GILBERT DURAND
LAS ESTRUCTURAS ANTROPOLOGICAS DE LO
IMAGINARIO Introduccifln a la orquetipolog-a general Versión castellana de
Mauno Anutño
taurus
Título origina l: I'es structares,,
oginaire' (Introdaction
4t O
1979, BoRDAS, París. ISBN : 2-04-008001-t '
Sócn,rr¡s: Por tanto, acerca de las mismes cosas que uno ignora, ¿puede tener en sí opiniones verdaderas?
M¡ruóN:
Parece evidente que sí.
Sócn,rr¡s: En estos momentos, las opiniones
verdaderas
han brotado en él como un sueño...
Pt.ttóN, Menón, 8)
c.
Reducir la imaginación a esclavitud, aunque se rrare de lo que burdamente se llama la felicidad, es sustraerse de todo cuanto h"y, en el fondo de sí mismo, de justicia suprema. Sólo la imaginación me da cuenra de lo que puede ser, y eso basta par^ levantar un poco la terrible prohibición. Basta para que me abandone a ella sin temo r a enge,ñarme
..
.
A. Bn¡roN, Manifeste du Suréalisme.
O 1981, TAURUS EDICIONES, S. A. Pr'rncipe de Vergara, 81-1.o - M¡'oruo-6 ISBN z 84-306-1202'5
-
Depósito Legal: M . 33 -91t'L982
PNNTED IN 'tP'{/N
INTRODUCCIÓN
Una antropcllogia entendida en el sentido más amplio; es decir, un conocimiento del hombre que asocie diversos métodos y diversas disciplinas, y que nos revele un día los secretos resortes que mueve n a este huésped, prese nte sin habe r sido invitado a nuestros debates: el espíritu humano...
Cl.
LÉvl-SrnAUSS,
Antltropo/ogie structurA/e,
p. 91. Aunque el documento escapa con demasiada frecuencia la historia, no puede escapar a la clasificación.
A. Lnnol-GouRHAN , L'bomme et /a p.
a
matiDre,
18.
Lns IMÁcENES DE ucuATRo cuARToso
. El pensamie hto occidental , - y especialme nte la filosofía francesa, tiene por tradición constante devaluar ontológicamente la imagen y psicológicamente la función de imagin ación <(maestra de error y de fal-
sedad>. Con justo motivo se ha señalado' que el vasto movimiento de ideas que , desde Sócrates y a través del agustinismo ,, la escolástica, el
carteslantsmo y el siglo de las luces, de semboca en la reflexión de Brunschvicg, de Lévy-Bruhl, de Lagneau, de Alain o de Valéry, riene por consecuencra poner en cuarentena todo lo que considera como vacaciones de la razón. Para Brunschvicg, toda imaginación sea -¡aunque platónica!- eS upecado contra el espíritu>r. Para Alain, más roleranre
t Gusoons, Mythe et nzétapltysique, p,174. 2 BRuNscHVIcc, Héritage de nzots, báitage d'idées, p. 98. r7
I dos mitos son ideas en estado naciente> y lo imaginario es la infancia de la concien cias . Podía esperarse que la psicolo <.loca de la casa)>. Nada de eso. S gos clásicos confunden la image ción, que ehriquece el esp-ritu más que copias de las cosas objeti ción es reducida, por los clásicos , e Ia sensación, y que se denomina imagen remanente o consecutiva. Sobre esta concepción de un iml,gingrio-devaluado es sobre lo que florece el asociacionismo t, esfuerzo loable desde luego para explicai lrs conexiones imaginativas, pero que comete el erroráe ieducir'laimaginaci1n a u|. puzz/e estático, romo; la image n a una mezcla muy .qúíuoca ? -y medio camino entre la solidez de la-sensaci6n y la purerá aé la idea. 6 Bergson dio el primero de los golpes decisivos al asociacionismo ahondando dimensiones nuevas en el continuanz, de la concien cia. Sin embargo, Bergsg.n !o liberó cgmpletamente la imagen del papel subalterno que la obligaba ocupar la psicologia clásica. Porque, én'él,la imaginación se resuelve en memoria, €o una especie de iontador de la .*"irtencia,_ que se estrope? e n e I de e gulariza por la atención percept-iva a.la vida. A que no se puede confundir lo imaginado y lo la memoria colorea la imaginación de residuos a posteriori, no es menos cierto que existe una esencia propia de lo imaginario que diferencia el pensamiént9 d9l P.oe-ta.del pensamiento del cronista ó del memoralista.H^y una facultad de lo posible que es necesrio estudiar por medios distintós a la introspección- bergsoniana, siempre sospechosa de regresión. No insistimos más en la sólid a crítjca que Sartre diri teoÍ.ta,
clásica de la imagen miniatura y contra la imagen recuerdo 7, reprochando ? ambas
de la ar>>
la
imagen y romper con ello el dinamismo de la conciencia alienando su función principal, que es más conocer que ser: ..Indudablemente se han reempl azado las pesadas piedras de Taine por ligeras brumas vivas que se transforman sin cesar. Pero no por e llo ésas brumas han cesado
de ser cosas...>>8. Se trata de preguntarse ahora si Z'Imaginaire de Sartre ha mantenido las promesas críticas de L'Irnagination, Para evitar ucosific ar> la imagen, Sartre preconiza el método fenodel fe nómeno menológico, g.r. ofrece la vent aia de_no _d.i a: toda ilusión de inmaimaginario más que intenciones purificadas de^pa:ecer que reve la la.descripción fenomenolóne ncia e. El caricter de la .imagen Slca,.es que es una conciencia, y por consiguiente eS, como toda conciencia, ante todo trascendente'n. El segundo carácter de laimagen que diferencia la imaginación de ottos modos de la conciencia, es que el objeto imaginado viene dado inmediatamente por lo que es, mientras que.el saber perceptivg se forma lentamente_ por aproximaciones y acercamie ntos sucesivos. Sólo el cubo imaginado tie ne de entrada seis caras. Por tanto, la observación de semeiante objeto por la imaginación no me enseña nada, y en última instancia no es más que una ..cuasiobservaciónr> ' '. De ahí resulta al punto un tercer caricteÍ t'; la conciencia imaginante ..plantea su objeto como una nada,r; el uno ser>> sería la categoria de la imagen, lo cual explica su caricter último, es decir, su espontan'eidadtr; la imaeinación traga el obstáculo que es la opacidad laboriosa de lo real percibido, y la vacuidad total de la conciencia corresponde a vna total espontaneidad. Es 1 p9r tanto, a una especie de nirvana intelectual a lo que llega el análisis de lo imaginario, que no es más que un conocimiento desengañado, una upobreza esencialu. En los capítulos siguientes, Sartre uatari de hacet un censo completo de la ufamilia de la imagen)>'o; no podrá impedir que esta última sea considerada como un pariente pobre mental, ni que las tres partes finales de su obra rt, en las que por otra parte abandona el método fenome nológico, DO estén sobreente ndidas por el /eia motiu de la udegradación> de I saber que representa la image n. A la pluma del psicólogo vuelven sin cesar epítetos y apelaciones degradantes t6 l7 imagen es una .rsombra de objeto>) o también <
; la imagen no es más que un ..objeto fantasmarr, ,,sin consecuenciarr; todas las cualidades de la imaginación son sólo ..nada,r; los objetos imaginarios son ..turbiosrr; uvida ficticia, estereodpada, aminorada, escolá"óticd, que en la mayoria de las gentes no es más que un remedio püa salir
8 Cfr. SrRtRr, op. cit., p.6g. e Cfr. S,rRrR¡, op. cit., p. 146, y L'Imoginaire, p. t4. lo Cfr. S,tntR¡, L'lmaginaire, p. 16. rr Cfr. S¡nrpl, op. cit., p. 20. Aquí está la noción de otrabajo> cara a Alain, que va a distinguir Io perceptivo de la pereza o de la infancia de las imágenes. Cfr. Ara¡NI, Prélininoires, pp. 47 -49, 90-9L t2 Cfr. SnnrRE, op . cit. , p . 23 . rt Cfr. SanrRE, op. cit., p. 27. 14 Cfr. SnnrRE, op. cit,, pp. 30 y ss. It Cfr. SnnrRE, op. cit,, pp. 76 y ss. 16 Op. cit., pp. 82,85, 91, li7, 138, r7r, L74, 17t,181, lgi, lg6, L97,190, 2og, 214, 231. 18
rg
-l
d.lpaso,eSloqyeprecisamentedeseaunesquizofrénico...>>|7. nalmente, esa upobreza ese ncial> constituye la imagen y se manifiesra
especialmente en el sueño <,que también se parece
ll ,tíor en el spino-
zismon'*, y la imagen se encuentra asi.,*restm de errorrr, como entte los metaflrsicos clásicos. Es más, el papel de laimagen en lavidapsíqui-
ca queda rebaiado al de una posesión cuasi deráoní^ca, ,o-^ndó la nada una especie de consistencia ,rmágica> por el carácrer re la imagen que_ se impone con obstinación al penrr^i.rr.de to. Por último, y dg un modo absolutamente paradliico, eo su conclusión Sartre parece desmentir súbitamente el dualismb, que cuidadosamente se había molestado en establecer a lo largo de doscientas treinta
páginas, e ntre espontaneidad imagin aria y esflerzo de conocimiento verdadero, y vuelve a llna especie de monismo del cogito. Lejos de extÍa.er las conclusiones lógicas de la negatividad constiiutiva d. la imagen, s€ limita a confundir en un aniquilamiento gen eral la afirmaci1n perceptiva o conce ptual de I mundo, ásí como las fantasías jrrealizanres de. la imagin aci6n Precisamente p9r el proceso general de aniquilamre nto se reconcilian conciencia de- lo.real-y conciencia de lo irreai y la obra concluye con esta trivial conclusión' u.rt, conciencia libre...'á,r. supera lo real a cada instante, ¿qué es, en efecto, sino simple-.rrr. l" conciencia tal como se revela a si misma en el cogito?r>2l. Ért, afhmación. va seguida de un post scriptum muy discuTible consrir"iá" pot 'e consideraciones estéticas, en el que Sartre cha mano de la tesis dé la irrealidad del arte y el tema del resentimienro conrra la poesia. Elauror de !'lmaginaire se acuerda de que ha sido detractor^ de Baudelaire igual que de Camus y de Faulkneir, El mérito que nadie puede negarle a Sartre es el de haber hecho un esfuerzo. por describir el funciottrmi..tto específico de la imagin ación y p.or distinguirla en las doscientas primeras pág"inas de l; -al menos obra- de I comportamie nto perce ptivo o mnésico. Pero á rñ.dida que prgg{9.san los capítulos, la imaggnJ el papel de la imaginación prr...n volatilizarse y desembocar, en definitiva, en una totri devalur.iO.r de lo imaginario, devaluacjón que no corresponde en modo alguná al papel efectivo 9.ue iuega la imagen en el .á-po le las motiuíciones óricológicas.y culturales. Finalmé.rte ,la critica que Sartre dirigia a las iosiciones clásicas en L'lrrzagmahon, al reprocharles .,destru ,í l^ imag[nu y uhacer una teoría de la imaginaci6n sin imágenes)>, se vuelve contia el .
autor de L'lmaginyle._ Afirmar, en efecto , ál mismo tiempo que lmag€n es una realidad.psjeui5a cierta>
y que la
..la
tmagen nün.r^puede ser alcanzada por una uinducción>22 de ios^hechos de"experienci^ .ont7
20
2l 22
la sedicente fenomenología psicológica, nos parece contradictorio
op. cit., pp
. 30, 40, 46, 49.
S¡lrn¡ ,, Baudelaire y Situations, I. 20
. Ca-
be preguntarse , pues, por qué Íazones Sartre ha marrado hasta tal punto la imagen e n sus dos volúmenes consagrados a. la imaginación. ^En principio, y en nuestra opinión, por una incapacidad del autor del ensayo sobre Baudelaire para captar el papel de la obra de arte y de su sopofte imagin ario. El mismo arte sartriano oscila constantemente entre el juego hábil e insignificante de la comedia de bulevar y la pesada ten tativa de reintegración total de lo real, eo la que se encuentra un hipernaturalismo lo Zola acomp añado de una filosofía al estido de ^ Paul Bourget 2i. lamás es considerado el aÍte como una manifestación
original de una función psicoso cial, iamás la imagen o la obra de arte es captada en su sentido pleno, sino siempre tenida por mensaje de irrealidad. De ahí el carácter a menudo inauténtico de la obra novelesc .y teatral de Sartre, que tan pronto es un brillante pastic/te del teatro burgués o de la novela ame ricana, coino sale pesadamente de los maÍcos estéticos p^ra abordar las interminables riberas de la pedante descripción fgnomenológ ica. Por último, también la estétici sartriana es una <(cuaslestética>>'o y no hay que sorprenderse de que un autor cerrado a tal punto a la poética hay a maÍrado hasta ese punto la esencia de
la imagen. Pero, sobre todo, eo nuestra opinión Sartre ha marrado la imaginación por haber querido limitarse a una- aplicación restringida del método fenomenológico, reducido por el solipsismo psicológico. En efecto, parece paradíiico haber intentado el estudio del fenómeno de imaginación sin dignarse consultar el patrimonio imaginario de la humanidad que constituye n la poesia y la morfologia de las religiones. La obra que Sartre consagra a L'Imaginaire podría titularse perfectamente . Por este psicologismo tun estrecho como parcial, Sartre peca contra la fenomenol ogia. Porque una fenome nología de lo imagin ario debe, ante todo, prestarse con complacencia a las imágenes y ..seguir al poeta hasta la extremidad de sus imágenes sin reducir iamis ese extremismo que es el fenómeno mismo del impulso poético r>25 . En nuestra opinión, Sartre ha confundido reducción fenomenológica con restricción psicoló gica debido al compromiso con una estrecha y timorata situación dada, y por faltar, debido a ello, a esa modestia sist emitica que Bachelard exige con motivo del fenomenólogo2í. Para poder uvivir directamente las imágnes> es 2t Cfr. J. L^run¡Nt,, Paul et Jean-Paul, en Table ronde (febrero 1950); cfr. asimismo lacritica que H. Bonnet hace de la estética utilitaria y semiolígice de J.P. Sartre en Ro-
rnon et poésie, pp
l8 rg
cteta, a no ser por una <
24 Es decir,
.
238 y ss.
obra, de arte a un (compromiso, utilitario que está muy alejado de ella, repudia las concepciones del arte por el arte e incluso la génesis del erte e partir de sus fuentes anffopológicas: la religión y la megie. 2t Bacurr¡,no, Poátique de l'hpace, p. 198. 26 Op, cit., p. 8.
subordinale
2l
preciso además que la imaginación sea lo bastante humilde p^ra dignarse llenarse de imágnes. Porque si uno se niega a esta primordial humildad, a este originario abandono al fenómeno de las imágenes, iamás podrá realizarse or falta de elemento inductor- ese ((eco)> que -p es el inicio mismo de todo paso fenomenológicoz7. En Sartre, una psicología introspectiva domina ripidamente sobre la disciplina fenomenológica, sobre la voluntad de someter a la ((experiencia de la conciencia', el patrimonio imagin ario de la humanidad. Muy .rápidamente la conciencta, que no es más que <(resonancia> tautológica, se agota y, desde la página sete nta y se is, Sartre 28 abandona deliberadame nte la fenomenología para, entregarse hipotéticas construcciones explicati^ treinta primeras páginas de la obra vas. En realidad, incluso, sólo las utilizan la descripción fenomenológica, y las cuarenta y seis siguientes sólo están constituidas por variaciones sobre el mismo tema descriptivo de la ufamilia de la imagen'. Nos parece que el fracaso sartriano par^ describir un modelo psicológico de la imaginación no es más que el caso límite de la búsqueda general de cierta psicología bastarda de postulados fenomenológicos y varada en una perspectiva metafísica preconcebida. Por este motivo hemos reservado la critica de las posiciones de la Denkpsicol ogia, posiciones que sin .embargo son anteriores a la tesis sartriana,. pero que en nuestra opinión ponen en eviden cia, e n un caso más matizado, en una observación más limítrofe, las causas profundas de la devaluación radical que Sartre hace sufrir a lo imaginario. Desde luego, existen diferencias profundas entre la Denkpsicol ogia y la psicolo gia de Sartre. Mientras que en Sartre, en efecto, lo imaginario no es descrito en definitiva más que como ejemplo significativo de la vacuidad esencial de la conciencia humana, en otros pe nsadores me nos directame nte obsesionados por la metafísica encontramos una minimizaciln semejante de la imaginación, pero esta vez e n provecho de un pensamiento que se que rria válido, purificado de la polución de las imágenes2e. En esta perspectiva h^y un tetorno a la cosificación de la imagen denunciada por Sartre. Mientras que en éste y sus predecesores asociacionistas y bergsonianos, lo imaginario era en el fondo el símbolo de todo pensamiento: prototipo de las relaciones mecánicas en los asociacionistas o de la totalidad mnésica de la conciencia en Bergson, prototipo ejemplar del aniquilamiento en Sartre; por el contrario, en los pensadores a los que ahora aludimos no hry minimización de la imaginación más que con el sólo fin de privile giar, por antítesis, los elementos formales del pensamien27 Op. cit., 28 S,tnmr,
29
p.
7
.
L'Imaginaire, pp. 76, 30, 46.
Cfr. ButtI.eR, Tatsacben und Probleme za einer Psltcbologie des
Dená,aorgange,
Ges, Psycbo., 1907, p. 321, y Btrnrouo, La Pensée d.laprés les recherches expérinentales de Watt, Messer, Bübler, pp. 6t y ss.; cfr. BIN¡T, Etade expérimentale de I'intelligence, p.3O9; cfr. BINET, cla Pensée sans imagesn (Rea. p/til, 1903, I,
I, p. 32I,
p.
en Arcb.
f.
to. En resumen, las posiciones asociacionistas, bergsonianas o sartrianas tendían igualmente en sentidos diferentes a .rn *onismo de la conciencia psicoló gica del que lp imagin ario no er^ más que una ilustración dialéctica.' Monismo mecanicista, metafórico o aniquilador, poco importa: la imaginación, bien haya sido reducida a la percepción debilitada, al recuerdo de la memoria o, por el contrario , a la..concienciapesar de las vacilaciones sartriade> e n general, no se distinguía
-? los fenómenos de conciencia. Por homogénea de el conttario, la Denkpsicología, prolongando el cartesianismo, se vale del que a veces dio pruebas resueltamente del dualismo de )ames -y conciencia,r, €S decir, la conBergson-lo que separa la.,corriente de ciencia únicamente válida, del polípe ro superficial de las imáge nes. Paradoia., decimos, porque el <(pensamiento sin imágeneS>), caro a la Denkpsicologia, parece acercarse más morfológicamente a las relaciones formales de las uimáge nes-ideasu del asociacionismo que las riqu ez^s ^ Bradley I' flotantes de la corriente de conciencia. No obstante , lo que descubre , aproximadamente por la misma época que fames, es la primacía de los elementos transitivos del lenguaje y del pensamiento sobre los elementos sustantivos y estáticos, mientras que \Wundt 12 distingue de la percepción productora de imágenes la apercepción de un > intelectual. Pero es, sobre todo con Bre ntano y con Husserl 13 cuando la actividad del espíritu va oponerse radicalm'ente a los u.o.] ^ uinte nción)> o acto inte lectual de I tenidosr> imaginarios y sensoriales. la espíritu, es decir, el sentido organizador de estados o de colecciones de estados de concie n cia,, es afirmada como ttascendente a esos estados mismos. Y Sartre, como hemos visto, oo se ha perdido la lección de esta trascendencia constitutiva de la conciencia. Desde ese momento, los psicólogos de la Denkpsicología aceptan, como Sartre , la dicotomía metafisica c Ía a los clásicos entre conciencia formal y residuo psicológico y <(materialu del pensamiento . Paralelamente a estas conclusiones que de nuevo separaban la actividad lógica de lo psicológico, los psicólogos de la Escuela de rü(/ürtzburg que verifican ..sobre el terreno de la introspección experimental el antipsicologismo de Husserl,> 3a llegaban a nociones .psicológicas muy próximas a la de <.intenciónu, tales como <(conctencla de reglzs)), ..tensiones de concienciarr, <(actittrdes de concienciarr, pensalnientos puros de imágenes y constitutivos del concepto. Por ser el concepto un use ntido> que la imagen y la palabra pueden simple mente evocar, pero que preexiste tanto a una como a oua, la imagen no es más que un <.impedimento)> para el proceso ideativo. nas- de la corriente
30 Cfr. JauEs, Précis de Psycbologie, pp. 206, 2lO, 2L4. Cfr. B¡ncsoN, Essai, pp. 6, g, 69, 127. tr Cfr. B,TcHELARD, Pinciples of Logic, I, pp. l0 y ss. 12 Cfr. VuNDT, Übe, AusfraSe, p. 8t. i1 Cfr. BnrNraNo, Psycltologie, pp. L7 , 27, 38. Cfr. HussERL, Idées.,., pp. 53, 64, 75 y ss.
)4
138).
22
S¡,nrRE,
I.'Imaginatio4, p. 74. 23
En estas teorías intelectualistas, lo que sorprende ante todo es e I equívoco de la conce pción de la imagen, estrechamente empirista y tanto más empirista cuanto que se la quiere desacreditar a fin de sepaÍaÍ de ella un pensamiento puramente lógico. Lo que luego salta a la vista es el equívoco de las fórmulas y de las nociones empleadas ((tomando a la letra esta expresión de pensamiento sin imágenes,> que honestamente no puede significar, según escribe Pradinesrt, <. La Escuela de \íürtzburg, como la Denkpsicol ogia, postula un pensamiento sin imáge nes sólo porque la imagen es reducida de nuevo a un doblete remanente de la sensaciót y porque entonces es lógico que tales imágenes no airadan nada al sentido de las nociones abstractas. Pero, sobre todo , la critica general que puede hacerse de las teorías reseñadas hasta ahora, es que todas ellas minim izan la imaginación, bien pervirtiendo su obieto, como en Bergson, donde se resuelve en residuo mnésico, bien depreciando la imagen como un vulgar doblete sensorial q..re pre par a e I camino al nihilismo psicológico del im agi^s't nario sartriano. La psicología general, aunque sea tímidamente fenomenol1gica, esteriltza la fecundidad del fenómeno imaginario rechazándolo pura y simplement€, o también reduciéndolo a un torpe esbozo conceptual. Ahora bie n, e n este punto es donde , con Bache lard, h^y que reivind icar para el filósofo el derecho < r(' sin exclusiva alguna. Dicho en otros términos, y a pesar de su etimol og'ra hegeliana, la fe nomenol ogia psicoló gica siempre ha separado el número significado del fenómeno significante, confundiendo la mayor pafte de las veces el papel de la imagen mental con los signos del lenguaje tal como los define la escuela saussuritnatT. El gran malentendido de la psicología de la imaginación es, por último, entte los sucesores de Husserl e incluso de Bergson, haber confundido, a través del vocabulario mal elaborado del asociacionismo, la imagen con la palabra. Sartre ", que sin embargo habia tenido cuidado de oponer el signo escrito.,oficina del subjefeu y el <(retrato,, de Pedro, llega poco a poco, e o capítulos de títulos ambiguos , a. malcasar la imag.en :on la familia semiológica. Por último ,-p^Ía Sartre la imagen no es siquiera, como para Husserlle, un <(rellenado)> necesario del signo arbitrario, oo es más que un signo degradado . La geneal ogia de la ufamilia de la imagen> no es más que la historia de una turbia bastardía. [,o
contrario del 35 PnnolNe
se
ntido propio, el sentido figurado, no puede entonces
s, Traité de Psycbol., II, 2, p. 162.
36 B¡.cH¡rnRD,, La Pbilosopltie du non, p. 75. ,7 Cfr. F. or S¡,ussuRE' Cours de linguistique générale, 38 S,tnrn¡, Imaginaire, p. 3t. 3e Citado por SllRtn¡, op. cit,, 46; cfr. Logisclte
p.
cap. I.
24
p.
100.
Unters,, t.
II,
cap.
I; t. III,
más que ser un s guaje la elección
capital observar q
cante porque este terreno de la ima trano, oo ocurre degrad ada que se la pueda conce birla imagen -por sí misma de ür s..tiido que no ha de ser buscado fuera de la significación imagin aria. Finalmehte , es el sentido figurado el único significativo, no srendo e I sedicente sentido propio más que un caso particular y mezquino de la vasta corriente semántica que drena las etimologías. De ílri el necesario regreso, más allá ( e la pseudofenomenología sartriana, a Ltna. fenomenologia ingenua, preparada por un largo desinterés cient-rfico 40. El analogon que constituye la imagen no es iarnás un signo arbhrariamente escogido, pero siempre está intrínsecamente mótivado, es decir, es siempre s'rmbolo. Finalmente, dado que han marrado la definición de lalmagen como s'rmbolo, las teorías citadas at. Y anteriormenre han dejado evapoiatse la eftcacia de lo imaginario signo entre el aunque .Sartre ve perfectamente que h"y. una diferencia convenctgnal, (oo posicional, y que no uda su objetorr42, y Ia imagen, se equivoca al no ver en la imagen más que una degradación del saber, más que una presentación de un cuasiobieto , y al remitirla de este mo'*****"'*F=€6< do a fa insigtifiart ciaas Otros pii.Ologos se han dado cuenta afortunadamente del siguiente hecho capital' que en el símbolo constitutivo de la imagen \lV homogeneidad del significante y del significado en el seno de un dinamismo y que por ello la imagen difiere totalmente de lo arbitra.'Piadiñ.r, pese a algünas testricciones, observa y^ qü. el no tiene otro contenido más que el orden de las imágeertad no se resuelve en una cadena rota, una cadena rota decir, una horrepresenta sin embargo la libertad, es el símbolo -es psicoanálisis, al siguiendo la libertad44.lungat, de mbna del sentidove perfecramente asimismo que todo pensamiento descansa sobre imácionales,, consagra
observa-
simbólico y del sentido conceptual, afirmando con ello la unid ad y la solid ari-
dad de todas las formas de la representación. Expone que la imagen de significante diferenciado
p.
3.
4L S,rnrn¡ (op, cit., pp. L48-t49) ve bien que la imagen es s'rmbolo, pero s-rmbolo devaluado, ,(insuficiente,, y que debe ser superado por el concePto. 42 S¡,nrne, op. cit,, pp . 37-39. 4t S¡,RTRE, op. cit,, p. 175. 44 Pn¡,orN¡s, Traité, lI, 2, pp. 47 , 160 y ss. 4t Cfr. JuNc, Types psycltol,, pp. 310 y ss. 46 Cfr. PLtcET, La forotation du symbole, pp. L72-179, pp. 227 y ss.
2'
) signo, pues.ro
no en que se sitúa
47,
lle nificante y el mismos
sociar el esquema de las relaciones
. neral del simb pens-ar-niento
48
hace descansar su concepción gee dos intuiciones que haremos nues_
ffas; la imagin
..coherencia,, entre el ,sentidg
y
confirma la psicologia genétic
a-
el lengua-
-como ie del niño. La evolución al plano delocutorio, €s decir, a la expresión centrada en las percepciones y las cosas, es mucho más tardia. Es este plano locutorio, plano del símbolo mismo, el que asegura cierta uni-
srgno motlva
psíquica enrera porque <.las leyes de por ser la representación metaf1rica todo es me r af6rico, ((en el nivel de )ras se igualanu. Desde luego, esta .
versalidad en las intenciones del lenguaie de una especie dada y el que sitúa la estructuración simbólica en la raiz de todo pensamiento . La psicología patológica de Minkowski t2 llega incluso a invertir el esquema dásico y sartriano del empobrecimiento del pensamiento por la imagen y, uniendo la concepción de los grandes románticos alemanes t3 y del surrealismo contemporáneos to (que nosotros haremos nuestra en el curso de esta exposición), considera el paso de la vida mental del niño, o del primitivo al uadulto-centrismo> tt, como un estrecbarniento, como un rechazo progresivo del sentido de las metáfotas. Es este
,ryjiíi2"-6ifri-
¿,"H:JtHi;
símbolo-no quiere decir .oñfrrión, porque esta cohere ncia puede afirmarse en .rna dialéct ica. La unidad e-l
del pensamiento y de sui e*presiones simbólicas
los arquetipos fundamentales de la
se presenra como una
LoS SÍMBOLOS Y SUS MOTIVACIONES
Esta semántica de las imágenes entraña sin embargo una segunda , al adoptar semeiante posición se invierten los hábitos corrientes de la psicolo gia clásica, eu€ consistian, bie n en calcar la imaginación sobre e I desarrollo descriptivo de todo pensamiento, bien en estudiar la imaginació n a través de la óptica del pensamiento rectificado, del pensamiento lógico. Ahora bien, recha zar para lo imaginario el primer principio saussuriano de lo arbitrario del signo entraña el rechazo del segundo sentido, eue es el de la <,linealidad del significante>> 16. Al no ser ya de naturaleza lingüística el símbolo, no se desarrolla en una sola dimensión. Las motivaciones que ordenan los símbolos ya no forman,-_por tanto, oo rólg largas cadenas de Íazones, sino ni siqu iera ucaden . La explicación lineal del tipo deducción lógica o
consecuencia. En efecto pefte nece al dominio de la semi ologia, sino que es incumbencia de una semántica especial, es decir, que posee más d'. .r. sentido arúficalrnente d?d9, pero cuenta con un pode r esencial y esponráneo de reso-
nancia
es so ce
5').
importanre de esta defioición del símbolo nológica co-mo ontoto,gña, t.l-li"in¡fisftro audiovisual. Es lo que el gram áti:to rt paredefine la ,rfactividadu como el caráctir co-
mún de todas las formas de expresa píritu del sujeto hablante es Iá sed reaccio nar sobre el espíritu de otro cuando ha tomado un valor factiv
^rr17
t2 Cfr. Mn¡KowsKI, Vers ane coslnologie, P. 82. ,t Cfr. HSRDER, S. lY, VIII, p. 189; [ov,rus, Scbif,, III, pp. 15,143,147; VoN
lo imagina que une a uel plano P.
10.
-9; cfr. Pbilo. da non, pp. 7 r-76; poétiqae
9l l, p.
10.
p.6.
pp.69,73. 26
Scnun¡nr,, SymboliÉ,, p. 24. t4 Cfr, ÁquÉ, Pbltos. da Sunéalism€, p. 173; Bn¡roN, Point du four, p.250. 5t El neologismo es de Pl^rcrr, op. cit., P. 158. ,6 F. or SaÚssunl, op, cit., p. tO¡ . Ye eñ la semántic1 li-ngüGtica la noción de (encrucijada, establecida por BErtN-MTI.trRoN (en Lo réforn9 de la Connaissance, PP. 10-1t, 42,49 y ss.) no implici la sucesión lineal del sentido de las palab¡as, sino la convergencia en red
{e
las significaciones.
,t iden, pl 103. Reemplazaremos
este término de ncadenan P9r el de qconstelación simbólican. Fsia terminologn nos viene sugerida tanto por el término de npaqueteD que I¡roi-Gourham utiliza pará caracterize¡ la acumulación iconográfica de s'rmbolos, como por el término de
27
estudio de las motivaciones simbólilasificación sartriana ts de los diversos ene a los caracteres lógicos y su-
ivaciones ima ginarias , Do ie.oremenre bautizadas de intenciones de inexistencia,r. Cediendo una yez más a lo que podría llamarse la ilusión semiol 6gica, Samre refiere las
clases
odel que la encontrar un método comprensivo vado Renan to g.t9 la motiva ci6n no rcnia la rectitud de las relaciones ,
<(necesariasrr,
ni el
azaÍosas. La
motivación forma ecirse asi, de determinación; co ? Ios sijnos . lenguaie y que ya presentan <(comF eas en varias 4:l dimensionesrr. En la conclusión de esti libro (,r veremos que esre catácuespacial,r, del mundó simbólico es ás
que de método y nos pregun-
esterilidad de la explicación lien los impulsos intuitivos de la La clasificación de los grandes símbolos de la imaginación bajo categorías motivantes distintas presenra, eo efecto, debiáo incluro la no linearidad Y 3l semantismo de las imágenes, grandes dificultades. " Si se parte de oÉ¡.tot bien d.fi"iJor Ior lár -rró, de la lógica urensiliar, como hacian las clásicas ..claves de los sueños ,162,, uno seiuel u tápiármente , debido a la rnasividad de las motivaciones, eo una confusión inextricable. Más serias nos parecen las tentatiuas de r.fritir los símbolos según los grandes centroi d. intr rés de un pensamifnro, desde lue-
imaginación literaria. Tan pronto escogen como norma clasificadora un orden de motivación cosmológico y astral, e n el que están las grandes secuencias de las estaciones, de los me te oros y de los astros que sirve n de inductores ala fabulación, como son los elementos de unaksica primitiva y sumaria los que, por sus cualidades sensoriales, polarizan los campos de fuerza en el continuanz homogéneo de lo imaginario. Por último, también se puede suponer que los datos sociológicos del microgrupo proporcionan marcos primordiales a los símbolos, ya sea que la imaginación estrictamente motivada, tanto por la lengua como por las funciones sociales, se mode le sobre estas matrices sociológicas, o bien que genes raciales intervengan bastante misteriosamente para estructurar los coniuntos simbólicos que distribuyen tanto las mentalidades imaginarias como los rituales religiosos, ya sea incluso que, con un matiz evolucionista, se intente establecer una ierarquia de las grandes formas simbólicas y de restaurar la unidad en el dualismo bergsoniano de Les deux rourr)r, o ya sea, por último, con el psicoanálisir, qu. se trate de encont rar' una síntesis motivante entre las pulsiones de una libido e n evolución y las presiones inhibidoras del microgrupo familiar. Son estas diferentes clasificaciones de las motivaciones simbólicas las que hemos de criticar antes de establecer un método firme La mayoria de los analistas de las motivaciones simbólicas, que son los historiadores de la re ligión, se han de tenido e n una clasificación de los símbolos según su parentesco más o menos nítido con una de las grandes epifanías cosmológicas. Así es como Krappe63 subdivide los mitos y los símbolos en dos grupos: los símbolos celestes y los símbolos terrestres. Cinco de los primeros capítulos de su Genese des mytbes están consagrados al cielo, al sol , ala luna, a los.,dos grandes lumbreras)> y a las estrellas, mientras que los seis últimos capítulos se ocupan de los mitos atmosféricos ,, acuiticos, ctónicos, catacl-smicos y, por último, de la historia humana y de su simbolismo. Eliade 6a, en su notable Traité d'bistoire des religions, sigue aproximadamente el mismo plan de se.
paración de hierofanías, peto con más profundidad consigue integrar los mitos
y los s-rmbolos cataclísmicos,
volcánicos
y
atmosféricos
en catego rias más generales; lo cual nos vale amplios capítulos consagrados a los ritos y símbolos uranios, al sol , ala luna y ala , a las aguas, a las cratofanías y ala tierra. Pero a partir del séptimo capítulo 6t, e I pensamie nto del mitólogo parece interesarse de repente por los catacteres funcionales de las hierofanías y los estudios de los símbolos agrarios se pola rizan en torno a las funciones de fecundidad, de los ritos de re novación y de los cultos de la fertilidad, que insensi-
9: 9f: 62 Cfr'
la
.
pp 387 y ss. Sy.rnboliá dár Trtiurne de
l"fr",
leur interprétaiion.
VoN ScHun¡nr, pp. g-10, y Arepu,, Les réaes el 28
63 Kn¡pp¡, Genése des nzytltes; cfr. índice de materias, pp. 287 y ss. 64 Mrnc¡a Euno¡ , Traité d'ltistoire des religions; cfr. indi.. dá materias, y slgulentes.
6t Éulor, op. cit., p. 2rl.
2g
pp. i32
blemente conducen, eo los últimos capítulos, a meditar sobre el Gran Tiempo y los mitos del Eterno Retorns(t(t. Se ve , pues,.que estas c.lasificaclones, que pre te nden estar inspiradas en normas de adaptación al mundo obietivo, tanto sideral como telúrico y meteorológico, parecen orientar irresistiblemente a consideraciones menos objetivas: en sus últimos capítulos, Eliade lleva insensiblemente el problema de las motivaciones en el plano de la asimilación de las imágenes al drama de una duración íntim a y lo separa del positivismo obje tivo de los primeros capítulos, mientras que Krappe ('7 termina bastante confusamente su libro con consideraciones sobre muy ..diversas)> cosmogonias y ..mitos de origen,> que implícitamente le remiten también a una motivación psicológica de las imágenes por la apercepción completamente subjetiva del tiempo. ''''' Bachelatd6s, en nuesffa opinión, se ciñe más de cerca al problema Ji
i ¿endose cuenta de ent rada de que la asimilación subietiva juega un pai p.l importante en el encadenamiento de los símbolos y de sus motiva-
de axiomas clasificadores a los estudios poéticos, tan finos, del epistemólogo, porque estos <(cuatro elementos son las hormonas de la imaginación
ción de las motivaciones simbólicas es, por su simetría, demasiado racional, demasiado objetivamente nazonable para calcar exactamente los caprichos de la loca de la casa. Con un instinto psicológico muy seguro rompe, pues, esa simetria cuaternaria escribiendo cinco libros, dos de los cuales están dedicados a los aspectos antitéticos del elemento terrestte. Se da cuenta de que la materia terrestre es ambigua, tanto blandura de gleba como dureza de roca, porque ..incita tanto a la in-dice- que, troversión com o a la extraversión> 70 Nosoüos añadiremos con esta
sí mismo: porque
e
I agua clara no tiene completamente e I mismo sen-
66 Op. cit,, pp; 312-333. 67 KRAppE, op. cit., pp . ztt,,2g7, 329. 6e Cfr. B^acHEraRD, L'Air et les songes; Psycbanalyse fto; Tene et les réaeries du repos; b Tene et les réaedes di la lonté. 69 BIcHEIARD, L'Air et les songes, p. 19. 70 B¡,cH¡raRD, Tene et réaedes de la uo/ontá, p. 7r Cfr. B¡,cHELARD, fua et réaes, pp. LZ6, Zlt. 9.
tido que las aguas compuestas y profundas, el agua tranqujla significa lo contrario del agua violenta. De ello resulta que la clasificación elemenral no parece que haga aparecer los motivos últimos que resolverlan las ambivalencias. Reconocer explícitamente que <,las imágenes más hermosas son menutffi-toS.f.o-qW'"dg.,eiiibirraltitCiáu"tt,' ¿no es, en 'fiá¿;o de semejante clasificación? Si la ^ él üftiñiá"iiistáiíciá,"'cónfé5át' clasificación por elemr ntos es inadecuada, por otro lado es insuficiente, como hemos tratado de demostÍar en otra parte;r, porque la percepción humana es ric¿ en tonalidades elementales mucho más numerosas que las consideradas por la física aristotélica . Para la se nsorialidad, el hie lo y la nieve no se resuelven en a,gua,, el fuego es distinto de la luz, el barro no es la roca o el cristal. Sólo en la obra capital ., L'Air et le son-
g€s, Bachelard entrevé
la
revolución copernicana que consistirá en
ábandonar las intimaciones objetivas, que inican la uayectoria simbólic2, para no ocuparse más que del movimiento de esta trayectoria misma. No por ello deja de ser cierto que los tres hermosos libros consagrados por Bachel ard a los cuatro elementos presentan, por el principio mismo adoptado en la clasificación, cierta fluctuación, cierta sinuosidad en el análiiis de las motivaciones simbólicas: paradójicamente parece que el epistemólogo y el teórico del no cartesianismo se niega a penetrar en la compleiidad de motivos y se repliega en una poética perezosa tras el bastión precientífico del aristotelismo. En lugar de buscar ejes de referencia perceptivos o cósmicos a las carcgorias simbólicas, se pueden descubrir sus motivaciones sociológicas e inéluso filológicas. Es lo que Dumézil-i y Piganiol-'han intentado implícitamenre, haciendo hincapié el uno sobre el caricter funcional y social de las morivaciones del ritual, de los mitos y de la terminologia incluso, y el orro sobre la diferencia entre las mentalidades y los simbolismos que se derivan del estatuto histórico y político de ocupante o de ocupado . La idea central de la tesis duméziliana es que lot sistemas de representaciones míticas y la expresión lingüística que los señalan dependen en las sociedades indoeuropeas de una tripartición funcional. Entre los indoeuropeos serla la subdivisión e n tres castas o en tres estamentos: sacerdotal, guerrero, productor, la que nuclearía todo el sistema de las representaciones y motivaria tanto el simbolismo laico como el religioso. Pero además de que esta tripartición no es absolutamente estable y admite, por ejemplo, cierta confusión entre la soberania mágicorreligiosa por un lado, y la reale za guerrera por otro, como Duzémil -6, el filólogo no ha explicado en nuestra opinión admite por los demás las razones profundas de la tripartición de las castas mismas. Esta tri72 B,rcH¡rano, Ten'e et aolonté, p. 10; cfr. p. L26. 73 Cfr. G. DunrNn, oPsychanalyse de la neige>, en Mercure de
L'fua et les réaes;
La
páginas 611 y ss. 74 Cfr. DuMEnL, L'Héritage indo-earopáen d Rorne. 7t Cfr. Prc^NIoL, Essai sar les origines de Rone. 76 Cfr. D,rr'rÉztL, ks Dieax des Germains, pp. 36-t9.
3t 30
kAnce,I, VII , L9t3,
partición y las funciones a ellas vinculadas nos parecen tan secund arias en la motivación simbólica como las proyecciones naturalistas sobre obie tos o eleme ntos celestes y terrestres , tal como acabamos de criticarlos. Si Dumé211, por ejemplo, observa acertadamente la curiosísima convetgencia de mitos y leyendas del mundo indoeuropeo relativos al tuerto y al manco, percibe mal, e o la perspectiva puramente socioló gica, cuál pueda ser la relación entre estas dolencias, su simbolismo, y las tres funciones sociales fundamentales 77. En cuanto a Piganiol, apela a la motivación histórica e n auxilio de la sociologia. Observa con qué facilidad los mitos, costumbres y símbolos se ordenan en el mundo mediterráneo bajo dos rúbricas sociológicas: mientras que ciertas poblaciones pastoriles o ciertas capas étnicas elevan altares, rinden un culto al fuego macho , al sol, al páiaro o al cielo 78, otros, por el contrario, llevan una vida sedentaúa de labradores, se contentan con piedras untadas de sangre a guisa de altar, invocan divinidades femeninas y telúricas. Esta segregación de las menta^lidades de base se debería a la supervivencia de las poblaciones indígenas ((asiánicas)> sometidas por los invasores indoeuropeos. Pero el estupendo estudio de Piganiol, como e I de Dumézil, no explica e I origen de la sensibilizaciín de las conciencias a dos modos de simbolismo diferentes y , sobre todo, oo legitima las numerosas anastomosis que han podido formarse entre las dos mentalidades. Przyluski, en su estudio La Grande DéesseTe'uata de dar cuenta de estas dos series de fabulaciones mediante un evolucionismo de la conciencia humana muy cercano del contenido implícitamente en la tesis de Piganiol. El simbolismo de la imaginación religiosa evolucionaria normalmente de las motivaciones que gravitan en torno al culto de la genitrix y de la fecundidad, a las motivaciones más elevadas que hacen figurar la contemplación de un Dios padre. Sería me diante un progreso a través de tres estados de la espiritualidad y de la sociedad como habria llegado el hombre a una concepción monoteísta más o menos expurgada de la frondosidad de las imágenes .H^y en la obra de Przyluski una perspectiva de valores bastante cercana a la defendida por Bergson en Les deux soarces; un conjunto simbólico es devaluado en relación a.otro, aquí el ginecocentrismo imaginario en relación al androcentrismo, como lo estaba en Bergson la religión cerrada, fabuladora, mitoló gica, e n relación a la apertura del misticismo de purado de los cristianos. Pero mientras que Bergson no cedia más que por razones axiológicas a la subordinación de lo cerrado a lo abierto , Przyluski uni77 Soustelle ha mostrado perfectamente, a propósito de los atributos del Oeste entre los antiguos mexicanos, la interacción de los elementos geográficos y sociales y de la inspiración puramente mítica. Cfr. SousrrIrn, LA Pensée cosmo/og, des anc, Mexicains,
p. 6j. 78 PrcaNroL, op,
79
fica decididamente t0, en un perfil evolucionista, la mentalidad simbólica que progresa del esbozo de la <.Diosa madre,, a la realización del uDios padre ,r. Además de que esta jerarqu ización nos parece mancillada en su raiz por la devaluación racionalista de lo imagin ario que he mos denunciado más arriba, oo podemos aceptar esta valorac ión a priori de un sistema simbólico en detrimento del otro, valorizaciln morivada por preocupaciones apologéticas poco compatibles con un estudiio científico de los hechos. Y sobre todo, cualquier postulado evolucionista y especialmente progresista pafa explica r la relación de sistemas simbólicos .procede, en nuestra opinión, tautológicamenre: los esquemas progresistas son susceptibles, como demostraremos 8', de una motivación simbólica. En nuestra opinión, todas estas clasificaciones pecan de un positivismo obietivo que trata de motivar los símbolos únicamenre con ayvda de datos extrínsecos a la conciencia imaginante y esrán obsesionados, eo el fondo, por una explicación utensiliar de la semántica imaginaria. Fenómenos astrales y meteorológicos, ..elementos)> de una buráa física de primera instancia, funciones sociales, instituciones de etnias diferentes, fases históricas y presiones de la historia, todas esras explicaciones g,re, eo rigor, pueden legitimar al o cual adaptación del comportamiento, de la percepción y de las técnicas, oo explican ese poder fundamental de los símbolos que es el de unirse, más allá de lal contradicciones naturales, de los elementos inconciliables, de los tabicamientos sociales y las segregaciones de los períodos de la histo ria. Parece entonces que h^y que buscar las categorías motivantes de los s-rmbolos en los comportamientos e lementales del psiquismo humano, reservando para más adelante el ajuste de ese comportamiento a los comple mentos directos de obieto o incluso a los juegos semiológicos. En esa búsqueda de motivaciones parece haberse detenido el psicoanálisis, dando deliberadame nte la espalda a las explicaciones demasiado racionales y lineales de la psicologia clásica o fenomenol6gica. No perderemos el tiempo, por ser de sobra conocidos, con los postulados de la psicolo gía de Freud t', pana quien el símbolo está motivado por el LVstpriVzip qye genéticamente se desarrolla a lo. largo de las localizaciones ierarquizadas de arriba abaio del eje digestivo, luego se fiia en el nivel urinario y, por último, eo el genital. En nuesrro itinerario hallaremos la importancia que Freud concede a las morivaciones de la libido ? través de las fijaciones orales, anales, sexuales. No obstante, hemos de hacer nuestra la critica que Piaget dirige al mecanismo mismo de la fijaciín, es decir , al proceso más o me nos trauma tizante del rechazo . 80 82
cit., p. L40.
Cfr. hzyLUSKr , La Grande Déesse, pp. 22 y ss. y p. 204.
j2
Cf¡. op, cit., p. I59.
8r Cfr. infra,
pp
. i06,
i'tl
y
ss.
Cfr. Fn¡uD, I¿ Science des réaes, pp.
lI3 y ss.; Trois essais sur la sexualité,
y ss. Cfr. D,tLBtEz, I^a méthode psycbanalytiqae et la doctine freudienne, I, p. PP. 197
Y ss.
33
pp.
S0
l4l; l,
Porque es evidente que el simbolismo supera con mucho, €o su riquezt, el angosto sector de lo rechazado y no se reduce a los objetos convertidos en tabú por la censura 83. El psicoanálisis de be liberarse de la obsesión del rechazo, porque existe, como puede comprobarse en la experiencia de los sueños provocados, todo un simbolismo independiente del rechazo. funto a la eflorescencia simbólica motivada por el principio del placer, Adlersa úata de hacer hincapié en un principio de poder, motivación de todo un vasto sector simbólico que se form arla gracias al mecanismo de sobrecompensación que borra gradualmente los sentimientos de inferioridad experimentados durante la infancia. Veremos que esta nueva aportación, a condición de no dar muestras de imperialismo, puede asimilarse parcialmente a otras motivaciones compensatorias de la imbecilidad de la infancia. Por último, Iung 8t nos muestra cómo la libido se complica y metamorfosea baio la influencia de motivaciones ancestrales. Porque, ante todo, cualquier pensamiento simbólico es toma de conciencia de los grandes símbolos hereditarios, especie de <.germen)) psicológico, objeto de la pa/eopsicología, Desde luego, puede criticarse de entrada la apelación hecha a una doctrina de la herencia psíquica que no está nada bien establecida, pero, sobre todo, al conjunto del psicoanálisis se le puede hacer el reproche de imperialismo unitario y de simplificación extrema de las motivaciones: en Freud, los símbolos se clasifican demasiado fácilmente según el esquema de la bisexualidad humana, y en Adler según el esquema de la agresividad. Hay ahi, como ha visto Piaget86, uo imperialismo del rechazo que resuelve siempre el contenido imagin ario en una tentativa vergonzosa de engañar la censura. Dicho en otros términos, según los psicoanalistas, la imaginación es resultado de un conflicto entte las pulsiones y su rechazo social, mientras que la mayotia de las veces, por el cont rario, e fl su impulso mismo aparece como resultante de un acuerdo entre los deseos y los objetos del ambiente social y natural. Lejos de ser un producto del rechazo, veremos en el curso de este estudio que la imaginación es, en cambio, origen de una liberación. Las imáge nes no valen por las raíces libidinosas que ocultan, sino por las flores poéticas y míticas que
revelan. Como dice muy bie n Bachel aÍd87 , <>. En resumen, podría escribirse que todas las motivaciones, tanto sociológicas como psicoanalíticas, propuestas para, hacer comprender las 83
Cfr. Pl^rcET, I¿ Formation du symbole, p. 2Or. 84 Cfr. Aor¡n, Connaissance de I'ltomme, p. 33; cfr. H. ORcrsR, A. Adler et son er¿ure, pp. 88, 151 y ss. 8t Cfr. JuNc, Métamorpltoses et symboles de la libido, pp. b y ss., 41. 86 Cfr. Pr¡,c¡T, op. cit,, pp . L96, 2!3. 87 B.rcH¡r¡,no, Poétique de l'espace,
p. 7, cfr. pp. 12-L3. 34
o la génesis del simbolismo, pecan demasiado frecuentemente de una secreta estrechez metafísica: unas, queriendo reducir el proceso motivador a un sistema de elementos exteriores a la conciencia y exclusivos de las pulsiones; otras, ateniéndose exclusivamente a las estructuras
pulsiones o, lo que es peor, al mecanismo reductor de la censura y a su producto: el rechazo. Es decir, que implícitamente se vuelve a un esquema explicativo y lineal e n el que se describe y se cuenta la epop ccya de los indoeuropeos o las metamorfosis de la libido, caye ndo nuevamente en ese vicio fundamental de la psicolo gia general que denu nciábamos y que consiste en creer que la explicación da cuenta completa de un fenómeno que por naturaleza se libra de las notmas de la semio-
logia. Parece que para estudiar in concreto el simbolismo imaginario h^y que adentrarse resueltamente por la via de la antropología 88, dando a decir: coniunto de ciencias esta paltbra su pleno sentido actual -essin tener exclusivas a q.ue estudian la especie bomo .saQienr.pnol y sin optar por una ontología psicológica que no es más que espiritualismo camuflado, o una ontología culturalista que por regla general no es
más que una miscara para la actitud sociologista: ambas actitudes se resuelven, en última instancia, en un intelectualismo semiológico . Para estudiar las motivaciones simbólicas y uatar de dar una clasificación estructural de los símbolos, que rríamos rechazar a un tie mpo e I proyecto caro los psicólogos fenomenologistas y los rechazos o intimaciones ^ caras a los sociólogos y a los psicoanalistas. Quisiéramos sosociófugast" bre todo liberarnos definitivamente de la querella que periódicamente alza a unos contra otros')0 culturalistas y psicólogos , y uatar de aplaczr, situándonos en un punto de vista antropológico pare- el que ..nada humano debe ser ajeno)>, una polémica nefasta a base de susceptibilidades ontológicas, que en nuestra opinión mutila dos puntos de vista me todológicos igualmente fructíferos y legítimos mientras se acantonen en la convención metodológica . Para el mente en lo que llamaremos el traye
sante intercarnbio que existe en el pulsiones subJetiaas y asimiladoras y nan de/ medio cósmico y social, Esta queda los problemas de ante rioridad ontológica, puesto que postularemos de una vez por todas que h^y génesis recíprocaet que oscila del 88 Cfr. LÉvr-SrnAuss, Antr/top. structurale, pp. 9L,, 3I9 . Cfr. Gusoonr , op, cit. , pp. L96,202: cPara llegar al hombre, hay que pasar por la mediación de una psicolog'ny
de una cultura.n 8e Neologismo utilizado por HruSE, en Élérnents de psycbol, sociale, pp . 3-5. 90 Cfr. Articles de Lac,rcHE y de Fru¡oMANN, en Bull. de psycltol,,I, X, 10 de noviernbre de 1916, pp. L2,24; cifr. idea muy cercana a la nuestra en Pl.rcnr (Epistérnologie génátique, I, p. lt) que exige una estrecha colaboración enüe los métodos psicogenéticos y los métodos so-ciogenéticos. er Cfr. Pr,rcnr (Epistémologie génétique, I, p. 36) define la noción de génesis recíproca por cel equilibrio móvilD y (p.37) por la
3'
gesto pulsional al entorno material y social, y viceversa. En este intervalo, en esta marcha reversible debe instalarse, eo nuestra opinión, la in't
i
,' : ' \.
ieto,, al mediq objetivo. En el cúrso de nuestro estudio veremos cuán iustifióada está la tesis del gran psicólogo: no que el pensamiento simbólico sea anárquica asimilación, sino siempre asimilación que e n cierta forma se acuerda de las actitudes acomodadoras y que, si .,ap aÍta toda acomodación actual' excluyendo con ello ..la conciencia del yo y la toma de conciencia de los mecanismos asimiladoresr>')r, flo olvida sin embargo las intimidaciones')4 acomodadoras que en cierta forma le dan su contenido semántico . Parafraseando la ecuación de Lewin et puede decirse q o de los impel4tiyos biopsíquicos ese producto el que nosotros ópológico, porque la reversibilidad hemos de los términos es lo propio tanto del producto como del trayectoeí. Esta teoria del trayecto antropológico se encuentra implícitamente contenida en el libro'L'air et /es songes, de Bachelarde7, así como en las reflexiones de Bastide sobre las relaciones de la sociología con el psicoanálisis')8. Para Bachelard, los ejes de las intenciones fundamentales de la imaginación son los trayectos de los gestos principales del animal humano hacia su contorno natural, prolongado directamente por las instituciones primitivas tanto tecnolégicas iomo sociales del ltomo faber. Pero este ilayecto es reversible: porque el medio de los elementos es revelador de la actitud adoptada ante la dureza,lafluidez o el ardor. Podria decirse que todo gesto apela a su materia y busca su herramienta, (es decir, absffalda del entotno cósmico, no I que toda materia extraída importa qué utensilio o no importa qué herramienta) es el vestigio de un gesto fenecido . La imaginación de un movimiento reclama-la imaginación de una materia, dice Bachelard: uA la descripción puramente cinemática de un movimiento. . . h^y que unir sie mpre la conside ración dinámica de la materia uabaiada por el movimientor>')'). Esta génesis recíproca del gesto y del entorno, del que el símbolo es el foco, ha sido puesta de relieve perfectamente por la psicología social americana: 92 Cfr. PracET, Formation du syrnbole, P. 2Lg. 93 Cfr. PncET, op. cit,, p. 219. e4 Terminología tomada de H¡usn (op. cit., p. 1) que distingue enrre los imperativos biopsicológicos de las intimaciones sociales.
et cfr.
LrrurrtN, Principles
of Topologicol Psycltology, p. 5. I, p. 37. Cfr. DÚn,rÑo, Les Trois niaeaux de forma-
e6 Cfr. Pltc¡t, Epistárnologie, tion du symbolisnze. 97 BacHrl¡, no , op , cit, , p. 300.
Kardiner r00 inscribe en las nociones de ..primariedadu y de <(secundartedadr, poniendo límites al más allá y más aci de la personalidad de baSe , el hecho por el que el individuo y sus pulsiones, aunque reciben una huella normativa del medio ambiente, comunican a su vez, en un efecto <(secundariou, modificaciones profundas al ambiente material y a las instituciones. Y Bastide '0', al término de un minucioso estudio sobre las relaciones de la libido y de I medio social, concluye demostrando el papel piloto que juega la sociedad en función de la libido . La pulsión individual tiene siempre un ..lecho,, social e n el que discurr e fácilmente o, por el contrario, contra el que se empecina contra obstáculos, aunque .,el sistema proyectivo de la libido no es una mera creación del individuo, una mitologia petsonaln. En ese encuentro es donde se forman estos ((complejos de cultura)> "" qt'r. van a relevar los cornplejos psi-
coanalíticos. De este modo, el trayecto anffopológico puede paftir indistintamente de la cultura o de la natu ralezapsicoló gica, estando contenido lo esencial de Ia representación entre estos dos límites reversibles. Seme
j'ante posición antropológica, que no quiere ignorar nada de
las motivaciones sociópetas o siciófugas del simbolismo y que dirigirá la
búsqueda ade más hacia e I psicoanálisis, las instituciones rituales, el simbolismo religioso, la poesía, la mitologia, la iconografla o la psicologia patoló gica, implica una me tod olog'ra que vamos a elaborar seguidamente.
MÉrooo
DE coNVERGENCTA
y psrcolocrsMo METoDoLocrco
Para delimitar los grandes ejes de estos trayectos antropológicos que
constituy totalmen tiéitdé''á
os, nos hemos inclinado totalmente relativisra I
-,y.
consrelaciones
de
o menos constantes y que parecen estructuradas por cierto isomorfismo "dg. lot símbolos convergentes. ¡o ggerie ndo rendir sacrificio á lís'pro* concepciones metafisicas, estamos obligados a partir de una investigación pragmática que no habría que confundir con el método anallgico. La analogia procede por reconocimiento de similitud entre relaciones
t00 Qf¡. K,rnolN¡n, Tbe indiaidudl,.,, pp. 34,,96,48r. ror Cfr. B,rsrIDE, op, cit., p. 278. toz BacHEr¡,RD, Eaax et réues, p. 26.
r0l Cfr. PncEr, Epistémologie génét., I, p. 25.
e8
Cfr. BnsrrDE, Sociologie et psycbanalyse, pp.207, 208. 99 B¡,cunra RD , op , cit. , p. 300. 36
im,áge
método cia, qüe"'' nes más
r04 Cfr. nociones de homologia,y de contemporaneidad en Sp¡Ncren, Déc/in de l'Occident, I, p. 119; cfr. asimismo LÉvl-SrnAUSS, Ant/trop. struct., P. 98.
37
mi A' est
fg hí o
. bien,del ,tipo: z{ es a B lo que se caráctet de semantiCidád que
hace que la convergencia juege más sobre la materialidad de elementos semejantes que sobre una simple sintaxis . La homologia es equivalencia morfológica, o mejor estructural, más que equivalencia funcional. Si se quiere una metáfora para hacer compre nde r esta difere n cia, diremos que la analogia puede compararse al arte musical de la fuga, mientras que la converge ncia debe ser comparada al de la variacióin temática. Veremos que los símbolos
constelan
., que són
pjlgue
de;arrptlos de un mismo ,obt. ,rt ttquelipo. Es éste
s.o,n
vatLacLones
\ 'entrever Bergson "'t, eo un artículo de La Pensée i pr..o nizaba paÍ^ I escritor tilósofo la se lección
de imágenes <> hasta la significaci6n, y de , 1q.r. las me táforas <(se acumule n intelectualmente para no dejar lugar t iTá: que ala intuición de lo realu. No obstante , a través de esta disparidad semiol6gica, Be rgson se daba cue nta de que era necesano conservar ;i
un isomorfismo semántico cuando recomendaba hacer que las ímágenes <(exigen todas de nuestto espíritu, pese a sus diferencias de aspecto,
la misma especie de atención y, en cierta forma, el mismo grado de tensión...)), detinie ndo de este modo verdaderos conjuntos simbólicos. Son estos con juntos, estas conste laciones donde van a converger las imágenes e n torno a núcle os organizadores que la arquetipolo gia anuopológica debe ingeniarse en descubrir a través de todas las rñanifestaciones humanas de la imaginación. Por otro lado, esta convergencia ha sido perfectamente puesta de relieve por la experimentación. Experimentando despiertos sobre los sueños, Desoille r"t' observa la <.cohesión psíquica,, de ciertas imágenes que en las ensoñaciones tienen tendencia a anastomosarse en constelaciones. Por eiemplo, los esquemas ascensionales van acompañados siempre de símbolos luminosos, de símbolos tales como la aureola o e I oio. Ef psicólogo ha quedadp sorprendido por el caráctet de rigor y de uniieriáliAád'de imáge nes vinculadas a loS esquemas de la dsq-Cniíón ó det descen.sóy, por comparación, hd enconrrailo las mismas convergencias simbólicas en la obra de Dante. Asimisffio, Piganiel rtt' opone lai constelaciones rituales
laciones <.agrícolasu: <.Los nómadas tie nde n hacia un monoteísmo, adoran el espacio azulado, su organi zaciín patriarcal les dicta el culto de Dios padre..., por el contrario los agricultores rinden culto ala diote
10, Además es Bergson quien se convierte en promotor del nombre mismo de este método cuando escribe : uEstás imágenes diversas, tomadas de órdenes de cosas muy diferenres, podrán, por la convergencia de su acción,.dirigir la conciencia en el punto preciso dondt hay cierta intuición a captar...> (Pensée et Mouuant, P. 210); cfr. asimismo método de búsqueda de los
Cfr. DesorLLE, kploration de l'affectiuité, p.74.
r07 Plc.,rNloL,
op.cit., p. I40; cfr. asimismoJuNc, Psyc/tol, und Religion, p.9. 38
S2, tienen
un ritual sacrificial y ven el culto invadido por una pulula-
ción de ídolos.
. .,> Pero es sobre todo el psicoanálisis literario el que nos permite .esbozaÍ vn estudio cuantitativo y cuasi estadístico t08 de lo que Baudouin rOe llama el .,isomorfismo)) o también la > de-las imágenes. En la poesía hugoliana, por ejemplo, aparece la polarización constante de siete categorías de imágenes que , por su convergencia, parecen definir una estructura de imaginación. Dia. clarid ad,, ázur , ralo, visión, grandeza, pureza son isomorfos y son el sujeto de transfoÍm"ciones bien definidas: dia puede dar, por ejemplo, <,luzr> o también ,y por ahí vincularse a la claridad que se modulará en ((resplandorr, .,llamar>, *limpanzD, mientras que azuÍ dará <.blancor>, <(aurofzD,.,rubiorr, y rayo remitirá a <,solr>, <(astfo)> <>, la visión atraeri uel oio, y la grandeza se disversificará en un riquísimo vocabulario: .,alto)), <>, ..delante >, <>, ..levant ?f>), .,inmenso)), , .,cielorr, <>, <,Diosr>, etc., mientras que la pureza se metamorfoea en <<ángelr, Baudouinll0 va incluso más lejos y se relaciona con los hermosos trabajos de P. Guirau.lttt esbozando una estad-stica de imágenes y subrayando la frecuencia de diversas polarizaciones: por ejemplo, d¿ 736 imágenes, 238 tienen que ver con ta diatectica luz-iinieblas , lz con las dos direcciones verticales, veintisiete de ellas con y pequeño; en resumen, dice Baudouin, 337 imágenes upolarizadasrr-de 7 36,, cosa que más o me nos da la mitad de las imágenes. Desde luego, en el presente trab ajo, dada la dispersión antropológica de los materiales, no se uataba de utilizar una estricta estad-sticar12. Nos hemos atenido a un simple acercamiento que permita hacer emerger, por un método que podría tacharse de microcomparativorrr, de lás series, los con-
108 Decimos cuasi estad'stico; en efecto, como ha establecido Lévi-Strauss, la búsqueda antropol6gica y especialmente la investigación estructuralista sólo tiene que ver secundariamente con las matemáticas cuantitativas. Los smodelos mecánicos>, enlos que se estudian las conexiones estructurales sobre un caso particular o incluso singular, prévalecen sobre los <,modelos estad'sticos>. Cfr. L¡vl-SrnAUSS, Antltropologie, pp. 3Lr-3L7. Cfr . infru, P . 194, nuestro estudio sobre la antlfrasis con el ejemplo singulai áel icono cinocéfalo de San Cristóbal. to9 BruDouIN, Psycban, de V, Hugo, p.202. Lo hemos escrito en un prefacio, más valdría decir .
llo g¡gDorN, op, cit,, p. 2I0. I Cfr, p. GurnAUD, Langage et uersification d'apris /'euure de P, Valéry
e Index
du uocabulaire du Symbolisme, 3 fascículos consagrados a Apollinaire, Mallarmé y Ya-
léry.Ctt, L¡nol-GouRHAN (, en Bull. Soc. préltist, frang,, t. LV, n.ot t-6,
tr2 no ma ros de
p. 318)
ido,r, , a igual distancia de los grandes númesingularidad el solipsismo introspectivo, cfr.- LÉvl-SrRauss, op. cit., p. 3t0. Cfr. P. SonoKN, Social and cultural Dynamics. rr3 Cfr. G. DuruÉzr, Héitage indo-européen, pp . jl-32. 39
juntos de imágelgs, y.nos hemos dado cuenta rápidamenre de que
esras
convergencias evidenciaban los dos aspectos del método comparativo: su aspecto estático t14 y su aspecto cinemático, es decir, que las ionstelaciones se orga nizaban al mismo tiempo en torno a imáge ne s de gestos, de
e.squemas ttansitivos e igualmente en torno a puntó ¿. .orrá.rsación simbólicos,-de objetos piiuilegiados donde van a cristalizar los símbolos. Es ahí precisamente donde aparece una de las dificultades de la investigación antropológica . Para exponer los resultados y describir esras constelaciones, uno se ve llevado a utilizar obli gatoriamenre el discurso. Ahora bien, el discurso tiene un hilo, uo vector que va a añadirse a los sentidos de las intuiciones primeras. Metodológicamenre se ve obligado a reintroducir lo que se había preocupado de eliminar ontoló gicamente: a saber, uo sentido progresivo de la descripción, ufl sentido
que está obligado a escoger un punto de partida bien en el esquema psicológico, bien en el objeto cultural. Pero, cuidado: si metodológicamente uno se ve forzado a comenzar por un comienzo, de hecho esto no implica absolutamente que ese comienzo metodológico y lógico sea antológicame nte primero. Conse rvaremos, pues, esta firme voluntad
de ,,psicoanálisis obietivo,> rrt qr'r. nos prohibirá confundir el hilo de nuestro discurso o de nuestra descripción con el hilo de la ontogénesis y de la filogénesis de los símbolos. Y si escoge mos de liberadamenre un punto de partida metodológico upsicologista,>, oo es en modo alguno par^ sacrific arlo a un psicologismo ontológico. Simple me nte nos ha parecido más cómodo paftir del psiquismo para descender hacia lo cultural, siendo esta comodidad más que la usimplicidad, preconizada por Descartes. Ante todo nos prece que se trata de una simple comodidad gramatical: es más ficil ir del sujeto sea un sujeto pensan-¡aunque te!- a los complementos directos de objeto, luego a los complemenros indirectos. El cogito reviste un alcance metodológico ejemplar simplemente porque es un modelo de buen sentido gramatical. El cogito -y el idealismo o incluso el psicologismo que implic a- sólo tiene valor real si se considera como método de acción mental y no como modelo constitutivo de lo real. Es Kant quien completa adecuadamenre a Descartes y no Hegel. El culturalismo que pafte de un pluralismo empírico "(', es decir, del compleio, y es siempre más difíbil como método que el psicologismo. El psicologismo e I psicoanálisis, según el propio Friedmann- tr7 presentan siempre-yun punto de partida más sencillo y rr4 Cfr. G. DuuÉztL,, op, cit,, pp. 36,,41. Contrariamenre a LÉvl-SrnAUSS, (op, cit., comparativo no es exclusivo de los procedimientos de una tipología o de una a(uetipología estructural. Desde llego, el descubrimiento se hace sobre un caso estudiado z fondo, pero la prueba puede ha.erse me-
p. 3I7), Pensamos que el método
diante la convergencia comparativa, cuyo modelo ejemplar cohstituyC el caso privilegiado. Es esta combinación de los dos métodcs, estructural y compararivo, lo que hemos querido entender en el término de umicro-comparatrvo)). llt B¡,cg¡r¡,no, Form. esprit scient., p.239. r16 Cfr. PlncET, Epist., génét,, I, p . Zr. l17 G. FnleoMAN, .,Psychanalyse et sociolegieu, en Diogéne, n. o 14.
40
un desarrollo más <> sobre sí mismo, lo que ofrece facilidades metodológicas que no tienen las posiciones culturalistas. La precedencia de los imperativos biopsicológicos sobre las intirnaciones sociales sólo será afumada aquí, por tanto, por sus comodidades metodológicas. Más simple , el punto de partida psicológico es asimismo más general. Es lo que ha visto perfectamente el etnólogo Lévi-Straussrr* cuando constata que la psicologia de cualquier niño constituye un ..fondo universal infinitamente más rico que aque I de que dispon e cada sociedad particularrr. Cada niño uaporta al nacet, y bajo la forma de estructuras me ntales esb ozadas, la integridad de los medios de que la humanidad dispone desde toda la eternidad para definir sus re laciones con e I mundo...r. El medio cultural puede, por tanto, aparecer a lavez como una complicación, pero sobre todo como una especificación de ciertos esbozos psicológicos de la infancia, y el etnólogo encuentra la expresión feliz cuando califica al niño de usocial polimorfou. Polim orfia e n la que -de las coacciones y las ce nsutas culturalel van a se leccio nar las formas acción y de pensamiento adecuadas tal o cual género de vida. De donde resulta que desde el punto de ^vista metodológico se puede ha-
blar de imperativos naturales, mie ntras que nos conte ntamos con el término uintimación,> para caracte rizar lo socialrr". Aquí, como por lo demás en otras pattes, la nece sidad es de orde n cronológico y no de or-
den ontológico. Es en el dominio psicológico donde va a ser preciso descubrir los grandes eies de una clasificación satisfactoria, es decir, c^paz de integrar todas las constelaciones que encontremos e n el camino. Queda por saber en qué sectot de la psicología h^y que buscar estas r20. Bachelard ha tenido la intuición de que estas metáforas son las indicativas del movimiento. Y vue lve a me nudo sobre esta teoría que supera y anula la simple clasificación sustancialista de las obras que ha consagrado a las imágenes. En L'EAu et /es réues a propósito de E. Poe , en La Tene et /es réueries du repos, Bachelard precisa que ..los símbolos no deben ser juzgados desde el punto de vista de la forma. .., sino de su fuerza, y concluye valorizando al máximo la imagen literaria <.más viva que cualquier diseño>> porque trasciende la forma y porque es <(movimiento sin materi L>>121 . Esta forma cinemática de reconsiderar el esquema clasificador de los símbolos es confirm ada por numerosos psicólogos . Para algunos r22 la <.constancia de los arquetipos>
no es la de un punto en el espacio imaginario, sino la de una udirecrr8 LÉvt-Srnauss,, Sttuctures é/érnentaires de la parenté, pp. 120-122. ttq Cfr. Hrusr, op. cit,, p. 5. Lzo BAcu¡r¡,no,, Air et songes, p. 18. L2L B¡,cH¡raRD, Eaa et réues, p. 16I; Tene et repos, p. 60. Cfr.la, noción de udecorado mítico> tal como nosotros la utilizamos en nuestro estudio Le décor mytiqae de /a Cbartreuse de Parme. r22 Cfr. B¡,uoouIN, Da l'instinct d l'esprit, p. 197; cfr. pp. 60,,63. Traité de psycbol,,11,2, p. 5, y Plnc¡t, Forrnat, du syrnb., p. L97.
4t
Cfr.
PRADINE,
ades dinámicas> son las ((caregorías
do Desoiller23 quien parece relaciomotrices)) con los modos de repre-
rando incluso que esta cinemática simbólica es dinámicamente medible , puesto que .ñ lor acos mentales de imaginación de I movimie nto h"y uñ" diferéncia del orden del 1t al 20 por 100 con el metabolismo del reposo mental. Son, pues, esras
grandes <>r2(,.
Sólo la reflexologia presenta, en nuestra opinióá, una posibilidad
,Ce
estrndiar este .,sistema funcional, que es el aparato n.ruioro del recién nacido y el particular el cerebro,
y
especificar el upolimorfismo,,
" fancia. Las udominanres reflejasu escuelar2s debían estudiar de for los más primitivos conjunros senso mas de ..acomodaciones> más origi según la te oría de Piager r2'), debíá tensión en los procesos de asimilaci estudiar los refleios primordiales, Betcherev'-rn, zprovechando los trabaios.y la terminologia de Oukhtomsky, descubre áos en el recién nacido humano. La primeta es una dominante de oposición> gge.copr"dena o inhibe
todos los dg¡pás.reflejos cuando, por ejemplo, se alza verticalmente el cuerpo del niáo. Según Betchereu, estaría vinculada a la sensibilidad estática clásicamente localizada en los canales semicirculares. Lue go se ha mostradorlr que estos reflejos posturales eran comportamientos suprasegmentarios vinculados al sistema extrapiramidal; por último,
"lgunos de estos reflejos de endere zamiento son refleios óptirnos relacionados con la integridad de las áreas visuales del córtex. Desde luego, nuestra intención no es dejar pasar así estas dominantes fisiológicas a. título de dominantes de la representación simbólica, y Piaget r12 tiene raz6n al pretender que el recién nacido o el niño <(no saca ninguna intuición generalizada, de las actitudes posrurales primordiales, pero el psicólogo genético reconoce no obstante que la vgruicalidad^.'y'1a", hqrison percibid{ pg.t..l-niño ..de forma privile giadarr. Poco nos Von¡?.lidad importa que sea una vefticalidad ufísica,r e intuitiva que se percibe, más bien que una clara idea de la verticalidad matemitica... Porque es la topolo gia de la verticalidad lo que entra aqui en iuego más que sus características geométricas. Puede decirse que en tal dominante refleja se acumulan el analogon afectivo y el analogon cinestésico de la imagenr3l. La s*e.gunda, dominante aparece todavía con más nitidez: dominante de nu_qrieió-A"Sue en los recién nacidos se manifiesta por los refleios de r"iói6ñi;i;irT'y de orientación correspondiente de li cabeza. Estos reflejos son provocados bien por estímulos externos, bien por el hambre. En el perro ya había observado Oukhtomsky I 14 una dominante digestiy?, especialmente en el acto de deglución y en el acto de defecación, que tie ne por resultado concen tÍar .,las excitaciones procedentes de fuentes leianas y suprimir la capacidad de los demás centros de tesponder a las excitaciones directasr. Como en el caso exterior, todas las reacciones extrañas al reflejo dominante se encuenffan retardadas o inhibidas. A estas dos dominantes pueden asociarse re acciones audiovisuales que Betcherev estudia. Si luego estos órganos sensoriales pueden a su ,?2, por condicionamiento, convertirse e n dominantes, oo es menos cierto, como observa Kostyleff 'it, que la nutrición y la posición <(son reacciones innatas de carácter dominante)>. La dominante actúa siempre con cierto imperialismo, puede ser considerada y^ como un principio de organización, como una estructura sensorimotriz. En cuanto a vna tercera dominante natural, no ha sido estudia da a decir verdad más que en el animal adulto y macho por ]. M. Oufland136 en su artículo: <.IJne dominante naturelle che z la grenouille mále dans r3L
r32
tt3 134
L3' r36
t. II, pp.43r-43r. p. 447. Cfr. infru., pp . 338 y ss. u Reflexologaii (Betcherev),
LEFF,
42
43
pp. 80 y ss. Cfr. Kosry-
puede decir que numerosos juegos y ejercicios de la infancia presentan carácter rítmico, ecolálico o estereotipado, que no sería más que una prefiguración coreogriftca en cierta forma del ejercicio de la sexualidad. En este sentido , habria un inte resante estudio a hacer sobre el onanismo infantil, preejercicio directo, según ]ung, de la sexualidad pl9nata2. Es más, si adoptapos el análisis freudiano de .los desplazamientos genéticos de la libido, constatamos gue, er su origeo,-esta rítmrca sexual está vinculada la rítmica de la succión y que h"y una ^ la dominante sexual latente en la infananastomosis muy posible entre cia y los ritmos digestivos de la succiónrar. Chupar de la teta sería también un preejercicio del coito. Veremos que esta relación genética de fenómenos sensorimotores elementales se encuentra en el nivel de los grandes símbolos: los símbolos de I üag:miento que tienen a menudo prolongaciones sexuales . En cuanto a la relación entre esta motricidad primaria y al parecer inconsciente y la represe ntación, no plantea más dificultades para la psicolo gia contempo ránea. Desde L922 , Delmas y Boll t44 habían observado e I cdrácter normativo , para e I conte nido global de la psique, de las grandes propiedades biológicas primordiales, tales como la nutrición , la generación y la motilidad, y Pieron escribía en el Nouueau t1ai1é de Psycltologie t4t que el .,cuepo entero colabo Í^ la constitución ^ en la raiz de de la imagenu, y-las..rfuerzas constituyentes)>, que él sitúa la organi zaciín de las representaciones nos parece muy ce rcanas a las udominantes reflejss)), Piagetra6 pone de manifiesto <(que se puede se guir de una forma continua el paso de la asimilación y de la acomodación sensori mouiz. . . a la asimilación y a la acomodación mental que caracte rizan los inicios de la representaciónrr, no siendo la representación especialmente el símbolo- más que una imitación interiorizada,-y y no manifestándose los fenómenos de imitación, sino a. partir del primer mes, sistem iticamente al me nos a paftir del sexto en que la imitación del cuerpo propio se convierte en regla constante . Por último, oo sólo Max t47 ha puesto de relieve la vinculación de la motricidad de los músculos del lengua je y del pensamiento, sino que \Tyczoikowski.t48 y |akobson t¿q hal mostrado, mediante métodos mecánicos o eléctricos, que una motricidad periférica extendida a numerosos sistemas musculares estaba en estrecha relación con la representación. Sin pre-
un
a la falta de informaciones en este tehumano, podemos tecordar, sin embargo, de nd el cariéter cíclico e interiormente motivado )>. Pese
r42
Cfr. JuNc, Libido, p. 137.
pp. 118, 119. Moncax , op. cit.,lI, pp. tr3, t60. Cfr. EsrrnuRRCK, History of Human Mariage, I, cap . 2, y Hav¡rocr Eus, Sexual Periodicity, l. r3e Op, cit,, pp . 562, t6i. tao Qf¡. op. cit,, pp . i66-570. r41 Cfr. GRoos, .leux des anirnat¿x, pp. 30r-31i'. Cfr. GRI¡,ur¡ , ./eux dogons, pp. r23, r4g, 2r2.
t41 Cfr. asimismo el artículo de P. Grnuam, oMusique et psychandyseu, en Rea. froog, de psycbanalyse, 1928. t44 Cfr. Dnuas y Borr,, La personnalité lturnaine, p. 81. r4t Duu.as, Noua. Traité de Psyc/tol., ll, p. 38. t46 PI¡,GET, Format. syn., p. L77. t47 Cfr. MAx, <,An experimental Study of the Motor Theory of Conciousness>, en .lour, corn, psyclt,, 1935, pp. 409-486. Cfr. asimismo la noción de oreflejo semántico> en A. KonzvBSKI, Science and Sanity, pp. 19,54-18. r48 Cfr. \üvczorKo\ísKl, art. en Psych, Reu., o.o 20,p.448. t49 Cfr.JaxoBsoN , ?ft.en Americ.Joarn. psycb., o.J 44,p. 677.
44
4,
L)7 B¡cH¡n¡v, Genera/ Principles,
138
tender mediar entre los partidarios de una teorla puramente central y los de una teoria ampliamente periférica del mecanismo de la simbolización, adoptemos como hipótesis de trabajo que existe una estrecha concomitancia enffe los gestos del cuerpo, los centros nerviosos y las representaciones simbólicas.
En resumen, podemos decir que admitimos las ffes dominantes re-
fleias, .,eslabones intermedios entte los reflejos simples y los reflejos
asociados), como matrices sensorimotrices rt0 en las que las reptesentaciones van a integrarse de forma natu ral, con may_or motivo si algunos esquemas perceptivos vlenen a enmarcaf y asimilarse a los esquemas mototes primitivos, si las dominant€s posrural.es, de. tragumie nto o ritmlcos se encuentran en concordancia con los datos de ciertas experiencias pe rceptivas. A este nivel, los grandes símbolos van a formatse mediante una doble motivación que va a darle ese aspecto imperativo de
sobredeterminación tan característico
.
INTIUNCIONES ANTROPOLÓGICAS, PLAN Y VoCABULARIo
I
En el entorno tecnológico humano es donde vamos a buscar un acuerdo entre los reflejos dominantes y su prolongación o confirmación cultural. En términos pavlovianos, cabría decir que el entorno humano es el primer condicionamiento de las dominantes sensorimotrices, o en términos piagetianos que el medio humano es el lugar de la proyección de los esquemas de imitación. Si como Lévi-Straussltr quiere, lo que corresponde a la n^tvraleza y tiene por criterios la universalidad y la espontaneidad, está separado de lo que pertenece ala cultura, dominio de la.pafticularidad, de la relatividad y de la coacción, no es menos necesario que haya un acuerdo entre la naturalezay la cultura, so pena de ver al contenido cultura no ser uiuido iamás.La culrura válida, es decir, aquella que motiva la reflexión y la ensoñación humana, es por tanto la que, mediante una espjcie de finalidad, provoca el proyecto -natural proporc.ionado_por-lo: refleior do1ninantes que ocupan.el papel de tutor instintivo. Desde luego los reflejos humanos, que pierden como los grandes simios ((esa nitidez y esa precisiónr> que se encuentra en la mayoria de los mam'tferos, son capaces de un condicionamiento cultural amplísimo y variadísimo. No es menos cierto que este condicionamiento debe estar orientado, al menos en líneas generales, por la finalidad misma del reflejo dominante, so pena de provocaÍ una, crisis neurótica de inadaptación. Por tanto, se exige un minimurn de conveniencia entre la dominante reflej a y el entorno cultural. Lejos de ser una censura y un rechazo los que motivan la imagen y dan su vigo r al símbolo, pxrece por el contrario que es en un acuerdo enffe las pulsiones refleias p¡¡6rr habla de qmatrices de asimilaciónr, Forrn. symb. cbez enfant, p. L77. Itr Cfr. LÉvl-Srnauss, op. cit., pp. 8, 9, 10. r10
46
del suieto y su medio don de arraig?n de una forma tan imperativa las grandes imágenes en la represe.tt"iiótr y las lastra con suerre suficiente
para perperuarlas. En esta investi gación cultural nos inspiraremos frecuenreme nre e n los hermosos. trabaios de Leroi-Gourhan'5', oo sólo po.q,r. nuesrra búsquei? coincide con algurnas grandes clasifica.iones teinolóIi."rl ,ino también p.ofguq el tecnólogg fu dado a su estudio un car áctér prudentemente ahistórico: la historia de las representaciones simbólicas, .o-o la de las herramientas, es demasiado-fágmentaria p^i^ que pueda ser-
virse uno de ella sin cierta temeridad. trí"r, <(aunqúe el documenro es?pa con frecuencia a la historia, no puede escapa i a laclasificación,,r:i. Por otro lado, así como Leori-Gourhan equilibü los materiales técnicos mediante ..fue rzas>>, así nosotros hemos dé equilibrar los objeto, ,i-bOlicos Pol la oscura motivación de los movimi..rto, dominrÁt., que hemos definido. No obstante, y contrariamente a ciertas necesidades de la teoría tecnoló gica, agyí_no concederemos jamás una prelaci óD la materia sobre la fuer za " .'i4. Porque nada es más maleable que una materi.a.imaginada cuando las fue rias reflexológicas y las p,rtriones tendenciales siguen siendo más o menos consranres. Léroi-dourh p^]i.,-.., efecto, de una clasificación material muy próxim q;. ^n hemos criticado en Bachelard'tt. Se puede incluso'.rr.o.rtrar^ un ^l^esbozo de clasifi-
cación elemental en el tecnólogo: al ser tierra, marerial de percusiones, lügar de ges tar , model an>>, ser la segund a la áel fue-go ^y lentar, cocer, fundir, secár, deformaf , la íer con las técnicas del desleimienro, de la fuente último, el cuafto elemento es el aire q".;;;; pronto el tecnglogort7 enuncia una gr^i ley que corrige el materialismo rígido qug deiaba presentir esta clalifica.ibn elemenül: uSi la materia manda inflexiblemente sobre la técnica, dos materiales tomados de dos cuerpos diferent:s, pero con las mismas^propiedades físicas generales,
tendrán inevitablemente la misma manufáctu'ra.
r>
Esto es reconocer que
la materia es actu^d? por detrás de los caraceres conceptual.,
q,r.;&-
la la clasificación aristbtéüca, es confesa r la import ancia del gesio. Í ,i el cobr e y Ja coÍtez^ tienen por instrumenro co nún de manüfr.t ura la mauiz y el percutor, si el hilo de cáñamo, de rota o de hierro se rrara por.procedimientos idénticos es, al parecer, porque la inici ativa técniia
vuelve al gesto, gesto que no se pt.ó..rpa de las lategorías de un marerr2 rr3 271.
cfr. L¡nor-GounHAN, L'Homme et la matiére y Miliea et tecbnique. L'Hornme et la rnatiére, p. 18. Cf¡. LÉvl-Srniuss, Ántbropo,l.'itract., pp. 240..
rt4 Cfr. EserN,ts, Les oigines de la tec/tno/ogir, pp. L3, 14.
C\. supra, pp. 30 y ss. ::l r'6
Cfr. Lrnot-GóunnrrÑ, ?p. cit,, p, 18. LÉvr-Srn^uss, habla con mucha razón de uinestabilidad lógica de un objéto -"nirf".turadon, ,i;.-Io pensáe ioorigr, p. tgg. tJ7 L'Hornme et Ia matiére, pp. 16l y ss.
47
rialismo compleramenre intelectual fundado sobre afinidades aparenres. Los obieios no son finalmente, como anota el tecnólogo "tt más
que complejos de tendencias, redes de gestos. Una vasiia no es más g.te la mat erialtzación de la te nde ncia gene ral a conte net los fluidos, sobre la que vienen a converger las tend?ncias secundarias del modelado de la aicilla o de I corte de-la made ra o de la cortez^: .,Se tiene algo así como una red de tendencias secundarias que cubren numerosos obietos al parricularizar las tendencias generales.,, Por eiemplo, llt tendencias a <(contener)>, a ..flotarrr, a ..cubrirr, 1 articulatizadas por las técnicas del rraramiento de la cortez^ dan el vaso , la barca o el techo. Si este vaso de cort ez^ esrá cosido, implica inme diatamente otra separación posible de tendencias: coser para contener da el vaso de corteza, mientras que coser p^fa vestir da ei vestido de pieles, coser para a\giar,.la casa de tablas cosidas'1". Esta udoble entrada)> que proponen los obietos concreros oro rga,,por ranro, una gran libertad a la interpretación.tecnológica de los,rt.nrilios. Este carácter de polivalencia de interpretación se acenLos objetos simbólicos, más tuará más en las tras sino que constituye.n redes aún que los utensil e en el árbol: por eiemplo, dondé varias domin puede ser, como veremo5 rrr0, símbolo a la vez del ciclo estacional, y iambién de la ascensión vertical; la serpie nte está sobre determinada por el rragamiento, el ouroboros, y los temas resurreccionales de la renovación,-del renacimiento: el oro es a la vez color celeste y solar, pero
te soro de la ietirnidad. Mucho más: obieto simból constataremos que el sione s de se ntido, o al menos a r procesos de doble negación: co do., la barca-cofre que e ncie rra duras que se convierte en maestro atador, etc Bta compleiidt_d básica, esra complicación del objeto simbólico, justifica nuestro método que es partir de los grandes gestos reflexológicos para desembrollar las redes y ios nudot quá constitry.n las fijaciones y las proyecciones sobre los ob-
también quintaese ncia oculta,
i""i*'i:;'?;:X.'JT:JJ;:;;.
nos vienen dados por ra renexo togia desarrollan y- orientañ la representación simbólica hacia materias de predilección que no tie nen más que leiana relación con una clasificaiiO.t ya demaiiado racionalizada en cuatto o cinco elementol. Y según la eclación que establece Leroi-Gourhan: Fuerza + materia -- herrart8 Op.cit.,p.3lo. tte Cfr. op. cit., pp. 340 y ss. 160 Cfr. infra, pp. -J2-l v ss.
,
16l LÉvr-Srnnu'sd ha insistido en el carácter no sustantivo y uepitético, de los grandes , PP: 76-79), Pero nos axiomas de clasificación del pensamiento ..sa uando es-cribe.que uel parece que va demasiado leJos en su prude ^principió s los cualificativos son de una clasificación no se postula a
priori clasificables. 48
mienta t6t, diremos que cada gesto apela a la vez a Ltna materi a y a una técnica, suscita un material imaginario,y si no una herramienta, al menos un utensilio. Así es como el primer gesto , la dominante postural, exige materias luminosas, visuales y técnicas de separación, de purificación, cuyos frecuentes símbolos son las armas, las flechas, las espadas. El segundo gg:lo,-vinculado al descenso digestivo, apela a las materias de la profundidad: el agv o !^ tierra cavernosa suscitan los utensilios continentes, las copas y los cofres, e inclina a las ensoñaciones técnicas de la bebida o del alime nto. Por último, los gestos rítmicos, cuyo modelo natural realizado es la sexualidad, se proyectan sobre los ritmos estacionales y su coft:jo astral anexionándose todos los sustitutos técnicos del ciclo: tanto la rueda como e I torno, tanto la mante quera como el encendedor, sobredeterminan cualquier frotamiento tecnológico mediante e I ritmo sexual en última instancia. Nuestra clasificación tripartita concue rda, por tanto, entre otras, con una clasificación tecnoló gica que discierne los útiles percutientes y contundentes por un lado, y los continentes y recipientes vinculados las técnicas de la excavación por ^ otro; por último, las grandes prolongaciones técnicas de esa herramienta tan valiosa que es la rueda: tanto los medios de transporte como las industrias del textil o del fuego. Asimismo, a ese entotno tecnológico inmediato se puede re inte grar lo que Piaget trri ll2¡¡a los <(esquemas afectivosr> y que no son nada más que las relaciones, caras a los psicoanalistas, del individuo y de su medio humano primordial. Como una especie de herramie nta, en efecto, es como aparecen el padre y la madre en el universo infantil, oo sólo como herramientas con una tonalidad afectiva propia según su función psicofisiológica, sino también herramientas rodeadas a, su vez de un cortejo de utensilios secundarios: en todas las culturas, el niño pasa n turalmente del seno materno a los diferentes recipientes que durante el destete sirven de sustitutos del seno. Asimismo, si el padre aparece la mayoria de las veces como obstáculo ac.aparador de la herramienta nutricia que es la madre, es venerado al mismo tiempo como una manifestación envidiada del poder, cuyos atributos son las armas, los instrumentos de caza y de pesca. Nos encontramos, pues, con que es económico integrar las motivaciones del medio familiar en las motivaciones tecnológicas. Piaget ha tenido cuidado de subrayar, por otra parte, eue estos <(esquemas afectivos> se salían de la demarcación de simples esquemas personales y constituian ya especies de categor'!as cognitivas. uEs evidente el psicólogo-tuo qr'r. el inconsciente afectivo, es -escribe decir, el aspecto afectivo de la actividad de los esquemas asimiladores, nada tiene de privilegiado desde el punto de vista inconsciente: sólo el halo místico que rode a la intimidad de la person a ha podido engañar a 162
f¡¡gl-GounH lN, op. cit,, pp. 33r, 332. cit., pp. 8g,9j, 100. Cfr. Pl.rc¡r , Fornz. symb., p. 222. 164 Pl.ac¡t, op. cit,, p. 223. 163 Cfr. op.
49
los psicólogos a este respecto., Sin ir hasta esa toma de posición contra el psicoanálisis y sus motivaciones personalistas, reconocemos sin embargo que los personajes parentales se deian clasificar singularmente en los dos primeros grupos de símbolos definidos por los refleios posrurales y digestivos. El enderezamiento, el equilibrio posrural irá acompañado la mayoria de las veces de un simbolismo del padre con todos los armónicos
, tanto edípicos como adlerianos,
como, por eiemplo, el ejecutivo, el legislativo y el judicial en el seno de la función real, ¿no serían la señal de un acuerdo óptimo entre las aspiraciones biopsicológicas y las intimaciones sociales ? Si nos permitimos extrapolar la tripartición dumez iliana, es porque nos parece que converge en numerosos puntos con la repartición psicotecnológica que hemos tomado como base de uabaio. Es más, esta converge ncia nos permitirá dar cuenta de ciertas relaciones entre ritos y símbolos de las diferentes funciones, relaciones que han permanecido misteriosas e inexplicads en Du mézilt66. Hay que señalar, sin embargo, que la tripartición reflexológica no recubre término I término la tripartición duméz iliana: el primer grupo de dominante postural subsume, como veremos, las dos primeras funciones sociológicas que son la reale za baio sus dos formas y la función r6t G. DuuÉ2l1, Indo_Europ., pp. 40-47. f,f¡. op , cit, , p . 3r9 .
t0
tición sociológica y simbólica
caÍ
cerca de las biparticiones habitual
Que puede compo rtaÍ ,
mientras que la mujer y la madre se verin anexionar por el simbolismo digestivo con sus armónicas hedonísticas. Sea como fuere , la clasificación que nosotros proponemos tiene el privilegio de inte gra;r, junto a la tecnolo g1a, la clasificación sexual y parental que los psicoanalistas dan la mayori^ de las veces a los símboioi. Todavía aparece una notable concordancia entre las tres catego Í'tas simbólicas definidas por la reflexología y las tripartición y bipartición funcionales tal como las consideran Piganiol y Dumézil. Es preciso entendernos bien, porque podrían acusarnos de extrapolar considerableme nte conclusiones sociológicas que no se aplican, eo esos dos autores, más que a los indoeuropeos o incluso nadamis que a los romanos, pero si las ües funciones dumézilianas o las dos estradficaciones funcio nales de la Roma antigua, según Piganiol, no se encuentran netamente en offas culturas, es simplemente porque sociológicamente están más depejadas. ¿No reconoce explícitamente Dumezilt6' que es potque laS civilizaciones indoeuropeas han sabido discernir y reforzx la tripartición funcional, por lo que han alcanzado una supremacia y un incoYnparable equilibrio sociológico? ¿No puede concebirse que el triunfo temporal de las civilizaciones indoeuropeas, y de Occidente en particular, sea debida en gran parte ala adecuación armoniosa, eo los grandes períodos de la historia, enffe las funciones sociales y los imperativos biopsicológicos? La diferenciación de las funciones y luego, en el seno de esas funciones mismas, la discrimin ación de poderes bien definidos,
t66
guerrer?, es Ia segunda dominante reflexológica la que integra la ter{ cera función nurricia que establec
últimas dominanres refleias. Cono es nada contradictoria con la interpreración funcionalr>. Tampo-
mit doe
I como la concibe Piganiolrr,s,
per-
a del dominio del rí-botismo in-
o constatado por .t trirroriador en las ^ de la historia romanos, .le ."si todos los pueblos se abre con el Abel y del labrador caín,>r('e. plir princiiio en rór .linos, en e enr . Tnbaios tan diversos como iganiol resaltan siempre esra fundamental b Przyluski ., ya lo hemós observado s5 lp ingenia pa? encontrar un_ paso Lvolutiío de un término al otro i de iustificar.a.si la. supremacia d¿ Abel sobre por
. .
costumbres y los hábitos
17
Cain
r
último, .o-o
veremos, la bipartición y I? tripa-rtición coinciden con la repartición del espacio sagrado tal como Sousielle la ha descubierro enrre los -riI"ot mexicanosrT2: aspecto polémico y guerrero de las divinidades del Ntrte y del.Sur; aspecto vencedor del sol"naciente, del ¡it.; rtf..ro misterioso e involutivo del Oeste; p-ol ú or y sintético del Centro del espacio , abarcan bien los reflejos ¿oini_
nantes: polémica
y sarsarz son, e
tural, iávol".iOn
tiva;. por último, el Cenrro paquilibrio de los contrarios. establecer el principio de nuesrro notables convergencias de la reflexologia, d.e la. tecn ologra y de la sociolo gia, se funáari a la vez sobre una amplia biparticióñ entre dos,, Regírien¿s del simbolismo-,- .f - l"o
diumo, ef orro nocturao,
y sobre
h lripardción
reflexofOgl.r.
H;;;,
optadci por biparti.iéí de esta clasific ación empírica de las conver"tt1 por dos razones: en primer lugar, como acabamos qengia¡ arquetípicas de indicar, porque este doble plan a la ie biparti"to y tripartito 1.ro ., 167 168
Op. cit., p. lgl. Cfr. PlcANIoL, o.p. ci(.,p.93. Cfr.
e_n Ar,uN, en préliminaires, pp.g6y ss., 100 y ss' , 132 y ss., una división bastante parecida enrre las
r7t Cfr. saplrt, p. j2.
t72
liz-lz¿.
cfr. SousrtrrF, op. c '., pp . 67 y s.; cfr. infra, p.
tt
3g4.
En efecto, nume rosos autores han observado con razón la extremada confusión que reina e n la riquísima teminologia de lo imaginario: signos , imágenes, símbolos, alegorías, arquetipos , slténzas, esquemas, ilustraciones, reptesentaciones esquem íticas, diagramas y sinepsias son términos empleados indiferentemente por los analistas de lo imaginario. Tanto Sartre como Dumas o Iung'71 consagran muchas páginas a precisat su vocabulario. Es lo que nosotros vamos a inte ntar por nuestra parte , ayudados en ello por e I esbozo de clasificación y de metod ologia que acabamos de establecer. Sólo nos quedaremos con el rninimurn estricto de términos aptos para esclarecer los análisis que vamos a em-
contradictorio y abarca admirabl tropológicas a las que han llega como Dumé zil, Leroi-Gourhan,
bie
n,
es tradicional
e
pre nde r.
n Occidente
cansa sobre los datos mismos de la
nante postura!, por.¡us
jpPli
bién por sus' imPlicaclones Diumo, concierne la dom ^ ticios y digestivos, la sociología las técnicas del ciclo, del calen-
textil, los símbolos naturales s dramas
asttobiológicos.
Estas dos partes d,e análisis en que h.emos agrupa4g.,
do de .orru.ti.r.i", to, Jo, prim ro en el
ral
de
que
I simb
o
ttgún el méto-
las grandes cónstelaciones simbólicas, constituyen a-baio y se rán seguidos por.un terce filosóficamente la motivación geneahl habremos de ontoló gica, tanto será lícito consta-
uestra investigación, cuál es la con-
desarrollo de este estudio sólo ha si una concepción simbólica de la ción que postula el semantismo
Ante todo, dejaremos de lado todo lo que no tiene que ver más que con la pura semiologia. Cuando utilicemos la palabra usigno>, oo será sino en un sentido muy general y sin querer darle su sentido preciso.de algoritmo arbitrario, d;señal contingent. de un significado. Asimlsmo, oo utlhzaremos el término..emblemarr, que en el fondo no es más que un signo, y aunque Dumas r71 admite que los emblemas pueden Llegai ala vida simbólica, nosotros negaremos este punto de vista y mostratemos, pot ejemplo, que el emblema crístico no se transforma en símbolo de la cruz, sino que se produce lo inverso. Deiaremos asimismo de lado la alegoria, <
y académico.
Por e I contrario, he mos adoptado el término genérico de uschéme>> [. Ei ha.e la unión, no ya como quería Kant, entre li iÁage n y e I concepto, sino entre los gestos inconscie ntes de la se nsorimotricidad, entre las dominantes reflejas y las representaciones. Son esros esquemas los que forman el esqueleto dinámico, el cañamazo funcional de la imaginación . La diferencia que existe entre los gestos reflexológicos que hemos descrito y los esquemas es que estos últimos no son
, agruPando Positivame nte las ello sus se tttidos múltiples, lo que sentido supremo de la función simo sobre la metafísica de la imaginaestudio, nos que da sin e mbargo dar, que
rr.
el a la 1uz de lo que acabamos de establecer, alguñas precisiones sobre emplear, vocabulario que Pensamos
t2
t3
solamente engramas teóricos, sino trayectos encarnados en representaciones concreás precisas; de este modo, al gesto postural corresPonden dos esq.uemas: el de la vert icalización ascendente y el de la división
tanto visual como manual; al gqsto del tt?gam guéry d_gl desgns? y del acuriücamiento en frase de Sartte r7e, el esquema aparece como el
es-
la los
textos y las pulsiones inconscientes. Los gestos diferenciados en es con el entorno natural y social, como Iung los ha definido r8o. Los a caciones de los esquernas. Iung t
Burckhardt y de heiho el sinónimo de uimagen primordialu, de <, de ttt. Iung4 pu-esto perfectamenre en evid-encia él caúcrer de trayecto antropológico de los arquetipos cuando escribe :
iutablemenre con ciertos procesos perceptibles de la naturaleza que se producen sin cesar y son siempre activos,. pero por gqa pafte es astmlstámbién a ciertas condiciones interiores de -o indudable qu. s. refiere la vida del espíritu y de la vida en general...)> Este arquetipo,-intermedio enrre los ésquemas subietivos y-las imágenes proporcionadas por el enrorno percepttvo sería, >r82. Desde luego, Iung insiste sobre todo en-el caricter colectivo e innato de las imágenes prirñordiales, pero sin entrat en esta metafisica de los orígenes y sin adirerirnos a la cieencia en usedimentos mnésicos> acumulados en el curso
de la filogénesis, podemos hacer nuestra una observación capital del psicoanalista que ve en estos sus
tipos del estadio prelim iner , la primar la imagen ., la idea no sería del arquetipo imaginaúo, eD un dado. Lo que explica a la vez que racional, está mucho más some tid ción racional que influyen fuertem
le procura expresiones conformes estaría dado, pot tanto, ante rent representativo, r.r motivo arquetípico; el lo qug explica asimismo que el^racionalismo y los pasos pragmáticos de las ciencias iamás se liberen complemmente del halo imagiñario, y que todo racionalismo, todo sisop. cit., p. L37. Cfr. JuNc, Types psycb,, PP. 387, 454 y ss. Pare nosoffos, por el contrario, los grandes sustantivos no son más que_ secundarios en relación a los esquemas nverbalesn.
tema de razones lleve en sí sus propios fantasmas. Como dice Iung,
imágenes que sirven de base a las teorías cient-rficas se mantienen en los mismos l-rmites... (que aquellas que inspiran cuentos y leyendas)rrttt. Subrayaremos por nuestra parte la importancia esencial de los arquetipos qu.e constitlyen- el pun¡g d: unión entre lo imaginario y los procesos racronrales. Baudouin rsrr [¿ insistido sobre esta relación, demostrando que habla. do: conexiones posibles entte l"l imágenes y l.og pensamientos: una horizontal, eue agrupa varias imágenes en una idea; otÍa vertical, en la que una imagen suscita varias ideas. Según Baudouin r87 el concepto estaría constituido por una especie de inducción arquetípica.. No obstante, el lenguaje de este psicoanalista está mal fijado, confundiendo menudo arquetipos y esquemas o arquetipos y simples
^ offa parte, contrariamente a sus afumaciones, h^y una símbolos. Por gran estabilidad de arquetipos. Así es como a los esquemas de la ascensión corresponden inmutablemente los arquetipos de la cima, del jefe, de la luminaria, mientras que los esquemas diairéticos se sustandfican en constantes arquetípicos , tales como la espada, el ritual bautismal, etcétera; él esquema del descenso dari el arquetipo de lo hueco, de la noche, del uGuilliver)>, etc., y el esquema del acurrucamiento provoca-
no se ve qué otta significación imagin aria podría dársele, mienffas que la serpiente no es más que el símbolo del ciclo, símbolo muy polivalente como vefemos. Es que , eo efecto, /os arquetipos se uincu/an a irnágenes rnay diferenciadas por /as culturas y en /as, qae ann a irnbricarse .aarios esquernas. Uno se e ncuentta entonces en presencia del símbolo en sentido estricto, símbolos que reviste n tanta más import ancia cuanto que son ricos en sentidos diferentes. Es, como ha visto Sartr€ttt, una forma inferior por ser singular del esquema. Singularidad que se resuelve lamayoria de las veces en la de un uobieto sensiblerr, una <.ilustración> concreta tanto del arquetipo como del esquema teq. Mientras que el arqueriPo está en la vía de la idea y de la sustantificación, el s-rmbolo está simplemente e n la v'ta del sustantivo, del hombre, e incluso a veces del nombre propio: para un griego, el s'rmbolo de la Belleza es el Dor-foro de Policleto. De este compromiso concreto, de este acercamiento semiológico, el símbolo hereda una fragilidad exttema. Mienffas que el
179 StRtRE,
r80
Ófr. C. DunaND, Les Trois niaeaux de formation da Symbolisme, t8l JUNG, op. cit., p. 310. r82 Op. cit., p . 41 I . I$ Op. cit., p. 416. r84 Op, cit,, p.450
t4
te)
cit,, pp. 310-311. Cfr. B,ruooulN, Da l'instinct d l'esprit, p. 191. r87 Cfr. op, cit,, pp. 197,200. r88 Cfr. San"rr&., op. cit,, p. L44. 186
JUNG, op.
r89 Cfr. DuMAs, Traité, IV, p. 261. neture des symbo/es, pp. 17 , 38.
Cfr. noción de
5'
nsinternaD, en
R. [rrr.¡g, De la
7-_ esquema ascensional y el arquetipo >. El método de convergencia pone en , evidencia el mismo isomorfismo e n la constelación y en el mito. \ Por último, este isomorfismo de los esquemas, ¿. los arquetipos y , h. los símbolos en el seno de los sistemar'-íti.ot o de consielacio.t.i ,. ,bstáticas nos llevari a cons tatar la existencia de ciertos protocolos norimativos de las representaciones imaginarias, bien definidas y relativaimente estables, agrupadas en torno a esquemas originales y que nosot' ffos de nominaremos estructuras. Desde luego, este último es muy am-
''
biguo y flotante en la lengua francesate). No obstante, pensamos con Lévi-strauss que, a condición de ser precisado, puede añadir a la no-
detención, una cierta fidelidad, un cierto estatismo ret. La€stntclu.{a, por el contrario, implica cierto dinamismo transformador. Lo sustaniivo de estructura, unido a epítetos de sufijos tomados en préstamo a la etimologia de la palabra .,forma.>> y que , afalta de otra cosa meior, utilizaremos metafóricamente,,g.ignifi mer--lg- gaL,, qu.e esta.g- gfotrnas>-son
p s>>
,cl
transformables, para modificar el campo imaginario. En sggu-ndoJupor acerc?rnos en este punto más a Radcliffe-Brown que a. LéviStraussre6, estos umodelosrr. no son-cuaq.gi-tativos, sino.:t{$qfnáticos; las estructuras tanto como los síntomas médiiós son'mtidéiói qü3 p.t-it.r, el diagnóstico tanto como la terapéutica. Su aspecto matemitico es secundario en relación a su agrupación en síndromes, por eso-es^t-ai- esg4{-r-
tructuras
se".d.eac""tlb.Sn
ggmo modelos etiológicgs más que forryu-larse ale estructuras vecinas definen lo
Estas que nosotros llamare más adelante sobre e
gebraicamente-.-
n de lg imaginario.'
Volueremos
litativa de las estructuras semánticasreT. Por ahora, contentémonos con definir una estructura como una foqm4 transformable , que juega el papel de protdóóio -otivador p^ra toda una agrupación de imágenes y susceptible a su vezde agrupación en una esu,rrctuta .más general- que nosottos. llamareme! !égimen,
Al no ser estos regímenes agrupacionales rígidas de formas inmutables, nos plantearemos por último la cuestión de saber si están a su vez motivados por el coniunto de rasgos caracterológicos o tipológicos del individuo, o incluso cuál es la relación que une sus transformaciones a las presiones históricas y sociales. Una vez reconocida su relativa autoporque todo tiene un límite relativo en la compleii-
nomía
las ciencias del hombre-, nos quedará por esbozar, fundándodad de -relativa nos en la realidad arquetípica de estos regímenes y de sus estructuras, una filosofía de lo imaginario que se interrogue sobre la forma común que integra estos regímenes heterogéneos y sobre la significación funcional de esta forma de la irnaginación y del coniunto de las estructuras y de los regímenes que subsume.
1,, ción de uforma> concebida bien como residuo empírico de primera ins-
,rn
rancia, bien como abstracción semiol1gica y estereotipadate{ que resul-
ta de un proceso inductivo. La forma se define como una especie de
p.
t9o Qf¡. BnuoourN, op. cit., p. 200. Igrcfr. VnN o¡n l¡ruu/, Hornrne primitif et religion, 24. Cfr. infra, pp. 317 y ss. rez cfr
rgt por organizado Le4
p.
L20,
y
G't-rsooup,
rma inruitiva> y
. L8, 24.
cfr
,6
op. cit.,
r95 Cfr. E. Sounl¡,u , Pensée uiaante et perfection forme/le, p. 27 3. <
op. cit. , p. 33) re7 Cfr. infra, p. .
341
.
t7
LIBRO PRIMERO
EL REGIMEN DIURNO DE LA IMAGEN
, Semánticamente hablando, puede decirse que no hay luz sin tinieblas mientras gue.lo contrario no es cierto: la noche tiene una existenrca de la imagen se define, ,
, i:
,^
ffffii','lÍlll'x; fl';
abordado el estudio profundo de los poetas de la luz. Con Baudouin' ya habíamos observado la doble polarización de las imágenes hugolianas en torn o a la antítesis"lür:tinieb'lás':""ÁSiiti'isrño, Rougémorit 2 se las ingeni x p^ra encontrar el dualismo' de las metáforas de la noche y del día entre los trovadores, los poetas místicos del sufismo, la novela bretona de la que Tristan et Iso/de es una ilustración y, por último, en la poesía mística de San Juan de la Cruz. Según Rougemont, este dualismo de inspiración cátara estructuraría toda la literatura de Occidente, irremediablemente platónica. Asimismo, Guiraud 3 pone de manifiesto de forma excelente la importancia de las dos palabras-clave más frecuentes en Yaléry: <(puro>> y <.sombrarr, que constituyen <. Semánticamente estos dos términos <(se opone n y forman los. dos polos dgl universo valéryano: r y no s_e r. . . -se ausencta y presencia... orden y desorden.r> Y Guiraud observa esa fuerza de polarización que poseen estas imáge nes axiomáticas: en torno de la palabra upuro> gravitan .,cielor>, <(oro)>, .,día>, ,.solrr, <.luzu, .,granderr, .
<(lnmenso>), .,divinorr, ..dutorr, .,doradorr..
sombra> están <(amor)>, <(secreto)>, <,solor>, <.tristeu,
..pálidor,
<
.
, mientras
que junto a
..la
uprofundorr, <>... El fonético opone incluso
<>,
I Cfr. B.,tuooutN, Psychanalyse de V. Hugo, p. 202. Cfr. supra, p. 33. 2 Cfr. D. o¡ RoucEMoNT, L'amour et l'Occident, pp. 34,88, I-t7. Cfr. Le Rornan de Tristan et Iseut. I P. GUTRAUD, op. cit., p. 163.
6r
J.
BÉorcn,
PRIMERA PAR]T
las sonoridades de estos dos términos: (>, o bien uir>, €s la más aguda de las vocales, mientras que <(on)> es la más grave. Al obligarle el instinto fonético del poeta a buscar por predilección estos dos sonidos r, confirm a la vocación de las imágenes. Es por tanto completamente natural que los capítulos consagrados al Régimen Diurno de la imaggn _se la primeta se ntido del dividan en dos grandes partei -cuyo ^nttté,ticai: se m ántica misma- está consagratítulo será dado por la convergencia da al fondo de las tinieblas sobre las que se perfila el resplandor victorioso de la luz; el segundo manifiesta la reconquist a antitética y me tódica de las valoracione s negativas de la prime ra.
LOS ROSTROS DEL TIEMPO
Tiempo de labios de lima, en rostros sucesivos te aguzas, e
nfebreces.
.
re
.
R. CH,rn, A une sérénité crispée.
I.
LOS SÍMBOLOS TERIOMORFoS
De primera inte nción, el simbolismo animal parece ser muy vago por estar Cemasiado extendido. Parece que puede remitir a valori zaciones tanto negativas con los reptiles, las tatas, las aves nocturnas, como positivas con la paloma, el cordero y, €o geneiál, toó animales domésticos. No obstante, pese a esta dificultad, toda arqueripología debe abrirse con un Bestiario y come nzar con una reflexión-sobrl la universalidad y la trivididad del Bestiario. En efecto, de todas las imágenes son las imágenes animales las más frecuentes y comunes. Puede decirse que nadanós es más familiar, desde la infancia,.que las reptes€ntaciones animales. Incluso en el pequeño ciudadano occidental, oso de pelu:he , gato con botas, Mickelr, Babar vienen a vehicular extrañamente el mensaje teriomorfo . La mitad de los títulos de libros pare- la infancia están consagrados al animal r. En los sueños infantiles referidos por Piaget', de una treintena de observaciones más o menos nítidas, nueve se refieren a sueños con animales. Es notable además que los niños no hayan visto nunca la mayoÍ1a de los animales con que sueñan, ni los modelos de las imágenes con que 4 Cfr. P. Grun^auo, I^angage et aersification d'aprés /'euure
de
P.
Valéry,
p.
86.
Cfr. RncHARD, J,xonsoN y VnRTH, , eo Ant/trop. stract,, pp. 106 y ss. 62
I De 60 libros de la colección infantil qles petits livres d'orn, ediciones (París), 26 llevan el nombre de un animal; en la colección
Ii
fgrmatign da symbole cltez l'enfant, p. I74.
Psycltanolyse et antbropologie,
6i
p. 188; cfr. Marie
BoN.rpinr¡,
i I
t 1
que la
giv falu' juegan. Asimismo se comprueba grr..existe odrá sino la observac losa de costumbres animaies que lamandra n embargo, p^t^ nuestra imag continúa al fue go", el'zorro a la astucia nos la ciga:r^ coraz6n, el abre se pelícano el biólogó, "gracioso ratoncillo nos repugna. Es de cir , esta as e I orientación teriomorf" ?e la imagin aci6n forma
tr ,:?ii,:;f"*tl
la ima. Lo que desencadena
se incluso que
éditos, sino las confir-
maciones aproximadas de leyendas animales. Algunos.pueblos pfiTirivosr, los k.rrr,ris de Austrália, por eiemplo, saben distinguir nítida-
V¡
I
i
mente entre el arquetipo imaginario y 9l anim cia cinegética. Lláman iiak ? este último, rn nombr.?. mu|-iiaA, ..animales notablesu, a lo de los cuentos y leyendas. El animal se prese pensamlentos, como un abstracto e.Spontáneo, lación simbólica: de este modo testimoniala universalidad y lapluralila mendad ,ce su presen cia ta ro en una conciencia civilizada como en y el arcaísmo claramente ha demostrado etnologia La primitiua. i"tiar¿ el en que se la universalidad de los sím6olos teriomorfos -manifiestan roremlsmo o sus supervivencias religiosas teriocéfalas - La lingüística .oÁp, rad,aí ha obse rvado, asimis-o, hace tie mpo, que la re partición lo anidc los susranrivos se hace primitivamente segú I las categorías de dravíleguas las eo algoñquino, en y lo inanimado. E;náhuatl,
-^do
dicas e incluso en las
ros se gún esas cate lenguas indoeuroPeas
s
ne
anim -a'áo y géneros 'más
se
ría muiho
Be stiario parece , p la mentalidad colectiva como en el ensueño de pregunrarnos * q"¿ esquema general es rque tipo te riomorfo y sys variaciones.
tardla. El
do ind pro
eclsat este punto: además de su significación arI animal es susce ptible de e e ral. gene y ica típ que por caractetá ptttic-ulares que no se vinculan dire ^dad. Por ejemplo, la s, rpiente y .l páiaro, cuyas ¿, más les estudiaremos más adelanre no son, por asi decir, animales quq cualidad-es las son que ." r.j"nár-i.tt, ancia; 19 que en e llos frima
no son proprame nre animales: e I sepultamie nto y e I cambio de
se
rpiente comparte con la semilla, la ascensión y el vuelo que el
píiaro comparte con la flecha. Este ejemplo nos permite ver una dificultad esencial de la arquetipolo gia: el enm arañarctiento de las motivaciones, que provoca siempre una polivale ncia semán tica en e I nive I de I objeto simbólico. Bochner y HalpernT observan justamente que en la interpretación de I test de Rorschach, el tipo del animal escogido es tan significativo como la e lección de la animalidad como tema general: las interpretaciones son diferentes cuando se trata de la elección de animales agresivos que reflejan <(sentimientos poderosos de bestialidad y de agresión>> o, por el contrario, cuando se trata de animales domésticos. En este capítulo consagrado a los símbolos teriomorfos, se tÍata, por tanto, de buscar el sentido de lo abstracto espontáneo que representa el arquetipo animal en general y no de dejatse arrastrar por tal o cual implicación particular. Hay que liberarse ante todo de las explicaciones empiristas que generalmente son dadas como motivos por la zoolatria y por la imaginación teriom orfa. Esas explicaciones tÍatan de hacer derivar estos últimos de rituales e n que los humanos ocupan e I pape I de animales. Como observa Krappe t, eso es lo mismo que empezar la casa por el tejado. El animismo se vuelve naturalmente hacia el símbolo animado, es decir, hacia el animal. De este modo, el hombre se inclina ala animalización de su pensamiento y por esta asimilación se realiza un intercambio constante e ntre los sentimie ntos humanos y la animación de I animal. No obstante, la explicación de Krappe sigue siendo muy vaga, contentándose con jugar con la etimologia de la palabra animal. Más precisa pre tende ser la explicación psicoan alitica desarrollada por J.rng e en Métamorpltoses et- symboles de la libido. El Sll¡Trbolo animal .ssría. la-figura de Ia libido sefüál: Indistintamente, uElpáiaro' el pez, Ir tgjpr_ente.Gran-enue. los antiguos símbolos fáligo.sr, escribe Jung. Añddé-á esta enumeración el contenido casi completo del bestiario: toro, chivo, morueco, jabali, asno y caballo. Los hieródulos que se prostituían a chivos, y el Leviatin o el behemoth del Libro de Job,.,atributo fálico del creador,r, serían prueba de esta sexualización de la teriomorfia'0. La Esfinge constituye el resumen de todos estos símbolos sexuale s, ..animal terrible, de rivado de la madre ,) rr , y vinculada al destino incestuoso de Edipo. Jung vuelve a trazar la gene alogia del monstruo, hijo de Echidna, a su vez serpentiforme e hija de Gea,la madre unive rsal. El animal e n general y la Esfinge e n particular se rían <(una masa de libido incestuosa,r r2. Esta tesis nos parece a un tiempo demasiado vagaen cuanto alaela-
pie I 7 Bocs¡NER y H,uprRN, Application cliniqae du test de Rorscltaclt, pp. 62 y ss.
8 KR¡ppE, op. cit., p. 36.
I
4
t
6
JuNc, op. cit.,p.26; cfr. Bnsno¡, op, cit,, p.46. JUNG , op. cit., 173; cfr.Job,XXXX, 10. rr JuNc, op. cit., p.205. t2 Op. cit., p. 174; cfr. P. Gnlru x-, Dictt),onnaire de mytbologie. e
Cfr. Knnppr, op. cit., p. 17.
Cfr. L. Ao¡tl , Le Genre dans /es Ciaerses /angues' Cfr. BRE6L, art. en Mém, soc, /inguist., París, t. Vll , Cfr. infra, pp. Y ss', 301 1'ss'
l2l
64
ro
p. 341.
6t
boración de su material, demasiado precisa y demasiado limitada en cuanro a su interpretación. Demasiado vaga porque Iung recoge sin orde n, y sin análisis isomórfico o funcional, los datos diversos de su enorme cultura , mezclando animales re ales con monstruos compue stos, sin tener en cuenta importantes bifurcaciones funcionales como las que inspiran el simbolismo del pájato o de la serpiente . Pero paralelamente a elta confusión , la interpretación queda demasiado limitada por el pansexualismo que vie ne a restringir aú,n una observación clínica únicamente localizada en la personalidad de I europeo contemporáneo. Sin embargo, no se tiene derecho a extrapolar ni en el tiempo ni en el espacio la libido incestuosa. Ilegitimidad de la extrapolación 9tt .-l. espacro porque el compleio <
I
h
civilización,r'r. El complejo es fenómeno de cultura al que legítimamente no se debe aplicar la fórmula explicativa más que en el seno de una civilización dada. Ilegitimidad asimismo de la extrapolación en el tiempo, puesto que la libido incestuosa no es más que una experiencia relativamente tardia: el propio Freud ha demostrado que esta libido no se fiia, sino después de numerosas metamorfosis digestivas del principio de placer. Es por mnto necesario vincular la imaginación terioforma a una capa ontogenética -4 primitiva gue e I Edipo y, sobre todo, a una motivación más universalizable. La imaginación teriomorfa supera con mucho tanto en el espacio como e n la ontogénesis ,, la era. de la crisis edíp ica y la zona de la burguesía vienesa de la belle époque . Desde luego, el Edipo, que vie ne a introducirse en las constelaciones teriomorfas preexistentes, puede reforzu y orientar perfectamente estas imágenes hacia significaciones tendenciosas , y al término de estos capitulos consagrados a los Rostros de/ tiempo subrayaremos las implicaciones libidinosas y sexuales que oculta la constelación que agrupa, al lado del simbolismo teriomorfo, los símbolos de la caída y del pecado. No es menos cierto que el sentido primero de la imagen teriomorfa es más primitivo y más universal que la estrecha especificación freudiana de la libido. Es este sentido primitivo el que trata.mos de descrifrar, al tratar de descubrir, contrariamente a lun[, los imperativos dinámicos de semeiante forma.
Lo abstracto espontáneo de I animal, tal como se presenta a la imaginación sin sus derivaciones y sus especializaciones secund arias, está constituido por un verdadero esquema: el esquema de lo animado. Parael niño pequeño, como pala el animal mismo, la inquietud es provocada por el movimiento rápido e indisciplinado. Todo animal salvaie, pájaro, pez o insecto, es más sensible al movimiento que aIa pre-
rl
R. B.rsrtor, Sociol. et psycban, p. VIII, cfr. pp. 38,
66
191
, L94,207,278.
sencia formal o mate rial. El pescador de truchas sabe muy bien que sólo sus gestos demasiado bruicos parece rán insólitos al pez. El f.rt de Rorschachta confirma este parentesco en el psiquismo humano entre el
animal y su movimiento. Generalmente, los porcentajes de respuestas animales y de respuestas cinestésicas son inversamente proporcionales, compensándose unas con otras: el animal no es más que el residuo muerto y estereotipado de la atención al movimiento vital. Cuanto más alto es el porcentaie de respuestas animales, más viejo es el pensamiento, mis rígido, más convencional o más invadido por un humor depresivo. La gran proporción de respuestas animales es el signo de un bloqueo de la ansiedad. Pero sobre todo, cuando las respuestas cinestésicas se acumulan con las de animales, tenemos la indicación de una invasión de la psique por los apetitos más gastados, accidente normal e n el niño, pero que en el adulto es sinónimo de inadaptación y de regresión a. las .pulsiones más arcaicas. La aparición de la animalidad en la conciencia es, por tanto, síntoma de una depresión de la persona hasta los umbrales de la ansiedad. Ahora nos quedan por distinguir diversas especificacibnes dinámicas del esquema de lo animado. Una de las primitivas manifestaciones de le animal izaci1n es el fourmi//ement fbormigueol, uimagen fugaz pero primera".ll- No atendamos'por la etimologia francesa de la pilabra ni el trabrio de las horrnigas [fourmisJ que emparenm la imagen de esta últimas con la de la serpiente fouisseur (cavadora). No conservemos del horqigtlgo.más -que el esquema de la agitasigg, del pululamiento . Dalir6 ha vinculado directemente en num--eió;il offies.ét'troirnigueo de la hormiga al pululamiento de la lawa. Es este movirniento anárquico el que, de enrrada, revela la animalidad a la imagin aci6n y rodea de un aura peyo rativa la multipliciclad que se agita. Es a este esquema peyorativo al que esrá vinculado el sustantivo del verbo pulular, la lar.vatT . Pua la conciencia común, todo insecto y todo parásito es lawa. Schelegel coincide con Hugo18 cuando ve en el saltamontes un conjunto pululante y pernicioso. Tema que Hugo no hace sino tomar prestado del Apocalipsis, donde saltamontes y ranas antiguas plagas de Egipto!- se turna-¡esas ban par^ simbolizar el mal, dirigidas por Abaddón <.el exterminadorn, el ángel del abismore. Asimismo, el gusano es una imagen terror-rfica, muy frecuente en Hugo, en la que Baudouin quiere ver un monstruo fálico complementario del monstruo feminoide q.ue es la araña. La serpiente, cuando sólo es considerada como movimiento serpenteante, es decir, como fugaz dinamismo, irnplica también una ..discursividad>> ret4 Cfr. BocHTERJ HnrpERN, ?p.cit., pp. 60 y ss.;cfr. RonscHncH., Psycltodiagnostic, páginas 36,38; cfr._BoHM,op..cit., I, p.r!r; cfi. pr.rc¡r, Fornzat. syrnb, pp. 3z7s y ss. It B^tcH¡r-¡,RD, La Tene et /es réaeñes du repos, pp . ,6,60. tG Cfr. Film de Dnri-Buñu¡r, [Jn chien oidoto)j .fr. cuadro: El gran Masturbador. 17 B¡cH¡rnRD, op. cit., p. 77. 18 Scsrrc¡r, Philo. de la uiq, r.
I, p.
2gG;
re Cfr. LaNGToN, Démonologie, p.216;
cfr. B¡,uoourN, Z. Hugo, p. L41
Apoc.,IX,3 y7; XVI,"l].'
67
[," \,
j
pugnante que está unida ala de los pequeños mam'tferos rápidos, ratones
y
ratas2o.
Esta repugn ancia primitiva ante la agitaci1n se racionaliza ante la del, variante del esquema'de la animación que constituye id':' caos. Como observa Bachelard, ((oo hry fn la literatúra tamévil. .. y en el siglo xvtl se ve la palabra cbaos [caos] bot [traqueteo],>2r. El infierno es imaginado siempre por la iconografía como lugar caótico y agitado; lo testimonian tanto el fresco de la Capilla sixtina como las representaciones infernales de ferónimo Bosco o la Dulle Griet de Breughel. En el Bosco, además, la imaginación va ala par con la me tamorfosis animal. El esquema de la animación acelerada que es la agitación hormigueante, pululante o ca6tica, parece ser una proyección asimiladora de la angustia ante el cambio, no haciendo la adaptación animal en la huida más que comprensar un cambio brusco por otro cambio brusco. Ahora bien, el cambio y la adaptación o asimilación qug él motiva es la primera experiencia de I tiempo. .Las primeras experiencias dolorosas de la infancia son experiencias del cambio: ya sea el nacimiento, o las bruscas manipulaciones de la comadrona y luego de la madre , o más tarde el deste te. Estos cambios convergen hacia la formación de un engrama repulsivo en el niño de pecho. Puede decirse que el cambio está sobredeterminado peyorativamente tanto por el <,complejo de Rank> como por el ttaumatismo del destete, que vienen a corroborar esta primera manifestación del temot que Betcherev, igual que Maria Montessori 22, han puesto de manifiesto en las reacciones reflejas del recién nacido sometido a bruscas manipulaciones. Con esta valoración negativa del movimiento brusco hry que relacionar el tema del Mal en Víctor Hugo que Baudouin " -r'ry justamente denomina el >, la violencia que se manifiesta igualmente en la huida rápida, eo la persecución fatal, eo la errancia ciega de Cain perseguido, de Napoleón vencido o de leanYaliean, el eterno fugitivo. Esta imagen reviste una catacterística obsesiva en el poeta. Según el psicoanalista2a existiÍ1a una raiz edípica en ese fantasma, que se manifiesta en los poemas célebres de La Conscience, Le Petit roi de Ga/ice y L.'Aig/e du clsque. Desde luego, una educación edípica viene como siempre a refo Ízar tales esquemas; pero no es menos cierto que este esquema de la huida ante el Destino tiene raíces más arcaicas que el temor de I padre . Baudouin 2t tiene raz6n al re lacionar este tema de la errancia, del judío etrante o del maldito, con el simbolismo del caballo
que constituye el núcleo mismo de lo que el psicoanalista denomina el <(complejo de Mazeppa>. Es la cabalgada fúnebre o infernal la que estructura moralmente la huida y le da ese tono catastrófico que se e ncuentra tanto en Hugo como en Byron o en Goethe. El caballo es isomorfo de las tinieblas y de I infierno: Son /o.¡ negros caba//os de /a cnffera de /a 56v2[ys26
no hacen más que recuperar el .gran símbolo de I caballo . ^ Los.poetas infernal tal como aparece en rnnumerables mitos y levendas 27, e o relación bie n con constelaciones acuáticas, bien con el trueoo, bien con los infiernos antes de ser anexado por los mitos solares. Pero estas cuatro constelaciones, incluso la solar, son solidarias de un mismo tema afectivo: e I terror ante la fuga de I tie mpo simbol izada por el cambio y por el ruido. Examinemos primero el semantismo tan importante del caballo ctónico. Es la montura de Hades y de Poseidón. Este último, en forma de semental, se acerca a Gaia la Tierra Madre, Demeter Erinnys, y engendra a las Erinnias, dos pupilos demonios de la muerte. En otta lectura de la, leye nda es e I miembro viril de Urano, cortado por Cronos el Tiempo, el que procrea dos demonios hipomorfos2s. Y vemos perfilarse detrás del semental infernal una significación sexual y terro rlfica a la vez. El s'rmbolo parece multiplicarse a placer en la leyenda: es en un abismo consagrado a las Erinnias donde desapatece Erion, el caballo de Adrasto. Asimismo Brimo2e, la diosa feraiana de la muerte, eS representada en las monedas montada sobte un caballo. Otras culturas relacionan de forma mis explícitaaitn el caballo, el Mal y la Muerte. En el Apoca/ipsis, la muerte cabalga el caballo macilento 30; Ahrimán, como los diablos irlandeses, napta a sus víctimas a lomos de caballos; entre los griegos modernos, como e n Esquilo , la muerte tiene por montura un corcel negro3r. El folklore y las tradiciones populares germánicas y anglosajonas han conservado esta significación nefasta y mac bra del caballo: soñar con un caballo es signo de muerte próxim a32 . Hay que examinar más de cerca ese demonio hipomorfo alemin,, la nzabrt, cuya etimolog'ra es comparada por Krappe lr con el paleoeslavo 26
Huco, Légende des siéc/e.r, . Cfr. Mnrrex, <.Das Pferd im Totenglauben, Qaltr. deutscb. Arcbeo. Inst., t. )O(lX, l9l4), pp. 181 y ss. Queremos subrayar que no se trata más que de un símbolo. 28 Cfr . op. cit,, p. 201. 2e Cfr.. op., cit., p. I97;.cfr. P. GRIu,t, DictionnAire, artículo <.Erinnyes,r. Esras últi27
20 B¡,cH¡rano, op.
cit., p.270.
2t BncH¡rnRD,, op. cit., p.270; Cfr. P. Rlccun, Finitude
et culpabilité,
ll,
I^a symbo-
lique du rnal, pp. 167 y ss. 22 B¡rcu¡nEv,, op. cit., pp. 221 y ss. Cfr. Kosrymll, op. cit., p. 72, MoNr¡ssoRr, L'Enfant, pp. 17 , 22, 30. 2t B.ruoourN, op. cit,, pp. 198-199. 24 Cft. op. cit., p. 101. 2t Cfr. op. cit., p. 113; cfr. Jur.rc, Libido, p. 183. 68
mas son aslrnrsmo comparadas a <(perras> que persiguen a los mortales. Jo Apoc. , VI, 8.
lr
Mnrr¡Nr, op. cit., p. 126; cfr. Esqulro, Agamenón, V, 1660. Cfr. Kn,rppE, Genése des Mytbes, p. 228. 3J Op. cit,, p.229. 32
69
rnorrt; la bruja, con el antiguo ruso rnora; el espectro, con el polaco nzora y con el chec o rnorn, Que no son otra cosa que nuestra pesadilla. Por último, puede relacionarse con la misma etimología el mors, rnortis latioo, el antiguo irlandés rnarah que significa muerte , epidemi^, y' el litua no rnaras que quiere decir peste. Krappe i4 llega incluso a explicar por eufemizaci1n el acercamiento etimológico con las seductotas ), personificaciones indias del desastre y del mal. Pero es Iung 3t sobre todo quien insiste en el carácter hipomorfo de cauc/te-nzar [pesadillal y d, los súcubos nocturnos. Motivala etimologia de cauclteen francés da la expresión cocber /a pou/e, rnar por ca/care latino
-quey pisotear- y con el antiguo alto alemin es decir, a la vez copular rnaltra que significa semental y que viene a confundirse con la imagen de la muerte en el radical ario FnAr, morir. El psicoanalista anota de pasada que la palabra francesa nzére está muy cercana a la raiz en cuestión 16, sugiriendo con ello que la madre es el primer utensilio que cabalga el niño, y asimismo que la madre y la vinculación a la madre pueden revestir un aspecto terror'fico. Una vez más añadíremos que el sentido psicoanalítico y sexual de la cabalgada aparece perfectalnente en la constél ación hipom orfa, pero que viene simplemente a sobredeterminar el sentido más general que es el de vehículo violento, de corcel cuyas zancadas superan las posibilidades. humanas y que Cocteau, con su película Orpbéeun instinto muy seguro, sabrá modernizar del Destino. transformándolo en motocicletas mensajeras -en Krappe 17 añade además la etimol ogía en cuestión una observación que abstrae el símbolo^de toda sugerencia caballera: en suizoalemán nzore es una injuria que quiere decir cerda , f f?aura en bohemio es la especie nocturna de mariposa que significativamente nosotros en francés denominamos uEsfinge de la calaveta>>. En todos los casos se tÍa,ta,, por tanto., del esquema muy general de animación doblada de angustia ante el cambio, ta partida.sin-lelol1ro _y la muette. Estas significacrones vrenen a polarizatse en la divinidad psicopompa y guardiana de los infiernos Hécate, diosa de la hlna negra y de las tinie blas, fuertemente hipomorfa, súcubo y pesadilla ala que Hesíodo38 hace patrona de los jinetes, dueña de la locura, del sonambulismo, de los sueños y especialmente de la Empusa, fantasma de la angustia nocturna. Más tarde , Hécate será confundida en el panteón griego con Artemis, la
almas . La parihuela moftuoria es llamada en la Edad Media .,caballo de San Miguelu; el ataúd se dice en persa
sobre el caballo cenotafio en la antigüedad clásica. Observemos que en el
Apocalipsir el caballo de la muerte presenta un notable isomorfismo con el león y l_as fauces del dragón. En efecto, los caballos de los ángeles exterminadores tienen cabezas <(como cabezas de león, y su poáer reside <(en su boca y en su cola, ésta semejante a una serpieni. y provista de una cabeza, y con ella es con la que causan el dañó...rr1r.-Vemos, pues, cómo se esbo za baio el esquema de lo animado el arque ripo del Ogro que estudiaremos inmediatamente. Pero ahora, e*aminemos todavia las constelaciones simbólicas que gravitan en rorno del simbolismo hipomorfo. Pese a las apariencias, el caballo solar se deja asimilar fácilmente al caballo ctónico. Como constataremos a propósito de I signo zodiacal del león, e I sol no es un arque tipo estable y las intimaciones climáticas pueden.darle a menudo un neto acento peyorativo. En los países tropicales, el sbl y sq corteio de hambre y de sequía es nefasia. El Suiya védico ¡:, el sol destructor, está representado por un corcel. Los mfliiples caballos solares de la tradición europea conservan más o menos eufemizado el caricter temible del Surya védico. Leucipo es un caballo blanco, antiguo dios solar, y los rodios sacrifican caballos a Helios{r. Freyr, el dios solar escandinavo, se ve consagrar los caballos; su sustituto cristiano, San Esteban, es asimismo protector de estos animales. .de Josías hace desaparecer los caballos consagrados al sol por los reyes r{. Pe ro no es al sol en tanto que luminaria celesre como Judá se vincula el simbolismo hipomorfo, sino al sol considerado como temible movimiento temporal. Esta motivación por e I itinerario es lo que explica la indiferente relación del caballo con el sol o la luna: las diosas iunares los
orde d-Aranyaáaas, en el que el caballo
el !a imagen misma del tiempo, siendo el año el cuerpo del caballo.
40
t4 op, cit,, p.229.
It
JUNG, Libido, pp.242 y ss. 16 Cfr. op, cit,, p.224. ,7 KRAPpE, op. cit., p.251. ,8 Cirado por JuNc, op. cit., p. 349. Cfr. P. GRItu.at, op, cit., artículo qHécate>. cElla se apare cla a los magos y a las brujas... bajo la forma de diferentes animales, ju-
mento, perra, loba, etc.D )e Cfr. JUNG, op. cit,, p. 272.
70
el
espalda, la aurora su cabeza. Pero en esra figuiación hipomorfa del zodiaco se introduce una posible valorización fositiva, con mayor raz6n cuanto que en los países templados el sol estará vinculado a Fe bo y perderá poco a poco los sombríos valores negativos que lo animaban. cjeJo
su_
P' M'
ScHuHL,
I¿ Fab.ulation platonictenne, p.75; cfr. Ch. plc.rRD,
phe de Midéar, en Reu, pltilolog.,
4t Op., IX,
42
sousr 4, 44 4t
I7
-lg.
trlll,,-ip.
1,4t-3r4.
fr. el.S9l guerrero uitzilopochit de los antiguos mexicanos, 64. El sur"es lümado
P' 8t'
I, l. 71
.uithr-p.;;ii.il'i.
r.,
espinas>.
nos, lleva el tridente hecho primitivamente con los dientes del monstruo (pronto subrayaremos este isomorfismo entre esquema de la animación y arquetipo de las fauces dentadas).Es el dios <.salvaie, descontento, pérfido)>14. Es asimismo el dios de los terermotos, el que les da
un aspecto infernal. El correlativo celta del Poseidón griego es , demonio que frecuenta las fuentes, pariente etimológico del Neptuno latino tt. Por fin, último avataÍ, el caballo se ve vinculado al fenómeno meteorológico del trueno. Y Pegaso, hiio de Poseidón, demonio del agua, lleva los rayos de )úpiter t6. Quizá haya que ver en este isomorfismo una confusión, en el seno del esquema de la animaciln rápida, con la fulgurancia del relámp Es lo que Iung deia entender a propósito ^go. de los Centauros, divinidades del viento rápido, y añadir, como un freudiaoo, udel viento furioso muieriegor>17. Por otra parre , Salomón Reinach ts ha mostrado que el rey mítico Tíndaro es un antiguo dios caballero y que su nombre se confunde con el vocablo onomatopéyico del trueno , tundere. Es por tanto bajo el aspecto de un caballo ruidoso y espant adiz.o como el folklore, así como el mito, imagina el trueno. Es lo que significa la creencia popular que pretende que, cuando truena, <>le. A propósito del grito animal, e ncontratemos este aspecto ruidoso de la teriom orfta. El galope del caballo es isomorfo del rugido leonino, del mugido de la mar tanto como del de los bóvidos. Antes de pas ar a, este doble te bovino del caballo indoeuropeo, recapitulemos la convergencia del semantismo hipomorfo. Hemos descubierto una notable concordancia con nuestro propio análisis en el hermoso uabajo de Dontenville sobre La Mytltologie frangaise^o. Este último circunscribe bien las significaciones complemenrarias que adopta el s-rmbolo hipomorfoi primero, un aspecto terror'fico monstruoso, cual el del caballo de la metopa de Selinonte que se lanza desde el cuello cortado de la Gorgona; luego inte rviene toda uña serie de valorizaciones negativas. El
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46 Cfr. PlcANroL, op. cit.,
4i
p.
108' nora 6.
Cfr. infra, p. L27 . Cfr. SousrELLE , op. cit., pp. 6t-66. 48 El sol bienechor es el Apolo hiperbóreo que parece haber sido impuesto a las culturas subtropicales y tropicales por los invasores indoeuropeos. 49 Cfr. SÉ¡rLLor, Folálore de France, Il' pp. 10-12. t0 Cfr. WoLF, Deutsclte Mtircben, pp. 311, 580. tr Cfr. Kn.rwn, Op. cit,, p. 204. t2 Cfr. SÉsrLLor, op, cit., II, p. 207. 53 Cfr. ÉunDE, op, cit,, p. 181.
72
54
Cfr. ijunDE, op. cit,, p. I82. ,5 Cfr. Kn,reyr, op, cit., pp. 20r-206. Cfr. P. Gruu ¡r, Dictionnaire, artículo
ss.
t8 Cfr.
S. R¡lNacu, Cu/tes, Mythes, Religions, ,e Cfr. Jur.rc, Libido, p. 267, y HoRtcto, Oda, 60 DoNretwrcrr, Mytb. frang., p. 154.
73
p . 124. 34-37, <(tonantes equos>.
V,
ahoga en el Louer'r a los transeúntes que se demotan. En tercer lugar, Dontenville discierne el aspecto astral de la <.Gran Yegua,, o del > folklórico que se despla za de Este a Oeste en saltos prodigiosos: mito solar cristianizado baio la forma del caballo de San Martín o de San Gildas, cuyos cascos se han grabado por casi todas partes en Francia. De estas huellas nacen las fuentes y el isomorfismo del astro y del agua se e ncuentra constituido: el caballo es a la vez curso solar y curso más interesante ('2 para nuestro estudio, Dontenville observa una inversión dialéctica del papel de Bayart, semejante ala eufemizaci1n del caballo solar que nosotros hemos discernido. Por una especie de ant-rfrasis sentimental, el caballo Bayart, demonio maléfico de las aguas, e s invocado para el paso
fluvial. Por último, y éste es el punto de concordancia
de los ríos. Dontenville r't 17 de este fenómeno una explicación históri-
ca y cultural: el invasor germánico, iinete y nómada, que introduce el culto al caballo mientras el celta vencido habría considerado al caballo del vencedor como un demonio maléfico y portador de muerte: las dos valoraciones subsisten luego juntas. Sin refutar el papel de estas intimaciones históricas, vamos a ver y confirmatemos más ade lante que
,
{
juegan un papel inverso del que ha presentido Dontenville en la inversión de los valores simbólicos, y que hry que buscar motivaciones más imperativas, y en el dominio psicológico, a estas actitudes axiológicas y semánticas tan contradictorias. Pronto encontraremos, a propósito de I Héroe atador y del Héroe cortador, idénticos procesos de transformaci6n6a. A partir de este momentor, hagamos hincapié en las etapas de esta transformación y señalemos que el uCaballo hadau, ((engendrado por el dragón>> de la novela caballeresca Renaud de Montauban es prisionero del monstruo y no es conquistado sino en reñida lucha por el héroe Maugis, que usa p^r^ e llo al principio procedimie ntos mágicos y luego un combate singular. Conseguida la victoria, Maugis < y este último, domado, se convierte en la fiel montura del buen caballero, montura benéfica que volará en socorro de los <,Cuatro hijos Aymón>> así como de los Siete Caballeros. Esta ttansmu6r Cfr. DoNTENVTTTF , op. cit,, pp. lt6-Lr7. 62 Cfr. DoNTENIVILIE,op, cit,, pp. 158, cfr. p. 163. En contextos folklóricos amerindios, americanos y efricanos, donde el aspecto teriomorfo
es valorado
muy negativamen-
te, S. C.otuHaln¡-SvrvnlN (ks Contes baüiens) rastrea también la insólitava,lorización positiva del caballo (II,pp. Ir9-212). El caballo Domangage del cuento haitiano parece ser el tipo del caballo benéfico, tan pronto sabio consejero como medio mágico de locomo-
tación de los valores hipomorfos
contrariamente alateoriahistó-
-que en el sentido positivo- está rica de Dontenville es una ttansmutación simbolizada por el cambio de color de BayaÍt66, naturalmente blanco, pero teñido de bayo por las necesidades de I caso. Vemos, pues, asomar en la leyenda de los Quatre fils Ayrnon el proceso de eufemizeci1n que subrayábamos a propósito del caballo solar y que volveremos a enconú^r a lo largo del curso de este estudio. El caballo pérfido, espantadizo , se transforma en una montura dom ada y dócil, uncido al carro del héroe victorioso. Es que ante el vencedor, como ante el tiempo, no hay -ír que una sola actitud posible. De¡de lueg9,.se puede.resistir y heroicamente hipostasiar los peligros y los maleficios que el invasor o el tiempo hacen sufrir al vencido. Se puede también colaborar. Y la historia, leios de ser un imperativo, oo es más que una intimación ante la que la elección y la libertad son siempre posibles. Nos hemos detenido en este ejemplo dado por el folklore par^ rnostrar la notable convergen cia antropoló gica de nuestro estudio con la del historiador de la mitologia francesa, pero también para subrayar la extrema complejidad, sin cesar amenazada de polivalencias antitéticas, que reina a nivel del s'rmbolo stricto sensu, del s'rmbolo dispuesto a pasar, como decíamor67, del plano semántico al de la pura semiologia. Nos queda por completar el simbolismo del caballo examinando el simbolismo corolario de los bóvidos y de otros animales domésticos. Los símbolos bovinos aparecen como dobletes precarios de la imagen del
llo. -
---d
La
anrmal Si, en p como este último símbolo astral, pero es más indiferenternente solaro ls'ggr*qlre este último. No solamñü;¿"¿ñüérifra" áióiel lunares de forma taurina bien caracterizados, como Osiris, o Sin, el Gran Dios mesopotámico, sino también las diosas lunares taurocéfalas llevan entre sus cuernos la imagen del sol 70. Los cuernos de los bóvidos son el símbolo directo de los ucuernos> de la luna creciente, morfología semántica que se refuerza por su isomorfismo con la guadaña o la hoz del Tiempo Cronos, instrumento de mutilación, símbolo de la mutilación de la luna que es el creciente, el <> de luna. Como el león, el toro
ción y que permite a la hermosa Gamariseel y a su hermano Dianacoué supera¡ todas las emboscadas. Pese a esta eufemizaci6n de Domanga,ge, este último conserva sin embairgo los caracteres meteorológicos tradicionales del caballo mítico demonio de la tormenta: oDianacoué, a lo largo del camino de la ruta, vecíebe el vientre del caballo que tragaba viento p"ta reemplazar sus entrañasr; cfr. op. cit,, p. 172. 63 Cfr. DoNTENVIIIF , op. cit., ll, p. 116. 64 Cfr. infra, p . 144. 6, Cfr. Renaud de Montauban, edit. F. Castets, 1906. Cfr. DoNrruvLLE, op. cit.,
66 Cfr. DoNTEIwIIIF , op. cit,, p. 165. 67 Cfr. suprd, p. 48. 68 Cfr. R. Lowtr, Manuel d'antltrop, culturelle, pp.tr-r6. No obstante, parece que desde la época paleolítica, el caballo y los bóvidos (buey, bisonte) eran utilizados correlativamente en la iconografia de las cavernas; es más, Leroi-Gourhan ha mostrado estad-rsticamente que en los acomplamientos de animales en las paredes de las cavernas, (), en Bull. soc. prebist, fraog., t. LV, fasc. 9, p. ,L7. 69 Cfr. el chino nghenr, la tierra. 70 Cfr. KRAPPE, op, cit., p. 86.
74
7'
pp. 162-163.
I
7r es
el monstruo de Shiva o de Kali Durga, es decir, de la fase destructora del tiempo. A través del simbolismo teriomorfo, el astro ;;'-5sl o luna- no es tomado más que como símbolo del tiempo; el 'tli , Surya védico; el fu]-\[-eg¡o, es también llamado <(toro>> como en Asur el i"' dios Toro es hijo del sol, así como Freyr, el Gran Dios de los escandinai:'-- ,vos 72. Las significaciones acuiticas son las mismas para, el toro que para I el caballo: el toro de las aguas existe en Escocia, en Ale mania igual que en los Países Bálticos. Aquelao, dios del río, tiene una forma taurinaTt; Poseidón conserva la form a asiinica de I toro, y bajo este aspecto es como se manifiesta a Fedra en la tragedia de Eurípides o de Racine 74. Por Nandin
f
ahi es por donde h^y que explicar
el
carácter cornudo de numerosos
ríos: el Tíber de Virgilio, como el Eridan o el Océano griego tie nen cabezaraurina. Monstiuo de las aguas furiosas, el toro tiene quizi la misma etimología que nuestra TarascaT'. Tarascón da, en efecto, Tarusco en Strabón y Tanrscus en Ptolomeo. Y DontenvilleT6 subraya con ello el isomorfismo ctónico-acuático del símbolo raurino. En cuanto al toro t7 del trueno , nada es más universal que su simbolismo: desde la actual Ausualia ala antigüedad fenicia o-védica se encuentra siempre al toro vinculado al desencadenamiento atmosférico. Como el
I
por los Vedas tt el <(toro de la tie-llamado rra>>- es, con sus auxiliares los Maruts, el poseedor de Yaira, el rayo.
al tóro del rayo e Indra
rI
;
I
Todas las culturas peleorientales simbolizan el poder meteorológico y destructivo por el toro. Los sobrenombres sumerios de Enlil significan: <,Señor de lós vientos y del huracánr>, .,Amo del huracánr>, >, cuya paredra es Ningalla . El dios Min, prototipo del Ammon egipcio, es calificado de toro y posee el rayo como atributo, su paredra es lavaca Hator; por último, Zeus tonante rilpta a Europa, se une a Antíope y tratr- de violar Deméter baio la forma de
^
un tofo fogoso 7e.
Constatamos, pues, el estrecho parentesco del simbolismo taurino con el simbolismo ecuestre. Es siempre una angustia lo que motiva uno 7r Cfr. H. Zlrrlrrl¡n, Mytbes et symboles dans l'art et la ciuilisation de l'Inde, P. 71; cfr. KnaPPE,, op, cit., p. 82. 72 Cfr. Kn.rppq, op, cit., p. 87. 73 Cfr. P. Gruu.,ri, op. cil, 74 Cfr. Kn,rppl, op, cit., p.20L. 75 Cfr. DoNTErwrrrF, op, cit,, p. l3r. Cfr. L. DuuoNT, La Tarosque, p. 101. 76 Dovr¡rwytr, op. cit., p. 138. 77 Cfr. Éu,ron, Traité, pp. s1-88. Rig Vedo, 11,34-2; VII ,59-9. 78 79
At, Veda, XII, l,
6.
Cfr. ÉuaDE, op. cit., p. 88. 76
y otfo, y huida del
la
ii:'
gustia e st la muerte, la guerÍa, la inundación, la fuga de los astros y de los días, el grüñido del trüeno y del huracán. . . Su vector eseniial és e I esquema de [a' enimación . Caballo y toro no son más que símbolos, culturalme nte soprendentes, que remite n a la alerta y a la fuga d.J animal humano ante lo animado en general. Es"lo"que explica que estos símbolos sean fácilrnente"intercambiables y que puedan siempre , en el Bestiario, darse sustitutos culturales o geográficos. Krappetn observa que los astros diremos el curso temporal de los astros- adoptan numero-nosotros formas animales: perro, morueco, jabali, mienrras que Eliade tt sas observa que Vereth fagn4 el Ind ra iranio, aparece en Zararusrra indistintamente bajo forma de semental, de toro, de chivo o de iaball. En últi-
ma instancia se puede comprobar con Langton t' que la creencia universal en las potencias maléficas está unida a la valorización negativa del simbolismo animal. El especialista de la demonologia constata que numerosos démonios son esp-ritus desencadenados de animales, espec ialmente de animales temidos por el hombre, o incluso de criaturas híbridas, mezclas de parte de animales reales. En el Antiguo Testamen-
to se pueden
encontrat muchas
hue
llas de esta
de
monología
teriom orfa.$ . La demon ologia semítica nos da todas la variedades de la teriomorfia. En primer lugar los Se'irirn o demonios velludos, como en las creencias babilónicas, árabes y hebraicas que vez más -una 84nos encontramos con las ambivalencias señaladas por Dontenville fueron objeto de adoración entre los asirios, los fenicios e incluso los
hebreos. El sentido corriente de la pa,labra sa'ir (plural) st'irim es, según Langtoo 8r, boue y etimológicamente el uvelludo>. Azazel, el gran chivo de la gran tradición cabalística, era- el iefe de los Se'irinz86. Forman el cortejo de estos demonios velludos los Ciyyim, <,los ladradores, los gritadores)>, que frecuentan el desierto; luego los Oc/tin, .,los aulladores)>, que pueden emparentarse con Ahu, el chacal asirio, o también con los búhos. Veremos que los avestruces, los chacales y los lobos son las otras encarnaciones semíticas de los espíritus nefastos, pe-
ro estos animales nos llevan a examinar otÍa implicación de los símbolos teriomorfos que vienen a valorizar más aú,n en un gesto negativo el 80
4R^lrrr, op. cit,, p. 87. 8r Éu.ro¡, Traité, p. 84. 82 L¡,NcroN, op. cit., p. 229.
83
Isa'al XIII, 21, y XX)ilV,
14.
84 Cfr. supzd, p. 66. 8t L¡,NcroN, op. cit., p. t0. 86 Sobre Azazel y el Chivo emisario, cfr. L^rNGToN, op. cit., pp. J3 y ss. Se puede encontrar la misma teriornorfia demoníaca en la mitologiade los iñáios Aimara y i, un diablo acuático, etc. Cfr. MÉrn,rux, uContribution au folklore andin>, enJoum. Soc. Arnérican., XXYI, 1934, pp.72-7r. 77
I
I
esquema de la animación terror-rfi ca y sus símbolos , y L obstaculizar el camino hacia la eufcmizaci1n.
Como escribe Bachel aÍd87, tomando prestado su vocabulario a los alquimisras, asistimos al deslizarniento del esquema teriomorfo hacia un simbolismo (. El pululamiento anirquico se transforma88 en agresividad, e n sadismo dentario. Qurzá sea su caricter adleriano el qrle hace las imágenes animales y los mitos de lucha animal tan familiares al niño, compensando así progresivamente sus legítimos sentimientos de inferioridád. A menudo, eo efecto, en el sueño o la ensot-tutil, el animal devorador se metamorfosea en iusticiero. = ' -t < ^ lnl¿ naclon Pero la mayor parte del tiempo, la animalidad, üas haber sido el símbolo de la agitációr y del cambio, endosa de forma mis simple el srlnbolismo de la agresividad, de la crueldad. Nuestra química cient'fica ha conservado desde su infancia alquímica el verbo <>. Bachelard 8e escribe una página muy pertinente sobre el Bestiario alquímico, lmostrando como una química de la hostilidad, pululante de lobos y de ,'1.o.., devoradores, existe paralelamente a la dulce qu'rmica de la afi' nidad y de las <,Bodas Químicas)>. Por transferencia, son las fauces las que llegan a simb olizar toda la animalidad, que se convierte en el arquetipo devorador de los símbolos que vatnos a examlnar. Notemos bi..t in carácter ese ncial de esre simbolismo: se trata exclusivamente de las facuces armadas de dientes acerados, dispuestas aladrar y a morder,
ya lo verey no de la simple boca tragadora -y El esquema peimpos- e0 es la exacta inversión del or el traumatisyorativo de la animación se ve refo compensadoras mo de la dentición, que coincide c de la infancia. Por lo tanto, son unas fauces terribles, sádicas y devasta'
lo inspirad $uando floras
da epifanía de la animalidad. Un_poe ta natural e I arqueti,po .del oglo - Cronos a expresión figurad a ,rla mordedura del
Itiempou
mente edípicas rechazamos, querrian ver el origen de la música primitiva, tan próxima del ruido , en la imitación del mugido del antepasado totémico e2. Bastide ei observa que todos los héroes músicos (Marsias, Orfeo, Dionisos y Osiris) mueten la mayoria de las veces desgarrados por el diente de las fieras. En la iniciación mitriitica pueden encontrarse rituale s de mugido, y esta iniciación es conmemorativa de un sacrificio ea . Bachelard et muestra cómo el grito inhumano está vinculado ala..bocar> de las cavernas, a la uboca de sombran de la tierra, alas voces <(cavernosas)> incapaces de pronun ciar vocales suaves. Por último, en la exploración e*perimental del sueño, se encuentran suietos atertorizados por los gritos de setes semianimales que aúllan, sumidos en uoz¡ charca fangos ae6 . Por tanto, es en las fauces animales donde vienen a I concenttarse todos los fantasmas terror'rficos de la animalidad : agitación, r manducación agresiva, gruñidos y rugidos siniestros. No h^y que extrañarse , pot tanto, si en el Bestiario de la imaginación ciertos animales mejor dotados de agresividad son evocados más frecuentemente que otros . La lista de demonios semíticos que habíamos esbo zado al final del párrafo anterior se prolonga, por ejemplo, con la evocación de los Benot/t Ya'ana/t, <.las hijas de la glotoneria>>, que paralos árabes no serían más que los avestruces, cuyo estómago ha conservado en Occidente incluso una sólida reputación; los Setenta traducen más clásicamente por ..sirenas,re7. Luego vienen los lyym, los lobos, palabra salida, según Langtoo e8, de una raiz que significa .,aullar> a las que se unen naturalmente los Tannim, los chacales. Para la imaginación occidental, el lobo es el animal feroz por excelencia. Temor de toda la Antigüedad y de la Edad Media, viene periódicamente en los tiempos modernos a encatnarse en una bestia cualquiera del Gévaudan, y en las columnas de nuestros diarios constituye el compañero mítico e inve rnal de las serpientes de los mares estivales. El lobo es, todavia en el siglo xx, un símbolo infantil de miedo pinico, de amenaza, de castigo. El <.Gran Lobo Malvado,, viene a relevar al inquietante Ysengrin. En un pensamiento más evolucionado, el lobo se asimila a los dioses del'tránsito y a los genios infernales. Igual que el Mormolykéee de los griegos del que el vestido de Hades, hecho de una piel de lobo, es una supervivencia'00, como también lo es la piel de lo-
Tiempo de labios de lima, en rostros sucesivos, tú te aguzas, te enfebreces. I
ll ,l
Podría servir de transición entre el esquema de la animación y la voracidad sádica, el grito animal, mugido que las fauces armadas vienen a sobredete rmi iar. Los psicoanalistas, cuyas conclusiones estricta-
I
87 B¡,cHrl-nRD, La tene et les réaeries du repos, p. 62. 88 Cfr. AoLER,, op. cit,, cfr. pp. 52. L50,163,176. Cfr. Madeleine GANZ, I^a Psj¡cbo' logie d'A, Adler et le déueloppement de l'enfant, 89 BncHELARD , op. cit., pp. 62-63. eo Cfr, infra, p. lg6. 9r R. CH,rn, A une sérénité crispée, l'
78
92 Cfr. art. P. G¡nr'rAIN y P. BucNARDIN, en Rea. franc. psyc/tan., 1928, L934. 93 Basrron, op.
cit,, p. ,7.
e4 Cfr. Jur.r c, Libido, p. 90. e, BacHernRo, Réa. repos., pp . 194-195. 96 Cfr. D¡sorrrF, op. cit., p. 94. 97 Micltée, I,8. 98 L¿NcroN, op .
cit,, p. t 1 99 Cfr. GRlu¡l, op, cit,, artículos : r00 Cfr. Kn¡.ppn, op, cit., p. 226; cfr. O. Gnupp¡, Giecltiscbe Mltbolog., p. 769. .
79
F I
bo que se poire el demonio de Temese o el dios ctónico galo que César indentifica al Dis Patertot tomano. Para los antiguos Etruscos, el dios de la Muerte tiene orejas de lobo. Mry significativa del isomorfismo que examinamos ahora es la consagración romana del lobo, de dic ada al ' dios Mars gradinus, al Marte ..agitado,, que corre , o también a Ares, la viole ncia destructora cercana a la de los Maruts, compañeros de Rudra r')2. En la tradición nórdica, los lobos simbolizan la muerte cósmica; son devoradores de astros. En los Eddas, son dos lobos, Skcill y Hali, hijos de una giganta, y asimismo el lobo Fenrir, quienes persiguen al sol y a la luna. Al fin del mundo Fenrir devorará el sol, mientras que otto lobo, Managamr, hará otro tanto con la luna. Esta creencta re aparece tanto en Asia septe ntrional, donde los Yakutos explican las fases lunares por la voracidad de un oso o de un lobo devorador, como en nuestras campiñas francesas donde se dice indiferentemente que un perro . En efecto, el doblete más o menos doméstico del lobo es el perro, asimismo símbolo del tránsito. Lo atestigua el panteón egipcior0r tan rico en figuras cinomorfas: Anubis, el gran dios psicopompo, es llamado Impu,.,el que tiene la forma de un perro salvajeu, y en Cinópolis es venerado como dios de los infiernos. En Licópolis es al chacal Upuahut a quie n corre ponde ese papel, mie ntras que Ke nthame ntiu tiene también el aspecto de un perro salvaje. Anubis nos remite al Cerbero grecoindio. Los perros simbolizan igualmente aHécate r0l, la luna negra, la luna ,,devora-
dar, a veces representada, como Cerbero, bajo la forma de un perro triI
I
f, rl
i'
céfalo. Por último, desde el estricto punto de vista de la psicologia, Marie Bonaparte r"5 ha mostrado en su autoanálisis la relación estrecha que existe e ntre la muerte este caso la madre mue Íta- y el lobo ctónico asociado al temblor -en de tierra y, finalmente , a Anubis. Esta ufobia de Anubis,r, más explícita que el temor del gra.n Lobo Malvado, aterrorizl la infancia de la psicoanalistas, uniéndose , durante el análilir, por un notable isomorfismo, al esque ma de la caida e n e I ma{ .y a la sangre . Hry, pues, una conve rgencia muy nítida e ntre e I mordisco de los cánidos y e I te mor al tie mpo destructor. Cronos aparece aquí con el rostro de Anubis, del monstruo que devora el tiempo humano o ataca incluso a los astros medidores de I tiempo. El león, y a veces el tigre y e I jaguar, cumple en las civilizaciones tropicales y ecuatoriales aproximadamente la misma función que el r0r Cfr. GnlMAL, op-. ci1., artículo :
de leo, de s/ei, ..desgafÍaÍ> se -que del antiguo alemán- roz. Vinculado
de Visoúrrtoo, es decir, el sol medi-
dor del tiempo - La r{12 de la palabra sinba no deja ,Ce tener relación, por oúa parte con la luna sin, reloj y calendario por excelencja. ni l.O" ' es, por tanto, uo animal también terrible,.-p"ientado con el Cronos tr0 astral. Kr"ppe señala numerosas leyend"r, trrrto entre los Hons como
entre los Boiquimanos-, en las que el'sol más o menos leonino devora a la luna; otras veces es la diviniáad del rayo la que se enrr eg^ a esa cafnicería. En la Croacia cristitna, es San EÍias q.ri..."Áff."J p"p.i¿. comedor d'e luna. Los eclipses son casi univerül-..rr. .á.rri¿et¿ts como destrucciones pgr mordedura del astro solar o lunar. Los mexicanos precolombinos emple-alan la expresión tonatiult qiali-y metztt; o sea: <.devoración> del sol y d¿ la luna. Las mismas treencias fiito, i. encuenüan entre los Caribes y los moros; y entre los indios Tupí ., .r. l"guar el animal devorador, mientras p^rá los chinos .s i.di?.r-eni.Á.i,. un perro, un sapo o.rq {r.a8ón; entre los Nagas de Assam es un tigre y entre los persas es el diablo mismo quien ,."..rrega a ese funesto fes-
melo y paradóiicamente lunarrr2. Vamos a encontrar dentro de breves Instantes este color moral del desastre. Obseryg-mgs, por ahora, q"..rta <
mundo subterráneo... desde muy pronro identificado con Plutón...,, ro2 Cr. Kn.reyn, op. cit., p. 173. r0l Cfr. GoRCE y MoRTI¡n_, His-t. génér. des religions, I, p. 218. Sobre el dios (perroD de los antiguos mexicanos, <,Xolotl>, qr. gule las almas hacia los infiernos, cfr. Sotisr¡rLE, op. cit., p. ,4. r04 Cfr. H,{RDING, Mystéres de /a fernme, p.228; cfr. GRlrvr¡t, op. cit., artículo
.
ntaban la Tlaltecusangre de las aguas
da, l, 1115-t,y II, 3g-l-6. y Tcltoaang Tsea, CXLIil, p. 3g3.
>>.
rot M. BoNnpARTE, Psycb. antbr., p. 96. 80
irfro, p. 289.
8l
eS denominada pasaaita-niuegana/t, uel que hace enffar y salirrr, decir, el gran cambio, el tiempo ttt. Este animal que devora el sol, este sol devorador y tenebroso nos parece pariente muy próximo del Cronos griego, s'tmbolo de la inestabilidad del tiempo destructor, prototipo de todos los ogros del folklore europeo. Macrobio nos dice de Cronos que es el Deus leontocepbalu.r1r4. En zona céltica, asicomo entre los Amerindios o los Filisteos, el sol ctónico pasa por anffop6fagott'. Dontenville ha analizado las características de nuesffo ogro occidental, doblete folklórico del diablo. Orco cotso o bien Ourgon de los Cevennes, <.alto como un mástil de navío, con fauces armadas de trozos afilados de toca...))116, Okkerlo de los hermanos Grimm, Orcón del Morbihan, Ougernón del antiguo Beaucaire frente a Tarascon, todos estos avatates son la epifanía multiforme del gran arrquetipo del ogro que h^y que asimilar, según el folklorista, el Orcus subterráneo, al occidente uagador del solrr7. Este ogro sería la valotización negativa, ((negra)> como acabamos de ver por el Savitri védico y Ho chino, de Gargan-Gargant(ta, el sol céltico. Sería el sentido activo de engullir, de comer, el padre de todas las Gorgonas habitantes de las occidentales Górgadas rr8. Subrayando el isomorfismo existente enffe el arquetipo devorador y el tema de las tinieblas, Dontenville escribe de modo excelente: <.Tenemos la noche, la noche de la tierra y de la tumba en Orcus y en el ogro...>rre. A menudo es bajo este aspecto ogresco como la diosa Kali se representa: trag^ndo glotonamente las entrañas de su vlctima o también antrop1fagly bebiendo la sangre incluso en un cráneo r20, sus dientes son ganchos horribles . Le iconografla europea, es-
Savitri,
es
pecialmente la medieval, es rica en representaciones de estas ufauces del infietno)> engullendo a los condenados, y que todavia resplandecen en E/ sueño de Fe/ipe II del Greco. En cuanto a los poetas, muchos son sensibles al satanismo canibálico . Para asegurarse de ello, oo h^y más que tecorrer el hermoso estudio que Bachelard consagra a Lautréamontr2r. Hugo no escapa tampoco a la obsesionante imagen del mal devorador. Baudouin r22 se complace en recoger los modvos canibálicos en la obra del poeta, motivos encarnados por el personaje de Torquemada. El analista subraya que los complejos de mutilación están vinculados en Hugo a los temas del abismo, de las fauces y de la cloaca. Torquemada, acosado por el infierno, pinta este último como unas fauces
mutiladoras, < y el sadismo del inquisidor hará del qaernadero el doblete terresrre á. este
infiern o t2t . Terror anre el cambio cen ser los dos primeros t
animal. Estos dos remas particularmente, en nuestra opinión americanos, amerindios, europeos y haire-Sylvain "n, y consagradoJal matrimonio nefasto de un ser humano con un ser sobrenatu nl. En un centenar de casos, el ser sobrenatural nefasto es un animal o un ogro. En cinco casos solamente, este animal 9s
y eh 28 casos un monstruo ogresco: ogro, duendel trasgo, bruia o mu-
caso bestia ballo parece
248, y Br, Upanisltad, rr4 Citado porJuNc, Libido, p. 270.
l,
3-1.
rrt Kupp¡,
op. cit., p. r32. r16 pg¡TEIwIrrF, op. cit., p. lL7. I 17 Cfr. op, cit. p. L29 . , rr8 Op, cit,, pp . II9-L20.
82
adopta general_
e una
iena, toro, etc. ; del caballo Ba_
rfia etá integrada en cuentos y mitos
permanece subyacente a todos estos cuentos en los que el simboñsmo teriomorfo es tan aparente. El animal es, por tanto,'lo que pulula, lo qqg-.hgy€ y lo que no se puede coger, pero también es el que i.uor", .t ne en Durero al Caballero y a la pared.de su comedor, un aúoz muy tnstructivo poner de maniernas del ,tzwaog> y de la cruelDesastres de /a gaeffa, el pintor.,, is iconográfrcg_d. la bestialidad, de cronos como de Thánatos. vamos a ver super- . tostro teriomorfo del tiempo, la máscaÍa tenebro- i :,
tir, en las constelaciones
estudiadas hásta ahora, '
las alusiones a la negrura del sol y de sus devastaciones
.
Los SÍMBoLoS NICToMoRFoS
. El poeta alemán isomorfismo
Tieck t26 nos ofrece un hermoso ejemplo de esre negativo de los símbolos animales, de las tinieblas y del
r23
re op, cit, , p. L26. r20 Cfr. Zurru¡n, op, cit., p. 202 y figula 68, p. L77: , p.204. tzr BlcH¡r,rno, L¿utréomont, pp. 10, 20,27 y ss. r22 B,ruooulN, Z. Hugo, p. 71. I
n los 45
la salvación es parricularmenre nítiorfo triunfe , o que sus arrimañas se de la aventura remporal y peligrosa
il. rD Cfr. Rig Veda, l,
e n 13 casos el pájaro es un me nsajero benécasos, el demonio es un reptil: cobra, pitón, culebr^ o boa,
un-p áiaro, mienttas que
fico. En 21
/'eua
r24
T2' 126 Cftado
cfr. HucuET, Métapbores et comparaisons dans s haitienr, vol.
I,
pp
. 248
y
por BÉcuw, Le réue cbez les romantiques allernands, 83
ss.
ll,p. 140.
i ,
*n,
ruido: ..Tuve la impresión de que mi habitación era llevada conmigo a un espacio inmenso, negro, terrorífico, todos mis pensamientos chocaban..., ufla alta barrera se desmoronó ruidosamente. Ante mí vi entonces una llanura desierta hasta perderse de vista; las riendas se me escapaton de las manos, los caballos arrasüaron mi coche en una loca carÍeÍa, sentí mis cabellos erizarse sobre mi cabeza y yo me precipité aullando en mi habitación...> Hermoso espécimen de pesadilla en la que el ambiente terrorífico parece motivado por ese arquetipo tan importante , por ese abstracto espont áneo tan ne gativamente valorizado e n e I hombre y que constituyen las !-in:sblas. Los prióaiagnostica¿Oteé qüülthzan el Rorschach conocen bien el <.choque negro>) provocado por la presentación de la plancha IV: <.Perturbación repentina de los procesos racionales,r "t q.r. produce una impresión disfórica general. El sujeto se siente ,.abrumado,) pot la negrura
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de la plancha y no puede sino repetir: .,la oscuridad es mi impresión dominante ... y una especie de tristezar>t28; la disminución depresiva de las inte rpretaciones acomp añ'a este sentimiento de abatimiento. Rorschacht2e atribuye estas respuestas uchoque negro' al tipo depresivo, indolente y estereotipado. Oberholzertro, que ha estudiado la universalidad del choque negro y su constancia, incluso entre los primitivos de Insulindia, le atribuye el valor sintom ático muy gene ral de uangustia de la angustia>>. Habría que ver aqul la esencia pura del fenómeno de angustia. Bohm t3t añade que este choque al negro provoca experimentalmente una ..angustia en miniatura)>. Esta angustia estaría fundada psicológicame nte e n e I miedo infantil a lo negro, símbolo de un temor fundame ntal del riesgo natural, acompañado de un se ntimie nto de culpabilidad . La valorización negativa de lo negro signific aria, según Mohrrr2, pecado, angustia, rebeldía y iuicio. En las experiencias del
sueño despierto se observa incluso que los paisajes nocturnos son característicos de los estados de de presión. Es interesante señalar que un
Yuga, ..la edad de las tinieblas)). y Éliade consrata que <.el tiempo es ncgro porque es irracional, despiadadorrtat. Por eso-mismo la noche está sactahzada. La Nyvtnz helénica, como la N6tt escandinava, arrastradas en un. caffo por corceles sombríos, no son vanas alegorías, sino
temibles realidades míticas.
.h.g.qyg al negro se produce igualmente en las de De.experiencias soillet3s: una <,imagen más sombriar>, un <(personaje vestido de negro)), u.n emergen súbitamente en la serenidad de las ensoñacrones asce ncionales, formando un verdadero contrapunto te nebroso y provocando un choque emotivo que puede ir hasta la crisis nerviosa tr4. I'
Estas experiencias diversas verifican el buen fundamento de la expresión popular: <(tener ideas negras)>, siendo siempre la visión tenebrosa L3'
I
li I I
i rl I
r27 Bouu, Traitá, I, p. 168; cfr. BocHNER y HernrN, op. 128 Bocn¡.¡¡n y HarrEN, cop, cit., p. 94. 129 RoRscH^cH, op, cit., p. 20. t3o Qi¡¿do por BosM, op. cit., I, P. 169.
cit., pp. gl
y
rt6 MaNru
ss.
t37 Cfr. Kn¡ppl, op, cit,,
os'
V,
P' 76'
973-974. Yéase asimismo Esr,rcto, Tlteb. fol. 8 a.
Sara,
p. L6l.
r1r BoHu, op, cit., p. 170.
r32 Peter MoHn,
eo Psycbiatrie und
Rorscbac/t'sc/ten Forrndeut,
nas 123-133 . r3J D¡sonr¡,, op. r34
Versucb,
piei'
cit,, pp.72,, l jg. D¡sonr¡, op, cit,, p-. 159.
t{t 84
B¡.cH¡raxo, Réa. repos, p.76; cfr. p. 175. t44 Citado por M. DAVy, op-. cit., p. tó0.
8t
lV,
2g2, y
les, mientras que el poet a loé Bousquet apostrofa a la noche <.viviente y voraz>>. ¿No llama el sentido común popular ala hora popular,la hora del ulubicán>? Nosotros mismos hemos mostrado cómo a la negrurat45 están vinculadas la agitación,la impurez^y el ruido. El tema del mugido, de I grito, de la <,boca de sombra> es isomorfo de las tienieblas, y Bachelard t46 cita a Lautrence para- quien uel oído puede oír más profundamente de lo que pueden ver los ojos>.La oreja es entonces el sentido de la noche. Durante ües páginas, Bachelard r47 nos muesffa que la oscuridad es amplificadora del ruido, eue es reso nancia. Las tinieblas de la caverna iétf;néñ ei--sí mTémts ;í g-ñido del oso y el aliento de los monstruos. Es más, las tinieblas son el espacio mismo de toda dinami-
zaciln paroxística, de toda agitación. La negrura es <,la actividadr> misma, y toda una infinidad de movimientos se desencadena por Ia ilimitación de las tinieblas, en las que el esp'uitu busca ciegamente el nigrana, nigrius nigroras. De esta solidez de las relaciones isomórficas resulta que la negrura siempre es valorada negativamente. El diablo es casi siempre negro u oculta alguna negrura. El antisemitismo quizá no tenga más fuente que esta hostilidad natutal hacia los tipos étnicos pardos. <.Los negros en América asumen también una función semejante de fiiación de la agresión de los pueblos huéspedes Otto Fenichel- r4e ss¡¡o en-dice tre nosoffos los zíngaros, los bohemios. . . con raz6n o sin ella se les carga toda suerte de fechorías. )> H^y que relacio naÍ con estas observaciones el hecho de que Hitler confundía en su odio y su desprecio al judío y a
los pueblos ((negroidesu. Añadiremos que as'r se explica en Europa el odio inmemorial al moro, que en nuestros días se manifiesta por la segregación espont inea de los norteafricanos residentes en Francia 110. Dontenvillettt ha observado la asimilación constante de los paganos y los impíos a los <.Sarracenos)> por la opinión pública cristi an4 f €sto en lugares donde el estandarte del profeta no ha ondead o iamás. Lo testimonian puertas y totres sarracenas de la comarca de Gex y de las dos Saboyas. El Moro se conviette en una especie de diablo, de coco, tanto en la figuras grotescas que adornan las iglesias de Esp aña como en Anior'r, donde el ugigante Maury se agazap^ en una roca junto a Angers y acecha a los bateleros que bogan por el Maine para tragarlos con sus barcosr,ttt. Y por ello vemos que no hay mucha distancia de ese Maury
r$
Cfr. G. Dun¡,No, artículo en Mercare de FrAnce, agosto 1953.
146 BACHELARD, op, cit., t'47 Cfr. B,TcHELARD, op.
r48 B¡.cu¡rapo, op.
p.
194.
cit., pp.27 y
ss.
cit,, p. 27.
t49 Conferencia dada en Praga en 1947, citada por M. Bo¡,¡apARTE, Mytbes de guene, II. p. L41. - rto Cfr. Htrt¡R, Mein Karnpf, I, cap. Cfr. BauDourN ,, Triomplte du héros, p. 230 <.Los musulmanes son a los cristianos lo que Troya es a los griegos, lo que el temible abismo del inconsciente es a la conciencia clara.,
Itr
DoNTTENVILLE,
op. cit., p.206.
rrz DoNr¡lwtrl.:q, op. cit,, p.209. 86
al otro. El ogro, como el diablo, es a menudo de pelo negro, o de barba profundamente oscurarti. Es sobre todo notable constataÍ que esta <(negruta>> del mal es admitida por las poblaciones de piel negra: más adelante volveremos sobre el hecho de que el Gran Dios bienhechor de los Bambara, Faro, tiene <(una cabeza de muier blancz)), mientras que e I mal Mousso Koroni usimboliza todo lo que se opone a la luz: oscuridad, noche, bruj eriar, tla . A la lista de los réprobos podemos añadir a, los ujesuitzs)>, de quienes Rosenberg'tt hacia la encatnaci6n cristiana del espíritu del mal. El anticlericalismo popular se inspira asimismo en Francia en el odio al <,cuerpor> y al <(oscurantismo>>. El teatro occidental viste siempre de negro a los personajes reprobados o antipáticos: Tartufo, Basile, Bartolo, así como Mefistófe le s o Alcestes. La ferocidad de Otelo se une a la perfidia de Basile. Son e stos e le me ntos engramáticos los que explican en gra,n parte el éxito insensato de la apol ogia racista del Sigfrido blanco, gigante y rubio, vencedor del mal y de los hombres negros.
Por último, como las tinieblas entrañan la ceguera, vamos a encono,_-40á,E o menos refqrz-ado.actr--los.símbolos La simbólica cristiana "d;;-i;güiil.d:¿I',;trg". liémo dialéctico de la Iglesia enfre ntada a la ciega Sinagoga, representada siempre con los ojos vendadosttf, tanto en la fachada de Notre-Dame de París como en el Rubens El Triunfo de /a lg/esia del Museo del Prado. E. Huguett'7, que se ha complacido en catalogar las imágenes del chirlo y de la mutilación e n Víctor Hugo, observa cuán frecuente es la mutilación ocular o la ceguera. Como la notable conste lación que se encuentra en el poema Dieu.' <.Sin ojos, sin
traÍ d€-l nos
pies, sin voz, mordido y desgarrado son las descripciones de la f acressarde , de las casas de la corte , las que unen el epíteto <(tuerto)> a los epítetos uherpético, arrugadorr. Se constata además que numerosas valoraciones negativas son añadidas espo ntáneamente por la conciencia popula r a calificativos tal como ((tuerto)) o ,.ciegorr. El sentido moral viene a duplicar semánticamente el sentido propio. Por esta raz6n en las leyendas, como en las e nsoñaciones de la imaginación, el inconsciente es representado siempre bajo un aspecto .t.enebroso, turbio o ciegor;s. Desde el Eros-Cupido de los ojos vendados, precursor de nuestros modernos libido, hasta ese.,Viejo Reyr> que
rti Cfr. Barba Azul. Es muy significativo que en el tema mítico del Cónyuge animal o de demonio disfrazado que antlize S. Coun¡¡n¡-SvrvAIN (op, cit., II, pp.122, 125), el personaje nefasto adopte indistintamente los rasgos teriomorfos o los de Barba Azul: príncipe turco (en la baja Bretaña) o moro (Portugal). r54 G. DI¡r¡RIEN, Religion des Bambara, pp. 39-40. rtl Cfr. A. Ros¡NsERG, Le mytbe du XX' siicle, pp. 20, 43,47. 1t6 Cfr. M. D^rvY, op,cit., p. 168. t57 Cfr. E. Huctrcr, Métapb, et cornparaisons dans /'euare de V. Hugo, I, cap. V, p.216. rt8 Cfr. Ch. B,tuDoutN, I¿ découaerte de la personne, pp. 10, 16,24. 87
1
I
I
I I
constela el folklore de todos los países, pasando por el tan célebre y terrible Edipo, la parte profunda de la conciencia se encarna en el perso-
naje ciego de la leyenda. Leiarte ha subrayado con justicia la tripartición psicológica de los personajes de la Gítá. Al lado del cochero y del combatiente, está ese famoso modestos memoria de nuestros cuentos: en Z¿ et el del Copete, en Cenicienta igual arnos la ambivalencia que enmarca la
uy cercana aún de la majestad y del
-.rl; poder, es sin embargo la caducidad, la ceguera, la impotencia, incluso . la locura, lo que aquí prevalece, y la que, a ojos del Rágimen Diurwo *:i de la imagen, tiñe el inconsciente.de un rnatiz degradado, lo asimila-a, -u¡r4 q-o_n-qfe4cia cúda. Calda como el Rey Lear que ha perdido el poder porque ha perdido la ¡tz6n. La ceguera, como la caducidad, es una ir-{gl1g_e."lga. Y es este .arguetioo del rey ciego el que, I
i
I
i I
I
nte , aóóliáb¿ a los pensadores racionalistas cuyas interpretaciones de la imaginación nosotros hemos criticado. Los términos sarffianos mismos, , uloca>,
viste el forro inconsciente del alma. Mefistófeles, el confidente tenebroso y el consejero sombrío, es el prototipo de un abundante linaje de estos .
De la sombra que ha perdido Peter Schlemihl, al rey o al soberano de que nos hablan René Char o Henri Michaux162, todos son sensibles a
la vertiente íntima, tenebrosa y a veces satánica, de la person?, a esa
que perpetúa la tradición pictórica desde Van Eyck t63 7 Picasso, así como la tradición lite raria desde Ovidio a \íilde o a Cocteau. Un hermoso eiemplo de isomorfismo de la mutilación y del espeio nos es proporcionado por la mitología del tenebroso dios mexicano Tezcatlipo cat64 . El nombre del dios significa espeio (tezcatl) que echa humo (popoca): es decir, espeio hecho con la obsidiana volcánica, espeio que mira el destino del mundo. No tiene más que una sola pierna y un solo pie, los otros han sido devorados por la tierra (este dios es asimilado a la Osa mayor, cuya <> desaparece bajo el horizonte durante una parte del año). Pero este simbolismo del espeio nos aleia suavemente de aquel del viejo rey ciego para introducir una nueva variación nictoforma: el agua,? rl -ilno tiernpg qqe bebida, fue ql prlmer gspeio durmiente.)^"sombiip*.
Este símbolo de I
hostil,
de
I
cación no era más que pretexto- pura hacer valer axiomas clasi-que ficadores más subjetivos. Al lado del reír del agu4 del a.gua clara y iovial de las fontanas, sabe hacer sitio a una inquietante r('6. Por ahora, sin responder a estas cuestiones y sin optar por esas hipótesis, contentémonos con analizar e I aspecto tenebroso del agua. Bache lard, utilizando el he rmoso estudio de Marie Bon apartr- ha mostrado perfectamente que el nzare tenebrum habia tenido su poera desesperado en Edgar Poe167. El color <> se encuentra relacionado e n este poe ta a un agua mottuo ria, completamente empap ada de los terrotes de la noche, preñada de todo el folklore del miedo que hemos estudiado hastaaqul. Como dice Bachelard, en Poe el agua es <(superlativamente mortuo ria>>, es doble te sustancial de las tinie blas, es la
rt9 LEt^, Contes de fáes, pp. 13-14,4 160 LEIA, op. cit., p. 67.
16r Cft. s*pra, p. l). 162 Cfr. ALo¡sERr voN Cs¡ulsso, Peter Scblemitlil; R. Crnn,
y H. MrcHaux, Mon
rci
A *xe sérénité
crisp6e,
qae.
88
agua negra, es a todas luces el que
meior puede captar ^gua la fragilidad de las clasificaciones simbólicas que desean limitarse a referencias puramente objetivas. El propio Bachelard, en su notable análisis abandona su principio elemental de clasifi-
8g
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de la muerte> r(rtt. El agva se convlerte incluso en una directa invitación a morir: de estinfálica que era, se <
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mos a de tenernos algo en las difere ntes resonancia s fantísticas de esta gran e pifanla de la muerte. r6u. El La primera cualidad del agua sombría es su carácter heracliteo invitaes amarga que corre hídrico,r. El agua ..devenir es sombría agua .fun al viaje sin re torno : iamás se baña uno dos veces en el mismo Íio, y los riachue los no re montan nunca hacia su fuente. El agua que corre es la figura de lo irrevocable . Bache lard insiste en este carácter <.fatal>> del agia en el poeta americanorT0. El agua es epifania de la desgracia del tiémpo, es clepsidra definitiva. Este devenir está cargado de tetror, es la expresión misma del terrotrTr. El pintor Dalí ha encontrado además, er un cuadro célebrer72, esa intuición de la licuefacción temporal representando relojes ublancos)> y fluyentes como el agua. El agJ.a nocrurna, como permitían presentirlo las afinidades isomorfas con el caba-
llo o el roro, eS,por tanto, el tiempo. Es el elemento mineral que se anima con la mayor facilidad. Por eso es constitutiva de ese universal arque tipo , a la vez te riomorfo y acuático que es el Dragónt7). La intuición del poeta sabe unir el monsttuo universal con la muerre e n e I espantoso La caída de /a casa Us/tert7a. El Dragón parece resumir sombélicamente todos los aspectos del régimen nocturno de la imagen que hemos considerado hasta ahora: monstruo antediluviano, bestia del trueno, furor del agua, sembrador de la muette ,es, como ha r7t. El folklorista estuobservado Dontenville , una ..creación del miedo)> dia minuciosamente las epifanías del monsttuo a través de la toponi' mia céltica. El Dragón tiene <
o de nuesrro ouernzine, [miseria (parásito)J. Sin contat los antiguos Gerión y Gorgona, nuestraTarasca, toro acuático, y el Máchecroüte [M1s' nombre es todo un programa- qge frecuenta los ticacorterrll La Guillotiére en Lyon o La Coulobre oculta en la Fonta' remolinos de-cuyo na de Vauclu5s r-(r. La morfologla del monstruo, la de un Gigante sau-
I'
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168 B,¡6¡¡ELARD, op. cit,_, pp.6r,7t-76, 122. Sobre el pantano, lacloaca en Spitrclcr. cfr. B,ruDouIN , Le Triomplte du béros, p. 2ll. 169 BAcHELARD, op. cit.,p.79. Fragmento 68, Heráclito, citado. l7o B,¡6¡¡ELARD, op, cit., p.66. 17r B.rcHnnRD, op, cit., pp. l4O-144.
r72 Cfr. S. D¡rÍ , Los relojes blandos r73 Cfr. Éu.t'on, Traité, p. 183; KRAppE, op, cit.,
se, pp . L35 , 316-317 . r74 E. Po¡, Historias extraordinaias. 17, DoNrsrwrrlF, op. cit., pp . I34 y ss.
(Rerue d'art Cbrétien, 1864), pp. grnas L90 y ss., 209 y ss. 176 DoNrg¡¡vrr r F op cit. , y ss., L97 .
,
p.
330;
cfr. Gn^rN¡r , Pensée c/tinoi-
Cfr. F. o'Ayztc,
, p.
L43
.
Cfr. DuuoNr 90
,
op.
cit,
, pp. L55 y
ss., 164
tig' palmípedo y a v.Tes alado,
se conserva con ÍaÍa constancia desde su primera representación iconog ráfica en Noves, e o la baia Durance. El recuerdo del Dragón céltico está muy vulgarizado, es muy ten^z: Tarascón, Provins, Troyes, Poitiers, Reims, Metz , Mons, Constance, Lyon y París tienen sus héroes sauróctonos y sus procesiones conmemorativas.
Las gárgolas de nuestras catedrales perpetúan la imagen de esta voracidad acuática. Nada es más común que la relación entre el arquetipo saurio y los símbolos vampíricos o devoradores. Todas las relacionesrTT legendarias describen con horror las exigencias alimenticias del Drag6n: en Burdeos, el monstruo devora una virgen por d1a, lo mismo que en Tarascón y en Poitiers. Esta ferocidad acuática y devoradora v^ a popularizarse en todos los Bestiarios medievales bajo la fórmula del fabuloso coquatrix e innumerables cocadrilles y cocodri/les [cocodrilos] d. nuestros campos. Este Dragón, ¿no es la horrorosa EchidnatTs de nuestra mitologia clásica, media pafte serpiente, media parte páiaro palmípedo y muier? Echidna, madre de todos los horrores monsttuosos: Quimera,, Esfinge, Gorgona, Escila, Cerbeto, León de Nemea; en ell-a Jyng", quiere encarnar que se acopló con su hijo el Perro de Gerión para dar a luz a-puesto la Esfinge- una ((masa de libido incestuosa)> y hacer por ello incluso el prototipo de la Gran Prostituta apocaliptica. Porque en el Apoca/ipsis, el Drag6n está vinculado a la Pecadora, I recuerda a los rahab, Leviatán, Behemot y diversos monstruos acuáticos del Antiguo Testamentorso. Es ante todo el , la r8r. Sin decir nada por adelantado sobre las feminizaciones psicoanalíticas del Monstruo de las aguas mortuorias, contentémonos io.r subrayar la evidencia
que
se
deriva del método de convergencia. Parece que, psicológicamente
hablando, el Dtagín existe como llevado por los esquemas y los arquetipos de la bestia, de la noche y del a,gua combinadas. Nudo donde convetgen y se mezclan la animalidad vermídea y pululante, la voracidad feroz, el estrépito de las aguas y del rayo, así como el aspecto viscoSo, escamoso y te nebroso del < . La imaginación parece construir el arquetipo del Dragln o de la Esfinge a partir de terrores fragmentarios, de repugnancias., de pavores, de. lepulsiones tan instintivas como experimentadaS y, finalme nte , erguirlo espantoso, más re al que el río misffio, fuente imaginaria de todos los terrores de las tinier77 Cfr. DoNTENVILLE, op. cit,, pp. t45-153; cfr. Gn¡,NET, Danses et légendes de /a Cbine ancienne, ll, p. l)4. r78 Cfr. GnlMAr, op, cit,, a¡tículo . La lección escita del mito de la
Job,
,
XXIX, 2, XXXXII,7, etc. Sobre la relación del Dragón y de la femineidad K. Spittler, cfi. B.ruooutN, I¿ tnornpbe du héros, pp. 207 y ss. r8r Cft, Isaías, XXVII, I y Apoc., XXIII, l. Ezeqaie,/,
9l
en
blas y de las aguas. El arquetipo vie ne a resumi, y clarificar los se mantismos fragme ntarios de todos los símbolos secundarios. Nos detendremos asimismo algunos instantes en un aspecto secundario del agua nocturna, y que puede iugar el papel de motivación subaltern a: /as /ágirnas. Ligrimas que puede n introducir indirectamente el tema del ahogamiento, como lo señala perfectamente la boutade de Laertes en Hamlet: ..No tienes sino demasiada agu4 pobre Ofelia, por eso yo me prohíbo llorar...,rt8'. El agua estaría vinculada a las lágrimas por un carácter íntimo, una y otras serían .,la materia de la desesperaciónr> r8l. Es en este contexto de tristeza, cuyo signo psicológico son las
lágrimas, donde se imaginan ríos y estanques infernales. El sombrío Stix o el Aquerón son moradas de tristeza, la mo rada de la sombras de pesadilla. Baudouinl84, analizando dos sueños de niñas relativos al ahogamiento, observa que están acompañados de un se ntimiento de algo incompleto que se manifiesta por imágenes de mutilación: el <(complejo de Ofeliau va acompañado de un <(complejo de Osiris> o ..de Orfeou. En la imaginación ensoñadora de la niñita, la muñeca es rota, descuartizada antes de ser precipitada en el de la pesadilla. Y la ^gua niñita adivina el isomorfismo del Dragón devorador cuando pregunta: u¿Qué es lo que pasa cuando uno se ahoga? ¿Se queda uno entero?> Cerbero es, como vemos, el vecino inmediato de Cocito y de I Stix, y el <(campo de los llantos>> está contiguo al río de la muerte. Es lo que aparece muchas veces en Hugo , para quien el interior de la mar, donde numerosos héroes terminan sus días mediante un brutal ahogamiento los de Les Traaai//eurs de la mer y de L'Homnze qui rit-, se -como con el abismo por excelencia: <,colmena de Hidrasr>, uanálogo confunde de la nocher>, Koceano flox>t, donde los bocetos de vida, las larvas ((se i
I
dedican a las feroces ocupaciones de la sombra
Otra imagen frecuente, y mucho más importante en la
cons-
' telación del agua negra, €s la cabellera. Esta última va a inclinar insen, siblemente los símbolos negativos que estudiamos hacia una feminización lanad4 feminizaciln que se verá reforzada definitivamente por ese agua femenina y nefasta por excelencia: la sangre menstrual. A propósito del ucomplejo de Ofeliau, Bachelard186 insiste en la cabellera flo'-tante que poco a poco contaminala imagen del agua.Lacrin de los caballos de Poseidón no está lejos de los cabellos de Ofelia. A Bachelard no le cuesta mucho mostrarnos la vivacidad del símbolo ondulante en los autores del siglo XVIII, como en Balzac, D'Annunzio o Poe: este último
sueña con ahogarse en un >r87. Podríamos añadir que es la misma composición la que inspiran las trenzas de Me lisenda o la de La Mucltacba de los cabellos de lino, pero también los múltiples Refleios en el agua que pueblan la obra del canror de La Mer, Bachelard, en una perspectiva dinámica, subraya que no es la forma de la cabellera lo que suscita la imagen del agua fluyente, sino su movimiento. Desde el momento en que ondula, la cabellera entrañala imagen acuática,, y viceversa.Hay, pues, una reciprocidad en este isomorfismo, cuya bisagra forma el verbo .,ondularrr._La*g¡d-a_es__la anjmación -tntirna d;l agul- Es también la figura del ieroglffi;gip¿io más ahtiguo, eue se encuentra asimismo en los casos neolíticosr88. Además, anotemos de pasada y sin tomarlo demasiado en serio, que la noción de onda en las ciencias físicas, cuyo signo es la ondulación sinusoide, se apoya en la ecuación de la frecuencia y viene a recordarnos que es rambién el tiempo el que regenta las ondulaciones en el laboratorio . La onda del físico no es más que una metifora trigonomét rica. Asimismo en de la cabellera esti figlda al tiempo, a ese riempo irreil pasado rsí ¿No ténemos en Occidenre ..r^.rosas ares que hacen con los bucles de la cabellera talismanes
obstante es más difícil dar cuenta de forma directa de la fem inización de la cabellera, porque sólo en Occidente la cabellera es patrimonio del sexo femenino re2. Sin embargo, antes de adentratnos por la via de la verdadera explicación, es decir, del isomorfismo que une por los menstruos la onda con su símbolo piloso por un lado. y con 11 feminidad por otro, hemos de detenernos en una convergencia secund aria en la que vamos a encontrarnos con el espeio sobredeterminado por la onda y la cabellef?te3 Porque el espejo no sólo es procedimiento de redoblamiento de las imágenes. del yo, y p9r. tanto s-rmbolo del doblete tenebroso de la conciencia, sino que también está vinculado a la coqu eteria. Al parecer, el agua constituye el espejo originario. Lo que nos sorprende tanto como
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18t Cfr. BauooulN, V. Hugo, p. I47; cfr. Trauail/eurs de lA nzer,I, cap. VI. t86 B,¡6¡1E[ARD, Eau et réuis, p. f f a
92
192 193
93
I
el simbolismo lunar en las imágenes que Bachelard '')a pone _de manifiesto en foachim Gasquet o en ¡.rles Laforgue, es que el refleio en el agu^ va acompañado del complejo de Ofelia. Ivfirarse es ya un poco oT.[26. y párticipar en la vida de las sombras. La etnografia viene la poesía: entre los Bambara, el cuerpo del una vez Áai
^.onfirrttrr el dya, es uli sombra sobre el suelo o la imagen en el doble femenino, aguz.>>. Para remediar-el vuelo siempre nefasto de su sombra, el bamba,íh^recurrido al espejo acuático,..se mira en el a,gua de una calabaza, y luego cuando la imagen es nítida la revuelve movie ndo e I recipiente, io qí. envía al dya bá¡o la protección de Faro (el dios benéfico),r'ut. Ahóra bien ,la cabellera esrá vinculada al espeio en toda la iconografia del utocado> de diosas o de simples mortales. El espejo es, eo numerosos pintores, elemento líquido e i-nquietante. De ahi la frecuencia en Occidente del rema de Susana y lof aiefos en el que la cabellera desuenzada se une al refleio glauco del a.gua,:-.como en Rembrandt, qu9 repitió cuarro veces ese mouvo, y como én Tintoretto, donde se allan el carne , la preciosa cabellera, el espeio Este tema nos remite a dos mitós de la nos detendremos un instante porque su za de las imágenes míticas engend rada quemas y de los arquetiPos. plícito: es el de Narciso, her la compañera de Diana, y al
,dorrro femeniflo, la
y la onda.
los que la fuer'
los es-
frir la metamorfosis mortal del esp Acteón donde vienen cristaliza ^ nocrur na y temible. Acteón sorprende el aseo i dispersos de la feminidad I, de ia diosa que , sueltos los cabello!, se baña y se-mira e1 l1 aguas pro' ,'fundas de uqa grxw¿susada por los clamores de las Ninfas, Artemis, tl" diosa lunar, meramorfosea a Acteón en animal, eo ciervo, Y, dueña de los perros , lanza la trailla al encarne. Acteón es desped azado, lacera'
do, y sus restos dispersos
s
s
Sombras que frecuentan las elementos simbólicos de la Nada falta en él: teriomorfia en
s
' s
matización strofe. Nos
a la muier de la Lore-
lei, viene a sustituir con su hasta aquí al anim al raPaz
femin
Lo que constituye la irremediable feminidad de I agua es que la liquidez. es e I elemento mismo de los menstruos. Puede decirse .qle el arquetipo del elemento acuático y nefasto es la sangre rnenstrua/. Es lo que confirma la frecuente relación, aunque parezca- insólita al principio, del agua y de la luna. Éliade r()- explica este constante isomorfismo, por bio debido a que las aguas están sometidas al fluio. lunar; por otro,"qdebido a que por ser germinativas se relacionan con el gran símbolo agrario.que es la luna. No nol ocuparemos más que de la primera afimación: las aguas están vinculadas a la lu¡a porque su arquetipp es menstrual; en cuanto al papel fecundante tanto de las aguas como de Iá'lüñá-;-ñb es más gue un efecto secundario de esta motivación primordial . La mayor parte de las mitologías confunden las aguas y la luna en la misma divinidad, tanto los iroqueses y los mexicanos como los babilonios o en el Ardvisüra Anáhita haniles. Los maoríes y los esquimales, así como los antiguos celtas, conocen las relaciones que existen entre la luna y los movimientos marinos. El Rig Veda afirma esta solidaridad entre la luna y las aguas r')". Pero pensamos que el historiador de las religiones200 se equivoca al no buscar a este isomorfismo otra explicación que la cosmol6gica corriente. Porque vamos ver que baf o el ^ simbolismo lunar convergen dos temas que van a sobredeterminarse recíprocamente, inclinando este simbolismo entero hacia un aspecto nefasto que no siempre conserva . La luna está unida indisofublemente a la muérte y alafehinidad, y es por la feminidad por la que se vinculq al sirnboüsno acuático. \ En efecto, tendremos ocasión de volver ampliame nte sobre este I tema20r: la luna aparece como la gran epifania dramática del tiempo. Mientras que el sol permanece semejante a si mismo, salvo durante Íaros eclipses, y que no se ausenta más que un corto lapso de tiempo del paisaie. humano,la luna es un astro que crece , que mengua, que desaparece, uo astro caprichosg que parece some tido a la temporalid ad y a la muerte. Como subraya Eliade2o2, gracias a la luna y a las lunaciones se mide el tiempo: la raiz indoaria más antigua que se refiere al astro noctutño, ffi€, que da el sánscrito nzal el avéstico rna/t, el rnená gltico, el mene griego y el mensis latino, quiere asimismo decir medir. Por esta asimilación con el destino, la ..luna negra)> está conside rada-l a mayor parte del tiempo como e I primer muerto. Durante tres noches se borra y desapatece del cielo,y los folklores imaginan que entonces está engullida por el monstruo203. Por esta raz6n isomorfa, numerosas divinida-
r atribuido r97
.
198
r94 Cfr. B,TcHELARD, fua et réaes, pp. 120-121. rgt DrcmnuN, op. cit., p. ,9. 196 Cfr. P. Gnlu¡.r, Diciionnaire, artículos , qActeónp. El tema del odoble> subyace en toda la leyenda de Acteón: el centauro Chirón modela una estatua a imagen de Acteón para consolar a los perros desesperados por haber devorado a su arno.
94
cfr.
B,IcHELARD,
L'fuu et /es réues, p. 1ll.
I48; p^r^ los mexicanos la luna cit., p. 26 y ss.
151; KRApp¡, op. cit.,
9'
es
hija de Tlaloc, el Dios
p. L66; HanorNG op. cit,, p.t7.
des lunaes son ctónicas y funerarias. Tal sería el caso de Perséfone; de Hermes y de Dionysos. En Anatolia, el dios lunar Men es también el de la muerte, y lo mismo el legendario Kotschei, el inmortal y maligno genio del folklore ruso. la luna es consid erada a menudo como el país de los muertos, tanto entre los polinesios Tokalav, entre los iranios o los griegos, como en la opinión popular de Occidente en la época de Dante 20a. Más notable es aún desde el punto de vista de la convetgencia isomorfa esta creencia de los habitantes de las Cótes-du-Nord, según la cual la cara invisible de la luna oculta unas fauces enormes que sirven pura aspirar toda la sangre veftida en la tierra. Esta luna antropófaga no.es rara en el folklore euroqeo20t. Nada hay más temible para el campesino contemporáneo que la famosa .,lu na roiar> o <> cuando alude a una posesión dem oniaca206. pu¡a los samoyedos y los dayak, la luna es el principio del mal y de la peste, en la India se la de nomina <,Nirrtiu, la rui na2o7. Casi siempre la catástrofe luÍ?na, por nar es diluvial 20n. Si a. menudo es un animal lunar porque el terna ejemplo- el que degurgita las aguas del diluvio, es-una mortal de la luna está estrechamente vinculado a la feminidad. Porque el isomorfismo de la luna y de las aguas es al mismo tiempo
una feminizaciln El término medio lo constituye el ciclo menstrual. La luna está vinculada los menstruos, es lo que enseña el folklore i universal 20e. En Francia, ^los menstruos se llaman ..el momento de la lu- ;, na>>, y entre los maoríes la menstruación es la ..enfermedad lunarrr. Muy a menudo, las diosas lunares (Diana, Artemis, Hécate , Anaitis o Freyja).i tienen atribuciones ginecológicas.. Los indios de Am ética del Norte dicen de la luna menguante que tiene ((sus reglasr, . <> Este isomorfismo de la' )
',
;
lilna y de los menstruos se manifiesta en numerosas leyendas que hacen de la luna o de un animal lunar el primer marido de todas las mujeres; entre los esquimales, las jóvenes vírgenes no miran nunca ala luna por miedo a quedar encinta, y en Bretaña las muchachas hacen lo mismo
'i
204
2tl
205
2t2 2t3 2t4
206 207
2rt
208 209
truelle, 2r0
p.274.
S. Ic,rno , I-a Fernrne pendant la période
citi, p. 63; cfr. Knappu, op. cit., p.
108.
2r6 2t7
2r8 2tg
L7
96 97
6.
tipo colectivo símbolo del destino, y que Baudouin relaciona muy iurciosamente con la Lilith-Isis de La Fin de Sotan, Es ella la que declara: <.Ananké soy yo)>, ella es la vampiro, el alma negra del mundo, el alma del mundo y de la muefte. <.En la filosofía de Hugo, la Fatalidad viene a coincidir con el Mal, con la materiar>2zo. Y Baudouin subraya el sistema etimológico <,matet-mauiz-materiarr. Antes de volver a estas ((aguas madres> que son los menstruos, tenemos que considerar todavia las manifestaciones teriomorfas de la vampiresa, de la mujer fatal. En primer lugar, podemos constartar con los lingüistaszzt que la repartición de los sustantivos en género animado e inanimado, tal como existe en ciertas lenguas primitivas, es reemplazada en ottas lenguas por una repartición de género ándrico y género metándrico. Este último género comprende las cosas inanimadas, los animales de ambos sexos y las mujeres. La feminidad lingüísticamente, entre los caribes y los iroqueses, es rechazadaal lado de la animalidad, semánticamente es connatural al animal222 . Asimismo, la mitología femini za monstruos teriomorfos tales como la Esfinge y las Sirenas. No es inútil observar que Ulises se hace atar al mástil de su navío para escapar a un tiempo del lazo fatal de las sirenas, de Caribdis, y de las mandíbulas armadas de una triple hilera de dientes del dragón Escila. Estos símbolos son el aspecto negativo extremo de la fatalidad más o menos inquietante que personifican, por lo demás, Circe, Calipso o Nausicaa. Circe,la maga, a medio camino entre las sirenas y la encantadora Nausicaa, Circe la de los hermosos cabellos, maestra de los cantos, de los lobos y de los leones, lno introduce a Ulises en los infiernos, y no le permite contemplar ala madre muerta, Anticlea? La Odisea2z, entera es una epopeya de la victoria sobre los peligros tanto de las olas como de la feminidad. En Víctor Hugo es un animal negativamente sobredeterminado por estar oculto en ló negro,feroz,ágil, Que ataasus presas con un lazo mortal, y que juegael papel de la vampiresa: la araña, Este ani tór Hugo, que llega incluso a dibuiarlo2z{.Desde lu nético juega un papel en esta elección del s'rmbolo tiene una sonoridad cercana a ananáé. Pero el tema vuelve con tanta constan cia a la imaginación del poeta que hay que ver en ello algo más
que uq iuego de palabras: en Le Titan, en Euiradnus, en Notre-Dame de París, donde Claude Frollo compara la lucha del hombre contra el destino con la de una mosca cogida en la tela, eo La Fin de Satán donde sólo se evocala antítesis de la mosca, el poeta apela al pequeño animal amenazador, que condensa todas las fuerzas maléficas. La araña se convierte incluso en el prototipo sobre el que se forman personaies antropomorfos: en Les Misérab/es es tan pronto lavert quien juega el papel de araña policíaca, como la gargotte de la Thénardier, <>221, de la que la Thénardier , la madrastra, €s lz clave simbólica. La araña reaparece en Masfener, en Les Demiers fours d'un condarnné y en L'Homrne qui rit, donde la imagen emerge explícitamente de su contexto psicoanalítico cuando Gwynplaine percibe en el <(centro de la tela una cosa formidable, una mujer desnuda...11226. Desde luego nosotros no daremos a este símbolo la interpretación narcisita que le átribuye el psicoanalist a para quien ..la araña amena zadora en el centro de su tela es además un excelente símbolo de la introversión y del narcisismo, esa absorción del ser por su propio centro clásica 228 paÍa la cual la arala <(representa el símbolo de la madre arisca que ha conseguido aprisionar al niño en las mallas de su red,r. El psicoanalista relaciona iuiciosamente est a imagen donde domina <,el vientre fríou y las ((patas velludas)> sugerencia horrible del órgano femenino, con su complemento masculino, el gusano, eue desde siempre ha estado relacionado también con la decadencia de la caÍne22e. Hermoso ejemplo de sobredeterminación ontogenética de un símbolo de la misoginia, que, como esperamos demostrar, pzrece descansar sobre bases filogenéticas más amplias. Baudouin observa asimismo que el rerror edípico de la fuga ante.el pad{e y la auacción incestuosa por la madre vtenen a converger en el símbol o arácnido: 210. La araña que entra en composición con el gusano de la hidra, <.especie de gusano resplandeciente,, a menudo isomorfo del elemento femenino por excelencia,r, el Mar. Es en la /tidra gigante de Les Trauailleurs de la rner, el pulpo, símbolo directo de la fatalidad del océano donde la totopoderosidad nefasta y feminoide se manifiesta 23r.
22r Cfr. D^IMouRETTE, Des mots i la pensée, I,306 y 308, pp. 36t-367, y BauooulN,, k Triomplte du béros, pp. 208 y ss. LnRot-GoururaN (; op. cit., p. ,2L) observa que <63 representacioneg femeninas de 89, o sea, más de los 213, están asociadas a figuras animales. De 46 casos de asociación, en 32 apuece el cabdlo y en 27 el bisonte; . 222 Cfr. la concepción tenaz de la inferioridad del sexo femenino en todos los dualis.,, mos: pitagórico, plaiónico, valentiano y gnóstico, elkasaíta, etc. Cfr. Simone PÉrn¡ugvr, i Dualisrne cltez Platon, les Gnostiques et les Manichéens, p.207, nota 101. 223 Cfr. BauDourN, Le Timplte du béros, pp. 36-50. 224 BnuooulN, Z. Hugo, p. 137: cfr. R. EscHou¡x, Víctor Hugo artiste, p.64.
,
'
;
k
98
22, Citado por BluDourN, V. Hago,
226 Qi¡ldo por BeuoourN, op. cit-., 227
p.
p.
138.
L37
.
S¡gDourN, op. cit., p. L37. 228 Cfr. RÁNK, Traamatisme de la naissance, pp. 30 y ss. Entre los antiguos mexicanos la arañe es el animal emblema del dios del Infitrno áel Norte Mictlanrelcutli, el que lleva sobre su espalda el , patrón del dla , quinto señor de la noche. Cfr. SoUSTEIIF, op. cit;, pp. ?r.V ss. Cfr. infra, p.106. Cfr. el imporrante papel qué juegal^ ,, abuela de los gemelos de la guerra en la miiología Hbpi. Cfr. DoN Taray¡svt,, Soleil Hopi, Apéndice A, pp. 425 y ss. 229 Cfr. Poema de Huco, La cbauue-souris, Ce que dit la boucbe d'ornbre, La rose de I'infante; cfr. asimismo, BAUDELAIRE, Les Flears da Mal, LXXIII, XXX, erc. zto Cfr . BauoourN, op. cit. , p . 142. 23r Cfr. BauDourN, op. cit., p. I43.
99
La escena del combare con el pulpo es el episodio central de esta novequetíla, y )ules Verne volverá a toma como pica en Vingt mil/e lieues sous agLla' s la impresionante io dem,r.rrti e ' Por do en la transcripciOn cinema tográ que el Se-vq excelencia. sus rentáculos, el pulpo es el animal atador por las sirede Escila, de los símbolos de uavés a órt. mismo isomorfir^o nas, de la arala o del pulpo2r2. Y el simbolismo de la cabeller? parece u..i, a refor zar la imagen^ de la feminidad fatal y terioqorfa . La cabe llera no está vincula da"al agua por femenina, sino feminizada por.i.Io-
fisiológico
Itifo 7o to cabel de la
es
la sangre menstrual. Pe-
sobreáetermi naÍ subrepticiamente la
al mismo tiempo signo microcósmico hiio narural que sirve par^ trenzar los
lazos.
primeros
de los ruecas
anción
del siglo XVIII: Pon /a espada en la rnano, I Yo en mi raeca y nos batiremos en duelo sobre la hierba...
son su testimonio. Pero no nos detendremos por ahora m4l que en _el i
hitado: el 4it?, qu.e 9s e.l primei vínculo artificiál P" ? 'i el hilo es ya símbolo del destino human 0214. Como en el corlrexro micéni.o, Éliade2rt relaciona muy aceftadamente el hilo con el la-, :' berinto, coniunto metafísico ritual qu; contiene la idea de dificultad, á. p.ligro ¿. mueme.- El lazo es la imaq.t directa de las oatafurasl i-ioril.r, de la condición humana ligada a la conciencia del tiempo tutql a qeludo en la práctica d.l t_l:i: i ; f" Áaldición de la muerre. de la elevaciln, €s represeltada la ascensibn, de r..rtazo .i ffit;i; por una constel aciÍnnotabl e:
;;;d.;;-á;i 'O¿lio,
de
!,,¡¡¡o Escila, muier cuyo bajo vientre está armado con seis mandíbulas Gruu,[ cop. cit., pulpo. Lrr' cfr. r'tKrMAL Hidra, son amplificaciones mltolÓgrcas del Pulpo. como la Hidra;;;¡íifi.".íottes'mitológicas 212
:illd;
2n ,ot
éf':l;^;;:í;;ses
et Symboles,
Cfr.
DESOTITF
y Euaoe , Imoges et Symboles,
p.
149.
op. cit., p. 161.
100
p. I33.
L34,138.
XVIII, 6; CXVI, 3-4; 16.
cepto ' de oservo-arbitrior. 216
f
concluye que entre los Yama y Nirti, las dos divinidades védicas de la muerte, estos..atributos de atador son no sólo importantes, sino constitutivos>>, mientras que Varuna sólo accidentalmente es un dios atador. Asimismo Urtra, el demonio, es aquel que encadena tanto ? los hombres como los elementos: <,Los lazos, las cuerdas, los nudos caracte rizan a las divinidades de la muerte)> 2'1ti. Este esquema de la atadura es universal y se encuentra entre los iranios , paÍa quienes Ahriman es el atador nefasto, entte los australianos y los chinos, para los cuales son, respectivamente , la demonia A¡anda o el demonio Pauhi quienes ocupan esta función. Entre los germanos , para quienes el sistema ritual de ejecución es la horca, las diosas funerarias halan de los muertos con una cuerda 2re. Por último , le Biblia abunda en alusiones diversas a las <> y ..embruiarrr: en turco-táraro bog, bog,significa atadura y brujería, como en latin fascinum, el maleficio, es próxi^.o palieqte de fascia, eI lazo. En sánscrito yuÁli, qye significa uncir, quiere decir también upoder mágico>, de donde deriva precisamente el <>. Más tarde veremos que ataduras y procedimientos mágicos pueden ser captados, anexados por los poderes benéficos, dotando así el simbolismo del lazo de cierta ambivalencia. Esta ambivalencia, e o el camino de la eufe mización, es más especialmente lunar: las divinidadqs lunares son a la vez factores y dueños tanto de la muerte como de los castigos 2a2. Tal es el sentido de un hermoso himno de Ishtar citado por Harding: la diosa es dueña de la catástrofe, ella ata- o desata el hilo del mal, el hilo del destino. Pero esta ambivalencia cíclica, esta elevación del lazo simbólico a una potencia rral cuadradou de lo imaginario, nos hace anticiparnos a las eufemizaciones de los símbolos terroríficos. Por ahora, contentémonos con el aspecto primero del vínculo y del simbolismo de primera instancia. Este simbolismo es puramente negativo: el ltzo es la potencia márgica y nefasta de la araña, del pulpo y también de la mui er fa:'al y mágicazar. Nos queda por exami-
a
.Hyá;.de Lerñeo. Todos e;ros monstruos són dragones plurales.
Cfr. infra, PP . 306 Y ss. 2t4 odisea, vII, 198.
atadurasr>23'. Por ahora no nos ocupamos más que del sentido fundame ntal, que es negativo, del lazo de las divinidades atadoras. Éliade
Cfr. P. RrccuR,op, cit., p. t44,el
Oseas, VII
, L2i Ezequiel,
de la muerte lunar, es el símbolo perfecto del agu a, negra. En la mayor I parte de los pueblos, la sangre menstrual, )¿ luego cualquier otra sangre , es tabú. El Leuítico2'14 nos enseña que la sangre del flujo femenino i es impura y prescribe mrnuclosamente la conducta que debe seguirse durante el periodo menstrual. Entre los Bambara, la sangre menstrual
el testimonio de la impureza de la Bruja-Madre primitiva MoussoKoroni y de la infecundidad momentánea de las mujeres. Es ula prohibición principal de las potencias sobrenaturales creadoras y protectoras de la vida,>2at. El principio del mal, el wAnzo, ha penetrado en la sangre del género humano por una circuncisión original hecha por los' dientes de la ogresa Mousso-Koroni. De ahi la necesidad recíproca de un sacrificio sangriento, excisión o circuncisión, a fin de libe rar al nino Í de su utanzo24('. Es de observar que este tabú imperialista tiene un carácter más ginecológico que sexual: no sólo en la mayoria de los pueblos las relaciones sexuales están prohibidas en periodo de reglas, sino que también está prohibido permanecet en el entorno de una muier i con las reglas. En las épocas menstruales se aísla a las mujeres en chozas, y la muier no. debe tocar siquiera el alimento .que absorbe. Fn, nuestros días aún, los campesinos europeos no permiten a una mujer > tocat la mantequilla,la leche, el vino o la carne , por miedo a que estos alimentos se vue lvan impropios p"ra e I consumo. Prohibiciones semejantes pueden verse en la Bib/ia, eo las leyes de Manú o en el Ta/mud247. Este tabú es esencial, y Harding2as nota que el térmi.3 no polinesio tabú o tapú está empare ntado con tapa, que significa <(menstruos)>. El famoso lYaÁan de los Dakota significa asimismo < sexual, significación que sólo será1, dada por el esquema de la caida. La sangre mensttual es simplemente el agua nefasta y la feminidad inquietante que h"y que evitar o exorci. sar por todos los medios. Asimismo, eo el poetaE. Poe, el agua mateü n^ y mortuaria no es nada sino sangre. El propio Poe escribe: <
,
I
i
I
I
i
palabra sangre, esta palabra supreffiz, esta palabra reina siempre tan ri', ca de misterio, de sufrimiento y de tetror, esa sílaba vag4 pesada y he. ladarr2to. Es este isomorfismo terror'fico, de dominante feminoide, e que define la poética de la sangre , poética del drama y de los malefi
cios tenebrosos, porque, como observa Bachelard2sr: <.la sangre no es jamás felizrr. Y si la <.luna roiiza, es tan nefasta2t2 es porque la luna y porque las heladas que resultan de ellá son <.la sangre del cielo>. Esta valorizaciln excesivamente negativa de la sangre sería incluso, si se presta crédito a la célebre anécdota referida por láme.srir, un arquetipo colectivo, filogenéticamente inscrito en el contexto somático de la emoción, y se manife staria espont áneamenre ante toda toma de conciencia clara. Sin prejuzgar este origen cuasirreflejo del temor de la sangre , contentémonos con concluir en el isomorfismo estrecho que une la sangre como agua sombría la feminidad y al tiempo <(mens-
^
trualr>.
La imaginaciín, gracias a esta constelaciln, y? a encaminarse insensiblemente por el concepto de /a rnancba sangrienta y de la mancilla hacia el m^tiz mora.l de la falta que precipi tará. como veremos en el apartado siguiente, el arquetipo dé la caidi. Przyluski2,4 ha establecido notablemente la correlación lingüística que podía existir enrre Kali o Kala, divinidad de la muerte , y Kála por un lado, que significa <, Aá/ah,a por otra parte , derivado de Kála y que significa <(manchado, mancillado, tanto en lo físico como en lo morál . La misma familia de palabras Sánscritas da además Aaláa, suciedad , falta. pecado -
y
ka/usa, sucio, impuro, turbio. Además , kali significa la ..mala el lado del dado que no tiene ningún punto. Así es como la rulz prearia kal, negro, oscuro, se devana filológicamente en sus compuestos nictomorfos. Por una vez concuerdan semiologia y semantissuerte)>,
mo , uazando en resumen la constelación que une las tinieblas a la sangre tal como acabamos de describirla. La diosa Kali es representada vestida de_roio, llevando en sus labios un cráneo lleno de sangre, de pie en una barca que navega sobre un mar de sangre, udivinidad sanguiñaria cuyos templos se parecen hoy a los mataderos>)zr:. ¡l psicoanálisis se hace eco de la sem ántica religiosa cuando Marie Bonaparte 2t6 escribe : <¿Cuántas veces no he gemido bajo esa pesadilla en que la mar, eterno
símbolo materno, me fascinaba para, engullirme é incorporarme a ella... y en qye la gota salada del agua que me llenaba la boca era quizi el recuerdo inconsciente , imborrablé de la sangre insulsa y súcia que , durante mi hemoptisis , habia estado a" punto de costaime la vida... ?> Finalmente, otto ejemplo de este isomorfismo de los arqueti, Eou et réues,
p. 89.
p. 96, y HmorNG op. cit,, p. 63.
istP. 200; cfr. artículos del cMind) (1SS4), ¡sui¡¡6o, XV, Lg-33. 24, Drcr¡ru¡N, op. cit., p. 6r. 246 DTETERTEN op. cit., p. 64; cft. infra, 247 Cfr. HmorNG, op. cit., pp. 64-66. 248 ff¡¡prNc, op, cit., p. 70.
Grande déesse,
244
24e 210
de
p.
160.
op. cit., p.72. pg¡, Aaentures de Gordon Pyrn, p. 47; cfr. M. Bot¡¡l,tntr, Ed. Poe, p. 418.
t02
2tt Pnzvrusu;
p.
oLe
théorie de l'Émotion¡.
195; cfr. P. RrcctJR, op, cit.,
o.p. ci1,, p.. 196; cfr.
p.
39, Le
sinbolisme
Ztuupl: op. cit., p.2o2.Habr'nque esrudiar asi-
mismo el demonio hembra de los semitas
ülith,i.ryo no*bre
viene de fa
niz c1úlahn,
la noche, descrito en la literatuta rabínica como portadora de una larga cabellera. Cfr'. L.rNcroN, o¿. cit., pp. t6, 82. 2t6 M. BoN,rp,r,nrr, Psy clt. antbr., p. 99. 103
pos y símbolos tenebrosos encarnados por la mujer nefasta nos es proporcionado por el mito de la Kali de los Bambara: Mousso-Koroni . Y vemos en ella la mancha, la mancilla convertirse en caida y en falta, asegurando asi la vinculación con los símbolos catamorfos que pronto vamos a estudiar. Mujer de vida desordenada y agitada, no ha podido conservar la pureza gue procedia de Pemba I que le confe riala rrcabeza blanca)>. Ella es la impureza y la infidelidad que traiciona al demiurgo Pemba y udejando de cooperar en la obra de creación, comienza a pefturbarlarr2tt. Expulsada por el creador, se convierte en furia , y la violencia sanguinaria de sus actos determina en ella la aparición de los primeros me nsttuos. El Bambara reúne menstruos, sadismo dentario y locura nefasta en una atractiva f1rmula: ..la sangre salió de Mousso-Koroni en el momento en que ella circuncidó con las uñas y los dientesr> 2ie. Desde entonces mancha cuanto toca e introduce el mal en el universo, es decir, el sufrimiento y la muefte. Se la representa baio los rasgos de una bruja demente, vieja vestida de harapos, calzados los pies con sandalias descabaladas <(que corre por los campos y simulala locurarr. Los símbolos nictomorfos están animados, pues, e o lo más recóndito, por e I esquema heracliteano del ?gua, que huye, o del agua cuya profundidad, por su negrura misma, se nos escapa, el refleio que duplica la imagen como la sombra duplica el cuerpo. Este no es que huye en las finalmente más que la sangre , el misterio de la sangre ^gtra.negra venas o escapa con la vida por la heri da260 cuyo aspecto menstrual viene a sobredeterminar todavla la valoración temporal. La sangre es temible a la vez porque es due ña de la vida y de la muerte, pero también porque e n su feminidad es el. primer reloj humano, el. primer signo humano correlativo del drama lunar. Ahora vamos a asistir a una nueva sobredeterminación de la temporalidad sangrienta y noctu rnr- por el gran
e
c
sangre femenina y ginecotégi-
:
X
u.nl
III.
.ttne con sus dos valoriza-
LOS SÍMBOLOS CATAMORFOS
irnagin aria de td' árigustia .lumana ante'-laorclonada, en nuestra opinión, por las i
Lg 2t7 Dnr¡nr¡N, op. cit.,
p. 16; cfr. p. 39. 218 p¡Ba¡RLEN, op. cit., p. 18. 2t9 DIETERLEN, op. cit,, p. 18, nora 1. 260 Sobre
la herida s-rmbolo de la desarmon-ta, cfr. JuNc , Les Types psycbologiques,
p. 79,y Libido,
pp . 277, 278, 283.
104
aida apafece incluso como la quina de las tinieblas, y Bachelard 26t tie-
catamorfo una metáfora realmente axiomitica. Además constataremos que esta metáfora es solidaria de los símbolos de las tinieblas y de la agitación. Incluso si se rechaza la realidad de uno se ve oblig e el re-
nac posic
cién
rápido
de
del en-
abajorr264.'De este modo Son los primetos cambios
lado del tiempo vivido.
idos que suscitan y fortifican el engrama del vér , eo ciertas poblaciones donde el pafto debe ser ritualmente caida del recién nacido sobre el suelo, se forma en la imaginación del nino un refuerzo del traumarismo de Rank, siendo asociado ipso facto el nacimiento a una caidaze;. pl sueño despierto pone también en evidencia el arcaísmo y la constancia d.l esquema de la caida en el inconsciente humano: las regresiones psíquicas se acompañan frecuentemente de imágenes brutales de la caida, calda valorizada negativamente como pesadilla que desemboca a me-
nudo en la visión de
escenas infernales.
La negativa de la
ascensión
adopta la apariencia de la pesadez o de la gravedad de atracción negra, y el paciente de Desoille266 declara: <,He conservado gruesos zapatos negros en los pies, esto es lo que me entorpece.> El engrama de la caida es reforzado, en efecto, desde la primera infancia, por la prueba de la grauedad que el niño experimenta durante el penoso aprendizaje de la marcha. Esta última no es nada más que una cáida corréctamente utilizada como soporte de la manera de estar erguidly, por tanto, el fracaso es sancionado con caídas reales, con choques, con heridas ligeras que agraval .l caricter peyorativo de la dominante refleja. Para el bípedo veftical que nosotros somos, el sentido de la caida y de la gr"uld"d 261 B¡,cu¡r¡,RD, Z'air et les songes, pp. 10t, 110-111, l2O. 262 Cfr. B¡IcHEREV, op. cit., p.72 y M. MoNr¡ssoRr, L'Enfant,
26i Moxr¡ss ott , 264 B.rcH¡rnRD,
, cit, , p . 2l . op. cit., p. 108.
pp.20-22.
op
26t Cfr. Éuao¡, Traité, p. 218. Para los antiguos mexicanos, nacer es descender del cielo. Cfr. Sousrsrr¡ , La Pensée cosmologique des anciens Mexicains, p. 11; cfr. DoN Tarry¡vsvA, op, cit,, p. 2. 266 D¡solru , Exploration, p. 152.
l0t
de ver en la tradición griega, es lo que asimismo puede percibirse en la
tradición iudia: la caida de Adán se repite en la caida de los ángeles
malvados. El Libro de Henocb2Tr nos cuenta cómo los ángeles, <.seducidos por las hijas de los hombresrr, descienden a la tierra, Se unen con sus seductoras y engendran enotmes gigantes. Estos ángeles rebeldes son mandados por Azazel y Semi azas. Rafael, por orden de Dios, casti ga a los tránsfugas, los aplasta bio pesadas rocas antes de precipitarlos abismo de fuego. tiu l9l
¡.u zos. l¡l analizar tanto en Bal zac como en Alexandre Dumas lo que él denomina el ((compleio de Anteo,>, compleio definido por el malestar
verriginoso que .reá el aleiamiento de un punto de ap.gyo e-stable y terresrle, Barcñelard confirma las observaciones de Desoille sobre el fenómeno del vértigo. Tanto pare- uno como pana el otroz(), el inconsciente y funcionalme nte, .para recibir el parece se nsibi íizado, de imagen de una tribial ascensión en un alto ihoqrr. producido por la"nt.-anoedifrcio. T"nto parr-uno como para el otro, el vértigo es imagen inhibipsíquico y moral que se traduce dora de toda aice nsión, un blóqueo -violentos. El vértigo es una llamada por fenómenos psicofisiológicos terresffe. condición prese nta y brutal de nuestra humanidad ros y leyendaiha..n hincapié en-el aspecto catastrófivertigo, de la gravedad o iel fplastamiento. Es Ícaro ado pár el sol al que ha querido acercarse demasiado,
:, T.'"'":i3' i,,3,;
;?'Í"T
: J "J;fi
Tl,:rui:x
:
cosa>tto; es Tántalo quien, después de haber osado hacer devorat la carne de su hiio Pelops a las divinidades del Olimpo, es engullido en el Tirtaro. Es Faetón, friio del sol, quien por haber usurpado las prerrogativas parernas, es fulminado por Zeus, luego precipitado contra la dura tierraj son lxión, Belerofonte y muchos otios los que terminan sus días en la catástrofe de la caida. Con cierto matiz, es Atlas, aplastado eter' namenre por el fardo rerrestre, héroe de la lucha pgr la verticalidad2Tr. Un her-óro isomorfismo catamorfo nos es proporcionado por la mito' logia del antiguo México. Mictlantecutli, el dios del infierno del Norte (Iriictlán), .r Il"-ado Tzontemoc, , io¡¡o el sol poniente, el sol negro. MiCtlanteculli está acompañado de sus animales^ familiares: la lech uza y la araña, es el patrón del dia de la semana así como del día . El Norte. morada de los infiernos y sede del sol <.caído,>, es asimismo el país negro ,la-región del frio, del infiern o2i2. EsK.-i.ema'dg.. arece como el signo del
cestigp y se v9 mUlfiplicadO",,g{l-
u-lra
I
I.
! ltl
I
,.Sg)z*B"ihliar)a'-M+reFtc,€s'Gl.resultadu
TE, Psyclt,, p. 99. 27L Cfr. B¡cHELARD, pp. .tól-366. 272 Cfr. SousrELLE, L¿-Pensée cosmologiqae dqs anciens Mexicains,
) en una
BoN,TPAR'
interpret-A.Sl-o,."9_pu-
"ffiáíar.
274 275
I; VII,2; IX, II; cfr. Apoc., IX, f¡¡6ToN op. cit., p. 2L7.
1.
Cfr. KnaPPE, op. cit., p. 287 . 276 Cfr. L¡,NcroN, op. cit., pp. 144, L47.
277
pp. ,t-62-
"
menstru6'3ütI ""á' meriudo
27t Henoch, VI,
M.
!n&*+s""^/.\ '
tamorfo se une En numerosas tradiciones, a este otra consecuencia que confirma el carácter antagónico de la luna nefasta y las aspiraciones humanas y que amena za con hacedo zozobrar (co-
d, es lo que acabamos
267 Cfr. B.TcHELARD, I^a Tene et /es réueñes de /a uolonté, Pp. 3t0, 400. 268 !¡6HELARD, op. cit,, p. 3r2. 269 B¡cHELARD, op. cit., pp. )44-346; DssotLLE, op, cit., p. 113. 270 Cfr. D¡L, k-Symbollsme dans la mythologie grecqae, PP.64y ss.y
106
,,1
por prorc.tipo,-se epido: r^ por se ve a Ahrimán haber intentado asaltar los cielos, y su calda hacer un precipicio que habitará en el futuro el Príncipe de las Tinieblas. Como bien han subrayado los etnólogos27t, este esquema de la caida no es nada más que el tema del tiempo nefasto y mortal, moralizado en forma de castigo. Se introduce en el contexto físico de la caida una moralizaciín e incluso una psicopatología de la caida: en ciertas apocalipsis apócrifas, la ca=tda es confundida con la .gosesión> por el mal . La calda se convierte entonces én el emblema de los pecados de fornicación, de celos, de cólera, de idolatrla y de asesinato276. Pero esta moralizaciín se desarrolla sobre un fondo temporal: el segundo árbol del jardín del Edén, cuya caida será determinada por el consumo del fruto, no es el del conocimiento como pretenden lecturas recie ntes, sino el de la muerte. La rivalidad entre la serpiente, animal lunar, y el hombre, parece reducirse en numerosas leyendas a la rivalidad de un elemento inmortal, regenerado , capaz de cambiar de piel, y del hombre caído de su inmortalidad primordial. El método comparativo nos muestta que el papel de robador de inmortalidad lo tiene asimismo la serpiente en la epop eya babilónica de Gilgamesb, o en una leyenda, parásita de la de Prometeo, del compilador Elien 277. En numerosos mitos, es la luna, o un animal lunar, quien engaña al primer hombre y ttueca el pecado y la caida por la inmortalidad del hombre primordial. Tanto entre los caribes como
Citado por Knanyn, op. cit., pp. 288-290. Mytb., p.79; KR,tpp¡, op. cit., p.204.
278 Cfr. V¿,N Grmpp,
r07
Se desemboca
'
I 1 1
í
La mujer, de impura que eÍa por la sangre -mensresponsable del pecado original. En la Bibliaz:",, provoque directamente la menstruación,.oo. por no la serpiente aunque -su ja de provocar consecuencias ginecológicas: de nción interve ello uMultiplicaré los sufrimientos de tu embarazo, parirás con dolor.u Otras tiadiciones 280 son mas explícitas: entre los algonquinos, igual que enrre los indios, las mujeres tienen las reglas para expiar una falta. Esta femini zación de la calda moral se encuentra de nuevo en las tradiciones tanro amerindias como pe rsas, esquimales, rodesianas o melanesias, nutre igualmente el mito-griego de Pandora. Pero h?y.que insistir e n el conrrasentido sexual que puede resultar de esta femini zaciln de la ca'r' da. Krappe, siguiendó a Baule y aFrazeÍ281 , no hace de esta sexualizabrías y -.rÉd./-^€^.L4
dS_ la.^Se--qgl*q,.
t"ff;IG"loñui.rte?n
ción más que una lectura tardla debida a un teólogo moralista. En efecto, como hemos observado propósito de la feminidad lunar y
^ de la caida sólo primitivame nte mensrrual, [a simb olización feminoide parece escogida por Íazones de fisiologia ginecológica y n-o p9r razones sexuales. Eñ cieitas culturas hubo un desplazamiento del fenómeno mensrrual hacia consideraciones de moral sexual. Se ha sustituido e I conocimienro de la muerte y la toma de concie ncia de la angustia temporal, como catástrofe fundamental, pot el problema más anodino del ((conocimiento del bien y de I mal> que poco a poco se ha sexu alizado burdamente. Esta inflexión hacia la sexualidad ha sido introducida e n una época relativamente reciente, baio la influencia de una corriente ascética pesimista que parece venir de la India y haberse esparcido en gran parre de Oriehte Próximo antes de llegar a Occidente. Se maniñesta-en el orfismo, en los escritos milesios, por último en el platonismo. La Iglesia no habia hecho más que heredar, a uavés de San Aggtrín, la fo6ia sexual de los gnósticos yde los maniqueos2tr2. Esta modifies una triviali zaci6n- del esquema de la caida original cación -que en un rema moral. y carnal ilustra sobradamente la doble valencia de numerosos temas pslco analiticos que son a la vez .,sub> conscientes y a la vez indicativos de un usobre> consciente, que es un esbozo metafórico de grandes concepciones filosóficas. Es probable, por eiemplo, que el emblema cosmológico de la serpiente, cuyas ricas significaciones estudiaremos a su debido tiempo 2tt, vinculado por su simbolismo cíclico a la luna y a los menstruos , haya sido triviali zado por su forma oblo nga 279 Gén.,
III,
16.
y, lej'os de set siempre la¡ pelona, las divinidades mortícolas se transforman en hermosas y sedúctoras ióvenes: hiias de Mara, seductoras y danzarinas, hermosa Calipso.de la leyenda de Ulises, hadas de leyendas nórdicas, hermoso Ravana del Rarnayana286. Ahora bien, esta eufemizaciln del tiempo mortal, este esbozo de ant-rfrasis, ¿no sería uno de los elementos que sobredeterminan la trivializaciln de la calda, una motivación de su sexuali zaci6n? Hay ahí un movimíento inverso al que ha estudiado Rougemont a propósito de la leyenda de Tristán2g7 . El arnabarn anzare, la doctrina del puro amor, se funde bien sobre un amor fati e incluso sobre un <(amor de la muefte>i pero por una contaminación recíproca se esboza en él la eufemización de Ia muerte que nos dirige hacia offo régimen totalmente distinto de la representación imaginaria que el que ahora estudiamos: la eufemización del Destino, por el erotismo, es ya tentativa tl menos verbal de dominio de los peligros del tiempo y de la muerte , está ya en el camino de una inversión radical de los valores de la imagen. Como sugiere profundamente la tradición cristiana, si por el sexo femenino se ha introducido el mal en el mundo, es que la muier dene poder sobre el mal y puede aplast^Í a la se rpiente. Dentro de pocas páginas volveremos a ver la profu ndización de esta inversión de los valores; por ahora nos contentaremos con . subrayar que los sistemas de irnágenes que dan amplio espacio al esmos
284
28t
Nvnop, 286
28, Cfr . infra, pp.
3o
l
y
287
ss.
108
l0g
tentación, como observa Bachelard z'tt,la palabra abismo no es un nombre de objeto, es un uadjetivo psíquico>; nosotros añadiremos incluso qye es un verbo moral. Y el abismo corre el riesgo de componer arm6nicas e mpedocleas y como e n Baader mudarse en tentación, ((en llamada del abismo>>2el. En Baader, la caida no es solamente destino, sino que se exte rio riza y devie ne carnal. El vientre es el microcosmos eufemizado del abismo. Bachel^rl2,; cita además un pasaje del lYilliam Sltahespeare de Víctor Hugo en el que el vientre está considerado en general como <
que la glotonería se encuen-
el emblema en regresión de mordiendo la man zana descubrimos los del animal devorador, peto tamiendo en cuenta la relación freudiatre digestivo. No sólo es esto el ascey vegetariano . La masticación de la a ala idea de pecado, o al menos de
prohibición versículos ',,al .oát.t-o de la sangfe: <.P .grerr 2e0. Es la ruprura áe esta proh:
menstrual
prohibicign . La
\,,y?
ón relativa en la san-
segutda, po.oi
..
t-" segunda
bíblici, el diluvio2ei. En el Bundeltesb2e2, sexualidad y masticación de la carne se unen en un curioso mito: Ahrimán, el Mal, es el cocinero del rey Zohak y seduce a la primera pareia humuna haciéndoles comer carne. De rhi nace la costumbre de la caza y paralelamente el
láatástrofe
uso de la ropa, porque el primer hombre y la primera muier cubren su desnudez con lJ piel de los animales mueftos. El vegetarianismo se encuenüa unido alacastidad: es la matanza del animal lo que hace conosimbolizada Pol cer al hombre -Yi:*P.^Y-e-:,, carne $e.Xuali eI $iañ'fdbú la carne. bien -de I" iiñgt. ,,t lo tempo ra! V.Io cafhet'se 'vüelven irnOnimbs. Hay'"un deslizamiento de lo especulativo a lo moral. La caida se traRsforma en apelación del abismo moral, el vértigo en 288
Cfr. S. PÉrn¡rrlrNT, op. cit., p. 20r.
zs') Cfr. FnEUo, Jenseits des Lastprinzips, Pp.
29o
f,sui¡., XVII,
10- 1 1.
4t y ss.
I
I' t'
soplando el infie rno sobre los hombres,, 2es . La Corte de los Milagros, en Notre-Dame de París, eS la cloaca de la capital, de igual modo que en los Traaai/leurs la corte infecta y pululante de la |acressarde . En toda la obra de Hugo, los bajos fondos morales apelan al simbolismo de la cloaca, de la inmundicia y las imáge nes digestivas y anales. El labe ^ rinto, siguiendo el isomorfismo teriomorfo de las imágenes negativas, tiene tendencia a animarse convirtiéndose en dragón o en .,escolopendra de quince pies de largor. El intestino, esa cloaca viviente, se une a la imagen del Dragón mítico y devorador en un capítulo de Les Misérables que se titula <.L'intestin de Léviathan>, lugar del pecado, odre de los vicios, <<^par^to digestivo de Babiloniau. L'Honznze qui rit vuelve a tomar el isomorfismo anal del abismo; en esa novela, la cloaca es descrita como un <
El olfato emp areiado a la cenestesia viene a refo rzzr el carácter ne-
del-,i¡rtestino "tñffiffii inconvenientes carnales effin yr *' fasto de las imágenes
be Bachel aÍd-"300 es
criLos
nte
de la fal:.a Vienen entonces a la imagin aci6n todos los epítetos desa29t B¡,cu¡rnxD, La Tene et les réaeies de la uo/onté, p. j'r2. 294 Citado por BacHELARD, op. cit., p. 353. 29, B¡,cnunno, Réu. repos, p. 168. 296 Cfr. B,ruDourN, V, Hago, p.73. 297 il., p. 2t3:
C 2')B
cia.>
299
poi V. Hugo, en R. Escnourn, V. Hugo artisti, p
op, cit., p. 93.
V. HuGo, , Le aautour, p. 63. Cfr. fuu et réaes, p. 77.
300 BncH¡mno, Réu. repos.
It0
lab la et'
lll
76.
ancestralmente el río rojo que animaba ala masa de todas aquellas bestias acosadas)>. Este vientre ensangrentado e interiorizado es también
gradablemente olorosos : ttsofoc este somorfismo de la repugna
tanto, ufl microcosmos de I abi tura, es tainbién indicativo de
,
moral: la de la abstinencia Y la Desde una PersPectiva freud
i dos fases en el éstadio de fiiacií i' succión al ffag miento labial, la .y
mastlca. Nosotros insistiremos 'bión negativa del vientre digestiv al estadio más evolucionado que
-,se
del creci-
og- yr n.-^or r.rggli{" qug el traumatismo a:i;"ñgr* +.1 inelídible, áolorolo y más brutal que türrmatismo rrrlenro d.rrt^rio,
e
I
de b masticaciln Por otro lado', al ,destete ,-r.fo, zaba h ;.g"riuiq"a i;p;;;;;; en mitologir--t"?to rizaciln. negativa de la carne como un femoral, es nómeno tardío, ,oJáido por un esbozó de racionalizaciln
j;;;;i-q* ,.r'la masticación Bachelard confirma lái*irl-;. d..t"r" q.re el <
ia
''
I vientre
r\ Por tanto, nosostros sólo
en )ung,
i *
de
apovándose esgracil'>)o2
rativas, con el tragamien, en la que las fauces den2 refor.zar el temor del abismo, resetpositivamente valorizadasr'r. No sóimágenes las vando p^famás tarde i. unas fauces amena zadoras, sino armado está nefasto vientre lo el y por esq". él mismo es también laberinto estrecho,_gargalta difícil, las dulzuras de de difáeñcia se que lo por es tas armónicas "ng,rr,iadas limple trag"toi.nto. Tal es e I infierno de los amantes la succión o del
concebido Por
\ü.
Blake ,
((t
meandros roa. Bachelard cita, Leiris lo1 que resume en su intui malización , la caida, el tertor
e.l poeta paDuranre una pesadili" q,.r. tiene por esquema el descenso,
rece hollar..animales heridos, de
i.ttgt. muy
¡oi?,y.cuyas tripas forma-
venas circula ban la trama de un mullido tapi ,. . ."rn el ihterior de mis cfr. asimismo el nombr_e judío del. invierno, gebin' DucH¡SNE y Gunr¡vrN,, orrnadz et Altrirnan' p. 8-3' ,02 B.rCsEr.a,.o, Réa, repos, p.2i9; cfr. JúNC, L'ltornme la decouaerte de son áme, 344; cfr. infra, P. 191 Y ss' 301 Cfr. iifra, Libro, II, prirnera pane, I 10r L^NcroN, op.
non,
p. ^
cit.,
p.
176;
*.fu"tt. d. iot detritusl. cfr.
i
loa 6¡t. B,rcn¡rARD, Réu . repos, p . 240 lot M. L¡lnl S, Aurora, p. 9., citadó por BncHELARD , op. cit., .
rt2
p'
126'
vientre digestivo, porque esta carne es <(carne de carnice riar> y recuerda la, imagen intestinal que nos entrega su contenido: <,IJn largo río de filetes de buey y de verduras mal cocidas coÍr1a. . . )> Ahí se encuentra el simbolismo carnal completo, centrado en el tubo digestivo, que remite hacia significaciones anales que no escapan al poeta: <.Es tu tubo digestivo el que hace comunicar tu boca, de la que estás orgulloso, y tu ano., d:l que sie ntes vergüe n??, horadando a través de tu cuerpo_ una zania sinuosa y viscosa.r> En última instanci^, y desde luego secundariamente, eo estas imágenes puede leerse el simbolismo de la intimid ad y de la casa como hace Bachelardso6, pero nos parece que , ante todo, es el color sombrío de los grandes arquetipos del miedo el que prevalece sobre el lado
Como resumen y conclusión de los capítulos que acabamos de rerminar, podemos decir que un isomorfismo continuo reúne toda una serie de imágenes dispersas a primera vista, pero cuya constelaci6n permite inducir ug-régimen n0ultifams-dqJa,A*g.3stia ante el tiempo. Hemos visto sucesivamente al tiempo ponerse él*iósiié-"t"dtiórrroifo y la agresividad del ogro, aparec eÍ a, la vez como lo animadb*hrquierzinre y lo devo¡adsr-rcrrorífico ; símbolos de la animalidatl' qüe-'férñitéñ'bien el aspecto irrevocablemepte fug7z, bjgn a la negatividad- insariable del destino y de la muefte. Lá angüstia ante el devenir nos ha parecido luego omorfas., corteio de símbolos baio
;f
mortal, r.Iten-sÍJual, con la mueftg- mens constatado que la femintzaaln
i:'fifl;á',?'i;ff,::"r:,'"iffftT;
vida cuya epifania es
eo el flujo
nivel hemos stituía el esbozo de una eufemizaci1n qúe iba a iugar plenamente cuando el tercer esquema terrorífico, 9l,dg la SqÁl, se reducí a al -igjgSosmos de la cai306 307
Cfr. BncHELARD , op. cit., p.128. Cfr. M. BoNapARTE, Cbronos, Eros, Tltanoto.r, p. 130.
rt3
lf y''
SEGUNDA PARTE
EL CETRO Y LA ESPADA
¡No pierdas, oh Partha, la virilidad del luchador y del héroe! Es indigno de ti. ¡Deshazte de esa cobardiat ¡En pie, o Parantapa!...
Bbagauad-Gita,
A los
I, 3
esquem as, a los arquetipos, ? los s-rmbolos valorados neg ativa-
mente y a los rostros imaginarios del tiempo podría oponérseles punto
LLLA.I, f.LPrLJLrIL4r
tJrr PLrr6rLr,
JrrlrW\rrr¿,4.L
rjlr¿t
a,Lr6r¡JLr4
LJ y4,, rrrLrJrd,rlLL
Lr
dominio del cogito, dominarlos. Toda epifanla de un peligro en la representación lo minimiza. Con mayor motivo, toda epifanía simbólica. Imagin ar el tiempo bajo su aspectos tenebroso, es ya someterlo 7 una posibilidad de exorcismo mediante las imágenes de la luz. La imagina- i ción LtÍae el tiempo al tetreno en que puede vencetlo con toda facili- | dad. Y mientras proyec ta la hipérbole espantosa de los monstruos de la muerte, eo secreto a.guza las armas que derribaron alDrag6n. La /tipérbole negatiua no es más qae un pretexto de antítesis, Esto es lo que deia uansparentar tanto la imaginación de un Víctor Hugo como la de un Descartes r.
Tres grandes temas, con las interferencias a que nos tiene acostumbrados el estudio de los pasos imaginarios, no sólo constituyen en nuesüa. opinión los homólogos antitéticos de los rostros del tiempo, sino 308
I
6¡r. infra, pp. 207 y ss.
n4
Cfr. infra, pp. 398 y ss.
llt
\
:
.
.l
.
I
d€ - una'- aetl
¡t
-_ut-lcro' i el arouetioo de la ?
a
raeda-denario constituyen /os puntos cardinales de/ espacio arquetipo -\agn;,*"Por razones de simetría con los tres capítulos de los Ros tros del tiempo habrlamos podido añadir la <,antorcha luminariar> a los dos s-rm-
oue además estab v-
t so
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u¡ . ttr+^.*o
,ly*'::l:-^r\tr, osturales: vett
+r -':ly'
F^
bolos taróticos que hemos escogido. Pero los temas de la verticalización laluz y de la
T^-:.:- -p*-;''L='={'--- --
soberana, de
i::ffi;r,i;lN
""át.rttles, '":P9-{lT.r*d:P,-.,.?I-.!'?'Ii.F-.,:*'g".P-9.'q.9.'Ilal.4::*:#f}fb¡Estosgestos cuyos son teacclo[ét ¿nái*" L,,\'rrr'L¡sv
.l .. ,r.."'.
:, \:..,::r¡rrrv\y-.
m,,'ilñ; PrinciPio,-no tazo remas son, por otÍ^#::H:'J.ttfr:;'bles.9. fü.ag,,. ,f
al-
re s
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p re c i s am e n r
r,;+Lñ
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ros anterio-
n ?!Jrt é^ticos - de Ia .cor¡f¡¿siéfi-"" g.g"qlpq{3 lq-q" de septtlgli"t, **.*l*gaú6n' {.C,{"éii" érr9 el cámino dé"los procedimientos
e porque
s
.
o
to*g.tr.f"i-ó iil* :rllairo prerracronal está ya en sitúan
raz6n, de las dbminantes visuales -dominantes de la ,..rrorialidad más intelectual- que se unen cada vez más estrechamenel niño la re a las dominanres motrices. A partir del segundo mes, en : es dominante una r de carácte el llces todas a rJq"iere reacció" uir""i El sueposrural2. la dominante uno de los primerós reflejos asociados a de la elevación áo ¿.rpi.r,[;, ñ;i" ladá, nos muestra gye el esque-? cual confirma lo ntarios, son_compleme luz la y del operación del misma "rq.riiió"'uir.r"t.de <.Es la intuición de Bachelard cuando declara: luz a nos .spitit,,t humano la que vamo convergencia isomorfa de los e hori tanto, ii.r, establecida Pafrde Y-de r á.lt-ita una estru
habituales de
la
/
I.
'.rrá
-defin ía1,, visión de un ..m ndo de cuya degeneradominado for el mecanismo menral de la separación' ción es la SPaltung bleuleriana' los ües temas Si hem-ás .r.oiiao como título general .para abarcar sim!-o-tii,^fl dos parte:ót: contlene esta segunda que --2Y-" Lvr^!^v^¡v ,t^1::?^! ,:"^?:13 y diairédAr, recíprocamente ln(di.ativos de los esquemas ascensionales de 'i pasada la concordancia ti.nc pc trordrre hemos ouerido subray"t it ,
t
ólica
nte d omo
MlNro,tc¡sKA,
bsycboPatlt. , P. ,4-
6 Cfr. sob;.
;i
toda
-dicev.e¡ticalizgsién?,>". Para confirmar yaloración..,una,
del uprudente> \ü7allon. El primero magnifica la verticalidad ascendente como la única dirección con significación ..activa, espiritual,r; el segundo formula la hipótesis, que nosotros hemos desarrollado aquí, de que quizá la noción de vefticalidad como eje estable de las cosas está en relación con la postura erguida del hombre , cuyo aprendizaie tanto le representaeión hgJrrn?., JgStgitllg, .Desoille ha estapsíquicá, si no moral, muy próxima de la que habia presentido e I poet a romántico Jean-Paul en su
104,
P.
43; cfr.
Vor¡Nr, Art
Torot, Alcan,1923; P¡,pus, Le Tarot iuego del Tarot: MRxwErL, Le
de 1928 del Voile d'Isis' des Bohénziens, Carré, 1885, y número agosto-septiembre
1r6
acaso
est bipartició FI. blecido toda una
p - 24'
Dt V;;'Gog/t et Seurat, p.
Bachelard- el psiquismo enteto. u¿No es la importancia axiomática del vector vertical, el filósofo de los e lementos r0 se complace viendo converger el pensamiento del romántico Schelling y que cualquiera otra
gr.ra
2 Cfr. KosrYmFF, op. ctt., P.230-
t Cfr. M.
El esq+¡emadg-la-glgygcii"S-y*l-gl.sígnhglails$Kdrzan¿€s son por ex celencia <(metáforas axiomáticas,>, son ellas las que ((comprometen> más
cuesta)>. Sobre
cuentran enüe los más importantes arquetip manifiesto en nuestro estudio i 9l cetlo-bastó
j Cfr. Dssous , op. ctt., P. tr' a BacH¡LARD, L'air e t les songes,
Los SÍMBoLoS ASCENSIoNALES
7 Cfr. M. 8 Cfr. M.
BoNAnARTE, Psyclt. antltrop, , p. 67. BoN,TPARTE, op. cit,, p.7I. 9 B¡,curLARD, L'Air et les songes, p. 18
r0 B¡,cuELARD, La Tene et les réueries de la uolonté, p. 364; cfr. ScH¡ruNc, Pbilo. de la Mytologie, ll, p.214, que remite a AnlsróTELES, De Celo, IV, 4;11,2.
r17
interpretación de los movimientos, que estructuran el espacio postural. Es por tanto natural que estos esquemas axiomáticos de la verticalizaciín sensibilicen y valoricen positivamentg todas las representaciones de la verticalidad, de la ascensión a la elevación. Es lo que explica la gra;n frecuencia mitológica y ritual de las prácticas ascensionales 17: sea el durobana, la subida diffrcil, de la India védica, sea el c/írnax, escala iniciática del culto de MitÍa,, o incluso la escalera ceremonial de los Tracios ,, la escala que permite <(ver a los diosesu de que nos habla E/ libro de /os rnuertos del antiguo Egipto, sea la escala de abedul del chamán siberiano. Todos estos símbolos rituales son medios para alcanzar el cielo. El chamán, escribe Éliade't, al escalar los peldaños del posre ,
s rélesrr. Esta terapéutica nos hace enffe las actitudes morales Y meta-
la ímaginación. Desoille se niega,
ensionil de la idea moral Y de la
12. Koffk?r3, utilizando méreflexólogos Y a los de los Psicodel esquáma-verticalizante, o lo Ll, nivél que domina en las perada se resiablece cuando una sila irnpresión 4S p:tcepción <'ins de la ventanilla de un tren de
ensión
analistas, pone
de
;;; s; r, hisrno ,
visuales accidental
cepclones
tuación
cal a
-esto denota el vasto iso-
pocaSlíneas-yllegadoalacima,exclama:..ii.";L:1'tr;:iffi"g inmortal,r, señala bien la preocupación fundamental de esta simbolización verticalízante, ante toda escala levantada contta el tiempo y la muerte. Esta tradición de la inmortalidad ascensional común al charnanismo indonesio, tirtaro, emerindio y egipcio, se encuenffa en la imagen para nosotros más familiar de la escala de Jacob te. Es de notar que este último está dormido sobre un betltel, un lugar alto, cuando imagina el famoso sueño. Es la misma escala sobre la quq Mahoma ve alzarse el alma de los justos y que también se encuentra en el Paraíso de Dante , ,,el más verticalizadot de los poe tas)) 20, como en la ascensión mística de San fuan de la Cruz, LA subida de/ Monte Carme/o. Por lo demás, este tema es muy trivial en la mística cristiana: es el anabat/trnon de siete grados de que habla Guillaume de Saint-Thieriy2'; luego, Hildegarde de Bingen, Honorius Augustodunensis, Adam de Saint-Victor llaman a la cÍuz de Cristo ,,escala de pecadores)> o udivina escalarr, y San Bernardo lee a través de las líneas del Cantar de /os cantare,r una técnica de la elevaic 6n22. Tradición reforzada entre los cristianos por la literatura paulina y neoplatónica, porque todos los dualismos han opuesto la verticalidad espiritu al a la llane za de la carne o a la caída2r . Por último, la poisía hereda este <(compleio de facobu. Baudouin2a ob-
la hori zontal, o vicevetsa, Por de
ny
I a las excitaciones que plten de las variaciones bilatii"f.r de
O. H. Maurer ra. Estos autores
^
resión
.asobre , la , planta
tictil
ólo ién d.e los
robablemente también las presiones
cinésico y conestésico vie' como Por condicionamiens dos motivaciones, siendo re ; la que se subordina la visión, está pue.den.ptoconsta odapor el hecho de que
ú psicolo g'ratu ge3ér,ic" li:.". a confitmaf inante que entiaña la verticalidad, cuan' os), especie de a priori necesarios para le
est esr do
t ! I
222 y ss. los cabe-
I
ri
mán utispíritu. -fe
>
Test du aillage, p
'
210; la verticalidad en
t9 Gen., XXVII\,, L2. Air, p. j3; cfr. Parodiso, XXI-XXII.
20 BacHELARD,
L6r.
;;q,t*"lente dJ la actividad espiritual y de la sepa
r L4 I
of Gestalt PsYcb9., P. 2.L9',
D;;;;;";;ít
Reaiew, iulio de 1938, PP. 301-302'
,
"f i;;t*;d
It Kosrvrell, op. cit., P. 103. 16
Cfr. plicrr,'Lo
Conitruction du réel cbez 118
aertical and ltorizontal, en Psvcbol'
l'enfont, pp. 18, 91 y ss'
. la pl. XIII, que reproduce una miniatura
del cala de las virtudes, sobre la cual juegan dialéctila caida,,los pecadores que troPiezn en los esca-
lones negros de Ia
escala.
23 Cfr. San Pablo, III Cointios, 24 BauooutN, Z. Hugo, p. L92.
XII,
2.
tLg
a los planetas, estando consagrado el último, luminoso y dorado , al sol. Cómo Éliade ha visto perfectamen¡s2(t, <,la escalera, la escala, repte senran plásticamente la ruptura del nivel que hace posible el paso de un mundo a otro)>. La ascensión constituye , por tanto, el <,viaie en Sl)), el
Vamos a encontrar el mismo esquema baio el ¡;i
I
tumbas además de sacerdotes-reyes, están consagrados al culto del cielo, al culto de Odín 2e. En el estudio de las cratofanías líticas, pueden introducirse desde luego matices y distinguir cuidadosamente, por ejemplo, los altares elevados: certo, montículo, túmulo céltico, obelisco que sopoftan un fuego encendido o un faro, de las piedras llanas las divinidades frotadas de sangre: los primeros están consagrados uranianas, los segundos las divinidades tertestresl0.^ En la simbólica ^ la piedra no tallada, andró gina, la piedra cristiana puede distinguirse cuadrada, feminoide o, por el contrario, el cono, la piedra ,.alzada, masculina. Esta última se encuentra en la aguia y en el campanario de la iglesia, obelisco cristiano, realmente solar y en cuya cima está el gallo, el ave de la auÍoÍa. Betilo, piedra elevada, aguja del campanario
II
2l
Bellegarde de France. Pero el nombre de dios solar va aasociarse aún más estrechamente al nombre mismo de la piedr" y del monre. El nombre
del gigante divino y solar del folklore fiancés, <,Garg án o Gargantíta>>, imagen ralz garg que signific a gaznate, sino , preindoeuropea según-bauzal, Aa, o halit, la pied ra y que Dontenville descubre hasta en el nombre de la Gorgona petrificante o en el del susriruto cristiano de Gargantúa, San Gorgón. En bretón, la roca se llama todavía Aaneí y la -los raiz reap_arece asimismo en la geografía física de Inglaterra con montes Cormelin y Cormorin, como en el Karkali Dagh de Bitinia, el famoso-Diebel Carmel, el monte Kalkhani micénico y; por último, €D los múltiples topónimos franceses que indican elevacién Cormeille, Charmeil, Corbel, Corbeil, Corbaille, el Caramel arriba de' Menthon y el Charamel de la llanura de Thorens, todos ellos lugares sacros dé culto solar señalados por piedras o rocas que el folklore denom ina graI)ots, excrementos, o del buen gigante Gargan-
no de gar
túat6. Pero lo_que sob19 todo interesa a nuesffo propósiiois la doblJpo-
laridad.qu€ Dontenville detecta en el isomorfiimó que revela la toponimia de los lugares célticos altos. El cristianismo hl rebautizado, en Citado ppr M. D,rw op. cit., p. 13. i: Cfr. en Eu^ror,
27 B¡,CH1¡,qO, Air et songes, p. 33; cfr. el platonismo subyacente a esta imaginación, Fedón, 80c: Fedro, 247c,248a; Rep., VII , r29d. 28 B,TcHELARD, Tene et réueries de la uolonté,P.384. 29 Cfr. F-unor,, Images et symboler, p. 53; cfr. D-lt',tÉZn, Dieax des Germains, p. t4. lo Cfr. Plc¡,r{rot, Origin€s, p.9r.
t
ir
' 2
32
2t Cfr. B,ruDourN, op, cit., p. I94. 26 Éuaoe , Irnages et s'ltmboles, p. 63.
I
significan, según G. de Saint-Thierry, >, símbolos ambos que_remiten, respectivamente, a los dos principiós sexuales constitutivos del universo: el Yang y el ) g. La montaña. en el P-apel veftical y estrecho del pintor chino o en el kakemono japonés, es el sursarn Yang, al que se asocian la idea de sol y la de corriente aérea (fo"S). Este isomorfismo solar, macho, celeste, que gravita en torno de los betilos y de las cimas, es el que descubre Donteñville ra en la tradición céltica, eo la que las montañas y las rocas esrán consagradas al Apolo celta, al dios Belén. Los topónimos estelares , <,Baho)), .Eallon> y que se contraen en <,Balaon' fueron primitivamente <,Baladunumrr, es'decir, cueva de Belén. Toda la topoñimia francesa viene a reforzar esta tesis: todos los montes Beillard, Bill aard, Bayatd, todas las
r20
Traité)
p. l9li,la
confusión que reina en una renr ativede síntesis
de las cratofanías líticas. 33 Cfr' W. CoHN, I¿ Peinture cbinoise, p. 278; Pe
t4 Cfr.
), Cfr.
i6
p. lJ; cfr. Gn^rN¡r, ñra oA ., nn ' PP' 94 Y ss' 8o
Cfr.
r2r
Y ss'
Ciailization c/tinoise,
efecto, los topónimos estelares cons agrindolos a San Miguel Arcángel, y Ia inflexi6n cor de la ra'tz céltica es ambivalente y remite, bien al betiio, bien al piiaro cuervo. San Miguel, vencedor del demonio rcuitico el mar, gran matadtagones, es el sucesor alado del git7 . También se le encuen tÍa" tanto en la célebre penínsuen la comarca del Tarentais, en diferentes cumbres saboyanas o incluso en el famoso monte Gargano de Apulia, llamado también Monte San Ángelo. A través de un ukalkasu griego, el arcángel sangrado no sería otra cosa que el Apolo pregriego y precéltico 38. Asimismo, la na'tz cr, y su inflexi1n cor, que significa piedra, remite a la vez al Bel solar y al piiaro solar, el cuervore. Corbel, Corbeil, Corbelin < mos que, por el contrario, dado lo que se sabe del culto solar del cuerpo enffe los celtas y los germánicos, las dos polarizaciones pueden superponerse semánticamente. El cuervo está sobredeterminado por la vinculación al vuelo solar y por la onomatop ey^ de su nombre que lo vincula a las piedras del culto solar. Hermoso ejemplo de isomorfismo en el que el fonetismo iuega un papel y nos remite al s-rmbolo tan impoftante del páiaro
gds^hregq-aL'a'l'a^{e urat no es más que
la
un burdo sucedáneo. Esta extrapolación natutal de la verticalización posrural es la raz6n profunda que motiva la facilidad con que la enso-
*
ñación volante, técnicamente absurda, es aceptada y privilegiada por el deseo de angelismo. El deseo de verticalidad y de su fin supremo aclffea,la creencia en su realización al mismo tiempo que la extremada.facilidad de las iustificaciones y de las raci onalizaciones . La imagin aci6n conrinúa en el ímpetu postural del cuerpo. Bachelard ar lo ha visto con mucha profundidad siguiendo a los chamanes m'sticos: e.Lpl*Sua-rns.r dio+imboties'de".pr,lcifiGación,+aeio'n*1. De ahí resulta paradóiicamente que ú pá,jas-casi -n¡"¡¡rea €s coRsierado corno-.un.?"gip_al, qiggsglng un ri*ffiLsorreJ-:[ ala: *No se vuela porque se iiené alás, si-ñó Eué hs alas crecen porque 5é ha volado rr42 . Por este motivo, el em plazamiento anatómico de las alas nunca se adecúa mitológicamente a la ornitologia: el ala imaginaúa la llevan en el talón los místicos tibetanos, igual que nuestro Mercurio occidental, como en la imagin ación de un Keats, 37 38
Cfr. DoNtrlwrrlF , op, cit., pp. 67-69. Cfr. op. cit,, pp. 78, 83. te Cfr. op, cit., pp . 246, 302. ao Dout¡NVIrrF, op, cit., p.91. 4r Cfr. B¡cHELARD, Air et songes, pp. 29-30, 32. 42 B¡,cuEr¡,Pc , op, cit., p. 36.
t22
deunShelley,deunBalzacodeunRilkea3.@saniE-alga. do en
hrnqfie-i--o-
¿.-la.Í¡nción. Una vez más, no'es al sustantivo
remit no 4*-pliarc nbTlnforman que nos
;ló
al verbo.
psicólogo taciones de pájaros y de mariposas forman un grupo muy diferente de los demás símbolos teriomorfos, salvo quizá el caso de las aves nocturnas y del murciélago, simples productos de las tinieblas. Todas las imágenes ornitológicas remiten al deseo dinámico de elevación, de sublimación. Bachelard ha sabido mostrar perfectamente , según Michelet, Eichendorff y fules Renard, eue el páiaro desencarnado típico erala alondrL, páiaro dificil de ver, que vuela muy alto y T,ry rápido , .pái,aro uraniano por excele.ncia del qu,e Renard dice que ((vtve en el cielo>at. La alondra es <(pura tmagen espiritual que no halla su vida más que en la imaginación aérea como centro de las metiforas del aire y de la ascensióna6. Vemos diseñarse, bajo la imagen tan
poco animal de este puro piiaro, el isomorfismo con la pureza misma y con la flech? eue examinatemos dentro de poco. Bachelard esboza una (pteropsicología> donde convergen el ala, la elevación, la flecha, la purez^ y la luzaT . Otras aves, aunque en menor grado, están desanimalizadas:-áWi-
l',,[email protected]¡E-*pel-o"g}a48.Desencarnacjónqueexplicalafaci. Tit[il[Tónftue estos volátiles Jé convierten en emblémas y alegorías son utilizados en heráldica. Por eiemplo, el iguila, vinculada al
y
ya augural de origen indoeuropeo, €s reservada en Roma a los nobles ^Íte los patricios, de donde será heredada por los nobles medievles y los emperadores, y no debe ser comprendida entre los páiaros de carácter puramente sexual, como el páiaro carpintero, de los cultos ctónicos de la plebe mediterráne El águila roman4 como el cuervo ge.{rnanocélel mensaiero de la voluntad de allá arriba. Así lo tico, €s esencialmente^0", interpreta la intuición poética. En Víctor Hugo existe un fuefte < que viene a reforzaÍ un <(complejo de la frente> que
pronto volveremos a encontraÍ. t0. En La Fin de Satán se asiste a un proceso de ang elización del páiaro: Lucifer será redimido por una sola pluma que permanece blanca. Esta pluma se metamorfosea en ángel victorioso udel viejo monstruo fatalidadr, . La causa final del ala, como la de la pluma, en la perspectiva de una
p.
4t Cfr. op. cit,, pp.71,78,6t. op.cit., p.62; cfr.
44 Cfr. BocHNER y H,t.rruN, 174.
DrsorLLE, L'Exploration de I'actiuité,
4, Citado por BacHELARD, op. cit., p. 9g.
46 Op. cit,, p. 103. 47 BacHnano, op, cit., p. 83. 48 Sobre el cuervo demiurgo,
cfr. G. F. Coxrur¡¡n, Siberian And Otlter Folk-Tales,
p.77. Cfr. H,tnoING,,op, cit.; p. 60. Cfr. A¡nould or Gn¡urLLy, Le Coq, pp. 23,48,82. qe Cfr. PrcANroL, OriS, de Rome, pp. 10t -107. to B¡,uoor.JIN, V. Hugo, pp . 31-36.
t23
sopsicologia>, es el angelismo. En cuanto a la paloma, pijuo de Venus, aunque a menudo parece implicada en un contexto sexual, incluso crónico tr, no deia de ser por ello el páiaro del Espíritu Santo, .rla palabra de la madre de allá anib4 la Sophiau t2. Aunque juega un papel sexual en la mitología cristiana, este papel está nítidamente sublimado:
pasaje del Fedro o la miniatura de paloma del Espíritu Santo sobrede lo, sob recarg do de alas en la cabe atribuimos nosotros tantas cualida
¡
ala artificial del avión o de la cometa. Para la conciencia colectiva, el rmoz o Guynemer- es un ((arcángelu dotado de poderes aviador -Me como el chamán siberiano. Podría hacerse un interan sobrenaturales resante estudio sobre la mitologia aeronáutica que se desarrolla en las sociedades industrializadas: vuelo a vela, modelos reducidos, paraca;idismo, parecen expresar sin duda la liberación de un viejo sueño de poder y pureza. El tecnólogo t('constata que la importancia de las prácticas del vuelo imaginario va unida, en todas las culturas del Paclftco, a las realizaciones técnicas, bien imaginarias, bien puramente estéticas, que consisten e n hacer volar o flotar cometas y banderas. La ensoñación del ala, del vuelo, es experiencia imaginaria de la materia aérea, del del éter!-, sustancia celeste por excelencia. aire -¡oimaginería alquímica, tan ricl e.n repr.esentaciones ornitológicas, La nos permite situar perfectamente el ala y el vuelo en su voluntad de rrascendencia. En un grabado de la A/cbemia recognitas;, se pueden enumerar múltiples aves: en el centro un cisne, uo fénix, uo pelícano, abaio un cuervo. Desde luego, en este complejo contexto del microcosmos alquímico intervienen otras inte nciones simbólicas: colores, leyen-
al
tr
Cfr. PrcANroL, op. cit., p. 108 t2 JUNG, Libido, p.26. 5t B¡,cnnrano , Air, pp. 28-29 . ta Fedrc, zrlb y ss.; cfr. M. D¡,gv, op. cit., p. 168.
tt
Citado por
B,TcHELARD,
Air, p. 82.
t6 L¡nol-GounuAN, Homme et matiére, pp. S0 y ss. ,7 Reproducido en Gruuor DE Gwv, Musée des.sorciers, p. 393.
r24
,(
das culturales del cisne , del pelícano, etc. Pero no es menos cierto gu€, en general, 9l páiarg es la coronación de la Obra, mientras.qye la serpiente es su base , y los otros animales son el centro. El ave, bajo su forma mítica y etérea, el Fénix, es el resultado trascendente de la Gran Obra . La imagen química es lección de moral: volátil, observa Bachelard, está muy ce rca de puro y asimismo de esencial. Una vez más, es el sentido figurado el que funda e incluso precede históricamente al sentido propio, eue no es más que un se ntido muerto. Según Bachelard t8 seria est; aspiiación psíquica a la purez?, a lo volátil, a lo <,sutil,> l, q.r. recono ceria la figura aérea del páiaro; nuestro moderno vocabulario químico no ha hecho más que desmitificar el símbolo. Este isomorfismo de las alas y de la pure-¡matándolo!za es flagrante e n el poe ta de Donner D uoirto qr'r., al contarnos la experiencia juvenil de la pureza, escribe: <.No fue más que un aleteo al cielo de mi eternidad.r, Si, en el hinduismo, la multiplicación de brazos y de ojos es signo de poder, la tradición semitocristiana nos muestra que la multiplicación de las alas es símbolo de pureza; las alas son los galones de las milicias celestes como atestiguan los serafines de alas séxtuples de la visión de Isaías('0. La pureza celeste es, por tanto, el carácter moral del vuelo, como la mancilla moral era el carácter de la caida, el caricter moral del vuelo, como la mancilla moral era el caráuer de la caida, y se comprende perfectamente la reversibilidad terapéutica de este principio en Desoille , paÍa- quien toda representación psíquica de la imagen de vuelo es inductora a la vez de una virtud moral y de una elevación espiritual. Aunque se puede decir, en última instancia, que el arquetipo profundo de la ensoñación del vuelo no es el ave animal, sino el ángel, y que toda elevación es isomorfa de una purificación por ser esencialmente
angélica. Más adelante vetemos por qué coherentes r^zones todo ángel es un poco militar ("; contentémonos con examinar por qué motivos todo ángel es a menudo sagitario. En muchas ocasiones, la imagen tecnológica de /a flecba viene a relevar al símbolo natural del ala. Porque la altura suscita más que una ascensión, pero un impulso, y parece que de la escalinata ala flecha, pasando por el ala, h^y una amplificación de esbeltez. Mas este impulso es reversible , y ala flecha responde e/ rtyo, el rayo es flecha invertida puesto que en el descenso sabe conserv ar <
6t Cfr. infra, pp.
62 B¡,cH¡r¡,no,
149 y
Z'Air et /es
songes,
p. 191.
ss.
(Z'Air et /es songes, pp. 72,92) señala que la flecha
ductora de Sérapltita de Belzac. 63 Cfr. JuNc,, Libido, p. 278.
r2t
es
la imagen in-
l
La meta del arquerg, como la intención del vuelo, es siempre la as-
censión. Es lo que explica que el valor primordial y benéfico por excelencia sea concebido por la mayor pafte de las mitologías como el uAltí-
son giantificadas como lo era la de Cristo en la iconografta bizanrina, o la de Atenea Criselefantina. En nuestro folklore, la supervivencia de gigantes es tenaz, bien en los asientos, marmitas, escudillas garg-antuinas que amenizan la toponimia francesa, ya sea que el héroe de las Grandes crdnicas se sobreviva en nuestros Gaiants y Reuzes de los dep Lrtamentgs nórdicos, o bien se cristianice en Auvernia y en la comaica de Gex bajo el vocablo de San Sansón; bien, por último, eue se convierta en el gigante San Cristóbal protector de las rutas terresües ame nazadas por las aguas, tras haberlo sido del ffayecto solar7o. Esta gigentizaciín etnológica no deja de hacer pensar en el proceso psicológico de las imá-
la flecha , la sagitta,
t26
I
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1l
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genes que acompaña la desrealización esquizofrénica. A menudo, ^ eo sus alucinaciones, a una imaginación de la esquizofrenia se parece,
la trascendencia caricaturizada. Los enfermos experimentan el sentimiento de que un objeto del campo perceptivo crece desmesuradamente. Tienen conciencia de que ualgo crece)>, y? sea un obieto, ufl personaje o un recintoTl. Hay en ellos una exageración hiperbílica de las imágenes, una obsesión del engrandecimiento que provoca crisis de angustia. Veremos que esta gigantizaci1n mórbida se constela muy exactamente con las imágenes de la luz y con la nitid ez anormal de las formas. El esquizofrénico está angustiado porque se siente alienado por este poder gigantesco que transmuta todas sus percepciones. Elevación y-poder son en efecto sinónimos. Esto es lo que se puede
constatan, con Eliade 72, eo los dialectos amerindios: oái en iroqués significa alavez potente y elevado; en cuanto al waáan sioux, nombre de la fuerza supr.-", deb'e relacionarse con el wailen dakota que significa 69 70
p. t45; cfr. Gen., IX,
V\i f
gnifica upercibir gipido, el sentido propio
masculinidad, la victoria, el arco y las flechas. 66 Mundaáa Upan., ll, 4-6. 67 Citado por Sr¡.raRD, op. cit., p. 318;cfr. p.ir4. 68 Cfi. KRlppE, op. cit., pp. fSO-182; cfr. Gp¡,NET, op. cit,, 13-17 , e ll'ada, XYII, ,47 y ss.
tr $
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iato:
un arquero, hermoso ejem' plo de isomorfismo en el seno del priñáipio Yáng o confluyente : lasoberanie,lo alto, la
\
a\,
J
iablece enronces, en el réno dé un pensamiento propenso a la mística, toda una dialécrica, o más bien un-intercambio entre la flecha mediasobre todo en la celeridad y la igni-
64 Kena upan,, I, l; MandakaUpan., 1, 3. 6, Cfr. GnANET, Pensée c/tinoise, pp . 367 y ss. El jefe es
q
\*J
conceptos.
poderosa, monmás explícita6a: uCoge el arco del Upanish-ad, ese ^Íma ta en éi una flecha lguzada por la adoración, tensa el arco con una zamUutli¿a menral en .i r.ntimiento de la unid ad y penetra en el Ete rno .oáo dispararías a un blanco. . . la sílaba OM es el arco y el arma es la flecha y ;l Eterno es el blanco. . . > También ahi, como en el caso de la escala ih"-"nista, el tiro al arco se convierte en un medio simbólico de páffascendencia. El héroe tirador emérito viene a sustituir al hombre r'1. Se esr Guyneme o de Guillermo Tell ocupa el_puesto de Ícaro
ma¡iP.u-' figurado? La flecha -cuya lación implica la pun rcria- sería simbolo del saber ?pido, I su doblere es, pu;, e I rayb instant áneo qug es e.l relámp ago. En cuanto al signo zodiaial del usagitario,r, los ocultistas le atribuyen siempre el.sentido de un rebasamiáto, de una sublimación de la naturaleza animal expresadS por la flecha tanto como por la doble natura sagttano, <(emerge ncla de lo huma_no .a P.artir de lo an lislas asimilan li conste lación del Sagitario o la letra h según Fabre d'Olivet('7, Se refiere < la luz, al respla de"zu. por último, eo el límite exrremo de esta simbolog'ra del arma' menro del arquero, €o el punto de inflexión de los símbolos de la trascendencia hacia los de la iomposición, de los mixtos y de la inmanencia, cabe destacar el simbolismo del arco iris, signo de la alianza para los judíos, puenre lanzado hacia la ttascendencia, símbolo que :9 d.las tradicione s populares escandinavas, en el folkt..t, en Hornero, en lore hindú y chino 68. A traveé de esros avaltares recnológicos u ornitológicos del simbolismo ascensional, se evidencia una vez mas que es el esquema del movi-
t
('\
miento el que organizalos símbolos e incluso los signos. El dinamismo de las imágenes, el < figurado es lo que importa en primer lug r parl el desciframiento, no sólo de los símbolos, sino también de ciertos signos sobrecargados de semantismo y del sentido propio de los
por su asimilación al rayo, la flecha une los s'rmbolos de la pur.ez?.a los de [a luz, la rectitud y la'prontitud van a ir siempre unidas ala iluminación. por ahora, ¿ái"ndo a un lado estas armónicas, atengámonos a la dominanre y consraremos en los escritos upanishédicos la correlación de la balistica í ¿. la trascendencia. La Kená se abre qor ll i-.tqe. de lo mental ,rlaÁzado' hacia el blanco trascendente, y la Mandaia es aún
7t
pp. 4-6.
72
r27
fe,;entrelosainou,<.}efedivino>>8l. vemos cómo la actitud imaginativa de la elevación, originalmente psicofisiológica, oo solamente inclina hacia la purificación motal , haci a el aislamiento angélico o monoteísta, sino que incluso está vinculada ala función sociol1gica de sob erania. El cetro es la encarnación socioló gica de los procesos de elevaciín Pero este cetro es asimismo verga 82. Porque parece evidente que es preciso unir a la elevación monárquica la
noción edípica de Dios Padre, de Dios gran-macho. Sabemos
desde
luego que es temerario universalizar.el compleio.de Elipg, perg biológicamente hablando, incluso entre los trobriandesessr, el macho procreador tiene siempre un papel familiar. Este papel de protector del grupo familiar viene a sublimarse y a racionalizarse más o menos fuertemente en el arquetipo del monarca paterno y dominador. Y las concepciones del psicoanilisis clásico8a, lejos de ser originariamente causales, no vienen sino inscribirse de camino como sobredeterminación social y sexual de la ^ftnalidad de los grandes gestos reflexológicos primrtlvos.
derivarían todas las fiDe esta ,asimilación del cielo con el mon ^rcl liaciones heroicas de los
0
68; cfr. ,Plc¡.Nlot
,
oP
'
ctt
'
,
p.
8r Eu¿,o¡, Traité, p. 63. 82 Cfr. LTTNHARDT, Notes d'etltnologie, plancha XIX, 4. 8l Cfr. Lorurrrc, op. cit., pp. 262-263. 8a Fn¡uo, Le fe et le tu, cap.III, pp . 162 y ss.
t40; cfr. Mnuss, Année
61; Kn,rPPE, oP. ctt., P' 69.
pp. t ll,, ,22. 2-r.
8t Éuror, pp. 63 y ss. Cfr. KR,uRr, op. cit., pp. 7L y ss.; cfr. Gn.tl¡rr, Pensée cltinoise,
86 47
r.
87 Cfr. infra, pp
38r.
88
r28
. 133, l),
.
Cfr. BauoourN , V. Hugo, pp. L4-15, 29-30, 33-34.
t2g
pp
. 3t4, 4t8-
edípica se eierce en.el. poeta respecto al irru..tivas d'el principio de la obra poét ie irá desarrollando. Esta ambivalencia
del poderrr se. Image n , del igutla de mai.s-
a vavés de todos
:l
estos
ción monárquica Y PaEdiPo en las civilizacio'
er sus célebres conclusiones de esrrucrura patriarcal; pelo Dumézil')0, quien, eo nuesindoeurop.eos: ros de -.s nes sobre ü;p;ñi.ion ,o.iát monárquica del viriiiztción Ia evrdéncia en poner rra opinión, meior e todo como real. Es el simbolismo del Rómulo litut¿s, YaÍ^ de jApir.r y de Marte, pottadgt del
, áitiinir
tls
son
í.gendario
á.
las riquezas feminoi-
lo que separa de las opes. Los sabinos
lainopiatablecerunaSeasociadob enüe JiPi .l,ado' simbolizada rón y ulo, bo, tvoca a lúpittt ,lj"tor ' I q"iii"o. e
má|ico y poder guerrero se hallan indiferencialusabino, ,áorrdoies de divinidades agrarias v y vanes los se encuentran entre nares . Lamisma ,.prrr.ián simbólica carnulos de gala uiada la de los Ases de los germanos, bien en el seno sepalln. el, dos grupos nítidame nte dite s. Esus, Tarani, y Teutates se divinidades-real-es y combatientes fe renciados: los dos primeros ,on a'sura, relaciorrrri. con el latín erus, <>, del sánscrito (Esus debe udios mago)>, v con
.l-í*
to ahura, udios sup.remo,r)"r opuestos.a
T.t-
áios nocturnó.y feminoide' tares, el dior'á. t, -ro, áJ i"¿" r"cial, el cierta forma en el seno mismo Este esquema sepa*J;;'se redrrpli., en
porque el Gran Dios de la divinidad mayor de la,.ótogir funcional, pronro se volverin
qpe mismo ,. ;;;;;";; b^io dos as-pecros matizados benévolo, sacerdotal, soberano el Mirm es bio, Gran El antitéticos. varuna' el ,.gtl?r, y claro dueño del fazonamiento el iurista' el guerrero ,..rible , .l uioi.nto' el'hár8e insp de Fides' io senador, el rey blanco-escoltado de s., flimen los celede acompañado uiolento el Rómulo-, pero al mismó tiempo es el maStator al rapt; á; las Abinas e invocando aJúpiter ri, respetar por cuidado riguroso su a ^rrorándose Dumé271"2, pese go de los combates.
89 B¡,uooulN , op. cit., P. 34. eo Cfr. DuruÉzt[.,, Mit*-Vororo, P. 1]0. Cfr.Indo-Europ,, p.206. er Cfr. DunÉzu, Torpeia, pP. 113 y ss' del antiguo Mée2 Cfr. Dur,,mzn, Indo-Euiopérot, p. 198. Asimismo, en el panteón
130
la tripartición funcional, no puede dejar de reconocer en el soberano latino .o germano una nítida propensión L convertirse en guerrero: el mensaie mismo de Rómulo es la airtus, el valor guerrero, y no h^y nunca gran distancia psíquica enffe el cetro y la espada. Existe una ambivalencia fundamental psicosocial del ejecutivo. Júpiter y sus rayos, símbolos de su poder, es Stator que protege los combates, pero al mismo tiempo Latiaris, Arcanus, Anxurus, sacerdotes y adivino en maiestade3. El mismo Marte, el guerrero por excelencia, ¿no será invocado incluso baio el vocablo de Thincsus, (amo de las asambleasrr, soberano iurista? Porque la espada guerrera es también espada de justicia.El poder judicial no es más que una agresividad ejecutiva codificada y dominada. Y aunque Odín, el gran rey divino de los germanos, combate con armas distintas a la espada, pese a la sutil argumentación dumézilíana'o h^y que reconocer una colusión guerteÍa entte Odín y las armas, las espadas o las lanzas. En definitiva, todo poder soberano es poder triple: sacerdotal y migico por un lado, iurídico por offo,y por último
militar.
A través de estructuras sociales tan distantes como las de la India antigua, el Imperio romano, Germania o Escandinavia, Dumézilet ha mostrado cabalmente la bipartición del soberano en flamen-bra/tnzan por un lado, en rex-rAi por otro. El flamen posee las mismas insignias que el rex; las dos castas rái y brahman son inseparables, y el filólogo justifica mediante un erudito estudio lingüístico esta dualidad funcional de la sobe rania. Volvemos a encontrarlo en el desdoblamiento germánico de Odín el mago y de Tir el jurista. Es asimismo el desdoblamiento de Varuna como sacerdote y de Mitra el iurista. Odín, Varuna, Urano son reyes sacerdotes, reyes brujos, reyes chamanes. Y detrás de este vocablo hallamos nuevamente las técnicas ascensionales a las que Éliade ett fi^ consagrado un impoftante libro. Además, Odín pare.e ler el prototipo del monarca tertestte, es llamado el
sigue estando ¡iemprg b.aio la dependencia de los arquetipos monárqulcos, srgue vinculada siempre al cetro del que no es más que una activación polémica.
Podemos pregunrarnos si no es jugar con las palabras hacer seguir el esrudio del arquátipo del soberano mónarca, dellefe político, por el del su acepción anatóm íca y occipital. No obstante, para el iuegos de palabras no son nunca completamente gratuiuemas verticalizantes ( esembocan en el plano del macrocosmos social en los arquetipos monárquicos como desembocan en el
macrocosmos natural en la valo rizaciln del cielo y de las cumbres , Yt' mos a const atar que en el microcosmos de I cuerpo humano o animal, la vefticalizaci1n induce varias fiiaciones simbólicas de las que no es la menor la cabeza. Los místicos de la ascensión celeste asimilan natunl' mente la cabeza con la esfera celeste cuyos oios son las luminariaseT, y
p^ra.la tradición védica y búdica, la columna veftebral es identificada
ion el Monre Meru, el ele del mundoes. Como observa Bachelard,h"y
ee. Finalmente la etdeslizamiento de la verticalidad a la vertebralidad la imPort ha subrayado nografía espacio, de I culto de los cráneos. mente la masacre de los cérvicos, j sinántropo de Chu-Kun-Tien, igua Steinheim o de Castillo r00. Los ves preparados cuidadosamente y conservados mediante.putrefacción Prei,ia, ampliación de aguiero occipital, coloracig" y orientación rituales, cercana a la practicada en nuesffos en suma, de una manera bastante '$Ternertr0l obs-erva gge .par^ el primidías por las tribus de las Célebes. fuerzafísica y psíquica, de principio vida, de y centro tivo,-la cabezaes y asimismo receptáculo del espíritu. El culto de los cráneos sería, Por ianto , la primera manifestación religiosa del psiquismo humano. No sólo esra preeminencia axiológica atribuida al uiefeu se encuenüa en nuestros días entre los ..ca zadores de cabezasr> oceánicos o filipinos, eo los cultos craneanos de Dahomey, de Alaska y de Borneo, sino que también el
Cfr. Hidelgarde de Birgen y Honorius Augustodunensis, citados por M. DAtry, op . cit., pp: L07 - 108. e7
e8 Cfr. Eu^rDE, Le Yoga, p. 238. ee B,rcsELARD, Réu. uolonté, pp. 363-364. tL,
soc. léol
e
,
t931,
p. I
G!" Relig . ctt., p.7l;
Y ss.
ó-F¡lcr,
sibéienr, pp. 209 y ss. ; 2 13, 218.
r32
et
(Ir
i Chou-kou-Tienu (Bull. culte des granes i l'epoque pa-
osseuse
Les Rites de cbasse cbez les peuples
,ii
Ji ,l
ses en América del Norte en el siglo xvlll y los alemanes guardianes del Lager de Buchenwald en el siglo ¡¡t02. A decir verdad, los etnólogos disciernen dos rituales distintos según se trate de parientes o de enemigos, pero la veneración del símbolo cabeza es la misma en ambos casos, se a entre los andamanes, los papúes, los indios de Bolivia que conservan piadosamente los huesos craneales de sus parientes en un cesto o entre iíbaros, los dayak de Borneo, los mundurucu del Brasil que practican la conservación de las cabezas cortadas del enemigo r0r. Desde luego, el objeto craneaoo, venerado en el conjunto como el ujefeu del cuerpo, puede cargarse de ace pciones secundarias y parisitas, como lo hace,por ejemplo, la copa craneana, tan frecuente; pero aqui no tendremos en cuenta más que el símbolo general en el que participan todos los elementos craneanos: madíbula inferior,, caia occipital, arcos superciliares, matunzas de animales cornudos; sentido general que los bambara han puesto perfectamente de relieve en su cosmol ogia: la cabeza es a la vez el signo, el resumen abstracto de la persona, y asimismo la yema por la que el individuo crece tanto en edad como en sabidura r04. Es éste sentido general el que confirma un gran poeta civili zado para quien la imagen de Ia frente, s-rmbolo de la elevación orgulloSx, de la individuación más allá del rebaño de hermanos y frente a la persona divina misma, es tan frecuente que a. su respecto ha podido hablarse de un auténtico <(complejo de frente>r01. Una vez que la imaginación se adentra en la vla de la <.microcosmizaci6n)> no se para en el camino y , an tómicamente, por un proceso de ugulliverización> vicariante que estudiaremos más tarde106, va a buscar suplencias anat1micas al casquete craneano. La simbólica nos muestra que el poder microcósmico está indiferentemente representado por la cabeza erguida o el pene en erección, a veces ta bién por la mano, como hemos dicho al hablar de la mano de justicia. En efecto, oo sólo en el trofeo de caza, la co/a sentido argíúco muy viril subraya el doctor Pichon- r07, puede-cuyo teemplazar en ciertos casos a la cabeza, sino que incluso M. Bonap arte hace la importante observación de que los trofeos guerreros de cabezas excluyen los trofeos genitales. Por consiguiente, h"y transferencia normal y reciprocidad simbólica entre el miembro viril en etección y la cabeza. La castración guerrera practicada por los musulmanes del Magreb, así como por los cristianos de Abisinia, equivale por tanto ala c^za. de cabezas y a los scalps de las culturas r02 Cfr. lü(/¡RvEtr, op, cit,, p. 68; cfr. M. BoNapARTE, Psycb, Antbr., p.7r. rol Cfr. \ü(/¡RNET, op, cit., p. 67. r04 Cfr. DII¡RLEN op. cü., p. 6r, nota 3; cfr.la importancia atribuida, zla, cabeza duranre las ceremonias iniciáticas enüe los Vaudou, nociones de pot-téte de rnai'téte y práctica del ulavado de cabezar, en MrrRAIlx, Le Vaudou baítien, pp. 188-L97.
rot B¡,uoouIN, Z. Hago, pp. 14-15. 106 Cfr. infra, pp.202 y ss. 107 Citado por M. BoN¡,pARrE op. cit., p. 71, nora Rites de cbasse, pp. 17 3 , 205 y ss. , 209 y ss.
r33
amerindias y oceinicas. En la anatomla animal es /a cuerna, imputrescible y cuya forma oblonga es directamente sugestiva, la que va a simbolizat de modo excelente el poder viril, tanto más cuanto que entre los animales son los machos los que llevan los cuernos. M. Bonaparte observa que en heb reo qaeren signific a a la vez cuerno y pode r , fi;erza, así como en sánscrito srnga y en latin corna t08. El cuerno no es sólo sugestivo de poder por su forma, sino que también su función natural es imagen del arma potente. En este punto preciso es en el que la Omnipotencia viene a unirse a la agresividad: Agni posee cuernos impere-
cederos, armas aceradas, aguzadx por el propio Brahma'oe, y todo cuetno termina por significar poder agresivo tanto del bien como del mal: Yama, lo mismo que su adversario el bodhisatrta Manjusri, tienen cuernos; Baal o Ram aan, igual que Moisés, los ríos griegos y el Baco latino, las divinidades de los dakota y de los hopi; el iefe indio iroqués lo mismo que el rey Alejandro, los chamanes siberianos igual que los sacerdotes de Marte Salio tto. En esta conjunción de los cuernos animales con el iefe político o religioso descubrimos un procedimiento de anexión del poder por apropiación migica de objetos simbólicos . La.cuerna, el degüello del bóvido o del cérvido es trofeo, es decir, exaltación y apropiación de la fuerza. El soldado tomano valeroso añade un coruiculum a su casco, y mediante esa contaminación simbólica se comprenden la función del amuleto o del talismán: <
Cft. M. Bor.¡araft,rn, op. cit,, p. 62; cite Seligman: en argot italiano el pene se
denomina (cotnor; cfr. op. cit,,
C)(I,Vil,
L4;
XCII,
pp. ,I-r4; cfr. Job, XVI, lJ; Amós, VI, 13, Salmos,
hazaña, de la proeza'. Podrí a rclacionarse el ritual de la caza francesa con el de la corrida de las culturas hispánicas, eo la que e I isomorfismo del héroe luminoso luchando contr" ei animal tenebioro y la.o"..rión l".oreia al matador victorioso se destaca aún más explicitamenrerrr. _dS No obstante, nos parece que M. Bonapafte r14 se equivóca al reducir el triunfo cinegético al esquéma freudiano de la muérte del padre. Esta
llterpretación es, en efecto, una hipóstasis injustificada del Edipo.
Nosotros constatamos más bien en esüs prácticas cinegéticas o guerreun proceso de abstracción violenta, mediante el róbo, el t"!to, el desgarramiento o la mutilación, del poder y de sus s-rmboios susiraídos ala feminidad terrible. En efecto, co,'no hehos mosrrado anteriormente, no es el tabú lo que h^y que hacer depender del tótem, sino lo contrario: es el ta.b1t el que manifiesta una angustia primitiva. El trofeo totémico o emblemático no es -ál que .l r_esuliado de la captación, siempre peligrosa, del poder del tabú-, es su desfe minización, ,ü desanimalización, como podrá constatarse en las prácticas bautismales con ellas relacionadas ttt. El bautismo, lo más es por circuncisión, " -é.t.rdoperturbadas por una .t puesta en orden de un mundo y de funciones -11 cld1qqe e.r? caPtación_de poder. Zeus arrebata li virilidad al Lr.r.p"dor feminoi4.,el ogro Kronos. En la veneración del tóteffi, y especialmente del tótem craneano y del talismán, es lecir, €o el .rfu.tro de captación de una ctatofania, hty una intención de <.descro nizacj1n> fundamental. Y más qye una perspectiva freudiana, es un punro de ras
vista iungiano el que adoptamoi' ei la feminidad terrible, es la libido destructora, cuyas epifanías hemos estudiado, lo que se exorciza aqui mediante la reconquist de los símbolos de la virilidad I 16. El p.nrrmiento adopta. un estil heroico y viril a partir del acto g.r.rr.rb o la hazaña cinegética. Por tanto, puede decircé q.r. tótem y tr'lir*án están constituidos por la discriminación práctica del símbolo rbrtracro, privilegiado y s.eparado de su contexto- temporal. En esre punro pr..iro ., en el que la función simbólica del psiqlisTo humano viene a separar los p.odelrgs de la desgracia, y a, apropiaise del poder medianr. .rr, y-a diairético exorcizando todo y iedüciendo "iro impotencia la necesidad natural simbolizada por la hostilidad y la^i^ animaiidad. Este rimbolismo del talismán o del iótem, esenciahénte vicariante, €s decir, q.r. procede- mediante la selección de una parte que vale por el todo, ., ,.rrt medio de acción sobre la necesidad temporal más^adecuado q.r. io, ",i.r procedimlentos antifrásicos cuyo paso hémos esbozado I t, . H^y en ja utilizaciín del talismán o del tótem una mascul inizaciln de poder; ,.t." captación de las fuerzas naturales que puede detectarse a távés d. .rn
11.
in,
tos Cfr. Rig Veda, VII, 86-6.
rro Cfr. M. BoNAnARTE op. cit., p. ,2; cfr. Lor-F^ur, op. cit,, planchas II, VU. rlr Cfr. M. BoNep¡,ntr op, cit., p.)6; cfr. J7-60; cfr. Bn¡urL, op. cit,, p.427; \7¡nNERT, op, cit., pp. 6t-63. rr2 Cfr. M. BouepARTE, op, cit., pp.76-79.
r34
texto oficial traducido por
de toros, su oigen..,
ialmente
r3,
p.
128: .
ffayecto que va del estado de la ostentación y de la agresividad viril hasta la utilizaciín de la palabramágicay del verbo racional .Lapalabra mágica y luego el lenguaje profano son el resultado de un largo proeso de magia vicariante cuya práctic a ritual de I trofeo de cab ezas o del talismán de cuetnos es la manifestación primitiva. La conquista y el arrancamiento del trofeo es la prim eÍa manifestación cultural de la abstracción. Podría situarse como término medio en este ffayecto que va del obietg natural y t"tismánic o al signo ideal , la práctica del gesro ralismán, del que la cuerna o la mano nos proporcionan precisamente numerosos ejemplos: rnano comutarrs de los italianos o rnano frca que coniuran la mala suerte o que sirven para echar un maleficio; amuleto islámico en forma de mano abi erta, o también gesto de la bendición y del exorcismo judeocristaino, innumerables posturas corporales o simplemente manuales de la áscesis tántrica del Yoga, igual que el teatro chino o japonésrre. Mediante el proceso de la vicariante, el símbolo se transfotma primero en signo, eo palabra luego, y pierde la semantici" dad en beneficio de la semiol ogia. 1 En conclusión, los símboloí
nos parecen marcados por "r..nsionales preocupación la de reconquista poder perdido, de un rono dede un ila Igradado por la cúda. Esta reconquista puede manifestarse de tres formas J n¡Ávi-rto rr rtñl)^n.h^t n7^L^l^^ 2^-^--^ ^ interme^-L:-.-^^ próximas, ^tt-o-^^^y unidas por numetosos s'rmbolos ambiguos e -trrr / -ty diarios: puede set ascensión o erección hacia un más allá del tiempo, hacia un espacio metafísico cuyo símbolo más corriente es la verticalidad de la escala, de los betilos y de la montaña sagrada. Se podría decir que en este estadio h^y conquista de una seguridad metafisica y olímpica. Puede manifestarse ésta, por otra parte, €o imágenes más fulgurantes, sostenidas por los símbolos del ala y de la flecha, y la imaginaión se colorea entonces de un matiz ascétrco que hace del esquema del uelo rápido el prototipo de una meditación de la pureza. El ángel es
il.
Los SÍMBoLoS
ESPECTACULARES
Así como el esquema de la ascensión sus desarrollo simbólicos, al de la caida, tenebrosos se oponen los de la luz, y e
ll8 Cfr. M. Bot¡^rpARTE, op. cit., p. 6r.
ttp Cfr. asimismo S. or GtN¡v, Una Grapltie soudanaise da doigt du créoteur, t C)OOilV, D.o 1, lgjl,,p. 46. El autor muestra la importancia
An Musée Guirnet,
la mano derecha a la que , por ejemplo, le está prohibido d^ y en cierta forma suicaria de Diosu. r20 Cfr. Éu¡,o¡, Images et symboles, pp. 97-98.
r36
en de tocat el sexo, por que es sagra-
I
l
Un notable isomorfismo une universalm
gue hace escribir aBachelardt" q.r. .,es la misma operación del espíritu humano la que nos lleva hacia la luz y hacia la altura>>. Este isomorfismo se le evidencia al psicólogo tanto en sujetos normales, que describen autom iticamente los horizontes luminosos en la práctica de la elevación imagin aria, horizontes .,resplandecienres>> , < t23 . <,IJna vez (cuenta la esquizo frénica tratada por. Sécheh aye) "4 me encont raba en la rsidencia I vi súbitamen-tg que la sala se tornaba inmensa y como ilumin ada por una luz terrible, eléctrica y que no daba auténticas sombras...r> En esre caso patológico tenemos que vérnoslas con una obsesión angustiada de la luz, de lo brillante y de lo liso, pero siempre unidos a la ieñalizaci1n de los objetos, de los seres y de los elementos. <,El Esclarecimienro -con(tala enferm a- en la percepción de la irrealidad. u El hospital psiquiárrico, lugar de las revelaciones de este irreal, se convierte én ula cala de las gentes iluminadas,r "t, y también: ((yo le llamaba el país de la lluminación , a causa de laluz restallante, deslumbradora y fiia, astral, y del estado de tensión, extrem a en que se encontraban todas las .osri, incluida yo mismarrt26. La mayor parte de las religiones reconocen asimismo esre isomorfismo de lo celeste y de lo luminoso: San Agustín o San Bernardo, el místico anónimo autor de la Queste du Graa/ r27, sub fayan el isomorfirmo con tanta nitidez como los sujetos analizados por el psicólogo:
I
,l
se
repiten
las sesiones, las imágenes se vuelven cada vez más brillantes e inmaterialeJ hasta no ser más que r^n'- impresión 4e luz intensa en la que formas muy simples y armoniosas tecen como un juego de luz destacándose sobre un fondo deslumbrante de claridad...^p^Estas imágenes_ van acompañadas de un estado eufórico notable que el sujeto traduce por las palabras de serenidad, felicidad., Lzt SÉcH¡H,rvn, Jouma/ d'une scbizopbrdne, pp. 4 , t,, 20, 2L. r24 SÉcu¡HnYE op, cit., p. 6. 12, Op, cit,,p.3g. 126
Op. cit., p.
r27 Citados
scientifiqu€,
F
2
1
.
por M. Daw op. cit., p. 100; cfr. BncHELARD, I^a Formation de l'Esprit
. 84.
r37
{
yos de oro del sol.,> En mesopotámico, la palabra dingir, que significa claro y brillante, es también el nombre de la divinidad celeste, lo mismo que en sánscrito la rdtz diu, que significa brillar y dia, da Dyaus, dios y deiuos o diaus latinor2s. Los Upanis/tads, tan ricos en imágenes de la flecha y de la ascensión rápida, están realmente llenos de símbolos luminosos; dios es llamado en ellos el uBrillante)>, <>, y al comparar esta blancura luminosa con la que la edad confiere a los cabellos, sólo por esta raz6n le da el nombre de .,viejorr, puesto que recorriendo el ciclo solar va hacia el Oeste, <tl2, pero su valorización positiva determina una constelación simbólica donde convergen lo luminoso, lo solar, lo puro, lo blanco, lo real, lo vertical, atributos y cualidades que en última instancia son los de una divinidad uranlana. Lo notable es que, e o todos los casos citados, la luz celeste sea incolora o poco ca/oreada, Frecuentemente, eo la práctica del sueño despierto, el horizonte se vuelve vaporoso y brillante . El color desapatece L medida que el sujeto se eleva en el sueño y le hace decir: <.Experimento entonces una gran impresión de pureza)>rr3. Esta pureza es la del cielo azul y d.l astro brillante-, y-Bachelard'r{ ha mostrado perfectamente que este cielo azul, privado del tornasol de los colores, es.,fenomenalir28
dad sin fenómenor, especie de nirvana visual que los poetas asimilan,
tiz dorado r'8. No obstante, téngase cuidado con este simbolismo de lo dorado que corre el riesgo de hacer bifurcar la imaginación hacia los sueños alquímicos de la intimidad sustancial. No se trata aqui más que del o¡o visual en cierta forma, del oro fenoménico, ese
Cfr. Éunor., Traité, pp . 62, 68.
t2e Mandah,a
tlo Qf¡.
Upan.,Il,2 (7,9, l0); III, I U); III, I (7-8); III,
DrEnrEnrEN op.
2 (1).
cit., p.27.
rlr Op. cit,,p.29. Incluso en la simbólica de los antiguos mexicanos, donde el blanco es el color del Oeste, la blancura está asociade, sin embargo, al color ..de las primeras luces del día> y las víctimas de sacrificios humanos o de los dioses resucitados, como Thuizcalpantécutli, son representados con ornamentos blancos; cfr. Sousr¡rLE op, cit., pp.72,73,7r.
L)z Cfr. GnTAULE, Dieu d'eau, pp. 20 y ss. L)t Drsorlrr op. cit., pp.70-74; cfr. B¡,cH¡rnxo,, Réu. aolonté, 134 Cfr. B,IcHELARD, L'air et les songes, p. 194.
138
r38 Cfr. L. Roussrau, op.
al amarillo.
cit., pp.
L28 y ss., el udoradoo en ranro que color cercano
tte cfr. Dm¡, Le symbolisrne
p,
399.
t4o Cfr. infra, ctt., p. 70.
p.
dans la mytbologie grecqae, p. 176. 249. Sobre el simboiis-o Jel lamarillo" solar, cfr. Sousr¡¿E,op.
r39
plandecientes, de trajes y de barbas <,blancos como flores en espinos>r4r. Lo dorado es, por tanto, sinónimo de blancura. Esta sinonimia es aún más nítida en el Apocalipsis, donde la imaginación del apóstol visionario une a un a notable constelación los cabellos blancos como la nieve, como la lana, los oios resplandecientes y los pies brillantes del Hiio del hombre, su faz rrresplandeciente como el sol, y la corona dorada, la espad^ y las diademasta2. Los dioses uranianos de los buriatos y de los alta| tanto del Upanishad como del culto mitriático, poseen atributos dorador t43. ¿No toma acaso Zeus la apariencia de una lluvia dorad a para. engend rar al héroe sauróctono Perseo ? La conquista de las manzanas doradas de la Hespérides es una hazaia solar , realizada por un héroe solar, y la diosa del ucasco de oro)>, la viril Atenea, es hija de la frente de Zeus'aa. Por último, eo la simbólica alquímica se pasa constantemente de la me ditación de la sustancia oro a su refleio, el oro, por mediación de su resplandor, que posee ulas virtudes dilatadas del sol en su cuerpo)>, y el sol que por eso se convierte de modo completamente natutal en el signo alquímico del ororat. Gracias a lo dorado, el oro es <'46. l* El sol, y especialmente e/ so/ ascendente o levante, será, por tanto, f pot las multitudes, sobredeterminaciones de la elevación y de la luz, ¿et r^yo y de lo dorado, la hipóstasis por excelencia de los poderes uraIi nianos. Apolo sería el dios uhiperbóreo>> tipo, dios de los invasores indoeuropeos , la heliolatria triunfante en la época hallstatiana al mismo tiempo que el culto del fuego y del cieloraT. Bajo el nombre de Apolo (Appellón), Dontenvilletat detecta la idea, si no el fonetismo, del Bel céltico. Bel, Belen o Belinus significaria , que da el bretón ba/an que denominala retama de flores de oro. Sería la vieia palabra Belen la que inequívocamente designaÍ1a el sol, mientras que la raíz sol seria ambi gna,, divinidad femenina (cfr . alemin: die Sonne), dea sulis anglosai6n Habriahabido asimilación por mediación de la raiz sl enue la luna (sé/éné) y el replandor solar (sé/as)tae. Esa vacilación y esa asimilación muestran nítidamente el fenómeno de contaminación posible de las imágenes, que pondremos de relieve en los capítulos consagrados a la medida del tiempo. Sea como fuere, parece t4t E. Bnwvn, Étudtt
d'es
, III,
pp
.
L3, t4.
t4z A/>scal.,l, 12; XIV, 14; 22. Cfr. Marc., IX, 2,3,4. t43 Cfr. Éuno¡, Troité, p. n., II, 25 y ss., y cfr. JuNc, Libido, p. 97. r44 Cfr. DmL op, cit., pp. LO2, 209; Cfr. L. Rouss¡¡,ÍJ, op. cit., p. l3L; Le.lardin des Hespérides.
t4,
Cfr. L'Alcbinzie, rao f¡¡ 147 148
_ .t4e
'espdt scientifique,
pp. L3r, 143; cfr. HUrrN,
,
s éaangiler,
p.
137.
Cfr.
Cfr.
DoNTENVTLTE
op, cit., p. 90.
Op, cit., p. 94; cfr. JwC, Libido,
el cisne,
pijto
sola¡, con
p.
<.Sonne>.
t40
82. El auror se complace en relacionar
que el sol significa ante todo luz y luz suprema. En la tradición medie-
val, Cristo es comparado
constantemente
al sol, es llamado
salutisrr, <.sol invictus> o también, es una clara alusión a |osué,..sol occasum nesciensrr, y según San Eusebio de Aleiandria los cristianos, hasta el siglo V, adoraban al sol levantertO. El sol naciente es además comparado frecuentemente con un pájato. En Egipto, el dios Atum se llama . Rá, el gran dios solar, tiene cabeza de gavilin, mientras que para los hindúes el sol es un águila, y z veces un cisne ttr. El mazdeísmo asimila el sol a un gallo que anuncia el alba del d'ta., y nuestras campanas cristianas llevan todav'ta ese páiaro que simboliza la vigilancia del alma a la espera de la venida del Espíritu, el nacimiento de la Gran Aurorart2. Es aqui donde está el
poder benéfico del sol naciente, del sol victorioso de la noche que
es
magniftcada, porque no h^y que olvidar gye el astro puede tener en sí : tt, y en este caso sef un . La .s .rn térm bienhechoras en el lenguaie f del ioyero, que califica con ese nombre el resplandor de la perla, como i * en la ierminologia cristian^ o masónica. Egipcios, persas y iristianos r. vuelven hacia el Oriente para fezar porque , según dice San Agustín, ..el espíritu se mueve y vuelve hacia lo que es más excelente)>. En Oriente se sitúa e I paraíso terrestre, y es allí donde el salmista sitúa la ascensión de Cristo, y San Mateo el retorno de Cristorta. Como escribe M. Davy al comentar la orientación ad oientem del templo cristiano, el oriente designa la aurora y posee el sentido de origen, de despertar: <(en el orden místico, Oriente significa iluminaciónr> rtt. La uadición de los antiguos mexicanos confirma esta tradición mediterránea. El Levante es el país del nacimiento del sol y de Venus, el país de la resurrección, de la juventud. Es alli,, udel lado de la luz> (Tlapcopa), donde el dios Nanauatzin y el Gran Dios Quezalcoatl, r€sucitados después de su sacrificio, re aparecieron el uno en sol, el otto bajo el aspecto de planeta Venus. Es allí igualmente donde se sitúa el paraíso terresffe (Tlalocan). Mediante este ejemplo del Oriente mexicaoo, puede mostrarse la diferencia que h^y entre arquetipo y un simple simbolismo debido a un incidente local: el color arquetípico del Oriente es en México, cor.no en otras paftes, el tosa o el amarillo de laaurora, pero por una raz6n geográftca, la situación del golfo al Este de México u0 ef¡. DA'ry, op, cit., pp. 40, 177;Josuá, l, L3; cfr.JuNc, Libido, p.99. ltr JuNG, Libido, p. 82; cfr. KRlrnr, op. cit,, p. 83; cfr. el sol y el iguila entre los antiguos mexicanos, SousrEr I F op, cit. , p. 2L . rr2 Cfr. M. Daw op. cit,, pl.XI, p.I4j; cfr.JuNc, op, cit., p.33,0; cfr. Arbould o¡ GnEuurY, Le Coq, pp. 48 y ss. rti Cfr. suprd, p. 7l. rt{ Cfr. Gén, II, 8; Solmos, LXVIII rtt M. Dnw, op. cit., p. 142.
,34; Mat., XXIV,
út
27.
y las montañas lluviosas al Este de la ciudad de México, el Este es denominado también uel.país verder; de este modo, como dice Soustelle tt6
..la imagen solar
y la imagen acuitica vegetal... vienen
coincidir,
abarcando esa región del golfo que es a la vez el país del sol^ rojo en su levante y el del agua verde y azul...)>. En cuanto al sol en el Cenit, tdma el nombre del gran dios guerrero de los aztecas, Uitzilopochtli, que aniquiló a la diosa de las tinieblas Coyolxauhqui y las esirellas rt7. Ét
mismo fue e ngendrado por la dios a tierra y el alma de un guerrero sacrificado convertida en colibrí'18. De este modo se encuentran unidos en un emocionante isomorfismo el sol, el Este y el cenit, los colores de la autora, el páiaro y el héroe guerrero alzado contra las potencias nocturnas.
Al simbolismo del sol se une finalmente el de /a corona solar, la corona de rayos, atributo de Mitra-Helios que aparece en las mone das romanas desde el momento en que César adopta el título de cornes solis inuicti y culmina en la iconografia francesa del uRey Sol,>rt'). Desde luego, la imagen de la corona y de la aureola se anastomosará en la constelación simbólica del círculo y del Manda/ar(rO s11 numerosas tradiciones. Pero en su origen, la corona, como la aureola cristiana o búdica, parece ser solar. De igual modo, la tonsura de los clérigos y la corona de las vírgenes (la. primera existiV Va enge los sacerdotes. egipcios del sol), tie nen una significación solar '(". Bachelard descubre perfectamente el auténtico sentido dinámico de la aureola que no es sino ula conquista del espíritu que toma poco a poco concrencra de su claridad...la aureola reali za vna de las formas de I éxito cont ra la resiste n cia, a la subi dar> 162 . En conclusión, el isomorfismo de la luz y de la elevación se habria condensado en el simbolismo de la aureola, así como en el de la corona, y estos últimos, tanto en la simbólica religiosa como en la simbólica polí-
tica, serían la cifra manifiesta de la
trasce nde ncia.
Durante los experimentos de sueño despierto aparecen muy a menudo. imágenes de la aureola. Los personajes imaginados, durante su inraginaria ascensión, tienen un rostro que se transforma, se transfigura
en uhalo de luz intensa, y al mismo tiempo la impresión constante mente experimentada por el paciente es la de la mirac/a. Mirada que, según Desoills r(r'1, eS representativa justamente de esa trascendencia rt6 Sousrnr-r.E op. cit., pp; 18 y ss. rr7 Op. cit.,p.19. rt8 Op, cit., pp . 2j-24. t'q Cfr. JuNc, Libido, pp. 84 ,97 160 Cfr . infra, p. 23t 16r Cfr. M. D¡.ny, op, cit,, p. 181;JuNc, op. cit,, p.84. .
.
I'Air et /es songe¡, pp . L6t Cfr. D¡sotLLE, F,xplor., p. 90. 162 B^,rcg¡r¡.RD,
67 -68.
r42
psicológica que Freud llama el >, eS decir, mirada inquisidora de la conciencia moral. Este desli zamiento de la lu4 de I halo luminoso ala mirada, nos parece muy natural; porque es normal que el ojo,6rgano de la vista, se asocie al objeto de la visión, es decir, alaluz. No nos parece útil separar, como hace Desoille, la imagen del oio del simbolismo de la mirada. Según este autor164, la mirada sería el símbolo del iuicio moral, de la censura del <(superyo)), mienffas que el ojo no seria mis que un símbolo debilitado, significativo de una vulgar vigilancta. Pero nos parece que una mirada se imagina siempre más o menos de oio cerrado. Sea como fuere¡r^|9;gi1 ,la,uascendencia,, eso es Io que-.óónstata tanto la mitologia universal como el psicoanálisis. Un filósofo como Alquié capta bien esta esencia de la trascendencia que subtiende la visión: >161. Y Baudouin , al analizar lo que él denomina el <(complejo espectacularr>, muestra que este último reúne (ver> con <> en el seno de una intensa valorización del superyo que no deja de recordar la ..contemplación monárquica> caÍa a Bachelardt66. El superyo es ante todo el ojo del Padre, y más tarde el ojo del rey, el ojo de Dios, en virtud del vínculo profundo q.r. establece el psicoanálisis entre el Padre , la autoridad política y el imperarivo moral. Así es como la imaginación de Víctor Hu go , a pesar de pol arizaciones maternas y panteístas poderosas, vuelve sin cesar a una concepción teológica paternal de Dios ((testigo)>, contemplador y iuez, simbolizado por el ojo famoso que persigue al criminal Caln. Y a la recíproca, el engañador, el malvado, el perjuro debe ser ciego o cegado, como lo atestig de Les Cltáti- , ments|íT . al edípico pa- [ ra asociar los ideales^de
\ la trascen amente fisio- \ lógica como los reflejos de gravitación y el sentido de la vefticalidad i asocian los factores cinésicos y coenestésicos a los favores visuales tnt. I Una vez en relación con la gravita- i ción, los icional, pueden serv ir a la i
vez
para
io y el equilibrio normal. i
Sobre este punto, como sobre tantos otros, las motivaciones edípicas vtenen a constelar con los e ngramas psicofisiológicos. 164 Op ,
cit., p. 9 t
.
16, ArqutÉ, Pbilosophie du Sunéalisrne, p. 185; cfr. G. Dunauo, Le Décor rnytltique. 166 Btuooult¡, V, Hago, pp. /+7, 179 cfr. del mismo autor: Psycltanafise de I'Art, primera patte, capítulo V, y Le Triomp/te du /téros, pp. 42 y ss. ,49,, 101, IzL,150 y ss.; supra, p. 128. 167 Cfr. BnuDourN, V, Hago, p. 180. 168
Cfr. supra, pp.
llt
y
ss.
r43
el isomorfismo del oio, de la viaruna, dios uraniaoo, es denomi-
,i¡t
$3
$i ¡"t
ginos, los bosquimanos, los sa1n éstá considerado como el oio de de Varuna; entre los Persas, es el gos, Helios es el oio de Zeus; e
¿
-\.i,
\
Al^t72. l
mismo tiempo el justiciero.
E
mientras que entre los koriak Y , escribe con nitidez: ... admirable iusticia de la
luzlade
las armas sin
piedad...l7t
rI rcg Cf¡. Rig Veda, VIil ,34-10, y Étl¡o¡, ,Imagel 1t syrnloles, p- l?! r70 Cfr. Düru¡zr,'Diea'x des GármAins, Pp. 21,, Zg; cfr. At. Ved., IV, t7L Salmo, C)q)ilX, 7-8. r72 Cfr. Éu.ron,, Traité, pp. 119-120. r73 Kn.tpp¡, op. cit., p. gg. r74 Cfr. op. cit,, p. 90.
r7t VAI¡nv, Poésies, p.
147
16.
queado por Tur el manco, y Horacio Cocles, el cíclope , el mago que lanza con su único ojo terribles miradas, es inseparable de Mucio Scévola el de la mano sacrificada. Dumézilr77 pretende que Odín ha aceptado perder uno de sus ojos carnales, materiales, para adquirir el verdadero saber., la gran magia,la visión de lo invisible . Ha entregado su oio al brujo Mimir, que cada día le permite beber de la fuente de habilidad. El sacrificio del ojo,que se encuentra también en las leyendas de Dhritaráshtra y Yudhishtika o de Savitri y Bhaga, es el medio de reforzar /a aisiín y de conseguir la visión migica. Comprobamos que la extremada valorización intelectual y moral del lrgano visual entraña su g.hbg1pg1", dado que el órgano carnal se sublima y que una segunda vistA,, arquetipica en el sentido platónico de este término, viene a substituir a la visión común. El sacrificio oblativo del oio, que se encuentra en los Euange/ios ti*, es una sobrede terminación de la visión en videncia. Volveremos detalladamen¡s rr() sobre este proceso de inversión de valore s por el sacrificio, Que e stá muy cerca de I procedimiento lingüístice, de eufernización que se denomina lítote . En el seno de este proceso de sublimación que sacrifica el soporte material de la metáfora para conservar únicamente el sentido puro, captamos una especi. {. platonismo anterio r a Platón, y es e n esta pe rspe ctiva idealista donde la palabra
y.l
lenguaje, herederos del vocabulario simbólico de la vista, van
a sustituir en cierta forma ala visión en tanto que videncia, intuitus supre mo y suprema efi cacia. La misma inclinación idealista es la que dota
a la contemplación iluminada y al discurso de un efectivo poder: en , la visión mítica es e I contrapunto de la dialéctica verbal; de-
Platón
mostrar es sinónimo de mostrar r¡r0. En los cinco primeros versículos del Euangelio platónico de San )uan "' , /a pa/abra e stá explícitame nte asoci ada a la luz <,que luce e n las tinie bl.as,>, pero el isomorfismo de palabra y de la luz es mucho más .la primitivo y universal que el platonismo de San Juan. Los textos upanishádicos asocian constante me nte la luz,, en ocasiones el fuego, con la palabra, y en las leyendas egipcias, como entre los antiguos judíos, la palabra preside la cre ación de I universo. Las primeras palabras de Atoum, como las de Yaveh, son un ,rfiat luxrr'". ]ung muestra que la etimol ogi? indoeurgpgl de ulo que luce,, es la misma que la del término que significa uhablar>: esta similitud se e ncont raria en egipcio. Iung, relacionando el radical saen con el sánscrito saan que significa zumbar, concluye incluso que el canto del cisne (Scltwan), pájaro solar, no es más que la manifestación mítica del isomorfismo etimológico de t77 r78
DuuÉzr,I7/o;Europ., p. 160; cfr.J, fvI. e, IV, p. gI.,y M.V., p. t49.
Cfr. Mat.
,Y,
29-30.
t7e Cfr. infra, pp. 2g2-293. r80 cfr. hrmc^¡n, Izs lwylltes de platon, pp. l8l Juan, I, 1-18.
.
182
t76 Cfr. sapro, p. 87.
Gén,
I, 3; cfr. en Hist.
p. 253; cft. Kena Upan., I,
r44
I;
I, 7.
Gen. Re/ig.,
Át
l,
il,
r44,, 16g- t69.
anículo de D¡snocH¡s-NosLECouRT,
lV lyz.I d.. la.palabra r83. Es.que la palaDr^, _como la luz, es hipóstasis simbólica de la Omnipotencii. En e[ Kaleaala, es el bardá .t.rtto Ú"inamoinen glien Plsee las runas y por ello osrenra el poder, del mismo To.do que Odín, el Varuna tuerto-d_e_los germanos, óbr. por la magia de la mismo de Varuna sería del mir-b origen q.r. el vo en finés, nlno significa <
tón,
hablarr>,
y en irlándés, ran significa
((secre-
runas son a la _vez signos y flrmulas que el Ó¡¿.r Dios indoeuropeo habrla obtenido tras una iniciación d¿ tipo chamánico, es decir, implicaba prácticas ascensionales y sacrificiales 186. Odín es -que llamado a veces..el dios del bien decirrr, y el desdoblamiento del rex, caro a las tesis dumézilianas, deia aparecer una especializaci1n de una mitad del poder real en facultad de decir bien, de^llamar correcamente a las cosas. El flamen latino y su homólogo sánscrito el brabman, doblete del rex, significa >r8r. Las
HiJ[ Choisy' eselp
;i?Hfr o puede
.Qabda
producción misma al aire vital , prána,
/ el dominio de prána que ense ña el yoga es al mismo tiempo dor inio de Qabda. Aquí uoiu.-o, a, encont tar el isomorfismo de las imágenes aéreás y neu Áártir s y de los atributos del poder, tal como lo hantstudiado |ung y Bach.l"ri roo. De ahi la técnica tan. importante de la recitación de loí *ontra, palabras dinámicas, fórmulas mági?s que por el dominio del alienro y^del verbo domeñan el universo. Esta recilación conduce asimism o i fenómenos de videncia, encontrando de esta forma la inraginación el isomorfismo aire-palabra-visión rer. Este isomorfismo es aún más notorio en el ntes,
p. 95.
3.
cfr. GnaNET, Pensée c/tinoise, ma dotada de eficacia real. r88 189
p. 32 y ss.,
M. cHorsv, twétapbysiqae du yoga,'{:í: fi;:;or'iroi}irrrana (rpan,,vr, 28.
Op. cit,, I, p . 2zo. Cft J^c, Libid2, pp. 9t -96,y B¡.cHrr¡,nD, Air, pp. t 9-20 y t46. l?9 r9r M- ComsY op,.cit,r I,_p. 89, áa una etimología müy curiorá d. spbotapropuesra por Fabre d'Oliver, etimología que, pese a su fen:erlie üng'ti-rstica, es -ry r.riá d.-sái.l
t46
trantrismo para. el cual la meditación puede apoyarse indiferentemente en la contemplación de iconos divinos o en la recitación de los Fnantra, En última instancia, estos montra pueden ser puras fórmulas mágicas reducidas ala proporción de un talismán, como en la prácticalamaica de las banderas y de los molinillos de rezote2. Ahí incluso se constata
una dicotomía de intención intelectualista: porque rnantra y dbarani tienen un segundo sentido oculto, y sólo revelan su secreto bap ciertas condiciones. Eliadete3 compara además este doble sentido con el lenguaje < de los chamanes e incluso con el proceso metafísico de toda poesía, tanto de la palabra evangélica como del ..error> semántico grato a Verlaine. Cada divinidad pose e un bíga-mantra, un soporte verbal que es su ser mismo y que uno puede conseguir recit ando el mantra. Como subraya Éliaderra .r¡ mantra es un símbolo en el sentido arcaico del término: es al mismo tiempo la realidad simb olizad^ y el signo simbolizante . Es, en cierta forma, un condensado semán-
tico y ontológico. De abl la omnipotencia del nombre , del vocablo, que llega incluso hasta la utili zaciín del retruécano que se encuentta en numeiosas culturas y especialmente en el antiguo Egiptotet. Por otro lado, este símbolo puede ser indiferentemente visual o fonético: ..Entre el mantra.yána y la iconografia hry una correspondencia perfectau re6. Aquí volvemos a enconffar el isomorfismo de la visión y de la palabra. Se puede partir, bien del soporte iconográfico, bien del vehículo, audiofónico que constituye el mantra p^r^ asimilar el jrgo ontológico contenido en el semantismo. Sin detenernos en el parentesco del rnantra indio y tibetano con el dbiár musulmán, encontramos una valorización homólogl del isonlorfismo enüe lo visual y el sonido hablado o cantado en las cultüras africanas de los dogon y de los bambarateT. Entre los bambara, por ejemplo, las divisas tienen un poder efectivo, cuando son pronunciadas por el jefe. Es el aire ual salir de la boca... el que se transforma en un buen n.yanza ffuerza], que penetra el cuerpo del dios ((por las pupilas y las orejas>. La divisa y su pronunciación transforman el tere lfuerza unida al cuerpoJ en nyanoa, Con malas palabras, los hechiceros pueden provoc'ar la muerte, mientras que las buenas fórmulas, correctamente pronunciadas, curan las enfermedades. Asimismo, como muy bien dice punto de vista de la arquetipologie; sp/tn se descompondr-n según la Cibala en s,
xLI,
rg42).
r47
G. Gieterlenles,
Ánn-
tráhsfffii6n-dé-losemánticoensemiológicosigueportantoelcamino de la filogénesis evolucionista que privilegia en la especie hum an^ los 4r"atlas-sensoriales:'"visuát'y-audiofónico 200. No obstante, al lado
de este isomorfismo intelec tualizante del verbo, hemos de señalar una anastómosis posible del lenguaie y de la sexualidad. En efecto, a me-
nudo el. verbo es asimilado al simbolismo del hijo, por mediación del si¡¡r.polióma-r.,üá[d€l "ftrego; al dios del fuego -ir-o, Gibil asirio o simplemente diosa masculinizada como Atenea. Esto es lo que legitima el acercamiento que Lévi-Sttauss'ot p.rede establecer entre el lenguaje y la reglamentación de la sexualidad conyugal en la práctica universal de la exog amia. Aunque este antropólogo no tie ne en cuenta más que el aspecto formal y sintáctico de estos dos medios de comunicación social, nos parece sin embargo una vez más que el fondo y el semantismo pue de n hacer compre nder la sintaxis. En Nueva Caledo nia, .,.1a mala palabra)> es también el adulterio; numetosas tribus clasifican los abusos del len guaje entre los crímenes relativos a la infracción sexual; ..lenguaje y exogamia presentan dos soluciones a una misma situación fundamental,r: ¿no cabe , pues, discernirse asimismo una motivación semántica de e ste isomorfismo, dado que la psicopatología ,, la historia de las religiones, nos muestran numerosos casos donde la palabra está pura y simplemente asimil ada al poder sexual y el verbo a la .,simien-
202. Esta contaminación del intercambio lingüístico por el comercio ter>? sexual nos parece, oo obstante, secundaria, y derivativa de los ideales de poder, ihcluido el poder sexual, que impiica la constelaci6n espectacular que acabamos de estudiar. Como conclusión de este capítulo, podemos escribir que hemos constatado una gran homogeneidad en esta constelaci1n espectacular, vinculada a su vez al vefticalismo ascensional. El mismo isomorfismo los símbolos de la luz y los órganos de la luz, es desemántico sensoriales que la filogénesis ha orientado hacia el conocicir, los atlas^grvpa miento a distancia del mundo. Mas si los preceptos visuales y audiofónicos son dobletes vicariantes y mágicos del mundo, hemos const atado que ripidamente son duplicados a su vez por el potencial de abstracción que vehiculan. La palabra pictográfica o fonética es sublimación abstracta del precepto. Es este proceso de desdoblamiento, lo que ya habiamos visto actuando a propósito de los símbolos de la soberania tal como la concibe Du mézil'ot ,, y lo que una vez más acabamos de constarar con ocasión del fenómeno lingüístico en su conjunto y de la magia vícariante de los naantra y de las runas: ese proceso es el que h"y que examinar ahora. Incluso en el dominio de lo imaginario,la claridad va acomp añada, por los procedimientos de la distinción 204 . La espada viene a acompañar al cetro , y los esqaernas diairéticos uienen a consolidar los esquernas de la aerticalidad. Toda trascendencia v^ acomp añada de métodos de distinción y de purificación. Esto es lo que ya nos permitía entreve r la ascesis catártica de la ascensión alada y la propensión del pájaro a transmutarse en ángel, es lo que va a, confirmar el estudio de los procedimientos de separación, de los udistingo)> clasificadores y jerarquizantes, en cuyo esquema radican tanto los rituales de purificación como los rudimentos de clasificación gramatical y l6gica.
III.
LOS SÍuNOIOS DIAIRETICOS l, trascende de la denc iarexlfig.e
I guííaeest otenrrci ón )nqoue, los cont :ios. La, ascicel)I asuJS contrari ,4cl'l Iar,It hela tiniebl 2s: B Ba elat tra laas tinie )mt npl,lejo :io t :las,, 2ot , con de A tlasr> ofr cor rsan que' lv:vaiaco del Sl^arsanL, .sm mi rmolnárquica rqui yqu lueedCisn l
200
G. DI¡TERLEN, op. cit,, pp.77-79. Cfr. DTcTERLEN, op. cit., p. 2ll. Cfr. Pn¡DINES, Traité, II, I, pp. 206-207
20r Levl-SrnAUSS, Struct., parenté,
Pp 6ll
t48
.
y
ss.
ol
.
,tl
nÍ Jiza nali: rerzad< lo) per ma c( ), e! CO, esq1uJemi lo de lod eul1nl sen enpa:lm mut unddooDa
Cfr. JuNc, Libido, p. 46, sobre el origen sexual de Pneuma, PP.95-96; cfr. Hist, I, p. 2r1. 203 Cfr. supra, pP. 130 y ss. 204 Subrayamos aquí que el cartesianismo, como el platonismo, puede Poseer una coherencia isomórfica.Para, Descartes y para Platón el Régirnen diurno se ha convertido en la mentalidad piloto de Occidente ; cfr. infra p. 17l. 2ot Cfr. BacHELARD, Ráa. aolonté, p. 390. 202
g,én. relig,, re8 re9
imi nien )t :edir1m )roc UTI. inteen nctol ton d aln dai en( qin git imz }nag inadr rs ir 3S rda
r4g
) antesco y
l^
ambición de las ensoñaciones ascen-
o de talei imágenes prueba ficilmente un belicorepresentación . La luz tiene tendencia a hacerse censión a pisot eaf a un adversario vencido. Ya se ajo los s-rmbolos ascensionales o espectaculares, la lucl ador aftanzándose contra las tinieblas o contra el del heroica figura abismo. Esta dicotomía polémica se manifiesta frecuentement'e en las experiencias del sueño déspierto en las que el paciente inquieto declat^i *yo estoy en la luz, p.ro mi corailn está totalmente negro> 206. Asimismo, las grandes divinidades uranianas están siempre amenaza' das y .por eso permanecen siempre alerta. Nada es más precario que 207 una clma. Estas divinidades son por tanto polémicas, y Piganiol la p?n? cuenca quiere ver en esra divina animosidad el orige n histó.r.ico, d'el Me diterráneo, del mito de la victoria del caballero alado sobre el monsrruo hembra y ctónico, la victoria de Zeus sobre Cronos. El héroe '.1 ircnie lunar solar es siempre un guerrero violeqto y sg opgle en esto son lashaza' héroe solar, el En resignado2os. que, como veremos, es un das las que cuenran más que su sumisión a la orden de un destino . La revuelta^de Prometeo es arquetipo mítico de la libertad de espíritu. El héroe solar desobedece de buen grado, rompe sus iuramentos, oo puede limitar su audacia, como Hércules o el Sansón semita. Podria decirse xige este descontento primitivo, este movimie nto e la aud acia del gesto o la temeridad de la hazastá por tanto siempre arrnada, y ya hemos enconndente por excelencia que constituye la flecha, o que el cetro de justicia apela ala fulguración de vo de la espada o del hacha. Son las armas cortantes lo que vamos a encontrar unidas primeramenre a los arqueripos del Réglmen Diurno de la fantasia. En el nota20e, a consecuencia de imágenes inbilísimo caso analizado por Désoille ductoras ascensionales y de imágenes inducidas luminosas, aparece en la conciencia del soñador experimental el arquetipo de la uespada de oro)> nimbada de una aureola luminosa, sobre la que está grabada la palabra ujusticiau. El paciente se abisma entonces en la contemplación mística de esa hoia. El psicólogo subraya muy iustament€ que la acepción fálica del aÍma, cira al psicoanálisis, sólo es secundaria, mientras que la noción de justicia, el ésquema de la separación taiante entre el Éi.tr. y el --rl, posee la primacía y colorea sentimentalmente toda la concrencia del ioñador. Sin embargo nos parece que el simbolismo diairético, lejos de excluir la alusión sexual, no hace más qge reforzatla. Porque la- sexualidad macho no es <.doce veces impurarr, ?l contrario,
tiagudas y las herramientas aratori rética del surco o de la herida femi del Museo de Floren ciazto y l" etimol ogia misma , el arado de los antiguos griegos es, como el garrote de los australianos, uo instrumento fálico. En las lenguas austroasiáticas , la misma palabra significa falo y azada, y Przyluski2tt ha sugerido que ese vocablo mismo sería el origen del sánscrito lángulá, eue signific a, mango, azada o col L, y de linga, que simbol iza el falo. Eliade llega a, citar incluso, junto a textos asirios, la expresión rabelesiana <y la lengua ruda como el patozs de nuestros campos viene a confirmar esta asimilación recíproca de los instrumentos aratorios con la sexualidad masculina. Más interesante aún es ese ritual australiano que mafca el isomorfismo del falo, la flecha y la reia. Armados con flechas que blande n a. la manera de falo, los australianos danzan alrededor de una fosa,. s'rmbolo del órgano femenino , y al final hincan los palos en tieÍraztz. ¿No se deberia a este isomorfismo del arma y de la herramienta arutoria y fecundante las interferencias culturales frecuentes entre ,,la fuerza combatiente y la fecundidadr> que Dumézilzr3 subr^y^ refiriéndose a Marte-Quirino? A este respecto, Dumézil da el sabio conseio de distinguir bien enüe el modo de la acción marcial, irrefutablemente guerrera, y los numerosos puntos de aplicación de esta acción. Dicho en otros términos, explicat por el esquema más que por el compromiso concreto del esquema en tal o cual contexto histórico-simbólico. El sedicente Marte agtario no sería primitivame nte más que un meseguero, siendo las cosechas un punto de aplicación de la modalidad combatiente. Pero no es menos cierto que, tanto en el caso de Marte como en el de Indra, el armamento en sí mismo, por su simbología sexual, puede prestarse a equívocos y hacer asimila r la espada al arado común o compuesto2ra. H"y uo <> inherente a la espada. Para nosotros, es el mismo isomorfismo que une la verticalidad con la trascendencia y h virilidad que ahora se manifiesta en el simbolismo de las arm as alzadas y erguidas, peto que esta vez se colorea de un sentido polémico y agresivo muy marcado por el símbolo mismo. El le--q¡"rrse'-encucnfm provlsqo de[.héro-e,"g$-p-9r tanlQ." a la vez. ^Íma 'de"p'bder-y*de,'pureza. El combate reviste mitológicamenfe un carácter espiritual, cuando no intelectual, porque <.las armas stmbolizan la fuerza de espiritualizaciín y de sublimación>ztr. ¡l prototipo zto Citado porJtnvc , Libido, p. 145; cfr. dilroltt por Euaon, Traité,.p. 227 . -Citado 2r2 EtnDs, Traité, p. 227.
ztr
ztj DuuÉzr,
206 p¡5gtLLE, Explor,, p. 70. 207 Cfr. PrcANtoL, Oigine, p. 119.
:
campo, abismo, seno.
Les Dieax des Gerrnains, pp. L27, 131; cfr. Indo-Europ., 2t4 Cfr. DuMÉztL, Indo-EuroP,, p. 89, y Tarpeia, p. 128. 21t DrEr op, cit., pp . 2t, 176.
i4fra, p. 28). Drsorrr¡ op. cit., p.76.
208 Cft. zoe
es símbolo del sentimiento de pode o vergo nzosa ausencia por el homb se unen en una especie de tecnolog
1t0
Iil
p.94,
100.
prototipos cristianos del buen combate son un arcingel y un prlncipe mítico: San Miguel y San |orge, eo cuyo nombre serán armados los ca-
de todos los héroes, todos ellos más o menos solares, parece ser Apolo attavesando con sus flechas a la serpiente Pitón. Minerva también es una diosa armada. Esta espiritualidad del combate es lo que el psicoanálisis pone de relieve en una notable constelación hugoliana216 donde vrenen a confluir, en torno ala actividad intelectual, la espada, el padre, el poder y el emperador. Hugo, eue compensa sus deficiencias físicas con este doblete de la espada que constituye la inteligencia, con-
balleros de la Edad Media. El primero, verdadero apolo cristiano, maia
al dragln y reina en Gargano junto al Monte Tombe 222; el segundo, cual Perseo, libera a una ioven a la que un dragín va devorar y lo atraviesa con su lanza. Estos prototipos se ven repetidos ^en numerosos
sucedáneos regionales, todos ellos requeridos contra el drag1n y movilizados contra las tinieblas: es San Armentaire en Draguignan, San Agri-
fiesa explícitamente: <
cola en Avignon, San Bertrán en Comminges, San Marcial en Burdeos, San Donato en Sisteron, San Marce lo en París y San Hilario en Potiers. El folklorismo muestra que cada obispado, si no cadaparroquia
Chateaubriand.u No hemos de extrañarnos, por tanto, de ver en la mitología la espada revestir siempre un sentido apolíneo. El aÍm^ de ^ Pe rse o es el disco solar mismo que mata al rey Acriso, libera de sus ata,duras a Andrómeda, decapita la Medusa, y de esta última haza:ñra, desdoblándose en cierta forma ^el arlna misma, nace Crisaor, .,el hombre de la espada de oro)>, símbolo de espiritualizaci1n2tT. Teseo, gÍan especialista vencedor de monsttuos , m ta con una espada migiga a Scirón, Procusto y Peripethes. Y si Heracles utili za a. menudo la clava, usa e I arco para abatir a los tene brosos piiaros del lago Estínfalo, y liberar asi al sol, y es también con flechas como combate con Nesso, mientra que , para vencer ala Hidra, recurril a la espadt y zla llama purificadora. En la tradición germinica e indoeuropea, los héroes matadores de monstruos son innumerables. Su paladín parece ser claramente el Indra védico, y Thorr su primo hermano, vencedor del gigante Hrungnir. Igual que el Vritrahan védico , mata al , monstruo tricéfalo que intenta comer el festín de los dioses2r8. Veremos que esta triplicidad de Hrungnir y de Tricirah, sobre la que insiste Dumé zil"e y qye se encuentra tanto en el Azhi Dahaka iranio como en el Gerión griego o en el Mech irlandés de corazón formado por tte s serpientes, no es nadamás que el gran símbolo del tiempo lunar que estudiatemos en nuesrro segundo libro 220. Estos dioses combatientes qu9 se relacionan Martiscon nuestro más familiar Marte latino y sus lanzas -ltastae son también dioses fulgurantes que utilizan indiferentemente atmas humanas o rayos cósmicos. Innumerables dobletes folklóricos de Thorr llenan las leyendas germínicas , m?tadores de monstruos, de osos, de dragones, como Barco o Bjarki y su protegido Hóttr que no dejan de recordar a Marutah y los compañeros belicosos de Indra 22t . L^ cristiandad here da por supuesto de este arquetipo del héroe combatiente . Los dos
-tanto prestigio y vigor psíquico tie nen e I arque tipo-, re ivindica un santo paffono sauróctono, e insiste sobre San Hilario de Poitiers, a quien asimila con Hércules y que se convierte en el especialista francés de la victoria contra el drag6n223. El tema del héroe combatiente se encuentra por último en los cuentos populares bajo la forma eufeminizada del que aleia y deshace los maleficios, suelta, descubre y despie nta. Príncipe encantador que se observa también en la leyenda nórdica de Sigur y Brunilda, €n un cuento tirtaro, o en la Bella durmiente del bosque: todos ellos ilustran este tema <
I I
los Argonautasr> 224. No sólo el prestigio del dios combatiente ha contaminado la hagiografia católica, sirio que parece haber inspirado a todas las instituciones de caballeÍia, todas las ..sociedades de hombresn o de guerreros. Ya sean el Komo o el Kwore bambara cuyo jefe es un herrero y cuyos emblemas no deben ser vistos por las mujeres, yr sean los berserÁ,ir germinicos o los luceres latinos, o sean finalmente las órdenes cristianas de caballeÍ1a, todos parecen modelarse por Ia acci1n mitollgica del héroe combatiente primordial zr. F;¡l uno de los capítulos de su libro sobre Les Dieux des Germains, Duzémil se ha extendido ampliamente sobre las constituciones de estas .,sociedades de hombres> de las que las armas son una sublim ación y una segregación vicariante del poder teriomorfo de las garras y los colmillos, ya sea entre los u <,hombres lobosu de la cultura nórdica, o bien entre los <.hombres panteras)> de 'Nrica central226. Todos los miembros de estas sociedades son, ante todo, guerreros, poseen amplios derechos sexuales, practican duras novatadas iniciáticas que constituyen quizá un doblete litúrgico de las hazañas del héroe primordial. En Occidente, los berserkir se humanizan y se transforman en uikingos, que por sí mismos tenderin a una especie
p. 34. Cfr. DlEr, op, cit., p. 185; cfr. Cnrunr op, cit,, artículos , <.Petsée>,
216 Cfr. BnuooutN, Z. Hugo,
2r7
,. 2r8 Cfr. Dut'tÉzlr, Indo-Europ., p. 69; Gerrnains, pp. 97, 102. zt') Cfr. Dut*lÉzlr, Gerrnains, p. 103; sobre los rres Horarios, cfr. Dut',tÉztr,, Indo-
222 223 224
uMéduse
Europ.,
p.
pp.
4 y ss. 22r Cfr. DuuÉztL, Germainr, 27
pp.93, t6J; Indo-Europ., pp.62, 69; Tarpeia, p. LI3.
T'2
Cfr. LEr¡,, Contes, pp. 79-8L. Cfr. B¡,uoourN, Le Triomplte du ltáros, pP. IL7
y ss., 130 y
114.
22o Cfr . infra,
Cfr. DoNTEvIITF, op. cit,, pp. L37'138. Cfr. DoNTErwrrrF, op. cit., pp. 138-140 y ss.
l.
ss.
zz, Cfr. DTTER¡EN op. cit., IvL Q,,I, p. 91. 226 DuMÉzf,L, Gernz.,
pp. I43,,
pp.79,88,
146,, t69; cfr. DuuÉzf,L, Indo-Europ,,
90.
153
p. L96;
de caballeria donde la sexualidad, baio la presión catirtica de esra constelación de ar_quetipgl militares, quedari muy reglamenrada. Las grandes órdenes de caballeria medievales, y en partiiular la, famosa ordert de los Templarios con su ascetismo militar y homosexual a la vez227 , no sólo nos parecen la secuela de las <,sociedades de hombres> primitivos, sino que incluso los círculos de estudiantes de la Alem ania bismarckiana con su ritual belicoso y las novatadas practicadas en nuestros días en todo grupo masculino cerrado, heredan en nuestra opinión las costumbres lgianas de los berserhir. Por último, se puede ilévar aún más lejos esta filiaci1n del héroe so.lar y afirmar con Gusdorf que <,la misma noyel_a policiaca, que constituye uno de los aspectos más singulares del folklore contemporáneo, prolong4 bajo las apariencias del duelo enrre el detective y el criminal,la inspiración de laJnovelas de c pa y espada gue fue más.antiguamente la de las novelas de caballe rla>>zza. ¡jen Quiigr: no pasa de moda, llevado como es por la psique ererna, y Sherl,ock Holmes se convierte de este modo en él sucesor directo de S* Jorge , igual que Maigrer recoge la herencia de San Hilario. Ahora tenemos que examinar el problema de la natu nleza misrna de las armas del héroe, naturaleza que a primera visra no aparece expresamente como cortante. Die I 22e establece una nitidís ima distinción simbólica entre las armas cortantes y las armas conrundentes; las primera son fastas, y sirven para vencer efrctivamente al monstruo; las s.g.rndas son impurag y co¡ren el riesgo de hacer fracasar la empresa ü6eradora: Jasón-, utllizando los encrñtor de la bruia Medea,, fracasarien su taÍea de héroe al negarse a decapitar al monsrruo. Según Diel 2r0, los encantos mágicos, igual que la maz4 serían los s-rmbolos de la animalidad, y la victoria de Teseo sobre e I Minotauro muerro con una maza de cuero <(no es más que una hazaña perversa>>, una traición alamisión heroica. Teseo termina por eso miserablemente clavado a la roca infernal. No obstante, esta zutil distinción no nos convence apenas y los_ parece que es una pura orde nación de la simból ica para las necesidades de una causa moral, distinción inspirada por un postulado evolucionista que quiere que las armas contundenteJ hayan iido anteriores a las armas cortantes. Todo lo más puede observarse un incidente cultural que iría e n el sentido de esta distinción: en las culturas de la edad de hierro persiste la creencia en el origen celeste de este meral 2lr. Esta creencia sería debida al origen efectivamente meteórico de los primeros minerales tratados y podrla haber valo úzado más las técnicas de la maza de madera o del hacha manual de sílex. Pero recnológicamente hablando, las dos especies de armas se agrupan fácilmente án la cate goria 227 Cfr. A. Ourvrrn Les Temp/iers , P. Nnuoo¡1. 228 Cfr. GusoonF, op, cit., p. 241. zz') Cfr. DIEI, op. cit,, pp. 17 6-17 8 2)o Drct,-op. cit., p. 187.
.
Sobre
,
el ritual masónico,
cfr
. las obras de
de las benamientas Peru!qg12!€&.--yz sea la percusión pausada del cuchi-
lloo@cT-pércusiónlanzadadelhachaode|amaza2'2.Es
más, son los primeros instrumentos de percusión los que sirven para modelar las primeras hojas de sílex. Y porque las armas son clasificadas coftantes, contundentes o punzantes- por el tecnólogo '3t bajo la,
-sean rúbrica de la percusión, nosotros no dudamos en situar, bajo misma el mismo esquema psíquico, la división brutal, la separación de un objeto de su ganga informe o la penetración por horadamiento. ¿Es ac so, una vez más, el esquema psíquico el que inspira las ténicas de la
relativo a la dialéctica de las armas divinas y al problema mitológico de la atadura.2st . Dumézil, acumulando un grandísimo número de observaciones documentales , uata de mostrar que las funciones del atadormago son irreductibles con las del guerrero-cortador de atadutas. Varuna el atador es antítesis de Indra, el manejador de espada. Pero nos parece que Éliade elimina juiciosamente esta dialéctica considerando que atadura y desatadura se subordinan a la actividad dominante de un soberano atador. Porque primitivamente el símbolo de las ataduras €s, como y^ hemos indicado, patrimonio de las divinidades fúnebres y nefastas2r6. Ahora bien, parece que en la persona de Varuna hubo colusión psicoló gica entre el miedo al maleficib de las ataduras y la esperan2t2 Cfr. L¡nol-GounHAN, Homme et rnatiire, P. 46. 2r3 Cfr. op, cit., pp.6L-63. 2t4 Plc^ruoL, op, cit., p. 188.
23, Duun-il, Germains, pp. 2I-27; J. M, 8.,pp. 79-8t; Mitra Voruna, pp. 33,79 y siguientes; FltnDr, Imagesbl symboler, P. 120 y ss. 236 Cfr. supra, pp. 9l y ss., 100.
ztl Cf¡. Euaor, Forgerons, p. 27.
rr4
rt,
za en un soberano remedio cont:nla atadura mortal. Parad1¡icamenre, Varuna se convierte en el aador supremo, es decir,.r rq.r.íq".-ii.n. plenos poderes para
bien Varuna
parece
anexa, permanece fun no, de justiciero23T. EI a propósito de la etimol ogia d_e la palabra Yoga, que viene yng, qle significa'. ,-añade paiad ójícamrrít.', invirtie"Jode poi t-frasis simbólica la motivación eiimol oiica. >238. Esta reflexión del historiador de las religiones subüya une- vez más paranosorros, la , '
importancja de
los-proc
,special-.rr,. de la anti-
frasis en los.pasos dé h qu; la anitfrasis se constiIi a¡^le.ti.a , y la Ity.. desde los .primeros lencia que de ello resulta "-biur_ este caso parala noción de yogamarca, -en la secreta inclinación del pensamiento'hr*".ro, que es ante todo negar lo existencial y lo l*ñoral. UnificaÍ; upqngi ulió .i y,rgo)>, supone
ante todo una separación, t,tr.purificación del doÁinio'prñfrrro.'p.ro también esta ambivalencia de la atadura es el prin.ipi; de un deslizamiento de los mitos y. de las imágenes de la tirs...riencia ¿. l"-i"-
t transigencia uraniana hacia los miós y los símb la tgmqoralidad viene. a integrarse, Juuy"gra, antifrasis, y que estudiar.-or -ás adel ^nt{zn. rrero por excelencia, no le hace ascos a utilizar la a atadores, y Bergai gnezqo admite gue Ind¡a ..vuelve conrra el demon artimañas>>, rriunfa de los Máyin pgr medio dg los Máyá. de manifiesio-rr.,-.ro_ sos casos en los que Indra es atado pgr ,:i-p*alismf mitico g.re impurs a a unaf"r;f::,üt""::tf:ffi:;::? asimilar toda suerte de atributos iiui.tor...rrat. El misrño Dumé zil,óo, último, admite que la incompatibilidad enüe .l rrrJoi y .r -"";l;ár, {t. .:P ada no es tan absoluta como afnmaba, que hiy'deslizamiento del dios mágico y atador { -"-"eiador de arrnas órrt.'á..rt.s y co6an-
tes, gye h?y transformación del'Rex en Dax242. Es -er,la órñi;", asamblea legislativa es al .principio g,r.rr*r, presidida por Marte Thincsus. Es la sociedad, miiitar É qu; r"n¿a la'socie¿a¿ .'iuil, lo-o 217 Cfr.
l!
Atbar, Véd., VI, t2L-4; Rig Ved., VIII, Éryror, Yoga., pp. 18-19.
Cf! infra, ?t., 240
p.
g7_2.
109.
Cfr. B¡ncÁrc¡¡¡, I^a Religion uédique d'aprés les bltmnes du RiS-Véda, par-s, 1883, IIl, p. 115. 24r Éu¡'or, symb., 131. Sobre la del héroe y de su adversario, cfr. B,ruooun, ¿" Tribompbe di i¿r;;;-.-224. ( 242
DuuÉzr , Gerrn.,
p.
154.
aparece nítidamente en Roma y enffe los germanoszal. fi5imismo, en la leyenda de Tyr el manco, la mano cortada es asociad a dialécticame nte a la, atadura: es por haber atado la crueldad del lobo Fenrir por lo que Tyt deja en prenda su brazos en las fauces del lobo 244. El mismo copromiso se observa en la mitologla francesa y cristiana. Para vencer al monstruo, el héroe cristiano no siempre utiliza los me dios expeditivos de la espada: Santa Marta ,renlaza, L la Tarasca con su cinto, lo mismo que San Sansón de Dole anuda su cinturón al cuello de la serpiente mientras que San Véran ata con una cadena de hie ÍÍo a la <.culebra> de la fuente de Vaucluse,y según Dontenvillez{t, el Apolo sauróctono del Museo del Vaticano udoma,> al reptil y no lo mata. El mitólogo indica en este ptog..Simiento de la atadura una bifurcación muy importante él califica de no cristiana- de la actitud heroifundamental, a saber: una eufemizaci1n del mal. El ca respecto al mal-que monstruo aparece como <(enmendable)> y se abre así de nuevo la vía de la antlfrasis ala inveisión de los valores imaginarios, cuyo símbolo mismo ser-ra la serpiente con ctbeza de carnero de los druidas (q.re no deja de evocar para, nosottos la serpiente emplumada amerindiau): 2a7 . Se encuenffa la misma distinción en las concepciones del zoroastrismo. Al final de este período de cautiverio, Satán es <.desencadenado,, para servir de auxiliar a la justicia divina , para servir de ejemplo general de la destrucción definitiva del mal248. Es asimismo en este sentido de compromiso por subordinación como Iung ve en las monturas animales del héroe el sírnbolo de los instintos sometidos: Agni montado en su carnero, \üflotan en Sleipnir, Dioniso en el asno, Mitra en el caballo, Freyr en el iabali, Cristo en su iumento, igual que Yaveh en el serafín monsüuoso, son símbolos de un compromiso <(con)>. Pero todos estos compromisos, estos esbozos de ant'rfrasis, estos héroes que desdoran el 24t Cfr. op, cit., 244
24t
DuMÉztL,,
Cfr.
DoNT.NVILLE,
Indo-Europ,,
p.
162, 166;
Mytb. frore .,
pp
Mit. Vor., p.
179; TarP,,
p.
. l4I-142; cfr. L. Duuo¡¡r, It
126. Tarasque,
pp. 92, t63. 246 Un hermoso ejemplo de transformación por ant'rfrasis nos es dado en el pasaje de la leyenda de Santa Marta en el ritual de la Tarasca; cfr. L. DuruoNT, op, cit,, pp. 244 y ss.; cfr. infra, p. 3rr. 247 Cfr. Lnr.rcToN op. cit.,p.22j; cfr. Isa'as, XXIV, 9l; Apoc., XX, I. 248 Cfr. Apo6.,
r56
p. lrr.
Cfr.
XX,
7 y ss.
r17
2t4 Cfr. iofra,
z z ro y más
p.
240. 12.
p. 62. Son estas posibilidades de torcimient"rlian loJ resortes de lo imaginario en
LARD, Réa, repos.,
z{e zto [s¡
cfr.
xxII,
212
Cfr. Cfr'
. . l4g, sobre el papel protecror del círculo mágico.
25r
2rt Cfr.
6.
r4' P.
ser más gug. un epíteto de la estructura. Cfr. B'rcH¡poétique d9 l'esp.ace, p. 210. 2ts R. CtnNóN, Le Régot dá la qLanñté et'le signe des tempr,. P. 138; cfr. infrL, r. en Lamartine, Verhaeren, Seiudadn a la p.216;lobr. 1" op Héros, pp. 484.y :l' P'.Ru' uDoulN, I¿ Rousseau,
2li Aquí la
p..ó.
p. 148; cfi.
I^a
[""rí"i,
v¡nhademostrado(L'Utop'ieelcaráctersesquizoide'.dela . cfr. MucHnru, iquier orra n.po¡liie de pl",o" como d 101, este (untverso contraD-
1t8
r19
op, cit., p.
Al lado de los medios belicosos de separación como la espada, la cot?za o la muralla, existen procedimientos mágicos que se incorporan a un ritual. Ya habíamos observado que todos los símbolos que gravitan en torn o a la ascensión o a la luz, siempre van acompañados de una intención de purificación. La trascendencia, como la claridad, parece exigir siempre un esfuerzo de distinción. Además, todas las prácticas ascensionales a las que hemos hecho alusión, bie n sea en el chamán o en el psicoterapeuta, son técnicas de trascendencia alavez que prácticas de purific aci6n En estos esquemas que tienen la característica de oponer valores utópicos, considerados como positivos, a las negatividades de la existencia, puede decirse, con Bachelird, que todos lolvalores podrian ser simbolizados <261. Sin lugar a dudas, todas estas prácticas de ablación no son forzosamente ablaciones -que de distinguirse de la animalidad. sacrificiales- significan una voluntad Este es también el sentido de la tonsura de los sacerdotes y los monjes cristianos, de los santos yogis, de los monjes budistas o jainitas: esros últimos practican la depilación completa del cuerpo, de pilación que _no es slno una tonsura llevada a su límite extremo262. La tonsura y sus derivados son signos de re nuncia a la carne , porque <<€S? práctica signi fica el desafío, el desdén de la fascinación, del impulso procreador de la Maya con su ciclo vital, . Y Zimmer añade estas observaciones significativas a propósito de un Lohan chino: <,Es el re trato imagin ario de un hombre que ha cortado todos sus lazos mundanos, haciendo caso omiso de la esclavitud de la vida sin fin. . . de un hombre que ha blandido la espada cortante del conocimiento discriminador y se ha liberado de todas las cadenas que ligan alahumanidad a los impulsos y a las necesidades del mundo vegetal y animal ...11263. La institución del historiador de las religiones converge con el isomorfismo de la espada pur ifica2r9 BACHELARD, Eau, 260 Op.
p.
181.
cit., p. 189. 26t Cfr. Lorurtl, op. cit., p.96. 262 Cft. Ztt¡MER, op. cit., p. L59.
261
op.
cit. ,
p. r)2.
dora y de la antitesis de los lazos del cual esta última purifica. Creemos que en ese contexto simbólico es donde deben interpretarse los ritos de excisión y de circuncisión. Entre los bambara264, por ejemplo, toda la operación tiene por meta hacer pasar al niño del dominio impuro de Musso-Koroni al bienechor poder de Faro. Desde luego el rito, eo esta cultura fluvioagraria, se sobrecarga de significaciones secundarias, pero insistamos por ahora en tres elementos muy significativos del conjunto isomorfo de los arquetipos que estamos estudiando. Es, ante todo, el sentido purificador de la hoia, separadora del u)anzo, luego el papel protector del bonete en tanto que cubrecabezas, y, por último,lavicaEl cuchillo riedad e desenvajes llam
narlo simboliza al purificado abandonando su prepucio. Aunque la operación esté vinculada a un simbolismo sexual del fuego, no se purifica menos mediante el lavado del cuchillo y el pene antes del acto operatorio, y esto con un agva en la que se ha templado el hierro de un hacha2(. El hierro del cuchillo está hecho para, <>, < del u)Anzo, y gracias al cuchillo, en cuya hoja está grabadala imagen del pájaro Tatugu-Koroni, la sangre cargada de wanzo impuro vuelve a Musso-Koroni, la tierra. El acercamiento al lugar de la ceremonia está prohibido por contaminante : se cotre e I riesgo de contrae r el wanzo. La purificación se remata mediante seis días de retiro, un lavado e n e I río y un triple salto por encima de una hoguera, a fin de estar seguro de que se ha quitado uno hasta las parce las más pequeñas de impure 2a266. Se ve , pues, eo el acto mismo de la circuncisión, converger en un notable simbolismo purificador la hoja, el fuego y el agua. Pero la cabeza del paciente es asimismo objeto de cuidados particulares: la cabeza que se excinde está revestida de un turbante blanco .,color de FaÍor>267 , el circunciso lleva el gorro de circuncisión, tejido de lana blanca,que protege al circunciso durante su retiro ritual, que se encue ntra situado de este modo <(en la luz protectora y purificadora de Faro,r2('8, porque la cabeza es la parte ucapital, del individuo, y tiene que recibir cuidados especiales. Por último, a este complejo simbólico se une el oído, receptáculo del verbo, cuyos adornos son confe ccionados, para <.mole star a los portadores de malas palabrasu, y que sobre. el cadáver de los circuncrsos son cortados en lugar de I pre pucio ..a guisa de circuncisiónrr 2("'. La ceremonia de la circuncisión es, por tanto, toda ella, una ceremonia de diairesis catirtica, una ordenación, mediante la espada, del mundo 264 Dl¡r¡nr¡N op. cit,, pp. L79 y ss.; cfr. Grulur¡, Nouael/es recltercbes sur la notion de personne c/tez /es Dogonsn (Joam, psycb. nornt. et patbol., octubre-diciembre de 1947, p. 428). 26, Cfr. DnTERLEN, op. cit,,pp. l8l-183. 266 Cfr. op. cit., p. 187. 267 Op . cit., p. 18 I . 268 Op. cit., p. 6r. 26e op, cit., p. 187.
l6l 160
mprometido y confuso; cada sexo se purifica por la circuncisión o la cisión de los elementos perturbadores del sexo adverso simbolizados rr el prepucio y el clítoris. Frente a los psicoanalistas clásicos 2'0, vemos la circuncisión un acto más urgente que el famoso rescate de la casrción o que la novelesca tesis de Tótern y Tabú2it, pára la cual el rial de circuncisión es la reminiscencia debilit ada de la castración de ;machos jóvenes por los viejos. La circuncisión, como lo prueba el esdio antropológico, es ya una filosofía ritual de la purificación por la ;tinción de los contrarios sexuiaparentes: tiene por misión separar lo rsculino de lo femenino , zanjar literalmente los sexos como zanja tre la pufeza mascul ina y el wan zo feminoide y corrompido. La cirncisión es, por tanto, uo bautismo por arÍancamiento violento de la ila sangre, de los elementos de corrupción y de confusión. El segundo arquetipo en el que van a condensarse las intenciones rificadoras es la limpidez de/ agaa lustra/, BachelardzT2 señala la regnancia espontineapor el agua sucia y el <.valor inconsciente atribuido ala interpreLguapura>. No es en cuanto sustancia -contrariamente :ión elemental de Bachelard-, sino en cuanto limpidez antitética, mo ciertas aguas juegan un papel purificador. Porque el elemenagua es en sí mismo ambivalente, ambivalencia que Bachelard recoce de buena fe cuando denuncia el < de I agu Ese ^273. ¡a lustral tiene de entrada un valor moral: no actú,a por lavado cuanrtivo, sino que se convierte en la sustancia misma de la pure za y alnas gotas de agua bastan para purificar un mundo: para Bachel^rd2i4 la aspersión la operación purificadora primitiva, la gran y arquetípica agen psicoló gica de la que el lavado no es más que el doblete grosey exotérico. Se asiste incluso ahi al paso de un sustanc ia a, una fuerza radianterr, porque el agua no sólo contiene la purez4 sino que el organismo zti . pl agv lustral es lo el :e
^gLra
270 Cfr.
M. BoNAnARTE, Psycb. anihr., it. 183. Cfr. Fn¡uo, Totem et Taboa, pp. 60, 68,83 y ss.
271 272 B¡,cHnnRD, EAu, p. 182. 273 BlcnerlnD, op. cit,, p. 191. 274 B,tcHnrlRD, op. cit., p. 192.
i
C,rs¡N¡w1,, ks Dieux dansent Cibola, p. 98. Cfr. la ceremonia del lavado nupcial entre los Hopi, en DoNT,u,rvrsvil Soleil Hopi, p. 228 y ss. zte gf¡. Éu,roE, Traité, p. I72; cfr. Apoc., XXII , !'2; Ezeq,, ryX-Vll; fuc., XII,- 1; cfr. SÉsrLLor, Fotfui.,II, pp. ztí y ss. , 46ó; t cfr. E. LoNc-FttcK, ks rites de cbasse cbez
sibéiens, PP. 131 Y ss. zt9 Lucas, III, 16. 280 Cfr. L¡nol-GouRHAN, Homrne et mat, P. 66. 28t Cfr. Lsnor-GounHAN, op, cit,, p. 68. 282 Cfr. B,TcHELARD, Psyclt. da feu; cfr. infra, p. y ss. Cfr. J. P. BavARD, Le Feu, especialmente cap. VI: , p. 19; cap. X: cFeu et eaur, p. 111. 283 PtcaNtoL, op. cit,, p. 87.
les peaples
tlí
27' Op. cit., p. lgl . 276 Qf¡. Dun¡,No, , en Mercare de France, egosto de 1953. 277 S¡¿HEL^RD, Eaa, p. 198. Sobre la práctica del lavado lusual de los cabellos, cfr.
162
284 Cfr. op.
cit,, p. 96.
r63
ción, los sacrificios por cremación y las preocupaciones espiritualistas que desprecian la geog rafía ctónica han susriruido a los saciifi.ios sangrantes de las re ligiones agrarias. En Rom a seria incluso el héroe solar Hércules qtrien ma285. Existe por tanto un ufuego l, y el propio brchelard
286
recono
lado de alusiones
eróticas, implica f"gqo puede s la historia de I de los elemenr
tención de purificación y de luz. El
ntrario, se*.ralmente válorizado,
y
las cons tataciones del psicoanalista
o un simple doblete de^váyú el pu-
rificador como ostrado perfecramenre- íat ,1rlsiduo de un ritual de fecundidad agraria. Asimismo, en el culto de Vestz, un ritual de purificación muy acentuado,, cargándose con un viejo fondo agrario, hace paradójicamente que la diosá se confunda en numerosos puntos con las divinidades de la fecundidad, rales como Anahita Sarasvati.y _Armati288. El fuego es llama purificadora, pero también centro genital del hogar patriarcal. No hay que ir a buscar, como hace Bachelard siguiendg t Frazer2se, el sentido purificador del fuego en la cocción culinaria, sino que ..siguiendo la dialéctica del fuego-y de la luz,, es como se forma la verdadera virtud sublimanre del fuégo, y Bachelard 2'{x) cita la admirable expresión novalisiana de esa intuiclón'de la e sencia catártica del fuego : < El fupgo, ¿es acaso, eD el mito de Prometéo, algo más que un simple sucedáneo simbólico de la luz-espíritu? Un mitélogo p,réd. escribitzor qYe el fuego les muy apto p^f^ representar el intel..to... porque permite a la simbolizaci1n representar, por un lado , la espiritu il¡r^i¡On (por la luz); por orro, la sublimación (por el calor)> Ciertas consideraciones antropológicas vienen a confirmar el simbolismo intelectual del fuego: el empleo del fuego señala, eo efecto, ula etapa más- importante de la intelectualizaciónu del cosmos y ,raleia cada vez más al hombre de la condición animalu. Por esta razlnespiritualist?, el fuego es casi siempre <(regalo de Diosu y se ve siempr. dotado de un poder 2e2.B"io el aspecto ígneo, la divini¿ad se revela en sus manifestaciones utanianas a los apóstoles e I día de Pe ntecostés, y 28t Cfr. op. cit.,
p.
101.
286 I,¡6HELARD, op. cit., p. 200. 287 BunNouF, Le aose sacré,
p.
115. Cfr. el curioso mito Matako referido por MÉ.
TRAIIx (Histoire du rnonde et de l'bomme. Textes indiens de I'Argentine, N. R. F., t2lQ y que evidencia perfectamente esta ambivalencia del fuego, a lá vez sexual y purificador: antes de que los hombres descubrieran el fuego, no podían separarse de lamujer.
durante el parto. En resumen, entre los matako, el fuego fuega el mismo papel que'el cuchillo de circuncisión enrre los dogon y los bambara. -
Cfr. DUMÉzrL, TaP,, p. 107. Cjado por B¡,cu¡raRD, op. cit,, p.205. op. cit. , p. 209 29r DI¡r , op. cit., p. 234. 292 KR^app¡, op, cit,, p.203. 288
zeg zeo
.
r64
tanto a San Buenaventura como a Dante. El fuego sería ese udios viviente y pensante)>zrl que, efl las religiones arias de Asia, ha llevado el nombre de Agni, de Athar, y entre los cristianos el de Cristo. En el ritual cristiano el fuego juega además un papel importante : fuego pascual, fuego conservado durante todo el año; y las letras mismas del título de la crvz signific arian lgne Natura Renoaatur Integraze+. No obstante, eo el cristianismo, como en otras religiones, el s-rmbolo del fuego está cargado de significaciones ambivalentes: vetemos que el elemento fuego, interpretado por un régimen completamente distinto de la imagen, está.'rntimamente vinculado 7los mitos de la resurrección, bien por su origen xílico entre las tribus que utilizan los encendedores de fricción, bien por el papel que juega e n la cocción de numerosas alquimias2e'. Reteniendo por ahora solamente de las representaciones del lrego su simbolismo purificador, oo olvidamos sin embargo gye una imagen soldada natural o tecnológicarnente a una constelación perfectamente delimitada puede emigrar subrepticiamente, gracias a una cualidad secundaria; en el caso que nos interesa aquí, vemos el fuego de origen percutiente anexado por su calidad luminosa a un isomorfismo uraniano, igual_que el agua no_s pareció depender,- pot lo que a su semantismo se refiere, de sus accidentes: limpidez, rurbiedad, profundidad, etc. , más que de sus caracte res sustanciales. Una vez más constatamos que no es mediante una física de los elementos como se organi za la imagin aci6n, sino más bien mediante una fisiología que se podría llamar verbal,y por los restos adietivales y pasivos de estos verbos que expresan esquemas y gestos. Contrariamente a lo que afirman los gramáticos2e6, el adjetivo aparece en su génesis psicológica como epicatateto, es decir, mentalmente prendido,ante la sustancia. ante el sustantivo, por la sencilla razón de que el adjetivo es más general que el sustantivo, es decir, está emparenhdo con los grandes esquemas verbales que constituyen la subjetividad de lo irnaginario. El isomorfismo de la pureza ignea ilustra esta clasificación epicatatética de las cualidades im
ag.inarias.
t-
, r,
-'*.n
Este isomorfismo se refuerza a(tn debido a que , paÍa numerosas po-i blaciones, el fuego es isomorfo del pájaro. No sólo la paloma de PenteJ costés, sino también el cuervo ignlfero de los antiguos celtas, de los in-
dios y australianos actuales, el halcón o el reyezuelo son páiaros esencialmente pirógenos2e7. Con frecuencia es la coloración de un pico, de 293 BunNouF, op. cit., p. 119; cfr. DucHrsNE-Guru-EMrN, op. cit., pp. 50 y ss.; cfr. UNo¡nHtt, Mysticisrn, p. 421. 294 Cfr. BunNouF, op, cit., pp. 130-131;cfr. CrnvEL, Le Gnosticisl7t€, p.Il2. 2e, Cfr . infra, pp . 315 y ss. Por esta razón un esrudio profundo de I fuego es siempre plural, el adjetivo cualificativo uluminoso>, , udulceo, , , etc., tiene , una vez más, más importancia fantástica que el sustantivo; cfr. A. J. PEnNry, Dictio n naire my t b o - b e rm é ti g u e, articulo ..Feu n. 296 Dnuoun¡T-ÍE, op. cit,,II, 84, p. 4gO. Cfr. G. DunnNo, Les Trois niueaux de /a
forrnation du 297
sy rn
bo/isrne,
Cfr. Kn,ryen, op, cit., pp. 303-304.
t6,
una cresta, de un plumaie el que decide la elección del páiaro de fuego, y por estas razones probablemente el piconegro con chorrera roia y el petirroio están mezclados a las leyendas del fuego. Cuando son peces los que traen el fuego en lugar del páiaro, sólo cumplen ese oficio por usurpación o rapto, como el lucio del Kaleua/a, Por último ademís, para comprender el cuadro de este isomorfismo del fuego y de los demás elementos diaréticos y espectaculares con los que constela, el fuego se asimila frecuentemente a la palabra, como en el Upanisbad, donde el isomorfismo religa notablemente la cima, el fuego y la palabra: <¿Cuál Y Agni, ¿sobre qué reposa? es la divinidad de Cenit? la Palabratr>2e8. En -¡Agni!-. la Bib/ia igualmente , el fuego está relacio-¡Sobre nado con la palabra de Dios, y con la palabra del profeta cuyos labios
elemento aéreo la sustancia misma del esquema ascensional 300. Ya hemos observado cómo en la tradición india el aire está estrechamente asociado a la palabra. Volvamos ahora sobre esa famosa teorla del pránA, Váyú (de ua, que significa moverse, respirar) es el Dios primordial por el que se inaugura toda la mitolog'ra. Dum ézil r0r ha mostrado que Váyü (reemplazado a veces por su homólogo guerrero Indra) era, en las listas teológicas sacrificiales de la India, un Dios inicial. Es el uesclarecedor>, ..€l impulsor>>. Es también e I purificador : a él corresponde , tras la victoria de su compañero Indra sobre Urta, dimpiar con su aliento una materia infectarr3D2. Entre los iranios existe asimismo un dios del viento que puede situarse también en el panteón guerrero: el viento es la principal de las die z encarnaciones de Vereth ragna. El fano latino desempeñaria en Occidente el mismo papel de iniciador, y su carácter doble el de Váyú- hace de él un modelo de dicotomía: puerta -como o cerrada, especie de divinidad de las .,corrientes de aire,, 103. abierta Váyü es asimilable al movimiento del prána, soplo de vida, es el mediador sutil, ((es por e I aire como por un hilo por lo que este mundo y el otro mundo y todos los seres están unidos)>r04. Pero que nadie se engañe una vez mis sobre la ambivalencia del lazo: porque esta medita-
lll,2.
300
15, 17,27. 66; TarP.,
304
70-7
r,
ril:Htr;rt"i'
67
.
lo tanto' eo el
una creencia universal que sitúa en el aire respiratorio la parte privilegiada y purificadade la persona, el alma. Es inútil insistir sobre el anémo.r griego o sobre la psicbá, cuya etimología es completamente aérea. Tampoco sobre la doctrina hebraica de la nepltesb, símbolo del alma universal, principio misterioso que el Leaítico asimila al aliento; según Fabre d'Olivet, Moisés se servirla de este términ o p^r^ designar e I alm4 uniendo explícitamente esta última al alienro y a la palabra3oe. Entre los bambara encontramos una representación semejante: el alma ni reside en el aliento; la respiración es llamada ni na Alé, literalmente <, muy ceÍcano ala fisiologia migica.de.los gahra de la India, alas unidas a pricticas respiratorias y a la recitación
r77
,
252
,
3r3
II, , 430.
pp
.
107, 118, y M,r,srERO,
p. t25. o'Ouv¡T, La l-angue /tábraique restituáe, II, pp.
)02
to3
mo
CHolsy, op. cit.,
298 299
301
ción angélica es más signo de trascendencia que de compromiso, es lo que deja transparentar nítidamente el panteón egipcio. En efecto, si el dios Chou represelta el aliento vital, e:e principio.que permite a.los hombres vivir y a los muertos renacet, si puede decirse en cuanto dios primordial: de la tierra y del cielo, la esencia de la luz "r0t. Evidentemente, la doctrina del prána se resiente de esta ambivalencia del lazo, y Éliade , en una obra capital sobre el Yoga3o6, al hacer hincapié en la kurnb/taka, en la restricción respiratoria, consideÍa ante todo el Yoga como una técnica de involución que se acetca más bien a las prácticas vitalistas del Tao y de un Régimen Nocturno de la imagen cenuada en meditaciones de la economia vita,l, del reposo y de la larga vida. Pero al lado de esta significación ((retensiva> y ((enstáticar>307 del práná.yárna, la acepción popular y tánuica da perfectamente a las prácticas respiratorias el sentido principal de purificación. El pránáyáma destruye los pecados y purifica Ios nadi. El aire conserva ese poder lustral en las operaciones de limpieza (dlthufl de la vejiga. completadas por inyecciones de agua. El método de respiración total que es el pránáyánza es al mismo tiempo disciplina de purific aci6n total:
98-99.
citado por DuuÉztL,; Tarp,, p. t0.
r66
r67
de los mantrarrl. Es notable que estas doctrinas de fisiología pneu mitic3, en las cuales el aliento está relacionado con un plexó, tienen tendencia a esquematizar verticalmente los gabra: de siete, tres de estos últimos se sitúan en la cabeza, en particular el séptimo, qr. incluso no tjele yanada de corporal. Este isomorfismo del alienro y d. la vertic4lidad se encuentra en la doctrina de ni de los bambua; el ni del hombre se locahza en gran parte e n la cabeza, e o los cabellos incluso, y el de las plantas en los brores rerminales rr2. licas de purificación por la aire subsumen obl igatoriarttualización viene a dupli-
nal de los símbolos diairéticos de que la imaginación dispon e para cortaÍ,, salvar, separar y distinguir de las tinieblas el luminoso valor. Sólo la tierra no es iamás inmediatamente pura y sólo se vuelve pura tras una lenta operación alquímica o metalúrgica que la instaura en la dignidad del metal o de la sal.
ry.
DE LO IIUNCINARIO
Y ESTRUCTURAS
ESQIJIZOMORFAS
Llegado al término de estos seis capítulos de nuestro primer libro, lIOS
de ta;:.T,lH:3: ll,'i?".?i1,1?i
todas las esencias , gúnya de los Ve y d.:ltantrismo , ltü-ku?S de.l taoísmo. Los medior á. |tt furific aci6n y las cualidades catárticas de los elementos que acabamos de examinar no son en efecto más^gue soportes de una esp-ecie de quintaesencia de pu_reza que se manifiesta e n e llos por uno de sus caracteres: corte d¿ la loit, limpidez. del ag:ra, luz del fueg_o, inmaterialidad, ligereza y casiubicuidad del aire. Una ensoñación áiairética de esros maleriales'Íelaciona los grandes esquemas ascensionales para desembocar en un espiritualismo que abstrae y separa el esp-ritu áe todas las cualificacionei
5:: aI,
traduce el verbo y que lo soporta. En un divertido artículo consagr
vida moderna poj la. publicidad m gentes>, Roland Barthes rri ha most llo de un complejo de la purificaci
ida en la y deter-
bl rn.oelemen_ ue se quiera elogiar un líquido
de la fenomenología mordi-
";.0#;i ;:ti"ll;5:':;1, i; gro que huye a todo
correr.>>
Así,
,.T:::'.*.ffi;
neióp-¿ l?.-dg..Ja -qqmda, sue-
a esa intención. Y se puede ruii-q.:-"Ai H,i"slagqn té htt'
Cfr. Éu,ron, yoga, pp. 237 y ss.,
Dr¡r¡nuN, op,- cit.,
H. G. R, L, p.
ltt
303.
pp
.
ral luz
mientos de los lazos tiempo enfrentados a restablece el lp.s
én- Es la, antitesis dg-l^, Galda., mientras que ,la á.1 agua triste y de -l9s t_egeb¡esos encegueci-
Régimen
s, por tanto, contta,los tostro$,del^ gn..rnr. hipe¡bél¡. ntq la espada y las
pensamientos trascendentes. Nosotros hemos seguido en su
!éS!?el
ía con mayor precisi6n a qué esaria en general corresponde el isomorfismo de los esquemas, de los símbolos y de los arquetipos estudiados en los capítulos anteriores.
blicitarios del arqueripo te sobre los negros dem aire lustral, deterge ntes
tL2
de Iá übicuidad y de I vuelo contra la fuga roedora*dSl ,tiernpor.Ia--ve$L cali ulina contradice y dgmin? p"lA n-cgte y !_enqpo-
mateiialidád antropológica el juégo de estas antítesis, y por ahora pode la imagen coTg de
sapónidos y los detergenres dialog ver bien que .,Omo> o <,Persilu no
lrr
es la antítesir, y hemos visto que-s do más que como oposici 6n a los rostros del tiempo: el ala y el -Biiargse oponen a la teriomgffia temporal, esbozan los sueños- -de-Ia .fapidez,
{qigo,dg
e
de la,lgz. En
uno al principio es para tener la facultad de separar mejor, de discernir mejor, y de tener las manos libres para las manipulaciones diairéticas y analiticas. En el dominio-de la-eimbóliea,-€o{no cn" s-l-;q[gj"+.,Cplitica,
".cidentales. Una vez más ionstatamos que la cualidad adjetiva importa
más a la imaginación diurna que el elemento susrancial,,'y que et aa¡etivo mismo se elimina siempre en el gesto homocéntrico; é" .l ,.ro ql.
f
243
y
ss.
í9-eo; .ir.' Ér,ao¡, op. cit.,
Cfr. BnnrHES, Mytltologies, pp. 3g-39. 168
pp.
244, 246; cfr. en
Parece, efl efecto, que este isomorfismo supera con mucho el cam-
po de lo imagin ario, y subrepticiamente se extiende a sectores de la r6g
repfesentación que, en o minados por Ia loca de I rresponde un régimen de podría tachar de racionalismo espiritualist a. E
ll
Spiltemología descubre que, áesde Descartes, esre racionalismo ana-
lítico ha servido en los métódos fisicoquímicos, e incluso se ha introducido, como vamos a mostrar con un eiemplo, .n l"; p;;os científicos de la biol og'ta. Toda la insp_iración de un sisiema losófico como
' /ry, parece estar orientaba, como la etimo por el esuferzo de , <.de (tru.sa y l\materia prahriti. si se opra por orra Garbe y oldenberg r", par'- quienes ért. tér
el SámÁ-
<(censo por enumeraci1n de los elementos constitutivos)), el esquema inductor de la noción ng deil d. ser el de una separació;, el de una distinción . Y a esta obsesión de la distinción, .orno algo más tarde hará el dualismo platónico, €s. a la.qyg se une el gran pto6l.Ár .rpirit,rriirr", saber: <.1o. que subsiste ¿ét hombre deípuér a. h lo que
^ constitule el verdadero sí mismo, elem.rrio inmortal-.r.it., del ,.i t,r-rno'>trr'. Como añade Éliade, comentando el Neti, Neti,.,el camino de
la libertad conduce necesariarnente a una desolid ariziciór, .or .l .or-li .la vida. profanar>1rr. En toda la filosofía indiase encuenrra el /eit nzotiu soteriológico. estrechamente unido a los métodos de discriminación lQslcos: el ánuiLsaáí, ciencia de la conrroversia, es hoÁofugi iil ii*o u-i/yAirs, ciencia del alma. Vedanta,, Sámkhya y Yogase resumen como dialécticas decididas p^r^ separar el Espíriíu, el Símismo, d; l;;". Éliade denomina <.la éxperiencia psi.o-'en;;trrq. Experiencia que no es nada más que el contenido psíqúico de los avarares, ¿. lor .oioó-,,'iy
losófico de la separancuenrra en la historia a uavés de las práctileatismo parme nídeo,
medio camino entre el concepro y las imágen.r,'li irTffi;n1t::XlrÍ tutivo del Régirnen Diurno á. la represenración; estatismo de la rrastr cende ncta opuesto al de nir tempo r-^1, distinción de la idea frniti y ísmo or nario ¿il ¿ia y de la noche, de la liz- á. U P::.lt:' Tl.nique $ombra, mitos y alegorías relativas la ascensión soiar rr'. Uní| prr,.
^
l. , cit., p. 360. aalisme,
pp. I t7 ,
210 y ss.
24.
320 BREHrcn,
Hist. Pbilo.,
p.
63; cfr. DucH¡siv¡-Gu¡1rMrN, ormazd et Abri-
L,l, n Aflt' L'aaenture duoliste dans /'Antiquité, pp. g5 y 32t Cfr. Bn¡HrER op. cit., pp . eyeS.
170
ss.
esencial de la meditación filosófica de Occidente se sitúa ahl desde la difusión del poema parmenídeo. Y, ¿cómo no vet que este régimen de la representación va L arrastrar en su profundo surco a todo Platín y a todo el Platonismo ? No está entre las intenciones de este libro estudiar
directamente las incidencias de la imaginación s losófico, pero, ¿cómo no observar de pasada qu presenr".iór, estnrctura dos de las principales hl saber, la de Platón y la de Descaits5 322' Simo
grado todo un libro circunscribir el régimen dud'stico del pensamiento, el régimen de^las antítesis en Platón, los gnósticos y los maniqueos r23. No l:,oly más que espigar algunos títulos de capítulos en ese bellísimo libro parr- darse'cuenta de cuán modelado está el perfil histórico de nuestro pensamiento occide ntal por esas dos corrientes, una oriental, otÍe- helénica, una cargindose durante el trayecto del apofte semítico)'A, siendo la oua la prolongación directa del parmineidismo. Los títulos de los capítulos de la obra de S. Pétrement pueden servir incluso de t-uulos a las difetentes orientaciones de los contenidos de la representación, porque este contexto en que se enfrentan , <.los dos reinosrr, esta dialéctica cuyo arquetipo central es el de la <.barrera>> que separa las tinieblas y la luz32t nos resultan también familiares. Parece que nuestra buena comptensión de Platón y de la gnosis procede de que nosoffos somos platónicos y gnósticos antes de Platón y antes de los escritos mandeos. La historia y sus documentos filosóficos vienen a acostarse en el lecho eterno de las estructurás mentalest26. Y, ¿qué decir de los temas de la filo'softa cartesiana? Todo el dualismo caftesiaoo,
toda la inspiración del método de claridad y de distinción es en nuestta imaginación occidental <,la cosa mejor compartida del mundorr. El triunfo del racionalismo es prefigurado siempr diairética, y como dice profundamente Gusd triunfante desemboca en una filosofía del doble del ser, como el mundo inteligible es el doble do real...)>. Por último, si nos volvemos haci a la epistem ología, veremos que la marcha cient-fica misma se somete a tal o cual régimen de la represen322 E. SounIAU no se ha engañado cuando escribe (Pensée aiaante, p. 270, nota 1): cPlatónico el gran siglo de la Edad Media, el xII, el de Abelardo y de Notre Dame de Par's; platónica también la filiación que comienza en Ramus, pasa por Descartes y llega hasta Montesquieu.> 32t Cfr. S. PErn¡MsNT, Le Dualisme cbez Platon, les gnostiqaes et les manicltéens; cfr. pp. 138 y ss. 124 Cfr. op, cit,, pp . 208,, 216. t25 Op. cit., pp. 39, 48, 160, L64, 170, L75. tz6 g¡r. op. cit,, p.344; cfr. DucH¡sNr GurrnMrN, op. cit,, pp. 104 y ss. ,27 Gusoonr, Mytbe et Métapltysique, p. I79 cfr. p.2rB. En un contemporáneo como LÉvl-Srn^tuss el viejo Esquema polémico juega plenamente todavía (cfr. I^a Pensée
saaaage).
t7r
I
i Í
t
tación y que los conceptos más puros y las noclones más austeras no pueden liberarse completamente del sentido figurado original. Bachelard ha escrito todo un libro 328 para mostrar cómo a la ciencia le costaba liberarse de sus mantillas de imágenes y de sueños. Tomemos un ejemplo preciso al fisósofo de la biología G. Ganguilhem, quien en un excelente artkulo muestra que las querellas científicas no son a menudo más que el resultado de las diferencias de régimen de la imagen r2e. El antagonismo tradicional entre citologistas más o menos mecanicistas e histologistas adeptos de lo continuo no se debe , al parecer, más que a la valorización positiva o negativa dada ala imagen de una membr^n^ celular. La representación de la célula viva, ambigua como la de la ciudad, de la muralla etc:, €s de aquellas en las que la imaeinación puede iugar, bien sobre el aspecto diairético de un sueño de lo discontinuo, bien sobre el aspecto nuclear, centrípeto de lo infinitamente pequeño y adentrarse entonces en una ensoñación de la intimidad. No consideraremos más que el primer régimen de la imagen celular, el régimen diairético. Nos dice Canguilhem que Hooke, habiendo practicado un fino corte en un trozo de corcho, observa su estructuta compartimentada. Y el epistemólogo insiste sobre la usobredeterminación afectivarr3r0 de al imagen y buscabaio ese tabicamiento, que hace derivar de la contemplación del pastel de mie l, coordenadas sociológicas: valor de la cooperación constructiva, de la asociación. Pero nosotros creemos que hry que insistir sobre todo en el valor tabicante en sí mismo, en el todo sueño de lo tabicado. esquematismo diairético que precede Porque este valor señala la selección de ^tod a la representación para un régimen exclusivo , para.una opción definitiva más allá de las dos pulsiones imagin arias entre las que ha .,osciladou : ya sea la imagen ..de una sustancia plástica fundamental , ya sea una composición de parte de átomos...)> l3r, estancos e individualizados. Dicho en otros términos, vemos aquí triunfar un régimen de representaciones biológicas .,celular,t que se opone a un régimen protoplásmico y citoblastémico. Canguil|¡srnllz muestra incluso que, a través de los avatares ufibrilares)>, h"y también una estructura celular que sigue apareciendo en la representación de un Buffon, uo <,atomismo biológico,, calcado sobre la mec ánica newtoniana, pariente próximo del atomismo psicológico de Hume. De este modo, la image n del compartimento, el esque ma diairético que la estructura y constituye con ella el Régimen Diurno, es verdaderamente axiomático de todo un sector de re presentaciones que reúne pe nsamientos tan variados como los del biólogo, del físico mecanicista, del psicólogo o del filósofo. Acabamos de ver rápidamente que cierta perennidad de este régimen, de la filosofía Sámkhya a la epistem ologia t28 Cfr. BncH¡r.rRD, La Fornzation de /'espit scientifique, 32e Qf¡. C.tNculrHEM, Connaissance de /a uie, p. 56. 330 Op. cit,, p.56. 331 Op, cit., p. 17.
de la célula, servía queda por saber si
Á^tt
^i.
morivaciones culturalistas. Ahora darnos precisiones sobre la sintoación humana.
.rt. régi
ción de actitud tipológica del enfermo ante las formas arquetípica: d. la enfermedad. D^esdJluego, si el rechazo de estas formas, si la volun-
t))
Cfr. infra, pp
. 36L y ss.
simetría, la dialéctica simétrica de los plenos s están muy cerca de las cinco estrucnrras de los s'rmbolos del Régimen Diumo. Cfr. 33,
Cfr. JaspERS, Strindberg
y
Van Gogb,
p.
)32 Op, cit,, pp.67,69.
173 172
2L8,,
y MnrowsKA, De Van Gogb et
Searat aux dessins d'enfonts, P. 22. 3t6 Cfr. SÉcHEH,rvi., ¡oo*al d.'ane scbizopltréne, Pp. Scltizophrénie, p. 203.
4,
L7, 22 y Mnvrotursru,
I¿
tad de combatir
función de lo real>, 343. Bleule¡!44 define el autismo como el despego de la realidad, no revistiendo el pensamiento y sus intimaciones más que una significación subjetiva. Por co)),
ejemplo, una enferma sitúa.los.puntos cardinales según sus preferenel nofte se localiza ante ella. Asimismo, uo enfermo
cias personales:
mo de las constelaciones de imágenes del Régimen Diamo, de poner en evidencia estructuras esquizomorfas de la representación. Más tarde veremos que la personalidad puede convertirse de un régimen al otro, y en este caso hay curación, como ha mostrado Séchehaye 318. Pero las
La primera estructura esquizomorfa que seca a la luz el crccimiento patológico es una acentuación de ese .retrocesoDtl2 en ¡eleción al dato que constituye la actitud reflexiva normal. Este reüoceso se conviertc entonces en
t37 SÉcH¡u¡,yn, op, cit,, pp. 20, 17, 66, 80. 3r8 6¡t. infra, p. 245. 33e MlNrcorur¡srt, Scbizopbrénie,
túo Op. cit.,
p. 2o3.
p.
203; cfr. SÉcHrHayE, op. cit., p.28, p^ra quien el enfermo tiene una véase asimismo JauEs,, Pragrnatisrne, p. 27. 34t Cfr. RocuES DE Frrnsa< y E. Mlrvrco\rsKr, , en Encépbale, L923, y Scbizoplr,, p. 80. t42 Cfr. Arquft, Pbilo. du Sunéalislrz€, p. 182.
rePresentación
ofijado del universo;
174
duce este audsmo en un s-rndrome descrito por MonnieÍ347: en particular, uno queda sorprendido por el pequeño número de respuestas triviales, por el cruzamiento inverso de buenas o malas respuestas originales, por la ausencia o la escasez de grandes detalles notmales, por la auseñcia o la escasez de respuestas forma-color. Según Bohm Me,la pérdida de la función del <.-yo-aquí-ahora> se manifestaría por referencias personales' y^por.asociaciones. espontáneas. De este modo, la estructuta esquizomorfa primera no sería otra cosa que este poder de autonomía y de abstracción del medio ambiente, que comienza desde la humilde autocinesis animal, pero que se refuerza en el bípedo humano por el hecho de la posición vertical liberadora de manos y de herramientas que prolongan estas últimas. La segunda esttuctuta que enconttamos unida precisamente a esta facultad de absuaer que es la señd del hombre que reflexio na al margen del mundo, eS la, famosa .ip altang. Esta última no es, como observa Minkowskisae, Zerspaltung, es decir, disgregación. Es la prolongación representativa y lógica de la actitud general autística. En la Spaltung, nosoüos haremos menos hincapié en la actitud catacterológica de <6epararse> que en el comportamiento representativo de . El Rorschach pone en evidencia perfectamente la Spaltung, Así, la plancha III, donde parece completamente natutal ver a camareros, gerites lv[¡¡¡Kos\íKy, Scbizopltrénie, pp. 67, 69; cfr. asimismo,
des schizophréniques>, en.loam, Psycol,, 1927,
matándoseo de la Colección Ludovisi. Mo.,'NIER,
i¡-
Silence,
pp.
L29
y ss.) la noción de uregresión> de un esttlo en signos puramente for-
males.
t48 Cfr . op . cit. , ll, p . 439 )ae Qf¡. MNKowsKr, op. cit., pp. 212-213. .
17,
normales, etc., es interpretada de una forma dividida: el sujero no ve la cabeza, el cuello, los brazos rto. A las descripciones esquizo^gue morfas vuelven sin cesar términos tales como .,coftado, compartidb, sepgado, dividido en dos, fragmentado, mellado, despedazádo, roído, disuelto...)> 3tr que ponen en evidencia incluso la obseslón de ..complejo de espadarr. La enferma estudiada por Séchehaye utiliza numerosas expresiones características de la Spa/tung35z. Los objetos, los sonidos y los seres se <(recortan)>, son ), no son más que <,marionetas)>, >, >. No sólo la visión esquizomorfa del universo arrasúa a la ensoñación del animal-máquina, sino incluso a la ensoñación del cosmos mecanizado. Es un furor de análisis lo que se apodera de la representación de la esquizofrénica: los rosttos están ucortados como si fueran ca:,rtón>> )'3,, cada parte del tostro es percibida como separada, independiente de las de más. El enfermo repite incansablemenle: <.rodo esrá separado... dividido, todo es eléctrico, mineralr>)'4. Por último,la Spalnng misma se materializa a los ojos de la imaginación y se convierie en el <(muro de bronce)), efl el ..muro de hierroul)1 qu€ separa al enfermo de .,todo y de todos' y a sus representaciones unas-de otias. La terceta estructura esquizomorfa, que deriva de esta preocupación obsesional de la distinción, es lo que el psiquiatra denomina e[ ((geometrismo mórbido,, l:6. El g:ometrismo se expresa por unap^rirnaciá de más
la
sime_Via, del
plano, de la
ción como en el Comportami se obsesiona con el juego de
de simetría e n su vestimenta, e o su forma de andar por medio de la calzada. Para el enfermo, el espacio euclidiano se convierte en un valor supremo que, poÍ ejemplo, le hace negar todo valor ala moneda, porque ésta ocupa demasiado poco espacio, mientras que la estación de Lyott, (en ampliación>, tiene una importancia primorliTlttt. El valor 4td9 al espacio y al emplazamiento geométrico explica, por el contra-
rio, la frecu:tle
Wlly4Sprtde
los objetos en la visión e-rquizomorfa.
Sécheh^yrt" daEná-explicación de esta geomeuizaciln y-de esta gigantización: el enfermo no sitúa ya los objetos de sus relaciones intérlto Cfr. MrNKo\üüsKr, op. cit., p. 2I9. 3tt op. cit., p. 206. 3t2 Cfr. SÉcHEHÁyE, op. cit., pp. 14,2r,24, 51, 77, etc. 3t3 Op. cit., p.22. t54 Op. cit., pp . 19,,77 3tt Op. cit., pp.2t, r0. )16 MlNrowsKr, op. cit,, p. 89, cfr. BoHM op. cit.,II,p. 438. 3t7 MlNrco'¡r¡sKt, op. cit., p. 90. 3rB SÉcH¡HaYE, op, cit., p. 97
individuales; ceda objeto, aislado por la Spaltung, es percibido como un todo recortado, mayor que al natural. El enfetmo tendría, si es que puede decirse, una visión natural de los seres y de las cosas comparable a la visión del artista bizantino aislando sobre el fondo dorado de los esmaltes las figuras gigantes de la Virgen o del Pantocrátor. Ahí se ve cómo el isomorfismo de la üascendencia, de la gigantizaciót y de la separaciín se encuentta en el plano de la psicologia patológica. La segunda consecuencia que enuaña la geomevizaci1n mórbida, y que nos revela el sentido profundo de las estructuras esquizomorfas, es la desaparición de la noción del tiempo y de las expresiones lingüísticas que significan el tiempo en beneficio de un presente espacializado. Un enfermo declarat'e: > De Lhi, pues, el empleo a diestro y siniesffo de los tiempos grama;ticales del verbo, la utilización de un lenguaje telegráftco o en el que todos los verbos están en infinitivo; por último, cieftas preposiciones de significación cronológica como ..cuando, en el momento en que>, son reemplazados por términos de matiz topogriftco como <.dónde>. De ahi, asimismo, la preferencia, observada por Minkowski, por las referencias al mundo de los sólidos, a lo inmutable, a lo racionaly la repetición de términos tales como <, udeau, o L comparaciones ^osteológicas en la visión de los esquizofrénico5 360. La visión osteoló gica no eS, por offa parte, más que una aplicación a un caso particular, el viviente humano o animal, de la visión topológica, del geometrismo mórbido. El enfetmo de Minkowski 36t analiza peftinentemente esta relación: Por último, a esta sed de representaciones geométricas y especialmente de simetría, h^y que añadir la cuarta estructuta esquizomorfa, ntítesis. Hemos visto que que no es nada más que poi sü fundamento diaitódo el Régirnen Diumo rético y polémico, se apoyaba en el juego de figuras y de imágenes antitéticas. Puede decirse incluso que todo el sentido del Régimen Diurno de lo imaginario está pensado las tinieblas, está pensado conffa el semantismo de las tinieblas, de la animalidad y de la caida, es decir, contra Cronos, el tiempo mortal. Ahora bien, el esquizofrénico adopta por su cuenta, exagerándola, esta actitud conflictiva entre él mismo y el mundo. Natutalmente predispuestos por la lógica, <.impulsa
en
cada circunstanciala anritesis yo-y-el-mundo hasta sus l-rmites ex-
.
.
176
359 MlNxow sKr op , cit. p. , 94. cfr. la visión
177
tremos)>, y debido a ello,
tante con sobre
todo,
las
por pareias mina la uac
.c :.1
¿.i¡
ida
$
exacerbado, eo la que el individu
4i
ideas y se convierte én <.doctrinario nes y todos los actos son na. yinkowsk i365 uaza
.,.'.t ,É:.,
-'{::.,
(:, "t_
,i_, ''
tt' t\ ti
:;v.-*.
I
I
po, de sus n, lastrado
\i-1
\ \-)
ético, ilusstructuras esqu izonorfas exasp rcta_ dejar al proqio enfermo que resuen
-general
de sus representación.
referido por Minko*J¡¡
rez, vamos
y de la mon
enfermo-, r la simetría no muestfa
es
por lo que yo fabrico la realidad. >
.
triunfante , el enfermo precisó: ((..: mi estado de esp'uitu consiste en no prestar fe más que a laieoria. No creo en la e*isteri.ia Je-una cosa más
a schizophrénie> , en Euot. psyc/tiatr.,
it., p. 24.
p. 2g.
la que el enfermo se pregunta si el grado más alto de bellezano consistiria en tener el cuerpo en forma de esfera. Esta ensoñación se complica entonces con una visión cubista del mundo: Esta visión cézanniana del universo se profundiza en meditación de la sustancia del ser:
tructuras esquizomorfas: a saber, la desconfian t68 SÉcsru,rvE, op.
178
cit,, pp.22,4r, t2. 17g
luntad de distinción y de simetda I, por últimó, el el Régirnen Diumo de la . presentativo gue va de la prim era y a en los reflejos posturales-, hasta É a s-rntesis y hasta el ,
369
P. RlcctJR, op, cit., p.261, cap. IV,
connaissanceD.
180
LIBRO SEGUNDO
EL NNCIMEN NOCTURNO DE LA IMAGEN
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El estudio precedente nos ha hecho ver de cerc a la fundamental diferencia que presenta la exclusiva prosecución de la ffascendencia y la polémica dualista que de ella se deriva.
ün-t deve n.
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por último , a la inqluctSbfe dependencia del
r
;,3.ffHffif::T"f;::'d"o¿i.fflTÉ?::,:fl;.j I
AralN ldéey,
p.
104. Y añade:
z Drsoltts, Fxplor,, pp. 27, 69. 3
SEcH¡HAyE,
Journal d'une scltizopbrdne, pp. 66,74, g4. 183
't/
del tiempo ya no se seguirá buscando al nivel sobrehumano de la trascendencia y de la pureza de las esencias, sino al de la tranquilizante y cálida intimidad de la substancia o en las constantes rítmicas que acompasan fenó eroico de la antÍtesis . La noche, no sola- va a sucederle e 'ñiénte sucede
al
de la mujer exor cizada Y sublimi lieve un movimiento idéntico en mo gnóstico>, esPecialmente enüe I zanil catarismo dualístico de la gn
concebidos como acoplados en la sic
as tinieblas nefastas.
Ya habíamos señaladoa, cuando estudiábamos los tenebrosos rostros
lo tras símbolo, -----' menst por sí
añadiendo, com
ciónindicativa eden invertirse
las act
interrogarnos sobre la duplicidad de la.pulsión primitiva, sino para terminar y encer¡ar en sí mismo el estudio de la valorización negativa de las imágenes noctuÍnas. La ambivalencia Eros-Cronos-Tánatos, de la pulsión y del destino mortal, ma¡ca el l'rmite mismo a partir del cual los grandes temas de la simbólica que acabamos de estudiar sólo pueden invenir su valor. Si Eros tiñe de deseo el destino mismo, hay algún medio de exorcizar de otro modo que por la antltesis polémica e implacable el Íostro amenazador del tiempo. Junto al proceso metaflsico que , mediante los s'rmbolos antitéticos, la huida o la espada, combate los monstruos hiperbólicos engendrados por la angustia temporal, junto a una actitud diairética y a una ascesis ffascendente, la duplicidad que permite la eufemización de la muerte misma abrc a lo imaginario y a las conductas que motiva un camino completamente distinto. Esta inversión de los valores simbólicos, gracias a la ambigüedad del Eros, es lo que Denis de Rougemont6 ha descubierto en la evolución histórica de la qrevoluciín> cátata en el siglo xu. Al ascetismo dual'rstico exaceÍbado en el que el entusiasmo, el Eros divino, llega al amor del amor, a un deso vaclo de objeto que, por odio a la carne se encuentra frente a frente con la muerte , viene a incorporarse poco a poco una doctrina del amor que eufemizará el contexto carnal e invertirá progresivamente los valores ascéticos promulgados por los perfectos, Del
rsión de los vaVeamos más de cerca este proces más constantes lores. Como escribe M. Bonapartee hemos estuYa . Thánatos> hermano t.r lado su a de Eros es arrastrar " diado .órd p;;; la representación imagin ^fr , este arrastre se llevaba a cabo al sesgo ¿. la imp uÍezl femenina constituida por la sangre mens-
trual. Pero también
es
verdad lo rec'
lista, aunque me ntal. Esto De Kali, que romana
seo; quia end
-esc
eI
..' ra
la arquetipolo gia: la venustidad ac a la mtrerie y a la ca'tda del destin constelación femenina, después se pre, pot tanto, 4mbivalentg, Y ambr io porque es ,,r.'ué.ior'fri9o!égigo-coq polos de_rechazo -y d. atracción, sinb ,r-bien por una duplicid;d fundimental de estos dos mismos Polos. Esta ambigüedad es lo que Ya je del Banquete en que Eros es de brrr^. Peró hty a(tn otta ambigü
des la subray aba Platón Por boca
iento del objeto amado; tal acti-
41
4 Cfr. supra, p.
t
Cfr. M.
109.
F*
s
S. hTREMENT , oP.
e op. cit., p.
cit., PP. 160, 2-r,
207
120.
'
, Eros, Cbronos et Tbanatos, p. G7. 6 D¡Nrs oERoucEMoNT, op, cit., pp. 98 y ss. 7 ¿Serí quizi este mismo trayecto el que, en la creación literaria ranro como en la historia de la literatura, define el nmomento novelesco>? Cfr. nuesffo trabajo sobre I¿ Décor mytiqae de la Cbartreuse de Parme;conclusión: cle moment romanesqueD.
r0 Bn¡,qr y Iinuv , Dict, étym. langae latine. Cfr. Gnlu,rr , oP. cit., aÍt'tculo , explica su relación con Venus
r84
18t
BoNnpARTE
tf
PrnróN, Banquete, 20, b-
tud es la 12, mientras -qYe -me-tódicamente ha estudiado el Psicoanálisis Freud dedicaba a,la segunda dos estudios célebres 13 a cuyo término diferen ciaba una libido -puramente edónica de un <.instinto de muerte>' separación n9 radical puesto que en el sadismo es Ia libido la q.u.e se apodetat'n de los instinios de m.rerte y los proyectariasobre el o.bjeto- del deseo, dando así un ti rte macab ro' al pü|.í mismo. El instinto de muerte residiría en el deseo que cadar.r uiuo-ii..r. de volv er a gy^e
lo inor gánico, a lo
indiferenciado.
.
Contrariamente a Freud, nos de los dos principios libidinales;
la unidad ambigua de la libido cos, masoqulstas o mortícolas. Ent
un impulso fundamental donde se al como esa (volunt Schopenhauer rt; necesid ad tan pror tada y combatida. Si examin"ttbs.ggnJ,rng.t6 la etimol ogiade la palaceso temporal
,ilita. y racio naliza el señtido etimoló-
enmentaÍ un violento
deseor,
. La
general, y de sufrir Ia inclideseo fundamental al Eros plaPríapo y a Kama en ranro que
esear en
üedad de esra libido lo q.re le las valo rizaciones de la .onducta tos. La libido aparece de este modo ciega y veger ativa que somete el
,
mortal atmacén de energíadel que contra el cual, por el-conirario, se irria. Los dos ntin*)o^ de la imag9n son,- p-or tanto, los.4ol aspectos de los símbolós de la libido. En efecto, el deseo de etenidad unas veces rbjeti
':i:#':i:::::'13?:1ff'"'á":
oide,
ra de la pulsión más que su agresividad masculina y su combatividad, que sazon^ de purificaciones ascéticas y bautismales. Otras veces, por el conffario, la libido se adaptari a las dulzuras del tiempo, üasüocando desde dentro el régimen afectivo de las imágenes de la muerte, de la carne y de la noche : entonces es cuando el aspecto femenino y materno de la libido se valo rizari, cuando los esquemas imaginarios se inclinen hacia la regresiQn y cuando bajo este régimen la libido se transfigure en un s-rmbolo maternole. Otras, por último, el deseo de eternidad para querer superar la totalidad de la ambigüedad libidinosa y organi za¡ el devenir ambivalente de la ener gia vital en una lirurgia dramirica que totaliza el amor, el devenir y la muefte. Entonces es cuando la imaginación organiz^ y mide el tiempo, lo enriquece con los mitos y las leyendas históricas, y por la periodicidad, llega a consolarse de la huida del tiempo'0. en el térAdvertimos que por estas dos últimas modalidades de Cronos- se mino medio de Eros prestan cierta sontisa a los rostros -que define un nuevo régimen de la imagen.q..,e agrupa d9r grandes fami-
lias de s-rmbolos; que, una y offa, participan de modo directo en las imágenes temporales que ellas mismas conforman. El Régimen Nocturno de la imagen esari constantemente bajo el signo de la conversión y del eufemismo. El primer grupo de s-rmbolos que vamos a estudiar está compuesto por una pura y simple inversión del valor afectivo atr_ibuido a loJ rostroJ del tiempo. El proceso de eufe mización esb ozado ya al nivel de una representación del destino y de la muerte, sin embargo sin ilusiones, se irá acentuand o para acabar en una verdad en ptáctica de la antífraszr por inversión radical del sentido afectivo de las imáge nes. El segundo grupo estará centrado en la búsqueda y el descubrimiento i de un factor de constancia en el seno mismo de la fluidez temporal y se i alli de la trascendencia yv {f esfo.rzará esforzari .por Dor sintetizar las aspiraciones más allá hav valoriza- ji las intuiciones inmanentes del deve rir. En ambos grupos sruDos h"y ción del Régimen Noctumo de las i
zaciín es fundamental e invierte genes: entonces, en el seno de la busca su luz V !^ caida, se eufe miza za en copa, nqienfas en el otro
entonces bajo la autoridad de un monarca divino y parernal, y no tolecl'une bistoire de l'éuolation de la libido, Intern.
-que cesaria propedéutica del día, prome
vamos a emp ezaÍ nuestro estudio p Diumo de las representaciones, teservando p"na una segunda parte eli análisis de los mitos y de los s-rmbolos constitutivos de una dialéctica del retorno.
écongmique du masocbis06.
-r3t.
re Cfr. op, cit,, pp,404,,406; cfr. BauoourN, Z¿ Tnonzplte du ltéros, pp.228-22g. 20 Cfr. P. Aucrn,
r86
r87
PRIMERA PARTE
EL DESCENSO Y LA COPA
q.i;üJ
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El esp'ritu de las profundidades es imperecedero; se le llama la hembra misteriosa...
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Tao-Te-King, VI
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La ceniza de las rosas terresffes es la tierra natal de las rosas celestes... y nuesffa estrella de la tarde, la estrella matutina p^r^ las antípodas. . .
*ovALIS' scbriffien'
I.
Los siunoros DE LA
lll' p'
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I'{'ERSIóN,
En los capítulgs- qye vienen a continuación, volveremos a encontrat ! todos los rostros del tiempo, peto como exorcizados de los terrores que i vehiculaban, transmutados por haber abandonado el régimen de la an- i títesis. No obstante, el lenguaje no debe engañat: con mucha frecuen- i cia continuará utilizando el vocabulario de ñs técnicas de purificación, i pero haciéndole abarctr un contexto imaginario completamente distin- i to. Por ejemplo, el término ocukaba para la imaeinación meta- i f-sica de la ffascendencia s'rmbolos de la ruptura, de la separacióni por el contrario , la imagin aci6n ontologista de la inmanencia leerá. en este epíteto los sustantivos simbólicos de la ingenuidad, de la inmemoriali- i dad, de la inmediatez originaria. La purez4 según Bergson o Rous- : seau, oo tiene el mismo contenido semántico que en Platón o en Des- i cartes. Además,la eufemizaciín de los iconos temporales se hace siem- ) pre con prudencia, por etapas, de modo que las imágenes conserven, a pasar de una fuerte intención de ant'rfrasis, un resto de su origen terroI
',
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B¡,uooulN utiliza el término de nreversión>; cfr. Le Triornplte du Héros, pp. L24-
189
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r'fico o, por el contrario,
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se anastomosen curiosamente con las antítess
imaginadas por la ascesis diairérica. Por ejemplo, la meta que se proponen las constelaciones que nosotros vamos a estudiar, oo va a ser ya la ascensión de la cumbre, sino la penetración de un centro, y a las técnicas ascensionales van a suceder las técnicas de excavación; pero ese camino hacia el centro será a la yez, o alternadvamente, según los casos, la vla más fácil, la más accesible , que conserva como un acento del entusiasmo ascensional, pero también el sendero difícil, lleno de meandros y laberintos , el dúro/tana que dejan presentir las imágenes angustiosas del precipicio, de la garganta y del abismo. Del mismo modo las Grandes Diosas que, eo estas constelaciones, reemplazarin al Gran Soberano macho y único de la inraginación religiosa en la trascendencia, serán ala vez benéficas, ptotectoras del hoglrz, dispensadoras de la maternidad; pero llegado el caso conservan una secuela de la feminidad temible y son al mismo tiempo diosas terribles, belicosas y sanguinarias. Además, otras veces , al adentrarse por una exploración de las prufndidades, la ensoñación de Rágirnen Nocturno conservari de la técnica polémica la preocupación por Ia coraza, la precaución de la defensa y del alarde.
El proceso de eufemizaciín que habíamos visto en getmen en la - ambivalencia de la femineidad nefasta, y en esbozo en el dominio y la apropiación de los lazos por los Grandes Dioses uranianos 3, y7 a intensificarse, pues, hasta la ant-rfrasis, pero sin excluir del todo las supervivencias del otro régimen de la reptesentación y utilizando la mayor parte del tiempo. el proce dimientg de compromiso. No obstante, p€se a estos compromisos y a estos matices, hemos de subrayaÍ ante todo el notable isomorfismo de los símbolos que vamos a estudiu. Isomorfismo que Dumézila pone de relieve, pot ejemplo, en los Vedas y en los textos mazdeos y que relacio na la idea de riqu ezaq la noción de pluralidad con las figuras femeninas de la fecundidad, de la profundidad acuática o telúrica. Como los Agvins unidos a Púshan, dios de la vida, ..donador de riquezzs)), <(masa divinar, que se aglutinan en la figura femenina de Sarasvati, diosa de las aguas madres, donadora de vida y de
posteridad, portadora del alimento, de la leche, de la semilla y de la miel, asilo a toda prueba, inviolable refugio.
Como escribe Bachelard, todo movimiento explorador de los secretos del devenir comi enza, por una gestión <.involuntariarr, y Desoille, €o su segunda obra, estudia los sueños de descenro que son tanto sueños 2 Cfr. DuuÉztt,, J. IvL Q., I, p. L44; Tarpeia, pp. ,9, 6l; cfr. Sousr¡rm, op. cit,, pp. 31 y ss., sobre la ambigüedad de la diosa Tlazoltéotl. 1 Cfr. supra, pp.116 y ss. a DurrlÉnt,, Tarpeia, p. t6.
r90
la condición tempode retorno como aclimatación o consentimiento a ruzones las de una Por la que la ralj. Se trntade uborÍLÍel miedorr6. Es
símbolos de la intimidad. Incluso, descenso, como veremos a ProPósit sobredeterminación de las Protecci
se
n
d
ib
a ascensión es una llamad a a la ex-
do be mi da
el
nd
tfe an
descenso de la fulguración de la tud, La duración es reintegrada, da gracias a una esPecie de as
redénción del devenir se hace,
rior, pol la duración concre ta. ma su tiemPor> hasta lindar alg A esta lentitud visceral se une ' to de la
durmiente no retiene del element calor. En su obra consa grada al fu
j
Cfr. B¡,cHna xo, Réa. repos,
P 110.
6
B¡.cHSLARD, Réa.
p. 5, y DrsoILLE, Le réae éaeillé
en psycothérapie,
uolonté, P. 398.
7 Cfr. D¡sonre, op. cit., pp. 151 ,21L,336' 8 Cfr. B¡,cHnraRD, Eoa et réae, P. 146. e B¡,cHrrul iü, i. 84. Cf;.'Rrpor,
p.
191
12. Cfr. J.-P. Bav,rno,, Le Feu, especial-
que en esta imaggn de la se conjugan, eo efecto, la penetración llgd.a y el acariciador reposo del vientre digestivo y del vientre sexual . La imaginación del descenso confirma la iniuición ?reud¡1na que hace del tubo digestivo el eje de la libido antes de su fiiación sexual. Pue de decirse incluso que los arquetipos del descenso van a seguir bastante fielmente el trayecto genétic-o de-la libido tal como lo describe el análisis freudiaoo, y será siempre lícito a un psicoanalista ver e_n la aparición de esta imagineria digesliva, bucal o aial, uo s-rntoma {.. regresión al estado narcisistar0. ¡t <(complejo de Novalisu, que asimila el descenso del minero a la tierra a una copulación, se uná al . Tanto el uno como el otro tiehen por s-rmbolo el vientre, Y? sea digestivo o sexual, y por su mediación se iniciatodauna fenomenología eufe mizante de las cavidades tt. El vientre es la primera la higiene como por la dier Freud enrre lo sexual y lo
j?;ifi'.:,::JT::
re n ro,q:;;l -e este vientre polivalenre p,;éd. la bo.:l o^ P9r la vaginat2. Desde luego engullir fácilmente valores negativc , como ya hembs observadb tr, y llegar a .simb olizar el abismo de la aída, e I microcosmos del pe.ráo.
Peroquien dice microcosmos, dice ya minimización . La eriqueta epitética de udulcerr, de utibiorr, nos hace ese pecado tan agradabl-e, .o.riituye uq término-medio-tan precioso para laeufeminización de la calda, Que esta última se frena, se retarda al descender y, finalmente, convierte ios valores negativos de angust i^ y de terror en delectación de la intimidad lentamente penetr ada. Podría decirse que la toma en consideración del cuerpo es el síntoComo ha advertido muy
H:i"X:,T;;:t;lÍ: carnal son alejados es cuando el ra y declara: <.Entonces comencé a tomar en consideración y a amar mi cuerpo. r> Es notable además que en sea a la vez sexual, ginecológica de las manzanas y de los alimenas de involución en el cuerpo materno. En las páginas que siguen no considetaremos en esra ócasión más que la imagen del vientre valorada positivamenre, el símbolo hemente capítulo
XI, p. I24, qle feu
des alchimistes>, y cap.
XIV, p. 168, oChaleurs magi-
ques>.
10
Cfr. R¡lK, .DI. eigene und der frernde Gott, en Intern. psychoanal. p. 234,, Viena, 1923.
número 2,
rr Cfr. B,TcHELARD, Repos, pp. 129 y ss.; Feu, p. gj. 12 BacH¡r^ano, Repo.r, p. t4i; cfr. V¡nnl¡n EuunN, Maison des r1 Cfr . sapro, p. I 10. L4 SÉcu¡H,rvn, Journ, Scbizoph., pp. 70, 84. rg2
Vedag,
jeunes..., pp .239 y ss.
dónico de la caída feliz, libidinosamente sexual y digestiva a la vez. Por offa parte, puede observarse de pasada que lo digestivo es con frecuencia eufemización elevada a la segunda potencia: el acto sexual es simbolizado a su yez por el beso bucal. Atengámonos a la sola imaginación del descenso visceral, al ucomplejo deJonás,> tan difundido y que se manifiesta tanto en la leyenda del Caballo de Troya como en el comportamiento de todos los gigantes comilones de la mitolo gla céltica, eo el ensueño de un Hugo que aloja a su Gavroche en la estatua del Elefante, igual que en las fabulaciones espontáneas de niños de escuela
primariart. El descenso nos invita a un^ ttansmutación directa de los valores de imaginación, y Harding16 cita a los gnósticos para quienes usubir o bajar equivale a lo mismo>>, asociando a esta concepción de la inversi1nla doctrina mística de Blake par^ la cual el descenso es también un camino hacia lo absoluto. Pandójicamente, S€ desciende para remontar el tiempo y volver a encontrar la calma prenatal. Detengámonos, pues, sobre este ptoceso tan importante de inversión y preguntémonos por qué mecanismo psicológico se constituye el eufemismo que tiende hasta
la ant-rfrasis misma, puesto que el abismo ttansmutado en cavidad se conviette en una meta y la caida convettida en descenso se transforma en placer. Podría definirse tal inversión eufemizante como un proceso de doble negaciín, Proceso cuyos pródomos habíamos encontrado a propósito de la dialéctica de la ligadu ra y del personaje del autor atado. Proceso que revelan numetosas leyendas y fibulas populares en las que se ve al robador robado, al engañador engañado, etc.,y que señalan los centones de repetición como, por ejemplo: , etc. El procedimiento reside esencialmente en que mediante lo negativo se restablece lo positivo; por una negación o un acto negativo se destruye el efecto de una primer a negatividad. Puede decirse que la fuente del retroceso dialéctico está en este proceso de la doble negación vivida en el plano de las imágenes antes de ser codificado por el formalismo gramatical. Este procedimiento constituye una transmutación de valores: yo ato al atador, yo mato ala muerte, Io utilizo las armas propias del adversario. Y por eso mismo, simpatizo con el todo, o con una parte del compoftamiento del adversario. Este procedimiento es por tanto indicativo de toda una mentalidad, es decir, de todo un arsenal de procesos lógicos y de símbolos que se opone radicalmente a la actitud diairética, al farise-rsmo y al fatalismo intelecnral y moral del intransigente Régimen Diuruo de la imagen. Puede decirse que la doble negación es el criterio de una total inversión de actitud
representatrva.
It Cfr. André Bnv, Histoires nas 132, 178; cfr. B^ruoouN, Z¿ 16
H¡noruc, o!, cit,, p.
r6t
cfr. BacHn.rno , Repos, págiéroi, pp. lg, 24, 49.
s enfants;
uj,,Fxploi, p.74:
corresPol4.. . un descenso>; cfr. M. C¡nnoucE, du sunéa/isrne, pp. 24 y ss.
rg3
.¿{.-
uEi pioceso psicoanalítico
Bretón et les donnáes fondamentales
Un notable ejemplo de esta inversión por sobredeterminación de lo negativo nos es dada en el esrudio que M. BonaparterT consagra al San Cristóbal c,inocéfalo del museo bizantino de Atenas. En este icono, que data de finales del siglo xvII, San Cristóbal está representado con una cabeza de perro, conforme a ciertas lecciones de la tradición oriental. Como señala 18 la psicoanalisa, convergen dos mitos en la figura del cristóforo: el mito del barquero y el del gigante pagano con cabeza de perro. Ahora bien, se invoca a San Cristóbal cont ra la muerre súbita y los. accidentes fatales. El atributo cinocéfalo no sería más que una supervivencia y una transposición del atributo principal del Anubis egipcio; de ahí la alusión, eo la leyenda, a un origen y a uq nombre pagano de Cristóbal: Reprobatusre, , y Lsto en .tr contexto legendario y religioso explícito. Es Cristo por la muerte, que transfofma e invierte el sentido de la muefte misma. Cristo acompafia a los mortales en el viaje, se obliga al mismo pasaje peligroso, y la imagen del cinocéfalo domado, convertido en cristóforo, invierte su sentido, se vr,relve protectora, talismán contra la violencia de la muefte. Esta inversión queda subrayada simbólicamente por el bastón que lleva el gigante y que en la leyenda florece milagrosamente tras la conversión del réprobó. Por tanto, eo el mito de San Cristóbal, y especialmente ' en esra curiosa y explícita figuración del mito del museo de Atenas, es la muerre misma la que se invoca conua la muefte en una notable doble negación religiosa. Como quiere M. Bonaparte 2r no sólo se ffata de una invocación eufémica al barquero de los mueftos, del utodavie no> que implora el barquero fúnebre, sino, aún mejor de una victoria total dt la ant-rfrasis: la muerte de Cristo resucitado ha vencido, ha sometido los poderes fú-
rer le pp.
objeto ritual,
223-22t
20 Op. cit., p. l3g. 2t Op, cit., p. l3g. Un fenómeno
s
A. MÉrn.rux (
convencional de Santi ?go . Asimismo,
con el /oa Ogou-hierro na 320; cfr. B,rsflo¡, oI
bíblico, signifrce que la muefte, eue el proceso mismo de la muene puede ser invertido en cuanto a su valor y a su significado. Podrían sacarse de la gesta cristiana y de la hagiog rafle legend aria numerosos ejemplos de semejante conversión: sólo recordaremos la anécdota famosa del ucamino de Damasco> que ransforma al perseguidor Saúl en protector de los perseguidos. Toda conversión es siempre , ante rodo, una transfiguración. Y todo el isomorfismo de los s-rmbolos que esramos estudiando en estos capítulos está centrado en esa reduplicación eufémica, está constituido esencial ente por la doble negación. Parece que antes de entablu dialécticas sintéticas, la represeniación imagina procesos de ant'rfrasis, y el procedimiento de doble negación aparCce al nivel de la imagen como primera tentativa de domesticación de los avatarres temporales y mortales al servicio de la vocación exffatempord de la representación. Puede decirse que la antifrasis constituye qna verdadera conversión que transfigura el sentido y la vocación de las cosas
y de los seres, a la vez que
conserva
el ineluctable destino de
las
y de los seres. Por último, sería interesante confrontar este proceso de doble nega-
cosas
ción eufemizante con el procedimiento freudiano de la VemeinilfiS,t término gue J. Hypp.olite traduce- pol udenegació-n>22. Procedimiento que consiste en que la negación del lenguaje traduce una afirmación del sentido íntimo: < Como observa Hyppolite 23, esta función de denegación esrá muy cetca del Affiebung que funda la dialéctica hegeliana,: Añadiremos que la doble negación manifiesta un progreso en la aceptación de lo rechrzado . La denegación no es más que un tímido esbozo de la negación doble. La denegación es el términomedio psicológico entre la total negación del régimén antitético y la doble negación del régimen de la ant'rfrasis. Hyppolite 2a observa con mucha raz6n que la era el perfeccionamiento uintelectualn, representativo, de la denegación. No obstante, nos guardaremos bien de dar un''juicio de valor o de antecedencia enrre la Affiebung y la doble negación, observando simplemente de pasada
.htr. .22 J. HyppoLITE,
XX, t9t6, pp. $-60;
del profera Elías, G.
es sin-
e se deduce ranro de o¡'¡T' Z¿ Tarasque'
nebres del gigante. Es un s-rmbolo de inversión semántica lo que representa la ..conversión> del gigante c inoc éfalo. A través de esre lttimó lo que se pide es la , porque ante todo, eo la Edad Media San Cristóbal es invocado contra la..mala muerte>, es decir, la muerte súbita que priva ala víctima del viático de los sacramentos. Existe, por tanto, por la intercesión del cristóforo, una ubuena muefte) que no es más que paso, ffansición ffanquilizadora. San Cristóbal, como el Jonás
F.
r94
rg,
I^o psltc/ta-
que la denegación cara al psicoanalista constituye un
esb ozo incomplecontenta ya con una censuta que no deja filtrar más que la expresión y rechazala afección: exige un acuerdo total entre el significante y el significado.
to de la antlfrasis . La antítesis no
se
inspira toda im e Jonis>. El Jon
il?::::ff"'iT:
:
sivo sucáing, como Cristo resucitado transfo rmrba al irrevocable y cruel barquero en benéfico protector de un viaje de placer. Bachelard2t, siguiendo el psicoanálisis freudiaoo, distingue con justo motivo el esta-
dio original de la deglución del estadio
secund ario de la masticación: último corresponde a una actitud agresiva de la segunda infancia:
este
apenasterror.ficagJandoselacomp^r^conlasegunda...>>26. tanto coeficientes ariológicos distintos en las imágenes cuyo contenido estático puede pasar superficialmente por semejante . La deglución no deteriora, incluso, con mucha frecuencia, valoriza o sacraliza: 27. La deglución conserva al héroe tragado, como el del cristóforo salvaguarda a los pasajeros. Puede descubrirse esta transmutación de los valores de la deglución en dos temas folklóricos, uno negativo y terror'rfico, el otro amable, el del Ogro y el de Gar gantúa28. El ogro de los Cuentos de Marná Oca, como el gigante de las Grandes Crónicas, tienen rasgos comunes, de igual modo que San Cristóbal conserva el rostro cinoc éfalo de ReprobAtus, El ogro en cuy a casa está Pulgarcito <.tiene un cotdero entero en la parrilla para cenar)>, y Gargantúa es un glotón insaciable. Todas las leyendas g fgantuélicas referidas por Dontenville insisten en la capacidad de üagar del gigante: engulle ríos, carretas, barcos con su tripulación. Mas la sem ejanza se detiene ahí porque todas las leyendas insisten por igual en la afabilidad del buen gigante 2e. G^rgarnttta es un simpático bebedor de ..crecidas, y de tempestades, f , cos a notable por lo que a nosoüos se refiere , como el San Cristóforo cristiano, es también de numerosos vados cuyo censo está haciendo l0 la toponimia.. Pero hry más todavía: esta inversión estructurada por la reduplica2t Cfr. B.TcHELARD, Tene et repos, p. 26 op, cit, , p . 157 . 27 op. cit. , p . 157
116.
.
ción de la negación es generadora de un proceso indefinido de reduplicaciín indefinida de imágenes. La reduplicación de la doble negación parece extrapolada por la representación y ampliada a todo el contenido imaginario. Así es como se llega a los fantasmas tan frecuentes del uagador ffagado. Esto consiste primero en una simple inversión de papeles, eo la que esta vez es el hombre el que se trag a al animal, como lo revela la legend aria fauna estomacal donde pululan sapos , lagartos, peces, serpientes y tanas, fauna que Bachelard rr enumera en Colin de Plancy tanto como en Cardan o Raspail. En un grado más, €s el uagador quien es explícitamente tragado. André Bay 12 detecta la formación espontinea de este mito en el niño: el león uaga al pastor, cae en el mar, es atrapado en una red,por último una ballena se sorbe el barco y su cergamento. En uno de los capítulos más logrados de su librors, Bachelard se complac€ en buscar este ((complejo de super-Jonásr>, del , tanto en las Mámories de A. Dumas como en Barbarin, Louis Pergot o V. Hugo. La iconogra(ta de este tema es asimismo muy rica: nos limitaremos a evocar la, ilustración que Breughel y el Bosco hicierorr del proverbio flamenco: ), es decir, rrbajabaal valleu. Y Dontenvilleit se hace esta reflexión capital: el doble sentido activo-pasivo del r>
3t Cfr.
Cfr. ri Cfr. 34 Cfr.
32
3, Op. cit., p. 130; cfr.
repos,
p. t43.
, citado por
p. I),
BncHELARD
196
p.
133.
, pp . I20, 129. SousrELLE, La Pensée cosnzol. des
a 20. Hermoso ejemplo de una reduplicación y de una confusión del en la persona del dios Quetzalcoatl quien, después de habersE-sacr de Nanauatzin, se persigue y se da muerte bajo la forma de Xolotl. Pero sobre todo es L. Dut'toNr quien, en las conclusiones de su obra dedicada a La Tarasque (pp. 223-224) nluestra que en la ambivalencia benéfico-maléfica del ritual de las fiestas dé la Tarasca vienen a totalizarse el maleficio de la Tarasca legend aria y la beneficiencia de la legendaria Santa Marta. Estamos ante el proceso inverso de aquél del desdoblamiento diairético quep Husrnry Mauss, Essai sur /a i, la usa.ia participa en cierta del se más q
Cfr. DoNTEI.wILLE, op. cit., p. L2o. 2e op. cit., pp. tl, 57, 19. 30 op. cit., pp. 61 y ss.
28
, Repos,
.
ión del sentldo
y
".liuo hay uentre ambos algo que se piden a la efigie
r97
verbo hace que el objeto s'rmbolo tenga dos aspectos, un monte Gargin es absorbente, el dios Gargin es absorbido , y L su vez se convierte en un tragador. Asimismo, para la simbólica crisdana, Cristo es alavez el Gran Pescador y el pez. En el doble sentido activo-pasivo del verbo es donde h^y que buscar las huellas del mecanismo semántico que ordena tanto la doble negación como la inversión del valor. De este sincrerismo de lo activo y de lo pasivo puede inducirse una vez más que el sentido del verbo imp orta más a la representación que la atribución de la acción a tal o cual sujeto . La diferenciación gramatical de los dos modos, activo y pasivo, constituye una especie de integración gramatical de la denegación: soportar una acción es desde luego diferente a realizarla, pero en cierto sentido también es participar en ella . ParL lo imaginario fascinado por el gesto indicado por el verbo, el sujeto y el complemento directo pu.-d.. invertit sus papeles. Así es como el tragador se convierte en tragado. Dentro de esta conciencia inversora por reduplicación, todas las imágenes que por sí mismas se prestan alareduplicación se rán privilegiadas: Bachelard 36 observa en E. Poe inversiones constantes a propósito de las metáforas acuáticas: el dobla, desdo^gua bla, reduplica el mundo y los seres. El reflejo es naturalmente factor de reduplicación, el fondo del lago se convierte en el cielo, los peces son en él los pájaros.Hry en esta perspectiva una revalorizaci1n del espejo y del doble. Igualmente Bachelard 17 pone de manifiesto en Keyseding imágenes del ulaberinto reduplicadou: la tierra devorada camina en el interior del gusano .
Por eso no h"y que extrañarse de ver a la reduplicación y la inversión utilizadas constantemente por la literafirÍa de imaginación, desde los confidentes y confidentas de la uagedia griega, hasta el golpe teatral de la novela policiaca en el que se invieften los papeles del asesino sádico y del ffanquilo y libre de sospechas hombre bueno. Un hermoso ejemplo de reduplicación nos lo proporciona la novela faulkn eriana3s donde la redundancia de nombres de personajes de una misma familia crea una extraña confusión y una impresión de perennidad y de fatal vuelta a emp ezaf. Pero es sobre todo en la literatura rom ántica donde inversión y reduplicación ocupan un lugar privilegiado re. Steffens a0 alude a ese discurso ahogado que dobla .
t6 Cfr. B.tcHr t7 B.acH¡r¡no 38 Cfr' \ü7' F't
, pp. 6g y ss. zZs.
lo forio; Sartoris; La inaicta; Absalom, Absalonz, et-
cétera.
, II, 3, p. 164,, y A. B¡curN, Le réae c/tez /es romantiques AND, ole Décor mythiquer, op. cit., cap. I, S l, npi)a_ ,,
p.
697
la se ta
arusat insiste en el tema caÍo a los gnósticos del punto de vista humano al punto de vis-
de Dios los valotes están invertidos. Novacon frecuencia sobre esta idea de que ..todo descenso en sí la realidad exteriof>, y Tieck ar pienm de la apariencia de un universo insa que al romanticismo francés, vemos que veftido redoblamiento e inversión son un tema constante en Hugo. Sea de malas imi' nera explícita como lis a2 vuelve es al
genes del descenso por el poeta: <(cosa
mirar lo de
sentidas
hty que ndo del
fuera.
hombre. Ahí está el claroscuro terrible. . . es más que la imagen, es el simulacro, y en el simulacro hay algo de espectro... Al inclinarnos sobre ese pozo... vemos alli, a un distancia abisal, en un c-uculo esttecho, el mundo inmenso>. A esta admirable constelación donde la ambigüedad se mezcla ala profundidad, al abismo revalorizado, al c-rrculo y la inversión, hacen eco los dos vetsos del poema Dieuat. Yo uolaba en la brumo j en el aiento que llora hocia el abismo de ariba, oscilro como una tumba.
O bien, eue el poeta recurra de forma implícitaala reduplicación como en Los Miserables y El Hornbre que ríe. Baudouin a6 ha se ñalado esta huérfano de los reduplicación de situaciones en Gavroche -el Jonás Miserables refugiado en el vientre de piedra del Elefante de !a Bastilla_ que recoge y sirve de madre a los ttes niños perdidos, de igu"l modo que el huérfano Gwynplaine adopta a Dea, hallada gn la nieve. Por último, eo su postrer desenlace, el surrealismo, el romanticismo intensifica a6n su búsqueda de la reduplicación y de la inversión: para convencerse de ello no hay más que releer las piginas del Second Manifestel'1 en las gue el autor de I Poisson soluble [Pe? sgluble] trata d9.determinar ese famoso punto de retroceso, eu€ es la fuente del esp'lriru: <(...punto del esp'niu en que la vida y la muerte, lo real y lo imaginario, el pasado y el futuro, lo comunicable y lo incomunicable, lo alto y
lobajodejandesefPefcibidoscontradictoriamente...> literatura se esfuerza pot invertir los valores diurnos instaurados por el régimen diairético de la representación y por ahí rehabilita al doble y a los s'rmbolos de la reduplicación. 64. . 162.
23;cft.III,p.t62. , , p. 236.
p.
.
lg8
rg9
t67
; cfr. igualmente BAUDourN, , Le
Esta reduplicación que sugiere todo descenso parece esrar en el origen de todos los fantasmas dé acoplamiento. P. M. Schuhl dedica un perspicaz estudioas a este ((tema del acoplamiento>, eo el que la dialéctica del contenido y del continente es, en nuesrra opinión, Ir dialéctica de base- Aquí captamos en vivo el proceso de invérsión que pasa por una <.relativización, de los término ; y que llega ^ s incluso a invertir el r..r-
tidocomúnyl Schuhl ae reúne miento: huevos
enlop.Ir.nuu.
s de esre acopla_ pcr
El
;:T'?;:frij::
descritos en muestra, al igual qt. Pascal y Malpighi que el descubrimienro del microscopio,.lgio¡ de destruir esra mitt enro microscópico hasta el infinito, no har á más amenre y servirá de cataljzador a esre desencadena de ..mi níatuúza_ Laplace, pasando por pensacasa> como los de Malebr ans muestÍa, una vez más la prioridad sus estructuras sobre el llamado al o utilitario. De ahí la eflorescencia de esas teorías- pseudocient-ficas del acoplamiento de gérmenes, de la preformación, del animalculismo, y anre esre desbordaráiento uuértiesperar a L7 19 para que \7olf Este esquema de la reduplicalleva directamenre a los procedimientos donde vamos a ver or la viri-
gulliverigráficas y Strauss
t3
Boas, observa que en los ,rrotiuo, pintura kwakiutl, oo sólo juega la ún ciertos detalles, conraminádos gicamente)) y redoblan el conjunto
a la .vez gue.lo gulliv.erizan.
interpretarse como perteneciente a. un pequeño drag1n figurado por cada oreja de la máscara-principal,>. Así el t'Ao t'ie/t nos da un ejemplo muy nítido de gullive rizaciln y de acoplamiento por reduplicación de un tema. El liliputiense y los upulgarcitos,, de nuestras leyendas no son offa cosa que la vulg arización folklórica de un tema eterno que la doctrina paracelsiana del homúnculo, había difundido ampliamente en los medios cultivados, homunculus ..encajado> en el licor espermitico y luego encajado en el huevo filosófico de los Alquimistasta. Esta gulliverización parte siempre de una fantas'ta de la deglución. Bachelardtt cita el ejemplo de un enfermo que fabula y construye toda una ensoñación sobre el interior del vientre de una giganta, vientre cuya cavidad tiene más de diez metros de alto. El e nano y la gullive rizaci1n son por tanto constitutivos de un complejo de inversión del gigante. Por otro lado, esta ensoñación de la deglución reúne los fantasmas de la interioridad protectora, como aparece en Dalití. El isomorfismo de la gruta, de la concha, del huevo y de Pulgarcito se manifiesta en la imaginación del niño que juega bajo una mesa cubierta por un paño <>, héroe legendario de Cat a,luña, eue era <, posición que adopta de adulto para dormirse bien tT. Esta <.miniaturización> la detecta Jung en la <,Escena de las madresu del Fausto de Goethe 58, mientras que Bachelard Ia descubre no sólo en Swift, sino en H. Michaux y Max Jacob. Son esos < t' y que son inductores de numetosas leyendas de Pulgarcito y Pulgarcita, de Patufet, de El Hada de las Migajas y de Alicia en el País de las Maravillas. S. Comhaire-Sylvain60 nos ofrece un notable isomorfismo de la deglución y de Gulliver en la serie de cuentos afro-americano-indios que recopila. El personaje compasivo y bienhechor que ciertos cuentos asimilan a Dios, a San Juan o a la Virgen, es en la mayoria de los casos el hermano o la herm ana pequeños. En el cuento haitian o Donzongage el hermanito Dianacoué abre la barriga del caballo encantado y <(como era muy pe queño, se instaló allí con un pan y una calabazarr. El hermano pequeño es minímizado a veces hasta el límite: está achacoso, es <(sarnoso)), e intenta ser servicial pese a los bufidos (Islas Mauricio)ut. En otras e el bomuncu/us 13 y ss., 71 y ss.
; cfr. B,tcu¡taRo, Fornz. esprit scient,, pp.
VII:
140 y ss.
et repos,p.6l. c€, p. 142.
, pp.27t yss.: p.276, fig. t9; p.
200
279,,
20t
animali-
a),
loro
renechor
Estas
figurillas de la
imag y
ue rea lizan
da permitiéndonos penerr ar
d observado. e los Dáctil el reverso
,.ri_ n
es_
rela-
altar
Es interesante poner también de manifiesto, eo este esrudio de los esquemas de la inversión gulliverizante, eu€ los diferentes pulgarcitos o dáctilos se asocian frecuentemente al s'rmbolo freudiano del sornbrero , del ucubre -cabezasr. Dioscutos y Cabires llevan el gorro puntiagudo pileas- que se ransmite como un emblema secreto en ciertos -el misterios religiosos y se convierte en el tocado de Attis, de Mitra, y después de los gnomos, de los duendes y de los siete enanos de la leyenda6e. Algunos animalculistas ptetenden incluso haber visto en un espermatozoide un /toneunculus tocado 70. Este sombrero sobre los pulgarcitos parece poner en evidencia al mismo
tiempo un esquema muy freudiano de peneüaci1n, y constituir un
rma panteísra es un Horus itifálico
n
es, por tanto, una minimizaciln
izaciln
es una espe-
denotaría un punto
el miedo al miemse proyecta a veces en el s-rmbolo zado, reducido a su puro aspecto
y-a n9 esrá muy lejos de los much dos los folklores . Tal es el sentido
. Hugo; escenas de buscadores de
proceso de minimización del jefe, es decir, como hemos visto 7r, de la virilidad. Porque estas formas liliputienses, tanto el Bés egipcio como los duendes, gnomos, trasgos, gobelinos, duendecillos y hannequets de la mitologia frances a y gefminica, son seres 72. El folklore insiste en el papel casero, doméstico de todo este : los enanos'legendarios cocinan, cultivan el huerto, atizan el fuego, etc. Estas ufiguritas reducidas, llenas de gentileza y de delicadeza>, como dice Schuhl 7r, pese a las valoúzaciones negativas que trata de darles el
cristianismo, perviven en la conciencia popular como pequeñas divinidades maliciosas, sí, pero bienhechoras. DontenvilleTa se las ingenia para descubrir las vinculaciones etimológicas de este peque ño mundo. Relaciona a Korrigan con Gargin por medio del bretón karreA, que significa upiedrau. Korrigan es un Gangantúa invertido, lo mismo que el duende sería un >, uo Neptuno minimizado, isomorfo fonéticamente, con /uiton, nuiton, y las cualidades nocturnas de este vocablo. Los trasgos, los duendes son hadas, miniaturas feminizadas del mundo solar, como Auberoo, el , hermoso como el sol, eue lleva un cuetno de marfil que cura, alimenta y quita la sed, lo.que nos remite a los arquetipgsirlirye.nlarjos .y los recipien^ capítulo7t. tes cuyo simbolismo vamos a estudiar al final del siguiente En cuanto al famoso Gobelino que se aparea en el río con las culebras, es el Kobold germinico, hermano de los Coboli sfumatas y de los Cobaloi griegos, pequeños enanos risueños del séquito del dios feminoide DionisosT6. La galliverización se integna,, pues, eo los arquetipos de la inversión, sobreentendida como está por el esquema sexual o digestivo de la deglución y sobredetermi nada por los s'rmbolos de la reduplica-
18.
I, p. i27 . e,
, Up., 67
citad
Bauoou,*)v;Hago,,fri:t 68 Cfr. Fin de Saunj ir^ C¡bii,
pigina rrg.
118. p. 71.
p.lr4.
ifiii
.
lJ4, cfr. parábolas evan-
#'' cfr. 202
iirr, ¡; >oc
Bruoounr, op. cit.,
L7g.
pp. 243 y ss. 203
tes; ¿no ha sido él el primer tragado por el agua que le rodea'o y cuyo simbolismo abisal estudiaremos poco más adelante ? No obstante, la so-
e n el bredeterminación de la deglución puede deslizarse, y remitirnos a Kaleaala- hacia una ritmización cíclica de la deglución-como
pt, .E!
es el s-rmbolo del continente redoblado, del continenre con-
tenido. Es el anim al encajado po temenre de relieve hasta qué pu piensa a todas las escalas,-desie ballena. Geométricamenre aquella que mejor se presra las similitudes. El pei es la gador tragado. BachelardTT
deg]u.ción 4.1 pez pequeño por
próxima de la cuiiosidad qr. s objetos más heteróclitos. Las insólitos son tan vívidas que las rev guen escapar del todo a esta marav gtafra pone obstáculos a esra confi batracio quienes roman el relevo 78; la d ior aún la de la boa, es uno de los grandes momentos del sueño infantil, y el niño encuentra, como rtmliejo amigo, eo su libro de historia natura La
llidor. de pec
última rapada
fílico,
.Asu
esre cofre es introducido en
un caldero de cobre qug,.por último, se encuenrra baji la corteza de un abedul. En esta nótablé serie de degluciones se advierte el isomor-
fismo estricto de los contienentes de toáos los órdener, r". inertes como animales. El pez es aquí el s-rmbolo general de lor á.áás continen4.
los arquetipos cíclicos propiamente dichos. Podría encontrarse una hue lla de este deslizamiento en la etimol ogia indoeuropea que subraya Jung80: el sánscrito ual, aa/ati significa a la vez cubrir, envolver, encerraÍ, pero también entollarse : aalli es la planta que se e nrolla, de ahí e I
uolutus latino, que sugiere tanto la imagen de la serpiente e nrollada como la que significa membrana, huevo, vulva. Ciertamente, los símbolos son hábiles, hemos tenido ocasión muchas veces de observarlo, pero nos parece que en el caso de la deglución, la sobredeterminación, además de un juego de repeticiones que fácilmente po dia dar elementos rítmicos, contribuye sobre todo a refor zar las cualidades eufémicas de Ia deglución, y en particular esta propiedad de conservar indefinida y milagrosamente intacto lo tragado. Por eso la deglución se diferencia del masticamiento negativo. El simbolismo del pez parece hacer hincapié en el carácter involutivo e intimista de la deglución, mientras que la serpiente se presta más al simbolismo del ciclo. El pez es casi siempre significativo de una rehabilitación de los instintos primordiales. Esta rehabilitación es la que indican las figuras en que una mitad de pez completala mitad de otro animal o de un ser humano. En numerosas mitologlas, la diosa luna tiene a menudo una cola de pez8t. En la leyenda sagrada de Isis, el complejo percador-pez tiene un importante papel: es el niño que, al asistir a la unión de Isis y del cadiver de Osiris, cae desvanecido y muere en la barca.sagrada; es también, en la misma leyenda, el pez oxirrinco que se traga el catorceavo trozo, el falo, del cuerpo de Osiris82. De nuevo, el vienffe sexual y el vientre digestivo se encuentran aquí en simbiosis. Un himno medieval, que recuerda el apelativo gnóstico de Cristo iclttussr, dice de éste que es <,el pececillo que la Virgen cogió en la fuente)), uniendo así el tema del pez al de la feminidad matetn a84 . Pero el tema inverso pescador-pez es asimismo importante en la tradición ortodoxa, donde los juegos de palabras lo anuncian desde el Euangeliost. Una miniatuta del Hortus de/iciarunz86 representa a Cristo pescando un monstruo marino con ayuda de una caña cuyo anzuelo es una cÍvz. La mitologia,babilónica insiste aún más 79 Cfr. B¡,cHn¡,nD, Terre et repos, p. L36. JUNG, Libido, p. 236; cfr. uélu indogermánico.
80
8r Cfr.
HaRDTNG
82 Cfr . op , cit, ,
83 Citado
op. cit., p. 62.
p. 187
.
porJanolNc, op. cit,, p. 62; cfr. JuNc, Libido, p. 413. Este último recuer,
da que el sobrenombre se le daba a Atis.
34 Cfr.JuNc,, (Libido, p. 241) comparala etimologla griega de delpltis, el delfin y de del..oltus, el útero, y recuerda que el trípode délfico, delpbinrr, se apoyabaen ffes pies en
forma de delfines.
t au corps rempli de poissonD, en Antltropo_
204
8t Mat., IV, 19; cfr. Corán, sura lg. 86 Reproducido pl. XV, en Dnw, op. cit., p.
20,
L76.
en el caricter primordial del símbolo ictiológico87. Ea u Oannés, tercera persona de la trinidad babilónig",es el tipo mismo del dios-pez, él es quien ayuda a IshtaÍ,la gran diosa, también ella sirena con cola de pez, que habita las aguas originales y que bajo esa forma ictiomorfa se llama Derkéto. Ea-Oannés es el océano primordial, el abismo de donde han salido todas las cosas. En Egipto le corresponde el dios Noun, <(señor de los peces,>88, el elemento acuático primordial. Asimismo se asiste a la transformación de Visnú en un pececillo Matsya que salva del diluvio a Vaivasvata, el Noé védico. Varuna también es representado a veces cabalgando un pez. Por último, J.r.g 8e insiste en la figura de Melusina, cuya iconog rafia, ictiom orfa se encuentra tanto en la India como entre los indios de América del Norte . Para el psicoanalista, esta Melusina sería el símbolo ambivalente del subsconsciente, lo que confirma un anilisis onírico hecho por Harding oo que considera el revestimiento escamoso de los personajes de ciertos sueños como signo de una invasión de la persona por las fuerzas nocturnas del inconsciente. Por el momento dejemos a un lado las prolongaciones melusinianas, femeninas y acuiticas, del simbolismo ictiomorfo, y no nos fijemos más que en su extraordinario poder de enc ajamiento. Sin olvidar que este poder de redoblamiento es, por la confusión del sentido pasivo y activo que implica, como la doble negación, poder de inversión del senddo diurno de las imágenes. Es esta inversión la que vamos a ver en la práctica, metamorfose ando los grandes arquetipos del miedo y transformándolos, como desde el interior, por integración prudente de los valores bené-
' ficos.Antes querríamos
recoger todas las imigenes que forman constela-
ción en torno al simbolismo del pez gracias, pot un lado, 7l estudio minuicioso que ha hecho Griaule del papel de un pez senegalés, el siluro C/arias senega/ensis, en los mitos de la fecundidad y de la procreación y, por otro, al isomorfismo ictiológico que Soustelle pone en evidencia en la mitología del antiguo Méxicoer. El africanista hace notar que el pe z, y generalmente e I pc.z de especies pequeñas, es asimilado a la semilla por excelencia, la de la Digitaria. Entre los Dogones, es el siluro el que se considera como un feto :
madree2. La. fecundación es también cosa del siluro que se en el útero de la madre, siendo comparada la al acto sexual: el marido emplea de cebo su sexo. El siluro estati asociado, pues, 2 todo ritual de la fecundidad tanto del nacimiento como del renacimiento funerario: se viste el muerto con ropas (gorro y mordaza) que simbolizan el pez originale3. Asimismo, como en el mito indio citado más arribae4, uo curioso isomorfismo une el siluro y la cabellera a uavés de un contexto melusino: las mujeres Dogon utilizaban antaño las <.clavículaso del siluro como escarpidores y los clavaban en sus cabellos: toda mujer era asimilada a un pez, cuyas agallas serían las orejas adornadas, los ojos las cuentas rojas que adornan las aletas de la nariz, las barbillas simbolizadas por el labro fijado al labio inferio ret . Soustelle, por su parte , pooe en evidencia, entre los antiguos mexicanos,
un isomorfismo muy notable, polarizado en torno del s'rmbolo del pez. El pez está en relación con el Oeste, que es a la vez la región de los muertos, , y también , por excelencia, de las diosas y de las divinidades del maiz. En Michu acin, el pa-ls de los peces, se encuentraTamoanchán, el jardln regado donde reside Xochiquetzal,la diosa de las flores y del amor.
Asistimos ante todo a una inversión de los valotes tenebrosos atribuidos ala noche por el Régimen Diumo. Entre los griegos, los escandinavos, los australianos, los tupi, los aÍauc nos de América del Sur, la noche es eufemizada por el epíteto , el lugar del gran reposo. Entre los egipcios, el cielo nocnrroo, asimilado il cielo de abajo, la Dat o Doaat, manifiesa explícitamente el proceso de inversión: ese mundo noctutno es la exac ta imagen invertida, como en un espejo,de nuestro mundo: e7 . Este proceso es aún más claro entte los Tunguses y los koriaks , pqa quienes la noche es el dla mismo del país de los mueftos: en ese reino nocturno todo está invertido. <.El mundo de los muertos Lewitzky- e8 es en cierto modo la contrapartida del mundo-escribe de los vivosD, lo que se suprime en la tierra reaparece en el mundo de los muertos, ((. . . pero el valor de las e2 Op. cit,, pp . 302-30r. e3 Op, cit,, p. 308. 94 Cfr. saprl, p. 204, nota 78.
()t
op, cit, , p. 302 96 Cfr. KR^rtrE, op, cit,, p. rtg. e7 H. G, R., I, . 2rL. P 98 A. LrwrrzKY, ert. en H. G. R., .
206
I,p. 118. 207
lo que en la tierca era viejo, estropeado, pobre y muerto, alll se vuelve nuevo, sólido, rico, vivo...)). La cadena isomorfa es por tanto continu y va de la revalorización de la noche a la de la cosas se rnvierte:
muerte y de su imperio . La esperan za de los hombres espera de la eufemización nocturna una especie de retribución temporal de los pecados y de los méritos. Esta eufemizaciín, este cambio de régimen de la imaginación es sensible en la evolución de la escatologia egipcia: mienffas que en las doctrinas heliopolitanas el reino de los muettos es una motada infernal y temida, poco a poco se ve cómo ese reino se conviefte en la simple réplica invertida de la morada tertestre, Egipto ideal donde reinaba primordialmente Osiris ee. En la metáfo ra tan célebre de la unoche oscura> de San Juan de la Cruz, se advierte con claridad la fluctuación del valot negativo al valor positivo concedido al simbolismo nocturno. Como ha indicado E. Underhill too, la <,noche oscura)> tiene dos sentidos conffadictorios y fundamentales en el poeta del Cántico espiritual, A veces no es más que la muesffa de las tinieblas del coraz1n y de la desesperación del alma abando nada, tema con el que Santa Teresa rivaliza, diciendo que el alma está entonces sometida a los grillos y que sus ojos están cubiertos de una nube espesa. Es este aspecto el que San Juan canta en el poema: ¡Que bien sé yo la fuente que nzana y corre ! . , , , donde explica que ((aunque es de noche> el alma sacia su sed en la fuente eucarística r0r. Otras veces, y este es el sentido principal que da el célebre poema Noc/te oscl¿ra, la noche se vuelve, por el contrario, el lugar privilegiado de la incomprensible comunión; es júbilo dionisíaco que deja presentir a Novalis y los Himnos a la nocbe. Es además interesante observar de pasada hasta qué punto, eo pleno siglo xvl, tanto SanJuan de laCruzcomo Santa Teresa, son defensores de una mística de la natutaleza que nada tiene que envidiar a la del Vicario saboyano o a la, de René, Por otro lado, los poemas de San Juan son un hermoso ejemplo del isomorfismo de las imágenes del Régimen nocturno: la noche está vinculada al descenso por la escala secreta, al disimulo , a la unión amorosa, a la cabellera, a las flores, ala fuente, etc. 102. Son, efl efecto, los prerrománticos y los románticos quienes han expresado incansablemente esta revalorizaciín de los valores nocturnos. Goethe, Hólderlin, Jean Paul observan el bienestar que tÍae la
208
tro día es nuesffa noche .> P?Ía el mismo res diairéticos, por una vezrot la co
Hugo, tan sensible a los valo-
por el conffario, es el insomnio I <(ver siempre huir como una isla in
curos para-sos azules>. En Novalis nes nocrurnas está captad,o con ma
ante todo al dia que ella mi el prólogo de ella; luego , la
sa> porque es
la fuente íntima de corno los psicoanalistas r bolo del inconsciente y permite a los recuerdos perdidos >, semejantes a las brumas del atardecer. La^noche introduce asimis-
c pta bien,
rto ju-
al tiempo:
Hirnno, la noche ckhart o
se
Juan: el reino mismo I Ser. Tal como Novalis la canra en el último Hirnno, la noche es el lugar donde esmaltan el r".nó, iit.torno al hog^Í muterno, el descensó a la feminidad diviniz ada:
en las culturas donde se desarrolla res, como entre los m-sticos telación nictomorfa enrera. Por atmósfe ra la luz, los esquemas del descenso íntimo se colorean con la densidad nocturna. Mienüas que en el régimen diurno d se reducen a algunas pocas blancuras azuladas fieren al
tornasol de régimen \ paleta la clara dialéctica nocturno se despleg^rá toda la riqueza d as]En h cura de realizaci1n simbóti.." y dé terapéutica mediante imásenes anritéticas a que la doctora Séchehaye r'e rbmet. a la joven .rq.riroiieiil^, rot V. Huco, Fin de 106
cfr.
NovArrl
pp.54-61;ll, pp.
,-
373
Satan.
Hymnes d la
y
Nuit, trad. A.
BÉcurN,
pp.
160-17g; y
scbiften,I,
ss.
, II, p. 125. la importancia de los colores en todos los ica del mundo, es decir, organizada como inos, puebla, azteca¡ mayas, etc.). Cfr. I^a
209
la doctora logra que la paciente abandone el terrible
I r0. la habitación donde t.pot" la paciente De los clásicos a lós romáñticos , la paleta fantástica se enriquece considerablemenre. Beguin trr señala en jean Paul, el cantor de la noche y del sueño, la extraordin atía de Sueños de un sueño abundan los arcoiris negros o coloreados, el res. El poeta se ve rodeado por <(una ques dé un rojo ardiente l' diá,fanas u.r"t de oro,'detrás ffas los montes de cristal resplandecia una aurota
r12, utodas las donde se suspendían las perlas de los arcoirisu. Para Tieck en un y complace cosas se funden en el oro y la púrpur a mis suave> se movibles arcode preciosas, piedras ude oro, de fantas'ra palacio de iris...rr. Y añade:
lor...
!> Las ensoñaciones
del descenso noctutno tÍaen naturalmente ala
menre le imaginería coloreada de los tintes. El tinte, col1ro ha observado
Bachelard rr3 á propósito de la alquimia, es una cualidad íntima, sustancial . La upieirai está dotada dé un infinito podgr de tintado y toda la alquimia va acompañada por una paleta simbólica qu.e ppa del nett{. L? gro bl"nco, del blánco al cetrioo, del cettiqo al rojo triunfante "i todos tiene las sustancias, de la intinidad de s-rmbolo Fi.dt" filosofal, los colores: ..entiéndase: todos los poderes>1rt. La operación de alquimia no es más que una ffansmutación objetiva, sino subjetivamente, una maravilla que se manifiesta en todo su esplendor. El metcurio está revestido con ura uhermosa túnicarojarr; los colores son ufondos de sus' tancia,> que se tienen en cuenta incluso en la manipulación química al rojo de la explosión , la pólvora más utilii
misma de go es posi áegro-
a paleta alquimica. El rojo del fuesalitre, del amarillo de ryylre y del ica qu.e la farnosa oposición enffe la óptica procede precisamente del
de y
GJethe
rr0 Sobre el carácter (cenrrípeto> del colorverde , cfr. L. RousSEAU, op. cit,, Pp.3Oy srgulentes.
lrl Cfr. BÉcurN, r12 I
op, cit,, II, pp , 46-47. f¡¡6K, La coupe d'or, citado por BEculN, op. cit., II, p. Lrz'
l3
rr4 Alcbim Basn¡ E. Savorel. llt B,rcHernRD, It6 Op, cit.,
nitaio y nrubedou, ione eírnetica, PP ' des teintures des
et do de
color como absoluto simbólico de la sustancia. El agua misma, cuyo propósito primordial debe ser lavar, se invierte bajo el empuje de las constelaciones nocturnas de la imaginación: se vuelve vehículo del tinte por excelencia.Tal es el caso del agua profunda que Bachelard estudia, siguiendo a M. Bonap^Íte, través de las ^ metáforas de E. Poe rre. Al mismo tiempo que el agua pierde su limpi(se concentra>, ofrece a los ojos ..todas las variedades de la púrpudez, ta, como tornasoles y reflejos de seda cambiante>. Está formada por venas de diferentes colores, como un mármol; se materializa hasta tal punto que se puede cortar con la punta de un cuchillo r20. Y los colores que le gustan son el verde y el violeta, <,colores de abismou, esencia misma de la noche y de las dnieblas, tan catas a Poe como a Lermontov o a Gogol,acuñación simbólica de la negrura'2'adoptada por la liturgia.Este agua densa, coloreada, que obsesiona a la sangre, está unida en el poeta americano al recuerdo de la madre desaparecida. E¡te agva, geogriftca; qug sólo s^e concibe en vastas extensiones oceánic6, este cuasi orginica de ser densa, a medio camino enüe el ho^fuenaes el tipo mismo de la sustancia de una ima^gua rror y el amot que inspira, ginaci1n nocturna. Pero ahi también el eufemismo deja transparentar la feminidad.
este propósito que Resulta bastante sorprendente comprobar ^ el arquetipo de la M. Bonaparte, eo su autoanálisis, no haya deducido madre p^rtir de la visión tan tenaz y tan capital udel gran pájaro del ^ arcoiris> que inquieta su infancia de huérfa nlt22. Este pijaro, color del tan poco volátil, de colores irisados y maravillosos, sólo se asimila ala madre por el rodeo de la enamnesis individual, por medio de un ópalo regalado en realidad por una amigaala madre de la analista.Tanto que r17 Op, cit,, p. 35; cfr. Gn,ry,, Goetbe tbe Alcbirnist, y A. voN Bnnm,rs, Alcbimie und Heiláunrr, pp . 165 y ss. I 18 0p. cit,, P. 39. r19 BACHELARD, Eaa,
t22
.
2r0
p. 82.
r2o Op. cit., p.83. 12r Ciir. BncHnnno,
,,P.cit., p.
op. cit., p.44.
pp . 46-47
cfr. L56 SePt
diferente juego de los reg'rmenes de la imagen en ambos pensadores. Como Schopenhauer, fiel a la tradición qu-tmica, Goethe considera el color como un tinte inscrito en la sustancia, constituvivo del ..cenüo de la m*eria>rr7. El sueño ante la pale ta o ante el tintero es un sueño de sustaocia, y Bachelard ttt apunta ensoñaciones en las que las sustancias comunes, vino, pan, leche, se transforman directamente en colofes. Se concibe que el anilisis espectral de los colores y su prolongación estétic?, ula mezcla ópticu cafl a los impresionistas, hayan constituido para, algunas imaginaciones románticas él escándalo de los escándalos. No sólo el newtonismo y sus derivados estéticos atentaban contra la eminente dignidad de la luz, sino que atacaban incluso al color local, al
M.
171.
BoNApARTE
Tene... aolonté,
p. 400; sobre el aioleta, cfr. Roussr¡u,,
, Ps.ycb. et Antblo7., p. 90.
2tl
no parece ser necesario recurrir a vna incidencia biogriftca: al estar la muiticoloración directamente unida en las constelaciones nocturnas al
De igual modo, la Fortuna, doblete etrusco de la Gran Diosa, está revestida con una c pa colorada que plagian los reyes romanos como prenda de prosperidad. Por último, el Kaunakds es pariente del Zaimpb, el manto milagroso de Tanit, prototipo de todos los velos milagrosos de la Virgen-Madre r30. En todos estos casos el arquetipo del color aparece estrechamente asociado a. la tecnología del tejido, cuya eufemizaciín encontraremos también a propósito de la rueca que valoriza positivamente ala hilandera,. Observemos, por ahora, que el color aparece en su diversidad y su riqueza como la imagen de las riquezas sustanciales, / €o sus matices infinitos como promesa de inagotables reoriente>Lze.
cursos.
mo en el de E. Poe, por el mopt'tsico, es un símbolo d dre-difunta. El color,
el incidente heeración a la ma, siempre, a una
como
r23 Cfr. Sousr¡rrE, op. cit., p.69:
blos...u r24 Op. cit.,p.96. r25 Cfr. H¡RDrNG, op.
p. 50. Chalchiuhtlicue,
El eufemismo que consdtuyen los colores nocturnos en relación con las tinieblas, parece constituido la melodia con relación al ruido. Así como el color es una especie de noche disuelta y el tinte una sustancia en solución, puede decirse que la melodia, que la suavidad musical tan caÍa a los románticos, es el doblete eufemizante de la duración existencial . L^ música melodiosa juega el mismo papel enstático que la noche. Para el romántico, mucho antes de las experiencias mescalínicas de Rimbaud, los colores y los sonidos se cortesponden. Y no podemos dejar de citar, según Béguin , la traducción de este pasaje de Pltantasien über die Kunts de Tieck Ltt: En tanto que Novalis precisa el lugar isomorfo entre la música y el retorno sustancial: u... en el follaje de los árboles, nuestra infancia y un pasado todavía más remoto se ponen a bailar una danza alegre... Los colores mezclan su centelleo.> Por último, el poeta alcanza un énstais que no deja de estar emparentado con la intuición mística o bergsoniana,: <... fros sentimos derretir de placer hasta lo más profundo de nuestro ser, ffansformarnos, disolvernos en algo para lo cual no tenemos ni nombre, ni pensamiento.. .>>r32. Mienffas que el pensamiento solar nombra, la melodln nocturna se contenta con penetrar y disolver; es lo que Tieck no pa"ra de repetir: Estas ensoñaciones sobre la ufunción melódicu que se encuenffan tanto en Jean Paul como en Brentano r33, no dejan de estar emparentadas con la uadicional concepción china r34 de
cit,, p. 193, y H. G. R., I, p. 186. Cfr. Sousr¡HE, op. cit.,
que tiene una falda de piedra verdeo, es verde como el bosque y el agua a la vez, y también verde como la sangre de las víctimas sacrificadas (Chal<,la
chiuatl ). tz6 Juruc, Paracelsica, p. L36 y ss. r27 Sobre el papel desempeñado por los colores cardinales en las religiones agreries, cfr. H. G. R., I. p. 187. t28 Cfr. h,zyrusKr, La Grande Déesse, pp. 53-54; cft.
2t2
tz') Cfr. PnzyrusKt, op, cit., p. 51 . r30 Cfr. op, cit,, p. t7; cfr. sobre el tema psicoanalítico del manto en la Odisea, BAUDoutN, Le Triompbe du ltéros, pp. 42-43.
rll
Citado por A. BÉcuw, op. cit., II,
r12 Citado por BEcurN, op,
p.
L37.
cit,, II, p. L37.
Llt Cfr. BEcurN, op, cit,, I,p. 4g; II,pp. ,0,264. r34 Cfr. GnaNEr, op, cit., pp. L26, 400. 213
la música. Esta última está considerada como unión de los conffarios, en particular, del cielo y de la tierra, y sin entrar ahora en consideracioneJ aritmológicas y ritmológicas r3t, puede decirse que enffe los antiguos chinos como entre los poetas románticos la sonoridad es sentida éomo fusión, comunión del macrocosmos y del microcosmos. El simbolismo de la melodía es, por tanto, como el de los colores, el tema de una regresión hacia las aspiraciones más primitivas de la psique, pero es también el medio de exorciz y de rehabilitar mediante una especie de ^r misma del tiempo. eufemizaciln constante la sustancia
Estas fusiones melódicas, estas confusiones coloreadas y estos énstasis nocrurnos no deben sin embargo hacernos perder de vista el gran es-
quema de tragado, de deglución que los inspira; granesquema que lleva constantemente los símbolos coloriformes, melódicos y nocntrnos, hacia un arqueripo de la, feminidad, hacia una radical ant'rfrasis de la mujer faaly fuhesta. Vamos a ver cómo el esquema del uagtdo, de la regresión nocturna, proyecta en cierta forma la gran imagen matetna por me diación de la sustancia, de la, rnateria primordial tanto marina como telúrica.
El primordial y supremo tragador €s, por _supuesto, el mar como nos lo deja presentir el encajamiento ictiomorfo. Es el abismo feminizado y matérnal el que , paÍa numerosas culturas, es el ar_quetlpo del descenso y de retorno a las fuentes originales de la felicidad. A los cultos de las grandes divinidades ictiomorfas que hemos señalado incidentalmenre tlu, aladamos el culto chileno y peruano de la ballena >, la más poderosa de las divinidades que se encuentran bajo la forma de <, diosa de las muieres casadas, entre los antiguos Incas, gtan diosa luna, hermuna y esposa del sol que más tardíamente será asimilada a , la tierrl madrerrT. Entre los bambara,Faro, el gran dios del Níget, tiene a menudo forma femenina, su cuerpo lleva dos aletas en las orejas y acrba en una
cola de pez trt. En la tradición hindú h.y asimilación frecuente de la Gran Madre a un rio: el Gangá celeste, depósito de todas las aguas terresües. En la tradición avéstic a Ardui significa tanto como . Estaasimilación reaparece en Occidente , yt que el río Don detre, bería su nombre a la diosa Tanais. Don y Danubio son , según Przyluski Ltt Cfr. infrc, pp. ll8 y ss. Cfr. supra, p. ?01. rt7 Cfr. H, G. R,, I, p. 2ol y Lrt.r, op. cit., P. 84; cfr, DoN T,uav¡svt, op. cit.,
116
p. 42),la
plegaria a la qSeñora del Océano del Ester. r38 p¡s¡¡RrEN op. cit.,p.4l. ttg Cfr. PnzyrusKt, Grande Déese, pp. 26-27 .
2r4
deformaciones escitas y célticas de un nombre antiqu'simo de la diosa madre aniloga de Tanais . Przyluski une a esta constelación etimolígica la leyenda de las Danaides, leyenda a la vez agraria y rcuática, que en el seno de la eufemizaciín recuerda el aspecto negativo y temible.de la feminidad acuitica: las Danaides extetrninan a sus esposos y en ciertos aspectos son vecinas de las brujas de las aguas que la imaginación diurna combate. Por último , ¿habrá que recordar que en numerosas mitolo glas el nacimiento está como instaurado por el elemento acuitico ? Mitra nace cerca de un rb, y es en un río donde renace Moisés; en el Jordán es donde renace Cristo, nacido por primer^ vez de la Pégé, sempiterne fons arnoris. ¿No escribe el profeta de los judíos que uprovienen de la fuente de Jud i>? LAo . Przyluski t4t reduce los nombres semíticos de la gran diosa, Astarte siria, Athar árabe, Ishtar babilonia, Tanit cartaginesa, a una forma, esüechamente unida a , eue sería un antiguo nombre del agua, y del rb, deformado más tarde en , , ^unida al nombre de la Gran Diosa acuática: Mdyá o Máhal es la madre mítica de Buda, y la diosa egipcia.Marica, , eternamente virgen y eternamente fecundo, no deja de evocat la Myriam judeocristiana ra3. Llevando a mayor profundidad a(tn el ^análisis etimológico , Przyluski r44 muestra que los dos tipos de nombre de la Gran Diosa, Aftemis-Ardvi por una parte, y Tanai-Danai por oüa, se resuelven en una realidad común prearia y presemitica, diosa que personifica a la vez la tierra fecunda y las aguas fertilizadoras, <.Tierra madre y Venus marinar, Thetis, omadre de veinticinco ríos y de cuarenta océanidasu que se unen etimológicamente a le ra;iz uThe> que significa chupar, mamar. Jungt{' queda igualmente sorprendido por esta presión semántica del gran arquetipo sobre la semiología del lenguaje: subraya el parentesco latino enffe ncoter y materia, así como la etimología de la u/é griega que primitivamente significa , (uetos, la lluvia). En iranio, sutlt significa ala vez
rit
Cfr.
op,
Cfr. JuNc, Libido, pp
. )9-41.
. 208, 226.
2I'
XLVIII, 11.
de río y vagina, mientras que nagbu, fuente, está emparentado con el hebreo negeba, hembrat46. Por último, si se apela a la etimología de los nombres occidentales r47 de las diosas madres, enconffamos tanto en Melusina como en la <.Mermaid> inglesa o en la primordial. Vemos, pues, que cualquíera que sean la filiación I :l sistema etimológico qu.e se escoja, siempre se encuenffan los vocablos del agua emparentados con los nombres de la madre o de sus funciones y con el vocablo de la Gran Diosa.
En la tradición occidental moderna, que ilustra la doctrina alqu-rmila madre Lousine habitante de las aguas es el nombre propio del aquaster de los alquimistas r48. Este último es el principio de la <,materia cL,,
cruda, confusl, grossa, crassa, densarr. Principio del alma vital que, de todas las concepciones de Paracelso, sería aquella rae. La imagen de la Madre Lousine sería, pues, una proyección del inconsciente abisal, indiferenciado y original, teñido, eo la doctrina jungiana, por la feminidad propia del inima masculina. Este aquáster melusino no sería en la Gran Obra otra cosa que el mercurio de los alquimistas, representado a menudo bajo los rasgos del viejo Hermes, <.unión del arquetipo del inima y del sabio antiguo>. Según Basile Valentinrio, este mercutio es el uhuevo de lanaturaleza>, madre de rir. Desde luego, Jung parece confundir en el mismo vocablo de Hermes, tanto el viejo s'rmbolo del inconsciente ciegots2 como el ánima feminoide, y el Hermes realizado, el Trimegisto, hijo de sabiduría del que volveremos a hablarttl. Del interesante estudio del arquetipólogo solo nos quedaremos aquí con el aspecto feminoide del mercurio protoplástico, auténtica agu metálica y primordial. Además, la alquimia tiene por misión esencial
revalorizar lo que está devaluado, hacer pasar el mercurio mediante un verdadero retroceso, de su aspecto aquáster a su aspecto yliáster. La sublimacióin alqu-rmica, rematando una completa filosofla del ciclo accede, pues, a una simbólica ascensional que, superando las premisas involutivas que consideramos en estos capítulos, hace de la alquimia una
simbólica completa, que funciona sobre los dos regímenes de la imagen \ta. Volvamos, pues, al aquáster melasino. Como hada de las aguas, está estrechamente emparentada con Morgana, <,nacida de la marrr, contrapartida occidental de Afrodita, <(quien a su vez e stá en estrecha relación con la Astarté preasiitica)>ltt. Lo mismo que los César invocaban a la Madre venusina, muchas familias francesas pretenden descender de la madre Lousine, tal como los Sassenage, los Luzignan,los condes de Toulouse y los Plantagenét rt6. Este personaje primordial, que el cristianismo medieval vatará, de valorizu negativamente apoyándose en el Régirnen Diurno y los ideales de la üascendencia , teaparece en numerosas leyendas minimizado, devaluado o simplemente ridiculizado, con <(patas de oca)>, Mama Oca o Reina Pedauca, ex-nzatronae convertidas en <(estorninos>. Pero la Iglesia no llegará nunca a desacreditar completamente a las ubuenas damas' de las fuentes, las hadas. Lourdes y las innumerables fuentes consagradas a la Virgen Madre testimonian esta resistencia fantástica a las presiones del dogma y de la historia. Los vocablos que la ortodoxia otorga a Maria están, por lo demás, muy cerca de los que se dispensaron antaño a la Gran Diosa lunar y marina rt7. La liturgia la llama <.luna espirituxl>, , <.reina del océano)> y Barrow rt8 nos cuenta la estupefacción de los jesuitas que evangelizaÍon China cuando observaron que estos vocablos eran los mismos que los chinos aplicaban a Shing-Moo , la Stella maris china. Otros t;r |¡¿¡ subrayado el sorprendente paralelismo que existe entre la esposa real Má,yá', la madre de Buda y la Virgen Madre del catolicismo. Por último, eo nuestro propio folklore, la <.serpiente> Melusina y las Sierpes, wiures o aoiares, sus parientes próximos, oo tienen necesariamente un papel nefasto. Tomando los textos de Jean de Arras y de Couldrette, Dontenville 160 ha demostrado la valorizaciín positiva de la Madre Lousine, mujer de Raimondain, casada muy católicamente. Aunque la historia de esta pareja termina bastante mal, Melusina no deja de ser por ello un testimonio de prosperidad y de fecundidad. Por offa pafte , h
imistes, p. 42. 198.
95; cfr. arrículo
be I
t0 Citado por JuNc ,
op
,
cit, ,
p
<, en
Dictionnaire Mytbo-
VRr¡NrÍN, Les Douze clefs de la 127, 169, 3L4. Sobre Para-
pltilosopbi1, pp. 22-26, 3i, 49; cfr. celso, cfr. R. AIENDy , PArAce/se, /e Itl JUNG, op. cit., p. 6i.
n, pp.
r52 Cfr. suprd, p. 87 . tr Cfr . infra, p.288.
rtí Cfr. J. V. AT.TDREAE , I-cs noces Cbyrniques,
rt8 Citado por HanDrNG , op, cit., p. 107. ttq Cfr. BunNouF., Vase sacré, pp. 1b5 y ss., It7 . 160
I
po¡TErwrlrE op. cit,,
p.
192; sobre la mujer-pez, prenda de riquezas, cfr.
L¡¡tIHARDT, Do,cuments néo-calédoniens,
2r6
pp. 42-64, 89, 120, etc.; cfr. L. Fr-
L'Alcbirnie et les alcltinistes, rtt JUNG, op, cit,, p. L67 . rt6 Cfr. Do¡¡rm¡rvrrrE, op, cit,, p. 181. r57 Cfr. BnTFFAUT, T/te Motlters, lll, p. I84.
cuIER,
p.
470.
217
toponimia nos ha conservado numerosos Lusigny, Lésigné, Lézignen, Lésigney, secuela de un fervor melusino antaño muy extendido. Esta rehabilitación del eterno femenino entraña naturalmenre una rehabilitación de los atributos feminizados secundarios: las Melusinas tienen larga cabellera, el Faro bambara lleva cabellos lisos y negros . Piganiol rs observa que si el culto a Venus está vinculado en Rr ma a la gens Cornelia, fiei al rito de la inhum aci6n, esta valencia telúrica está en continuidad con la valencia acuática, puesto que las diosas de la tierra son prorecroras en ltalia, de los marinetos: > Las aguas serían, pues, madres del mundo, mientras que la tierra seria madre de los seres vivos y de los hombres. Nosotros, sin de tenetnos en las explicaciones históricorecnológicas ni en
la conciencia imaginante , eo la Gran Diosa cíclica del drama
divina maternidad de la tierra es ciertamente una de las más antiguas;
solidada de parir , eo Afri
cu m en el
en
D"*-*N op. cit,, p. 41. "t 162 Cfr' Dumrzi, IndolEurcl p. 118; sobre
llera y al peinado en la erótic" 320-32t. t6t Citado por Lu Cfr. PrceNr t6J oP. cit., p. 166 Cfr. Ptc¡¡.¡l t67 Qf¡. Éu,ror
á.'Ét nl"ria,
el importanre papel atribuid o a,lacabecfr. nr-Rh- ErwrN op. cit,, pp .204-205 y
.
226. t0- l I t.
una de
China, , eo Paraguay, lo mismo lo hecTen los antiguos griegos y romanos, permite aftrmer la universalidad de la creencia en la maternidad de la tierratT2. Por otÍa parre , lq pu;eja divina cielo-tierra es un leia rnotia de la rñito. logra universal. Eliade enumera en toda una pigina las leyendas relatilas
vas
^ sas r73.
le pueja divina,
espigadas desde
el Urd a las Montañas Roco-
En todos estos mitos la tierra desempeña un papel pasivo, aunque sea primordial. En el vientre (materno del que han salido los hombresr, como dicen lso armenios r74. Asimismo, las creencias alqu'rmicas y rnineralógicas universdes afi dras preciosas, el seno dond muestta que esta creenci a la nas del Transvaal, así como mia, por oúa pafte, oo gestación en el Athanor t '¿ grutas ^ eo Ls grutas, en nrños en las fuentes. La tierra, corno
t
nta los las
nte erle
úriiza-
la sutil distinción de Éliade, noslontenraremos con insistir-.n el iso-
morfismo completo de los símbolos y de la iconografiade la Madre suprema donde se confunden virtudes acuáticas y-cualidades terrestres. Pero sólo más tarde la
ag(rcola,
ale-
bras que designan la tierra tienen etimologías que se explican po! la intuición esp aciel del continente: , ,
taq
Cfr. Érr.ron, Traité, p. 211. Cfr. Éu.ro¡, Forgeróns, p.42. En egipcio bi signifrc alavez útero y galería de
mlna. tzo
[u¡on, Traité, p. 2L7.
r7r Cfr. la imponante obra de DrcrntcH, Mutter Erde, ein Versacb aber Volásreligion,
r72 Cfr. Err^ron, Traité, p. 218. r7t Cfr. Eu¡,or, Traité, p. 2I3. r74
ep. ,¡t., p.211.
17, E¡.l,ror, Forgerons,pp.46,48,49; cfr. BRcHnnRD, Formation de l'esprit scienti-
3.
fique, p.
2t8
247
.
2rg
cribe que la mujer (es la flor nacida
ari dial
t.::I%j1';;,l',:'nlm:;l*f con las leyes
para mo,
di Manú y {rt
ina son una sola .ot"
r7a.
firAo
Asimis-
rrgo como en Verhaeren esa unidad madre , la tierra y l^ noche. El culto
nticos no serí a otrl cosa que una a la madre. l, esta gran materialidad envolvenalqu'rmir tte y los esbozos de racio-
e recobra espléndidamenre La cbuga
y human itariar> que el abate
la madre de Dios mientras
las
Aure /ia. pero nadamejor que .t ;Xll?.tH-"Tr*?lflffi:' ?":X: tuición de la femineidad bienhechora. Todos los escritoris del orro i"-
xx
se clasifican, como decía Jean Todoi naarita. El isomorfismo de casi todos s <.genios femeninos>> r82.
Reiser-, de Frentaoo, de Novalis dingen í .r el Runrrirrg d. Íie.k"
tos capítulos se encuentra en los pecialmente en su novela Anton
dre está unida al acontecimiento de constituye el tema del refugio que r te:
un mar rormenroso , feliz quien
176 Cfr. Érrnor, Traité, pp. 2lL, 2L6. r77 Citad,o por BacHELARD, Repos, p. 207. r78 Cfr. Euaor, Troité, p. 227. ttg Cft- Ér,l.to¡, lorqerons et alcltimistes, p. 218; la alquimia china que recoge ciertas prác-ticas del Yoga tintrico recomienda oextraér la esencia áe la hembr" -irt.rioia, el valle de donde el mundo ha sdidoo. l8o Cfr. C¡tu¡R, I
r8l En esra luga e op. cit., p. 178,
LIER,
de la madre ecuitica en Michelet, Quinet, 182 Citado por BÉcurN, op. cit., l, p. 4 r83 Cfr. BÉcurN, op. cit.,l,pp. 2940.
220
puede dormitar a salvo en su seno...Dr84. En Brentano, el arquetipo de la Virgen Madre está curiosamente unido al estanque y a las tinieblas, así como a la tumba de la heroína Violeta. En una cafta a Softa r8t, el isomorfismo está reforzado más por el tema de la bienamada desaparecida y por el recuerdo personal de la propia madre del poeta. Brentano pone de manifiesto qge el culto de la Virgen €stá migicamente unido a su propio nombre de Clemens y al recuerdo de su madre. Pero el isomorfismo nocturno presenta la mayor intensidad y cohe-
rencia en Novalis
t84 186
béros,
187
nan, cfr-. B,IcHEIARD, Eaa, p.
Desde
l8t
de la cabellera femenina; cfr. C¡r-
p. lg2. Sobre las imágenes "17g.
y en Tieck.
el principio de Heinriclt
aon
Ofterdingents6 el poeta sueña con que peneüa en una esffeche gerganta que desemboca en una pradera en la vertiente de una montaña en la que se entteabre una gruta . El poeta moja su mano en el estanque y humedece sus labios. De pronto se ve asaltado por un irresistible deseo de bañarse, se desnuda y desciende al pilón. Entonces tiene la impresión de estat envuelto en una <.bruma enrojecida por el crepúsculo>, cada onda udel adorable elemento se ceñía contta él como una garyanta amorosa>. El raudal parece formado por el cuerpo de . Ebrio de delicias, el poeta nada voluptuosamente enffe las estrechas paredes de la caverna y se duerme beat-ficamente. Entonces tiene un sueño en el que una misteriosa flo r azul se metamorfosea en mui.r y que acaba con una visión de la madre. Más adelante r87 , la umadre-flor-azul> se convettiti en Matilde, la prometida, encontrada otra vez en el sueño, €o el fondo del Í'ro, ubajo la bóveda de la corriente azulr. Al analizu este pasaje es imposible no advertir el isotopismo del aguo, de la noclte, del bueco, de los co/ores, de la tibieza y de la ferninidadtss. Todas estas imágenes gravitan en una especie de diná'rnica bastante incestuosa en totno al esquema de la peneffación viviente; siendo el arquetipo de la onda materna inseparable de los esquemas de la deglución sexual o digestiva. En el Runenbergtar 6ls Tieck se descubre un texto muy parecido a ese comienzo de la novela novalisiana. También en él el isomorfismo está muy acentuado y resume esta constelaci6n que invierte los valores femeninos eufemizindolos. Los s'rmbolos de la gruta, de la grieto de la roca, de los colores, de la cabellera, dele rnúsicaestán unidos al de la muler qae se desnuda. Peto nos vemos obligados a citar el pasaje entero, por lo importante que es cada palabra en la constitución del isomorfismo que esrudiamos: <... ella se quitó de la cabe za una, tela dorada, y una larga
188
l89
22r
la magnificencia de sus bucles hasta más abaio de sus cadeias; luego se desabrochó el corpiño... d fin desnuda emPez6 acaminar por la sala; su pesada y oscilante cabellera formaba en torno a ella un sombrío mar ondulante... al cabo de un instante sacó, de un arc6n precioso y dorado, una placa toda chispeante de gemas inrubles, diamantes y otras... fulgores tornasolados azules y - crustadas: verdes... en el seno del joven se hab': abierto un abismo de formas y dé armonias, de nostalgia y de voluptuosidad, melodías melancólicas y alegres pasaban por su alma, que se conmovia hasta lo más hondo...)>. No puede darse un isomorfismo más completo, y Tieck no nos permite senrir del todo la ambigtiedad de los valores que ocultan los s-rmbolos feminoides que, pese ala seducción que de ellos se desprende, conservan siempre su regusto de pecado. No obstante, pese a esta vacilación moral heredada del Régimen Diurrto, todas las imágenes de la tierra y del agua contribuyen a modelar un ambiente de voluptuosidad y de felicidad que consdtuye una rehabilitación de la feminidad. Ete¡no feme nino y sentimiento de la natutaleza van unidos en liteÍatvra. No cuesta ningún uabajo demostrarlo en la obra de E. Poe donde
puede insistir, con raz6n, eo la virtud eufemizante de le ensoñación icuática: Y esto explica tanto las imágenes novalisianas como las ubarquillas, lamartinianas. El poeta del Lago escribe en sus Confidences: ret. El filósofo del lro BAcI{EL^RD, fuu, p.64. r9l Cfr. sapftt, p. 89. Lez
M. BoNnpARrE E. Poe, p. 367. 193 Lau,rnrrNr, Confidences, p. 11;citado por B,rcHELÁRD, Eaa,p. 178. Sobre el te-
ma del lago y de la barquilla en Stendhal, cfr. Dun,rNo, Le Décor mytbique, II, 3. re4 ArqurÉ, Pltilo, da sunéalisme, p. L04. qEl surrealismo hijo del frenesí y de la sombran, escribe An.rc,oN (Le Paysan de Paris, p. 40).
tet ArquÉ, op. cit,, p.
101.
222
sunealismo enumera las múltiples metáfons acuáticas que pueblan la obra de André Breton: fuentes, barquillas, ríos, navíos, lágrimas, espejo del Lgra cascadas, toda la, imagineria de las aguas es rehabilitada por el poeta, sometida al arquetipo supremo, al s-rmbolo de la rnulertet. Porque la mujer y los textos udonde se expresa esa adoración arrebatada son innumerablesuteT, y puede citarse un largo episodio del Paysan de Paris donde Aragín vuelve a descubrir el fervot novalisiano: la mujer es ante todo la luz nocturna; en ese fragmento volvemos a encontraÍ tumbién la expresión misma de Novalis a propósito del baño de feminidad: Finalmente, la poesía surrealista, ahondando el arquetipo hasta el fondo, encuentra el gran esquema de la deglución: las fluideces del modern style de un Gaudí o la fascinación de Dalí por lo ublandou en oposición a lo uduro>, definen esa ubelleza comestiblerr, base de la estética daliniana'e8. Si, para tetminar, entrarnos en el plano de la ftanca psicopatologia, vemos que la constelación maternal coloread" y acuitica, orientada por el esquema del descenso, desempeña el mismo papel lenificante que en la poesía. El esquizofrénico obsesionado por el esclarecimiento entta en la vía de la curación al tiempo que se efectúa una realización simbólica del re torno al vientre matetno , y la poesía de la psicosis se une entonces a la del romanticismo novalisiano y del surrealismo en una visión donde se mezclan inextricablemente el vientte matetno, la feminidad, el agua y los colores: <...me sentí deslizar en una paz maravillosa. Todo era. verde en mi habitación . Creia estar en una charca, lo que venía a ser para mí como estar dentro del cuerpo de mtmi... me enconuaba como en el Paraíso, €o el seno materno>. Este..descanso en el vetde> está además ligado al gran arquetipo del alimento primordial que estudiatemos más adelante ree. En todas las épocas, pues, y en todas las cultutas los hombres han imaginado una Crran Madre, una mujer maternal haciala que regresan los deseos de la humanidad . La Gran Madre es, con toda seguridad, la entidad religiosa y psicolígica más universal, y Przyluski puede escribir: uAditi es el origen y Ia suma de todos los dioses que están en ella.u Astarté, Isis, Dea Syria, Máyá, Marica, Magna Mater, Anaitis, Afrodi196 Cfr. A. Bn¡roN, Le Poisson soluble, pp.77,83. Breton observa en esas páginas la intuición fundamental del tao-smo. Cfr. L.to-Tsú, Tao-Tei-King, cep. 8, p. 78; cfr. CoHN, op. cit,, p. 16. re7 ArquÉ, op, cit., p. 117. 198 Cfr. S. Dtú,
le, en Minotaure, n.os 3-4 (1933). tqq Cfr. SÉcruu,ryn,Journal, pp. 82 y ss.; cfr. infra,
223
p. 229.
t?, Cibeles, Rea, Gea, Demeter, Myriaffi, Chalchiuhtlicue o ShingMoo son sus nombres innumerables que tan pronto nos remiten a atributos telúricos, como L epítetos acuáticos, pero que son siempre símbolos de un tetorno o de una nostalgia. Podemos comprobar, pues, para acabar, el perfecto isomorfismo, eo la inversión de los valores diurnos, de todos los s-rmbolos engendrados por el esquema del descenso. El masticamiento se eufemiza en deglución , la caida se frena en descenso más o menos voluptuoso, el gigante solar se ve mezquinamente reducido al papel de pulgarcito, el pá jaro y el vuelo son reemplazados por el pez y . La amena za de las tinieblas se transforma -.1.a:gpllmiento
en una santdad bienhechora mientras que los colores y tintes sustituyen ala luz pura, y el ruido, domesticado por Orfeozoo, el héroe nocturno, se cambia en melodía y viene a reemplazu por lo indecible la distinción del habla y de las palabras. Por último, las sustancias inmateriales y bautismales, el éter luminoso, son suplantadas en esta constelación por las materias que se excavan. El impulso activo invocado a las cimas, el descenso magnifica la gravedad y exige la excavación o la zambullida o terresüe- nocturen el a,gtJa y la tierra hembra. La mujer na, de adornos multicolores, rehabilita la-acuitica carne y sus cortejo de cabelleras, de velos y de espejos. Pero la inversión de valores diurnos, qüe eran valores del escalonamiento, de la separación, de la partición anal'ttica, entraña como corolario simbólico la valo rizaciín de las imágenes de la seguridad cerrada, de la intimidad . Ya el acoplamiento ictiológico y el apelotonamiento matetno nos hacian presentir esta simbólica de la intimidad que vamos a estud iar a continuación.
II.
LOS SÍMBOLOS DE LA INTIMIDAD
El complejo de retorno ala madre viene a invertir y a sobredeterminar la valo rizaciín de la muerte mis ma y del sepulcro. Podría dedicarse una amplia obra a los ritos de enterranziento y a las ensoñaciones del reposo y de la intimidad que los estructuran. Incluso pueblos que utili-
zan la incineración, practican el entierro ritual de los niños. <.Terra escribe Juvenal zot, y las leyes de Manú prohíben incinerar a los niños. Numerosas sociedades asimilan el reino de los muertos con aquel del que vienen los niños, como el Chicomoztoc, ..lugar de las siete grutasu del antiguo México 202 .
clauditur infans>
200
Cfr. Gn¡ufl op. cit,, artíc-ulo__QrPbée; cfr. L. C¡ruER,
the d'Orphée>, en Communic. du des frangaises,
IX
Cong,ris de l'Associotion Internationale-dei Éto
sidad de volver a la propia casa>>, escribe Éliade ror, poniendo de esra forma de manifiesto profundamente, en el seno del iimbolismo de la intimidad, el isomorfismo del retorno, de la muerte y de la morada. Los Vedas, igual que numerosas inscripciones sepulcrales latinas, conolario de estos riruales concepción anrifrásica los enfermos. En numerosas culturas, en Escandinavia, por ejemplo, al enfermo o el moribundo se le enterramiento o mediante el simple paso por el Por último, muchos pueblos enrierran a los m osición fetal, poniend-o de manifiesto nítidame luntad de vei en la muefte una inversión del tertor naturalmente experimentado y un símbolo del reposo primordial. Esta imagen de un reffoceso de la vida y de la asimila?iOn encuentra no sólo en la expreque hemos podido comprobar . iños de cuaüo a siete años que
de una edad avanzada los viejos se vuelven
de la muerre la que permite el que se produce por-medio de
iso la
rte en cuna migica y Uie.rhechora porque es el l-ugar del últiTo reposo. El historiador de las religiones 208 no tiene que hacer gran esfuerzo pafa poner de manifiesto, ranto enüe
los pueblos más primitivos, australianos, altaicos, como enrre los incas civilizados , la práctica corriente de acostar al bebé en el suelo mismo. Ptáctica de la cuna telúrica con la que se relacionan los rituales de abandono o de exposición de los recién nacidos sobre el elemento primordial, agua o tierra. Al parecer, :n todos los folklores esre abandóno sobredetermina a(tm el nacimiento milagroso del héroe o del sanro concebido por una virg-en- mitica. El abandóno es una especie de reduplicación de la maternidad y una especie de consagraci 6i a la Gran lrtadre elemental. 7eus, Poseidón, Dionisos, Atis haá compartido el destino de Perseo, de Ión, de Atlante, de Amfión, de Edipó, como el de Rómulo y Remo: el de \Tainamoinen como el de Malsi, el Moisés maori2oe. En cuanto al Moisés judío, la cuna arco, cofre y barca alavez,le sitúan naturalmente en-ese .encajamiento fantástico donde la reduplicación sólo cede ante la obsesión del reposo que confiere la inmortaüdad. 2o3
Eu^to¡, op. cit., p. 222.
,:1 C\
o1t,
cit., p.22L,y Atlt. Ved., XII , r-14; XVIIL,4-48: Rig Veda, X,
20, Cfr. Eunor, Traité, z06 ps/i¡i6a, 270, d-e. 207
Cfr.
zoa
[s¡op,
t2r. 224
p.
Traité,
p.2I9.
18.
220.
ScHUHL, Fobulation
zo't Cfr. Éu^rn¡, Traité,
2or Citado por Euaon, Traité, p. 220. 2o2 Cfr. SousrErrF op. cit,, p. t1.
nro*rJrtffi:#irtfi"fi,1'lt
platon., p. 98, y Meraeilleux, p.
p. 219; cfr.
G7.
B.ruDoutN, Le Triornp/te du /téros,
22'
pp. ll,
43.
sueños2r0, vientre matetno, sepulcro y por las mismas imágenes: las de la hibernasarcófaso, están vivificados ción dá los gérmenes y del sueño de la crisálida. Se tÍata d-. _.tt , y el acoplamiento de las tumbas responde al de los_gérmenes. Edgard Poe, réforzando con tres ataúdes la protección de la momia ya iajada con cintas, oo hace más que acertar con la intuición ritual de los antiguos egipcios que multiplicaban las _garantías de reposo y.de intimidad del despgio mortal: mott?i^, vendas, máscaras mortuonas, vasos canopes pará las víscetas, acoplamiento de sarc1fagos_ an' tropoides, de habilaciónes y de habiticulos funerarios. Y: iqgé decir 2tr. Como La de los chinos que taponan los siete orificios del cadive¡7 crisálida, h mómia es a, Ia, vez tumba y cuna de promesas de supervivencia. Nuestra misma palabra <(celnenterio> nos lo indica con su etimología, Aoimétérion, que quiere decir cámara nupcial 2r2.. Al patecer, es enla tumba misma donde funciona la inversión eufemizante: el rirual moftuorio es ant'rfrasis de la muerte. Todas esas imágenes ..insectoidesu tienen la misma intención que las estructuras, según observa Bachelard : la de sugerir la seguridad de un set encerrado, de un ser ublandamente ocultó y fajadorr,, de un ser udevuelto a la profundidad de su misterio,> 2r3. H"y una claustrofilia profunda en la ralz de toda vo' luntad de conservar el cadáver. El sepulcro, lugar de la inhumación, está unido a la constelación ctónico-lünar del Régirnen Noctumo de la imaginación, mienffas que los rituales uranianoJ y solares recomiendan la incineraci1n2ta. Hay en las prácticas de la, inhumación, e incluso en las de la doble inhumacióri, una intención de conservar a,l máximo el despojo carnal, cierto respeto po{ la carne o la. reliquia, o sea, gue no conoce apenas el c.atansmo uranrano ni el espiritualismo solar, los cuales, como hemos visto, se conrenran con el trofeo ctaneano. La difere ncia de los ritos funerarios implica, como ha mostrado Piganiol 2tt, una profunda diferencia cultural. Por ejemplo, los cananeos practicaban un rito de inhumación ctónica y fueron perseguidos por los israelitas nómadas, iconoclastas de fercz monoteísmo uraniano. Asimismo, la estatuaria egipcia , la estatuaria india o mexicana, están vinculadas con el complejo del naci-
Puael analista del reposo y sus
miento y con los ritos de reinvolución fetal, mientras qu9 según Rank zrc l^ esratua ria griega persigue un proyecto de emancipación y de restablecimiento de fbrmas significativo de un esfuerzo cultural de li2t0 Cfr. B,rcu¡rnRD, La Tene et les réueries du repos, pp . 179 y ss. 2rr Cfr. Gn.rNET op. cit., pp. 375 y ss.; cfr. H. G. H., I, PP. tl2ll6. 2r2 Cfr. JuNc, Lbido, p. 208. zlt B,rcu¡r,rRD, op. cit., p. 181. 214 Cfr. PrcANroL, op, cit., y H. G,
beración, , de la materialida reposo. E , practicado en las editerrinea esrá hr y espe cta en una supervivencia larvada, doblemente encerrada en la inmovilidad del cadiver y la paz del sepulcro; por eso se atiende al cadáver, al que se rodea de alimentos y de ofrendas y al que a menudo se inhuma en la casa misma de los vivos 2r7. El isomorfismo de esros s'rmbolos del reposo y de la intimidad funeraria se concreta por las divinidad es Lares, divinidades familiares, encarnación de los Manes, eue habitan en casa de los vivos y exigen su parte diaria de alimentos y de atenciones. Esta eufemizaci1n del sepulcro y la asimilación de los valores mortuorios con el reposo y la intimidad, se encuentra en el folklore y en la poesía. En el folklore , la intimidad de las cámaras secretas oculta a las idas de nuesüos cuentos 2r8. El mo estas ocultas es nuestra Bella durmiente verq.ue
nlva de los nivelungos, Brunilda, I es le cubierta con una cora;z^, fondo eo el de un castillo solita4g.I*:,
rio. Símbolos claustrornorfos donde es fácil reconocer una eufem izaci1n del sepulcro. En cuanto al sueño, no es más que promesa de despertar que vendrá a realizar en el milagro de la intimidad nupcial, Sigul o el Príncipe encantador. El mismo mito se encuenüa en los hermanos
Para los poetas, por el contrario, la muerte es valorizada explícitamente
al mismo tiempo que el crepúsculo y la noche, como hemos visto 220. De ahl la delectación mórbida que se encuenffa a menudo en la poesía, tanto en la leve necrofilia baudelaireana como en el culto lamártiniano del otoño, en la afición romántica por la uultratumba> y, por último, eo la atracción que ejercen, la muefte y el suicidio sobre Goethe, Novalis o Nodier22r. En Moritz, a quien cita Béguin, se ve claramente a la muerte invertirse, transfotmarse en el dulce despertar del md sueño que sería la vida tertena: <¡Nos resultan tan confusas tantas cosas de aquí abajo! , es imposible que éste sea el verdadero estado de vigilia...> Ijl claustro, la tumba, ..la tranquilidad de la muerteD aparecen tanro en 217
H.,l, pp.
zrt Op. cit,, p.91. zrc ¡,¡¡. R,rNk, Traumat, noiss,, pp.
142, L53.
L76-178. Es notable que la estatuaria egipcia produzca la misma impresión en V. Hugoi para el poeta es el emblema del secreto, de la hár."t^, del escondrijó, todo ello dotado de cierto sentimiento de horroi rebuscado; cfr. B¡,uooutN, Z. Hugo, p. 150; cfr. M¡,nnux, Métam, des Dieux, I, p. 9.
226
Cfr. PlcANroL , op. cit., p. 90. Cfr. L¡¡a op. cit., pp. 70, 77, 81. El autor vincula intuitivamente el tema de la lx'lla dormida al csimbolismo del agua>, título de uno de sus capítulos. zte Cfr. Ln,t, op. cit,, p. 78; cfr. B,ruDoutN, op, cit,, I,p.244; cfr. el tema de la bella
220 Cfr. suprd,
p. 249. 22t Cfr. BnuDourN, op.
cit., pp.79,88;
II ,
227
p.
3O7.
-
el relato de Anton Reiser corno en el de Hartkngpf". Para G. von <(un aniSchube rtz2r la muerre es también un alba y la paz del sepulcro y:?^t^1-tT,lo muerte la alma en á"iI"-i.rrro bienhechor,> , Ll estar el es joven *orno en el seno materno>. A Novalis la mue te dramitica de su
pffi;riár i"I;. l. reuela el esquema de la inversión:
Brende la tarde la estrella matutina p^ralos antípodasrr"4. Por último, rano ,.rrr-. el gran isomorfismb de la mueite y d: la intimidad maternal cuando describe: >22t. Asimismo podrían descubrirse enüe los románticos franceses frecuentes isornorfisrnos de la tumba, de la Á^di, ¿. las dichas de la intimidad. Po{ ejemplo, P^r^ la Antígona <226. En la ceremonia una como dulce *.r.ri. de Antígona es obra de Hugo pitulan las imágenes de sepulcros, de enclaustramie nto, y de emparé¿"-ienro asociadós d tema de la intimidad: en La Cons' L¡iott e l^panteón es refugio, en Les Misérables un convento de clausuta á. -.rjerés sirve de lu.rr"d. asilo. No obstante, en Hugo el motivo del deseado a la p;";;á" ii.rr. una valoración dudosa, Baudouin 228 yez2zl . A esre complejo ambiguo de ",t:,?rtt3r?:
ii-
paraseparar piicológicaménte a la Irlanda cat6' proresrante . Porque la isla es la <.imagen en, de la madrerrz2e.Hugo estaría ontogeestancia en las islas : la córcega de su ina por último de su exilio donde curiosamenre el poera parece residir vbluntariamente. Esta vocación de exilio
insular no serí" rtrár que un <, sinónimo del retotno a lamadre 2r0. De ahí el gran valoi airibuido por el poeta de los Cltáti' nzens a Santa-Ele na, la isla del exilio y de la mt erte. por la muerre, este entusiasmo romántico Por el suiciEsta las ruin"r, por el panteg? y l? intimidad del sepulcrg se reladio, pót "fi.iOn cionan con las valo rizacionér positivas de la noche y rem ata la inversión 222 Cfr. op,
cit.,l, p.
190.
t94; cfr. ScHus¡nr: Gescbicltte der Seele, p..7. ansia Nov¡us , Scbrifteo,, lli, f . f al. En una cart,- a Schiller, Novalis expresl-Ynp'27' por la -r.rr. y i"d.rÉo-poriiién gle Íoz,.n la necrofilia; cfr. Süna... ll/eráe', IV, 22, Citado por BÉcuIN, oP, cit., I, P' 198' 226 Cfr. CÉrrrER, op. cit., pp. 88-89,90; cfr. el tema central en la obra de Stendhal' 22t ótr. óp.
cit.,l,p.
224
de
210
J9NES, citado
po, nnsi;m,;;
$¡gDourN , op. cit,,
ll,,
c2.p. 2.
et sociol,, P. 63; cfr. JuNc, Libido,
p. rr4.
228
del Régirnen Diumo en una antlfrasis verd adera y múltiple del destino mortal. Extrapolando las conclusiones del hermoso estudio de M. Bonaparte , Due/o, necrofi/ia y sadismo2st, podría pensarse que h^y continuidad entre la manifiesta necrofilia de un Bertrand y de un Ardisson, la necrofilia inhibida o sublimada de un E. Poe, tal como M. Bonapafte la ha estudiado magistralmente 232, y las rehabilitaciones más o menos explícitas de la muerte, de la noche y del tiempo tal como las expresa toda la poesia romintica. Entre nosotros, pese a algunos estremecimientos de sagrado terror, heredado del Réginaen Diurno, la muerte se
eufemiza hasta la antlfrasis a través de las imágenes innumerables de la
intimidad.
Estos dos polos psíquicos, estos dos hitos fatales de la representación que son el sepulcro y el vientre materno, nos invitan a un estudio sistemático de los continentes. Jung ztt \7 jalonado el trayecto etimológico que, en las leguas indoeuropeas, y? de la oquedad a la copa. Kustltos gfiego significa la cavidad, el seno, mientras que Aeutbos quiere decir el seno de la tierra, mientras que el armenio Kust y el védico Kostlta se traducen por ubajo-vientrerr. A esta Ía'tz se unen kutos, la bóve da,, la cimbra; Autis, el cofre, y finalmente kuatltos, el cubilete, cl cáliz. Por último, Jung interpreta de un modo audaz h,urios,'el señor, que habria que entender como el tesoro arrancado al antro . La oquedad, como admite fundamentalmente el psicoanálisis, es anre todo el lrgano femenino234. Toda cavidad está sexualmente determinad", e incluso el hueco de la oreja no escapa a esta regla de la representaci6n23t. El psicoanalista tiene perfecta raz6n al mostrar que h^y un trayecto continuo del regazo ala copa. Uno de los primeros jalones de cste trayecto semántico está constituido por el conjunto caaerna-casa, tanto hibitat como continente, tanto refugio como granero, estrecharnente ligado al sepulcro materno, ya se reduzca el sepulcro a un a c vcrna como entre los antiguos judíos o en el Cro-Magnon ,, yz se construya en forma de morada, de necrópolis, como en Egipto o en México. 23r M. BoNapARTE , Psycban. et antrbop.,
2-t2
Op. cit.,
las mujeres a las (lt¡c Poe amó efectivamente estaban enfermas, incluso moribundas. La legítima esposa ,lcl poetaera una niña de trece años, retrasada mental, minada por la hemoptisis. 2rr JUNG , Libido, pp. 353 y ss. ))4 B¡uooutN (Triornphe du béros, pp. t7, 58, 61) ha demostrado claramente cór¡¡o cn Lucrecio las imágenes del vaso, del consistente, son antagónicas de todo el sisterrrrr cpicúreo, del Régimen Diurno que constituye el saber materialista. El vaso se desvah¡rit¡ en el mito de las Danaides, la avidez oral se condena en la ascesis epicúrea. Este .
orrtplejo de destete estaría, según el psicoanalista, en el origen de la melancolía del poe
r:r y dc su suicidio. Cfr. op. cit,, pp. 66 y ss. zt5 Libido, p. 145, estudia el caso
p'
( 207 '
p. ll3.
p. tt4. M. Bonaparte ha demostrado que casi todas
-
de los héroes..nacidos por la oreja> como JuNG, i:rtgantú^ y el Buda mongol. Un viejo himno eMaria la llama uQuam per aurem conce-
¡)lSl
I D.
229
Desde luego , la conciencia debe hacer al principio:l esfuerzo p^r^ exorctzar e invertir las tinieblas, el ruido y los maleficios que parecen ser los atributos primeros de la cavetna. Y cualquier imagen de la cavetna está lastrada por cierta ambivalencia. En toda subsiste algo de la ((caverna de terrorr> 236. Se necesita una voluntad romántica de inversión parallegar a considerar la gruta como un refugio, como el símbolo del paraíso inicial2tT . Esta voluntad de inversión del sentido usual de la gruta puede deberse a influencias ontogenéticas y filogenéticas a la vez: el traumatismo del nacimiento impulsarla espontáneamente al primitivo a huir del mundo de peligro, temibl. y hostil, 238. Tanto pura refugiarse en e.l .sustituto cavernoso del vientte materno que un artista intuitivo2se puede sentir de modo natural una correlación entte la caveÍna ((oscuta y húmeda> y el mundo <.intrauterino>. Entre la gruta y la casa podría existir la misma diferencia de grado que entre la madre marina y la madre telúrica: la gruta sería más cósmica y más completamente simb 6lica que la casa . La gruta está considerada en el folklore como mauiz universal y está emparentada con los grandes símbolos de la maduración y de la intimidad, tales como el huevo, la crisálid a y la tumba 2a0. Siguiendo el ejemplo de los cultos iniciáticos de Attis y Mitra, la iglesia cristiana supo asimilar admirablemente el poder simbólico de la gruta, de la cripn y de la bóveda. El templo cristiano es a la vez sepulcro-catacumba o simple relicario sepulcral, tabernáculo donde descansan las santas especies, pero también matriz, teg?zo donde renace Dios. Muchas iglesias, así como muchos templos de los cultos con misterios de la antigüedad pagan4 están erigidos cerca o sobre cavernas o grietas: San Clemente en Roma y Lourdes prosiguen la tradición de Delfos, Hierópolis y Kos 2ar. La cave rna es por tanto la cavidad geográfica perfecta, la cavidad arquetipo, ..mundo cerrado donde úabaja la materia misma de los crepúsculos,r242, es decir, lugar mágico donde las tinieblas pueden revalorizarse en noche. Sólo h"y un pequeño matiz entre la grut a y la rnorada íntima, Que no es la mayorla de las veces más que una caverna ffaspuesta. En efecto, toda morada se implanta físicamente en la cueva, en el hueco fundamental, incluso aquella que materialmente carece de cimientos2ar. Claudel ha puesto en evidencia el isomorfismo que relaciona el vientre materno, la tumba, la cavidad en general y la morada cerrada por su BG fi¡gHELARD, Repos,
pp. 194-197 , 200,208. 237 BncH¡r¡,xD, op. cit,, p. 2oo, y R. MlNorn Ludwig TiecÉ,,, p. 250. , 238 Cfr. BnsrrDE, Sociol. et psyclt., p. 3i. 2le Salvador Dnú, Vie secréte, pp. 36-37 240 cfr. SnrNrvvES,, op, cit., pp. 48, 52; BncH¡rnRD, Repos, p. zo3iJuNc, Libido, P.366
24r Cfr. JuNG,,op. cit.,
24 24
log?
p.
352. 2Or. este pasaje nos remitimos a la importantísima fenomenocontenida en los capítulos I y II f,e I^a. Poétiqae de l'espa-
ce de
230
techo, uniéndose asi a la intuición poética tanro de Dumas como de La etnografl.ta viene a confi choza china, lo mismo que la cu
Poe244.
en comunicación directa con el
s
mismo pasa por ser la hembra d chor> 24t. Esta femini zaciln de Ia ca
ot. El psicoanálisis
que tromorfismo
sensiblg
h^ sido
más
orada y al anlacios íemplos
y capillas est
iril" ., -.ry
246
lm:
-
cia es
ndario, uD término medio cuya
mismo, muy importante en'el res.
Se puede pregunrar: <.Dim e la Y las confidencias sobre el há-
r>
sobre el cuerpo o soas, los psicoanalistas,
Dogon, s€ muesffan unánimes en reconocer en el simbolismo de la ."s" .m doblete microcósmico d.l cYgrpg, tanto del cuerpo_ material como del corpus mental248 . Las habitaciones de la moiada representan órganos, observa Baudouin'ae, y el niño reconoce ojos de la casa y presienre las en Rilke 2to riene la impresión de ava por las venas> y ya hemos advertid infierno intestinal
y anatlmico.
El
sadilla, pero la casa es un laberinto ro terror que puede producir aún su 2^a.l tv_rrauLrr Crcados
^,:
por pur Df.\uHbL^RD, B¡,cH¡r¡,RD, pp pp.gg, . 99,105, l0), 16l. 16l. H:t! (orientar),
::: XlrrgT:ounsn, 247 Cfr. rnaison>, er Goglt et Seu
4io,p/ti/o.
-Mn
cfr. istus, 9-7g.
p. t27;cfr.
ÉunDE, Traité,
p.324.
r*o*r*^ y R;sswERK ,
;"fi, J.
de la
r 941; cfr. MlNKosK.a, D¿ Van
()nrnur¡, iii, jT;,*97,-!:,:d;.:/*:y'!:::i !p.^t6e,, r,76. B¡.crr¡rnno, Repor, pp.et y ss.; Dieu un temp 4'g1o,_p. t73. c*. cnraÚrii sw'ioir;r-;r;; qa It, M.E.o., t9r7).,.pp. 33 y ss., dtnde .l isoÁotfú;:;ríí'íí'í7rí"r:í::í; , 14, LútJór rtu\rlI(¡a 1''l_ !T",-1,
;;;i;"í";;;"i;;ii"!");
y l, ,rng* -*strual il.:1.1.^lfjji.'l',:t::::lJ:i.,*"iTo; cfr. BnuooutN, urr. DAUDOUIN, ne De I/'insti, ¿nstznct..,, p. 190.
lrtrmenre ¡Lr¡rL ar'rrra(ra. afirmad*
ll't
:]l zrt
BruDourN, op. cit., p. lgt. p .g7. 9*.do por Bacn¡rano,, Repor, p. Cfr. suprd, p. ll2.
23r
se encuenrra particu_
microcósmico lo que re cervical. La disposición za: rincón donde se du
como el granero piso o de la choa comida, come-
dor, cuarto de dormir, dormitorio, salón, bodega, frutero, troje, gra-
nero, todos estos elementos orgánicos recuerdan equivalentes anatómicos qás que ensoñaciones arquitectónicas . La casa enteta es, más qye un <, uo ser vtvo. La casa duplica, sobredetermina la personalidad de quien la habita. Balzac lo sabe bien y comienz^ sus novelas por ll del Chat qui la descripción minuciosa de la casa Grandet, de aquélla pelote o de la pensión Vauquer. La atmósfera psicológnca ;i sólo está de terminada, €o segundo lugar,t pot los senderos del jardin o los horizon I que constituyen Ila ceneste tes del paisaje. Los olores de Ila casa son los sia de la intimidad: humos de cocina, aromas de alcoba, tufos de corredores, fragancias de benjui o de pachuli de los armarios maternos. La intimidad de este microcosmos se duplicari y se sobredetermina,rá sin saber cómo. Como doblete del cuerpo, resultará isomorfo del nicho, de la concha, del vellón y, finalmente, del reglzo materno2'2. Pero, sobre todo, se operará la reduplicación del : Necesitamos una casita dentro de la casa grande 2'3, este es el papel del rinc6n, del reducto oscuro, del Sancto Sanctorurn, asi como de la cámara secreta y última. También el oratorio tiene ese papel: chinos e hindúes aconsei^n, para pracric ar la, involución, situarse en un local retirado e n el fondo de la morada <(oscuro y cerrado como el seno de una madre>>. Las cerraduras y las llaves refuerzan aún la intimidad y el secreto de estas moradas sude nuestros cuentos, pedativas. ndidad a la-vez. que éuya limpi que defiende celosaconstituye
mente el
La
c
casa es
intimidad profunda.
siempre, por tanto, la imagen de la intimidad descansa-
2t2 Cfr. BnuDourN , op. cit., p. I92. BnCH¡rnxo,, Repo¡ p. 124; cfr. Poétique de l'espace,
2fi
2t4 Cfr. Mund, Upan,,
2tt Cfr.
III, l-6;
BncHELARD, Repos,
p.
III , 2-4. 112
232
pp. 130-t41.
habitación, uo hogar. Hay dos orientaciones simbólicas posibles; p^r^ algunos la casa debe estat construida antes de convertirse aleatoriamente en un hogar; para ottos son éstos los quefios interesan en estos -y primordialmente un hogar. .. éstos no lo capítulos- la casa representa
descomponen en factores racionales y en factores sentimentales. . . Ia choza está más cerca de ellos que el rascacielos . . .11256. Y es en esta última clase de imaginación donde la casa reviste su sentido más profundo: la almendra es aqui más importante que la cáscaÍa.. Asimismo, el significado de la casa como >2)7, eue evoca la imagen de la.,piedra a.9gular, y laparí.bola evangélica de las dos casas, no es en nuestra opinión más que un incidente secundario del simbolismo fundamental de la intimidad. Aquí captamos una vez más el inconveniente de clasificar los s-rmbolos en torno a objetos claves antes que en torno atr^yectos psicológicos, es decir, a esquemas y gestos. El mundo de la objetividad es polivalente para la proyección imagin aria, sólo el trayecto psicológico es simplificador. Baudouin no alcanza. a describir un simbolismo claro de la morada'porque en dos piginas pasa subrepticiamente de los arquetipos de la iñteribridad a los de la ((ascensión moral>, simbolizada por los pisos . Ahora bien , Ia ascensión en todas sus formas, escalas, escaleras, ascensores, campanarios o ziqqurat pertenece como hemos visto a una constelación arquetipica completamente distinta a la morada. El campanario está siempre separado psicológicamente de la iglesia, que.se imagina como una nave. Las escaleras de la casa siempr e bajan y subir al pajur o a las habitaciones del primer piso sigue siendo bajar al centro del misterio, de un misterio, desde luego, distinto al de la cueva, pero igualmente con visos de aislamiento, de regresión, de intimidad: <.En el granero es donde tiene lugar el fastidio absoluto, el fastidio sin testigos...>>218. Pese a su alrura, el granero es museo de los antepasados y lugar de tetotno tan enigmitico como la cueva. Por lo tanto, al decir ude la cueva al graneror>25e se ffata siempre de esquemas del descenso, del vacío, de la involución y de los arquetipos de la intimidad que dominan las imágenes de la casa.Lacasa nunca es, parael sueño, muralla, fachada o pináculo, menos aún bui/ding, sino morada; sólo para la estética arquitectónica, se pervierte en alineamientos de muros y en torte de Babel. La importancia microcósmica que se otorga a la casa indica ya la primacia dada en la constelación de la intimidad a las imágenes del espacio bienaventurado, del centro paradisíaco, No insistiremos en las famosas tesis rankianas según las cuales el tema del espacio paradisíaco estatia preformado por el esquematismo del ufarniente>> intrauterino. 2t6 Mmrowsrc, Scltizopb., p. 249. 2r7 Cfr. BauDourN , Instinct i l'esprit, pp. 192-193. 2rB B¡,cH¡r¡.na, Repos, p. 108. 2t9 BacH¡r¡.no, Poétique de /'espace, pp. 23 v ss.
233
ción, rna'¡or que el microcosmo de la morada, del arquetipo de la intimidad feminoide. El Mandalo tántrico, juego de figuras cerradas circulares y cuadradas, eo cuyo interior reina n imágenes de divinidades, parece constituir un resumen del lugar sagrado en los escalones de la semiologia. Es síma, espacio sagrado de bolsillo, si se puede llabolo to laberíntico las facilidades de la ubicuidad. maÍ ftca c'rrcul . Las traducciones tibetanas muesEl té tran bien la intención profunda llamindolo ((centro)>. Esta figura_está unida a todo un sirnbolismo floral, laberíntico , y simbolismo de la
Señalemos que la historia de las religiones 260 insiste en el dulce entendimiento del hombre con su entorno; es más, la genitrix es isomorfa 'del lugar santo: >26t. Por offa parte , el
hábitat, la morada, se nen positivamente en una dialéctica sintética con el entorno geogriftco. El chalet requiere la montaña, y la terfaza del borde exige el sol tropical. I-a diosa exige un lugar sagrado. Y los muebles de ese lugar santo primitivo, además de una fuente o una extensión de agua, son el árbol sagrado, el poste o su doble el betilo, el churingo austÍaliano cuya verticalidad presta, por su acento masculino,
^l casa.,sirve de ureceptáculo> a los dioses, es de los diosesu266. Se supremo, y en el Dios el asimila al Paraíso, en cuyo centro se asienta que una inversión ritual ha abolido el tiempo: se üans
fecundidad a las virtudes propiamente pandisíacas. El lugar santo, microcosmos sagrado y completo, como el Graal, que estudiaremos al final de este capítulo, se completa con la espada; también él consta de s-rmbolos fálicos y masculinos: montaña, árbol enhiesto, menhir, cam-
mortal y corruptible en <>267. Jung y su com 268 h^n insistido pafticularmente en la importanci Jacobi simbolismo del Mandala. Encuenffan figuraciones semejantes a la imala tradición occidental, en Jacob Boehme, por primitivos de la época neolítica, o en los Indios
panil, etc. De los tres elementos del lugar santo (agua, irbol y piedra alzada) sólo los dos últimos se prestan a individuacióo, y Przyluski trata de mosffar cómo la estatua sagrada deriva de la estela de piedra o del poste de maderl262. Sólo tomaremos en consideración aquí-la infraestructura edénica y rankiana del lugar santo, eue es ante todo refugio, receptáculo geogrártco. Es un centro que muy bien puede situarse en una montaña, pero que, eo su esencia, implica siempre un antro, una bóveda, una cavetna. El templu?n263, antes de recortarse simbólicamente en el cielo augural, es el rectángulo, el recinto migico que el arado üaza y ahonda en e I suelo. Si la noción de ce ntro int egra rápidamente elementos machos, es importante subrayar sus infraestructutas obstetricias y ginecológicas: el centto es ombligo, ornp/talos, del mundo. E incluso las montañas sagradas tienen derecho, como Gerizin y la bie n llamada Tabor, al epíteto de.,ombligo de la derrarr. El paraíso de los semitas, como más tarde Jerusalén o el Gólgota, eran también ombligos místicos del mundo 264. Por estas ÍLzones uterinas lo que sacraliza ante todo un lugar es su cierre: islas de simbolismo ammiótico, o tarnbién bosque cuyo horizonte se cierra en sí mismo. El bosque es centro de intimidad como puede serlo la casa, la gruta o la catedral. El paisaje cerrado de la selva es constitutivo del lugar sagrado. Todo lugar sagrado comien za por el ubosque sagrad 0>261. El lugar sagrado es una cosmiza260 Cfr. L¡¡NHrrnD'[, Do Éamo, pp. 6t, 137-I)9; Lrvy-Btuttt.. L¿ nt¿'nt¿/tt¿1 finnt/tr/€, pp. 232-236; GusDoRF, op. cit., pp. tl, )6; VnN o¡n [¡¡uv/, La religion dans son essence et ses manifestations, P. 384. 26t Pnzvrus Kr, op . cit. , p . 6t 262 Op, cit.,p.64; cfr. infra, p. 324; cfr. O. VrrNNor, Lc culte de l'arbre...,pp.2, .
y ss., 41 y ss. 263 Sobre el templam latino y el téminos griego, cfr. GUsDORF, op, cit,,
p.
58.
Cfr. Éulon, Traité, p.324, y Mj¡tbe de l'éternel retour, p. 32. Cfr..faeces, IX, 37. Sobre la estructura
Srnauss cerc/e,
, Antbrop. structurale, pp. 110 y ss. Cfr. G. PoutET, Les métarnorpboses du
Cfr. B,tsrDE, Sociol. et pslcban., p. 63.BncH¡r.ano, Poétiqae, pp. 170-172. Sobre.el bosque como paisaje ocerradou, cfr. Le Décor rnytltique, II, cap. 2. 265
234
roducciones gráficas de ciertos enfermos como en
el onirismo del psiquismo normal. Los dos psicoanalistas reconocen en esras múltiples ihteipretaciones del Mandala el simbolismo de I centro, símbolo reforzado también por una frecuente figuración floral. No i
obstante , pensamos que estos psicólogos extraPolan ligeramente el sím-
bolo del i-nculo cerrádo, de la intimidad al interpretarlo igualmente como s-rmbolo de la totalidad. Desde luego, la figura circular es tanto la de la rueda como la del recinto cerrado, y no h"y mucha distancia del sentimiento de intimidad, de seguridad, al concepto de totalidad que Jung cree ver integrarse al Mandala, Aunqu.. h intimidad sea más satisiacción de suficiencia que movimiento imperialista de totalización. Nos parece , sin embargo, que la interpretación primera del Mandala debeier más mesura d^=y sighificar sólo la búsqueda de la intimidad en un laberinto iniciático; las-concepciones aritmológicas y zodiacales de cuatripartición del universo y las. especulaciones totalízantes sobre la cuadritura del c-uculo escapan primitivamente a. la figara mística del Mandala. El c'uculo mandálico es ante todo centto, cierre místico como los ojos cerrados de Buda, isomorfo del reposo suficiente ex lo profundo. Ño t. debe al azar que la psicclogia de ulas profundidadesu predicha por la poética rom intica26e y corolario de la ontologia bergsoniana
266 Cfr. ÉrrADE, Trairé, pp. Mandali, cfr. F¡aon,, op. cit',, p
da¡anjaponés, cfr. 267 Cfr. op. 268
óft. lu*
Yurlo
22r. Sobre la bibliografía del del paisaie sagrado y del
esco
Y¡sHl
cit., p.227. o,,'P'r1¡r/14;n.
und Alcbimie,
C, G..lung,p. 148. zee Cfi. Cita de Tieck, en BÉculN, op, cit.,
Pp
.
L46
y ss.; J. Jacont,
II, P. 138.
23'
Psycbologie de
fi
I ;r
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de la intimidad, y especialmente la psicologla deJung, utilice constantemente la met ifora del círculo. De treinta y cuatro figuras o láminas explicativas de la psicolo g1a de Jung 270, veintiuna están dedicadas a figuras circulares donde palpita e I centro misterioso de la intimidad; nuestro yo, nuestro <(centro propiamente dichorr2zr. Lo cual da la ru6n a Bachelard 272 orando escribe que la psicolo gia no sería posible si se le prohibiese el empleo de la palabra uprofundor> que combina con todo y q.r., udespués de todo sólo corresponde a una pobre image.n>.. AP.qiremos lmagen pobre porque está dada inmediatamente po r la intuición cenestésica más primit iva: la <.profundidad> de nuestro cuerpo, como la de nuestro espíritu, nos es inmediatamente íntima. Algunos2Tr han afinado sobre este simbolismo del centro, preguntándose qué diferencia semintica existía entre las figuras cerradas circulares y las figuras angulares. Bachelard hace un matiz muy sutil entre el refugio cuadrado, construido, y el refugio circular que sería imagen del refugio natural, el vientre femenino. Y aunque muy a menudo, como en el Manda/a, el cuadrado esté unido inextricablemente al círculo, parece sin embargo que el matiz observado por pensadores tan diferentes como Guénon, Jung, Arthus o Bachelard, debe ser tomado en consideració n274. Las figuras cerradas cuadradas o tectangulares hacen hincapié simbólicamente en los temas de la defensa de la integridad inte rior. El recinto cuadrado es el de la ciudad, es la fortaleza,la ciudadela. El espacio circular es más bien el del jardin, del fruto, del huevo o del vientre , y desplaza el acento simbólico a las voluptuosidades secretas de la intimidad. Sólo el círculo o la esfera muestran , para el sueño geométrico, uD centro perfecto. Arthus 27' parece tener completa raz6n al observar que udesde cada punto de la circunferencia la mirada se vuelve hacia adentro. La ignorancia del mundo exterior permite la despreocupación, el optimismo...> El espacio curvo, cerrado y regular sería, pues, por excelencia, signo de .,suavidad, de paz, de seguridad,r, y el psicólogo insiste en ese carácter del upensamiento digestivo)> del nino276. Desde luego h^y que tener mucho cuidado en no confundir esta esfericidad con la perfección parmenídea. En este caso la esop. cit., figuras de las pp. L7,18, 130, 142,143, l4g, L49,150, 111, Lr2, lr3,162, t63. 2tL Op, cit., p. 143. Cfi. G. Pourzr,, op. cit. 270 Cfr. J. Jacont
272 BacunRRD, Fornz. espnt
19,,
22,
2r, 28, 3r,,42, 44,97,
scient., p. 98.
Anrnus, k Village, p.268; R. GuÉr.rox, Relne de la quantité, p. 136; B¡cH¡LARD, Repos, p. 148;JwG, Psych, und Alch., p. 183. 274 No obstante, de la iconografía paleolitica se deduce que la feminidad está simbolizada indistintamente por líneas cerradas tectangulares (signos llamados ..escutiformes>) 271 Cfr.
u ovales, incluso triangulares. Pero hasta en los signos no completamente cerrados, la tendencia senriológica es siempre enrnarcar un elemento con otros dos o tres. Cfr. I¡nolGouRIl¡.N, , op. cit,, p. 120, fig. 2. 275 Ann¡us op. cit., p.265; cfr. supra, p. lr9. 276 Op. cit., p. 266
236
fericidad es más bien el p cenffar el objeto, de vivir en la que se interesa la nes tan diversas como las taine, Michelet o Rilke.
es
Por último , h^y un caricter que une fuertemente el centro y su simbolismo con la gran constelación del Régimen Diumo: la repeti' ción El espacio sagrado posee ese notable poder de multiplicarse ind_efinidamenie . La historia de las religiones insiste justamente en esta fa-
obj eciones positivistas
.
En la doble perspectiva de la intimidad y de la reduplicación, hemos de abordar ahora la descripción de uno de los símbolos más ricos de la imaginación, s-rmbolo que, pot su po. La gruta, como hemos dicho, era ya" ensoñaciones, pero más lujuriante en la i el agua, la barca, la nave o el arca. Leroi-Gourhan2Te señala la primitividad y la universalidad de la piragua ahondada en un tronco de árbol.
e n ciertas tradiciones, cavern a y arca son intercambiables; en la tradición irani el arca se reemplaza por el Vara, especie de gruta sub-
Además,
los espec-rmenes de I a Ia vez cuna de los
s s
barca es un s'rmbolo
sino también
hecha
t
materiales éstos que remiten a otros tantos matices simbólicos28r' la fu277 Cfr. B,TcHELARD, Poétique de I'espace, PP . 208'2L8. 278 Gusoon¡, Mytbes et métaplt,, p. 58. 279 LERor-GounH AN, Honznze et rnat., P. 1rI, L56. 280 psyÉztL, Indo-Europ., p.211;cfr. DuuÉzlr,.l. M. Q,,p.
28r Cfr. L¡nol-GounHAN, op. cit.,
p.
L56.
237
L64,,note2.
I
siformidad del ingenio puede sugerir igualmente la rueca de las hilanderas o los < no está en la raiz de toda aventura m^Íitim4 y si la muefte, según un verso célebre, será el arquejípico-que apasiona toda n^vegación de los vivos. Eso es lo que confirm aria el folklore universal, tanto el céltico como el chino 28r, y el sería la supervivencia tenaz de los valotes mortuorios del bajel. Desde luego, gracias a este incidente fiinebre, toda barce es un poco ubajel fantasmu>> y es attalda por los ineluctables valores terror'rficos de la muerte.
La alegría de navegar se ve siempre amenazada por el miedo a , peto son los valores de la intimidad los que triunfan )¡
je que confunde barca lunar y c no solar, paÍa, no tener en cuenta más que el arquetipo ffanquilizador de la cáscara protectora, del bajel cerrado, del habitáculo. Más que hacer derivar la palabra de argba, ^tc^ ucreciente>, arco de c'rrculo, preferimos poner el acento etimológico sobre arca, .,cofreu, de la misma familia lingüística y psíquica que arceo <(yo contengo> , y arcanum, 284. Porque la constelación isom orfa qqe estudiamos en este caqítu]9 es la del contineltg, y este caricter dominante impofta más que la fijeza o la movilidad del utensilio . La tecnología sólo se sirve de la diferencia entre continentes fijos (cisternas, lagos, cubas, etc.) y continentes móviles (cestos, bajeles de toda clase, e tcétera) como un simple artificio taxinómico. En la noción de continente, según observa el tecnólogozer, vienen a confundirse ües actividades: transporte, travesla y colección. Hacemos aquí hincapié en esta última actividad, simple modalidad de la intimidad que consiste en agrupar cerrando. Al analizar a Julio Verne, Barthes 286, ha observado perfectamente esta intimidad náutica fundamental:
Cfr. Cr.ruDEL, Connaisance de l'fut, p. 35. Cfr. HnRDTNG op. cit., p. l 15. Cfr. LEnor-GounHAN op. cit., pp. 310, 3Lj. 286 R. Bnnrnrs, M.ytltologies, p. 92.
238
cierre . La afición por el navío es siempr e alegria de encerrarse perfe ctamente... amar los navíos es ante todo amar una casa superlativa, por estar cenada sin remisión. . . el navío es un hábitat antes de ser medio
de transporte.>> Y el mitólogo siempre descubre en los navíos del novelista, en medio de las peores travesías, la existencia tranquilizante de un ..rincón al amor de la lumbren, que hace, por ejemplo, del Naudlus <,la cavetna adorable>, la antitesis misma del barco ebrio287 . Si el navío se convierte en morada, labarca más humildemente se hace cuna. Tales son las alegrías que nos revela la . Tema cato al romanticismo, desde Balzac a Michelet. Este último recupera el júbilo lamartiniano y escribe: