relato instrospectivo no sirve ya al estudio de las motivaciones simbóli cas. Esto permite entender que la clasificación sartriana^® de los diversos modos de lo imaginario —que se atiene a los caracteres lógicos y su perficialmente descriptivos de las motivaciones imaginarias—, no reco ja más que vanas intenciones pobrem ente bautiz adas de intenciones «de ausencia», «de alejamiento», «de inexistencia». Cediendo una vez más a lo que podría llamarse la ilusión semiológica, Sartre refiere las clases de motivación imaginaria a las clases de la experiencia perceptiva o de la prevención lógica. Para suplir al determinismo de tipo causal que la explicación utiliza en las ciencias de la naturaleza, sólo hay que encontrar encontrar un método comprensivo comprensivo de las motivaciones. motivaciones. Y a había obser vado Re n á n q u e la motivaci motivación ón no tenía la la rectitud rectitud de las las relacio relaciones nes «necesarias», ni el completo arbitrario de las intuiciones azarosas. La motivación forma una categoría masiva, si es que puede decirse así, de determinación; como las «señales» que Saussure^° opone a los signos del lenguaje y que ya presentan «complicaciones simultáneas en varias dimensio nes». En la conclusión de este libro veremos que este carác ter pluridimensional, y por tanto «espacial», del mundo simbólico es esencial. esencial. Por ahora no nos ocupamos más que de m étodo y nos pregun tamos cuál es el medio de escapar a la esterilidad de la explicación li neal sin volcarnos —¡sería el colmo!— en los impulsos intuitivos de la imaginación. La clasificación de los grandes símbolos de la imaginación bajo cate gorías motivantes distintas presenta, en efecto, debido incluso a la no linearidad y al semantismo de las imágenes, grandes dificultades. Si se parte de objetos bien definidos por los marcos de la lógica utensiliar, como hacían las clásicas «claves de los sueños» uno se vuelca rápida ráp ida mente, debido a la masividad de las motivaciones, en una confusión inextricable. Más serias nos parecen las tentativas de repartir los símbo los según los grandes centros de interés de un pensamiento, desde lue go perceptivo, pero también completamente impregnado de actitudes asimiladoras en las que los sucesos perceptivos no son más que pretex tos para la ensoñación imaginaria. Esas son las clasificaciones más pro fundas de analistas de las motivaciones del simbolismo religioso o de la
SousTELLE,
9.
G ourhan ,
58 S artre, Renan , S aussure,
p. 104. G uiraud,
62
387 y ss.
Von Schubert ,
28
Leroi-
imaginación literaria. Tan pronto escogen como norma clasificadora un orden de motivación cosmológico y astral, en el que están las grandes secuencias de las estaciones, de los meteoros y de los astros que sirven de inductores a la fabulación, como son los elementos de una física pri mitiva y sumaria los que, por sus cualidades sensoriales, polarizan los campos de fuerza en el continuum homogéneo de lo imaginario. Por último, también se puede suponer que los datos sociológicos del microgrupo o de grupo extendidos hasta los confines del grupo lingüístico proporcionan marcos primordiales a los símbolos, ya sea que la imagi nación estrictamente motivada, tanto por la lengua como por las fun ciones sociales, se modele sobre estas matrices sociológicas, o bien que genes raciales intervengan bastante misteriosamente para estructurar los conjuntos simbólicos que distribuyen tanto las mentalidades imagina rias como los rituales religiosos, ya sea incluso que, con un matiz evo lucionista, se intente establecer una jerarquía de las grandes formas simbólicas y de restaurar la unidad en el dualismo bergsoniano de Les deux sources, o ya sea, por último, con el psicoanálisis, que se trate de encontrar’ una síntesis motivante entre las pulsiones de una libido en evolución y las presiones inhibidoras del microgrupo familiar. Son estas diferentes clasificaciones de las motivaciones simbólicas las que hemos de criticar antes de establecer un método firme. La mayoría de los analistas de las motivaciones simbólicas, que son los historiadores de la religión, se han detenido en una clasificación de los símbolos según su parentesco más o menos nítido con una de las grandes epifanías cosmológicas. Así es como Krappe^^ subdivide los mi tos y los símbolos en dos grupos: los símbolos celestes y los símbolos te rrestres. Cinco de los primeros capítulos de su Genese des mythes están consagrados al cielo, al sol, a la luna, a los «dos grandes lumbreras» y a las estrellas, mientras que los seis últimos capítulos se ocupan de los mitos atmosféricos, acuáticos, crónicos, cataclísmicos y, por último, de la historia humana y de su simbolismo. Eliade^’^, en su notable Traite d'histoire des religions, sigue aproximadamente el mismo plan de se paración de hierofanías, pero con más profundidad consigue inte grar los mitos y los símbolos cataclísmicos, volcánicos y atmosféricos en categorías más generales; lo cual nos vale amplios capítulos consa grados a los ritos y símbolos uranios, al sol, a la luna y a la «mística lu nar», a las aguas, a las cratofanías y a la tierra. Pero a partir del séptimo capítulo el pensam iento del mitólo go parece interesarse de repente por los caracteres funcionales de las hierofanías y los estudios de los símbolos agrarios se polarizan en torno a las funciones de fecundidad, de los ritos de renovación y de los cultos de la fertilidad, que insensi63 Krappe, 64 Mircea Éliade,
8-10, y Aeppu ,
y siguientes. ÉLIADE,
cfr. índice de materias, pp. 287 y ss. cfr. índice de materias, pp. 332
Op.
29