P
o
l
í
t
i
c
a
Ater- ntreducción
a la historia délas relaciones internacionales Fierre Renouvín y Jean Baptiste Duroselle
c
h
o
SECCIÓN DE OBRAS DE POLÍTICA Y DERECHO
INTRODUCCIÓN A LA HISTORIA DE LAS RELACIONES INTERNACIONALES
Comentarios y sugerencias:
[email protected]
PIERRE RENOUVIN ~~ ~;~~~ JEAN-BAPTI STE DUROSELLE
Traducción de ABDIEL MACÍAS ARVIZU
~º'S §V'
~~01¡:
~~
~cJ
~·q,Qf
Introdu cción a la histori a de las relacio nes internacionales
m FONDO DE CULTURA ECONÓMICA MÉXICO
Cuarta edición en francés, Primera edición en español de la cuarta edición en francés,
1991 2000
PREFACIO A LA CUARTA EDICIÓN Esta nueva edición, publicada mucho después de que se agotaran las otras, había sido solicitada con frecuencia. La casa editora Armand Colin ha accedido a publicarla y nosotros le expresamos toda nuestra gratitud. . De acuerdo con los herederos de mi querido y eminente maestro Pierre Renouvin, esta cuarta edición se conforma con reproducir escntpulosamente las precedentes. Este libro marcó un "momento" en la investigación histórica francesa y nos ha parecido útil para el lector conservar esta impresión. Sólo hemos agregado un suplemento bibliográfico a continuación de la bibliografía original. J. B. D.
Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra -incluido el diseño tipográfico y de portada-, sea cual fuere el medio, electrónico o mecánico, sin el consentimiento por escrito del editor
Título original: Introduction al'histoire des relations internationales D. R. © 1970, 1995, Armand Colin Éditeur, París Publicado por Armand Colin Éditeur, 103 boulevard Saint-Michel, 75240 París Cedex OS ISBN 2-200-37249-3
D. R. © 2000, FONDO DE CULTURA ECONÓMICA Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14200 México, D. F.
ISBN 968-16-5893-0 Impreso en México
7
INTRODUCCIÓN El estudio de las relaciones internacionales se ocupa sobre todo de analizar y de explicar los tratos entre las· comunidades políticas organizadas dentro de un territorio, es decir, entre los Estados. En efecto, debe tener en consideración los vínculos establecidos entre los pueblos y entre los individuos que componen estos pueblos: el intercambio de productos y de servicios, las comunicaciones de ideas, el juego de las influencias recíprocas entre las formas de civilización, las manifestaciones de simpatías o de antipatías. Pero reconoce que rara vez estas relaciones pueden disociarse de las que se han establecido entre los Estados: a menudo, los gobiernos no dejan el paso libre a estos contactos entre los pueblos; les imponen regulaciones o limitaciones, ya sea que se trate del movimiento de las mercancías o de los capitales, de los movimientos migratorios o incluso de la circulación de las ideas; también pueden, por otros medios, orientar las corrientes sentimentales. Estas intervenciones no sólo tienen el resultado más frecuente de restringir o de atenuar las relaciones establecidas por las iniciativas individuales, sino también modifican su naturaleza. Si fueran autónomas, estas relaciones entre los individuos podrían constituir en ocasiones un factor de solidaridad; en todo caso, los antagonismos entre los intereses individuales no acarrearían, la mayor parte de las veces, consecuencias políticas directas. Reguladas por los Estados, se convierten en un elemento de negociación o de conflictos entre los gobiernos. Por tanto, es la acción de los Estados la que se encuentra "en el centro de las relaciones internacionales". Y éste es el contexto general en el que nos ubicamos.' En estas relaciones la historia diplomática estudia las iniciativas o los gestos de los gobiernos, sus decisiones y, en la medida en que puede hacerlo, sus intenciones. Este estudio es indispensable, pero está muy lejos de aportar los elementos de una explicación. Para comprender la acción diplomática, hay que tratar de percibir las influencias que han orientado su curso. Las condiciones geográficas, los movimientos demográficos, los intereses económicos y financieros, las características de la mentalidad colectiva, las grandes corrientes sentimentales nos muestran las fuerzas profundas que han formado el marco de las relaciones entre los grupos humanos y que, en gran medida, han determinado su 1
Y es también el que adoptó Raymond Aran, Paix et guerre entre nations, p. 17. 9
.... ,. ·~'
10
~.
."""H:~~,-1.;; ~P:_"-~·...
• •
·--:~·;7:::.-tl
~.'y~:~~
.·
INTRODUCCIÓN
naturaleza. En sus decisiones o en sus proyectos, el estadista no puede ignorarlas; ha experimentado su influencia y está obligado a admitir los límites que le imponen a su acción. Sin embargo, cuando posee dones intelectuales, una firmeza de carácter o un temperamento que lo lleven a franquear estos límites, puede tratar de modificar el juego de estas fuerzas y utilizarlas para sus propios fines. Le compete, por la política económica, mejorar el aprovechamiento de los recursos naturales; trata de influir en las condiciones demográficas; se esfuerza, mediante la prensa y la escuela, en orientar las tendencias de la mentalidad colectiva; a veces, no vacila en tomar las iniciativas que provocan en la opinión pública un arranque pasional. Estudiar las relaciones inter:q.acionales sin tomar en cuenta. como se debe las concepciones personales, los métodos, las reacciones sentimentales del estadista ~quivale a ignorar un importante factor, a veces esencial. Tales son las líneas generales de esta obra. Por una parte, estudiamos cómo se ha manifestado la influencia de las fuerzas profundas en las relaciones internacionales desde hace poco más de un siglo, es decir, desde que tuvieron lugar las grandes transformaciones econón1icas, los grandes movimientos demográficos, y desde que se afirmaron con un vigor singular las formas del sentimiento nacional. Con base, además de los resultados ya adquiridos por la investigación histórica, en nuestras investigaciones personales, hemos intentado mostrar con ejemplos el juego de estas fuerzas, señalar las dificultades de interpretación y estimar el alcance de estas influencias. , Por otra parte, hemos examinado mediante análisis comparados qué papel han tenido, en ciertas ocasiones, la personalidad y las ideas del estadista. ¿Qué concepción se ha formado del interés nacional? ¿Cómo su carácter y su temperamento explican su política? ¿En qué condiciones debe tomar sus decisiones? Además, hay que tratar de comprender por medio de qué procesos concretos las fuerzas profundas determinan los actos del estadista y, recíprocamente, cómo es que éste trata de modificarlas. En uno y otro caso, lo que más nos importó fue sugerir un método de acercamiento al mismo tiempo que esclarecer los resultados adquiridos en este dominio de la investigación y las lagunas que subsisten. Quisiéramos que esta obra sirviera como punto de apoyo a los investigadores dedicados al estudio histórico de las relaciones internacionales. Es éste el punto de vista que hemos querido adoptar, porque así podremos disponer de una base documental que nos habría hecho falta si hubiéramos querido extender nuestro objetivo a los aspectos más contemporáneos. En cuanto a este plan general, todavía es conveniente dar algunas explicaciones.
INTRODUCCIÓN
;"i':. ,''.'¡·
:·· ·;_r. ;'.
-~;. .!:·\;
>·1
·4'¡:, ~;;,;,
~~.~···
...~f~~ J:~~
.;~t)
'•. J '
: ·~:
...
·
:·
... ·..
,:
¿Era necesario dedicar un capítulo al estudio de la opinión pública? Desde luego, a menudo las manifestaciones de la opinión influyen en las decisiones de los estadistas; pero estas manifestaciones no son sino el reflejo de las condiciones demográficas, de los intereses económicos o financieros y de las tendencias de la psicología colectiva. ¿Había que conceder un lugar, en el estudio histórico de las influencias, a la situación de los armamentos? No cabe duda de que un Estado, cuando ha tenido una superioridad en armamento, que corría el riesgo de ser temporal, pudo sentir la tentación de sacar provecho de ello y emprender una acción de fuerza. Pero esta superioridad era inseparable del estado de las técnicas, de los recursos económicos, financieros y demográficos; estaba vinculada al vigor del sentimiento nacional; dependía también de la voluntad de los gobiernos o de la autoridad que, en cada Estado, concedían al poder militar los textos constitucionales o las tradiciones. Por tanto, la política de los armamentos no ha ejercido una influencia autónoma. En este contexto, nuestro libro asume un conjunto de preocupaciones que no es nuevo. Con frecuencia, la historiografía estadunidense2 se ha concentrado en estos problemas, y más recientemente en Francia se despejó el camino con los trabajos de Raymond Aron. Pero, en la mayor parte de los casos, el objeto principal de estos estudios ha sido establecer las bases de una "ciencia de las relaciones internacionales", estudiar problemas de filosofía política o discutir las teorías relativas a los vínculos entre el crecimiento demográfico y la guerra, a las fuentes del imperialismo, a los factores del sentimiento nacional: sólo se ha apelado a los ejemplos históricos para proveer un punto de apoyo para estas reflexiones teóricas. Claro está, no menospreciamos el interés de estas investigaciones, sino que al buscar en la historia un elemento complementario para conceptos ya elaborados, creemos más prudente observar el pasado a fin de establecer los testimonios que permitan el estudio de los documentos; en efecto, así podríamos proveer materiales o temas de reflexión para los teóricos de las relaciones internacionales, pero hemos llevado a cabo nuestras investigaciones sin dejamos dirigir por estas preocupaciones. Nuestro propósito, aun limitado de esta manera, no deja de ser muy ambicioso. El estudio de las fuerzas profundas implica tratar cuestiones tan amplias que no es posible dominarlas todas. Algunas, por ejemplo las formas del sentimiento nacional o las relaciones entre los nacionalismos y el sentimiento religioso, no han sido todavía tema de un sólido examen crítico. En muchos puntos, no podemos ir más allá de un bos2
Véanse, en la bibliografía, las obras citadas en el apartado "Generalidades".
,,
1
:.:..
11
.
-~~-~~~~~.¿~~
·:..d!~:li.,,
12
INTRODUCCIÓN
quejo. El demógrafo, el economista y el especialista en la psicología colectiva encontrarán tal vez lagunas en nuestra información; podrán estimar que la elección de ciertos ejemplos es arbitraria; tendrán la oportunidad de discutir ciertas interpretaciones. El estudio de la acción del estadista podrá prestarse a otros reproches, pues no puede tener otra ambición que mostrar comportamientos de individuos, cuyo valor como ejemplo siempre es posible impugnar. Por tanto, no cabe duda de que este intento de síntesis dará pie a objeciones. Nosotros pensamos que había que correr este riesgo, inevitable desde el momento en que queríamos presentar una visión de conjunto. Y tal vez lo agravamos al procurar escribir una obra relativamente corta y al aceptar los inconvenientes que en ocasiones implica un esfuerzo de concisión. Al menos, esperamos poder lograr dos resultados: establecer un marco de investigación, pero también plantear cuestiones, subrayar lagunas en la información histórica y, de tal modo, sugerir los cauces de las nuevas investigaciones.
•
PRIMERA PARTE
LAS FUERZAS PROFUNDAS por PIERRE
RE.NOUVIN
•
I. LOS FACTORES GEOGRÁFICOS LA VIDA de los grupos humanos está sujeta a la influencia del clima, el relieve, la hidrografía, la calidad de los suelos y la naturaleza del subsuelo, que determinan las características de la vegetación y las condiciones de los recursos minerales; también depende de las facilidades de circulación, más grandes por la vía acuática que por la terrestre. Por tanto, se ve afectada profundamente por el medio físico, que constituye, entre estos gn1pos humanos, un importante factor de diferenciación. A fines del siglo X1X, la iniciativa de Ratzel abrió el camino al estudio de estas cuestiones. Retomada muchas veces desde entonces, nunca ha alcanzado la misma amplitud y la misma riqueza de observación, pero ha aportado complementos importantes a la obra de aquél. 1 Por esto, la historia de las sociedades humanas, trátese de sociedades primitivas o de sociedades organizadas en el marco de un Estado, no puede nunca olvidar el examen de las condiciones geográficas; el alcance de esta "geohistoria" ha sido puesto a la luz recientemente. 2 El estudio de las relaciones internacionales, aplicado a las relaciones entre los pueblos o entre los Estados, debe tomar muy en cuenta estas influencias del medio físico, que casi siempre son apreciables en el comportamiento de los pueblos, en los contactos comerciales o políticos y en el poderío respectivo de los Estados. Sin embargo, cuando tratamos de precisar la medida y las modalidades de estas influencias, pareciera que han estado sometidas constantemente a la acción del hombre, quien ha procurado acotarlas: los grupos humanos han tratado de escapar a las limitaciones que imponían las condiciones naturales. ¿En qué medida lo han logrado? Tal es la cuestión dominante.
1. LAS CUALIDADES Y LOS RECURSOS
DEL TERRITORIO
El Estado, en la forma en que lo conocemos, se asocia a un territorio sobre el cual ejerce un "control". La noción de Estado, dice Ratzel, es inseparable de la de territorio. 1 El más reciente y más importante de estos estudios es el de J. Gottmann, La politique extérieure des États et leur géographie, París, 1952. 2 Por Fernand Braudel, en su gran obra La Méditerranée et le monde méditerranéen ii l'époque de Philippe 11, París, 1949.
15
,;,.'!
.,_ ,'
;f.
';
~. " "
~.
~
LAS FUERZAS PROFUNDAS
16
En este marco territorial, ¿cuáles son los elementos geográficos que, según las observaciones hechas por los geógrafos y los historiadores , pueden incrementar o disminuir el poderío del Estado? a) El papel del clima captó muy poco la atención de Ratzel; sin embargo, es muy importante. La temperatura ejerce una influencia no sólo sobre la salud sino también sobre los modos de vida y sobre el temperamento del hombre. En donde son excesivos, el calor o el frío han obstaculizado el desarrollo de las actividades humanas. Las zonas árticas siempre han sido "repulsivas", desde el punto de vista biológico. En la zona ecuatorial, demasiado cálida y húmeda, mengua la disposición del hombre para el trabajo y, en consecuencia, es difíciP que se formen grupos humanos densos. Fuera4 de estas zonas extremas, las observaciones realizadas por los biólogos en los establecimientos industriales han mostrado que la actividad óptima del obrero se consigue en las regiones donde las temperaturas son "medianas" (Gran Bretaña, Francia, norte de los Estados Unidos) y que es mucho menor en la región napolitana o en el delta del Nilo. Es en las zonas de clima templado donde se han desarrollado los grandes Estados modernos. 5 Siempre ha sido esencial el régimen de lluvias, 6 porque tiene una influencia directa sobre la vida vegetal; es sobre todo "por el intermedio del mundo botánico", subrayaba Luden Febvre, como el clima ejerce su acción. En las zonas áridas, donde la vegetación siempre es pobre y precaria, los asentamientos humanos no son importantes ni estables: las bases de la vida económica son frágiles. En las zonas cálidas y muy húmedas pueden verse obstaculizado s por el exceso de la vegetación (la selva ecuatorial) o por las enfermedades causadas por las condiciones climáticas (paludismo, enfermedad del sueño). Incluso en las regiones que escapan a estos excesos, las formas de la vegetación influyen en las actividades económicas y en la vida de las sociedades humanas. El Estado cuyo territorio puede proveer a su población los recursos alimentarios suficientes para satisfacer sus necesidades es menos dependiente de Estados extranjeros; le resulta más fácil tratar de aislarse desde el punto de vista económico y, en consecuencia, desde el punto de vista político. 7 La abundancia de recursos forestales Al estudiar la adaptación del hombre a las temperaturas extremas, Maximilien Sorre observó que las investigaciones biológicas eran todavía insuficientes a este respecto. 4 Sharp, p. 43, obra citada en la bibliografía. 5 Ratzel ya había notado que en el Imperio chino el origen del poderío del Estado fue la China del norte. 6 P. George, pp. 40-51, obra citada en la bibliografía. 7 Véase más adelante la cuestión de la autarquía, p. 78.
~
0
':
-;-.......
·~:
&' 1• ·:·' •.¡,
·~ •'-
'W
1•
~-(:.'
f; '\ \
\
3
:!-.
LOS FACTORES GEOGRÁFICOS
17
ha dado a ciertos Estados una gran ventaja en el dominio marítimo, en la época en que la madera era el material de las constmccione s navales, y en las zonas limítrofes la densidad de los bosques ha formado Lm escudo protector que ha constituido por largo tiempo un elemento de seguridad. Los Estados productores de algodón cmdo asumieron una función importante en la vida económica del mundo cuando la industria textil cobró auge. Son muchísimos los ejemplos que nos vienen a la mente. ¿Es estable esta influencia de las condiciones climáticas? Sin duda cabe señalar que los cambios en el régimen de las lluvias o en la distribución de las zonas térmicas han influido en el pasado; por ejemplo, es posible que las migraciones demográficas del Asia central fueran causadas por la desecación. Ahora bien, estas modificacione s han sido muy lentas; 8 sin embargo, esta relativa estabilidad no debe hacernos atribuir al clima un papel determinante , pues en una misma zona climática puede haber diversos modos de organización de la vida y de dispersión o acumulación de los asentamientos humanos. En efecto, las experiencias del pasado no ofrecen un elemento de explicación válido para el presente; 9 las relaciones entre el clima y la vida de las sociedades humanas tuvieron hasta el siglo xvm 10 un carácter de urgencia, porque estas sociedades, exclusivamen te agrícolas, estaban "dominadas por el problema siempre difícil de la subsistencia". Este lazo de dependencia es mucho menor hoy. Hace ya 40 años Luden Febvre señaló que la influencia de la temperatura y de las lluvias sobre la vida de las sociedades humanas no tenía "nada de estricto, nada de rígido, nada de mecánico" y que no podía estudiarse seriamente mientras no se adelantaran las observaciones relativas a las formas de clima. Esta observación casi no ha perdido nada de su valor. b) La influencia del relieve es importante, claro está, en el dominio de los recursos alimentarios, ya que la altitud y la orientación de las vertientes modifican las condiciones climáticas. Dicha influencia también incide en aspectos esenciales de la vida social y política del Estado: densidad demográfica, mezcla de las poblaciones, trazo de las fronteras. ¿La densidad demográfica? En Europa, las regiones montañosas han sido por mucho tiempo, y lo son aún en ciertas partes de Asia o de África, "zonas de refugio"; las planicies susceptibles de"inundarse fue8 Es difícil estudiar la incidencia en el pasado de las fluctuaciones meteorológicas en la vida económica, a falta de documentación sólida: la propia explicación climática de las grandes crisis agrícolas no es más que una hipótesis que aún no ha sido demostrada. 9 P. George, p. 51, obra citada en la bibliografía. 10 E. Le Roy-Ladurie, "Histoire et Climat", en Annales, enero de 1959, pp. 3-34, que critica la tesis de G. Utterstrtim, "Clima tic Fluctuation and Population Problems in Modern History", en Scand. Be. I-Iist. Review, 1955, núm. l.
¿.·-~;·~~~~'h~~ú .. ,·
LOS FACTORES GEOGRÁFICOS
LAS FUERZAS PROFUNDAS
18
ron poco pobladas hasta que se constn,¡yeron diques. A este respecto, el papel del relieve ha variado con el tiempo: las comunidades montañesas partieron a las planicies en busca de condiciones de vida más fáciles, cuando los progresos de la organización social instauraron una seguridad que hacía superflua la "zona de refugio" o cuando los avances de la técnica atenuaron el peligro de las inundaciones. Los geógrafos han señalado que en la Europa contemporánea los "países de avanzada" de las regiones montañosas, donde la producción es abundante y la circulación más factible, se han convertido en zonas de "acumulación". Por tanto, la significación relativa de la montaña y de la planicie es, según la observación de Pierre George, "un hecho de civilización mucho más que un hecho físico". ¿La mezcla de las poblaciones? A menudo ha sido limitada por los obstáculos que oponía el relieve a la circulación de los hombres y de las mercancías. Las diferencias culturales y económicas entre los grupos humanos han perdurado mucho más tiempo en las regiones donde la topografía establecía una división territorial, mientras que tendieron a desaparecer en las zonas donde la circulación era fácil. Pero hay que evitar las generalizaciones: si bien el paso de Belfort -la "puerta de Borgoña"- marcó un límite lingüístico, el paso de Gorizia-Liubliana fue una zona de contacto entre italianos, alemanes y eslavos, y el del Brennero ha sido traspuesto en muchas ocasiones desde la Edad Media por pobladores de lengua alemana que penetraron en el valle alto del Adigio. Por tanto, un "paso" puede ser una vía de invasión. Más imprudente sería querer establecer una relación entre las formas del relieve y los tipos de sociedades humanas: la meseta, que, según Élisée Reclus, habría tenido un papel esencial en la historia de la humanidad, en reali11 dad no desempeñó ese papel más que en tal latitud y en tal medio; la montaña favoreció, aquí y allá -Andorra y Aosta, por ejemplo-, la formación de una sociedad característica, pero sólo cuando el macizo no era cruzado por alguna vía de paso. ¿Cómo podríamos llegar a concluir un "determinismo" geográfico? Sin embargo, es exacto decir que a menudo el relieve montañoso preservó la independencia de un pueblo: la neutralidad de Suiza fue respetada durante las grandes guerras europeas en el curso del último siglo; Abisinia escapó a la penetración del Islam y hasta 1935 pudo resistir la expansión colonial europea. No es menos cierto que la división territorial impuesta por el relieve favoreció la formación y la prolongada supervivencia de Estados separados en los valles, de una misma zona montañosa, por ejemplo en Indochina; pero la eficacia de esta división territorial fue 11
Véanse sobre este punto las observaciones de Luden Febvre, p. 233.
19
bastante desigual, según las formas del relieve: las cimas redondeadas de Noruega no tuvieron las mismas incidencias que las escarpaduras del Carso. Por último, las penínsulas, cuando el relieve establece una barrera entre ellas y el continente -como es el caso de Italia y de Grecia-, han tenido la tendencia a concretar su unidad política; 12 por lo demás, hay que convenir en que esta vocación se manifestó con mucha lentitud. En resumen, todas estas observaciones confluyen en una misma confirmación: las formas del relieve, en la medida en que han sido un serio obstáculo a la circulación, han ejercido una influencia en los caracteres de los grupos humanos. ¿La determinación de las fronteras políticas? Aquí, el papel del relieve ha sido importante. Tal vez el trazo de estas líneas de demarcación territorial depende de la voluntad de los Estados vecinos, y en consecuencia de sus presiones mutuas. Es la expresión del equilibrio de fuerzas más que de elementos geográficos. Pero, en la historia de los conflictos entre los grupos humanos, la montaña o incluso la presencia de una simple escarpadura (por ejemplo, las "riberas del Masa") obstaculizó o retardó la acción ofensiva de los ejércitos hasta la época, muy reciente, en que la aparición de las fuerzas aéreas transformó los aspectos estratégicos y tácticos. Cuando la frontera está trazada en una región cuyo acceso es difícil, resulta más fácil de vigilar o de defender. A este respecto, la altihld media del macizo no es el factor esencial; lo que importa sobre todo es la altitud de los pasos: la frontera pirenaica siempre ha sido un obstáculo más serio que los Alpes. En consecuencia, el Estado que quiere conservar contra su vecino una posibilidad de acción ofensiva tiene gran interés ensostener, más allá del paso donde se halla la frontera "natural", un bastión sobre la vertiente opuesta para hacer de él, llegado el caso, una base de operaciones. Ciertamente, esta consideración inspiró la actitud del Estado mayor austriaco cuando se empeñó, después de su derrota de 1866, en conservar el Tirol meridional (alto Adigio) cuando perdió Venecia; en efecto, este bastión le fue de gran ayuda en el otoño de 1917 cuando tuvo lugar la batalla de Caporetto. Por otra parte, ¿no debemos observar también permanencias significativas en las relaciones entre el relieve y las líneas limítrofes políticas. El desfiladero del Elba en Spandau marcó la frontera entre Sajonia y Bohemia, luego entre Alemania y Austria y por último entre Alemania y Checoslovaquia. Sin embargo, debe quedarnos claro que la noción de "frontera natural", incluso cuando ejerce una atracción notable en la mentalidad colectiva, rara vez encuentra una aplicación estricta. Luego de estas observaciones, que se aplican sobre todo al papel de la 12
F. Braudel, op. cit., p. 131.
LOS FACTORES GEOGRÁFICOS
LAS FUERZ AS PROFUNDAS
20
gener al entre monta ña, ¿no es conve niente sopes ar tambi én el equili brio La Blach e de Vidal que las en los maciz os y las planic ies? Las págin as en gran eron influy ia Franc en evocó la armon ía de los perfiles del relieve france afos geógr y s iadore medid a en las interp retaci ones de los histor insisti han nes alema istas ses. Por su parte, los histor iadore s y los ensay nos huma os mient asenta de do a menu do en la parce lación de las zonas de capaz l" centra r "hoga un en su territo rio nacion al y en la ausen cia de laparce la o ¿acas Pero a. conve rtirse en un centro de atracc ión polític ncia de un ción de las planic ies litoral es obstac ulizó la prolon gada existe sistem a moná rquico en el archip iélago japon és? el domie) Por su parte, la influencia de la hidrografía se manif iesta en r un cmza para to ejérci nio estraté gico: las dificu ltades que enfren ta un tenihan nosa panta río cuyos puent es han sido destm idos o una región guerra s mundo un papel notab le en las opera ciones milita res de las dos vida econó la en én diales.13 Esta influe ncia puede manif estars e tambi los grand es pues ca, mica o social y, en conse cuenc ia, en la vida políti 14 Pero sobre as. ríos son una vía de penet ración de las influe ncias extern son los agua de s todo el trazad o de la red fluvial y el régim en de las.vía os. que han impue sto su influe ncia en la vida de los Estad ha establ eEl curso parale lo de los grand es ríos de Alema nia del norte la uniado retras cido una "comp artime ntació n" que proba bleme nte ha cuenla en dad polític a, mient ras que en Franc ia la zona de conflu encias una de iento ca parisi na ha sido una condi ción favora ble para el crecim duda sin gas: capita l políti ca. Siber ia se presta a obser vacio nes análo tiva venid a consig uió su unida d desde el siglo XVI, pero por una inicia nto favora del exterior. La existe ncia de un gran eje fluvial es un eleme huma no ble para la forma ción y la exten sión de un Estad o: el grupo alto, cuyos establ ecido en el valle bajo quiere domin ar tambi én el valle del valle ocupa ntes puede n modif icar el régim en de las aguas . El señor con la condi alto trata de asegu rarse el "contr ol" del valle bajo, el cual, da hacia el ción de que el río sea naveg able, es la vía de acceso más cómo o más fuerte mund o exteri or. La ocupa ción total de un río por el Estad los princi de "uno es, Brunh Jean decía como que posee ya una parte es, os atribu ir pios de la geogr afía política". Sin embar go, ¿qué valor debem primo ra este princi pio? Desde luego, el río adqui ere una impor tancia de un ol contr el bajo queda o cuand micas dial en las relaci ones econó vida la donde o, Egipt de caso el aparte solo Estad o. Pero si ponem os curso el en aguas las de en régim del a del delta depen de en gran medid Géographie et la guerre, Sobre este punto, es import ante el estudio de R. Villate, La l. Mundia Guerra a primer la de ocupa se que 1927, París, el papel del Elba en 14 Véanse, por ejemplo, las observaciones de Jacques Pirenne sobre la historia aleman a.
,;t
j
·~.
\i
) ¡,.i'~,
i~J
J .d ;.Á'((
. :'\\-~
~· .~<:.~·· -~t:· ,¡¡.¡'
1Jt&•
'fl.\
·.~,y_:
·~¡:
i
-~~.tr . . ~:-
',
~{
13
es no son super ior del Nilo, los ejemp los menc ionad os por Jean Brunh Parag uay y ia Boliv entre 1936 1928todos proba torios . El confli cto de ayo, Picam el l, fluvia vía una de ol" tuvo tal vez como apues ta el "contr uales event unos rtaron despe que dad pero tambi én provin o de la rivali insist ió en yacim ientos de petról eo. Es evide nte que cuand o Ruma nia de ocucapaz era no io, Danub del 1919 en tener la poses ión de las bocas io domin su ecer establ de trató no gría par la totalid ad del río. Austri a-Hun n alemá io Imper El . Hierro de as sobre el Danu bio más allá de las Puert su er extend ó intent no ío poder r de Bisma rck en el mome nto de su mayo hay que territo rio hacia la parte super ior del curso del Rin. Por tanto, fluvia l vía la de n funció la ás, revisa r las afirm acion es gener ales. Adem en respet que áticos diplom dos puede ser salvag uarda da media nte acuer interen régim el a respet se as: la repart ición entre las sober anías polític serias difinacio nal del Rin, el del Danub io, el del Congo, sin encon trar cultad es. echar sus El régim en de las aguas , cuand o la técnic a ha sabido aprov ollo de desarr el es region s recurs os, ha favore cido much ísimo en cierta hulla la , ñosas monta la produ cción agríco la e indus trial. En las zonas sidel fines a mica; blanc a ha sido un factor esenc ial de la vida econó o tiemp tanto que glo XIX, permi tió el auge indus trial del norte de Italia, todas En elo. subsu del había estado atrasa do por la pobre za de carbó n os de irrilas region es semiá ridas, el río se convir tió, gracia s a los trabaj gación , en el eje esenci al de la vida agríco la. siemp re d) La calidad del suelo y los recurs os del subsu elo han tenido gran En nos. una influe ncia impor tante en la vida de los gn1po s huma en país un de parte, la natur aleza del suelo determ ina la sufici encia casos los sobre cuant o a produ ctos alimen ticios. Baste decir una palab ra n geogr áfica: más caract erístic os que pone de manif iesto la obser vació en Rusia , el por un lado, las tierra s ricas -el loes de China del norte o, Decán o de chern ozion de Ucra nia-; por el otro, los suelos pobre s del en produ ctos África tropic al, deteri orado s por la laterit a. Es la riquez a el auge de las energ éticos y miner ales del subsu elo la que ha permi tido les y la forgrand es region es indust riales. Entre estas condi ciones natura cierta s relamació n de los Estad os es posib le observ ar, en el pasad o, han sido, izada organ ca políti vida de os cione s. A menu do, los núcle es na15 region entre cto conta de zonas las como señala Lucie n Febvr e, se donde y ntes difere eran s suelo los de turale s donde los recurs os lemen comp mías econo entre s ambio establ ecía un sistem a de interc ales. tropic selvas y as saban es; bosqu y tarias : tierra s de trigo, pastiz ales to y en el La índole del suelo ha influi do tambi én en el tempe ramen 15
J
21
Lucien Febvre, p. 378, obra citada en la bibliografía.
23
LAS FUERZAS PROFUNDAS
LOS FACTORES GEOGRÁFICOS
carácter de las poblaciones: en las regiones de suelo pobre, donde el hombre tenía que sostener una lucha más dura contra la naturaleza, los habitantes adquirieron un vigor ñsico -y algunos dicen que incluso moral- más grande, que les permitió cobrar un ascendiente político sobre las poblaciones vecinas. En apoyo de estas observaciones se cita a Brandenburgo y las Asturias. Sin embargo, el papel de los "lazos geográficos" no ha sido muy apreciable en la formación de los grandes Estados modernos, 16 y la mezcla de las poblaciones, a medida que se facilitaba la circulación, ha atenuado las diferencias entre el temperamento de unas y otras. No por ell'o el papel del "ambiente" en la formación de la psicología del gmpo (del que Max Sorre había resaltado el interés siguiendo a Toynbee) perderá sus méritos como objeto de estudio cuidadoso.· En el mundo de los siglos XIX y xx, ¿en qué medida las condiciones naturales siguieron siendo un factor del poderío respectivo de los Estados? La suficiencia de productos alimenticios ha perdido mucha de su importancia, pues los medios de transporte satisfacen fácilmente el déficit mediante importaciones: el poderío de Gran Bretaña continuó afirmándose en la época misma en que, después de 1846, saerificó deliberadamente su agricultura en aras de la industria; al poderío del Imperio alemán le convino bastante una situación económica que lo obligaba a cubrir con importaciones gran parte de sus necesidades de cereales. En tiempos de paz, el único inconveniente de esta demanda de importaciones era que agravaba el déficit de la balanza comercial, pero el equilibrio contable se alcanzaba sin dificultades. Desde luego que en caso de guerra tal estado de dependencia con respecto a las importaciones podía volverse inquietante; testimonio de ello es el efecto del bloqueo durante la guerra de 1914-1918. En cambio, la riqueza del subsuelo ha tenido un papel esencial en el fortalecimiento del poderío político, sobre todo cuando la asociación entre el carbón y el mineral de hierro trajo el auge de las industrias metalúrgiCas, y en consecuencia el de la fabricación de armamento. Tal vez esta superioridad tendió a declinar a medida que aumentaba el comercio internacional. Los países menos provistos pudieron procurarse de fuera con más facilidad las materias primas y los productos energéticos: Japón e Italia crearon una industria metalúrgica sin poseer hierro. Sin embargo, la necesidad de recurrrir a las importaciones constituyó una pesada desventaja para la balanza comercial e imprimió una amenaza sobre la vida económica de estos países, en el caso de que sus fuentes de aprovisionamiento se volvieran inaccesibles.
Por tanto, la desigualdad en materias primas (que incluyen el sector energético) se ha convertido, en las relaciones internacionales, en un factor de primera importancia. La competencia abierta en torno al acceso a estos recursos ha provocado conflictos o amenazas de conflictos entre los poseedores de las riquezas y los que quisieran una parte de ellas,I7 Estas contiendas han sido más ásperas cuando los pueblos que tenían unas facultades de organización y unas capacidades técnicas más avanzadas creían que podían invocar un derecho: ¿no era justo que los recursos del subsuelo beneficiaran a quienes eran capaces de sacarles el mejor partido? 18 En esta carrera hacia el poderío, el Estado que "controla" las materias primas esenciales posee una amplia ventaja. 19 De nuevo esta riqueza no carece de inconvenientes, pues en un mismo Estado se pueden manifestar los contrastes que se observan en las relaciones internacionales: los habitantes de las regiones donde se localizan materias primas tienen un nivel de vida superior al de sus conciudadanos. Los disentimientos que provoca esta desigualdad tienden a debilitar la cohesión nacional.
22
Gottmann (p. 200) muestra también que no es posible establecer una relación entre las asociaciones políticas formadas por Estados y el carácter complementario de su economía, salvo en el caso de la asociación por dominación de tipo colonial. 16
i"
.~, ,l
2. LA POSICIÓN
La función que desempeñe el Estado en las relaciones internacionales depende en gran medida del lugar que ocupa en el mapa mundial. Gracias a su situación geográfica, Estados de pequeña extensión han puesto en la historia una huella que no han dejado otros de mayor tamaño, dotados de recursos bastante superiores. "Hay posiciones que tienen un valor político", señalaba Ratzel en 1897. En el curso de los últimos SO años esta observación ha conservado gran parte de su validez. El acceso al mar
ll.iJ
Evidentemente, el acceso al mar es una ele estas posiciones favorables. El territorio que cuenta con un litoral posee ventajas desde el punto de vista comercial: el mar ofrece facilidades de circulación ele bajo costo, mientras que la construcción de las vías ele comunicación terrestre es onerosa. A pesar ele los riesgos, la navegación ofrece una seguridad mayor en las relaciones con el exterior, porque es más fácil escapar por mar que por tierra a un enemigo que quisiera impedir el paso. Ya muy Véase el capítulo m: "Las fuerzas económicas". Gottmann, op. cit., p. 188. 19 La obra de J. Birot y J. Dresch, i\tléditerranée et Proche-Orient, París, 1953, proporciona una gran cantidad de materiales sobre la influencia del medio en el momento actual. 17
18
•.
'.~:
,,:-j
LOS FACTORES GEOGRÁFICOS
LAS FUERZAS PROFUNDAS
24
notables en el siglo XVIII, estas ventajas se volvieron cada vez más importantes en el siglo XIX cuando los intercambios adquirieron una gran magnitud. El Estado que carece de acceso al mar (Serbia antes de 1914; Bolivia después de la anexión, en 1884, de la zona costera de Antofagasta por parte de Chile) puede temer una parálisis de sus intercambios con el exterior: está muy expuesto a sufrir "presiones económicas" en caso de tensiones políticas. 20 Por tanto, la búsqueda de un acceso al mar ha sido un móvil de la más alta importancia en la-orientación de la política exterior de los Estados. 21 Sin evocar los recuerdos del siglo XVIII (la política rusa de acceso al Báltico y luego al Mar Negro; la conquista de la Pomerania sueca por parte de Brandenburgo), basta con recordar los ejemplos más recientes: la lucha de Bulgaria en 1912-1913 por abrirse el acceso al mar Egeo, que perdió en 1920; la reivindicación de Serbia de una "ventana" sobre el Adriático durante la primera Guerra Mundial; la cuestión del"corre22 dor polaco" en 1919; la guerra del Chaco, de la cual una de las causas es el deseo de Bolivia de conseguir un acceso al Océano Atlántico, ya que había perdido el acceso al Pacífico. ¿Debemos concluir con Ratzel que los pueblos más fuertes siempre y en tod~s partes han tratado de ocupar las zonas litorales, relegando hacia el interior a las poblaciones más débiles? Ello sería una exageración. Tal vez los indios de América del Norte, las poblaciones autóctonas de Australia y los hotentotes de África del Sur abandonaron las regiones costeras a la llegada de los europeos; pero ¿cómo podría haber sido de otro modo cuando los recién llegados venían por mar y debían comenzar necesariamente su empresa por la ocupación del litoral? Cuando las poblaciones conquistadoras han llegado por vía terrestre -tal es el caso de la penetración musulmana en África occidental-, se limitaron a ocupar el interior y empujaron hacia la costa a las poblaciones ya establecidas.23 Por otro lado, a menudo la magnitud del desarrollo costero ha sido un factor de poderío para los Estados, con la condición de que la población tenga una "vocación marítima". ¿Pero el acceso al mar confiere siempre esta vocación? En el caso de las poblaciones inglesas, holandesas y escandinavas, la respuesta es afirmativa; en otros casos no es así: más o menos hasta 1880, los pueblos alemanes casi no se mostraron atraídos por la navegación; los de la India meridional y de Albania han sido muy
.
25
indiferentes al mar; en el Mediterráneo, donde las costas recortadas y las numerosas islas ofrecen condiciones favorables, Grecia y Siria-Fenicia han sido para los marinos la patria elegida, a diferencia de Córcega y Cerdeña, y la Roma antigua poseyó un poderío marítimo del que estuvo desprovisto Cartago. Estas diferencias en el comportamiento de los hombres a veces dependen de situaciones geográficas: a causa de la escasez y de la angostura de las plataformas litorales, 24 la pesca es pobre en el Mediterráneo; por tanto, en su vida cotidiana el hombre se ve menos llamado por el mar. Pero también dependen del carácter de las poblaciones: Noruega, gran semillero de marinos, no tiene más plataformas litorales que Córcega; en el Báltico, las poblaciones bálticas o los alemanes de Pomerania tienen menos vocación marítima que los suecos o los finlandeses, aunque las características del relieve submarino sean análogas. Por tanto, la posición costera no siempre tiene una influencia directa en el temperamento de los hombres y en su modo de vida. 25 Por último, cuando un Estado poderoso era dueño de una porción de litoral en un mar de dimensiones relativamente limitadas, a menudo tuvo el propósito de extender su control a la mayor parte o incluso a la totalidad de las costas. ¿No es esta política de mare nostrum la de Suecia en el Báltico en 1658, y no explica la acción de Japón en Corea en 1894 y luego en la región de Vladivostok en 1918-1919? ¿No invocó la Italia de Mussolini este principio en cuanto al Mediterráneo? Cuando la Rusia zarista trató de establecer, según ciertos observadores,26 su influencia en Bulgaria entre 1879 y 1887, ¿no pretendió realizar el mismo objetivo en el Mar Negro? Pero estas observaciones están lejos de ser convincentes, pues en ninguno de estos casos era manifiesta la incitación geográfica. La política sueca no trataba tanto dominar el Báltico como de establecer una "cabeza de puente" que le permitiera intervenir en los asuntos alemanes. El gobierno japonés quería evitar que Corea cayera bajo la dominación rusa porque temía convertirse en el vecino de una gran potencia europea. La Rusia zarista, al intervenir en Bulgaria, quería una expansión en los Balcanes más que el dominio en el Mar Negro. La fórmula lanzada por Mussolini, y por lo demás aplicada con tantos titubeos (salvo en el Adriático), no era sino la manifestación de un afán de poderío o de prestigio. Comprobar el atractivo que puede ejercer un mapa en la imaginación de los hombres no es lo mismo que estudiar una influencia geográfica.
'~
., y·
Véase el capítulo m. la importancia que tienen en los Estados las zonas de confluencia entre el tráfico marítimo y el tráfico terrestre, véase Gottmann, op. cit., p. 78. 22 Pero no la única. Véase, supra, p. 21. 23 En cambio, en África oriental, el sultanato de Zanzíbar es un Estado musulmán; pero en esta región los conquistadores llegaron por vía marítima. 20
24
21 Sobre
Es decir; de los fondos de menos de 200 metros a lo largo de la costa. Sobre los diversos aspectos de esta cuestión, las observaciones de Max Sorre, p. 104 (en la bibliografía), de L. Febvre, p. 244 ss. (en la bibliografía), y de F. Braudel, op. cit., p. 165, son especialmente sugerentes. 26 Hennig, p. 54, obra citada en la bibliografía. 25
1 -'~1
l
:r
(.~;
LAS FUERZAS PROFUNDAS
26
El "control" de las rutas de tránsito
El"control" que permite ejercer una posición geográfica sobre las grandes mtas de tránsito -:terrestres o marítimas- es otro aspecto destacado de estos problemas. La importancia que presentan ciertas zonas de circulación terrestre es uno de los temas preferidos de los estudios de geografía política. El Estado cuyo territorio cmza una ruta natural de tránsito adquiere, cuando es lo bastante fuerte para impedir su uso, un papel singular en las relaciones internacionales: todos los extranjeros que la atraviesan requieren su complacencia, muy interesada porque el tránsito da lugar a la percepción de impuestos; por tanto, la circulación de hombres o de mercancías es una oportunidad de beneficios para los habitantes de la región. Así, la ruta natural de tránsito puede convertirse en un punto de atracción, un centro de captación que consolida al Estado. Pero esta vía de circulación comercial puede ser también una ruta de invasión: si el Estado es débil y tiene vecinos poderosos, correrá el riesgo de convertirse en víctima de su situación geográfica favorable; tal fue el caso de Bélgica y de Irán durante las dos guerras mundiales. Sin embargo, este riesgo desaparece cuando se equilibran las fuerzas de los Estados vecinos: en 1828, Brasil y Argentina, después de haber rivalizado por el delta de La Plata; al no poder imponer sus voluntades, tomaron el partido de permitir la existencia de Umguay. El papel de las "regiones ístmicas", que son las encrucijadas de las nltas de circulación terrestre entre dos mares, tiene cierto parecido con el caso precedente: se ha vuelto clásico el análisis con el que Vidal de La Blache trazó las características del "istmo" que, a través del suroeste de Francia, une al Mediterráneo con el Atlántico, aunque sus líneas esenciales hayan perdido hoy una parte de su interés. La importancia de las mtas de tránsito entre el Golfo Pérsico y el Mediterráneo, a través de Mesopotamia y Siria, disminuyó cuando la constmcción del canal de Suez abrió a los europeos una ruta de acceso marítimo hacia el Asia meridional, pero se vio reafirmada después de 1919, cuando la explotación de los yacimientos de petróleo hizo necesario el establecimiento de los oleoductos. 27 Por último, en los grandes macizos montañosos con frecuencia los pasos han sido lugares privilegiados para la formación de pequeños Estados que llegaron a desempeñar en las relaciones internacionales una función desproporcionada con la extensión de su territorio; pero 27 El caso del "istmo Báltico-Mar Negro", tan predilecto de algunos autores, me parece mucho más discutible.
-~
.•.·
~
'---~·''>
\.
:A:..;..,'t,
LOS FACTORES GEOGRÁFICOS
27
estas situaciones rara vez perduran: en Europa, estos pequeños Estados, en virtud de que sus vecinos eran grandes Estados modernos que deseaban tomar bajo su control el paso, perdieron su independencia; en Asia, los principados del Alto Mekong desaparecieron a fines del siglo XIX cuando las colonizaciones francesa e inglesa penetraron en Indochina. En nuestros días, los pequeños Estados independientes del Himalaya (Nepal, Bután, Sikkim) son los últimos supervivientes. Sin embargo, en este dominio, como en muchos otros, no hay que exagerar el papel de las influencias geográficas. Son frecuentes las relaciones entre las corrientes de circulación y las rutas naturales, pero no son necesarias: en África, Asia y América se han abandonado varios grandes caminos terrestres, tras siglos de utilización y sin que las condiciones del medio físico hayan cambiado. Desde hace mucho, la posesión de un territorio que permita vigilar y, dado el caso, impedir el tránsito por una gran mta de circulación marítima ha constituido una ventaja de primer orden, desde el punto de vista tanto político como económico. El papel de los Dardanelos y del Bósforo, así como el de los estrechos de Sicilia, de Mesina y de los estrechos daneses, ha dejado huellq,en todas las etapas de la historia de las relaciones internacionales en Europa, sobre todo a partir del gran desarrollo de la navegación en el siglo XVI. En Asia, el estrecho de Bab-el-Mandeb y el de Malaca hicieron que la posesión de Aden y de Singapur adquirieran una importancia mundial. No está de más recordar que la política de Gran Bretaña trató por largo tiempo de establecer su dominio directo o su influencia en los territorios que controlaban las grandes nttas marítimas. La posesión de las "puertas" del Mediterráneo, de la puerta del ... Mar Rojo y, desde 1825, de la mejor base naval sobre la mta marítima que une el Océano Índico con el Pacífico se ha asociado al auge del poderío británico en el mundo. No obstante, en esto también el alcance de las condiciones geográfi" cas ha variado dependiendo de la evolución de las técnicas. En virtud de , los grandes progresos de la navegación a vapor en la segunda mitad del siglo XIX, ciertos puertos se convirtieron en importantes puntos de avituallamiento de combustibles, aunque su ubicación hubiera sido inadecuada como escalas de la navegación a vela. La construcción de los grandes canales interoceánicos permitió tender entre los continentes nuevas rutas de comunicación, cuya existencia ha incrementado y restringido a la vez el valor de ciertas posiciones situadas en las rutas marítimas naturales: la apertura del canal de Kiel disminuyó, si bien en proporciones modestas, el tráfico marítimo en el Sund; la excavación del istmo de Suez aumentó el tráfico en el Mediterráneo y en el Mar Rojo, y en consecuencia acrecentó la importancia de Malta y de Aden a
LAS FUERZAS PROFUNDAS
LOS FACTORES GEOGRÁFICOS
expensas de las escalas situadas en la mta marítima que rodea a África; el proyecto del canal de Panamá llevó, medio siglo antes de su realización, a la firma del tratado diplomático Clayton-Bulwer, que dio un valor estratégico a las islas del mar de las Antillas, que podían "cubrir" los accesos del futuro canal, además de que atrajo la atención del mundo sobre las islas Galápagos, al mismo tiempo que modificó las corrientes de circulación entre los archipiélagos de Oceanía.
Córcega o Creta. En cambio, es cierto que Gran Bretaña y Japón erigieron imperios; sin embargo, sería muy impmdente establecer un lazo directo entre la vida insular y los afanes imperiales: entre 163 7 y 1854 los japoneses renunciaron a entablar relaciones con el extranjero, porque su gobierno consideraba que esta política de "clausura" era sabia; no manifestaron ningún deseo de abandonar esta postura hasta el momento en que una coacción exterior los obligó a abandonarla. Los ingleses no experimentaron una "vocación marítima" antes del siglo xvi; 29 fueron las condiciones económicas, independientes del medio geográfico,30 las que modificaron su mentalidad y ampliaron su horizonte. Por otra parte, la posición insular tiene inconvenientes. Las islas, a menos que sean de grandes dimensiones, carecen de recursos alimenticios y se ven obligadas a dirigirse al extranjero para conseguir sus abastos: este estado de dependencia económica, muy notable -señala Fernand Braudel- en las islas mediterráneas no es nada favorable para la salvaguarda de la independencia política. Asimismo, suelen vivir demasiado replegadas sobre sí mismas y aún albergan civilizaciones arcaicas: tal es el caso de las islas del Pacífico, sobre todo de las que están situadas lejos de las rutas marítimas habituales; tal fue también, hasta una época reciente, el caso de Cerdeña, que, sin embargo, no estaba lejos del continente y se extendía a lo largo de la ruta marítima Marsella-Túnez. Por último, los Estados insulares, cuando se hallan cerca del continente, están conscientes de los peligros que implica su posición: como pueden servir de puestos avanzados contra tm territorio continental, ¿hay que pensar que el amo de este territorio tiene interés en eliminar el riesgo? Muchas veces, para garantizar su seguridad, el gobierno del Estado insular ha tomado la delantera: revelan esta preocupación la política de los dux de Venecia con respecto de la terra ferma; la acción de los daneses en Slesvig a principios del siglo xvm; la penetración en Malasia de los 'ingleses establecidos en Singapur; el plan de anexión de Corea, que desde 1873 consideraba "moderno" al gobierno del Japón; la conquista de una porción del litoral de África oriental por parte del sultán de Zanzíbar, etcétera. Así, dependiendo de que la isla sea grande o pequeña, de que esté situada en un mar cerrado o en un océano, de que esté alejada o no del litoral continental, de que colinde o no con una nlta marítima, las consecuencias de la situación insular son muy diferentes. . Considerado en sus diversos aspectos,3 1 el estudio de la "posición"
28
La posición insular En lo que toca al poderío político, la posición insular tiene inconvenientes y ventajas. Mucho se ha hablado ya sobre las ventajas. Cuando están aisladas en un océano, las islas tienen un valor particular como puntos de apoyo: valor económico, porque son escalas en las rutas marítimas y aéreas; valor estratégico, porque pueden convertirse en bases para la marina de guerra y para la aviación. Islandia fue una base naval importante en las batallas del Atlántico de 1941; los archipiélagos del Pacífico fueron el objeto de numerosos debates diplomáticos de 1840 (Tahití) a 1919 (Yap); en 1922, constituyeron el centro de interés del "Pacto de los Cinco" -uno de los tratados de Washingtony fueron los hitos de la ofensiva estadunidense contra Japón a partir de febrero de 1942. Cuando están cerca del litoral continental, las islas pueden convertirse en las avanzadas de una penetración económica o política dirigida contra el Estado que domina ese litoral: en 1842, los ingleses pusieron sus miras en Hong-Kong como base de sus acciones en China; la presencia de los españoles en Cuba inquietó a los Estados Unidos desde que Florida se adhirió a la Unión; en 1942, los japoneses ocuparon las grandes islas de Insulindia no sólo para garantizar su abastecimiento de materias primas, sino también para establecer las bases navales y aéreas que les permitirían, dado el caso, llevar a cabo una ofensiva contra la India. ¿Hay que añadir otras ventajas? Parece que el Estado insular posee "una mayor libertad" en la elección de las relaciones en las que funda su política. 28 Pero, ¿podemos creer que la situación insular confiere a un pueblo, a condición de que sea suficientemente numeroso, un "genio particular", un espíritu de iniciativa que lo llevará a emprender un esfuerzo de expansión? Parece que no, si consideramos los casos de Islandia o de Terranova, el archipiélago hawaiano, Formosa o Indonesia, 28
Sobre este punto, véanse las observaciones de Gottmann, pp. 75-80.
29
29
Alfred Mahan no dejó de hacer esta observación. Cf. Lucien Febvre, p. 212: "Inglaterra cambió su manera de ser bajo el imperio de causas que no dependían en nada del medio geográfico". JJ No creo que haya que detenerse a examinar otro: el papel de la "posición central". En Jo
\\<
'}1;:
1 .
30
LAS FUERZAS PROFUNDAS
lleva también a conclusiones prudentes. En efecto, es posible hacer comparaciones, destacar analogías, observar relaciones de causa y efecto en torno a ciertos casos; pero en otros, aun siendo bastante análogos a primera vista, no existen las mismas relaciones. Las "afinidades" entre la geografía y la política exterior de un Estado son indiscutibles, pero "a menudo inestables, casi siempre matizadas" .32 De hecho, el "valor" político de la posición depende de los Estados vecinos: la historia de un Estado, decía Ratzel, siempre es al mismo tiempo "una parte de la historia de los Estados vecinos". Pero esta contigüidad no es un factor cuyas consecuencias sean constantes: puede establecer algunas veces una solidaridad en la medida en que estos Estados experimentan las mismas inquietudes ante el mundo exterior (tal es el caso de Escandinavia en la Europa contemporánea). Con mayor frecuencia, esta contigüidad despierta celos entre dichos vecinos. "La cohabitación -dice J. Gottmannno es un cemento político muy eficaz ni muy sólido." 3. EL "ESPACIO" Entre estos factores geográficos, ¿qué lugar hay que conceder a la extensión del territorio que ocupa el Estado? Tal vez no siempre haya una correlación entre la extensión y los recursos: la producción del suelo depende del clima, del régimen de las aguas y de la calidad de las tierras más que de las dimensiones del territorio, y la riqueza del subsuelo no tiene nada que ver con la situación espacial. Todo lo que se puede destacar es que entre los Estados situados en una misma zona climática el que ocupa un territorio más grande que sus vecinos dispone con mayor frecuencia de recursos agrícolas superiores. Sin embargo, aparte de esta observación de una trivialidad evidente, se ha planteado la cuestión de saber si esta dimensión del Estado tenía un "valor" en sí misma. Es Ratzel quien ha puesto el acento en esta idea. Todo Estado -dice Ratzel- es "necesariamente" una lucha con el mundo exterior para defender el espacio que posee, y todo Estado organizado sólidamente trata de acrecentar el suyo, sea porque le procura recursos más abundantes y más variados, sea porque le confiere una seguridad más grande. La extensión del territorio es un elemento esencial en la concepción que cada pueblo se forma de su destino: esta "conciencia del espacio" es el centro de la tesis ratzeliana. Los ciudadanos de un Estado de gran extensión tienen amplias perspectivas, porque disponen de medios de existencia variados y de una gran libertad de movíefecto, Alemania a causa de su situación geográfica pudo sacar provecho de la oposición entre sus vecinos; pero, ¿no se quejaba de la amenaza de ser cercada? 32 Sobre este punto, véanse las observaciones de J. Gottmann.
LOS FACTORES GEOGRÁFICOS
31
miento, mientras que los pueblos que ocupan un "espacio pequeño" suelen tener una disposición de espíritu más tímida o más modesta. Por tanto, el espacio es una "fuerza política". En el mundo actual, el Estado pequeño ya no puede esperar agrandarse y mantiene con esfuerzos su plena independencia, mientras que el pueblo del Estado grande está casi siempre "ávido de expansión". No por ello Ratzel desea la desaparición de estos Estados pequeños: los Países Bajos y Bélgica, aun cuando ocupan las desembocaduras del Rin y del Escalda, tienen derecho a la vida. 33 Pero toda su "geografía política", sin pretender establecer una doctrina, congrega argumentos propios para justificar una extensión territorial del Imperio alemán. Por eso, no es sorprendente que en 19131914 el canciller Bethmann-Hollweg y el secretario de Estado para Asuntos Extranjeros, Jagow, hayan retomado textualmente en sus declaraciones las fórmulas de Ratzel: el Estado es un "ser vivo que crece", "los Estados pequeños no tienen porvenir". Esta teoría del"espacio" ha sido objeto de una atenta crítica: la de Camille Vallaux. 34 El espacio -señala éste- carece de un valor permanente, no tiene sentido sino por la distancia, que en una misma época varía dependiendo de los medios de transporte. En cuanto a la "conciencia del espacio", a la cual se había vinculado el análisis del geógrafo alemán, se trata -decía Vallaux- el¡: üna "nebulosa": el comerciante de Amsterdam, que tiene relaciones en el mundo entero, posee un "sentido del espacio" bastante superior al del campesino francés. Por tanto, en la formación de la psicología colectiva la extensión del territorio no es un factor determinante. La evolución de ninguna sociedadpolítica está "rigurosamente determinada por d suelo en que vive ni por el marco en que se mueve". A este respecto, las teorías de Ratzel han perdido mucha de su resonancia: en el mundo actual, la forma de ambición que constituye para un Estado la expansión de su territorio parece declinar. ¿Podemos esbozar una interpretación general a partir de los señalamientos anteriores? Como es evidente, la vida de las sociedades políticas sufre la influencia del marco natural en que se desarrolla; pero, ¿está determinada por este marco? ¿El estudio de las situaciones geográficas permite derivar unos principios que orienten la política exterior de un Estado cualquiera? En torno a estos problemas, a menudo se ha acudido al pensamiento político, de Jean Bodin a Vauban y a Turgot, de Montesquieu a Michelet.3s 33 Sería "completamente antihistórico", dice Ratzel, p. 354 (en la bibliografía), querer borrarlos del mapa. 34 Le Sol etl'État, París, 1911. Por tanto, la afirmación de J. Ancel, según la cual Vallaux habría retomado las ideas de Ratzel, es sorprendente. 35 Todos han insistido en la influencia de los factores geográficos; sin embargo, Gobineau la tuvo por insignificante.
LOS FACTORES GEOGRÁFICOS
LAS FUERZAS PROFUNDAS·
32
Dicho pensamiento político ha admitido a veces un "determinismo geográfico", que encontró una expresión perentoria en Victor Cousin: Dadme el mapa de un país, su configuración, su clima, sus aguas, sus vientos y toda su geografía física; dadme sus producciones naturales, su flora, su zoología, etc., y por mi cuenta corre deciros a priori cómo será el hombre de ese país y qué papel tendrá ese país en la historia, no de modo accidental sino de 36 modo necesario, no en tal época sino en todas."
Sin embargo, no fue sino hasta los últimos años del siglo XIX cuando el valor de las influencias geográficas dio lugar a interpretaciones que trataron de presentar un aspecto científico. A este respecto, el pensamiento dominante fue una vez más el ~e Friedrich Ratzel, quien se proponía examinar la influencia de las condf:.· ciones geográficas en los caracteres y el comportamiento de los grupos humanos, con la convicción de que este estudio debería servir para renovar los fundamentos de la ciencia política. Las relaciones "entre el hombre y el territorio", es decir, entre las actividades humanas y el marco natural, ocuparon el primer lugar entre sus preocupaciones. Los puntos de vista de Ratzel fueron retomados, con algunas enmien37 das, en los Estados Unidos en 1911 por la señorita Semple, y en Suecia por Kjellen en 1917 .3s Pero esta corriente fue simplificada y deformada en Inglaterra por Halford MacKinder, entonces profesor de geografía en Oxford. 39 En una conferencia de 1904 en la Royal Geographic Society, MacKinder presentó lo esencial de su doctrina, de la cual ofreció en 1919 una versión más amplia. El "equilibrio de las fuerzas políticas" -dice- no depende únicamente de las condiciones geográficas, pues la "virilidad" y la capacidad de organización de los grupos humanos tienen también su papel; pero son los elementos geográficos los que ejercen una influencia coercitiva porque son "más mensurables y más constantes". Por tanto, las correlaciones entre la geografía y la historia deben ser el tema esencial de reflexión. A este respecto, nada es más notorio que el considerable sitio que tiene Rusia en la Europa moderna: el Estado ruso, primero constituido en una zona fronteriza, se extendió hacia las estepas quehabían sido la ruta de tránsito de las grandes invasiones; logró organizar "el espacio eurasiático". Ahora bien, este espacio es, en el mundo, la "región pivote" (Heartland). La potencia continental -continúa MacKinder- es siempre la más fuerte, sobre todo cüando Introduction al'histoire de la philosophie, París, 1828, octava lección, p. 17. In{luences of Geographic Environment. 3a Der Staat als Lebenform. 39 Murió en 1947, a los 86 años de edad, después de haber sido durante 12 años diputado de Glasgow y durante 25 presidente del Imperial Shipping Committee. 36 37
33
ocupa una "posición estratégica central" que le permite actuar en todas las direcciones. El día en que Rusia se extienda hacia las regiones "marginales" de Asia -China e India- y disponga de una flota tendrá el dominio del mundo. A decir verdad, MacKinder se limita a hacer afirmaciones generales sin tratar de establecer una demostración. Después de 1919, la escuela alemana de la Geopolitik busca su inspiración en MacKinder y, al mismo tiempo, en Ratzel y Kjellen. Cuando el defensor de esta escuela, el general Karl Haushofer, funda en 1924 la Zeitschrift für Geopolitik, reproduce el mapa donde MacKinder dibujó los "centros naturales del poderío" y declara que la conferencia del geógrafo inglés es la "más grande de todas las imágenes geográficas". Pero sobre todo se preocupa, a la manera de Ratzel, de dar a la ciencia política una base geográfica. La "geopolítica" -dice Haushofer- es el estudio de los lazos entre la ~· tierra y la política; debe mostrar cómo está "determinada" la política por las condiciones geográficas. Por tanto, se ocupará de examinar en la vida de las sociedades la influencia del clima, del relieve, de las formas de vegetación, de la demografía también y, por último, de la "posición". Este análisis, que establecerá "hechos palpables" y "leyes demostradas", otorgará a los estadistas las bases necesarias "para idear una política práctica" y les indicará al mismo tiempo los límites de lo posible: no será durable todo lo que un gobierno realice más allá del marco trazado por la "geopolítica". · .Haushofer quiere fundar una "ciencia" y ofrecer una "guía" para la ..,. vida política: éstos son incluso los términos de su profesión de fe. 40 Pero su preocupación no es científica; ante todo, piensa en la educación de la opinión pública. La finalidad es establecer la vocación de Alemania de recuperar su poderío. La "geopolítica", además de retener las ideas de Ratzel sobre el"espacio" y el "sentido del espacio", incorpora temas nuevos: la "maleabilidad" de las fronteras, el derecho de los pueblos a poseer la desembocadura de los ríos que cruzan su territorio (mientras que Ratzel había reconocido el derecho de los Países Bajos a llevar una vida independiente) y, por último, la noción del "espacio vital" al que ciertos pueblos tienen derecho. 41 A partir de 1931, cuando cobra auge el movimiento nacionalsocialista, el grupo de la "geopolítica" acentúa su postura; pero adapta su doctrina a las circunstancias: las "leyes" que pretendía establecer para el uso de los estadistas no podrían -dice- aplicarse a todas las situaciones, pues 40
En particular en Bausteine {ür Geopolitik ( 1928). El término Lebensraum fue empleado por Ratzel en 1901, pero en un sentido biogeográfico. Haushofer lo transpone al dominio económico y político (e{. el estudio de G. Troll, mencionado en la bibliografía). 41
34
LAS FUERZAS PROFUNDAS
se da el caso de que una personalidad poderosa cambie el curso de los acontecimientos. 42 El oportunismo y el espíritu de propaganda se afirman abiertamente. Las tesis de Ratzel, de MacKinder y de los "geopolíticos" han sido objeto de ataques que proceden de horizontes muy diversos: La primera corriente de oposición rebatió los puntos de vista de1 MacKinder y de Haushofer sobre los "centros naturales del poderío' • Para ello, se inspiró en la obra de Alfred Mahan. 43 Mientras que los geopolíticos ponían el acento en el poderío terrestre, en el que veían la fuente misma de la dominación política, los discípulos de Mahan quisieron demostrar que el poderío "marítimo" había tenido un "papel preponderante" en la historia. "Los pueblos, como los individuos -dice Mahan-, declinan, cualquiera que sea su fuerza, cuando se les priva de la actividad y de los recursos exteriores que excitan y alimentan el vigor interior." Ahora bien, "la ruta más segura para comunicarse con los otros pueblos y para renovar su propia fuerza es el mar". Pero el desarrollo de estos lazos marítimos es precario si este pueblo no posee una supremacía naval. Por tanto el Estado, cuya posición geográfica es favorable gracias a la configuración de su litoral, está interesado en reforzar su flota más que en buscar una expansión "terrestre" que exige notables esfuerzos militares: en el siglo xvn y durante la mayor parte del XVIII, Francia se equivocó al practicar una política continental y España entró en decadencia porque, a falta de poderío marítimo, no pudo mantener la seguridad de sus comunicaciones con América del Sur. ¿No tendían estos hechos a mostrar que la política naval fue el resultado de una elección? Sin embargo, Mahan no titubeó en afirmar que la historia de los pueblos marítimos estuvo dominada por las condiciones geográficas más que por la clarividencia de los gobiernos. Por tanto, se apegó por completo al determinismo. La otra corriente de oposición a la "geopolítica" se dirigió contra este determinismo geográfico. En Francia, los defensores de esta corriente van de Vidal de La Blache a Demangeon y de Jean Brunhes o Camille Vallaux aJean Gottmann. Efectivamente, en la mente de estos geógrafos franceses, no se trata de discutir la influencia evidente de las condiciones naturales sobre la desigualdad de los recursos y sobre la diversidad de los géneros de vida, o la importancia de la posición respectiva de los gmpos de población. Pero todos insisten en el papel de las iniciati42 Hennig, p. 109 (en la bibliografía), afirma que este punto de vista es también el de Haushofer. Incluso hay que subrayar que a fin de cuentas Haushofer, a pesar de las concesiones concedidas a la "personalidad", perdió casi toda influencia entre los medios dirigentes a partir de 1938. 43 La traducción francesa de su libro apareció después de 1899.
LOS FACTORES GEOGRÁFI~OS
35
vas humanas, que han debilitado la influencia del medio geográfico; todos se niegan a admitir también que la política esté determinada por la geografía. Los historiadores más convencidos de la convergencia entre la geografía y la historia han tomado tma actitud análoga . Los marcos naturales -dice Lucien Febvre- dan "posibilidades" a las sociedades humanas, pero el hombre es el "amo de las posibilidades". El medio geográfico -dice también Fernand Brauclel- no es más que un "factor parcial ele interpretación", pues "no restringe sin remedio a los hombres". Por tanto, el estudio del medio no puede dar indicaciones válidas para todos los siglos y todos los estados de civilización. Y Jacques Ancel, quien critica la noción ratzeliana ele "espacio", pone asimismo el acento sobre el papel del hombre, de su género de vida y de su mentalidad, aunque a decir verdad otorga gran importancia en sus análisis a las condiciones del medio físico. Por último, en toda la obra que Arnold Toynbee dedica al nacimiento, el desarrollo y la decadencia de las civilizaciones, el centro de sus explicaciones se encuentra en las actividades ele organización social del hombre, en la función ele las nuevas concepciones religiosas. ' Muy poco deja en pie el examen crítico de las interpretaciones de MacKinder y de Haushofer. ¿Quiere esto decir que ocurre lo mismo en el caso de Ratzel? La respuesta es no: incluso aquellos que han atacado con la mayor virulencia su determinismo excesivo se han guardado bien de confundirlo con los geopolíticos, que llevaban a cabo una propaganda ajena a todo espíritu científico. Vidal de La Blache rendía homenaje a la originalidad del esfuerzo realizado por Ratzel y al"tesoro de observaciones" que había reunido. Únicamente le reprochaba haber conferido a sus ideas "una forma dogmática poco relacionada con la relatividad de los fenómenos". · Todos estos señalamientos convergen en una misma comprobación: el papel de los factores geográficos en las relaciones internacionales no tiene el carácter de permanencia que a primera vista se quisiera atribuirle. Sobre todo en el último siglo, la actividad del hombre ha logrado restringir la influencia del medio físico, gracias a los procedimientos que ha inventado y a las regulaciones que ha establecido. Son los progresos técnicos los grandes artesanos de este éxito. :· En el dominio agrícola, las condiciones naturales han sido modificadas, ya sea por el desmonte o la reforestación, que han tenido efectos no sólo sobre la vegetación, sino también sobre la erosión de los suelos, ya sea por los trabajos de irrigación o de drenaje, que extienden las superficies cultivables. Cada vez que el hombre intern1mpe sus esfuerzos reaparecen las condiciones anteriores: en nuestros días, la selva tropical cubre la región de América Central donde la arqueología
LAS FUER ZAS PROFUNDAS
36
, y el desie rto ha (re)e ncue ntra los vesti gios de la civil izaci ón maya e las ruina s de dond recon quist ado, en el norte de Arab ia, los sitio s 44 otro lado, los Por d. Palm ira atest iguan la existencia de una gran ciuda de cultiv o mas siste méto dos de acon dicio nami ento de los suelo s y los so e inclu ola, agríc han aume ntad o en· gran medi da la prod ucció n regio nes dond e la calid ad de las tierra s era mediocre. ligad o, sobre todo El prog reso de las técni cas indu stria les ha estad o de las fuen tes de desd e la prim era parte del siglo XIX, a la utiliz ación uelo. En la vida subs energ ía y, en cons ecue ncia, a los recu rsos del dado una impo rha n econ ómic a y polít ica del mund o, la. era del carbó gran des yacim iento s tanci a prep onde rante a los Esta dos que pose ían vida de la gran indus carbo nífer os. La era de la "hull a blanc a" llevó la de las activ idade s ecotria a zona s mont años as que antes estab an fuera otaci ón de los yanómi cas. En los prim eros años del siglo xx, la expl iones econ ómic as o cimie ntos de petró leo puso de manifiesto en las relac que hasta enton ces polít icas el pape l de regio nes o de.E stado s en los Desp ués de 1945, nadie había depo sitad o más que un inter és medi ano. medi da por moti los recur sos de uran io del Congo, explo tados en gran lugar, al meno s por vos milit ares, confi riero n a este país un desta cado un tiempo. las cond icion es de Por últim o, las nuev as técni cas han trans form ado de vías férreas, sobre la circu lació n y de los trans porte s. La cons trucc ión mien to que pade cían todo la de l~s trans conti nenta les, acab ó con el aisla de su prod ucció n: el ciert as regio nes del mun do y gara ntizó la salid a amie nto de las plani ferro carri l perm itió el pobl amie nto y el apro vech era cana diens e, de la cies centr ales de los Esta dos Unid os, de la Prad adqu irió entre 1919 Pamp a argen tina y de Siberia. La aviación, desde que abolió en gran parte el y 1939 un sitio entre los trans porte s comerciales, acion es milit ares, obstá culo de las dista ncias y el del relieve; en sus aplic -mo ntañ as, ales natur eras" "barr las reduj o o anul ó la impo rtanc ia de más segu ras, y disríos, desi ertos -, que pasa ban por ser las front eras insul ar de ciert os ión posic la de minu yó en gran medi da las venta jas cada a algun as desta ón funci una Estad os, al mism o tiemp o que confirió a. escal de islas que podr ían convertirse en punt os de las regu laSin emba rgo, no ha sido insig nific ante la influ encia le que la notab s meno o much cione s impu estas por los Estad os, que es el que do Esta el es , lativa de los prog resos técni cos. Por su acció n legis elo; subsu del o suelo del n ha modificado las condiciones de la explotació una o lecid estab ha XVIII, es el Estad o el que, sobre todo a parti r del siglo a adas aplic das medi las delim itació n rígid a de la front era y el que, por 44
ee. Sobre este punto , véanse los señala mient os de Toynb
LOS FACTORES GEOGRÁFICOS
37
adas al adua nero o al los confi nes de su territ orio -las misio nes asign res y los inter camb ios polic ía-, ha estor bado la circu lació n de los homb que, por sí solo o en de merc ancía s en las vías terre stres ; es el Estad o el o en las rutas marí conn ivenc ia con otros Estad os, ha regul ado el tráfic inter nacio nales imtimas . En ciert as regio nes del mun do, los trata dos toma ba en cuen ta las pusie ron una parc elaci ón polít ica que rara vez ones se han mani carac teríst icas del medi o físico. En todas estas ocasi segu ridad o de presfestado las preoc upac iones estatales de poderío, de a de las cond icion es tigio, así como las fuerzas senti ment ales, por encim ta el medi o físico geográficas. En todas parte s, las limit acion es que levan s empr endi das por el han dism inuid o como resul tado de las inici ativa homb re.
~.
.
LAS CONDICIONES DEMOGRÁFICAS
JI. LAS CONDICIONES DEMOGRÁFICAS '
,
J
EN EL curso del último siglo la evolución demográfica estuvo marcada por la rapidez del crecimiento de la población del mundo y por la amplitud de las migraciones internacionales. Los movimientos demográficos han modificado en gran medida el poderío relativo de los Estados, tanto desde el punto de vista económico como en el dominio político, y éste es un aspecto importante para el estudio de las relaciones internacionales. En este sentido, los desplazamientos de poblaciones no han tenido un papel menor, sino que además han sido tanto la causa como la ocasión de litigios o de conflictos entre los Estados. l. EL CRECIMIENTO DEMOGRÁFICO
A pesar de todas las incertidumbres que traen consigo las estimaciones anteriores al inicio de los censos, por lo general se admite que el mundo tenía alrededor de 900 millones de habitantes en 1800 y se ha establecido que en 1954 había alrededor de 2 460. Entre 1850 y 1900 se alcanzó la tasa máxima de crecimiento. La población de Europa pasó de 187 millones en 1800 a 266 millones en 1850, a 401 en 1900, a 530 en 1938; entre 1870 y 1914 el crecimiento fue el más rápido: casi 300 millones en 1870, 400 en 1900 y 452 en 1914; por tanto, un aumento de aproximadamente 50%. Pero la parte de cada t.mo de los grandes Estados europeos en este crecimiento fue muy desigual. La población de la Rusia europea aumentó, durante este periodo, alrededor de 60 millones; en Alemania el incremento fue de 27 millones; en Gran Bretaña (Irlanda incluida), de 14 millones; 1en Italia, de ocho millones; en Francia, apenas de tres millones y medio. Entre estas situaciones demográficas diversas y el poderío respectivo de los Estados, ¿qué relaciones permite establecer el estudio histórico, trátese de la fuerza militar, de la prosperidad económica o de las tendencias de la psicología colectiva? a) El número de habitantes podría ser un elemento esencial del poderío militar, en los tiempos en que la eficacia de los ejércitos estaba ligada al número de los soldados, más que a la capacidad de fuego. Esta impar1 Sobre estos aspectos generales, la mejor síntesis la ofrece Marcel Reinhard (véase la bibliografía).
38
'
' ~
..
39
tanda de los efectivos ya había aparecido en la época de la Revolución francesa al adoptarse la conscripción; ésta había adquirido su valor completo después de 1871, cuando en el continente europeo el reclutamiento de todos los ejércitos se había basado en el servicio militar obligatorio; se había consolidado aún más en el curso de la primera Guerra Mundial, a pesar de los considerables progresos del armamento. Sólo durante los últimos 40 años el número de los efectivos perdió algo de su importancia: desde 1930, el informe de la Comisión Preparatoria de la Conferencia de Desarme señalaba que, "en la guerra moderna", el poderío de ataque pertenecía al país que poseía el mayor potencial industrial y no al que tenía el mayor número de reservistas. 2 El desarrollo de las armas aéreas durante la segunda Guerra Mundial y, sobre todo, la aparición del armamento atómico confirmaron en gran medida la verdad de esta afirmación. Incluso en la época en que era normal admitir que la fuerza militar de un Estado dependía de su número de habitantes, esta situación se veía desmentida a menudo por los hechos. Italia estaba en pleno crecimiento demográfico, pero su ejército era bastante inferior en número al de los otros grandes Estados europe9s: a principios de 1914, los efectivos de tiempos de paz no rebasaban los 275 000 hombres. Italia no había tratado de aprovechar más sus recursos en hombres para incrementar su potencial militar. ¿Se debió solamente a que los poderes públicos no pensaban que fuera necesario mantener un ejército más fuerte? Fue sobre todo porque la mayoría parlamentaria estimaba inoportuno o aun imposible imponer al país las cargas financieras que habría requerido el aumento de los efectivos y porque estaba resuelta a reducir todos los gastos "improductivos". Durante 20 años, de 1887 a 1907, privó la voluntad de ahorrar en los créditos militares. Las condiciones económicas, al menos·hasta los primeros años del siglo xx, bastaron para explicar esta política: en este país cuyas actividades agrícolas eran preponderantes y cuyo campesinado, en los dos tercios del territorio, era pobre en extremo, ¿dónde encontrar la materia sujeta a imposición? ·Rusia, cuya población duplicaba la del Imperio alemán, tenía en 1914 un ejército activo que, aun si se hubiera realizado por completo la reforma militar decidida el año anterior; cuando mucho habría rebasado 50% de los efectivos del ejército activo alemán. Y el número de las reservas instmidas era apenas superior al de este ejército. Evidentemente, en ello Sin embargo, se insiste en los puntos de vista tradicionales. Ciano, por ejemplo en enero de 1939, declaraba: "La significación política de Francia como gran potencia obligatoriamente debe decrecer, pues el déficit anual de sus nacimientos equivale a una batalla perdida". Les archives secretes ele la Wilhelmstrasse, tomo v, p. 412 (París, 1934). 2
40
LAS FUERZAS PROFUNDAS
las cuestiones financieras tenían su papel, como en Italia, pero eran de menor importancia que las condiciones económicas y sociales: en este país, donde el desarrollo industrial estaba retrasado, el incremento de los efectivos se hallaba limitado por la insuficiente fabricación de armamento; también lo estaba por las dificultades para formar cuadros, pues la burguesía media y pequeña, fuente de reclutamiento de los mandos subalternos de las formaciones de reserva, no era numerosa y casi no tenía espíritu militar. Con 51 millones de habitantes, es decir, con una población 20% mayor que la de Francia, Austria-Hungría tenía a principios de 1914 un ejército activo cuyos efectivos no llegaban más que a unos 350 000 hombres, es decir, a 45% de los del ejército francés. Sin embargo, debía tener en cuenta al menos a dos enemigos posibles, Rusia y Serbia, incluso aunque pudiera confiar en la alianza italiana. Pero las poblaciones heterogéneas no sentían ningún patriotismo austro-húngaro ni tenían siquiera un sentimiento de interés colectivo; los parlamentos, en Viena como en Budapest, titubeaban en pedirles sacrificios. Por tanto, entre las principales potencias continentales (Gran Bretaña, confiada en su insularidad, rechazaba la carga del servicio militar obligatorio), Alemania y Francia eran en esa época las únicas donde la relación entre el número de habitantes y el número de efectivos alcanzaba todo su valor: para mantener los efectivos de su ejército activo en un nivel comparable con el de las fuerzas armadas alemanas, Francia estaba obligada a imponer a su población cargas militares particularmente pesadas, es decir, a incorporar una parte cada vez mayor del contingente ejerciendo una selección física cada vez menos rigurosa. La comparación entre China y Japón era más contundente todavía. En 1894, durante la primera guerra chino-japonesa, la población del Imperio chino era al menos ocho veces mayor que la de Japón; ahora bien, Japón podía poner en línea fuerzas militares superiores no sólo en armamento, en organización y en formación de cuadros, sino también en efectivos. ¿Por qué el gobierno chino no podía disponer de fuerzas más considerables aun poseyendo un "material humano" que le habría permitido inundar al ejército japonés? Las causas eran financieras: el sistema fiscal no tenía un rendimiento suficiente destinado a dar al gobierno imperial los medios para mantener grandes efectivos. Eran económicas: los armamentos necesarios para una fuerza armada moderna no podían fabricarse en su país por falta de industria, ni comprarse en el extranjero, pues el gobierno del Imperio no poseía los medios para enfrentar los pagos exteriores y no quería contratar préstamos foráneos. Eran políticas: la dinastía manchú no deseaba poner armas modernas en las manos de la población china. Pero sobre todo eran psicológicas: en Japón,
LAS CONDICIONES DEMOGRÁFICAS
41
donde la portación de armas siempre se había considerado signo de superioridad social, el espíritu de sacrificio por el interés colectivo era un rasgo esencial de la religión y de la moral cívica. En China, la masa de la población ignoraba el sentimiento nacional y despreciaba el oficio de las armas. Por tanto, en los grandes Estados del mundo, en esta época, la fuerza demográfica no fue un factor del poderío militar más que ctlando se encontraban reunidas las condiciones sociales, económicas y financieras necesarias para asegurar el mantenimiento, el armamento y la formación de cuadros, y las condiciones psicológicas que despertaran el espíritu de sacrificio o, por lo menos, la resignación de la población sometida a las obligaciones y a las duras demandas del servicio militar. b) El efecto de la expansión demográfica en el desarrollo del poderío económico de los Estados fue resaltado a menudo por los economistas y los sociólogos de fines del siglo XIX y de la primera mitad del xx, de Werner Sombart a Dupréel. El ejemplo de Bélgica, de Gran Bretaña y luego de Alemania entre 1890 y 1914 ha mostrado que el aumento de la población había sido un estímulo para la producción y que la industria no habría progresado si la población rural excedente no le hubiera ofrecido una reserva abundante de mano de obra. El ritmo del desarrollo industrial en los Estados Unidos habría sido mucho más lento, entre 1895 y 1914, sin la afluencia de los inmigrantes que formaban 60% de la mano de obra en Nueva Inglaterra, en Pensilvania y en la región de Chicago: en 1911, el informe de una Comisión de Investigación del Senado estadunidense subrayaba la importancia de este hecho. Entre 1894 y 1914 el despegue de las industrias japonesas no habría sido posible sin la expansión demográfica, la cual, después de un largo estancamiento, había empezado a manifestarse 20 años antes: la abundancia de la mano de obra permitió a los industriales ofrecer salarios bajos y abatir los precios de fábrica; gracias a sus precios bajos, la producción japonesa, inferior en calidad, pudo competir en los mercados asiáticos con la producción europea. En estas ocasiones, la propia clase obrera, después de haber sufrido , una era difícil, acabó por conseguir mejores condiciones, pues la industrialización aumentó el nivel general de vida. Sin embargo, la expansión demográfica no fue -no es necesario recordarlo- más que uno de los factores del crecimiento industrial: la oferta de mano de obra habría sido vana sin la aportación de las técnicas y sin el concurso de los capitales. En el sector agrícola, la expansión demográfica incitó a la población a aumentar la producción nacional, es decir, a esforzarse por incrementar el rendimiento o por cultivar tierras hasta entonces abandonadas. En
42
LAS FUERZAS PROFUNDAS
las regiones del mundo donde la presión demográfica es mayor -Japón, China central, deltas indochinos, planicie del Ganges-, cada parcela de suelo cultivable se somete a explotación. En 1925, los poderes públicos japoneses establecen, para resarcir las consecuencias del crecimiento demográfico, un plan de extensión de la superficie cultivable sobre las primeras pendientes de las zonas montañosas. Por el otro lado, los geógrafos han mostrado que en las regiones donde el número de habitantes era insuficiente -en la mayor parte del África tropical y en ciertas regiones de Brasil, por ejemplo~, la escasez de mano de obra frenó el desarrollo de la producción agrícola. No obstante, esta relación directa entre la situación demográfica y el crecimiento de la agricultura no ocurre rigurosamente sino en los países cuya población, por falta de medios de intercambio, se ve limitada a vivir de sus propios recursos. La relación desaparece cuando la vida económica del Estado está lo bastante evolucionada para satisfacer el déficit de la producción agrícola con importaciones, cuyo financiamiento se garantiza mediante exportaciones de productos manufacturados. Por lo demás, en muchos casos el crecimiento rápido de la población acarrea una fragmentación excesiva del laboreo, lo que obstaculiza el desarrollo racional de la producción. Los agricultores se empeñan en sembrar los productos que aseguran la subsistencia de su familia, incluso cuando el suelo no se presta a estos cultivos. Los poseedores de estas minúsculas parcelas son tan pobres que no pueden adquirir el material o los fertilizantes que les permitirían mejorar sus rendimientos. En resumen, la expansión demográfica provocó que se mantuvieran fuerzas económicas caducas a expensas de una economía de intercambios, la única capaz de mejorar las condiciones de la producción y de aumentar su volumen global. El aumento demográfico no entraña un crecimiento correlativo de los productos del suelo:3 tal aumento engendró la miseria en China durante todo el siglo XIX y principios del xx; en Irlanda durante la primera mitad del siglo XIX; en Rusia, agravó las dificultades sociales. El estudio de estas relaciones entre el crecimiento de la población y el desarrollo económico conduce necesariamente al de la "presión demográfica" y al de la "sobrepoblación". Pero el simple examen de las cifras de superficie y de población no basta, es verdad, para establecer la realidad de ambas nociones. Es preciso examinarlas más de cerca, a la luz de las observaciones hechas por los demógrafos, los economistas y los geógrafos. 3 Cf. Otto Effertz, "Théorie pono-physiocratique de la population", en R. économie politique, 1914.
LAS CONDICIONES DEMOGRÁFICAS
43
¿Cuál es, en cada Estado, "el punto óptimo de la población", es decir, el número al que puede elevarse esta población sin que sobrevenga una disminución del nivel de vida? Este número depende de los recursos del suelo y del subsuelo, del estado de las técnicas y de la disponibilidad del capital que permita ponerlas en práctica, de la organización interna de la economía y, en fin, del desarrollo de los intercambios exteriores que completen, mediante importaciones, los recursos nacionales. 4 Por tanto, el punto óptimo está ligado a una situación que de hecho puede variar con el tiempo: ciertos recursos del subsuelo pueden adquirir una importancia nueva como consecuencia de los descubrimientos técnicos y ciertas importaciones pueden volverse imposibles cuando la balanza de pagos es deficitaria. Pero ¿no depende también de los "objetivos deseados", es decir, de la importancia que una población concede al bienestar5 o, más exactamente, del lugar que otorga al bienestar en relación con otras preocupaciones, por ejemplo: el deseo de tener una descendencia numerosa? Así, toda tentativa para calcular el punto óptimo de población es precaria. A partir de este punto de referencia inestable se establece la noción de sobrepoblación: "decir que un país está económicamente sobrepoblado significa que la población es superior a su óptimo económico". ' ¿Cuál es el alcance de esta observación? Aun cuando retiene la atención ele los especialistas, la sobrepoblación "moderada" casi nunca tiene consecuencias en las relaciones internacionales: por ejemplo, en Francia ciertas regiones rurales experimentaron una sobrepoblación a mediados del siglo XIX; pero el progreso del ferrocarril, que facilitó los desplazamientos entre las regiones, aligeró esta presión demográfica. La sobrepoblación se vuelve manifiesta cuando la población crece con demasiada rapidez en relación con los recursos alimenticios de un país que, al no poder practicar una economía de intercambios, es incapaz de remediar este déficit; lo mismo ocurre cuando el crecimiento de la población agrava el desempleo y se abate el nivel de vida de una parte de los habitantes. De todos modos, la noción de sobrepoblación no está asociada por fuerza a este deterioro. Es posible que un grupo humano, aun cuando sus condiciones materiales de existencia sean casi estables, se vuelva consciente ele la insuficiencia de sus recursos en comparación con la de los grupos vecinos y aspire con mayor energía que antes a mejorarlos. Tal es el caso que se da cuando el contacto con extranjeros más evolucionados implica un cambio en los hábitos alimenticios: el grupo social 4 L. Buquet, L'optimum de population, París, 1956, y los debates de la Conferencia Internacional de la Población (Ginebra), en 1927. 5 A. Sauvy, Théorie générale de la population, París, 1952, capítulo S, "L'optimum économique".
44
LAS FUERZAS PROFUNDAS
en el que ocurre esta transformación no se resigna fácilmente a volver a sus hábitos anteriores, y los recursos alimenticios con los que hasta entonces se había conformado ya no le parecen suficientes. Este sentimiento colectivo puede bastar para despertar reacciones análogas a las que provoca la baja efectiva del nivel de vida. Aunque no pueda dar lugar a una definición científica, la noción de sobrepoblación conserva toda su importancia cuando se trata de establecer una comparación entre dos Estados. Este sobrepoblamiento "relativo" puede convertirse en un elemento de perturbación en las relaciónes internacionales cuando los pueblos interesados cobran conciencia de ello y cuando asocian a esta observación la de una desigualdad en las condiciones de vida. La desigualdad era evidente desde 1919 no sólo en el Extremo Oriente o en la India sino también en Insulindia; sin embargo, en esa época sólo se resintió Japón y contribuyó a alimentar sus sen6 timientos imperialistas. Desde 1945 se convirtió, fuera de Europa, en un fermento cada vez más activo en el comportamiento de ciertos pueblos y en sus preocupaciones políticas. ¿Se debe sólo a que el desajuste entre el crecimiento de la población y los recursos disponibles se agravó en ciertas regiones del mundo? Se debe también y sobre todo a que la diferencia entre el auge económico de los Estados "pudientes" y el de los Estados "proletarios" se manifestó con más insistencia y a que se sintió cada vez más como una injusticia. Esta toma de conciencia está en relación directa con el desarrollo de los medios de información: prensa, radio, televisión, que han dado a los pueblos más golpeados por la miseria o la indigencia7 la ocasión de conocer las condiciones de vida de los otros pueblos y de hacer comparaciones. Que haya sido espontánea o que haya sufrido la influencia de una propaganda interesada, la noción de sobrepoblación se ha vuelto un hecho importante en la vida actual del mundo. e) Por último, a veces incluso las tendencias de la psicología colectiva pueden modificar la expansión demográfica. En las observaciones que han hecho a este respecto los sociólogos han insistido en tres señalamientos: El aumento de la población es un signo de vitalidad que puede dar confianza en el destino nacional y justificar un sentimiento de optimismo.s A fines del siglo XIX, el Imperio alemán es un ejemplo de esta evolución de la psicología colectiva: confianza y optimismo se acompañan 6 Si "la sobrepoblación relativa" de Alemania occidental o de Italia no tuvo las mismas consecuencias, es tal vez porque los niveles de vida mejoraron en estos países. 7 Es evidente que el "subdesarrollo" y la sobrepoblación no están siempre asociados: tal es el caso del África negra. 8 Pero ¿no es verdadero lo recíproco? ¿No puede acaso favorecer el incremento de la natalidad la confianza derivada de una esperanza de expansión económica?
LAS CONDICIONES DEMOGRÁFICAS
45
también de un sentimiento de superioridad con respecto a pueblos que no muestran una expansión demográfica semejante. Alrededor de 1890, una parte de la prensa alemana insistía en la ventaja que este crecimiento de la población daba a Alemania sobre Francia. Según estos periódicos, Alemania tendría 100 millones de habitantes en 1920, mientras que Francia apenas sumaría 30. .. , La edad media de la población es todavía más importante. En un país donde la proporción de los jóvenes es grande los adolescentes no ignoran que por su propio número no les será fácil encontrar un empleo; están conscientes de la necesidad del esfuerzo: se alienta el espíritu de iniciativa, el espíritu de empresa y el sentido del sacrificio del individuo por el interés del grupo. 9 Por el contrario, el envejecimiento de la población pone las "palancas de mando" en manos de personas de edad; la mentalidad se vuelve más indecisa, más rutinaria. ' · Por último, las dificultades que encuentran los jóvenes cuando llegan a la vida activa pueden llevarlos a escuchar a los apóstoles de una política de intimidación. En una población rural donde los "candidatos a la tierra" saben bien que pocos de ellos quedarán satisfechos, la rapidez del crecimiento demográfico incita a esta juventud a desear una extensión del territorio nacional. Así en Japón, entre 1919 y 1939, los cuadros del ejército (los oficiales subalternos eran, en sus tres cuartas partes, de origen campesino), como tenían una experiencia directa de la sobrepoblación rural, fueron también los más ardientes partidarios de una acción armada a expensas de China; en 1934 formaron el principal punto de apoyo del movimiento fascista del general Araki. En una población industrial, el desempleo, cuando toca a los jóvenes en el momento mismo en que deberían comenzar a ejercer un oficio, provoca entre ellos más aún que entre los adultos una desesperanza que los impulsa a la violencia: estos jóvenes están dispuestos -como lo mostró el ejemplo de Alemania durante la crisis económica de 1931-1933- a escuchar al hombre o al partido que prometan asegurarles, mediante la conquista del espacio vital, nuevos medios de existencia. ·¿Cuál es el valor de estos señalamientos? Se ven contradichos por otras observaciones, hechas en otros países. Aun cuando la expansión demográfica fue en la Alemania de Guillermo II un factor de confianza en el porvenir; no tuvo en el mismo periodo las mismas consecuencias en Rusia ¿Y qué decir de China o de la India? En estas regiones, donde privaban el problema de la tierra y la cuestión de la subsistencia, el rápido crecimiento de la población no podía 9 Era la tesis desarrollada por A. Dumont, Dépopulation et civilisation (1890). Los demógrafos de la primera mitad del siglo xx se consagraron a difundir estas nociones de "país joven" o de "país en curso de envejecimiento".
LAS CONDICIONES DEMOGRÁFICAS
LAS FUERZAS PROFUNDAS
46
inspirar el optimismo. También hubo un sobrepoblamiento rural en otros países donde, a diferencia de Japón, no se dieron los mismos resultados políticos. Por último, la gran crisis de desempleo que atacó por largo tiempo y con gran peso a los medios obreros ingleses entre 1922 y 1938 en nada modificó su comportamiento pacífico, no más de lo que los inclinó al programa fascista de sir Edward Mosley. Sólo cuando el temperamento de un pueblo se ha prestado a ello, la presión demográfica ha ofrecido una ocasión a los partidarios de la violencia. Todavía hacía falta que la acción armada brindara oportunidades favorables: una situación demográfica, aunque sea "explosiva", no con10 duce a la guerra sino cuando lo permite la relación de las fuerzas. Los gobiernos han debido ejercer acciones frente a esta expansión demográfica, acciones que el estudio de las relaciones internacionales no debe ignorar. La acción legislativa o administrativa en favor del crecimiento de la población se ha manifestado ya sea en el adelanto de los servicios de higiene y de asistencia médica que han disminuido los índices de mortalidad, ya sea mediante los estímulos dados al aumento de la natalidad y con las medidas tomadas para enviar socorros a las regiones cuyos recursos alimenticios hubieran sido atacados por calamidades climáticas. La primera forma de estas acciones tuvo resultados particularmente importantes en los territorios colonizados por los europeos, porque atenuó las grandes epidemias y las hambnmas que frenaban el crecimiento natural de la población. Más o menos desde 1880 la curva demográfica de la población indígena en Argelia fue un ejemplo característico de esta transformación. u Hemos observado una evolución análoga en la demografía de las poblaciones negras de África del Sur, así como en la del delta tonquinés. De este modo, las iniciativas de los europeos incrementaron la "presión demográfica" que se convirtió en una de las causas de malestar social y político y, a largo plazo, de los movimientos de resistenci
47
Japón fue el primero en emprender este camino. Sin embargo, al principio el gobierno se limitó a organizar una propaganda que presentaba como un deber nacional y como un signo de prosperidad el aumento de la natalidad y a hacer votar la ley de 1929, que prohibía toda iniciativa tendente al control de los nacimientos. Sólo hasta enero de 1941 se estableció, 1Omeses antes de participar en la segunda Guerra Mundial, un sistema de préstamos para el matrimonio y de asignaciones a las familias numerosas. Japón, declaró su gobierno, deberá alcanzar los 100 millones de habitantes en 1960. 12 El gobierno alemán, desde el advenimiento de Hitler al poder, había adoptado esta línea de conducta: la ley del 1o de junio de 1933, que instituía el préstamo para el matrimonio y que preveía su condonación si la familia tenía cuatro hijos; la ley de marzo de 1936, que concedía subsidios a las familias numerosas. Desde 1928, ' el gobierno de la Italia fascista había manifestado su propósito natalista a través de medidas de exención fiscal; pero esperó hasta 1937 para promulgar las medidas legislativas apropiadas. ; Ahora bien, en estos tres casos, la política demográfica tuvo una base política: tendía a afirmar el "número como fuerza". En los primeros años del siglo xx, el gobierno alemán invocó el argumento demográfico cuando reivindicó su derecho a una "buena situación", la cual era una lícita pretensión del imperio de Guillermo JI. El canciller Bethmann-Hollweg presentó este argumento en enero de 1914 en sus negociaciones con el embajador de Francia en torno a las cuestiones asiáticas o africanas: no era posible -decía- negar a Alemania "la parte legítima de todo ser que crece". Pero fue la Alemania hitleriana la que dio a este tema su expresión más categórica. En Mein Kampf, Hitler declara que "la política exterior del Estado racista debe asegurar los medios de existencia, en este planeta, de la raza que agrupa al Estado, estableciendo una relación sana, viable y conforme a las leyes naturales entre el número y el crecimiento de la población, por una parte, y a la extensión y al valor del territorio, por la otra". Ahora bien, ¿en qué caso es sana esta relación? Cuando "la alimentación de un pueblo está asegurada por los recursos de su territorio". El movimiento nacionalsocialista "debe, por tanto, esforzarse por hacer desaparecer el desacuerdo entre el número de nuestra población y la superficie de nuestro territorio"; debe "asegurar al pueblo alemán el territorio que le corresponde en este mundo". Y Schacht afirmó, en diciembre de 1936: "La paz en Europa, y en consecuencia en el resto del mundo, depende de la cuestión de saber si, sí o no, las masas compactas de Europa central tendrán alguna posibilidad de vida". 13 Cinco años más tarde, Goebbels, al enumerar los vie12 13
El Japón propiamente dicho tenía, a fines de 1938, 72 222 000 habitantes. Discurso del 8 de diciembre de 1936 en Francfort del Mein.
lic.CARLOS AlfREDO da SILVA PROF ESOR ADJUNTO
48
LAS FUERZAS PROFUNDAS
, 14 evocó la situa ción dem ojos prob lema s "que la guer ra va a resolver" e nata lida d, se enco ntra ba gráf ica de Alem ania "que , con su crec ient eño" . Pero en ning ún mocom prim ida en un espa cio dem asia do pequ se tom aron la mol estia de men to los dirig ente s de la polí tica alem ana nes, cuyo prin cipi o mism o dar una fuer za más prec isa a sus afirm acio njeros. 15 pare cía muy discutible a los obse rvad ores extra de los argu men tos pres enEl crec imie nto demográfico habí a sido uno sus prim eras man ifest acio tado s por el expa nsio nism o itali ano desd e pí decl aró que Itali a debe ría nes. En un disc urso de juni o de 1889, Cris enca min ar su "exc eden te adqu irir un terri torio de colo niza ción al cual logo de este imperialismo, de población". Enri co Corradini, el prim er ideó de Flor enci a en 1911 insisen su info rme ante el Congreso Nac iona lista ació n del que disp onía Itali a tió en esta mism a idea: el excedente de pobl emig rado corr iera el riesg o no debe ría ir a perd erse en país es dond e el irse haci a territorios colode "desnacionalizarse"; por tanto , debe ría dirig r de adqu irir. 16 El fasc ismo nial es itali anos , que el Esta do tení a el debe Esb ozad o por Mus solin i no hace más que reto mar esto s argu men tos. urso ante el Sena do, el tema desde el11 de dicie mbr e de 1923, en un disc n terri toria l fue reto mad o que asoc ia expa nsió n dem ográ fica y expa nsió a es, "de toda s las gran des en 1926 por toda la pren sa itali ana: com o Itali onib ilida des en hom bres ", naci ones , aque lla que tien e las may ores disp de pobl amie nto. 17 El duce, en tiene fund ame ntos para recl ama r colonias may o de 1927, decl aró que su "dis curs o de la Asce nsió n" del 26 de onde ranc ia en la époc a en Fran cia, desp ués de habe r ejerc ido una prep , perd ió este sitio emi nent e que pose ía una supe rior idad dem ográ fica "ser toma da en consideracuan do fue alca nzad a por la desnatalidad. Para en el umb ral de la mita d del ción" -pro clam ó-, Itali a debe pres enta rse a 60 mill ones de habi tante s. siglo con una pobl ació n que no sea infe rior e la relación entr e el avance Pero fue en Japó n, entr e 1919 y 1939, dond más fuerza. Los após toles demográfico y el impe riali smo se expresó con militares se valieron de ios med los de la "expansión armada" y, sobre todo, para su prog ram a de expanla sobr epob lació n rura l com o justi ficac ión sión terri toria l. lB mbre de 1941. 14 Artíc ulo publi cado en la revist a Das Reich, 9 de novie jador de Fran cia señal aba que en 15 En un infor me del 7 de junio de 1933 el emba y 1 000) era "uno de los más bajos de Euro pa", Alem ania el índic e de natal idad (15.1 por Alem ania se vale para nte same gusto que del ción, pobla la de agreg aba: "El argum ento e, es hoy la mayo r parte de su valor". Este índic legiti mar sus deseos de expan sión, pierd e 1913. en de 27.5 verda d, llegó a 19 en 1936, pero había sido s que podía ofrecer, en la acció n 16 Así, esta tesis consi dera insign ifican tes las persp ectiva rados italia nos en Amér ica emig de s grupo es grand de de la políti ca italia na, la prese ncia (vid infra, p. 52). resum en de esta argumentación. 17 Le Popo/o d'Italia, 1Ode abril de 1926, prese ntó un buen hacer valer con la mism a razón rei18 A decir verda d, otros Estad os de Euro pa podía n
LAS CONDICIONES DEMOGRÁFICAS
49
uían estos gobi erno s al argu · Que da por sabe r aún qué valo r real atrib la conq uista del espa cio men to dem ográ fico . ¿Co nsid erab an nece saria le de "sati sfac er" un provital o veía n en este argu men to el med io simp la volu ntad de pode r? La sepósi to polí tico, cuyo verd ader o móvil era lo men os recu erda las pala gund a inte rpre tació n pare ce verosímil. Por ~ bras de Hitl er en ener o de 1941: nece a quien lo conquista. El heSegún las leyes de la naturaleza, el suelo perte o de que nues tro pueb lo sobr epuj e cho de tener hijos que quieren vivir, el hech s nues tras prete nsion es sobr e los toda en sus estre chas fronteras, eso justifica tra natal idad será nues tra oporespacios del Este. El desb orda mien to de nues pueb lo se desa rroll e. No corre retunid ad. La sobr epob lació n impi de que un nues tro nivel actual: la nece sidad mos el riesgo de perm anec er paral izado s en progreso.l 9 del za cabe nos obligará a estar siem pre a la
sario apoy arse en otro s Pero para esta blec er una certe za, sería nece inio que toda vía no ha dom un textos, en otro s docu men tos: se trata de polí tica "nat alist a" una ejar anal izad o la inve stiga ción histó rica. Al man r, sin dete ners e a deci es sin tene r en cuen ta los recu rsos econ ómi cos, , ¿ten ían esto s vida de l nive cons ider ar la pers pect iva de una baja en el dem ográ fica a ión pres la var gobi erno s la inte nció n delib erad a de agra de apoy o más to pun un les fin de dar a sus reiv indi caci ones terri toria bas de ello. prue las n falta sólid o? Es muy posi ble, pero tam bién nos inter nas nes ccio radi cont las Ahora bien, no es suficiente tene r en cuen ta invesla á Quiz o. válid juicio de un com port amie nto para fund ame ntar un motesti los en o tos docu men tigación histó rica futu ra enco ntrar á, en los de son que s, ante s inte rrog nios, los elem ento s de una resp uest a a esta es. onal naci inter iones un inter és prim ario para el estu dio de las relac 2.
LOS MOVIMIENTOS MIGRATORIOS
el de los gran des mov i~ El peri odo que se exti ende de 1880 a 1914y es 1914, 34 mill ones de hom mien tos migr ator ios europeos. Entr e 1871
de 16 lo hicieron dura nte bres salieron de Europa, de los cuales alred edor onta mos las repa triac ione s los 13 prim eros años del siglo xx. Si desc info rmac ione s esta dísti cas (cuya cifra exac ta se desconoce, por falta de iona l neta prov enie nte de ante riore s a 1886), la emig raci ón inte rnac
ción polac a tenía un nivel de vida notab levindi cacio nes análo gas. Por ejemplo, la pobla iente s para susana. Pero Polon ia no poseí a los medi os sufic ment e más bajo que la alem . iones dicac r con las arma s sus reivin tenta de Mart ín 19 la guerre et la paix, recog idas por encar go Adolf Hitler, Libres propos sur1952, 254. p. pp.), 370 París, esa, franc ón Borm ann (versi
k~.P~ s:~ ~t:·1:·i1 ~~·; ~:!. ·:.: l
so
l.¡
.:1~
.
¡
'~
:
:¡_:.J ..
~
i.;
•
LAS CONDICIONES DEMOGRÁFICAS
LAS FUERZAS PROFUNDAS
Europa fue, verosímilmente, del orden de 25 millones de individuos que, en su gran mayoría, eran hombres en la flor de la edad. Fuera de Europa, las corrientes migratorias internacionales no tenían nada de comparable con los desplazamientos masivos de las poblaciones europeas. En Japón, donde la presión demográfica era aún poco importante, la media anual de la emigración no pasó de 12 000 hombres entre 1910 y 1913. El movimiento de emigración india que llevó hacia el Natal a 160 000 hombres en más de 20 años, cesó en 1897. La corriente de emigración china, que por el puerto de Amoy iba hacia las Indias Holandesas, hacia la península indochina y hacia Singapur, no parece haber rebasado 45 000 hombres por año, entre 1900 y 1910. Después de la primera Guerra Mundial, que paralizó temporalmente las salidas, los movimientos migratorios europeos ya no tuvieron la misma amplitud. La "recuperación" que se manifiesta en 1920 (820 000 salidas) no es sino una llamarada de petate; a partir de 1921, las estadísticas registran una baja casi continua, porque los Estados Unidos, que habían recibido antes de 1914 a 65% de los emigrantes, cerraron sus puertas. En cambio, las migraciones asiáticas cobraron un poco más de importancia, pero quedaron muy lejos de ofrecer el espectáculo de estos éxodos masivos que había experimentado el continente europeo entre 1905 y 1914; la emigración china, que es por mucho la más importante, apenas rebasa 70 000 u 80 000 habitantes. Sólo entre 1926 y 1927, en el momento en que la China central se convirtió en el teatro de operaciones de la guerra civil, el número de emigrantes alcanzó excepcionalmente 220 000. Pero es de destacar también la existencia de una corriente migratoria que, entre 1920 y 1930, llevó a los Estados Unidos año con año unos 100 000 canadienses, casi siempre canadienses franceses. ¿Cuál fue la influencia de estos movimientos migratorios en las relaciones internacionales? Las migraciones y el poderío relativo de los Estados
El alcance que debemos estudiar de esta influencia se ubica en el periodo comprendido entre 1880 y 1914, cuando la política de los Estados concedió mayor libertad a las migraciones 20 y permitió que estos movimientos alcanzaran toda su amplitud. Las características de la emigración no han sido las mismas en todas 20 El término migración se emplea aquí en su acepción más común: un desplazamiento internacional de individuos que deciden libremente cambiar de lugar de residencia. Por tanto, no hablamos de transferencias de población realizadas en virtud de un tratado ni de migraciones "forzadas".
51
partes. En Gran Bretaña (excepto Irlanda) el movimiento adquirió después de 1919 rasgos muy particulares: 21 no eran campesinos pobres los ' que formaron la masa de "los que se van", sino artesanos o técnicos que ' esperaban encontrar en el extranjero, sobre todo en la industria estadunidense, empleos mejor remunerados. Lo mismo ocurrió en Escandinavia. Sin embargo, estos casos han sido relativamente poco numerosos. La emigracióp europea fue mayoritaria en Europa continental. ·~~·~.
En los países de partida :,
En los Estados europeos que proveyeron a la emigración de los contingentes más grandes debemos examinar cuáles fueron, según los gobiernos, las ventajas o los inconvenientes de estas partidas en masa, tanto para la fuerza interior del Estado como para la proyección de su influencia. En el plano interior, las ventajas fueron sociales, económicas y políticas. '' Desde el punto de vista social, la emigración disminuyó la densidad demográfica excesiva en ciertas regiones agrícolas y, por tanto, aportó un remedio parcial a la miseria campesina y en ocasiones apaciguó las quejas dirigidas contra el régimen agrario. En las regiones industriales la emigración atenuó los males del desempleo. Aliviar las penurias era el propósito que el gobierno italiano, en los debates parlamentarios de los primeros años del siglo xx, afirmaba perseguir con su política de estímulos a la emigración. ' Desde el punto de vista económico, las "remesas" de los emigrados 22 permitieron mejorar la vivienda familiar e incluso a veces las técnicas de cultivo en la medida en que estos envíos de fondos hicieron posible ' que estas familias campesinas invirtieran en materiales agrícolas. También proporcionaron al Estado el medio para cubrir el déficit de su balanza de pagos y, en consecuencia, le facilitaron la importación de materias ' primas o de bienes de equipo. Este papel de las "remesas" parece haber ... sido particularmente notable antes de 1914 en el caso de Italia y en el de Grecia. 23 Desde el punto de vista político, en general la emigración se ha considerado una garantía de paz interior; no sólo ha servido como un exutorio para los descontentos sociales (los campesinos "sin tierra", quepo:.1< 21 Véanse, sobre este punto, los señalamientos de la señora Beaujeu en L'Europe du Nord et du Nord-Ouest, t. 1, París, 1958, p. 236. 22 Es decir, los envíos de fondos efectuados por los emigrados a los familiares que se'quedaron en su país. Estos envíos, según J. Isaac (Economics of migrations, p. 233), alcanzaron en los Estados Unidos 600 millones de dólares en promedio por año entre 1924 y 1929. 23 Según la investigación hecha en 1911 por Fairchild. ·
LAS FUE RZA S PRO FUN DAS
52
mov imie nto revo luci ona rio) , sino dría n form ar un día las trop as de un adv ersa rios del rég ime n o del tam bié n ha deja do fue ra a cier tos norí as nac iona les" tuvi eron en la gob iern o. En Aus tria -Hu ngrí a las "mi orta nte que los alem ane s o los emi grac ión una par te muc ho más imp a emi grac ión esta ba suje ta al otormagiares; en la Rus ia zarista, don de.l en caso s estr icta men te dete rmi nagam ient o de un pasa port e con ced ido ales) y válido cua ndo muc ho por dos (viajes de estudios, estancias comerci ió abu nda ntem ente y.. sin lími te de cinc o años, la adm inis trac ión con ced a par tida des eab a el gob iern o; al dur ació n pas apo rtes a los judí os, cuy mov imi ento s revo luci ona rios de pare cer, lueg o de la repr esió n de los mod o con resp ecto a bue n núm ero 1905, la emi grac ión se dio del mis mo rand o en retr osp ecti va los mov ide soc iali stas o de libe rale s. Con side es a 1914, el info rme que entr egó mie ntos mig rato rios euro peo s ante rior ajo hac ía ver que, en la Eur opa en 1922 la Oficina Inte rnac iona l del Trab mas a hab ían sido a men udo un dan ubi ana y orie ntal , las par tida s en "gra n alivio" par a los gobiernos. gan aron otra s ven taja s con la En sus relaciones exteriores, los Esta dos os dur ante algú n tiem po con emi grac ión. Los emi gran tes, que al men a los que hab ían ido a establecerse serv aron sus cost umb res en los países cia los prod ucto s de su país, proy que sigu iero n com pran do de pref eren cion es. Al mis mo tiem po fuer on por cion aron un estí mul o a las exp orta al en la med ida en que hici eron un inst mm ento de pen etra ción com erci pob laci ón en la cual hab ían decicon oce r sus prod ucto s nac iona les a la sob re todo si hab ían aba ndo nad o dido vivir en lo sucesivo. En ocasiones, agentes de una influencia cultuEur opa por motivos políticos, fuer on los diciembre de 1851, en Argentina, ral. Después del golpe de Esta do del2 de s franceses emigrados -Am édé e en Uruguay y en Chile fueron intelectuale e, Cor cell e-S ene uil- los orga niza Jacques, Alexis Peyret, Albert Lar roqu nda ria y superior. Y las congredores o prom otor es de la ense ñan za secu Fra ncia lueg o de la ley de 1901, gac ione s reli gios as que aba ndo nar on uen cia inte lect ual fran cesa en el ¿no con trib uye ron a refo rzar la infl udo los emi gran tes del mis mo oriImp erio otom ano ? Por últim o, a men den cia gmp os hom ogé neo s que gen form aron en el sitio de su nue va resi esió n y su indi vidu alid ad y por se esfo rzar on por salv agu arda r su coh patr ia. La pres enc ia de esto s grucon serv ar un lazo sent ime ntal con su perm ane cían liga dos sent ime npos pod ía otor gar al Esta do con el que tica o, por lo men os, una fuer za talm ente un med io de infl uen cia polí más gran de de proyección. 24 vist o en la emi grac ión de sus Por últi mo, los Esta dos euro peo s han tal vez ación alem ana en los Esta dos Unidos La prese ncia de grandes grup os de pobl án entre 1914 y 1916. alem dio espe ranz as a la política del gobi erno 24
AS LAS CON DICI ONE S DEM OGR ÁFIC
53
la pro spe rida d de sus dom inio s nac iona les un med io par a fom enta r se trat aba de colo nias cuyo clim a coloniales. En cier tos casos -cu and o esta emi grac ión e incl uso la apoconvenía a los eur ope os- esti mul aron polí tica prac tica da por Ing late rra en ' yaro n en form a dire cta. Tal fue la de a par tir de 1830, con la inst igac ión Nue va Zel and a y Aus tral ia, tica polí a dich ety; 25 Soci n atio Coloniz • Edw ard Gib bon Wakefield y de su con la "co loni zaci ón sist emá tiión grac emi a mer la r pro pon ía sust itui los gast os de viaje, pero ejer cer ca": atra er a los emi gran tes pag ánd oles a inst alar se en tier ras por las que una sele cció n; ayu dar a los elegidos grat uita imp lica ría el riesgo de esti• deb ían pagar, por que una concesión de lote s cuy a dim ens ión hab ría mul ar a los reci én lleg ado s a hac erse prác tica , los resu ltad os fue,~ excedido sus med ios de explotación. Enerlaun "precio justo" par a la ven ta ron med iocr es pue s no se pud o esta blec grac ión facilitada par a el domide las tierr as. Pero el prin cipi o de la emi opin ión púb lica y más ade lant e . nio colo nial desp ertó la aten ción de la tica imp eria l brit ánic a. 26 enc ontr ó algu nas aplicaciones en la polí inco nve nien tes de la emi graAnt e esta s ven taja s, ¿cu áles fuer on los ron los contingentes más gran des? ción para los Esta dos que prop orci ona nto demográfico, una dism inuc ión Una "desvitalización", un envejecimie de los efectivos militares. para el Esta do de "los que se ¿Desvitalización? La emigración acar rea, ida en que dism inuy e la man o van", una pérd ida de sust anc ia en la med ad de pro duc ción . En su gra n de obr a y, en con secu enc ia, la· cap acid el extr anje ro son hom bres en el may oría , quie nes van a esta blec erse en fam ilias -pe ro tam bién el Esta vigo r de la eda d. En su juve ntud , sus es par a su form ació n física o técdo - han ded icad o gastos indi spen sabl inco rpor arse a la acti vida d econónica27 y, de repe nte, cua ndo deb ería n trab ajo. Per o este inco nve nien te, mic a, llev an a otra part e su fuer za de rese ntid o de verd ad? En la gran sub raya do por los eco nom ista s, ¿se ha " eran trab ajad ores rura les "excemay oría de los caso s, "los que se van por que no hab ían enc ontr ado dentes", que se exp atri aba n prec isam ente r. una opo rtun idad de trab ajo rem une rado estos hom bres jóve nes dism inuí a · ¿Envejecimiento? La emi grac ión de muc ho más de lo que indi cab a la la rapi dez del crec imie nto demográfico orci ón de los jóvenes en la pob lamer a cifr a de "los que se van". La prop edades" cam biab a noto riam ente . ción tota l dism inuí a y la "pir ámi de de amp lia de sus tesis en A View of the , Wakefield pres entó la exposición más En 1849 ion. nizat Art of Colo ock, 26 de la Emp ire Settl emen t Act). Véanse Hanc En parti cula r en 1922 (prom ulga ción res, 1942, 2 vols., 324 y 355 pp., t. n, p. 147, y Lond rs, Affai , 356 pp. Survey o{Br itish Com monw ealth the U. K to the Dominions, Londres, 1951 Plant, Overseas Settlement. Migration from ación de estos gasto s arro jan resu ltado s basG. 21 Evid entem ente, las tenta tivas de evalu e este punt o J. Isaac, op. cit., p. 228. tante inciertos. No obstante, véase sobr 25
,
54
LAS FUERZAS PROFUNDAS
En el corto plazo, la consecuencia inevitable debería ser el aumento del índice de mortalidad. En la mentalidad colectiva, este envejecimiento también debería dejar pronto sus huellas. Pero ¿qué pasó en realidad? La gran marea de la emigración europea duró apenas 15 años, un periodo demasiado corto para que los contemporáneos hayan adquirido conciencia de estos cambios. ¿Disminución de los efectivos militares? Habida cuenta del carácter de las fuerzas armadas en esta época, el inconveniente parecía primordial. ¿Había que aceptar que se fueran los reservistas, de los cuales una parte, en caso de movilización general, no querría o no podría regresar? Los Estados que dejaban entonces las puertas abiertas a la emigración, e incluso los que favorecían las partidas, tomaban algunas precauciones a este respecto. En Austria, donde la emigración no estaba sometida en principio a ninguna formalidad administrativa, los hombres en edad militar no podían emigrar sin autorización. En Hungría, donde el emigrante debía solicitar un pasaporte, los hombres en edad militar estaban obligados, pero sólo a partir de 1909, a presentar una autorización del Ministerio de la Defensa Nacional. En Alemania, la ley de 1897 prohibía pura y llanamente la emigración de los hombres de 17 a 25 años, a menos que hubieran "recibido un permiso" por la autoridad militar. En Italia, sólo los hombres de 20 a 28 años debían solicitar una autorización, mientras que todos los demás reservistas conservaban la libertad de emigrar. Pero, ¿cuál fue la eficacia práctica de estas restricciones? Por ejemplo, la comparación entre las estadísticas austro-húngaras de las partidas y las estadísticas que registraban el ingreso a los Estados Unidos de ciudadanos austriacos o húngaros permite corroborar que la emigración clandestina de hombres en edad militar era importante. ¿Habrían sido posibles estas partidas clandestinas si hubiera sido seria la vigilancia administrativa? A decir verdad, la vigilancia parecía menos urgente de lo que hoy estamos inclinados a creer, ya que en los Estados que alimentaban con mayor amplitud las corrientes migratorias nunca fue llamada a filas la totalidad del contingente. Para resumir, en la óptica de esta época los poderes públicos en Europa se inclinaban a considerar que la emigración tenía más ventajas que inconvenientes para los Estados de los que partían grandes contingentes de emigrantes. En el congreso internacional que, reunido en París en agosto de 1889, trataba de estudiar -¡con gran rapidez!- "la intervención de los poderes públicos en la emigración y en la inmigración", el delegado de Argentina no encontró ninguna objeción de parte de los delegados europeos cuando afirmó: "Hay menos inconveniente en dejar partir a un ciudadano útil, que podrá regresar, que en retener a un descorazonado que fácilmente se convertirá en un sedicioso".
LAS CONDICIONES DEMOGRÁFICAS
55
'· Pero después de 1919 desapareció la pasividad que habían manifestado tanto tiempo la mayor parte de los Estados con respecto a los movimientos migratorios. Sin embargo, una abundante legislación testimonia el interés que pusieron los poderes públicos en estos movimientos. 28 Y el espíritu de esta legislación es profundamente diferente del que había antes de 1914. En Europa, los países que habían practicado ampliamente la libertad de emigración y que antes habían provisto la gran masa de los emigrantes, los gobiernos renunciaron a esta política, y la práctica del pasaporte, que se volvió general, aseguró la eficacia de las medidas restrictivas. En junio de 1927, el gobierno de la Italia fascista ordenó a los prefectos distribuir "con lentitud" los pasaportes; los candidatos a la emigración debían presentar un contrato de trabajo que les garantizara un empleo en el país al que querían ir, o bien la prueba de que iban a reunirse con un padre o un hermano. Checoslovaquia prohibió la emigración de hombres menores de 40 años, lo mismo que Rumania, si bien sólo hasta los 28 años. En diciembre de 1925, Polonia adoptó un decreto restrictivo: el emigrante no podía partir a menos que obtuviera un pasaporte especial, expedido por un servicio de control. La Rusia soviética prohibió prácticamente toda emigración; las visas de salida, cualquiera que fuera el motivo, sólo se concedían a los ciudadanos rusos en condiciones excepcionales. En Japón, la emigración seguía siendo libre con destino a China, pero estaba subordinada, para cualquier otro destino, a una autorización administrativa. En China, en virtud de una ley de 1918, las oficinas de emigración debían procurar al emigrante, en el país al que iba a establecerse, un contrato de trabajo que tenía que presentar al gobierno chino; no admitían a los hombres casados, a menos que aceptaran que se les descontara 20% de su salario para su familia. Sería ' bastante imprudente tratar de encontrar una explicación general de estos cambios. A veces, las medidas restrictivas no tenían otra finalidad que asegurar la protección del emigrante o de su familia; tal era el caso de la ley china de 1918. En Checoslovaquia respondían a la preocupación de salvaguardar el n(tmero de los efectivos del ejército, en caso de movilización. Sin embargo, eran testimonio de un estado de espíritu nuevo. La emigración había de ser disciplinada, porque menguaba las fuerzas vivas del país; el Estado tenía el deber de· no dejar que sus ciudadanos partieran "al azar" y corrieran el riesgo de "perder sin provecho su nacionalidad". Por tanto, era la "pérdida de sustancia" la que inquietaba a los gobiernos, mientras que antes de 1914 esta preocupación les había 28 Véanse el informe del bliografía.
BIT
de 1929 y los estudios de Varlez, mencionados en la bi-
J
LAS FUERZAS PROFUNDAS
56
parecido insignificante. Tal parece ser el caso en Gran Bretaña, donde se manifestaba la preocupación de no ver partir a los elementos jóvenes de la población, porque fueran en adelante demasiado poco para asegurar la "sustitución demográfica". ¿Por qué se modificó el punto de vista? Quizá porque la congestión demográfica que padecían ciertas regiones agrícolas de Europa central se volvió menos mutable: por una parte, la población campesina había sufrido durante la guerra las mayores pérdidas de vidas, pues proporcionó los efectivos de la infantería; por la otra, las reformas agrarias promulgadas en los nuevos Estados dieron una solución parcial al problema de la tierra. Pero esta explicación, aun si es válida en Polonia, en Checoslovaquia o en Rumania, no lo es en Italia ni en Rusia. La Rusia soviética prohibía la emigración porque quería poblar Siberia; la Italia fascista la restringió porque estaba convencida de que la fuerza de un pueblo está ligada a su "vitalidad demográfica" .29 Entonces, la amplitud de los movimientos migratorios depende en gran parte de .la política de los Estados. No obstante, siguen siendo grandes las incertidumbres al interpretar las decisiones de los gobiernos antes o después de 1914. Se han mencionado los aspectos generales de las consecuencias demográficas y económicas de los grandes movimientos de emigración, pero no han sido objeto de estudios precisos, país por país. Se ha observado el comportamiento del gobierno austro-húngaro con respecto a la emigración clandestina de hombres en edad militar, así como el del régimen zarista con respecto a la emigración judía, pero sin que las explicaciones verosímiles se hayan sometido a una verificación seria. Las relaciones entre las restricciones impuestas después de 1919 en Europa central y oriental a la libertad de emigración y las condiciones económicas o sociales nuevas no son más que hipótesis. Para resumir, apenas se ha iniciado el estudio crítico de las políticas de emigración. No obstante, éste sería el prefacio indispensable a toda interpretación válida.
En los países de llegada
Cada Estado es libre de reglamentar la entrada de los extranjeros en su territorio. En 1919, el artículo 15 del pacto de la Sociedad de Naciones confirmó este principio. ¿Cuáles fueron las posturas de cada nación que orientaron las políticas de inmigración? En los Estados que recibieron el aflujo de los movimientos migrato29
Véase, sobre la política "poblacionista" del fascismo, supra, pp. 47-49.
LAS CONDICIONES DEMOGRÁFICAS
57
ríos, es decir, esencialmente en los Estados americanos, hacia los cuales se dirigió 95% de los emigrantes europeos, el beneficio ha sido considerable para la vida económica, tanto en la agricultura como en la industria. Fue en el ritmo de la inmigración donde se despertó la vida econó, mica de la pampa argentina, donde la colonización agrícola fue casi exclusivamente obra de los inmigrantes italianos; fueron estos trabajadores y los portugueses los que proporcionaron la mano de obra de las plantaciones de café en el Brasil meridional; fue la llegada masiva de los inmigrados procedentes de Europa central y oriental la que permitió el poblamiento y el aprovechamiento de las provincias centrales de Canadá. En los Estados Unidos, la participación directa de los inmigrantes en el desarrollo de la economía agrícola fue importante antes de 1895; fue mucho más restringida entre 1895 y 1914, pues los italianos y los eslavos recién llegados casi no pasaron de la zona litoral del Atlántico, pero allí el aflujo de los inmigrantes propició un movimiento de migración interior dirigida hacia las tierras del Oeste. Además, se aceleró en gran medida el crecimiento de la población urbana. Ahora bien, este crecimiento acarreó el desarrollo, en los estados de la Nueva Inglaterra, de nuevas formas de la economía agrícola, cuyos frutos beneficiaron a los agricultores del continente. Así, en todas las regiones que recibieron grandes contingentes de inmigrantes, las condiciones de la producción agrícola se transformaron. La influencia de la inmigración en el desarrollo de la industria fue particularmente notable en los Estados Unidos. Los contemporáneos estuvieron muy conscientes de ello. Subrayaron el sitio que tenían los inmigrantes entre los trabajadores de las explotaciones mineras; reconocieron que los progresos de la producción en las industrias de la transformación habrían sido menos rápidas sin este aporte incesante de mano de obra y de nuevos consumidores; observaron que el auge de ciertas industrias, aquellas en que la calidad de la mano de obra importaba menos, se había visto favorecido en gran medida por las condiciones del mercado de trabajo, es decir, por la presencia de inmigrados recientes, tan apremiados por encontrar un empleo como para discutir el monto de los salarios. Todas estas opservaciones se hicieron y rehicieron en los primeros años del siglo xx y fueron expuestas con amplitud en los informes publicados en 1911 por la Comisión Norteamericana de Inmigración. A q:uienes impugnabarl las ventajas del movimiento migratorio, el gobierno federal se limitó á responder, en dos ocasiones, que la llegada constante de una mano de obra abundante era indispensable para mantener el ritmo del crecimiento industrial y para fomentar la prosperidad económica.
58
LAS FUERZAS PROFUNDAS
Sin duda esta absorción de una masa de inmigantes en la vida económica requirió gastos de equipamiento a nivel nacional, que no eran posibles sino mediante un aflujo de capitales. Pero al Estado que recibe a los inmigrantes no le es difícil encontrar capitales extranjeros, pues los prestamistas confían en que la magnitud de la inmigración favorecerá el desarrollo de las actividades económicas. En todo caso, no cabe la menor duda de que ciertos gobiernos no se conforman con dejar entrar con satisfacción a los inmigrantes, sino que organizan una propaganda para acelerar el movimiento: tal ha sido el caso de Canadá, que antes de 1914 estableció oficinas de emigración, dio facilidades para el transporte marítimo, otorgó concesiones gratuitas de tierra y mantuvo esta política entre 1922 y 1929. Pero si los resultados de la inmigración fueron favorables en el plano económico, no ocurrió lo mismo en la vida social y política. Fue también en los Estados Unidos donde los inconvenientes del aflujo comenzaron a manifestarse en el momento mismo en que la inmigración alcanzaba, entre 1905 y 1913, una magnitud sin precedentes. Consecuencias sociales. La nueva mano de obra, por su sola presencia, es decir, por la abundancia de oferta en el mercado de trabajo, obstaculizaba o disminuía el alza de los salarios; tal vez esta competencia no era muy notoria entre los trabajadores "calificados", pues los inmigrantes recientes, procedentes casi todos de poblaciones campesinas, no eran sino peones; pero la existencia de este "ejército de reserva indus30 trial" otorgaba a los empleadores una seguridad de la cual abusaron. En el curso de las polémicas que se dieron en torno a este tema en la opinión pública estadunidense, las divergencias se referían a la magnitud del perjuicio sufrido por el mundo obrero, no al origen. La inmigración también fue en parte responsable de las dificultades que enfrentó el sindicalismo estadunidense: como los inmigrantes eran de origen campesino, les tomó tiempo adquirir una conciencia de clase, y cuando lo hicieron, no entraron fácilmente en la gran organización estadunidense: la American Federation of Labor, cuya acción orientaban obreros calificados, que se inclinaban de preferencia a los grupos nuevos de carácter revolucionario. Por tanto, la magnitud de la inmigración causó una "fragmentación" de la masa obrera. Los observadores de la vida social en Canadá o en Argentina hacían señalamientos análogos pero en menor escala, por supuesto, ya que la industrialización era escasa antes de 1914. Consecuencias políticas. El aflujo de estos extranjeros, en cualquier
LAS CONDICIONES DEMOGRÁFICAS
59
parte en que alcanzara cifras considerables, podría ser una amenaza para la cohesión nacional. Por tanto, en ciertas ocasiones debilitaría las relaciones exteriores del Estado. En realidad, el inconveniente se sintió un poco por todas partes pero en condiciones muy diversas, aunque su estudio crítico no se ha hecho aún. En los Estados Unidos la cuestión se planteó a partir del momento en ' que, en 1895, la ola de inmigración estaba formada en su gran mayoría por italianos o eslavos, menos cultivados que los alemanes o los escandinavos: a estos recién llegados les costaba trabajo aprender la lengua inglesa y sobre todo adaptarse a las instituciones liberales y democráticas. Los Estados Unidos, que hasta entonces habían asimilado fácilmente a los inmigrantes europeos, cobraron conciencia de que el "crisol americano" comenzaba a perder su eficacia. La opinión pública se sorprendió un tanto cuando se dio cuenta de que ciertos grupos de inmigrantes, de igual origen nacional, en vez de tratar de incorporarse al medio social en el que en adelante estaban llamados a vivir, se esforzaban por conservar su lengua y sus costumbres, por llevar hasta donde fuera posible su existencia aparte de la población estadunidense, y por manifestar a veces un nacionalismo "mórbido". 31 Estas inquietudes habían encontrado su expresión tres años antes de la primera Guerra Mundial en el informe de la Comisión de Inmigración, que había recomendado en vano medidas restrictivas. Las experiencias de 1915 a 1920 confirmaron la amenaza que pesaba sobre la cohesión nacional: en 1916, éxito parcial de la propaganda alemana entre los germano-estadunidenses; protestas de las organizaciones de inmigrantes italianos contra la ap~icación de los principios wilsonianos a los problemas del Adriático durante la Conferencia de Paz; en 1920, manifestaciones antiinglesas de los inmigrantes irlandeses en el momento mismo en que los Estados Unidos necesitaban aliarse con Inglaterra contra Japón en los asuntos del Pacífico. ¿Y podemos perder de vista que durante la guerra la publicación de periódicos en lenguas extranjeras había adquirido una amplitud sin precedentes: 1 350 periódicos en 36lenguas, entre los cuales se contaban 95 diarios? En realidad, ninguna de estas tentativas había influido en la política del gobierno; pero provocaron agitaciones bastante vivas para legitimar serias preocupaciones, sin que podamos saber, en el estado actual de los estudios históricos, si los poderes públicos estaban verdaderamente alarmados por ello. En 10 años (de 1902 a 1912) Canadá había recibido alrededor de dos millones y medio de inmigrantes, de los cuales dos tercios se habían
1.1 11
1
¡¡'¡
1¡1,¡\.1
,¡¡
1~
J. Isaac, op. cit., p. 205, destaca que el salario medio en los Estados Unidos, que había 30 ascendido regularmente entre 1899 y 1905, mostró una ligera baja entre 1906 y 1914, es decir, en la época en que el aflujo de inmigrantes fue más importante.
31 Estas observaciones tal vez fueron exageradas a propósito por los partidarios de una restricción de la inmigración.
60
1 ,1
!\
¡ji 11
:¡,1\ 11),1 ,1¡11 11111¡1
1¡
LAS CONDICIONES DEMOGRÁFICAS
LAS FUERZAS PROFUNDAS
establecido definitivamente en el país, mientras que los demás cn1zaron pronto la frontera de los Estados Unidos. Por su composición, esta inmigración era muy diferente de la que había tenido lugar antes: contaba con 28% de "no ingleses". En el censo de 1911, los ingleses, incluidos los escoceses, eran apenas tres millones, los canadienses franceses un poco más de dos millones y los "otros" europeos (alemanes, escandinavos y eslavos) 1 250 000. Y como los recién llegados se habían dirigido sobre todo al oeste canadiense, las tres provincias de la Pradera tenían una población cosmopolita. La asimilación de estos inmigrantes recientes era de importancia primordial para el porvenir político. ¿Podrían "hacerse ingleses" y adquirir un "patriotismo canadiense"? ¿O se inclinarían por los Estados Unidos, cuya fuerza de atracción económica había ya captado a más de 700 000 de ellos? ¿Y cómo creer en la posibilidad de formar una conciencia nacional3 2 canadiense? Ésta era, inmediatamente después de la primera Guerra Mundial, una preocupación que expresaban a menudo no sólo observadores extranjeros, sino también los canadienses. 33 La legislación estadunidense de 1921 y de 1924 tendía a agravar estos temores, pues impedía a los recién inmigrados pasar a los Estados Unidos, es decir, impedía adoptar la vía que 30% de ellos había seguido hasta entonces; pero no se aplicaba a los canadienses. ¿No había que temer que los canadienses emigraran a los Estados Unidos y que fueran remplazados en su territorio por un nuevo aflujo de eslavos o de escandinavos? Eso fue precisamente lo que pasó entre 1920 y 1930 cuando 1 230 000 europeos entraron en Canadá y 1100 000 de sus ciudadanos cruzaron la frontera de su gran vecino. ¿Por qué no se manifestaban las mismas inquietudes en Argentina, donde la proporción de los inmigrantes recientes, inscritos en las estadísticas como "nacidos en el extranjero", llegó en 1914 a 30% en todo el país (dos veces más que en los Estados Unidos) y a 75% en la ciudad de Buenos Aires? Los italianos, que formaban casi la mitad de estos inmigrantes y que constituían en 1900 un cuarto de la población total del país, casi no se apegaban a este suelo y eran candidatos a una reemigración próxima, pues a menudo el acceso a la propiedad era mucho más difícil que en los Estados Unidos. Pero ¿resistirá esta explicación verosímil un examen crítico? La situación de la emigración china en las colonias holandesas e inglesas del sureste asiático y en el Estado siamés también presentaba algunas analogías con las precedentes. Los emigrados chinos, que en los países donde habían llegado a establecerse formaban "comunidades" en las que los niños recibían la enseñanza de las escuelas chinas, no habían 32
33
Sobre este punto véase, in[ra, capítulo vi, pp. 191-193. André Siegfried, Kirkconnell, Corbett (véanse estos autores en la bibliografía).
61
tratado hasta los primeros años del siglo xx de participar en la vida política local. Pero la revolución de 1911 y más aún el"movimiento del4 de mayo de 1919"34 habían despertado entre ellos un sentimiento nacional, reforzado en 1928 por la victoria del Kuomintang en la guerra civil china. Durante los años siguientes, 35 el gobierno siamés se sintió inquieto por el lugar que había tomado en la vida económica la inmigración china (550 000 chinos, en una población total de 10 millones de habitantes). El gobierno de las Indias Holandesas creyó necesario aumentar el impuesto a los inmigrantes para frenar la llegada de chinos, y la administración inglesa en Malasia no ocultaba los temores que le inspiraba la presencia de 1 700 000 chinos (más de 30% de la población): temores legítimos, porque el más reciente historiador del movimiento nacional malayo 36 había subrayado el papel que tenía la burguesía china en este movimiento. ' Por tanto, hay que pensar que los temores provocados por las dificultades de la asimilación fueron la causa de que, después de 1919, los Estados Unidos hayan tomado medidas para restringir la inmigración. En los Estados Unidos se invocó este argumento cuando se votaron las leyes de 1921 y 1924. Pero había otros móviles, tal vez más poderosos, que actuaban en la misma dirección. La competencia de la mano de obra inmigrada se volvía más peligrosa para los obreros estadunidenses justo en el momento en que el país sufría la crisis económica de 1921; los medios políticos temían que los inmigrados originarios de Europa central y oriental "importaran" las concepciones soviéticas; los industriales tenían menos necesidad de trabajadores desde que habían desarrollado, gracias a las utilidades obtenidas en el curso de la guerra, el equipo mecánico de sus fábricas. Al parecer, las preocupaciones económicas y sociales eran más urgentes que el deseo de proteger la unidad nacional contra amenazas todavía vagas. Fueron también los intereses económicos los que inspiraron la política canadiense de inmigración: libertad concedida, después de 1919 como antes de 1914, a la inmigración europea, a pesar de los inconvenientes políticos; restricciones establecidas en 1930 y luego limitaciones impuestas en 1934, como consecuencia de la crisis económica mundial. Las mismas preocupaciones predominaron en Brasil y en Argentina: se aplicaron las restricciones a la inmigración cuando, a causa de la crisis económica y del desempleo que acarreaba, pareció oportuno obstaculizar la llegada de la mano de obra europea. 37 34
Véase, infra, capítulo VI. Según Mosolff, op. cit., p. 221, y Ta-Chen (en la bibliografía). 36 • Lennox Milis, Malaya, Minneapolis, 1958. 37 En Argentina la inmigración, que había alcanzado 140 000 personas en 1929, bajó a 33 000 en 1934 y a 30 000 en 1933. 35
LAS CONDICIONES DEMOGRÁFICAS
62
¿Cuál es el balance en lo que toca a las relaciones internacionales? Estos grandes movimientos migratorios, mientras pudieron darse libremente, no sólo fueron un gran acontecimiento demográfico: hicieron crecer, en el dominio económico y en detrimento de ciertos Estados europeos, la fuerza de producción de los Estados americanos; por tanto, modificaron profundamente para el futuro cercano la importancia respectiva de los continentes europeo y americano en la vida del mundo. Pero en lo inmediato, no provocaron trastornos en las relaciones entre los Estados ni amenazaron la paz. Tal vez a este respecto fue feliz su influencia, pues en ciertas regiones de Europa aliviaron la presión demográfica, atenuaron la miseria y, así, suprimieron causas de inestabilidad social capaces de crear crisis políticas internas; ahora bien, probablemente estas crisis habrían incidido en las relaciones internacionales, habrían agravado las tensiones u ofrecido oportunidades favorables a los designios imperialistas. Los movimientos migratorios y los litigios internacionales
tl~ 1
1\1
1! ¡,1¡11 11!'111
ill
¡,1¡1,11
,!11'
''1''1
lll'li
11
63
LAS FUERZAS PROFUNDAS
No obstante, en otras circunstancias, los problemas planteados por estos movimientos migratorios dieron lugar a conflictos o amenazas de conflictos entre los Estados. Las trabas opuestas a las migraciones, sobre todo después de 1919, fueron con frecuencia el origen de estas discrepancias. Pero a veces la libertad de emigración y de inmigración condujo también a situaciones peligrosas para la paz e incluso a guerras. En estos litigios, ¿las condiciones demográficas fueron la causa o simplemente plantearon un contexto? Ésta es la cuestión que constituye el centro de interés para el estudio de las relaciones internacionales. a) El caso de la libertad de inmigración. Entre 1890y 1939, en el Transvaal, en Túnez, en Manchuria y en Palestina la libertad de inmigración provocó controversias diplomáticas o conflictos armados. En el Transvaal, donde el descubrimiento de minas de oro en el Witwatersrand había atraído desde 1884 una numerosa inmigración europea, estos inmigrados -los uitlanders- constituían en 189S, entre la población blanca, dos tercios de los hombres adultos. En este país, donde hasta entonces las formas de la producción se habían petrificado en las vías tradicionales y donde las estructuras sociales eran estables, la explotación de las minas de oro había atraído un flujo de capitales. Al mismo tiempo que habían conquistado una situación predominante en la vida económica, los uitlanders querían, para garantizar la protección de sus intereses materiales, adquirir derechos políticos que les habrían
permitido modificar las instituciones y la política económica del Estado. Ahora bien, si los boers aceptaban conceder a los inmigrantes el derecho de voto corrían el riesgo de ser inundados por otra civilización. La resistencia pasiva del gobierno boer llevó a los uitlanders, en su mayoría ingleses, a pedir en marzo de 1899 al gobierno británico una intervención diplomática. Por tanto, es indiscutible que la situación demográfica " aparece en el origen de la crisis. Pero, ¿esta situación habría conducido a la guerra sin la acción de la política inglesa? En realidad, los uitlanders estaban lejos de tener una postura unánime. En 189S habían permanecido pasivos cuando Cecil Rhodes trató de solucionar la cuestión del Transvaal mediante un fuerte ataque sorpresivo: la incursión Jameson; en 1899, muchos de ellos (según el agente inglés en Pretoria) no deseaban un conflicto que pusiera en peligro los capitales colocados en la explotación de las minas. Sin embargo, el gabinete británico decidió dar su apoyo a las reivindicaciones políticas de sus compatriotas, porque eludir el asunto sería una confesión de debilidad, lo cual perjudicaría la "posición mundial" de Gran Bretaña. Y cuando en agosto de 1899 el gobierno del Transvaal terminó por aceptar casi por completo, en la cuestión del derecho de voto, las reivindicaciones de los inmigrados, el gabinete inglés reinició el conflicto al declarar el 8 de septiembre de 1899 que no podía aceptar que el Transvaal pretendiera ser un "Estado independiente y soberano". Por tanto, la protección de los uitlanders fue la oportunidad de llevar a cabo un propósito de dominación motivado por intereses políticos, económicos y financieros. Túnez, cuando se estableció el protectorado francés, tenía una colonia italiana (11 200 habitantes) que gozaba desde 1868 de un estatuto particular y fijo por una duración de 30 años, según un tratado ítalotunecino. Quince años después, estos italianos inmigrados eran SS 000, mientras que el número de franceses no llegaba a 16 000. La colonia italiana tenía su periódico desde 1886, el Unione, y desde 1889 había comenzado a organizarse con el impulso de su cónsul general. Pero no contaba con el apoyo de Roma, donde el gobierno y la opinión pública manifestaban -según el Unione-la indiferencia más absoluta. Cuando expiró en 1896 el tratado ítalo-tunecino, el gobierno francés aceptó negociar un nuevo convenio y se empeñó en suprimir las cláusulas comerciales del tratado de 1868, a fin de establecer en Túnez un régimen aduanero favorable a la importación de las mercaderías francesas. No obstante, permitió que continuara casi por completo la situación privilegiada que beneficiaba desde el punto de vista de su estatuto personal, de sus asociaciones y de sus escuelas a los italianos de Tímez. Por tanto, bajo este régimen la colonia italiana continuó creciendo: 82 931 en 1904; 88 086 en 1911. Numéricamente, era dos veces más importante que la
EDO da SILVA tic. CARLOS ALFRADJ UNTO PROFESOR
64
LAS FUE RZA S PROFUNDAS
enz ó a pre nsa en len gua fra nce sa com col oni a fra nce sa. En Tún ez, la lam ó rec one Uni el ian a en 1903, cua ndo pre ocu par se por la invasión ital cona nci fere con la er rep res ent ant es en el der ech o de los ital ian os a ten es. ant ort imp s má es ipa les de las ciu dad en sul tiva y en los con sejo s mu nic nir rve inte de n iero Rom a, se abs tuv sPer o los gob iern os, en Par is y en cue la d, lida rea En en el nivel local. a un asu nto que que rían ma nte ner ític pol de ma ble pro no con stit uyó un tió n de los ital ian os de Tún ez con zó ena am cés 1919. El gob iern o fran inte rna cio nal has ta des pué s de ian os la en 1896 y con imp one r a los ital o pon er fin al rég ime n establecid der anpon pre la que se dio cue nta de nat ura liza ció n aut om átic a, por que bles" esta es bas bre edí a esta ble cer "so cia num éric a de los ital ian os imp conla icó ind reiv o iern o fas cist a no sól la dom ina ció n fran ces a. El gob una o cab a ó llev ez 6, sin o que en Tún ser vac ión de los convenios de 189 er end ent aba dej ital ian ida d", mie ntr as a acc ión de "fo rtal eci mie nto de la nci fere Con la en ia hub iera rec ibid o que se pod ría hab er evitado si Ital tre En s". ade esid opo rcio nad o a sus nec de Paz un dom inio col oni al "pr lonia ers ias de Fra nci a e Ital ia, la "co trov 1925 y 1935, en las ásp era s con es no ; ista fasc a tru me nto de la pol ític sin ban der a" se convirtió en el ins
1
!1
ica su móvil. uía sien do terr itor io de la Rep úbl En Ma nch uri a, que en teo ría seg la o baj nte lme 1928 no hab ía caí do rea te Ch ina , per o que ent re 1922 y rien cor n gra hab ía ten ido lug ar una aut ori dad del gob iern o de Pekín, 3, 192 en s ado del nor te (433 000 lleg es mig rato ria pro ced ent e de Ch ina onc ent e Cab 7 y 1 046 000 en 1929). 532 000 en 1925, 117 8 000 en 192 flic to no fue la cau sa pro fun da del con pre gun tars e si est a inm igr aci ón en la ían ten d, desde 1905 los jap one ses de chino-japonés de 1931. En realida to pun el uen cia pre pon der ant e des de s Ma nch uri a me ridi ona l una infl ado poj des ent onc es pod ían tem er ser 8 vista eco nóm ico y político; des de 192 en ció chi nos . Est a inq uie tud cre por este aflu jo de inm igr ant es Pekín, Chiang Kai-shek se apo der ó de cua ndo el gob iern o "nacional" de anpag en Mu kde n rea liza ban una pro a pue s los age nte s del Ku om inta ng dos rga s y con tra los priv ileg ios oto da con tra el imp eria lism o jap oné el go, sa dec laró que, par a eva dir el ries los jap one ses . La pre nsa jap one a. La ir el rég ime n chi no en Ma nch uri gob iern o de Tokio deb ía sup rim 18 de sep tiem bre de 1931. oca sió n la ofreció el inc ide nte del gráfient os esta inte rpr eta ció n "demo Per o ¿ha n confirmado los doc um orec ord ar que ni la pro pag and a jap ca" del asu nto ma nch ú? Es pre ciso usieien to de inm igra ció n cua ndo exp nes a ni la chi na cita ron este mo vim isión jap one sa y que el info rme de la Com ron las causas de la intervención imp orde Nac ion es, que obs erv aba la de Inv esti gac ión de la Soc ied ad cto no estableció nin gún vín cul o dire tan cia del mo vim ien to mig rato rio, se liminos y los origenes del conflicto: ent re el aflujo de inm igra nte s chi
ÁFICAS LAS CONDICIONES DEMOGR
65
den cia n hab ía aum ent ado la inte rde pen tab a a ind ica r que la inm igra ció muesti ía hab , cia y que, en consecuen ar eco nóm ica de Chi na y Ma nch uria tom a no chi al ion del mo vim ien to nac lad o en Mu kde n a Jos dirigentes do, fon e] En s. jero es eco nóm ico s ext ran par tido en con tra de Jos inte res rrió en os rad ica en la pol ém ica que ocu ític la cau sa de los inte res es pol 1931 y 1932. orig en vim ien to de inm igra ció n fue el En tod as esta s ocasiones, el mo el hee ent am lad pos ible exa min ar ais del conflicto. Sin em bar go, no es reque es res inte tes, el ant ago nis mo de s cho dem ogr áfic o. En tod as par nto me ele os otr igr ado s rec ien tes y los sul ta del con tac to ent re los inm rinte que en crít ica sin o has ta el día de la pob lac ión no alc anz a su fase orainm igr aci ón cre a el terr eno fav La s. ' vie nen los Est ado s inte res ado o. isiv dec cio na el imp uls o ble, per o es la pol ític a la que pro por un n de la inm igr aci ón des em peñ ó stió . Sol am ent e en Pal esti na la cue en s, paí este En io de un conflicto arm ado . i' papel det erm ina nte al prin cip agr una y il aba una eco nom ía pas tor 4 el que la pob lac ión ára be pra ctic 191 de es ant iad o la inm igr aci ón jud ía cul tur a extensiva, se hab ía inic ado voc pro sio nis ta; ent onc es no hab ía por inic iati va del mo vim ien to una ero sa (en 1919, 65 000 jud íos en difi cul tad es, por que era poc o num el ar cre 000 hab itan tes) . La dec isió n de en pob lac ión total cal cul ada en 700 ó voc pro er en ma rch a la inm igra ció n "ho gar nac ion al jud ío" y de pon ocu paque tem ían que los inm igra nte s 191 9la s pro test as de los ára bes , re la sob veían que pes aba una am ena za ran las tier ras cultivables y que que ó aba n ligados. Bal fou r com pre ndi la for ma de civilización a la que est de al jud ío enf ren tab a la hos tili dad la ins tala ció n del hog ar nac ion sas cau a de Pal est ina , per o la atri buy ó "m ayo r par te de la pob lac ión " nóm ica s eco nes cio rma sfo con las tran pol ític as o reli gio sas y con tab a n "las de los ára bes cua ndo obs erv ara par a mo difi car el esta do de áni mo jud íos de dinero jud ío y de los mé tod os ventajas que res ulta rían3 del aflujo a quiidó que la col oni zac ión jud ía iba de des arro llo del país". B Sólo olv nda to 1936, des pué s de 14 año s de ma tar tier ras a los ára bes . A fines de total. y con stit uía n 30% de la población británico, los jud íos era n 404 000 ron tala ins se s ado igr rto de esto s inm Ah ora bie n, alre ded or de un cua ión lac pob a Est . ión zac lad os de col oni fuera de las ciu dad es, en 200 pob a aví tod pró com o per s por el gob iern o, rur al rec ibió tier ras con ced ida o 20 a pab ocu s, as) y, al dec ir de ésto má s a los ára bes (97 000 hec táre re el ver dad que hub o un vín cul o ent Es . 25% de la sup erfi cie cultivable 3y 193 9, 192 1, os políticos de 1920, 192 iaflujo de inmigrantes y los trastorn dec 9 193 en que con cie nci a de ello, ya 1936. El gob iern o brit áni co ten ía pra com la íos jud 1940 pro hib ió a los dió res trin gir la inm igr aci ón y en 38
. 218 (not a). cy, 1919-1939, 1" serie, t. u, núm Doc ume nts on British Foreign Poli
66
LAS FUERZAS PROFUNDAS
de tierras, salvo en la planicie litoral. Pero lo que exigían los árabes en 1945 era la prohibición total. La guerra no llegó sino el día en que la existencia de la Liga Árabe estimuló las protestas de los árabes palestinos. Pero aquí la relación entre la situación demográfica y el conflicto es directa y evidente. b) El caso de las restricciones a la inmigración. Mucho más que la libertad de inmigración son los obstáculos opuestos a los movimientos migratorios, los que han dado lugar a litigios y a amenazas de conflicto. Los litigios han enfrentado a los Estados europeos con los Estados Unidos, y también, en una ocasión, a dos Estados europeos. Ha habido amenazas de conflicto entre los asiáticos y los Estados del Pacífico. La "clausura" de los Estados Unidos, decretada por la ley de 1921, había asestado un golpe fuerte a los intereses de varios países europeos, que en 1920 habían vuelto a proporcionar un abundante contingente de emigrantes. Desde 1921 se habían expresado los resentimientos en los debates de la Comisión Internacional de la Emigración; en vano, pues los Estados Unidos se habían negado a participar en los trabajos de la comisión. La promulgación de la ley estadunidense de 1924, que acentuó la "clausura", muestra hasta qué punto era indiferente el Congreso de los Estados Unidos a estas quejas. No obstante, cuando ese mismo año se reunió en Roma la Conferencia Internacional de la Emigración, se mostró el alcance del problema: Mussolini (entonces no había decidido todavía restringir la emigración italiana) declaró que el intercambio de las "fuerzas de trabajo" entre las naciones era una necesidad económica y social y que la emigración favorecía "los acercamientos espirituales entre los pueblos". Subrayó la influencia que deben ejercer los movimientos migratorios en las relaciones políticas internacionales, pero se abstuvo de precisar las formas de esta influencia. Las resoluciones de la conferencia comprobaban que "la elasticidad y la amplitud de los movimientos migratorios son necesarios para una buena organización de la sociedad humana y para un buen poblamiento de la tierra". En septiembre de 1927, en el Congreso de la Población que tuvo lugar en Ginebra, Albert Thomas, director de la Oficina Internacional del Trabajo, hizo alusión a los peligros ocultos en la cuestión de las migraciones. Considerada "desde el punto de vista puramente nacional", la cuestión implicaba "la posibilidad de conflictos o incluso guerras entre naciones". Para atenuar la tensión internacional producida por los obstáculos impuestos a la libertad de los movimientos migratorios, sería necesario -indicaba- que una "autoridad supranacional" regulara la distribución de la población, estudiara las necesidades de emigración y la capacidad de absorción de los países de inmigración, decidiera en qué casos un Estado sobrepoblado tendría el
LAS CONDICIONES DEMOGRÁFICAS
67
derecho de enviar a sus ciudadanos a poblar otro territorio y dirigiera sus desplazamientos. Los demógrafos 39 se empeñaban en definir los términos del problema. Un Estado que posee "tierras vacantes" ¿tiene el derecho de cerrarse a los extranjeros? Y si los acoge, ¿tiene el derecho de imponerles medidas de asimilación? Un Estado "sobrepoblado" ¿tiene bases para exigir tierras de colonización? Pero estas declaraciones de principio no venían seguidas de ninguna operación diplomática. ¿Con qué medios podrían los Estados europeos hacer que el Congreso estadunidense revisara la política de "clausura"?40 · En realidad, las audiencias internacionales que examinaban la cuestión de las migraciones se limitaron a sugerir medidas para el mejoramiento de la suerte de "los que se van" (vigilancia de las oficinas de emigración, control de la seguridad y de la higiene de los transportes), para expresar el voto de que los países de inmigración garantizaran una igualdad de trato a todos los europeos, independientemente de su nacionalidad y de que no practicaran una política de asimilación forzada; por último, para favorecer la negociación de acuerdos bilaterales destinados a asegurar la protección de los migrantes. Se postulaba sólo como una obra humanitaria y social. Por lo demás, el huracán económico que se desencadenó en 1929 quitó a la cuestión casi todo interés práctico: los Estados Unidos dejan de ser un polo de atracción. ' La propia Francia llegó a practicar, pero a una escala muy modesta, una política de restricciones a la inmigración. Después de haber abierto sus puertas ampliamente durante el periodo de reconstrucción de las regiones devastadas a los trabajadores polacos e italianos y luego de haber favorecido el establecimiento de los campesinos italianos en el suroeste, en febrero de 1927 comenzó a poner en práctica medidas restrictivas cuando aparecieron los primeros signos de una crisis de desempleo; Albert Thomas, en el Congreso de la Población que tuvo lugar unos meses más tarde, señaló que estas medidas tenían el fin de provocar un "malestar franco-italiano". Sin embargo, las quejas de la prensa italiana fueron bastante discretas. En ese momento, la cuestión de la inmigración no era sino un asunto muy secundario en el expediente de los litigios entre Francia y la Italia fascista. En 1930, el "freno" del gobierno francés se hizo más severo, pero en esa fecha el propio gobierno italiano adoptó una política de restricción a la inmigración: ¿cómo podría quejarse de las medidas tomadas en Francia? Los resentimientos fueron más ásperos cuando las preocupaciones 39 Varlez, Landry y Oualid por ejemplo. Cf. Oualid, "Les éléments d'une solution internationale du probleme des migrations humaines", informe presentado en la Conférence permanente des Hautes études internationales, 1937, 13 hojas dactilografiadas. ~ 40 No es posible esperar "milagros", escribió el4 de junio de 1924 el Giornale d'Italia.
LAS CONDICIONES DEMOGRÁFICAS
68
LAS FUERZAS PROFUNDAS
raciales vinieron a reforzar la divergencia entre los intereses económi-
11
cos y sociales. Fue en los Estados Unidos donde se manifestó primero la voluntad de prohibir la inmigración china. Sin embargo, el gobierno estadunidense había firmado en 1868 un tratado de amistad con el gobierno imperial chino, negociado "de igual a igual", en el que se había planteado el principio de la libertad de inmigración recíproca. Pero el aflujo demasiado rápido de inmigrantes chinos a las costas del Pacífico (entre 1871 y 1878 ingresaron 100 000) había inquietado a los habitantes de California, pues esta mano de obra amarilla, que se conformaba con salarios muy bajos, hacía competencia a la mano de obra estadunidense . Después de haber establecido en 1882 una restricción a la inmigración china, el Congreso tomó en 1892 una medida de prohibición pura y simple, evidentemente contraria a las promesas de 1868. En cambio, la inmigración japonesa primero fue lícita, pero desde que el número de estos inmigrantes se incrementó (llegó a 12 000 en el año de 1900), los californianos exigieron que la medida de exclusión les fuera aplicada. ¿Motivo laboral? En efecto, los sindicatos obreros pusieron en marcha la campaña. Sin embargo, el motivo racial se afirma con no menos claridad, ya que las autoridades municipales de San Francisco anunciaron la intención de establecer la segregación escolar para evitar a los niños estadunidenses "el contacto con alumnos de raza mongola". El presidente Theodore Roosevelt, aunque le parecía "insensata" la actitud de los californianos, consideraba inevitable darles una satisfacción parcial. Así, en marzo de 1907 logró que el gobierno japonés prometiera no entregar a trabajadores manuales pasaportes para los Estados Unidos. Con todo, la población japonesa siguió creciendo debido a sus índices de natalidad. Por eso, las dificultades reaparecieron en 1922. El estado de California, mediante leyes cuya validez reconoció la Corte Suprema, prohibió a los japoneses adquirir tierras o tomarlas en arrendamient o a largo plazo y les quitó el derecho de naturalizarse. En 1924, una ley federal prohibió toda inmigración japonesa y retiró incluso a los japoneses ya establecidos el derecho de llevar a su esposa, a sus hijos o a sus padres. En Canadá, el ejemplo de los Estados Unidos fue seguido de inmediato: se prohibió la inmigración de chinos y la de japoneses se redujo, a partir de 1908, a un contingente de 150 personas por año. Nueva Zelanda adoptó una línea de conducta análoga: en 1871 comenzó a recibir inmigrantes chinos, que formaron parte de la mano de obra en las minas de oro. Desde 1881 trató de restringir sus llegadas, imponiendo un gravamen especial a los navíos que transportaban chinos. En 1888 decidió una "limitación de contingentes", sin poder ponerla en ejecución, porque el gobierno inglés exigió a la reina Victoria que
69
negara su sanción a esta medida legislativa, expresamente fundada en un motivo racial; pero en 1900 la reina sorteó el obstáculo decidiendo que se aplicara a todos los inmigrados un "examen de instrucción" (saber escribir 50 palabras en una lengua europea), que excluyó casi por completo a los asiáticos. Australia, resuelta a mantener en su territorio una población blanca, empleó el mismo método mediante una ley aprobada en 1901, el mismo año de la creación de la Federación Australiana. Así, los chinos y los japoneses fueron excluidos casi por completo de todos los territorios adonde, en el perímetro del Océano Pacífico, podrían haber ido a buscar oportunidades de trabajo. · Sin embargo, quedaron "abiertas" América del Sur y las Filipinas. En , 1933 el gobierno japonés se propuso dirigir allá a sus emigrantes (de 100 000 a 150 000 por año). Pero Brasil, que había recibido cada año " de 25 000 a 30 000 japoneses en el decenio 1924-1934, puso en vigencia a partir de 1934 una rigurosa limitación de contingentes. En 1936 el número de japoneses instalados fuera del Imperio japonés y del Manchukuo . era apenas de 700 000. Fue esta política de exclusión la que pesó en las relaciones internacionales. En 1892 el gobierno de los Estados Unidos había podido hacer caso omiso de las protestas del gobierno chino, pues China era impotente. Pero luego de su victoria en la guerra de Manchuria y, más aún, después de la primera Guerra Mundial, Japón podía hacerse oír. Las protestas del gobierno japonés41 ponían el acento en el aspecto "psicológico" del asunto y omitieron a propósito todo lo relativo al interés material. ¿Tiene derecho o no Japón "al respeto y a la consideración de las demás naCiones"? Y el respeto ¿no es "la base de las relaciones amistosas en el orden internacional ... "? Aplicar a la inmigración japonesa un régimen discriminator io equivale a contrariar gravemente la "susceptibilidad nacional". 42 Este sentimiento de amargura y de indignación se expresaba entonces en la prensa japonesa. La ley estadunidense, afirmaba, rebajaba a Japón "a un rango inferior a cualquier pueblo europeo". La opinión ve en las medidas de exclusión la manifestación del sentimiento de superioridad racial que se atribuyen los estadunidense s. Pensaba que Japón había sufrido un atentado contra su honor nacional. Estas protestas se encontraban en el centro de los debates de julio de 1925 y julio de 1927, en las sesiones del Institute of Pacific Relations. El pueblo japonés, declaró la delegación japonesa, se daba cuenta de que sufría una "humillación" , porque era tratado como "inferior"; tenía el Mensaje entregado por el embajador de Japón en Washington el 20 de abril de 1924. Por tanto, como lo señaló J.-B. Duroselle, Japón no habría protestado contra la aplicación de la regla del cupo, que se había aplicado a los Estados europeos; ahora bien, esta regla habría limitado a 246 personas por año la inmigración japonesa. 41
42
LAS FUERZAS PROFUNDAS
70
los Est ado s una inju stic ia. Es ver dad que sen tim ien to de ser víc tim a de ites de sus ón asi átic a no reb asa ron los lím que se cer rar on a la inm igr aci siv a de la un ma l uso. Est a apl ica ció n abu derechos. Per o hac ían de ello les ". La la bue na arm oní a int ern aci ona sob era nía "pe rtu rba la paz y no qui so uvo en este asp ect o sen tim ent al; rép lica est adu nid ens e no se det y laboral. sa má s que el aspecto económico ver en la reivindicación jap one a su ex"m erc ado de exp ort aci ón" par Jap ón nec esi tab a enc ont rar un gir est e r qué no se esf orz aba en res trin ced ent e de pob lac ión . Per o ¿po pre vis ión o y pre fer ía ins isti r en su "im exc ede nte ? Si no que ría hac erl ás Est ado s ble me nte ped ir que los dem ona raz día ¿po , ca" áfi ogr dem titu te of igr aci ón? De est e mo do, el Ins inm de a ític pol su ran ica dif mo jap one sa. el exa me n de la reiv ind ica ció n Pacific Rel atio ns "suspendió" o pre tex to com n aro tom má s ard ien tes Per o en Tokio, los nac ion alis tas la bue na ar que, por no pod er con tar con lar dec a par nto mie aza apl e est adq uir ir blados", Jap ón deb ería tra tar de bpo "su s ado Est los de ad unt vol vir tió en igr aci ón. Est a afir ma ció n se con em de ios itor terr as arm las por io imp uldes de 1931 el gob iern o de Tok ndo cua a and pag pro de a tem un en Ch ina . arm ada en Ma nch uri a y lue go ión ans exp de a ític pol a un só de est a nes a la inm igr aci ón el ori gen cio tric res las es onc ent n ero ¿Fu exp ans iodud a, pue s la doc trin a de los pol ític a? Pod em os pon erl o en pro mu lla de es ant s de 1919, cin co año nis tas hab ía sid o for mu lad a des ent o a 1 um arg o com Per o sirv ier on e. ens nid adu est ley la de gac ión al, hab ían nóm ico s o de pre stig io nacion qui ene s, ya sea por motivos eco a dar le el ron uye trib ític a y a quienes con resuelto llevar ade lan te esta pol sa. opi nió n púb lica jap one apoyo de una gra n par te de la spe ctia Mu ndi al se abr ier on otr as per Al tér min o de la seg und a Gu err un a nte dia me iar ión urg ent e era aliv do vas. En Eu rop a, la pre ocu pac hui er hab de s sue rte de quienes, des pué ense mig rac ión int erc ont ine nta lla la, nar ndo sid o con min ado s a aba de Eu rop a ori ent al o de hab er El Co mit é nta l sin me dio s de exi ste nci a. con tra ban en Eu rop a occ ide arg ado de enc aba dic iem bre de 1951 est lnt erg ube rna me nta l cre ado en zad as" 43 y pla des as "pe rso nas est de os ori rat mig tos ien vim dir igir los mo que en ma rco cum plió una lab or eficaz, de bri nda rles asistencia. En este pli ar am de Per o ¿no sur gió la nec esi dad ad ald pri nci pio deb ía ser tem por al. igu des las ia los pro ble ma s que la va est a mis ión ? En Asia y en Au stra nue una ado ant es de 1939 adq uir ier on con del pob lam ien to hab ía pla nte se ón rbo lad a por inic iati va de Jap s. dim ens ión ; la reiv ind ica ció n ena ado oll arr n par te de los paí ses sub des vir tió ent onc es en la de una gra rie nte de adh irie ron a me nud o a la cor Ec ono mi sta s y dem ógr afo s se , estu dia esta cues tión de /'apres-guerre, Mónaco, 1953 La obra de J. Vernant, Les réfugiés en form a global. 43
ÁFI LAS CONDICIONES DEMOGR
CAS
71
ona ron la 7 por Albert Tho ma s; 44 me nci pen sam ien to ina ugu rad a en 192 l: exa me n de org ani zac ión int ern aci ona nec esi dad de un gra n esf uer zo est udi o de de los paí ses "su bpo bla dos ", de la cap aci dad de abs orc ión fica da" aci ón de una mig rac ión "pl ani "pr evi sio nes rac ion ale s", pre par sup erf icie ibu ció n de los hom bre s en la que pud ier45a log rar una red istr el sob reLa ndr y ya hab ía señ ala do que he olp Ad 7, 193 En bo. glo del el desque ant es par a la paz ", por que oso igr pel ás "m era to ien lam pob un a gra n s del ica do y por que aca rre aba má era co áfi ogr dem rio ilib equ téc nic as vida, inc lus o ent re pue blo s con de s ele niv los de ad ald igu des ual ida d, el má s que en Eu rop a. En la act a sab pen no dry Lan es. ilar sim mu ndi al. pro ble ma se pla nte a en el ma rco sob re la s per ma nen tes en un est udi o one aci rel rir cub des e ibl pos ¿Es s int ern adem ogr áfi cas en las rel aci one inf lue nci a de las con dic ion es Ha ce un . así es no one s mu est ran que cio nal es? To das est as obs erv aci esencial nto me ele un de los Est ado s era siglo, el tam año de la pob lac ión n me digra en dió per fue rza s militares; en la situ aci ón res pec tiva de las ent os. am arm los de tra nsf orm ó la téc nic a por da su imp ort anc ia cua ndo se im s má ron fue en la épo ca en que lirea Los mo vim ien tos mig rat ori os, on ier pud s es int ern aci ona les , pue tos tan tes , no cau sar on dif icu ltad flic con de es vec de inq uie tud es y a zar se lib rem ent e. Fue ron ori gen est a libe rític a de los Est ado s res trin gió des pué s de 1919, cua ndo la pol ográfica" dem ón brepoblación" y de "pr esi tad. Inc lus o las nociones de "so s. Po r iva ect col ció n de las me nta lid ade s ovar iar on con el tiem po en fun dem s rza fue nto pue den exa min ars e las consiguiente, en nin gún mo me co. ógi col eco nóm ico , político y psi gráficas fue ra de los contextos ~
.,
1 •:
b
Véanse, supr a, pp. 66-67. s, 1955; D. R. Taft, InLes Migrations des peuples, Parí Véanse, por ejemplo, M. Sorr e,in Modern World, Nueva York, 1955, y las obs erva cion es Migrant . ternational Migrations, The tica ecÓnomica, juni o de 1950 de Enr ico de Leone en R. di polí 44
,
45
LAS FUERZAS ECONÓMICAS
Ill. LAS FUERZAS ECONÓMICAS Las competencias y los conflictos "LA ECONOMÍA mundial se ha desarrollado no por la competencia de socios iguales sino por la aparición y la influencia de grandes economías nacionales sucesivamente dominantes." Este señalamiento de Fram;ois Perroux lo llevó a plantear las bases de una teoría del efecto de "dominación" en las relaciones económicas internacionales y a investigar qué consecuencias puede tener sobre el equilibrio económico una "economía dominante". En sus relaciones con los demás Estados industriales, el Estado que dispone de una superioridad de recursos o técnicas puede aumentar o disminuir la actividad económica de algún otro Estado al incrementar o restringir el volumen de sus compras; en el sector de los precios, a veces puede modificar las condiciones normales de los intercambios. Gran Bretaña ocupó esta posición dominante en la segunda mitad del siglo XIX; los Estados Unidos comenzaron a conquistarla después de 1919 y la afirmaron al término de la segunda Guerra Mundial. Por otro lado, todos los Estados industriales han contado con una gran superioridad con respecto a los países "en vías de desarrollo", a los que en el siglo XIX se les llamaba "países nuevos". La acción que han ejercido en ellos mediante la penetración de su influencia económica permitió que explotaran los recursos del subsuelo, que mejoraran los métodos agrícolas, que introdujeran nuevos cultivos y que crearan también industrias de transformación; pero a menudo provocaron cambios importantes en el medio social: ruina del artesanado, en los campos donde han competido los productos importados; formación de una burguesía cuyos intereses se han ligado a los de los extranjeros; incluso cuando el"país nuevo" se ha vuelto una colonia, se agravó a veces la miseria en la medida en que la potencia colonial extrajo una parte de los recursos locales en su beneficio. Por tanto, el estudio debe primero tratar las formas de la lucha económica entre los Estados: modificaciones de la política de intercambios; luchas por los mercados de exportación, por las reservas de materias primas o por vías de comunicación marítimas importantes; guerras de aranceles y medidas de embargo o de boicoteo destinadas a paralizar las relaciones comerciales. Pero desde el punto de vista del historiador de las relaciones interna-
n
73
cionales, el estudio de los mecanismos económicos no es el principal interés. Lo que importa es establecer la naturaleza de las relaciones entre las rivalidades de los intereses materiales y las oposiciones de los intereses políticos. Estas relaciones pueden tener un alcance y una significación muy distintos. Tal es el punto que aquí debe orientar el estudio de las influencias recíprocas entre la economía y la política. 1. Los CONFLICTOS DE LAS POLÍTICAS ECONÓMICAS En sus análisis, los economistas 1 han destacado la función que tiene el Estado en las relaciones económicas internacionales. La competencia comercial la realizan particulares o empresas que se empeñan enincrementar sus ventas y que, al mismo tiempo, tratan de mantener los precios. Pero son los Estados los que, con medidas arancelarias o monetarias, fijan los "marcos del intercambio". Más allá de los intereses particulares, orientados por el deseo de una ganancia inmediata e individual, el Estado tiene el deber de cuidar los intereses generales de la nación: la política arancelaria es uno de los medios con que cuenta para dirigir la vida económica. Permitir una libertad total a los intercambios equivale, tal vez, a que los productores de los países establezcan entre ellos un reparto racional de las tareas. En principio, esta división internacional del trabajo garantiza el máximo rendimiento, ya que los productores de cada Estado canalizan todos sus esfuerzos hacia los sectores productivos en que su actividad obtiene los resultados más favorables y dejan a las importaciones el cuidado de enfrentar las otras necesidades. Pero, dentro de cada Estado, el interés general aconseja fomentar todas las fuerzas productivas para garantizar a la población un mejor nivel de vida y una independencia económica más grande con respecto a los demás países. La doctrina de los "costos comparados", que es el fundamento del libre intercambio, tendría como resultado obligar a cada país a limitar su actividad a los productos que más se adapten a sus recursos naturales y a renunciar al mejoramiento de la organización de su vida económica. Por tanto, el Estado tiende, como señala F. Perroux, 2 a tomar medidas que tengan como resultado la restricción de la libertad de intercambios, es decir, el establecimiento de un régimen proteccionista. ·· ¿Implica esta tendencia riesgos de conflictos en las relaciones internacionales? 1 2
Sobre todo F. Perroux, T. Byé, Hérisson (véase la bibliografía). Économie appliquée, París, 1948, p. 263.
LAS FUERZAS ECONÓMICAS 74
LASFUERZASPROFUNDAS
Los teóricos del libre cambio -Cobden y Michel Chevalier, sobre todo- han afirmado que la libertad concedida al movimiento internacional de las mercancías era una "prenda de paz": según ellos, permitía que cada nación tuviera acceso a las ventajas económicas de que disponían las otras; así atenuaba la envidia, y por tanto el espíritu belicoso; podía establecer entre los pueblos, en sus actividades económicas, un sentimiento de solidaridad que debía incitarlos a una cooperación política. Es un tema análogo -el comercio generador de paz- el que entre 1933 y 1939 defendió en los Estados Unidos el secretario de Estado Cordell Hull. Pero durante las épocas en que tuvo lugar, esta libertad de intercambios no atenuó la aspereza de la competencia por la conquista de los mercados ni los sentimientos de inquietud o de frustración que experimentaron, con respecto a la penetración de las influencias extranjeras, los pueblos que eran el objeto de una "conquista económica". El régimen proteccionista compromete la responsabilidad de los poderes públicos en la competencia comercial internacional, pero disminuye los riesgos de inestabilidad en la vida económica nacional; por tanto, evita perturbaciones sociales que podrían provocar movimientos peligrosos para la seguridad interior. Ahora bien, estas perturbaciones políticas internas ¿no podrían causar, o al menos propiciar, conflictos internacionales? El proteccionismo ha triunfado en Europa continental y en los Estados Unidos durante tres cuartos de siglo, a pesar del ejemplo dado por Gran Bretaña en 1846. Luego de un corto periodo en que se consolidó una tendencia a la "liberación de intercambios", de la cual el tratado de comercio franco-inglés de 1860 fue la primera manifestación, la ley aduanal alemana de 1879 abrió el camino a una vuelta al proteccionismo, al cual sólo Gran Bretaña se rehusó. Son bien conocidas las causas de este triunfo: el deseo de los agricultores de Europa occidental y central de protegerse contra la competencia de los productores rusos y estadunidenses; la voluntad de las "industrias nuevas" de Europa occidental y los Estados Unidos de protegerse contra la superioridad inglesa. Este proteccionismo no tuvo vigencia solamente en el territorio metropolitano de los Estados, pues se extendió a los dominios coloniales. En el siglo XVIII e incluso a principios del XIX, todas las potencias europeas habían practicado el régimen del "pacto colonial", que impedía a las colonias la creación de industrias de transformación y reservaba a la metrópoli el monopolio de las relaciones comerciales, así como el de los transportes. Este régimen había sido abandonado porque en gran parte fue responsable de la insurrección de las colonias inglesas, españolas y portuguesas de América. Pero a fines del siglo XIX, la mayor parte de los grandes Estados se propusieron establecer en sus respectivas colonias
75
un mercado privilegiado para los productos de su industria: 3 era una actitud conforme con sus intereses y perfectamente lícita en la medida en que actuaban en el marco de su soberanía y era también, según ellos, la compensación de los gastos administrativos o militares que se destinaron al establecimiento de la colonia. De acuerdo con la ley aduanal francesa del 11 de enero de 1892 -cuyos principios permanecerán vigentes hasta 1939, aun cuando se atenuó el rigor del sistema con medidas de detalle en 1906, 1913 y 1928-, Indochina, las colonias de América, las del Océano Índico, Gabán y Nueva Caledonia cayeron bajo la asimilación aduana}, es decir, las mercancías extranjeras importadas debían pagar derechos iguales a los que pagarían si fueran importadas por la metrópoli; los productos exportados entraban en Francia sin tener que pagar derechos, salvo algunas excepciones. Los establecimientos de la India, los de África occidental y del Pacífico central, así como el territorio de Obok, ya sea a causa del aislamiento geográfico o en virtud de acuerdos internacionales, no fueron sometidos a la asimilación; pero su contribución al comercio colonial francés alcanzaba apenas 25%. 4 De lo que se trataba era de que el sistema • sustituyera por productos franceses los productos estadunidenses en el mercado de las Antillas, los productos japoneses en Indochina y los de origen australiano en Nueva Caledonia. · En Alemania, la ley aduana} de 1902, que confirmó y reforzó el régimen proteccionista establecido en 1879, no previó la asimilación aduanera en las colonias. En principio -salvo decisión tomada por el Bundesrat-, los productos coloniales exportados a Alemania eran susceptibles de los aranceles en cuanto ingresaran en la metrópoli; pero la tarifa arancelaria alemana se aplicaba a los productos extranjeros importados en las colonias alemanas. Los Estados Unidos pusieron en práctica un sistema mixto. La asimilación aduanal se aplicó en Puerto Rico (1902), en las islas Hawai (1900) y en Alaska, donde las mercancías extranjeras pagaban elevados derechos. A partir de 1909, las Filipinas y la isla de Guaro tuvieron un arancel propio: los derechos que gravaban las mercancías extranjeras eran inferiores a los de la tarifa estadunidense, pero las mercancías procedentes de los Estados Unidos estaban exentas. En cambio, la "zona del canal", que en 1904 había estado sometida al sistema de la asimilación, quedó bajo el régimen arancelario de la República de Panamá para manejar los intereses de los comerciantes locales; por tanto, las mercancías 3 Los Países Bajos habían establecido en las Indias Holandesas un régimen preferen- cial, pero renunciaron a él en 1872 por la presión de Gran Bretaña. 4 Según A. Girault, Príncipes de colonísatíon et de légíslatíon colonia/e, París, 1933, t. 11, p. 379.
76
LASFUERZASPROFUNDAS
procedentes de los Estados Unidos pagaron derechos de aduana al entrar en la zona, a menos que estuvieran destinadas a los empleados de la administración del canal. Las consecuencias económicas son evidentes: gracias a la asimilación aduanal, los Estados Unidos poseían 98% del mercado de Alaska, aunque el territorio se encuentre en el área geográfica de Canadá. En 1913 proveyeron 50% de las importaciones de las Filipinas, mientras que en vísperas del establecimiento del régimen preferencial esta parte no era más que de 17%. Estos métodos destinados a establecer un mercado privilegiado en beneficio de los Estados colonizadores tendieron de por sí a agravar el choque entre los imperialismos. Tal vez nunca se discutió el derecho de cada Estado a establecer este régimen. No obstante, surgieron litigios diplomáticos entre las grandes potencias cuando ciertos territorios, hasta entonces independientes, se convirtieron en colonias o protectorados y a partir de entonces quedaron sustraídos a la libertad para hacer intercambios. Gran Bretaña protestó en vano cuando Francia estableció en Madagascar su sistema aduanal. Pero Francia, cuando obtuvo en la Conferencia de Algeciras una influencia dominante en Marruecos, se vio obligada a comprometerse a mantener la "puerta abierta". A decir verdad, estos litigios son tanto más irritantes por cuanto no fueron realmente graves. del munEl único gran Estado industrial que en la época del "reparto 5 do" se rehusó a emplear el arma aduanal en sus colonias, en donde aplicó, como en la metrópoli, el régimen del libre cambio, fue Inglaterra, porque en esa época su industria textil no temía la competencia extranjera y su marina mercantil poseía una enorme superioridad. En enero de 1906 el cuerpo electoral inglés descartó los puntos de vista de Joseph Chamberlain, quien había propuesto establecer un régimen preferencial imperial. Ello no quiere decir que, exceptuando la Gran Bretaña y sus colonias de la corona, el proteccionismo no haya sido en esta época el régimen que casi todos los Estados consideraron necesario. No obstante, moderaba este proteccionismo la conclusión de tratados de comercio bilaterales, que establecieron entre los Estados firmantes reducciones recíprocas de los aranceles. Dichos tratados, con una vigencia bastante prolongada -10 o 12 años casi siempre-, garantizaron al comercio internacional una estabilidad relativa que permitía a los exportadores tomar provisiones y poner en marcha su plan de acción; casi siempre admitieron la "cláusula de la nación más favorecida", que estableció condiciones uniformes de competencia. s Pero no en los dominios que poseen la autonomía arancelaria.
LAS FUERZAS ECONÓMICAS
77
En el curso de estas negociaciones comerciales, las divergencias de intereses entre los productores o los comerciantes dentro de cada nación produjeron a menudo serios obstáculos. No obstante, en conjunto fueron notables los progresos de esta política contractual. La época en que, a fines del siglo XIX y principios del xx, triunfaba la economía liberal fue también la época de oro de los tratados comerciales. Igualmente, el volumen del comercio internacional aumentó entre 1880 y 1914 más rápidamente incluso que la producción. Poco después de la primera Guerra Mundial se agravó el proteccionismo: aumento en las tasas de los derechos de aduana, especialización de las tarifas y limitación de los contingentes de las importaciones. Los intereses de los productores determinaron estas tendencias de nacionalismo económico. Los estados "nuevos" de Europa quisieron dar a sus industrias recientes el medio para luchar contra la competencia extranjera; los Estados europeos o extraeuropeos que habían sido neutrales en 1914-1918 y habían desarrollado a la sombra del conflicto sus medios de producción quisieron conservar las ventajas adquiridas. Pero los intereses políticos también tuvieron su parte en estas decisiones: como los tratados de 1919-1920 no parecían haber establecido una paz duradera en Europa, para incrementar el "potencial de guerra" fue necesario fomentar las industrias metalúrgicas que garantizaran a cada país la independencia de la política de armamentos y aplicarse a la producción de las materias primas o los artículos alimentarios esenciales. Las resoluciones de la Conferencia Económica Internacional que, en 1927, recomendaron a los Estados "reducir las tarifas demasiado elevadas que perjudican los intercambios internacionales" fueron vanas. Sin embargo cabe destacar que los intercambios no parecieron sufrir mucho por las prácticas que condenaba la conferencia: en 1929 el volumen del comercio internacional fue casi 30% superior al de 1913. Pero la crisis económica internacional de 1929-1933 provocó una bmtal restricción en los intercambios, y la política económica de los Estados, impulsada por agmpaciones profesionales, incrementó esta parálisis. Todos los remedios empíricos que emprendieron los gobiernos, cada uno por su lado, para restablecer la balanza comercial e impedir la salida de oro -limitación rigurosa de las importaciones, subsidios otorgados a ciertas exportaciones y suspensión de otras, control de cambios, devaluaciones monetarias- obstaculizaron la recuperación de las relaciones comerciales. Estas prácticas de "neomercantilismo", señaló la Conferencia Económica Mundial de 1933, agravaban el desorden económico. Los Estados dudaban en contratar obligaciones a largo plazo, que corrían el riesgo de estorbar la adaptación de su producción a las necesidades generales de la vida económica. Prefirieron los convenios comerciales a
78
LAS FUERZAS PROFUNDAS
los trata dos de comercio, pues en aquéllos la finali dad y la dura ción son estric tame nte limit adas. La prop ia Gran Breta ña renu nció al libre cambio y, por los acue rdos de Ottawa, estableció un régim en prefe renci al en su impe rio: en 1932 Neville Cham berla in puso en marc ha el prog rama del cual su padr e, 30 años antes , había sido prom otor. El resul tado entraba en el marc o de las estad ística s de los inter camb ios. A pesa r del rápid o aume nto de la pobl ación mun dial (155 millo nes entre 1929 y 1937) y de la recup eraci ón de la prod ucció n indu stria l poste rior a los años de crisis (en 1938 fue supe rior a la de 1929), el volum en del comercio inter nacio nal fue en 1938 17% infer ior al nivel que había alcan zado 1O años antes. En tres grand es Estad os europ eos -Ru sia desd e 1922, Italia a parti r de 1935 y la Alem ania hitle riana , desp ués de la adop ción del segu ndo "plan de cuatr o años" en 1936 -, este prote ccion ismo adqu irió una forma extre ma bajo el térm ino autarquía. El prog rama consi stía en hace r que los recur sos nacio nales fuera n, lo más posible, suficientes para satis facer las nece sidad es de la pobla ción y para asegu rar al Estad o una indep ende ncia econ ómic a plena en las relacione s con los Estad os extra njero s, pero tamb ién para incre ment ar su pode río econ ómic o al desen volve r al máxi mo las fuerz as prod uctiv as nacio nales . La pues ta en marc ha de tal prog rama impl icaba una inter venc ión perm anen te y acuc iosa del Esta do en la vida econ ómic a, e inclu so podía enco ntrar se asoci ada a una nacio naliz ación del come rcio exterior. La "fuer za motr iz" de esta polít ica autár quica era la volun tad de otorgar al Esta do una liber tad de acció n mayo r en las relac iones inter nacionales. Este propó sito podía ser una mera reacción de defensa contr a la domi nació n econ ómic a ejerc ida por otro Estad o o bien contr a los riesgos que impl icaba un fuert e equil ibrio en la balan za come rcial . Podí a estar asoci ado a un plan de trans form ación socia l, como fue el caso de la Rusi a soviética cuan do se "retiró" del mun do capit alista y decid ió satisfa cer por sí mism a sus nece sidad es de prod uctos indus triale s. Pero , sobre todo, estab a ligad o a preo cupa cione s polít icas: el Esta do quer ía tener los medi os para resis tir un bloqu eo en caso de guer ra y prep arars e para afron tarla en las mejo res cond icion es. La "prep onde ranc ia de lo político sobre lo económico" explica los progr esos de la autar quía. Si este régim en era realizable, los Estad os podr ían reple garse y renun ciar al come rcio exter ior. Las rival idade s en torno a los merc ados de expo rtaci ón o las reser vas de mate rias prim as y las guer ras adua nales sería n obso letas . La autar quía sería una gara ntía de paz. Pero en el mun do conte mpor áneo este punt o de vista es poco realis ta: ning ún territor io nacional pued e asegu rar a su población la sufic iencia en artículos
LAS FUER ZAS ECONÓMICAS
79
de cons umo y en mate rias prim as; ning ún Estad o pued e renu nciar a los inter camb ios inter nacio nales . Por tanto , fue una autar quía parc ial la que se puso en práct ica. Lejos de prese ntar opor tunid ades para la paz, incre ment ó los riesgos de conflictos: en sus esfuerzos por logra r la autar quía, el Estad o sometió a privaciones a la población y aume ntó las carga s fiscales para enfre ntar los gastos que acarr ea la fabri cació n de las refaccione s; por tanto , impu so una redu cción del nivel de vida dura nte un perio do de "castigo" que prese ntaba como temporal. Estos sacrificios se volverían insop ortab les pron to si la pobla ción no se resig naba a admi tir que eran nece sario s en nom bre del inter és supe rior del país. Por lo mism o, para obten er esta resig nació n el gobie rno debía mant ener en la psico logía colectiva una exalt ación pelig rosa para la paz. En este perio do de castigo la pobla ción del Estad o autár quico advie rte la infer iorid ad cada vez más notab le de su nivel de vida respe cto del de los otros Estados : la nació n "espa rtana " expe rime nta un senti mien to de celos y de amar gura respe cto de las nacio nes más ricas . Al fin, esta polít ica económi ca prov oca el deseo de agra ndar el territ orio nacio nal para adqu irir nuevos recur sos en artícu los de cons umo y en mate rias prim as: es en un ampl io "espa cio econ ómic o" dond e la autar quía está en las mejo res cond icion es para alcan zar los fines que se prop one. Ahor a bien, en un mun do dond e ya no pued e prese ntars e la opor tunid ad de adqu irir colonias a expe nsas de pueb los caren tes de organ izaci ón polít ica, la extensión territ orial impl ica una conq uista de otro Estad o organ izado . Así, la autar quía econ ómic a, cuyo orige n casi siem pre está vincu lado a la noció n de una "política de poderío", conduce, por sus resul tados , al impe rialis mo; el Esta do que la pone en práct ica tiend e a quer er incre ment ar su "espacio vital"; el pueb lo que la pade ce o que la acep ta llega a pens ar -esc ribe Mori tz-Ju lius Bon n- que "la guer ra no es mald ita, sobre todo si es el solo y único méto do que perm ite a la nació n reali zar todas las esper anza s que acaricia". ~
2. Los MÉTODOS
DE LA EXPANSIÓN
En la segu nda mita d del siglo XIX, la indu stria contó con las herra mien tas mecá nicas que perm itiero n la prod ucció n masi va y en serie . Esta prod ucció n indus trial pudo mant ener su ritmo graci as a una expa nsión come rcial simu ltáne a: la búsq ueda de merc ados exter nos para los producto s y las mate rias prim as fue facil itada por los adela ntos en los medi os de trans porte . Las preo cupa cione s esenc iales -y riva les- de los Estad os indus triale s fueron conq uista r nuevos merc ados de exportación, asegu rar a las industrias de trans form ación sus abast os de prod uctos
r LAS FUERZAS ECONÓMICAS
LAS FUERZAS PROFUNDAS
80
bnttos y fuentes de energía y establecer un "control" sobre las grandes nttas de comunicación. ¿En qué medida afectó las relaciones políticas? Los mercados de exportación La negociación de tratados comerciales fue el principal medio de acción en la búsqueda de los mercados para colocar los productos. La práctica de la cláusula de la nación más favorecida -durante el periodo en que figuró en casi todos los tratados y en que su espíritu era respetadoatenuó en gran medida las rivalidades. Pero en la competencia internacional comprometida en torno a estos mercados de exportación fuera de Europa, los grandes Estados industriales se valieron de otros métodos: mediante una presión individual o colectiva consiguieron abrir mercados en los países "nuevos" sin recurrir al medio habitual de la negociación de tratados de comercio bilaterales; establecieron, en su beneficio, zonas de influencia económica en el territorio de otro Estado. l. En los "países nuevos" de Asia, los grandes Estados industriales obtuvieron o impusieron una limitación de los derechos de aduana percibidos por los gobiernos locales. El caso de China fue el más característico. Desde que la "guerra del opio" obligó al gobierno imperial a abrir el país al comercio extranjero, los Estados europeos y los Estados Unidos concedieron una importancia especial al mercado chino en virtud de la enorme masa de consumidores. Desde 1842, Gran Bretaña hizo inscribir en el tratado de Nankín la obligación, para el gobierno chino, de aplicar en las relaciones comerciales efectuadas por vía marítima un arancel "regular y equitativo". Por un convenio firmado en 1843, esta tarifa se fijó en 5% ad valorem para todas las importaciones. Ahora bien, antes de la guerra del opio, las relaciones comerciales con el extranjero, restringidas al puerto de Cantón y sometidas a un riguroso control, comprendían ya la percepción de impuestos aduanales: alrededor de 20% para los hilados y los tejidos de algodón y de 25% para los paños -que eran entonces las principales exportaciones inglesas con destino al mercado chino-. Por eso, el convenio de 1843 disminuyó mucho los derechos de aduana. Esta disminución permitió a la industria textil inglesa, gracias a la producción mecánica y a pesar de los costos de transporte, ofrecer sus tejidos de algodón en el mercado de Nankín a un precio inferior al de la produción artesanal china. Extendido desde 1843-1844 a Francia y los Estados Unidos, reformado y agravado a partir de la firma del tratado de Tien-Tsin del 8 de noviembre de 1858, 6 este régimen infligió un daño inmediato al artesana6
Cuando el gobierno chino estableció un impuesto sobre el comercio interior -ellikin-,
r 1
81
do chino; además, después de 1895 puso trabas al nacimiento de una industria moderna en China en la medida en que prohibía a esta industria protegerse de la competencia extranjera. De este modo, desde 1907 la abolición de las cláusulas aduanales del tratado de Nankín apareció entre las reivindicaciones inscritas en el programa del partido revolucionario chino, enemigo, desde luego, de la dinastía manchú, pero no menos hostil a las presiones que las grandes potencias habían impuesto a China. En mayo de 1919, dicha abolición fue reclamada con gran insistencia por el movimiento nacional chino. Sin embargo, sólo a partir de 1928 comenzó a restaurarse la autonomía aduanal. Por la voluntad de los Estados europeos, Marruecos, Siam y Persia conocieron situaciones similares. El sultán de Marn1ecos, al firmar en 1856 un tratado comercial con Gran Bretaña, se comprometió a limitar a 10% ad valorem los derechos que gravaban la importación de las mercancías inglesas. El gobierno siamés perdió su autonomía aduana} con el tratado del18 de abril de 1855: Gran Bretaña hizo que los aranceles se fijaran en 3% ad valorem. El tratado anglo-persa de 1857 se estableció según los mismos principios. El gobierno otomano se sometió a un régimen análogo en el marco de las "Capitulaciones". Desde 1774 se comprometió a no percibir sobre las mercancías francesas más que un derecho de aduana limitado a 5% y concedió, en 1838, la misma ventaja a las mercancías inglesas. Entre 1860 y 1862, este límite llegó a 8% por los tratados firmados con Francia, Gran Bretaña, Bélgica, Suiza y los Países Bajos. Fue sólo hasta el 25 de abril de 1907 cuando las grandes potencias europeas aceptaron elevar la tasa a 11% para permitir que el presupuesto otomano encontrara los recursos necesarios para la construcción del ferrocarril. Lo que importaba más aím que la limitación de los derechos de aduana era el privilegio del que se beneficiaron desde 1838 las mercancías europeas luego de su ingreso en territorio otomano: las aduanas interiores, cuyas tasas eran a veces bastante elevadas, no gravaron ya los productos importados por los ciudadanos de las potencias firmantes de los tratados; así, las mercancías otomanas debían pagar una sobretasa, lo cual agravó las condiciones de la competencia. Gracias a este privilegio, el comercio europeo pudo adquirir desde mediados del siglo XIX un lugar cada vez más importante en el mercado interno otomano. La consecuencia fue la declinación del artesanado otomano, incapaz la tasa impuesta a las mercancías europeas fue inferior, al menos en promedio, a la que tocaba a las mercaderías chinas. Además, los derechos arancelarios, establecidos sobre la base de 5% ad valorem, fueron fijados para el futuro; en consecuencia, tomando en cuenta el alza de los precios, la tasa establecida en 5% en 1858 se redujo en realidad a 3% en 1900. Tan sólo en 1901 la aplicación real de la tasa de 5% fue puesta de nuevo en vigor.
LAS FUERZAS PROFUNDAS
LAS FUERZAS ECONÓMICAS
de luchar contra la competencia de los productos europeos. En Siria, ya antes de 1850, esta declinación era notoria en el hilado y el tejido de la seda. En 1865 la Comisión para la Reforma de la Industria, constituida por el sultán, reconoció la ruina de los tejedores en Estambul y en Scutari y la decadencia de las curtidurías e insistió en la declinación de las obras de construcción naval, pues los buques extranjeros conformaban una gran parte en el tráfico de los puertos otomanos. Ahora bien, la limitación de los derechos de aduanas no permitía a la Puerta tomar las medidas que protegieran a estas industrias de la competencia extranjera. Su única salida consistía en sostener mediante subsidios algunos establecimientos industriales, cuya actividad estaba vinculada directamente a la independencia nacional: tal era el caso de las fábricas de equipos militares. Pero no era posible tener una política económica mientras no se restableciera la autonomía arancelaria. Hasta 1914, las quejas del gobierno otomano fueron vanas. Sólo en 1923 terminó esta situación. De los Estados asiáticos, únicamente Japón logró desembarazarse del dominio extranjero antes de la primera Guerra Mundial. Por el tratado del 29 de julio de 1858, los Estados Unidos habían obtenido que los derechos de aduana percibidos por la importación de las mercancías extranjeras no rebasaran nunca 20%. Este límite fue incluso rebajado S% para los productos textiles y los artículos destinados a las construcciones navales, es decir, para los principales puestos del comercio de importación. Los Estados europeos aprovecharon casi inmediatamente el beneficio de estas medidas~ Desde que arrancó el movimiento de industrialización, después de 1880, los productores nipones protestaron contra este régimen, que otorgaba grandes ventajas a la competencia extranjera. En 1894 obtuvieron una primera satisfacción, muy modesta: el gobierno consiguió el derecho de fijar libremente los impuestos arancelarios a condición de no rebasar el máximo previsto por el tratado de 1858. Fue tan sólo en 1911 cuando Japón recuperó su autonomía aduanal; es evidente que debió este resultado al desarrollo de su poderío militar y naval. Las presiones impuestas a los "países nuevos" provocaron la aparición de resentimientos contra la política de las grandes potencias; sin embargo, ello no puso en riesgo de conflictos políticos a las víctimas potenciales de este régimen, habida cuenta de la desproporción de las fuerzas armadas. En las relaciones entre los Estados industriales, tales presiones no fueron impugnadas porque todos se beneficiaron de las mismas ventajas. li. A fines del siglo xrx y principios del xx, el establecimiento de una zona de influencia económica fue una de las formas más activas de la
expansión de los Estados industriales. Alemania, que llegó muy tarde al "reparto del mundo", se valió de este recurso ampliamente. Pero los Estados provistos de un gran dominio colonial no subestimaron este medio de acción. En los imperios otomano y chino, en Persia y en Etiopía, los métodos fueron análogos: obtener concesiones de ferrocarriles cuya construcción proveyera una ruta comercial a los productos metalúrgicos europeos y cuya explotación permitiera a las mercancías europeas penetrar en el mercado local; solicitar un derecho de prioridad o incluso un monopolio para la prospección y el aprovechamiento de los recursos del subsuelo; concertar con el gobierno del país nuevo contratos de abastecimientos destinados al equipamiento nacional. La delimitación de las zonas respectivas dio lugar a litigios entre los Estados expansionistas, pero en todas partes fueron dirimidos mediante convenios y distribuciones.7 Es otro tipo de "zona de influencia" el que la Alemania hitleriana trató de llevar a cabo entre 1934 y 1939 en el sureste de Europa. Pero también allí la segunda intención era de índole política: si el gobierno alemán lograba dirigir la organización de una gran parte de la vida económica de estos Estados de modo que sus productos pudieran complementar los alemanes, contaba con que dispondría de un medio de presión eficaz para su política exterior. 8 La oportunidad se ofreció a la política alemana como consecuencia de la crisis económica internacional de 1929-1933. Todos los Estados de la Europa danubiana (Rumania, Bulgaria, Hungría y Yugoslavia) eran exportadores de productos agrícolas, ganaderos y forestales. En 1928 la proporción de estas exportaciones agrícolas en relación con las exportaciones totales fue de 73% en Rumania, 78.6% en Bulgaria (si se considera el tabaco), 68.2% en Yugoslavia y 64.8% en Hungría. La crisis económica hace que los Estados (Alemania y Checoslovaquia sobre todo) importadores de estos productos agrícolas redujeran sus compras. Por tanto, los Estados agrícolas de la Europa danubiana experimentaron una declinación acusada en sus exportaciones, lo que trajo una pesada baja en los precios. Su situación económica se volvió grave, casi desesperada. Sólo hasta 1934 el gobierno alemán trató de sacar partido de estas circunstancias. No lo intentó a principios de la crisis económica y había luchado contra las dificultades adoptando los métodos acostumbrados: en octubre de 1930 el aumento de los derechos de aduana sobre el trigo
82
e.L~.
7
83
Sobre estos repartos véase, infra, capítulo N, p. 116. A. Basch, The Danube Basin and the German Economic Sphere, Londres, 1944. Véanse también las indicaciones contenidas en Documents on German Foreign Policy, 1918-1945, serie e, t. v (Londres, 1950, sobre 1937-1938). 8
·;. ":~-,.,~ir.;lÍt#/~~~·kt:~a~.~·i~..
85
LAS FUERZAS PROFUNDAS
LAS FUERZAS ECONÓMICAS
extranjero, decidido en interés de sus productores de cereales, había contribuido a agravar las penurias de los Estados agrícolas danubianos; la consecuencia inmediata fue la declinación de las exportaciones industriales alemanas hacia taks Estados, incapaces desde entonces de financiar sus compras al extranjero. Pero en septiembre de 1934 la política económica de Alemania se orientó hacia una nueva vía: el plan de acción establecido por los dirigentes hitlerianos preveía un crecimiento de las exportaciones a fin de poder aumentar las compras de materias primas y de artículos de consumo. Alemania queña realizar estas compras en el sureste de Europa, es decir; en una zona que le seguiría siendo accesible en caso de guerra. Por eso, propuso a esos países comprarles todas las materias primas que pudieran abastecer, así como una gran parte de sus excedentes agrícolas, a un precio muy superior (a menudo de 30%) al del mercado mundial. En compensación, esperaba que tales Estados compraran en Alemania máquinas, productos manufacturados y productos químicos a un precio que en ciertos casos podría ser inferior al nominal. Este control del comercio exterior dio al gobierno nacionalsocialista los medios para llevar a cabo su política económica sin tener en cuenta los precios de fábrica. Todavía tenía que convencer a los interlocutores y negociar convenios comerciales. Y lo logró. Yugoslavia aceptó de buen grado las ofertas alemanas porque a causa de su participación en las sanciones decididas en octubre de 1935 por la Sociedad de Naciones contra Italia, vio hundirse sus exportaciones en el mercado italiano sin poder encontrar en Francia o en Gran Bretaña mercados compensatorios. Rumania fue al principio más reservada, porque temía encontrarse sometida a una preponderancia económica de Alemania; pero en diciembre de 1937 decidió firmar un acuerdo que le aseguraba la venta de su trigo y de sus forrajes a un precio más elevado que el mundial. En el otoño de 1938, cuando Checoslovaquia quedó englobada en la zona económica alemana, los Estados agrícolas clanubianos se vieron obligados, so pena de sufrir un "estrangulamiento" económico, a mostrarse cada vez más dóciles a las pretensiones del Reich. Para escapar de esta presión fueron vanas las ofertas que hicieron Bulgaria, Rumania y Yugoslavia a Gran Bretaña para que les comprara en grandes cantidades el excedente de su producción agrícola. El 14 de febrero de 1939 el gobierno rumano aceptó establecer con Alemania un amplio programa de cooperación económica: explotar "en común" los yacimientos rumanos de petróleo y "adaptar la producción agrícola rumana a las necesidades alemanas". La concertación de este acuerdo consagró la supremacía económica alemana en el sureste de Europa. 9
Los negociadores alemanes no dudaron un instante en que esta solidaridad entre intereses económicos era el antecedente de una colaboración política. En estos países agrícolas danubianos las poblaciones rurales estaban satisfechas por el hecho de haber encontrado un mercado de exportación y agradecerían a Alemania esta mejora de su nivel de vida. La interdependencia económica les permitía pensar que "la evolución política de los Estados del sureste europeo seguirá cada vez más el ejemplo alemán". 10 El éxito de la negociación comercial germanorumana fue de tal naturaleza que permitió "sustraer más y más a Rumania de la influencia de las potencias occidentales y de los soviets", afirmaba el ministro alemán en Bucarest. El gobierno alemán había previsto estos resultados desde 1934. La evolución económica abrió el camino a la evolución política. Pero la acción económica había sido concebida, de entrada, como un medio de la acción política. ¿Tuvo este propósito político incidencias en las relaciones entre los grandes Estados? ¿Agravó la "tensión" internacional? En realidad, no, porque en el verano de 1938 el colaborador más íntimo del primer ministro británico estaba dispuesto a admitir un reparto de los mercados europeos entre exportadores alemanes e ingleses y no se negaba a conceder a Alemania un campo privilegiado en el sureste ele Europa. 11
84
9 Entre 1933 y 1937 las exportaciones alemanas con destino a estos Estados danubianos pasaron de 154 a 555.7 millones de marcos; las importaciones, de 198 a 574.
~,~· ~~~- ·'.
La búsqueda de las materias primas
El consumo de las materias primas varía dependiendo de la "madurez económica" de los Estados. Es por ello que ha sido importante, sobre todo en Europa occidental y en los Estados Unidos, desde mediados del siglo XIX. Por tanto, la evidente desigualdad en cuanto a los recursos de que disponen, en este dominio, los Estados industriales planteó problemas de repartición, cuyo aspecto cambió conforme se tuvo conocimiento de nuevas reservas de materias primas o los adelantos técnicos modificaron la importancia respectiva de estas reservas. No obstante, la búsqueda de las materias primas y de los productos energéticos no fue una preocupación urgente durante la mayor parte del siglo XIX. En tiempos de paz, los procedimientos normales del comercio bastaban para satisfacer las necesidades de los Estados a este respecto. La "escasez del algodón" que sufrieran Gran Bretaña y Francia en 1863-1864 se debió a un "caso fortuito": la Guerra de Secesión. De tal modo, los Estados no sentían aún de manera acuciante la necesidad de 10 11
Informe de Wohltat a Goering, 27 de febrero de 1939. Conversaciones de Wohltat con sir Horace Wilson.
1\i( ·~~{·
86
LAS FUERZAS PROFUNDAS
.~i:
;·._,
LAS FUERZAS ECONÓMICAS
87
asegurarse, a expensas unos de los otros, las fuentes de abastecimiento o de reservarse un monopolio de explotación sobre alguna de ellas. Tal vez el deseo de adquirir fuera de Europa territorios con riquezas en el subsuelo y de reservar para la economía nacional el beneficio de su explotación 12 contribuya a explicar ciertas iniciativas en la expansión colonial: en 1884los partidarios más emprendedores de la acción de Francia en Tonkín prestaban alguna importancia a los yacimientos carboníferos de Dong-Trieu; los pangermanistas alemanes que impulsaron a su gobierno a reivindicar en 1904 una parte de Marmecos pensaban en los yacimientos mineros del Rif; la expansión inglesa en África del Sur se inspiró en la voluntad de dominar un territorio donde hay, en las repúblicas boers, minas de oro y ele diamantes, y por el deseo de organizar la explotación metódica de los recursos del África austral. Es también la preocupación de encontrar recursos en hulla y en material ele hierro la que explica en parte la intervención de Japón en Manchuria, cuando el gobierno japonés trató ele desarrollar una industria metalúrgica sin poseer en su territorio los recursos necesarios. Pero a menudo los intereses económicos no tuvieron más que un papel complementario en las empresas cuyo horizonte es político. En los primeros años del siglo XX ciertgs Estados industriales adoptaron una política nueva en torno a las materias primas: trataron de establecer, fuera de su territorio nacional o colonial, un control exclusivo o preferencial sobre la explotación de los recursos del subsuelo. Más que cualquier otro, Japón resintió esta necesidad, ya que aspiraba a convertirse en "la Inglaterra de Asia". Contaba con encontrar estos recursos en China, y, en efecto, en 1907, alcanzó una situación privilegiada en la explotación del mineral de hierro, ya que controlaba los yacimientos de Han Yeh Ping. Alemania, que también necesitaba mineral de hierro, trató de adquirir una parte importante en la explotación de yacimientos franceses -los de Baja Ñormandía y de Ouenza- y enfrentó una resistencia en los medios de negocios y parlamentarios franceses. Sin embargo, ni el mineral de hierro ni el carbón provocaron en esta época diferendos internacionales notables. Fue en torno al petróleo, en los primeros años del siglo xx, cuando comenzaron a surgir dificultades ásperas en las relaciones internacionales. La firma de contratos de concesiones para la exportación y la explotación hizo que las compañías petroleras presionaran a los gobiernos locales, en las regiones del mundo que poseían o parecían poseer yacimientos. La puesta en marcha de estos contratos provocó controversias que no sólo eran financieras, sino que
también despertaron, en estos países, donde las actividades de primera importancia para la vida económica se hallaban bajo una dirección extranjera, el sentimiento de una ofensa a la independencia nacional. Ahora bien, para obtener estos contratos o para protegerse de estas resistencias, las compañías buscaron el apoyo del gobierno de su propio país. Cuando lo obtienen, el asunto puede convertirse en la ocasión de un litigio entre los gobiernos de las grandes potencias: en México, en 1912 y 1913, cuando chocan los intereses de las sociedades petroleras inglesas y estadunidenses que brindaron su apoyo a los candidatos rivales a la presidencia con la esperanza de llevar al poder a un hombre favorable a sus propósitos, la controversia fue seguida de cerca por los gobiernos y afecta, en ciertos momentos, las relaciones entre ambos Estados. Después de 1919 creció la cuestión del acceso a las materias primas en las relaciones internacionales. Desde su primera asamblea, en noviembre de 1920, la Sociedad de Naciones, por petición de Italia, decidió iniciar una indagación sobre la cuestión. Las reticencias de los Estados productores paralizaron estas veleidades, y la asamblea de la sociedad no manifestó una voluntad de vencer el obstáculo. Fueron todavía los yacimientos de petróleo los que suscitaron las controversias más vivas, porque el carburante se volvió esencial para el transporte terrestre, marítimo y aéreo y porque tenía un papel capital en las fuerzas armadas. Por tanto, los intereses económicos estaban estrechamente ligados a los intereses estratégicos. Entre los grandes Estados, únicamente los Estados Unidos y la URSS poseían en su territorio recursos suficientes: todos los demás debían acudir a las importaciones. 13 Ahora bien, algunas grandes empresas aseguraban el transporte y la distribución y operaban en todo el mundo entero en los campos de prospección y explotación de los yacimientos, así como en el de las ventas. Estas empresas trataban con Estados que, a menudo, no podían prescindir de ellas; en ocasiones tenían medios de acción "superiores a los de un Estado". No obstante, en más de una ocasión también requirieron la protección o el apoyo del gobierno de su propio país y emplearon los medios de presión propios para obtenerlos. Por tanto, se hallaban estrechamente integradas a la vida política, en la cual figuraban como potencias. Es por ello que su actividad merece ser objeto de nuestra atención en la historia de las relaciones internacionales. . En 1919los dos gmpos petroleros más importantes -la Standard Oil, estadunidense, y la Royal Dutch, anglo-holandesa- competían en México, Venezuela y el Cercano Oriente. En Washington y Londres los go-
12 Por ejemplo, el imperio colonial francés: con excepción de Nueva Caledonia, las concesiones de explotación se reservaron a los franceses. En las Indias Holandesas (ley de 1907), a los súbditos holandeses.
13 Cf. Gottmann, op. cit., p. 181, y los señalamientos de Henry Bérenger, La politique du pétrole, París, 1920.
.l~~i~.·
88
LAS FUERZAS PROFUNDAS
LAS FUERZAS ECONÓMICAS
biernos vigilaban de cerca esta competencia: en Gran Bretaña la ley prohibía a los extranjeros la adquisición de partes en las sociedades petroleras; en los Estados Unidos el Servicio Geológico señaló en 1920 que las reservas nacionales comenzaban a bajar, 14 que la producción disminuiría y que los poderes públicos tenían el deber de "dar un apoyo moral a cualquier esfuerzo de los hombres de negocios estadunidenses por extender su campo de actividad en la producción del petróleo". El gobierno se mostró dispuesto a responder a esta exigencia. En los años que siguieron inmediatamente a la primera Guerra Mundial fue en Persia, y sobre todo en Mesopotamia, donde chocaron las políticas petroleras de los grandes Estados. En Persia, la Anglo-Persian Co. explotaba desde 1909 los grandes yacimientos cercanos a Abadán, en la región litoral del Golfo Pérsico, y el gobierno inglés, en mayo de 1914, había tomado por su cuenta el aumento del capital de esta sociedad, del cual a partir de entonces poseía 53% de las acciones. Únicamente Rusia, en los términos del acuerdo anglo-ruso de 1907, 15 tenía el derecho de obtener concesiones petroleras en las regiones septentrionales del país. En 1916, un ciudadano ruso -un georgiano-logró un contrato de concesión en esta parte del territorio persa. Pero en 1920, cuando Georgia se separó durante unos meses de la Rusia soviética, el concesionario vendió sus derechos a la AngloPersian Co. Este éxito inglés provocó las protestas del gobierno soviético, que, al declararse dispuesto a renunciar a todas las concesiones obtenidas en Persia en tiempos del zarismo, no quería que Gran Bretaña adquiriera intereses económicos preponderantes en regiones limítrofes del territorio ruso. Ello inquietó también al gobierno de los Estados Unidos, interesado en el petróleo del Cercano. Oriente por el temor a que se agotaran sus propias reservas. Por su parte, el gobierno iraní era hostil a la solución inglesa, porque otorgaría a la Anglo-Persian una influencia cada vez mayor sobre el país, y prefería ceder la concesión a una empresa estadunidense, pues los Estados Unidos no reivindicaban en esa época ningún papel político en el Cercano Oriente. Pero Irán abandonó pronto sus negociaciones con la Standard Oil ante las protestas rusas e inglesas. El gobierno soviético, después de hacer fracasar los intereses ingleses, se vio entonces comprometido con Gran Bretaña a "bloquear" los intereses estadunidenses. Las presiones respectivas se anularon. Durante 12 años, el gobierno iraní se resignó a mantener vigente el contrato de la Anglo-Persian, a pesar de las impugnaciones que no cesaron de oponerlo a la compañía. 14 No fue sino hasta 1930 cuando se reconoció plenamente la importancia de los yacimientos de Texas. 1s Véase, infra, p. 120.
~· ... ; .¡.... ;~.,·,.
'(,
89
Cuando en noviembre de 1932 Irán se decidió a denunciar dicho contrato y enfrentó las protestas del gobierno británico, recibió, tal vez, el respaldo de un agente soviético. Aunque el conflicto rebasó el marco anglo-iraní y fuera sometido al Consejo de la Sociedad de Naciones, no originó una acción diplomática de los Estados Unidos o de la URSS; pero cuando el nuevo contrato, concertado el primero de mayo de 1933 y enmendado en julio de 1949, fue anulado por la ley de nacionalización promulgada el20 de marzo de 1951 por el Parlamento iraní, la política internacional encontró un nuevo terreno de acción: al parecer, la mediación que trató de ejercer el presidente de los Estados Unidos para fijar la indemnización por la expropiación fue en vano; no obstante, no lo fue del todo porque en el nuevo contrato de concesión acordado en agosto de 1954 por el gobierno iraní a ocho empresas petroleras, luego de la abrogación de la ley de nacionalización, las estadunidenses consiguieron una participación de 40%. En Mesopotamia, el gobierno otomano concedió, el19 de mayo de 1914, la explotación de los yacimientos de Mosul a la Turkish Petroleum Co., en la que estaban asociados grupos financieros ingleses y alemanes. Estos grupos habían acordado que la producción futura se dividiría en tres partidas iguales: una destinada a la marina de guerra inglesa, otra a la marina de guerra alemana y la tercera a la venta. Los gobiernos habían aprobado dicho convenio. El contrato no se había puesto en ejecución a causa de la guerra europea y la parte alemana había sido requisada por las autoridades británicas. En 1919 el gobierno francés trató de que Inglaterra le concediera esta parte "disponible" a cambio de un nuevo reparto de las zonas de influencia en Asia Menor que los dos Estados habían trazado sobre el papel en mayo de 1916, cuando habían definido sus finalidades de guerra. Luego de prolongados debates, retardados por los disensos en torno a la cuestión siria, Francia acabó por obtener una participación de 25% en el capital de la Turkish Petroleum a condición de que se construyeran dos oleoductos en territorio bajo mandato francés, entre Mosul y los puertos sirios. Efectivamente, intereses económicos y financieros orientaron la política francesa en este asunto: Francia, donde el consumo de hidrocarburos aumentó 50% respecto de 1913, se vio obligada a destinar al pago de las importaciones de petróleo una parte demasiado importante de sus disponibilidades en divisas; por eso estaba tan interesada en poseer una fuente de abastecimiento. Pero el acuerdo franco-inglés desató las protestas del gobierno de los Estados Unidos. Desde mayo de 1920 provocó en varias ocasiones y mediante notas diplomáticas el principio de "la igualdad de trato", planteado durante las negociaciones de paz: en todo el territorio que los tratados
LAS FUERZAS PROFUNDAS
LAS FUERZAS ECONÓMICAS
hayan quitado a un Estado vencido, los ciudadanos de todos los Estados deben beneficiarse del mismo régimen desde el punto de vista económico. Pero "Inglaterra está tomando posesión de los recursos petroleros del mundo", afirma el senador Cabot Lodge. Esta presión diplomática hizo que en diciembre de 1922 el gobierno británico, en el momento en que su política otomana quedó gravemente comprometida por la derrota griega en Asia Menor, prometiera a los intereses petroleros estadunidenses una participación de 25%, sacada de la parte inglesa. ¿Actuó el Departamento de Estado por su propia iniciativa o fue el instrumento de las empresas petroleras? Dado el estado actual de la documentación, es difícil dar una respuesta precisa; pero es cierto que las empresas petroleras tenían un abogado en el gobierno: el secretario del Interior, Albert Fall, que antes había sido su portavoz en el Senado. He ahí dos casos en que la acción diplomática se ejerció en beneficio de los intereses de empresas privadas. 16 Sin embargo, en ambos casos los intereses generales del Estado, intereses económicos o políticos, también estaban en entredicho. ¿Hay por ello que exagerar el alcance de estos diferendos? ¿Hay que hablar de "guerra del petróleo"? Por la lectura de los documentos nada permite pensarlo. Este choque de los intereses materiales alimentó quizás una controversia diplomática. Sin embargo, al parecer no se convirtieron las relaciones políticas entre los Estados en un elemento de perturbaciones graves. La controversia en torno a las reservas de materias primas se volvió más áspera entre 1935 y 1939. La explicación se encuentra en las preocupaciones políticas más que en los intereses económicos: la política de las materias primas estaba dominada por móviles militares y estratégicos; los Estados querían tener a su disposición, en caso de guerra, las materias primas indispensables para las industrias metalúrgicas y químicas, así como los carburantes necesarios para los transportes. "La carrera por las materias primas no es más que una etapa de la carrera por los armamentos", señaló en 1939 el vocero general de la conferencia permanente de Altos Estudios Internacionales. 17 Esta preocupación era común a todos los Estados, salvo los Estados Unidos y la URSS, que cubrían con sus propios recursos casi todas sus necesidades. En cambio, los Estados cuyo dominio colonial es mediocre la resentían más aún que los otros. Tal es el caso de Japón, Alemania e Italia, y en tal hecho fundaron sus argumentos en apoyo de su política
de expansión territorial: los Estados mal provistos de materias primas son objeto de un "tributo económico" que es injusto y que recarga su balanza de pagos. La seguridad del abastecimiento de materias primas de un Estado no está realmente asegurada, decían las campañas de prensa, más que en el caso en que el territorio productor se halla bajo el control político de ese Estado. Así, la libertad de acceso a las materias primas se encontraba ligada a una "redistribución" de los territorios coloniales. Pero, ¿no sería posible disociar el problema económico del problema colonial? Cuando el5 de octubre de 1937 el presidente Franklin Roosevelt, en su discurso de Chicago, invitó a un "esfuerzo concertado de las naciones pacíficas para oponerse a la violación de los tratados y para establecer los principios fundamentales por observar en las relaciones internacionales" y cuando pensó enviar a los demás Estados un memorándum preparado por el subsecretario de Estado Summer Welles, se reservó, en este programa, "el derecho de libre acceso de todos los pueblos a las materias primas". Según él, ello sería un medio para evitar la guerra. Tal plan resultó inútil porque el primer ministro británico prefirió intentar una negociación directa con Alemania e Italia antes que recurrir a una conferencia general. lB La idea reapareció al año siguiente, con una forma menos vaga, en los medios de economistas y especialistas en las ciencias políticas que preparaban los trabajos de la Conferencia Permanente de Altos Estudios Internacionales. ¿Por qué no entregar a compañías internacionales el cuidado de explotar y distribuir los recursos de materias primas sin tocar la soberanía territorial? 19 Se objetó que sería un paliativo insuficiente y hasta peligroso: la compañía serviría quizá de "pantalla" a las conquistas territoriales, pues uno de los participantes podría adquirir con ello una preponderancia y perseguir propósitos políticos. La Conferencia Permanente de Altos Estudios Internacionales no logró elaborar un plan. No obstante, las conclusiones de su informe merecen nuestra atención: las cuestiones financieras que planteaban el acceso a las materias primas hubieran podido, en una "economía de paz", "resolverse con facilidad", pero no en una "economía de preparación para la guerra". Las dificultades esenciales "no son económicas sino políticas": era la "inseguridad política" la que impedía encontrar una solución.
90
\.-
1
91
;{,
Todavía hay que subrayar que, al término de la segunda Guerra Mundial, la presión diplomática ejercida por los grandes Estados fue a menudo menos eficaz porque los gobiernos no se decidían a considerar el recurso a los medíos de la fuerza. 17 El informe de la conferencia fue establecido por Étíenne Dennery, quien era entonces uno de los secretarios del Centro de Estudios de Política Extranjera. 16
J. B. Duroselle, De Wílson aRoosevelt, pp. 271-272. En 1946la misma preocupación orientó ciertas iniciativas que sugerían establecer un "control internacional" sobre las actividades petroleras en Oriente Medio (cf. G. Lenczowski, p. 173, obra citada en la bibliografía). 18 19
:''"·\6.'~\-~.-·~*~2· .t
!1]_'.7·
~-
·~ LAS FUERZAS ECONÓMICAS
El control de las grandes vías de comunicación
trucción, concedió a tal compañía una importante subvención anual por espacio de 30 años. Colombia adoptó un sistema análogo, pero en lugar del subsidio otorgó una concesión de tierras comunales: 300 hectáreas por kilómetro construido. Chile fue el único Estado propietario de la mayor parte de las vías férreas trazadas en su territorio (aunque el ferrocarril transandino fue concesionado a una compañía inglesa); pero dirigían los trabajos ingenieros extranjeros, europeos y estadunidenses. ¿Tenemos que subrayar el lugar de estas compañías ferroviarias en la vida económica de los Estados sudamericanos? En los "países nuevos" de Asia o de África, donde los intereses económicos y financieros de los grandes Estados industriales disponían de una amplia libertad de acción, esta participación de los técnicos y de los capitales europeos en la constmcción de las vías férreas cobró una gran importancia, mucho más allá del marco económico. Sólo Japón, al apelar a la asistencia extranjera para establecer una red férrea, no renunció a su derecho de control sobre las tarifas de transporte y la explotación. Pero los otros gobiernos de los "países nuevos" tuvieron que acordar amplias ventajas a los intereses extranjeros. Entre 1894 y 1914los ejemplos más característicos fueron Etiopía, China y el Imperio otomano. El contrato de concesión otorgado el 9 de marzo de 1894 por el emperador Menelik a un ingeniero suizo, Ilg, y a su asociado francés, Chefneux, tiene un carácter paradigmático. Menelik, quien firmó en mayo de 1889 el tratado de Ucciali, pero que quería escapar al protectorado italiano, trató de dotar a la planicie etiope de una vía de acceso a un puerto situado fuera del control de Italia. La concesión preveía la construcción de una vía férrea de Jibuti a Barrar. La compañía concesionaria tendría un monopolio de hecho, pues Menelik se comprometió a enviar por vía férrea, ya no por caravanas, todos los transportes de mercancías. La compañía tendría el derecho de fijar las tarifas, a condición de no exceder las de las caravanas. Podría recaudar un impuesto de 10% sobre las mercancías en tránsito mientras sus utilidades no alcanzaran tres millones de francos al año. Por último, tendría el derecho de explotar las minas y los bosques en una zona de un kilómetro a ambos lados de la vía férrea. Pero el Estado etiope no asumió ninguna responsabilidad financiera e incluso podía contar con una utilidad, pues el emperador debía recibir un lote de acciones de la compañía. Entre 1864 y 1866 el gobierno del Imperio chino había rechazado los proyectos de construcción de vías férreas. Un poco más tarde, entre 1881 y 1890, autorizó el establecimiento de dos ramales cortos (un total de 40 kilómetros) destinados a asegurar el transporte de carbón. Sólo a partir de 1894 comenzó la construcción de verdaderas vías férreas, cuando el gobierno, debilitado por la derrota que sufrió en la guerra
En 1870 la red ferroviaria se había expandido en Europa y en América del Norte. Pero en el resto del mundo sólo se habían construido 12 270 kilómetros, de los cuales 6 500 los trazó la administración inglesa en la India. En 1913, en estas mismas regiones, la longitud de las vías férreas alcanzó los 276 000 kilómetros. Tal desarrollo ferroviario, realizado casi siempre por iniciativa de los europeos, quienes proporcionaban los capitales y los técnicos, transformó las actividades comerciales en una gran parte del mundo y abrió nuevas posibilidades a las exportaciones de los Estados industriales. Al mismo tiempo, los medios de comunicación marítima hicieron considerables progresos gracias al aumento del tonelaje de la marina mercante y a las nuevas técnicas de la construcción naval, así como a la apertura de los grandes canales interoceánicos -Suez y Panamá-, que acortaron las distancias y modificaron las rutas de tráfico.
a) Las vías férreas
Los europeos tenían toda la libertad de emprender sus iniciativas en los territorios donde ejercían su dominación; pero en los Estados independientes tenían que solicitar del gobierno local una autorización que cobraba la forma de un contrato de concesión. Son las formas de tales contratos las que importa examinar. En América del Sur,2o antes de 1914, casi todos los gobiernos recurren a empresas europeas para la construcción y la explotación de las vías férreas. Las líneas más importantes en Argentina fueron objeto de concesiones acordadas a compañías inglesas, las cuales daban los puestos superiores a ingleses y tenían el derecho de fijar las tarifas. Al principio, el Estado concedía una garantía de interés, que se volvió superflua a partir de 1895 porque las compañías lograban grandes beneficios. Sólo hasta 1907 una ley dio al gobierno el derecho de reducir las tarifas en el caso de que la compañía interesada obtuviera durante tres años 25% del capital invertido. En Umguay todas las vías férreas se constmyeron con capitales ingleses; el gobierno acordó una garantía de intereses, pero se reservó el derecho de fijar las tarifas. En Brasil, cinco sextos de la red pertenecían a compañías inglesas, francesas y belgas. En Perú, en 1890, el gobierno otorgó un contrato general de concesión a una compañía pemana de capital inglés; pero, habida cuenta de las dificultades de cons2o
93
LAS FUERZAS PROFUNDAS
92
Véase el estudio de Halsey, mencionado en la bibliografía.
.,:( •·
!'
95
LAS FUERZAS PROFUNDAS
LAS FUERZAS ECONÓMICAS
chino-japonesa, ya no se atrevió a negar a los europeos los contratos de concesiones. En los contratos concertados el 8 de septiembre de 1896 con la banca ruso-china para el ferrocarril transmanchuriano, el 6 de marzo de 1898 con el gobierno alemán para la red férrea del Chantung y el 9 de abril de 1898 con el gobierno francés para el ferrocarril del Yunán, el gobierno chino reconoció a los concesionarios el derecho de explotación de la via férrea por parte de personal extranjero y de fijar las tarifas; les entregó gratuitamente (salvo en el caso del Chantung) las tierras necesarias para la construcción de la línea, cuando éstas pertenecían al Estado, y les concedió el derecho de explotar los yacimientos mineros en las zonas vecinas a la vía férrea. Por tanto, en estos tres contratos, las compañías extranjeras obtuvieron ventajas considerables desde el punto de vista económico. Sin embargo, sólo en el primero el gobierno chino abandonó su poder sobre el "territorio de la vía férrea" y aceptó la presencia de una fuerza poli: ciaca cuyos efectivos y mandos eran extranjeros. 21 Al tratar con Alemania y luego con Francia, el gobierno chino tomó unas precauciones que no había podido tomar en la negociación con Rusia, porque solicitaba una alianza contra Japón. No obstante, estas precauciones fueron insuficientes, ya que China dio facilidades a los extranjeros en cuanto a la explotación de las vías férreas y les otorgó el derecho de fijar las tarifas. En el transcurso del verano de 1898, durante los "Cien Días",22 el gobierno imperial anunció una nueva política ferroviaria: las vías férreas podrían ser constnlidas y explotadas por empresas extranjeras, cuyo concurso era indispensable porque sólo ellas poseían los técnicos y los capitales; pero deberían estar bajo el control de las autoridades chinas. Así, la construcción de la vía férrea Pekín-Hankeu, decidida por el gobierno de Pekín, se confió a una sociedad belga, que aseguraría la explotación; los gastos de construcción serían cubiertos por un préstamo que se colocaría en los mercados financieros europeos al cuidado de la compañía, pero que sería contratado a nombre de China. Por tanto, la vía férrea pertenecería al gobierno imperial. Se aplicaron principios análogos cuando se concedió la construcción de la línea ferroviaria Shanghai-Nankín a una compañía inglesa y la de la vía Hankeu-Cantón a un grupo financiero estadunidense. En fin, en la última etapa de su política ferroviaria, de 1905 a 1911, el
gobierno imperial chino, al tiempo que seguía solicitando la ayuda de los técnicos y los capitales extranjeros, introdujo en los contratos de concesión nuevas cláusulas que aseguraban que los chinos dirigirían los trabajos y la explotación de las vias férreas. En 1911, en vísperas de la revolución que derrocaría a la dinastía Manchú, China tenía 9 854 kilómetros de líneas de ferrocarril; todas, con excepción de 388 kilómetros, fueron construidas por empresarios extranjeros. Las sociedades extranjeras poseían 4 272 kilómetros, o sea, casi 43% de la red. En el Imperio otomano el centro de interés era la concesión a una sociedad alemana de una amplia red ferroviaria (más de 4 000 kilómetros), cuya línea principal debía unir Anatolia (Ankara y Koniah) con Mesopotamia y el Golfo Pérsico. El contrato, que en principio se había acordado en noviembre de 1899, se firmó el S de marzo de 1903. Desde los puntos de vista económico y financiero, presentaba algunas analogías con ciertas concesiones de vías férreas chinas: la "Compañía de Ferrocarril de Bagdad" tenía el derecho de explotar las minas que pudiera descubrir en una zona de 30 kilómetros a ambos lados de la vía férrea; se encargaría de colocar en los mercados financieros europeos los títulos de un préstamo cuyo producto permitiría al gobierno otomano abonar a la compañía una indemnización global mientras realizara la construcción. Por tanto, el Estado otomano sería propietario de la vía férrea y recibiría una parte de las utilidades de la explotación; pero entregaba la gestión por 99 años a la compañía alemana, que así pudo ejercer una influencia esencial en la vida económica del imperio. Estas empresas desempeñaron un papel activo en las relaciones diplomáticas entre las grandes potencias porque se asociaban al establecimiento de zonas de influencia. A menudo ocasionaron dificultades, pero siempre se resolvieron por medio de convenios en China, Etiopía y la Turquía de Asia, donde se hicieron repartos. En resumen, fueron una fuente de irritación pero no de conflictos.
94
21 El contrato de concesión del ferrocarril del Yunán preveía que la vía férrea estaría vigilada por una milicia, pero debía ser una milicia indígena. 22 Es decir, la tentativa de reformas que el emperador Kuang-siu efectuó por instigación de Kang Teu-wei.
.... í.~:).,
;,,,
b) Las rutas marítimas Desde mediados del siglo XIX las grandes rutas marítimas propiciaron, en dos ocasiones importantes -Suez y Panamá-, rivalidades y controversias entre los Estados. Evidentemente, los intereses tuvieron en ello una parte importante: las marinas mercantes de todos los países querían utilizar libremente estos canales sin sufrir medidas discriminatorias y tener la garantía de que las tarifas por el derecho de paso no serían excesivas. Sin embargo, ¿bastan estos intereses para explicar el carácter y la aspereza de las controversias?
,:,,WI¡i•iittfa!if"~~,.,L~ ,.
97
LAS FUERZAS PROFUNDAS
LAS FUERZAS ECONÓMICAS
En el caso del canal de Suez, cuya constmcción emprendió una compañía privada que recibió del gobierno del jedive un contrato de concesión, a primera vista la cuestión del libre tránsito no parece presentar dificultades: en efecto, el canal se estableció en territorio egipcio; pero, ¿qué interés podría tener el jedive para prohibir el tráfico, siendo el propietario de una importante parte de las acciones de la sociedad y, por ende, el acreedor de una participación de las utilidades? Pero las cosas cambiaron cuando el jedive se vio obligado en 1875 por sus apuros financieros a vender sus acciones al gobierno británico, y sobre todo cuando en 1882 la intervención armada de Inglaterra contra el movimiento nacional egipcio puso el canal "temporalmente" bajo ocupación inglesa. En adelante, quedó planteada la cuestión de la libertad de tránsito. El gobierno británico afirmó que no impediría esta libertad y aceptó que la situaciÓY\ jurídica del canal se estableciera por medio de un convenio internacional. En octubre de 1888, el convenio estipuló que el tránsito sería libre para todos los navíos comerciales o militares y en todo tiempo, por tanto, incluso en el caso de una guerra en la que participara Egipto, en teoría vasallo del Imperio otomano. Se trataba de una garantía importante para los intereses económicos de los Estados, cuya marina mercante utilizaba la nueva mta marítima, y más importante aún desde el punto de vista estratégico. Sin embargo, la aplicación de la situación jurídica quedó, si no en derecho, sí de hecho a merced de las tropas inglesas que ocupaban el territorio egipcio. Y la marina de guerra inglesa, dueña del Mediterráneo, estaba en condiciones, sin violar el convenio, de prohibir el paso del canal mediante un bloqueo a distancia. Ahora bien, Gran Bretaña respetó la libertad de tránsito mientras duró la primera Guerra Mundial (el canal sólo se cerró durante 24 horas, en mayo de 1915, cuando las tropas turcas llevaron a cabo una ofensiva en territorio egipcio) y durante la guerra de Etiopía de 1935-1936. En la primera ocasión, el mantenimiento del libre tránsito era conforme a los intereses ingleses, pues Gran Bretaña recibía por la ruta de Suez una parte de su abastecimiento de materias primas. Pero en la segunda, el cierre del canal habría paralizado la expedición italiana a Etiopía. ¿Por qué el gabinete británico renunció a este expediente en el marco de las sanciones económicas que había decidido aplicar a Italia? ¿Es sólo porque tomaba en cuenta la opinión de los juristas de la Corona, respetuosos de la promesa hecha en 1888? En el fondo, este respeto de los textos coincidiría con la línea seguida por la política británica, que trataba de impedir la expedición italiana mediante una presión económica indirecta, ya que no quería arriesgarse a llevar al extremo al gobierno fascista porque excluía absolutamente la eventualidad de tener que hacer la guerra contra Italia.
En el canal de Panamá se trata, ante todo, de los intereses económicos de los Estados Unidos, en virtud de que su territorio toca el Pacífico: el canal presenta una evidente importancia para las relaciones comerciales entre los puertos de California y los del Atlántico, así como para la expansión del comercio estadunidense en el Pacífico y el Extremo Oriente. En cuanto a la importancia económica internacional -es decir, la apertura de una ruta marítima que recorta a la mitad el trayecto entre Europa y los puertos pemanos, bolivianos o chilenos-, ofrece un interés para la marina mercante inglesa. Pero la cuestión tenía también un gran alcance político: al facilitar el desplazamiento de las flotas de guerra, el canal podía incrementar sus medios de acción y modificar notablemente las circunstancias para las estrategias navales. En este caso, Gran Bretaña, cuya preponderancia fue indiscutible hasta 1919, tenía intereses superiores a los de los demás Estados. Por tanto, la rivalidad angloestadunidense que se manifestó desde mediados del siglo XIX era a la vez económica y política, pero sobre todo política. Gran Bretaña, que ejercía su control sobre todas las grandes rutas marítimas del mundo, ¿controlaría también ésta? Ciertamente, no. El gabinete británico estaba consciente de que en ningún caso los Estados Unidos aceptarían que el canal quedara bajo el control inglés; sólo esperaba impedir que utilizaran esta ruta internacional para su provecho exclusivo. En abril de 1850 el tratado Clayton-Bulwer estipuló que el canal, de ser constmido, debería serlo por una iniciativa angloestadunidens e y que sería neutral; los dos Estados se comprometieron a no tratar de establecer un "control exclusivo" sobre el canal y a no erigir fortificaciones sobre estas riberas. El gobierno de los Estados Unidos abandonó esta promesa medio siglo más tarde: el tratado Hay-Pouncefote reconoció que los Estados Unidos tenían el derecho de emprender, solos, la constmcción del canal interoceánico y de establecer allí fortificaciones y una ocupación militar. Así, el gobierno estadunidense quería ser capaz de impedir, dado el caso, el tránsito (aunque lo declare libre) y se salió con la suya aprovechando las dificultades que pasaba en ese momento Gran Bretaña en África del Sur. ¿Deseo de salvaguardar los intereses económicos? No: ni la fortificación ni la ocupación militar del canal eran necesarias para proteger dichos intereses. Son preocupaciones estratégicas las que orientaron la acción diplomática de los Estados Unidos: la marina de guerra estadunidense quería estar en condiciones de reservarse el derecho de tránsito.
96
~·~ ·,
.l.~
3.
LAS COERCIONES
Cuando los Estados acuerdan medidas mutuas con la finalidad de restringir sus relaciones comerciales, el vínculo entre las fuerzas económicas
LAS FUERZAS PROFUNDAS
LAS FUERZAS ECONÓMICAS
y la acción política es estrecho. Evidentemente, el bloqueo es un medio de coerción económica que se emplea con fines políticos. Pero, ¿qué sucede con la guerra arancelaria, el embargo y el boicoteo?
miento se convirtiera en una alianza más que comercial, no se inclinaba a dar buen trato a los intereses rusos en la negociación comercial. Por el contrario, en febrero de 1894 pensaba que al prolongarse la guerra arancelaria corría el riesgo de adquirir el carácter de una "lucha nacional" y de agravar los disensos políticos. Guillermo II declaró, en sesión del Consejo ele la Corona, que esperaba, con la concertación del tratado de comercio, "ver mejorarse las relaciones entre Rusia y Alemania y ver disminuir los vínculos que unen a Rusia con Francia". 23 En resumen, la orientación ele las relaciones económicas estaba subordinada a los intereses políticos alemanes. Sin duda, la prolongada guerra arancelaria entre Italia y Francia tiene orígenes económicos: el Parlamento francés se negaba a ratificar el convenio de navegación, negociado en 1886, que preveía un régimen favorable a los intereses italianos en materia de derechos de pesca y de escala. El gobierno italiano respondió suspendiendo, a un año de su vencimiento, el convenio comercial de 1881 en el cual se habían acordado reducciones arancelarias a los productos industriales franceses importados en Italia a cambio de facilidades otorgadas a la importación de los productos italianos en Francia. La negociación de 1887 fracasó porque Italia se propuso aumentar los aranceles, vigentes desde 1881, sobre los tejidos de lana y seda y los productos metalúrgicos y Francia no quería disminuir los aranceles percibidos sobre el ganado italiano. El 28 de febrero de 1888 los italianos decidieron imponer por decreto a todos los productos franceses la tarifa arancelaria votada por el Parlamento unos meses antes, es decir, aplicar derechos muy elevados; un decreto francés adoptó una medida simétrica. Pero casi en seguida de ambos lados se incrementan los aranceles aún más por una tarifa de represalias. En los dos años siguientes las exportaciones italianas a Francia disminuyen 39% y las exportaciones francesas a Italia 50%; no obstante, mientras que Francia encontró sin mucha dificultad mercados de remplazo, en Italia la agricultura y la ganadería resultaron muy afectadas. Desde 1890 el gobierno italiano abandonó la tarifa de represalias y dejo entender que estaría dispuesto a reiniciar la negociación de un convenio comercial; pero el gobierno francés no se prestó a elío, aunque los productos alemanes estaban tomando en el mercado italiano el lugar que habían tenido los productos franceses. No fue sino siete años después cuando comenzó la negociación, que concluyó con el convenio del 21 de noviembre de 1898, que se restablecieron las relaciones comerciales normales basadas en la cláusula de nación más favorecida.
98
Las guerras arancelarias
Las "guerras arancelarias" que revisten el mayor interés para el estudio de las relaciones internacionales a fines del siglo XIX y principios del xx son las que opusieron a Alemania y Rusia, de 1890 a 1894, a Italia con Francia, de 1888 a 1898, a Austria-Hungría y Serbia de 1906 a 1909. Dichas guerras tuvieron características diferentes. Rusia no tenía tratado comercial con Alemania; soportaba sin ninguna atenuación los aranceles alemanes que, desde 1879, eran pronunciadamente proteccionistas. Por tanto, el trigo ruso vendido a Alemania pagaba derechos mucho más elevados que el trigo austriaco. Para obtener una reducción de estos derechos, el gobierno del zar solicitó en febrero de 1892 la firma de un acuerdo comercial que incluyera la cláusula de nación más favorecida, pero se topó con una negativa, pues los alemanes pensaban que los n1sos, como necesitaban dar salida a sucosecha de trigo, limitarían pronto sus exigencias. Entonces, el gobierno ruso decidió aplicar, a partir del 1o de agosto de 1893, un aumento de derechos a las mercancías alemanas de entre 20 y 30%, dependiendo de las categorías. El gobierno alemán respondió con medidas casi simétricas: el arancel sobre el trigo ruso llegó a 7.50 marcos por quintal, mientras que el trigo húngaro pagaba 3.50 marcos. La importación del trigo ruso en Alemania quedó paralizada por completo en esta guerra de tarifas. Desde octubre de 1893 el gobierno ruso pidió la reanudación de las negociaciones. Por el tratado de comercio del 1O de febrero de 1894 Alemania prometió aplicar durante 10 años al trigo ruso los mismos aranceles que al trigo húngaro; en compensación, Rusia redujo los derechos percibidos sobre la mayor parte de los productos industriales alemanes. Así, parece como si esta breve guerra aduanera fuera la secuela ele un conflicto entre intereses económicos. Pero, ¿cómo explicar que el gobierno ruso, aunque no se haya atrevido a continuar la lucha arancelaria porque infligiría pérdidas muy onerosas a su agricultura, haya acabado por obtener para sus exportaciones de trigo las ventajas que se le habían negado en primera instancia? En realidad, las variaciones de la política económica alemana se relacionaban con las circunstancias políticas. En 1892 el gobierno alemán, que acababa de observar en los meses precedentes las primeras manifestaciones de una alianza francorusa y que, sin tener todavía la certeza, podía temer que este acerca-
.
;~,:
99
23 Die grosse Politik der europtiischen Kabinette, 18 de febrero de 1894. Trad. francesa: La politique extérieure de l'Allemagne, 1871-1914 (París, 1931), t. JX, núm. 1992 .
101
LAS FUERZAS PROFUNDAS
LAS FUERZAS ECONÓMICAS
¿Son suficientes los factores económicos para explicar la larga duración de este conflicto arancelario? A los industriales del norte de Italia les convenía la mptura comercial, que les evitaba la competencia de la industria francesa. En 1890 los medios de negocios franceses, convencidos de que la crisis económica italiana obligaría a Italia a ceder rápidamente, habían creído que podían "darse a desear". Además, en ambos países las ideas proteccionistas tenían un amplio eco en las asambleas parlamentarias. Sin embargo, estos intereses materiales o estas convicciones doctrinales no son elementos de explicación suficientes. ¿Por qué en 1887 el gobierno italiano se negó a mantener las tarifas de 1881 cuando, según el régimen establecido por este convenio, la balanza comercial favorecía ampliamente a Italia? Los negociadores franceses24 atribuyeron esta actitud a una causa política: la llegada al poder el29 de julio de 1887 de Francesco Crispí, ferviente "tripliciano", que acentuó la rigidez de la diplomacia italiana. Y en la opinión pública italiana, tras la mptura arancelaria, los agricultores, directamente perjudicados, reprocharon con insistencia a su gobierno haber llevado con Francia una política de "desavenencia". ¿Por qué tardó tanto el gobierno francés en aceptar una negociación que deseaba desde 1892 el embajador de Francia en Roma? Estaba paralizado por la actitud de la mayoría parlamentaria, descontenta por la renovación anticipada del tratado de la Triple Alianza, decidida en 1891, que quería prolongar la crisis económica italiana con la esperanza de que sus repercusiones financieras impidieran que mejorara su armamento. No fue sino hasta después de la caída del segundo ministerio de Crispi, en 1896, y de la nueva orientación que Rudini dio a la política exterior italiana, cuando los parlamentarios franceses aceptaron abandonar la lucha económica. En resumen, de ambos lados fueron preocupaciones políticas las que prolongaron la mptura comercial. La guerra arancelaria austro-serbia de 1906 muestra cómo un propósito político se vale de métodos de presión económica. El tratado de comercio concertado en 1882, renovado y enmendado en 1892, concedió condiciones favorables a la importación en Austria-Hungría del ganado y de los cereales serbios, y a la importación en Serbia de los productos industriales austriacos. Cuando expiró el tratado en 1905, el gobierno austro-húngaro rechazó su renovación, aceptó sólo convenir en un modus vivendi y luego, en noviembre de 1906, renunció a este acuerdo temporal. Además, impidió por medidas administrativas la importación
de ganado serbio en pie. Por tanto, en la práctica, el territorio de la doble monarquía se cerró a los productos de la ganadería serbia. Mientras que en 1905 Austria-Hungría recibía 90% de las exportaciones agrícolas serbias, en 1907 no pasaban de 31%. Esta "guerra de los puercos" molestaba a ciertos industriales austriacos, que veían cómo los serbios restringían sus pedidos, pero favoreció a los ganaderos que ya no padecían la competencia serbia. Además, constituía una amenaza de ruina muy grave para el campesinado serbio. Sin embargo, el gobierno de Belgrado logró, mediante la firma de tratados comerciales, encontrar nuevos mercados, los cuales desde 1909 absorbieron la mayor parte de los productos de la ganadería nacional. En cuanto la agricultura serbia escapó a la mina y fue inútil la presión económica ejercida por Austria-Hungría, el gobierno de Viena se propuso, en el interés de sus industriales, negociar con Serbia un nuevo tratado comercial que no firmó hasta 1911, pues los "agraristas" húngaros, satisfechos por las medidas adoptadas en noviembre de 1906, entramparon las conversaciones. ¿Cuál es el sentido de esta guerra arancelaria? ¿Se trata de un conflicto de intereses económicos? En realidad, es una operación política. El golpe de Estado de junio de 1903, por el que accedió al trono de Serbia Pedro Karageorgevich, puso fin a la política de colaboración austro-serbia inaugurada en 1880 por Milan Obrenovich. El nuevo gobierno, cuyos miembros pertenecían al partido "radical", manifestó con claridad la orientación de su política exterior al colocar ( 1904) en el mercado francés un empréstito que tuvo como compensación un pedido de armamento y al tratar de concertar una unión aduana} (1905) con Bulgaria. Para obligar al gobierno serbio a volver a la orientación anterior, el ministro austro-húngaro de Asuntos Extranjeros, Goluchowski, decidió la "guerra de los puercos": la crisis económica y financiera que se desencadenaría en Serbia mostraría al rey Pedro y a los radicales, como él esperaba, que debían ser más dóciles hacia Austria-Hungría en su política general. Pero esta presión económica fue ineficaz y no tuvo otro resultado que el de excitar contra la doble monarquía el sentimiento nacional del campesinado serbio. Es cierto que en marzo de 1909, durante la crisis de Bosnia-Herzegovina, Aehrenthal obtuvo a la fuerza un éxito político: el gobierno serbio debió inclinarse ante la voluntad de Austria-Hungría. Por lo mismo, el ministro austro-húngaro de Asuntos Extranjeros quería poner fin a la guerra arancelaria, que, en su opinión, se había vuelto superflua. Pero la resistencia de los intereses económicos húngaros puso en jaque durante dos años a la política del ministro. Por tanto, el origen de esta guerra arancelaria no fue económico, sino político, aunque es verdad que un poco más tarde los intereses económicos pusieron trabas a los propósitos políticos.
100
24 En particular, el embajador Billot en sus memorias: La France et l'Italie: Histoire des années troubles, 1881-1889, París, 1905,2 vols. Véase el t.n, p. 132.
102
103
LAS FUERZAS PROFUNDAS
LAS FUERZAS ECONÓMICAS
El embargo
nación o encontraban resistencias. En la misma época, el artículo 16 del Pacto de la Sociedad de Naciones preveía la aplicación del embargo sobre las armas como sanción contra un Estado agresor. Los Estados Unidos no ratificaron la Convención de Saint-Germain ni el Pacto de la Sociedad de Naciones, pero establecieron su propia legislación en función de sus intereses: el Congreso otorgó al presidente el derecho de impedir o restringir las exportaaiones de armas hacia los Estados de América Latina o hacia China, donde estaban en curso guerras civiles. La "ley de neutralidad" del 31 de agosto de 1935, renovada y enmendada el29 de febrero de 1936 y luego el1 o de marzo de 1937, impedía estas exportaciones hacia cualquier región que fuera el teatro de conflictos armados: guerra de Etiopía, guerra civil en España y guerra chino-japonesa. En lo sucesivo, el principio revistió un alcance general: la industria estadunidense no debía vender materiales de guerra a entidades beligerantes, y tal principio se mantuvo hasta 1940. Pero no es la salvaguardia de la seguridad colectiva la que preocupaba a los Estados Unidos; era únicamente el deseo de mantener y confirmar su posición neutral en la eventualidad de un conflicto europeo. También en 1919, el embargo sobre las exportaciones de materias primas fue previsto, por el artículo 16 del Pacto de la Sociedad de Naciones, en el marco de las sanciones económicas obligatorias que podía decidir el Consejo de la Sociedad contra un Estado que fuera reconocido como culpable de agresión. No obstante, la sanción corría el riesgo de ser ineficaz, pues el pacto no había sido ratificado por el gran abastecedor de materias primas: los Estados Unidos. Asimismo, en la única ocasión en que el artículo 16 fue aplicado (la Resolución del 3 de octubre de 1935, que decidió aplicar sanciones contra Italia, "agresor" de Etiopía), el Consejo de la Sociedad de Naciones no inscribió el petróleo en la lista de los productos cuya exportación estaba prohibida a Italia, combustible indispensable para el éxito de las operaciones del cuerpo expedicionario italiano, cuya superioridad se basaba en el empleo de aviones y de carros de asalto. De tal modo, el Consejo reconoció que el embargo no podía ser aplicado si no participaban en él los grandes abastecedores de petróleo. Por tanto, el comportamiento de los Estados Unidos fue esencial en este dominio de los proveedores de las materias primas. La "ley de neutralidad" del31 de agosto de 1935 daba al presidente el poder de impedir las exportaciones de mercancías destinadas a Estados beligerantes. Pero en enero de 1936la Comisión de Asuntos Extranjeros del Senado consideró que era inoportuno decretar el embargo sobre el petróleo. Esta decisión bastaba para anular cualquier esfuerzo de la Sociedad de Naciones por ampliar el campo de aplicación de las sanciones. ¿Por qué
Casi siempre se ha ejercido el embargo sobre las exportaciones o sobre las importaciones como medio de presión con un fin político. Al impedir a sus ciudadanos vender o comprar ciertas mercancías a los ciudadanos de otro Estado, el gobierno que decide el embargo suele tener como fin ya sea poner trabas a una acción emprendida por dicho Estado, en particular obstaculizar el desarrollo de un conflicto armado, o bien llevarlo a modificar las tendencias de su política. Pero también puede, simplemente, querer evitar que sus ciudadanos se mezclen en complicaciones internacionales. De todas formas, las preocupaciones económicas no tienen un papel determinante. Por lo regular, el embargo se ha aplicado a la exportación de armas y de municiones. Esta exportación no está prohibida por el derecho internacional, incluso en tiempos de guerra. La Convención de La Haya de 1907 especifica, en su artículo 7, que un Estado neutral"no está obligado a impedir la exportación de armas" destinada a las partes beligerantes; pero estas mercancías pueden ser detenidas como contrabando de guerra, sin que su propietario pueda contar con la protección de su gobierno. En realidad, en varias ocasiones durante el siglo XIX algunos gobiernos europeos prohibieron a sus ciudadanos la exportación de armas hacia África. Según ellos, la finalidad era impedir las guerras entre tribus africanas; pero la medida tuvo como resultado facilitar las conquistas coloniales. Cuando en 1890 la Conferencia Internacional de Bmselas estableció una reglamentación en cuanto a las exportaciones de armas con destino a África, le dio visos legales a esta política. Por su parte, entre 1905 y 1913los Estados Unidos se valieron del embargo para apoyar la diplomacia del dólar; 25 en las guerras civiles de América Central o de México el gobierno de Washington podía quitar al gobierno en turno los medios para defenderse contra las insurrecciones al impedir las exportaciones de armas. No obstante, inmediatamente después de la primera Guerra Mundial la Convención de Saint-Germain fijó una reglamentación internacional (lO de septiembre de 1919) con la cual se trataba de obstaculizar el tráfico de armamentos, inútiles en lo sucesivo, pero que podría darse considerando los enormes remanentes. Toda exportación de armas quedó sometida al otorgamiento de una licencia. La supervisión se estableció sobre todo en África pero también en el Cercano Oriente -Siria, Palestina e Irak-, es decir, en regiones donde Gran Bretaña y Francia trataban de establecer, so capa de un mandato internacional, su domi2s Véase, infra, el capítulo v, p. 148.
~\
·' '
•
•
'
~;;rfA.Y:..tf~
104
LAS FUERZAS PROFUNDAS
LAS FUERZAS ECONÓMICAS
los senadores estadunidenses dejaron de lado, en este caso, la aplicación de los principios que habían establecido el año anterior? En la mente del legislador estadunidense el embargo sobre las exportaciones de mercancías era un seguro contra la renovación de las experiencias sufridas durante la primera Guerra Mundial, una salvaguardia contra las ligas de intereses materiales que podrían conducir a los Estados Unidos a participar en un conflicto general; ahora bien, el conflicto ítalo-etiope no implicaba este riesgo. En realidad, el Senado no se proponía utilizar la "ley de neutralidad" como un medio de presión destinado a obstaculizar la política expansionista italiana. No obstante, algunos años después el embargo proporcionó este medio de presión a la política de los Estados Unidos cuando Japón amenazó sus intereses en el Extremo Oriente y en el Pacífico. La prohibición de exportar hacia los territorios japoneses las máquinas o los productos metalúrgicos fue decidida desde octubre de 1940 y lo mismo se hizo con el petróleo a partir del 1o de agosto de 1941. Quizás estas medidas implicaban excepciones y matices. Pero su sentido. era claro: impedir el crecimiento de ]as provisiones de guerra en un Estado que era, para los Estados Unidos, un adversario probable, y sobre todo ejercer represalias contra la política japonesa en Indochina. La finalidad política es evidente. En cuanto al embargo sobre las importaciones, en 1933 se realizó en Gran Bretaña la aplicación más significativa. Cuando los tribunales soviéticos condenaron por espionaje a dos ingenieros ingleses, en una época en que las relaciones anglo-rusas eran difíciles, provocaron una réplica: una proclama real del 26 de abril, puesta en vigor por una ley promulgada algunos días antes, impidió la importación en Gran Bretaña de trigo, mantequilla, madera y algodón procedentes de la URSS. El gobierno ruso suspendió entonces la importación de mercancías inglesas. Pero esta ruptura de las relaciones comerciales sólo duró unos meses: el gobierno inglés renunció al embargo una vez que obtuvo la promesa de que los dos ingenieros serían liberados. Por tanto, en esta ocasión el embargo fue una medida de represalia empleada con una finalidad política.
navíos que los transportan. Esta "puesta en el índice" tiene como finalidad infligir tm perjuicio material a los productores o a los comerciantes de otro país. Puede ser empleada por grupos privados como medida de desquite contra la competencia. Pero también la puede practicar un Estado contra otro: es evidente que en este último caso adquiere una importancia especial porque provoca movimientos de irritación o rencores en la opinión pública y porque puede acarrear complicaciones políticas. Al parecer, en 1897 se dio en Europa el primer ejemplo: el boicoteo de las mercancías alemanas decidido por grupos patrióticos daneses de profesionales; se trató de una respuesta a las medidas tomadas por el régimen alemán en el Slesvig del norte con miras a restringir el uso de la lengua danesa. Por tanto, la finalidad es política. El mismo carácter se encuentra en las decisiones tomadas en 1908 por los comerciantes turcos, que, para protestar contra la anexión de Bosnia-Herzegovina, se negaron a comprar o a revender mercancías austriacas o hímgaras, y en 1912 el fin es el mismo cuando las asociaciones de Polonia rusa prohibieron las mercancías alemanas para manifestar su repudio a la política de Prusia en Posnania. Los casos observados entre 1919 y 1939 no son muy diferentes: en 1920 los húngaros boicotearon las mercancías austriacas porque el territorio de Burgenland fue atribuido a Austria; en 1923, durante la ocupación del Ruhr, los productos franceses fueron boicoteados en Alemania; en 1934, el discurso en el que el ministro francés de Asuntos Extranjeros se pronunció en favor del mantenimiento del statu quo territorial en Rumania encontró una réplica en Hungría en forma de una "puesta en el índice" de las mercancías francesas. En todos estos casos, la decisión del boicoteo fue tomada por agrupaciones, asociaciones o sindicatos sin ninguna participación del Estado, el cual se conformó con una política de no intervención, y no tuvo más que un efecto parcial y temporal. Por su amplitud, su duración y. su eficacia, el boicoteo de las mercancías inglesas decidido en 1920 en la India a instigación de Gandhi para apoyar las reivindicaciones del movimiento nacional presentó un alcance muy distinto. Podía salir con bien en la medida en que los negociantes indios encontraran en otra parte -en Japón sobre todo-los productos manufacturados que no querían comprar en Gran Bretaña. En realidad, la industria japonesa no era capaz de abastecer en gran cantidad las máquinas y los productos metalúrgicos, pero ofrecía sus artículos textiles. En 1932, un informe de la Board of Trade señalaba que en las importaciones de la India la parte inglesa llegó a 60% en 1920 y que, 12 años después, había caído a 37.2%. Según el informe, el boicoteo era la causa más importante. En China se aplicó este procedimiento con más frecuencia. En 1905
El boicoteo En las relaciones internacionales, el boicoteo 26 consiste en impedir la venta o la compra de ciertos productos o el c~rgo o el desc~rgo de los 26 Este término, en uso desde 1880 aproximadamente, designa "una acción concertada con miras a cesar las relaciones económicas y laborales con un individuo o un grupo contra el cual los autores del boicoteo tienen quejas". Fue empleado en el siglo XIX en Irlanda, en las relaciones entre los granjeros y los terratenientes; en los Estados Unidos, en los conflictos de trabajo. Por supuesto, aquí sólo se considera el aspecto internacional.
105
107
LAS FUERZAS PROFUNDAS
LAS FUERZAS ECONÓMICAS
las mercancías procedentes de los Estados Unidos se pusieron en el índice porque el gobierno de Washington se negó a abolir la legislación que prohibía la inmigración china. En 1925 las medidas se dirigieron contra las mercancías inglesas por los graves incidentes en los que se enfrentaron tropas chinas y contingentes británicos en las Concesiones de Nankín y de Hankeu. Pero sobre todo era Japón el que estaba en la mira, dado que para China lera el vecino más incómodo y porque era el mayor abastecedor del mercado chino: el boicoteo fue la réplica que opuso China, en nueve ocasiones entre 1908 y 1932, a las iniciativas japonesas, a los hechos o a las amenazas de agresión. 27 En 1915, cuando el gobierno japonés impuso al gobierno chino la aceptación de las "21 exigencias"; en 1919, a raíz de que la cuestión del Chantung enfrentó a las delegaciones china y japonesa en la Conferencia de Paz. En 1931, cuando la intervención japonesa en Manchuria, el recurso a represalias económicas como forma de resistencia contra una presión política adquirió una importancia muy grande. En dos circunstancias al menos (en 1925 y 1931) fue el Estado chino el que organizó abiertamente el boicoteo: el partido Kuomintang, que era el punto de apoyo del gobierno, orientó las iniciativas de las asociaciones de comerciantes o de estudiantes e hizo que los funcionarios embargaran las mercancías japonesas cuando ingresaban "fraudulentamente", es decir, en contravención a las órdenes de boicoteo. En caso semejante, el boicoteo se emparenta con las formas extremas de una política de represalias aduaneras. En 1916 el gobierno inglés recurrió a otra forma de boicoteo cuando impidió a sus ciudadanos cualquier relación comercial con empresas estadunidenses cuyos capitales fueran alemanes, pues, según él, a pesar del bloqueo se esforzaban por abastecer a Alemania a través de intermediarios neutrales; la "lista negra" tenía en la mira a 85 compañías. La prensa estadunidense vio en esta decisión una "injerencia inadmisible" en los asuntos interiores del país y exigió represalias. El Congreso promulgó el8 de septiembre de 1916 tma ley que autorizaba al presidente a ejercer dichas represalias, concediéndole la discrecionalidad de escogerlas: embargo sobre las exportaciones de trigo o sobre las ventas de armamento con destino a Gran Bretaña. Ahora bien, el presidente, luego de consultar al secretario de Comercio, renunció a hacer uso de sus poderes, pues las medidas infligirían serios perjuicios a los prod1.1ctores estadunidenses. Por tanto, el boicoteo fue un instrumento que ciertos Estados utilizaron en los conflictos de intereses políticos. Estos "boicoteos políticos" fueron el arma de los débiles, quienes, incapaces de oponer una
resistencia directa a los hechos que eran objeto de sus quejas, trataron de lastimar los intereses materiales del adversario. Su empleo fue siempre dificil porque, para ser eficaz, el boicoteo debe aplicarse a mercancías de consumo regular, es decir, a aquellas que la población necesita más: si el consumidor obedecía la consigna, tenía entonces que privarse de estos productos necesarios, a menos que pudiera comprar, a un precio más elevado, artículos similares procedentes de otra fuente de importaciones. En la mayor parte de los casos, sólo· una reacción sentimental -impulso patriótico o sentimiento de xenofobia- podría dar cabida a la aceptación de este sacrificio.
106
27
El informe Lytton a la Sociedad de Naciones enumera estos casos.
En todas las ocasiones en que las cuestiones económicas llegan al primer plano en las rivalidades entre los Estados -conflictos entre las políticas económicas, competencias comerciales, coerciones aduaneras-, es posible encontrar, o al menos percibir, el juego de dos fuerzas. Una es la presión que los gmpos de intereses privados ejercen sobre la acción de los Estados: agmpaciones de industriales y de comerciantes cuyos esfuerzos tienden a la búsqueda de ganancias; explotadores agrícolas que exigen medidas arancelarias destinadas a protegerlos del aflujo de los productos extranjeros; sindicatos obreros que quieren, para mantener los salarios, quitarse de encima la competencia de una mano de obra importada. La otra es la conciencia del interés colectivo, que incita a la nación a asegurar la satisfacción de sus necesidades materiales en las condiciones más favorables. A menudo estas dos fuerzas son convergentes; a veces actúan en sentido opuesto. En uno y otro casos, su estudio casi siempre es inseparable del del contexto político, es decir, de las preocupaciones de seguridad, de poderío o de prestigio. Entre los intereses económicos y las iniciativas políticas son constantes las reacciones mutuas. Por tanto, ¿quién puede dudar que sea indispensable, para comprender la política exterior de los Estados, tomar en cuenta, en el mundo contemporáneo más que nunca, estos intereses económicos? Pero es el papel respectivo de lo económico y de lo político en las relaciones internacionales lo que la investigación histórica debe esforzarse por discernir cuando quiera establecer cuáles han sido los factores cuya influencia ha sido preponderante. ¿Debemos aceptar que encontraremos en la búsqueda de ganancias y en los mecanismos mismos del capitalismo la explicación esencial de la acción política? En realidad, los análisis anteriores han mostrado que a veces estas interpretaciones eran demasiado superficiales; quizás han permitido señalar que en ciertos casos -a menudo muy importantes- las fuerzas económicas fueron el móvil de las iniciativas políticas; pero con mucha frecuencia han mostrado también que han servido como instrumento o arma para los propósitos políticos.
~~ ';.:_i:
108
LAS FUERZAS PROFUNDAS
El choque entre las políticas económicas y las competencias en torno a la conquista de los mercados exteriores ha sido el terreno donde se ha notado más la influencia determinante de los intereses materiales; sin embargo, en muchos casos la segunda intención política estuvo asociada desde el principio a la expansión económica o llegó muy pronto a implantarse sobre ella. La voltmtad de ingresar en los mercados de materias primas fue la causa de presiones políticas y, en ocasiones, de conflictos armados. En cambio, la contienda en torno a las concesiones de vías férreas casi siempre ha encubierto propósitos políticos; el "control" de los canales interoceánicos está directamente ligado a preocupaciones estratégicas y a los imperativos de la "política de poderío". En general, las medidas de coerción económica -guerras arancelarias, boicoteo, embargo- proceden de una finalidad política. Ciertamente, suponen la existencia de una situación económica que permite ejercer sobre el adversario una presión eficaz, pero las preocupaciones políticas corresponden la iniciativa, y los intereses materiales se ponen a su servicio. Por tanto, es imposible aislar el factor económico, pero hay que esforzarse por descubrir si ha sido preponderante o subordinado: unas veces ha determinado u orientado la acción política; otras, ha servido como arma para esta acción. No se trata de un distinguo sutil; es una observación fundamental para la interpretación histórica, porque pone en entredicho el valor de la explicación económica. Pero a menudo es difícil llegar a conclusiones sólidas en virtud de la insuficiencia de los documentos. Con frecuencia, las peticiones que hicieron a los gobiernos las agrupaciones de intereses económicos para comprometerlos en la vía de decisiones políticas no dejaron ninguna huella escrita, e incluso cuando es posible establecerlas con certeza, a menudo está en duda su alcance real: bien pudo ser que la gestión no haya sido la causa de la decisión gubernamental. Cuando los intereses económicos han sido el instrumento para alcanzar estos fines políticos, las huellas escritas son más frecuentes, porque el gobierno no tuvo ninguna razón para disimular esta acción y porque las agrupaciones interesadas quisieron guardar la prueba del servicio que han prestado al Estado. Sin embargo, con mayor frecuencia los archivos no permiten conocer las segundas intenciones. Por tanto, en muchos casos la interpretación histórica se ve obligada a limitarse a señalar comparaciones y a proponer hipótesis. Lo lamentable es que esta interpretación tienda tantas veces a presentar las hipótesis como certezas.
IV. LAS FUERZAS ECONÓMICAS Las alianzas PARA el estudio de las relaciones políticas entre los Estados, ¿merecen tanta atención sus alianzas económicas como sus divergencias? Es verdad que la historia diplomática de Europa en el siglo XIX muestra que las alianzas políticas entre dos Estados no fueron obstaculizadas por la mediocridad de sus relaciones económicas: la alianza franco-rusa, de 1892-1893 a 1917, es un ejemplo de ello. No obstante, las alianzas son precarias si se afirman divergencias en el terreno de los intereses materiales. Cuando se dio la primera Entente Cordial entre Francia y Gran Bretaña, de 1841 a 1846, el gobierno inglés hubiera querido reducir los aranceles franceses sobre los productos textiles y sobre los materiales ferroviarios para fomentar la exportación de sus productos industriales; no lo logró. Quizá este fracaso no fue lo que determinó la ruptura de la Entente Cordial, que tuvo como causa directa una divergencia entre los intereses políticos -el incidente de los "matrimonios españoles"-, pero impidió que el acercamiento entre ambos Estados arraigara en la opinión pública inglesa. Por tanto, no podemos dudar de que una armonía entre los intereses económicos sea una condición favorable para la colaboración política. Así, ¿fue siempre favorable esta concordia para el mantenimiento de la paz internacional? l.
LAS UNIONES ADUANALES
La estrecha asociación de los intereses de dos o varios Estados, realizada en el marco de una unión aduana!, exige que las economías nacionales hagan un esfuerzo de adaptación para el cual rara vez se reúnen las condiciones necesarias. En su forma total, implica la unidad del territorio aduanero: las relaciones comerciales son enteramente libres entre todos los Estados que forman parte de la unión, y la línea aduanal se establece en las fronteras que separan a estos Estados de los que son ajenos. El arancel, uniforme, se fija luego de negociaciones entre los Estados miembros. Esta asociación fue la que vinculó en 1834 a los Estados alemanes cuando se formó el Zollverein. En una forma menos evolucionada, los Estados miembros, al presentar 109
·.
,.;>~-
·-.-.'::Z;d~ú~. ·;.¡~,.~··
,.:,._:-,,A".--:._ •
111
LAS FUERZAS PROFUNDAS
LAS FUERZAS ECONÓMICAS
a los Estados extranjeros un "frente aduana!" común, pueden mantener entre sus respectivos territorios una línea aduanal para proteger los intereses de sus productores, en ciertos sectores, de la competencia de los productores de los Estados asociados. Sobre esta base se estableció en Austria-Hungría el "convenio" económico entre las dos partes de lamonarquía, renovado cada 1O años durante medio siglo, al costo de negociaciones a menudo penosas. La armonía que se establece entre la política económica de los Estados participantes y la solidaridad que resulta de ella entre los intereses materiales favorece una colaboración política. A decir verdad, la unión aduanal rara vez se disocia de esta segunda intención. Cuando entre 1820 y 1850 todos los Estados de la Confederación germánica -salvo Austria- entraron sucesivamente en el Zollverein por iniciativa de Prusia, al principio el propósito era político. La memoria que presentaba desde 1818 el promotor de la empresa, el ministro prusiano de Comercio Motz, a Federico Guillermo III, indicaba expresamente esta intención: la asociación entre los intereses materiales abriría el camino a la cooperación política; la unión aduanal se convertiría en el prefacio de la unidad alemana. Sin embargo, los intereses económicos prusianos marcharon en el mismo sentido que los políticos, sobre todo cuando, a partir de los años 1830-1835, comenzó la industrialización de Renania, pues esta industria prusiana necesitaba centros de exportación y naturalmente debía tratar de encontrarlos en los Estados alemanes a expensas de la industria inglesa que hasta entonces dominaba este mercado. Los intereses económicos determinaron también que los Estados alemanes aceptaran entrar en la unión aduana}, a pesar de su repugnancia política. Desde el punto de vista económico, los pequeños Estados de Alemania central estaban a merced de Prusia, la cual podía paralizar toda su actividad. Los Estados alemanes del sur resistieron por más tiempo; no capitularon sino hasta 1834, cuando temieron que se les cerraran las vías comerciales hacia el Mar del Norte. Hannover fue capaz de prolongar esta resistencia hasta 1850, porque contaba con un acceso territorial al mar. En suma, el Zollverein fue un arma entre las manos de la política prusiana, mientras que en la mayor parte de los Estados alemanes lo determinante fue el móvil económico. En efecto, en lo inmediato el resultado fue que se atenuaron las divergencias políticas entre los Estados independientes; pero este resultado no fue duradero: el Zollverein no impidió en 1866la ruptura entre los Estados alemanes "medios" y Prusia. A fin de cuentas, Prusia realizó la unidad política por la fuerza. Son también los intereses políticos, mucho más que los de índole económica, los que explican el fracaso de varios proyectos de unión aduanal 1
entre Francia y Bélgica en 1842-1843, entre Bulgaria y Serbia en 1904, y entre Austria y Alemania en 1932. El proyecto de unión aduanal entre Francia y Bélgica, contemplado por el gobierno de Luis Felipe en 1836 y luego en 1842, muestra cómo los intereses económicos y los propósitos políticos pueden tanto asociarse como contrariarse. Desde la desaparición del reino de los Países Bajos, en 1830, la industria belga perdió el mercado holandés; entonces buscó salidas comerciales para su carbón y sus productos textiles, y las encontró sobre todo en Francia. El gobierno francés trató de aprovecharse de esta situación y propuso una unión aduanal: circulación de las mercancías exentas de impuestos entre los dos Estados y tarifa arancelaria uniforme en las relaciones con los Estados extranjeros. Al principio las ofertas fueron eludidas. ¿Por motivos económicos? No; por razones políticas: el rey de los belgas y sus asesores pensaban que la unión aduana} pondría a Bélgica "a merced" de Francia y que ello "abriría el camino hacia la reunión". Con todo, en 1840, ante la amenaza de una crisis económica, el gobierno belga declaró su disposición a entrar en negociaciones, al menos en lo que toca a la cuestión de la uniformidad de las tarifas de aduana. La negociación era difícil, pues el otro aspecto -la exención de impuestos entre Bélgica y Francia- presentaba el mayor interés para los productores franceses. Sin embargo, Guizot no se detuvo ante las objeciones de los medios de negocios franceses, pues esperaba ventajas no económicas sino políticas del acuerdo con Bélgica. Por tanto, la negociación indica progresos. Si en enero de 1843 se abandonó finalmente el proyecto fue porque chocaba con graves obstáculos políticos: Gran Bretaña, en pleno acuerdo con Prusia y Austria, hizo saber al rey de los belgas su resolución de oponerse, incluso por la guerra, a la realización de la unión aduanal, porque desde su punto de vista sería el prefacio de una unión política. Asimismo, el proyecto de unión aduanal entre Bulgaria y Serbia en los primeros años del siglo xx fue de inspiración política. Los dos pequeños Estados trataron de liberar de la dominación otomana las poblaciones de Macedonia, compuestas de búlgaros (en su mayoría), serbios y griegos; por tanto, tenían intereses comunes que los oponían a los turcos, pero al mismo tiempo eran rivales, pues si llegara a triunfar su reivindicación común, ¿sobre qué bases debería efectuarse la división de Macedonia? En realidad, en los movimientos insurreccionales macedonios, que en 1903 estaban en el primer plano de las preocupaciones de la diplomacia europea, las bandas de comitadyis serbias y búlgaras colabo-
110
1
Seria posible mencionar también el proyecto de "Liga aduanal" propuesto en septiembre
;.¿,~~·::.:,
de 1847 por Pío IX a Carlos Alberto; este proyecto fracasó ante la oposición -política- del ducado de Módena.
112
LAS FUERZAS PROFUNDAS
raron, aunque se vigilaban mutuamente. Con el fin de asegurar la aplicación del plan de reformas impuesto por las grandes potencias en Macedonia -el plan de Mürzteg-, los gobiernos de Belgrado y de Sofía quisieron manifestar su solidaridad porque estaban conscientes de que, si permanecían aislados, no tendrían los medios para proteger sus intereses. Trataron de establecer esta solidaridad al mismo tiempo que, en el plano económico, deseaban quitar a Austria-Hung ría un medio de presión que ésta quería tener. En este contexto se situaba la idea de una colaboración económica búlgaro-serbi a. Cuando el tratado del 29 de abril de 1904 estableció una alianza defensiva secreta de cinco años entre los dos Estados, el artículo primero indicaba que se suprimiría toda tasa arancelaria sobre los productos procedentes del Estado aliado a fin de preparar una eventual unión aduanal. En principio, esta decisión fue letra muerta porque el gobierno serbio no se atrevió a desafiar las represalias de Austria-Hung ría, hacia la cual dirigía la mayor parte de sus exportaciones ganaderas. Pero es evidente que la unión aduana! no fue, en el espíritu de sus promotores, más que un complemento del acuerdo político. En 1932, en el proyecto de unión aduana! austro-aleman a, las circunstancias económicas no fueron sino la ocasión de una iniciativa cuyo fin era político. El gobierno de la República de Austria, formado en 1919, expresó asimismo el deseo de unirse a Alemania. Los tratados de Versalles y de Saint Germain se lo prohibían, salvo en el caso de que la Sociedad de Naciones concediera su asentimiento. ¿Podía tener un efecto duradero esta prohibición si las condiciones económicas en Austria no eran viables? Por tanto, la Sociedad de Naciones concedió en 1922 una ayuda financiera que reanimó la economía austriaca. No por ello la población austriaca, o al menos la mayoría parlamentaria que tenía autoridad para expresar sus intereses o sus sentimientos, dejó de solicitar la "anexión", a la cual el gobierno francés opuso en 1928 un rechazo absoluto. Pero la crisis económica mundial, que, iniciada en los Estados Unidos en octubre de 1929llegó a Europa central en 1931, provocó tanto en Austria como en Alemania violentas agitaciones, de las cuales la más grave fue, en mayo de 1932, la ruina del gran banco austriaco: el Kreditanstalt . Entonces el gobierno alemán ofreció a su homólogo austriaco una unión aduana!. En esta negociación el argumento fue económico: por un lado, la industria metalúrgica y la agricultura austriacas y, por el otro, las industrias químicas y eléctricas alemanas encontrarían en esta unión un mercado más amplio. No obstante, de uno y otro lados el fin era político: en el espíritu de ambos gobiernos la unión aduana! debía establecer una solidaridad de intereses materiales que fortalecería en la opinión pública de los dos Estados el deseo de realizar la "unión" políti-
LAS FUERZAS ECONÓMICAS
113
ca; ésta también debía establecer, en la vida económica de Europa central, una estabilidad conforme a los intereses de los bancos ingleses, que efectuaron desde 1926 fuertes inversiones en Alemania: a partir de ello podría pensarse que el gobierno británico, si la unión aduanal tuviera éxito en el plano económico, aceptaría sus consecuencias políticas y que el gobierno francés, aislado, terminaría por resignarse. Por tanto, la unión aduanal se concibió expresamente como una etapa hacia la unión política. Era este propósito político el que inquietaba al gobierno y a los medios políticos franceses. "Nos toman por estúpidos -declaró Édouard Herriot- si nos creen capaces de olvidar que el Zollverein condujo a la unidad alemana." Y fueron también las perspectivas políticas las que acabaron por imponer al gabinete británico una conducta muy diferente de la que había considerado al principio: si aceptara la unión aduana! austro-aleman a, provocaría la caída de Aristide Briand. Aún así, las preocupacione s políticas dominaban sobre los intereses económicos. Pero no sólo en el marco de las relaciones bilaterales se presentaba el problema de la unión aduanal: en 1930 Aristide Briand lo planteó en . el marco europeo. ¿Con qué espíritu? El memorándum francés del 17 de mayo de 1930 sobre "la organiza- ción de un régimen de unión federal europeo" subrayaba, en su preámbulo, la necesidad de asegurar una "cohesión de las fuerzas materiales y morales" de Europa y de establecer un "lazo de solidaridad" entre los Estados europeos miembros de la Sociedad de Naciones con el fin de salvaguardar la paz. El programa era a la vez político y económico: la cooperación política se realizaría mediante un sistema de federación "bastante flexible" que respetaría absolutament e la soberanía de los Estados; la cooperación económica tendría como primera finalidad facilitar la circulación de las mercancías, de los capitales y de las personas, y, "como finalidad ideal", el establecimien to de un "mercado común". Pero había que atender primero a la organización política: la organización económica no debería estudiarse sino después. ¿Por qué había que conceder a las preocupacione s políticas esta prioridad? Porque, dice el memorándum , en el plano económico los Estados no aceptarían hacer sacrificios en el interés colectivo más que en la medida en que la situación política les diera confianza. Si no, los Estados más débiles temerían verse expuestos "a los riesgos de un dominio político surgido del dominio industrial de los Estados más sólidamente organizados". Por tanto, se proclamó la subordinación de lo económico a lo político. A este respecto, el proyecto de Aristide Briand se alejó claramente del plan preconizado por el movimiento "paneuropeo" de R. Coudenhove-K alergi, el cual ponía el acento en una "consolidación ele las finanzas y de la industria europeas" con miras a luchar contra la competencia de los
LAS FUERZAS PROFUNDAS
LAS FUERZAS ECONÓMICAS
Estados Unidos. Al parecer, la preocupación esencial era la de confirmar el estatuto territorial establecido por los tratados de 1919-1920. Y es justamente por eso que el gobierno alemán, el del canciller Brüning, a pesar de ser moderado y conciliador, desde el principio quería el fracaso del proyecto tal como lo describía el memorándum francés. Además, chanclo en enero de 1931 se reunió la Comisión de Estudios para la Unión Europea, cuya creación decidió la Sociedad de Naciones, únicamente examinó, en vano, las cuestiones económicas, a pesar de los principios planteados por el memorándum francés.
monto; los navíos de todos los Estados tendrían libre acceso a los puertos marítimos y a la red fluvial; los europeos que llegaran a establecerse allí tendrían los mismos derechos para la adquisición de tierras o para el ejercicio de sus actividades profesionales. Por tanto, el Estado creado por la Asociación Internacional Africana, es decir, por el rey de los belgas, y los Estados europeos que establecieron desde entonces un dominio sobre ciertas partes de la "cuenca convencional" (Francia en sus territorios de África ecuatorial; Portugal en Cabinda y en Mozambique, e Inglaterra sobre la costa de los somalíes) no podían asegurar, en principio, ningún privilegio a sus ciudadanos, a pesar de sus derechos de soberanía. Este régimen permaneció en vigor hasta 1914, aunque el Estado independiente del Congo haya pasado en 1908 a la soberanía de Bélgica. En 1919, la revisión del estatuto autorizó a los Estados poseedores de colonias en la "cuenca convencional" a establecer aranceles; pero dichas tarifas debían respetar la igualdad que había estipulado el Acta General, salvo la excepción hecha en favor de Alemania y los otros vencidos de la primera Guerra Mundial. En el periodo en que sacó provecho del régimen que había establecido, es decir entre 1885 y 1914, ¿obtuvo Alemania los beneficios económicos que esperaba? Ciertamente no, pues, sin violar las cláusulas del Acta General, la administración del Estado independiente y, más tarde, del Congo belga conservaba el medio para otorgar una prioridad de hecho a las empresas belgas en el campo de las explotaciones mineras y de las adjudicaciones de obras públicas. En 1913, la parte de Bélgica en las importaciones efectuadas hacia el Congo belga era de 66%, mientras que la de Gran Bretaña no rebasaba 10%, y la de Alemania 8%. La política alemana trató de obtener resultados análogos en otra ocasión, pero en condiciones muy diferentes. En abril de 1906 Marruecos había recibido, por el Acta de Algeciras, un estatuto internacional que concedía a Francia y España una situación privilegiada desde el punto de vista político (la oficialidad de la policía), pero el gobierno marroquí se obligaba a conceder un tratamiento igual en su régimen aduana} a todas las potencias firmantes del Acta. Cuando en 1908 el gobierno alemán se dio cuenta de que mediante una táctica de "alfilerazos" no lograría detener el avance de la influencia francesa, consideró dejar el campo libre a esta influencia en el plano político, a condición de que Francia aceptara asociarlo en los beneficios económicos de su empresa. El acuerdo del 9 de febrero de 1909, que reconoció los "intereses políticos particulares" de Francia en Marruecos, estableció el principio de una asociación económica: los dos gobiernos convinieron en "tratar de asociar a sus ciudadanos en los negocios que dichos ciudadanos pudieran
114
2.
Los "coNDOMINIOs" ECONóMicos
A veces también hubo asociaciones de intereses económicos en el dominio colonial. En el periodo en que se efectuó la repartición del mundo, la explotación económica conjunta de territorios coloniales se consideró susceptible, en ciertas ocasiones, de aportar un remedio a los antagonismos que oponían a los Estados imperialistas. En cada caso, la iniciativa vino de Alemania, que entró muy tarde en la actividad colonial y que deseaba adquirir un lugar en los mercados coloniales de los demás Estados. El único espacio donde se concretó esta idea fue en África central. En mayo de 1884 Bismarck, según él con el fin de proteger los intereses comerciales alemanes en esta zona, propuso que "mediante una alianza (entente) general" se establecieran principios cuya aplicación pudiese extenderse a "todas las partes del globo que aún no han sido ocupadas legalmente por una potencia reconocida": tal era el caso de la cuenca fluvial del Congo, donde la Asociación Internacional Africana acababa de establecer, durante cinco años, varias oficinas protegidas por 40 puestos militares, pero aún no lograba que los Estados colonizadores reconocieran esta situación. ¿Cuáles serían estos principios? Impedir "el establecimiento de un régimen exclusivo, en beneficio de una sola potencia, en la desembocadura del Congo" y asegurar la libertad de comercio en los territorios de África central. El canciller alemán trataba de sentar un precedente al mismo tiempo que buscaba "un régimen colonial para el futuro" en África central. El Acta General de la Conferencia de Berlín, del26 de febrero de 1885, dio satisfacción a la sugerencia bismarckiana. El régimen de "libertad comercial" debía aplicarse no sólo a la cuenca fluvial del Congo, sino también a los litorales de los océanos Atlántico e Índico. En esta "cuenca convencional" las mercancías importadas, cualquiera que fuera su origen, debían quedar exentas de impuestos o bien pagar tarifas del mismo
~¿~~'
:'-'
.!\.'·~.;:·.f~
'>~¿ .:_.,; ... "
115
116
LAS FUERZAS ECONÓMICA S
LAS FUERZAS PROFUNDAS
llegar a emprender ". Por tanto, las concesione s de minas y de obras públicas eran las que estaban en juego. ¿Asociación a partes iguales? No exactament e, porque, según una de las "cartas complemen tarias" anexadas al acuerdo, los "intereses franceses en Mam1ecos son más importantes que los intereses alemanes" y porque el reparto debería tener en cuenta esta situación. No obstante, pronto se puso en entredicho la prioridad reconocida a los intereses franceses cuando Gran Bretaña protestó contra esta alianza franco-alem ana, que tendía a hacer de Mamiecos, desde el punto de vista económico , un "coto de caza reservado" y cuando la diplomacia francesa quiso considerar esta protesta. Si Francia -decía el gobierno alemán- quería reservar un lugar a Gran Bretaña en las adjudicacio nes de obras públicas, tenía la libertad de hacerlo, pero sólo de la parte francesa habría de tomarse la participaci ón inglesa. En octubre de 1909 el gobierno francés admitió esta condición. ¿Qué ocurrió entonces con la prioridad prevista para los intereses franceses? He ahí, en cuanto a la interpretac ión del acuerdo, el primer germen de dificultades. Y éste permitió avizorar otros. Surgió el desacuerdo cuando se trató de prever el reparto de intereses en la explotación minera y en la construcció n de ferrocarrile s, porque el gobierno francés calculó las posibles consecuenc ias políticas. Para no tener que confesar públicame nte este fracaso y preservar las oportunidades de una colaboració n franco-alem ana, ¿convenía repetir la experiencia en otra región? El proyecto de una explotación económica conjunta de territorios alemanes y franceses en África ecuatorial por un consorcio franco-alem án cuyo campo de acción se extendería a una parte del Congo francés y de Camerún -se trata del incidente de N'goko Sangha- fue desechado en marzo de 1911 por el Parlamento francés, algunos de cuyos miembros consideraro n que en el consorcio dominaría el grupo alemán, mejor equipado, mientras que otros sospechaba n, no sin razón, que el asunto favorecería el éxito de colaboraci ones financieras dudosas. De ello la diplomacia alemana concluyó que "los franceses no quieren trabajar en absoluto con los alemanes". Desde luego, en este doble fracaso -marroqu í y angolés-lo s intereses económicos y financieros no eran los únicos en debate, pero bastó con que chocaran para que las relaciones políticas sufrieran tma contrarieda d. 3. Los REPARTOS DE INFLUENCIA En varias ocasiones importante s se arreglaron mediante compromis os las rivalidades que se manifestab an en la época del "reparto del mundo" entre los intereses de los grandes Estados industriales , que trataban de
i~.
117
asegurarse una ventaja en la competenci a abierta en torno a los mercados de explotación o de las reservas de materias primas. Los Estados rivales juzgaron más convenient e no llevar la competenc ia hasta el punto en que provocara un conflicto. Concertaro n negociacio nes para delimitar amigablem ente sus zonas de influencia respectivas en ciertos "' "países nuevos". El Imperio otomano, Etiopía, Persia, China y el Imperio colonial portugués fueron, a fines del siglo XIX y principios del xx, los principales puntos de aplicación de estos repartos de influencia, cuyas característi cas y métodos merecen mantener nuestra atención. En el Imperio otomano, Alemania se aseguró, mediante los acuerdos celebrados en 1889, 1902 y 1903, una ventaja económica considerabl e: la concesión de un ferrocarril que debía enlazar a Ismidt, en el Bósforo, con Bagdad por Ankara, Adana y Mosul, así como varias conexiones con Siria, Armenia, los confines de Persia y el Golfo Pérsico; en total, una red de más de 4 000 kilómetros. 2 Gran Bretaña y Francia, luego de haber tratado de impedir la construcció n de esta vía férrea al cerrar su mercado financiero a la emisión de los préstamos destinados a la construcción, se dieron cuenta de que su política apenas había logrado retardar su puesta en marcha y evitar su fracaso. Por tanto, entre 1911 y 1914 se pusieron a negociar con Alemania para poder al menos trazar límites a su expansión en el Imperio otomano. Entonces, Italia se pasó a sus filas. • Así se estableció, en vísperas de la primera Guerra Mundial, una repartición de las concesione s ferroviaria s y de las zonas de influencia económicas que derivaban de aquéllas. El acuerdo franco-alem án, firmado el 1S de febrero de 1914, preveía que el grupo financiero francés, que entre 1895 y 1905 tiró las vías férreas de Damasco a Beirut y a Alepo, podría construir una línea de penetración de Trípoli a Homs, en Siria central, y prolongarla hacia el este hasta el Éufrates, en Deir-el-Zor ; pero las regiones de Alepo y de Alejandreta quedaban en el campo de acción de la compañía alemana. Por otra parte, una sociedad francesa podría establecer una red férrea de 1300 kilómetros en la parte septentrion al de Anatolia, de Samsún a Sivas y a Karput, que comunicarí a con los confines de Armenia las minas de cobre de Arghana.3 El acuerdo anglo-alem án, celebrado el15 de junio de 1914, preveía que el ferrocarril que debía unir a Bagdad con el fondo del Golfo Pérsico no iría más allá de Basara y que el tráfico luego de este término sería fluvial: una compañía de navegación inglesa organizaría los transportes en el Chatt-el-Ar ab. Por otra parte, la compañía inglesa que explotaba 2
Véase, supra, p. 95. En 1900 estas líneas fueron concedidas por el gobierno otomano a un grupo financiero · ruso, que no aprovechó sus derechos y las cedió en 1913 a un grupo francés. 3
118
LAS FUERZAS PROFUNDAS
LAS FUERZAS ECONÓMICAS
en Asia Menor desde hacía 20 años la vía férrea de Esmirna a Aidín consiguió la autorización para prolongar la línea hasta el lago Beyshebir, a 400 kilómetros al sureste de Esmirna, es decir, para establecer una vía de penetración de la influencia económica inglesa en un amplio sector de Anatolia. Dos restricciones se impusieron al campo de acción de la compañía alemana. Por último, el acuerdo estableció -15 días antes del inicio de la guerra europea- una colaboración anglo-alemana para la explotación de yacimientos de petróleo cuya existencia se conocía en la región de Mosul. 4 Pero ¿es que sólo se consideraba un reparto de influencia económica? En realidad, en ambas negociaciones los propósitos fueron de índole política. En todo el incidente del ferrocarril de Bagdad, el comportamiento del gobierno inglés estuvo dominado por una preocupación política: garantizar la seguridad de la India. Si la vía férrea constmida por la sociedad alemana llegaba más allá de Bagdad, al Golfo Pérsico, el gobierno otomano podría transportar rápidamente tropas a una región cercana a los territorios británicos. Para lograr que Alemania renunciara a la constmcción de la línea "Bagdad-Golfo", Gran Bretaña consideró necesario sacrificar sus intereses económicos: abandonó la posición comercial preponderante que poseía desde hace mucho en Mesopotamia. El gobierno francés consideró que en la cuestión de las vías férreas sirias el interés político del asunto iba mucho más allá del mero interés económico, y juzgó oportuno buscar una "distensión" entre Francia y Alemania; por ello aceptó retirar su oposición a la constmcción del ferrocarril de Bagdad. Pero también quería que su desistimiento fuera compensado, de modo que el norte de Siria quedara libre de cualquier actividad alemana. Los financieros, que únicamente tenían en mente las utilidades que podrían obtener, hubieran querido dar a la negociación tma orientación diferente. Entonces, el gobierno la tomó en sus manos y trató de corregirla. Italia se interesaba mucho en el Mediterráneo oriental desde que la guerra de Tripolitania la puso en posición de emprender operaciones navales en el mar Egeo y de ocupar el archipiélago del Dodecanesado. En el marco de este propósito político deseaba una zona de influencia en Asia Menor. La concesión de vías férreas que Italia solicitó en la región costera en torno a los puertos de Mersina y Adana tenía el fin de abrir el camino a esta influencia. Geográficamente, la empresa tendía lazos entre la zona reservada en torno al golfo de Alejandreta y la Compañía de Ferrocarril de Bagdad y la región donde la compañía inglesa
impulsaba su vía férrea de Esmirna hacia el sureste. En marzo de 1914 un acuerdo anglo-italiano trazó los límites que no debería rebasar hacia el interior la línea férrea italiana. Así, por tanto, observamos un compromiso entre las iniciativas de gmpos financieros, promotores de empresas ferroviarias, en vísperas de la primera Guerra Mundial. ¿Repartición de intereses económicos? Tal vez. Pero en el espíritu de los gobiernos este reparto ferroviario era el preludio de un reparto político. Cada uno de los gobiernos interesados consideraba que la zona de influencia económica formada en torno al ferrocarril era "un hito planteado para un eventual reparto de la Turquía de Asia". Las "esferas de influencia actual" -dice Jules Cambon- se convertirán en "las partes futuras". El embajador austro-húngaro en Constantinopla estimaba que la constmcción del ferrocarril de Bagdad debería conducir a "una especie de protectorado alemán" sobre las regiones verdaderamente turcas del Imperio otomano, con riesgo de abandonar a las otras potencias europeas las provincias "no turcas". En Etiopía, donde Italia había intentado en 1891 establecer su protectorado y donde cinco años más tarde sufrió un desastre, la influencia francesa experimentó progresos luego de que una "compañía imperial de los ferrocarriles etiopes", empresa francesa, había obtenido la concesión de una vía férrea que enlazaría Addis-Abeba con Jibuti. 5 En el otoño de 1903, los gobiernos inglés e italiano habían previsto los medios para hacer fracasar esta preponderancia francesa y habían establecido el proyecto de una vía férrea que, a través del territorio etiope, pudiera unir la Eritrea italiana con el Sudán anglo-egipcio. Delcassé, en el momento en que concluyó con Gran Bretaña los acuerdos de abril de 1904, quería preservar en Etiopía los intereses ingleses; así, en mayo de 1904 propuso conversaciones. El gobierno británico estaba interesado en que Italia participara, y el gobierno francés se resignó a ello porque necesitaba la complacencia de Italia en la cuestión marroquí. Por tanto, había preocupaciones políticas en la base de una negociación cuyo propósito era trazar zonas de influencia económica. Cuando la negociación culminó con la firma del acuerdo franco-anglo-italianb del 13 de diciembre de 1906, que determinaba estas zonas, una vez más lo que se afirmó fueron los designios políticos: no se trataba de mantener "la integridad" del territorio etiope, sino de prever, en el artículo 4 del acuerdo, que si el statu quo fuera perturbado por ciertos acontecimientos, las tres potencias se pondrían de acuerdo para "salvaguardar sus intereses", cada una en sus zonas de influencia. En suma, aun en tal caso las preocupaciones económicas eran secundarias; no eran sino la tapadera de los fines políticos.
4
Véase, supra, p. 89.
5
Véase, supra, p. 93.
119
120
LAS FUERZAS ECONÓMICAS
LAS FUERZAS PROFUNDAS
En Persia se trató también de un reparto de zonas de influencia cuando se firmó el 31 de agosto de 1907 el acuerdo anglo-ruso: zona rusa en toda la parte norte del territorio hasta Ispahan; zona inglesa en el sureste, el Seistán; zona "neutral" que además de Persia central comprendía el litoral del Golfo Pérsico. Rusia en su zona y Gran Bretaña en la suya, se reservaban el derecho de obtener del gobierno persa concesiones de ferrocarril, de caminos, de líneas telegráficas y la autorización para establecer bancos. En la zona "neutral", los dos Estados podrían obtener concesiones sin que el otro pusiera obstáculos. Por último, si el gobierno persa resultaba incapaz de pagar los intereses de los préstamos que contrajo con establecimientos rusos e ingleses, Rusia y Gran Bretaña "controlarían" los ingresos aduanales y los destinarían al servicio de los préstamos. En tal caso, deberían concretar un acuerdo a fin de respetar "los principios del presente arreglo". He aquí, pues, desde el comienzo, el propósito de establecer un compromiso entre intereses económicos rivales: la repartición geográfica que se había establecido evitaba los choques entre diéhos intereses. No obstante, las que predominaron en realidad, de una parte y la otra, fueron las preocupaciones políticas y estratégicas. El gobierno inglés estimaba que, para salvaguardar el convenio económico franco-inglés, tenía que llegar a una alianza con Rusia, pero temía que los rusos, que habían sacado provecho de la guerra sudafricana para extender sus empresas económicas y financieras en territorio persa, adquirieran un dominio real sobre todo el país y se atribuyeran el "control" de un puerto del Golfo Pérsico, así como la constmcción de un ferrocarril que de Teherán llegaría a tal puerto. Para Curzon, virrey de la India, Rusia preparaba por estos medios económicos la realización de fines políticos: una "base naval" msa en este sitio constituiría una grave amenaza para la seguridad de la India. Por la misma razón había que impedir que los msos se asentaran en el Seistán, donde estarían en contacto con Afganistán y Beluchistán. Cuando las cláusulas del acuerdo despertaron críticas en la opinión inglesa, que insistían en la debilidad de los recursos económicos del Seistán, Grey respondió invocando al interés estratégico. El deseo del gobierno inglés, arguían los servicios de la Foreign Office, era "asegurar sus intereses vitales al salvaguardar su posición estratégica en la frontera de la India". 6 Cuando el gobierno ruso aceptó negociar este reparto de zonas de influencia, chocó con la resistencia del estado mayor, que no quería abandonar el Seistán a la influencia inglesa debido a la importancia 6 Memorándum del29 de enero de 1908, British Documents on the Origins of the War, Londres, 1931, t. VI, núm. 549.
121
estratégica del territorio y a que pretendía conservar el medio para "ejercer una presión sobre la India". Con grandes esfuerzos, el ministro de Asuntos Extranjeros logró convencer a los militares de que Rusia, tras la derrota de Manchuria, debía contemporizar con los intereses británicos. En esa ocasión, como en muchas otras, los intereses económicos y financieros quedaron al servicio de la acción política. En China, entre 1896 y 1899, años durante los cuales la expansión europea se volvió una amenaza para la independencia misma del país, las concesiones de ferrocarriles y de minas estuvieron en el centro de las preocupaciones en lo que toca a las relaciones internacionales: los gmpos financieros que trataban de obtener estas concesiones 7 solicitaron y recibieron el apoyo de la diplomacia; el otorgamiento de estas concesiones del ferrocarril dibujó, en provecho de los cuatro Estados europeos, una zona de influencia económica. Los intereses financieros aparecían en el primer plano, pero la segunda intención política se mostraba claramente, ya que las iniciativas ferroviarias casi siempre estaban asociadas a la cesión de un "territorio en arrendamiento", es decir, a un acto cuyo alcance político era evidente. 8 Gran Bretaña, cuya influencia era dominante hasta entonces en la vida económica china, se inquietaba por estos proyectos. No se propuso oponerse a ellos por la fuerza, sino que trató de marcar un límite a las ambiciones de sus rivales y de "mantener intacta" la región del Yang-Tsé, la cual era el centro de la vida comercial y el principal punto de atracción para los intereses económicos ingleses. En febrero de 1898 no sólo consiguió del gobierno chino el compromiso de no alienar ningún territorio en las provincias vecinas del Yang-Tsé y, seis meses después, importantes concesiones de ferrocarril en Nankín y Hankeu, sino también negoció con Rusia y con Alemania una repartición de las zonas de influencia respectivas. El acuerdo anglo-alemán del2 de septiembre de 1898, firmado entre grupos bancarios pero establecido bajo el control directo de los dos gobiernos, dejó a Alemania el monopolio de la construcción de las vías férreas en Chantung y en el valle bajo del Hoang-Ho, mientras que la esfera de los "intereses ferroviarios" ingleses comprendió todas las provincias situadas a ambos lados del Yang-Tsé; el acuerdo trazó el límite de las dos zonas de influencia en Chengting. El acuerdo anglo-ruso del 28 de abril de 1899, que confirmó el monoVéase, supra, pp. 94-95. En el caso de Alemania, los dos actos son simultáneos. En el expansionismo ruso en Manchuria, el territorio en arrendamiento fue la coronación de la política ferroviaria. Francia se atribuyó un territorio en arrendamiento en una región donde todavía no tenía concesiones ferroviarias, pero que esperaba obtener. Sólo Gran Bretaña obtuvo un territorio en arrendamiento en una región donde no tenía ni podía tener una política ferroviaria. 7 8
,._~
.... ';,.·
122
LAS FUERZAS ECONÓMICAS
LAS FUERZAS PROFUNDAS
polio inglés en la zona del Yang-Tsé, preveía que los ferrocarriles rusos de Manchuria se extendieran a las provincias de Jehol y Chan-Si, pero sin ir más allá de la Gran Muralla y, en consecuencia, sin llegar a Pekín. De este modo se dibujó una repartición de zonas de influencia económica: Francia en Yuan, Kuang-Si y Kuang-Tung; Gran Bretaña en toda la China central; Alemania en Chantung y en una parte de Tche-Li, y Rusia en las tres provincias de Manchuria, así como en J ehol y ChanSi. En septiembre de 1899 este reparto originó las protestas de los Estados Unidos, que invocaron la doctrina de "puertas abiertas" en nombre de los derechos del comercio estadunidense. ¿Se trataba tan sólo de una competencia de intereses económicos? La política que practicaba China parecía llevar -escribe el ministro alemán de Asuntos Extranjeros- al "derrumbamiento lento, pero progresivo, del Imperio chino". Las zonas de influencia económica estarían entonces destinadas a convertirse en zonas de influencia política. Sin embargo, esta repartición política no estaba prevista para el corto plazo, sino que aparecía como una eventualidad probable. El14 de marzo de 1899 Bülow, en una nota dirigida a sus servicios, 9 estimaba que Alemania no se interesaba en impulsar "actualmente" esta solución, pues todavía debía mejorar su situación comercial y reforzar sus medios de acción naval en ese país; en suma, en lo inmediato no podría obtener la parte que, un poco más tarde, estaría en condiciones de hacerse atribuir. "Es importante para nosotros, en este momento, que todavía se aplace el proceso del reparto ulterior de China." Desde el año siguiente, estas veleidades de reparto se esfumaron ante un hecho nuevo: la insurrección de los bóxers, manifestación de resistencia contra la penetración europea, mostró a las potencias europeas a qué dificultades temibles podrían enfrentarse de continuar la acción emprendida en 1898-1899. Pero ¿bastaba esto para ignorar las segundas intenciones políticas que matizaban tal acción? Asimismo, la negociación entablada entre Gran Bretaña y Alemania en 1898, y luego en 1913, con respecto al Imperio colonial de Portugal tuvo una orientación de índole política. El acuerdo rubricado en octubre de 1913 preveía que los dos Estados ofrecieran a Portugal asistencia financiera para el "aprovechamiento" de sus colonias, que el pago de los intereses de estos préstamos estaría garantizado por los ingresos arancelarios y que, de no efectuarse tal pago, la administración de las aduanas pasaría al control de los acreedores. El acuerdo indicaba cuáles serían en las colonias portuguesas de África, en tal caso, los territorios en los 9 Die grosse Politik cler europtiischen Kabinette. Trad. francesa, La Politique extérieure ele l'Allemagne, 1871-1914, París, 1931, t. XVI, núm. 3900.
123
que cada uno de los dos Estados ejercería este control de las aduanas y tendría en consecuencia una influencia dominante en la vida económica. Un anexo secreto afirmaba expresamente que tales zonas de influencia económica deberían convertirse en zonas de influencia política. En suma, se trataba de un reparto de las colonias portuguesas proyectado por Gran Bretaña y Alemania. Este acuerdo fue letra muerta a causa de la guerra europea. 4.
LAS ALIANZAS ECONÓMICAS INTERNACIONALES
Sobre todo desde 1919, las instancias internacionales se han pronunciado con mucha frecuencia por atenuar el nacionalismo económico y evitar el choque brutal de los intereses entre los productores pertenecientes a Estados diferentes, sin que las conferencias económicas hayan logrado establecer un programa eficaz. Ahora bien, entre 1919 y 1939los intereses de los productores resultaron perjudicados por las nuevas condiciones de la vida económica: el incremento del proteccionismo aduana} y las manipulaciones monetarias desvirtuaban el mecanismo de los intercambios internacionales y agravaban la aspereza de la competencia comercial; la rápida transmisión de las noticias y la difusión cada vez más amplia de la información causaban violentos trastornos en la producción, que debía enfrentar tanto demandas masivas de productos como tma súbita disminución del consumo. Para protegerse de estos riesgos, limitar los perjuicios causados por la competencia y evitar la sobreproducción, las agrupaciones de productores procuraron formar alianzas internacionales destinadas a restablecer el equilibrio entre la oferta y la demanda, a racionalizar las industrias, a evitar las fluctuaciones brutales y a mantener los precios. La empresa era difícil en virtud de la desigtmldad de los costos de producción de un país a otro. También podía ser contrarrestada por las legislaciones nacionales y por el mantenimiento de las tarifas aduanales. Por tanto, el acuerdo entre los productores no podía establecerse sin que los Estados lo favorecieran o al menos lo toleraran. Casi siempre los Estados dieron su apoyo, ya sea porque pensaron que las alianzas eran ventajosas o porque cedieron a la presión de las agrupaciones interesadas. Dichas alianzas ya habían hecho una aparición tímida en el curso de la segunda mitad del siglo XIX, en las salinas en 1867, en la metalurgia en 1870 y en la industria de la potasa en 1876. Nunca habían sido duraderas. En 1904 y en 1911 habían fracasado ciertas tentativas hechas por la siderurgia. En el periodo comprendido entre 1924 y 1937 fueron numerosas las iniciativas (la lista establecida en 1932 al cuidado de la
125
LAS FUERZAS PROFUNDAS
LAS FUERZAS ECONÓMICAS
Sociedad de Naciones presentaba un centenar de alianzas, bilaterales o multilaterales) y se obtuvieron resultados eficaces en varios sectores importantes de la actividad industrial. La primera acción importante fue emprendida en un sector agrícola: las plantaciones de caucho. Para contener una muy profunda baja de los precios (en 1921 habían caído 20% de la tarifa alcanzada en 1913), la asociación de productores de Malasia propuso reducir 25% la producción; el Parlamento británico, con base en el consejo de un comité presidido por Stevenson, promulgó en noviembre de 1922 una ley que fijaba un máximo a las exportaciones de caucho producido en los territorios británicos. Según sus promotores, el Plan Stevenson debía cimentar una alianza internacional de los productores, que al cabo no cristalizó por el rechazo de los plantadores de las Indias Holandesas. Después de seis años de una experiencia que había arrojado un aumento notable pero no una estabilización de los precios, el gobierno británico puso fin a la aplicación de la ley. Sólo hasta 1934 se concluyó un acuerdo internacional. En el caso de la metalurgia, los resultados se obtuvieron más rápidamente: la alianza establecida entre los productores austriacos y checoslovacos, cuyo principal objetivo era el reparto de los mercados balcánicos, y el acuerdo entre los productores franceses y alemanes en 1924, cuyo propósito primordial era limitar la producción, prepararon la formación de un cártel internacional, fundado en septiembre de 1926, modificado en 1933 y confirmado en 1938, que ponía límites a las exportaciones; pero dicho cártel no comprendía a los Estados Unidos, ni a Gran Bretaña ni a la URSS y no controlaba más que 26% de la producción mundial. Fue en el dominio de los metales no ferrosos en el que se formaron los cárteles más sólidos: el del aluminio, que agrupó a todos los productores europeos y que se extendió no sólo al reparto de los mercados, sino también a la fijación de los precios; el del cobre, el cual, en 1935, controlaba 98% de la producción; el del estaño, fundado desde 1928 pero dotado de una estructura completa tan sólo en 1937. En cuanto a los productos químicos, el cártel de la potasa se organizó en diciembre de 1926 entre alemanes, franceses y polacos; el de los colorantes en 1927; el del nitrógeno en 1930, con un éxito que le permitió, ocho años después, agrupar a casi todos los productores. El cártel internacional del coque, en el que participaban alemanes, ingleses, belgas y polacos, se formó en 1937. Los transportes marítimos fueron objeto de varios acuerdos para la fijación de las tasas de flete y la repartición del tráfico: Por último, incluso en el caso de las industrias de la transformación se obtuvieron éxitos importantes, sobre todo por parte de los fabricantes de bombillas eléctricas, de cemento y de linóleo. Cuando los cárteles internacionales tuvieron cierta duración parecen
haber presentado, desde el punto de vista económico, más ventajas que inconvenientes. Cuando llegaron a controlar casi la totalidad de la producción, alguna vez abusaron de su poder para provocar un alza de precios; pero a menudo lograron evitar crisis al reglamentar la producción y al adaptarla al consumo. En el campo de las relaciones políticas ¿fue su acción favorable al mantenimiento de la paz? Las previsiones habían sido divergentes entre los adversarios del régimen capitalista. Lenin había visto en la formación de alianzas industriales internacionales "transacciones pacíficas" ocasionales, que no podían modificar la esencia de las luchas entre los intereses capitalistas; era "absurdo" -decía- pensar que estos compromisos pudieran convertirse en una prenda de paz. Kautsky creía que estas alianzas, en la medida en que podrían remediar la anarquía económica, traerían "una garantía contra las guerras". En realidad, las experiencias realizadas entre 1919 y 1939 no ofrecieron argumentos sólidos en favor de una u otra de estas tesis. Durante los años de optimismo económico y político (entre 1925 y 1929) la creación de los primeros grandes cárteles internacionales -los de la metalurgia y de la potasa, sobre todo- había suscitado esperanzas en la opinión pública. El "Locarno político" se completaría y consolidaría con un "Locarno económico": la existencia de los cárteles atenuaría las rivalidades entre los productores industriales, haría inútil el aumento de los derechos de aduana y flexibilizaría la noción de frontera; este apaciguamiento favorecería la distensión política internacional. La cooperación entre los grupos alemanes y franceses en el campo de las fundiciones de acero y de los productos potásicos había facilitado la celebración del tratado de comercio franco-alemán del17 de agosto de 1927. Con ello se tendía a establecer un sentimiento de colaboración que, "tarde o temprano", conduciría a un acercamiento político. 10 No obstante, desde ese momento los observadores más prudentes habían moderado tales esperanzas: la "cartelización internacional" era realizable sin muchas dificultades en ciertos sectores de la producción (las materias primas y los productos semiacabados) en los que la concentración de las empresas ya se realizaba en gran medida en el plano nacional; no lo era, o casi no lo era, en el sector de las industrias de transformación, en el que la diversidad era demasiado grande. ¿Serían capaces las alianzas económicas de eliminar las causas del malestar económico desde el momento en que no podían constituirse más que en un dominio relativamente restringido de la actividad económica? Por lo demás, aun cuando proporcionaran una solución parcial a los proble-
124
. '~~Í~~·\j;'}..,.~
10
Era la tesis que desarrolló en 1929 E. Respondek. Véase la bibliografía .
:·.. ;·,p_;•.
LAS FUERZAS PROFUNDAS
126
er las cuesmas de la produ cción , no estarí an en condi cione s de resolv a la circuy ortes transp los a as relativ tiones financieras ni las dificultades lo sumo a nían propo se o, últim lación , que son tan impor tantes . Por de esta partir a : nales" nacio mos realiz ar un comp romis o entre "egoís aintern tu espíri dero verda un r estrec ha base ¿cómo sería posible funda limio terren al a escap ea europ n cional? "El proble ma de la organ izació s, directado y movedizo de las alianzas", escrib ía en 1929 Daniel Serruy s. francé rcio Come de terio tor de acuerd os comerciales en el Minis aapreci de ntos eleme n poseía s Diez años más tarde, los observ adore do logra había al" acion intern ón ción más sólido s, pues la "carte lizaci idumb re en progre sos significativos. No obstan te, no era meno r la incert 11 contin uaban afirma ndo su confia nza, porqu e las los comentarios. Unos micas " y alianz as indust riales podía n amort izar las "conm ocion es econó prima s; ias mater las de ición ayuda r a resolv er la cuesti ón de la repart de las o tomad lo ejemp n pero no aport aban al apoyo de su tesis ningú en el a: nfianz desco su n realiz acion es recien tes. Los otros manif estaba como as, alianz las bancamp o de las mater ias prima s -sub raya cuenc ia el había n impue sto precio s elevados, había n tenido como conse s insatis "paíse los aban agrav amien to de las dificultades que exper iment tales que d, militu verosi fechos". Inclus o llegab an a afirmar, con meno s s cierto de sas expen a alianz as podía n acent uar las desig ualda des, al nio, alumi del cártel Estad os, en la fabric ación de armam entos : el estorb ar la estar domin ado por los produ ctores alema nes, ¿no podía activi dad de· esta indus tria de los Estad os Unidos? on un En realid ad, ni los partid arios ni los adver sarios empre ndier evolula nar exami estudi o crítico de un caso preciso. Pero ¿no basta con para 1939 y ción de las relaci ones polític as intern acion ales entre 1924 su icar modif tener una impre sión de la incap acidad de los cártel es para orient ación? respectivo Desde el punto de vista general, ¿sería posible apreci ar el papel domin io de de los intereses económicos y de los proyectos políticos en el las alianz as econó micas ? de la La asocia ción de los intere ses econó micos efectu ada en el marco la prima cía unión aduan al es un caso en el que se afirm a con clarid ad más que del propó sito polític o. Quizá s esta asocia ción no es realiz able gobie rnos en cierto conte xto econó mico: se facilit a much o cuand o los los intere a servir de ientes consc están unión que acepta n partic ipar en la en su propio ses de la mayo ría de los produ ctores o de los comer ciante s cional, mencio nado en la R. Picard, en el curso en la Academ ia de Derech o Interna bibliografía. 11
LAS FUERZAS ECONÓMICAS
127
ante cuanpaís. Pero es el propó sito político el que tiene el papel domin ntra el encue do se pone en march a la empre sa. En todos los casos que sido ha al histor iador del siglo XIX o de princi pios del xx, la unión aduan ses intere consi derad a un medio para prepa rar una asocia ción de los políticos o inclus o la fusión territorial. te ligados Los planes de condominio económico estuvieron estrec hamen princi a preoc upaci ones políticas, las cuales eran, en definitiva, el móvil tuvo rck pal del negocio. En 1884, en África centra l la iniciativa de Bisma En al". como fin diseña r las caract erístic as de una "nueva polític a coloni polísito 1909, en Marru ecos, el gobie rno francé s para lograr su propó nia una Alema a dar aceptó doctora prote del tico -el establ ecimi ento micos . comp ensac ión en forma de una asocia ción de intere ses econó entre iadas negoc fueron que ncia influe de Las distrib ucion es de zonas aron inspir se ía Etiop en y r Meno Asia en , los Estad os europ eos en China comun vez tal ecer establ ío: poder de y gio en preoc upaci ones de presti nar una prom iso entre los intere ses econó micos rivale s a fin de elimi para vía la rar prepa én tambi pero os, fuente posibl e de conflictos polític io. domin de ejes entre un repart o les está En cambi o, la forma ción de alianz as indust riales intern aciona micos . econó ses intere los de juego el determ inada , eviden temen te, por cer favore puede zo esfuer su que de o Tal vez los promo tores sacan partid eraverdad es co pacífi sito propó tal si la paz; no obstan te, es difícil saber rarle, ante mente el móvil de la empre sa o si sólo es invocado para asegu preoc ulas o cuand o inclus la opinió n públic a, una influe ncia. Pero pio, no princi al tratan se que s pacio nes econó micas han sido las única inforun En ante. domin puede n conse rvar por much o tiemp o un papel el que yaba subra al acion me de 1927 la Cáma ra de Come rcio Intern nexiste la aba implic buen funcio namie nto de estas alianz as indust riales io, la acción cia de relaci ones pacífi cas entre los puebl os: en este domin ba limiqueda a, polític económica, muy lejos de poder orient ar la acción tada a espera r de ésta un impulso.
LAS CUESTIONES FINANCIERAS
V. LAS CUESTIONES FINANCIERAS DESDE mediados del siglo XIX las cuestiones financieras ocuparon un lugar cada vez más importante en las relaciones entre los Estados y los pueblos a medida que se desarrollaban los movimientos internacionales de capitales. Se han estudiado a menudo las causas de tales movimientos: aumento del ahorro individual y, en consecuencia, de la riqueza mobiliaria en varios grandes Estados gracias al crecimiento de las actividades industriales y a la elevación del nivel de vida; creación y auge de las sociedades accionistas; facilidad de las relaciones comerciales gracias al progreso de los transportes terrestres y marítimos; nuevo estado de ánimo del ahorrador respecto de los países lejanos gracias a los informes de la prensa; por último, progreso de la organización bancaria, que da cauce a los capitales y que orienta las colocaciones. Echar una mirada de conjunto al desenvolvimiento de estas inversiones de capitales al cabo de un siglo, examinar cuál fue el papel de los Estados en las relaciones financieras y estudiar sus consecuencias en las relaciones políticas son los propósitos que nos ocupan en este capítulo. l. EL DESARROLLO DE LAS INVERSIONES DE CAPITALES Parece que la primera forma de tales relaciones financieras fue el préstamo de un Estado a otro. Pero la práctica de las aperturas de créditos concedidas a un gobierno por una banca, cuyo campo de actividad era internacional, se hizo común desde el siglo XVI. Tal era uno de los aspectos más importantes de la actividad del gran hombre de negocios de Augsburgo, Jacob Fugger. Los bancos holandeses en el siglo xvn y los bancos ingleses en el XVIII ejercieron a menudo este género de actividad, que también encontramos en la época napoleónica. En la primera parte del siglo XIX, cuando Gran Bretaña comenzó a practicar en amplitud una política de inversiones de capitales en el extranjero, eran todavía los créditos abiertos a Estados, para permitirles enfrentar un déficit presupuesta} o para encarar gastos extraordinarios, los que formaron lo esencial de dichas operaciones. Ligadas al movimiento de expansión económica y bancaria que se manifestó en Europa, entre 1850 y 1870, aparecieron nuevas formas de esos aspectos internacionales de crédito: a los préstamos directos otor128
129
gados por un Estado a otro o bien por un banco a un gobierno extranjero se agregó la emisión pública de títulos de empréstitos extranjeros, a los cuales los poseedores de capitales se suscribían por intermedio de los bancos: Sin embargo, en la mayor parte de las operaciones financieras internacionales de esa época era todavía la iniciativa de un Estado la que daba comienzo a la transacción, y casi siempre un Estado era uno de los firmantes. Después de la crisis económica y financiera de 1873, cuando entre 1880 y 1914 no sólo en Europa sino también en los Estados Unidos aconteció la gran ola industrial y comercial, los movimientos internacionales de capitales adquirieron una gran amplitud en un mundo donde todas las monedas se intercambiaban libremente y casi todas podían convertirse en oro. Las inversiones las efectuaban, casi siempre por iniciativa de los bancos, particulares que se comprometían a pagar títulos emitidos por una sociedad que realizaba sus actividades en un país extranjero. Y se colocaban en la mayor parte del mundo. El móvil de esas operaciones era tanto económico como puramente financiero. En el primer caso, la finalidad era crear medios de producción o de transportes, por ejemplo, equipar un yacimiento minero, construir una vía férrea, organizar una explotación agrícola: los promotores de tales empresas solicitaban la inversión de capitales. En el segundo caso, los poseedores de capitales o los bancos, tras la disminución de las grandes inversiones ferroviarias que habían señalado el periodo 1850-1870, esperaban obtener, mediante inversiones en el extranjero, una ganancia más importante que la que los negocios "nacionales" podían darles y creaban empresas destinadas a asegurar a dichos capitales un empleo remunerador. Esa búsqueda de oportunidades de colocaciones fue, por ejemplo -como lo han mostrado los trabajos recientes-, desde 1878-1880 la preocupación dominante de la Dirección General de la empresa Crédit Lyonnais. "Nos vimos aplastados bajo el peso del dinero", declaró uno de los dirigentes de esa institución. 1 Estas formas de inversión tenían, y por mucho, el lugar más importante en los movimientos internacionales de capitales entre 1870 y 1914. Los contratos se negociaban y cerraban entre hombres de negocios que actuaban con sus propios riesgos y que no tenían otro propósito que el de obtener ganancias. Primero, su actividad se dirigía sobre todo hacia el Oriente Medio, Egipto y el Imperio otomano, Y luego hacia América Latina; en ese momento dominaban las inversiones "financieras". A continuación, en los primeros años del siglo XIX, las inversiones "industriales" (explotación de minas, construcción de vías férreas) ocuparon el lugar preponderante. 1
Véase el informe de J. Bouvier a la Sociedad de Historia Moderna, 3 de mayo de 1959.
fi
130
LAS CUESTIONES FINANCIERAS
LAS FUERZAS PROFUNDAS
En vísperas de la primera Guerra Mundial, las inversiones inglesas, francesas y alemanas fuera de Europa se calcularon en al menos 125 000 millones de francos oro, y tal vez hasta en 160 000 millones. En América Latina eran más considerables. En Brasil, hasta 1906, todas las vías férreas fueron constmidas y explotadas por sociedades europeas que proporcionaron los capitales y los técnicos. En Argentina, cinco sextos de la red ferroviaria fueron concedidos a sociedades inglesas. En Umguay y Paraguay, las líneas principales pertenecían también a sociedades inglesas. Chile -ya lo hemos visto- era el único Estado donde el gobierno, a pesar de haber llamado a técnicos extranjeros para la construcción, logró mantener casi todas las vías férreas bajo su control directo. La explotación de los recursos del subsuelo en los Estados andinos estuvo en manos de sociedades inglesas, alemanas, francesas y suizas. En Venezuela, una filial de la Royal Dutch comenzó en 1912la explotación de los yacimientos de petróleo. En China, cerca de la mitad de la red ferroviaria pertenecía en 1911 a sociedades europeas; fueron también capitales y técnicos europeos los que crearon las primeras grandes explotaciones mineras y la mayor parte de los establecimientos industriales modernos. En el Imperio otomano todas las sociedades que explotaban las vías férreas y casi todas las que explotaban los yacimientos mineros o lÓs escasos establecimientos industriales eran europeas por sus capitales, su personal directivo o sus técnicos. En esa época, aun cuando el desarrollo de su poderío económico haya sido rápido desde el fin de la "reconstmcción", los Estados Unidos no participaron en el movimiento más que en proporciones muy modestas; no exportaban capitales a Europa, sino a Canadá, México, América Central; invirtieron también en Chile (donde su participación no rebasó 12% del conjunto de las inversiones extranjeras) y en América del Sur (menos de 10%). El total de tales inversiones es bastante inferior al de las inversiones europeas en los Estados Unidos. La primera Guerra Mundial trajo un cambio profundo en los movimientos internacionales de capitales. Los Estados europeos beligerantes, cuya industria se movilizó en gran parte para enfrentar las necesidades de los ejércitos, ya no pudieron mantener sus exportaciones en el momento mismo en que se vieron obligados a incrementar sus importaciones de materias primas, de artículos de consumo y de material de guerra. Para equilibrar en alguna medida este déficit de su balanza comercial con los Estados Unidos y los Estados· sudamericanos y a fin de ofrecer una compensación a las aperturas de créditos acordadas con los bancos estadunidenses para asegurar el financiamiento de estas compras, Gran Bretaña y Francia liquidaron una gran parte de sus haberes en el extranjero. Por el bloqueo, Alemania estaba privada de sus ligas comer-
::::i~~~'
131
ciales con los países extraeuropeos, pero conservaba relaciones económicas con algunos países neutrales europeos, y para pagar sus importaciones utilizó los haberes que poseía en Suiza, en los Países Bajos y en Escandinavia. Por otro lado, después de haber concedido a Gran Bretaña y a Francia importantes créditos bancarios en el periodo en que eran neutrales, los Estados Unidos prestaron a sus "asociados", luego de haber ingresado en la guerra en abril de 1917, 9 982 millones de dólares. Mientras que en 1914 el endeudamiento de los estadunidenses con los extranjeros excedía en 3 684 millones de dólares al endeudamiento de los extranjeros con los estadunidenses, en 1919 este último excedió en 12 562 millones de dólares al endeudamiento estadunidense. Por último, las consecuencias de la guerra afectaron profundamente la suerte de las colocaciones internacionales realizadas antes de 1914: las inversiones efectuadas en Rusia se perdieron por completo y casi todas las colocadas en Austria-Hungría y en el Imperio otomano. Esas pérdidas afectaron los capitales ingleses, pero sobre todo los franceses, que tenían una importante participación en la deuda exterior de Rusia y en la caja de deuda otomana: en 1919, la cartera extranjera de Francia se redujo 50% del monto que alcanzaba en 1913; en Gran Bretaña, la caída fue de 35%. Entre 1919 y 1929, el movimiento internacional de los capitales se expandió según las modalidades de los principios del liberalismo económico; la excepción fue el control de cambios. Pero el gran hecho nuevo en este movimiento es la declinación de Europa. ' Alemania, sometida a todas las cargas que le imponen la reconstitución de sus abastecimientos de materias primas, la renovación de su equipo industrial y el pago de las reparaciones, ya no estaba en condiciones de exportar capitales. Francia debía ocuparse de la reconstmcción de sus regiones devastadas. Con la excepción de un empréstito extranjero emitido en el mercado de París en 1923, no reanudó las inversiones exteriores más que entre 1926 y 1931. Gran Bretaña, aunque su planta industrial no sufrió sino pocos daños directos, debió dedicar importantes gastos a la reconstitución de su marina mercante, muy malparada por la guerra submarina; sin embargo, cuando terminaron las hostilidades, las inversiones de capitales en el extranjero se reanudaron con gran rapidez gracias al esfuerzo emprendido para restablecer la paridad de la libra esterlina y del dólar: en los años comprendidos entre 1925 y 1931 las emisiones de valores extranjeros formaron más de 40% del total; pero la crisis financiera de 1931 y la devaluación de la libra marcan el término de esta recuperación, que por lo demás nunca permitió que Gran Bretaña recobrara ni con mucho el lugar que había tenido antes de 1914 en el mercado internacional de capitales. Japón, luego de haber
;t._,
LAS FUERZAS PROFUNDAS
132
esó desde 1919 y obten ido "bene ficios de guerr a" consi derab les, atrav profu nda que ya tan mica sobre todo en 1920-1921 por una crisis econó no proye ctó colocaciones en el extranjero. Unidos salier on Entre los grandes Estad os industriales sólo los Estad os ciera. Los capifinan y del conflicto con una mayo r fortaleza econó mica arios para ayuneces sos talist as estad unide nses dispo nían de los recur earlo s en ello, empl nían dar a la recon struc ción de Euro pa y les conve ctore s estaprodu los ra, pues si Euro pa no recup eraba su pode r de comp ¿Cóm o ias. cuenc conse dunid enses sería n los prim eros en sufri r las paga r n podía 1914 en podrí an cubri r esas comp ras los europ eos -que Eslos en ados coloc les fácilm ente, graci as a los intere ses de los capita consu de los artícu de y tados Unidos, las comp ras de mate rias prima s parte r mayo la do perdi n mo que efectu aban en ellos -, siend o que había ron una polítide esos haber es? Por eso los banco s estad unide nses inicia cho ya sea de prove en ca de otorg amie nto de crédi tos en el extra njero des públi cas. tivida empr esas indus triale s o inmo biliar ias, o bien de colec sobre todo a y Italia En Europ a, esas inversiones se dirigi eron prime ro a rtió, y por convi se Gran Breta ña; pero entre 1925 y 1929 Alem ania sione s inver las pa much o, en su princ ipal destin atario . Fuera de Euro ada a destin ón estad unide nses se orien taron , apart e de una escas a fracci s sione inver las ) China , hacia Amér ica Latin a. En 1O años (1919-1929 de nes millo 009 estad unide nses en el extra njero pasar on de 6 956 a 17 pa y S 359 en Euro en ado coloc n había se 928 4 s dólar es, de los cuale América Latina. Nuev a York en Pero la gran torm enta econó mica , que come nzó en de inver sione s, al octub re de 1929, detuv o casi por comp leto este flujo an el contr ol de mism o tiemp o que hizo que much os Estad os estab lecier años, como concambios. Este paro se prolo nga much o más, duran te 1O que sufrie ron secuencia de la propi a crisis: los capitalistas estadunidenses mejo rado la sifuerte s pérdi das se sient en desco nfiad os, aunq ue haya Estad o extranjetuaci ón económica. Ningú n empr éstito emiti do por un s y eran raras ro apare cía en el merc ado financiero de los Estad os Unido os más immient movi los a, Europ En dos. las apert uras de crédit os priva ia. En este perio porta ntes de capitales se efectu aron de Franc ia a Polon se volvieron más do los méto dos empl eados en las inver sione s priva das una distin ción leció estab ciera finan a varia dos y más flexibles. La técnic . 2 En la priplazo largo a o corto a entre las diversas forma s de inver sión ulare s, para mera categ oría entra ban los crédi tos acord ados por partic come rcial; a deud una de lo arreg un año como máxi mo, y destin ados al , y por banco un por s, cione condi los crédi tos abier tos, en las mism as 2
Véase la obra de C. Lewis, citada en la bibliografía.
LAS CUESTIONES FINANCIERAS
133
cuent a banca últim o los depós itos efectu ados por un partic ular en una las inver sione s de ria abier ta en el extra njero . En la segun da figur aban dad come rcial o "carte ra", es decir, las comp ras de título s de una socie de plant acion es indus trial, y las inver sione s directas: comp ra de tierra s, esas comerciales, o de bosques, explotación de minas, y creac ión de empr sola finalidad indus triale s o banca rias en paíse s extranjeros. Unas, cuya ses, cuya tasa fue era obten er ganan cias, daban lugar a pagos de intere organ izar o "confijada por contr ato; otras, que tenía n como finali dad so sobre las gatrolar " una produ cción , eran remu nerad as con un ingre nanci as de la empr esa. la que las cuesLa segun da Guer ra Mund ial abrió una nueva época en finan ciera de ca políti la a tidas some nte hame tione s finan cieras , estrec ol de camb ios, relos Estad os, pues estab a en vigor el régim en del contr ones intern acuper aron un lugar cada vez más impo rtante en las relaci el papel domi ciona les. Más que nunc a, los Estad os Unid os tuvie ron que el gobie rno nante en este camp o. El hecho esencial fue la inicia tiva de que ese país de Wash ingto n tomó en enero de 1941, 1O mese s antes aprob ada por entra ra en la guerr a. La ley de "prés tamo- arren damie nto", a pone r a la el Cong reso el 11 de marz o de 1941, autor izó al presi dente os Unidos, lepadisposición de todos los países que, en interés de los Estad s, mater ias prirecier a neces ario asegu rar su defensa, arma s, muni cione con el límite de mas, artícu los de consu mo y "cual quier otro produ cto" s podrí an realilos crédit os señal ados por el Congreso. Dichas operacione cualq uier "por o io camb inter cia, feren zarse en form a de venta , trans extra njero s reotro medio". Las condi cione s en las cuales los gobie rnos s podrí an Unido os Estad los ente: presid cibirí an esta ayuda las fijaría el "otro uier cualq con e rmars confo o ión pedir un pago, una comp ensac nte basta lo eran nos térmi los , tanto Por benef icio direc to o indire cto". remun con r conta sin a ayud una ara vagos para perm itir que se acord era "un beneficio" bolso, habid a cuent a de que la lucha contr a Alemania del régim en estas mese seis ros prime para los Estad os Unidos. En los nes de dólar es millo 000 7 por tos crédi blecid o por esta ley se abrie ron ron a 48 000 llega años cinco En s. para auxil iar a los paíse s extra njero por los aliastas provi s cione presta millones de dólares. Si deduc imos las de los Esciera finan ón ipaci partic dos a las tropa s estad unide nses, la dólares. 3 de nes millo 000 40 unos de tados Unidos en la lucha comú n fue ra apremane de earon plant se Al finali zar las hosti lidad es, cuan do y fuera pa Euro en mica econó ión mian te los probl emas de la recon strucc de ones upaci preoc las de o centr de ella, la escasez de dólares estab a en el consu de los artícu y s prima ias todos aquellos que querían comp rar mater de fue pa Euro de ficit" el"dé mo en los Estad os Unidos. En 1946-1947, 3
p. 358. Véase E. R. Stettin ius, The Land Lease, Nueva York, 1944,
LAS FUERZAS PROFUNDAS
134
14 500 millones de dólares, 4 de los cuales sólo una cuarta parte pudo cubrirse con la liquidación de inversiones o con envíos de oro. La solución provino de los Estados Unidos mediante aperturas de créditos o donaciones. En la primera etapa, la ayuda estadunidense consistió en el abastecimiento de mercancías, realizado gracias a fondos públicos aprobados por el Congreso y distribuidos a través de dependencias gubernamenta les: el Import-Expor t Bank y la Reconstructio n Finance Corporation. Entre los primeros beneficiarios estuvieron Gran Bretaña, Grecia y Turquía. La segunda etapa fue, el 3 de abril de 1948, el Plan Marshall, que aumentó la ayuda y la extendió a 16 Estados por cuatro años. De 70 a 80% 5 de las mercancías suministradas por los Estados Unidos fueron entregadas a título de donación y vendidas por los gobiernos beneficiarios, los cuales utilizaron el producto para estabilizar su moneda, equilibrar su presupuesto y fortalecer la infraestructu ra de la industria o de los transportes. El gobierno estadunidens e vigilaba esta utilización. En compensación , los países beneficiarios se comprometier on a facilitar el suministro a los Estados Unidos de ciertos productos "raros" o minerales que presentaran una importancia "estratégica". El programa preveía que las importaciones recibidas por los Estados beneficiarios llegarían en cuatro años a 22 400 millones de dólares y que los Estados Unidos sostendrían en definitiva una carga de 19 300 millones de dólares. A partir de 1949, la tercera etapa consistió en la ayuda a los países "subdesarrolla dos", cuando comenzaron a llamar la atención las consecuencias de la desigualdad entre los niveles de vida de los pueblos. Las disparidades del desarrollo económico tendían a incrementarse a medida que las sociedades más evolucionada s disponían de técnicas cada vez mejores: en realidad, el capitalismo, en régimen de economía liberal, explotó los recursos justamente donde eran más abundantes y, en consecuencia, puso de lado a los países menos favorecidos. Ahora bien, estas desigualdades las resintieron más las sociedades de estructura arcaica desde el momento en que la difusión de la información por la radio y el cinematógraf o implicaba "un contagio de necesidades". La frecuencia de los contactos internacionale s daba a estos pueblos subdesarrollad os, que conformaban dos tercios de la población mundial, "el sentimiento de su infortunio" y los llevó a reivindicar ante los pueblos privilegiados su "derecho a la vida", 6 no sólo para mejorar las condiciones materiales de su existencia, sino también para escapar a un estado dependiente. Es ésta la cifra dada por R. Marjolin. No se trata únicamente de mercancías estadunidenses. Podía ocurrir que la administración de la ayuda Marshall comprara trigo y carne a Argentina, nitratos a Chile y petróleo a Venezuela· para abastecer a Europa. 6 Cf. el estudio de Piatier, en la Encyclopédie franfaise, t. XI, cap. 4. 4
5
LAS CUESTIONES FINANCIERAS
135
Para apaciguar las protestas que amenazaban con convertirse en una fuente de graves perturbacione s en las relaciones internacionale s y para mejorar también las condiciones generales de la vida económica del mundo, los economistas subrayaron la necesidad de hacer un gran esfuerzo para ayudar a estos pueblos a satisfacer una parte de su atraso en el campo agrícola, a explotar los recursos del subsuelo, a crear industrias y a realizar las adaptaciones sociales correlativas. Esta ayuda consistió en asistencia no sólo técnica, sino también financiera: otorgamiento de créditos para la adquisición de bienes de infraestructu ra o inversiones privadas de extranjeros en las empresas locales. Por tanto, el marco de este plan suponía una enorme transferencia de capitales para poner en marcha un programa a largo plazo. Pero, en principio de cuentas, ¿cómo esperar la concurrencia de capitales privados considerando los riesgos casi seguros y la lentitud de las ganancias posibles? Eran fondos públicos o "paraestatales " los que deberían suministrar los capitales destinados a estas inversiones. Tenemos así que se planteó un nuevo conjunto de problemas en las relaciones financieras internacionales. Con todo, las realizaciones fueron muy modestas. Los movimientos internacionale s de capitales se "frenaban" no sólo por causas económicas, sino también por causas políticas. ¿Causas económicas? Los movimientos de capitales privados están sujetos a variaciones bruscas ligadas a ciertas coyunturas ya sea en el Estado exportador, donde los capitales disponibles no son abundantes más que en periodos de prosperidad, ya en el Estado destinatario, pues las colocaciones se alejan de un país cuya situación económica no permite obtener las utilidades esperadas y donde los deudores corren el riesgo de no poder cumplir sus obligaciones. Los préstamos de Estado a Estado son menos proclives a tales circunstancias : el Estado que solicita un empréstito se encuentra a menudo en una situación económica difícil, de la que no puede desembarazar se sin ayuda exterior; evidentemente, cuando las finanzas del Estado acreedor son prósperas, le es más fácil disponer de los medios financieros necesarios, pero aun en el caso contrario llega a menudo a conseguirlos si estima que el trato puede ofrecerle una compensación interesante. ¿Causas políticas? Casi siempre éstas se vinculan a la actitud del gobierno del Estado que recibió o distribuyó las inversiones. Si este gobierno contrajo un empréstito, ¿hace el esfuerzo necesario para pagar sus intereses? ¿Da libertad de juego a las inversiones privadas o prefiere establecer un control de cambios que restringe la libre circulación de los capitales y que impide a las sociedades extranjeras instaladas en el país transferir a su país las utilidades que obtienen? Aquí, el papel del Es-
LAS CUESTIONES FINANCIERAS
LAS FUERZAS PROFUNDAS
136
tado, casi siempre importante en la orientación de las corrientes de inversión, se vuelve preponderante. Es este papel del Estado el que debemos conocer. ¿Cuál ha sido el lugar de la "política de los negocios" en las conversaciones diplomáticas? La cuestión es tanto más importante en cuanto que la intervención de los Estados agrava las consecuencias de la competencia entre los intereses financieros y puede volverla peligrosa para la paz. ~
1·
t
...
}
~-
·l
2. EL PAPEL DEL EsTADO
Los llamados al apoyo financiero del extranjero que hace un Estado para enfrentar sus gastos extraordinarios (equipos nacionales, armamento) o incluso sus gastos ordinarios tienen un importante lugar en las relaciones económicas y financieras internacionales. Los llamados han adoptado tres formas: el préstamo otorgado por establecimientos bancarios, la colocación en un mercado financiero extranjero de títulos de empréstito por el intermedio de los bancos y la apertura de créditos acordada por otro Estado. En el último caso, evidentemente la cuestión se arregla mediante una negociación diplomática. Pero también en los otros dos casos interviene casi siempre el Estado al que pertenecen los capitalistas y los bancos a los que se les solicita. ¿Cuáles han sido las modalidades de este control en los grandes Estados suministradores de capitales? Ante todo, el gobierno debe examinar si cree que conviene al interés nacional que se efectúen estas colocaciones. ¿Hay que dejar que los poseedores de capitales o los modestos suscriptores en un préstamo extranjero corran riesgos financieros que tal vez no calculan exactamente, o bien hay que ponerlos en guardia? ¿Se debe dejar que los bancos que tratan de captar estos capitales, para asegurarse la ganancia de una comisión, hagan una propaganda cuyas bases sean inexactas? ¿Es oportuno, desde el punto de vista de la economía y las finanzas, que los capitales disponibles se exporten cuando las empresas privadas y el Estado mismo necesitan recursos y cuando esos capitales contribuyen a incrementar los medios de producción y, en consecuencia, a elevar el potencial económico o bélico de un competidor, de un rival, quizá de un enemigo virtual? Pero, por otra parte, ¿no debe tener en cuenta el gobierno las perspectivas favorables que esas inversiones pueden presentar para los intereses generales del país: intereses económicos, financieros o políticos? Éstas permiten aumentar en los "países nuevos" la producción de materias primas o de artículos de consumo que necesita la economía industrial y
-~~...,,
137
ofrecen al Estado exportador de capitales los medios para financiar sus importaciones de materias primas sin crear o elevar el déficit de su balanza de comercio. También constituyen una reserva de medios de pago, que puede ser especialmente útil en caso de guerra (Francia lo experimentó durante la guerra de 1870-1871). Por ítltimo, pueden abrir el camino hacia una influencia política: las inversiones en negocios privados aumentan el prestigio nacional y pueden servir como pretexto de una presión diplomática ulterior para proteger los intereses de los prestadores;7 el otorgamiento de créditos en beneficio de un Estado extranjero da al Estado que concede los préstamos el medio para plantear condiciones o para exigir compensaciones, y el rembolso de dichos préstamos puede ocasionar dificultades que, si el deudor es débil, posiblemente permitirán ponerle "la soga al cuello". Por ello, tenían razón los gobiernos en suponer que era indispensable no sólo intervenir (era normal) en la negociación de los préstamos que pide un Estado en su mercado, sino también ejercer un control sobre las inversiones efectuadas por sus ciudadanos en el extranjero. No obstante, se plantea la cuestión de saber si estas decisiones del Estado han sido orientadas únicamente por el deseo de hacer prevalecer el interés nacional y si su adopción ha sido tomada por los poderes públicos en forma espontánea. Cuando autorizó un préstamo al exterior o cuando favoreció, aunque sea por su silencio, la exportación de capitales, el gobierno no podía dejar de examinar la situación del mercado financiero. Por tanto, los intereses privados aprovecharon la oportunidad para hacerse oír; incluso con frecuencia no esperaron a que se les hubiera hecho una solicitación para manifestarse. Esta posición suele apelar a los intereses generales del país y bien puede tomarlos en cuenta; pero es lógico que ésta se haya orientado sobre todo por el atractivo de las ganancias: el préstamo a una entidad extranjera será una oportunidad para que los bancos ganen comisiones; la exportación de capitales permitirá obtener tasas de interés superiores a las que dan las colocaciones efectuadas en el marco nacional. Por tanto, el gobierno se encuentra ' sometido a la influencia, por no decir a la presión directa, de tales intereses privados. Cuando su decisión es conforme con la posición de los financieros interesados, podemos concluir que esta presión fue eficaz y que el capitalismo financiero orientó la acción de los poderes públicos. .. Tal vez esta conclusión no es segura, pues quizá el gobierno pensó que la posición planteada por los interesados estaba en conformidad con el interés general. Pero, al menos, la coincidencia establece una sólida presunción. 7 Estudiaremos en el inciso 3 las consecuencias políticas de la protección de las inversiones.
LAS CUESTIONES FINANCIERAS
LAS FUERZAS PROFUNDAS
138
Pero en la práctica ¿cómo han practicado los gobiernos de los países prestadores el control de las inversiones y qué resultados han obtenido de esa arma financiera? Son cuestiones del mayor interés para la historia de las relaciones internacionales. A menudo, su estudio preciso es dificil porque rara vez se guarda la huella escrita de los contactos entre la "finanza" y el gobierno, porque en casi todos los casos los archivos bancarios no se abren por mucho tiempo a los investigadores y porque las otras fuentes de información, los artículos de prensa y los testimonios, tienen un valor discutible. Sin embargo, gracias a algunos estudios importantes, sobre todo los de Herbert Feis, es posible esbozar una respuesta. Hasta 1914 Gran Bretaña fue el mayor suministrador de capitales. Por mucho, había sido la primera en practicar una amplia política de inversiones en el extranjero. Desde 1875, según los cálculos más serios, 8 el total de estas colocaciones alcanzaba 1200 millones de libras. Entre 1875 y 1914 Gran Bretaña mantuvo una posición dominante en este sector de actividades: en 1914 alrededor de 4 000 millones de libras esterlinas se invirtieron fuera del territorio metropolitano. Gran Bretaña debía esta superioridad a los recursos acumulados por la supremacía de su industria, sólo impugnada desde los últimos años del siglo XIX, y de su flota mercante, la cual había permitido el auge del comercio de puertos libres; la debía a una estabilidad monetaria tal que los billetes del Banco de Inglaterra eran considerados por los comerciantes de todo el mundo como equivalentes del oro y porque los capitales extranjeros eran captados por el mercado londinense; por último, la debía a la flexibilidad y 9 solidez de un sistema bancario de organización "sin igual" y a la existencia de unos 50 establecimientos especializados en la práctica de las inversiones en el extranjero. En el curso de este periodo las inversiones de capitales ingleses se destinaron mucho más a las empresas privadas (minas, industrias, plantaciones y, sobre todo, ferrocarriles) que a préstamos a los Estados extranjeros o a los dominios. Una parte muy reducida (6% más o menos) se dirigió a Europa. Los centros de atracción fueron los Estados Unidos, Sudamérica, Egipto y, en el imperio, Canadá, Sudáfrica y la India. Durante este periodo triunfante, el gobierno, en conformidad con los principios del liberalismo económico en que se basaba toda la vida económica inglesa en esa época, no intervino directamente en los bancos para impedir o recomendar tal o tales inversiones, salvo cuando estaban en juego intereses políticos importantes; pero no se privó de dar conseTal es la cifra que presenta Jenks (obra citada en la bibliografía). 9 Sobre este punto véase el estudio de Truptil, Le Systeme bancaire anglais et la place de Londres, París, 1935. 8
139
jos oficiosos por intermedio del Banco de Inglaterra o bien por los contactos personales de los ministros con los hombres de negocios que tenían un asiento en el Parlamento. Estos consejos eran secretos: se trataba, decía lord Lansdowne cuando era ministro de Asuntos Extranjeros, de "comunicaciones confidenciales", de las cuales los poderes públicos no daban cuenta al Parlamento. El gobierno trató con el mismo espíritu las demandas que le dirigían los grupos financieros que deseaban obtener en los Estados extranjeros el apoyo de la diplomacia británica: en principio, el gobierno prefería, como declaró sir Edward Grey en la Cámara de los Comunes, 10 acogerse a la "buena voluntad" de los gobiernos extranjeros, que debían conservar la libertad de conceder o negar los contratos de concesiones; pero en realidad como éste trataba de convencer a esos gobiernos de que "les convenía dirigirse a las firmas inglesas", respondía a menudo a las solicitaciones de los gn1pos interesados. Por tanto, es especialmente dificil estudiar las relaciones entre las inversiones exteriores y las actividades políticas, porque los "consejos" casi nunca dejaron rastros escritos y porque la recepción a las demandas de los grupos financieros no siempre dio lugar a una correspondencia. Sin embargo, no cabe duda de que las intervenciones del gobierno fueron frecuentes y eficaces. En Egipto, entre 1876 y 1881, en el marco del "condominio financiero" franco-inglés, todas las cuestiones relativas al control de la deuda egipcia son, en primer lugar, asuntos gubernamentales. En África del Sur, entre 1890 y 1899, el gobierno apoyó a los grupos financieros ingleses que estaban en constantes litigios con los gobiernos de las repúblicas boers. En Turquía muchas veces la diplomacia británica concedió su apoyo a los grupos financieros ingleses que solicitaban concesiones mineras, mientras que "recomendaba" con firmeza a los bancos no participar en la construcción del ferrocarril de Bagdad, 11 porque los promotores alemanes de la empresa querían llevar la vía férrea hasta el Golfo Pérsico, es decir, hasta una zona donde dominaban los intereses políticos ingleses. 12 En China, en el verano de 1898, la diplomacia británica no titubeó en apoyar mediante una demostración naval las demandas de concesiones ferroviarias presentadas por sociedades inglesas, de tal suerte que fuera indiscutible la preponderancia de los intereses económicos y políticos británicos en China central. 13 Cuando el gobierno japonés buscó en 1901 un gran empréstito en el extranjero, no logró el acceso al mercado financiero inglés, pero lo consiguió sin dificultades inmediatamente después de que se celebrara, en enero de 1902, la alian,
EllO de julio de 1914. Véase, supra, p. 95. 12 Véase, supra, p. 118. 13 Véanse,supra, pp. 121-122. 10
11
LAS FUERZAS PROFUNDAS
140
za anglo-japonesa. En Persia, tras la conclusión del acuerdo del 31 de agosto de 1907, el gobierno británico vigiló la operación de los bancos ingleses a fin de que sus iniciativas no contrariaran su política de conciliación con los intereses rusos; por ejemplo, cuando el Banco Seligman estaba a punto de conceder al gobierno persa un préstamo que se destinaría a la compra de una vía férrea explo_tada por los rusos, recibió el "consejo" de cancelar todo y no intentó nada para eludir dicha advertencia. Francia, donde las grandes fortunas eran menos numerosas que en Gran Bretaña, fue más lenta en convertirse en un importante mercado internacional de capitales. Tal vez los establecimientos de crédito en la época del segundo Imperio y a principios de la Tercera República ya se interesaban muy activamente en la construcción de las vías férreas euro14 peas en España, Italia, Austria-Hungría, Suiza y Rusia. Pero no fue sino hasta 1895, gracias a la importante cuantía de los pequeños ahorr;;tdores, cuando se aceleraron los avances de las inversiones exteriores; sin embargo, entre 191 Oy 1913, el volumen anual de dichas colocaciones no alcanzaba un tercio del volumen de las colocaciones inglesas. La corriente de exportaciones de capitales se dirigía sobre todo a Europa: Rusia, Turquía, España, Portugal, Austria-Hungría, los Balcanes e incluso Italia; fuera de Europa, los capitales iban más a América Latina que al Imperio colonial francés. A diferencia de las colocaciones inglesas, los préstamos emitidos por los gobiernos extranjeros ofrecían mayor atractivo. Sólo hasta los primeros años del siglo xx adquirieron una mayor amplitud las inversiones en valores industriales (metalurgia rusa, minas españolas y sudafricanas, vías férreas chinas). ¿Cuál fue en ese periodo la acción del Estado? El gobierno francés poseía medios de acción muy superiores a aquellos de que disponía su homólogo británico. La cotización de los préstamos al extranjero en la Bolsa de París fue autorizada en 1823 por una real orden. La carta del ministro de Finanzas del12 de noviembre de 1825 sobre el comercio de los títulos y de los valores extranjeros planteó principios que fueron completados por textos legislativos o reglamentarios. La admisión de títulos extranjeros cotizados en la Bolsa de París se subordinó a una autorización gubernamental. Tal regla era jurídicamente válida para las transacciones efectuadas en el mercado "oficial" -el que estaba en manos de la compañía de los agentes de intercambio-; en realidad, también se aplicaba en el mercado del "bolsín", aunque esta intervención haya dado lugar a ciertas discusiones. Al parecer, su aplicación fue bastante laxa. Se volvió un poco más estricta en el segundo Imperio. Entre 1871 y 1914 fue precisada en varios textos: la carta del 14
Véase la obra de R. Cameron, citada en la bibliografía.
LAS CUESTIONES FINANCIERAS
141
ministro de Finanzas del12 de agosto de 1873, que afirmaba su derecho de apreciar las razones financieras o políticas que pudieran oponerse a la colocación de valores extranjeros en el mercado francés; el decreto del 6 de febrero de 1880, cuyo artículo S dice: "El ministro de Finanzas siempre puede impedir la negociación en Francia de un valor extranjero"; las leyes de 1907 y 1912. Por tanto, el control se volvió cada vez más estricto, sobre todo entre 1909 y 1913, cuando los ministros de Finanzas insistían en que era preciso reservar para las necesidades nacionales las disponibilidades de capital. ¿Los indujo a ello la opinión pública? No, porque estaba dividida. En general, los socialistas eran hostiles a las inversiones en el extranjero porque creían que la exportación de capitales tenía como consecuencia, en Francia, un alza en las tasas de interés que incrementaba los atrasos de los préstamos internos y, por lo tanto, agravaba las cargas presupuestales. Los industriales del ramo textil temían que los "países nuevos" crearan, con esos capitales, establecimientos que en el corto plazo los liberaran de las importaciones. Pero en general las cámaras de comercio y ciertos productores industriales, sobre todo los de la metalurgia, que recibían pedidos de máquinas, material ferroviario o armamento, se mostraron favorables a estas inversiones con la condición de que, fuera de la admisión de los títulos extranjeros cotizados, el ministro de Finanzas obtuviera de los solicitantes la promesa de que el producto del préstamo o de la apertura de créditos se emplearía para pagar los pedidos hechos a la industria francesa. Los considerables recursos de que disponía entonces el mercado financiero de París permitieron al gobierno ejercer; con motivo de estas transacciones una acción política sobre los Estados extranjeros. El caso más significativo fue el de los empréstitos rusos. Entre los Estados europeos, Rusia era el mayor prestatario en el mercado financiero internacional; buscaba capitales para las empresas industriales (a partir de 1880 comenzó la industrialización en la cuenca del Donetz). Sobre todo, tenía que compensar el déficit crónico de su presupuesto, ' dado que las recaudaciones fiscales estaban lejos de cubrir los gastos de equipamiento nacional y de mantenimiento de las fuerzas armadas. Por tanto, los empréstitos tenían, por mucho, el lugar preponderante ante estas situaciones de los mercados financieros extranjeros, y más que " otro Estado fue Francia el que respondió. En 1914, 80% de la deuda pública rusa suscrita por extranjeros se encontraba en manos de franceses, Y 35% de las inversiones extranjeras en la industria rusa eran de procedencia francesa. Los empréstitos del Estado ruso colocados entre diciembre de 1888 y diciembre de 1913 en el mercado francés fueron preparados por negociaciones diplomáticas. El gobierno francés siguió este camino porque veía en ello un medio para facilitar la negociación de
142
LAS CUESTIONES FINANCIERAS
LAS FUERZAS PROFUNDAS
alianza que le interesaba. Tras el éxito de dicha negociación, no sin razón consideró que la asistencia financiera era una condición útil para la vitalidad de la alianza. En muchos otros casos, en 1900 y 1901, en 1904 y 1913, los empréstitos se destinaron expresamente a satisfacer ya sea las necesidades del ejército, ya sea los gastos de construcción de los ferrocarriles estratégicos, cuya realización había sido prevista por los protocolos de Estado mayor celebrados en virtud de la convención militar franco-rusa. El gobierno francés no se limitaba a abrir a los títulos rusos el acceso al mercado, sino también daba indicaciones, cuando era necesario, a la embajada de Rusia en París para orientar sus acciones en la distribución de los fondos de la propaganda destinada a conseguir los préstamos: la gran prensa francesa, estimulada por los subsidios que recibía del agente financiero de la embajada, Arthur Raffalovich, alababa casi unánimente los empréstitos rusos. 15 Sin embargo, en tres ocasiones -1897, 1901 y enero de 1905- el Ministerio de Finanzas dirigió al de Asuntos Extranjeros una advertencia: el volumen alcanzado por los empréstitos rusos era excesivo y Rusia, a la larga, no podría enfrentar la carga. Así, la situación era paradójica, pero el gobierno dejó que se prolongara, tal vez porque la consideraba necesaria en el interés de su política exterior. En suma, la seguridad que ofrecía o parecía ofrecer la alianza militar rusa aparentaba compensarle con mucho los riesgos que, en tal ocasión, corría el ahorro individual. Durante toda la historia de la alianza, este vínculo entre las necesidades financieras rusas y las preocupaciones políticas francesas fue particularmente claro entre enero y abril de 1906, cuando el gobierno francés, al que se había solicitado un gran préstamo -1 200 millones de francos oro-, pidió en compensación que la diplomacia rusa le otorgara un apoyo eficaz en la Conferencia de Algeciras. 16 Los lazos entre la acción financiera y la acción política de Francia se manifestaron en muchas otras ocasiones. En 1902, cuando Delcassé trabajaba en un acercamiento con Italia y negociaba con ella un acuerdo secreto que restringía el alcance de la Triple Alianza, ofreció al mismo tiempo otorgar al gobierno italiano el acceso al mercado financiero francés. En 1903, cuando el gobierno alemán acababa de obtener la concesión del "ferrocarril de Bagdad" 17 y trataba de colocar en el mercado finan15 Con excepción de los periódicos socialistas y de algunos folletos radicales. Pero estos periódicos eran hostiles a los préstamos a Rusia porque no querían que el ahorro francés suministrara recursos a un gobierno autocrático. A principios de 1906 ésta fue la idea en la que insistían Jaures, Clemenceau y Anatole France. 16 Véase P. Renouvin, "Finance et poli tique. I.:emprunt russe d'avril 1906 en France", en Mélanges Wernér Nii{(Estudios Suizos de Historia General, Bd. 18/19, 1961, pp. 507-516). 17 Véase, supra, p. 95.
143
ciero de París los títulos del empréstito destinado a cubrir los gastos de construcción, ciertos grupos financieros franceses aceptaron del mejor grado esta perspectiva y se propusieron establecer una colaboración entre capitales franceses y capitales alemanes. El ministro de Finanzas, Rouvier, compartía este punto de vista, pero Delcassé se opuso porque esta red férrea perjudicaba los intereses políticos de Rusia. Y el Consejo de Ministros le dio la razón. En cambio, al mismo tiempo el ministro francés de Asuntos Extranjeros insistió ante un grupo bancario, formado en torno al Banco de París y de los Países Bajos, en que el sultán de Mam1ecos recibiera de inmediato un préstamo de siete millones y medio de francos oro, dado que su autoridad estaba amenazada por una rebelión en la región de Tazza. 18 Un año más tarde, el ministro concedió al gobierno jerifiano un préstamo mucho más importante (62 millones), garantizado con las aduanas marítimas. En 1907 la política francesa, dos años después del tratado que consagró la derrota msa en Manchuria, quiso consolidar la paz del Extremo Oriente de tal suerte que Rusia tuviera más injerencia en la política europea. Francia aconsejó al gobierno del zar que buscara un "respiro" en sus relaciones con Japón, hizo en Tokio un esfuerzo diplomático con la misma finalidad y lo acompañó de una oferta financiera: si Japón aceptase celebrar un acuerdo con Rusia o, al menos, un modus vivendi, podría ingresar en las cotizaciones del mercado de París mediante un empréstito de 5%, que le permitiría pagar las deudas contraídas con Gran Bretaña a una tasa mucho más elevada, durante la guerra ruso-japonesa. En 1906, cuando Austria-Hungría, inquieta por los progresos del nacionalismo serbio y por las tendencias afirmadas por Nicolas Pachich, quiso "someter" al gobierno de Belgrado mediante una guerra aduanal 19 que trastornó la vida económica y, en consecuencia, las entradas fiscales de Serbia, el mercado financiero francés se abrió a un empréstito serbio. La asistencia financiera favoreció la resistencia que oponía el gobierno de Belgrado al gobierno de Viena. A fines de 1911 era la propia alianza austro-alemana la que querían disociar ciertos diplomáticos franceses. El embajador de Francia en Viena, Crozier, bosquejó un plan de acción, cuyo rasgo esencial era la oferta de créditos considerables -1 000 millones de francos oro-, es decir, una suma igual a la que el mercado financiero francés proporcionó a Rusia en 1906 para ayudarla a superar la crisis que trajeron la pérdida 18 19
Documents diplomatiques {ran9ais, 1871-1914, 2" serie, t. m, núms. 10, 75 y 56. Véase el capítulo 111, p'p. 100-101.
' '17.'... ~
1 ,/:
·~~,,1
144
LAS CUESTIONES FINANCIERAS
LAS FUERZAS PROFUNDAS
de Manchuria y los movimientos revolucionarios de 1905. Los créditos permitirían a los gobiernos austriaco y húngaro llevar a cabo un programa de grandes obras públicas y de equipamiento industrial. La compensación sería política. Austria-Hungría se comprometería a no asociarse a una política agresiva de Alemania dirigida contra Francia y prometería ejercer "una intervención pacificadora!' en caso de amenaza de conflicto entre Francia y Alemania; incluso, ¿no podría, si estallara la guerra franco-alemana, conservar "una neutralidad temporal" que daría a Rusia el tiempo de completar sus preparativos militares? A decir verdad, en este proyecto, que despertó las inquietudes del gobierno ruso, el único punto cierto era el deseo austro-húngaro de obtener el préstamo. Pronto se dejó ver que el gobierno de Viena no consideraba en absoluto conceder "garantías políticas" en compensación. Por eso, el presidente del Consejo, Raymond Poincaré, se negó a examinar un plan en el que "la imaginación" tenía, según él, un papel preponderante. Por último, en 1913-1914la admisión de apertura de créditos balcánicos en la cotización de la Bolsa de París estuvo en el centro de la acción diplomática que manejaba el gobierno francés en Grecia, donde trataba de consolidar al presidente del Consejo Venizelos contra las tendencias germanófilas del rey Constantino; en Bulgaria, donde quería superar una oferta alemana con la esperanza de influir después en la política del rey Fernando; en Turquía, donde exigía que el gobierno otomano, en compensación, se comprometiera a aceptar la decisión tomada por las grandes potencias para resolver la suerte de las islas del Mar Egeo. En la conducta de la política exterior francesa de esa época una de las raras ocasiones en que la negociación de un acuerdo político o de un "acercamiento" no estaba respaldado por la emisión de deuda en el mercado de París fue la Entente Cordial franco-inglesa. 20 En las negociaciones previas a los acuerdos del 8 de abril de 1904, las preocupaciones financieras no intervinieron sino en un aspecto particular: las objeciones que oponían los portadores franceses de la deuda egipcia, inquietos por la libertad de acción que Gran Bretaña adquiriría en ese dominio. El gobierno francés puso otras objeciones: evidentemente, subordinaba dichos intereses financieros a los intereses de su política general. Las relaciones franco-alemanas entre 1871 y 1914 presentaban bajo otro aspecto el recurso del"arma financiera": el mercado financiero francés se negó obstinadamente a otorgar créditos a los alemanes e incluso a recibir cualquier emisión de valores alemanes. Sin embargo, los capitales franceses no desdeñaban las utilidades que a partir de 1893 ofrecía el vigoroso desarrollo de la industria alemana. En 1896-1897 el agrega20 Véase P. Renouvin, "Finance et politique: A propos de !'Entente cordiale francoanglaise", en Hommage ii Lucien Febvre, París, 1954.
1
145
do financiero de la embajada de Francia evaluó en 500 millones de francos oro, como mínimo, las inversiones privadas francesas que se efectuaron en Alemania; en esa época, en que los traslados de capitales eran libres, la transferencia de fondos no estaba sujeta a ningún control. Pero la introducción de títulos y de valores alemanes estaba prohibida en el mercado financiero francés. Tal decisión era consecuencia de discrepancias políticas. En ningún momento el gobierno francés se proponía admitir en las cotizaciones de un empréstito al Estado alemán mientras tuviera validez el tratado de Francfort; incluso en los periodos en que las relaciones de los dos países evolucionaron hacia "la calma" ( 18791884, 1895-1898, 1907, 1909-1910) no se trató de renunciar a esta regla. La proscripción de los valores industriales alemanes 21 se funda en los mismos motivos: los recursos financieros de Francia no debían ser utilizados para aumentar los medios productivos de un adversario probable. Como hemos visto, en 1903 el ministro de Finanzas estaría dispuesto a hacer una excepción en cuanto a los títulos de la compañía alemana del ferrocarril de Bagdad, qu,e obtuvo la participación de capitales franceses; pero el ministro de Asuntos Extranjeros puso en jaque a su colega. 22 Sólo en 1907 una parte de la opinión pública impugnó esta conducta. ¿No sería posible, decían algunos periódicos financieros, admitir en las cotizaciones de la Bolsa de París no ciertamente los empréstitos a un Estado, sino los valores industriales alemanes? Sin embargo, estos llamados fueron vanos: el gobierno francés no quería renunciar al arma financiera. Después de 1919, en una situación muy diferente debido a que el mercado financiero francés perdió la mayor parte de su papel mundial, la relación entre finanzas y política fue menos estrecha. Tal vez los Estados que pertenecían de manera más o menos durable al sistema diplomático francés -Polonia, Rumania, Yugoslavia y Checoslovaquia- eran también aquellos donde fueron importantes las inversiones francesas, pero en gran parte se trataba de inversiones privadas: era natural que los capitales franceses se dirigieran de preferencia a los Estados "amigos". Los préstamos a los Estados no tuvieron ninguna importancia más que en los casos de Polonia (en 1927 y en 1931) y de Rumania. El campo de acción del arma financiera con que contaba la diplomacia francesa ya no fue tan eficaz como en el pasado. En Alemania, antes de 1914, los industriales eran bastante reticentes con respecto a las inversiones en el extranjero, que desviaban recursos de los cuales querían disponer para ampliar su producción: el deber de 21 No parece que la aplicación haya sido total, sino que, más bien, las excepciones fueron extremadamente raras. 22 Véase, supra, p. 143.
LAS FUERZAS PROFUNDAS
LAS CUESTIONES FINANCIERAS
los bancos, decían, era asegurar primero las necesidades del mercado interno. Pero el gobierno imperial deseaba tales inversiones, pues podían favorecer la influencia económica y política del Reich. El control ejercido sobre las emisiones de valores extranjeros fue más discreto que en Francia. Sólo después de 1896la ley decidió que una "oficina de admisión" concediera o negara la autorización de llevar a cabo la emisión; la oficina estaba formada por banqueros, profesionales de la Bolsa y hombres de negocios y sesionaba en presencia de un comisario de Estado, quien expresaba la opinión del gobierno, siempre determinante. Por tanto, el régimen, aunque más simple que el francés, condujo a resultados similares. Ahora bien, ese control del Estado estaba inspirado casi siempre en motivos políticos. A partir de la concertación de la Triple Alianza en 1882, el gobierno insistió ante los bancos para que suministraran al gobierno italiano los fondos necesarios para el desarrollo de las vías férreas; en 1887, cuando el mercado financiero francés se cerró a los valores italianos (fue una de las consecuencias de la "guerra aduanal" 23 decidida por Crispí), el Ministerio de Finanzas alemán creó y puso bajo su égida un sindicato de bancos para ayudar al gobierno italiano a soportar la crisis. En las relaciones financieras germano-rusas la acción del gobierno del Reich fue decisiva en dos ocasiones. En 1887 Bismarck dio la orden al Reichsbank de que ya no otorgara préstamos sobre títulos a los portadores alemanes de fondos de Estado rusos; con ello, los incitó a vender sus títulos: fue un ataque directo al crédito del gobierno zarista, que hasta entonces colocaba en el mercado financiero alemán una parte importante de su deuda exterior. ¿Cuál era la finalidad? ¿Obstaculizar el desarrollo económico ruso? No, porque el mercado financiero alemán siguió abierto a los empréstitos contraídos por los industriales rusos. ¿Retrasar la construcción de las vías férreas rusas? Quizás, pues éstas tenían un interés a la vez estratégico y económico; permitirían acelerar la concentración de las fuerzas armadas en caso de guerra germano-rusa y facilitarían la exportación de trigo, que en el mercado alemán hacía una dura competencia a la producción nacional. El móvil esencial era político: cuando los asuntos búlgaros provocaron un conflicto diplomático entre Austria-Hungría y Rusia, que amenazaba con convertirse en conflicto armado, el canciller del Reich quiso causar en Rusia dificultades financieras que acarrearan, así lo esperaba, demoras en los preparativos militares. Cuando siete años más tarde Caprivi revocó la decisión de Bismarck, una vez más fue un motivo político el que determinó el viraje: el gobierno alemán, sin estar aún seguro de si se acababa de establecer una alian-
za entre Rusia y Francia, se hallaba consciente de que las relaciones franco-rusas habían tomado un nuevo giro; reconocía que la medida tomada en 1887 contra el crédito del Estado ruso, al obligar al gobierno del zar a acudir al mercado financiero francés, contribuyó a tal resultado; esperaba que aún fuera tiempo de restablecer las buenas relaciones que habían sostenido Alemania y Rusia entre 1881 y 1887. Para terminar, la negociación en 1914 de una deuda búlgara emitida en el mercado alemán fue el corolario de las acciones políticas que en esemomento ejercía la diplomacia austro-húngara en Sofía en competencia con Francia y Rusia. A petición de Austria-Hungría, el gobierno alemán favorecía el proyecto, a pesar de los obstáculos que encontró en los medios financieros. La obtención de ese empréstito a principios de julio de 1914 fue un éxito político de las potencias centrales. · Hasta 1914los Estados Unidos no tenían más que un modesto lugar en las relaciones financieras internacionales. 24 Las únicas regiones del mundo adonde exportaban capitales en cantidades importantes eran Canadá y América Central. En Canadá dicha exportación estaba relacionada con una influencia económica que no parecía tener una segtmda intención política. 25 Pero en el mar de las Antillas y en todos los Estados situados en éste, las actividades financieras estaban ligadas a las acciones políticas. Era el teatro de operaciones de la "diplomacia del dólar". En realidad, la actitud del gobierno en el manejo de esta diplomacia era bastante diferente, dependiendo de si el régimen era republicano o demócrata. Durante la presidencia de William Taft el Departamento de Estado no dudó en tomar iniciativas, sin esperar a que le fueran solicitadas: alentó a los bancos a incrementar las inversiones exteriores. En mayo de 1910 el presidente declaró que la diplomacia debía actuar de modo que se aseguraran "inversiones provechosas para los capitales estadunidenses". Tal vez la finalidad era económica, pero también política. La protección de las inversiones era el medio para preparar una intervención diplomática o incluso armada en los asuntos de los pequeños Estados centroamericanos. En Extremo Oriente, pensaba el presidente Taft, los Estados Unidos debían tener un importante papel; así, el secretario de Estado Knox invitó en 191 O a un grupo de bancos de su país a invertir capitales en China del norte. En general, los hombres de negocios se mostraron reticentes porque temían enfrentarse a la oposición de las finanzas europeas, cuya cooperación necesitaban en otros terrenos. Por eso, el grupo bancario que aceptó la sugerencia del gobierno creía que
146
23
Véase el capítulo m, pp. 99-100.
24
25
Véase, supra, p. 131. A pesar de la amenaza expresada en 1895 en la nota de Cleveland.
147
lic. CARLOS ALFREDO da SILVA PROFESOR ADJUNTO
LAS CUESTIO NES FINANCIERAS
LAS FUERZAS PROFUNDAS
148
podía contar con que, dado el caso, el Depart amento de Estado protegería unas inversi ones efectua das de acuerd o con sus propio s consejo s. Willard Straigh t, el princip al agente de dicho grupo bancar io y gran apóstol de la diplom acia del dólar, había sido antes cónsul genera l en Mukdé n y manten ía relacion es estrech as con el Depart amento de Estado. Según su biógrafo, practic aba más la política de Knox que la de los bancos .26 El régime n demócr ata desapro bó en princip io esta posició n. Wilson declaró que la práctic a de la diplom acia del dólar, como la conceb ía Taft, protegí a "interes es particu lares", mientra s que el papel del Estado era defende r "el interés nacional". Cuando ciertos bancos estadun idenses conside raban particip ar más en los negocios chinos, pidiero n al gobierno una promes a de apoyo en caso de que el futuro les depara ra sinsabo res. Después de una deliber ación del gabinete, el secreta rio de Estado se negó a dar esa garantía. Según él, cuando los bancos invertían en los "países nuevos" exigían tasas de interés muy elevadas arguye ndo los riesgos que corrían ; ahora bien, elimina ban dicho riesgo muy pronto al pedir y obtene r que el gobiern o de los Estado s Unidos protegi era sus inversio nes. Era una práctic a abusiva . "Cuand o ustedes van al exterio r, deben acepta r sus riesgos ", declaró el secreta rio de Estado . Y el preside nte Wilson precisó el 6 de febrero de 1914 que él no quería, a diferen cia "de ciertos gobiern os europeos", conside rar el recurso de la fuerza para asegurar la ejecuci ón de contrat os obtenid os por los ciudad anos estacluniclenses.27 Sin embarg o, no hay que tomar estas fórmul as al pie de la letra, pues la diplom acia wilson iana no dudó en interve nir en México, en 1913, y en Santo Domingo, en 1915, en provech o de sus interes es financier os; sólo se negaba a compro meters e por adelan tado en tales situacio nes. La primer a Guerra Mundia l transfo rmó la posició n ele los Estado s Unidos en las relaciones financieras interna cionale s. Durant e el periodo en que conserv ó su neutral idad política, el gobiern o había decidid o primeram ente manten er una estricta neutral idad financiera: el15 de agosto de 1914, una nota publica da por el Depart amento ele Estado había informado que el otorgam iento ele crédito s a los Estado s beliger antes por parte de los bancos estadun idenses sería "incom patible con el verdad ero espíritu de neutral idad". El secreta rio de Estado Bryan pensab a que cualqui er alteraci ón a este princip io haría precari a la neutral idad política. Pero desde octubre de 1914, cuando Gran Bretaña y Francia , ante la perspec tiva de una guerra prolong ada, comenz aron a compra r a los productore s estadun idenses materia s primas o artículo s de consum o y a 2" 27
Cf. la obra de Zabriskie, citada en la bibliografía. De acuerdo con Zabriskie y la biografía del secretari o de Estado Bryan.
149
dirigir a la industr ia metalú rgica encarg os de armam ento, es evident e (una carta del Nationa l City Bank al Depart amento de Estado lo subrayó el23 ele octubre ) que los gobiern os europeo s no podrían seguir pagand o al contado por mucho tiempo. Así, los encargos cesaría n pronto, a menos que los bancos estadun idenses fueran autoriz ados a otorgar a los Estados beligerantes apertur as de créditos o a contrat ar deuda en los Estados Unidos. En el interés de los produc tores y de los exporta dores estadun idenses, el Depart amento de Estado no tardó en reprim ir sus escrúpu los político s y en modifi car su doctrin a: autoriz ó, inform alment e en octubre de 1914 y oficialm ente en marzo de 1915, la apertu ra de crédito s bancari os y luego, en septiem bre de 1915, la emisión de una deuda franco-inglesa de 500 millone s de dólares en el mercad o estadun idense. En tales circuns tancias , el móvil económ ico fue decisiv o. Pero a fines de noviem bre de 1916 se abando nó de repente este proceder. Justo cuando el Banco Morga n estaba a punto de otorgar un nuevo préstam o a los ingleses, el Consejo de la Reserva Federa l publicó una adverte ncia dirigida a los bancos, en la que les "aconsejaba" no invertir "por el momen to" sus fondos en títulos de Estado s extranj eros. Se trató, pues, de una retracta ción de la política de préstam os "no garanti zados" que el presidente y el Depart amento de Estado habían aceptad o desde septiem bre de 1915. Ahora bien, dicha adverte ncia fue un acto de gobierno: el presi28 dente aprobó el texto e incluso aconsejó que fuera acentua do. ¿Por qué s en fundado ntos argume este cambio? Por supuesto, tuvieron su parte los juzgó Board Reserve l los interes es económ icos y financi eros: la Federa oportu no que los bancos conserv aran su liquide z y conside ró tambié n que las exporta ciones estadun idenses , cuyo crecim iento "excesivo" producía alzas del costo de la vida y un malesta r social, debería n volver "a límites más razonab les". Pero los móviles político s fueron más importantes: el gobern ador del Banco de la Reserv a Federa l de Nueva York creyó que los Estados Unidos, al conced er un apoyo financiero a uno de los grupos de los Estados beligerantes, se exponían a "complicaciones" con el otro grupo y que un acreedo r podría verse atrapad o con su deudor en un lazo tan estrech o que ya no se libraría de él. El preside nte, que trabajaba desde hacía tres días en la elabora ción de una nota destina da a los beliger antes para invitarlos a compro meterse en convers aciones de paz, pensó en ejercer una presión diplom ática sobre Gran Bretañ a y Francia con la amenaz a de poner obstácu los a la concesi ón de créditos. En suma, Wilson dudaba entre los fines políticos y los fines económicos, que eran contrad ictorios ; pero cuando tres semana s despué s constat ó el fracaso ele su propos ición ele paz, el Consej o ele la Reserv a Federa l se 28
De acuerdo con el informe del senador Nye.
150
LAS CUESTIONES FINANCIERAS
LAS FUERZAS PROFUNDAS
afanó en atenuar el alcance de su "advertencia", que ponía al país en riesgo, según el secretario del Tesoro, de "frenar su prosperidad económica". Luego del ingreso de los Estados Unidos a la guerra a principios de abril de 1917, las formas de asistencia financiera que habían empleado desde hace dos años y medio en favor de Gran Bretaña y de Francia se volvieron obsoletas. En lo sucesivo, el gobierno estadunidense otorgó créditos a los gobiernos con los que estaba "asociado" para permitirles pagar las compras que hacían en el mercado de su país. Los préstamos se otorgaban de Estado a Estado y adquirieron una amplitud considerable. Pero, al día siguiente del armisticio, el gobierno de Washington manifestó su intención de suspender, en el corto plazo, esta solidaridad financiera. Los "asociados" de los Estados Unidos ya no contarían en adelante con aperturas de créditos regulares: cada nueva petición sería evaluada y discutida. Así, el Departamento de Estado disponía de un medio de presión, que podía utilizar con fines políticos. Cuando en mayo de 1919 el presidente Wilson tomó una posición de firmeza contra las reivindicaciones italianas en el Adriático, tenía en cuenta la grave crisis económica y social por la que atravesaba Italia, incapaz de asegurar su abastecimiento de materias primas sin créditos exteriores: en vista de que los Estados Unidos eran los únicos capaces de suministrarle tales créditos, ¿podría el gobierno de Roma encarar a la diplomacia wilsoniana? El 28 de enero de 1920, esta nueva política financiera estadunidense se afirmó con respecto a sus "asociados": en una circular a los presidentes de las cámaras de comercio, el secretario del Tesoro les dijo que no era posible continuar con los préstamos de gobierno a gobierno. Sin embargo, esta decisión tendió a paralizar las compras que hacía Europa en los Estados Unidos. Era necesario, para mantener las exportaciones estadunidenses, abrir créditos a los europeos en forma de préstamos bancarios o procurarles dólares mediante inversiones privadas: compras de valores, de inmuebles y de acciones de sociedades industriales o de empresas ferroviarias. Entonces, el gobierno estimuló a los particulares a adquirir títulos de deuda emitidos por Estados extranjeros y encargó a sus agentes diplomáticos y consulares que ayudaran a los capitalistas estadunidenses a encontrar buenas oportunidades de colocaciones; de esta conducta esperaba obtener ventajas políticas porque al orientar o al cesar el flujo de inversiones dispondría de un medio de presión sobre los gobiernos extranjeros. Al mismo tiempo, ejercía un control sobre las iniciativas de los medios financieros: en los términos de una .circular del 3 de marzo de 1922, los bancos, antes de ofrecer públicamente bonos de deuda extranjera, eran "invitados" a informar al Departamento de Estado, el cual, no obstante, no podía exigir esta consulta. Con todo, desde 1925 un informe del Tesoro hacía ver que la consulta se había vuelto
_ .... J
;;...,~"J.:j~':
151
habitual. Por lo demás, era excepcional que el Departamento de Estado diera una opinión negativa. 29 Pero el gobierno no se conformaba con ejercer una vigilancia, sino que definía los casos en que los bancos deberían negar préstamos: en principio, no podían obtener recursos financieros los gobiernos extranjeros no reconocidos por los Estados Unidos -los que solicitaban apoyo financiero para equilibrar su presupuesto, sin haber hecho un esfuerzo fiscal suficiente, o para emprender una política armamentista-, los que al cabo se negaban a cumplir sus obligaciones con los Estados Unidos. Así quedaba bien establecido el vínculo entre la actividad financiera y las preocupaciones políticas. ¿Cuáles fueron los campos de aplicación? .. ~. Entre 1925 y 1929 Alemania fue el principal destinatario de dichas colocaciones en Europa continental. Poco después de los acuerdos de Locarno, los capitalistas estadunidenses pensaban que la industria alemana recobraba rápidamente su auge debido a que no sufrió graves daños durante la guerra. Las inversiones privadas, que provenían de bancos, grandes sociedades industriales y particulares, se daban en forma de préstamos concedidos a establecimientos de crédito o a servicios públicos, de participaciones en sociedades, de adquisición de inmuebles o de valores. Cuando en septiembre de 1924 el Banco Morgan le pidió una opinión, el Departamento de Estado declaró que deseaba que se abrieran créditos a Alemania para evitar los riesgos de un "caos económico". En 1926 y 1927 anunció a los bancos que ninguna objeción política se oponía a la continuación de tales inversiones, pero aconsejaba prudencia. En una palabra, parece que sólo se inspiraba en preocupaciones económicas y financieras, y no manifestaba ningún propósito político. Sin embargo, fueron evidentes las consecuencias políticas de este gran movimiento de capitales estadunidenses. "Los miles de millones que, en el curso de estos últimos tres años, han puesto de manifiesto el interés que tienen los Estados Unidos en la prosperidad de Ia industria alemana crean, en el régimen capitalista, una importante solidaridad de destinos, mucho más allá de los compromisos puramente económicos." Tal fue la esperanza expresada el 27 de diciembre de 1927 por las Münchener Neueste Nachrichten. Los medios dirigentes alemanes creían que esta solidaridad permitiría que Alemania escapara a los pagos de reparaciones, pues de hecho se establecía una competencia entre los , intereses de los acreedores estadunidenses y los de los portadores del " crédito registrado por el Plan Dawes o el Plan Young, desde que el gobierno alemán manifestó que no podría encarar a la vez los cargos que le imponían la deuda de las reparaciones y las obligaciones asumidas en ·· ·
29
C. Lewis (cuya obra se cita en la bibliografía) sólo habla de dos casos.
152
LAS FUERZAS PROFUNDAS
forma de inversiones privadas. Esta competencia salía a la luz en agosto de 1931 en el informe que rindió un Comité Internacional de expertos reunido en Basilea. Esto ejerció una influencia determinante en las negociaciones, cuyo término fue la supresión de las reparaciones en julio de 1932. En América Latina, donde Brasil, Argentina, Chile y Colombia eran los principales beneficiarios, las características y los resultados políticos de las inversiones fueron muy diferentes. A las considerables inversiones privadas en México y en Cuba, pero que alcanzaron también una cifra importante en Argentina, Brasil, Chile y Colombia, se sumaron préstamos a Estados que se colocaron en el mercado financiero de los Estados Unidos. En Brasil, Argentina, los otros Estados de La Plata, Chile, Bolivia, Perú y Colombia, los gobiernos que antes de 1914 adquirían créditos en Europa ahora se dirigían a los bancos de los Estados Unidos, como ya lo hacían antes los Estados de Centroamérica. ¿Esta situación nueva dio a la política de los Estados Unidos el medio para extender su influencia? Sí, indudablemente; en el caso de Chile, su gobierno, en compensación por los empréstitos que se le acordaron, aceptó someter su gestión financiera al control de un "consejero financiero" designado por el Departamento de Estado. Pero en la mayor parte de los otros Estados la magnitud de las inversiones privadas, lejos de favorecer la influencia política, pareció acabar en lo contrario: el papel de los capitales yanquis en los "grandes negocios" asoció la asistencia financiera de los Estados Unidos al desarrollo del capitalismo internacional, que perjudicaba a muchas empresas locales pequeñas. La oposición social al avance de dicho capitalismo se unió a la oposición política al panamericanismo. Cuando la gran crisis económica barrió el mundo, la suerte de estas inversiones estadunidenses quedó comprometida: en 1931, los "incumplimientos" de los deudores comenzaron en América Latina, pero en 1932 se extendieron a Europa. De los valores extranjeros que estaban en manos estadunidenses, 32% en 1934 y 37% en 1937 se hallaban "en mora". En ningún momento el gobierno de los Estados Unidos pensó en proteger estas inversiones ni en presionar a los deudores. La política de "buen vecino" que anunció en sus relaciones con América Latina no le permitía recurrir a medidas de coacción ante los gobiernos de esos Estados. Y la actitud que tomó en favor de la supresión de los pagos de reparaciones no le permitía insistir mucho para obtener de los Estados europeos la liquidación de las deudas entre aliados. La única medida que. se adoptó contra los Estados "incumplidos" fue la Ley Johnson de 1934, que declaró un "embargo" sobre la deuda que trataran de contratar en los Estados Unidos los regímenes que no cumplieran sus obligaciones financieras con el gobierno federal; sólo permitió a los bancos el derecho de canee-
LAS CUESTIONES FINANCIERAS
153
der créditos comerciales de corto plazo para el financiamiento delcomercio exterior. 30 A esta sanción se agregó una precaución que concernía no sólo a los Estados. Las Leyes de Valores de 1933 y 1934 subordinaron toda emisión de valores extranjeros en el mercado de los Estados Unidos a una autorización previa, concedida por una comisión cuyos miembros eran nombrados por el gobierno. En suma, la legislación estadunidense se orientó hacia una solución análoga a la que, desde hace mucho, se practicaba en Francia. Sin embargo, la Ley Johnson, a fin de manejar los intereses de los exportadores estadunidenses, preveía una derogación: los organismos públicos que estaban bajo el control del gobierno federal podían continuar comprando y vendiendo títulos de Estados extranjeros o ,bien otorgándoles créditos. El Banco de Importaciones y Exportaciones, creado el 2 de febrero de 1934, por decisión presidencial, con miras a estimular las exportaciones estadunidenses hacia la URSS, recibió en 1936 la misión de otorgar créditos de largo plazo a algunos compradores de productos del país. El objetivo era económico, ciertamente; pero la política intervino para orientar las opciones: Japón, aunque solicitó aperturas de créditos, no recibió ninguna, pues los Estados Unidos se negaron a reconocer el virtual protectorado japonés sobre el Manchukuo. En cambio, la banca otorgó créditos a China, que necesitaba productos industriales para organizar la resistencia al ataque japonés; a Brasil, donde los Estados Unidos temían en 1936 que se estableciera la influencia alemana; a la República de Haití y a Cuba, en el marco de la política de "buen vecino". Por tanto, el otorgamiento de créditos era un "arma diplomática", incluso durante los años en que las inversiones estadunidenses en el exterior se volvieron escasas. Esta política financiera exterior adquirió una importancia considerable después de 1940. La ley de "préstamo-arrendamiento" 31 no fue en realidad más que una de las formas de participación de los Estados Unidos en la guerra. Es evidente que la intención política orientaba y dominaba las actividades financieras. Desde luego, la "ayuda Marshall", acordada en abril de 1948 a 16 Estados europeos,3 2 tenía un aspecto económico: por un lado, los créditos aprobados por el Congreso sirvieron para comprar mercancías estadunidenses que se enviaron a los Estados beneficiarios y, por tanto, permitieron mantener un gran flujo de exportaciones que aprovecharon los productores estadunidenses; por el otro, era indispensable restablecer la prosperidad en Europa para restaurar el comercio internacional. Pero ante todo era un acto político (como lo 30 Esta ley permaneció en vigor hasta que la guerra europea obligó a los Estados Unidos, en 1941, a considerar como necesario, en su propio interés, el otorgamiento de una asistencia financiera a los adversarios de Alemania. 31 Véase, supra, p. 133. . 32 Véase, supra, p. 134.
LAS FUERZAS PROFUNDAS
LAS CUESTIONES FINANCIERAS
mostró el estudio de M. Jones).n De lo que se trataba era de disminuir las dificultades de Europa central y occidental y de aliviar sufrimientos que, de prolongarse, favorecerían la difusión de las ideas comunistas. El 25 de febrero de 1947 el subsecretario de Estado Dean Acheson dijo a sus colaboradores que era necesario conceder esta ayuda para obstaculizar la expansión soviética. Dos días después expuso la misma idea ante los líderes del Congreso y sostuvo con firmeza que se trataba de la seguridad de los Estados Unidos. También fue el argumento político que el presidente Tmman esgrimió el 12 de marzo de 1947 en un mensaje al Congreso: "Uno de los objetivos principales de la política exterior de los Estados Unidos es establecer condiciones en las cuales las demás naciones y nosotros seamos capaces de trabajar según un modo de vida libre de coerción. Creo que debemos ayudar a los pueblos libres a establecer sus propios destinos por sus propios medios". El 8 de mayo, en su discurso en el Delta Council, Dean Acheson repitió que tales medidas de asistencia "no son más que en parte sugeridas por un designio humanitario"; eran, ante todo, "una cuestión de interés nacional". Cuando en 1949 el plan de asistencia establecido para Europa se extendió a los países subdesarrollados, la finalidad política seguía en el primer plano. Quizás el presidente Tmman, en su mensaje del 20 de febrero de 1949, señaló primero el deseo de aliviar el sufrimiento de pueblos miserables y hambrientos; quizás mencionó también que el desarrollo económico de esos países beneficiaría, a fin de cuentas, a la economía mundial y, en consecuencia, al comercio de los Estados Unidos. Pero sobre todo insistió en las ventajas políticas: hacer que esos países comprendan "las ventajas de la democracia"; agrandar el círculo de las "naciones libres", que "llegarán a acercarse" a los Estados Unidos. Es el mismo tema que desarrollaban los especialistas en cuestiones económicas y financieras.J 4 ¿No había escrito Lenin ya en 1918 que los países subdesarrollados eran el "sector débil" del sistema capitalista? ¿No había declarado en 1921, en el Congreso de la Internacional Comunista, que los pueblos de esos países eran los "aliados potenciales" del comunismo? "Consolidar el mundo libre contra el comunismo" e incluso acrecentar la "capacidad colectiva de defensa de los pueblos libres contra toda agresión" eran los fines esenciales que se propuso el plan de asistencia. Mucho más allá de los problemas económicos, lo que estaba en cuestión era el equilibrio político mundial: ante todo, los países subdesarrollados son "una zona disputada entre los dos regímenes en competencia". 35
Por tanto, mediante la política de inversiones, los Estados prestadores adquirían medios de presión política y disponían de un "arma financiera", de la que se sirvieron con más o menos vigor, con más o menos habilidad. Pero ¿este cálculo político fue siempre acertado? Ocurre que la expansión financiera de las inversiones provoca una reacción de rechazo cuando se afirma sin discreción y cuando influye en la política interna del Estado beneficiario. Es difícil el manejo del arma financiera.
154
Véase la bibliografía. Staley, G. Lewis, por ejemplo. 35 Son Jos términos que emplea Alfred Sauvy.
3. ,
155
EL IMPERIALISMO FINANCIERO Y LOS CONFLICTOS POLÍTICOS
En el curso del último siglo, ¿los movimientos internacionales de capitales han actuado en favor de la paz o han suscitado ocasiones de conflicto? Esta cuestión ha preocupado a la mayor parte de los doctrinarios del imperialismo. ~ Desde 1840 ya había percibido el papel de los movimientos de capitales en la expansión colonial un economista de Oxford, Merivale: la acumulación de capitales debía conducir por fuerza a buscar la oportunidad de invertir en el extranjero y, en consecuencia, a fomentar el imperio colonial. Dicho papel se puso en evidencia, a principios del siglo xx, en las ciencias políticas inglesas. Halford MacKinder, geógrafo y geopolítico, escribía en 1900: "Es para mantener nuestra posición en el mundo, porque somos los grandes prestamistas que nos hemos lanzado a acrecentar nuestro imperio". 36 En 1902 A. Hobson, economista y sociólogo, en un libro que es aún clásico, veía en la investigación de mercados nuevos no sólo para la exportación de productos ingleses, sino para la exportación de capitales, la base misma del imperialismo, pues, según él, los capitales ya no podían emplearse "de manera beneficiosa" en la metrópoli; por tanto, fue necesario encontrarles un empleo en países nuevos. Así, las fuerzas "capitalistas" presionaban al Estado para obligarlo a usar sus medios de acción con miras a satisfacer sus intereses privados. El análisis tendía a demostrar que las ventajas financieras que traía la extensión del Imperio británico beneficiaban sobre todo a los capitalistas que habían efectuado las inversiones y que el resto de la nación no sacaba ningún provecho. Este tema, que establecía una relación directa entre el crecimiento del capital financiero y la extensión de los imperios coloniales, fue retomado en 191 O por el economista austriaco Rudolf Hilferding, cuya principal preocupación era analizar el desarrollo de los monopolios en la organización del crédito y el aumento del poderío de los bancos.
33
34
,
36
"The Great Trade Routes", en el Journal of the Institute of Banker, marzo de 1900.
LAS CUESTIO NES FINANCIERAS
LAS FUERZAS PROFUNDAS
156
Por último, Lenin se basó en las ideas de Hobson, pero también en los puntos de vista de Hilferdi ng sobre el monopo lio del crédito, cuando expuso en 1917 su doctrina: la concent ración capitalis ta es la esencia de la econom ía moderna ; conduce al establec imiento de "monopo lios" que están en manos de una "oligarq uía financie ra" debido a la fuerte concentraci ón bancari a y a la depende ncia en que se halla el capitali smo industria l con respecto a los bancos; sin embargo, dichos monopo lios no logran sino aplazar la caída de la gananci a, que es la consecu encia inelucta ble de la acumula ción de capitale s. Para frenar esta caída, las agrupac iones de interese s financie ros se ven obligada s a buscar inversiones exterior es y a dirigirla s sobre todo hacia países "atrasad os", donde pueden obtener gananci as más elevadas; pero al mismo tiempo que se esfuerza n en satisface r necesida des financie ras, tienen también propósit os políticos. Dichos propósit os no implican siempre la conquista del territori o, lo que ofrece a los capitales la mayor segurida d, pero la "zona de influencia" es una "semicolonia". Por tanto, el imperial ismo es una consecu encia directa de la "fase monopo lista del capitalis mo". Y el imperia lismo, en el que chocan los interese s de las grandes potencia s, conduce a la guerra. Tales fueron los temas principa les, fuertem ente marcad os por las fechas en las que se formula ron: Hobson fue testigo de la guerra sudafricana , en la que los interese s financie ros tenían un papel importa nte en las iniciativ as de la política inglesa; Lenin quería mostrar la responsabilida d del capitalis mo financiero en los orígenes de la guerra de 1914. 37 El valor de tales interpre taciones ha sido discutid o muchas veces. Antes de 1914, ¿no se dirigían las inversio nes exterior es de capitale s ingleses al extranjero antes que al imperio? Por tanto, entre el capitalismo financie ro y el desarrol lo imperial los lazos no eran tan necesari os, tan constant es como lo afirmaba n Hobson y Lenin. En los Estados Unidos, en la misma época, las inversiones exteriores de capitales eran escasas porque los capitale s encontr aban una amplia colocaci ón en el mercado interno; sin embargo, hay que reconoc er que el desarrollo del imperial ismo estadun idense rara vez cobró la forma colonial , pero es taba destinad o por complet o a establec er un dominio , al menos indirecto , en el mar de las Antillas y en algunos archipié lagos del Pacífico . La tesis leninist a según la cual las inversio nes exteriores en los "países nuevos" conduce n a la formaci ón de "semicolonias", ¿no está desment ida por la experiencia de los Estados sudamericanos, que atraían una importac ión masiva de capitale s ingleses? Por último, ¿no hay que admitir, con J. Schump eter, que el imperia lismo ya se había manifes tado mucho antes de la Revo-
lución industri al y la expansi ón del capitalis mo? Por lo demás, esas objeciones no se aplican a todos los aspectos de las tesis de Hobson y de Lenin; critican sobre todo su carácter rígido e ineluctable. 38 ¿En qué medida el análisis histórico confirm a o invalida estos puntos de vista? En muchos casos la expansió n financie ra apareció como un factor de paz porque abrió el camino a la expansi ón económ ica. Al permiti r en los "países nuevos" la creación de medios de producc ión, la exportac ión de capitales de los países industriales proporci onó a estos Estados nuevos mercado s a los que se transfiri ó una parte del exceden te de su producción. Por otro lado, los ingresos derivados de estas colocaci ones permitieron que los Estados industria les comprar an en el extranje ro materias primas y artículos de consum o sin tener que efectuar egresos en metálico; dichas importa ciones eran indispen sables para manten er el ritmo • del desarrol lo industria l. Sin esta "válvula", según el argumen to de Jules Ferry en un discurso del28 de julio de 1885, los Estados industri ales habrían probabl emente tenido crisis de desempl eo y agitacio nes sociales que quizá no habrían sido la causa directa de conflict os político s, pero habrían contribu ido a agravar las rivalidades. En ocasiones, la expansió n financie ra permitió aliviar de algím modo la miseria de los países subdesa rrollado s o sobrepo blados (que a menudo son los mismos) al crear las empresa s que proveye ron a la població n de oportunidades de trabajo o que increme ntaron la cantidad de bienes de consumo . Ahora bien, en ciertas regiones del mundo esta miseria podía convertirse en pasto de movimientos revolucionarios, peligrosos primero para la estructu ra social y política pero quizá también para la paz internacional . Sin embargo , a decir verdad, esta acción fue muy modesta , y hasta los últimos años casi nunca se había cobrado concien cia de sus resultad os posibles en la vida de las poblaciones, incluso donde las aportaciones de capitales extranje ros habían sido muy importa ntes. A este respecto el caso de China fue caracter ístico. En 1913 y luego en 1920, cuando se formó un consorci o bancario internac ional con el propósito de ayudar al gobierno, lo que deseaba n los bancos era evitar una anarquí a que habría sido perjudic ial para los interese s económ icos de los grandes Estados industria les. No se expresó la preocup ación de terminar con la miseria de la población. En el plano social, ¿tuvieron resultad os más eficaces las consider ables inversio nes de ca pi tales realizad as en la India o en África del Sur? Podemo s dudarlo. En África del Sur, antes de 1899, la zona minera a la cual afluían los capitales daba trabajo a unos SO 000 indígenas, mientra s Sobre estos aspectos teóricos W. Hallgarten hizo un interesant e análisis en el primer capítulo de su obra (véase la bibliografía). 38
37
En Gran Bretaña, en particular por Hancock y John Strachey.
157
158
LAS CUESTIONES FINANCIERAS
LAS FUERZAS PROFUNDAS
que la población negra llegaba a los cuatro millones; además las inversiones destinadas a la agricultura tenían como corolario una legislación que reducía las superficies reservadas a las tribus indígenas. En la India, donde la construcción de las vías férreas propició cambios importantes en la vida económica porque permitió aumentar las exportaciones con destino a Europa, las inversiones de capitales favorecieron la formación de una burguesía indígena, pero casi no aliviaron la miseria de las masas rurales. En suma, parece que, como subraya Gunner Myrdal, muchas veces el juego de las fuerzas económicas, cuando están fuera de control, enriqueció al rico y empobreció al pobre. Sólo a partir de 1945 se dejó de considerar la exportación de capitales con destino a países subdesarrollados como un medio para lograr colocaciones fructíferas. ¿Quiere decir que la noción de "ganancia" fue sustituida por la de "deber"? Ciertamente, no. No se manifestó tma preocupación humanitaria, sino un deseo de proteger la civilización "occidental": la disparidad de los niveles de vida entre las poblaciones del mundo tendría entonces consecuencias más graves que en el pasado, porque las masas tomaban conciencia de su miseria y porque el régimen soviético les daba la esperanza de un remedio. Por tanto, lo que importaba era mejorar el nivel de vida de los desheredados para que fuera menos probable que se inclinaran al comunismo o al menos mostrar a esos pueblos que los "occidentales" saben ser generosos. La política de inversiones estuvo orientada por la preocupación de salvaguardar un equilibrio de fuerzas entre las dos grandes potencias del mtmdo. Y sólo indirectamente sirvió ésta a la paz. Sin embargo, ¿no contribuyó el movimiento internacional de los capitales más directamente a mantener la paz en la medida en que estableció una solidaridad de intereses entre poseedores de capitales y hombres de negocios que pertenecían a Estados diferentes? El europeo que a fines del siglo XIX había invertido capitales en un Estado sudamericano vigilaba con inquietud las sacudidas de la política interior que, en ese Estado, ponían en riesgo el pago de los intereses de su deuda. Con mayor razón temía la hipótesis de un conflicto internacional en esa región del mundo. Por tanto, el desarrollo de las inversiones se inclinaba a alimentar un deseo de estabilidad política. ¿Existió acaso en la mentalidad de los banqueros y de los hombres de negocios este deseo cuyo horizonte era internacional? Para dar una respuesta válida, habría que tener acceso a los archivos bancarios y a la correspondencia privada; no parece que esta amplia investigación sea realizable antes de mucho tiempo. Pero es posible conocer, desde ahora, cuál fue en ciertas ocasiones el estado de ánimo en estos medios de negocios. A este respecto, nada es más significativo que la actitud del Ayuntamiento de Londres en julio de 1914. Los diplomáticos extranjeros -y de ellos, en primer lugar,
159
los embajadores de Francia- reconocieron la ansiedad de los financieros ante la perspectiva de una gran guerra. ¿No fue Londres el principal centro de transacciones financieras internacionales? ¿No se extendían a todo el mundo las inversiones de estos capitales ingleses? 39 Los dirigentes de las finanzas estaban conscientes de que la guerra europea tendría muchas probabilidades de volverse mundial. En esta tormenta, ¿cuál sería la suerte de los capitales ingleses? Hasta la última hora, en realidad hasta el 2 de agosto de 1914, el Ayuntamiento de Londres fue el punto de apoyo de los adversarios de la intervención inglesa en el conflicto que trababan las grandes potencias continentales. Pero ¿debemos atribuir a esta percepción un alcance general? En el otoño de 1916los medios financieros estadunidenses estaban divididos ante la perspectiva de la intervención de los Estados Unidos en la guerra europea: ciertos bancos grandes, el Banco Morgan sobre todo, deseaban la intervención porque se habían comprometido a fondo en una política de crédito que los ligó a los intereses de Francia y de Gran Bretaña, pero los miembros dirigentes del Consejo de la Reserva Federal eran mucho más comedidos. El estudio de la prensa económica y financiera nos hace ... constatar que los "grandes negocios" temían que el Estado participara en la guerra porque ello permitiría que éste interviniera en la organización de la producción y restringiera su libertad de acción. En febrero y marzo de 1917 estos medios decidieron tomar partido en favor de entrar en la guerra. 40 Una evolución análoga se manifestó entre 1935 y 1941. Los medios de negocios se inclinaron primero a pensar que la participación " en la guerra en 1917 había sido un error, en la perspectiva de sus intereses, porque dejó una pesada herencia en la deuda pública y en las cargas fiscales y porque proporcionó a la actividad económica un "estimulante artificial" que provocó la gran crisis de 1929. En 1939, los "grandes negocios" eran primordiales para el "partido de la paz", Sin embargo, a fines de año, los armadores, los exportadores y los financieros comenzaron a cambiar de opinión, mientras que la gran industria seguía oponiéndose a la política del presidente. Sólo en junio de 1940, ante la perspectiva de una victoria alemana, la Asociación Nacional de Industriales se convirtió • a esta política, porque pensaba que la Alemania hitleriana podría cerrar a los productos industriales estadunidenses una parte de los mercados mundiales. Pero la Cámara de Comercio de los Estados Unidos era hostil a la intervención.41 Los medios de negocios seguían divididos. Por tanto, no es posible atribuir una influencia "pacífica" a los moviVéanse, supra, pp. 138-139. Véase C. Styrett, "The Business Press ancl American Neutrality", en Mississippi Valley Hist. Review, sept. de 1945. 41 Véase R. N. Stromberg, "American Business and the Approach of War", en Journal of · Economic flistory, julio de 1953. 39
40
161
LAS FUERZAS PROFUNDAS
LAS CUESTIONES FINANCIERAS
mientas internacionale s de capitales; es una influencia que se ejerce a veces y en ciertas ocasiones; es todo. Las ocasiones en que estos movimientos de capitales han sido el origen de problemas en las relaciones internacionale s y amenazas de conflictos han resultado más frecuentes. Por lo menos, llaman mucho más la atención. a} Es, primero, la política de armamentos la que se halla en relación directa con los empréstitos internacionale s. Es verdad que algunos grandes Estados están en condiciones de manejar esa política con sus propios recursos. Fue el caso de Francia, Alemania e Inglaterra cuando la carrera de armamentos terrestres y navales se dio en los años anteriores a las dos guerras mundiales. Pero ¡cuántos otros han tenido que recurrir a un apoyo financiero procedente del extranjero! Entre 1873 y 1895 el gobierno japonés no logró construir su flota de guerra sino con el concurso de los créditos exteriores, concedidos sobre todo por los bancos ingleses. Entre 1888 y 1914 la red de vías férreas estratégicas destinada a acelerar la concentración de los ejércitos rusos en caso de guerra se construyó con el producto de la deuda contraída en el mercado financiero francés. 42 Entre 1906 y 1914 todos los Estados balcánicos, adversarios del Imperio otomano pero rivales entre sí, buscaron en el exterior unos préstamos sin los cuales no hubieran podido realizar sus preparativos militares. En casi todos esos casos, el Estado que concedió el préstamo exigió, en compensación , que la fabricación de los armamentos se confiara a su propia industria; por ejemplo, así ocurrió en los empréstitos griego y serbio concertados con Francia en enero de 1914. Después de 1919, Polonia y Rumania mejoraron sus fuerzas armadas recurriendo al mercado financiero francés. Quizás tales prácticas no estaban ligadas necesariamen te a una política belicosa: cuando la política francesa apoyó con financiamiento el armamento de Rusia antes de 1914 y el de Polonia y de Rumania luego de 1919, quería perfeccionar sus alianzas y "contener" el poderío alemán; trataba de establecer un equilibrio de fuerzas, que no sería un peligro para la paz y que incluso podría contribuir a garantizarla. En cambio, en los casos de Japón y de los Estados balcánicos los armamentos se destinaron a la guerra. Los gobiernos de los Estados solicitados no lo ignoraban, pero casi siempre evitaron considerar más de cerca este aspecto del asunto. b) La protección de las inversiones proporcionó a los Estados la oportunidad de ejercer una presión financiera que ya no favoreció la paz. Cuando el movimiento de capitales se efectuó entre un gran Estado industrial y un "país nuevo", la protección de las inversiones favoreció la expansión colonial y la adquisición de zonas de influencia. Quizá las
exportaciones de capitales ingleses a Japón o a América del Sur no tuvieron consecuencias políticas porque dichos Estados eran capaces de defender su independencia y porque además en ese periodo no ponían en riesgo la seguridad de los capitales invertidos. Pero entre 1871 y 1914, Egipto, Túnez y Marruecos, el Imperio otomano y los Estados de Centroamérica fueron, en diversos grados, un punto de aplicación de los métodos de la expansión imperialista. ' En Túnez, el bey había contratado deuda en el extranjero, sobre todo en Francia, para pagar los gastos de mantenimient o del pequeño ejército que había participado en 1855, por una mera finalidad de prestigio, en la guerra de Crimea; incapaz de garantizar el pago de los intereses de esa deuda y siendo demasiado débil para permitirse la renuncia a los reclamos de los portadores extranjeros, se vio obligado en 1868 a someter su gestión financiera al control de una caja de la deuda en la que estaban representados sus acreedores. Dicha caja disponía de una parte de los ingresos aduanales y fiscales del Estado tunecino. El gobierno francés, cuyos bancos eran los acreedores más importantes, preveía desde ese momento que podría obtener, a cambio de las facilidades financieras que no dejaría de solicitar el gobierno del bey, la concesión de un "establecimiento" en la costa tunecina. Y esperaba ejercer una influencia dominante progresiva en la regencia. Trece años más tarde, la competencia italiana lo llevó a apresurar el desenlace, a emprender una expedición militar y a imponer un protectorado. En Egipto, 43 donde el jedive se había dirigido a los bancos ingleses y franceses para financiar las grandes obras públicas, pero también los gastos suntuarios de la corte, la deuda flotante estaba sobre todo en manos de los bancos franceses, mientras que la deuda consolidada era asunto de los establecimien tos financieros ingleses. Al principio, la evolución fue análoga a la que se produjo en Túnez: una caja de la deuda, que se instituyó en 1876; pero se aceleró mucho más rápidamente, pues en París y Londres los gobiernos dieron un apoyo vigoroso a las reivindicaciones de los acreedores: algunos meses más tarde se estableció el condominio franco-inglés, en el marco del cual un inglés se convertía en ministro de Finanzas y un francés en ministro de Obras Públicas del gobierno egipcio. Por tanto, se hizo muy fuerte el control de los negocios internos de Egipto: la deposición del jedive Ismail, en junio de 1879, fue conforme a la voluntad expresa de los acreedores. Entonces se alzaron las protestas de los intelectuales, de los oficiales y de los funcionarios, que lo consideraron una humillación nacional y que también resultaron las víctimas directas de las economías presupuestale s impuestas por el
160
42
Véase supra, pp. 141-142.
43
Cf. el estudio de Jean Bouvier, citado en la bibliografía.
162
LAS FUERZAS PROFUNDAS
control franco-inglés. Contra la insurrección dirigida por Arabi Pacha, Gran Bretaña intervino mediante las armas y aprovechó la oportunidad para establecer su dominio. En Marruecos el majzén se había visto obligado a solicitar un empréstito exterior en octubre de 1861 para pagar a España la indemnización de guerra fijada por el Tratado de Tetuán (1860). Tuvo que ofrecer en garantía el ingreso de las aduanas, pero pronto comprendió que favorecía las "intrusiones del extranjero" y el establecimiento de un "protectorado disfrazado". Por eso trató de no reanudar la petición de créditos extranjeros. Sin embargo, entre 1894 y 1901, la autoridad del sultán se desmoronó: la penetración de las influencias económicas europeas, que modificó los flujos comerciales y las estructuras sociales, provocó movimientos de rebelión entre las tribus. Para restablecer el orden y poder recaudar el impuesto, el majzén necesitaba organizar sus fuerzas armadas; sin embargo le era difícil hacerlo por falta de medios financieros. Así, se vio obligado a contraer una deuda en el exterior. La política francesa no esperaba mejor oportunidad. Al recurrir al empréstito, el sultán se puso "la soga al cuello". En América Central, la primera etapa de la política de inversiones fue casi siempre de iniciativa privada. Entonces, o bien eran ciudadanos de los Estados Unidos los que solicitaban a los gobiernos de estos "países nuevos" el otorgamiento de concesiones en las obras públicas, las minas o las explotaciones agrícolas, o bien los bancos ofrecían a tales gobiernos una asistencia financiera para ayudarlos a organizar la administración o a establecer una moneda estable. El gobierno de Washington se limitó a dar su apoyo financiero a esas demandas o a esos ofrecimientos. El papel del gobierno de la Unión se volvió más activo cuando se trataba de proteger las inversiones de capitales contra medidas discriminatorias o contra los "incumplimientos" del deudor: mediante negociaciones o presiones armadas exigió que las medidas fueran cobradas y que ciertos ingresos -generalmente los de las aduanas- fueran afectados para el pago de los intereses de la deuda exterior. Por tanto, lo que encontramos es un control parcial de los Estados Unidos sobre la legislación y sobre los recursos presupuestarios. Por último, el gobierno de Washington llegó a declarar que en los países donde estaban invertidos los capitales de los ciudadanos de la Unión, era indispensable mantener el orden para la seguridad de las inversiones. El 6 de diciembre de 1904 el presidente Theodore Roosevelt afirmó que los Estados Unidos tenían el derecho de ejercer "un poder de policía internacional". El suministro o el embargo de armamento y la concesión de créditos a un gobierno amenazado por un movimiento revolucionario e incluso en algunos casos la intervención armada fueron los
LAS CUESTIONES FINANCIERAS
163
medios de esta política, que incluso llegó a establecer una forma enmascarada de protectorado. Por tanto, no cabe duda de que la diplomacia del dólar dio lugar a ventajas políticas, independientemente de que este resultado haya sido premeditado o no. En el caso del Imperio otomano, el punto de partida de la petición de créditos exteriores fue la guerra ruso-turca de 1853, en la cual Turquía se asoció a Gran Bretaña y a Francia: el estado de guerra hacía a la vez necesaria y fácil dicha petición, ya que el sultán estaba seguro de encontrar una acogida favorable entre sus aliados. No por ello el gobierno otomano dejó de valorar dichas facilidades financieras. Luego del fin de la guerra, casi cada año acudió a ellas para nivelar el déficit del presupuesto ordinario. El Banco Otomano, establecimiento privado creado a iniciativa de Gran Bretaña con capitales que en su mayoría eran franceses, fue el principal agente de esas transacciones. Al parecer, los bancos ingleses y franceses no tenían ningún afán imperialista; simplemente trataban de encontrar una colocación para sus capitales "sin empleo" y '" obtener una ganancia. Sin embargo, desde 1871la diplomacia inglesa preveía que en el plazo de algunos años Turquía sería incapaz de pagar los intereses de sus deudas. En 1875la deuda alcanzó 5297 millones de francos y la carga de los intereses -incluidas las amortizaciones- era de 300 millones, mientras que los ingresos efectivos del presupuesto otomano no rebasaban 380 millones. Asimismo, desde que en el otoño del mismo año comenzó el movimiento de las nacionalidades cristianas, ,, que amenazaba al Imperio con una grave crisis, el gobierno otomano cayó en la quiebra. Las grandes potencias europeas, sin participar directamente en la negociación entablada entre el gobierno y los portadores de la deuda, la vigilaban de cerca. Los representantes de los portadores son diplomáticos retirados, bien ubicados para conocer el punto de vista de sus gobiernos. El"decreto de Muharrem", que liquidó la quiebra en diciembre de 1881, estableció una "caja de la deuda" administrada por los representantes de los portadores y puso bajo el control del Consejo de Admi, nistración de la Deuda Otomana alrededor de un tercio de los ingresos del Imperio. Por tanto, en ese momento el gobierno otomano se encontraba en el punto en el que había estado el gobierno egipcio en 1875. ¿Por qué logró mantenerse en esa posición y evitar una presión diplomática más directa? Porque no puso trabas a la acción del Consejo de Administración de la Deuda, que "mejoró el rendimiento de los ingresos concedidos", es decir, porque aplicaba con más rigor el régimen fiscal y los monopolios de la sal y del tabaco. Perq sobre todo porque sacaba provecho de la rivalidad entre las grandes potencias, que se vigilaban muy de cerca. En suma, cuando el Estado prestador se encontraba en una situación
Lic. CARlOS ALFREDO da SILVA PROFESOR ADJUNTO
165
LAS FUERZAS PROFUNDAS
LAS CUESTIONES FINANCIERAS
política débil o inestable se veía precisado a otorgar garantías extraordinarias a la inversión en el extranjero, que podrían perjudicar su independencia. La soberanía de estos Estados (subrayaba lord Curzon)44 podía convertirse en una "ficción constitucional" en la cual sólo el jurista seguiría creyendo, en tanto que el estadista la desdeñaba. Sin embargo, no se ha encontrado respecto del Estado acreedor un estado de dependencia política más que en el caso en que éste se mostraba dispuesto a recurrir a las armas para obtener la ejecución de las obligaciones contraídas. Este recurso a las armas, en ocasiones empleado antes de 1914, dejó de serlo entre 1919 y 1939. Pero las inversiones de capitales en los países "subdesarrolla dos" estaban destinadas a provocar rivalidades entre los Estados prestadores, que podían tratar de asegurarse ventajas económicas o compensacio nes políticas al tomar la delantera de cara a sus competidores. Sin embargo, cuando dichas rivalidades se volvieron acuciantes, se realizó un esfuerzo para reunir una cooperación internacional. La cuestión se planteó en China en 1913 y recibió una solución, al menos en el papel. Después de la revolución de 1911 y el dermmbe de la dinastía Manchú en febrero de 1912, el presidente de la República China, el general Yuan Che-kai -quien había exigido la abdicación del emperador pero que nunca se adhirió al programa de los revolucionarios-, entró en conflicto con el "padre de la revolución" -Sun Yat-seny con la mayoría del Parlamento. Con la excepción de Rusia, que vería con gusto la prolongación de los disturbios internos, las potencias europeas, considerando los intereses de su comercio, deseaban que el gobierno chino fuera capaz de mantener el orden y pensaban que Yuan estaba a punto de lograrlo.45 Ahora bien, para reorganizar el ejército y la administració n y para realizar una política de grandes obras públicas, Yuan no tuvo más remedio que solicitar una considerable deuda exterior. Desde varios años antes, los hombres de negocios europeos habían pensado que China se vería obligada a recurrir a esta solución, pero esperaban obtener, para ofrecer garantías a los prestadores, un control sobre las finanzas chinas. Al principio del movimiento revolucionari o, los gobiernos no habían querido dar su ayuda financiera a la dinastía, porque el otorgamiento del empréstito habría prolongado la guerra civil. No tenían objeción en acordarla al gobierno de Yuan, porque él parecía capaz de asegurar la estabilidad. Yuan podía tratar de obtener tales fondos dirigiéndose a varios gmpos bancarios, que tal vez entrarían en rivalidad y que pedirían
apoyo a sus gobiernos respectivos. En tal caso, la negociación financiera confirmaría y agravaría la competencia que entablaban en China las grandes potencias y podría ofrecer a los dos Estados más emprendedores -Rusia y Japón-la oportunidad de que el gobierno chino les concediera "ventajas dominantes". Para prevenir esta eventualidad, desde enero de 1912 el gobierno francés se propuso formar un gran consorcio bancario internacional que organizaría la asistencia financiera y que obtendría de China garantías deseables. 46 Y obtuvo sin dificultad la adhesión de Gran Bretaña y la de los Estados Unidos, que nunca habían visto con buenos ojos un reparto de las zonas de influencia en China, y luego la de Alemania, que acabó por adoptar la misma posición. Al principio, Rusia fue reticente, porque temía perder la "situación especial" que había adquirido en China del Norte; sin embargo, se resignó a condición de que el empréstito no se destinara a constituir un ejército chino fuerte, cuya presencia habría sido molesta para los intereses rusos. La formación del consorcio, a pesar del retiro de los bancos estadunidense s que no obtuvieron del gobierno demócrata la garantía que les había prometido el gobierno republicano, 47 debía, en la mente de sus promotores, facilitar la "penetración económica" occidental y permitir que al gobierno chino se le impusiera la presencia de consejeros financieros, que controlarían el empleo de los fondos del empréstito. Yuan se resistió por mucho tiempo pues pensaba, no sin razón, que dicho control atentaría contra la soberanía de China; acabó por ceder, porque requería recursos financieros para hacerse independiente del Parlamento. El contrato firmado el 27 de abril de 1913 preveía que los créditos suministrados por el consorcio llegaran a los 25 millones de libras esterlinas, que se destinarían a ciertas categorías de gastos, excluidos los del ejército, y que el empleo de los fondos sería controlado por agentes extranjeros. El gobierno chino, como garantía del pago de los intereses, entregaría al consorcio el producto de la "gabela". Por tanto, parecería que la política de las potencias europeas se orientaba a una explotación conjunta del mercado chino. Este nuevo régimen no tuvo tiempo de demostrar sus ventajas, pues la guerra europea acabó con él 15 meses más tarde. No por ello fue menos interesante como manifestación de una mentalidad que tendía a atenuar las competencias políticas. Con el mismo espíritu, pero en una escala mucho más vasta, desde 1949 se perfilaron los proyectos de asistencia internacional a los países
164
British Documents on the Origins of the War, París, 1929, t. IV, núm. 319. 45 J. Reid hiz.o el estudio de los titubeos y de las decisiones en The Manchu Abdication and the Powers, 1908-1912, Berkeley, 1935. 44
46 Cf. las instrucciones dadas el 9 de enero de 1912 al embajador francés en Rusia y la entrevista entre Poincaré e Isvolsky el 9 de marzo de 1912. Documents diplomatiques fran9ais, 1871-1914, 3a. serie, t. I, núm. 448, y t. m, núm. 78. 47 Véase, supra, p. 148.
'
166
LAS FUERZAS PROFUNDAS
subdesarrollados. Para evitar que la ayuda acordada a dichos países se convirtiera en un "objeto de puja excesiva" entre los Estados Unidos y la URSS y que diera lugar a suspicacias políticas, pareció deseable que la Organización de las Naciones Unidas se encargara de ella. Esta iniciativa de la ONU -como señalaba el informe del secretario general- era muy necesaria porque los países subdesarrollados no habían olvidado los abusos a los cuales "el beneficiamiento" había dado lugar en el pasado, por parte de ciertos Estados, y porque en consecuencia estarían más dispuestos a confiar en un programa que fuera "elaborado bajo los auspicios internacionales". A priori, las decisiones adoptadas por la asamblea de la ONU en noviembre de 1949 recibieron el asentimiento de los Estados Unidos y de la URSS; sin embargo, permanecieron en estado de proyectos. ¿Fue sólo porque, incluso en el marco internacional, persistían las pujas excesivas cuando se trataba de determinar cuál sería la participación de cada Estado en los gastos y por ende la influencia que ejercería en el empleo de los fondos? ¿Fue porque la designación de los expertos encargados de ejecutar el programa de asistencia técnica podía ocasionar rivalidades entre los intereses nacionales? Fue también, y, sobre todo, porque -como lo señala Raymond Aron-48 la ayuda, por sus consecuencias posibles, era de todos modos un acto político. En suma, todavía quedaba por hacerse la experiencia de una verdadera cooperación internacional en el dominio de las inversiones. e) El caso en que el endeudamiento fue contraído entre grandes Estados presenta condiciones completamente especiales, pues el Estado acreedor no era capaz, sea por razones de orden moral o político, sea por motivos más imperiosos aún, de ejercer una coacción directa49 contra su deudor "incumplido". La considerable deuda exterior que había contraído el Estado ruso entre 1888 y 1917 se hallaba casi exclusivamente en manos de portadores franceses, mientras que la parte de los capitales ingleses era importante en las inversiones privadas. El producto de los empréstitos rusos en Francia se había destinado, por un lado, al equipamiento económico y administrativo y, por el otro, a la construcción de vías férreas estratégicas, necesarias para la defensa nacional pero también para el buen funcionamiento del convenio militar franco-ruso. El Estado soviético anuló a la vez la deuda comercial y la deuda pública. La nacionalización de las industrias en 1920 no previó ninguna forma de indemnización para los capitales extranjeros invertidos; el nuevo poder rechazó las obligaciones contraídas por el gobierno zarista, 4B Le
Figaro, 30 de abril de 1960. No nos ocuparemos aquí de las indemnizaciones o reparaciones estipuladas en virtud de un tratado de paz, cuyo carácter es muy diferente. 49
LAS CUESTIONES FINANCIERAS
167
pero por lo demás este nuevo régimen no era reconocido por los otros Estados. Los acreedores no tenían ningún medio para hacer valer sus derechos, como no fuera dirigiéndose a sus propios gobiernos, pero éstos no podían imponer al gobierno soviético el reconocimiento de esas deudas más que mediante una acción militar, a la cual renunciaron luego de las breves tentativas hechas en 1919. Es verdad que en 1921 el gobierno soviético, al sentir la necesidad de reanudar relaciones económicas con los grandes Estados industriales, aceptó una negociación sobre la cuestión de las deudas. Pero ni la Conferencia de Génova en 1922 ni las pláticas llevadas a cabo en 1924 con Gran Bretaña y Francia sentaron las bases de un acuerdo: es verdad que el gobierno soviético se propuso pagar parte de los intereses de su deuda, pero sólo en la medida en que recibiera nuevos créditos extranjeros. Esta insolvencia era especialmente notable en Francia, donde los títulos de deuda estaban repartidos entre un número importante de pequeños portadores -alrededor de 1 600 000-; ello provocó una reprobación muy viva en gran parte de la opinión pública francesa. Pero en la historia de las relaciones franco-soviéticas, dominadas por la divergencia de las concepciones ' sociales y de los fines políticos, dicha reprobación no fue más que un aspecto menor: casi ya no se manifestó 1O años después, cuando el gobierno de Francia celebró con la Rusia soviética un pacto de ayuda mutua en el que la cuestión de la deuda fue pasada por alto. Las deudas que entre 1917-1918 contrajeron con los Estados Unidos los Estados que habían sido sus "asociados" en la guerra contra Alemania y Austria-Hungría presentan un carácter completamente distinto. Las sumas considerables puestas a disposición de dichos "asociados" se destinaron a pagar los suministros de armamento, de materias primas y de artículos de consumo realizados por los productores estadunidenses; por tanto, fueron gastadas integralmente en los Estados Unidos y contribuyeron a incrementar la masa de los salarios distribuidos, así como los beneficios obtenidos por los productores o los transportistas. "" Pero los créditos concedidos por el gobierno estadunidense fueron cubiertos con deuda interna. Así, fueron los suscriptores estadunidenses los que aportaron los fondos. El presupuesto federal debía pagar los intereses de tales empréstitos internos, lo que se tradujo en un aumento de la carga fiscal. No cabe duda de que el rembolso de esas deudas aliviaría la carga que recaía sobre el contribuyente estadunidense. El Congreso de los Estados Unidos no dejó de subrayar este hecho cuando en 1922 aprobó una resolución que conminaba al gobierno federal a exigir este rembolso. Los Estados deudores afirmaban -tal es la tesis francesa- que dicha exigencia, jurídicamente válida, no estaba fundada en la equidad. ¿No
168
LAS FUERZAS PROFUNDAS
LAS CUESTIONES FINANCIERAS
era verdad que los suministros hechos por los Estados Unidos a sus asociados fueron una contribución a la guerra llevada en común? Al menos querían establecer una correlación entre el pago de las deudas de los aliados y el pago de las reparaciones alemanas. En 1923, Gran Bretaña abandonó la tesis y aceptó unas condiciones de pago por las cuales prometía rembolsar, en 50 años, la mayor parte de su deuda; además, obtuvo la anulación de la parte restante. Pero cuando los convenios de Lausana pusieron fin en julio de 1932 a los pagos de las reparaciones, Gran Bretaña acordó con Francia anunciar al canciller alemán que la ratificación estaría subordinada a un "pago satisfactorio" de las deudas entre los aliados. En diciembre de 1932 la Cámara de Diputados francesa se opuso a cualquier pago por concepto de esas deudas desde el momento en que se anulaban las reparaciones. ¿Cuál fue entonces .el alcance de esta prolongada controversia en las relaciones internacionales? La opinión pública francesa se sintió víctima de una injusticia y expresó vivamente su amargura. La opinión pública estadunidense, en su gran mayoría, 50 siguió convencida de estar en su derecho y reprochó a Francia su ingratitud. Sin embargo, las manifestaciones de ese resentimiento no tuvieron en las relaciones comerciales las repercusiones graves que habían temido en el primer momento los representantes diplomáticos y los consulares franceses en los Estados Unidos. Con todo, ciertamente reforzaron el sentimiento "aislacionista" y proporcionaron, tres años después, un argumento de peso a los promotores de las "leyes de neutralidad". En todas estas ocasiones, ¿es posible discernir cuáles fueron las interferencias entre la "política de negocios" y la diplomacia y determinar el papel respectivo de los intereses materiales y de los intereses políticos? Los hombres de negocios tuvieron como finalidad esencial obtener ganancias. Quizás invocaron al interés nacional, pero en realidad lo confundieron casi siempre con sus intereses privados. En su ávida búsqueda de una "utilización fructífera" de los capitales, que administraban o de los que esperaban captar en sus empresas, deseaban ante todo extender su campo de actividad a costa de los gmpos financieros rivales y luego garantizar la seguridad de sus colocaciones. Para hacer frente a estas dos preocupaciones, necesitaban el apoyo de su gobierno. Podían entonces inclinarse a sostener, o incluso a provocar, las iniciativas imperialistas aceptando el riesgo de conflictos internac-ionales. En tal caso, los intereses financieros fueron un móvil de la acción política. Tal vez sería 50 La minoría se expresó en particular en el llamado firmado por un grupo de intelectuales estadunidenses en el que se mostró por qué el pago, aun cuando se le consideraba jurídicamente fundado, era imposible.
más exacto decir ciertos intereses financieros, pues ese medio financiero estaba lejos de ser homogéneo y los sindicatos bancarios no fueron más que convenios provisionales. , Los gobiernos tuvieron preocupaciones diferentes la mayoría de las ' veces. Quizá no eran insensibles a las ventajas materiales, a las utilidades financieras: el éxito de esas empresas y los beneficios de esas colocaciones eran un elemento de la prosperidad nacional. Además, políticos, diplomáticos y hombres de negocios pertenecían a menudo al mismo medio social: los lazos personales que los unían facilitaban esta conjunción. 51 Pero también tomaban en cuenta las ventajas que el incremento de las inversiones podía aportar a los intereses políticos del Estado, es decir, a la extensión de su influencia, de su poderío, de su seguridad o de su prestigio. Por tanto, procuraban utilizar las inversiones exteriores en beneficio de esos intereses, orientarlas hacia las regiones del mundo donde deseaban extender su acción política y aprovechar las oportunidades que les ofrecía la protección de tales inversiones. Entonces, en vez de ser el móvil de la acción política, los intereses financieros se convirtieron en su instrumento. Por tanto, cuando el historiador trata de establecer una explicación, ¿hay que conceder la preeminencia a los intereses materiales y financieros o a los fines políticos? Los señalamientos que hemos hecho muestran cuán vana es esta cuestión de la preeminencia. 52 En ciertas ocasiones es indiscutible que la presión ejercida por los intereses financieros privados determinó la acción política; en otras, no es menos cierto que los intereses financieros fueron utilizados como arma para un fin político. Por tanto, en este juego de influencias recíprocas es imposible establecer una explicación cuyo valor pueda ser permanente o incluso intentar trazar una especie de jerarquía entre explicaciones: ni las finanzas ni la política pueden aspirar a una primacía relativa. Cuando se estudia la política de un Estado, ¿es permisible llegar al menos a este juicio de valor? Ya no: en el seno de este Estado parece que los intereses financieros han tenido en ciertos momentos una influencia determinante; pero en otros no han tenido más que un papel subordinado. Mejor aún, el estudio de una sola cuestión -por ejemplo, la de una de las aplicaciones de la diplomacia del dólar en Centroamérica, o la de la intervención política y financiera de Francia en Egipto entre 1857 y 1881- muestra que, en una misma 51 Véase J. Bouvier, "Les intéréts financiers et la question d'Égypte" en la Revue Historique, julio de 1960, pp. 75-105, y ''l:installation des groupes financiers a u MoyenOrient: emprunts gouvemementaux, investissements bancaires, et rapports intemationaux, 1860-1882", informe presentado en la Sociedad de Historia Moderna, 3 de mayo de 1959. s2 Véase, supra, pp. 126-127.
",
·{ .;;.::.t).~"f:,,
169
~~.· :;¡:'..,
;.!, ....~· . ... ~.::k.
170
LAS FUERZAS PROFUNDAS
cuestión, los intereses financieros fueron tanto el móvil como el instrumento de la acción política. ¿Quiere decir esto que hay que limitarse a poner lado a lado a los "financieros" y a los "políticos" y afirmar que sería artificial establecer una distinción entre intereses financieros e intereses políticos53 porque son "dos aspectos de la política de las clases dirigentes"? Ello sería tanto como esquivar la dificultad. La investigación histórica puede llegar a resultados válidos cuando renuncia a la vana esperanza de obtener una explicación general y cuando se limita al estudio de casos particulares. No es indiferente saber cómo, en tales circunstancias de tiempo y de lugar, las preocupaciones financieras orientaron la acción política, o a la inversa. A este respecto, queda mucho por hacer en el estudio crítico del imperialismo. Esas investigaciones permitirán comprender mejor el comportamiento de los grupos humanos. El error sería creer que podrían llevarnos a establecer "leyes".
53
Tal es la tesis de J. Bouvier, cuyos análisis son por lo demás excelentes.
VI. EL SENTIMIENTO NACIONAL EN EL estudio de las relaciones internacionales, el historiador, así como el observador de los acontecimientos contemporáneos, se topa a cada instante con las manifestaciones de ideas o de emociones colectivas que tienen lugar en el seno de una comunidad cuyos miembros están conscientes de la solidaridad de intereses o de tradiciones que los une y se hallan dispuestos, en caso de choque con las comunidades vecinas, a sacrificar sus intereses individuales por los del grupo al cual pertenecen. Esta solidaridad del grupo, esta conciencia de pertenecer a una comunidad distinta y esta aceptación del sacrificio se encuentran quizás en sociedades cuya organización no es fina: la tribu presenta tales características, pero se asocian a la existencia de un parentesco entre las familias o los grupos de familias; por tanto, el grupo no puede tener más que efectivos bastante limitados que casi no van más allá, como máximo, de algunas decenas de miles de hombres. Cuando tales formas de conciencia colectiva se manifiestan en el seno de grupos humanos más amplios, fuera de cualquier parentesco familiar, entonces aparece el bosquejo de un sentimiento nacional. Pero el análisis del concepto de nación enfrenta serias dificultades: inexactitud de la terminología, que fue variable durante el último siglo y que, incluso en nuestros días, no se ha fijado; imprecisión de los límites, que varían según las circunstancias históricas; divergencias profundas entre las mentalidades. Complejidad, oscuridad y confusión son términos que a menudo se repiten en lo que escriben los observadores cuya atención se ha ligado al estudio de la nación y del sentimiento nacional en el curso del último siglo. La fuente esencial de estas dificultades es la multiplicidad de los factores que han intervenido en el nacimiento de una nación y en la formación de un sentimiento nacional. La interpretación histórica debe tomar muy en cuenta observaciones que a menudo son contradictorias. , ¿El territorio? La vida en común en un mismo "espacio" determina una analogía entre los géneros de vida que, en gran medida, están ligados a las condiciones del clima, el relieve, el régimen de las aguas y la vegetación.• En ocasiones también puede ocasionar una "integración cultural". Sin embargo, esta analogía no basta para crear una nación. ¡Cuántos ejemplos podemos mencionar de territorios donde la homogeneidad de 1 Véase,
supra, el capítulo 1. 171
'~,
172
LAS FUERZAS PROFUNDAS
las condiciones geográficas no produjo una fusión, ni siquiera un acercamiento, entre comunidades que continúan oponiéndose después de siglos de coexistenciaP La vida en común tampoco es un elemento necesario: en su dispersión, hasta la reconstitución del Hogar Nacional en 1919, la "nación" judía ha conservado un sentimiento de solidaridad a pesar de haber perdido su territorio. ¿La raza? La similitud entre los rasgos físicos (estatura, forma del cráneo, de la nariz, de los ojos, color de la piel) constituye quizás un elemento de solidaridad entre los hombres. A partir de ello, Gobineau3 llegó a creer que podía concluir que los pueblos cuyas características etnográficas eran comunes pertenecían a una misma nacionalidad. Pero los trabajos de los etnógrafos han demostrado que ninguna de las grandes naciones del mundo poseía unidad racial y que eran muy pocas las regiones donde podía observarse tal unidad: Mongolia, la planicie iraní, la Anatolia interior, la península arábiga. ¿La lengua? No cabe duda de que el uso de una misma lengua, a causa de su estmctura, de su vocabulario y sobre todo de su literatura, determina una analogía en las formas del pensamiento y favorece la formación de un patrimonio de concepciones comunes. "Lo que habla la misma lengua -dice Fichte- es un todo al que la pura naturaleza ha impuesto de antemano lazos múltiples e indivisibles." En la Europa de los tiempos modernos, los gobiernos han tenido clara conciencia de las ventajas que presentaba la comunidad lingüística para el desarrollo de la solidaridad nacional. Los pioneros de los "renacimientos nacionales" en el siglo XIX tuvieron la misma convicción. Los gobiernos de los "nuevos" Estados independientes asiáticos (India, Indonesia, Filipinas) comparten esta manera de ver, ya que tratan de establecer la unidad lingüística en sus territorios. Sin embargo, en Suiza y Bélgica se formó una conciencia nacional entre poblaciones cuya lengua era diferente, y el uso de una misma lengua no eliminó las divergencias entre croatas y serbios. Los plebiscitos de 1920-1921 demostraron en varias ocasiones4 que la expresión del sentimiento nacional y la pertenencia a un grupo lingüístico podían ser divergentes. ¿La memoria histórica? A menudo constituye un factor importante en el desarrollo del sentimiento nacional: evocación de los "héroes" de la historia militar y de las luchas sostenidas contra el extranjero; recuerdo de las grandes obras que señalaron en el mundo la expansión de la 2 Tales son los casos de Transilvania y de las regiones litorales de Siria y de Líbano, entre otros muchos ejemplos. 3 En el Essai sur l'inégalité des races humaines, 1853. 4 Por ejemplo, en Sopron o entre los masurios de Prusia oriental y, más aún, en los ' Balcanes.
EL SENTIMIENTO NACIONAL
173
influencia de un Estado y de su pueblo. Esta memoria histórica se invoca con una insistencia especial cuando el Estado y su pueblo han sufrido sinsabores recientes. En España, a fines del siglo XIX y principios del xx, las referencias a la obra colonial, realizada del siglo XVI al xvm, y a la guerra de independencia contra Napoleón I fueron constantes en la expresión del sentimiento nacional. ¿Las tradiciones? Con la condición de que no estén restringidas al personal diplomático, es decir, a algunos medios políticos o universitarios, y de que tengan una resonancia en la mentalidad colectiva, 5 estas tradiciones agregan un color particular al sentimiento nacional: las "consignas" dadas por Washington y Jefferson al pueblo de los Estados Unidos; la importancia concedida por la opinión francesa, del siglo XVI al XIX, a la parcelación de los países alemanes y el aislacionismo inglés de la segunda mitad del siglo XIX son ejemplos de ello. Pero tales tradiciones rara vez fueron espontáneas; fueron forjadas por estadistas o escritores políticos y mantenidas por publicistas. Por tanto, aparecen como una consecuencia de la existencia de una nación, no como una causa de la formación del sentimiento nacional. ¿La civilización intelectual? El nacimiento de la conciencia nacional · supone la existencia de cierto estado de civilización: iniciativas tomadas por los intelectuales, desarrollo de una literatura, difusión de estas ideas por la escuela. 6 El valor y el brillo de dicha civilización constituyen un elemento importante en el desarrollo del sentimiento de orgullo nacio• nal, por ejemplo en España. Pero la comunidad de civilización nunca ha bastado para hacer una nación; China e India, a pesar de haber sido el hogar de grandes civilizaciones, no manifestaron una conciencia nacional hasta la última parte del siglo XIX. ¿La religión? Que un gmpo humano esté animado por una fe religiosa común es una condición favorable para el desarrollo de una solidaridad entre sus miembros. Por ello, a menudo los gobiernos se han ocupado de mantener o establecer la unidad religiosa en el seno de las poblaciones cuyos destinos se proponen dirigir. La comunidad religiosa fue, por ejemplo en el caso del anglicanismo, un medio para afirmar las particularidades y el poderío del Estado. El sentimiento religioso se convierte entonces en un instmmento de la política. Pero lo que importa más es examinar en qué medida el sentimiento religioso ha sido una "fuente" del sentimiento nacional. En Europa, esta relación se ha manifestado con frecuencia. En ocasiones, la religión tuvo más importancia en la formación de una nación 5 Véanse sobre este tema las consideraciones de J. Joll en La politique étrangere et ses fondements, París, 1954, p. 164. 6 Friedrich Hertz, p. 24, de la obra citada en la bibliografía .
... ·>( .~:
;•
~~¿..•ir, ~-
175
LAS FUERZAS PROFUNDAS
EL SENTIMIENTO NACIONAL
que la unidad o el parentesco lingüístico: las divergencias entre flamencos y holandeses, entre croatas y serbios, entre eslovacos y checos, entre búlgaros y serbios son prueba de ello. Pero hay muchos otros casos que contradicen lo anterior. Basta con considerar que la unidad alemana se logró a pesar de las divergencias religiosas y, por otro lado, que la fe luterana común no fue suficiente para impedir el divorcio entre noruegos y suecos. En Asia, el sentimiento religioso ha ejercido una influencia muy desigual: parece no haber tenido ningún papel en la formación del sentimiento nacional en China. En los países islamizados, a menudo favoreció el nacimiento y el desarrollo de la conciencia nacional: tal fue el caso, en 1919, de Indonesia. Pero en India, donde los musulmanes eran minoritarios, estorbó el movimiento nacional y acabó por imponer la división. En cambio, las observaciones más recientes han mostrado el activo papel de los monjes budistas en los movimientos nacionales en Birmania, Ceilán y Vietnam del Sur. Más aún, Japón dio el ejemplo de una estrecha asociación entre el sentimiento religioso -el sintoísmo, en este caso- y el sentimiento nacional; pero las manifestaciones de dicho sentimiento nacional fueron anteriores al "renacimiento" del sintoísmo, que sólo fue un instrumento para la propaganda nacionalista. 7 ¿Las condiciones económicas? La solidaridad que se establece entre los intereses materiales de los productores o de los comerciantes en una región del mundo ha sido, ciertamente, un elemento favorable para el desarrollo del sentimiento nacional. En el siglo XIX, la existencia del Zollverein contribuyó al éxito del movimiento nacional alemán: la unión aduanal ayudó a preparar la unión política. Pero ¿tiene esta observación un valor general? La historia misma del Zollverein muestra que la solidaridad establecida desde 1850 entre los Estados alemanes del Sur y Prusia, en el marco de la unión aduana}, no impidió que estos socios tomaran las armas para enfrentarse en 1866. Después de 1865, los daneses del Slesvig del Norte conservaron un sentimiento nacional danés, a pesar de las ventajas económicas que les daba su integración a la Confederación de Alemania del Norte y luego al Imperio alemán. Después de 1871, en Alsacia-Lorena la participación en la prosperidad del Reich alemán tal vez favoreció durante unos 20 años las tendencias de los "autonomistas" a expensas de las de los "protestatarios"; pero, a fin de cuentas, no obstaculizó la supervivencia del sentimiento nacional francés, cuyas manifestaciones se revigorizaron entre 1911 y 1914. ¿Y qué parte pueden tener los intereses económicos en la reivindicación nacional noruega o en el movimiento nacionalista flamenco?
¿Las disparidades sociales? En las regiones donde el campesinado se encontraba sometido, como consecuencia de las circunstancias históricas, a la dominación económica de grandes propietarios procedentes de otra región, que pertenecían a otro grupo lingüístico y que eran apoyados por el poder político, la solidaridad de intereses que existía entre tales campesinos -granjeros o colonos- en sus relaciones con los grandes propietarios fue tal vez una condición para favorecer el desarrollo de una conciencia nacional. Las quejas contra la carga de las imposiciones y contra el ejercicio de los derechos ligados al régimen de la gran propiedad subían mucho de tono y podían encontrar una especie de "justificación" suplementaria cuando se dirigían a un "extranjero". Todavía hay que señalar que este factor no tuvo aplicación práctica durante mucho tiempo y, en ciertos casos, durante siglos. Por tanto, no es la oposición social la que originó la toma de conciencia nacional. Tan sólo proporcionó un terreno propicio para las semillas arrojadas por otras iniciativas y por el efecto de otros impulsos. En cuanto al movimiento obrero y al desarrollo de las ideas socialistas, deberían haber atenuado en todas partes, según la lógica de esta doctrina, las manifestaciones del sentimiento nacional y poner en el pri-\ mer plano la solidaridad de clase. En realidad, en las partes de Europá donde la "cuestión de las nacionalidades" se planteaba con intensidad, en Austria-Hungría sobre todo, muchas veces parece que esta mutación no se efectuó; a este respecto, la historia del sindicalismo en Austria deja ver rasgos característicos. Sin embargo, el estudio de los vínculos entre socialismo y nacionalidades no ha recibido todavía toda la atención que merece. 8 Por tanto, de todos estos factores ninguno es indiferente, pero ninguno puede aportar una explicación que tenga un valor general. Esta incertidumbre es predominante en todo el problema de los vínculos entre la nación y el Estado, que es el centro de interés para el historiador de las relaciones internacionales.
174
7
Véanse, infra, pp. 239-240.
l. LA NACIÓN Y EL ESTADO
EN EUROPA
En Europa, desde fines del siglo xvm, la filosofía política de Herder, Burke Y Bentham había tratado de descubrir cuáles eran los elementos de dife-
renciación entre los grupos humanos y de determinar los signos en los que era posible reconocer la pertenencia de uno de esos grupos a una 8 El Congreso Internacional de Ciencias Históricas de 1965 puso esta cuestión a la orden del día. Jacques Droz preparó un informe sobre este tema.
EL SENTIMIENT O NACIONAL
LAS FUERZAS PROFUNDAS
176
"nación". Para empezar, las interpretaci ones se señalaron por fuertes divergencias , que no dejaron de afirmarse en el curso del siglo XIX, de Fichte y Schlegel a Mazzini, de Stuart Mili a Fustel de Coulanges y a Renan. Para unos, numerosos sobre todo en los medios intelectuale s alemanes, la nación es un ser vivo que crece "gracias a la acción inconsciente de una fuerza superior": esta fuerza es el"genio nacional", el Volkgeist. ¿Cómo reconocer su existencia? Al observar ciertos signos exteriores: la comunidad de lengua, la fidelidad a las costumbres , el culto de tradiciones antiguas. 9 La observació n permite reconocer dichos signos fácilmente. Para afirmar que los grupos humanos pertenecen a una misma "nacionalid ad" y que forman entonces una "nación", no es preciso ir más allá de tales caracteres comunes. Poco importa que esos grupos no tengan conciencia de su solidaridad ni que manifiesten el deseo de vivir en común: los signos exteriores constituyen el criterio indiscutible . Para los otros, la pertenencia a una nación es un "hecho de conciencia". Ciertament e, la comunidad de lenguas, la memoria histórica y las tradiciones pueden ser elementos eficaces en la formación del sentimiento nacional, pero no son indicios seguros. El elemento esencial es la voluntad de vivir en común, independie ntemente del origen. "La patria", dice Mazzini, "es ante todo la conciencia de la patria". En 1870, Fuste} de Coulanges, en su Lettre ouverte a Mommsen, no agrega casi nada a la fórmula mazziniana : "No es la raza ni la lengua lo que hace la nacionalidad[ ... ] La patria es aquello que se ama". En 1882, Ernest Renan retomó el mismo tema, pero ampliándol o: "Lo que constituye una nación no es hablar la misma lengua o pertenecer a un mismo grupo etnográfico; es haber hecho grandes cosas en el pasado y querer hacerlas todavía en el futuro". 10 Entre los adeptos de esta tesis, Émile Boutroux dio la definición más precisa del sentimiento nacional: "La voluntad que tienen [ciertos] hombres de vivir juntos, de cultivar los mismos recuerdos, de perseguir los mismos fines". Esta doctrina adoptó de la filosofía política del siglo XVIII el principio de la "libre determinac ión" de los pueblos, entendiendo por ésta el derecho de cada pueblo a escoger su futuro político. Sin embargo, estas interpretac iones divergentes tuvieron un punto común: afirmaron el deseo de dar al Estado una base nacional, la voluntad de hacer, lo más posible, de modo que el Estado coincidiera con la nación; es decir, agrupa a todas las poblacione s de igual nacionalida d y sólo a ellas. Tal es el proyecto que expresó, en el siglo XIX, ·el "principio de las nacionalida des". Algunos doctrinarios agregan: el parentesco racial. Qu'est-ce qu'une nation?, conferencia presentada en la Sorbona y reproducida en Discours et conférences, París, 1887. 9
10
·.:,....:n.
177
Pero en la aplicación de este principio fueron flagrantes las dificultades cada vez que los argumentos históricos o los antecedente s lingüísticos entraban en contradicci ón con las manifestaci ones de la mentalidad colectiva. La tesis de la "nacionalid ad inconscient e" permitió a los apóstoles de la unidad alemana ignorar las manifestaci ones de los sentimientos particulare s en Hannover, Baviera y Sajonia y también reivindicar Alsacia-Lorena. La tesis del "acto de conciencia" consolidó la posición moral de los patriotas italianos con respecto a las dinastías o los soberanos y alimentó la protesta francesa contra el Tratado de Francfort. Casi siempre, las doctrinas fueron formuladas en el momento mismo en que se esperaba de ellas un apoyo a una actitud política; por tanto, estaban ligadas a la esperanza de obtener resultados prácticos o al deseo de justificar reivindicac iones. Ello reduce singularme nte su alcance desde el punto de vista del jurista o del teórico de la ciencia política. Sin embargo, el historiador se da cuenta de que el sentimient o nacional, a pesar de estas debilidades doctrinales , ha exhibido una vitalidad indiscutibl e y que ha sido en las relaciones internacion ales un fermento de actividad particularm ente vigoroso. Esta "cuestión de las nacionalida des" cobró dos formas que a menudo fueron complementarias: por un lado, liberar a los grupos nacionales que estaban sometidos, en el Estado del que formaban parte, al dominio de un gobierno cuyos miembros pertenecían a otra nacionalida d, y dar así a las "minorías nacionales" la posibilidad de formar un Estado independiente; por el otro, reunir en un solo Estado a las poblaciones de la misma nacionalida d que se encontraba n hasta entonces sometidas a soberanías diversas, ya sea en calidad de Estados independie ntes, ya sea como "minorías nacionales". Entre 1815 y 1848, el movimient o de las nacionalid ades empezó a manifestars e en dos formas: preludios de los movimiento s italiano y alemán, protestas de gn1pos nacionales contra una dominación extranjera, en el caso de Bélgica en 1830 y de Polonia en 1831. ' En 1848 y 1849 fueron las tentativas unitarias las que figuraron en primer plano en los Estados alemanes, en los Estados italianos y en los principado s rumanos; sin embargo, no fueron posibles más que por la crisis del poderío austriaco, que era causada directamen te por las aspiraciones de las "minorías nacionales" . Durante las dos décadas siguientes, las fuerzas de disociación continuaro n manifestán dose en Austria, Polonia e Irlanda, pero fueron eclipsadas por el éxito de los movimientos unitarios en Italia y Alemania y por el bosquejo de la unidad rumana: el "principio de las nacionalida des" transformó , en 20 años, el mapa político de Europa. Después de 1871 y durante medio siglo, los movimientos protestatari os
.;l~,:¡
178
LAS FUERZAS PROFUNDAS
de las "minorías nacionales" tuvieron el mayor auge: eslavos meridionales, checos, eslovacos, polacos, rutenos, serbios e italianos en el Imperio austro-húngaro; búlgaros, griegos, serbios y kutzo-valacos en la Macedonia sometida hasta 1912 al Imperio ruso; otra vez polacos, daneses y alsaciano-loreneses en el nuevo Imperio alemán; irlandeses del Reino Unido; noruegos en el Estado sueco hasta 1908; catalanes y vascos en España; sin contar, en Bélgica, con el movimiento nacionalista flamenco que apelaba a los mismos principios en el informe de una comisión de investigación publicado en 1858, aunque no puede colocarse sin exageración bajo la misma rúbrica. En los primeros años del siglo x:x, alrededor de 60 millones de personas -una quinta parte de la población del continenteparticiparon -o se supone que participaron- en dichos movimientos, que no dejaron indiferente a ningún Estado europeo, con la excepción de Suiza, Portugal y los Países Bajos. Algunos de esos Estados temían que las minorías protestatarias actuaran en su territorio; los otros contaban, en su provecho, con el éxito de un irredentismo. Austria-Hungría, donde las tres quintas partes de la población pertenecían a dichos grupos nacionales "minoritarios", sentía amenazada su propia existencia. La primera Guerra Mundial ofreció a los protestatarios una oportunidad favorable y la política de cada una de las coaliciones se afanó en apoyar dichos movimientos nacionales en la medida en que debilitaron al adversario. En este juego es evidente que los Estados de la Entente tenían la ventaja, pues el principal peligro para Austria-Hungría era el movimiento de las nacionalidades. Los armisticios de 1918 propiciaron el éxito de las reivindicaciones de las nacionalidades, apoyadas en los Catorce Puntos del presidente Wilson. En la Conferencia de la Paz, los "expertos" y los estadistas tuvieron que reconocer que la aplicación rigurosa del principio de las nacionalidades era, muchas veces, imposible debido a lo entremezclado de las poblaciones: si bien era fácil comprobar la existencia de una frontera lingüística entre alemanes e italianos en el Alto Adigio y entre alemanes y daneses en el Slesvig septentrional, ¿cómo trazar entre nacionalidades diversas, en las zonas de contacto entre polacos y lituanos, en la región de los Sudetes, en los confines septentrionales y meridionales de Silesia en torno a Kattowitz o de Teschen, en Transilvania, en Dalmacia, la "línea de demarcación claramente reconocible", mencionada en el octavo punto del mensaje de Wilson? En realidad, los tratados de paz de 1919-1920 dieron amplias satisfacciones a las reivindicaciones de las nacionalidades en todo el centro del continente europeo, de Polonia a Alsacia-Lorena y del Slesvig al Adriático, pero sólo en la medida en que los Estados vencedores y los grupos nacionales que protegían se hallaran en condiciones de obtener un beneficio. Al término de tal arreglo de la paz, 30 millones de hombres, que
EL SENTIMIENTO NACIONAL
179
antes de 1914 habían pertenecido a esas "minorías nacionales", adquirieron el derecho de disponer de su suerte. Pero no podía ser sino una solución parcial, pues los tratados de paz no tocaron la cuestión de las nacionalidades en el Reino Unido, uno de los vencedores, o en España, que no intervino en el conflicto, y porque el trazo de las nuevas fronteras, sobre todo en la Europa danubiana y balcánica, creó nuevas minorías nacionales al incorporar varios grupos nacionales a Estados en los que dichos grupos se sentían extranjeros. Los protestatarios eran todavía unos 30 millones, es decir, la mitad de los que fueron en 1914. 11 Pero entre las nuevas "minorías nacionales" había varios grupos de poblaciones, magiares en Checoslovaquia, alemanes del Tirol meridional y de Posnania, que antes de 1914 habían ejercido una preponderancia política y que, en consecuencia, soportaban con más dificultad su situación. En realidad, en los años inmediatamente posteriores a la conclusión de los tratados de paz, dichas protestas y los litigios que resultaron de ellas mantuvieron activos en Europa numerosos centros de conflicto: en Memel, VIlna, Teschen, Fiume, así como en Besarabia, Macedonia o Posnania; el derecho de las nacionalidades seguía en el centro de la controversia. · Ahora bien, los tratados de paz de 1919-1920 otorgaron un estatuto de protección a las "minorías nacionales", al menos en los Estados cuyo nacimiento había sido consagrado por esos tratados. Los promotores de ese estatuto quisieron reducir las ocasiones de dificultades y de conflic, tos en las cuestiones irritantes que en todo momento planteaban la organización de la enseñanza y el uso de la lengua nacional. Por tanto, garantizaron al grupo minoritario una autonomía "cultural", a veces administrativa, pero evitaron concederle garantías políticas que habrían sido peligrosas para la soberanía de los Estados sometidos a ese régimen. ¿Podía, sin embargo, ser eficaz esta limitación? Los gobiernos de los Estados "nuevos" o "rejuvenecidos", en los cuales se aplicaba el estatuto de protección de las minorías, temieron que la autonomía cultural diera lugar a una propaganda separatista. Por ello, la cuestión de las nacionalidades fue hasta 1939 tanto la causa como el motivo de litigios, cuya importancia no hace falta subrayar aquí. No obstante, entre 1920 y 1939 el derecho de "libre determina' ción de los pueblos" no se puso en aplicación, después de la eliminación de los "puntos reservados" de la declaración de 1922, más que en cuatro ocasiones: Irlanda (Eire), Irak, Arabia Saudita y Egipto. Al estudiar las características de estos movimientos, como fueron apa11 Cf. Ervald Ammende, Die Nationalitiiten in den Staaten Europas, Viena, 1931; y W. Winkler, Statistisches Hanclbuch cler europiiischen Nationalitiiten, Viena, 1932.
181
LAS FUERZAS PROFUNDAS
EL SENTIMIENTO NACIONAL
reciendo en la historia de las relaciones internacionales en el curso de los últimos 100 años, es necesario distinguir por un lado la formación de las unidades nacionales y, por el otro, la acción de las "minorías nacionales" en el seno de un Estado. En la formación de las unidades nacionales predominó una preocupación esencial: inculcar el deseo de vivir en comím, en un mismo Estado, a poblaciones que presentaban características comunes en el dominio lingüístico y que tenían un patrimonio común de memoria histórica, pero que debían fidelidad a entidades políticas diferentes. Por tanto, de lo que se trataba era de mantener y difundir una forma de pensar nacional. ¿Cuáles eran los obstáculos? El apego a las tradiciones, la fuerza de los lazos personales urdidos en el seno de los Estados existentes, el temor a los cambios que una fusión entre los Estados acarrearía con las situaciones adquiridas o los intereses económicos pero, sobre todo, a la presencia de los soberanos, la fidelidad de los súbditos con la dinastía y el deseo de los funcionarios administrativos de conservar un estado de cosas que los beneficiaba. Para triunfar sobre estos sentimientos nacionales, la condición necesaria era organizar una propaganda destinada a que las poblaciones cobraran conciencia de su parentesco y a mostrarles las ventajas de pertenecer a un gran Estado. Dicha propaganda insistía más en las perspectivas políticas que en los intereses económicos; se empeñaba sobre todo en mostrar que la formación de la unidad daría paso al poderío. En Alemania, los temas desarrollados por los pensadores y los escritores políticos fueron difundidos por la enseñanza universitaria; los estudiantes y, en consecuencia, los miembros de las profesiones liberales y los funcionarios fueron los mejores agentes de dicha propaganda. Los profesionales de la política no tomaron la dirección sino más tarde, con la creación de la gran "central" de la propaganda unitaria: el Nationalverein. En Italia, donde la enseñanza universitaria estaba lejos de contar con la misma autoridad y las mismas posibilidades, la acción fue encabezada primero por las sociedades secretas y luego por las sociedades literarias, que aseguraron la difusión de las obras de los escritores políticos. La fundación en 1857 de la Sociedad Nacional no fue más que el remate de una obra que había comenzado hacía más de 30 años. En Rumania los directivos fueron los hijos de los grandes terratenientes que habían estudiado en las universidades de Europa occidental. De entrada, los medios económicos no tuvieron un papel activo en estas iniciativas: fue en 1835, 20 años después de la publicación de las primeras grandes obras literarias o filosóficas de inspiración "patriótica" y 15 años después del movimiento de la Burschenschaft, cuando los hombres de negocios renanos comenzaron a interesarse en el programa unitario. Hasta 1845, después
de 30 años de esfuerzos realizados por las sociedades secretas y de llamamientos hechos por los escritores políticos, no aparecieron los primeros rasgos de un programa económico en el movimiento unitario italiano. Pero no sólo fueron las actividades de algunos pensadores o de algunas agrupaciones de hombres de acción las que dieron a tales movimientos su fisonomía. Casi en todas partes los soberanos y los gobiernos tuvieron un papel importante, ya sea porque los favorecieron en la medida en que contaban con ser los beneficiarios, o bien porque lograron resistir iniciativas peligrosas para sus intereses. En realidad, la ofensiva dispuso de una organización bastante superior a la defensiva y manifestó un mayor dinamismo. Federico Guillermo IV, Guillermo I, Bismarck, Carlos Alberto, Víctor Manuel, Cavour y por último Couza predominaron en la historia de esos movimientos unitarios por sus actos y sus decisiones políticas, pero sobre todo por el impulso que dieron a los esfuerzos emprendidos para transformar la mentalidad colectiva. Casi en todas partes el movimiento de protesta de las "minorías nacionales" presentó rasgos comunes: las más de las veces se manifestó por una lucha cotidiana entablada entre las poblaciones minoritarias y la administración a propósito de la lengua de relación en la enseñanza o de los incidentes que provocaba, en la vida administrativa o judicial, el empleo de una lengua oficial diferente de la hablada por los habitantes. Sin embargo, aparte de estas analogías, el análisis histórico discierne aspectos diversos: A principios del siglo XIX, en el caso de los movimientos nacionales polaco e irlandés, las poblaciones minoritarias se hallaban sometidas a un dominio extranjero directo de tan corto tiempo que no hubiera sido posible una asimilación y habían mantenido intacta su conciencia nacional: los hombres de una misma generación habían visto el tercer reparto del Estado polaco (1795) y la desaparición, en 1831, del estatuto de autonomía de la Polonia rusa; Irlanda había gozado de su autonomía entre 1782 y 1800. Las heridas seguían abiertas y las protestas eran espontáneas. Por tanto, de entrada, esas minorías estaban listas para escuchar una consigna política. Después de 1871 ocurrió lo mismo con los alsaciano-lorenenses. En la parte europea del Imperio otomano, el caso de las minorías nacionales fue singular. Los griegos, bíllgaros y serbios, como eran cristianos, no tenían derecho a las deferencias que la administración otomana concedía a las poblaciones islamizadas, por ejemplo a los albaneses, sino que tenían un estatuto de inferioridad y sufrían esta dominación extranjera: por tanto, esos gn1pos tenían respecto de los turcos una conciencia nacional. Pero este sentimiento nacional también se manifesta-
180
:i ,:,~·,
;:W;is'.;
182
LAS FUERZAS PROFUNDAS
ba en el seno mismo de esas poblaciones cristianas y oponía entre sí a griegos, búlgaros y serbios, a pesar de la solidaridad que en ciertas ocasiones los unía contra los turcos. Sin embargo, estos grupos nacionales no siempre se fundaban en la comunidad lingüística. La originalidad que presentaba el movimiento de las nacionalidades en esta región de Europa era el papel especialmente activo del sentimiento religioso o, más exactamente, de las organizaciones eclesiásticas: las Iglesias ortodoxas griega y serbia, a las cuales vino a agregarse la Iglesia ortodoxa búlgara después de la creación del Exarcado (1871), estaban muy "politizadas" e imprimían toda su fuerza de atracción o de propaganda al servicio del despertar o del resurgimiento de la conciencia nacional; casi siempre eran eclesiásticos los que formaban los agentes y los mandos de los movimientos protestatarios. Y esta acción no sólo se enfrentaba a la dominación otomana: en realidad, las tres Iglesias se disputaban los fieles en territorio otomano. Su rivalidad se incrementó a medida que se agravó la decadencia del poderío turco, pues estuvieron estrechamente ligadas a los nuevos Estados balcánicos formados a expensas del Imperio otomano. En la liberac:ión y repartición de Macedonia, que se convirtió después de 1880 en el objetivo político de Grecia, Bulgaria y Serbia, cada uno de los tres Estados contó con la propaganda de su Iglesia para asegurarse de obtener una ventaja. Por eso, a principios del siglo xx, los observadores extranjeros 12 se desconcertaron cuando vieron la forma que asumía la idea de "nacionalidad" en los Balcanes: en muchos casos, la pertenencia a una Iglesia se había convertido, en la formación del sentimiento nacional, en un factor más importante que la comunidad de la lengua; por ejemplo, ciertos grupos de poblaciones de lengua serbia se declaraban búlgaros porque eran fieles del Exarcado. A principios del siglo XIX, en la mayor parte de Europa central y occidental, las "minorías nacionales" eran pasivas. Sólo despertaron entre 1830 y 1870. Las formas de tal despertar se han estudiado con amplitud. ¿Cuáles fueron sus rasgos esenciales? Al principio, la acción de los intelectuales fue decisiva: reanimaron la memoria histórica y mostraron la persistencia de las tradiciones comunes; comprendieron y explicaron la importancia de la comunidad lingüística; supieron reconocer y expresar sentimientos que dormitaban y les dieron fuerza. Del movimiento nacional alemán al movimiento nacional checo, italiano, croata, noruego o flamenco siempre son los nombres de filósofos, hombres de letras e historiadores de la lengua, de 12
En particular, la investigación Carnegíe de 1913.
EL SENTIMIENTO NACIONAL
183
la literatura y del derecho, más que de doctrinarios políticos, los que marcan la primera etapa. En los medios cultivados, la difusión de esas ideas se efectuó mediante la enseñanza superior y secundaria, las obras literarias e históricas. En medios más amplios tuvo lugar mediante la prensa cotidiana o periódica y a través de las asociaciones de propaganda, como la Unión Sagrada en Flandes y la Sociedad para el Progreso de la Educación del Pueblo en Noruega. En dicha propaganda casi siempre tuvieron un sitio importante el recuerdo de las grandes horas del pasado, la evocación de las glorias nacionales y el culto de las tradiciones populares. Los checos pusieron el acento en la "defenestración" de Praga; los eslavos meridionales, en el Imperio de Duchán; los italianos, en la supremacía de la Roma antigua; los alemanes, en el papel del pensamiento germánico en la Reforma. Incluso entre las poblaciones más reacias -los eslovacos de la Hungría septentrional, los rutenos de la Galitzia austriaca-, la evocación del pasado fue un elemento activo del desper, tar nacional. Sin embargo, tales formas de propaganda casi no llegaban a las masas campesinas, entre las cuales había muchos analfabetos. Pero tenían un gran eco entre los semintelectuales y los burgueses. ¿Favorecieron la difusión de esta propaganda los intereses económicos y las disparidades sociales? En general, los promotores intelectuales no insistieron en este aspecto de la cuestión. Incluso algunos, por ejemplo Mazzini, declararon que era despreciable. Sin embargo, la acción de tales factores fue cierta, si bien muy desigual. En los países checos, la burguesía industrial y comerciante pensaba que el régimen del Estado austriaco, de no permanecer en manos de los alemanes, se ocuparía mejor de los intereses de los checos en la solución de los detalles cotidianos de la vida económica; en España, el movimiento nacional catalán fue sostenido por los medios económicos de Barcelona, cuyos puntos de vista en materia de política aduana] se oponían a los que prevalecían en Madrid. ' En ocasiones, esta acción de las fuerzas económicas y sociales se ejercía en sentido inverso, cuando los productores estaban conscientes de las ventajas que les daba pertenecer a un gran conjunto económico en el que podían encontrar un mercado más vasto. Los húngaros, aun cuando se quejaban del régimen dualista establecido en 1867, no podían llegar hasta el separatismo sin perder el mercado austriaco, indispensable para sus exportaciones agrícolas. Los nacionalistas flamencos no podían olvidar los lazos que establecían los intereses económicos entre las poblaciones belgas. Como ya vimos en el caso de Alsacia-Lorena, el éxito de los "autonomistas" después de 1890 a expensas de los "protestatarios" tuvo que ver con las perspeCtivas propiciadas por el rápido crecimiento de la economía alemana.
184
LAS FUERZAS PROFUNDAS
EL SENTIMIENTO NACIONAL
Para acabar, la lucha social entre el campesinado perteneciente al grupo "minoritario" y los grandes terratenientes "implantados" alimentó en ciertas regiones—en Irlanda, Transilvania, Istria y los países balcánicos— la reivindicación nacional, pero no fue lo que ocasionó el despertar del movimiento. Dicha lucha apareció como un refuerzo cuando otras iniciativas habían abierto el camino.13 Sólo en Noruega la iniciativa del campesinado parece haber sido más importante. En este país, que a pesar de su subordinación a Suecia hasta 1905 poseía la mayor autonomía, la población no se había quejado de una coacción lingüística y no había visto perjudicados sus intereses económicos. No fueron las "clases superiores" —funcionarios y burguesía comerciante— los artesanos del despertar nacional. Los promotores14 —Henrik Wergeland sobre todo— fueron intelectuales que se dirigieron a la clase campesina porque ésta había escapado, más que la población urbana, a las influencias danesas y suecas y porque era, según ellos, la imagen de la "permanencia nacional". Es el tema al cual Bjornson dio un gran brillo en sus Cuentos campesinos. Pero en ellos se trataba de un campesinado de pequeños propietarios, muy diferente del mundo campesino de Europa central: esos pequeños propietarios, cuando se opusieron a las "clases superiores", estaban separados de ellas más por un estado de ánimo que por intereses. Por tanto, a pesar de las analogías, el despertar de un sentimiento nacional presentó, en uno y otro grupos, características bien diferenciadas; pero en ocasiones el estudio de tales factores fue oscurecido por los prejuicios o por las simpatías: los historiadores que pertenecían a las "minorías" tendieron inconscientemente a reconstruir el pasado en función de los éxitos obtenidos tiempo después. Llegaron a convencerse de que el movimiento nacional había sido profundo y espontáneo, aun cuando ciertos indicios permitían ponerlo en duda. Para tratar de reconstituir lo más exactamente posible lo que podía ser, en tal época, el sentimiento nacional de vina población, habría que emprender en muchos casos nuevos estudios críticos, aleatorios y difíciles. En la evolución de las relaciones internacionales, el movimiento de las nacionalidades fue entonces tanto una fuerza de asociación, cuando tuvo como finalidad realizar la unión entre grupos nacionales, como vina fuerza de disociación que socavó la estructura de ciertos Estados. Fuerza de asociación. Basta considerar la transformación qvie sufrió el mapa político de Eviropa entre 1850 y 1871,-cuando se constituyeron la vmidad italiana y la alemana. La parcelación política del "haz central" del continente había sido vina circunstancia permanente de las rela-
ciones internacionales, avín en tiempos del Sacro Imperio Romano Germánico. La presencia de dos grandes Estados nuevos*^ uno con costas en el Mar del Norte y el Báltico y el otro en el corazón del Mediterráneo, obligó a casi todos los demás Estados a modificar las bases de svi política exterior. Los hechos consumados permitían presagiar repercvisiones: la unidad italiana sería incompleta mientras Austria-Hungría conservara la soberanía sobre el valle alto del Adigio, sobre Trieste y Gorizia y sobre los centros de población italiana en la costa dálmata. El Imperio alemán de 1871 no concretó el ideal de la Gran Alemania, que había sido el de ciertos hombres de 1848. Tal vez el movimiento irredentista italiano fue frenado, casi constantemente, por la política del gobierno de Roma, pero era fundamental para el movimiento de opinión que llevó en 1915 a Italia a entrar en la guerra europea. También tal vez, entre 1871 y 1914, la Anschluss de los alemanes de Austria al Reich fue desaprobada por Bismarck y no encontró en la propia Austria sino vina resonancia temporal en la propaganda de Lvieger; pero a poco de la gran conmoción de 1914 resurgieron estas preocvipaciones. Fuerza de disociación. El movimiento de las nacionalidades condujo a la parcelación de ciertos Estados —los Países Bajos en 1831, Suecia en 1905—. Fue un factor inicial del abandono del Imperio otomano de casi todos sus territorios eviropeos en 1912-1913, luego de la dislocación de Austria-Hungría a fines de 1918 y, por último, de la formación de los nvievos Estados del Báltico. Los resultados de mayor dimensión fueron los que aportaron al mapa político del continente modificaciones esenciales o importantes. - Pero avmque no se haya logrado el éxito, la amenaza que la protesta de las minorías nacionales hacía pesar sobre las decisiones de política exterior en varios grandes Estados fue un factor en la política internacional cviyo alcance no debemos subestimar. Entre 1871 y 1914, quizás Alemania no tenía nada qvie temer en lo inmediato de la protesta de los daneses del Slesvig septentrional, de los polacos de Prvisia occidental y de Posnania e incluso de los alsaciano-lorenenses: esas "minorías" no representaban más qvie vina parte muy escasa de la población del imperio. Pero en Gran Bretaña, la cuestión de Irlanda debilitó varias veces la posición internacional del gobierno: Salisbury lo señalaba en 1887 y Edward Grey en la primavera de 1914. En el Imperio otomano, dvirante 30 años la protesta de las nacionalidades cristianas balcánicas, antes de convertirse en la causa de las guerras de 1912-1913, fue una fuente permanente de agitaciones qvie favorecieron los propósitos de la política de las grandes potencias o que ocasionaron rivalidades entre sus intereses: insurrecciones de Bosnia-Herzegovina y de Bulgaria en 1875-1876, movimiento rumeliota de 1885, insurrección cretense de 1879, golpes de
13
Véase, supra, p. 175. Simón, Réveil national et culture populaire en Scandinavie, París, 1960.
14 Véase Erica
185
LAS FUERZAS PROFUNDAS
EL SENTIMIENTO NACIONAL
mano realizados de 1899 a 1902 por la Organización Revolucionaria Macedónica. La cuestión polaca, a pesar del aplastamiento del movimiento nacional polaco en 1831 y en 1863, mantuvo un peso constante hasta la primera Guerra Mundial en la política exterior de la Rusia zarista e incluso en los planes estratégicos del Estado mayor ruso que, llamado a manejar las operaciones en caso de guerra ruso-alemana en las regiones de población polaca, no podía confiar en los reservistas locales recluitados para defender el territorio del imperio y se sentía obligado a transportar a esos polacos a las regiones del interior para amalgamarlos con los elementos rusos. En Austria-Hungría —el Estado "multinacional" por excelencia— el peso de esta situación fue más importante: en sus decisiones, el ministro común de Asuntos Extranjeros de la doble monarquía muchas veces se vio estorbado por la preocupación de no enfrentar demasiado directamente los sentimientos de las "minorías nacionales";15 lo estuvo constantemente por un sentimiento de precariedad cuya causa esencial eran los conflictos entre las nacionalidades. En 1913, cuando acababa de asumir la cartera de Asuntos Extranjeros, Czernin subrayaba esta fuente profunda de dificultades con términos significativos. Para apreciar el alcance práctico de esta protesta de las "minorías nacionales" en la política internacional, hay que tener en cuenta los objetivos de tales movimientos y las perspectivas que se les abrieron. ¿Es la independencia o simplemente la autonomía el objetivo que busca la protesta de la nacionalidad subyugada? Muchas veces, la respuesta depende de la política que ejerce el gobierno del Estado al cual está sometida la "minoría": para dar vina satisfacción parcial a los movimientos nacionales, ¿está dispuesto el Estado a reformar su estructura, a transformar el Estado unitario en un Estado federal o incluso en una Confederación de Estados, es decir, a abandonar las garantías que le otorga la cohesión administrativa? Si los jefes del grupo minoritario no tienen ninguna esperanza de obtener la autonomía, están más decididos a adoptar la reivindicación de la independencia. Pero la amplitud de dicha reivindicación depende también de las circunstancias de la geografía humana y de la geografía política. Tal grupo minoritario, que sufre la atracción de un Estado nacional ya formado al cual desea incorporarse, se inclina a reivindicar el derecho de secesión y, por tanto, la independencia, mientras que tal otro, cuyo sentimiento nacional no es menos vivaz, se conforma con demandar la autonomía a falta de un "hogar exterior" al cual pudiera integrarse, porque se siente
demasiado débil para formar un Estado independiente: los serbios de Hungría meridional pretendían en 1910-1912 la independencia para incorporarse al Estado serbio, mientras que los checos, cuya conciencia nacional no es ciertamente menor, se conformaron con reivindicar su autonomía. Por tanto, fue la existencia de "centros de atracción" la que hizo virulento el problema de las nacionalidades en la Europa danubiana y balcánica. Los pequeños Estados nacionales formados en el siglo xix en los Balcanes tuvieron un papel político cuya importancia no guardaba una medida común con su fuerza real, simplemente porque podían, tanto por la propaganda como por el apoyo dado a organizaciones clandestinas, mantener centros de agitación entre las "minorías nacionales" en el Imperio otomano o en Austria-Hungría. Y, por supuesto, los gobiernos de esos grandes Estados "multinacionales" se vieron obligados, antes de 1914, a vigilar o incluso a tratar de destruir la acción de tales centros exteriores. ¿Es necesario recordar que los movimientos de las nacionalidades provocaron directamente la multiplicación de las controversias internacionales y la proliferación de los litigios? Esta consecuencia era inevitable habida cuenta de la mezcolanza de los grupos nacionales en una buena parte de Europa central y suroriental: ¿cómo tratar de hacer coincidir nación y Estado cuando en una misma región hay poblaciones en las que aun con sentimientos nacionales diferentes están inextricablemente mezcladas? Antes de 1914 los observadores de la vida política no vieron esta dificultad o, al menos, no se detuvieron en ella, tal vez porque en el fondo no creían que la protesta de las "minorías nacionales" pudiera conducir a un intento de aplicación práctica del principio de las nacionalidades. Sin embargo, se impuso en 1919 cuando los autores de los tratados de paz tuvieron que tener en cuenta los Catorce Puntos wilsonianos: basta con leer los recuerdos de los expertos estadunidenses en la Conferencia de Paz para enterarnos de su sorpresa y de su perplejidad ante realidades que no habían supuesto. La historia de los litigios de 1919-1920 —Vilna, Teschen, Fiume, Macedonia— da testimonio de esta problemática. • Para concluir, los métodos adoptados después de 1919 para tratar de aplacar esta causa permanente cíe perturbaciones dieron paso a otras dificultades. Establecer un estatuto de protección en provecho de las minorías nacionales,16 aun cuando dicho estatuto no se impusiera en todos los Estados que tenían en su territorio grupos alógenos, y confiar tal protección a la Sociedad de Naciones era, en principio, tanto como
186
15 Cf. las observaciones de lord Acton en The History ofFreedom and Other Essays, en el capítulo "Nationality", Londres, 1905.
16 Véase,
supra, p. 179.
187
LAS FUERZAS PROFUNDAS
EL SENTIMIENTO NACIONAL
establecer una garantía de paz. En realidad, el funcionamiento de ese régimen estuvo lejos de asegurar la paz: atenidos a la aplicación estricta del estatuto, los grupos minoritarios multiplicaron sus demandas, contando con la resonancia que daría a sus quejas el tribunal de Ginebra; los Estados vencidos —y Alemania sobre todo cuando entró en la Sociedad de Naciones— aprovecharon todas las ocasiones para estimular las protestas, porque en ello veían el medio para quebrantar los tratados de paz. Entre 1919 y 1939 la explotación política del "derecho de las nacionalidades" se convirtió en las relaciones internacionales en un trato consuetudinario, mucho más de lo que había sido antes de 1914, cuando los gobiernos dudaban más en intervenir en los asuntos exteriores de los otros Estados. En todas sus implicaciones, el movimiento de las nacionalidades en Europa generó modificaciones territoriales y, en consecuencia, trastornos profundos en la relación de las fuerzas políticas o económicas entre los Estados.
En consecuencia, los elementos esenciales de la formación de una nación no existían antes de la Guerra de Independencia. Los trabajos de los historiadores estadunidenses17 mostraron cómo se afirmó en el curso de esta guerra un sentimiento común; la Declaración de Derechos fue su primera expresión. Pero fue sólo después de la formación de la Unión cuando los antiguos colonos cobraron conciencia de su vocación y de su misión: "fundar un mundo nuevo y mejor", manteniéndose al abrigo de las vanas complicaciones de la política europea. Por tanto, la originalidad del experimento político y social tiene en este caso el primerísimo plano. Todavía hubo que esperarla segunda guerra contra Gran Bretaña, en 1812, para que se manifestara verdaderamente un espíritu "unitario". La extensión territorial de los Estados Unidos hacia el oeste entre 1820 y 1850 contribuyó a reforzar ese sentimiento nacional, pues los nuevos territorios fueron poblados por ciudadanos que, procedentes de todas las partes de la Unión, olvidaron sus particularidades y adoptaron una mentalidad común. En el curso de este periodo es posible observar las primeras manifestaciones de un "nacionalismo cultural", que insistía en las diferencias entre la civilización intelectual de los Estados Unidos y la de Eviropa. Pero, al mismo tiempo, este sentimiento nacional estaba amenazado por el antagonismo entre las "secciones" y por el nacimiento de un "nacionalismo surista", cuyo peligro ya era visible 20 años antes de la Guerra de Secesión. No fue sino en 1867, después de la derrota militar surista, cuando Charles Sumner declaró que los Estados Unidos formaban "una nación".18 La solidaridad, aun titubeante y vacilante, que se manifestó entre las antiguas colonias inglesas de América del Norte en cuanto se logró la independencia jamás existió entre las antiguas colonias españolas. En virtud de las disparidades geográficas, de las condiciones en que se manejó la lucha armada y de las rivalidades personales entre los jefes de la insurrección, el área de colonización española se fraccionó en 18 Estados, los cuales afirmaron entre sí sus personalidades a pesar del parentesco que subsistía entre las clases dirigentes de las jóvenes repúblicas. No es exagerado decir que en América Latina la existencia del Estado independiente "alimentó" el sentimiento nacional. Pero durante la última parte del siglo xix, en varios Estados del continente americano, los movimientos migratorios importantes que procedían de Europa amenazaron la cohesión nacional: el aflujo de poblaciones que no tenían nada en común con los colonos del siglo xvm y que a menudo poseían un sentimiento nacional propio corría el riesgo de volverse la causa de trastornos profundos.
188
2. LA NACIÓN Y EL ESTADO FUERA DE EUROPA ¿Qué formas adoptó el principio de las nacionalidades —definido por el pensamiento europeo— cuando fue traspuesto fuera de Europa? Desde luego, es importante distinguir entre el caso de las poblaciones que pertenecían a Estados independientes o que formaban comunidades políticas completamente autónomas y el caso, muy diferente, de las poblaciones sometidas a una dominación colonial. En los Estados independientes
Trátese de la formación del sentimiento nacional o de las relaciones entre la nación y el Estado, la comparación con Europa nos permite percibir más diferencias que analogías. En América, la insurrección de los colonos de cepa europea contra las metrópolis fue fundamental para la formación de la mayor parte de los Estados independientes. Las colonias inglesas que se asociaron a poco de haber obtenido su independencia para formar los Estados Unidos no tenían vina unidad de población: al lado de los nativos constituían una mayoría de ingleses, pero había también holandeses y franceses. No tenían una unidad religiosa: allí convivían anglicanos, puritanos, calvinistas y hasta católicos. El apego al territorio no podía tener un papel activo desde el momento en que esa tierra no era la de sus antepasados.
17 18
En particular los de H. Kohn. Los estudios de Merle Curti son especialmente interesantes en este respecto.
189
190
LAS FUERZAS PROFUNDAS
Los Estados Unidos superaron este problema porque el elemento anglosajón era vigoroso y numeroso y porque las autoridades públicas realizaron, a través de la escuela, un gran esfuerzo de asimilación, mantenido por la prensa y las iniciativas de asociaciones patrióticas: durante toda la segunda mitad del siglo xrx los recién llegados adoptaron fácilmente los modos de pensamiento y los modos de vida del pueblo estadunidense. No obstante, en los primeros años del siglo xx el funcionamiento del "crisol" comenzó a dar signos de flaqueza y la asimilación se volvió penosa. Esta amenaza que se cernía sobre el sentimiento nacional se resintió en los medios oficiales estadunidenses en vísperas de la primera Guerra Mundial.19 Tal amenaza se expresó públicamente el 16 de agosto de 1914 en el mensaje del presidente Wilson al pueblo estadunidense, cuando la guerra acababa de comenzar. Es muy probable que ésta haya sido una de las causas que condujeron en 1921 a la modificación de la política de inmigración. En cambio, se manifestó el riesgo de "sumersión" en Brasil, donde la inmigración española e italiana introdujo nuevos elementos en la ya existente portuguesa, y en Argentina, donde la inmigración italiana después de 1880 fue mucho más considerable que la inmigración española. ¿Padeció por ello el sentimiento nacional? En realidad, parece que el crecimiento de este sentimiento fue muy desigual:20 en Honduras, Nicaragua y Paraguay se expresó sólo en el seno de "la élite" social o intelectual; en Bolivia, Venezuela y Brasil encontró además un terreno favorable en la clase media urbana; en México, Chile y Uruguay despertó un eco en medios más amplios. Argentina enfrentaba dificultades especiales (en 1914 la proporción de los habitantes "nacidos en el extranjero" era de 30% en relación con el total del país y llegaba a 75% en Buenos Aires), pero es quizá la que mejor logró realizar "la integración nacional": muy pronto los inmigrados aprendieron a gritar "¡viva la patria!"; el pueblo argentino se convenció de la "grandeza" de la nación y manifestó su confianza en su destino. En efecto, estas diferencias están ligadas a las disparidades entre el desarrollo económico y social: en Argentina 80% de los hombres se empleaban en los sectores secundario y terciario y en las categorías superiores del sector primario de la vida económica; en Honduras la proporción era de 16%. En los países donde persistió con toda su fuerza el tradicionalismo de los grupos sociales el sentimiento nacional tardó más en arraigarse. Sin embargo, fueron sobre todo los resultados de la educación los que permiten explicar este fenómeno. En todos estos 10 Véase, supra, p. 59, y los trabajos de la Comisión de Inmigración mencionada en la bibliografía del capítulo. 20 Si se juzga de acuerdo con los esbozos más recientes, en particular el de K. Silvert.
EL SENTIMIENTO NACIONAL
191
Estados las fiestas militares y las ceremonias patrióticas tenían como objetivo despertar la conciencia nacional, y de ello se ocupó la prensa; pero la orientación de la enseñanza histórica es un medio de acción particularmente eficaz. Ahora bien, en Argentina esta enseñanza puso el acento en el culto de los "grandes hombres" de la Guerra de Independencia y en el esfuerzo de organización del Estado posterior al fin de esta guerra; insistió en los principios liberales en que se fundó la Constitución de 1853; procuró expandir la convicción de que había una concepción "argentina" de la vida política, diferente de la que prevalecía en otras partes de América Latina, e inculcó en el alumno el orgullo de pertenecer a ese Estado.21 Los debates del Congreso Nacionalista de los Trabajadores organizados por la Liga Patriótica Argentina son significativos a este respecto.22 Cuando se trató de definir la "nación argentina", fueron los conceptos de "cultura" y de "progreso" los que retuvo en 1923 el presidente de la liga: Argentina posee, decía, una civilización original en sus aspectos morales y sociales y ha creado "un tipo de sociedad política". Por tanto, como afirmó uno de los ponentes, es en todos los sentidos una nación, pero una nación "en formación". El sentimiento nacional, señalaba otro,23 se basa en el territorio, en la solidaridad de los ciudadanos, en la conciencia de las tradiciones comunes. En la formación de ese sentimiento era esencial el papel de la enseñanza: el estudio geográfico del territorio, la instrucción cívica, pero sobre todo la enseñanza de la historia. Para un pueblo joven, "en gran parte constituido por elementos inmigrados, no asimilados", dicha enseñanza era "un factor irremplazable de unidad", porque la historia puede y debe definir lo que es "el espíritu argentino" y mostrar "las conquistas espirituales que se han realizado". En suma, no se trataba de enfocar el sentimiento nacional como una manifestación espontánea: donde había que poner el acento era en la educación, organizada y orientada por los poderes públicos. El caso de Canadá, que sin llegar a la independencia pasó del estatuto de colonia al de dominio y que de tal modo adquirió la mayor parte de los atributos de un Estado, presentó dificultades aún mayores desde el punto de vista del mantenimiento de la cohesión nacional. Al principio, la supervivencia de un sentimiento nacional entre los canadienses franceses (que formaban 30.9% de la población en 1940) y la oposición entre éstos y los conquistadores ingleses fueron los rasgos 21 Tal es la mentalidad de que es testimonio —por ejemplo— José P. Otero en Nuestro nacionalismo, Buenos Aires, 1920. 22 Biblioteca de la Liga Patriótica Argentina, Congreso Nacionalista de Trabajadores, Buenos Aires, 1923-1925. 23 M. Torrez Ibáñez, La educación nacionalista, Liga Patriótica Argentina, IV Congreso, p. 220. Véase también el informe de G. Correa Luna en el V Congreso, p. 343.
192
LAS FUERZAS PROFUNDAS
EL SENTIMIENTO NACIONAL
dominantes. No obstante, ese contraste se atenuó cuando el estatuto federal de 1867 dio al elemento francés las garantías necesarias para su autonomía cultural y administrativa. Y se ha llegado a ver a la cabeza del gobierno federal a un canadiense francés, Wilfrid Laurier, quien proclamaba la necesidad de una unión moral de todos los canadienses y que era seguido por la mayoría de los habitantes de la provincia de Quebec. Pero el grupo nacionalista manifestó con vigor su oposición al gobierno federal durante la primera Guerra Mundial, a propósito de las leyes escolares y sobre todo de la aplicación del servicio militar obligatorio. ¿Por qué ir a defender la civilización francesa en Europa, decía Henri Bourassa, cuando los canadienses ingleses trataban, mediante la escuela, de "destruir la civilización francesa en América"? En octubre de 1919, la publicación de una carta pastoral del papa Benedicto XV, que recomendaba a los canadienses franceses no recurrir a "métodos ilegítimos", atenuó por un tiempo esta oposición. Pero reapareció entre 1921 y 1925 bajo dos formas, cuyo carácter muestran claramente los estudios recientes.24 La forma tradicional se expresaba en la propaganda del padre Groulx: proteger la integridad del "tipo étnico" de las fuerzas "morales y sociales" de la población francesa y salvaguardar la originalidad de su cultura y la vitalidad del sentimiento religioso católico fueron los temas que desarrollaba el periódico L'Action Frangaise; éstos se emparentaron entonces con los que alimentaron el sentimiento nacional en Europa. La otra corriente de pensamiento, la de Édouard Monpetit, invocaba los intereses materiales: la implantación en Montreal e incluso en Quebec de grandes empresas, que estaban en manos de los ingleses o de los estadunidenses, tendía a relegar a los canadienses franceses a los puestos medios o subalternos de la actividad industrial o comercial. El movimiento nacional pretendía defender la "independencia económica" del Canadá francés. Entre 1929 y 1933, durante la crisis económica mundial, estas ideas encontraron vina audiencia bastante amplia. Sin embargo, el primer ministro de la provincia de Quebec se negó a aceptar esta doctrina de aislamiento, ya que en el gobierno federal tenía aún entre sus miembros a varios canadienses franceses. No fue sino hasta 1950 cuando la protesta nacional se afirmó con más vehemencia. Entre estos nacionalistas, unos, al declararse convencidos de que la Confederación Canadiense no podría resistir por largo tiempo el juego de las fuerzas centrífugas, manifestaron su resolución de no hacer nada para apresurar esta disgregación; pero los otros, los "neonacionalistas", no titubearon en adoptar fines separatistas, aunque sin lograr definir cuáles podrían ser las bases de existencia de un Canadá francés si llegaba a obtener la independencia.
Al mismo tiempo, a fines del siglo xix y principios del xx la inmigración se convirtió en una amenaza directa para la cohesión del dominio cuando el oeste canadiense se pobló con un aflujo de elementos eslavos y escandinavos. En 1910, estos recién llegados formaban cerca de un tercio de la población de Canadá. En un país donde se encuentran yuxtapuestas poblaciones con lengua, raza, religión y formas de civilización intelectual diferentes, ¿es posible discernir la existencia de un sentimiento nacional? ¿Hay una nación canadiense? ¿Tienen los canadienses el sentimiento de formar un pueblo distinto? ¿Tienen conciencia de su individualidad? Esta cuestión se planteó a menudo en la última mitad del siglo. Son significativos los términos con que los observadores canadienses formulan su respuesta. La vida en común, bajo un gobierno común, estableció una "simpatía", como dice uno de ellos,23 entre poblaciones que se adhirieron a las instituciones, en el marco de las cuales se desarrolló su existencia, y una "lealtad territorial", es decir, el deseo de salvaguardar la independencia del territorio con respecto a los otros Estados. Por tanto, fueron condiciones políticas las que dibujaron los rasgos de dicho esbozo. El sentimiento nacional así definido, nos dice el mismo autor, "varía con los individuos, los grupos locales o las ocasiones". No puede haber otra ambición que la de "cultivar los intereses mutuos" y la de atenuar las disparidades. Por tanto, hay que reconocer que la "nación canadiense no es indestructible", porque no puede tener raíces en el pasado. Tal es la diferencia profunda con el concepto europeo de "nación". En Asia, el sentimiento nacional se manifestó primero en Japón en el siglo xix. Las condiciones mismas de la vida del país, desde que en 1637 el gobierno de los shogunes había decidido prohibir, con excepción de algtmas derogaciones, los contactos con los extranjeros, llevaron tal vez al pueblo japonés a sentirse profundamente diferente de los otros pueblos, y las tradiciones religiosas del sintoísmo26 lo habían convencido de que tenía derechos y dones particulares. Sin embargo, a pesar de la presencia imperial y de la autoridad religiosa del soberano, i'a parcelación feudal contrarrestaba el desarrollo del sentimiento nacional. La noción de un interés común subsistía entre los nobles y los intelectuales, pero los campesinos no conocían más que al señor feudal, el daimio, único objeto de su lealtad. En 1854, cuando el Japón feudal se vio obligado a abrirse a las influencias extranjeras, se afirmó un ímpetu xenófobo. ¿Presentaba este movimiento los caracteres de un movimiento nacional? Todavía no, porque los daimio y sus clanes no habían realizado aún una unidad de acción contra la amenaza exterior. Al parecer, el sentimiento
' El de Masón Wade, sobre todo; véase la bibliografía.
25 20
H. Clokie, Canadian Government and Politics, Toronto, 1946. Véase el capítulo vin.
193
LAS FUERZAS PROFUNDAS
EL SENTIMIENTO NACIONAL
nacional sólo se manifestó cuando los samurais —y en consecuencia los miembros de "la élite" social— comprendieron la necesidad de transformar el país para ponerlo en condiciones de luchar contra las presiones extranjeras. Esos reformadores tenían el propósito de suprimir el régimen feudal apoyándose en la corte imperial para lograr la resistencia del Shogun y de los beneficiarios de su régimen; pudieron unir a sus propósitos a la mayoría de los samurais y emprendieron muy pronto, mediante la escuela, vina obra de educación del espíritu público en las masas campesinas. Desde su establecimiento, el régimen Meiji trabajó en una exaltación sistemática del sentimiento nacional y logró un éxito completo. Antes de 1884 Corea había sido un Estado prácticamente independiente, aunque en principio estuviera unido al Imperio chino por un lazo de vasallaje. Poseía una unidad lingüística y un patrimonio de tradiciones. Por tanto, las condiciones eran favorables para la formación de un sentimiento nacional. En realidad, tal sentimiento no parece haberse expresado claramente cuando la política japonesa comenzó a amenazar, en 1884 y luego en 1894, la independencia coreana. Fue sólo ante los hechos consumados, el establecimiento del protectorado japonés en 1905, la "deposición" del rey en julio de 1907, la disolución del ejército coreano y, por último, la anexión pronunciada por Japón en 1910, cuando se manifestaron los movimientos de resistencia. Los jefes de esos movimientos eran eruditos que anvmciaban el propósito de restaurar la independencia. Al menos en 1907 lograron el apoyo de la población. Sin embargo, este movimiento nacional no se afirmó con vigor más que en 1919, cuando los intelectuales coreanos consideraron que podían apelar a los principios wilsonianos. La amplitud de las manifestaciones que se produjeron el 1° de marzo de 1919, cuando el Comité Nacional Coreano proclamó la independencia, y la violencia misma de la represión, muestran que el movimiento estaba sostenido por una gran parte de la población. Es verdad, las relaciones del residente general japonés indicaban que las "clases superiores" fueron bastante prudentes para no mezclarse, pero no cuestionaron la amplitud de la cooperación que la tentativa encontró en la masa del pueblo. Una situación muy distinta era la de China, sometida desde 1644 a una dominación extranjera: la de los manchúes. Las poblaciones chinas, más allá de la multiplicidad de los dialectos, poseían una lengua escrita común: la de los mandarines; estaban conscientes de su gran pasado y del poderío dé su civilización; tenían el sentimiento de una superioridad intelectual con respecto a los manchúes. Los "núcleos" alógenos —musulmanes del Yunán, hakkas de China central, tibetanos y mongoles— eran demasiado poco importantes para socavar estos factores de co-
hesión.27 ¿No fueron favorables estas condiciones para la afirmación de un sentimiento nacional? Sin embargo, el nacimiento de este sentimiento fue lento. Las sociedades secretas que, sobre todo después del siglo xvm, se esforzaron por conservar un espíritu de resistencia a la dinastía y por preparar las vías para la restauración de los Ming, no agruparon más que un número limitado de adherentes y su propaganda no halló eco en las masas. Incluso la gran insurrección de los Taiping, aunque a mediados del siglo xix sacudió gravemente la autoridad de la dinastía durante 20 años, no despertó un movimiento nacional chino; para reprimir esta insurrección, la dinastía tuvo el apoyo de los mandos administrativos y de los generales chinos. Aunque el movimiento de los bóxers en 1900 era xenófobo, no era nacional. Hubo que esperar a que la dinastía fuera derrotada por Japón en 1894-1895 y en 1900-1901 por los europeos para que se expandiera el movimiento antimanchú y comenzara a manifestarse una preocupación nacional entre los intelectuales: ¿cómo salvaguardar a China y las tradiciones chinas ante la penetración de las influencias extranjeras? Sin embargo, ¿es posible reconocer la existencia de un movimiento nacional incluso en los años en que la propaganda revolucionaria de Sun Yat-sen preparaba la acción que emprendería en 1911? En realidad, las nociones de patriotismo y de deberes hacia el Estado seguían siendo ajenas a la mentalidad de las masas, cuyo horizonte era local, o cuando mucho provinciano, y cuya indiferencia con respecto a los intereses comunes al conjunto de las poblaciones chinas asombraba a todos los observadores extranjeros. ¿Cómo se modificó poco a poco ese estado de la mentalidad colectiva? Los estudios recientes nos permiten empezar a comprenderlo.28 Los promotores fueron algunos eruditos chinos que, al entrar en contacto con los occidentales, pero también con los japoneses, adquirieron la noción de "patriotismo nacional" y comenzaron a difundirlo. Kang Yeu-wei, el gran reformador de 1898, subrayó en sus obras el papel que tuvo el patriotismo en la unificación y en la modernización de Japón tras la caída del régimen del shogunato. Leang Ki-chao, su discípulo, estaba convencido de que para "preservar la raza china" era indispensable despertar "el espíritu de patriotismo" y hacer que las poblaciones chinas cobraran conciencia de sus "características propias". En suma, ambos se declararon convencidos de que la protección de las formas de civilización a las cuales el pueblo chino está ligado dependía de la solidaridad
194
195
27 Estos alógenos no forman, al parecer, más de 10 millones de hombres en una población total que rebasaba, en 1910, los 300 millones. 28 En particular, C. Peake, Nationalism and Education in Modern China, Nueva York, 1932, 231 pp.; J. de Francis, Nationalism and Language Reform in China, Princeton, 1950, 272 pp. Chow Tse-tung, The May Fourth Movement, Harvard Univ., 1960, 486 páginas.
196
197
LAS FUERZAS PROFUNDAS
EL SENTIMIENTO NACIONAL
que demostrara ante las presiones extranjeras.. A esa convicción apeló el mismo Sun Yat-sen, en 1907, desde que empezó a publicarse el periódico Min Pao, órgano del partido revolucionario: ¿acaso toda la evolución de Europa —decía— no tuvo como fundamento el sentimiento nacional? Pero en esa fecha su única preocupación era la de afirmar la solidaridad de los chinos contra los manchúes. No fue sino hasta 1924, al presentar una exposición metódica de los Tres Principios del Pueblo, cuando insistió en la necesidad de "promover el espíritu nacional". En.dicha promoción, en China como en todas partes, la prensa y la escuela fueron los medios más eficaces. La prensa china, que apenas empezó a aparecer hacia 1895, pero qtie cobró un rápido auge, tuvo de entrada un "tono patriótico". Sin embargo, no podía llegar más que a una minoría, ya que al término de la primera Guerra Mundial la proporción de analfabetos era todavía de 90%. Su difusión todavía se veía dificultada por las disparidades lingüísticas hasta que no se unificó la lengua de enseñanza en 1919. La escuela no fue invitada a emprender en este campo una obra educativa más que a partir de noviembre de 1912, cuando el Ministerio de Instrucción prescribió que las enseñanzas primaria y secundaria trataran de inculcar en los alumnos "el espíritu de patriotismo" y el sentimiento de pertenecer a una misma nación, El periodo de guerra civil, que duró de 1916 a 1928, mostró cuan ineficaces habían sido esas enseñanzas. Sin embargo, fue en este periodo, en 1919 —el "Movimiento del Cuatro de Mayo"— y en 1926-1927, cuando se produjeron las primeras grandes manifestaciones de vm sentimiento nacional; pero esos impulsos fueron temporales y se.limitaron a la población urbana. Cuando el triunfo del Kuomintang restableció al menos en principio la unidad del Estado, las instrucciones dadas en 1928 a los establecimientos de enseñanza casi no hicieron más que repetir las que habían recibido en 1912. En 1934, cuando puso en marcha el "Movimiento de la Vida Nueva", Chiang Kai-shek continuó insistiendo, en su programa de educación de las masas, en la necesidad de formar la "conciencia nacional". Más de 30 años después de la desaparición de la dinastía manchú, esta preocupación seguía siendo el gran problema del gobierno chino. Como Austria-Hungría, el Imperio otomano del siglo xix era un Estado "multinacional". En su parte asiática, los turcos, que formaban la gran mayoría de la población en Anatolia, eran vecinos de armenios y griegos, mientras qtie en el resto del Imperio, a pesar de la presencia de grupos alógenos —kurdos, drusos, maronitas y el núcleo judío de Palestina—, las poblaciones árabes eran ampliamente predominantes. He aquí, entonces, una situación que presentaba a primera vista vina analogía con la existencia de las "minorías nacionales" en Europa. De hecho,
griegos y armenios tenían clara conciencia de pertenecer a un grupo distinto desde los puntos de vista lingüístico, religioso y cultural y consideraban a los turcos como adversarios. Los griegos de Asia Menor no eran indiferentes, sobre todo después del movimiento cretense de 1866, a la afirmación del programa nacional griego y a la propagación de la "Gran Idea". El movimiento nacional armenio se había manifestado —de lo que son testimonio numerosos textos— mucho antes de 1895. Pero, ¿qué ocurría con los árabes? El "despertar nacional" árabe, dirigido contra la dominación turca, comenzó a manifestarse —como lo muestran todos los trabajos recientes— a mediados del siglo xix. Sus promotores no fueron musulmanes, sino árabes convertidos al cristianismo. En la obra literaria de Ibrahim elYazidji, un libanes cristiano, observamos en 1868 la primera expresión clara de la idea nacional; fue entonces cuando se fundaron en Beirut y en Damasco sociedades secretas que la propagaron. El movimiento encontró un punto de apoyo en la doctrina de un escritor político musulmán pero no árabe —Yemal ed-din al Afghani—, quien mostró cuan esencial fue el papel de los árabes en la difusión del Islam. Yemal ed-din, a la manera de los europeos, veía en la comunidad lingüística el fundamento más fuerte para la existencia de una solidaridad en un grupo humano; aconsejaba al Imperio otomano transformar su estructura para convertirse en una confederación de Estados nacionales. Entre 1870 y 1880 los impulsores de la propaganda eran un sirio, Butros al-Bustani —quien publicó una enciclopedia—, y un libanes, Takba, quien en Egipto puso en circulación el diario Al-Ahram y desarrolló el tema de que la pertenencia a una misma religión —el Islam— no significaba una comunidad de destinos políticos. Estos innovadores estaban en contacto en Siria y en el Líbano tanto con los misioneros lazaristas como con el colegio protestante de Beirut. También fue un sirio, Abd elRhaman al-Kawaliki, quien 20 años después llegó a afirmar que el sultán otomano usurpó el califato y a proponer la institución de un califato árabe, de modo que los árabes ya no tuvieran ninguna obligación de obediencia con respecto al poder otomano. Para concluir, en los últimos años del siglo, el sirio Mohammed Raskid Rida afirmó la superioridad de los árabes sobre los turcos. Tal corriente de ideas preparó la fundación de la Liga de la Patria Árabe y la publicación en 1905 de un manifiesto que reivindicó la independencia.29 Por tanto, al iniciarse ese movimiento nacional árabe, dominaron el papel del factor lingüístico, el de la memoria histórica y del sentimiento de frustración, así como el del parentesco cultural, como lo habían hecho ' 2' Véanse G. Antonius, The Arab Awakening, Londres, 1938; F. Gabríelli, // Risorgimento ambo, Turln, 1958.
199
LAS FUERZAS PROFUNDAS
EL SENTIMIENTO NACIONAL
medio siglo antes en los movimientos nacionales en Europa. A pesar de las diferencias entre los rasgos de la mentalidad colectiva,30 la analogía es válida: los promotores del "arabismo" se ubicaban en una óptica "occidental", Pero la dificultad fundamental con la que chocó el desarrollo de este sentimiento nacional en sus inicios era la pertenencia de los árabes a la comunidad islámica. Ciertamente, Yemal ed-din proclamó que la unidad lingüística es una "liga más sólida" que la religiosa. Sin embargo, los ulemas eran hostiles a la idea nacional; para condenar el movimiento árabe, invocaron a los hadiths del Profeta, quien desaprobó el "espíritu de clan"; recordaban el deber de obediencia al califa otomano y subrayaban el peligro de una ruptura en la comunidad islámica. Para superar la resistencia, los promotores del movimiento árabe se dedicaron a presentar su programa como propio para la "regeneración" del Islam y reprochaban a los turcos haber comprendido mal el Corán. En suma, trataban de. acomodar la fe religiosa a sus propósitos políticos. No obstante, hasta 1914 el factor religioso siguió frenando el progreso del sentimiento nacional. ¡t. La primera Guerra Mundial puso de lado el obstáculo, porque ofreció una gran oportunidad a la reivindicación de independencia árabe y porque destruyó el Imperio otomano, al cual el califato no sobrevivió más que cuatro años. A partir de ese momento, el "arabismo" se volvió contra las influencias europeas: así, la fe religiosa y el sentimiento nacional iban juntos. Entonces —-pero sólo entonces—, los intereses económicos favorecieron las resistencias nacionales; por ejemplo, en Siria, la burguesía comerciante de Beirut, Alepo y Damasco apoyaba la reivindicación de la independencia para poder limitar la importación de mercancías europeas y reservarse el mercado local. Mientras se desenvolvían —desptiés de 1919— los nacionalismos griego, armenio y árabe, que al principio se habían dirigido contra la dominación otomana, a la caída del Imperio otomano tuvo lugar la manifestación de un sentimiento nacional turco. La base doctrinal del movimiento se hallaba en la obra de un escritor político, Ziya Gókalp, miembro del Comité Unión y Progreso, que había desarrollado sus ideas entre 1908 y 1918. Según sus tesis, la decadencia continua del Imperio otomano desde fines del siglo xvín se debía al lugar exagerado que tuvo en la vida del Estado la civilización islámica, cuyo origen es árabe y persa, no turco; esa civilización "frenó" la adopción de las técnicas europeas, porque la vida social estuvo regida por el Corán y porque el sultán otomano fue califa. ¿El remedio? Renovar las regiones
turcas del Imperio; crear un Estado turco que, sin renunciar a los valores espirituales del Islam, adoptara un régimen de separación entre la religión y las formas de la vida social y política; adoptar las técnicas y los métodos científicos de los "occidentales". Por tanto, había que mostrar a las poblaciones turcas que debían y podían retomar un papel dirigente. Para inculcarles ese deseo, había que recurrir a la idea de "nación": el sentimiento nacional debía predominar sobre el sentimiento de solidaridad religiosa. , He aquí un sistema de ideas que apelaba directamente al movimiento europeo de las "nacionalidades". Sin embargo, ¿cuál habría podido ser la eficacia de esas ideas de no haber sido retomadas por Mustafá Kemal, quien sin compartir todas las posturas de Gókalp retuvo, con el apoyo de su designio político y patriótico, los temas esenciales: secularización, "occidentalización" y "turquismo"? Cuando después de 10 años de luchas y de esfuerzos la República turca adquirió cierta estabilidad, es interesante observar qué importancia concedió Mustafá Kemal a la enseñanza de la historia y al estudio de los orígenes del "turquisrno". La publicación en mayo de 1932 de un amplio Manual de historia general y la reunión, en julio de 1932, de un Congreso de Historia tenían como finalidad afirmar "la personalidad de la nación turca": el Imperio otomano no fue la "verdadera imagen" de esta nación; no constituyó más que un "episodio pasajero"; para hacer que el pueblo turco estuviera "más orgulloso de sí mismo", había que mostrarle que era el heredero de una civilización grande y antigua.
198
30 No hay que perder de vista las penetrantes observaciones de Jacques Berque sobre "la prioridad, a veces fecunda y a veces estéril, de los sentimientos sobre los hechos, de los signos sobre las cosas", que caracteriza la mentalidad de los árabes.
:•>/.
K,
En las colonias
Las resistencias opuestas a la expansión colonial europea cobraron una forma que a veces las emparentó con las manifestaciones del sentimiento nacional en Europa. ¿Qué valor hay que conceder a esta analogía? En realidad, dichas resistencias no comenzaron a apelar al principio de las nacionalidades y al derecho de libre determinación de los pueblos más que en el momento en que las poblaciones colonizadas contaron con cuadros intelectuales formados según el ejemplo y la enseñanza de los europeos. Sin embargo, las situaciones fueron muy distintas. Lo que tenemos que hacer es esbozar esta diversidad. Anam tenía una antigua civilización, pero era la civilización china; no tenía "cultura nacional": la lengua escrita de los eruditos no era el anamita, sino el chino. No obstante, en la época en que Anam era vasalla de China, la población se sentía diferente de sus vecinos, chinos y camboyanos, y los eruditos habían manifestado su voluntad de resistencia a la
LAS FUERZAS PROFUNDAS
EL SENTIMIENTO NACIONAL
soberanía feudal china, cuando ésta se había manifestado por las armas. Entre 1863 y 1867, para dar al Estado los medios de salvaguardar su independencia, un reformador —Nguyen Truong-to— había establecido un plan de "renovación" del gobierno, de la enseñanza, de la vida económica y de las fuerzas militares.31 Después de 1884 la resistencia de los eruditos se enderezó a la conquista francesa; muchas veces, los maestros de las escuelas privadas fundadas por Nguyen Hien eran viejos eruditos que experimentaban un sentimiento de humillación. Y encontró un punto de apoyo en movimientos de rebelión cuyos jefes "provenían del pueblo": el De Tham, que durante más de 10 años dirigió la lucha contra la ocupación francesa, tenía al parecer un ideal de resistencia patriótica. La deposición en 1916 del emperador Duy Tan aumentó el sentimiento de humillación. Pero ¿se trataba realmente de un sentimiento "nacional"? La fuerte organización de la aldea y la autonomía administrativa de que gozaba frenaban aún la difusión de este sentimiento. En 1919 el movimiento nacional encontró cuadros de dirigencia nuevos, formados ya no en la escuela china, sino "en la escuela occidental". El caso de Nguyen ai Quoc es representativo: su padre, un erudito que se había negado a servir a las autoridades del protectorado, juzgó necesario, a pesar de inculcarle el espíritu de resistencia a la dominación francesa, hacerle seguir los cursos de la escuela franco-anamita de Vinh. El estudio de los "clásicos" de la literatura política francesa impregnó entre los jóvenes intelectuales vietnamitas el ideal europeo de nación. Como señala Ph. Devillers,32 Pham Quynh, director de la revista Nam Phong, era un nacionalista de tipo "barresiano". Los movimientos revolucionarios de 1929 se inspiraron indiscutiblemente en la idea nacional; recluitaban sus miembros activos entre los pequeños funcionarios, los empleados de comercio, los obreros, los maestros, que estaban en contacto directo con los franceses, más bien que en un campesinado que por mucho tiempo se mantuvo indiferente. Sin embargo, a pesar de estos movimientos revolucionarios la administración francesa alentó la enseñanza de la historia nacional en la escuela primaria: quizá se trataba de mostrar que muchas veces Anam había logrado mantener en jaque a China; pero ¿cómo evitar que dicha educación de la conciencia nacional en el campesinado socavara aún más la dominación francesa? Las Filipinas, cuya población era muy homogénea y que habían sufrido tres siglos de dominación española, pasaron en 1899 al dominio de los Estados Unidos. En el momento en que se instaló el régimen estadunidense, la Comisión Schurman afirmó que "no hay nación filipina ni espí-
ritu público en el archipiélago"; tal vez había una oligarquía de hombres "acaudalados y educados" en condiciones de expresar una opinión, pero a causa de los lazos de dependencia económica apoyaría los intereses de los Estados Unidos. La rebelión de Aguinaldo desmintió casi de inmediato estas suposiciones optimistas. Por lo mismo, el gobierno estadunidense juzgó prudente permitir que sólo se constituyera un partido político, formado bajo su égida. Desde que en 1905 se proclamó esta consigna, se formó un partido nacionalista que reclamó la independencia, pero "en el respeto de las leyes". Este partido ganó todas las consultas electorales durante 15 años. Reclutaba stis mandos entre los grandes propietarios terratenientes que trataban de alcanzar una autonomía sin romper con los Estados Unidos. No obstante, en 1925 las autoridades estadunidenses comenzaron a admitir que una gran parte de la población deseaba no la autonomía, sino la independencia, y los jefes del movimiento nacional filipino estaban tan seguros de tener éxito que en 1927 propusieron organizar vin plebiscito —que los Estados Unidos no quisieron aceptar—. Siete años después, tras la crisis económica que llevó a los agricultores estadunidenses a renegar de la competencia del azúcar filipina y tras las manifestaciones del imperialismo japonés, los medios políticos de Washington, al otorgar el estatuto de 1934, reconocieron esta voluntad de independencia. Al año siguiente, la ley prometió que dicha satisfacción sería concedida en un plazo de 10 años. En la India, los orígenes del movimiento nacional se remontan a 1885. Los promotores fueron intelectuales hindúes, que entraron en competencia con algunos "occidentales" que, inspirados en un ideal humanitario, estimaban justo que los habitantes del país tuvieran el derecho de disponer libremente de su suerte y el beneficio de los principios del liberalismo político. Desde su origen, el Congreso Nacional se esforzó por inculcar el sentimiento de solidaridad entre los pueblos, a pesar de los obstáculos que presentaban la parcelación política de la India de los príncipes y la jerarquización social. Pero sólo en la medida en que la enseñanza inglesa formó una élite indígena y le hizo conocer las ideas inglesas fue como se desarrolló el movimiento nacional. Las circunstancias económicas favorecieron el auge de este movimiento cuando la burguesía comerciante indígena empezó a valorar la divergencia entre sus intereses y los de los comerciantes ingleses, es decir, cuando experimentó los efectos de la competencia de los productos europeos y cuando comprobó que la política aduanal impuesta por los ingleses la favorecía. ¿Hay que percibir por ello un parentesco entre esa protesta nacional y los movimientos nacionales europeos? El movimiento nacional en la India no podía invocar la unidad lingüística ni las tradiciones históricas y casi no se preocupaba del estado de ánimo de las masas. Y sobre todo,
200
Según un estudio todavía inédito de M. Truong Ba-can. Informe presentado en 1962 en el Coloquio del Centro de Estudios de las Relaciones Internacionales. 31
32
201
LAS FUERZAS PROFUNDAS
EL SENTIMIENTO NACIONAL
de entrada, estaba socavado por las divergencias religiosas. En cuanto el movimiento nacional apeló a una participación de los habitantes de la India en la gestión administrativa y demandó que los representantes de las poblaciones fueran designados por elección, los musulmanes temieron verse sometidos por los hindúes. Dicho temor se afirmó claramente en 1906 y más aún en 1926. Tal vez subsistía la reivindicación nacional en la medida en que musulmanes e hindúes estaban interesados en emprender una acción común contra Gran Bretaña. Pero en 1947 el éxito del movimiento condujo inmediatamente al derrumbe de la "nación". En Egipto, a partir de 1905 comenzaron a aparecer veleidades de oposición al régimen inglés entre los intelectuales y los notables rurales.33 Entre las corrientes que compartían este movimiento de ideas, una sola, la que dirigía Mustafá Kemal, hombre de acción y publicista, reivindicaba con claridad la independencia; tomaba como ejemplo a Japón y luego a la reciente revolución turca de 1908, sin tratar de dar a sus reivindicaciones un fundamento doctrinal. Los demás no querían contar sólo con la persuasión para obligar a los ingleses a evacuar el país y se preocupaban por sentar principios que justificaran sus acciones. Sin embargo, no se pusieron de acuerdo en cuanto a tales principios. Mohamed Abdu y Alí Yusuf apelaban a los intereses del Islam; por el contrario, Ahmecl Lutfi estimaba que la religión no podía ser en el siglo xx el elemento determinante de una acción política. Apuntaba a la enseñanza para dar paso a una ."regeneración moral y social" y para ciar al pueblo egipcio el sentido de la dignidad; sólo entonces —decía— la existencia de una "nación" se volvería una realidad. En esa nación los coptos tendrían su lugar, ya que Ahmed Lufti relegó a un segundo lugar el sentimiento religioso. Ninguno de estos promotores, incluso los que se apoyaban en el Islam, pareció solidarizarse con el movimiento nacional árabe, aun cuando algunos representantes del movimiento nacional hayan establecido su residencia en El Cairo. El egipcio consideraba valioso contar con una personalidad propia en el mundo árabe. ¿No es acaso el heredero de los faraones, de los tolomeos? Y ¿no posee una "educación política" superior a la de los sirios? ¿Por qué cobraron forma estas veleidades entre 1914 y 1918? ¿Por qué el "partido nacional" se afirmó en 1919 como fuerza dominante y se presentó como un movimiento de masas? Mientras duró la guerra, la burguesía intelectual protestó contra la suspensión de la Asamblea Legislativa y sobre todo desde enero de 1918 se mostró sensible a las perspectivas abiertas por los mensajes y discursos del presidente Wilson. Los campesinos, indiferentes antes de 1914 a las primeras manifestaciones del sen-
timiento nacional, sufrieron en 1917y 1918 requisiciones de mano de obra y de animales de carga; quedaron descontentos por ser tratados como sospechosos por las autoridades militares británicas, que en mayo de 1917 exigieron la entrega de todas las armas y practicaron visitas domiciliarias. Pero ¿habría arrancado el movimiento sin la acción personal de Zaglul Pacha, sin el ascendiente que ejercía sobre las masas y sin los esfuerzos que emprendió para asociar a los coptos y los musulmanes? En Túnez, Argelia y el propio Marruecos, donde a pesar del pluralismo lingüístico y étnico se manifestaba "una fuerte personalidad política", las resistencias a la dominación europea no habían adoptado antes de 1914 el aspecto de un movimiento nacional: en el momento de la conquista la política francesa en los tres países había encontrado tribus "aliadas" que le habían ayudado a reprimir los movimientos de las tribus "rebeldes". No fue sino hasta 1919, año en que los principios wilsonianos despertaron en los medios intelectuales o religiosos árabes o beréberes la esperanza de escapar a la dominación francesa, cuando empezó a expresarse una protesta "nacional": el manifiesto de los nacionalistas argelinos y el del neo-Destur invocaron el derecho de la libre determinación de los pueblos. Pero ¿cabe establecer una analogía entre esas manifestaciones y los movimientos nacionales europeos del siglo xix? En Argelia, los particularismos cabilas o mozabitas eran lo bastante vigorosos para poner en duda la existencia de una nación argelina. El gobernador general Jonnart, que favorecía una política que ampliaría los derechos de los indígenas, subrayó en 1919 esa heterogeneidad. "Nosotros no alimentamos la ilusión de que se cree en Argelia un alma común. Pero tenemos el deber y la voluntad de hacer vivir y prosperar, juntas, razas diversas, mediante la asociación de intereses." Los jóvenes intelectuales musulmanes que desde 1900, pero sobre todo desde 1910, promovieron el movimiento protestatario se preocuparon por obtener el acceso a los derechos políticos. De momento, se declararían satisfechos si obtenían un estatuto de igualdad con los franceses de Argelia; a fin de cuentas, deseaban una "asimilación". Su manifiesto no apelaba de ningún modo a una idea nacional. En 1919 y 1920, el movimiento "joven argelino" se conducía de la misma manera. Únicamente los emigrados maghrebinos refugiados en Ginebra invocaron el principio wilsoniano de la libre determinación de los pueblos y reivindicaron la independencia. Sin embargo, en 1921 empezó a aparecer un movimiento nacional cuyos promotores eran reformadores religiosos: afirmaban que las poblaciones musulmanas de Argelia formaban una "nación" con bases lingüísticas, raciales e históricas, pero contaban sobre todo con el despertar del Islam para asegurar "la salvación".34
202
33 Sobre estos orígenes, el estudio de J. Mohammed Ahmed, The Intellectual Origins of Egyptian Nationalism, Londres, 1960, es especialmente interesante.
34
203
Discurso del 13 de mayo de 1919 ante las delegaciones financieras, en Afrique fmnfai-
204
LAS FUERZAS PROFUNDAS
EL SENTIMIENTO NACIONAL
205
En Túnez, los "jóvenes tunecinos" que en 1910-1920 habían comenzado a manifestar una oposición al protectorado francés invocaron quejas de índole religiosa y económica; no habían esbozado una doctrina "nacional". En 1919, cuando Abd el-Aziz Taalbi tomó la dirección del movimiento, las perspectivas eran diferentes: el jefe del Destur residió en la India durante la Guerra Mundial, y allí fue espectador del movimiento nacional. Trabó contactos con el movimiento nacional egipcio y observó de cerca la insurrección de Libia contra la dominación italiana. El programa del partido denunció las injusticias económicas y sociales de las que se hizo responsable al régimen del protectorado. Invocó los principios wilsonianos y las ideas esenciales del derecho público francés; sin embargo, no apeló al sentimiento "nacional", ni siquiera al islamismo. La primera manifestación indiscutible de un sentimiento nacional apareció en Marruecos en 1930 cuando Allal al-Fassi presentó al sultán el plan de reformas establecido por el Comité de Acción Marroquí/Era un movimiento animado por intelectuales que, en nombre del Islam y de la existencia de una civilización árabe, incluso en países beréberes, querían resistir a cualquier tentativa de asimilación, pero al mismo tiempo apelaban al "derecho de los pueblos a determinar su propio camino" y, en consecuencia, a la ideología europea: invocaban a Renán y a Fustel de Coulanges. A continuación, estos promotores se esforzaron por lograr la penetración de la idea nacional en la población, lo que no lograron sino lentamente. Sólo después de la proclamación de la independencia emprendieron un esfuerzo coherente por suprimir o, al menos "neutralizar", el particularismo tribal.33 El estudio del origen de un sentimiento nacional entre las poblaciones del África negra plantea cuestiones más difíciles. En efecto, las resistencias a la penetración colonial europea habían sido numerosas. Pero ¿basta con comprobar que hubo una hostilidad al colonialismo y un deseo de independencia para tener el derecho de concluir que había un movimiento nacional? La idea de "nación" implica una cohesión en la acción, una comunidad de sentimientos y de propósitos. Ahora bien, en la mayor parte de las regiones del África negra las poblaciones tienen orígenes diversos y hablan dialectos diferentes; no habían estado agrupadas bajo la autoridad de gobiernos más que como consecuencia de "accidentes" históricos, de los cuales el último fue la colonización; no
tenían tradiciones comunes ni puntos de vista comunes sobre su futuro. La solidaridad era vigorosa en el marco de la tribu, pero rara vez iba más allá. Por tanto, para llegar a la idea nacional había que rebasar primero la mentalidad tribal. Ahora bien, la situación colonial preparó las vías para este rebasamiento. La mayor parte de las veces, la política de los Estados colonizadores destruyó el poder de los jefes de las tribus y de los notables y creó, con el simple trazo de las fronteras coloniales, un marco artificial en el que el ejercicio de una autoridad administrativa común estableció lazos entre las tribus. Las plantaciones o las empresas comerciales europeas atrajeron jóvenes negros que dejaron atrás su tribu y se volvieron "desarraigados": al lado de la sociedad tradicional se formó una sociedad negra nueva: un proletariado rural y, en las ciudades, un embrión de pequeña burguesía. Las misiones católicas y protestantes procuraron socavar el régimen tribal denunciando los perjuicios de la sociedad tradicional y propagando en las escuelas las ideas sociales y morales de los europeos.36 Por último, la ventaja que tenía la producción europea bien equipada en las tareas agrícolas, ante la mediocre producción indígena, hizo que los agricultores negros pensaran que sólo el establecimiento de un sistema de economía nacional les permitiría vencer esta competencia. Al parecer, todas estas diversas causas contribuyeron a favorecer en el marco de la misma colonia la creación de un movimiento de independencia, cuyos promotores pertenecían a tribus diferentes y deseaban realizar una comunidad de puntos de vista entre las poblaciones indígenas y contra la dominación europea.37 Sin embargo, el juego de influencias y el ritmo del desarrollo fueron muy desiguales, según las condiciones del medio indígena y según los métodos de los gobiernos europeos. Por tanto, no es exagerado decir que, según la observación de Rupert Emerson, la naturaleza de las políticas coloniales influyó en el desarrollo del sentimiento nacional en África negra. > Pero ¿dónde ha sido posible comprobar la existencia de las manifestaciones de tal sentimiento? > Al parecer, antes de 1914 en ninguna parte de las colonias francesas de África. En las colonias alemanas, el gran levantamiento de los "herreros" del suroeste africano en 1907 y la rebelión de Manga Bell en Camerún, en 1913, fueron insurrecciones tribales.
se, junio de 1919, p. 175, Sobre esos movimientos, véanse A. Ageron, "Le mouvement jeune algérien de 1900 a 1923", en el Bull. Soc. H. Moderne, núm. 21, enero de 1962, y A. Nouschi, La Naissance du nationalisme algérien, 1914-1954, París, 1962, 163 pp. 33 Cf. J.-M. Piguin, Les Thémes unitaires du nationalisme marocain á travers Al-lstiqlal, Rabal, 1959. El informe de F. Le Pecq en el Coloquio de Ciencias Políticas (París, 1962) aporta interesantes indicaciones sobre este punto.
36 "Prácticamente todos los líderes políticos africanos pasaron por las escuelas cristianas", señala Sithole. Hasta 1914, el papel de los eclesiásticos indígenas era casi insignificante. Sin embargo, en Camerún, desde 1913, un pastor bautista negro había decidido fundar una iglesia independiente de las organizaciones eclesiásticas europeas, y fue uno de los jefes de esta iglesia el que, en 1921, tomó la dirección de un movimiento de resistencia a la dominación de los blancos en la población dualá. 37 En Camerún fueron estudiadas profundamente por R. Owana.
LAS FUERZAS PROFUNDAS
EL SENTIMIENTO NACIONAL
Entre 1919 y 1939 ya no pasó lo mismo. Las reivindicaciones de los bantúes en África del Sur, porque estas poblaciones tenían el sentimiento de formar un grupo homogéneo, porque poseían vina memoria histórica común y porque manifestaban un espíritu de solidaridad, presentaron las características de un movimiento nacional. También había una conciencia de solidaridad entre los habitantes de la Costa de Oro y entre los de Liberia, y comenzaba a establecerse en Camerún, donde en 1938 se formaba un movimiento de "juventud camerunense" destinado a establecer una unidad entre las poblaciones del territorio. Pero, en estos tres casos, tal conciencia no había sido espontánea: en Liberia fueron los casi 20000 negros llegados de los Estados Unidos los que habían propagado las ideas "occidentales"; en la Costa de Oro el gobierno inglés había trabajado para establecer la solidaridad; en Camerún el movimiento de la juventud había sido suscitado por la administración mandataria francesa, que esperaba encontrar así un punto de apoyo en las poblaciones para hacer fracasar las reivindicaciones coloniales alemanas. En cambio, en el Congo belga el movimiento de liberación impulsado por Simón Kimbangu en 1921, el Mesías de los Negros, fue espontáneo y encontró resonancia en la población campesina, pero no era la expresión de un sentimiento nacional congolés. En suma, las consignas difundidas por la iniciativa de los cuatro congresos del movimiento panafricano no habían logrado un gran eco. No fue sino a partir de 1945 cuando se manifestó un nuevo estado de ánimo entre esas poblaciones negras y cuando se afirmaron las reivindicaciones colectivas, animadas por el deseo de establecer gobiernos dirigidos por africanos. Los movimientos organizados que sostenían tales reivindicaciones invocaron no solamente el "derecho de libre determinación" de los pueblos, sino también el derecho de la "nación" a formar un Estado independiente. No obstante, el marco territorial en el que se expresó dicha reivindicación nacional era artificial: en la mayor parte de los casos fue el de las colonias europeas —cuyas fronteras habían sido trazadas sin tomar en cuenta las condiciones lingüísticas o religiosas—. ¿En qué medida, pues, la aspiración a la independencia fue la expresión de un "sentimiento nacional"? Los estudios que se han hecho a este respecto son aún muy escasos y demasiado vagos para responder la pregunta. Sin embargo, es verosímil que la idea de nación fuera invocada por los intelectuales indígenas porqvie daba a la reivindicación de independencia un fundamento moral conforme con una doctrina que difícilmente podían rechazar los europeos. El movimiento "nacional" encontró adeptos sobre todo entre los desarraigados que habían abandonado el medio tribal y que habían entrado a los sindicatos obreros organizados a la manera de los de Europa. Luego del éxito de la reivindicación de
independencia, el gobierno del nuevo Estado negro se consagró a establecer entre las poblaciones el sentimiento de solidaridad al superar el particularismo de las tribus. Según el presidente Léopold Senghor, ¿no consiste el medio para "realizar la nación" en la creación del Estado que reúna las poblaciones, que realmente sea "un solo pueblo animado por la misma fe y que tienda hacia un mismo fin"? En suma, los fundamentos de la comunidad nacional fueron establecidos después de que entraran en acción los promotores de la idea nacional: la existencia del Estado, más aún que en América Latina, se convirtió en el principal fermento del sentimiento nacional; la nación "se construye a partir de la existencia del Estado".
206
207
Así, el desarrollo de la conciencia nacional y el contenido ideológico del sentimiento nacional se manifestaron de modos muy diferentes de una región del mundo a otra. Dichas diferencias estuvieron ligadas al estado de la civilización, a las estructuras sociales, al desigual avance de las nociones de "libertad" y de "democracia" entre los grupos humanos, pero también a condiciones exteriores, es decir, a las amenazas o al sometimiento impuesto por fuerzas extranjeras. Para conocer y comprender todos estos aspectos, sería necesario emprender amplios estudios críticos después de haber fijado una terminología y establecido un método de trabajo. Ésta es una obra apenas comenzada.38 Sin embargo, con base en este panorama general sobre la evolución histórica, podemos sugerir algunas observaciones. a) ¿La existencia de una nación es un hecho que la historia podría comprobar? Cuando en el seno de un grupo humano se manifiestan ciertos signos exteriores o ciertos rasgos de psicología colectiva, es posible decir que tal grupo forma una nación. Todavía habría que extenderse sobre el valor y el alcance de esos signos. En casi todos los casos, los criterios a los cuales se refiere la experiencia de los europeos —comunidad lingüística o religiosa, comunidad de tradiciones— son aplicables al caso de Japón o de China; lo son parcialmente en América, pero no lo son en lo absoluto en la mayor parte del África negra. El único criterio válido es la manifestación de'tlna voluntad común, de un "querer vivir juntos". ¿Cómo reconocer la realidad de tal sentimiento? ¿Es la expresión del pensamiento de algunos publicistas o la de una parte importante de la población? ¿Y cómo evaluar el nivel alcanzado por la conciencia nacional, el "grado" en el cual se sitúa? La observación es difícil cuando se aplica a las sociedades contemporáneas, y evidentemente lo es cuando se aplica al 38 El grupo de estudios que formó Raoul Girardet, en el marco de los trabajos del CERI y de la Asociación Francesa de Ciencia Política, inició una importante labor de desbrozamiento, de la cual se han ocupado reiteradamente las páginas precedentes.
LAS FUERZAS PROFUNDAS
EL SENTIMIENTO NACIONAL
pasado.39 A propósito, el estudio histórico corre el riesgo de verse falseado o deformado por preocupaciones actuales, pues los nuevos Estados muy a menudo tienden a querer probar que el sentimiento nacional que dan por sentado existía desde mucho tiempo atrás: la historiografía vietnamita trata de encontrar los preámbulos de ese sentimiento nacional en el Anam del siglo xv; los intelectuales camerunenses de hoy celebran como manifestación del sentimiento nacional la insurrección de Manga Bell, que estuvo limitada a una tribu y que fue vina protesta contra la expropiación de tierras; los promotores del movimiento de independencia marroquí se esforzaron por demostrar la existencia de una "nación" antes del establecimiento del protectorado francés, y, al precio de algunas hazañas, llegaron a querer explicar cómo, en Marruecos, la tribu "suscitó" el espíritu nacional. Todo nos permite pensar que el florecimiento de este género de historiografía no contribuirá a esclarecer un problema de suyo difícil. b) ¿Cuáles fueron las relaciones entre la nación y el Estado? De nuevo, las experiencias europeas no se aplican fuera de Europa sino raras veces. En ese continente, la nación se afirmó en el siglo xix como una fuerza propia, ya sea independiente del Estado (en el caso de las minorías nacionales) o anterior a él (en el caso de los movimientos nacionales unitarios). Por el contrario, fuera de Europa fue casi siempre el Estado el que precedió a la nación y el principal agente en la formación del sentimiento nacional: tal fue el caso de los Estados sudamericanos, Canadá y África negra, mientras que los movimientos árabes presentan más analogías con las experiencias europeas. Sin embargo, ¡cuántos matices habría que establecer! El movimiento nacional chino presenta ciertos caracteres que lo emparentan con los movimientos "occidentales", pero fue el Estado el que, después de la eliminación de la dinastía manchú, logró implantar una conciencia nacional. Aún hay otro caso, el de los Estados Unidos: el sentimiento nacional se manifestó espontáneamente en la mayor parte de la población; pero se habría visto amenazado gravemente por la masiva llegada de los inmigrantes si las instituciones del Estado no hubieran asegurado la acción del "crisol". c) Entre las instituciones políticas, ¿cuáles han :sjdo los regímenes más favorables para el desarrollo del sentimiento nacional?40 En Europa, las condiciones propicias se reunieron ahí donde había regímenes liberales
o democráticos que permitían que se expresara con libertad la opinión pública. El principio de "libre determinación de los pueblos" tuvo una esencia democrática. Sin embargo, no es posible establecer un vínculo constante: a menudo, los movimientos de las "minorías nacionales" se desarrollaron en regiones donde no se presentaban esas condiciones favorables. Fuera de Europa, donde el papel del Estado fue importante en la formación del sentimiento nacional, casi no es posible atribuir una influencia a la "democracia". En casi todos los casos, son regímenes políticos autoritarios, o regímenes en los que el poder pertenecía a vina oligarquía, los que mostraron su eficacia. Desde el punto de vista que interesa en primer lugar al historiador de las relaciones internacionales —es decir, el problema de la guerra o de la paz—, las incertidumbres son menores: en las diversas regiones del mundo rara vez los progresos del sentimiento nacional favorecieron el mantenimiento de la paz.íQuizá Mazzini pretendía ver en el movimiento de las nacionalidades un medio para establecer en Europa una "fraternidad internacional"; pero antes de lograrlo, proyectaba una restructuración del mapa político de Europa con base en el "principio de las nacionalidades", es decir, una transformación que era imposible realizar sin guerra. Y cuando, en 1918 Woodrow Wilson veía en la aplicación de ese mismo principio la condición previa para la formación de la Sociedad de Naciones y para el establecimiento de la seguridad colectiva, se comprobó que dicha aplicación era imposible. En realidad, debemos insistir en que el sentimiento nacional, porqtie iba en contra del estatuto territorial existente, fue casi en todas partes una causa profunda de trastornos en las relaciones internacionales.
208
39 Sin detenerme aquí en el examen de las tentativas muy discutibles que se han hecho, en especial la de Karl W. Deutsch, para determinar pruebas que permitirían prever la evolución del sentimiento nacional en tal o cual región, me limito al aspecto histórico de la cuestión. 40 Cf. Emerson, pp. 214 ss. Sobre esta cuestión presenta puntos de vista interesantes, opacados sin embargo por la confusión que establece entre sentimiento nacional y nacionalismo.
209
LOS NACIONALISMOS
VIL LOS NACIONALISMOS AUN cuando el sentimiento nacional se manifiesta muchas veces como una oposición a la conciencia nacional de los grupos vecinos, en principio no es dominante: afirma estar dispuesto a respetar los sentimientos de sus vecinos. Tal era la tesis de los promotores del "movimiento de las nacionalidades" en el siglo xix. En la medida en que ese movimiento se proponía dar al Estado una base nacional, el respeto mutuo era posible, al menos en las regiones donde la distribución geográfica de las nacionalidades permitía establecer entre ellas una "línea de demarcación clara".1 Dicha condición estaba muy lejos de realizarse en todas partes. Por ello, el Estado nacional se vio obligado a englobar en sus fronteras a grupos alógenos. No se trató más que de una "infracción" al principio, una infracción que las circunstancias impusieron o parecieron imponer. Pero desde que el Estado nacional adquirió fuerza y consistencia, rara vez respetó los derechos de las otras naciones: la historia de las relaciones entre los Estados europeos desde el siglo xvi lo ha mostrado suficientemente, Deseo de afirmar, con respecto a otros grupos humanos, los intereses de una nación; convicción de que esa nación tiene el deber de cumplir en el mundo una "misión"; voluntad de incrementar la fuerza, el poderío y la prosperidad del Estado; orgullo de pertenecer a dicho Estado; sentimiento de superioridad material, moral o intelectual; deseo de hacer conocer o de imponer esa superioridad: tales fueron las características de esta exaltación del sentimiento nacional a la cual se aplicó desde fines del siglo xix, en la lengua francesa, el término nacionalismo,2 1. LAS FORMAS DEL NACIONALISMO
Casi siempre, este nacionalismo fue expansionista; encontró su punto de aplicación tanto en las relaciones entre los continentes como en el marco de uno solo. En las relaciones entre los continentes se manifestó mediante el impe1 Es la expresión que empleó el presidente Wilson en sus Catorce Puntos; sin embargo, admitía excepciones, ya sea por motivos económicos (por ejemplo, el acceso de Polonia al mar), ya sea para tomar en cuenta consideraciones históricas (en los Balcanes). 2 Es bien sabido que los ingleses y los estadunidenses emplean la palabra nationalism para designar tanto el sentimiento nacional como su exaltación.
210
211
rialismo colonial, que fue, entre 1880 y 1914 sobre todo, una preocupación primordial de casi todos los grandes Estados europeos. Si comparamos los argumentos de los estadistas que promovieron esta expansión colonial en Gran Bretaña, Alemania, Francia e Italia, es decir, en los Estados que en el curso de ese periodo tuvieron la parte más activa en el "reparto del mundo" entre gente de raza blanca, la similitud es contundente. Argumento económico: asegurar salidas comerciales y reservas de materias primas a la producción industrial. Tal era la tesis de Jules Ferry: "La política colonial es hija de la política industrial". Fue asimismo la de Bernhard Dernburg, ministro alemán de las colonias en 1907, y también, por supuesto, la de Joseph Chamberlain. Argumento estratégico: obtener puntos de apoyo en las grandes rutas marítimas mundiales para la flota de guerra y puntos de escala para la marina mercante. Argumento moral, que a veces se matiza con una preocupación religiosa: extender el área de la civilización occidental. Por ejemplo, el canciller Hohenlohe creía que la fundación de colonias daría "plena libertad de acción" a las misiones religiosas. Argumento de prestigio: la expansión colonial es una "ley natural" a la que un Estado no puede sustraerse, a menos que se resigne a la decadencia. En su discurso del 11 de diciembre de 1894, Hohenlohe veía en ella "una reivindicación del honor nacional" y Bethmann-Hollweg declaró en enero de 1914 que la expansión es necesaria para todo ser que crece. Argumento de poderío:3 no permitir que los Estados en competencia se aseguren una ventaja en el reparto del mundo. En 1893, ésa era la preocupación de Rosebery4 cuando quiso mostrar que el Imperio británico no era "tan vasto" y que Inglaterra debía continuar en el proceso de reparto del mundo. Quizá la importancia respectiva acordada a tales argumentos haya sido diferente: el argumento económico tiene más peso en Alemania y Gran Bretaña que en Francia o Italia. En Gran Bretaña se afirmaba la convicción de que la "raza inglesa" era una "raza gobernante" cuya calidad no tenía rival, una afirmación que los otros Estados colonizadores no parecieron discutir. Pero las líneas generales son análogas. En todas partes, recurrir a la fuerza se consideraba legítimo cuando se trataba de llevar a cabo una expansión colonial; en todas partes, también, se invocaba el interés mismo de los indígenas para dar una justificación a la empresa. En el marco continental, durante el último siglo, las manifestaciones 3 Únicamente el nacionalismo italiano añadió, desde principios del siglo xx, un argumento demográfico: dirigir la emigración nacional hacia tierras coloniales. 4 Discurso ante el Roya! Colonial Institute, 1° de marzo de 1893.
212
principales y los temas esenciales del nacionalismo fueron diferentes en cada Estado. Fue en Europa donde los nacionalismos se afirmaron con mayor fuerza, en Alemania, Rusia, Francia, Italia; en América, el nacionalismo de los Estados Unidos fue el único que cobró una forma dominadora; en Asia, el nacionalismo japonés fue el centro de interés. Es importante comparar los caracteres de estos nacionalismos. El nacionalismo alemán, en el Imperio establecido en 1871, procedía de la convicción de que el germanismo, por los éxitos que obtuvo desde 1850 en los dominios militar, económico y hasta cultural, tenía una indiscutible superioridad: el pueblo alemán mostró que poseía cualidades particulares no sólo porque aceptaba con entusiasmo sacrificar los intereses del individuo por los del Estado y porque testimoniaba un patriotismo vigoroso, sino porque daba muestras de un "instinto de organización". Ese sentimiento de superioridad lo sostenían la universidad y la escuela y lo confirmaba la mentalidad militarista de la burguesía, la cual, después de haber sido hostil al sistema militar prusiano entre 1848 y 1846, se "convirtió" por el espectáculo de los brillantes éxitos cuyo fruto fue la unidad alemana. Para concluir, en los últimos años del siglo xix culminó con las ideas racistas: en 1898 se publicó la traducción del Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas de Gobineau y en 1899 Houston Stewart Chamberlain exaltó la "misión histórica y mundial" de los pueblos germánicos. En su forma radical, el nacionalismo alemán encontró su expresión en la Liga Pangermanista, cuyos temas fueron afirmados hasta la saciedad entre 1891 y 1914.5 Según sus estatutos, la liga se proponía "estimular el pensamiento nacional alemán", en particular cultivar la conciencia de la comunidad racial y cultural de todos los sectores del pueblo alemán y preconizar en todas partes "una vigorosa política de intereses alemanes". Como declaró la liga, el Estado tenía la misión de asegurar a la nación las condiciones de existencia más favorables y el medio para tener en el mundo un gran papel. Por tanto, debía ofrecer al pueblo un ideal que pudiera ser accesible a las masas. En el núcleo de ese ideal había que colocar la necesidad de la expansión, que era, según Hasse, "una etapa necesaria en el desarroDo de un organismo vivo y sano". ¿Expansión económica? Sin duda: Alemania requería el "mercado mundial"; pero también expansión territorial: "el hambre de tierras imprime su marca en nuestro tiempo; quiere y debe ser satisfecha"; se impone al pueblo alemán "como un deber", escribe Heinrich Class en 1913. El programa de la liga colocó en la base de esta expansión el principio de las nacionalidades, En el semanario Alldeutschen Blatter, en los Flugschriften de la liga (aparecieron 35 cuadernos) y en las obras que fueron publicadas por los secretarios generales de la liga: Ernst Hasse y luego Heinrich Class, 5
LOS NACIONALISMOS
LAS FUERZAS PROFUNDAS
213
que interpretaba en el sentido indicado por toda la doctrina alemana del siglo xix:6 la nación era el conjunto de los hombres que hablaran la misma lengua y que estuvieran conscientes de esta solidaridad; si los datos de la conciencia no coincidieran con los lingüísticos, habría que remitirse a éstos. Sin embargo, no todas las naciones podían ejercer el derecho a la expansión e incluso el derecho a la existencia política: sólo podían invocarlos con fundamento los que poseyeran una Kultur cuyo valor fuera indiscutible. Esta condición llevó a los doctrinarios del pangermanismo a establecer una distinción entre naciones "dominantes" y naciones "menores". Ahora bien, Alemania —nación dominante— no era todavía un "Estado nacional", ya que no englobaba a todas las poblaciones de lengua "germánica": alemanes de Austria, de Bohemia, de Hungría o de Suiza, holandeses, flamencos, luxemburgueses. Por eso, en tales direcciones debía buscar su expansión. Sin embargo, la liga aceptó que dicho programa no era viable del todo: no se trataba de destruir Austria-Hungría. En cambio, creía posible aplicarlo en las zonas limítrofes a expensas de los pequeños pueblos "no aptos para la vida e incapaces de formar nunca un Estado": entre ellos estaban los valones y los lituanos, pero también los polacos, los checos, los magiares y los eslovenos. Incluso Alemania debía considerar una expansión en Bélgica y en los países bálticos, más e^ allá del dominio lingüístico germánico. La proyección de este programa, si nos atenemos únicamente a los datos numéricos, no fue considerable. En su apogeo en 1901, la liga no contó con más de 22 400 miembros, a pesar de la módica tasa de la cuota; de ellos, sólo la mitad estaban abonados al boletín semanal. En la misma fecha, 38 miembros de la Reichstag estaban inscritos en la liga: pertenecían al partido nacional liberal o al partido "conservador libre"; los partidos de centro y de izquierda eran hostiles a ella. Por otro lado, en ningún momento el gobierno asumió el programa de la liga y ni siquiera pareció darle estímulos, salvo en algunas ocasiones.7 Pero todos los testimonios concuerdan en que la liga tuvo una influencia mucho más amplia de lo que el número de sus miembros permitiría pensar,8 pues el pangermanismo contaba con numerosos "simpatizantes" en los mandos del ejército y, sobre todo, en la marina, en el cuerpo docente y en las cúpulas de los grandes industriales. La primera Guerra Mundial trajo un acercamiento entre la conducta de los medios gubernamentales y el programa de la liga. En las "bases •
Véase, supra, p. 176. En 1907 y en 1910-1911 sobre todo, cuando se estableció una "alianza de hecho", aunque de corto plazo, entre los dirigentes de la liga y el gobierno. 8 L. Dehio, "Gedanken zur deutschen Sendung, 1900-1918", en H, Zeitschrift, 1952, p. 174. 6
7
LAS FUERZAS PROFUNDAS
LOS NACIONALISMOS
de paz" que proyectaba en 1914, el canciller Bethmann-Hollweg aceptaba algunos de los temas esenciales del pangermanismo.9 No por ello la liga dejó de tener su papel de "ala activa" del nacionalismo: hizo campaña contra el canciller cuando en el invierno de 1916-1917 titubeó al decidir la guerra submarina a ultranza; incluso iba más allá de los objetivos de guerra establecidos por el cuartel general; pero era una simple fanfarronada10 que no se apoyaba en ninguna posición de principio. En suma, la acción de la liga perdió gran parte de su originalidad. La derrota la relegó a la penumbra. Sin embargo, el 16 de febrero de 1919 la declaración publicada por su comité directivo hizo un llamado al "renacimiento nacional"; persistía en anunciar que Alemania debería reivindicar para sí los países austríacos de lengua alemana y los países bálticos. En 1925 los temas pangermanistas encontraron un auditorio en el seno del partido "nacional alemán" que, en el otoño de 1928, estaba muy influido por ellos. Desde luego, esta influencia fue más notable aún en el movimiento nacionalsocialista cuando se iniciaba: en 1920 Hitler declaró ser el "alumno fiel" de Heinrich Class. Pero los desacuerdos surgieron desde 1924, a pesar de la identidad de los fines proyectados en política exterior. La liga no aprobaba el estilo de la propaganda hitleriana ni las actitudes de "aventurero" de su jefe; por su parte, los dirigentes nazis no veían en la liga más que una organización avejentada que querían rebasar. Se consumó la ruptura a principios de noviembre de 1932, apenas tres meses antes del acceso de Hitler al poder; fue la policía política la que, en marzo de 1939, puso fin a la existencia de la liga. Sin embargo, el programa nacionalsocialista retomó los ternas fundamentales del pangermanismo: la noción de "espacio vital": la voluntad de dar al Estado vina extensión de territorio que estuviera "en proporción con el número de la población" y que asegurara a la "raza alemana" los medios de existencia necesarios; la orientación asignada a la expansión territorial, que debía dirigirse hacia el Estado, a expensas de las poblaciones polacas, lituanas y bálticas. Pero Hitler no dudó en ir más aDá del pangermanismo cuando vio en la lucha contra Rusia el objetivo final de la política alemana. También el nacionalismo ruso tuvo en la segunda mitad del siglo xix su "ala activa": el movimiento paneslavista. Dicho movimiento ya existía en forma germinal antes de 1850 en las tendencias de los "eslavófilos", convencidos de que Rusia, heredera de la civilización griega, estaba destinada a orientar el porvenir de todos los pueblos eslavos. Pero estos eslavófilos —Jomiakov sobre todo— habían identificado eslavismo y orto-
doxia; por tanto, los únicos "verdaderos" eslavos eran, según ellos, quienes pertenecían a la Iglesia ortodoxa. En 1869 Danilevsky rebasó este horizonte. Por su impulso, el movimiento paneslavista adquirió una forma más amplia. Los temas esenciales se afirmaron con claridad: los eslavos conservaron una "forma de civilización" que les era propia, pues no sufrieron las influencias latinas y germánicas; la civilización eslava estaba llamada a heredar la civilización "occidental", que alcanzó su apogeo en el siglo xvn, pero que entonces se hallaba en decadencia. Todos los eslavos, ortodoxos o católicos —rusos, checos, croatas, eslovenos, serbios, eslovacos y polacos—,u debían cobrar conciencia de esta solidaridad y aspirar a formar una "unión de los pueblos eslavos" bajo la égida de Rusia. Sin embargo, el paneslavismo, al igual que el pangermanismo, no se quedó en los meros límites lingüísticos. En la Unión Paneslava, Danilevsky comprendía a los griegos, los rumanos y hasta a los magiares, que podrían "sacar provecho" de sus lazos con Rusia. Tal fue el tema que adoptó Dostoievski en 1877: "Rusia, a la cabeza del eslavismo, podrá dar a la humanidad europea y a su civilización una consigna nueva y sana, una consigna que nunca antes ha escuchado el mundo". Pero fue de corta duración la audiencia que encontraron los paneslavistas en los medios oficiales. No fue sino hasta 1875 y 1878 cuando se pudieron observar puntos de contacto entre la política zarista y las opiniones de los paneslavistas; incluso el canciller Gorchacov siempre se mostró reticente. Desde 1881, el movimiento paneslavista experimentó un retroceso: se disolvió el Comité Eslavo; el general Fadeiev, discípulo de Danilevsky, se retiró del servicio activo. En la época de Alejandro III ciertos nacionalistas rusos, con Katkov y Aksakov, desaprobaron las tendencias paneslavistas. Los diplomáticos alemanes y austro-húngaros advirtieron esta reacción en 1884 y en 1891; constataron la apatía de la sociedad rusa con respecto a "todo lo que es eslavo". La renovación no se manifestó hasta 1908. Sin embargo, el "neoeslavismo" se limitó a preconizar una colaboración "cultural y económica" que excluía cualquier idea de modificar las fronteras o de destruir un Estado. El movimiento abandonó sus fines políticos, los cuales había desaprobado el gobierno en una carta al promotor del Congreso Eslavo de 1908. En ningún momento el paneslavismo trató de ser un movimiento de masas, ni siquiera trabajó metódicamente —diferencia esencial con el Pangermanismo— en orientar a la opinión pública. Apenas atrajo a intelectuales, a veces a diplomáticos y, después del establecimiento del régimen constitucional en 1906, a algxmos miembros de la Duma.
214
9 Ésta es una de las indicaciones más importantes que presenta la obra de F. Fischer, Gríffnach der Weltmacht, Dusseldorf, 1961. 10 La liga quería que a la Alemania victoriosa se le otorgara una base naval en Tolón.
fc
"
^ *
^ .
1
Danilevsky agregó a los búlgaros.
215
216
LAS FUERZAS PROFUNDAS
Por su parte, el nacionalismo italiano había tenido a mediados del siglo xix —antes de la unificación— las mayores ambiciones en la doctrina política del Risorgimento. Diez años antes de Gioberti, Mazzini había proclamado la "supremacía moral" de Italia y bosquejado la "gran misión" que le asignaba en el mundo. Luego de la fundación del reino, este llamado a la grandeza, apoyado en los recuerdos de la Roma antigua, continuó animando a ciertos intelectuales. Sin embargo, los fines atribuidos al movimiento nacionalista fueron mejor definidos. Como el pangermanismo o el paneslavismo, este movimiento apelaba al "principio de las nacionalidades", ya que estaba inspirado en el deseo de unir al joven reino los territorios de población italiana que aún estaban sometidos, luego de la paz de 1866, a Austria-Hungría: Trentino, Trieste y parte de Istria occidental, grupos italianos de la costa del Quarnero y de la costa dálmata, en total, unos 700 000 habitantes. Pero la analogía no es más que superficial. Por un lado, en Alemania y en Rusia el argumento de la comunidad o del "parentesco" lingüístico se utilizó en provecho de un programa anexionista y las preferencias reales de las poblaciones no fueron tomadas en cuenta o, más bien, se suponía que de entrada eran favorables sin un examen más profundo. Ahora bien, en el caso de Italia las poblaciones que el programa nacionalista quería "liberar" mostraban en efecto, al menos en el Trentino y en la Venecia juliana, el deseo de sustraerse a la dominación austro-húngara. Por otro lado, en ningún momento el nacionalismo italiano consideró un programa que fuera más allá de las fronteras de la "italianidad" en Europa: ésta es otra diferencia que lo separa del pangermanismo y del paneslavismo. Por tanto, los objetivos del nacionalismo italiano son limitados y precisos. Pero el movimiento irredentista, aunque encvientre en ciertas ocasiones vina resonancia en la opinión pública, no poseía una amplia base en la población. En sus principios, fueron sobre todo intelectuales, estudiantes y un grupo de políticos —casi siempre republicanos— los que trataron de poner en aprietos al gobierno reprochándole su descuido de "la dignidad de la patria" y que se limitaron a invocar el interés de las poblaciones "no redimidas", sin tratar de establecer una doctrina. La gran mayoría de la burguesía era indiferente y las masas campesinas eran pasivas. La apatía política, que era un rasgo característico de la década de 1880, persistió hasta los últimos años del siglo. A comienzos del siglo xx el movimiento nacionalista adquirió un nuevo carácter, sin que aumentaran los objetivos territoriales en Europa. Este hecho nuevo fue la aparición de una doctrina en la que se expresaba una concepción general de los derechos y de los deberes del pueblo italiano. En la línea esbozada dos o tres años antes por Gabriele d'Annunzio, Enrice Corradini emitió en 1903 un llamado a la conciencia nacional:
LOS NACIONALISMOS
217
protestó contra la "decrepitud" y la "senilidad" de la burguesía italiana; quería restituir a los italianos el sentimiento de la "grandeza", incvúcarles el sentido del deber hacia el Estado y el espíritu de sacrificio por el interés nacional. La voluntad de expansión estaba en el centro de su programa, pero no concedía una importancia particular al irredentismo: "No podemos admitir que toda la actividad exterior de una gran potencia deba limitarse a la reconquista de dos provincias". Su gran preocupación era la expansión colonial y se propuso realizarla por las armas. En ningún momento los nacionalistas despertaron un eco perdurable en las masas, las cuales no manifestaban más que un débil interés en las cuestiones militares y navales. Sin embargo, en 1912 y 1913, gracias a la adhesión de la juventud intelectual, el movimiento estuvo a punto de convertirse en una fuerza política. ¿Cuál fue la actitud del gobierno? No podía apoyar las reivindicaciones irredentistas porque contradecían la dirección general de su política exterior. Desde que decidió entrar a la alianza alemana en 1882 y tuvo que resignarse a aceptar una colaboración política con Austria-Hungría, ¿cómo podría estimular en ese dominio las aspiraciones del nacionalismo? En lo que toca al expansionismo colonial, se mostró reticente mucho tiempo; en 1911 acabó por ceder y emprendió en Tripolitania una acción que había reivindicado expresamente el programa nacionalista; pero ese episodio no significó una adhesión a las ideas principales del movimiento. El ingreso de Italia en la guerra en mayo de 1915 cumplió los deseos del nacionalismo. Incluso llegó a abrir horizontes, más allá de las reivindicaciones irredentistas y de las perspectivas coloniales, a los cuales Corradini y sus émulos no habían dirigido su mirada: la anexión del alto valle del Adigio hasta la garganta del Brennero, la ocupación de la posición estratégica de Valona. El principio de las nacionalidades fue rebasado. Sin embargo, los hombres que en el gobierno manejaban esta política, Sonnino ante todo, se limitaron a aprovechar lo más posible las oportunidades que se ofrecían; no trataron de apoyarse en una doctrina. El movimiento fascista, desde 1919 pero sobre todo después de 1925, retomó como suyos los temas esenciales de los doctrinarios: la sobreexcitación del espíritu nacional; el desprecio por la "pusilanimidad" de las tradiciones burguesas; la afirmación de la soberanía "absoluta e intangible" del Estado en los vínculos internacionales y, por tanto, la negación del internacionalismo; la convicción de que la guerra debía decidir la suerte de los pueblos y que imprimía "una marca de nobleza a los pueblos que tienen la valentía de afrontarla"; la prioridad otorgada a los objetivos políticos sobre los fines económicos, temas todos que Mussolini tomó de Corradini, quien estaba más que dispuesto a asumir el
218
LAS FUERZAS PROFUNDAS
papel de "padre espiritual" del fascismo.12 Pero el duce amplió las perspectivas y agregó nuevos temas: por un lado, la primacía de los derechos del Estado con respecto a los derechos individuales y el papel del "héroe" que encarnaba el alma y el destino del pueblo; por otro, la noción de una jerarquía ineluctable entre los Estados, la exaltación de las virtudes del pueblo italiano y por último la voluntad de inaugurar un "periodo grandioso de la historia", que haría de la "Roma de César" el arbitro de la política continental europea. El nacionalismo francés, en el periodo de 1871 a 1914, se situó en un plano diferente. No fue "ofensivo". Tal vez quería obtener una revisión de las fronteras, ya que la cuestión de Alsacia-Lorena estaba en el centro de sus preocupaciones. Pero en la mente de todos los franceses era una mera restitución conforme a los deseos de las poblaciones anexadas. En ningún momento el programa nacionalista invocó en su provecho el argumento lingüístico, trátese del país valón o de la Suiza francófona; no olvidaba que el nacionalismo alemán apelaba, en la cuestión de Alsacia, al "parentesco" lingüístico, mientras que la concepción francesa de la "nación" tomaba como bases únicamente las tendencias de la psicología colectiva y la manifestación de los sentimientos. Por último, se gviardó de lanzar un llamado "revolucionario", como los programas del pangermanisrno y del paneslavismo. En una palabra, era un nacionalismo conservador. Los rasgos de ese movimiento de ideas —en este sentido guarda alguna analogía con el nacionalismo italiano— sufrieron entre 1890 y 1895 una transformación que muchas veces se hizo patente: se trataba del paso de un nacionalismo "de izquierda" o, al menos, "ampliamente abierto a la izquierda" —que se vinculaba más o menos confusamente a la tradición del nacionalismo "jacobino" de 1792-1799, pero que no biiscaba apoyarse en una base doctrinal—, a un nacionalismo "de derecha", preocupado por establecer una doctrina.13 A poco de la derrota de 1871, los intelectuales republicanos, que achacaban al régimen imperial toda la responsabilidad de aquélla, trataron de ofrecer a Francia un ideal nuevo: cultivar el sentimiento patriótico, establecer el servicio militar obligatorio, inculcar en la. juventud el sentida de la fraternidad nacional. Querían asociar las convicciones republicanas y democráticas al ardor del sentimiento nacional. Para difundir en las masas ese estado de ánimo, ante todo contaban con una enseñanza "democrática"; pero veían también en el ejército el instrumento de una reforma de la mentalidad colectiva. La literatura popular exaltaba las 12 Uno de los "cuadriunviros" de la "marcha sobre Roma", Diño Grandi, había sido militante en 1913 del nacionalismo corradiniano. 13 Véanse los trabajos mencionados en la bibliografía.
LOS NACIONALISMOS
219
"virtudes militares"; la Liga de la Enseñanza, núcleo de anticlericalismo, se propuso al mismo tiempo como fin "fomentar entre la juventud el gusto por las instituciones militares"; la Liga de los Patriotas, en los primeros años de su existencia, tenía entre los miembros de su comité al director de la Enseñanza Primaria y consiguió la adhesión de la Asociación de Ex Alumnos de la Escuela Normal de Maestros del Sena. En tales manifestaciones no había otra cosa que la reacción instintiva de un pueblo que fue humillado por la derrota y que seguía temiendo las iniciativas de la Alemania bismarckiana. Esta forma de nacionalismo no sentía la necesidad de apoyarse en un sistema de ideas en el que encontraría definida una concepción de las relaciones internacionales y del papel de Francia en el mundo. Luego de la experiencia boulangista, los medios de la izquierda comenzaron a perder ese estado de ánimo y tardaron muy poco en adoptar una actitud muy diferente. El caso Dreyfus completó y remató esta mudanza. En el momento en que la izquierda se volvió pacifista, la derecha tomó a su cargo los temas nacionalistas. Esta vez el nacionalismo poseía vina doctrina que a partir de 1894 elaboraron Maurice Barres y Charles Maurras. Ser nacionalista, decía Barres, era tener plena conciencia de la estrecha solidaridad que unía al individuo "con todas sus ascendencias" y que quería continuar "haciendo valer esa herencia indivisa"; era tener el firme propósito de preservar esa herencia contra las influencias extranjeras que amenazaban con desnaturalizarla y de afirmar la tradición nacional; era tener la voluntad de "resolver cada cuestión en relación con Francia" repudiando el internacionalismo. Maurras reprochaba al nacionalismo "gambettista" que se hubiera fundado únicamente en "el recuerdo de nuestros desastres" y que se hubiera mantenido "muy despreocupado de la historia". Por tanto, su pensamiento se acercaba al de Barres cuando ponía en el centro de sus preocupaciones el culto de las tradiciones y el deseo de salvaguardarlas de las influencias extranjeras, sobre todo de la filosofía germánica, y cuando oponía la permanencia de los intereses de la nación al "fugaz destino de los individuos". Lo que ambos quieren es dar una "disciplina anímica", un "método de rectificación" para luchar contra la decadencia de Francia, que el régimen democrático y parlamentario era incapaz de regenerar. Este nacionalismo era pesimista y ansioso, defensivo y conservador, y se preocupaba ante todo por asegurar la protección de Francia, amenazada por el germanismo. Por tanto, nada tenía en común con el pangermanismo o el paneslavismo. "Cuando lo consideramos seriamente", escribió Maurras en 1912, "vemos un extremo odioso y abominable, en el que habríamos tenido que suscitar un estado de ánimo nacionalista para permitir la defensa de la nación."
LAS FUERZAS PROFUNDAS
LOS NACIONALISMOS
El nacionalismo inglés no tenía propósitos de expansión en el continente; en cambio, tenía vastas ambiciones imperiales que, luego de un periodo de vacilación entre 1860 y 1870, se afirmaron con vigor, sobre todo entre 1882 y 1902. Tal cambio de ideas presentó, desde que Disraeli estuvo a la cabeza del gobierno, nuevas características. Puso el acento en la idea de imperio y en la "misión" de los ingleses en la propagación de la civilización europea; apelaba a la imaginación, a una especie de romanticismo, en lugar de limitarse a invocar las necesidades económicas, que no dejaban de ser indiscutibles. Tanto en la obra de los doctrinarios del imperialismo —Seeley, sir Charles Dilke, Spencer Wilkinson— como en la de su gran apóstol Rudyard Kipling e incluso en las declaraciones de algunos estadistas, como Cecil Rhodes y Joseph Chamberlain, aparecían temas que no dejaban de guardar una analogía con los del pangermanismo o del paneslavismo: la expansión imperial era "una ley del desarrollo histórico" que expresaba los designios "de una Providencia cuya sabiduría rebasa la habilidad de los estadistas"; el pueblo inglés poseía la vocación para asumir un papel determinante en "el porvenir del mundo" y estaba consciente de pertenecer a una "raza gobernante". No era el "lenguaje del interés" el que hablaban esos promotores;14 apelaban a un gran "ideal nacional". Hasta 1894, la preocupación dominante era mantener y organizar el imperio: se trataba de un nacionalismo "defensivo"; pero entre 1895 y 1902 se volvió "agresivo": quería asegurar el crecimiento de ese imperio; afirmaba, en la filosofía política de Bosanquet, que el Estado, depositario de todas las "tradiciones morales" de la nación, debía ejercer un poder dominante sobre los individuos. Incluso señalaba a veces que la guerra era un "remedio de ocasión que requiere el cuerpo social".15 Según los testimonios más autorizados, estos llamados encontraron un amplio eco en la opinión pública.16 Sin embargo, esta ola belicosa fue de corta duración: luego de la dura experiencia de la guerra sudafricana, la opinión pública inglesa estaba harta de este tumulto imperialista; advirtió la exageración de los lernas nacionalistas y tuvo el sentimiento de haber cometido un "error de juicio". La llegada al poder de sir Henry Campbell-Bannermann en enero de 1906, que había conducido en 1899 la oposición contra la corriente nacionalista, fue un indicio de ese nuevo estado de ánimo. En los Estados Unidos —más o menos a partir de 1840—, el nacionalismo cobró una forma expansionista y agresiva. En la doctrina- del Destino
Manifiesto que se elaboró en esa época, ¿cuáles fueron los temas principales? La idea del "crecimiento natural": un Estado joven y sano debía "tener ambiciones"; era vina ley biológica, la misma que invocaría medio siglo después el pangermanismo. La noción de "gravitación política", que después expusieron Quincy Adams, Robert Winthrop en 1846 y Charles Sumner en 1849: un gran Estado ejerce sobre los territorios vecinos una "fuerza de atracción"; por tanto, era lógico que los Estados Unidos llegaran a poseer toda la América del Norte. La vocación por ejercer una "misión de regeneración" mediante la difusión de las instituciones políticas estadunidenses, cuya superioridad, según los promotores del movimiento de expansión, era indiscutible; era legítimo tratar de extender el "área de la libertad" y querer regenerar "pueblos infortunados" que aún no habían recibido el beneficio de los principios democráticos. Estos temas, ampliamente difundidos desde mediados del siglo xix en la prensa y en los debates del Congreso, fueron retomados en los últimos años del siglo por John Burgess, John Fiske y Beveridge. Con Theodore Roosevelt recibieron una aplicación más amplia cuando la "misión de regeneración" sirvió de base para una doctrina que invocaba, en provecho del gobierno de los Estados Unidos, el derecho y el deber de ejercer en los Estados de América Latina un "poder de policía internacional" para poner fin a los "desórdenes crónicos". Esos temas encontraron un auditorio entre los profesores universitarios e incluso en ciertos mensajes presidenciales. El nacionalismo japonés de fines del siglo xrx y de los primeros decenios del xx tiene raíces más profundas, más vigorosas que cualquier otro. Como durante 26 siglos el archipiélago japonés había estado libre de invasiones, su pueblo creyó ver en esta inmunidad la prueba de las cualidades particulares de su raza; la nobleza feudal adoptó un código de honor que tenía un elemento esencial: el sacrificio del individuo por los intereses superiores de la colectividad. Tales convicciones permanecieron presentes en el espíritu de los creadores del Japón moderno. El deseo de realizar una expansión territorial, primero en las islas cercanas al archipiélago japonés y luego en Corea, se expresó desde 1873 cuando apenas acababa de iniciarse la "modernización" del Estado y de la sociedad. En tal fecha, el gobierno juzgó que la expansión era prematura: los medios dirigentes japoneses pensaban que una acción exterior sería inoportuna mientras no se llevara a cabo la transformación interna del país. Pero esos dirigentes admitieron en 1887 que debería establecerse un programa de expansión tan pronto se reunieran, gracias a las condiciones económicas y sociales nuevas, los medios para el poderío militar y naval: Japón estaba destinado a convertirse en la "nación dominante" de Extremo Oriente, lo cual lograría el día en que un conflicto entre los Estados europeos le ofreciera una oportunidad favorable.
220
14 Sobre este punto, véanse las observaciones de Elie Halévy, en su Histoire du peuple anglais au xix? siécle. Epilogue, París, 1926, p. 19. 15 Sydney Low, "Should Europe disarm?", en Nineteenth Century, octubre de 1898. 16 Véase la carta de sir Edward Grey a Theodore Roosevelt, citada en la p. 229.
221
222
LOS NACIONALISMOS
LAS FUERZAS PROFUNDAS
En la base de tal programa, las preocupaciones prácticas fueron primeramente las determinantes: establecer una "barrera de protección" al asentarse en las costas continentales más cercanas al archipiélago japonés para prevenir la instalación de una base naval europea o estadunidense que amenazara su seguridad; encontrar en el continente el carbón y el mineral necesarios para el desarrollo industrial; asegurar el suministro de arroz cuando, a partir de 1890, el aumento de la población se hizo más rápido que el de los recursos alimentarios. Sin embargo, no tardó en aparecer un fundamento doctrinal que pronto adquirió una forma precisa. El orgullo de pertenecer a la nación japonesa, la creencia en la superioridad de su "raza", la convicción de que una nación estaba destinada a la decadencia si no buscaba extender su poder, la voluntad de preservar "la esencia nacional", la conciencia de una "misión" por cumplir en el mundo fueron, desde 1880-1885, temas esenciales en la enseñanza,17 en la propaganda organizada por asociaciones políticas y en el ritual del culto que se rendía a los antepasados del emperador. La primera guerra destinada a realizar el programa de expansión, la de 18941895, despertó un entusiasmo nacional. Desde ese primer éxito, el nacionalismo japonés rebasó las preocupaciones de seguridad y adquirió un carácter ofensivo. El movimiento "japonista", que cobró auge en 1897 entre los intelectuales, anunció la intención de asegurar la "protección" de China contra las influencias europeas y de emprender la "modernización". Desde ese momento el rasgo característico del nacionalismo japonés fue el florecimiento de las asociaciones patrióticas. En 1881 se fundó la sociedad Genyósha, que de inmediato preconizó el crecimiento de las fuerzas armadas, la abolición de los "tratados ilegales" y la expansión hacia Corea; no trató de actuar sobre el estado de ánimo de la masa de la población, pero ejerció una vigorosa presión entre los funcionarios y los oficiales. En noviembre de 1898 la fundación de la Sociedad Cultural de Asia Oriental amplió ese programa: fue ella la que difundió la idea de "modernizar" China mediante la penetración económica japonesa, esperando dar a ese antiguo imperio una "protección"; fue también ella la que atrajo a hombres de negocios, al mismo tiempo que a políticos. A partir de 1901 el movimiento se desarrolló. Nuevas sociedades18 predicaban la adquisición de territorios en el continente y difundían el espíritu militar. No agrupaban más que a un número restringido de miembros; sin embargo, en 1904, a principios de la guerra ruso-japonesa, su propaganda contribuyó ampliamente a despertar en la opinión pública un 17 El rescripto imperial del 13 de octubre de 1890 indicaba los principios que debían ser la base de la enseñanza patriótica. 18 De estas asociaciones, la más conocida fue la Sociedad del Río Amor, que los occidentales llamaban el Dragón Negro.
223
gran movimiento de fervor patriótico. Tenían contactos con los Estados mayores y eran subvencionadas por grandes hombres de negocios. Trataban de ejercer en las decisiones políticas una presión que muchas veces puso en aprietos al gobierno, aun cuando los estadistas responsables, salvo Okuma en noviembre de 1898, se negaron a ratificar integralmente el programa que preconizaban. Después de 1919, los argumentos invocados por el movimiento nacionalista cobraron más amplitud. Móviles demográficos: había que encontrar un remedio a la sobrepoblación del archipiélago.19 Móviles económicos: había que procurar a la industria japonesa las salidas comerciales que necesitaba. Pero las formas eran análogas; siempre fueron marcadas por las iniciativas ardientes de las asociaciones patrióticas. Al lado de las agrupaciones cuya reputación ya estaba bien establecida, nuevas sociedades —la Sociedad de las Virtudes Militares, la Sociedad de los Ex Combatientes, creadas antes de 1914 pero que no tuvieron en ese momento una acción política— trataron entonces de despertar un movimiento de masas y obtuvieron, sobre todo debido a la crisis económica de 1930-1933, una amplia audiencia en los medios campesinos, donde se reclutaban los mandos inferiores del ejército. Esas agrupaciones contaban con la violencia que se ejercía al margen de los estadistas y con la amenaza de un abuso de autoridad. ¿Con qué éxito? En 1919-1921 aun los "superpatriotas" ejercieron una amplia actividad propagandística, pero no lograron doblegar la política del gobierno, el cual se resignó a aceptar la Conferencia de Washington. Esta actitud de los medios oficiales persistió hasta 1930. Pero en 1931, con motivo de la cuestión de Manchuria, el gobierno quedó rebasado por la acción de los nacionalistas. Entre 1934 y 1937 se estableció con fuerza el ascendiente ejercido por las asociaciones patrióticas, a pesar del fracaso del golpe de Estado que intentaron jóvenes oficiales en febrero de 1936. En la concepción de la Doctrina Monroe japonesa, en la preparación de la guerra contra China y en la definición del programa de expansión hacia los mares del sur, triunfó el nacionalismo. Así, bajo el vocablo de nacionalismos se unen movimientos cuya amplitud, duración y vitalidad fueron harto desiguales. Quizá incluso esta unión parezca abusiva; sin embargo, nos permite hacer algunas consideraciones: 1) En todos los casos en que el nacionalismo se orientó a la vez hacia la expansión continental y hacia la expansión colonial, ¿se logró alcanzar la armonía entre estas dos tendencias? Así fue, totalmente, en la Alemania de Guillermo II, donde el pangermanismo colonial y el pan19
Véase el capítulo n.
224
LOS NACIONALISMOS
LAS FUERZAS PROFUNDAS
germanismo europeo se asociaron en el programa doctrinal y en la acción práctica. Así ocurrió, pero no de entrada, en Italia cuando en 1910 el Congreso Nacionalista de Florencia, convocado a iniciativa de Enrico Corradini y de sus amigos y cuyo programa se orientaba hacia la expansión colonial, llamó a su presidencia a Scipion Sighele, campeón del irredentismo; pero esta colaboración siempre fue reticente: en el fondo, la mayor parte de los irredentistas pensaban que la realización de su programa debía tener prioridad sobre las empresas coloniales. En Rusia, los nacionalistas paneslavistas —cuyo horizonte era europeo— casi no manifestaron interés en la expansión rusa en Turquestán o en el Lejano Oriente. En Francia, el nacionalismo "gambettista" no era hostil a la expansión colonial, pero el nacionalismo "barresiano" fue mucho más reservado: para ellos,20 la expansión colonial no era más que "una manera de apartar la vista de los problemas europeos más urgentes, una especie de desquite barato". 2) Los nacionalismos tuvieron caracteres muy diferentes. Antes de 1914, en Alemania, Japón, Rusia, los Estados Unidos, sus objetivos fueron ofensivos y los argumentos invocados fueron análogos: la necesidad de la expansión, considerada como una "ley natural"; el deber de cumplir una "misión de regeneración"; el derecho que otorga a una nación o a un Estado el sentimiento de una superioridad sobre los pueblos vecinos. En Italia estos temas, que habían sido los del nacionalismo mazziniano, no fueron retomados entre 1880 y 1914 por el movimiento irredentista, que sólo se adhirió al argumento de la "nacionalidad". En la misma época, como ya vimos, el nacionalismo en Francia fue defensivo. ¿Es difícil explicar tales diferencias? Estuvieron ligadas a las tendencias de la mentalidad colectiva: el radiante optimismo de Alemania después de las victorias de 1866 y 1871 y de los Estados Unidos, en auge demográfico y económico; la convicción de que Rusia, a pesar de la derrota de 1856, debía poseer, gracias a las dimensiones de su territorio, a la tenacidad y a la "originalidad creadora" de su pueblo, una función de dirección entre los pueblos eslavos; la inquietud de Francia, luego de la derrota de 1871, frente al poder alemán. Pero también dependieron de los medios de que disponían los Estados: la primacía de las fuerzas armadas alemanas en el continente entre 1871 y 1914; los recursos humanos que garantizaban a Rusia, en el marco del sistema militar de la época, amplias posibilidades; la aplastante preponderancia que poseían los Estados Unidos respecto de México o Canadá en el plano demográfico y económico; la organización de las fuerzas armadas "modernas" en Japón, 20 Tal era también el estado de ánimo de Dérouléde: "Perdí a dos hijos y ustedes me ofrecen 20 criados".
225
que le permitían en 1894 imponer su voluntad a China, 10 veces más poblada. En suma, la "voluntad de poder" comienza a manifestarse cuando el Estado está adquiriendo los medios de dicha política; la coincidencia no podría sorprendernos. 3) Por último, el desarrollo del nacionalismo en el seno de una misma nación o de un mismo Estado no siempre fue continuo en el curso del siglo pasado. Tal vez es fácil observar esta continuidad en Alemania, donde el imperialismo hitleriano retomó la mayor parte de los temas del pangermanismo; en Italia, donde el nacionalismo fascista fue el heredero de las doctrinas y de las tendencias de Enrico Corradini; en Japón, donde las asociaciones patrióticas persiguieron el mismo esfuerzo durante casi medio.siglo. Pero en Francia, después de 1919 el nacionalismo, cuya preocupación dominante había sido luchar contra el "peligro alemán", perdió hasta enero de 1933 su principal razón de ser; en Inglaterra, el movimiento de orgullo nacional, que había alcanzado su culmen entre 1895 y 1899, se atenuó desde 1902. Estudiar los nacionalismos como corrientes autónomas de pensamiento, sin reubicarlas a cada instante en las condiciones de la época, es reducirse a lo arbitrario. 2. LOS MÓVILES DEL NACIONALISMO
En esos movimientos de pensamiento y en tales corrientes de opinión, ¿cuáles fueron los móviles principales y qué parte respectiva conviene atribuirles? Sin lugar a dudas, la influencia de los intereses económicos fue frecuente: la competencia entablada en los mercados de exportación y de reservas de materias primas; el papel de las industrias de armamento que pueden subvencionar campañas de prensa; la influencia de las crisis económicas que en ciertas ocasiones provocaron el empeño de ensanchar el campo de expansión. Por tanto, no hay que perder de vista las formas de dicha influencia, que señalamos en otra parte.21 Pero al buscar las explicaciones, la que debemos estudiar es la mentalidad colectiva. El temperamento En sus reacciones mentales y en su comportamiento, cada pueblo presenta ciertas características que contribuyen a modelar la opinión pú21
Véase el capítulo ra.
LAS FUERZAS PROFUNDAS
LOS NACIONALISMOS
blica y que pueden explicar en parte su actitud respecto de pueblos vecinos. Es verdad que es difícil el estudio de esas características, pues los métodos son harto inciertos y se inspiran en pretensiones muy desiguales: los psicosociólogos y los antropólogos culturales no quieren conformarse con señalamientos empíricos ni con los juicios fundados en la intuición que recaban analistas, viajeros o moralistas, cuya única aportación es la observación personal. Casi siempre los resultados de dichos estudios están matizados por los prejuicios o las tomas de partido. Por tanto, son frecuentes las divergencias entre las apreciaciones que los observadores nacionales hacen sobre el temperamento de sus conciudadanos; evidentemente, son más grandes entre sus apreciaciones y las que los observadores extranjeros hacen sobre ese pueblo. Al menos es posible señalar los rasgos y los caracteres menos discutibles, es decir, aquellos en los que han estado de acuerdo los observadores, nacionales o extranjeros.22 En el francés, la actividad de la mente, el deseo de intercambiar ideas sobre los problemas de actualidad, el gusto por la discusión, aun cuando no conduzca sino a una crítica negativa, pero también el individualismo, el espíritu de independencia, que no se doblega de bvien grado a una disciplina colectiva, el apego al terruño, que obstaculiza la emigración, y una tendencia fundamental que, a pesar de las apariencias, es "conservadora" porque es estática: el espíritu francés ha concebido el desarrollo de la civilización en el marco de algunas ideas básicas: las que impone la razón. En el inglés, la lentitud de las reacciones mentales, la aversión por las ideas abstractas y las especulaciones metafísicas, el cuidado por adaptar los actos a la experiencia y, en consecuencia, por evitar las previsiones lejanas que parezcan superfluas, puesto que corren el riesgo de ser desmentidas por los acontecimientos; por otra parte, la tenacidad, el dominio de sí mismo y el orgullo de pertenecer a un pueblo que está convencido de su superioridad y la costumbre de unir las preocupaciones políticas a las preocupaciones morales: tal comportamiento mental ha contribuido a dar al patriotismo inglés la firmeza serena de una convicción religiosa. En el alemán, la coexistencia de una mente realista en la vida práctica y de una actividad mental marcada por el gusto por las especulaciones abstractas, por la sensibilidad imaginativa y por la aspiración a la "vastedad" (como la llama Keyserling); pero también el sentido del deber, de la disciplina, de la organización de las masas, de la jerarquía, de la fidelidad al jefe, de la sumisión al poder establecido y la necesidad de orden, que oscurece la noción de libertad política.
En el ruso, el gusto por las especulaciones metafísicas no es menos desarrollado que en el alemán; pero los rasgos que se destacan en su temperamento, en el siglo xix y a principios del xx, son la paciencia, la resignación y el estoicismo pasivo, que sin embargo no excluyen los accesos de pasión; el apego campesino a la tierra, que tal vez es la fuente de la admirable capacidad de resistencia que ha mostrado el pueblo ruso en caso de invasión: una hospitalidad acogedora a los extranjeros, que ignora la xenofobia. En el italiano se afirman el individualismo y la tradición de libertad intelectual, en la última parte del siglo xix, con tanta fuerza como en Francia; pero el rasgo que más se destaca es quizás el escepticismo, que es más bien, según la sentencia del conde Sforza, un "pesimismo irónico y resignado". En el estadunidense, a quien no le agrada elaborar teorías y acepta con facilidad el conformismo, el culto a la energía y el gusto por el riesgo son la herencia del espíritu del "pionero"; sin embargo, el desarrollo histórico ha mostrado la necesidad de enmarcar el esfuerzo individual en el esfuerzo colectivo y de salvaguardar el interés de la comunidad; pero este interés, en el siglo xrx y a principios del xx, no fue necesario protegerlo por las armas, pues no había riesgo alguno de invasión. Por eso, el sentimiento de superioridad que tienen los estadunidenses con respecto a los europeos desde fines del siglo XK no tiene que ver con la idea de "poderío"; se funda en la convicción de que el estadunidense comprende mejor que el europeo las condiciones de la vida de los hombres en sociedad y de que las soluciones adoptadas en los Estados Unidos son buenas para todo el mundo. Por lo demás, el estadunidense tiene tendencia a atribuir sus éxitos a su energía y sus fracasos a la "fatalidad providencial". En el japonés, a qiúen falta imaginación y capacidad inventiva, encontramos una amplia curiosidad de ideas y el deseo de establecer los contactos con los extranjeros, porque la imitación de sus técnicas y de ciertas de sus instituciones es la condición del poderío; pero también el respeto del poder, el sentido de la disciplina y la convicción de que el individuo debe aceptar sin el menor titubeo todos los sacrificios —incluido el de la vida— en el interés del grupo social y del Estado. Entre estos rasgos del temperamento y el comportamiento de un pueblo en las relaciones internacionales es evidente que en la mente se imponen ciertas comparaciones. El espíritu "jardinero" del francés explica por qué la expansión en ultramar, incluso en el periodo en que se constituyó entre 1880 y 1914 el nuevo imperio colonial francés, jamás encontró un amplio punto de apoyo en la opinión pública, que se limitó a dejar hacer. El carácter inglés se manifestó con brillo en todas las formas de la expansión colonial. El temperamento del alemán y el del japonés ofrecieron al surgimiento del nacionalismo el terreno más propicio.
226
22 Tratamos aquí de dar los resultados de estudios particulares, citados o no en la bibliografía del capítulo.
227
229
LAS FUERZAS PROFUNDAS
LOS NACIONALISMOS
De todos modos no hay que ocultar cuan relativo es el valor de estas observaciones, pues el temperamento de cada uno de estos pueblos ha variado con el tiempo: es una consideración a la cual los observadores de la psicología colectiva no atribuyen siempre la importancia que merece. Entre 1792 y 1815 el pueblo francés, al menos en sus elementos más activos, experimentó una ola de nacionalismo expansionista que, a pesar del derrumbe del Imperio napoleónico, dejó huellas en los medios liberales o demócratas hasta el año de 1848: la prudencia de Luis Felipe en su política exterior fue uno de los temas de los ataques dirigidos contra el régimen de la Monarquía de Julio. La opinión pública francesa no trató de poner obstáculos a las empresas exteriores de Napoleón III, aunque raramente le haya dado su adhesión profunda. Tras la derrota de 1871, el nacionalismo se volvió "defensivo" y conservador; la mayoría de la opinión pública manifestó poco interés en las iniciativas del imperialismo colonial y en los problemas de la política exterior. Después de 1919 este interés se despertó, pero sin que la victoria provocara un sobresalto del nacionalismo. La evolución de la mentalidad colectiva en Alemania, ¿no puede dar lugar a consideraciones análogas? Fue sólo hacia 1840 cuando comenzó a aparecer en la literatura la noción de una lucha entre el "romanticismo" y el "germanismo", al mismo tiempo que se afirmó la convicción de que los alemanes tenían derecho a una supremacía en el seno del germanismo. Luego, las victorias bismarckianas confirmaron el sentimiento de superioridad del alemán y le despertaron el deseo de extender el dominio de acción del "genio germánico". En Gran Bretaña, donde los sentimientos belicosos se habían manifestado rara vez en la opinión pública desde hacía cerca de medio siglo, el nacionalismo expansionista y agresivo encontró libre curso entre 1895 y 1900; en ese momento se vio a la juventud lanzarse con avidez sobre las narraciones de los hechos de armas.23 Ese acceso de pasión coincidió con las inquietudes provocadas en la vida económica por la competencia alemana, pero también con el desarrollo de nuevas corrientes de pensamiento, cuyas primeras manifestaciones habían sido muy anteriores a dichas inquietudes. Pero se apaciguó rápidamente después de la guerra sudafricana.
En los Estados Unidos, durante 1898, los temas del imperialismo expansionista retomaron algunas de las ideas que habían estado vigentes entre 1840 y 1850; pero en el intervalo estas manifestaciones habían sido mucho más raras: en la época de la Guerra de Secesión y de la Reconstrucción, la opinión pública permaneció dominada por los problemas internos. En Japón, la masa de la población, antes de la "apertura", parece haber sido indiferente al "código de honor" de los samurais; pero después de la revolución de 1868 y en el momento mismo en que la nobleza feudal perdió sus privilegios se proyectó a gran parte de la población con sus características esenciales —el espíritu de sacrificio por el interés nacional y el sentido de la disciplina—, a través de la escuela, el servicio militar y la presencia de numerosos antiguos samurais en los mandos de la función pública. Por tanto, en este dominio más aún que en cualquier otro hay que gtiardarse de las generalizaciones apresuradas. En el temperamento de cada pueblo parece que ciertas tendencias fueron permanentes en el mundo de los siglos xix y xx. Pero hay otras que aparecieron o desaparecieron como consecuencia de los accidentes de la vida política nacional o internacional. Lo que importa todavía más al historiador de las relaciones entre los pueblos y entre los Estados es apreciar la diferencia entre la imagen que un pueblo se forma del carácter nacional y del temperamento de otro pueblo y los rasgos reales de dicho carácter o de dicho temperamento, quiero decir, aquellos a propósito de los cuales han llegado a un acuerdo la mayor parte de los observadores. No cabe duda de que en muchos casos los pueblos se forman una imagen estereotipada los unos de los otros, a menudo bastante alejada de la realidad. Es seguro que dichos estereotipos influyen en las reacciones de la opinión pública y que, por ende, son un factor en la evolución de las relaciones entre esos pueblos. ¿Cómo se formaron esas imágenes? ¿Cómo fueron propagadas por la literatura, las obras escolares, los panfletos, las caricaturas? Éste es un campo de estudio cuyo interés resulta indiscutible.24
228
Todo gobierno aquí —escribía sir Edward Grey a Theodore Roosevelt— durante los últimos años del siglo hubiera podido tener la guerra levantando el meñique. El pueblo lo habría aclamado: había una necesidad de excitación y un flujo de sangre en la cabeza. Esta generación ha tenido mucha de esta excitación; perdió un poco de sangre; está sana y normal; svis instintos, creo, están saludables [...] Hemos tenido mucha guerra para una generación. 23
Wingfield Stratford, The Foundations ofBritish Patriotism, Londres, 1940.
.e,.
El sentido de los destinos nacionales
Es más fácil analizar la concepción que cada pueblo se forma de sus intereses nacionales, de su "honor nacional" y de su porvenir, que tratar de penetrar los rasgos de su temperamento. Sin embargo, esta concep24 Éste fue desbrozado en Alemania por Heinz Sieburg, Frankreich und Deutschland in d& Geschichtsschreibung, 1915-1948, Sarrebruck, 1955.
231
LAS FUERZAS PROFUNDAS
LOS NACIONALISMOS
ción depende en gran medida de las circunstancias: memoria de las experiencias recientes; evaluación, consciente o no, de los medios de acción de que dispone el Estado.25 En la preocupación de estabilidad y de seguridad que fue uno de los caracteres más claros de la mentalidad colectiva francesa entre 1871 y 1939 y que explican por qué los movimientos nacionalistas no encontraron en la masa más que un débil eco, ciertos observadores han creído ver un rasgo de "civilización campesina". Pero ¿no era simplemente la consecuencia de un estado de hecho: tras la derrota de 1871, el temor al poder alemán; tras la victoria de 1918, el sentimiento de que Francia, agotada por pérdidas demasiado pesadas en vidas humanas, debía contar con un desquite alemán, puesto que había perdido los apoyos exteriores que le habrían permitido vencer? En Alemania, la convicción de la superioridad del "genio germánico" y el deseo de extender el dominio de acción del germanismo ya estaban expresados en la bibliografía política de 1840; pero fue sólo después de las victorias militares de 1866 y de 1870 cuando esas ideas se esparcieron y se volvieron uno de los rasgos que destacan de la mentalidad colectiva. En Rusia, la revolución bolchevique modificó notablemente la concepción de los intereses nacionales porque destruyó las estructuras sociales antiguas, hizo crecer la población urbana a expensas de la rural, redujo al extremo los contactos con el extranjero y quiso dar al pueblo un nuevo ideal, aunque el gobierno soviético haya retomado, en varias ocasiones, las preocupaciones del gobierno zarista. En Italia, el fascismo creyó poder inculcar en la masa del pueblo un nuevo comportamiento en las relaciones exteriores y la idea de que la guerra era una "disciplina" moral válida; se dio cuenta, 20 años después, de que no lo había logrado. En los Estados Unidos, el aislacionismo fue hasta 1914 un rasgo esencial de la mentalidad colectiva, pero quedó rebasado en 1917 cuando la opinión pública adoptó la convicción de que los intereses generales del país debían llevarla a tomar partido en el conflicto mundial. Con todo, aquel sentimiento había reaparecido desde 1919 y se había afirmado hasta la víspera misma de la segunda Guerra Mundial; fue necesaria la experiencia de 1939-1945 para eliminarlo. El historiador tiene el deber de insistir en estos cambios cuya importancia es evidente, pero no puede limitarse a tomarlos en cuenta. En la
búsqueda de las explicaciones, que es su tarea esencial, debe aplicarse sobre todo a examinar algunas cuestiones fundamentales. ¿Cómo se formó la concepción de los intereses nacionales y cómo se dibujó la imagen que cada pueblo se hizo de los otros pueblos? En uno y otro casos, ¿cuál fue la parte del comportamiento espontáneo y qué lugar hay que atribuirle a la educación de la opinión pública? ¿Qué difusión encontraron las ideas y los temas del nacionalismo, expresados por los intelectuales y por los medios políticos, más allá de las "clases dirigentes", en la masa de la población? Para responder a estas preguntas importaría conocer mejor los métodos y las técnicas de la propaganda. El avance en la educación primaria, el surgimiento de la prensa cotidiana a bajo costo, que a menudo ha hecho vibrar la "fibra sentimental", y luego la radiodifusión han marcado las etapas del crecimiento de los nacionalismos. ¿Cómo se ha organizado esta propaganda? ¿En qué medida ha sido eficaz su difusión? El problema es de un interés mayúsculo para el estudio de las relaciones internacionales; también lo es cuando se trata de estudiar las relaciones posibles entre las formas de los regímenes políticos y los progresos del nacionalismo. Pero el estado actual de las investigaciones aún es deficiente.
230
23 La distinción que Harold Laski habla tratado de establecer (New Statesman, 31 de octubre de 1942) entre el carácter nacional permanente y el comportamiento, ligado a impulsos derivados de las circunstancias históricas, no parece convincente, pues las circunstancias históricas influyen también en los rasgos del carácter (véanse las consideraciones de Erogan, op. cit., en la bibliografía, p. 210).
Las ideologías políticas o sociales ¿Han tenido un papel activo las ideologías políticas o sociales, las ideas preconcebidas y los prejuicios que imbuyen en el crecimiento o en la decadencia de los nacionalismos? Los demócratas de fines del siglo xix y principios del xx manifestaron sus reservas explícitas con respecto al nacionalismo en la mayor parte de los grandes Estados. ¿Había pasado lo mismo antes? En la Francia de la Monarquía de Julio, los "liberales de izquierda" y los demócratas eran nacionalistas; en el fondo, retomaron la tradición del nacionalismo jacobino, del cual se encuentran por lo demás huellas en el nacionalismo "gambettista". Los demócratas alemanes de 1848 tenían un programa anexionista en provecho del germanismo. Los demócratas mazzinianos, que querían reconstruir Europa teniendo como base el principio de las nacionalidades, eran al mismo tiempo nacionalistas italianos: es esta tradición la que en 1889 representaba Crispí, apóstol de la expansión colonial pero "hombre de izquierda". En la democracia estadunidense el nacionalismo expansionista, inscrito en la "plataforma" del Partido Demócrata en 1844 y del Partido Republicano en 1898, fue explícitamente aprobada en las elecciones presidenciales. Por tanto, podemos comprobar que a menudo democracia y nacionalismo han estado aso-
LAS FUERZAS PROFUNDAS
LOS NACIONALISMOS
ciados, aunque el control parlamentario haya moderado en ocasiones los excesos del nacionalismo. Pero la mayoría de las veces, las doctrinas políticas conservadoras favorecieron la expansión del nacionalismo, porque se fundaban en el principio de autoridad y en la sumisión del individuo a los designios y a las órdenes del poder y porque dieron su confianza a ese poder para determinar, por sí solo, los intereses nacionales. En Alemania, el pangermanismo, si bien inquietaba a los antiguos conservadores prusianos, encontró sus adherentes antes de 1914 entre los miembros del Partido Conservador Libre y del Partido Nacional Liberal. El Partido Nacional Alemán, creado en noviembre de 1918, estuvo constituido por la alianza de los dos antiguos partidos conservadores y actuó desde 1919 como adversario declarado del régimen reptiblicano. En Francia, la idea maestra del nacionalismo arresiano y maurrasiano fue la impotencia de todo régimen parlamentario y democrático para asegurar la protección de las tradiciones y de los intereses nacionales. En sus principios, el nacionalismo italiano de Corradini se emparentó con las tendencias del nacionalismo francés; afirmó su desdén por los derechos del hombre, su desprecio por el liberalismo y la democracia, exaltó el sacrificio del individuo por la nación y contó sólo con las "clases dirigentes" para asegurar la renovación; además, agregó ciertos rasgos tomados de la concepción prusiana del Estado. Aunque haya buscado el apoyo, llegado el caso, de jóvenes liberales e incluso en 1910y 1911 de sindicalistas, siguió siendo antiparlamentario. En diciembre de 1912 Corradini rompió con aquellos de sus amigos que aconsejaban buscar el apoyo en las masas. En cuanto al nacionalismo japonés, sus iniciadores fueron antiguos samurais conservadores, ansiosos de preservar las "características nacionales" ante la invasión de las ideas occidentales y también de recuperar una parte de la influencia que la destrucción del régimen feudal les había hecho perder. La primera de las grandes asociaciones nacionalistas, la Genyósha, afirmó de entrada, desde 1881, su desprecio por los partidos políticos y no buscó apoyos en la opinión de las masas. Sus medios de acción fueron las presiones sobre los políticos o los funcionarios, e incluso los procedimientos terroristas. Las asociaciones creadas después de 1919 retomaron los mismos métodos. El rasgo común a estas ideologías "conservadoras" fue la importancia que atribuyeron a la institución militar y el papel que concedieron o que permitieron a los jefes de las fuerzas armadas en el funcionamiento de los poderes públicos:26 esos medios militares y navales mantuvieron en
la mentalidad colectiva el culto a los "héroes", el sentido del sacrificio del individuo por la nación, es decir, cuando se les dio la posibilidad, fueron los mejores agentes de difusión del nacionalismo. Pero ¿hay que olvidar que el "padre" del paneslavismo, Danilevsky, había sido fourierista en sus inicios y que los iniciadores del "neoeslavismo" de 1908 pertenecían igualmente tanto al Partido Constitucional Demócrata como a la derecha de la Duma? El nacionalismo inglés de fines del siglo xix, combatido por los liberales "ortodoxos" amigos de Campbell-Bannermann, ¿no encontró un difusor en Joseph Chamberlain, tránsfuga del radicalismo, y un punto de apoyo en el ala imperialista del Partido Liberal? ¿Hay que ignorar la inquietud que la propaganda paneslavista despertó hacia 1880 en los medios dirigentes rusos más conservadores, porque tendía a trastornar el estatuto territorial de toda la Europa central y oriental y porque tenía un aspecto revolucionario?
232
26
En Japón y Alemania sobre todo, ya que en los Estados mayores los poderes públicos
?W
233
El sentimiento religioso
• "*.
Las relaciones entre el surgimiento de los nacionalismos y las creencias religiosas plantean al historiador de las relaciones internacionales problemas especialmente difíciles, porqtie los estudios básicos son casi siempre insuficientes. ¿Cómo comprender la mentalidad religiosa de un grupo humano sin participar, por una experiencia personal, en sus convicciones? A menudo, el incrédulo tiende a tratar con menosprecio manifestaciones que le parecen vanas o incluso hipócritas. Y cuando se participa en esas creencias, ¿cómo iniciar el estudio con una actitud crítica sin dejarse llevar inconscientemente por los puntos de vista convencionales? Es éste un dominio en que la interpretación exige aún más mesura y prudencia que cualquier otro. En Europa, ¿qué relaciones permite establecer el estudio histórico entre el sentimiento religioso y el nacionalismo? Ciertamente, la doctrina católica alza en principio un obstáculo no contra el sentimiento nacional, sino contra el nacionalismo agresivo. Es evidente que la organización internacional de la Iglesia católica hace que la Santa Sede tenga desconfianza respecto de las tendencias qvie incitan a lanzar a las naciones católicas unas contra otras y a quebrantar la solidaridad del catolicismo. En los Estados que tuvieron un gran partido católico en el curso del último siglo —Alemania e Italia—, dichos partidos, incluso manifestando un sentimiento nacional vigoroso, tenían un lugar especial que les permitía guardar relaciones directas con el emperador; por tanto, escapaban a la autoridad del primer ministro o del canciller.
LAS FUERZAS PROFUNDAS
LOS NACIONALISMOS
evitaron ceder a los excesos del nacionalismo: el Centro Alemán siempre fue adversario tanto del pangermanismo como del nacionalismo hitleriano; el Partido Católico Italiano, cuando se constituyó después de 1919, se mantuvo apartado del nacionalismo fascista. Pero es verdad que la actitud de los medios eclesiásticos y la de los fieles no siempre ha sido conforme con estos principios. En Francia, en el periodo comprendido entre 1890 y 1914, la mayor parte del alto clero fue sensible a la influencia del nacionalismo. Las más de las veces, las organizaciones y las grandes revistas católicas establecieron una estrecha asociación entre el sentimiento religioso y el fervor patriótico. "Iglesia y patria", decía el presidente de la Sociedad General de la Enseñanza, al mismo tiempo que Le Correspondant asociaba los "enemigos del ejército", los "amigos de Alemania" y los "destructores del catolicismo". Estas manifestaciones se multiplicaron con motivo de la beatificación de Juana de Arco.27 En Italia, los medios católicos —clero y fíeles— habían manifestado con frecuencia su patriotismo italiano hasta 1867. Pero cuando la "cuestión romana" fue resuelta por la fuerza en 1870, rompieron toda relación con el Estado. La opinión pública permaneció prácticamente ausente de las consultas electorales hasta 1904, mientras que la Santa Sede mantuvo la regla del non expedit. Es verdad que se manifestó en el Congreso de la Acción Católica, pero sin tratar las cuestiones de política exterior. Entre 1904 y 1914, las fuerzas católicas volvieron a tener un papel político y, de hecho, se aliaron a la burguesía liberal; por tanto, aceptaron la expansión colonial. No obstante, no tuvieron un papel activo en el movimiento nacionalista. Cuando en el congreso de 1910 Corradini buscó abiertamente el apoyo de los católicos, no encontró eco más que en el grupo "demócrata" del sacerdote Murri, con el que, por otro lado, tenía diferencias ideológicas políticas. En Austria-Hungría durante los 10 años que precedieron a la guerra de 1914, los medios eclesiásticos casi siempre pusieron su influencia moral al servicio de la dinastía: el nacionalismo fue particularmente activo en el seno del Partido Cristiano Social entre 1909 y 1914. Sin embargo, los intelectuales católicos permanecieron al margen del chauvinismo. Pero, por otro lado, los informes de los diplomáticos austro-húngaros revelan que en julio de 1914 el secretario de Estado de la Santa Sede animó al gobierno de Viena a emprender la guerra contra Serbia, a fin de consolidar el porvenir de la doble monarquía. Por tanto, sería bastante arbitrario atribuir al poder pontifical en este periodo una actitud siem-
pre y por todas partes desfavorable al nacionalismo. Después de 1914, la actitud de la Santa Sede fue muy diferente.28 Las Iglesias protestantes, muy ligadas a los Estados por su origen y por su estatuto, no tenían los mismos motivos que la Iglesia católica para temer los avances del nacionalismo. En efecto, podemos preguntarnos si les dieron su asentimiento o incluso su apoyo. En Alemania, antes de 1914, la Iglesia evangélica prusiana manifestó constantemente una fidelidad sin reservas al ideal nacional y a la convicción de la "grandeza" alemana y consideró que la exaltación de la "grandeza nacional" era un deber moral, pero no parece haber tenido complacencias para el nacionalismo extremo, aunque la Liga Pangermanista haya contado entre sus militantes a un cierto número de pastores. En suma, se condujo de acuerdo con la línea trazada por el gobierno del imperio. Después de 1919, y sobre todo después de 1933, aceptó en su gran mayoría las consignas y los lemas del nacionalismo, contra el cual, sin embargo, se alzó a partir de 1934 la oposición de la "Iglesia confesante" del pastor Niemoller; pero era una minoría —un tercio de los escaños en las elecciones eclesiásticas de noviembre de 1932— la que formó el grupo de los "cristianos alemanes", organizado bajo la égida del Partido Nacionalsocialista. ¡ En Gran Bretaña, la vitalidad religiosa era más fuerte entre los disidentes que en el seno de la Iglesia anglicana. En el momento de la crisis nacional de fines del siglo xix fueron los disidentes los que manifestaron en ciertas ocasiones reservas explícitas con respecto a ese movimiento de ideas. Por su parte, la Iglesia anglicana enseñaba que Dios había confiado a la nación inglesa una "misión" en el mundo. Incluso, en 1898 se oía al obispo de Oxford exponer en sus sermones la doctrina de la eficacia moral de la guerra. • Ni en Gran Bretaña ni en Alemania los apóstoles del nacionalismo parecen haber solicitado el apoyo directo del sentimiento religioso: les bastaba obtener un consentimiento tácito o incluso una mera resignación. • En los Estados Unidos ciertas iglesias protestantes, los bautistas y los presbiterianos, desempeñaron un papel activo en el movimiento expansionista de 1898, pues creían que el deber de los estadunidenses era propagar el cristianismo en el mundo asiático.29 Sin embargo, en el caso de las Iglesias ortodoxas, también ellas estrechamente sometidas a los Estados, las cosas eran muy diferentes. - En Rusia, el movimiento "eslavófilo" de mediados del siglo xix buscó
234
,
Véase sobre este punto el capítulo vm. Las tesis expresadas sobre esto en 1885 por Josiah Strong fueron retomadas en 1895 por el reverendo J. Barrows en sus conferencias en el Union Theological Seminary. Véanse las obras de Weinberg y de J. Pratt mencionadas en la bibliografía. 2S
29
27 Charles Juillard ha recopilado sobre este punto una vasta documentación, a la que gentilmente nos permitió el acceso.
235
LAS FUERZAS PROFUNDAS
LOS NACIONALISMOS
apoyo desde sus inicios en el sentimiento religioso. Sus promotores estaban profundamente ligados a la religión ortodoxa, que era, según pensaban, el mejor lazo entre los eslavos y que daba testimonio de la oposición fundamental entre la civilización rusa y la civilización "occidental". Estos mismos temas —el Estado ruso, "protector de la ortodoxia y del eslavismo"; la Iglesia ortodoxa, agente de transmisión de la civilización griega y bizantina a los pueblos rusos— fueron conservados por Danilevsky, aunque no los retomó el movimiento "neoeslavo" de 1908. Al parecer, en ningún momento la Iglesia ortodoxa se adhirió a las ideas paneslavistas, lo cual hubiera sido contrario a las intenciones del gobierno. Pero en ocasiones precisas concedió un punto de apoyo y tal vez dio una orientación a la política exterior rusa. Por ejemplo, en marzo y abril de 1915, en el curso de las negociaciones entabladas con Italia en torno a la cuestión del Adriático, el gobierno ruso defendió con rigor los intereses serbios, mientras que se mostró mucho más complaciente cuando se trataba de territorios cuyas poblaciones —croatas o eslovenas— eran católicas. Las Iglesias ortodoxas balcánicas, conforme se fueron liberando del patriarcado de Constantinopla, dieron al nacionalismo, en total acuerdo con el gobierno de los Estados, el apoyo más solícito y más eficaz. Bajo el régimen turco, el clero serbio se había ocupado de mantener el sentimiento nacional. Desde que Serbia se volvió en 1830 un principado autónomo, este clero fue de hecho puesto bajo la dependencia directa del gobierno. La Iglesia ortodoxa serbia, convertida en una institución del Estado, se colocó a la vanguardia de la política exterior; propagó "la religión de la nación"; inculcó en los fieles el amor apasionado por la historia nacional; fue, en los últimos decenios del siglo xix, el apóstol más ardiente del combate por el "serbismo", es decir, de la liberación de los pueblos serbios aún sometidos a una dominación extranjera, y esto incluso cuando tal combate se libraba contra otros pueblos ortodoxos: los de la Iglesia búlgara. Cuando se produjeron dificultades entre la Iglesia y el Estado antes de 1914, fue la política exterior la principal causa de ello: a veces las autoridades eclesiásticas reprocharon al gobierno reivindicar con muy poca energía la incorporación de los serbios "no redimidos". La Iglesia búlgara, desde que en 1870 obtuvo su autonomía y desde que en 1872 rompió todo lazo con el patriarca, puso en marcha una campaña de propaganda para extender la autoridad religiosa del exarca sobre los pueblos eslavos de Macedonia, sometidos a la dominación política del Imperio otomano. Estos pueblos fueron invitados a decir si deseaban permanecer incorporados, desde el punto de vista religioso, al patriarca ortodoxo de Constantinopla o pasar al control del exarcado.
En realidad, de entrada se trató de una operación política esta propaganda, pues el clero búlgaro era ardientemente "nacional": la autonomía religiosa le parecía el prefacio de la autonomía política y luego de la independencia; ahora bien, el día en qtie llegara a formarse un Estado búlgaro y que tratara de obtener una extensión territorial en Macedonia, ¿tendría razones para reivindicar como suyas las de los pueblos macedonios que se hubieran adherido al exarcado? • A decir verdad, en esas ocasiones no fue tanto la fe religiosa el móvil del nacionalismo, sino que fue la Iglesia la que se identificó con la idea nacional y la que se puso al servicio del Estado para lograr tales propósitos. Las relaciones entre los movimientos nacionalistas y las religiones asiáticas muestran características muy diferentes, según se trate del Islam o del sintoísmo. La estrecha conjugación de las fuerzas políticas y de las fuerzas religiosas que se realizó en el seno del Islam, donde no existe la distinción entre el poder espiritual y el poder temporal, no bastó para impedir la aparición de movimientos nacionales que socavaron la solidaridad islámica.30 Sin embargo, estos movimientos no la destruyeron: la cohesión entre los pueblos musulmanes, aun cuando vivieran bajo soberanías distintas, se restableció con frecuencia cuando se trataba de luchar "contra el exterior", es decir, esencialmente contra los Estados de Europa occidental. ¿Estaba esta solidaridad al servicio de un propósito defensivo o de uno expansionista? ¿Siguió siendo eficaz en el mundo contemporáneo? En sus inicios, el Islam se había propuesto someter a los otros pueblos con miras a ejercer un proselitismo religioso. Dicha expansión podía llevarse a cabo mediante la penetración pacífica o mediante la "guerra santa": el Jihad, El musulmán tenía el deber de sacrificar "su vida y sus bienes" para participar en la "justa guerra contra los infieles". En realidad, desde el siglo rx los juristas habían interpretado esta doctrina en un sentido restrictivo:31 el Jihad no podía ser permanente; en el interés mismo del Islam era necesario prever, en el esfuerzo de expansión, largas "pausas" en el curso de las cuales las relaciones con los infieles se organizarían sobre una base pacífica. Tras la caída del califato abasida de Bagdad en 1258 y tras la parcelación política del mundo del Islam, la doctrina había perdido toda significación práctica. La dominación otomana, cuando se extendió en el siglo xvi en Asia Menor y en la Europa balcánica y cuando Selim I tomó el título de "Comendador de los Creyentes" en 1517, no restableció la unidad del Islam, y la decaden-
236
30 Véase 31
el capítulo vi. Véase la obra de Khadduri, citada en la bibliografía.
237
LAS FUERZAS PROFUNDAS
LOS NACIONALISMOS
cia del Imperio otomano en el siglo XEÍ permitió extender a los europeos, en África del Norte y en el Golfo Pérsico, su dominación sobre pueblos musulmanes. La tentativa del sultán Abdul Hamid II, quien se esforzó por reanimar a fines del siglo xix la autoridad del califato otomano y de restablecer una solidaridad islámica entre los sunnitas, chocó con vigorosas resistencias doctrinales en las regiones árabes y en Afganistán. Sin embargo, en noviembre de 1914, cuando el Imperio otomano había entrado a la guerra europea, el nuevo gobierno turco, si bien había desaprobado en 1909 la política de Abdul Hamid II, hizo que el sultán proclamara la "guerra santa" contra Francia, Gran Bretaña y Rusia; pero su llamado fue casi en vano, tanto en África como en la India e Indochina, con la excepción del movimiento senusita en Cirenaica. Después de la primera Guerra Mundial, la destrucción del Imperio otomano, inscrita en noviembre de 1918 en las cláusulas del armisticio de Mudros, las tendencias afirmadas desde 1919 por el movimiento nacional turco, resignado a abandonar toda esperanza de recuperar el ascendiente sobre los pueblos no turcos del extinto imperio, fuesen o no musulmanes, y decidido a laicizar el Estado turco, y por último la supresión del califato otomano el 1° de marzo de 1924 mediante un voto de la Asamblea Nacional Turca, pusieron término a todo designio panislámico: en vano el Congreso Islámico, reunido en mayo de 1926 en El Cairo, expresó el deseo de restaurar el califato. La creación de los nuevos Estados nacionales en los territorios sustraídos a la dominación turca acabó de quebrantar en el seno del mundo islámico la noción de colaboración política. Por tanto, el Islam, en vísperas de la segunda Guerra Mundial, no estaba siquiera en condiciones de ejercer en las relaciones internacionales una acción coherente, y los nuevos Estados musulmanes no pensaron en colocar las preocupaciones religiosas como base de su política exterior. ¿Quiere esto decir que la religión islámica dejó de ser entre 1924 y 1939 una fuerza con la cual debía contar la política internacional? Ciertamente no. Los musulmanes conservaron vm sentimiento de solidaridad que en varias ocasiones se afirmó en las relaciones con Europa occidental, cuando se trataba de establecer una barrera contra la expansión francesa en Siria o inglesa en Irak. También opusieron casi en todas partes una resistencia a la penetración de las ideas comunistas, porque ponían en peligro las creencias religiosas, la solidaridad de la familia y el derecho de propiedad. Por último, si bien él Islam perdió un tanto su fuerza de influencia en el Cercano Oriente y en África del Norte, la conservó en África negra, donde tuvo progresos notables gracias al proselitismo de las hermandades religiosas, pero también gracias a la actitud de los gobernadores coloniales franceses e ingleses que, al menos hasta 1930,
favorecieron su difusión.32 ¿Y hay que olvidar que la doctrina siguió condenando los convenios? La tesis según la cual los Estados musulmanes estaban destinados a manejar sus relaciones exteriores de acuerdo con los principios del derecho internacional fue afirmada por un miembro de la Universidad El-Azhar, pero fue explícitamente condenada por los demás ulemas. El sintoísmo presenta características muy diferentes. En realidad, es una forma del culto de los antepasados aplicada a la familia imperial japonesa.33 Las definiciones que ofrecen los propios japoneses, a menudo divergentes, tienen al menos un punto en común: el sintoísmo es el conjunto "de las manifestaciones rituales y de las creencias por las cuales el pueblo japonés ha celebrado, dramatizado, interpretado y sostenido los valores esenciales de su vida nacional".34 Por su propia naturaleza, esta religión no debe tratar de expandirse fuera de Japón; ignora el proselitismo entre pueblos extranjeros. Por tanto, no puede ser el fundamento directo de una política de expansión. Sin embargo, ha tenido un papel esencial en las relaciones internacionales, porque ha dado al nacionalismo japonés en el curso del último siglo un color original y una fuerza singular. . ¿Cómo fue que adquirió este papel? En gran parte por la voluntad del gobierno, tras la restauración del poder imperial en 1868. Desde la introducción del budismo en Japón, a fines del siglo vi, se había establecido un sincretismo entre sintoísmo y budismo; por ello la originalidad del pensamiento religioso japonés, es decir, la creencia en la ascendencia divina del emperador, había perdido una parte de su influencia. Así, el "renacimiento" del sintoísmo surgió como vm medio para restablecer, en provecho del emperador, la autoridad y la unidad del poder. No obstante, en el curso del periodo del Meiji el gobierno había titubeado. Después de haberse ocupado en primer lugar de abolir el budismo y de hacer del sintoísmo una religión de Estado, reconoció desde 1872 que esta reforma radical chocaría con muchas costumbres y convicciones; entonces él había considerado acordar un estatuto a una y a la otra de las dos religiones; por último, en 1884 llegó a adoptar en principio, a cavisa de que la colaboración entre los dos cleros encontraba dificultades, un régimen de separación de las Iglesias y el Estado; por tanto, renunció a intervenir en la designación de los miembros del clero, fuese sintoísta o bvidista. Pero mientras afirmaba la completa independencia de los cultos existentes respecto del poder político, mediante un acto legislativo había
238
239
32 El número de nuevos musulmanes en AOF (sin contar el crecimiento de las familias ya islamizadas) se evaluó en 600000 entre 1920 y 1939. 1 M Cf. Yamashita Yoshitaro, en Transactions ofthe Jopan Society ofLondon, TV, p. 257. ||;y 34 Holtom, obra citada en la bibliografía, p. 6.
241
LAS FUERZAS PROFUNDAS
LOS NACIONALISMOS
establecido un culto nuevo, el sintoísmo de Estado: ofrendas al gran antepasado de la familia imperial; oraciones por el emperador reinante; homenajes rendidos a la memoria de todos los ciudadanos muertos por la patria desde 1853, es decir, desde la "apertura" de Japón; afirmación de la "misión sagrada" del pueblo nipón. En estas ceremonias, los alumnos de las escuelas debían asistir en grupos bajo la dirección de sus maestros. Este sintoísmo de Estado, cuyo ritual fue establecido desde 1875 y revisado en marzo de 1914 y luego en noviembre de 1927 bajo los cuidados del Ministerio del Interior, ¿es una religión? El gobierno lo negaba porque deseaba que los budistas y hasta los cristianos japoneses se asociaran a este culto "oficial". Se aprovechaba de que ese culto no implicaba la enseñanza de una doctrina, de un dogma, y de que el oficiante no predica jamás. El hecho es que, en mayo de 1936, la Congregación Romana de la Propagación de la Fe autorizó a los católicos nipones a asistir a las ceremonias porque tenían un carácter cívico y patriótico, no religioso.35 Sin embargo, en la base del sintoísmo de Estado es preciso comprobar la existencia de un sistema de creencias en la "misión sagrada" de la raza japonesa, en el origen divino del poder imperial y en la eternidad de tal poder. Es evidente que este culto tuvo como fin principal asegurar la obediencia al gobierno y obstaculizar la difusión de las ideas revolucionarias: en ese sistema de creencias las relaciones entre el soberano y el pueblo son intangibles. Tuvo también una función esencial en el desarrollo de la solidaridad nacional. Por último, trató de mantener jnde exaltar una ideología nacionalista; desde el momento en que el pueblo japonés recibía una educación cívica que cobraba las formas exteriores de una fe religiosa y en que esta educación se basaba en la convicción de que el emperador estaba dotado de un poder superior al de todos los demás jefes de Estado, ¿cómo aceptar el principio mismo de una organización de los lazos internacionales? Y ¿cómo la exaltación del espíritu militar y del poderío nacional no habría de conducir a considerar la participación en la guerra, incluso la guerra de agresión, como el más grande de los deberes? Por tanto, en diciembre de 1945, para destruir la propaganda "ultranacionalista y militarista", las autoridades estadunidenses de ocupación juzgaron necesario imponer al gobierno nipón la supresión del sintoísmo de Estado.36
La única ambición de estas rápidas observaciones es mostrar la necesidad de efectuar estudios críticos, todavía demasiado escasos. Tales estudios no deberán limitarse a analizar las bases doctrinales y las manifestaciones de los nacionalismos o las formas diversas que han adquirido; deberán tratar de dar las explicaciones. Ahora bien, éste es un dominio de investigación especialmente difícil porque el papel de los elementos irracionales —las emociones, los instintos de la masa de la población— fue importante en la aparición de estas corrientes sentimentales. En este género de estudios, la preocupación primordial deberá ser determinar, en la medida de lo posible, la difusión de las ideas o consignas nacionalistas. ¿Cuál fue la influencia de las obras donde se expresaban los proyectos y los programas? ¿Qué audiencia encontraron los temas del nacionalismo en la prensa periódica? ¿Qué huellas dejó el estado de ánimo nacionalista en los manuales escolares? La averiguación es relativamente fácil en el primer caso: a veces es posible dar con las cifras de los tirajes y también es factible establecer algunas presunciones sobre su difusión a partir de las reseñas en las revistas y los diarios. En el segundo caso, exige prolongadas búsquedas que no pueden realizarse sino en trabajo de equipo y que corren el riesgo de dar lugar a graves errores de apreciación si no se logra conocer el tiraje de los periódicos y de las revistas o el medio en el cual se reclutaban sus lectores. En el último caso, donde el análisis no es muy prolongado ni muy difícil, la interpretación es delicada, pues habría no sólo que apreciar la influencia de esos manuales de acuerdo con el número de sus ediciones y el número de establecimientos en que se utilizaron, sino también tratar de entrever qué margen separaba a la enseñanza oral del texto del manual.37 Y dichos análisis, incluso si se establecieran tan correctamente como fuera posible, ¿autorizarían conclusiones válidas? ¿Cómo medir la influencia del artículo periodístico en el estado de ánimo del lector y la del manual escolar en la formación de la mentalidad del alumno? Todo nos permite pensar que la penetración de las ideas nacionalistas chocó a menudo con el escepticismo o la indiferencia. Pero tal vez esas ideas hayan contribuido a formar un subconsciente que, en ciertas horas críticas, pudo ofrecer un terreno favorable para las iniciativas de los estadistas o para la propaganda de las agrupaciones patrióticas. ¿Cómo establecer un método de investigación válido para intentar estudiar en el pasado las relaciones entre las manifestaciones y el estado de la opinión? En el surgimiento de una mentalidad nacionalista, no son sólo las tendencias colectivas las que vienen a cuento: el papel de los hombres que
240
35 También éste es el tema que expuso el reverendo Yasuda, en 1937, en la Conferencia Ecuménica de Oxford, sin convencer al público francés. 36 Memorándum dirigido al gobierno japonés el 15 de diciembre de 1945 por el coronel W. Alien, en nombre del comandante en jefe del Ejército de Ocupación. El texto fue publicado en Political Reorientation ofJapan. Repon of Government Section, Supreme Commander for the Allied Powers (se.pt. 1945-sept. 1948).
37 A este respecto, evidentemente las fuentes históricas no pueden ofrecer sino indicaciones muy escasas.
242
LAS FUERZAS PROFUNDAS
ejercieron el poder en los Estados y que, de hecho o de derecho, dirigieron la política exterior —soberanos, dictadores o ministros— siempre ha sido importante y a menudo decisivo. La historia del último siglo ha ofrecido numerosos ejemplos de ello. A decir verdad, rara vez son los soberanos los que han tomado las iniciativas: los zares no favorecieron el paneslavismo; Guillermo I estuvo por momentos inquieto por la política nacionalista de Bismarck y Guillermo II no brindó su patrocinio al pangermanismo; Mutsu-Hito y sus sucesores en vano quisieron calmar a los "sxiperpatriotas". Pero ¿cómo ignorar, durante las grandes transformaciones de Europa entre 1850 y 1870, el impulso que Bismarck y Cavour supieron inculcar en las ideologías nacionales y el acento de exaltación que les dieron? ¿Cómo comprender el acceso de nacionalismo en Gran Bretaña entre 1895 y 1902 sin detenerse a estxidiar el papel personal de Joseph Chamberlain, y el nacionalismo griego de 1919 sin tomar en cuenta, antes que nada, la voluntad personal de Venizelos? Y ¿cuál hubiera sido el avance del nacionalismo italiano sin Mussolini, del nacionalismo alemán sin Hitler? En 1848-1849, por el contrario, el fracaso de los movimientos nacionales en Alemania e Italia se explica en parte por la ausencia de hombres que supieran tomar su dirección y explotar la fuerza de las corrientes sentimentales. Así, cuando se estableció una conjunción entre las fuerzas profundas de la mentalidad colectiva y las iniciativas de los estadistas, el nacionalismo adquirió, en las relaciones internacionales, todo su valor.38
38
Sobre el papel de las iniciativas individuales, véase la segunda parte.
VIII. EL SENTIMIENTO PACIFISTA EN UN estudio que intente determinar la influencia de las grandes corrientes de la mentalidad colectiva sobre el desarrollo histórico de las relaciones internacionales, ¿qué lugar hay que dar al sentimiento pacifista? ¿Realmente han creído los hombres que en el curso del último siglo han sufrido tres grandes guerras, que la paz sea "razonablemente el fin al cual tienden las sociedades"?1 ¿Qué medios han procurado para preservarla? ¿Cuál ha sido el alcance práctico de sus tentativas? En realidad, son las debilidades del movimiento pacifista las que el análisis histórico está llamado a comprobar y a tratar de explicar. ¡ *"' '
1. LOS FUNDAMENTOS DEL SENTIMIENTO PACIFISTA
El "cosmopolitismo" del siglo xvín había sido la obra de algunos grupos de intelectuales y había encontrado audiencia entre hombres de cultura elevada. El movimiento pacifista del siglo xrx y de principios del xx ha mostrado otras ambiciones, pues se ha interesado en llegar a las masas.2 En sus inicios apeló al sentimiento humanitario y a la conciencia moral. La guerra infligió a los combatientes y hasta a los no combatientes sufrimientos físicos y morales; acostumbra a los hombres a la violencia; pervierte el espíritu porque mueve a admirar los métodos de fuerza y a considerar "noble" el arte de matar al prójimo. Por tanto, todos los valores que implica el respeto por la persona humana invitan a condenarla. Por lo demás, es inútil porque no puede resolver nada o, al menos, porque las soluciones que propone no son más que aparentes o temporales. Convergen las preocupaciones humanitarias y los argumentos de sentido común. Tales han sido los temas recurrentes en las obras pacifistas. Y por supuesto, estas preocupaciones se han expresado con mayor fuerza poco después de las grandes guerras europeas o en los periodos en que los movimientos revolucionarios amenazan con trastornar las relaciones internacionales. A veces, este sentimiento pacifista encuentra un punto de apoyo, por un lado, en el pensamiento de ciertos economistas y de reformadores sociales y, por el otro, en el sentimiento religioso. 1 R. Aron, p. 157, obra citada en la bibliografía. ^ 2 Sobre este punto véanse las observaciones de T. Ruyssen en Les Sources doctrínales de l'internationalisme, t. ni, París, 1961.
243
244
LAS FUERZAS PROFUNDAS
EL SENTIMIENTO PACIFISTA
El pensamiento económico y social
los intercambios, esterilizara las inversiones de capitales y arruinara el papel internacional del mercado financiero británico. El pacifismo de grandes hombres de negocios estadunidenses, como Andrew Carnegie entre 1912yl914, se inspiraba al menos en parte en estas preocupaciones. Sin embargo, en esa fecha tales posturas no eran frecuentes entre quienes representaban los grandes intereses económicos. Pero en vísperas de la segunda Guerra Mundial, la burguesía de negocios manifestó con más claridad sus aprensiones ante las consecuencias de un conflicto que podría dar paso a las fuerzas revolucionarias. Y, en nuestros días, muchos observadores de la vida política atestiguan ese "pacifismo internacional de la gran burguesía capitalista".7 »' El movimiento de ideas sufrió al mismo tiempo la influencia de las doctrinas socialistas. El pensamiento saintsimonista es pacifista porque tal era, según él, el interés de los productores; pero dicho pacifismo, como el de los economistas, sólo tenía un horizonte europeo: Henri de Saint-Simon veía en la expansión colonial uno de los objetivos principales de la Federación Europea; sus discípulos, Enfantin sobre todo, pensaban que Europa, una vez que estuviera "pacificada", emprendería grandes actividades económicas en los demás continentes y no dudaría en emplear la fuerza para llevar a cabo este propósito. Los fourieristas —de los cuales Victor Considérant era el promotor— destacaban las ventajas que encontrarían los intercambios comerciales en una organización pacífica de las relaciones entre los Estados: no más prohibición, no más aranceles, no más aduanas en las fronteras. En 1842, Constantin Pecqueur insistió en el tema de la "guerra ruinosa" en la línea trazada por Cobden: "Son necesarios 50 años de paz para curarse de algunos años de victorias". Sin embargo, ni unos ni otros subrayaron el interés que debía tener la clase obrera, como tal, en el mantenimiento de la paz: como el trabajador participaba de la prosperidad industrial, quería evitar los conflictos internacionales peligrosos para dicha prosperidad. Tan sólo un poco después, el pensamiento de los militantes resaltaría el interés de la clase obrera y buscaría los medios de salvaguardarlo, pero tal pensamiento se desplegó con dificultad y lentitud en medio de prolongadas controversias. En septiembre de 1867, el congreso realizado en Lausana por la Asociación Internacional de los Trabajadores condenó la guerra "que pesa principalmente sobre la clase obrera"; la paz, afirmaba la resolución aprobada por el congreso, era "la primera condición del bienestar general". Pero ni una palabra de la actitud que debería tener en caso de guerra la clase obrera: el congreso se limitó a comprobar que
El argumento esencial de los economistas es la antinomia radical entre guerra y prosperidad. Su origen está en el "utilitarismo" de Bentham,3 Entre 1830 y 1850 este tema fue tratado con frecuencia en Inglaterra, Francia y Alemania. Richard Cobden fue quien le dio la mayor resonancia:4 la guerra, decía, no conduce sino a la miseria de los pueblos y a la ruina de los Estados, y la preparación para la guerra obliga a llevar una política de armamentos que impone a las naciones una carga fiscal intolerable. En 1849,5 Frédéric Bastiat desarrolló las mismas ideas: el costo del armamento retrasa el equipamiento económico; las guerras provocan crisis industriales y acarrean un fuerte incremento de los impuestos: "son siempre contrarias a los verdaderos intereses de las masas". En julio de 1848 la carga financiera que impone la "paz armada" fue el principal argumento de Arnold Ruge.6 Estas mismas ideas reaparecieron con frecuencia en la segunda mitad del siglo xix, y a principios del xx encontraron en Norman Angelí un portavoz que les proporcionó una gran difusión. "La guerra no paga" es, más que nunca, una idea básica del movimiento pacifista. A esta crítica fundamental algunos economistas agregan un "complemento" fundado en los resultados de la Revolución industrial: una gran guerra europea rompería los vínculos establecidos entre los productores de los diversos países y desorganizaría el sistema de intercambios en el que reposa la actividad de los centros industriales; entonces, ¿cómo podría Europa encarar la competencia con los Estados Unidos? Esta convicción de una solidaridad económica necesaria entre los Estados europeos y el temor de una expansión estadunidense ya habían sido expresados con vigor por Michel Chevalier desde 1866, y lo fueron aún más en el informe que presentó Anatole Leroy-Beaulieu en 1900 ante el Congreso de Ciencias Políticas. Con frecuencia, los medios de negocios son reticentes ante la perspectiva de la guerra. El caso de Gran Bretaña a mediados del siglo xix es característico de tal estado de ánimo. En la misma línea se inscriben, en julio de 1914, las reacciones de Londres ante la inminencia del conflicto europeo: los medios bancarios ingleses no eran partidarios de una intervención armada de Gran Bretaña, porque temían que la guerra dislocara 3 En A Plan for an Universal and Perpetual Peace, escrito entre 1786 y 1789, pero publicado apenas después de la muerte del autor. 4 En 1835, en su folleto England, Ireland and Russia; en 1841, en un discurso en la Cámara de los Comunes. s En Les Harmonies economiqu.es. 6 En su discurso ante la Asamblea Nacional, en Francfort, el 23 de julio de 1848.
245
7 Sobre este punto véanse las observaciones de R. Aron, p. 692 (obra citada en la bibliografía).
246
LAS FUERZAS PROFUNDAS
EL SENTIMIENTO PACIFISTA
la guerra tenía "como causa primera y principal el pauperismo y la falta de equilibrio económico"; en consecuencia, para suprimir los conflictos armados, lo que había que transformar era la "organización laboral". En septiembre de 1868, el Congreso de Bruselas abordó frontalmente el problema. Mientras que De Paepe se mantuvo en la posición tomada el año precedente y mientras que Tolain contaba sólo con "la presión de la opinión pública" para impedir la guerra, el informe Longuet, adoptado por el congreso, recomendó a la clase obrera "cesar todo trabajo en el caso de que llegara a estallar una guerra": así apareció la idea de huelga general, sin dar lugar a un verdadero intercambio de puntos de vista. Aparición fugitiva: en 1869 el Congreso de Basilea no retomó el examen de la cuestión, aun ctiando el contexto internacional no había mejorado en el intervalo. Cuando se desencadenó la guerra franco-alemana, no se consideró la posibilidad de recurrir a la huelga general. El Manifiesto del Consejo General de la Internacional, fechado el 23 de julio, denunció la "agresión bonapartista", que era vina "edición revisada y aumentada del golpe de Estado del 2 de diciembre de 1851", y proclamó que la posición de los alemanes era "defensiva"; sólo deseaba que esa "guerra dinástica" no degenerara en una guerra entre los pueblos y expresó vagamente la esperanza de que "la alianza de las clases obreras de todos los países acabará por matar la guerra". Ante las cuestiones de principio, la Internacional se hizo la desentendida. Es verdad que después de la disolución de la Primera Internacional se formó un Comité Internacional de Trabajadores para la Paz en 1875, pero no tuvo mucha difusión. En el Congreso de la Paz realizado en Londres en septiembre de 1878, el disctirso de John Bright sacó a la luz el tema central: "Hay hombres y clases a los cuales la guerra aporta algunas veces una ganancia; para los trabajadores, ésta no es más que una pérdida". Pero este señalamiento fue meramente platónico. Lo mismo sucede en 1877, cuando Engels bosquejó el cuadro de los horrores y de las devastaciones que acarrearía una gran guerra europea, y a la vez afirmó que tales destrucciones y sufrimientos crearían las condiciones favorables para la "victoria final de las clases obreras". Durante 15 años, la Segunda Internacional no se interesó activamente en la prevención de la guerra,8 a pesar de algunas veleidades en 1900 y en 1904. Fue sólo en el momento en que se perfiló la amenaza de una gran crisis internacional, después de 1905, cuando la orden del día de sus congresos internacionales la tomó en cuenta. En Stuttgart (1907), Copenhague (1910) y Basilea (1912), el debate no se ocupó, o casi no
lo hizo, de la cuestión de la legitimidad de la guerra: quienes, con Gustave Hervé, se presentaban como pacifistas "puros" y condenaban cualquier guerra, pues consideraban que "la patria [...] no provoca el interés del proletariado", no encontraron eco entre los congresistas que, en su gran mayoría, con Bebel y Jaurés, admitían la posibilidad de una guerra "defensiva". Pero todos deseaban evitarla. ¿Cómo? ¿Bastaba contar con los métodos preconizados por los pacifistas no socialistas? ¿O había que recurrir a los medios de acción al alcance de la clase obrera? Entonces reapareció, en una moción francoinglesa (de Édouard Vaillant y Keir Hardie), la idea de la huelga general. Sostenida por los delegados españoles, rusos, serbios y suecos, la moción fue criticada severamente por la delegación alemana con simples argumentos de hecho. ¿Qué dijeron Bebel y Legien? Declararon que la eficacia de una huelga general "ni siquiera es discutible": ¿cómo recurrir a ella en el momento en que los hombres serían movilizados y obstaculizadas las importaciones de productos alimenticios? "Al primer llamamiento se reirán de nosotros." Y luego, ¿había que perder de vista la debilidad de los sindicatos ante el poderío del Estado alemán? "No podemos permitir que se nos impongan métodos de combate que podrían ser peligrosos para el crecimiento de nuestro partido y quizá también para la existencia de nuestras organizaciones." En suma, señaló Vaillant, la huelga general sería "nefasta para el socialismo alemán". Karl Renner desarrolló el mismo tema en nombre de la delegación austro-húngara. En el Congreso de Copenhague, la moción Vaillant-Keir Hardie fue rechazada por 131 votos contra 51. La resolución de Stuttgart se limitó a recomendar, para prevenir la guerra, la limitación de los armamentos, el arbitraje obligatorio, la abolición de la diplomacia secreta: no había nada en ello que fuera de inspiración socialista. Cierto que agregó que en cada país la clase obrera debería emplear, además, "los medios que le parezcan los más eficaces", dependiendo de su situación política y laboral, pero ello significaba renunciar a una acción internacional coherente. ¿Cómo, luego de esos debates, pudo afirmar el Congreso de Basilea que la Internacional "es lo bastante fuerte para imponer sus puntos de vista a quienes ostentan el poder"? De hecho, en julio de 1914 era impotente.
8 Sobre este punto véanse las observaciones de J. Joll, pp. 130-131 (obra citada en la bibliografía).
"•'•
247
El sentimiento religioso
''ir .
El cristianismo tiene su área principal de difusión en Europa y en América Latina, es decir, en regiones del mundo donde las manifestaciones del sentimiento nacional y del nacionalismo fueron, en el siglo xrx y en la primera mitad del xx, particularmente vigorosas. Es cierto que el cris-
lie. CARLOS ALFREDO da SILVA PROFESOR ADJUNTO
249
LAS FUERZAS PROFUNDAS
EL SENTIMIENTO PACIFISTA
tiano está apegado a su patria; tiene razones para pensar que la nación a la cual pertenece posee vina vocación que poner en juego en el mundo.9 Sin embargo, el mensaje de Cristo, puesto que condena la violencia y recomienda el espíritu de caridad y por tanto la benevolencia en los lazos entre las naciones como entre los individuos, debería llevar al cristiano a renunciar al uso de la fuerza para imponer a las otras naciones su propia voluntad; debería inducirlo a experimentar un sentimiento^de fraternidad. ¿En qué hipótesis podría admitir el recurso a la guerra? Ése es todo el problema de la "guerra justa", familiar a los teólogos. La posición respectiva de la Iglesia católica y de las confesiones protestantes ante este problema podía ser diferente en la medida en que el catolicismo siempre fue una fuerza internacional e incluso supranacional, mientras que las iglesias protestantes, hasta una época reciente, no habían tratado de sentar las bases de una acción común en las relaciones internacionales. ¿Qué esbozo es posible dibujar en este dominio que casi no ha sido objeto de estudios críticos?
a tin protestante estadunidense, Elihu Burritt, director del periódico Christian Citizen, quien se puso en contacto con los pacifistas franceses; el congreso, aunque careció de cualquier carácter confesional y contaba entre sus oradores a varias personalidades católicas, se formó en su mayoría con ingleses que pertenecían a las sectas disidentes. Cuarenta años más tarde, un ministro "no conformista", Evans Darby, secretario de la Sociedad Inglesa de Paz, se esforzó por animar la participación de las iglesias en el movimiento pacifista internacional y creó un "comité de las iglesias británicas para el arbitraje" con el apoyo de los metodistas. Sin embargo, esas iniciativas, que fueron las de algunas personalidades ardientes, quedaron lejos de atraer a la masa de los fíeles: en 1899, durante la guerra sudafricana, el Methodist Times se asoció al movimiento nacionalista. Por su parte, las iglesias protestantes más poderosas —la anglicana y la evangélica prusiana— no sólo no participaron en esas tentativas, sino que incluso expresaron su rechazo.12 En 1885, la Sociedad Inglesa de la Paz señaló en su informe anual la indiferencia de esas iglesias con respecto al movimiento pacifista, aunque se tratara de una "obra eminentemente cristiana". Según creían los pastores pacifistas, era la consecuencia del sistema que colocaba a las iglesias en una situación de dependencia con respecto a los Estados y que las inducía a aceptar como "axiomas" de la fe cristiana las necesidades temporales. Fue tan sólo en los años que precedieron a la primera Guerra Mundial cuando tuvo lugar un esfuerzo con miras a comprometer a esas iglesias protestantes en el "movimiento de la paz". Alien Baker, un cuáquero, creó la World Alliance for Promoting International Friendship through the Churches, cuyo fin inmediato era establecer contactos entre pastores ingleses y alemanes para mejorar las relaciones políticas. Esa iniciativa encontró un punto de apoyo en los dos países en algunas personalidades del mundo eclesiástico.13 Sin embargo, cuando en 1910 se reunió en Edimburgo la Primera Conferencia Ecuménica, sólo se puso en la orden del día la acción de las misiones: nada se hizo por la organización de la paz. Es verdad que al año siguiente se estableció un proyecto de conferencia anglo-alemana; pero desapareció en las agitaciones provocadas por la crisis de Agadir. En los Estados Unidos retomó la idea Andrew Carnegie, el "rey del acero", quien había creado en 1910 el Fondo Carnegie para la Paz Internacional: el 10 de febrero de 1914 fundó la Church Peace Union, que se propuso examinar "cómo puede la religión asegurar la paz". Estaba convencido de que la acción de las organizaciones religiosas
248
El protestantismo En el seno del protestantismo, pero fuera de las grandes iglesias ligadas a los Estados, se manifestó en el siglo xrx un vasto movimiento pacifista.10 En agosto de 1815, cuáqueros estadunidenses formaron la primera Sociedad de la Paz y fue otro cuáquero, William Alien, quien fundó en junio de 1816 el primer periódico pacifista, The Hernia of Peace. Cuando en 1823 William Ladd —también cuáquero— se convirtió en el jefe del movimiento, insistió en el móvil religioso: el pacifismo es esencial para el "perfecto desarrollo del carácter cristiano". La propaganda era sobre todo la obra de ministros metodistas y congregacionalistas. En Europa la iniciativa estadunidense casi siempre encontró imitadores en los países protestantes: en Gran Bretaña, en Alemania con Schleiermacher, en los Países Bajos y, en Suiza, en el cantón de Ginebra.11 Cuando en 1843 se reunió en Londres el Primer Congreso Internacional de las Sociedades de Paz, sólo la prensa "religiosa" inglesa dio cuenta de los trabajos. La influencia protestante fue aún dominante, pero sin ser exclusiva, cuando en agosto de 1849 se reunió en París un nuevo congreso internacional, que en esa ocasión tuvo una amplia difusión: la iniciativa perteneció 9 Véase, supra, p. 233. 10 Sobre este punto, véanse las observaciones de Beales (obra citada en la bibliografía). 11 En Francia, la Sociedad de los Amigos de la Moral Cristiana, fundada por el duque de
La Rochefoucauld-Liancourt, grupo de miembros católicos y protestantes.
'i¡
" Véase, supra, p. 235. En Alemania, el teólogo Adolf Harnack y el predicador de la corte, Ernst Dryander. En Gran Bretaña, el arzobispo de Canterbury, Randall Davidson. 13
250
EL SENTIMIENTO PACIFISTA
LAS FUERZAS PROFUNDAS
"puede y debe ser, en el movimiento pacifista, más eficaz que cualquier otra".14 De tal acción no estaban excluidos los católicos: el cardenal Gibbon asistió a la reunión constitutiva de la unión. Sin embargo, los pastores o los misioneros protestantes poseían una amplia preponderancia en el comité directivo y eran sus animadores. Este comité organizó poco después una Conferencia Mundial de Iglesias, cuya reunión se convocó en Constanza para el 1° de agosto de 1914. La conferencia se inició, a pesar de los acontecimientos internacionales (apenas la noche anterior se proclamó el "estado de peligro de guerra"); pero la decisión de movilización general en Francia y Alemania impuso su disolución la mañana siguiente, luego de haber dirigido a todos los gobiernos europeos un llamado a la paz. Curioso episodio, que evidentemente no tuvo ningún eco en el tumulto desencadenado. Para asistir a una confrontación real de los puntos de vista en el seno del protestantismo, hay que esperar a que surja el movimiento ecuménico, entre 1919 y 1939, y la reunión de las conferencias de Estocolmo (1925) y de Oxford (1937). La Conferencia de Estocolmo se celebró en el momento en que se preparaban los acuerdos de Locarno. Una de las comisiones estudiaba "la acción de la Iglesia para la paz". La resolución que sometió al voto de la conferencia condenaba todas las guerras, "pero sobre todo la guerra de agresión", y recomendaba a las iglesias trabajar para formar "una opinión pública cristiana, capaz de oponerse resueltamente a la guerra". La única oposición declarada fue la de una parte de la delegación alemana, pues el "viejo luteranismo", que pretendía reducir el cristianismo a una vida interior, quería abandonar las contingencias políticas "a sus leyes naturales". "Nosotros no tenernos nada que ver con el pacifismo", declaró el superintendente Wolff. La conferencia no respaldó una proposición de la delegación suiza, que quería que se votara una moción en pro del desarme, y se limitó a adoptar los términos de un mensaje según el cual las iglesias debían expresar "su horror de la guerra" y afirmar "que es radicalmente incapaz de arreglarlas controversias internacionales". He ahí, ironizó uno de los participantes franceses, un texto "que hubieran podido aceptar Escipión, Napoleón... y William Penn". La Conferencia de Oxford se reunió en un ambiente muy distinto: ausencia de los protestantes alemanes, de los cuales unos, los que aceptaron el régimen hitleriano o se resignaron a él, no quisieron enviar a sus delegados, y los otros —los miembros de la "Iglesia confesante"— no obtuvieron el pasaporte; ascenso de los nacionalismos alemán e italiano; 14 "Si todas las iglesias del mundo se pusieran de acuerdo para decir: ya no habrá más guerras, ya se hubiera acabado con ellas", declaró a uno de sus interlocutores.
251
amenaza inmediata que trajeron las horas más críticas de la guerra civil española. La sección encargada de estudiar los problemas internacionales retomó los temas adoptados en 1925, pero no se limitó a repetirlos; impulsada por algunos juristas de renombre —lord Robert Cecil, Max Huber, John Foster Dulles—, agregó dos recomendaciones generales: las iglesias no debían dejarse "sojuzgar por una ideología nacional"; tenían el deber de "predicar vina limitación progresiva de los armamentos". Pero también comprobó que los cristianos adoptaban ante la guerra posiciones divergentes: unos creían que toda guerra era contraria a la voluntad divina y que en consecuencia debían negar su participación; otros pensaban que la guerra era "justa" cuando tenía como finalidad asegurar el respeto del derecho internacional o acudir en auxilio de las víctimas de una agresión no provocada, y para juzgar sobre ello se remitían a la conciencia de cada quien; otros más se negaron a confiar en esa libre apreciación y afirmaban sin reservas el deber de obedecer al Estado, "organismo querido por Dios para evitar la anarquía". La sección no trató de elegir entre estas posiciones; se limitó a esperar a que las divergencias se atenuaran en el futuro. El mensaje final de la conferencia renunció a definir "el deber del ciudadano cristiano de un Estado beligerante" y a decir si era legítimo recurrir a la guerra con miras a evitar "una violación intolerable del derecho". Esta carencia, señaló uno de los testigos franceses, fue inevitable, pues en tales materias "una oposición subsiste entre el pensamiento anglosajón y el pensamiento continental": "es un doloroso divorcio para la Iglesia ecuménica". f\. El catolicismo En la primera parte del siglo xix, el pensamiento católico fue mucho más reservado que el del protestantismo en cuanto a las ideas pacifistas, quizá porque la jerarquía estaba atenta a evitar una postura que hubiera podido disgustar a los poderes públicos. La influencia de la filosofía política de Joseph de Maistre persistía en ciertos medios eclesiásticos: la guerra "es divina en sí misma, porque es una ley del mundo" y porque los resultados de los conflictos armados "escapan absolutamente a las especulaciones de la razón humana". El vago internacionalismo que había encontrado su expresión en ciertas obras de Lamennais había dejado vestigios entre los católicos sociales de 1848: algunos de ellos habían sido pacifistas militantes; pero, al parecer, la masa de los fieles permaneció indiferente a esas tendencias y la Santa Sede no se mostró preocupada por emprender iniciativas que hubieran podido encontrar |f, resistencias en los grupos católicos nacionales.
252
LAS FUERZAS PROFUNDAS
En la situación internacional de 1871 a 1914, el crecimiento de los nacionalismos fue un rasgo dominante de Europa. A este respecto, ¿es posible percibir una actitud común de los medios católicos o una línea directiva trazada por la Santa Sede? Alemania tenía un partido católico, el Centro, que en principio no era confesional, pero que defendía de hecho los intereses del catolicismo y recogía los sufragios de la mayoría de los electores católicos. En tiempos de Bismarck estuvo casi constantemente en la oposición: en 1887 tomó partido contra el proyecto del septenato militar, a pesar de las recomendaciones de la Santa Sede; en diciembre de 1892 combatió el nuevo proyecto de ley militar presentado por Caprivi. ¿Era por eso pacifista? No, puesto que desde 1897, cuando se convirtió en elemento esencial de la vida parlamentaria alemana, abandonó su oposición a la política armamentista y mereció, en 1904, los elogios del canciller Büllow, quien lo felicitó por llevar "una política nacional alemana", No obstante, tuvo gran cuidado de mantenerse aparte del movimiento pangermanista, cuyos excesos condenaba, Con todo, se asoció enteramente a la política exterior del gobierno y confiaba sin más en el "justo derecho" de Alemania. En Austria-Hungría el catolicismo poseía, desde el punto de vista político, una situación "completamente excepcional",15 pues los obispos eran por derecho miembros de la Cámara Alta; en las dos partes de la monarquía la jerarqviía solía ser dócil respecto de las decisiones del gobierno. En ningún momento se manifestó un sentimiento pacifista en los medios eclesiásticos dirigentes. Tanto en Francia como en Alemania la mayoría del episcopado presentó una adhesión activa a las manifestaciones patrióticas. En el transcurso de los últimos años del siglo xrx —en la época del caso Dreyfus—, se afirmó un sentimiento nacionalista en la mayor parte de las agrupaciones católicas: sus portavoces llegaron a veces hasta retomar los temas de Joseph de Maistre. Algunos años después, esa tendencia ganó adherentes activos incluso en el movimiento de Du Sillón, del cual toda un ala, animada por Du Roure, fue ganada a las ideas nacionalistas, y en el Bulletin des professeurs catholiques de Joseph Lotte. Sin embargo, también en Francia se organizó un movimiento pacifista católico cuyo dirigente, Vanderpol, encontró apoyos en Bélgica y fundó en 1911 una liga internacional. Pero la Liga de Católicos Franceses por la Paz no reunió más de 700 miembros, y la Liga Internacional de Católicos Pacifistas se esforzó en vano por obtener de la Santa Sede un signo de aprobación. Cuando en 1913 Vanderpol, con el apoyo del obispo de Lieja, 13 Fue el embajador austro-húngaro quien llamó la atención de Pío X sobre este punto. F. Engel-Janosi, Oesterreich una. der Vatikan, Viena, 1958,1.1, p. 47.
EL SENTIMIENTO PACIFISTA
253
intentó organizar un congreso eclesiástico internacional con el objeto de preparar una "reconciliación" franco-alemana, sólo cuatro obispos franceses aceptaron enviar un representante.16 Así, casi en todas partes, el sentimiento nacional del catolicismo europeo se afirmó a expensas de la solidaridad religiosa. ? Hasta 1914 la Santa Sede no hizo esfuerzos serios para rencauzar dicha tendencia, a pesar de todo lo inquietante que pudiera ser para la misión de la Iglesia. '-• En 1870 Pío IX ofreció su mediación en el conflicto franco-prusiano, pero sólo después de la declaración de guerra; no insistió cuando el gobierno alemán desechó la oferta invocando al honor nacional. León XIII, "papa político" y diplomático con gran experiencia, se había mostrado dispuesto a desempeñar un papel activo en las relaciones internacionales para restablecer el prestigio de la Santa Sede, sacudida por los acontecimientos de 1870. Con tal fin aceptó, en 1885, actuar como mediador entre España y Alemania en el asunto de las islas Carolinas. Con el mismo fin hubiera querido participar en 1899 en la Conferencia de La Haya.17 Sin duda, en dos ocasiones18 declaró que el régimen de la "paz armada" y la carga de los armamentos eran "intolerables"; sin duda, indicó en entrevistas su deseo de que se instituyera un tribunal internacional de arbitraje. Pero se limitó a estas vagas alusiones y no propuso ninguna iniciativa. * Pío X, que no quería ser diplomático, fue aún más reservado; en 1911 dio al Fondo Carnegie para la Paz Internacional la aprobación que no otorgó ese mismo año a la Liga Internacional de Vanderpol. Pero en los últimos días de julio de 1914, el secretario de Estado aprobó el ultimátum austro-húngaro a Serbia y expresó a los representantes diplomáticos de las potencias centrales la esperanza de que Austria-Hungría "se mantendrá firme":19 la Santa Sede deseaba que la doble monarquía, que era el "Estado católico por excelencia", escapara si era preciso de los peligros que corría por los movimientos nacionales eslavos. De este modo, 16 Sobre ese movimiento, un estudio aún inédito de M. Charles Juillard aportará nueva información. Aquí nos atenemos a indicaciones generales que dará dicho estudio. 17 Las palabras del secretario de Estado encargado de los asuntos de Francia indican con claridad que la Santa Sede quería plantear ante la conferencia la "cuestión romana". (Documents diplomatiques fmnfais, 1871-1914, 1a serie, t. xw, núm. 325.) Es precisamente esta perspectiva la que condujo al gobierno italiano, y luego al alemán, a rechazar la demanda de la Santa Sede. 18 Las encíclicas Nostris errorem del 11 de febrero de 1889 y Ad príncipes del 20 de junio de 1894. " Los informes del ministro de Baviera en el Vaticano (24 de julio, Bayerische Dokumente, p. 266) y del encargado de los asuntos austro-húngaros (27 de julio de 1914, OUA, viu, p. 893). Véanse también (Engel-Janosi, op. cit., u, p. 151) las palabras dirigidas al embajador de Austria-Hungría, en agosto de 1914, por el secretario privado del papa.
LAS FUERZAS PROFUNDAS
254
se reunieron, como señaló el encargado de asuntos austro-húngaros, "la concepción apostólica y el espíritu belicoso". Con Benedicto XV la actitud de la Santa Sede adoptó una nueva orientación con respecto a las ideas pacifistas. En el momento en que la primera Guerra Mundial infligía a la Iglesia católica una "temible prueba", la Santa Sede debía querer el fin de la guerra. El papa no se limitó a la vaga expresión de tal deseo, sino que tomó iniciativas. ¿Cuál era el sentido de ello? Cuando el 28 de julio de 1915 dirigió un llamamiento a los pueblos beligerantes para recomendar una paz negociada, cuando el 16 de febrero de 1917 sugirió a Guillermo II las "bases generales" que deberían postular una oferta de paz, cuando el 1° de agosto de 1917 emprendió la iniciativa de una mediación, Benedicto XV tenía quizás el propósito de "cumplir un deber con la humanidad", pero deseaba sobre todo poner fin a los peligros que corría la Iglesia; y deseaba también no dejar al socialismo internacional el monopolio de una acción en favor de la paz. Y cuando desde fines de 1915 se propuso una participación en la futura conferencia de la paz, acaso consideraba, como León XIII en 1899, que la conferencia le concedería la oportunidad de plantear la "cuestión romana". Así, tales intervenciones se asociaban con preocupaciones políticas. Pero Benedicto XV rebasó esas preocupaciones cuando recomendó, en su carta del 28 de septiembre de 1917, "la supresión del servicio militar obligatorio", o cuando en la encíclica Pacem del 23 de mayo de 1920 proclamó que es un "deber" el "acercamiento fraternal de los pueblos" y deseó el éxito de la Sociedad de Naciones, como desearía, en noviembre de 1921, el éxito del desarme naval. La línea que trazó Benedicto XV fue la seguida, aunque con titubeos, por Pío XI cuando opuso al patriotismo, "fuente de virtudes y de heroísmo", el "nacionalismo inmoderado, germen de injusticias y de inquietudes" y presentó los remedios: "inviolabilidad del derecho de gentes"; "pacificación de los espíritus" gracias a la acción de la Iglesia católica, "única capaz de hacer penetrar en la sociedad los principios cristianos".20 Sin embargo, la Santa Sede no se atrevió a pronunciar una censura contra los actos de agresión de Italia en 1935, de Alemania en 1938, porque evidentemente temía provocar en la conciencia de los católicos un conflicto entre el sentimiento nacional y el deber de obediencia al mensaje pontifical. Sólo Pío XII, que había sido en 1917 el principal agente de la política de Benedicto XV, dirigió con firmeza en 1939 una acción que multiplicaba los llamamientos públicos a la paz y las iniciativas diplomáticas: En la encíclica Ubi arcano del 23 de diciembre de 1922. La idea fue retomada en la alocución pontifical de Navidad de 1930 y en la encíclica Caritate Chrísti del 3 de mayo de 1932. 20
EL SENTIMIENTO PACIFISTA
255
homilía del 9 de abril; gestiones ante los gobiernos con miras a la reunión de una conferencia internacional destinada a buscar una salida para los conflictos germano-polaco y franco-italiano; alocución del 2 de junio en el Sacro Colegio, donde se presentó como el deber propio de la Iglesia el "oficio de pacificación"; proyecto de compromiso sugerido al gobierno polaco sobre la cuestión de Gdansk, el 18 de agosto; mensaje radiofónico del 24 de agosto; llamamiento dirigido el 31 de agosto por el secretario de Estado a los representantes diplomáticos ante el Vaticano. Se trataba de un esfuerzo continuo, que contrastó singularmente con el comportamiento de Pío X en jtüio de 1914. La línea de nueva conducta adoptada por la Santa Sede durante los 20 años que separan las dos guerras mundiales estimuló el surgimiento de los movimientos pacifistas católicos:21 21 países estuvieron representados, en 1921, en el Primer Congreso Católico de la Paz, que se reunió en París; y la "consulta escrita" sobre el tema "La paz y la guerra", presentada en 1931 en Friburgo por ocho teólogos procedentes de todos los Estados donde el catolicismo representaba una fuerza, tuvo un gran público. Ahí también fue muy notorio el contraste con las dificultades que tuvieron las iniciativas anteriores a 1914. Pero los resultados de tales esfuerzos fueron modestos: en la mejor época, ninguna de las organizaciones agrupaba más que a algunos miles de miembros y casi todas, salvo Pax Romana, vegetaron a partir de 1933, cuando crecieron los peligros. En ningún momento y en ningún país se reunieron las organizaciones para definir una actitud común con respecto a la Sociedad de Naciones y a los principios de la seguridad colectiva. De hecho, a pesar de los llamamientos lanzados por la Santa Sede, el nacionalismo conservó posiciones fuertes en el mundo católico que, en esa ocasión, sufrió divergencias análogas a las que se manifestaron en el seno del protestantismo. A este respecto, la "encuesta sobre el nacionalismo" que realizara entre ^ 1924 y 1925 Maurice Vaussard a 160 personalidades católicas francesas y extranjeras es significativa. Ahí, las relaciones entre catolicismo y nacionalismo o catolicismo y pacifismo componen el principal interés en las respuestas recibidas por el investigador. El nacionalismo, dijo el padre De la Briére, era legítimo si estaba "en armonía con las obligaciones fundamentales del derecho natural y divino" y, en consecuencia, con los principios de justicia, orden y "moralidad social", de los que la Iglesia era la salvaguardia. ¿Cuándo se volvería excesivo y peligroso? "En los límites de la más estricta ortodoxia, la zona de las controversias legítimas 21 Tomamos esta información de un estudio inédito de Janine Monier, Le Mouvement pacifiste catholique International de 1919a 1939 (el Catholic Council for International Relations, la Union catholique d'Études internationales, la Ligue catholique Internationale y Pax Romana fueron los movimientos principales).
LAS FUERZAS PROFUNDAS
EL SENTIMIENTO PACIFISTA
sigue siendo considerable", reconocía el mismo autor. Desde luego, y las respuestas a la encuesta lo muestran con claridad. Según una de esas respuestas —la de Filippo Meda—, el catolicismo "no excluye las luchas [...] entre las naciones cuando son necesarias para hacer prevalecer un derecho o un interés legítimo": la guerra era "justa" cuando se trataba de que un Estado resguardara sus fronteras naturales o protegiera sus derechos a la expansión económica. Según otra —la de Jacques Chevalier—, el sentimiento religioso no podía recomendar a una nación "olvidar una injusticia". Y Gonzague de Reynold señaló: "En relación con todas estas ideas, todas estas tendencias que reclama nuestra época, no siempre sabemos, nosotros católicos actuantes y pensantes, cuál debe ser nuestra línea de conducta, hasta dónde podemos ir ya sea en la resistencia, ya sea en la conciliación. Esta incertidumbre explica por qué no hay todavía, en detrimento nuestro, una unidad católica frente, digamos, a la Sociedad de Naciones". Por tanto, el autor deseaba que la Santa Sede propusiera "direcciones positivas". Fue un deseo que no condujo a nada. El promotor de la encuesta comprobó que "la mayor parte de los católicos, guiados por un gran número de sus pastores, aprueban prácticamente el interés nacional [...] antes que el interés de la Iglesia".22 En vísperas de la segunda Guerra Mundial en Francia, un filósofo católico y pacifista trató de definir de manera más precisa la que podría ser la actitud de los cristianos ante "el problema de la paz". El cristiano, decía, no debe ser un "pacifista absoluto"; no condena la guerra cuando es "justa"; por tanto, admite "la legitimidad de la violencia al servicio de la justicia". Pero, ¿cómo determinar esa legitimidad? La "justicia internacional", respondió Emmanuel Mounier, "no es abstracta; cambia de contenido con el tiempo". Ahora bien, en 1939 la cuestión esencial consistía en elegir "entre la guerra y el deshonor espiritual": el cristiano no debía "comprar la paz al precio de un incremento de la bajeza, de un nuevo retroceso del espíritu cristiano ante las fuerzas anticristianas"; en tal caso, debía aceptar correr el riesgo de la guerra. Así, para aconsejar la resistencia al nacionalsocialismo, la doctrina ya no acude al interés nacional sino a un deber moral. ¿Se incrementaría la eficacia de estos movimientos religiosos en pro de la paz si fuera posible establecer una acción común de las religiones cristianas? A iniciativa de la Church Peace Union of America, se convocó en Ginebra en 1928 un congreso que reunió a los delegados de las organizaciones pacifistas católicas y protestantes. Pero fue una iniciativa aislada. "Mientras la Iglesia romana permanezca separada, no será posible concentrar todas las fuerzas del cristianismo para responder a las nece-
sidades y a los problemas del mundo actual", declaró el arzobispo de Canterbury al inaugurar, en 1937, la Conferencia Ecuménica de Oxford. En suma, para alimentar el movimiento pacifista, el sentimiento religioso no fue mucho más eficaz que el cuidado de salvaguardar los intereses materiales. En ciertos aspectos, la solidaridad que las condiciones nuevas de la producción y de los intercambios habían establecido entre las naciones tuvo menos influencia en las relaciones entre los grupos humanos que la rivalidad de los intereses económicos. El sentimiento de fraternidad cristiana no prevaleció sobre el sentimiento nacional.
256
22
Véase la p. 293 de dicha obra, citada en la bibliografía.
257
2. LOS MÉTODOS DE LA ACCIÓN PACIFISTA
Los militantes pacifistas siguieron tres vías cuando trataron de determinar los medios de su acción: rechazo a participar en actos de violencia, esfuerzo por suprimir las causas de guerra y concepción de un régimen de "paz por la vía del derecho", fundado en reglas jurídicas e impulsado por instituciones internacionales. Estas tres tendencias generales no eran antagónicas: los adeptos de la "no violencia" consideraban también los métodos jurídicos; los apóstoles de la "paz por vía del derecho" no solían ser indiferentes a tal o cual aspecto de las tentativas propuestas con miras a "neutralizar" las causas de conflicto. Sin embargo, la distinción no es artificial porque tuvieron su lugar respectivo en el desarrollo histórico del movimiento de la paz en el transcurso del último siglo y porque, expresa diferencias entre familias espirituales. La primera tendencia fue manifestada por los cuáqueros, que siguieron siendo sus promotores más activos.33 Los fundadores de las "sociedades de paz" estadunidenses que se constituyeron inmediatamente después de 1 8 1 5 no admitían ninguna forma de guerra, ni siquiera defensiva; estimaban que el cristiano no debía oponer resistencia a un acto de violencia. "No creo — escribió en 1838 William Ladd— que el cristiano tenga el derecho de tomar la vida de otros, incluso en legítima defensa: es a Dios a quien toca tomar venganza de la agresión." La misma convicción animaba a William Burritt cuando en 1 846 fundó la Liga de Fraternidad Universal. A decir verdad, estos apóstoles no trataban de imponer, ni siquiera a sus amigos, una adhesión integral a su doctrina: Ladd no quiso tomar partido públicamente porque estaba consciente de que una propaganda fundada en esta base traería el reclutamiento de las sociedades pacifistas. Sólo la agrupación que fundó Henry Wright en septiembre de 1838 pregonaba abiertamente el programa de "no violencia"; pero se vino *•
v a Cf. la obra de Beales, citada en la bibliografía.
LAS FUERZAS PROFUNDAS
EL SENTIMIENTO PACIFISTA
abajo cuando inició la guerra de los Estados Unidos contra México, pues vina parte de sus seguidores se negó a sostenerla por considerarla ilegítima. En 1860 los jefes del movimiento pacifista, que eran también miembros activos del movimiento antiesclavista, no quisieron oponerse a la guerra que hizo el gobierno de los Estados Unidos contra la secesión sudista; llegaron a decir que la condena lanzada contra la guerra se aplicaba únicamente a los conflictos internacionales. Esas diferencias dañaron el desarrollo del movimiento pacifista estadunidense. Sin embargo, en la misma época la doctrina de "no violencia" y el rechazo del servicio militar encontraron numerosos adeptos en el seno de la Sociedad Inglesa de la Paz. Pero tales ideas casi no penetraron en el continente europeo, donde la Sociedad de Amigos de la Moral Cristiana, la primera organización pacifista, evitó tomar partido. Los pacifistas continentales no podían colocarse tan fácilmente fuera de las realidades como los estadunidenses o los ingleses. En la segunda mitad del siglo XDC esta doctrina de "no violencia" ya no se afirmaba con el mismo vigor, ni siquiera entre los pacifistas ingleses que, en su mayor parte, no se opusieron a la guerra de Crimea ni a la guerra sudafricana. Los cuáqueros fueron los únicos que exigieron a sus miembros la promesa de "mantener el testimonio del cristiano contra toda guerra como incompatible con los preceptos y el espíritu de Dios". Incluso este artículo de la doctrina fue criticado, abierta o secretamente, por ciertos miembros de la Sociedad de Amigos.24 En realidad, el pacifismo "radical" fue perdiendo terreno. La segunda tendencia —la que buscaba asegurar la paz suprimiendo las causas de la guerra— tomó en el movimiento del pensamiento pacifista una amplitud muy distinta.25 ¿Causas económicas? A mediados del siglo xix los pacifistas culpaban sobre todo a las políticas comerciales de los Estados, a las prácticas del imperialismo y a las restricciones a la libertad de cambios. Los "celos comerciales" sostenían los antagonismos internacionales. El remedio consistía en establecer un régimen que permitiría el desarrollo del comercio internacional. Desde 1828 J. B. Say afirmó que el despegue comercial convencería a los pueblos de "la solidaridad de sus intereses". El progreso de los intercambios, agregó en 1838 William Channing, tejería "una red de intereses comunes". Desde ese momento, la paz estaría garantizada, pues cualquier conflicto "perturbaría el orden y la industria de todos los otros Estados". Por tanto, había que abatir las barreras aduanales que obstaculizaban ese progreso. En 1842 Richard Cobden pro-
movió esa idea: la paz y el libre intercambio eran "una sola y la misma causa"; la supresión de las barreras aduanales era "el único medio humano" de obtener la paz, pues permitiría establecer "una libre cooperación humana que superará los obstáculos de nacionalidad y de raza"; "el interés privado bien comprendido, que opere en el marco de la libertad de los contratos y de la libre competencia, será el verdadero instrumento de progreso individual y de armonía social". En 1847 Frédéric Bastiat retomó la tesis. "El espíritu del libre cambio no es exclusivo del espíritu de guerra, de conquista y de dominación"; "borra los celos internacionales" porque mostraría a los productores que la prosperidad real de la industria estaba fundada "no en los monopolios perjudiciales a las masas, sino en la prosperidad de las masas que son la clientela, es decir, de todo el mundo". Cuando la opinión pública haya comprendido esta verdad, "habrán sonado las últimas horas de las agresiones violentas".26 El secretario perpetuo de la Sociedad de Economía Política, Joseph Garnier, en su Traite d'écohomiepolitique, reeditado siete veces entre 1850 y 1875, amplió el punto de vista: la libertad de cambio no sólo establecería lazos entre los intereses, sino también permitiría "la penetración recíproca de las ideas", despertaría los sentimientos "de estima y de confraternidad" entre los pueblos.27 ' Sin embargo; en las últimas décadas de ese siglo la propaganda pacifista ya no podía sustentar esta esperanza, pues únicamente Gran Bretaña seguía fiel al libre cambio. Pero en 1933, cuando comenzó en los Estados Unidos la era de Franklin Roosevelt, el secretario de Estado Cordell Hull intentó reanimar la tesis según la cual el "desarme económico" y la libertad de cambio son las condiciones esenciales de una paz duradera. • ¿Causas sociales? La doctrina marxista subrayaba el papel del gran capitalismo en los conflictos de intereses económicos, la codicia de los hombres de negocios que para incrementar la ganancia empujan al Estado a asegurarse una ventaja en la competencia comercial, aun por la fuerza, y la influencia de los "mercaderes de cañones", considerados responsables del desarrollo del armamento. Suprimir esa incitación capitalista estableciendo una sociedad "sin clases" sería asegurar la paz. Por tanto, cuando se percibe la amenaza de guerra, la clase obrera tiene el deber de hacer fracasar a las empresas del gran capitalismo. Su medio de
258
24 25
Hirst, p. 247 (obra citada en la bibliografía). Sobre este tema, véanse los puntos de vista de R. Aron, op. cit,, pp. 693-699.
,
259
26 Discurso pronunciado en Lyon en agosto de 1847, en CEuvres completes (París, 1862), t.n, p. 270. , 27 Es la misma tesis que, algunos años después, desarrollaron en Francia Frédéric Bastiat y, en los Estados Unidos, H. Carey: "la Revolución industrial" viene a ser el prefacio ^ a la armonía entre los intereses. Y el "industrialismo" es, según el pensamiento de Michel Chevalier, Auguste Comte y Herbert Spencer, la antítesis del militarismo.
260
LAS FUERZAS PROFUNDAS
acción es la huelga general revohicionaria. Tal recurso a la Ivicha de clases ya había sido sugerido en 1855 por el pacifista estadunidense Elihu Burritt, quien había proyectado "una huelga organizada de todos los trabajadores de la cristiandad contra la guerra". Pero fue la difusión del marxismo la que le dio su mayor proyección.28 ¿Causas políticas? Las divergencias entre los sistemas de gobierno europeos hasta los primeros años del siglo xx (tan sólo al iniciarse 1906 desapareció la monarquía absoluta en Rusia, y en 1908 en Turquía) fueron durante una parte del siglo xix una causa de conflictos internacionales. Era una idea común a pensadores tan diferentes como Mazzini, Victor Considérant y Alexis de Tocqueville. Así, entre 1850 y 1870, y sobre todo entre 1867 y 1869, en el seno del movimiento pacifista se afirmó una corriente de ideas que veía en la difusión de los regímenes repviblicanos y democráticos las condiciones necesarias y suficientes para garantizar el mantenimiento de la paz. El tema fue sugerido por Victor Hugo en un discurso del 24 de febrero de 1855. En 1867 dominó los debates del Congreso de la Paz reunido en Ginebra: sólo cuando hubieran sido eliminados los "regímenes despóticos" sería posible "unir a los pueblos". La Liga por la Paz y la Libertad, cuya fundación decidió ese congreso, tenía como fin principal despertar un movimiento de opinión que preparara la caída de los "viejos sistemas gubernamentales". El congreso de 1869, del cual Victor Hugo fue el presidente honorario, deseaba establecer una federación de los pueblos de Europa, pero quería admitir únicamente a aquellos que poseyeran el sufragio universal, el derecho de conceder la contribución y que se beneficiaran de un régimen "en el que se encuentran garantizadas las libertades individuales y las libertades públicas". En realidad, esa corriente de pensamiento era sobre todo un medio de lucha contra los regímenes autoritarios: el del zar, el de Bismarck y el de Napoleón III. La paz no era la preocupación esencial de estos pacifistas. ¿Causas morales? El obstáculo fundamental para el desarrollo pacífico de las relaciones internacionales —nadie lo discute— eran los excesos de los nacionalismos. Con frecuencia, tal deformación del sentimiento nacional era fomentada por la prensa y la escuela. ¿Cómo poner trabas a esa desviación? Mediante una labor de información y de educación que incumbiera, en todos los países, a la élite intelectual y que tendiera a sustituir los nacionalismos por un "cosmopolitismo". Quizás desde hace mucho esta preocupación fue la de todos los doctrinarios del pacifismo: los grandes congresos de la paz, el de 1849 y el de 1867, toda la serie de congresos pacifistas "universales" de 1889 a 1914, las iniciativas 28
Véanse, supra, pp. 245-247.
EL SENTIMIENTO PACIFISTA
261
de Andrew Carnegie en 1910-1914 la colocaron constantemente en el primer plano. Sin embargo, no fue sino hasta después de 1919 cuando se emprendió una acción metódica y continua, bajo la égida de la Federación de Asociaciones para la Sociedad de Naciones. En la medida en que se trataba de "corregir" las tendencias de la prensa y de la escuela, las tentativas fueron vanas. Las indagaciones que entre 1919yl939 denunciaron las incitaciones nacionalistas en los manuales escolares comprobaron el hecho, sin llegar a remediarlo. La única tentativa que se esbozó, en 1935, para sentar las bases de una revisión de esos manuales mediante un acuerdo entre profesores franceses y alemanes no tuvo resultados prácticos y casi no podía tenerlos, habida cuenta de las circunstancias. Hubo que esperar a que terminara la segunda Guerra Mundial para que ese esfuerzo fuera retomado por la UNESCO. En cuanto a la prensa, los llamamientos dirigidos a la conciencia de los periodistas o a su sentido de responsabilidad, las tentativas hechas entre 1927 y 1931 por la Sociedad cíe Naciones para esbozar un estatuto internacional de periodistas y organizar la lucha contra las noticias falsas, los estudios más avanzados realizados por iniciativa de la Asamblea de la Organización de las Naciones Unidas, pero orientados hacia la libertad de información más que hacia la noción de responsabilidad de la prensa, no fueron más allá del estadio de las buenas intenciones. >• ¿Causas demográficas? La cuestión radica en determinar qué papel habría que atribuir, en el origen de los conflictos internacionales, a la sobrepoblación, a la miseria que engendra y a la disparidad de los niveles de vida entre los pueblos del mundo, cuestiones de las que aquélla es en parte responsable.29 A decir verdad, el movimiento pacifista antes de 1914 casi no se preocupaba de estas cuestiones. Entre 1919 y 1939 los sociólogos y los economistas las discutieron, pero interesados especialmente en hacer un juicio crítico sobre la noción de "espacio vital" y sobre los argumentos que en Alemania y en Italia apoyaban la política de expansión. Sólo a partir del fin de la segunda Guerra Mundial, en el marco de los problemas políticos y económicos internacionales planteados por la existencia de los países subdesarrollados, la transformación de las tendencias demográficas en esos países apareció en amplios medios pacifistas como una condición necesaria para el mantenimiento de la paz. T Cuando el movimiento pacifista anunció el propósito de suprimir las causas de conflictos internacionales apoyándose en una crítica de la "teoría de la guerra", ¿debemos admitir que muy a menudo se subordinó a preocupaciones de un orden muy distinto? Los economistas *.<" ' ' -n*r29 Sobre estas cuestiones véase, supra, el capítulo u.
262
263
LAS FUERZAS PROFUNDAS
EL SENTIMIENTO PACIFISTA
librecambistas de mediados del siglo xix se dieron cuenta de que las ideas pacifistas podían aportar un refuerzo a una doctrina que habían concebido primero con fines meramente utilitarios.30 En vísperas de la primera Guerra Mundial, el ala revolucionaria del socialismo deseaba la transformación de la sociedad mucho más de lo que buscaba consolidar la paz. Los demócratas republicanos de 1867 estaban mucho más preocupados por hacer fracasar a Napoleón III o a Bismarck que por eliminar la guerra en las relaciones entre los pueblos. Esas formas del pacifismo, según la expresión de Max Scheler, no fueron más que "ideologías de intereses". En realidad, fue la tercera tendencia —la organización de la paz "por la vía del derecho"— la única que trató de establecer un plan de acción en el movimiento pacifista. De entrada, la mayor parte de los doctrinarios del movimiento tuvieron por utópica la supresión total de la guerra, objetivo de los cuáqueros. Siempre se ocuparon de establecer una distinción entre sus preocupaciones, orientadas hacia la paz en sí misma y por sí misma, y los puntos de vista de quienes veían en el pacifismo un "complemento" destinado a favorecer la difusión de ideas políticas, sociales o económicas. Su propósito fue establecer un conjunto de reglas jurídicas o de instituciones destinadas a asegurarla resolución pacífica de los conflictos internacionales. En el desarrollo histórico de ese esfuerzo, ¿no es necesario recordar cuáles fueron las líneas directivas y las etapas más importantes? El estado de ánimo de los hombres de 1815, el sentimiento de hastío que experimentaban inmediatamente después de una crisis internacional que duró más de 20 años y que sacudió tan profundamente los cimientos políticos y sociales de Europa, y el deseo de evitar el regreso de semejantes acontecimientos son quizá lo que explica la publicación de los primeros "ensayos" sobre la reorganización de la sociedad europea —los de Henri de Saint-Simon y de Karl Krause— y la creación en los Estados Unidos y en Inglaterra de las primeras asociaciones pacifistas. En el periodo comprendido entre 1830 y 1848, cuando los movimientos revolucionarios de 1830, la crisis diplomática de 1840 y la agitación de las "nacionalidades" sembraron el temor de una nueva guerra general, se multiplicaron los esfuerzos. Es posible distinguir cuatro corrientes que en ocasiones se unieron, pero que guardaban cada una su propia fisonomía: una corriente religiosa ctiyos promotores eran cuáqueros estadunidenses e ingleses no conformistas; una corriente socialista sobre todo francesa; una corriente mazziniana, con una fuerte marca de ideolo-
gía republicana, y una comente animada por el pensamiento de los economistas librecambistas. A partir de entonces aparecieron los grandes temas en torno a los cuales iba a desarrollarse el movimiento pacifista: la organización del arbitraje, que fue el punto esencial de la orden del día cuando se reunió en Londres en 1843 el Primer Congreso Mundial de las Sociedades de Paz; la cuestión del desarme, a la cual se adhirieron los economistas librecambistas porque querían liberar a los pueblos de pesadas cargas financieras, y la concepción de una nueva organización de las relaciones entre los Estados, es decir, una limitación de las soberanías en el marco de un sistema confederal, preconizado a la vez por socialistas —Saint-Simon y Victor Considérant—, Philippe Marchand —pacifista "humanitario"—, los pacifistas "religiosos" —Williarn Ladd y sus discípulos europeos— y los mazzinianos. Tal organización podría ser mundial; por lo menos, debería ser europea. Pero cada uno esbozó sus ideas sin conocer o, al menos, sin discutir las de los otros: todavía no se entablaba ninguna confrontación de puntos de vista. En el curso de los grandes movimientos de 1848 y 1849 se intentó dicha confrontación: el Congreso Internacional de la Paz, que se realizó en París en agosto de 1849, escuchó el informe en que el estadunidense William Burritt propuso el plan de una "sociedad de naciones europeas": una asamblea internacional elegida establecería una Constitución de Europa, que en seguida se sometería a la ratificación de las asambleas legislativas de los Estados; una corte de justicia ejercería una jurisdicción moral "sobre todas las cuestiones de controversia internacional". Sin embargo, el informe no dio lugar a ningún debate verdadero. La fórmula de los "Estados Unidos de Europa" ejerció una gran influencia gracias a Victor Hugo, pero su contenido era incongruente: los doctrinarios del pacifismo se limitaron a repetir una fórmula sin tomar posición con respecto a las instituciones que habría que establecer. En junio de 1849, por iniciativa de Richard Cobden, se dio un debate en la Cámara de los Comunes.31 La moción presentada por el gran apóstol del libre cambio fue apoyada por una petición que consiguió 200 000 firmas y que invitaba al gobierno inglés a establecer lazos con los gobiernos extranjeros con miras a concluir un tratado que obligaría a las partes contratantes a someter al arbitraje los litigios que no pudieran resolverse mediante el debate diplomático. Cobden quería que la sentencia arbitral fuera confiada no a un soberano "neutral", sino a "individuos" —a comisarios designados por cada Estado—. ¿Cómo pensaba asegurar la ejecución de esa sentencia? Rechazó absolutamente cualquier coacción por las armas
30 Cf. la carta de Cobden a Ashworth del 12 de abril de 1842, citada por John Morley en Life of Cobden, i, p. 230.
31 Hansard's Parliamentary Debáis, 3" serie, t. 106, columnas 53-121 (sesión del 12 de junio de 1849).
264
LAS FUERZAS PROFUNDAS
y sólo contó con una presión moral: aquel que rompiera los compromisos adoptados se pondría en posición de agresor ante la opinión pública mundial. Tal manifestación no tenía porvenir. Durante los 30 años siguientes, el movimiento pacifista declinó, pues las pasiones colectivas que despertaban las reivindicaciones del sentimiento nacional en Italia y Alemania hicieron más inverosímil que nunca cualquier perspectiva de unión entre los pueblos o los Estados. Si bien los pacifistas "religiosos" seguían interesados en la cuestión del desarme y en la del arbitraje, parecieron renunciar a la idea de una federación europea. El pensamiento socialista, con Proudhon, llegó a considerar que la noción de los Estados Unidos de Europa era irreconciliable con la existencia de los grandes Estados. Los mazzinianos guardaron silencio desde que se hizo evidente que la aplicación del principio de las nacionalidades no era una garantía de paz. Sólo algunos economistas librecambistas, Michel Chevalier sobre todo, seguían evocando "la idea europea". Los recién llegados al movimiento pacifista —los promotores de la Liga Internacional por la Paz y la Libertad— no se interesaban realmente sino en la lucha contra los regímenes autoritarios.32 El despertar del movimiento se manifestó a partir de 1877 cuando, por primera vez en el siglo xix, juristas de gran renombre, como el inglés Lorimer y el suizo Blüntschli, profesor en una universidad alemana, emprendieron a un tiempo el estudio de lo que podrían ser las instituciones de una federación europea. Desde entonces, los puntos de vista se definieron mejor y se plantearon con claridad las opciones delicadas: igualdad entre los Estados o preponderancia de las grandes potencias; respeto de las soberanías nacionales o superestado; asociación entre gobiernos o participación de una representación de la "voluntad popular"; poder de coerción ejercido directamente por el órgano ejecutivo federal o entregado a ciertas potencias. Los estudios posteriores, por ejemplo la obra de 1901 de Novicow, no aportaron elementos nuevos a este debate doctrinal. Pero lo que importó fue más que nada el esfuerzo de las asociaciones pacifistas por llegar a una audiencia más amplia. A partir de 1889 la reunión regular de congresos universales de la paz y de conferencias interparlamentarias dio una gran proyección al movimiento. Sin embargo, los resultados, a pesar del éxito que para el movimiento pacifista representó la reunión de las conferencias de La Haya en 1899 y 1907, no estuvieron a la medida de ese esfuerzo. En el curso de los 20 años que precedieron al conflicto de 1914, el balance fue decepcionante. Las discusiones en torno a los Estados Unidos de Europa, que habían sido el tema central del movimiento de ideas a mediados del siglo xix, 32
Véase, supra, p. 260.
EL SENTIMIENTO PACIFISTA
265
pasaron al segundo plano. En 1900 casi todos los miembros del Congreso de Ciencias Políticas realizado en París estimaban que sería vano querer estudiar sus formas. Además, los pacifistas reconocían que los [ Estados europeos tenían intereses tan importantes fuera de Europa que no era posible establecer entre ellos una federación sin tratar de asociar a los otros continentes; también se hallaban conscientes del papel que los Estados Unidos estaban llamados a desempeñar en las relaciones internacionales. Por tanto, era a escala mundial donde se debía encontrar una solución. La concepción de una Sociedad de Naciones, evocada en 1840 por William Ladd y perdida de vista desde entonces, suplantó a [. la de los Estados Unidos de Europa. •f Durante algunos años la cuestión del desarme estuvo en primer plano de la orden del día, sobre todo entre 1895 y 1899, y se diluyó tras el fracaso parcial de la Primera Conferencia de La Haya: la limitación de los armamentos ya no aparecía como un medio para lograr la organización de la paz; no podría ser sino su consecuencia. En el movimiento pacifista, el arbitraje fue el principal interés. Los trabajos de las dos conferencias de La Haya, en 1899 y en 1907, lo consagraron con la creación de la Corte Permanente de Arbitraje y le prepararon las vías: la primera sugería que se adoptara un procedimiento de investigación para definir el objeto exacto de un litigio; la segunda establecía un procedimiento de conciliación. Pero el recurso a ese modo de resolución de los conflictos era facultativo y la ejecución de la sentencia arbitral dependía de la "buena fe" de los Estados. Por tanto, el arbitraje obligatorio y el carácter ejecutorio de la sentencia fueron los objetivos que se planteó el movimiento pacifista; pero fueron vanas las iniciativas que llamaron la atención: la de William Bryan en la Conferencia de la Unión Interparlamentaria de 1906 y la de Andrew Carnegie en la primavera de 1914. '•• En suma, las preocupaciones de los pacifistas se alejaban de las perspectivas ambiciosas, las que implicaban el establecimiento de un marco £ institucional. Se inclinaron a los fines que parecían más fáciles de lograr y que, sin embargo, estaban fuera de su alcance. La primera Guerra Mvindial ofreció un nuevo carácter al estudio de estos problemas. No obstante, a primera vista la guerra, que había paralizado toda acción internacional, pareció amenazar la existencia misma de cualquier movimiento pacifista; los grupos supervivientes quedaron aislados y desorganizados frente a las corrientes nacionalistas.33 Pero la prolongación del conflicto, la magnitud de los sufrimientos, el espectáculo 33 En todos los países beligerantes, incluso en los Estados Unidos, las organizaciones ' pacifistas, con excepción de los cuáqueros, aprobaron la participación en la guerra.
266
EL SENTIMIENTO PACIFISTA
LAS FUERZAS PROFUNDAS
de las ruinas despertaron en una gran parte de la opinión pública y en la mente de algunos estadistas el deseo de prevenir el retorno de semejantes pruebas. En 1916 la organización de la paz futura comenzó a imponerse a la consideración pública. En 1919 entró en el campo de la experiencia. A decir verdad, en el dominio del arbitraje, a pesar de la creación de la Corte Permanente de Justicia Internacional y de la redacción del Acta General de Arbitraje del 26 de septiembre de 1928, los progresos fueron modestos. Pero el esfuerzo se dirigió hacia la organización de un sistema confederal. Al contacto con las realidades, ¿en qué se convirtieron las ideas pacifistas dentro del sistema de la Sociedad de Naciones y luego en la Organización de las Naciones Unidas? Los trabajos preparatorios del Pacto de la Sociedad de Naciones y los debates de la Comisión de la Conferencia de Paz encargada de elaborarlo hicieron predominar la concepción de una asociación de Estados, de una "sociedad de gobiernos" que aceptarían una limitación de sus derechos soberanos, pero sin admitir la institución de un gobierno internacional. En principio, la igualdad entre los Estados se estableció en la Asamblea de la Sociedad; pero en el Consejo se instituyó la preponderancia de las grandes potencias mediante la concesión de sedes permanentes. La designación de los miembros de la Asamblea, como la de los del Consejo, se entregó a los gobiernos. Finalmente,.la guerra se tuvo por lícita no sólo en el caso de legítima defensa, sino a título de sanción contra un Estado violador del pacto. En el seno de la Conferencia de Paz, el acuerdo se obtuvo sin discusión seria de todos estos puntos. Pero la eficacia del sistema, gravemente comprometida desde el principio por la abstención de los Estados Unidos y de Rusia, quedó restringida por la regla de la unanimidad —corolario del principio de la soberanía de los Estados—, que se aplicaba a las decisiones del Consejo y por eso hacía más difícil la condena del agresor. También quedó restringida por la insuficiencia de las sanciones, que el gobierno francés trató en vano de remediar en 1924 mediante el protocolo de Ginebra. El remedio a estas debilidades se halló en la vuelta al "continentalismo", que intentó el movimiento pacifista. La crisis de la Sociedad de Naciones, como señaló Georges Scelle en 1927, mostró cuan necesario era darle "una base regional". En 1889 la aparición, todo lo tímida y mediocre que haya sido, de la idea panamericana aportó un argumento en favor de dicho continentalismo, por mucho que Riera imposible comparar Europa con América, donde la hegemonía de. los Estados Unidos ha sido indiscutible. Entonces reapareció el proyecto de una organización europea, abandonado en el curso de la primera Guerra Mvmdial y de la Conferencia de Paz, cuando los Estados Unidos se convirtieron en los arbitros de las relaciones internacionales. El movimiento paneuropeo,
267
promovido por Coudenhove-Kalergi, cobró forma en 1926; esta vez despertó el interés de los estadistas. Sin embargo, cuando Aristide Briand presentó el 17 de mayo de 1930 su proyecto de Unión Europea, no aportó ningún elemento nuevo al estudio de las cuestiones en litigio que planteaba la organización de las relaciones internacionales, pues no quería amedrentar a la Sociedad de Naciones, en cuyo marco debería articularse la Unión Europea, ni a la susceptibilidad de los gobiernos:34 al insistir sobre el respeto de las soberanías nacionales pareció confir. mar la regla de la unanimidad y el carácter facultativo de las sanciones. r< ¿Era posible hallar un remedio a esta debilidad por otros medios jurídicos, más sumarios, que no implicaran la creación de instituciones internacionales? En abril de 1927 pacifistas estadunidenses sugirieron a Aristide Briand proponer la celebración de un pacto en términos del cual Francia y los Estados Unidos declararían renunciar definitivamente a la guerra como medio para resolver las discrepancias que pudieran oponerlos. Esos pacifistas pensaban que el pacto franco-estadunidense permitiría la formación de un pacto general. Pero, entre ellos se manifestaban dos tendencias distintas. Los dirigentes del Fondo Carnegie para la Paz se mostraban favorables al principio de la seguridad colectiva, tal como se había concebido en el marco de la Sociedad de Naciones. Los pacifistas "radicales", cuyo promotor era Salmón Levinson, preconizaban la abolición total de la guerra mediante un pacto internacional; pretendían remitir a un tribunal la tarea de dilucidar los litigios, pero eran profundamente hostiles a cualquier sistema de sanciones militares o incluso económicas. ¿Considerar que la guerra estaba "fuera de la ley" era tanto como admitir que se proscribiría el empleo de la fuerza armada, aun cuando se tratara de hacer fracasar una agresión? Por tanto, era la cuestión de las sanciones, de su naturaleza y del órgano calificado para pronunciarlas la que se presentaba de nuevo —es decir, precisamente el problema que no había podido resolver la Sociedad de Naciones. , Los pacifistas "radicales" (había entre ellos senadores importantes como Knox y Borah) eran fieles a la convicción del pacifismo estadunidense que siempre había creído en la eficacia de las sanciones morales. Levinson quería contar con la buena fe de las naciones y con la influencia de la opinión pública; estimaba que la guerra debía ser proscrita aunque se tratara de imponer las decisiones de un tribunal: desde el momento en que se confiaba en tratados de alianzas "que obligan a hacer la guerra", ¿por qué no conceder, decía, "la misma confianza cuando el punto es establecer un tratado que imponga la obligación de no hacerla"? 34 Las
observaciones de Paul Bastid insisten especialmente sobre este punto.
268
LAS FUERZAS PROFUNDAS
EL SENTIMIENTO PACIFISTA
Los partidarios de la "paz por vía del derecho", los apóstoles de la Sociedad de Naciones, no podían aceptar un argumento simplista que se colocaba fuera de toda realidad política, ni una regla que corría el riesgo de arruinar el funcionamiento del sistema ginebrino, A la "proscripción" de la guerra se oponía, por tanto, otra fórmula —la "renuncia a la guerra como instrumento de política nacional"—, que era la de Aristide Briand: recurrir a la fuerza armada sería lícito en el caso en que, "por interés común", la decisión la tomara el Consejo de la Sociedad de Naciones. Esta fórmula fue adoptada en el Pacto Briand-Kellogg y firmada por todos los Estados.35 Pero el compromiso adquirido no implicaba ninguna sanción contra el Estado violador. Por tanto, era imposible hacerse ilusiones sobre su eficacia. La Carta de la ONU tenía como fin, como el Pacto de la Sociedad de Naciones, alejar el "azote de la guerra" o, más exactamente, hacer que la fuerza armada "ya no sea empleada más que en el interés común". Trataba de llevar a la realidad este orden pacífico mediante métodos que, en principio, no difirieran mucho de los que habían sido adoptados en 1919 y que tendían tan sólo a mejorar el sistema. ¿En qué medida los artículos que definían la seguridad colectiva acrecentaban los derechos y los medios de acción?36 El Consejo de Seguridad ya no estaba sometido a la regla de la unanimidad; por tanto, en teoría era capaz de tomar sus decisiones con más libertad. Pero esa unanimidad seguía siendo exclusiva de los cinco miembros permanentes del Consejo: en suma, subsistía el derecho de veto que en 1919 poseía cualquier miembro del Consejo, pero tan sólo en beneficio de los miembros permanentes. Por tanto, los avances fueron muy frágiles porque, en el sistema de la Sociedad de Naciones, los Estados que tenían un escaño temporal en el Consejo rara vez podían obstaculizar un voto unánime. El Consejo de Seguridad dispuso de fuerzas armadas que debían proporcionar los Estados miembros: por ende, la controversia sobre la naturaleza de las sanciones, que tanto había preocupado a los apóstoles de la Sociedad de Naciones, estaba resuelta en principio en beneficio de los que habían afirmado la necesidad de aplicar sanciones armadas. Pero, en 1945, al igual que en 1919, no se previo la formación de un ejército internacional permanente. Por eso, la aplicación de las decisiones del Consejo en este dominio dependía de la decisión soberana de los Estados. Por último, el Consejo de Seguridad (como tampoco el Consejo de la
Sociedad de Naciones) no tenía competencia para intervenir en los asuntos "que son esencialmente de la incumbencia de la jurisdicción interna" de los Estados; sin embargo, podía hacerlo cuando esas cuestiones amenazaran la paz internacional: la "descolonización" había sacado provecho de esta cláusula nueva. Pero en realidad esa extensión de los poderes y de los medios de acción del Consejo de Seguridad ha sido en vano, pues la rivalidad de las dos grandes potencias paralizó el funcionamiento de la Carta y destruyó la noción misma de seguridad colectiva. Así, el "continentalismo" reapareció para remediar la deficiencia del sistema. Es verdad que la Carta, para tener en cuenta un Estado de hecho —la existencia de la Organización de los Estados Americanos—, había reconocido explícitamente la legitimidad de la formación de "organizaciones regionales" y las había autorizado a llevar una acción autónoma. Pero había subordinado esa acción, si debía admitir el recurso a la fuerza, a una autorización previa concedida por el Consejo de Seguridad. Evidentemente, ni la Alianza Atlántica ni los Estados Unidos ni las alianzas del sistema soviético podían aceptar esta condición, que los habría paralizado. En lugar de insertarse en el marco de la seguridad colectiva, las organizaciones regionales se constituyeron, por ende, fuera de ella. Regresar a la formación de coaliciones, es decir, a la situación misma que los redactores de la Carta habían querido remediar, era tanto como reconocer el fracaso de la "paz por la vía del derecho". De este modo, se manifestó "la imperfección esencial del derecho internacional". La propia noción de la seguridad colectiva suponía la existencia de un organismo internacional capaz de hacer respetar las decisiones tomadas en común. Pero tales decisiones, tanto en el Pacto de la Sociedad de Naciones como en la Carta de la ONU, exigían el acuerdo de todas las grandes potencias integrantes de la organización. Ahora bien, como señalara Raymond Aron, "cuando las grandes potencias están de acuerdo, con o sin seguridad colectiva, no hay una gran guerra".
35 Un análisis muy incisivo de la génesis de este pacto se encuentra en la obra de J.-B. Duroselle: De Wilson á Roosevelt. La politique ex.terie.ure des Élats-Unis, 1913-1945 (París, 1961), p. 194. Véase, infra, p. 361. 36 Sobre este punto véanse las observaciones de R. Aron, p. 701 (en la bibliografía).
269
3. EL ALCANCE INTERNACIONAL DEL MOVIMIENTO PACIFISTA
Al analizar las causas que estorbaron el desarrollo de este movimiento pacifista, dos aspectos llaman la atención: los desacuerdos entre los doctrinarios y las actitudes siempre reacias, a veces hostiles, de los gobiernos con respecto a sus sugerencias. Los desacuerdos se basaron en los principios y las formas de la organización de la paz; por supuesto, fueron más numerosos en la medida en que las cuestiones planteadas eran más complejas.
271
LAS FUERZAS PROFUNDAS
EL SENTIMIENTO PACIFISTA
La noción del arbitraje internacional (promesa de recurrir a un procedimiento arbitral en caso de amenaza a la paz; elección de jueces encargados de resolver los litigios; compromiso de respetar esa decisión) se concibió primero como un expediente destinado a solucionar casos particulares; no se trataba de establecer una organización permanente. Sólo en los dos últimos decenios del siglo xix los teóricos pacifistas, de Leone Levi a Émile Decamps y a Kamarovsky, estudiaron la institución de un tribunal de arbitraje, cuya creación fue decidida por la Primera Conferencia de La Haya. ¿Era posible someter al arbitraje todas las controversias internacionales? Los principales promotores del movimiento pacifista, Henry Richard antes que todos, no se habían atrevido a proponerlo. Sin embargo, en 1897, en el Congreso Universal de la Paz, los pacifistas llegaron a considerarlo, mientras que en el mismo año la Conferencia de la Unión Parlamentaria, que también reunía a pacifistas pero inclinados a problemas políticos, estimó que es inevitable prever límites al campo de aplicación del arbitraje. En 1902, el Congreso Universal de Monaco, por iniciativa de los delegados franceses, renovó un voto en favor del arbitraje obligatorio para todos los conflictos, aunque los pacifistas ingleses permanecieron divididos. Sobre este punto —el arbitraje obligatorio— finalmente se estableció después de 1919 el acuerdo entre las asociaciones pacifistas en los congresos universales de la paz. Para llegar a este resultado tuvieron que pasar más de 30 años de confrontaciones entre los teóricos del pacifismo en el seno de dichos congresos. En cambio, el acuerdo siguió siendo imposible en la cuestión de las sanciones. ¿Qué coacciones habría que ejercer contra el Estado que se negara a recurrir al arbitraje o a respetar la sentencia arbitral? ¿Sanciones morales? ¿Boicoteo económico? ¿Sanciones armadas? Los debates sobre el tema amenazaron dislocar en diversas ocasiones las "Sociedades de Paz" inglesas y estadunidenses; reaparecieron con regularidad en el seno de los congresos universales de la paz. Los partidarios de las sanciones morales estimaban que una condena pronunciada por la opinión pública bastaría para llevar al camino correcto al Estado que violara sus deberes; con el impulso de los pacifistas "religiosos" ingleses y estadunidenses, pero también con el asentimiento de Richard Cobden y de sus discípulos,37 declararon que el empleo de la fuerza equivaldría a perpetuar el recurso a la guerra. Los partidarios de las sanciones armadas invocan argumentos prácticos: ¿cómo meter en razón al Estado que no se incline ante la indignación del mundo? Las sanciones económicas eran consideradas como un compromiso entre las tesis opuestas. En 1892 el Congreso Universal de la Paz descartó las sanciones armadas, pero admitió las sanciones económicas. En 1904, en
el Congreso Universal de Milán, donde los partidarios de las sanciones armadas eran franca minoría, el debate se desarrolló en torno a las "sanciones pacíficas", es decir, la presión económica; pero el presidente de la Peace Society inglesa se opuso al empleo de esos medios que implicarían, dijo, un riesgo de guerra, y ganó el debate con una escasa mayoría. No fue sino hasta 1913 cuando se retomó la cuestión, que fue turnada a un comité especial que aún no había elaborado su informe cuando estalló la guerra europea. Ese conflicto entre los "idealistas" y los "realistas" fue uno de los temas permanentes del movimiento pacifista, incluso después de 1919. En 1924 el gobierno conservador inglés rechazó adherirse al Protocolo de Ginebra, porque la aplicación de sanciones económicas contra un agresor podría llevarlo a enfrentarse con los intereses de los Estados Unidos. En 1937, durante la Conferencia Ecuménica de Oxford,38 el pacifismo anglosajón, debido a que se desenvolvió en Estados donde la amenaza de invasión extranjera era prácticamente inexistente por entonces, se mostró reticente ante las necesidades que el pacifismo "continental" consideraba evidentes. . Más allá de la cuestión del arbitraje, no eran menores las divergencias cuando los representantes del movimiento pacifista trataron de bosquejar el plan de una "sociedad internacional": Congreso de Naciones o Estados Unidos de Europa. El pacto de unión que se concertaría entre los Estados, ¿tendría como fin establecer una simple asociación que respetaría integralmente los derechos de soberanía, o una confederación, que realizaría una unión más estrecha y más duradera pero que limitaría el ejercicio de las soberanías, o aun un Estado federal, que subordinaría los gobiernos de los Estados a un gobierno "superior"? En realidad, en el curso del siglo XDC se bosquejaron casi todos los tipos posibles de organización. • La tendencia extrema fue representada en 1814 por Henri de SaintSimon, quien imaginaba un "gobierno general" de Europa "enteramente independiente de los gobiernos nacionales": un Parlamento cuyos miembros serían elegidos directamente, pero sólo por los eruditos, los magistrados, los administradores, los negociantes; una Cámara de Pares hereditaria; un soberano, del cual el autor nunca indicó el medio de su designación. Esta noción de un Parlamento internacional reclutado por elección directa reapareció en 1868; también estaba presente en los autores que propusieron tomar como base de una organización internacional la Constitución de los Estados Unidos de América; por ejemplo, Lemonnier, quien dirigió durante 20 años, de 1867 a 1887, la revista États-Unis d'Europe,
270
37 Véanse,
supm, pp. 263-264, el discurso de Cobden en la Cámara de los Comunes en 1849.
:ík~
ii,.
38
Véanse, supra, pp. 250-251.
273
LAS FUERZAS PROFUNDAS
EL SENTIMIENTO PACIFISTA
Elihu Burritt no propuso, en su informe al Congreso de la Paz reunido en París en 1849, que la asamblea internacional fuera reclutada por la vía de la elección; prefirió remitir la designación de sus miembros a las asambleas legislativas de los Estados. Ése fue también el proyecto del jurista inglés Lorimer39 en 1877. Pero mientras Burritt limitaba los poderes de la asamblea, cuyas decisiones deberían someterse, dijo, a la ratificación de los gobiernos, Lorimer propuso la creación de un poder ejecutivo, que confió a un consejo elegido por la asamblea y a un presidente elegido por el consejo entre sus miembros. A estos proyectos, que tendían a realizar una integración más o menos pujante y a organizar una representación directa o indirecta de los pueblos, se oponían quienes invocan la necesidad de respetar las soberanías y quienes se inspiraban en el sistema de la Confederación de Estados. En 1842 Philippe Marchand y en 1848 Émile de Girardin sugirieron la institución de un congreso de plenipotenciarios, que recibirían de los gobiernos un mandato imperativo. Los dos declararon haberse inspirado en el estatuto de la Dieta Germánica y previnieron que las decisiones se tomaran por mayoría. Entre esas dos tendencias, el jurista germano-suizo Blüntschli40 en 1878 y el ponente designado en 1900 por el Congreso de Ciencias Políticas de París buscaron compromisos. Preveían la existencia de dos asambleas, una designada por las asambleas legislativas de los Estados41 y la otra formada por representantes de los gobiernos.42 Pero no se pusieron de acuerdo en cuanto a los poderes respectivos de esas asambleas: Blüntschli atribuyó los poderes más amplios a la asamblea designada por los gobiernos, única encargada de decidir sobre cuestiones de "gran política", es decir, de todos los asuntos que implicaran una amenaza para la paz y para la independencia de los Estados. Isambert imaginó un sistema más complejo: los litigios "de interés mayor" se someterían a un congreso donde los representantes de los gobiernos y los miembros designados por las asambleas legislativas de los Estados sesionarían lado a lado. También propusieron soluciones diferentes en cuanto a la aplicación de las decisiones tomadas por las asambleas: Blüntschli dejó a los Estados el cuidado de ejecutar tales decisiones, mientras que Isambert confió este encargo a un directorio. Finalmente, dos de estos teóricos, Constantin Pecqueur, desde 1842, en su libro De la paix, y Novicow, en 1901, en su obra La fédération de
l'Europe, planteaban un avance progresivo de la Confederación de | Estados hacia el Estado federal, con largos intervalos entre las etapas. Por tanto, el pensamiento fue rico y variado y exploró todas las direcciones, pero sin dar higar a una confrontación metódica. El único rasgo que aparece con claridad es una toma de conciencia de las dificultades: las concepciones audaces con el tiempo dejaron paso a las soluciones más modestas; es el sistema de la Confederación de Estados el que, a fin de cuentas, mantuvo la atención. No fue más fácil establecer el acuerdo sobre la competencia que habría que reconocer en esas asambleas o en esos consejos. Desde luego, se encargarían de resolver los litigios entre los Estados; también tendrían atribuciones administrativas en el dominio económico, en especial para la organización de los transportes y las comunicaciones. ¿Sería posible ir más allá? Constantin Pecqueur y Émile de Girardin querían que tuviera la capacidad para establecer los derechos de adviana y decidir las emisiones de papel moneda y, en consecuencia, para establecer un control sobre la política económica y monetaria de los Estados; Girardin extendería con mucho gusto ese control a la legislación laboral, pues ningún Estado podía tratar de resolver, con un acto aislado, la duración de la jornada de trabajo. Pero ¿qué competencia habría que otorgarles para resolver los litigios provocados por las protestas de las "minorías nacionales"? Henri de Saint-Sirnon no dudó en confiar a su "gobierno europeo" el cuidado de resolver los conflictos entre un gobierno y "una población que quisiera formar una nación aparte". Lorimer deseaba que el Congreso Internacional estuviera calificado para decidir una transferencia de soberanía. Pero fueron muy pocos los que tomaron una posición ante estas propuestas extremas. Y nadie hizo eco de una sugerencia £ de Philippe Marchand, quien en 1849 aspiraba a que el Congreso Federal estableciera una legislación uniforme sobre los delitos de prensa a fin de impedir que los periódicos excitaran a la opinión pública en las controversias que oponían a los Estados. Aún así, durante todo el siglo algunos pacifistas aislados "reconocieron" los problemas, pero el movimiento pacifista no trató de resolverlos. De haber estado mejor definida, ¿habría sido más eficaz la doctrina? La actitud de los gobiernos permite ponerlo en duda: en ningún momento las ideas pacifistas retuvieron seriamente su atención, tratárase del arbitraje, del desarme o de la organización permanente de un sistema de instituciones internacionales. ¿El arbitraje? En junio de 1849 Palmerston había subrayado sus difi* cultades en la Cámara de los Comunes:43 según él, ningún gobierno
272
39 "Le probléme final du Droit international", en la Revue de droit International et de législation comparée. 40 "Die Organisation des europaischen Staatsvereins", en Gegenwart. 41 Blüntschli la llama Sénat, e Isambert, Haute Cour. 42 Blüntschli la llama Conseil federal, e Isambert, Consell législatif.
43
En su réplica a la moción de Cobden. Véase, supra, p. 263.
274
LAS FUERZAS PROFUNDAS
podría aceptar ligarse de antemano a las decisiones de un tercero. Además, ¿quién ejercería ese arbitraje? ¿Juristas escogidos a causa de su competencia y de su autoridad moral? No tendrían ningún poder. ¿Gobiernos? Pero si los gobiernos fueran "justos", el-arbitraje sería inútil; y si no fueran "justos", no ofrecerían un arbitraje válido. En realidad, el arbitraje no podía cobrar una forma eficaz si no existía un "tribunal de naciones" y una fuerza militar capaz de imponer la ejecución de los juicios. Ello no quería decir que los gobiernos no recurrieran a este medio de conciliación; entre 1794 y 1800 se sometieron 177 litigios a una actuación arbitral, de los cuales 90 entre 1880 y 1900.44 Pero en esta lista sólo rara vez figuraron las cuestiones políticas. Más allá de estas actuaciones ocasionales, ¿cuáles fueron los compromisos contratados en previsión de un conflicto futuro? El recurso al arbitraje fue previsto en 1865 en el Tratado de París; pero el protocolo45 que hacía mención de él se limitaba a expresar el deseo de que los gobiernos, antes de recurrir a las armas, apelaran, "en la medida en que las circunstancias lo permitieran", a los buenos oficios de una potencia amiga. En las ocasiones en que dicho protocolo fue invocado (en 1869, durante el conflicto greco-turco; en 1870, en vísperas de la guerra franco-prusiana, por iniciativa inglesa) la ineficacia fue total. Los tratados bilaterales de arbitraje fueron de dos tipos. Unos especificaban los casos en que los Estados contratantes se comprometían a recurrir al arbitraje, y esa enumeración era limitativa. Otros implicaban un compromiso general, pero con una reserva de excepciones, de las cuales la más frecuente se aplicaba a los litigios que ponían en entredicho el "honor nacional"; no trataban de precisar el alcance de dicha excepción, cuya definición era bastante incierta. Antes de 1899 no se había concluido ningún tratado entre grandes potencias: el proyecto establecido a iniciativa del Parlamento británico por los gobiernos de Londres y de Washington, en un momento en que sus relaciones eran difíciles,46 no había sido ratificado por el Senado estadunidense. En suma, hasta ese momento el arbitraje no había sido aplicado más que en los litigios menores que, de todos modos, no habrían puesto en seria amenaza a la paz. No fue sino hasta 1899 cuando la cuestión cobró una importancia nueva, en el momento en que, a pesar de las reticencias de Alemania, las potencias representadas en la Primera Conferencia de La Haya se pusie44 La lista de esto fue dada por H. La Fontaine, Histoire sommaire des arbitrajes internationaux (1902). 45 El "protocolo 23" del tratado. 46 En 1896, poco después de las controversias suscitadas por la interpretación de la doctrina de Monroe, presentada por el secretario de Estado Olney.
EL SENTIMIENTO PACIFISTA
275
ron de acuerdo para decidir la creación de una Corte de Arbitraje Internacional. Pero en realidad este organismo no era una corte ni era internacional. Cuando mucho, era "un tribunal efímero en un marco permanente",47 que se ofrecía a los Estados "sin imponérseles". El principio de un recurso obligatorio al arbitraje había sido descartado por todos los gobiernos. "Es grave —señalaba Louis Renault— comprometerse por anticipado a aceptar una actuación arbitral sin saber cuál será el litigio, qué influencia ejercerá su solución en los intereses del Estado." La convención adoptada por la Segunda Conferencia de la Paz, en 1907, se limitó a reconocer que "en las cuestiones jurídicas y, en primer lugar, en las cuestiones de interpretación o de aplicación de convenciones internacionales", el arbitraje era el medio más eficaz y más equitativo para solucionar los litigios que no habían sido resueltos "por las vías diplomáticas". Aun en estos estrechos límites, la aplicación del principio era incierta. Sin embargo, esta vez el jefe de la delegación francesa, León Bourgeois, se pronunció en favor del arbitraje obligatorio, pero la delegación alemana lo rechazó. No por ello las dos conferencias de La Haya dejaron de dar un fuerte impulso a la celebración de tratados de arbitraje, ni dejaron de participar las grandes potencias en este movimiento. Pero entre los grandes Estados, cuyas controversias, más que el resto de las otras, estaban encaminadas a provocar una guerra (Alemania y Francia, Austria-Hungría y Rusia) no se había concertado ningún tratado de arbitraje. • No fue sino hasta el 25 de septiembre de 1928 cuando el Acta General de Arbitraje, aprobada por la IX Asamblea de la Sociedad de Naciones, estableció el principio del arbitraje obligatorio para los conflictos de orden político. ¿Es necesario destacar cuan ineficaz resultó ese principio? El desarme, frecuentemente preconizado por los pacifistas a mediados del siglo xix, intervino en la acción diplomática en 1869 cuando lord Clarendon intentó en vano actuar como mediador ante la amenaza del conflicto franco-prusiano. En ese episodio no se trataron las cuestiones de principio ni los problemas prácticos. Al evaluar la actitud de los gobiernos en este dominio, dos fechas se imponen: la Primera Conferencia de La Haya, en 1899, y la Conferencia del Desarme, en 1928-1933. En 1898 el zar tomó la iniciativa de proponer una conferencia internacional para estudiar la limitación de los armamentos. Fue incitado a ello por la lectura de obras pacifistas —las de la baronesa de Suttner y de Jean de Bloch— y por los informes que le habían rendido de los trabajos de la conferencia interparlamentaria. Pero también había tomado en cuenta el interés de su Estado: un acuerdo internacional sobre la 47
Ch. Rousseau, Précis de droit International public approfondi, París, 1960, p. 292.
276
limitación de armamentos ahorraría a Rusia un esfuerzo de reorganización de sus medios militares que hacía difícil la situación financiera. Ahora bien, enfrentaba, de parte de los gobiernos de todos los grandes Estados, el mismo escepticismo: Salisbury estimaba que no se podía fiar en la promesa de un gobierno; Delcassé lamentaba que el estudio de esas cuestiones fuera iniciado por una instancia internacional; Guillermo II no quería contar más que en su "buena espada"; el delegado de los Estados Unidos tenía instrucciones de no asumir ninguna responsabilidad. Quizás fue Alemania la que adoptó la posición más clara y la que tomó la iniciativa de una negativa: su delegación declaró que era irrealizable una limitación del armamento, pues los sistemas militares de los Estados eran muy diferentes. Pero los demás gobiernos no quedaron descontentos con este desenlace. De hecho, todas las delegaciones estaban decididas a descartar las medidas que tendrían por efecto "disminuir realmente las fuerzas armadas ofensivas o defensivas de su país, o incluso limitar el incremento de tales fuerzas". En la Segunda Conferencia de La Haya, en 1907, todos los participantes estuvieron de acuerdo en admitir que una limitación de los armamentos no podía ser objeto de estudio mientras las causas de la guerra no Rieran eliminadas. Esta concepción de una organización pacífica de las relaciones internacionales, según la cual la limitación de los armamentos es una consecuencia y no una condición, reapareció 30 años después en los debates de Ginebra. El gobierno alemán reivindicó desde 1927 una igualdad de derechos en materia de armamentos, que tendría como consecuencia una importante reducción de las fuerzas armadas francesas; el gobierno francés subordinó esta reducción a la solución previa del problema de la seguridad; por tanto, demandó no sólo que se estableciera un control internacional del desarme, sino también que se llenaran las lagunas del sistema establecido por el Pacto de la Sociedad de Naciones, así como las insuficiencias de las sanciones.48 Esta divergencia fue suficiente para estancar la Conferencia del Desarme. La organización de instituciones internacionales, propuesta desde hacía un siglo en los intercambios de ideas entre los doctrinarios, se realizó en 1919. La Sociedad de Naciones debía tener como fin asegurar la paz. Pero al mismo tiempo tenía la función, según el espíritu de los autores del pacto, de garantizar la observación de los tratados, es decir, el estatuto territorial fijado en 1919-1920: se trataba de una "transposición" de la victoria en la "regencia de la paz"'.49 El pacto había previsto una revisión de las cláusulas de estos tratados, pero el artículo 19 la 48 49
EL SENTIMIENTO PACIFISTA
LAS FUERZAS PROFUNDAS
Véase, supra, p. 266. Georges Scelle, "Le probléme de la SDN", enAnnéepolitique, noviembre de 1938, p. 383.
277
subordinaba a condiciones que la hacían muy poco verosímil. Por tanto, el estatuto territorial había recibido el privilegio de duración. La autoridad moral de la Sociedad de Naciones se había debilitado por ello, pues los vencidos no dejaron de declarar que las instituciones destinadas a organizar la paz perpetuaban una situación establecida por la victoria, esto es, por la fuerza. Desde 1919, los expertos de la Foreign Office habían lamentado esta rigidez que, según pensaban, era inconciliable con las condiciones de vida: incluso aparte de todo deseo de desquite, ¿las modificaciones económicas y las migraciones no podían ocasionar, decían, cambios en la composición de una población, que cuestionarían el mantenimiento de una frontera? Quizá esté permitido pensar que la Sociedad de Naciones hubiera podido cumplir con más comodidad su misión esencial —el mantenimiento de la paz— si hubiera sido capaz de hacer aceptar compromisos entre los vencedores y los vencidos. Ampliar las cláusulas del artículo 19 y renunciar a la regla de la unanimidad en las deliberaciones del Consejo habrían sido las condiciones previas. Pero la Sociedad quiso, a la vez, mantener la paz y asegurar la ejecución de los tratados. Para lograrlo, hubiera tenido que trabajar en organizar sólidamente las sanciones y en llenar, a este respecto, las lagunas del pacto.30 Tal como lo habían concebido los gobiernos de los Estados aliados y asociados, no podía satisfacer la doble tarea que se le había asignado. Igualmente, cuando Briand anunció el propósito de reforzar la Sociedad de Naciones mediante una Unión Europea,51 al parecer su preocupación esencial era "la extensión progresiva a toda la comunidad europea de la política de garantías internacionales inaugurada en Locarno". Así quería obtener de Alemania la promesa de respetar las fronteras checa y polaca. Por tanto, el centro de interés era la seguridad del sistema francés de alianzas y no el proyecto pacifista. Eso fue lo que despertó la resistencia de Alemania y las reticencias de Gran Bretaña. El gobierno alemán, aunque fuera el del canciller Brüning, quien ciertamente deseaba la conciliación, no quería entrar en un sistema que lo obligaría a abandonar cualquier perspectiva de tina revisión de sus fronteras orientales. El gobierno inglés, además de las dificultades que temía encontrar en sus relaciones imperiales si se adhiriera a la Unión Europea, pensaba que Briand, al proporcionar a Francia la ventaja moral que implicaba un plan de organización de la paz, esperaba consolidar "la hegemonía francesa" en el continente. Por tanto, se esperaba el fracaso mucho antes de que la Asamblea de la Sociedad de Naciones, por su voto de septiembre de 1931, rechazara las bases mismas del proyecto francés. 50 51
Véanse, supra, pp. 270-271. Véase, supra, p. 267.
278
LAS FUERZAS PROFUNDAS
En gran parte, es el estado de la psicología colectiva el que explica esa actitud de los gobiernos. En la medida en que la prensa y los debates parlamentarios aprobaban que se expresaran las ideas y los sentimientos de las masas, parece que antes de 1914 el movimiento pacifista nunca encontró un apoyo activo en la opinión pública. En Gran Bretaña esta comprobación cobró todo su valor, pues ahí las organizaciones pacifistas eran más numerosas y más vigorosas que eri cualquier otra parte y su propaganda podía encontrar un terreno favorable a causa del sentimiento de seguridad, del que se beneficiaba la población. Ahora bien, en 1854 los esfuerzos de los pacifistas por oponerse a la guerra de Crimea no hallaron ningún eco en la opinión pública. La Sociedad Inglesa de la Paz señaló, en su informe de 1861, que la noción de "guerra justa" o "injusta" no tenía mucho peso en la opinión pública frente al deseo de mantener la supremacía británica y el prestigio militar inglés. En 1873, es verdad, la Cámara de los Comunes aprobó, a pesar del parecer del gobierno, una moción en favor del arbitraje; pero el presidente de la Sociedad de la Paz, Henry Richard, trató en vano de hacer adoptar en 1882 una moción contra la expedición de Egipto.52 En 1899, cuando los jefes del movimiento condenaron la guerra sudafricana, fueron numerosas las dimisiones en el seno de las asociaciones pacifistas, y las elecciones generales de 1900 indicaron con claridad que el esfuerzo de las asociaciones no encontró ningún eco en la opinión. En Francia, cuando tuvo lugar la Primera Conferencia de La Haya, una parte de la prensa manifestó primero su desconfianza, pues se preguntaba si tal iniciativa no tendría como finalidad presentar una retractación a la reivindicación de Alsacia-Lorena; y la mayor parte de los periódicos no deseaban que lograran su fin las deliberaciones relativas a la limitación de los armamentos. No tienen repercusión las tentativas de las sociedades pacifistas, los socialistas y las agrupaciones feministas por "movilizar" a la opinión en favor de la conferencia. En los Estados Unidos, en 1917, los dirigentes de la American Peace Society, los del Fondo Carnegie para la Paz Internacional y los promotores del Congreso que tuvo lugar el 1° de agosto de 1914 en Constanza53 estuvieron todos de acuerdo en aprobar que se entrara en la guerra; los cuáqueros fueron los únicos en rechazarla. Después de 1919 la acción de las sociedades pacifistas se fortaleció en Europa, y a veces fue eclipsada por la de las asociaciones para la Sociedad de Naciones. El movimiento tenía una base más amplia, aun cuando ciertas organizaciones adoptaron en ocasiones una actitud crítica 52 53
Beales, op. cit., pp. 162-179. Véase, supm, p. 250.
EL SENTIMIENTO PACIFISTA
279
con respecto a la sociedad, cuya organización "no es democrática". En Gran Bretaña mostró el crecimiento más importante. Pero el único momento en que tomó el aspecto de un movimiento de masas fue en el otoño de 1935 con la Paz Ballott. Ahora bien, ¿no hay que admitir que esta "cruzada por la paz" coincidía con el interés político de Gran Bretaña, ansiosa por evitar la formación de tm imperio colonial italiano en el flanco de la ruta marítima imperial en el Mar Rojo? En cuanto a los Estados Unidos, las agrupaciones pacifistas aprobaron en general el rechazo del Pacto de la Sociedad de Naciones por el Senado, pero estuvieron en desacuerdo cuando se planteó la cuestión de la adhesión a la Corte Permanente de Justicia Internacional. El movimiento se disolvió, conforme se confirmó la voluntad del gobierno de no asumir responsabilidades en la política internacional. En suma, hay que volver siempre a la palabra de Théodore Ruyssen, filósofo, sociólogo y gran apóstol del pacifismo: los sentimientos que despiertan en el alma del hombre los llamados de los pacifistas minea tienen la misma resonancia que los arrebatos del patriotismo.
SEGUNDA PARTE EL ESTADISTA por J.-B.
ítí
' «ti»
. Ip: &•••
DUROSELLE
IX. LA PERSONALIDAD DEL ESTADISTA NADIE está más consciente de la infinita diversidad de las personalidades humanas que el historiador. Cada caso es singular y todo hombre es complejo y ambiguo. ¿Trátase de un político que tiene importantes responsabilidades? Aun para quienes lo conocen bien, hay en su actitud elementos inexplicables e imprevisibles. Es imposible hacer vina predicción segura. Por tanto, el historiador tiende a examinar caso por caso, momento por momento. Una vez resuelto, en la medida de lo posible, el problema de las fuerzas que han actuado sobre el estadista, ciertos aspectos de las decisiones parecen explicarse por el "temperamento" del responsable. Por eso se intentará conocer lo mejor posible ese temperamento mediante el estudio de los textos, de los testimonios, del comportamiento. No obstante, aun cuando cumpla esa tarea, que supone más la "mentalidad de penetración" que la "mentalidad de demostración", el historiador tiene que hacer comparaciones. Compara al héroe con sus predecesores o sucesores, con sus adversarios o incluso al mismo personaje en cierta fecha y en otra. Dichas comparaciones, que esta vez implican el uso de la "mentalidad de demostración", no se reducen a un vano ejercicio de retórica, a la manera de las Vidas paralelas de Plutarco, o bien de las confrontaciones clásicas entre Arístides y Temístocles, Gladstone y Disraeli, Briand y Poincaré. Son un medio para comprender mejor los cometidos de las personalidades en el seno de un complejo político. La inteligencia humana no puede evitar las clasificaciones, la exploración de grandes "tipos", incluso si se trata de realidades tan insondables como las personas humanas, dotadas de conciencia y de voluntad. Por ello, el historiador tiende a referirse, con prudencia, a "tipologías".1
1 Es sorprendente que los politólogos en conjunto hayan descuidado este problema. Jean Meynaud, en su excelente Introduction á la sclence politique (París, 1959, 369 pp.), señala que "la mayor parte de los estudios sobre el componente psicológico de los fenómenos políticos se debe a psicólogos sociales", p. 110. Menciona a los psiquiatras, como Lasswell, no a los caracterólogos, y se conforma con mostrar las dificultades del tema (pp. 1 1 1-115). Maurice Duverger, en su no menos buena obra, Méthodes des sciences sociales, París, 1961, 501 pp., es aún más breve.
283
284
EL ESTADISTA
LA PERSONALIDAD DEL ESTADISTA
1. LAS PRINCIPALES TIPOLOGÍAS DE LA PERSONALIDAD2
Nuestro primer objetivo será indagar, entre los estudios realizados por diversas ramas de las ciencias humanas, qué clasificaciones se han propuesto. Pero no insistiremos en ello, por varias razones evidentes. Para empezar, el historiador no es competente para evaluar el valor intrínseco de teorías relacionadas con las ciencias que le son generalmente ajenas. No es más que un "usuario" de la psicología o de la caracterología, como lo es de la economía política o del derecho internacional, de la sociología o de la geografía. Por tanto, aquí nos basta con recordar que el historiador, en lo sucesivo, no debe ignorar los resultados de los estudios realizados por otros especialistas. Para el examen profundo de ello, remitimos al lector a las obras citadas en la bibliografía del capítulo. No obstante, nos parece útil mostrar brevemente tanto las dificultades como los resultados provisionales de los estudios sobre la personalidad, cuando nos llevan a las tipologías. Toda tentativa de clasificar a los hombres se enfrenta a dos dificultades fundamentales. La primera está ligada a la ambigüedad misma del hombre. Es un ser biológico, pero también piensa y razona y además vive en sociedad. ¿Cuáles son los elementos de su personalidad que derivan de la fisiología, de la psicología, de la sociología? Hay quienes, como Auguste Comte, han negado la psicología y. ven en el hombre a un ser biológico que vive en colectividad. Entonces se pasa directamente del cuerpo a la sociedad. Otro autor, Tarde, escribió que "el hombre es un ser social, injertado en un ser vital". Durkheim dijo: "En el hombre hay dos seres: un ser individual, que tiene su base en el organismo, y un ser social".3 Evidentemente, tales concepciones resisten con dificultad las conclusiones extraídas de los progresos autónomos de la psicología y, sobre todo, de la psiquiatría, del psicoanálisis y de la psicotécnica. El padre Jean Delay puntualizó esta ambigüedad: En cada ser humano hay un dominio verdaderamente autista en el sentido lato, en el que se ha podido ver "el inexpugnable dominio de lo psicológico puro". Así, el psicofisiólogo debe reconocer que es incapaz de explicar sólo con la fisiología un tipo o una función psíquica. En cada hecho psíquico descubre la interferencia de una infraestructura fisiológica y de una infraestructura psicológica en la que los factores sociales desempeñan un papel esencial pero no exclusivo.
Por tanto, el psicólogo debe "determinar lo que toca a lo fisiológico y a lo social, a la constitución y a las instituciones, y también a esa cosa En cuanto a este apartado, debo mucho a mi colega y amigo Pierre Hassner, catedrático de filosofía. 3 Citado por Jean Delay, La Psycho-physiologie humaine, París, 1945, pp. 92-93. 2
£
[[ F
P
285
única que no se deja reducir a una ni a las otras".4 Evidentemente, una tarea semejante no es fácil y el "usuario" no puede dejar de inquietarse por las divergencias que subsisten entre los expertos. 1 La segunda dificultad fundamental consiste en discernir lo innato de lo adquirido. Le Senne propuso llamar carácter al "conjunto de las disposiciones congénitas que forma el esqueleto mental del hombre"5 y personalidad al conjunto compuesto por el carácter primero y, luego, por "todos los elementos adquiridos en el curso de la vida y que especificaron el carácter de una manera que habría podido ser diferente".6 Por último, agregó el yo, "centro activo" que usa su libertad. Dejando de lado este último término que servía a Le Senne como transición entre la observación concreta y la metafísica, nos valdremos de la terminología de éste, que tiene la ventaja de ser generalmente aceptada en la actualidad. Es evidente que al historiador le interesa más la personalidad, es decir el conjunto, que sólo el carácter. Pero éste, "núcleo", "esqueleto de la vida psicológica", "sólido y permanente", debe ser descubierto, pues sin él no se puede discernir lo que han aportado diversas circunstancias, a saber: lo que se ha adquirido. ! Lo adquirido puede proceder del medio físico (climas, alimentos), de ciertos excitantes como los agentes tóxicos —alcohol, opio— que pueden ejercer profundas transformaciones en la personalidad, también de la enfermedad. Finalmente, por supxiesto, de los factores sociales: medio, educación, circunstancias de la vida. El historiador conoce bien el papel de la enfermedad como factor de transformación de la personalidad. Percibe que la política de Napoleón III se modificó después de 1865 por los primeros ataques de cálculos, que la de Mussolini desde 1940 fue afectada por la sífilis. A la inversa, Frank Freidel mostró7 que la poliomielitis, al paralizar las piernas de Franklin Roosevelt, contribuyó a "rernodelar" su personalidad, a dar a este joven político mundano, afectado y un poco indolente, la decidida energía que debía conducirlo a los más altos destinos. Pero, aparte de estas causas de "adquisiciones" relativamente perceptibies, ¿cuántas más son indiscernibles del núcleo hereditario? Por tanto, nos vemos obligados no a hacer un cuadro completo de los resultados obtenidos por los especialistas de las diversas disciplinas, sino a evocar algunas de ellas. Nos atendremos al aporte de la psicofisiología, al de la psiquiatría y, por último, a manera de esfuerzo de síntesis más amplio que los precedentes, al de los caracterólogos. 4
.
Op. dt., pp. 94-95.
Rene Le Senne, Traite de caractérologie, París, 1946, p. 9. »Ibid.,p. 11. 7 En su bello volumen, Franklin D. Roosevelt, t. u, The Ordeal, Boston, 1954.
5
286
Las clasificaciones psicofisiológicas Éstas son las que tratan de establecer una correspondencia entre ciertos elementos fisiológicos y psicológicos. En efecto, la psicofisiología es "el estudio objetivo de las relaciones del cuerpo y la mente".8 Algunos (Charcot, Jaensch, Eppinger, Hess y Smolenski) toman como base de su clasificación al sistema nervioso. Otros, especialmente Kretschmer, se fundan en ciertas formas de los órganos. Es una vuelta, con mucha más sutileza, a la vieja hipótesis de Lavater, según la cual el rostro es el espejo del alma. Kretschmer distingue al "pícnico" (de m)%ó£, fornido), que es generalmente "extrovertido", vuelto hacia el exterior (el "practicante desbordante de actividad", el "que goza feliz de la vida", el "realista lleno de optimismo"), del "leptósomo" (de AETTTÓ^, delgado), vuelto hacia el interior (el "soñador ajeno al mundo", el "idílico sentimental", el "ironista sarcástico" o el "dominador frío"). Finalmente, otros retoman las antiguas distinciones de Hipócrates entre sanguíneos, biliosos, atrabiliarios y pituitarios, es decir, derivan su clasificación de las glándulas endocrinas (Pende). El historiador, nos parece, no debe utilizar estas clasificaciones sino con una extrema prudencia, a modo de meras sugerencias. Las clasificaciones psicológicas En general, éstas son obra de psiquiatras, de psicoanalistas. Por ejemplo, la teoría del psiquiatra alemán Jung9 presenta un interés particular para el historiador. En efecto, además de la observación de los enfermos, recurría a lo que llamaba el método histórico o folclórico, "Una vez descubierta una idea en la observación individual repetida tan a menudo como sea posible, hay que controlarla confrontándola con los productos dejados por la humanidad a través de las eras."10 Conservemos de él su distinción entre dos tipos esenciales: el "introvertido" y el "extrovertido". Según Ostwall, los introvertidos son "clásicos" y los extrovertidos" son "románticos". Más interesantes aún para nosotros son los estudios del politólogo estadunidense Harold Lasswell, quien intentó con vigor la síntesis entre ciencias políticas y psicoanálisis freudiano. Deseoso de llegar a una tipoDelay, op. cit., p. 5. Jung, Types psychologiques, prefacio y traducción de Yves Le Lay, Ginebra, 1950, xxrv530 pp. La primera edición alemana es de 1920, la séptima de 1937. Se han vendido más de 15 000 ejemplares. 10 Op. cit., pp. x-xi. 1 ' W. Ostwall, Les Granas Hommes, trad. fr.. París. 8
9
LA PERSONALIDAD DEL ESTADISTA
EL ESTADISTA
287
logia de los estadistas (y no de los hombres en general, como en las teorías anteriormente enumeradas), comenzó por examinar las diversas clasificaciones más o menos empiristas de filósofos, moralistas, sociólogos, de Aristóteles a Maquiavelo y a Max Weber. Después, estimó que tales clasificaciones no podían ser satisfactorias si no incorporaban los resultados de la psicología y, sobre todo, de la psiquiatría y del psicoanálisis. Pensaba que los políticos —como los demás— actúan mucho menos racionalmente de lo que creen. Es cierto que se proponen objetivos racionales. Pero siempre hay una pluralidad de objetivos aparentemente racionales, y la elección que se hace entre ellos, quiérase o no, es | el resultado de impulsos cuyo origen es esencialmente irracional. En su libro Psychopathology and Politics, elaboró la siguiente clasificación de los políticos: los agitadores, los administradores y los teóricos. "La característica esencial del agitador es el alto valor que le concede a la reacción emocional del público. Idealiza la amplitud de los cambios sociales deseables. El agitador concluye fácilmente que quien está en desacuerdo con él se halla en comunión con el demonio y que sus adversarios son de mala fe o pusilánimes." El administrador "es el coordinador de los esfuerzos en una actividad que se persigue". El teórico, por su parte, deriva sus convicciones de motivos inconscientes. "Los prejuicios • políticos, las preferencias y las creencias a menudo son formulados de manera completamente racional, pero se desarrollan de manera completamente irracional." Por supuesto, hay muchísimas combinaciones posibles entre estos tres términos. • <:
L a clasificación caracíerológica
La mayor parte de los autores que hemos citado hasta este punto eran médicos o aplicaban a la clasificación de los tipos humanos los resultados de la experiencia médica. La caracterología ocupa un lugar aparte en el sentido de que se desprende del esfuerzo de psicólogos y de filósofos y en que su punto de vista es del todo diferente. En lugar de seleccionar ciertos elementos, fisiológicos o psíquicos y de |£' ver en ellos únicamente los factores de diferenciación, la caracterología I™ se ubica en el centro mismo del ser humano. Mediante una larga serie de observaciones y de investigaciones, determina las "propiedades constitutivas del ser humano". Las combinaciones de esas propiedades conducen al descubrimiento de cierto número de tipos. Luego, éstos se diferencian según "propiedades suplementarias" que "permitirán multiplicar indefinidamente, en términos jurídicos, las variedades caracterológicas".12 12
Le Senne, op. cit., p. 59.
288
EL ESTADISTA
LA PERSONALIDAD DEL ESTADISTA
La caracterología se propone entonces ser vina ciencia objetiva. Analiza la mente humana, y en consecuencia sus métodos son diferentes de los de las ciencias de la naturaleza. También se propone ser una ciencia global, es decir, encontrar todos los elementos constitutivos del carácter de cada individuo y no sólo algunos de ellos. "La larga y buena serie de los moralistas franceses, de Montaigne y La Bruyére a Vauvenargues, muestra las disposiciones del espíritu francés para el análisis de los caracteres", escribió Le Senne.13 Pero el origen de la caracterología científica se sitúa en las obras de dos profesores de la Universidad de Groninga: el psicólogo Gérard Heymans y el psiquiatra E. Wiersma (a principios del siglo xx). En Francia fue introducida y sistematizada por Rene Le Senne, cuyas dos grandes obras, Le Mensonge et le Caractére y, sobre todo, el Traite de Caractérologie, fueron publicadas en 1930 y 1945. El principal discípulo de Le Senne fue Gastón Berger, a quien debemos especialmente un Traite pratique d'analyse du caractére,™ un Questionnaire caractérologique pour l'analyse d'un caractére individuel15 y la obra Caractére et personnalité.16 Finalmente, Roger Mucchielli, en su obra La Caractérologie a l'áge identifique, hizo avanzar esta ciencia al incorporarle nuevos elementos psicológicos. Originada en los Países Bajos, desarrollada en Francia, donde incluso existe una revista, La Caractérologie,11 esta ciencia cobró cierta extensión en los países latinos. En cambio, curiosamente, es ignorada en los países anglosajones.18 Quizá esto se explique por la repulsión que sienten los psicosociólogos estadunidenses, muy influidos por Freud, "por cualquier consideración de los factores constituyentes del carácter".19 Tienden a rechazar lo que es innato y a asimilar el conjunto de la personalidad con el "desarrollo de los hábitos que contraemos"20 (Watson). Según el método que hemos seguido, examinaremos los resultados a los cuales pretende llegar la caracterología, sin describir con detalle sus procesos. Las "propiedades constituyentes del ser humano" son, según los caracterólogos, la emotividad, la actividad y la resonancia. Si al estudiar un
gran número de individuos se determina una emotividad media, se distinguirán los emotivos, para quienes cualquier acontecimiento provoca en la vida psicológica y fisiológica una sacudida más grande que para el promedio, y los no emotivos, para quienes esta sacudida es inferior al promedio. Igualmente, "es un activo el hombre para el cual la aparición de un obstáculo refuerza la acción prodigada por él en la dirección que el obstáculo acaba de interrumpir; es un inactivo aquel a quien desalienta el obstáculo".21 Menos común es la noción de resonancia. Toda representación que se impone a la atención de un hombre tiene una resonancia inmediata, pero también una resonancia ulterior, postuma.
13
Op. tít., p. 47.
París, 1950, xx-250 pp. (con un prólogo de Rene Le Senne). París, 1950, 16pp. 16 París, 1954, llOpp. 17 Editada por las PUF. Cf. E. Forti, "La Caractérologie en Italie", en La Caractérologie, núm. 4, 1961. 18 No hay ninguna mención de Le Senne ni de Berger, tampoco de Heymans ni de Wiersma, en Harold D. Lasswell, The Analysis of Political Behavior, Nueva York, 1949, x-314 pp. y en H.-J. Eysenck, The Psychology ofPolitics, Londres, 1954, xvi-317 pp. 19 Cf. las observaciones de Mucchielli, op. cit., p. 38. 20 Citado por Mucchielli, op. cit.
289
Cuando los efectos de un dato mental de la conciencia rechazan a los de los datos pasados, la función primaria, o primariedad, prevalece sobre la función .<, secundaria, o secundaríedad, y el hombre en quien se verifica habitualmente esta alternativa debe ser denominado primario. Si, por el contrario, la influencia persistente de las experiencias pasadas prevalece sobre la del presente, la enmascara, la rechaza, se la subordina, el hombre deberá ser denominado sef., cundarío.22
El hombre primario es entonces el que vive en el presente, y el hombre secundario es el que vive en el pasado y en el porvenir. Así, cada hombre es: • i i
Emotivo No emotivo. Activo No activo. Primario Secundario.
Y,
La combinación de estas características permite distinguir ocho grandes tipos:
14 15
k,*.
p
'
1) Emotivos-activos-secundarios, o apasionados (por ejemplo, Napoleón, Richelieu y Hitler). 2) Emotivos-activos-prímarios, o coléricos (por ejemplo, Danton, Gam'.. betta y Jaurés). 21 22
Le Senne, op. cit., p. 77. Ibid., p. 89.
EL ESTADISTA
LA PERSONALIDAD DEL ESTADISTA
3) Emotivos-no activos-secundarios, o sentimentales (por ejemplo, Robespierre). 4) Emotivos-no activos-primarios, o nerviosos (por ejemplo, Chateaubriand y D'Annunzio). 5) No emotivos-activos-secundarios, o -flemáticos (por ejemplo, Franklin, Washington y Joffre). 6) No emotivos-activos-primarios, o sanguíneos (por ejemplo, Enrique IV, Luis XVIII y Talleyrand). 7) No emotivos-no activos-secundarios, o apáticos (por ejemplo, Luis XV). 8) No emotivos-no activos-primarios, o amorfos (por ejemplo, Luis XVI).
Es la serie de situaciones sucesivas que ha afrontado la que modela la personalidad del individuo. El carácter, núcleo estructural e innato, no proporciona más que una "predisposición" para afrontar las situaciones de tal o cual manera. De tal suerte, es insoluble el problema esencial para conocer a un estadista, a saber: "¿qué puede predecirse sobre cuál será su reacción ante una situación dada?". En efecto, su reacción deriva tanto de la situación como de su carácter. En ciertos casos límites, la situación es determinante (por ejemplo, la enfermedad que aqueja al hombre enérgico puede impedirle absolutamente reaccionar como lo habría hecho en condiciones normales). En otros casos, el individuo reacciona y "restructura la situación".24 El carácter tiene un papel constante, pues es en función de su naturaleza como el individuo percibe la situación (el emotivo ve un drama ahí donde el no emotivo permanece indiferente). Por tanto, la personalidad se expresa con una respuesta a la situación, es decir, con vina actitud, con un comportamiento. ¿Qué puede extraer entonces el historiador de las teorías qvie hemos mencionado sucintamente? A la vez poco y mucho. Poco, en el sentido de que no basta haber determinado, en torno a un personaje, qvié lugar ocvipa en una clasificación aún incierta para explicar sus reacciones. El historiador tiene el deber de profundizar más que eso en el conocimiento del hombre, y la complejidad, la contradicción, que lleva en sí mismo cada uno de sus héroes, no pviede redvicirse a meras fórmulas. Pero, a la inversa, el investigador se equivocaría si subestimara las explicaciones que le ofrecen ciencias que están en auge. Por ejemplo, muy bien puede ser que la distinción entre "introvertido" y "extrovertido" le permitan con frecuencia comprender ciertas decisiones que de otro modo parecerían aberrantes. Las propuestas de Lasswell respecto a la división de los estadistas entre "agitadores", "administradores" y "teóricos" son mviy sugerentes, y a ello volveremos en la continuación de este capítulo. Por último, la caracterología también nos ayuda a comprender a ciertos personajes. Por ejemplo, observemos que a Berger le permite distinguir a los que llamaba "marcianos" —como el dios Marte, luchadores por temperamento, ávidos de combatir y de llevarse la victoria— de los "venusinos" —como Venus, conciliadores y aptos para las concesiones y los compromisos, que no aceptan la batalla más que cuando todas las otras soluciones han sido ineficaces. En el estudio empírico que sigue y que se vibica en un nivel más modesto, los esfuerzos de los teóricos y de los especialistas contribviyen a consolidar los fundamentos de nvtestra investigación. Clin
290
Se advertirá que los "apasionados" son, como decía Le Senne, "el carácter más intenso". Es entre ellos donde encontramos el mayor número de políticos. Forman "en el interior de la humanidad cósmica una humanidad microcósmica más pequeña, pero eminente". De ahí las subdivisiones de los caracterólogos. Los "atormentados" son aquellos en quienes la emotividad es más intensa que la actividad y que son casi tan primarios como secundarios. Los "melancólicos" son aquellos que, muy emotivos y muy secundarios, son relativamente poco activos. Los "imperiosos" son aquellos en quienes domina la emoción y la acción. Los "severos" son aquellos que son muy secundarios. Los "circunspectos" son un poco menos emotivos. Los "laboriosos" tienen una secundariedad atenuada. Los "metódicos" son muy activos y muy secundarios. A la inversa, los hombres de las últimas categorías, los amorfos y los apáticos son "los menos emprendedores qvie hay en el conjunto de la humanidad". Es por eso que encontramos tan pocos ejemplos de grandes hombres, y si conocemos a algunos es como resultado de circunstancias como la herencia del poder. Una vez reconocidos estos ocho tipos fundamentales, la caracterología admite que se puede especificar y diversificar al infinito no sólo distinguiendo todos los grados posibles para cada uno de los principios básicos, sino incluso abriendo otras alternativas. El conocimiento del carácter no es suficiente para el historiador. Como ya dijimos, le interesa más la personalidad, compuesta de factores innatos y adquiridos. Pero entonces se enfrenta una dificultad considerable. En efecto, la psicología moderna utiliza, como el historiador, el concepto de "situación". Llamamos situación a "cierta constelación de relaciones entre, por un lado, un sujeto (o un grupo) y, por el otro, objetos, acontecimientos, datos 'exteriores' u otras personas". Dicho de otro modo, la situación es la "constelación de fuerzas" en que se halla implicado todo individuo en cada momento.23 23
Mucchielli, op. cit., pp. 14-15.
M .
ulbid.,
p. 19.
291
292
LA PERSONALIDAD DEL ESTADISTA
EL ESTADISTA
2. LA PERSONALIDAD Y LAS ACTITUDES HISTÓRICAS
Ahora debemos preguntarnos, deseosos de saber en qué medida la personalidad explica las actitudes, cuáles son históricamente los grandes rasgos característicos que es importante conocer de nuestros personajes. Nos parece que el mejor método para distinguir las actitudes esenciales consiste en buscar en las fuentes — en particular, documentos diplomáticos, memorias, discursos— las cuestiones que los estadistas o los embajadores se plantean con la mayor frecuencia en cuanto a los estadistas extranjeros a quienes deben confrontar. De tal modo, puede enumerarse de manera completamente empírica una serie de dilemas. Desde luego, esta serie no es limitativa. El doctrinario y el oportunista Los doctrinarios —para Lasswell, los "teóricos"— son aquellos que se han fijado un sistema de pensamiento coherente y que tratan de armonizar sus decisiones con ese sistema. Los oportunistas o empíricos no se someten a ningún sistema preciso y regulan su conducta según las circunstancias. Desde luego, no puede haber doctrinarios puros, pues las circunstancias imponen a veces decisiones aberrantes con respecto a la doctrina, y en cambio todo oportunismo tiene algunas ideas generales a las cuales permanece fiel. No obstante, la historia nos enseña que hay estadistas profundamente doctrinarios. El conde de Charnbord hizo fracasar la restauración monárquica en 1873 por su obstinación en querer la bandera blanca y, sobre todo, por afirmar que su derecho divino, y no la soberanía del pueblo, lo elevaba a la cabeza de los franceses. Uno de los mejores ejemplos de doctrinarios es Hitler. La extraordinaria coincidencia entre los planes expuestos en Mein Kampf y el esfuerzo realizado para llevarlos a cabo a partir de 1933 son su testimonio más sorprendente.25 La prueba más trágica es la del exterminio de algún modo gratuito de varios millones de judíos, puesto en marcha por la fidelidad a una teoría seudocientífica del racismo. Tal fidelidad, como lo hizo observar Elizabeth Wiskemann,26 se explica por una pasión histérica. Pero este impulso irracional lo llevaba a ser "frío y lógico de manera inhumana". Nada había de ello en Mussolini, 25 Es verdad que ciertos autores, como Erich Kordt, Wahn und Wirklichkeit, Stuttgart, 1948, 432 pp., piensan que hay una contradicción entre la obra emprendida y los planes de Mein Kampf. Pero ello no es sorprendente, más que en cuanto a la guerra con Gran Bretaña, que Hitler nunca quiso pero que no pudo evitar. 26 The Rome Berlín Axis, Londres, 1949, xvi-379 pp., pp. 18-19.
293
periodista, "hombre indeciso y escéptico, influido [...] por motivos personales, por la vanidad, por un deseo de desquite".27 ».-.• Está claro que los estadistas occidentales casi no comprendieron antes de 1939 el apego furioso de Hitler a su doctrina. Si no, la lectura de Mein Kampf los habría impresionado más. El admirable don de disimulación de Hitler, llegado al poder, no era más que una táctica destinada a enmascarar el cumplimiento sistemático de sus planes. "En 1939, poca gente en las democracias, escribe Langer, tomaba en serio el famoso libro de Hitler."28 Naturalmente, había excepciones. El británico Newton, diplomático desde el 16 de mayo de 1938, preveía que, a diferencia de los Sudetes, Bohemia no se anexaría al Reich. "Quienes han estudiado Mein Kampf con detalle afirman que hay un plan para constituir Estados vasallos con poblaciones extranjeras."29 Igualmente, la clarividencia de los embajadores de Francia: Francois-Poncet, Noel, Coulondre, parece haber rebasado por mucho la de los estadistas. * Otro ejemplo de doctrinario, aunque con más flexibilidad y una extraordinaria facvütad de adaptación, fue Lenin. "Es —escribió Bertrand Russell después de su visita a Moscú en mayo y junio de 1920— una teoría hecha hombre. Quiere tanto, ello se siente, a la concepción materialista de la historia como a la niña de sus ojos. Recuerda a un pedante por su deseo de verte comprender su tesis, por el furor que experimenta con aquellos que la comprenden mal o que no están de acuerdo con él."30 Esa línea fue seguida por Stalin. Se pueden medir mejor los errores de apreciación cometidos por Roosevelt cuando se reconoce que minimizó extraordinariamente el espíritu doctrinario del líder soviético, al creer que Stalin preferiría las buenas relaciones con los Estados Unidos a la expansión revolucionaria del comunismo. A estas mentes en esencia doctrinarias se pueden oponer los oportunistas, Lloyd George, Briand y Laval, a pesar de ser personajes muy diferentes por su valor político y su nivel moral, no fueron hombres de principios..Su ideal era una serie constante de éxitos, fueran los que fueren. Quizá fueron "primarios" en el sentido de los caracterólogos. Lloyd George, el "gales sutil", partidario de sanciones más severas contra Alemania en diciembre de 1918, quiso suavizar el proyecto de tratado en junio de 1919. Por lo demás, sus compañeros así lo juzgaron: Orlando31 .
27Ibid.,-p.9.
William L. Langer y S. Everett Gleason, The Challenge to holation, Nueva York, 1952, £ xvm-794 pp., p. 54. 29 Documents on Brítish Foreign Policy, serie m, vol. i, 1938. 30 La pratique et la théoríe du bolchevisme, traducida del inglés por André Fierre, París, 1921, 207 pp., pp. 42-43. 31 Vittorio Emanuele Orlando, Memorie, a cura di Rodolfo Mosca, Milán, 1960, 639 pp., p. 357. 28
295
EL ESTADISTA
LA PERSONALIDAD DEL ESTADISTA
hablaba de la "excesiva facilidad con la cual pasaba de la defensa de una tesis a la de una tesis diferente, si no opuesta. Creo que esas transformaciones de su pensamiento y de su juicio se producían por la presión de una necesidad inmediata que había surgido [...] Sus cambios no se debían a la volubilidad o a la inconstancia, sino al sentido realista de un cambio de las condiciones externas". Briand decía en 1921: "No hay un hombre más difícil de concretar que Lloyd George, y cuando se le concreta, nunca es por más de 24 horas".32 "Nunca he creído —dijo Lloyd George— en los ataques frontales costosos, sea en la guerra o en la política, cuando podía haber otro método."33 Y aún más: "Cualesquiera arreglos que se hagan no son apropiados más que para las circunstancias en las cuales se establecieron; si cambian esas circunstancias, se harán necesarios cambios en los arreglos".34 Briand, el hombre de la huelga general que se volvió moderado, el hombre de la "política de ejecución" (a principios de 1921) que se volvió el hombre de la política de acercamiento con Alemania (a fines de 1921), el adversario de Poincaré que se volvió su ministro de Asuntos Extranjeros, fue, también él, un oportunista de todo derecho.35 Él se sinceró a Suarez36 en 1923: "He conocido tanto y de tan cerca a los hombres [...] que no tomé ningún partido. En política, no debe olvidarse ningún elemento humano. Sobre el tablero, un buen jugador utiliza con el mismo cuidado el alfil y el rey". Otra declaración, más clara aún, a propósito de las cuestiones económicas:37 "Creo que por la influencia de las circunstancias en las cuales vivimos, la mayor parte de los dogmas y de las doctrinas estallan todos los días ante nuestros ojos, y no es en mí con quien debéis contar para volver a pegar sus fragmentos". Caillaux, que fue enemigo de Briand hasta su reconciliación en 1925, hizo de ese oportunismo una penetrante descripción.38 Briand era "a quien Aristóteles hubiera llamado el animal político, el hombre que tiene el gusto, el amor y el sentido de la política inmediata, el hombre que destaca en percibir todas las modulaciones y en doblegarse a ellas, ya sea inclinándose, ya sea irguiéndose. Pero esos dones eminentes tie-
nen su contrapartida. Uno se empareda en la política inmediata. Ella 'limita la vista'". De Laval, cuya flexibilidad con frecuencia se emparentó con el servilismo, Flandin dijo: "La verdad era que Laval era un empírico y un oportunista y que las soluciones complacientes lo atraían invenciblemente".39 "Empírico más que doctrinario", agregó Paul-Boncour.40 •e Entre estos casos extremos de doctrinarios fanáticos y de oportunistas decididos, podrían encontrarse muchos ejemplos menos contrastados. Así, allende las semejanzas, la principal diferencia entre Wilson y Franklin D. Roosevelt41 es que el primero formuló una doctrina, la "nueva diplomacia", y que el Tratado de Versalles fue su medio para hacerla triunfar, mientras que Roosevelt, todo lo imbuido que estaba de las ideas wilsonianas, siempre estuvo convencido de que la regla era aprovechar la oportunidad. Durante la campaña electoral de 1928 hizo de sí mismo una admirable definición:42
294
Georges Suarez, Briand, t. v, p. 163. 33 Lloyd George, War Memoirs, t. rv, p. 2274. 34 Ibid., t. v, p. 2486. (Conclusión de un discurso en la conferencia de las Trade Unions, 5 de enero de 1918.) 35 Sin embargo, habló de la necesidad de "prolongados y tenaces propósitos" (Senado, 8 de marzo de 1929. J. O, Sénat, I, 1929, p. 3051), pero ello no implica una doctrina. 36 Suarez, Enana, 1.1, pp. vi-vn. Cf. también ibíd., t. vi, p. 21. 37 Journal offlciel. Débats parlementaires. Chambre des députés, 1926,1.1, pp. 431-432 (sesión del 2 de febrero de 1926). 38 Joseph Caillaux, Mes Mémoires, París, 1943, 2 vols., t. n, pp. 39-40. 32
B
¿ . Si la visión de una paz mundial verdadera, de la abolición de la guerra, se vuelve algún día una realidad, no será a consecuencia de los meros cálculos matemáticos de una reducción de los programas de armamento, ni de las simplezas de tratados multilaterales que condenan piadosamente los conflictos armados. Será porque esta nación escogerá como dirigente a un líder que " comprenda el lado humano de la vida, que tenga la fuerza de carácter y la ." agudeza de inteligencia susceptible de hacerle tomar, instintivamente, la div rección correcta.
! Bismarck parece ser otro gran ejemplo de oportunista. Cuando se le 1^. cuestionó en 1874 por las palabras que pronunció en 1849, respondió que en política es absurdo quien no cambia: "En eso no se trata de saber lo que cada quien dijo hace 25 años; se trata de saber lo que es útil y necesario para el Estado".43
'U1
El luchador y el conciliador
Aquí encontrarnos la distinción que Berger llama "polaridad". Existen £.. temperamentos "marcianos" y "venusinos". U "No dudéis —dijo Luis XIV—M que en todo tiempo [...] yo no hubiera '
P. E. Flandin, Politique franfaise, 1919-1940, París, 1947, 466 pp. J. Paul-Boncour, Entre Denx Guerres, París, 1946, 3 vols., t. ni, p. 2. 41 He tratado de analizar este punto en mi libro De Wilson á Roosevelt. 42 New York Times, 28 de junio de 1928. 43 Matter, Bismarck, t. ni, p. 330. 44 Mémoires, París, p. 113.
39
40
f
296
297
EL ESTADISTA
LA PERSONALIDAD DEL ESTADISTA
querido más conquistar Estados que adquirirlos." Hay muchos hombres políticos a quienes, como es el caso de Luis XTV, les gusta menos la conciliación que combatir a otros que rechazan el combate. Un buen ejemplo del primer caso podría ser Clemenceau. Un buen ejemplo del segundo, Briand. No es indiferente que en el mismo año, 1917, Briand haya aceptado inmiscuirse en una prenegociación con Lancken y que Clemenceau haya querido expresar la esencia de su gobierno con la fórmula "yo hago la guerra". Es verdad que Clemenceau pareció a veces conciliador en marzo de 1871 o durante su ministerio de 1906-1909. Pero, en lo esencial, era un luchador. Le gustaba ganarse enemigos y la "clase política" le era casi umversalmente hostil. A esos enemigos los aplastaba con su desprecio. El "vencedor de ministros", el director de L'Homme libre, de L'Homme enchaíné, el Tigre, justificó al final de su vida la última lucha, la lucha postuma contra Foch, con estas fórmulas: "Cuando se ha puesto en la acción todo el interés de una vida, uno casi no se detiene en lo superfluo [...] quizás yo habría sido capaz de renunciar a mi deber si el aliento de los grandes días no hubiera reanimado mágicamente la vieja flama, siempre ardiente, de las emociones de antaño".45 La política de "conciliación" con Alemania, practicada por Briand, le fue odiosa. "Diez años después de la firma de ese tratado, ¿qué quedaba de él? M. Stresemann hablaba de él como un amo. Podrían decirme que habiendo tenido enfrente a personas como Millerand, Poincaré, Herriot, los alemanes se habrían dado cuenta de que la tarea no era muy difícil."46 "Lo que hace al hombre —escribe en la conclusión de Au soir de la pensée—47 no es el éxito del momento en que se arroja por instinto la turba de los más pequeños [...] es una altura de emotividad audazmente impulsada hasta las partes de desequilibrio necesarias para el accionamiento de las más bellas grandezas de energía." De cara a la multitud, "el combatiente solitario de la idea se fortalecerá, todo, con su exaltación interior ante la jornada decisiva". Briand no era ese tipo de hombre. Si al principio parecía un violento, fue, probablemente, por sus intereses de carrera. Esos mismos intereses, pero sobre todo su temperamento, lo orientaron hacia la conciliación. La primera gran oportunidad de su vida política fue el informe sobre la ley de separación de la Iglesia y del Estado, un tema polémico por excelencia. Hizo de ello una labor de apaciguamiento. Apenas necesitaba recordar las grandes fechas de su obra de conciliación. En Locarno,
Paul-Boncour48 mostró que Briand había imaginado una mesa redonda. "Era una idea de nuestro ingenioso director de escena para evitar las rivalidades de precedencia [...] Conocí a un viejo embajador que decía a sus jóvenes agregados, que muy pronto se aficionaron por la gran política: aprendan primero a disponer una mesa. Hay que admitir que Briand sabía hacerlo bastante bien." Es fácil imaginarnos a Bismarck encendiendo su cigarro en las habitaciones del delegado austríaco en Francfort. El temperamento no es el mismo. , Conciliador no significa necesariamente hombre proclive a ceder. Como dice Paul-Boncour,49 se llegaba a mantener la armonía en la Sociedad de Naciones
Georges Clemenceau, Grandeurs et miséres d'une victoire, París, 1930, iv-374 pp.; cf, "Envoi", p. i. 46 Jean Martet, Le Tigre, París, 1930, 317 pp., p. 71. 47 G. Clemenceau, Au soir de la pensée, París, 1927, 2 vols., t. n, p. 490. 45
| no porque Briand cediera siempre, por lo que lo acusaban sus adversarios [...] Mucho me gustaría que se consideraran las concesiones del periodo "brian;.. dista" con respecto a las que se pretendía ser de "energía". Pero Briand sabía manejar de maravilla a esta institución. Para ello, su voz le servía como un violoncelo; quien no lo escuchó concluir un debate en svi lugar en el Consejo, sin ceder más que en lo secundario y ateniéndose a lo esencial, no conoce lo mejor del talento de Briand.
Por lo demás, el mismo Briand50 señaló el vínculo entre las conferencias internacionales y los beneficios de la conciliación: "Estas reuniones de los pueblos representados por los jefes de sus gobiernos es algo nuevo en la diplomacia mundial. Y tales acercamientos, incluso cuando no dan todos los resultados que podrían esperarse, son útües porque pueden disiparse muchos malentendidos, pueden tornarse muchas iniciativas que acerquen a los pueblos, que los inciten a hacerse concesiones recíprocas". Pero las figuras de los luchadores se destacan aún más. Al lado de Clemenceau podemos colocar a dos personalidades que, sin embargo, eran muy diferentes en otros aspectos: Bismarck y Wilson. Es evidente que Bismarck siempre prefirió la victoria al compromiso. Eso se ve en 1866, en 1870. Se ve en la Kuhurkampf. Se ve en su lucha contra Harry von Arnim e incluso en sus grandes querellas con Guillermo I. Si consideramos su gusto común por la lucha, la expresión de Keynes que hace de Clemenceau el Bismarck francés sería verdadera. En nombre de principios completamente diferentes, Wilson fue, según la expresión de Link , un stubborn fighter, un luchador empedernido. "Me gusta —escribía en 1913—51 sentir en mi sangre la espléndida exci48 Entre Deux Guerres, op. cit., t. n, p. 161. •' ™lbid., p. 165. 50 Journal officiel. Debuts parlementaires. Señal, 1921, u, pp. 5244-5245 (sesión del 24 de febrero de 1921). 51 Cottiers Weekfy, 8 de noviembre de 1913, t. 50, p. 8.
EL ESTADISTA
LA PERSONALIDAD DEL ESTADISTA
tación de combatir por alguna cosa más grande que yo." Presidente de la Universidad de Princeton de 1902 a 1910, presentó todas sus reformas como luchas emprendidas ya contra el espíritu retrógrado en general, ya contra personas y, en especial, contra Andrew Fleming West. Y como tenía que expulsar a un estudiante, Wilson narró que recibió durante una hora y media a la madre de aquél, la cual debía sufrir una grave operación. Respondió que "su responsabilidad con respecto al colegio era más grande que su responsabilidad por la salud de una persona" y mantuvo su decisión.52 Ya presidente de los Estados Unidos, hombre de la "paz sin victoria" (22 de enero, de 1917), reaccionó contra la "guerra submarina a ultranza" con la ruptura diplomática y luego con la guerra. Los temores de la Entente de que el hombre de la "paz sin victoria" sólo hiciera una guerra simbólica se disiparon desde las primeras semanas ante las pruebas: Wilson, comprometido en la guerra, quería la paz victoriosa. Del mismo modo, las esperanzas alemanas de hacer de él en octubre de 1918 el hombre del compromiso se hicieron añicos contra su tenaz voluntad. Dicha voluntad se manifestó ante el Senado. Wilson quería, a riesgo de su vida, pues su salud era mediocre, combatir en todo el país contra las enmiendas propuestas por Henry Cabot Lodge. "No aceptaré ninguna concesión —dijo en julio al embajador francés Jusserand—; el Senado debe tomar su medicina."53 Otras palabras, más características aún, las conocemos por el coronel House. Éste, el 28 de junio de 1919, después de la firma del Tratado de Versalles, le suplicó que se dirigiera al Senado con un espíritu conciliador. "House —respondió—, he descubierto que nadie puede obtener ningún resultado válido en esta vida sin combatir."54 Curtido por la enfermedad, no escuchó los consejos de moderación, rechazó toda enmienda y prefirió romper más bien que doblegarse. "Rompo y no me doblego" era la divisa de otro gran luchador: Lamennais.
sales y que lo hace sinceramente —en la medida en que pueda saberse—. El cínico es el que apela al "egoísmo sagrado", a la "razón de Estado". El primero quiere asimilar los verdaderos intereses de toda la humanidad. El segundo se declara poco preocupado de los intereses de la humanidad y afirma abiertamente los de su país. Entre estos dos extremos son posibles todos los matices. Por ejemplo, Clemenceau no fue sólo el Bismarck francés descrito por Keynes, es decir, el cínico dispuesto a sacrificar la moral internacional por la seguridad de Francia. Fue también el hombre de "la paz del derecho",55 el viejo radical apasionado por la libertad. Se sitúa entre Wilson y Bismarck. ( Es posible que el idealismo universalista sea principalmente privativo de los países "satisfechos". El más satisfecho de todos, los Estados Unidos, ha dado al mundo el mayor contingente de idealistas, a tal punto que en 1951 tuvo lugar en dicha nación un "gran debate" sobre el tema. El diplomático Georges Kennan, en su libro American Diplomacy,56 y sobre todo el profesor Hans Morgenthau, en la obra In Defense of the National Interest,57 afirmaron que la política exterior estadunidense no era más moral que la de otros países y que, si se esforzaba en serlo, se dejaba dominar por las más peligrosas ilusiones y llevaba al país a la ruina. "La intoxicación con abstracciones morales [...], que en nuestra época se ha convertido en el principal sustituto del pensamiento político, es a todas luces una de las grandes fuentes de debilidad y de fracaso en la política exterior estadunidense."58 Pero la antigua tradición del moralismo estadunidense ha encontrado defensores (Frank Tannenbaum, Dexter Perkins, etcétera). . El ejemplo más absoluto del idealista universalista es quizás el de Cordel! Hull. En efecto, Wilson reunía en su ideal un gran realismo táctico y una buena habilidad de trabajo. Cordell Hull creía haberlo logrado todo cuando consiguió de un socio realista —japonés o soviético— la aceptación de principios abstractos. Por ejemplo, en la primavera de 1941 se las ingenió para que Japón aceptara los "cuatro principios": respeto a la integridad territorial de todos los países, no intervención en los asuntos internos, igualdad comercial y sostenimiento del statu quo en el Pacífico. En Moscú, en octubre de 1943, Cordell Hull se inquietaba poco por discutir con Molotov y Edén los problemas concretos de Polonia, Checoslovaquia, Grecia o Yugoslavia. Por el contrario, promovía una de-
298
El idealista y el cínico Temperamentos de ¡vichadores uno y otro, Wilson y Bismarck difieren totalmente si se adopta otro ángulo, el del idealismo que hay que oponer no al realismo práctico (se puede ser idealista y excelente táctico), sino al cinismo. El idealista es quien justifica su actitud en nombre de valores univerHouse, t. w, p. 459; Baker, Woodrow Wilson, Life and Letters, Nueva York, 1927, t. n, p. 102. 53 Citado por Thomas A. Bailey, Woodrow Wilson and the Greaí Betrayal, Nueva York, 1947,xrv-429pp.,p. 14. 54 House, t. iv, p. 502. 52
299
Grandeurs et miséres d'une victoire, op. cit., capítulo xi, "L'Europe de Droit", p. 151 ss. American Diplomacy, 1900-1950, Chicago, 1951, x-154 pp. 57 In Defense ofthe National Interest. A crítical examination of American Foreign Policy, Nueva York, 1951, xn-284 pp. 58 H. Morgenthau, p. 4 (obra citada en la bibliografía). 55 56
EL ESTADISTA
LA PERSONALIDAD DEL ESTADISTA
claración de principios que hizo firmar con mucha facilidad por cuanto no implicaba ningún compromiso preciso, y se felicitó de ello con ingenuidad: "acontecimiento histórico".59 El idealismo de Cordell Hull es el de un hombre generoso y simpático, no de un gran estadista. El de Wilson es mucho más grandioso. Había sacudido a Clemenceau, su futuro compañero, desde el discurso del 22 de enero de 1917 sobre la "paz sin victoria". Si el idealismo llevó a Wilson a desatender la causa de la Entente en la que, apasionadamente, Clemenceau veía la del derecho, su comentario fue sarcástico y violento:60
sas de irritación y de agresión mutua".64 En otras palabras, es favoreciendo principios generales, y no ciertos intereses particulares, como se realizará el ideal de una paz duradera. Pero este rechazo de los intereses particulares se aplicaba también en los Estados Unidos: "Lo que busco es no desviarme de la vía por la que se dirige este gran impulso del mundo hacia la justicia. No quiero nada qvie permita decir de nosotros: 'profesan sus grandes principios, pero han admitido excepciones por todas partes, en donde el sentimiento o el interés nacional les hacía desear desviarse de la regla".65 Nunca encontraríamos una actitud semejante en Bismarck. Y no porque no tuviera un ideal apasionado, el de cierta concepción de la monarquía prusiana histórica, que tenía la hegemonía sobre Alemania y, en Europa, una posición de seguridad bien cierta. Quería una monarquía prusiana ilustrada por los principios cristianos y cierto liberalismo. Pero nunca fue universalista su ideal político. Monarquista con toda el alma, era republicano en lo que tocaba a Francia, pues creía que la realeza reforzaría a Francia, enemiga hereditaria de su país. El "cinismo" de Bismarck era más que una franqueza grosera, más que la brutalidad verbal de la que se valía como técnica diplomática probada. Fue ante todo el "egoísmo sagrado" y la confesión de que el Estado constituye un valor supremo. Y sin embargo, Bismarck no fue un "totalitario".66 Admitía una sociedad internacional fundada en cierto número de reglas, que a veces fingía despreciar. Se conocen bien fórmulas que caracterizan esta actitud: "Quien dispone de la fuerza va a la delantera en su sentido". Al responder el 17 de abril de 1863 a Twesten, quien dudaba de su voluntad de actuar en el caso de Dinamarca, manifestó: "Cuando consideremos necesario entrar en la guerra, lo haremos con o sin su bendición".67 Federico Guillermo I había dicho que establecería la soberanía como un peñasco de bronce: "Tal peñasco de bronce —decía a los diputados— está aún de pie. Forma la base de la historia prusiana. Ese peñasco de bronce no lograrían quebrantarlo ni con su Nationalverein ni mucho menos con su moción del día de hoy".68 En cuanto a la brutalidad del lenguaje, se manifestaba en palabras pintorescas o malsonantes. Federico de Augustenburg era "un cobarde". En 1865, Austria y Prusia fueron en Gastein "vina sociedad de caza que
300
Jamás, hasta ahora, ninguna asamblea política había escuchado un sermón tan bello sobre lo que los seres humanos podrían hacer si no fueran humanos [...] Como él es seguramente sincero, no puede evitar afrontar el problema de una Europa en fuego, sino que, con la mirada perdida en el abismo de los tiempos, se eleva, con un vuelo magnífico, más allá del tiempo y del espacio, para planear en el vacío por encima de las cosas que tienen la inferioridad de ser.
En cuanto Wilson mostró una brutal reacción contra la guerra submarina a ultranza, Clemenceau se apresuró a aprobarla.61 Él "es demasiado profundamente estadunidense para que el exceso de idealismo que haya podido animarlo se resista a la práctica de las enseñanzas de la realidad". "De repente, sintió que crecía a las proporciones de un portavoz de toda la humanidad."62 Lo que constituye el idealismo wilsoniano es el hecho de que él asimilaba los intereses de su país a los de la humanidad entera: "América nació en el mundo para servir a la humanidad".63 La "nueva diplomacia" de la que fue el apóstol se fundaba en la igualdad de los pueblos, el mundo safe for democracy, la Sociedad de Naciones. Como ésta era la piedra angular del sistema, Wilson exigió que se negociara el "pacto" antes de analizar las cuestiones territoriales. Cuando Japón amenazó con no adherirse a ella, Wilson se resignó a cederle los antiguos derechos "alemanes" sobre Chantung. El principio universalista prevaleció sobre los arreglos particulares. Podríamos multiplicar los testimonios, citando por ejemplo las palabras de Wilson en las reuniones del Consejo de los Cuatro. Los dos textos siguientes bastarán para situar su posición: "Tratamos de llegar a una justa repartición de los territorios y a un convenio duradero entre los pueblos: de ahí nuestro gran deseo por hacer desaparecer todas las cauCordell Hull, Memoirs, 1948, 2 vols., t. u, p. 1307. taL'Homme enchaíné, 27 de enero de 1917. 61 Ibid., 5 de febrero de 1917. <-2Ibid., 1° de marzo de 1917. 63 Public Papen ofWoodrow Wilson, t. u, p. 26. 59
301
Paul Mantoux, Les Délibémtions du Conseildes Quatre, t. n, p. 368 (10 de junio de 1919). Paul Mantoux, op. cit., 1.1, p. 72 (28 de marzo de 1919). Cf. Otto Pflanze, "Bismarck and Germán Nationalism", American Historícal Review, abril de 1955, pp. 548 ss. También será de provecho la obra de Friedrich Meinecke, Die Idee der Staatsrasons, Munich y Berlín, 1925, 546 pp. 67 Erich Eyck, Bismarck, t. u, p. 560. 68 Cf. Matter, op. cit., t. n, p. 235. 64
65 66
EL ESTADISTA
LA PERSONALIDAD DEL ESTADISTA
se repartía las presas".69 A la condesa Von Hohenthal, a quien le preguntó si era verdad que quería expulsar a los austríacos de Alemania y conquistar Sajonia, le respondió con seriedad: "No lo dude, nunca pensé otra cosa y no he dejado de prepararme para ello desde que entré en el ministerio".70 Veremos que esta actitud cínica se halla en numerosos estadistas, pero con matices en el estilo. En Hitler el tono de las conversaciones, de ordinario amable, llegaba a veces, como lo ha mostrado Francois-Poncet, a uno de extrema violencia. A Mussolini le gustaban, como a Bismarck, las palabras terminantes, pero se entregaba al énfasis y a la vanidad: "Es su majestad el cañón el que hablará". De manera general, los regímenes fascistas y nacionalistas totalitarios que se establecieron entre las dos guerras mundiales estaban a menudo gobernados por hombres que practicaban este cinismo amoral, que manifestaban este desprecio por los otros pueblos, este egoísmo, con una brutalidad infinitamente mayor que la de Bismarck. El coronel Beck puede ser clasificado en esta categoría.
ratoria Hoover" trató de suspender durante un año los pagos interestatales. Pero, a pesar de las instancias de su secretario de Estado Stimson, se negó a prolongar la moratoria porque no quería anular las deudas de guerra. Más aún, al considerar en 1932 una solución mediante el crecimiento del comercio internacional, no comprendió que ello implicaba la baja del formidable arancel Hawley-Smoot, cuyo establecimiento, como buen republicano tradicionalista, había aprobado en 1930.
302
El rígido y el imaginativo No hemos de confundir al rígido con el imaginativo. El segundo se fija objetivos de conjunto, pero su flexibilidad en la ejecución puede ser infinita, como lo fue en el caso de Hitler. El rígido es aquel que se atiene de modo estrecho a ciertos métodos. Eventualmente buen administrador, lo imprevisto lo pone en aprietos y no es capaz de imaginar soluciones nuevas. Es el hombre de lo "precedente" y no el creador. A la inversa, el imaginativo es el que sabe inventar y al que no lo desconcierta ninguna circunstancia nueva. En este grupo, por ejemplo, podemos oponer a Hoover con Roosevelt, a Poincaré con Briand. Según todos sus biógrafos, Hoover fue un organizador, un administrador excepcional. Como administrador de la ayuda a Bélgica dejó en este país un recuerdo inolvidable. En tiempos de prosperidad manejó hábilmente el Departamento de Comercio. Al llegar a la presidencia de los Estados Unidos, como administrador pudo desempeñar un papel propicio. La gran crisis económica desencadenada en octubre de 1929 lo dejó desamparado. Hombre de lo "precedente", confió en la experiencia de las crisis del pasado, que se habían resuelto solas. Por tanto, su política consistió en esperar el fin de la crisis multiplicando las declaraciones optimistas a medida que golpeaba. Luego, en 1931, por la "mo69 70
Erich Eyck, op, cit., t. n, p. 637. Citado por Matter, ibíd., t. n, p. 387.
303
Por temperamento —escriben Stimson y Bundy—" Stimson y Hoover eran [ completamente distintos. Uno era por naturaleza y por función un abogado y un combatiente; el otro era un organizador y un planificador. El señor Hoover gustaba de calcular sus movimientos como habría calculado un puente, mientras que Stimson prefería escoger su objetivo principal y luego cargar ciega'., mente, sin temor, confiando en que un caudillo agresivo se ganaría partidarios.
Es inútil insistir en cuanto a la prodigiosa imaginación de Franklin Roosevelt. Ante la crisis económica se sabe que inventó, con la ayuda de su brain trust, métodos intervencionistas flexibles. Detenidos sus esfuerzos por la Suprema Corte, imaginó una reforma de ésta, que Mario Einaudi no dudó en llamar "la revolución del New Deal".72 De acuerdo con las palabras de Einaudi, "Roosevelt fue el líder democrático más consumado de nuestro tiempo [...] Maniobraba con la habilidad de un 'artista creador' en el laberinto confuso y contradictorio de las opinio*' nes y de los intereses".73 Los más admirables testimonios de esa capacidad de invención se - sitúan quizá en los años de 1940 y 1941, cuando Roosevelt ideó él i mismo y logró que se adoptaran los grandes instrumentos que hacían de los Estados Unidos el "arsenal de las democracias" y además el sistema profundamente nuevo y hasta revolucionario del "préstamo y arrendamiento". El contraste es absoluto con el aislacionista moderado y fiel a la tradición que era Hoover. Encontraríamos un contraste semejante, aunque un poco menos acentuado, entre Poincaré y Briand. Poincaré brillaba por sus extraordinarios talentos de administrador, talentos de los que Briand carecía tanto. Frente a él [Briand] —escribió Georges Suarez—,74 Poincaré continúa repre•. sentando la rigurosa tradición clásica de una tierra ingrata, de una burguesía í ;
'
" Henry Stimson y McGeorge Bundy, On Active Service in Peace and War, Nueva York, yj, 1947, xxii-698 pp., p. 196. 72 Es el título de su libro, Roosevelt et la révolution du New Deal, París, 1961, 300 pp. 73 Ibid.. pp. 59-60. 74 De Poincaré d Poincaré, París, 1928, xii-246 pp., pp. 104-105.
304
EL ESTADISTA
escrupulosa y cerrada, de un medio trabajador y tranquilo; fue el hombre de una idea, de vina época, de un sistema, de una clase [...] Su indeleble huella jurídica ¿es el efecto de las leyes originales de las qvie se benefició? ¿Debe explicarse por ello su voluntad de encerrar los fenómenos, los acontecimientos, la vida, en marcos que no siempre son los adecuados?
Es sorprendente examinar el formalismo jurídico de Poincaré ante la prueba de los hechos. Poincaré fue el hombre de la "política de ejecución" del Tratado de Versalles, porque ya estaba firmado. Dejó atrás su "victoria" del Ruhr para volver a la política de las reparaciones tal como se desprendía del Tratado de Versalles, es decir, por el intermedio de la "comisión de reparaciones". Llamado para "salvar al franco", empleó los más clásicos de todos los métodos, y su amor por lo precedente lo llevó por un tiempo a querer realizar lo imposible, es decir, el regreso a la paridad de 1914. La extraordinaria ausencia de cualquier idea general, de toda síntesis en los 10 volúmenes de las memorias de Poincaré, Au service de la France, confirma esa estructura de mentalidad "administrativa" y no "imaginativa". Dependiendo de si se tiene apego o no por la inteligencia puramente analítica, se hablará, como su amigo Maurice Paléologue, de "inteligencia brillante", o bien se considerará a Poincaré un estúpido. Entre las ocurrencias de Clemenceau sobre Poincaré mencionemos ésta, que si no es verdadera es verosímil: "Nunca se debería poner a la cabeza de un país a un hombre que tiene el corazón repleto de expedientes. Es demasiado peligroso".75 El jugador y el prudente
Ciertos estadistas tienen el gusto por el riesgo. Otros le tienen horror y practican la prudencia. En general, los primeros son rápidos en la toma de decisiones. Los segundos son lentos; prefieren esperar. Volveremos a este tema en nuestro último capítulo. Los jugadores que corren riesgos los toman más o menos en el momento oportuno. Podemos clasificar en esta categoría a dos hombres tan distintos como Laffitte y Casimir Peder. El primero, ligero, presuntuoso y débil, practicaba, según Thureau-Dangin, la política del "abandono"; aceptaba el riesgo por vanagloria y sin haberlo calculado para complacer a los grupos belicosos. Había en él menos gusto por el riesgo que temeridad. Es posible que dijera en privado que "también quería la paz y la buena inteligencia con las potencias extranjeras".76 Pero presionado por
LA PERSONALIDAD DEL ESTADISTA
La Fayette, por la izquierda, a intervenir en Polonia o en Italia, se abandonó a las fanfarronadas. "En muy poco tiempo tendremos, además de nuestras plazas fuertes, abastecidas y defendidas, 500 000 hombres en batalla, bien armados [...] y el rey, si fuera necesario, se pondría a la cabeza de la nación [...] Si estallaran las tempestades a la vista de los tres colores y se hicieran auxiliares nuestros, tanto peor sería para quienes las hubieran llamado."77 Por el contrario, Casimir Perier era el tipo del verdadero jugador, es decir del hombre audaz, resuelto, de las decisiones rápidas y atrevidas, que no corría riesgos sino después de haberlos calculado. "Era —dice Thureau-Dangin— la acción personificada; tan enérgico en la resistencia como antes lo había sido en el ataque, él aportaba lo mismo ímpetu, a veces incluso cólera, y hasta intrepidez heroica."78 Por tanto, era uno de los "luchadores" que evocamos antes. Para la paz tanto fuera como dentro, decía, "es necesario que Francia tenga un gobierno".79 Clemenceau dijo exactamente lo mismo en su declaración ministerial: "El país sabrá que está defendido". Con grandes deseos de mantener la paz, se proponía hacerlo a la fuerza. El envío de una escuadra al estuario del Tajo, de un ejército a Bélgica contra el rey de los Países Bajos, de una guarnición francesa a Ancona después de la reocupación del norte de los Estados de la Iglesia por parte de los austríacos, son signos muy claros de esa resolución. Los jugadores por vanagloria del tipo Laffitte son numerosos en la historia y peligrosos para la paz. En 1870 el duque de Gramont parece haber pertenecido a esta categoría. También podemos catalogar ahí a Mussolini. Parece indudable que tomó algunas de sus decisiones más graves por una especie de vanidad, por un sentimiento emocional del honor. Los ataques contra Albania en abril de 1939 y contra Grecia en octubre de 1940 se debieron esencialmente a la voluntad de no parecer que se quedaba atrás de Hitler. La declaración de guerra del 10 de junio de 1940 quizás estuvo ligada al deseo de "compartir los despojos" cercanos (expresión de Ciano), pero también al deseo de dar a Hitler cierta idea del duce. Las reacciones de la opinión pública, la fuerza real de Italia, casi no se tomaban en cuenta. A propósito de Albania, dijo Ciano:80 "Veo varias veces al duce, quien está tranquilo, terriblemente tranquilo y más convencido que nunca de que nadie vendrá a inmiscuirse en nuestra diferencia con Albania. De todos modos, decidió avanzar y avanzará incluso si todo el mundo se volviera contra él". 77 Ibid.,
p. 198. Ibid., p. 406. 19 Ibid., p.410. 80 Ciano, op. cit., 1.1, p. 71. 78
75 76
Jean Martet, Le Tigre, París, 1930, 317 pp., p. 192. Thureau-Dangin, Histoire de la Monarchie de juillet, 1.1, p. 223.
305
EL ESTADISTA
LA PERSONALIDAD DEL ESTADISTA
Los jugadores calculadores del tipo de Casimir Perier son de otra estatura. Napoleón I, Bismarck y Hitler pertenecen a esta categoría. Dependiendo de que la política general sea defensiva, serniofensiva u ofensiva, pasamos de Casimir Perier a Bismarck y de Bismarck a Hitler. Pero en todos los casos, el cálculo se lleva fríamente a sus extremos. Sólo el entusiasmo de los éxitos obtenidos gracias a dichos cálculos puede impulsar al político a lanzarse en la aventura, como Hitler el 22 de junio de 1941 cuando atacó a la URSS. El estadista por excelencia es aquel que, como Bismarck, sabe detenerse, es decir, pasar de una estrategia ofensiva a una defensiva, cuando sabe que ha logrado sus objetivos. Frente a los jugadores se encuentran los prudentes. Son prudentes porque se estiman satisfechos, pero también por temperamento. Tal es el caso de Luis Felipe. A pesar de los "vergonzosos tratados de 1815", Luis Felipe prefirió una política de prudencia y moderación. Ello se ve claramente en 1840. Después de haber retirado al ministro Thiers, el rey dijo a Dupin:81 "Tengo la conciencia de que sostengo mi juramento real al sacrificarme para evitar que Francia entre en una guerra que, a mi parecer, no tendrá causa ni objetivo, y en consecuencia tampoco tendrá justificación ante los ojos de Dios y de los hombres". Tal actitud de prudencia es frecuente. Supone sangre fría, el dominio de las emociones y también una falta total de gusto por el riesgo. Fue la actitud de Rouvier frente a Delcassé en 1905, cíe Caillaux y de KiderlenWáchter frente a De Selves y a Lindequist en 1911. En el extremo, puede cobrar la forma de la renuncia y volverse el "apaciguamiento" de Neville Chamberlain. Frente a un jugador sumamente audaz, el extremo de la prudencia puede convertirse en imprudencia. Además, Chamberlain practicó el "apaciguamiento" por convicción doctrinal mucho más que por temperamento. Entre los jugadores y los prudentes hay personajes muy difíciles de clasificar, como Napoleón III. Éste mezclaba a cierto gusto por el riesgo en las decisiones una extrema irresolución en la ejecución de las mismas. En Biarritz dijo varías veces al sorprendido Bismarck lo siguiente: "No hay que hacer las circunstancias, hay que dejarlas venir; luego nosotros daremos formas a nuestras resoluciones".82 Tal es la "actitud de espera". Ahora bien, esta actitud de espera es con frecuencia la política de los irresueltos. El mariscal Pétain, que adquirió gran influencia por su edad (se ve en sus titubeos en ocasión de la elección de Balduino o de Laval en Asuntos Extranjeros, el 16 de junio de 1940, o incluso en la respuesta que daría a Mers-el-Kebir el 3 de julio), fue de 1940 a 1944 el tipo
mismo del "esperador". Quizá éste era un rasgo de su temperamento profundo. "Espero a los estadunidenses y a las carrozas", decía desde 1917. Si pasamos del plano político al de la estrategia, encontraremos la misma oposición entre los jugadores y los prudentes. Hay jugadores frivolos, del tipo Neville, y grandes jugadores como Napoleón y Ludendorff. También hay prudentes. Es verosímil que los prudentes puedan ser buenos generales, pero los grandes estrategas son jugadores que calculan. Para tomar el ejemplo de Ludendorff, en dos ocasiones prefirió el riesgo a la espera: cuando convenció al emperador de lanzar la guerra submarina a ultranza (la apuesta era la victoria por asfixia de la Entente, el riesgo la entrada de los Estados Unidos en la guerra) y cuando decidió lanzar las grandes ofensivas de la primavera de 1918 para tratar de arrancar la victoria en lugar de mantener por años la capacidad de resistencia del ejército alemán. Escribió que en el otoño de 1917 la "cuestión decisiva" era saber si había que "dar un gran golpe en el oeste" o "mantenerse en una defensa metódica".83 Conservemos, entre los argumentos que dio en favor de la primera solución, esta declaración que ilustra admirablemente su temperamento: 84 "La ofensiva es la forma más potente del combate; ella sola trae la decisión. La historia militar lo prueba en cada una de sus páginas. La ofensiva es el símbolo de la superioridad sobre el enemigo". Naturalmente, podemos agregar al infinito otras variaciones a los estadistas. Las anteriores nos parecen a la vez las que se citan con más frecuencia en los textos y las más fáciles de discernir. Tendremos más dificultad para distinguir, por ejemplo, lo inteligente de lo no inteligente, pues en ello hay una parte amplia de apreciación subjetiva. Lo mismo ocurre en lo que toca al emocional y al calculador frío, pues la decisión puede tomarse por la inspiración de una pasión profunda, y su realización puede calcularse con mucha sabiduría y mucho cinismo. Lo mismo ocurre con el ambicioso y el satisfecho, pues es imposible imaginar un estadista, fuera del caso de la herencia monárquica, que llegara al poder sin ambición. "La política —escribió >Louis Barthou—85 es el arte, la voluntad, la decisión de gobernar. Los que no la aman difícilmente se habitúan a ello; los que la aman renuncian con más dificultad a esa costumbre." Además, a menudo los límites son muy confusos entre la ambición personal y la política ambiciosa so pretexto del interés nacional. Por tanto, vale más elegir los análisis históricos de las alternativas más claras y más precisas.
306
Mémoires de M. Dupin, t. rv, p. 99. Citado por Charles H. Pouthas, La politique étrangére de la Trance sous la seconde République et le Second Empire, curso mimeografiaclo, fascículo rv, p. 268. 81
82
83 Erich Ludendorff, MIbid.,p. 154. 85
Souvenirs de guerre, 1914-1918, t. n, p. 150.
En Le Politique, París, 1923, 128 pp., p. 16.
307
308
LA PERSONALIDAD DEL ESTADISTA
EL ESTADISTA
3. CONCLUSIÓN El interés que hay por conocer tanto como se pueda las personalidades de los estadistas nunca fue ajeno a los gobiernos ni a los diplomáticos. Para confimarlo, basta explorar dos fuentes del más alto interés: las instrucciones a los embajadores (al menos en la época en que fueron bien detalladas y ampliamente maduradas) y las obras, que escribieron por lo general diplomáticos, sobre el arte de la diplomacia. En las instrucciones a los embajadores, publicadas por ejemplo en el siglo xvni, encontramos numerosos retratos de los soberanos y de los ministros que iba a encontrar el nuevo embajador cuando llegara a su puesto. También con mucha frecuencia se pedían, en las mismas instrucciones, informes sobre algún personaje. Por ejemplo, cuando Blondel llegó a Viena en 1749, el secretario de Estado Brulart de Silleri le pidió aclaraciones sobre el futuro embajador de la Casa de Austria en París:86 "Él no omitirá nada para obtener, tanto como sea posible, ideas exactas sobre el carácter y las cualidades personales del ministro que tal corte habrá de aprobar". O bien, se le pedía al embajador que verificara los juicios de su predecesor.87 "El barón de Betreuil, que ha estado al tanto de este tema en las relaciones del marqués de l'Hopital, examinará por sí mismo si las nociones que implican talentos, carácter e intenciones de los príncipes, ministros o cortesanos rusos se fundan en reflexiones y en conocimientos suficientemente profundos e imparciales." O incluso el ministro —Vergennes lo hacía casi siempre— solicitaba un informe anual que se haría de las personalidades,88 "una relación exacta de todo lo que hayan aprendido de importante en los países donde residieron, tanto sobre el carácter, las afecciones de los príncipes y de sus ministros como sobre todos los otros objetos que pueden interesar al servicio o a la curiosidad del rey". Por supuesto, presentamos estos textos en calidad de ejemplos. En las instrucciones encontramos centenas de otros que son semejantes. Asimismo, las obras sobre el "arte de la diplomacia" son significativas. En general, no sólo se unen en importancia al conocimiento de las personalidades, sino también a veces adoptan este mismo método "dicotómico", esta presentación por contraste que sugerimos. Éstos son algunos ejemplos. Fierre Danés, quien escribió en 1561 los Conseils a un ambassadeur ,&9 enumeró todas las informaciones que el embajador debía recabar y terminó así: "Finalmente, el humor y el talen86 Instructions données aux Ambassadeurs, t.1, Austria, 87 Jbid., t. ix, Russie, 16 de marzo de 1760, p. 133. 88 89
25 de marzo de 1749, p. 286.
Ibid., t. ix, Russie, 6 de mayo de 1780, p. 371. Publicados por L. Delavaud, en Revue d'Histoire diplomatique, 1915.
309
to del príncipe, su capacidad, sus ejercicios, sus inclinaciones, sus virtudes, sus vicios, tanto como el conocimiento de todas estas particularidades pueden ofrecer una gran ventaja en todo lo que habrá que negociar con él". La misma observación valía para Jean Hotman, señor de Villiers, que escribió en 1613:90 "Si es un príncipe, conocer su humor e inclinación". Francois de Calliéres, uno de los negociadores del Tratado de Ryswijk (1645-1717), escribió en 1716 un libro que sería citado a lo largo del siglo: De la maniere de négocier avec les souverains.91 Es quizá el más notable de todos los tratados. Calliéres llamaba al embajador "un honorable espía".92 En cuanto a lo que debía espiar, figuraban los "intereses generales de los Estados". Pero, agregó,93 "como las pasiones o los caprichos de los hombres con crédito resuelven el destino de quienes son sus subditos, es deber del hábil negociador instruirse lo más exactamente posible sobre las inclinaciones, el carácter mental y los propósitos de los hombres constituidos en autoridades". También en Le Ministére du négociateur, obra muy confusa, publicada en 1763 por el Escalopier de Nourar?4 se afirmó que el negociador debía conocer el "carácter de los príncipes, de los generales y de los ministros". El autor llamaba a esto una "topografía de la política". En 1813, el conde De Hauterive95 subrayó que "hay que tener una justa idea de los personajes que actúan, de su influencia, de su carácter, de sus talentos, de las cualidades que pueden secundar la marcha de las negociaciones, de las que pueden obstaculizarlas". Nos sorprende en cambio que Jules Carnbon, en Le Diplómate, escrito en 1926, no replicara en lo absoluto, mientras que Louis Barthou, que escribió en la misma colección Le Politique, multiplicó los retratos pintorescos y detallados (Mosanus es Poincaré, Namnetus es Briand, Lugdunus es Herriot). También nos sorprende encontrar laguna semejante en los Conseils a un jeune Franjáis entrant dans la Diplomatie de León Noel.96 Es verdad que este autor, al hablar del Diplómate de Jules Cambon, lo llamó "ese breve volumen en el que no se omite nada",97 e hizo el mismo señalamiento sobre el libro de Harold Nicolson Diplomatie9* o sobre el de lord Strang, The Diplomatie Career.99 '•
90 De
la charge et dignité de l'ambassadeur, 3a. ed., Dusseldorf, 1613, 274 pp., p. 114. De la maniere de négocier avec les souverains, París, 1716, 396 pp. 92 Ibid., p. 396. 93 Ibid., p. 94. 94 Amsterdam, 1763, xxvi-326 pp. Cf. p. 305. 95 A. M. d'Hauterive, Conseil á un eleve du ministére des Relations extérieures, slnd. (1813), iv-143pp. Cf. p. 21. 96 París, 1948, 139 pp. 97 Ibid., p. 43. 98 Harold Nicolson, Diplomatie, traducido del inglés por Petronella Armstrong, Neuchátel, 1945, 223 pp. 99 Lord Strang, The Diplomatie Career, Londres, 1962, 160 pp. 91
311
EL ESTADISTA
LA PERSONALIDAD DEL ESTADISTA
Terminaremos citando integralmente algunas de las clasificaciones "dicotómicas" que hemos extraído de varios tratados. La más célebre data de 1513. La encontramos en El príncipe de Maquiavelo:100
.. za, su dificultad o su facilidad, su liberalidad o su avaricia, su presunción o su modestia, su candidez o su oblicuidad, la vivacidad o la lentitud de su mente, su genio o su estupidez, su arrebato o su moderación, su apego o su desapego por los placeres en particular, y sobre todo su interés o su desinterés en los negocios que se tienen con ellos.
Digo que a todos los hombres, y especialmente a los príncipes, por estar éstos en el más alto rango, se les atribuye una de estas cualidades que aportan la reprobación o la alabanza. Es decir, uno será considerado liberal, el otro tacaño [...] uno será estimado donador, alguno rapaz; algún otro cruel, y otro más compasivo; uno embustero, el otro hombre de palabra; uno afeminado y cobarde, el otro audaz y valiente; uno afable, el otro orgulloso; uno libertino, el otro casto; uno entero y claro, el otro fino y astuto; uno grave, el otro ligero; uno religioso, el otro incrédulo, y lo mismo ocurre con los demás.
; Para terminar, haremos nuestro el señalamiento que sigue a las líneas precedentes: "Por último, nunca se hubiera hecho, si se quisiera hacer, la enumeración completa de los hombres, sobre todo si se quisiera añadir el detalle de los resortes que hacen actuar a sus pasiones. Sin embargo, es menester que los ministerios públicos tengan un barniz considerable de las máximas por las cuales se gobiernan, pues sin ello no pueden negociar más que con mucha desventaja".
310
Calliéres, ya citado, elaboró en 1716 vina lista más sumaria:101 "Puede y debe descubrirse cuáles son las pasiones y las inclinaciones dominantes del príncipe en las que se encuentra si es aplicado y trabajador, si le gusta la guerra o si prefiere los negocios al reposo y los placeres, si se gobierna por sí mismo o si es gobernado, y hasta qué punto". Antoine Pecquet (1668-1728), primer comisario de Torcy y discípulo de Calliéres, estableció la lista de las alternativas que se presentaban para la elección de un diplomático:102 Según las nociones que se tengan, se escogerá un enérgico o atemperado, más o menos susceptible de confianza o de desconfianza; fácil en los negocios o espinoso; un hombre flexible o un hombre firme; un hombre suave o un hombre altanero; un trabajador o un hombre de sociedad; un magistrado o un hombre de gabinete; un hombre de alta cuna o tan sólo un hombre de condición honrada.
Citemos por último a J. de la Sarray du Franquesnay.103 Éste, que escribía en 1731, llevó muy lejos el análisis. Llegó a invitar al diplomático a hacer estudios de lo que hoy nosotros llamaríamos psicología: Se trata de aprender los caracteres de los hombres casi tan diversos como sus rostros; hay que saber el mecanismo de sus movimientos, el alcance y los puntos de vista de su mente y de svis propósitos; no hay que caminar con ellos sino con la sonda en la mano, hay que conocer su desconfianza o su confian100 Capitulo xv, "De las cosas por las cuales los hombres y especialmente los príncipes son censurados o alabados". 101 Op.cit.,p. 153. 102 De L'Art de négocieravec les souvemins, La Haya, 1738, xuv-128 pp. Cf. p. 50. 103 Le Ministére public dans les cours étrangéres, ses fonctions et ses prérogatives, París, 1731, xxiv-293 pp. Cf. pp. 113-114.
EL ESTADISTA Y EL "INTERÉS NACIONAL"
X. EL ESTADISTA Y EL "INTERÉS NACIONAL" LA IDEA de "interés nacional", en oposición a la de "interés del príncipe", apareció con el sentimiento nacional y adquirió todo su vigor con el surgimiento de las instituciones democráticas. Según parece, corresponde a la creencia, a decir verdad confusa, de que en una situación dada se pueden determinar objetivamente los fines, lejanos o próximos, que deben asignarse a la nación. Una pintura simplista de la evolución histórica representaría primero al Estado del Antiguo Régimen, donde el rey persigue sus propios intereses sin cuidarse de los bienes ni de la sangre de sus subditos; luego, al gobierno de una aristocracia o de una alta burguesía poco numerosa, que de nuevo utiliza los recursos y las vidas de las masas populares para promover sus intereses —de prestigio, de comercio o de enriquecimiento— por todo el mundo. Por último, vendría el Estado realmente popular donde los dirigentes, de grado o por fuerza, se verán obligados a no actuar más qtie en función de los intereses generales de la nación. Wilson se colocaba tal vez en esta perspectiva cuando decía, desde su campaña electoral de 1912, acaso influido por Louis Brandéis, que él mismo fundaba su doctrina en los escritos de Jefferson, que se proponía consagrar su gobierno al national interest y no a defender los special interests. Así rechazó la "diplomacia del dólar" de su predecesor Taft, porque no quería poner a la potente máquina del gobierno estadunidense al servicio de los grandes bancos y de las compañías industriales. Pero la realidad es menos sencilla. En torno nuestro vemos sociedades humanas infinitamente complejas y diversificadas, divididas no sólo en "clases", sino en "grupos de intereses", y comprobamos constantemente que las aspiraciones de esas clases y de esos grupos son a menudo contradictorias.¿Cómo podría encontrarse una única resultante entre las exigencias de los campesinos británicos de los años 1846-1850, que reclamaban el mantenimiento de las Corn Laws y las de los consumidores seducidos por la propaganda de Cobden en favor del pan barato? ¿Entre los intereses de los accionistas de una compañía que impulsaba la conquista o la conservación de una colonia y los de los soldados y sus familias, poco dispuestos a arriesgar la muerte o el duelo por generar beneficios financieros? Dentro de un mismo Estado, la contradicción entre los intereses de los grupos y de los individuos es tal que uno se niega a admitir la idea de un interés nacional objetivo. Los "intereses 312
313
superiores del Estado", invocados con tanta frecuencia, ¿no son, salvo en casos excepcionales, un medio para disfrazar intereses infinitamente menos nobles y, en todo caso, particulares? Sin embargo, los responsables deben elegir entre los objetivos posibles de su política exterior. Consciente o inconscientemente, es al resultado de sus elecciones a lo que llamarán interés nacional. Pero ¿de qué elecciones se trata? Antes de examinar esta cuestión a la luz de ejemplos históricos, hay que empezar por hacer algunas precisiones sobre el concepto mismo de interés nacional. |P''
1. LAS AMBIGÜEDADES DEL CONCEPTO DE INTERÉS NACIONAL
Sobre los estadistas se ejercen fuerzas que sufren o tratan de dominar. Sin embargo, su acción no se sitúa tan sólo en un marco de causalidad. En general, para explicar las relaciones internacionales —así como la política interior— no basta con examinar las causas, es decir, las fuerzas que actúan y las consecuencias. También es preciso colocarse en un marco de finalidad. La función misma del responsable es determinar las metas por alcanzar y actuar para alcanzarlas evaluando los riesgos que se corren y los medios disponibles. El estadista, como todo hombre de acción, vive de algún modo en el porvenir. Desde luego, esa actitud general admite innumerables matices. Ya evocamos en el capítulo anterior al doctrinario, que se fija una meta y se aferra a ella, y al oportunista, que modifica sus objetivos conforme van cambiando las circunstancias. En el punto particular que nos ocupa hay un abismo entre aquel que maneja los asuntos al día sin visión de conjunto, aquel que como Hitler quiere forjar el destino de Alemania "para los mil años del porvenir" y aquel que, entre los dos, piensa como Bismarck que puede prever los acontecimientos esenciales de los dos años siguientes, pero no mira mucho más allá, pues considera este margen suficiente para sus planes y le parece imposible cualquier predicción más lejana. Sean lo que fueren, políticos miopes o visionarios, todos los estadistas responsables deben formarse, y en efecto se forman, una imagen más o menos estable, más o menos precisa, más o menos elaborada del interés nacional. Todo nos lo demuestra: los textos, su comportamiento, sus confidencias. No obstante, algunos lo han negado y han pretendido que los intereses de la humanidad completa y no los de su propia nación constituían el objetivo primordial de su acción. Tal actitud es característicamente anglosajona, y más en concreto estadunidense. Expresa, según pensamos,
EL ESTADISTA
EL ESTADISTA Y EL "INTERÉS NACIONAL"
un falso problema en el plano intelectual. Pero como ha desempeñado un considerable papel histórico, nos parece útil examinarla aquí. Rodeados de países débiles o amigos, alejados de Europa, con un inmenso territorio con abundantes recursos, los estadunidenses llegaron muy pronto a pensar que esa situación excepcional era el resultado de una protección especial de la Providencia, debida al carácter "moral" de la política exterior de su país. Dicha moralidad superior a la de los otros pueblos radicaba en que los estadunidenses no buscaban —al menos así lo pensaban— incrementar su poderío. La expresión power politics no se utilizaba en el continente americano más qtie de modo peyorativo. "Pocos autores franceses —escribía Raymond Aron—' exaltaron la política de poderío a la manera de algunos doctrinarios alemanes de la Machí Politik. Pocos autores franceses condenaron la política de poderío a la manera en que algunos moralistas estadunidenses condenaron la power politics." No se trataba solamente de moralistas, sino de estadistas. En su discurso de Mobile, el 27 de octubre de 1913, Wilson dijo que es una cosa muy peligrosa determinar la política extranjera de una nación en términos de interés material. "No sólo es deshonesto para aquellos con quienes mantenemos relaciones, sino que es degradante en lo que toca a nuestras propias acciones." A la condena de la "política de poderío", de la "persecución de los intereses materiales", se superponía la del balance of power, del equilibrio de las potencias y, en consecuencia, de las alianzas, de las agrupaciones regionales políticas o económicas. "Nunca creí y no creo —escribió Cordell Hull— en la idea de equilibrio del poderío o de esferas de influencia como medio para mantener la paz." Así, la afirmación según la cual podía existir un "interés nacional" estadunidense, que implicaba conquistas y presiones diplomáticas a expensas de otras naciones, era impopular. Si se hacía la guerra era para defender los principios, era una "cruzada" en favor de los cubanos oprimidos, en favor de la "libertad de los mares".2 Cuando se hablaba de "interés nacional", se entendía, como Wilson en 1912, como Charles Beard en su gran libro The Idea of National Interest (que data de 1934), el mejoramiento del bienestar económico de las masas en oposición a los intereses materiales de las grandes empresas. Las circunstancias que siguieron a la segunda Guerra Mundial hicieron que numerosos historiadores estadunidenses se preguntaran si esa tradición moralista, hostil a la noción de interés, no era una ilusión —pues los Estados Unidos trataron, como los otros pueblos, de incrementar sus recursos y su poderío, a veces a expensas de los demás—, y una
ilusión peligrosa porque hacía que los gobiernos estadunidenses corrieran el riesgo de ignorar las necesidades imperativas de la política. Como ya vimos, se desató un "gran debate" cuando aparecieron, uno tras otro, el libro del profesor Hans Morgenthau, In Defense of National Interest, y el del diplomático George Kennan, American Diplomacy 1900-1950, A esos partidarios convencidos de la vuelta a cierto "egoísmo sagrado" se opusieron inmediatamente defensores ardientes, a veces ingenuos, de la superioridad moral de los estadunidenses. Por ejemplo, Frank Tannenbaum,3 de Columbia, pensaba que los estadunidenses siempre han tenido una tradición moralista y que debían evitar, a cualquier precio, imitar a los europeos en su admiración por Maquiavelo, en las acciones de sus grandes hombres y, especialmente —como dijo—, de Napoleón, Bismarck y Clemenceau. Dexter Perkins, de manera más moderada, estimaba "justo decir que hay vina atmósfera muy moralista en nuestra diplomacia, si se le compara con la de otras naciones".4 Pero no llegó a pretender, como Tannenbaum, que la moralidad fuera el fundamento mismo de la diplomacia estadunidense. "La promesa de ser virtuoso no es la virtud." Cuando los estadunidenses hicieron conquistas, tan inmorales como fuesen, cuando practicaron el imperialismo, fue, según Perkins, "con mala conciencia". A ello Morgenthau respondió citando a Alexander Hamilton: "Se puede afirmar como principio general que el motivo de los buenos oficios de una nación con respecto a otra es el interés o la ventaja de la nación que los pone en práctica". Subrayemos que numerosos autores se esforzaron por conciliar las tesis mostrando que es un deber moral para los estadistas promover el interés nacional.5 "Hoy en día —escribía Arnold Wolfers— se teme que los responsables de la política se preocupen exageradamente por los 'intereses de toda la humanidad'. Entonces la cuestión ya no es la de trascender el egoísmo de grupos estrechos, como era el caso en la época de las discusiones de Beard, sino más bien la de conceder una atención más exclusiva a la causa más estrecha de la nación en sí misma."6 Este problema del idealismo (o de la ilusión del idealismo) que se opondría a los intereses nacionales egoístas, bien parece ser un falso problema. Parece que nace en los países que momentáneamente se sienten protegidos del peligro exterior, como los Estados Unidos antes de 1940. Podríamos establecer un curioso paralelo con las actitudes de los
314
1 2
Paíx el guerre entre les nations, p. 58. Cf. Robert Osgood, Ideáis and Self Interese In Ameríca's Foreign Relations, Chicago, 1953.
315
3 The American Tradiüon in Foreign Relations, Foreign Affairs, octubre de 1961. '• '* Dexter Perkins, The American Approach to Foreign Policy, Cambridge, Estados Unidos, 1953, 203 pp. 5 Los principales son Osgood, op. cit., y Kenneth Thompson, Christian Ethics and the Dilemmas of Foreign Policy, Durham, 1959, y Political Realism and Crisis of World Politics, an American Approach to Foreign Policy, Princeton, 1960. 6 Arnold Wolfers, Discord and Collaboration, Baltimore, 1962, p. 148.
EL ESTADISTA
EL ESTADISTA Y EL "INTERÉS NACIONAL"
dirigentes indios mientras se creyeron protegidos por el Himalaya. Sin duda, ese moralismo está pleno cíe nobleza. A veces es irritante cuando, visto desde el exterior, aparece como una justificación hipócrita de intereses sórdidos.7 No debemos minimizar su alcance. En el fondo, se trata del problema de saber si la moral privada y el interés nacional mejor concebido pueden coincidir con el interés de toda la humanidad. Las autoridades espirituales plantean constantemente estas dos cuestiones a la opinión pública y a los estadistas. No puede dudarse de que ejercen cierta influencia en la opinión. Tampoco se duda que los estadistas se mantienen alejados de tales aspiraciones. En la encíclica Pacem in Tenis, el papa Juan XXIII recibió la aprobación unánime cuando escribió que "la misma ley moral que gobierna la vida de los hombres debe regular también las relaciones entre los Estados" (§81) y "no perdamos de vista que la misión natural del poder político no es limitar el horizonte de los ciudadanos a las fronteras del país, sino salvaguardar ante todo el bien común nacional, el cual, con toda seguridad es inseparable del bien de toda la comunidad humana" (§ 98). Pero de ello no se sigue que los Estados Unidos mantengan en la actualidad estos puntos de vista en sus acciones. El concepto de interés nacional plantea en la práctica una dificultad más seria: ¿cómo distinguir en las palabras o escritos del estadista lo que es sincero de lo que no lo es? Dicho de otro modo, ¿cómo saber si lo que se llama interés nacional no es una forma de ocultar su interés particular egoísta o el de sus prójimos? En el Antiguo Régimen, el problema casi no se planteaba para el soberano, pues el interés del Estado se confundía en principio con el suyo propio. Luis XIV8 estaba consciente del papel de los reyes, "quienes conocen bien el interés público y cuyas resoluciones hacen el mal o el bien de toda la tierra". Pero si el rey es bueno, sus intereses y los del pueblo coinciden. "Pues, en fin, hijo mío, debemos considerar el bien de nuestros subditos más que el nuestro propio [...] y ese poder que tenemos sobre ellos no debe servirnos más que para trabajar más eficazmente por su felicidad." Y, como no tiene ninguna restricción ni limitación, le es muy fácil pensar que lo que lo beneficia es lo más provechoso para su pueblo. "Mi derecho", "mi honor" son expresiones que él empleaba todo el tiempo. "Espero —dijo a su hijo— que os dejaré todavía más poderío y más grandeza de los que tengo." En una democracia parlamentaria, sobre todo si en ella el poder ejecutivo es inestable, el interés inmediato del presidente del consejo es la supervivencia. Con tal fin, puede llegar a olvidar algunas acciones que
podrían llevarlo a su caída, a pesar de que sepa que son necesarias. Los ejemplos de ello son numerosos. Se puede admitir que haya sido vital para Francia impedir que Hitler reocupara la zona desmilitarizada de Renania. Los ministros militares, y en especial el general Maurin, al haber estimado que además del apoyo de Inglaterra toda contramedida que implicara la movilización general, el gabinete de Sarraut, espantado por la idea de vina movilización general a dos meses de las elecciones, decidió una política de permisión total. En marzo de 1940, para obtener una mayoría por un voto en la Cámara, Paul Reynaud tuvo que dar a su predecesor, Daladier, la Defensa Nacional cuando ello implicaba el mantenimiento del general Gamelin a la cabeza de los ejércitos. Ahora bien, Paul Reynaud consideraba que esta presencia era nefasta. Otra forma de divergencia entre las intenciones proclamadas y las intenciones reales puede descubrirse, según ciertos historiadores, en las expediciones coloniales. La meta proclamada es una "misión civilizadora", una lucha contra la esclavitud; es la carga del "hombre blanco". En la práctica se descubren sórdidos intereses. Cuando Leopoldo II creó en 1876 la Asociación Internacional Africana, tenía en principio metas puramente científicas y humanitarias. Como decía Ferdinand de Lesseps, era "la obra más humanitaria de nuestro siglo". Pero J. Stengers demostró perfectamente9 que el rey, quien no se ocupaba aún de un dominio político, no tenía de hecho más que una meta: "crear una gran compañía comercial dotada como fuera posible de monopolios económicos". El caso es mucho más discutible si hablamos de Túnez o de Marruecos, donde también aparecen consideraciones meramente políticas. Pero el "disfraz" idealista de los políticos de interés económico es un fenómeno constante de la historia colonial. ¿Debemos ir más lejos y afirmar que en el sistema capitalista todas las evocaciones del interés nacional no son en realidad más que una ilusión y que se trata exclusivamente de los intereses de una clase, la burguesía? En otras palabras, ¿no es posible la existencia real del interés nacional global? Aquí reconocemos ideas expresadas frecuentemente por Lenin, Marx y Engels. Por su parte, éstos, mientras minimizaban hasta el exceso —Engels lo reconoció hacia el final de su vida— la solidez de la nación, admitían que la guerra de 1870 fue "del lado alemán [...] una guerra de defensa".10 "La masa entera del pueblo alemán —escribía Engels a Marx el 15 de agosto de 1870—," en todas sus clases, comprendió que se
316
7 Cf. algunas observaciones sobre el tema de Arnold Wolfers y Lawrence W. Martin, The Anglo-Amerícan Tradition in Foreign Affairs, Yale, 1956. 8 Mémoires, edición de Jean Longnon, en especial la p. 87.
ir
ír:
317
9 Por ejemplo, J. Stengers, Léopold II et la fixation des frontiéres du Congo, en Le Flambeau, marzo-abril de 1963, pp. 156-157. 10 Karl Marx, La guerre civile en France. 1' Briefwechsel, Stuttgart, 1913, t. iv, p. 319, citado por Milorad Drachkovitch, Les socialismes frangais et alkmands et le probléme de la guerre, 1870-1914, Ginebra, 1953, p. 226.
EL ESTADISTA
EL ESTADISTA Y EL "INTERÉS NACIONAL"
trataba, justamente en el primer plano, de la existencia nacional." Lenin fue mucho más lejos, y la guerra le permitió impulsar a fondo su ataque contra las "patrias" burguesas. El imperialismo, estadio superior del capitalismo, el Estado y la Revolución están impregnados de la idea de que la política exterior de los Estados es una política de clase que no tiene nada que ver con un "interés nacional". "Entre nosotros —escribía el 17 de octubre de 1914 en Shliapikov—,12 el chauvinismo se oculta tras frases como 'la bella Francia', 'la infortunada Bélgica' y los severos juicios contra el kaiser. Nuestro deber absoluto es combatir estos sofismas y encontrar un 'eslogan' que resuma la situación. Sería preciso mostrar que, en el interés mismo de los obreros rusos, la derrota del zarismo no sería sino un mal menor, porque es 100 veces peor que el kaiserismo." Discutir el valor de esta teoría —esbozada aquí de modo muy esquemático— es más de la incumbencia de la filosofía que de la historia. El historiador no puede retener más que dos observaciones de hecho. Primero, entre muchos casos, los líderes de los Estados llamados burgueses son absolutamente sinceros cuando creen actuar por el "interés nacional" general. Si confunden este interés con el de su clase —lo que es en sí el objeto de la discusión— lo hacen inconscientemente. A continuación y sobre todo, se da objetivamente que la política de un "Estado burgués" sea benéfica para todos sus miembros, para todas sus clases. El problema se planteó con brillo cuando ocurrió la colonización en los años precedentes a la primera Guerra Mundial. Se conoce por ejemplo el gran debate que se mantuvo entre Jaurés y Charles Andler en torno al imperialismo de ciertos socialistas alemanes.13 Andler cita a Gerhard Hildebrand, quien quería una "repartición socialista" del dominio colonial, a Atlanticus, quien, en un libro prologado por Kautsky, declaró que el "dominio colonial de Alemania es un factor literalmente decisivo de la solución del problema social" y otros más. En su optimismo, Jaurés siguió alabando el "esfuerzo valiente y perseverante de nuestros camaradas contra los militaristas de más allá del Rin, contra el espíritu de Chauvin, contra todos los pensamientos de imperialismo y de agresión".14 Se sabe que Lenin no admitía la idea de que la colonización beneficiara a todas las clases de un país. Siguiendo en ello a Hobson, cuyo libro Imperialism, a study, lo inspiró constantemente, Lenin afirmaba que "el imperialismo [...] que procura grandes beneficios monopólicos a un
puñado de países muy ricos, crea la posibilidad económica de corromper la capa superior del proletariado". No podemos insistir en este problema. El historiador debe analizar los beneficios que todas las clases sociales, o en todo caso la mayoría de la nación, pueden extraer de ciertas políticas: colonización en una época dada, desarrollo del comercio mundial con otros, expansión económica, mantenimiento de la paz, etc. Basta con que tales beneficios existan para que se mantenga la noción de interés nacional. ••• Por lo demás, de ningún modo tratamos de determinar un "interés nacional" objetivo, sino de mostrar qué ideas subjetivas se hicieron de él los estadistas en la época contemporánea. : Otra dificultad radica en el hecho de que en materia de interés nacional, política interna y política exterior se confunden inextricablemente. Tornemos el caso de una política exterior "activa", "dinámica", hasta agresiva. Es verdad que ésta implica repercusiones importantes en la vida cotidiana de los ciudadanos. Por ejemplo, exige un ejército fuerte y por ende un gran presupuesto de defensa, un prolongado servicio militar. En ocasiones, tales servicios son aceptados con entusiasmo por la población, pero todo parece indicar que es un entusiasmo efímero. Cuando Poincaré practicó en 1924 una política "activa" en el Ruhr, obtuvo una notable victoria: los alemanes renunciaron a la "resistencia pasiva" y aceptaron pagar regularmente las reparaciones. Sin embargo, desde noviembre de 1923, Poincaré aceptó "internacionalizar" el problema de las reparaciones, lo que implicaba, en un futuro previsible, evacuar el Ruhr. ¿Por qué renunciar a esa política "activa" que tan bien le había resultado? Las explicaciones son muchas. Pero hay vina que tiene un alcance decisivo: el cansancio de los franceses agotados por la guerra. Como las elecciones generales debían celebrarse en mayo de 1924, los franceses contaban con un medio para expresar su hostilidad a lo que Herriot llamaba desde 1921 una política "que se lanza al asalto todas las veces que se plantean grandes cuestiones de política exterior".15 Poincaré no quería perder las elecciones y creyó —equivocadamente— que podría tener en ellas un papel de arbitro. De ahí su viraje. En innumerables casos, una presión ligada a la política interna obliga al estadista a renunciar a sus grandes proyectos. Pero también puede observarse otro fenómeno: la utilización de la política exterior para desviar la atención de los ciudadanos de reivindicaciones internas concretas. Fue así como Polignac emprendió la conquista de Argel para "lograr que se aprobaran" las cuatro ordenanzas que preparaba en secreto y que estaban destinadas a sofocar el avance de los liberales. En ese
318
Citado por David Shub, Lénine, p. 137. de Andler, en Action nationale de noviembre y diciembre de 1912, Le soclalisme ímpérialiste dans l'Allemagne contemporaine. La respuesta de Jaurés se encuentra sobre todo en la Humanicé del 4 de marzo de 1913. "Discurso del 17 de junio de 1913, citado por Alexandre Zevaes en Le socialisme en France depuis 1904, p. 39. 12
13 Artículos
15
George Suarez, Bríand, t. v, p. 235.
319
320
EL ESTADISTA
caso, el fracaso fue patente. Pero hay otros en los que tal estrategia de "desviación" obtiene algunos resultados. Aunque Bismarck no haya emprendido la guerra contra Austria en 1866 con el único propósito de resolver su conflicto con la Landtag prusiana, es verdad que quiso utilizar su aplastante victoria exterior para apaciguar la tensión interna. La "ley de indemnización" que aprobó la gran mayoría de la Landtag el 5 de agosto de 186616 mostró hasta qué punto son estrechos los lazos entre un gran éxito exterior y la política interna de los Estados. Lloyd George en diciembre de 1918 y Clemenceau en noviembre de 1919 ganaron las elecciones porque ganaron la guerra. Por lo demás, el fenómeno no es estable ni general. Dos meses después de las elecciones, Clemenceau perdió la presidencia de la república. Y Churchill, en 1945, todo lo brillante que fuera su gloria, vio cómo la mayoría de los electores se apartaron. Lo que al historiador le cuesta mucho saber es si, en un caso concreto, una decisión relacionada con la política exterior tiene como meta un éxito exterior o un éxito interior. Hay estadistas para quienes lo único que importa realmente es la "gran política", es decir, la política extranjera. Pero esta política, llamada "de grandeza", ¿no tiene finalmente una meta interior? Conocemos la frase célebre de la primera página de las Mémoires de guerre17 del general De Gaulle: "Únicamente grandes empresas son susceptibles de compensar los fermentos de dispersión que su pueblo lleva en sí mismo". Así, una política exterior grandiosa tendría finalmente como meta mantener la cohesión de los franceses. Esto puede servir de transición para el estudio de otra dificultad planteada por el concepto de interés nacional: cuando un estadista persigue un objetivo, ¿debe considerar su realización como un fin en sí o como un medio con miras a realizar otro fin? Son raros los casos en que las dos nociones no están entreveradas; sin embargo, ello puede ocurrir. Cuando los franceses después de 1871 se propusieron como fin recuperar un día Alsacia y Lorena, ciertamente se trataba de un fin "en sí". El problema se plantea sobre todo a propósito del "poder". Numerosos autores estiman que la adquisición y el incremento de "poderío" son la esencia misma de los Estados. "El poderío se enfrenta con el poderío por la supervivencia y la supremacía", escribió Hans Morgenthau.18 "Se busca el poderío como un fin en sí", dice Frédérick Sahuman.19 "La política extranjera tiende a la adquisición del poderío óptimo, y a veces máximo", dijeron Strausz-Hupé y Possony.20 16 Erích Eyck, Bismarck, Leben und Werke, t. n, pp. 278-279. "L'Appel, p. 1. 18 Scientific Man vs. Power Poliiics, Chicago, 1946, p. 71. 19 International Politics, Nueva York, 3a. ecl., 1941, pp. 262-263. 20 International Relations, Nueva York, 1950, p. 18.
EL ESTADISTA Y EL "INTERÉS NACIONAL"
321
Esta tesis extrema, que reduciría el concepto de interés nacional a un [' esfuerzo constante por adquirir poder, no resiste el análisis histórico. Es ¿' verdad que, en la duda, un estadista podría actuar de cierta manera porque estima que su acción conviene al incremento del poderío del Estado, lo cual, suceda lo que suceda, no puede ser perjudicial, al menos en apariencia. Pero ¿no es mucho más frecuente que el poderío sea considerado como un medio para obtener otras ventajas: riqueza, p" satisfacción de una necesidad concreta ligada al sentimiento nacional (por ejemplo, la anexión de un territorio poblado por compatriotas)? Raymond Aron21 y Arnold Wolfers22 han mostrado que los Estados se plantean una pluralidad de fines. Si bien en algunos casos uno de esos fines es el poderío, en otros el poderío no es más que un medio con miras a alcanzar fines radicalmente distintos. fá i
2. LAS DIFERENTES CONCEPCIONES DEL INTERÉS NACIONAL
Sea cual fuere la magnitud de las dificultades que acabamos de enumerar, el historiador tendrá que esforzarse por resolverlas en cada caso particular. No siempre lo logrará, porque nada es más difícil que penetrar las intenciones reales de los hombres. No obstante, la empresa no es vana. Puede facilitarse, pensamos, con un punto de vista esquemático de los diversos elementos que componen, alternativa o simultáneamente, el concepto de interés nacional. , El primero y más general es el relativo a la supervivencia de los Estados; en otras palabras, a lo que se llama en conjunto su seguridad. Es impensable que un estadista no ponga a la seguridad en el primer plano de sus preocupaciones, en especial si su Estado es una nación. Pero incluso si es un Estado "histórico", "multinacional", quienes ostentan el poder consideran que tienen el deber de mantenerlo. El concepto de seguridad tiene varios componentes: mantenimiento de la soberanía y de la independencia, mantenimiento de la integridad del territorio, mantenimiento, en la medida de lo posible, de la vida de los habitantes. Es verdad que se acepta sacrificar cierto número de vidas para defender la independencia y hasta la integridad nacional, pero cuando todo permite pensar que la defensa no tiene esperanzas o que serán excesivas las pérdidas en vidas humanas, se puede, en el límite, aceptar renunciar a la integridad territorial y hasta a la independencia. Así podemos comparar los casos de Bélgica en 1914, de Checoslovaquia en septiembre de 1938, de Checoslovaquia en marzo de 1939 y de Dina-
21 Paix et guerre entre les nations, en especial el capítulo ni. 22 Discord and Collaboration, en especial los capítulos i y vi.
322
EL ESTADISTA
marca en 1940. En el primer caso, ante el ultimátum alemán, el gobierno belga deliberó. Aceptarlo significaba, de hecho, perder la independencia y el honor. Quedaban dos soluciones: una resistencia "simbólica", que salvaría el honor y preservaría las vidas humanas, pero que haría incierta la reconquista de la independencia. O bien una resistencia encarnizada. Ésta sería mucho más costosa, pero, apoyada por los grandes aliados, dejaría aún la esperanza de reconquistar la independencia. La primera solución la propuso el ministro Woeste: "La situación es muy grave. Estamos ante una potencia formidable. Bélgica es un país pequeño [...] No podemos inclinarnos y hay que disparar el cañón. Pero, después de esta demostración indispensable y que, a causa de nuestra debilidad será vana, habrá que retirarse a Amberes y dejar el camino abierto". A esto, Paul Hymans respondió: "Hay que resistir con todas nuestras fuerzas. Es nuestro deber. Seremos sostenidos por Francia e Inglaterra. Podemos ser vencidos, pero habremos salvado el honor y viviremos. Si no es así, estamos perdidos. El resultado final es incierto, pero si Alemania sale victoriosa, el sometimiento al que Bélgica tendría que resignarse le quitaría todo derecho a la estima del vencedor y el apoyo del exterior".23 Como se sabe, se adoptó la segunda alternativa. En cuanto a Checoslovaquia en septiembre de 1938, era la integridad territorial la que estaba en juego y no la independencia. Checoslovaquia no tenía oportunidades de éxito militar si sus aliados, Francia y la URSS, no entraban en la guerra. Cuando Francia desistió de tal propósito, en la noche del 20 al 21 de septiembre, el gobierno se resignó a la pérdida de la Sudetenland, Es verdad que una minoría en torno al Partido Agrario Checo quería evitar la guerra a cualquier precio. En marzo de 1939, la situación era diferente. Esta vez era la independencia del país la que estaba en juego. Por tanto, era previsible la resistencia. Pero ésta no tenía ninguna oportunidad de éxito: la pérdida de la Sudetenland privó a Checoslovaquia de sus fortificaciones y no contaba con ningún apoyo exterior. Cuando Hitler convocó el 13 de marzo al presidente Hacha a Berlín, éste se vio colocado en una situación delicada: o bien firmaba un documento que ponía a su país bajo la "protección" de Alemania, o bien Praga y otras ciudades serían destruidas por los bombarderos. Para evitar la aniquilación de su país, se resignó a aceptar la pérdida de la independencia. Evidentemente es un caso límite, que sólo se encuentra después de una derrota total —la de Alemania en 1945, por ejemplo—, en la que los vencidos aceptan firmar una capitulación incondicional. 23 Paul Hymans, Mémolres, t. i, p. 86. Es é] quien menciona las palabras de Woeste. Cartón de Wiart, Souvenirs politiques, 1948, pp. 207-208, estima que Woeste sostuvo en realidad la tesis de la resistencia, pero con un tono "frío y realista".
EL ESTADISTA Y EL "INTERÉS NACIONAL"
323
El caso de Dinamarca en abril de 1940 es bastante similar. No tenía ningún medio para resistir. El rey decidió aceptar el ultimátum alemán bajo protesta, pero sin luchar.24 Dinamarca perdió su independencia, pero con la esperanza de que la recuperaría un día si los aliados ganaran la guerra. Por lo menos salvó las vidas humanas. Así, en los casos más emotivos, el deseo de garantizar la supervivencia física puede hacer que no se mantenga la independencia y a foríiorí la integridad territorial. Sin embargo, en la inmensa mayoría de las situaciones la seguridad es la piedra angular del interés nacional. • Pero querer la seguridad no implica que haya un solo método para obtenerla. Las "grandes potencias" son aquellas capaces de asegurar su se£ guridad, cada una por sí misma, contra cualquier otra potencia considerada aisladamente. Antes de 1914 sólo había ocho, de las cuales seis estaban en Europa. La desaparición de Austria-Hungría redujo el número a siete. La segunda Guerra Mundial lo dejó en dos. Se creía que Francia e Italia eran grandes potencias. Los acontecimientos demostraron que ni siquiera podían garantizar su seguridad. Otras dos, Alemania y Japón, demostraron ser potencias, pero fueron aplastadas y privadas de sus medios. En cuanto a Gran Bretaña, aunque figuraba entre los vencedores, no pudo continuar rivalizando con los Estados Unidos o la URSS. Por tanto, la gran mayoría de los Estados —hoy todos ellos salvo dos— siempre tuvo necesidad de buscar en el exterior las garantías de seguridad. Éstas pueden ser tina alianza con una gran potencia, un estatuto de neutralidad reconocido y del cual se espera —sin estar seguros— que será respetado, o incluso una actuación sutil de equilibrio, que tenga en cuenta la rivalidad de las potencias. Es así como ciertos "Estados tapones" pudieron mantenerse casi independientes —Irán, Afganistán gracias a la rivalidad anglo-rusa y Siam gracias a la rivalidad franco-inglesa—. Pero entonces basta con que poderosos vecinos se pongan de acuerdo para que se llegue al desmembramiento y al reparto. Tal fue el caso de Polonia en 1795 y en 1939. La búsqueda de la seguridad puede ser "activa" o "pasiva". Un país puede tratar de conquistar una línea de defensa avanzada, tina frontera estratégica —tal fue la política de Italia de 1915 a 1920, la de Clemenceau a propósito de Renania durante la Conferencia de Paz— o de imponer a vecinos débiles una actitud favorable. Por el contrario, puede tratar de aplazar el término de la guerra con el objeto de tener el tiempo de rearmarse, haciendo concesiones al agresor eventual. Tal fue la política llamada de "apaciguamiento" de Neville Chamberlain.25 Se puede buscar la 24 25
Nazi Conspiration and Aggression, va, pp. 97-99. Según A. J. P. Taylor, The Origins ofthe Second World War, Londres, 1961, esa política se
325
EL ESTADISTA
EL ESTADISTA Y EL "INTERÉS NACIONAL"
seguridad evitando al máximo los riesgos o, para tener acceso a una seguridad más perfecta, aceptar riesgos que ponen en peligro la existencia misma del Estado. Por tanto, hay una contradicción absoluta entre la política de inmovilismo de Luis Felipe y de Guizot y la política de conquistas de Hitler. Entre ambas, numerosos autores hablan de un "óptimo" de fuerzas. Si un Estado es demasiado débil, tienta al agresor. Si es demasiado fuerte, provoca inquietudes y prepara coaliciones contra él. Bismarck estaba particularmente consciente del hecho de que, después de su victoria sobre Francia, tenía que detener su expansión, pues de no hacerlo otras potencias, en especial Rusia, se volverían hostiles.25 Probablemente fue lo que se propuso al escribir a Enrique VII de Reuss el 28 de febrero de 1874: "El príncipe Gorchakoff conduce una política de poderío ruso; nosotros perseguimos no una política de poderío, sino una política de seguridad".27 Por último, para garantizar la seguridad, se puede dudar entre los que Wolfers28 llama "fines de posesión" y "fines de medio". Los primeros consisten en proporcionarse uno mismo un medio para incrementar la defensa: fuerzas, territorios. Los segundos tienden a transformar el ambiente de tal manera que la agresión se vuelva menos fácil, menos rentable. Todo esfuerzo tendente a reforzar el derecho internacional, a crear organizaciones internacionales susceptibles, así lo esperamos, de mantener la paz, pertenece a esta segunda categoría. Entonces podemos hablar de "seguridad colectiva". Hasta el presente, tales esfuerzos han tenido pocos frutos. Pero ¿es porque la seguridad colectiva es una ilusión o porque las naciones, por precaución, se "reaseguran" contra las deficiencias de la seguridad colectiva utilizando los viejos métodos tradicionales —armamentos, alianzas— que debilitan la seguridad colectiva? La cuestión se debatió con ardor en Francia entre las dos guerras y en especial cviando Barthou trató de negociar un pacto franco-soviético de ayuda mutua. "El Partido Socialista —escribió León Blum—29 debe declarar franca y claramente que combatirá en este campo como en todos los otros al gobierno del Bloque Nacional. Es hostil a los pactos cerrados, que dividen a Europa en clanes antagonistas." La solución que preconizaba es el reforzamiento de la Sociedad de Naciones y el desarme progresivo. Hemos insistido en la seguridad porque nos parece la forma más ge-
neral y más esencial del interés nacional. Una vez elucidada esta noción, permanecen la elección que los diversos países tienen entre otros objetivos y las combinaciones, infinitamente variadas, que entre esos objetivos constituyen las formulaciones del interés nacional. "Aunque todos los Estados —escribió Montesquieu— tengan en general un mismo objeto, que es el de mantenerse, cada Estado tiene, sin embargo, uno que le es particular. El engrandecimiento era el objeto de Roma; la guerra, el de Lacedemonia; la religión, el de las leyes judaicas; el comercio, el de Marsella."30 «.• Raymond Aron propuso que se distinguieran objetivos abstractos y, paralelamente, concretos. Puede formularse esta idea diciendo que la serie abstracta concierne a la naturaleza de las ventajas que se ambicionan y la serie concreta a la naturaleza de los objetos. Naturalmente, en la base de la serie concreta están los objetos históricos, empíricos, reales, que son tal provincia, tal fuente de riqueza, etc. Partiendo de la idea general de Aron, proponemos, de una manera un poco distinta de la suya,31 la lista siguiente: a Serie abstracta: Poderío-Riqueza-Valores. ••'Señe concreta: Espacio-Oro-Armas. >• Aquí nos contentaremos con comentar brevemente estas nociones, pues es más interesante para el historiador observar cómo se combinan en casos particulares. 1 Según sus preferencias, un estadista puede buscar para su país el poderío o la riqueza. El poderío es la aptitud para imponer su voluntad fuera de los límites de su soberanía. Por supuesto, éste es relativo, y se han podido ver casos en que un país débil imponía su voluntad a un país fuerte (por ejemplo, Egipto a Francia y a Inglaterra en 1956). Pero, en conjunto, depende en el corto plazo de las fuerzas disponibles, y al largo plazo del "potencial", es decir, de la aptitud para incrementar stis fuerzas. Inmediatamente después de Pearl Harbor, Japón era más fuerte que los Estados Unidos. Pero el enorme potencial de este último país le permitió adquirir en dos años una aplastante superioridad. Las relaciones entre poderío y riqueza son múltiples. Se puede buscar incrementar la riqueza para volverse más poderoso, pues ella permitirá financiar ejércitos más fuertes —ésa fue la política del rey de Prusia Federico Guillermo n y, en amplia medida, la de Colbert—. Se puede buscar aumentar el poderío para volverse más rico, pues el poderío permite, por ejemplo, adquirir territorios colmados de recursos. La idea de enri-
324
reflejaba y se fundaba en una auténtica doctrina. No podría decirse lo mismo sobre la política paralela de Georges Bonnet en Francia. 26 Cf. Eyck, t. ni, p. 29 (obra citada en la bibliografía). 27 Politique étmngére de l'Allemagne, 1.1, núm. 163. 28 Discord and Collaboration, op. cit,, p. 74. 29 Le Populaire, 13 de julio de 1934.
v w:>
fe 30 L'Esprít des Lois, libro xi, capítulo 5. 31 Me remito a la discusión de la que me ocupé en mi artículo "Paix et guerre entre les nations. La théorie des relations internationales selon Raymond Aron", en Revue Francaise des Sciences Politiques, vol. xii, núm. 4, diciembre de 1962, pp. 963-979.
327
EL ESTADISTA
EL ESTADISTA Y EL "INTERÉS NACIONAL"
quecerse con el botín más que con el trabajo es tan vieja como el mundo, y Bonaparte la propuso a sus harapientos soldados ante las ricas planicies del norte de Italia. También se puede buscar el poderío por sí mismo o por la "gloria" que acarrea, o tan sólo por la seguridad. Se puede desdeñar el poderío y preferir ser una "nación mercantil". En la historia, las soluciones no son nunca tan claras. Sin embargo, una elección entre poderío y riqueza se impone de manera muy precisa: ¿qué parte del ingreso nacional, qué parte del presupuesto, se destinará a los gastos de defensa nacional, qué parte a las inversiones económicas y sociales? Góring utilizó una fórmula aguda al decir que la Alemania nazi preferiría los cañones a la mantequilla. En realidad, para los gobiernos siempre es una tarea muy delicada determinar la parte que corresponderá a la mantequilla y la de los cañones. La idea de que el interés nacional puede consistir en promover cierto "valor" —religión, ideología— pertenece primero a los pueblos que conocen crisis de fanatismo revolucionario. La "cruzada" tiene como fin el triunfo de una fe. La "expansión revolucionaria" justifica la conquista mediante el deber de liberar a otros pueblos de la tiranía, de "llevar la fraternidad y el socorro a todos los pueblos que quieran recuperar su libertad" (decreto de la Convención del 19 de noviembre de 1792). La convicción de que se sigue "el sentido de la historia" justifica que se imponga por las armas cierto régimen a los países extranjeros. Pero los pueblos no revolucionarios, acosttimbrados a la tolerancia, llegan a considerar que les conviene promover ciertos valores: libertad, democracia, respeto del derecho y, en casos extremos, combatir por defenderlos. De manera significativa, el general Eisenhower tituló a sus memorias Cruzada en Europa. En términos simples, puede señalarse que las democracias no revolucionarias son más reacias que los Estados revolucionarios a emprender la conversión de los demás pueblos. Por añadidura, es más difícil convencerlas de que cabe considerar el poderío como un fin en sí mismo. Incluso podemos preguntarnos si no hay una incompatibilidad entre la opción por la riqueza y la opción por la cruzada. En general, los "satisfechos" son pobres revolucionarios. Si ahora examinamos los objetos que el interés nacional trata de adquirir —es decir, la serie "concreta"—, encontraremos un mismo tejido complejo de relaciones entre el espacio, el oro y las almas. De entrada, rechacemos la tesis interesada de los geopolíticos alemanes, según la cual la conquista del espacio constituye la esencia misma de los Estados. Hay Estados ávidos, pero también pueblos satisfechos. Sin duda, el espacio ha tenido un papel primordial en la historia de la humanidad. Pero la idea de "espacio vital", de Lebensraum, no es más que una proliferación anormal de la atracción ejercida por el espacio.
De hecho, el espacio presenta ventajas diversas. Bajo el Antiguo Régimen, la conquista de una provincia significaba el incremento de las recaudaciones de impuestos y por tanto la posibilidad de reforzar el ejército. La conquista de imperios coloniales a fines del siglo xix podía significar la posibilidad de hacer fructíferos negocios, o la de resolver los problemas de efectivos al enrolar soldados indígenas o la de tener posiciones clave en una ruta comercial o estratégica. A éstas vinieron a superponerse las nociones básicas de amplios territorios para el despliegue de los ejércitos. Además, incluso un territorio desconocido es probablemente una fuente de riquezas. J. Stengers32 mostró que la anexión del Katanga minero por parte de Leopoldo II se realizó por una especie de casualidad. No obstante, de ahí proviene la riqueza del Congo. Del mismo modo, con el tiempo las arenas del Sahara mostraron sus riquezas ocultas. Pero el espacio presenta un interés completamente diferente si está poblado por compatriotas. Entonces, la conquista o la reconqtiista de cierto espacio —que ya no es el espacio en general, sino un territorio bien delimitado— se convierte en una aspiración nacional, una especie de "deber" que se fijan los líderes que cuentan en general con un amplio apoyo de la opinión pública. En última instancia, podemos encontrar otra fórmula del espacio "nacional", que es el espacio "abierto a los connacionales". Impedirles emigrar al extranjero ofreciéndoles vastos espacios por colonizar ha sido con frecuencia una preocupación de los estadistas. La conquista de Etiopía por Mussolini deriva no sólo de un deseo de prestigio. Fue muy sensible a la pérdida de energía nacional que representaba, según él, la emigración italiana hacia Argentina o Brasil. Como las altiplanicies abisinias eran salubres, Italia poseería en ellas un área apta para la colonización. Allá, la ambición del espacio anularía el sentido de los valores comúnmente reconocidos, que implicaban para el pueblo etiope, miembro de la Sociedad de Naciones, el derecho a la vida y a la independencia. La búsqueda del oro, es decir, de todos los medios posibles de enriquecimiento, coincide a veces con la del espacio, pero más a menudo se aleja de ella. En efecto, hay dos naciones comerciantes: las que son marítimas y colonizadoras —Inglaterra, Venecia—y las que se satisfacen con sus territorios —Suiza—, a veces porque no pueden ensancharlos y dedican sus energías a los negocios. Pero ¿no es el propósito de las naciones comerciantes considerar principalmente el territorio como fuente de enriquecimiento? Desde el momento en que ya no resulta productivo, es considerable la tendencia a abandonarlo. Así fue como Gran Bretaña experimentó, a mediados del siglo xix y después de la segunda Guerra
326
32
Informe ante la Sociedad de Historia Moderna en mayo de 1963.
EL ESTADISTA
EL ESTADISTA Y EL "INTERÉS NACIONAL"
Mundial, un "nadir de la colonización". Ya Montesquieu escribía al respecto:33 "Si esta nación enviaba colonias a tierras remotas, más lo hacía por extender su comercio que sus dominios". Ciertamente, ha habido —y hay todavía— muchos "imperialistas" en ese país que piensan en el imperio en términos de poderío. Pero la tendencia "descolonizadora" de un Cobden se perpetuó desde hace un siglo y quizás explica por qué la descolonización británica fue más fácil que la de Francia. Hay que destacar que el hecho de plantear el problema colonial en términos de rentabilidad es una actitud que el estadista cree oportuno adoptar en ocasiones. Encontraremos mil pruebas de esto en los bellos escritos de Henri Brunschwig, Mythes et reedites de l'Empire colonial francais,3* y de J. Stengers, Combien le Congo a-t-il coüté á la Belgique?35 La conquista de las almas puede significar su adhesión a una ideología o, más simplemente, su asimilación a la comunidad nacional que las ha absorbido. En ocasiones, también es una de las formas concretas que adopta la idea de interés nacional. Estas nociones generales tienen la ventaja de ayudarnos a clasificar y a comprender los fenómenos históricos. Por sí solos nos revelan la complejidad del problema. En todo momento, el estadista se forma una idea de conjunto del interés nacional. Pero la mayoría de sus compatriotas sólo lo sigue en casos excepcionales de "unión sagrada", de "unión nacional", de "política bipartidista". Lo más común es que a su concepción personal se le opongan otras. De ello nos daremos cuenta al analizar a continuación algunos casos.
En cuanto a los "coloniales", escogeremos el ejemplo de Jules Ferry. Presenta la ventaja de ser claro y tajante y no se convirtió a la gran política social más que en 1881, a raíz del caso de Túnez. Joven militante republicano bajo el imperio, Ferry no pensaba para nada en las colonias. Para él, el problema esencial era el de las "fronteras naturales". Contrariamente a los más románticos de los republicanos, desde 1860 adoptó una posición fuerte contra la adquisición de la frontera del Rin. "Hay dos maneras —escibió—35 de comprender los destinos de Francia y de querer su grandeza. Unos la creen más fuerte cuando es más temida y cuando extiende en torno de ella el círculo de su nacionalidad belicosa y triunfante. Otros no quisieran ver crecer en ella más que su acción moral y svis fuerzas industriales, la potencia de su trabajo, el poderío de sus ideas, la potencia de sus ejemplos." Adversario de Napoleón III, Ferry optó deliberadamente por esta segunda hipótesis: "Tanto desde el punto de vista financiero como desde el militar, una expansión territorial que llegara hasta el Rin ya no servirá para el honor bien entendido, para la seguridad verdadera, para la política progresiva de Francia". Por lo demás, durante largo tiempo fue adversario de los ejércitos permanentes "que mantienen de un lado al otro de Europa el espíritu de odio y de desconfianza; que, en lo interno, eternizan los pesados presupuestos".37 La derrota de 1871 y luego el triunfo de los oportunistas hicieron que Ferry cambiara de posición, y así lo reconocería con franqueza más tarde. El 24 de noviembre de 1891 evocó el programa de Jules Simón sobre la abolición de los ejércitos permanentes. Una voz a la derecha: "¡Usted también se ha echado para atrás!" Jules Ferry: "Sí, mi estimado colega, me he echado para atrás. Al contacto con los hechos, en la práctica de los negocios y del poder, he abandonado, lo confieso, muchas de las utopías de mi juventud",38 (Numerosas muestras de asentimiento.) No tenemos que explicar aquí los orígenes complejos de la conquista de Túnez, sino mostrar cuáles fueron las concepciones de Jules Ferry. Un hecho es cierto. Su conversión fue tardía: "¿Un asunto en Túnez en un año de elecciones? Ni lo piensen". Es lo qv;e dijo primero.39 El barón De Courcel, director de Asuntos Políticos en el Quai d'Orsay, tuvo un papel decisivo en la "conversión" de Ferry. "Su papel en el asunto —es-
328
3. COLONIALISMO Y CONTINENTALISMO La brusca aceleración de las conquistas coloniales a partir de 1881 corresponde evidentemente a una evolución del concepto de interés nacional. A primera vista, encontramos una oposición entre dos grupos: los que se atienen a la diplomacia tradicional y consideran los problemas europeos como los únicos importantes y los que descubren en la expansión colonial un objetivo nuevo y esencial. Por supuesto, la realidad histórica es más compleja que esta impresión general. Los "coloniales", como Jules Ferry, estaban lejos de haber perdido interés por Europa; y los "europeos", como Bismarck, se dejaron convencer de que la colonización tenía cierta importancia. No obstante, entre estas dos actitudes hay vina divergencia bastante profunda.
Coumer de París, 28 de mayo de 1860. Reproducido en Discours et Opinions, 1.1, pp. 25-28. Circular de Ferry, candidato en la sexta circunscripción de París, 1869. Cf. Discours et Opinions, 1.1, p. 191. 38 7. O.eibíd.,p. 192. 39 Reclus, p. 250. 36 37
L'Esprít des Lois, libro xix, capítulo 27. París, 1960. 35 Bruselas, 1957. 33 34
329
EL ESTADISTA
EL ESTADISTA Y EL "INTERÉS NACIONAL"
cribió— no se decidió sino hasta el final, pero fue esencial; asumió la responsabilidad suprema con una decisión de la que mereció conservar el honor."40 Una vez llevada a cabo la conquista, surgió en su espíritu la idea de que ahí estaba el porvenir de la grandeza francesa. En mayo de 1881, Gambetta escribió a Ferry para felicitarlo "por ese rápido y excelente resultado. Será preciso, agrega, que las mentalidades tristes tomen su partido un poco por todas partes: Francia recupera su categoría de gran potencia".41 Como se sabe, Ferry no aceptó la interpretación de sus adversarios, según la cual la conquista era el resultado de "tejemanejes financieros, de concesiones";42 no fue una "jugada sucia". "Yo digo, por mi parte, que es algo patriótico, que es algo honrado, útil, y que fue un golpe de suerte para Francia." En los años siguientes, Jules Ferry amplió sus concepciones. Para estudiarlas sistemáticamente debemos examinar tres problemas: ¿qué justificaciones dio Ferry para la colonización? ¿Cuáles fueron los motivos de sus elecciones en cuanto a los territorios por conquistar? ¿Qué lugar guardaba la política europea en su sistema? "La política de expansión colonial —dijo el 28 de julio de 1885—43 es un sistema político y económico; yo decía qvie se podía incorporar este sistema a tres órdenes de ideas: a ideas económicas, a ideas de civilización del más alto alcance y a ideas de orden político y patriótico." Esta triple justificación aparece ya en el prefacio no firmado a los Affaires de Tunisie, editados en 1882 por su jefe de gabinete Alfred Rambaud y de los cuales sabemos que son de la autoría de Ferry.44 Vemos que es precisada en los discursos subsiguientes del estadista. Las motivaciones económicas tienen un papel esencial en el pensamiento de Ferry. Él percibía todos sus aspectos.45 La política colonial primero se impuso en las naciones que debían recurrir a la emigración, ya sea porque su población era pobre, ya porque era excesiva. Pero no se impuso menos en las que tenían un excedente de capitales o un superávit de producción. Francia, que siempre abundó en capitales y los ha exportado en cantidades considerables al extranjero, "tiene interés en considerar, desde este ángulo, la cuestión colonial [...] Pero esta cuestión tiene otro aspecto mucho más importante. La cuestión colonial es
la cuestión misma de la colocación de mercados para los países comprometidos como el nuestro, a una considerable exportación, por la naturaleza misma de su industria. Donde existe el predominio político se da también el predominio de los productos, el predominio económico". Ferry vio muy bien que el problema de la colocación de mercados estaba ligado al proteccionismo aduanal.45 "¿Por qué? Porque Alemania se protege con barreras, porque, más allá del océano, los Estados Unidos de América se han vuelto proteccionistas, y proteccionistas a ultranza [...] Esos grandes mercados, no digo que se cierran, sino que se encogen." "La política colonial es hija de la política industrial."47 "¿Acaso no ven que todas las grandes naciones industriales llegan una tras otra a la política colonial? ¿Está permitido decir que dicha política colonial es un lujo para las naciones modernas? No, señores, esta política es, para todas ellas, una necesidad, como la colocación de mercados misma."48 Las motivaciones políticas parecen presentar para ellos una importancia igual. Ferry estaba encantado con la necesidad de restaurar la "grandeza" de Francia. El hecho determinante fue que un "movimiento irresistible lleva a las grandes naciones europeas a la conquista de tierras nuevas [...] Esta carrera a campo traviesa data de cinco años apenas y, año con año, se precipita impulsada por la rapidez adquirida".49 Tal movimiento tuvo dos consecuencias. Primera, no convenía una política timorata: "En un universo hecho así, la política de recogimiento o de abstención es, simplemente, la gran vía de la decadencia [...] Resplandecer sin actuar, sin inmiscuirse en los negocios del mundo [...] es descender de la primera categoría a la tercera y a la cuarta".50 Ahora bien, Francia "no se resignaba con agrado a desempeñar el papel de una gran Bélgica".51 Después, el resultado de su desaparición habría sido, exactamente, que los territorios disponibles habrían sido ocupados por otros. Ello se vio muy claramente en Egipto en 1882, "el día en que la Cámara de Diputados, a instancias de las ardientes palabras del señor Clemenceau, dejó a Inglaterra sola en Egipto".52 "Tan pronto como se retire de Tonkin la bandera francesa, como varios lo aconsejan, Alemania o España nos remplazarán de inmediato. La competencia es cada vez más intensa entre las naciones europeas."53
330
".' ™Ibid., p. 251. 41 Ibicl, p. 255. 42 Discurso del 9 de noviembre de 1881. 43 J. O. Débats parlementaires, Chambre, p. 1666. 44 Cf., por ejemplo, Paul Robiquet, editor de los Discours et Opinions, t. vi, p. 521. 45 Prefacio a los Affaires de Tunisie.
46 Discurso del 28 de julio de 1885. J. O, Chambre, p. 1666. 47 Prefacio al libro Le Tonkin et la Mere Patrie y Discours, t. 48 J. O. Sénat, 11 de diciembre de 1884, p. 1892. 49
Discours, t. v, pp. 555-556. de 1885, p. 1670.
50 7. O. Chambre, 28 de julio 51 Discours, t. vi, p. 524.
52 Le Tonkin et la Mere Patrie, 53 Discours, t. v, p. 525.
p. 36.
v, p. 557.
331
EL ESTADISTA
332
El aspecto de los intereses políticos se mide no únicamente en términos de grandeza. En efecto, Francia es "la segunda potencia marítima del mundo y, cuando se ocupa esta situación, se tienen intereses en el universo entero".54 De lo que se trata aquí es de la política de los "puntos de apoyo navales". Es muy probable que las motivaciones ideológicas tuvieran en la mente de Jules Ferry un valor bastante inferior. En suma, se reducían a justificaciones. Se admitirá, pues no hay razón sería para dudarlo, que era sincero. Cuando mucho se le puede acusar de cierta ingenuidad y de un robusto optimismo. Ferry estaba convencido de que había una desigualdad de razas: "Señores, ¡hay que hablar con más fuerza y más verdad! Hay que decir abiertamente que, en efecto, las razas superiores [...] repito, que las razas superiores tienen un derecho porque tienen un deber. Tienen el deber de civilizar a las razas inferiores".55 Con ello respondía Ferry a Clemenceau, quien había dicho el 30 de junio: ¿Razas superiores, razas inferiores? Se dice pronto. Por mi parte, yo rechazo singularmente esto desde que vi a los eruditos alemanes demostrar científicamente que Francia debería ser vencida en la guerra franco-alemana porque el francés es de una raza inferior a la del alemán. Desde entonces, lo confieso, miro dos veces antes de voltear hacia un hombre y hacia una civilización y pronunciar: hombre o civilización inferior.
La diferencia de razas, y sobre todo de civilizaciones, otorgaba derechos al país superior. "Hay ocasiones en que [...] el honor de Francia exige que no se deje manipular por más tiempo por un pequeño pvteblo bárbaro."56 Una vez examinadas las motivaciones de Jules Ferry, tratemos de saber cómo se representaba las razones que lo impulsaron a intervenir en Túnez, el Congo, Tonkin y Madagascar, pero no en otras regiones del globo. Él era hostil a lo que llamaba "la política de expansión aventurada y sistemática, la política megalómana, como se dice en Italia".57 Por tanto, si no conviene buscar en todas partes colonias, ¿hay que fijarse un plan por adelantado? Ferry no lo creía tampoco: A mí se me ha reprochado —dice en su gran discurso del 28 de julio de 1885 (que es, de algún modo, un balance de su política colonial)— haber dicho que, Discurso de Périgueux, 15 de abril de 1884. Discours, t. vi, p. 275. Ibid., p. 1668. Esta expresión, que se repite con frecuencia, la tomó Ferry de Albert de Mun (cf. J. O., 27 de marzo de 1884, p. 935). 56 J. O. Chambre, 28 de julio de 1885, pp. 1662-1663 (en cambio, el 10 de diciembre de 1883, llama a China "potencia civilizada"). 57 Prefacio a Le Tonkin et la Mere Patrie y Discours, t. v, pp. 555-556. 54 55
EL ESTADISTA Y EL "INTERÉS NACIONAL"
333
en ciertas empresas lejanas, a menudo ocurría que los acontecimientos manejan la política más de lo que la política maneja los acontecimientos [...] Yo digo, señores, que no existe ejemplo de una empresa colonial, tan grande y fecunda como haya sido y cualquiera que fuera su principio, que hubiera sido concebida en toda su amplitud y todo su valor, y que desde el primer momento haya sido dirigida en virtud de un plan concreto, de un propósito establecido de antemano.58
Pero entre el hecho de contar con un gran plan preconcebido y el de aprovechar las circunstancias hay varios matices. Con sutileza, Ferry afirmaba que él "sacó partido de los acontecimientos", pero que no quiso "dejarse conducir por el azar".59 Curiosamente, fue por eso que llamó a su empresa una "política de conservación colonial".60 No hay una continuidad entre el régimen republicano y los regímenes precedentes que le dejaron "en depósito" derechos que es preciso hacer fructificar. Es "una empresa que se basa en tradiciones nacionales".61 "En tal punto del globo, lo único que importa es conservar las estructuras adquiridas, en tal otro es necesario dar un paso adelante, y por último está el punto en el cual se impone una solución definitiva, integral, porque se presenta la oportunidad, porque está ahí, y porque quizá no se encontrará de nuevo."62 • Podemos resumir su método diciendo: 1) que Francia debía adquirir una gran parte de las tierras desiertas en el momento en que fueron tomadas por asalto en todas partes; 2) que Francia no debía extenderse hacia cualquier parte, sino sólo en torno de sus posiciones adquiridas; 3) que había que aprovechar la oportunidad con discernimiento, evitando al mismo tiempo el plan preconcebido y una confianza excesiva en el azar. ; En esta amplia perspectiva, ¿cuál fue la parte que tuvo Europa? ¿Qué papel desempeñó la política continental en el interés nacional francés? Se sabe que Jules Ferry buscó, en especial en 1884, un acercamiento con Alemania, lo que le dejaría las manos más libres para sus empresas de ultramar. Sólo las reticencias de la opinión pública y los ataques apasionados de los "continentales" le impidieron ir demasiado lejos en esta vía. : Jules Ferry decía a menudo que la política europea pasaba al primer plano. "El primero de estos sentimientos es el cuidado y el respeto de nuestras fuerzas continentales, es la preocupación de una concentración necesaria a la cual hay que evitar levantar la menor amenaza."63 En consecuencia, la colonización "no debe perjudicar la seguridad. Pero es 38 J. 59
O. Chambre, 28 de julio de 1885, p. 1663.
Loe. cit.
6°IbicL,
10 de diciembre de 1883, p. 272. Ibid., 31 de octubre de 1883, p. 2194. 62 Ibid., 27 de marzo de 1884, p. 935. 63 Ibid., 31 de octubre de 1883, p. 2194. 61
334
EL ESTADISTA Y EL "INTERÉS NACIONAL"
EL ESTADISTA
falaz decir que las colonias hayan comprometido la seguridad de la madre patria".64 Por lo demás —no lo afirmó públicamente, sino que lo confió a Joseph Reinach—,65 "vivimos al día, mientras Bismarck quiere la paz a cualquier precio". No hay que "sobrestimar" a Bismarck, quien se dejaba sorprender por todo el mundo: "pero ¿no se deja de ser buen francés si no se admite como artículo de fe que Bismarck tenía en sus manos todos los hilos?" Como Bismarck era en el fondo pacífico, se podían mantener con él relaciones correctas. "A menos que se plantee en principio —le escribió a su esposa—66 que el ideal de la política francesa sea entrar en conflicto con Alemania en tiempos de paz, es preciso entrar en buenos tratos con ella y es útil tener con ella alianzas en los campos de los intereses comunes." Esto suponía que la Francia republicana no debía encerrarse "en un aislamiento descorazonado y amenazador",67 sino que debía participar en el concierto europeo en la medida en que éste existiera. "Nuestro interés es que haya todavía una Europa y estar en todas partes en que ella se reúna", de ahí la participación francesa en el Congreso de Berlín de 1878 y en la Conferencia Africana de 1884. De todos modos hay que subrayar que Jules Ferry habló muy poco y muy excepcionalmente de alianzas eventuales. Fue en este punto en el que su política se opuso más categóricamente a la de los "europeos", de los "continentales", hostiles o poco favorables a la conquista colonial, como Clemenceau, o si la consideramos secundaria, como Bismarck. No podríamos desarrollar aquí en extensión las concepciones de Bismarck en lo que toca al tema del interés nacional. Han sido el objeto de una bibliografía muy abundante, lo que no ha sucedido con las de Jules Ferry. Además, de algún modo son "clásicas", "tradicionales". Sin embargo, Bismarck presentó la originalidad de estar "satisfecho" con Alemania tal como la creó en 1871, de rechazar cualquier idea de Anschluss, de practicar una política "conservadora". Para conservar lo que había adquirido, para impedir cualquier veleidad de desquite de Francia, "enemiga hereditaria", confió ante todo en el ejército y en las alianzas. Después de todo, fue él quien introdujo en Europa el sistema de las alianzas permanentes que habían desaparecido luego de la disgregación de la Cuádruple Alianza de 1815. Se sentía perfectamente cómodo en un sistema de equilibrio europeo en el que Alemania ocupaba un lugar preponderante, aunque no hegemónico. Todo ello se parece a la política europea de Ferry, pues aunque éste no Ibid., 28 de julio de 1885, p. 1668. Carta del 8 de septiembre de 1886, Lettres de Jules Ferry, p. 427. Carta del 18 de agosto de 1884, citada en Documents diplomatiques francais, 1a serie, t. v, p. 274, núm. 1. 67 Le Tonkin et la Mere Patrie, pp. 34-35. M 65 66
335
estaba "satisfecho" teóricamente con el territorio francés, cabe subrayar que habló muy poco de Alsacia-Lorena, que era fundamentalmente hostil a la idea del desquite; por tal razón, execraba de Boulanger, "ese ministro fracasse, que se deja poner, en prosa o en verso por los periodistas de su estado mayor, en general revanche", Pero entre Ferry y Bismarck había una diferencia fundamental. Para Ferry, la conquista colonial estaba en el primer plano. Por el contrario, Bismarck no consideraba a la política colonial como un medio. Quería crear rivales en Francia e impedir que ésta encontrara aliados; quería servirse de ella para su política interior.68 Alemania entró en la política colonial en 1884 antes de las elecciones generales. "La cuestión colonial —escribió el embajador francés De Courcel a Jules Ferry— se ha vuelto tan popular en Alemania y ha proporcionado al canciller un tema tan favorable para las próximas elecciones, que quizá desea subrayar ante la opinión del país la importancia que él mismo le otorga."69 Es muy probable que Bismarck haya considerado las conquistas coloniales —las de otros, sobre todo— como un medio para continuar y completar la política del equilibrio europeo. El 10 de enero de 1875 escribió a Hohenlohe que había que estimular a Francia para que conquistara Túnez. "No es para nosotros una desventaja ni una tendencia por combatir que la política francesa busque en África del Norte y en Oriente un campo para su actividad. La absorción de las fuerzas que Francia emplee y establezca allí, y las dificultades que en ese lugar se cree, constituyen una desviación para sus tendencias agresivas en cuanto a Alemania."70 • En 1880 fue más claro aún: "Creo —dijo a Saint-Vallier—71 que si encuentran en el Mediterráneo con qué responder a su necesidad natural y legítima de expansión, unas de sus ideas se volverán con menos amargura hacia sus provincias perdidas". Su "conversión" a la colonización parece ligada no a la política de grandeza, sino sólo a consideraciones económicas: "La extensión de las posesiones coloniales no es el objeto de nuestra política, no nos proponemos más que asegurar al comercio alemán el acceso a África".72 Por tanto, la oposición entre "coloniales" y "continentales" no era de una claridad brutal. Más bien era en el acento, en la intensidad, donde residía la diferencia. En Francia, los "continentales", como Clemenceau, nunca estuvieron en el poder a fines del siglo xix, y más tarde Clemenceau se "convirtió". Eyck, Bismarck, t. ra, pp. 396 ss. Documents diplomatiques [raneáis, 1° serie, t. v, núm. 399, 15 de septiembre de 1884. 70 Politique étrangére de l'Allemagne, 1.1. 71 Ibid., t. v, núm. 395, 13 de septiembre de 1884. 72 Documents diplomatiques francais, 1" serie, t. ni, núm. 307, 29 de noviembre de 1884. 68
59
EL ESTADISTA Y EL "INTERÉS NACIONAL"
337
EL ESTADISTA
336
Muy a finales del siglo se manifestó con bastante generalidad una evolución hacia una política de "síntesis" entre el colonialismo y el continentalismo. Delcassé, que llegó al Ministerio de Asuntos Extranjeros en junio de 1898, quería extender los dominios franceses y, a la vez, fortalecer la situación de Francia en Europa. Fue justamente en esa fase cuando Guillermo II lanzó la Weltpolitik, combinada con un gran programa naval. La misma expresión muestra con claridad que se trataba de una ruptura con la política propiamente europea. Por último, también los británicos, coloniales por tradición, sobre todo después de que Disraeli confirió una nota "imperialista" a la política del país, ejercieron la "síntesis" en la medida en que su "espléndido aislamiento" dio lugar a una política activa de alianzas y de acercamiento. 4. SEGURIDAD TRADICIONAL Y SEGURIDAD COLECTIVA Cuando se intenta analizar las concepciones que los estadistas se hacen del interés nacional al término de la Gran Guerra, se cae en la cuenta de que ésta modificó profundamente sus actitudes. Luego de inmensos sufrimientos, luego de una hecatombe de la que nadie, antes de 1914, hubiera podido prever la magnitud, el hastío, el infinito hastío de los pueblos, determinó los planes de los responsables. La paz, a la cual se habían apegado sinceramente la mayor parte de los políticos, pero que no ponían necesariamente en el primer plano de sus preocupaciones, se volvió en sí misma un objetivo primordial. Mantener la paz era el deseo tanto de los Estados "satisfechos" como de los "insatisfechos", al menos en los primeros años de la posguerra. La única diferencia esencial es que los primeros querían la paz y el statu quo, mientras que los segundos buscaban un sistema de revisión pacífica de los Diktats. Habrá que esperar a Hitler y al Mussolini de los años treinta para que aparezca de nuevo la idea de la guerra como medio de la política e incluso la idea de la guerra regeneradora, símbolo de las virtudes de los pueblos fuertes. En la década de los veinte, Stresemann, no más que Briand, no quería recurrir a la violencia. Pero la respuesta de los estadistas a la profunda aspiración de los pueblos no es tan clara ni tan simple como lo desean los ciudadanos ordinarios. En efecto, ningún.estadista puede permitirse poner a la paz en la cima absoluta de la escala de valores. Ante todo, el gobierno debe garantizar la seguridad, Y el ideal de la seguridad no coincide exactamente con el ideal de la paz. Los sueños de los doctrinarios pacifistas,73
como la "no violencia" y la "no resistencia", la "guerra fuera de la ley", el "desarme unilateral", no pueden mantenerse como tales entre quienes están a cargo de garantizar la permanencia de sus Estados y defender su integridad. Los triunfos aparentes de los pacifistas jamás son absolutos, pues los gobiernos a los que lograron convencer siempre emparejan los principios de algunas reservas. Fue así como el Pacto Briand-Kellogg no constituyó una renuncia a la guerra, sino un "instrumento de la política nacional". La guerra era posible si la decidía la Sociedad de Naciones. La legislación estadunidense de neutralidad de 1935 a 1937, al obligar al presidente a proclamar el embargo sobre los armamentos con destino a los beligerantes efectivos, trataba de contener al ejecutivo y de hacer menos probable la guerra. La enmienda constitucional propuesta por Ludlow en 1937 sometería la declaración de guerra a un referéndum popular. Sin embargo, las leyes de neutralidad e incluso la enmienda Ludlow no excluían absolutamente la eventualidad de una guerra. En particular, la guerra se admitía en caso de ataque directo al territorio de los Estados Unidos. Por tanto, está claro que el estadista no podía ser realmente un "pacifista" y que debía ocuparse primero de la seguridad. Pero es igualmente claro que la preocupación esencial era encontrar el medio para tener, a la vez, la seguridad y la paz. En torno a este tema se elaboraron las nuevas fórmulas de intereses nacionales. De entrada, se enfrentaron dos grandes concepciones: la de la paz mediante la seguridad colectiva y la de la paz mediante la seguridad tradicional. Vamos a ver algunos ejemplos que no siempre se han podido distinguir de modo absoluto. Todo análisis histórico nos revela que la aplicación de las fórmulas abstractas a las realidades concretas impone ciertas atenuaciones, ciertos matices. Uno de los mejores ejemplos nos parece el de Wilson y Clemenceau. A primera vista es simple y muchos historiadores lo han creído. John Maynard Keynes, en su célebre libro Les conséquences économiques de la paix,™ creó engañosas imágenes en torno a este tema. Por un lado vio en Wilson a un "Don Quijote ciego y sordo", a un "teólogo" más que a un filósofo, mal informado, con mente lenta, obstinada, apropiada para ser manejada por "hombres más finos que él". Éstos se pusieron a "tejer esta tela de sofisma y de exégesis jesuítica que debía, finalmente, revestir con mentiras al texto y a la sustancia del tratado entero". Wilson se dejó atrapar e hizo un tratado injusto en nombre de la justicia. Enfrente de este hombre sencillo —o más bien simplificado por el talento de Keynes—, Clemenceau es infinitamente más stitil. Pero, de nuevo, Keynes simplifica cuando pretende describir los objetivos de Clemenceau: "Él pensaba de 74
73 Véase
el capítulo viu, "El sentimiento pacifista".
Véase el capítulo ni, "La conferencia".
338
EL ESTADISTA Y EL "INTERÉS NACIONAL"
EL ESTADISTA
Francia lo que Péneles pensaba de Atenas; toda importancia estaba en ella y nada contaba más que ella, aparte de la política de Bismarck. Él tenía una ilusión —Francia— y una desilusión, la humanidad, comenzando por los franceses y sus colegas". La belleza literaria de estos textos, la aparente lógica del paralelo, dificultan al historiador liberarse de los prejuicios keynesianos. No obstante, los textos nos muestran que el conflicto entre los dos hombres fue mucho menos marcado, mucho menos sutil. Eso lo descubriremos al analizar sus concepciones del interés nacional y compararlas con la de Lloyd George. El pensamiento de Wilson ya se ha estudiado con gran amplitud. Los textos son innumerables, los papeles privados accesibles (y no revelan ninguna contradicción con los documentos públicos). Por tanto, no es útil apoyar con citas los temas esenciales. Lo que merece la pena subrayar son los matices. En términos de seguridad, Wilson concebía el interés nacional de una forma nueva —la new diplomacy, fundada en una Sociedad de Naciones— y clásica a la vez. Influido por la tradición moralista de los Estados Unidos75 y por las corrientes liberales británicas y en segundo lugar francesas,76 soñaba con un mundo en el que la vida internacional se transformaría con una nueva seguridad, llamada colectiva. Se trataba de establecer "el reino del derecho, fundado en el consentimiento de los gobernados y mantenido por la opinión organizada de la humanidad".77 Pero no bastaba con la opinión. Era preciso que el derecho, como lo había dicho Pascal antes de Wilson, fuera appyado por la fuerza: "La fuerza, la fuerza hasta el extremo, la fuerza sin reservas ni límites, la fuerza justa y triunfante que hará del derecho la ley del mundo y que hará morder el polvo a toda dominación egoísta".78 Esta fuerza, que los Estados Unidos utilizaron durante la guerra, pertenecería a la Sociedad de Naciones, no como fuerza internacional autónoma, sino como coalición de los pueblos del mundo contra los agresores. Aun antes de la entrada en la guerra, Wilson, en su gran discurso del 22 de enero de 1917, mostró que concebía esta fuerza como "tanto más grande como la de cualquier nación comprometida en cualquier alianza [...] como ninguna nación, ninguna eventual combinación de naciones, podría enfrentarla o resistirla".79 Es lo que por lo demás llamó "un concierto bien establecido de poderío". Cf., supra. Cf. Arno Mayer, The political origins ofthe New Diplomacy, ¡917-1918, New Haven, 1959,xiv-435pp. 77 R. S. Baker, Woodrow Wilson and World Settlement, t. i, p. 12, discurso de Mount Vernon, 4 de julio de 1918. 78 The intímate papers ofColonel House, l. ni, p. 439, discurso del 6 de abril de 1918. 79 Why We Are at War, Messages to Congress, enero-abril de 1917, pp. 7-8. 75 76
339
Ciertamente, Wilson consideraba que la Sociedad de Naciones podía permitir la creación de tal fuerza y que ésta garantizaría la seguridad; así, el desarme, que él consideraba en el cuarto de sus 14 puntos, no tendría lugar más que en la medida en que subsistiera una fuerza semejante. • Pero el realismo de Wilson apareció nuiy pronto después de esta concepción global. Ante todo, estaba dispuesto a hacer concesiones en el dominio de las realidades concretas para hacer más probable la eficacia de la Sociedad de Naciones. Así, se resignó a aceptar la devolución a Japón —y no a China— de los derechos alemanes en Chantung, para asegurarse la adhesión japonesa a la Sociedad de Naciones. Si los japoneses no entraban en ella, se corría, según Baker,80 "el peligro de una alianza germano-ruso-japonesa y una vuelta al viejo sistema, del 'equilibrio del poder' en el mundo, a una escala aún más grande que la del pasado". Wilson reconocía "que se le acusaría de violar sus propios principios; sin embargo, tendría que trabajar en establecer el orden y la organización del mundo contra la anarquía y el regreso del antiguo militarismo". Pero no rechazó este militarismo en lo absoluto en cuanto a los Estados Unidos, a los que consideraba como el elemento principal de la futura Sociedad de Naciones. Tras algunos titubeos, en 1916 se lanzó deliberadamente en una política de armamento naval con el fin de tener "la más fuerte marina del mundo, sin discusión posible". Y no podemos dejar de señalar, en torno a ello, la extraordinaria facilidad con que Wilson confundió los intereses de los Estados Unidos con los de la humanidad. Los Estados Unidos eran "el único pueblo desinteresado en la Conferencia de la Paz", decía a Isaiah Bowman el 10 de diciembre de 1918.81 "América vino al mundo para servir a la humanidad."82 Mi sueño es que cuando el mundo conozca mejor a América [...] se volverá hacia ella por las inspiraciones morales en que se basa su libertad; cviando el mundo no tema nunca a América más que cuando sienta que está comprometido en alguna empresa incompatible con los derechos de la humanidad, y cuando América aparezca a plena luz cuando todos sepan que ella coloca los derechos del hombre por encima de todos los demás derechos, y cuando svi banP dera sea no sólo la de América, sino también la de la humanidad.83
Con tal doctrina, uno está bien seguro de tener siempre la razón y quienes no ven en ello más que un idealismo exacerbado no reconocen la fuerza que proporcionó a las posiciones estadunidenses. Por tanto, el universalismo wilsoniano no evitó nunca los intereses de los Estados Woodrow Wilson and World Settlement, t. n, p. 266. House, t. iv, p. 291. 82 Discurso de Pittsburgh del 29 de enero de 1916, Public Papers New Democracy, t. u, p. 26. 83 Woodrow Wilson and World Settlement, 1.1, p. 18, discurso del 4 de julio de 1914. 80 81
EL ESTADISTA
EL ESTADISTA Y EL "INTERÉS NACIONAL"
Unidos. Así, paso a paso y en nombre de la "misión" especial de los Estados Unidos, Wilson pudo proclamar la neutralidad, esforzarse por actuar como mediador, hacer propuestas de paz, proclamar el principio de la paz sin victoria, romper relaciones diplomáticas con Alemania, entrar en la guerra, hacer un programa de paz que implicaba la victoria e intervenir en la Conferencia de Paz. Pudo considerarse como el único representante de la opinión mundial, de las naciones débiles, contra los ambiciosos líderes de Europa. Y ese papel fue gigantesco, desproporcionado. Su fracaso proviene no de la ineficacia de sus métodos, sino de la incomprensión del pueblo estadunidense. Éste sentía tan garantizada su seguridad por el aislacionismo tradicional que no juzgó útil poner la inmensa fuerza de los Estados Unidos al servicio de un organismo internacional complicado. El "nacionalismo" estrecho prevaleció contra Wilson y no, como dijo Keynes, la debilidad de las concepciones wilsonianas. ¿Es Clemenceau la contradicción misma de Wilson? En la mayor parte de los puntos ambos hombres estarían de acuerdo. El v^ejo militante radical recordaba perfectamente que siempre mantuvo la causa del derecho contra la de las ambiciones nacionales excesivas. La Europa que quería Clemenceau era una "Europa de derecho". Lo expresó con firmeza, hacia el final de su vida, en Grandeurs et miséres d'une vicíoire.M
Pero hay que reconocer la verdad de lo que dijo el presidente Wilson. En un momento dado entrevimos el gran ideal de la liberación de todos los pueblos y, desde nuestra perspectiva, nuestra política se vio necesariamente modificada." Si admitimos esta relativa similitud del ideal, Clemenceau se alejaba profundamente de Wilson una vez que se entra en la filosofía general de las relaciones internacionales y en los detalles concretos de la paz. ; Para empezar, aunque compartía en general el mismo ideal, era infinitamente más escéptico en cuanto a sus posibilidades de realización. Se explayó así en las bellas páginas del libro Au soir de la pensée, que se ocupa de la civilización: "La justicia —dice—86 es una abstracción absoluta. El hombre, un complejo de relatividades". Mientras que la ideología "no conoce obstáculos" y se instala firmemente en un mundo utópico, la realidad invita a observar que una paz justa no es justa más que relativamente y no excluye la guerra futura. "Lo justo y lo injusto se garantizarán por la fuerza, uno tras otro. Pero la fuerza cambia de sitio en todo momento, así como el ideal del derecho. Cuántos chascos irreparables en cuanto a las fórmulas de nuestras ilusiones." Ahora bien, Wilson era "el profeta inspirado de una noble empresa de ideología".87 Fue a la vez su excepcional grandeza —que Clemenceau subrayaba con fuerza— y su debilidad, pues creyó que la Sociedad de Naciones, por sí sola, aseguraría la victoria de la ideología. "Probablemente hay pocos ejemplos de un desconocimiento semejante de la experiencia política en las tormentas de la idea."88 Para Clemenceau, como para Pascal, a quien citaba con admiración, era preciso apuntalar la justicia por la fuerza, y la fuerza de la Sociedad de Naciones no bastaba. Aún era necesario que la fuerza no lesionara el derecho. Era una posición difícil de sostener. A diferencia de Wilson, Clemenceau defendió ásperamente los medios para garantizar la seguridad de Francia mediante la ocupación permanente de Renania y su separación política de Alemania. "La Sociedad de Naciones se nos presenta como un medio para darnos la seguridad que necesitamos: acepto este medio; pero si la Sociedad de Naciones no es capaz de aplicar sanciones militares a sus fallos, habrá que encontrar esa sanción en otro lado."89 Y al contrario, a diferencia de Foch y de Poincaré, Clemenceau rechazaba la idea de que la ocupación de Renania debía ser la ambición nacional de Francia. La única reivindicación territorial de Clemenceau —el sur del Sarre— se basaba en "reglas de justicia y de sentido común". "Es un
340
L'Europe de droit, en vez de la Europa desmembrada, fue el más lindo golpe imprevisto. Nuestra victoria no nos permitía ningún titubeo. Respondiendo a nuestro llamado, los pueblos aparecieron en el campo de batalla. Sangre derramada, derecho conquistado [...] Las nacionalidades expirantes iban a revivir en toda Europa, y al fin las palabras derecho, libertad y justicia tendrían un sentido. Ya venían a nosotros los diputados de las ciudades y del campo atormentados, que levantaban la cabeza y exigían la reparación. Eso lo habíamos prometido. Eso es lo que hicimos.
Nadie crea que Clemenceau envolvió así con una tardía aureola de justicia la cínica obra que habría logrado. Las Délibérations du Conseil des Quatre, recogidas por Paul Mantoux, proporcionan la prueba constante de que Clemenceau buscó una paz con justicia. Por ejemplo,85 cuando el 26 de mayo de 1919 Wilson propuso a los italianos un plebiscito en Istria y cuando Orlando lo rechazó, Clemenceau apoyó a fondo a Wilson y condenó la política italiana basada en consideraciones estratégicas. "Le ruego que no nos ofrezca vina solución que no sería otra cosa que una continuación de la guerra. No repudio el Tratado de Londres. 8
Cf. especialmente la p. 161. Mantoux, t. u, p. 227 (obra citada en la bibliografía).
86
T. u, pp. 405-408. Miséres d'une victoire, p. 40.
87 Grandeurs et aalbid.,p. 145. 39
Mantoux, 1.1, 27 de marzo de 1919, p. 45.
341
EL ESTADISTA
EL ESTADISTA Y EL "INTERÉS NACIONAL"
error creer que el mundo se rige por principios abstractos."90 La anexión de ese pequeño territorio era a la vez justa y necesaria. En cambio, más valía mantener buenas relaciones con los aliados que tratar de anexar nada más. "El avance hacia el Rin era la tradición de nuestros antepasados", dijo durante el debate de ratificación, pero agregó: "¿Es culpa mía si, ahora que marcho hacia el Rin, encuentro a mi paso poblaciones alemanas?"91 Así, según pensaba, la separación de Renania no era un elemento del interés nacional francés, sino un medio para garantizar la seguridad. El único fin era la seguridad: no importaba si se lograba mediante la separación de Renania, por medio de los tratados de garantía firmados con los Estados Unidos e Inglaterra, o, a falta de éstos, recurriendo al artículo 429 del tratado que permitía una prolongación de la ocupación. En eso radica la diferencia esencial entre Clemenceau y Wilson. Clemenceau no creía en la seguridad colectiva. Wilson no creía más que en la seguridad colectiva. Para Wilson, el desarme de Alemania, la desmilitarización de Renania y la ocupación temporal no eran más que detalles secundarios ante la gran idea de la "liga". Para Clemenceau, la Sociedad de Naciones no era sino una fuerza complementaria, pues la seguridad debía lograrse mediante los métodos tradicionales. Nadie juzgará con más severidad al organismo de Ginebra, "la llamada Sociedad de Naciones".92 No nos ocuparemos de exponer con detalle las concepciones que se formó sucesivamente Lloyd George sobre el interés nacional británico. El "sutil gales" dejó en la historia el recuerdo de una extrema movilidad, de una aptitud notable para cambiar de puntos de vista con la evolución de la coyuntura o porque percibía las transformaciones de la opinión pública. Su inteligencia —decía Orlando— "estaba entre las más prodigiosas con que me haya topado nunca. Su profundidad era inferior a su prontitud, pero ésta era verdaderamente extraordinaria".93 "Sus cambios —añadía— se debían no a la volubilidad o a la inconstancia, sino al sentido realista de la mutación de las condiciones externas."94 Todo lo anterior muestra cuan difícil es "comprender" a este personaje. No obstante, es posible situarlo junto a Wilson y a Clemenceati. Aunque casi siempre haya sostenido las tesis del primero, es al segundo al que se le parecía más cuando consideraba el problema de la seguridad. Para él, la seguridad colectiva tenía un papel completamente secundario,
y pensaba en el porvenir en términos de seguridad tradicional. Por supuesto, estos términos eran diferentes que los de su colega francés y hasta contradictorios. Una anécdota —verosímil— que cuenta Jean Martet95 ilustra muy bien este punto: "Un día —dice Clemenceau— me encontré en Londres con Lloyd George, quien me dijo: —Y bien, ¿tiene usted algo que reprocharnos? —Sí, esto: una hora después del armisticio tuve la impresión de que ustedes habían vuelto a convertirse en enemigos de Francia. Entonces me respondió: '¿Acaso no ha sido siempre ésa la política tradicional de mi país?'" No observamos que Lloyd George se apartara sensiblemente de la política tradicional británica. Experimentaba una sincera repugnancia por la guerra, pero "el honor nacional es una realidad y toda nación que no lo reconozca está condenada". Ahora bien, entra aquí el honor nacional "porque estamos obligados por un compromiso de honor a defender la independencia, la libertad, la integridad de un pequeño país vecino que vivía apaciblemente".96 La victoria, dijo el 20 de marzo de 1917 en el gabinete de guerra, tendría como líder al Imperio británico. Éste "será la primera potencia del mundo. Y yo me regocijaré no sólo por razones egoístas, sino porque, con todas sus fallas, el Imperio británico es el más auténtico representante de la libertad". Además es "el triunfo del espíritu y de la tradición británicos".97 Los objetivos de guerra, que él enumeró en la misma reunión, se clasificaban en esenciales y secundarios. Esenciales: la evacuación de los territorios ocupados y la reconstrucción de su independencia sobre la base de los "derechos nacionales", incluyendo en ello a Polonia. Así se obtendría una paz más duradera. Secundarios: crear una "liga de paz", "democratizar Europa", "destruir al Imperio turco". í- Fiel todavía a la tradición de su país, Lloyd George quería eliminar los ejércitos permanentes.98 Quería volver en la medida de lo posible a la "no intervención". "Hay—dijo ante el Parlamento el 16 de abril de 1919— un principio fundamental de toda la política exterior de este país —un principio muy sano— según el cual no debemos intervenir jamás en los asuntos internos de otro país, independientemente de la mediocridad de su gobierno."99 Esto se aplicaba por ejemplo a la Rusia bolchevique vina vez terminada la guerra. Pronto ocurriría lo mismo en Polonia y en los Balcanes. Se percibía con gran claridad una tendencia a volver al "espléndido aislamiento".
342
90 Ibid., t.1, 28 de marzo de 1919, p. 70. 91 /. O. Débats parlemantaires, Chambre, 25 92 Ait
Soir de la pensée, t. u, p. 404. Orlando, Memoríe, p. 356. 94 Ibid., p. 357.
93
Le. Tigre, p. 59. Discurso de Londres del 19 de septiembre de 1914, en la Victoire en marche, p. 2. War Memoirs, t. iv, pp. 1784-1785. 98 Ibid., p. 1756. Cf. también Peace Treaties, 1.1, p. 410. 99 Peace Treaties, 1.1, p. 569. 95
de septiembre de 1919.
96 97
343
EL ESTADISTA
EL ESTADISTA Y EL "INTERÉS NACIONAL"
Del equilibrio europeo, Lloyd George no dijo nada. Parece que pensaba en ello todo el tiempo. Antes de 1914, declaró al conde Metternich que no eran los celos "comerciales" con respecto a Alemania los que inquietaban a Inglaterra, sino "el temor inspirado por el crecimiento de su flota".100 Como ésta estaba destruida no puede dejarse de pensar, como Clemenceau, que a partir de entonces Francia se consideraba el adversario potencial. En todo caso, son múltiples las alusiones a la necesidad de "no destruir Alemania". "Nuestros generales creen que un gran ejército francés sobre el Rin será un peligro para la paz de Europa."101 Nada de ello, combinado con la fe en los destinos de una Commonwealth rejuvenecida, ofrecía ninguna novedad. Lloyd George parecía más tradicionalista y hasta más nacionalista, no sólo más que Wilson, sino también más que Clemenceau. La mayor diferencia en cuanto a sus dos grandes colegas es la extrema importancia que le concedía a los intereses económicos de su país. La new diplomacy de Wilson y la "seguridad" de Clemenceati ocultaban la idea del enriquecimiento, de la expansión material. A la "política primero" de los dos hombres, Lloyd George oponía lo "económico primero". En su programa del 20 de marzo de 1917 declaró: "Estaría muy decepcionado si esta guerra no condujera a una reconstrucción de nuestro país en muchos dominios, económico e industrial [...] en las relaciones del capital y del trabajo, en las condiciones de vida del pueblo, y en general en el mejoramiento, en la elevación del nivel de vida de las más amplias multitudes de este reino."102 Si tomamos las Délibérations du Conseil des Quatre y seguimos día tras día las participaciones de Lloyd George, nos convenceremos por completo de ello. Desde el primer día, el 24 de marzo, fue él quien lanzó la cuestión de las reparaciones. Al día siguiente reclamó 30% para su país —luego de haber introducido en tal carga las pensiones militares—. Pero en seguida pensó en la capacidad de pagos, que él evaluaba con mucho más realismo que Loucheur. No hay que "hacer promesas extravagantes sin mantenerlas".103 Cuando se habló del Sarre, su primera pregunta fue: "¿cuál es la producción anual de la cuenca?"104 Una de sus objeciones a la política francesa era que había que "conservar su unidad en esta región industrial".105 Para garantizar el pago de las reparaciones, se mostró hostil a la idea de la ocupación militar y prefirió utilizar el
arma económica del bloqueo.106 ¡Estaba a favor de la idea de que Polonia pagara reparaciones por la Alta Silesia si se anexaba esa provincia!107 Las escasas preguntas que planteó en torno a Fiume el 3 de abril son aún más reveladoras sobre esta mentalidad "economista": ¿cuándo se construyó este ferrocarril? ¿No fue Fiume un gran puerto antes de esta época (1870-1880)? ¿Es el gobierno húngaro el que debe hacer estos trabajos? ¿Cuáles son las salidas comerciales de Hungría y de Bohemia? ¿Tienen los bancos yugoslavos sucursales en diferentes partes de Croacia? ¿Cuáles son los oficios de los italianos?108 En 1921, Lloyd George seguiría el mismo camino. Suárez había mostrado con claridad que el vasto plan británico de diciembre de 1921 para la restauración económica de Europa, combinado con un tratado de garantías en Francia, tenía un objetivo "esencialmente económico".109 Por último, el caso de Mosul es un ejemplo clásico de la diferencia entre Clemenceau y Lloyd George en lo que toca al interés ligado a los problemas económicos. A pesar de todos estos contrastes, Wilson, Clemenceau y Lloyd George pertenecen a países "satisfechos". Es verdad que los dos últimos, siguiendo de algún modo la tradición colonial, echaron mano, gracias al sistema de los mandatos, de las colonias alemanas o de las provincias otomanas. Pero en cierta manera era un "lujo". En marzo de 1917, Lloyd George declaró que no "está ansioso por agregar nuevos millones de millas cuadradas" al Imperio británico.110 En cuanto a Wilson, fue más lejos y rechazó, como se sabe, un eventual mandato sobre Armenia, el cual agravaría por lo demás sus dificultades con el Senado. Frente a los "satisfechos", ocupados en la conservación y en la seguridad, están los "insatisfechos", los have not, los "revisionistas". Para tener una idea más completa de la manera en que los estadistas consideran subjetivamente el interés nacional de su país, ahora tenemos que estudiar un ejemplo característico de imperialismo conquistador. La abundancia de las fuentes, la claridad del programa que se propuso, nos invitan naturalmente a escoger el caso de Adolf Hitler.
344
War Memoirs, t.1, p. 12. Mantoux, t. n, p. 272, 2 de junio de 1919. ">2 War Memoirs, t. w, pp. 1770-1775. 103 T. i, p. 28, 26 de marzo de 1919. 104 T. i, p. 65, 28 de marzo de 1919. 105 T. i, p. 68, 28 de marzo de 1919.
;¿|r*
'•^ir-,
345
5. EL ESPACIO VITAL SEGÚN HlTLER
"El Reich alemán —escribía Hitler a Charnberlain111 el 22 de agosto de 1939— posee ciertos intereses definidos a los cuales es imposible renunT. i, p. 90, 31 de marzo de 1919. T. i, p. 127, 3 de abril de 1919. IOS T. i, pp. 133-137, 3 de abril de 1919. 109 Suárez, Enana, t. v, p. 342. 110 Peace Treaties, 1.1, p. 63. '" Documents on Germán Foreign Policy, t. ix, núm. 201. 106
100
107
101
.
EL ESTADISTA Y EL "INTERÉS NACIONAL"
EL ESTADISTA
346
ciar." La expresión "intereses definidos" parece indicar que Hitler tenía un plan bien establecido y de algún modo limitativo. Ahora bien, si el plan existía, sus límites eran imprecisos. La originalidad de las concepciones de Hitler procede de la superposición de tres planes en su mente: uno, que consistía en destruir la humillación del Diktat de Versalles, quería imponer una revisión. El segundo consistía en agrupar a los alemanes en un "gran Reich". El tercero qviería conquistar para el gran Reich un inmenso espacio vital, un Lebensraum, fuera de sus fronteras. Si comparamos a Hitler con la mayor parte de los estadistas alemanes de la República de Weimar, encontraremos una perfecta identidad de perspectivas en el primer punto. Stresemann, al igual que Hitler, luchaba por la igualdad de derechos, la Gleichberechtigung. Stresemann condenaba la idea de una "culpabilidad alemana", de una indignidad de Alemania para poseer colonias. Como todos los alemanes, era hostil a la ocupación, a las reparaciones, a la internacionalización del territorio del Sarre, al desarme unilateral de Alemania. Stresemann estaba de acuerdo con Hitler incluso en gran parte del segundo punto: la reunión de los alemanes en un gran Estado. En la célebre carta a Kronprinz del 7 de septiembre de 1925,112 preconizó "la rectificación de nuestras fronteras orientales, recuperación de Gdansk, del corredor polaco y modificación del trazo de la frontera de la Alta Silesia. A más largo plazo, incorporación de Austria a Alemania". Pero Stresemann previo límites a esta gran Alemania. Renunció libremente a Alsacia y a Lorena por el tratado de Locarno, así como a Eupen y a Malmédy. Al parecer, no pensó en los alemanes de los Súdeles, en el sur del Tirol colocado bajo soberanía italiana, en Memel, en los países bálticos. Por el contrario, Hitler codiciaba todos estos países, aunque lo atribuye a razones tácticas —por ejemplo, cuando afirmó solemnemente que hacía el "sacrificio" de Alsacia-Lorena—. Su concepción racista se confundía particularmente con una concepción lingüística. Todos los que hablaban alemán debían formar parte del gran Reich. Más aún, consideraba a los croatas y a los eslovenos como alemanes que perdieron su idioma, lo que justificaría, según él, la anexión de Trieste. Luego de la capitulación italiana nombró, el 15 de octubre de 1943, un Caulaiter una Reichstatthalter para la "zona de operación del litoral adriático" (Trieste, Liubliana, Gorizia, Friul e Istria). Así, consideraba esos territorios como alemanes.113 Pero la verdadera originalidad de Hitler con respecto a sus predecesores se encuentra en su concepción del Lebensraum. Indica con mucha claridad su principio en Mein Kampf. Hay —decía— 112 113
Papiers de Stresemann, t. u, pp. 111-112. Goebbels Diaríes, Nueva York, 1948, p. 474 (23 de septiembre de 1943).
347
cuatro medios para alimentar a una población alemana que se incrementa con casi unos 900 000 habitantes por año: 1° restringir artificialmente los nacimientos, como Francia. Pero eso va contra la voluntad de la naturaleza; 2°. practicar la colonización interior. Pero no se puede incrementar indefinidamente los recursos del suelo. Al final surgiría la hambruna. Entonces la naturaleza hará su elección y eliminará a los más débiles; 3° adquirir nuevos territorios; 4° acrecentar la clientela alemana en el extranjero mediante vina política comercial y colonial. De estas cuatro soluciones, Hitler escogió la tercera, la conquista de nuevos territorios y de un espacio vital. La veía esencialmente en el este de Europa. Las colonias le interesaban poco. Quería recuperar las antiguas colonias alemanas; hablaba también de Marruecos; pero ello tenía para él sobre todo la finalidad de lavar viejas humillaciones. El Lebensraum eran las vastas planicies habitadas por la raza inferior de los eslavos: "Hay que adoptar con calma y sangre fría el punto de vista de que no podría ser conforme con la voluntad divina contemplar que un pueblo posea 50 veces más territorio que otro". Desde luego, ese "otro" es eslavo, mientras que la nación desfavorecida en términos de espacio es la alemana. El "derecho" de la raza superior estaba indicado con claridad. La doctrina de la superioridad aria, heredada de Gobineau, Vacher de Lapouge y Houston Stewart Chamberlain, se combinaba aquí con las teorías seudocientíficas de geopolítica defendidas por el general Haushofer. La raza superior necesitaba espacio, porque es fuente de poderío. Por tanto, el Lebensraum era mucho más una fuente de poderío que una ambición de materias primas. Así, nos damos cuenta del error cometido desde 1937 por Roosevelt cuando pensaba, con Sumner Welles, que se detendría a Hitler proporcionándole el libre acceso a las materias primas. Hitler quería la conquista. Por lo demás, la noción de justicia jamás le preocupó mucho: "No buscamos tener a la justicia de nuestro lado, sino sólo la victoria", dijo a sus generales el 22 de agosto de 1939.m "Cierren sus corazones a la piedad. Actúen brutalmente [...] El más fuerte tiene la razón."115 "Por un lado, tenemos en Europa pueblos muy civilizados que se ven reducidos, ellos mismos, a hacer los trabajos pesados. Por el otro, disponemos de esas masas estúpidas del este. Son esas masas las que deben hacer nuestras labores ruines."116 Es interesante analizar los límites que Hitler asignaba a su espacio vital. No podríamos confiar en las concepciones sucesivas que elaboró sobre el "reparto en zonas de influencia" (por ejemplo, en sus conversa1H Diario del coronel n¡lbid., núm. 193. 116
general Halder, en Documents on Germán Foreign Potícy, serie D, t. K.
Libres propos, p. 68, 12 de noviembre de 1941.
EL ESTADISTA Y EL "INTERÉS NACIONAL"
EL ESTADISTA
348
clones con Molotov en Berlín en noviembre de 1940). Es en Mein Kampf, con cierta vaguedad, y sobre todo en las declaraciones que hizo después del 22 de junio de 1941, en el periodo de las grandes victorias, donde debemos buscar algunas precisiones. "Son muchos quienes pensaban que, al término de la primera Guerra Mundial, debíamos interesarnos en las riquezas mineras del oeste, en las materias primas coloniales, en el oro. Yo siempre consideré la posesión de territorios en el este como lo que era indispensable para nosotros, y hoy no tengo ninguna razón para modificar mi punto de vista."117 ¿Por qué esta ambición? Porque "es ridículo pensar en una política mundial mientras no se domine el continente".118 "Primero es preciso dominar a Europa para que tenga sentido una política colonial. Por lo demás, sólo es nuestro Camerún el que yo quisiera poseer de nuevo, ¡si no nada!"119 Por tanto, era Europa, en el sentido tradicional, es decir, hasta los Urales, lo que Hitler quería conquistar. Como medida de seguridad, la frontera podría situarse a 200 o 300 kilómetros al este de esa cordillera. A lo largo de una especie de limes de tipo romano, llegado el caso, soldados colonos rechazarían a los "bárbaros" procedentes de Siberia. A esta frontera "es nuestro deber colocarla donde nosotros deseamos que esté".120 Al parecer, dentro del espacio vital habría dos tipos de colonización. Una colonización campesina de alemanes, y, dado el caso, de holandeses, noruegos, daneses "e incluso, a título individual, suecos"121 en los países bálticos, en Ucrania y en Crimea. En otras partes, ciudades alemanas enlazadas por autopistas, rodeadas a unos 30 o 40 kilómetros de profundidad por "una faja de lindos poblados". "Lo que existe más allá es otro mundo en el cual pretendemos dejar que los rusos vivan como deseen. Nos basta con dominarlos. En el caso de una revolución, no tendremos más que arrojar algunas bombas sobre sus ciudades y el asunto estará liquidado." Gracias a ese sistema se obtendrían varios resultados. Para empezar, ya no se permitiría que "alemanes emigren a América". Luego, los alemanes adquirirían "el sentido de los grandes espacios".122 La inmensa Europa así creada podrá vivir de manera autárquica. Abandonaría "el deseo de exportar a todo el mundo".123 Será "una fortaleza inexpugnable protegida de cualquier amenaza de bloqueo".124 Ibid., 27-28 de julio de 1941, p. 12. p. 54, octubre de 1941. p. 45, 18 de octubre de 1941. p. 23, 23 de septiembre de 1941. 121 Ibid.. p. 11, 27 de julio de 1941. 122 Ibid., p, 20,17 de septiembre dé 1941. 123 Ibid., p. 25, 23 de septiembre de 1941. 124 Ibid., p. 20, 17 de septiembre de 1941.
117
118 Ibid., 119 Ibid., 120 Ibid.,
349
¿Qué papel desempeñarían los demás pueblos europeos en este sistema? Por lo que se puede advertir, Hitler consideraba una pirámide jerárquica donde las posiciones corresponderían al porcentaje de sangre aria que se tuviera en las venas: la gran Alemania en el centro, dueña de todo. Luego una franja de pueblos que podrían germanizarse progresivamente: escandinavos, holandeses y hasta ingleses. Hitler admiraba a Inglaterra y preveía que un día Alemania e Inglaterra marcharían juntas contra Estados Unidos. "Creo que esta guerra marcará el inicio de una amistad duradera con Inglaterra. Pero antes será necesario que la derrotemos por completo. El inglés no es capaz de respetar más que a aquel que lo ha puesto fuera de combate."125 Noruega sería "la central eléctrica de Europa del Norte. De tal suerte, los noruegos encontrarán al fin una misión europea por cumplir".126 En cambio, los suizos serían muy apropiados como buenos mesoneros. Más abajo vendrían los satélites: los países latinos, Francia, Italia, España, Portugal, Rumania, así como los húngaros y los griegos. Aún más abajo, los eslavos, nacidos para ser esclavos, y a quienes se les prohibiría el acceso a la educación superior. En cuanto a la raza inferior por excelencia, la de los judíos, sería exterminada. Fuera de esta Europa y de sus dependencias africanas (Italia extendería su dominación de Túnez a Suez y al Océano índico, Francia tendría compensaciones a expensas del Imperio británico: al menos fue lo que se prometió a Darían en las conversaciones de Berchtesgaden en mayo de 1941), ¿qué sería del resto del mundo? Salvo en el breve prefacio de Mein Kampf, Hitler no parecía pensar en términos de dominación mundial. Además de los "bárbaros" rusos de Siberia, se entrevé en su pensamiento la idea de otros dos grandes dominios mundiales, vino y otro autárquicos: el de los Estados Unidos en el continente americano y el de Japón en el Lejano Oriente. Hitler recordaba127 que a la caída de Port Arthur los pequeños checos de su clase lloraron, "mientras que nosotros estábamos exultantes de alegría. En esa misma época nació mi sentimiento por Japón". Pero su racismo no le permitía aceptar a Japón como una gran potencia más que en la medida en que recibiera la influencia aria: "Si a partir de hoy deja de ejercerse la influencia aria en Japón [...] los progresos que logra Japón en las ciencias y la técnica podrían continuar por algún tiempo; pero al cabo de pocos años, el manantial se agotaría y los caracteres específicos japoneses ganarían 125 126 127
Ibid., p. 6, 22-23 de julio de 1941. Ibid., p. 16, 2 de agosto de 1941. Ibid., p. 21, 21 de septiembre de 1941.
L!í,BAfiLOSAlfR|DO da SILVA PROFESOR ADJUNTO
EL ESTADISTA
EL ESTADISTA Y EL "INTERÉS NACIONAL"
terreno y su civilización actual se petrificaría, recaería en el sueño del que lo sacó, hace 70 años, la ola de civilización aria."128 Hemos querido pintar el cuadro que Hitler, en el momento de sus mayores éxitos, se figuraba del mundo futuro, de ese mundo que él creía crear para los 1 000 años por venir. No porque esa concepción careciera de caracteres patológicos, sino porque el fenómeno que describimos es el de las concepciones subjetivas qxie del interés nacional se hacen los estadistas. Ahora bien, Hitler se formuló tal concepción y puso toda su despiadada energía en garantizar su realización. Ciertos actos suyos, si no todos, se explican exclusivamente por los fines que se había planteado. En cuanto a las fuerzas profundas que se ejercían sobre él, Hitler no se conformó con sufrirlas o utilizarlas. Constantemente las rebasó o las ignoró. Cuando quiso recuperar el corredor y Gdansk, tenía atrás de él inmensas masas de alemanes que pensaban que el corredor lesionaba los derechos más sagrados de Alemania. Pero ¿podemos decir que las fuerzas profundas lo obligaban a atacar a la URSS, a exterminar a los judíos? Es debido a que él creía firmemente en el valor de su teoría racista por lo que ordenó, sin que nada lo obligara a ello, las matanzas de judíos. Uno tiene la impresión de que fueron actos "gratuitos" que emanaron de un solo hombre, funciones de sus ideas y no de fuerzas exteriores. Desde luego, esa voluntad de conquista implicaba la guerra. Hitler tenía por el pacifismo el más profundo desprecio. Sin embargo, su locura no llegó a querer la guerra por la guerra. La guerra no fue para él más que un elemento de los riesgos. En la sesión que nos relata el "Protocolo Hossbach" del 5 de noviembre de 1937, confiaba en ella: "sólo la violencia puede aportarnos una solución al problema alemán, la violencia que no deja de plantear riesgos". Sin querer la guerra, Hitler sabía que su política la hacía inevitable. A diferencia de los pacifistas y de los estadistas sensatos, no detestaba la guerra, en la cual veía "la ley de selección" que debía "permitir sobrevivir a los mejores". "La guerra — decía—129 ha recobrado su forma primitiva. La guerra de pueblo a pueblo cede su lugar a otra guerra, la que apunta a la posesión de grandes espacios. Al principio, la guerra no era otra cosa que una lucha por la posesión de las tierras con pastos. Hoy, la guerra no es más que una lucha por la posesión de las riquezas naturales. Estas riquezas, en virtud de una ley inmanente, pertenecen a quien las conquista." Entre los puntos de vista del estadista sobre el interés nacional y los resultados que obtiene siempre hay un margen y a veces un abismo. Es todo el espacio que separa el sueño de la realidad. Sin embargo, cualquiera sb OlH'-Bj.' ,-.¡':.. .'!. ,
que sea la fuerza imperiosa de las circunstancias, no es en vano el estudio de las concepciones que se hacen del interés nacional los estadistas responsables. En los hechos históricos, al lado de las fuerzas profundas la voluntad propia del estadista puede influir duraderamente en el curso de los acontecimientos.
350
™ Mein Kwnp Libres Propos, p. 32, 10 de octubre de 1941.
129
é ü
y
•Oí
y
t'¥
fíJJt
teb dt SÍ»'.
351
LA ACCIÓN DE LAS FUERZAS PROFUNDAS SOBRE EL ESTADISTA
XI. LA ACCIÓN DE LAS FUERZAS PROFUNDAS SOBRE EL ESTADISTA ENTRE las fuerzas colectivas que constituyen la "infraestructura" de las relaciones internacionales y el individuo privilegiado que es el estadista responsable existen, como es evidente, contactos. ¿Cómo se ejerce la influencia de las fuerzas? ¿Cómo trata el estadista de resistirla o de someterse a ella? Este capítulo y el siguiente intentarán responder —parcialmente, porque nuestros conocimientos aún son insuficientes— a estas dos cuestiones. Examinemos primero el problema de la acción de las fuerzas profundas sobre el estadista. Éste pertenece a la colectividad de la cual emanan esas fuerzas de carácter económico e ideológico. Como todos los demás hombres, padece, consciente y hasta inconscientemente, el efecto de presiones múltiples. Nos parece posible distinguir cuatro tipos de ellas: la presión directa, que consiste en gestiones concretas, históricas, de representantes de los "grupos de presión". La presión indirecta, por la cual los grupos más diversos o incluso la opinión pública en su conjunto actúan de tal manera que obligan al responsable político a tomar ciertas decisiones. El ambiente, es decir la "coyuntura económica" y el "estado de ánimo", no porque existan objetivamente, sino porque el estadista los aprecia subjetivamente. Por ultimo, la presión social, es decir todo el conjunto constituido por la educación, el medio social y geográfico, los prejuicios de clase, que actúan sobre los estadistas, como sobre los demás hombres, sin que se den cuenta siempre de ello. 1. LAS PRESIONES DIRECTAS
El estadista consagra gran parte de su tiempo a dar audiencias. Da audiencia a sus subordinados, pero también a personas o a delegaciones que no dependen de él. La función que dichas personas se atribuyen es "pedir". Pedir apoyos para una posición, para una distinción, una protección; pero también reclamar cambios en la política vigente. La insistencia es tanto más seria cuanto la persona o la delegación de la que se trate representa en el país "fuerzas" más grandes, colectividades más numero352
353
sas, a intereses más vastos. El tono de la conversación entre el estadista y sus huéspedes de un momento puede variar entre el intercambio de información, de argumentos, el llamado al interés nacional, pero también puede ser la amenaza y el chantaje; en efecto, para lograr sus reivindicaciones, los "grupos de presión", en ciertos casos al menos, pueden anunciar que si no obtienen satisfacción, ejercerán represalias: negativa de ayuda al gobierno si se trata de bancos, agitación social si son sindicatos, llamados a la opinión pública. . Desde luego, para que estas gestiones lleguen al nivel del responsable, es preciso que el "filtrado" no las haya interceptado. El "filtrado" es la elección que hacen los colaboradores inmediatos del responsable para determinar quién es digno de tener una audiencia —a quiénes recibirán éstos mismos, sin que tengan que rendir cuentas (de ahí la importancia de la fidelidad de tales cuentas)— y quién no: las antecámaras de los ministerios son frecuentadas por importunos, locos o iluminados. Se encuentra en los archivos una gran cantidad de cartas de personajes singulares, utopistas, "donadores de opiniones" análogos al de los fácheux de Moliere. Hablaremos más adelante (sección 4) de este problema del "filtrado". Aquí sólo consideraremos las gestiones que tienen lugar efectivamente. Los problemas que evocamos se plantean en todos los departamentos, y ciertamente no es en el Ministerio de Asuntos Extranjeros donde son más frecuentes. Los "intereses" de los grupos de todas especies dependen mucho más de los ministerios internos: Finanzas, Economía, Trabajo, Comercio, etc. No obstante, los Asuntos Extranjeros no son ajenos a las demandas ni a las presiones. En el plano de los intereses materiales, primero: ciertas acciones de política extranjera pueden tener repercusiones económicas, y ello ocurre cada vez con mayor frecuencia en la vida internacional contemporánea. En el plano de las ideologías, pueden ejercerse presiones para tratar de desencadenar una acción positiva (por ejemplo, la ayuda a Polonia, querida por los medios de izquierda y por ciertos católicos franceses del siglo XDÍ) o para intentar impedir una acción emprendida o proyectada por el gobierno. Además de las gestiones tendentes a los temas generales ("contra la guerra", "por el desarme", "por la descolonización"), hay otras, innumerables, relacionadas con temas precisos: se reclama una intervención en favor de un condenado a muerte en el extranjero, un embargo de los envíos de armas a tal potencia, la ruptura de las relaciones diplomáticas a manera de protesta; a veces, más raramente, una intervención armada. Para el historiador, la dificultad consiste en descubrir con exactitud qué gestiones se efectuaron y qué éxito tuvieron. Más a menudo, ni el político ni su interlocutor quieren que la gestión sea conocida. Ello es naturalmente verdadero en todos los casos en que el político hace conce-
354
EL ESTADISTA
siones a cambio de ventajas personales, financieras o de otro tipo. Cuando llega a conocerse esa práctica, se desencadena un "escándalo", sobre todo después de que la "opinión pública" ha cobrado conciencia de sí misma. En el siglo xvni, ciertos ministros "se vendían" casi abiertamente. Como se sabe, Talleyrand no dudó en hacerlo. Los progresos del liberalismo y de la democracia "sensibilizaron" al público. Por tanto, esas prácticas, cuando existen, deben ocultarse con todo cuidado. Pero, fuera de este caso extremo, muchas gestiones son ignoradas. Por ejemplo, cuando en una atidiencia un estadista y un banquero tienen una conversación aparte, se les observa. Pero ¿quién puede saber qué se dicen? Hay ocasiones en que el estadista se escapa de los periodistas, como Briand y Stresemann cuando fueron a comer a Thoiry el 17 de septiembre de 1926. La historia nos revela que muy a menudo se toman precauciones extraordinarias para mantener el secreto de la plática. Por lo demás, los estadistas cuidadosos, un Cavour, un Stresemann, un Barthou, toman escrupulosamente nota de sus conversaciones. Los negligentes, como Napoleón III, se ocupan muy poco de ello. Los documentos de los bancos, de las sociedades, de las asociaciones permitirían, a menudo mejor que los archivos públicos, reconstituir algunas de esas gestiones. Disponemos de buenos estudios que nos muestran que aquéllas se llevan a cabo sin cesar, por ejemplo la de Bertrand Gille sobre la política de los Rothschild,1 la de Jean Bouvier sobre el papel de la "Unión general",2 la de Claude Fohlen sobre la acción de los industriales del algodón en Francia durante la Guerra de Secesión3 y otras más. De todos modos, aún no tenemos una idea precisa de estas influencias, y las interpretaciones son divergentes sobre tal o cual conquista colonial. Algunos insisten en las explicaciones económicas: presión de las sociedades interesadas. Otros prefieren las explicaciones políticas: voluntad de poderío, de prestigio, intereses estratégicos.4 Podemos, por ejemplo, hacernos una idea de tales presiones directas. Estamos bien informados sobre las gestiones que el gran fabricante de neumáticos Harvey Firestone llevó a cabo en la Casa Blanca y en el Departamento de Estado, sobre todo entre el 17 de enero y el 27 de febrero de 1933, para obtener una intervención estadunidense en Liberia.5 1 Lettres adressées á la maíson Rothschild de París par son représentant á Bruxelles (Louis Richtenberger), 1.1, Críse politique et financiera en Belgique (1838-1840), Lovaina, 1961. 2 Le Krach de l'Union genérale, París, 1960. 3 L'Industrie textile au temps du Second Empire, París, 1955. 4 Véase por ejemplo el libro de Henri Brunschwig, Mythes et réalités de l'impérialisme colonial frangais (1871-1914), París, 1906, que sostiene la primacía de lo político; y las reseñas de este libro por Lucien Genet (Revue Historíque, julio-septiembre de 1962, pp. 219220) y por Marcel Emerit (Anuales, noviembre-diciembre de 1962, pp. 1206-1209). 5 Cf. sobre todo Jay Pierrepont Moffat, The Moffat Papers, Harvard, 1956, x-408 pp.
LA ACCIÓN DE LAS FUERZAS PROFUNDAS SOBRE EL ESTADISTA
355
En virtud de la Ley Stevenson de Restricciones, los británicos, de quienes dependía el 80% de la producción mundial de caucho, habían establecido estrictas limitaciones al cultivo y a la exportación de ese producto. El precio se había elevado de 15 centavos de dólar la libra en 1922 a 1.23 dólares en 1925. Los consumidores estadunidenses, y especialmente Firestone, habían tratado de desarrollar los cultivos de heveas fuera del Imperio británico, sobre todo en Liberia. Firestone había invertido 10 millones de dólares en ese país. Herbert Hoover, entonces secretario de Comercio, lo había estirmilado con vigor. Entonces, en diciembre de 1932, Liberia, que deseaba sacudirse el yugo que había establecido la influencia dominante de Firestone en el país sin ventajas sustanciales para las finanzas nacionales, anunció una moratoria sobre el pago de sus deudas y tomó otras medidas hostiles a los intereses de la gran compañía estadunidense. Había en la Sociedad de Naciones un "comité internacional para Liberia", del cual era presidente un británico, lord Cecil. Firestone estaba convencido de que dicho comité era hostil a los intereses estadunidenses. Así, quiso una intervención directa de los Estados Unidos, que implicaba el eventual uso de la fuerza; por ejemplo, el envío de un navio de guerra. Sin entrar en detalles, examinemos la serie de gestiones realizadas por Harvey S. Firestone y su hijo. El 17 de enero de 1933 acudieron a la casa del subsecretario de Estado, William R. Castle, quien les prometió su apoyo. Luego fueron a encontrarse con Henry Stimson, secretario de Estado, y "tomaron dos horas de su precioso tiempo". Sabían que el presidente Hoover les era favorable, porque hacía poco los había alentado a invertir y porque Firestone era un miembro influyente del Comité Nacional del Partido Republicano. Pero Stimson fue mucho más reacio. No olvidaba que, el 4 de marzo siguiente, un gobierno demócrata tomaría el poder con F. D. Roosevelt y Cordell Hull. Por otra parte, estaba comprometido a colaborar con la Sociedad de Naciones en Liberia y no creía de ningún modo que lord Cecil estuviera maniobrando contra los intereses de Firestone. Finalmente, era hostil a la idea de una intervención armada en los países débiles porque creía en las repercusiones que tendría en América Latina, Por lo demás, los Firestone adoptaron "una táctica deplorable" al respecto. A Stimson le gustaban los problemas planteados claramente. Ahora bien, le dieron vueltas a la cuestión, leyeron en voz alta un memorándum de ocho páginas y externaron dudas sobre la integridad de lord Cecil, a lo que Stimson respondió con indignación. En suma, Stimson les prometió su apoyo, pero según sus propios métodos Cf. pp. 81-87, Foreign Relations ofthe United States, 1933, t. n, pp. 880 ss.; Alfred Lief, Harvey Firestone, 1951; Nnamdi Azikiwe, Liberia in World Politics, Londres, 1934, y George W. Brown, The Economía History of Liberia, Washington, 1941.
LA ACCIÓN DE LAS FUERZAS PROFUNDAS SOBRE EL ESTADISTA
EL ESTADISTA
356
y no según los de ellos. Tras su encuentro con Stimson, padre e hijo quisieron encontrarse con Moffat, jefe de la división de los Asuntos Europeos, y pasaron con él una hora; le hicieron saber que quería vina acción inmediata para atar las manos al futuro gobierno demócrata, sobre el cual sus medios de presión serían menos fuertes. El 24 de enero ocurrió una nueva gestión, luego de que Liberia había rechazado una nota estadunidense. En el intervalo, los Firestone vieron a Hoover y le pidieron el envío de un barco. Stimson y sus colaboradores se opusieron violentamente y el secretario de Estado llegó incluso a amenazar a Hoover con presentar su renuncia. Así, Hoover quedó atrapado y les sugirió que convencieran a Stimson. De ahí la gestión del 24 de enero, dirigida por Everett Sanders, quien era a la vez el presidente del Comité Nacional Republicano y abogado de la compañía, y por otro abogado. Ambos fueron a ver a Moffat, quien propuso que, en lugar de enviar un navio, se enviara simplemente un mediador. • El 26 de enero, Sanders fue a ver a Stimson en presencia de Moffat. Fue muy mal recibido, pues lord Cecil acababa de escribir a Stimson una nota en la que le decía que los Firestone "trataron a la Sociedad de Naciones con una grave falta de cortesía"; "temo —agrega— que varios miembros del Comité [de la Sociedad de Naciones] hayan llegado a la conclusión de que el objetivo de la Compañía Firestone consiste [...] en conducir al gobierno liberiano a una situación... en que éste estaría a su merced".6 Por tanto, Stimson exigió que, ante todo, los Firestone restablecieran buenas relaciones con la Sociedad de Naciones. La gestión de Sanders salió mal. "Nos preguntamos por qué los Firestone se sirven del presidente del Comité Nacional Republicano cinco semanas antes del advenimiento de los demócratas."7 Pero los Firestone eran obstinados. "Su tenacidad rebasa toda espera."8 El 7 de febrero volvieron a ver a Stimson. Justo entonces, éste acababa de recibir un telegrama de lord Cecil en el que le anunciaba una enérgica gestión en cuanto a Liberia. "Firestone no le da ninguna importancia [...] Sólo vino a reclamar un navio de guerra [...] Concluye declarando que el único medio para convencer de que los Estados Unidos estaban dispuestos a mantener sus derechos era el de hacer una demostración de fuerza."9 Ésta bastaría para llevar al poder a los adversarios .—proestadunidenses— del presidente actual. Stimson, a quien no le agradaba ver que los Firestone pasaran encima de su cabeza para ir a la Casa Blanca, se declaró en contra. Firestone lo acusó de ceder a dificultades 6 Foreign Relations ofthe U. S., 1933, t. n, pp. 7 Ibid., p. 886, y Moffat, op. cit., pp. 84-85. 8 Moffat, op. cit., p. 85. »Ibid., p. 85.
884-885.
357
políticas y sacrificar los intereses estadunidenses. "Se excitó cada vez más, se puso de pie y a recorrer la sala agitando los brazos."10 La conversación, en el curso de la cvial Stimson se contuvo cuanto pudo, duró 40 minutos. Finalmente, el 14 de febrero el padre y el hijo dieron marcha atrás. Pero esta vez Stimson se negó a recibirlos. Entonces visitaron al subsecretario Castle y luego a Hoover, quien todavía les era favorable. Pero ya era demasiado tarde. Los demócratas iban a acceder al poder. Hull, al ser consultado, declaró que estaba de acuerdo con enviar un plenipotenciario. Los Firestone acudieron de nuevo a pedirle un navio de guerra, pero no pudieron convencerlo. El asunto terminó, pues, con un fracaso. Pero es revelador. La causa de los Firestone no era mala en sí misma, y, por encima de los argumentos normales, podían aplicar presiones políticas en torno al presidente. Pero actuaron con torpeza, indispusieron a Stimson y, finalmente, fueron víctimas de la fecha: el periodo intermedio entre la elección de Roosevelt y su llegada al poder. Entre quienes ejercen presiones directas, más que otros, figuran los parlamentarios. Tienen un acceso relativamente fácil al ministro de Asuntos Extranjeros. También tienen, en regímenes parlamentarios, una influencia especial, pues de sus votos depende la supervivencia del gabinete o, si están en la oposición, de su actitud, benévola o malévola, depende la tranquilidad del ejecutivo y por lo mismo su aptitud para actuar. Entre ellos, los presidentes de las comisiones de Asuntos Extranjeros desempeñan un papel aparte. En los Estados Unidos, los presidentes toman rara vez una decisión de importancia sin asegurarse el apoyo del presidente de la Comisión Senatorial. Wilson, quien no lo hizo con respecto a Henry Cabot Lodge, no logró que se aprobara el Tratado de Versalles. Más prudente, Roosevelt siempre ligó su acción no sólo al presidente de la Comisión (sobre todo Tom Connally), sino incluso al más influyente de los miembros de la Comisión, perteneciente a la minoría (Arthur Vandenberg, republicano). Cuando el presidente Traman quiso iniciar una política de alianza contraria a la tradición aislacionista, suscitó una iniciativa del presidente —por entonces republicano— de la Comisión (la declaración de Vandenberg de 1948). La lectura de memorias ya sea de antiguos ministros de Asuntos Extranjeros (por ejemplo, Austen Chamberlain, Edén), ya sea de directores de gabinetes (por ejemplo, el general Mordacq para Clemenceau), ya sea de directores ante el ministro (por ejemplo, Paléologue, Charles-Roux), muestra que la mayor parte de las gestiones importantes son realizadas por parlamentarios. 10 Ibid.,
p. 86.
LA ACCIÓN DE LAS FUERZAS PROFUNDAS SOBRE EL ESTADISTA
EL ESTADISTA
358
Éstos, en ocasiones, se agrupan oficiosamente para defender tal o cual política. Es lo que en los Estados Unidos se llaman los lobbies. Pero éstos practican, tanto como la presión "directa", la presión "indirecta", de la que ahora hablaremos. 2. LAS PRESIONES INDIRECTAS
El estadista está influido no sólo por las gestiones que se hacen en torno suyo, por las conversaciones que tiene con representantes de los "grupos". También lo está por la acción que tales grupos ejercen sobre la opinión o sobre los representantes de la opinión. Uno de los mejores ejemplos de una acción indirecta de la opinión pública general nos la proporciona el "plan Laval-Hoare" de 1935. Por lo demás, es raro que una acción de política extranjera levante tal tempestad y llegue a resultados tan concretos. Recordemos que luego del ataque italiano contra Etiopía el 3 de octubre de 1935, Gran Bretaña y Francia protestaron públicamente y tomaron la iniciativa de las sanciones económicas, a decir verdad más simbólicas que reales. A pesar de la existencia, sobre todo en Francia, de minorías de derecha favorables al fascismo y de minorías de extrema izquierda que preconizaban una acción más eficaz, la mayoría de las opiniones parecía inclinarse por esta política moderada. En Inglaterra, en particular de fines de 1934 a junio de 1935, se había dado una especie de sondeo de opinión por parte de la prensa, la Paz Ballott. Se habían registrado más de 11 millones de respuestas. Una enorme mayoría se había declarado en favor de la Sociedad de Naciones, del desarme. En cambio, sólo 6784368 aceptaban la idea de aplicar sanciones militares, mientras que 2 351 981 se habían pronunciado en contra." Ahora bien, el jefe de la Foreign Office, sir Samuel Hoare, había aceptado en secreto el 7 de diciembre un proyecto elaborado por Fierre Laval y que llevaba en realidad a un cambio total de esa política. La finalidad, realista, era reconstruir con la Italia mussoliniana el "frente de Stresa" de abril de 1935, único obstáculo eficaz, se estimaba, frente a las ambiciones crecientes de Hitler. Para recobrar la confianza de Mussolini, se le ofreció el desmembramiento de Etiopía. En el plano moral, se trataba de recompensar al agresor. Si queremos comprender bien las reacciones que vienen a continuación, es preciso recordar que Hoare había expresado varias veces su fe en la Sociedad de Naciones; que la política británica parecía ir en el sentido de un fortalecimiento de las sanciones económicas al extenderlas al 11
Gathorne-Hardy, A Short History of International Affairs, Oxford, 3a. ed., 1952, p. 409.
359
petróleo; que el 5 de diciembre Hoare había explicado en la Cámara de los Comunes la política que seguía: "doble línea", es decir, sanciones colectivas y esfuerzos de conciliación. Cuando llegó a París el sábado 7 de diciembre, al atardecer, en camino hacia Suiza en donde iba a descansar, Hoare se dirigió de inmediato al Quai d'Orsay. Ahí el 7 y el 8, Laval, personalmente hostil a todo embargo sobre el petróleo, logró eludirlo. Tal vez la verdadera explicación es que Hoare estaba enfermo. 12 Hoare mismo reconoció haber aceptado los proyectos de Laval como consecuencia de su debilidad física. "Es muy posible que en ese momento mi juicio se haya debilitado por exceso de trabajo."13 Pero, a pesar de la sorpresa de ciertos ministros y especialmente de Anthony Edén, el gabinete británico y el primer ministro Baldwin no se atrevieron a rechazar la firma del foreign secretary. El 9 de diciembre, la prensa francesa, en especial L'CEuvre y el Echo de París, tal vez a consecuencia de un acto deliberado de Laval, quien quería forzar la mano a los británicos, quizás como resultado de una simple negligencia, publicó lo esencial del proyecto Laval-Hoare. Hoare se había dirigido a Zuoz, Suiza, para un fin de semana de descanso antes de una reunión con la Sociedad de Naciones. De inmediato se desató una tempestad en Francia, pero sobre todo en Inglaterra. La campaña duró nueve días, que bastaron para hacer necesaria la dimisión de Samuel Hoare. "La reacción de la opinión pública —escribió Edén— fue de indignación y de vergüenza. Se declaró que nosotros no deberíamos desempeñar ningún papel en la atribución de recompensas a los agresores."14 Un mes antes se habían realizado elecciones generales que habían mantenido una mayoría sustancial para los conservadores. Los nuevos diputados fueron inundados por "una marea de cartas indignadas" que decían que los conservadores no habían ganado la elección sino mediante una mentira. Los periódicos ingleses reprodujeron los artículos estupe|v factos de la prensa estadunidense, de los periódicos de la Commowealth, El 14 de diciembre, Edén, que en el ínterin había ido a Ginebra, comprobó que la "oposición al proyecto Hoare-Laval" ascendía de modo peligroso. El 11 de diciembre el Daily Hereda, laborista, escribió: "Apelamos al señor Baldwin en el nombre de la paz, en el nombre de la Sociedad de Naciones, en el nombre de Gran Bretaña, para que informe al señor Laval que no aceptaremos ningún acuerdo que no esté conforme con los principios de las Sociedad de Naciones." Los sindicatos, dirigidos por Ernest Bevin, estaban a la vanguardia de las concentraciones de protesta. Pero el grueso de la opinión conservadora estaba igualmente indignada. 12 13 14
Cf, Anthony Edén, Facing the Dictators, Londres, 1962, p. 295. Sir Samuel Hoare, NeufAnnées de crise, trad. fr., París, 1957, pp. 136-137. Edén, op. cu., p. 306.
EL ESTADISTA
360
Los miembros del Parlamento se hallaban sometidos a una presión fuerte de sus electores. Baldwin tuvo que retirar a su ministro de Asuntos Extranjeros de Suiza, donde debía permanecer algunos días más después de un accidente. Llegó a Londres el 17 de diciembre. Mientras que Baldwin parecía de acuerdo con Hoare, Chamberlain fue a verlo: "Se le había pedido que me dijera que mi proyecto de declaración era insuficiente [...] que era necesario que yo afirmara que nuestro plan era malo, que yo me había equivocado al aceptarlo y que, a causa de la opinión general, yo renunciaba a él." Más que retractarse, Hoare prefirió presentar su renuncia el 18 de diciembre. Es extraño que se produjera un sobresalto de la opinión pública tan claro, tan tenso, tan violento, como el que siguió a la publicación del plan Laval-Hoare. También es extraño que condujera a transformar la política de un país. En efecto, la renuncia de Hoare hizo que Baldwin anunciara el 19 de diciembre de 1935 en la Cámara de los Comunes que se había cometido un error. "Ahora es perfectamente evidente —dijo— que las proposiciones están absoluta y completamente muertas. El gobierno no va a hacer ningún esfuerzo por resucitarlas." Más a menudo, los gobiernos se esfuerzan en resistir a estas tempestades. Un estadista que se deje llevar y bambolear por las mareas de la opinión faltaría a tino de sus deberes más esenciales. Después de este ejemplo de una presión ejercida por la opinión pública, tratemos de examinar la influencia que ciertos grupos particulares de opinión intentan ejercer sobre los gobiernos mediante una serie de acciones indirectas. Las "campañas de prensa" son una de las formas más conocidas de esta acción. El lobbyism (el "cabildeo") es otra de ellas. Consiste en organizar sistemáticamente el asedio no sólo de los responsables —lo que nos lleva a las presiones directas—, sino también el de todas las personas que pueden ejercer una influencia sobre los responsables. Es en los Estados Unidos donde se acuñó la palabra y es ahí donde la realidad ha sido mejor estudiada, quizá porque en ningún lado el gobierno, acosado por el problema de la próxima elección presidencial, es más sensible a estas acciones. Robert Ferrell describió con bastante corrección13 la naturaleza de la acción operada en los años veinte por los movimientos pacifistas. Los movimientos que él llama "conservadores", favorables a la Sociedad de Naciones (Carnegie Endowment for International Peace, World Peace Foundation, League ofNations Assodation), "operaban gracias a la influencia de sus miembros colocados en lo más alto". Para estos grupos era más fácil obtener una entrevista privada con un secretario de Estado, o con un subsecretario o quizá con un ayudante de secretario, 15
En A. de Conde, Isolation and Security, Durham, 1957, pp. 102 ss.
LA ACCIÓN DE LAS FUERZAS PROFUNDAS SOBRE EL ESTADISTA
361
que organizar una campaña pública para influir en el pueblo estadunidense y, así, en el gobierno estadunidense. Los conservadores recomendaban lo que se podría llamar método directo o indirecto. Sabían, mejor que los radicales, que obtener un apoyo para hacer funcionar una acción que un líder político o un diplomático estimaba poco satisfactoria era una tarea muy difícil, que dejaba la puerta abierta a las escapatorias, a las vagas promesas [...] Los pacifistas conservadores sabían también que el mundo se mueve lentamente.
[,
f f
T
r
Por el contrario, los movimientos llamados "radicales" "emplearon todos los procedimientos conocidos de la nueva ciencia de las public relations en sus esfuerzos para hacer comprender a los parlamentarios y a los diplomáticos la importancia de vina acción estadunidense en favor de la paz mundial". Se trataba de tomar uno por uno a los políticos y de intentar convertirlos mediante pasos repetidos. O bien, se les inundaba de peticiones (de conformidad con la constitución estadunidense). Otro método consistía en que se les enviaran cientos o miles de cartas o telegramas de manera que se creara —artificialmente— una impresión de masa. Éste es un método muy conocido en los países anglosajones. Se recuerda bien la gran petición "carlista" de 1839. Lo que es interesante en el ejemplo que escogimos es que la "presión indirecta" condujo a un resultado efectivo: la firma del Pacto BriandKellogg. Por eso, examinemos cómo se ejerció la presión sobre Bríand y sobre Kellogg. Sobre Briand, la presión fue tanto directa como indirecta. Sabemos que varios estadunidenses y sobre todo dos miembros eminentes de la Fundación Carnegie, Nicholas Murray Butler, rector de la Universidad de Columbia, y el profesor James Shotwell, le rogaron que hiciera un gesto adecuado para calmar a la opinión pública, que se irritaba al ver que el Parlamento francés retardaba la ratificación del tratado relativo a la liquidación de las deudas de guerra. La prensa estadunidense acusaba a Francia de ser militarista. Justamente Shotwell, entonces profesor asociado en la Hochschule für Politik de Berlín, fue a París el 15 de marzo de 1927 después de haber visitado al ministro alemán de Astintos Extranjeros, Stresemann. Un corto viaje al Sarre le permitió encontrarse con el gerente de la administración francesa de minas, Fontaine. Éste era amigo de Alexis Léger, entonces secretario particular de Briand, y aceptó transmitirle un "plan de paz" redactado por Shotwell. Pero, escribió éste,16 "Bríand tenía la reputación de no leer las cartas [...] y me convencí de que Léger casi no era útil, por no decir más, para someter la idea a Bríand". Así, Shotwell pidió a su viejo amigo Albert Thomas que le consiguiera una entrevista 16
The Autobiography of James T. Shotwell, Nueva York, 1961, p. 207.
LA ACCIÓN DE LAS FUERZAS PROFUNDAS SOBRE EL ESTADISTA
EL ESTADISTA
362
El 22 de diciembre de 1927, durante una reunión de la Comisión del Senado, se propuso a Kellogg este nuevo proyecto. Lo aceptó con entusiasmo, pues le permitía responder a los insistentes votos de los pacifistas, a las críticas y a la impaciencia de la prensa, y al mismo tiempo retomar la iniciativa diplomática que había perdido en provecho no sólo de Briand, sino de también personalidades privadas e irresponsables. Por tanto, éste es un curioso ejemplo de presión indirecta eficaz, porque los estadistas adoptaron una política que no querían, derivada de la acción de una fracción bien organizada de la opinión pública. Como decía Ferrell,18 "los diplomáticos estadunidenses eran hombres capaces, bien intencionados, tan llenos de buena voluntad como los dirigentes militantes pacifistas que los hostigaban. Pero debían tener en cuenta a una opinión pública cuya única virtud era, en general, la de ser una opinión".
con Briand. Ésta tuvo lugar el 22 de marzo a mediodía y Shotwell nos dejó de ella una narración detallada. Sugirió a Briand satisfacer a la opinión estadunidense haciendo una declaración por la cual se renunciaba no sólo a los "instrumentos de guerra", sino incluso a la guerra misma. También propuso hacer la declaración el 6 de abril siguiente, décimo aniversario de la entrada en la guerra de los Estados Unidos. Briand se declaró interesado, pero expresó algunas dudas y pidió a Shotwell que le redactara una nota. Éste se puso a trabajar y el 24 de marzo remitió el documento a Alexis Léger. Luego partió a Londres y después a los Estados Unidos. Durante la travesía, se enteró del éxito de su gestión. En efecto, el 6 de abril, Briand dirigió al pueblo estadunidense un mensaje mediante la Associated Press. Ahí proponía "la renuncia a la guerra como instrumento de la política nacional" en un pacto firmado entre los Estados Unidos y Francia. ¿Cuáles eran las intenciones del ministro francés de Asuntos Extranjeros? No, por cierto, obtener un tratado multinacional como sería el Pacto Briand-Kellogg de 1928. En efecto, temía ser acusado de "mesianismo", "enfermedad que, como la fatalidad, nos vuelve sordos y ciegos". La prensa de derecha le reprochaba esta tendencia y él se había defendido de tal acusación en un discurso del 6 de febrero de 1927.17 Lo que él quería era satisfacer ciertas aspiraciones de las opiniones francesa y estadunidense. Para los franceses, la firma de un pacto franco-estadunidense, todo lo vago que fuera, tenía cierto perfume de alianza, de "garantía". A los estadunidenses (y Briand, subrayémoslo, se dirigió primero a ellos antes que a su gobierno) había que hablarles de paz. El caso de Kellogg es aún más característico que el de Briand. Personaje de envergadura bastante media, más arrebatado que enérgico, más áspero que tenaz, tenía un desprecio profundo por los "pacifistas" y detestaba lo que él llamaba su "diplomacia privada". Cuando vio la simpatía con la que la prensa estadunidense acogía el proyecto de Briand, se mantuvo obstinadamente silencioso. Pero los pacifistas radicales y sobre todo Levinson habían obtenido un nuevo adherente de elección en la persona del senador Borah, presidente del Comité de Asuntos Extranjeros del Senado. Éste, aislacionista, hostil a la Sociedad de Naciones, era favorable a la idea de "proscribir la guerra", pero le desagradaba el principio de un tratado bilateral franco-estadunidense. Fue Levinson —lo sabemos por los biógrafos de ambos hombres— quien le sugirió transformar la proposición francesa por la que se extendía a todos los países del mundo la renuncia a la guerra.
3. EL AMBIENTE
Además de las presiones directas o indirectas a las que se ve sometido, el estadista se interroga sobre el estado de la opinión o sobre el estado de la coyuntura económica. A veces se fía de su "buen olfato", pero más a menudo se documenta: lectura de la prensa, conversaciones, informes de sus subordinados, por ejemplo: los de los prefectos en cuanto a la opinión interna y los de los embajadores en cuanto a la opinión de los demás países; hoy se agrega el examen de los "sondeos de opinión" que a veces encarga el gobierno. Todo esto lo lleva a formarse una idea del "ambiente". El término es vago, pero por sí mismo indica que se trata de una realidad de difícil acceso. El estadista, que es incapaz de conocer objetivamente, de manera indiscutible, la opinión o la coyuntura, está obligado a hacerse de éstas una idea subjetiva. Es entonces por intermedio de esta idea como las fuerzas profundas actúan sobre él. Por lo demás, no puede ir más allá. Las reseñas de prensa que se le presentan son, con frecuencia, tendenciosas. Si la visión subjetiva es profundamente errónea, se correrá el riesgo de que una decisión del estadista desate reacciones imprevistas, a veces violencias y hasta catástrofes. Según el "informe confidencial" de Polignac a Carlos X del 14 de abril de 1830,19 la agitación no era más que superficial y había que atribuirla a grupos pequeños, pues las masas no habían sido afectadas por ello. Esta consideración alentó al ministro a elaborar las Cuatro Ordenanzas que condujeron a la caída del régimen. Un ejemplo •>
17
A los ex combatientes de Oriente. Cf. George Suarez, Briand, t. vi, pp. 248-249.
363
l8
Peace in thelr Times: The Orígins ofthe Kellogg-Bríand Pací, 1952, p. 265. Histoire des deux Restaumtions, t. VIH, París, 1857, pp. 102-103.
15 Vaulabelle,
EL ESTADISTA
LA ACCIÓN DE LAS FUERZAS PROFUNDAS SOBRE EL ESTADISTA
similar, pero que tiene que ver con la coyunttira, es éste: el error de Hoover, quien, como secretario de Comercio hasta 1929, creía que la prosperidad era un fenómeno duradero y, como presidente, creía que la crisis, desencadenada en octubre de 1929, cedería sola. Esa apreciación de la situación no solamente tuvo el efecto de costarle la reelección en 1932, sino también contribuyó a sumir al país en los sufrimientos que un mejor análisis habría podido atenuar. Una interpretación errónea de las fuerzas profundas conduce a menudo a atribuir ciertos acontecimientos a "conspiraciones", es decir, a maniobras organizadas por minorías, cuando las responsables son las fuerzas profundas. Es así como los gobiernos en lucha contra el nacionalismo indígena en las colonias sublevadas creyeron con frecuencia que las masas permanecían fieles a la metrópoli y qtie el movimiento de independencia era una agitación superficial, inducida por el extranjero, y que, por tanto, bastaría con arrestar a algunos líderes para vencerlo. Nadie duda que estos casos sean extremadamente cxiantiosos. Lo que aquí queremos mostrar es el constante cuidado de los estadistas por tomar en cuenta el "ambiente". Estamos bien informados, por Les délíbérations du Conseil des Quatre de Paul Mantoux, sobre las constantes referencias que en 1919 los negociadores de París hacían a la opinión pública a lo que aceptaría o no. Para completar estas fuentes, contamos con los escritos —memorias o de otro tipo— de los "cuatro grandes". Sin entrar en detalles, aquí podemos evocar sus actitudes respectivas en lo que toca al "ambiente". Desde luego, no siempre sabemos si esas referencias son sinceras o si no tienen otra finalidad que la de reforzar la argumentación. Quizá Lloyd George fuera más sensible que todos los demás a las fluctuaciones de la opinión de su país. Percibía que al deseo de "castigar" a Alemania se impuso poco a poco el de no aplastarla, aunque no fuera sino para disponer del amplio mercado que ofrecía normalmente. He aquí algunos de los juicios que expresó: "El obrero inglés no quiere agobiar al pueblo alemán con exigencias excesivas. Es más bien en las clases superiores donde encontrará usted un odio ilimitado al alemán [...] Si nuestras condiciones parecen demasiado moderadas, yo tendría grandes dificultades en el Parlamento, pero ellas no vendrán de las clases populares."20 A propósito de una eventual intervención en favor de los polacos: "Estoy seguro de que la opinión pública, ni en Estados Unidos ni en Inglaterra, nos apoyaría si interviniéramos en semejantes condiciones".21 A propósito de una intervención en Rusia: "En Inglaterra, el sen-
timiento contra la acción de cualquier tropa británica en Rusia es cada vez más fuerte".22 Fue en la dramática sesión del 2 de junio de 191923 cxiando la actitud de Lloyd George se expresó con el mayor esplendor. Deseoso de firmar el tratado lo más rápidamente posible, temiendo inextricables complicaciones si los alemanes lo rechazaban, Lloyd George se declaró en favor de importantes concesiones. Las propuso en nombre de la opinión pública:
364
20 21
Mantoux, i, 27 de marzo de 1919, p. 46. Ibid., p. 47.
365
Nuestra opinión pública desea ante todo la paz y no presta importancia a las condiciones de esta paz. No sostendría a un gobierno que provocara la guerra sin las razones más imperiosas Es preciso que ustedes comprendieran el estado de ánimo de nuestra población; no tiene la misma tradición militar que Francia. Quiere volver a su hogar y no se prestaría a vina reanudación de las hostilidades si el tratado contiene algo que cierta parte de la opinión pública considerara injustificable.
La respuesta de Clemenceau a Lloyd George se basaba en el mismo principio: Como él, recibo la corriente de la opinión pública de mi país y debo tomarla en cuenta. Creo que todos están obligados a darle un término. En Inglaterra se cree que el medio para lograrlo es hacer concesiones. En Francia creemos que hay que ir al fondo. Conocemos a los alemanes mejor que nadie. La opinión británica no se queja de que Alemania deba entregar todas sus colonias, toda '. •• su flota. Eso es natural, pues cada pueblo estima las cuestiones desde su pro( : pió punto de vista. Un sentimiento no menos natural en Francia sería que los '"..,. críticos británicos se concentraran en las cuestiones continentales.24
Í B
Por tanto, la evaluación de Clemenceau partía de una concepción subjetiva de la opinión francesa; pensaba que podía dominarla, educarla, pero sólo en cierta medida. "En nuestro parlamento —afirmó— todos creen que no obtendremos lo suficiente. Los periódicos, apoyados a veces en muy altas influencias, me dicen todos los días que no hago lo suficiente por mi país. Yo cumplo con mi deber y ello me basta."25 En cuanto a Alemania, Clemenceau la juzgaba con pesimismo. Lloyd George, por el contrario, decía que "para Francia, el gran peligro es el peligro alemán: creo que éste se apartó por un siglo. Temo mucho más a los eslavos". Como sabemos, Wilson se formó una idea bastante distinta del "ambiente". Pensaba que la opinión pública estadunidense, desinteresada, favorable a las soluciones justas, reunía en sus puntos de vista cierta "opinión pública mundial" de la cual estaba convencida de ser la representante. 22 Ibid., 23 Ibid.,
t. H, 24 de mayo de 1919, p. 202. pp. 265 ss. 24 Ibid., pp. 269 y 270. 25 Ibid., t, i, p. 419, 29 de abril de 1919.
Lie. CARLOS ALFREDO da SILVA PROFESOR ADJUNTO
EL ESTADISTA
LA ACCIÓN DE LAS FUERZAS PROFUNDAS SOBRE EL ESTADISTA
Fue especialmente en las discusiones con Clemenceau y Orlando cuando apareció esta concepción. "El sentimiento que ha unido en el combate a pueblos procedentes de todos los puntos de la Tierra es el sentimiento de que luchan juntos por la justicia. Es por ello que aquí pude decir a veces que nosotros representamos menos a los Estados que a la opinión del mundo."26 Al hablar de los Catorce Puntos, agregó: "No escribí en mi nombre, ni para expresar mi pensamiento personal; traté de expresar el sentimiento del pueblo de los Estados Unidos, y éste coincidía con el de todos los grandes pueblos del mundo. Mi único deseo fue llamar, por así decir, a la conciencia aquello que confusamente sentían las masas".27 Su idea de la opinión en los Estados Unidos se resume en el texto siguiente: "Si quiero continuar hablando en el nombre de rnis compatriotas, siendo de alguna manera su representante espiritual, me es imposible consentir que una población se entregue a la dominación extranjera sin su consentimiento".28 Ahora bien, es probable que de los cuatro grandes haya sido Wilson quien tuviera las concepciones subjetivas más alejadas de la realidad objetiva. Los acontecimientos deben de haberle dado un desmentido cruel e indiscutible. Creyó que podía apelar a la opinión italiana por encima de Orlando (quien hablaba todo el tiempo de esta opinión que él asimilaba arbitrariamente a la de los mejores ardid, ultranacionalistas). Wilson creía primero que el problema podía resolverse: "La dificultad en la cual se debate el señor Orlando es real: es la misma que preocupa en Inglaterra al señor Lloyd George y, en Francia, al señor Clemenceau. Se trata de dar satisfacciones a una opinión pública mal informada y que se inquieta. El problema no me es ajeno".29 Cuando Orlando se obstinó en reivindicar el Fiume, Wilson creyó que podía dirigirse por su propia iniciativa a los italianos. Cuando publicó su llamado, tenía confianza: "Cuando el hombre de la calle vea lo que queremos decir, reflexionará [...] Puede que entonces se produzca un viraje en la opinión italiana".30 Ahora bien, la opinión italiana reaccionó en el sentido más opuesto al que había previsto Wilson. El 24 de abril31 Orlando anunció a sus colaboradores su partida hacia Roma. "Me encuentro en la necesidad de volver a las fuentes de mi autoridad." En Roma consiguió un voto unánime del
Parlamento en favor de sus reivindicaciones. Los medios políticos italianos fueron arrastrados por un amplio movimiento pasional de hostilidad con respecto a Wilson y los Estados Unidos, lo que suscitó la desengañada reflexión de Wilson el 2 de mayo de 1919:32 "La opinión pública estadunidense se interesa vivamente en esta diferencia y no comprende por qué los Estados Unidos parecen aislados. Tengo la impresión de que para todo el mundo el apoyo de la opinión estadunidense es más importante que el de la opinión italiana". Se dio la misma comprobación en lo tocante a los dos principales aliados:33 "La impresión actual, en América, es que los Estados Unidos no tienen la simpatía de Francia ni de Inglaterra". A lo cual Lloyd George respondió: "El señor Clemenceau me dice que la prensa parisina no representa el sentimiento verdadero de la opinión francesa —de lo que me congratulo—.34 Lo que puedo decir es que hay en Inglaterra cierto sentimiento que aún se manifiesta bastante poco, pero que es real y que se desarrolla". Por tanto, Wilson comprobó muy pronto que su evaluación subjetiva de la opinión europea era errónea y que los países europeos afligidos por la guerra estaban ávidos de "compensaciones" más o menos justificadas por los inmensos sufrimientos padecidos. En cambio, se hizo ilusiones más duraderas y más temibles sobre la naturaleza misma de la opinión en su propio país. ; Ciertamente tuvo razón al decir a sus asociados, el 17 de junio de 1919:35 "Una vez que el tratado se haya firmado, es preciso que yo parta y que encare al Senado. Como ustedes saben, éste ha montado en cólera. Afortunadamente, no ocurre lo mismo con el país". Pero muchos historiadores estadunidenses, y en particular Thomas Bailey, mostraron con gran validez por qué razones una corriente, incluso favorable, de la opinión pública no podía ser determinante: preocupación muy lejana en cuanto a los problemas inmediatos, aceptación cortés y vaga rnás bien que entusiasmo, indiferencia de los senadores con respecto a las reacciones colectivas', considerada la lejana fecha de su reelección, y finalmente deseo profundo de la "vuelta a la normalidad", tema sobre el cual el republicano Warren Harding basara su campaña victoriosa de 1920. Los ejemplos anteriores conciernen a estadistas de países democráticos. El siguiente se refiere a un dictador, Mussolini. En efecto, en las dictaduras parece que la opinión pública —que para manifestarse requiere
366
1.1, pp. 71-72, 28 de marzo de 1919. Ibid., t.1, p. 293, 20 de abril de 1919. Subrayemos este juicio del Fígaro (26 de enero de 1919): "A pesar de sí mismo, es ante todo un ciudadano de los Estados Unidos antes de ser un ciudadano del mundo, ya que quiere que el mundo se parezca a los Estados Unidos". 28 Ibid., t. n, p. 223, 26 de mayo de 1919. w Ibid., 1.1, p/242, 13 de abril de 1919. ™Ibid., 1.1, p. 32'9, 22 de abril de 1919. 31 Ibid., t.1, p. 354.
367
2<>Ibid., 27
-
Ibid., t.1, p. 454, 2 de mayo de 1919. 1.1, p. 471, 3 de mayo de 1919. 34 George Bernard Noble, Policies and Opinions at París, 1919, Wilsonian Diplomacy, the Versátiles Peace and French Public Opinión, Nueva York, 1935. Al parecer, este autor exageró un poco la hostilidad de la prensa francesa respecto de Wilson. 35 Mantoux, op. cit., t. u, p. 446. 32
33 Ibid.,
EL ESTADISTA
LA ACCIÓN DE LAS FUERZAS PROFUNDAS SOBRE EL ESTADISTA
grandes esfuerzos— puede ser considerada una magnitud despreciable. En realidad, el dictador mismo trata de conocerla. La prensa, que él controla, no puede serle de ningún auxilio. Por tanto, no le quedan más que las relaciones con sus subordinados. Pero éstos, que buscan sus favores, le describen la situación no como la ven, sino como quisieran que fuera. Las divergencias entre el estado objetivo de la opinión y la evaluación subjetiva del dictador pueden ser considerables. Gracias a Ciano contamos con evaluaciones casi cotidianas sobre la actitud de la opinión italiana con respecto a la guerra de 1939-1940. Es interesante reconstituir, en la medida de lo posible, la idea que Mvissolini se hizo de ello. Retomemos algunas de las observaciones de Ciano el 16 de agosto de 1939:
aconsejé que realizara una averiguación por intermedio de los prefectos" (18 de septiembre). 9 de octubre, a propósito del duce: "Se murmura en el país contra todo, contra todos e incluso contra él. Pero él siempre ha sido de buena fe; sólo fue engañado por cuatro o cinco individuos que él tuvo el error de colocar en posiciones demasiado importantes y cometió la equivocación de no haberlos castigado aún". Starace, destituido en esa misma época, es evidentemente uno de esos individuos que engañaron a Mussolini y le inculcaron ideas falsas sobre la opinión. El problema de la actitud italiana respecto de la entrada en la guerra se planteó de nuevo en la primavera. ¿Cómo se apreciaba en las altas esferas? Mussolini percibía claramente que la idea de la intervención, que lo seducía cada vez más, era impopular. "Cuando un pueblo está dominado por los instintos de la vida vegetativa —dijo a Ciano—, no hay más que un medio para salvarlo: es el empleo de la fuerza [...] La raza italiana es una raza de carneros" (29 de enero de 1940). "Le hacen falta bastonazos, bastonazos y más bastonazos" (7 de febrero). La población, que temía lo peor, se agitaba. 15 de febrero: "Informe muy pesimista de Bocchini sobre la situación interior. El malestar crece en el país al mismo tiempo que las dificultades. El prestigio del régimen ya no es el de antaño. Pero ¿dice todas estas cosas a Mussolini? Él pretende que sí". "El pueblo, en todos sus rangos, no quiere oír hablar de guerra" (23 de marzo). "Hablé de ello con el duce, repitiéndole una vez más, en la medida en que ello pudiera servir de algo, que los italianos detestan unánimemente a los alemanes" (6 de abril). 1 Pero los éxitos alemanes modificaron un poco la apreciación: "Las noticias de la campaña alemana en el norte encontraron un eco favorable en el pueblo" (10 de abril). Mussolini concluyó de ello la idea de una actitud nueva de la opinión. "Parte de la idea de que el sentimiento del pueblo italiano es unánimemente hostil a los aliados. ¿De dónde saca esta información? ¿Está verdaderamente seguro de lo que escribe, o, consciente de su influencia personal, pensaría que podía, en el momento oportuno, modificar a su gusto la Stimmung nacional?" (2 de mayo). "La opinión pública está ahora mejor dispuesta con respecto a Alemania por efecto de sus victorias, pero los sentimientos verdaderos y profundos del pueblo no han cambiado" (15 de mayo, después de la penetración de las Ardenas). "El pueblo quiere saber lo que se va a hacer, y yo escucho muchas voces que reclaman la guerra. Esto no ocurría hace apenas algunos días" (25 de mayo). Por su parte, el rey "siente que el país entra en la guerra, sin entusiasmo; ciertamente ahora hay una propaganda intervencionista, pero no hay rastros del impulso de 1915" (1° de junio).
368
La guerra sería una bella aventura, contraria a la voluntad unánime del pueblo italiano, que ignora aún la situación verdadera, pero que, al haber previsto la verdad, experimenta un acceso de cólera con respecto a los alemanes. Starace (secretario del partido fascista), cuya opinión no podría ser objeto de sospecha, declara que cuando Alemania ataque a Polonia habrá que cuidarse de reprimir las manifestaciones antialemanas. En cambio, una política de neutralidad sería muy popular y, si se hiciera necesario más tarde, vina guerra contra Alemania sería igualmente popular.
Tal era la evaluación subjetiva de Ciano. ¿Era del mismo parecer Mussolini? Ciertamente no: recordemos el 27 de agosto de 1939: Fui completamente abandonado por todos aquellos que se preocupan únicamente por decir a Mussolini lo que puede serle agradable. La verdad es el último de sus cuidados. Starace, con su incapacidad intelectual y moral, no temió declarar al duce que las mujeres italianas están felices con la guerra, porque recibirán un subsidio de seis liras al día y se desembarazarán de sus maridos.
No todos los consejeros son tan serviles. 30 de agosto: "Bocchini (director general de la policía), a quien invito una vez más a presentar a Mussolini informes verídicos sobre la situación, es muy pesimista. Incluso llegó a decirme que, en caso de una manifestación en favor de la neutralidad, los carabineros y agentes de policía harían causa común con el pueblo". 13 de septiembre: "Bocchini dice que el estado de ánimo en el país se mejora en la medida en que se extiende la certeza de que se conservará nuestra neutralidad. En todos los casos, el pueblo es y continúa siendo profundamente antialemán". ¿Está informado de ello Mussolini? Hay que admitir que sigue haciéndose ilusiones sobre la opinión, el ejército y la aviación: "Dispone de cifras proporcionadas por Valle que testimonian un absurdo optimismo. Le
>
369
EL ESTADISTA
LA ACCIÓN DE LAS FUERZAS PROFUNDAS SOBRE EL ESTADISTA
Finalmente, el 10 de junio, fecha fatídica: "Mussolini habla desde el balcón del Palacio de Venecia. La noticia de nuestra entrada en la guerra no sorprende a nadie y no despierta un entusiasmo excesivo. Estoy triste, muy triste. La aventura comienza. Que Dios asista a Italia". Mussolini, con su inconstancia acostumbrada, se entregó a juzgar con severidad a los italianos: "Sus reflexiones sobre el pueblo italiano [...] son esa tarde de una extrema amargura" (17 de junio). "Mussolini responsabiliza al pueblo italiano: es la materia lo que me falta" (21 de junio).
gados, más directos, más brutales, que en ocasiones chocaron con sus colegas europeos. Por lo demás, el spoils system hizo que todo cambio de partido en el poder suscitara, en general, un amplio movimiento de embajadores. La diplomacia yugoslava actual comprende muchos "veteranos" de las brigadas internacionales de la España republicana, y todos participaron en la lucha de los guerrilleros. En un mismo país se produce una evolución. En el caso de Francia, será interesante estudiar las consecuencias de la aparición del "gran concurso" (bandos del 13 de julio de 1868, decreto del 1° de febrero de 1877) y de la Escuela Nacional de Administración (1945). La formación en la Escuela Libre de Ciencias Sociales marcó, por largo tiempo, a los hombres de "la carrera". En la actualidad, la asimilación de los cuadros disueltos (inspectores civiles de Túnez y de Marruecos, administradores de ultramar) experimenta un cambio nuevo. "La unidad de estilo y de formación, del todo justificada en una época en que la diplomacia todavía era una carrera ampliamente orientada sobre una Europa de tradición monárquica y aristocrática, comenzó a ser criticada entre las dos guerras como uno de los signos del apego caduco del Quai d'Orsay a un pasado cumplido."37 '•>' En Inglaterra presenciamos fenómenos comparables. Ahí, la gran reforma data de 1943. Lord Strang, quien hizo lo esencial de su carrera en la Foreign Office, escribe que "la diplomacia británica del pasado padecía comúnmente por varias faltas graves".38
370
4. LA "PRESIÓN SOCIAL" Las fuerzas profundas ejercen su influjo incluso cuando son inadvertidas. En efecto, no es indiferente saber en qué clases, en qué regiones geográficas se recluían los estadistas y, por lo que aquí nos ocupa, los diplomáticos. Al prologar Le Quai d'Orsay de Jacqvies Dumaine,36 Francois Mauriac señala que: "aquellos que encontraron en su herencia, además de los bienes más sólidos, la afabilidad, los modales y lo que se llama el don de gentes, tienen en el más alto grado el defecto, común por lo demás a todos los diplomáticos, de juzgar la opinión del país en el que están como enviados según las personas del mundo que constituyen su medio natural". El que exista una "mentalidad" de clase, o incluso de grupo social, es una evidencia que los marxistas no son los únicos en haber comprobado. Eventualmente, esta "mentalidad" puede manifestarse por una "conciencia de clase" en la que se muestra la voluntad definida de favorecer a sus allegados, a sus pares. Pero muy a menudo se les defiende, se les conceden privilegios, porque ello parece natural, porque ello es evidente de algún modo inconsciente. Por tanto, sería cautivante estudiar, más de lo que se ha hecho hasta el presente, los "medios" que dirigen la política exterior. Una multitud de observaciones vienen a la mente, que sería necesario que fueran encaminadas por investigaciones serias. Sería interesante analizar el reclutamiento de los diplomáticos europeos en las familias nobles y acomodadas en el siglo xix, que creó una especie de solidaridad internacional y un lenguaje común. Muchos diplomáticos tradicionales expresaron el estupor que les provocaba la joven diplomacia bolchevique, la cual, al lado de algunos hombres del antiguo régimen, como Chicherin, se reclutaba sobre todo entre revolucionarios con "malos modales". Durante el mismo periodo, la diplomacia estadunidense consiste principalmente en hombres de negocios a veces millonarios, escritores, abo36
Le Quai d'Orsay (1945-1951), París, 1955, p. 9.
371
': •
Partiendo de la idea de que él había sido reclutado en una clase social rigurosamente limitada —idea que ya no era exacta desde fines de la primera ''• Guerra Mundial—, fue acusado, en consecuencia, de ser incapaz de represen' tar sanamente los intereses de la nación en su conjunto; de haber llevado vina ¡" i vida demasiado bien protegida en su propia clase para comprender los problemas económicos y sociales; y, a causa de sus prejuicios sociales, de entrar ¿, en contacto con una sección demasiado estrecha de la población del país del 5 que estaba encargado. Estas críticas no carecían del todo de fundamento.
El cuerpo diplomático era, como en todas partes, "una oligarquía social con una conciencia aguda". Tomemos nota también de este juicio melancólico:39 "Casi todos los diplomáticos británicos y extranjeros deploran la tiranía del cóctel como institución diplomática; sin embargo, casi " 37 Jean Baillou y Fierre Pelletier, Les Affaires étrangéres, París, 1962, p. 200. 38 Lord Strang, The Foreign Office, Londres, 1955, pp. 70 y 72. Cf. también ídem, The Diplomarte Carear, p. 18. . 101.
EL ESTADISTA
LA ACCIÓN DE LAS FUERZAS PROFUNDAS SOBRE EL ESTADISTA
todos se sienten obligados a ofrecerlos y a asistir a ellos. El hecho es que, todo lo fatigosos y perniciosos que sean para la digestión, tienen su utilidad. Son una especie de bolsa de cambios [...] de rumores políticos. Cualquiera que haya asistido a tales parties sabe bien que no agrupan, ni de lejos, a todas las clases de la población". Otra forma de la presión de las fuerzas profundas es la barrera lingüística. Sería extremadamente interesante comparar las actitudes de los estadistas que no conocen más que su propia lengua, que están, por así decir, "encerrados", y las de los que conocen varias. Bismarck, por ejemplo, hablaba perfectamente el francés y el inglés, mientras que Hitler no conocía sino el alemán. "Desconfíen —decía Bismarck— de un inglés que hable francés sin acento." Palmerston conocía bastante bien el francés, el español y el portugués para verificar los textos de la Cuádruple Alianza de 1834. En la Conferencia de Paz de 1919, Lloyd George sabía francés y Clemenceau conocía perfectamente el inglés. Orlando hablaba de modo aceptable el francés, pero nada de inglés. Sólo Wilson sabía nada más su lengua materna. En Munich, en 1938, sólo Mussolini sabía —menos bien de lo que se creía, por lo demás— las cuatro lenguas de los países representados. En Moscú, en ocasión de las negociaciones franco-anglo-soviéticas de 1939, Molotov hablaba ruso, el embajador británico inglés y el embajador de Francia francés (estos dos últimos se entendían mutuamente). Potemkin, comisario adjunto en Asuntos Extranjeros, traducía el francés y el inglés al ruso. Molotov traducía el ruso al francés. Por tanto, los dos soviéticos disponían de una ventaja sobre sus colegas. Las memorias de Paul Schmidt,40 intérprete de Hitler, proporcionan numerosos datos sobre el tema. De todos los estadistas del mundo, parece que los estadunidenses son los que menos pueden escapar de su lengua materna. Es posible suponer que ello explique ciertas tendencias características de la diplomacia estadunidense (aislacionismo o, según la expresión de Hans Morgenthau, "neoaislacionismo", el cual consiste en ocuparse de los asuntos de otros sin tener en cuenta su parecer). Según E. Wilder Spaulding,41 diplomático estadunidense,
situación lamentable. La estimación reciente, según la cual 10 millones de rusos estudian el inglés, mientras que sólo 5 000 alumnos estudian ruso en los colegios estadunidenses, parece implicar la conclusión de que los rusos pueden burlarse seguramente de nuestros diplomáticos.
372
estamos a la merced del "indígena" bilingüe que resume lo que quiere resumir y traduce las conversaciones en frases que tienen como fin halagar a los participantes estadunidenses. La inculpación de Marión Folson, según la cual "los Estados Unidos son probablemente más débiles en lenguas extranjeras que cualquier otra potencia", no es más que un eufemismo para describir una 40 41
Statist aufdiplomatischerBühne, Bonn, 1949. E. Wilder Spaulding, Ambassadors ordinary and extraordinary, Washington, 1961, p. 4.
373
Evidentemente, no se trataría de descubrir leyes generales en cuanto a la influencia ejercida sobre los estadistas por su educación y su medio de origen. Cada caso debe ser estudiado por separado, de ahí la evidente necesidad de buenas biografías. Conformémonos con realzar algunos rasgos sobresalientes que revelan la importancia a veces decisiva de esa "presión social" inconsciente o semiconsciente. No es indiferente que Bismarck haya sido criado en una familia de "hidalgos alemanes" en la que los franceses —que habían saqueado el castillo de Schónhausen en 1806— eran considerados los enemigos hereditarios. Pero, a la inversa, las pocas "ideas liberales" que retenía de su madre y de su abuelo Mencken se desvanecieron después de 1840, cuando, al volverse terrateniente, inmerso en los medios hidalgos brandeburgueses, se impregnó de las ideas "reaccionarias" que le permitirían distinguirse de 1848 a 1850. Su "conversión" de diciembre de 1846 se efectuó por la influencia de su futuro suegro Heinrich von Puttkammer. Al rebasar por mucho estos círculos limitados y mediocres, Bismarck fue profundamente influido por ello, lo cual se notará en su acción. "Como clase —escribía Eyck— los hidalgos alemanes tenían siempre políticamente la misma mentalidad."42 "Soy un hidalgo, y quiero sacar provecho de ello", dijo Bismarck a un liberal en 1848.43 "Mis simpatías históricas estaban del lado de la autoridad", afirmó en la primera página de sus memorias. Sus impresiones escolares "no fueron lo suficientemente fuertes para eliminar mis sentimientos monarquistas prusianos innatos". "Innato" no es la palabra correcta; se trata de un carácter adquirido por medio de la educación. "Mis puntos de vista sobre la guerra de liberación se ubican en la perspectiva de un oficial prusiano. Al observar el mapa, la posesión de Estrasburgo por parte de Francia me exasperaba." .. Igualmente encontramos en la educación de Napoleón IJI algunos rasgos que influyeron en sus actitudes políticas ulteriores. De su madre, la reina Hortensia, adquirió el "culto napoleónico" y la idea de su "estrella". Le faltó, escribe Albert Guérard, "la dirección de los hombres".44 Sin embargo, su preceptor Philippe Lebas, republicano, robespierriano, ejerció alguna influencia. Hay en Napoleón III un lado "izquierdista" que debió 42 Bismarck and nlbid.,y. 13. 44 Albert
the Germán Empire, p. 12.
Guérard, Napoleón III, Cambridge, 1943, p. 17.
EL ESTADISTA
LA ACCIÓN DE LAS FUERZAS PROFUNDAS SOBRE EL ESTADISTA
manifestarse en 1830-1831, cuando fue influido por los carbonari. Todo un aspecto de su política italiana derivaba de esas ideas que lo impregnaron desde su juventud. Tal vez haya también que atribuir a esas fuentes su espíritu "saint-simoniano", que llegaría no sólo a inculcarle un vivo interés en la expansión económica, sino también a hacer de él, con el tratado de 1860, un gran artesano del libre intercambio. Hay que continuar con el eterno paralelo entre Briand y Poincaré, ya evocado a propósito de sus "caracteres", en términos de medio social y de educación. Briand, dice Georges Suarez,45 "no puede ser clasificado entre los productos habituales de los estadistas que han dejado un nombre en la historia; Clemenceau y él son los únicos que no pertenecen, por sus orígenes, a la clase llamada dirigente. No eran de los que, por temperamento, por formación o por tradición, consideraron el poder como la coronación legítima y un tanto académica de una carrera bien arreglada, minuciosamente marcada con diplomas y títulos". Todo llevaba al joven Briand a convertirse en el estadista flexible, imaginativo, oportunista en sus ideas, si no en sus realizaciones, que debía desempeñar un papel tan importante en los años veinte: la vida modesta en un pequeño café de Saint-Nazaire, con un padre caprichoso, optimista y un tanto agitado, la influencia de un profesor en el colegio de la ciudad, Genty, quien "tuvo un papel preponderante en su orientación intelectual". "Tenía el desprecio por lo arbitrario y por las opiniones confeccionadas. Le gustaba demasiado la realidad para deformarla."46 Briand, y ello se ve claramente, era "hijo de pobres". "Sin sus dotes excepcionales, jamás hubiera recorrido la distancia que lo separaba de un mundo en que Poincaré no hizo más que nacer para ser admitido."47 En el caso de Wilson también encontramos con gran claridad ciertos rasgos de educación que marcaron su acción futura. "Las más grandes influencias de su entorno que construyeron los hábitos permanentes de su pensamiento —escribe Harley Notter—43 [...] fueron el hogar, la religión y el Sur." Aunque más tarde se haya distanciado de lo concerniente a la Guerra de Secesión, se sentía esencialmente virginiano de temperamento. Admiraba y amaba a su "incomparable padre" y a su madre. "Hay dos naturalezas combinadas en mí —escribía a su secretario Tumulty—49 que se combaten cada día [...] Por un lado, está en mí el irlandés impetuoso, generoso, apasionado, siempre ansioso por ayudar
y por simpatizar con los seres en peligro [...] Por el otro, está el escocés, astuto, tenaz, frío y quizás un poco excluyente." Tal vez la influencia presbiteriana fuera la más vigorosa. Por lo demás dependía de su familia. Wilson obtuvo de ella la convicción de que "el mundo estaba gobernado por un Dios justo, de que todo hombre era responsable de sus actos ante Dios, de que la verdadera perspectiva de la vida era espiritual y moral [...], de que la conciencia de cada uno era un tribunal más alto que la opinión del entorno y de que el futuro era más vital que el presente inmediato".50 Es muy fácil encontrar allí algunas de las fuentes de la new dipíomacy, así como la explicación de muchas de sus actitudes. Podríamos multiplicar los ejemplos: en Disraeli, la influencia del medio israelita, de la riqueza, que lo impulsaron, consciente o inconscientemente, a defenderse del exclusivismo social mediante la afectación y proezas deslumbrantes. En Mussolini, la marca determinante que imprimió la profesión de periodista. En un sugerente retrato del dictador, Wiskemann51 muestra que hay que hacer derivar de ahí, así como de su temperamento, el gusto por lo sensacional, el deseo de asombrar, que debía inspirar profundamente ciertos de sus discursos y algunas de sus decisiones. Estaba "indignado" en octubre de 1940 por la penetración alemana en Rumania. "Hitler siempre me pone ante el hecho consumado. Esta vez le voy a pagar con la misma moneda. Se enterará en los periódicos que yo ocupé Grecia."52 El matrimonio aporta a veces un cambio decisivo, al hacer pasar a un hombre de una clase a otra. Louis Barthou, pequeño burgués de Oloron, entró de tal modo en la gran burguesía. Lo mismo sucedió con WaldeckRousseau. Siempre es difícil para el historiador medir la influencia exacta de la esposa y de los parientes. Los dos extremos son Wilson —quien resentía fuertemente la de su segunda esposa— y Lloyd George, quien casi estaba separado de la suya por su agitada vida. Es aún más difícil apreciar la influencia de las amantes. Nadie puede poner en duda que en ocasiones las mujeres tienen un papel histórico considerable por el hecho mismo de que están ligadas a un político importante, de que lo ven con frecuencia e incluso pueden modificar sus ideas. Algunas sacan provecho conscientemente. * El papel del entorno se relaciona parcialmente con el problema de la presión social. En efecto, se puede admitir que en general el político escoge a sus colaboradores inmediatos entre sus amigos, entre aquellos que le inspiran confianza, porque los conoce y porque se los han recomendado. Ahora bien, los colaboradores inmediatos desempeñan un
374
A¡ Briand, 1.1, p.
16. "lbid.,pp. 14, 15. "Ibid.,?, 18. 48 Harley Notter, The Origins ofthe Foreign Policy ofWoodrow Wilson, Baltimore, 1937, pp. 4-5. 49 A. y J. George, Woodrow Wilson and Colonel House, Nueva York, 1956, p. xvi.
50 51 52
Notter, op. cit., p. 9. Elizabeth Wiskemann, The Rome-Berlin Axis, Oxford, 1949, p. 6. Ciano, op. cit., 12 de octubre de 1940.
375
EL ESTADISTA
LA ACCIÓN DE LAS FUERZAS PROFUNDAS SOBRE EL ESTADISTA
papel inmenso no sólo como consejeros, sino también como "filtradores". En materia de información, de contactos, son por así decir omnipotentes. Pueden ocultar al responsable realidades enojosas, evitar que sufra influencias peligrosas en cuanto a sus puntos de vista y favorecer, por el contrario, otras influencias. En la medida en que forman parte del misino medio social, político o intelectual que el estadista, son temibles agentes de la presión social. El caso más extremo de filtrado conocido en una democracia es tal vez el de la enfermedad de Wilson en 1919. La señora Wilson y el doctor Grayson fueron los únicos que vieron al presidente. Filtraron no sólo las visitas, sino incluso las noticias. Para apaciguar al pobre enfermo, la señora Wilson le hizo creer que el Senado cedería y aprobaría el Tratado de Versalles. Ella tuvo una gran responsabilidad en el rechazo por parte del presidente de las enmiendas susceptibles, quizás, de salvarlo todo. Por tanto, sería interesante estudiar los gabinetes ministeriales en Francia, los secretarios particulares y asistentes de un presidente de los Estados Unidos. El coronel House, en cuanto a Wilson y Harry Hopkins en el caso de F. D. Roosevelt, pertenecen a esta categoría. Igualmente Berthelot con respecto a Briand, aunque haya ocupado el puesto de secretario general. Aquí se trata de individuos. Pero lo más interesante es el estudio de los grupos pequeños; desafortunadamente, tales investigaciones son muy escasas. Tomemos el ejemplo del gabinete de Gambetta, presidente del Consejo y ministro de Asuntos Extranjeros de noviembre de 1881 a enero de 1882. El jefe de gabinete ante la presidencia del Consejo era Joseph Reinach; en el Quai d'Orsay, Eugéne Spuller como subsecretario de Estado; un joven diplomático, Auguste Gérard, era jefe de gabinete con Gabriel Hanotaux, como adjunto, entonces redactor en los archivos del ministerio y colaborador de la République Frcmgaise. Su secretario particular era Joseph Arnaud (del Ariége), cuya madre mantenía uno de los grandes salones republicanos y gambettistas de París. Contamos con análisis de Gérard53 y de Gabriel Hanotaux.34 La elección de Gérard se explica por la amistad. En el invierno de 1869-1870, Gérard, entonces alumno de SainteBarbe, fue al Palais-Bourbon y pidió audazmente ver a Gambetta. Éste lo recibió en la calle Montaigne y así se estableció una amistad duradera. Gambetta animó a Gérard a presentarse en la Escuela Normal, se interesó en él, le otorgó su confianza y lo inició en la política. Al llamarlo en 1881, sabía que contaba completamente con él. Por su parte, Hanotaux fue convocado por Gambetta el 19 de junio de 1881 para entrar en la redacción de la République Franjease. "Fui conquistado a la primera."
Gérard nos ha dejado algunas informaciones preciosas. Gambetta "trabajaba mucho, recibía a un gran número de visitas, aceptaba invitaciones fuera y tenía, él mismo, en el Quai d'Orsay la mesa más hospitalaria".53 "Todos los días iba a las Cámaras." "Cada tarde, cuando regresaba, yo debía esperarlo para comunicarle no sólo los últimos telegramas recibidos, sino también los despachos y cartas que el correo del día había traído. Yo le resumía la mayor parte de las piezas, pero le leía íntegramente los documentos esenciales, anotando al margen las observaciones que él hacía y las instrucciones que daba."56 También sabemos en qué condiciones recibía visitas Gambetta, a qué personas daba audiencia. De ello podernos deducir que Gambetta dependía muy estrechamente de sus colaboradores inmediatos. Este caso podría generalizarse. Hanotaux ofreció aún más precisiones sobre el "equipo" de Gambetta. "En su calidad de jefe, tiene como primera tarea la constitución de un grupo, de un batallón, de un ejército."57 Este grupo se formó alrededor de la République Frangaise: Challemel-Lacour, Spuller, J.-J. Weiss, Galiffet, Miribel, Reverseaux, Roux, Antonin Proust, etc. "Con razón se dijo que el entorno de Gambetta era 'abigarrado'."58 "Gambetta, presidente del Consejo, ministro de Asuntos Extranjeros —nos dice aún—, había abandonado desde hace mucho su vida bohemia [,..] La frecuentación del mundo, comprendidas las comidas con el príncipe de Gales, 'arbitro de la elegancia', había rematado la sólida educación burguesa recibida de su madre y de la buena tía Massabie."59 ' No podemos llevar más lejos este bosquejo. En todo caso nos muestra a qué punto depende el estadista de su entorno, a qué punto está ligado al grupo que ha constituido y que es, de algún modo, su emanación.
376
» Mémoires d'Auguste Gérard, París, 1928, pp. 64-80. 54 Gabriel Hanotaux, Mon temps, t. H, La Troiséme République, Gambetta et Jules Ferry, París, 1938, pp. 139-238 y p. 127.
>í« '.
377
5. CONCLUSIÓN
L '
Al igual que la sociedad imprime su marca en todo individuo, así ejerce su influencia en el estadista. Acabamos de examinar sumariamente por qué canales éste recibe el impulso de las fuerzas profundas. Sea o no consciente o se dé cuenta o no de ellas, éstas actúan y no siempre es fácil resistirlas. ¿Hay que resistirlas a veces? El problema presenta dos aspectos: uno normativo y el otro realista. El problema normativo queda fuera de nuestro tema. La .
Gérard, op. cit., p. 69. 70. 57 Op. cit., p. 142. ¡albid,, p. 145.
M
S6Ibid.,p.
EL ESTADISTA
LA ACCIÓN DE LAS FUERZAS PROFUNDAS SOBRE EL ESTADISTA
democracia, sea cual sea la definición que se le dé, se basa en la idea de la "voluntad del pueblo". Pero la voluntad del pueblo no es la opinión pública.60 La primera proviene de una tendencia general que representantes elegidos o un partido en el poder se esfuerzan en adaptar a los detalles del gobierno. La segunda se expresa incesantemente, tiene sus fluctuaciones, sus "maremotos", sus periodos de indiferencia. En las democracias occidentales, la voluntad del pueblo se expresa mediante elecciones periódicas. Éstas hacen conocer también un estado de la opinión pública, pero un estado pasajero. Por el contrario, las fluctuaciones de la opinión pública pueden seguirse con las técnicas nuevas, como los sondeos de opinión. George Gallup, principal inventor de esta técnica, confundió por completo las dos nociones. En un artículo que tuvo cierta resonancia,61 evocó un mundo futuro en el que las elecciones periódicas serían sustituidas por sondeos de opinión continuos. Así, día tras día la opinión dictaría las decisiones del estadista. Esta sugerencia ignora por completo el hecho de que la opinión, en general, está mal informada y que, en cambio, los gobiernos disponen de vina gran masa de información que en ocasiones le permiten mirar a largo plazo y tornar decisiones eficaces. Por otro lado, el carácter complejo y no inmediato de los problemas de política exterior hace que la opinión, en gran medida, no tenga interés en ellos, que no la afecten más que en puntos que implican consecuencias internas visibles (política aduanal y nivel de precios, políticas audaces y créditos militares, duración del servicio militar, etcétera).62 Cuando Mussolini declaró la guerra el 10 de junio de 1940, actuó probablemente en contra de la gran mayoría de la opinión italiana. Pero tenía una oportunidad de transformarla: el éxito inmediato. Tal vez se exagera la posibilidad de esto. Al contrario, como los desastres se acumularon, la opinión se consolidó en su posición inicial y el régimen mussoliniano se derrumbaría, en etapas sucesivas, en medio del odio casi generalizado. En 1939-1940, Roosevelt partió de una situación similar: la hostilidad extrema del país contra la guerra. Mejor informado que la opinión, llegó a la conclusión de que era inevitable, pues la vida misma de los Estados
Unidos estaba en juego. De todos modos, pensaba que, de entrada, podían tomarse decisiones susceptibles de desencadenar una guerra inmediata. Su política, prodigiosamente hábil, consistió en adelantarse a la opinión, pero mediante actos cuya necesidad comprendería pronto. Así, la derrota de Francia creó un primer choque que permitió acrecentar el apoyo a los británicos. Las elecciones presidenciales de 1940 muestran que se puede ir muy lejos en el camino que lleva de la neutralidad a la no beligerancia. La ley de préstamo y arriendo fue una de sus consecuencias. En conjunto, Roosevelt fue "seguido" por la opinión. •;, Pero la opinión pública y las fuerzas económicas son no sólo motores que dan impulso al estadista. También son realidades relativamente maleables. El estadista puede tratar de modificarlas. En el próximo capítulo vamos a examinar la naturaleza y los límites de los esfuerzos que el estadista lleva a cabo para actuar sobre las fuerzas profundas.
378
60 Sobre este punto, véase el interesante análisis de G. Burdeau, "L'évolution des techniques d'expression de l'opinion publique dans la Démocratie", en G. Berger (comp.), L'Opinión publique, París, 1957, pp. 137-168. 61 Bulletin International des Sciences Sociales, 1953, núm. 3, "Les vingt années á venir", p. 499. 62 Sobre este punto, véanse útiles estudios en Sondages, 1958, núms. 1 y 2, p. 10.
Uí'R
th
379
LA ACCIÓN DEL ESTADISTA SOBRE LAS FUERZAS PROFUNDAS
XII. LA ACCIÓN DEL ESTADISTA SOBRE LAS FUERZAS PROFUNDAS NADIE duda de que el estadista pueda actuar sobre los acontecimientos particulares. Es su papel y su responsabilidad, ya sea que se trate de responder a una iniciativa exterior, ya sea que se dé la ocasión de tomar una iniciativa. También es probable que, mediante una serie deliberada de acciones, el estadista pueda modificar las coyunturas que son en esencia un complejo de acontecimientos que tienen cierta duración. Llega a ocurrir que el responsable político logre desembrollar el enredo y sepa sobre qué puntos hay que actuar. También sucede que, por su acción, el nudo se enrede aún más. Por ejemplo, en una situación inflacionaria hay políticas buenas y malas. Poincaré, entre julio y octubre de 1926, "salvó el franco", logró equilibrar el presupuesto. Cuno, en la primavera de 1923, contribuyó a acelerar la inflación "galopante" que hacía estragos en Alemania. Si se trata de una crisis económica de gran amplitud, hay una alternativa de acciones por emprender. A su modo, Roosevelt con el Nuevo Trato, Hitler con el rearme, MacDonald con la devaluación de la libra esterlina, al restablecer el proteccionismo y al instituir la preferencia imperial, atenuaron la crisis. Por el contrario, los inestables gobiernos franceses, al practicar mediante decretos-ley una política de deflación, contribuyeron con toda probabilidad a paralizar aún más la economía del país. Pero el verdadero problema no radica en esto. Consiste en saber si el estadista puede llegar, mediante una acción continua, a transformar de manera decisiva las estructuras profundas de la nación o bien si éstas están sometidas a grandes leyes ineluctables. Antes que de estructuras, hablemos de infraestructuras profundas y de superestructuras. Para algunos, sólo las segundas se libran de la acción del político. Las primeras, que constituyen la esencia misma de la historia, siguen su evolución de manera implacable. Responder a la pregunta sobre cuál es la influencia respectiva de los políticos y de los movimientos profundos "infraestructurales" sería tanto como responder al más angustiante de todos los problemas que se plantean al historiador. Algunos —en especial los marxistas— estiman que son capaces de aportar la solución mediante el materialismo histórico, sokición por lo demás mucho más sutil y compleja de lo que los comentadores mal informados o mal intencionados creen (volveremos a 380
381
t : ello). Otros, pensando que el materialismo histórico se funda en postulados y que sólo toca a la historia confirmar o invalidar su valor, consideran que no se ha hecho la prueba y que se necesitarán numerosos estudios realizados sin prejuicios para llegar a una interpretación sóli* da. En verdad, aquí se trata de un problema esencial de filosofía de la historia. Ésta emite teorías. Sólo el estudio de la historia puede evaluar su correcta fundación. Y debemos confesar que, en el estado actual de r la investigación histórica, no nos parece posible dar una respuesta clara y convincente. Nuestra tarea es infinitamente más modesta. Consiste en mostrar qué problemas se plantean y en delimitarlos. Debemos analizar algunos ejemplos, no sin resignarnos a admitir que hay datos de apariencia contradictoria. Para empezar, colocándonos en una perspectiva de largo plazo, observemos que, por ejemplo, la batalla de Waterloo, o incluso todas las guerras de la Revolución y del Imperio, no impiden de ningún modo que el nivel de vida, el nivel de poderío de Francia, de Inglaterra, una vencida y la otra victoriosa, no sean en general los mismos. Más bien, sus regímenes políticos, tan diferentes como hayan sido en el detalle, parten de los mismos principios fundamentales. Sean cuales hayan sido las vicisitudes de la historia política de los países, sus infraestructuras parecen haber evolucionado paralelamente. Tomemos aún el ejemplo de la descolonización. Ubicándonos en 1963, es decir 18 años después del fin de la gtierra, observemos que, vencedores o vencidos, todos perdieron sus colonias de modo similar. Japón e Italia, vencidos, tuvieron que renunciar de entrada a ellas. Inglaterra, victoriosa, y Francia, que era un socio modesto en el campo de los vencedores, tuvieron que abandonarlas una tras otra. La diferencia entre vencedores y vencidos es que, para los vencidos, ello se dio rápidamente, mientras que para los vencedores tardó algunos años. Pero al cabo de vinos 100 años, el conjunto tendrá el aspecto, quizá, de un fenómeno único. La descolonización, por sí misma ligada a fuerzas profundas, es lo esencial. Por otro lado, que hayan tenido o no colonias entre 1945 y 1963, que hayan sido bien o mal gobernados, todos los países que desde entonces se llaman "medianos", que tenían ya en 1938 una gran capacidad industrial, duplicaron su producción o incluso fueron más lejos. Japón, cuya población creció en 25 millones de habitantes y cuyo territorio se limitó a sólo sus islas, gozó de un nivel de vida dos veces mejor que en la época en que creía en el espacio vital y quería conquistarlo, Francia, con más de 30 gabinetes y Alemania, con un solo canciller durante 14 años, tuvieron ritmos de crecimiento casi iguales, si no paralelos, en el mismo periodo. Todo esto parece confirmar cierta independencia de la infraestructura.
382
EL ESTADISTA
A la inversa, el espantoso desarrollo de las técnicas de armamento permite considerar perfectamente posible una decisión del estadista que desquiciaría no sólo los acontecimientos, no sólo las coyunturas, sino la estructura misma de las sociedades. La decisión de iniciar una guerra termonuclear o el hecho irracional que, mediante un proceso de "escalada", transformaría un conflicto en una guerra de destrucción mutua haría, como ya dijimos, volver a la humanidad sobreviviente a una especie de Edad Media. La destrucción casi fatal de las ciudades, y por tanto de la industria, de los cuadros administrativos, de las capacidades intelectuales y técnicas, transformaría en unos cuantos días a sociedades desarrolladas en montones de escombros donde, probablemente, los escasos sobrevivientes, agrupados en bandas y armados como sus antecesores de la prehistoria, pelearían salvajemente por las raras zonas habitables, los escasos recursos. Ahora bien, todo ello puede depender de un acto del estadista. Tan inverosímil como pueda parecer, este acto se considera posible porque cada una de las dos grandes potencias, al menos, fabrica un arsenal de muerte basado en la incertidumbre en cuanto a las intenciones reales del otro. Más modestamente, a pesar de sus horrores, las dos guerras mundiales pueden interpretarse como el resultado de acciones políticas que transformaron en gran medida las condiciones estructurales. En efecto, vencedores y vencidos —Reino Unido, Francia, Alemania, Italia—, que en 1914 eran potencias de la misma "categoría", aún están en el mismo plano en la jerarquía del poder real. Pero la "decadencia de Europa", la absorción de lo esencial del poder por parte de la URSS y los Estados Unidos, ¿no son consecuencia de un debilitamiento decisivo de Europa debido a guerras que, en la actualidad, parecen fratricidas? Sin embargo, los partidarios de la infraestructura podrían responder que en realidad esas guerras se iniciaron realmente no en virtud de decisiones políticas, sino por la necesidad histórica de ineluctables fuerzas profundas. No se ha cerrado la discusión. A ello volveremos en la conclusión de este volumen. Aun si no podemos resolver el problema de la acción del estadista sobre las estructuras, el historiador tiene una tarea que cumplir. Debe analizar los casos en que los responsables quisieron transformar las fuerzas profundas y lo intentaron. Sin pretender más que esbozar en unas cuantas páginas los perfiles del problema, quisiéramos ilustrarlo con algunos ejemplos, primero por cuanto respecta a las fuerzas de carácter económico y social, y luego en lo que toca a las que derivan de la psicología colectiva.
LA ACCIÓN DEL ESTADISTA SOBRE LAS FUERZAS PROFUNDAS
383
1. LAS TENTATIVAS DE ACCIÓN SOBRE LAS FUERZAS ECONÓMICAS Y SOCIALES
Podemos partir del fenómeno social de algún modo más elemental: la demografía. Todo parece indicar que en las sociedades que se industrializan y en las que desaparece el analfabetismo baja la natalidad. Ciertamente es un fenómeno estructural, aún mal explicado y complejo. Puede darse una inversión espontánea de la tendencia, como sucedió en los Estados Unidos, donde las predicciones de los demógrafos de 1930 (120 millones de habitantes en 1960) fueron falsas: los Estados Unidos tenían 190 millones de habitantes en 1963. Pero los dirigentes políticos no parecen carecer de medios para actuar, en ambos sentidos. No sabemos con seguridad si el crecimiento de la natalidad francesa a partir de 1946 se debió a la ley de 1938 sobre los subsidios familiares y al "código de la familia" o bien a vina especie de recuperación estructural de confianza en la vida. Pero una hipótesis razonable es que dicha legislación voluntaria y consciente tuvo una función (modesta, como lo prueban las cifras, pero no despreciable). ; A la inversa, el gobierno japonés practica desde 1950 una política sistemática de fomento del control de los nacimientos. Sus resultados son sorprendentes. En 15 años, la natalidad cayó de 22 a 16.2%, notablemente inferior a la de Francia. Por desgracia, una vez más, el argumento no es decisivo, pues siempre se podría afirmar que la enorme baja de Ja natalidad es consecuencia de la duplicación del nivel de vida de la población japonesa. ¿Puede un gobierno transformar de modo decisivo la estructura social de un país? Los marxistas leninistas están muy lejos de negarlo. Suponen que después de las revolución proletaria se pasa sucesivamente por la etapa de la "democracia popular", en la cual la lucha de clases continúa, pero bajo el control del proletariado (que ellos asimilan a su "ala activa", el partido comunista); luego por la etapa del "socialismo", en la que las clases subsisten, pero en la cual la lucha de clases termina. Finalmente, afirman que llegarán a la fase del "comunismo", es decir, a la sociedad sin clases. Pero aún no contamos con ningún ejemplo histórico y, por tanto, no podemos saber si esta profecía se realizará. Pero, según ellos, esta transformación voluntaria no puede hacerse realmente sino después de la revolución, cualquiera que sea la forma que adopte. Por un lado, la revolución es el cumplimiento implacable del juego de las fuerzas economicosociales y, por el otro, la acción del gobierno proletario posterior a la revolución consiste esencialmente en "seguir la corriente de la historia", en favorecer el juego de las fuerzas de la infraestructura, en eliminar los obstáculos que se levantan ante
384
LA ACCIÓN DEL ESTADISTA SOBRE LAS FUERZAS PROFUNDAS
EL ESTADISTA
ellas. Para Marx, el papel de la superestructura (ideología, instituciones políticas) es muy secundario y se deriva de la infraestructura, fuerzas de producción y relaciones de producción, cuyo conjunto constituye el "modo de producción" o "estructura económica" de la sociedad, "la base real sobre la cual se eleva una superestructura jurídica y política y a la cual corresponden formas de conciencia sociales determinadas".1 Para Stalin, quien se ubicaba después de la revolución proletaria y en la perspectiva del "socialismo en un solo país", la superestructura era mucho más independiente y desempeña aún más su propio papel. La superestructura es engendrada por la base, pero ello no quiere decir que se limite a reflejar la base, sea ésta pasiva, neutra, sea que se muestre indiferente en cuanto a su base, en cuanto a las clases, al carácter del régimen. Muy por el contrario, se convierte en una fuerza activa inmensa, ayuda activamente a su base a tomar cuerpo y a afirmarse, no ignora nada para ayudar al nuevo régimen a culminar la destrucción de la antigua base y de las viejas clases y para liquidarlas.2
Así se llega a la idea de que "el Estado es la parte integrante más importante de la superestructura".3 Ello permite justificar la necesidad de fortalecer el Estado soviético. Por otra parte, las circunstancias históricas llevaron a los bolcheviques a realizar acciones que parecían poco conformes con las leyes enunciadas por Marx: hacer la revolución desde 1917, cuando no había base económica socialista en Rusia, y "colectivizar la agricultura en los años treinta con una revolución venida 'de arriba' para poder desarrollar, al socializarlas, las fuerzas de producción de la economía agrícola, y no a la inversa".4 En estos ejemplos y textos se ve que el marxismo, en su forma soviética, abandonó por completo las tesis "mecanicistas" que encontraban en la infraestructura la única explicación de la evolución y minimizaban el papel del Estado. Al parecer, tal fue la posición de Marx. Pero Engels mostró que aquél debió exagerar sus ideas por necesidades polémicas. Ésa fue la posición de Plejanov en su Concepción materialista de la historia (1897) y de Bujarin en La teoría del materialismo histórico (1927). Desde entonces parece que la mayor parte de los teóricos admiten que, en el Estado socialista al menos, la superestructura —y por tanto, final' Zur Kritik der politischen Ókonomie, Dietz (comp.), p. 13, citado por J.-Y. Calvez, La pensée de Karl Marx, París, 1956, 664 pp. Cf. p. 425. 2 Le Marxisme et les problémes de linguistique, Ediciones en Lenguas Extranjeras, Moscú, 1952, pp.6-7. Citado en ibid., pp. 427-428. 3 A. I. Denisov y M. G. Karicento, citados por Henri Chambre, Le Marxisme en Union Soviétique, París, 1955, 510 pp. Cf. su capítulo: "Satline et la Superstructure", pp. 457-483. 4 Chambre, op. cit., p. 466.
,
385
mente, la decisión de los responsables— puede modificar la infraestructura a condición, desde luego, de no desobedecer las leyes generales del materialismo dialéctico. Sin embargo, subsiste una posibilidad de explicación "mecanicista". Si el Estado tiene su papel propio y autónomo y puede modificar la infraestructura, será posible que ese Estado pueda no ser más que una simple emanación de la infraestructura, de tal manera que de algún modo esté determinado el acceso al poder de ciertos hombres o incluso de tal suerte que cualquier hombre que sustituya al detentador del poder esté obligado a actuar de la misma manera. Muchos pensadores rnarxistas se oponen con fuerza a este determinismo riguroso. "Mientras Stalin estuvo en el poder —escribe André Gorz—,5 hubo rnarxistas que presentaron su reino como la manifestación de la necesidad histórica: Stalin, se decía, había sido producido por la necesidad material del stalinismo, y este último era la única posibilidad objetiva de la URSS." Pero después se pregunta "en retrospectiva si actos hasta entonces explicables por la necesidad objetiva no eran en realidad imputables a la voluntad individual, repentinamente manifiesta, del hombre Stalin". Gorz prefiere una tesis intermedia. Considera qvie la "brutalidad de la política staliniana no era una casualidad, sino una necesidad". De todos modos, si por sus cualidades, Stalin era el hombre del momento [...] sería concebible que en el lugar del Stalin "histórico", individuo contigente, se hubiera encontrado otro que poseyera esas mismas cualidades en una mayor medida y, además, algunas otras de las que Stalin careciera. Es probable que ese Stalin ideal hubiera hecho, en sus grandes líneas, lo mismo que el Stalin real, pero . lo hubiera hecho de manera diferente y a menor costo. :
En resumen, se puede considerar que la mayoría de los pensadores marxistas admiten en la actualidad que, en un régimen en que el proletariado obtuvo el poder, el Estado, superestructura por excelencia, ejerce una influencia determinante sobre la infraestructura y, por tanto, sobre lo que aquí llamamos las fuerzas profundas de carácter economicosocial. También es probable que admitan en un régimen "capitalista" la posibilidad de una acción de "retardo" eficaz por parte de los gobiernos. Con más simplicidad, el marical Tito expresó sobre el papel del estadista una opinión que parece aceptable a muchos pensadores, rnarxistas o no rnarxistas:6 "Confieso que el papel del hombre en la historia puede ser muy importante: sería un contrasentido y la negación de la realidad pres 6
André Gorz, La Morale de l'histoire, París, 1959, 284 pp. Cf. pp. 24-29. Vladimir Dedijer, Tito parle, París, 1953, p. 445.
EL ESTADISTA
LA ACCIÓN DEL ESTADISTA SOBRE LAS FUERZAS PROFUNDAS
tender lo contrario. Pero el papel del hombre es tanto más considerable por cuanto representa las voluntades y la conciencia del pueblo en un momento dado. Es el pueblo la potencia motriz en la Historia". De este rápido análisis de una teoría particular de la historia pasemos a una presentación más concreta de ciertos ejemplos. Nos parece que el mejor método es recordar, a grandes rasgos, los esfuerzos sucesivos que llevaron a cabo los gobiernos de algunos países para modelar nuevas infraestructuras. Escogeremos, porque fueron analizados de manera lúcida y porque son bastante distintos, los casos de Francia7 y de México.8 Para empezar, es evidente que la legislación de las asambleas revolucionarias cambió profundamente las estructuras sociales francesas. La abolición de los derechos feudales, de las corporaciones, la nacionalización de los bienes del clero, la supresión de las aduanas interiores, la ley Le Chapelier de 1791 que prohibía las coaliciones, favorecieron ampliamente el desarrollo de la clase burguesa en sus interiores económicos, mientras que la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, de la cual sólo una parte de la nación sacaba provecho, aseguraba los fundamentos de su poderío político. Es cierto, se trata de decisiones explicables por el juego de las fuerzas profundas, pero que combinadas con miles de otros decretos dieron a Francia una estructura nueva. Lo que resulta más interesante para nuestro tema es que, mediante actos deliberados de política exterior —las guerras—, esas reformas estructurales fueron impuestas en otros países donde las fuerzas profundas casi no tenían influencia en el mismo sentido. Una vez logradas las transformaciones, era prácticamente imposible una vuelta atrás. Es sorprendente comprobar que la filosofía de la política económica exterior, incluso en la época del bloqueo continental, fuera tan proteccionista. Mientras que, desde la época de la Asamblea Constituyente, los economistas liberales hacían trivinfar el liberalismo interior, los Estados de Europa mantuvieron, hasta las reformas británicas de 1846-1850, hasta el tratado Cobden-Chevalier de 1860, barreras aduanales rígidas, prohibiciones, restricciones. "Es difícil —escribe Cameron—9 exagerar el retraso que esta política comercial impviso al desarrollo de la industria francesa y a las relaciones de Francia con las otras naciones." Podemos admitir que se ejercían fuerzas poderosas sobre los gobier-
nos para mantener el proteccionismo. En las cámaras de diputados de la monarquía constitucional, sobre todo bajo el régimen de Julio, eran numerosos los industriales y todos eran proteccionistas. El poderoso Moniteur Ináustñel ejercía un papel incomparablemente más eficaz que su adversario, el Journal des Économistes, que no impresionaba más que a algunos intelectuales. También podemos atribuir a las fuerzas profundas —en la especie de la Anti Corn-Law League de Cobden— el advenimiento del libre cambio en Inglaterra. Pero es un punto en que la modificación de las estructuras por la voluntad deliberada del gobierno apareció con una prueba clara: la introducción del intercambio casi libre en Francia en 1860. Napoleón III era favorable a esta técnica comercial, pero el cuerpo legislativo del Imperio, como la Cámara de la Monarquía, era proteccionista en su inmensa mayoría y todo nos permite pensar que los grupos de presión favorables al libre cambio eran insignificantes en comparación con las fuerzas inmensas que apoyaban el proteccionismo. En dos ocasiones, en 1856 y en 1859, el cuerpo legislativo había rechazado proyectos de ley que suprimían las prohibiciones. Se sabe que, aconsejado por Michel Chevalier, Napoleón III decidió valerse de una disposición de la Constitución de 1852 que lo autorizaba a firmar y a ratificar tratados de comercio sin intervención legislativa, para dislocar de un golpe al proteccionismo a pesar de la cólera de los industríales. Por tanto, es difícil ver en ello la manifestación de una especie de necesidad histórica, y uno está tentado a atribuir lo esencial de esa reforma profunda a la decisión de un hombre. Haciendo una generalización, se puede estimar que el enorme crecimiento económico de Francia bajo el Segundo Imperio, debido principalmente a condiciones favorables —el alza continua de los precios ligada a la afluencia de oro de California—, fue estimulada por una política deliberada y mantenida por el emperador, animado por sus consejeros saint-simonianos. Desde luego, esa evolución tenía implicaciones en las relaciones exteriores. El pago acelerado de la indemnización de 5 000 millones entre 1871 y 1873 es la prueba más conocida de ello. Por supuesto, una de las consecuencias del desarrollo —más rápido bajo el Segundo Imperio que antes de 1851 y después de 1870— fue la acumulación de capital. Se trata, sin duda alguna, de un fenómeno esencialmente estructural, Pero la acción de los estadistas va a manifestarse de una manera decisiva en cuanto al uso del excedente de capital. Fue en la técnica de exportación de capitales al extranjero donde esa acción se mostró con mayor claridad. Es verdad que podríamos analizar el papel del gobierno en la política de construcción de ferrocariles en el extranjero con la ayuda de capitales franceses bajo el Segundo Imperio. Nos parece más útil llamar la
386
7 Cf. sobre todo Rondo E. Cameron, Frunce and the Economic Development ofEurope, 1800-1914, Prínceton, 1961, xvin-586 pp. Charles Kindelberger, "The Postwar Resurgence of the French Economy", en In Search of Frunce, Cambridge, Mass., 1963, pp. 118-158. 8 Cf. sobre todo Raymond Vernon, The Dilema ofMexico's Development, Cambridge, Mass., 1963, xvi-226 pp. 9 Op. cit., p. 36
387
388
EL ESTADISTA
atención sobre la política de los préstamos a los gobiernos extranjeros bajo la Tercera República. Aquí tenemos una acción con motivaciones esencialmente políticas, cuyas consecviencias económicas a largo plazo fueron desastrosas. "Muy poco de esos capitales —escribía Cameron—10 contribuyeron de manera significativa al desarrollo económico o al bienestar material." El ejemplo más célebre es el de los créditos otorgados a los rusos. "La solicitud oficial de parte de la Francia republicana para las finanzas de la Rusia zarista puede atribuirse a la búsqueda persistente de un aliado contra Alemania."11 Desde antes de la alianza se manifestó esa política. Después de 1890, "los ministros franceses, abandonando los escasos escrúpulos que les quedaban respecto de una intervención en el mercado de capitales, buscaron por todos los medios a su disposión estimular las inversiones francesas en los emprésitos públicos y privados a Rusia".12 Pero el principal acto del gobierno era la elección que podía hacer entre los diversos países extranjeros para las "admisiones a la cotización" de los fondos de Estados extranjeros. Ya vimos13 cómo se manifestó esa política. Por eso no insistiremos en ello. El caso de México nos ofrece una serie de ejemplos relacionados con la acción de los gobiernos sobre las estructuras primero tradicionales y, luego, en vías de desarrollo económico. Benito Juárez, presidente de México desde 1858, intentó transformar una sociedad tradicional fuertemente estructurada por tres siglos de dominación española. La vida económica se basaba en un sistema complejo de monopolios, de privilegios y de controles (tanto para la producción como para el comercio). Como toda iniciativa requería la autorización de los funcionarios, la práctica más común era comprarlos. En el campo, la única protección de que se beneficiaban los indios era la del gran terrateniente o de la Iglesia católica. México estaba dividido económicamente en regiones limitadas a mercados locales y casi no tenía vías de comunicación. La política de Juárez y de los liberales consistió en tratar de "hacer de México una nación única al reservar al gobierno nacional la dirección de los ejércitos, la emisión de la moneda y la organización del comercio exterior".14 Los monopolios, los privilegios, la esclavitud y el trabajo forzado fueron abolidos, así como las aduanas internas. A pesar de fuertes resistencias, dichas decisiones, que recuerOp. cit., p. 405; véase la primera parte, capítulo v. "Ibid.,pp. 423-424. 12 Ibid., p. 434. Cf. también Herbert Feis, Europe the World's Bunker, New Haven, 1930, xxiv-470 pp. Cameron utilizó un estudio detallado de Olga Crisp, de la Universidad de Londres. 13 Primera parte, capítulo 5. 14 Vernon, op. cit., p. 33. 10
LA ACCIÓN DEL ESTADISTA SOBRE LAS FUERZAS PROFUNDAS
389
dan las de la Asamblea Constituyente francesa, fueron enérgicamente aplicadas por Juárez y por su ministro de Finanzas, Matías Romero. Liberales habrían querido establecer el libre cambio, pero la mitad de los ingresos federales provenían de las aduanas y además había grupos proteccionistas poderosos. Por otra parte, los bienes de la Iglesia se pusieron en venta; pero, en general, fueron comprados a bajos precios por burgueses acomodados qvie afrontaron la excomunión —de nuevo un rasgo común con la Francia revolucionaria—. Al fin y al cabo se concluyó el ferrocarril de la ciudad de México a Veracruz. Por primera vez, una política sistemática de gobierno trataba de remover las estructuras. Las resistencias hicieron que ésta no se lograra sino parcialmente. El régimen dictatorial de Porfirio Díaz, de 1876 a 1910, antepuso a dichos propósitos sociales esta política sistemática de desarrollo económico, según la cual él dejaba la iniciativa a la empresa privada. Así tomó una elección decisiva: estimular por todos los medios la inversión de capitales extrajeres en México. Para ello era preciso mantener el orden, y tal fue la justificación de la dictadura. Las principales inversiones de capitales tuvieron que ver con los ferrocariles. De 650 kilómetros al advenimiento de Díaz, pasaron a 24 000 a principios del siglo xx. Otras inversiones permitieron desarrollar las minas y los cultivos destinados a la exportación, así como ciertas industrias de transformación. Pero si la política constante del dictador tuvo efectos considerables en el crecimiento económico del país, puso de lado en gran medida los intereses de la sociedad campesina y dejó que se establecieran enormes latifundios. En 1910, 80% de las familias rurales mexicanas no tenía tierra. Por lo demás, muchas grandes propiedades pertenecían a extranjeros (un séptimo de la superficie cultivable del país). Tal política no podía dejar de provocar reacciones de fondo. En efecto, Díaz transformaba la estructura económica del país, pero esa transformación, al tener a los indios como seres inferiores por una especie de darwinismo racista, acumulaba los descontentos. Éstos surgían tanto entre los obreros como entre la clase media de las ciudades, entonces en rápido crecimiento. Con que se diera una baja duradera de los precios en el mercado mundial, como fue el caso de 1907 a 1910 en cuanto a numerosas materias primas, México estaría maduro para una revolución. Estalló en 1910. •; De 1910 a 1940, el México de la "Revolución" tuvo que enfrentar primero un periodo de desórdenes y la autoridad del Estado federal no se restableció sino poco a poco. En términos generales, las revueltas tuvieron un carácter agrario: toma de tierras, incendios de haciendas, ataques a los comerciantes en el campo. Reaparecieron las autonomías locales. Pero puede decirse que, a pesar de su confusión, la nueva políti-
EL ESTADISTA
390
ca se propuso como fin aniquilar el poder de aquellos que había sostenido Díaz: la Iglesia, los latifundistas y los extranjeros. Nacionalización del subsuelo —que produjo un violento conflicto con las compañías petroleras de los Estados Unidos—, confiscación de tierras, expulsión de extranjeros, restablecimiento de la propiedad colectiva de los pueblos, protección del trabajo, arbitraje del gobierno en los conflictos laborales, todo ello muestra con claridad que había una voluntad de transformar las estructuras dando a lo "social" la prioridad sobre lo "económico". La energía de los presidentes Carranza, Obregón y Calles permitió el lento restablecimiento de un poder central fuerte, basado en un partido dominante, si no único, el Partido Revolucionario Institucional (PRI), que absorbió a los funcionarios y a los sindicatos y agrupó a numerosas personalidades. Cuando Lázaro Cárdenas llegó a la presidencia en 1934, el gobierno de nuevo estaba en condiciones de tomar decisiones importantes para.la reforma de la economía mexicana. Por ejemplo, pudo poner en práctica la reforma agraria decidida en 1917. De tres millones en 1910, la población de las grandes haciendas cayó a 800 000 en 1940. Sin embargo, a pesar de sus simpatías marxistas y sus vínculos con los sindicatos, Cárdenas decidió proteger los asuntos industriales y comerciales y, al mismo tiempo, controlarlos obligándolos a adherirse a grandes agrupaciones amplias, como la Concamín15 en el caso de los industriales y la Concanaco16 en el de los comerciantes. En total, el periodo de transición que se extiende de 1910 a 1940 se caracterizó sobre todo por la introdticción de un intervencionismo de Estado y por la creciente conciencia del papel que debía desempeñar el sector público en el desarrollo económico. Después de 10 años de desórdenes, el desarrollo se recuperó lentamente en 1920, sobre todo en el sector industrial, y con mucho más rapidez después de 1935. A partir de 1940, la acción del gobierno sobre las estructuras económicas se hizo más clara, más consciente, más visible. "Es el año —dice Vernon— en que aparece el primero de una sucesión de presidentes consagrados a la idea de que el crecimiento industrial de tipo moderno era indispensable para México."17 Por lo demás, la guerra, al incrementar la demanda extranjera, 'dio a la economía mexicana un impulso coyuntural cuya importancia fue considerable. De 23 000 millones de pesos en 1939 (precios de 1950), el producto interno bruto pasó a 82 000 millones en 1960. Naturalmente, hay interpretaciones contradictorias sobre la cuestión de saber quiénes fueron los beneficiarios de este crecimiento. Vernon muestra que, aunque hayan aparecido fortunas enormes, una 16
Confederación de Cámaras Industríales. Confederación de Cámaras Nacionales de Comercio.
17
Op. cit., p. 88.
15
ü.'ijiM'it'!üÉsti»i
LA ACCIÓN DEL ESTADISTA SOBRE LAS FUERZAS PROFUNDAS
391
parte creciente de las masas mejoró su nivel de vida. Ello no significa que México se haya convertido en un país "desarrollado". Para eso le faltaba mucho más. Pero, si se adopta la clasificación de Rostow, es indiscutible que alcanzó el estadio de "despegue". En el ejemplo de México, lo importante es que la acción del gobierno sobre las estructuras económicas se dio en direcciones estables durante periodos largos: el de Porfirio Díaz y el que se extiende desde 1940 son los más característicos, sobre todo el segundo, pues, al beneficiarse de ciertas reformas más o menos socialistas del periodo revolucionario, se carecterizó por la amplitud de los medios de acción de que disponía el Estado. Desde 1952 hizo su aparición una planificación dócil bajo el control inmediato del presidente. "El estilo del gobierno mexicano adquirió entonces nuevos acentos." Una vez más, es difícil decir cuál fue, en el desarrollo y en los cambios de estructura social, la parte del gobierno y la de las fuerzas profundas. Pero las grandes oscilaciones políticas que hemos recordado sumariamente hacen resaltar con claridad la aportación de la voluntad consciente de los líderes. Las dos perspectivas anteriores, aunque esquemáticas, no nos dan la clave de los problemas, pero nos ayudan a plantearlos mejor. -.-.' Primero, nos enseñan, la una y la otra, que numerosos estadistas tienen como fin la reforma de las estructuras socioeconómicas de sus países. Nos muestran también que a veces lo hubiera podido hacer a contracorriente, es decir, a pesar de la oposición resuelta de fuerzas predominantes. Tal es el sentido de las reformas intentadas por Juárez o, mejor aún, del control que logró Napoleón III sobre el casi libre cambio. Pero esta fórmula es excepcional. Más a menudo, los responsables utilizaron fuerzas anteriores para vencer a otras fuerzas. Así, Porfirio Díaz favoreció diversas formas de capitalismo mexicano y extranjero para establecer el orden y la unidad del país. Los gobiernos franceses posteriores a 1887 dejaron que se manifestara libremente la propaganda rusa, lo cual permitió que se destinaran las inversiones de grandes y pequeños capitalistas hacia los créditos solicitados por los rusos. • Pero esas acciones, aunque fueran prolongadas, continuas, obstinadas, ¿condujeron a cambios estructurales, a una acción real sobre las fuerzas reales? Antes que concluir certezas, debemos más a mentido afirmar nuestra ignorancia. Napoleón III estableció el libre cambio, pero ¿sabemos si esas decisiones transformaron profundamente la estructura nuclear del país? Mejor aún, ¿es posible afirmar, como ciertos historiadores, que el estímulo gubernamental sistemático a los préstamos al extranjero habría convencido a los ahorradores y a los capitalistas de no invertir su dinero en Francia y, en consecuencia, disminuido de manera eficaz y durable el desarrollo económico del país? La res-
392
EL ESTADISTA
puesta no es clara. Es evidente que Francia perdió en cantidades masivas el capital invertido en Rusia y en otros países. Pero como lo señala Cameron, ¿"se habría invertido en Francia" este capital si no hubiera sido atraído voluntariamente hacia el exterior? El hecho de que Francia tuvo un crecimiento retardado después de 1880, ¿se debe a esas exportaciones de capitales o a otras causas, como la mentalidad de los hombres de negocios, la estructura del mercado de capitales o la legislación fiscal? Responder a esta pregunta nos es casi imposible. Por último, persiste el problema de saber en qué medida los estadistas de cierto periodo no serían, pura y simplemente, más que la emanación de las fuerzas profundas. En efecto, unas "dinastías burguesas" monopolizaban la política y los asuntos de sus miembros y, por tanto, hacían que la política del Estado se inspirara a menudo en las necesidades de las finanzas y del gran capital. Sostener, como lo hizo Beau de Loménie,18 que este vínculo fue absoluto y casi continuo nos parece sacrificar, en provecho de una tesis a veces seductora, infinitas divergencias de acción. En efecto, las reformas sociales generosas chocaron a veces con un "muro de plata". Ello se vio claramente en Francia en 1924-1925 o en 1936-1937. Pero justamente el Estado actuó a menudo en función de concepciones mucho más vastas que las de los medios de negocios: el "interés nacional", como dice Wilson, se opuso muchas veces a los "intereses especiales". A menudo, el Estado se guardó el medio no sólo de resistir a las presiones, sino incluso de actuar en el sentido contrario. Mientras no contemos con estudios más profundos de las políticas económicas continuas, compuestas de múltiples decisiones convergentes sobre un periodo apreciable, y de los efectos de esas políticas sobre las fuerzas económicas, permaneceremos en la incertidumbre o nos veremos llevados a aceptar como axiomas lo que, de hecho, queda en el dominio de los postulados. Nos falta examinar un último aspecto de la acción de los estadistas sobre las fuerzas económicas: el que consiste en querer poner en marcha ciertos fenómenos económicos para llegar a resultados concretos en materia de política exterior. A este dominio pertenecen todas las categorías de acciones deliberadas, como represalias económicas y guerras aduanales, reforzamiento de la paz mediante el libre cambio, compra de satisfacciones políticas mediante ventajas económicas y, más recientemente, la idea de alcanzar la federación política por la "integración" económica. Nos bastará con evocar rápidamente algunos de estos puntos.19 18 19
Les Responsabilités des dynasties bourgeoises, París, 1943-1963, cuatro volúmenes. La acción de los gobiernos se trata en detalle en el capítulo m de la primera parte.
y
LA ACCIÓN DEL ESTADISTA SOBRE LAS FUERZAS PROFUNDAS
393
' La idea del refuerzo de la paz por el libre intercambio, apreciada por los economistas liberales del siglo xix, evocada en el tercer punto del presidente Wilson, constituyó uno de los temas de la política de Cordell Hull y acabó por tener vina especie de consagración internacional teórica en el establecimiento del Acvierdo General sobre Aranceles y Comercio (GATT) después de la segunda Guerra Mundial. Mientras que autores como Friedrich List20 rechazan la hipótesis "cosmopolita" y afirman qvie la nación es el marco natviral del desarrollo económico, los liberales tratan de eliminar las barreras entre grupos humanos. Uno de sus argumentos, frecuentemente citado, es que el libre cambio —fruto de vina decisión política— suprime una de las causas esenciales de las guerras: la rivalidad económica.21 Cordell Hull vuelve sin cesar a este problema. A uno de los capítulos de sus Mémoires lo llama "War and Trade".22 Ahí recuerda que, el 8 de junio de 1916 en la Cámara de los Representantes, sugirió que despviés de la guerra se creara un "congreso internacional permanente de comercio" destinado a "promover relaciones comerciales honradas y amigables entre todas las naciones del mundo". Ello se convirtió, dice, en "vina gran parte de mi filosofía sobre la paz". Confirmó svis ideas cuando fue secretario de Estado. Pero Roosevelt era mucho menos entusiasta y Hull no pvido, en general, hacer que se adoptara su política. Como escribe Raymond Aron: "Según los mercantilistas, el comercio es guerra, según los liberales, es la paz con la única condición de que sea libre. Según los economistas F nacionales, será pacífica cuando todos los países sean desarrollados; según los marxistas, es guerra bajo el capitalismo, será paz con el socialismo".23 La ayuda económica, fruto de decisiones deliberadas del estadista, es tal vez un medio para actuar en la infraestructura, como lo mostró el Plan Marshall de 1947. La extensión de la ayuda económica a los países llamados subdesarrollados revela ambiciones aún más vastas. Como en las relaciones internacionales la pvira caridad desempeña un papel de los más mínimos, es preciso ver en ello intenciones sobre todo políticas. Pero esas intenciones se basan en postulados económicos que, hasta entonces, no se han verificado. Del lado occidental, se espera favorecer mediante la ayuda los inicios de un desarrollo económico que eliminará las posibilidades de que haya desórdenes y revolución. Por tanto, se :
Systéme national d'économie politique, 1841. Cf. primera parte, capítulo m. Cf. William R. Alien, "Cordell Hull and the Defense of the Trade Agreements Program, 1934-1940", en A. de Conde, Isolation and Securíty, Durham, 1957, pp. 107-132. 22 T. i, capítulo 8. Cf. también L. Robbins, The Economic Causes ofWar, Londres, 20
21
23
Paix et guerre entre les Nations, op. cit., pp. 256-257.
LA ACCIÓN DEL ESTADISTA SOBRE LAS FUERZAS PROFUNDAS
EL ESTADISTA
394
busca elevar el nivel de vida de numerosos grupos. Del lado soviético, la ayuda, que consiste a menudo en financiar la construcción de industrias pesadas, tal vez tiene por fin favorecer la creación y el establecimiento de un proletariado industrial naciente. En realidad, ahí llegamos al corazón mismo de nuestro problema. Pues si en los años siguientes quedara demostrado que la ayuda económica contribuye a una elevación masiva de los niveles de vida, ello sería la prueba de que la acción de los Estados puede ser eficaz sobre las infraestructuras. Por el contrario, el hecho de que la ayuda haya triunfado en Europa no prueba nada, pues cabe decir que las estructuras del desarrollo ya existían y que la ayuda desempeñó el mero papel de reanimadora de economías agotadas por la guerra. Con la integración económica, nos encontramos ante una experiencia aún más significativa. En el pasado, hubo diversos ejemplos de uniones aduanales, de las que ya hablamos.24 Pero el concepto de "integración económica" va más lejos. Ya no se trata de aduanas comunes y de "zonas de libre cambio", sino de una fusión total de las economías que implica la movilidad total de las mercancías, de los capitales, de las aduanas, un mismo sistema bancario, una seguridad social de nivel igual y, finalmente, la misma moneda. En lo que toca a nuestro tema, el interés de esa política, inaugurada en mayo de 1950 por el plan Schuman, desarrollado a través del tratado de Roma de 1957 que creó el Mercado Común, es que sus promotores quisieron ejercer un impulso complejo sobre las fuerzas económicas y sobre las instituciones políticas. Por la decisión de seis gobiernos (vagamente aprobados por la opinión pero expuestos a fuertes presiones contrarias), se puso en marcha un mecanismo que debía transformar en 12 a 14 años las estructuras profundas de los países miembros y asimilarlos en un solo conjunto. Pero el fin de los promotores (Jean Monnet) es, así, hacer posible una unificación política de Europa. Incluso si ciertos partidarios de la integración económica no son favorables a una futura integración política (general De Gaville), el problema será saber si el proceso no es irresistible. Por tanto, se tiene el siguiente esquema: acción de los estadistas (superestructura), que conduce a una transformación de la realidad económica (infraestructura), la cual debería en principio imponer una transformación de las instituciones (superestructiira). Pero una vez más nos encontramos en el corazón mismo de la experiencia y todavía no podemos saber si la realidad histórica obedecerá a este esquema. 24
Primera parte, capítulo ni.
I».
395
2. LA ACCIÓN SOBRE LAS FUERZAS PSICOLÓGICAS COLECTIVAS
En este punto analizaremos un campo un poco menos desconocido. Ya no se toman en cuenta las acciones de un Estado para transformar o enmendar la opinión pública pasajera. En las democracias parlamentarias o presidenciales hay una especie de movimiento de equilibrio entre el gobierno que trata de atraerse a la opinión y la voluntad popular que, en última instancia, escoge un presidente, elige representantes. El juego es complejo, pues el gobierno debe tratar a la vez de complacer a la opinión y de influirla. Son esas tentativas de influencia las que debemos examinar aquí. Pero nuestra tarea no se limita al estudio de las acciones sobre la opinión fluctuante. También debemos examinar en qué medida actúan los responsables sobre tendencias profundas, perdurables y masivas, como las de ciertas grandes ideologías. Tal vez el ejemplo del nacionalismo sea el menos difícil de identificar. Por último, sin duda todo gobierno trata de ejercer tina acción sobre las actitudes colectivas de otros países en tiempos de paz y, sobre todo, en tiempos de guerra. -, El vocabulario que designa estas acciones no es de una precisión absoluta. Cuando un gobierno trata de dar una justa versión de los hechos, lo llama "información". Pero hay pocos casos en que el gobierno da información sin tener designios ocultos. Por tanto, su información tiene grandes posibilidades de estar "orientada". Ya no se trata de "información", sino de "propaganda". Hitler no había dudado en llamar "Ministerio de Propaganda"25 al departamento que confió a Goebbels. Es preciso admitir que los regímenes totalitarios, que controlan la prensa, la radio, la televisión, la edición, las reuniones públicas y las asociaciones, disponen de medios de propaganda infinitamente más poderosos que los regímenes democráticos. No obstante, éstos tienen a menudo un ministerio cuya designación, "Ministerio de Información", oculta mal los propósitos reales de que debe hacer también propaganda. « No siempre son precisas las fronteras entre "propaganda" y "guerra psicológica". Con Hitler, el coronel Blau escribió, sólo para uso del alto mando, una obra basada en la psicología, el psicoanálisis y la sociología: Propaganda ais Waffe (1935). Durante la guerra, Blau estuvo encargado de las operaciones de guerra psicológica de la Wehrmacht, para lo cual disponía de un equipo numeroso y de medios financieros considerables. Según los principales autores, ¿cuál es la diferencia entre "propaganda" y "guerra psicológica"? Las dos ptieden darse tanto en tiem' 25 Cf. Derrick Sington y Arthur Weiclenfeld, The Goebbels Experiment: A Study ofthe í, Nazi Propaganda Machine.
EL ESTADISTA
LA ACCIÓN DEL ESTADISTA SOBRE LAS FUERZAS PROFUNDAS
pos de paz como en tiempos de guerra; las dos siguen teóricamente las mismas técnicas: reforzar la "moral" del país, dar al extranjero una idea favorable de ella, mostrarle que la nación está resuelta y que su causa es la correcta, desanimar al adversario. La diferencia esencial se percibe en los fines buscados. La propaganda simple no trata más que dar al país que la emite una buena reputación, una buena posición moral y, si se trata de propaganda interna, hasta de una buena cohesión (al mejorar las relaciones entre opinión y gobierno). La "guerra psicológica" es un aspecto de la guerra, e incluso de la guerra total; se utiliza, haya o no hostilidades, si lo que se tiene como fin es la destrucción de un país, de un régimen o de una ideología. Para empezar, es un "sustituto de la violencia": la victoria qvie consiste en doblegar la voluntad del adversario, si se puede llegar a este doblegamiento sin valerse de medios sangrientos, lleva adelante a la economía; "la guerra es psicológica en el sentido de que el avance de los ejércitos no es más que el medio de la negociación, porque las guerras dinásticas, a la búsqueda de sus objetivos, ya hicieron un llamado a la opinión y se resuelven de acuerdo con la conveniencia psicológica".26 Luego, es un "multiplicador de la violencia" cuando se trata de desarrollar el espíritu de lucha a ultranza, la movilización total de las energías de la nación. Por último, según Mégret, puede cobrar el aspecto de un estado endémico, de una "lucha generalizada de las mentes". La guerra fría posterior a 1945 constituye, con una amplitud desconocida hasta entonces, una manifestación de tal fenómeno. A partir del momento en que la propaganda sustituyó insensiblemente a la "guerra psicológica", descubrimos una especie de perversión de los medios que sólo la "razón de Estado" o el "totalitarismo" pueden pretender justificar. Para la guerra psicológica total hace falta una adhesión sin reservas al principio según el cual "el fin justifica los medios". Entonces vemos surgir una serie de acciones cuyo fin es psicológico. Felices serían los hombres si uno se limitara a las mentiras más infames. La técnica va más allá de ello. Por ejemplo, trata de instaurar el terror, mediante atentados, mediante la matanza de culpables y hasta de inocentes (bombardeo de las poblaciones civiles, destrucción de aldeas, asesinatos, tortura). Llega también a violentar las conciencias mediante el "lavado de cerebros", llamado por eufemismo "reeducación del vencido". En suma, la guerra psicológica total es una violación constante y sistemática de la dignidad humana. Por tanto, no es sorprendente que los términos guerra psicológica y hasta propaganda, independientemente de su sentido técnico, hayan adquirido un color emocional desfavorable y que las opiniones públicas de los países los rechacen.
Sin embargo, es preciso que los estadistas traten de actuar sobre las fuerzas profundas de la psicología colectiva. Algunos ejemplos nos permitirán comprender mejor las formas y el alcance de esta acción. A propósito escogimos los ejemplos del periodo en que los medios de difusión masiva de las ideas —lo que los sociólogos estadunidenses llaman mass media— aún no habían adquirido el gigantesco desarrollo que ahora tienen.27 Nos parece útil distinguir el tiempo de paz y el tiempo de guerra y, en sus respectivos contextos, la acción del gobierno sobre su propio país y sobre las poblaciones extranjeras, amigas o enemigas. En tiempos de paz, lo más común es que el gobierno trate de apoyarse en la opinión pública, a corto o a largo plazo. El principal medio de acción del gobierno en el interior, si nos ubicamos antes de la fase de gran difusión de la radio, es la "campaña de prensa". En otros casos mucho más raros (periodo electoral por ejemplo), la organización de reuniones en todo el país viene a completar esta técnica. Naturalmente, en un país dictatorial, donde la prensa está controlada, el gobierno dispone de ella. Pero una gran parte del público lo sabe y ello aumenta su escepticismo, así como su atracción por fuentes extranjeras que el gobierno no controla. En gran medida, los franceses prefirieron la BBC a la radio alemana o a la de Vichy dvtrante la ocupación y se mostraron ávidos por leer la prensa clandestina.28 En los países donde la prensa es libre, el gobierno trata de convencer a los directores de los periódicos, o bien, mediante el uso de fondos secretos, de subvencionarlos. Es así como Le Temps llegó a reflejar las opiniones del Quai d'Orsay, que subvencionaba también al Petit Parisién, Bernard Voyenne29 distingue tres medios de acción de la prensa: la "impregnación lenta" o "repetición prolongada y monopolizada de estimulaciones que van en direcciones idénticas"; el "efecto de prestigio", en el que la prensa recurre a las axitoridades más diversas para hacer que se equilibren, en el momento crucial, los lectores titubeantes. Así, cuando Wilson llegó a París en diciembre de 1918, L'Humanité del 14 de diciembre, para incrementar su popularidad en los medios de izquierda, publicó un número especial en el cual, además de los líderes del partido, contribuyeron escritores conocidos (Anatole France), eruditos (el historiador Máxime Leroy, el sociólogo Lévy-Bruhl, el economista Charles Gide), altas personalidades (como Ferdinand Buisson, presidente de
396
26
Maurice Mégret, La Guerre psychologique. París, Que sais-je?, núm. 713, 1956, p. 8.
397
27 Véase Bernard Voyenne, La Presse dans la sacíete contemporaine, París, 1962, y sobre todo las pp. 275-279, "Chronologie des techniques de diffusion" y las estadísticas de la UNESCO que reproducen sobre la distribución de los periódicos y la audiencia de la radio y la televisión. 2S Sobre este punto, véanse los numerosos informes que aparecen en los trabajos del II Congreso Internacional de Historia de la Resistencia (en prensa). . cit., pp. 187ss.
EL ESTADISTA
LA ACCIÓN DEL ESTADISTA SOBRE LAS FUERZAS PROFUNDAS
la Liga de los Derechos del Hombre). Finalmente, la prensa actúa por la "orientación del contenido", es decir, por el lugar respectivo que da a las noticias diversas. "Sepa usted, señor —decía Arthur Meyer, director del Gaulois—, que hay una manera legítima de contar la más baja historia de perros aplastados." El gobierno puede utilizar la impregnación lenta "si dispone de los periódicos". Cuenta con manipular incluso el "efecto de prestigio", pues las declaraciones de un estadista suelen reproducirse en la prensa. Pero en un país libre estos medios son limitados, pues incluso si el gobierno controla algunos órganos no tiene o casi no tiene medios de acción sobre los de la oposición. También, en las circunstancias importantes, el gobierno puede tratar de actuar directamente sobre la opinión mediante una campaña de reuniones y de discursos. Uno de los ejemplos más célebres es la gran gira que Wilson decidió hacer en muchos estados de los Estados Unidos del 3 al 29 de septiembre de 1919 con el fin de obtener un apoyo popular masivo para el Tratado de Versalles y para la Sociedad de Naciones. Thomas Bailey narró magistralmente este viaje.30 No obstante, es interesante revelar unos cuantos puntos. Primero, Wilson escogió para su gira las zonas "decisivas". Renunció a la Nueva Inglaterra, demasiado republicana, y, a la inversa, al Sur, cuyos senadores eran todos partidarios suyos. Realizó su gira en el Medio Oeste y el Lejano Oeste estadunidenses, donde las opiniones estaban divididas. Pero, ante el notable éxito que obtuvo en California, uno de cuyos senadores, Hiram Johnson, era su adversario, formó el proyecto de ir también a Massachusetts, estado de Henry Cabot Lodge, republicano, presidente de la Comisión de Asuntos Extranjeros del Senado, principal enemigo del tratado. Sólo una enfermedad le impidió realizar este plan. La dificultad inherente a esta práctica es que no se toca sino a una parte de la población. En Columbus (Ohio), ciudad de 300 000 habitantes, Wilson habló ante 4 000 personas. Por tanto, la "agitación" ocasionada por su visita no movilizó a todos los lugares de la región. Se ha hecho notar que con la extensión de la radio y de la televisión, Wilson hubiera podido llegar a 20 veces más personas sin cansarse ni correr riesgos. Sin embargo, en la actualidad no se excluye el contacto directo. Al método de Mendés-France —una plática semanal en la radio— se opone el de los viajes del general De Gaulle por las provincias. Pero, tanto en el caso de Wilson como en el de los otros, el método del viaje presenta otro inconveniente. Suscita la reacción inmediata de los oponentes. En cada ciudad por lo que había pasado Wilson, los adversarios "irreconciliables" del tratado, McCormick, Borah y Johnson, pasa-
ban a su vez y trataban de aniquilar la influencia que aquél hubiera podido conseguir. Por tanto, debe admitirse que los esfuerzos de un gobierno para crear actitudes de la opinión, sobre todo en materia de política exterior, son a menudo ineficaces o, en todo caso, limitados. Por lo demás, contamos con buenos estudios que nos muestran que, en tiempos de paz, la opinión pública es indiferente en cuanto a la política exterior y, en consecuencia, poco receptiva a la propaganda. "Consultado sobre los problemas urgentes, sobre la tarea que se impone en primer lugar al gobierno, el público empieza por evocar las cuestiones internas, y entre ellas las que tienen que ver con las condiciones de su existencia material, salarios, precios, nivel de vida en general, alojamiento o empleo." Sólo los acontecimientos
398
30
Wilson and the Peacemaker, Nueva York, 1947, dos volúmenes.
399
<_ en que de algún modo están directamente implicados los individuos [guerra de Argelia, por ejemplo] pueden borrar por un instante la conciencia de las preocupaciones personales o familiares inmediatas. El cuidado de la paz, las inquietudes de orden general sobre el equilibrio entre las potencias, la política internacional, los sistemas de alianzas [...] no se presentan sino como conse, cuencia del espíritu del público, y como el segundo plano de su conciencia.31 fi Ello parece ser cierto en muchos países, en todo caso donde el nivel de vida es elevado. En los Estados Unidos, 53% de las personas interrogadas ubican en el primer plano las cuestiones de orden interior, y sólo 16% los problemas internacionales.32 Si les resulta difícil actuar al corto plazo, los gobiernos sacan provecho de dicha indiferencia, que les otorga una gran libertad de acción. Guizot lo señalaba ya en una carta a lord Aberdeen del 16 de septiembre de 1849:
Tened por cierto que la política exterior no preocupa en lo absoluto a Francia, . y que ello no será la causa de ningún gran acontecimiento. Los gobiernos pueden hacer lo que les plazca; si son locuras, no serán apoyadas; si no son más que tonterías, serán abucheadas sin cólera, y sin desecharlas por ello, si por otro lado sirven de algo en cuanto a los asuntos internos del país, los únicos que se tomarán en serio.33
En el fondo basta con que, en la mayor parte de los casos, el gobierno se conforme con contrarrestar por su propia acción las fuerzas hostiles de los grupos contrarios. 31 Sondages, 1958, núms. 1 y 2. Número especial sobre "la politique étrangére de la France et l'opinion publique, 1954-1957", p. 10. 32 Jeróme S. Bruner, Ce que pense l'Améñque, París, 1945, p. 22. Cf, también Lester Markel (comp.), Public Opinión and Foreign Policy, 1949. 33 Lettres de M. Guizot á sa famille et á ses amis, París, 1884, pp. 270-272.
400
LA ACCIÓN DEL ESTADISTA SOBRE LAS FUERZAS PROFUNDAS
EL ESTADISTA
Más importante parece ser su tarea de "educación". ¿Puede, a largo plazo, formar las mentes, avivar el patriotismo y, en ciertos casos, exacerbarlo? Los gobiernos totalitarios pueden realizar sistemáticamente este esfuerzo, pues sólo ellos están en posición de imponer manuales escolares, obligar a la juventud a atenuar la influencia de las familias, controlar la prensa, las publicaciones. Los mismos gobiernos democráticos actúan sobre los programas y los manuales escolares. Pero ¿están los resultados a la medida del esfuerzo? En 20 años, Mussolini no logró convencer a los italianos de que la guerra era una empresa noble y magnífica. Incluso Hitler, aprovechándose de la irritación causada en Alemania por el Tratado de Versalles, no volvió "belicosa" más que a vina fracción del país. Todos los testimonios están de acuerdo en que en septiembre de 1939 los alemanes movilizados estaban resignados, pero no entusiastas. Las llamaradas patrióticas que se vieron en París y en Berlín en 1914 no podían ser reanimadas sólo por la propaganda. Se tiene más bien la impresión de que las grandes evoluciones del sentimiento nacional, su nacimiento, su exasperación nacionalista, su decadencia en favor del internacionalismo o del supranacionalismo son fenómenos estructurales profundos que uno tras otro experimentan los Estados, pero sobre los cuales los gobiernos no ejercen más que una influencia limitada. Todo lo más, en un periodo de nacionalismo ardiente, pueden "encauzar" hacia el exterior las pasiones de las masas ávidas de reformas sociales. Así, el Egipto de Nasser se valió del ánimo de desquite respecto de Israel, victorioso en 1948, como una poderosa palanca para su acción política interna. En periodo de calma, la "política de grandeza" no hace olvidar las reivindicaciones concretas. Polignac no logró eliminar la agitación interna con la conquista de Argel. La gran política exterior de Venizelos en 1919-1920 de ningún modo le impidió ser vencido en las elecciones de noviembre de 1920. Pero en conjunto, nos faltan buenos estudios sobre estos fenómenos. La acción de los estadistas sobre las poblaciones extranjeras es más difícil aún de captar. En efecto, es bien sabido que los gobiernos extranjeros pagan a los periodistas o subvencionan a los periódicos, pero se toman las más extremas precauciones para disimular estas prácticas; sólo por casualidad nos damos cuenta de ellas. Por ejemplo, después de la Revolución de Octubre los bolcheviques publicaron cartas escritas principalmente por Arthur Raffalovich, consejero secreto del Ministerio de Finanzas rusas en París entre 1897 y 1917. Esas cartas, publicadas por L'Humanité e integradas en una recopilación, L'abominable vénalite de la presse,3* se relacionan con el pago de publici34
París, Librairie du Travail, 1931, xxxii, 450 pp.
401
dad por parte de la embajada zarista en París, en muchos periódicos. Esa publicidad remunerada se asocia a la concesión de subvenciones. Por lo demás, Raffalovich no se andaba con rodeos. "Como es imposible comprar a todo el mundo, habrá que hacer una selección, tomar Le Temps, L'Écho de París, Le Journal, Le Petit Parisién, cuatro o cinco periódicos de provincia."35 A cambio de 50 000 francos, "se nos promete una cooperación seria durante seis meses en la sección financiera del Petit Journal, del Fígaro, del Matin, del Frangais, etc. No se trata de neutralidad, sino de un servicio serio que comprende remontar la corriente e instruir al público".36 La empresa consiste en instruir al público realzando los méritos de los emprésitos rusos. Pero, como escribe Kokovtzev a Poincaré entre el 17 y el 30 de octubre de 1912:37 "Se trata de la prensa parisiense, cuyas tendencias tienen gran importancia, no tanto desde el punto de vista de los intereses financieros de nuestros dos países, como en lo relativo a sus intereses políticos". Sería útil que pudiera hacerse L un estudio científico de esa política, pues es evidente que las obras publicadas tienen un carácter polémico. > Un estudio sistemático —el único, según sabemos, que se basa en un detenido y amplio examen de los archivos— es el de Dimitri Kitzikis sobre la propaganda griega entre 1919 y 1920.38 Al estudiar los documentos de la embajada griega en Londres, Kitzikis pudo reconstituir el conjunto de la acción, a decir verdad vigorosa, ejercida por los griegos entre los grandes aliados, en Suiza, en el Oriente británico, así como sobre grupos concretos: medios cristianos y judíos, medios universitarios, socialistas. Se trataba de apoyar, en los sectores más extendidos de la opinión extranjera, las reivindicaciones griegas en el Epiro del norte, Tracia, el oeste de Asia Menor, el Ponto, Rodas y el Dodecanesado, Chipre, Imbros y Ténedos. Tal propaganda era tanto más necesaria cuanto que en Grecia intervino tarde la Entente y que el ex rey Constantino, germanófilo convencido, había hecho dudar a los aliados de los sentimientos de los griegos. » Éstos encargaron a uno de sus ministros, André Michalacopoulos, ocuparse de la organización de su propaganda. Su centro se estableció en Londres y un periodista veterano, Dimitri Caclamanos, asumió la responsabilidad. Kitzikis nos muestra con detalle cómo se organizó minuciosamente la publicación y la distribución de innúmeros folletos y libros, mapas y estadísticas, cómo fue "asediada" la prensa sistemática>
Op. cit,, p. 5 (Raffalovich a De Wittem, 13 de octubre de 1901). Ibid., p. 7 (26 de octubre de 1901). Ibid., p. 332. 38 Dimitri Kitzikis, Propaganda et pressions en politique internacionale. La Crece et ses revendications á la conférence de lapaix, 1919-1920, París, 1963. 35
36 37
402
EL ESTADISTA
mente. Los grandes periódicos —Times, Manchester Guardian, Moming Post, etc.— tuvieron que publicar aquí y allá artículos favorables a las tesis griegas. Pero otros, menos importantes, recibieron dinero. El mismo gobierno griego llegó a fundar una revista, la Balkan Review, y publicó en Francia los Eludes franco-grecques. Algunos periodistas fueron ganados por el método de las subvenciones. Sobre todos estos puntos contamos con una amplia variedad de detalles que revela la extensión de las actividades helénicas y el carácter muy pujante de su organización. Los personajes influyentes, con sir Basil Zaharoff a la cabeza, de origen griego, riquísimo productor de armamentos, fueron los agentes activos de una presión constante entre los políticos cuya elevada situación les permitía confluir e influir. "Venizelos y su equipo, que estaban atentos al desarrollo de todos los métodos de acción internacional, comprendieron muy bien la importancia de la propaganda." Se dio, agrega Kitzikis, cierto despilfarro, pues "se trataba de una acción nueva, nunca intentada a tal escala en el pasado". La acción griega fue demasiado breve para ser enteramente eficaz. Pero Venizelos, "al recibir grandes satisfacciones de la conferencia de paz, no pudo sino felicitarse por haber gastado tanto dinero y energías en ese dominio".39 En tiempos de guerra, la propaganda, convertida en "guerra psicológica", toma necesariamente otra magnitud, pues los medios financieros se dispensan con más liberalidad y la apxiesta es más imporante. Se intenta sostener sistemáticamente la moral del país, exaltando las victorias, minimizando las derrotas, dando "razones para esperar". Se intenta destruir la moral de los soldados enemigos y de los civiles. Así, durante la guerra, los japoneses trataron de inculcar entre los soldados estadunidenses del Pacífico la "nostalgia".40 La acción sobre la moral de la "zaga" es también una de las preocupaciones esenciales de los dirigentes. Se sabe que en las teorías del general de aviación italiano Douhet, el bombardeo de las ciudades se consideraba un medio esencial para doblegar la voluntad del enemigo. Por lo demás, ni la experiencia de la batalla de Inglaterra ni la de los bombardeos aliados sobre Alemania parecen ser concluyentes, pxies la moral de la población se mantuvo en uno y otro caso. Pero ¿no hay medios más sutiles y más eficaces? Todavía conocemos bastante mal la organización de la propaganda en tiempos de guerra. Sin embargo, tomemos un ejemplo sobre el cual hay algunas informaciones: el de la propaganda británica a fines de la primera Guerra Mundial. Hasta 1916, dependió de un organismo secreto, la Oficina de Propaganda de Guerra, o Wellington House, dirigida por 39 40
Op. cit., pp. 482-484. Cf. Paul Linebarger, Psychological IVarfare, Washington, 2a. ed., 1954, xvm, 318 pp.
LA ACCIÓN DEL ESTADISTA SOBRE LAS FUERZAS PROFUNDAS
403
Charles Masterman. Luego, después de diversas experiencias, en febrero de 1918 se creó un Ministerio de Información. Lord Northcliffe fue nombrado director de Propaganda en los países enemigos. La propaganda en el interior y entre los aliados dependía del National War Aims Committee.41 Por suerte hemos conocido relativamente bien uno de los aspectos de esa propaganda, la que se hizo en los Estados Unidos. En efecto, poseemos un relato que preparó el principal responsable, sir Arthur Willert,42 quien había sido por largo tiempo jefe del servicio de prensa de la Foreign Office. Después se convirtió en corresponsal del Times en Washington durante la guerra y luego secretario de la British War Mission y representante en los Estados Unidos del Ministerio de Información, mientras siguió siendo corresponsal del Times, Para empezar, Willert nos muestra hasta qué punto era indispensable una propaganda británica en los Estados Unidos. A pesar de la lengua común y de poderosos apoyos, muchos estadunidenses eran antibritánicos, en especial los aislacionistas. Los prejuicios eran cuantiosos y ya no se tomaban en cuenta los sujetos en querella durante el periodo 19141917, ni siquiera en el verano de 1918.43 El hombre que desempeñó el papel más importante, más aún que Willert, fue sir William Wiseman, quien al llegar a los Estados Unidos a fines de 1915 a la edad de 30 años fue nombrado oficial de enlace entre Wilson, el coronel House y el gabinete de guerra británico. Los Intímate Papers del coronel House mencionan sin cesar su nombre. Wiseman se ocupaba fundamentalmente del contraespionaje. En cuanto a la propaganda, Willert fue de algún modo su adjunto. Por el contrario, Willert fue severo en cuanto a la acción del embajador sir Cecil Spring Rice, quien mal sabía ocultar la constante irritación que los estadunidenses suscitaban en él. ' En la primavera de 1917, a partir de la misión de Balfour en los Estados Unidos, se creó en Nueva York una oficina británica de publicidad gubernamental. Hasta entonces Wellington House, donde un novelista canadiense, sir Gilbert Parker, dirigía la sección estadunidense, había tenido una actividad limitada: envío de conferencias, películas, libros y folletos. La organización de un centro activo fue, por tanto, intensa. Wiseman y Willert prepararon los planes. Un joven diplomado de Cambridge, Geoffrey Butler, recibió la dirección de la oficina de Nueva York. Su primera tarea fue coordinar lo que se hacía ya y dar instrucioi 41 Mégret, La Guerre Psychologique, op. cit,; J. Driencourt, La Propagande, nouvelle forcé politique, París 1950; Harolcl D. Lasswell, Propaganda Technique in the World War, Nueva York, 1927; E. H. Carr, Propaganda in International Politics, Oxford, 1939. 42 The Road to Safety. A Study in Anglo-American Relations, Londres, 1952. 43 Véase, sin embargo, en Suzanne Tassier, La Belgique et l'entrée en guerre des ÉtatsUnis, Bruselas, 1951, 173 pp., un buen estudio sobre prejuicios creados en Alemania por la violación de la neutralidad belga.
404
EL ESTADISTA
nes precisas a los periodistas y a los conferenciantes que, por una razón u otra, acudían a los Estados Unidos. Una de las preocupaciones esenciales fue la de penetrar en los medios católicos que, a menudo de origen irlandés, eran en general violentamente hostiles a los ingleses. En junio de 1917, Northcliffe fue nombrado jefe de la misión de guerra británica, lo que constituyó un enorme progreso. El editor del Times y del Daily Mail era un periodista con una competencia inmensa y con gran capacidad. A Willert, que era corresponsal de uno de sus periódicos, no le costó ningún trabajo entenderse con él. Una de las ventajas de Northcliffe era que, a diferencia de Spring Rice —quien lo detestaba—, "comprendía a los estadunidenses; éstos lo amaron y le tenían confianza".44 Por ejemplo, el gran director de periódicos William Randolph Hearst, considerado proalemán, aceptó confiarle en un número la página de los editoriales del New York American. Se dedicó con éxito a hacer conocer la parte importante que tenían los británicos en la guerra, parte que la misión francesa de Tardieu minimizaba de buen grado.45 Aun cuando la misión de Northcliffe se extendió mucho más allá de la propaganda, su formación y su temperamento hicieron que él les agregara una importancia 'excepcional. En torno a este tema, Willert nos ofrece muchos detalles interesantes. No insistiremos sobre las técnicas empleadas, que manifiestan el carácter masivo que adquirió entonces la propaganda británica en los Estados Unidos.
LA ACCIÓN DEL ESTADISTA SOBRE LAS FUERZAS PROFUNDAS
405
adelantos de la economía política y de la sociología, hacen que los Estados se preocupen continuamente de las "estructuras" y traten de conocerlas más. En adelante, vemos incrementarse el número de los organismos gubernamentales, privados, al servicio del gobierno o universitarios que analizan el estado actual de las fuerzas profundas y que se esfuerzan por hacer predicciones. Los métodos mejoran y, en ocasiones, proporcionan resultados apreciables —al menos en cuanto a la economía y la demografía—. Esta nueva actitud de los Estados conduce también a la multiplicación del número y de los agentes, de los "operadores", cuya tarea es actuar sobre las fuerzas. Mientras crece el número de los diplomáticos tradicionales, pero sin desmesura, vemos aparecer cuerpos nuevos: operadores de guerra psicológica,46 estadísticos, ayudantes técnicos, etc. Así, no sólo las fuerzas profundas, que siempre han desempeñado un papel esencial, continúan marcando la evolución histórica, sino también en adelante los estadistas saben que existen y tratan de utilizarlas (con qué titubeos, qué torpezas, lo vemos constantemente). Tal transformación intelectual tiene repercusiones en la investigación y en la administración. Pero ¿reduce a su más simple expresión el papel de los estadistas? Por el contrario, puede sostenerse que, al disponer en lo sucesivo de algunos medios de acción sobre fuerzas hasta entonces no domesticadas, es posible que, en ciertos casos, multipliquen su poderío efectivo.
La acción de los estadistas sobre las fuerzas profundas es constante. Tiene que ver tanto con modificar o con intentar modificar las corrientes de la economía como con transformar, de manera pasajera o perdurable, las tendencias psicológicas de la población. Pero el problema esencial no desaparece por ello. ¿En qué medida es una acción eficaz? ¿Lo es de modo perdurable? La pobreza de los estudios históricos que tratan este tema nos hace, una vez más, confesar nuestra incertidumbre. Sin embargo, parece que llegamos a un punto: la creciente toma de conciencia de la importancia de las fuerzas colectivas por parte de los estadistas, sean económicas o psicológicas. Mientras que los dirigentes de las monarquías absolutas del Antiguo Régimen podían ignorar o hacer poco caso de la opinión y se preocupaban muy poco de lo que hoy llamamos las "estructuras" económicas, los estadistas modernos, aunque estuvieran a la cabeza de regímenes dictatoriales, se han ocupado constantemente de ello. La "toma de conciencia" de las masas, en relación con los progresos de la democracia —occidental o socialista—, el crecimiento inexorable de las responsabilidades económicas del Estado, los 44
Willert, op, cit., p. 100. Spring Rice fue remplazado por Reading en febrero de 1918. . p. 112.
'l6 Véase sobre el contraste entre estos operadores y los diplomáticos el interesante artículo de Hans Speier, "Élite vs. masses", en World Politics, 1950.
LA DECISIÓN
XIII LA DECISIÓN ENTRE las múltiples actividades del político responsable, la más alta, la que justifica sus funciones, la que cumple sus ambiciones es la decisión. Una gran parte de su tiempo la dedica a atender sus visitas, recibir los pareceres y los informes de sus subordinados, estudiar documentos, pronunciar discursos, desempeñar una función de representación. Sin embargo, todo ello es secundario en relación con su tarea esencial, que es la de decidir. Por tanto, para el historiador, el estudio de las decisiones adqtiiere un carácter primordial. En la primera fase de su trabajo, que es el establecimiento de los hechos, debe investigar qué decisiones se han tomado, quién las ha tomado y en qué circunstancias. En la segunda, tiene que explicar la decisión o la serie de decisiones cuya existencia ha probado, y ése es un dominio infinitamente más complejo, pero también mucho más sugerente. La decisión implica una elección. En un nivel superior y de algún modo metafísico, el problema consiste en averiguar si el hombre es libre de saber, si no todo está determinado, si la convicción de ser libre, inherente a cada individuo, no es una ilusión, si la conciencia no es un "epifenómeno". Pero aquí nos ocupamos de una reflexión trascendente, y la historia cae esencialmente en el campo de la inmanencia. Al historiador le basta comprobar que el hombre cree ser libre, cree que ante él se le presentan elecciones y actúa en consecuencia a partir de esa irresistible convicción. Para el historiador, el problema de la libertad no compete a la metafísica, sino que se plantea al nivel de los fenómenos. Cuando un hombre quiere hacer una elección, sabe que está limitada por ciertas posibilidades concretas. El presidente de Finlandia no puede decidirse por reconquistar la Carelia, ni el de México por recuperar Texas. Sin embargo, en las complejas relaciones entre Finlandia y los soviéticos o entre México y los estadunidenses, los dirigentes de los dos países pequeños conservan algunas elecciones posibles. A fortiori, los dirigentes de los países poderosos se sienten aún más libres, pues el conjunto de las posibilidades se les ofrece más vasto. Pero ellos también saben que hay límites a su libertad de decisión. Entre esos límites se sienten responsables de realizar elecciones que, en ciertas circunstancias, pueden ser dramáticas. 406
407
Las decisiones que competen a la política exterior, aun cuando presentan fuertes parecidos y lazos estrechos con las decisiones de carácter interno, tienen sin embargo un aspecto que les es propio. El gobierno que decide aumentar el impuesto sobre la renta posee en principio los medios para hacer valer su decisión, y no es más sino en casos extremos y excepcionales que una decisión interna conducirá a la revolución. Todo un arsenal de medios administrativos, policiacos y judiciales está a su disposición. Detenta el "control" de la vida interna del país. En cambio, si decide incrementar ciertos derechos de aduana, ignorará cuáles serán las reacciones de los países extranjeros porque no posee ningún "control" sobre sus decisiones. • Con la política exterior estamos en el dominio de lo que Raymond Aron llama una "conducta competitiva", en la que ninguna instancia superior, salvo excepciones, es capaz de coordinar las relaciones. Si antes de tomar una decisión, sea cual sea, siempre hay que "evaluar sus consecuencias" en la política exterior, se entra en el dominio de las "consecuencias incalculables", para emplear la expresión de la circular alemana del 24 de julio de 1914. '•! En este capítulo, lo que queremos hacer es, ante todo, enumerar, delimitar y clasificar las cuestiones que se plantean al historiador cuando estudia la decisión del estadista responsable; luego, evocar el problema de la "racionalidad" de las decisiones; por último, ilustrar esas reflexiones mediante el estudio de algunas grandes decisiones históricas. irr
1. ESTUDIO GENERAL DEL PROBLEMA DE LA DECISIÓN
siv
La cuestión de hecho sobre quién tomó la decisión es menos fácil de resolver de lo que parece a primera vista. Tal vez un estudio jurídico permita saber cuál es la autoridad responsable. En un régimen parlamentario, se trata del Consejo de Ministros.1 En un régimen presidencial, como el de los Estados Unidos, el "gabinete" es una simple reunión de los secretarios, sin ningún poder propio, y la autoridad pertenece enteramente al presidente. En una dictadura personal, como la de Hitler o la de Mussolini, el problema se muestra con toda claridad. El más delicado de todos los casos es el de la dictadura colectiva de los dirigentes de un partido —Politburó y luego el presidente del Soviet Supremo en la URSS—. A partir del momento en que se abolió el "culto a la personalidad" hubo pocos medios para saber, incluso después, quién fue el responsable efectivo. 1 Sobre todo en nuestros días. Pero Delcassé, por ejemplo, no le sometió todas sus decisiones. Samuel Hoare concluyó su pacto con Laval sin el acuerdo de su gabinete.
408
EL ESTADISTA
Pero, sea cual fuere el caso, el problema del "centro de decisión" sigue siendo oscuro. Por un lado, la autoridad responsable puede delegar casi todos sus poderes de política exterior a un subordinado: Harding a Hughes, Eisenhower a Foster Dulles; por el otro, al menos en los regímenes débiles, un subordinado puede tomar la iniciativa. En tal caso, o bien su decisión es avalada por el responsable jurídico, por ejemplo: cuando el 26 de junio de 1913 el general Savov, jefe de Estado Mayor del ejército búlgaro, puso en marcha las operaciones militares contra Serbia a pesar de la voluntad del presidente del Consejo Danev o cuando el gobierno de Laniel-Bidault tomó a su cargo en agosto de 1953 la deposición del sultán de Marruecos. O bien queda la posibilidad de desconocer al subordinado en funciones. Un caso curioso es el del almirante piamontés Persano, quien, entregado a la persecución de los "Mil" de Garibaldi en mayo de 1860, dejó entender a Cavour que se cuidara bien de unírseles. "Señor Conde, creo haberlo comprendido. Si es necesario, envíeme a Fenestrelle bajo buen recaudo." La importancia que hay que situar en el centro de la decisión no escapa a los políticos de los países extranjeros. Un ejemplo notable nos lo ofrece Caillaux. Cuando el 1° de julio de'1911 la cañonera alemana Panther entró en el puerto de Agadir, el nuevo presidente del Consejo francés estimó que había que negociar. Pero para que la negociación fuera fructífera, trató de descubrir quién era el responsable de la decisión alemana. Se convenció —lo dice en su libro Agadir, escrito en 19121913 y publicado en 1919— de que fue el mismo Guillermo II. Para entrar en comunicación directa con el kaiser, emprendió entonces, a espaldas del Quai d'Orsay, una negociación secreta mediante Pondere con el consejero de la embajada de Alemania en París, el barón Von Lancken. Ahora bien, lo notable es que Caillaux estaba equivocado. Lo reconoció francamente en sus Mémoires publicadas en 1942 (t. u), después de que tuvo conocimiento de los documentos alemanes. Guillermo II, veleidoso, irresuelto, se había asustado con la política del "manotazo sobre la mesa". El autor de la decisión era el secretario de Estado para Asuntos Extranjeros, Kiderlen-Wachter, a quien le había costado mucho convencer a svi soberano. Este error provocó una inútil complicación en la negociación y, a principios de 1912, mediante una vuelta de las cosas, la caída del gabinete Caillaux, acusado por su ministro De Selves de haber practicado una política personal. Admitamos que la cuestión de hecho se haya resuelto y que se sepa quién tomó la decisión. El problema que se plantea es el de la explicación. Éste es de gran complejidad y debemos insistir en él un poco. Acto de la voluntad, la decisión presenta esta característica que se explica no sólo por causas, sino también por fines.
LA DECISIÓN
409
f Puede ocurrir que las causas lo venzan y que alguien tome una decisión obligado y forzado, porque corre riesgos personales que no osa afrontar; por ejemplo, el presidente estadunidense McKinley propuso declarar la guerra a España el 11 de abril de 1898 porque, a pesar de desear la paz, ya no podía resistir la presión del Congreso, éste mismo empujado por la prensa de Hearst y Pulitzer. "McKinley —escribe Bailey—2 era un político capaz y para nada ciego con respecto a las consideraciones políticas. No hubiera podido dejar de ver que si intentaba burlarse de la voluntad popular, pondría indudablemente en peligro, y quizás arruinaría, sus oportunidades de reelección en 1900." Un senador declaró al secretario auxiliar de Estado: "¿Acaso su presidente no sabe dónde reside el poder de declarar la guerra?" En efecto, la Constitución estadunidense otorga este poder al Congreso, y pudiera imaginarse el caso en que el Congreso hubiera decidido pasar por encima de la cabeza del presidente. '•<. En el otro extremo, una decisión puede ser guiada casi exclusivamente por los fines. La decisión dictada por las causas es la "decisión obligada", la que se inspira en los fines es la "decisión gratuita". n De ello podemos dar muchos ejemplos. Así, nada impuso a Hitler atacar a la URSS en junio de 1941. Tal vez, a largo plazo, era probable que se diera una prueba de fuerzas entre nazis y soviéticos. Ésa era en todo caso la opinión de Stalin. Pero ni las consideraciones económicas —la URSS ejecutaba escrupulosamente la entrega de los productos prevista en el tratado comercial del 26 de agosto de 1939— ni las consideraciones estratégicas —una derrota soviética no hubiera contribuido directamente al aniquilamiento de Gran Bretaña— justifican una decisión de semejante alcance. Hay que buscar su explicación en los sueños grandiosos, a los que Hitler nunca renunció, de conquista del Lebensraum en Europa oriental. Ésta es justamente una decisión gratuita. • Otro ejemplo contundente es el plan Sahuman del 9 de mayo de 1950. Fierre Gerbet3 y William Diebold4 han mostrado que lo que inspiró a los autores del plan, Jean Monnet y Robert Sahuman, fue la voluntad de crear novedades. Nada los obligaba a ello. Es verdad que había que tratar de mejorar las relaciones de Francia con la nueva República Federal Alemana, vueltas problemáticas por la política francesa en Sarre. Pero las negociaciones diplomáticas normales hubieran bastado. Robert 2 Thomas Bailey, A Diplomatic History ofthe American People, Nueva York, 1942, pp. 506507. Cf, también Robert Ferrell, American Diplomacy, Nueva York, 1959, p. 199. "Es dudoso que McKinley o quien sea hubiera podido controlar el curso de los acontecimientos." 3 "La Genése du Plan Schuman", en Revue francaise de Science politique, julio-septiembre d e l 956, pp. 525-553. 4 William Diebold, The Schuman Plan, Nueva York, Council on Foreign Relations, 1959.
410
LA DECISIÓN
EL ESTADISTA
Schuman y Jean Monet se propusieron objetivos más amplios: reconciliar a Francia con Alemania, avanzar en la vía de la unidad europea. En tal sentido, la decisión fue "creativa", y lo fue conscientemente, como lo manifestaba el primero de los "considerandos" del tratado del 18 de abril de 1951, al instituir la "Comunidad Europea del Carbón y del Acero": "Considerando que la paz mundial no puede ser salvaguardada más que por los esfuerzos creativos en la medida de los peligros que la amenazan". Por supuesto, la mayor parte de las decisiones quedan entre estos dos extremos y asocian la presión de las causas a la aspiración por los fines. Además, por esa razón, en general, son el resultado de una serie de hechos bastante complejos. En otro capítulo estudiamos por qué procesos las "fuerzas profundas" ejercen su acción sobre el estadista; por ello no insistiremos aquí en la causalidad de las decisiones. En cambio, es útil que aquí nos ocupemos de su finalidad. Ésta se presenta esquemáticamente de la manera siguiente: dado el objetivo que se propone el autor de una decisión, ¿cuáles son las relaciones entre el valor de la apuesta y el nivel del riesgo? ¿Cuales son las relaciones entre las metas buscadas y los medios disponibles? Proponemos llamar estrategia diplomática a la primera de esas relaciones y táctica diplomática a la segunda.3 Se puede admitir que todo estadista responsable trata de alcanzar las metas generales que se ha fijado, de una vez por todas si es un doctrinario y por fases más breves si es un oportunista. En conjtinto, esas metas son el "interés nacional", que ya estudiamos en otro capítulo. Pero, puesto que en la Sociedad de Naciones una decisión acarrea reacciones incontrolables de parte de los otros socios, el autor de la decisión está obligado a reflexionar sobre lo que podrían ser esas reacciones. Toda decisión de cierta importancia implica riesgos. Pero ¿cuáles? Primero, el riesgo de orden interno, que es el debilitamiento o la caída del gobierno. En regímenes parlamentarios, no pueden contarse los gabinetes que han caído o han renunciado como consecuencia de una decisión de política exterior; por ejemplo, Freycinet el 29 de julio de 1882, cuando quiso intervenir en Egipto; Briand, cuando en enero de 1922 vio desaprobada su política de conciliación con Alemania. En todo régimen, una decisión de esta especie puede ocasionar un golpe de Estado; por ejemplo: el del joven rey Pedro II de Yugoslavia el 27 de marzo de 1941 contra el regente Pablo, quien había hecho que el país se adhiriera al Pacto Tripartita dos días antes. Más simplemente, la decisión puede acarrear la no reelección del interesado o la elección de 5 Traté de presentar teóricamente estos problemas en un artículo: "La stratégie des conflits internationaux", en Revue franfaise de Science politique, junio de 1960, pp. 287-308, y sobre todo en mi libro Le Conflit de Trieste, tercera parte, estudio teórico (en prensa).
411
un candidato del partido contrario, por ejemplo: cuando el protegido de Wilson, el demócrata Cox, fue vencido por el republicano Harding en noviembre de 1920 por haber conducido su campaña sobre el tema de la adhesión a la Sociedad de Naciones. Ahora bien, es evidente que los estadistas deben tener en cuenta esas consideraciones que afectan toda la vida política de otros países, así como la del suyo. Pero los riesgos de orden externo son más importantes todavía: se corre el riesgo de tomar medidas de desquite, de represalias; se corre el riesgo del descrédito moral (el que afecta al agresor, el que estigmatiza a cualquiera que abandone a un aliado, a cualquiera que viole un tratado: el "inconstante"); se corre el riesgo de la guerra, con las pérdidas en vidas humanas, las ruinas, los desastres financieros que implica, y si se acepta correr este riesgo, se corre el peligro de la derrota, que supone la pérdida de la independencia o de la integridad territorial. Por último, la era atómica introdujo el riesgo más terrorífico de todos: el de la aniquilación física total de la población. t En el cálculo del riesgo pueden cometerse errores. Aquel que creía no 'exponer más que la pérdida de algunos soldados se ve arrinconado en la derrota. y Evidentemente, correr un riesgo supone que el estadista tenga un temperamento de jugador,6 pero también que haga una gran apuesta en el juego. Aun si ésta es de un monto alto, no la llevará rnuy lejos si el riesgo es muy elevado. Es de notar que, por ejemplo, ninguno de los gobernantes franceses que se sucedieron de 1871 a 1914 se ocuparan en serio por emprender una "guerra de desquite" para reconquistar las provincias perdidas. Cuando el mantenimiento en el Ministerio de Guerra del general Boulanger pareció significar una voluntad positiva de desquite próxima, los principales líderes políticos, el presidente Grévy, Jules Ferry y Freycinet se entendieron para eliminarlo, habida cuenta de que Bismarck, por añadidura, había utilizado hábilmente la crisis del "incidente Schnaebelé" (abril de 1887) para hacer presión sobre Francia y devolverla al sentido común. Muy a menudo, en casos de conflicto, los dos adversarios declaran que no quieren utilizar la fuerza para resolverlos. Así, es posible que sacrifiquen oportunidades de éxito, pues, como decía Bismarck: "Si no tengo la intención de utilizar la fuerza, no será útil que ^. mi adversario lo sepa". <¿ En nuestro capítulo sobre la personalidad del estadista vimos que hay hombres a los que les gusta el riesgo y otros que prefieren la tranquilidad. El adagio popular "quien no arriesga no gana" puede aplicarse a la política exterior de la manera siguiente: un país satisfecho, "saturado", '
6
Cf. segunda parte, capítulo K, apartado 1.
412
EL ESTADISTA
como decía Bismarck hablando de Alemania, está menos dispuesto a correr riesgos que un país insatisfecho. Además, la satisfacción es una noción compleja. En el plano político y territorial, un país está insatisfecho si no ha logrado su unidad nacional (por ejemplo, Serbia antes de 1918) o si ha perdido provincias (por ejemplo, Alemania en torno al corredor polaco entre las dos guerras). La insatisfacción territorial se remite a las dos ideas de "irredentismo" y de "desquite". Además, es relativa, pues los pareceres difieren siempre en cuanto a la realización de la unidad nacional. Conocemos7 el célebre debate de 1796-1797 en Francia contra Carnet, que sabiamente deseaba que se volviera a las "fronteras de 1792", Reubell, quien quería las "fronteras naturales", y La Reveilliére-Lépeaux, quien preconizaba la "expansión revolucionaria", es decir, la creación de "repúblicas hermanas", de Estados satélites en torno a Francia. Aunque después de 1815 la tendencia de Carnot casi siempre ganó, por momentos se vio llegar al poder a partidarios de las "fronteras naturales" (por ejemplo, Napoleón m) y hasta después de 1919 subsistieron en la opinión grupos que pensaban así — la Action francaise en ciertos momentos—. En Alemania, no sólo hubo el célebre conflicto entre partidarios de la "pequeña Alemania" y de la "gran Alemania"; los pangermanistas, luego de la creación de la "Alldeutscher Verband" en 1894, soñaron con una absorción de países "germánicos", como los Países Bajos, Dinamarca y la Suiza alemana. Dichas ideas se concretaron, además, en Alemania, con una doctrina racista, cuando Adolf Hitler trató de constituir su gran Reich. En Italia, Orlando, en 1919, quiso dominar vina parte de la costa este del Adriático, programa que Mussolini retomaría por su cuenta en 1941. Y el viejo Orlando, senador de la república, tronaría contra los renunciatorii después de 1945, que llegaron hasta el abandono de la mayor parte de Istria. Incluso los Estados Unidos sostuvieron tales perspectivas expansionistas con la doctrina del Destino Manifiesto a mediados del siglo xix. Por tanto, el papel del estadista es considerable, pues finalmente desempeña un papel personal en la elección entre aspiraciones territoriales ambiciosas —y por ende con riesgos por correr— o una actitud de satisfacción, incluso si debe luchar en ese dominio contra las fuerzas más "chauvinistas", las más "ultranacionalistas", de la opinión. Hay otro aspecto de la satisfacción que es de orden económico. La idea de satisfacción económica es más compleja todavía. No sólo se trata de saber qué nivel de vida medio ha alcanzado la población de un país, sino también cuál es el porcentaje que goza de un nivel de vida ' Cf. sobre todo Jacques Godechot, La Grande Nation.
LA DECISIÓN
413
decente. Por ejemplo: desde hace unos 20 años, economistas y politólogos estadunidenses (Walt Rostow,8 John Kenneth Galbraith9) y europeos (Francois Perroux y Alfred Sauvy) han hecho progresar en este campo nuestros conocimientos, aún muy frágiles. , En particular, Rostow distinguió cinco etapas sucesivas en la vía del desarrollo económico: "sociedades tradicionales", "predespegue" (pretake off), "despegue" (take off), "madurez" y "alto consumo de masas". Las sociedades tradicionales y, en el otro extremo, las de las dos categorías superiores presentan cierta estabilidad. De paso, recordaremos la observación que hizo Karl Deutsch, según la cual nunca ha habido revolución (nosotros agregaremos, según la terminología de Ernest Labrousse, ninguna revolución "endógena"),10 cuando el ingreso medio anual rebasaba 900 dólares. Así, para mencionar algunos ejemplos, era de menos de 50 dólares en Paraguay, Haití y Paquistán; de 65 en la India; de 300 en México; alrededor de 1200 en Francia, Gran Bretaña y Alemania occidental; de 1 600 en Suiza; de 2 400 en los Estados Unidos. Lo que aquí nos interesa es la actitud del estadista con respecto a la insatisfacción económica. Las únicas conclusiones a las que podemos llegar son, aunque bastante frágiles: 1) Que los países económicamente insatisfechos tienen más a menudo líderes ambiciosos, ávidos de riesgos, que los países satisfechos. 2) Que la insatisfacción económica es una causa general de perturbaciones y de revoluciones, pero que el estadista puede a veces desviar las pasiones revolucionarias hacia un objetivo internacional. El espíritu revolucionario se vuelve entonces nacionalismo chauvinista y el espíritu de aventura —y por tanto la aceptación de los riesgos— lleva a una gran parte del país hacia objetivos ambiciosos y agresivos. Sin que haya una correlación perfecta entre el gusto por los riesgos y la insatisfacción, el temor por la aventura y la satisfacción, no por ello se sorprende uno menos por el hecho de que la historia nos revele que hubo estadistas _ f "muy ambiciosos" y estadistas "satisfechos", "inmóviles", "hartos". Para terminar esta investigación sumaria sobre la "estrategia diplomática", subrayemos que la evaluación de la importancia de la apuesta es un asunto muy personal. Ya hablamos de ello en el capítulo sobre el interés nacional. No hay determinación objetiva del valor de la apuesta. A uno le gustaría sacrificar la prosperidad por el prestigio (como Thiers en 1840), al otro el prestigio por la prosperidad (como Guizot). Uno ponThe Stages ofEconomic Grcnvth, Cambridge, 1960. The Affluent Society, Londres, 1961. 10 "Comment naissent les révolutions", en Actes du Congres historíque du Centenaire de la Révolution de 1848, París, 1949, pp. 1-20. 8 9
415
EL ESTADISTA
LA DECISIÓN
drá toda su energía en la reivindicación de un territorio y el otro decidirá que, después de todo, las fronteras actuales son satisfactorias. Un político considerará que ninguna adquisición vale vina guerra. Otro aceptará la guerra "con ligereza". Por tanto, la "indeterminación de las conductas políticas extranjeras", según la expresión de Raymond Aron, es considerable en el contexto de la finalidad. Y en consecuencia, el estadista, sabiendo que la conducta de sus colegas de otros Estados puede obedecer a móviles extremadamente variados, ignorará en general cuáles pueden ser las consecuencias de sus acciones. Pasemos ahora a la "táctica diplomática", es decir, a la relación entre metas y medios. La "apuesta" de la que acabamos de hablar y la "meta" pueden coincidir. Pero nosotros creemos que en general la "apuesta", el "interés nacional", constituyen el conjunto de los fines, el ideal, mientras que las "metas" se buscan casi cotidianamente y constituyen de algún modo fragmentos sucesivos de la apuesta. Por ejemplo, para Hitler la apuesta descrita por Mein Kampfy retomada en los Tíschgesprache era el dominio de Europa y la posesión de un amplio Lebensraum. Pero si consideramos cronológicamente cada uno de sus actos, encontramos que se cuidó bien de publicar sus vastos planes, que trató, después de cada éxito, de asegurar. Citemos, por ejemplo, el discurso del 21 de mayo de 1935" en el Reichstag, Hitler anuló unilateralmente el 16 de marzo anterior una cláusula del Tratado de Versalles y anunció el rearme de Alemania. De este modo, realizó una de las metas que se proponía. Pero debió ocultar la sucesión de sus metas próximas, y en especial el conjunto de la apuesta que quería lograr. Por eso se declaró hostil a las anexiones territoriales.
sable entre fines y medios. Al rearmar a Alemania, no sólo aseguró a la raza superior, al Herrenvolk, la igualdad de derechos, sino que además procuró forjar el instrumento que le daría el medio para apoderarse metódicamente de los territorios alemanes, de desembarazarse de Francia y de lanzarse por último a la conquista del Lebensraum. El avance siguió muy de cerca al de las fuerzas militares de Alemania y se combinó con el aislamiento creciente de las democracias, que perdieron sus esperanzas del apoyo de Italia y luego de la URSS. Pero a la inversa, Hitler estaba perfectamente consciente de que el rearme y las manifestaciones de fuerza alemanas suscitaban entre sus adversarios potenciales la voluntad de rearmarse, y el desequilibrio de las fuerzas, que él creó sistemáticamente, estaba destinado a atenuarse e incluso a dar marcha atrás. - En el famoso Protocolo Hossbach (pero hay muchas otras fuentes convergentes)12 señaló 1943 como la fecha peligrosa. Por tanto, debía quebrantar la fuerza de los adversarios potenciales antes de esta fecha (de ahí la extrema importancia que tenía el tiempo en la mente de Hitler y en la preparación de sus decisiones). Su precipitación voluntaria se reforzaba con su convicción de ser el único hombre capaz, en virtud de las decisiones, de vina misteriosa providencia de la raza, de realizar los grandes propósitos, es decir, la apuesta. Así lo dijo en la reunión del 5 de noviembre de 193713 y lo repitió a sus generales el 22 de agosto de 1939: "Todo depende esencialmente de mí, de mi existencia, a causa de mis talentos políticos [...] Probablemente ya no habrá nunca en el futuro un hombre que tenga más autoridad que yo. Por eso mi existencia es un factor de gran valor. Pero puedo ser eliminado en cualquier momento por un criminal o un loco". Si la estrategia consiste en determinar qué riesgos se aceptará correr para ganar la apuesta, la táctica es una adaptación de los fines a los medios. Pero esa adaptación puede hacerse en los dos sentidos. Se puede reducir la ambición de las metas, a falta de medios, o incrementar la importancia de los medios, para estar en condiciones de alcanzar las metas. Numerosos fenómenos de relaciones internacionales se explican por este doble camino. La "carrera armamentista" es uno de ellos. Por ejemplo, Bismarck se inquietó vivamente por las leyes militares francesas de 1872 y de 1875 (el "cuarto batallón") y, a lo largo de su carrera —incluso en 1887—, trató de obtener del Reichstag créditos suplementarios para cada "septenato" militar. Sabemos que actuaba así a partir de una postura absolutamente defensiva. Pero los dirigentes franceses jamás creyeron que Bismarck hubiera renunciado a nuevas ambiciones territoria-
414
Como ya no hay espacio desocupado en Europa, toda victoria [...] puede, cuando mucho, aportar un incremento cuantitativo al número de los habitantes de un país. Pero si las naciones otorgan a esa meta ese valor, pueden alcanzarlo sin lágrimas de una manera más simple y más natural. Una política social sana, al incrementar la disposición de una nación para tener hijos, puede dar a su población en unos años más hijos que el número de los extranjeros que podría conquistar y someter por la guerra.
Y agregó que "ninguna reclamación territorial se dirigirá a Francia" (lo que desmentiría en 1940). "Reconocemos a Polonia como el dominio de un gran pueblo consciente de ser una nación" (ahora bien, en 1939 destruiría a Polonia y se anexaría una gran parte, mucho más allá de las zonas disputadas en donde vivían alemanes). El ejemplo de Hitler nos muestra con claridad la coordinación indispen11
Norman H. Baynes (comp.), The Speeches ofAdolf Hitler, 1942, t. u, pp. 1219-1290.
12
iv{
Documents on Germán Foreign Policy. serie D, t. K, núm. 192; cf. también el núm. 193.
l3 Ibid.,
416
LA DECISIÓN
EL ESTADISTA
les. Por eso, también ellos trataron de incrementar sus fuerzas militares para estar en condiciones de resistir a cualquier "guerra preventiva". Así se desató el ciclo de la carrera armamentista, mientras que las metas nacionales inmediatas (si no la apuesta última, Alsacia-Lorena) eran meramente defensivas. La propia cuestión de Alsacia-Lorena muestra que Francia hacía una distinción constante entre la apuesta: recuperar un día las provincias perdidas, y las metas inmediatas: "Pensemos siempre en ello" —en la apuesta—. "No hablemos de ello nunca" —no puede ser en lo inmediato una meta razonable—. Es fácil observar la misma distinción en la célebre carta al Kronprinz del ministro alemán de Asuntos Extranjeros, Gustav Stresemann (7 de septiembre de 1925).14 Evidentemente, como esta carta estaba destinada a apaciguar a los ultranacionalistas, tal vez exagera la amplitud de lo que para Stresemann era la apuesta final: solución de la cuestión renana, protección de los "10 a 12 millones de alemanes que viven en el extranjero", rectificación de las fronteras orientales (Gdansk, Corredor, Alta Silesia) a largo plazo, integración de Austria a Alemania. "Pero —agregaba Stresemannn—, lo esencial es [...] la liberación de nuestro suelo, la desaparición de las tropas de ocupación; ante todo es preciso que nuestros estranguladores cedan." En otras palabras, dados los pobres medios de que dispone Alemania, los únicos fines accesibles son mucho más modestos, de ahí la expresión "lo esencial". Además, añadía Stresemann, "la política alemana deberá, para comenzar, seguir la fórmula que Metternich, creo, adoptaba en Austria después de 1809: 'trampear' (finassieren) y sustraerse de las grandes discusiones". Por tanto, esta meta, accesible en sí misma, debería presentarse con prudencia, habilidad y en forma progresiva. Otro ejemplo sugerente de la adaptación de los medios a los fines nos lo proporciona la conversión de Wilson, en 1916, a la idea de crear grandes fuerzas navales. La apuesta de Wilson parecía ser la realización de una "misión" propia de los Estados Unidos: ser en el mundo el defensor de los principios morales y del derecho internacional. Pero esta lejana apuesta suponía, en lo inmediato, un fin mucho más preciso: la defensa de los derechos de los ciudadanos estadunidenses, amenazados en sus vidas por los submarinos alemanes al viajar en trasatlánticos con bandera de la Entente, amenazados en svis bienes por parte de los dos bandos y, sobre todo, por el bloqueo de la Entente. La formulación abstracta es la "defensa de la libertad de los mares". La formulación concreta es el incesante envío de notas de protesta a propósito de incidentes concretos. Ahora bien, poco a poco Wilson descubrió que sus medios —sobre 14
Les Papiers de Stresemann, t. u, pp. 111-114.
417
todo la diplomacia y la "fuerza moral"— eran notoriamente insuficientes. De ahí su conversión bastante repentina a la idea de la military preparedness. "Afortunadamente —escribe Seymour—,15 en el otoño de 1915 el presidente Wilson había revisado sus ideas y estaba listo para presentar al país una petición en favor de una preparación vigorosa. En su discurso ante el Manhattan Club, confesó su cambio de ideas y emprendió pronto una campaña en favor de la preparación militar en los centros pacifistas del Middle West." El 3 de febrero de 1916 en Saint Louis, Wilson fue más lejos de lo que soñaban los campeones de una gran marina estadunidense y de la fórmula del almirante Mahan, "la más grande marina del mundo después de la británica" pasó a ésta: "debe ser, según mi opinión, la marina incomparablemente más grande del mundo".16 Tratar de adquirir los "medios" para realizar un fin no se limita al dominio militar. Los medios pueden ser los de la situación diplomática, de alianzas, del apoyo de otras potencias, del incremento de la riqueza, etc. De ello resulta que el historiador siempre enfrenta vina grave dificultad: cuando se toma una decisión, en general ignora si se trata de realizar un fin o de procurarse medios susceptibles de realizar más adelante un fin de naturaleza completamente diferente. Por ejemplo, es difícil saber si, al alentar la candidatura de Hohenzollern al trono de España en 1870, Bismarck trataba de constituir un reino amigo al sur de Francia y de asegurar así un éxito de prestigio a la familia real de Prusia; si simplemente quería encontrar un pretexto para desatar una guerra que él estimaba indispensable para la realización de la unidad alemana; si cuando impulsó a Francia a conquistar Túnez, quiso darle una satisfacción e incitarla a abandonar la idea de un desquite, o si consideraba sólo este asunto como un medio para trastornar a Italia y a Francia. En realidad, en la perspectiva de una apuesta más amplia, todo fin limitado no es sino una etapa, y por tanto puede ser considerado también un medio, del mismo modo que en el juego de ajedrez tomar una pieza importante es, al mismo tiempo, un fin y un medio para aumentar las oportunidades de ganar la partida. Pero si al historiador le es difícil distinguir entre fines y medios, es tal vez porque a menudo el estadista no es capaz de hacerlo. En ocasiones pone, como Bismarck, "dos hierros en el fuego".
•:-,«d,»-
2. EL PROBLEMA DE LA DECISIÓN "RACIONAL"
A este estudio general, y en consecuencia demasiado sumario de la decisión, todavía tenemos que agregar algunas reflexiones sobre un proble! ls Seymour (comp.), Intímate Papers ofColonel House, i. u, p. 84. #»• '6 Josephus Daniels, The Wilson Era, Chapel HUÍ, 1944, p. 329.
418
EL ESTADISTA
ma que preocupa a cualquiera que deba tomar una decisión importante: ¿es racional o irracional la decisión? En materia de política exterior, la incertidumbre a propósito de las reacciones del asociado introduce en los cálculos de los responsables dificultades extremas. En teoría, puede decirse que vina decisión es racional si tiene todas las probabilidades de lograr el resultado deseado. Pero para ello, primero y ante todo hay que tener un conocimiento profundo de la situación y hacer una evaluación exacta. Por tanto, la necesidad de la información es primordial. Son incontables las decisiones desatrosas que se originan en importantes errores de información. En general, un punto de vista demasiado optimista de sus propias fuerzas y una subestimación de las del adversario conducen al estadista a las catástrofes. Napoleón III en 1870 y Hitler en junio de 1941 cometieron errores de este tipo. Pero el problema es todavía más complejo, pues un elemento esencial de la información es conocer la voluntad del adversario en cuanto al uso de sus fuerzas. En septiembre de 1935, los británicos agruparon la Home Fleet en el Mediterráneo. Pero Mussolini, quien disponía de un excelente servicio de inteligencia, sabía que el gobierno de Londres tenía la voluntad formal de no utilizarla; por tanto, pudo ignorarla e iniciar la guerra contra Etiopía. Poco antes del 7 de marzo de 1936, los consejeros militares de Hitler le dijeron que sería una locura reocupar la Renania; sabían que el ejército francés era todavía mucho más fuerte que el alemán. Sin embargo, Hitler decidió actuar porque supuso que los dirigentes franceses no se atreverían a utilizar la fuerza; en consecuencia, poco importaba la superioridad del adversario. En el caso de Mussolini se descubrió el esfuerzo por tener informaciones exactas. Pero al parecer la decisión de Hitler no se fundó sino en la mera intuición. En realidad, parece que la decisión, perfectamente racional, que se tomaría "con todo conocimiento de causa" era casi imposible en la mayor parte de los casos, y ello por dos razones que el historiador observa casi constantemente en sus averiguaciones. Una es que, incluso si la información de que dispone el autor de la decisión es exacta —lo que resulta difícil—, nunca es completa. La segunda es el tiempo: con excepción de las decisiones "creativas", que pueden ser elaboradas y maduradas por largo tiempo, no se tiene el tiempo para recabar la información necesaria y el estadista está obligado a decidir con base en datos insuficientes. El hecho de que la "información" sea casi necesariamente incompleta deriva de la extraordinaria complejidad de los factores. La idea de que se podría conocerlos todos y dejar a una máquina electrónica el cuidado de calcular el resultado es absurda y supone la negación absoluta de la
LA DECISIÓN
419
"mentalidad de penetración" en provecho de la "mentalidad de demostración". De todos modos, ésta es equívoca, pues parte del postulado de que se pueden conocer todos los factores. Ahora bien, el olvido de uno solo puede desnaturalizar absolutamente los resultados. Ya en la época preelectrónica hemos presenciado olvidos catastróficos de factores esenciales. Por ejemplo, con el plan Schlieffen los alemanes pensaban en 1914 que habían "puesto todas las apuestas de su lado". Sin embargo, había al menos un elemento que nadie podía conocer antes de la experiencia de la guerra: la fuerza de carácter de los comandantes. Ahora bien, resultó que uno de ellos, Von Moltke, fue vacilante, indeciso y pusilánime, y que el otro, Joffre, manifestó, ante el fracaso total de sus planes, una extraordinaria firmeza de espíritu y tuvo así la posibilidad, en plena derrota, de cambiar completamente la situación. Lo que es verdadero en el plano militar también lo es en el plano diplomático. El factor humano constituye una incertidumbre y el conocimiento del aliado nunca es perfecto. . El tiempo es más importante aún. Hay casos en que la decisión se debe tomar en un plazo muy corto, por ejemplo cuando hay un ultimátum o cuando se acaba de producir un golpe de mano. A veces, una pequeña potencia, sometida al ultimátum de vina grande, se ve obligada a tomar sin tardanza una decisión trágica. Nos damos cuenta de la irracionalidad casi total de la decisión que tendría que tomar, ante una agresión característica del adversario, el responsable de una de las dos grandes potencias nucleares de la actualidad: un retraso de algunos minutos para elegir entre el sacrificio de un aliado o el aniquilamiento de 100 millones de cividadanos; tal sería la temible alternativa. Por más que los especialistas quieran "prever" los casos posibles y determinar por adelantado la decisión que cada uno tomará, es muy probable que el acontecimiento constituya un caso nuevo imprevisto, lo que plantearía el problema de una decisión casi instantánea en lo qvie prevalecería lo imponderable y, por ende, lo irracional. ' Pero en la historia se encuentran numerosos ejemplos de otra complicación que proviene del tiempo. Es decir, puede ocurrir que la elección frente a la acción del adversario se encvientre entre una respuesta reflexionada y una contestación fulminante. Al parecer, la primera es más razonable, porque permite recabar informaciones. En ciertos casos, la segunda es la única buena, pero entonces no se tiene el tiempo de hacer averiguaciones. Por tanto, puede haber ocasiones en que sea preciso actuar por impulso, casi espontáneamente, corriendo un riesgo enorme, pues toda tardanza, cualquier titubeo, incrementan, conforme pasan las horas y los días, las posibilidades del adversario. En cambio, también puede ocurrir que "ganar tiempo" sea la fórmula correcta.
EL ESTADISTA
LA DECISIÓN
Desde hace algunos años se ha intentado, sobre todo en los Estados Unidos, racionalizar en cierta medida las decisiones que, a falta de tiempo o porque subsiste lo desconocido, son irracionales. El método consiste en adaptar a las relaciones internacionales la "teoría de los juegos", que es una aplicación de las matemáticas. Se trata de saber, entre todas las soluciones posibles, cuál puede producir los resultados más apreciables con el mínimo de posibilidades de fracasar. Sobre este tema se han publicado numerosas obras17 y ciertas universidades estadunidenses organizan incluso "juegos diplomáticos" que se parecen al Kriegspiel de los militares.18 En realidad, hay una semejanza entre los juegos y la diplomacia. El lenguaje cotidiano no ha dejado de percibir esta analogía. Se habla del "tablero diplomático"; se dice de tal acción audaz que es tina "suerte de póquer", de tal estadista que es "un jugador" que "avanza sus peones", que "atora el juego", que "pone todos sus triunfos en su juego". Ahora bien, como los juegos que exigen además del azar un esfuerzo de inteligencia dan lugar a combinaciones a menudo calculables, surge la tentación de entregarse a cálculos comparables en la política exterior. Sin embargo, si las semejanzas son sorprendentes, no lo son menos las diferencias. El número de las piezas de un tablero, de las cartas en un juego de bridge, es limitado. En política exterior, el número de los elementos en juego es ilimitado. Además, el juego puede interrumpirse. El jugador sabe que está jugando, mientras que el estadista responsable está obligado a pensar que toda decisión acarrea consecuencias y desata un mecanismo que no podrá detener. No faltan en el juego los elementos cualitativos: la evaluación de la inteligencia y de la audacia del adversario, pero no son lo esencial. Hay "reglas del juego". En cambio, nadie ha podido establecer objetivamente "reglas de la diplomacia". Por último, en general el jugador dispone de tiempo y puede ya sea pensar en su turno (ajedrez), ya sea saber que cada vez que toma una carta dispondrá de cierto tiempo (bridge). En la diplomacia, el tiempo, la tardanza, no dependen en general de los actores, sino que se impone. Por otro lado, se puede ser un gran estadista y un mediocre jugador de ajedrez. Napoleón, en Santa Elena, era vencido con regularidad por Las Cases.19 Tampoco podríamos comparar el "juego diplomático" practicado en ciertos centros estadunidenses, donde una o dos personas representan a cada "país", con la verdadera diplomacia, donde hay un responsable,
ciertamente, pero donde ese responsable sabe que detrás tiene el enorme aparato del Estado y que debe considerar numerosas fuerzas internas, a menudo contradictorias, a veces apremiantes. • Por tanto, pensamos que la "teoría de los juegos" añade poco a la racionalidad de las decisiones y que corre el riesgo de engañar crasamente a quienes, atrapados por una aparente analogía, esperarían de un cálculo matemático una respuesta que, matemáticamente exacta, vendría a ser generadora de catástrofes en la infinita complejidad del mundo real. Entonces es preciso reintroducir —y el historiador no puede evitar hacerlo— las nociones más irracionales y las menos cuantitativas posibles: la intuición, la consideración "a ojo de pájaro", el "sentido común". A la ciencia de la diplomacia se agrega un arte en el que entran en juego la experiencia, la habilidad, el discernimiento de los hombres, la lucidez, así como la imaginación, la constancia, la fuerza de carácter. Las "dotes de penetración" no son una forma arcaica de la inteligencia, que vendrían progresivamente a reprimir las conquistas de la ciencia. Son uno de los elementos constitutivos de la vida humana. - Pero inmediatamente después de esta reflexión se impone otra, de sentido opuesto. Un conjunto de buenas intuiciones puede dar al estadista un exceso de confianza en sí mismo. Creer indefinidamente en "su buena estrella" hace que el jefe ignore cada vez más informaciones, consejos, reflexiones que asentarían su acción. Casi hasta 1941, Hitler tuvo una serie de intuiciones diríamos "geniales". A partir de ello, dedujo que era infalible. Sin embargo, su "intuición" de una victoria rápida en Rusia fue el origen de una catástrofe histórica de primera magnitud. Por otro lado, fuera de la teoría de los juegos, a menudo es preciosa la utilización de los métodos matemáticos. La "investigación operacional", "método científico para ofrecer a los dirigentes responsables bases numéricas para sus decisiones",20 se volvió indispensable en numerosos casos. Así se pudo determinar que varios navios formados en convoy sufrirían menos pérdidas que navios aislados; se pudieron precisar las dimensiones ideales de los convoyes, las disposiciones más eficaces de los navios de escolta. Cuando el factor cuantitativo es mucho más importante que el cualitativo, la investigación operacional debe preceder a la decisión e incluso imponerla. Pero no hay que tratar de medir lo que no es medible, y es preciso admitir qtie el estadista no siempre puede superar la inexorable fatalidad que le impone tomar decisiones sin conocer bien todos los datos que las harían racionales. El coronel Gonard, quien estudió las relaciones entre investigación
420
17 Mencionemos en particular a Morlón Kaplan, System and Process in International Politics, Nueva York, 1957; Thomas Schelling, The Strategy ofConflict, Harvard, 1960. 18 Véase sobre este punto el libro curioso, si no convincente, de Harold Guetzkow et al., Simulation in International Relaüons, Prentice Hall, 1963. 19 Memorial de Sainte-Héléne.
421
20 Véase la interesante obra del coronel Gonard, del ejército suizo, La Recherche operationnelle et la decisión, Ginebra, 1958; cf. la p. 39.
422
EL ESTADISTA
LA DECISIÓN
operacional y decisión, considera que hay dos tipos de decisiones: las que son la expresión de un compromiso y las que se manifiestan mediante una elección. El compromiso es un "arbitraje entre varias condiciones u opciones contradictorias". "La investigación de ese compromiso, denominado decisión, pertenece indiscutiblemente al campo de la investigación operacional" en todos los casos en que los elementos por estimar son de orden cuantitativo (volumen del encargo, número de obreros y de máquinas, precios de fábrica). Por el contrario, la elección es una alternativa entre dos posibilidades contradictorias. Por tanto, "escapa, desde el principio, a cualquier influencia de cualquier investigación operacional".21 El jefe no es "prisionero del dilema de la decisión lógica ni de la receta empírica [...] Es por ello que la mejor decisión que tomará no será necesariamente ni siempre racional [...] Hay [.,.] una jerarquía cualitativa de las decisiones, sean éstas racionales o no".22 En la decisión de política exterior, el historiador comprueba experimentalmente que lo cualitativo predomina sobre lo cuantitativo. Por tanto, la noción de racionalidad de tina decisión es completamente relativa. En efecto, la mejor decisión no es por fuerza aquella en que se ha tratado de ser racional. Lo esencial es tener éxito. Ahora bien, se puede tener éxito por suerte, por azar, a consecuencia de la intervención de un elemento que no se había previsto (por ejemplo, un error del adversario). Así, se puede concluir que la actitud racional consiste en poner, en la medida de lo posible, "todas las cartas a la vista", pero que, en última instancia, en el momento de decidir, a veces hay que saber atreverse, arriesgarse, "correr los riesgos".
enviar tropas a Siberia el 8 de julio de 1918), Robería Wohlstetter, Pearl Harbor, Warning and Decisión,25 Raymond H. Dawson, The Decisión to AidRussia, 1941 2b o incluso, sobre problemas estratégicos principalmente, la recopilación Command Decisions21 que analiza 25 decisiones esenciales tomadas durante la segunda Guerra Mundial. Aquí nos contentaremos con estudiar algunos casos de los cuales hay tina documentación satisfactoria. La decisión de Caillaux de ofrecer a Alemania una parte del Congo a cambio de Marruecos Escogimos este caso porque es relativamente simple y porque la documentación es abundante.28 Cuando los franceses, llamados por el sultán de Marruecos, ocuparon Fez el 21 de mayo de 1911, era probable que Alemania reaccionaría. Sabemos con seguridad, por los documentos diplomáticos alemanes, que desde el 2 de mayo, mientras se preparaba la expedición francesa, el ministro alemán de Asuntos Exteriores, Kiderlen-Wáchter, propuso a Guillermo II y al canciller Bethmann-Hollweg un programa de acción. Se enviaría a un pvierto marroquí un navio de guerra alemán con el fin de "tomar una prenda". Ello permitiría no anexarse ni dividir Marruecos, como querían los pangermanistas (pues, escribe el 19 de abril Kiderlen, también quisieran que nos anexáramos el departamento del Ródano), sino obtener otra cosa. Kiderlen no quería la conquista de Marruecos, sino una gran compensación, por ejemplo todo el Congo francés, a cambio de un pequeño territorio africano que pertenecía a Alemania. El 20 y el 21 de junio de 1911, durante las conversaciones en Kissingen con el embajador de Francia, Jules Cambon, Kiderlen le dijo: "Es un verdadero protectorado el que están ustedes organizando en Marruecos". Y propuso el sistema de la compensación. Ésta, reviró Jules Cambon, no se podía encontrar en Marruecos. Quizá no fuera imposible en otro lugar. Entonces salió hacia París para hacer un relato al gobierno. • En ese momento Caillaux, ministro de Finanzas en el Ministerio Monis, lo sucedió como presidente del Consejo. El 30 de junio leyó en la tribuna su declaración ministerial. El 1° de julio, la cañonera Panther
3. EJEMPLOS DE DECISIÓN Que los historiadores se inclinen cada vez más por el estudio de las decisiones puede comprobarse al recordar algunos títulos de obras conocidas. Además, cabe recordar que los historiadores estadunidenses, más que otros, se sienten atraídos por esta visión de los problemas históricos. Un "metodologista", Richard Snyder, propuso hacer del estudio de la decisión el centro mismo de toda investigación en materia de relaciones internacionales.23 Mencionemos, entre otros, a George Kennan, The Decisión to Intervene2* (aquí se trata de la decisión estadunidense de 21
Ibid., pp. 82-83.
22/te/., p. 81. 23 Richard Snyder,
H. W. Bruck y Burlón Sapin, Decision-making as an Approach to the Study of International Politics, Prínceton, 1954 (multigrafiado). "Princeton, 1958.
423
p1
25 Stanford, 1952. 26 Chape! Hill, 1959.
"Washington, 1959. Cf. en especial Documents diplomatiques franjáis. Joseph Caillaux, Agadir, París, 1919. Id., Mes Mémoires, París, t. u. Paul Cambon, Correspondance, 1870-1924, t. n (1898-1911), París, 1940. Kiderlen-Wüchter intime d'aprés ses notes et sa correspondance, publicado por Ernest Jaeckh, París, 1926. 28
424
EL ESTADISTA
entró en el pvierto de Agadir. La crisis estaba abierta. Evidentemente, nuestro propósito no es narrarla, sino mostrar cómo Caillaux tomó la decisión de no ofrecer como compensación a Alemania más que una parte del Congo francés. Caillaux, que no tenía gran experiencia en asuntos exteriores, ignoró hasta julio las conversaciones de Kissingen,29 Hubiera qtierido tener un ministro de primer orden en el Quai d'Orsay. En vano se dirigió a León Bourgeois, a Raymond Poincaré. "No tuve corno elección sino una alternativa: o bien ir yo mismo al Quai d'Orsay, o bien apelar ahí a un personaje de segundo plano [...] De Selves."30 "Yo no me hacía ilusiones sobre el valor del señor De Selves. Yo sabía que era mediocre [...] Pero sabía también que tenía tacto y fineza."31 La mediocridad de este sobrino de Freycinet no es segura. Pero el hecho de que Caillaux lo juzgara como tal iba a incitarlo a tomar en mano lo esencial de la operación; por lo mismo resulta que De Selves no ejerció sobre él más que una influencia insignificante. La primera idea de Justin de Selves fue la de enviar un navio francés a Mogador.32 Vino a cuento esta posibilidad cuando se dieron las conversaciones de Paul Cambon, embajador en Londres, con el jefe de la Foreign Office, Edward Grey. Pero éste al día siguiente aconsejó prudencia.33 A pesar de tal desistimiento, De Selves quería mantener su punto de vista. Caillaux lo impidió, quizás por los consejos de Delcassé, ministro de Marina.34 "Destruí la intriga que tuve la oportunidad de sorprender. Pero ella me reveló el estado de ánimo que imperaba ¡en ciertos medios del Quai d'Orsay!"35 Aprovechándose de que sustituía por algunos días a De Selves —quien acompañaba al presidente de la república en Holanda— Caillaux dio instrucciones a Jules Cambon de pedir explicaciones al jefe de la Wilhelmstrasse. La entrevista tuvo lugar el 9 de julio. La narración de KiderlenWachter es de las más pintorescas. Recordemos que Cambon fue el primero en hablar de compensación y que propuso encontrarla en Oriente. "Respondí con sequedad, dice Kiderlen-Wachter, que en Oriente nuestros deseos estaban satisfechos." Cambon declaró entonces que Francia no toleraría que Alemania se apoderara de una parte de Marruecos. "Yo respondí al señor Cambon que hasta ese momento nada indicaba, de Mes Mémoires, t. n, p. 77. p. 79. 31 Ibid,, p. 48. 32 Documents diplomatiques ¡raneáis, 2a. serie, t. xrv, núm. 1, 1 ° de julio de 1911. 33 Grey en Bertie, 3 de julio de 1911, British Documents, t. vn, pp. 323-324, 330-331, 333-334. Cambon a Caillaux, 4 de julio de 1911, Documents diplomatiques frangais. Ibid., núm. 19, 4 de julio de 1911. 34 Agadir, op. cit., p. 108. Cf. también P. Cambon, Correspondence, u, carta del 3 de julio a Henri Cambon; carta del 18 de julio a De Fleuriau. 35 Mes Mémoires, 1.11, p. 120. 29
30 Ibid.,
LA DECISIÓN
425
parte de Alemania, la intención de proceder a una toma de posesión."36 En realidad, Kiderlen quería que fuera Francia la que hiciera ofertas. Las negociaciones se atoraron en este punto hasta el 16 de julio. Ese día, Kiderlen dijo a Cambon: "Nosotros reivindicamos el Congo francés, incluso en su totalidad. El embajador esttwo a punto de irse de espaldas".37 ¿Cómo iba Caillaux a tomar su decisión? Partía de la idea de que había que evitar la guerra y de que, para evitarla, había que hacer algo distinto de proponer a Alemania simples "sobras", según la expresión de Jules Cambon. Ahora bien, en el Quai d'Orsay, De Selves, su jefe de gabinete Maurice Herbette y el subdirector de asuntos políticos Conti —la "camarilla de Herbette-Conti", como dice Caillaux— querían "exigir Marruecos y rechazar cualquier compensación".38 Por tanto, tenía por un lado la exigencia alemana y, por el otro, el rechazo de concesión del Quai d'Orsay. ¿Era inevitable la guerra? Dado que Caillaux no la deseaba, era preciso encontrar una solución intermedia. Al parecer, ésta le vino de Paul Cambon, en acuerdo perfecto con su hermano Jules. Paul Cambon fue a París del 15 al 18 de julio, donde dialogó con De Selves y el embajador británico sir Francis Bertie. El 18 de i. julio, Caillaux se unió a la discusión. De Selves quería una conferencia I internacional. Cambon se opuso, pues Francia correría el riesgo de no tener mayoría, y una conferencia pondría en entredicho las ventajas ganadas por Francia desde Algeciras en 1906. • • En ese preciso momento, es casi seguro que Caillaux no tenía aún una idea clara sobre la solución. Ya descartó el envío de una nave y no quería la guerra. Pero ¿qué hacer? Al respecto, Cambon relató lo siguiente: "Así pues, dice Caillaux, ¿qvié proponen ustedes? No hay más que tres soluciones: conferencia, abandono del Congo o abandono de Agadir". Entonces Cambon sugirió su solución, que al parecer fue aceptada inmediatamente por el presidente del Consejo. Cambon propuso ofrecer ciertos territorios del Congo, pero no todos, y en todo caso ningún establecimiento costero. Así debían ser consideradas dos eventualidades: o bien Kiderlen-Wachter suavizaría sus demandas, o bien anunciaría que se quedaba en Agadir. En este último caso, se le intimaría a obtener la autorización de las potencias. Francia podría reforzar su posición en Agadir. "Y entonces, dije a Caillaux, envíe de inmediato a Agadir prospectos y mercaderes que construirán una barraca en la playa. Caillaux estaba embelesado. Corrió al teléfono."39 36 Kiderlen-Wcichter
intime, pp. 286-287. Bethmann-Hollweg al emperador, 15 de julio de 1911. Ibid., pp. 292 ss. Relato de Cambon en Documents diplomatiques [raneáis, ibid., núm.71, 16de julio de 1911. 38 Mes Mémoires, u, p. 149. 39 P. Cambon, Correspondemos, u, a Fleuriau, 18 de julio de 1911. Cf. también British Documents, vn, pp. 370-375. 37
EL ESTADISTA
426
Todo parece indicar que Caillaux definió su política el 18 de julio. Desde entonces, las negociaciones se realizaron según la idea de un "pedazo" del Congo más o menos grande, de acuerdo con las compensaciones que ofrecería Alemania. EnAgadir,40 Caillaux dijo que desde el 10 de julio Jules Camben le había pedido "conducir las negociaciones". Las reflexiones que hizo sobre la necesidad de evitar la guerra, sobre las ventajas considerables que procuraría el establecimiento del protectorado marroquí, las maduró con toda probabilidad entre el 16 y el 18 de julio. Ya tenía puntos de vista sobre el Congo por haber participado en los debates sobre la compañía de la N'goko-Sangha y trataba de completar su información. Sin que podamos precisar la fecha, fue más o menos entonces cuando leyó un informe del inspector general de colonias Frézouls, que revelaba la casi inexistencia de la colonización francesa en A. E. F. Si Gabón, decía Frézouls, es "nuiy apto para convertirse en una rica y próspera colonia agrícola", los otros territorios "no tienen sino un valor de espera". No se contaban en él más que 40 colonos y 150 funcionarios, oficiales o suboficiales franceses.41 Cederlos no constituiría un gran sacrificio. Pero era esencial conservar Gabón. Tal parece que ésta era la posición en la cual se mantuvo el presidente del Consejo. Ya antes recordamos que, al creer que Guillermo II era responsable del golpe de Agadir, Caillaux emprendió una negociación a espaldas del Quai d'Orsay por intermediación de Pondere, hombre de negocios que conocía bien el Congo, y del barón Yon Lancken. Como este último era familiar de Guillermo II, Caillaux creía asegurarse así un contacto eficaz. Esas negociaciones no nos interesan aquí directamente. Sólo señalaremos que los hermanos Cambon, que inspiraron la decisión de Caillaux, quizá tomaron su idea de Delcassé, por quien tenían gran admiración. En cualquier caso, es interesante subrayar que sus sentimientos hacia De Selves cambiaron. Al principio eran favorables. "Dices que estás contento con De Selves, ¡qué bueno!", escribió Paul a Jules el 6 de julio. "Me parece que tengo ideas correctas sobre la situación", dijo Paul el 18 de julio. Después, lo acusaron de ser "demasiado apresurado". "Está claro que es nervioso, impresionable e impaciente [...] Mi secretario Thierry, cuyo padre es diputado, me dice que el señor Caillaux está por llegar a un arreglo y que De Selves de buen grado armaría un escándalo [...] Está claro que en el Quai d'Orsay se desafía de modo bastante ridículo" (30 de julio, a Mes Cambon). Se llegó a una franca ruptura. El 9 de septiembre, Paul Cambon escribió a De Selves: "Un embajador no es un subalterno encargado de ejecutar una consigna [...] estoy un poco sorprendido
LA DECISIÓN
[' cuando veo que jóvenes que nunca han salido de sus despachos toman todas las decisiones y aconsejan a usted gestiones llenas de inconvenientes". Por el contrario, crecía la estima por Caillaux, ya que siguió el parecer de los dos hermanos. Jules le escribió el 6 de septiembre:42 "Me tomaré la libertad de escribirle a menudo porque en realidad es usted y sólo usted quien llevará este asunto a buen término". ' Por tanto, Caillaux determinó su actitud el 18 de julio. Desde la segunda quincena de agosto, cada vez dejaría menos la iniciativa al Quai d'Orsay y tomaría entre sus manos el asunto.43 Al parecer, las confusiones que se dieron en la política francesa se debieron a que el centro de decisión no estaba claramente definido al principio. El Quai d'Orsay, bajo De Selves, funcionó mal. "Ninguna certeza, escribe Tardieu, ningún programa; veleidades, intenciones, alternativas de confianza y perturbación; una psicología de cortas miras, servida por una voluntad débil; no es en este periodo de nuestra historia donde los diplomáticos del mañana deberán buscar sus modelos."44 El general Messimy, ministro de Guerra, compartía esta opinión sobre el Quai d'Orsay. Consideraba a Caillaux como "un hombre con la mente lúcida, que deseaba la paz pero no rogaba por ella, que sabía a dónde iba y que logró sortear las trampas que se le ponían en el Quai d'Orsay".45 Por tanto, todo parece indicar que únicamente Caillaux estaba en condiciones de tomar la decisión fundamental y que ésta se fundó en las opiniones moderadas de los experimentados hermanos Cambon. Messimy subrayó "la parte eminente que tocó, en el éxito final, a nuestro ilustre representante en Berlín, Jules Cambon, quien fue para el presidente del Consejo el más admirable de los colaboradores".46 *{ <>'•
,
42 Geneviéve Tabouis, Jules 43Agadir, op, cit., p. 159.
pp. 158-159. pp. 148-152.
Cambon, París, 1938, p. 218.
André Tardieu, Le Mysíére d'Agadir, París, p. 447. General Messimy, Mes Souvenirs, París, 1937, p. 58. 46 Ibid., p. 59. Cf. también Keith Eubank, Paul Cambon, Master diplomatist, Norman, Oklahoma, 1960, pp. 136-142. 44
w Agadir,
La decisión de Wilson de romper relaciones diplomáticas con Alemania
Es posible estudiar con precisión la decisión del presidente Wilson de romper relaciones diplomáticas con Alemania, anunciada ante el Congreso el 3 de febrero de 1917, a las dos horas de la tarde. En efecto, ésta se originó en la decisión alemana de iniciar la "guerra submarina a ultranza", decisión que fue comunicada por el embajador Bernstorff al secretario de Estado Lansing el 31 de enero por la tarde, a las 16:10. Desde la
: 41 7Wd.,
427
45
428
EL ESTADISTA
partida de Bernstorff, Lansing telefoneó a la Casa Blanca, pero Wilson estaba ausente. A su regreso, tuvo un primer informe cuando su secretario, Tumulty, le llevó un comunicado de prensa. Wilson leyó y releyó el texto. Quedó estupefacto, palideció, apretó los labios y dijo: "La ruptura qvie intentamos evitar con tanto empeño parece ahora inevitable".47 A las ocho de la noche recibió los documentos oficiales que le había enviado Lansing con una breve carta.48 Entonces telefoneó a Lansing para pedirle que fuera a la Casa Blanca. En cuanto a su otro consejero principa], el coronel House, estaba en Nueva York. El 30 de enero recibió un mensaje de Bernstorff en el que le anunciaba "una carta muy importante". Llamado por el presidente, tomó el tren nocturno para Washington el 31 de enero, adonde llegó el 1° de febrero en la mañana.49 Aquí tenemos dos términos precisos. La decisión debió de tomarse entre el 31 de enero por la tarde y el 3 de febrero a las 14 horas. Ahora podemos profundizar más en el asunto. ¿Fue una sorpresa total la decisión alemana? No, quizá, para el Departamento de Estado. Por ejemplo, el embajador en Berlín, Gerard, había enviado el 31 de mayo de 1916 un telegrama50 en el que se mostraba que el Partido Nacional Liberal preconizaba una "guerra submarina sin restricciones". Grew, encargado de negocios en Berlín, informó el 12 de diciembre51 sobre una opinión del embajador de España, que acababa de ver al canciller Bethmann-Hollweg, opinión según la cual, si las proposiciones de paz alemanas no se veían confirmadas por los hechos, habría "una reanudación de la guerra submarina sin discriminación". Se oyó el mismo eco el 13 de diciembre luego de una entrevista con el ministro de Dinamarca.52 "Esa decisión no era del todo inesperada", escribe Seymour.53 El coronel House se había encontrado con Bernstorff el 26 de enero y éste le había dicho que "los militares tenían el control de la situación en Alemania".54 Para terminar, Lansing escribía carta tras carta a Wilson para advertirlo de un peligro inminente.55 Sin embargo, una cortina de humo había ocultado a Wilson la inminencia de la amenaza. Bernstorff llevaba hábilmente con House vina negociación sobre las propuestas de paz hechas por Wilson en diciemArthur Wahvorth, Woodrow Wilson, t. n, p. 82. Lansing, War Memoirs, p. 212. Seymour, Intímate Papers ofColonel House, t. u, p. 430. 50 Foreign Relations ofthe U. S., 1916, suplemento, núm. 3941, p. 33. 51 Ibid., núm. 4724, p. 86. 52 Ibid., núm. 4733, p. 89. Cf. también núm. 4749, 19 de diciembre de 1916, p. 103. 53 Intímate Papers, t. u, p. 437. 54 Ibid., p. 429. 35 Lansing, War Memoirs; cf. en especial las pp. 203-208. 47
48 49
LA DECISIÓN
429
bre. El 31 de enero, el mismo día en que comunicaba la decisión alemana al Departamento de Estado, envió a Hotise una carta sobre las condiciones de paz alemanas. Wilson se hacía ilusiones. Desde el cuarto para las nueve a las 10 y media de la noche del 31 de enero, Lansing fue recibido por Wilson en su oficina.56 El secretario de Estado defendió en seguida la tesis de la ruptura inmediata de relaciones diplomáticas con Alemania, que se había preparado luego del torpedeo del Sussex, lo que había provocado una nota estadunidense el 18 de abril de 1916. "El presidente, aunque profundamente irritado por la nota insolente de Alemania, dijo que no estaba seguro todavía del método que habremos de emplear, y que debía reflexionar en ello", que, más y más, lo había impresionado la idea de que la "civilización blanca, y su dominación sobre el mundo, se fundaban en gran medida en nuestra capacidad para conservar intacto el país". Lansing replicó que, sin la ruptura, los Estados Unidos sufrirían una humillación; que por lo demás creía la ruptura inevitable, que era esencial "no perder nuestro carácter de gran potencia y la estima de todas las naciones". Wilson no estaba aún convencido. Finalmente, Lansing recibió instrucciones de elaborar una nota en la que se anunciaba la ruptura de relaciones diplomáticas. Pero era un "proyecto a título de ensayo y una base para un examen ulterior del asunto". De vuelta a su casa, Lansing redactó la nota y la j¿ revisó a la mañana siguiente, el 1° de febrero. Antes de presentarse ante Wilson, se negó a hacer alguna declaración y no discutió con el senador demócrata Hitchcock, miembro del Comité de Asuntos Extranjeros, quien sugería "ganar tiempo".57 Mientras esto sucedía, el 1° de febrero por la mañana House llegó a la Casa Blanca, donde tomó el desayuno. El presidente lo recibió entonces y le anunció, como ya vimos, que pidió a Lansing hacer una comunicación a Bernstorff en la que se mencionaban los intercambios de notas entre los Estados Unidos y Alemania sobre la guerra submarina, "con el fin de devolver a Bernstorff sus pasaportes si se estimaba qvie ello era razonable".58 En otras palabras, Wilson todavía dudaba. La idea de la ruptura de relaciones diplomáticas le había venido luego de que Tumulty le hubiera entregado la víspera el boletín de prensa. Pero no quería romper las relaciones sino con base en una situación clara. ¿Era lo bastante clara la decisión alemana? Eso es lo que se pregunta Wilson: "El presidente —escribe House— estaba triste y deprimido [...] Estaba profundamente decepcionado por el acto repentino [...] del gobierno alemán [...] El pre56 Narración en 57 Ibid., p. 214. 58 Ibid., p. 438.
Lansing, War Memoirs, pp. 212-213.
sidente dijo que tenía la impresión de que de repente el mundo se había trastocado".59 Podía haber tres soluciones. Declarar la guerra a Alemania, romper inmediatamente relaciones diplomáticas o esperar, para romperlas, un "acto abierto", es decir, el torpedeo de una nave estadunidense. Sin dudar un instante, Wilson no consideró la primera. El debate con House atañía a la segunda y la tercera. Wilson, dijo House, "insistió en el hecho de que no toleraría que la ruptura condujera a la guerra si ésta podría evitarse".60 Por el contrario, House creía que la guerra era inevitable. Él proponía la ruptura inmediata. La discusión cesó. Wilson sugirió una partida de golf. House mostró que ello tendría un efecto negativo ante la opinión. Wilson manipulaba nerviosamente sus libros y acabó por sugerir un juego de billar. "En las grandes crisis gubernamentales de este tipo —dijo aún House—, el público no tiene ninguna idea de lo que está pasando en la escena, atrás del telón." Entretanto, a las 11:30, Lansing llegó con los documentos que había preparado. Lansing estaba convencido desde hacía mucho de que la guerra era inevitable.61 House había creído que era posible la mediación estadunidense, pero, a partir de entonces, adoptó los puntos de vista de Lansing. Los dos hombres terminaron por convencer a Wilson de que debía romper relaciones diplomáticas inmediatamente, con una pequeña salvedad, que vamos a ver. "Lansing estaba tan cerca de nuestra manera de pensar que hubo poca discusión. Leyó lo que había escrito y nosotros lo aceptamos."62 La reserva de Wilson antes de tomar la decisión definitiva consistió en que quería convocar al gabinete a la mañana siguiente para tener la opinión de sus ministros. Por otro lado, había prometido al senador Stone, presidente del Comité de Asuntos Exteriores, no romper sin haberle hablado con antelación. Stone estaba en Saint Louis y Wilson le telegrafió que quería que regresara a Washington. Pero, escribe Lansing, el presidente ya casi había tomado su decisión.63 House dejó a Wilson a las dos de la tarde, todavía un tanto incierto sobre lo que sería la solución. Lo mismo hizo Lansing. El 2 de febrero, este último escribió un memorándum a Wilson,64 en el cual declaraba 59
LA DECISIÓN
EL ESTADISTA
430
Ibid., p. 439.
6°Ibid., p. 440. 61 Cf. Daniel M.
Smith, Roben Lansing and American Neutrality, 1914-1917, Berkeley, 1958. Smith utilizó los papeles inéditos de Lansing, que confirman sus War Memoirs, publicadas en 1931. 62 Intímate Papers, n, p. 44, el texto en Foreign Relations ofthe U. S. 1917, suplemento i, pp. 106-116. 63 Lansing, War Memoirs, p. 214. 64 Foreign Policy ofthe U. S. The Lansing Papers, vol. i, p. 59.
431
que la ruptura de relaciones diplomáticas con Alemania debía ser el "primer paso" y sugería dos posibilidades para el "paso siguiente": hacer vina declaración por la cual Alemania quedaba como "un fuera de la ley internacional", o bien declarar al Congreso que no quedaba otra solución para el país que "emplear todos los recursos que posee para castigar a la nación culpable" —esto es, recurrir a la guerra—. Lansing se inclinaba claramente por la segunda solución. En la mañana del 2, Wilson y Lansing tuvieron pláticas tres veces por teléfono. El 2 de febrero a las 14:30, el gabinete se reunió hasta las 16:45 y Wilson, después de haber hablado de la "estupefaciente sorpresa" que le causaba la decisión alemana, planteó a los ministros la siguiente cuestión: "¿Debo romper las relaciones diplomáticas con Alemania?". Todos, con la excepción de dos, el secretario de Trabajo William B. Wilson y el director general de Correos Albert S. Burleson, respondieron afirmativamente y sin reservas. Parece que fue entonces cuando Wilson tomó definitivamente una posición. En efecto, se dirigió en seguida al Capitolio para entrevistarse con miembros del Congreso, en especial con el senador Stone, que había llegado al mediodía, y a un parlamentario que le sugirió hacer una nota de protesta le repuso: "Terminemos con las notas diplomáticas. Ha sonado la hora de la acción".65 Entonces volvió a sus aposentos y no vio más que a miembros de su familia y a Lansing (a las 22:30). Sólo entonces le hizo saber su decisión. Wilson trabajó hasta la medianoche en la redacción del mensaje que quería dirigir a la mañana siguiente al Congreso. Así, vemos con bastante claridad cómo Wilson, consciente de su ^ inmensa responsabilidad, dudó por mucho tiempo. Los dos hombres en quienes tenía más confianza, House y Lansing, fueron casi los únicos con los que tuvo conversaciones prolongadas. Uno y otro estaban profundamente convencidos de que la guerra era inevitable, Lansing sobre todo. Josephus Daniels, secretario de Marina, más ligado al pacifismo, dijo que, en su noble aspiración por la paz, "Wilson no contaba con ningún apoyo de Lansing y House. Ellos, junto con Page [embajador en Londres], deseaban la guerra".66 Ni el uno ni el otro tenían ninguna duda en cuanto al "primer paso": la ruptura inmediata de relaciones diplomáticas con Alemania. No parece que Wilson haya realmente sufrido otras influencias "directas" durante los dos días decisivos. En todo caso, la tesis sostenida en 1934 por el senador Gerald P. Nye, según la cual Wilson tomó su decisión por la presión de los bancos interesados en la victoria de la Entente, no se basa sino en la ruptura de las relaciones diplomáticas. 65
Walworth, op. cit., n, p. 84. Daniels, The Wilson Era, Chapel Hill, 1944, p. 548.
66 Josephus
EL ESTADISTA
LA DECISIÓN
Por tanto, la decisión de Wilson no se explica por el sistema de causalidad —influencia de las fuerzas profundas—, sino por la finalidad. Por otra parte, en ésta la relación entre apuesta y riesgo puede percibirse con cierta precisión. El riesgo que Wilson tenía ante sí a principios de febrero es el de entrar en guerra. Quería alejarla tanto como fuera posible. Más que dirigir a Alemania, sin romper relaciones, un ultimátum que exigiría el mantenimiento de la libertad de los mares, prefirió romper las relaciones sin poner un ultimátum, pues creía que este método era menos peligroso. Pero persistía el riesgo de guerra. Simplemente, Wilson quiso intentar una última oportunidad de evitarla. Todavía esperó que los alemanes, de hecho, no hundirían naves estadtmidenses y que, por tanto, no habría "hechos flagrantes". Además, éste fue un error de apreciación, pues la guerra submarina "a ultranza" tenía justamente como finalidad reducir la vulnerabilidad de los submarinos alemanes, los cuales, en una zona limitada, no tendrían que comprobar si el navio a la vista era enemigo o neutral. Ello incrementaría su seguridad, pues podrían atacar con más prontitud. Comprobar si un navio era estadunidense o no reduciría a la nada la ventaja del nuevo método. Pero, si había riesgo de guerra, Wilson no pensaba seriamente que el territorio estadunidense estuviera expuesto en lo más mínimo. El esfuerzo de construcción naval emprendido en 1916 y que podía incrementarse parecía prometer la futura protección de la "fortaleza estadunidense" en el caso de una victoria alemana. Entonces Wilson casi no estaba consciente de un riesgo mayor. No era el caso de Lansing. Éste temía la victoria alemana. Nunca creyó en las tentativas de mediación, en las propuestas de paz de Wilson. Todavía el 28 de enero de 1917 escribió:
—los textos lo demuestran— que ello se lograría con una intervención estadunidense. Asimismo, estaba encantado con la idea de que el "derecho está del lado de la Entente —a pesar de la amenaza implícita que creaba la Rusia zarista—". "La presente oligarquía militar debe ser eliminada por el bien de la civilización y de la futura paz del mundo."68 Walter Lippmann, que escribió mucho después, en 1927, creyó poder afirmar69 que las decisiones estadunidenses se habían tomado con la finalidad de restablecer el "equilibrio de poder", y no, como dijo Wilson, para defender "los derechos indiscutibles de nuestro pueblo", "las reglas sagradas e indisputables del derecho internacional", "la libertad de los mares".70 Lo que ocurre es que Lippmann, como bien lo observó Ferrell, confunde las opiniones de Lansing con las de Wilson. Éste pensaba en términos de derecho; Lansing de equilibrio. Lansing coincidía con Wilson en la cuestión moral, pero para él era el interés nacional el que estaba en juego, en tanto que Wilson empleaba la fórmula "no deseamos perseguir metas egoístas". • Lo notable es que, a pesar de todo, la presión de Lansing y de House sobre Wilson haya sido exitosa. Tal vez —pero es sólo una hipótesis— Lansing tocó la cuerda sensible cuando afirmó, varias veces al parecer pero en todo caso en su carta del 2 de febrero, que la actitud activa de los Estados Unidos "daría a nuestro país un lugar preminente en las negociaciones de paz, lo que permitiría evitar el trato injusto de las potencias centrales". En efecto, Wilson ambicionaba desempeñar el papel esencial para la conclusión de una paz justa y aportar al mundo su programa de la "nueva diplomacia".
432
Al examinar nuestra situación sin prejuicios y sin dar un peso excesivo a nuestros intereses egoístas, comprobamos que ya no podemos evitar entrar en guerra contra Alemania, que no podemos evitar el paso del tiempo. Ello es tan cierto como el destino. Quisiera que pudiéramos ahorrarnos esto porque ello significaría el despilfarro de millones de vidas y de miles de millones de recursos. Aun sin pretender tener una clarividencia de profeta, creo poder afirmar que, en un año, los estadunidenses estarán matando a los bárbaros alemanes o, al menos, aprestándose a desempeñar su papel en esta guerra contra el kaiser y su pandilla de militares [...] Odio los horrores de la guerra, pero odio más aún los horrores de una dominación alemana.67
Así, Lansing pensaba que había un peligro, si no inmediato, sí directo. Para él, la apuesta era el mantenimiento del equilibrio de poder y suponía 67
War Memoirs, op. cit,, pp. 208-209.
433
'$'•• La decisión de Mussolini de entrar en guerra en 1940 •'% La decisión de Mussolini de declarar la guerra el 10 de junio de 1940 puede constituir un buen ejemplo de acción individual que va al encuentro de las fuerzas reales, y contamos con fuentes sólidas para esclarecerlo.71 Todo deriva del Pacto del Acero de mayo de 1939, alianza ofensiva y defensiva entre la Alemania nazi y la Italia fascista. Cuando Ciano se encontró con Hitler el 12 y 13 de agosto de 1939, quedó abrumado al saber que éste había tomado definitivamente la decisión de lanzarse 68 Carta a Wilson del 2 de febrero de 1917, Foreign relations ofthe U. S., Lansing Papers, i, p. 592. 69 Men ofDestiny, 1927. 70 Discurso del 3 de febrero ante el Congreso, Foreign Relations ofthe U. S., 1917, suplemento i, pp. 109-112. 71 Le Journal Politique de Ciano. Del mismo, Les Archives secretes du Comte Ciano, 19361942, Les Documenti diplomatici iíaliani, serie ix, 1939-1943, ts. i a iv.
EL ESTADISTA
LA DECISIÓN
contra Polonia. "Me doy cuenta de inmediato, —dijo Ciano— de que ya no hay nada que hacer. Él decidió golpear y golpeará" (12 de agosto). Ahora bien, Mussolini había declarado a Ciano que estaba "más que nunca convencido de la necesidad de localizar el conflicto". Así, para responder a Ciano se hallaba ante un dilema: "Las reacciones de Mussolini se contradicen. Primero me da la razón. Luego declara que el honor lo obliga a mantenerse al lado de Alemania. Por último, afirma que quiere su parte del botín en Croacia y en Dalmacia" (13 de agosto). Este breve análisis de Ciano es muy penetrante, pues en él vemos aparecer por un lado los argumentos contra la intervención (Ciano aclaró que el pueblo italiano "se estremecerá de indignación" y, además, que el ejército italiano no estaba preparado en absoluto) y las motivaciones favorables: el honor, como lo concibe el duce, y el incentivo del botín. Contentémonos con recordar que a fines de agosto de 1939 Mussolini se resignó a una solución que consistía en presentar, para entrar en la guerra, exigencias en materias primas y en armamentos superiores a las posibilidades alemanas. Como Hitler no podía satisfacerlas, Italia permaneció neutral. Pero en esta fase Mussolini se mostró "cuidadoso", "nervioso", "preocupado". Pasó alternativamente por fases neutralistas e intervencionistas. "No podemos seguir ciegamente el mismo camino de Alemania" (15 de agosto). "Mussolini es censurado por sus escrúpulos lealistas" (17 de agosto). El 18 de agosto: "el duce [es] víctima de su habitual variación de sentimientos". El 21 de agosto: "Cuando entré en la habitación, Mussolini me confirmó su decisión de seguir el mismo camino de los alemanes". Ciano protestó y quemó "todos sus cartuchos". "Impresionó" al duce, quien vacilaba. Finalmente, la nota del 26 de agosto, consecutiva al pacto germano-soviético, constituyó un triunfo para la tesis de Ciano, cuya influencia era considerable. "Tuve que sostener una áspera lucha con el fin de persuadir al duce para que actuara como lo hizo" (27 de agosto). "El duce recobró svi tranquilidad, como ocurre siempre que toma una decisión" (28 de agosto). ¿Cómo es que, de esa actitud conforme a los deseos de la mayoría del pueblo', del rey y de los principales ministros, fructuosa también en el plano económico, Mussolini llegó a modificar su actitud? El problema es complejo, pero es posible extraer el esquema de la evolución. A fines de 1939, parecía estar muy lejos de la guerra "a pesar de la vuelta, de vez en vez, del ardor germanófilo" (31 de diciembre). En ocasiones repetía que planeaba una "intervención, al lado de Alemania, en la segunda mitad de 1941" (11 de enero de 1940). Pero todo quedó en palabras, pues era entonces "más bien hostil a los alemanes" (17 de enero). "Insiste en que no podríamos ser neutrales para siempre: una neutrali-
dad sostenida hasta el fin de la guerra nos haría pasar a la 'segunda división' de las potencias europeas." El 8 de febrero apareció el primer signo de una evolución. Ese día, por un lado, el duce negó cualquier entrega de material bélico a las democracias; por el otro, Hitler le propuso un encuentro en la frontera. "Tengo miedo de este encuentro —dijo Ciano—; cuando traba contacto con los alemanes, el duce se entusiasma." En adelante, la perspectiva de la entrevista con Hitler va a tener una profunda influencia sobre el duce. Pero por el momento se contentó con la "teoría de la guerra paralela", es decir, con una operación independiente que se creía capaz de entablar contra Yugoslavia (20 de febrero). El 8 de marzo, Ribbentrop anunció que iría a Roma llevando una carta de Hitler. Llegó el 10 de marzo y se reunió con Mussolini. La carta de Hitler era larga, pero logró su objetivo.72 Hitler alababa la previsión del duce y, al responder a las objeciones, justificaba la actitud alemana. Sucesivamente, expuso los problemas comenzando
434
435
por lo que es para mí, en su pueblo, en su sistema y por encima de todo en su jefe, el primer amigo, y que siempre lo será, ¡Italia! Ahora bien, el resultado de la guerra decidirá también el futuro de Italia. Si ese futuro se considera a , la luz de una garantía para la existencia del pueblo italiano desde los puntos de vista histórico, geopolítico y moral [...], entonces los mismos enemigos que combaten hoy a Alemania serán también vuestros adversarios. Yo sé, duce, que usted mismo no piensa de otra manera.
í:' La maniobra era ingeniosa, pues Hitler halagaba a la vez las ambicio£" nes de su émulo y su sentido del humor. Al hablar a Von Ribbentrop, el duce "declaró que intervendrá en el conflicto llevando una guerra paralela a la de Alemania" (11 de marzo). Aceptó la proposición de un encuentro en el Brenner, con la intención, según él, de disuadir a Alemania de una gran ofensiva occidental, pues "la inacción, que ya le es duro soportar entonces, se volvería extremadamente penosa si los ejércitos del Reich entraran realmente en la lucha". Ciano, quien sabía bien que los alemanes no se dejarían convencer, pensaba en cambio que el encuentro del Brenner comprometería a Mussolini. "Y no hay que olvidar que el duce se halla fascinado por Hitler, tanto más cuanto que esta fascinación se ejerce en el mismo sentido de su naturaleza íntima: la acción" (12 de marzo). El encuentro del Brennero tuvo lugar el 18 de marzo. De nuevo, la táctica psicológica de Hitler fue excelente; cuadro grandioso del esfuerzo alemán de armamento; declaración según la cual "espera terminar el conflicto contra Francia e Inglaterra mucho antes de lo que éstas lo 72
Documenti diplomatici italiani, serie rx, t. ni, núm. 492, pp. 415-423.
EL ESTADISTA
LA DECISIÓN
creen";73 finalmente, abstención de cualquier exigencia con respecto a Italia. "El führer dijo al duce que no vino a pedirle algo, sino que trataba simplemente de hacerle una exposición de la situación [...] En consecuencia, el duce podría tomar sus decisiones con base en los hechos. Sin embargo, el führer posee una convicción segura, que es la de que los destinos de Alemania y de Italia están indisolublemente ligados." Tal como lo temía Ciano, Mussolini se comprometió: "Tan pronto como Alemania haya creado, por su acción militar, vina situación favorable de acuerdo con las declaraciones del führer, Italia intervendrá sin pérdida de tiempo".74 Por tanto, todo dependía de la eficacia de la acción alemana; pero ya Mussolini "manifiesta una orientación cada vez más claramente germanófila. En adelante, habla abiertamente de combatir al lado de Alemania" (23 de marzo). El 2 de abril, "violento viraje hacia el intervencionismo", como consecuencia de las amenazas aliadas de estrechar el bloqueo. El 9 de abril se mostraba encantado de la reacción alemana —invasión de Dinamarca y de Noruega—. "Es humillante permanecer con las manos en los bolsillos mientras otros escriben la historia" (11 de abril). El 22 de abril, todavía consideraba retardar el ingreso en la guerra en la primavera de 1941. "Reafirma su fidelidad a los pactos, pero en lo que toca a la guerra dijo que no entraría en ella sino cuando tuviera una certeza casi matemática de ganarla" (25 de abril). "Las noticias de Noruega exaltan literalmente al duce" (3 de mayo). El ataque alemán del 10 de mayo de 1940 constituyó la etapa decisiva. Mussolini, desde que el embajador Von Mackensen había ido a darle la noticia a las cinco de la mañana, dijo a Ciano que "había decidido intervenir". "Dispuesto a esperar" el 11 de mayo, anunció a Ciano el 13: "Cada retraso es inconcebible, no tenemos tiempo que perder. Antes de que termine el mes declaro la guerra. Atacaré a Francia y a Inglaterra en el mar y en los aires. Ya no pienso en una acción contra Yugoslavia..." "Desde entonces —agrega Ciano—, no puedo hacer nada para detener al duce. Decidió actuar y actuará." Esta conversación fue anterior a la penetración de las Ardenas. Cuando ésta fue confirmada, Mussolini permaneció indeciso unos cuantos días. "Se propone escribir una carta a Hitler para anunciar que intervendríamos entre el 10 y el 20 de junio" (26 de mayo). El 28 de mayo señaló el 10 de junio; el 29 de mayo, el 5. "Rara vez vi a Mussolini tan feliz. Realizó su gran sueño: convertirse en el jefe militar de su país en guerra." Ese día reunió a los jefes de Estado mayor Badoglio, Graziani, Cavagnari y Pricolo y les explicó que, después
de haber determinado entrar en guerra en la primavera de 1941, las victorias alemanas lo hicieron adelantarla a una fecha que podría darse luego del 5 de junio de 1940.75 La decisión definitiva se tomó el 30 de mayo. "La suerte está echada. Mussolini me hizo llegar esta mañana el mensaje por el cual comunica a Hitler que estamos en guerra. La fecha escogida es el 5 de junio, a menos que Hitler prefiera retardarlo unos cuantos días" (30 de mayo). Mackensen se enteró de ello el mismo día. Así, no había modo de dar marcha atrás. Es sabido que Hitler pediría al duce que retrasase su participación en el conflicto hasta el 10 de junio.76 La decisión de Mussolini, dictador omnipotente, fue sólo de él. En comparación con la de Wilson, que ya analizamos, correspondió a su deseo más anhelado, que esperaba con impaciencia realizar desde hacía más o menos un año. Había sido detenido por su entorno —mientras que Wilson tuvo que ser impulsado por House y Lansing—. Tenía en su contra a la opinión. Hasta el 10 de mayo, las razones le habían enseñado que no estaba listo y que había que esperar. Los éxitos prodigiosos de su amigo y émulo Adolf Hitler lo embriagaron y le hicieron creer que ya era la hora. Desconoció, más aún que Hitler, la capacidad de resistencia de Inglaterra y pensó entrar en la guerra en el momento en que, como era segura la victoria total, no tenía más que dar el último empujón para adquirir, al costo mínimo, el derecho de participar en el reparto de los despojos. Según él, contaría con el apoyo del pueblo italiano: ?,
436
73 Archives 74
secretes, op. cit., p. 364. Ibid., pp. 365-367.
437
• ; Hoy —dijo el 29 de mayo a los jefes del Estado mayor—, dos sentimientos agitan al pueblo italiano: primeramente, el temor de llegar demasiado tarde a una situación que devaluaría nuestra intervención; en segundo higar, cierta emulación que lo estimula y lo incita a lanzarse en paracaídas, a disparar con'. tra los tanques, etc. Se trata de algo qvie nos gusta porque demuestra que la f^ materia de qxie está formado el pueblo italiano es sólida."77
• Juicio subjetivo y erróneo, quizás, en cvianto a las tendencias profundas de una nación pacífica. Pero es un juicio del que se persuadió él mismo porque, en un régimen dictatorial, el entorno halaga hasta el exceso los deseos del amo. En resumidas cuentas, Mussolini partió de un análisis inexacto de la situación. Pero si nos hemos ocupado de hacer el análisis de su influencia es porque él quería tornar la decisión y porque, para justificarla, se formó una especie de representación artificial de la realidad. •i (_:,,
75 Documenti, op. 76 Carta de Hitler 77 Documenti, op.
cit,, t. rv, núm. 642, pp. 495-497. a Mussolini, ibicl, núm. 646, p. 500. cit., t. rv, núm. 642, p. 496.
CONCLUSIÓN
CONCLUSIÓN Los ANÁLISIS y las observaciones que preceden invitan a la reflexión sobre el papel respectivo de los "factores" cuya influencia hemos atestiguado en las relaciones internacionales. Cuando los historiadores estudian esta cuestión, casi siempre adoptan una de tres explicaciones: unos piensan que las condiciones económicas, financieras y demográficas han ejercido una influencia dominante en la conducta de la política exterior de los Estados y en el desarrollo de las relaciones internacionales; otros creen que la explicación fundamental debe buscarse en los sentimientos, las mentalidades y las "direcciones nuevas tomadas por el espíritu humano", y otros aún confieren una importancia capital al valor mismo de las decisiones y de los actos de los dirigentes de la política exterior. No es el valor de una u otra de estas interpretaciones generales lo que queremos examinar en el plano teórico, que a menudo suele ser la dirección del debate. Sólo quisiéramos presentar algunas observaciones apoyadas en la historia. En este campo debemos proceder con prudencia, pues los estudios críticos son aún muy insuficientes. La evolución de los grandes mercados, "uno de los fenómenos más importantes de la historia económica contemporánea", se conoce bastante mal;1 con frecuencia es difícil encontrar las huellas del papel que tuvieron los "grandes negocios" financieros o industriales en las actividades políticas internacionales; la formación del sentimiento nacional en Asia, África y América Latina es un campo de investigación casi virgen; rnuy a menudo, el análisis de los movimientos de ideas no ha examinado en qué medida esas ideas rebasaron los medios intelectuales y penetraron en las masas. Para cobrar todo su valor, el examen de los métodos y de los medios de acción del estadista debería cotejar muchísimos ejemplos que no pueden ser estudiados fructíferamente sin la ayuda de papeles privados. Sin embargo, quizá no sea superfluo reunir, corno primer acercamiento y en la perspectiva que hemos definido, las observaciones que sugieren dos aspectos esenciales de la historia de las relaciones internacionales: el auge y, luego, la decadencia de la expansión colonial durante el siglo pasado, las causas de las grandes guerras. 1 Tales son las observaciones de Bertrand Gille en "La Finance internationale et les Trusts", en Revue historíque, abril de 1962, pp. 291-327.
438
439
En el curso del siglo xix, la expansión colonial o semicolonial realizada por los Estados europeos, por los Estados Unidos y por Japón constituyó un aspecto importantísimo en la historia de las relaciones internacionales. Entre los intereses políticos de los grandes Estados, ha sido ocasión de choques de los que, sin embargo, no se debe exagerar su alcance, ya que entre los Estados europeos esas rivalidades se han resuelto sin guerras, incluso cuando habían llegado al punto crítico en que los adversarios parecían haber dicho su "última palabra". También estableció un contacto entre las civilizaciones, destruyó parcialmente las estructuras sociales indígenas e hizo penetrar en los "países nuevos" las ideas y las técnicas de Occidente. Además, creó nuevos centros de producción. Entre los móviles de esa expansión se cuentan los intereses económicos y financieros, los primeros que llaman nuestra atención: la gran industria moderna no podía mantener el ritmo de su producción sin encontrar mercados nuevos y privilegiados luego de que la mayor parte de los Estados, con excepción de Gran Bretaña, adoptaron después de 1879-1880 un régimen aduanal cada vez más proteccionista; los grandes Estados industriales disponían de una masa considerable de capitales que no siempre conseguían en su lugar de origen una remuneración satisfactoria, y trataron de colocarlos en los "países nuevos". A veces la influencia de los "grandes negocios" financieros e industriales sirvió para obtener la apertura de mercados o la protección de las inversiones de capitales; quizás fue una influencia continua, pero el estado de las investigaciones no permite afirmarlo. También hay que admitir en ciertas ocasiones los móviles demográficos, ya sea cuando un Estado, que es el punto de partida de un movimiento migratorio, trata de dirigir a esos emigrantes hacia un territorio bajo su soberanía, ya sea cuando la formación de una "colonia sin bandera" da lugar a vina expansión económica o política. Pero la necesidad de expansión respondía no sólo a las demandas de intereses materiales. Obedeció también a demandas ligadas a la psicología de un grupo social: deseo de las misiones cristianas de emprender su apostolado entre fíeles de otras regiones; deseo de algunos oficiales del ejército y de la marina no sólo de izar en nuevos territorios el lábaro patrio, sino de realizar propósitos personales de carrera y de satisfacer un temperamento que no podía cumplir la mediocre monotonía de la vida profesional en la metrópoli. Por último, dicha necesidad se vio animada por las convicciones de servir a los intereses nacionales: engrandecer el prestigio del Estado, dar a un gran pueblo una "misión" que cumplir en el mundo, garantizar al Estado la posesión de puntos de apoyo navales de los que dependía la seguridad de las comunicaciones.
CONCLUSIÓN
CONCLUSIÓN
¿Es posible evaluar el papel respectivo de tales móviles? En realidad, en cada caso observamos situaciones muy diferentes. En lo que toca a la aventura de Fachoda, los móviles económicos o financieros no pueden haber tenido más que un papel muy secundario en la política francesa, dominada por una ambición de prestigio: obligar a Gran Bretaña a reabrir una negociación sobre el futuro de Egipto. En los Estados Unidos, ciertos grupos económicos y financieros deseaban la guerra con España; se trataba de los que tenían intereses en las plantaciones en Cuba; pero los "grandes intereses" se opusieron a ella hasta el momento en que, luego de las primeras victorias, parecía que la guerra sería breve. Las misiones protestantes impulsaron la extensión de las operaciones hacia el Pacífico, pues pensaban en el apostolado en China; sin embargo, los móviles que determinaron la acción decisiva de Theodore Roosevelt fueron muy diferentes: quería inculcar en los ciudadanos de los Estados Unidos la convicción de que tenía que cumplir una "misión" en el mundo; según escribió, trataba de dar al pueblo estadunidense algo en qué pensar que no fueran las ganancias materiales. En la política marroquí de Alemania entre 1904 y 1907, el papel de ciertos medios de negocios fue indiscutible; a este respecto, los minerales del Rif eran el centro de interés. Pero quien llevaba esa política en los medios gubernamentales, el barón De Holstein, como escribió él mismo en una nota de abril de 1904, perseguía sobre todo el prestigio y una ventaja diplomática; esperaba romper la Entente Cordial franco-inglesa. En los orígenes de la guerra sudafricana, los intereses económicos o financieros —los de los europeos que explotaban los yacimientos de oro y de diamantes en las repúblicas bóers— parecieron ser determinantes, aunque los uitlanders, fueran lo numerosos que hayan sido, como comprobó el alto comisario inglés en mayo de 1899, no desearan la intervención armada de Gran Bretaña porque el conflicto obstaculizaría el libre curso de los negocios. Pero los móviles que animaban a Cecil Rhodes y a Joseph Chamberlain eran la voluntad de eliminar las repúblicas bóers para asegurar "el porvenir del África del Sur inglesa" y la convicción de que cualquier aplazamiento de la solución sería una "confesión de debilidad", que menguaría la posición mundial de Gran Bretaña. En China, a fines del siglo XDÍ, los intereses económicos y financieros orientaron la política ferroviaria de los europeos y el reparto de las "zonas de influencia"; pero los gobiernos de las grandes potencias europeas pensaban que la influencia económica y financiera daría paso a la influencia política. Lo mismo sucedió en el Imperio otomano en 1911 y 1914. También ha ocurrido con frecuencia, en un mismo caso, que los móviles cambiaran en el curso mismo de la empresa. En los orígenes de la expansión francesa en Indochina entre 1860 y
1867, lo que primero encontramos es la acción de los misioneros y de los marinos, preocupados por adquirir puntos de apoyo navales; los intereses económicos o financieros no tenían entonces más que un papel del todo secundario. Veinte años después, esos intereses ejercían una influencia, trátese del carbón de Dong Trieu —en el que se interesaban algunos medios industriales—, o de la cuestión, infinitamente más importante, del acceso al mercado chino. Pero, según pensaba Jules Ferry, promotor de la política francesa en 1883 y 1884, el móvil esencial era el deseo de restablecer el prestigio francés luego de la derrota de 1871. La política inglesa en Egipto se orientó por una preocupación estratégica —el control del canal de Suez—; sin duda había intereses financieros, pero al principio no tenían el papel determinante; los intereses económicos entraron en juego sólo después de concluida la ocupación. El propósito japonés de expansión en el continente asiático estuvo ligado, en primer lugar, a preocupaciones estratégicas: la instalación de una gran potencia europea en Corea amenazaría la seguridad del archipiélago nipón. A principios del siglo xx, cuando Japón quiso impulsar una industria metalúrgica, los recursos de Manchuria en hulla y en mineral de fierro se volvieron una tentación; en cuanto al argumento demográfico, no apareció sino 20 años más tarde. El único hecho constante en todas las etapas de esa expansión fue la "voluntad de poder" y el ardor del sentimiento nacional que los medios dirigentes nipones trataban de inculcar en la masa de la población. . Esas preocupaciones económicas y financieras, cuando fueron particularmente evidentes, ¿tuvieron un papel de impulso? Ciertamente sí, en muchos casos. Pero también a menudo los intereses de los medios de negocios fueron instrumentos puestos al servicio de los propósitos de seguridad, de prestigio o de poderío.2 En 1911, los bancos estadunidenses recibieron del Departamento de Estado el consejo de invertir capitales en China y cedieron a esa presión. A principios del siglo xx, en Persia y en el Imperio otomano, el gobierno británico subordinó los intereses de sus bancos a las cuestiones estratégicas, es decir, a las condiciones necesarias para garantizar la seguridad de India. En Francia, la política de los préstamos al exterior, de Egipto a Túnez, a Marruecos y a los Estados balcánicos se orientó según preocupaciones políticas. A veces en una misma cuestión se entrecruzan las demandas de los diferentes intereses: las preocupaciones económicas y financieras son, de acuerdo con el momento, tanto los móviles como los instrumentos de la acción política. Para lograr conclusiones válidas sobre los móviles de esta expansión colonial o semicolonial, habría que disponer de muchos estudios críticos, cuya base deberían ser los archivos privados. Esta investigación apenas se inicia. :¡ 2 Sobre este punto, véase el final del capítulo m.
440
441
442
CONCLUSIÓN II
En el curso del último siglo, las grandes crisis bélicas —como la de 1870, y con mucho más razón las de 1914 y de 1939— fueron agentes esenciales de transformación: no sólo modificaron profundamente o incluso trastocaron las relaciones de fuerzas entre los Estados, sino también tuvieron consecuencias importantes en la demografía, en la -vida económica, en las estructuras sociales, y provocaron además el auge de nuevos movimientos de ideas. Por tanto, el historiador no puede dejar de buscar cuáles fueron los factores esenciales originales de esas crisis; ésta es una preocupación ineludible. Al parecer, en los orígenes de la guerra de 1870 los intereses económicos y financieros no tuvieron ningún papel considerable. La expansión económica y financiera de Francia en Europa no se vio afectada sensiblemente por la competencia prusiana; el crecimiento industrial prusiano no halló obstáculo que pueda atribuirse a la política económica francesa; por lo demás, el tratado de comercio de 1862 amplió, en las relaciones entre los dos Estados, la libertad de intercambios. Posiblemente los intereses económicos de Prusia la impulsaron a desear la formación de la unidad alemana, pero tal unidad ya estaba realizada en el marco del Zollverein, y la unión aduanal se vio reforzada en julio de 1867 por la institución de un parlamento aduanal cuya finalidad era acostumbrar a los alemanes del sur a una colaboración permanente con la Confederación de Alemania del Norte. El papel más importante lo tuvieron los aspectos sentimentales, el deseo de realizar la "misión nacional" y la voluntad de poderío en la política prusiana. En la política francesa el propósito era análogo, aunque no haya sido ofensivo; la preponderancia de hecho que poseía Francia sobre el continente se vería comprometida gravemente si se diera la unidad alemana. Pero, en cualquiera de los dos lados, ¿habrían sido determinantes estos impulsos? La acción individual de los estadistas fue decisiva: Bismarck trató de lograr la unidad alemana no por una mera presión diplomática ejercida sobre los Estados alemanes del sur, sino por una manifestación de fuerza: según él, la victoria sobre Francia era la coronación necesaria del movimiento unitario. Cuando Napoleón III no se conformó con obtener la renuncia de los Hohenzollern al trono de España y quiso imponer a Guillermo I un compromiso para el futuro, pretendía salvaguardar su prestigio personal y creía asegurar el porvenir de su dinastía. Los orígenes de la guerra de 1914 plantearon cuestiones más complejas. La presión demográfica no tuvo ningún papel en esa época, en que los movimientos migratorios podían darse libremente y en que los Estados Unidos estaban dispuestos a recibir a todos aquellos que se quejaban,
CONCLUSIÓN
443
en Europa, de la insuficiencia de sus condiciones de vida. Pero sin ninguna duda los conflictos entre los intereses económicos nacionales tuvieron un lugar mucho más importante que en 1870 entre los Estados europeos. Era la consecuencia de la "segunda Revolución industrial" y del movimiento de expansión a los otros continentes. En el esttidio de los orígenes de la guerra, ¿qué alcance hay que atribuirles? Estos conflictos se manifestaban sobre todo entre Gran Bretaña y Alemania, competidoras en casi todos los mercados de exportación en Europa y fuera de ella: los éxitos que obtenía el comercio alemán habían despertado un sentimiento de frustración en la opinión pública inglesa, sobre todo entre 1895 y 1897. Y la necesidad de ampliar incesantemente los mercados de exportación era un leitmotiv en los medios de negocios alemanes. También se manifestaban, pero a un grado menor, entre Francia y Alemania: los medios económicos alemanes se quejaban de la política aduanal de Francia, cuyas colonias estaban en un régimen de "coto de caza reservado". Hubieran querido obtener un acceso más amplio al mercado financiero de París. Los dirigentes de la política francesa se preocupaban por el lugar que los capitales alemanes comenzaban a tener en Francia en ciertas empresas mineras. En un plano más general, la rivalidad entre los imperialismos coloniales o semicoloniales mantenía antagonismos locales. En ciertos medios, esa situación provocaba una irritación que podía contribuir a fomentar los antagonismos. •• Sin embargo, dado el estado actual de la investigación histórica, no parece qvie la acción de los grupos de intereses económicos o financieros se haya ejercido en julio de 1914 en favor de la guerra. En Gran Bretaña, los industriales estaban menos inquietos por la competencia alemana de lo que habían estado en 1908 o 1909. Los medios financieros de Londres manifestaron indiscutiblemente una fuerte aprensión ante la intervención de Gran Bretaña en la guerra continental y, en la primavera de 1914, el gobierno se mostraba dispuesto a favorecer la expansión económica alemana en África central y en Asia Menor. En Alemania, la prosperidad no se hallaba comprometida de ningún modo en lo inmediato; no era posible observar una amenaza de crisis económica que hubiera podido incitar a los grandes industriales a obtener por la fuerza la apertura de nuevos mercados. Para pronunciarse válidamente sobre el lugar de las cuestiones económicas en los orígenes del conflicto, habría que realizar prolongados estudios críticos sobre la situación económica, sobre las relaciones entre los medios de negocios y los gobiernos y sobre el estado de la opinión pública en los distintos países. '.- En cambio, la influencia de las fuerzas sentimentales se manifestó con una fuerza evidente en dos formas: el movimiento de las minorías nacionales y el crecimiento del nacionalismo.
444
CONCLUSIÓN
El movimiento de las minorías nacionales mantenía un estado de perturbación, sobre todo en los Balcanes y la Europa danubiana. En los Balcanes ofrecía oportunidades a la política de las grandes potencias y agravaba el antagonismo de los intereses entre Austria-Hungría y Rusia; en la Europa danubiana era lo bastante grave para que los medios dirigentes, en Viena y Budapest, pensaran, en julio de 1914, que era necesaria una guerra austro-serbia para garantizar la existencia de la doble monarquía. Los nacionalismos tuvieron, sobre todo entre 1890 y 1914, progresos notables en todos los grandes Estados europeos. Reforzaron el afán de prestigio y la voluntad de poder. Los choques repetidos y las amenazas de conflicto tuvieron como resultado acostumbrar a los pueblos europeos a considerar la eventualidad de la guerra que algvinos políticos declaraban inevitable. Desde este punto de vista, el mantenimiento de los sistemas de alianzas cobraba especial importancia. Entre 1911 y 1914 tal estado de ánimo marcó las relaciones internacionales y explica por qué casi en todas partes la opinión pública en 1914 fue tolerante, aunque no parezca haber tenido un influjo sobre las decisiones de los gobiernos. La influencia de las iglesias casi no trató de frenar ese auge de los nacionalismos, y el socialismo internacional se mostró incapaz de manifestar mediante medidas prácticas su oposición de principio a la guerra. El papel de las iniciativas individuales, aunque fue menos importante que en 1870, no fue secundario. En dos ocasiones en el asunto marroquí, los dirigentes de la política alemana recurrieron a medidas de intimidación, sin que la mayoría tuviera el deseo de llegar a la guerra. Fue Aehrenthal quien dirigió a Rvisia, en 1909, una seria advertencia. Tales presiones diplomáticas agravaron el estado de tensión en la opinión pública. Durante la crisis de julio de 1914, todos los estadistas pusieron en el primer plano de sus preocupaciones la fidelidad a las alianzas, que les parecían indispensables para la salvaguarda de su seguridad o el mantenimiento de su prestigio: tal fue el motivo que impulsó al gobierno alemán a sostener a fondo a Austria-Hungría y al gobierno francés a aceptar el hecho consumado de la movilización general rusa. Pero fue en Viena donde los miembros del gobierno decidieron rechazar cualquier solución que implicara un compromiso, pues creían que la doble monarquía tendría que encarar tres o cuatro años más tarde una crisis análoga y en condiciones menos favorables. Ahora bien, las decisiones de los estadistas austríacos habrían podido ser diferentes, incluso en el contexto económico o sentimental de la época. A principios de la segunda Guerra Mundial, la reivindicación alemana del "espacio vital" ocupaba el primer plano. El tema desarrollado en Mein Kampfes la insuficiencia de los recursos del suelo alemán para alimentar a vina población que debe seguir creciendo y la necesidad, en
CONCLUSIÓN
445
consecuencia, de extender el territorio de Alemania; por tanto, se invocaban móviles demográficos y económicos. Tales argumentos estaban lejos de generar una convicción: el "crecimiento demográfico" alemán mostró una baja considerable desde 1933; en cuanto a la insuficiencia de los recursos alimentarios, era soportada sin dificultades por un Estado industrial en la medida en que sus exportaciones le permitían satisfacer con importaciones el déficit de sus recursos nacionales. Pero fue precisamente esta necesidad de recurrir a suministros extranjeros la que quiso reducir la política hitleriana. La dificultad económica a la que se refería Hitler existía sólo en la medida en que el Estado alemán tendía a la autarquía. Ahora bien, dicha autarquía se preconizaba porque permitiría asegurar mejor, en caso de guerra, la subsistencia de la población y hacer fracasar el bloqueo. En realidad, el argumento económico es dominado por el propósito político, del cual se convirtió en el instrumento. Lo mismo sucedió en 1938, cuando el gobierno hitleriano resolvió a su modo la cuestión de los Sudetes: la anexión de esa parte del territorio de Checoslovaquia dio a Alemania el medio para acrecentar, al apoderarse de las fábricas Skoda, su potencial de armamento. También en este caso, el interés económico estaba al servicio del interés político. Para concluir, entre 1934 y 1939, el gobierno alemán trató de lograr el acceso a los recursos del suelo y del subsuelo en los Estados de Europa suroriental y consiguió éxitos considerables; es verdad que estos resultados pueden parecer precarios, pues se realizaron en el marco de acuerdos a corto plazo; pero en el verano de 1939 los medios dirigentes británicos se mostraron propensos a aceptar que el Reich poseyera una zona de influencia económica preferencial en Europa suroriental, si la política alemana se comprometía a no recurrir a la fuerza. Que el gobierno hitleriano prefiriera ignorar esas ofertas es la prueba de que no atribuyó a las cuestiones económicas más que un papel subordinado. Sin embargo, es posible que esta política alemana haya sufrido, aun si no tuviera conciencia plena de ello, la presión de necesidades económicas y financieras. El funcionamiento de la "máquina económica alemana", como lo había mostrado el régimen hitleriano, presentaba signos de flaqueza. El gobierno, a fin de evitar una crisis económica y social, había aumentado los pedidos hechos por el Estado y con ello había incrementado la deuda pública. Por tanto, se vio amenazado por una crisis monetaria. Para salvarse de esas dificultades, le era preciso obtener mercados exteriores más amplios y podía considerar obtenerlos por la fuerza. Pero ¿realmente sé resintió la coacción que el razonamiento del economista cree discernir? Dado el estado actual de la documentación, esta interpretación es una hipótesis. Por lo demás, según el presidente del Reichsbank, la causa de las dificultades financieras fue el ritmo
446
CONCLUSIÓN
demasiado rápido adoptado en la puesta en marcha del programa de rearme. Por tanto, hubiera sido fácil atenuarlas al aceptar alterar dicho ritmo; pero no lo quiso así el gobierno. También en este caso la preocupación política fue un móvil más importante que la coacción económica. El sentimiento nacional y el nacionalismo alemán sirvieron cíe punto de apoyo para esta política; no fueron sus promotores. Quizá los éxitos que durante seis años cosechó el gobierno alemán en su política exterior y la restauración de las tradiciones militares dieron a la opinión pública las satisfacciones que esperaba desde 1919. Ésa fue la razón por la que una gran parte de la población aceptara el régimen o al menos le otorgara un consentimiento pasivo. Pero fue el gobierno el que se aplicó a reforzar ese nacionalismo mediante la enseñanza y la propaganda, porque veía en ese estado de la psicología colectiva una condición indispensable para el triunfo de su política exterior. El ímpetu de los sentimientos colectivos no fue sino un apoyo para la acción política. Por tanto, a fin de cuentas, es la voluntad de un nombre o de un grupo de hombres la que aporta el elemento esencial de explicación. En el comportamiento de los grupos humanos nunca son simples los móviles: no sería difícil multiplicar los ejemplos. En realidad, las diversas influencias que orientan la evolución de las relaciones internacionales, el papel de las influencias económicas, financieras, demográficas, psicológicas o sentimentales y el papel del impulso ejercido por la voluntad de los hombres del gobierno se contraponen o se asocian, dependiendo de las modalidades siempre cambiantes en el tiempo y en el espacio. Por tanto, cuando el historiador busca los elementos de su explicación, debe examinar en cada caso, como hipótesis de trabajo, el juego de todas esas influencias. Está obligado tanto a comprobar la influencia dominante de las fuerzas económicas o demográficas (lo que es el caso frecuente en el estudio de las transformaciones de largo alcance), como a poner el énfasis en las fuerzas sentimentales o espirituales, cuya acción es notorio sobre todo en las crisis internacionales en que intervienen las pasiones, así como a concluir en el papel determinante de las iniciativas individuales. Otorgar de antemano a una de estas explicaciones una parte preponderante y plantear en principio que una de esas fuerzas tuvo permanentemente un papel dominante sería tanto como desvirtuar el sentido de la investigación histórica. Sin duda aislar uno de los aspectos del comportamiento de esos grupos humanos sería desnaturalizarla al eliminar la influencia que ejercen los diferentes móviles unos sobre otros. Establecer entre ellos una especie de jerarquía sería tan vano como tratar de formular leyes. En el estudio de las relaciones internacionales, el único medio para evitar los errores mayúsculos del historiador es conservar una constante apertura intelectual.
BIBLIOGRAFÍA GENERALIDADES En una obra como ésta, la información bibliográfica casi podría confundirse con la que se ocupa de la historia general del mundo desde mediaI dos del siglo xcc. Por tanto, es indispensable, si se quiere hacer un favor a los lectores, elaborar una bibliografía selectiva. Nuestras elecciones se fundan no sólo en la importancia propia de las obras, sino, más aún, en la contribución que aportan a los puntos de vista que corresponden a nuestro estudio. En francés, las obras generales son, por un lado, una serie de estudios que no pretenden cubrir toda el área: La politique élrangére el ses fondemenís. Rapports présenles sous la direction deJ.-B, Duroselle, París, 1954, xn-403 pp. (publicaciones de la Asociación Francesa de Ciencias Políticas); por otro lado, una suma considerable de reflexiones sobre la teoría, las fuerzas, los sistemas de valor y la evolución reciente del "sistema interna| cional": Raymond Aron, Paix et guerre entre les nations, París, 1962, 797 pp. •( Son mucho más cuantiosas las obras estadunidenses. Las más célebres son las de: Hans Morgenthau, Politics among Nations, The Struggle for Power and fí Peace, Nueva York, 1960 (nueva edición), 630 pp., que defiende la doctrina según la cual la investigación del poderío constituye el funda>, mentó mismo de las relaciones internacionales. Arnold Wolfers, Discord and Collaboration, Baltimore, 1952, xvm-283 ! pp., que reunió y enmendó una serie de artículos que ya había publicado. La obra resultante constituye una de las más inteligentes eva, luaciones sobre las relaciones internacionales. Entre las obras más recientes hay que destacar: Harold y Margaret Sprout, Foundations of International Politics, i Princeton, 1962, 734 pp., que confiere la mayor importancia al problema de la decisión. Stanley Hoffmann, Contemporary Theory of International Relations, . Nueva York, 1960, 293 pp., es una recopilación de textos con gran can| -«i tidad de comentarios agudos que tienden a mostrar cuan lejos estamos todavía de la teoría absoluta. J. Frankel, The Making ofForeign Policy, Londres, 1952, 232 pp., estudia la influencia del medio en el estadista. 447
BIBLIOGRAFÍA
BIBLIOGRAFÍA
N. Padelford y G. Lincoln, The Dynamics of International Polines, Nueva York, 1962, 634 pp. I, Duchacek y K. Thompson, Conflicts and Cooperation among Nations, Nueva York, 1960, 649 pp. Un tanto más antiguos y relativamente señalados por la fecha en que fueron escritos son: H. Ball y H. B. Killough, International Relations, Londres, 1956, 667 pp, N. D. Parker y H. C. Perkins, International Relations. The World Community in Transition, Boston, 1953, 1187 pp., donde se pone el acento en los elementos del poderío del Estado, en los instrumentos de que éste dispone para la protección de los intereses nacionales y en los medios jurídicos o diplomáticos que permiten ejercer algún "control" sobre las relaciones internacionales. Podemos considerar como "clásicos" los siguientes: Quincy Wright, The Study of International Relations, Nueva York, 1955, 642 pp. W. D. Puleston, The Influence of Forcé in Foreign Relations, Nueva York, 1955, 254 pp. R. Strausz-Hupe y S. Possony, International Relations in the Age of Conflict between Democracy and Dictatorship, Nueva York, 1950. Éstos se ocupan de los elementos del poderío (demografía, economía, calidad de las fronteras), de las técnicas de la política exterior y, más rápidamente, del papel de las "ideologías" y de los intereses económicos en la conducción de esta política. W. T. R. Fox (comp.), Theoretical Aspects of International Relations, Notre-Dame, 1959, xrv-118 pp., quien estudia con sus colaboradores lo que puede ser una teoría de las relaciones internacionales. Más adelante en estos anexos, en la segunda parte, capítvilo DC, citamos las obras que estudian las nociones de realismo y de idealismo, en especial las de Hans Morgenthau, Reinhold Niebuhr y Kenneth Thompson. Uno de los resúmenes más completos es: Georg Schwarzenberger, Power Politics, 2a. ed., Nueva York, Londres, 1952, xii-898pp. Para una idea de la evolución de los métodos, véase: W. T. R. Fox, "Interwar International Relations Research: The American Experience", en World Politics, octubre de 1949, pp. 67-79. Para la definición del imperialismo: William L. Langer, "A Critic of Imperialism", en Foreign Affairs, octubre de 1935. Del mismo autor, "Farewell to Empire", en ibid., octubre de 1962, pp. 115-130. E. Seilliére, Introduction á la philosophie de l'imperialisme, París, 2a. ed., 1911, 318 pp.
G. W. Hallgarten, Imperialism vor 1914, Munich, 1951,2 vols., 561 y 504 pp. E. Winslow, The Pattern of Imperialism, Nueva York, 1948, 218 pp.; y del mismo autor, "Mandan, liberal and sociological theories of Imperialism", en Journal of Political Economy, diciembre de 1931. P. Moon, Imperialism and World Politics, Nueva York, 1927, xvi-583 pp. Joseph Schumpeter, Imperialism and Social Classes, Nueva York, 1951, xxvi-221 pp. La perspectiva marxista: Nicolai J. Bujarin, L'Économie mondiale et l'imperialisme, París, 1928, 179 pp.
448
PRIMERA PARTE
449
ARLOS ALFREDO da SILVA §PB80R ADJUNTO
I. Los factores geográficos Es esencial la gran obra de Friedrich Ratzel, Politische Geographie, Leipzig, 1897, 717 pp. Profesor de geografía en la Universidad de Leipzig, Ratzel, quien tenía ya una amplia autoridad por sus trabajos de biogeografía, dio una nueva orientación a sus investigaciones al proponerse establecer un acercamiento entre la geografía, por un lado, y la historia y las ciencias políticas, por el otro. - • Para los autores que se proponen extender el alcance de las tesis ratzelianas, las "correlaciones entre la geografía y la política" ocupan un lugar central. Entre ellos: " C, Semple, Influence of Geographie Environment, Nueva York, 1911, xvin-683 pp.; Kjellen, en su libro cuya edición alemana se intituló Der Staat ais Lebensform, 1927, vm-236 pp., emplea por primera vez el término geopolítica; Walter Vogel, en Das neue Europa una seine histoñschgeographischen Grundlagen, Bonn-Berlín, 1925, xv-440 pp. Todos se proponen demostrar que la fuerza de un Estado depende en gran medida de los factores geográficos. Pero los guías de esta "escuela" fueron MacKinder y Haushofer, Halford MacKinder, en la conferencia ofrecida en 1904 ante la Royal Geographical Society y publicada con el título de The Geographical Pivot ofHistory, Londres, 1904,44 pp. (hay una reedición de 1951), y luego en su libro Democratic Ideáis and Reality, Londres, 1919, xxvi-219 pp., presenta sus puntos de vista sólo como "primer acercamiento a la verdad"; se guarda de tomar una posición doctrinaria. Por el contrario, Karl Haushofer pretende aportar una doctrina al mismo tiempo que cree poder establecer, estudiando la influencia de los factores geográficos, una serie de "hechos palpables" y de "leyes demostradas" en los que deberán inspirarse, según él, los dirigentes de la política.
BIBLIOGRAFÍA
BIBLIOGRAFÍA
Lo esencial de sus tesis fue presentado en Bausteine für Geopolitik, Berlín, 1928, 349 pp., libro de varios autores, en el que Haushofer escribió la primera parte. Entre sus colaboradores, Maull, profesor en la Universidad de Graz (Politische Geographie, 1925), y Hennig, profesor de Hochschule en Dusseldorf, tuvieron un importante papel. Se ha discutido bastante sobre la influencia real de este grupo. Según Hans Weigert, Generáis and Geographers, Oxford, 1942, x-273 pp., las ideas de Haushofer encontraron una amplia audiencia cerca de Hitler: ¿acaso la firma de pacto germano-soviético de agosto de 1939 no realizó un deseo expresado a menudo por los "geopolíticos"? Pero C. Troll, cuyo interesante estudio se publicó en >19.:47.en la. r,eyrista Erdkunde, impugnó el alcance de esa influencia: Haushofer rio logró que la "geopolítica" entrara en la enseñanza universitaria, a pesar del programa que había presentado en 1935; a partir de 1938, dejó de ser persona grata en los medios dirigentes, quizá porque su hijo, geógrafo, pero refractario a las tesis de su padre, había sido arrestado por la Gestapo. La obra de Alfred T. Mahan, en especial The Influence ofSea Power upon History, 1660-1783, Boston, 1890, 557 pp., ocupa un lugar aparte. Anterior a la obra de Ratzel, estudia sobre todo la experiencia de las guerras navales. Su preocupación esencial no es establecer una relación entre geografía, historia y política, sino analizar los fundamentos de la estrategia naval y mostrar cómo el poderío marítimo ofrece "la explicación de la mayor parte de la historia". Las reflexiones generales dispersas en la obra sólo sugieren una doctrina. Es útil establecer una comparación con la obra de R. de Belot y A. Reusner, La Puissance nóvale dans l'histoire, t. ni, París, 1960, 410 pp. La crítica del determinismo geográfico ha sido obra, sobre todo, de los geógrafos e historiadores franceses. Vidal de la Blache tomó posición, a poco de la publicación del libro de Ratzel, en un artículo: "La Geographie politique. Á propos des écrits de M. Frédéric Ratzel" (Annales de Geographie, 15 de marzo de 1898, pp. 98-111); pero es más bien en el prefacio de su Tablean de la géographie de la France, París, 1911, 395 pp. (t. i de la Histoire de France, de Ernest Lavisse), donde expuso sus puntos de vista. Camille Vallaux, en Le Sol et l'État, París, 1911, 417 pp., criticó que la geografía política de Ratzel, en particular su teoría del "espacio", no se apartaba lo suficiente "del cuidado del presente" y buscaba legitimar el imperialismo alemán. Jean Bruhnes y Camille Vallaux, en su Géographie de l'Histoire, París, 1921, n-716 pp., presentaron interesantes indicaciones, pero sin atacar directamente las tesis de Ratzel. El artículo de Albert Demangeon, "Géographie politique", en Annales de Géographie, enero de 1932, pp. 22-31, iba dirigido contra los "geopolíticos", pero no contra la obra de Ratzel. Véase también P. George,
"Sur une nouvelle présentation du déterminisme en géographie humaine", en Annales de Géographie, 1952, pp. 250-254. Por último, Jean Gottmann se dedica sobre todo a explicar el hecho fundamental de la geografía política, a saber: la "separación" del mundo en "comunidades" individualizadas. Las causas de ese aislamiento son, según él, psicológicas y sociológicas, aunque no correspondan a "características físicas inscritas en el espacio" (La politique des États et leur géographie, París, 1952, 228 pp.). Entre los historiadores fue Lucien Fevbre quien, en La Terre et l'Évolution humaine, París, 1922, 470 pp., pronunció el ataque más vigoroso contra las "generalizaciones ambiciosas de Ratzel" y contra la "fatalidad geográfica". Jacques Ancel, en su Manuel géographique de politique européenne, París, 1936, 472 pp., que confundió abusivamente a Ratzel con los geopolíticos, puso en el banquillo a una geografía política dominada por los factores espaciales y trató de mostrar que los géneros de vida, por una parte, y los "factores espirituales", por la otra, eran los elementos de explicación más válidos, pero no definió con claridad sus propias concepciones. Sobre los aspectos generales de esta cuestión, véase también R. Strausz-Hupe, Geopolitics. The Struggle for Space and Power, Nueva York, 1942, 274 pp. • Evidentemente, no es posible mencionar todas las obras cuya consulta pueda ofrecer indicaciones útiles para el estudio del papel de los factores geográficos en las relaciones internacionales. Sólo me referiré a algunos estudios recientes que aportaron puntos de vista especialmente interesantes sobre diversos aspectos de este vasto tema: Maximilien Sorre, Les Fondemenís de la géographie humaine, 1.1: Les Fondements biologiques, París, 1917, 447 pp., y "Adaptation au milieu climatique et vie sociale. Géographie psychologique", en el Traite de psychologie appliquée de H. Piéron, París, 1954. E. Le Roy-Ladurie, "Histoire et climat", en Annales, enero de 1959, pp. 3-34. G. Utterstróm, "Climatic Fluctuations and Population Problems in Modern History", que aparece en Scandinavian Economía Hist. Revzew, 1955, núm. 1. J. Spykman, The Geography ofthe Peace, Nueva York, 1944, 66 pp. E. Huntington, Climate and Civilization, New Haven, 1924, xni-453 pp.
450
'
451
II. Las condiciones demográficas
Los aspectos generales se estudian en: M. Reinhard, Histoire de la population mondiale de 1700 a 1948, París, 1949, 795 pp. (2a. ed., 1960).
BIBLIOGRAFÍA
BIBLIOGRAFÍA
J. Beaujeu-Garnier, Géographie de la population, París, 1956-1958, 2 vols., 435 y 572 pp. R. von Ungarn-Sternberg y H. Schnubnell, Grundriss der Bevólkerungswissenschaft, Berlín, 1950, 650 pp. G. Bouthoul, La Population dans le monde, París, 1935, 255 pp. A. Carr-Saunders, The Population Problem, París, 1922, 516 pp. L. Chevalier, Démographie genérale, París, 1951, 599 pp. A. Landry, Traite de démographie, París, 1945, 651 pp. A. Sauvy, Théorie genérale de la population, París, 1952-1954, 2 vols,, 371 y400pp. Las consecuencias políticas se esbozan en: W. S. Thompson, Danger Spots in World Population, Nueva York, 1929, 343 pp. (rápido y a menudo discutible). Del mismo autor, Population and Peace in the Pacific, Chicago, 1946, 397 pp. Véase también F. Chalmers Wright, Population and Peace: a Survey of International Opinión on Claims for Relief from Population Pressure, París, 1939, 375 pp. Las relaciones con la evolución económica han sido estudiadas de manera penetrante por: P. Fromont, Démographie économique. Les rapports de l'économie et de la population dans le monde, París, 1947, 223 pp. Véase también P. Mornbert, "L'adaptation internationale de la population a l'économie", en Revue économique internationale, diciembre de 1936, pp. 493-520. G. Myrdal, "Industrialization and Population", en Mélanges Gustav Cassel, París, 1933. J. Weiller, Les Aspects démographiques des problémes d'économie internationale, París, 1956, 162 pp. También hay que consultar las actas de los congresos internacionales de la población (París, 1937; Roma, 1954), así como los informes presentados en 1937 en la Conferencia Permanente de Altos Estudios Internacionales. La política demográfica comparada, entre 1929 y 1939, ha sido estudiada por: F. Secrétain, Le probléme de la population. Étude des solutions données aux problémes démographiques en Allemagne, en Italie et au Japón, París, 1942, 280 pp. Las cuestiones del óptimo de población y de sobrepoblación han dado lugar a numerosos trabajos. Hay que consultar especialmente: L. Buquet, L'Optimum de population, París, 1956, 310 pp. G. Bouthoul, La Surpopulation dans le monde, París, 1958, 269 pp. I. Ferenczi, L'Optimum synthétique dupeuplement, París, 1938, 123 pp.
Véase también el artículo de O. Effertz, "Théorie ponophysiocratique de la population", en Revue d'économie politique, 1914, t. 28, pp. 129-152. Los movimientos migratorios han originado numerosos estudios; los aspectos que se relacionan directamente con el tema considerado se estudian en: A. Willcox, International Migration, Nueva York, 1929-1931, 2 vols., 1119 y 715 pp. (pvtblicación del Bureau of Economic Research). J. W. Gregory, Human Migrations and the Future. A Study ofthe Causes, Effects and Control oflmmigration, Filadelfia, 1927, 218 pp. L. Varlez, "Les migrations internationales et leurs réglementations", en Académie de Droit International. Recueil des Cours, t. 20, pp. 165-348. Max Sorre, Les Migrations despeuples, París, 1955, 267 pp. R. Numelin, Les Migrations humaines. Étude de l'esprit migratoire (trad. francesa), París, 1939, 378 pp. H. A. Citroen, Les Migrations internationales, París, 1948, 184 pp. M. L. Hersch, "Les Migrations internationales comme facteur de paix et de guerre", en Revue Internationale de Sociologie, octubre de 1929. G.'Strammati et al., Problemi internazionali della migrazione, Padua, 1949, 848 pp. También hay que consultar las publicaciones de la Sociedad de Naciones, en particular: Les Mouvements migratoires de 1920 a 1924, Ginebra (BIT), 1925, 116 pp.; Les Mouvements migratoires de 1925 á 1927. Les méthodes statistiques de l'émigration et de l'immigration, Ginebra (BIT), 1922, 59 pp.; La Réglementation des migrations, Ginebra (BIT), 3 vols., y las de la ONU: Statistiques des migrations internationales, Ntieva York, 1953, 29 pp.; las Actes des Conférences internationales sur l'émigration et l'immigration, Roma, 1924; La Habana, 1928, son importantes. Las cuestiones relacionadas con el periodo posterior a 1945 se estudian en J. Vernant, Les Refugies de l'aprés-guerre, Monaco, 1953, 921 pp., y en C. Marti-Bufill, Nuevas soluciones al problema migratorio, Milán, 1955, 549 pp. • Sobre la política de los Estados en lo concerniente a los movimientos migratorios, habrá que consultar: Italia F. Virgilii, Emigrazione, Roma, 1938, 221 pp. [la legislación fascista], y ;" del mismo autor, II problema dell'emigrazione dopo la revoluzione fascista, Milán, 1923, 364 pp. R. Foerster, The Italian Emigration ofour Times, Londres;-! 929, 556 pp. Cl. Woog, La Politique d'émigration de l'Italie, París, 1930, 392 pp. Estados Unidos Sobre el periodo anterior a 1914, las indicaciones esenciales se encuentran en Immigration Commission. Reports, Washington, 1911.
452
453
BIBLIOGRAFÍA
BIBLIOGRAFÍA
Sobre el periodo posterior a 1919: W. S. Bernard, American Immigration Policy, Ntieva York, 1950, 341 pp. (publicación del National Committee on Immigration Policy). Canadá D. C. Corbett, Canada's Immigration Policy. A critique, Toronto, 1957, 215 pp. China Hans Mosolff, Die chinesische Auswanderung, Rostock, 1932, 520 pp. Japón T. Ogishima, "L'Émigration japonaise", en R. int. travail, noviembre de 1936, pp. 663-698. Los aspectos regionales de estos problemas han originado un gran número de publicaciones. Aquí sólo señalaremos los trabajos que nos han sido útiles para el estudio de sus repercusiones en las relaciones políticas internacionales. En América Sobre los problemas canadienses (cuestión de la asimilación de los inmigrantes): H. McD. Clokie, Canadian Government and Polines, Toronto, 1946, 350 pp. V. Massey, Ourbeing Canadian, Londres, 1945, 198 pp. Sobre los problemas brasileños: C. Cornelius, Die Deutschen im brasilianischen Wirtschaftsleben, Stuttgart, 1929, 188pp. E. Wagemann, Die deutschen Kolonisten im brasilianischen Staate Espíritu Santo, Munich, 1925, 151 pp. K. Oberacker, Die volkspolitische Lage des Deutschtums im Rio Grande ífoSw/, Jena, 1936, 101 pp. J. Roche, La colonisation allemande et le Rio Grande do Sul, París, 1959, 705 pp. En Asia Ta-Chen, Emigrant communities in South Asia, Nueva York, 1940, 312 pp. Sobre la inmigración jvidía en Palestina, la situación está explicada por sir John Simón, Pálestine. Report on immigration, 1930, Londres, 1931, 185pp. Sobre la evolución, J. C. Hurewitz, The Struggle for the Pálestine, 19201950, Nueva York, 1950,404 pp. Véase también Eugen Kulischer, Jewish Migrations, Nueva York, 1943, 51 pp. En el Pacífico T. Yenaza y K. Sato, Japan and the Californian Problem, Nueva York, 1921,249pp. Yoshisomi, Le Conflit nippo-américain sur l'immigration japonaise, Grenoble, 1926, 388 pp.
Th. Bailey, Th, Roosevelt and the American-japanese Crisis, 1905-1909, Stanford University, 1934, 353 pp. Las actas de la Segunda Conferencia del Instituto de Estudios del Pacífico (Honolulú, julio de 1927) las retomó J. B. Condliffe bajo el título de Problems ofthe Pacific, Chicago, 1929, xv-697 pp. En Europa G. M. Rémond, L'immigration italenne dans le Sud-Ouest de la France, París, 1928, 215 pp. N. Salvaneschi, Lavoratori nostri d'Oltralpe, Florencia, 1928, 93 pp. S. Wloceski, Llnstallation des Itáliens en France, París, 1934, 99 pp.
454
455
III. Las fuerzas económicas. Las competencias y los conflictos Los aspectos generales del tema se tratan en muchos estudios. Hay que consultar en especial: : L. Brocard, Principes d'économie nationale et intemationale, París, 19291931, 3 vols., 503, 697 y 543 pp. W. S. Culbertson, International Economic Policies. A Survey ofthe Economics ofDiplomacy, Nueva York, 1925, 575 pp. J. B. Condliffe, The Reconstruction of World Trade. A Survey oflnter1 national Economic Relations, Londres, 1941, 128 pp. W. Encken, Die Grundlagen der Nationalókonomie, Jena, 1941, capítulo • ' "Die wirtschaftliche Macht". M. Paníaleoni, "Tentative di analysi del concetto di forte e debole in economía", en Erotemi di economía, i, pp. 229-255. N. Truchy y M. Byé, Les Relations économiques intemationáles (t. vm del • < Traite d'économie politiqueé, París, 1948, 332 pp. F. Perroux, "Esqiiisse d'une théorie de l'économie dominante", en Économie appliquée, 1948, pp. 243-300, y "Notes sur le dynamisme de la domination", en ibid., 1950, pp. 245-258. M. A. Heilperin, Studies in Economic Nationálism, Ginebra, 1960, 230 pp. Sobre el conflicto de las políticas económicas en general: R: Guillain, Les problémes douaniers internationaux et la SDN, París, 1930, 267 pp. A. Isaacs, International Trade, Tariff and Commercial Policy, Chicago, - 1948, 838 pp. Ch. Dumont, Les Conditions intemationáles de la paix douaniére (informe presentado ante la Cámara de Comercio Internacional), París, 1928, 27 pp. Sobre la autarquía Ch. Hérisson, Autarcie. Contribution á l'étude des doctrines du commerce , international, París, 1937, 399 pp.
BIBLIOGRAFÍA
BIBLIOGRAFÍA
F. Perroux, Autarcie et expansión. Empire ou empires, París, 1940, 71 pp. Sv. Helander, Das Autarkieproblem in der Weltwirtschaft, Berlín, 1955, 684 pp. J. Griziotti-Kretschmann, Autarchia económica e finanziaría ed economía mondiale, Padua, 1937, 145 pp. J.-M. Bonn, "La Paix économique. Dans quelle mesure les régimes autarciques sont-ils conciliables avec le mantien de la paix?", en Esprit International, abril de 1938, pp. 238-255. H. Laufenburger, L'lntervention de l'État en matiére économique, París, 1939, 372 pp. (//. L'aütarcie). El informe de A. Landry ante el Congreso de Economistas de Lengua Francesa, en 1936, París, 239 pp., y la discusión sobre dicho informe ofrecen también útiles indicaciones. Sobre la política aduanal en las colonias: R. Bachi, "Politique douaniére entre la métropole et les colonies", en Mélanges Truchy, 1938, pp. 32-51. P. Abelarde, American TariffPoKcy toward Philippines, 1898-1946, Nueva York, 1947, 233 pp. Sobre los métodos déla expansión económica, los trabajos son muchos: Entre las luchas entabladas en torno a los mercados de exportación entre 1871 y 1914, la que retuvo especialmente la atención fue la rivalidad anglo-alemana: es importante la obra de J. Hoffmann, Great Britain and the Germán Trade Rivalry, 1875-1914, Filadelfia, 1933, 363 pp. : Los procedimientos de la penetración económica europea en China y en el Imperio otomano se han estudiado con profusión: En China G. Soulié de Morant, Exterritorialité et intéréts étrangers en Chine, París, 1925, xvi-508pp. W. Willoughby, Foreign Rights and Interests in China, Baltimore, 1927, 1153 pp. Hou-Hon Lun, Histoire douaniére de la Chine, París, 1929, 229 pp. En el Imperio otomano: O. Nebioglu, Die Auswirkungen der Kapitulationen auf die Türkische Wirtschaft, Jena, 1941, 95 pp. . La penetración económica alemana en el sureste europeo se trató en: A. Basch, The Danube Basin and the Germán Economic Sphere, Londres, : 1944, 272 pp. P. Einzig, Bloodless Invasión, Germán Economic Penetration in the Danubian States, Londres, 1938, 119 pp. Pero también hay que examinar la recopilación Documents on Germán Foreign Policy, 1918-1945, serie D, vol. v, Londres, 1953, 978 pp. El acceso a las materias primas y a los productos energéticos fue objeto
de un interesante estudio de conjunto, establecido en vísperas de la segunda Guerra Mundial: el informe presentado por Et. Dennery, Le probléme des matiéres premieres, París, 1939, 246 pp., ante la Conferencia Permanente de Altos Estudios Internacionales. La cuestión del petróleo es la que ha originado el mayor número de publicaciones. En esta bibliografía tan abundante es indispensable hacer aquí una elección en función de las preocupaciones del presente estudio, es decir, del examen de los vínculos entre las cuestiones económicas y las políticas. Habrá que consultar especialmente: Entre las obras generales (que a menudo llegan a interpretaciones excesivas): H. Bérenger, La Politique du pétrole, París, 1920, 10 pp. L. Fischer, L'lmpérialisme du pétrole, París, 1928, 253 pp. (traducido del »• inglés). Edgar Faure, Le Pétrole dans la paix et dans la guerre, París, 1939, 221 pp. A. Zischka, La Guerre secrete pour le pétrole, París, 1933, 290 pp. B. Brooks, Peace, Plenty and Petroleum, Lancaster, 1944, 197 pp. J. Joesten, 01 regiert die Welt. Geschaft und Politik, Dusseldorf, 1958, 544 pp. ft Entre los estudios relacionados con una región: A. Vagts, México, Europa undAmerika, Berlín, 1928, 425 pp. C. Lenczowski, Oil and State in the Middle East, Nueva York, 1960, 379 pp. N. Fatemi, Oil Diplomacy. Powderkeg in Irán, Nueva York, 1954, 405 pp. S. Longrigg, Oil in the Middle East. Its Discovery and Development, Londres, 1954, 305 pp. (publicación del Royal Lnstitute of International Affairs). B. Shwadran, The Middle East, Oil and the Great Powers, Nueva York, • 1956, 508 pp. L. Ellwell-Sutton, Persian Oil A Study in Powers Politics, Londres, 1955, 343 pp. Las cuestiones internacionales planteadas por la construcción de ferrocarriles fueron estudiadas: Sobre América Latina: en F. M. Halsey, Investments in Latín America, Washington, 1918, 850 pp. ' Sobre China: además del libro de Laboulaye, Les chemins de fer en Chine, París, 1911, 340 pp., que presenta el punto de vista de un contemporáneo, en dos obras recientes: Chiang-Kia Ngan, China's Struggle for Railroad Development, Nueva York, 1943, 340 pp. (el autor fue ministro de Transportes). E-Tu Zen Sun, Chínese Railways and British Interests, 1898-1911, Nueva York, 1954, 230 pp. (el autor utilizó los documentos del director de ferrocarriles). El texto de los contratos de concesión aprobados antes de 1919 se
456
457
BIBLIOGRAFÍA
BIBLIOGRAFÍA
encuentra en MacMurray, Treaties and Agreements with and Concerning China, 1894-1919, Nueva York, 1921, 2 vols. Sobre el Imperio otomano: Ed. Earle, Turkey, the Great Powers and íhe Bagdad Railway, Nueva York, 1924, xm-364 pp. F. Ragey, La Question du chemin de fer de Bagdad, 1893-1914, París, 1936, 212 pp. H. Ibbekken, Das aussenpolitische Problem Staat una Wirtschaft, 18801911, Berlín, 1924. John Wolf, The Diplomatic History of the Bagdad Railway, Colurnbia University of Missouri, 1936, 107 pp. F. Bode, DerKampfum d. Bagdadbahn, 1903-1914, Breslau, 1941, 131 pp. Es bien conocida la historia diplomática de los canales interoceánicos. Entre numerosas obras hay que consultar sobre todo, en la óptica que es la de este libro, André Siegfried, Suez, Panamá et les routes maritimes mondiales, París, 1941, 298 pp. Sobre Suez: A. T. Wilson, The Suez Canal, Londres, 1933, 224 pp. C. W. Hallberg, The Suez Canal, lis History and Diplomatic Impórtame, Nueva York, 1931, 434 pp. G. Edgard-Bonnet, Ferdinand de Lesseps. Le diplómate. Le créateur de Suez, París, 1951, 434 pp. E. Anchieri, // cañóle di Suez, Milán, 1937, 312 pp. E. Reinhard, Kampfum Suez, Dresde, 1950, 328 pp. Sobre Panamá: D. Smith, The Panamá Canal. Its History, Baltimore, 1927, 413 pp. Dw. Miller, The Fight for the Panamá Route, Nueva York, 1940, 469 pp. W. D. McCain, The U. S. and the Republic of Panamá, Durham, 1937,278 pp. Los métodos de coerción fueron menos estudiados que los correspondientes a la expansión. Sobre las guerras aduanales: A. Billot, La France et l'Italie. Histoire des années troubles, París, 1905, 2 vols.; también me basé en una memoria inédita de H. G. Liens sobre los orígenes de la guerra aduanal en 1887-1888. M. Schultz, "La politique économique d'Aehrenthal envers la Serbie", en R. hist. guerre, octubre de 1935, pp. 325-347, y enero de 1936, pp. 22-40. Sobre el boicoteo y el embargo hay que consultar especialmente: Roberto Michels, // Boicotaggio, saggio su un aspetto delle crise, Turín, 1934, 135 pp., de la que existe una traducción francesa, Le boycottage intemational, París, 1936, 140 pp. S. Séfériadés, Réflexions sur le boycottage en droit intemational, París, 192, 48 pp. J. P. Chamberlain, The Embargo Resolutions and Neutrality, Nueva York, 1929 (International Conciliation, núm. 251).
Ed. Lambert, Les Embargos sur l'importation et l'exportation des marchandises, París, 1936, 88 pp. G. Waltz, Nationalboycoít una Volkerrecht, Berlín, 1939, 314 pp. Ch. Rousseau, "Le boycottage dans les rapports internationaux", en la Revue genérale de droit intemational public, enero de 1958, pp. 5-25. Los boicoteos chinos dirigidos contra Japón entre 1925 y 1931 se estudian en el Informe de la Comisión de Investigación de la SDN (Comisión Lytton), Ginebra, 1932, pp. 124-130, y en: C. F. Remer, A Study ofthe Chínese Boycotts, Baltimore, 1933, 306 pp. S. Matsumoto, The historical Development of Chínese Boycotts, Tokio, 1933, 112 pp. (publicación del Japan Council of International Relations). Véase también el estudio de D. Orchard, "Chinas Use of the Boycott as a Political Weapon", en Anuales ofthe American Academy ofPolitical Science, 1930, vol. 152, pp. 252-261.
458
', . •
459
IV. Las fuerzas económicas. Las alianzas
Este aspecto de la cuestión no es objeto más que de un estudio de conjunto, el de J. L. Huillier, Théorie et pratique de la coopération économique intemationale, París, 1957, 605 pp. Hay que consultar: «< Sobre las uniones aduanales: El Zollverein: W. von Eisenarth-Rothe, Vorgeschichte und Begründung des deutschen v. Zollverein, 1815-1834, Berlín, 1934, 4 vols. W. O. Henderson, The Zollverein, Cambridge, 1939, 392 pp. P. Benaerts, Les Origines de la grande industrie allemande. Histoire du ?» Zollverein, París, 1933, 688 pp. A. H. Price, The Evolution ofthe Zollverein, 1815-1833, Ann Arbor, 1949, V» xi-298pp. La Unión aduanal franco-belga: A. de Ridder, Les Projets d'union douaniére franco-belge et les puissances « européenes, 1826-1843, Bruselas, 1932, 473 pp. H. T. Deschamps, La Belgique devant France de Juillet, París, 1956, 561 pp. (capítulos n a rv). El proyecto de 1931: J. Krulis-Randa, Das deutsch-ósterreichische Zollution Projekt von 1931, ; Zurich, 1955, 214 pp. .' Sobre el reparto de las zonas de influencia (China, Imperio otomano, Persia) y los condominios (Congo, Marruecos): P. Renouvin, La question d'Extréme-Orient, 1840-1940, París, 3a ed., 1958, 483 pp.
460
BIBLIOGRAFÍA
Ph. Joseph, Foreign Diplomacy in China, 1894-1900, Londres, 1928,458 pp. D. Franke, Die Grossmachte in Ostasien von 1894 bis 1914, Hamburgo, 1923, 420 pp. Siassi, La Perse au contact de l'Occident. Histoire économique et sociale, París, 1931,275pp. M. Pigli, L'Etiopia moderna nelle sue relazioni internazionali, 1859-1931, Milán, 1933, 297 pp. H. N. Howard, The Partition ofTurkey. A Diplomado History, 1913-1923, Norman, 1951,486pp. Sobre los condominios económicos: En el Congo: las obras dedicadas a la Conferencia de 1884 ofrecen indicaciones; véanse en especial: G. Kónigh, Die Berliner Kongo-Konferenz, Essen, 1938, 190 pp., y S. Crowe, The Berlín Westafrican Conference, Londres, 1942, x-249 pp. También debe consultarse la importante obra de J. Willequet, Le Congo belge et la Weltpolitik, 1894-1914, Bruselas, 1962, 500 pp. En Marruecos; el libro de André Tardieu, Le Mystére d'Adagir, París, 1912, 619 pp., cuya primera parte, completa, trata de la negociación de febrero de 1909 y es útil. Pero hay que leer también los documentos diplomáticos publicados en Francia (Documents diplomatiques franjáis, 1871-1914, 2a. serie, t. xi) y en Alemania (Die grosse Politik der europaischen Kabinette). Hay un análisis crítico sobre ello en una memoria inédita de M. Fremicacci que tuve a mi disposición. Sobre las alianzas económicas internacionales han sido numerosos los estudios, incluso si ignoramos los aspectos puramente jurídicos. En orden cronológico, los estudios que al parecer aportan la información más interesante son: Ed. Lebée, "Trusts et cartels internationaux", en Recueil des Cours de l'Académie de Droit International, 1927, t. iv, pp. 143-246. E. Respondek, Wirtschaftliche Zusammenarbeit zwischen Deutschland una Frankreich, Berlín, 1929, 222 pp. A. Benni et al., Étude sur les aspects économiques de différentes ententes industrielles internationales, Ginebra, 1930, 79 pp. (publicación de la Sociedad de Naciones). H. Wagenfuhr, Deutsche auslándische una intemationale Karíellvertrage, Nuremberg, 1931, 103 pp. [textos]. L. Ballande, Essai d'entente monographique et statistique sur les ententes économiques internationales, París, 1936, 374 pp. W. Oualid, Les Ententes internationales de matiéres premieres, París, 1938, 13 pp. (Conferencia de Altos Estudios Internacionales). W. Yandell et al., International Control in the Non-ferrous Metals, Nueva York, 1937, 801 pp. (con un estudio general sobre los cárteles internacionales).
BIBLIOGRAFÍA
461
Roger Picard, "Les ententes de producteurs", en Recueil des Cours de l'Académie de Droit International, 1939, t. 67, pp. 539-624. Ch. Whittlesey, Government Control ofCrude Rubber, The Stevenson Plan, Princeton, 1931, 235 pp.; National Interests and International Cartels, Nueva York, 1946, 172 pp. R. Lewinsohn, Trusts et Cartels dans l'économie mondiale, París, 1950, 386 pp. E. Hexner, International Cartels, University of North Carolina, 1946, xrv555 pp.; The International Steel Cartel, University of North Carolina, 1943, xviii-339pp. C. Edwards, Economic and Political Aspects of International Cartels, Washington, 1946, 83 pp. Los informes de la Cámara de Comercio Internacional, de 1927 y 1939, aportan datos y opiniones cuyo interés es seguro, así como un memorándum de la ONU: International Cartels, Nueva York, 1947, 53 pp. V. Las cuestiones financieras
Sobre el desarrollo de los movimientos internacionales de capitales: André Philip, L'évolution des investissements internationaux du xx* siécle - a nos jours, París, 1958, 32 pp. (esténcil). X Los aspectos históricos tienen un tratamiento especial en: L. Jenks, The Migration ofthe Brítish Capital to 1875, Londres, 1927, 442 pp. R. E. Cameron, France and the Economic Development ofEurope, 1800i, 1914, Princeton, 1961, 586 pp. F. R. Rippy, "British Investments in Latín America End of Year 1900", en ir Interamerican Economic Review, 1953. V Sobre las consecuencias económicas: G. Tacke, Kapitalausfuhr una Warenausfurhr. Eine Darstellung ihrer I unmittelbaren Verbindungen, Jena, 1933, 172 pp. (el autor estudió sobre todo ejemplos tomados de China y de América del Sur). V. H. Lary, The Domestic Effects of Foreign Investment, Nueva York, 1 1946, 216 pp. (Papers ofthe American Economic Association). Cl. Lewis, The United States and Foreign Investsments Problems, I'-: Washington, 1948, 359 pp.
462
BIBLIOGRAFÍA
BIBLIOGRAFÍA
II
III
La obra de H. Feis, Europe, the World's Banker, 1870-1914, An Account of European Foreign Investment and the Connection of World Finance with Diplomacy before the War, New Haven, 1930, 469 pp., es esencial tanto para el estudio de los métodos como para el de la distribución de las inversiones de capitales ingleses, franceses y alemanes. Véanse también P. Einzig, Finance and Politics, Londres, 1932, x-139 pp., y, sobre los problemas de documentación, B. Gille, "Finance internationale et trusts", en£. Historique, abril de 1962, pp. 291-327. Sobre la política de inversiones de cada uno de los grandes Estados, la información es bastante dispersa y pocos son los estudios críticos. Cabe consultar, en un primer acercamiento a estas cuestiones: Europa: J. H. Richardson, Brítish Economía Foreign Policy, Londres, 1936, 251 pp. La obra se ocupa del periodo posterior a 1931 y tiene un capítulo sobre las inversiones inglesas en el exterior. W. Henderson, L'lmportation des capitaux anglais avant et aprés la guerre, París, 1934, 713 pp. G. Labiche, Textes réglementant l'exportation des capitaux, París, 62 pp. J. Bouvier, "L'installation des groupes frangais au Moyen Orient, 1862-1882", enBull de la Sacíete d'Histoire Modeme, 12a. serie, núm. 10, pp. 10-13. E. Calschi, Les Relations financiéres de la France et de la Russie de 1886 á 1892, París, 1963 (tesis mecanografiada). La colección de los Documents diplomatiques franjáis 1871-1914, París, 1928-1958, 42 vols., presenta numerosos ejemplos, en particular sobre los empréstitos rusos y balcánicos emitidos en el mercado de París. Estados Unidos: B. H. Williams, Foreign Loan Policy ofthe U, S. since 1933, Nueva York, 1939, 56 pp. H. Feis, The Investment of American Capital Abroad, Nueva York, 1925, 469 pp. A. K. Cairncross, Home and Foreign Investments, 1870-1913. Studies in Capital Accumulation, Cambridge, Mass., 1953, xvi-251 pp. F. M. Halsey, Investments in Latín America, Washington, 1918, 850 pp. N. Zabriskie, American-Russian Rivalry in the Par East, 1895-1914, Filadelfia, 1946, 226 pp. F. Field, American Participation in the China Consortiums, Chicago, 1931, xi-138pp. Para concluir, en un artículo de la revista Annales, de julio de 1951, pp. 289-305, presenté un breve estudio sobre "La politique des emprunts étrangers aux États-Unis de 1914 á 1917".
463
Sobre los aspectos regionales del tema, habrá que consultar en especial: Egipto: J. Marlowe, Anglo-Egyptian Relations, 1800-1953, Londres, 1954, 440 pp. J. Bouvier, "Les Intéréts financiers et la question d'Egypte, 1875-1876", en R. Historique, julio de 1960, pp. 75-105. Marruecos: J. Miége, Le Maroc et l'Europe, 1850-1899, t. II, París, 1961, 589 pp.; , t. rv, 1963, 443 pp. P. Guillen, "Les Milieux d'affaires frangais et le Maroc á l'aube du xxe siécle: la fondation de la Compagnie marocaine", en Revue Historique, abril d e l 963, pp. 397-423. África del Sur: R. I. Lovell, The Struggle for South-Africa, 1847-1899. A Study in Economic Imperialism, Nueva York, 1934, xv-438 pp. J. Van der Pcel, Railway and Customs Politics in South África, Londres, 1935, 5, 512 pp. China: C. Remer, Foreign Investments in China, Nueva York, 1938, 708 pp. J.; Reid, The Manchu Abdication and the Powers, 1908-1912, Berkeley, 1936, 497 pp. México: C. D. Dufoo, México y los capitales extranjeros, México, 1918, 543 pp. A. Vagts, Mexiko, Europa undAmeríka unter besonderer Berücksichtigung , •" der Petroleumpolitik, Berlín, 1918, 419 pp. • • Sobre el papel del capitalismo financiero en el desarrollo del imperialismo, las interpretaciones esenciales son, además de las ya indicadas en la p. 458 de esta obra: J. A. Hobson, Imperialism (la. ed., 1902), Londres, 5a. ed., 1954, 386 pp. Rudolf Hilferding, Das Finanz-Kapital, Viena, 1927, 447 pp. V. I. Lenin, L'ImpériaKsme, stade supréme du capitalisme. Essai de vulga' risation, Zurich, 1917. Reedit. París, 1945, 220 pp. Entre los críticos de estas tesis: John Strachey, The End ofEmpire, Londres, 1959, 350 pp. (parte ni: ¡ "Towards a Theory of Imperialism"). J. Schumpeter, Imperialism and Social Classes, Oxford, 1951, 221 pp. (sección 5). R. Robinson y J. Gallagher, África and the Victorians. The Official Mina of *• Imperialism, Londres, 1961, 491 pp., que examina "la naturaleza de la f ' expansión británica" como una "contribución a la teoría general del imperialismo".
IWLOS ALFREDO da SILVA
464
BIBLIOGRAFÍA
También se encontrarán puntos de vista interesantes en: R. Kcebner, "The Concept of Economic Imperialism", en Economía Hist. Review, 1949, pp. 1-30. J. Gallagher y R, Robinson, "The Imperialism of Free Tracle", en ibid., agosto de 1953, pp. 1-15. G. W. Hallgarten, Impeñálismus vor 1914, Munich, 1951, 2 vols., 561 y 504 pp. (capítulo i). G. Myrdal, An International Economy, trad. Une économie intemationale, París, 1958, 507 pp., y del mismo autor, Economic Theory and Underdeveloped Regions, trad. Théorie économique et pays sous-développés, París, 1959, 192 pp. E. M. Winslow, The Pattem of Imperialism, Nueva York, 1948, 218 pp., que sobre todo es un examen crítico de la cuestión de los orígenes económicos del imperialismo. B. Semmel, Imperialism and Social Reform, Londres, 1960, 284 pp. (capítulo?). Los mecanismos de la diplomacia del dólar han sido estudiados con frecuencia, en particular por: B. Williams, Economic Foreign Policy ofthe United States, Nueva York, 1929, 426 pp. H. Feis, The Diplomacy ofDollar. First Era, 1919-1932, Baltimore, 1950, 81 pp. Scott Nearing y Joseph Freeman, Dallar Diplomacy. A Study in American Imperialism, Nueva York, 1925, xv-353 pp. W. Diamond, The Economic Thought ofW. Wilson, Baltimore, 1943,210 pp. S. Bemis, The Latín American Policy ofthe U. S. An Historical Interpretation, Nueva York, 1944, 470 pp., que tiende a minimizar la importancia de estos métodos. VI. El sentimiento nacional Ha parecido superfluo establecer una lista de las obras que estudiaron las formas del sentimiento nacional, en Europa y fuera de ella, aunque en gran medida hayan contribuido a la procuración de información documental de este capítulo. Por tanto, no se encontrarán aquí indicaciones bibliográficas sobre los movimientos nacionales en Irlanda, Polonia, Alsacia-Lorena o en los territorios italianos "no redimidos" ni, por ejemplo, sobre los movimientos nacionales chino, árabe o egipcio. La bibliografía se limita a los aspectos generales. A propósito de los demás aspectos, el lector encontrará en notas al pie de las páginas la indicación de algunas referencias precisas sobre los puntos que parecieron presentar un interés especial.
PRQPBSOR ADJUNTO BIBLIOGRAFÍA
465
Sobre la idea de "nación": F. Hertz, Nationality in History and Politics. A Study ofthe Psychology and Sociology of National Sentiment and Character, Nueva York, 1944,401 pp. Importante en cuanto a las formas de la conciencia nacional, los factores del sentimiento nacional y el desarrollo histórico de la ideología. H. Kohn, The Idea of Nationalism. A Study in its Orígins and Background, Nueva York, 1946, 735 pp., que se remonta a la Antigüedad; y del mismo autor, The Age of Nationalism, Nueva York, 1962, 172 pp. S. Kedourie, Nationalism, Londres, 1960, 151 pp. C. J. Hayes, The Historical Evolution of Modern Nationalism, Nueva York, 1931,327pp. H. Stannard, What is a Nation?, Londres, 1945, 58 pp. F. Chabod, L'idea di nazione, Bari, 1961, 190 pp. (bajo el cuidado de A. Saitta y E. Sestan). L. Snyder, The Meaning of Nationalism, New Brunswick, 1954, 154 pp. G. Birtsch, Die Nation ais Gittliche Idee. Der Nationalstantsbegriff im '• Guchichtsschrisbung und politisches Gedankenwelt J. G, Droysens, Colonia, 1964, 258 pp. B. L. Shafer, Le Nationalisme, mythe et réalité (trad. del inglés), París, 1964, 258 pp. A. Van Gennep, Traite comparatif des nationalités. I, Les éléments extérieurs de la nationaliíé, París, 1922, 228 pp. La obra de K. S. Pinson, A Bibliographical Introduction to Nationalism, Nueva York, 1935, 73 pp., es útil a pesar de su fecha. Véase también: Karl Deutsch, Interdisciplinary Bibliography on Nationalism, 1935-1953, . Cambridge, 1953. Sobre los factores que intervienen en la formación del sentimiento nacional: L. Lefur, Races, Nationalités, États, París, 1922, 156 pp. J. Fels, Begriffund Wesen der Nation: eine soziologische Untersuchung undKhtik, Münster, 1927, 147 pp. E. Barker, National Character and the Factors in its Formation, Londres, 1927, 288 pp. Th. Simar, Étude critique sur la formation des races, Bruselas, 1922,403 pp. K. Vossler, The Spirit ofLanguage in Civilization (trad.), Londres, 1932, • 247 pp. (capítulo vil). C. Bvick, "Language and Sentiment of Nationality", en Amer. Polit. Se. Review, 1916, pp. 44-69. Max Lenz, "Nationalitat und Religión", en Pr. Jahrbücher, 1907, pp. 385408. Sobre las relaciones entre la nación y el Estado: La transformación de ideas ha sufrido en gran medida la influencia de
BIBLIOGRAFÍA
BIBLIOGRAFÍA
John Stuart Mili, Considerations on Representative Government, Londres, 1801, 340 pp. Véanse también J. K. Bluntschli, Théoríe Genérale de l'État, París, 1881, 492 pp. (trad. del alemán); J. Seipel, Nation una Síaat, Viena, 1916, 195 pp.; P. Vergnaud, L'Idée de la nationalité et de la libre disposition des peuples dans ses rapports avec l'idée de l'État, Ginebra, 1955, 259 pp. Sobre el movimiento de las nacionalidades (su historia): G. Weill, L'Europe du XIX* siécle et l'idée de nationalité, París, 1938, 480 pp. P. Henry, Le Probleme des nationalités, París, 1937, 210 pp. C. Hayes, The Historical Evolution ofModem Nationalism, Nueva York,
en el origen de tales deformaciones. A este respecto, la obra de H. Cantril y W. Buchanan, How Nations See Each Other, publicada con el patrocinio de la UNESCO, Urbana, 1953, 220 pp., arroja información concerniente a nuevos países. Véanse también en el Bulletin International des Sciences Sociales, 1957, p. 128, las actas de un coloquio en el que se establecieron planes destinados a mejorar este género de estudio.
466
1931,327pp. Sobre las minorías en Europa: G. Erler, Das Recht der nationalen Minderheiten, Munich, 1931, 530 pp. E. Mair, Die Psychologie der nationalen Minderheiten, Münster, 1933, 86 pp. C. A. MaCartney, National States and National Minorities, Londres, 1934, 553 pp. O. Bauer, Die Nationalitátenfrage una die Sozialdemokratie, Viena, 1907; 2a ed., 1924, 576 pp. R. Springer (seudónimo de K. Renner), Das Selbstbestimmung Recht der Nationen. i. Nation uncí Staat, Viena, 1918, 294 pp. Sobre el problema de la nación en África: Th. Hodgkins, Nationalism in Colonial África, Londres, 1956, 216 pp. N. Sithole, African Nationalism, Londres, 1959, 174 pp. Mamadou Dia, Nations africaines et solidante mondiale, París, 1960,145 pp. R. Emerson, From Empire to Nation, Cambridge (Estados Unidos), 1960, 458 pp. VIL Los nacionalismos
Sobre el "carácter nacional" y el temperamento nacional: Los psicosociólogos y los antropólogos culturales estadunidenses (Karl Deutscher, Harold Sprout, Margaret Mead) han tratado, en especial después de la segunda Guerra Mundial, de establecer métodos nuevos para el estudio del carácter nacional. El método sociopsicológico fue aplicado en Alemania por W. Hellpach, Einführung in die Vólkerspychologie, Stuttgart, 1954, vin-204 pp. Pero el aspecto que más interesa a la historia de las relaciones internacionales es el estudio de los "estereotipos" de la mayoría de habitantes de una nación sobre los de otra; tal estudio pone el acento en las deformaciones de la realidad que se manifiestan en esos estereotipos y
467
Entre los estudios generales que tienen que ver con el temperamento de los grandes pvteblos, es preciso consultar sobre todo: A. Siegfried, L'Áme des peuples, París, 1950, 222 pp. S. de Madariaga, Anglais, Francais, Espagnols, París, 1930, 272 pp. H. Keyserling, Das Spekírum Europas, Berlín, 1930, 404 pp. D. Boorstin, America and the Image of Europe: Reflections on American Thought, Nueva York, 1966, 192 pp. También empleé una nota comunicada por R. Girardet en la reunión de un "grupo de trabajo sobre los nacionalismos comparados" (2 de mayo de 1960) y publicada en el Bulletin de Liaison de la Fondation des Sciences Politiques. En 1960 G. Hardy intentó hacer una síntesis, hoy rebasada, en la Géographie psychologique, París, 1939, 189pp. La Revue de Psychologie des Peuples, publicada por el Instituto de Havre que dirige A. Miroglio, ha hecho circular un gran número de estudios que son, sobre todo, de psicología étnica y qvie a menudo han sido decepcionantes. No intentó puntualizar un método. Sobre los lazos entre el sentimiento religioso y el nacionalismo: Religiones asiáticas: D. C. Holtom, The National Faith ofJapan. A Study ofModern Shinto, Londres, 1938, 329 pp. F. K. von der Mehden, Religión and Nationalism in South East Asia, Madison, 1963, 253 pp. Islam: M. Khaddurí, War and Peace in the Law of Islam, Baltimore, 1955, 321 pp. P. Rondot, Les Torces religieuses et la vie politique: l'Islam, París, 1957 (curso mimeografiado). R. Charles, L'Áme musulmane, París, 1958, 285 pp. F. Fernau, Le Réveil du monde musulmán, París, 1954, 237 pp. (trad. del alemán), un capítulo sobre "Les musulmans et la paix". Catolicismo: C. Alix, Le Saint-Siége et les nationalism.es en Europe, 1870-1960, París, 1962, 369 pp.
468
BIBLIOGRAFÍA
M. Vaussard, Enquéte sur le nationalisme, París, 1921, 423 pp. (investigación entre católicos de varios países), Iglesias ortodoxas: J. Mousset, La Serbie et son Église, 1830-1904, París, 1938, 523 pp. S. Bobtchev, La Lutte du Peuple Bulgare pour une Église na.tiona.le indépendante, Sofía, 1938, 20 pp. ni
La obra fundamental para el estudio de los movimientos nacionalistas en los grandes Estados europeos, en la última parte del siglo xix y principios del xx, es la de F. Hertz, Nationalgeist una Politik. Staatstradition una Nationalismus, Zurích, 1937, 479 pp. Véase también E. Lemberg, Geschichte des Nationalismus in Europa, Stuttgart, 1950, 319 pp. El nacionalismo alemán: Hay un estudio general de G. Matnitz, Die deutsche Nationalbewegung, 1871-1939, Berlín, 1939. La clase que impartió en la Sorbona J. Droz, Le nationalisme allemand de 1871 a 1939, París, 1963, 115 pp. (mimeo.), ofrece interesantes puntos de vista generales. Sobre el pangermanismo: L. Werner, Der alldeutsche Verband, Berlín, 1935, 294 pp. A. Kruck, Geschichte des álldeutschen Verbandes, 1890-1939, Wiesbaden, 1954, 258 pp. Ch. Andler, Collection de documents sur le pangermanisme, París, 19151916, 4vols. Sobre la cuestión de los alemanes de Austria antes de 1919: W. Molisch, Geschichte der deutsch-nationalen Bewegung in Oesterreich, Jena, 1926, 278 pp. El nacionalismo italiano: La obra fundamental para el estudio del periodo 1870-1914 es la de P. Arcari, La Eláborazione della dottrína política fra l'Unita e l'intervento, 1870-1914, Florencia, 1934-1939, 3 vols., 1114 pp. Son de la mayor importancia, para el mismo periodo, los Discorsi politici de E. Corradini, Roma, 1923, 506 pp. Pero para comprender los rasgos de la psicología colectiva, es preciso recurrir al gran libro de F. Chabod, Storia della pollitica estera italiana del 1870 al 1896. La premesse, Barí, 1951, 712 pp. Para el periodo posterior a 1929, M. Vaussard, De Pétrarque a. Mussolini. Évolution du sentiment nationaliste italien, París, 1961, 304 pp. El nacionalismo ruso y el paneslavismo:
BIBLIOGRAFÍA
469
A. Fischel, Der Panslavismus bis zum Weltkríeg, Berlín, 1929, 592 pp. H. Kohn, Panslavism. Its history and ideology, Nueva York, 1954, 356 pp. En francés han aparecido trabajos interesantes sobre ciertos aspectos, en especial: A. Koyré, La Philosophie et le probléme national en Russie au debut du xitfsiéde, París, 1929, 213 pp. D. Stremooukov, Vladimir Soloviev et son ceuvre messianique, París, 351 pp. A. Gratieux, A, S, Khomianov et le mouvement slavophile, París, 1939, dos volúmenes. El nacionalismo francés: Los textos básicos están en: Maurice Barres, Scénes et doctrines du nationalisme, París, ed. definitiva, 1925, dos volúmenes, 225 y 258 pp. Charles Maurras, Enquéte sur la monarchie, París, ed. definitiva, 1928, 615 pp. Entre los estudios franceses, el libro de J. Madaule, Le Nationalisme de Maurice Barres, Marsella, 1943, 272 pp., es interesante. La obra de C. Digeon, La Crise allemande de la pensée francaise, 1871-1914, París, 1949, 568 pp., ofrece nuevas indicaciones. Pero también hay que destacar las obras alemanas, como la de E. Curtius, Maurice Barres und die geistigen Grundlagen des franzosichen Nationalismus, Bonn, 2a. ed., 1962, 252 pp.; de J. Kuhn, Der Nationalismus im Leben der dritten Republik, Berlín, 1920, 374 pp. (recopilación de estudios de varios autores); y de M. Franck, Nationalismus und Demokratie im Leben der dritten Republik, Berlín, 1920, 424 pp. El nacionalismo de los Estados Unidos: La obra esencial es la de A. Weinberg, Manifest Destiny. A Study of Nationalism Expansionism in American History, Baltimore, 1935, 559 pp. Pero también hay que consultar: H. Kohn, American Nationalism. An Interpretative Essay, Nueva York, 1957, 272 pp. H. Commager, The American Mina, Nueva York, 1953, 476 pp. Ch. Beard, The Idea of National Interest, An Analytical Study in American Foreign Policy, Nueva York, 1934, 583 pp. Sobre un punto particular (pero la fecha es importante), el libro de J. Pratt, Expansionists of 1898, Baltimore, 1936, 383 pp., aporta indicaciones interesantes. El nacionalismo inglés: Jacques Bardoux, Essai d'une psychologie de l'Angleterre contemporaine. Les crises belliqueuses, París, 1906, 564 pp. E. Wingfielf-Stratford, The Foundations of íhe British Patriotism, Londres, 1940, 430 pp.
471
BIBLIOGRAFÍA
BIBLIOGRAFÍA
Los nacionalismos asiáticos: Delmer Brown, Nationalism in Japón. An Introductory Historical Analysis, Berkeley, 1955, 336 pp. Richard Storry, The Double Patriáis. A Study ofJapanese Nationalism, Londres, 1957, 336 pp. J. Kuno, Japanese Expansión on the Asiatic Continent, Berkeley, 1937, 373 pp. D. C. Holtom, The National Faith ofJapan. A Study in Modern Shinto, Londres, 1938, 329 pp. Hibino Yutaka, "Nippon Shindo Ron" or the National Ideas ofthe Japanese People, Cambridge, 1928, 176 pp. Chong-Sik-Lee, The Politics ofKorean Nationalism, Bukchy, 1965, 342 pp. ios nacionalismos en África: W. R. Roff, The Origins ofMalay Nationalism, New Haven, 1967, 297 pp. A. Nadir, Le Mouvement réformiste algéñen. Son role dans la formation de l'idéologie nationale, París, 1969 (tesis dactilografiada). D. Kimble, A Political History of Ghana. The Role ofGold Coast Nationalism, Oxford, 1963, 588 pp.
La obra de Ed. Silberner, La guerre et la paix dans l'histoire des doctrines économiques, París, 1957, 242 pp., presenta una perspectiva general. Sobre el papel de las ideas socialistas: La recopilación de documentos La Premiére Internationale, Ginebra, 1962, 2 vols., 489 y 481 pp., y las actas de los congresos de la Segunda Internacional, sobre todo las de Stuttgart (1907) y de Copenhague (1910) son la base esencial. Los principales estudios son los de K. Kautsky, Sozialisten una Krieg, Viena, 1937, 256 pp.; J. Joll, The Second International, 1889-1914, Londres, 1955, 219 pp.; M. Drachkovitch, Les socialistes francais et allemands et le probléme de la guerre, Ginebra, 1958, 385 pp. Sobre el papel del sentimiento religioso: En general, J. Müller, "L'GEuvre des Églises pour la paix", en Académie de Droit International Recueil des cours, 1930,1, pp. 297-395. a) Catolicismo: G. Goyau, "L'Église catholique et le droit des gens", en Acad. de Droit International. Recueil des cours, 1925, i, pp. 127-239. Y. de la Briére, L'Organisation intemationale du monde contemporain et la Papauté souveraine, París, 1930, 280 pp., y Le droit de juste guerre, París, 1938, 207 pp. J. Eppstein, The Catholic Tradition ofthe Law ofNations, Londres, 1935, 525 pp. G. Fessard, "Pax nostra". Examen de conscience international, París, 1936, 465 pp. E. Mounier, Pacifistes ou bellicistes?, París, 1939, 54 pp. (este estudio se reimprimió en el tomo i de las (Euvres completes del autor, París, 1961, 939 pp., con el título de Les Chrétiens devant le probléme de la paix). R. Bosc, La Société intemationale et l'Église, París, 1961, 416 pp. Sobre el pacifismo católico, véanse A. Vanderpol, "Le catholicisme au Congrés de la paix", en Le Sillón, oct. de 1906, pp. 251-255, y, del mismo autor, La guerre devant le christianisme, París, 1911, 282 pp. b) Protestantismo: Ch. S. MacFarland, Pioneers for Peace through Religión. Based on the Records ofthe Church Peace Union, Nueva York, 1936, 367 pp. Fred. Lynch, Through Europe on the Eve ofWar, Nueva York, 1914,152 pp. M. Schian, Die evangelische Kirche in der Heimat, 1914-1918, Berlín, 1925, 384 pp. M. Hirst, The Quakers in Peace and War, Londres, 1923, 560 pp. Sobre el movimiento ecuménico: R. Ronse y S. C. Neill, A History ofEcumenical Movement, 1517-1948, Londres, 1954, 822 pp. R. Grutzmacher, "Le protéstanosme, puissance de politique intérieur et extérieur", en Esprit International, 1932, pp. 262-272.
470
VIII. El sentimiento pacifista La obra fundamental es la de A. C. Beales, The History ofPeace. A Short Account ofthe Organized Movements for International Peace. Londres, 1931, 355 pp. Véanse también M. Curtí, The American Peace Crusade, 1815-1860, Durham, 1949, 250 pp.; Ch. Lange, "Histoire de la doctrine pacifiste et de son influence sur le développement du droit international", en Académie de Droit International. Recueil des cours, 1926, ni, pp. 175-426; Max Scheler, L'idée depaix et lepacifisme, París, 1953, 151 pp. (trad. del alemán).
A falta de un estudio de conjunto sobre los fundamentos del pacifismo, es preciso consultar: Sobre las bases económicas: John Morley, The Life of Richard Cobden, Londres, 1903, 2 vols., 468 y 510 pp. Frédréric Bastiat, Le libre échange, París, 1882, 261 pp. (recopilación de artículos). Joseph Garnier, Abrégé des éléments de l'économie potinque, París, 1858, 380 pp.
BIBLIOGRAFÍA
BIBLIOGRAFÍA
D. Hudson, The Ecumenical Movement in World Affairs, Londres, 1965. Las actas de las conferencias de Estocolmo y de Oxford son las fuentes esenciales; los registros de las conferencias, publicados en la Revue du Chrístianisme Social, son importantes porque presentan las reacciones de los pastores franceses pacifistas.
J. T. Shotwell, War as an Instrument of National Policy and its Renunciation in the Pact of París, Londres, 1929, 270 pp. John E. Stener, S. O. Levinson and the Pact of París, Chicago, 1943. (Véase también la entrevista de S. O. Levinson por C. N. Reese, publicada con el título La guerre hors la loi, París, 1927, 8 pp.) W. Rappard, The Quest for Peace since the World War, Cambridge, 1940, 516 pp. R. Coudenhove-Kalergi, Kampfum Europa, Zurich, 1939, 307 pp.
472
H Sobre el arbitraje: De entre una bibliografía jurídica bastante amplia, el historiador encontrará indicaciones que le serán especialmente útiles en: V.-N. Politis, "Les Commissions internationales d'enquéte", en R. Genérale de Droit International Public, 1912, pp. 149-188, y La Justice Internationale, París, 1924, 325 pp. J. Effremoff, "La Conciliation internationale", en Rec. Cours de l'Académie de Droit International, 1927, m. G. Scelle, "Critique du soi-disant domaine de compétence exclusive", en Revue de Droit International et de Législation Comparée, 1933, pp. 365-395. M. O. Hudson, La Cour permanente de Justice internationale, trad. francesa, París, 1936, 723 pp. Sobre el desarme: Barón de Estournelles de Constant, La limitation des armements, París, 1906, 48 pp. J. Lyon, Le Probléme du désarmement, París, 287 pp. Ph. N. Baker, Disarmament, Londres, 1926, 352 pp. J. Wheeler-Bennett, The Disarmament Deadlock, Londres, 1934, 302 pp. R. Chapul, Disarmament in British Foreign Policy, Londres, 1935, 432 pp. M. Tate, The Disarmament lllusion: The Movement for a Limitation of Armaments to 1907, Nueva York, 1942. Sobre los Estados Unidos de Europa y la Sociedad de Naciones: En general, C. Curcio, Europa, storia di un idea, Florencia, 1958, dos volúmenes, 1003 pp. Antes de 1914: E Chabod, Storia dell'idea d'Europa, Barí, 1961, 268 pp. J. Ter Meulen, Der Gedanke der intemationalen Organisation in seiner Entwicklung, La Haya, 1917-1919, 2 vols., 397 y 371 pp. R. Fielding-Rathmann, La Mission de la France et le Fédéralisme européen selon Víctor Hugo, París, 1951 (tesis dactilografiada). Después de 1914: R. Ferrell, Peace in their Time. The Origins ofthe Kellogg-Bríand Pací, New Haven, 1952, 293 pp.
473
m Sobre la actitud de los juristas y de los doctrinarios franceses con respecto a las lagunas del Pacto de la Sociedad de Naciones, podrán consultarse: G. Scelle, Une Crise de la SDN, La reforme du Conseil et l'entrée de l'Alemagne á Genéve, París, 1927, 254 pp. Ch. Rousseau, La Compétence de la SDN dans le réglement des conflits intemationaux, París, 1927, 320 pp. Y entre numerosos artículos: J. Mélot, "La Politique de la SDN", en R. Genérale (Bruselas), 15 de marzo de 1926, pp. 257-269. Th. Ruyssen, "Pour et contre la SDN", en Cahiers des droits de l'homme, 1° de octubre de 1927. Para concluir, no hay que olvidar el papel desempeñado en el movimiento pacifista internacional por la acción de personalidades. Véanse en especial: Merle A. Curti, Bryan and World Peace, Northampton, 1961, 262 pp. C. Playne, Bertha von Suttner and the Struggle to Avert the World War, Londres, 1936, 248 pp. SEGUNDA PARTE Muchas de las obras mencionadas en la primera parte tratan el tema del estadista y su función. Por regla general, no presentamos aquí listas de obras sobre los personajes elegidos como ejemplos en el texto, pues serían a la vez arbitrarias en sus elecciones y desproporcionadas en sus dimensiones. Hemos preferido referirnos sólo a las obras de carácter general, teóricas o metodológicas. Se advertirá que amplias zonas de este campo de estudio son aún poco conocidas.
474
BIBLIOGRAFÍA
BIBLIOGRAFÍA
IX. La personalidad del estadista
Véase también el importante artículo de: Francois Bourricaud, "La sociologie du leadership et son application á la théorie politique", en Revue francaise de Science politique, julio-septiembre de 1953, pp. 445-470. Jacques Freymond, La Sarre, 1945-1955, Bruselas, 1959, 439 pp.; cf. la segunda parte, capítulo primero, "L'action des hommes", pp. 235-250. En cambio, sobre toda una categoría de hombres que pueden desempeñar un papel importante en las decisiones relacionadas con los negocios extranjeros, los diplomáticos, la bibliografía es abundante. Como especialmente interesantes, citemos los siguientes: Fierre Danés, "Conseils á un ambassadeur", publicado por L. Delavaud, Revue d'Histoire Diplomatique, 1915. Jean Hotman, señor de Villiers, De la charge et dignité de I'ambassadeur, Dusseldorf, 3a. ed., 1613. Francois de Calliéres, De la maniere de négocier avec les souverains, París, 1716, 396 pp. Wicquefort, Mémoires touchant les ambassadeurs et les ministres publics, Colonia, 1676-1679, dos volúmenes, vi-227 y 446-30 pp. L'Escalopier de Nourar, Le Ministére du négociateur, Amsterdam, 1763, xxvi-326 pp. Conde de Hauterive, Conseils á un eleve du Ministére des Relations extérieurs, París, 1813, rv-143 pp. (reimpreso en la Revue d'Histoire diplomatique, 1901). Jul^s Cambon, Le Diplómate, París, 1926, 124 pp. Harold Nicolson, Diplomatie, trad. del inglés por Petronella Armstrong, Neuchátel, 1945, 223 pp. Lord Strang, The Diplomatie Career, Londres, 1962, 162 pp. León Noel, Conseils á un jeune Francais entrant dans la diplomatie, París, 1948, 139 pp. E. Wilder Spaulding, Ambassadors Ordinary and Extraordinary, Washington, 1961,x-302pp. Encontramos clasificaciones en El príncipe de Maquiavelo; en Calliéres, ya mencionado; en Antoine Pecquet, De l'art de négocier avec les souverains, La Haya, 1738, XLiv-128 pp., y en J. de La Sarray du Franquesnay, Le Ministére public dans les cours étrangéres, ses fonctions et sesprérogatives, París, 1731, xxrv-293 pp.
Como vimos, los esfuerzos científicos tendentes a una clasificación de las personalidades carecen de unidad de conjunto. Para un panorama de las clasificaciones psicofisiológicas y psicológicas, véanse: John Delay, La Psycho-physiologie humaine, París, 1945, 118 pp. (col. Que sais-je?). Otto Klineberg, Psychologie sacíale (trad. francesa), París, 1957-1959, dos volúmenes (capítulo 20: "Psychologie et relations internationales"). Entre las principales clasificaciones psicofisiológicas y psicológicas señalemos las de: K. G. Jung, Types psychologiques, prefacio y traducción de Yves Le Lay, Ginebra, 1950, xxrv-530 pp. W. Ostwald, Les Granas Hommes (trad. francesa), París, 1912, rv-328 pp. Harold Laswell, Psychopathology and Politics, Chicago, 1930, x-285 pp. , Power and Personality, Nueva York, 1948, 264 pp. , The Analysis of Political Behavior, Nueva York, 1949, x-314 pp. Frente a los otros autores, Laswell tiene la ventaja de ser al mismo tiempo psicoanalista y politólogo. T. W. Adorno et al., The Authoritarian Personality, Nueva York, 1950, xxxrv-990 pp. Sobre la caracterología, la mejor introducción es: Roger Mucchieli, La caractérologie á l'áge scientifique, París, Neuchátel, 1961,245pp. Pero hay que conocer las obras de: Rene Le Senne, Le Mensonge et le Caractére, París, 1930. , Traite de caractérologie, París, 1946, xii-650 pp. Gastón Berger, Traite pratique d'analyse du caractére, París, 1950, xx-250 pp. , Questionnaire caractérologique pour l'analyse d'un caractére individuel, París, 1950, 16 pp. -, Caractére etpersonnalité, París, 1950, 110 pp. Y la revista La Caractérologie, París, Presses Universitaires de France. La clasificación empírica que hemos propuesto no deriva de ninguna obra publicada. Según lo que sabemos, no hay ninguna obra científica sobre el estadista en general. Sin embargo, encontraremos útiles reflexiones en: Louis Barthou, Le Politique, París, 1923, 128 pp. Jacques Bloch-Morhange, Les Politiciens, París, 1961, 255 pp. Arnold Wolfers, "Actors in International Policity", en William T. R. Fox (comp.), Theoretical Aspects of International Relations, Notre-Dame, 1959, capítulo vi, pp. 83-106. Donald Watt, Personalities and Politics, Londres, 1965.
475
X. El estadista y el "interés nacional" Los mejores estudios teóricos son: Hans Morgenthau, In Defense ofthe National ínteres t, Nueva York, 1951, xii-284-310pp.
476
BIBLIOGRAFÍA
Raymorid Aron, Paix et guerre entre les Nations, y Arnold Wolfers, Discord and Collaboration, ambos ya citados (cf. Generalidades). Sobre el problema de la oposición entre interés nacional e interés universal, entre moralismo e idealismo, mucho más discutido en los países anglosajones que en otras partes, véanse: En favor de una política realista, además del libro de Morgenthau citado anteriormente, del mismo autor, Politics among Nations. The Struggle for Power and Peace, 2a ed,, Nueva York, 1954, xxvi-600-xxvi pp. George Kennan, American Diplomacy, 1900-1950, Chicago, 1951, 146 pp. En favor del idealismo, Frank Tannenbaum, The American Tradition in Foreign Policy, Norman (Oklahoma), 1956, 178 pp., y "The American Tradition in Foreign Relations", en Foreign Affairs, octubre de 1951, pp. 31-50. Dexter Perkins, The American Approach to Foreign Policy, Cambridge, Mass., 1953, 203 pp. Pero también hay obras más matizadas, entre las cuales cabe mencionar una compilación de textos: Arnold Wolfers y Laurence W. Martin, The Anglo-Ameñcan Tradition in Foreign Affairs, New Haven, 1959. Thomas I. Cook y Malcolm Moos, "Foreign Policy: The Realism of Idealism", American Political Science Review, junio de 1952, pp. 343-356. Robert E. Osgood, Ideáis and Self-Interest in American Foreign Relations, Chicago, 1953, xii-491 pp. Kenneth Thompson, Political Realism and the Crisis of World Polines, Princeton, 1960, xii-261 pp. John Herz, Political Realism and Political Idealism, Chicago, xn-275 pp. Sobre el aspecto religioso del problema, además de la bibliografía de la primera parte, capítulo vru, véanse: Kenneth Thompson, Christian Ethics and the Dilemmas of Foreign Policy, Durham (Carolina del Norte), 1959, xn-148 pp. Reinhold Niebuhr, Christian Realism and Political Problems, Nueva York, 1954, 191 pp. Herbert Butterfield, Christianity, Diplomacy and War, Londres, 1953,125 pp. Sobre las teorías del interés nacional concebido como búsqueda del poderío, véanse ante todo, además de Morgenthau: Friedrich Meinecke, Die Idee der Staatsrason, Munich y Berlín, 1925, 546 pp. Gerhard Ritter, Die Damonie der Machí, Betrachtungen über Geschichte una Wesen des Macthproblem im politischen Denken der Neuzeit, Munich, 1948, 216 pp. Nicholas J. Spykman, America's Strategy in World Politics, Nueva York, 1942, 500 pp.
BIBLIOGRAFÍA
477
Mortimer Adler, How to Think about War and Peace, Nueva York, 1944, xxiv-308 pp. Bertrand Russell, Power, a New Social Análysis, Londres, 1939, 328 pp. Elsie Clews Parsons, Social Rule, A Study of the Will to Power, Nueva York-Londres, 1916, m-185 pp. Para algunos, la búsqueda del poderío se reduce a la de la seguridad. Véanse Herz, ya mencionado, y: Robert Strausz-Hupe y Stefan T. Possony, International Relations in the Age ofConflict, Nueva York, 2a. ed., 1954, xiv-826 pp. Frederick Schurnan, International Politics. An Introduction to the Western State System, Nueva York, 3a. ed., 1941, 922 pp. William T. R. Fox, The Super-Powers, Nueva York, 1944, 184 pp., que distingue "el poder para la seguridad" del "poder para la dominación". Harold y Margaret Sprout, Foundations of National Power, 2a. ed., Nueva York, 1951, xxiv-810 pp. Glendon Schubert, The Public Interest, Glencoe (Illinois), xii-244 pp. James Burnham, The Struggle for the World, Nueva York, 1947, vin-248 pp., no encuentra seguridad sino en un imperio mundial. Son muchos los autores que sostienen la teoría de que la seguridad es el elemento esencial del interés nacional, cf.: Walter Lippmann, U. S. Foreign Policy: Shield ofthe Republic, Boston, 1943, xin-177 pp. Harold D. Lasswell y Abraham Kaplan, Power and Society, New Haven, 1950, xxiv-295pp. Heinrich Rogge, Theorie der nationalen una internationalen Sicherheit, Berlín, 1937, válido aunque fue escrito durante el periodo nazi. Sobre la seguridad colectiva, además de la bibliografía de la primera parte, capítulo vm, véanse: Kenneth Thompson, "Collective Security Re-examined", en American Political Science Review, XLVII, núm. 3, 1953, pp. 753-772. George Liska, International Equilibrium, Cambridge Mass, 1957, 223 pp. Howard C. Johnson y Gerhardt Niemeyer, "Collective Security. The Validity of an Ideal", en International Organization, vru, núm. 1, 1954, pp. 19-35. Ernest B. Maas, "Types of Collective Security: An Examination of Operational Concepts", en American Political Science Review, XLIX, núm. 1, 1955, pp. 40-67. Rara vez se han estudiado de manera sistemática las concepciones del interés nacional nación por nación, si se exceptúa un célebre libro sobre los Estados Unidos: Charles Beard, The Idea of National Interest. An Analytical Study of American Foreign Policy, Nueva York, 1934, vi-583 pp., que comple-
479
BIBLIOGRAFÍA
BIBLIOGRAFÍA
tara Fred Harvey Harrington, "Beard's Idea of National Interest and New Interpretations", en American Perspectiva, verano de 1950, pp. 335-345. Encontraremos muchos elementos en varias recopilaciones: Cordón Craig y Félix Gilbert, The Diplomáis, 1919-1939, Princeton, 1963. Stephen D. Kertesz y M. A. Fitzsimons (comps.), Diplomacy in a Changing World, Notre-Dame, 1959, vm-407 pp., y sobre todo, Roy C. Macridis (comp.), Foreign Policy in World Politics, Englewood Cliffs, New Jersey, 1962, y Joseph E. Black y Kenneth W. Thompson, Foreign Policies in a World of Change, Nueva York, 1963, x-756 pp., que analiza las políticas exteriores de 24 países. Entre algunos de ellos subrayemos, entre otros: Reino Unido: Political and Strategical Interests ofthe United Kingdom, Londres, 1939, xvi-304 pp. (Royal Institute of International Affairs). Lord Strang, Britain in World Affairs, Londres, 1961, 3-426 pp. Francia: Stanley Hoffmann et al,, In Search ofFrance, Cambridge Mass., 1963, xiv-443 pp., y el artículo de J.-B. Duroselle, "Changes in French Foreign Policy since 1945", pp. 305-358. Alemania: Karl W. Deutsch y Lewis J. Edinger, Germany Rejoins the Powers: A Study ofMass Opinión, Interest Groups and Élites in Contemporary Germany, Stanford, 1959. K. D. Bracher, Die Auflosung der Weimarer Republik. Eine Studie zum Problem des Nachtverfalls in der Demokratie, Stuttgart y Dusseldorf, 2a. ed., 1957, 797 pp. Alfred Grosser (comp.), Les Relations intemationales de l'Allemagne accidéntale, París, 1956, 200 pp. (que casi no contiene retrospectivas históricas). Suiza: Edgar Bonjour, Swiss Neutrality, its History and Meaning, Londres, 1946, 135pp. William Bross Lloyd, Waging Peace, the Swiss Experience, Washington, 1958, 101 pp. Italia: El artículo de Toscano en Black y Thompson, op. cit. (en especial las pp. 185-187). España: Melchor Fernández Almagro, Historia política de la España contemporánea, Madrid, 1956, dos volúmenes.
Rusia: L. Fischer, The Soviets in World Affairs, Princeton, 1951, dos volúmenes. George Kennan, Russia ant the West under Lenin and Stalin, Boston, 1961, 411 pp. Philip E. Mosely, Kremlin and World Politics, Nueva York, 1960, 557 pp. Yugoslavia: Vladimir Dedijer, Tito parle, trad. francesa, París, 1953, 480 pp. Japón: Edwin O. Reischauer, Japan, Past and Present, Nueva York, 1953, xiv292 pp.-xn.
478
XI. La acción de las fuerzas profundas sobre el estadista Sea cual sea la forma de las presiones ejercidas, lo esencial aquí'es conocer los "grupos" que actúan sobre la política exterior. La mayor parte de las obras conciernen al pasado inmediato. Jean Meynaud, Les Groupes de pression en Trance, París, 1958, 371 pp. (Cahiers de la Fondation Nationale des Sciences Politiques). Del mismo autor, Nouvelles Eludes sur les groupes de pression en France, París, 1962, x-448 pp., y Les Groupes de pression internationaux, Lausana, 1961, 560 pp. Hay buenas bibliografías sobre los grupos de presión en Europa occidental (pero relativos a los fenómenos actuales) en Revue Francaise de Science Politique (marzo de 1959, pp. 229-246, y junio de 1962, pp. 433455), escritos por Jean Meynaud y Jean Meyriat. Henry W. Ehrmenn, Interest Groups on Four Continents, Pittsburgh, 1958, 316 pp. Giovanni Sartori, "Gruppi di pressione o gruppi di enteresse", // Mulino, enero de 1959, pp. 7-42. Se pueden dar algunos ejemplos de estudios de grupos útiles para el conocimiento de las relaciones internacionales. Estados Unidos: Walter Johnson, The Battle against Isolation, Chicago, 1944, xn-269 pp. (sobre el "Comité White"). Wayne S. Colé, America First: the Battle against Intervention, 1940-1941, Wisconsin, 1953, xi-305 pp. El mismo autor acaba de publicar una obra sobre el Comité Nye, constituido en 1934 en Senado y cuya acción explica mucho de las leyes de neutralidad. Roscoe Baker, The American Legión and American Foreign Policy, Nueva York, 1954, 329 pp.
BIBLIOGRAFÍA
BIBLIOGRAFÍA
Roland N. Stromberg, "American Business and the Approach of War 1935-1941", en Journal of Economic History, invierno de 1953. Robert Engler, The Politics ofOil. A Study of Prívate Power and Democratic Directions, Nueva York, 1961, x-565 pp. Francia: Henry W. Ehrmann, La Politique du patronal francais (1936-1955), trad. francesa, París, 1959, 416 pp. Reino Unido: A. Butler, "The History and Practice of Lobby Journalism", en ParliamentaryAffairs, invierno de 1959-1960, pp. 54-60. Political and Economic Planning. Advisory Committees in British Government, Londres, 1960, xii-228 pp. Alien Porter, Organized Groups in British National Politics, Londres, 1961, 396 pp. Anonymous Empire. A Study of the Lobby in Great Britain, Londres, 1958, vin-151 pp. (por S. E. Finer). México: Merle Ring, A Mexican Interest Group in Action, Englewood Cliffs (New Jersey), 1961, xn-67 pp. Alemania: Thomas Nipperdey, "Interesseverband und Partein in Deutschland vor dem Ersten Weltkrieg", Politische Vierteljahrsschrift, septiembre de 1961, pp. 262-280. Kurt Pritzkolet, Die neuen Herrén. Die Máchtigen in Staat und Wirtschaft, Viena, Munich, Basilea, 1956, 576 pp. Sobre los partidos y las presiones parlamentarias, conservemos, de una bibliografía sumamente abundante: V. O. Key, Politics, Parties and Pressure Groupes, Nueva York, 4a. ed., 1958,xrv-783pp. Donald C. Blaidsell (comp.), Unofficial Government: Pressure Groups and Lobbies, Filadelfia, 1957, x-228 pp. Del mismo autor, American Democracy under Pressure, Nueva York, 1957,vni-324pp. David B. Taiman, The Governmental Process. Political Interests and Public Opinión, Nueva York, 1951, xvi-544-xvi pp. J. D. Stewart, British Pressure Groups. TheirRole in Relation to the House ofCommons, Oxford, 1958, xii-274 pp.
capítulos ni, iv y v, pues los estudios rara vez disocian la acción de las fuerzas de la del estadista. Se encontrarán análisis fundamentales de la opinión pública en: N. J. Powell, Anatomy of Public Opinión, Nvieva York, 1951, xn-619 pp. William Albig, Public Opinión, Nueva York, 1939, xiv-486 pp. También, especialmente, en Jean Stoetzel, Esquiase d'une Théorie des opinions, París, 1943, 456 pp. Ernst Fraenkel, Offentliche Meinung und intemationole Politik, Tubinga, 1962, 40 pp. Véase también el estudio de psicología social de Jules Rassak, Psychologie de ¡'opinión et de lapropagandepolitique, París, 1927, 287 pp. Sobre la utilización de los sondeos de opinión: J.-B. Duroselle, De l'utilisation des sondages d'opinion en histoire et en sciencepolitique, Bruselas, 1957, 66 pp. Sobre la primera Guerra Mundial: Harold Lasswell, Propaganda Technique in the World War, Nueva York, 1927, 233 pp. H, G. Peterson, Propaganda for War. The Campaign against American Neutrality, 1914-1917, Norman (Oklahoma), 1939, xii-358 pp. Irene Cooper Willis, England's Holy War: a Study of English Liberal Idealism during the Great War, Nueva York, 1928, xx-399 pp. George A. Bruntz, Allied Propaganda and the Collapse of the Germán Empire in 1918, Londres, 1938, 246 pp. Sobre la propaganda en la conferencia de paz: A Catalogue of París Peace Conference Delegation Propaganda in the Hoover War Library, Stanford, 1926, 97 pp. Sobre la segunda Guerra Mundial: Cari I. Hovland, Arthur A. Lumsdaine y Fred D. Sheffield, Experiments on Mass Communication, Princeton, 1949, x-346 pp. R.-G. Nobecourt, Les Secrets de la propaganda en France occupée, París, 1962, 536 pp. Peter de Mendelssohn, Japan's Political Warfare, Londres, 1944, 192 pp. Sobre \apropaganda en general: J.-M. Domenach, La Propagandepolitique, París, 4a. ed., 1962, 128 pp. (col. Que sais-je?). Karin Dovring, Road of Propaganda. The Semantics ofBiased Communications, Nueva York, 1959, 158 pp. L. John Martin, International Propaganda. Its Legal and Diplomatic Control, Minneápolis, 1938, vin-284 pp. Lindley Fraser, Propaganda, Londres, 1957, xn-219 pp. Serge Tchakhotine, Le Viol des foules par la propagande politique, París, 1939, 271 pp.
480
XII. La acción del estadista sobre las fuerzas profundas Sobre las acciones del estadista en materia de política económica, financiera y aduanal, remitimos al lector a la bibliografía de la primera parte,
481
BIBLIOGRAFÍA
BIBLIOGRAFÍA
Jacques Driencourt, La Propa.ga.nde, nouvelle forcé politique, París, 1950, vil, 287 pp. E. H. Carr, Propaganda in International Politics, Oxford, 1939, 32 pp. Frederick C. Irion, Public Opinión and Propaganda, Nueva York, 1950, xvi-782 pp. Marbury Bladen Ogle, Public Opinión and Political Dynamism, Boston, 1950,w-361pp. William Hummel y Keith Huntress, The Analysis of Propaganda, Nueva York, 1949, 222 pp. Leonard W. Dobb, Public Opinión and Propaganda, Nueva York, 1949, viii-600 pp. Harold LassweH y Dorothy Blumenstock, World Revolutionary Propaganda, A Chicago Study, Nueva York, 1939, xiv-394-xrv pp. Sobre la propaganda alemana: Rudolf Sernmler, Journal du secrétaire de Goebbels, 1940-1945, París, 1948, 239 pp. Walter Hagemann, Publizistik im drítten Reich, Ein Beitrag zur Methodik der Massenführung, Hamburgo, 1948, 516 pp. Georg Wilhelm Müller, Das Reichsministerium für Volksaufklárung una Propaganda, Berlín, 1940,40 pp. Helmut Heiber, Joseph Goebbels, Berlín, 1962, 435 pp. Sobre la propaganda estadunidense: Daniel Lerner (comp.), Propaganda in War and Crisis. Materials for American Policy, Nueva York, 1951, xvi-500 pp. Entre innumerables obras sobre la URSS, destaquemos: Alex Inkeles, L'Opinion publique en Russie soviétique. Une étude sur la persuasión des masses, trad. francesa, París, 1956, 341 pp. Frank Bowen Evans (comp.), Worldwide Communist Propaganda Activities, Nueva York, 1955, xvi-222 pp. Frederick C. Barghoorn, Soviet Foreign Propaganda, Princeton, 1964, 329 pp. Sobre la propaganda de los dictadores: H. L. Childs (comp.), Propaganda and Dictatorship, Princeton, 1936, vin153 pp. El papel de la propaganda en las relaciones internacionales se estudia en: Urban G. Whitaker, Jr., Propaganda and International Relations, San Francisco, 1960, 160pp. Y en "Propaganda in World Politics", en Columbia Journal of International Affairs, núm. 2, Nueva York, 1951, 96 pp. Sobre la guerra psicológica: Coronel Roger Trinquier, La Guerre moderne, París, 1961, 199 pp.
Maurice Megret, La Guerre psychologique, París, 2a. ed., 1960, 128 pp. (col. Que sais-je?). Murray Dyer, The Weapon on the Wall. Rethinking Psychological Warfare, Baltimore, 1959, xxn-269 pp. William E. Daugherty y Morris Janowitz, A Psychological Warfare Casébook, Baltimore, 1958, xxiv-880 pp. Paul M. A. Linebarger, Psychological Warfare, Washington, 2a. ed., 1954, xvm-318 pp. Robert T. Holt y Robert W. van de Velde, Strategic Psychological Operations and American Foreign Policy, Chicago, 1960, x-244 pp. Stefan T. Possony, A Century ofConflict. Communist Technique of World Revolution, Chicago, 1953, xxiv-439 pp. Robert Jay Lifton, Thought Reform and the Psychology of Totalism. A Study of "Brainwashing" in China, Nueva York, 1961, x-510 pp. (excelente investigación sobre el "lavado de cerebros"). La acción del estadista sobre el sentimiento nacional fue estudiada, en lo que toca a manuales escolares, por: Fierre Nora, Le Nationalisme francais d'aprés les manuels scolaires, mesa redonda de la Asociación Francesa de Ciencias Políticas, mayo de 1962 (multigrafiado). Bessie I. Pierce, Civic Altitudes in American School Textbooks, Chicago, 1931,xvi-297pp. Jules Isaac, "L'Histoire des origines de la guerre et les manuels allemands", en Revue d'histoire de la guerre mondiale, 1932. , Pages, Fierre Renouvin y Paul Mantoux, "L'Enseignement de l'histoire contemporaine et les manuels allemands", en Revue d'histoire de la guerre mondiale, abril de 1938, pp. 113-214. Fierre Nora, "Ernest Lavisse: son role dans la formation du sentiment national", en Revue Historique, 1962, núm. 3.
482
483
XIII. La decisión La bibliografía sobre la decisión en general —en especial sobre la de carácter económico— es sumamente abundante. Sólo indicaremos las obras principales: La Decisión, París, 1961, 207 pp. (Coloquios Internacionales del CNRS). Thrall, Caombs y Davis (comps.), Decisión Processes, Nueva York, 1954, vm-322 pp. Bertrand de Jouvenel, "Les Recherches sur la decisión", en Bulletin SEDES, Futuríbles, núm. 809, 20 de enero de 1962. B. de Finetti, R. Larger, G. Morlat y G. L, S. Shackle, "Les Recherches sur la decisión. Commentaires", en ibid., núm. 813, 1° de marzo de 1962.
BIBLIOGRAFÍA
BIBLIOGRAFÍA
G. L. Shackle, Decisión, Order and Time in Human Affairs, Cambridge, 1961,xiv-302pp. Herbert A. Simón, "Theories of Decision-Making in Economics and Behavioral Sciences" (con una bibliografía de 71 títulos), American Economía Review, vol. 49, núm. 3, junio de 1959. Véase la bibliografía: William J. Gore y Fred S. Silander, "A Bibliographical Essay on Decision-Making", Administrative Science Quarterly, vol. 4, núm. 1, junio de 1959. Varios autores han tratado de aplicar esos análisis al caso que aquí nos ocupa, el de las relaciones internacionales: Richard C. Snyder, H. W. Bruck y Burton Sapin, Decision-Making as an Approach to the Study of International Politics, Princeton, 1954, 120pp. Más interesante, por cubrir más ampliamente el problema: Thomas C. Schelling, The Strategy of Conflict, Harvard, 1960, x-309 pp. Karl Deutsch, "Mass Communications and the Loss of Freedom in National Decision-Making: A Possible Research Approach to Interstate Conflicts", en Conflict Resolution, vol. 1, núm. 2, junio de 1957, pp. 200-211. Marcel Merle, Les Problémes du Pouvoir exécutifdans la Sacíete iníemationale, París, 1959, 73 pp. (multigrafiado). Sobre el problema de la racionalidad de las decisiones, la bibliografía es igualmente abundante. Según nuestro parecer, el análisis más razonable es: Coronel Gonard, La Recherche opérationnelle et la decisión, GinebraParís, 1958, 112pp. Véanse también las reflexiones de: Stanley Hoffman, "Théorie et relations internationales", en Revue francaise de Science poliíique, junio de 1961, pp. 413-433, y de General Beaufre, Introduction a la stratégie, París, 1963, 127 pp. Sobre la teoría de los juegos, la obra esencial es: John von Neumann y Oskar Morgenstern, Theory of Carnes and Economic Behavior, Princeton, 1947, xvm-641 pp. Pero se hallará información más directamente útil en Schelling, antes mencionado, y en Morton A. Kaplan, System and Process in International Politics, Nueva York, 1957, 280 pp. Sobre la influencia de los valores morales: B. Landheer et al,, Ethical Valúes in International Decision-Making, La Haya, 1960, 103pp. Además de estos estudios teóricos se cuentan, aunque todavía escasos, los estudios históricos de las decisiones. Los que derivan de teorías demasiado estrictas no son los más satisfactorios, por ejemplo:
E. S. Furniss, The Office of the Premier in French Foreign Policy Mahing, Application of Decisión Making Analysis, Princeton, 1954, vin-67 pp. Señalemos, en cambio, dos excelentes compilaciones colectivas: Command Decisions, Nueva York, 1959, xin-481 pp. Dwaine Marvick (comp.), Political Decisión-Makers, Glencoe (Illinois), 1961, 347 pp. Entre los estudios de decisiones particulares, señalemos como ejemplos: Sobre la decisión del desembarco de las tropas estadunidenses en Siberia: George Kennan, The Decisión to Intervene, Princeton, 1958, xii-513 pp. Richard C. Snyder y Glenn D. Paige, "The United States Decisión to Resist Aggresion in Korea. The Application of an Analytical Scheme", en Administrative Science Quarterly, vol. 3, núm. 3, diciembre de 1958. Sobre la decisión de utilizar la bomba atómica: Michael Amrine, The Great Decisión, Londres, 1960, 251 pp. Véanse también, sobre 1941: Roberta Wohlstetter, Pearl Harbor, Warning and Decisión, Stanford, 1953. Raymond Danson, The Decisión to aidRussia, 1941, Chapel Huí, 1959. Sobre la decisión estadunidense de no intervenir en Dien-Bien-Phu, véase: Dwight D. Eisenhower y Frederick H. Hartmann (ed.), World in Crisis, Nueva York, 2a. ed., 1962, xvi-398 pp. Por último, señalemos una obra que ofrece útiles y brillantes puntos de vista sobre la manera en que se tomaron las decisiones en la Francia posteriora 1945: Alfred Grosser, La IVe République et sa politique extérieure, París, 1961, 440 pp.
484
485
SUPLEMENTO BIBLIOGRÁFICO Nos conformamos con citar las obras fundamentales, de preferencia en lengua francesa. GENERALIDADES
Raymond Aron, Paix et guerre entre les nations, París, Calmann Levy, 1968, 799 pp. Philippe Braillarcl, Theories des relations internationales, París, Presses Universitaires de France, 1977, 459 pp.
486
BIBLIOGRAFÍA
Jean Louis Dufour, Les vraies guerres, París, La Manufacture, 1990, 346 pp. Jean-Baptiste Duroselle, Tout empire péríra: une visión théoñque des relations intemationales, París, Publications de la Sorbonne, 1981, 357 pp. (antología en honor de), Enjeux et Puissaners, París, Publications de la Sorbonne, 1986, 412 pp. M. G. Forsyth, H. Keenssoper y P. Savigear, The Theory of International Relations, Londres, Alien and Unwin, 1970, 353 pp. Daniel Freí y Dieter Ruloff, Handbuch der Weltpolitik Analyse, Diessenhofen, Verlag Rigger, 1984, 500 pp. Fierre Francois Gonidec, Relations Intemationales, París, Montchrestien, 1981,484pp. A. JR. Groom y C. R. Mitchell, International Relations Theory: A Bibliography, Londres, Francés Pinter, 1978, 222 pp. Jacques Freymond (compilación de estudios en homenaje a), Ginebra, (IUHEI), 1981. Jacques Huntzinger, Introduction aux relations intemationales, París, Setiil, 1987, 358 pp. Baghdad Korany, Analyse des relations intemationales, Quebec, Gaetan Morin, 2a ed., 1987, 361 pp. Marcel Merle, La vie internationale, París, Armand Colín, 1970, 389 pp. , Sociologie des relations intemationales, París, Dalloz, 4a ed., 1988, 560 pp. Philippe Moreau-Desfarges, Les relations intemationales dans le monde d'aujourd'hui, París, ed. STH, 1987, 432 pp. Enrico Serra, Manuale di Storia delle relazioni intemazionali e diplomazffl, 6a ed., Milán (ISPI), 1991, 378 pp. Fred A. Sonderman, William C. Olson, David S. MacLelland, The Theory and Practice of International Relations, Prentice Hall, Englewood Cliffs, 7a ed., 1987, 375 pp. UNESCO, L'étude des relations intemationales—Paradigmes contestes, Revue Internationale, 1974, i. K. Waltz, Theory of International Politics, Nueva York, 1979. Charles Zorgbibe, Les relations intemationales, París, Presses Universitaires de France, 4a ed., 1989, 501 pp. Revista Relations Intemationales, "Vingt ans d'histoire des relations intemationales", núms. 41 y 42, 1985.
BIBLIOGRAFÍA
487
PRIMERA PARTE I. Los factores geográficos Hervé Couteau-Begarie, Géostratégie de l'Atlantique Sud, París, Presses Universitaires de France, 1985, 214 pp. , Géostratégie du Pacifique, París, Económica, 1987, 374 pp. Gérard Chaliand y Jean-Pierre Rageau, Atlas Stratégique, Bruselas, Complexe, 2a ed., 1988, 223 pp. Michel Foucher, Fronts et frontiéres, un tour du monde géopolitique, París, Fayard, 1988, 527 pp. Karl Haushofer, De la géopolitique, París, Fayard, 1986. Yves Lacoste, Géographic du sous-développement; géopolitique d'une crise, París, Presses Universitaires de France, 4a ed., 1981, 288 pp. , La géographie ca sert d'abord á faire la guerre, París, La Découverte, 1985, 216 pp. Friedrich Ratzel, La géographie politique: Les Concepts fondamentaux, París, Fayard, 1987, 220 pp. Núms. 63 y 64 de la revista Relations Intemationales, 1990-1991. II. Las condiciones demográficas Jacqueline Beaujeu-Garnier, Trois milliards d'hommes, traite de démogéographie, París, Hachette, 1965, 416 pp. Pierre Chatinu, Trois millions d'années. Quatre-vingt millliards de destins, París, Laffont, 1990, 346 pp. Commission internationale d'histoire des rnouvements sociaux et des structures sociales, Les migrations intemationales de la 'fin du xvnF siécle á nosjours, París, CNRS, 1980, 706 pp. Documentación francesa, Les travailleurs étrangers en Europe accidéntale, París, La Documentation francaise, núm. 227, 17 de mayo de 1974. Pierre George, Les migrations intemationales, París, Presses Universitaires de France, 1976, 230 pp. , Géopolitique des minantes, París, Presses Universitaires de France, 1984, 127pp. -, L'inmigration en France: faits et problémes, París, Armand Colín, 1986, 167pp. -, Les Hommes sur la Terre: la géographie en mouvement, París, Seghers, 1989,221 pp.
iifflt,,-;
BIBLIOGRAFÍA
BIBLIOGRAFÍA
William Glaser, The Brain Drain, Emigration and Retum, Unitar Resarch Report, núm. 22, Pergamon Press, 1978, 324 pp. Fierre Milza y Marianne Amar, L'inmigration en France au xx* siécle, París, Armand Colín, 1990, 331 pp. Janine Ponly, Polonais méconnus: Histoire des travailleurs immigrés en France dans l'entre-deux guerre, París, Publications de la Sorbonne, 1988, 474 pp. Marcel Reinhard et al, Histoire genérale de la population mondiale, París, Montchrestien, 1968, 709 pp. Ralph Schor, L'opinion francaise et les étrangers, 1919-1939, París, Publications de la Sorbonne, 1985. George Tapinos, L'économie des migrations intemationales, París, Presses de la Fondation Nationale des Sciences Politiques, 1974, 300 pp. UNESCO, Éléments pour une politique démographique, Revue Internationale des Sciences Sociales, volumen xxvi, 1974, u. Jacques Vallin, La population mondiale, París, Éditions de la Découverte, 1986.
Bruce M. Russett, Economic Théories of International Relations, Chicago, Yarckham, 1968.
488
III. Las fuerzas económicas. Las competencias y los conflictos Maurice Bye y Gérard Destanne de Bernis, Relations économiques internationales, París, Dalloz, 5a ed., 1987, 1336 pp. Centre d'Études Prospectives et d'Informations Intemationales, Marches, technologies et nouvelles relations intemationales: un séminaire de reflexión sur l'économie mondiale, París, Económica, 1983, 156 pp. Bruno S. Frey, International Political Exonomics, Oxford, Blackwell, 1984, 183pp. Maris Lavigne, Stratégies des pays socialistes dans l'échange intemational, París, Económica, 1980, 331 pp. Henri Madelin, Péírole et politique en Méditerrannée Occidentale, París, Armand Colín, Cahiers de la Fondation Nationale des Sciences Politiques, núm. 188, 1973, 336 pp. Zuhayr Mikdashi, The Community of Oil Exporting Countries, Londres, Alien and Unwin, 1972, 240 pp. Thierry de Montbrial, Le désordre économique mondial, París, Calmann Levy, 1974. André Nouschi, Luttes pétroliéres au Proche-Orient, París, Flammarion, 1970, 144 pp. Philippe Regnier, Jacques de Watteville, Laurent Zang, Problémes de commerce international, Ginebra, Instituí Universitaire des Hautes Études Intemationales, 1983, 140 pp.
489
IV. Las fuerzas económicas. Las alianzas Académie de Droit International, Les aspects juñdiques de l'intégration économique, coloquio realizado entre el 23 y el 25 julio de 1971, Leiden, A. W. Sijthoff, 1972, 620 pp. Association Européenne de Libre Echange, L'intégration économique et le libre échange dans une économie mondiale en pleine évolution, 20° aniversario de la Asociación Europea de Libre Cambio, Ginebra, AELE, 1980, 38 pp. John Barry Bracewell-Milnes, Eastern and Western European Economic Integration, Nueva York, Saint Martin's Press, 1976, 218 pp. René-Jean Dupuy, Communauté internationale et disparités de développement, La Haya, Nijoff, 1981, 231 pp. Robert Erbes, L'intégration économique internationale, París, Presses Universitaires de France, 1966, 200 pp. Fierre Hassner, Integration et coopération ou inégalité et dépendance, Revue Francaise de Sciences Politiques, 6, diciembre de 1974. Marie-Francoise Labouz, Le systéme communautaire européen, París, Berger-Levrault, 1986, 350 pp. Fritz Machlup, An History and Thought on Economic Integration, Londres, Macmillan, 1977, 323 pp. Philippe Moreau-Desfarges, Quel avenir pour quelle communauté?, París, Ifri-Economica, 1986, 230 pp. Jacques y Colette Neme, Organisations économiques intemationales, París, Presses Universitaires de France, 1972, 483 pp. OCDE (conferencia de París de octubre de 1986), Interdépendance et coopération dans le monde de demain, simposio para conmemorar el 25° aniversario de la OCDE, París, OCDE, 1987, 263 pp. Armando Toledano Laredo, Integration et démocratie, Instituí d'EtudesEuropéennes, Université Libre de Bruxelles, Bruselas, Edition de l'Université, 1982, 192 pp. V. Las cuestiones financieras R. Barre, A. Dunkel, G. Gaudard et al., Les desequilibres monétaires et financiers internationaux, Friburgo, Éditions Universitaires, 1987, 280 pp.
BIBLIOGRAFÍA
BIBLIOGRAFÍA
Christian Bito, Les marches 'financiers intemationaux: Le marché international des capitaux, París, Presses Universitaires de France, 1989, 127 pp. Denis Clerc, Les désordres financiers: de la crise boursiere á la crise monétaire, París, Syros, 1988, 192 pp. Instituí Universitaire International, L'oñentation des mouvements internationaux des capitaux, role des centres financiers et des institutions, Luxemburgo, luí, 1974, 156 pp. International Econnomics Study Group, International Capital Movements: Papers ofthe Fifth Annual Conference ofthe International Economics Study Group, Londres, Macmillan, 1982, 246 pp. Dominique de Laubier, Les relations financiéres internationales, París, Éditions Ouvriéres, 1975. Francois Leroux, Marches intemationaux des capitaux, París, Eska, 1988, 378 pp. Jean Marchal y Jacques Lecaillon, Le systéme monétaire international, París, Cujas, 8a ed., 1984, 203 pp. Bertrand Nezeys, Commerce international, croissance et développement, París, Económica, 1985, 304 pp.
Ilugh Seton-Watson, Nations and States: an Enquiry into the Origins of Nations and the Polines of Nationalism, Londres, Methuen, 1977, 563 pp. Anthony David Smith, The Ethnic Origins of Nations, Oxford, Blackwell, 1986, 312 pp. Société de Philosophie du Québec, Nation, souveraineté et droits, Actas del IV Coloquio Interdisciplinario de la Sociedad de Filosofía de Québec, París, Desclée, 1980, 197 pp. Bernard Touret, L'aménagmeent constitutionnel des États de peuplement composite, Québec, Presses de l'Université Laval, 1973, 259 pp.
490
VI. El sentimiento nacional Mario Albertini et al., L'idée de nation, París, Presses Universitaires de France, 1969, 232 pp. Samir Amin, Classe et nation dans l'histoire et la crise contemporaine, París, Les Éditions de Minuit, 1979, 263 pp. Jean Barrea, L'intégration politique externe. Notion globále et analyse sociologique avec réferences principales aux exemples de la formation des ÉtatsUnis d'Amérique, du Dominion du Canadá, du Commonwealth d'Australie et de l'Union Sud-Africaine, Lovaina, Nauwelarts, 1969, 335 pp. Roland J. L. Bretón, Les ethnies, París, Presses Universitaires de France, 1981, 127 pp. Fierre Fougeyrollas, La nation: essor et déclin des sociétés modernes, París, Fayerd, 1987, 260 pp. Jean-Michel Leclercq, La nation et son idéologie, París, Éditions Anthropos, 1979, 350 pp. Fierre Maugue, Contre l'État-Nation, París, Denoél, 1979, 190 pp. Office international des ceuvres de formation civique et d'action culturelle selon le droit naturel et chrétien, Patries, nations, États, Vlle Congrés de l'office, Lausana, 200 pp. Stéphane Pierre-Caps, Nation et peuples dans les constitutions modemes, Nancy, Presses Universitaires de Nancy, dos volúmenes, 1987, 948 pp.
491
VIL Los nacionalismos Benedict Anderson, Imagined Communities: Reflections on the Origin and Spread of Nationalism, Londres, Verso, 1983, 160 pp. John Alexander Amstrong, Nations befare Nationalism, Chapel Hill, Universi ty of North Carolina Press, 1982, 411 pp. John Brevilly, Nationalism and the State, Manchester, 1982, 421 pp. Jean-Luc Chabot, Le nationalisme, París, Presses Universitaires de France, 1986, 127 pp. Karl Wolfgang Deutsh, Tides Among Nations, Londres, Macmillan, 1979, 342 pp. Raoul Girardet, Autour de l'idéologie nationaliste, Perspectives de recherches, París, FNSP, pp. 423-445, 1965, extracto de la Revue Francaise de Science Politique, vol. 15, núm. 3, jimio de 1965. Raoul Girardet, Le nationalisme francais 1987-1914, París, Armand Colin, 1966, 279 pp. Jacques Grand'Maison, Nationalisme et religión, Montreal, 1970, dos volúmenes, 557 pp. Fierre Hassner, "Nationalisme et relations internationales", Revue francaise de Science Politique, 1965, ni. Guy Heratid, Peuples et langues d'Europe, París, Denoél, 1968, 271 pp. Anthony David Smith, State and Nation in the Third World: The Western State and African Nationalism, Nueva York, St Martin's Press, 1983, 171 pp. VIII. El sentimiento pacifista Jean Barrea, L'Uíopie ou la guerre: d'Erasme á la crise des euromissiles, 2a éd., Lovaina-La Neuve, Ciaco, 1986, 625 pp.
492
493
BIBLIOGRAFÍA
BIBLIOGRAFÍA
Jean-Luc Blondel, Les transferís d'armement: une question inórale?, Ginebra, Labor et Fidés, 1983, 248 pp. Gastón Bouthoul, Lettre ouverte aux pacifistes, París, A. Michel, 1972, 189pp. Peter Brock, A History of Pacifism, Princeton, Princeton University Press, tres volúmenes., 1968 y 1972, 1835 pp. Peter Calvocoressi, A Time for Peace: Pacifism, Internaíionalism and Protest Forcé in the Reduction ofWar, Londres, Hutchinson, 1988, 195 páginas. Jean Defrasne, Le pacifisme, París, Presses Universitaires de France, 1983, 127 pp. Francois-Georges Dreyfus, Pacifisme et neutralisme en Allemagne fedérale aujourd'hui, Estrasburgo, Centre d'Études Germaniques, 1981, 17 pp. Albert Einstein, Comment je vois le monde, trad. del alemán por Régis Hanrion, París, Flammarion, 1979, 243 pp. Instituí frangais des relations internationales, Pacifisme et dissuasion; la contestation pacifiste et l'avenir de la sécurité de l'Europe, París, Económica, 1983, 329 pp. David A. Martin, Pacifism: An Historícal and Sociológica! Study, Londres, Routledge and Kegan, 1965, 249 pp. Peter Mayer, The Pacifism Conscience, Londres, R. Hart Davis, 1966, 447 pp. Brigitte Schroeder-Gudehus, Les scientrfiques et la paix. La communauté scientifique et intemationale au cours des anees 20, Montreal, Presses de l'Université, 1978, 367 pp.
Francoise Gaujour, La séduction est leurmétier, París, Carrere, 1987, 197pp. Fred Greenstein, Personality and politics—Problems of Evidence, Inference and Conceptualization, Chicago, Markham Publishing Company, 1989, 200 pp. Edouart Félix Guyon, Diplomates et voyageurs: de Machiavel á Claudel, París, Pedone, 1987, 320 pp. Sir Geoffrey Jackson, Concorde Diplomacy: The Ambassador's Role in the World Today, Londres, Harmish Hamilton, 1981, 254 pp. Fierre Olivier Lapie, De León Blum á De Gaulle: le caractére et le pauvoir, París, Fayard, 1971, 915 pp. Richard Milhous Nixon, Leaders: Ceux qui ont changé le Monde, París, Pión, 1984, 413 pp. Guy Rossi-Landi, Les hommes politiques, París, Presses Universitaires de France, 1973, 115pp. Roger Gérard Schuartzenberg, L'Etat spectacle: essai sur et contre le star system en politique, París, Flammarion, 1977, 318 pp. Leadership, The Psychology of Political Men, Nueva York, Columbia University, 1970, 98 pp.
SEGUNDA PARTE IX. La personalidad del estadista Bernard Auffray, Fierre de Margene, 1861-1942, et la vie diplomatique de son temps, París, C. Klincksieck, 1976, 528 pp. Nicole Carcan-Chanel y Martine Delsemme, Agenís diplomatiques belges et étrangers au xiif et xxe siécle, Deux eludes económico-sociales, Bruselas, Éditions de l'Institut de Sociologie, 1968, 103 pp. Albert Chambón, Mais que font done ees diplomates entre deux cocktails?, París, A. Pedone, 1983, 128 pp. Charles Debbasch, La réussite politique: Recettes pour preñare le pouvoir, París, Económica, 1987, 145 pp. Jean-Baptiste Duroselle, Deux types de granas hommes: Le General de Gaulle et Jean Monnet, Ginebra, Instituí Universitaire des Hautes Études Internationales, 1977, 24 pp.
X. El estadista y el "interés nacional" Philippe Braillard, Philosophie et relations internationales, Ginebra, Instituí Universitaire des Hautes Etudes Internationales, 1974, 126 pp. Rene Coste, Morale intemationale: L'humanité á la recherche de son ame, París, Desclee, 1964, 584 pp. Joseph Franker, National Interest, Londres, Pall Malí, 1970. Curt/Walter Gesteyger, Les défis et la paix: Un monde á la recherche de sa sécurité, París, Puf, 1986, 244 pp. Stanney Hoffmanl, Une moróle pour les monstres froids: pour une éthique des relations internationales, París, Seuil, 1982, 154 pp. Klaus Eugen Knorr, Historical Dimensions of National Security Problems, University Press of Kansas, 1976, 387 pp. Michael Mandelbaum, The Fate of Nations: The Search for National Security in the Nineteenth and Twentieth Centuries, Cambridge, Cambridge University Press, 1988, 416 pp. Terry Nardin, Law, Morality and the Relations of States, Princeton, Princeton University Press, 1983, 350 pp.
494
BIBLIOGRAFÍA
BIBLIOGRAFÍA
XI. La acción de las fuerzas profundas sobre el estadista
Alain Girard, L'opinion publique et la presse, París, Les cours de droit, 1965, 262 pp. Jean-Paul Gourevitch, La propagande dans tous ses états, París, Flammarion, 1981, 280 pp. Garth S. Jowett y Victoria O'Donnel, Propagande and Persuasión, Londres, Sage, 1986, 236 pp. Marcel Merle, Le droit intemational et ¡'opinión publique, Academia de Derecho Internacional de La Haya, compilación de cursos, 1973, pp. 373 a 412. Hardl L. Nieburg, Public Opinión: Tracking and Targeting, Nueva York, Praeger, 1984, 287 pp. Élisabeth Noelle-Neumann, Les sondages d'opinion, París, Éditions de Minuit, 1966, 393 pp. Jacques Parrot, La guerre des ondes: de Goebbels a Kadhafi, París, Pión, 1987, 281 pp. Alfred Sauvy, L'opinion publique, T ed., París, Presses Universitaires de France, 1977, 126pp. Alfred Sauvy, Mythologie de notre temps, París, Payot, 2a ed., 1971, 238 pp. Jean Stoetzel y Alain Girard, Les sondages d'opinion publique, París, Presses Universitaires de France, 1973, 284 pp. (homenaje a), Science et théorie de ¡'opinión publique, París, Retz, 1981, 316 pp.
Geoffray Alderman, Pressure Groups and Government in Great Britain, Nueva York, Longman, 1984, 164 pp. Georges Albert Astre, La démacratie contrariée: les lobbies et le jeu des pouvoirs aux États-Unis, París, La Découverte, 1985, 252 pp. Jacques Basso, Les groupes de pression, París, Presses Universitaires de France, 1983, 127 pp. Jeffrey M. Berry, The Interest Groupe Society, Boston, Mass., Little Brown, 1984, 244 pp. Geert P. Braam, Influence of Business Firms on the Government: An Investigation ofthe Distribution of Influence in Society, La Haya, París, Mouton, 1981,320pp. Henry Buller, Pressure Groups and the Pluralist Model of Society: The Example of Local Amenity Societies, Londres, University of London King's College, Dept. of Geography, 1981, 55 pp. Paul Claeys, Groupes de pression en Belgique, les groupes intermédiaires socioéconomiques (Contribution a l'analyse comparative), Bruselas, Éditions de l'Université, 1973, 416 pp. A. Grant Jordán, Government and Pressure Groups in Britain, Oxford, Clarendon Press, 1987, 308 pp. Bemard Le Grelle, Profession lobby man: le pouvoir des coulisses, París, Hachette, 1987, 404 pp. Jean Meynaud y Dasan Sidjanski, Les groupes de pression dans la Communauté européenne, Montreal, Université de Montréal, 1969, dos volúmenes, 503 pp. Mancur Olson, Logique de Taction collective, París, Presses Universitaires de France, 1978, 199pp. ^ Robert Vanee Presthus, Élite Accomodation in Canadian Politics, Cambridge, Cambridge University Press, 1973, 372 pp. Jeremy John Richardson, Goveming under Pressure: The Policy Process in a Post Parliamentary Democracy, Oxford, M. Robertson, 1979, 212 pp. Kay Lehman Schlozman, Organized Interests and American Democracy, Nueva York, Harper and Row, 1986, 448 pp. XII. La acción del estadista sobre las fuerzas profundas Michel Bongrand, Le marketing politique, París, Presses Universitaires de France, 1986, 125 pp. Inis L. Claude, The Impact of Public Opinión upon Foreign Policy and Diplomacy International Spectator, enero de 1965.
495
XIH. La decisión Fierre Alian, Brigitte Marti y Tracy Glazer, Application de la théorie des jeux á l'étude des relations internationales, Ginebra, Instituí Universitaire des Hautes Études Internationales, 1984, 118 pp. Steven John Brams, Rational Politics: Decisions, Games and Strategies, Washington, D. C., C. Q. Press, 1985, 223 pp. Steven John Brams, Game Theory and National Security, Oxford, Blackwell, 1988, 199pp. Paul de Bruyne, Modeles de decisión: les rationalités de l'action, LovainaLaNeuve, 1981,86pp. Irving Lester Janis, Crucial Decisions: Leadership in Policy Making and Grises Management, Nueva York, Free Press, Londres, Collier-MacMillan, 1989, 388 pp. William James Miller Mackenzie, Pouvoir, violence, decisión, trad. del inglés por Angélique Levi, París, Presses Universitaires de France, 1979, 246 pp. Jean Meynaund, Le systéme de la decisión politique, coloquio organizado por el CRISP, 27, 28 y 29 de septiembre de 1978, Bruselas, 1979, 293 pp.
496
BIBLIOGRAFÍA
Denis C. Mueller, Analyse des décisions publiques, París, Económica, 1982, 253 pp. Eric Rasmusen, Carnes and Information: Introduction to Game Theory, Oxford, Blackwell, 1989, 352 pp. Jonathan M. Roberts, Decisión Making During International Crisis, Basinstoke, Macmillan, 1988, 331 pp. Lucien Sfez, Critique de la decisión, 3a ed., París, Presses Universitaires deFrance, 1981, 391 pp. , La decisión, 2a ed., París, Presses Universitaires de France, 1988, 127 pp. Para el público de lengua francesa, cuatro revistas consagran artículos importantes a estos problemas: Poliíique étrangére (IFRI, 6 rué Ferrus, 75014 París), Politique internationale (11 rué du Bois de Boulogne 75 116 París), Relations intemationales (11 Cité Véron 75018 París), Revue d'histoire diplomatique. Véase también la recopilación anual Ramsés, publicada por el IFRI.
ÍNDICE ANALÍTICO Abd el Aziz Taalbi: 204 Abd el Rhaman al-Kawaliki: 197 Abdul Hamid H: 238 Aberdeen (lord): 399 Abisinia: 18 acceso al mar: política de: 24-25 Acta de Algeciras (1906): 115, 425 Acta General de Arbitraje (1928): 266,275 Acta General de la Conferencia de Berlín (1885): 114-115 acuerdo anglo-alernán (1898): 121 acuerdo anglo-ruso( 1899): 121 acuerdo anglo-ruso (1907): 88, 120 acuerdo de cooperación económica germano-rumano (1939): 84 acuerdo franco-alemán (1913): 122, 123 acuerdo franco-alemán sobre Marruecos (1909): 115 acuerdo franco-anglo-italiano (1906): 119 Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio, véase GATT acuerdo de Ottawa (1932): 78 Acheson, Dean: 154 Adams, John Quincy: 221 Adana:117, 118 Addis-Abeba: 119 Aden: 27 Adigio: 18; alto: 19,178, 185 Adriático (Mar): 24, 25, 59, 150, 178, 412 Aerenthal, Alexis d': 99, 444 Afganistán: 120, 238, 323 África: factores geográficos: 17, 27; reglamentación de exportación de armas a: 103,205,206 África central: 114 África del sur: 24, 46, 86, 97, 138, 139; guerra de los bóers: 156, 220, 228, 278, 440; movimiento nacional: 206; resultados de las inversiones extranjeras: 157 África occidental: 24, 75; oriental: 29 Agadir: crisis de: 249, 408, 423-424 Aguinaldo: 201 Ahmed Lufti: 202 Aidín:118 aislacionismo: 168, 230, 372, 403 Aksakov, Iván: 215 Alaska: 75, 76 Albania: 24; ataque contra: 305
Alejándrela: 117-118 Alejandro III: 215 Alemania: declaración de la guerra submarina: 427, 428; establecimiento de la cuenca convencional del Congo: 114; factores geográficos: 19, 20, 33; guerra aduanal con Rusia (1893-1894): 98, 99; interés económico en el Imperio otomano: 117; inversiones estadunidenses: 151; movimientos de capitales: 130, 132, 144, 145, 146; orígenes de la segunda Guerra Mundial: 445, 446; política de emigración: 54; política de las materias primas: 90, 91; política económica de la Alemania hitleriana con respecto a Europa del sudeste: 83, 85, 445, 446; política marroquí: 440, 444; política exterior de Bismark: 334, 335, 336, 411, 412, 417; proyecto de unión aduanal con Austria: 112; régimen proteccionista: 74, 75, 78; relación entre la demografía y el poderío militar y económico: 38, 40, 41, 45; zona de influencia en China: 121 Alemania, gran: 185, 346, 349, 412 Alemania, pequeña: 412 Alepo:117,198 Algeciras, conferencia de: 115, 425 Alí Yusuf: 202 alianza anglo-japonesa (1902): 140 alianza Atlántica (1949): 269 alianza cuádruple: (1815): 334; (1834): 372 alianza franco-rusa (1892): 98, 109, 142 alianza triple (1882): 100,142, 146 Alsacia-Lorena: cuestión de: 174, 177, 178, 181, 183, 218, 278, 320, 346, 416 "Alldeutscher Verband": 412; véase también pangermanismo Alien, William: 248 Amberes: 322 América Central: 36, 130, 147, 162, 169 América del Sur: 34, 92, 127, 138, 152, 189, 190, 191 América: colonias inglesas de: 74, 188, 189; colonias españolas, francesas, portuguesas de: 74; factores geográficos: 24, 27; movimientos migratorios: 189 American Federation of Labor: 58 American Peace Society: 278
497
498
ÍNDICE ANALÍTICO
Amoy: 50 Amsterdam: 31 Anam: formación del sentimiento nacional: 199,200,208 Anatolia:95, 117, 172 Ancel, Jacques: 35 Ancona: 305 Andler, Charles: 318 Andorra: 18 Angelí, Norman: 244 Ankara: 95, 117 Annunzio, Gabriele d': 216, 217, 290 Anschluss: 185, 334 anticlericalismo: 219 Antillas: 28; Mar de las: 147, 156 Antofagasta: 24 Aosta: 18 apaciguamientoi'política de: 306, 324 Arabi Pacha (coronel): 162 Arabia: 36, 172 Arabia Saudita: 179 Araki (general): 45 Arco, Juana de: beatificación: 234 Ardenas: penetración de: 436 Arditi (Italia): 366 Argel, conquista de: 319, 400 Argelia: 46; nacimiento del movimiento nacional: 203 Argentina: construcción de vías férreas: 92, 130; cuestión del delta de La Plata: 26, 52, 54; desarrollo económico de la pampa: 36, 57; formación del sentimiento nacional: 190,191 ¡inversiones extranjeras: 152; la inmigración y sus consecuencias sociales y políticas: 58, 60, 61 Arghana: 117 Arístides: 283 Aristóteles: 287 armamento: 11, 39, 40; carrera armamentista: 85, 160, 415; Convención de SaintGermain: 102, 103; limitación de: 275, 276; política de armamento naval de Wilson: 338, 339; política de armamento y empréstitos internacionales: 160 Armenia: 117,345 armisticio de 1918: 178; de Mudros (1918): 238 Arnaud de L'Ariége, Joseph: 376 Arnim, Harry von: 297 Aron, Raymond: 11, 166, 269, 314, 321, 325,393,407,414 Asia: factores geográficos: 17, 27, 33 Asia central: 17 Asia Menor: 89, 90, 118 Asia meridional: 26 asimilación aduanal: sistema de: 75, 76
Asociación Internacional Africana: 114, 115,317 asociaciones para la Sociedad de Naciones: 278 Asturias: 22 Atlántico: batalla del: 28; Océano: 24, 26, 97 Atlanticus: 318 Augsburgo: 125 Augustenburg, Federico de: 301 Australasia: 70 Australia: 24, 53; restricción a la inmigración china: 69 Austria: 19; no adhesión a Zollverein: 110; política de emigración: 52, 54, 105; proyecto de unión aduanal con Alemania: 107,111,112 Austria-Hungría: 21: compromiso económico: 110; crisis de julio de 1914: 444445; demografía y poderío militar: 40; emigración clandestina: 54; emigración y minorías nacionales: 52; guerra aduanal con Serbia (1906): 100-101, 143; inversiones extranjeras: 130, 141; minorías nacionales: 178, 185, 444; política en relación con el proyecto de unión aduana] búlgaro-serbio: 112 autarquía: 78-79, 349, 445 Bab-el Mandeb: estrecho de: 27 Badoglio (mariscal): 436-437 Bagdad (Califato de): 237; ferrocarril de: 95,117-119,139,142-143,145 Bailey, Thomas: 367, 398, 409 Baker, Alien: 249 Balcanes: 24-25; movimientos nacionales: 44, 182, 184, 187 Baldwin, Stanley: 359, 360 Balfour (lord): misión a los Estados Unidos: 403; y la creación del hogar nacional judío: 65 Báltico (Mar): 24-25, 185; Estados del: 185, 343, 348 Banco de Importaciones y Exportaciones: 153 Banco de Inglaterra: 138 Banco Morgan: 149, 159 Banco Otomano: 163 Banco de París y de los Países Bajos: 143 Banco Reichsbank: 146, 446 Banco Seligman: 140 Barcelona: 183 Barres, Maurice: 219, 224 Barthou, Louis: 307, 309, 324, 354, 375 base naval: 28, 120 Basilea: 152 Basora: 117
ÍNDICE ANALÍTICO Bastiat, Frédréric: 244, 259 Baudouin, Paul: 306 Baviera: 177 Beard, Charles: 314, 315 Beau de Lómeme, Emmanuel: 392 Bebe!, August: 247 Beck, coronel Joseph: 302 Beirut: 117, 197, 198 Belfort (brecha de): 18 Bélgica: 26, 31; demografía y poderlo económico: 41, 81; independencia: 177, 302; proyecto de unión aduanal con Francia: 111; soberanía sobre el Congo: 115, 172; ultimátum alemán (1914): 322, 323 Belgrado: 101,112 Beluchistán: 120 Benedicto XV: 192; acción en favor de la paz: 254 Bentham, Jérémie: 175, 244 Berchtesgaden: conversaciones entre Hitler y Darían: 349 Berger, Gastón: 288, 291, 295 Berlín: 348 Bernstorff, Jean-Ernest (conde de): 427428, 429 Berthelot, Philippe: 376 Bertie, sir Francis: 425 Besarabia: 179 Bethmann-Hollweg, Theobald von: 31, 47, 211,213-214,428 Beveridge, lord William H.: 221 Bevin, Ernest: 359 Beyshebir (lago): 118 Biarritz: entrevista de: 306 Bidault, Georges: 408 Birmania: 174 Bismarck, Otto von: asunto Schnaebelé: 411; concepción del interés nacional: 314, 320, 325, 328, 415; desaprobación de la Anschluss de los alemanes de Austria al reich: 185; personalidad: 295, 297, 301, 306, 372, 373; política en África central: 114; política exterior: 334, 335, 411412, 417; política financiera respecto a Rusia: 146; y la unidad alemana: 181, 242, 442-443 Bjórnson: 184 Blau (coronel): 395 Bloch, Jean de: 275 Blondel: 308 bloqueo continental: 386 Blum, León: 324 Blüntschli, Jean-Gaspard: 264, 272 Bocchini: 368, 369 Bodin, Jean: 31 bóers, guerra de los: 156, 220, 228, 278, 440
499
Bohemia: 19, 293, 345 boicoteo: 105, 106, 107, 108 Solivia: 21, 24; formación del sentimiento nacional: 190; inversiones extranjeras: 152 Bonaparte: 326 Borah, senador William: 267, 399 Bosanquet: 220 Bosforo: 27, 117 Bosnia-Herzegovina: 96,105, 185 Boulanger, general Georges: 411 Bourassa, Henri: 192 Bourgeois, León: 275, 424 Boutros al Bustani: 197 Boutroux, Émile: 176 Bouvier, Jean: 354 Bowman, Isaiah: 339 bóxers: insurrección de los: 122 Brandéis, Louis: 312 Brandenburgo: 22, 24 Brasil: construcción de vías férreas: 92, 130; cuestión del delta de La Plata: 26; formación del sentimiento nacional: 190; inmigración y desarrollo económico: 57; inversiones extranjeras: 152, 153; política de inmigración: 57, 69 Braudel, Fernand: 29, 35; y la cuestión del delta de La Plata: 26 Brennero (paso del): 18, 217; encuentro Hitler-Mussolini: 435, 436 Breteuil (paso del): 308 Briand, Aristide: 109, 267, 268; conversación con Stresemann: 354; dimisión: 410; formación del sentimiento nacional: 190; Pacto Briand-Kellogg: 337, 361, 362; personalidad: 283, 293, 294, 295, 296, 297, 302, 303, 336, 374 Briére, Y. de la: 255 Bright, John: 246 British War Mission: 403 Brulart de Silleri: 308 Brunhes, Jean: 21 Brüning (canciller): 114, 277 Brunschwig, Henri: 328 Bryan, William J.: 147, 265 Bucarest: 85 Budapest: 40 budismo: 239 Buenos Aires: 60, 190 Buisson, Ferdinand: 497-498 Bujarin, Nicolás I.: 384 bulangismo: 219 Bulgaria: 25, 83-84, 101; Iglesia búlgara y nacionalismo: 236-237; préstamos emitidos para el mercado alemán: 147; problema macedónico: 182; proyecto de unión aduanal con Serbia: 111, 144
500
ÍNDICE ANALÍTICO
Bülow, Federico Guillermo de: 122, 252 Bundy, McGeorge: 303 Burgenland: 105 Burgess, John: 221 Burke, Edmund: 175 Burleson, Albert S.: 431 Burrit, William: 257, 263 Burritt, Elihu: 248-249, 259, 260, 272 Burschenschañ: 180 Bután: 27 Butler, Geoffrey: 403-404 Butler, Nicholas Murray: 361 Cabinda: 115 Cabot Lodge, Henry: 90, 298, 357, 398 Caclamanos, Dimitri: 401 Caillauk, Joseph: 294, 306, 408; decisión de ofrecer a Alemania una parte del Congo a caipbio de Marruecos: 423-427 Cairo, El: 202 caja deja deuda otomana: 131 California: 68, 97, 387 Calles, Plutarco E.: 390 Calliéres, Francois de: 309, 310 Cámara de Comercio Internacional: 127 Cambon, Jules: 119, 309; papel en la negociación franco-alemana sobre Marruecos: 423, 424, 425, 426, 427 Cambon, Paul: papel en la negociación franco-alemana sobre Marruecos: 424426 Cambridge: 403 Cameron, Rondo E.: 386, 388, 392 Camerún: 116, 205, 206, 348 Campbell-Bannermann, sir Henry: 221, 233 Canadá: 36; formación del sentimiento nacional: 191-192, 193; inmigración hacia los Estados Unidos: 50, 59-60; inmigración y aprovechamiento en provincias centrales: 57, 58; inversiones estadunidenses: 130, 136; la emigración y sus consecuencias sociales y políticas: 58, 59, 60; restricciones a las inmigraciones china y japonesa: 68 Cantón: 80, 94 capitalismo: influencia de los mecanismos del, sobre la acción política: 108; lucha de clase obrera contra el: 259-260; oposición social al progreso del, en América Latina: 152; y desarrollo económico mundial: 134, 156-157 capitulaciones: véase Imperio otomano Caporetto, batalla de: 19 Caprivi: 146-147, 252 Carbonari: 373, 374 Cárdenas, Lázaro: 390
Carelia: 406 Carlos Alberto: 181 Carlos X: 363 Carnegie, Andrew: 249, 260, 261, 265 Carnot, Lazare: 412 Carolinas: asunto de las islas: 253 Carranza, Venustiano: 390 Carta de la ONU: 268, 269 Cartago: 25 cárteles internacionales: 124, 125, 126 Castle, William R.: 356, 357 Catorce Puntos: 178, 187, 366 Cavagnari: 436-437 Cavour, Camille Benzo de: 181, 242, 354, 408 CECA (Comunidad Europea del Carbón y del Acero): 410 Cecil, lord Robert: 250-251, 355, 356 Ceilán: 174 Cercano Oriente: explotación de petróleo: 87, 88, 89, 90; vigilancia del tráfico de armamento: 97 Cerdeña: 25, 29 Chaco, guerra del: 24 Chamberlain, Houston Stewart: 212, 347 Chamberlain, Joseph: doctrina imperialista: 211, 220; impulsor del nacionalismo inglés: 220, 233, 242; móviles de la intervención de África del Sur: 440; propuesta de establecimiento de un régimen preferencial imperial: 71 Chamberlain, Neville: establecimiento del régimen preferencial imperial: 78; memorias: 357; política de apaciguamiento: 306, 324 Chambord, conde de: 292 Chang-Kai-shek: 64; creación del "movimiento de la vida nueva": 196 Channing, William: 258 Chan-Si: 122 Chantung: 94, 106, 121, 300, 339 Charcot: 286 Charles-Roux, Francois: 357, 377 Chateaubriand, Alphonse de: 291 Chatt-el-Arab: 117 Checoslovaquia: 19, 55, 56; anexión de la Sudeteland: 322, 445; cuestión de minorías: 179, 183, 299; inversiones francesas: 145; relaciones comerciales con la Alemania hitleriana: 83, 84 Chefneux: 93 Chengting: 121 Chevalier, Jacques: 256 Chevalier, Michel: 74, 244, 264, 387 Chicago: 41, 91 Chicherín: 370
ÍNDICE ANALÍTICO
t
Chile: 24, 52; construcción de vías férreas: 93, 130; formación del sentimiento nacional: 190; inversiones extranjeras: 152 China: construcción de vías férreas: 93-95; desarrollo del sentimiento nacional: 173, 174, 194-196, 208; empleo de boicoteo: 106; inversiones extranjeras y resultados sobre el plan social: 130, 139, 147, 153, 156, 164-165; movimientos migratorios: 50, 55, 60-61, 64, 65; penetración inglesa: 28, 33; política aduanal de Estados europeos y de los Estados Unidos: 80, 81; relaciones comerciales con los Estados industriales: 86; relación entre el poderío militar y económico y la demografía: 40, 41, 42, 45; reparto de influencias: 117, 121, 122,440 Chipre: 401. Church Peace Union: 249, 256 Churchill, Winston: 320 Ciano (conde): 305, 368; y la entrada de Italia a la guerra: 433, 434, 435, 436 "Cien días" (China): 94 Cirenaica: 238 Clarendon, lord: 275 Class, Heinrich:212, 214 cláusula de nación más favorecida: 76, 80, 98,99 Clayton-Bulwer, tratado: 28 Clemenceau, Georges: actitud en relación con las conquistas coloniales: 332, 334, 335; concepción del interés nacional: 337-338, 340-342, 344, 345; evalución de la opinión pública francesa al Consejo de los Cuatro: 365; personalidad: 296, 297, 299, 300, 304, 305, 372, 374; política en relación con Renania: 323. Cobden, Richard: 74, 244, 245, 258-259, 263-264,270,314,328,386. Colbert: 325. Colombia: construcción de vías férreas: 93; inversiones extranjeras: 152 colonialismo: 328, 334, 336 Colonización Society: 53 Columbia (Universidad de): 315, 361. Columbus (Ohio): 398. Comisión de Estudios para la Unión Europea (Sociedad de Naciones): 114. Comisión de la Conferencia de la Paz: 266. Comisión de La Haya (1899): 253, 265, 274, 275, 278. Comisión Internacional de la Emigración: 66 Comisión Norteamericana de Inmigración: 57, 59. Comisión de Reparaciones: 304. Comisión Schurman: 200
501
Comité de Acción Marroquí: 204 Comité Eslavo: 215. Comité Intergubernamental para Personas Desplazadas: 70. Comité Internacional de Trabajadores para la Paz: 246. Comité Unión y Progreso (Turquía): 198. Comte, Augusto: 284 Concamin (Confederación de Cámaras Indutriales): 390. Concanaco (Confederación de Cámaras Nacionales de Comercio): 390. "condominios": 114 Confederación de Alemania del Norte: 174, 442. Confederación germánica: 110. Conferencia Africana (1884-1885): 114, 334. Conferencia de Algeciras (1906): 76, 142. Conferencia de Bruselas (1896): 102. Conferencia de Desarme (1931): 39, 275, 276. Conferencia de Genova (1922): 167. Conferencia de La Haya (1907): 276. Conferencia Internacional de la Emigración (1924): 66 Conferencia de Munich (1938): 372 Conferencia Mundial de Iglesias: Constanza, 1914: 250-251, 278; Oxford, 1937: 250251, 256-257, 271; Estocolmo, 1925: 250 Conferencia de Paz (1919): 53, 64, 106, 178, 187, 254, 266, 323, 339, 372 Conferencia Permanente de Altos Estudios Internacionales: 90, 91 Conferencia de la Unión Interparlamentaria (1906): 265, 275. Conferencia de la Unión Parlamentaria (1897): 270. Conferencia de Washington (1921): 223 Congo: estado independiente del: 36, 114, 332; régimen internacional del: 21, 114; sesión de una parte del Congo francés a Alemania a cambio de Marruecos: 423427 Congo belga: 15,206 Congregación Romana de Propagación de la Fe: 240 Congregaciones Religiosas, Ley de (1901): 52 Congreso de la Acción Católica: 234 Congreso de la Asociación Internacional de Trabajadores: Basilea, 1869: 246; Bruselas, 1868: 246; Lausana, 1867: 245 Congreso de Berlín (1878): 334 Congreso Católico de la Paz, I (París, 1921): 255 Congreso de Ciencias Políticas (1900): 244, 265, 272
502
ÍNDICE ANALÍTICO
Congreso Eslavo (1908): 215 Congreso de la Internacional Comunista (1921): 154 Congreso Internacional de la Emigración (París, 1889): 54 Congreso Internacional de las Sociedades de Paz: Londres (1843): 248, 260, 263 Congreso Islámico (1926): 238 Congreso del Movimiento Panafricano: 206 Congreso Nacionalista de Florencia (1911): 46, 224 Congreso de la Paz: Ginebra, 1867: 260261; Londres, 1878: 246; París, 1849: 260,261,263,272 Congreso de Población (Ginebra, 1927): 66, 67 Congreso dé la Segunda Internacional: Basilea, 1912: 246, 247; Copenhague, 1910: 246; Stuttgart, 1907: 246 Congreso Universal de Monaco (1902): 270 Congreso Universal de la Paz (1897): 260 Connally, Tom: 357 Consejo de la Corona (Alemania): 99 Consejo de los Cuatro: 300-301, 340, 344, 365, 366 Considérant, Victor: 245, 260, 263 Constantino: 144, 401 Constantinopla: 119; patriarca de: 236 Constitución (1852): 387 Conti: 425 continentalismo: 328, 333, 334, 335, 336 Convención de La Haya (1907): 102 Convención de Saint-Germain (1919): 102 convención militar franco-rusa (1892): 142, 166 convenio franco-italiano (1898): 99 Córcega: 25,28-29 CorceUe-Senuil: 52 Corea: 25, 29; formación del sentimiento nacional: 194, 441 Corradini, Enrico: 48, 216-217, 224, 225, 232, 234 corredor polaco: 24, 346, 350, 412, 416 Corte de Arbitraje Internacional: 275 Corte Permanente de Justicia Internacional: 266, 279 cosmopolitismo: 243 Costa de Oro: 206 Coudenhove-Kalergi R.: 113,266-267 Coulondre: 293 Courcel (barón de): 329-330, 335 Cousin, Victor: 32 Couza: 181 Cox, James M.: 411 Crédit Lyonnais: 129 "~~ Creta: 28-29
Crimea: 348; guerra de: 161, 258, 278 crisis de Agadir: 249, 408, 424-427 crisis de Bosnia-Herzegovina (1903): 101 crisis económica internacional (19291933): 61, 77, 109, 132, 152, 159, 192, 224, 303 crisis económica italiana (1890): 100 crisis económica norteamericana (1921): 61,109 Crispí, Francesco: 48,100, 146, 231 Croacia: 345, 434 Crozier, Michel: 143 Cuba: 28; inversiones extranjeras: 152 culto de la personalidad: 407 Cuno: 380 Curzon (lord): 120, 164 Czernin (conde de): 186 Daladier, Édouard: 317 Dalmacia: 178, 434 Damasco: 117, 197,198 Danés, Fierre: 308-309 Danev: 408 Daniels, Josephus: 431 Danilevsky: 215, 233, 234, 236 Danton, Jacques: 289 Danubio: 21 Darby, Evans: 249 Dardanelos: 27 Darían, almirante F.: 349 Dawes:plan: 151 Dawson, Raymond H.: 423 De Paepe: 246 De Than, Anam: 200 Decamps, Émile: 270 Decán: 21 Declaración de Derechos: 189 Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano: 386 Declaración Vandenberg (1948): 357 Deír-es-Zor: 117 Delay, Jean: 284 Delcassé, Théophile: 119, 142, 143, 276, 306, 336, 424, 426 Demangeon, Albert: 34 demografía: 10, 11, 38; movimientos migratorios y litigios internacionales: 62-71; y poderío militar y económico: 38-44; y psicología colectiva: 44-45 derecho y nacionalismo: 218, 219 Dernburg, Bernhard: 211 desarme: 263, 264, 265, 275; conferencia de: 39, 275, 276, 278 descolonización: 381 Destino Manifiesto: doctrina del: 220, 412 determinismo geográfico: 32, 34-35
ÍNDICE ANALÍTICO Deutsch, Karl:413 Devillers, Philippe: 200 Díaz, Porfirio: 389, 391 Diebold, William: 409 dieta germánica: 272 Dilke, sir Charles: 220 Dinamarca: invasión alemana: 436; ultimátum alemán (1949): 323 diplomacia del dólar: 97, 147, 148, 163, 169-170,312 disidentes: Gran Bretaña: 235 Disraeli, Benjamin: 220, 283, 336, 375 doble monarquía: véase Austria-Hungría Dodecanesado: 401 dominios: 138, 191 Donetz: 141 Dong-Trieu: minas de: 86,441 Dostoievski, Fedor: 215 Douhet (general): 402 Dreyfus: asunto: 219, 252 Du Roure: 252 Duchan: Imperio de: 183 Dulles, John Foster: 351, 418 Dumaine, Jacques: 370 Dupin: 306 Dupréel:41 Durkheim, David E.: 284 Duy Tan (emperador de Anam): 200 economía dominante, teoría de la: 72 Edén, Anthony: 299, 357, 359 Egeo (Mar): 24, 118 Egipto: 20; asunto de Suez: 325; cuestión del Canal de Suez: 96; inversiones privadas en: 129, 139, 144; nacimiento del sentimiento nacional: 202, 203, 278; problemas financieros y el establecimiento de la dominación británica: 161, 179, 441 Einaudi, Mario: 303 Eire: 179 Eisenhower (general Dwight David): 326, 408 ejército y demografía: 38-41 Elba: 19 embargo: sobre las importaciones: 104,105; sobre las materias primas: 103, 104; acerca de los armamentos: 103, 337 Emerson, Rupert: 205 emigración europea: 49, 50, 52, 53, 54, 62; libertad de: 55, 61,62 empréstitos rusos: 141-142, 166-167,388, 391, 392 Enfantin, Prosper: 245 Engels, Federico: 246, 317, 318, 384 Enrique IV: 290
503
Enrique Vn de Reuss: 324 Entente: 178, 298, 300, 416; Cordial (I): 109; (II): 144, 440; alianzas económicas: 123-127 Eppinger: 286 equilibrio de fuerzas: 19, 32 equilibrio de poder: 314, 432,433 Eritrea: 119 Escalopier de Nourar: 309 Escandinavia: 22, 51, 131 Escaut: 31 Escipión: 250 eslavófilos (Rusia): 214, 215, 235 Esmirna: 118 espacio, teoría del: 30, 31, 32, 33, 326-327 espacio vital: 33, 49, 79, 214, 261, 326, 345, 350, 414, 445 España: 34, 140; desarrollo del sentimiento nacional: 173; el presidente McKinley declara la guerra a (1898): 409, 440; movimiento nacional catalán: 183 espléndido aislamiento: 343 Estados alemanes: 177 Estados asociados: rembolso de las deudas de la Gran Guerra a los Estados Unidos: 167-168 Estados balcánicos: 160, 182 Estados de la Iglesia: 305 Estados italianos: 177 Estados "tapones": 323 Estados Unidos: consecuencias de la inmigración sobre la vida económica, social y política: 57, 58, 59, 60, 189; cuestión del Canal de Panamá: 97; emigración europea: 50, 54, 443; factores geográficos y desarrollo: 32, 36; formación del sentimiento nacional: 188,189,190, 208; independencia de Filipinas: 200-201; interés nacional y política exterior: 313,314,343, 382; inversiones privadas y las perspectivas de guerra: 159; legislación sobre las exportaciones de armamentos: 103; móviles de expansionismo: 440; plan de asistencia a Europa y a los países subdesarrollados: 134,154, 441; poderío económico y demografía: 41; política de inversiones al extranjero: 130-134,148, 149,150,151, 152; política de materias primas: 87, 88, 89, 90; protesta contra el reparto de China: 122; régimen proteccionista: 74, 75, 76; restricciones a la inmigración: 66, 67, 68; utilización política del embargo: 104 Estados Unidos de Europa: 263,264,265,271 Estambul: 82 Etiopía: 83; construcción de vías férreas: 93, 95; expedición italiana: 96, 327, 358, 418
504
ÍNDICE ANALÍTICO
Eufrates: 117 Eupen: 346 Exarcado: 182,236,237 expansión colonial: 18, 52-53; importancia de la, en la historia de las relaciones internacionales: 438, 439, 440, 441, 442; Jules Ferry y la expansión colonial francesa: 228-333, 441; la expansión colonial, una forma de nacionalismo: 210, 211, 216, 217, 223, 224; resistencia a la expansión colonial europea: 199, 206 Eyck, Erich: 373 Fachoda: 440 Fadeiev (general): 215 Fall, Albert: 90 fascismo: e imperialismo: 48; y los doctrinarios del nacionalismo italiano: 217, 218,230 Febvre, Lucien: 16-17, 21, 35 Federación de Asociaciones para la Sociedad de Naciones: 261 Federico Guillermo I: 301 Federico Guillermo II: 325 Federico Guillermo III: 110 Federico Guillermo TV: 181 Fernando (rey): 144 Ferrell, Roberto: 360, 363, 433 Ferry, Jules: 157, 211; eliminación del general Boulanger: 411; política colonial: 328-335, 441; política europea: 333-335 Fez: ocupación por los franceses: 423 Fichte: 172, 176 Filipinas: 75, 76, 172; formación del sentimiento nacional: 200, 201 Finlandia: 406 Firestone, Harvey: 354, 355, 356 Fiske, John: 221 Fiume: 179, 187, 345 Flandes: movimiento nacional: 183 Flandin, Pierre-Étienne: 295 Florencia: 48 Florida: 28 Foch, mariscal E: 296, 341 Fohlen, Claude: 354 Folson, Marión: 372 Pondere: 408, 426 Fondo Carnegie para la Paz Mundial: 249, 253, 267, 278, 360, 361 Fontaine: 361 formación del sentimiento nacional: 190 Formosa: 28 fourierismo: 245 France, Anatole: 397
Francia: acción de gobiernos sobre la opinión pública: 399; asunto del ferrocarril de Bagdad: 117, 118; consecuencias de la segunda Guerra Mundial: 381; evolución económica y social: 386-387 391392; factores geográficos: 16, 20, 26, 34; guerra aduanal con Italia: 99, 100; los diplomáticos franceses: 371; movimientos de capitales: 130, 131, 140, 141, 142, 143, 387, 388, 391, 392, 441; poderío económico y militar y demografía: 38, 40, 43; política de materias primas: 89; política colonial de J. Ferry: 328-331; rembolso de las deudas de la Gran Guerra a los EUA: 167, 168; régimen proteccionista y asimilación arancelaria: 75-76; restricción a la inmigración: 67; rivalidad con Alemania por Marruecos: 115, 116, 127; zona de influencias en China: 122 Francois-Poncet, André: 293, 302 Francfort: 297 Franklin, Benjamín: 290 Freidel, Frank: 285 Freud, Sigmund: 288 Frézouls: 426 Friburgo: 255 Friul: 346 fronteras naturales: 19, 256, 329, 412, 414 Fugger, Jacob: 128 Fustel de Coulanges: 176, 204 Gabón: 75, 426 Galápagos (Islas): 28 Galbraith, John Kenneth: 413 Galiffet, genera] Gastón de: 377 Gambetta, León: 289, 330, 376, 377 Gamelin, general Maurice: 317 Gandhi: 105 Ganges: 42 Garnier, Joseph: 259 Garibaldi, Giuseppe: 408 Gastein: 301 GATT (General Agreement on Tariffs and Trade): 393 Gaulle, Charles de: 320, 394, 398 Gdansk:255, 346, 350,416 Genty, Émile: 374 geohistoria: 15 geopolítica: 33, 35, 347 George, Pierre: 18 Georgia: 88 Gérard, Auguste: 376 Gerbet, Pierre: 409 Gibbon (cardenal): 250 Gide, Charles: 397, 398
ÍNDICE ANALÍTICO Gille, Bertrand: 354 Ginebra: 66, 248 Gioberti (sacerdote): 216 Girardin, Émile de: 272, 273 Gladstone, William E.: 283 Gobineau, Joseph: 172, 212, 347 Goebbels, Joseph: 47-48, 395 Goluchowski: 101 Gonard (coronel): 421-422 Gorizia: 185,346 Gorizia-Liubliana (paso de): 18 Góring (mariscal): 326 Gortchakoff (príncipe): 215, 324 Gorz, André: 385 Gottman, Jean: 30, 34 Gramont (duque de): 305 Gran Bretaña: asunto del Canal de Panamá: 97; asunto del Canal de Suez: 96; consecuencias de la Gran Guerra mundial: 382; colonización: 327, 328; crisis de Transvaal: 62; cuestión de Irlanda: 185; emigración: 51, 53, 56; influencia de factores geográficos sobre el desarrollo económico: 16, 22, 29; los diplomáticos británicos: 371-372; movimientos de capitales: 130, 131, 132, 138, 139, 140, 441; movimiento de la Home Fleet en el Mediterráneo: 418; oposición al proyecto Hoare-Laval: 358, 359, 360; política de control de vías marítimas: 27; política de libre cambio: 76, 78; política de materias primas: 86, 87, 88; problemas causados por la inmigración irlandesa en 1920: 59; propaganda de guerra: 402, 403, 404; rembolso de la deuda de la Gran Guerra a los Estados Unidos: 168; relación entre poderío militar y económico y demografía: 38, 40, 41; reparto de influencias: 116, 117, 118, 119; tratado de comercio franco-inglés (1860): 74; utilización política del embargo: 104, 105, 106 Gran Muralla China: 122 grandes potencias: política en Macedonia: 112 Grayson (doctor): 376 Graziani (mariscal): 436-437 Grecia: acción diplomática francesa (19131914): 144; asunto de Macedonia: 182; desarrollo y factores geográficos: 19, 25; emigración: 51; papel de Venizelos en el nacionalismo griego: 242, propaganda griega en 1919-1920: 401, 402 Grévy, Jules: 411 Grew, Joseph: 428 Grey, sirEdward: 120, 139, 185, 228 Groningue: 288
505
Groulx (sacerdote): 192 grupos de presión: 108, 312, 353 Guam (Isla de): 75 Guérard, Albert: 373 Guillermo I: 181,242, 297, 443 Guillermo II: 45, 47, 99, 223, 242, 254, 276, 336, 408, 426 Guizot, Francois: 111, 324, 399, 413 Hacha, Émile: 322 Haití: 153 Hamilton, Alexander: 315 Han Yeh Ping: yacimientos de: 86 Hankeu: 94, 106, 121 Hanotaux, Gabriel: 376, 377 Hannover: 110, 177 Hardie, Keir: 247 Harding, Warren: 367, 408, 411 Harrar: 93 Hasse: 212 Haushofer, general Karl: 33, 34, 35, 347 Hauterive (conde de): 309 Hawai: 28, 75 Hawley-Smoot: tarifas arancelarias: 303 Hearst, William Randolph: 404, 409 Heartland: 32 Herbette, Maurice: 425 Herder: 175 Herriot, Édouard: opinión sobre la unión aduanal austro-alemana: 113, 296, 319 Hervé, Gustav: 247 Hess, Rudolf: 286 Heymans, Gérard: 288 Hildebrand, Gerhard: 318 Hilferding, Rudolf: 154 Himalaya: 27, 315-316 Hipócrates: 286 Hitchcock (senador): 429 Hitler, Adolf: ataque contra la URSS: 409; concepto del interés nacional: 313, 345, 350, 414; convocatoria del presidente Hacha: 322, 323; influencia sobre Mussolini al momento de la entrada de Italia a la guerra: 434, 435, 436; papel en el nacionalismo alemán: 242; personalidad: 289, 292, 293, 302, 306, 372, 414, 415, 421; política de natalidad: 47; política económica: 380; relación con la Liga Pangermanista: 213, 214; táctica diplomática: 414, 415, 418; y el argumento demográfico: 47, 49, 445; y la opinión pública alemana: 400 Hoang-Ho: 121 Hoare, sir Samuel: 358, 359, 360 Hobson.A.: 155, 156, 157,318 hogar nacional judío: 65, 172
506
ÍNDICE ANALÍTICO
Hohenlohe:211,335 Hohenthal (condesa von): 302 Hohenzollern: 417, 443 Holstein (barón de): 440 HomeFleet:418 Horns:117 Honduras: 190 Hong Kong: 28 Hoover, Herbert: 302, 303, 355, 357; y la crisis económica: 364 Hopital (marqués de ]'): 308 Hopkins, Harry: 376 Hortense: 373 Hotman, Jean: 309 House (coronel): 297, 376, 403; papel en la ruptura de relaciones diplomáticas con Alemania: 428, 433, 437 Huber, Max: 251 huelga: 260 Hughes, Charles Evans: 408 Hugo, Victor: 260, 263 Hull, Cordell: 74, 259, 299, 300, 314, 355, 393 Hungría: 105, 183, 345; política de emigración: 54, 83 Hymans, Paul: 322 Ibrahil el Yazidji: 197 Iglesias: actitud en relación con los movimientos pacifistas: 248, 249, 250, 251, 252, 253, 254, 255, 256, 257; función en los movimientos nacionales: 182, 233, 234, 235, 236, 237 Ilg: 93 Imbros: 401 imperialismo: estadunidense: 156, 221, 229; colonial y los orígenes de la primera Guerra Mundial: 211, 443; e interés nacional: 318; hitleriano: 225; financiero y acción política: 155; italiano: 48; inglés: 220; japonés: 64, 221, 222, 223, 441; orígenes: 11, 155, 156, 157; y autarquía: 79 Imperio colonial británico: 138, 155, 211 Imperio colonial francés: 140, 228 Imperio colonial portugués: 122 Imperio otomano: 52; construcción de vías férreas: 95, 117; cuestión de minorías nacionales: 181, 185; despertar nacional árabe: 197, 238; inversiones privadas en el: 129-130; relaciones comerciales con las grandes potencias: 81, 82; reparto de influencias: 117-119,440; solicitud de créditos extranjeros y pérdida de independencia: 162, 163 India: 28, 33, 44, 45; boicoteo de mercan-
cías inglesas (1920): 105; construcción de vías férreas: 92; desarrollo del sentimiento nacional: 172, 174, 201, 202, 238; resultados de las inversiones extranjeras en el plano social: 157, 158. Indias Holandesas: 50, 61, 124 índico (Océano): 27; colonias francesas en el: 75 Indochina: 18, 27, 75; orígenes de la expansión francesa: 441. Indonesia: 28, 72; formación del sentimiento nacional: 174 Inglaterra, batalla de: 402 Inmigración: Comisión Norteamericana de Inmigración: 57; consecuencias de la, sobre la vida social y política de los Estados: 58, 59; libertad de: 62, 66; restricciones a la: 65, 66, 67, 68, 69, 70, 71; y desarrollo económico: 56, 57, 58. Institute of Pacific Relations: 69 Insulindia: 28, 44 insurrección de Bosnia-Herzegovina: (18751876): 185 insurrección de los bóxers (1900): 122, 195 insurrección de Bulgaria (1875-1876): 185 insurrección cretense (1897): 185 insurrección de rumeolitas (1885): 185 insurrección de taipings: 195 integración económica: 394 Internacional: Primera: 246; Segunda: 246 internacionalismo: y fascismo: 217; y el nacionalismo barresiano: 219 inversiones extranjeras: 130 Irak: 102, 179,238 Irán: 26, 172, 323 Irlanda: 26, 38, 42, 51; movimiento nacional: 177, 181, 183 irredentismo: 185, 216, 224, 412 Isambert: 272 Islam: 18, 197, 202, 203, 204; movimientos nacionalistas: 237, 238 Islandia: 28 Ismail (jedive): 161 Ismidt: 117 Ispahan: 120 Israel: 400 Istrial84,216 Italia acercamiento con Francia (1902): 142; capitulación (1943): 346; entrada en la Gran Guerra: 185, 217, 323; entrada en la segunda Guerra Mundial: 434, 437; excedente demográfico e imperialismo: 48; factores geográficos y desarrollo: 19, 22; guerra arancelaria con Francia: 99, 100; opinión pública italiana y la segunda Guerra Mundial: 367, 368, 369; pode-
ÍNDICE ANALÍTICO río militar y demografía: 39, 40; política de emigración: 51, 55; política natalista en el fascismo: 47; política de materias primas: 90-91; programa de autarquía durante el fascismo: 78; reparto de influencias en el Imperio otomano: 117, 119; sanciones económicas: 103, 104; tratado ítalo-tunecino (1868): 53 Izquierda: y nacionalismo: 218, 219 Jacques, Amédée: 52 Jaensch: 286 Jagow: 31 Jameson: 63 Japón: acción en Corea (1894): 25; adhesión a la SDN: 339; conflicto chino-japones (1931): 64, 70; construcción de vías férreas: 93, 104; crecimiento económico: 381; emigración: 50, 55, 59; empréstitos emitidos en el mercado francés: 143; excedente demográfico e imperialismo: 48, 68, 69; factores geográficos y desarrollo: 22, 29; formación del sentimiento nacional: 174,193,194; guerra psicológica: 402; intervención en Manchuria: 86; los EUA niegan la apertura de créditos (1936): 153; ofensiva estadunidense: 28; opinión de Hitler sobre: 350, 351; Pearl Harbor: 325; política de armamento: 160; política de materias primas: 90, 91; política natalista: 47; programa expansionista: 221, 222, 223, 441; relación entre poderío militar y económico y demografía: 40, 42, 44, 45, 46; relaciones comerciales con los países industriales: 82 Jaurés, Jean: 247, 289, 318 Jefferson, Thomas: 173 Jehol: 122 Jibuti:93, 119 Jihad: 237 Joffre, mariscal Joseph: 290, 419 Johnson, Hiram: 399 Jomiakov: 214 Jones: 154 Jonnart: 203 Juan XXIII: 316 Juárez, Benito: 388, 389, 391 Jung: 286 Jusserand: 298 Kattowitz: 178 Kamarovsky: 270 Kang Yeou-Wei: 195 Karput: 117 Katanga: 327 Katkov: 215
507
Kautsky: 125,318 Kellogg, Frank B.: Pacto Briand-Kellogg: 337, 361, 362 Kennan, George: 299, 315, 422-423 Keynes, John Maynard: 297, 299, 337-338 Keyserling: 226 Kiderlen-Wáchter: 306; entrevista con Jules Cambon en Kissingen: 424, 425; programa de acción para Marruecos: 408, 423 Kiel (canal de): 27 Kimbangu, Simón: 206 Kipling, Rudyard: 220 Kissingen: entrevista de Jules Cambon con Kiderlen-Wáchter en relación con Marruecos: 408, 424, 425 Kitzikis, Dimitri: 401, 402 Kjellen: 32, 33 Knox, Philander. 147, 148, 267 Kokovtzev: 401 Koniah: 95 Kouang-Si: 122 Kouang-Toung: 122 Krause, Karl: 262 Kretschmer: 286 Kulturkampf: 297 Kuomintang: 61, 64; orientación de operaciones de boicoteo contra Japón: 106, 196 Labrousse, Ernest: 413 La Bruyére, Jean de: 288 Lacedemonia: 325 • Lacour: 377 Ladd, William: 248, 257, 263, 265 La Fayette, M. J. (marqués de): 307 Laffitte, Jacques: 304, 305 Lamennais, Felicité de: 251, 298 Lancken (barón von): 296, 408, 426 Landry, Adolphe: 71 Landsdowne (lord): 139 Langer, William L.: 293 Laniel, Joseph: 408 Lansing, Robert: papel en la ruptura de relaciones diplomáticas con Alemania: 428, 434, 437 La Reveilliére-Lépeaux: 412 Larroque, Albert: 52 Las Cases: 420 Lasswell, Harold: 286, 291, 292 Laurier, Wilfrid: 192 Lausana: convenios de (1932): 168 Laval, Fierre: 293, 295, 306, 358, 359, 360 Lavater: 286 Leang-Ki-Chao: 195 Lebas, Philippe: 373
508
ÍNDICE ANALÍTICO
Lebensmum: véase espacio vital Le Chapelier (ley): 386 Léger, Alexis: 361, 362 Légien: 247 Lemonnier: 271 Lenin: 156; opinión sobre las alianzas industriales: 125; sobre la relación entre capitalismo e imperialismo: 156; sobre los países subdesarrollados: 154 León XIII: 253, 254 Léopoldn:317, 327 Leroy, Máxime: 398 Leroy-Beaulieu, Anatole: 244 Le Senne, Rene: 285, 288, 290 Lesseps, Ferdinand de: 317 Levi, Leone: 270 Levinson, Salmón: 267, 362 Lévy-Bruhl, Lucien: 398 Ley sobre las congregaciones religiosas (1901): 52 Ley Johnson: 152, 153 "ley de neutralidad" (E. V, 1935): 103, 104, 168 ley de "préstamo-arrendamiento" (1941): 133, 153,379 Ley de separación de la Iglesia y del Estado (1905): 296 Ley Stevenson de Restricciones: 355 leyes aduanales alemanas (1879): 74; (1992): 75 •leyes aduanales francesas (1892): 75 leyes aduanales Hawley-Smoot: 303 leyes militares francesas (1872-1875): 415 Leyes de Valores: 153 Líbano: 197 liberalismo económico: 131, 138 Liberia: 206, 355, 356 Libia: 204 libre cambio: 73, 74, 76, 78, 258, 259, 374, 387, 391, 392, 393, 394 libre determinación de los pueblos (derecho de): 176, 179, 199, 203, 206, 209 Liga Árabe: 66 Liga de Católicos Franceses por la Paz: 252 Liga de Derechos del Hombre: 398 Liga de la Enseñanza: 219 Liga de la Fraternidad Universal: 257 Liga Internacional de Católicos Pacifistas: 252 Liga Pangermanista: 212, 213, 214, 235 Liga de la Patria Árabe: 197 Liga de Patriotas: 219 Liga Patriótica Argentina: 191 Liga por la Paz y la Libertad: 260, 264 Lindequist: 306
Link,ArthurA.:297 Lippmann, Walter: 433 List, Friedrich: 393 Liubliana: 346 Lloyd George, David: concepto del interés nacional: 342, 343, 345; personalidad: 293, 294, 342, 372; preocupación de la opinión pública inglesa: 364, 365 Lobbies: 358, 360
Locarno: acuerdos de (1925): 151, 250, 277, 296, 346 Lodge, Henry Cabot: véase Cabot Lodge Londres: 87, 138, 401; y las perspectivas de la guerra de 1914: 158-159, 244, 245, 443 Longuet: 246 Lorimer: 264, 272, 273 Lotte, Joseph: 252 Loucheur: 344 Ludlow: enmienda: 337 Lueger: 185 Luis XIV: 295, 296, 316 Luis XV: 290 Luis XVI: 290 Luis XVIII: 290 Luis Felipe: 111, 228, 306, 324 Ludendorf, Erich: 306 MacCormick: 399 MacDonald, Ramsay: 380 Macedonia: 111, 178, 179, 182, 187, 236, 237 Mackensen (general von): 436, 437 Mackinder, Halford: 32, 33, 34, 155 Madagascar: 76, 333 Madrid: 183 Mahan, almirante Alfred: 34, 417 Maistre, Joseph de: 251, 252 Malaca: estrecho de: 27 Malasia: 29; la inmigración china en: 61; producción de caucho: 124 Malmédy: 346 Malta: 27 Manchukuo: 69, 153 Manchuria: 62; guerra de: 69; intervención japonesa: 106, 121, 441; problemas causados por la inmigración china: 64, 65; zona de influencia rusa: 121-122, 143, 223 Manga Bell: 205, 208 manifiesto de jóvenes musulmanes (1910): 203 Manifiesto del Consejo General de la Internacional (1869): 246 Mantoux, Paul: 340, 364 Maquiavelo: 287, 310, 315 Marchand, Philippe: 263, 272, 273
ÍNDICE ANALÍTICO Marruecos: 76; crisis de Agadir: 249, 408, 424; deposición del sultán por el gobierno de Laniel-Bidault: 408; dificultades financieras y el establecimiento del protectorado francés: 161, 317; nacimiento del sentimiento nacional: 203, 204; pérdida de autonomía aduanal: 81; política alemana en: 115; préstamos de la banca de París y de los Países Bajos: 143 Marshall: Plan: 153, 393 Martet, Jean: 347 Marx, Karl: concepto de interés nacional: 318, 383, 384 marxismo: 259, 260, 383, 384, 385 Massachusetts: 398 Masterman, Charles: 403 materias primas: embargo sobre las: 103, 104, 108, 126; los grandes Estados y la política de: 86, 90, 91 matrimonios españoles: asunto de: 109 Mauriac, Fran^ois: 370 Maurin (general): 317 Maurras, Charles: 219 Mazzini, Giuseppe: 176, 183, 209, 216, 224, 260 McKinley, William: 409 Meda, Philippo: 256 Mediterráneo: 25, 26, 27,185 Mégret, Maurice: 396 Meiji: 194, 240 Mekong: principados del Alto: 27 Memel: 179, 346 memorándum francés del 17 de mayo de 1930 sobre "la organización de un régimen de unión federal europeo": 113, 114 Mendés-France, Fierre: 398 Menelik (emperador de Etiopía): 93 mercado común: 394 Mérivale: 155 Mers el-Kébir: 306 Mersina: 118; estrecho de: 27 Mesopotamia: 26; política petrolera de los grandes Estados: 89, 90, 95, 118 Messimy (general): 427 Metternich, Clément (príncipe de): 374, 416 Meuse: costas de: 19 México: evolución económica y social: 388, 389, 390, 391, 413; explotación petrolera: 87; guerra civil: 102; formación del sentimiento nacional: 190; guerra civil: 102; inversiones estadunidenses: 130, 148; inversiones extranjeras: 152 Meyer, Arthur: 398 Michalacopoulos, André: 401 Michelet, Jules:31 Mili, Stuart: 176
509
Millerand, Alexandre: 296 Ming: 195 minorías, cuestión de: 177,178,179,180,181, 187,188,208; estatuto de: 187; y los orígenes de la primera Guerra Mundial: 444 Miribel: 377 misiones religiosas: función en la expansión colonial: 205, 211, 249, 439, 441 Moffat, Jay Pierrepont: 356 Mogador: 424 Mohamed Abdu: 202 Mohammed Raskid Rida: 197 Molotov, Viacheslav: 299, 348, 372 Moltke (general von): 419 Mommsen, Theodore: 176 Monarquía de Julio: 228, 231 Mongolia: 172 Monis: 423 Monnet, Jean: 394, 409, 410 Monpetit, Édouard: 192 Montaigne: 288 Montesquieu: 31, 325, 328 Montreal: 192 Mordacq (general): 357 Morgenthau, Hans: 299, 315, 320, 372 Mosley, sir Edward: 46 Mosul:89, 117, 118, 345 Motz:110 Moukden: 64, 65 Mounier, Emmanuel: 256 Movimiento del Cuatro de Mayo de 1919 (China): 61, 196 movimiento japonés (1897): 222 movimiento de jóvenes argelinos: 203 movimiento sionista: 65 Mozambique: 115 Mucchielli, Roger: 288 Mudros: armisticio de: 238 Muharrem: decreto de: 163 Munich: conferencia de: 372 Murri (sacerdote): 234 Mürzteg: plan de: 112 Mussolini: conquista de Etiopía: 327, 358, 418; doctrina: 217, 218; entrada en guerra (1940): 433, 437; evaluación de la opinión pública italiana: 367, 368, 369, 378, 399; expansión demográfica: 48; ideas sobre la emigración: 66, 327; papel en el nacionalismo italiano: 242; personalidad: 285, 292, 293, 302, 305, 372 375; reivindicación de la costa este del Adriático: 412; y la política de "mare nostrum": 25 MustafáKemal:199, 202 Mutsu-Hito: 242 Myrdal, Gunnar: 158
510
ÍNDICE ANALÍTICO
nacionalidades: en el Imperio otomano: 163; en Italia y en Alemania: 177; movimiento de: 184-209,262 nacionalidades, cuestión de: y socialismo: 175, 176 nacionalidades, principio de: 176, 177, 179, 187, 188, 199, 209, 212, 213, 216, 264 nacionalismo: 210-244, 255, 260, 413, 444 nacionalismo alemán: 212-214, 224, 228, 230, 233, 234, 264 nacionalismo económico: 77, 123 nacionalismo estadunidense: 220, 221, 224, 235 nacionalismo francés: 218-219, 224, 228, 230, 231, 232
nacionalismo inglés: 220, 228, 235, 242 nacionalismo italiano: 216-217, 218, 224, 225, 230, 231, 232, 233, 264, 400 nacionalismo japonés: 221-224, 229, 232, 239, 240 nacionalismo ruso: 215, 224, 230, 235, 236 nacionalsocialismo: 256 Nankín;94, 106,121 Napoleón I: 173, 250, 289, 306, 307, 315, 420 Napoleón III: 228, 260, 262; guerra de 1870: 417, 443; personalidad: 285, 306, 329, 354, 373-374, 387, 391; partidario de fronteras naturales: 412 Nasser, coronel G.: 400 Natal: 50 National War Aims Committee: 403 Nationalverein: 180, 301 negociaciones franco-anglo-soviéticas (Moscú, 1939): 372 Negro (Mar): 24-25 neo-Destur: 203, 204 neoeslavismo: 215, 233, 236 Nepal: 27 neutralidad: 103, 104; estatuto de: 223; ley de: 103, 104, 168, 337 Newton: 293 N'goko Sangha: asunto de: 116, 426 Nguyen Ai Quoc: 200 Nguyen Hein: 200 Nguyen Tmong To: 200 Nicaragua: 190 Nicolson, Harold: 309 Niemoller (pastor): 235 Nilo(Río): 16,20-21 Nivelle (general): 307 Noel, León: 293, 309 Normandía (Baja): 86 Norte (Mar del): 110, 185 Northcliffe (lord): 403, 404 Noruega: 19, 25; invasión alemana: 436; movimiento nacional: 182, 183
Notter, Harley: 374 Novicow: 264, 272 no violencia, doctrina de la: 257, 258 Nueva Caledonia: 75 nueva diplomacia: Wilson: 338, 348, 433 Nueva Inglaterra: 41, 398 Nueva York: 132 Nueva Zelanda: 53; restricciones a la inmigración china: 68 Nuevo Trato: 380 Nye, Gerald P,: 431 Obok: territorio de: 75 Obregón, Alvaro: 390 Obrenovich, Milán: 101 Oceanía: 28 Oficina Internacional del Trabajo: 52, 66 Okuma: 223 Oloron: 375 opinión pública: 11; acción de gobiernos sobre la: 395-405; la opinión pública alemana y el establecimiento del nazimo: 446; como grupo de presión: 354, 358, 363, 364, 370, 378; la opinión pública estadunidense y la inmigración: 58-59; francesa y la anulación de la deuda rusa: 167; inglesa y la Entente Cordial: 109; italiana y la entrada de Italia en la guerra (1940): 437; italiana y la guerra aduanal franco-italiana: 100; y los nacionalismos: 228; y el acercamiento político austro-alemán: 112; y los cárteles internacionales: 125, 127 óptimo de población (punto): 43 Organización de los Estados Americanos (OEA): 269 Organización de las Naciones Unidas (ONU): 166,261,266,269 Organización revolucionaria macedónica: 185-186 Orlando, Victor Emmanuel: 293-294, 340, 342, 366, 372, 412 Ostwall, W.: 286 Ottawa: acuerdos de (1932): 78 Ouenza: 86 Oxford: 32, 155 Pacíñco: establecimientos franceses en el: 75; guerra del: 402; islas del: 28-29, 156; Océano: 24, 27, 59, 68, 97 pacifismo: 243-279; acción de movimientos pacifistas a los Estados Unidos: 360, 361; la clase obrera y el: 245, 246, 247; el hombre de Estado y el: 336, 337; y sentimiento religioso: 247 pacifistas: radicales: 267, 361
ÍNDICE ANALÍTICO Pacto del Acero (1939): 433 pacto de asistencia recíproca franco-soviético (1935): 167,324 Pacto Briand-Kellogg (1928): 268, 337, 361, 362 Pacto de los Cinco (1922): 28 pacto colonial: régimen del: 74 pacto germano-soviético (1939): 434 Pacto de la Sociedad de Naciones (1919): 56, 103, 266, 269, 276, 277, 279 Pachich, Nicolás: 143 Page:431 Países Bajos: 31, 33, 81, 111, 131,185,288 países en vías de desarrollo: 72; asistencia a los: 134, 154, 158, 164, 165-166, 393 Pakistán: 413 Paléologue, Maurice: 304, 357 Palestina: 62; creación del hogar nacional judío: 65 Palmerston, lord H.: 273-274, 376 Palmira: 36 Panamá (Canal de): 28, 75, 92, 95, 97 panamericanismo: oposición política al: 152 paneslavismo: 214, 215 pangerrnanismo: 212, 213, 214, 223-224, 252, 253; véase también "Alldeutscher Verband" pangermanistas: 86, 312, 423; Liga: 212, 213,214 Paraguay: conflicto con Solivia: 21; construcción de vías férreas: 130; formación del sentimiento nacional: 190, 413 París: Bolsa de: 140 Parker, sir Gilbert: 403 Partido Bolchevique (Rusia): 400 Partido del Centro (Alemania): 252 Partido Conservador Libre (Alemania): 213,232 Partido Constitucional Demócrata (Rusia): 233 Partido Demócrata (EUA): 231 Partido Liberal (Gran Bretaña): 233 Partido Nacional Alemán (Alemania): 214, 232 Partido Nacional Socialista (Alemania): 214 Partido Republicano (EUA): 231 Partido Revolucionario Institucional (México): 390 Partido Social Cristiano (Austria-Hungría): 234 Pascal, Blaise: 338, 341 patriotismo: 195-196 Paul (regente): 410 Paul-Boncour, J.: 295, 297
511
Pax Romana: 255 Paz Ballott( 1935): 279, 358 Peace Society: 271 Pearl Harbor: 325 Pecquet, Antoine: 310 Pecqueur, Constantin: 245, 272, 273 Pedro II (Yugoslavia): golpe de Estado contra el regente Paul: 410 Pedro Karageorgevich: golpe de Estado (junio de 1903): 101 Pekín: 64, 94, 122 Penn, William: 250 Pensilvania: 41 Périer, Casimir: 304, 305, 306 Perkins, Dexter: 299, 315 Perroux, Frangois: 72, 73, 413 Persano (almirante): 408 Persia: 81, 83; ley de nacionalización del petróleo (1951): 89; política petrolera de los grandes Estados: 88; reparto de influencias: 117, 120 Pérsico (Golfo): 26, 88, 95, 117, 120 Perú: construcción de vías férreas: 92, 93; inversiones extranjeras: 152 Pétain (mariscal, Philippe): 306 Peyret, Alexis: 52 Pham Quynh: 200 Picamayo: 21 Pío LX: 253 Pío X: 253 Pío XI: 254 Pío XII: 254 Plan Dawes: 151 Plan Laval-Hoare: 358, 359, 360 Plan Marshall: 134, 153, 393 PlanSchlieffen:419 Plan Schuman: 394, 409 PlanYoung: 151 Plata, Río de la: 26 Plata, estados de La: inversiones extranjeras: 152 Plejanov: 384 Plutarco: 283 poderío marítimo, teoría del: 34 Poincaré, Raymond: niega crédito a Austria-Hungría (1911): 144; personalidad: 283, 294, 296, 302, 303, 304, 374; política en la Ruhr: 319; política financiera: 380, 424 Polignac (príncipe de): 319, 363, 400 política de poderío: 108 política natalista: 46, 47 Polonia: desmembramiento: 323; en las deliberaciones del Consejo de los Cuatro: 343, 345; Hitler y: 433, 434; inversiones francesas: 132, 145, 160; movimiento
512
ÍNDICE ANALÍTICO
nacional: 177, 181, 186, 299; política de emigración: 55, 56 Pomerania: 24, 25 Pont: 401 Port Arthur: 349 Portugal: 115; acuerdo anglo-alemán en relación con el Imperio colonial de: 122, 178 Posnania: 105, 179, 185 Possony: 320 Potemkin: 372 potencias centrales: 147, 253 Praga: defenestración de: 181, 321 presión demográfica: 46 Pretoria: 63 Fricólo: 436 Princeton: 298 principados rumanos: 177 proteccionismo: 73-78, 98, 123, 331, 387, 439 Protocolo de Ginebra (1924): 266, 271 Protocolo de Hossbach (1937): 350, 415 Proudhon, Fierre J.: 264 Proust, Antonin: 377 Prusia: 105; entrada en el Zolherein: 110, 174,301,442 psicología colectiva: 11, 12, 31, 38; y la expansión demográfica: 44; y el nacimiento de la "nación": 207, 228; y pacifismo: 278, 279, 397; y el programa autárquico de los Estados: 79 puertas abiertas: doctrina de las: 122 Puertas de Hierro: 21 Puerto Rico: 75 Pulitzer: 409 Puttkamer, Heinrich von: 373 Quarnero: 216 Quebec: 192 racismo: 212 Raffalovich, Arthur: 142, 400 Rambaud, Alfred: 330 Ratzel, Friedrich: 15, 16, 23, 24, 30, 31, 32, 33, 34, 35 Reclus, Élisée: 18 reconstrucción (EUA): 229 reforma: 183 régimen preferencia!: 76 regiones ístmicas: 26 Reich (Gran): 346, 412 Reinach, Joseph: 334, 376 remesa de emigrados: 51 Renán, Ernest: 176, 204 Renania: 110,317,323,418 Renner, Karl: 247
reparaciones: 131; comisión de: 304, 344, 345; supresión de: 151, 152, 168 reparto del mundo: 83, 114, 116, 211 Reubell: 412 revancha: 411, 412 Reverseaux: 377 Revolución bolchevique: 230 Revolución china (1911): 61 Revolución francesa: 39 Revolución industrial: 244, 443 Revolución de jóvenes turcos: 203 Revolución rusa de 1917: 384 Reynaud, Paul: 317 Reynold, Gonzague de: 256 Rhodes: 401 Rhodes, Cécil: 63, 220, 440 Ribbentrop, Joachim von: 435 Rice, sir Cecil Spring: 403, 404 Richard, Henry: 270, 278 Richelieu: 289 Rif: 86, 440 Rin: 21, 31, 329, 342 Risorgimento: doctrina política: 216 Robespierre, Maximilien: 290 Rojo (Mar): 27, 279 Roma: 25, 66, 183,324,435 Romero, Matías: 389 Roosevelt, Franklin Delano: Nuevo Trato: 380; personalidad: 285, 293, 295, 302, 303; propuesta de una polítca concertada de materias primas: 91, 259, 347; y la entrada de los Estados Unidos a la guerra: 378, 379; y el Senado: 367 Roosevelt, Théodore: doctrina expansionista: 221, 228, 440; política de protección de inversiones privadas estadunidenses: 162; tentativa de restringir la inmigración japonesa en California: 68 Roseberry (lord): 211 Rostow, Walt: 391, 413 Rothschild: 354 Rouvier, Maurice: 143, 145, 306 Roya! Geographic Society: 32 Rudini: 100 Ruge, Arnold: 244 Ruhr:105, 304, 319 Rumania: 21, 55, 56; formación del sentimiento nacional: 180; inversiones francesas: 145, 160; relaciones comerciales con la Alemania hitleriana: 83, 84, 85, 105 Rusia: 21; cuestión polaca: 186; emigración: 52; guerra aduanal con Alemania: 98; movimientos de capitales: 131, 160, 388; política de acceso al mar: 24, 25, 32, 33; relación entre poderío militar y eco-
ÍNDICE ANALÍTICO nómico y demografía: 39, 40, 42, 45; reparto de influencias en Persia: 120 Russell, Bertrand: 293 Ruyssen, Théodore: 279 Sahara: 327 Saint-Simon, Henri de: 245, 262, 271, 273 Saint-Valier: 335 Sajonia: 119, 177,302 Salisbury (marqués de): 185, 276 Samsún: 117 San Francisco: 68 sanciones económicas: 96, 103, 104, 270, 271,358 Sandau: 19 Sanders, Everett: 356 Santa Elena: 420 Santa Sede, la: actitud en relación con los nacionalismos: 233, 234, 235; y el pacifismo: 251, 252, 253, 254, 255, 256 Santo Domingo: 148 Santo Imperio Romano Germánico: 185 Sarraut, Albert: gabinete de: 317 Sarray du Franquesnay, J. de la: 310 Sarre: 341, 344, 361 Sauvy, Alfred: 413 Savov (general): 408 Say, J.-B.: 258 Scelle-Georges: 266 Scutari: 82 Schacht, doctor Hialmar: 407 Scheler, Max: 262 Schlegel: 176 Schleiermacher: 248 Schlieffen:plan:419 Schmidt, Paul: 372 Schnaebelé: asunto de: 411 Schónhausen: 373 Schuman, Frédérick: 320 Schuman, Robert: 394, 409 Schumpeter, J.: 156 Schurman: comisión: 200 Secesión, Guerra de: 85, 189, 229, 354 Seeley: 220 Segundo Imperio: 140, 244, 387 seguridad: colectiva: 336, 337, 338, 342; problemas de: 321, 326, 336, 341, 342 Seistán: 120 Selim I: 237 Selves, Justin de: 306, 408; papel en la crisis de Agadir: 424, 425, 426, 427 Semple: 32 Sena: 219 Senghor, Léopold: 207 sentimiento nacional: 10, 11, 61; definición del: 210; en Europa: 172, 173, 188, 189;
513
fuera de Europa: 189, 198; en las colonias: 199-206 sentimiento religioso: 11; y pacifismo: 244, 248, 256; y sentimiento nacional: 173, 192, 197, 198,233-242 Serbia: 24; ataque búlgaro: 408; cuestión de Macedonia: 182; guerra aduanal con Austria-Hungría: 101; la Iglesia ortodoxa y el nacionalismo serbio: 234, 235, 236; política de acceso al Adriático: 24 Serruys, Daniel: 126 servicio geológico (EUA): 88 servicio militar obligatorio: 39, 40, 192, 218,254 Seymour:417, 428 Sforza (conde): 227 Shanghai: 94 Shliapikov: 318 Shotwell, James: 361, 362 Siam: 60 Siberia: 20, 36, 56, 349, 423 Sicilia: estrecho de: 27 Sighele, Escipión: 224 Sikkim: 27 Silesia: 178, 345, 346, 416 Sillón, movimiento de: 252 Simón, Jules: 329 sindicalismo: norteamericano y la inmigración: 58; austríaco y el asunto de las nacionalidades: 175; durante el Imperio alemán: 247; en África negra: 206, 207 sindicatos: 359 Singapur: 27, 29, 50 sintoísmo: 174, 193; y los movimientos nacionalistas: 237, 239, 240 sionista: movimiento: 65 Siria: 26, 82, 102, 117, 118, 197, 198, 238 Siria-Fenicia: 25 Sivas: 117 Skoda: plantas: 445 Slesvig: 29, 105, 174, 178,185 Smolenski: 286 Snyder, Richard: 422 sobrepoblación: 43, 44, 46 socialismo: y la cuestión de las nacionalidades: 175; y pacifismo: 245, 262, 264, 444 socialistas: alemanes e imperialismo: 318; franceses y las inversiones en el extranjero: 141 Sociedad de Amigos de la Moral Cristiana: 258 Sociedad de ex Combatientes (Japón): 223 Sociedad Cultural de Asia Oriental: 222 Sociedad de Economía Política: 259 Sociedad Genyósha, (Japón): 222, 232 Sociedad Inglesa de la Paz: 249, 258, 278
514
Sociedad Nacional (Italia): 180 Sociedad de Naciones: 56, 64, 84, 87, 89, 103, 112, 114, 124, 187, 209, 255, 261, 266, 267, 268, 269, 275, 276, 277, 337, 338, 339, 341, 342, 355, 358, 359, 360, 410,411 Sociedad de la Paz (EUA): 248, 278 Sociedad para el Progreso de la Educación del Pueblo (Noruega): 183 Sociedad de Virtudes Militares (Japón): 223 sociedades petroleras: 87, 88, 89 Sofía: 112, 147 Somalia: costas de: 115 Sombart, Werner: 41 Sonnino, Sydney: 217 Sorre, Max: 22 Spandau: 19 Spaulding, E. Wilder: 372-373 Spring Rice: véase Rice Spuller, Eugéne: 376, 377 Stalin, Joseph: 293, 382, 385, 409 Starace: 368 Stengers, J.: 317, 328 Stevenson: 124 Stimson, Henry: 303, 355, 356 Stone (senador): 427, 430 Strada: 427, 437 Straight, Willard: 148 Strang (lord): 309, 371 Strausz-Hupé: 320 Stresemann, Gustav: 296, 336, 346, 354, 361; carta a Kronprinz: 416 Stuttgart: 246, 247 Suarez, Georges: 294, 303, 304, 345, 374 Sudán anglo-egipcio: 119 Sudeteland: véase Súdeles, cuestión de súdeles, cuestión de: 178, 322, 445 Suecia:25, 32, 184, 185 Suez (Canal de): 26, 27, 92, 95, 96, 441 Suiza: 18, 81, 131, 172, 178; francófona: 218 Sumner, Charles: 189, 221 Sund: 27 Sun-Yat-Sen: 164, 195 Suttner (barón de): 275 Taft, William: 147,312 Tahití: 28 taipings: insurrección de los: 195 Tajo: 305 Takba: 197 Talleyrand: 290, 354 Tannenbaum, Frank: 299, 315 Tarde: 284 Tardieu, Anclré: 427 Tazza: 143
ÍNDICE ANALÍTICO
ÍNDICE ANALÍTICO Tché-Li: 122 Teherán: 120 Temístocles: 283 Ténedos:401 Terranova: 28 territorio en arrendamiento: 121 Teschen: 178, 187 Texas: 406
Thiers, Adolphe: 306, 413 Thoiry: 354 Thomas, Albert: 66, 67, 71, 361 Thureau-Dangin: 304, 305 Tito, mariscal, Joseph: 385 Tocqueville, Alexis de: 260 Tokio: 64, 70 Tolain: 246 Tonkin: causas económicas de la expansión francesa: 86, 331, 332 Torcy,J.-B.:310 totalitarismo: 396 Toynbee, Arnold: 35 Transilvania: 184 Transvaal: 63 tratado anglo-persa (1857): 81 tratado anglo-siamés (1855): 81 tratado Clayton-Bulwer (1850): 28, 97 tratado Cobden-Chevalier (1860): 386 tratado chino-inglés de Nankín (1842): 80 tratado de amistad chino-estadunidense (1868): 68
tratado de comercio austro-serbio (1882): 100 tratado de comercio anglo-marroquí (1856): 81 tratado de comercio franco-alemán (1927): 125 tratado de comercio franco-inglés (1860): 74 tratado de comercio franco-prusiano (1862): 442 tratado de comercio germano-ruso (1894): 98 tratado de comercio germano-ruso (1939): 409 tratado de Frankfort (1871): 145, 177 tratado de Lausana (1923): 81, 82; (1932): 168 tratado de Locarno (1925): 151, 152, 277, 296, 297, 346 tratado de Londres: 340 tratado de París (1856): 264 tratado de Roma (1957): 394 tratado de Tetuán (1860): 162 tratado de Tien-Tsin (1858): 80 tratado de Ucciali (1889): 93 tratado de Versalles-Saint-Germain (19191920): 77, 112, 179, 295, 304, 398, 413 tratado Hay-Pauncefote (1901): 97 tratado Ryswijk (1697): 309 tratado serbo-búlgaro: 112 Trentino:216
515
Trieste: 216, 346 Trípoli: 117 Trípolitania: 217 Truman, Harry S.: 154, 357 Tumulty: 374, 428, 429 Túnez: conquista de: 329, 332, 417; cuestión de italianos: 63, 64; nacimiento del movimiento nacional: 203, 204; problemas financieros y establecimiento del protectorado francés: 161,317 Turgot: 31 Turkestán: 224 Turquía: 95, 119, 139, 144; formación del sentimiento nacional: 198, 199, 238 Twesten: 301 Tyrol: 19, 179
vías de comunicación: 88, 92, 97 vías férreas: 83, 92, 94, 108, 116, 117, 118, 119, 120, 121, 122, 129, 130, 139, 140, 146, 389 vías marítimas: 29, 92, 95, 96, 97, 108, 211, 279 Victor-Emmanuel: 181 Victoria: 68 Vidal de la Blanche, Paul: 20, 26, 34, 35 Viena:40, 101 Vietnam del Sur: 174 Vilna: 179, 187 Vinh: 200 Vladivostok: 25 Volkgeist: 176 Voyenne, Bernard: 397
Ucrania: 21,348 Uitlanders: 62, 63 ulemas: 198 ultimátum: austro-húngaro a Serbia: 253
Wakefield, Edward Gibbon: 53 Waldeck-Rousseau: 375 Washington: 87, 133 Washington, George: 173, 290 Waterloo: batalla de: 381 Watson: 288 Weber, Max: 287 Weimar (República de): 346 Weiss, J.-J.: 377 Weltpolitic: 336 Welles, Sumner: 91,347 Wellington House (oficina de propaganda de guerra): 403 Wergeland, Henrik: 184 West, Andrew Fleming: 298 Wiersma, E.: 288 Wilkinson, Spencer: 220 Wilson, William B.: 431 Wilson, Woodrow: Catorce Puntos de: 178, 187, 366, 393; concepto de interés nacional: 312, 314, 337, 338, 340, 341, 344, 345, 392, 365, 366, 367; enfermedad: 376; evolución de la opinión pública estadunidense sobre el Consejo de los Cuatro: 364, 365, 366, 367; gira en favor de la Sociedad de Naciones y del Tratado de Versalles: 398; influencia de los principios de, sobre la libre determinación: 203, 209; mensaje al pueblo estadunidense (1914): 190; oposición a las reivindicaciones italianas en el Adriático: 150; personalidad: 295, 297, 298, 300, 372, 375, 376; política de inversiones en el extranjero: 148; política de neutralidad financiera: 148, 150; preparación para la guerra naval: 416; ruptura de relaciones diplomáticas con Alemania: 427, 433; Tratado de Versalles y el Senado: 357
UNESCO: 261
unidad alemana: 110, 174, 177, 180, 184, 185,212,442 unidad italiana: 177, 180, 184 Unión: Estados Unidos: 28, 162, 188, 189 unión aduanal: definición: 109, 110, 111, 112, 126 Unión Sagrada (Flandes): 183 Urales: 358 URSS: ataque de Hitler: 306, 409; programa de autarquía: 78; política de materias primas: 87, 89, 90; restricciones a la emigración: 55, 56 Uruguay: 26, 52; construcción de vías férreas: 92, 130; formación del sentimiento nacional: 190 Vacher de Lapouge: 347 Vailland, Edouard: 247 Valona: 217 Vallaux, Camille:31,34 Vandenberg, Arthur: 357 Vanderpol: 252, 253 Vaticano: 255 Vauban, Sébastien: 31 Vaussard, Maurice: 255 Vauvenargues: 288 Venecia: 19, 216, 327; dux de: 29 Venezuela: rivalidad de compañías petroleras extranjeras: 87, 130; formación del sentimiento nacional: 190 Venizelos, Eleuterio: 144, 242, 400, 402 Veracruz: 389 Vergennes: 308 Vernon: 390, 391
516
ÍNDICE ANALÍTICO
Willert, sir Arthur: 403, 404 Winthrop, Robert: 221 Wiseman, sir William: 403 Wiskemann, Elizabeth: 292, 375 Wirwatersrand: 62 Woeste: 322 Wohlstetter, Robería: 423 Wolfers, Arnold: 315, 321, 324 Wolff: 250 World Alliance for Promoting International Friendship through the Churches: 249 Wright, Henry: 257 Yang-Tsé: 121. Yap: 28 Yemal ed-din-al Afghani: 197, 198
Young: plan: 151 Yuan-Chi-Kai: 164-165 Yugoslavia: inversiones francesas: 145, 299; relaciones comerciales con la Alemania hitleriana: 83, 84 Yunoran: 94 Zagloul Pacha: 203 Zaharoff, sir Basil: 402 Zanzíbar: 29 Ziya, Gókalp: 198 Zollverein: 109-110, 174,442 Zona de influencia económica: 80, 83, 84, 85, 89, 117, 118, 119, 120, 121, 127, 160 Zuoz: 359
ÍNDICE GENERAL Prefacio a la cuarta edición Introducción
7 9
Primera Parte LAS FUERZAS PROFUNDAS
por Fierre Renouvin I. Los factores geográficos 1. Las cualidades y los recursos del territorio . . . 2. La posición El acceso al mar, 23; El "control" de las rutas de tránsito, 26; La posición insular, 28 3. El "espacio" u. Las condiciones demográficas 1, El crecimiento demográfico 2. Los movimientos migratorios Las migraciones y el poderío relativo de los Estados, 50; Los movimientos migratorios y los litigios internacionales, 62
.
.
.
.
V. Las cuestiones financieras 1. El desarrollo de las inversiones de capitales . 2. El papel del Estado 3. El imperialismo financiero y los conflictos políticos 517
30 38 38 49
III. Las fuerzas económicas. Las competencias y los conflictos 1. L o s conflictos d e l a s políticas económicas . . . 2. Los métodos de la expansión Los mercados de exportación, 80; La búsqueda de las materias primas, 85; El control de las grandes vías de comunicación, 92 3. Las coerciones Las guerras arancelarias, 98; El embargo, 102; El boicoteo, 104 IV. Las fuerzas económicas. Las alianzas . 1. Las uniones aduanales 2. Los "condominios" económicos 3. Los repartos de influencia 4. Las alianzas económicas internacionales
15 15 23
12 73 79 97
. 1 0 9 109 114 116 .123 • .
128 128 136 155
ÍNDICE GENERAL
ÍNDICE GENERAL
518
VI. El sentimiento nacional 1. La nación y el Estado en Europa 2. La nación y el Estado fuera de Europa En los Estados independientes, 188; En las colonias, 199
171 175 188
VIL Los nacionalismos 1. Las formas del nacionalismo 2. Los móviles del nacionalismo El temperamento, 225; El sentido de los destinos nacionales, 229; Las ideologías políticas o sociales, 231; El sentimiento religioso, 233
210 210 225
VIII. El sentimiento pacifista 1. Los fundamentos del sentimiento pacifista El pensamiento económico y social, 244; El sentimiento religioso, 247 2. Los métodos de la acción pacifista . . . . 3. El alcance internacional del movimiento pacifista
243 243 257 269
EL ESTADISTA
por J.-B. Duroselle
283 284 292
El doctrinario y el oportunista, 292; El luchador y el conciliador, 295; El idealista y el cínico, 298; El rígido y el imaginativo, 302; El jugador y el prudente, 304
3. Conclusión X. El estadista y el "interés nacional" 1. Las ambigüedades del concepto de interés nacional 2. Las diferentes concepciones del interés nacional 3. Colonialismo y continentalismo 4. Seguridad tradicional y seguridad colectiva 5. El espacio vital según Hitler XI. La acción de las fuerzas profundas sobre el estadista 1. Las presiones directas 2. Las presiones indirectas
XII. La acción del estadista sobre las fuerzas profundas , . 1. Las tentativas de acción sobre las fuerzas económicas y sociales 2. La acción sobre las fuerzas psicológicas colectivas . XIII. La decisión 1. Estudio general del problema de la decisión . . 2. El problema de la decisión "racional" . . . . 3. Ejemplos de decisión La decisión de Caillaux de ofrecer a Alemania una parte del Congo a cambio de Marruecos, 423; La decisión de Wilson de romper relaciones diplomáticas con Alemania, 427; La decisión de Mussolini de entrar en guerra en 1940, 433 Conclusión
Segunda Parte
IX. La personalidad del estadista 1. Las principales tipologías de la personalidad Las clasificaciones psicofisiológicas, 286; Las clasificaciones psicológicas, 286; La clasificación caracterológica, 287 2. La personalidad y las actitudes históricas
3. El ambiente 4. La "presión social" 5. Conclusión
308
312 313 321 328 336 345 352 352 358
519
363 370 377 380 383 395 406 407 417 422
438
Bibliografía
447
índice analítico
497
Este libro se terminó de imprimir y encuadernar en junio de 2000 en los talleres de Impresora y Encuadernadora Progreso, S, A. de C. V. (IEPSA), Calz, de San Lorenzo, 244; 09830 México, D. F. En su composición, parada en el Taller de Composición Electrónica del FCE, se emplearon tipos Áster de 12, 10:12, 9:11 y 8:9 puntos. La edición, de 2 000 ejemplares, estuvo al cuidado de Manilo Fabio Fonseca Sánchez.
7
I
í
t
D
e
W """ti H L ESTUDIO de las relaciones internacionales I"4 • se vincula principalmente con el análisis ^ -* y la explicación de los nexos entre las B comunidades políticas organizadas en el marco de un territorio, es decir, entre los Estados. Ello debe tomar en cuenta las interacciones entre los pueblos y entre los individuos que integran esos pueblos: intercambio de productos y servicios, comuni- | cación de ideas, influencias recíprocas entre las formas de civilización, muestras de simpatías o de antipatías. Asimismo, esas relaciones raramente pueden disociarse de las que están establecidas por los Estados: los go- j biernos no permiten el libre contacto entre los pueblos ! sino que imponen reglamentaciones o límites que dependen del movimiento de los mercados o las fluctuaciones del capital, de las migraciones y la circulación ideológica. Por otra parte, también pueden generar corrientes afectivas. Si tales relaciones se dejan en libertad pueden llegar a constituir factores de solidaridad o, por lo menos, los antagonismos entre intereses particulares no tienen consecuencias políticas directas. En cambio, reglamentadas por los Estados, devienen en un elemento de negociación o de conflicto entre los gobiernos. Es por la acción de los Estados que el trato internacional se convierte en el centro de las relaciones internacionales. Tal es el marco de referencia general en que se sitúa esta obra. Aquí se examina el devenir de la teoría y la práctica del intercambio entre los pueblos y se puntualiza el papel que la experiencia ha desempeñado en las variables geográfi- [ cas, las migraciones, las expansiones... El papel del Esta- ! do y el interés nacionalista han contribuido a fortalecer el estudio de la diplomacia, no menos que el interés hu- | BB mano n en busca de la armonía universal.
Ilustración de portada: Martín Hernández Hdez. www.fce.com.mx
9 "78968r658939"