendió?— ¿Estaba molesta con él? Se quedó con la mirada fija hacia las estrellas de nuevo. —En ese momento estaba furiosa con él porque creí que no estaba de mi lado. Culpé al Ejército por haberlo obligado a encubrir al General. Por eso es que acepté una beca para Colgate. No fue hasta que fui adulta que entendí porque hizo esas cosas de la manera en que las hizo.— —No lo entiendo— dijo Crystal. —Jenny me dijo una vez que algunas veces la única forma de ganar es comprometiéndose. Eso fue lo que tuvo que hacer mi padre con el General Watkins. Él no pudo lograr echar a Eugene de la academia pero se aseguró de que su carrera fuera arruinada. Cada vez que le ofrezcan un ascenso, será cuestionado por ese incidente. Por hostigamiento sexual y porque oficiales se aprovechan de las reclutas femeninas, no creo que pueda jamás tener un ascenso en su carrera—. —¿Y consideras que con eso ganaste?— —Claro que sí. No tienes que cortar las manos de un hombre solamente porque robo una barra de pan. Eugene todavía podrá tener una carrera en el Ejército, solo que no será nada cómodo—. 92
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—Aún sigo pensando que lo tuvo demasiado fácil— Crystal se quejó. —Siempre lo hacen. Solo porque el tipo tiene dinero o poder puede salirse con la suya—. Un cigarrillo fue encendido. —Ah, a quien engañamos. Hasta los patanes borrachos piensan que pueden salirse con la suya cada vez que se les da la gana—. Laura de nuevo deseo tener una vela sobre la mesa y poder ver la expresión que provenía junto con ese duro tono de voz. —¿Pasó algo en el trabajo esta noche?— —Nada que no haya ocurrido antes— la stripper dijo con un suspiro. —fue solo un riesgo típico del trabajo. Un idiota decidió esperarme fuera de la salida hasta que yo saliera. Habría estado bien si Rick hubiera estado donde se supone debía de estar—. Laura alarmada, se enderezó. —¿Te lastimó? ¿Por qué no me lo dijiste antes?— —Estoy bien. He trabajado por mucho tiempo lo suficiente como para saber cómo arreglármelas con un borracho estúpido— dijo despectivamente. —Pero aun así te molesta—. Laura intentó reprimir un bostezo pero falló. —Ya me estoy haciendo vieja para las desveladas. El sol saldrá en un par de horas—. Ella esperó por una respuesta y no recibió ninguna. —Bien, supongo que es hora de ...— —¿Puedes usar el ordenador para encontrar personas?— preguntó Crystal. —Um … sí, hay lugares en línea donde puedes buscar personas—. Debería estar ya acostumbrada a la forma en que rápidamente cambia de tema, Laura pensó para sí misma. —¿piensas buscar a tu hermana?— —No lo sé, tal vez—. —Bien, eres bienvenida para usar el ordenador y tratar de encontrar a tu hermana si tú quieres—. Olvida la vela, voy a comprar una de esas linternas de baterías. Algunos segundos pasaron antes de recibir un gruñido de la rubia—¿Sabes que hay compañías que se dedican a buscar personas pagándoles una retribución?—. —Lo sé. Hace tres años gaste cerca de quinientos dólares en buscarla. No sabía el número de su seguro social así que no había mucho que ellos pudieran hacer—. Laura escuchó el sonido de la silla raspando la madera mientras Crystal se ponía de pie. —Sólo estaría desperdiciando mi dinero otra vez—. Crystal golpeo ligeramente la mesa. —Estoy cansada. Buenas noches—. Laura se quedó sentada ahí por pocos minutos después de cerrar la puerta, escuchando los sonidos de la noche. Pensando acerca de su infancia, trató de recordar cómo había sido su vida a los quince. Imágenes de ella en bicicleta, largas sesiones de llamadas telefónicas, videos de música y sus visitas a parques vinieron a su mente. ¿Cómo pudo sobrevivir ella? A los quince años nunca habría sido capaz de valerme por mi misma. Se estremeció al pensar por lo qué Crystal tuvo que haber pasado y se encontró a si misma pensando en su compañera de apartamento con gran admiración. Con un gran bostezo se levantó y entró.
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El ordenador la tentaba a ir a ella pero la cama le tentaba más. Después de quitarse la ropa, la dobló pulcramente y la metió en el cesto. Vistió su pijama de seda y una esquina de la manta fue doblada pulcramente hacia un lado antes de apagar la luz y meterse en la cama.
********* Laura sonrió al dar click sobre el botón de guardar. Se había despertado solo hacía dos horas, y ya había logrado escribir cuatro páginas completas. Estaba tan concentrada en su escritura, que no escucho los primeros dos timbrazos del teléfono. —No ahora— suspiró, haciendo rodar su silla con ruedas hacia el borde de la cama y contesto el teléfono que estaba sobre la mesita de noche. — ¿hola?— —¿Me has estado llamando?— —¿Peter?— Usó sus pies para empujar la silla de regreso al ordenador. —¿dónde has estado?— —Mira Laura, solo escúchame ¿Ok? Sé que debes estar un poco molesta conmigo … — —¿Molesta?— Ella puso su pie en el borde de su escritorio y puso el otro sobre él. —Creo que molesta es una palabra muy sutil para esto, ¿no lo crees? ¿Sabías que ella era la stripper del Tom Cat Club?— —Bueno err um ...— —Peter, tus orejas se están poniendo rojas. No me mientas, te conozco demasiado bien—. —Laura, cuando ella entró en mi oficina pensé en que había sido una intervención divina. Tú sabes que ya ha pasado mucho tiempo—. —No necesito que me arregles encuentros amorosos—. —Te lo recompensaré, lo juro— él dijo, con su voz subiendo de tono. —Ya le encontré a ella otro lugar. Un dormitorio en el otro extremo del complejo. Y aun seguirá pagando la misma renta que ahora—. —¿Tú le encontraste ...?— Laura vaciló. ¿Eso no era acaso lo que quería? No podía estar viviendo con una bebedora, que fumaba marihuana, que era una stripper bastante mal educada, quería que se fuera, ¿o no? Eso es lo que estaba deseando ¿no es así? —¿Laura?— —Si, aún sigo aquí, Peter. ¿Así es que le encontraste otro apartamento?— —Está cerca de los contenedores y tiene solo un baño pero creo que será suficiente para ella. Lo tome por 175 dólares y puedo hacer uso de los viejos muebles y el hecho que no ha sido rentado en 4 meses no causara problemas con la oficina central. Será perfecto, Laura. Te prometo que le
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gustará y se mudará— él dijo alentadoramente. —Todas las alfombras han sido limpiadas y ella podrá mudarse a su nueva casa el fin de semana—. —Um.....— Maldición, ¿qué estoy pensando? —¿Peter? ¿Me puedes hacer el favor de no mencionarle esto a Crystal?— El silencio invadió la línea telefónica. —¿Escuche correctamente? ¿No quieres que ella se mude?— —Bueno…mira, tú dijiste que el apartamento no había sido rentado en 4 meses, ¿correcto?— —Así es. La gente siempre quiere muebles y alfombras nuevas y no se podrán remplazar hasta el próximo año—. —Así que si las cosas cambian y el apartamento está todavía disponible, ella podría tenerlo al mismo precio, ¿correcto?— —Supongo, pero no se lo puedo estar apartando. Si puedo conseguir un inquilino para el apartamento, lo rentaré—. —Entiendo— ella dijo, sintiéndose más confiada de que había tomado la decisión correcta. —Creo que las cosas podrían funcionar por aquí después de todo—. —Oh, ¿en serio?— Él dijo, acentuando más las últimas palabras. —¿Tu cama está teniendo algo de más acción?— —Peter Knight, basta con eso— ella reprendió. —Crystal es heterosexual y yo no estoy interesada en mujeres heterosexuales. Es sólo que…pues, nos estamos llevando bien, eso es todo—. —Se están llevando realmente bien, estoy seguro—. —¡Peter!— —Está bien, está bien. ¿Estás segura de esto?— ¿Lo estoy? Ella aspiró profundamente y soltó el aire lentamente. —Estoy segura—. —¿y ya no estas molesta conmigo?— —Ya no estoy molesta contigo. ¿Y dime como están las cosas entre tú y Michael?— —Lo usual. Parece una perra celosa ya sea por una cosa o por otra. Es realmente molesto, realmente no sabe como dejar pasar las cosas—. —¿Qué hiciste esta vez? ¿O, debería decir con quién?— —No hice nada esta vez. Él sólo cree que sí lo hice— —No es como si él tuviera razón para dudar de tu palabra, Peter— 95
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—Claro que no. Bueno, al menos no últimamente— —Exactamente— ella dijo. —Así que ahora que ya no estoy molesta contigo, cuando venís Michael y tú a cenar?— —¿Qué tal esta noche? Él se queja que no sale lo suficiente—. ¿Te sientes con ánimos de cocinar?— —Bueno ... — Riéndose, Laura negó con la cabeza y sonrió. —Bien. No creo que Crystal tenga que salir a trabajar hasta las siete más o menos. Hagamos la cena como a las cinco treinta—. —Maravilloso. Michael ahora conocerá a alguien nuevo para quejarse sobre mí.— —¿Estás a dieta otra vez?— —Oh cielos, por favor. ¿Con estos muslos? Ningún fettuccine alfredo para mí—. —Bien. ¿Qué tal un pollo con limón?— —¿Quieres que traigamos alguna cosa? Michael acaba de aprender a cocinar un soufflé de espinacas de miedo—. —Suena delicioso— —Espléndido. Él dice que no aprecio demasiado lo que cocina. ¿Casual o semi-formal?— —Casual, por favor. Es una simple cena, Peter, no un banquete— —Casual entonces. Las veremos entonces a ti y a la señorita grandes tetas a las cinco —. —Peter, ni siquiera se te ocurra hacer ese tipo de comentarios delante de ella— Dijo Laura, sabía demasiado bien que su amigo tenía ese hábito de señalar las características más sobresalientes de las personas de una forma no muy sutil. —Ella es un poco sensible—. —Ok— —Bye Peter— —Bye— Colgó el teléfono y devolvió su atención a la escritura. Minutos más tarde escucho a Crystal salir de su habitación y entrar al baño. Después escuchó el chasquido del cerrojo. Hora de bañarse, ella adivinó, lo confirmó un minuto más tarde por el sonido de agua corriendo. Decidió tomar un descanso breve, Laura vestía su túnica y se dirigió hacia abajo. 96
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El ruido del secador de pelo ahogó por completo todos los demás sonidos en el modesto cuarto de baño. Crystal observó su reflejo mientras usaba el secador y cepillaba su rubio cabello. Necesito un corte de pelo, pensó cuando un largo mechón se rehusó a acomodarse. Un olor agradable flotó en el aire por debajo de la puerta. Mmm, maravilloso ¿que estará cocinando? Huele bien. Le dio a su pelo algunos cepillados finales antes de apagar el secador y desenchufarlo. Vistió unos cómodos pantalones cortos y una camisa sin mangas, esperando pasar el resto del día relajándose antes de ir a trabajar al club más tarde. Deslizando sus pies en sus sandalias, lanzó su toalla sobre el tubo de la ropa sucia y dejó el cuarto de baño. Encontró a Laura en la cocina retirando una bandeja de rollos del horno. —Buenos días—. —Buenos días— la escritora contestó, colocando cuidadosamente la bandeja caliente sobre el estante. —Realmente ya son diez minutos después de mediodía así que buenas tardes—. Movió los rollos hacia un plato. —¿dentro o fuera?— Crystal se asomó a las puertas de cristales corredizas y vio el cielo nublado. —Mejor dentro—. —Compre un buen racimo de moras ayer si es que quieres ponerle algo a tu cereal— dijo Laura mientras llevaba el plato de rollos a la mesa. —¿A menos que quieras compartir una toronja conmigo?—. ¿Toronja? Ugh. —Gracias pero yo me las arreglaré con mi cereal alto en azúcar—. Ella cruzó el cuarto y abrió el refrigerador, sacando la leche y las moras. —¿Podrías llevarme a Dunphy’s mas tarde? Es que debo recoger mi coche. Se supone que ya está listo—. —Seguro. Tengo que ir al mercado de cualquier manera para comprar algunas cosas para la cena. Peter y Michael vienen esta noche—. —¿El tipo que me alquiló el lugar?— —Y su novio más reciente— Dijo Laura mientras cortaba su toronja por la mitad. Crystal llenó un tazón de cereal y se dirigió hacia la mesa. —¿A qué hora vendrán?— —Alrededor de las cinco. Calcule que podríamos cenar alrededor de las cinco treinta así que tendrás tiempo para prepararte para tu trabajo después—. Sorprendida por la idea, Crystal sólo podía tartamudear como respuesta. —Ee-eso suena bien. ¿Viene Jenny?— —No. Los viernes tiene sesiones de grupo hasta las nueve. Ella estará en el juego mañana—. —Oh, entonces ¿solo somos nosotros cuatro?— —Sí. Pensé que sería genial que tuvieras la oportunidad de conocer a los chicos. Peter es un amor—. Laura colocó un pedazo de toronja en su boca. —Y Michael te recordará a un gran oso de peluche. Él es agradable cuando quiere pero a veces es tan frío como un refrigerador—. 97
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—Suena como que son una pareja extraña—. —Lo son— Laura se rió. —Bien, tú ya has visto a Peter. Él mide más o menos como 1.60 cm—. Crystal asintió con la cabeza en acuerdo. —Michael mide por lo menos 1.80cm y pesa cerca de 120 kilos—. Otro pedazo de toronja desapareció en la boca de la escritora. —Él es un hombre que hace de todo. Él puso los estantes del gabinete y el armario en tu habitación—. —¿Tiene un hermano que sea mecánico?— Pregunto mientras vaciaba la leche sobre las hojuelas —No puedo creer que me costara trescientos dólares arreglarlo esta vez. Acabo de gastar doscientos cincuenta hace apenas tres meses—. —Creo que su hermano es sacerdote—. —Mejor aún. Él podría darle a mi auto los santos oleos—. Sonrió cuando Laura se rió pero por dentro ella se preocupó. Las reparaciones se estaban volviendo más frecuentes y más caras. Sabía que no pasaría mucho tiempo para que tuviera que comprar otro coche pero estaba corta de dinero y el mudarse a este apartamento le había costado mucho del dinero que tenía ahorrado. Además había pagado las últimas cuentas de servicios públicos de su anterior apartamento y simplemente no tenía dinero para otro coche. Lentamente masticó un bocado de cereal. ¿Qué voy a hacer? No pasará mucho tiempo antes de que Laura le pida la mitad de las cuentas más recientes. Iba a ser un verdadero esfuerzo asegurar apenas el dinero de la renta para pagarla a tiempo. El día de paga es dos días después. —¿A que hora quieres ir a recoger tu coche?— —Oh—. La pregunta de Laura la saco de sus pensamientos. —Creo que después de que comamos. Cuando te hayas desocupado—. —Podemos irnos dentro de una hora más o menos. Tengo que darme una ducha y vestirme primero. No creo que sea buena idea pasearme en pijama por las calles—. —A alguien le gustaría eso, estoy segura— Dijo Crystal, usando su cuchara para seguir una mora de su cereal. Atrapándola, finalmente la metió en su boca. —Éstas saben bien. Deberías comer algo—. —Pensaba hacerlas en molletes caseros de postre para esta noche—. —Oh—. Crystal sonrió y asintió la cabeza con entusiasmo, su boca se le hizo agua ante el pensamiento. —Amo los molletes de mora—. —Entonces habrá molletes de mora para el postre—. —Genial—. Apartando su tazón vacío, trató de alcanzar su café. —¿Y qué habrá para la cena?— —Pollo con limón acompañado de arroz tipo oriental y soufflé de espinacas—. —Suena… interesante—. Miro hacia arriba para ver los ojos azules de Laura que le sonreían. 98
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—La comida sana no te matará—. —Eso es lo que tú crees. Mi estómago no la reconocerá—. Se reclinó en su silla, ya no sentía el deseo de irse rápidamente de la mesa una vez que terminaba la comida. Laura le dio la confianza de que era bienvenida de sentarse y quedarse. —¿Puedo preguntarte algo sin que pienses que soy estúpida?— —Crystal, puedes preguntarme cualquier cosa y no pensare que eres estúpida—. —¿Qué es el soufflé de espinacas?— —¿Nunca has comido espinacas?— —Solo una vez durante una cena pero nunca les di importancia. Usualmente están frías cuando las he comido—. —Bien… se le llama soufflé cuando es horneado y las hace ser ligeras y vaporosas. Es realmente muy bueno—. Laura hizo una pausa. —Michael lo traerá—. El que puede ser tan frío como un refrigerador. —Oh. Supongo que no me matará si pruebo algo—. —Intentaré poner una pequeña cantidad en tu plato—. —¿Quieres que te ayude con la cena?— —No, yo me haré cargo. Tú puedes entretener un rato a los chicos—. Crystal observó la sonrisa que asomaba en la cara de Laura. —¿Por qué? ¿Qué estas intentando decirme?— —Nada. Tu adoras a los chicos—. La sonrisa se ensanchó. —Laura—. Crystal golpeó ligeramente con sus uñas repetidamente sobre la mesa con énfasis, secretamente gustándole la amistosa broma. Le hizo recordar las mañanas que pasaba con su hermana. —Dime o esconderé la aspiradora—. —¿Esconderla? Tendrás que encontrarla primero. ¿Sabes acaso donde la guardo?— Ups, gran error. Dándose cuenta de que había sido atrapada, le dio a su compañera una sonrisa tímida. —Lo sabría de seguro, pero tú mantienes el lugar tan limpio que no le vi la necesidad— —Uh huh— —¿No me crees?— —Ni un poco— Laura contestó con una sonrisa. 99
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—Bien. No soy Susie Homemaker*. Es solo que no suelo usar las aspiradoras, limpiar o hacer cosas como esas—. Nadie me enseñó eso y eso nunca pareció tener importancia. No es como si al idiota ese le importara si el lugar estaba limpio o no. Memorias de su pasado le llegaron de pronto, Crystal sintió el peso familiar sobre sus hombros. Miró hacia abajo en la mesa. Perdida en sus pensamientos, no escucho la voz de Laura la primera vez. —¿qué?— —Dije que lo estás haciendo bien— —Tonterías. Tienes razón. No tengo ni idea donde guardas la aspiradora o la escoba y el trapeador o cualquier otra cosa que tu utilices para limpiar—. Ya tengo casi dos semanas aquí y aún no he pensado en ayudarle a limpiar el lugar. —Necesito un cigarrillo—. Poniéndose de pie, rápidamente cruzó el cuarto y abrió la puerta para salir hacia la cubierta. Maldición. El balcón de arriba ofrecía sombra protegiéndola del sol del mediodía mientras apoyaba su cabeza contra las tablas de madera. No puedo creer que no supe dónde las guardaba. Pensó recordando el remolque de sus padres. Ella sabía muy bien donde se guardaba la escoba en ese lugar. Había sido usada contra ella demasiadas veces cuando su madre se encontraba enfurecida cuando andaba borracha. Una mano firme agarró su hombro y Crystal saltó. —Lo siento—, Dijo Laura mientras salía completamente a la cubierta. —No quise asustarte—. —Está bien. Yo simplemente um …— ¿se lo digo así nada más? —No es nada, no importa—. Intentó marcharse dando media vuelta pero se encontró incapaz de resistir la amable presión de las manos de su nueva amiga. —Crystal, sentémonos y hablemos un poco— ¿Esto será bueno o malo? Crystal se preguntó, a regañadientes tomo asiento. Sé que necesitaré un cigarrillo para esto. Encendió uno y esperó a que Laura comenzara. —Lo que quise decir ahí dentro, es que lo estás haciendo mejor ahora ayudando a mantener el lugar limpio—. Ella miró a Laura. —¿Cómo?— —En primer lugar, cuando entro al cuarto de baño ya no encuentro la toalla tirada en el piso o toda el agua derramada por el lavabo. Ya no dejas tus platos por todas partes. Ahora los encuentro en el fregadero o en el lavaplatos. Yo definiría eso como un buen avance— —¿Y dónde guardas la aspiradora y la escoba?— —La escoba y la plancha están en el gabinete pequeño cerca de la lavadora. La aspiradora está en el armario cerca de las escaleras— —Oh— —Hagamos un trato, ¿Ok? Tengo un cierto modo de hacer las cosas. Eso incluye la limpieza. Seamos honestas, Crystal. Tú no limpiaras de la manera que yo limpio y yo terminaría haciéndolo 100
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de nuevo—. Laura se reclinó en su silla. —Sólo encárgate de recoger tus cosas y yo me encargaré del aseo general—. Genial, ahora ella piensa que soy una buena para nada. —Mira, si me mostraras como hacerlo yo ... — Crystal comenzó a decir. —Realmente, no te preocupes por eso. Soy un poco neurótica sobre mantener el lugar limpio, mira que lo sé. Mi padre era muy especial en cuanto a la limpieza y el orden—. —¿Y qué pasaba si no se limpiaba?— Crystal preguntó. Laura se inclinó hacia adelante, descansando sus antebrazos contra de la mesa. —Una vez tenía prisa para ir al centro comercial con mis amigos e hice un mal trabajo haciendo mi cama antes de irme—. —¿Qué sucedió?— —Él reaccionó justo como un sargento lo haría. Él tiró mi colchón al suelo. Desafortunadamente, cuando él hizo eso encontró algo que jamás hubiera querido que viera—. Su cara cobró una apariencia que Crystal no le había visto antes… de vergüenza. Laura aspiró profundamente y continuó. —Encontró algunas revistas de chicas—. —¿Tenías revistas pornográficas de mujeres bajo tu cama?— —Tres. Ninguna era de esas sucias. Simplemente eran de esas que puedes conseguir en una simple tienda de comestibles—. La cara de la mujer morena se ruborizó ante la confesión. —Sólo tenía curiosidad—. —¿Y es por eso que eres una neurótica de la limpieza? ¿Porque tu padre encontró tus revistas pornográficas?— —Habría preferido cualquier otra cosa, a que encontrara esas revistas— —¿Se molestó mucho? Crystal preguntó, sabiendo que su padre la habría golpeado por algo así. —Molesto es una palabra suave— Dijo Laura. —Mando a Bobby a la casa de un amigo y me estaba esperando junto con mamá cuando llegué a casa— —Oh cielos— —Él no estaba nada contento. No había hecho nada aún. Como dije, solo sentía curiosidad—. El rostro de Laura cobró una apariencia distante. —Tuve que sentarme por casi dos horas teniendo una conversación acerca de sexo con mis padres—. —Oh diablos, eso tuvo que ser horrible— —Yeah, Mamá hablando sobre la reputación y mientras Padre daba largos lentos pasos por toda la habitación preguntándome repetidas veces que si tenía que ver con el incidente en Punta 101
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Oeste—. Laura sacudió su cabeza. —Aparentemente él creía que todas las lesbianas eran de esa manera porque habían tenido malas experiencias con los hombres. Se convencieron a sí mismos que sólo era una fase y que pronto se me pasaría, hasta que me mude con Lisa—. —Ella fue tu primera, um... — —¿Amante?— Laura ofreció. —Sí. Vivimos juntas alrededor de dos meses después de la graduación. Después de eso el romance se acabó y ella encontró imposible seguir viviendo conmigo. Por supuesto para entonces ya no había necesidad de seguir negándolo a mis padres. Creo que para ese entonces lo habían aceptado—. Se reclinó en su silla. —Tal vez ese es el por qué soy tan cuidadosa, limpia y ordenada en todo. Una que otra vez Jenny me daba terapias y decía que era en parte por eso—. Giro su cabeza para mirar el reloj de pulsera de Crystal. —¿Qué hora es?— —Casi la una treinta—. —Será mejor que nos vayamos ya si es que queremos ir al taller y a la tienda y regresar antes que lleguen los chicos— —Oh. Sí—. Secretamente Crystal dio un suspiro de alivio de que la conversación se acabara. El relato de Laura provocaba recuerdos que ella no quería que regresaran. Apagando el cigarrillo en el cenicero, siguió a Laura dentro. Para su sorpresa, la mesa había sido despejada. ¿Cuándo tuviste tiempo de… Entonces recordó que Laura no la había seguido hacia fuera inmediatamente. ¿No puedes dejarlo pasar ni por un minuto, no es así? Se preguntó silenciosamente mientras observaba a Laura subiendo las escaleras. Ella caminó hacia el teléfono y llamó al taller para asegurarse de que su coche estaba listo antes de ir a su habitación para tomar su cartera y sus zapatos de lona. Tal vez podamos hacer una parada en la tienda de helados en Wilson.
********* Crystal apoyó su codo contra el mueble del mostrador, descansando su barbilla en su mano. — Nunca tendría la paciencia para eso—. Laura echó una mirada a su labor, rociando los condimentos sobre las pechugas de pollo.—Es muy fácil seguir la receta—. —Demasiados pasos— dijo Crystal, cambiando de posición sus brazos que descansaban sobre el mostrador. —Prefiero algo que sea más fácil y rápido de preparar—. —Sí, ya lo he visto—. Laura colocó la cacerola en el horno. —Mi congelador nunca antes había visto comida de esa antes de que te mudaras a esta casa. Tu estómago debe estar hecho de hierro—. —Lo tengo acostumbrado. Crecí con este tipo de comidas congeladas sólo listas para servir y comer y pizza congelada también—.
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Laura hizo una pausa pasando un paño sobre el mueble del mostrador. —¿Has comido mucho de eso, huh?— ¿Cómo comenzamos a hablar de mí otra vez? Ella se encogió de hombros. —Supongo. Cualquier cosa que tenía macarrones y queso en una caja, eso se comía—. Sus ojos cayeron sobre el libro abierto de recetas y cogió el libro más cercano a ella. —Sabes, he visto estos en televisión y en las casas de amigos pero creo que mi madre nunca tuvo uno—. Ella volvió la página. —¿Nunca cocinaste algo agradable para ti?— —Era más barato comprar cosas pre-preparadas que comprar todos los ingredientes y hacer todo el trabajo—. Fue salvada de seguir con la conversación por el timbre de la puerta. —Esos deben ser los chicos— Dijo Laura, doblando el paño de lavar platos y colocándolo pulcramente sobre el grifo. —Yo abro—. Crystal fue a la puerta y se asomó por la mirilla, viendo sólo la imagen distorsionada del hombre que le alquiló el apartamento. —¡Señorita Sheridan!— El hombre pelirrojo exclamó cuando la puerta fue abierta. Antes de que ella pudiera reaccionar Crystal se encontró atrapada en un abrazo entusiasta. Peter dio un paso atrás, sus manos apretando amablemente sus brazos. —Es tan agradable verla otra vez—. —Um, hola—. Sorprendida por el saludo, tomó toda su fuerza de voluntad para no quitarse de su agarre. Ella forzó una educada sonrisa y sutilmente dio un paso fuera de su alcance. Giro hacia la puerta abierta y recibió otra sacudida cuando vio al alguien gigantesco parado delante de ella. Sus grandes bíceps presionaban la camisa pulcramente blanca. El corto cabello rubio estaba algo alborotado, con picos de cabellos levantados en la parte trasera y a los lados. Su cara era redonda con grandes mejillas abultadas pero aun así Crystal podía ver fácilmente el azul brillante de sus ojos. —Señorita Sheridan, éste es Michael.— Peter dijo dulcemente. Quitó el plato cubierto de las manos de su amante y se fue caminando hacia la cocina. Crystal encontró su mano sujetada entre dos manos más grandes mientras Peter se alejaba dejándola sola con el hombre que era fácilmente dos veces más alta que ella. Ella no podía decidirse si él se parecía más a un luchador o un físico-culturista. De pronto, el enorme tamaño del desconocido le provoco que el corazón comenzara a latirle con fuerza trayendo así un antiguo miedo y el deseo de escapar inmediatamente. Entonces el gigante abrió su boca. —Es un placer conocerla— él dijo, su voz casi tan suave como la de ella. —soy Michael Swenson, el amante de Peter—. —Hola—. Crystal se sorprendió ante el contraste de la suave voz juvenil con el enorme hombre parado delante de ella. —Crystal—. —Bien, es un verdadero gusto conocerte, Crystal— él dijo, calmando con cada palabra su miedo. —Debes disculpar a Peter. Los buenos modales nunca han sido su fuerte—. 103
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—No empieces— una voz se escuchó desde la cocina. —No es mi culpa que no pongas atención—. El rubio hombre rodó sus ojos. —Él piensa que me dice las cosas— él susurró conspiradoramente. Crystal no podía evitar que una sonrisa cambiara su expresión. —Apenas hace cuatro horas me dijo que teníamos que traer soufflé—. Él suspiró y negó con la cabeza. —Pero tú no necesitas saber de nuestros problemas—. Oh … bueno, um …huele delicioso—. Esa voz que tiene no va de acuerdo a ese enorme cuerpo, ella pensó para sus adentros. —Espera hasta que lo pruebes—. —Hola Michael— Dijo Laura cuando entraba a la habitación, ofreciendo su mejilla para un beso ya acostumbrado. —Es bueno verte otra vez—. —Siempre es un placer. Es bonito salir de la casa de vez en cuando— él contestó, ganando un bufido de su amante parado cerca de la entrada de la cocina. Crystal miro hacia Peter que negó con la cabeza y entró completamente a la cocina. Michael se sentó sobre el sofá cruzando su pierna. —Quería ir este fin de semana a la feria pero él le prometió a su madre que yo le arreglaría su porche—. —¿Prefieres que mi madre se quiebre sus caderas cayéndose por esas tablas todas flojas?— El hombre pelirrojo dijo mientras entraba en la sala de estar, con una bandeja de cóctel con bebidas en la mano. Él miró a Laura y lanzó resoplidos. —Juro que él está irreflexivo algunas veces. Aquí tienes amorcito, club soda con limón—. Dio el vaso a la escritora, luego fijó su atención en Crystal. —No sabía lo que a usted le gustaba pero me imagino que le gusta el gin tonic*—. ¿Ginebra? Ella miró con sorpresa a Laura, luego a su bebida. ¿Ella tiene bebidas alcohólicas en alguna parte? Oh qué idiota soy. Al no haber visto a su compañera beber o haber visto alguna botella por ahí, Crystal asumió que no había licor en la casa. Aquel día que me quede aquí y sufrí por algo de beber, y ¿tú tenías aquí guardado todo este tiempo? Ella tomó nota mental para revisar lo que había realmente en los gabinetes de la cocina la próxima vez que Laura saliera. — Gracias—. Peter tomó su bebida y colocó la bandeja con su vaso en la mesita de café. Laura frunció el ceño ligeramente y le dio a Michael la bebida. —¿Michael, qué tan difícil seria instalar una lámpara en el balcón de arriba?— El gran hombre rubio se encogió de hombros. —No creo que sea tan difícil. ¿Es solo una pared de madera por fuera y tabla roca por dentro, verdad?— —Así es—. —No debería tomar más de un par de horas si hay un buen lugar para conectar el cableado. Probablemente lo podría terminar en una tarde—.
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Peter se inclinó a un lado del rostro de Laura. —no me haría ilusiones si fuera tú— él dijo. —He estado esperando cinco semanas a que el señor arregla todo termine mi nuevo alimentador de pájaros—. —Lo arregle… dos veces— el hombre se defendió. —Y ambas veces lo has jodido—. —Bien, ¿cómo se supone que debo de verlo desde la ventana del dormitorio si tú lo escondes debajo de todas esas hojas?— El pelirrojo se enderezó y tomó un sorbo de su bebida. — Honestamente simplemente no sé lo que piensas algunas veces—. —Pienso lo agradable que sería salir a algún lado por tan sólo una vez y que no tengas que estar fastidiando—. Peter mantuvo su bebida muy cerca de su pecho y golpeó ligeramente su pie en el alfombrado — ¿Laura, me acompañas a la cocina por favor? Hay algo que quiero mostrarte—. —No creo que esas frases funcionen con ella— dijo Michael, su joven voz otra vez llamando la atención de Crystal. —Esos son cuentos para chicos adolescentes— él continuó. Oh. Crystal se sobresaltó. Diablos, él realmente lo ha jodido. —Él piensa que le creo cuando me dice que está yendo al gimnasio— El rubio le dijo. —El señor Vanidad no se ha enterado que cancelé hace meses nuestra membresía—. Crystal llevó el vaso hacia sus labios, saboreando un poco de tónica. Unos pocos más de estos y no tendré que ir arriba a por un porro, ella caviló, tomando otro sorbo. Ella se percató que Michael todavía le estaba hablando. —¿Qué?— —Pregunté si quieres mostrarme el balcón, así le podré dar a Laura una mejor idea de cuánto podría costarle la instalación de la luz—. —Um...... ¿Arriba? ¿A solas? Un pensamiento racional le decía que el gigantesco rubio no le iba a hacer daño pero aun así no pudo evitar tensar su cuerpo. Derramando el resto de su bebida, Crystal luchaba en pensar en dar una excusa para no subir arriba con él. Afortunadamente Laura sin intención vino a su rescate. —¿Alguien quiere algo de ensalada de frutas?— Laura preguntó entrando en la sala de estar. Perfecto. —Suena genial—. Crystal se levantó rápidamente. —La serviré mientras tú le muestras donde quieres la lámpara—. —Oh, ok. Está en el tazón verde en el refrigerador—. —Ok—. Crystal escapó a la cocina, encontrando a Peter apoyándose contra la verja de hierro en la cubierta. Ella encontró el tazón y lo colocó en el mueble del mostrador cuando él habló. —¿Supongo que él te contó el hombre ruin que soy, hmm?— Él meneó su dedo. —Solo le pedí que hiciera un soufflé. No le pedí que preparara un pavo a mitad de agosto. Oh no, querida—. 105
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Él se acercó y tomó la cuchara de ella. —Una buena regla Señorita Sheridan es darle a su invitado solo una pequeña probada. Los platos del entremés siempre deben ser pequeños. ¿No quiere correr el riesgo de arruinar el apetito de alguien, verdad?—. Oh discúlpame, Martha Stewart*, ella pensó al ver como él le hacia la observación de ajustar las porciones. El pensamiento de ir arriba por un poco de marihuana fracaso cuando observo a Michael y Laura subiendo por las escaleras. Maldición, me tendré que conformar con un cigarrillo y una bebida. Mirando alrededor, divisó la botella de ginebra en el mueble del mostrador. —¿le gustaría tomar otra bebida, Señor Knight?—. —Oh por favor llámame Peter, y no gracias—. Él cogió su vaso medio lleno y lo meneo. —El hombre arregla todo no me dejará tomar más que un par de bebidas mientras estamos fuera—. —Él está arriba ahora— ella apuntó hacia fuera, sujetando la botella en su mano. El pelirrojo miro hacia la sala de estar vacía, luego a las escaleras antes de acercar su vaso a ella. — Pues bien supongo que no hay nada de malo en tomar un poco más—. —No, absolutamente— ella dijo mientras llenaba su vaso. —Gracias— él dijo, llevando la bebida a sus labios. —Ooh, esto si que está como para noquear a alguien, ¿no le parece?—. Él tomó otro sorbo. —A usted le gusta prepáralos fuertes, Señorita Sheridan—. —Crystal y si, mientras más fuertes mejor—. Ella tomó un buen trago de su bebida y se dirigió hacia la puerta de cristal corrediza. —Necesito algo de humo—. —Por lo que veo, Señorita, quiero decir Crystal—. Él la siguió fuera. —veo que Laura está aplicando la regla de no fumar—. —Mm, Una de sus muchas reglas— la stripper mascullo mientras encendía su cigarrillo. — Deberías ser un vendedor de coches usados—. Peter rió nerviosamente. —Bueno, supongo que no fui completamente claro con todas las pequeñas peticiones de Laura—. —No, no exactamente— ella estuvo de acuerdo. —Pero ustedes dos se están llevando muy bien por lo que veo— él dijo en defensa. —A Laura le gustas—. —Peter mejor para de hablar de mi— la voz de la escritora se escuchó desde la cubierta superior. La cara del hombre se puso más roja que su pelo. —Oh dios, pero que vergüenza—. Subiendo el tono de voz él hablo —Solamente estaba comentando lo bien que os estáis llevando tú y la señorita Sheridan—.
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—Uh huh, sé exactamente lo que estabas intentando hacer— dijo Laura, recargándose sobre el riel superior. —¿No te puedo dejar solo ni un minuto, verdad? —Um, la ensalada de frutas está lista, —Dijo Crystal antes dar un largo golpe a su cigarrillo. —Y ya me está dando hambre—. —Ok, bajaremos en un minuto—. El tenedor de Crystal cuidadosamente evitaba todo menos las uvas y los melocotones mientras escuchaba a Michael hablar incansablemente de cómo poner una instalación fija en la cubierta superior. Peter y Laura estaban en una conversación profunda, acerca de algo que la stripper no estaba segura. Decidió que era más interesante que los beneficios de colocar una luz en el balcón, Crystal fijó su atención en ellos. Peter negaba con su cabeza en desacuerdo con algo que Dijo Laura. —Bien, ¿entonces que van a hacer? ¿Decidir no publicar tu libro?— —Podrían hacer eso. Pero lo más probable es que presionen con acortar la fecha de entrega.— —Eso significa que te retiraran tus cheques— dijo Peter. —¿hay posibilidades de que puedas entregar antes del plazo?— —Aun si me sentara delante del ordenador día y noche no lo lograría. No puedo resolver hacia qué dirección irán los personajes y toda la escena en proceso parece una estupidez en este momento—. Laura comió otro poco de su ensalada de frutas y apartó a la fuerza el tazón, limpiando las esquinas de sus labios con su servilleta. —Odio el bloqueo de los escritores—. La alarma del cronómetro del horno terminó con la conversación. —Me disculpan— dijo mientras se ponía de pie. —Tengo que revisar la cena—. —Te ayudaré— Cristal se ofreció, no queriendo quedarse atrapada entre los peleados amantes. Siguió a Laura a la cocina. —Siento mucho todo esto— la escritora dijo mientras sacaba la cacerola del horno. —Algunas veces los chicos se ponen a pelear y no son capaces de dejar los problemas en casa—. —Está bien. Al menos no se están dando golpes—. —No, no llegan a ese punto—. Laura comenzó a mover el pollo a la bandeja de servir. —Lo peor a lo que pueden llegar es a no hablarse el uno al otro. ¿Te puedes traer el soufflé a la mesa?— —Seguro—. Utilizando los guantes de cocina, recogió el plato de cerámica y se dirigió hacia la cubierta. El aroma flotó en el aire bajo su nariz, haciéndole agua la boca a Crystal. A pesar de sus anteriores dudas, estaba ahora deseando probar un poco de soufflé de espinacas. Encontró a Peter y Michael mirando hacia diferentes direcciones cuando salió a la cubierta. —Oh, permíteme ayudar— dijo Michael, moviendo un trébedes* al centro de la mesa.
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—Tienes que dejar lugar para el plato fuerte— Peter dijo con mal humor, moviendo la fuente caliente a un lado para dejar espacio para la fuente de pollo. Una vez que Crystal se aseguró de que el trébedes de hierro estaba bien fijo, Crystal colocó la fuente sobre él. Ella regresó para ir a ayudar a Laura, pero se encontró a la mujer morena cruzando la puerta con el plato fuerte en las manos. —El arroz y la salsa todavía están dentro— Dijo Laura, señalando con su barbilla hacia la cocina. —Los traeré. Crystal rodeo a su compañera y regresó a la cocina. Sacando el arroz de la cazuela en el tazón, ella no pudo resistir probarlo un par de veces. Afortunadamente Laura había hecho suficiente. Se sentaron en la mesa redonda sobre la cubierta, las mujeres sentadas una enfrente de la otra, Michael a la izquierda de Crystal y Peter a su derecha. —Huele delicioso— Peter dijo entusiasmadamente mientras tomaba de la fuente de Laura. —No he comido pollo con limón en años—. —Bien, yo tampoco lo he probado, pero huele bien— Dijo Crystal mientras alcanzaba el plato. —Oh no, querida, permíteme— Peter dijo, devolviendo el plato sobre el trébede. Puso dos pedazos en su plato y vertió una cantidad abundante de salsa sobre ellas. —Confía en mí, te encantará—. Ámalo u ódialo, Crystal determinó poner una buena cara a su compañera. Ella esperó hasta que todos habían llenado sus platos antes de recoger su tenedor. Decidiendo que el arroz lucía más seguro, ella apuntó su tenedor hacia él. —¿No has probado el soufflé todavía?— Michael pregunto antes de hacer contacto con su comida. —No seas tonto, Michael— Peter amonestó. —Por supuesto que lo hará solo que ella va a probar el pollo de Laura primero. Adelante querida, pruébalo—. —De hecho ... — ella empezó, mirando con vacilación el vegetal verde. —No, está bien— Dijo Laura. —Puedes probar el soufflé primero si quieres. No me molestare—. —¿ves?— El rubio dijo impacientemente a su amante. —Continua, Crystal. Se derretirá en tu boca, lo juro—. Seis ojos observaban como Crystal tomó un poco con el tenedor del plato y lo llevó a sus labios. — Mmm—. Como Michael había predicho, realmente se derritió en su boca. —Esta bueno— habló entre dientes, metiéndose en la boca otro pedazo. —Sabía que te encantaría— el hombre grande dijo, su cara redonda resplandeciendo con orgullo. —Por supuesto que esta delicioso— Dijo Laura, tirando a Peter una mirada para anticipar algún comentario. 108
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Crystal bajó su cabeza para cubrir su sonrisa ante el intercambio silencioso. Animada por el soufflé, tomó su cuchillo y comenzó a cortar en pedazos el pollo. —Entonces Laura— dijo Peter, con una apariencia casi siniestra en su cara. —¿Vas a asistir al baile el próximo viernes en el centro comunitario? Escuché de buena fuente que Tina estará allí—. —Ella es demasiado oscura para ti, Laura— Michael dijo sin mirar hacia arriba de su plato. —Oh por favor—. Peter se recostó en su silla, —¿le gusta tener piercings en su cuerpo, y que con eso?— —Pues que prefiero que mis mujeres no parezcan almohadillas para alfileres—, Laura replicó. Crystal masticó su pollo lentamente, más interesada en la conversación que en la carne picante. —Eres demasiado selectiva— el pelirrojo dijo. —Ya te lo he dicho antes. Enfréntalo cariño, ya no eres una jovencita—. —Es mi vida, puedo permitirme el lujo de ser quisquillosa al escoger— Laura protestó. — Además, no voy a ir al baile. Tengo que quedarme en casa y lograr terminar algo de escritura—. —¿Vas a ir al juego mañana?— Crystal preguntó. —Tengo que ir al juego pero no me quedaré por ahí después—. Una sonrisa se formó en los labios de la escritora mientras miraba el plato de la rubia. —Parece que disfrutaste el pollo. Estabas más hambrienta de lo que creías—. —Lo he disfrutado—. Crystal se metió en la boca otro pedazo. —Esto es realmente bueno—. —Así es, nuestra pequeña Señorita Taylor es absolutamente espléndida en lo que se refiere a materias culinarias—. Peter sonrió y usó su cuchillo para cortar su carne. —Ella será una excelente esposa un día de estos—. —Basta— Dijo Laura, un sonrojo subió lentamente por su cuello. Crystal sonrió a su incómoda compañera, sabiendo que sería sólo un comentario leve. La conversación cambiaba rápidamente de una persona a otra. —Eres tan linda cuando te sonrojas— dijo Peter. —¿No lo crees, Crystal?— —Bueno, um ... — ella recorrió con la mirada su plato, notando que solo quedaba algo de arroz en él. Tal vez ella prepare esto alguna otra noche. —Yo realmente no ... — —Oh, está bien—. El pelirrojo puso su mano sobre la de Crystal estrujándola. —Lo siento, cariño. Es solo que me olvido de que tú estás del otro lado de la cerca—. Del otro lado de la...... oh. —Sí, bueno ...— 109
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—No importa— Dijo Laura firmemente. —Peter, será mejor que te comportes o ...— Ella se inclinó y susurró en su oreja. Crystal observaba como el tragaba nerviosamente e inclinó la cabeza. Cualquier cosa que le esté diciendo, apuesto a que es algo serio. Michael simplemente se rió y se sirvió otra porción de pollo. —Ejem, entonces....— Peter recogió su tenedor y lo sujetó sobre su plato. —¿Ya te enteraste de que Michael cerró un contrato de remodelación para ese edificio en la esquina de Exhange y State?— —¿Dónde solía estar la unión de crédito antes del incendio?— —Exactamente. Están planeando hacer veinticinco oficinas así como también un salón y un vestíbulo—. Él mordisqueó un poco de pollo antes de continuar. —¿No es eso correcto, Michael?— —Además de todos los cuartos de baño— el rubio contestó. —Contrataré a los subcontratistas la semana próxima—. —Qué emocionante— Dijo Laura. —¿cuánto tiempo piensas te tomará ese trabajo?— —Depende. Estamos haciendo el trabajo de demolición ahora mismo y eso tomará al menos dos semanas o más. Una vez hecho eso creo no más de tres o cuatro meses—. —Si él lo hace en tres meses, tendremos lo suficiente como para hacer ese viaje a Ámsterdam con el que hemos estado soñando—. Crystal levanto las cejas. Después de todo el pleito y comentarios sarcásticos entre estos hombres toda la tarde, Peter estaba hablando de ir de vacaciones juntos. ¿Cómo puedes ser tan malo con él un momento y después actuar como si fueran una pareja de recién casados? —Igual podemos ir si logro terminar el trabajo en cuatro meses, solo que no podríamos hacer ese pequeño paseo a Munster* para ver la Piedra de Blarney*—. Peter se volvió hacia Crystal. —Laura ha oído esta historia antes pero hice una búsqueda de genealogía en mi familia unos cuantos años atrás y me enteré de que mis antepasados realmente fungieron como Sirvientes para Lord MacCarthy*—. —Oh no, no la historia familiar Knight otra vez— Laura gimió en broma. —Al menos espera hasta después del postre. Hablando de eso… —. Se limpió sus labios con la servilleta y se puso de pie. —Si me disculpan tengo que entrar para meter los molletes al horno—. Crystal observo como la compulsiva mujer comenzaba a levantar la mesa, apilando los platos y demás utensilios. ¿Por qué hace eso en este instante? Ella se preguntó. No es como si necesitáramos usar la mesa para otra cosa ahora mismo. Aun así una breve punzada de culpabilidad fue suficiente para ponerla en movimiento, levantándose y ayudando a la escritora a llevar las cosas a la cocina. —¿La mesa o la sala de estar?— Peter cuestionó. 110
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—En la sala de estar— Dijo Laura antes de sacar un tazón para batir al estante superior. — Estaremos allí en un minuto—. Ella tomó las moras, los huevos, y la mantequilla del refrigerador. ¿Quieres pasarme la cacerola para los molletes?— —Oh, claro—. Crystal miró los gabinetes inferiores, intentando adivinar en cual estaría la cacerola. —En el segundo de la izquierda al lado de la estufa— —Gracias—. Arrodillándose, abrió la puerta y miró con atención dentro del espacio oscuro. Por supuesto. Las cacerolas cuadradas estaban pulcramente acomodadas al lado de una pila similar de cacerolas rectangulares. Las cacerolas para los molletes estaban en el estante más bajo. —¿Cuál de todos?— —El cuadrado número nueve al lado de la pila de seis tazones— Encontrando la correcta, Crystal se levantó y la colocó sobre el mueble mostrador. Laura le daba la espalda a ella, permitiendo a la stripper observar como mezclaba la leche, huevos y otros ingredientes dentro del tazón. La batidora salpicó sobre el mostrador y Laura limpió de inmediato. De nuevo la batidora eléctrica salpicó fuera del tazón y Laura volvió a limpiar nuevamente. —Era más fácil dejarlo así hasta que hubieras terminado y después limpiarlo— ella sugirió, sabiendo que desperdiciaba sus palabras. —¿Crees que dejaría ese desorden, tan sólo por un minuto?— Ella arrastró el tazón y se apoyó contra el mueble mostrador al lado de Crystal. —Esta es una de mis pequeñas manías, así como tú tienes la costumbre de poner los ojos en blanco cuando algo te irrita—. —¿Que.. ? Yo no hago eso— —Sí que lo haces— Dijo Laura. —Mira, lo estás haciendo ahora mismo— —Nadie antes me ha dicho que pongo mis ojos en blanco— Laura se movió más cerca y se inclinó para que su boca quedara cerca del oído de Crystal. —¿Y a cuántas personas les has permitido acercarse lo suficiente para poder notarlo?— Sin esperar respuesta, ella tomó el tazón de las moras. —Toma, puedes mezclar las moras. Usa una cuchara de madera y hazlo suavemente. No querrás espachurrarlas todas—
********* Crystal presionó el botón de —eject— y metió otro cd en el estéreo mientras mantenía su atención en el tráfico. Estaba retrasada y estaba ignorando los límites de velocidad con el propósito de llegar a tiempo. La conversación sobre el postre fue convirtiéndose en innumerables temas diferentes y se encontró con cierta dificultad para salir del lugar. Así que, tuvo que ir al menos a
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veinte millas sobre el límite de velocidad a manera de lograr llegar al club a tiempo para cuando abrieran las cortinas del escenario. Cuando entró con su coche al estacionamiento del lugar, frunció sus labios. El lugar estaba lleno de coches y ella sabía que los pocos espacios que había en la calle estaban igual de llenos también. Una mirada sobre el toldo del club explicó el por qué. En letras negras en contra del plástico blanco iluminado estaba anunciado que el Tom Cat Club ofrecería luchas en lodo esta noche. Oh mierda. Justo lo que me faltaba. Los usuales clientes que iban serían reemplazados por un grupo de bebedores compulsivos de cerveza, hombres que vomitaban y que generalmente no podían abstenerse de enfrascarse en peleas al menos tres veces durante la noche. Los rebotadores* adicionales fueron requeridos para la lucha de lodo después que una noche una de las mujeres fuera atacada en el lodo por un calenturiento borracho varios meses atrás. Crystal odiaba trabajar en este tipo de eventos. Pues el hostigamiento sexual era mayor. Encontrando un lugar pequeño detrás de un contenedor, estacionó su coche y corrió hacia la puerta trasera. Tuvo que tocar varias veces antes de que la puerta de emergencia se abriera. —¿Dónde has estado?— Rick demando. —Ya entras en cinco minutos— —Tráfico— ella expresó con un gruñido, atropellándolo y yendo rápidamente caminando por el vestíbulo hacia los vestidores. Ella casi alcanzaba la puerta cuando un fuerte agarre en su brazo la detuvo en seco. —Necesito verte después de tu primer presentación— —¿Para qué?— —Búscame después de la presentación. No tenemos tiempo para hablar de eso ahora— él dijo, soltando su agarre. Genial, ¿Y ahora que carajos hice? Ella pensó para sí misma mientras entraba al vestidor. Paró repentinamente cuando vio a Mónica parada enfrente del espejo. —¿Por qué estas vistiendo así?— —Oh gracias a Dios que estás aquí. Rick volvió a cambiar el número de apertura. Vamos a presentar el número de la reina del sombrero primero, luego el de las pollitas— —Eso es ridículo— ella se quejó, quitándose su tanga de tiritas y tomando el traje de spandex. — Toma el doble de tiempo de vestir dentro de ese traje de cuero que ese. Necesitaremos un largo intermedio—. Ella subió el elástico material por sus muslos. Demonios esto está muy ajustado. Será mejor dejar de comer molletes. —creo que él va a presentar la primera lucha entre nosotras— —Oh no, estás bromeando—. Crystal hizo una pausa cuando estaba metiendo su brazo a través de una manga. —¿Acaso está loco?— —Él dice que puede así ofrecer dos luchas adicionales de este modo— Mónica se encogió de hombros. Un golpe fuerte en la puerta anunció la creciente impaciencia de Rick. 112
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—Ya vamos— Crystal gritó, sacudiendo con fuerza su brazo para terminar de colocar el traje. Ella aún no había pisado el escenario y ya estaba temiendo por la noche que iba a ser. Crystal tenía razón para estar intranquila esta noche. El anuncio de mujeres forcejeando sobre lodo aseguraba el hecho de que habría muchos borrachos alborotados. Varias mesas se llenaron con miembros de una fraternidad de una universidad local. Mirando a hurtadillas hacia fuera a través de la cortina del escenario, vio un mar de sudaderas rojas con letras griegas en ellas, las mesas llenas de botellas de cerveza. Demonios. Otra mirada por el lugar le mostró con súbita desazón que solo había un rebotador y no dos colocados cerca del escenario. Fantástico, realmente fantástico. Por qué no simplemente ponemos un letrero que diga —ataque a las bailarinas, no nos importa—. Ella bajo y tiró fuertemente el traje de spandex acomodándolo en su entrepierna. Mónica subió detrás de ella. —no se ve nada bien, ¿verdad?— —Noche de Universitarios— Crystal contestó. —sólo veo a Tony trabajando sobre el escenario— —No te acerques demasiado al borde del escenario— dijo la stripper mayor. —Esos niños de fraternidad son algo peligrosos. Estarías tres filas atrás en el regazo de alguno antes de que te dieras cuenta— —Rick será mejor que estés muy atento con esto, es todo lo que puedo pedir— Dijo Crystal suspirando. El manejador en cuestión apareció en ese momento. —Vamos chicas. Hay clientes ahí fuera que pagan bien si ustedes dos les dan un buen show. Crystal, usa el tubo de la derecha. Eres más del tipo que quieren ver esos tipos— Más bien quieres decir que los niños te pidieron ponerme de ese lado del escenario, pensó para sí misma, pasando de largo a Mónica para posicionarse cerca del tubo derecho. Rick dio un paso entre las cortinas y el gentío se calmó. —La gerencia del Tom Cat Club les da la bienvenida a todos ustedes esta noche para ofrecerles un show especial. No sólo tendremos seis luchas por separado programadas a lo largo de la noche…— él tuvo que hacer una pausa ante los estrepitosos gritos de aprobación del público. Crystal sentía que bajaba su estado de ánimo mientras pasaban los segundos. Estoy tan jodidamente cansada de esto. El micrófono de Rick amplificó su voz sacándola de sus pensamientos. —.Además tenemos a la muy sensual Crystal Peaks para entretenerlos junto con la también popular Mónica— En la mención de sus nombres, las artistas de striptease se colocaron en los tubos, preparándose para el inicio de la música y el levantamiento de la cortina. —Y sin más preámbulos, permítanme presentarles a Crystal Peaks y Mónica— Los altavoces sobre el escenario comenzaron a sonar con un gran rítmico estruendo. La primera cosa que ella notó cuándo la cortina subió fue a todos los estudiantes acaparando todo su lado del escenario. Esto no va a estar nada bien. Siguiendo los consejos Mónica, ella hizo una vuelta rápida alrededor del tubo, deteniéndose enfrente para hacer unos movimientos con los hombros. —¡Aw, basta de estupideces y muéstranos esas tetas!— Uno de los chicos de la fraternidad gritó. Varios de sus compañeros gritaron apoyándolo, golpeando con c sus botellas de cerveza sobre la mesa con énfasis. El resultado fue un masivo revoltijo de espuma corriendo por las botellas y sobre las mesas. Crystal mantuvo su atención sobre el alboroto, perdiendo la pista y seguimiento de la música. 113
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Demonios. Ella hizo un rápido doble paso para volver a tomar el ritmo de la música. Concentrándose en su rutina, bailó de acá para allá cálidamente intentando seducir a los hombres con su cuerpo. El único rebotador del escenario fue colocado del lado de Mónica, dejándola sin ninguna protección ante la calenturienta fraternidad. —vamos señoras— gritó otro chico —¡queremos ver tetas y las queremos ahora!— Sus amigos se unieron al cántico, golpeando con sus puños en las mesas. —¡Queremos tetas! ¡Queremos tetas!— Rick corrió a través del escenario y bajo las escaleras para enfrentar a los chicos. Las cosas se tranquilizaron rápidamente después de eso y Crystal pudo continuar con su rutina. Mirando hacia Mónica, ella inclinó la cabeza y reanudo el ritmo con la música. En sincronía ambas mujeres se bajaron las cremalleras de las partes superiores del traje de spandex, revelando por debajo la piel desnuda. Normalmente Crystal jugaba con sus manos en esta parte, provocando a la audiencia por lo que estaba por venir. Esta noche sin embargo, no tenía el menor interés de provocar de esa manera. Las chaquetas fueron quitadas de encima y ondeadas detrás de ellas en el escenario, seguido rápidamente por los pantalones del spandex. Mónica se acercó al borde del escenario hincándose ante una mesa de hombres de mediana edad. Los billetes de dólares rápidamente fueron colocados bajo la tira delgada de su tanga. Los chicos de la fraternidad daban gritos y agitaban los billetes también pero Crystal no quería de ninguna manera acercarse a ellos, en lugar de eso fue al frente del escenario y siguió con sus movimientos sensuales allí. Los chicos abuchearon su decepción y comenzaron a golpear las mesas otra vez. Ella miró por encima a Mónica, esperando a que la mujer mayor se apiadase de ella y entretuviese a los chicos de la fraternidad pero ni el dinero extra fue suficiente para obligar a la pelirroja stripper a moverse hacia el lado del escenario donde estaba Crystal. Maldición. Ella sabía que Rick estaba en algún lado en medio del mar de chicos de camisas rojas y espero que el los mantuviera bajo control. Mostrando una sonrisa falsa en sus labios, Crystal se acercó a ellos con vacilación. Un tipo musculoso bastante ebrio se recostó sobre el riel y tendió un billete de cinco dólares. Arrodillándose delante de él, ella se movió y se contoneó, haciendo a sus pechos ondear y rebotar. Ella le ofreció un lado de su cadera mostrando las tiras de su tanga para que deslizara el billete debajo de ella, pero él tenía otra idea en mente. Él enganchó sus dedos alrededor de la tira de la tanga y tiró fuertemente, sacándola con fuerza fuera del escenario. Crystal cayó sobre la mesa, botellas de cerveza pegaron contra su espalda. En tan sólo un segundo sintió el dolor de un cigarrillo quemando su espalda y quedó a disposición de un apretón doloroso en su pezón que le provocaron los dedos del atleta. Ella pateó y se sacudió con fuerza, causándole a él rasguños sobre la piel. —¡Hija de puta!— Él gritó cuando el tacón de Crystal golpeó contra sus costillas. Concentrándose más en detener el dolor de la quemadura en su espalda no se daba cuenta lo que sus pies golpeaban, Crystal vio el revés venir a ella. Los duros nudillos y un anillo demasiado grande conectaron un fuerte golpe. —¡Maldita perra!— Unas manos firmes la sacaron y alejaron de la mesa lejos del hombre borracho. Las luces se encendieron, llenando de claridad el lugar y la música se detuvo. Crystal no se dio cuenta de nada, sus ojos estaban fuertemente cerrados inconsciente de lo que estaba ocurriendo. Había voces gritando, mezcladas juntos con un ensordecedor ruido. Unas manos estaban apretando sus 114
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hombros, tocando su cara. Su pezón izquierdo punzaba dolorosamente por el fuerte apretón recibido, todo esto provocándole una mezcla de recuerdos entre el pasado y el presente hasta que Crystal se encontró incapaz de distinguir donde estaba. Visiones del rostro de su padre surgían debajo de sus párpados cerrados, mareada por la carga de sensaciones, Crystal dejó que la oscuridad la inundara. Ella despertó y se encontró recostada sobre el sofá del vestidor. Mónica estaba sentada sobre una silla al lado de la mesa, leyendo una novela romántica. ¿Oh Dios, qué pasó? Pensó para sus adentros, subiendo su mano para restregarse los ojos. —Auch— Se sobresaltó por el dolor en su cara. —¿Crys? ¿Estás despierta? Dios mío querida amiga, nos tenías muy preocupados. Rick dijo que si no despertabas para el final de la próxima presentación llamaría una ambulancia— —Oh que amable de su parte— ella habló entre dientes, cuidadosamente tocando el área sensible de lado derecho de su boca. —¿Que sucedió?— —No estoy segura. Sólo escuché la gran conmoción pero para cuando llegue allí tú estabas inconsciente o algo así. Rick hizo que te trajeran aquí dentro. Él tuvo que presentar a las luchadoras antes de lo programado y les dijo que tenían que hacer peleas extras— Fue entonces cuando Crystal se fijó que Mónica vestía su ropa de calle. —Tu pensarías que al menos el bastardo podría pagarme por la mitad de la presentación, porque ya no haría la otra parte del show el resto de la noche, ¿pero sabes lo que hizo ese maldito desgraciado? Me dijo que si quería trabajar el resto de la noche tenía que participar como una de las luchadoras— Ella se levantó, inhalando agudamente, pues la quemadura le ardía. —Si supongo que probablemente luzco como un esperpento ahora— Aun sin un espejo ella sabía que su labio estaba abierto y sangrando. —¿puedes darme un paño o algo para limpiarme?— —Claro amiga— Mónica contestó, tomando un pedazo de tela que se encontraba sobre una percha. —Supongo que el señor sabelotodo no cree que puedo continuar el show yo sola— La stripper apareció por detrás de Crystal ofreciéndole la tela humedecida. —Que se joda. Aprovecharé para pasar este viernes por la noche en casa para relajarme. ¿Vas a estar bien verdad?— —Auch, si estoy segura. Ella presionó la tela cautelosamente alrededor de su labio, cuidadosamente enjugando la sangre. —No me voy a pasar pagando todo el resto del año por una habitación de hospital solo por un labio sangrante— Poniéndose de pie lentamente, Crystal caminó hacia el tocador y se dejó caer bruscamente en la silla. —Carajo. Parece que alguien me utilizó como saco de arena— —Oh cielos, Crys, ¿qué te pasó en tu espalda?— —Aterricé en un cigarrillo, creo— Ella se volvió en su asiento, estirando el cuello para ver la quemadura ennegrecida, cubierta de ceniza. Dio un resoplido ante lo que veía. —Ooh eso luce repugnante— —Creo que necesitas que alguien le eche un vistazo a esa herida— Mónica dijo. 115
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—No. Solo me limpiare un poco en la tina de baño cuando llegue a casa. Me limpiare muy bien todo— Ella miró en el espejo para ver la expresión de la pelirroja. —No te preocupes. He pasado por cosas peores que esta, de verdad— Aunque nunca antes había tenido una alucinación en medio de una actuación, admitió para sí misma. —Oye, Mon. ¿Podrías hacerme un favor? Espérame a que termine de vestirme y acompáñame hasta el coche, ¿Lo harías?— Ella lanzó una mirada sobre el espejo, notando la magulladura color púrpura que se había formado alrededor de su pezón izquierdo. Otros espejos, otras magulladuras le vinieron a la mente de viejos recuerdos haciéndola sentir más vulnerable. —¿Por favor? Sólo serán pocos minutos— —Dios, realmente te asustaste, ¿verdad?— Mónica preguntó, colocando sobre la mesa su bolso. — Por supuesto que te espero y te acompañaré hasta tu coche. ¿Dónde estás estacionada?— —A un lado del contenedor. Sabes que aún no arreglan la lámpara— —Por supuesto que aún no. Mientras no funcione ellos no pagaran más por la electricidad— Metió la mano en el cubículo privado y saco las ropas de Crystal. —Aquí tienes amiga— —Gracias— Ella tomó la blusa y, cuidando de no lastimar su labio herido, tiró de ella sobre su cabeza. Después la pasó con cuidado sobre su lastimado seno y sin rozar contra la quemadura de cigarrillo en su espalda. Mónica agradecidamente notó su apuro y la ayudó a ponerse la blusa. Crystal se puso sus pantalones y sus zapatos, metiendo sus calcetines en sus bolsillos. El ruido del gentío se filtró a través de la pared, recordándole que estaba a tan sólo unos metros de donde había sido atacada. —¿Rick sacó fuera a ese tipo?— Un silencio fue suficiente para saber la respuesta. —Por supuesto que no— —Crys, recuerda que el tipo está allí con todos sus amigos. Si Rick lo sacará los demás se irían también— —Sí si, lo he oído antes— Coléricamente sacó un cigarrillo de su paquete, trayéndolo a sus labios. —Estoy lista— Caminaron hacia fuera por la entrada lateral y hacia donde el coche de Crystal estaba estacionado. —Gracias otra vez, Mónica. ¿Estas segura que no quieres que te acompañe a tu coche?— —No, estoy estacionada justo por aquí— Ella señaló la mini furgoneta estacionada varios lugares atrás de la fila. —¿En cuánto tiempo crees que puedas volver?— —Serán algunos días antes de que la hinchazón se baje pero usando algo de maquillaje, quién sabe. Yo te llamo— Miro hacia el club, una neblina de humo salía por las ventanas, Crystal sintió un nudo en su estómago ante el pensamiento de volver otra vez. Con su mano derecha se cubrió su herido seno. Cerró sus ojos y se apoyó contra su coche, esperando que el aire de la noche despejara su mente. —¿Estas segura que te sientes bien? Mónica preguntó. —Sí, lo siento. Simplemente supongo que estoy cansada— Ella abrió la puerta del coche. — Mándame un mensaje. Y te haré saber cómo estoy— Entró en el coche y esperó hasta que escuchó 116
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cerrarse la puerta del coche de Mónica para poner en marcha su propio motor y marcharse del estacionamiento. Crystal manejó por la transitada avenida principal de la ciudad, mirando más de una vez que los seguros de las puertas estuvieran puestos. No encendió la radio, prefiriendo en su lugar, la soledad que le permitía el silencio. Su labio le punzaba al igual que su espalda y su seno, no permitiéndole olvidar lo sucedido hace unas horas. Aparcó dentro de un alumbrado estacionamiento de una licorería, percatándose de que aún había tiempo antes de que cerraran. La necesidad de buscar olvidar era más fuerte en cada minuto que pasaba. El poco dinero que traía en efectivo le permitió comprar solo una pequeña botella de whisky la cual abrió en ese mismo momento mientras regresaba al coche. —Demonios— Ella tomó otro trago, sintió el líquido quemándole a través de su garganta. —¿Por qué carajos me pasa esto a mí?— Ella golpeó con su talón en dirección del neumático. —Estoy tan cansada de esto, puñeteramente cansada— El calor de sus lágrimas se formó en sus ojos pero se rehusó a ceder, en lugar de eso echó a andar el coche y aceleró rechinando las llantas mientras salía del aparcamiento.
********* Laura escuchó la puerta abrirse y paró de escribir. Una mirada rápida al reloj en la esquina inferior derecha de su pantalla del ordenador le confirmó que aún era muy temprano para que Crystal estuviera en casa. —¿Crystal?— Ella llamó, poniéndose de pie y abriendo la puerta de su dormitorio. —Sí, soy yo— Mientras entraba por el pasillo, Laura pudo fácilmente observar los labios hinchados y la piel abierta. —Hubo un… incidente en el club esta noche— —Vamos a limpiar eso— Guio a Crystal dentro del cuarto de baño, pretendiendo no darse cuenta de la bolsa de papel que contenía la botella de licor que traía la stripper y que colocó discretamente sobre el piso a un lado del inodoro. —Yo puedo... — —Sin discusiones... — dijo Laura, parando la protesta. —Si quieres decirme lo que sucedió o no, es tu decisión pero no voy a dejar esto sin curación— Ella abrió el botiquín y sacó el peróxido, las bolitas de algodón, y la crema antibiótica. —Aquí, siéntate sobre el inodoro e inclina tu cabeza hacia atrás— —¿Está realmente mal?— —No quieres que te quede cicatriz, ¿verdad?—Sujetando una bolita de algodón sobre el lavabo, Laura lo remojó con peróxido. —Tengo que limpiarlo primero para ver qué tan grave está realmente. Aguanta, esto podría arder— —¡Yeouch!—
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—Te lo dije. Ahora quédate quieta— Limpió suavemente una y otra vez el área. —Esto luce bastante mal— —Creo que él llevaba puesto un anillo— Eso explica el corte dentado, ella pensó para sus adentros. —¿Y me dirás que es lo que pasó?— —Había luchas en lodo, un imbécil borracho y un imbécil gerente del club—dijo Crystal suspirando. —Así de simple— —Lo siento. En realidad, creo que necesitarás unos puntos aquí solo para mayor seguridad— —No. Realmente no quiero traer esas cosas— —Ok. Creo que tengo algunas mariposas en el botiquín de primeros auxilios. Pero vas a tener que ponerte diariamente el ungüento para prevenir que quede cicatriz— Laura dejó de limpiar y amablemente tomó la barbilla de Crystal con sus dedos. Tienes una cara tan bonita… El pensamiento pasó por su mente y casi acarició sus labios. —Deja traigo las mariposas— Después de que el vendaje fue colocado en su lugar y curada el área amoratada, Laura dio un paso hacia atrás para darle un último vistazo. —Allí. Creo que tendrás que cuidarte bien eso. Tendrás que seguir poniéndote el ungüento pero creo que sanará bien— Ella comenzó a ordenar las cosas. —¿Laura?— —¿Sí?— Volteó a ver a Crystal que la miraba nerviosamente. —Um hay otro lugar— ella comenzó, poniéndose de pie y dándole la espalda a la escritora.—Creí que con sólo lavarme en la tina se curaría pero....— —Déjame ver— Para su sorpresa, Crystal comenzó a levantar su blusa. —¿En dónde está la herida?— —En mi espalda. Creo que caí sobre un cenicero y me quemé— Laura se arrodilló hasta que su cara estuviera al nivel de la pequeña espalda de Crystal. Se acercó a ella y se dio a la tarea de levantar la blusa. Justo detrás del hombro derecho estaba la quemadura.—Ooh— —¿ Es una quemadura, verdad?— —Oh sí, tiene el aspecto de que aterrizaste sobre un cigarro. Traeré la crema para quemaduras y una gasa— Se marchó dando media vuelta rápidamente, abriendo el armario buscando la crema. ¿Por qué terminas siempre lastimándote? —¿Esto ocurrió en el club?— —Justo a la mitad de la primera presentación— 118
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Laura presionó sus dedos sobre el tubo de crema. —¿Y, cosas como ésta ocurren a menudo?— —No a menudo, sólo de vez en cuando. Usualmente no consiguen nada más que tocar un poco gracias a que los rebotadores los mantienen alejados— ¿Y el que logren tocarte está bien? Deberías dejar ese trabajo, ella pensó para sus adentros antes de recoger el tubo. —Tengo que limpiar la herida primero antes de que pueda poner la crema. ¿Crees que puedes mantener arriba tu blusa?— —Sí— Crystal permaneció parada frente al espejo mientras Laura limpiaba el área lastimada con el algodón húmedo. —¿Y vas a trabajar con el labio así?— —No voy a ir a trabajar. La gente no paga para ver labios estropeados. Esperaré hasta que la hinchazón baje y ver que tan bien lo cubre el maquillaje. Eso y mi espalda— —No sé si estés interesada o no pero Michael me comentó después de que te fueras acerca de su nuevo proyecto en el centro— —¿La remodelación de oficinas de la que hablaba en la cena?— —Ese mismo. Él mencionó que estaban en la etapa de demolición. Tú sabes, limpiar todo los muebles viejos, alfombrados y cosas así— Ve con cuidado, Taylor. —Él anda buscando un poco de ayuda extra para que saquen las cosas del edificio. Es trabajo duro pero paga bien. Incluso estaba pensando en trabajar un día o dos después de la fecha límite de mi libro y ahorrar un poco de dinero extra— —¿Él contratará personas por sólo un día o dos? ¿Qué ocurre si no tienen experiencia en construcción?— —Bueno... — Laura se puso en cuclillas para mirar mejor la quemadura. —¿Cuánta experiencia necesitas para recoger pedazos de escombro y tirarlos en el contenedor?— Lanzó la bolita de algodón al bote de basura. —Diez dólares la hora— —¿ Diez? ¿Sólo por limpiar un edificio viejo?— —Estate quieta—, ella amonestó. —Te has quemado muy feo, Crystal. Se ampolló en la parte de arriba y rompió la piel. Tendrás que ser muy cuidadosa. La tienes en una zona un poco inaccesible— Crystal trató de alcanzar su espalda, esforzándose por tocar con la punta de los dedos la cinta y la gasa. —Lo está. Apenas la puedo tocar— —Yo me encargaré de eso entonces. Solo échame un grito después de que te bañes y te pondré un vendaje nuevo. Y sí, diez dólares por hora. Es trabajo duro pero el pago que ofrecen es lo suficiente bueno— 119
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—¿Quieres decir que él no se queda con las personas mucho tiempo porque paga mucho?— Laura sujetó el último pedazo de cinta y se enderezó. —Algunas personas simplemente no quieren trabajar tan duro, aunque sea buena paga. La mayoría solo trabajan algunos días mientras encuentran otro trabajo— —¿Pero si ellos hacen un buen trabajo, Michael se queda con ellos? Crystal preguntó mientras bajaba su blusa. —No lo sé. Imagino que él siempre tiene un trabajo o dos que necesitan hacerse aun teniendo a los subcontratistas. Le he ayudado algunas veces por un día o dos cuando él ocupaba trabajadores. Es trabajo arduo pero el siempre aprecia un buen trabajo— Vamos, Crystal. Todo el sudor por un trabajo duro es aun diez veces mejor que quitarte la ropa para los hombres. Mira lo que te pasó esta noche. Laura quería decir en voz alta esas palabras, pero se contuvo. Era decisión de Crystal dar el siguiente paso y presionarla no ayudaría. La rubia dio la vuelta para afrontarla. —Gracias por ayudarme con esto— —De nada. ¿Estas segura de que no quieres hablar sobre lo que pasó?—Ella puso su mano sobre el hombro de Crystal pero la quitó rápidamente cuando sintió la rigidez de ella al tocarle. —Soy buena escuchando. Aun podemos salir fuera a la cubierta si quieres— —No. Es tarde y necesitas trabajar en tu libro. Creo que mejor me voy a la cama— —¿Vendrás al juego de mañana?— —Um, seguro, si tú quieres— —Bien. Recuérdame prestarte una de mis gorras para que te protejas del sol— La crema, el algodón, gasa y peróxido fueron devueltos al gabinete. De pronto se encontraron sólo paradas allí, en el cuarto de baño sin nada que decir. —Um, entonces, uh— — Um, sí. Gracias de nuevo por ayudarme con esto—Crystal dijo, señalando el labio hinchado. —De nada. Hasta mañana. Que tengas dulces sueños— Ella oyó el bajo resoplido y el sonido de la bolsa de papel mientras alcanzaba la manilla de la puerta. Entró en su cuarto y contempló el techo. Ha tenido un día bastante difícil. Por favor, déjala dormir tranquila esta noche. Suspiró con resignación sabiendo que había hecho todo lo que estaba en sus manos, Laura se sentó frente al ordenador y miró la pantalla, leyendo los últimos pocos párrafos que había escrito. Apretando sus nudillos para desentumecerlos, comenzó a escribir, dejando al mundo afuera y enfocando la atención en sus personajes y en la fecha tope de entrega. Una frase, luego dos aparecieron en la pantalla. Está caluroso aquí dentro. Presionando con sus pies, rodó su silla hacia la puerta de cristal corrediza y la abrió, dejando entrar el aire de la noche a través del mosquitero. Inmediatamente el olor ya conocido de marihuana mezclado con incienso invadió el aire. Hmm … inhaló por la nariz el aire otra vez. No es cereza o vainilla. ¿Es lila? Poniendo atención, escuchó los sonidos de un vaso de vidrio seguido por el sonido del encendedor de Crystal. El olor de la marihuana se hizo más fuerte. 120
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Poniéndose de pie coloco su silla debajo del escritorio, Laura abrió la puerta y camino a través del pasillo y se paró enfrente del dormitorio de Crystal. Tocó ligeramente. —¿estas ocupada?— —Uh— Laura oyó una gaveta abrirse y cerrarse a lo que ella asumió que era la droga que estaba siendo escondida. —Entra— —Yo um—Ok, ¿y ahora qué?—Sólo me preguntaba que aroma de incienso estabas usando— Ella pasó a un lado del tocador y observo la pequeña vara encendida en el plato de metal. —Se llama Lluvia— Crystal estaba sentada sobre su cama, sentada al estilo indio. La lámpara al lado de la cama estaba encendida, un espejo en la pared reflejaba la luz sobre el techo blanco, dándole al cuarto un brillo tenue. La stripper se había puesto unos pantalones cortos grises y una camiseta blanca, sus pechos se notaban a través de la delgada tela blanca. —Creo que no habías usado este aroma antes— Ella cogió la caja llena de varas de incienso y leyó la etiqueta, deliberadamente manteniendo sus ojos fuera de vista de los obvios atributos de su compañera. —Difícil saberlo, sin embargo, ya que parece que usas una gran variedad de aromas— —Depende de mi estado de ánimo. Abre esa gaveta sobresaliente— Laura obedeció y encontró varias cajas de incienso así como también varias varas largas sueltas y un pedazo de madera curvado para sujetarlas. —Esta parece de... — Ella tomó uno olfateándolo y se encogió de hombros. —Reflexión— —Supongo que es una forma de llamarlo— —Los usas bastante. ¿Es sólo para esconder el olor a marihuana? No puedo imaginar que la fumes mucho todo el tiempo— —No, no la fumo a cada minuto del día— Crystal dijo, sonrió quitando importancia a sus palabras. —Me gustan los olores. Cuando estaba creciendo, todo olía como a mi padre. Sus cigarrillos, su colonia barata…—La pausa causó que Laura la mirara fijamente y viera a Crystal estremecerse. —Simplemente todo— la joven dijo molesta, tratando de alcanzar sus cigarrillos. —Bien... — ¿Ahora qué le digo? Si tuviese a un padre como el tuyo, haría lo que fuera que estuviera en mi poder para no recordarlo también. —Me gusta el olor. Hace que toda la parte de este piso huela muy agradable. Si quieres encender alguno— y nada más que eso, sus ojos silenciosamente añadieron, —puedes dejar tu puerta abierta— —Laura, ¿Te puedo preguntar algo?— —Seguro, cualquier cosa— Ella intentó mirar los ojos de Crystal pero estaban escondidos detrás de unas pequeñas rayas. Realmente debes de haber fumado mucho de eso antes de que entrara, pensó para sus adentros. —¿Te importaría si me siento?— Crystal hizo señas con su pie hacia la cama. —Adelante— Ella dio un largo golpe a su cigarrillo, luego observó el humo gris formar remolinos hacia arriba. —¿Alguna vez tu padre te golpeó?— 121
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—Cuando era pequeña me gané una zurra o dos pero no de la forma que te imaginas. Él nunca hizo nada más que eso—Laura estiró sus pies cruzándolos sobre la cama. —Algunas veces él actuaba como un sargento de entrenamiento pero aun así él sabía la diferencia de tratar con sus reclutas y con sus hijos— —Debió ser agradable— La cabeza del cigarrillo brilló de nuevo con una luz anaranjada cuando inhaló otra vez. —El mío solía pensar que todo se solucionaba con los puños. Él…—la voz de Crystal disminuyó y apartó su mirada. —Él solía la...lastimarme— El corazón de Laura dio un vuelco cuando escuchó la dificultad para hablar en la voz de su compañera. Hasta ese momento Crystal había ocultado el abuso, sin más lo confesó. —Um, sabes que él ya no te puede lastimar ahora— ella ofreció. Crystal respondió cogiendo su vaso medio lleno y bebiéndolo completamente. —Aun después de todo este tiempo tengo pesadillas de que me encuentra y me lleva arrastrando de regreso a casa con él— Los párpados pesados por el efecto de la marihuana solo dejaban ver una pequeña raya medio abierta de su ojo izquierdo pero aun podía enfocar su atención en Laura. —Esta noche... — Ella miró con anhelo la gaveta de la mesita de noche, obviamente queriendo el escape que le ofrecía lo que había dentro de ella. No, no me dejes ahora, Laura pensó. Vamos, Crystal, lo estás haciendo muy bien. Ella se apoyó sobre su rodilla. —¿Qué pasó esta noche?— —Yo… eso....— Crystal comenzó y se detuvo varias veces y sacudió sus manos por la frustración. Provocando con esto tirar la ceniza del cigarrillo sobre las sábanas. Laura rápidamente sacudió para remover la ceniza antes de que las quemara. Al fin, ella terminó atravesada diagonalmente en la cama, sus hombros al ras de la cadera de Crystal. Giró sobre su lado y se apoyó en un codo. —Shh— ella arrulló. —Simplemente aspira profundamente e inténtalo de nuevo. —No, está bien, yo... — —Crystal— ella interrumpió, poniéndose sobre sus rodillas otra vez. —No puedes sentarte aquí y decirme que lo que pasó hoy no te ha molestado. Tienes tu labio prácticamente partido en dos, un cigarrillo quemó tu espalda y sabe Dios que más pasaría que no me has dicho— Corriendo el riesgo, se acercó más a ella, sus rodillas quedaron a sólo unos centímetros de las de Crystal, quien permaneció con las piernas cruzadas a la cabecera de la cama. —Y creo que cualquier cosa que haya pasado hoy te hizo recordar a tu padre— —¿Y eso es nuevo?— Ella bufó, apagando el cigarrillo en el cenicero. —Ese bastardo lo fastidió todo. Todo lo que él tocó, todo lo que él dijo… —Ella alcanzó la bolsa de papel y sacó la botella de whisky. —Lo odio— Eso es poco, Laura pensó para sus adentros. —¿Te puedo decir algo?— Ella esperó hasta que Crystal asintiera con la cabeza. —Sé que no tenemos mucho tiempo de conocernos, no somos exactamente las mejores amigas— 122
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—No exactamente— la rubia estuvo de acuerdo. —Pero— Laura le sonrió ante la respuesta. —De igual forma te he ido conociendo un poco más y te considero una amiga. No sé si debería decir algo o no pero cuando pienso en lo que él te hizo... la manera en que te ha lastimado, bueno... yo lo odio también— Los ojos de Crystal se abrieron con sorpresa. Ella abrió su boca como si quisiera decir algo pero no lo hizo, en lugar de eso lleno el vaso con whisky. Recostándose hacia atrás con el vaso en sus manos, miró hacia el líquido ámbar oscuro. —Paty lo odiaba también. Creo que Mamá también lo odiaba pero fue demasiado débil como para dejarlo. Ella simplemente no nos protegía— ella gruñó, sacando el veneno con sus palabras. —Ella nos dejó solas a su merced. El vaso fue llevado a sus labios y una buena tercera parte de su contenido se redujo drásticamente. —¿No te esperabas una compañera de departamento tan jodida, huh?— La bombilla de la lámpara emitía bastante luz para que Laura notara el brillo de lágrimas en sus ojos. Crystal colocó el vaso sobre la mesita de noche. —Solía preguntarme que había hecho mal para merecer una familia tan mala— ella dijo, mirando abajo hacia su regazo. Laura reaccionó de la única forma que sabía, se acercó a ella y envolvió sus brazos alrededor de la asustada pequeña rubia. No podemos escoger a nuestras familias— ella comenzó, atenta a la rigidez del cuerpo que sujetaba. —Pero cuando nos convertimos en adultos podemos escoger nuestra propia familia. —Con mi suerte sería algo así como cuando te dejan de lado cuando escogen a los miembros de un equipo de fútbol—Crystal dijo quedamente. —Oh no— Laura susurró, ajustando más su agarre de modo que la cabeza de la mujer más joven quedara debajo de su barbilla. —Yo siempre te escogería a ti para que fueras de mi equipo— ¿No puedes creer que alguien pueda quererte? ¿Crees que no eres digna de importarle a nadie? Ella acabó el abrazo con un apretón rápido y retrocedió, dándole a Crystal su propio espacio. Amo a mi hermano con todo mi corazón pero siempre tuve la ilusión de tener una hermana pequeña— Crystal le dio una mirada. —Bueno, tal vez no tan…compleja como tú, pero es igual— Laura intentó, aliviada cuando vio una gran sonrisa asomar en la cara de su compañera. —Creo que estoy siendo un total desastre— Para la sorpresa de la escritora, Crystal golpeo cariñosamente su muslo. —Pero gracias— Ella frotó sus manos. —Creo que es hora de dormir por ahora— Entendiendo la indirecta, Laura se movió a un lado de la cama y se puso de pie. —Te veré por la mañana entonces. Buenas noches— Está bien si por ahora no quieres decir más, ella pensó para sus adentros. Laura sintió un gran progreso entre ellas y se sintió satisfecha con eso.
********* Laura entró con su Jeep en el aparcamiento, buscando cuidadosamente un lugar para aparcar. — Hay un lugar por allí, al lado del coche de Jenny—Crystal señaló.
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—Nop, está demasiado cerca del campo. ¿Has visto la forma en que las pelotas caen por esta zona?— —Oh, creí que era porque no querías que se te llenara de polvo— —Bueno, por eso también— Laura admitió, estacionándose en un lugar sombreado cerca de algunos árboles. —Venga, es hora de que veas como el equipo de las Abejas nos patean el trasero— —¿Es buen equipo, huh?— —El mejor de la liga y ellas lo saben— Salieron del Jeep y fueron hacia la parte de atrás. Laura abrió la puerta trasera y sacó su mochila de deporte. —Es como si jugaran Tinker y Evers, pero aquí son las gemelas Winters— —¿Huh?— —Supongo que tendrías que saber de béisbol para que entiendas lo que hablo, es decir, que casi es una garantía de que todas las pelotas que nos lancen serán out — —Oh— Crystal se encogió de hombros. —¿Así que estaremos aquí sudando con todo este calor y ensuciándonos solo para perder?— —Así es— Ella colgó la mochila sobre su hombro. —Tú llévate la hielera— —Caramba, gracias— —Ni lo menciones.— Laura usó su hombro para darle un codazo en broma a su compañera. — Ahora vamos, es hora de ver a las Air hearts darle a las Abejas un juego fácil— Jenny sonrió y saludó con las manos cuando vio a las dos acercarse. Le dio a Laura un abrazo. — Me alegraría que tú pudieras hacerlo también— ella dijo a Crystal, quien permanecía fuera de su alcance. —Pues bien, he escuchado que aquellas dos son de cuidado— Crystal señaló hacia las gemelas. —Definitivamente. Tengo un sentimiento que será un juego muy rápido. ¿Qué le pasó a tu cara?— —Oh, um... mala noche en el trabajo. Laura, voy a dejar la hielera por allí y a conseguir un asiento— —Ok— Jenny esperó hasta que la rubia se retirara antes de preguntar a Laura. —¿Qué le pasó?— Mirando mientras se retiraba hacia las gradas, Laura colocó sus antebrazos sobre uno de los rieles superiores de la cerca junto al campo de juego. —Odio que trabaje allí. Me dio una pobre excusa de que un hombre la golpeó— 124
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—Oh Dios mío, ¿qué pasó?— —Ella no me dio todos los detalles. Su cara se ve mejor hoy que anoche. Se quemó su espalda con un cigarrillo también— —¿Estaba ella..?— —No. Eso ocurrió durante una de sus funciones— Laura miró hacia el campo, levemente notando los uniformes amarillos con negro del otro equipo que calentaban haciendo tiros con las pelotas. —Jen, la hubieras visto anoche— Jenny apretó su hombro. —¿Cómo estás tú?— —¿Yo? Yo no fui a la que golpearon— Sacándose la gorra, ella suspiró y comenzó a juguetear con el ala de la gorra. —Algunas veces, ella es un verdadero dolor de cabeza pero anoche... — Laura hizo una pausa, lamiéndose los labios para dar tiempo y meditar sobre la situación. —Cuando le vi su cara no lo podía creer. ¿Cómo pudo alguien hacerle eso a ella?— —Malas cosas le pasan a gente buena, Laura. Así es la vida— —No puedo soportar ver que ella regrese de nuevo a trabajar allí después de lo que pasó— —Es su trabajo— —Ella podría encontrar otro trabajo. Le dije que Michael estaba contratando gente. Tal vez, si ella trabajara con él por unos días mientras se recupera ella ya no quiera regresar a trabajar al club— —Tú no puedes planificar eso— Jenny dijo. —Quizás a ti no te guste el trabajo que ella hace pero tienes que aceptarlo pues es su manera de vivir. Lo mejor que puedes hacer es estar allí para ella— La actividad en el campo de juego cambió, las pelotas fueron recogidas y la cátcher ya estaba tomando su posición. —Creo que será mejor salir a jugar y esperar a que nos tengan un poco de misericordia— —Iré con la couch para que me de las indicaciones— Laura dijo. —Si te da sed ve con Cristal, ella está a cargo de la hielera— —Oh, qué bien. Ni siquiera me acordé de traer algunas bebidas hoy. ¿Trajiste agua fría para mí?— —Hay agua, soda, jugo y cerveza. Lo sé, lo sé, dejarle a Crystal hacerse cargo de la hielera es como dejar a un zorro protegiendo un gallinero, pero sólo hay un paquete de seis cervezas allí dentro. Dudo que ella pueda terminarse todas en lo que dura el juego— Jenny se burló. —Uh huh, y tu deseo se hará realidad si se lo pides a la primera estrella de la noche— —Sí, bueno... —Laura le dio un pequeño golpe a la gorra de Jenny. —Gracias por escuchar— —Cuando quieras, cariño. Deséame suerte— 125
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—Con suerte solo podrías hacer strikes y quedar fuera— Laura dijo, poniéndose su gorra.—Por otra parte podrías mandar esa pelota directamente a su guante y quedas fuera también— —¿A cuál de las dos?— —Nunca he sabido cual es Carol y cuál es Coral. La mediocampista— —Esa es Carol— —Sí, ella. Te juro que ella tiene un imán en su guante que atrae a la pelota como si esta fuera de acero— Las mujeres se rieron y caminaron hacia la banca. Jenny era la primera en pegarle, y dio un golpe lento que atrapó la mediocampista. Ella trotó de regreso hacia la banca y colocó su bate junto con los demás junto a la cerca. —Bueno eso sí que fue rápido— dijo ella. Crystal caminó hacia ellas, con cerveza en mano. —Creí que la idea era pegarle a la pelota y mandarla fuera del campo, y no mandarse las a ellas— —Que graciosa. Toma un bate intenta un tiro, Sabelotodo— —Oye, rubita, ¿quién te hizo esto? Carmen dijo, moviéndose suavemente al lado de la stripper. Ella extendió su brazo y tomó la barbilla de Crystal con su mano. —Joder chica, esto sí que es una belleza. Oye Taylor, ¿Es que no sabes cómo tratar a un precioso espécimen como este?— —Yo no lo hice— Laura contestó. La curiosidad causó que varias de las Airhearts dejaran el banco y se arrimaran para ver la lesión de Crystal. Recordando que les había comentado que trabajaba de bar tender, Crystal rápidamente les contó una historia de que intervino en una pelea entre dos borrachos. Quedando Lisa ponchada acabó el primer inning, obligando a las Airhearts a dejar la conversación con Crystal y tomaron sus guantes para defenderse ahora que les tocaba batear a las Abejas. —¿Qué fue lo que Laura te contó de esto?— Crystal preguntó con voz baja a poca distancia de la primera base. —Me contó que no irías a trabajar por unos días— Jenny contestó. —Yep— —¿Cómo te sientes por lo sucedido anoche?— Crystal se encogió de hombros. —No lo sé. Es simplemente algo que ocurrió no hay ningún problema— —Uh huh— Jenny dijo dudosamente. —Sí, claro, yo siempre suelo recibir golpes en el trabajo— Ella interrumpió la conversación para posicionarse y recibir un lanzamiento de la segunda base. —¿Vas a trabajar para Michael esos días?— —No lo sé. No creo que pueda hacer esa clase de trabajo— 126
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—Supongo que es más fácil darse por vencida sin intentarlo siquiera, ¿hmm?— Otra vez su conversación fue interrumpida por el juego en curso cuando la mediocampista de las Abejas tomó la tercera base. En pocos segundos Carol Winters tomaba la primera base y fácilmente logro tomar la segunda base también. —No se verá bien si les dan una paliza apenas en el primer inning, Doc— —Hey Crystal, muérdeme— —Ooh, ahora hay una oferta— una de las Airhearts que estaba sentada sobre el banco grito. Thunk. El bate conecto, esta vez enviando la pelota al jardín izquierdo. Laura reaccionó rápidamente, tuvo que tirarse sobre la hierba seca. Pudo atrapar la pelota logrando un out, pero no quedó en buena posición de lanzarla hacia la tercera base para evitar que la corredora llegara. Exasperada, pasó con sus manos tallando inútilmente sobre las manchas de hierba en sus pantalones mientras caminaba de regreso a su posición. —¿Porque está tan molesta?— Crystal preguntó. —Ella logró hacer un out. —Quiso evitar que Winters avanzara. Ahora si alguien conecta fuera del campo será una carrera para ellas— —No te preocupes, Cariño— Carmen dijo, colocando su codo sobre el hombro de Crystal. —Estoy segura que ella te dejara consolarla después del juego— ¿En eso es en lo que piensan solamente? Crystal pensó para sí misma, moviéndose ligeramente hacia la derecha para romper el contacto con Carmen. La morena no se tomó a mal que evitara su contacto, de pronto se le vino una repentina necesidad de asegurarse de no haber olvidado sus llaves en el coche. —Ella es un caso serio— Crystal dijo cuándo la mujer cubana se retiraba. —Ciertamente lo es— Jenny contesto, vigilando como la bateadora abanicaba el tiro. —Vas a tener que acostumbrarte a esto. Sin embargo, ¿por qué no te pusiste ese pequeño top de la semana pasada? Nos hace falta tener toda la ayuda que sea posible— Una pelota atrapada por Toni acabó con el inning. —¿Por qué no le traes una bebida a Laura? Ella debe estar acalorada después de toda esa corrida por el campo— Duh, por supuesto. —Seguro, ¿qué crees que prefiera?— —Té helado, probablemente— —Entendido— Crystal trotó hacia la hielera y levantó la tapa. Varias latas sobresalieron a través del hielo raspado y localizó el té helado rápidamente. Regresó a la cerca y en eso llegó Laura y se sentó en la banca. —Oh, gracias— Laura dijo, tomando la lata. —No puedo creer que este tan caliente aquí afuera— —Es genial si te quieres broncear— La rubia extendió su brazo para probar lo que decía. 127
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—Y si te quieres insolar— la escritora dijo, sacándose la gorra y pasando un paño sobre el sudor de su frente. Dio otro largo trago a la lata antes de devolverlo a Crystal. —Soy la primera en batear, te veo en un rato— —Buena suerte. Sácala fuera del campo de juego— —Lo intentaré— Jenny camino y se apoyó contra la cerca. —Wagner es la pitcher. Laura siempre tiene problemas con su zurda— —¿Siempre le hacen out? —No. Usualmente ella le pega … — Thunk — ...justo hacia la mediocampista— ella terminó. El área que protegían las gemelas Winters era llamado el Bloque de Hielo debido a la dificultad que tenían de no poder traspasarlas. El bloque resultó impenetrable todo el resto del juego y cada intento de las Airhearts cuando bateaban para poder emparejar el juego fue siempre parado por el árbitro que marcaba out. Ya para el séptimo inning, las Abejas disfrutaban de una ventaja de cuatro a cero en el marcador. Jenny fue golpeada por una pelota, con la muñeca amoratada logró llegar a primera base. Donna logró pegar un buen tiro para ir a primera base y poner una corredora en segunda sin ningún out. Observando desde la cerca, Crystal dio un codazo a Laura. —Oye, parece que tenemos una buena oportunidad— —Yep, es como mandar una pelota de nieve en el infierno. Toni es una de nuestras mejores bateadoras pero ella siempre manda la pelota al jardín izquierdo. No tiene ninguna posibilidad en contra de las gemelas— —Tal vez debí ponerme ese pequeño top después de todo— la rubia filosofó.— ¡Oh mira!— El golpe de Toni fue directo hacia el piso tomando desprevenida a la pitcher ya que la pelota dio un brinco inesperado como para atraparla. Para cuando las gemelas Winters lograron llegar a la pelota, tres delas corredoras estaban a salvo. La banca de las Airhearts estalló con frenesí, disfrutando por primera vez el ver las bases con jugadoras de azul y blanco en lugar de amarillo y negro. —Las bases están llenas y nuestra bateadora ya se colocó en el plato— Laura ajustó su gorra y ahuecó su boca con sus manos. —¡ Venga Adelante, Lisa! ¡Tú lo puedes hacer !— Crystal aplaudió y se unió a Laura. —¡Sí Lisa!— —Sera mejor que me vaya al círculo de práctica. Soy la siguiente si ella no logra pegar un hit para una doble jugada— ¡Swish… thwap! —¡Strike uno!— 128
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Laura aplaudió de nuevo, alentando a sus compañeras de equipo para hacer lo mismo. —Eso está bien, Lisa. Es sólo un strike— Volteo a mirar a Crystal.—Deséame suerte.— ¡Swish… thwap! —¡strike dos!— —Buena suerte— Laura recogió su bate y caminó hacia círculo de práctica. Apenas había entrado a la zona de práctica cuando escucho swish… thwap seguido por las ya esperadas palabras —¡Fuera!—. Oh genial, ahora todo está en mis manos. Sujeto el bate con ambas manos, lo levantó sobre su mano estirándose, consciente de la humedad bajo sus brazos. Camino hacia el plato, Dio una mirada a Jenny que esperaba en tercera base, le sonrió y le levanto sus pulgares en apoyo. —Ok Julie, un out más— la cátcher gritó en lo que Laura tomaba su posición en el plato. Mirando hacia el campo de juego, las gemelas dejaron en claro que no tenían la intención de dejar pasar ninguna pelota a través de ellas. Sólo debo concentrarme y pegarle a la pelota. Por supuesto que era más que sólo golpear la pelota. Tenía que asegurarse que debía mandarla lo suficientemente alta para poder pasar al Bloque de Hielo pero no tan alta para que alguna otra jugadora la atrapara. Flexionando sus dedos alrededor del bate, se apoyó en su pie de atrás y esperó a que la pitcher lanzara. ¡Swish… thwap! —¡Strike uno!— —¡Venga, sácala fuera del campo!—Con Crystal a su espalda, Laura no la podía ver pero fácilmente escuchó sus palabras de ánimo. El sonido de un puño pegándole a un guante la hizo mirar a la mediocampista de pelo rizado. Una sonrisa abierta casi siniestra encontró su mirada y tragó reflexivamente. Tal vez puedo sólo dar un leve toque a la pelota. Miró esperanzadamente hacia la primera y segunda base. Laura mantuvo ese pensamiento en su mente en lo que la pitcher le lanzaba una pelota elevada. Esta vez su bate hizo contacto pero su golpe fue algo pronto, débilmente mandando la pelota a zona de faul. Sujetando el bate entre sus rodillas, Laura se limpió su labio superior y canalizó su mirada al plato de home. Un strike más y la tradición de las Abejas dándole una paliza a los Airhearts continuaría. Apenas escucho el grito de sus compañeras de equipo mientras nerviosamente asumía su postura. Su jersey se sentía tan grueso en contra de su piel sudada y su sostén deportivo estaba totalmente húmedo. Casi abanicaba un tiro cuando el árbitro gritó que era una bola*. Laura soltó un profundo suspiro. —Oh, gracias Dios. —¿No estabas segura de esa, verdad?—La cátcher bromeó. —Tú conoces a Carol le gusta esperar hasta que tú se la mandes directamente. Como si lo anticipara, la gemela mediocampista golpeó su guante y dio una mirada burlona a Laura. Por favor no me dejes que le pegue justo hacia ella, por favor no me dejes mandarla hacia ella. Agarrando el bate más fuerte, esperó para que el destino decidiera si sería la heroína o la perdedora del juego. 129
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Fue un lanzamiento perfecto: Un lanzamiento lento justo a la izquierda del centro. Comprometiéndose, Laura se meció tan duramente como pudo, el impacto de la pelota en contra de aluminio del bate le hizo sacudir sus manos. Paso por encima de la de primera base y cayo justo delante del jardín derecho. Se alegró tanto de que no fuera atrapada por ninguna de las dos gemelas Winters que le tomó un segundo en recordar que tenía que correr a primera base. Pensó la posibilidad de correr hasta segunda pero se detuvo cuando vio a Toni regresar la pelota, dejándola sin la posibilidad de avanzar más. Jenny y Donna anotaron carrera, cortando la ventaja de las Abejas ahora de cuatro carreras a dos. Laura sonrió y, con un pie en primera base, se apoyó firmemente unos segundos. Kelly tomo un bate firmemente, era una gran bateadora, dándole al equipo la esperanza que con dos corredoras en base tenían la oportunidad de emparejar a las Abejas. Esperanzas que no llegaron, Kelly pegóun duro golpe pero justo hacia el Bloque de Hielo. Carol recogió la pelota del suelo y la lanzó a su hermana, que esperaba pacientemente en la segunda base haciéndole a Laura un out. Con un movimiento casual de muñeca, Coral le lanzó la pelota al árbitro. —Buen tiro— ella dijo antes de trotar hacia sus compañeras para chocar sus manos con sus compañeras de equipo. Laura estuvo parada en segunda base por un momento, mirando con incredulidad cuando se retiraban las jugadoras. —Oye, fue un buen juego— Jenny dijo mientras se acercaba detrás de ella. —aun así perdimos— Laura apuntó. —Pero no perdimos por mucho gracias a ti— Comenzaron a caminar hacia el banco de las Airhearts. —Ve el lado bueno de las cosas, finalmente pudiste traspasar al Bloque de Hielo. Ese es motivo de celebración, —¿No lo crees?— Laura se detuvo y miro a Jenny. —¿Cualquier excusa es buena para ira Ameilia's, hmm?— —De hecho yo no puedo ir. Te lo dije, tengo que ir a ver a Mamá esta noche— —Bien entonces, probablemente yo también vaya a casa a ponerme a escribir algo. No es divertido ir sola—En lo que se acercaban a las demás, Laura se dirigió a hablar con Crystal. —Lo hiciste genial— la rubia dijo cuándo su compañera se acercó. —Por un momento creí que lo lograrían chicas— —Sí, lo hice—Laura admitió. —Fue un buen juego, aunque nos vencieron las Abejas otra vez— Ella recogió su guante y su bate. —¿Puedes traerte la nevera?— —Seguro, ya está bastante vacía que cuando la trajimos. El agua del hielo ya la tire— Caminaron por el estacionamiento, haciendo una pausa para que Laura intercambiara unas palabras con sus compañeras de equipo. Crystal se apoyó contra el Jeep en espera de su compañera mientras varias Airhearts hablaban sobre el juego. Después de probar abrir la puerta dos veces, la rubia se dio por vencida y miró alrededor. Un brillante anuncio atrapó su atención. Ella miró a Laura, encontrándola todavía atrapada en un mar de uniformes azules y blancos. Curiosa, camino hacia el anuncio para leerlo.
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—No, de verdad. Tengo que ir a casa y lograr escribir algo—Laura se disculpó. —En otra ocasión me encantaría salir con ustedes— Caminando hacia su coche, notó la nevera sobre el suelo y no vio a su compañera por allí. Divisó a Crystal parada cerca de un cobertizo. Despacio caminó hacia ella, Laura leyó un anuncio sobre la pared promocionando una feria local. —¿Lista para irnos?— Ella preguntó, causándole a Crystal dar un salto por la inesperada voz. —Oh, sí, supongo que sí— —¿Te gustan las ferias?— —Sí, fui un par de veces cuando era niña— Crystal dio la vuelta y se encaminaron hacia el Jeep. —Deberías ir— Laura dijo. —Tienen esas promociones de pagar tu entrada, y obtienes todos los juegos mecánicos gratis— —Naw, no es divertido ir sola— Crystal esperó a que quitara los seguros de las puertas, y luego colocó la nevera en la parte trasera. —Además, no creo que mi preciado coche logre subir la colina Azul— Inclinando la cabeza, Laura entró en el lado del conductor y metió la llave en el encendido. Una rápida mirada de reojo le mostró algo de polvo a un lado de la cara de Crystal, sin duda causada por todo el polvo provocado por el juego. —En la guantera hay algunas toallitas húmedas, deberías limpiarte tu labio. No queremos que se infecte— Ella observó cómo Crystal abría el paquete cuidadosamente paso una toallita por el área cortada y amoratada. No. Tengo que ir a casa y terminar esa escena, Laura pensó para sus adentros mientras el Jeep encendía. No tengo tiempo para ir a subirme a todos esos juegos y pasearme en el barco pirata y..... —¿ Sabes qué? Ese fue un gran golpe que di hoy en el juego— —Oh sí— Crystal estuvo de acuerdo. —Yo estaba segura de que darías un buen golpe. Nada hubiera sido peor que te sacaran teniendo todas las bases llenas— —Estás en lo correcto. Pienso que hay que celebrarlo. ¿Te sientes con ánimos para ir a la feria? ¿Aunque sea solo un rato?— —¿Quieres decir contigo?— —Por supuesto. No he ido a la feria en años. Apuesto que será divertido— Tomando la decisión, Laura dio vuelta a la izquierda en lugar de la derecha saliendo del estacionamiento y conduciendo el Jeep rumbo a la colina Azul. Solo tendré que desvelarme hasta tarde y me pondré al corriente, ella se dijo a sí misma.
********* —Mira todo ese tráfico—Crystal dijo mientras tomaban la carretera que conducía hacia la feria.
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—Es probable que sea el último sábado que este aquí y continúen su ruta o como sea que le llamen hacia otro lugar. Laura presionó el botón arriba de la direccional, enviando chorros de líquido azul sobre el parabrisas. —No puedo creer qué polvorienta es esta carretera. Voy a tener que lavar el coche cuando lleguemos a casa— —Un poco de suciedad no le hace daño a un coche. Yo dejo que la lluvia lave mi coche por mí— —Pues por eso el mío tiene una brillante pintura y el tuyo esta todo descolorido— Laura contestó, pisando el freno fuertemente cuando la camioneta de adelante se paró de pronto. —No había ido a la feria en años. Olvidé lo problemático que es estacionarse— —Si quieres olvidémoslo y vayamos a casa—Crystal ofreció, para sorpresa de Laura. —¿Es lo que quieres?— —No lo sé—se encogió de hombros. —No me imaginaba que teníamos que esperar tanto tiempo sólo para estacionarnos. Probablemente esté todo lleno— Miró con anhelo la rueda de la fortuna (noria) a lo lejos. —Oh— Laura volteó su cabeza hacia la ventanilla del conductor, sonriéndose. Ella sabía que su compañera le estaba dando la oportunidad de zafarse del compromiso. —Naw ya no estamos tan lejos de cualquier manera. Una vez que nos estacionemos y entremos todo estará bien, estoy segura— El tráfico avanzó ligeramente. —Ves, ya nos estamos moviendo de nuevo— Tomó otros quince minutos antes de que finalmente llegaran al área del estacionamiento. Los ojos de Laura se ensancharon al ver el cartelón que indicaba cuatro dólares por estacionarse pero fue Crystal la que habló. —No lo puedo creer. Eso es ridículo. Es tan solo un campo polvoriento. ¿Cómo pueden cobrar eso por estacionarse aquí?— —Porque saben que vamos a pagarlo en lugar de conducir hasta arriba de la colina y bajar caminando de nuevo— la escritora dijo, metiendo la mano en el bolsillo y sacando varios billetes. —Toma, déjame pagar esto— Crystal dijo, ofreciéndole un billete de cinco dólares. —¿Qué tal si nos lo dividimos?— Laura sugirió, sosteniendo tres dólares. Minutos más tarde el Jeep fue estacionado debajo de la sombra de un árbol. Crystal dio un salto fuera rápidamente, deseando fumarse un cigarrillo después del largo paseo. Después de cerrar el Jeep y meter las llaves en su pequeña mochila, Laura camino a su lado. —Mira, hay una enorme carpa. Tal vez haya un circo también— —Eso explicaría el olor— La rubia arrugó su nariz. —Mínimo un pequeño zoológico— —Tendremos que asegurarnos de quedar opuestas contra el viento de ellos— Caminaron hacia la entrada, quejándose la una a la otra por el precio de admisión. Sin querer, Laura notó que a Crystal sólo le quedaron cinco dólares después de pagar el exorbitante precio. Pasaron por un quiosco. 132
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—Oye, ven acá— Crystal llamó, ya encaminándose hacia el puesto en forma de barril de cerveza. —¿De cuál te gusta tomar?— —Oh, no gracias— Laura contestó. —Yo conduzco, ¿recuerdas?— —Vinimos a divertirnos. Una cerveza no te matará— La rubia volteó hacia el vendedor. —Dos Millers*— —De verdad, yo no.......— Laura protestó cuando vio el líquido ámbar llenando el vaso de plástico. El fuerte sol cayendo sobre su cabeza tampoco ayudaba mucho. —Bueno, supongo que una no me matará— —Oh, por favor— Crystal comenzó a rodar sus ojos en broma y tomó un trago de su bebida mientras le daba la suya a Laura. Estuvieron paradas por un rato, sorbiendo sus cervezas y volteando a mirar los diferentes juegos ante ellas. El juego más cercano atrapó la atención de Laura. —Hey, ¿quieres probar en ese?— —Nunca lo he jugado antes— Crystal dijo mientras tiraba su vaso vacío en un contenedor de basura cercano. —¿Cómo se juega?— —¿Ves la pistola de agua? Debes de apuntar a la boca del payaso y eso hace que el coche suba por ese tubo. El primero en llegar a la parte superior gana— Mientras ella hablaba, Laura guiaba a Crystal hacia el puesto donde estaba el juego. Abrió su cartera y saco varios billetes. —Yo invito el primer juego— —No tienes que hacer eso, tengo dinero— la stripper protestó, metiendo la mano en el bolsillo. —Tú compraste la cerveza. Déjeme invitar este juego, —¿Ok?— Crystal dudó por un momento antes de asentir con la cabeza y tomó asiento en el banquillo cercano. Laura sonrió y después de limpiar el asiento con su mano, se sentó en el banquillo al lado de ella, dándole el dinero a la encargada. La joven chica tomó el dinero y presionó algo detrás del estante con su pie. —Dispárenle sólo al blanco. No inclinen la pistola— En la parte superior tienen el botón para disparar. El que logre llegar a la cima tiene derecho a un premio— La chica dijo las indicaciones repetidas veces mientras pasaba a lo largo de la fila tomando el dinero. —Cuando la campana suene, apunten al centro de la boca del payaso. Buena suerte— Brrringgg. Laura logró conseguir avanzar un poco mientras que a Crystal le tomó algunos preciosos segundos corregir su puntería. Los coches subieron por los tubos, el azul iba delante del rojo. Subieron alto y más alto hasta que la campana sonó otra vez. El globo numerado arriba del coche de Laura parpadeaba rápidamente, anunciándola como la ganadora. —Felicidades— Crystal dijo mientras ella regresaba su pistola de agua de nuevo a su lugar. La joven encargada bajó y se paró enfrente de Laura. 133
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—Escoja cualquier cosa del estante de abajo— El estante más bajo contenía trolls de plástico pequeños con un arco iris de colores de pelo. —El verde—ella se decidió. Tomó su premio y lo guardó en su pequeña mochila, Laura camino alejándose del juego, Crystal caminaba a la derecha de ella. —¿Que te gustaría hacer ahora?— Laura preguntó, deteniéndose para terminarse la cerveza que ya se estaba poniendo tibia. ¿Te has paseado alguna vez en el barco pirata?— Laura preguntó, señalando el enorme barco que se balanceaba como un péndulo. —No— —¿Quieres probar? —No lo sé— Crystal se encogió de hombros y miró la cabina de boletos. —¿Cuánto cuesta subirse allí?— Laura enganchó su dedo bajo la pulsera plástica verde en la muñeca de la joven mujer. —Nada. Todos los paseos son gratis con las pulseras— —Oh— Crystal se le quedó mirando al enorme barco por un momento. —¿Tú te has subido a eso antes?— —Hace algunos años. Jenny y yo solíamos sentarnos hasta el final del barco. Es más divertido de ese modo. Mira, la fila no es tan larga— —No he probado algo así nunca, cuando yo estaba en quinto grado lo más emocionante que hice fue ir a un paseo al campo— Ella continuó observando el juego mecánico, escuchando los felices gritos de las personas que se mecían en el largo barco, yendo en forma casi vertical antes de ir de regreso a ochenta grados hacia la otra dirección. —Es realmente muy seguro. Y divertido—Laura agrego. —Te diré algo. Súbete conmigo al barco pirata y prometo subirme a cualquier juego que tú elijas— —¿ Podemos sentarnos a la mitad? En esa parte no toma demasiada altura— —Si esa es la condición para subirte conmigo, está bien— El barco continuaba meciéndose, aunque era más lento ahora y ya no iba a gran altura, señalando el final del paseo. Mirando la fila, la escritora se dio cuenta que si se apresuraban aún podrían lograr subirse en la siguiente tanda. Extendió la mano y agarró la muñeca de Crystal. —Venga, será divertido. Te obligaré a sentarte en uno de los extremos la próxima vez, ella pensó para sus adentros mientras se colocaban al final de la fila. Aún estaban demasiado atrás en la fila como para alcanzar a subirse en el próximo paseo, cuando avanzo la fila quedaron justo al frente el juego mecánico. Quedando demasiado cerca, el sonido de los motores y los gritos de la gente era ensordecedor, haciendo imposible una conversación. Decidiendo que el barandal estaba demasiado sucio para apoyarse, Laura permaneció parada y dividió su tiempo entre observar el juego mecánico y observar a Crystal. Le costaba trabajo 134
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imaginar a la mujer que fumaba con deseo la marihuana, que bebía cerveza como si fuera agua, o la personalidad tan áspera y dura, con la mujer que tenía parada justo delante de ella. De pronto, pensó algo. Ella no ha estado en un lugar como ésta desde que estaba en quinto grado. Ella tendría qué, ¿cerca de diez años más o menos? Ella probablemente aun no podría probar con algo así. No me extrañaría que se asustara. Tal vez deberíamos probar algo más fácil, como la rueda de la fortuna (noria). Amablemente, Laura se aproximó al hombro del Crystal. —Si prefieres probar algo diferente y regresar más tarde a este juego, está bien— —No, ya nos va a tocar en el siguiente turno. Mientras no me hagas sentar hasta el extremo del barco, creo que estaré bien— A pesar de su aparente valentía, las palabras de Crystal sonaban nerviosas. Sin pensarlo, Laura dio suavemente unas palmadas en la espalda de su compañera. —Estaré justo a un lado de ti. Prometo que será divertido— El paseo se terminó y las personas regresaron. Después de una rápida inspección a los asientos y las barras de seguridad, el asistente tiro su cigarrillo al suelo y abrió la puerta de entrada. — Aseguren bien sus pertenencias que traigan sueltas. Conserve sus manos y sus piernas dentro del barco todo el tiempo— La línea se movió hacia adelante y las escaleras se acomodaron en la zona de abordar. Laura siguió a Crystal hasta el asiento más cercano justo en el centro del barco, fueron empujadas por los adolescentes que intentaban llegar a los codiciados asientos traseros. Crystal se metió primero, moviéndose hacia aun lado del acolchonado asiento para hace un campo a Laura. —No hay cinturones de seguridad—la rubia señaló nerviosa. —No se necesitan— Laura señaló la barra de metal que estaba actualmente en posición levantada. —Antes de que el paseo comience bajarán la barra. Eso será suficiente para mantenernos en nuestros asientos— Crystal estiró su brazo y tocó el grueso cojincillo negro que rodeaba la barra de seguridad. —No estoy segura— Laura se acercó aún más, sus caderas estaban casi tocándose. —Confía en mí, esto será divertido— —No soy una miedosa— dijo ella, cerrando el botón del bolsillo de su blusa para mantener los cigarrillos en su sitio. —Cuando era pequeña me subí al scrambler* y a la montaña rusa. Fue muy divertido— —Bien ahora solo piensa lo divertido que será este gran paseo— la escritora argumentó. Una serie de sonoros ruidos se escucharon cuando las barras de seguridad fueron bajadas a su lugar. —Ah, aquí vamos. Es casi la hora— —Oye, aun puedo moverme detrás de esta barra—Crystal dijo. —No me sujeta lo suficiente— —Se supone que así debe de ser. Laura alcanzó y palmeó su mano agarrada fuertemente alrededor de la barra acolchada. —Disfrútalo Crystal. Confía en mí, ¿Ok?— —Confió en ti. En lo que no confió es en esto— 135
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Pero ya era muy tarde para las protestas pues el barco entró en movimiento. —Aquí vamos— Laura dijo, casualmente apoyando sus muñecas sobre la barra de seguridad. El largo barco estaba suspendido por grandes vigas que servían de soporte a los extremos. —Oh Dios— Crystal dijo mientras el barco empezaba a ganar velocidad, atrás y hacia adelante incrementando el movimiento gradualmente. El viento movía su pelo para atrás y de regreso, momentáneamente tapándole a Laura la vista de la cara de su amiga. —Espera, va a ir más alto— ella dijo con una sonrisa. En la siguiente mecida, el largo barco subió aún más alto, causándoles cosquilleos en sus estómagos. Crystal rió nerviosamente ante la nueva sensación, una sonrisa se estaba formando en su cara. —Esto se siente chistoso— —Yeah— Laura estuvo de acuerdo. —Levantemos nuestros brazos cuando vaya de bajada— —Por nada en la vida— la joven mujer dijo firmemente, intensificando su agarre en la barra de seguridad. —Wuss— La escritora levantó sus brazos al igual que muchos otros. —Wheeee— ella gritó mientras descendían, bajándolos cuando iban en ascenso. —Venga levanta los brazos, es divertido— —Uh huh— Crystal dijo dudosamente, rehusándose a soltar su agarre. Pero todavía una sonrisa estaba en su cara mientras se mecían devuelta y de regreso. El barco tomaba una posición casi vertical antes de regresar abajo. —Whee— gritaron al unísono. Uno de los adolescentes que había peleado por ganar un asiento en la parte trasera se le olvido seguir las instrucciones del asistente de conservar sus pertenencias seguras. Su gorra azul de béisbol salió volando, revoloteando hasta el suelo. Crystal se rió de él ante el frenético intento de querer atraparla y por la emoción de lagrar velocidad del paseo. Demasiado pronto para el gusto de Laura, el juego mecánico fue desacelerando, el vaivén disminuyó, y pronto se encontraron quedándose quietas en espera de que la barra de seguridad se levantara. Las compañeras se separaron por un instante mientras salían del juego mecánico, reuniéndose nuevamente al bajar. Las primeras palabras que salieron de la boca de Crystal fueron—Eso fue divertido. ¿Lo podemos hacer nuevamente?— Laura no pudo contener su risa. —Te dije que lo disfrutarías una vez que lo probaras— —Oh cielos, no puedo creer lo rápido que va esa cosa— Crystal dijo, usando sus dedos para colocar el pelo detrás de su oreja. —Es una suerte que no hayamos comido nada aun— —El barco pirata es un peligro para el estómago— Laura estuvo de acuerdo, de manera similar colocando su pelo en su lugar. —Pero así es más divertido— —Oh sí. Hagámoslo nuevamente—
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La vacilación inicial de ya tener veinticinco años de edad se esfumó, reemplazada por un entusiasmo casi adolescente. Fueron de nuevo hacia el juego mecánico, esta vez Laura duró un rato convenciéndola de sentarse un par de asientos más hacia el extremo. Crystal todavía conservó sus manos en la barra de seguridad pero eso no impidió que disfrutara del paseo. Después de que decidieron pasar algo de tiempo caminando, iban mirando los diferentes juegos mecánicos y algunos de habilidades. —Ese se ve bastante fácil—Crystal dijo. —Todo lo que tienes que hacer es derribar las botellas con una pelota de béisbol— —El truco es que tienes que derribarlos completamente para poder ganar— Aunque, eso aun parece bastante fácil, Laura pensó para sus adentros. Un dólar por lanzar. Pues bien, supongo que no se pierde nada intentar. —¿Quieres intentar un lanzamiento?— —¿Yo? Diablos no—la joven mujer se burló. —No podría pegarle ni a un enorme árbol. Tú eres la experta en lanzamientos— Laura ya estaba abriendo el cierre de su mochila en busca de algunos billetes. Una botella fue apilada encima de otras dos y le entregaron una pelota. Ella puso atención a las instrucciones y levantó la pelota con su mano izquierda. Su primer lanzamiento fue alto, derribando la botella de arriba pero dejando las otras dos en su posición. Inmediatamente Laura sacó otro billete. Puedo hacer esto. Las botellas fueron colocadas de nuevo. —Venga, Laura. Tu puedes hacerlo—Crystal la animaba. El siguiente lanzamiento golpeó las botellas pero sólo dos rodaron al suelo. Los siguientes dos lanzamientos resultaron ser igualmente infructíferos pero en el quinto saltó con deleite cuando las tres botellas cayeron al suelo. —Escoge, lo que sea del ultimo estante— el asistente dijo. —Escógelo tú—Laura dijo a su compañera. —Naw, tú eres quien lo ganó— —En serio. Tú escógelo— —Ok... —Crystal miro los diversos rechonchos osos. —El rojo—Media casi treinta centímetros de altura, demasiado grande como para meterlo en la mochila de Laura. —Lo cargare por ti— ella ofreció. —¿Cargarlo por mí? No, Crystal. Es tuyo. Tú lo escogiste— —¿Estas segura?— —Segura— Ella extendió la mano y tomó el oso, comprobando que las costuras no estuvieran rotas como tantos de los juguetes que había ganado en otras ferias. Satisfecha de que no estuviera defectuoso, ella se lo devolvió a Crystal. —Tendrás que ganar algo para mi más tarde— —¿Qué tal si te invito otra cerveza en lugar de eso? Te lo dije, no traigo mucho dinero— 137
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—Te diré que. Compraré esta ronda y tú escoge el siguiente juego— Una cerveza más no me hará daño. Vamos a andar por aquí por algunas horas más todavía. Caminaron hacia la carreta de cerveza. —¿De cuál quieres?— —Millar, si tienen— —¿Fue de la que tomamos la última vez?— —Sí— —Esa está bien—Laura volteó hacia el hombre. —Dos Millers— Continuaron caminando, pasando por el puesto de algodones de azúcar y el de palomitas de maíz. El sol ya comenzaba a ponerse enviando resplandores con una variedad de colores. —¡Oh, mira eso!— Crystal dijo emocionada, señalando hacia una carpa donde se jugaban juegos de mesa. —Apuesto a que tienen el juego de blackjack— —¿Tienen juegos de azar en una feria?— —Sí, mira. Hay un juego de dados. Vamos a mirar— A Laura no le quedó más remedio que seguir a Crystal, rápidamente cruzó la distancia y entró a la carpa. Ciertamente el lugar era un mini casino, con blackjack, póker, dados, y diversos juegos de azar. Crystal colocó su cerveza en la mesa cubierta de fieltro y jalo una silla. —Soy muy buena en el blackjack— ella dijo. Laura observó cómo sacaba dos dólares de su bolsillo y los colocaba sobre la mesa. —Estoy dentro— Crystal dijo al repartidor. Él vestía de una manera típica, camisa blanca con chaleco negro, una visera plástica verde en su cabeza. Él inclinó la cabeza y miró a Laura interrogativamente. Dándose cuenta de que ella tendría que jugar para poder permanecer sentada a un lado de Crystal, Laura saco dos dólares y de igual manera los coloco sobre la mesa. Se recargó lentamente y dijo a su compañera—Vas a tener que ayudarme con esto— —No hay problema— Crystal dijo, tomando su cerveza. —Paty y yo solíamos jugar este juego todo el tiempo— El repartidor rápidamente distribuyó la baraja dando a Crystal dos Jacks y a Laura un siete y un cuatro. El repartidor mostró un siete, la otra carta estaba boca abajo sobre el tapete. —Oh— la rubia dijo emocionada. —Dobla la apuesta— —¿Qué?— —Pon dos dólares más. Tienes la oportunidad de que la otra carta sea un cuatro y ganaras— —Y si no, habré perdido cuatro dólares— —Ganarás, confía en mí— Crystal miró al repartidor. —Me quedaré—
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Una hora más tarde la necesidad de otra cerveza y de relajarse hizo decidir a Crystal que era suficiente. Laura también compró otra cerveza. —¿Y cuánto lograste ganar?— Le preguntó señalando hacia la carpa de juegos. —Gané casi cuarenta dólares— Crystal le dijo felizmente, palmeándose el bolsillo del lado derecho. —Creo que yo sólo me gané como treinta dólares. No lo hice tan bien como tú—Ya había oscurecido afuera, las luces de la feria iluminaban todo alrededor. —Me está dando hambre. ¿Crees que vendan algo de comida saludable por aquí?— —No a menos que consideres un perro caliente saludable— Crystal bromeó, señalando hacia varios puestos de comida, donde varias mesas estaban colocadas en semicírculo. —veamos que encontramos para comer— Laura no confiaba en nada que llevara mayonesa después de un día bastante caluroso y tampoco en cualquier cosa que estuviera freída en aceite. Crystal felizmente ordenó para ella un queso hamburguesa y papas fritas junto con otra cerveza. Esperando que no fuera demasiado grasosa, la escritora se decidió por una rebanada de pizza y una botella de agua. Siguió a su compañera hacia una mesa plástica blanca. —Espera—— ella dijo, colocando su plato y su agua en una mesa cercana. —Déjeme darle una limpiada a esto— —Ah, tan solo son algunas migajas—Crystal dijo, limpiando con la mano su lado. —Hay salsa de tomate y algo pegajoso también—Laura dijo, usando un chorrito de su agua para humedecer una servilleta. —sólo tomará un minuto— Laura le pasó una servilleta a toda la parte superior y a los lados de la mesa antes de mover su silla y darle una buena limpiada también. Crystal ya se había sentado y ya iba a la mitad de su hamburguesa cuándo Laura decidió que ya estaba lo suficientemente limpio para poner su comida. —Te preocupas de las cosas más de lo debido— Crystal se quejó con cierta naturalidad. —Un asiento sucio no te matará. ¿Qué vas a hacer cuando te den ganas de ir? Aquí solo hay baños portátiles ¿Te pondrás en cuclillas?— —Definitivamente— Laura se estremeció visiblemente ante el pensamiento de tener que usar un baño maloliente. Ella limpió con una servilleta la parte superior de su queso, absorbiendo el aceite excedente. —¿cómo está la hamburguesa?— —Buena. Deberías probar las papas fritas con chile. Es algo fuera de este mundo— La sonrisa que había estado presente a lo largo de toda la tarde aún estaba allí entre mordiscos. Laura se sonrió y subió la rebanada a sus labios. No tenía la menor duda de que Crystal estaba teniendo una de las mejores noches de su vida en mucho tiempo, si es que alguna vez había tenido alguna. Aun el haber tenido que respirar el humo del cigarrillo mientras jugaba blackjack valió la pena. Pensando sobre el dinero en su cartera, sonrió dándose cuenta que ella también se había divertido mucho, más de lo usual. El entusiasmo de Crystal la contagiaba completamente, explicando porque se pasó cerca de una hora apostando en los juegos de azar, algo que su padre 139
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bautista habría visto como un pecado y que era estrictamente prohibido. Lo más cercano que recordaba es haber jugado por patatas fritas con Jenny y los chicos. —Hey, ¿estás escuchándome?—Crystal preguntó, chasqueando sus dedos ante la divagación de Laura. —Oh, lo siento— —Dije que deberías probar las papas fritas con chile— Ella empujó el plato hacia el otro lado de la mesa. —Venga, vive peligrosamente— —No, de verdad. No creo… — —Yo tampoco creí que podría subirme a ese barco pirata pero lo hice. Una papa enchilada no te matará— —Ok, es lo justo. Laura encajó el tenedor en una papa con chile y comió un bocado. —Oh, esto esta picante—ella habló entre dientes con la comida en la boca mientras alcanzaba el agua. —Yeah, eso es lo que lo hace tan bueno— Crystal dijo. —La cerveza surte mejor efecto que el agua— —Prefiero el agua, gracias—ella contestó, reduciendo drásticamente media botella en un intento para enfriar el infierno que estaba sintiendo en su lengua. —¿Y, qué quieres hacer después de esto?— —Podemos volver a la carpa de los juegos— Crystal se reclinó en su silla, descansando su tobillo en su rodilla opuesta. —¿No tendrás un broche para el pelo entre tus cosas?— Ella preguntó, señalando la mochila. —No pero creo que lo vi por alguna parte— Ella se incorporó y miró alrededor. —Creo que vi uno entre los premios de las máquinas con manivela— —¿En serio?— Crystal pasó sus dedos por su pelo que le llegaba casi al hombro y lo sacudió un poco. —debería haber traído uno— —Esos juegos son un desperdicio de dinero. Se requiere un milagro para ganar— —Pues bien, tengo algunas monedas, estoy dispuesta a hacer el intento si eso significa conservar mi pelo fuera de la parte trasera de mi cuello— Laura le pasó una servilleta. —Mejor asegúrate de mantener esa herida limpia— —Gracias. No me ha estado doliendo y me olvidé por completo— No has tenido tiempo de pensar en esas cosas malas hoy, ¿no es así? —¡Oh!— Ella abrió su mochila. —Sabes que…tengo... — moviendo las cosas, finalmente localizó lo que andaba buscando. —Aquí esta— Ella sacó una banda elástica negra y la sostuvo en lo alto para que 140
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Crystal la viera. —No estaba pensando cuando me preguntaste por un broche para el pelo. He tenido esta diadema conmigo todo el tiempo— La rubia agarró rápidamente la diadema. —Sí, es perfecta— —¿Necesitas ayuda?— —Naw, está bien. Lo puedo hacer— Retorciendo la banda por la mitad, Crystal recogió su pelo y lo sujetó en una pequeña cola de caballo, dejando el aire refrescante pasar por la parte trasera de su cuello. —Oh, eso está mucho mejor. Ella redujo drásticamente su cerveza y colocó el vaso vacío sobre su plato. —¿Estás lista?— —¿Lista para qué? Aun no me dices que es lo que quieres hacer y ni se te ocurra en sugerir ir a la carpa de juegos otra vez— —¿Está bien, qué tal otro paseo?— —Seguro— Laura se levantó y recogió la basura de la mesa. —¿A cuál?— —¿Qué tal las tazas de té? A menos que te mareé dar vueltas— —¿ Yo? Eres tú quién me preocupa. No quiero ver esa queso hamburguesa otra vez— —Oh, por favor— Crystal rió con fuerza. —Después de todo este vicio de la bebida, no creo que un inocente juego para niños o algo como las tazas de té debería preocuparme— —No lo sé. Te he visto después de una de esas parrandas, ¿recuerdas?— Laura le sonrió a Crystal mientras esta cubría su cara con sus manos. —No te preocupes por eso. Estoy segura de que estarás bien— El juego mecánico de tazas de té era un grupo de doce tazas con ruedas. En la mitad de las tazas de té estaba una rueda que los pasajeros podían usar para hacerse girar ellos mismos. No había una fila tan larga para este juego, dándoles la oportunidad de tomar una taza sólo para ellas dos. Sentándose una enfrente de la otra, esperaron impacientemente para que el paseo comenzara. Crystal colocó al robusto oso rojo entre ella y el asiento, esperando que no saliera volando una vez que el paseo comenzara. —Sabes— Laura comenzó, —Si ambas comenzamos a tirar fuertemente de la rueda, apuesto a que podemos comenzar a dar vueltas— —Si tú giras yo giro— Crystal contestó, situando en lo alto de la rueda sus manos. Al estar frente a frente, Laura tuvo que recorrer un poco los brazos de su compañera para poder colocar sus manos. —¿la giramos al sentido de las manecillas del reloj o al contrario?— —Contrarreloj— —Ok— Empezó despacio y requirió un poco de esfuerzo pero pronto mantuvieron un constante ritmo y la taza de té comenzó a dar vueltas en círculos, haciendo que todo se viera como manchas de luz y color. Con un movimiento fuerte el juego comenzó a girar. La velocidad que fueron capaces de generar no era para nada igual de veloz que el mismo juego. En menos de un minuto 141
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estaban girando en círculos, la fuerza provocó a Crystal perder el agarre de la rueda. Se dejó recargar contra el cabecero acolchonado y rió nerviosamente. Laura dejó de girar la rueda y se relajó igualmente, cerrando los ojos y sintiendo el movimiento giratorio con todo su cuerpo. —Esto es tan bueno como la marihuana— Crystal dijo sin pensar. —Quiero decir... bueno... — Con los ojos aun cerrados, Laura sonrió. —Sé lo que quieres decir— —Es divertido de esta manera también, sólo que es diferente— —Estoy segura que lo es— ella dijo, abriendo los ojos y tratando de alcanzar la rueda. —Veamos si podemos hacer que gire más rápido— Poniendo sus manos en posición, siguió la velocidad actual mientras esperaba que Crystal le ayudara. Juntas comenzaron a deslizar la rueda entre los dedos hasta que el juego comenzó a bajar la velocidad. Trabajando hombro a hombro como un equipo, sacudieron con fuerza la rueda, enviando la taza de té en otro giro acelerado. Sus manos constantemente se enmarañaban, ambas atacadas de la risa. Ambas sonreían y reían nerviosamente como si fueran colegialas, no había necesidad de hablar y pedir explicaciones. — Más rápido— Laura animó. —¡Sí, más rápido!— Crystal estuvo de acuerdo, adquiriendo gran velocidad por sus tirones a la rueda. En un momento ambas tuvieron que reclinarse y cerrar sus ojos, el paseo y su propia velocidad hacía que todo girara con una increíble intensidad. —Oh cielos, esto podría ser demasiado rápido— Crystal gimió, apoyando su mano sobre su estómago. Oh no, no te atrevas a vomitar ahora. Deslizándose a través del asiento, Laura se colocó al lado de ella. —¿Te duele o sientes nauseas?— —duele— —Tengo una idea. Colocándose entre Crystal y el asiento, ella usó sus dedos para golpear rítmicamente la espalda de la joven mujer. —Intenta eructar— Un giro rápido la envió con fuerza contra el asiento pero eso resolvió el problema. Crystal dejó salir un eructo bastante impropio para una dama. —Lo siento— —Está bien. Es probablemente por toda esa cerveza— Sintiendo que el juego bajaba la velocidad, Laura se deslizó de regreso hacia su lado del asiento. —Hablando de necesidades— Crystal dijo, enderezándose en su asiento. —Será mejor que busquemos los baños después de esto— —Buena idea— Laura estuvo de acuerdo, sintiendo su propia vejiga protestar. Cuando el juego paró ella cortésmente sujetó la rueda con sus manos para evitar que la taza se moviera mientras Crystal recogía el rechoncho oso y salía fuera. El asistente sostuvo la taza por Laura, libremente 142
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mirándolo de arriba a abajo. Tuvo la gran tentación de hacerle un comentario al grasiento asistente pero decidió no hacerlo, esperando alejarse lo más pronto posible del cuerpo maloliente. Crystal la estaba esperando fuera del área del juego. —Creo que están por aquí— ella dijo, refiriéndose a los inodoros portátiles. Caminaron más allá de los juegos y cabinas de juegos, topándose con una pequeña pendiente donde se observaban las siluetas de los inodoros. Mientras se acercaban, el sonido de hombres riendo llegó hasta ellas. Laura hecho una mirada y vio los contornos oscuros de tiendas de campaña y los campamentos de los trabajadores de la feria. Tal vez fue el clima o el miedo lo que hizo a Crystal moverse más cerca de ella, Laura no lo sabía con seguridad. —Um, ¿quieres que nos turnemos y nos hagamos guardia una a la otra?—Ella preguntó. —Oh, si eso sería una buena idea— Crystal contestó quedamente, sus ojos mirando hacia la oscuridad por cualquier movimiento. Decidiendo que la segunda suposición era la razón de su repentino acercamiento, Laura estaba contenta de que su amiga aceptara su oferta. Después de percibir el olor a marihuana y de otra cosa que no podía identificar, Laura estaba segura de que ella tampoco quería quedarse sola. La ida a los inodoros afortunadamente pasó sin incidentes, ambas mujeres hicieron lo que tenían que hacer y rápidamente regresaron al corazón de la feria. Poco antes de que llegaran al centro de ésta, Crystal levantó su brazo y colocó su mano en el antebrazo de Laura, deteniéndola. —Um... — La luz cercana iluminó esa área en particular, apenas lo suficientemente para verla cara de Crystal.—Um... —La rubia intento de nuevo.—Gracias por lo de hace un momento. Sé que lo hiciste por mí— Ella miró alrededor, aun nerviosa de las sombras en la oscuridad. —Hey... — Laura levantó su mano, tomó la barbilla de la stripper y ladeo su cabeza a manera que sus ojos se encontraran. —Sé que te da miedo estar en la oscuridad— Crystal inclinó la cabeza y comenzó lentamente caminar de regreso a la feria, Laura rápidamente cogiendo el paso al lado de ella. —Pero me estoy divirtiendo— la joven dijo firmemente. —No voy a permitir que esto me asuste— Ella le dio a Laura un codazo juguetón. —Venga, vamos a encontrar un juego donde te pueda patear el trasero y ganar un premio para ti— Crystal sostuvo en lo alto el osito de peluche para mostrárselo. —Tal vez pueda ganar uno más grande que este— Laura contuvo una protesta. Seguramente ella podría encontrar un espacio en su recámara para el animal si Crystal quería ganar un premio para ella. —Seguro, suena divertido. Vayamos a ver que juegos tienen los mejores premios— Mientras buscaban el oso de peluche más grande en la feria, se detuvieron para que Crystal comprara otra cerveza y una botella de agua. Mientras esperaba, Laura dejó a sus ojos vagar por los alrededores, captando los sonidos y formas de la feria anual. Había personas de todas las edades, niños pequeños siendo llevados por sus padres, parejas de viejitos esforzándose por no ser atropellados por los adolescentes. Un centelleo brillante atrapó la atención de Laura moviéndose más cerca de la fuente. Perfecto, ella pensó cuándo vio el brillante símbolo. El colgante de cristal. Lo que había provocado su atención fueron varios cristales que colgaban de una cuerda plástica delgada. Eran del tamaño perfecto para colocarlo en su espejo retrovisor y eso había sido algo que Laura siempre había 143
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querido comprar pero nunca antes había encontrado uno de este tipo. Ella estudió de qué trataba el juego, intentando resolver el truco para ganar. Desafortunadamente no había realmente alguna manera fácil de ganar. Era una mesa plana grande situada a la mitad de la cabina. Varios recipientes estaban colocados pegados unos con otros, cada recipiente de diferente color. El área del juego estaba cercada con una soga y una apenas inflada pelota para ser usada. Los posibles ganadores eran aquellos que colocaban su dinero al color que apostaran logrando obtener así el premio correspondiente. Laura rápidamente hizo las matemáticas. Había muchos recipientes cafés, seguidos por rojos, verdes, amarillos, y negros. El recipiente plateado era el que sobresalía y era allí donde la pelota tenía que aterrizar para poder ganar el colgante de cristales. De otra manera el jugador se ganaría un regalo que correspondiera con el color donde aterrizara la pelota. No hay duda de que son cristales de verdad y no de plástico corriente, ella pensó para sus adentros mientras le daba la espalda a la cabina. Laura dio sólo un paso antes de encontrarse cara a cara con Crystal. —Aquí no tienen ositos de peluche—, Crystal dijo, mirando la cabina de donde venía Laura. —Estaba viendo los colgantes de cristales pero es imposible ganar. Venga, vamos a seguir buscando— —No, espera un minuto— Crystal caminó hacia la cabina y se apoyó contra el riel, observando y aprendiendo cómo se jugaba el juego. Metiendo la mano en el bolsillo, saco un cuarto de dólar apostando al color plateado. El asistente continuaba llamando a personas para que se integraran al grupo y se ganaran un premio pero cuando ya ningún otro se aproximó, él se vio obligado a darle la pelota a ella. —Échala adentro del hoyo. Si tu dinero está en el color al que le atines, ganaras el premio que corresponda a ese color— Crystal tiró la pelota, frunció el ceño cuando aterrizó en un recipiente café. Laura puso su mano en el hombro de la rubia. —Vamos, encontraremos alguna otra cosa para jugar— —¿Qué harías si me lo ganara?— —Siempre he pensado que sería agradable tener un colgante para mi espejo retrovisor—, Laura dijo, regresando su mano a su costado. —Pero no puedes ganar este. Es un truco. Hay sólo un recipiente plateado en toda la mesa y está justo en la esquina. Eso es imposible de conseguir— El asistente escuchó sin intención la queja de la morena mujer y bufó, ajustando los recipientes para otro juego. —¿Usted va a seguir jugando o a seguir intentando ahuyentar a mis clientes?— El asistente se quejó. —¿Realmente lo colgarías en tu espejo retrovisor si lo gano? Crystal preguntó, colocando otro cuarto de dólar sobre el color plateado. —Por supuesto que lo haría. ¿Por qué supones que no lo haría?— —No lo sé. Usualmente las personas allí cuelgan cosas que son importantes para ellos, como borlas de graduación o cosas como esas. De un amigo o algo— Dándose cuenta de cómo sonó, 144
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Crystal tomó la pelota y la lanzó en el hoyo antes de sacar sus cigarrillos del bolsillo y encender uno. —Exactamente porque lo pondría allí—Laura dijo quedamente. —Siempre exhibo los regalos que me dan mis amigos—Ella devolvió la sonrisa que vio en la cara de Crystal. Esto va a tomar tiempo, ella pensó para sus adentros, convencida que la linda rubia gastaría hasta su último dólar para ganarse un colgante. No fue solo un dólar, fueron diez dólares y tres cervezas más tarde antes de que Crystal finalmente hiciera que cayera la pelota en el recipiente plateado. —¡ Bien!— Ella gritó antes de ser absorbida en un abrazo de oso de Laura. —¡Lo hiciste!—La escritora dijo excitada mientras daba un paso atrás. El asistente, habiendo obtenido más dinero del que había esperado, sonrió también y recogió la percha de los colgantes para que la mujer morena escogiera uno. Laura escogió un octogonal multifacético con un diseño de copos de nieve. —Oh, es muy bonito— ella susurró, levantándolo hacia la luz y moviéndolo en varias direcciones para ver el arco iris de colores que se reflejaban en todas direcciones. No queriendo meterlo en su mochila, comprobó lo largo del nailon adjunto y lo colgó alrededor de su cuello. Crystal simplemente se apoyó contra la cabina y sonrió, terminando lo último de su cerveza. —Me alegro que te haya gustado—ella dijo, peleando contra un bostezo. —Me gusta, muchísimo— Laura le aseguró, señalando con el dedo el colgante. —Gracias— —No fue nada. ¿Qué quieres hacer ahora?— Habiendo visto el bostezo reprimido, Laura decidió que ya era hora de dar fin al paseo. Eran ya después de las nueve y ella todavía tenía que intentar escribir algo. —¿Por qué no vamos a uno o dos juegos más y después nos retiramos? Aún tenemos algo de lo que ganamos en el blackjack— —Sí creo que ya es tarde— Crystal dijo. —Pero demos algunos paseos primero— —Seguro. Tú escoge, y nos pondremos en camino, — Laura estuvo de acuerdo. Una enorme sonrisa cruzó la cara de la stripper. —Te juego unas carreras hasta el barco pirata— —¿Y nos sentaremos hasta el extremo esta vez?— Laura preguntó esperanzadamente. —¿Qué te parece a la mitad entre el centro y el extremo esta vez? Y para la próxima vez nos sentamos en la parte extrema— —Hecho—dijo ella, siguiendo a Crystal a través dela feria hacia el barco pirata.
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PARTE 6 Crystal sonrió frente al estacionamiento del edificio. Una mirada rápida a su reloj de pulsera le indicó que tenía menos de cinco minutos para estacionarse y llegar hasta el consultorio de Jenny para su sesión. Después de aparcar el coche, cruzó a través de la puerta giratoria del edificio. —Buenos días, Señorita Sheridan— Catherine dijo, mirando en la libreta de citas de Crystal—La Señorita Foster la atenderá en un momento— Ella asintió y dio un leve gruñido de aceptación antes de tomar asiento en una de las sillas cercanas a la pared. Necesito más café, pensó para sus adentros, deseando haber dormido otros veinte minutos esta mañana. Por supuesto que tenía que aceptar una cita temprano debido a la regla de Jenny de no beber o fumar marihuana antes de la sesión. Supongo que no puedo quejarme. Ante el sonido de una puerta abriéndose, levantó la mirada y vio a Jenny. —Buenos días, Crystal. ¿Comenzamos?— —Siéntate donde quieras— dijo Jenny mientras cerraba la puerta detrás de ellas. Las elecciones de Crystal eran las mismas de la cita anterior, el sofá, la silla o las bolsas acojinadas. Sin pensarlo, escogió la silla, recogiendo sus piernas debajo de ella en el cojín grueso de piel—¿Y cómo estás esta mañana?— La terapeuta preguntó mientras tomaba asiento en el sofá, con un portapapeles en su regazo. —Bien—, Crystal limpió sus manos sudorosas sobre sus piernas, sorprendida por el aumento de temperatura de su cuerpo. Era un sentimiento que ella no había experimentado desde que una vez fue llevada a la oficina del director en la escuela secundaria—Sólo necesito un poco de café, supongo— —Adelante, toma el que quieras. Hay una cafetera sobre la mesa justo en aquella esquina— Dijo Jenny—Si lo prefieres, puedes traer una taza grande sólo para tu uso— —Naw, gracias de cualquier manera, Doc— Se puso de pie y camino hasta la máquina de café tomando un vaso blanco de unicel—No estoy acostumbrada a usar mucho las tazas. Además, la mayor parte de las que tenía, se quemaron en el incendio— —No tiene nada de malo tener una taza favorita para el café, Crystal. Algo especial para ti. ¿Tuviste alguna cosa especial cuando eras niña?— Crystal dejó de echar crema a su café y miro abajo viendo cómo se mezclaba el café de moca con la crema—No tuve nada especial cuando era niña, Doc. Solo tuve a Paty— Lanzando el agitador plástico a la basura, volvió a su silla y miró a su amiga/terapeuta—¿Es por eso que estoy tan jodidamente mal? ¿Porque jamás tuve una taza especial para mí?— —Preferiría que no pensaras en ti misma como si fueras un objeto dañado, Crystal— Jenny amonesto amablemente—Hablando de daño. Hablemos sobre esa horrible herida en tu cara— —Te dije el Sábado en el juego que no fue nada— 146
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—Y creo que te dije lo que pensaba de esa respuesta. No evites las responsabilidades, Crystal, ¿recuerdas? Así que dime quién te golpeó y por qué— —Fue un estúpido universitario que alardeaba con sus amigos. Él quiso algo más que sólo mirar y cuando intenté escaparme él me golpeó— —¿Cómo te hizo sentir eso?— Oh genial. Aquí vamos con las preguntas escabrosas—¿Cómo piensas que me hizo sentir?— Contestó ella, cruzando sus brazos sobre el pecho y clavando los ojos en los diplomas de la pared. Estaban demasiado alejados como para poder leerlos pero era mejor que estar mirando a Jenny a los ojos. —Preferiría que me lo dijeras en lugar de intentar adivinar— Jenny argumentó—Hagamos la pregunta aún más fácil. Olvídate de ese incidente. ¿Cómo te hace sentir el desnudarte en general?— Ella se encogió de hombros—Es un trabajo— —Así como lo es ser terapeuta— Crystal captó un movimiento por el rabillo de su ojo y giró su cabeza para ver a la mujer castaña escribir algo—¿Qué?— —¿Hmm?— —¿Qué estas escribiendo? —Sólo escribo una nota, Crystal. Hay muchas cosas que se hablan a veces y hago notas para recordar algún tema en particular— —¿Y qué es lo que escribes?— Ella se sorprendió cuando la terapeuta le entregó el portapapeles. —Mira por ti misma. No hay nada allí que sea un secreto para ti, — dijo Jenny—Todo lo escrito allí es solo para ayudarte, y no para lastimarte— Crystal tomó el portapapeles y miró el papel sobresaliente. Una línea mostraba la fecha de hoy y varias palabras escritas con letra no muy claras por la escritura a mano de Jenny. Ella se encogió de miedo por una palabra rodeada con tinta azul. El cuaderno de apuntes—Um, yo uh…olvidé lo del cuaderno de apuntes. No voy mucho a la tienda— —Esto no va a funcionar— dijo Jenny mientras se levantaba del sofá y se dirigía a su escritorio— No puedo trabajar así. Tienes que querer cambiar lo suficiente como para hacer las cosas que necesitas hacer— Ella abrió una gaveta y sacó un cuaderno de apuntes—Toma. Tráelo cada vez que vengas. No tienes que mostrarme lo que escribes si no quieres pero espero que escribas diario en él—
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Tomando el cuaderno de apuntes, Crystal lo abrió y pasó algunas páginas. No había nada escrito solo eran hojas blancas con delgadas líneas azules—Yo…no soy buena escribiendo— Cerró el cuaderno y lo colocó al lado del café. —Piensa que es como un diario— —Los diarios son estúpidos. ¿Por qué escribir todos tus secretos justo para que alguien pueda descubrirlos?— —¿Es a lo que le temes? Jenny regresó a su posición casual en el sofá—¿Que alguien pueda usar tus palabras contra ti?— —Ni siquiera sabría sobre que escribir— —Escribe acerca de cualquier cosa que te venga a la mente de la manera que quieras. Puede ser poesía, prosa, una carta para un viejo amigo, cualquier cosa— —Yeah, bien— dijo ella, resignada garabateando algo en el cuaderno. Sintiendo una pausa en la conversación, levantó la taza de café y bebió un sorbo. —¿Estás cómoda?—, preguntó Jenny. Crystal colocó sobre el suelo la taza y cruzó sus brazos antes de asentir con la cabeza—Bien— la terapeuta continuó—¿Has estado leyendo tus meditaciones matutinas?— Otra inclinación de cabeza—El tema de hoy es acerca de saber de dónde viene la culpa— Uh oh. Crystal se tensó, cruzando sus piernas al estilo indio. El sentimiento de estar en la oficina del director regreso con fuerza renovada—Sé de donde viene la culpa— dijo ella suavemente, fijando de nuevo su mirada a los diplomas de la pared. —¿De dónde?— —De él— —Dime su nombre— —Él. El inútil marido de mi madre— —Tu padre— Crystal gruñó y tomó una aspiración profunda. —¿Cómo lo llamabas? —¿Te refieres aparte de llamarlo hijo de puta?— Ella cambió de posición otra vez, deseando tener permiso de fumar en la oficina de la terapeuta. —Aparte de eso— Jenny dijo con una sonrisa ya conocida. 148
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—Le llamábamos...— Le tomó algo de esfuerzo decir las palabras—...Papi— Crystal no hizo el menor esfuerzo para ocultar el veneno en su voz—Él no merecía que lo llamáramos así. Odio al bastardo— —¿Por qué?— —Tú sabes por qué. Te dije que nos lastimó a Paty y a mí — —Hay muchas formas de lastimar a alguien, Crystal. ¿Qué hizo él?— Su pie se contrajo nerviosamente—No lo sé, de todo, creo— —Tú lo sabes bien. No acepto un no lo sé— Crystal se giró y miró a la terapeuta—Él nos pegaba— dijo coléricamente—Él pensaba que por ser nuestro padre le daba el maldito derecho de pegarnos cada vez que se le antojaba. ¿Eso es suficiente?— Ella regresó la mirada hacia los diplomas, esperando la reacción por su despliegue emocional. —Tú dímelo— Jenny dijo serenamente—¿Tus pesadillas son sobre tu padre golpeándote a ti y a Paty?— —Son sobre un montón de cosas— ella se encogió de hombros, su cólera disminuyó algo por el tono suave de la terapeuta—Algunas veces— —¿Sobre qué son tus pesadillas la mayoría de las veces?— Comenzó a mover el pie nerviosamente—Diferentes cosas— Sólo dilo, una pequeña voz gritaba en su cabeza. Vamos. Dile como el solía meterse dentro de tu cama por las noches. Cuéntale la pequeña sucia niña que eras. La respiración del Crystal aumentó, las grandes paredes de la oficina parecían cerrarse hacia ella—Y-yo tengo que irme— dijo repentinamente, levantándose de su silla. —Crystal, espera— Jenny se levantó igualmente, el portapapeles cayó al suelo desde el sofá. —No, me tengo que ir— —Puedes terminar una sesión en el momento que tú quieras pero no quiero que salgas huyendo sólo porque tienes miedo de afrontar los sentimientos que surgen de pronto— Ella alcanzó a Crystal y recogió el cuaderno de apuntes—Recuerda que cualquier cosa que digas en esta habitación, cualquier cosa que escribas en este cuaderno, se queda aquí. Nadie va a usarlo en tu contra o juzgarte por eso— Dando el cuaderno de apuntes a Crystal, ella agregó —además, tengo el presentimiento de que tú ya te juzgas lo suficiente por eso— Mientras las paredes parecían dejar de acercarse, la joven aún se encontró incapaz de mirar de frente a Jenny, escogiendo en lugar de eso mirar la cobertura blanca y negra del cuaderno de apuntes—¿eso crees, huh Doc?——
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—Yeah, eso creo— Jenny dijo suavemente. Crystal intentó no sobresaltarse cuando sintió la suave presión de la mano de la terapeuta presionando su hombro—Vamos a trabajar en eso— Soltando el agarre, Jenny dio un paso hacia atrás—Muy bien, puedo ver al conejo atrapado mirar a través de tus ojos. Lee tus meditaciones, escribe en tu cuaderno de apuntes, y lo más importante de todo, haz algo agradable por ti misma cada día— Crystal comenzó a rodar sus ojos. Oh si, hacer algo agradable por mi cada día. Sigue viviendo en las nubes, Doc. Para Jenny ella dijo —Yeah, Ok Doc. Te veré la semana próxima—
********* ¡Screeeech! Crystal presionó ambos pies en el pedal del freno para evitar golpear por detrás al camión delante de ella. Un segundo más tarde se dio cuenta de la razón por la que paró en seco, había un enorme congestionamiento—Oh, odio conducir en el centro— dijo en voz alta. Al Omni no le funcionaba el aire acondicionado, algo muy necesario para el caluroso mes de Julio, obligándola a dejar las ventanillas abajo con la esperanza de alguna brisa pasajera. Rodeada por varios grandes edificios, esa esperanza rápidamente se desvaneció. A medida que avanzaba a la siguiente cuadra vio un espacio libre para estacionarse, el primero en diez minutos. Crystal tomó un paño para secarse el sudor de la cara—Ah demonios— Rodeado por hierba pulcramente cortada estaba una bomba para incendios, revelando el por qué ese espacio estaba desocupado. Decidiendo correr el riesgo, aceleró con fuerza el coche y se estacionó en el espacio. Estirándose en el asiento, subió las ventanillas dejando un espacio pequeño abierto, esperando que fuera suficiente para prevenir que el interior del coche se convirtiera en un sauna. Un gran letrero situado junto con una larga cadena rodeando el edificio anunciaba que era otro proyecto de construcción de M. Swenson. Ahora el problema será encontrar a Michael, ella pensó abriendo el portón y entrando al área de la construcción. Los montones de escombros estaban en todos lados, pulcramente organizados según el tipo de material. Observó a los trabajadores moviéndose de un lado a otro, acarreando pedazos de madera quemada y retorcidos metales. Él debe estar dentro en alguna parte—Disculpe señorita, esta es un área peligrosa. No puede andar caminando de un lado para otro sin un casco— Ella giro y vio a un hombre alto llevando puesto un casco amarillo de protección que caminaba hacia ella—Señorita, estamos tirando cosas por las ventanas y desde el techo. Usted no debería estar aquí— —Ando buscando a Michael Swenson— —Él está dentro pero usted no puede entrar sin un casco de protección— Él señaló una bóveda dentro del edificio—Espere allí. Para que no corra el riesgo de que algo pueda caer sobre usted. En un momento regreso— Él salió corriendo del edificio, regresando momentos más tarde con un casco protector en su mano—Tenga. La oficina de Michael está en la parte de atrás. Vaya hacia abajo y doble a la derecha. No está difícil de llegar— —Gracias—
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Michael estaba hablando por teléfono cuando ella entró—Espera un minuto, Peter, ¿Ok?— Él colocó el teléfono en su pecho—Hey, Hola Señorita Sheridan. Estaré en un momento con usted— Regreso el teléfono a su oreja—¿Peter? Te llamo luego. Alguien acaba de llegar. Ok, bien. Bye— Colocando el teléfono en su lugar, el enorme hombre rubio sonrió y rodeó el escritorio—¿Cómo estás?— —Muy bien gracias y por favor llámame Crystal— —Bien, y dime ¿qué te trae por aquí?— —Mencionaste la semana pasada en la cena que estabas buscando ayuda— —Sí pero sólo en trabajo de demolición. Tú sabes, trabajo duro— Él la miró escéptico—No creo que sea un trabajo adecuado para ti— Crystal se quitó el casco protector, confiada en que nada le caería sobre la cabeza mientras estuviera en la oficina—Es sólo sacar cosas afuera, ¿correcto? ¿Muebles viejos y cosas? Laura dijo que ya la habías contratado antes— —Bueno, sí la he contratado pero, de hecho, este es un trabajo muy duro y de gran esfuerzo, Crystal. No estoy seguro si te conviene este tipo de trabajo— Él se apoyó contra su escritorio—Por favor, toma asiento. ¿Por qué querrías hacer algo como esto? Y lo más importante, ¿Qué le pasó a tu cara?— —Fue un borracho en el club— ella dijo, contestando la última pregunta primero—Y necesito el dinero. No puedo trabajar en el club así como estoy— Michael caminó hacia el archivo y recogió uno de los portapapeles que estaban encima —supongo que es justo darte una oportunidad— dijo él. Llena esto y necesito una copia de tu tarjeta de seguro social y licencia— Él le dio el portapapeles, que contenía varias formas para empleo— Contrato por día, pago por semana. El día de paga es el lunes después de una semana trabajada. Diez dólares por hora, el almuerzo es de media hora y diez minutos de descanso cada hora. Te proporcionaré un par de guantes y un casco pero tendrás que conseguir tus botas. Me temo que esos zapatos de piel no funcionan aquí— —Está bien. Puedo conseguirme las botas hoy— Ella rellenó las diversas líneas de información requerida mientras hablaban—¿A qué hora?— —Abro el portón a las siete y lo cierro a las seis— Él señaló el reloj que estaba en la pared—Los últimos seis dígitos de tu número de seguro social serán tu código— —Um....— Crystal hizo una pausa en la pregunta siete de la forma—¿Qué pasa si no tengo la respuesta para cada pregunta?— —Entonces deja ese espacio vacío. Son las preguntas resaltadas las que si son requeridas— dijo él, tomando la cafetera—¿Gustas algo de café?— —Por favor… y no tengo respuesta para una pregunta requerida— 151
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—¿Crema y azúcar? ¿Cuál pregunta?— —Ambos por favor y es la pregunta acerca de a quién contactar en caso de emergencia. ¿No puedo dejar ese espacio vacío?— —¿No tienes familia por aquí?— —No— Michael se encogió de hombros—No lo sé. Yo suelo poner a Peter. ¿Por qué no pones a Laura?— Él abrió una pequeña alacena y sacó el café y la crema—Quiero decir, yo sé que ustedes no son amantes o algo así pero son amigas, ¿correcto? Estoy seguro que si algo te ocurriera a ella le gustaría saberlo— Él le dio la taza de café—Espero que no haya quedado muy dulce— Crystal tomó un sorbo y negó con la cabeza—No, está bien. ¿Y cuándo puedo empezar?— —Tan pronto como consigas tus botas de trabajo. Mi seguro no te deja trabajar sin ellas— Él miró su reloj de pulsera—Es casi mediodía. Debes trabajar un mínimo de cuatro horas diarias así que si puedes regresar a las 2pm, puedes comenzar hoy. De otra manera será hasta mañana— Él tomó una tarjeta de presentación—Toma— dijo él, escribió algo en la parte trasera de la tarjeta—Si tomas la avenida cincuenta y seis hacia el aeropuerto, hay una tienda que ofrece precios bajos cerca de la vieja fábrica de Miller’s— Le entregó la tarjeta—Este chico te dará un trato realmente bueno, sólo muéstrale la tarjeta— —¿Es amigo tuyo?— —Un ex-amante de hecho pero le hace descuentos a las personas que yo le mando— Él observo el portapapeles—¿Ya tenemos todo?— —Sí, ya casi— Ella sacó su cartera fuera de su bolsillo—Aquí está mi licencia… y aquí está la tarjeta del seguro social— —Bien— Michael llevó las tarjetas a la máquina fotocopiadora de la esquina—Espero que al menos me dures unos días antes de que renuncies— —Oh, seguro. No me iría así nada más, — ella aseguró. —Bien, no hagas promesas hasta que hayas probado el trabajo— Él le devolvió las tarjetas—He perdido la cuenta de todos los hombres que han tomado este trabajo y lo abandonan en un día— Él negó con la cabeza—Supongo que a algunas personas les da miedo el trabajo duro. Bueno, tengo que arreglar algunas cosas— Él se colocó su casco protector y tomó un aparato transmisorreceptor del cargador—Disfruta tu café y quizá te vea esta tarde—
*********
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Como Michael había prometido, el dueño de la tienda le hizo descuento a Crystal en sus botas para el trabajo. Saliendo de la tienda después de hacer su compra, se sorprendió cuando alguien la llamaba por su nombre—Crystal, ¿Eres tú?— —Hey Steph, ¿Cómo te ha ido?— —Oh lo usual. Tom sigue siendo un imbécil y los niños son unos pequeños monstruos, nada nuevo— La pelirroja señaló el bulto que se marcaba en la blusa de Crystal—¿Tienes un cigarrillo extra?— —Seguro. Y dime ¿qué andas haciendo por aquí?— Ella preguntó mientras le entregaba un cigarrillo y su encendedor—Creí que ustedes vivían en un tráiler park en Ohio— —Si vivimos allí, pero Tom tuvo un problema con el idiota propietario del tráiler park y tuvimos que mudarnos. Ahora estamos en Essex— —Qué mal— —Sí bueno, este dueño es un imbécil también pero al menos pudimos mudarnos sin referencias— la pelirroja dijo, dando un largo golpe al cigarrillo—Tom me mandó a comprar algo de cerveza. ¿Quieres acompañarnos?— Ella se acercó un poco—Acabamos de comprar un kilo de la cosa más maravillosa— Ella colocó la punta de sus dedos sobre sus labios—Deliciosa y es algo fuera de este mundo. En verdad te digo, Crys, esa bolsa es realmente suprema. Con un solo porro estarás elevada por horas— —Oh, me encantaría pero tengo que ir a trabajar. ¿Tienes teléfono todavía?— —No, maldita compañía de teléfono. Tengo que pagar un gran adeudo que tengo y aparte pagar la renta nueva para que me den uno nuevo. ¿Oye tú nos podrías prestar tu nombre para…?— —No, también tengo una vieja deuda con la compañía— Crystal mintió. —Demonios, es una lástima. Ya hemos utilizado los nombres de Ricky y de Marci. Oh bueno. ¿Oye, por qué no vienes cuando hayas terminando tu trabajo? Es el remolque blanco con adornos amarillos a poco metros entrando al tráiler park— —Bien. Creo que terminaré alrededor de la seis más o menos. Te veré después— —Genial. Oye, si puedes eres libre de traerte unos dos packs de cervezas. Nosotros tenemos hierba mala de sobra— —Trato— Crystal sacó las llaves de su bolsillo—Tengo que irme ya. Te veré más tarde. Y fue un gusto verte, Steph— —Igualmente, Crys. Nos vemos mas tarde— Crystal caminó hacia su coche, asombrada por el encuentro casual. Ella no había visto a Stephanie por casi un año. Le daba flojera el ir y que tal vez no los encontrara o quizá Tom no estuviera de 153
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buen humor. Pero si estuviesen en casa, estaba segura de que obtendría buena marihuana. Así no tendré que usar la mía esta noche, Crystal pensó quitando los seguros al Omni. Regresando al centro, se alegró de encontrar un lugar para estacionarse no muy lejos del edificio. Empujando su asiento hacia atrás, Crystal se quitó sus zapatos de lona para ponerse las botas beige de trabajo. ¿Acaso estoy loca? No soy una mujer hecha para trabajos de construcción, soy una artista de striptease. Aunque el trabajo parece fácil y la paga será buena como para ignorarlo. Bueno, como dijo él antes, si no me gusta, sólo habré hecho el gasto de las botas. Y me serán útiles en el invierno de cualquier manera. Ella encontró a Michael en la oficina. El gran hombre sonrió cuando la vio—Estoy muy contento de que hayas vuelto. Ya metí tus datos en el ordenador por si acaso— Él miró los pies de Crystal—Veo que encontraste un buen par a tu medida. Perfecto. Pasemos tu tarjeta dentro del reloj y entonces te diré donde estarás trabajando— Él caminó hacia un gabinete cerca de la fotocopiadora y lo abrió, sacó un casco completamente nuevo y unos guantes de cuero—Son tallas para hombres, así que creo que los de talla pequeña se ajustarán más a ti— Después de mostrarle cómo usar el reloj registrador, Michael condujo a Crystal al tercer piso—El servicio de elevador funciona pero no lo uses a menos que tengas una gran carga para bajar. No es la gran cosa y no queremos usarlo más de lo necesario— Entraron por un portal abierto hacia un vestíbulo que estaba arruinado por el incendio. —Comenzarás aquí fuera— Michael le dijo gritando debido al gran ruido que había en el lugar—El supervisor viste un casco rojo así que será fácil de reconocer— Crystal asintió entendiendo—Los chicos derriban y acarrean todo el escombro hacia el vestíbulo. ¿Ves esa ventana abierta allá abajo? Hay un tobogán que llega hasta un contenedor. Tu trabajo será tomar todos esos montones de escombros que los chicos traen y tirarlos a través del tobogán, ¿Entendiste?— —Sí, entendí— ella contestó. —Bien. Te dejo para que comiences— No había puertas en ninguna de las oficinas, dando facilidad para que los chicos tiraran toda la basura y pedazos de pared de los cuartos. Genial con la suerte que tengo terminare siendo arrojada como basura y escombro también. Recogiendo la pala se apoyó contra la pared, Crystal la deslizó bajo varios pedazos de escombro e intentó levantarlo. —Jamás lograras levantar nada si lo haces de ese modo— dijo una voz de hombre. Crystal se giró para ver a un hombre bajito que vestía un casco de protección rojo parado junto a ella—Soy Josh Thompson. Michael acaba de decirme que estarías aquí— —Y dígame si no se usa la pala, ¿cómo lo hacen para tirar todas esas cosas allá abajo?— Ella preguntó. Josh sonrió y levantó varios pedazos de escombro con sus brazos. —Utilice un poco de energía y músculos, señorita— dijo él, dándole el montón a ella—Para eso son los guantes. De otra manera sus manos se ampollarían todas— Él miró su reloj de pulsera— Está bien, será mejor que ya comience. Le haré saber cuándo sea hora del descanso— Él se giró y entró en uno de los cuartos. 154
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Utilice un poco de energía y un poco de músculo, ella se quejó. Le mostraré lo que es usar energía y músculo, hijo de puta. ¿Por qué no se ponen ustedes fuertes chicos grandes a hacer esto? Tomó varios pedazos de escombro cuanto pudo con sus brazos, Crystal pasó por encima de varia pilas de escombro para tirarlas por el tobogán. La enorme ventana no tenía vidrio, se había quebrado durante el incendio y se dejó el espacio para colocar el tobogán. Crystal deslizó la primera tanda, apoyándose para observar cómo se deslizaba a través del robusto tubo. No estuvo mal. Puedo hacer esto. Sonriendo, la rubia regresó por otro montón. Ya para las 4 en punto, el optimismo que tenía había desaparecido a las 2pm, remplazado por un gran dolor en sus brazos. Descubrió que la pala era sólo para recoger los diminutos pedazos después de que los más grandes fueran removidos. Los hombres la ignoraron la mayor parte del tiempo, concentrándose en su trabajo y corriendo escaleras abajo en el momento que el descanso fue anunciado. Crystal pasó su descanso sola, apoyada contra el marco de la ventana mirando hacia abajo de la calle. Llevo veinte dólares ya, ella mentalmente calculó. Dos horas más y habré recuperado lo que gasté en las botas. Ella dio un último golpe al cigarrillo y lo tiró por la ventana. Se giró y miró los montones de escombro mostrándose amenazadoramente ante ella. Pues bien… no se van a mover por sí solos. Cinco minutos antes de las 6pm, Crystal ya había encontrado una manera más fácil de mover el escombro, usando la pala para empujar los pedazos hacia el vestíbulo, luego fue tarea fácil recoger con la pala los pedazos y arrojarlos por la ventana. Hizo avanzar su trabajo más deprisa a pesar de que su espalda gritaba por el cansancio—Señorita Sheridan— Crystal giro para ver a Josh y Michael parados allí—Usted ya cumplió con su parte hoy— dijo el supervisor. Michael asintió con la cabeza en acuerdo. —Por supuesto que cumplió. No puedo contar el número de hombres que abandonaron el trabajo llevando apenas una hora— —Eso es porque nadie tiene ética de trabajo en estos días— Josh agregó. Él miró a Crystal—Para ser honesto, señorita, no pensé que usted duraría toda la tarde— Pues jódete, lo hice hoy. Y lo haré mañana también—¿A qué hora empezamos mañana?— —Recuerdo que te dije que abrimos el portón desde las 7am y cerramos a las 6pm. Puedes cambiar tu horario las veces que quieras. Sólo sé responsable. Nada me irrita más que alguien que no venga a trabajar— —Estaré aquí— Crystal le aseguró. —Tu preséntate a trabajar a la hora que quieras y te compraré tu primera taza de café— Michael ofreció—Ahora ve y marca tu hora de salida y que pases buena noche. Salúdame a Laura—
********* El Omni se dirigió por la calle Essex, Crystal instintivamente miró a su alrededor y cerró todas las puertas de su coche. Una calle sin salida conducía a uno de los más viejos tráiler park del condado, Essex era un refugio para personas que operaban fuera de la ley. Era común ver los 155
Traducción: Alesita
El Corazón de Crystal de BL Miller
esqueletos de autos hurtados tirados en los lotes vacíos y a los niños jugando sin zapatos en la calle. Crystal evitó el contacto visual con las personas que estaban sentadas en sus porches o apoyados contra los autos mientras ella manejaba el coche por el tráiler park. Divisó el remolque blanco y amarillo de inmediato y se estacionó delante de él, el camino de acceso estaba siendo obstruido por una vieja camioneta roja. La música de Heavy metal sonaba con gran estruendo detrás de las ventanas cerradas. Veo que sigues siendo el mismo imbécil de siempre, ¿eh Tom? —Hey Crystal, me alegro que hayas podido venir— Stephanie dijo mientras abría la puerta—Oh perfecto, recordaste comprar algo de cerveza. Entra, Tom acaba de preparar uno— —Genial, me vendría muy bien después del día que tuve— Entrando, el olor a cigarrillo y el humo de la marihuana asaltaron sus sentidos. Demonios Steph, abre aunque sea una maldita ventana, o al menos enciende el abanico. Tom estaba sentado en un sillón reclinable, el mueble de la televisión estaba cubierto por periódicos y latas vacías de cerveza. El brazo del sillón sujetaba el cenicero desbordado de cenizas. —Hola Crystal, ¿cómo diablos te encuentras?— Él preguntó—Estoy a punto de encender uno. Toma asiento— —Hola Tom— —Meteré esto en el refrigerador— Stephanie dijo, tomando los dos packs de cerveza de Crystal. —Antes de que te las lleves déjame una de esas a mí— su marido exigió. Crystal se sentó en el sofá y sacó sus cigarrillos de su bolsillo—Tomaré una también— —¿Entonces para que me molesto en meterlas al refrigerador?— La pelirroja dijo, dejándose caer en el sofá a un lado de ella y abriendo el pack de cervezas—Tom, ya déjate de pendejadas y prende esa cosa— —Lo estoy prendiendo, lo estoy prendiendo. Joder, no te comportes como una perra sólo porque tu amiga está aquí. Realmente te va a gustar esta mierda, Crystal. Un solo golpe es maravilloso. Me fumé uno yo solo esta mañana y me golpeó el trasero por horas— —Por eso es que tuve que ir por la cerveza temprano. Él se despertó antes que yo y no me permitió fumar ninguno hasta que le consiguiera la cerveza— —Esa es la única forma en que la puedo obligar a hacer cualquier cosa— Tom dijo. Oh coño, ya comenzaron, Crystal gimió interiormente. Eso es, dale un golpe y deja de ser un imbécil. Ella tomó el porro ansiosa de las manos de Tom y lo llevó a sus labios. Oh yeah, esto sí que sabe bien—Demonios, ¿dónde consiguen esta buena mierda?— —Mi primo tiene una granja aproximadamente a tres horas al norte de aquí. Él la cultiva en su granero— Tom dijo con orgullo—Hombre, él siempre tiene las mejores jodidas cosas que van saliendo— Él levanto firmemente un bolso para emparedados que estaba lleno hasta la mitad de hierba mala—Las malditas mejores cosas. No como esa mierda que venden en la calle— 156
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Crystal dio otro golpe antes de pasar el porro a Stephanie—Oh yeah, esto es muy agradable— —¿Y por qué traes esas pateadoras de mierda?— La pelirroja preguntó, señalando las botas de Crystal. —Oh, conseguí un trabajo limpiando desechos de un edificio viejo de la unión de crédito que esta sobre la Avenida Exchange— —¿Te refieres a ese lugar que se incendió?— —Deja de hablar y dale ya el maldito golpe— Tom expreso con un gruñido, inclinándose hacia adelante para alcanzar el porro. —Yeah— Crystal contestó la pregunta de Stephanie, . Deja ya de ser un idiota, Tom—La paga es muy buena. Diez por hora y el horario es flexible— —¿Escuchaste eso?— La pelirroja le dijo a su marido—Diez dólares por hora. ¿Aún están contratando?— —Creo que sí. Acabo de ser contratada hoy— Crystal levantó su mano para tomar el porro de Tom, quién le dio al menos tres golpes antes de pasarlo. —No trabajo por menos de doce— dijo él, tratando de alcanzar su cerveza—¿Y cómo es que ya no trabajas en el Tom Cat?— —Esto es sólo temporal mientras mi labio se cura. Me lastimé en una pelea en el bar la semana pasada— —Oh— Dió varios tragos de la lata—Como siempre he dicho, con un trasero como el tuyo es mejor que trabajes en algo que te haga ganar dinero de verdad y no haciendo el trabajo de perras gordas que solo ellas pueden hacer— Él extendió la mano para tomar el porro de la mano de Stephanie—No como esta vaca por la que nadie pagaría por quitarse la ropa— —Vete al diablo— la pelirroja le contestó. Sigue jodiendo y entonces dormirás en la maldita casa de tu madre esta noche— —Al menos su casa no es una maldita porqueriza como este lugar— dijo él, pasándole el porro a Crystal—Ella no trabaja en todo el día. ¿Puedes creer que no es capaz de pasar la jodida escoba aunque sea una vez, de vez en cuando?— Oh diablos, por favor no peleen esta noche, Crystal imploró silenciosamente. Tan sólo quiero una buena elevada y marcharme. —Así como tú te levantas para ir a trabajar cada mañana, ¿Verdad?— —Oh jódete, Steph— Él tomo la bolsa con marihuana y sus cigarrillos y se puso de pie—No tengo por qué quedarme sentado aquí y escuchar toda esa mierda— 157
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—Muy bien, vete con Mark o con quien te dé la gana. Me importa un carajo lo que hagas— —Bien— —Sólo déjame algo de hierba, ¿ok?— —Vete al infierno. Consíguete la tuya— Él salió por la puerta, no molestándose en cerrarla. —¿A dónde va?— Crystal preguntó, tomando ventaja del pleito para dar otro par de golpes de marihuana. —Que se joda. Sabía que no me dejaría nada— Ella entró en el cuarto de baño y regresó con una lata de rociador para el pelo. —Aquí tienes. Ya no queda mucha— —No te preocupes por eso, Crys— Stephanie tomó el asiento desocupado de Tom y tomó el porro que quedaba—Gracias— Ella inhaló profundamente. Devolviéndolo, ella exhaló lentamente para evitar ahogarse—Oh esto está bueno. Toma— La pelirroja sujetó la lata del rociador para el pelo en ambas manos y giro la tapa. En el fondo del tubo había un pequeño tubo de metal—Tom no sabe de esto. Cada vez que él consigue una buena cantidad de hierba buena, después de que se queda dormido voy afuera y tomo algunas porciones para mí. Él cree que me castiga no dándome hierba, es un baboso estúpido— Ella abrió el tubo metálico y vació el bulto de marihuana que estaba escondido dentro—¿Te sientes bastante consciente cómo para preparar un buen porro? Odio hacerlo con el maldito periódico— —Claro, no hay problema— Crystal contestó—Así es que tú y Tom están obviamente juntos de nuevo. ¿Ya no estás trabajando?— —No, maldita sea. Tenía un empleo entregando pizzas pero el camión se averió y no pude darme el lujo de repararlo. El idiota de mi jefe no me dejaba usar el coche de la compañía porque tuve un pequeño incidente con el vehículo el invierno pasado— —Eso apesta— No te prestaría mi coche tampoco. Sé cómo conduces. Crystal tomó el porro y trató de alcanzar su encendedor—¿Dónde están los niños?— —Marci se está quedando con mi madre hasta la audiencia de la semana próxima. No me dirán donde esta Ricky— Stephanie tomó el porro—Tom y yo estábamos peleando y los malditos vecinos llamaron a la policía. Pues, ya sabes cómo son esas cosas. Entraron y vieron la droga nos agarraron y se llevaron a los niños— —Oh no. ¿Y ahora que pasará?— Stephanie se encogió de hombros y prendió el porro—No lo sé— —Y bueno, ¿Ya pediste ayuda legal?—
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—¿Para qué molestarme? Me devolverán a los niños de todas maneras. Tom acordó entrar en un grupo de ayuda por treinta días y obtendremos beneficios mientras él este allí. Eso ya ha ocurrido antes. Toma— Crystal tomó el porro e inhaló duro. ¿Cómo puedes sentarte allí y qué no te importe donde están tus hijos y qué estén haciendo? ¿Qué estás haciendo viviendo con ese imbécil? Finalmente la molestia dentro de ella fue demasiado—Steph, ¿Por qué sigues con él?— —Oh, tú sabes cómo es esto, Crys. Él dice que no lo hará nuevamente y yo le creo. La misma mierda de siempre— —Pero tú sigues volviendo con él. ¿Por qué? Por lo menos yo fui lo suficientemente inteligente para apartarme de esa mierda— —Lo sé, lo sé— La pelirroja dijo—Él es un perdedor y siempre lo será pero, ¿qué puedo hacer? Él es su padre— —¿Y qué? Él no es un buen padre de todos modos pues no es capaz de traer dinero a casa. Steph, tú mereces algo mejor que él. Los niños también— ¡Dios mío! ella gritó por dentro. Ella está actuando justo como mi madre—¿Piensas que a Marci le gusta despertarse asustada por culpa de sus arrebatos?— —Aun así él es su padre— Ella se encogió de hombros—No creo que le moleste a ella demasiado— Ella le tendió el porro—Toma, dale otro golpe— Tienes que estar bromeando. En su mente Crystal vio a su madre sentada sobre un sofá similar, bebiendo hasta la inconsciencia e ignorando al animal que aterrorizaba a sus niñas. Crystal dejó el encendedor sobre el tazón y presionó el porro contra sus labios. ¿Qué estoy haciendo aquí? ¿Por qué estoy sentada con la reencarnación de mi madre? Exhalando, otro pensamiento llegó a ella. ¿Cómo carajos voy a irme a casa? —Steph, quédate con las cervezas pero ya debo irme— —¿Estás segura? Vamos, siéntate y toma otra cerveza. Puedes tomarte otra, ¿oh no?— —Por supuesto que puedo pero realmente debo irme ya. Olvidé que prometí a mi compañera de apartamento que la ayudaría con algo esta noche— Crystal tomó sus cigarrillos y su encendedor, guardándolos en su bolsillo. —¿Tienes una compañera de apartamento? ¿Desde cuándo?— —Mi apartamento se incendió hace unas semanas. Escucha, en verdad debo irme— Crystal se puso de pie sólo para volver a sentarse de nuevo—Whoa— La marihuana me pegó fuerte, hizo un esfuerzo para mantener sus ojos abiertos. —Oye, recuéstate y relájate— Stephanie le ofreció el porro—Venga, uno más no te hará daño. Nunca tengo compañía— De ninguna manera, ¿quién querría acompañarte? —No, realmente debo llegar a casa. Ok Crystal, tú puedes hacer esto, ella se dijo a sí misma. Simplemente ponte de pie. Otra vez se levantó pero 159
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esta vez logró quedarse en posición vertical—¿Sabes mi número del bíper verdad? Llámame cuando tengas teléfono— —Bueno, ahora sabes donde vivo. No eres una desconocida. Tal vez aprovechando que los niños no están aquí Tom y yo hagamos una fiesta el fin de semana o algo por el estilo. Estas invitada— —Yeah, tal vez venga— Crystal trató de alcanzar la manija de la puerta, apoyando su peso contra ella—Gracias por la hierba— —Cuando quieras, Crys. Visítanos pronto— Girando la manija, sin caer Crystal intento seguir sus propias instrucciones pero dar los pasos resultó todo un reto. Tropezó accidentalmente, terminando sentada sobre la tierra. Carajo. Miró para ver si Stephanie se había dado cuenta pero el porche estaba vacío. Te importó una mierda esperar lo suficiente para asegurarte de que llegara bien al coche ¿verdad?. Colocándose sobre sus rodillas, Crystal se obligó a enfocar y ponerse de pie. Oh mierda creo que fumé demasiado. Apoyando su mano contra el lado del remolque, ella se abrió paso adelante. Tom no estaba bromeando cuando dijo que esto te golpea de maravilla. Mierda, apenas puedo ponerme de pie. Ella caminó tropezando con sus pies desde la casa de Stephanie hasta el Omni. Ábrete. Carajo, primero debes quitar los seguros, pendeja. Requirió de tres intentos para lograr abrir la puerta, luego fue otro reto meter la llave en el encendido. Oh mierda, ¿cómo se supone que conduciré? No voy a poder ver la maldita carretera. Crystal se apoyó contra el cabecero. Vamos, Crys, tienes que salir de aquí. Apuntando ciegamente hacia el encendido finalmente logró meter la llave. Oh cielos, no debería estar haciendo esto. Agarrando volante, se colocó en posición vertical y echó a andar el motor. Bajó el vidrio de la ventanilla pero no fue de gran ayuda. El Omni viró de un lado a otro en su lento andar sobre la calle Essex. Un gran pitido la sacó de su trance en el momento que evitó golpear un vehículo que venía. Mierda, no puedo hacer esto. Girando el volante, Crystal se estacionó en una esquina junto a un parque. En la esquina había una cabina telefónica azul y blanca. Yeah, es lo que necesito. Llamaré a alguien para que venga por mí. Luego surgió otro problema cuando miró sus bolsillos, sólo traía un penique. Apuesto que dejé caer un cuarto en alguna parte de aquí. Por supuesto no tendría ni la más mínima oportunidad de ponerme a buscar. Probablemente me desmayaría.
********* Laura miraba incrédula la pantalla. ¿Tres meses? La respuesta del publicista había sido rápida. Al perder su fecha tope, la fecha de impresión para el libro fue puesta para dentro de tres meses, colocándolo más adelante de las ferias de otoño y arruinando cualquier posibilidad de adquirir buenas ventas de esos días festivos. El cambio de fecha implicaba muchas cosas pero lo más importante era el efecto que tendría en sus ingresos. Sus obras previas le proveían lo suficiente para pagar las cuentas mensuales pero la renta y los gastos diarios eran cosa aparte. El teléfono timbró pero ella no hizo el esfuerzo por descolgarlo. Probablemente es otro vendedor al teléfono. Suspirando, cerró el correo electrónico y cargó su navegador de Internet. El teléfono continúo sonando hasta que la máquina contestadora respondió. ¿Lo ves? Ningún mensaje. Sabía que no 160
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era importante. Segundos más tarde el teléfono sonó de nuevo. Decidiendo que tal vez no sería un vendedor, caminó hacia la mesita de noche y descolgó el teléfono—¿Hola?— —Habla la operadora. ¿Acepta usted una llamada a cobro revertido de Crystal Sheridan?— —Sí— —Gracias. Adelante— Hubo un chasquido audible seguido por una suave estática. —¿Crystal?— —¿Laura, eres tú?— —Sí, soy yo. Habla más fuerte , Crystal. Apenas te puedo escuchar— —¿Me puedes escuchar ahora?— —Sí— —¿Estás ocupada?— —¿Crystal, te pasa algo? —Bueno.... ¿puedes venir por mí y llevarme a casa?— —Traerte a casa… sí, por supuesto que puedo. ¿Se descompuso de nuevo tu coche?— —No. Es sólo que no puedo conducir— El sonido de un camión que pasaba distorsiono las últimas palabras. —¿Qué? ¿Por qué no puedes conducir? ¿Sufriste algún accidente?— Mientras hablaba, Laura tomo sus zapatos y comenzó a ponérselos—¿Dónde estás?— —Estoy sobre la calle Essex cerca del aeropuerto— —¿Tu coche está en condiciones de manejarse?— —Sí pero creo que no puedo conducirlo, Laura— Una risa nerviosa se escuchó a través de la mala conexión—¿Puedes venir a recogerme?— —Sí Crystal, iré a recogerte. Dime de nuevo donde estas ¿Pasando el aeropuerto?— —En la cabina telefónica de la esquina— —Bien. Escúchame. Regresa a tu coche y cierra todas las puertas. Estaré allí tan rápido como pueda— —¿Laura?— 161
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—¿Qué?— —¿Vas a venir a recogerme? ¿De verdad?— Laura escuchó un golpe seco seguido por un grito agudo de Crystal—Ay. Me golpeé la cabeza contra el teléfono— Ella está realmente borracha. La calle Essex no es una buena zona de la ciudad por muchas razones—¿Crystal? ¿Crystal sigues allí?— —Yeah, estoy aquí— —¿Me escuchaste? Quiero que vayas al coche y me esperes allí y cierra todas las puestas con seguro hasta que yo llegue, ¿Ok?— —Ok, ¿Laura?— —¿Qué?— —Realmente no puedo conducir— Oh genial, ahora está divagando—No, no puedes, Crystal. Entra al coche y quédate allí— —¿Estás enojada conmigo?— —No. Me alegro de que me hayas llamado en lugar de intentar manejar hasta la casa en ese estado. ¿Has estado bebiendo?— —Sólo me tomé una cerveza— —Así que estas drogada, ¿correcto?— —Oh yeah. Bastante drogada— Crystal río nerviosamente—Aterrada, de hecho— —Uh huh. Quédate allí. Estoy en camino— —¿Laura?— —¿Qué?— La escritora trató de mantener su irritación creciente fuera del tono de su voz. —¿Estás segura de que no estás enojada conmigo?— Laura suspiró—No, no estoy enojada contigo— —Ok. No quiero que estés enojada conmigo— —No estoy enojada contigo. Ahora cuelga el teléfono para que ya pueda ir por ti— —¿Estás segura?— 162
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—Sí, estoy segura— —Bueno, porque no quiero que estés enojada conmigo— —¡Crystal! ¡Por última vez, no estoy enojada contigo así que cuelga el teléfono!— Laura presionó el botón de colgar. Está drogada. Está drogada fuera de sí en medio de la nada. Presionando el botón, escuchó el tono de marcar y presionó unos ya conocidos dígitos. —¿Hola?— —¿Jen? Es Laura. ¿Me puede acompañar a recoger a Crystal y su coche? Te explico en el camino— Para cuando Laura estacionó el Jeep, Jenny había sido informada de lo que había pasado. Como esperaba el Omni gris estaba parado cerca de la caseta telefónica—Allí está— Laura estacionó su vehículo—¿Vas a manejar su carro o el mío de regreso?— —Conduciré el de ella— Jenny dijo. Veamos con quien prefiere irse ella— Caminaron hacia el coche de Crystal y se pararon junto a la puerta del conductor. Laura extendió la mano y golpeó ligeramente la ventanilla—¿Crystal? Crystal, despierta. Ya estamos aquí— —¿Hmm?— —Despierta. Soy Laura. Jenny está conmigo. Hemos venido para llevarte a casa— Trató de abrir la puerta—¿Crystal? Oye— Golpeó el vidrio con sus nudillos—Quítale el seguro a la puerta. —Hola Laura— la drogada mujer habló entre dientes. —Quita el seguro de la puerta— Tan pronto como escuchó el chasquido, Laura cogió la manija. La puerta se abrió y gracias a los reflejos rápidos de Jenny evitó que Crystal cayera hacia el suelo. —Tranquila— Una vez que sostuvieron a la semi-inconciente mujer la regresaron al asiento, la terapeuta tomo el control—¿Crystal? Crystal, mírame— —¿Hmm?— —¿Cuánto has bebido esta noche?— Crystal con orgullo levantó ondeando un dedo—¿Una qué? ¿Una cerveza?— —Yeah, sólo una— la rubia masculló, su cabeza rodando con indiferencia de un lado para otro— Estoy drogada— —Sí, ya veo— Jenny miro a Laura—¿Alguna sugerencias de cómo lo haremos para pasarla al asiento del pasajero?— —No tengo idea— Laura contestó. —Yo diría que la cogiéramos hacia el asiento pero la palanca de cambios está de por medio. 163
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—Este coche realmente no tiene nada de espacio— —No mucho— Jenny golpeó ligeramente la mejilla de Crystal—Crystal…Crystal despierta. Tenemos que moverte— —¿Mm? Estoy despierta. ¿Qu.. ?— —Uh huh, vamos a moverte, compañerita— Laura miró a Jenny—Creo que nuestra mejor opción es cogerla por encima de la palanca de cambios. Si la sacamos fuera y cae al suelo no habrá manera de que podamos moverla— —Estoy de acuerdo. La sujetaré mientras tú das la vuelta y te vas del lado del asiento del pasajero— Jenny dijo. —Dame las llaves. Estoy segura que ese lado también está cerrado— Laura dio la vuelta y abrió la puerta del pasajero—¿Qué es esto?— Preguntó, sosteniendo un cuaderno de apuntes. —Ponlo en el asiento trasero—— Jenny contestó, no revelando que había visto a Crystal ese día. Les tomo hacer algunas maniobras para lograr colocar a la drogada mujer en el asiento del pasajero. Crystal forcejeó y se retorció, riendo nerviosamente y hablando incoherentemente entre dientes. —Estate quieta— Laura reprendió—No te puedo colocar el cinturón de seguridad— —Hola Lauraaa— —Hola Crystal. Quédate quieta y déjame ponerte el cinturón de seguridad, ¿Ok?— —Ok— La rubia cerró sus ojos y comenzó a girar su cabeza para un lado—Estoy realmente drogada, ¿sabes?— —Lo sé, créeme— Laura sonrió cuando sintió el chasquido del cinturón de seguridad—Listo. Jen, ¿Puedes conducir tú?— —Seguro. Nos vemos en tu casa— —No-o-o— Crystal lloriqueó, moviéndose nerviosamente en su asiento—¿Por qué no me puedes llevar tú?— Laura sonrió a la cara irritable ante ella—Porque tengo que llevar mi coche, por eso— Poniéndose de pie, cerró la puerta del pasajero y rodeó el coche. Dando las llaves a Jenny, Laura se inclinó para mirar a través del vidrio a Crystal—Esta realmente fuera de sí— —Ya la escuchaste. Está muy drogada con la mente totalmente perdida. Dudo que sepa siquiera quien es ella realmente—
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—¿Por qué se hace esto así misma?— Laura se enderezó y negó con la cabeza—Simplemente no lo comprendo— —¿Alguna vez le has preguntado?— —¿Qué?— Jenny tomó la mano de Laura y giró su palma—Ella te pidió que la llevaras a casa— Colocando las llaves en la mano abierta, se giró y caminó hacia el Jeep—Me parece que es una oportunidad perfecta para que se lo preguntes— —No te pases ningún alto con mi coche— Laura gritó, recibiendo un gesto del brazo de Jenny. Sé que lo harás, silenciosamente se quejó. Cerrando sus dedos alrededor de las llaves, tomó la manija de la puerta—Muy bien Crystal, te llevare a casa— —Hola Laura— —Hola— Laura cerró la puerta y buscó a tientas el encendido. —Estás enojada conmigo, ¿verdad?— —Ya te dije que no— Encontrando el encendido, Laura metió la llave y echó a andar el motor— ¿Crees que vendría por ti si estuviera enojada contigo?— —No lo sé— Crystal se encogió de hombros—No estaba segura de que vendrías— —Por supuesto que vendría— Laura contestó, siguiendo a Jenny fuera del parque y tomando la avenida principal—Nunca te dejaría aquí sola, no importa en qué condiciones estés— Bajó la velocidad para hacer alto en el semáforo—¿Y dime que estabas haciendo por estos rumbos?— —Estaba visitando a alguien que conozco— —¿Ese alguien fue con quién te drogaste?— —Yeah, no sabía que estuviera tan fuerte— Crystal apoyó su cabeza contra la ventanilla—No pensé que no podría conducir de regreso a casa— Laura la recorrió con la mirada antes de devolver su atención al tráfico—Sin lugar a dudas, no podrías mover ni siquiera una rueda— Laura condujo varias cuadras antes de que una suave voz hablara. —Por eso es que te llamé— Flexionando sus dedos en el volante, Laura mantuvo sus ojos mirando al frente—Pues bien…me alegro de que lo hayas hecho— —Nunca había hecho eso antes— 165
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—¿Hacer qué?— —Llamar a alguien para que me recogiera— Crystal se restregó los ojos con sus nudillos—Wow esas luces sí que son brillantes— —Estoy sorprendida de que puedas ver cualquier cosa a través de esas dos rayas— —Mis ojos están bien abiertos— la drogada mujer protestó—Puedo ver todo— —Uh huh— Laura dijo dudosamente—¿Y estuviste con tus amigos todo el día drogándote?— —Fui después del trabajo— —¿Del trabajo?— —¡Oooh!— La cara de Crystal se iluminó y se retorció en su asiento—Conseguí un trabajo hoy— dijo emocionada. —¿En serio? ¿Dónde?— —Trabajando para Michael. Tire escombro toda la tarde— —¿En realidad estas trabajando para Michael?— Laura miró a su compañera—Felicitaciones— —Es sólo hasta que mi labio sane— —Podrías trabajar por mucho más tiempo si quieres. Creo que Michael dijo él que habría suficiente trabajo por varios meses más— —¿Y luego qué?— Crystal levantó su mano pero luego la dejo caer sobre su regazo—Ah no tiene importancia— La luz de los postes de alumbrado traspasaba a través del parabrisas, permitiéndole a Laura vislumbrar el rostro de su compañera—¿Qué no tiene importancia?— —Todo— Crystal sacudió de nuevo su mano—Una vez que el lugar este limpio él no me necesitará más y yo estaré de regreso en el club— Ella se encogió de hombros—Probablemente al lugar donde pertenezco— —Crees que no hay otra cosa mejor para ti que quitarte la ropa, ¿verdad?— Pero si tú obtienes experiencia tal vez Michael podría ayudarte a encontrar alguna otra cosa que hacer— Laura conservó su atención dividida entre la carretera delante de ella y Crystal—Y dime, ¿qué estuviste haciendo después del trabajo aparte de drogarte?— —¿Hmm?— Los ojos de Crystal se cerraron, sus labios se tornaron en una sonrisa perezosa—Oh, visitando a alguien— —¿Alguien con quién trabajas? 166
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La rubia bufó—Difícilmente. Steph es sólo alguien que conocí en fiestas y esas cosas— Sus manos buscaron a tientas sus cigarrillos por los bolsillos de la blusa—Su marido es un verdadero imbécil— —¿Él estaba allí?— —Sólo por un rato, después se comportó como un imbécil se enojó y se largó— El encendedor se zafó de sus dedos sobre su regazo. —¿Estás segura de que puedes sostener el cigarrillo? No quiero que lo dejes caer sobre ti o en cualquier otro lado. Tal vez no deberías fumar— —Es mi coche— Crystal prendió el cigarrillo y guardó el encendedor en su bolsillo. —Al menos abre la ventana. No quiero inhalar tu humo— Crystal se sintió cuestionada pero en unos segundos el humo estaba siendo lanzado hacia el aire nocturno—Y bien— Laura continuó, —¿Así que él se enojó y se fue?— —Yeah, es un imbécil— —Ya mencionaste eso antes— —Ella es una idiota— No mencionaste eso antes—¿Y por qué ella es una idiota?— —Ella es. Ella es igual que mi madre— Crystal dio una gran inhalación a su cigarrillo—No defiende a sus hijos, deja que él la trate como una mierda. Es una estúpida— Crystal dio un golpecito tirando la ceniza fuera de la ventanilla—Aw, ¿sabes? Ella le tiene tanto miedo a él que deja que la trate como a un perro. Él bebe y lo jode todo y cuando regresa a casa ella no hace ninguna maldita cosa al respecto— El coche siguió al Jeep por la carretera de circunvalación, dejando las luces de la ciudad y entrando a la oscuridad de la carretera. Crystal exhaló otra corriente de humo gris—Simplemente siempre cede ante él— dijo quedamente—Siempre permitiéndole hacer cualquier maldita cosa que le dé la gana. No le importa que le pegue a sus hijos, no le importa que se gaste el dinero de toda la semana, simplemente no le importa un coño— La mitad del cigarrillo salió volando por la ventanilla—Nunca le ha importado— Crystal susurró, mirando fijamente a través del vidrio a la oscuridad. Laura rápidamente se dio cuenta que Crystal ya no hablaba de sus amigos sino de sus padres. Abrió su boca para hablar pero se encontró dudosa de qué decir. Finalmente dijo lo único que se le vino a la mente—Desearía que le hubiera importado— Hubo un largo silencio antes de que Crystal hablase—Yo también desearía que le hubiera importado— Sin pensarlo, Laura tocó el hombro de su compañera y comenzó a frotarlo—Lo sé—
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—Ella solía tomar mucho, sabes— Crystal continúo mirando por la ventanilla—Se enfurecía sin razón. Todo el tiempo— Sintiendo el encogimiento de hombros, Laura quitó su mano, colocándola sobre la palanca de cambios entre los asientos—Él la hacía enojar por las mañanas antes de irse al trabajo y ella se desquitaba con nosotras cuando llegábamos de la escuela— Crystal sacudió su cabeza—Pero nosotras no hacíamos nada malo— Ella dejó caer su cabeza hacia atrás en contra del cabecero—¿Alguna vez fuiste castigada por algo que no hiciste?— —Pocas veces— Laura admitió. —Esto apesta— Inclinándose hacia adelante, Crystal tocó nerviosamente la apertura de la guantera. —¿qué estás buscando?— —Solo quiero un toque— Abierta la guantera, sacó un tubo de película y una pequeña pipa de metal. —Uh, no, no mientras este yo en el coche. Y creo que ya has tenido demasiado. Apenas puedes mantener los ojos abiertos— La actividad delante de ella desvió su atención. Jenny aparentemente parecía molesta con el coche de delante de ella y comenzó a acelerar el Jeep mucho más rápido que Laura—¿Jen, qué estás haciendo?— Ella dijo, pisando más el acelerador. Un áspero olor invadió el coche—¡Crystal!— La pipa de metal llena de marihuana fue arrojada de nuevo a la guantera—Dije que solo quería un toque— la rubia dijo juguetonamente. —Es suficiente— Usando su mano izquierda para bajar la ventanilla, Laura giró a su derecha, bajando la velocidad del Omni y parándose a la orilla de la carretera. —¿Pero que dem....?— Laura la ignoró y apagó el coche. Llevó su mano hacia la guantera y la cerró—Dije que no mientras estés conmigo en el coche— Laura amonestó—¿Sabes en el problema en que me metería si la policía nos detiene y huele eso?— Forzando la llave en el encendido, Laura continuó con su sermoneada—Si quieres arruinar tu vida con drogas, esa es tu elección. No puedo controlar lo que haces pero no es justo que me involucres a mí. Ya es lo suficientemente malo que traigas eso a la casa— Encendiendo el motor, hecho una mirada al espejo retrovisor antes de dar reversa y volver a la carretera—Maldición, Crystal, ¿no puedes detenerte aunque sea un poco y pensar?— No recibiendo respuesta, pensó que quizá la drogada mujer se había quedado dormida. Mejor. No quiero pelearme con ella esta noche, pensó para sus adentros. Mirando la carretera, notó que el Jeep no se veía por ningún lado. Más te vale que no te infraccionen por exceso de velocidad, Jen. Dándose cuenta que el olor de marihuana se había ido, Laura subió la ventanilla. —Lo siento— Crystal dijo con voz suave. ¿Estás enojada conmigo?— —¿Por qué no te recuestas y te relajas hasta que lleguemos a casa?— —No quiero que estés enojada conmigo— 168
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—No estoy enojada. Un poco molesta, pero no enojada— Laura respondió, accionando el intermitente cuando se aproximaba a una desviación. Crystal desabrochó su cinturón de seguridad y se volteo de costado en el asiento cuando el Omni dio la vuelta hacia la rampa de salida. Demasiado drogada para controlar su balance, se fue hacia su izquierda, golpeando su cabeza contra el hombro de Laura—Ouch— —¿Qué estás haciendo? Ponte el cinturón de seguridad— Dijo frotando el hombro de Crystal—¿Y por qué dices ouch? Tienes una cabeza bastante dura, Sheridan— —¿Laura?— La droga había hecho que los ojos de la rubia estuvieran aún más cerrados evitándole enfocar difícilmente los ojos. Laura esperó pacientemente a que Crystal continuara pero la drogada mujer parecía haber olvidado lo que iba a decir—¿Sí?— Laura incito. —¿Qué?— —Me ibas a preguntar algo. ¿Cuál era la pregunta?— —¿Qué pregunta?— —Olvídalo, estás demasiado perdida para saber lo que estás diciendo— Estirando su brazo, Laura ajustó el cinturón de seguridad—Esta vez déjatelo puesto, ¿ok?— —Ok… ¿Laura?— —¿Qué?— —No quiero que estés enojada conmigo— —Crystal, no estoy enojada contigo— Oh por favor no comiences con esto de nuevo—Mira, solo vayamos a casa. Jenny va a estar preguntándose que habrá pasado con nosotras— Laura echó a andar el coche—Podemos hablar de esto por la mañana— Guio el coche por la calle. Manejó en silencio por varias cuadras antes de que Crystal hablara otra vez. —¿Me prometes que no estás enojada conmigo?— Me voy a enojar si sigues con eso—No cariño, no estoy enojada contigo— Levantó la mano y apretó el hombro de Crystal—¿Somos amigas, verdad?— Ella esperaba que sus palabras hicieran sonreír a la drogada mujer pero Laura se desconcertó cuando la vio derramar lágrimas—Hey, ¿qué te pasa?— Crystal sacudió su cabeza vigorosamente y se restregó la cara con sus manos—Nada— hablo con voy temblorosa, tomando aliento—Es sólo que......— Negó con la cabeza otra vez—No lo sé— Laura sabía que se estaba conteniendo pero le dio su tiempo, concentrándose en manejar el coche a través de las calles y entrando por la puerta principal del complejo. Como esperaba, su Jeep 169
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estaba estacionado en su espacio privado, varias luces brillaban a través de las ventanas del edificio departamental. Jenny ya esta aquí, pensó mientras estacionaba el Omni en su espacio privado. Removiendo las llaves del encendido, colocó su mano en el brazo de Crystal—Espera, antes de que entremos… quiero saber por qué estás tan molesta— —No lo sé— Crystal sacudió con fuerza la agarradera, forzando la puerta para que abriera— Laura, por favor— Dijo sintiendo la mano firme sobre su brazo—No puedo— Laura juraría haber escuchado la voz entrecortada de su compañera. Soltándola, observó como Crystal salía del coche. La marihuana había hecho un buen trabajo entorpeciendo su sentido del balance, provocando que cayera sobre el pavimento. Crystal intentó ponerse de pie pero volvió a caer por segunda vez antes de que Laura llegara a su lado—Ven aquí, coloca tu brazo sobre mis hombros. Te ayudaré a entrar— —No, sólo déjame. Lo hare poco a poco— Laura agarró la mano de Crystal y la puso sobre sus hombros—No lo creo, compañerita. ¿Qué pensarán los vecinos?— Con un gruñido se elevó a la altura de sus pies, levantando a Crystal con ella. Para su alivio, Jenny debió haber escuchado el coche estacionarse—¿Quieres echarme una mano con ella?— —¿Adónde fueron?— Jenny preguntó mientras bajaba al área del estacionamiento—Mire por el espejo retrovisor y ya no las vi— —Tuve que detenerme un par de veces— Laura dijo—Crystal, Jenny está aquí. Vamos a meterte al apartamento, ¿Ok?— Ella asintió a su ex-amante—Sostenla por el otro lado. Esta demasiado drogada como para caminar— —¿Cómo estuvo el camino a casa?— —Perturbarte. Ella no se callaba. Para alguien que no habla mucho que digamos, dijo demasiado esta noche. Me preguntó por lo menos como cincuenta veces que si estaba enojada con ella— —Y me dijiste que no— Crystal hizo pucheros, sus ojos repararon en sus pies en un intento para moverlos en la misma dirección sin pisar a Laura o los dedos de Jenny—Lo dijiste— —Sí, lo dije. No estoy enojada contigo— Laura miró a Jenny—¿Ves lo que tuve que soportar?— —Suena como un poco molesto— —Sólo un poquito. Cuidado, Crystal. Estamos subiendo ahora— —Puedo caminar por mí misma— la rubia protestó, débilmente intentando soltar sus brazos de los hombros de las otras mujeres. —De todas maneras creo que es mejor que te ayudemos un poco— Jenny dijo. —Oh, hola Doc— Crystal prácticamente gritó—¿Cómo diablos te encuentras esta noche?— 170
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—Aparentemente no tan bien como tú. Laura, sostenla mientras abro la puerta— —Yo le agrado— la drogada mujer continuó—No estaba realmente segura pero… sí. ¿Lo sabías?— —¿Saber qué?— Jenny preguntó, no poniendo mucha atención a las divagaciones. —Le agrado a Laura— Crystal dijo con naturalidad, tambaleándose sobre sus piernas—Me dijo que éramos amigas— —Sí lo dije, ahora entra, ¿Ok?— Laura dijo, guiando su inestable carga a través de la puerta principal. —Ok— Crystal estuvo de acuerdo, con torpeza cruzó la puerta, seguida de Jenny llevándola a tropezones hasta la sala de estar. Una vez dentro, Crystal logró llegar a tropezones hasta el reclinable. Laura colgó las llaves del Omni en el portallaves, frunció el ceño cuando vio sus llaves sobre el mostrador—¿Crees que podamos llevarla arriba?— Laura preguntó, recogiendo sus llaves y colgándolas en el portallaves. —Puedo subir yo sola— la atontada rubia contestó, empujándose con trabajos sobre sus pies sólo para caer sentada nuevamente—Tal vez, no— Sus manos buscaron a tientas por su blusa. —Nada de fumar en la sala de estar, ¿recuerdas?—, Laura le recordó. —Hey Doc, te conté que conseguí trabajo con Michael?— Crystal dejó de buscar sus cigarrillos y colocó una pierna sobre el brazo del asiento reclinable. —No, no me habías contado— Dijo Jenny mientras se sentaba en el sofá—¿Cuándo comenzaras a trabajar?— —Ya lo hice. Trabajé esta tarde— —¿En serio?— —Yeah, lo hice después de salir de tu consultorio— Los ojos de Laura se abrieron sorprendidos—¿Tu consultorio?— —Um— Jenny miró a su ex-amante y después a Crystal y de nuevo a Laura—Tienes que preguntarle a ella— contestó. —¿Crystal?— —Doc me dijo que podía— Se restregó su cara y bostezó—Oh cielos, estoy cansada— —O algo por el estilo— Laura dijo—Vamos a llevarte arriba. Jen, ¿Podrías ayudarme?— 171
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Juntas ayudaron a Crystal a subir. Una vez dentro de su habitación, la rubia torpemente se liberó de las manos de sus amigas y se dejó caer encima de la cama—Jen, baja y prepara algo de té— dijo Laura—Bajaré en un minuto— —Tal vez debería irme a casa... —Jenny comenzó. —Ni siquiera lo pienses— Laura advirtió—Necesitamos hablar— Esperó hasta que su ex-amante saliese del cuarto antes de sentarse en la cama al lado de Crystal—¿Aun estás despierta?— —¿Hm?— La suave almohada rápidamente absorbió cualquier energía que Crystal pudiera tener. —Tienes que quitarte las botas. ¿Quieres que te ayude?— —¿ Hm? Naw, está bien— Los ojos de Crystal permanecieron cerrados. —Te las quitaré— dijo Laura, jalando un pie encima de su regazo—Sabes que hablaba sinceramente cuando te dije que no estaba enojada contigo— le dijo, desamarrando el cordón café de las botas—Aun si lo hubiera estado, no haría nada para lastimarte— Usando sus dedos, aflojó los cordones de los orificios y los ganchos, permitiéndole quitar la bota—Cuando tenía aproximadamente trece años de edad, Papá fue situado en Fort Bragg*— Laura quitó el calcetín blanco del pie de Crystal—Estuvimos allí cerca de un mes o un poco más cuando el Capitán Brewster fue transferido allí. Él tenía una hija de mi edad. Dame tu otro pie— No recibiendo respuesta, Laura tomó la otra pierna de Crystal y la jaló encima de ella—En fin— continuó— Candice siempre solía tener moretones en sus brazos y cara. Al principio le creí cuando me contó que había tenido un accidente en su bicicleta— La otra bota y calcetín fueron quitados, Laura tenía los pies desnudos de Crystal sobre su regazo. Sin pensarlo comenzó a darles masaje—Después de que descubrí la verdad, no podía ni siquiera mirar a su padre— Su agarre aumentó ante el viejo recuerdo—Lo odié por lo que le hacía a ella. No podía comprender por qué alguien querría lastimar a alguien de esa manera— Dándose cuenta de que Crystal se había quedado dormida, Laura continuó dejando que sus manos recorrieran amablemente los pies de la rubia—¿Por qué te molestaste esta noche cuando te dije que éramos amigas?— Su pulgar izquierdo se movió de acá para allá en un movimiento suave sobre el arco de Crystal—Claro, yo sé que puedes ser un verdadero dolor en el trasero y está también esa cortina de baño transparente que aún me disgusta pero.......— Dándose cuenta de lo que estaban haciendo sus manos, Laura gentilmente colocó los pies de Crystal sobre la cama y se puso de pie—No creo que necesitemos pequeños pedacitos de tabaco sobre la cama— Laura dijo, tomando el paquete de cigarrillos del bolsillo de su blusa. Tomando la colcha, la colocó sobre la mujer dormida. Mientras hacía unos dobleces alrededor de los hombros de Crystal, se apoyó cerca de ella y le susurró, —Lamento tanto que te hagas daño a ti misma. Hay una hermosa mujer escondida detrás de esa actitud dura y esas drogas, sé que la hay— Laura se puso de pie y apagó la lámpara—Dulces sueños—
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PARTE 7 Laura encontró a Jenny sentada desayunando, hojeando el periódico. —¿Ya lo leíste?— —Se me hizo tarde esta mañana y sólo tuve tiempo de mirar cómo iban los Mets*. Tu té está servido en la taza del café— El viento que había entrado por la ventanilla abierta cuando venían de recoger a Crystal había despeinado el pelo de Jenny convirtiéndolo en una maraña de cabellos. Laura metió la mano en su bolsillo trasero y sacó un peine. —Toma, pareces una marmota que metió la pata en el enchufe de la luz— Caminó hacia el mostrador y tomo la taza grande. —¿Cuándo me ibas a decir que veías a Crystal?—Sacó la bolsita de té del agua y lo tiró a la basura. —Pudiste habérmelo dicho antes— —Yo no podía— Jenny protestó, pasando el peine sin cuidado por su pelo. —No es mi decisión decírtelo. Era decisión de Crystal— —¿Y qué pasó hoy? ¿Te dijo que se iba a ir con sus amigos drogadictos?— Laura cruzó el cuarto y empujó la silla a un lado de Jenny. —¿No pudiste haberla hecho cambiar de opinión?— —Laura, no puedo hablar contigo acerca de lo que ocurre en mi consultorio con ella. Tienes que aceptar que no puedes preguntarme sobre ella— Jenny tomó un sorbo de su té. —Además, me conoces. ¿Honestamente crees que no intentaría disuadir a un paciente de ponerse en una situación potencialmente peligrosa si lo supiera?— extendiendo el brazo Jenny tomó la mano de Laura en la de ella. —Tengo que tener mucho cuidado con esto. Crystal debe tener confianza en mí y que esté segura de que mantengo a salvo sus confidencias— —¿Quieres decir que ella no es un tema del que podamos hablar?— —Con el hecho de ser tu compañera de apartamento para mí es suficiente para aplicar mi ética profesional. De hecho no debería de pasarle consulta— —¿Entonces por qué lo haces?— Laura preguntó. —Me conoces a mí también, Jen. Y sabes que eres la única a la que recurro cuando necesito hablar. ¿Cómo se supone que debo censurar lo que hablo?— —¿No crees que lo pensé mucho antes de tomar esta decisión?— Jenny chasqueó. —¿Crees que me agrada la idea de tener mucho cuidado de lo que hablo contigo? No estoy muy de acuerdo con la idea tampoco, Laura, pero tienes que comprender lo que soy— —¿Y quién eres? No tengo la intención de sonar egoísta pero después de compartir mi alma contigo los últimos siete años, no es fácil de aceptar— —No toda tu alma la compartiste conmigo, Laura— Jenny dijo en un tono de advertencia. —Hay una razón por la que vivimos en direcciones diferentes ahora, ¿recuerdas?— Mirando hacia abajo su taza, Laura encontró como se le escapaban las palabras. —Pensé que ya no íbamos a hablar de eso— finalmente dijo. 173
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—Preferiría no hablar de eso esta noche tampoco— la terapeuta admitió, acercando su mano y reduciendo drásticamente su taza de té. —Me voy a casa, Laura. Sabes que siempre puedes hablar conmigo de tus sentimientos y de lo que piensas pero no podemos discutir sobre Crystal. No será fácil pero así tiene que ser— —¿Por qué te tienes que ir a tu casa? Puedes quedarte aquí— Mirando los ojos de Jenny, ella agregó,—realmente me gustaría mucho poder abrazarte esta noche— —No esta noche— Inclinándose, besó la mejilla de Laura. —Te veré este fin de semana para el juego— Viendo a Jenny levantarse, Laura se puso de pie igualmente. —Por favor, quédate otro poco más, prometo que no intentar hacer nada. Sólo necesito hablar— Vamos, Jen. Laura silenciosamente suplicó. —¿Sobre qué quieres hablar?— Ahora que le había concedido el tiempo, la escritora encontró difícil revelar el problema que la había estado atormentando por casi toda la tarde. —Yo um… recibí un email del editor— —Por como luce tu cara apuesto que no fue una buena noticia, ¿verdad?— —No realmente— Laura se sentó de nuevo, apoyando sus codos sobre la mesa mientras su barbilla descansaba sobre sus manos. Jenny volvió a sentarse igualmente. La mirada de Laura miraba decidida a tomar el paño para limpiar —Tú sabes lo preocupada que he estado por la fecha tope de entrega, ¿no es así?— —¿Sí?— —La perdí— —¿Qué hicieron?— —Movieron la fecha de impresión tres meses. Esto va a ocasionar que me termine lo último que tengo de dinero que me dejo mi papá— Laura negó con la cabeza. —Pensé en la idea de buscarme otro trabajo pero si hago eso no tendré tiempo para trabajar en la historia— —No vas a trabajar cada minuto de tu día, cariño— Jenny dijo. —Voy a hacer más té. ¿Quieres otro?— —No, gracias— Laura observó a su ex-amante caminar hacia la tetera. —Jen, ya no sé qué hacer. Me presionan para que logre terminar el libro y no soy capaz de decidir a donde ira Alexandra después de que es rescatada del almacén— —¿El síndrome del bloqueo de los escritores no te deja crear ideas, hm?— —Ni siquiera unas pocas— Laura suspiró. —¿Recuerdas cuando me pasaba sentada escribiendo por horas y tú me traías café?— 174
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—Lo recuerdo. Había noches que no lograba meterte en la cama— —Los personajes se metían en mi cabeza y no dejaba ir las ideas hasta que no terminara la escena. Me sentía tan bien cuando lograba hacer eso— —¿Y ahora?— —¿ Ahora? Ya te dije, ahora no sé qué puedo hacer con Alexandra— —No, no te estoy preguntando cómo va la historia, sino cómo te sientes tú— Jenny dio un paso detrás de ella y frotó su espalda. —No eres precisamente la mejor cuando hay que manejar el estrés. Estoy sorprendida de que no estés limpiando frenéticamente el apartamento— —Lo haré en cuanto te vayas—Laura dijo, mostrando una pequeña sonrisa. —Me conoces demasiado bien, Jen— —Contesta la pregunta— —¿Cómo me siento por el hecho de que ellos me presionen con retrasar mi libro tres meses?— —No, ¿cómo te sientes al saber que perdiste la fecha tope?— Jenny se deslizó en su asiento. —Te conozco, ¿recuerdas? Recuerdo aquella historia en la que trabajaste por meses y la borraste del disco duro cuando te entró la frustración— —No iba hacia ninguna parte, justo como esta historia— —Sí estaba bien. Llevabas por lo menos tres cuartas partes de la historia terminada y al final te estresaste también. Esa misma noche vaciaste todos los gabinetes y los limpiaste todos si mal no recuerdo— —Esa es mi naturaleza, supongo— Laura suspiró. —Cuando tenía una arruga la cama, Papá no me permitía quitar la arruga. Él arrancaba de un tirón todas las colchas y sábanas de la cama y me hacía comenzar de nuevo— —Hay una diferencia entre hacer la cama y tirar a la basura tres meses de duro trabajo—Jenny señaló. —Tú eres la que decidió ser escritora. No puedes culpar a nadie pero si a ti misma por perder la fecha tope y el no poder regresar el tiempo y cambiar lo que pasó— El silbido de la tetera hizo a Jenny ponerse de pie. —Sabes la respuesta a tu pregunta, Laura— Removiendo la tetera de la estufa, vertió el líquido lleno de vapor en su taza. Colocando la tetera en un quemador para que se enfriara, añadió azúcar a su taza y regresó a la mesa. —¿Y? ¿Lo has resuelto ya?— —Juegas a la terapeuta otra vez, Jen— —Ya sé qué harás. Vas a tener un ataque de frustración y a destruir la historia, arruinando cualquier oportunidad de publicarla y hacer algo de dinero que te pueda dar cierta ventaja de obtener tiempo extra y sentarte y escribir la historia lo mejor que puedas—
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—No es tan fácil— Laura se restregó su cara. ¿Por qué comienzo estas discusiones con ella? Siempre pierdo. —Si las ideas no surgen, no puedo forzarlas para terminar la historia— —Entonces tal vez deberías ponerte a pensar que te inspira para que te surjan las ideas—Jenny dijo, soplando sobre su té antes de beber un sorbo. —Es sólo que parece que no puedo concentrarme en la historia. Alexandra parece que… no lo sé …se desvanece supongo— —¿Cómo así?— —No lo sé. Tal vez sólo sea yo. Estoy muy distraída, supongo— Los dedos de Laura trazaban el borde de su taza. —¿Sabes que ella se alteró cuando le dije que éramos amigas? No creo que tenga muchos amigos. ¿Cómo pudo vivir con un padre como el de ella?— —Laura, no podemos hablar sobre ese tema— Jenny dijo suavemente. —¿Cómo alguien puede hacerle eso a sus propias hijas?— Ella continuó, ignorando la advertencia. —No hay una buena razón, cariño, tú sabes eso. Pero yo creo que cualquier persona que haya pasado por ese horror merece todo el apoyo que se le pueda dar, ¿no lo crees?— —Lo odio, Jen. Nunca he conocido a ese hombre y lo odio por lo que le hizo a ella— —No podemos habl... — —No hablo de ella—Laura dijo firmemente. —Hablo de mí, de cómo me siento— Ella apartó con fuerza la taza, asegurándose que quedara sobre el posavasos. —¿Cómo se supone que debo apoyarla y escucharla cuando todo lo que deseo es que algunos de los amigos militares de mi padre vayan a él y lo manden al infierno a golpes?— —¿Piensas que combatir la violencia con más violencia resolverá el problema?— —No juegues a ser terapeuta, Jen. —No quiero saber todas las respuestas que tienen que ser correctas— Laura empujó su silla y se puso de pie. —Nunca las quieres saber— Jenny colocó sobre la mesa su taza de té y palmeó la silla vacía al lado de ella. —Ven siéntate— —No, no puedo. Tengo cosas que hacer— Caminando hacia el fregadero, Laura abrió el gabinete inferior y saco la fregona. —Este piso está hecho un asco— —El piso está bien y estoy segura de que ya lo has limpiado al menos una vez en las últimas veinticuatro horas. Vamos, Laura. Siéntate y habla conmigo— —Necesito terminar esto, Jen—Laura dijo, probando la temperatura del agua con sus dedos. Una vez que estaba lo suficientemente caliente, Laura llenó la cubeta antes de agregar una gran 176
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cantidad de limpiador. Cuando regresó por la fregona, se sorprendió al encontrarse que Jenny se había levantado de la mesa y ahora estaba delante de ella. —Bien, si ya no necesitas hablar más, entonces no necesito quedarme más tiempo. Ya es demasiado tarde. Sé que por más que lo intente no te podré hacer cambiar de opinión. ¿Hazme un favor, quieres?— Jenny la cogió y le dio un fuerte abrazo. —Deja de castigarte por haber perdido la fecha tope— le susurró en el oído. —No te hace ser una mala escritora o una mala persona, a pesar de lo que pienses— —No tienes que irte— Palmeando la espalda de Laura, Jenny contestó —Sí, tengo que irme. No estoy de humor como para pelear contigo, pulpo— —Oye— —Ni siquiera lo pienses. Te conozco demasiado bien, Laura Taylor. Si piensas que voy a creer que vas a comportarte esta noche entonces yo soy la reina de Inglaterra— Inclinándose, Jenny le dio a su ex-amante un beso amistoso en la mejilla. —Te llamaré mañana— Una hora más tarde el suelo de la cocina había sido limpiado, quedando brillante y los muebles del mostrador también reflejaban el mismo acabado. Laura aprovecho su frenesí limpiador por todo el apartamento. Limpiando todo a su paso. Una vez terminado el trabajo decidió echarle un ojo a su caprichosa compañera de apartamento. Laura quedamente abrió la puerta de la habitación de Crystal. La lamparilla de noche le proveía bastante iluminación para que se abriera paso por encima de la cama sin tropezarse con algo. — ¿Estás despierta?— Preguntó suavemente. —Sólo vine a ver cómo estabas— No recibiendo respuesta, Laura se agachó y dobló los bordes de la colcha alrededor de la mujer dormida. —En verdad desearía que no te hicieras tanto daño todo el tiempo— susurró. —No necesitas las drogas— —¿Hmm?— Vino una voz atontada. —Shh, soy yo— Laura contestó, haciendo su cuerpo un poco hacia atrás para no estar demasiado cerca del de Crystal. —Solamente estaba viendo si estabas bien— —Oh— Crystal rodó sobre su espalda. —¿Qué hora es?— —Casi las diez. ¿A qué hora tienes que estar en el trabajo mañana?— —Alrededor de las siete más o menos— la mujer medio dormida habló entre dientes. —Bien date la vuelta y duerme un poco. Va a ser un largo día mañana—Laura se puso de pie y camino hacia la puerta. —Que tengas un buen día si no te veo por la mañana— Casi llegaba a la puerta cuando escuchó que Crystal la llamaba. —¿Laura?— 177
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—¿Hmm?— Pasaron varios segundos antes de que escuchara una voz suave. —Gracias por no estar enojada conmigo— Laura se volvió caminando hacia la cama y se arrodilló, apoyando sus antebrazos sobre la suave colcha. —Oye, para eso son las amigas, ¿correcto? ¿Se ayudan cuando lo necesitan?— Con su brazo, echó la colcha arriba sobre el hombro expuesto de Crystal. —Ya te lo dije, antes prefiero que me llames e ir por ti a que conduzcas en ese estado. Ahora duerme un poco— Después de dejar la habitación de Cystal, Laura se fue a la suya, la cama la llamaba tentadoramente pero la computadora también, Laura se encontró observando los logotipos de arranque a través de la pantalla. Tal vez algo venga a mí, pensó esperanzadamente, revisando las notas escritas a mano que tenía a un lado del ordenador. Su personaje principal, Bobbi, acababa de salvar a una familia de ser asesinada en un almacén y hasta allí había quedado la creatividad de Laura. ¿Y ahora qué? ¿La familia le agradece a Bobbi y ella se enamora de la hija mayor? De alguna manera la idea parecía ser buena cuando Laura comenzó a escribir la novela pero ahora sentía que era muy trillada y era el típico cliché. ¿Por qué debería sentirse atraída por la hija del dueño de la tienda de muebles? Laura se restregó su cara. —Esto no está funcionando— Laura dijo una hora más tarde cuando ninguna palabra nuevas había sido escrita en la pantalla. El sonido de una puerta abriéndose captó su atención sacándola de sus frustrantes personajes. Laura escuchó como Crystal se dirigía hacia el baño. Un golpe seguido por una maldición la hizo levantarse de su silla.—¿Crystal? ¿Te encuentras bien?— —Yeah, solo me tropecé con algo— vino la respuesta. Laura devolvió su atención hacia la pantalla. Esto no tiene sentido. ¿La familia completa está ahí así que como es que Bobbi se fija en Julie y no presta la más mínima atención al padre de esta? ¿Qué es el dueño de todo el dinero? No es que Julie luzca toda desaliñada y esté cubierta de suciedad. Laura luchaba contra el problema hasta que escuchó un golpe suave en su puerta. —Entra— La puerta se abrió y Crystal asomó su cabeza. —Parece que aún estás levantada— —Lo estoy— Laura señaló el monitor. —Estoy trabajando en mi historia pero parece que no quiere cooperar esta noche— —Es tu historia. ¿No sabes qué es lo que ocurrirá después?—Crystal dio un paso dentro y miró la pantalla. —No veo nada más que una pantalla verde— —La minimicé— Laura extendió la mano y dio un click sobre el mouse. La pantalla desplegó el texto. —Hice que Bobbi rescatara al dueño de la tienda de muebles y a su familia del incendiario que intentó quemarlos dentro del almacén. Ahora Bobbi conoce a la hija del dueño Julie por primera vez y no puedo resolver cómo o por qué se fija en ella— —¿Y estas intentando juntar a las dos mujeres?— —Pues sí, es una novela lésbica, Crystal— Laura dijo, una sonrisa se formó en sus labios. —La idea es que Bobbi y Julie se conviertan en amantes y vivan felices para siempre. Por supuesto que tienen que experimentar toda clase de retos y todas clase de pruebas antes de que eso ocurra. Pero nada va a pasar si no puedo resolver que es lo que pasará después— Se recargó, permitiéndole a 178
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Crystal más espacio para que mirara la pantalla. —Mira, ahora mismo el padre de Julie va a darle a Bobbi las gracias por rescatarlos y después la policía llegará. No puedo resolver cómo hacer que ella y Julie se hablen o incluso de que puedan hablar— —Tal vez sea Bobbi la que provoque el acercamiento, ella fue la heroína, ¿correcto?— —Yeah, ella es la investigadora privada que logra llegar justo en el último momento para salvarlos de la bomba. Ven, puedes sentarte en el gabinete si quieres— Laura señaló el pequeño mueble al lado del escritorio. Crystal aceptó la sugerencia, recargando su espalda contra la pared. El pelo rubio lo traía suelto, su blusa y sus pantalones estaban arrugados de haber estado acostada. Laura notó el brillo rojo que adornaba las uñas de sus dedos descubiertos. La superficie medio despintada le hizo a Laura suponer que Crystal no se había molestado en pintarlas desde la última vez que trabajo en el Tom Cat Club. En un principio Laura se dio cuenta que no había escuchado lo que Crystal le había dicho. —Lo siento, ¿qué?— —Dices que Bobbi los rescató del fuego, ¿correcto?— —Así es, el pirómano le prende fuego al almacén que está lleno de productos químicos inflamables con la familia atrapada dentro— —¿Y qué te parece si esta chica como se llame, se quema y va a dar al hospital? Y después Bobbi puede ir a visitarla— —Bueno, no creo que quiera desfigurar a uno de mis personajes principales. No es exactamente la imagen que llame la atención de los lectores— —No tienes que desfigurarla, solo provócale unas pequeñas quemaduras, como en su brazo o algo por el estilo—Crystal tomó una pelota esponjosa del escritorio y la apretó. —¿Qué es esto?— —Una pelota para el estrés— Laura contestó. Mirando sus notas pulcramente escritas. —Supongo que podría poner unas cuantas quemaduras en el personaje. Está de vacaciones de la universidad supongo que Julie no tendría que preocuparse por llevar libros o cualquier cosa. Podría hacer que visitara la oficina de Bobbi para darle las gracias por salvar su vida— Recogiendo su pluma, Laura rápidamente garabateó algunas notas en los márgenes del papel.—Entonces si Julie va a la oficina de Bobbi ella verá los libros en el estante y sospechará sobre la homosexualidad de Bobbi y eso llevaría a tener una posible relación en la próxima escena— La voz de Laura iba diciendo mientras hojeaba las páginas de su cuaderno y seguía poniendo notas adicionales. Por el rabillo de su ojo vio a Crystal apretando la pelota para el estrés. —Jenny me la dio. Ella me dijo que me ayudaría cuando me estresara— —¿Hace eso?— —No lo sé, no la utilizo mucho, supongo que lo hace. Usualmente, yo prefiero usar la aspiradora para limpiar— —Entonces sí que no la utilizas mucho— Crystal dijo, lanzando la pelota hacia atrás del escritorio. Laura sonrió suavemente y colocó la pluma sobre el escritorio. 179
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—Por cierto, ¿qué estás haciendo levantada? Apenas te dejé hace una hora y estabas básicamente desconectada del mundo— —No lo sé— Crystal se encogió de hombros. —Demasiados años trabajando de noche, supongo. Me levante para orinar y ahora me siento completamente despierta— —¿Aún estás drogada?— —Me siento un poco atontada pero no me siento tan drogada como antes— Negó con la cabeza. —Podría trabajar ahora mismo si tuviera que hacerlo— —Pues bien, aun tienes bastantes horas antes de que eso pase—Laura dijo. —¿Recuerdas acerca de lo qué hablamos en el coche esta noche?— —No, no mucho. Realmente estaba fuera de mí— Crystal miró hacia su regazo y se sonrojó ligeramente. —Sé que estuve preguntándote si estabas enojada conmigo— Crystal dijo tímidamente. —Oh sí, como una vez o dos veces…cada minuto—Laura sonrió. —Está bien, de verdad— contestó, extendiendo la mano y dándole al pie del Crystal un rápido apretón. —Te dije que no había problema y lo dije en serio. Y oye, en verdad aprecio que me hayas ayudado con Bobbi y Julie. Estoy segura que puedo hacer que esto funcione— —¿En serio?— —En serio. Algunas veces sólo necesito que alguien ponga en marcha mi creatividad— Laura sonrió y retiró su mano del pie de Crystal. —Tú sabes... — Tomando el cuaderno de apuntes, Laura hojeaba a través de las notas pulcramente escritas. —Sí, creo que funcionará…no he contado nada acerca de su pasado todavía pero...— La pluma regresó a su mano y más notas fueron añadidas a los márgenes. —¿Por qué no pensé esto antes? Julie podría ser perfectamente una adolescente que se preocupa de todo—Laura sacó la bandeja del teclado y comenzó a mecanografiar rápidamente. —Oh, eso sería perfecto— dijo para sí misma mientras las palabras comenzaron a aparecer en la pantalla. El muro que estaba conteniendo su talento se había derrumbado de golpe y ahora nada importaba más que tomar ventaja de eso. Estaba tan enfocada en ordenar las ideas de su mente sobre la pantalla, que Laura no se dio cuenta cuándo le habló Crystal. Un interminable tecleo llenó la habitación mientras seguía mecanografiando, la historia iba creciendo más y más en cada palabra que escribía. Inconscientemente, escuchó el chasquido de la puerta cuando su Crystal salió pero Laura estaba demasiado concentrada en la historia para poner cualquier atención. Hacía mucho rato que se había olvidado que su compañera estaba en el mismo cuarto. Todo lo que importaba era la escena desarrollándose en la pantalla entre Bobbi y Julie. Por primera vez en semanas, Laura tuvo el sentido de la orientación que tomaría su historia. La fiebre por escribir se había apoderado de ella, provocándole a su mente internarse en un mundo de fantasía y en la pantalla ante sus ojos. El tiempo perdió todo significado mientras continuaba escribiendo. Horas más tarde, ni siquiera la salida del sol iluminando el cielo captó su atención. La alarma del reloj de Crystal que sonó a través de las paredes fue sólo otro sonido que no captó la mente de Laura. Finalmente el sonido de la regadera rompió su concentración y la escritora miro hacia el reloj. ¿Seis quince? No creyendo 180
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lo que sus ojos veían, Laura giró para mirar su reloj despertador. Los números rojos confirmaron lo que la computadora le había informado. Toda la noche había estado escribiendo y los números de páginas se lo confirmaban, había sido una noche muy productiva. Estirando los brazos por encima de su cabeza, Laura dio un gran bostezo y se puso de pie. Ahora su vejiga que había estado tranquila toda la noche se despertaba con apuro, haciendo evidente que era su primera prioridad. —Oof— Laura gruñó cuando su cuerpo entro en contacto con la puerta que estaba cerrada. La urgencia que tenía causó que a Laura se le olvidara que Crystal estaba en el cuarto de baño y estaba cerrada con seguro. —¿Crystal?— Laura golpeó fuertemente la puerta. —¿Ya casi terminas?— —Dame un minuto— vino la respuesta. —Puedo usar el baño de abajo si aún vas a estar un rato— —No, ya terminé— Crystal dijo justo cuando abría la puerta. La rubia fue suavemente empujada por Laura ante su urgencia por entrar al baño. —Lo siento— Laura dijo mientras miraba a Crystal y cerraba la puerta. —No me di cuenta de mi urgencia— —Está bien, ya había terminado— Crystal dijo a través de la puerta cerrada. —Pondré algo de café— —OK. Bajaré en un minuto— Laura miró ceñudamente la toalla hecha bola encima del cesto. Esa es la forma más rápida para hacer que este baño huela a humedad, pensó para sus adentros. Cuando Laura terminó, la toalla fue colgada pulcramente sobre la barra de la regadera y la cortina fue limpiada totalmente. —Perdón por meterte prisa para salir del baño de esa manera— Laura dijo entrando a la cocina. Crystal estaba en la mesa, el periódico en su mano. Laura caminó hacia la cafetera y miró ceñudamente que aún no salía el café. —Un día de éstos voy a tener que sacrificarme y comprar una de esas nuevas cafeteras. Odio esperar por el café—Laura fue incapaz de detener un bostezo. —Oh cielos, prácticamente me estoy durmiendo de pie— —¿Estuviste despierta toda la noche?— Crystal preguntó. —Sí— Laura dijo con orgullo mientras se sentaba a la mesa. —Una vez que empiezo a escribir, nada más me importa. Creo que logré terminar diez páginas anoche— —Bien por ti— —¿Sabes cuánto tiempo ha pasado ya desde que fui capaz de sentarme y escribir diez páginas sin parar?— Laura sacó una silla y se sentó. —No puedo creerlo. Es como si alguien abriera un grifo en mi cerebro y todas las ideas simplemente fluyeran— Bostezando, miró la cafetera. 181
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—Tal vez deberías olvidarte del café y mejor irte a la cama— Crystal dijo. —Oh no, ¿estás bromeando? Estoy inspirada. Algo de café será suficiente para despertarme y estaré como nueva— Poniéndose de pie, Laura caminó hacia las alacenas. —Crema y azúcar, ¿correcto?— —Correcto— Otro bostezo salió de los labios de Laura mientras tomaba las tazas. —¿Y a qué hora vendrás a casa esta noche?— —No lo sé. El tiempo que me tome terminar el trabajo, supongo— —¿Quieres que prepare algo de cenar para las dos o prefieres traer algo de la calle para ti?— —¿Me estás ofreciendo comida de verdad o de conejo?— Crystal bromeo. —Te gustó mi pollo con limón y no hay nada de malo en comer verduras— Llenando las tazas de café, Laura hizo un rápido inventario mental de lo que había en el refrigerador. —Podríamos tener lingüine con salsa de almejas— Se relamió los labios. —No he comido eso en mucho tiempo— —¿Almejas? Uf — —¿Qué tal algo vegetariano con chile? No he usado la olla de barro en mucho tiempo— —Paso del chile también— dijo Crystal. —Supongo que será mejor que traiga alguna hamburguesa— —Las hamburguesas no son saludables. ¿No lees los reportes sobre salud?— Laura puso la tapa en la azucarera y giro para ver la cara de Crystal. —¿Yo? ¿Leer el reporte sobre salud ?— La rubia dio un bufido. —Por favor— —¿Tienes idea de lo que le hace eso a tu cuerpo?— Laura colocó sobre la mesa las tazas y volvió a sentarse. —Mira con quien estás hablando— Crystal dijo. —¿Crees realmente que una hamburguesa me va a hacer más daño que fumar y beber?— Incapaz de resistirse, Laura se inclinó hacia adelante y sonrió burlonamente. —Podrías dejar esos vicios también— —Bueno, no será hoy, Laura. Toma— Crystal sonrió y empujó las secciones dobladas del periódico al otro lado de la mesa. —Gracias— Ambas leyeron en silencio durante varios minutos hasta que Laura se asomó por encima de su periódico. 182
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—¿Qué tal algo de pollo asado y puerros*?— —¿Qué es un puerro?— —No debes de tener miedo es solo un vegetal— —Naw— —¿Entonces que te gustaría?— —No lo sé. No te preocupes por mí. Compraré algo— —Bien, si cambias de idea, llámeme y prepararé algo— —Sabes, puedo pasar por el Tom Cat Club y recoger mi cheque. Podríamos pedir pizza— Crystal colocó sobre la mesa el periódico y trató de alcanzar su taza. —Puedo ser considerada y pedir que pongan algo de champiñones en la pizza— Laura sonrió ante el gesto pero negó con la cabeza. —Puedo hacer una docena de pizzas por el precio de una. Tengo algo de masa en el congelador y no me cuesta nada salir y…— Fue incapaz de reprimir un bostezo. —Oh lo siento. Decía que no me cuesta nada salir y comprar algo de queso y salsa— —Naw, quédate en casa— Crystal dijo. —Necesitas dormir un poco— Se puso de pie y recogió su taza ahora vacía.—Ya me tengo que ir. Te veo más tarde— —Crystal, ¿me haces un favor? —Seguro, ¿qué?— —Si vas a llegar tarde, llámame, ¿ok?— —No tienes por qué preocuparte por mí, no voy a ir con Steph o a otro lado— —Sé que no debo de preocuparme pero de cualquier manera me preocupo. Sólo llama si vas a llegar tarde, ¿ok ?— —Bien. Si por alguna razón voy a llegar tarde, te llamaré. ¿Alguna otra cosa, Mamá?— Crystal le dio la taza vacía a Laura. —Te veré esta noche—
********* —¿Señorita Sheridan? La Señorita Foster le verá ahora, — la secretaria de Jenny dijo al colgar el teléfono. Crystal asintió con la cabeza y entró a la oficina de la terapeuta. —Buenas tardes, Crystal. No esperaba verte otra vez esta semana— Jenny tomó asiento en el sofá mientras Crystal se sentó en el reclinable. 183
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—Sí bueno, no lo sé— Crystal miraba a todas partes excepto a Jenny. La incomodidad que sentía cuando estaba en esa habitación ahora era más fuerte. —Solo pensé que ya que tenías una hora disponible yo....... no me gustó la meditación del hoy— —¿Y qué fue lo que no te gustó?— Jenny se contrarió. —El tema de hoy es sobre ver de quien es la culpa, es decir sobre el abusador y no sobre la niña afectada— —Es estúpido. Por supuesto que toda la culpa es de él— Crystal se movió en su asiento, finalmente encontrándose con los ojos de Jenny. —Él es el bastardo que no podía mantener sus manos lejos de sus niñas— Sus dedos fueron a un pedazo de hilo que colgaba del reclinable y comenzó a tirar fuertemente de él mientras apartaba la vista de la terapeuta. Esperó por una respuesta pero Jenny simplemente continuaba mirándola. —¿No vas a decir algo? —¿Qué quieres que diga, Crystal?— —No lo sé, algo— —Bien. ¿Qué es lo que puedes decirme acerca de ese tema que te tiene tan irritada el día de hoy?— —No quiero hablar de eso. Es estúpido— —Tus sentimientos no son estúpidos— Jenny dijo amablemente. —Pueden ser difíciles de entender. Pueden incluso ser demasiado dolorosos como para poder manejarlos pero no son estúpidos— —Fácil para ti decirlo, Doc— Crystal dijo con un bufido. —Tú no viviste con ese bastardo— Cambio de posición encogiendo sus rodillas apoyando su barbilla sobre ellas envolviéndolas con sus brazos fuertemente, Crystal dejó caer su mirada hacia el suelo. —Tú no tuviste que soportar que arrojara tu cena contra la pared sólo porque se había quedado sin cerveza. No tuviste que aguantar todos los gritos de súplica y todos los golpes— Mientras hablaba, la voz del Crystal se iba agitando más y su agarre era aún más fuerte. —Tú no tuviste que esconderte debajo de las colchas rezando para que se muriera. No tuviste que escucharle.…— Sintiendo que se le cerraba la garganta, Crystal sacudió su cabeza y apretó con fuerza su mandíbula. —Tienes razón, Crystal— Jenny dijo. —No estaba allí. No conozco todo el horror que has sufrido. Sólo puedes decirme cómo se siente. Prueba usar 'Yo' — —Tú no..— —Usa, 'Yo', Crystal — —Yo— La estrechez en su garganta la hacía sentir como una prensa que cortaba sus palabras. — Yo… lo odio— Tirando fuertemente del hilo suelto, Crystal finalmente rompió parte del asiento reclinable.
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—Por favor, no destruyas mi mobiliario— Jenny dijo, colocando sus pies en el suelo se inclinó hacia adelante poniendo sus antebrazos sobre sus muslos. —Si te sientes con ganas de destruir algo, tengo un muñeco para golpear y eliminar todo el estrés— —No me siento destructiva— Crystal se quejó, cruzo sus brazos para mantener sus dedos lejos de otro pedazo de hilo suelto. —Bien es bueno saberlo. ¿Entonces por qué no me cuentas porque me llamaste a la hora del almuerzo para solicitar una cita? Algo debe estar molestándote— Crystal permaneció en silencio por un momento, tratando de encontrar las palabras para expresar el enfurecimiento creciendo dentro de ella. Finalmente, ella barbulló —¿Por qué me haces leer ese maldito libro? Lo odio— —¿Por qué?— —¡Porque me hace recordar!—Crystal gritó, empuñando sus manos. —Leí esa maldita cosa antes de ir a trabajar esta mañana y es en lo único que me la he pasado pensando todo el día— Ella trató de sacar sus cigarrillos. —¿Qué te parece mejor un pedazo de caramelo en lugar de eso?— Jenny ofreció, señalando hacia el plato lleno de caramelos al lado de la cafetera. —Necesito un cigarrillo, no un dulce— Crystal masculló, metiendo de nuevo el paquete a su bolsillo. Levantándose, cruzó el cuarto y tomo un vaso de unicel de la pila al lado de la cafetera. — Sabes, el tirar toda esa mierda por la ventana no requiere tener una gran capacidad mental— Crystal dijo sobre su hombro mientras preparaba su café. —Me la pase dando vueltas por todo el vestíbulo hablando sola— En lugar de regresar a su asiento, Crystal caminó hacia la ventana y se quedó mirando fijamente hacia afuera. —Escuché diferentes estaciones de radio y no conseguía distraerme, sabes— Continuó adelante en espera de una respuesta. —No lo sé. Solo no podía sacar esas cosas de mi mente. Es … eso simplemente … — Crystal sacudió su cabeza con frustración. Las palabras que quería decir eran demasiado peligrosas para poder expresarlas pero nada salió. —Olvídalo— —Lo sabes, no voy a dejarte ir tan fácilmente— Jenny dijo. —Dijiste que te había hecho recordar— Crystal se tensó, dando un gran trago de su café antes de encontrarse con la mirada de Jenny. — ¿Qué te hace recordar?— —Todo— Crystal redujo rápidamente el contenido del vaso y lo lanzó al basurero. Miro el asiento reclinable pero en lugar de eso optó por dejar una distancia entre ella y la terapeuta. Se sentó sobre uno de los cojines, apoyando las muñecas sobre sus rodillas. —¿Te hace recordar cómo te sentiste?— Jenny preguntó amablemente. —Me hace sentir enojo— contestó, decidió enfocar su atención en una pelota colorida de espuma. —¿Qué más?— 185
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—Molestia, enojo…¿Qué más quieres que te diga? —El enojo enmascara emociones que tenemos mucho miedo de afrontar— Jenny cambió de posición aún más cercana. —¿Qué estás pensando justo ahora?— —Nada—Crytal contestó rápidamente, sabiendo por la mirada de Jenny que esa respuesta no era aceptable. —Sólo recordaba, eso es todo— —Compártelo conmigo— —Ah, no es una bonita historia, Doc— —Cuéntame— Jenny insistió más firmemente. —Es como una película que se repite una y otra vez en mi mente— Crystal comenzó, su mirada fija aun en el piso. —Estoy en mi cama y puedo escuchar cuando llega a casa y entra en la sala— Crystal apretó la pelota hasta que sus nudillos estaban blancos antes de soltarla. —Ha de haber sido espantoso para ti, sabiendo lo que iba a ocurrir y ser incapaz de impedirlo— Jenny dijo provocando. —Debí hacer algo— Crystal dijo, aumentando el ritmo de los apretones. —Debí haberme escapado desde antes o haber asegurado la puerta o algo— —Intentaste escapar varias veces si mal no recuerdo. ¿En lo que respecta a asegurar tu puerta, qué piensas que tu padre hubieras hecho si la hubieses asegurado?— —Yo la aseguré una vez—La mano soltó un golpe sobre el cojín rojo. —Él golpeo fuertemente la puerta. Y no se pudo cerrar de nuevo— Una sonrisa sardónica se asomó en los labios de Crystal y levantó su cuello para mirar a la terapeuta. —Él me golpeo esa noche, Doc— Encontrando la mirada seria de Jenny, Crystal desvió la mirada. —Creo que paso sólo un mes o poco más, después de que finalmente me apartara de ese bastardo— Negó con la cabeza. —Nop, no hay más que coraje ahí, Doc. Soy demasiado insensible para sentir cualquier otra cosa— Jenny señaló hacia el cojín rojo. —¿Me permites?— Crystal a regañadientes asintió con la cabeza y observó a la terapeuta acomodarse en una posición más cómoda. —Crystal, me gustaría hacer algo por ti, ¿Ok? Primero, descruza tus piernas y ponte cómoda— Crystal levantó una ceja y estiró sus piernas. —Bien, ahora cierra tus ojos— —¿Tratas de hipnotizarme, Doc? No me voy a poner a cloquear como una gallina— —Sabía que había un gran sentido del humor escondido dentro en alguna parte— Jenny dijo con una sonrisa. —Prometo que no voy a intentar hipnotizarte. Ahora, cierra tus ojos— Crystal hizo lo que le ordenó. —Bien— escuchó a Jenny decir. —Ahora quiero que pienses en la película que siempre está en tu mente— Inmediatamente se visualizó sobre su cama escuchando el sonido de 186
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los fuertes pasos de su padre entrando a la sala y todo esto llenó sus sentidos. —Piensa cuidadosamente— Jenny continuó, su voz sonaba baja y suave. —Piensa como se siente la temperatura del cuarto, los sonidos que se escuchan alrededor de ti, siente el cuarto alrededor de ti. Quiero que te concentres en los detalles— Las borrosas imágenes iban tomando forma. —lo veo— Crystal dijo. —Bien. Ahora Cystal, quiero que te concentres. ¿Cómo luces?— —¿Qué?— —Cierra tus ojos. Así es mejor. Te pregunté cómo luces en tu mente. Descríbete tú misma para mí. Qué estas vistiendo, qué tan alta eres, y este tipo de cosas— —No lo sé— Crystal dudó, su frente se arrugó ante el pensamiento. —Realmente no me veo, sólo me siento donde se supone que estoy— —Concéntrate más. ¿Cómo es que luces?— —Era pequeña de estatura para mi edad. Realmente no me desarrollé hasta que tuve dieciséis años y para entonces ya había huido de allí así que probablemente media alrededor de 1.20 m más o menos. — —¿Eras una chica fuerte?— —Fui buena en deportes pero no sobresalí ni nada por el estilo— —Así que tienes unos catorce años de edad— —Sí, supongo que sí— Crystal dijo, la imagen en su mente iba tomando forma pero aún era algo borrosa. —No puedo verme mi cara, sin embargo— —¿Tienes algunas fotos viejas de cuándo eras pequeña?— —No. No se me ocurrió empacar ese tipo de cosas cuando me escapé, Doc—Crystal dijo sarcásticamente. —Supongo que cuando pienso en como luce mi cara me veo justo como soy ahora— —Quiero que pienses cuando tenías catorce años. Piensa acerca del pelo, los granos, la ropa, todo lo que puedas— El estímulo de Jenny trajo el recuerdo de una cara más clara del rostro de niña que tenía Crystal. —Ahora— Jenny dijo gentilmente. —¿Ahora te puedes ver mejor?— —Sí, creo que sí— Crystal contestó. —Muy bien, piensa sobre qué tan pequeña eras en comparación con tu padre— Crystal se sobresaltó ante la mención de su padre y frunció el ceño, sabiendo que Jenny observaba sus movimientos también. —¿Sí?— 187
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—Quiero que pienses en otra cosa. Guarda esa imagen en tu mente— Crystal mantuvo sus ojos cerrados, siguiendo las indicaciones de Jenny. —¿Quién decidía a qué hora te levantaras por la mañana?— —Mis padres— —¿Y la hora para ir a la cama?— —También ellos— —¿Quién decidía que desayunabas? ¿Qué cenabas? ¿Qué vestir para la escuela?— —Ellos— —Suena como que no tenías mucho poder de opinión allí— Jenny dijo. —Escogía mi ropa interior— Crystal contestó coléricamente, sentimientos viejos saliendo hacia la superficie. —¿Cómo esperas que tú, como una adolescente con tanta confusión y caos alrededor de ti sea capaz de defenderse contra alguien más poderoso? — Incapaz para pensar una respuesta rápida, Crystal abrió sus ojos y miró a su terapeuta. —¿Nunca has pensado sobre eso, verdad? Jenny continuo, inclinándose hacia adelante a sólo unos centímetros de Crystal. —Cuando piensas acerca del pasado, esperas que esa niña sea capaz de pensar y actuar como lo haces ahora como adulta— —No— Crystal protestó, abrazando sus rodillas más cercanas a su pecho. —Mira dentro de ti— Jenny insistió. —Continuas diciéndote, si tan solo hubiera tenido un mejor seguro la puerta, si tan solo hubiera hecho esto o aquello. Eras una niña, Crystal. Una niñita a merced de alguien mucho más grande y más fuerte que tú— Si Jenny dijo algo más, Crystal no la escuchó. Sus pensamientos la alejaron de la realidad, entrando en otro tiempo y lugar, donde los monstruos eran reales y la persona que debía protegerla resultó ser su peor pesadilla. Crystal probó ponerse firme, poner su actitud ruda, pero se sentía como en un vacío. Bajando bruscamente sus hombros, dejó caer su cabeza hacia adelante. Los recuerdos dolorosos y los sentimientos que habían estado saliendo a flote todo el día finalmente quebrantaron su fuerza y la atravesaron. Parpadeando repetidas veces no pudo evitar sentir sus ojos llorosos y Crystal supo que la batalla estaba perdida. Enterrando su cara en sus brazos, sintió las lágrimas salir. Su respiración temblorosa amenazaba con provocarle comenzar a sollozar pero los años de auto conservación la ayudaron rápidamente a controlar las riendas de la situación. Limpiándose la cara mojada con las mangas de su blusa, se puso de pie y caminó hacia la ventana. Mirando a través del cristal los diversos autos y camiones que caminaban por la calle. Tomando varias respiraciones profundas, Crystal comenzó a hablar, no muy segura de ser capaz de controlar sus emociones. —Yo … creo que es suficiente por hoy, Doc— 188
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—No puedes huir de ti misma— Jenny dijo quedamente, su voz viniendo detrás del hombro de Crystal. —Sé que te gusta pensar que eres como una mujer que es capaz de existir sin el cariño humano pero no es así— —Lo puedo controlar— Crystal dijo firmemente, rehusándose a apartar la vista de la ventana mientras otra lágrima rodaba por su cara. —Claro que puedes, Jane Wayne*. Lo haces montada en tu caballo y con un revólver en la mano justo para matar a quien se logre acercar, ¿no es así?— Una mano amigable tocó el hombro de Crystal. —Tienes un millón de sentimientos traspasándote ahora mismo y no tienes idea de cómo acomodarlos. Creí que por eso habías venido aquí, y no a salir huyendo en el momento que las cosas se pusieran difíciles— Crystal sorbió su nariz y se limpió sus ojos, aun rehusándose a darse la vuelta. —Odio esto— dijo quedamente.—Yo….— Observó una furgoneta que bajaba por la calle mientras ordenaba sus pensamientos. —Odio sentirme de esta manera— —¿De qué manera?— La suave voz detrás de ella preguntó. —No lo sé— Encogiéndose de hombros, Crystal se movió, manteniéndose de espaldas a Jenny. Regresando hacia el cojín azul, se dejó caer en él, dejando salir un profundo suspiro cuando finalmente recuperó el control de sus conductos lagrimales que eran raramente usados. Observó a Jenny ir hacia ella. —Lo sabes, sólo que no quieres admitirlo— Jenny dijo. —Ya te dije que no acepto que te des por vencida— El sonido lejano de la campana de una iglesia hizo que mirara su reloj. —Pero te dejaré en paz esta noche. Se está haciendo tarde. Mírame— Esperó hasta tener la completa atención de Crystal antes de continuar. —Quiero que vayas a casa y escribas esta noche— Ignorando el gemido de Crystal, continuó. —Quiero que escribas sobre el sueño que siempre tienes. Trata de ponerlo lo más detallado posible. No olvides que las personas en tu vida en tu presente no son las mismas de tu pasado. Estás rodeada por personas que se preocupan por ti. No olvides buscar ayuda si la necesitas— —No quiero escribir esta noche— Crystal dijo, restregándose los ojos y poniéndose de pie. —Sólo tengo deseos de drogarme— —Drogarte no hará que el dolor desaparezca— Jenny contestó cuando se ponía de pie. —La definición de la locura o insanidad es hacer lo mismo una y otra vez y esperar diferentes resultados. Prueba hacer algo diferente para cambiar. Te garantizo que no te despertarás con una resaca— —Esta ha sido una noche realmente dura para mí justo para merecer una resaca, Doc. Puedo obtener algo de licor— —Yeah, si de eso no me cabe la menor duda— Jenny sonrió burlonamente. —No acepto tonterías tampoco, Jane Wayne. Ve a casa y acuérdate de que eres una mujer, no un tanque de guerra— —¿Y eso qué significa?— 189
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—Significa que te lo tomes con tranquilidad— Jenny dijo. —Eres una mujer que necesita cariño de vez en cuando. No tengas miedo de tomarlo, ¿ok?— —Te veré el sábado en el softbol, Doc—Crystal contestó, tomando sus llaves. —Hey, regla numero veintiséis— Jenny estaba enfrente de ella y extendió la mano. —Creo que todo el mundo necesita al menos cinco abrazos al día. Tú estás muy atrasada en cuanto a eso, estoy segura— —Estás bromeando— De pronto se encontró envuelta en un cálido abrazo, Crystal supo la respuesta. —Sí, sí está bien, me has dado un abrazo. ¿Puedo irme ya? — —Lee tus meditaciones, escribe en tu cuaderno y no olvides establecer contacto con las personas que se preocupan por ti—Jenny dijo mientras soltaba el abrazo. —Te veré el sábado—
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PARTE 8 El estacionamiento de la licorería estaba oscuro, la luz de la lámpara estaba quebrada desde tiempo atrás gracias a unos vándalos y nunca se reparó. Crystal estacionó su coche cerca de la puerta principal, buscando toda la luz alrededor de ella tanto como fuera posible ahora que la noche había caído. Saliendo de la tienda con una bolsa de papel café en su mano, miró alrededor del estacionamiento oscuro cuidadosamente antes de quitar el seguro de la puerta de su coche. Una vez dentro del pequeño Omni, Crystal cerró su puerta y colocó la botella en el asiento del pasajero. No puedo hacer esto, es demasiado difícil, pensaba para sus adentros, extendiendo la mano para encender el motor. Lo único que he estado pensando es en ese maldito lugar y toda la mierda que pasó. Dirigiéndose hacia la calle, Crystal presionó con fuerza el acelerador, rápidamente pasando por alto el límite de velocidad. Al menos cuando estoy borracha no pienso nada de eso. La botella que estaba sobre el asiento pedía a gritos ser sacada de la bolsa de papel, pero Crystal sabía que si comenzaba a beber estando en ese estado de ánimo, se tomaría la mitad de la botella antes de que pudiera llegar a casa, si es que lograba llegar a casa. —Ah, a quien le importa de cualquier manera— dijo en voz alta, tratando de alcanzar la botella. Sus dedos apenas se estaban cerrando alrededor de la bolsa cuando vio unas luces azules que brillaban intermitentemente por su espejo retrovisor. —Oh mierda— dijo, soltando la bolsa y tratando de colocarse su cinturón de seguridad. Oh mierda, ¿traeré algo de hierba mala en el coche? Crystal intentó acordarse mientras apartaba el coche hacia la orilla del camino. Revisando entre los asientos y deteniendo el coche, apagó el motor y bajó la ventanilla. ¿Metí la nueva tarjeta del seguro en la guantera? Crystal miró el espejo retrovisor, nada contenta al ver el coche de la policía estacionándose detrás de ella. Las luces azules continuaban brillando en cada segundo que pasaba. ¿Qué estás haciendo, mirando mi matrícula? Por favor, sólo ven aquí y levántame la infracción y vete. Crystal definitivamente estaba dudosa de si había algo de marihuana en su guantera. Los documentos están ahí dentro. ¿Qué tal si ve algo cuando esté buscando mi licencia de conducir? Tal vez la debería sacar ahora mismo, por si acaso. Pero por otra parte, si me ve revisando ahí dentro, podría sospechar y podría querer registrar el coche. Esa no sería una buena idea. Una semana antes había dejado caer un tubo para la marihuana y en ese momento simplemente lo había pateado bajo el asiento delantero. El sonido cercano de una puerta de coche cerrándose tomó la decisión por ella. No hacer nada y ver qué pasaba. El corazón del Crystal comenzó a latir con fuerza en lo que se iba acercando el oficial uniformado a su coche. Mirando a través de su espejo, los ojos de Crystal se ensancharon cuando el policía hizo una parada en su parachoques trasero y pareció ver algo. No me digas que tengo una luz trasera quebrada o algo por el estilo. Maldición, ¿cuándo fue la última vez que lleve mi coche a la inspección? Pasando un paño sobre el sudor de su labio superior, nerviosamente asomó su cabeza fuera de la ventanilla. —Um, ¿algo está mal, oficial?— —Permanezca en el vehículo, Señorita.— la profunda voz femenina dijo con autoridad. Crystal se sentó y miró hacia adelante, ambas manos agarrando la parte superior del volante. ¿Qué pasara si se le ocurre registrarme de arriba a abajo? Crystal sabía que traía algunos rollitos de periódico en el bolsillo trasero de su pantalón. Si daba con eso seguramente la mujer policía examinaría todo el coche. Maldición, maldición, esto no está nada bien. Escuchó su nombre sonar desde la radio y la
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oficial respondió antes de acercarse hacia la puerta. —Su licencia, registro y tarjeta de seguro, por favor— —Uh…seguro— Crystal se inclinó en su asiento para tratar de alcanzar su cartera, en todo momento nerviosa en lo que la oficial iluminaba con su linterna a lo largo del interior del coche. —Um, aquí está mi licencia. El seguro y el registro están en la guantera— —¿Trae alguna arma o drogas ilegales en este vehículo, Señorita Sheridan?— La voz de la oficial sonó algo familiar a Crystal pero no sabía de donde exactamente. —No— Inclinándose y notando que la luz de la linterna seguía sus manos, Crystal metió la mano en el compartimiento y quitó el frágil plástico que sujetaba los papeles del coche. Sacando el registro y la tarjeta del seguro, se los entregó. —¿Esta es su dirección actual?— —Um, no. Vivo en las Terrazas— Crystal observó como la oficial levantaba la licencia y garabateó algo en su libreta. —Está obligada a notificar al apartamento de vehículos en un periodo de diez días cualquier cambio de domicilio y marcarlo claramente en el reverso de su licencia— dijo la oficial, su linterna todavía iluminando a todo lo largo del interior del coche. —¿Está tomando alguna bebida alcohólica?— —No, sólo me dirijo a casa— Crystal contestó. —Mm hmm— la oficial contestó. Algunas notas más fueron garabateadas antes de que bajara su libreta y dio un paso hacia el coche. —Salga del vehículo, por favor— Oh mierda. Aspirando profundamente, Crystal desabrochó el cinturón de seguridad y abrió la puerta. Por favor, que el tubo haya quedado muy abajo del asiento. Trataba de recordar el nombre de un abogado cuando la oficial de policía habló. —¿No eres la nueva compañera de apartamento de Laura Taylor?— Parada bajo el poste de alumbrado eléctrico, Crystal ahora sabía porque la voz le parecía tan familiar. Era Alex Duncan, la mediocampista del equipo de las Halcones de softbol. —Sí— Crystal dijo felizmente. Las probabilidades de necesitar a un abogado habían disminuido considerablemente. Alex estaba sonriendo y apoyándose contra la puerta abierta. —No sabía que eras policía— —Yeah, es mi trabajo mantener las calles seguras en la noche— Alex contestó. —Hablando del diablo, no es una buena idea ir conduciendo a tan alta velocidad— —Oh, yeah …lo siento— Demasiado como para ganarse una multa. —¿Me juras que no has estado bebiendo?— 192
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—Ni una gota— Crystal pensó sobre la botella que tenía sobre el asiento delantero. —De hecho, acabo de comprar algo para beber en casa— Señaló el asiento del pasajero, cosa que no había sido visible para los ojos de Alex antes, la botella de whisky envuelta en una bolsa café de papel. —A propósito, tienes una luz rota en la parte trasera— Alex dijo en lo que se reclinaba dentro y removía la botella de whisky de la bolsa. —Muy bien, el sello de la botella no está roto. Habría tenido que darte un cargo por llevar un envase abierto— Alex devolvió la botella al asiento y devolvió los documentos a Crystal. —Supongo que puedo dejarte ir con sólo una advertencia por exceso de velocidad esta vez pero tengo que darte un ticket por la luz rota— Abrió su libreta y escribió con su pluma. —Ya había comenzado a escribirlo. No pagarás ninguna multa si lo reemplazas por un ticket firmado por un mecánico autorizado y lo entregas en la estación de policía para comprobarlo antes de la tarde de mañana— La oficial Duncan tendió la libreta y la pluma. —Firmar no es una admisión de culpabilidad, sólo de que recibiste tu ticket. ¿Así que vas saliendo del trabajo e ibas rumbo a casa para tomar algunas bebidas, hm?— Crystal firmó el ticket y devolvió la libreta a Alex. —Sí, bueno ...— —Qué lástima estoy trabajando hasta media noche— Alex se apartó de la puerta, haciéndole saber a Crystal que estaba todo bien y que regresara al coche. —Me gustaría invitarte una copa algún día— la oficial dijo suavemente mientras Crystal entraba en el asiento del conductor. —Oh, um sí— Ahora que el peligro de una búsqueda se había ido, Crystal le sonrió coquetamente a la policía. —Sé el número de Laura. ¿Te puedo llamar un día de estos entonces?— —Eso suena genial— Crystal dijo, usando el mismo tono que muchas veces antes había acostumbrado a usar con hombres calenturientos que le pedían su número de teléfono. —Te diré qué. No estoy nunca en casa. ¿Por qué mejor no te llamo yo en alguna ocasión?— Asegurándose de abrochar su cinturón de seguridad, Crystal lanzó la licencia y los otros documentos en el asiento del pasajero y echó a andar el motor. —Hay un detector de velocidad arriba, cerca de la salida seis— —Gracias por la advertencia. Buenas noches— Crystal comenzó a subir la ventanilla tan pronto como Alex se hizo hacia atrás. Oh Dios mío, logré salir de esta. Mirando por su espejo retrovisor, Crystal esperó hasta que la oficial de policía estuviera de regreso en su unidad antes de ponerse en marcha sobre la autopista. Eso es todo. Mañana voy a limpiar el coche. El alumbrado público iluminó el blanco brillante del ticket sobre el asiento. —Supongo que iré a una tienda de autopartes también—
********* —¿Oh, qué es ese horrible ruido?— Crystal gritó entrando al apartamento. La música venía del dormitorio de Laura y como la stripper ya la había escuchado en otros bares, la reconoció como una de las canciones de los Carpenters.* Encontrando la puerta de Laura abierta, Crystal dio
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ligeramente un golpe en la puerta y dio un paso adentro. —¿Por qué estas escuchando esa música tan deprimente?— —No es deprimente, me sirve de inspiración— la escritora defendió mientras cerraba la grabadora. —Seguro, si estás pensando en matarte— Crystal caminó hacia el pequeño archivador y se sentó encima de él. —¿Cómo vas?— —Hola también a ti, y voy bien— Laura señaló el monitor. —Creo que llevo hechas como quince páginas. Ha sido un día muy productivo— —Bien por ti— —¿Qué es eso? ¿Estás surtiendo tu suministro?— —Sí bueno ...— Crystal colocó la botella de whisky en el piso, fuera de la vista de Laura. —Sí— Laura dejó el tema de lado. —¿Y cómo estuvo tu día? Luces como si hubieras estado jugando en un montón de suciedad. Asegúrate de poner a remojar en detergente tus calcetas para remover esas manchas antes de meterlas en mi lavadora— —Eres la única persona que conozco que se preocupa por mantener su lavadora limpia— Mirando a su compañera, Crystal notó los ojos hinchados de Laura. —¿No has tomado ninguna siesta?— —No tuve tiempo. Esas ideas que me diste ayer eran justo lo que necesitaba para juntar a Bobbi y Julie— Laura se desperezó en su asiento, comenzando a rodar su cabeza de un lado para otro hasta que escuchó un satisfactorio crujido. —Estoy casi lista para hacer que ellas tengan su primer beso— —Oh sí, metámoslas en la cama lo más pronto posible— Crystal dijo en broma. —Creo que necesitas un descanso. Te diré que, haré la cena esta noche— —¿Sabes cómo cocinar?— —Púdrete— Crystal contestó, saltando fuera del archivo y tomando su botella de su escondite. — Venga, necesitas apartarte de esta música deprimente— Mientras bajaban las escaleras, Laura continuó defendiendo sus gustos musicales. —Los Carpenters no son deprimentes. Y la música melancólica es perfecta para la escena en la que estoy trabajando— —Espero que no sea una escena de amor— Crystal dijo sarcásticamente mientras entraba a la cocina. —¿Qué te apetece? No conozco nada que se parezca a una comida verdadera— Abrió el refrigerador y recorrió con la mirada el contenido de cada estante. Oh, no sabía que tenías escondidas aceitunas verdes aquí dentro, Crystal pensó para sus adentros, haciendo una nota 194
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mental en bajar más tarde y tomar unas cuantas. —¿Qué es esta cosa que se parece a una hamburguesa?— —Es una hamburguesa vegetariana— —¿Cómo las cocinas? ¿Igual que las normales?— —Así es. Le agrego algo de queso y cebollas fritas para condimentar— —Suena bien. Tengo un pedazo de bistec por aquí en alguna parte…— Crystal movió de un lado para otro jarras de brebajes no identificables pero su carne no se encontraba por ninguna parte. — ¿Dónde está?— —Lo aparté de mis sobrantes de rigatoni*. Mira en el estante más bajo en la parte trasera— —¿Por supuesto, por qué no lo vi antes?— Crystal dijo sarcásticamente, moviendo las canastas de moras fuera de su camino y alcanzando el bistec. —¿Tienes cebollas y queso?— —El queso está en el compartimiento de los lácteos en la puerta y las cebollas están en la gaveta más baja— Crystal encontró los ingredientes y los colocó en el mueble mostrador. Abriendo varias gavetas hasta encontrar los cuchillos de corte. Laura se había enfrascado en el periódico, dejando a la rubia con sus propios pensamientos. Como había hecho muchas veces durante el día, la mente de Crystal se remontó al pasado. No debería doler tanto. Tomando el cuchillo, comenzó a cortar en rodajas la cebolla. Sé lo que quiere Jenny. Quiere que rompa a llorar y le diga lo que él hizo como si eso hiciera alguna diferencia. La fuerza del cuchillo a través de la cebolla aumentaba y Crystal pronto sintió algunas lágrimas que se asomaban por sus ojos. De espaldas a Laura y sus dedos cubiertos con jugo de cebolla, dejó caer las lágrimas, sabiendo que sería peor si intentaba restregarse los ojos. Apuesto que esto la haría feliz, verme llorar de esta manera. Inhalando por la nariz y restregándose las mejillas en contra de las mangas superiores de su blusa, Crystal apartó el cuchillo e introdujo las rebanadas de cebolla en la sartén. Te extraño Paty. En verdad necesito un abrazo. Un sollozo pequeño se libró de sus labios, ya no podía culpar a las cebollas por las lágrimas. —¿Estás bien?— Laura preguntó desde la mesa. Crystal sorbió por la nariz y aminoró la temperatura del quemador. —Uh sí, esta fuerte la cebolla, supongo— Todo lo demás podía esperar algunos minutos. —Voy afuera a fumar— Agachando la cabeza y apartando la vista de Laura, Crystal rápidamente se abrió paso hacia la cubierta. La luna estaba todavía debajo del límite de la línea de los árboles, lanzando muy poca luz en la cubierta. Agarrando el barandal con ambas manos, Crystal miró la oscuridad, incapaz de detener las lágrimas que caían. El coraje que fácilmente venía a ella no podía contra las fuertes emociones, el dolor. Los recuerdos de ser una niña solitaria sin nadie a quien recurrir se rehusaban a irse y Crystal sintió volver a esa época dolorosa. No escuchó la puerta corrediza abrirse permitiéndole a Laura salir a la cubierta. Crystal brincó al sentir una cariñosa mano sobre su espalda. 195
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—Hey— Laura habló bajo. —Ven aquí— Antes de que pudiese reaccionar, Crystal se encontró siendo sujetada dentro de un abrazo cariñoso de Laura. —Yo ...— —Shh, está bien— la escritora dijo. Crystal sintió el abrazo aún más fuerte, su cabeza presionada sobre el hombro de Laura. —De vez en cuando todos necesitamos sacar lo que traemos dentro— —Yo n-no puedo detener esto— Crystal sorbió su nariz, torpemente dejando a sus brazos rodear la espalada de Laura. —E-es...Es que duele tanto— Incapaz de detenerse, se abrazó más profundo en los brazos de Laura, sintiendo el calor del cuerpo de Laura a través de la blusa delgada de algodón. Las lágrimas cayeron libremente por primera vez en muchos años y Crystal se encontró indefensa para detenerlas. Igual que cuando buscaba reconfortarse en los brazos de su hermana, de niña, Crystal ahora apretaba más su agarre alrededor de la espalda de Laura mientras los sollozos rompían su cuerpo. Mientras sus lágrimas mojaban la blusa de Laura, sintió una mano frotando amablemente de arriba abajo por su espalda. —Lo siento— —No lo sientas— Crystal sintió el abrazo de Laura hacerse más fuerte. —Ya te dije, algunas veces todos tenemos que sacar lo que traemos— Las manos que estaban frotando su espalda y su pelo se detuvieron. —¿Te parece bien que entremos?— Laura preguntó. Crystal asintió con la cabeza y se dejó conducir a través de la cocina y se fueron al sofá donde Laura insistió en sentarse junto a ella. —L-lo siento— Crystal dijo, limpiando su cara con su manga. —Creí que habían sido las cebollas pero ...— Miraba para todos lados menos hacia Laura, avergonzada por el llanto. —Será mejor que regrese a hacer la cena— Crystal intentó levantarse pero fue sentada de nuevo por una firme mano en su pecho. —La cena puede esperar— Laura insistió. —Tú eres más importante— Mientras hablaba, Laura subió su mano para tomar la barbilla de Crystal, forzando sus ojos a encontrarse. —Habla conmigo— Crystal se encontró mirando directamente a los ojos azules de Laura, reflejando en ellos cariño y preocupación. —Venga, Crystal, habla conmigo— Laura repitió suavemente. —Es sólo que me la paso pensando en el pasado— Crystal dijo, rompiendo el contacto con la mirada y enfocando la atención en los cordones del zapato de Laura. —Mi papá fue un bastardo— Insegura de qué decir, Laura permaneció callada, dándole a Crystal el tiempo que necesitaba para ordenar sus pensamientos. El olor de las cebollas fritas comenzó a filtrarse a través del aire. Laura se dio cuenta de eso pero permaneció ahí, rodeando los hombros de Crystal con un brazo. El timbre del teléfono interrumpió el silencio. —Deja que la máquina conteste— dijo Laura. Tres timbrazos más tarde escuchó el click ya conocido y la grabación de su propia voz. —Habla Laura. No puedo atender el teléfono en este momento, así es que por favor deje un mensaje— Beep. —Laura, soy Jenny— la voz distorsionada dijo. —Llámame cuando llegues. Se escuchó otro click y de nuevo la habitación se quedó en silencio. 196
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—La vi hoy— Crystal dijo quedamente. —¿Creí que usualmente la veías los Lunes?— Crystal asintió con la cabeza. —Lo hago pero me he estado sintiendo así todo el día— —Oh, entonces te vio de nuevo hoy?— Crystal asintió. Laura continuó. —¿Qué dijo?— —Dijo que necesito… sacar todo fuera— Crystal se encogió de hombros. —Que necesito hablar de lo que sucedió— negó con su cabeza. —¿Cómo se supone que debo de hablar de algo como eso?— Miró a Laura otra vez, encontrándose aun con esa mirada cariñosa en su cara. —Justo como lo estás haciendo ahora— —Fácil para ti decirlo. Siento como si me estuviera partiendo en dos— Crystal dijo. —Interesante visualización— dijo Laura. —Tal vez te sientes así porque hay algo muy duro dentro de ti intentando salir fuera. —Ahora tú suenas como la Doc— la rubia dijo, provocando que las dos sonrieran brevemente. — Tal vez— admitió con un asentimiento, la sonrisa desapareció de su cara. —Como te dije antes si necesitas hablar, aquí estaré— Crystal inclinó la cabeza y miró hacia otro lado. —No creo que pueda— —Sé que puedes hacerlo— Laura dijo firmemente. —Eres fuerte. Puedes manejarlo— —¿Fuerte?— Crystal contestó con un bufido. —No lo creo— —¿Cómo puedes decir eso?— Laura cambió de posición y esperó a que Crystal la mirara antes de continuar. —¿Alguna vez te sentaste y te pusiste a pensar en eso, seriamente? No conozco a muchas personas que hayan sobrevivido a lo que tú viviste. Después de todas las cosas horribles que tu familia te hizo, todavía fuiste capaz de huir y mantenerte por ti misma durante todos estos años— Laura negó con la cabeza. —A los quince yo estaba preocupada por aprobar Biología y de no tener muchos granos en la cara. No creo que pudiera haber logrado vivir en las calles por mí misma— Laura hizo una pausa, escogiendo sus palabras cuidadosamente. —Especialmente si hubiera sido violada— La palabra causó una reacción inmediata. Crystal se puso rígida y cruzó sus brazos delante de su pecho. Sus ojos cobraron una apariencia lejana. Las cebollas quemadas no podían seguir siendo ignoradas. —Ahora regreso— Laura dijo en lo que se ponía de pie. Fue a la cocina y apagó el quemador, decidiendo que la sartén podía ser lavado más tarde. Cuando regresó a la sala de estar, encontró a Crystal en la misma posición, perdida en un pensamiento profundo. —Hey— Crystal la miró, sus ojos verdes rojizos por el llanto. Laura reprimió el deseo de coger a Crystal y rodearla en un abrazo, en lugar de eso volvió a sentarse al lado de la mujer emocionalmente lastimada. Para su sorpresa, Crystal tomó su muñeca, colocando su mano de vuelta a su anterior posición, alrededor del cuello de la rubia mujer. Aceptando la invitación, Laura se acercó más a 197
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ella y Crystal recostó su cabeza en su hombro, sus cuerpos tocándose. —¿Quieres hablar o sólo quieres estar sentada aquí por un rato?— Preguntó suavemente, dejando a su pulgar moverse a través de la curva del hombro de Crystal. —¿Tuviste una bicicleta cuándo eras niña?— —Um … sí— Laura contestó, recordando la costumbre de Crystal de cambiar de tema sin previo aviso. Era color púrpura con un asiento blanco floreado y una canastilla en el frente— —Yo tuve una bicicleta también. Era de Paty antes de que me la diera a mí— Crystal continúo dejando descansar su cabeza sobre el hombro de Laura, cosa que las tenía sorprendidas a ambas. —Era una bicicleta para niño pero eso no nos importaba. Era una bicicleta. Ella la ganó, sabes— —¿Paty?— —Yeah, hubo un concurso en la escuela y ellos le dieron una bicicleta al ganador. Ella compró una más grande en una venta de garaje con algo de dinero que había ahorrado. Paty era una buena ahorradora, no como yo— —¿No es una de tus cualidades, hmm?— —Nunca tuve dinero para ahorrar pero aun cuando conseguía tener algo, me lo gastaba de inmediato— —Yo siempre he sido ahorradora— Laura dijo. —Papá me hacía guardar en el banco la tercera parte de mi dinero de cada semana. Para cuando me gradué de la escuela secundaria tenía el suficiente dinero para pagar mi propio coche— —Después de que Paty comprara su bicicleta de diez velocidades en la venta de objetos usados, salimos a montar nuestras bicicletas por todas partes. Por supuesto eso fue antes de que el borracho bastardo las atropellara con su maldito coche. Nos tomó casi un año de recoger botellas antes de que pudiéramos comprar unas nuevas— Crystal se inclinó hacia adelante, apoyando sus codos sobre sus rodillas y frotando sus manos. Cuando los segundos pasaban sin que Crystal dijera alguna palabra, Laura se preguntó si este sería el final de la conversación por esta noche pero finalmente su compañera comenzó a hablar otra vez. —Me encantaba tener una bicicleta— Crystal dijo. —Me daba libertad. Cuando estaba fuera paseando, nadie podía tocarme— Crystal parpadeó varias veces. —Él no podía tocarme— agregó en voz baja. —Él no puede tocarte aquí tampoco— Laura dijo suavemente, esperando alentar a Crystal a continuar hablando. —Por todo lo que sé, el bastardo podría estar muerto. Deseo que lo esté— Crystal se incorporó y miró a Laura. —En verdad necesito una bebida y algo de humo— —¿Cigarrillos o algo más?— —¿Acaso importa?— 198
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—Depende, si quieres seguir hablando o no. Si quieres un cigarrillo, podemos salir a la cubierta. Si quieres lo otro, tendrás que subir a tu habitación y yo no quiero estar oliendo esa cosa— Laura esperaba que no escogiera la opción equivocada. Parecía que Crystal estaba realmente accesible y Laura ciertamente no quería hacer nada para impedir eso, pero al mismo tiempo no quería alentar a que se drogara. —Supongo que un cigarrillo entonces— Crystal dijo, levantándose. —Pero está haciendo frío allí afuera con el viento y todo eso. ¿Podemos subir a mi habitación? Tengo esa silla anaranjada donde te puedes sentar, si quieres— Laura vaciló, sabía que tenía la marihuana a la mano y estaba segura que Crystal no se mantendría alejada de eso mucho tiempo en el estado de ánimo que se encontraba. —Te diré que haremos. ¿Sabes jugar Rummy?— —Claro, Paty y yo solíamos jugarlo. Siempre le pateaba el trasero— —Tu encárgate de despejar tu habitación que parece un campo minado y yo traeré las cartas— —Hecho—
********* Habían pasado varios días desde la última vez que Laura había visto el interior de la habitación de Crystal y estaba sorprendida de ver que su suposición sobre el desorden estaba en lo correcto. La ropa sucia estaba toda tirada por el piso, sin duda tirada cuando Crystal se cambiaba. La pequeña papelera cerca de la cama estaba hasta el tope con colillas de cigarrillo y botellas vacías de whisky. Su botella más reciente estaba ya sobre la mesita de noche, el vaso al lado de la botella ya estaba lleno del licor ámbar. Crystal estaba sentada en la cama con las piernas cruzadas, el cenicero y el cigarrillo encendido al lado de ella. —¿Cómo encontraste el camino hasta tu cama?— Laura bromeó mientras cogía la silla anaranjada a un lado de la cama. —Bueno, la cama no se mueve. Sé dónde está. Recogeré todo esto cuando vaya a lavar mi ropa. Vamos, juguemos a las cartas— —¿Puedes prender uno de esos inciensos antes de que tu cigarrillo me mate?— —Siéntete como en tu habitación. Sabes dónde están. Toma— Laura atrapó el encendedor y tan pronto encendió una varita la colocó en el porta incienso. Sentándose en su silla, alisó el cubrecama y comenzó a barajar las cartas. —¿Juego regular o gin?— —Regular. Odio tener todas esas cartas en mi mano— Crystal dijo. Tomó una larga inhalación de su cigarrillo antes de recoger sus cartas. —Y bien, tú siempre estás haciendo que hable sobre mí. Cuéntame acerca de ti, para variar—
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—No hay mucho qué contar— Laura dijo, mientras organizaba sus cartas. —¿Qué quieres saber?— —No lo sé— Crystal encogió sus hombros. —¿Cuándo te diste cuenta de que eras una bollera?— —Prefiero lesbiana— Laura corrigió. —Y tú vas primero— Esperó a que Crystal colocara una carta. —Estaba en la universidad tenía como diecinueve años o veinte más o menos— Colocó sobre la cama tres cartas antes de lanzar una reina sobre el montón de cartas. —Aunque, creo que me di cuenta un mes antes de que durmiera con otra mujer— —¿Cómo lo supiste si no habías ...?— —Necesitas tirar una carta, y no necesité tener sexo con una mujer para saber que emocionalmente podía conectar con alguna— Laura recogió una carta y reacomodó sus cartas, viendo si el jack podía ser usado para alguna jugada. —¿Alguna vez te has acostado con un chico?— —De nuevo, ¿cómo saberlo si no he probado, correcto?— Dándose por vencida tiró el jack sobre las demás cartas—¿Cuándo pusiste esa carta? No me fijé— Laura miró a través de sus cartas, debatiéndose acerca de sus dos posibles huidas para ganarle a las cartas de Crystal. —Y para que lo sepas, ya he dormido con un chico antes— —¿Y?— —Y estuvo bien, pero no es lo que quiero. Una mujer es ... simplemente diferente, supongo— Colocando una carta de corazones, Laura sonrió por la jugada. —Será mejor que hagas algo ahí, ya nada más me queda una— —¿Dónde se fueron todas las malditas cartas de corazones?— Crystal dijo, dando otra larga inhalación de su cigarrillo. —Necesitaba ese nueve y ¿tú lo tenías todo este tiempo?— —No sabía que lo necesitabas— —Qué graciosa— Crystal lanzó el jack de corazones, no queriendo estar atrapada por esa carta pues Laura podría poner su última carta y eso la dejaría fuera. —¿Y qué hay de ti? ¿Sé que eres heterosexual pero alguna vez tú… ?— —No. Una vez un hombre viejo me ofreció dinero si lo hacía con su novia mientras él observaba pero no lo acepté— Los ojos de Crystal se le iluminaron cuando la carta que sacó de la parte superior del paquete era la que estaba deseando. —Estoy fuera— anunció, colocando un cinco y tirando la tarjeta adicional a la pila de cartas. —Veo que tenías las mejores cartas. ¿Quieres que llevemos un puntaje?— —Claro. Aunque aquí no tengo papel— 200
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—No te preocupes por eso. Traeré algunas hojas de mi habitación. Y traeré una botella de agua mientras me aseguro de que todo esté cerrado abajo. ¿Necesitas algo de abajo?— —No, yo ya tengo lo que necesito— Crystal señaló su botella de whisky. Tan pronto como Laura salió de la habitación, Crystal se dio vuelta y abrió la gaveta de la mesita de noche, sacando un tubo negro de película y un tubo metálico que utilizaba para fumar la droga. Metiendo un poco de marihuana en un borde, Crystal puso sus labios al otro extremo y lo prendió, inhalando la cantidad adecuada para llenar sus pulmones pero evitando no asfixiarse. Mientras contenía el aliento, Crystal metió la mano en la gaveta otra vez y sacó un tubo del papel higiénico vacío cubierto por un lado por un paño de papel. Poniendo sus labios en contra del paño de papel, sopló el humo en el tubo, eficazmente ocultando el olor. Crystal pudo dar tres golpes más antes de que escuchara a Laura subir las escaleras. Lanzando rápidamente el tubo de película y el tubo de metal a la gaveta, encendió rápidamente un cigarrillo cuando su compañera regresó. Laura no notó los ojos estrechos de inmediato pero su nariz sensitiva notó un olor fuerte que le recordó a algo parecido a caucho quemado junto con aromatizante. —¿Prendiste un incienso diferente?— —Um, no sólo prendí otro cigarrillo— —Oh, eso debe de ser entonces— Laura quitó algo de basura para hacer lugar a su botella de agua en la mesita de noche. —Reparte— —Ok. ¿Quieres jugar al póker en lugar de rummy?— —Debiste haberme dicho antes cuando baje. Todas las cosas de juegos están en el armario— Laura se sentó en la silla anaranjada. —Sigamos jugando rummy. Si bajo la escalera otra vez, entonces traeré las otras cartas— —Ok— Crystal comenzó a distribuir las cartas, sonriendo para ella misma. La sonrisa se convirtió en una risa disimulada. —¿Qué?— —Nada— Crystal dijo, una sonrisa silenciosa aún estaba en su cara. —Venga, compártelo conmigo— —No es nada— —Sí, claro, seguramente— Laura dijo dudosa. —¿En realidad quieres saber?— —Por supuesto—
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—Ok— Crystal hizo una pausa y miró las cartas delante de ellas. —¿Cuántas se supone que debo repartir?— —Siete— Laura miró sus manos igualmente. —Repartiste mal las cartas. Yo tengo ocho y tal parece que tú tienes al menos nueve por allí— Laura le entregó sus cartas a Crystal y trató de alcanzar su agua. —¿Y dime qué es tan gracioso?— Crystal la miró, confundida. —¿Gracioso?— —Hace dos segundos parecías haber recordado algún chiste muy gracioso— —Oh, eso— Crystal se encogió de hombros. —No lo sé. No me acuerdo— —Uh huh— Fue entonces que Laura notó los estrechos ojos verdes. —¿Fumaste algo de marihuana mientras estaba abajo, verdad?— —Um— Crystal la miró. —Si te digo que sí, ¿te quedarás de cualquier manera?— Laura suspiró y se reclinó en su silla. —En realidad, no me gusta eso pero supongo que ya es demasiado tarde para hacer algo ahora— —Ya no fumaré eso— Crystal aseguró. —Sólo necesitaba un poco para quitarme el malestar, ¿sabes?— Sujetando el paquete de cartas en su mano, la rubia se encogió de hombros y bajo la mirada a su regazo. —Algunas veces las cosas me parecen más fáciles de manejar cuando fumo algo de eso— Dejó caer las cartas en la cama y tomó el vaso de whisky. —Ha sido un jodido día— Crystal miró la botella que estaba sobre la mesita de noche. —¿Realmente quieres saber qué es lo gracioso? El idiota de mi padre bebía la misma marca de whisky— Reduciendo drásticamente el vaso y colocándolo abajo, Crystal recogió las cartas. —Siete, ¿correcto?— —Correcto— Crystal suspiró y repartió las cartas. —Recuerdo una vez, tenía como diecinueve años más o menos. Tuve un día realmente difícil y todo lo que quería hacer era ponerme borracha para olvidar. Fui a una licorería y compré la primera cosa que sabía me pondría borracha hasta las cachas, el mismo whisky que él bebía— Colocando el resto de las cartas en un montón entre ellas, lanzó la primera carta. —Debería haber mostrado mi credencial pero supongo que el tipo de la licorería se dio cuenta de que realmente lo necesitaba. —Lo que tú necesitabas era a alguien que cuidara de ti, no esconderte dentro de una botella— —Yeah bueno ciertamente no tuve eso ¿verdad?— Crystal contestó fieramente. —Creo que he hecho un buen trabajo cuidando de mi todo este tiempo. No soy una drogadicta y no estoy encerrada en la cárcel en algún lado— —Eso es muy cierto— Laura dijo, recogiendo una carta y mirándose su mano. —Y te doy todo el crédito por eso. Sólo desearía que no abusaras de tu cuerpo con toda esa marihuana y el licor. Tu turno— 202
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Crystal tomó la botella de whisky. —Qué diablos. Ellos abusaron de mi cuerpo, yo abuso de mi cuerpo. ¿Cuál es la diferencia ?— —La diferencia es que mereces algo mejor que eso— Laura colocó su carta abajo y miró a Crystal. —Tal vez ellos no pudieron ver la persona especial que eres pero yo sí la veo— —Necesitas que te revisen la vista— Crystal dijo. —No tengo ninguna maldita cualidad, sólo mi apariencia y eso no durará para siempre.— —Te estás vendiendo— —Tal vez. Yo no soy como tú, yo no tengo estudios y una familia que se preocupa por mí o esas cosas. Soy sólo yo y eso es decir mucho— Laura apretó con fuerza sus cartas ante las palabras de Crystal. ¿Qué tengo que hacer para que veas que eres una persona digna? Se preguntó. —Tienes más que sólo a ti misma. Me tienes a mí y a Jenny y ambas nos preocupamos por ti— —Sabes, cuando era niña, cuando creía que las oraciones y los sueños se podían hacer realidad con sólo desearlo con todas mis fuerzas, solía soñar que algún día las autoridades venían y nos decían que habían cometido un terrible error y que Paty y yo no éramos realmente Sheridans. Que habían venido por nosotras y que nos llevarían con nuestra verdadera familia, una agradable y amorosa familia que nunca golpeaba a sus hijos— El dolor en la voz de Crystal tocó el corazón de Laura. —Sabes— la escritora dijo, extendiendo la mano y poniéndola sobre la rodilla de Crystal. —Desearía que ese deseo se hiciera realidad para ti— Crystal colocó las cartas sobre la cama y se recostó sobre su espalda, entrelazando sus dedos de las manos atrás de su cabeza apoyándose sobre su almohada. —Paty y yo solíamos hablar de eso. Salíamos corriendo por los campos y nos quedábamos debajo del sol hablando sobre de cómo sería la vida si viviéramos en alguna otra parte— —¿Hablaban de lo que querían ser cuando crecieran?— Laura preguntó, metiendo todas las cartas sobre la pila, asumiendo que el juego había terminado. —Oh, todo el tiempo— Crystal sonrió y clavó los ojos sobre el techo. —Ella quería ser doctora o abogada dependiendo de cuál serie de TV habíamos visto una noche antes— —¿Y tú?— —¿Yo? Oh, yo quería ser muchas cosas. Quería ser bombero, enfermera, incluso una detective privada. Me encantaba ver Los ángeles de Charlie— —Parece como que te gusta ayudar a la gente— Crystal resopló. —Sí y todo lo que terminé haciendo fue darle a los hombres algo que mirar y así cuando ellos llegaran a casa se dieran una buena masturbada— Ella negó con la cabeza. —No 203
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importa ahora. Sin un diploma de bachillerato sólo sirvo para trabajo manual o para desnudarme— —Sabes que puedes obtener tu GED si trabajas duro— —¿Para qué?— Crystal levantó su cabeza de la almohada lo suficiente como para mirar a Laura. —¿Puede ver mi solicitud de empleo? ¿Dónde ha trabajado usted? Veamos, trabaje en el club de striptease local quitándome la ropa por dinero y antes de eso trabajé en el callejón cerca de Smith. Me contratarían de inmediato, ¿no es así?— Su cabeza cayó de regreso a la almohada y dio un suspiro de derrota. —¿No lo ves, Laura? Simplemente no puedo comenzar de nuevo. No puedo librarme del pasado— —Tal vez la meta no es librarte del pasado pero si enfrentarlo y dejarlo en donde debe estar— Quitándose sus zapatos, Laura colocó sus pies en el borde de la cama. —Enfréntalo, acéptalo, y sigue adelante— —Fácil para ti decirlo— —Sí, lo es— Laura admitió. —Nunca he tenido que pasar por las cosas que tú— Crystal se sentó, presionando su espalda contra el cabecero, perdida en su pensamiento. Llenó su vaso de whisky y lo redujo drásticamente antes de hablar finalmente. —Jenny quiere que hable de eso. Dice que me ayudará— —Ella es la terapeuta— Laura dijo. —Estoy segura de que sabe de qué está hablando. Sé que cuando algo me está molestando y hablo de ello, me hace sentir mejor— —Nada hará que me sienta mejor— Crystal dijo en desacuerdo. —Está este dolor profundo dentro de mí que nunca se va— Tomó la botella de whisky otra vez. —Algunas veces es todo en lo que puedo pensar— Tomó otro trago. —¿Cómo se supone que debo de hablar de eso?— —Estás hablando ahora, sólo continúa— —No estoy hablando de 'eso'. Sólo estoy hablando de cómo se siente— —Eso es mejor que nada— Sintiendo que Crystal estaba al borde, Laura escogió sus palabras cuidadosamente.—¿Cómo te sientes ahora?— —¿Aparte de borracha y drogada?— Crystal sonrió y colocó la botella abajo. —¿Cómo se supone que me debo de sentir?— —No me importa cómo se supone que te sientes. Me importa saber cómo te sientes— —Me siento como una muñeca rota que ha sido usada y tirada a la basura— Jalando sus rodillas hacia su pecho, Crystal dobló sus brazos y apoyó su barbilla sobre ellos. Por mucho rato ninguna habló, ambas perdidas en sus pensamientos.
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Pensando quizá que el muro de piedra había sido golpeado y la conversación se había terminado por esta noche, Laura envolvió la goma elástica alrededor de las cartas y acomodó el papel y la pluma que había traído de su habitación. Estaba a punto de ponerse de pie cuando Crystal comenzó a hablar en un tono titubeante. —Tenia catorce años— la rubia comenzó, sus ojos no miraban más arriba del cubrecama. Laura inmediatamente soltó las cartas y el papel, dando a Crystal su completa atención. —Sabía lo que le había hecho a Paty pero jamás pensé que él vendría después por mí— Acostada en su cama más tarde esa noche, Laura se encontraba incapaz de poder dormir. El terror vivido que había escuchado relatar a Crystal martirizaba su mente, rehusándose a dejarla en paz. Se daba una idea de lo malo que habría sido basándose en por qué Crystal siempre evadía ese tema, pero después de escuchar el relato detalladamente, Laura se dio cuenta de que era demasiado difícil de manejar. Dejó a una Crystal exhausta emocionalmente y regresó a su habitación, esperando poder llegar arrastrándose a su cama y quedarse dormida. Ahora una hora más tarde, las sombras de la noche sobre las paredes le hacían compañía a sus ojos abiertos. Buscando en la oscuridad, encontró el teléfono y marcó un número ya conocido. —¿Hola?— La voz atontada contestó. —¿Jen? Soy Laura— —¿Qué hora es?— —No lo sé. Más de medianoche, estoy segura— —¿Pasa algo malo?— —Sólo necesito hablar. Crystal y yo tuvimos una larga conversación esta noche— —¿Cómo está ella?— La voz de Jenny era más clara, la pesadez causada por el sueño rápidamente desapareciendo. —Bastante bien considerando todo por lo que ha pasado— Laura suspiró y descansó su cabeza en contra del cabecero. —No sé cómo logró sobrevivir tanto tiempo. ¿Te ha dado detalles de lo que le hizo su padre?— —Laura, sabes que no puedo contestar eso— —Sí, lo sé pero es que simplemente no puedo dejar de pensar en eso. Lo bastardo que fue. Aun si la mitad de lo que me contó es cierto, él era monstruo que debería haber sido castrado hace mucho tiempo— —No podemos hablar de Crystal o cualquier cosa acerca de su vida que te haya contado, no importa que tan malo haya sido, pero te puedo decir esto. No tengo duda de que si te contó algo de su pasado es seguramente verdad. Al menos tan verdadero como su memoria le permita recordar— Laura escuchó el sonido de Jenny moviéndose por su apartamento. —A propósito— su ex-amante continuó. —Falta un cuarto para la una— 205
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—Siento mucho llamarte tan tarde pero es que no puedo dormir. Sólo me la paso imaginándola como una adolescente incapaz de protegerse de él— —No puedes cambiar el pasado— —Ojalá pudiera— Laura dijo seriamente. —Si hubiera estado allí, yo habría ...— —Habrías tenido solo algunos años más que ella y no podrías haber jugado a ser la mujer maravillas— Jenny interrumpió. —Si su hermana no pudo protegerla, ¿qué te hace pensar que tú habrías podido?— —Pero ...— —Pero nada. No puedes cambiar lo que le pasó. Todo lo que puedes hacer ahora es ayudarle a recoger los pedazos y a sanar— —¿Cómo superas algo como eso? Quiero decir. Conozco personas que han sido violadas y la mayoría lo supera con el tiempo pero ¿cómo te recuperas de haber sido atacada noche tras noche?— —Laura, estás cruzando la línea— Jenny advirtió. —Demonios, probablemente la hemos cruzado ya. Si el estado se entera que hablo de esto contigo … — —Olvídate del estado por un minuto, Jen. Estamos hablando de Crystal— —No, no estamos hablando de ella, estamos hablando de ti y cómo tienes que manejar el ser amiga de alguien que es una superviviente— Jenny suspiró. —Siento si parezco una gruñona pero no puedes despertarme de mi sueño profundo y esperar que este en la mejor disposición de darte ánimos por aquí, especialmente cuando quieres presionar esto. ¿No entiendes que si ella se entera de que hablamos de esto podría arruinar su confianza en mí?— —¿Qué se supone que debo de hacer?— Laura preguntó, pasándose los dedos por su pelo. —Ok, veámoslo de esta manera. Yo tengo una amiga que ha sido violada. ¿Qué puedo hacer para ayudarla a superarlo y hacer que siga adelante con su vida?— —Lo mejor que puedes hacer es sólo estar ahí para ella y escucharla. No trates a tu amiga de manera diferente a como lo haces ahora. —Si ella quiere hablar déjala hacerlo pero no fuerces la conversación— —¿Y si ella quiere destruirse a sí misma con drogas y alcohol?— Laura escuchó otro suspiro a través del teléfono. —Vamos, Jen. ¿Cómo se supone debo evitar que se extralimite con el trago y la marihuana?— —No puedes. Sólo tienes que asegurarte de no involucrarte demasiado y te conviertas en un obstáculo que pueda empeorar el problema. Tal vez una reunión o dos en Al-Anon* sería bueno para ti— —¿Necesito ir a Al-Anon?— 206
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—¿Y por qué te molesta esa idea tanto?— Jenny preguntó. —Si alguien que bebe es un problema para ti, entonces acude a Al-Anon— —No necesito acudir a Al-Anon— Laura dijo inflexiblemente. —Solo quería saber cómo ayudar a Crystal— —Es hora de decir buenas noches, Laura— Jenny dijo. —Tu terquedad se está saliendo de control y estoy demasiado cansada como para pelearme contigo por ella. Recuerda que mañana, ella es la misma persona que era ayer y de un día antes. Si ella no hace lo que tú quieres cuando tú quieres y eso te molesta, ese es tu problema, no el de ella. Sé su amiga, eso es lo que ella necesita, no una superhéroe que llegue volando a rescatarla. Ya es muy tarde para eso— —Algunas veces me pregunto cuál de nosotras es más terca— Laura dijo suspirando. —Está bien, está bien. Intentaré de mantener lo que dijiste en mente pero aun creo que podría hacer algo más que sólo sentarme aquí y escuchar— —Prueba ser su amiga— —Oye, ¿Para qué llamaste antes? Estábamos en casa pero estábamos hablando y no pensé que fuera buena idea levantarme y contestar el teléfono— Hubo una pausa antes de que Jenny contestara. —Estaba preocupada y sólo quería saber si Crystal había llegado bien a casa— —Uh huh. Veo que estás haciendo un buen trabajo separando la amistad de la terapia, ¿no es así?— —Oye, una buena terapeuta puede llamar a la casa de su paciente si está preocupada— —¿Cuándo fue la última vez que llamaste a la casa de un paciente para cualquier otra cosa que no haya sido para cambiarle su cita?— —Mi secretaria se encarga de las citas y no pienso darte explicaciones. Vete a dormir. Buenas noches Laura— —Buenas noches Jen. Gracias por escuchar— Colgando el teléfono, Laura encontró que hablar con Jenny había calmado un poco su mente. Eso no ayuda. Debe de haber una manera para que ella supere esto. ¿Pero cómo? Segura de que dormir era caso perdido, Laura se enderezó y deslizó sus pies en sus zapatos. Tengo que limpiar esa sartén donde se quemaron las cebollas sino se quedaran pegadas para siempre. Saliéndose de su habitación, Laura estaba indecisa entre bajar y limpiar o ver como estaba Crystal. Esto es tonto. Ella duerme ya como un tronco y está segura. Además, no quiero asustarla o algo así. Como si su mente actuara por sí sola, la mano de Laura tomó la manija de la puerta. No entraré, sólo abriré la puerta un poco y veré si está durmiendo bien. Podría tener una pesadilla o algo.
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La luz del vestíbulo iluminaba con una pequeña luz la habitación de Crystal pero la luz de la noche que se reflejaba en la pared le dio suficiente claridad a Laura para ver a su compañera que ciertamente dormía como un tronco, un ronquido ligero salió de sus labios. Bien. Satisfecha de que todo estaba bien, Laura bajó las escaleras para pasar el resto de la noche limpiando.
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PARTE 9 Con la radio encendida a volumen bajo, Laura silenciosamente bajo al primer piso, haciendo una buena limpieza, moviendo sillas y mesas pasando el trapeador y desempolvando todos los muebles. Para cuando el sol de la mañana salió sobre el horizonte, la cocina y la sala estaban inmaculadas. Escuchando la alarma de Crystal desde el piso de arriba, Laura puso la sartén en el fuego y sacó una taza grande de café de la alacena. Considerando que el día anterior había sido duro para su compañera, Laura había decidido al menos darle a Crystal un buen comienzo para este día. Cuando la rubia bajó varios minutos más tarde, su pelo aún estaba húmedo por la ducha, fue recibida con un plato de huevos revueltos, tostadas y una taza de café humeante. —Pensé que podrías tener un buen desayuno antes de comenzar un día muy ocupado— Laura dijo mientras colocaba la taza sobre la mesa. —Buenos días para ti también— Crystal dijo mientras tomaba su lugar —¿a qué hora te levantaste?— —Realmente nunca me dormí. Creo que la lechuza que vive en mi está tratando de salir— Laura recogió su taza vacía y caminó hacia la cafetera. —Tuve una época, una vez, cuando estaba escribiendo mi último libro, no pude dormir por las noches durante casi un mes. ¿A qué hora crees que llegarás a casa esta noche? Tengo un poco de róbalo fresco que puedo descongelar. Algo de condimentos con limón y arroz y será una cena digna de un rey— —Mi labio se ve mejor— Crystal dijo quedamente. —Tengo que ir al club después del trabajo y ver qué va a pasar— —Creí que lo único que tenías que hacer era recoger tu cheque— Laura dijo mientras se sentaba a la mesa. —Nunca dije que renunciaría, sólo que lo pensaría. Sabes, ganó más dinero en una hora trabajando en el club que lo que gano trabajando para Michael— Crystal presionó su tenedor sobre los huevos revueltos. —Tal vez puedo trabajar en el club medio tiempo y conservar ambos trabajos— —Nada como tener dos velas encendidas al final. ¿No puedes conseguir otro trabajo en el club en lugar de quitarte la ropa? ¿No necesitan camareras?— —No me contrataron para atender mesas, Laura. Mi trabajo allí es salir al escenario y quitarme la ropa al ritmo de la música— Laura intentó no mostrar la decepción de su cara. —No creo que trabajar allí sea buena idea. Mira lo que te pasó. Quién sabe lo que podría ocurrir si regresas— —Bueno, no voy a saber que va a pasar hasta que vaya. Por lo que sé, me reemplazaron y no tengo trabajo para regresar— Es lo que más deseo, Laura pensó para sus adentros. —Estoy segura de que Michael te daría horas extras si necesitaras el dinero. Él es buena gente en cosas como esas— 209
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—Puedo ganar en una noche bailando lo que me paga Michael por tres días de trabajo. Ese tipo de dinero es difícil de dejarlo pasar— Crystal redujo su taza de café. —Veremos qué pasa— —¿Qué tal si te bajo el alquiler?— Laura sabía que no podía permitirse perder ese dinero extra que el alquiler de Crystal le daba pero la idea de que la rubia se quitara la ropa frente a un montón de hombres calenturientos le era difícil de aceptar. —No, el alquiler es más que razonable. Hablando de eso, necesito que me digas cuanto es por la mitad de los servicios y así poder pagártelos. Estoy segura de que ya tienes algunos recibos— Crystal metió el último bocado de comida en su boca. —Esta noche será el mejor momento de que tenga dinero después de recoger mi cheque. Espera hasta mañana y ya me lo habré gastado— —No te preocupes por eso. No creo que tengas que darme más de cincuenta dólares más o menos— —Oh, por favor. Está la luz y el cable por no mencionar el teléfono también. Estoy segura de que hice que el recibo del agua aumentara también— —El complejo se encarga de las cuentas de agua y tú nunca usas el teléfono— —Soy aun responsable por la mitad de la cuenta telefónica la use o no— Crystal dijo, bajando su tenedor y haciendo a un lado el plato. —Estuvo muy rico, gracias— —De nada— Laura tomó un sorbo de su café, intentando con todas sus fuerzas no volver con el tema del Tom Cat Club otra vez. Finalmente fue Crystal la que no aguantó estar en silencio por más tiempo. —Mira, sé que no te gusta la idea de que me desnude...— —No, no me gusta— Laura afirmó. —Pero es lo que hacía antes de que me conocieras y que probablemente continúe haciendo. No puedo enorgullecerme de eso, incluso no me agrada, pero no puedo dejar ir el buen dinero que gano por ello— —Tiene que haber un punto donde el dinero no sea suficiente para seguir degradándote de esa manera— —Bueno, si lo hay, no lo he encontrado todavía— Crystal dijo firmemente. —Es legal y jodidamente mejor que trabajar en el callejón detrás del club, eso es seguro— —Estoy de acuerdo contigo en eso— Laura admitió. —¿Puedes al menos prometerme que no harás eso, no importa lo duro que puedan estar las cosas?— Esta vez Laura se ganó al menos una pequeña sonrisa de Crystal. —No he hecho eso en años y no tengo la intención de hacerlo nuevamente. Esos días se quedaron atrás— 210
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—Y tal vez algún día el desnudarte quedará atrás también— —Tal vez. Ahora mismo tengo que terminar de prepararme para el trabajo y escribir en mi cuaderno antes de que la Doc quiera mi cabeza— Para sorpresa de Laura, Crystal tomó sus manos entre las suyas. —Escucha, acerca de lo de anoche...— La mano se retiró y la rubia miró su plato vacío. —Gracias por escuchar. Yo…yo nunca le había contado todo esto a nadie— —Cada vez que quieras hablar, aquí estaré— —Creí que estarías en shock y asqueada por todo lo que te conté— Laura extendió su mano y tomó la barbilla de Crystal, forzando a los ojos verdes a ver los suyos. —Sí, la mayor parte de lo que me contaste me dejó en shock pero la parte en que me sentí asqueada, tiene que ver con tu padre y no contigo— Soltó la barbilla de Crystal, contenta de que la joven mujer no girara su cabeza y evadiera su mirada. —Se requiere de mucho coraje para sobrevivir a algo como eso y mucho más valor el ser capaz de compartir lo que pasó con alguien— —No te conté todo, sabes. Creí que si te contaba todo de una sola vez saldrías gritando de la habitación— —Eso no pasaría— Laura aseguró. —Cualquier cosa que quieras contarme, la escucharé— —Sabes, algunas veces me recuerdas a Paty. Ella era realmente paciente conmigo— —Estoy segura de que si conociera a Paty me agradaría también— Laura miró su reloj de pulsera. —Pero tienes razón, necesitas apurarte si quieres llegar a tiempo al trabajo. Más te vale no haber dejado un desorden en el baño— —Tu definición de desorden y la mía son completamente diferentes pero me aseguré de recoger las toallas y de secar lo mojado del piso. —Casi perfecto. Lo limpiaré más tarde— Laura observó a Crystal ponerse de pie. —¿Puedes al menos llamarme y dejarme saber a qué hora vendrás a casa esta noche?— —Seguro— Trató de alcanzar su plato pero Laura la detuvo. —Yo lo recogeré. Tú vístete—
********* El estacionamiento del Tom Cat Club estaba vacío cuando Crystal llegó. Después de un rápido vistazo por el espejo retrovisor para asegurarse de que todo estaba tranquilo en el lugar, caminó hacia la puerta lateral y presionó el timbre de la puerta. Con tres horas antes de la primera función, Crystal estaba segura que encontraría a Rick en su oficina. ¡—Crystal!— El corpulento hombre dijo por la sorpresa cuándo abrió la puerta.
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—Hola Randy. ¿Se encuentra Rick?— —Yeah, está en la barra platicando con alguien. Entra— El musculoso hombre la invitó a entrar ondeando su mano. —¿Y cuándo piensas regresar?— —No estoy segura. Tengo que hablar con Rick primero— —Bueno, sé amable. Realmente ha estado de pésimo humor las últimas dos semanas. Sara y Mónica renunciaron y acaba de enterarse de que alguien se está robando el licor— —Oh genial— ella gimió. Rick se ponía muy difícil cuando las cosas iban viento en popa. Cuando iban mal, era imposible razonar con él. —Sólo utiliza tu encanto— Randy dijo. —Después de la semana que ha tenido, verte le alegrará el día— —Ya lo veremos— Crystal dijo nerviosamente mientras se dirigía abajo al vestíbulo. Rick no estaba en la barra sino en su oficina para cuando Crystal lo encontró. Su puerta estaba ligeramente entreabierta, revisando los libros mayores del club. Bueno aquí voy. —¿Rick?— Ella llamó, tocando ligeramente la puerta. —Crystal, qué sorpresa tan agradable— él dijo, señalando hacia una silla. —Entra y toma asiento. Esperaba que vinieras. Te llamé un par de veces pero nunca me devolviste las llamadas. Comenzaba a pensar que nunca te veríamos otra vez— —Te dije que estaría de regreso después de que mi labio sanara— dijo mientras tomaba asiento. —Pues luces genial. Tal vez con un kilito o dos de más pero puedes bajarlos sin ningún problema, estoy seguro. Después de todo, no se pueden esconder debajo de una tanga, ¿verdad?— —Um, no supongo que no. Rick, acerca de regresar a trabajar …— —Oh diablos, no tienes idea de lo difícil que ha sido esto últimamente— él continuó, sacando un cigarrillo de su paquete y prendiéndolo. —Primero Sara me dijo que su novio no la dejaría trabajar más y luego Mónica tuvo uno de sus pequeños desplantes y renunció. Y por eso te digo, eres un regalo enviado del cielo— Oh genial. Ya puedes parar de hablar Rick. Decidiendo que si dejaba que Rick continuara hablando la tendría en el escenario en diez minutos, Crystal aspiró profundamente y practicó las palabras que había ensayado cuidadosamente en su mente una vez más. —Es algo tarde pero creo que te puedo dar esta noche una presentación o dos— —De hecho, de eso es de lo que quiero hablar contigo— —Bien ¿cómo qué? ¿Viniste para decirme que ya estabas lista para regresar a trabajar o no?— La amabilidad que él había mostrado cuando ella entró a su oficina iba desapareciendo rápidamente. 212
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—No estoy segura si quiero hacer el show más— —¿No estás segura? ¿De qué diablos estás hablando?— Rick se inclinó hacia adelante, haciendo más pequeño el espacio entre los dos. —¿Y qué es lo que vas a hacer?— —¿Qué tal de camarera? ¿O incluso ayudando detrás de la barra?— —Los hombres no pagan buen dinero para ver tu trasero detrás de la barra, pagan por verte arriba en el escenario desnudándote para ellos— —Bien, tal vez estoy cansada de desnudarme para ellos, tal vez quiero hacer algo más— —Crystal Crystal Crystal— dijo en el tono más condescendiente que ella alguna vez le había escuchado. —Mira, si estás tratando de presionarme para que te dé más dinero no va a surtir efecto— —No se trata de dinero— —¿Bien, entonces de qué se trata todo esto?— El gerente preguntó coléricamente. —No necesito otra camarera u otra bartender. Lo que necesito y para lo que te contraté es para que pongas tu trasero sobre el escenario y muevas ese coño a quien quiera colocarte un gran billete, ¿lo entiendes?— —Sí, lo entiendo, Rick— ella contestó tan coléricamente como él. —Pero tú no eres el que está allá arriba. No tienes que soportar a todos esos estudiantes y hombres tratando de tocar tu cuerpo. Estoy harta de eso— —¿Entonces qué carajos estás haciendo aquí, huh? ¿Encontraste un nuevo novio o algo así y te está presionando con esto?— Rick sonrió, pensando que estaba en lo cierto. —Te voy a decir una cosa. Le puedes decir a tu novio que estás sirviendo mesas si eso te hace sentir mejor— —No tengo novio. No es por eso que estoy haciendo esto— Crystal insistió, prendiendo un cigarrillo. —Sólo estoy cansada de desnudarme— Rick dejó salir un largo suspiro y se reclinó en su silla. —Cuando viniste aquí por primera vez, no tenías ni un maldito centavo ni un nombre. Incluso no tenías un coche— Él negó con la cabeza. — No lo sé. Sólo estoy tratando de ayudarte. Tienes suerte de tener un trabajo como este. ¿Sabes a cuántas mujeres les encantaría tener la oportunidad de ser la estrella del show?— Con un suspiro fuerte, Rick abrió su gaveta del escritorio y sacó una carpeta de papel manila. —Iba a guardar esto para más tarde pero desde que pediste el permiso de ausentarte no hubo otra elección...¿recuerdas que quería hablar contigo después del show aquella noche?— —¿Sí?— —Iba a ofrecerte la oportunidad de hacer dinero de verdad. No dinero de uno o cinco que ganas aquí, sino de treintas y cincuentas— Sólo hay una manera de ganar ese tipo de dinero, Crystal pensó para sus adentros. 213
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—No tengo planes de trabajar aquí para siempre, estoy en tratos con una empresa grande en Nueva York. Tengo este otro trabajo funcionando y estaba planeando en darte a ti una oportunidad de hacer dinero de verdad con esto— —Rick, tú sabes que yo no...— —Relájate, bebé. Estoy hablando de algunas fiestas privadas, no de estar parada en las esquinas. Y oye, si quieres ganar algo extra yo no me meto en eso, yo estaré conforme siempre y cuando el cliente quede satisfecho— Sintió que las paredes comenzaron a acercarse y Crystal rápidamente volteó su cabeza para ver que la puerta seguía entreabierta. Sabiendo que escapar era fácil, se obligó a permanecer en su asiento. —No puedo hacer eso Rick. Tú sabes cómo resultan al final todas esas cosas y no caeré en viejos trucos sólo por ti— —Bebé, no estamos hablando de trucos, simplemente de algunas fiestas privadas. Estás haciendo esto muy grande— Regresó la carpeta de nuevo a su escritorio. —Pero si quieres desperdiciar el resto de tu vida trabajando en el club, adelante. Seis meses a partir de ahora y podré renunciar a este lugar y ser un hombre de negocios por mi cuenta. Si quieres unirte a los triunfadores eres bienvenida pero no creas ni por un momento que vas a hacer lo que eres aquí— Rick se puso de pie, su metro ochenta elevándose desde su posición. —Así que, tú tienes la última palabra cariño. Mete tu trasero en un traje y sal a trabajar o jódete en las calles. La elección es tuya— Ahora la oficina le parecía definitivamente muy pequeña para su comodidad. Crystal había esperado regresar y sólo trabajar medio tiempo si no podía conseguir otro trabajo pero Rick dejó claro que esa no era una opción. También sabía que si regresaba a trabajar con Rick nunca la dejaría en paz hasta que estuviera trabajando en sus fiestas privadas, entreteniendo a hombres de negocios. Pues bien Laura, creo que tú deseo se va a cumplir. —Sólo dame mi último cheque y me iré de aquí— —Debí haber sabido que tomarías esa estúpida elección— Rick dijo, caminando hasta el archivero. —No vas a encontrar a nadie que te pague lo que yo te pago por mover esas tetas. No puedo creer que desaproveches esta oportunidad— Sacó un sobre del archivero y lo tiró sobre el escritorio. — Y ni pienses que te voy a dar una carta de recomendación— —No te preocupes, no la necesito— Crystal se levantó y tomó el sobre que contenía su último cheque. Cuando se dio la vuelta, su cara se encontró contra el pecho del intimidante gerente. —¿Sabes? de todas las chicas que he visto ir y venir de este lugar tú fuiste la única con la que pude haber hecho algo realmente bueno, pero siempre te creíste superior, ¿no es así? Mira, pero no toques ¿verdad Crystal?— Él se acercó aún más, obligándola a dar un paso atrás hasta que sintió la dureza del escritorio de madera detrás de ella. —Alguien te debería haber domado hace mucho tiempo y enseñado buenos modales— —Déjame ir, Rick— ella dijo, intentando caminar hacia un lado. El molesto hombre rápidamente se interpuso en su camino. —Tal vez nunca tuviste a un hombre que te enseñara cómo comportarte, ¿no es así?— 214
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—Rick, por favor, sólo déjame ir— El corazón del Crystal latía furiosamente en su pecho. —Hey Rick— Randy empujó la puerta abriéndola completamente. —El tipo de la entrega exige el pago antes de que baje la carga. Algo sobre nuestra cuenta que ya era demasiado alta. Lo siento, no sabía que estabas ocupado— —Ya iba de salida— Crystal dijo, moviendo a Rick para abrirse paso y empujando prácticamente a Randy por su prisa de escapar. Sintió un gran alivio cuando llegó al vestíbulo que daba a la puerta lateral. ¿Cree que soy una estúpida o algo por el estilo? De ninguna maldita manera voy a volver a trabajar para él, jamás. Fui una idiota al pensar que él haría algo para intentar ayudarme. Empujó la puerta de emergencia y fue recibida por el sombrío estacionamiento. Llegando a su coche, Crystal se dio cuenta que sus manos temblaban mientras intentaba meter la llave al cerrojo. No ayudaba mucho que estuviera constantemente volteando hacia la puerta, temiendo que Rick saliera en cualquier momento. Para cuando ya estuvo dentro de su coche, Crystal sintió lágrimas cayendo por sus mejillas que no podía explicar. Tengo que largarme de aquí. Tengo que llegar a casa. No molestándose en limpiarse las lágrimas, Crystal encendió el coche y se fue rápidamente del estacionamiento.
********* El departamento estaba oscuro cuando llego Crystal, excepto por la bombilla que iluminaba la puerta principal. Dio una rápida mirada y vio que no se encontraba el Jeep de Laura. Me pregunto a dónde habrá ido, Crystal pensó mientras caminaba por el pequeño camino hacia la puerta. Lanzando sus llaves sobre la mesa, Crystal caminó hacia la cocina, buscando en la oscuridad a tientas el apagador. Mirando la puerta del refrigerador, frunció el ceño cuando no vio ninguna nota para ella. —Probablemente estará de regreso en un momento— dijo para el cuarto vacío. ¿Qué dijo que quería para la cena? Alguna clase de pez. Arrugando su nariz ante el pensamiento, Crystal abrió el congelador y sacó una pizza congelada. Qué diablos, al menos es comestible. Algunos minutos más tarde la pizza estaba en el horno y Crystal estaba en el sofá. Con el control remoto de la televisión en la mano, comenzó a pasar los canales. Aburrido, sin interés, aburrido, oh Dios, no los Waltons. No, no, naw, Oh por favor, eso es tan falso. ¿Quién diantres va a creer que dos tipos pueden vencer al infierno salir de allí y seguir de pie? Sesenta canales y no hay nada interesante. Dejándolo en un show de juegos, lanzó el control remoto a la mesita de café y se miró su reloj de pulsera. ¿Dónde diablos estás? Pensé que ibas a quedarte en casa esta noche. Dos horas más tarde la pizza se había terminado y Crystal se encontró sentada en la silenciosa sala de estar mirando el reloj de la pared. La televisión había sido apagada para poner la radio, pero tampoco resultó muy entretenido y fue apagado también. ¿Vamos Laura, dónde estás? Su pregunta fue contestada cuando escuchó el sonido de una llave siendo metida en el cerrojo de la puerta principal. Crystal se levantó de un salto y abrió la puerta. —¿Dónde diablos has estado?— Crystal exigió. —Hola. No esperaba que estuvieras en casa todavía— Laura dijo, sus brazos llenos de bolsas plásticas blancas de la tienda de comestibles. —Creí que debería comprar algunas cosas. Casi ya no teníamos nada—
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Crystal siguió a su compañera hasta la cocina. —¿Cuánto tiempo te puede tomar eso? He estado en casa desde las siete— Laura colocó las bolsas sobre el mostrador y comenzó a guardar los abarrotes en la alacena. —Voy al centro comercial que está cerca de la interestatal. Tienen los mejores precios, por eso usualmente está lleno de gente. Me tomó casi media hora sólo para llegar a la línea de cajas— Laura miró con atención en el bolso. —Espero que te gusten las naranjas. Estaban de oferta, así que compré dos bolsas— —Olvida las naranjas por un minuto— Crystal dijo. —¿No me pudiste haber dejado una nota? No tenía ni idea de dónde estabas— Tomando la jarra de aceitunas, abrió el refrigerador y descuidadamente las lanzó en el estante. —A mí me estás jodiendo de que me asegure de dejarte saber a qué hora vendré a casa ¿pero tú no puedes tomarte dos segundos para dejarme una nota?— —Lo siento, pero no pensé que estarías en casa hasta más tarde. Dijiste que irías al Tom Cat Club y supuse que como no llegaste a las seis ibas a llegar más tarde— Laura dijo, doblando pulcramente las bolsas vacías. —Sí bueno, he estado aquí mirando las paredes por lo menos dos horas preguntándome dónde diablos estabas. Dame eso— Tomando las bolsas de las naranjas, se volvió caminando hacia el refrigerador. —Estarás feliz de saber que ya no trabajaré más en el Tom Cat— dijo Crystal, empujando las naranjas dentro de las gavetas de abajo. —Sí, estoy feliz de escuchar eso y cuidado con esas. Quiero naranjas, no jugo de naranja— —Tuve un día pésimo en el trabajo y juro que si un retrasado más insiste en poner su maldita música de rap, le voy a empujar esa maldita gaveta del refrigerador en la garganta. Luego me voy a ver a Rick y se comporta como un verdadero imbécil entonces vengo a casa y tú no estás por ningún lado— Crystal le quitó de un tirón la mantequilla de la mano a Laura. Para molestia de Crystal, su compañera sonreía burlonamente. —¿Qué demonios es tan gracioso?— —Es agradable saber que te preocupas— Laura dijo, entregándole la botella de leche. —¿Ya comiste?— —Hice una pizza pero sabía más a la caja en la que venía. ¿Y tú?— —Todavía no. Es muy tarde ahora. Sólo comeré un bocadillo— —Pensé que ibas a preparar un pescado y arroz o algo parecido— —Robalo y arroz. Lo haré mañana por la noche. El pescado se puede guardar— Laura entregó los últimos abarrotes y separó las bolsas. —Así es que, dime qué pasó en el Tom Cat— —Oh Rick se comportó como un cabrón. Lo jodió. Odiaba trabajar para él, de cualquier manera. Tiene demasiada mala fama— Crystal metió la lata de sopa en la alacena antes de dirigirse hacia la puerta corrediza. —Voy a salir a fumar— 216
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El otoño estaba definitivamente en camino. La temperatura estaba descendiendo rápidamente, haciendo de las tardes usualmente templadas algo pasado. Un particular viento frío, provocó a Crystal que temblara y tuvo que ahuecar su mano delante del encendedor para que no se apagara la flama antes de prender su cigarrillo. Estaré bien jodida si salgo aquí en el invierno. Supongo que tendré que hacerlo en mi habitación, si quiero fumar algo de ahora en adelante. Ah maldición, qué día. Sentándose bruscamente en la silla plástica, levantó sus pies hacia arriba del barandal de hierro, cruzando sus tobillos y apoyando sólo las dos patas traseras sobre la cubierta. Estaba demasiado oscuro como para ver algo excepto las sombras oscuras provocadas por la luz de la cocina. Crystal aprovechó la oscuridad para meditar sobre los acontecimientos del día. Mañana terminaremos el séptimo piso luego no sé qué me pondrá a hacer Michael. Carajo, ¿qué pasara si ya no me necesita? Naw, él tendrá algo. Él sabe que necesito el trabajo y siempre me sonríe cuando me ve. Encontrará alguna otra cosa que yo pueda hacer. Volteo la cabeza ante el sonido del corrimiento de la puerta, Crystal observó a Laura salir hacia la cubierta. —¿Te importaría algo de compañía?— Laura se sentó sin esperar respuesta. —¿Estás segura que no quieres algo más de cenar?— —Naw, estoy bien así. Realmente, no estoy hambrienta de cualquier manera— Crystal levantó su mano libre y frotó su brazo superior. —Diablos, se está poniendo frío aquí afuera— —Eso es lo que ocurre cuando vives en el noroeste. El verano se va, el otoño llega y antes de que te des cuenta la nieve te llega hasta las caderas— —Oh, no menciones la nieve. Esa es la última cosa en que quiero pensar. Ese oxidado coche mío, no me da prácticamente nada de calor. Puedo dejar la calefacción encendida media hora en la mañana y no lograría ni despejar el parabrisas entero— Crystal buscó en la oscuridad, sintiendo el cenicero que estaba en la mesa. —Supongo que no puedo pedir mucho por quinientos dólares. Tengo suerte de que se mueva— —Jenny compro la 'cosa' por quinientos dólares también— dijo Laura. —Fue su proyecto alrededor de un año. Cada día se la pasaba jugando a ser Señorita Mecánica. Puedo pensar en cerca de doce o más coches interesantes para restaurar que esa monstruosidad anaranjada— —¿Debo tomar eso como que no te agrada esa calabaza cuadrada con ruedas?— —Es más que sólo el coche. Me he acostumbrado a eso ya, pero cuando recién lo compró tuvimos problemas, Jenny usaba el fregadero de la cocina para limpiar sus partes del motor y las herramientas no mejoraban la situación— —¿Alguna vez me contarás qué pasó entre ustedes dos o va a permanecer como un oscuro secreto?— Crystal preguntó, retirando sus pies del barandal de hierro y poniéndose derecha en su asiento. Su curiosidad era demasiada y desde que Laura lo había mencionado no pensaba dejar pasar ese tema. —Ciertamente no es un secreto pero no es algo de lo que me gusta hablar— Laura dijo. — ¿Terminaste ya tu cigarrillo? Preferiría hablar adentro en un lugar más agradable y caliente—
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Traducción: Alesita
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Después de una visita rápida al baño, Laura y Crystal se sentaron en los lados opuestos del sofá, ambas usando el brazo del sofá como respaldo. —Ok, ¿qué fue lo que pasó?— Crystal preguntó con urgencia. —Pues bien...— Laura se restregó la cara con sus manos, tomándose algunos segundos para enfocar sus pensamientos. —Tienes que entender que eso pasó hace cuatro años y medio. Para ambas, era nuestra primera relación larga y seria y pensábamos que estaríamos juntas pasara lo que pasara. Acababa de lanzar mi tercer libro y lo estaba haciendo bien en el círculo lésbico. Incluso se publicaron algunos escritos míos en las revistas principales de lesbianas. Obtenía un gran número de correos de fans y dejé que mi nueva fama se interpusiera en mi relación. El rompimiento fue mi culpa, completamente— Laura apartó la mirada. —¿Qué es lo que hiciste? La Doc parece que es de las que perdonan cualquier cosa— —Jenny es una mujer muy misericordiosa y comprensiva pero no soportó que traicionara su confianza y eso fue lo que hice— Laura contempló a Crystal. —Esto no es algo fácil de contar para mí. Amé a Jenny muchísimo y todavía lo hago. Si pudiera regresar el tiempo y cambiar lo que pasó, lo haría en un segundo— La cara de Laura reflejó la culpabilidad que sentía en su corazón. —Pero el tiempo no es algo que yo pueda ser capaz de cambiar y una vez que la confianza se destroza no puede ser restaurada— —No lo entiendo— Crystal dijo. —Tú y Jenny parecen ser de ese tipo de personas que tienen esa conexión especial de sentimientos. ¿Ustedes no trabajaron duro para solucionar las cosas y superarlo?— —Aparentemente, no— la escritora dijo tristemente. —Intentamos por alrededor de seis meses, pero simplemente no pudimos dejarlo atrás. Jenny esperó hasta después de la Navidad para finalmente tomar la decisión y mudarse— Laura negó con la cabeza tristemente. —Ya estaba bastante acabado de cualquier manera. Jenny pasaba las noches en la habitación de invitados para ese entonces— —Joder, en verdad la cagaste— —La infidelidad hace eso— Laura dijo. —Tuve un desliz con una fan mientras estaba en Colorado en un festival de escritoras lesbianas— —¿Y pensaste que la Doc no lo descubriría?— —No planeé que pasara. Bueno, supongo que en mi interior, tal vez lo hice. Sabía que Lisa estaba interesada en mí, ella me había dejado claro más de una vez que no le importaba que yo tuviera pareja. Sabía que ella iba a estar allí y no le dije una palabra a Jenny sobre ella— —Así que cuando el gato no está en casa los ratones hacen fiesta— —No fue así— Laura protestó. —Me sobraron oportunidades antes de estar con otras mujeres y nunca acepté ninguna oferta— La escritora se reclinó y pasó sus dedos por su pelo oscuro. —Esto te va a sonar un poco tonto, pero me deje conquistar por todas las atenciones y adulaciones que Lisa me daba. Trabajé por un año y medio en Los Misterios del Rayo Lunar y ahora estaba siendo 218
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recompensada por todo ese duro trabajo. Estaba en las listas de los libros más recomendables y cuando estuve en esa convención me sentí como una celebridad. Eso nunca me había ocurrido antes. Para cuando llegue al hotel Lisa estaba a mi lado, sirviéndome bebidas, sentándose a un lado de mi en cada taller, siguiéndome como un perrito— —Suena más a una zorra que a un perrito— dijo Crystal. —Así que ella quería a la gran escritora y lo logró, ¿hmm?— —No le abrí la puerta de mi hotel y le quité toda la ropa. Estuvimos allí por cinco días y no pasó nada hasta la última noche— —¿Y cómo lo descubrió la Doc? ¿Fue tu conciencia culpable?— —No. Eso es probablemente lo que le dolió más. Ella se enteró por accidente. Después de que llegué a casa de la convención, Lisa no dejaba de enviarme mails. Le dije que sólo había sido cosa de una vez y que no pasaría de nuevo, que estaba enamorada de Jenny, y todo eso. Algunas veces, tenía más de cuatro mails de ella en un día. Finalmente dejé de contestarlos esperando que entendiera el mensaje— —¿Y no lo entendió, ¿verdad?— —Oh, sí lo entendió bien. Lisa se enojó cuando no contesté sus mails y comenzó a llamar por teléfono aquí. Incluso llamé a la compañía de teléfono para cambiar mi número, pero antes de que ellos pudieran hacerlo Lisa había llamado mientras estaba fuera y dejó un mensaje muy detallado de lo que había pasado en Colorado en el contestador. Jenny llegó a casa antes que yo— —Oh, cielos— Crystal dijo, sacudiendo su cabeza. —Realmente la cagaste y bien— —Con toda seguridad lo hice, aunque no usaría esas mismas palabras para describirlo— —Por supuesto que no, Mary Poppins pero eso fue lo que hiciste— —Sí, así es. Lo jodí todo horriblemente. Debí haber sabido que algo pasaba cuando llegué a casa y de lo único que quería hablar Jenny era acerca de la convención. Había pasado ya un mes desde eso y no entendía por qué ahora quería saberlo. —Así que pretendiste que nada había pasado, ¿verdad?— —Exactamente. Entonces Jenny puso el mensaje de la máquina y yo sólo quería morirme. Después de mentirle no había manera de poder minimizar el daño que había causado el mensaje. Creo que después de que Jenny pasó todo su tiempo libre trabajando en la 'cosa' y yo me la pasé en el dormitorio escribiendo, nos distanciamos y ya no nos íbamos a la cama al mismo tiempo— Laura apartó la mirada tristemente y se limpió las lágrimas. —Pero la noche en que Jenny pasó la noche en la habitación de invitados en lugar de venir a la cama conmigo, entonces supe que se había terminado— —Eso realmente apesta— Crystal dijo quedamente. —No sé qué decir— 219
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—Realmente, nunca había hablado de esto con nadie. Peter y Michael supieron que tuvimos problemas pero ellos marcaron una línea para no meterse e involucrarse. Aun ahora, Peter sólo sabe algunos detalles de lo que sucedió— Laura negó con la cabeza. —Pero supongo que eso ya es una cosa que quedó en el pasado. Vivo aquí y Jenny vive en otro lado. Supongo que todo se solucionó de la mejor manera posible. Aún estamos muy unidas como puedes ver— —¿Quieres que regrese?— Crystal preguntó, necesitando satisfacer su curiosidad. —Lo intenté por un tiempo después de que se mudó pero ahora creo que las cosas están mejor de esta manera. Creo que la soltería me sienta bien— La morena escritora se recargó, hundiéndose más en los cojines del sofá. —Al menos eso es lo que mi lista de citas me dice— —Yeah, tampoco veo grandes romances en mi futuro— Crystal se lamentó. —¿Recuerdas esos cubos de colores cuando éramos pequeñas? ¿Los que tenían diferentes colores de cada lado y que tenías que colocar los mismos colores en un solo lado?— —El cubo de Rubik— dijo Laura. —Sí, los recuerdo— —Algunas veces me siento como uno. Como si estuviera toda enredada y nunca volveré a estar en orden otra vez— Una sonrisa traviesa apareció en sus labios. —Solía desarmar el cubo en pedazos y poner los colores correctamente— —Yo compré el libro de como armar el cubo— Laura admitió. —Apuesto también que se lo mostraste a todos tus amigos— —¿Yo?— Laura fingió inocencia. —No necesite la aprobación de nadie— La cara inocente apenas duró unos segundos antes de que se convirtiera en una sonrisa. —Todos los que tenían uno y no lo podían armar me lo traían a mí. Podía armar esos y los de la serpiente también— —Imagínate. Mis amigos me buscaban por los cigarrillos— Crystal dijo con orgullo. —Paty me enseñó cómo obtenerlos. En el boliche tenían una máquina de cigarros en la misma habitación que los videojuegos. Compraba un paquete por tres dólares y se los daba a mis amigos a veinticinco centavos por cigarrillo. De esa manera Paty yo teníamos dinero para gastar— —Ah, tú eras ese tipo de niña del que mi madre me advirtió que no me juntara— Laura dijo con una sonrisa. —Ella pensaba que manteniéndome alejada de todo lo malo llegaría a ser una correcta y estirada esposa militar como ella. Su mejor opción para tener nietos y resulté ser una escritora de novelas de misterio lesbiana con ninguna intención de ser madre— —Estoy segura que el álbum de fotos era abierto en las reuniones de madres, ¿no es así?— Crystal dijo con una sonrisa sardónica. Se enderezó fingiendo abrir un álbum. —Aquí está tu madre mostrando las fotos de tu graduación del bachillerato— La rubia fingió volver la página. —Aquí estás graduándote de la universidad. Oh, qué orgullo. Inteligencia y belleza. Apuesto que ella estaba pensando en las fotos sobre tu boda en las siguientes páginas— —Y hasta en el color de liguero y el orden de las canciones— Laura afirmó, asumiendo la misma posición y abriendo un álbum imaginario de ella. —Tenía todo planeado por años. Lo único que 220
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no predijo, fue el joven chico militar elegante para casarse conmigo. Lo mejor que pudo obtener fue una ceremonia de bendición que Jenny y yo tuvimos aquí en el jardín trasero y creo que estaba molesta porque no la dejé planear con quién me iba a comprometer. Ella vino a la ceremonia pero no tomó fotos. Debe haberse quejado de mis centros de mesa que no estaban simétricamente colocados— —Yeah, ¿No es horrible cómo no estamos de acuerdo con nuestras madres?— Crystal preguntó, pasando la página imaginaria. —La mía ni siquiera se graduó del bachillerato. Me imagino lo que ella pondría en el mío— Crystal cambió de posición ligeramente y fingió ser su madre abriendo un álbum. —Oh mira, aquí están mi Patty y Crystal con el oficial de policía inmediatamente después de que fueron atrapadas robando dulces de la farmacia de Coulson. Oh, y aquí están mis pequeños angelitos con otro agradable oficial de policía después de que tenían prohibido entrar a otra tienda por robar— —Por lo menos eras constante— Laura bromeó. —Yeah, probablemente creyó que estaríamos presas para cuando fuéramos adultas— Crystal dijo con un tono de amargura en su voz. —En la cárcel o viviendo con un borracho y con un par de niños como ella— —Eso es lo más maravilloso de ser una adulta— Laura dijo quedamente. —No tenemos que darnos la gran vida, o vivir mal según sea el caso, según las expectativas de nuestros padres. Les guste o no, estaremos en desacuerdo con nuestras madres ya sea en una cosa u otra. Mírame, probablemente no esté en la misma posición que tú, pero ciertamente no soy una devota esposa de un militar como mi madre quería. ¿Crees que estaría orgullosa por presumirme con sus amistades?— Laura negó con la cabeza. —Créeme, Mamá habla de la graduación de Bobby y a cual universidad irá pero ella evita mencionarme a mí ante sus amigos— —¿Por qué? Es decir, tú tienes una licenciatura. Y eres una escritora y todo eso— —Una escritora de novelas lesbianas de misterio— Laura aclaró. —Si ella menciona que soy una escritora, ellos querrán ir a comprar mis libros y eso es la última cosa que ella quiere que pase. Tienes que recordar que mis padres son republicanos. Ellos todavía son de los que te dicen no preguntes, esa es la regla— —Pero la vi aquí ese día. Ella parecía feliz contigo— —Oh, lo es la mayor parte— Laura dijo. —Simplemente, hay ciertas cosas de mi vida que a ella no le gustan, mi sexualidad es la número uno por supuesto. Pero no es sólo eso. A mamá le gusta el teatro, a mí no. A ella le gustan los recorridos largos y aburridos por los museos y galerías de arte. Yo prefiero ir a los bolos o jugar softbol. No soy la hija que ella imaginó que sería y eso no es siempre tan fácil para un padre de manejar. Hubo un tiempo, que ella encontraba cualquier excusa para no venir cuando Jenny y yo estábamos juntas, pero eso fue hace mucho tiempo. Pero ya lo ha superado y me ha aceptado como soy, con diferencias y todo lo demás— —Debe ser agradable— dijo Crystal, moviéndose en una posición más confortable en el sofá. — No creo que mi madre pudiera aceptarme— Pasando sus dedos por su pelo rubio rápidamente, agregó. —¿Sabes algo? Es agradable saber que tu vida tampoco es tan perfecta — 221
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Laura rió. —Ni mucho menos, Crystal. Tengo problemas como todos, sólo que yo tuve un escenario diferente. No somos tan diferentes— —Como la noche y el día, tú eres una maniática de la limpieza— —Tienes toda la razón en eso, chimenea con patas—, la escritora le regresó la broma. —Pero creo que me quedo contigo, de cualquier manera— El comentario le ganó a Laura una sonrisa completa de su compañera. —Ahora habrá algo que me gusta ver— —Yeah bueno no te acostumbres— Crystal gruñó en broma. —No quiero que te la pases a mi alrededor y arruines mi reputación— Laura tomó el control remoto de la mesita de café y encendió la televisión. —Creo que hay un juego de basquetbol esta noche. ¿Te gusta el baloncesto universitario de mujeres?— —No soy aficionada de ningún deporte pero creo que si lo veo podría verlo de vez en cuando— dijo Crystal, observando los canales que iba pasando Laura al presionar repetidamente el botón. Cuando la revoltura de imágenes se detuvo, ya estaba el juego. —Voy por algo de beber. ¿Quieres algo?— Laura preguntó mientras se levantaba. —Cerveza pero creo que ya no tengo. ¿Tienes algún refresco de cola?— —Acabo de comprar algunos. ¿Lo quieres solo o lo quieres para preparar tu bebida?— Crystal brincó fuera del sofá y se dirigió hacia las escaleras. —Me gustan mis bebidas con algo fuerte— ella dijo. —Solo tráeme un vaso, me encargaré de mezclarlo— Mientras Crystal estaba arriba, Laura fue a la cocina. ¿Cuánto puede beber a esta hora? No más de un par de bebidas, estoy segura. Tiene que trabajar en la mañana. Canturreando una melodía para a sí misma, Laura abrió la alacena y saco dos vasos. Así que estabas preocupada por mí, ¿hmm? Apuesto que es algo que no habías hecho en mucho tiempo. Laura estaba segura de que los muros que Crystal se habían levantado, se estaban desmoronando rápidamente. Cuando no tenía la intención de revelar las razones que había detrás de su rompimiento con Jenny, Laura se dio cuenta que era importante para ella ser capaz de revelarle ese secreto a Crystal si es que quería que su compañera continuara compartiendo sus cosas personales. Un vaso colorido brillante, casi escondido en la parte trasera de la alacena capto su atención. Me había olvidado completamente de este, pensó mientras lo sacaba y lo miraba detenidamente. Perfecto. Esto tiene que hacerla sonreír. Retirando el vaso que ella originalmente había escogido para Crystal, Laura llenó ambos vasos con hielo y acababa de abrir la soda cuando su compañera bajo las escaleras. —Lo siento, me tomó un minuto para encontrarlo— la rubia dijo, entrando en la cocina y destornillando la parte superior de su botella. El olor conocido que notó, le dijo a Laura la verdadera razón de por qué se había tardado tanto tiempo. —No hay problema. Estoy sorprendida de que puedas encontrar cualquier cosa en esa área de desastre. Te diste un par de golpes de marihuana cuando estabas arriba, ¿verdad? Un día de estos, no necesitaras de eso para sentirte protegida. Yo no te lastimaré. Así que, ¿qué clase de bebida va a ser esa? ¿Un poco de sabor de grano o es un licor asesino que tenías debajo de la mesa?— 222
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Crystal rió y comenzó a echar el whisky en el vaso. —Ésta es una buena manera de terminar el día, recostarse y tomar una bebida relajante— —Oh, ¿tres partes de whisky y una parte de soda?— —No te olvides el hielo, eso tiene que contar también— Crystal dijo. —Sí, tienes razón. Tres partes de Whisky, una parte soda, un parte hielo. ¿Mejor?— —Ahora lo entendiste. En realidad Crystal sólo vertió el equivalente de un trago de licor en su bebida, dándole apenas un color oscuro por el refresco de cola. Laura se preguntó si la bebida habría sido más fuerte si no hubiera bromeado con Crystal pero decidió que eso no tenía importancia. Iban a descansar sobre el sofá y observar un emocionante juego de baloncesto juntas. —Lindo vaso— —¿Te gusta?— —Es bonito. Crystal sostuvo en alto el vaso amarillo y miró las palabras brillantemente coloridas proclamando que ella debería sonreír porque alguien la quería. —Cursi, pero bonito— —Bueno, pues es verdad— Laura dijo, tomando la soda. —Te guste o no te guste, hay personas que te quieren y se preocupan por ti— —Uh huh— Crystal dijo dudosamente, tomando el vaso de Laura. —Llevaré estos a la sala— —Asegúrate de usar un posavasos— Crystal fingió estar en shock. —Ni en sueños se me hubiera olvidado eso— ella dijo. —Sí claro, te creo— dijo Laura. —Te creo tanto como si me dijeras que tienes un pantano en venta en la Florida— —Y barato también— Crystal contestó. —Te haré una oferta que no podrás rehusar— Una hora más tarde, los dos vasos vacíos yacían en posavasos sobre la mesita de café, el hielo ya hacía rato que se había derretido. El resultado favorecía hacia un equipo, las visitantes tomaron ventaja sobre el equipo de casa. Laura concentraba su atención muy a menudo en algo más importante que la televisión. El pelo de Crystal estaba algo despeinado. La mirada de Laura se movió hacia abajo, estudiando la curva delicada de la nariz de Crystal y los labios suaves y carnosos. No había duda que su compañera era hermosa pero Laura ahora se encontraba mirando a Crystal de una manera diferente que antes. Para con eso, Laura, se amonestó a sí misma. Ella es heterosexual y no está interesada. Tiene demasiado equipaje, ¿recuerdas? En ese momento el pitazo sonó deteniendo el juego y la televisión mandó a un anuncio publicitario. De reojo, Laura se dio cuenta de que era un anuncio de servicio público que promovía acerca de ayudar a prevenir el abuso de menores. Los ojos de Crystal nunca dejaron de mirar la pantalla pero aun de perfil su rostro mostraba todos sus sentimientos. Laura observó como la mandíbula de Crystal se tensaba con fuerza y sus labios se contraían. Aun estás intentando proteger a la pequeña niña que vive en 223
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ti, ¿no es así? El deseo de abrazar a Crystal crecía dentro de Laura pero la escritora permaneció quieta en su asiento. Lo más seguro es que se vaya corriendo hacia arriba. Y probablemente pensaría que le estás haciendo insinuaciones amorosas. Cuando el anuncio publicitario terminó el juego fue reanudado, Laura miró contenta que la tristeza en el rostro de Crystal desaparecía. Eso es, sólo olvídate de todo eso y disfruta el juego. —¿La chica de las Henderson es buena, ¿no te parece?— Laura preguntó. —Ella sabe jugar basquetbol, eso es seguro— Crystal contestó. —No puedo creer que haya hecho ese tiro— —¿El que se quedó girando en el aro algunos segundos antes de entrar?— —Sí— —Ese fue un buen tiro— Laura estuvo de acuerdo. —Ella estaba a pocos segundos del pitazo cuando hizo el tiro— —No van a ganar a estas alturas. Quedan sólo dos minutos de juego— —Estás en lo cierto. Estoy segura que Peter va a estar decepcionado. Él siempre les apuesta a ellas— Laura se inclinó hacia adelante y tomó el control remoto. —¿Y qué quieres hacer ahora? Creo que dan una película a las diez— —Tengo que irme a la cama— Crystal dijo antes de dar un largo bostezo. —Espero que Michael tenga algo más de trabajo para mí. Ya casi hemos terminado con la demolición— —Seguro que sí tendrá algo— Laura dijo, presionando el botón rojo y apagando la televisión. — No me había dado cuenta lo tarde que era. Vas a estar arrastrándote de sueño mañana— —Naw, estoy acostumbrada a acostarme tarde y a tener que trabajar sin haber dormido mucho— Crystal se puso de pie y se estiró como un gato, subiendo sus manos por encima de su cabeza. — ¿No te vas a acostar?— —No tengo que levantarme temprano. No, probablemente encenderé la computadora y regresaré a trabajar en mi historia sin fin— Laura se puso de pie y caminó hacia el apagador. —Necesito hacer un poco de investigación en línea para la siguiente parte— —¿Crees que mañana puedas mostrarme ese sitio del GED que mencionaste?— —Seguro. Lo buscaré esta noche y lo marcare en mis favoritos para tenerlo listo para ti— —¿Qué harás qué?— Crystal sacudió su cabeza. —No importa. Debe ser tu idioma computadorsense o algo así— Laura presionó dos interruptores, apagando las luces del cuarto y encendiendo los únicos sobre las escaleras. —Un día de éstos te mostraré, así ya no le tendrás miedo a las computadoras— —Sí, claro— Crystal dijo dudosamente. —Justo después de que me gane la lotería— 224
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Laura comenzó a subir las escaleras detrás de ella. —He escuchado que eso puede pasar si compras un boleto de vez en cuando— Cuando llegaron a la parte de arriba extendió su mano y tocó el brazo de Crystal. —Espera un minuto— Laura terminó de subir las escaleras y se paró cara a cara con su compañera. —Sólo quería darte las buenas noches— ella comenzó, deteniéndose para escoger sus palabras. —Sabes que si alguna vez quieres venir y ver la televisión conmigo, eres más que bienvenida— —Gracias— Crystal miró hacia otro lado incómoda, luego miró hacia atrás. —No quiero...— —No te preocupes por eso— Laura dijo, alejándose de la joven mujer. —Eres buena compañía y tuvimos una plática agradable— Seriamente, dudó que Crystal alguna vez haya tenido una amiga íntima con la que se pudiera relajar y solo poder hablar de todo y de nada. Probablemente a nadie más que su hermana, Laura meditó. —Buscaré el sitio del GED y lo revisaremos mañana juntas en la noche— Le dio a Crystal un apretón cariñoso en el brazo. —No te preocupes. Te haremos pasar tus estudios con éxito, lo prometo. Solía darles tutorías a mis amigos cuando estaba en la escuela y les ayudaba a subir de calificaciones— No soltando su agarre del brazo de Crystal, Laura dio un paso adelante hasta quedar a sólo centímetros de ella. —¿Te parecería bien un abrazo de buenas noches?— Sintiendo a Crystal dudar, Laura tomó la iniciativa, rodeó con sus brazos a la joven mujer. A diferencia de la primera vez que se habían abrazado, esta vez para Laura fue diferente, sintió el cuerpo femenino presionado contra su cuerpo. Crystal se sentía cálida y suave, su blusa olía ligeramente a cigarrillo. —Dulces sueños— susurró suavemente, sonriendo cuando sintió los brazos de Crystal rodeándola para corresponder al abrazo ¿Ves? Está bien poder abrirse a alguien, Laura pensó, dando un último apretón antes de dar un paso atrás. —Duerme bien— —Tú también— Crystal dijo, alcanzando la manija de la puerta. No te acuestes tan tarde— —No lo haré— Laura prometió. —Sólo tengo que encargarme de unas cosas y después me iré a la cama— Las 'cosas' de las que se tenía que encargar no eran sólo encontrar el sitio del GED sino también imprimir las diferentes pruebas de cada tema. Mientras esperaba a que cada página se imprimiera, Laura examinó las diferentes preguntas. Oh, esta fácil. Todo el mundo sabe que un triángulo con todos sus lados iguales es un equilátero. Esto será fácil para ella. Otra prueba salió de la impresora. Uf. Me olvidé de historia. No podría recordar todas esas fechas. Miró la lista impresa de las fechas de los exámenes de la localidad y sentía que Crystal podría ser capaz de pasar el examen para Primavera. Hmm, ¿seis meses para aprender tres años de bachillerato? Tal vez para el verano. La impresora hizo la última impresión antes de anunciar que el trabajo había terminado y la última hoja salió de la bandeja. Laura tomó su taza vacía y clavó los ojos en ella. Oh vaya, es demasiado tarde como para hacer otro poco de té, pensó, bajando la tasa y mirando la pantalla. Ok Laura, has pasado las dos últimas horas imprimiendo todo lo posible que se encuentra en ese sitio. Miró el casi medio fajo de hojas pulcramente apiladas al lado de la impresora. Mejor no le muestro toda esa pila de hojas a Crystal de una sola vez, sino saldrá gritando fuera de aquí. Carajo, si yo viese una pila como esta que tuviera que estudiar también saldría huyendo. Distraídamente, dio un clic sobre el icono de búsqueda, abriendo su buscador favorito. Había otra cosa que tenía que ver con su compañera que podía ser solucionada por internet y a pesar de la hora, Laura se sintió dispuesta a iniciar esa búsqueda.
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—Ok, veamos cuánta información hay por aquí— dijo mientras tecleaba las palabras 'Encontrar a personas perdidas' y dio un click sobre el botón buscar.
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PARTE 10 —Me alegro de verte —dijo Jenny mientras sujetaba la puerta. Crystal la atravesó, entrando en la oficina de la terapeuta. —¿Cómo te va, Doc? — preguntó, encaminándose hacia el sillón reclinable. —Todo bien, Crystal. Parecías estar disfrutando en el partido del sábado. ¿Dónde quieres que me siente? —Em… —Crystal echó un vistazo al sofá y después a los puffs—. No sé. —Mirando a la terapeuta, se encogió de hombros—. Donde tú quieras, supongo. —No te gusta tomar decisiones, ¿verdad? Crystal vio cómo Jenny se acomodaba en el sofá con su eterna carpeta sobre las rodillas. —¿Y de qué vamos a hablar hoy? —¿Hay algo de lo que necesites hablar? —preguntó Jenny—. La semana pasada me dijiste que no estabas segura de lo que ibas a hacer con tu trabajo en el club de striptease. ¿Has tomado alguna decisión al respecto? El rostro de Crystal mostró una sonrisa triunfante. —Oh, sí —afirmó—. No voy a volver, y Michael me ha enseñado a aplicar cemento y me ha dicho que me capacitará para usar un spray de pintura dentro de poco. —Parece que confía en tu habilidad para adaptarte a los cambios y aprender cosas nuevas—. La sonrisa de Jenny hizo que Crystal frunciera el ceño. Odiaba esa expresión, porque sabía lo que significaba. —No sé. Supongo que sí. —A mí me lo parece. Eres buena para adaptarte, ¿no? —Dímelo tú, Doc —contestó Crystal con tono aburrido. A continuación, empezó a mirarse las uñas—. Necesito el trabajo, así que tengo que aprender a hacer las cosas. No es para tanto. — Sintiéndose tensa de repente, Crystal se levantó del sillón y se dejó caer en el sueño, con la espalda contra el puff rojo—. Hago lo que tengo que hacer. —Esa es una de tus técnicas de supervivencia —puntualizó Jenny, inclinándose hacia delante hasta quedar sentada al borde del sofá—. Has aprendido a adaptarte al medio en el que te encuentras. —Ya, lo que tú digas —contestó Crystal, mirando al techo—. Hice lo necesario para salir adelante, aunque esta vez sirve para algo. Podré solicitar un empleo diciendo que sé cómo usar una pistola de clavos. Siempre es mejor que lo de que soy stripper. 227
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—Eso es cierto, pero has adquirido habilidades de todas tus experiencias, las buenas y las malas. —Todo va de lo mismo, ¿verdad, Doc? —Venga, dame un respiro. Crystal dejó a sus ojos vagar por el dentado patrón de los azulejos—. Cualquier cosa de la que hablamos nos lleva a mi sórdida niñez y a toda la mierda que me ocurrió. —Esta vez no he mencionado tu infancia para nada —señaló Jenny—. ¿Sabes lo que me dice eso? Me dice que traes algo en la cabeza. —Yo qué sé. —Ya te dije que nada de excusas ni estupideces aquí dentro—. Dejando la carpeta sobre el sofá, la terapeuta acercó el puff azul y se acomodó en él—. Puedes estarte mirando al techo toda la noche, si quieres. Genial, pensó Crystal para sí. Eres un auténtico coñazo, Doc. De acuerdo. —Se lo conté a Laura. —Sabía que Jenny esperaba una mejor explicación—. Le… le conté lo que me pasó cuando era niña. —¿Y cómo te hizo sentir eso? Crystal no necesitó girar la cabeza para sentir los ojos de la terapeuta colgados de ella. En lugar de eso, siguió mirando al techo. Con un encogimiento de hombros, utilizó su defensa habitual. —No lo sé. —"No lo sé" no es una respuesta. Inténtalo otra vez. Cuando empezaste a contárselo, ¿cómo te sentiste? —Nerviosa —admitió Crystal, estirándose para colocar sus manos detrás de la cabeza—. Cuando empecé, tenía miedo de que se asustara y no volviera a hablarme o algo así. —Y cuando te diste cuenta de que eso no iba a pasar… Crystal tragó saliva, deseando haberse preparado algo de beber al llegar. —Me sentí… no sé, bien, supongo. No me miró de forma rara ni nada. Al menos, eso creo. En realidad no la miré mucho mientras hablaba. —En ese momento, dirigió la vista hacia Jenny, recordando lo que Laura le había contado de su ruptura—. Ella también me contó cosas. —Crystal se detuvo por un momento—. Supongo que eso también me hizo sentir bien. —¿Cómo te sentiste al compartir tu historia con otra persona? Crystal miró al techo una vez más. —Al principio me dio miedo. El corazón me latía muy deprisa, como si me preocupara que él fuera a entrar en la habitación y a sorprenderme hablando del tema con otra persona. — 228
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Aspirando profundamente, intentó ordenar sus pensamientos—. Ella simplemente me dejó hablar y hablar, sin importarle lo estúpida que pudiera parecer. ¿Sabes qué fue lo mejor? —¿Qué? —Que me creyó. —Crystal se desperezó de nuevo, apoyando el codo en el puff sin dejar de mirar a Jenny—. Laura me creyó, sin importar lo que le dije o cómo lo dije. —A medida que empieces a llenar tu vida de gente buena, descubrirás que hay muchos en quienes puedes confiar. Amigos que creerán cualquier cosa que les digas y no te juzgarán nunca. Esos son los que necesitas. No gente tóxica. —Quieres decir mis viejos amigos. —Los amigos cambian a medida que creces, y crecer no es algo que ocurre cuando cumples dieciocho y te conviertes en un adulto legal. A lo largo de tu vida, descubrirás qué son lo que yo llamo los amigos especiales. —Como Laura —dijo Crystal—. Después de nuestra charla, siento que puedo contarle casi cualquier cosa. —Es bueno construir una confianza en otra persona, ¿verdad? —le preguntó Jenny. —Estuvo bien eso de decir la verdad sobre lo que sucedió. —Lo único que deseaba Crystal era ofrecer un poco de sí y sintió que las palabras acerca de la confianza acudían a su mente. Para su sorpresa, Jenny tenía otra idea. —Y cada vez que cuentas tu historia a otra persona, te quitas un poco de peso de los hombros. Disminuyes el poder que tiene sobre ti. —No tiene ningún poder sobre mí. Yo estoy al mando —protestó Crystal. —Eso crees, ¿verdad? —Una mueca de asombro fue su única respuesta—. ¿Cuándo fue la última vez que te subiste en un ascensor con un hombre sin sufrir un ataque de pánico? ¿Cuándo fue la última vez que dormiste bien sin emborracharte o drogarte antes? Ni siquiera hemos empezado a estudiar si sufres alguna disfunción sexual. —Esas palabras golpearon a Crystal y supo que lo estaba reflejando en su rostro. Frunció el ceño y apartó la mirada, pero su terapeuta y amiga no pareció darse por aludida—. No has estado al mando de nada, excepto de aislar tus sentimientos a toda costa. Tanto si lo admites como si no, actúas y reaccionas en base a tus experiencias y no podrás seguir adelante hasta que superes tu pasado. Crystal, quería proponerte que te unas a un grupo que viene aquí los martes por la tarde. —¿Un grupo? —¿De qué coño me estás hablando? Incorporándose hasta quedar cara a cara con Jenny, Crystal otorgó a la terapeuta toda su atención. —Hay un grupo de mujeres que se reúnen aquí todas las semanas para hablar acerca de sus sentimientos y experiencias. Es para supervivientes de violaciones y abusos sexuales. 229
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—Estás de coña. ¿Sentarme en una habitación con un montón de extrañas para contarles lo que me pasó? —Crystal meneó la cabeza enérgicamente—. Ni hablar. —¿Qué es lo que te da miedo? —le preguntó Jenny—. Cada una de ellas es una superviviente, igual que tú. —Sería más probable encontrar una bola de nieve en el infierno, Doc. No pienso hacerlo. —Podrías simplemente sentarte y escuchar. No estás obligada a decir nada. Lo único que debes saber es que el grupo tiene las mismas reglas que nuestras sesiones. Nada de drogas ni alcohol antes de ir. Muchas de esas mujeres están también en fase de desintoxicación. —Jenny se levantó y fue hasta el sofá, recogiendo su carpeta antes de sentarse sobre un almohadón de cuero. Los ojos de Crystal no se despegaron de ella ni un momento al tiempo que se preguntaba qué es lo que se proponía la terapeuta con todo aquello. Acto seguido, obtuvo su respuesta—. ¿Te acuerdas de lo que escribiste en tu diario… —Jenny echó un vistazo al cuaderno y comprobó la fecha— … el viernes por la noche? Los ojos de Crystal se abrieron como platos al intentar recordar. El diario se había convertido en su ritual nocturno mientras se fumaba el último cigarrillo antes de irse a la cama. A menudo olvidaba que, eventualmente, Jenny iba a leerlo y dejó vagar su mente por los pensamientos y sentimientos transcritos al papel por su propia mano. —Yo em… intento no pensar que vas a leer lo que escribo. —Soy consciente de eso —dijo Jenny—. Aquí dices cosas muy intensas, pero lo que entresaco una y otra vez de tus palabras es tu necesidad de sentir que formas parte de algo. —¿Qué? —Sin pensarlo, Crystal se incorporó hasta tomar el lugar que Jenny había ocupado antes en el puff azul, cerca del sofá—. Yo nunca he dicho eso. —¿Ah, no? —Jenny señaló un punto de la hoja con el dedo—. Justo aquí, y cito textualmente: ―Siento que estoy de visita en este mundo y luego vuelvo al mío…" —Unas páginas más adelante—. Este día escribiste bastante. Deja que lo encuentre… ah, sí, aquí está. Dices que ―siento que estoy desmoronándome y que nadie puede volver a juntar todas las piezas. Nadie me entiende". —Lo único que Crystal pudo hacer fue asentir ante la gran verdad que reflejaban sus palabras—. Quiero que des el siguiente paso, Crystal —afirmó Jenny en voz baja. —Lo pensaré —respondió ella, acodándose sobre sus propias rodillas—. También estoy estudiando para el GED por las noches, así que ya veré. —¿En serio? No me lo habías contado. ¿Cuándo empezaste? —Laura encontró una página web con toda la información y esas cosas. Me imprimió los cuestionarios y me ha obligado a hacerlos para que podamos hacernos una idea de lo que necesito aprender —dijo Crystal con evidente emoción—. Me va mejor de lo que ella creía. —¿Laura te está ayudando? 230
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—Sí. Hace de profesora, corrigiéndome los exámenes y eso. —Crystal intentó descubrir el significado de la expresión de Jenny, pero antes de lograrlo la terapeuta se levantó y ocupó el puff que quedaba vacante. —Eso está muy bien —dijo Jenny—. Es un paso en la dirección correcta. Deberías considerar escribir sobre ello en tu diario nocturno. Hasta ahora no habías mencionado nada. —Lo escribí al principio de la noche pasada, pero aún no has tenido oportunidad de leerlo —dijo Crystal—. Estaba cabreada porque no era capaz de recordar todas las fórmulas que Laura insiste en meterme en la cabeza. —Meneó la cabeza y continuó—. No sé, Doc. Unas veces creo que puedo hacerlo y otras que soy una idiota incapaz de aprender una palabra. —Es muy común tener dudas acerca de uno mismo, especialmente con algo que supone una meta tan difícil. Yo también dudaba de mí cuando estaba en la escuela. —¿En serio? —Pues claro. Todo el mundo tiene dudas, Crystal. El objetivo es enfrentarlas y seguir adelante. Si fallas una vez, no des por hecho que siempre lo harás. ¿Te acuerdas de cuando hablamos acerca de aprender de las experiencias pasadas? ¿De los fracasos además de los éxitos? —Sí, lo recuerdo —admitió Crystal a regañadientes—. Siento como si fuera en veinte direcciones diferentes y no supiera cuál escoger. —Y cuando te sientes así, ¿qué haces? —¿Aparte de buscar el bar más cercano o mi pipa? —bromeó Crystal, aunque sólo a medias—. No sé. Supongo que hablo contigo o con Laura. —Te sugiero que hagas menos lo primero y más lo último. —Creía que no ibas a martirizarme con lo de mi afición por la bebida —aventuró Crystal al tiempo que se preparaba mentalmente para el sermón. —Y no voy a hacerlo… aún —afirmó Jenny—. Era sólo una sugerencia, como lo del grupo de los martes. —No. Lo que menos necesito es sentarme con un montón de mujeres que lo único que hacen es hablar de sus desgracias personales. —Estoy casi segura de que no te matará —dijo Jenny—. Te prometo que no tienes que decir nada si no quieres, pero de verdad te recomiendo que vayas, al menos una vez. Tan sólo inténtalo. Crystal farfulló algo para sus adentros deseando dejar el tema de una vez, pero sin parecer que había sido derrotada.—Dejemos el tema por ahora. ¿Te apetece hablar de tu diario? —En realidad no, pero me da que lo que yo quiera no importa, ¿no? —dijo Crystal, arrellanándose en el puff hasta encontrar una posición cómoda. 231
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—Esa es la actitud que a mí me gusta —respondió Jenny sarcásticamente—. A ver, el jueves te extendiste de lo lindo con tu décimo cumpleaños. ¿Por qué no empezamos por ahí?
********* Al volver a casa, Crystal se encontró a Laura en la cocina, rodeada de olores que le hicieron la boca agua. —Hola. Eso huele genial —afirmó al tiempo que colgaba sus llaves en el ganchito adecuado. No hacía mucho que habían tenido otra charla acerca del uso apropiado que debe darse a la mesita de un recibidor. A continuación, entró en la cocina balanceando su bolsa con una mano. —Dame otros cinco minutos y estará todo listo —respondió Laura cerrando la puerta del horno—. He pensado que el pan de ajo sería más apropiado que las galletas. —Por mí no hay problema. —Crystal puso su bolsa encima del mostrador y rebuscó dentro, sacando una botella de cerveza—. Chica, menudo día. Me llevó horas descubrir dónde estaban los cargadores de los taladros inalámbricos y he tenido una sesión infernal con Jenny hace un rato. —¿Cómo te ha ido? —Laura alargó la mano para tirar la chapa de la botella y señaló la mesa de la cocina—. Vamos a sentarnos mientras esperamos. —Ha sido brutal —afirmó Crystal con un suspiro, acomodándose en la silla acolchada—. Quiere que me una a un grupo de mujeres que van, se sientan y hablan sobre lo que les ha pasado en la vida. —Bueno, si ella piensa que podría ayudarte… —¿Cómo va a ayudarme eso? Con escucharlas sólo conseguiré acordarme de lo mío y, ¿qué tiene eso de bueno? —Negando con la cabeza, Crystal se llevó la botella a los labios—. Estoy intentando olvidar lo que me pasó, no revivirlo —dijo antes de echar tres o cuatro tragos—. Y eso no es lo peor. No dejó de hablar de algunas cosas que escribí en mi diario—. Al levantar la vista, advirtió la mirada paciente de Laura—. A veces, cuando escribo, se me olvida que alguien va a leerlo. Puse un montón de cosas acerca de cómo me sentía cuando era una cría y quiso repasarlo a conciencia. —Quiso que tú lo repasaras a conciencia, querrás decir —afirmó Laura. Crystal asintió, sorprendiéndose cuando su compañera de piso le agarró la mano que tenía sobre la mesa—. No bromea cuando dice que hablar sobre ello te ayudará a sentirte mejor. Crystal siguió con los ojos clavados en la mano que cubría la suya. —Tal vez, pero no es algo con lo que me sienta cómoda, ¿sabes? —En ese momento, apartó la mano y rodeó el cuello de su botella con los dedos—. En un momento dado, casi me ha hecho llorar. Incluso agarré una de esas pelotas de esponja y la tiré contra la pared, ¿te lo puedes creer? —Meneando la cabeza una vez más, Crystal tomó otro trago—. La próxima vez me pondrá a darle puñetazos a un saco de boxeo y querrá hablar con ―la niña que hay dentro de mí" o alguna estupidez semejante. 232
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Laura se levantó y se inclinó hasta que sus labios casi rozaron la oreja de Crystal. —Si algo ayuda, no es una estupidez —dijo—. Voy a echarle un vistazo al pollo. La escritora dio media vuelta y fue hasta el horno, dejando a Crystal a solas con sus pensamientos. Si algo ayuda, no es una estupidez, ¿eh? Bonito, Laura, muy bonito. ¿Sabes que a veces hablas como ella? Crystal miró a la mujer que le daba la espalda. A veces, y otras eres simplemente como una vieja amiga a la que puedo contar cualquier cosa con confianza. Crystal estaba tan perdida en su interior que ni siquiera escuchó el primer timbrazo del teléfono. —¿Puedes cogerlo? —dijo Laura—. Yo estoy con el pan tostado. —Claro. —A pesar de que nunca había usado el teléfono, sólo le llevó un segundo localizar de dónde venía el sonido y contestar—. ¿Hola? —¿Laura? —Em… no… soy su compañera de piso. —Crystal apenas era capaz de oír la voz masculina entre todo el ruido de fondo—. ¿Quién es? —¿Está ahí? Soy su hermano Bobby. Necesito hablar con ella en seguida. —En ese momento, Crystal se dio cuenta de que el ruido de fondo era el del sistema de intercomunicación de un hospital. —Sí, espera un segundo —exclamó cerca del auricular—. Laura, creo que es tu hermano. Será mejor que te pongas. Laura depositó el pan tostado en la rejilla para que se enfriara y se limpió las manos con un trapo de cocina. —¿Es Bobby? —Creo que sí. —Al entregarle el teléfono, Crystal se vio invadida por una sensación de temor. Lo único que podía hacer era contemplar con impotencia cómo Laura contestaba la llamada. —¿Sí? ¿Bobby? Habla más alto, no te oigo bien. ¿Dónde estás? —La súbita palidez del rostro de Laura confirmó las sospechas de Crystal—. ¿Qué ha pasado? ¿Qué? Espera, no te oigo. —Tan sólo hubo una pausa momentánea—. Bobby, quédate ahí. Yo voy de camino. No, no llames a la familia. Yo lo haré si es necesario. Sí, tú quédate donde estás. Ya voy. Laura dejó el teléfono sobre la mesa y se agarró con ambas manos al borde del mostrador. —¿Es tu madre? —preguntó Crystal. Laura asintió, haciendo grandes esfuerzos por mantener la compostura.
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—Yo em… ella… mi hermano no está seguro de lo que ha pasado. —Acto seguido, sacudió la cabeza—. Tengo que irme. —¿Quieres que te lleve? —se ofreció Crystal colocando el auricular del teléfono en su lugar—. No creo que debas conducir estando así. —Están en el Centro Médico. —Cerca de la circunvalación. Ya sé dónde es. —Crystal echó un vistazo al horno para asegurarse de que estaba apagado—. Cogeré las llaves. —Espera. —Laura se enderezó y agarró sus propias llaves del gancho—. Vamos en el Jeep. —Buena idea, al menos ése es legal —dijo Crystal quitándole las llaves a Laura de las manos. Joder, su madre está enferma. ¿Qué se supone que debo hacer? Rodeando con vacilación la espalda de Laura con su brazo, le dio un leve apretón de ánimo—. Todo irá bien, Laura. Para su sorpresa, se vio de repente enterrada en un firme abrazo, con los brazos de Laura rodeando su cuerpo. —No sé qué hacer. —Las palabras de la angustiada mujer surgieron apenas como un susurro—. Cuando papá… mamá se ocupó de todo. —Shhh… Vayamos allí y a ver qué está pasando, ¿vale? —Crystal guio a Laura hacia la puerta. Llamaré a Jenny desde el hospital. Ella sabrá qué hacer. Yo no soy buena en esto de consolar a la gente. Pero Jenny no estaba allí en aquel momento. Sólo ella y Laura. No puedo dejar que pase por esto ella sola. Sin saber bien qué decir, Crystal permaneció en silencio hasta que llegaron al Jeep. Una vez que Laura ocupó el asiento del copiloto, Crystal se puso al volante—. Bueno, esto va a ser interesante. Nunca había conducido un coche como este. —¿Crystal? —¿Sí? —No me importa si corres esta vez —afirmó Laura en voz baja. —Te llevaré allí lo más deprisa que pueda —le prometió Crystal, haciendo girar la llave y sonriendo cuando el motor rugió lleno de vida. Debe estar bien eso de no preocuparse de si el maldito cacharro querrá arrancar cada vez que te subes, pensó para sí mientras sacaba el Jeep del aparcamiento y tomaba rumbo hacia el Centro Médico. A Crystal le llevó unos minutos maniobrar entre el tráfico para alcanzar la rampa de entrada a la carretera de circunvalación. —Si vamos por aquí, nos ahorraremos al menos diez minutos por el tráfico —anunció, esperando una respuesta de Laura que nunca llegó. Bueno, supongo que puedo ir por la autopista, ya que no hay objeciones. A medida que hacían la curva de la carretera, Crystal pisó con más fuerza el acelerador, extrañándose de la velocidad que aquel modelo antiguo era capaz de alcanzar—. 234
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¿Quieres que ponga la radio? —Apartó la vista de la carretera a tiempo de ver el gesto negativo de Laura—. ¿Quieres hablar? —¿Sobre qué? —Cualquier cosa —dijo Crystal encogiéndose de hombros—. No importa. El tema que te apetezca. —Ahora mismo sólo puedo pensar en mi madre. —Genial. Cuéntame una historia sobre tu madre y tú. —Crystal echó un vistazo al retrovisor lateral antes de invadir el carril izquierdo y adelantar a una caravana—. La que sea. —Me acuerdo de cuando me caí de la bici y me rompí un brazo. Llegué a casa y mamá, sólo con echarme un vistazo, supo que algo iba mal. No tuve que decir ni una palabra. —Laura sorbió por la nariz y se sacó un pañuelo del bolsillo—. Siempre sabía cuándo uno de nosotros se había hecho daño. —¿En serio? —Eso es, Laura. Sigue hablando. No pienses sobre lo que vas a encontrarte en ese hospital. Crystal sólo escuchaba a medias, dirigiendo la mayor parte de su atención al tráfico que las rodeaba. Iba por lo menos a 30 kilómetros por hora sobre el límite de velocidad, pero su salida estaba aún muy lejos. Rezando en silencio para que los polis estuvieran más interesados en los donuts que en los infractores, Crystal asumió el riesgo y aplastó el pedal con más fuerza. Por suerte para todos, los policías no advirtieron el Jeep. Crystal se las arregló incluso para encontrar un hueco cerca de la entrada de emergencias del hospital. Apenas había apagado el motor cuando Laura saltó del vehículo y corrió hacia la puerta. —¡Eh, espérame! —gritó Crystal, liberándose del cinturón de seguridad y echando a correr detrás de Laura. Bobby Taylor, de dieciocho años de edad, estaba sentado en una de las sillas naranjas de la sala de espera, contemplando el suelo con aire taciturno. Llevaba el cabello rubio alborotado y, cuando levantó la vista y vio a su hermana, Crystal advirtió que tenía los ojos enrojecidos. Mierda, eso no es buena señal, pensó para sí, apartándose cuando los hermanos se fundieron en un abrazo. —¿Qué ha pasado? —dijo Laura, sin soltar para nada al chico—. ¿Ha tenido un infarto? —No lo sé. Los médicos están dentro con ella. No puedo creer que esto esté pasando —dijo—. Hemos desayunado juntos y todo parecía ir bien. Bueno, estaba un poco cansada, pero nada fuera de lo normal. —Bobby volvió a sentarse. Laura, por su parte, se acomodó junto a él e indicó a Crystal que ocupara el asiento libre junto a ella. —¿Te pidió ella que la trajeras aquí? Bobby negó con la cabeza.
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—No. Pensé llevarla a Saint Thomas, pero el tipo de la ambulancia dijo que el Centro Médico estaba más cerca. Me alegro de que estés aquí, hermanita. No sé contestar ni a la mitad de las preguntas de los formularios. —No te preocupes por eso. Yo me encargo —le aseguró Laura—. Sigue contándome. ¿qué pasó? —Dijo que estaba cansada y que quería echarse un rato antes de que empezaran las noticias. Fui a despertarla a las seis más o menos y la vi… como desmoronada en la cama. No entendía lo que decía, así que llamé a Emergencias. —Lo hiciste muy bien —dijo Laura rodeando los hombros del joven con su brazo—. ¿Ha dicho algo el médico? —Me preguntó que si yo era el único familiar, me hizo firmar unos formularios y volvió a entrar. Le dije que venías de camino. En ese momento, Crystal vio una oportunidad de ayudar. —Laura, ¿quieres que le diga al médico que estás aquí? —Será mejor que vaya yo —respondió la escritora poniéndose en pie—. ¿Puedes quedarte aquí con Bobby? —Claro —dijo Crystal—. ¿Seguro que quieres hacerlo? ¿Quieres que llame a Jenny? —No hasta que sepa qué está pasando —dijo Laura—. Volveré enseguida. Cuando Laura abandonó la habitación, Crystal se levantó. —Voy a salir un momento. —Voy contigo —afirmó Bobby—. Ya llevo dos horas metido aquí. Me vendrá bien un poco de aire fresco. —Al levantarse, quedó patente que era como diez centímetros más alto que ella. —El aire fresco no sé, pero yo voy a fumarme un cigarrillo —dijo. —¿Te sobra alguno? —preguntó él—. Me he dejado los míos en casa y te juro que ahora mismo me apetece mucho. —¿Sabe Laura que fumas? —No. Y mamá tampoco, a no ser que no me lo haya dicho. —Presionó el botón para abrir las puertas corredizas—. Por favor, dime que fumas mentolados. —Mentolado Light. —Laura rebuscó en su bolsillo y sacó un paquete arrugado. Laura sabe que fumas, lo creas o no, pensó para sí, acordándose de la conversación que había tenido con la escritora el día de la fiesta de graduación de Bobby. Qué demonios. Tiene dieciocho años. Si quiere fumar, esto no se lo va a impedir—. Sírvete —le dijo, alargándole el paquete. 236
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Bobby agarró el cigarrillo y se sacó un mechero del bolsillo. —Gracias. —Chasqueó el encendedor y esperó a que Crystal encendiese el suyo antes de imitarla—. Oh, eso está mejor —dijo mientras exhalaba—. Estaba a punto de volverme loco ahí dentro yo solo. —Me lo imagino. Hace un par de años unas amigas y yo íbamos de bares y el tío que conducía tuvo un accidente. Estuvimos en el hospital como seis horas. —Aquella había sido la única experiencia adulta de Crystal con los hospitales, y en su mayor parte la recordaba tras una nube de alcohol—. Sólo se rompió una muñeca. —Debí haber traído el bolso de mamá —dijo mientras se dirigía hacia el muro decorativo que delineaba el jardín del hospital. Crystal le siguió y se sentó a pocos centímetros de él. —En momentos como ese, uno no se acuerda de esas cosas. —En cualquier caso, debí hacerlo. —Bobby se quedó con la mirada perdida hacia el aparcamiento—. Cuando llegué, querían su tarjeta del seguro y también saber si era alérgica a algo. Yo no sé nada de eso. —Dio una calada larga, encendiendo el extremo de su cigarrillo de un naranja brillante—. Soy el hombre de la familia y no tengo ni idea de qué hacer. —¿Ya había ocurrido algo así antes? Bobby negó con la cabeza. Las lámparas de sodio apenas dejaban entrever su perfil. —Cuando papá tuvo el infarto no había nadie en casa. Laura estaba en la Universidad y yo en la escuela. Mamá nos dijo que ella llegó de la compra y se lo encontró en la silla. —Bobby siguió con la mirada fija en la nada—. Laura ya estaba en camino para cuando yo me enteré de lo que pasaba. Entre las dos se ocuparon de todo. —En esa época tú eras muy joven, ¿no? —le preguntó la chica. —Tenía once años. Pero estaba tan cabreado que me pasé la mayor parte del tiempo llorando. — Lanzó el cigarrillo a medio consumir describiendo una parábola hacia la oscuridad—. Supongo que me hice a la idea de que ellas dos siempre estarían ahí para hacerse cargo de todo. Mírame. Mi madre se está muriendo y yo tengo que pedir ayuda a mi hermana por teléfono. —Tú no sabes si se está muriendo —dijo Crystal, aunque por lo poco que sabía, el chico no iba desencaminado—. Y sí te ocupaste de tu madre. Fuiste tú quien llamó a la ambulancia. —Escuchó un sollozo ahogado e instintivamente se acercó un poco más a Bobby—. ¿Y si no hubieras estado allí? —Lo único que Crystal recibió como respuesta fue otro sollozo—. Yo sé lo que es tener una hermana mayor. —¿Ah, sí? —Sí. —Crystal arrojó su cigarrillo al suelo y contempló cómo se quemaba lentamente—. Solía depender siempre de ella en todo, pero un día se marchó y tuve que cuidar de mí misma. Sé lo que se siente. —¿Por qué le estoy contando todo esto? Al echar un vistazo al muchacho, Crystal 237
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obtuvo su respuesta. Porque sé cómo se siente en este momento y es el hermano de Laura. Cuando ella se había sentido sola y asustada, no había nadie para echarle una mano—. Te comprendo —dijo en voz baja—. ¿Quieres otro? —Ahora no, gracias —contestó alejándose del muro. Crystal hizo lo mismo y comenzó a caminar con él de vuelta al hospital. Tanteando su bolsillo, calculó mentalmente cuántos cigarrillos le quedaban. Como medio paquete. Tomó la determinación de que seguramente él no fumaba mucho más que ella, sacó cuatro cigarrillos y se los alargó—. Toma. Por si te apetece uno más tarde. —Sonrió al ver que él no despreciaba la oferta—. Pero no le digas a tu hermana que te los he dado yo —añadió. —Ni de coña —dijo, metiéndose los cigarrillos en el bolsillo de la camisa—. Gracias. Crystal asintió y fue tras él recorriendo el pasillo de entrada. Al girar en la esquina, vio que Laura estaba en el recibidor hablando con un hombre que, asumió, era el médico. Cuando Bobby les vio, recorrió el resto del camino a la carrera para alcanzarles. Será mejor que espere aquí, pensó la chica para sí, deteniéndose junto a la puerta de la sala que habían ocupado antes. Estaba a punto de entrar cuando vio que Laura y Bobby iban hacia ella. Espero que tengan buenas noticias. —¿Cómo está? —La van a ingresar —dijo Laura—. Vamos a hablar aquí dentro. Los tres se sentaron en una de las esquinas de la sala de espera, colocando sus sillas en forma de triángulo. En cuanto se sentó, Crystal pudo advertir cómo se producía un cambio en Laura. La mujer de pelo oscuro se sentó muy erguida y su rostro no dejaba entrever emoción alguna. Cuando habló, lo hizo con un tono perfectamente controlado. —Van a llamar a un cardiólogo. —¿Ha tenido un infarto? —preguntó Bobby, inclinándose hacia delante. —No —contestó su hermana—. El doctor Stevens dice que ha sido un edema pulmonar. Estaba llena de líquido. La tienen en Vigilancia Intensiva y me ha dicho que deberá quedarse unos días. —Laura echó un vistazo a su alrededor y después miró a Bobby—. ¿Has traído el bolso de mamá? —No —dijo él—. No se me ocurrió. El único número que me sé de memoria es el tuyo. Laura se levantó y fue hasta la mesita cubierta de revistas. —Tenemos que llamar a la tía Elaine y al médico de mamá. Seguro que tiene su nombre y su número en la agenda. —A medida que hablaba, las manos de Laura iban acomodando perfectamente la montaña de revistas—. Necesito sus papeles. Están en el cajón de arriba del mueble del estudio. Ahí es donde guarda mamá todo lo del seguro y la documentación importante. —Iré a buscarlos —dijo Bobby—. ¿Me puedo llevar tu coche? He venido en la ambulancia con mamá. 238
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—¿Estás seguro de que serás capaz? —preguntó Crystal, atreviéndose a hablar por primera vez en un buen rato—. Puedo llevarte yo, si te es más cómodo. Laura cesó sus movimientos compulsivos un momento y les miró a los dos. —Buena idea. Bobby, así podrás traer el coche de mamá y Crystal te seguirá con el mío. Te haré una lista de las cosas que tienes que traer. —Volvió a echar un vistazo a su alrededor—. Necesito papel… Crystal, hay una agenda en mi guantera. ¿Te importa traérmela, por favor? —Claro. —Con tal de resultar útil… Crystal se levantó y palpó su bolsillo para asegurarse de que las llaves seguían allí—. En seguida vuelvo. Salir a la calle permitió a Crystal el tan necesitado tiempo que requería para pensar. A pesar de que no sabía gran cosa sobre lo que le pasaba a la madre de Laura, suponía que era algo serio y que los siguientes días serían una auténtica locura. Seguramente querrá llamar a Jenny para que esté con ella. Es mucho mejor que yo para estas cosas. Cuando llegó al coche, Crystal abrió los seguros y encontró rápidamente la agenda. Será mejor que me asegure de que tiene un boli, por si necesita escribir algo. Abrió el broche y abrió la agenda, para descubrir que allí había tanto un lápiz como un bolígrafo, cada uno en su compartimiento. Debí haberlo supuesto, tratándose de ella. Cuando iba a cerrar la guantera, descubrió un rollo de monedas pequeñas. Podría necesitarlas para el teléfono o para sacar café de la máquina. Tras meterse el rollo en el bolsillo, Crystal cerró el coche y emprendió el camino de regreso al hospital. Al llegar, encontró a Laura y Bobby en la sala de espera. Con un vistazo rápido, vio que todas las revistas de la sala estaban en pilas perfectamente distribuidas y colocadas en varias de las mesas. —Ya la tengo —dijo, mostrando la agenda—. También te he traído unas monedas que tenías ahí por si las necesitas. —Buena idea —convino Laura alcanzando la agenda y el cambio. La escritora abrió el cuadernillo inmediatamente y empezó a pasar páginas—. Tengo que llamar a la hermana de mamá y contarle lo que ha pasado. También debería ir a cancelar la entrega del periódico mientras ella esté aquí. — Se detuvo un momento para frotarse los ojos—. Hay mucho que hacer. Alguien debe encargarse de Bobby y de la casa. —Yo puedo cuidarme solo —protestó el adolescente—. Puedo recoger el periódico por las mañanas y también el correo. —Déjale ayudar —imploró Crystal en voz baja—. Tú ya tienes bastantes cosas que hacer. —No, él no debería hacerlo. Yo puedo encargarme de todo —dijo Laura, encontrando la página que andaba buscando—. Será mejor que empiece a hacer llamadas. —Le llevaré a casa y volveremos lo antes posible, ¿de acuerdo? —preguntó Crystal. ¿O quieres que nos quedemos hasta que llegue Jenny? —No, iros ya. Yo estaré bien. 239
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A pesar de la confianza que mostraba la voz de Laura, Crystal no le daba plena credibilidad. Pensó insistir por un momento, pero al final asintió con la cabeza. —Como quieras. No tardaremos mucho. El trío caminó hasta el recibidor, deteniéndose en el momento en que Laura alcanzaba el teléfono de monedas. Sin estar muy segura del por qué, Crystal alargó la mano y dio un leve apretón al hombro de Laura. A continuación de acercó a ella y susurró al oído de la escritora. —No tardaremos. Entonces, sintió una mano aferrando la suya. —Gracias —dijo Laura—. Muchas gracias. —No me las des. Para eso están los amigos, ¿no? —preguntó Crystal, apretándole el hombro una última vez antes de dirigirle un gesto a Bobby—. ¿Estás listo? —Sí. Oh, espera. —Se tanteó los bolsillos y frunció el ceño—. Con las prisas se me olvidó coger las llaves. —La del anillo verde es la de la entrada —dijo Laura—. Nunca devolví mi llave cuando salí de la escuela. —La mujer de cabello oscuro se giró y empezó a echar monedas en el teléfono—. Que no se os olviden los papeles del cajón. —Tranquila —dijo Crystal, dándose media vuelta y echando a andar por el pasillo detrás de Bobby.
********* El paseo hasta el aparcamiento fue silencioso, excepto en el momento en que Crystal indicó dónde estaba el Jeep. Una vez dentro y con el motor en marcha, sacó un cigarrillo y lo encendió. —Parece que el otoño ha llegado pronto este año, ¿eh? —Así es —contestó Bobby—. Será mejor que saque mi chaqueta de deportes lo antes posible. —¿En qué deporte te la dieron? —preguntó, sin perder de vista el tráfico, mientras salían del aparcamiento—. ¿Por dónde voy? —A la izquierda. Fue en atletismo, igual que Laura. Crystal fue hacia donde él le había indicado y pronto se encontraron rodeados de coches. —No sabía que le gustaban los deportes.
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—La verdad es que no creo que le importara mucho entrar en el equipo universitario. Es una de esas cosas que hizo porque sus amigas también lo hacían. —¿Y tú también lo hiciste por eso? —Pues… no soy un genio como Laura. Ella sacaba sobresalientes todo el tiempo. Yo me conformaba con que me dieran una beca de atletismo. Pasé sin pena ni gloria. ¿Y tú? Al ver las gotas que empezaban a formarse en el cristal, Crystal puso en marcha los limpiaparabrisas. —Em… yo no terminé el instituto. —Oh —dijo él—. No lo sabía. Un coñazo mayúsculo, ¿no? —Algo así —contestó ella antes de darle una buena calada a su cigarrillo—. Nunca fue del tipo de gente que sigue las reglas. Bobby soltó una risotada. —Tiene gracia que te lleves tan bien con mi hermana. —Ya… —Crystal no estaba segura de cuánto sabía el chico sobre la vida de su hermana—. Sólo somos compañeras de piso. —¿Sabes? Así es como mamá solía llamarlas cuando yo era pequeño. Como si no fuera capaz de entender que mi hermana es gay. —Bobby rió de nuevo—. Me quería hacer creer que tan sólo vivían juntas y que la traía a casa cada vez que venía. Fue más o menos cuando tenía quince años… las vi pelearse y les dije que se besaran e hicieran las paces. Parecía que Laura se había tragado un chile y Jenny simplemente se empezó a reír a carcajadas de ella. —Suspiró y apoyó la cabeza contra la ventanilla—. A veces creo que Laura todavía me ve como a un crío. En ese momento, rebuscó en su bolsillo y sacó uno de los cigarrillos que Crystal le había dado antes. Ella, por su parte, empezó a plantearse la idea de corregirle una vez más acerca de la naturaleza de su relación con Laura, pero decidió que, por el momento, no tenía mayor importancia. —¿Tengo que girar en algún sitio? —Pasa otras tres farolas y a la derecha. —Dirigiéndose a un lado de la carretera, Crystal siguió las indicaciones, girando y girando hasta que Bobby señaló una de las casas en lo más alto de la colina—. Esa es. Puedes aparcar en el camino de acceso, pero no tapes el garaje. Mi coche necesita un embrague nuevo, pero el de mamá va bien. Tras entregarle las llaves a Bobby, Crystal le siguió al interior de la vieja casona. Se detuvo justo en la entrada, echando un vistazo a la multitud de fotografías enmarcadas que cubrían las paredes. En lo que supuso era un retrato de la escuela, contempló a una Joven Laura con coletas y tirantes sonriéndole. Pasó de una foto a otra, viendo, conforme pasaban los años, cómo Laura se 241
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transformaba de una jovencita marimacho a una auténtica belleza de instituto, para terminar como graduada universitaria. En la pared opuesta, Crystal descubrió un espacio similar para las fotos de Bobby, quien en ese momento estaba abriendo un par de puertas correderas. —Éste es el estudio —dijo—. El cajón del escritorio está abierto. Yo voy a por el bolso y las llaves de mamá. —Vale. Yo cojo los papeles. Crystal le vio subir las escaleras antes de entrar en el estudio y ponerse al frente del escritorio de madera. Tal y como le había dicho, el cajón no estaba cerrado con llave, lleno a rebosar de gruesas carpetas. Sin estar muy segura de cuál era la que necesitaba, Crystal las sacó todas. Vale, a ver cómo me llevo todo esto, pensó para sí. Una rápida mirada en derredor le hizo descubrir una cartera desgastada cerca del escritorio. Tras varios intentos, consiguió acomodar dentro las carpetas. Listo. Al menos sé que tengo la que necesitan. Tras escuchar que Bobby seguía ocupado en el piso de arriba, Crystal se tomó un minuto para inspeccionar la habitación. Un armario iluminado en la esquina dejaba ver una gran variedad de orlas y trofeos. Al mirar con más detenimiento, se dio cuenta de que la mayoría eran del padre de Laura, pero uno de los estantes soportaba una hilera de trofeos perfectamente organizados que proclamaban a Laura Taylor como campeona de un torneo tras otro. Me pregunto si mi madre guardó alguna de las cosas que hicimos en la escuela. En la pared contigua al armario de trofeos, todos los diplomas del periodo de instituto y de la universidad de Laura lucían orgullosamente en sus marcos ornamentados. A su alrededor, estaban otros premios que Laura había ganado a medida que crecía. Crystal se inclinó hacia delante y rozó con los dedos el marco del título del instituto. Mira lo orgullosos que están de ti, Laura. Aunque ya no vives aquí, siguen teniendo todas estas cosas a la vista. Seguro que tienen un papel con el contorno de tu mano por ahí en alguna caja. Allí sola en el estudio, Crystal juró que podía sentir el amor del matrimonio Taylor por sus hijos. Sois muy afortunados, pensó la rubia. En ese momento, oyó que Bobby bajaba las escaleras, así que agarró el maletín y apagó la lámpara. —¿Los has encontrado? —le preguntó el muchacho al llegar al último peldaño. —Creo que sí. Sencillamente he cogido todas las carpetas del cajón de arriba. Crystal le mostró el maletín. —Bien pensado. Creo que ese era el maletín de papá. —Oh, no lo sabía —se disculpó Crystal. —Tranquila. No es como que lo usemos demasiado —dijo él—. Había pensado llevármelo a la universidad y mamá no me compraba uno nuevo. Tráetelo. Tal vez a Laura le guste ver algo de mi padre. Cuando llegaron de nuevo al hospital, Laura estaba sentada en la sala de espera inclinada sobre la agenda. 242
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—Ya estamos aquí —dijo Bobby para anunciar su llegada. Acto seguido, fue hasta una de las sillas y se dejó caer sobre ella, emocionalmente exhausto por los acontecimientos del día. —Bien. Laura levantó la vista, sorprendida al ver el maletín en la mano de su compañera de piso. —No sabía qué carpeta querías, así que he traído todas las que encontré —le explicó Crystal alargándole su carga. Laura dejó el maletín sobre la mesa y lo abrió. —Podrías haberlas mirado para ver qué tenían —dijo la escritora mientras empezaba a hacer eso mismo—. Esta tiene toda mi documentación importante y apuesto a que ésta es la de Bobby. —Un rápido vistazo confirmó su sospecha. —Ya, bueno… supuse que sería mejor que lo hicieras tú —dijo Crystal al tiempo que se acercaba una silla. No me corresponde a mí cotillear en las pertenencias personales de tu familia. Laura abrió una de las carpetas más grandes y hojeó lo que contenía—. ¿Quieres un chocolate caliente o un café de la máquina? —le preguntó, más que nada por sentirse útil mientras esperaban. —No, ahora no, pero gracias —dijo Laura sin levantar la vista de lo que estaba haciendo. —¿Has podido ver a tu madre? —Sólo un momento. Está descansando. —Laura se detuvo y miró a Crystal—. Ahora sé por qué Bobby estaba tan preocupado. Parece haber engordado casi 10 kilos. El médico me ha dicho que es por el líquido que recorre su organismo. —Pero podrán solucionarlo, ¿no? —Creen que sí. Dijo que depende de cómo responda a la medicación que le están dando. —Laura intentaba hablar con confianza, pero había algo en su voz que hizo pensar a Crystal que su compañera de piso ocultaba algo. —¿Has llamado ya a Jenny? Laura negó con la cabeza. —He llamado a los familiares, pero les he pedido que no vengan hasta saber algo más. Supuse que llamaría a Jen sólo si las cosas empeoraban. Vas a quedarte conmigo un poco más, ¿verdad? Crystal asintió, complacida secretamente de que Laura la quisiese allí. —Me quedaré todo el tiempo que quieras. Se sorprendió al sentir la mano de la escritora tocándole la rodilla. —Gracias —dijo Laura—. Me alegro de que estés aquí. —Acto seguido, devolvió su atención a los papeles y lanzó un sonoro suspiro—. Será mejor que siga con esto. Por suerte, mamá lo tenía todo 243
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organizado. Estos de aquí son los documentos del seguro. Los de la bolsa son todo lo del abogado y la casa. Apartó varias hojas y las dejó a un lado. —Oye, ¿por qué no te relajas unos minutos? —propuso Crystal. Laura negó con la cabeza. —No puedo. Tengo que encargarme de todo. —Echó un vistazo a su hermano por encima del hombro—. No puedo pedirle a él que lo haga. —Ya no es un niño, ¿sabes? —le recordó la joven—. En unas semanas entrará a la Universidad. —Así es —afirmó Laura—. ¿Cómo me las voy a arreglar? Alguien tiene que quedarse con ella ahora. —Comenzó nuevamente a mirar los papeles—. ¿El seguro cubre la asistencia a domicilio? En ese momento, Crystal se sintió extrañamente fuera de lugar. Los hospitales eran sitios que uno visita muy de vez en cuando, y lidiar con la posible pérdida de un familiar no era algo de lo que tuviera que preocuparse. Por un instante, dejó vagar su mente, preguntándose si sus padres seguirían con vida. Esa idea derivó de forma natural en su hermana mayor y Crystal se perdió en otra época hasta que Laura llamó su atención. —Perdona, ¿qué decías? —Te preguntaba si no te importaría traernos algo de la máquina. Creo que me vendría bien algo fuerte en este momento. —¿Chocolate caliente o café? —Mmmm… cafeína y azúcar o chocolate con cafeína y azúcar. Mejor el chocolate. —Vale —dijo Crystal, incorporándose—. Bobby, ¿quieres algo? —Café con leche y azúcar, por favor —respondió él. —Enseguida vuelvo —susurró a Laura, recogiendo el puñado de monedas que ella le alargaba. Será mejor que yo también me tome un café. Me da que nos espera una noche muy larga.
********* Crystal no se equivocaba en su apreciación de la noche que tenían por delante. Ya eran más de las dos, y Laura no mostraba signos de querer abandonar el hospital. En varias ocasiones, los hermanos Taylor entraron a ver a su madre mientras ella se quedaba vigilando sus pertenencias en la sala de espera. En aquel momento, Bobby estaba profundamente dormido, tumbado sobre varias sillas, y Laura seguía inspeccionando la documentación familiar.
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—A lo mejor deberías dormir un poco —dijo Crystal al ver a su compañera de piso ahogar otro bostezo. —No. Quiero estar aquí por si mamá se despierta. —Han dicho que seguramente eso no ocurrirá hasta mañana. —Ya se han equivocado antes. No quiero que se despierte ahí sola —contestó Laura con severidad. —Por lo menos date un respiro con todo eso de los papeles. —Alargó una taza de humeante de chocolate a Laura—. La última se te quedó fría antes de que dieras un sorbo. Recuéstate un minuto y bébete esto. Visto que la sutilidad no estaba dando resultados, Crystal levantó la taza y la puso en la mano de su compañera—. Bebe. —Yo no… —Bebe —repitió Crystal con voz firme. Su persistencia dio fruto y Laura agarró por fin el vaso, vaciando la mitad del contenido de un solo trago y dejándola sobre la mesa. —¿Contenta? —Sí. —Y en realidad, Crystal estaba contenta de que Laura le hiciese caso. No era el rol que la rubia jugaba normalmente y esperaba ser capaz de apoyar a su amiga Laura en todo lo necesario. Tras echar un vistazo al adolescente que descansaba al otro lado de la sala, Crystal recordó la charla que habían tenido en el coche—. Laura, Bobby puede hacerse cargo de las cosas de la casa de tu madre mientras ella esté aquí. —Yo me encargo de eso —afirmó la mujer de pelo oscuro sin levantar la vista de la pila de papeles—. Él ya tiene bastante con prepararse para la Universidad. —¿Qué le falta por hacer? Ya se ha graduado del instituto y le han aceptado donde quiera que vaya a ir. —En Unión. Le han aceptado en Unión. —Pues en Unión. Así que, ¿de qué más tiene que ocuparse? ¿De meter en la maleta las cosas que necesita llevarse a la residencia? Eso no le impedirá recoger el periódico y el correo por las mañanas. Estoy segura de que, de hecho, ya lo hacía con tu madre en casa. Ya no es un crío. —No le corresponde ocuparse de esas cosas. —Laura cogió el bolígrafo y garabateó una nota en su agenda—. Lo tengo todo controlado. —Como quieras. —Tras dejar escapar un suspiro, Crystal se dio por vencida y se recostó en la silla. Eres demasiado cabezota para mí. —¿Dónde está…? —Laura rebuscó entre los papeles—. No la encuentro. 245
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—¿Qué no encuentras? —La otra póliza de mamá. Debe tener un seguro adicional que cubra los servicios que no entran en los del Ejército. No la encuentro, pero tiene que estar por aquí. —¿Estás segura de que la tiene? —Pues claro. Cuando papá se jubiló, las contrató él mismo. A lo mejor están en la carpeta de su documentación. —Laura abrió el maletín y sacó la carpeta grande de color Manila—. Por eso Bobby no puede hacerse cargo de estas cosas. Él jamás habría pensado en los seguros adicionales. —A mí tampoco se me habría ocurrido, la verdad —admitió Crystal. —Ya, bueno, yo debí haber caído en la cuenta antes, pero… ah, aquí está. En la carpeta de papá. — Laura meneó la cabeza—. No puedo creer que a mamá no se le ocurriera ponerla en la suya. Yo no puedo creer que alguien tenga una carpeta, pensó Crystal. No pudo ocultar su sorpresa cuando Laura dejó el bolígrafo sobre la mesa y se recostó en la silla, ya que esperaba que su compañera de piso pasara toda la noche enterrada bajo aquella montaña de documentos. —Bueno, ya está. Sólo tengo que llevar los números de la póliza a la oficina de pagos y mamá podrá estar tranquila hasta que esto acabe. —¿Quieres entrar a verla otra vez? Si quieres, yo me quedo a vigilar tus cosas. Laura no pudo contener a tiempo un bostezo. —Oh, perdona. ¿Qué hora es? —Casi las dos y media. —Por suerte, mañana empieza el fin de semana. Me sentiría tremendamente culpable si tuvieras que levantarte mañana temprano y trabajar todo el día con Michael. —Lo haría, en caso necesario —dijo Crystal—. Ve, anda. Si se despierte tu hermano, le diré dónde estás. Laura le dirigió una sonrisa de agradecimiento. —Gracias. No tardaré mucho. —Tarda todo lo que quieras. Crystal vio a su compañera de piso abandonar la sala de espera y recorrer el pasillo antes de subir los pies a la mesa y buscar una posición lo más cómoda posible en su silla de plástico. Otro motivo por el que detesto las salas de espera. Estas sillas son una mierda. Crystal bostezó y se frotó los ojos. Podría quedarme dormida en este mismo momento. No puedo creer lo cansada 246
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que estoy. Sólo voy a cerrar los ojos un momento mientras ella no está. Minutos después, estaba profundamente dormida. Crystal se despertó de golpe al sentir que alguien le tocaba el hombro. —¿Crystal? Crystal, despierta. —¿Qué? —Incorporándose, la joven rubia se frotó los ojos y se tomó unos segundos para recordar dónde estaba—. Oh, Laura, lo siento. Me he quedado frita. —Ya lo suponía. He tardado casi una hora en volver. Crystal apartó las piernas para que Laura pudiera ocupar su asiento. —¿Qué tal está? —preguntó, intentando todavía despertarse completamente. —Se ha despertado un poco. —Laura dirigió una mirada a su hermano, quien aún estaba dormido—. Parece tan débil… y no podía dejar de toser. El médico ha dicho que es buena señal. —¿Qué? ¿Qué se le vayan a salir los pulmones por la boca? —De hecho, sí. Me ha dicho que eso quiere decir que la medicina que le han dado está haciendo efecto. El líquido está saliendo de los pulmones y por eso tose. —Y eso es bueno, ¿no? —Eso dicen. —Laura suspiró y negó con la cabeza—. Mi mamá me ha dicho que se siente demasiado mal como para soportar las pruebas y las preguntas de los médicos. Dentro de un rato la van a llevar a la UCC. —¿La UCC? —Es la Unidad de Cuidados Cardiacos. Quieren tenerla allí unos días hasta que expulse el líquido y al parecer va a haber un cardiólogo vigilándola. —Entonces, echó un vistazo a su hermano—. Él era sólo un niño cuando papá murió. —Ahora ya no es un niño —dijo Crystal—. Es consciente de lo que está pasando. —Lo sé —convino Laura. Una tosecilla educada les hizo girar la cabeza hacia un hombre alto que llevaba una impoluta bata blanca de laboratorio—. Enseguida vengo. —Laura salió al pasillo y habló un rato con el hombre. Minutos después, volvió a entrar en la sala—. Dicen que lo mejor es que nos vayamos a casa y regresemos mañana. Será mejor que le despierte. Puede dormir en el sofá. —¿Quieres decir que vas a traértelo a casa? —Lo más probable es que no quiera estar solo —razonó Laura—. En momentos como éste, la familia deber permanecer unida. 247
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Yo no sé nada de eso de permanecer unidos, pensó Crystal con pesadumbre. Pero supongo que así se comportan las familias normales. —¿Entonces nos vamos a casa y tú vuelves mañana? —En cuanto me despierte. No quiero que mamá esté aquí sola mucho tiempo. —Laura se arrellanó en la silla y exhaló lentamente—. No puedo creer que esté pasando esto. —Sus dedos atraparon con rapidez una lágrima que empezaba a recorrer su mejilla—. S… sólo tiene cincuenta y cuatro años. Crystal se dio cuenta en seguida que el control que Laura había estado manteniendo toda la noche amenazaba con desmoronarse. Sin saber qué otra cosa hacer, abrió los brazos y dejó que la inestable mujer se abrazara a ella. —Todo saldrá bien —susurró, recorriendo lentamente la espalda de Laura con su mano. Sintió que el cuerpo que sostenía empezaba a temblar a medida que las lágrimas fluían. Oh, no, ahora sí que está llorando de verdad—. Shhh, Laura, venga. Todo va bien. Tu madre se va a curar. Shhh… —Crystal no estaba segura de cuál de las dos empezó a mecerse, pero tampoco hizo nada por detener el tranquilizador movimiento. Empleó su mano derecha para cubrir la cabeza que descansaba sobre su pecho mientras que seguía acariciando la espalda de Laura con la izquierda—. Todo irá bien. —Crystal sabía cómo manejar la ira, pero la tristeza era algo diferente. Y dado que quien estaba triste era una de sus mejores amigas, se sintió todavía más indefensa—. No sé qué más puedo hacer —susurró, dejando descansar su mejilla contra la frente de Laura. Sintió la humedad de las lágrimas traspasar su camiseta y la presión casi dolorosa de las manos de Laura en su espalda. ¿Qué coño puedo decirle? Los minutos pasaron y ella siguió abrazando a su amiga. Al advertir un movimiento por el rabillo del ojo, Crystal alzó la vista cuando Bobby se incorporaba frotándose los ojos. A continuación, miró a su hermana con gesto preocupado—. Tranquilo, ella está bien —informó Crystal al joven para tranquilizarle—. ¿Laura? —susurró—. ¿Laura? Bobby se ha despertado. —Tal y como esperaba, la escritora se apartó de ella y se irguió en la silla, haciendo enormes esfuerzos para recuperar la compostura. —Lo siento —dijo Laura, rebuscando en uno de sus bolsillos hasta dar con el pañuelo—. Supongo que necesitaba una buena llorera. —Se secó los ojos y miró a su hermano—. Vas a llevar a mamá a la UCC y nos han sugerido que nos vayamos a descansar y volvamos mañana. Bobby bostezó y se levantó, desperezándose aparatosamente para desentumecer los músculos tras estar tanto rato tumbado sobre las sillas. —Ahh… pensaba que no me iba a dormir. —No te preocupes por eso —dijo Crystal—. Yo también me he desconectado un rato. —Echó un rápido vistazo a los cercos de lágrimas que decoraban la parte delantera de su camiseta y miró a Laura—. ¿Nos vamos? —Sí —dijo Laura, devolviendo la mayoría de los documentos al maletín antes de cerrarlo—. Voy un momento a recepción para darles los datos del seguro de mamá y listo. Bobby, ¿quieres pasar por casa y recoger algo de ropa o prefieres esperar hasta mañana? 248
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—¿Recoger mi ropa? Puedo quedarme en casa mientras mamá está aquí —dijo con firmeza y mirando a Crystal en busca de ayuda. —Em… Laura, ¿puedo hablar contigo un momento? —Tirando suavemente del codo de la escritora, Crystal se dirigió al otro extremo de la sala—. Él no quiere quedarse con nosotras —dijo en voz baja—. ¿Por qué no le dejas quedarse solo? —Es demasiado jo… —Laura se detuvo, contemplando el rastro de barba que cubría parte del rostro de su hermano. —No es demasiado joven —le recordó Crystal. Laura suspiró y asintió a regañadientes. —Vale. —Acto seguido, se volvió hacia Bobby—. Entonces nos vemos mañana. Asegúrate de cerrar con llave todas las puertas y que nadie que no sea de la familia sepa que estás solo en casa. Bobby inclinó la cabeza y miró a su hermana. —No tengo doce años, ¿sabes? —Lo sé. —Laura fue hasta él, le puso las manos sobre los hombros y sonrió con aire pensativo—. Pero por muchos años que cumplas, siempre serás mi hermanito pequeño y me preocuparé por ti, ¿vale? —preguntó, alborotándole el ya de por sí rubio cabello—. Tú ganas. Nos vemos mañana. Conduce con cuidado. —Siempre lo hago. —Por eso tienes ya una multa por exceso de velocidad. A mí no me pusieron una hasta que pasé los veinte. —¿Qué puedo decir, hermanita? —dijo él sonriendo—. Supongo que me he desarrollado antes que tú. —Se sacó las llaves del bolsillo—. Mañana traeré la colcha de mamá. —Buena idea. Seguro que le alegrará tener algo suyo aquí. —Laura le dio un golpecito en el brazo y miró a su hermano mientras éste abandonaba la sala de espera. Después se giró hacia Crystal y, con un gesto, le indicó que ellas también debían irse ya a casa.
********* La luz del amanecer empezaba a teñir el cielo y a colarse en el dormitorio de Crystal, como desafiando a la joven a despertar. Con un gruñido molesto, se giró en la cama y extendió el brazo hacia el cenicero y los cigarrillos que estaban en su mesita de noche. Será mejor que lo vaya dejando, pensó con aire apesadumbrado llevándose un cigarrillo a los labios y encendiéndolo. Después de llegar del hospital, Crystal se había pasado casi una hora sentada en el sofá mientras Laura recorría la sala de arriba abajo, limpiando cosas que en realidad 249
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no estaban sucias y hablando sin parar sobre su madre. Menos mal que no ha dejado el hábito de la limpieza, porque si no esto sería una leonera. Yo nunca malgastaría mi tiempo en sacarles brillo a las patas de la mesa de café. Con tanta actividad, es imposible que el polvo vaya a posarse en ningún sitio. A pesar de la falta de sueño, Crystal se sentía extrañamente a gusto. La madre de Laura estaba enferma y, a pesar de que la cosa iba en serio, los médicos parecían mostrarse optimistas y capaces de controlar la situación. Tras una larga calada, Crystal contempló la pintura abstracta que decoraba una de sus paredes. Todavía no entiendo qué le ve Laura a esa cosa. El cuadro no mostraba más que unos cuantos brochazos de color brillante que formaban un patrón regular. Hasta un crío de cinco años podría hacerlo. Crystal siguió mirando el cuadro mientras se consumía su cigarrillo, reflexionando sobre lo ocurrido la noche anterior. Comprendió que había tenido que llevar a Laura al hospital, puesto que ella se encontraba demasiado afectada para conducir, pero no comprendía por qué no había llamado a Jenny. Había dado por hecho que Laura telefonearía de inmediato a su ex – amante para que la ayudara. En realidad, yo no he servido de mucho. Sólo estuve… allí. Crystal se encogió de hombros, incapaz de determinar en qué momento había hecho algo útil por Laura. Aun así, le agradaba pensar que al menos había sido capaz de consolar un poco a su compañera de piso. Tras estrujar la colilla en el cenicero, Crystal salió de la cama y se encaminó al cuarto de baño. Si no puedo dormir, será mejor que me vaya arreglando. A medida que se acercaba a la ducha, se preguntó con curiosidad si Laura recordaría que tenía un partido de softball. Claro que no vamos a ir. Me pregunto a qué hora querrá irse al hospital. En ese momento, la idea de que quizá Laura no iba a necesitarla cruzó por su mente. Tras silenciar la necesidad más apremiante de la mañana, sin duda debido a la gran cantidad de café y chocolate que había ingerido el día anterior, Crystal se aseguró de que la puerta estaba cerrada y se metió en la ducha. Corriendo la cortina transparente, se maravilló otra vez de que nunca tuviera restos de jabón. Seguro que la limpia a conciencia después de ducharse todos los días, pensó dejándose empapar por la cascada de agua caliente. Consciente de que Laura estaba aun profundamente dormida y de que probablemente quería seguir en ese estado un poco más, Crystal se premió con una sesión extra larga de ducha, dejando que las cálidas gotas recorrieran su cuerpo. A pesar de que lo estaba disfrutando de lo lindo, de pronto sintió curiosidad por la perilla multifunción. Un rápido giro y el agua cambió de caer suavemente a un chorro concentrado de mayor potencia. —Ohhh… —exclamó, cubriéndose los pechos por la fuerza del agua—. Es la última vez que hago estas cosas. —Girándose para que el agua le masajease la espalda, Crystal se dio el lujo de pasar allí unos minutos más antes de cerrar la llave y salir, situándose sobre la esponjada alfombrilla azul. La ducha había resultado vigorizante, pero aprendió la lección y decidió no jugar con la perilla de ahí en adelante… o al menos, no cuando ésta apuntaba a zonas sensibles de su cuerpo— . Mierda… No tuvo necesidad de echar un vistazo al baño para asegurarse de que se le había olvidado traerse la ropa limpia. La ropa interior que había traído descansaba ahora, empapada, sobre la barra de la cortina. Por lo menos, Laura sigue dormida. Tras arrojar la toalla sobre la barra, empezó a pasarse el cepillo por el pelo, estudiando su imagen en el espejo y advirtiendo, no sin pesadumbre, que sus pechos parecían algo más caídos de lo que normalmente estaban. Genial, tengo veinticinco años y ya me estoy arrugando, pensó para sí. Aunque es lógico, las tengo demasiado grandes como para que se queden ahí arriba toda la vida. Inclinándose hacia delante, estudió su reflejo con 250
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detenimiento en busca de arrugas en su frente y alrededor de los ojos. Al no encontrar ninguna, y sintiéndose bastante estúpida por lo que acababa de hacer, Crystal terminó de peinarse y se lavó los dientes. Cuando iba a dejar otra vez el cepillo en el soporte, su mirada cayó sobre la bandeja del jabón. —Joder —murmuró. De alguna forma, se las había arreglado para dejarla llena de agua y los jabones literalmente flotaban en ella. Alcanzando la toalla, secó a conciencia la bandeja y los jabones, acomodándolos después de forma que no se notara demasiado el desastre. ¿Para qué demonios tiene esos jabones en el baño si nadie los puede usar? Para que huela bien, basta con poner un ambientador. Aquélla era sólo una más de las muchas molestias tolerables de su compañera de piso. A Laura no le gustaba la cortina de la ducha ni que Crystal utilizara la barra como tendedero de su ropa interior y a ella no le gustaban los jabones que ―no se pueden usar", la funda de pelo de la taza ni el papel, duro y reseco, que su amiga insistía en comprar. Tú tienes tus caprichos y yo los míos, pensó Crystal colocando el último jaboncito en su lugar. Simplemente, los míos no son tan molestos. Tras arrojar la toalla húmeda otra vez sobre la barra, abrió la puerta y miró hacia la izquierda para asegurarse de que la habitación de Laura estaba cerrada antes de echar a andar, totalmente desnuda, hacia la suya.
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PARTE 11 Exhausta por la desvelada de la noche anterior, sin mencionar el miedo que había pasado por lo de su madre, Laura no se sorprendió demasiado cuando abrió por fin los ojos y comprobó que era casi mediodía. Intentando despejar el sueño que aún le nublaba la vista, se levantó y caminó hacia el baño con aire desganado. Casi por inercia, tiró de la toalla que estaba colgada en la barra de la cortina de la ducha y quitó la ropa interior que la acompañaba y dejó ambas cosas sobre el borde del lavabo, cosa que ya formaba parte de su rutina mañanera, puesto que Crystal era quien normalmente se levantaba primero. Girando las llaves de paso hasta lograr la temperatura adecuada, Laura cayó en la cuenta del chorro que caía con fuerza y lo miró pensativamente, advirtiendo quién lo había cambiado. Es la primera vez que lo hace. Una idea terriblemente lasciva cruzó su mente en aquel preciso instante. ¿Qué estaría haciendo aquí dentro? Cambiando la perilla de nuevo, Laura se metió bajo el agua y agarró el jabón con una sonrisa pícara en los labios. Media hora más tarde, bajaba las escaleras. No se había preocupado de secarse el pelo, que le caía libremente hasta la altura de la mandíbula por delante y a la altura del cuello por detrás. Un agradable olor se las arregló en aquel momento para colarse en sus fosas nasales y sonrió. —Mmmm… ¿qué huele tan bien? —preguntó, sabiendo que Crystal estaba en la cocina. Inmediatamente, le contestó una voz clara y animada. —He encontrado una caja de tortitas y las instrucciones venían en el lateral —dijo Crystal regalándole a Laura una sonrisa—. He oído la ducha y pensé que tendrías hambre. —Muchas gracias —contestó Laura, contemplando la torre de tortitas que había en un plato y sintiendo cómo su estómago rechinaba—. Ya se me ha olvidado la última vez que alguien me hizo el desayuno. —Después de pensarlo un momento, se dio cuenta, con cierta pesadumbre, de que Jenny había sido la última persona que había pasado la noche con ella y la había sorprendido de esa forma. De aquello hacía casi tres años, y Laura se preguntó a dónde había pasado todo ese tiempo. Encerrada arriba frente al ordenador y sin parar de escribir, contestó una voz en su interior. —Tu vida sexual es tan aburrida como la mía, ¿eh? —dijo Crystal con una mueca irónica, sacando a Laura de sus pensamientos—. No me lo explico, con todas esas mujeres pululando a tu alrededor. —Crystal le dio la espalda para retirar la siguiente tanda de tortitas de la plancha. Laura, por su parte, la miró con aire pensativo. —Supongo que llevo un tiempo sin ocuparme de eso. —Acodándose en el mostrador, alcanzó la cafetera y vertió el líquido humeante en una de las tazas que había cerca—. En realidad, tampoco lo había pensado. —Perdida en sí misma, Laura no se dio cuenta del momento en que Crystal fue hasta la nevera y le acercó el cartón de leche—. Oh, gracias —dijo en ese momento, alargándole la taza—. Así está bien. —Tú siéntate y relájate. —Crystal señaló en dirección a la mesa—. Yo me encargo de esto. Tengo la receta. 252
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Laura asintió, se dejó caer en una silla y se llevó la taza a los labios. Hipnotizada por el vapor que se elevaba frente a sus ojos, Laura dejó que sus pensamientos vagaran con libertad mientras contemplaba a la mujer que iba y venía en la cocina. Después de todo el tiempo que habían vivido juntas, iba comprendiendo cada vez un poco más a su hermosa pero conflictiva compañera. Ahora entendía que Crystal era poco menos que un alma solitaria que sufría profundamente por ello. Cuando se había mudado, Laura podía captar el inquebrantable escudo de una mujer criada en las calles. El tiempo, sin embargo, le había mostrado lo que había bajo ese escudo. En ocasiones Laura lograba entrever a la adolescente confusa pidiendo a gritos que la protegieran de aquellos que debían haberla protegido y sentía encogérsele el corazón al pensar en la joven que jamás había recibido el amor que con tanta desesperación necesitaba. Pero la noche anterior y esa misma mañana le estaban mostrando otra parte de Crystal. Laura sintió el cariño en la forma en que la había abrazado durante su ataque de llanto, los cálidos abrazos que llegaban justo cuando más los necesitaba, el café y las tortitas esperándola al despertar. Cuando Crystal dejó sobre la mesa el plato y el sirope, Laura se levantó y envolvió a la joven con sus brazos. —Muchas gracias por haber estado conmigo ayer —susurró Laura con la boca enterrada en el rubio cabello de su amiga—. Fue muy duro para mí y sólo quiero que sepas que te lo agradezco. —Retrocediendo levemente, pero aún sin soltarla del todo, Laura miró con intensidad sus ojos azules—. No cualquiera se pasaría toda una noche sentada en la sala de espera de un hospital sólo para dar apoyo moral a una amiga. La media sonrisa de Crystal parecía forzada y Laura se dio cuenta de que la joven era incapaz de mantener el contacto visual. —Ya, bueno… —dijo la rubia antes de apartarse de ella—. Tú también me has apoyado. Es lo menos que podía hacer. Será mejor que comas algo antes de que se enfríe. Captando la incomodidad de su amiga, Laura dirigió una última mirada a Crystal antes de volver a sentarse. La escritora apenas había dado el primer bocado a su desayuno cuando cerró los ojos y dejó escapar un gruñido de satisfacción. —Oh, está buenísimo. —Otro bocado—. No me había dado cuenta del hambre que tenía. —Bueno, ayer no cenaste nada —indicó Crystal, negando con la cabeza cuando Laura le señaló la torre de tortitas—. No, gracias. Me he levantado temprano y ya he comido. Ah, por cierto, te han llamado por teléfono. —¿Ah, sí? —Laura cortó con el tenedor otro pedazo de tortita—. ¿Quién era? —Tu tía Helen. El tenedor de Laura se detuvo a medio camino entre el plato y su boca y miró a su compañera como si acabara de decir que los de Hacienda querían pedirle audiencia. —Y… ¿qué ha dicho? —preguntó con turbación. La mención de la excéntrica hermana de su madre nunca era buena señal. Laura aún se acordaba de las muchas ocasiones en que sus padres 253
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se habían encerrado tras una reunión familiar para discutir acerca de algo que Helen había dicho o hecho. —Que llegará al aeropuerto a las cuatro y veinte. Te he apuntado el número de vuelo. ¿Por qué pones esa cara? Laura había cerrado los ojos y arrugado la nariz, completamente segura de que estaría sufriendo un horrible dolor de cabeza antes de acabar el día. —¿Te ha dicho cuánto se va a quedar? —No. Había mucho jaleo y su acento es algo extraño. —Es de Boston —dijo Laura, abriendo los ojos y contemplando la tortita mientras la empujaba por el plato—. Vaya mierda —susurró. —¿No es uno de tus parientes más queridos? —aventuró Crystal. —La soporto —convino Laura con tono de fastidio—. Es un poco… es del tipo de personas que ―lo que ves, es lo que hay‖. La tía Helen no se calla nada y opina de todo. —Tras varios tragos de café, destinados más a ordenar sus ideas que a saciar la sed, Laura continuó—. No sería tan horrible si no pensara automáticamente lo contrario que mis padres sobre cada cosa. —¿Se lleva bien con tu madre? —preguntó Crystal. —Si hace tiempo que no se ven, la cosa no va tan mal durante un rato. Se ponen al día de sus respectivas vidas y cotillean sobre el resto de la familia. —No suena tan mal. Laura levantó la cabeza. —No, esa es la parte buena. Luego mi madre empieza a fastidiarla con su costumbre de beber o fumar o el sinfín de novios que tiene o su vida descarriada. —Laura encerró esas últimas palabras entre comillas con los dedos—. Entonces empieza lo bueno. Cuando papá vivía, los tres se enfrascaban en unos profundos debates sobre todos los temas de este mundo y más. La última vez que vino de visita le dijo a mamá que se negaba a quedarse bajo el mismo techo que ella. —En ese punto, sus ojos se abrieron desmesuradamente ante una idea—. Oh, Dios, espero que ya se le haya olvidado. No quiero que se quede aquí. Voy a buscarle un hotel. —Vaya, debe ser horrible, ¿eh? —Crystal negó con la cabeza—. Y yo pensando que te trizaba los nervios. Parece ser una buena pieza, si puede superar a tu infernal compañera de piso. —Tomada por sorpresa por el comentario, Laura vio a su amiga encogiéndose de hombros—. Te oí una vez hablando por teléfono —confesó Crystal. —Yo… —Laura bajó la vista hacia el plato, lamentando en serio que la joven hubiese escuchado aquellas palabras saliendo de su boca—. Hace mucho que no lo digo. Por lo menos estas últimas semanas. 254
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Crystal meneó la cabeza quitándole importancia. —No te preocupes. Tenías todo el derecho. Debe ser difícil vivir con alguien tan… —¿Vago? —aventuró Laura, provocando una media sonrisa de su compañera. —Iba a decir alguien tan diferente a ti —concluyó Crystal, mirándola fijamente—. Tampoco es fácil convivir con la señorita Trapo y Fregona, pero oye, no nos va mal. No parecía estar tan molesta por el comentario anterior como Laura había supuesto y la escritora decidió que Crystal ya debía haberla perdonado. —Así es —convino Laura, al menos por ahora—. Alguien me dijo una vez que, con tolerancia y paciencia, no hay nada que no se pueda solucionar si la gente implicada está dispuesta a esforzarse para ello. Quién sabe, a lo mejor un día acabamos siendo buenas amigas. —Mejor no adelantar acontecimientos —le advirtió Crystal con un deje de ironía y pareciendo mucho más relajada y amigable de lo normal—. Sigo pensando que eres un coñazo con todo eso de limpiar y lavar. —Acto seguido, se puso en pie y se tanteó el bolsillo del pantalón—. Hora de fumar. Volveré en un par de minutos y, si quieres, iré contigo al hospital. Bobby ha llamado y ha dicho que se reunirá contigo allí. —Parece que he sido la última en caerme de la cama esta mañana —dijo Laura—. Y sí, puedes venirte si quieres, aunque luego tendrás que llevarme al aeropuerto para recoger a mi tía. —No hay problema. Por lo que he oído de ella hasta ahora, será divertido. Ahora vengo. —Así, Crystal abrió la puerta corredera y salió a fumar. Laura devolvió su atención al plato de tortitas que tenía delante, a pesar de que su apetito parecía haberse calmado al oír mencionar a su problemática tía. Tenía la esperanza de que Helen estuviera más preocupada por el estado de salud de su hermana que por traer a colación los seis mil tópicos que, invariablemente, terminaban convirtiéndose en una auténtica batalla dialéctica. ¿Quién la habrá llamado?, se preguntó. Seguro que la abuela Betty. Helen había sido una de las personas que no consiguió localizar en la primera ronda de llamadas, frustrada cuando el buzón de voz le indicó que no quedaba espacio en la cinta para dejar mensajes. Laura se hizo una nota mental para no recordarle a su tía la discusión que había terminado con su negativa a quedarse en la casa y evitar así que quisiera alojarse con ellas. Para consternación de Laura, sintió una punzada en la sien anunciándole el dolor de cabeza que estaba por llegar, y empezó a dudar de que aquel día fuera a resultar bien.
********* Bobby había estado esperándolas en el hospital y una mueca contrariada decoraba su joven rostro. —Ya era hora. Mamá pensaba que no ibas a venir.
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—¿Está despierta? —preguntó Laura a medida que se aproximaban. Su hermano estaba en el pasillo, frente a la puerta de la habitación de su madre. —Sí, estoy despierta —gritó la mujer desde dentro. Laura compartió una mirada con Crystal antes de entrar, saludando de inmediato a su madre y disculpándose por no haber llegado antes. Con pesadumbre, comprobó que su hermano y Crystal no la habían acompañado dentro, obligándola a lidiar con su siempre alerta y, a juzgar por la expresión de su cara, nerviosa madre. —¿Cómo te sientes? Nos has dado un buen susto. Gail Taylor agitó su mano con desgana, sin preocuparse por las vías inyectadas en su brazo. —No os podréis librar de mí tan fácilmente. Tengo toda la intención de hacerte la vida imposible un poco más. —A pesar de la valentía que demostraba, Laura estaba segura de que su madre no había pasado un buen rato precisamente. —¿Ha venido ya a verte el médico? —Oh, sí, uno detrás de otro. Las enfermeras me han estado despertando cada hora para tomarme la presión y he conocido a un médico de cada área de este hospital. —La mujer extendió la mano, dejando ver una señal dentada en la base de su dedo anular—. Han tenido que romper los anillos por la hinchazón —dijo Gail con solemnidad—. Nunca me los había quitado desde que tu padre me los puso hace treinta años. —Seguro que se pueden arreglar —aventuró Laura. —No se trata de eso —afirmó su madre con tono cortante—. El doctor Stevens me ha dicho que esto podría volver a pasar. Quiere que lleve uno de esos botones de pánico alrededor del cuello para avisar a una ambulancia. La idea de que su madre necesitara uno de esos chismes asustó a Laura más de lo que estaba dispuesta a admitir. Ya era suficiente con que su madre pareciera tan hinchada, puesto que apenas podía distinguir sus pómulos. Que algo así pudiera pasar otra vez sin previo aviso la aterrorizaba. —Mamá… —Laura aspiró profundamente. —Ah, no, de eso nada. —Gail negó enérgicamente con la cabeza—. Por muy serio que pueda resultar esto, no pienso tener una enfermera en casa. —No iba a decir eso —respondió Laura, a pesar de que la idea había cruzado por su mente—. Pero tal vez deberías considerar tener a alguien que te eche una mano. No quiero que te esfuerces tanto. —Tonterías. Tú estás sólo a una llamada de distancia y me sé de memoria el número de emergencias. —¿Y si te caes y no puedes llegar al teléfono? 256
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—Me estás hablando como a una abuela. No soy inútil, Laura. — El cansancio comenzaba a aparecer en el rostro de Gail—. Dejémoslo por ahora. Los médicos dicen que saldré de aquí a finales de semana. Ya veremos cómo van las cosas. Laura asintió, ya que no quería molestar a su madre y tampoco estaba de humor para meterse en una discusión interminable. —Otra opción es que me quede contigo hasta que te sientas mejor, si quieres. —Para cualquier otra persona, eso sería una oferta de lo más natural, pero en el caso de las determinadas mujeres Taylor, era magnánima en extremo. Laura amaba profundamente a su madre y el sentimiento era mutuo, pero hacía mucho que no se sentían cómodas la una con la otra. Esa idea le recordó de golpe al familiar que en aquel momento sobrevolaba sus cabezas en algún lugar—. Mamá… ¿te ha dicho Bobby quién va a venir? —Helen no, ¿verdad? —preguntó la mujer con un deje esperanzado. Laura asintió, deseando para sí que su hermano dejara de escabullirse para fumar con su compañera de piso y entrara en la habitación—. Pues en mi casa no se queda —afirmó Gail rotundamente—. Estoy demasiado cansada como para aguantarla. —No te van a dar el alta hasta dentro de una semana, ¿no? —Y cuando salga de aquí no quiero tener que aguantarla —insistió su madre—. La ciudad está plagada de hoteles. Que se quede en uno. —Gail gruñó algo incoherente y su rostro mostró los esfuerzos que estaba haciendo por mantenerse calmada. Al verlo, Laura alargó la mano hacia el botón de auxilio, pero la mujer la detuvo—. No, no hace falta. Es que últimamente me canso mucho. Aliviada, pero no sin preocupación, Laura retrocedió y dejó caer su mano hasta uno de los barrotes que rodeaban la cama. —Vale —dijo al fin, no queriendo alterar más a su madre—. Le buscaré dónde quedarse. —A continuación, fue hasta la cabecera y acomodó una de las almohadas que su madre tenía detrás de la cabeza—. ¿Mejor? —Mucho mejor —aseguró Gail a su hija con una sonrisa aprobatoria que pareció extraña en su rostro hinchado por el edema—. Siempre fuiste una buena chica. —Porque tuve unos padres geniales —afirmó Laura palmeando el hombro de su madre antes de colocarse donde pudiesen mirarse a los ojos—. A lo mejor no has estado de acuerdo con todo lo que he hecho, pero me has apoyado y me has querido. —Para sorpresa de Laura, se encontró pensando en Crystal y la recorrió una oleada de empatía, deseando que su compañera de piso hubiese podido crecer con unos padres tan buenos como los suyos—. Te quiero, mamá —dijo, apretando la mano de su madre. —Bueno, ya vale de ñoñerías —dijo Bobby mientras entraba en la habitación. Tras él, Laura pudo entrever a Crystal en el pasillo con aire de indecisión y le indicó que pasara también.
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—Ya era hora de que volvieras —reprendió la mujer al chico antes de mirar a Crystal—. ¿Cómo estás? —Bien —respondió ella educadamente—. Espero que ya se encuentre mejor. —Sí, mucho mejor —respondió Gail antes de tomarse un momento para respirar profundamente. Laura decidió en ese instante que su madre necesitaba descansar… y que ella tenía que enfrentarse con el familiar que pronto llegaría a la ciudad. —Mamá, nos vamos a ir ya para que descanses —dijo ella, cubriendo los hombros de la mujer con la manta—. Relájate un poco. Volveré más tarde. —Supongo que vas a traer a Helen —dijo su madre con tono de fastidio al tiempo que se recostaba sobre las almohadas. —¿Te crees que tengo elección, mamá? —le preguntó antes de terminar de ajustar bien la ropa de cama sobre el cuerpo de su madre y enderezándose—. Nos vemos luego. Laura se inclinó para besar a su madre en la frente antes de hacerse a un lado para que Bobby pudiera despedirse también.
********* Los alrededores del aeropuerto estaban atascados de furgonetas y coches en constante batalla por ganar un hueco en el aparcamiento mientras una miríada de taxis trataban de colarse entre ellos. —Odio venir aquí —dijo Laura cuando otro taxi metió el morro en el escaso metro de distancia de seguridad que las separaba del coche de delante. —Me sorprende que no nos haya rozado —afirmó Crystal, mirando con desprecio al conductor—. ¿Quién fue el imbécil que diseñó este sitio? —No creo que la responsabilidad sea de ningún imbécil. —Echando un vistazo a la señal de aparcamiento limitado, Laura comprobó el retrovisor y se metió en el carril izquierdo—. Estoy segura de que es cosa de un comité. —De un comité hasta arriba de mierda —comentó Crystal—. Mira, allí hay un sitio. —No, está demasiado cerca de la puerta. Debe ser para discapacitados. —Al aproximarse, el dibujo azul en el suelo confirmó las sospechas de la escritora. Les llevó tres vueltas más y, por tanto, volver a ver tres veces la señal de aparcamiento limitado, el que Crystal viera un coche salir en ese preciso momento y ocupar el lugar vacante. —Esto es de locos —refunfuñó la rubia—. Ya sabía yo que debía haber una buena razón para no ir volando a ningún sitio. No por el avión, sino por el maldito aeropuerto.
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—Y hasta aquí ha sido la parte fácil —dijo Laura, haciendo girar la llave y activando el sistema de alarma del coche—. Tenemos que ver por qué puerta va a salir. Sólo me dijo el número de vuelo. —Se abrieron paso entre los vehículos aparcados, aunque sólo para verse detenidas de nuevo por una doble hilera de coches que no parecían dispuestos a frenar lo suficiente como para que ellas pudieran cruzar. Tras asistir pacientemente al tremendo repertorio de frases coloristas de su compañera de piso, Laura aprovechó un espacio y se lanzó como una flecha hacia la Terminal principal. Los brillantes carteles de señalización y el fluir constante de personas creaban una abigarrada colección de colores y sonidos. Laura se detuvo ante uno de los mapas el tiempo suficiente para orientarse, decepcionada al comprobar que la puerta a la que tenían que ir estaba justo en el otro extremo de la Terminal. El temperamento de Crystal estaba ligeramente sensible aquel día, hasta el punto de que Laura se vio temiendo que, si algún transeúnte le daba un golpecito por accidente, iban a intercambiar algo más que insultos y gestos obscenos. Para cuando llegaron a la puerta, Crystal estaba claramente nerviosa y sin darse cuenta sacó su paquete de cigarrillos. —Cierto —dijo con tono frustrado—. Aquí dentro no se puede fumar. Tras dejar escapar un suspiro de fastidio, Crystal se dejó caer en la silla baja de plástico. Laura se sentó junto a ella y observó que la zona empezaba a llenarse de gente que también esperaba el vuelo. —Me temo que no —afirmó Laura con delicadeza. Sin pensarlo, levantó una mano y la posó sobre el hombro de Crystal, un poco dolida al sentir un estremecimiento bajo sus dedos. Planteándose por un momento si apartarse o no, la escritora dejó que su mano resbalara hacia abajo, masajeando con suavidad la parte alta de la espalda de la joven. Dado que ésta no hizo nada por apartarla, Laura alteró el movimiento, formando pequeños arcos con sus dedos hasta que sintió que la tensión y la tirantez de los músculos empezar a ceder—. Hemos llegado quince minutos antes —dijo sin cesar de aplicar el agradable masaje en la espalda de Crystal. Era cierto que había sentido cierto rechazo al principio, pero Laura sospechaba que se había debido más a la reticencia automática que la joven mujer a que la tocaran. —Me da que, cuando se vaya, la vas a tener que traer tú sola —dijo Crystal, aunque su tono era definitivamente menos agitado que antes—. Yo no pienso volver a pasar por todo este rollo. —¿Y cómo esperas que salgamos de aquí? —la interrogó Laura con aire irónico—. Dudo que el coche quiera venir a recogernos aquí. —Crystal pareció reflexionar sobre el problema y frunció el ceño aún más. Laura, por su parte, hizo todo lo posible por no sonreír, pero la mueca de su compañera de piso era demasiado mona como para evitarlo. —Buen punto —farfulló Crystal. —Sólo expongo los hechos, amiga mía. Y no olvides que Helen va a llegar con tres o cuatro maletas como mínimo. —¿Es que piensa mudarse aquí o qué?
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Laura sonrió al escuchar eso, puesto que su tía se caracterizaba, entre otras cosas, por llevar siempre consigo una cantidad de equipaje mayor a la que cualquier otra persona necesitaría incluso para dar la vuelta al mundo. —Esperemos que no quiera quedarse más que unos días. Si no, vamos a necesitar uno de esos cochecitos portaequipajes. —¿Cómo que vamos? —preguntó la rubia con tono cortante—. Es pariente tuya, no mía. —Vale. Pues tú te vas con ella y que te dé la brasa hasta que se te caigan las orejas. A mí me da igual. —Me da que voy a arrepentirme de haber querido pasar el día contigo —afirmó Crystal con cautela, como dejando una puerta abierta a la esperanza. Cuando por fin aterrizó el avión y los pasajeros comenzaron a salir en tropel por la puerta, Crystal no tuvo ninguna duda de quién era Helen. Ataviada con sedas de brillantes colores y un sombrero a juego, Helen Chick sobresalía entre la multitud. Laura corroboró las sospechas de Crystal con un movimiento de cabeza y empezó a gesticular para atraer la atención de la rimbombante mujer. —¡Ooh, Laura Elizabeth! —exclamó Helen, con una voz que pareció ahogar el jaleo que las separaba. Saludando efusivamente, se abrió paso entre los demás viajeros y envolvió a Laura en lo que a Crystal le pareció un abrazo de oso. —Hola tía, ¿cómo estás? —preguntó Laura cuando consiguió recuperar el aliento. —Ah, como siempre, calabacita. Ocupada, ocupada, ocupada. Crystal enarcó las cejas al escuchar el apodo cariñoso de su compañera de piso y haciéndose una nota mental para vacilarle después con eso. Al darse cuenta de que de repente era el centro de atención, alargó su mano. —Yo soy Crystal, la compañera de piso de Laura. —¡Por supuesto que sí! —exclamó Helen alegremente, abrazando a la joven con fuerza—. Eres una monería de chica. —Demasiado sorprendida como para resistirse, Crystal no se resistió al cariñoso gesto. A esa distancia, fue capaz de ver más claramente a la tía de Laura. Bajo el pomposo sombrero, una masa de cabello plateado rodeaba el rostro que, sospechaba, rara vez salía a la luz del sol sin una buena capa de maquillaje. De hecho, casi podían adivinarse varias capas de base y sombra de ojos que constituían la imagen pública de Helen Chick. —Ah… gracias —farfulló Crystal, pidiendo ayuda a Laura en silencio. —Tía Helen, no es… —comenzó a decir Laura. —Salgamos de aquí antes de que nos quedemos copadas una hora —dijo Helen, cortando sin miramientos a su sobrina—. Aborrezco este aeropuerto. 260
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Crystal no estaba segura del auténtico alcance de la palabra aborrecer, pero a juzgar por la cara de asco de Helen, no debía ser bueno. Claro que otra idea le rondaba la cabeza a raíz del comentario anterior a ese. Helen pensaba que entre ellas había algo más que amistad. En cualquier caso, dado que ya se dirigían hacia la zona de equipajes y que Helen había pasado a enumerar las múltiples cosas que funcionaban mal en el aeropuerto local, Crystal decidió dejar para después las aclaraciones pertinentes acerca de ese punto. El brazo de Helen sostenía un bolso de cuero con ribetes dorados. La joven suspiró profundamente al ver la miríada de bolsas de viaje que daban vueltas en la cinta transportadora. Estaba segura de que no iban a caber en el Jeep y se preguntó si Laura habría traído cuerdas para el portaequipajes del coche. Sin embargo, una vez retirada la primera maleta, Crystal pasó a preocuparse por el hecho de que su espalda fuera a sobrevivir al esfuerzo de meter los bultos en el maletero. Al parecer, Helen empacaba cada accesorio de la cocina cuando viajaba, pero no le preocupaba demasiado tener que cargarlos, puesto que en ese momento de limitaba a señalar con el dedo qué maletas eran las suyas e indicando a Laura el orden preciso en que debían ser colocadas en el carrito. En cuando salieron al cálido aire de agosto, Crystal echó mano de sus cigarrillos. Sin embargo, antes de encenderlo, una nube de humo la rodeó, ya que al parecer Helen era más rápida en lo que a utilización de mecheros se refería. Crystal terminó de encender el suyo y, antes de guardar el encendedor, se vio sorprendida por una voz jovial. —¿Tú también fumas? —Lo cual hizo que se ganara una palmada en la espalda. Joder, qué fuerza tiene. —Sí —respondió Crystal medio tosiendo. —Pues en mi coche no se fuma —dijo Laura con firmeza, deteniendo el carrito justo detrás del Jeep—. ¿Prefieres un hotel en concreto? —No hay motivo para enriquecer a esos antros… y menos en este pueblo —dijo Helen—. A tu madre le sobra espacio en esa casucha que tiene. Crystal, que en ese momento intentaba acomodar dos maletas en el coche mientras mantenía su cigarrillo en precario equilibrio entre los dientes, sintió que Laura se estremecía. —Mamá quiere que te quedes en un hotel. Supongo que no se le ha olvidado lo que dijiste la última vez que estuviste de visita. —Chorradas. ¿Recorro no sé cuántos kilómetros para verla y no tiene la decencia de abrirme las puertas de su casa? No, calabacita, hay que poner la más grande abajo. —Pensaba que ésta era la más grande —refunfuñó Laura, volviendo a sacar la maleta del Jeep y echando un vistazo a la que Crystal empujaba hacia ella—. No te puedes quedar en casa de mamá —repitió. —Joder, vale. —Helen se cruzó de brazos mientras su cigarrillo arrojaba volutas de humo a la atmósfera—. Si va a estar en ese plan, por mí no hay problema. Al menos tú no eres tan maleducada como para dejar a un familiar en la calle. 261
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Crystal estaba haciendo enormes esfuerzos para no entrar en la conversación, pero se vio incapaz de no dar un respingo al escuchar esa última frase. No había que ser físico nuclear para suponer a dónde quería llegar Helen. —Em… ¿Laura? —¿Sigues teniendo esa casa junto al lago? —prosiguió Helen, ignorando las miradas que se dirigían las dos jóvenes—. Debe tener una vista genial ahora que empieza el otoño. —Tía Helen, no tenemos cuarto de invitados. —Bah, haremos como cuando tú venías de visita en verano —dijo Helen con un gesto casual—. Vamos a cargar todo esto para ver qué se ha hecho Gail esta vez. Por tu estado de ánimo, supongo que no es grave. —Necesita tiempo y medicación —comenzó a decir Laura—. Pero oye, no te puedes quedar con nosotras. —Venga, Laurita —dijo Helen como si estuviera hablando con un niño—. ¿Ya no te acuerdas de cuando vine a veros y tuvimos esa agradable y prolongada charla sobre tu ―compañera de piso‖? No tienes de qué avergonzarte. —No soy esa clase de ―compañera‖ —afirmó Crystal por fin—. Tengo mi propia habitación. —Oh. —Helen frunció el ceño y Crystal prácticamente daba por zanjado el tema cuando la estrambótica mujer encontró la solución perfecta—. A lo mejor tendrás un sofá, ¿no? —A continuación, rió con ganas—. Te prometo que no apareceré con ningún jovencito. Crystal miró a Laura a tiempo de captar su característica caída de hombros en señal de derrota. Supongo que vamos a tener compañía unos días. Contemplando la montaña de equipaje que esperaba ser acomodado en el interior de Jeep, lo único que pudo pensar con claridad fue que al menos se tratara de días, y no de meses. Al final, Laura decidió que ella se iría al sofá mientras su tía ocupaba su cuarto, ya que sus modales le impedían hacer menos por un invitado, sin importar lo desquiciante que fuera. Helen ocupó el asiento del copiloto y automáticamente e hizo dueña de la radio durante todo el trayecto. Los altavoces comenzaron a escupir música discotequera mientras Helen destripaba las vidas de sus familiares más cercanos. Intentando por todos los medios alejarse el altavoz de su puerta, Crystal, en medio del asiento trasero, no podía evitar captar ráfagas de la conversación. En realidad, no era difícil, porque Helen insistía en hablar por encima de la música en vez de bajar el volumen, digamos hasta el umbral de tolerancia humana. La imagen de la familia de Laura, tan perfecta e impoluta, empezó a desvanecerse de la mente de Crystal a medida que su tía hablaba. —Y el idiota lo habría conseguido si no hubiera estornudado cuando estaba escondido en la alcantarilla —dijo la tía de Laura, dando por terminada la historia de uno de sus primos—. Tuvo suerte de que sólo le pusieran en periodo de prueba.
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—Ahá —dijo Laura con aire ausente, prestando más atención a la carretera. En ese momento, Helen se volvió hacia Crystal. —Y dime, ¿sigue mi sobrina con esa obsesión por mantener la casa como los chorros del oro? —Em… —Dándose cuenta de lo comprometido de su situación, Crystal aspiró profundamente y se rindió a la evidencia—. Sí. —Lo que le hace falta es soltarse el pelo y vivir un poco —continuó la mujer—. Es demasiado estirada. A lo mejor podemos sacarla del cascarón mientras yo esté aquí. ¿Qué te parece? Oh, por favor, que alguien me saque de aquí, imploró en silencio Crystal cuando una batería de imágenes de bingos y museos cruzó por su mente. —Pues no sé, depende de lo que quiera hacer Laura —dijo por fin—. Yo trabajo bastante, así que no creo que pueda ir con vosotras. —Por favor, haced planes entre semana. Espero que Michael tenga un montón de horas extra. —Chorradas —contestó Helen—. Ya buscaremos tiempo. Crystal frunció el ceño al darse cuenta de que Helen era el tipo de persona que nunca acepta un no por respuesta. —¿Cuánto vas a quedarte? —Supongo que una semana o así. Ya veremos. No me gusta poner fechas exactas. La respuesta no ayudó a que Crystal se sintiera mejor.
********* —Me está volviendo loca —refunfuñó Crystal, dejándose caer en el puff—. ¿Conoces a esa petarda? Jenny, que se había pasado la mayor parte de la semana hablando con Laura por teléfono sobre su tía, su libertad de espíritu y cómo le había puesto la casa patas arriba, esperaba recibir algún tipo de queja por parte de Crystal, pero no aquélla. Apenas la había saludado antes de empezar a despotricar de la mujer. —¿Y concretamente qué es lo que te molesta de ella? —Todo —farfulló Crystal, pasándose los dedos por el pelo—. Yo pensaba que Laura era un fastidio a veces, pero esta mujer me saca de quicio. ¿Sabes que Laura siempre tiene respuesta para cada jodida pregunta de cada jodido juego? Jenny asintió, familiarizada con la situación.
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—¿Y eso te incomoda? —No tanto como cuando Helen, la enciclopedia andante, lo hace. La pregunta era qué presa era, no cuándo se construyó y toda la historia. Pues Laura va y dice Hoover y Helen salta con cómo eso dio lugar a Boulder City y así un buen rato. —Crystal se estaba disparando, por lo que interrumpirla quedaba fuera de lugar—. Dijera lo que dijera Laura, ella empezaba a hablar hasta que la conversación no tenía nada que ver con lo que era al principio. Va a volverla loca. —Crystal miró de soslayo a Jenny—. Sí, lo sé, no podemos hablar de Laura. Jenny asintió y abrió el cuaderno de la joven. —Por lo que veo, ha sido una semana muy intensa. —En casa, en el trabajo, en todo. —Arrellanándose para adaptar la forma del puff a su cuerpo, Crystal entrelazó los dedos detrás de su cabeza y dejó la mirada perdida—. Como si no tuviera ya bastante con lo de su madre, que por cierto cada día que tiene que estar en el hospital se vuelve más zorra… —A pesar de que la regla de no hablar de Laura parecía haberse evadido nuevamente, Jenny dudó si interrumpir a la joven, ya que aquella era una de las líneas de pensamiento más largas que Crystal había compartido con ella hasta la fecha—. Apuesto a que ni siquiera ha escrito una página desde que llegó ella… y eso que se ha bajado el ordenador a la sala. Está justo debajo de mi cuarto, pero todavía no la he oído teclear. —La rabia y el nerviosismo presentes en la voz de Crystal en el momento de entrar parecían estar disipándose, reemplazados por un tono mucho más suave y reflexivo—. ¿Sabes que nunca lo había pensado? —Sonrió—. El baño está entre medias de nuestras habitaciones, pero cuando las dos abrimos las puertas del balcón, puedo oír cómo escribe. —¿Y por qué crees que te gusta escucharla? —aventuró Jenny. —No sé… —Crystal se encogió de hombros con su aire habitual—. Supongo que me recuerda que está ahí al lado. —¿Al igual que estaba tu hermana cuando eras pequeña? —Algo así. —La joven estiró las piernas y las cruzó a la altura de los tobillos—. Es diferente a cuando escuchaba a Patty. No sé cómo explicarlo. Jenny, tras hojear una o dos páginas mientras Crystal hablaba, levantó la vista. —¿Quieres hablar sobre este sueño? Una expresión de sorpresa cruzó el rostro de Crystal, quien inmediatamente frunció el ceño. —La verdad, no. Ni sé para qué me molesté en escribirlo. Es una tontería. —Es la primera vez que mencionas haber tenido un sueño erótico —apuntó la terapeuta—. Además, creo que es importante el hecho de que te despertaras durante los juegos preliminares. ¿Habías soñado cosas así antes? 264
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—No pienso discutir mi vida sexual, o la falta de ella, contigo —dijo Crystal con firmeza, apretando la mandíbula y cruzándose de brazos—. Hablemos de otra cosa. —Buscando un tema más seguro, ¿eh? Vale. ¿Fuiste a la reunión del martes por la noche? —La falta de respuesta y la mueca de Crystal fueron significativas—. Ya veo. Esas sesiones están ahí para ayudarte, Crystal. No te las recomendaría si pensara que no van a servirte de nada. —A mí no me hace falta sentarme a escuchar las desgracias de nadie —manifestó la chica—. Además, estaba ocupada con Laura y la chalada de su tía. Jenny dejó pasar el comentario, rehusando morder el anzuelo y regresar así al tema tabú. —Nunca deberías estar lo bastante ocupada como para cuidar de ti, y eso es para lo que sirven esas reuniones. No puedo obligarte a asistir, pero sí te lo sugiero. —Vale, mamá —surgió la irónica respuesta, seguida de un resoplido—. De hecho, si tú fueras mi madre, estarías demasiado borracha como para saber lo que hago o dejo de hacer. —Hubo un largo silencio antes de que Crystal siguiese hablando—. A Patty tampoco es que le hiciese mucho más caso, pero siempre que íbamos a enseñarle algo de la escuela o algo así, nos ignoraba. —No daba importancia a las mismas cosas que vosotras —dijo Jenny—. ¿Y cómo te hacía sentir eso? —Patty y yo lo odiábamos, claro. —No. No te he preguntado cómo se sentía Patty. ¿Qué sentías tú cuando llegabas a casa con algo que querías que tu madre admirara y no lo hacía? Crystal pensó en ello un momento, abriendo la boca para decir algo y cerrándola de nuevo. Una leve sonrisa curvó la comisura de sus labios. —Iba a decir que jodidamente mal, pero creo que en realidad me sentía herida. —Volvió a ponerse las manos detrás de la cabeza—. Dolía pensar que todos los demás niños se iban a casa con madres que les querían y les prestaban atención y la mía no era igual. —Crystal tomó aire profundamente—. No sé por qué. —Las palabras, tanto tiempo guardadas en su interior, salieron por fin de forma tenue mientras que ella rehusaba dejar de mirar el techo—. Llegué a casa con el primer lugar en clase de arte y ella lo tiró a la basura. Cuando saqué noventa y cinco en una de las pruebas preliminares, Laura lo pegó con un imán a la nevera. —Los ojos de Crystal parpadearon con rapidez en un vano intento por eliminar las lágrimas que empezaban a formarse en ellos—. ¿Has oído eso de que uno nunca sabe lo que tiene hasta que lo pierde? —Sí. Crystal aspiró profundamente. —Supongo que es igual de cierto que uno no sabe lo que se ha estado perdiendo hasta que lo tiene. 265
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—¿O sea? —inquirió Jenny. —O sea que… —Incorporándose, Crystal levantó las rodillas y apoyó en ellas los brazos—. Desde que Patty desapareció, nadie se había preocupado por mí. —Las emociones empezaban a traducirse en el rostro de Crystal a medida que intentaba poner orden en sus pensamientos—. He tenido amigas, pero ninguna tan cercana, no como Laura. —La joven lanzó una leve carcajada y miró a Jenny—. Ya se me había olvidado lo que se siente cuando le importas a alguien. Cuando le interesa lo que pasa en su vida. Cuando… —Cuando alguien pega tu examen con un imán a la nevera —concluyó Jenny. —¿No te parece estúpido? —le preguntó Crystal—. Me pongo en plan ñoño sólo con que Laura haya hecho eso. —Se limpió los ojos para impedir que las lágrimas empezaran a caer. —Hace mucho tiempo que nadie se ha dado cuenta de tus habilidades y logros. —Jenny dejó el cuaderno a un lado y se inclinó hacia delante—. Hace mucho tiempo que no permites que nadie se acerque a ti lo suficiente como para que le importes. Te escondes en tu caparazón intentando aislarte de todo, pero muy dentro de ti eres consciente de que ese caparazón es un lugar muy frío. —Ahí dentro nadie puede hacerme daño —afirmó Crystal sin demasiado entusiasmo. —Si no corres el riesgo de que te hieran, vas a perderte el placer de que te amen. Es lo que implica vivir, en lugar de sólo existir. —¿Cómo coño me has metido ese topicazo? —gruñó Crystal—. Estábamos hablando de la insoportable tía de Laura. —Y tú estabas cabreada cuando has entrado por la puerta. Ahora estás tranquila. Es sorprendente lo que ocurre cuando te abres con alguien, ¿no? —Jenny sonrió, ignorando la mirada de impotencia que la joven le dirigía—. Bueno, así que quieres hablar de tu inquilina temporal. —Inquilina del demonio —aclaró Crystal, recordando el hecho de que Laura solía llamarla así cuando empezaron a vivir juntas—. Ya sabes que Laura es una obsesa del orden. Pues comparada con Helen, yo también. Te juro que es imposible entrar a una habitación sin que parezca que acaba de pasar un huracán. Por lo menos, con Laura sé dónde están las cosas. ¿Sabes que está usando mi taza? —¿Quién está usando tu taza? —Helen. —Crystal se sentó y miró a Jenny—. Nadie usa esa taza excepto yo. —¿Y sabía que era tuya? —¿Cómo no lo iba a saber? —respondió ella. El que otra persona hubiese usado su taza era visto por Crystal como una afrenta personal y la calma con que Jenny se tomaba el asunto ya le estaba fastidiando—. Es la única que lleva mi nombre. —No recuerdo haberla visto por allí —señaló Jenny. 266
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—Laura me la compró la semana pasada —dijo Crystal—. ¿No te lo contó? —Casi no hablamos desde lo de su madre. —Tomando consciencia de dónde estaba, Jenny se enderezó y se aclaró la garganta—. Has vuelto a meterte en el tema, Crystal. —Ya, bueno, es que es difícil no hablar de la persona con la que paso la mayor parte del tiempo — se quejó la rubia. Considerando que había dejado clara su postura, volvió al tema que en realidad le importaba—. Pues eso, que le importa un pito mi taza, e incluso muchas cosas de Laura. Utilizó esos jaboncitos con forma de flor del baño porque dijo que lo le gustaba cómo olía el normal. —En este punto, negó con la cabeza—. Hace un montón de ruido y le importa un carajo lo que diga su sobrina. —¿Sabes qué? —Esta vez, la terapeuta no fue capaz de contener una sonrisa—. Creo recordar que hace como dos semanas tú estabas echando pestes por la boca sobre esos… y cito textualmente… putos jabones de Laura. Crystal se sonrojó levemente y bajó la cabeza en gesto de derrota. —Ya, bueno, es que eso fue antes de que Laura me dijera dónde los había comprado y lo bien que se sentía al entrar al baño y olerlos. En este punto, Jenny sonrió con deferencia, tal y como hacía siempre que Crystal llegaba por sí misma al punto que ella quería. —La tolerancia y la comprensión marcan la diferencia. Tú eras incapaz de soportar ciertas cosas de convivir con otra persona, pero con el tiempo no sólo has aprendido a aceptar las diferencias, sino también a apreciarlas. Crystal no hizo ninguna objeción al respecto y se limitó a encogerse de hombros. —Ella no está tan mal. Una vez que superas lo de la limpieza compulsiva, al menos. Hay que conocerla, eso es todo. —Me da que mucha de la gente de ahí fuera cae en la misma categoría —dijo Jenny—. Hay personas que merecen la pena, si te tomas la molestia de abrir los ojos. El rostro de Crystal adquirió una mirada ausente y Jenny esperó algunos segundos antes de aclararse la garganta con educación. —Oh, perdona —dijo la rubia—. Estaba pensando en algo. —Cuéntamelo —la animó Jenny, abandonando el sofá y ocupando uno de los puffs para estar más cómoda, con las piernas en el suelo y la espalda recargada—. A juzgar por tu cara, no era malo. —Me estaba acordando de una vez, como hace tres años, en que salí a conducir por una carretera secundaria. Me paré en un mercadillo de esos que montan en los garajes. Parecía que habían sacado todo aquello de un vertedero. —La cara de Crystal empezó a animarse a medida que se incorporaba para seguir con la historia—. Tenían ventanas con los cristales rotos, lámparas que no 267
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funcionaban y cosas así. Si parecía basura, allí estaba. Así que empecé a echar un vistazo. No sé por qué. Nunca compro cosas de esas. —Me gustan las ventas de garaje —dijo Jenny—. Uno nunca sabe qué se va a encontrar. —Exacto —afirmó Crystal con entusiasmo—. Bueno, pues detrás de todos esos chismes inútiles encontré una caja con un reloj, una navaja y varias herramientas. Estaba todo a cinco pavos y me dio buena espina, así que la compré. Fui llevando cada cosa a un montón de tiendas de antigüedades y me saqué casi cien pavos. Todavía conservaba algunas baratijas de madera hasta lo del incendio. —Y la moraleja del cuento es… —preguntó Jenny con tono juguetón. —Que incluso la basura merece que le echen un segundo vistazo. —Nunca se sabe dónde vas a encontrar un tesoro —concluyó la terapeuta. Tras mirar el reloj, Jenny frunció el ceño—. Bueno, ya vale de hablar de todo lo que se mueve sobre la Tierra. Creo que es hora de jugar un poco, ¿qué te parece? —Lo mismo que la última vez —respondió Crystal, adoptando en seguida su faceta más desafiante. Tras recostarse contra el puff, se cruzó de brazos—. Me parece una estupidez fingir algo que nunca sucederá. —De eso se trata el fingir —explicó Jenny con calma—. Uno encuentra seguridad en poder gritarle a alguien con quien estás cabreado sin preocuparse de las repercusiones físicas. —Aquella era una batalla eterna con Crystal: el conseguir que se sintiera lo bastante segura como para abrirse y dejar salir un poco de la rabia y el dolor que tenía dentro. A pesar de la actitud que mostraba en ese momento, Jenny juzgó que valía la pena intentarlo. —A mí me parece una estupidez. —Refunfuñando al volumen exacto como para que Jenny la oyera, Crystal fue hasta la colchoneta que había en una esquina de la estancia, justo detrás de los puffs—. Vale, ¿a cuál de mis padres quieres que ponga a parir esta vez? —¿A cuál te apetece gritarle? —replanteó la terapeuta, a tan solo unos pasos de su paciente. —A ninguno, la verdad —dijo Crystal con tono aburrido—. No se merecen ni el esfuerzo. —¿A ninguno? Crystal asintió. —Me importan una mierda los dos. Que se vayan al infierno. —¿Por qué? —Ya sabes por qué. Por lo que me hicieron. —Crystal comenzó a ponerse nerviosa y empezó a darle pataditas al borde de la colchoneta con la mandíbula apretada—. Ella era una inútil. 268
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—¿Por qué crees que tu madre era una inútil para ti? —Jenny mantuvo la distancia, pero se colocó en un punto en que pudiera mirar de frente a la joven—. Díselo, Crystal. —No le importaba nada. —¿Por qué? Díselo —la urgió Jenny, manteniendo un tono calmado—. Yo soy tu madre, Crystal. Dime qué hice para molestarte tanto. La respiración de Crystal pareció crisparse, al igual que sus movimientos, y empezó a caminar de un lado a otro. —No nos esperaba en la parada del autobús como hacían otras madres. No nos hacía el almuerzo y teníamos que comernos el que daban gratis en la escuela. Todos sabían que era para niños pobres. —¿Qué más? Un gemido ahogado escapó de los labios de Crystal. —¿Qué más? ¿De verdad quieres saberlo? —Fue hasta Jenny hasta quedar cara a cara con ella, sintiendo que la mujer retrocedía levemente—. ¿Qué te parece no ocuparse de coserme la ropa antes de ir a la escuela? ¿Y no hacernos una cena que no viniese en una bandeja de metal? ¡La odiaba! —exclamó antes de dar media vuelta e ir hasta donde colgaba el saco de boxeo, de espaldas a Jenny—. ¿Tanto te costaba hacer una puta comida decente de vez en cuando? —El puño derecho de Crystal impactó con fuerza contra el saco—. ¿Tanto te costaba aparecer en una reunión del colegio? —Un golpe seco reverberó en la habitación cuando Crystal golpeó de nuevo—. ¿Por qué no le abandonaste? ¿Tan poco te importábamos? Jenny se sentó con las piernas cruzadas sobre la colchoneta, dejando que Crystal desfogara a gusto toda su frustración y sus demandas sobre el saco. Estremeciéndose tras un golpe particularmente fuerte, se hizo una nota mental de ofrecerle los guantes para la siguiente sesión. La joven, cuyo derecho a ser oída le había sido negado tanto tiempo, rugía su venganza, contando a gritos las injusticias que había sufrido a cualquiera que quisiera escuchar. El ataque de ira de Crystal duró aún un buen rato, tras el cual se dejó caer de rodillas agarrándose la cabeza. Jenny cogió varios pañuelos de papel y cruzó la colchoneta a toda prisa, alcanzando a la chica justo cuando comenzaba a llorar. —¿Por qué? —Crystal se sorbió la nariz, abrazándose con indefensión—. No entiendo por qué. Jenny puso sus manos sobre los hombros de Crystal y los apretó levemente. —Tal vez nunca entiendas por qué tu madre hizo lo que hizo, Crystal, pero en un momento dado tendrás que aceptar que no puedes cambiar lo que pasó. —No puedo hacerlo, ¿verdad? —susurró la joven al tiempo que cogía un pañuelo y se limpiaba la cara—. Pero eso no implica que duela menos.
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—Es cierto. No lo hace —dijo Jenny con suavidad—. Pero cuando uno aprende a aceptarlo y sigue adelante, el dolor va desapareciendo. Tú eres una mujer fuerte, Crystal. Puedes superar esto. —A mí no me lo parece —dijo Crystal con un hilo de voz—. Yo… siento que el dolor nunca desaparecerá. —Las lágrimas y los sollozos comenzaron a ceder levemente. Avergonzada por semejante despliegue de emociones, Crystal tomó otro pañuelo y miró cara a cara a la mujer—. ¿Así es como sabes que la cosa funciona, Doc? —Los psicólogos tienen que cubrir una cuota diaria de pacientes a los que deben hacer llorar — bromeó Jenny—. ¿Qué puedo decir? Iba con retraso. —El espectáculo que te acabo de montar debería valerte para varias semanas —respondió Crystal, respaldando el comentario con una leve sonrisa. Ya confiando en controlar sus sentimientos, se levantó y fue hacia el sillón reclinable. Jenny, por su parte, permaneció sobre la colchoneta y se giró para quedar cara a cara con la paciente. —¿Qué sientes en este momento? —Estoy bien —contestó Crystal automáticamente. —No te he preguntado que cómo te sientes. Te he preguntado qué sientes. Lo de ―bien‖ no cuela. Inténtalo otra vez. Crystal traspasó a la terapeuta con la mirada, pero el efecto se vio mermado por el enrojecimiento de sus ojos y su aire demacrado. Encogiéndose de hombros, trató de encontrar las palabras que se arremolinaban en su interior. —No sé. Vacía, supongo. —No lo dudo —dijo Jenny con dulzura—. Pero me da que ahí dentro debe haber algo más de lo que dices. Asintiendo con renuencia, Crystal le dirigió una media sonrisa. —Supongo que por eso eres la terapeuta, ¿eh, Doc? —Con un suspiro, intentó aclarar un poco más sus ideas—. A veces me pregunto qué estará haciendo, si es que no le abandonó. Cuando era pequeña, siempre pensaba que entonces todo iría bien. —Ahogó una carcajada—. Sueños de niños. —Ya no eres una niña. —Todo esto es absurdo. ¿Cómo puede ser? ¿Por qué la odio en un momento y luego me pregunto cómo estará?
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—A lo mejor no es odio lo que sentías. La gente va a decepcionarte. Eso es un hecho. Cuando lo hace un amigo o un conocido es una cosa, pero cuando se trata de alguien más cercano, resulta muy difícil de aceptar. Crystal miró a Jenny con aire pensativo y asintió. —Esto no va a ser fácil, Doc. —Ya te he dicho que crecer no es fácil —dijo Jenny—. Y te guste o no, vas a tener que recorrer el camino con ayuda. No tengas miedo de pedirla cuando lo necesites. —Eh, oye —dijo Crystal mirando el reloj—. Nos hemos pasado de hora. —A veces pasa —contestó Jenny poniéndose en pie—. Esta vida no siempre se ajusta a los horarios. —Crystal iba a levantarse también, pero se detuvo al ver el gesto negativo de la terapeuta—. Aún no. Hay que cerrar la sesión antes de que te vayas. —Ah, genial —dijo Crystal sin demasiado entusiasmo—. Me encanta eso de los cierres. —Lo sé —afirmó Jenny volviendo al sofá—. Es tu parte preferida después de lo del abrazo, ¿a que sí? —Sí, no puedo decidirme entre las dos —afirmó Crystal con acritud—. Y después de esto voy a tener que ir a la tienda a comprar crema, porque a Helen no le gusta el café con leche. —Considerando cómo estabas cuando has entrado por la puerta, seguro que se alegrará que hayas venido aquí primero. —Ya, bueno… —Crystal se encogió de hombros—. Me las arreglaré. —Tolerancia y paciencia, Crystal. Recuérdalo. —Jenny se recostó y agarró su carpeta—. Bueno, vamos a cerrar esto para irnos a casa.
********* A Crystal no le hizo falta abrir la puerta para identificar la música que aporreaba las paredes. El hecho de que el Jeep no estuviera aparcado fuera sólo podía significar una cosa: Helen estaba sola en casa y Crystal tenía que entretenerla hasta que Laura regresara. Con un profundo suspiro, giró el pomo y entró. Laura parecía llevar fuera un buen rato a juzgar por el escenario, digno de un desastre natural, que se le presentó. Helen estaba tirada sobre el sofá con el mando a distancia en una mano y el teléfono en la otra. La mesita del café estaba enterrada bajo un montón de envolturas de chicle y otros papeles. Al verlo, Crystal se fue directamente a la cocina para no oír la conversación telefónica de la mujer.
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Seguro que es de larga distancia, pensó mientras metía la crema en la nevera. Una caja de seis cervezas casi vacía captó su atención. Espera, espera… yo tenía cuatro de esas cuando me fui a trabajar esta mañana. Con renovado mal humor, agarró la botella que quedaba y cerró la puerta con fuerza. —Ah, ahí estás —exclamó Helen desde la puerta—. Te he visto entrar, pero estaba al teléfono. ¿Te has acordado de traerme la crema? —Está en la nevera —respondió Crystal acodándose en el mostrador y llevándose la botella a los labios—. Y por cierto, la cerveza que te has bebido era mía. —¿En serio? Vaya, perdona por no preguntarte. Di por hecho que me la podía tomar. —Sin el sombrero, el cabello plateado de Helen se erguía casi de forma vertical sobre su cabeza y Crystal se preguntó para sí si le habría llevado una foto de Phyllis Diller al peluquero. —Supongo que no podías saberlo si nadie te lo dice —convino Crystal a regañadientes—. Casi todo lo que hay en la nevera es comunitario, excepto la cerveza y esas cosas de nueces que le gustan a Laura. —Y dime, ¿qué tal te ha ido hoy? —preguntó Helen, cruzando la habitación y acomodándose frente a la mesa de la cocina. —Normal. Ya hemos terminado con los muros del segundo piso. —Me vas a perdonas, pero creo que estás demasiado buena como para andar jugando a Rosie la Remachadora. Podrías ser modelo. Crystal echó otro trago sin ninguna intención de abandonar el mostrador. —La belleza se acaba tarde o temprano. Además, yo no remacho nada. Le pongo cemento a las estructuras. Toda una habilidad en la industria de la construcción. —A mí me parece un poco de marimacho. No te he pedido tu opinión, pensó Crystal para sí. —En fin… ¿Dónde ha ido Laura? —A ver a su madre. Yo estuve esta mañana, pero Gail tenía esa actitud post menopáusica tan suya que le impide mantener una conversación normal. —Por lo menos se encuentra mejor y has podido entrar a verla otra vez. —Bah. —Helen hizo un gesto despreciativo con la mano—. No va a enterrar el hacha de guerra tan fácilmente, y yo tampoco. Debí haber llamado simplemente para ver cómo estaba, pero me apetecía tomarme unas vacaciones. —Bueno, estoy segura de que tu hermana te agradece el que hayas venido a verla desde tan lejos. 272
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Levantando la botella una vez más, se sorprendió al encontrarla vacía. Sabía que tenía que comprar más en la tienda. —¿Agradecérmelo? Por favor. —Helen hizo una mueca de disgusto—. Esa mujer no me ha dado las gracias por nada en su vida. —Yo no conozco a la Sra. Taylor lo suficiente como para decir nada, pero daría mi brazo derecho por saber dónde está mi hermana ahora mismo. —Dándose cuenta de que había hablado de más, Crystal dejó la botella en el mostrador y abrió la nevera—. Será mejor que vaya haciendo la cena. —¿No sabes dónde está tu hermana? —preguntó Helen—. ¿Os habéis peleado o algo así? Crystal negó con la cabeza. —No. Patty se escapó de casa cuando era adolescente. No la he visto desde entonces. —Tras sacar las sobras de pollo y dejarlas en la encimera, Crystal se quedó pensativa un momento antes de volverse hacia Helen—. Oye, ya sé que no es asunto mío, pero la Sra. Taylor es tu hermana. ¿Es que no te importa cómo esté? —Pues claro que sí —dijo Helen con tono cortante—. Esa no es la cuestión. —¿Y cuál es la cuestión? —preguntó Crystal suspirando—. ¿Tan importante es si no ha terminado de pagar la casa o que sus ideas políticas no sean las mismas que las tuyas? Tú elegiste una vida de fiestas y multitudes. Viajar es tu mundo. Ella eligió una familia y ese es su mundo. ¿Es que no puedes aceptar que sois diferentes y ya está? —Sacó una sartén del estante bajo el mostrador y la soltó con un fuerte golpe—. ¿Crees que no tiene miedo de estar en ese hospital sabiendo que se habría muerto si su hijo no hubiera estado en casa ese día? —La bandeja y el pollo fueron a dar sobre el fogón sin demasiados miramientos—. ¿Te parece que Laura no está preocupada por su madre? Lo que menos necesita ahora es llegar a casa y oírte machacar los mismos temas una y otra vez. ¿Qué coño importa quién lleva o no lleva razón? —No sabía que te afectara tanto —dijo Helen, con una voz un poco más sumisa—. Normalmente saludas a Laura y te vas arriba. —Ya, bueno, yo no soy de la familia e intento mantenerme al margen a no ser que Laura necesite hablar. —Por no mencionar cierto olor a hierba que sale de tu habitación. Crystal se sonrojó levemente. —Ah, ya… bueno… —Había pensado preguntarte sobre eso. Se me olvidó echar la mía en la maleta cuando vine. —Oh. —Captando la indirecta, Crystal asintió—. Sólo puedo fumar hierba en mi habitación. Con los cigarrillos no hay problema. A Laura le preocupa que los vecinos me vean encendiendo un porro. 273
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—Pues es una buena forma de trabar amistad con los vecinos —dijo la mujer—. Los míos suelen venir para que les dé un poco. —Nunca me hubiera imaginado que fumas —dijo Crystal sintiendo que la rabia de antes empezaba a disiparse. Se inclinó contra el mostrador, resistiéndose a la tentación de ir a sentarse con la tía de Laura en la mesa. —Si me comparas con mi sobrina, supongo que soy lo que se dice una rebelde. Iba mucho a las discotecas en los setenta, pero estoy segura de que Laura no lo sabe. Su madre la aislaba de aquel ―sórdido‖ modo de vida, como solía llamarlo. —Helen le quitó importancia al asunto con un ademán—. Ven a sentarte conmigo. No me gusta hablarle a las paredes. —Crystal dudó un momento y luego cedió, colocándose justo al otro lado de la mujer—. Eso está mejor. Tengo que admitir que no te pareces nada a las otras novias de Laura. —No somos novias —le recordó la rubia. —Bueno, digamos amigas mujeres, no de amantes lesbianas —aclaró Helen—. Aunque tengo que admitir que Laura debió echarle muchos cojones cuando salió del armario con su madre. —Laura es muy valiente —convino Crystal. —Nunca se lo dije, pero me siento orgullosa de que se mantuviera firme en ese aspecto y no dejara que su madre la llevara a un psicólogo. —Una sonrisa malévola cruzó los labios de la mujer—. Debo confesar que yo he estado tentada de cruzarme de acera una o dos veces. ¿Te acuerdas de la serie aquella que se llamaba Wagon Wheel? Podría contarte un par de cosas de la actriz que hacía de Carol. La referencia se abrió paso en la mente de Crystal. Aunque sólo recordaba la serie vagamente de cuando era pequeña, el significado estaba claro. —¿Entonces eres bisexual? —Supongo. Llevo muchos años sin estar con una mujer, pero nunca es tarde. ¿Y tú qué? —Yo soy hetero —contestó Crystal. —Ya veo. ¿Hay algún hombre en tu vida? Conozco a un chicarrón que está como un queso y se moriría por andar con un bombón rubio como tú. Crystal rió con ganas y negó con la cabeza. —Creo que paso. Ahora mismo no busco una relación. —Lástima. ¿Por una ruptura fea? —No. —Como era su costumbre, Crystal bajó la vista hacia la mesa para hablar sobre sí misma—. Nunca he tenido una relación estable. —Una auténtica lástima. Eres joven, pero, ¿no te parece que ya es hora de ir buscando a alguien con quien compartir tu vida? —Helen extendió la mano y palmeó la de Crystal—. Hazle caso a 274
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este carcamal, querida. No hay cosa más triste que no tener a nadie a quien amar cuando vuelves a casa. Personalmente, creo que te estás limitando con eso de no buscar en el otro lado de la valla. Mi sobrina es una joya, ¿sabes? Escritora de éxito, con carrera… y no está nada mal, ¿eh? Crystal advirtió el gesto de complicidad de Helen y sonrió. —No, para nada. Laura es una persona muy agradable, pero no hay nada de eso entre nosotras. Además, no soy su tipo. —Pues no sé qué decirte, querida. Mi sobrinita parece pensar otra cosa. —¿Qué ha dicho sobre mí? —Ah, tienes curiosidad, ¿eh? —preguntó Helen con aire interesante—. Te diré lo que vamos a hacer. Aún quedan como veinte minutos para la cena, ¿no? —Sí, por lo menos. —Si me das una calada o dos, a lo mejor me animo a revelarte cierta información confidencial. Crystal no necesitó que se lo repitiera. —Vamos.
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PARTE 12 Laura se sentía agotada para cuando apagó el motor, aunque ver el ya familiar Omni allí aparcado le levantó un poco el ánimo. Eso significaba que Crystal estaba en casa y, probablemente, que su tía habría decidido irse a dormir temprano. Recordando la bolsa colmada de productos de limpieza que llevaba en el asiento trasero, la cogió y se dirigió a la puerta. Tras dejar la bolsa en la mesa de la entrada, advirtió con cierta extrañeza que ninguna de las dos estaba en el piso de abajo. Lo que no le sorprendió tanto, por desgracia, fue el desbarajuste que reinaba en la sala de estar. La cocina tenía mejor aspecto. Los platos estaban limpios y secándose, aunque juzgó que la autora de tan magnánimo gesto había sido su compañera de piso, puesto que el colador yacía en el extremo opuesto del fregadero. Laura se dio unos minutos para reacomodar todos los utensilios de cocina antes de subir la escalera. —¿Hola? —exclamó Laura al oír voces a medio camino del piso superior. —Estamos aquí —respondió Crystal. Laura no pudo evitar enarcar las cejas ante este nuevo cambio de rutina. Su tía Helen y Crystal estaban juntas en la misma habitación y, a juzgar por los sonidos que provenían del interior, se lo estaban pasando bien. El aroma dulzón que salía de debajo de la puerta le aclaró el motivo. Al abrir, lo primero que vio fue una montaña de ropa sucia, unos vaqueros arrojados sin ningún cuidado en el respaldo de la silla naranja y las botas de trabajo de Crystal tal cual habían caído al quitárselas de dos patadas. Crystal estaba cómodamente tumbada en la cama y Helen ocupaba la silla con los pies en alto. —Hola —dijo Crystal—. ¿Cómo está tu madre? —Hola, calabacita —saludó a su vez Helen—. Ven a sentarte y nos cuentas. —No te preocupes por la ropa —le advirtió la joven—. Pasa por encima y ya está. —O también podría alquilar una excavadora —respondió Laura con acritud. Evitó pisar la ropa sucia y fue hasta la cama, sentándose con las piernas cruzadas en la esquina más cercana a la puerta del balcón. Entonces, dirigió una mirada a su tía y luego a Crystal—. Ya veo que habéis encontrado algo en común —afirmó con un tono que no dejaba lugar a dudas sobre lo que opinaba al respecto. —Te pareces demasiado a tu madre. —Helen frunció el ceño y tomó la pipa de las manos de Crystal—. Y bien, ¿cómo está? —Cien veces mejor que cuando la ingresaron —dijo Laura—. Si todo va bien esta noche, a lo mejor le dan el alta mañana por la mañana. —¿A qué hora vas a ir a verla? —preguntó Helen. —Quiero llegar allí como a las nueve o las diez. 276
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—Voy contigo —dijo Helen, extendiendo la mano para que Crystal le diera el encendedor. Laura observó cómo su tía de cincuenta años le daba una calada a la pipa y pensó para sí que debía haberla poseído algún bicho de la Dimensión Desconocida. Laura aún se sentía incómoda al ver a Crystal fumando, pero lo de su tía era harina de otro costal. —Em… ¿Tía Helen? —Dime, calabacita. —Helen parecía estar viéndola, pero tenía los ojos levemente cerrados. Al parecer, llevaba ya un buen rato en aquella habitación. —¿Te importaría no fumar… eso delante de mí? Se me hace un poco raro. —Tengo una idea —dijo Crystal recogiendo su pipa y dejándola sobre el cenicero—. Voy a por un cigarrillo. ¿Por qué no salimos al balcón? Laura se va a asfixiar aquí dentro. —Excelente, querida. —Helen se puso en pie un tanto precariamente, se enderezó y fue hacia la puerta corredera. —¿Y de qué habéis estado hablando? —preguntó Laura a Crystal, procurando quedarse atrás. —Ah, toda clase de cosas —le respondió la joven—. De hermanas, familias, libertad… y de ti, claro. —¿De mí? —Bueno… —Los ojos de Crystal adquirieron un brillo travieso—. Tú eres lo principal que tenemos en común. Y por cierto, ¿lo de saltar barriles con la bicicleta? Mala idea. —¿Te ha contado eso? —Laura estaba conmocionada puesto que esa era una de las anécdotas que más la avergonzaban, en especial cuando el comandante de la base llamó a su padre para contarle que ella había estado jugando en un área no autorizada. —Me ha contado un montón de cosas —dijo Crystal con tono juguetón. Helen no había tardado mucho en entonarse, regalándole una tremenda retahíla de los momentos más embarazosos de la niñez de Laura—. Como esa vez que fuiste a visitarla y te perdiste en el metro. —Fue ella la que me dijo que me quedara en la línea roja —refunfuñó Laura mientras salían al balcón—. Así que ahora tienes por hobby hablar de mí, ¿eh? —Tienes suerte de que se me olvidara echar los álbumes de fotos a la maleta —dijo Helen—. ¿Te acuerdas de aquel verano que fuimos de acampada? ¿Cuándo vinieron tus primos? En ese momento, Laura sintió un gran alivio de que la oscuridad que les rodeaba ocultara el rubor que sin duda teñía su rostro. —Sí, me acuerdo. ¿Podemos cambiar de tema? 277
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—Ah, es mucho más divertido meternos contigo —dijo Crystal recostándose en su silla y apoyando los pies sobre el barandal—. A ver, Helen, me estabas contando la primera vez que Laura se emborrachó. —Oh, no —gruñó el sujeto en cuestión—. ¿Y todavía te preguntas por qué no suelo beber? Basta con que una tía te lleve a tu primera borrachera. —Te pasaste todo el rato abrazada a una diosa de porcelana, ¿no? —la picó Crystal. —Fue su mejor amiga aquella noche —añadió Helen con todo divertido—. Y también a la mañana siguiente. —Pero apuesto a que tú tienes más confianza con esa diosa en particular que yo —dijo Laura devolviéndole la broma. —Ahí me has pillado, colega. —La única bombilla del muelle trasero aportaba escasa iluminación, pero lo bastante como para que Laura viera la pantomima de Crystal como de haber recibido un disparo en el pecho—. Sin embargo, yo nunca he intentado bajar a gatas unas escaleras. —No se te olvida nada, ¿verdad, tía Helen? —De hecho, casi nada, calabacita —contestó Helen, disfrutando de lo lindo. Crystal y ella tenían unos cigarrillos encendidos y la mujer le dio al suyo una buena calada antes de seguir vacilando a su sobrina—.Tendrías que haberla visto, Crystal. No paraba de hablar con la barandilla. La amigable charla siguió durante más o menos una hora, aunque Laura dejó de sentirse avergonzada después de aquella última anécdota. Por fin, tras varios bostezos, quedó patente la necesidad de dar por terminada la velada y Helen se retiró a la habitación de Laura, misma que ocupaba desde que llegó. Laura siguió a Crystal adentro, sorteando unos pantalones cortos que había tirados junto a la puerta. —¿Cómo puedes vivir en medio de este desastre? —preguntó Laura. —Sé perfectamente dónde está cada cosa. Es un desastre organizado —dijo Crystal dejándose caer en la cama y apoyando la espalda contra el cabecero—. Y dime, ¿ya te has hartado o te sientes de humor para hacerme una visita de vez en cuando? Desde la llegada de Helen, había pasado la mayor parte de las tardes en el piso de abajo, por lo que las dos amigas no habían tenido muchas ocasiones de sentarse a charlar, y Laura se descubrió echando de menos esos ratos. —Vale, pero si me prometes que sólo fumarás cigarrillos. —Trato hecho —convino alegremente Crystal al tiempo que daba un golpe en el brazo de su silla naranja—. Siéntate y relájate.
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—Veo que esta noche estás de buen humor —apuntó la escritora, sentándose a continuación—. Todavía no me puedo creer que tú y mi tía Helen hayáis hecho buenas migas, y menos que hayáis estado fumando hierba. —La verdad es que me dejó pasmada cuando me preguntó si tenía —dijo Crystal ahuecando una almohada antes de ponérsela en la espalda—. Pero una vez que se me pasó el cabreo, me di cuenta de que no está tan mal. Un poco rara, pero simpática. —No te ha contado su teoría sobre los alienígenas y los laboratorios secretos que tienen escondidos en el desierto, según veo. —Ah, lo estoy deseando. Me ha dicho lo de su primo, el que tiene un espectáculo de travestis en Nueva York. —Ya te habrás dado cuenta de que no todos a los que llama primos lo son en realidad —le explicó Laura—. Creo que la mayoría son hijos de sus amigos, y a ella le encanta jugar a la tía rica con ellos. —Ya… A mí no me hubiera importado tener una tía rica cuando era pequeña. —Bueno, no estaba mal, pero nunca me interesó su dinero. Ir a verla era como estar en un parque de atracciones gigante. Nunca se sabía lo que iba a hacer, pero era divertido. —Sin pensarlo, Laura se quitó las zapatillas y subió los pies a la cama de Crystal—. Créeme, hay un límite para lo que una persona puede divertirse en cierto tiempo, dejando aparte el bajar gateando una escalera. — Se inclinó hacia delante y le dio a Crystal una palmada en la pierna—. Eh, me ha llegado un cheque esta mañana. ¿Qué te parece si salimos a cenar después de que salgas del trabajo mañana? —¿Y qué hacemos con Helen? —Se la apalancaré a Bobby. Seguro que le encantará contarle todos sus chismorreos. —La mente creativa de la escritora trabajó durante un momento antes de idear el escenario perfecto para su plan—. Le comeré el tarro con el rollo de que a mi hermano le encantaría pasar la tarde con ella antes de irse a la Universidad. —Estoy segura de que le va a encantar —dijo Crystal. —¿Sabes que fue ella quien me compró mi primer coche cuando acabé el instituto? Era de segunda mano, pero no estaba oxidado y llevaba pocos kilómetros. Un "cinco puertas" muy útil para moverme por el campus. —Mi primer coche es el mismo que tengo ahora —dijo Crystal haciendo un gesto hacia el aparcamiento—. Fui tirando de lo que me devolvía Hacienda e hice pagos trimestrales para conseguir ese montón de chatarra. Lo tengo desde hace casi un año. —Y seguro que lo valoras más de lo que yo valoraba mi Ford. No llevar cadenas en mitad de una tormenta y mi falta de experiencia lo llevaron al desguace en menos de cuatro meses. —Oh, vaya mierda. 279
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Laura sonrió al escuchar la frase malsonante de su amiga, pero al final asintió. —Supongo que depende de cómo lo mires. El seguro me dio el dinero que necesitaba para comprarme los libros, así que no tuve que pedirles prestado a papá y a mamá cuando quedaba tan poco para Navidad. En cualquier caso, ahorré lo que me sobró y empecé a dar clases particulares para comprarme otro coche. —Apuesto a que tuviste más cuidado con ese —aventuró Crystal. —Pues sí —admitió Laura por su parte—. Me duró hasta el último año de carrera. —Acto seguido, frunció el ceño tratando de recordar cómo se habían desviado tanto del tema. Claro que, con Crystal, cualquier conversación era una montaña rusa—. Ah, la cena. —Sí. ¿Adónde habías pensado ir? Hay uno muy barato como a kilómetro y medio del hospital. Ya sabes, ése con los cristales ahumados. Laura hizo una mueca. —¿Y si vamos a un sitio donde la mitad del plato no sea grasa? —¿Estás de coña? Es el mejor sitio. Hacen unas costillas buenísim… —Crystal pareció replantearse la idea un momento—. Ah, cierto, que tú no comes carne roja. Pero también tienen marisco. —Sin duda empanado y nadando en aceite —respondió Laura—. Hay un italiano cerca del centro comercial. —¿Y comida china? —propuso Crystal ignorando el comentario de su compañera de piso. —Siempre me atasco cuando voy a un chino. ¿Qué tal el sitio nuevo de la Quinta? —Demasiado caro. Michael sólo ha podido darme unas cuantas horas extra esta semana. — Crystal suspiró y alcanzó sus cigarrillos—. Es como cuando empezamos a vivir juntas. No nos ponemos de acuerdo en nada. Laura no pudo evitar sonreír. —Ya… Pero hemos mejorado mucho desde entonces. Llevo semanas sin recoger la toalla del suelo del baño. Y hablando del baño… —Yo no he sido —afirmó Crystal antes de oír el final de la frase. —Mala conciencia, ¿eh? —bromeó Laura—. Ya sé que tía Helen usó mis jabones, pero me ha dicho que no ha comprado los nuevos. Así que, ¿de dónde han salido? —¿El hada del jabón?
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—Me da que soy un poco mayor para creer en hadas, Crystal. Sin embargo, sí creo que hay por aquí una compañera de piso que ha tenido un detalle maravilloso. Crystal sonrió al escuchar palabras como aquellas, a las que definitivamente no estaba acostumbrada. —Es que echaba de menos el olor. —Para eso existen los ambientadores —puntualizó Laura—. A mí no me la das. Te lo agradezco mucho. Son incluso más bonitos que los que tenía antes. La rubia sonrió de nuevo y apagó su cigarrillo. —¿Cómo hemos acabado hablando de esto? Estábamos con la cena. —Yo he sugerido el restaurante de la Quinta —retomó Laura. —Y yo he dicho que es demasiado caro. —La mayoría de las cenas cuestan menos de veinte dólares, Crystal. Además, voy a invitar yo porque el cheque ha sido de un poco más de lo que esperaba. ¿O es que te creías que iba a invitarte a cenar y dejarte pagar después? —Laura negó con la cabeza—. No soy tan mala en las citas. —Ya, bueno, es que la última vez que alguien quiso pagarme la cena lo hizo esperando algo a cambio. —Crystal sonrió—. Pero dado que no tienes nada que hacer conmigo, acepto. —Oh, por favor. Veros a ti y a tía Helen llevándoos tan bien vale más que una simple cena. ¿De qué habéis estado hablando aquí dentro? En ese momento, Laura se puso a recoger un poco de ceniza que había caído sobre la mesita de noche, así como un montón de paquetes de tabaco arrugados. Crystal, por su parte, le lanzó una sonrisa traviesa. —¿Aparte de intentar decidir qué es mejor, si el papel o la pipa? —Su cara cambió de pronto al darse cuenta de lo que Laura pretendía hacer—. Oye, deja mi basura en paz. —Laura abrió las manos para que la joven le quitara lo que había estado recogiendo. —Sólo quería ayudar —dijo la mujer de pelo oscuro. —Ya, ayudar a limpiar —afirmó Crystal tirando los paquetes y todo lo demás a la papelera, ya de por sí llena a rebosar—. Esta es mi habitación. Puedo tenerla tan sucia como quiera. —Hay una diferencia entre el desorden y que parezca una zona de guerra. —Pero es mi zona de guerra —puntualizó la rubia con orgullo—. Si yo no voy a ponerte tu cuarto hecho un desastre, tú no puedes venir a limpiar el mío. Me porto bien en el resto de la casa. 281
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Laura se sacudió las manos en los pantalones antes de entrelazarlas para resistirse a la tentación de recoger el paquete que había caído fuera de la papelera. —Tienes razón. —No es que esté estropeando las paredes o la alfombra. Sólo está… —Desordenada —aventuró la escritora. —Desordenada, sí, eso suena bien. —Crystal sonrió—. Claro que decir que yo soy un poco desordenada es como decir que en Maine sólo nieva un poco en invierno. Ambas mujeres se echaron a reír, continuando las bromas sobre sus respectivas manías un poco más. —Entonces, aparte de qué es mejor, si el papel o la pipa… y no, no quiero saber la respuesta… — dijo Laura—, ¿de qué más habéis estado hablando? —De hermanas —afirmó Crystal encogiéndose de hombros—. Le he dicho que debería preocuparse más por el estado de salud de su hermana y menos por si ha terminado de pagar las letras de la casa. —¿Le has hablado de Patty? —Un poco. Le he dicho que llevamos mucho tiempo separadas y que aunque estuviera viviendo en una caja, querría verla y pasar tiempo con ella. —Así que por eso ha dicho que quiere ir a ver a mamá mañana —dijo Laura—. Me tenía intrigada con semejante cambio de idea. —A continuación, miró a Crystal con aire pensativo—. Supongo que algunas veces todos necesitamos que nos recuerden qué es lo verdaderamente importante. —No sé. Supongo. —Crystal se encogió de hombros y levantó las rodillas, dejando descansar allí sus brazos, sin dejar de recostarse contra el cabecero de la cama. Una triste mirada melancólica cruzó su rostro en ese momento. —¿Cómo te ha ido hoy con Jenny? —le preguntó Laura al darse cuenta del día que era. Crystal solía ponerse en plan solitario después de sus sesiones y Laura pensó que tal vez aquélla sería otra de esas noches en que su compañera necesitaba quedarse despierta y hablar. —Bien, supongo. —Crystal meneó la cabeza, como dándose cuenta del aspecto que debía tener en aquel momento, y aplastó su cigarrillo contra el cenicero—. No es nada. —¿Seguro? A mí me parece algo. —Estuvimos hablando un rato sobre mi madre. —Crystal bajó la mirada—. Y te aseguro que no ha sido uno de mis mejores momentos en esa oficina. —Laura permaneció en silencio, a sabiendas de que su papel era escuchar sin interrupciones—. Doc me metió en ese juego estúpido en el que se supone que le gritas a tus padres. —Laura asintió, comprendiendo de qué hablaba aunque 282
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nunca hubiera estado presente. Entonces, Crystal siguió hablando con la mirada perdida—. ¿Sabes qué es lo más raro? Que por mucho que pienso que la odio, una parte de mí sigue preocupándose por ella. —Alargó la mano como para agarrar una pelusa imaginaria encima de la manta—. ¿Te acuerdas de lo mal que estabas cuando te llamaron para decirte que tu madre estaba enferma? Yo quisiera que la mía me hubiera importado lo suficiente como para reaccionar igual, pero adivina qué. —Crystal lanzó una leve carcajada y meneó la cabeza—. Si recibiera esa llamada hoy mismo… iría. —Me da que esta conversación se merece una taza de té —dijo Laura, consciente de que aquello era lo suficientemente serio como para atajarlo—. Vamos a bajar al sofá, poner la tele de fondo y hablar. —Laura… ¿Crees que es posible querer y odiar a alguien al mismo tiempo? Tras aspirar profundamente, Laura se planteó la respuesta con seriedad. —Creo que podemos odiar las cosas que ha hecho una persona a la que amamos. Y creo que hay gente a la que nunca se podrá amar —dijo, pensando en el padre de Crystal—. Lo mejor que podemos hacer es que nos sean indiferentes. No me gusta gastar mi energía en odiar a alguien. Si me han herido hasta el punto de que no puedo perdonarles o volver a confiar en ellos, les borro de mi vida y sigo adelante. —Laura se puso en pie y extendió su mano—. Venga, vamos abajo. Si te portas bien, a lo mejor me acuerdo de dónde tenía escondida una caja de malvaviscos y el chocolate —aventuró, sabiendo de antemano que Crystal no era muy afecta al té. Con el transcurso de las horas y la conversación, ninguna de las dos se dio cuenta del momento en que la puerta de la habitación de Laura se abrió a medias o de cómo la acústica de la casa transportaba sus voces hasta el piso de arriba. Si alguna se hubiera molestado en mirar, hubieran visto a Helen sentada junto a la puerta, con la luz de la luna reflejándose en su cabello plateado.
********* —¿Dónde tiene la bandeja de servir? —preguntó Laura antes de abrir uno de los estantes y cerrarlo de nuevo. Al parecer, su madre había reacomodado la cocina después de que ella se fuera de casa. —Creo que está en el de encima de la nevera —dijo Bobby, reclinándose sobre la barra americana que separaba la cocina de la sala. A continuación, cogió un trozo de queso y se lo llevó a la boca. —Deja ya de comer —le amonestó Laura—. Se me había olvidado que pareces un ratón. —¿Qué puedo decir? Adoro el queso —dijo, comiéndose otro pedazo. —Pues a los demás también, y me gustaría que quedara algo cuando nos sentemos a la mesa. — Laura encontró la bandeja sobre la nevera y acomodó encima las tazas y la tetera—. ¿Me puedo fiar de que saques eso sin comer nada más?
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—No —afirmó él con tono divertido, antes de echarse otro trozo a la boca y encaminarse hacia la otra habitación. Laura meneó la cabeza y volvió a comprobar el equilibrio de la bandeja. La porcelana china de su madre, esa que nunca abandonaba el armario, lucía esplendorosamente en sus manos y lo último que Laura deseaba era cuartear o romper alguna pieza. Asegurándose de que las tazas estaban seguras, levantó la bandeja con sumo cuidado y cruzó la puerta abatible. —Aquí viene el té —anunció. —Excelente, cariño —dijo la madre de Laura—. Déjalo aquí. Gail Taylor estaba sentada en una silla de terciopelo rojo mientras su hermana ocupaba otra igual, de espaldas al fuego de la chimenea. Bobby permaneció de pie junto a una de las mesas laterales, disfrutando de lo lindo con el queso y las galletas. Laura, por su parte, dejó la bandeja y empezó a llenar las delicadas tazas de color blanco y dorado. —Y bien, ¿qué te dijo el médico? —preguntó Gail a Helen, reiniciando la conversación que tenían antes de que Laura llegara con el té. —Que madre debía quedarse bajo techo y no estar con nadie que tuviera la gripe. Ya ves tú, en un asilo de ancianos. —Pero si ha tenido una mala reacción a la gripe, ¿qué otra cosa pueden hacer? —preguntó Helen, tomando la taza de té y el plato que Laura le alargaba. —Siempre podemos traérnosla a casa —dijo Helen. Laura, que había estado atenta a la conversación, enarcó las cejas y meneó la cabeza. —¿Y dónde piensas ponerla? La abuela no puede quedarse aquí. No hay nadie que la cuide. Laura se dio cuenta de su error al recibir una mirada taladrante por parte de su madre. —Me las apañé perfectamente contigo y con tu hermano desde que llevabais pañales. Si contratamos a una enfermera, no veo por qué no podría quedarse aquí mi madre, por lo menos durante un tiempo. —Gail miró entonces a su hermana—. Helen, ¿acabas de oír a mi hija? Laura, sintiéndose como una niña, alargó otra taza a su tía y se sentó, dirigiéndole una mirada de soslayo a su hermano. Bobby, por su parte, se la devolvió con aire cómplice, a sabiendas de lo que le esperaba a continuación. —No puedes culpar a las nuevas generaciones de no tener ni idea de qué es lo que realmente importa —dijo Helen tomando un sorbito de té y dejando parte de su pintalabios en la porcelana china. —Helen, ¿te acuerdas de cuando le robamos el coche a Papá Edsel? —preguntó Gail. Su hermana sonrió inmediatamente. —Oh, querida. Llevaba años sin pensar en eso. Nos cayó una buena cuando vio la abolladura. 284
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—Esa fue la última vez que lo hicimos. A veces me pregunto si Robert y yo no fuimos demasiado blandos —dijo Gail, mirando con determinación a su hija—. A ti ni se te ocurra meterme en un asilo, ¿entendido, jovencita? Laura adoptó un aire ofendido. —Ni en sueños, madre —dijo la joven—. Bobby, deja ya de comerte todo el queso. —Y ahora no la pagues con él —volvió a amonestarla Gail antes de dirigirse de nuevo a su hermana—. ¿Cuánto piensas quedarte? —No tengo nada que hacer hasta mediados de mes. —Helen tomó otro sorbito de té—. Hay una inauguración en el Met y no puedo faltar. Ya sabes lo mucho que apoyo el arte. —O sea, que aún nos quedan cinco días —dijo Gail—. No hay necesidad de que Laura te esté trayendo y llevando constantemente. Hija, tráete las cosas de tu tía esta noche. Puede quedarse en tu antigua habitación. La escritora hizo sus mejores esfuerzos por no ahogarse con el té que tenía en la boca. —Em… por supuesto, mamá. Tengo que ir a casa a recoger a Crystal en una hora más o menos. Dejaré aquí las maletas antes de ir a cenar. Laura advirtió la sonrisita sabihonda de su tía, pero no quiso indagar sobre la causa enfrente de su madre. —Y supongo que pagar unos precios exorbitantes por cenar es lo que tú llamas un modo apropiado de gastar el dinero. Sería más lógico que vinieseis aquí. Bobby, ¿has puesto a descongelar el asado como te dije? —Sí, mamá. —Pues arreglado —dijo Gail felizmente al tiempo que se alisaba los pliegues de la falda—. Os quedáis a cenar. No pasas tanto tiempo con tu familia como deberías y quién sabe cuándo volverá a visitarnos tu tía. —Em… —A pesar de que normalmente pensaba rápido, Laura encontró dificultades para dar con una excusa que les librara de aquélla sin ofender a su madre—. Yo no como carne roja. —¿Y cuándo he dicho que era asado de carne roja? —Gail meneó con la cabeza y miró a su hermana—. Te lo juro, Helen, no sé qué les pasa a estos críos. A lo mejor la idea de papá de meternos en cintura con una vara de nogal no era tan mala después de todo. Laura, llevas sin comer carne roja desde que eras adolescente. ¿Te crees que se me ha olvidado? Tal vez no estoy al 100%, pero tampoco estoy senil. Laura sólo pudo asentir, deseando que se la tragara la tierra.
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—Seguro que disfrutarás un guiso de pollo casero con patatas asadas y tal vez un poco del suflé de tu tía Helen. Bobby y Laura intercambiaron miradas. El suflé de Helen equivalía a los pasteles de frutas de otras familias. Un mal necesario que tuvieron que sufrir año tras año durante su infancia. Tal vez eso de que las dos hermanas no se hablasen tenía sus ventajas, después de todo. —Lo consultaré con Crystal. —No, llámala ahora mismo y pregúntale —la urgió Gail. —Está en el trabajo, mamá. Sólo puedo llamarla por cosas importantes. —¿Y el hecho de que vaya a cocinar para cuatro o cinco personas no es importante? Bobby alargó el teléfono inalámbrico a Laura, consciente de quién acababa de ganar la batalla.
********* —Muy bien, Sheridan. Vamos a terminar esta habitación y empezamos a limpiar —dijo Josh Thompson, el supervisor de Crystal—. Ya son más de las cinco. —Vale, ya voy —le contestó Crystal sin mirarle. Acababa de empezar a asegurar las tachuelas de esta sección y había por lo menos otros cuatro ángulos que necesitaban fijarse para mantener el revestimiento temporalmente fijado. Con tiempo y práctica, la rubia se había vuelto muy eficiente con la pistola de clavos. Ya no rompía la capa superficial y era tan rápida como cualquiera de los hombres que hacían el mismo trabajo en las otras secciones del edificio. Aun así, el día había sido largo y el brazo empezaba a dolerle por el esfuerzo incesante. La limpieza, lo más fastidioso de la jornada, todavía estaba pendiente, y a juzgar por el barullo de trozos de revestimiento que cubrían todo el suelo de la sala, calculó que le llevaría como una hora más. Tras limpiarse el sudor con la manga de la camisa, Crystal volvió a levantar la pistola de clavos e insertó un cargador nuevo. —Eh, rubiales, al teléfono —le gritó uno de los trabajadores. —Voy —contestó ella ajustándose la herramienta al cinturón de trabajo antes de salir de la oficina e ir a buscar el teléfono. A medida que iban subiendo pisos, Michael había instalado extensiones para la línea telefónica para minimizar el tiempo que sus empleados estaban lejos de los puestos. Entró en la primera habitación junto a las escaleras, vio el teléfono en una de las sillas y otra más, vacía, junto a la primera. Éste mostraba varias lucecitas encendidas, señal de que no era la única que estaba esperando una llamada. Con la intriga de quién estaría llamándola al trabajo y no al busca, Crystal levantó el auricular y presionó el botón. —Crystal al aparato.
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—Crystal, soy Laura. Perdona que te moleste en el trabajo, pero mi madre quiere hacer una cena en casa esta noche. —Ah, no hay problema. Podemos salir cualquier otro día —dijo Crystal, malinterpretando las palabras de Laura sin darse por invitada—. Me ofreceré voluntaria para trabajar hasta tarde hoy. Hay mucho que hacer, te lo aseguro. —O sea, ¿qué no quieres venir? —¿Qué? ¿No has dicho que tu madre quiere que cenes con ella esta noche? —Claro, pero nos ha invitado a las dos, no sólo a mí. Venga, no me puedes dejar aquí sola. Tienes que venir. —Oh, perdona. Te he entendido que querías cancelar lo nuestro para ir allí. —Crystal se sentó en la silla vacía—. Tengo que pasar por casa a ducharme y cambiarme de ropa. Hace un calor de mil demonios y estoy agotada. —No hay problema —dijo Laura—. Yo tengo que ir a por las cosas de tía Helen, así que hay tiempo de sobra para que te arregles. Helen se va a quedar con mamá a partir de ahora. —Genial. Estaría bien entrar en el baño y no tener que oler ese condenado perfume que usa por todas partes. —A su alrededor, Crystal podía oír el barullo de las herramientas de construcción—. Oye, Laura, tengo que seguir trabajando. Creo que llegaré sobre las seis y media o así. —Vale. Nos vemos en casa y podemos ir en mi coche. Oh, y Crystal… —¿Sí? —Jamás cancelaría una cita contigo, fuera cual fuese el otro plan —dijo Laura con firmeza—. Te veo como en una hora y media. Crystal se despidió rápidamente y colgó el teléfono, pero se quedó mirándolo durante un momento. ¿Cenar con su familia? De pronto, la idea de limpiar la obra no le pareció tan mala.
********* La impresión de Crystal de que aquello iba a ser algo casual quedó eliminada en el mismo momento en que entró en casa de Gail y vio la mesa de la sala decorada con un mantel y un centro de mesa. —Ah, ya estáis aquí —dijo Gail, saliendo de la cocina.
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—Mamá, Bobby y yo podemos encargarnos de la cena. Tú deberías sentarte a descansar — protestó Laura, indicando silenciosamente a Crystal que ocupara el sofá. —Tonterías. Estoy cansada, pero aún soy capaz de pelar patatas —argumentó su madre al tiempo que se limpiaba las manos en el delantal—. Me alegra volver a verte, Crystal. Bienvenida a mi hogar. —Gracias, Sra. Taylor —respondió Crystal—. ¿Le puedo ayudar en algo? —De hecho, sí. Los platos están en el armario de la sala. Sé buena chica y pon la mesa. Voy a decirle a Bobby que traiga la vajilla de plata y las servilletas. —Gail se quitó el delantal y se lo alargó a su hija—. Y dado que piensas que estoy inválida o algo así, ve a la cocina y ayuda a tu hermano con la salsa. ¡Helen! —exclamó—. Los niños van a terminar la cena. Vamos al porche a ver la puesta de sol. —Te sigo —dijo Helen traspasando las puertas abatibles de la cocina—. Laura, mira bajo el mostrador a ver si hay algo para prepararme un daiquiri, ¿quieres, cielo? —Estoy segura de que sí —convino Gail—. Laura, la batidora está al lado del horno y ya sabes dónde encontrar hielo. Pero yo no quiero. El médico dijo que nada de alcohol mientras esté con la medicación. Tomaré un té helado. Y ponle algo a nuestra invitada. Laura, aún preguntándose cómo había pasado de tener veintiocho años a tener quince en un segundo, asintió y dirigió una mirada a Crystal antes de entrar en la cocina. Aterrada ante la idea de ir a cargarse alguna pieza de la vajilla china, Crystal sacó los platos, las tazas y los platillos de té del armario uno por uno, depositándolos con sumo cuidado sobre la mesa. Bobby, por su parte, entró en la sala con una enorme caja de madera. —Hola, Crystal. —Hola, Bobby, ¿qué tal? —Me da la impresión de que he sido vendido como esclavo, pero aún no estoy seguro —bromeó el chico—. Mamá y tía Helen no me han dejado parar en toda la tarde. —Dejó la caja sobre la mesa—. No entiendo por qué tanto lío para una simple cena. Sólo sois tú, tía Helen y Laura. Mamá no había sacado la cubertería buena desde la última vez que vino la abuela. —Abriendo la caja, más o menos el doble de gruesa que de larga, dejó ver su interior de terciopelo rojo y un montón de utensilios brillantes perfectamente acomodados en su interior—. Bien —dijo él—. Por lo menos no tengo que sacarles brillo. El juego constaba de tenedores, cucharas y cuchillos, junto con varios cubiertos de servir más largos. Bobby distribuyó la cubertería rápidamente por la mesa de modo que cada lugar tuvo dos tenedores, tres cucharas y un cuchillo de untar mantequilla. Acto seguido, devolvió la caja al armario de la vajilla y sacó los cuchillos para la carne de uno de los cajones. —Se te ha olvidado sacar los cuencos para la sopa. 288
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—Oh. —Crystal fue hasta el armario de nuevo, alargando las manos hacia unos cuencos pequeños que descansaban sobre el estante superior. —No, esos son de postre. —El muchacho fue hasta ella y señaló una pila de cuencos en la parte de atrás—. Créeme, te encantará la sopa y el pollo de mamá. Voy a ver si Laura necesita algo. A medio camino de la puerta, Bobby se detuvo y frunció el ceño mirando a la mesa. Crystal supo inmediatamente que debía haber hecho algo mal, pero para alivio suyo todo lo que hizo el hermano de Laura fue cambiar el orden de un par de cucharas antes de salir. Por suerte yo no suelo dar cenas así. Rodeando la mesa para observar la corrección, Crystal sonrió ante el gesto meticuloso de Bobby. Igual que su hermana, pensó. Tras terminar de poner la mesa, decidió ir a ver cómo iban las cosas en la cocina. —Ya sé cómo se hace —decía Laura en el preciso momento en que Crystal atravesaba las puertas abatibles. —Es que no es así. Mamá utiliza la perilla, no la brocha —objetó Bobby, con la susodicha perilla en la mano. —Pues yo prefiero la brocha —afirmó Laura con tranquilidad, sumergiéndole en la salsa y embadurnando la parte superior del pollo. —Pero es el pollo de mamá. —Bobby, ¿de verdad crees que va a saber si he usado la brocha o la perilla? —En ese momento, advirtió que Crystal estaba allí—. Hola. ¿Ya está la mesa? —Sí. —Crystal miró a Bobby y le dio las gracias en silencio. —Bien —dijo Laura—. Al pollo le quedan como quince minutos y, para entonces, estará todo listo. —Genial, entonces me da tiempo a fumarme un cigarrillo. —Eh, espera que vaya a por los míos. No tardo nada —dijo Bobby saliendo de la cocina y subiendo la escalera en tres zancadas. Un par de minutos después, estaba de vuelta con una cajetilla azul en la mano—. Listo. —Pues vamos —dijo Crystal. —Espera, vamos a la entrada. La tía Helen no sabe que fumo y a mamá no le gusta que lo haga delante de ella —afirmó el chico, sosteniendo la puerta. Crystal asintió y le siguió. El hormigón y los escalones enmarcados por ladrillo rojo estaban fríos, ya que el sol pegaba en la parte de atrás de la casa por la tarde. Tras tomar asiento, Crystal le alargó el mechero a Bobby después de encender su cigarrillo. —Gracias por ayudarme antes —dijo ella recuperando el mechero. 289
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—Tranquila —dijo él, exhalando una gran cantidad de humo—. Yo sólo lo sé porque mamá nos enseñó a Laura y a mí hace algunos años. —Mi madre prefería cenar delante de la tele —dijo Crystal recorriendo con la mirada el caminito que llevaba hasta la calle—. Es un barrio genial. Bobby rió con ironía. —Está lleno de pijos. Yo prefiero ir con los chavales de la Segunda. Consciente de en qué parte de la ciudad se encontraba esa calle, Crystal miró a Bobby. —¿Sabe tu madre que vas por ahí? Una abierta risotada surgió como respuesta. —¿Estás de coña? Le daría un infarto si pensara que ando tomando drogas o algo así —dijo él—. Le digo que me voy al centro comercial y se queda tan feliz. —¿Y lo haces? —preguntó Crystal. Cuando no contestó de inmediato, ella asintió y volvió a mirar la calle—. Ya veo. Pues ten cuidado. —Yo no he dicho… —No hace falta —le interrumpió—. Yo no crecí en una zona residencial, Bobby. Sé de qué va el rollo. Uno no va a la Segunda a no ser que consuma o trafique. —Insegura de hasta dónde llegar con el tema, Crystal suavizó el tono y miró al muchacho con seriedad—. ¿Conoces el edificio en ruinas cerca de la tienda de lencería? —Sí. Crystal aspiró profundamente. —Hace cinco años más o menos yo iba mucho por ahí. De hecho, solía ir a drogarme al segundo piso. —No recuerdo haber visto ese sitio abierto —dijo él. —Ya —convino la joven—. Pero unos cuantos clavos no impiden que la gente entre a un edificio abandonado para siempre. —Acto seguido, se encogió de hombros—. Quedaba cerca de donde yo trabajaba y también de mi camello. —Crystal se preguntó por un momento cuánto habría contado Laura a Bobby acerca de su pasado, pero decidió correr el riesgo—. No era la única que iba por allí. Había como otros veinte o treinta que se quedaban normalmente. —Vaya —exclamó él no sin sorpresa, intentando reconciliar la imagen de la mujer con la que estaba en ese momento y la de aquella otra de la que estaba oyendo hablar—. ¿No te daba miedo? Crystal se planteó la pregunta un momento. 290
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—Creo que no. Pero en aquel momento había pocas cosas que me importaran. Lo único que quería era colocarme y trabajar un poco para poder pillar más coca. —¿Te pinchaste alguna vez? —preguntó él. Crystal pensó por un momento que aquélla era una pregunta un tanto extraña, pero negó con la cabeza. —No. Había oído hablar del SIDA y no me fiaba de nadie. ¿Y tú? Bobby negó también. —No, pero me han dicho que es un viaje alucinante. —Saltar de un avión sin paracaídas también es alucinante, pero no te lo recomiendo. Crystal miró profundamente los ojos azules del chico—. Es como jugar a la ruleta rusa, Bobby. A la menor oportunidad, te matará sin dudarlo. Lo he visto. —¿Has visto morir a alguien? —Dos veces —admitió—. La primera fue una chica, Lisa, por sobredosis de crack. Creo que le pegó demasiado rápido. Ya estaba muerta cuando llegó la ambulancia. El otro fue un chaval que no conocía. Me despertó un disparo, pero no era tan imbécil como para ir a ver qué pasaba. Encontraron su cuerpo a la mañana siguiente, en el pasillo. —Oh, Dios, es horrible — dijo él. —Eso es lo que hacen las drogas duras. Probablemente mataron al chico por no pagar. Ocurre todo el tiempo. Bobby, tú lo tienes todo. Eres joven, guapo, inteligente, te han dado una beca para la Universidad… Puedes conseguir todo lo que te propongas. No lo eches a perder por meterte en la coca. —Por cómo se estremeció él, Crystal supuso que había dado en el clavo. Bobby, por su parte, apagó el extremo de su cigarrillo y se guardó el filtro en el bolsillo. —Sólo han sido un par de veces. Normalmente comparto un porro con los amigos. —¿Los mismos que te dan la coca? —Sí, Tyrone trajo un poco un día. Crystal asintió. —Y apuesto a que ni siquiera te pidieron dinero por ser tu primera vez, ¿no? Un regalo entre colegas. —Sí, así es como funciona. —Por ahora. Cuando te tenga enganchado, se acabarán los regalitos. —Crystal era consciente de que estaba yendo demasiado lejos, pero el caso lo requería—. Mira Bobby, yo no soy una joya. —A continuación, soltó una risotada—. En realidad, he hecho cosas de las que me avergüenzo, cosas 291
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que preferiría que la gente no supiera, pero sé de lo que hablo. Fumarse uno o dos porros para relajarse de vez en cuando es una cosa, pero meterse en el tipo de mierda que dices no tiene nada que ver. —En ese momento, bajó la vista—. Si pudiera dar marcha atrás hasta cuando tenía tu edad, cambiaría mucho de lo que he hecho en mi vida, empezando por los dos años que me pasé al borde de la muerte. —Crystal imitó a Bobby con lo del cigarrillo, sospechando que a la Sra. Taylor no iba a hacerle gracia encontrar una colilla en su patio—. Recuerda que la única persona que va a preocuparse por ti eres tú mismo. Bobby tragó saliva y se miró las manos. —No irás a contarle a mamá o a Laura lo que hemos hablado, ¿verdad? —Claro que no. Es tu vida y tu decisión. Crystal se levantó y agarró el pomo de la puerta. —Mi amigo Mike jugaba de central en nuestro equipo el año pasado —comenzó Bobby, levantándose también—. Dio positivo en un control aleatorio antidrogas y perdió la beca. La necesitaba de verdad. Si consigue pasar con honores, tal vez pueda ir a la Universidad local. —¿No te alegras de que no saliera tu número aquel día? —preguntó ella. —De hecho, sí —admitió el chico—. Sudaba a chorros cuando el entrenador dijo los nombres de los que tenían que llenar el vaso. —Se encogió de hombros al recordar el momento—. Podría haber terminado como Mike. —Dudo que alguien hubiera querido eso, mucho menos tú —afirmó Crystal en voz baja—. Venga, entremos antes de que empiecen a buscarnos. —Sí —convino él—. Crystal… —Dime. —Gracias por hablar conmigo —dijo el chico al tiempo que la sorprendía con un breve abrazo—. Aunque no seas la novia de Laura, me alegra que estés aquí. —Em… —Crystal se encontró de pronto nerviosa, sin saber qué responder. Finalmente, a falta de algo mejor, le devolvió el cumplido y entró en la casa. La mesa rectangular cerrada daba lugar para seis comensales. Helen y Gail se situaron en los extremos, Laura y Bobby a ambos lados de su madre y Crystal junto a su compañera de piso. Cuando la familia Taylor alargó las manos hacia quien tenían más cerca, la joven se vio con la guardia baja. Bobby deslizó la silla para acercarse más a su tía y poder darle la mano. Eso de dar gracias no era algo a lo que Crystal estuviera acostumbrada, y tampoco había visto a Laura hacerlo en casa. Aun así, tomó con cierta inseguridad su mano y la de Helen, que quedaba a su derecha. Había una diferencia evidente entre las dos, tal y como pudo advertir. La piel de Laura era suave y sus dedos se entrelazaron mientras la escritora le acariciaba el dorso de la mano con el pulgar. Helen, por su parte, la agarraba con firmeza y su piel era más áspera. Al ver que todos los 292
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demás habían inclinado la cabeza, los imitó, ahogando un suspiro de alivio cuando oyó hablar a Gail, ya que temía que tuvieran que rezar algo que ella no se supiera. —Te damos gracias, Señor, por los bienes que vamos a recibir y por haber reunido a mi familia esta noche —comenzó Gail—. Gracias por traer a mi hermana conmigo y haberme devuelto la salud. Bendice a la familia que no ha podido estar aquí hoy y vela por ellos así como velas por nosotros. Estamos felices de tener a Crystal hoy y te pedimos que la cuides a ella también. Sorprendida, Crystal levantó la cabeza y sintió un leve apretón de complicidad en su mano izquierda. Después, Gail terminó de dar gracias y todo el mundo se soltó las manos. A pesar de que sintió alivio cuando los huesudos dedos de Helen se apartaron de los suyos, encontró un frío desagradable en la mano que antes había entrelazado con la de Laura. Para ser alguien que odiaba eso de que la tocaran y lo evitaba a toda costa, le desconcertó la idea de que parecía no importarle que fuese Laura quien lo hiciera. De hecho, al imitar los movimientos de los que la rodeaban, pasando platos y recipientes por toda la mesa para servirse, Crystal se encontró echando furtivos vistazos hacia su izquierda y mirando a Laura por el rabillo del ojo. La escritora se encontraba interrogando a Bobby en aquel preciso instante sobre qué asignaturas pensaba coger para el primer semestre, permitiendo que la rubia la mirara sin que nadie se diera cuenta… aparentemente. Si hubiera echado un vistazo a su derecha, hubiera descubierto los ojos de halcón de Helen captando cada movimiento y cada mirada. Laura llevaba el cabello un poco más largo de lo habitual y las puntas empezaban a ondularse a la altura de su cuello. Debido a la multitud de botes de champú que había en el cuarto de baño, Crystal sabía que el pelo de Laura tendía a volverse quebradizo. Se le ocurrió entonces que su amiga no era la única que necesitaba hacerle una visita al peluquero, ya que sus áureos mechones empezaban a rebelarse contra su voluntad, y se planteó probar un corte más radical. Seguramente le facilitaría las cosas en el trabajo, ya que no tendría que preocuparse de hacerse colas de caballo todos los días. Dejando a un lado ese asunto, siguió adelante con el tema… Las cejas de Laura, que mostraban una tendencia imbatible a juntársele por encima de la nariz y justificaban la eterna presencia de un par de pinzas junto a los cepillos de dientes. Un ligero abombamiento en el puente delataban la idea de Laura, tiempo atrás, de desafiar las leyes de la física y lanzarse a lomos de su bici cuesta abajo sin ni siquiera poner la mano en los frenos. Crystal sabía además que su compañera de piso había salido de aquella con una muñeca rota, aunque no le habían quedado secuelas. Dándose cuenta de que había pasado de lanzar miradas furtivas a mirarla fijamente, Crystal se sonrojó y devolvió su atención al plato que tenía delante. A continuación alabó la comida, sin dirigirse a nadie en particular, y advirtió felizmente las sonrisas de Gail, Bobby y Laura, responsables del delicioso producto culinario que estaban disfrutando. —Y dime, Crystal —comenzó Helen—. ¿Ya sabes por quién vas a votar? —Pues… no, todavía no —mintió la chica a sabiendas de que se refería a las próximas elecciones. Tenía pensado votar por los demócratas, pero dado que la madre de Laura era republicana no estaba por la labor de suscitar una interminable discusión sobre el tema.
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—Tía Helen, ya sabes que política y religión no suelen terminar en conversaciones agradables — dijo Laura con tono de fastidio. Crystal sospechaba que la escritora estaba intentando por todos los medios evitar temas que fueran a causar controversia entre las dos hermanas. —Mis amigos y yo solemos hablar de política y no pasa nada —protestó Helen antes de suspirar—. Pero supongo que se puede encontrar un tema menos problemático. ¿Creéis que los Yankees tienen algo que hacer este año? Bobby pareció dar un bote en su silla. —¿Estás de coña? Con el jugador en corto que tienen seguro que se meten en las eliminatorias. No se le pasa ni una. —Pero no puede atrapar las que van por encima de la valla, y me da que los Mets son el único equipo de Nueva York que veremos en la post temporada —dijo Laura—. Tienen a siete en la alineación inicial con más de trescientos bateos y casi estamos en septiembre. —Eso es porque están en la Liga Nacional, y ahí no hay buenos lanzadores —contraatacó él, acuchillando un pedazo de pollo—. Los Bronx Bombers van a subir, ya verás. —Nunca podré entender cómo es posible que mis hijos hayan crecido en un hogar que adora a los Red Sox y sean fanáticos de los equipos neoyorquinos —afirmó Gail con aire frustrado. Acto seguido, miró a Crystal—. Deberías haberla visto en el ochenta y seis —dijo, refiriéndose a Laura—. Su padre aún vivía y estábamos viendo el sexto juego. —Sus ojos parecieron perderse en la nada a medida que recordaba la anécdota—. Deberías haberla visto. Los Mets estaban a punto de perderlo todo, era el último out y su padre estaba en éxtasis. Laura se quedó allí sentada poniéndose y quitándose su gorra de los estúpidos Mets. —Pero ese año ganaron, ¿no? —preguntó Crystal. —Sí, pero sólo porque el primera base de los Red Sox dejó que la pelota le pasara entre las piernas —afirmó Bobby. Al mirar a su izquierda, Crystal advirtió la sonrisa de Laura. —En el amor, la guerra y las ligas mundiales todo vale —dijo ésta—. Papá se pilló un buen cabreo. No le había visto soltar tantos tacos en mi vida, pero yo me pasé un buen rato pegando botes por la sala. —Y a tu padre no le hizo gracia que le quitaras el periódico a la mañana siguiente y le obligaras a leer el titular de la sección de deportes —dijo Gail con un tono de reproche en su voz. —Era adolescente, mamá —se defendió Laura al tiempo que su sonrisa se borraba en un segundo. —Pues claro que sí, calabacita —dijo Helen—. ¿Y tú qué, Crystal? ¿Qué equipo te gusta? Crystal sospechó que a nadie le importaba realmente qué equipo le gustaba o le dejaba de gustar, pero Helen tan sólo estaba intentando meterla en la conversación. Dejó el tenedor a un lado y se tomó un segundo para limpiarse los labios con la servilleta. 294
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—La verdad es que no soy muy aficionada al béisbol. —Te sugiero que adoptes a los Mets si no quieres salir malparada —dijo Bobby—. Sobre todo porque van primeros y sólo quedan diez partidos para la temporada regular. Si llegan a las eliminatorias, te juro que mi hermana no se despegará de la televisión mientras estén jugando. — Con un guiño burlesco, miró de soslayo a su hermana antes de seguir hablando—. En cualquier caso, si te pones a animar a cualquier equipo que juegue contra ellos, verás cómo se pone Laura. —No le des ideas, hermanito —le advirtió Laura. —¿Y por qué no? —bromeó él—. Necesitas a alguien que te toque un poco las narices ahora que no voy a estar yo. —Sonrió con aire triunfal, recibiendo otra de su hermana. —Tú sigue así y te mandaré un virus por mail —le amenazó Laura. —Y yo escribiré tu teléfono en todos los lavabos de la facultad —contraatacó él con aire divertido. —Vale, dejadlo ya —les amonestó su madre—. Te juro que es como cuando eran pequeños —le dijo a Helen, quien asintió reconociéndolo. —¿Por qué crees que nunca los invitaba a los dos juntos a visitarme? —preguntó Helen—. No soy tan tonta. Crystal escuchó la conversación que se desarrollaba ante ella. No era capaz de recordar una cena tranquila con su propia familia, puesto que solían ser frente a la televisión de la sala, con Patty, mientras su madre dormía la borrachera. En ocasiones especiales, como Acción de Gracias o Navidad, su padre acababa soltando gritos disparatados al miembro de la familia que hubieran ido a visitar y terminaba con una discusión acalorada entre sus padres cuando llegaban a casa. Crystal tenía serias dudas de que Laura hubiera experimentado algo así alguna vez y se preguntó si la invitarían a otra cena cuando llegaran las vacaciones. Para su sorpresa, se encontró deseando que así fuera. Después de cenar, Bobby se ofreció para limpiar la mesa mientras Laura hacía el café y Helen y Gail se retiraban a la sala. Sin estar muy segura de qué hacer, Crystal se disculpó y salió a fumar. Había asumido que las dos hermanas compartirían una agradable charla, y se sorprendió cuando Helen salió tras ella con su pitillera en la mano. —¿Te importa que me quede contigo? —Para nada —dijo Crystal, indicándole una silla vacía. El porche estaba enmarcado en ladrillo rojo y contrastaba agradablemente con los muebles color crema y el verdor del césped del jardín— . Esto es muy bonito —comentó. —Gail pagó una fortuna cuando se lo hicieron —le explicó Helen—. Recuerdo que había un roble horroroso justo en medio del patio. Los chicos se lo pasaban en grande subiendo y bajando, pero echaba a perder el diseño. —La mujer dio una calada a su cigarrillo dejando el filtro rojo por el carmín—. Y dime, ¿qué te ha parecido la cena? 295
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—Ha estado genial. Estoy que reviento —afirmó Crystal, mostrándose confundida cuando Helen negó con la cabeza sonriendo. —No me refería a la comida —le explicó ésta—. Me da que no estás acostumbrada a las multitudes. Te has pasado la noche intentando mantenerte al margen de las conversaciones, a menos que te preguntáramos directamente. Crystal parpadeó y le dio una larga calada a su cigarrillo, sorprendida de que alguien hubiera advertido su silencio. —Supongo que no soy una persona sociable. Nunca sé qué decir. Helen se echó a reír. —Cielo, esto no ha sido un evento social. Sólo la familia cenando. —Yo no soy de la familia —puntualizó la rubia. —Bueno, la familia más uno —se corrigió Helen—. Parecías tan incómoda que pensé que ibas a salir corriendo cuando te cogí la mano para dar gracias. —Es que no estoy acostumbrada —dijo Crystal—. Mi familia nunca lo hacía. Helen asintió y se quedó callada un minuto. —¿Sabes? Si pasara algo entre tú y mi sobrina, no me importaría. —Crystal la miró rápidamente y abrió la boca para protestar, pero la mujer alzó una mano para detenerla—. Ya sé lo que decís las dos, y a juzgar por el aspecto de vuestras habitaciones así parece ser, pero me he dado cuenta de cómo actuáis cuando estáis juntas. —Aplastó el cigarrillo a medio fumar en la maceta que hacía las veces de cenicero y continuó—. Personalmente, creo que no estáis viendo lo que tenéis frente a las narices. —Yo no soy gay —dijo Crystal, preguntándose cuáles eran esas "señales que Helen había visto. ¿La forma en que Laura le había acariciado la mano durante la oración? ¿Las palmaditas amigables en su hombro? —Eso dices tú —afirmó Helen sin mucho convencimiento—. El otro día me dijiste que no habías tenido ninguna relación seria hasta ahora, así que, ¿cómo lo sabes? —Yo… —Bloqueada, Crystal trató de dar con una respuesta. Ella era hetero, ¿no? Después de todo, nunca había estado con una mujer si había visto a ninguna como posible pareja sexual. El hecho de que se sintiera más cerca de Laura que de ninguna otra persona en aquel momento no significaba que quisiera mantener una relación lésbica con ella. No, Laura era sólo una buena amiga que la abrazaba cuando lloraba, que le hacía la cena todas las noches y se tomaba la molestia de escucharla cuando necesitaba hablar. Sólo estaban tan unidas porque vivían juntas, ¿verdad?—. Yo… —Crystal tragó saliva y volvió a intentarlo—. Nunca lo había pensado. —Dio una última calada a su cigarrillo y lo apagó en el cenicero. 296
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—Pues tal vez deberías —afirmó Helen con dulzura recorriendo con los dedos un mechón de su plateado cabello alborotado por la brisa—. Yo soy una romántica empedernida, pero sé que el amor surge a veces en los sitios más inesperados. No deberías cerrarte puertas sin al menos echar un vistazo a lo que hay dentro. En ese instante, Laura asomó la cabeza desde el interior. —Eh, acabo de encontrar las cintas viejas y Bobby ha subido al desván a por la pantalla. Crystal, ¿te apetece ver un par de pelis caseras? —Oh —dijo Helen entusiasmada al tiempo que se levantaba de la silla—. Hace años que no veo una de esas. Eras una cría tan mona… —Claro, parece divertido —convino Crystal levantándose también. Los retratos y las fotos que decoraban las paredes de la casa le habían dado una idea de cómo era Laura de niña, pero verla en una película le serviría para dar vida a las imágenes. Además, así se acababa aquella maldita charla con Helen. La mujer entró primero en la casa y Crystal advirtió que la escritora sostenía la puerta para ella y que le rozaba el hombro al pasar. —¿Qué? —preguntó Laura, con lo que Crystal cayó en la cuenta de que se la había quedado mirando fijamente. —Ah, nada, pensaba en mis cosas —respondió la rubia sin demasiada convicción, aunque con la esperanza de que Laura no encontrara su respuesta tan estúpida como le parecía a ella. La sala de estar constaba de dos sillones y un sofá bajo, y Bobby había reacomodado los muebles de forma que todos quedaran frente a la pantalla portátil. Él tomó asiento a la derecha de la misma mientras Gail y Helen ocupaban los sillones. Sintiendo que sería una bobada sentarse en el suelo cuando había sitio de sobra en el sofá, Crystal ocupó el lado izquierdo dejando el centro a Laura, quien estaba demasiado ocupada metiendo la película en el proyector. Cuando por fin se sentó, a Crystal le dio la impresión de que, de hecho, el sofá no era tan amplio como parecía. Su cuerpo estaba pegado al de Laura desde el hombro hasta la cadera. En ese momento, empezó la película, y pudo ver a una desgarbada niña de diez años y a un bebé vestido de azul sentados en el césped delantero de una casa. —Voy a apagar las luces —dijo Bobby levantándose. Crystal dirigió una mirada a Helen y se sorprendió al encontrar una sonrisa pícara en su rostro. Deseaba poder fruncir el ceño, pero encontró que sería un gesto inapropiado, ya que era la invitada, así que volvió a prestar atención a la pantalla, que ahora mostraba a la madre de Laura junto a un hombre fornido de pelo corto y canoso, al cual identificó como el padre de Laura. Crystal se paralizó al sentir un aliento cálido en su oreja. —Hay algunas partes muy divertidas —susurró Laura—. Como cuando Bobby mete la mano en la pecera de papá intentando agarrar su querido Pez Ángel. Mamá le pilló y le grabó antes de que mi padre llegara a casa. —Ahá —murmuró Crystal esperando que Laura volviese a mirar al frente y con la convicción de que Helen era capaz de ver en la oscuridad y de que en aquel momento sonreía ampliamente. 297
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********* —No ha estado tan mal —dijo Laura dando marcha atrás al Jeep. —A mí me ha gustado. Tu familia es muy agradable —afirmó Crystal mirando a través de su ventanilla a medida que la casa de los Taylor se perdía de vista. —Pero no había necesidad de que mamá sacara los álbumes de fotos, sobre todo el de cuando éramos bebés. —Eran muy bonitas, sobre todo las de cuando os bañaban —dijo Crystal, aunque el predecible tono irónico de su voz no apareció. —¿Estás preocupada por algo? —aventuró Laura. —No, es que tengo muchas cosas en la cabeza —surgió la evasiva respuesta. Por supuesto, aquello no satisfizo a la escritora en absoluto, sobre todo cuando advirtió que Crystal tenía la mirada perdida. —Hablar ayuda, ¿sabes? —Ya, no, sólo necesito aclarar algunas cosas. Estaba claro que Crystal no quería compartir aquello. Laura intentó iniciar una conversación dos veces durante el trayecto, pero desistió al no sacar a la joven más que un par de monosílabos. Al legar a casa, Crystal le dio las buenas noches y desapareció en el interior de su habitación, dejando a Laura con la intriga de qué es lo que habría pasado en casa de su madre como para haber afectado hasta tal punto el humor de su amiga.
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PARTE 13 —Joder, ¿quieres arrancar de una vez? Tras asestarle un puñetazo al volante, Crystal volvió a girar la llave del contacto. Esta vez el Onmi arrancó, pero no sin expresar su desacuerdo con una estruendosa serie de chirridos y un petardazo del tubo de escape. Aquél había sido un buen día en el trabajo, pero el tener que pasarse diez minutos intentando que el coche se pusiera en marcha había mermado su buen humor considerablemente. Cuando tuvo la seguridad de que el armatoste no iba a calarse, metió primera y salió del aparcamiento. Las manzanas se sucedían interminablemente y la rubia dejó vagar su mente, rememorando todo lo que había pasado aquel día. Tras seis semanas de sudor y trabajo duro, la renovación y la restauración del edificio casi estaban terminadas. Cuando Michael la había llamado a su despacho poco antes de terminar el turno, Crystal había temido que le dijera que ya no tenía más para ella. Para su sorpresa, lo que el hombre quería era asegurarse de que iba a seguir con él en el siguiente proyecto que tenía planificado: la transformación de una vieja escuela en un lote de apartamentos. Como colofón, le ascendió el sueldo un dólar más por hora para recompensarle por su flexibilidad de horarios y su interés por aprender y minimizar tiempos. Para muchos, cuarenta dólares extras a la semana más impuestos no significaba gran cosa, pero para Crystal suponía que podría permitirse pagar las sesiones de terapia sin tener que deber las demás facturas o matarse a hacer horas extraordinarias. Y las sesiones con Jenny Foster iban adquiriendo importancia con el paso de las semanas. Crystal aún se negaba a asistir al grupo de apoyo a mujeres de los martes por la noche, pero cada vez hablaba con más facilidad acerca de sus sentimientos. Las dinámicas y las charlas sobre su padre todavía le resultaban duras y solían terminar con su necesidad de tomarse más tiempo para controlar la rabia o, en raras ocasiones, las lágrimas. Incluso después, la experiencia requería una larga noche en vela junto a Laura en la que contaba a su mejor amiga cómo había ido la sesión y cómo le hacía sentir todo aquello. A Laura no parecía importarle, e incluso se tomaba la molestia de interrogarla sobre cada pequeño detalle de la sesión correspondiente. Ambas mujeres habían adquirido la costumbre de sentarse en los extremos opuestos del sofá, cara a cara. Eso facilitaba a Crystal el hablar teniendo el espacio personal necesario, pero lo suficientemente cerca como para recibir un cálido abrazo cuando el dolor la superaba. Tras entrar en la autopista, los pensamientos de la joven se centraron en su relación con Laura. Desde que la observación de Helen le abriera los ojos, Crystal prestaba especial atención a la presencia y los actos de su compañera de piso. No había nada sexual, ni siquiera romántico, en el modo en que Laura la trataba, pero era innegable que la cercanía y el afecto entre ellas estaban creciendo por momentos. Era más cosa de detalles. Un roce casual en el hombro cuando la escritora pasaba a su lado, la cena esperándola cada noche, una tarde juntas en el sofá viendo la televisión o el tiempo que empleaban en revisar los temas de su examen GED en la mesa de la cocina. Casi podía jurar que, en una ocasión, había sentido los labios de Laura rozar su pelo durante una charla particularmente emotiva, en la cual había disfrutado la seguridad de los brazos de la escritora para dejar salir las lágrimas que desde hacía tiempo había estado guardándose.
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Lejos de sentirse molesta por la creciente intimidad, Crystal cada vez la toleraba mejor. Asistía muy a gusto a los partidos de softball y a las inevitables visitas al bar de lesbianas que venía después. Cuando Bobby se fue a la Universidad, Crystal acompañó a Laura a desearle buena suerte. Incluso aceptó un abrazo del joven y le alborotó su cabello rubio, como si fuera su propio hermano pequeño. Dado que el hecho de trabajar temprano por las mañanas la obligaba a levantarse la primera, Crystal se había acostumbrado a dejar hecho el café para cuando Laura bajara a desayunar. Además, estaba el compromiso tácito por parte de las dos de no meterse en sus hábitos particulares en materia de orden y limpieza. Crystal se aseguraba de dejar el periódico más o menos como lo había encontrado y Laura no hacía comentarios sobre la ropa interior que, cada día, se secaba tranquilamente en la barra de la cortina de la ducha. Aquella noche iba a ser especial, y Crystal no pudo reprimir una sonrisa al echar un vistazo al paquete envuelto que descansaba sobre el asiento del copiloto. Era el cumpleaños de Laura y, a pesar de lo poco que tenía ahorrado, se había propuesto darle a su mejor amiga un regalo especial. Le había llevado varias visitas a diferentes tiendas, antes de pasar frente a un quiosco del centro comercial y descubrir el regalo perfecto en uno de los estantes superiores. Sin pensar demasiado en el precio, lo encargó y pagó un tanto extra por los accesorios especiales que quería. Iba a tardar dos semanas en llegar. Crystal quería comprar además una tarjeta de cumpleaños, pero tras mirar dos o tres docenas no fue capaz de encontrar una que expresara concretamente sus sentimientos hacia Laura. Por fin, se dio por vencida y decidió que lo que realmente interesaba era el regalo. Había llegado el momento de sacar la caja del coche y dárselo a su amiga, y Crystal se encontró extrañamente nerviosa a medida que se aproximaba a la puerta. ¿Le gustaría de verdad a Laura? ¿Habría sido mejor un vale de regalo? Librándose de esos pensamientos, llevó el Omni hasta el aparcamiento y apagó el contacto, comprobando con fastidio que el coche seguía emitiendo crujidos y ronroneos antes de quedar completamente en silencio. Cuando entró en la casa, se sorprendió de no ver a Laura esperándola en el piso de abajo, tal y como solía hacer de unas semanas para acá. El leve sonido de la ducha indicó a Crystal dónde estaba su amiga, así que escondió rápidamente el regalo entre el sofá y la estantería para dárselo después de cenar. Acto seguido, fue a la cocina y se sorprendió aún más de no ver la cena en el horno y ni siquiera una pista que indicara que Laura se proponía preparar algo. Al oír que la ducha se apagaba, asomó la cabeza hacia el pasillo. —¡Ya he llegado! —exclamó cuando Laura salió del cuarto de baño. —Bajo en seguida —respondió ésta antes de cerrar la puerta de su habitación. Cuando Laura bajó la escalera minutos después, Crystal se sorprendió a verla vestida con unos pantalones deportivos y una camiseta lavanda con un doble signo del sexo femenino entrelazado. Aquella no era, desde luego, la vestimenta apropiada para salir a cenar. —¿Qué tal en el trabajo? —preguntó Laura. —Muy ocupada. Estamos intentando terminar para la primera semana de octubre y vamos mal de tiempo. ¿Tienes planes para la cena?
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—Sí, pizza vegetariana de Coloso’s —dijo Laura mientras se sentaba en su sitio acostumbrado del sofá y, subiendo sus pies descalzos a la parte central, sonreía ante la cara de asco de Crystal—. Te he pedido una Suprema, sin anchoas, y también una de pepperoni, champiñones y queso. Deberían llegar sobre las siete. Para ese momento, Crystal estaba francamente confusa. —¿Y por qué tantas pizzas? —Van a venir los chicos… y Jenny también. ¿No te lo dije? —No. —Siempre hacemos una fiesta de pizzas por mi cumpleaños. Supongo que se me pasó decírtelo. —Ah, no pasa nada. Es que pensaba… bueno, no importa lo que pensaba —dijo Crystal—. Por cierto, feliz cumpleaños. —Gracias. Jenny debe estar a punto de llegar y Peter ha llamado hace un rato. Llegarán un poco tarde, más o menos a las siete y media. Recalentaremos la pizza si hace falta. —Suena bien. —Crystal intentó mantener un tono de voz alegre y desenfadado, pero en realidad estaba aún más nerviosa que antes. Una cosa era darle a Laura su regalo a solas, pero otra muy distinta que lo fuera a abrir delante de todo el mundo. ¿Por qué no le regalaría el cheque?—. Pues… si van a venir todos, tengo que ir a cambiarme. Hizo ademán de encaminarse hacia la escalera, pero la mano de Laura en su muñeca la detuvo. —Espera. ¿Te encuentras bien? Pareces preocupada por algo. —No —mintió—. Debe ser el cansancio del trabajo. Voy a darme una ducha y a cambiarme de ropa. Vuelvo en seguida. —Oye, Crystal. —¿Sí? —¿Estás buscando un nuevo estilo? —dijo Laura sonriendo—. El blanco sobre rubio no pega bien. —¿Qué? —Crystal se llevó la mano a la cabeza y descubrió unos cuantos pegotes de pintura en su cabello—. Debo haberme manchado cuando estaba haciendo el techo. He tenido la brocha sobre la cabeza todo el rato. —Dándose cuenta de la hora, se levantó y fue hacia las escaleras—. ¿Queda agua caliente? —Me temo que tendrás que darte una ducha muy rápida —afirmó Laura con tono de disculpa—. He tenido que esperar a que acabara el lavaplatos antes de entrar yo.
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Crystal asintió, consciente de que tendría que lavarse el pelo antes de que se acabara el agua caliente si quería deshacerse de la pintura. Lo último que deseaba era recibir a sus amigos hecha un desastre. A medida que subía las escaleras, Crystal levantó uno de sus brazos y aspiró con vehemencia, decidiendo que había más de una cosa que no quería que sus amigos advirtieran al entrar en casa. Ojalá que durara el agua.
********* Crystal dio por terminada su ducha y acababa de bajar la escalera cuando sonó el timbre. —Voy yo —exclamó Laura. —¡Feliz veintinueve cumpleaños! —dijo Jenny en cuanto se abrió la puerta, dando a su ex amante un beso en la mejilla y un abrazo sin soltar el regalo de Laura. —Gracias, cielo. —Laura dejó el paquete en la mesa del recibidor y señaló al sofá—. ¿Quieres beber algo? La pizza no llegará hasta dentro de quince minutos o así. —Ya sabes lo que tomo —dijo Jenny—. Hola, Crystal. —Hola, Doc. —Siéntate —indicó Laura—. Crystal, ¿tú quieres algo? —Luego, gracias —contestó ella ocupando su lugar de costumbre en uno de los extremos del sofá. Un rápido vistazo lateral le verificó que su regalo no estaba a la vista. Jenny se sentó en el lado opuesto a ella y se quitó los zapatos. —¿Van a venir los chicos? —preguntó Jenny. —Llegarán un poco tarde, pero sí. Jen, ¿naranja o root beer ? —Naranja, gracias. Va bien con el pepperoni. —Jenny se inclinó hacia delante y bajó la voz para que no se le oyera en la cocina—. ¿Qué le has comprado? Crystal titubeó. —Pues… una cosa de nada. ¿Y tú? —Ah ah, si tú no me lo dices, yo tampoco. —Jenny sonrió y se irguió en el mismo momento en que Laura salía de la cocina llevando dos vasos de soda en las manos. Con el ceño fruncido, Crystal miró de soslayo a la mesa lateral en la que descansaba una caja plana y rectangular envuelta en papel rojo y trató de adivinar qué habría dentro. —Aquí tienes —dijo la escritora, alargándole un vaso a Jenny y quedándose el otro antes de ocupar una de las sillas—. ¿A que no sabes quién me ha llamado hoy?
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—¿De quién? —Utiliza el posavasos, por favor. Jenny puso los ojos en blanco y se acercó el posavasos. —¿Contenta? ¿Quién te ha llamado? —Shelly —dijo Laura con una sonrisa. —¿Shelly? ¿Shelly la pija? ¿En qué anda metida ahora? —Se va a casar… con un pescador de Alaska. Jenny dejó escapar una expresión de sorpresa y dio una palmada. —No me lo puedo creer. ¿La señorita bronceado va a irse a vivir al norte? —Eso dice. —Laura dio un trago de su vaso—. Le doy un año antes de que empiece a buscar cielos despejados y climas cálidos. —Nunca se sabe. A lo mejor va en serio. Cosas más raras ocurren. Crystal, que no tenía ni idea de lo que estaban hablando, contempló en silencio el intercambio de información y siguió dándole vueltas al tema de su regalo. Perdida en sus inseguridades, no se dio cuenta de la primera vez que Jenny se dirigió a ella. —Perdona, ¿qué decías? —¿Cuál de las veces? —Jenny le asestó una palmada amistosa en el hombro—. ¿A qué planeta te has ido? —No es nada —dijo Crystal, poniéndose en pie de golpe—. ¿Queréis algo de la cocina? —La respuesta era obvia a juzgar por los vasos llenos que Jenny y Laura sostenían—. Supongo que no. Ahora vengo. La cocina no le ayudó gran cosa una vez que sacó la botella de cerveza de la nevera. El timbre de la puerta sonó en aquel momento, anunciando la llegada de Peter y Michael. Crystal salió de la cocina con creciente nerviosismo, temiendo que su regalo se quedara corto al contemplar la enorme caja que Michael traía en los brazos. La pizza llegó poco después dándole un poco de margen hasta el tan temido momento y Laura se sentó en su lado del sofá. Michael ocupó la silla mientras Peter se acomodaba en uno de los brazos de la misma, junto a él. Crystal volvió a su posición acostumbrada y su regalo permaneció escondido. Jenny se sentó en uno de los brazos del sofá a la izquierda de la escritora, dejando la parte central para los regalos.
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Laura abrió primero el regalo de Jenny, con los ojos como platos al sacar de la caja una gruesa bata de felpa. Era de color crema, un tono que Crystal juzgó perfecto para contrastar con el cabello de Laura. Ésta agradeció efusivamente a su ex amante el regalo, manifestando que le sería muy útil para el invierno que ya casi estaba por llegar. —Nos toca —dijo Peter, recogiendo la enorme caja y dejándola sobre la mesita del café—. Pero antes de que te emociones con la caja, no es eso lo que hay dentro —le advirtió, agitando las manos con nerviosismo—. Vale, ya lo puedes abrir. —El señor manitas casi se echa a perder la manicura buscándolas —dijo Michael, apartándose un mechón rebelde de pelo rubio de la cara. Crystal observó cómo Laura desechaba la idea de haber recibido una preciosa vasija de barro, tal y como mostraba la ilustración de la caja, y empezó a romper la cinta aislante que la sellaba. Le llevó varios minutos encontrar el regalo en cuestión, oculto entre un montón de papel de periódico arrugado. Momentos después, Crystal se sorprendió al verla sacar un conjunto de lámparas de pared antiguas. —Genial, son prefectas —dijo Laura, dejando una sobre la mesa para examinarla con más detalle. Personalmente, a Crystal le parecían horribles: una base de latón que soportaba toda una colección de espirales para cubrir el casquillo, diseñado en forma de algún tipo de criatura medieval con una malévola sonrisa. La joven decidió en aquel momento que su compañera de piso tenía un extraño sentido de la perfección—. ¿Dónde las habéis encontrado? —Cuando te puse esas lámparas corrientuchas en el balcón supe que no eran de tu estilo — comenzó Michael. —Y los grifos le dan un buen toque, ¿no crees? —le preguntó Peter, a toda vista orgulloso de su elección—. Vi un juego de hierro forjado, pero me parecieron demasiado sosas. Imagínate mi sorpresa cuando encontré éstas en el fondo de una caja en la parte de atrás de la sala de exposiciones. —Te las instalaré antes de que llegue el frío —prometió Michael. Laura pareció apropiadamente complacida con el regalo y lo volvió a depositar en la caja antes de que los ojos de todos se volvieran con expectación hacia Crystal. —Oh. —Dándose cuenta de que era su turno, la rubia se inclinó sobre el brazo del sofá y sacó su regalo, entregándoselo a Laura con aire vergonzoso y deseando fervientemente haber optado por el cheque—. No sabía que comprarte —arguyó en su defensa mientras Laura rompía con cuidado el papel. Ya no había dónde esconderse, puesto que el regalo de madera y metal reposaba en las manos de Laura. La sólida base de cerezo servía como lienzo para las letras curvas que formaban el nombre de Laura en la parte superior. A cada uno de los lados había una pluma y una lupa, mientras que una discreta placa de metal sostenía sendos apartados para un bolígrafo y un lápiz a juego. —Es precioso —dijo Laura con sinceridad, visiblemente conmovida. 304
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Crystal se encogió de hombros, casi segura de que su compañera estaba siendo indulgente. —Bueno, eres escritora de misterio y… pues… lo vi por ahí y supuse que te gustaría. —Me encanta —dijo Laura envolviendo a Crystal en un fuerte abrazo—. Es un regalo fantástico. Muchas gracias. —De nada —farfulló la rubia, no sabiendo aún si esas palabras eran del todo sinceras. —Es muy bonito —dijo Jenny al tiempo que los chicos asentían, reforzando su opinión. Uno a uno, se fueron pasando el regalo para verlo mejor y llegaron por fin a la conclusión de que era perfecto para su escritora de misterio favorita.
********* —Menuda noche —dijo Laura tras acompañar a sus amigos a la puerta. Miró la hora y suspiró, considerando seriamente la idea de dejar la aspiradora para la mañana siguiente. Acto seguido, plegó y guardó la caja de la bata junto a las otras que tenía en el armario. Nunca se sabe cuándo vas a necesitar una caja. Dejó el regalo de Michael y Peter tal y como se lo habían entregado y lo llevó a una esquina hasta que su amigo tuviera tiempo de venir a instalar las lámparas. Con la bata bajo el brazo y su juego de escritura personalizado en las manos, Laura dirigió a su compañera de piso una sonrisa más—. Es precioso —dijo, refiriéndose al regalo de Crystal—. ¿Cómo se te ocurrió algo así? Crystal, por su parte, se encogió de hombros. —De hecho no tenía ni idea de qué comprarte. Vi uno de esos en el centro comercial y pensé que te gustaría. —Nunca había visto uno de estos con pluma y lupa. Es único. Lo voy a poner en mi escritorio para verlo cada vez que escriba. —Antes de que Crystal pudiera reaccionar, Laura utilizó el brazo que tenía libre para atraer a la joven hacia sí y abrazarla de nuevo—. Es algo muy especial y me encanta. Gracias. Crystal ya se sentía mejor por el asunto de regalo y sonrió cuando Laura la soltó. —Me alegro mucho de que te guste. —Así es, y mucho —convino la escritora. Sonrió de nuevo al ver los intentos de su compañera por ahogar un bostezo y le dio una palmada amigable en el hombro—. Venga, ya es muy tarde. —Y tanto que sí —afirmó la rubia.
********* —¿Me puedes repetir por qué estamos haciendo esto? —preguntó Crystal arrojando otro montón de ramas secas a la carretilla. 305
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—Las fogatas se hacen con madera —dijo Laura imitándola—. Además, es la forma que tiene Carmen de reunir a sus amigos en casa para ayudarle a limpiar la hojarasca. —Eso me parecía —afirmó la rubia sonriendo—. Por lo menos hay cerveza. —Eso es. ¿Sabías que hay dos barricas más aparte de la del porche? —Ah, una recompensa por tanto trabajo duro. —Crystal le lanzó a su compañera una sonrisa irónica—. Por lo menos, contigo aquí no tengo que pasarme el rato luchando con esa versión cubana de Don Juan. —Así es, tú no te separes de mí —dijo la escritora—. Yo protegeré tu virtud. Acto seguido oyeron una risa de incredulidad y se volvieron para ver a Alex saliendo de entre los arbustos. —Menudo discursito, Taylor —dijo arrojando las ramas que traía en los brazos al interior de la carretilla—. No te preocupes por ella, Crystal —afirmó al tiempo que le propinaba una palmadita en el hombro—. Soy policía, puedes confiar en mí. Crystal sonrió. —No sé si puedo confiar en una mujer que lleva un par de esposas encima todo el tiempo. —Vaya, qué poco sentido de la aventura —dijo Alex imitando con las manos una flecha que le hubiera atravesado el corazón—. Vale, vale, os dejaré solas, tortolitas. Aunque será mejor que os deis prisa. La comida casi está y Carmen acaba de abrir el segundo barril de cerveza. Acto seguido, la policía desapareció entre los arbustos dejándolas solas de nuevo. Laura, por su parte, meneó la cabeza. —Ya le he dicho doscientas veces que no somos amantes. —Yo ya me he dado por vencida —dijo Crystal—. Además, si piensa que estoy contigo no me tira tanto los tejos. —De hecho, a algunas de mis amigas les atrae eso. A Wendy le encanta ir a por mujeres comprometidas. Creo que se lo toman como un reto. —No debo ser su tipo —dijo la rubia, deteniéndose para hacerse con una rama cubierta de hojas y tierra—. Ella es una de las pocas que no han intentado nada conmigo. —Es que las prefiere pelirrojas y morenas, creo, así que estás a salvo. ¿Quieres que te ayude? Crystal intentó de nuevo desenterrar el pedazo de madera, exhalando fuertemente.
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—Si no te importa. —Juntas, consiguieron sacar el tronco, pero lo desecharon al ver que el extremo inferior estaba plagado de insectos—. Tanto para nada —dijo la rubia, soltándolo de nuevo. —Bueno, no es como que haya escasez de ramas por aquí —afirmó Laura al tiempo que sacaba su pañuelo y se limpiaba las manos—. De hecho… —continuó, echando un vistazo a la carretilla, ya casi llena hasta el tope—… creo que ya tenemos bastantes. —Yo voto porque volvamos antes de que se acabe la cerveza —dijo Crystal utilizando sus vaqueros a modo de toalla para quitarse la mugre de las manos antes de agarrar los mangos de la carretilla. —La puedo llevar yo —se ofreció Laura. —Nah, no pesa nada —dijo la rubia. Hubo un tiempo en que una de aquellas le habría supuesto un gran esfuerzo, pero tras dos meses aplicando cemento y levantando tablones, sus músculos le permitían llevar aquella carga sin apenas notarlo—. ¿Sabes qué? ¿Por qué no vas a buscar un par de cervezas mientras yo llevo todo esto hasta el montón? —Me parece muy bien —dijo Laura—. Te veo allí. —Dio media vuelta y se encaminó a la casa al tiempo que Crystal recorría el pequeño sendero que las demás carretillas habían dejado entrever hacia el lugar de la fogata. Esta hoguera se va a ver desde el espacio, pensó echando un vistazo a la enorme cantidad de ramas. —Estábamos a punto de mandar una patrulla de búsqueda a por vosotras —dijo Jenny, con una cerveza en la mano, cuando se aproximó—. ¿Dónde está Laura? —Ha ido a la casa a por una cerveza para mí y quién sabe qué para ella —afirmó Crystal—. Ayúdame a descargar esto, ¿quieres? Tras dejar su cerveza en el suelo, la mujer de pelo castaño empezó a ayudar a Crystal a trasladar la madera desde la carretilla a la pila. —¿Vas a quedarte a pasar la noche o te va a llevar Laura a casa? —Dice que se quiere ir a casa más tarde, pero hemos traído la tienda de campaña por si acaso — dijo Crystal—. Ya veremos cómo va la cosa. —Te llevaría yo, pero no creo que vaya a estar en condiciones de conducir para cuando se haga de noche —afirmó la terapeuta—. Apenas soy capaz de meterme en el coche la mañana siguiente a estas fiestas otoñales de Carmen. —¿Y ellas qué están haciendo? —preguntó Crystal señalando a un grupo de mujeres agrupadas en mitad de un campo plano cubierto de hierba.
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—Intentan poner la red de voleibol —contestó Jenny, quitando la última rama de la carretilla antes de recoger su cerveza—. Aún faltan un par de horas antes de que Carmen prenda la fogata, así que hay que buscar algo para mantener ocupadas a veinte mujeres. Crystal sonrió. —Seguro que a Carmen se le ocurriría otra cosa para entretenerse un buen rato si encontrara alguien dispuesto a acompañarla. —¿Te ofreces voluntaria? La rubia resopló y negó con la cabeza. —No es mi tipo, ya lo sabes —dijo al tiempo que veía a Laura aproximarse a ellas con dos vasos de plástico llenos de cerveza en las manos—. Ah, genial. —Interceptándola a medio camino, Crystal le arrebató uno de los vasos y se echó al gaznate un par de buenos tragos—. Mi héroe — bromeó. —Ya veo que te has buscado ayuda para descargar la carretilla —dijo Laura, dándole un trago a su cerveza—. ¿Te apetece ver jugar a las chicas? —¿Y a ti? —Claro —afirmó la escritora mientras Jenny se unía a ellas—. A lo mejor les echo un par de juegos. —Será mejor que te quedes mirando —dijo Jenny—. Tiene un remate bestial. —Al parecer eres alguien a quien querría en mi equipo —dijo Crystal mientras se aproximaban a la zona de juego, sin comprender del todo la extraña mirada que le dirigió la terapeuta. Poco después, los equipos estaban hechos. Laura y Crystal iban con Carmen y Jenny se puso del lado de Alex. La pelota blanca pasó volando sobre la red y comenzó el partido. Si aquellas mujeres jugaban duro al softball, cuando se trataba de voleibol no tenían piedad. Cada punto se jugaba al límite, acompañado de toda una serie de gruñidos y maldiciones que dejaban en pañales al inocente intercambio de expresiones que la joven estaba acostumbrada a oír. Como principiante, Crystal se vio pronto en franca desventaja cuando la rotación la puso en primera línea. Incapaz de defender los poderosos remates de Alex, se comió un par de puntos antes de rotar nuevamente, con lo que Laura quedó a su izquierda. —No le tengas miedo al balón —dijo la escritora, balanceando su peso de un lado a otro preparándose para el siguiente servicio—. Estaré aquí si me necesitas. Crystal asintió, rezando para que la pelota no volviera a ir en su dirección. Para desgracia suya, la bolea de Carmen envió el balón justo a las manos de Alex. Crystal se preparó para encarar un nuevo remate cuando sintió una presencia a su espalda. Elevó la pelota cuando ésta cayó en picado a su campo, dejándola elevarse suavemente en el aire, exactamente lo que Laura necesitaba 308
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para engañar a Alex con un remate autoritario que golpeó a la policía en el hombro antes de caer al suelo. —Eso ha sido suerte —dijo Alex, recuperando la pelota y lanzándosela a Carmen. Laura, por su parte, se acercó a su compañera de piso y le susurró al oído. —La próxima vez que te pasen la pelota, elévala y yo me encargo del resto, ¿vale? Acto seguido, palmeó el hombro de Crystal y volvió a su posición. El partido mejoró a partir de ese momento. Crystal dejó de intentar devolver balones y se concentró en la colocación para que Laura pudiera rematar. La estrategia funcionó, permitiendo la victoria de su equipo. Aunque no les fue tan bien en la revancha, Crystal disfrutó de lo lindo el juego y se apuntó sin reservas a la pachanga de baloncesto que se organizó a continuación en el camino de acceso mientras Laura y Jenny se fueron a ayudar a Carmen con la barbacoa. Crystal fintó a la izquierda y luego a la derecha, superando a Alex y encestando el balón limpiamente. —Un golpe de suerte —dijo la policía. —Ya te digo —contestó Crystal, limpiándose el sudor con el dorso de la mano—. Espera un momento. Voy a por una cosa. Los coches estaban aparcados en la hierba que había a cada lado del camino de acceso y le llevó un momento localizar y llegar hasta el Jeep de Laura. Tras echar un vistazo a los asientos, y al no vez lo que andaba buscando, fue hasta el maletero y lo abrió. La bolsa de deporte de Laura estaba encajada entre el saco de dormir y la parte de atrás del asiento. Crystal rebuscó en su interior y sacó su cinta para la cabeza. Decidiendo que a Laura no le importaría que la usara, se la puso con la esperanza de que mantuviera a raya el sudor y le apartara el pelo de la cara. —Ah, maldita sea —bromeó Alex cuando Crystal se aproximó—. Teníamos la esperanza de que te volvieras a quitarte la camiseta. Crystal se echó a reír junto a las demás, recordando aquella vez en que lo había hecho en uno de los partidos de softball. —Lo siento, pero no llevo nada debajo excepto el sujetador. —No te cortes —dijo la policía, causando un coro de silbidos por parte de las demás mujeres. —Vale, después de ti —contraatacó Crystal, esperando que la mujer diera el tema por zanjado. Para su sorpresa, Alex empezó a sacarse la camiseta de los pantalones—. No, no, espera, era una broma. Alex sonrió con aire engreído. 309
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—Rajada. —Zorra —contestó la rubia, sonriendo mientras cada quien volvía a su posición. La pelota entró en juego y Crystal no pudo evitar reírse a carcajadas después de sobrepasar nuevamente a Alex y encestar nuevamente, valiéndose del tablero. Se sentía relajada y cómoda con las amigas de Laura, y también suyas ahora, agradeciendo las palmaditas de felicitación de su equipo mientras esperaban a que Wendy sacara el balón de debajo de uno de los coches. A alguien se le ocurrió la idea de traer una nevera llena de cervezas y cogió la que Alex le ofrecía. Tras recuperar la pelota, el juego se reinició con creciente rivalidad e igualada puntuación. Al final, el equipo de Alex ganó sólo por tres puntos y todas se vieron de pronto deseando hincarle el diente a la carne que les esperaba junto a las parrillas. La música fluía a todo volumen de un altavoz instalado en una de las mesas de picnic. En total, había seis, fabricadas con un gran tablón de madera sobre dos caballetes de serrar, junto a un montón de sillas plegables y otras de plástico blanco. Crystal se alegró al ver que Laura ya se había hecho con dos platos a rebosar y se encaminaba a una de las mesas. —Huele de miedo —dijo aproximándose a ella. —Supuse que tendrías hambre después de tanta carrera —dijo Laura, apartando la silla vacía que tenía al lado. Crystal cogió una costilla asada y le dio un mordisco, manchándose de salsa toda la comisura de los labios. —Está un poco pringoso. Laura, por su parte, se echó a reír. —Espera —dijo, limpiándole la boca con una servilleta—. Listo, ya no pareces una cría pequeña. —¿Sólo vas a comer eso? ¿Una mazorca de maíz y ensalada de patata? —Ya sabes que no como carne roja —afirmó la escritora llevándose la mazorca a la boca y frunciendo el ceño cuando varios pegotes de mantequilla fueron a dar a sus vaqueros—. El pollo todavía no está listo. —Luego voy a ver y te digo cuándo salga —dijo Crystal, con la boca pringada de nuevo. —Puedo ir yo. —Tranquila, probablemente necesite rellenarme el plato para entonces. ¿Qué tal está la ensalada? —Toma, prueba un poco. —Tras cargar el tenedor, Laura lo dirigió a la boca de Crystal, que se abrió tras unos segundos de duda. —Oh, mira, si le da de comer y todo —bromeó Alex desde la mesa contigua, provocando un aluvión de carcajadas a su alrededor y el consecuente sonrojo de Crystal.
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—Lo que te pasa es que estás celosa —dijo Laura, enterrando su tenedor en la ensalada de macarrones de la rubia y llevándoselo a la boca. —Puedes jurarlo —contestó Alex, haciendo reír de nuevo a la concurrencia. En ese momento, alguien anunció que el pollo ya estaba listo y Crystal saltó de la silla. —Dame tu plato —dijo—. ¿Cuántos trozos quieres? —Con una pechuga basta —dijo Laura, entregándole el plato—. Y un poco más de ensalada de patata y macarrones si quedan, por favor. —Claro, no hay problema. —Crystal se encaminó hacia las parrillas y volvió minutos después con el plato de Laura y dos cervezas—. He pensado que tendrías sed —se justificó, dejándolo todo sobre la mesa. —No suelo beber tanto —dijo Laura, cogiendo su lata de cerveza y dándole un trago—. Ya llevo tres. —Y yo unas cuantas más —admitió Crystal, empezando la suya con ahínco antes de enterrar el tenedor en la ensalada de macarrones del plato de Laura—. ¿Y qué vamos a hacer después de comer? Todavía hay demasiada luz para encender la hoguera. —Seguramente echarán otro partido de vóley. —¿Vas a jugar? Laura meneó la cabeza. —No creo. ¿Por qué? ¿Tú sí? —Si tú no juegas, no —dijo Crystal, ganándose una risita por lo bajo de Alex. Sintiéndose en la necesidad de explicarse, añadió—. No se me da demasiado bien. —Vale, haremos esto. Si de verdad te apetece jugar, te acompaño —afirmó Laura, apuñalando a Alex con la mirada antes de que la policía tuviera oportunidad de meterse en su conversación privada. Como era de esperar, una vez que todos los estómagos estuvieron repletos, alguien sugirió echar otro partido. Crystal negó con la cabeza, puesto que quería esperar a que se le bajara un poco la comida antes de ponerse a correr. Laura se llevó los platos vacíos al cubo de basura mientras ella se acababa la cerveza. Dándose cuenta de que varias mujeres se escabullían en el interior de una de las cabañas de almacenaje, la rubia sonrió y se excusó para ir con ellas, consciente de lo que pretendían hacer allí. Cuando regresó, unos minutos más tarde, sus ojos parecían considerablemente más pequeños. Laura, por su parte, le echó un vistazo y meneó la cabeza.
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—Debí imaginar que encontrarías fácilmente a tus colegas fumadoras de hierba —dijo—. Supongo que estás totalmente colocada. —No, sólo lo justo para sentirme bien —dijo Crystal—. ¿Te molesta? Laura dudó un momento antes de contestar. —Me molesta cuando lo haces para evadirte de la realidad, pero si es por pasar un rato con tus amigas, no. No me molesta. —A pesar de que no había nadie cerca que pudiese oírla, bajó la voz antes de seguir hablando—. Es que me preocupo por ti, ¿sabes? No me gusta ver cómo te haces daño a ti misma. —Lo sé —dijo Crystal, cubriendo el hombro de Laura con su mano—. A mí no me gusta ver cómo te matas quedándote despierta toda la noche para escribir sólo para acabar en un punto muerto, así que estamos en paz. Venga, ¿qué me dices de ese partido? —¿Seguro que puedes jugar? Quiero decir, mareada y todo. —Claro, a lo mejor así la pelota va más despacio y hasta puedo darle un par de golpes —dijo Crystal, dando un ligero apretón al hombro de Laura antes de retirar la mano. —De todas formas, no creo que juguemos mucho más —dijo Laura mientras se dirigían al terreno de juego—. Ya casi es de noche. Carmen no tardará en encender la fogata. La predicción de Laura se cumplió, ya que menos de una hora después empezó el fuego y todo el mundo fue a ocupar un lugar alrededor de la hoguera. Crystal se sentó a un lado de la escritora y Jenny al otro. Alex se las arregló para quedar junto a la rubia y empezó a pasar latas de cerveza de la nevera que había llevado con ella mientras las otras rellenaban sus vasos de plástico en el barril del porche. —¿Cuántas llevas ya? ¿Cinco? —preguntó Crystal cuando Laura se llevó a los labios su vaso. —Creo que sí —respondió la escritora—. Me da que no vamos a ir a ninguna parte esta noche. —Por suerte tenemos la tienda de campaña en el coche —dijo Crystal—. ¿Es lo suficientemente grande para las dos? —Sí, es doble, igual que el saco de dormir, así que no hay problema —afirmó Laura—. No eres de las que dan vueltas y patadas toda la noche, ¿verdad? Porque entonces te vas a dormir al césped. —Seré buena, lo prometo —dijo Crystal sacándose los cigarrillos del bolsillo y encendiendo uno— . Además, seguro que entre la cerveza y la hierba caeré redonda en cuanto cierre los ojos. —Vale, pero no antes de ayudarme a montar la tienda —le advirtió Laura, arrugando la nariz cuando el humo del cigarrillo fue hacia ella—. Jenny te puede contar por experiencia el trabajo que da esa tienda.
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—Sería mucho más fácil reclinar el asiento del Jeep y dormir ahí —arguyó Jenny tras oír su nombre en la conversación—. Lleva casi una hora ensamblar ese monstruito. Yo no he bebido demasiado, por si queréis que os lleve a casa —se ofreció. —¿En tu trampa mortal? —preguntó Laura—. Ni de coña. Una cosa es sufrir esa tortura cuando estás sobria, pero no estoy dispuesta a ponerme en tus manos medio borracha. —Cierto —dijo Jenny—. Seguro que acabáis echando la pota en el asiento. —Pues a lo mejor es para bien, Doc —bromeó Crystal—. ¿Cuándo vas a librarte de ese montón de chatarra y comprarte un coche decente? —El día que nuestra querida Laura deje de ordenar todo a su paso. —Entonces me da que esa Cosa seguirá rodando hasta que se parta por la mitad. —¡Oye! —exclamó Laura, adoptando un falso aire ofendido—. ¿Por qué me metéis a mí en medio de todo? —Porque, de hecho, estás en medio —dijo Crystal, propinándole un codazo. —Eh, Laura —dijo Alex—. Cuéntanos en qué estás trabajando ahora. ¿Otra historieta de la detective Bobbie? Laura terminó de darle un trago a su bebida antes de asentir. —Sí, será la tercera de la serie. —¿Y le vas a buscar novia de una vez o qué? —Creo que sí. Por lo menos voy a meter una atracción de las fuertes. Si acaba en amor o no… todavía no lo he decidido. —Oh, deberías hacerlo —se inmiscuyó Crystal—. Con un montón de romance y pasión. —Sí, sobre todo pasión —dijo Alex—. Quiero por lo menos tres escenas de sexo. —Escenas de amor —le corrigió Laura—. Y eso tampoco lo he decidido todavía. Ya veré cómo va el tema. Me dijeron que la semana pasada te metiste en una buena persecución. —Oh, sí —dijo la policía—. Fue muy raro. Paré al imbécil porque tenía rota una de las luces traseras, pero cuando comprobé la matrícula no coincidía con el modelo del coche. Resultó que el tipo trabajaba en un desguace y sólo estaba llevando el coche al solar cuando di con él. —Alex derivó la conversación durante un rato antes de cambiar de tema y ponerse a hablar con alguien más. Crystal no estaba segura de en qué momento había ocurrido, pero ahora se encontraba más cerca de Laura y sus rodillas se tocaban. Dudó un momento si apartarse o no, pero desistió, ya que no 313
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quería que Laura prestara excesiva atención a aquel contacto casual. En vez de eso, intentó concentrarse en la discusión que se desarrollaba a su alrededor. Laura estaba hablando con Jenny, permitiendo a Crystal estudiar sus facciones a la luz del fuego. Un brillo anaranjado bailaba sobre el rostro de la escritora, iluminándolo y oscureciéndolo alternativamente. En ese momento, tomó un trago de cerveza y miró a su alrededor, advirtiendo que Carmen parecía haber encontrado compañía para pasar la noche, si es que ver a las dos mujeres besándose era algo indicativo. Crystal se dio cuenta de que la nueva conquista de la anfitriona era Wendy, quien en ese momento intentaba comprobar hasta qué punto de la garganta de la mujer cubana podía llegar con su lengua. Incapaz de apartar la vista del espectáculo que se desarrollaba frente a ella, Crystal observó detenidamente a las dos mujeres. ¿Cómo diablos hacen para respirar? De la nada surgió una imagen de ella misma siendo besada con una pasión y un deseo semejantes a los que estaba contemplando, pero lo que conmocionó en realidad a Crystal fue el rostro de su compañía imaginaria. Como si hubiera sentido de alguna forma los pensamientos de Crystal, Laura se giró y la miró, regalando a la rubia una delicada sonrisa. —¿Estás bien? —¿Qué? Oh, sí —dijo ella, prácticamente segura de que el calor que sentía no provenía del fuego—. Me he ido a otro mundo un momento, supongo. —Parece que Wendy no va a dormir esta noche en una tienda de campaña —dijo Laura, señalando con la barbilla a las dos mujeres que todavía se besaban. —Si es que llegan a la cabaña —respondió Crystal, pasando el brazo por detrás de Alex para alcanzar otra cerveza de la nevera—. Apuesto a que no necesitan la hoguera para calentarse. —Ya te digo —dijo Laura, posando su mano en la rodilla de Crystal—. ¿Te sientes incómoda? —le preguntó en voz baja para que nadie más la oyera. Negando con la cabeza, la joven trató de librarse de la imagen que la acosaba, es decir, una en la que la mujer que tenía al lado la besaba apasionadamente. —No. Ya he visto a tus amigas besándose antes. Lo hacen constantemente en el campo de softball. Claro que nunca antes había pensado que me besabas tú, pensó echándole un rápido vistazo a Laura antes de volver su atención a las llamas. Debe ser porque paso mucho tiempo con ellas. Sólo he pensado que Laura me besaba porque es mi amiga y me siento muy cercana a ella, eso es todo. Sin embargo, mientras se planteaba eso, Crystal se descubrió contemplando la mano que, de forma tan familiar, descansaba sobre su rodilla, y combatió el impulso de cubrirla con la suya para asegurarse de que no desparecía.
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El área de voleibol hacía las veces de campamento improvisado para la docena de mujeres que, en aquel momento, se peleaban con sus tiendas de campaña. Por desgracia, estaba lo suficientemente lejos de la fogata como para que la luz les permitiese ver lo que estaban haciendo, así que Crystal acabó yendo a buscar una linterna al Jeep mientras Laura luchaba contra la indómita estructura. Al parecer, las otras tenían el mismo problema y, una vez que la tienda estuvo dispuesta, la rubia fue a auxiliarlas. Al final había siete tiendas de campaña en formación más o menos circular. A continuación, ayudó a Laura a desplegar el saco de dormir en el interior de la suya y se fue a la cabaña para usar el baño, cosa que le llevó más tiempo del que esperaba porque, por lo visto, todas las demás mujeres habían tenido la misma idea que ella en aquel preciso momento. La ingente cantidad de cerveza ingerida durante la jornada había predispuesto que el cuarto de baño de Carmen estuviera ocupado durante buena parte de la noche, si es que las mujeres acampadas fuera no decidían usar los arbustos en su lugar. Tras quitarse las zapatillas de deporte, Crystal se metió a gatas en la tienda. Dentro estaba oscuro, pero se las arregló para orientarse, localizando la cremallera del saco y abriéndolo. Acto seguido, se quitó rápidamente los vaqueros, se desabrochó el sujetador por debajo de la camiseta, se lo quitó y enrolló los pantalones para usarlos a modo e almohada. Por un momento, se planteó quitarse también la camiseta, pero desistió, ya que no sentía tanta seguridad como en casa, por no mencionar que tenía que compartir un saco de dormir con Laura. Frotándose las manos contra los muslos desnudos, Crystal se preguntó si debía volver a ponerse los vaqueros, pero el sonido de la cremallera de la tienda al abrirse puso fin a la diatriba. —¿Laura? —Sí. ¿En qué lado vas a dormir? —A la derecha… pero si lo quieres tú… —No, a mí me gusta la izquierda. Además, es mejor que tú estés del lado de la entrada por si tienes que salir al baño. Has bebido más que yo. —Sí, seguro que me levanto por lo menos una vez. —Crystal sintió que el saco de dormir se abría y se le puso la piel de gallina antes de que Laura se tumbara y el agradable calor de la franela volviera a cubrir su cuerpo. —¿Tienes bastante sitio? Crystal, que estaba tan al borde del saco que podía sentir el frío metal de la cremallera contra su piel, asintió antes de recordar que la oscuridad la hacía invisible para Laura. —Sí, ¿y tú? —Sí, tranquila. Puedes acercarte más, si quieres. Hay mucho espacio. —No te quiero agobiar —dijo Crystal. —Aunque lo hicieras, no tendría ningún problema. —Laura dejó escapar en ese momento un largo bostezo—. Venga, ponte cómoda para que podamos dormir un poco. 315
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Nota de la traductora: Root beer: Literalmente, cerveza de raíz. Es un refresco de origen norteamericano, efervescente y sin alcohol. Muy rico. A regañadientes, Crystal se apartó de la cremallera adoptando una posición fetal de espaldas a Laura, aunque consciente del calor que emanaba el cuerpo que descansaba a unos pocos centímetros del suyo. Era una sensación extraña, puesto que no había dormido con nadie desde que era niña, pero al mismo tiempo le reconfortó tener a Laura al lado sabiendo que no había ningún tipo de cierre en la tienda. No es que tuviera miedo de las mujeres que acampaban junto a ellas, pero aun así siempre quedaba la duda. —¿Mejor? —le preguntó Laura en voz baja. —Sí. ¿Seguro que no estás muy apretada? —No, para nada. Todavía queda sitio, por si lo necesitas. —Tranquila, estoy bien —afirmó Crystal ajustándose los pantalones que le servían de almohada— . Buenas noches, Laura. —Buenas noches, cielo —respondió la escritora, acercándosele en la oscuridad para darle un rápido apretón en el hombro. Su intento de conciliar el sueño fue interrumpido minutos después cuando un claro e inconfundible gemido cortó el aire, seguido por varias risitas pícaras provenientes de las otras tiendas. —Parece que alguien se lo está pasando de lo lindo —dijo Crystal, sonriendo en la oscuridad. —Mmmmm… —respondió Laura medio dormida—. Sólo espero que no hagan demasiado ruido. —A mí me da que no va a ser así —dijo Crystal tras escuchar otro gemido, esta vez un poco más fuerte—. ¿Quiénes crees que son? —Ni idea. No me he dado cuenta de qué tiendas han quedado junto a la nuestra. —Esta vez, la gimiente mujer dejó escapar una mezcla entre suspiro y grito, y otra voz más grave pareció susurrar algo—. Creo que es Alex. —¿Sí? —Crystal se dio la vuelta hasta quedar de cara a Laura y se incorporó apoyándose en un codo. Acto seguido, volvió a escuchar—. Puede ser. La voz parece demasiado ronca. “Oh, Alex, sííííí…” —Vale, es ella —dijo la rubia—. ¿Con quién crees que está? No he visto a nadie rondándola esta noche.
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—Seguramente es Donna. Me han dicho que es un tanto… expresiva en ciertas actitudes —afirmó Laura. —Eh, Duncan —exclamó una voz desde una de las tiendas—. Haz el favor. Hay gente que intenta dormir. —Sí, no me hagas ir hasta allí y separaros con mis propias manos —gritó otra de las mujeres, provocando un aluvión de risas ahogadas a su alrededor. —Yo pensaba que tus manos estaban ocupadas todas las noches.—Esta vez, reconocieron la voz de Jenny. —Que te jodan, Foster—respondió la voz con aire juguetón. —¿Eso es un insulto o una oferta? —Tú eliges, Jen. En mi tienda hay sitio de sobra. —Me da que no vamos a poder dormir —se quejó Laura. —Bueno, por lo menos alguien se lo está pasando bien —dijo Crystal antes de volverse de nuevo y acomodarse. —Ojalá lo hicieran con menos escándalo. —O se llevaran la tienda un poco más lejos. —Me parece que, aunque estuvieran al otro lado de la casa, seguiríamos oyéndolas —dijo Laura antes de soltar un gran bostezo—. Debería haberme traído tapones para los oídos. —En algún momento tendrán que parar, ¿no? La escritora soltó una risotada incrédula. —Cielo, estamos hablando de lesbianas. Son como en ese anuncio de la tele. Duran y duran y duran… —Oh, genial —dijo Crystal con sarcasmo, golpeando sus pantalones—. Supongo que debería considerarme afortunada de que no tengas novia o me pasaría las noches en vela. Laura se echó a reír. —De hecho, no soy nada escandalosa. —En ese momento, se detuvo, ya que una nueva oleada de gemidos se dejaba oír desde el exterior—. Es Donna, no hay duda. Crystal meneó la cabeza y cerró los ojos, tratando con todas sus fuerzas de aislar las imágenes que los sonidos nocturnos le inspiraban. 317
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********* Crystal se despertó inmediatamente al sentir el contacto. Le llevó un par de segundos recordar dónde se encontraba y quién dormía a su lado… o mejor dicho, quién dormía pegada a ella, puesto que Laura le había rodeado la cintura con un brazo. Por eso mismo se había despertado. Era noche cerrada y lo único que oía era uno que otro ronquido ocasional en las tiendas cercanas y el repentino crepitar del fuego, ya casi extinto. Al darse cuenta de que Laura estaba profundamente dormida, la joven se debatió entre apartar el cálido brazo que la cubría o no hacerlo por no despertar a su amiga. Se quedó allí quieta varios minutos escuchando la respiración de quien tenía al lado, lo suficientemente cerca como para sentir el cálido aire contra su nuca. Al igual que cuando Laura la abrazaba de forma ocasional para mostrarle su apoyo, Crystal se descubrió sintiendo esa misma comodidad en aquel gesto inconsciente. Así, se relajó y pronto volvió a quedarse dormida.
********* Laura parpadeó repetidamente y miró a su alrededor, ya que la luz del sol iluminaba el interior de la tienda con un brillo amarillento. Para su sorpresa, se encontró totalmente abrazada a Crystal. Debí imaginármelo, pensó. Siempre he sido de las que abrazan. Pero estaba demasiado a gusto como para moverse. Inhaló el aroma del champú de Crystal y tuvo que reprimir el impulso de acariciarle su sedoso pelo rubio. ¿A quién intento engañar? Incorporándose ligeramente para observar las facciones de la joven, aún dormida, Laura se admitió a sí misma que había evitado deliberadamente mencionar aquella costumbre a Crystal por aquella misma razón. La sensación de tener a su amiga entre sus brazos era maravillosa, así como sentir la calidez que emanaba contra su cuerpo. Así, se quedó tal cual estaba durante un buen rato para disfrutarlo al máximo, y no fue hasta que oyó el jaleo de las demás mujeres al salir de sus respectivas tiendas que regresó a regañadientes a su lado del saco de dormir. Por muy a gusto que estuviera en aquel momento, no era tan tonta como para seguir así cuando Crystal se despertara. Probablemente pensaría que intento aprovecharme de ella. Entonces, escuchó un crujido en el exterior de la tienda y el cierre se abrió a medias. —Laura, ¿estás despierta? —Buenos días, Jen —dijo en voz baja—. Crystal sigue dormida. —Carmen ha hecho café. —Vale, salgo en un minuto. Ahora tenía el problema de salir del saco sin despertar a Crystal, quien de hecho se encontraba del lado de la cremallera, así que intentó reptar hasta la parte superior. —¿Mmmm? —Shh… soy yo —dijo, sacando las piernas del saco—. Duérmete otra vez, es muy temprano. —¿Qué hora es? —murmuró Crystal, poniéndose boca arriba y frotándose los ojos. 318
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—Las siete, más o menos. —Encontró el reloj que había guardado en una de sus zapatillas—. Las siete y veinte. Voy a por café. ¿Quieres que te traiga una taza? —No, me voy a levantar ya. Además, tengo que ir al baño. Crystal se sentó, revelando a Laura algo que no había notado la noche anterior al mostrar la parte superior de sus piernas desnudas al borde del saco. Sólo entonces cayó en la cuenta la escritora de que la almohada de Crystal eran, de hecho, sus pantalones. Oh, gracias a Dios que no me di cuenta anoche, pensó Laura, advirtiendo además los pezones de Crystal revelándose bajo su camiseta. —Voy a salir para que te vistas —dijo, gateando por el borde de la tienda y abriendo por completo la cremallera. —Salgo en un momento —oyó mientras salía al campo cubierto de hierba y parpadeaba para ajustar sus ojos al brillante sol del amanecer. —Vale. —Laura se puso las zapatillas y se encaminó a la casa. Carmen, Wendy, Jenny y algunas otras ya estaban en la cocina cuando Laura llegó. —Buenos días —dijo, haciéndose con dos tazas vacías del escurreplatos y encaminándose hacia la cafetera. Acababa de llenar las tazas cuando Crystal hizo su aparición con el pelo alborotado todavía. —Oh, gracias —dijo Crystal cuando su amiga le entregó su café. —He pensado que podríamos parar a desayunar de camino a casa —propuso Laura apoyándose contra el mostrador e ignorando la caja de donuts que había encima—. Hay un sitio muy bueno cerca de aquí. —Eso suena bien —afirmó la rubia, dejando a un lado su taza y encaminándose, haciendo eses, al baño que Alex acababa de desocupar. —Aquí tenemos donuts —dijo Jenny. —No me apetece dulce —contestó Laura—. Además, unos huevos Benedict son justo lo que necesito para arrancar. —¿Qué pasa? —dijo Carmen—. ¿Es que os vais ya? Pensaba que ibais a quedaros un poco más. —Tengo cosas que hacer —afirmó Laura con un leve tono de disculpa, consciente de que era una soberana mentira. Aparte de escribir, no había mucho más que hacer en todo el día—. Además, Crystal nunca ha desayunado en Ruby’s. Seguro que le gusta. —Oh, sí, las dos solitas en un banco, ¿eh? —ironizó Alex. 319
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—Compórtate, por favor —le advirtió Laura—. Nos merecemos un buen desayuno después de habernos pasado toda la noche en vela gracias a ti y a Donna. —Oye, que no es culpa mía que tú no mojaras —dijo la policía con una sonrisa malévola mientras rellenaba su taza e intercambiaba una mirada de complicidad con Donna—. ¿Y cómo va el libro? —Me voy acercando al final, pero ya llevo como cincuenta páginas dándole vueltas —dijo Laura—. Ya sabéis cuánto me cuesta cerrar las historias. —Sí, por eso tus libros rara vez bajan de las trescientas páginas —afirmó Carmen—. Oh, pero esas escenas románticas merecen todo lo demás. Pondrás una por lo menos en este, ¿no? —¿Es que no lo hago siempre? —contestó Laura llevándose la taza a los labios y disfrutando del fuerte sabor amargo—. Se trata de juntar a las protagonistas. —En ese momento, advirtió que Crystal había salido del baño, y se preguntó para sí por qué la vida real no era tan sencilla como la ficción. Por qué se estaba enamorando de alguien a quien nunca podría tener y por qué era incapaz de apartarse de ella o hacer que su corazón dejara de apegarse a la hermosa joven con quien compartía su hogar—. Tengo que desmontar la tienda. En seguida vuelvo. —Tras dejar la taza sobre el mostrador, salió de la cocina a toda prisa y respiró una gran bocanada de aire puro. Ya casi tenía enrollada la tienda de nailon cuando Crystal se acercó a ella. —¿Quieres que te ayude? —No —dijo—, ya casi está. Crystal se arrodilló y puso una mano sobre la funda de la tienda de campaña, interrumpiendo el trabajo de su amiga. —Oye. —Aquella palabra, pronunciada con tremenda suavidad, obligó a Laura a elevar la vista hacia los ojos azules que la observaban con preocupación—. ¿Estás bien? Tras tomar aire, la escritora asintió. —Sí. Supongo que estoy cansada o algo así. —¿Seguro? Pareces preocupada por algo. Por un segundo, Laura se preguntó en qué momento Crystal se había vuelto tan eficaz a la hora de leer en su interior y esperó que su rostro le mantuviera el secreto. —Estoy bien, en serio. Oye, ¿por qué no llevas el saco de dormir al coche? Yo voy en un minuto y luego podemos desayunar algo. —Si estás cansada, podemos comer algo en casa —ofreció Crystal. —No. Estoy segura de que te encantará Ruby’s y, además, casi nunca salimos a comer fuera. —En ese momento, se le ocurrió algo—. A menos que no quieras ir. 320
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—No, no, sí quiero. Si hay comida de verdad y a ti te gusta, quiero ir. Porque tienen comida de verdad, ¿no? Nada de brotes de judía y cosas verdes que sueles comer, como si fueras un conejo. —Comida de verdad, te lo prometo —dijo la mujer sonriendo—. Seguro que hasta te puedes poner una dosis extra de grasa si la pides. —Qué graciosa. Pues venga, que me estoy muriendo de hambre. Ya me he despedido de las chicas. Crystal le arrebató la tienda y la metió en la bolsa de nailon, echando a perder el cuidadoso doblaje que Laura acababa de hacer. Evadiendo la necesidad de volverla a sacar entera para ponerla bien, la escritora echó a andar hacia el coche seguida de Crystal, agradecida de perder de vista a sus amigas por ahora. Comprendía perfectamente por qué la hostigaban tanto con el asunto de Crystal, y también que en parte encontraba ese tipo de comentarios tan molestos porque no iban demasiado desencaminados. Le había resultado dificilísimo dormir junto a Crystal, especialmente con el repertorio de soniditos que llegaban desde la tienda de Alex. Daba gracias de que sólo hubiera sido una noche y no un fin de semana entero. Dos noches seguidas le hubieran supuesto una tentación tal que no estaba segura de haber podido manejarlo.
********* Crystal suspiró y se puso boca arriba, buscando a tientas el interruptor de la lámpara. Esto es ridículo. Ya llevaba dos horas en la cama, pero era incapaz de conciliar el sueño. Optó por sentarse y se hizo con el cuaderno y el boli que tenía en la mesita de noche. Acto seguido, empezó a escribir. Son casi las dos y no puedo dormir. ¿Por qué? ¿Por qué siento esto? ¿Lo que siento es real o es sólo mi imaginación disfrazando una amistad como algo más? Ella me abraza a menudo, pero nunca ha intentado ligar conmigo ni nada, así que… ¿por qué sigo pensando estas cosas? Nunca he besado a una mujer, pero lo deseo tanto cuando me abraza… Quiero hacerlo. ¿Me devolvería el beso? Lo dudo. Probablemente se quedaría ahí sentada y me diría con ese tono suyo por qué nunca podría interesarle un montón de mierda como yo. Sólo soy una amiga, una compañera de piso. Sé que se preocupa por mí, pero, ¿podríamos llegar a algo más? ¿Y si decide que quiere vivir sola otra vez? ¿Y si se encuentra otra amante? Tengo frío. La estufa está encendida, puedo oírla, pero lo que quiero que me mantenga caliente está al otro lado del pasillo. Quiero que me abrace como hizo la otra noche. Me pregunto si ni siquiera se dio cuenta. Es tan agradable estar entre sus brazos… como cuando estoy triste y me abraza. Ojalá conociera todas las respuestas. Nunca antes me había planteado estar con otra mujer y no creo que quiera hacerlo… si no es con Laura. No quiero a una mujer, la quiero a ella. ¿Por qué no puedo tener una vida como las de sus libros, donde una heroína encuentra a la mujer que ama y se van cabalgando hacia la puesta de sol? ¿Por qué no puedo ser lo que ella busca?
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—Cuando escribí eso no pensé que lo ibas a leer —dijo Crystal avergonzada, tirando de un hilo suelto que sobresalía de la costura del puff. —Te creo —afirmó Jenny cerrando el cuaderno y dejándolo en el suelo junto a ella—. Tenemos que hablar de eso. —No hay nada de qué hablar —sentenció la joven encogiéndose de hombros—. No le intereso de esa forma. —Eso no hace que tus sentimientos sean menos reales —dijo Jenny—. ¿Te habías enamorado alguna vez? —¿Con la gente con la que andaba, Doc? —Crystal meneó la cabeza—. Me he acostado con un par de tipos de vez en cuando, pero nunca he salido con nadie, y menos en plan romántico. —¿Has considerado la posibilidad de que esto sea sólo una reacción lógica al hecho de que pasas mucho tiempo con Laura? Por lo que me has contado, no permites que nadie se acerque a ti desde lo de tu hermana. —¿Piensas que por que Laura sea mi amiga y sea lesbiana me estoy planteando que yo puedo serlo también? —Has sido tú la que has escrito que nunca antes te habían interesado las mujeres —dijo la terapeuta—. Y lo que yo piense no importa. ¿Cómo te sientes? Crystal soltó una risa sardónica. —Ahí mismo lo tienes escrito, Doc. —Hizo una pausa—. ¿Crees que estoy confundiendo la amistad con el amor? —Creo que esa pregunta tienes que contestártela tú misma —afirmó Jenny con dulzura—. Por lo que respecta a las relaciones sentimentales, me da que no estás preparada. Apenas estás empezando a asumir los abusos de tu padre. Añadir romance a la ecuación sin duda culminará en un desastre emocional. —En otras palabras, que estoy demasiado jodida como para ser novia de nadie —dijo la joven con un tono de auto desprecio. —En otras palabras, necesitas tomarte tiempo para quererte a ti misma antes de aprender a querer a otra persona, sea quien sea —la corrigió Jenny—. Sigues consumiendo alcohol y drogas para ahogar lo que sientes sin importar los progresos que consigas aquí. Y has progresado mucho —la animó—. No importa lo duro que te resulte a veces. Ten por seguro que cada vez que te enfrentas al dolor y lo superas, vas mejorando. —Acto seguido, miró su reloj—. Por desgracia nos hemos quedado sin tiempo. —No pienso contarle nada de esto a Laura —advirtió Crystal—. Lo que menos necesito ahora mismo es ponerme a buscar otro sitio para vivir. 322
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—¿De verdad crees que te echaría a la calle si le dijeras lo que sientes? —preguntó Jenny—. Yo no. —No, probablemente me dejaría quedarme —admitió—. Pero yo no sería capaz de hacerlo. — Dirigió una media sonrisa a la terapeuta—. Ya sabes lo buena que soy echando a correr. —El único problema que tienes es que no puedes huir de ti misma —dijo Jenny poniéndose en pie. Crystal la imitó antes de recuperar su cuaderno. —¿Qué voy a hacer con ella? —No es Laura quien debería preocuparte, Crystal, sino tú. Te sugiero que sigas escribiendo lo que sientes y, sobre todo, sé sincera contigo misma. —En ese momento, extendió los brazos—. Hasta la semana que viene. —Aquí estaré —dijo Crystal cediendo al obligado abrazo—. Y Doc… —¿Sí? —No me has ayudado nada, ¿sabes? Estoy aún más confusa que cuando entré. Jenny sonrió. —Lo sé. Ése es mi trabajo. Crystal salió al recibidor y esperó a que la secretaria colgara el teléfono para concertar su siguiente cita. En la pared más cercana a la puerta había un estante lleno de panfletos, así que se puso a hojearlos para pasar el rato. De pronto, sus ojos cayeron sobre un pliego azul en el que resaltaban las palabras ―¿Necesitas ayuda?‖. Tras sacar uno del estante, lo abrió para descubrir que se trataba de un programa de reuniones de Alcohólicos Anónimos. —Señorita Sheridan, ¿el martes que viene a las cinco y media? —¿Qué? Ah, sí, está bien —dijo ella, metiéndose el folleto en el bolsillo trasero y recogiendo la tarjeta que le ofrecía la mujer de mediana edad—. Hasta la semana que viene. Minutos más tarde, mientras esperaba a que el coche entrara en calor, Crystal se sorprendió leyendo el panfleto. Había una reunión sólo para mujeres una hora más tarde en la vieja iglesia que quedaba junto a su casa. Tras comprobar el texto, vio que se trataba de un grupo abierto, por lo que cualquiera podía entrar, tanto si se consideraba alcohólico como si no. Podría pasarme a ver cómo es, pensó para sí. No es como que tenga que dejar de beber o admitir que soy una borracha ni nada parecido. El aparcamiento estaba lleno de coches, algunos viejos como el suyo y otros que parecía que acababan de salir del concesionario. Sentada en su asiento, Crystal contempló a las mujeres que se sonreían unas a otras y charlaban animadamente antes de entrar. ¿Qué coño estoy haciendo yo aquí? 323
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Con la plena seguridad de que estaba cometiendo un error, Crystal salió del coche y se encaminó hacia la puerta.
********* —Ya era hora —dijo Laura cuando la joven llegó por fin a casa—. Ya me estaba empezando a preocupar. —Limpiándose las manos en el trapo de cocina, la escritora fue hacia ella—. ¿Ha ido todo bien con Jenny? —Sí —afirmó sin dar más detalles—. Es que he tenido que hacer una cosa de camino. ¿Qué hay para cenar? —Se me ha ocurrido hacer pollo al horno. Esta noche es la eliminatoria. ¿Te apetece ver cómo los Mets barren a los Bravos? —Suena bien —contestó ella—. Sólo iba a echarle un vistazo a lo del GED. Puedo estudiar y ver el partido al mismo tiempo. —¡Oh! —Laura se dirigió hacia las escaleras—. Se me olvidaba. Te he hecho unas fichas mnemotécnicas para ayudarte con las fórmulas. En seguida bajo. Dale una vuelta a la verdura, ¿quieres? —Todavía no entiendo para qué se necesita saber geometría o álgebra en el mundo real —dijo Crystal mientras entraba en la cocina. Removió la comida con una cuchara de madera antes de abrir el refrigerador automáticamente y echar mano de una cerveza. Con la puerta abierta y la lata de aluminio en la mano, se detuvo. Poco a poco. Como si fuera tan fácil. Tras soltar un suspiro de resignación, volvió a dejar la cerveza y sacó una gaseosa. Laura regresó con un mazo de tarjetas hechas a base de carpetas recortadas. —Te he puesto las definiciones en un lado y la fórmula en el otro para que te las puedas estudiar mejor —dijo, depositando las tarjetas en el mostrador—. Podemos probarlas en el intermedio. —¿Vamos a cenar dentro o fuera? —preguntó Crystal mientras abría el estante y sacaba un par de platos. —Donde prefieras. El previo empieza dentro de cinco minutos. —Mejor en el salón —decidió la joven, haciéndose con los cubiertos y las servilletas—. Me apetece quitarme las botas y relajarme un poco. —¿Un día largo? —Demasiado. —Crystal sonrió cuando Laura le acarició el hombro—. Ya sabes lo que pasa después de las sesiones con Jenny. —Sospechaba que traías algo en la cabeza —dijo Laura con suavidad—. ¿Quieres hablar de ello? 324
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Crystal echó un vistazo a la lata de gaseosa que había dejado sobre el mostrador. —Todavía no —afirmó—. A ver cómo van las cosas.
********* Cuanto más intentaba Crystal no pensar en beber, más necesidad sentía. Sus viajes al escritorio en busca de un cigarrillo eran más frecuentes que de costumbre, y maldijo en silencio el momento en que se había quedado sin hierba el día anterior. Los Mets iban perdiendo, lo que sólo añadía tensión al asunto. Cuando su mejor bateador falló una bola que iba claramente fuera de la zona de strike, perdiendo la oportunidad de anotarse tres carreras, estalló. —Me voy a fumar —anunció. —Pero si has salido hace menos de un cuarto de hora —indicó Laura—. ¿Por qué estás tan nerviosa? Sólo van dos abajo. Pueden remontar. —No es por eso —dijo Crystal desde la puerta que separaba la cocina de la sala—. Es que tengo muchas cosas en la cabeza. Necesito tomar el aire. Abrió la puerta corrediza y salió al exterior, sacándose con aire iracundo el paquete de tabaco y prendiendo un cigarrillo. Esto no debería ser tan jodidamente difícil. No estoy tan colgada de la botella como el viejo. No puede ser. Puesto que tenía la mirada fija en la silueta de los árboles, no se dio cuenta de que Laura estaba a su espalda sino hasta el momento en que le puso las manos sobre los hombros con suavidad. —Dime qué te pasa —le solicitó la escritora. Crystal asió con fuerza la barandilla de metal, espachurrando la colilla de su cigarro. —Odio sentirme tan… indefensa. —¿Indefensa contra qué? —Cosas que no puedo controlar —dijo con aire críptico, al tiempo que meneaba la cabeza—. Debería ser lo suficientemente fuerte como para superar esto, pero me temo que no puedo. —¿Tiene algo que ver con el hecho de que no te hayas bebido ninguna cerveza esta noche? — preguntó Laura. —No sabía que prestaras tanta atención a lo que bebo o dejo de beber —dijo Crystal girándose para encarar a su compañera de piso.
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—No suele haber noche que no te tomes una en la cena. Ahora, que pasen tres horas y el paquete de seis cervezas siga entero en la nevera… es lo nunca visto. —Laura le dirigió una sonrisa y le dio un apretón en el brazo—. ¿Vas a dejar de beber? Crystal volvió a darle la espalda. —No lo sé. En ese momento, los delicados brazos de Laura le rodearon la cintura y su barbilla cayó sobre el hombro derecho de la joven. —¿Sabes cuál es tu problema? Que no crees lo suficiente en ti misma. —¿Y por qué iba a hacerlo? —preguntó—. Laura, me he jodido la vida. Tengo veinticinco años y ya estoy viendo que voy a acabar siendo una borracha, como mis padres. El suave ulular de un búho cortó el aire de la noche, haciendo que Crystal perdiera el hilo de sus pensamientos. —Te equivocas —dijo Laura tras un minuto de silencio. —¿Sobre qué? —preguntó la joven sin volverse. —Sobre lo de acabar como tus padres. —Laura rompió el cálido abrazo, dejando su mano izquierda sobre la pequeña espalda de Crystal—. No lo harás. —¿Y tú cómo lo sabes? Laura se apoyó también sobre la barandilla, permitiendo que sus codos se tocaran. —Porque tú quieres cambiar. Ellos no. Has admitido que tienes un problema con lo que te pasó cuando eras pequeña y has buscado ayuda. Te has dado cuenta de que tienes un problema con el alcohol y estás intentando superarlo. Crystal soltó una risotada. —Déjate de chorradas. Lo que he hecho no es nada del otro mundo. He ido a una reunión, he intentado no beber una noche y no puedo creerme lo difícil que es —afirmó en voz baja. —¿Sabes por qué estoy segura de que no vas a acabar como tus padres? —preguntó Laura suavemente. —¿Por qué? —Crystal se encontró de pronto envuelta en un breve abrazo. —Porque me tienes a mí… y no voy a dejarte —dijo Laura con firmeza—. Y ahora, ¿vas a seguir torturando a tus pobres pulmones o volvemos adentro a ver si los Mets salen del atolladero una vez más? 326
Traducción: Alesita
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********* —Siento llegar tarde —dijo Crystal dejándose caer sobre el puff y advirtiendo la mirada de amonestación que le dirigía Jenny—. ¿Qué? —¿No has traído el cuaderno esta semana? —preguntó la terapeuta desde el otro puff. —Se me ha olvidado. He ido mal de tiempo todo el día. —Crystal se limpió la suciedad de las manos en los vaqueros—. Menuda semanita… —¿Y eso? —Esta noche ha sido la primera que he salido antes de las seis, y cuando llego a casa es tan tarde que Laura ya ha cenado, por no mencionar que el sábado en el examen del GED. Si me lo pierdo, voy a tener que esperar otros dos meses. —¿Y crees que estás preparada? —preguntó Jenny. —Con algunas partes sí. —La rubia se encogió de hombros—. Pero las matemáticas siguen dándome dolor de cabeza. Laura me ha estado ayudando con las fórmulas, pero son tantas que no soy capaz de distinguirlas. Estoy segura de que, en cuanto entre ahí, se me va a olvidar todo. —Te recomiendo que visualices este examen como si fuera una prueba. No importa y apruebas o no. Si pasas, genial. Si no, te servirá para ver en qué vas mal y ponerte al día para dentro de dos meses. —De hecho, si suspendes tienes que esperar seis —dijo Crystal—. Y no quiero. Nos hemos esforzado mucho. —Si Jenny se dio cuenta del ―nos‖, no lo mencionó para nada—. Estoy deseando enseñarle el certificado a Laura. —Deberías estar haciendo esto por ti, no por ella —dijo la terapeuta—. Es tu GED. —Pero ni siquiera lo estaría intentando de no ser por todo lo que Laura me ha ayudado. Gracias a ella he conseguido entender el maldito álgebra, y ni de coña sabría analizar una frase si no me hubiera enseñado. —Crystal meneó la cabeza—. No hubiera sobrevivido a esta semana sin ella. Ni de coña. —¿Y por qué ha sido tan difícil esta semana? —le preguntó Jenny. —Llevo… llevo tres días sin beber. —Los ojos de Crystal quedaron fijos en la alfombra—. Lo intenté dos días, pero… no sé. Es muy difícil. —¿Quieres decir que estuviste sin beber dos días, luego bebiste, y ahora llevas en seco otros tres? —intentó clarificar la mujer. —Sí. —Acto seguido, miró a Jenny—. Ni siquiera me acuerdo de la última vez que me pasé tanto tiempo sin echar un trago. 327
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—¿Y qué hay de la marihuana? —No me tientes —dijo Crystal con sequedad—. Sigo fumando cigarrillos, y ni se te ocurra intentar quitármelos. —No tiene sentido avocarte al fracaso quitándote todos los vicios de una vez —afirmó Jenny. —Eh, que yo no he dicho que quiera dejar la hierba, Doc —le advirtió Crystal—. Es que he estado demasiado ocupada como para llamar por teléfono, eso es todo. Además, no he tenido tiempo para fumar desde que Laura y yo nos quedamos media noche en vela estudiando para el maldito examen. —Ya veo que te está ayudando mucho —dijo la terapeuta con toda seriedad—. ¿Has ido a alguna reunión? Crystal asintió. —Hay una todas las noches a las seis. Llego un poco tarde por el trabajo, pero normalmente me paso. También hay una los sábados, pero estábamos ocupadas, así que no fui. —Tras cruzarse de brazos, miró a Jenny con aire desafiante—. Ya sé que se debe ir todos los días para sacarle el jugo al asunto, pero si estoy haciendo algo con Laura, no voy a dejarlo todo de lado para presentarme. —Frunció el ceño al advertir una sonrisilla irónica en el rostro de Jenny—. ¿Qué? —Yo nunca te he dicho que vayas todos los días —contestó la terapeuta—. De hecho, estoy sorprendida de que vayas tan a menudo. Contenta, pero sorprendida. Si te apetece saltarte una sesión de vez en cuando porque estás haciendo algo divertido, no hay problema. Tan sólo no dejes que se convierta en una excusa para no ir o te encontrarás con una botella vacía en las manos más deprisa de lo que se tarda en decir ―recaída‖. —Jenny elevó las rodillas y se rodeó las piernas con los brazos—. ¿Y cómo te sientes físicamente? —No lo sé. —La posición de Crystal imitó a la de la terapeuta—. Me duele el estómago de vez en cuando y ya me estoy hartando de la gaseosa, pero aparte de eso… bien, supongo. —¿Comes regularmente? —Vivo con Laura —dijo Crystal con sequedad—. Desayunamos juntas, me pone el almuerzo en una bolsa y tiene la cena lista casi todas las noches cuando llego a casa. —Señalando su costado, frunció el ceño—. Peso casi cuatro kilos más que cuando trabajaba en el Tom Cat. Si esto sigue así, no voy a caber por las puertas. —Seguro que buena parte es músculo, a juzgar por tu trabajo —dijo la terapeuta al tiempo que se levantaba. Acto seguido, fue hasta su escritorio y sacó dos cintas de vídeo de uno de los cajones inferiores—. Toma. Te las puedes llevar para verlas en casa. Una es sobre los efectos que tiene el alcohol en el cuerpo humano y la otra es para personas que están empezando la recuperación, los obstáculos que pueden encontrarse y cómo deben manejarlos. No son muy actuales, pero si eres capaz de obviar la ropa de los ochenta, el resto te puede servir.
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—Genial. Gracias, Doc —dijo Crystal. Tras echar un vistazo a su reloj, se levantó del suelo y cogió las cintas que le ofrecía Jenny—. Justo lo que necesito. Más deberes. —Ya que no te has traído el cuaderno, tenía que sacarme algo de la manga, ¿no crees? —bromeó la terapeuta. —Cierto —convino la rubia—. Lo veré por el lado bueno. Podríamos habernos pasado toda la hora hablando de lo que siento por Laura. —Ya te las has arreglado para meterla en la conversación —dijo Jenny—. Doy por supuesto que no le has dicho nada sobre eso. —No —admitió Crystal—. Aún no estoy… segura. —Pues te sugiero que sigas escribiendo lo que sientes en el cuaderno hasta que lo estés —dijo Jenny—. Mientras tanto, ve a las reuniones de AA tanto como puedas… y suerte en el examen. Seguro que apruebas con todos los honores.
********* —Voy a suspender —dijo Crystal con aire miserable mientras contemplaba el enorme edificio de piedra. —No vas a suspender —insistió Laura acariciando suavemente la espalda de su amiga. Se encontraban en el aparcamiento del instituto, rodeadas de otros adultos que fumaban y charlaban animadamente. —Para ti es fácil decirlo —farfulló la rubia. —Y para ti también debería serlo —dijo Laura—. Has sacado sobresaliente en los dos exámenes de práctica y te sabes las fórmulas de memoria. Puedes hacerlo, Crystal. Sé que puedes. —Acto seguido, puso un par de lapiceros en la mano de la joven—. Venga, ya abren. Crystal aspiró profundamente y echó un vistazo al edificio, plagada de dudas y temores que hasta entonces había conseguido mantener a raya. —A lo mejor debería esperarme y estudiar más. —No. Ya has estudiado bastante. Es que estás nerviosa, eso es todo. Incapaz de detenerse, Crystal rodeó a Laura con sus brazos y la apretujó con fuerza. —Deséame suerte. —Buena suerte, cielo —le susurró Laura al oído mientras le devolvía el abrazo—. Ya verás cómo te va a ir bien… y cuando salgas te compraré unas palomitas gigantes e iremos a ver la peli que tú quieras. 329
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—Me conformo con unas de microondas y algo del videoclub. —Crystal se apartó a regañadientes y comprobó que sus lápices tenían punta—. ¿De verdad crees que puedo hacerlo? —No lo creo —la corrigió Laura—. Lo sé. Ya he elegido el trozo de pared en el que vamos a colgar tu diploma. Y ahora entra ahí y enséñales cómo se hace.
********* Crystal estaba demasiado nerviosa como para darse cuenta de las hojas que cubrían la carretera. Por fin había llegado… un sobre de la Comisión Estatal de Educación. Cuando había llamado a casa en su descanso y Laura le había dicho que tenía un enorme sobre blanco esperándola, había estado a punto de pedirle permiso a Michael para salir temprano. Se pasó de largo sin titubear la iglesia en la que se llevaban a cabo las reuniones de AA y de dirigió como una bala a casa. En pocos segundos sabría si había aprobado el examen que había hecho tres semanas antes. Justo cuando iba a agarrar el pomo de la puerta, ésta se abrió para dejar ver a Laura allí con el sobre en las manos. —¿Buscabas esto? —dijo la escritora mostrando su mejor sonrisa. —No puedo creerlo —afirmó Crystal con nerviosismo, recogiendo el sobre y entrando en la casa—. Tiene que ser mi diploma. No enviarían un sobre tan grande sólo para decirme que he suspendido, ¿no? —Ábrelo y a ver qué pasa —dijo Laura. Con manos temblorosas, Crystal rasgó el sello y sacó dos trozos de papel. Uno era una carta, la cual ignoró con rapidez para contemplar el diploma con aire oficial que tenía en la mano, el cual mostraba su nombre elegantemente escrito. —Lo he conseguido —susurró. —Sí, así es —convino la escritora. Crystal siguió con la mirada fija en el pliego. —No me puedo creer que lo haya hecho. —Unas manos reconfortantes se posaron sobre sus hombros—. He aprobado. Tengo mi Graduado Escolar. Ya no tengo que ir diciendo por ahí que nunca acabé el bachillerato, porque soy graduada. Lo he conseguido. —Sabía que podías hacerlo —afirmó Laura con dulzura. —Pero no habría podido de no ser por ti. —Tras dejar el papel en la mesita, se giró para quedar de cara a Laura. Todas aquellas semanas de estudio, la lucha por recordar nombres y fechas, los intentos por hacer feliz a Laura cuando lo único que ella quería era tirarlo todo a la basura y rendirse… todo había acabado. Una hoja de papel declaraba sin lugar a dudas que el error que Crystal cometió cuando era una adolescente ya no iba a hostigarla más. Mirando a Laura, Crystal 330
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supo de dónde había salido la fuerza para hacer que lo que una vez fue sólo un sueño ahora se hubiera convertido en realidad—. Gracias —susurró al tiempo que parpadeaba para no llorar. —Yo sólo te he ayudado a estudiar. Has sido tú la que… Crystal interrumpió la protesta de su compañera de piso con un fuerte abrazo. —No. Ni siquiera lo habría intentado de no ser por ti, Laura. —Su voz sonaba ahogada contra el cuello de la escritora—. Tú me has dado ánimos y me has enseñado trucos para recordar cosas… y me hiciste esas malditas tarjetas. —Sonrió y Laura la abrazó con más fuerza—. Gracias —susurró de nuevo. —De nada. —Se quedaron así un momento más antes de que Laura deshiciera el abrazo—. Bueno, creo que esto merece una celebración. —¿Cómo cuál? —preguntó Crystal mientras se daba la vuelta para limpiarse las lágrimas, a sabiendas de que Laura la había visto. —¿Cena y peli? —propuso Laura—. Sea lo que sea, yo invito. —Lo único que dan son esas paranoias sangrientas para adolescentes—dijo Crystal. —Es la época —afirmó la escritora—. Después de todo, Halloween está a la vuelta de la esquina. Podemos pasarnos por el videoclub y alquilar una comedia, si quieres. —Nah… no me apetece ver una peli. —Podemos llamar a Jenny y a los chicos a ver si quieren venir a cenar con nosotras al chino —dijo Laura a continuación. —¿No te apetece una pizza? —contraatacó la rubia—. Hoy ponen la maratón. —Vale —dijo Laura—. Pero, ¿estás segura de que quieres quedarte en casa? —Segurísima —afirmó Crystal—. No me apetece quedar con más gente. Voy a cambiarme, llamamos a Jenny para darle la noticia y luego decidimos de dónde pedimos la pizza y nos relajamos en casita, ¿qué te parece?
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PARTE 14 —Coge pepinillos, ¿quieres? —solicitó Crystal, echando un vistazo a la atiborrada lista de la compra. —¿Enteros o picados? —le preguntó Laura. —Enteros… y asegúrate de que no estén rellenos —respondió la rubia sin levantar la mirada del papel—. La última vez trajiste de los otros y no me gustan. —¿Es por eso que no has tocado el frasco? Me lo podrías haber dicho antes. —Laura agarró el recipiente correcto y lo metió al carrito con cuidado. —Fuiste tú la que se ofreció a comprármelos —dijo Crystal—. Supuse que alguien se los comería en un momento dado. —Nos los podríamos haber traído esta noche para llevárselos a mi madre —afirmó Laura—. Seguro que ella los usa para algo. —No te olvides de que tenemos que ir a comprar un marco nuevo para tu foto, porque lo usaste para mi diploma. —Crystal arrojó una bolsa de galletas de chocolate a la cesta—. Ah, y una lata de galletas de mantequilla. —¿Sólo una? Eso me lo como yo de una sentada —bromeó Laura—. Mejor compramos dos. Y coge un par de bolsas de malvaviscos, ¿quieres? Quiero enviarle una buena tanda a Bobby. —Vale, creo que los he visto por aquí… —Crystal fue hasta el final del pasillo y echó un vistazo al estante inferior. Una mujer mayor, que se debatía entre qué tipo de caramelos comprar, se le atravesó en el camino—. Disculpe. La mujer se giró y sus ojos se encontraron. Paralizada, Crystal tragó saliva para humedecerse la garganta que, de repente, se le había quedado seca. —No puede ser… —dijo con voz apenas audible. Los años no habían pasado en vano, advirtió Crystal. Un sinfín de líneas y arrugas abigarraban su rostro, hermoso una vez; el cabello rubio ahora estaba encanecido y las gafas eran más gruesas… pero no había lugar a dudas… Los ojos, que la miraban con confusión y certeza, eran los mismos. —C… ¿Crystal? —preguntó la mujer a media voz. —¿Crystal? ¿Has encontrado los malvaviscos? —preguntó Laura poniéndose a su lado. —Em… sí. —Señaló las bolsas que descansaban en el estante de abajo sin apartar la vista de la mujer que tenía enfrente. Dudando qué decir después de tantos años, Crystal simplemente se quedó allí, de pie. —No puedo creer que seas tú de verdad —dijo la mujer con cara de infinito asombro al tiempo que levantaba una mano hacia el rostro de la joven. 332
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—Ya… sí —farfulló Crystal, dando un paso atrás para ponerse aún más cerca de Laura y escapar al contacto. —Estás viva… —continuó la mujer, llevando una mano temblorosa al interior de su bolso de mano y sacando un pañuelo. —¿Crystal? —dijo Laura, sin duda preocupada por la repentina palidez del rostro de su amiga. —Laura, ésta es… —En ese momento, se detuvo y consideró sus palabras—. Margaret Sheridan. Es… mi madre. Al escuchar esa palabra, Margaret Sheridan soltó un sollozo y rodeó su carrito para atrapar a Crystal en un abrazo. —No puedo creerlo —gimoteó—. Mi pequeña está viva. Mi Crystal está bien. Crystal se soltó a la fuerza y volvió junto a Laura tomándole la mano y sintiéndose un poco más segura después de que ésta se la apretó. —¿Has sabido algo de Patty? —Tengo tantas cosas que contarte… —dijo Margaret mientras las lágrimas le corrían por las mejillas—. Eres una mujer preciosa. Siempre lo supe. Crystal no protestó cuando Laura le rodeó los hombros con el brazo en un afán protector. —¿Y qué hay de Patty? —insistió la joven. Margaret le dirigió una sonrisa melancólica. —Volvió a casa unos seis meses después de que tú te fueras. Estuvimos buscándote por todas partes. —Seis… ¿Dónde está ahora? ¿Tiene teléfono? ¿Dónde vive? —Las preguntas surgieron raudas de entre sus labios y apretó con más fuerza a su amiga. —Patricia vive conmigo —dijo su madre—. Y también Jessica y Thomas, tus sobrinos. —Echó mano del bolso una vez más y rebuscó en su interior—. Tengo fotos. Crystal se sintió de repente mareada… como si le faltara el aire. —Tengo que salir de aquí —dijo en voz baja. Laura le puso las llaves en la mano. —Te veré en el coche —prometió la escritora. Acto seguido, echó un vistazo a la madre de Crystal y soltó a la joven—. Yo hablaré con ella. Crystal miró largamente a su madre y sólo pudo advertir amor y preocupación en sus ojos, que tanto se parecían a los suyos. Sin saber bien qué decir, o siquiera si era capaz de decir algo, se dio 333
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media vuelta y echó a andar hacia la salida más cercana, sin detenerse hasta llegar al Jeep y estar encerrada en su interior. Acto seguido, bajó a medias la ventanilla, encendió un cigarrillo y se sorprendió al comprobar cuánto le temblaban las manos. Patty está viva, pensó mientras veía consumirse el cigarrillo. Está viva y tengo dos sobrinos. Me pregunto qué edad tendrán. ¿Patty vive con mi madre? ¿Cómo puede ser eso? Jamás se quedaría en la misma casa que papá, estoy segura. ¿Es que mamá le echó a la calle? ¿Por fin la diñó el puto bastardo? Esas preguntas, y muchísimas otras, se abrieron paso en su mente a medida que pasaban los minutos. Dio un respingo cuando un leve golpe en la ventanilla del copiloto le indicó que Laura había regresado y abrió los seguros. Acto seguido, le alargó las llaves presumiendo que su amiga querría meter las bolsas en el maletero, pero cuando se abrió la puerta, Laura la abrazó con fuerza. —Sé que ha tenido que ser un golpe para ti —afirmó la escritora en voz baja. Crystal se limitó a asentir, agradecida por los reconfortantes brazos que la rodeaban. Temblando todavía, se agarró con fuerza al cuello de Laura y cerró los ojos. Abrió la boca para hablar, pero lo único que surgió de su interior fueron gemidos. No estaba segura de cómo Laura comprendió lo que necesitaba, pero durante un largo rato se quedaron así: Crystal estirada en los asientos delanteros mientras la escritora la abrazaba con medio cuerpo en el interior del vehículo. —Vámonos a casa —dijo Laura suavemente. Crystal, por su parte, tomó aire con dificultad unas cuantas veces antes de asentir y regresar a su asiento. Quiso limpiarse las lágrimas, pero Laura fue más rápida, acariciándole las mejillas con los pulgares—. Menudo día has elegido para acompañarme a la compra, ¿eh? —El puto destino —murmuró Crystal, sorprendida al sentir que Laura le acariciaba el labio inferior antes de apartarse de ella. —Así es —convino la escritora. Crystal tomó el pañuelo que le ofrecía y se secó los ojos mientras su amiga cargaba las bolsas en el coche, sintiéndose más entera para cuando Laura ocupó el asiento del conductor y encendió el motor. —Todavía no me lo creo —dijo Crystal, estrujando el pañuelo en su puño—. Mi madre… he visto a mi madre. —En ese momento, advirtió que habían salido del aparcamiento y que estaban en la autopista—. Y en el supermercado. ¿Vive cerca de aquí? Laura echó un vistazo al pedazo de papel en el que había escrito su número de teléfono. —Tiene el prefijo 527. Eso está más allá de las vías que hay al otro lado de la ciudad, así que no, no vive cerca. A lo mejor tenía algo que hacer por aquí y decidió hacer la compra ya de paso. Menuda coincidencia, ¿no crees? —Sí —contestó Crystal con aire ausente al tiempo que encendía otro cigarrillo—. Hay un campo para caravanas por esa zona. A lo mejor vive allí. —Tras dar una larga calada al cigarrillo, contempló los coches que las rodeaban—. No la recordaba tan bajita. —Probablemente porque tú has crecido desde entonces —dijo Laura. 334
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—Y Patty vive con ella. Volvió a casa. —Crystal tomó una enorme bocanada de aire para evitar ponerse a llorar otra vez—. La echo tanto de menos… —Lo sé, cielo —afirmó Laura dando una palmadita cariñosa a la pierna de Crystal—. Y en un par de horas, vas a poder hablar con ella.
********* Crystal miró su reloj y frunció el ceño al advertir lo despacio que estaba pasando el tiempo. —Necesito un cigarrillo —anunció encaminándose a las puertas corredizas. Laura se levantó de la silla e interceptó a la nerviosa joven. —Te has fumado uno hace diez minutos —le recordó—. A lo mejor deberías llamar a Jenny. —No —dijo Crystal, reconfortándose al sentir la mano que descansaba sobre su hombro—. Debe tener consulta, o a lo mejor ya va de camino a casa. Seguro que no la localizo. —Entonces siéntate e intenta relajarte —insistió la escritora. A regañadientes, Crystal se dejó guiar hasta la mesa. —A lo mejor debería llamar ya. Puede que Patty llegue a casa temprano. —Todavía falta hora y media —dijo Laura, poniéndose detrás de Crystal y posando sus manos sobre los hombros de la mujer—. Sé de una cosa que seguro que te tranquiliza. Los ojos de Crystal se entornaron ligeramente cuando los fuertes dedos de su amiga comenzaron a masajearle los músculos del cuello y de los hombros. La cocina estaba en silencio, excepto por los gemidos ocasionales que surgían cuando Laura llegaba a un punto más sensible. Once años de preguntas entraron en tropel en la mente de Crystal, luchando por ser la primera en el momento en que hiciera aquella llamada. Laura tenía razón, pensó Crystal para sí cuando el pitido estridente de su reloj le indicó que había llegado la hora. El delicado masaje la había relajado, ayudándola a sobrellevar los minutos con más facilidad que si se hubiera pasado todo el rato paseando arriba y abajo por la cocina. —¿Lista? —le preguntó Laura dando un paso atrás y retirando sus manos. —Eso creo —contestó Crystal con nerviosismo—. Joder, ojalá pudiera echar un trago. —Lo sé —respondió a su vez Laura alcanzando el teléfono inalámbrico—. Pero puedes hacerlo sin él. Yo sé que puedes. Tengo fe en ti. Crystal rió con sorna y jugó con el teléfono.
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—Menos mal que alguien la tiene. —Tras tomar aire, marcó el número escrito en el pedazo de papel—. Está sonando. —Laura no dijo nada, puesto que su mano en el hombro de la joven transmitía todo el apoyo que quería darle. —¿Sí? —¿Patty? —¿Crystal? Oh, Dios mío, ¿de verdad eres tú? —No pensé que volvería a verte —dijo Crystal apretando con fuerza el teléfono—. Ni siquiera puedo creer que esté hablando contigo. —A continuación, se dirigió a Laura—. Es ella de verdad. —Tenemos tanto de qué hablar… —dijo Patty, devolviendo a Crystal a aquel milagro telefónico—. ¿Adónde fuiste cuando te escapaste de casa? Llevo años buscándote. —Yo también te he estado buscando —respondió Crystal, sonriendo a Laura cuando ésta puso una caja de pañuelos de papel frente a ella—. Tenemos que hablar de muchas cosas. —Ahora que volvemos a estar juntas, tenemos todo el tiempo del mundo. Hay tanto que quiero contarte… —Empecemos por el principio —dijo Crystal acodándose en la mesa visiblemente más relajada—. Vale, te subiste al autobús… —A pesar de la atención que estaba prestando a su recién encontrada hermana, Crystal se dio cuenta del momento en que Laura abandonaba la estancia. Con una rápida mirada a la sala, observó que los canales de la tele pasaban con rapidez antes de detenerse en un partido de fútbol. Las dos horas siguientes fueron más agotadoras psicológicamente que cualquier sesión de terapia, una montaña rusa de emociones mientras las dos hermanas descubrían lo que habían sido sus respectivas vidas desde la trágica separación.
********* Laura levantó la vista al oír que el teléfono volvía a su base. Los ojos enrojecidos de Crystal lucían hinchados y una fina capa brillante delataba las lágrimas que habían caído por sus mejillas no hacía mucho. —Ven aquí —dijo suavemente la escritora, apagando la televisión y yendo hacia su extremo del sofá. Cuando Crystal se sentó, Laura se acercó a ella, le rodeó los hombros con el brazo y la atrajo hacia sí—. ¿Cómo te sientes? —Sintió que Crystal se encogía de hombros antes de responder. —No sé —dijo Crystal—. Pasaron muchas cosas cuando me fui. Si me hubiera quedado un poco más, todo habría sido tan diferente… —No puedes dar marcha atrás y cambiar lo que pasó —dijo Laura, acariciando el antebrazo de Crystal mientras hablaba.
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—Mi padre tuvo un ataque al corazón dos meses después de que me escapara —dijo Crystal dejando caer su cabeza sobre el pecho de Laura—. Y Patty volvió cuatro meses después. Si me hubiera quedado un poco más no habría tenido que hacerlo. Laura aspiró profundamente, pensando en lo que sabía que había sido la vida de Crystal después de que se marchara de casa. —Volvió embarazada —continuó diciendo la joven—. Me necesitaba en aquellos momentos y no estuve con ella. Mamá dejó de beber y se buscó un empleo. Patty dice que es muy diferente de cuando éramos niñas. Cuida a Jessica y a Thomas cuando ella está trabajando. —Crystal meneó la cabeza—. No puedo creerlo. Mamá dejó de beber, mi hermana volvió a casa, tengo dos sobrinos… ¡y me lo he perdido todo! —Cielo, no podías saber cómo iban a ir las cosas —dijo Laura—. Me has dicho que tus padres no tenían teléfono entonces. —Es que nunca imaginé que Patty volvería… y mucho menos que ese bastardo se iba a morir tan pronto —dijo Crystal—. Debí haber aguantado. Debí haber sido más fuerte. —Oye. —Atrapando la barbilla de la joven con sus dedos, la miró a los ojos, que delataban una profunda tristeza—. No puedes castigarte así por lo que deberías o no haber hecho hace tanto tiempo. Era imposible que supieras lo que iba a pasar. Hiciste lo que tenías que hacer para escaparte de ese monstruo. Si la gente que debe protegerte es precisamente la que te hace daño, ¿qué otra cosa te queda? —Pero… —Nada de peros —dijo Laura con firmeza, soltando la barbilla de Crystal y trazando con sus dedos la línea de su mandíbula antes de apartar la mano—. Tenías que alejarte de tu padre. — Esperó hasta obtener un asentimiento antes de continuar—. Ahora lo que importa es que has recuperado a Patty. ¿Cuándo vas a ir a verla? —El sábado —afirmó Crystal, dejando caer su cabeza contra el hombro de Laura—. Me es más fácil ir yo que el que ella meta a sus hijos en el coche y haga todo el camino hasta aquí. —Hizo una pausa antes de preguntar algo—. ¿Vendrás conmigo para que la conozcas? Laura, quien se había distraído momentáneamente por el aroma del cabello rubio que tenía junto a su rostro, inclinó la cabeza para mirar a su compañera. —¿Quieres que vaya? Crystal asintió. —Sí. —Pues si quieres que vaya… —dijo Laura suavemente—… allí estaré. —Sin pensarlo, dejó que sus dedos acariciaran el hombro de la joven mientras una dulce sonrisa se dibujaba en sus labios—. Será interesante oír cómo me presentas. 337
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Crystal le devolvió la sonrisa. —Les diré simplemente que eres una escritora de misterio lesbiana y que vivimos juntas. Con eso bastará. —No eres lo que se dice muy convencional, cielo —dijo Laura—. Van a creer que somos amantes. Para su sorpresa, Crystal se limitó a encogerse de hombros. —¿Y qué? —dijo la rubia—. Seguro que a Patty no le importaría. —Acto seguido, se irguió para mirar a Laura—. ¿Es que te preocupa? —preguntó con toda seriedad—. ¿Qué la gente piense que somos amantes? Laura aspiró profundamente con la esperanza de que los sentimientos que solía mantener escondidos no se delataran en su rostro. —No, no me preocupa en absoluto. Eres una mujer preciosa y, debajo de esa actitud ruda que sueles mostrar a todo el mundo, sé que hay una persona cariñosa y que se preocupa por los demás. Cualquier mujer se consideraría afortunada de tener algo que ver contigo. Además, de todas formas la mitad de nuestros amigos ya piensan que somos amantes, así que… —Apuesto a que más de la mitad —dijo Crystal apoyando su cuerpo contra el de Laura una vez más—. Claro que el hecho de que hagamos cosas como estas… —comenzó indicando el modo en que estaban acomodadas—… no ayuda mucho. —Ya, pero no nos abrazamos así cuando estamos en público —apuntó la escritora—. Ellos no ven esta faceta de nuestra relación. —No sé… —dijo Crystal fijando la mirada en la pantalla de la tele—. Supongo que es porque vivimos juntas. —Eso debe ser —dijo Laura, a pesar de que su corazón le indicaba que eso no era cierto. —O a lo mejor es que ellos ven algo que nosotras no vemos. El primer impulso de Laura fue negar aquellas palabras, enfrentarse a la realidad que Crystal acababa de manifestar, pero algo en su interior se negó. Asintiendo con renuencia, la escritora se aprestó a navegar aguas turbulentas. —Tal vez —dijo con un tono de voz tan leve que, en un primer momento, no supo si Crystal había oído. Sin embargo, cuando la joven se separó de ella para mirarla profundamente a los ojos, supo que había dado en el clavo. —¿Laura? La mujer pudo entonces escuchar con claridad todas las preguntas no pronunciadas, el miedo y, quizás, la anticipación que denotaba la voz de Crystal. Sintiendo que el corazón iba a salírsele del pecho, cubrió de nuevo la mejilla de la joven con la palma de su mano. 338
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—A veces, cuando te veo sufrir tanto, lo único que quiero es rodearte con mis brazos y no soltarte nunca. —Acto seguido, se inclinó levemente hacia delante sin romper el contacto visual con su amiga—. Otras veces te muestras tan auto destructiva que desearía poder meterte en la cabeza un poco de sentido común, pero tengo que retirarme y esperar a que recurras a mí cuando estés preparada. —Laura retiró su mano, no sin antes acariciar brevemente el labio inferior de la joven—. Pero sobre todo estoy feliz de formar parte de tu vida mientras me lo permitas, porque detrás de todas esas cosas malas estoy segura de que hay una rosa que sólo espera una oportunidad para florecer y ser amada. —Encontrando confianza en el hecho de que la joven mujer no la rehuía, Laura se inclinó un poco más y sintió la suavidad de los labios de Crystal en los suyos. Fue un beso breve y efímero, pero, para Laura, fue perfecto—. Tú me importas mucho —susurró retirándose y sintiendo todavía el calor de los labios que acababa de besar. Crystal inclinó la cabeza y se miró las manos. —Cuando me mudé aquí, estaba segura de que esto no iba a funcionar. ¿Qué diablos tienen en común una stripper alcohólica que nunca acabó el instituto con una escritora lesbiana con carrera? —Acto seguido, miró a Laura—. Por no mencionar que eres la obsesa número uno con la limpieza. —Y tú una versión femenina de Oscar Madison —dijo Laura, respondiendo con una sonrisa a la que Crystal le dirigió. —Además de vaga —convino la joven—. Pero de alguna forma conseguimos arreglárnoslas. — Acto seguido, volvió a bajar la mirada—. No sé cuándo sucedió. Te juro que en mi puñetera vida me había planteado algo así con otra persona. Al principio pensé que era por el tiempo que paso contigo y con tus amigas, pero eso no se pega como una enfermedad contagiosa. —Tras encogerse de hombros, continuó—. Supongo que en un momento dado dejé de verte como una lesbiana y empecé a hacerlo como a una amiga… y después como algo más que una amiga. —Entonces levantó la vista y contempló la boca de Laura, incapaz de mirarla a los ojos—. Tú… también me importas. —¿Y qué vamos a hacer ahora? —preguntó Laura obligando a la joven a mirarla. —No lo sé —admitió Crystal con aire vergonzoso—. Me siento un poco superada por todo lo que ha ocurrido hoy. —No me extraña —dijo Laura, atrayendo a la joven hacia sí—. Pero tranquila. No tienes que tomar una decisión ahora mismo. —Incapaz de resistirse, inclinó la cabeza y depositó un beso sobre el cabello rubio de su amiga—. Las cosas no tienen por qué cambiar. Cuando llegue el momento, sabrás qué hacer. —Pero, ¿hasta cuándo? —preguntó Crystal con la voz ahogada contra el pecho de Laura—. ¿Y si te cansas de esperar o encuentras algo mejor? ¿Y si no soy capaz de superar todo lo que me ha pasado y no puedo…? —La frase quedó inacabada en ese punto. —Te preocupas demasiado por todo, ¿sabes? —dijo Laura con un tono de falsa desesperación antes de abrazar a la joven con fuerza. Comprendía perfectamente lo que aquello implicaba y, en su interior, el corazón de la escritora rugió con rabia renovada hacia el hombre que había causado tanto dolor a la joven mujer—. Ya te lo he dicho, todo a su tiempo. Y para que conste en acta… — 339
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añadió en voz baja—… no estoy buscando a nadie más. —Sintió que los brazos de Crystal se aferraban a ella—. Y no me pienso ir a ninguna parte. —¿Te han dicho alguna vez que eso de hablar se te da muy bien? —preguntó Crystal separándose de la mujer a regañadientes. —Es porque me paso la vida intentando pintar imágenes con palabras —dijo Laura, rompiendo el abrazo para que Crystal pudiera poner un poco de espacio entre las dos—. Tan sólo intento que comprendas lo que siento. —Tras tomar la decisión de no presionar más a la joven, cambió de tema—. Bueno, cuéntame más sobre Patty y tus sobrinos. Seguro que ya lo sabes todo sobre ellos. —Laura se recostó contra el brazo del sofá para oír con atención a Crystal, a pesar de que su mente seguía empecinada en revivir los asombrosos descubrimientos de aquella noche… y cómo iban a afectar a su futuro.
********* El aire era frío, lo bastante como para que Crystal se pusiera una sudadera encima de la camiseta antes de salir al balcón para fumarse el último cigarrillo de la noche. Los pensamientos se agolpaban en su mente impidiéndole dormir, a pesar de lo cansada que estaba. Las volutas de humo ascendieron hacia el cielo mientras ella escuchaba el lejano ulular de un búho y, aún más allá, el sonido del tráfico que discurría por la autopista. Durante un segundo, parte de ella deseó estar en esa autopista, alejándose a toda velocidad del torbellino en que su vida se había convertido. Ahora sabía con seguridad que Laura quería ser su amante y, aunque eso la aliviaba a cierto nivel, puesto que implicaba que sus sentimientos eran correspondidos, también le daba miedo. Haberse pasado las dos horas siguientes al momento en que se había metido en la habitación escribiendo en su cuaderno le había ayudado un poco, permitiéndole organizar sus ideas y expresar algunos de sus temores, pero con eso no bastaba. Tras arrojar la ceniza a la oscuridad, Crystal suspiró y se puso a pensar en lo que le depararía el día siguiente. —¿No puedes dormir? —preguntó Laura antes de abrir por completo la puerta corrediza y salir al balcón. —Es que tengo muchas cosas en la cabeza —contestó Crystal—. Ya sabes, con lo de ver a Patty el sábado y todo eso. —Sus labios se curvaron en una leve sonrisa—. Por no mencionar lo que ha pasado antes ahí abajo. —¿Quieres hablar de eso? —preguntó la escritora, acercando una silla y tomando asiento. Crystal le dio otra calada al cigarrillo antes de contestar a la pregunta con otra. —¿Y tú? —Creo que estaría bien, dado que ninguna de las dos podemos dormir —dijo Laura. —¿Sabes? Me encantaría tener un trago en la mano ahora mismo —afirmó Crystal—. Las cosas se están descontrolando en mi cabeza y una parte de mí quiere escapar de todo. —Acto seguido, soltó una risotada cortante y despreciativa—. Parece que cuando las cosas van bien yo busco una 340
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manera de joderlas. —Estampó el cigarrillo en el cenicero e intentó ordenar sus pensamientos, aunque al ver que el esfuerzo iba a ser en vano, volvió su silla para encarar a Laura y se acodó sobre sus rodillas—. No sé qué coño ves en mí, te lo juro —dijo, bajando la vista hacia el suelo. —Eso es porque no puedes ver a través de mis ojos —dijo Laura suavemente, extendiendo la mano para tocar el brazo de Crystal. —Ojalá pudiera hacerlo —admitió—. Ojalá pudiera ver lo que tú ves. Laura… antes, cuando estábamos en el sofá… —El vello de su brazo se erizó y supo, de alguna forma, que aquello no tenía nada que ver con el gélido aire nocturno—. Cuando tú… nosotras… nos besamos… —En ese momento, aspiró una gran bocanada de aire y se obligó a levantar la vista para pronunciar la pregunta que llevaba acosándola toda la noche—. ¿Te… te gustó? —Pues claro que me gustó —afirmó Laura con rotundidad—. ¿Es que no se ha notado? —Sí, creo que sí, pero… quiero decir que… no es como que yo sea la primera mujer a la que besas. —Acto seguido, volvió a bajar la vista—. Supongo que no estaba segura. —Y tras una pausa—. Como no dijiste nada… Sintió que la mano de Laura se movía para obligarla a levantar la cabeza. —Crystal… —dijo ésta tras tomar aire—. Me gustó. Y me gustó mucho. Echando mano a la silla, Crystal se acercó más a ella, de forma que sus rodillas casi quedaron pegadas. —¿Te puedo decir una cosa? —preguntó con aire tímido. —Lo que quieras. —Pues… —En ese momento se detuvo, puesto que la inseguridad que sentía ganaba terreno. Las palabras que quería pronunciar simplemente no acudían a ella. Entonces, levantó la cabeza para ver que Laura había tomado sus manos y las apretó para darle valor—. Yo… —comenzó de nuevo—… antes, cuando me levanté y te dije que me iba a la cama… —¿Sí? —Pues… —Sintió que el pulgar de Laura le acariciaba la muñeca y, antes de darse cuenta, fue ella quien le cogió las manos—. Esperaba que tú… bueno, que tú… ya sabes… un beso de buenas noches… —Lo pensé —admitió Laura, sin dejar de acariciar las palmas de las manos de Crystal, lo cual no ayudaba precisamente a que ésta se mantuviera centrada en el tema—. De hecho, quería hacerlo, pero después de que me soltaste pensé que tal vez era presionarte demasiado… y no quería asustarte. Ni siquiera sabía si te había gustado el anterior. —Ah, sí que me gustó… —dijo Crystal en voz muy baja—. Fue… —Acto seguido, negó con la cabeza, incapaz de describir el modo que en aquel brevísimo beso la había estremecido de la 341
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cabeza a los pies. Había sentido miedo, pero no el tipo de miedo que aparece cuando te pueden hacer daño, sino más bien miedo ante lo desconocido. Había sido dulce, sin pretensiones ni demandas, sólo una expresión del más asombroso de los sentimientos y, a pesar de que casi se había sentido sobrepasada por la intensidad del momento, la pérdida se hizo patente cuando había terminado—. No soy tan buena con las palabras como tú, pero si… —En ese momento, miró a Laura a los ojos y vio algo que ni la sombra de la noche podía ocultar—. Si quieres hacerlo otra vez… por mí no hay problema. Ya que no era capaz de dar el primer paso, confió en que Laura lo hiciera por ella. —Me encantaría —dijo Laura con suavidad—. De verdad. Crystal intentó pensar, grabar a fuego en su memoria cada segundo mientras Laura se inclinaba hacia ella acortando el espacio que las separaba, pero cualquier atisbo de pensamiento desapareció en el momento en que sus labios se tocaron… y sólo quedaron las sensaciones. No fue sólo un beso, sino varios, a medida que las dos se buscaban. Ni siquiera intentó resistirse cuando las delicadas manos de su amiga la instaron a acercarse, a pesar de que el borde de la silla de Laura se le clavaba en la rodilla. Nada tenía importancia para Crystal excepto aquel torbellino en el que voluntariamente se estaba hundiendo. El mundo quedó limitado sólo a ellas dos, fundidas en un irrompible abrazo. Pronto, la necesidad de obtener algo más la obligó a incorporarse de la silla y presionar su cuerpo contra el de Laura, sintiendo el calor de su piel a través de la fina tela de su camisa. Crystal sintió crecer el deseo en su interior y a su cuerpo pedir algo más que una serie interminable de besos. Cuando por fin se atrevió a entreabrir los labios y rozar apenas el de Laura con la lengua, recibió un leve gemido como respuesta. Sintió que la mujer le correspondía, dando profundidad a aquel beso y convirtiéndolo en algo más intenso, más erótico y cargado de más amor del que jamás había conocido. La lengua de Laura se lanzó a una delicada exploración de su boca, arrancando suaves murmullos de placer a Crystal mientras ésta se rendía a las sensaciones que la embargaban. Entonces, enterrando sus dedos en el oscuro cabello de su amiga, empezó a actuar por cuenta propia, recorriendo con su lengua el borde de los dientes de Laura y permitiéndose sentir a plena potencia. Cuando por fin se separaron, Crystal descubrió que estaba sentada en el regazo de Laura y agradeció los brazos que la rodeaban, porque sentía que sin ellos no sería capaz de sostenerse. Captó cómo el pecho de Laura subía y bajaba con rapidez al tiempo que ella intentaba regular los latidos de su corazón y, cuando por fin pudo hablar, su voz surgió entrecortada. —A eso… llamo yo… un buen beso. Laura se echó a reír y la abrazó con más fuerza. —Me alegro de que te haya gustado. Crystal sonrió recostándose sobre el pecho de la mujer y aspiró profundamente. —Claro que me ha gustado. Nunca me… habían besado así. —El búho ululó en ese momento, dando profundidad a su afirmación—. Vaya, parece que esta noche está muy hablador, ¿no? 342
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—A lo mejor está buscando compañía —supuso Laura. Acto seguido, intentó desperezarse—. Me da que estas sillas no están hechas para dos personas. —A lo mejor —dijo Crystal, refiriéndose al búho, pero pensando en realidad que aquél era más un grito de soledad. A regañadientes, deshizo el nudo que habían formado los brazos y las piernas de ambas y regresó a su silla, no sin antes asegurarse de que quedaban lo suficientemente cerca la una de la otra como para acariciar con sus pies desnudos los tobillos de Laura. Acto seguido, alcanzó sus cigarrillos, encendió uno y dio un par de hondas caladas antes de volver a hablar—. Bueno, ¿y ahora qué? —preguntó en voz baja, en parte temiendo una respuesta que no quería oír. —Eso depende de ti —contestó Laura. Crystal se dio cuenta de que aquella era una respuesta muy bien calculada, dejándolo todo, incluido cuándo dar el siguiente paso, en sus manos. —¿Y si no estoy segura? —Pues entonces creo que lo mejor es esperar hasta que lo estés —dijo Laura, silenciando con un dedo la protesta de Crystal—. No hay ninguna prisa, ya te lo he dicho. Pienso quedarme por aquí un buen rato. —Entonces, se inclinó hacia ella y la besó nuevamente con dulzura—. Anda, tira esa porquería y vete a dormir —le ordenó antes de levantarse—. Yo voy a ver si escribo algo. Estas lagunas creativas me están matando. Crystal apagó el cigarrillo y se levantó también, quedando cara a cara con su amiga. —¿Por qué será que no me lo creo? —preguntó—. Antes no estabas escribiendo. Te habría oído teclear. —¿Es que me oyes desde tu habitación? —Cuando tenemos la puerta abierta, sí. —Estaban tan cerca que a Crystal le pareció lo más natural del mundo rodear la cintura de Laura con sus brazos—. A veces me pongo a escucharte. —Cerrando los ojos, dejó que su cabeza descansara contra el hombro cubierto de sedosa tela—. Tu silla cruje un poco, ¿sabes? —susurró, como si acabara de revelar un tremendo secreto—. Puedo adivinar cuándo estás releyendo lo que has escrito o si te estás tomando un descanso. Cuándo te da la vena y escribes sin parar y cuándo se te atranca una frase. Pero esta noche, no has trabajado para nada. —¿Y también sabes lo que he estado haciendo? —preguntó Laura imitando la posición de los brazos de Crystal y acercándola más hacia sí—. Estaba tumbada en la cama oyéndote ir de acá para allá y… —Aspiró profundamente antes de continuar—. Estaba preocupada por ti. Normalmente no eres tan inquieta. —Tenía muchas cosas en la cabeza —dijo Crystal—. Y supongo que tú también. —No tantas —le corrigió la escritora—. En realidad, sólo una. Con eso bastaba. Crystal lo entendió y se preguntó cuál de las dos estaría más sorprendida cuando se inclinó hacia la mujer e inició un nuevo beso. Efectivamente, a Laura le tomó medio de sorpresa aquel movimiento, pero su experiencia le permitió rehacerse con rapidez y fue Crystal 343
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quien se vio poseída por la avidez de sus labios. Sintió la presión del borde de la mesa contra la parte trasera de sus muslos, pero la ignoró, concentrándose en lo que estaba ocurriendo frente a ella. Mientras que sus experiencias pasadas habían sido rudas y ausentes, encontró que el cuerpo de Laura era suave y que se amoldaba perfectamente al suyo. Su boca daba en la misma medida que recibía, se exploraban sin conquistar, acariciándole el cuello, reclinando su cabeza, haciéndole sentir activa y pasiva al mismo tiempo. —Oh… —Fue lo único que acertó a decir por la descarga eléctrica que provocaron los labios de Laura al recorrer su garganta. —… tanto… —Y eso fue lo único que pudo escuchar, susurrado contra su piel. Entonces enterró sus dedos en el pelo de la mujer, instándola a acercarse más. Sintió que la mano de Laura bajaba lentamente por su cintura, deteniéndose para levantar un poco la camiseta que la cubría. Ahí se pararon, acariciando la piel recién descubierta, pero sin intentar ir más allá. Cuando le rodeó los hombros con las manos, aquellos labios que la reclamaban dejaron también de actuar y se apartaron—. Crystal… No necesitaba haber estado antes con una mujer para detectar el tono de voz de Laura. Su significado estaba muy claro. La anticipación, el deseo e incluso la vacilación la embargaron. Todas esas noches preguntándose cómo sería iban por fin a encontrar respuesta. Sólo entonces se dio cuenta de que estaba sentada sobre la mesa, así que se levantó, dejándose envolver por los brazos de Laura. Tras aspirar profundamente, dejó que sus dedos se entrelazaran. —Sí… —susurró, buscando los labios de la mujer una vez más. Entonces empezó a caminar hacia atrás, confiando en que Laura la guiara entre las sillas. Hubo una parada cuando ésta extendió su mano y Crystal oyó deslizarse la puerta transparente para, un momento después, entrar en la inmaculada habitación. Allí no había montañas de ropa sucia por el suelo, así que enseguida sintió la suave superficie de la cama contra sus piernas. Aprovechó los pocos segundos que Laura se tomó para encender la lamparita que tenía a un lado para recuperar el aliento y, tal vez por la oscuridad en la que habían estado hasta entonces, tuvo que parpadear varias veces para adecuarse al torrente de luz. —Oye… —La visión de Crystal se encontró entonces con la más tierna de las miradas de su compañera—. Quiero hacer esto bien —susurró la escritora—. Así que dime, por favor, si en algún momento quieres que pare, ¿de acuerdo? Crystal asintió y un escalofrío le recorrió la espalda cuando Laura le cubrió las mejillas con las manos. Entonces se dejó atraer hacia otro beso, permitiéndose la libertad de recorrer los brazos de su amiga y sentir la calidez de sus hombros a través de la camisa. Durante lo que pareció una eternidad, se quedaron ahí de pie, junto a la cama, simplemente besándose y abrazándose, pero sin mostrar intención de ir más allá. Sospechando que le correspondía dar el siguiente paso, Crystal dio por terminado el beso y se apartó, mirando fijamente a Laura. —Tengo miedo —admitió en voz muy baja al tiempo que recorría con sus dedos el faldón de la camisa de su amiga—. Debes pensar que soy idiota —dijo con una leve risotada—. Ya sabes a lo que me dedicaba hace tan sólo seis meses. 344
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—Lo sé —contestó Laura, dando un paso adelante y acariciando con suavidad los hombros de Crystal para tranquilizarla—. Pero eso era entonces y esto es ahora. Ya no estás en un escenario con un montón de personas mirándote. Sólo somos tú y yo haciendo el amor. Iremos poco a poco y no haremos nada que te haga sentir incómoda, ¿de acuerdo? Tras emitir un profundo suspiro, Crystal asintió y levantó el faldón de su sudadera con aire nervioso, cerrando los ojos cuando la tela gris le acarició la cabeza. Después la dejó caer al suelo, avanzó ligeramente hasta sentir la suavidad de la camisa de Laura contra su pecho y dejó que sus labios se encontraran de nuevo. Casi dio un respingo cuando las manos de Laura recorrieron su espalda desnuda, haciendo que todo su cuerpo reaccionara. —Eso me gusta —murmuró. —No tanto como a mí —contestó la mujer imitando su tono de voz y rozando con sus labios la oreja de Crystal. Los bultitos gemelos que se dibujaban a través de la parte superior de su pijama daban buena prueba de las palabras de la escritora. Crystal, por su parte, cerró sus dedos sobre el primer botón de la camisa de su amiga. —Eso parece —dijo al tiempo que empezaba su tarea. Antes de darse cuenta, dos faldones de seda azulada colgaban libremente sobre el torso de Laura, dejando entrever lo que tan celosamente guardaban. Acto seguido, hizo ademán de descubrir los hombros de la mujer, pero las manos que hasta ese momento habían acaparado sus sentidos la interceptaron. —Déjame a mí —dijo Laura al tiempo que encogía los hombros y dejaba resbalar sobre ellos los tirantes de su sujetador, atrapándolo a continuación con la mano izquierda. Crystal, por su parte, se apartó de ella y contempló cómo lo doblaba pulcramente, al igual que la parte superior de su pijama. Cuando la escritora se inclinó para dejarlos sobre el escritorio, Crystal aprovechó para recorrerle la espalda con los dedos. —¿Estás nerviosa? —preguntó, acariciando la piel de la mujer en círculos, ahora con ambas manos. —Probablemente tanto como tú —dijo Laura sin dar señales de querer apartarse por el momento de las caricias de Crystal. —Me alegro de no ser la única —afirmó la joven avanzando un paso más y rodeando con sus brazos la cintura de la escritora. Cerró los ojos, posó sus labios sobre la espalda de Laura sintiendo los músculos contra su pecho y las caderas cubiertas de seda rozando su abdomen. Entonces dejó ascender sus manos, acercándose peligrosamente a los firmes pezones de la mujer que le daba la espalda. Laura inhaló violentamente y se enderezó en toda su estatura. —No, no eres la única, créeme —dijo al tiempo que giraba entre los brazos de la joven para quedar cara a cara con ella.
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Crystal la abrazó con más fuerza, disfrutando la sensación, completamente nueva para ella, que proporcionaba el roce de unos pechos femeninos contra los suyos. Mientras se besaban, las manos que momentos antes habían acariciado sus hombros viajaban ahora, de manera insinuante, recorriendo sus brazos. —Crystal, ¿confías en mí? —emergió la cálida voz de la escritora, muy cerca de su oído. —Sí —contestó ella. Sólo le costó un segundo comprender lo que Laura pretendía hacer a continuación y se reclinó sobre la cama dejando colgar la parte baja de sus piernas sobre el borde. La suavidad del colchón se le antojó una superficie burda comparada con el cuerpo de Laura, que ahora cubría el suyo. —Mmmm —suspiró Laura sin dejar de besarla—. Ojalá pudiera estar así para siempre. —Crystal emitió un ronroneo para expresar su conformidad y cerró los ojos con fuerza al sentir que los labios de su amiga empezaban a recorrer su cuerpo hacia abajo, muy despacio. Sin pretenderlo en realidad, arqueó la espalda para acercar uno de sus pechos a la cálida boca de la mujer—. Tranquila —murmuró Laura en voz muy baja—. Tenemos todo el tiempo del mundo. —Para ti es fácil decirlo —gruñó la joven enterrando sus dedos en el oscuro cabello de Laura. Le tomó casi por sorpresa que ella se apartara de su cuerpo y le robara un rápido beso. —No, no lo es —dijo la escritora—. Llevo tanto tiempo deseando esto… —Los avorazados labios alcanzaron con maestría la oreja de Crystal—. Y ahora voy a demostrártelo —afirmó antes de atrapar en su boca uno de sus rosados pezones, endurecidos por la anticipación. La caracoleante lengua encontró el lugar de máximo placer con exactitud, provocando sonidos que Crystal se encontró incapaz de sofocar. Tanto si eran comprensibles o no, Laura parecía comprenderlos a la perfección, moviéndose de un pecho al otro constantemente. Tras levantar su pierna derecha, Crystal apoyó firmemente el talón en el borde de la cama y arqueó su cuerpo hacia arriba demandando con ardor y fuerza más de lo que estaba recibiendo. Las manos y la boca de Laura descendieron al tiempo que sus delicados dedos jugueteaban con la banda elástica del pantalón de la joven. —Sí… —murmuró ésta levantando las caderas al notar las dudas que parecían embargar a Laura. Sintió ponérsele la piel de gallina, pero no supo decir con seguridad si era debido al roce de los dedos de Laura sobre su cuerpo o por el aire frío al mezclarse con el extremo calor que notaba recorriéndola de arriba abajo. De lo que sí estaba segura era de que nunca antes había disfrutado tanto esa sensación. Contempló con paciencia cómo la escritora le quitaba el pantalón y lo doblaba cuidadosamente para dejarlo junto al resto de la ropa. —Ven aquí… —susurró, necesitando sin demora el cuerpo de Laura contra el suyo. Ansiando los labios de su amiga una vez más, Crystal utilizó toda su fuerza para hacer rodar sus cuerpos hasta que no sólo quedó encima, sino que ahora estaban en diagonal sobre la cama. Esa nueva posición limitaba a Laura a alcanzar poco más que la espalda de la chica, pero no perdió el tiempo intentando cambiarla.
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—Esto me gusta —dijo Crystal, regodeándose en las manos de Laura, que descansaban sobre su trasero. —Bien —añadió la mujer sin dejar de acariciarla—. No quiero hacer nada que no te guste. —Acto seguido, empezó a dirigirse hacia abajo, pero la muchacha la detuvo. —Espera. —Crystal se incorporó hasta quedar sentada, con las manos sobre el pecho de Laura—. Es que… —comenzó a decir al tiempo que contemplaba el cuerpo que tenía debajo. Después de tragar saliva, recorrió lentamente la curvatura de los pechos de la mujer, parando justo al borde de sus oscuros y erectos pezones—. Eres preciosa —susurró—. Pero no… —Su voz se quebró y tuvo que volver a empezar la frase—… No sé qué es lo que te gusta. —Por ahora vas muy bien —afirmó Laura tomando una de las manos de Crystal entre las suyas y besándole la palma. Tras mirarse fijamente a los ojos, la joven se dejó guiar de nuevo hasta el pecho y uno de ellos llenó completamente el hueco de su mano. Con nerviosismo, se permitió cerrar los dedos y sentir el pequeño bultito de piel entre ellos. Laura gimió levemente y recostó su cabeza sobre la cama—. Sí, Crystal —suspiró—. Muy bien. La muchacha repitió el movimiento sobre el otro pecho provocando un nuevo sonido placentero de los labios de Laura. Rápidamente advirtió que lo que estaba haciendo causaba además que las caderas de la escritora se alzaran bajo su cuerpo, de manera que su sexo entraba en contacto de tanto en tanto contra el suave abdomen de Laura. Crystal podía sentir ya su propia humedad y estaba segura de que el último empellón de Laura había delatado su presencia a ella también. Las manos que habían estado recorriendo sin descanso su espalda la atraparon firmemente de forma que intercambiaron posiciones una vez más, quedando Crystal tumbada sobre la cama y mirando fijamente a la mujer que estaba a punto de hacerle el amor. —Laura… —susurró, rozando apenas sus muslos todavía cubiertos por el pantalón del pijama. El calor que sentía en la parte baja del abdomen le confirmó la excitación creciente de Laura—. Por favor… quítatelos…—. Como el mejor de los voyeristas, Crystal se descubrió incapaz de apartar la mirada de su amiga cuando ésta se puso de pie para quitarse lo que quedaba de ropa sobre su cuerpo. Al contrario que en su cabeza, el oscuro triángulo de vello que cubría el sexo de Laura estaba conformado por pequeños rizos, de los cuales los más cercanos a la parte central brillaban cubiertos de un fluido transparente. El resto del pijama fue a reunirse con las demás piezas de ropa y Crystal pudo volver a disfrutar la calidez del cuerpo de Laura junto al suyo y la sensación de hormigueo que la recorría una vez más de pies a cabeza. Sintió humedad contra uno de sus muslos cuando los labios de ambas volvieron a unirse, fue consciente de que estaba dejando un rastro similar sobre su compañera y sus cuerpos comenzaron a amoldarse de forma casi natural. Crystal sintió cortársele la respiración cuando Laura se zafó del beso y atrapó con los labios uno de sus pezones al tiempo que le acariciaba sugerentemente la cadera, acercándose poco a poco hacia su sexo. Parecía como si todos sus sentidos se arremolinaran intentando organizarse sin éxito para captar el sinfín de sensaciones que la acometían a cada segundo. Los cálidos y sedosos labios sobre uno de sus pechos, el sugerente cuerpo haciendo presión sobre el suyo, los dedos rogándole en silencio que se rindiera a ellos, prometiéndole la más dulce de las recompensas. En 347
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ese momento, tomó la decisión de dar un último salto de fe, fe en Laura y fe en ella misma, y entreabrió los muslos permitiendo total acceso a la escritora. Y allí estaba, el momento mágico en que uno solo de los dedos de la mujer se abrió paso entre los húmedos pliegues del sexo de Crystal y tomó posesión del centro mismo de la joven. —¡Oh, Dios, Laura! —gritó, elevando las caderas para repetir el contacto. En algún momento, la joven se había cuestionado si sería capaz de alcanzar el orgasmo con otra mujer. Ahora, lo que le preocupaba es que, de hecho, éste llegara demasiado rápido. Había pasado tanto tiempo desde que había permitido a otra persona el que la tocara de aquella forma… y nunca antes había sido tan dulce, tan natural y tan perfecto. Laura parecía saber cómo y cuánto tocarla, sin permanecer en un solo lugar más de lo necesario antes de mutar sus caricias, aprendiendo con delicada precisión todos y cada uno de los secretos de Crystal. La respiración surgía ahora regular, mezclada con pequeños gemidos guturales que escapaban de su garganta pronunciando apenas el nombre de Laura a medida que las sensaciones crecían en su interior. Aferrándose con firmeza al hombro de su amiga, Crystal aguantó mientras que las oleadas crecían más y más y sus muslos comenzaban a temblar sin control. Finalmente, el orgasmo se abrió paso en su interior y gritó sin soltar a Laura, como si se tratara de un pedazo de madera en medio de una tormenta tropical. La suave voz de la mujer llenó sus oídos, musitando palabras que en realidad no podía entender cuando uno de sus muslos tomó el lugar de sus dedos y una serie de temblores más leves siguieron recorriendo su cuerpo mientras descansaba entre los protectores brazos de Laura. —¿Estás bien? —preguntó la mujer en voz baja segundos después, dándole tiempo a Crystal para que su respiración volviera a algo parecido a la normalidad. Crystal asintió besando la piel que quedaba más cercana a sus labios. —No puedo creer… —Negando con la cabeza, emitió una risita gutural—. Casi nunca armo tanto escándalo. —Me lo tomaré como un cumplido —dijo Laura, besándola una vez más para eliminar de su rostro cualquier atisbo de vergüenza—. Adoro cómo gritas mi nombre, ¿sabes? —Su mano recorrió lentamente el costado de Crystal—. Y adoraría aún más volver a escucharlo —añadió rozando apenas uno de los muslos de su compañera. Crystal, por su parte, sonrió estremeciéndose bajo su cuerpo. —No estoy segura de poder soportar otro como ese. Además… —comenzó empujando a Laura hasta hacerla quedar de espaldas a la cama—. ¿No quieres que…? Bueno, ya sabes… ¿No quieres que me ocupe de ti? —Dejó que su cabeza descendiera, depositando una serie de sugerentes besos en el cuello y la garganta de la escritora—. Porque quiero hacerlo —susurró sin detenerse en su camino. Acto seguido, cerró los ojos y escuchó claramente la profunda aspiración de Laura mientras seguía besando su cuerpo. Era innegable que estaba nerviosa, pero Crystal lo ignoró 348
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completamente y se centró en la sensación que le prodigaban las manos de su amiga sobre su espalda y la parte posterior de su cabeza. Oír los leves gemidos placenteros que escapaban de entre sus labios hizo que con más seguridad empleara su lengua para saborear la piel de la otra mujer, el pecho de otra mujer por primera vez en su vida. En un momento dado, el entusiasmo le hizo morder a su presa un poco más fuerte de lo aconsejable, pero no tardó mucho tiempo en establecer los límites de lo permisible y memorizar el sonido de su nombre al ser pronunciado en medio de la excitación por los apetitosos labios de Laura. Necesitaba tocar cada centímetro, hambrienta por llevar a Laura hasta el punto que ella misma había alcanzado minutos antes, para hacer suyo el cuerpo con el que amenazaba fusionarse. E indudablemente lo hizo suyo. Desde el punto sensible justo a la izquierda de las costillas hasta la casi imperceptible hilera de fino vello rubio que nacía bajo su ombligo y que se ponía de punta cuando lo recorría con su lengua, todo quedó memorizado. Los secretos de Laura se le revelaron uno tras otro a medida que la excitaba. La cantidad exacta de presión que imprimir y el ritmo que mejor se acomodaba a sus necesidades. Por un momento, sentir los poderosos músculos de la intimidad de Laura cerrándose sobre sus dedos y la fuerza del placer estimulando su propia piel la sobrecogió. Hicieron el amor una vez más, compartiendo palabras amorosas y suaves caricias, antes de quedarse dormidas una en los brazos de la otra. Aquella noche, las pesadillas no visitaron a Crystal, como si la calidez del cuerpo que descansaba junto a ella la protegiera de los demonios del sueño y guerreros ancestrales las velaran de alguna manera. En los brazos de Laura, el peligro no existía, exorcizado por la seguridad y comodidad que únicamente sienten aquellos que se saben amados.
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PARTE 15 Sentada en la cama con las piernas cruzadas, Laura contemplaba dormir a Crystal. La sábana yacía arrebujada junto a las caderas de la joven, permitiendo a la escritora gozar de la vista de sus delicadas y suaves curvas, las mismas que tan solo unas horas antes había explorado con todo detalle. Incapaz de resistirse, se tumbó junto a Crystal y comenzó a depositar sus besos a lo largo de la espalda desnuda. —Buenos días —susurró al notar que su amante despertaba. Con sorpresa, notó además que el cuerpo de Crystal se ponía tenso y, bajo la sospecha de que la proximidad era la causante, Laura regresó a su mitad de la cama. —Buenos días. —Crystal giró sobre sí misma frotándose los ojos frente al sol de la tarde—. ¿Qué hora es? —Casi las tres. —Laura mantuvo las distancias, dudando de si el contacto físico sería bienvenido—. Oye… si quieres hago algo de comer —aventuró, más que nada para ofrecer una salida cómoda a su amiga. —Como tú veas —dijo Crystal, mirando alternativamente las sábanas y a Laura—. ¿No me vas a dar ni un beso de buenos días? —preguntó a continuación con un deje de inseguridad en la voz. Laura se movió rápido, dispuesta a dar todo a la mujer que se había adueñado de su corazón. Volcó todos sus sentimientos en aquel beso con la intención de borrar hasta el más mínimo rastro de dudas o temores que Crystal hubiera podido tener. Cubrió las mejillas de la joven con sus manos y le regaló un último roce de sus labios antes de retroceder. —Empecemos de nuevo. Buenos días. —Buenos días para ti también —dijo Crystal, aprovechando la posición de Laura para arrellanarse junto a ella—. Mmmmm… qué gusto. A lo mejor me vuelvo a dormir. —Por mí no hay problema —contestó Laura—. Me encanta abrazarte. —En este momento, hizo una pausa—. Siento haberte asustado antes. Crystal asintió con una sonrisa avergonzada. —Perdona. Es que no estoy acostumbrada a que me despierten así —explicó acercándose más y enterrando la cara en el cuello de Laura—. O sea, me encanta que me toques, pero me costó un poco darme cuenta de que eras tú la que lo estaba haciendo. Laura recorrió con la mano su espalda desnuda. —Lo entiendo. Es una de esas cosas que llevan tiempo… —Acto seguido, besó a Crystal en la cabeza—. Y tenemos tiempo de sobra. La joven levantó la vista. 350
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—No, de eso nada —afirmó con los ojos como platos—. Hoy es sábado, ¿no? —Así es. —¡Pues tenemos que estar en casa de Patty a las seis! —exclamó, intentando apartar las sábanas a patadas—. Hay que prepararse. Atrayendo nuevamente a Crystal hacia sí, Laura la besó junto a la oreja. —Dentro de un minuto —susurró, trazando pequeños círculos sobre la espalda de la joven con sus dedos—. Quiero quedarme aquí abrazándote un poco más, ¿de acuerdo? —Sintió que Crystal asentía. Unos segundos después, ambas se acomodaron sobre la cama, Laura con la espalda sobre los almohadones y la cabeza de la rubia contra su pecho—. Así está mejor —afirmó la escritora. —Oh. —Crystal levantó la vista con los ojos muy abiertos—. ¿Esto te lo he hecho yo? Laura dirigió la mirada hacia abajo y contempló que en su brazo, justo donde la noche anterior Crystal se había agarrado con fuerza en un momento de pasión, se dibujaban una serie de marcas ovaladas color morado. —Supongo que sí —dijo con aire casual—. Me salen marcas de esas casi con cualquier cosa, siempre he sido así. No te preocupes. Pero Crystal se sentía apenada, tal y como delataba su expresión. —No era mi intención —afirmó, depositando un beso sobre cada moratón a modo de disculpa—. Lo lamento. —No hay nada que lamentar —dijo Laura—. Desaparecerán pronto. —Dándose cuenta de que sus palabras no surtían efecto, la escritora intentó otra táctica—. Crystal, no me hiciste daño, en serio. Ni me había dado cuenta hasta que me lo has dicho. —No volverá a pasar —prometió Crystal con los ojos brillantes, sin dejar de contemplar los moretones y con la culpa y la vergüenza traduciéndose en su rostro. —Ha sido un accidente —sentenció Laura firmemente, atrayendo el rostro de la joven hacia la suya—. Sé que no era tu intención hacerme daño. —Jamás —la secundó Crystal. —Al igual que yo nunca te haría daño a propósito —continuó la escritora cubriéndole la mejilla con la mano—. Significas demasiado para mí. —Inclinándose hacia adelante, permitió que sus labios se encontraran y que aquel contacto dijera el resto. Cuando sintió que los labios de Crystal se entreabrían, profundizó el beso ignorando el sabor rancio a cigarrillo. Notó que su cuerpo reaccionaba ante la sensación de la piel desnuda de Crystal contra él. Laura no tenía mayores pretensiones, en aquel momento, que dejarse arrastrar hacia la suavidad de los pechos de su amante, que escucharla gritar su nombre, que amarla… simplemente eso. Cuando notó una pierna presionando contra las suyas, fue consciente de que no iban a salir de la cama de inmediato. 351
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Permitió que su deseo tomara el control, rompió el acometedor beso que las unía y se dejó caer hacia el cuello de Crystal—. Te deseo —susurró, presionando sus caderas contra ella. —Sí —murmuró la joven. Con el valor que le confirieron las manos que tiraban de su cuerpo, Laura recorrió todo el camino hacia los pechos de Crystal con sus labios y atrapó uno de sus pezones endurecidos, acariciándolo suavemente con la lengua. Segundos después, las delgadas caderas de la joven se elevaron bajo su cuerpo en una súplica silenciosa. Utilizando sus piernas para separar los muslos de Crystal, Laura se desplazó hacia el otro pecho, dedicándole toda su atención antes de cubrir ambos con las manos y masajearlos rítmicamente. Al mismo tiempo, comenzó a descender más y besó su vientre y pasó a acomodarse entre las piernas de Crystal. Con los ojos cerrados, Laura besó los humedecidos pliegues, sonriendo para sí ante el temblor que recorrió el cuerpo que la acompañaba. —¿Te gusta eso? —preguntó con seguridad, repitiendo la caricia una vez más. —Oh, sí —exclamó Crystal separando aún más las piernas. —Lo sospechaba —murmuró la escritora, abriéndose camino con la lengua y probando la dulce substancia que comenzaba a inundar la zona. Incapaz de resistir un segundo más, alcanzó el clítoris erecto y comenzó a acariciarlo sin perderse ni uno solo de los sonidos de placer que provocaba en la garganta de Crystal. Pronto no tuvo más remedio que apartar las manos de los pechos de la joven para sujetar las caderas que se sacudían con vigor. Los gemidos se hicieron más ahogados al tiempo que unos fuertes muslos aprisionaron la cabeza de la mujer, anclándola precisamente en su lugar. Las contracciones sobre sus labios le hicieron saber que el orgasmo estaba próximo, así que incrementó la presión y la velocidad con su lengua, viendo recompensado su esfuerzo al momento en que el cuerpo de Crystal se puso tenso y se abandonó por fin. En ese momento, coordinó el ritmo de sus caricias con las acometidas de las caderas de la joven mujer prolongando el clímax hasta que ella se dio por satisfecha. Laura, por fin, retrocedió y besó cálidamente la cara interna de los muslos de Crystal. —Te quiero —susurró tan débilmente que apenas si podía oírse a sí misma. —Oh, Dios… —gimió Crystal con un suspiro. Laura, por su parte, se acodó sobre la cama sin abandonar su posición entre las piernas de su amante. Con una sonrisita de auto-satisfacción, miró fijamente a la joven. —Nada mal, ¿eh? —Se arrodilló sobre las sábanas y apoyó todo el peso de su cuerpo sobre un brazo mientras acariciaba uno de los muslos de Crystal—. Me alegro de que te haya gustado. — Sonrió al ver que los ojos de la joven se dirigían hacia la zona en que sus dedos trazaban círculos, peligrosamente cerca de la zona más sensible de su cuerpo, e internamente feliz al comprobar que su rostro no mostraba el menor signo de miedo o indecisión… tan solo deseo.
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Utilizó en primer lugar uno solo de sus dedos, y después otro más, deslizándose hacia el interior de aquella sedosa superficie con la mayor delicadeza puesto que no quería hacer nada que asombrara o atemorizara a su amante. Acto seguido, respondió al gesto de urgencia de Crystal tumbándose cerca de ella, mitad sobre la cama y mitad sobre su cuerpo. La pierna izquierda de Laura estaba engarzada en la derecha de la joven, permitiéndole un acceso absoluto al tesoro que apenas comenzaba a explorar. —Adoro esto… —susurró al tiempo que besaba a Crystal—. Adoro tocarte… —Yo… yo… —Crystal intentó responder, pero lo que Laura le estaba haciendo convertía algo tan sencillo en una misión imposible. —Shhh… relájate y disfruta —dijo Laura, profundizando sólo un poco más—. Sí, así… Sintió la presión de los músculos que aprisionaban las yemas de sus dedos y, no sin dudas, añadió un tercero sin dejar de contemplar el rostro de Crystal por si aparecía en él algún rastro de incomodidad. En su lugar, la respuesta que obtuvo fueron las caderas de la joven elevándose para encontrar las caricias y acompañarlas, obligándole a incrementar el ritmo más de lo que había pretendido. Tenía los ojos cerrados, la cabeza echada hacia atrás contra la almohada y una serie de sonidos incoherentes surgían de su boca entreabierta. Laura cerró los labios sobre uno de los pezones de Crystal y comenzó a penetrarla rítmicamente. Los gritos que tanto ansiaba escuchar llenaron sus oídos, urgiéndola a continuar, y demasiado pronto para su gusto esos mismos músculos se atenazaron, dejándola enterrada en lo más profundo. No sin esfuerzo, consiguió alcanzar el punto más sensible de su prisión y Crystal gritó cuando el orgasmo recorrió su cuerpo y se aferró al brazo de Laura como si en ello le fuera la vida en el punto milimétricamente exacto al que lo había hecho la noche anterior. Laura la abrazó durante largo rato y, en un momento dado, recibió el mismo placer que había prodigado antes de que el reloj les recordara que su día de descanso había tocado a su fin.
********* Crystal contempló con nerviosismo las señales de tráfico. —¡Ahí! —exclamó de repente—. La siguiente a la derecha. —Laura hizo lo que se le ordenaba y momentos después el Jeep avanzaba a trancas y barrancas por una calle llena de baches, flanqueada de postes de electricidad y aceras de cemento agrietadas. Varios contenedores de basura abollados yacían junto a los bordillos y en un par de ocasiones Laura tuvo que aplastar a fondo el pedal del freno para no llevarse por delante a un perro callejero—. Muy bien —dijo Crystal, echando otro vistazo al papel en el que llevaba apuntada la dirección—. Gira a la izquierda allí arriba, donde está la señal de alto, y luego a la derecha en la segunda manzana. — Dobló cuidadosamente el papel y se lo guardó en el bolsillo de la camisa—. El parque debería estar ahí mismo, a la derecha. Crystal se sorprendió al ver que el parque de caravanas no estaba tan lleno como ella había esperado. Los lotes eran grandes en comparación con los del lugar en que había crecido y los caminos estaban nivelados, acotados por árboles y césped y libres de vehículos. Las caravanas, 353
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por su parte, presentaban un inmejorable aspecto, con tejado y ventanas salientes. La señalización también era buena, así que Crystal no tuvo dificultad para encontrar el camino Pine y, desde allí, la caravana azul y blanca de doble tamaño con un patio al frente repleto de juguetes y un par de bicicletas a un costado. —¡Ahí está! —exclamó entusiasmada al tiempo que empezaba a abrir la puerta del coche. Laura giró hacia el camino de grava y aparcó detrás de un viejo Toyota. Crystal apenas se había bajado del Jeep cuando la puerta principal se abrió de par en par y una mujer, que sólo podía ser su hermana, salió al exterior—. ¡Patty! —¡Crystal! Ambas se abrazaron con fuerza. —No puedo creerlo —dijo Crystal, aferrándose a una realidad que en numerosas ocasiones había dejado de considerar posible—. Dios, cuánto te he echado de menos. Patty se separó un poco secándose las lágrimas. —Estuve a punto de caerme de la silla cuando mamá me contó que te había visto en el supermercado. Llegué a pensar… bueno, eso ya no importa. Estás aquí. —Patty se fijó en Laura, quien se había quedado junto al coche—. Y esa debe ser Laura, tu compañera de piso. Crystal las miró mientras se estrechaban las manos. —Encantada de conocerte —dijo Laura, sin moverse de al lado de Crystal. A un metro de distancia, la joven advirtió la huella que el tiempo había dejado en su hermana. Su joven piel mostraba una serie de leves arrugas junto a sus ojos y el cabello que antaño refulgiera dorado a la luz del sol presentaba tintes cenizos. Además, Patty lucía un cuerpo que sin duda evidenciaba sus dos embarazos y algo de falta de ejercicio, y sin embargo vibraba dentro de ella algo que ni los kilos de más ni las patas de gallo podían esconder. Seguía siendo la misma hermana con la que Crystal había pasado horas jugando al Monopoly, compartiendo secretos y temores, y a quien había extrañado a morir. —Entremos —dijo Patty, señalando al modesto porche. ―Sin la menor duda, aquí habitan un par de chiquillos‖, pensó Crystal mientras esquivaba un robot de juguete y una muñeca para ocupar un puesto en el sofá junto a Patty al tiempo que Laura tomaba asiento en el sillón reclinable y alcanzaba una de las revistas que se apilaban en una mesita cercana. —Bueno, ¿y dónde están todos? —preguntó Crystal. —Mamá se ha llevado a Jessica y a Thomas a cenar en Happy Mary. Hay una sala de juegos en ese lugar y yo quería pasar un tiempo contigo sin tener a todo el mundo aquí armando jaleo.
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Crystal asintió reconociendo que era una estupenda idea, sobre todo cuando miró a Laura por el rabillo del ojo y recordó que tenía que contarle a su hermana la verdad acerca de su relación. —Patty… Tengo algo que decirte. —Aquel era un tema del que nunca habían hablado de niñas y, a pesar del coraje que mostró en casa frente a Laura, la verdad es que en su interior guardaba un cierto temor por el hecho de que su hermana no lo aprobara—. La otra noche no fui del todo sincera contigo por teléfono. —¿En serio? —dijo Patty al tiempo que alargaba la mano hacia un paquete de cigarrillos y un encendedor que estaban en la mesita central—. Hay que ponerse al día de los últimos once años. Yo también tengo muchas cosas que contarte. —Acto seguido, encendió un cigarrillo y dio una larga calada antes de continuar—. Tú primero. Con evidente nerviosismo, Crystal miró a Laura y recibió una expresión que pretendía infundirle valor. —Laura y yo… somos algo más que compañeras de piso. —Terminó la frase lo más deprisa que pudo si apartar los ojos de la escritora. La mano de Patty se detuvo a medio camino del cenicero y contempló a Laura. Después a Crystal. —¿Eres feliz? —le preguntó. En esa ocasión, la voz de la joven emergió sin el menor atisbo de duda. —Sí —contestó Crystal—. O sea, todo esto es nuevo para mí, pero sí, soy feliz. —Entonces eso es lo único que me importa —afirmó Patty, dejando caer la ceniza sobre el recipiente—. La verdad es que yo misma lo intenté una vez —confesó encogiéndose de hombros—. No veas cómo se puso mamá. —¿Quieres decir que se enteró? —preguntó Crystal boquiabierta—. ¿Y no le dio un ataque? —Claro que sí —concedió su hermana—. Pero el caso es que este hogar me pertenece y ella no puede permitirse vivir por su cuenta con su pensión y el dinero extra que le doy por cuidarme a los niños. No fue nada serio. Yo tenía curiosidad, más que otra cosa, después de todas las putadas que me han hecho los hombres. Ahora mismo no puedo ponerme a buscar al Señor Perfecto, ya tengo bastante con mis hijos. Oh, Crystal, ya verás cuando los conozcas. Las fotos de Jessie en primer grado son casi iguales que las tuyas. —Depositó el cigarrillo en el cenicero y se levantó—. Espera, voy a por los álbumes. Ahora mismo vuelvo. Cuando su hermana salió de la estancia, Crystal vio que Laura se arrodillaba a su lado. —Ha ido muy bien —afirmó en voz baja para que Patty no pudiese oírla. —Pues sí —convino, relajándose ahora que su mayor temor había pasado—. Es muy raro verla después de tanto tiempo, pero sigue siendo la misma Patty con la que crecí, sólo que un poco más vieja, y supongo que todavía puedo contarle cualquier cosa. 355
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Laura sonrió y le besó en la mejilla. —Me alegro de que puedas hacerlo. —Ambas volvieron la cabeza al escuchar la portezuela de un coche al abrirse y cerrarse—. Parece que han regresado temprano. —No encuentro el que tiene las fotos de Jessie cuando era un bebé, pero sí los demás —dijo Patty, regresando cargada de gruesos tomos de fotografías. Laura regresó al reclinable en el mismo momento en que la puerta de entrada se abría dando paso a dos estelas enérgicas que llenaron al instante la silenciosa habitación. —¡Mami, mami! ¡Happy Mary se ha quemado! —informó Jessica con excitación, dejando caer su chaqueta rosa al suelo, junto a la puerta. —Sí y han llegado unos camiones de bomberos enormes y todo —añadió Thomas, el pequeño de seis años, imitando el movimiento de su hermana mayor con su propia chaqueta—. Hacían un montón de ruido. —Colgad vuestros abrigos donde deben estar —indicó Patty—. Hay aquí alguien a quien quiero presentaros. Crystal se estremeció al ver que su madre entraba lentamente en la casa. Dado que ambas habían estado quietas cuando se encontraron en el pasillo del supermercado, no había podido percatarse de la pronunciada cojera con que caminaba su madre o los dedos marcados por la artritis que luchaban por sostener las dos coloridas chaquetas que los niños le alargaban. Imágenes de la mujer, borracha y sentada a la mesa, noquearon su memoria haciéndole revivir sentimientos de rabia y dolor que había mantenido mucho tiempo bajo control. Cuando sus ojos se encontraron, la mirada de Margaret Sheridan mostró primero alegría y después tristeza. —Jess, Thomas, ésta es vuestra tía Crystal —dijo Patty—. Y ésta es su amiga Laura. —Yo también me llamo Crystal —afirmó Jessica con orgullo, quitando de en medio a su hermano pequeño con un leve empujón y dando inicio a una batalla silenciosa entre ambos para estar lo más cerca posible de su recién descubierta nueva pariente. —¿Ah, sí? —preguntó Crystal sin disimular su sorpresa. —Síp. Mi nombre completo es Jessica Crystal Sheridan. Mamá dice que los cristales son especiales. Tengo una colección entera en mi habitación, ¿las quieres ver? —preguntó la pequeña de cabello rubio al tiempo que tomaba a su tía de la mano. —Luego, Jessica —dijo Patty—. La tía Crystal acaba de llegar. Ya tendrás oportunidad de enseñarle todas tus cosas. —A continuación, se dirigió a su madre—. ¿Qué ha pasado? —Ni idea, pero el humo se veía a dos manzanas de distancia —informó Margaret, echando un rápido vistazo a Crystal antes de dar media vuelta—. Será mejor que prepare algo de cenar a estos dos muchachitos. ¿Tenéis hambre, chicas? —No —respondió rápidamente Crystal—. Laura y yo acabamos de comer —mintió. 356
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—Gracias de todas formas —añadió Laura con una imperceptible mirada de desconcierto a Crystal. Ésta la ignoró, concentrándose en estudiar la mesita de café hasta que oyó que las puertas abatibles de la cocina se cerraban indicando que su madre había abandonado la habitación. —Tía Crystal, tía Crystal —exclamó Thomas con excitación quitando de en medio a su hermana— . Había camiones de bomberos y hacían mucho ruido. Yo me tapé las orejas así, pero no funcionó. —Muy al contrario que su hermana, quien había sido agraciada con el pelo rubio y la complexión espigada de los Sheridan, Thomas había salido a su padre, a quien Crystal atribuía por instinto raíces hispánicas. El pelo corto del niño era castaño oscuro, al igual que sus ojos, y su tono de piel era mucho más oscuro que el suyo propio. Sin dudarlo dos veces, escaló hasta el regazo de Crystal obligándola a rodearle con los brazos para evitar que se fuera a caer—. La abuela no nos ha dejado acercarnos, pero he visto a los bomberos conectar las mangueras a las bocas de riego y todo. —¿Sí? ¿En serio? Thomas asintió enérgicamente con la cabeza. —Sí. Y había un montón de gente corriendo por todas partes y Jessica me empujó y casi me caigo. —Jessica —dijo Patty con un tono delicado pero no menos desaprobador—. ¿Qué te he dicho sobre empujar a tu hermano? —Depositó los álbumes de fotos sobre la mesita de café y se arrodilló frente a su hija—. No debes hacer esas cosas. ¿O quieres que te quite la bici una semana? —No mami, pero es que no se quitaba de en medio —protestó Jessica. —Esa no es razón para empujarle. Podría haberse golpeado con la acera y hacerse daño. —Patty negó con la cabeza y miró a su hermana—. A veces no sé en qué piensan estos dos. Nosotras nunca fuimos así. —¿Estás de coña? —preguntó Crystal—. ¿Ya no te acuerdas de cuando me tiraste por aquella colina? —Empezaste tú —contraatacó Patty—. Y yo no sabía que ibas a acabar rodando cuesta abajo. Thomas se echó a reír por lo bajo, con una sonrisita traviesa aún sobre el regazo de Crystal. —Mamá tiró a la tía Crystal por una colina —dijo con su tono de voz más aniñado. —Ni se te ocurra quedarte con la copla, jovencito —dijo Patty con aire indiscutiblemente maternal—. Y ahora id los dos a poneros la ropa de jugar y podéis salir con las bicis hasta que esté lista la cena. —Levantó a Thomas del regazo de Crystal y le indicó la dirección hacia su cuarto—. Andando. Y ponte también las zapatillas viejas. Esas tienen que durarte para la escuela. —Vale, mami —contestó él—. Jessica, te echo una carrera. —No, nada de carreras —dijo Patty… pero demasiado tarde, porque los dos niños ya iban de camino al pasillo y sus risas y zapatazos resonaban por toda la casa—. Los tornados gemelos 357
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estarán de vuelta en un minuto —afirmó al tiempo que volvía a ocupar su asiento—. A veces pienso que ninguno de los sabe lo que significa caminar. —Son geniales —dijo Crystal, girándose hacia su hermana—. Parece que son muy felices. —Así es —convino su hermana mayor—. A veces dan mucho trabajo, pero mamá me ayuda mucho cuando me colman la paciencia. Crystal se metió la mano en el bolsillo y sacó su paquete de cigarrillos. —Sigo sin poder creer que vivas con ella —dijo al tiempo que prendía uno—. Yo sería incapaz. —Ha cambiado mucho —afirmó Patty—. Es mucho mejor persona ahora que ha dejado de beber. —Crystal sintió que su hermana le rodeaba los hombros con su brazo—. Dale una oportunidad y verás. Te echa mucho de menos —añadió en voz baja. Crystal le dio una larga calada al cigarrillo y miró a Laura. —Joder, esto es muy duro para mí. —Si ves que no puedes… —comenzó a decir Laura, pero Crystal meneó la cabeza. —No, sé que puedo hacerlo —afirmó, volviendo la vista hacia su hermana—. Sencillamente no soy capaz de aceptarla como una madre amorosa, pero mantendré las formas. —Ha cambiado de verdad —dijo Patty, echando un vistazo hacia el pasillo cuando oyó que se abría una puerta—. Los niños la adoran —añadió. —Ya… —concedió sin pasarle desapercibido el mensaje oculto en aquella frase, ―no montes una bronca delante de ellos‖—. Me voy afuera. —Cogió el cigarrillo—. No me gusta fumar con los pequeños por aquí. —Tía Crystal —dijo Jessica mientras corría por el pasillo—. ¿Quieres verme hacer un caballito con la bici? —Ponte el casco —le ordenó Patty—. La Señorita Catcher me ha dicho que hace poco te vio montar sin él. —Por supuesto —contestó Crystal a la niña—. De hecho estaba a punto de salir. Minutos más tarde, Crystal y Patty estaban sentadas a la mesa de picnic redonda que ocupaba el patio delantero. Laura por su parte contemplaba a los dos niños dar vueltas con sus bicicletas arrodillada en la acera. El ocaso estaba cerca y sólo las dos terceras partes superiores del sol asomaban ya por encima de las caravanas vecinas. —Y dime, ¿cuánto tiempo lleváis juntas? —preguntó Patty. —No mucho —dijo Crystal—. De hecho… bueno, ayer fue nuestra primera vez. 358
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—¿Qué? Estás de coña. —Patty empujó con el hombro a Crystal juguetonamente—. Qué suertuda. Pero ya lleváis un tiempo viviendo juntas, ¿no? —Más o menos cuatro meses —respondió ella, agitando la mano en dirección a Jessica—. Laura es escritora de novelas de misterio lésbicas. Y además cocina muy bien —añadió. —Me alegro de que seas feliz —concedió Patty—. Todos estos años me he estado preguntando sin parar dónde estarías, cómo sería tu vida. Ni siquiera estaba segura de que siguieras viva. —Acto seguido, negó con la cabeza—. Hasta pensé en contratar a un detective privado, pero nunca conseguí el dinero necesario. —Yo pensaba lo mismo sobre ti —dijo Crystal—. Lo gracioso es que nunca me fui del condado. Simplemente bajé a la ciudad y me perdí por allí. No te lo dije por teléfono, pero… he estado trabajando en clubes de striptease mucho tiempo. Patty encendió un cigarrillo y contempló la calzada en que estaban Laura y los niños. —En cuanto me bajé de aquel autobús, pensé que sería muy sencillo encontrar un sitio donde vivir y trabajar. Para tener diecisiete años no era más que una mocosa estúpida. Me quedé sin dinero tres días más tarde. Crystal asintió dándole una profunda calada a su cigarrillo. No hacía falta preguntar cómo se las había arreglado su hermana mayor para sobrevivir. Para una chica joven sólo hay una manera de hacer dinero rápidamente en las calles. Aun así, se sintió apenada al corroborar lo que desde hacía tiempo venía sospechando. —Me alegro de que aquello no durara mucho tiempo —dijo. —Lo suficiente como para quedarme embarazada de Jessica —confesó Patty—. Su padre fue uno más de los muchos don nadie que no llevaban un condón encima. Además yo no tenía forma de conseguir la píldora ni nada parecido. Simplemente tenía que ocurrir. —Supongo que a mí me fue bien —murmuró Crystal sin quitarse el cigarrillo de entre los labios— . Nunca me quedé embarazada. —Tras exhalar con parsimonia, vio la fina línea de humo elevarse hacia el cielo—. Era un desastre tan grande que mucho menos hubiera valido un carajo como madre. —A continuación, gesticuló con la barbilla hacia los niños—. Tú en cambio has hecho muy buen trabajo con esos dos. —Gracias —dijo Patty—. Ahora mismo es lo más importante para mí. —Darles lo que nosotras nunca tuvimos —añadió Crystal, echando un agrio vistazo a la ventana de la cocina. Patty dejó caer su colilla al suelo y la aplastó con el pie. —Así es —afirmó—. Después de que él muriera le costó bastante tiempo el meterse en tratamiento y aprender lo que significa ser una madre, aunque ya fuera tarde para nosotras dos. Adora a estos niños y haría cualquier cosa por ellos. 359
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Crystal sintió crecer la rabia en su interior y apretó con tanta fuerza el cigarrillo que acabó rompiendo el filtro. —Solía quedarse sentada a la mesa e ignorar la situación mientras él nos molía a palos, ¿o es que lo has olvidado? —No lo he olvidado —dijo Patty—. Créeme, lo recuerdo perfectamente. Pero ahora ha cambiado. Va a sus reuniones, a las citas con su asesor y no ha probado ni una gota de alcohol desde hace años. Para ella ha sido muy duro el no saber nada de ti. —Pues no me da ninguna pena —afirmó Crystal tajantemente—. Nos hizo vivir en un infierno y le permitió absolutamente todo. No tienes ni idea de cómo se volvió él después de que te marcharas. —Dio una larga calada a lo que quedaba de su cigarrillo antes de arrojarlo con fuerza al suelo—. Perdónala tú si eso es lo que quieres. Yo prefiero no tener nada que ver con ella. Acto seguido, cerró los ojos y aspiró profundamente esperando que aquello le permitiera recuperar la calma y que sus manos, crispadas en forma de puño, se relajaran un poco. Después sintió que Patty le acariciaba el hombro. —Si necesitas odiarla, hazlo —dijo su hermana mayor—. Pero ten en cuenta que ya hemos perdido demasiados años. ¿No crees que sea hora de dejar atrás el pasado? No quiero perderte otra vez, Crystal. —No vas a perderme —afirmó levantando la mirada hacia Patty—. Lo solucionaré todo. — Meneando la cabeza, Crystal se concedió una media sonrisa y volvió a coger su paquete de tabaco—. No cabe duda de que estoy yendo a terapia, ¿eh? Patty se echó a reír y le acarició el hombro una vez más. —Creo que todo el mundo debería hacerlo. Crystal soltó una risotada y encendió otro cigarrillo. —Pobre Jenny. Así se llama mi terapeuta. La sesión del próximo martes va a ser un infierno. —Y añadió meneando la cabeza—. Ni siquiera puedo creer que esté aquí hablando contigo. —Lo mismo digo —afirmó Patty—. Eres mucho más alta de lo que me había imaginado. Siempre te había llevado ventaja. —Sólo porque eras más mayor, pero aun así me las arreglaba para que no pudieras ganarme en la mayoría de las cosas, ¿verdad? —preguntó Crystal. —Así es —admitió su hermana—. Y esos dos van por el mismo camino —añadió dirigiendo una mirada a los niños—. Thomas no para de intentar superar a Jessica. —Igual que nosotras —sentenció Crystal obligándose a borrar la seriedad de su rostro al ver que el trío avanzaba hacia ellas. 360
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—¿Has visto mi caballito, tía Crystal? —Sí Jessica, lo he visto muy bien —dijo ésta agradeciendo internamente la distracción y cómo se ponía así fin al hilo de la conversación anterior—. Y dime, ¿se te da bien el Monopoly? La niña negó con la cabeza. —Tengo el juego de La Mariposa Twiddles en el ordenador. Eso sí que me gusta. —Oh, me da que Laura no tiene ese —dijo echando un vistazo a su amante. —No, y sospecho que no lo he visto en mi vida —afirmó Laura. —Mami, ¿puedo enseñarles el juego a la tía Crystal y a Laura? —preguntó Jessica. —¿Es seguro entrar en tu habitación? —la interrogó Patty. —Te aseguro que no puede ser peor que la de tu hermana —dijo Laura. —¡Oye! —Crystal le dio un empujón en broma, pero la sonrisa desapareció de su rostro tan pronto como captó movimiento a través de la ventana de la cocina—. Venga, Jess. Enséñanos ese juego — dijo a continuación extendiendo ambas manos hacia los niños. No le hacía falta mirar a ninguno de los dos para saber que habían visto exactamente lo mismo que ella. Puedo hacerlo, pensó para sí mientras seguía a Jessica escaleras arriba. Decidió en ese momento que por estar junto a su única hermana y los niños era capaz de soportar el compartir habitación con su madre. Al fin y al cabo, ya soy una persona adulta. ¿Qué podría hacerme? Y aun así, mientras avanzaban por la sala, se cuidó mucho de permitir que sus ojos se dirigieran hacia la cocina.
********* Una vez que los niños hubieron terminado de cenar, se sentaron en el suelo de la sala, Patty y Crystal ocuparon el sofá y Laura regresó al sillón reclinable. Cuando Margaret salió de la cocina, Laura hizo amago de levantarse para dejar su asiento a la anciana, pero ésta la frenó en seco y atravesó la estancia a pasos cortos y lentos. —Estoy cansada. Voy a acostarme temprano —dijo Margaret. Crystal no pronunció una palabra y se limitó a evitar la mirada de su madre mientras los niños se levantaban para darle su abrazo de buenas noches. —Hasta mañana —dijo Patty sosteniendo el álbum de fotos sobre su regazo. Además, empujó levemente a su hermana con el hombro, cosa que no obtuvo ni la más mínima respuesta. Sólo cuando oyó cerrarse la puerta del cuarto, Crystal levantó la vista—. Serás consciente de que lo ha hecho por ti.
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Tras encogerse de hombros, Crystal alcanzó el álbum. —Lo sé —afirmó simplemente—. Venga, vamos a ver las fotos. El resto de la tarde transcurrió lentamente, diluyendo todos los años de separación a medida que compartían las fotografías y los recuerdos. Thomas, quien mostraba poco interés en tal entretenimiento, mantuvo a Laura ocupada mostrándole con orgullo su modesta colección de videojuegos. Jessica, por su parte, se turnaba en ambas actividades, uniéndose a su madre en la narración de alguna historia y luego describiendo a Laura la finalidad de uno o dos juegos. Ignorando de forma selectiva cualquier tipo de referencia por parte de su hermana o su sobrina, a Crystal se le facilitó enormemente el relajarse y fingir que su madre ni siquiera vivía allí. De hecho, cuando llegó la hora de marcharse, comprobó que no quería hacerlo y sí pasar unas cuantas horas más con su adorada hermana. Al final, ambas se despidieron con los ojos llenos de lágrimas y un abrazo demoledor, prometiendo llamarse por teléfono y volver a verse enseguida. Incluso Laura recibió sendos abrazos de Jessica y Thomas, quienes estaban deseando que regresaran y poder jugar juntos otra vez. Tras un rápido reajuste en el estacionamiento del coche de Margaret para dejarlas salir, la visita llegó a su fin. —¿Quieres hablar? —preguntó Laura mientras sacaba el Jeep del parque de caravanas y llegaba a la carretera, disminuyendo la velocidad para pasar los baches sin dañar el coche. —No —dijo Crystal sacando un cigarrillo—. Gracias por acompañarme. Me alegro de que estuvieras ahí, a pesar de que me pasé la mayor parte del tiempo con Patty y te dejé a ti sola para mantener entretenidos a los niños. —No tiene importancia —afirmó Laura—. Al fin y al cabo, la finalidad es que pasaras tiempo con ella. Yo encantada de echar una mano. Crystal contempló las volutas de humo blanco a medida que las farolas del exterior las iluminaban alternativamente. —¿Sabes? No entiendo por qué actúa como si nada hubiera pasado —dijo a continuación. —¿Quién? ¿Patty? —quiso asegurarse Laura. —Sí —contestó—. Soy consciente de que quiere que haga las paces con ella, pero de eso nada. No tengo por qué perdonarla por lo que pasó. —Crystal captó, por el rabillo del ojo, un enorme cartel luminoso que anunciaba el delicado sabor de una conocida marca de whisky—. No me vendría mal uno de esos ahora —murmuró. —¿Un qué? —El cartel de ahí atrás. —Suspiró y dio otra calada al cigarrillo—. Da igual. —El contacto de la mano de Laura en su muslo la hizo estremecerse e incluso tuvo que agarrarle la muñeca para evitar que la retirara al captar su reacción—. No, no pasa nada —dijo, devolviendo la mano al lugar en que había estado antes—. Es sólo que tengo muchas cosas en la cabeza ahora mismo. 362
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—¿Quieres compartirlas conmigo? —le ofreció su amante. ¿Por dónde empezar? Crystal no era capaz de aclarar sus pensamientos lo suficientemente como para comprenderlos, así que mucho menos para explicárselos a otra persona. ¿Hasta qué punto me enfurece el hecho de ver a mi madre tratando tan bien a los hijos de Patty? ¿Por qué me molesta que Patty se preocupe por la mujer que permitió que me golpearan y me aterrorizaran? ¿Qué diferencia marcaron en mí dos miserables meses entre haber vivido con mi hermana y haber vivido en las calles? ¿Cómo es posible que la niña que hay dentro de mí siga anhelando a la madre que nunca estuvo allí? Las razones atisbaban su mente, pero el resultado seguía siendo el mismo: una inmensa rabia que la recorría y se resistía a ser enterrada y olvidada. —No sé cómo explicarlo —dijo finalmente entrelazando los dedos de Laura y los suyos—. Lo único que quiero hacer ahora mismo es llegar a casa. —Ya estamos muy cerca de la autopista —afirmó Laura, soltando la mano de la joven cuando llegaron al desvío—. ¿Te apetece ver una peli en la tele? Crystal dejó que su mirada se perdiera en la oscuridad de la noche. —Sí, eso suena bien —dijo sin excesivo entusiasmo. —¿Seguro que no quieres hablar del tema? Crystal mantuvo fija la vista en el exterior unos segundos más antes de contestar. —Es que no lo entiendo, en serio —dijo entonces—. ¿Cómo diablos ha sido capaz de olvidar todo lo que pasó? —Las emociones seguían surgiendo en su interior, abriéndose paso poco a poco hasta la superficie. Acto seguido, se cruzó de brazos y apretó los puños—. ¿Cómo puede soportar estar al lado de esa mujer y dejar que conviva con sus hijos? —Se inclinó en el asiento y propinó un puñetazo al suelo del coche—. ¿Sabes lo que me ha dicho? Que ya es hora de dejar atrás el pasado y seguir adelante. ¿Te lo puedes creer? ¿Perdonar a esa … a esa zorra? —Negó enérgicamente con la cabeza—. Ni de coña. No después de toda la mierda que tuve que tragarme. Si Patty quiere perdonarla, allá ella. Yo no pienso hacerlo. —No tienes por qué —dijo Laura—. Si verla es demasiado duro para ti, queda con Patty en casa en vez de allí. —La mano de Laura regresó sobre el muslo de Crystal—. Haz todo lo necesario para ser feliz. Al sentir que la rabia empezaba a ceder, Crystal entrelazó sus dedos con los de Laura y los atrajo hacia sus labios. —Gracias por acompañarme esta noche —dijo antes de besar los nudillos de la escritora y sonriendo al sentir que sus manos se dirigían ahora hacia los labios de Laura. Tras echar un vistazo alrededor, Crystal reconoció el tramo de autopista en el que se encontraban—. Si coges la siguiente salida a la derecha hay un parque como a un cuarto de milla camino abajo. ¿Te apetece dar un paseo a la luz de la luna?
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—¿Estás segura de que no hay peligro? — preguntó Laura, no sin antes tomar la dirección indicada a la derecha. —Los paseos están bastante bien iluminados y además hay policías patrullando a veces —le informó Crystal—. No hay problema. Venga, hace una noche preciosa. Las hojas caídas crepitaban bajo sus pies mientras caminaban una junto a la otra por el camino adoquinado. Había relativamente poca gente fuera a pesar de la agradable temperatura, asegurando a Crystal la privacidad que tanto anhelaba. Laura sólo hizo un amago de protesta antes de deslizar su brazo por la espalda de Crystal, conviniendo en que las hojas les avisarían en caso de que alguien se acercara. El sendero rodeaba un estanque de patos, con menos farolas que el resto de la zona, guiando a la pareja hacia la oscuridad para regocijo de Crystal y su recién descubierta faceta romántica. —Ven aquí —dijo ella estirando de Laura para salirse del camino. —Esto no me parece muy seguro —le advirtió la escritora un segundo antes de que Crystal la acallara con sus labios. —A mí sí —respondió ésta entre beso y beso—. No nos vería nadie aunque pasaran caminando cerca. —Aprisionando a Laura entre su cuerpo y el tronco de un árbol, Crystal disfrutó la sensación de los brazos que la rodeaban mientras los sonidos emitidos por los inquilinos del estanque daban vida a la noche—. Me encanta esto —admitió, incrementando la fuerza de sus brazos alrededor de la cintura de Laura. Enterró la cara en el cuello de la escritora, inhalando el aroma a pino mezclado con ese otro tan natural de Laura—. Es raro, pero estar juntas en el coche no era suficiente para mí. —Suspiró cuando Laura la abrazó con más firmeza y los cuerpos de ambas quedaron totalmente juntos—. Supongo que lo que necesitaba era que me abrazaras, eso es todo. —Entonces tienes suerte de que me guste tanto abrazarte, ¿verdad? — le susurró Laura al oído—. De hecho, no tengo problema en seguir haciéndolo lo que queda de noche, por si te interesa. —¿Me vas a volver a doblar la ropa? — bromeó la joven. —Eso depende… —dijo Laura—… de si te la quitas o no. Crystal dejó de besar el cuello de Laura y se irguió sin apartar los brazos de alrededor del cuerpo de su amante. —¿Y si quisiera dormir contigo pero no me apeteciera hacer nada más esta noche? —preguntó. —Entonces me tumbaría a tu lado y te abrazaría hasta que se hiciera de día —dijo Laura, cubriendo las mejillas de Crystal con sus manos. Ésta, por su parte, sonrió y dejó que sus labios rozaran los de Laura. —¿Por qué eres tan buena conmigo? — le preguntó, disfrutando de la sensación de calidez que los dedos de la escritora transmitían a su rostro. 364
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—Porque… —comenzó Laura, recorriendo ahora la línea de la mandíbula de Crystal con las yemas de sus dedos—… te quiero. Crystal cerró los ojos y dejó que aquellas palabras la llenaran por dentro, deseando creerlas con cada fibra de su ser. —Yo… nunca… —La voz se le quebraba en la garganta, obligándola a tomar aliento y volver a empezar—. Nunca creí que alguien fuera capaz de amarme, no sabiéndolo todo sobre mí. —Al sentir que las manos de Laura se desplazaban hacia sus caderas, ella elevó las suyas hasta el cuello de la mujer—. Y tú lo sabes todo sobre mí. —Así es —afirmó Laura suavemente—. Sé que no eres capaz de dejar el periódico como estaba después de leerlo. Sé que aplastas el tubo de pasta de dientes por la mitad y que te da alergia reponer el rollo de papel higiénico. Sé que tu desorden me vuelve loca y sé que te quiero. —A pesar de todo eso, ¿eh? — dijo Crystal intentando por todos los medios que no se le cayesen las lágrimas. —A lo mejor por todo eso —murmuró la escritora—. Dicen que los polos opuestos se atraen. —Y no es fácil encontrar algo más opuesto que nosotras dos. —No, nada fácil —convino Laura. —Yo también te quiero —afirmó Crystal con velocidad, temiendo que aquellas palabras se le quedaran atrancadas si las decía más despacio—. Tiene que ser amor. Nunca antes había sentido algo así. —Haciendo retroceder su mano izquierda, Crystal dejó a su dedo índice descansar sobre el labio inferior de Laura—. Nunca me había gustado besar a alguien que no fuese … —Incapaz de resistirse, se reclinó hacia delante y acarició el interior de la suave boca de la mujer con su lengua—. Dios, qué buena eres besando. —Mmmm, tú también —murmuró Laura. Crystal sintió el raspón de la dura superficie del árbol contra sus nudillos y tomó consciencia de lo incómoda que debía estar Laura, pero cada vez que intentaba apartarse de ella comprobaba que ésta se lo impedía al no aminorar la fuerza de los brazos con que la rodeaba. La confusión de aquella tarde empezó a disiparse, reemplazada por la certeza de que nada podía hacerle daño mientras Laura la protegiera —¿De qué estábamos hablando? —preguntó a media voz cuando sus labios se separaron por fin. —Me estabas diciendo que me quieres —le recordó Laura, manteniendo sus cuerpos firmemente anclados—. Y yo te estaba diciendo que te quiero. Eso es lo único que me importa, al menos esta noche. Y después de un último beso en la oscuridad, la pareja regresó al sendero a regañadientes y emprendió su camino hacia el aparcamiento. Mientras que la reunión con su familia había creado 365
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en ella un torbellino de emociones, pasear del brazo con Laura a la luz de la luna supuso para Crystal el ancla que necesitaba para sobrevivir a la tempestad.
********* —A ver, ¿qué pasa? —preguntó Jenny al tiempo que cerraba la puerta—. No es propio de ti pedir una consulta con tanta prisa. —Ha sido un fin de semana infernal, Doc —dijo Crystal dejándose caer en el puff—. He visto a Patty. —¿Tu hermana? ¿Cómo ha sido eso? Crystal narró la experiencia pasándose por alto los detalles y omitiendo con cuidado cualquier alusión a lo suyo con Laura. Le habló de sus recién descubiertos sobrinos, cómo todavía había sido capaz de reconocer a la misma Patty de hacía una década en el rostro adulto de su hermana mayor y un montón más de percepciones que permanecían vivamente en su cabeza. Cuando terminó, levantó la vista y comprobó que Jenny escribía frenéticamente en su libreta. —¿Intentando no confundirte con los nombres, Doc? —No, ya sé quién es quién —contestó Jenny—. Es que hay un par de cosas que quiero retomar. —¿Como cuáles? —la interrogó Crystal, cruzándose de brazos con aire desafiante y plenamente consciente de lo que su psicóloga iba a hablarle. —¿Qué sentiste al volver a ver a tu madre? —¿Tú qué crees que sentí? —dijo Crystal tensando los músculos de la mandíbula—. Ni siquiera me podía creer que yo estuviese ahí en medio del supermercado y apareciera ella como una pesadilla o algo así, con todo ese rollo de la tristeza y de que me había echado de menos. —¿No crees que te haya echado de menos? Encogiéndose de hombros, Crystal miró al vacío. —Lo dudo. ¿Por qué iba a hacerlo? No me hizo ni caso cuando vivía con ella. —Comenzó a mover los pies de un lado a otro—. Tendrías que haber visto cómo actuaba, todo dulzura, incluso preparándole la cena a los niños. —¿Te molesta que tu madre haga cosas por sus nietos que no hizo por sus propias hijas? — preguntó Jenny. —Es todo teatro —afirmó Crystal con fiereza, incrementando el ritmo del movimiento de sus pies—. Igual que la forma en que me miró antes de irse a su habitación. —¿Cómo te miró? 366
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—Con un aire de arrepentimiento y dolor por el hecho de que yo no le hablase —dijo—. Que la perdone Patty, pero yo no pienso hacerlo. Sintiéndose demasiado llena de energía como para quedarse quieta, Crystal se levantó y fue hasta la ventana—. No tengo ni idea de cómo lo hace. Yo soy incapaz de estar en la misma habitación que esa mujer, y ya no digamos vivir con ella. —Sus dedos de crisparon sobre el marco de madera de la ventana—. Después de todo lo que nuestra madre nos hizo… de lo que permitió que ocurriera. ¿Cómo diablos puede Patty hacer eso? —¿Se lo preguntaste a ella? —la interrogó Jenny. —Pues claro que se lo pregunté. Me dijo que nuestra madre ha cambiado, que ya no es la borracha inútil que era antes. Supongo que debería sentir pena por ella ahora que está jodida con la artritis o lo que demonios tenga. —En ese momento, volvió la vista hacia el saco de boxeo que colgaba junto al muro opuesto de la habitación—. Tantas noches… tantas veces he deseado que viniese a protegerme, que se enfrentase a él por sus hijas, que hiciera algo… cualquier cosa para demostrar que me quería. ¿Por qué no lo hizo? —Con la necesidad de dejar salir toda su ira, cruzó a grandes zancadas la habitación y estampó un izquierdazo al saco—. ¿Por qué? ¿Qué demonios tenía yo de malo para que no hiciera algo tan sencillo? —El saco se balanceó al encajar un nuevo golpe cargado de rabia—. ¿Y se piensa que la voy a perdonar? —Golpe—. ¿Sólo porque le apetece? — Golpe—. ¿Por qué Patty quiere que lo haga? —Golpe—. No. —Golpe—. No tengo que hacerlo. — Golpe—. No lo haré. —Golpe—. No lo haré. —Golpe—. No pueden obligarme. —Golpe—. Ya soy adulta. —Golpe—. Si Patty quiere vivir con ella y fingir que todo es perfecto, genial. A mí no me importa. —Golpe—. Ella no tiene ni idea de cómo fueron las cosas después de que se marchara. — Los nudillos le dolían por la sucesión de puñetazos que le había pegado al saco y Crystal se dejó caer sobre la moqueta, se arrebujó con las rodillas pegadas al pecho abrazándolas con fuerza y vio que Jenny caminaba hacia ella, sentándose en el suelo a sólo un par de pasos de distancia—. No tiene ni idea —repitió. La tensión abandonaba lentamente el cuerpo de Crystal y con ella el tono cortante de su voz—. Se marchó, no estuvo allí para protegerme de él. Eso supuso que sólo quedaba mi madre, la cual no levantó ni un dedo para ayudarme, así que, ¿por qué debería ayudarla yo? Que se pase el resto de su vida sabiendo que su hija la odia, a mí me da igual. —Lo opuesto al amor no es el odio, sino la indiferencia —dijo Jenny—. Ella es tu madre, Crystal. Ella es la persona que debía amarte y protegerte y lo que sientes ahora es el dolor por no haber recibido eso. Ya habíamos hablado de eso. —Sí, muchas veces, Doc. Lo sé —dijo Crystal—. Pero una cosa es no verla, no saber dónde está o lo que le ha pasado, y otra ser consciente de que vive con Patty y que colabora para crear una familia que nosotras nunca tuvimos. —Apoyando la cabeza sobre sus brazos, Crystal aspiró profundamente—. Es como si todo lo que hiciese falta fuera que yo me marchara para que ellos estuvieran mejor o algo así. Al bastardo ese le dio un ataque al corazón, Patty volvió a casa y entonces mi madre decide que ya es hora de dejar de beber. —Acto seguido, meneó la cabeza, cerró con fuerza los ojos y aspiró una gran bocanada de aire—. Cuando yo necesité que fuera mi madre, ella no pudo. Y ahora que quiere serlo, yo no lo necesito… ni lo deseo. —¿Y cuál es el motivo de que estés enfadada con tu hermana? —preguntó Jenny, haciendo que Crystal levantara la cabeza.
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—¿Enfadada? ¿Con Patty? De eso nada, Doc. ¿Es que no me has oído? Yo odio a mi madre, no a mi hermana. —Soltándose las rodillas, Crystal cruzó ahora sus brazos sobre el pecho y utilizó la pared para apoyar la espalda. —Y yo nunca he hablado de odio —contestó Jenny—. He hablado de enfado. Es obvio que estás enfadada con Patty. —¿Y por qué iba a estar enfadada con la hermana a la que llevo intentando encontrar casi diez años? —dijo Crystal, levantándose a continuación para poner un poco de distancia entre la psicóloga y ella—. ¿Sabes cuántas veces he llegado a creer que había muerto? Todos estos años lo único que nos ha separado es una llamada local y ella vivía con nuestra madre. —De pie, tras el sillón reclinable, Crystal estrujó el suave cojín que yacía sobre él—. Todos estos años ha tenido la vida que ambas merecíamos. Ella ha conseguido un buen trabajo, dos hijos preciosos y sanos y un lugar estupendo para vivir. Yo soy la que va a trompicones por la vida, la que lucha día tras día por no acabar hasta el culo de alcohol, la que se desnudaba para conseguir un poco de dinero. — Con una risotada irónica, gesticuló en dirección a Jenny—. Joder, yo soy la que necesita terapia por toda la mierda que tengo encima. ¿Y sabes qué? Voy y elijo a la única psicóloga que no puede ayudarme con una de las cosas sobre las que más necesito hablar. —Acto seguido negó con la cabeza—. ¿Podría complicarme más la vida? —Crystal, cuando te metiste en esto ya sabías que no podríamos hablar de Laura —afirmó Jenny levantándose de la moqueta y sentándose en el sofá. —Pero no sabía lo que iba a acabar sintiendo por ella —dijo Jenny—. Entonces no sabía que ambas… —En ese momento, captó la expresión de sorpresa e incredulidad que los ojos de Jenny evidenciaron al adivinar el final de aquella frase—. No sabía que acabaría amándola —concluyó suavemente, estremeciéndose por dentro al ver la expresión de dolor que surgía en el rostro de la otra mujer. Cuando Jenny habló, fue con un tono cuidadosamente privado de la más mínima inflexión. —Entonces Laura y tú… ¿sois amantes? —Sí —afirmó Crystal, dándose cuenta de que era incapaz de mantener el contacto visual con la expareja de Laura. Pasaron varios segundos antes de que Jenny volviera a abrir la boca. —Se nos ha acabado el tiempo —dijo a pesar de que faltaban casi quince minutos para el final de la sesión. —Doc… —comenzó Crystal. —Asegúrate de no saltarte ninguna cita y de llevar al día tu diario —dijo Jenny poniéndose en pie—. Nos vemos el viernes. —Espera. —Crystal avanzó y puso su mano sobre el hombro de Jenny—. Estás molesta —juzgó correctamente. 368
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—El hecho de que quieras empezar una relación con alguien no es asunto mío —dijo Jenny—. Crystal, por favor, tengo mucho papeleo que llenar antes de que venga mi próximo paciente. —Pensaba que lo de mentir estaba prohibido en esta oficina, Doc —dijo Crystal liberándola—. Tienes razón con eso de que debo aclarar por qué estoy enfadada con Patty. No me había dado cuenta hasta que me lo has dicho. A lo mejor es por eso por lo que más te necesito, para que me ayudes a ver lo obvio cuando yo sola no puedo. —Acto seguido, cerró los dedos en torno al pomo de la puerta y se detuvo para mirar una vez más a Jenny—. Así que déjame decirte lo que estoy viendo ahora, Doc. Veo a alguien que todavía siente algo por Laura. Puedes aferrarte a todas tus reglas de ética profesional si quieres, pero esto es algo de lo que tendremos que volver a hablar. — Abrió la puerta—. El viernes, ¿verdad? Esperó a que Jenny asintiera antes de abandonar la habitación con un sinnúmero de emociones dentro, tal y como pasaba después de una cita intensa con la psicóloga.
********* Puesto que no quería ir directamente a casa, Crystal giró en la autopista y enfiló hacia el sur. Las indicaciones permanecían nítidamente claras en su cabeza, así que siguió las señales de tráfico para acabar en la carretera llena de baches que llevaba hasta el parque de caravanas en que vivía Patty. Para decepción suya, el único automóvil que había enfrente era el de su madre. Se planteó por un momento dar media vuelta y marcharse, pero la puerta abatible se abrió y Jessica salió corriendo hacia ella. Al saberse descubierta, Crystal aparcó el coche y apagó el motor intentando ocultarse de la vista de la mujer a la que tanto detestaba. —¡Tía Crystal! ¡Tía Crystal! —gritaba la pequeña de nueve años mientras bajaba los escalones de su casa y echaba a correr hacia el coche. —Hola, cielo —dijo, deseando en silencio haber hecho una parada en el camino para comprar un par de fruslerías para sus sobrinos. Después de todo era su única tía y debía ponerse al día de un montón de cumpleaños y días festivos—. ¿Qué tal la escuela? —La Señorita Trudeau me ha gritado. —¿En serio? —Crystal subió en brazos a su sobrina y echó a andar hacia la mesita de picnic—. ¿Por qué? —Por pegarle en el brazo a Melissa Goldman a la hora de la comida. —¿Y por qué has hecho eso? —Ella me pegó primero —afirmó la niña en tono defensivo. —¿Se lo contaste a tu maestra? Jessica asintió.
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—Ahá. Nos regañó a las dos y nos dejó sin recreo. —La cabeza de la niña giró repentinamente al escucharse el sonido de la puerta principal—. Abuelita, la Tía Crystal ha venido a vernos. La sonrisa que adornaba el rostro de Crystal desapareció en un segundo cuando vio a su madre aparecer frente a la casa. —Jessica, ve a ponerte la ropa de jugar si vas a salir afuera —ordenó Margaret Sheridan. —¿Por qué? —gimoteó la niña—. No voy a mancharme. —Ya sabes lo que te dijo tu madre sobre eso de jugar con la ropa de la escuela —le recordó la mujer de pelo cano. Jessica hizo una mueca de disgusto, pero aun así abandonó el regazo de Crystal y fue hacia la casa. Ésta se levantó también y se encaminó hacia su coche, metió la mano por la ventanilla abierta y agarró el paquete de cigarrillos que tenía en el salpicadero. —No tengo nada que decirte —dijo al sentir los ojos de la anciana mujer sobre ella. Encendió un pitillo furiosamente, se metió el encendedor en el bolsillo y se reclinó sobre el capó del coche sin dejar de dar la espalda a su madre. —Crystal… —Y tampoco quiero escucharte. Ya tuviste tu oportunidad hace años. —Acto seguido, se llevó el cigarrillo a los labios sorprendida de cuánto le temblaba la mano. Cálmate, pensó para sí, consciente de que Jessica regresaría en cualquier momento. —Te he echado de menos —afirmó Margaret con un tono de franca tristeza. —¿Ah, sí? —le espetó Crystal—. Qué curioso, porque yo a ti no. —Saboreando el veneno que portaban sus palabras, aprovechó la oportunidad para soltar todo lo que llevaba dentro—. Lo que echo de menos es algo que tú nunca fuiste y nunca serás. —Escuchó el sollozo y la puerta abriéndose y cerrándose tras ella—. Bien —murmuró, regocijándose al saber que aquella frase había herido en lo más hondo a la mujer. Sola de nuevo, regresó a la mesa y volvió a sentarse. Jessica regresó un par de minutos después vestida con un vaquero desgastado y unas zapatillas de deporte que evidentemente jamás volverían a recuperar su blanco original. En su mano, una hoja de papel lucía una flamante ―A‖ de color rojo. —Tía Crystal, ¿quieres ver la nota que he sacado en el examen? —Ya la veo, muy bien hecho —dijo, ocultando con cuidado el residuo de rabia que amenazaba con traslucirse en su voz—. ¿A qué hora vuelve tu mamá a casa? —Regresa a las seis —le informó Jessica subiéndose a la banca—. ¿Te quedas a cenar? —No creo —dijo Crystal—. Tengo que llegar a casa temprano. Laura se preocuparía si no sabe dónde estoy. 370
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—¿Por qué no la llamas? —sugirió Jessica—. La abuelita te puede prestar el teléfono. Ni de coña, pensó para sí. —A lo mejor vengo otro día —contestó—. ¿Dónde está Thomas? —En clase de natación. ¿Puedo ir a tu casa alguna vez? —Jessica dirigió a su tía una experta mirada suplicante, pero todo lo que Crystal captó fueron rastros de su hermana una generación antes. El cabello de la pequeña tenía el mismo tono rubio y su nariz respingona indudablemente pertenecía a la herencia genética de Patty. —Pues claro que sí —dijo Crystal a sabiendas de que le tocaba ser una de esas tías que miman en exceso a sus sobrinos—. A lo mejor hay alguna película que podamos ver en el cine. —¡Oh! —exclamó Jessica con entusiasmo—. Yo quiero ver Dragones y Magos. —¿No es una donde sale mucha sangre y cosas así? —preguntó Crystal, arrugando la nariz al recordar los anuncios de la televisión—. Además, me parece que sólo es para adultos. —Ya he visto pelis para adultos —contraatacó Jessica. —¿Y si mejor le preguntamos a tu madre? —Crystal sonrió al captar en el rostro de su sobrina cuál sería la reacción de Patty ante tal sugerencia—. Ahá, ya decía yo. Estabas intentando tomarle el pelo a tu tía Crystal, ¿verdad? —Jessica se echó a reír y empezó a retorcerse cuando Crystal se abalanzó sobre ella y se puso a hacerle cosquillas—. Lo sabía, eres igual que tu madre cuando era pequeña. La pareja seguía charlando animadamente para cuando el coche de Paty aparcó detrás del de Crystal. La puerta del copiloto se abrió de par en par y una auténtica avalancha de energía salió corriendo a la calle. —¡Tía Crystal! —Hola Thomas —dijo ésta, girándose en su asiento para atrapar en pleno vuelo al niño y subirlo a su regazo—. ¿Te lo has pasado bien en la piscina? —Sí —afirmó el pequeño con una sonrisa radiante—. El señor Sherman me ha dejado saltar desde el trampolín una vez. Patty se aproximó a ellos con una bolsa azul fosforescente en la mano. —Thomas, ve a darle a la abuela tu toalla y el traje de baño para que estén lavados antes del miércoles —dijo. —Vale, mamá. Crystal se levantó y aceptó de buen grado el abrazo de su hermana. 371
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—Hola. —Me alegro de volver a verte —dijo Patty—. Ven adentro y quédate a cenar. ¿No ha venido Laura contigo? —No, está en casa —informó Crystal—. Yo andaba por ahí y he pensado pasar a saludar un momento. No puedo quedarme. —Aun así, me alegro de que hayas venido —afirmó su hermana, retirándose un poco sin dejar de rodear los hombros de Crystal con su brazo—. Entra un rato aunque sea. —No puedo. —Crystal dio un paso hacia su coche—. Ya sabes por qué. Patty echó un furtivo vistazo hacia la casa y después se dirigió a su hija. —Jess, entra y ayuda a la abuela con la cena, por favor. —Vale, mamá. ¿Puedo salir otra vez cuando termine? —¿Has terminado los deberes? —le preguntó Patty. —Casi todos. —Entonces ya sabes lo que te va a tocar después de cenar, ¿no? Crystal no pudo evitar sonreír ante la mueca de fastidio de su sobrina. —Volveré a veros muy pronto —le prometió al tiempo que se agachaba para abrazar a la pequeña. —Adiós, tía Crystal. —Adiós, cariño. Las dos hermanas permanecieron en silencio hasta que la puerta se cerró y encendieron sendos cigarrillos. Fue Patty quien habló en primer lugar. —Ojalá hicieras un intento por llevarte bien con ella. —Olvídalo —dijo Crystal—. Si tú quieres fingir que no ocurrió nada y que era la madre del año, adelante. —Oye, sé perfectamente que la culpas por lo que nos pasó, pero Crys, eso fue hace mucho tiempo. —Ah, ¿y eso lo arregla todo? —Crystal se encaminó hacia su coche y se apoyó contra él, obligando a Patty a seguirla o tener que hablar tan alto que sus palabras entraran por la ventana de la cocina—. Era la única que podía interponerse entre él y nosotras y no hizo nada, joder. No movió ni un dedo para ayudarnos. 372
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—Ya, pero fue él quien nos hizo daño, no ella. Si quieres odiar a alguien, ódiale a él —dijo Patty con aire furioso—. Es a él a quien yo odio. —Y yo, pero no puedes pretender que ella es sólo una figura inocente en todo el asunto —dijo Crystal elevando el tono de voz hasta igualarlo con el de Patty—. Ella es igual de culpable y te juro que soy incapaz de comprender cómo no te das cuenta. —Acto seguido, se sacó las llaves del bolsillo y rodeó el coche hasta llegar a la puerta del conductor—. Me gustaría veros a ti y a los niños tanto como pueda —afirmó—, pero a ella no la pienso soportar. —Ésta también es su casa —dijo Patty—. No puedo pedirle que desaparezca cada vez que quieras venir. Tras abrir la puerta de un tirón, Crystal se encogió de hombros. —Vale. Pues entonces venid vosotros a mi casa porque por ningún motivo voy a hacer las paces con esa mujer. Encendió el motor y dio marcha atrás en cuanto Patty se apartó del coche. La velocidad le importaba muy poco a Crystal a medida que recorría las calles que llevaban hasta la autopista. Una vez allí, se situó en el carril izquierdo y apretó el acelerador llegando al límite permitido. Únicamente el viento que rugía en sus oídos podía mantener a raya el clamor de sus pensamientos, que en nada ayudaban a apartarla de la oscuridad que le acechaba de cerca. Crystal se detuvo completamente en el cruce que llevaba a la salida de la carretera, puesto que en ese punto debía tomar una decisión. A la derecha, los bares le ofrecían un tiempo de olvido, una vía de escape a la rabia y el dolor que la recorrían por dentro. A la izquierda, el pintoresco complejo residencial y Laura. Segura de sí misma, Crystal hizo girar el volante y pisó el acelerador.
********* Laura esperaba impacientemente en la sala de estar cuando escuchó la frenada del coche de Crystal. —Ya era hora —dijo mientras avanzaba hacia la puerta de entrada, abriéndola en el mismo momento en que Crystal salía del coche—. ¿Dónde te habías metido? Te llamé al anochecer y Michael me dijo que te habías tomado la tarde libre. —He ido a ver a Jenny y luego me he pasado por casa de Patty —afirmó Crystal, encontrándose con Laura a mitad de camino de la casa—. Y no estoy segura de que debiera haber hecho ninguna de las dos cosas. —¿Qué ha pasado? Crystal suspiró y se reclinó contra ella.
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—Dos historias muy largas de contar. —Vale, vamos adentro y me las cuentas —dijo Laura rodeando la cintura de Crystal con el brazo—. Perdona si he sonado un poco histérica. Es que no es normal en ti eso de irte del trabajo a mitad del día. —No podía concentrarme —le informó Crystal mientras entraban en la casa—. Pensé que si hablaba con Jenny me aclararía un poco, pero sólo ha servido para empeorar las cosas. —Espera, espera, no te sigo. ¿Por qué hablar con Jenny afecta a tu problema con Patty? —No es eso —dijo Crystal, arrojando sus llaves sobre la mesita—. Es que al más puro estilo Doc, me ha dado mucho en lo que pensar. —Acto seguido, meneó la cabeza—. No sé cómo explicarlo. —¿Y si nos vamos al sofá y te abrazo hasta que encuentres la manera? —sugirió Laura, cubriendo los hombros de Crystal con sus manos y guiándola en la dirección deseada. —¿Por qué cada cosa que me ocurre acaba convirtiéndose en un lío? —farfulló Crystal dejándose caer sobre el sofá—. Es como si tuviera los poderes del Rey Midas, pero al revés. Con la certeza de que Crystal se explicaría a su manera, Laura se sentó a su lado y empezó a acariciarle la espalda suavemente, dejando transcurrir con paciencia el tiempo necesario para que la joven retomara su discurso. —Me pasé un momento a ver a Patty y acabamos hablando de la vieja. —Crystal suspiró—. Otra vez. No sé por qué se empeña en seguir intentándolo. Como si eso fuera a cambiar lo que siento. Le he dicho que lo mejor es que a partir de ahora venga ella con los niños aquí y no que vaya yo a su casa. —¿Y le ha parecido bien? —preguntó Laura. Crystal se encogió de hombros. —No sé. En ese momento estaba tan cabreada que me he metido en el coche y he salido a cien por hora. —De nuevo, negó con la cabeza—. Supongo que Doc tenía razón con eso de que estoy enfadada con Patty por defender a la vieja. —Se inclinó sobre su chaqueta y sacó del bolsillo un paquete de tabaco medio vacío—. Necesito un cigarrillo —afirmó—. ¿Me acompañas afuera? —Claro —convino Laura, levantándose y extendiendo la mano hacia la de Crystal. Atravesaron la cocina codo con codo, salieron a la terraza y se sentaron. Laura permaneció en silencio mientras Crystal encendía un pitillo y le daba un par de caladas. —Le he contado lo nuestro a Jenny —dijo Crystal por fin, rompiendo la calma nocturna y mirándose las manos—. Y no le ha hecho ni pizca de gracia. —¿Por qué lo dices? —preguntó Laura.
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—Por la forma en que reaccionó cuando le dije que éramos amantes. —Crystal dio una larga calada al cigarrillo—. A lo mejor deberías hablar con ella. Acercando su silla, Laura rodeó a la joven con un brazo y la besó en la frente. —¿Estaba enfadada? —No, enfadada no —dijo Crystal—. Más bien dolida. —Oh —dijo simplemente Laura acariciando la espalda de su amante e intentando encontrar la forma de manejar aquel nuevo problema. A pesar de que su ruptura con Jenny había resultado tremendamente dolorosa para ambas, pensaba que ya formaba parte del pasado—. Hablaré con ella si eso es lo que quieres —afirmó, recorriendo el contorno de la oreja de Crystal con uno de sus dedos—. Pero debes saber algo. —Alzando la cara de Crystal hasta quedar a su altura, Laura inclinó la cabeza y dejó que sus labios se encontraran—. Lo de Jenny conmigo se acabó. Somos buenas amigas y espero que sigamos siéndolo mucho tiempo, pero jamás podríamos volver a estar juntas. Es a ti a quien quiero, sólo a ti. —Entonces contempló cómo una sombra de duda seguía brillando en los ojos azules de la joven—. ¿Qué ocurre? —¿Y si Jenny quiere volver contigo? —preguntó Crystal con voz apenas audible y permitiendo que su inseguridad tomara el control—. Tienes que admitir que ella es un mejor… —No —dijo Laura rápidamente al tiempo que cerraba los labios de Crystal con sus dedos—. No sigas por ahí. Yo no quiero volver con Jenny. Te quiero a ti. Créeme al menos en eso. Me trae sin cuidado lo que Jenny diga o haga, porque no puede cambiar lo que siento por ti.
********* Unos minutos después de que Crystal se fuera a trabajar, Laura saltó al interior de su Jeep y atravesó la ciudad. Tal y como había esperado, la Cosa naranja seguía aparcada en los aledaños del bloque de apartamentos de Jenny. Aquella era una reunión que Laura no deseaba, pero por el bien de Crystal debía llevarla a cabo. Deseando que todo marchara bien, caminó hasta la puerta de Jenny y tocó el timbre. Segundos más tarde, la puerta se abrió dando paso a Jenny, quien todavía iba vestida con el pantalón de chándal y la camiseta que usaba para dormir. —Buenos días —dijo Jenny, apartándose para dejar pasar a Laura—. ¿Qué estás haciendo aquí? —Tenemos que hablar —afirmó Laura. —¿De qué? —le preguntó Jenny sin demasiado entusiasmo al tiempo que señalaba en dirección al sofá. —Ya sabes de qué —dijo Laura—. De lo mío con Crystal. Tengo entendido que cuando ella te lo contó no te entusiasmó demasiado. —Lo que yo sienta es irrelevante —dijo Jenny cruzándose de brazos y apoyándose contra la barra americana que separaba el salón de la cocina. 375
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—No si eso afecta a Crystal —contraatacó Laura acodándose sobre sus rodillas—. Ella piensa que todavía sientes algo por mí. Jenny se pasó los dedos por el pelo y le dio la espalda. —No te conviene seguir por ahí, Laura —advirtió. —¿Por qué? —preguntó la escritora, a pesar de que sospechaba el motivo de que su amiga estuviera tan crispada. —Oh, no juegues conmigo —le espetó Jenny repitiendo el gesto anterior—. ¿Cómo has podido? Tres años de convivencia y amor con la mujer que tenía delante habían hecho mella en Laura y sabía que aquel momento en particular precedía a una discusión en toda regla. —Lo has dicho como si hubiese profanado a una doncella virginal —dijo cruzándose de brazos y reclinándose hacia atrás—. Fue de mutuo acuerdo. —Y no hiciste nada para animarla como a aquella zorra de Colorado, ¿cierto? —dijo Jenny, avanzando como una tormenta por la sala hasta llegar a la chimenea cegada sobre su repisa descansaba una foto de ella con Laura—. Una muesca más en tu cinturón, ¿eh? —Crystal significa más para mí que eso y lo sabes —afirmó Laura a la defensiva—. La quiero. —Hubo una vez en que me dijiste lo mismo a mí —dijo Jenny sin dejar de contemplar la fotografía y evitando la mirada de su ex-amante—. ¿Cuánto vas a tardar en tirarte a alguna admiradora? —Eso no va a ocurrir —dijo Laura poniéndose en pie. —Como si una promesa de fidelidad significase algo viniendo de ti —espetó Jenny—. ¿O es que yo soy la única a la que se las haces? —¿De qué va todo esto, Jen? ¿De qué Crystal y yo estemos juntas o de que tú y yo ya no lo estemos? —preguntó Laura—. Me pasé cuatro años intentando volver contigo y me dijiste que no una y otra vez. A lo máximo que pude aspirar fue a algún que otro polvo. —¿Y crees que podía volver a confiar en ti así como así? —respondió Jenny—. ¿Crees que me resultó fácil borrar tres años enteros de mi vida? —Desde mi punto de vista sí —dijo Laura, intentando con todas sus fuerzas alejar cualquier deje de tensión de su tono de voz. Se plantó detrás de Jenny y le puso las manos sobre los hombros—. Sé que fue culpa mía, pero cuando te fuiste sufrí como no tienes idea —admitió a continuación. —Ya, bueno, yo también sufrí cuando llegué a casa y me encontré aquel mensaje en el contestador —dijo Jenny, revolviéndose para apartarse del contacto de Laura y dirigiéndose al sofá.
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—Lo sé —convino Laura en voz baja. Siguió los pasos de Jenny y se sentó en una de las sillas cercanas—. Jen, esta no es la primera vez que estoy con alguien desde que rompimos. ¿Por qué ahora? —Con las otras mujeres no ibas en serio —dijo Jenny—. Salías con ellas un par de veces, me contabas sus defectos, los motivos por los que no podrías mantener una relación con ellas y pasabas a la siguiente. —Y ahora no voy a pasar a la siguiente —terminó Laura por ella. —Todavía me acuerdo de cuando me llamabas echando pestes de tu compañera de piso recién salida del infierno —dijo Jenny—. Llegué a pensar que el asunto de la cortina de la ducha te acabaría produciendo un infarto. —Así es —contestó, echándose hacia delante para acodarse sobre las rodillas—. Incluso amenacé físicamente a Peter por habérmela mandado a casa. —Bueno, ¿y por qué? —Jenny bajó la vista hacia la alfombra—. ¿Por qué ella y no otra? —Yo también me he hecho esa pregunta muchas veces —admitió Laura—. Y he intentado hacer una lista con motivos que van desde la soledad hasta algún complejo extraño relacionado con la necesidad de proteger a otra persona. —Escogió sus siguientes palabras con cuidado, a sabiendas de que herirían a Jenny y deseando minimizar el efecto lo máximo posible—. Pero la verdad es más sencilla: la quiero. Nunca planeé que esto ocurriera, pero ocurrió, y no puedo cambiar lo que siento. —Tampoco planeaste acostarte con aquella chica de Colorado y lo hiciste —puntualizó Jenny con furia y los ojos destellantes—. ¿Conoce Crystal esa faceta tuya de buscadora de romances o te has guardado la información? Laura sintió que se le ponían los pelos de punta al captar su tono acusador. —Se lo dije —afirmó sin alterar la voz—. Y no es el mismo caso. No sentía nada por Lisa. Sin embargo, amo a Crystal. Jenny soltó una risotada y apartó la mirada. —Ya estás otra vez con el mismo rollo, Laura. ¿Es que no comprendes que una relación implica muchas más cosas que el amor? —Claro que lo sé —respondió Laura a la defensiva—. Pero también sé que es un buen punto de partida, ¿no crees? Jenny se volvió hacia ella. —¿Y qué hay de la confianza?
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—Nunca me perdonarás por aquello, ¿verdad? —dijo Laura, volviéndose a recostar en la silla—. Jen, si pudiese dar marcha atrás en el tiempo y cambiar lo que ocurrió, lo haría. —Y si hubieras sido tú la primera en llegar a casa y escuchar el mensaje, lo hubieras borrado. — Jenny se pasó los dedos por el pelo—. ¿Es que no lo entiendes? Después de aquello, la confianza entre nosotras desapareció y, sin confianza, la relación era imposible. Me hubiera pasado toda la vida dudando de que me estuvieras diciendo la verdad o intentando encubrir otro lío. No podía vivir así. —Jen, nunca fue mi intención hacerte daño. —Pues lo conseguiste —afirmó Jenny en voz baja. Laura asintió y se pasó al sofá para rodear los hombros de Jenny con el brazo. —Ya lo sé —admitió—. Y ya no puedo hacer nada por cambiarlo. Soy afortunada por el hecho de que decidieras seguir siendo amiga mía. No muchas ex lo tolerarían. —Permitió que Jenny se recostara contra ella y la abrazó con más fuerza—. Eres muy importante para mí, nunca dudes de eso. —Lo mismo te digo —afirmó Jenny—. No quiero que desaparezcas de mi vida. —Y no lo haré —dijo Laura—. Estar con Crystal no va a cambiar nada. Sigues siendo mi mejor amiga. —El reloj de Jenny empezó a pitar, asustándolas a ambas—. Será mejor que te deje prepararte para ir a trabajar. —No me he dado cuenta de que era tan tarde —dijo Jenny echándole un vistazo al reloj—. Tengo la primera cita a las nueve. —¿Tú y yo estamos bien? —preguntó Laura poniéndose en pie. Jenny asintió. —Sí, estamos bien —dijo—. Soy yo la que tengo que solucionar un par de asuntos, eso es todo. —¿Te vienes mañana a cenar? —la invitó Laura—. Llamaré a los chicos y montamos una fiesta improvisada. —Suena de lujo —afirmó Jenny—. Y ahora lárgate de aquí, que tengo que ducharme. Laura la atrajo hacia sí para propinarle un rápido abrazo. —Hasta mañana —dijo simplemente. —Pórtate bien con ella —susurró Jenny antes de soltarla. —Lo haré —le prometió Laura sabiendo que se refería a Crystal—. Nos vemos pronto. 378
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********* Crystal llegó del trabajo y se encontró a Laura en la cocina, preparando la cena. —Mmmm… qué bien huele —dijo mientras se quitaba las botas a patadas y dejaba las llaves en la mesa—. ¿Qué estás preparando? —Una de las recetas favoritas de mi madre —dijo Laura cerrando la puerta del horno—. Pollo con crema y arroz casserole. —Espero que hayas hecho de sobra —dijo Crystal entrando en la cocina—. Se me ha atascado la pistola de clavos a primera hora de la mañana y he tardado media hora en arreglarla. Al final he tenido que quedarme trabajando a la hora de comer para ponerme al día. —Se acercó un poco más y sonrió al ver que Laura abría los brazos reclamándole un abrazo—. Ha sido interminable. —Bueno, entonces ve a sentarte y relájate —dijo Laura—. A la cena todavía le queda un cuarto de hora como poco. —¿Es obligatorio? —contestó Crystal, disfrutando de la sensación que le prodigaba el cuerpo de Laura contra el suyo—. Estoy perfectamente cómoda así. —Dejando descansar la cabeza sobre el hombro de Laura, inhaló el leve rastro que quedaba de su perfume—. Sí, estupendamente. Sintió que los brazos que la rodeaban lo hacían con más fuerza. —La cosa es que así es un poco difícil vigilar la cena —bromeó Laura. —De eso nada —dijo Crystal llevando sus manos a las caderas de la escritora—. Acabas de decir que le quedan quince minutos. —Lo cual no es suficiente para hacer lo que estás pensando —dijo Laura, aunque sus manos también empezaban a vagar por cuenta propia sobre la espalda de Crystal. —¿Y qué te hace sospechar que estoy pensando en algo? —jugueteó, aprovechando su posición para besar el cuello de Laura. Tras años y años sospechándose carente de instinto sexual, Crystal no pudo por menos que sorprenderse ante la intensidad del deseo que empezaba a sentir. Interponiendo las manos entre sus cuerpos, alcanzó el botón superior de la camisa de Laura. —Por ejemplo que empieces a quitarme la ropa —dijo Laura sin ninguna intención de detener la avanzada de Crystal. —Es que hace calor aquí dentro —dijo Crystal mientras pasaba el botón por el ojal dejando al descubierto la piel que escondía la prenda. Escuchó la rápida inhalación de Laura y sonrió, comprobando que sus manos eran las causantes—. Te quiero —susurró desabrochando el siguiente botón y besando el pecho de la mujer, siguiendo el borde del sujetador y deslizando su lengua por el interior para probar el sabor de su piel.
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—Yo también te quiero —dijo Laura con una voz más gutural de lo normal justo antes de atraer la cadera de Crystal hacia la suya—. Y el motivo por el que haga tanto calor aquí eres tú. —¿Quieres que pare? —preguntó Crystal al tiempo que le sacaba el faldón de la camisa de la cintura de los vaqueros. La respuesta se la dio la boca de Laura reclamando la suya, un beso que sólo añadió combustible al fuego que sentía por dentro. —No —murmuró Laura entre beso y beso—. No pares. —¿Y… y la cena? —preguntó alcanzando el cierre del sujetador de Laura. —Como sigas así no cenamos ni a las diez —dijo Laura deslizando las manos bajo la camiseta de Crystal. Tras cerrar los ojos ante un nuevo y delicioso beso de Laura, Crystal utilizó los dedos para desabrocharle los dos cierres metálicos del sujetador. Ya sin impedimento para sus avanzadillas, llevó las manos hacia el frente y cubrió los pechos de Laura acariciando delicadamente sus endurecidos pezones. Respondió al gemido de su amante con otro al sentir que su sujetador también se abría y a duras penas fue capaz de romper el beso. —El sofá —sugirió. —El sofá —convino Laura, llevando con cuidado a Crystal hacia la sala. Crystal agradeció la seguridad que le aportaban los brazos de Laura cuando sus piernas chocaron contra la base del sofá. Permitió que la escritora le quitara la camiseta y el sujetador, y sonrió con paciencia mientras doblaba con cuidado la ropa y la dejaba sobre una de las sillas cercanas. —¿Sabes qué? —dijo mientras apartaba la camisa de Laura de sus hombros—. Te preocupas demasiado por mantenerlo todo en orden. —Ya —contestó Laura al tiempo que doblaba también su ropa y volvía a rodear a Crystal con sus brazos—. Es una de mis rarezas. Crystal deslizó las manos bajo la cintura de los vaqueros de Laura atrayéndola hacia sí. —Supongo que… ya que eres tan concienzuda con eso de doblarte la ropa, deberíamos quitárnosla toda de una vez. —Me gusta la idea —dijo Laura llevando las manos hacia los pantalones de Crystal. —Y a mí —afirmó Crystal sintiendo que el botón de su vaquero saltaba del ojal al tiempo que los labios de Laura reclamaban los suyos. Gimió levemente cuando la tela del pantalón empezó a recorrer sus muslos acompañado por su ropa interior. Las manos de Laura cubrieron y acariciaron sus nalgas, robando prácticamente toda la fuerza de sus piernas—. No… no puedo seguir de pie —alcanzó a decir durante los pocos segundos que su boca quedaba libre.
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No se separaron ni un milímetro al tiempo que Laura la tumbaba sobre el sofá y se echaba sobre ella cubriéndola de calidez. Dado que el vaquero seguía arrebujado a la altura de sus muslos limitando su movimiento, Crystal empezó a revolverse intentando quitárselos. —Me vas a tirar del sofá —le advirtió Laura. —No puedo evitarlo —dijo ella—. Me crispa sentirme atada. —Perdona —dijo Laura haciéndose a un lado y alcanzando la cintura del pantalón de la joven—. Déjame a mí. Crystal se sintió vulnerable cuando la última pieza de ropa que llevaba encima cayó y se vio a sí misma tumbada sobre el sofá, desnuda a la luz del día. Laura se dio media vuelta para doblar el pantalón con cuidado y acto seguido se arrodilló junto al sofá. Tras mirarla durante unos segundos, Crystal comprendió el porqué de la fuerte necesidad que había sentido de tocar y ser tocada. Era algo más que mero deseo, era el anhelo, no, la necesidad de conectar íntimamente con la persona que poseía su corazón. —Te quiero —susurró, parpadeando para borrar las lágrimas que tantos sentimientos habían llevado hasta sus ojos. Alzando una mano, cubrió la mejilla de Laura y atrajo su rostro hacia sí hasta que sus labios quedaron a pocos milímetros de distancia. No hizo falta más para que Laura tomara el control de la situación y los recorriera por su cuenta. El temor por estar indefensa y totalmente expuesta se desvaneció bajo el amor transmitido en aquel beso. Crystal sintió el delicado contacto de unos dedos que acariciaban su abdomen, moviéndose en forma de círculos crecientes mientras los labios de Laura continuaban robándole el aliento. Siguiendo la línea de la columna de la escritora, dejó que sus dedos bajaran por su espalda hasta llegar a la cadera, todavía bajo el amparo de sus vaqueros. —Mmmm… —murmuró Laura abandonando la boca de Crystal y trasladándose hacia su mandíbula—. Eres tan hermosa… —Crystal pudo solamente arquear su cuerpo ante la serie de besos que recorrían su garganta, un cuerpo que empezaba a reaccionar al aventurar el punto hacia el que se dirigían aquellos labios. Gimió levemente y se agarró con fuerza a los vaqueros de la mujer, a la altura del trasero, cuando los dedos de Laura se enredaron en los rizos que cubrían su sexo—. Tan suave… —continuó la escritora acariciando uno de los pezones de Crystal con su lengua. Crystal sólo fue capaz de ahogar un gemido y aferrarse con más fuerza al cuerpo de Laura mientras con la otra mano impedía que la boca de su amante se apartara de su pecho. —Oh, Dios… adoro que hagas eso… —murmuró entre suspiros. —Mm hmm —convino Laura trasladándose hasta el otro pecho. Ese movimiento provocó también que los suyos quedaran al alcance de la boca de Crystal y la joven aceptó de buen grado el obsequio. Con los ojos cerrados, empezó a succionar y acariciar con la lengua el pezón que ya había atrapado entre sus dientes siguiendo el mismo ritmo que sentía prodigársele por parte de Laura. Al sentir una mano sobre su muslo, separó las piernas y bajó el pie derecho al suelo. Acto seguido, elevó las caderas para animar a Laura a seguir adelante y se sorprendió cuando el pecho 381
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del que tanto estaba disfrutando le era arrebatado. La protesta, sin embargo, murió en sus labios al sentir la mano de Laura sobre su rodilla, abriéndole aún más las piernas. —Oh, Laura, sí… —dijo cuando ésta se situó entre sus muslos revelándole lo que pretendía hacer. Una serie de delicados besos en la parte interior de sus muslos la excitaron brevemente antes de que los labios de Laura cayeran sobre su sexo. El primer contacto de la lengua de Laura en sus labios mayores estremeció todo su cuerpo, más aún porque sabía perfectamente que aquello iba a llevarla mucho más allá de lo que cualquier tipo de droga podría hacerlo. Sentía como si Laura estuviese tocándola por todas partes; sus manos experimentadas recorrían sus muslos, sus caderas y sus pechos, mientras que sus labios y su lengua trazaban una enloquecedora ruta sobre su zona más íntima. La lengua de Laura le transmitió al principio una sensación de frío comparada con la de su clítoris. Crystal balanceó la cabeza de un lado a otro y atrapó con su pierna la espalda de Laura cuando los dedos de la escritora comenzaron a jugar y atormentar sus pezones, pellizcándolos con la misma cadencia con la que su lengua le acariciaba el clítoris. Durante interminables minutos, Laura hizo crecer la espiral de placer hasta estar segura de que no podía hacerlo mucho más. Entonces, la mano izquierda de Laura abandonó el pecho de Crystal y descendió, robándole el poco aliento que le quedaba con aquel nuevo frente de ataque. Cuando por fin su mundo se desdibujó en una oleada de placer, Crystal gritó el nombre de Laura y se aferró con fuerza al sofá intentando sobrevivir a las acometidas que recorrían su cuerpo. —Shh… tranquila… estoy aquí —murmuró Laura cerca de su oído. Hubo algunas otras palabras, pero Crystal descubrió que le resultaba difícil concentrarse en otra cosa aparte de la calidez y la comodidad que le prodigaba el cuerpo de la mujer. Aquel era un refugio que no tenía interés en abandonar. La primera vez que Laura intentó apartarse, la abrazó con más fuerza, expresando en silencio lo que deseaba. Entonces recorrió con su mano la espalda de la escritora hasta toparse con la cintura de sus vaqueros. —No puedo creer que sigas con los pantalones puestos —dijo, apartándose poco a poco del abrazo de Laura y sentándose sobre el sofá. —Estaba ocupada en otra cosa —afirmó Laura al tiempo que se inclinaba sobre ella para besarla con rapidez—. Ufff, las rodillas me están matando. —A lo mejor debería besarlas para que se te pase —se ofreció Crystal cubriendo los codos de Laura con sus manos y levantándose junto con ella—. Claro que no puedo hacerlo así —añadió dándole un tirón a la cintura del vaquero—. Te los vas a tener que quitar. Acto seguido, deslizó una mano entre el pantalón y la ropa interior de la mujer y empezó a deslizárselos por la cadera. —Eso crees, ¿eh? —preguntó Laura recorriendo sin parar la espalda y los hombros de Crystal son sus manos—. ¿Y si resulta que todavía no he acabado contigo? Crystal acarició el abdomen de Laura y dejó que su frente descansara sobre el hombro de la mujer. 382
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—Maldita mujer… —farfulló—. Un día de estos vas a matarme. —No puedo evitarlo —dijo Laura, rodeando a la joven con sus brazos a estrujándola contra sí—. Me encanta tocarte —continuó al tiempo que bajaba la cabeza para besarla en la frente. Con la ventaja que le otorgaba su posición, Crystal empezó a besar a Laura en el cuello y después siguió descendiendo hacia su pecho. —A mí también me encanta tocarte —dijo al tiempo que se arrodillaba en el suelo—. Y mi plan ahora mismo es tocarte hasta que no puedas más. —Lo siguiente fue deslizarle los vaqueros hasta los tobillos e indicó a su amante que se apoyara sobre sus hombros y levantara una pierna y después la otra para dejarlas desnudas—. ¿Sabes? Me encantan esas braguitas tuyas de algodón, pero también deberían desaparecer del mapa —dijo besando el vello que se adivinaba tras la prenda, que un segundo más tarde caía al suelo junto al pantalón. Con un leve empujoncito, Laura estaba ya sobre el sofá. —La ropa… —comenzó Laura al tiempo que se inclinaba hacia el lugar donde Crystal permanecía arrodillada. —Déjala —dijo Crystal separando las rodillas de la mujer. —Es que… —Es que nada. Dentro de un minuto te va a importar muy poco dónde esté tu maldita ropa —dijo Crystal. Con total determinación de ganar aquella pequeña batalla, comenzó a recorrer la parte interior de los muslos de Laura con las yemas de sus dedos—. Olvídate de eso por una vez en tu vida. Relájate y disfruta. —Entonces Crystal se empleó en hacer sentir al máximo a Laura utilizando sus dedos, sus labios, todo lo que tenía a su disposición para lanzar a su amante hasta el punto más álgido una y otra vez… hasta que en efecto, se olvidó de la ropa.
********* —Hola, Doc —dijo Crystal al abrir la puerta—. Pasa. Laura está en la cocina. —Retrocedió un par de pasos para dejar entrar a Jenny—. Hace un frío del demonio ahí fuera. —Yo sólo espero que esto no sea el aviso de lo que nos viene encima en invierno —afirmó Jenny al tiempo que se quitaba la chaqueta y la colgaba del perchero que había junto a la puerta—. Deberías cambiar esa chaquetita que tienes por algo más abrigado. —¿Eres consciente de lo que cuesta una chaqueta nueva? —dijo Crystal acercándose a ella—. Hazme un favor, ¿quieres? —susurró a continuación—. No le digas nada a Laura. —¿Y cuánto tiempo supones que va a dejarte salir por la puerta con la tuya? —le preguntó Jenny imitando su tono de voz. —Con suerte un par de semanas más. Hasta que me den la paga extra.
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—¡Eh! ¿Qué estáis cuchicheando vosotras dos? —gritó Laura desde la cocina. —Tranquila que no estoy desvelando ningún secreto de Estado —dijo Jenny—. Además, estoy segura de que esta chica ya conoce todos tus malos hábitos. —Casi todos —dijo Laura asomándose a la puerta que conectaba la cocina y la sala—. Quién sabe, a lo mejor me convence para romper uno o dos. Los milagros existen. —¿Quieres decir que algún día podré mirar debajo del sofá y encontrar una bola de pelusa? — preguntó Jenny. —Oye… no me presiones —contraatacó Laura limpiándose las manos en el delantal—. Por ahora he descubierto que no es un crimen dejar la ropa sin doblar después de quitármela. Jenny trasladó su mirada de Laura a Crystal. —Está de coña, ¿no? —Nop —contestó Crystal con orgullo. —Me pilló con la guardia baja —añadió Laura en defensa propia. —Debió ser antológico —dijo Jenny palmeando el hombro de Crystal—. Lo siguiente es que se meta en la cama cuando aún queda un plato en el fregadero. —Eso jamás —afirmó Laura con confianza. —Ah ah ah. —Jenny alzó un dedo hacia ella—. Ya se te ha olvidado, ¿eh? Laura le dirigió una larga mirada de confusión antes de caer en la cuenta de a qué se refería. —Oh. —Si la memoria no me falla, te levantaste a media noche y los lavaste, pero aun así cuenta como victoria —dijo Jenny relajándose de tal forma que su cuerpo no mostraba ya el torbellino de emociones que Crystal había advertido al final de su última sesión con la psicóloga. A pesar de que había preguntado, Laura no quiso contarle gran cosa acerca de su conversación con Jenny aparte de que todo había ido bien. Si la actitud de Jenny podía tomarse como evidencia, su reunión parecía haber sido un éxito a los ojos de Crystal. Sin embargo, quedaban algunas cuestiones para las que necesitaba respuesta antes de estar totalmente segura de que los problemas habían acabado entre ellas tres. —Oye Doc, voy a fumarme un cigarro antes de que lleguen los chicos. ¿Te vienes a hacerme compañía? —dijo Crystal echando a andar hacia las puertas corredizas de cristal sin esperar su respuesta. Tal y como sospechaba, Jenny la siguió hasta la terraza y cerró la puerta tras de sí. —¿Y bien? —preguntó Jenny con expectación. 384
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Crystal se sacó el paquete de cigarrillos del bolsillo y encendió uno. —Y bien… —comenzó apartándose lo suficiente como para que el humo no llegase hasta donde estaba Jenny—. ¿Podremos seguir con nuestras sesiones como hasta ahora? —Por supuesto —afirmó Jenny. —Genial. —Crystal se giró concentrando su atención en las volutas de humo que salían del extremo del cigarrillo—. Estaba preocupada, ¿sabes? —¿De qué? —la interrogó Jenny. —De que no quisieras seguir ayudándome por culpa de mi relación con Laura —dijo Crystal meneando la cabeza—. Joder, hasta me cruzó por la cabeza que intentaras recuperarla. —Yo jamás haría algo así —dijo Jenny reclinándose sobre la barandilla y contemplando la hilera de árboles deshojados y pinos que había al frente—. Laura y yo teníamos algunos asuntos sin resolver, eso es todo. —Ahá —contestó Crystal—. Y ya están totalmente resueltos, ¿no? —En su mayor parte —dijo Jenny. —Tú eres la que siempre anda diciendo que los cambios no ocurren de la noche a la mañana — dijo Crystal dándole otra calada al cigarrillo. Jenny se volvió hacia ella y le sonrió. —¿Sabes? Odio que utilicen mis propias frases contra mí. —En ese momento hizo una pausa—. Pero es verdad. Laura y yo tenemos una historia importante en común y me resulta difícil verla con otra persona. —Entonces se acercó más a Crystal—. Pero también quiero que sea feliz y me ha dejado muy claro que, para ella, eso significa estar contigo. —¿Crees que nos irá bien? —preguntó Crystal arrojando con nerviosismo la ceniza al viento. —Lo que yo crea no importa —dijo Jenny. —Para mí sí —afirmó con rotundidad Crystal al tiempo que se dirigía hacia la mesa y apagaba el cigarrillo en el cenicero. —¿Que si creo que vosotras dos tenéis la oportunidad de hacer funcionar esta relación? Por supuesto —dijo Jenny—. ¿Que si creo que va a ser fácil? No. Va a requerir un montón de sacrificios y compromisos por parte de ambas, pero si os queréis lo suficiente, todo valdrá la pena. Y ahora, ¿podemos volver adentro? Me estoy quedando helada. —Vamos —dijo Crystal, pero sólo dio un paso hacia la puerta antes de detenerse—. Oye, Doc. —¿Sí? 385
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—Es que… yo pensaba que mi vida era un desastre tan grande que nunca encontraría a nadie que quisiera estar conmigo y mucho menos enamorarse de mí. —Crystal bajó la vista hasta el suelo e hizo una pausa intentando dar con las palabras adecuadas—. Pero… ahora lo veo todo de una manera muy distinta a como lo hacía hace cuatro meses. He… he… —¿Crecido? —sugirió Jenny. Crystal, por su parte, se encogió de hombros. —Supongo que sí. Lo que intento decir es que eso no hubiera pasado de no ser por ti. Jenny se acercó más a ella. —Has sido tú, amiga mía —dijo al tiempo que golpeaba a la joven con un dedo—. Yo no te he hecho cambiar, yo sólo soy la que te ha ayudado a ver que ese cambio era posible. Recuérdalo siempre, eres tú la que vino a mí en busca de ayuda. Tú diste el primer paso. Y ahora… —Cubrió los hombros de Crystal con sus manos—. Vamos adentro antes de que me muera por congelación. —Gracias —dijo Crystal—. Por todo. —De nada —respondió Jenny propinándole un fuerte abrazo—. Por si sirve de algo, espero que seáis muy felices. Crystal la abrazó con más fuerza. —Sirve de mucho —afirmó en voz baja. —Bueno, ya es suficiente —dijo Jenny cuando se separaron—. Entremos.
********* ―Maldita sea,― dijo Crystal mientras Laura aparcaba el Jeep delante de casa de Patty.― No puedo creer que estuviera de acuerdo con esto. ―Podías haberlo cancelado,― dijo Laura. ―¿Y decir qué?. ¿Lo siento y no puedo asistir a la fiesta de cumpleaños de tu hijo?. ¿Cómo va Thomas a entenderlo?,― Dijo Crystal guardando sus gafas de sol en la guantera.― No, no puedo hacerle esto. Tengo que ir.― Agitó su cabeza y buscó la manivela de la puerta.-―Simplemente tendré que manejar esto. ―No olvides su regalo,― dijo Laura justo cuando la puerta de la casa se abría y el sobrino de siete años venía corriendo seguido de su hermana mayor.
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―Tía Crystal, tía Crystal, ¿me has traído un regalo por mi cumpleaños?,― preguntó. ―Mami ha dicho que se supone que no debes preguntar por los regalos,― dijo Jessica con su mejor tono de reprimenda cuando los dos llegaron hasta Crystal.― Tía Crystal, me han puesto una A en mi examen. ―Oh, muy bien,― dijo Crystal.― Y sí Thomas, te hemos traído un regalo. ―¿Ves?,― dirigiéndose a Jessica.― Te dije que me traerían un regalo. Jessica cruzó sus brazos y balbuceó. ―Yo no tuve un regalo en mi cumpleaños. En esos momentos Crystal agradeció la sugerencia de Laura cuando estaban en la tienda de juguetes. ―Jess,― dijo, llamando la atención de la niña.― Creo que si miras en el asiento trasero del coche encontrarás un tardío regalo de cumpleaños. Los ojos de Jessica se abrieron en la misma proporción que su sonrisa. ―Un regalo....¿para mí?. ―Sip,― dijo Crystal mirando por encima de la cabeza de la niña para compartir una sonrisa con Laura.― Uno para ti y otro para tu hermano. Laura retuvo a Thomas cuando intentaba abrir la puerta del coche. ―Espera, chaval. Yo lo haré,― dijo, moviendo cuidadosamente al niño a un lado y abriendo la puerta.― El tuyo es el de la caja grande y plana. Yo cogeré el de Jessica. ―Hey, su caja es más grande que la mía,― dijo con voz de niño mimado. Laura se arrodilló cerca de él. ―Pero el tuyo tiene más piezas,― dijo.― Créeme, te gustará. Ahora, no curiosees en la bolsa hasta que hayamos entrado, ¿de acuerdo?. ―Vale,― dijo, sacando su regalo del coche e inmediatamente intentando levantar la solapa del papel en el que estaba envuelto. ―Muy bien,― dijo Laura, quitándole el paquete sus manos.― Te diré una cosa. Tú vas a decirle a tu madre que estamos aquí y tu tía Crystal y yo llevaremos los regalos adentro. La coloreada decoración atrapó la mirada de Crystal cuando entraron al salón. Cintas azules y blancas estaban colgadas cruzando el techo mientras los globos de colores brillantes se agrupaban
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en las esquinas. La mesilla de desgarrado.
café en frente del sofá estaba cubierta por papel de regalo
Patty, que había estado sentada en la mecedora leyendo las instrucciones del nuevo video juego de Thomas, se levantó cuando entró Crystal recibiéndola a medio camino con un abrazo. ―Estoy encantada de que hayas venido,― dijo la hermana mayor cogiendo el manos de Crystal y dejándolo encima de la mesita de café.
regalo
de
las
―No podemos quedarnos mucho tiempo,― dijo Crystal mirando alrededor buscando a la mujer que intentaba evitar.― ¿Dónde está ella?. ―En la cocina, adornando la tarta,― dijo Patty.― No te preocupes, no va a decirte nada. ―No estaba...― dijo Crystal con fingida indiferencia. ―Quiero abrir el regalo de tía Crystal,― dijo Thomas cogiendo el regalo. Patty hizo una pausa tan solo unos segundo y lo dejó estar. ―Muy bien, pero tendrás que esperar hasta después de tu tarta y del otros regalos.
helado para abrir los
Thomas asintió y comenzó a abrir la bolsa donde estaban los regalos. ―Vale.― La bolsa negra no fue un problema para el niño de siete años, abriéndola para mostrarle un circuito de coches de carreras.― Oh vaya, gracias tía Crystal. ―Es de parte de Laura y mía,― dijo Crystal mientras se agachaba para recibir el abrazo ofrecido. Thomas se apartó de su cuello y se dirigió a Laura. ―Gracias tía Laura,― dijo. Crystal intercambió una sonrisa con su amante mientras Laura se agachaba para otro abrazo. ―Yo también quiero abrir mi regalo ahora,― dijo Jessica abriendo rápidamente la caja y empujando el plástico de su interior.― Es una caja con joyas y el centro de maquillaje de la cantante Suzy,― dijo abriendo inmediatamente la caja.― Gracias. ―¿Puedo yo también jugar con el mío ahora, mami?,― preguntó Thomas. ―Primero tienes que montar el circuito de carreras,― dijo Pattty.― Y creo que algo así debe estar en tu habitación y no aquí fuera donde cualquiera pueda tropezar. Jessica, creo que deberías dejar el tuyo en tu habitación también. Jessica seguía intentando abrir la caja. ―Quiero enseñárselo a la abuela primero. Hey abuela,― la llamó en voz alta. 388
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―¿Qué te he dicho sobre chillar?,― dijo Patty justo cuando su madre asomaba por la puerta de la cocina. ―Abuela, mira lo que la tía Crystal me trajo,― dijo la niña excitada alzando la caja. Thomas se alzó y se dirigió a ella. ―Yo también,― dijo. Sin querer, Crystal se encontró con los ojos de su madre, y por un momento, se encontró incapaz de desviar la mirada de la cara de tristeza de la vieja mujer. En esa fracción de tiempo, Crystal recordó la mañana de unas Navidades muchos años atrás cuando su madre le entregó felizmente un regalo. No podía recordar qué regalo era o dónde estaba su padre o su hermana, pero sí recordó ser abrazada por su madre, sostenida por esos brazos y por un breve instante sintiéndose especial. Ese flash de su memoria desapareció devolviéndola a la realidad y, para su sorpresa, un sentimiento diferente al enfado hacia la persona que le había dado la vida. Jessica insistió en llamar la atención de su abuela, haciendo que las mujeres rompieran el contacto visual. Crystal miró a Laura, preguntándose si su amante podía ver la confusión en su cara. Quería marcharse, alejarse de esa mezcla de emociones arremolinándose en su interior, pero antes de que la urgencia por huir la moviera, Jessica se le acercó pidiéndole ayuda a ponerse los anillos y collares de su nuevo joyero. Agradecida por el escape, siguió a su sobrina hasta su habitación. ―Parece que vamos a tener que desenmarañar esto antes de que podamos ponértelo,― dijo Crystal mientras miraba la pila de collares en el vestidor de Jessica.― ¿Necesitas ayuda para hacerlo?,― preguntó de espaldas a su sobrina. ―No, yo puedo,― dijo Jessica dejando la caja sobre la cama y quitando las piezas de plástico rosa. ¿Tuviste un estuche de maquillaje como este cuando eras pequeña?. Crystal continuó fijando su atención en la pila de collares enredados. ―No. Tenía un árbol de plástico en el que colgaba mis pendientes de aro, pero no recuerdo haber tenido ningún joyero o estuche de maquillaje. ―Oh.― La niña de pelo rubio continuó sacando de la caja varias piezas de su nuevo regalo.― ¿Tía Crystal?. ―¿Hmm?. ―¿Por qué no te gusta la abuela? Los dedos de Crystal se detuvieron mientras registraba las palabras. ―¿Por qué preguntas eso?
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―He escuchado a mamá y a la abuela hablando,― dijo Jessica.― La abuela estaba llorando y diciendo que tú la odiabas. Crystal dejó los collares y se dio la vuelta. ―¿Qué dijo tu madre?. Con el regalo olvidado por un momento, Jessica miró a su tía firmemente. ―Mami dijo que ella no creía que tú odiaras a la abuela, pero que hablaría contigo otra vez, y la abuela dijo que no, porque entendía por qué la odiabas.― La niña ladeó la cabeza, un gesto muy típico de su madre.― ¿Qué te hizo la abuela para que la odies, tía Crystal?. ―Um...― Crystal se revolvió para encontrar las palabras adecuadas para evitar la pregunta.― No creo que debieras cotillear las conversaciones de los adultos. ―Dijo que lo sentía,― dijo Jessica.― Cuando lloraba. Le dijo a mamá que lo sentía muchísimo. Crystal se volvió y continuó desliando los collares. ―Realmente has enrollado esto,― dijo intentando no pensar en lo que su sobrina le estaba contando. ―Una vez mi amiga Katie y yo nos peleamos porque me empujó demasiado fuerte y me caí y me corté en la rodilla y mami dijo que porque Katie lo sentía yo tenía que perdonarla, y lo hice, y ahora somos amigas otra vez. ¿Vas a perdonar a la abuela?. Crystal se giró para mirarla. ―No lo sé,― dijo.― Lo que pasó entre tu abuela y yo es diferente,― Moviéndose hacia la cama, se sentó encima y comenzó a quitarle el precinto que venía en el estuche de maquillaje.― Las cosas entre los adultos no son sencillas como las de los niños. Ahora, montemos esto para que podamos salir y comernos el pastel y el helado.― Rápidamente cogió dos piezas y las unió esperando así distraer a Jessica. Mirando el dibujo de la caja, Jessica cogió la pieza siguiente y se la pasó a Crystal.― Bien. ¿ves?. Habremos terminado en un momento. A pesar de haber hecho que Jessica dejara el tema, Crystal se encontró incapaz de dejar de pensar en ello. Sentada en el salón más tarde, miró a su madre por el rabil o del ojo lo suficientemente a menudo para que Laura se diera cuenta y le lanzara una mirada interrogativa. Crystal agitó su cabeza como para decir que todo iba bien y bajó la vista a su plato. En los minutos que le siguieron, Crystal se concentró en mirar a todas partes menos al sofá donde estaban su hermana y su madre. Toqueteó su helado por todo el plato hasta que no fue más que una mezcla deshecha antes de dejar el plato sobre la mesita de café.
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Traducción: Alesita
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―Aquí, dame eso,― dijo Patty alzándose sobre sus pies y cogiendo el plato.― Thomas, si has terminado el tuyo, dame el plato, lávate las manos y entonces podrás abrir el resto de tus regalos. ―Están limpias,― protestó. ―No, no lo están,― dijo Patty en su inconfundible tono de madre.― Venga. Jess, las tuyas también podrían con un poco de jabón y agua. ―Ayudaré a limpiar,― dijo Laura mientras los niños desaparecían por el pasillo. Crystal pensó en ayudar, pero sabía que Laura lo tenía todo bajo control mientras la cubertería desaparecía de encima de la mesa. Tenía la sensación de ser observada y giró su cabeza para cazar a su madre mirándola. La mujer mayor miró a otro lado rápidamente pero no antes de que Crystal viera la tristeza en su cara. Para cuando empezaba a oscurecer, Crystal se había vuelto progresivamente más callada, dando una o dos palabras como respuesta. Ella y su madre continuaban esquivándose las miradas siendo encubiertas, no tanto por Patty y Laura como la una por la otra. La tensión fue creciendo dentro de ella y Crystal se encontró a sí misma luchando por mantenerla bajo control. Las preguntas que podían ser contestadas por una sola persona se repetían una y otra vez en su cabeza. Cada vez sonaban más y más fuertes hasta que Crystal supo que era hora de darles voz. Tomando aire profundamente, se preparó para lo que tendría que venir y se levantó con la mirada firme sobre su madre. ―Quiero hablar contigo. La habitación se quedó en completo silencio a excepción del sonido del nuevo videojuego de Thomas. Incluso Jessica entendió el grado de magnitud del momento y miró a las adultas intensamente. Patty fue la primera en romper el silencio, levantándose y situándose protectoramente entre su hermana y su madre. ―Crystal, ¿puedo hablar contigo un minuto en la cocina? Laura se levantó y se situó cerca de Crystal también. ―¿Estás segura?,― preguntó en voz baja. Crystal quería decir que no, que lo había reconsiderado, pero era demasiado tarde. Reticentemente asintió. ―Estoy segura,― dijo. ―Patty,― dijo Margaret levantando su mano.― Ayúdame a levantarme. ―Tal vez la cocina sea un buen lugar para charlar,― sugirió Laura haciendo un gesto con su cabeza en dirección a los niños. 391
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―No creo que sea un buen momento para esto, independientemente de la habitación en la que sea,- protestó Patty mientras ayudaba a levantarse a su madre. Tensando la mandíbula para no decirle algún improperio a su hermana, cruzó el salón como un rayo hacia la cocina, golpeando con la palma de su mano la puerta para abrirla. Su enfado por la sobreprotección de Patty hacia su madre fue rápidamente reemplazada por los nervios al darse cuenta de lo que estaba a punto de pasar. La puerta de la cocina fue abierta tras ella para revelar a Patty y a Margaret. Por detrás de Patty, una preocupada Laura miró adentro. ―Quiero hablar con ella a solas,― dijo cuándo Patty siguió a su madre por la cocina. ―Me quedo,― dijo firmemente Patty, guiando a su madre hacia la sil a más cercana. ―No,― dijo Crystal,― esto es entre nosotras.― Se movió hasta el lugar más alejado de la mesa queriendo poner la mayor distancia posible entre ella y su madre. ―Está bien,― dijo Margaret a su hija más mayor,― quédate con los niños. Crystal levantó los hombros casualmente ante la mirada de advertencia de su hermana contestándole ella con otra rebelde y desafiante. Patty iba a protestar otra vez, pero finalmente se giró y entró en el salón. Incapaz de hacer salir las palabras, Crystal oyó la voz de Laura y luego la de Patty a través de la puerta cerrada. Sintiendo que el suelo se agitaba, le tomó un segundo imaginarse que los niños andarían corriendo por el pasillo. Hizo una nota mental para preguntarle a su amante sobre ello más tarde, entonces se giró y volvió a centrar su atención en la mujer que tenía delante. Inhalando profundamente, levantó los ojos para encontrarse con los de su madre, viendo la misma mirada que presenció antes. Las rabiosas palabras que habían estado esperando tanto tiempo para salir, estaban atascadas en su garganta sin querer salir en el momento en el que podían hacer más daño. ―Maldita seas, Doc,― susurró, girándose y caminando hacia la ventana. Parte de ella deseaba tanto azotar verbalmente a su madre y hacerla pedazos. Después de todo le vino bien enumerar en sus sesiones de terapia con Jenny todos los defectos de su madre. ¿Qué peso aguantaban sus espaldas ahora?. ―¿Sabes cuantas veces he deseado no haber nacido?,― preguntó todavía de cara a la ventana. ¿No tener que vivir éste infierno que era mi vida?,― girándose reveló una mirada acusadora hacia su madre.― ¿Nunca se te ocurrió durante todas esas noches que mientras tú te emborrachabas con el wiski tus hijas podrían necesitarte, ni si quiera un poco?. ―Crystal, sé que os fallé a ti y a tu hermana... 392
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―Oh, tienes razón,― dijo cortando a su madre.― ¿Sabes lo que me pasó después de que me largara?. Margaret dejó caer la cabeza, sus ojos parpadeando. ―Tu hermana me lo contó,― dijo muy despacio. ―¿Te contó cómo tuve que acostarme con hombres para poder ganar suficiente dinero?,― parte de ella tomó una sensación de orgullo con la aflicción de su madre, pero al mismo tiempo otra parte la hizo sentir hueca, un doloroso vacío que todas las palabras de odio del mundo no podrían jamás llenar. Dándole una patada a la silla, la empujó y se sentó sobre el asiento de vinilo.― Hice lo que tenía que hacer.― dijo suavemente.― No podía volver al infierno.― Cruzando los brazos por delante, se inclinó sobre la mesa.― Solía soñar que algún día tú vendrías y que nos alejarías de él, que dejarías de beber y que serías una madre para nosotras como la que tenían los demás. Una que se preocupara por sus hijos, que se asegurara de llevar a sus hijos al colegio con la ropa limpia, que les hiciera la cena en lugar de hacerles preparársela ellos mismos.― Ignorando la presión en su pecho, Crystal continuó presionando, bajando su mirada hacia la nada.― ¿Por qué?,― Tragando con dificultad subió la cabeza para mirar a su madre.― ¿Por qué no podías ser como las otras madres? ¿Por qué no te podías haber preocupado por nosotras como te preocupabas del maldito wiski?. Margaret sacó un pañuelo de su bolsillo y se secó los ojos con él. ―Lo siento,― dijo, su voz desgarrándose.― Siento haberme casado con tu padre, siento no haberos alejado de él cuando eráis unos bebés. Y siento no haber podido darme cuenta de lo mucho que la bebida estaba destrozándolo todo a mi alrededor.― Se secó los ojos otras vez y esnifó.― Siento no haber sido la madre que debías haber tenido. Crystal quería dudar de la sinceridad de la mujer que tenía delante, de pasar los temblorosos labios y lágrimas como un intento desesperado de ganar su simpatía, pero no podía negar que había arrepentimiento de corazón y dolor en la voz de su madre. ―Yo también,― dijo sacando un cigarrillo y encendiéndolo.― Yo también,― repitió suavemente. Sus oídos captaron el sonido de Patty y Laura hablando en el salón, más bien acaloradamente si el creciente volumen era una indicación de ello. Intentó escuchar pero solo cogió una palabra o dos a la vez que las voces volvían a bajar. Mirando su cigarrillo, Crystal dejó que los segundos se convirtieran en minutos, el silencio únicamente roto por el tic-tac del reloj de la cocina y de las pisadas de los niños al correr por el pasillo. Estaba cansada. Cansada de todo el enfado, todas las lágrimas, todo el dolor. Nada iba a cambiar la pesadilla que fue su infancia. Era hora, si no de perdonar el pasado, vivir con el presente. Tomando aire fuertemente, levantó la cabeza y miró fijamente a los ojos brillantes de su madre.― No puedo perdonarte por lo que pasó,― dijo.― Pero no te odio.― Levantándose, apagó su cigarrillo.― Supongo que solo quería que lo supieras,― dijo volviendo a colocar la silla en su sitio.― Laura y yo nos vamos a marchar ahora,― dijo caminando hacia la puerta. 393
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―¿Crystal? Se paró delante de la puerta y se giró para mirar a su madre. ―¿Sí?. Margaret se levantó descansando sus manos en la mesa para ayudarse. ―Gracias,― dijo, permitiendo que rodara una lágrima por su mejilla. Crystal la miró incómoda. ―Sí, bueno…― puso su mano en la puerta.― Lo hice por mí.― Empujó la puerta y salió antes de que Margaret pudiera decir nada. Jessica saltó desde su asiento en el suelo tan pronto como Crystal entró en la habitación. ―¿Discutisteis tú y la abuela?. ―No Jess, no discutimos.― dijo Crystal mientras veía a su sobrino sentado en frente de la televisión totalmente concentrado en un videojuego de carreras.― Estuvimos hablando y se está haciendo tarde, así que Laura y yo tenemos que volver a casa.― Escuchó el gruñido de la puerta de la cocina al abrirse detrás de ella. Moviéndose a un lado vio a Patty ayudando a su madre a sentarse en el sofá.― Te llamaré mañana,― dijo cuando pasaba junto a su hermana. Patty asintió pero no dijo nada.― Bien, lo que sea.― Agachándose para abrazar a Jessica,― Sé buena, ¿vale?. ―Vale, tía Crystal. ¿Cuándo vas a volver?. ―Pronto,― dijo.― O tú puedes venir a mi casa. Los ojos de Jessica brillaron. ―¿Cuándo? Poniéndose en duda, miró directamente a Laura. ―Uh…no lo sé. ―¿Qué hay la semana que viene?,― sugirió Laura.― Eso me dará tiempo para Crystal sabía que a lo que se refería su amante era a esconder todo lo curiosas de los niños.
rompible de las manos
―Sí, la semana que viene está bien si a tu madre le parece,― le dijo a su sobrina. Patty asintió. ―Tan pronto como tengas esa habitación limpia y ordenada,― dijo. 394
prepararlo todo.
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―¿Puedo ir yo también?,― preguntó Thomas desviando su atención del videojuego por unos segundos. ―Sí, tú también puedes venir,― dijo Crystal. ―Os acompañaré al coche,― dijo Patty.― Thomas, tus juguetes están esparcidos por todas partes. Recógelos y ponlos a un lado, por favor. ―Vale mamá. ―Yo le ayudaré,― añadió Jessica, arrodillándose y recogiéndolo todo. Crystal se dio la vuelta y se dirigió hacia la puerta, Laura y Patty detrás de ella. ―¿Qué?,― preguntó Crystal tan pronto estuvieron fuera. ―¿Qué le dijiste?,― preguntó Patty. ―Um, iré a encender el motor para que vaya calentándose,― ofreció Laura, aunque no hacía tanto frío como para eso. ―Solo hablamos,― le dijo Crystal a Patty mientras Laura se alejaba.― Nada de lo que tengas que preocuparte. ―Bien, me preocupo,― dijo Patty.― Tú eres mi hermana y ella es mi madre.― Te pasaste la mitad de la noche lanzándole miradas y no le has dicho una sola palabra agradable desde que volviste.― ¿Y se supone que no debo preocuparme?. Crystal sacó los cigarrillos de su bolsillo o y le ofreció uno a su hermana. ―No puedes esperar que todo vaya maravillosamente bien entre nosotras,― dijo mientras cogía uno para ella misma y lo encendía.― Y nunca voy a ser tan agradable con él a como lo eres tú, así que no lo esperes. ―¿Pero…? Inhalando profundamente, Crystal dio una gran calada de su cigarrillo antes de contestar. ―Pero si no intenta actuar como la madre del año o como si se preocupara por mí, creo que podemos llegar a comportarnos civilizadamente la una con la otra. ―Y quién sabe lo que puede pasar a partir de ahí,― dijo Patty, añadiendo su humo a la nube que ya les rodeaba. ―No presiones tanto,― advirtió Crystal,― Estoy segura que Doc y yo tendremos una endemoniada sesión sobre esto. Bueno, y ¿de qué hablabais Laura y tú?. ―De qué va a ser,― dijo Patty,― de ti, pero le dejaré a ella que te lo cuente. 395
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―Dímelo. ―Dime tú lo que le dijiste a mamá,― contestó Patty mosqueando más a Crystal.― ¿Ves?, así que pregúntale a tu novia y yo le preguntaré a mamá y así ambas lo sabremos. ―Eres como un grano en el culo, ¿lo sabías?,― dijo Crystal golpeando a su hermana con el codo.― Siempre lo fuiste. ―Tú también,― dijo Patty.― Jessica se parece mucho a ti. Vas a pasarlo muy bien con él a la semana que viene. Se mete en todo. Crystal dejó caer su cigarrillo al suelo y lo apagó pisándolo con su zapatilla. ―Estoy segura que puedo arreglármelas con él a durante unas horas. ―¿Horas?. No, te la vas a quedar todo el fin de semana. ―Uh, uh para todo el fin de semana, no,- dijo agitando la cabeza.― De ninguna manera. ―¿Qué hay de una noche?. ―Si no hay elección. ―Entonces supongo que durante las vacaciones de verano está fuera de discusión ¿uh?,― bromeó Patty.― Ah, no hay problema. Escucha, mejor te dejo y así vosotras dos podréis llegar a casa pronto. Dile a Laura que le deseo buenas noches, ¿vale?. ―Claro, hasta luego.― Crystal se giró para marcharse cuando se encontró detenida por Patty que la cogía para abrazarla. ―No irías a marcharte sin darle un abrazo a tu hermana más grande,
¿verdad?.
―Ya no eres exactamente mi hermana más grande,― dijo Crystal. ―Cierto, por el pecho.- dijo Patty apartándose.― Venga, hablaré contigo mañana. ―Bueno, ¿y de qué hablasteis vosotras dos?,― preguntó Crystal mientras cerraba la puerta del coche. ―De nada importante,― dijo Laura poniendo la directa y apartándose de la acera.― ¿Qué tal tú y tu madre?. ―Creo que hemos llegado a un entendimiento,― dijo Crystal,― pero no esperes que vaya a buscarle algún regalo para Navidad o algo así. ―¿Estás bien?. Crystal estuvo mirando a través de la ventana durante unos segundos antes de contestar.
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―Sí, eso creo.― Sonrió cuando sintió que Laura le apretaba la rodilla reconfortantemente.― Estaré bien, de verdad. Es solo…no sé, el cansancio.― Entrelazó sus dedos con los de Laura.― Te quiero. ―Yo también te quiero,― dijo Laura apretando sus manos unidas.― ¿Quieres que paremos en el parque antes de ir a casa?. Hace un poco de frío, pero podemos caminar un poco por el paseo si quieres. ―No, solo quiero ir a casa,― dijo Crystal apretando su frente contra el frío cristal.― Ir a casa y meterme bajo una bonita y gruesa manta contigo. ―Suena bien, sabes que me encanta enroscarme contigo,― dijo Laura bajando la velocidad para incorporarse a la autopista. ―Sí, y entonces puedes contarme de lo que hablasteis Patty y tú. ―¿Realmente quieres saberlo?,― dijo Laura. Está bien. Le dije que pensaba que estaba siendo injusta contigo y que debía dejaros que arreglaseis vuestras cosas solas. Crystal bajó la ventanilla unos centímetros y sacó un cigarrillo. ―¿Y qué dijo ella? Oí cómo levantabais las voces un par de veces. ―Primero envió a los niños a que se pusieran sus pijamas. Me alegro de que lo hiciera, porque no quería discutir con ella en frente de los niños. ―Sí, suena como una buena idea,― dijo Crystal― ¿Y?. ―Así que primero intentó decirme que se trataba de un asunto familiar y que debía permanecer al margen y yo le dije que cuando tenía que ver contigo, también era mi problema porque te amo,― dijo Laura.― Le señalé a Patty que mientras ella había tenido alrededor de diez años para aclarar sus sentimientos sobre vuestra madre, tú tan solo comenzabas a lidiar con ellos y que debería ser más comprensiva. ―¿Oh, sí?,― Crystal le dio una larga calada a su cigarrillo.― Parece que se lo dejaste claro, mi héroe,― se inclinó hacia un lado y presionó sus labios contra el hombro de Laura.― Me alegra de que estuvieras allí conmigo. ―Siempre,― prometió Laura.
********* ―Brrrrrr, ¿apagaste la calefacción antes de irnos?,― preguntó Crystal apartamento.― Casi estamos en Noviembre, ¿sabes?.
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cuando entraron en el
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―Haces que suene como si viviéramos al norte de Canadá,― dijo Laura mientras Crystal subía el termostato unos grados.― No puede haber menos de 5 grados ahí afuera. ―Aun así hace frío,― refunfuñó Crystal mientras se quitaba su chaqueta y la ponía en el armario junto con la de Laura. Sus deportivos fueron los siguientes, ésta vez guardados ordenadamente en el baúl cerca de la puerta. ―Bueno, puedo sugerir algo para mantenernos calientes,― dijo Laura deslizando sus brazos alrededor de la cintura de Crystal. ―¿Oh, sí?. ¿Cómo qué?,― preguntó Crystal inclinándose hacia atrás sobre el cálido cuerpo de su amante. ―Estaba pensando en nosotras, desnudas,― Laura bajó su voz hasta convertirse en un ronco susurro.― Un baño humeante con muchas burbujas. Todavía no hemos tomado un baño o una ducha juntas. Puede ser divertido.― Acariciando la oreja de Crystal con su nariz, inhaló el aroma del champú mezclado con el humo del tabaco.― Te relajará. Crystal soltó un bufido juguetón. ―No creo que relax sea precisamente lo que tienes en mente. ―Tienes razón, susurró Laura moviendo sus manos perezosamente por las costil as de Crystal. Llegando al primer botón, lo abrió lentamente.― Tú, yo… ― otro botón abierto revelando un pedazo de piel.― Agua caliente con mucho jabón que hace que todo esté más resbaladizo y agradable.― Unos rápidos tirones más y la camisa de Crystal fue liberada, los restantes botones abiertos con facilidad. Sus dedos llegaron a los ganchos de la espalda del sujetador mientras sus labios se acercaban a los de Crystal. Ese era todo el ánimo que necesitaba Crystal para seguirla escaleras arriba hacia el baño. Después de poner el tapón para llenar la bañera, Laura abrió los grifos de agua fría y caliente, ajustando sus intensidades hasta que la tuvo a la temperatura adecuada. ―¿Quieres burbujas?,― preguntó. ―Claro, si tú quieres,― dijo Cristal de pie en medio del baño todavía completamente vestida. Laura cortó el agua y se puso de pie. ―Hey,― dijo pasando sus brazos alrededor de la cintura de Crystal.― ¿Necesitas ayuda?,― fue contestada por los labios de Crystal moviéndose contra los suyos. Tomándolo como un sí, profundizó el beso y con sus manos deslizó la camisa de Crystal por sus hombros. Antes de que
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intentara doblarla, como siempre, se la quitaron de las manos y fue lanzada contra la puerta, sujetador incluido. ―No tienes elección,― susurró Crystal contra sus labios, sus mano moviéndose entre sus cuerpos y deslizándose por debajo de la gruesa sudadera. Laura se estremeció mientras unos dedos juguetones subían por su torso y danzaban sobre sus pechos cubiertos por el sujetador. ―Sigue haciendo eso y no nos meteremos nunca en la bañera,― dijo dando un paso atrás y quitándose su sudadera y sujetador.― Sonrió indulgentemente cuando Crystal se los cogió para añadirlos a la pila de ropa junto a la puerta.― No puedo creer que te deje hacer eso,― dijo empujando a Crystal más cerca. ―Lo próximo sabes que será dejar los platos sucios en el fregadero durante toda la noche,― dijo Crystal. ―Nunca,― dijo Laura, gimiendo suavemente por la cálida sensación del cuerpo de su amante contra el suyo.― Se está calentando esto,― dijo en tono lascivo. ―Lo sé,― dijo Crystal cerrando los ojos mientras sus manos se deslizaban por la nuca de Laura.― El espejo está todo empañado. ―Oh, ¿es así cómo lo sabes?,― preguntó Laura, su sonrisa burlona haciendo juego con la de su amante. Enganchando los dedos por dentro de la cinturilla de los vaqueros de Crystal, desabrochó el botón suavemente y bajó la cremallera.― ¿Crees que es a causa del agua caliente?. ―No,― dijo Crystal. Laura empujó los pantalones por las caderas de Crystal. ―¿Crees que es porque subiste el termostato cuando vinimos a casa?. ―No. ―Emmy.― Laura hizo una mueca pensativa mientras guiaba despacio a Crystal para apoyarla contra la pared.― Bien,― dijo mientras se arrodillaba para terminar de bajar los pantalones y sacarlos primero por un pie y después por el otro.― Debe ser entonces porque estamos medio desnudas y a punto de hacer el amor. Crystal sonrió y asintió. ―Sí, debe de ser eso. Incapaz de resistirse a los suaves muslos que tenía a tan solo unas pulgadas de ella, Laura se inclinó hacia delante y besó la cremosa piel. 399
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―Eres tan preciosa,― dijo mientras sus manos subían y bajaban por sus piernas. ―¿Quién es ahora la que está manteniéndonos alejadas de la bañera?,― preguntó Crystal mientras su pecho se alzaba y bajaba notablemente. Encantada con el efecto que sus caricias estaban provocando, Laura se dio a sí misma una satisfecha sonrisa y finalizó su tarea, plantándose solo cuando Crystal estuvo completamente desnuda. Presionando sus cuerpos juntos, Laura le dio un largo y pasional beso. ―¿Podrías abrir el agua otra vez y añadir las sales de baño?. ―Claro,― dijo Crystal sin darse cuenta, girándose inmediatamente, dándole la espalda a Laura e inclinándose para llegar a los grifos. ―Bonita vista,― dijo Laura quitándose la ropa que le quedaba.― Sabes, si te quedas justamente así… Crystal miró el borde de la bañera y gimió ante la sugerencia. ―No puedo creer lo fácil que es para ti hacerme sentir así. ―Tú tienes el mismo efecto en mí,― dijo Laura, moviéndose directamente detrás de Crystal y pasando sus manos suavemente a lo largo de la espalda desnuda de la mujer.― A veces tan solo me miras y estoy lista, si sabes a lo que me refiero.― Escuchó y sintió la risa de Crystal entendiendo lo que decía.― En serio,― dijo haciendo que Crystal se irguiera y girándola quedándose cara a cara.― Es más que algo meramente físico.― Se detuvo para juntar sus labios mientras sus dedos recorrían la parte superior de la espalda de Crystal.― Cuando me miras, puedo sentir tu amor dentro de mí. Crystal sonrió tímidamente. ―¿Vas a empezar a hablarme tiernamente otra vez?. ―¿Si quieres que lo haga?,― dijo Laura mientras empujaba la cortina para descorrerla.― O podemos meternos en la bañera y demostrártelo. ―No parece que haya mucha agua.― dijo Crystal mientras se ayudaban la una a la otra a entrar. ―No te preocupes por eso,― dijo Laura mientras se sentaba y se movía lo más hacia atrás que podía. Somos dos aquí adentro. Confía en mí, hay más que suficiente agua.― Sus cuerpos se acomodaron juntos mientras hacían espacio para las piernas y brazos. Envolviendo sus brazos alrededor del torso de Crystal, empujó a su amante más cerca y le besó el hombro.― Te quiero. ―Mmm, yo también te quiero.― dijo Crystal moviendo sus manos arriba y abajo sobre los muslos de Laura.― Nunca he hecho esto. Tomar un baño con alguien, quiero decir. Bueno, excepto con Patty cuando éramos pequeñas, pero es no cuenta.
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―No, no cuenta,― estuvo de acuerdo Laura, moviendo sus pulgares en un perezoso arco sobre la parte baja de los pechos enjabonados de Crystal.― Olvidé contarte ciertas ventajas de ser la que está detrás. ―Ya veo,― dijo Crystal reclinándose, de modo que la nuca de Crystal descansaba sobre el hombro de Laura.― Entonces estar delante también tiene sus propias ventajas. Recogiendo pilas de burbujas con sus manos, Laura juguetonamente cubrió los pechos de Crystal. ―Agradable,― susurró sintiendo los endurecidos pezones presionar contra las palmas de sus manos. ―Qué gusto,― murmuró Crystal. Sus ojos estaban cerrados y una suave sonrisa cruzaba sus labios.-―Obviamente ésta no es tu primera vez en una bañera. Laura sonrió. ―No es como si hubiera tenido una lista interminable de mujeres entrando y saliendo,― dijo.― Pero digamos que sé lo que hago. ―No tengo quejas,― dijo Crystal. ―Uh huh,― dijo Laura con recelo, frotando sus pulgares adelante y atrás sobre los erectos pezones.― Eso no es lo que dijiste anoche. Si lo recuerdo correctamente, me llamaste zorra. ―Estabas torturándome,― señaló Crystal.― Si hubieras esperado mucho más, habría tenido que bajar y hacérmelo yo misma. Laura rió, recordando cómo había probado la paciencia de su amante de forma juguetona. ―Pero tienes que admitir que la espera valió la pena. No tengo la intención de acelerar las cosas ésta noche tampoco,― advirtió. Crystal gimió y se arqueó con sus caricias, haciendo que el agua pasara entre sus cuerpos.― Agradable y lento,― dijo Laura en tono seductor moviendo sus manos hacia abajo por el cuerpo de Crystal hasta que se hundieron bajo el agua, entonces subiéndolas otra vez para volver a capturar los duros pechos.― Agradable y lento― repitió otra vez con un susurro lascivo antes de recorrer con su lengua el camino desde el cuello de Crystal hasta su oreja. ―Vas a volverme loca,― dijo Crystal mientras los ocupados dedos de Laura pellizcaban y apretaban sus pezones. ―¿Ves lo que ayuda el jabón?,― preguntó Laura mientras volvía a acariciar los pechos antes de que sus pellizcos fueran dolorosos.― Tal vez debería quedarme por aquí arriba un rato.― Abriendo sus dedos cubrió los pechos de Crystal y los apretó.― Para asegurarme de que están limpios,― dijo a modo de explicación. 401
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―Estaba equivocada,― dijo Cystal mirando hacia arriba a Laura.― Eres una grandísima zorra. ―Una grandísima zorra que te ama,― dijo Laura, moviendo sus manos por debajo del agua otra vez, ésta vez llegando hasta la curva de las piernas de su amante y abriéndose paso suavemente por entre los rizos rubios.― Podría pasarme todo el día tocándote,― confesó, disfrutando la manera en que las caderas de Cystal se alzaron en respuesta a sus gentiles caricias. Viendo las espesas burbujas tapando totalmente los pechos de Crystal, sintió la necesidad de volver a visitarlos, pero cuando comenzó a subir sus manos, notó sus muñecas sujetas en un firme agarre. ―Ya está bien,― dijo Crystal retorciendo su cuerpo hasta que estuvieron cara a cara. Antes de que Laura pudiera reaccionar, se encontró a sí misma aplastada contra la pared de la bañera.― ¿Piensas que eres la única que puede torturar?,― le preguntó mientras un insistente muslo presionaba entre sus piernas.― Recuerda que yo fui stripper. Y cuando se trata de torturar, soy una experta. ―Oh, es tan agradable,― señaló Laura, rindiéndose felizmente a lo que su amante tuviera en mente. ―Creo que me gusta ésta idea de la bañera,― dijo Crystal deslizándose hacia abajo para frotar su mejilla contra el pecho de Laura. ―Me alegro,― dijo Laura envolviendo a Crystal con sus brazos para acercarla. ―Es endiabladamente pequeña,― dijo Crystal mientras intentaba retorcer su mano entre sus cuerpos.― Necesitamos una bañera más grande para hacer esto. ―Realmente no,― dijo Laura irguiéndose para darle más espacio a su necesitamos aprender nuevas posiciones.
amante.―
Únicamente
―¿Antes o después de que me ahogue?,― preguntó Crystal deslizándose hacia abajo y acariciando con sus labios el suave estómago de Laura mientras sus dedos jugaban ociosamente sobre los pechos de la escritora. ―Tal vez el baño no era tan buena idea, después de todo,― dijo Laura bajando sus brazos y subiendo a Crystal para besarla. ―¿Por qué?,- preguntó Crystal con fingida inocencia mientras sus dedos apretaban los pezones de Laura.― ¿Hay algo que querías?. ―Sí, algo que tú haces muy bien,― dijo Laura. ―¿Creí que lo que dijiste era que tan solo teníamos que aprender nuevas posturas?,― contestó Crystal moviendo su mano izquierda entre sus cuerpos y deslizándose por debajo del agua. ―No creo que haya una postura que sea cómoda para las dos para lo que quiero hacer aquí adentro,― dijo Laura levantando su rodil a para darle un mayor acceso a su amante. Jadeó cuando los dedos de Crystal encontraron su objetivo. 402
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―¿Crees que ya estamos suficientemente limpias?,― preguntó Crystal mientras sus dedos frotaban suavemente adelante y atrás el lugar más sensible de Laura. ―Oh, sí,― silbó Laura dejando caer su cabeza hacia atrás contra la pared y cerrando los ojos mientras sus caderas se movían por voluntad propia. ―¿Quieres que salgamos?,― preguntó Crystal moviendo sus dedos tentativamente hacia abajo hasta situarse justo en la entrada de Laura. ―Quiero….oooh,― comenzó Laura cuando sus caderas se alzaron mientras unos dedos la llenaban.― Oh Dios, no pares, cariño, por favor no pares.― El calor la consumía subiendo en espiral hacia arriba hasta que Laura sintió comenzar las palpitaciones. En ese momento de absoluta vulnerabilidad, ciegamente se inclinó y atrajo la boca de Crystal a la suya. Crystal se mantuvo allí, presionando profunda y fuertemente intentando hacerlo lo mejor posible para prolongar el placer de su amante. No había otro mundo, ni familia ni amigos. Todo lo que existía eran sus corazones y almas compartidas, declaraciones de amor y devoción expresadas con sus cuerpos en lugar de con sus voces. Cuando finalmente trató de hablar, le salió apenas un chirrido, y Laura tuvo que tragar y comenzar de nuevo.― No me puedo mover,― dijo. Crystal sonrió con autosatisfacción, recorriendo con su dedo las clavículas de Laura. ―Algo así como lo que me haces tú a mí, ¿eh?. ―Eso es diferente,-― jadeó Laura con su respiración todavía sin normalizarse.― Normalmente tú puedes funcionar después de todo. Yo no puedo mover un solo músculo. ―Entonces tendremos que quedarnos aquí,― dijo Crystal haciendo una mueca. Laura la miró y frunció el ceño. ―Estás completamente encantada contigo misma,― dijo atrayéndola para besarla.― Te quiero. ―Yo también te quiero,― dijo Crystal acomodándose de manera que su cabeza descansara sobre la curva del cuello de Laura. Pasaron minutos interminables mientras se abrazaban la una a la otra en el agua fría hasta que Laura se estremeció y se le puso la piel de gallina. ―El agua está fría,― dijo despacio. ―¿Va siempre a ser así?,― murmuró Crystal sin levantar la cabeza de su suave almohada. ―¿Quieres decir si voy a responder siempre así contigo?,― preguntó Laura. Crystal agitó su cabeza. ―Quiero decir…- hizo una pausa para asegurarse de cómo expresar sus pensamientos con palabras.― ¿Sentirás siempre lo mismo que sientes ahora por mí?. 403
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Ignorando el frío por un momento, Laura miró hacia abajo y levantó la barbilla de Crystal. ―No puedo imaginar no sentirme de este modo contigo,― dijo suavemente.― Lo significas todo para mí y el pensamiento de que no estés aquí conmigo duele demasiado como para pensar en el o. Te quiero, Crystal. Sé que suena egoísta, pero quiero todo lo que puedas darme y más. Quiero ser la única a la que toques haciendo el amor y yo ser la única que te toque. Quiero que seas lo primero que vea por las mañanas al despertarme y lo último cuando me vaya a dormir. Quiero abrazarte cuando l ores y reírme contigo cuando estés contenta. Quiero ser tu caballero andante cuando necesites protección y tu damisela cuando seas tú la que necesite proteger a alguien. No quiero tan solo una relación contigo,― dijo moviendo sus dedos para trazar el contorno de los labios de Crystal,― Quiero una vida contigo.―Al principio se alarmó cuando vio aparecer las lágrimas en los ojos de su amante, pero rápidamente Laura se dio cuenta de que eran lágrimas de felicidad y abrazó a Crystal incluso más fuerte.― Te quiero,― dijo besándole la cabeza.― Y no me iré a ninguna parte. ―Yo también te quiero,― dijo Crystal, esnifando mientras volvía a estar bajo control. Suavemente acarició el brazo de Laura. ―Hey ¿A qué vino eso?,― dijo Laura con fingida indignación. ―Ya sabes lo que me haces cuando me hablas de esa forma,― dijo Crystal provocando la risa de Laura. ―Haces que me ablande tanto como el suavizante de la ropa,― dijo Laura. Sintió los labios de Crystal en su cuello, la suave lengua deslizándose para probar su sabor. Gimió, sabiendo que no podría resistir las caricias de su amante como no podía resistir sin respirar.- Hay una bonita y caliente cama en la habitación de al lado,― intentó. ―Uh huh,― murmuró Crystal moviéndose hacia abajo para capturar el pecho Laura con su boca mientras su mano le hacía compañía a su otro pecho.
izquierdo
de
―Crystal,― llamó Laura, abriendo automáticamente las piernas a pesar de su deseo de cambiar la acción a otro sitio. ―¿Realmente quieres malgastar el tiempo con las toallas?,― preguntó Crystal con la boca llena de carne. ―No,― estuvo de acuerdo Laura, importándole un poco el hecho de lo mojadas que acabarían las sábanas. ―¿Entonces qué te detiene?,― bromeó Crystal mientras torturaba el pezón con sus dientes.
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El Corazón de Crystal de BL Miller
―¿Quién está siendo ahora la zorra?,― preguntó Laura mientras acariciaba la espalda de su amante.― Vas a ser mi muerte. ―No antes de que salgamos de aquí y nos metamos bajo las mantas,― dijo Crystal mientras se levantaba y las burbujas se escurrían por su cuerpo.― Hace frío aquí. Laura se rió y buscó la mano de Crystal, sabiendo que no dormirían hasta dentro de un rato.
********* ―¿Estás segura que éste es de la clase que no pierde las agujas?,―preguntó Laura mientras cargaban el enorme árbol para meterlo en casa. ―¿Cómo puedo saberlo?,― dijo Crystal.― Espera, tengo que girar por aquí. ―¿Estás segura de que ese pie es suficientemente grande?. No quiero que sobresalga. ―No va a sobresalir y el pie es lo suficientemente grande,― dijo Crystal mientras reculaba hacia la esquina destinada al Árbol de Navidad.― ¿Cuánto tiempo tenemos hasta que tengamos que salir hacia el aeropuerto?. ―El avión de tía Helen se supone que l era a las 16:30,― dijo Laura.― Estás junto a la pared. ―Lo sé, aguanta, voy a ponerlo sobre el pie y sujétalo mientras te vas acercando y levantándolo. Entonces lo sujetaré con los tornillos y estará listo,― dijo Crystal mientras se agachaba.― ¿Crees que podemos decorar ésta cosa en las próximas dos horas?. ―Eso espero, de otro modo vamos a obtener la ayuda no solicitada de tía Helen,― dijo Laura.― ¿Estás bien ahí abajo?. ―Sí, solo intenta ir acercándote despacio,― dijo Crystal.― Todavía digo que las luces tienen que ser intermitentes. De otro modo, ¿por qué molestarse en ponerlas?. ―Luces multicolores parpadeando,― dijo Laura desaprobadoramente.― ¿Por qué no ponemos un Santa y un muñeco de nieve luminosos en el césped?. ―Me gustan los Santa luminosos,― protestó Crystal.― Vale, aguántalo ahí. Voy a sujetarlo al suelo. ―Son comerciales y feos,― dijo Laura.
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Traducción: Alesita
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―Es Navidad, Mrs. Scrooge,― dijo Crystal mientras se apartaba de debajo del árbol y se plantaba.― Suéltalo.― Se quedó allí de pie pasando el brazo alrededor de la cintura de Laura.― Nuestro primer árbol de Navidad. ―Es más grande de lo que parecía en la tienda de árboles,― dijo Laura. ―¿Es ese ―más grande‖ bueno o malo?,― preguntó Crystal.― Dijiste que podía elegirlo y pensé que éste tamaño estaría bien. ―Es un buen tamaño,― dijo Laura de forma tranquilizadora.― Solo que no sé si tendremos suficientes adornos para cubrirlo. Madre solo me dio un par de cajas de adornos y luces. ―No puedo creer que nunca antes te molestaras en poner un árbol de Navidad,― dijo Crystal descansando su cabeza sobre la parte superior del pecho de Laura. ―Cuando era como Jessie pasábamos los días de una casa en otra. No tenía sentido preocuparse en poner un árbol en una casa donde posiblemente no estaríamos. Laura dio un paso atrás y abrió una de las cajas que había encima de la mesita de café.― Y, por supuesto, nosotras no vamos a estar la mayor parte del día aquí.― Escrutó el árbol.― ¿Cómo se puede saber si es el tipo de árbol que pierde las agujas?. ―¿Cuando un montón de ellas estén sobre la alfombra.?,― dijo Crystal.― No alguien y pregúntale.
lo
sé,
llama
a
―Peter lo sabrá,― dijo Laura.― Espera a ver lo que hace en Navidad. ―Michael dijo que se podría ver su casa desde el espacio,― dijo Crystal mientras le cogía a Laura el cordón de luces. ¿Cuántos tienes de éstos?. Laura miró la caja. ―Hay dos más como ese en la caja y otro con bombillas blancas grandes. En la otra caja están las cintas y el resto de adornos. ―Necesitamos más luces,― dijo Crystal convencida mientras colocaba una tira de luces entre las ramas más bajas.― Tal vez podamos ir a comprarlas después de recoger a Helen,― dijo esperanzada. Laura le ofreció esa mirada indulgente que significaba que ella ganaba.― Estupendo, prometo no pasarme. ―Tu definición de pasarte y mi definición de pasarse son dos cosas muy diferentes, estoy segura,― dijo Laura mientras desenredaba una tira de luces.― ¿No deberíamos encenderlas y probar si funcionan primero?. ―Sí, eso tiene sentido,― dijo Crystal agachándose para enchufarlas. Luces rojas, verdes, azules y naranjas comenzaron a brillar sobre las verdes ramas.― Ésta funciona.― La desenchufó y cogió la que sostenía Laura.― 406
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Ésta también funciona pero no parpadea. ―Eso no es el fin del mundo,― dijo Laura mientras seguía deshaciendo los nudos.― Además, creo que tienes que dejar que se calienten un poco antes de que comiencen a parpadear.― Se agachó y rodeó los hombros de Crystal con su brazo.― Y si no parpadean podemos comprar unas nuevas. ―Me estoy comportando como una cría con esto ¿eh?. ―Un poquito,― dijo Laura con una sonrisa.- Pero está bien. Creo que es muy mono.― Besó la punta de la nariz de Crystal y se puso de pie.― Para ser honesta, no he estado tan excitada por la Navidad en años. El árbol fue una buena idea. Crystal se plantó también. Conectando el final de una de las tiras de luces con el principio de otra. ―¿Te das cuenta que van a ser las primeras Navidades desde que era niña que no voy a estar borracha?. ―O colocada,― añadió Laura. ―Te diste cuenta, ¿verdad?,― miró hacia abajo a la tira de luces que sostenía, inconsciente de la sonrisa que cruzaba por sus labios.― No dijiste nada. ―Tú tampoco dijiste nada,― dijo la mujer de pelo negro.― Al principio no sabía si lo habías dejado o solo apartado de momento. Creo que no lo has hecho en al menos dos semanas. ―Veinte días,― dijo Crystal.― Y no lo aparté. Yo solo…― se alzó de hombros.― No sé. ―Lo cierto es que no me estoy quejando,― dijo Laura. ―Esperaba que lo notaras sin tener que decírtelo,― sonrió abiertamente.― Oh venga, nunca terminaremos con éste árbol.― Golpeando las manos de Laura dijo,― suéltame y así podré terminar esto e irnos a la cama.― Una vez libre del abrazo de su amante, rodeó el árbol con las luces.― Ya está. Probablemente no sea tan bonito como el de tu madre o el de Peter, pero servirá. ―No tiene que ser tan bonito como el de mi madre o el de Peter,― dijo Laura.― No es una competición.
********* ―Pensé que dijiste que no era una competición,― dijo Crystal desde su posición recostada sobre el sofá. ―Y no lo es,― dijo Laura mientras movía los adornos púrpura…..otra vez. ―¿Entonces por qué estuviste levantada toda la noche?. 407
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―Porque el árbol no está simétrico,― dijo Laura dando un paso atrás.― ¿Ves?, todavía hay demasiado verde en ésta zona. ―Lo sé, y demasiado rojo en la parte de arriba,― señaló Crystal habiendo escuchado a su amante señalar todas las imperfecciones de su árbol desde que se levantara y la encontrara junto a él.― ¿A quién le importa?. Laura cuidadosamente sacó una bola verde del árbol y la dejó en la caja. ―Ahora sabes la verdadera razón por la que Jenny y yo nunca tuvimos un árbol. ―Te obsesionas demasiado, ¿lo sabías?,― se quejó Crystal mientras se erguía y estiraba.― Nadie se va a dar cuenta. ―Casi he terminado,― dijo Laura.― Solo necesito mover algunos de los de la punta a éste lado e incluso quitar adornos. Tampoco creo que sea una buena clase de árbol. Encontré varias agujas en el suelo. ―¿Y qué esperabas si no paras de mover las cosas de un lado para otro?,― dijo Crystal.― Sé que el botón de esa tira de luces no está donde la dejé ayer. ―Estaban demasiado bajas,― explicó Laura mientras colgaba un adorno en la rama.― Además, ahora está mejor. ―El próximo año vas a adornar el árbol tú solita,― dijo Crystal mientras se levantaba y se dirigía hacia la cocina.― No creas que no os he oído hablar a ti y a tu madre sobre…― hizo comillas con los dedos― el árbol perfecto.― ¿Quieres café?. ―Suena bien, gracias,― dijo Laura poniendo el último adorno y encendiendo las está. Perfecto,― dijo haciéndose hacia atrás para inspeccionar su trabajo manual.
luces.―
Ahí
Crystal volvió de la cocina llevando dos tazas de café. ―Está muy bonito,― dijo, aunque pensó que no había nada malo en la forma adornado la noche anterior.― Bonito e incluso…ah…
que
estaba
―¿Ves cómo hay un equilibrio en los colores?,― dijo Laura orgullosa mientras cogía la taza de café.― Es simétrico y estéticamente agradable a la vista. ―Está precioso,―dijo Crystal.― El mejor árbol que jamás he visto. ―¿Estás siendo sarcástica?. Cogiéndole la taza de café, Crystal dejó ambas sobre la mesita auxiliar y atrajo a su amante para abrazarla. ―Es nuestro primer árbol.― ¿Cómo podría ser algo menos que el mejor?. 408
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―Te das cuenta que me estás dejando como una compulsiva.― señaló Laura. ―Lo sé―, admitió Crystal.― Pero es nuestro árbol y, obviamente te hizo feliz pasarte toda la noche trabajando con él. ―Lo hizo,― dijo Laura juntando sus labios.― Me alegro de que me convencieras de traer un árbol éste año. ―Yo también me alegro,― dijo Crystal disfrutando la sensación de sus cuerpos pegados.― Tendremos que hacer de esto una tradición anual. ―Creo que ya lo hemos hecho,― dijo Laura. Te quiero. ―Yo también te quiero,― dijo Crystal abrazándola más fuerte.― Gracias por mi regalo. Confusa, Laura se inclinó hacia atrás y la miró. ―Pero si Navidad no es hasta dentro de dos días y escondí tu regalo en casa de Jenny. ¿Cómo sabes lo que es?. Poniendo sus brazos alrededor del cuello de Laura para traerla más cerca, Crystal dijo… ―No me refería a ese regalo, pero gracias por decírmelo, así puedo dejar de buscarlo por aquí. ―Entonces, ¿a qué te refieres?. ―A éste regalo, dijo besando la barbilla de Laura.- Tú. Tu amor. Hace seis meses tan solo existía y ahora…- la abrazó más fuerte.- Ahora siento por primera vez que vivo. ―Todo lo que hice fue apoyarte.― dijo Laura suavemente,― sonrió.― Yo únicamente iba moviéndome hasta que tú te mudaste y lo volviste todo patas abajo. A mi tranquilo, organizado y pequeño mundo entró ésta endemoniada rubia quien, pesar de mis esfuerzos, robó mi corazón. Tengo tanta suerte de que te hayas enamorado de mí como que yo me haya enamorado de ti. Crystal le sonrió alegremente y descansó su cabeza sobre el pecho de Laura mientras las brillantes luces del árbol llenaban su visión. ―Entonces supongo que ambas tenemos suerte,― dijo.― Te quiero. ―Yo también te quiero,― dijo Laura.― Siempre. Y juntas estuvieron de pie bajo las parpadeantes luces de su primer árbol de Navidad, sabiendo que habría obstáculos que vencer, problemas que resolver, pero sobre todas las cosas, se tenían la una a la otra para hacerles frente. Siempre. FIN 409
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NOTAS
Revista del Consumidor: Revista especializada en compras a precio justo. General Patton: general del Ejército de los Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial. The Waltons: Serie de televisión norteamericana que trata de la típica familia americana. Veterans of Foreign Wars (VFW): Veteranos de Guerra Extranjeros Little River Band: Banda de rock Australiana con gran éxito en los años setenta. Capitán and Tennille: Era un dúo formado por dos esposos que interpretaban música pop en los años setenta. Babe Ruth: Famoso jugado Americano de Béisbol Profesional que tuvo su mayor éxito en los años diez y veinte. Softbol: Deporte parecido al béisbol, que juegan las mujeres. Doble play: Cuando a dos jugadoras les marcan out, es decir, quedan fuera. Strikes: Son golpes fallados que cuando se fallan 3 hacen que se marque un out. Out: Se marca a la jugadora que comete tres strikes o que fue interceptada en una de las bases haciendo que salga del juego en esa entrada. Inning: Su significado en español es —entrada— en el softbol se juegan 9 innings que son las partes que conforman el encuentro. Faul: Golpe que se da con el bate pero que es nulo Catcher: Jugadora que se coloca detrás de la bateadora para interceptar el tiro de la pitcher. Pitcher: Jugadora que lanza los tiros a la bateadora Bateadora: Jugadora que se coloca en el plato de home para golear la pelota Plato o Home: Área donde se colocan tanto la bateadora como la cátcher, y que también tiene por nombre cuarta base, cuando una jugadora llega a cuarta base anota una carrera o punto. Bola: Se nombra así al tiro que lanza la pitcher pero que va mal colocado por lo tanto no cuenta. Range Rover: Marca de una camioneta deportiva.
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Club Soda: Soda o refresco con gas, conocida también como agua mineral. Bartender: Nombre usual que se le da a las o los cantineros. Taco: El Palo de billar o Taco es el instrumento con el cual los jugadores de Billar golpean las bolas para tratar de hacer carambolas o entronerar las bolas. Muescas: Marcas que se van haciendo en un cinturón para ir contando las mujeres con las que alguien se ha acostado. (Algunas personas lo usan como trofeo de sus conquistas) Capote: Es el que usan los autos convertibles o descapotables. CSW: Clinical Social Worker, son credenciales para trabajar en el campo de la psicología. CAC: ni idea Mad dog, twenty-twenty, Mountain Dew ,doggie dew: Bebidas alcohólicas de bajo precio en Estados Unidos. GED: General Educational Development, Estudios que ofrecen los países de Estados Unidos y Canadá para terminar el bachillerato (High School) y otorgarles su certificado correspondiente en caso de pasarlo. Punta Oeste (West Point): es el nombre con que se conoce a la Academia Militar de Estados Unidos. Colgate: Universidad en los Estados Unidos Susie Homemaker: Famosa ama de casa estadounidense que da consejos en tv sobre el hogar. Gin Tonic: Es un cóctel preparado con ginebra o gingerel. Martha Stewart: es una magnate empresarial estadounidense, que hizo fortuna con su negocio de estilo de vida y cocina. Trébedes: Aro o triángulo de hierro con tres pies, que sirve para poner al fuego sartenes, peroles, etc. Blarney Stone en Munster: Munster es un castillo situado en Irlanda en la cual se encuentra esta piedra, se tiene la creencia que todo aquel que la besa tendrá la capacidad de poder persuadir o conmover con palabras. Lord MacCarthy: No pude encontrar información importante sobre este señor, pero supongo que era o es dueño del castillo. Rebotadores: Son las protecciones que ponen alrededor de un escenario de lucha en lodo. Bola: Lanzamiento que hace la pitcher de manera errónea, y que no cuenta como strike. 411
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Miller: Marca de cerveza reconocida en Estados Unidos. Scrambler: Juego mecánico. Mets: Equipo de Béisbol de Nueva York. Puerro: Planta herbácea anual, de la familia de las Liliáceas, con cebolla alargada y sencilla, tallo de seis a ocho decímetros, hojas planas, largas, estrechas y enteras, y flores en umbela, con pétalos de color blanco rojizo. El bulbo de su raíz es comestible. Jane Wayne: Tendencia que tienen algunas mujeres a jugar a ser rudas. Carpenters: era un dúo vocal e instrumental, consistía de los hermanos Karen y Richard Carpenter. Con un estilo de pop melódico. Rigatoni: es una forma de pasta en forma de tubo con estrías en su superficie exterior Al-Anon: Los grupos de Al-Anon persiguen un sólo propósito: prestar ayuda a los familiares y amigos de alcohólicos.
J7 y XWP (Traducciones al Español y demás) https://j7yxwp.wordpress.com
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