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escasos, se racionalizó y se hizo moderna por y en el cápital poniendo la lógica del mercado y de la competencia. Pero: tiempo,-la empresa, convertida en la unidad básica decomp el mercado, racionalizaba su organización ,para hacerla lo, petitixa posible y para controlar mejor el porxenir. Esa es 1 la que el empresario constituye, tanto para Weber como: para ~chu61 peter, una figura eminentelde la modernidad (cf. cap.tl): A la vkz,:k quien consigue conquistar una-posición (más o menos dur mercado y construir una empresa solvente (de una duración varikble){ es *decir,moderna. Pero la modernidad plantea-problema comoAayer. y quizás hoy más que ayer,5sin,lugar a dudas porque pare+ ce más destructiva que creativa, más incontrolable qu más pel?grosal que Y, sin embargo; e1,par empresa-mercado como v cionalización no estaba, para Weber, 'orientado solamente hacia la búsqueda sistemática del beneficio (inmediato) más elevado. También ' busca el control del,tiempo (futuro), el ,«control del porvenir a partir ' de la previsión»; la capacidad para conquistar y conservar las posil) , ciones ventajosas. Es un tema capital, ya que supone formas específil cas de competencia, basadas en ventajas competitivas fundadas en la' anticipación.!Para prosperar hay que innovar. La incorporación de inl novaciones está en la lógica de las inversiones técnicas -compren?' , didas en la organización-, pero también de las humanas. Schumpeter lo vio claramente: la innovación, técnica yShumana,se ha conSvertidoG en la fuerza productiva decisiva de la racionalización capitalista «mo- ,' derna». Es una destrucción creadora porque tiende a utilizar nuevas de actividades (de producto, de proceso y organización,, de ' formación) que ,permiten¿adquirir ventajas competiti corto plazo (aprovechamiento de las oportunidades), sino a medio y largo plazo (controlide la tecnología y del «saber producir»). El con- I $
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reto principal de la trol deliiempo, el de los «relojes»,6 con~tituye'~e1 modernización. Ahora bien, eso implica un tercer «gran actor» en el proceso, un actor capaz de ga~antizarlas condiciones de la innovación y regular los intercambios, un actor cuya lógica no sea ?
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5. Es curioso constatar la aparició se interrogan, de manera crítica, so convirtiendo; cf. Anthony Giddens, mattan; 1994 (l." ed.:' 1991), Charle 1993 (l." ed., 1989), y Alain Touraine, Critique de la modern Se puede encontrar un punto común a las tres reflexiones, más allá de sus muy numerosas diferencias: la evolución social' y humana en curso no es la que habían anticipado los grandes pensadores de la modernidad (cf. cap. 1).
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6. ' Cf. philiPpe'~elmas,Le maitre des horloges, ~ a r í s , ' ~ d iJacob, le 1991. ~ d e m & del hecho de colocar el control del tiempo'én el centro del proceso histórico de modernización, este libro muestra claramente el papel desempeñado por los grandes estados en los desarrollos recientes de la mundialización, pero también constata que el Estado está en «crisis de identidad* por el hecho del «retorno de lo privado», las fracturas entre grupos sociales y generaciones, y la pérdida de legitimidad. Llama a una «revolución social» que ,rehabilite la acción pública, comprendida en un Estado europeo que haya por fin encontrado su identidad... 7. Cf. Ignacio Ramonet, Géopolitique du chaos, París, Galilée; 1997, pp. llay 25. '* 4
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La crisis de las ident
una lógicaade rentabilidad tantoecomo de dominación~(púb1ick «guerras mundiales», continuadas con la conquista del espaci «guerra fría» (y recientemente por las «guerraside injerencia»: de Golfo, en Kosovo...)Jhampermitido a las 'grande~~empresas mento (públicas o privadas) y,a los complejosl militares indu avanzar en la innovación gracias a la incorporación ción científica a la"producción. La cuestión de las po cas y de los objetivosbde la acción pública está en modernización que tiene como primersobjetivoel ¿
\ intercambios de capitales, de tecnologías y de saberes, ya que la mo:. ' ~ dernización no es sólo capitales ~y'conocimientos,si mas, aún muy 'insuficientes y muy~vagas.Vislumbramo ummovimiento que sobrepasa el marco de los estados-na tenta,'con~resultadosaleatorios,definir normasrnuevas a en'materia de créditos financieros (Banco Mundial y F rio Internacional) -y en materia de intercambios$(Orga dial del Comer~io).~ Apreciamos los enftentamiento alrededor de esta apuesta'decisiva que representa el do mundial y a sus recursos, a las tecnologías del porvenir y a las formas de 0rgan;ización modernas. Vemos que Europa intenta dotarse de 16s medios la pariicipa&iónen'la
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, , 8: El resultado de la,negociación que no.se~consumóen Seatte, en diciembre,de 1999, y fue la ocasión de una inesperada movilización colectiva, es decisivo para el porvenir de la regulación mundial y para demostrar la capacidad de la Unión Europea de influirJenlas decisiones, constituyendo'untest e~encialdeLsupoder efectivo. >'!
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1 Pero a mediados de los años setentarcomenzó otra fase a8i.a'qut$ todo el mundo designa con la palabra «crisis» sin darle nece~ariameri.~~ te el mismo sentido. El fin de los «treinta gloriosos» (1945-1975) fuk en principio el'frenazo del crecimiento por razones coyunturales (cua-* druplicación del precio del petróleo en 1973), pero también estructurales (baja en la rentabilidad del capital invertido). Siguió después el aumento continuo del paro, de la distancia entre la población activa y los empleos disponibles: medio millón en 1974, un millómen 1978: dos millones en 1982 y tres millones en 1996, a pesar de la calma pasajera de los «tres'gloriosos» (1987-1989). Y es también la ascensión de lo que setllama la precariedad," la de las (¿nuevas formas deiempleo»que afectan especialmente a los jóvenes (en 1992; la mitad de , losijóvenes activos de 24 años son o bien parados o bien trabajadores en precario) y a las mujeres (las tres cuartas partes de los empleos1a tiempo parcialtson ocupados por'mujeres (que mayoritariamente desearían estar a jornada completa). A finales de los años noventa, 'el paisaje del empleo ha cambiado completamente: «Francia sale herida tras veinticinco años en los que seiha pasado del pleno empleo al paro; : del universo radiante de los treinta gloriosos al de las desigualdades y ' la-e~clusión».'~ .El paso de laJ«sociedail industrial» a otra$que-nadie ', está seguro de saber cómo nombk13está en crisis. a
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crisis de las identidades profesionales
Lo cierto es que el trasvase no se,hace #ose ,hace muy mal en la sociedad francesa y, sin embargo,_la,«terciarización»está plenamente en marcha (aunque el término esconda varios procesos heterogéneos). En 1968, el 44 por 100 de la mano de obra'francesá estaba empleada en la industria y el porcentaje sólo era del 28 por 800 en 1998. En 1968, el sector terciario, comerciante y no comerciaiite; incluía en Francialal 45 por $100de los*activos y en 1998.e166.por 100. Los obreros, en el sentido del Instituto Nacional de Estadística y *EstudiosEconómicos, que representaban cerca del 40 por A00 de la población activa (más de la mitad de los hombres) en el censo de 1975 sólo representaban algo más del 20 por 100 en el censo de 1999,14aunque una parte importan: te de la antigua'mano de obra obrera no se trasvasa'de 1os.antiguos~a los nuevos empleos, ciertamente por falta de empleo accesible, pero también por falta de ,movilidad y de-política de conversión eficaz. Todo lo cual multiplica, para ella y para una fracción importante de hijoside obreros que no tienen titulación cotizable en el mercado de trabajo, las situaciones de paro, de una duración media cada vez más larga,15de precariedad (empleos de duración limitada, empleos auxiliares no renovables: interinidad, etc.) y de jubilaciónjanticipada (la población activa de más de cincuenta años disminuye desde comienzostde los años ochenta, más rápidamente la de las mujeres que la de "los hombres). Francia está especialmente afectada por e1,no trasva~e,~que provoca formas diversas de lo que se ha denomiiado desde 1á segunL da mitad de los años ochenta, la ex~lusión.'~ t ... , A
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dicios flagrantes de crisis identitaria a la vez que de una crisis de la «sociología clásica»? Cf. Dans quelle société vivons-nou?, París, Seuil, 1998. 1 4 En el momento de la redacción de este libro no se habían publicado los datos del censo de 1999 concernientes a la estructura de la población actka por CSP. Me he atenido a los resultados de la Encuesta sobre el empleo de 1998 que dan un 2 2 3 por 100 10Vde empfeados (14,5 por-lOO en de obreros (39,9 por 100 en 1968), un 20,l 1968) y un 35,9 por 100 de «profesiones intelectuales superiores e intermedias» (un 13,l por 100 de cuadros medios y superiores en 1968)...*Sepasaría así de un 28 a un 56 por 100 de empleados y profesiones intermedias yisuperiores asalariados en treinta años. Señalemos que las mujeres son casi tan numerosas como los hombres., 15. El paro de larga duración (inscripción durante más de un año) no hizo más que crecer durante los años ochenta. La antigüedad media del paro se dobló entre 19T5 y 1989. En el curso de los años noventa, y tras un ligero descenso, el paro de larga duración volvió a crecer hasta estabilizarse; cf. Didier Demazikre, Le chomage de lon; gue durée, París, PUF, col. «Que sais-je», 1995. I , 16. Cf. Serge Paugam, ed., L'exclusion, l'état des savoirs, París, La Découverte, 1996. En la introducción, Serge Paugam muestra que la noción, convertida*enoficial /
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Se ve claramente la destrucción,,menos1á creación:Y, sin-e go, también ha,tenido lugar: Robert Castel recuerda regularmente a finalesdel siglo,xx; la población francesa no ha contado nun tantos asalariados f 19,6 millones en,1995), que, repres 1,OO de,la población;activa, tanto'en 1995 como en 1975. Es cie no son los mismos'perfiles de,asalariados, ya que si las formas pleo se han diversificádo,muclío,tapbién el trabajo seth Podemos intentaran resumen:esqu'emático: la antigu rial, industrial, imanual, conflictiva y negoclad nueva, terciarizada, informatizada, menos confli lada. Las categoqas integradas por asalariados ti mucho tanto en efectivos como en pes'o,relativo: «c me$os>?~(nombres de antes del censo de 198E), profes lesfsuperiores>medios,(nombrestde después): empleados/as p riarnente ,femeninos (en treinta qños la poblacióp activa ha en cinco millones de mujeres frente a un millón de hombres...) prácticai:, ,:' mente se han doblado en veinticinco p o s . Algunas activida nocido un progreso sin precedentes: *informática,com trabajo social,,segu~idad... Uno de los mayores problemasfes que los,, r empleos quese crean no son ocupados -salvo excepciones nes ocupaban los empleos que se destruyen (con frecuenci por sus hijos) y de ahí la constatación de dualización del me bajo y de la sociedad, de «fractura social» y de «nueva pobreza» que se : ,! mu1tiplican;a veces en muy altaslesferas,desde hace veinti especialmente desde mediados de los años rioventa. <
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Castel tiene .razón al hablar deu<
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a principios de los años noventa (especiaimente tras la ley sobie 1as;~nvestigacionesque acompañaron,a su puesta en marcha) no'tiene con la de los años sesenta y setenta que designaba a «grupos sociales poruna e x c l ~ s i ó n ~hecho:>. de ~hora,tla,nociónestá unida a'una «tom colectiva de una amenaza)que pesa sobre franjas cada vez más nume tegidas de la población* (pp. 14-15): , 17. La f ó p u l a se encuentra en Robert Castel, «CenTaiitédu,travail e le», en Jacques Kergoat et,al., eds., Le monde du travail, París, La D p. 53. Sintetiza una larga argumentación,sostenidaal final del libro Le de la'question sociale. Une chronique.dusalariat, París, Fayard, 1995. largo análisis histórico, Castel elabora la cqnclusión del desmoronarme ,asalariada a partir de1,hechode una crisis del Estado social que es a la vez~unapérdida de eficacia (falta de medios suficientes, pero no solamente eso) y una crisis de,legitimidad (consecuencia de la pérdida de eficacia, pero no solamente eso). ,en el capítulo6 a propósito de las~políticasde ayuda a la inserció
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18., Sin embargo, la noción de «desafiliación» introducida por Robert Castel plantea problemas en la medida en que da a entender que la alternativa, para los~más~necesitados estás entre,«la afiliación» a la?sociedad salarial (mediante el empleo,,la prote& ción,social, el sueldo del trabajo) y el aislamiento, la ausencia de vínculos'sociales y la dependencia (mediante el RMI,y,las pensiones asistenciales). Ahora bien, existe una tercera vía que es la,de la asociación a movimientos,de defensa y de lucha colectiva, como, p~r~ejemplo, le1 movmiento,de los parados o e1,de los «sin techo»! Se trai ta de,una'forma de afiliación que no,es ni integradora!nidependiente... ' ' i' 19., ,Llamo «sentido del trabajo* al componente dedas identidades profesionales que concierne a la conexión en la situación de trabajo, a la vez actividad, con51asrelaciones de trabajo,,el compromiso~deuno en la actividad y eP reconocimiento de uno por los compañeros (especialmente por los que juzgan los resultados); cf: lar última parte IL de La socialisation, 1991: pp: 199~256., , , < i . 2 20. ,,.Cf. Jacques De Bandt, Christophe Dejours,,Claude Dubar con Charles Gadéa y Catherine Teiger, La Fran~e,~malade du travail, París;Bayard,
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«el trabajo-empleo está desapareciendo» comot«la sociedad salarial. que «la desafección~respectoal trabajo progresa por todos los~lados que wamos hacia una «sociedad del1 tiempo seleccionado y-de la mu tiactividad», la perspectiva es diferente." Que esto pueda constituir proyecto~políticoglobal a largo plazo, atópico en el mejor sentidd la palabra, es legítimo.%Quedescriba una tendencia observable, un' evolución en curso o un8movimientoque conduzca al «fin del trabajo». es mucho.más discutibIe. En Francia, el debate sobre esteitema.ha"sid9) siempre una mezcla de,los dps registros: el de las tendencias obserGa4 bles y el del proyecto de~eable.?~PÓr ahora, me atendré al primero. Afirmar, desde*ésetpuntode vista, que elltrabajo sigue siendo centrdl tanto en el funcionamiento económico como en ala estructuración so': cial y9enel desarrollo psíquico es simplemente intentar una interpréwción del sentido del.proces9 histórico en cursó y no tomaauna posi; ción política otética sobre las orientaciones que hay que intentarque triunfen. La confusión entre los dos registros amenaza con llevar a un , punto muerto: el consistente en separar radicalmente lo económico de lo «social» y lo «psíquico» y dejar a10 «político» muy poca cosa.23 , La tesis que,desarrollaré aquí es la siguiente: los cambios eneel trabajo, localizables a partir de los trabajos de los investigadores (ylde
inis propias observaciones) son contradictorios; Algunas evoluciones, osbozadas durante un tiempo, son«bloqueadas» más tarde;.ciertas tenclencias manifiestas en un contexto dado son muy «vagas» en otro; iransformaciones impresionantes en un sector son casi invisibles, y a vcces lo'son en sentido contrario,>enotro. Es la razón por la que la invención de una'nueva forma identitaria, a la vez organización del Nosotros (societaria) y nueva configuración del Yo (de relación o biográ; rica), que,haya podido ser observada aquí o allá no parece que se lleve a cabo. Su aparición está hoy en crisis. 1ntentaré;'para demostrarlo, apoyarme en'algunos trabajos que permiten observar las.tendencias predominhtes sobre el tema del trabajo ewel período,reciente. He ses leccionado tres, aun sabiendo quermi elección es arbitraria y explícita; mente-orientada: se trata de tendencias que tienen incidencias identitariastimportantes,'quemezclan la racionalización y la innovación, que tratan de relaciones en el trabajo y no derformas y categorías de empleo, y que conciernen a las exigencias que los empresarios y los dirigentes políticos anteponen paracontratar, formar 0,administrar los «re' cursos humanos» y a l a manera én que reaccionan los asalariados.24
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21. Cf. André Gorz, «Le travail-fanthe~,en ¿e monde du travarl, 1998, pp. 30-32. El texto recupera los argumentos ampliamente desarrollados en Miseres du present, richesse du posszble, París,,Galilée, 1997. Lo que crea una desazón constante es+la ' ' yux~aposiciónde afirmaciones,que versan sobre las tendencias «objetivas» de1,empleo y del trabajo asalariado (lo que Gorz llama «trabajo~empleo»),y sobre las actitudes «subjetivas» de los jóvenes de numerosos países industrializados que expresan su contento. No es el caso de la obra que presenta las actitudes de los jóvenes alemanes respecto al trabajo: Rainer Zoll, Nouvel individualisme et solidarités quotidien' i, nes, París, Kimé, 1992. 22. Encontramos una ilustración de la mezcla entre juicio «de hecho» sobre las evoluciones del trabajo y juicio «de valor» sobre'el trabajo en la obra de Dominique Méda, Le travail, une valeur en voie de disparition, Phís, Aubier, 1995. La'autora tiene tendencia a asimilar el resultado de las investigaciones de los estudiosos que cita a tomas de posición sobre el valor del trabajo, de manera que hasta se desliza regularmente de un análisis del «concepto de trabajo» en losgrandes sistemas filosóficos a apreciaciones'sobre las actividades o relaciones de trabajo en-la sociedad actual. Este deslizamiento también ha sido señalado por Dominique Schnapper en Contre lafin du travall, París, Textuel, 1997.) ,' + : 23: , La impotencia del político es una cuestión decisiva. Se deduce, por ejemplo, de los análisis,de Jeremy Rifkin en Elfin del trabajo ed., 1995), quien trata sobre la sociedad americana en la que, según el autor, la dualización social ya se ha realizado y la exclusión de las «minorías» (negros de los ghetos, hispanos.. ) ya se ha producir
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La primera se basa en la propia definición.de qué es lo que está en el corazón de , ' + , , la actividad laboral, gue se ha convertido, cadayez con más frecuencia y bajo formas &Úy variadas, en una actividad de redo$
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do con 'ampli~ud.La transposición a Francia, esbozada por Michel Rocard en su prefacio, me parece peligrosa en la medida en que acredita5la tesis Según)la cual no hay nada que esperar de positivo o de aceptable en las «actividades regidas por el mercado», y que el único objetivo vital es «el paso de los destinos abocados al mero trabajo productivo's destinos abocados-al uso solidario y creativo del tiempo libre* .G (~:XVII),lo que me parece muy digcutible. , 24. La localización de las «tendencias,predominantes»'ceha beneficiado de dos síntesis muy ricas en cuanto a los resultados de su investigación: J. Kergoat, J: Boutet, H. Jacot y D. Linhart: eds., Le monde du travail, París, La Découverte, 1998, y M. De Coster y F. Pichault: eds., Traité de socrologie du travail, Bruselas, De Boeck, 1994 (2." ed., 1997). También f~e~facilitada por la celebración del coloquio «Le travail. Recherches et prospectives», Lyon, diciembre de 1992, del cual varias ponencias han sido'publicadas en números especiales de revistas como Sociologie du travail, Futur antérieul; Projet, ,etc.' Tambén se ha inspirado en las tesis desarrolladas por J. De Bandt, C! Dejours, C. Dubar, C. Gádea y C. Teiger, La Frunce, malade du travail, Pa' rís, Bayard, 1995. S
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1.a crisis de las identidades profesionales
lución-de problemas y no-de ejecución mecán aplicación de'procedimientos pre está evidentemente vinculada con las importan lizacióm que han sido ,la automatización de los y la informatizaciónsde"los dispositivos de tr cuenta y sesenta encontramos las primeras procdsamiento: cementeras,lpetroquímica por ejemplo,,duyo,problema es el selencuentra en gestación: desde principi primeros talleres ,automatizados, provist 'sión de las fábricas Renault, estudiados "p pios de los años sesenta, Pierre Maville, a mas de producción a las que llamaba<« que eran' muy minoritarias eriYa industri ción no era segura.26Treinta años desp cesador, el aguijón de la competencia, eliminación.de númerosas tareas repeti han permitido a este modelo de vigilan expandirse no sólo en la industria, sin Esta forma de trabajo, si bien s .~~ luto el « t a y l ~ r i s m o »Simplement ) ,
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25. Cf. Alain Touraine, L'éyolution du tra du CNRS, 1955. Sin duda, esta ob obsékvacion'ei y anllisis, 1 competencia». Cf. Claude la competente*, Sociologr 26. ,Cf. PierreNaville, ,Vers 1 'automati te al+pesimismode Friedmann en cuant analizaba positivamente el doble movi ducción y de desarrollo de la' «formac anticipaba «dramas+ en los procesoi d los empleos, no se adhería a la postur que el «fuera del trabajo» para comp 27. El debate «postaylorista» o «ne setenta en la sociología del trabajo ampliamente superado: los 'dos m miento que tiene como otijetivo ca operarios (obreros, técnicos, ingénieros ...) )miento que tiende a negar y controlar las « laboral para conseguir él máximo provec 'pende del momento,debciclo tomado en c reconversión) y de la coyuntural de la que se trate.
mente una,parte'del trabajoobrero: el trabajo;en cadena,~inmorbalizado por Chaplin en,Tiempos modernos no ,es hoy+!la'figura dominante del trabajo obrero~«modécno».Poi otra parte, hay que rendir homenajea los ergónomos francese~,2~, quienes; sin duda 'entre..los primeros; -han distingúido en el caso dellos obreros especializados en,cla caadena,el ((trabajoteórico» "(lasltareasa cumplir según el gabinete de métodos) y el «trabajo real»;,(la,actlvgidad 1ab.oral:lo'que. hace el o la que ejecuta la tarez): El operadoi; no es pasivomi está totalmente 'spmetido; sino que «elabora+modósoperativos que movilizan,sus,recursos propios», «administra constantemente un)conjunto,de acontecimientos que:le permiten;decidir 1asacciones;a llevara areelabora los objetivos prescritos -y se larregla con los medios d e loS que dispone>>y «poneten acción,trucos~incorporados para,alcanzar'sus,resultados~~. En resumen, el trabajo tenido como más mecanizado pconsiderado corno el menos. calificado es #ya,a susmanera;. una.actividad de resolución de problemas, aunque' no, sea más queivporlas ,incertidumbrest;y disfuncionamientos mal conócidos,del sistema de producción. Pero esta actividad no es reconocida, aún peor,,es negada, no sólo*a través iie la organización $ .la imposición d~limitaciones temporales, sino también*através del ,salario y ,la'ausenciade poryenir, dereconocimiento y, de'cáeera.', rRhora bien,fquienes,observan las transformaciones $deltrabajo, tomando,en consideración.el .«trabajo real» ty:no, solamente8el,prescrito, ,parecen estar de, acuerdo en ;reconocer 'que desde'lds añostsesen'tai-y en contextos ,variatlos, «lo prescrito :tiende, a~desdibujarse peseta que el nivel.de exigencia tiende a aumentar».29Sin duda,es demasiado pronto para describir con detalle las etapas del proceso que, des&? las <ide c o m i e ~ hde s 19s /
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Cf. F. Daniellou, A. Laville y C. Teiger: «Fiction et realité du Jravail ouvrier», Les Cahiers francats, n." 209,1983, pp 39-45. El origen de la teorización dellasdiferencias entreldrabajo prescrito» y ,«trabajo real» fue una enc~esta.de.1969119~72 en una fábrica de montaJe de televisores en elloeste de Francia, entla que el análisis ergonómico,del trabajo puso de manifiesto formas,inéditas de actividad,~de..resolución de problemas y de inventiva' por,partelde obreras consideradas como,«no cualifica"< , , *, das» y simples xejecutantes* <29. Cf.,Frángois Guérin,'«Ca'ctivité du travail*, en Le monde du travaii: p. 176. El autor, ergónomo, muestra que la,disminución de lo «prescrito» puede, en algunos contextos, acompañarse de un' crecimiento ,de dos resultados. Existen varias formas"de prescribir, si no,los medios;sí~los objetivos a'alcanzar;iexplícitos o implícitos. Cf. el artículo de Qorinne Chabaud en Les analyses du tiavail. Enjeux etformes, CEREQ, , ' , 1 1 , h , < ' V n.9'54, 1990.r ,
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años setenta a los «grupos semiautónomos» de finales de, década conduce, pasando por los «circuitos~decalidad» proyecto», en'relación con la automatización 3,la difusión la~microinformática,a los «dispositivos de gestión» qu en todas las grandes empresas a la búsqueda de la competiti como'sea, el paisaje se ha modificado, y el, centro'de 1 boral más+«banalizada»se ha desplazado: «El acto product plía, se desplaza hacia arriba, tiende a convertirse 'enuna a gestión*global:deguncproceso, de flujos físicos y de infor intelectualiza y gana en autonomía>>.30 t Que se me comprenda bien: no es porque los dirigentes de e presa comprendan todo el, partido que podrían obtener de1 mientos incorporados ,y antesnegados, ni porque «amplíe lariados el poder de reflexionar sobre lasiformas de organizacióni$4 los modos operativos o les inciten a elaborar diagnósticos y proponer transformaciones»,3' por lo que las relaciones sociales de trabajo va?. yan a cambiar completamente, e1,reconocimiento de los asalariados de ejecución sea algo conseguido o el pode^ jerárquico deje de exisl tir. Lo que quiero decir es que el trabajo, incluso el más ordinario, se ha convertido en un desafío para el reconocimiento de uno rnismo,'un «espacio de voz» en el que invertir (o no); un wcampo de problemas» , a gestionar e intentar,resolver (o no) y un,«universo"de obligaciones ': implícitas y ya no dei'«obligaciones explícitas.de ob Quien dice desafío dice a la vez incertidumbre y fuerte i ,
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111 trabajo, incluso el asalariado, ¿se c0nvertir5,~para cadaivez :más lisalariados, en una opción decreatividad?personal y colectiva, 'reco~isciday valorada o, por el contrario, enluna necesidad de superviven> citi para el cumplimiento.de~tareas cada vez más insignificantes? Nada ostá verdaderamente decidido. El llamamiento a-la c r e a t i ~ i d a dde ~~ los asalariados para resolver, problemas y rentabiliza~las inversiones #e acompaña con racionalizaciones que dividen las actividades y, a la vez a los colectivos que las ejercen. La competencia y la competición horadan las empresas y dividen a los asalariados tanto;más cuanto que ellas se acompañan de reducciones de empleos y de racionalización de los «recursos humanos», lo que permite'comprender el estallido, tanto,en las empresas.como ewel conjunto de la sociedad, ,del ((modelode la' competencia» durante los años ochenta y noventa:
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Nos referimos ahora a una segunda tendencia predominante que ha prolongado y modificado la anterior. La «lógica competenciaG'se ha desarrollado en Francia casi,simultáneamente en,las organizaciones de trabajo y en algunos segmentos del sistema educativo'a partir de a . ~principio,iconsistía ~ en cuestionar mediados'de los a ñ ~ s ~ o c h e n tEn una concepción frecuentemente tildada de burocrática de la cualificación, quemestaba previamente adquirida y sancionada.por un,título que daba derecho a un contrato en un '«nivel de clasificación» (y de
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. r; ' , t i , 30. Cf. Gilbert de ~erssac,Autonomie dans le trav9i1, París, PUF, 1992. Esta obra tiene el mérito de'mostrar concíetamente *cómola regulación conjunta, desvelada'por Jean-Daniel Reynaud en Les régles du jeu (A. Colin, 1989), se expa presas a la vez que se difunde la automatización de la producción y ción de los dispositivos de trabajo. Concentradas al principio en las industrias de procesamiento, estas formas de regulación «en la base» se extienden a transforman los dispositivos anteriores 'de control y la relación con operarios. 8 , 3 1. Cf. Gilbert de Terssac, op. cit., p. 126. 32. Cf. JosainetBoutet, «Quand le travail rationalise31e,langagea,Le mo vail, pp. 153-164. La autora muestra los dispositivos de gestión recurren, de manera creciente, a la palabra y a los escritostde los asalariados: Pero éstos se basan con frecuencia en una concepción decnicista y mecánica de la comunicación» distinta.de una concepción «comprensiva*eintersubjetiva». Si3bienel «saber comunicar» se convierte en una competencia profesional en su dimensión cognitiva, no es productor de identidad más que en su dimensión social, que supone*una~reapropiación personal, y colectiva de los mecanismos de gestión. Para ejemplos de reapropiaciones en contexi
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crisis de las identidades profesionales
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tos muy diferentes dentro de la gran empresa burocrática, cf. Delphine Mercier, Frédéric Séchaud y Pierre Tripier, «Management tools in the process of Globalization», en ,C. Mako y C. Warhust, eds., The Management and Organisation of Firm in the : Global Context, University of Godollo Press, 1999, pp. 127-136. 33. Recordemos,queel trabajo no es sólo pena y4 labor, sino tam-én obra y creación. En,alemán, como en inglés, se emplean dos palabras: laborby work: arbeit y werk. Cf., sobre este punto,lHannah Arendt, Condition de l'homme, moderne, trad. París, Gallimard, 1973. La cuestión de la creatividad como producción de obras para uno está en el centro del proceso de identidad personal. Cf. cap: 5. ' 34. Lucie Tanguy y Francoise Ropé, Savoirs et compétences d l'école et dans l'entreprise. El análisis comparativo'de dispositivos tales como~los.«referenciales de competencia» en la enseñanza técnica (o la formación continua),y los «acuerdos de empresa* como el de la siderurgia (Gap 2000) demuestra la lógica común que une individualización de saberes, organización de las «competencias» en' situación y apuesta er > , : por la evaluación 'social. a
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La crisis de las identid
de h «formación durante toda la vida» @$e-long learning),de 19 dio a esta Última evolución su milrchamo europe0.4~ , ;,L. Al final del trayecto, la lógica.de la competencia~salesensib mente modificada. No son ni 1a.escuela ni,la empresa (ni siquie coordinadas) las que producen las competencias ,que los in necesitan .para acceder al mer~ado~de trabajo, obtener unos ingreso hacerse reconocer: son los propios individuos. Son respon su competencia en los dos sentidos de la palabra: ellos' han de 4idq rirla ylellos padecerán si no lo hacen. El balance ?decompetencia' permitirá saber dónde están en ese proceso. Deberán elaborar una tera de competenciasrque sacarán'isi quieren ser contratados. La! de cheque individual de formación va en1el mismo sentido: la asu ción por parte del individuo de su formación continua. competencia la cualificación incorporada al!sujeto,~interiorizadaá'l largo de su-trayectoria y aprendiclafactivamentedurante S ciones, puede ser «vendida» o «alquilada» un tiempo a una empres? que la juzgue necesaria para uno u otro de sus objetivos, si no prefie;) re a otro qretendiente. En principio, la empleabilidad es eso: mantdj nerse en estado de competencia, de competitividad en "1 mercad6 Ccomo uno se mantiene en «buena forma» física) para poder ser, quir zá, contratado un día para una misión precisa y limitada, u ción» determinada. Son palabras nuevas para una relació antigua: la del~«profesional»y sus clientes, la relación de servicio.' ;$, S
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El trabajo como relación de servicio i
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Es quizá la transformación más significativa del trabajo, ya que atañe a su sentido mismo: Además, concierne potencialmente a todo el 1 mundo: asalariados del sector privado,^, de la función pública, de la , gran empresa y de las PYME, asalariados «atípicos» Acompaña a la vez a las evoluciones del trabajo industrial, agrícola y artesanal, y al movimiento de terciarización de las actividades. PO+ h! en el centro de la actividad~laborallaa~relación con el externa, final o «intermedhia», «directa» o,«indir confianza un componente central de la relación .y d G
41.
C. Dubar y C. Gádea, eds., op. crt., pp. 56-60.
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[(o1 cliente, un elemento esencial del éxito de la empresa y del recollocimiento de uno mismo. Acompaña a un movimiento de transfor(iiiición de la organización burocrática, anónima y compartimentada; el1 una empresa-red, que3unepequeñas unidades directamente en el 111ercado. , +
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En las grandes empresas, el movimiento se inició,al mismo llcmpo que se difundíanlos~imperativoslde,calidad
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11 ~i'ihisde las identidades profesionales
en las empresas que querían «acercarse*asus clientes»,,«ceñirse demandas», «convertirse en reactivos». De transformase: se descentralizó, se desburoc interconectadas y se convirtió, a fin de cu rnundiali~ada.~~ Gracias a la informatizac nización centralizada y burocrática en una red de unidades coris das~comoPYME quelcompetían entre ellas: a partir de proye{t indicad~res~de resultados: La relación entre el «centro» y (las¿ des» llegó a ser análoga a la que une a un tistas. ,, * La empresa-red-que emergió del mo mente productos, sino que también yende únicamente, servicios, que no represent del empleo en 19,775 frente.al6 merciales a las empresas» fueron los qb miento: servicios informáticos;financi Con frecuencia, la gran empresa posee tes internos» y¡su red de «clientes/pro los en competencia, el mercado penetr empresa intenta organizar,su mercado. Algunos: servicios se estan darizan:-incluso se «industrializan» y que otros se «personalizan» y practic cio a partir del.estab1ecimiento de cliente.45 La empresa-red definel1 problemas, lencontrar o implantar
vyi~dadero«modelo de referencia», no sólo'en la empresa pri'vadtiin/iuiuxdora, sino1también en el mundo del servicio público. 'Se trataba [Jo ~ransformara los furicionarios en profesionales, es decir, en proi vsodores de .servicios a los,tusuarios con quientes.están unidos y a (111ienes buscan satisfacer las necesidades de1'lamejorfmaneraposible. (4s una pequeña revolución cultural que se pedía desde el mundo de la iirlininistración, donde todavía reinaban con frecuencia la cultura burocrática del control, de la protección jerárquica y de la cerrazón res~)cctoa los adrnini~trados.~~ Está en juego una verdadera conversión Idcntit~ria~en un mundo en el que se encuentran a menudo identida,ti ílcs categoriales producidas p,or una larga historia. . r
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Ilurante los últimos treinta años hemos asistido en Francia al desman: lelamiento de sectores enteros de la economía que estaban organizados, a veces desde hacía mucho(tiemp.0, sobre la basélde «comunidades de y)que, bien o mal, habían resistido a las racionalizaciones anteriores. Después del «fin de los campesinos»,48Francia asistió, ,impotente, al cierre!de las minas de,carbón,y al declinar de los <«mineros de a la crisis de.la siderurgia y a la completa'transformación del trabajo de los «siderúrgicos»,50a las conmociones en la metdurgia que provocaron despidos, cierres de fábricas ~ydolorosas reconversiones de los «metalúrgicos>~,? etc. I t ' , 1
E1fantiguo modelo de la relación de servicio !entre un «profe,:: sional» reconocido como tal y sus «clientes» (cliente y no sólo corittf prador) llegó a ser en Francia dur
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46. Cf. los trabajos del Cen're de sociologie des organisations y e~pecialmente~9therine Grémion: «Videntité dans I'administration», en J. Chevallier, ed., L'identite politigle, París, PUF, 1994: pp. 270-278, así como Jean-Pierre Dupuy y ~eán-Claude Thoenig, L'administration en miettes, París, Fayard, 1985. * I 47. Sobre este término aplicado al mundo de los oficios, cf. Denis,Segrestin, Lephéoratzste. Essai sur l'aven~rdes ~ ~ s t ~ r n e s p r o f e ~ s ~ ofermés, n n e l s París, Fa,
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as, Le fin des paysans, París, A. Golin, 1967., ar, Gérard Gayot y tJacques Hédoux, «Sociablité minie're..», social*, llega a~ser«la única fuente de s
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50. Cf. Jean Gustave Padioleau, Quand la Frunce s'enferre, París, PUF, 1981. Cf., también, Serge Bonnet, L'homme de fer, 4 vols., París, Ed. du CNRS, 1982-1986. * I 51. Cf., especialmente, Michel Pincon, Désarrois ouvriecs. Familles de métallurgistes dans les mutatrons industrielles et sociales, París, L'Harmattan, 1987. A
La crisis de las ideiiti
se Y de definirse a partir de él, de organizar toda la vida, paree berse hundido para dejar paso a otro mundo.' La identidad de oficio es el tipo evidente de identidad co& taria que supone la existencia de una «comunidad» en el seno,d
con el patrón (a veces el mismo padre) en la faena. Se,basa en munidades pertinentes de la acción colectiva»,s2que permiten a la la defensa de los intereses de los trabajadores, identificados con líderes sindicales, aunque también el reconocimiento de «comuni des de intereses» que unen a trabajadores y patronos alrededorlde o" jetivos comunes, de «~uper-reglas»,~~ que garantizan en especial supervivencia y el desarrollo de la firma. Las identidades de oficio exigen para reproducirse una relati dades que las soportan. Se encuentran con frecuencia allí donde esi ten <
tafio florecientes. No es la primera vez que el hecho se producía en 1' historia económicá francesa,55pero esta vez el impacto fue especial mente duro. Un paisaje'totalmente nuevo de esa &tación. . ,
i,ii crisis de las identidades profesionales
La crisis de las identidades de oficio afectó primero y sobre todo entrado en las minas, las fábricas o los astiIlcros durante los años cincuenta y sesenta. Entre ellos había4muchos iiiitiguos campesinos y especialmente trabajadores inmigrados. Se halj(t~nintegrado más o menos bien en las comunidades de oficio, en'el lindicalismo obrero y en las formas de regulación características del Ijstado-providencia: Durante los años ochenta y,noventa se encontra-, IlLinen el paro, prejubilados o en situaciones de precariedad. Ya no pod(an transmitir «su oficio» a sus hijos y sufrían muy hondamente el ((c~m~ronarniento de «su mundo» anterior. Sin duda, es el. aspecto más ~[ramáticode la crisis identitaria? la imposibilidad de transmitir a los llijos los saberes y los valores de un oficio reconocido y valorado. Pero la cnsis no salvó a otras categorías de asalariados. Las iden[idades de oficio constituyen un caso particular, es cierto'que históricamente muy antiguo, de una forma identitaria más general que he llalilado «forma categorial* y que supone la preeminencia de lo colectivo sobre los individuos que lo componen, al mismo tiempo que la inteiiorización de normas muy aceptadas en materia de cualificación, de progresión salarial o d.e derechos, adquiridos. Esas normas, unidas a los modos de regulación en vigor (ley, reglamentos, convenciones o costumbres),57conciernen también a los agentés de la función públiCa, que consideran con frecuencia que su movilización en el trabajo iio es reconocida y sus derechos adquiridos están amenazados. En nu~merosasencuestas llevadas a cabo durante los años ochenta y noventa, estos agentes se consideraban bloqueado^,^^ sin espe'1 entes. ranzas de prosperar y sin reconocimiento por parte de sus dir'g
(i los obreros que habían
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La mayor parte de ellos consideraban que las reglas del juego habían cambiado y que ellos lo estaban pagando. Su esperanza de%un ascenso jerárquico, por antigüedad o concurso, se había desvanecido, sobre todo por la llegada de jóvenes titulados -muchas veces1 desclasados y con un nivel de estudios mucho más elevado- con más posibilidades que ellos de ganar los concursos y que no compartían su cultura 3
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ciale, París, A. Colin, 1989.
los oficios ~on~~inivcrsos riili~ciliinox, 57. CI'. Cliilielo D~ibiiry Idioi'r'eTrllli~i',Saclologie c/e,u prq/'i.s,sior~s,pp. 153-1 55. 58, C CI', C , ~ u h u , L e ~ s a ~ l t l ~ h ~ i. e. x . - ~ f i ~ ~
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i,ii crisis de las identidades profesionales
profesional. También estaban enfrentados a comportamientos fie
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59. Una parte de los escritos de Everett Hu una perspectiva sociológica interaccionista s conceptos de socialización profesional y de c (career)y especialmente's las vueltas de la e el esquemaaseáplica tanto a las ocupaciones Le regard sociologigue, Ed. de la MSH, 199 de vista interaccionista sobre los grupos pr ciologie desprofessions, 1998, cap. 5
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~ ~ r v i c como io la. difusión progresiva en el «mundo del. trabajo» fift~ncés durante el período considerado, de una nueva manera de:es[~ii. en el trabajo, de sentir, pensar y, vivir las actividades «profesio: (itiles» que,ha desestabilizado todas las formas anteriores de reprei ~cntación9 de acción, todas 'las antiguas identidades profesionales. Pero si se,hace eso, se,corre el gran riesgo de mini'mizar un probleina clave de la vida laboral, una cuestión crucial que también ha ido un reto importante en el período reciente: la de las relaciones clc poder en el, trabajo, los conflictos laborales y las relaciones de $>a
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Una de las características más importantes de los treinta últimos años cn Francia parece, ser «la desaparición de los conflictos de,~lase».~O Todo ocurre como si la ascensión del tema de las «identidades» acompañara al decliveidel de la,«lucha de clases»:Por otra parte, es lo que reconocíapRanaud Sainsaulieu cuando explicaba por qué desde finaleside los años sesenta «el temade la identidad aparecía en el contexto de un cuestionamiento de la lucha de'clases'como único principio de6identidad».'j1De hecho, treinta,años más tarde se.constata que, «a largo.plazo, la tendencia es la del retroceso de los conflictos salariales».,Al menos, conflictos visibles, contabilizados, por ejemplo, a patir de las, jornadas ,de huelga (de alrededor de 4 millones entre <
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60. cf.Bérhard ~ é f ~ uy l' ~t i d i e~r a ~ e i r o n n i«Conflits e, et identité», en La noovelle société francaise, A! Colin, 1998, pp. 181-212. Creo que,la fórmula utilizada por los autores no es completamente justa: en Francia, muchos conflictos desde hace treinta años mantienen, a la vez que otras, una dimensión de lucha de clases. La di-' mensión de oposición «de clases de los asalariados respecto a los dirigentes es a la vez más defensiva y más estrictamente limitada $0 económico. Es, como,lo analizaba Paul Bouffartigue, a la,vez «el fin 'de la excepción francesa» y «la confusión de las apuestas políticas». Cf. «Le brouillage des classesn, en'^. P. Durand~yF.-X. Merrien, eds., Sortie de siecle. La Frunce en mutatiori, París, Vigot, 11990, pp. 96-130: 61. Cf. la entrevjsta de Ranaud~Sainsaulieucon Guy-Jobert, «Cidentité et les relations,de travail»,,Educationpehm:manente,inúmero especial «Formation et dynamiques , identitaries», 128, 1996-3, p. 189. ' ti
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1971 y 1976 a 352.840 en 1997), ya que los «pequeños conflictos han faltado, frecuentemente considerados como «conflictos'cada más numerosos, frecuentemente derivados de reivindicacione "reconocimiento" y de dignidad y, finalmente, de identidad^.^^ ,i identidad? ¿Quérelación hay entre los conflictos «particulares»'yd «antiguos» conflictos de clase o entre las «reivindicaciones de ide tidad» y las clásicas reivindicaciones salariales? , Siise recorre la lista de los conflictos desde Mayo del-68, últim gran conflicto que se presentaba a sí mismo como'conflicto de cla se encuentran varios tipos. En primer lugar, conflictos eprofesion les», que movilizan en la calle a categorías enteras que se oponenu las medidas públicas que les afectan, reivindicando la creación d puestos de trabajo, protestando contra la degradación de sus cond ciones laborales y defendiendo o reivindicando un estatuto: los ens ñantes (finales de 1987, principios de 1989, marzo de 1998..:), lo asistentes sociales (nueve semanas en el otoño de 1991), los médico (1983, 1996, 1996...), los camioneros (1984, 1995, 1997...), laved fermeras (siete meses en 1988-1989...J, etc. En algunos casos se pue de hablar de reconocimiento de identidades colectivas, de la inven ción de nuevas formas de acción y de representación. Es el caso de la coordinaciones aparecidas en varios de, esos conflictos y especialb mente en el emblemático de las enfermera^.^^ El Estadoles el destina: tario principal, pero no el exclusivo, de tales conflictos, que cierta+ mente' no se presentan como «lucha de clase»: pero afirman 1 existencia colectiva de un grupo profesional, de un colectivo de asa; lariados, incluida su dimensión sexuada,*deuna profesión en lucha contra un sistema administrativo, burocrático y político que ignora sus verdaderos problemas y sus reivindicaciones salariales, pero también ignora su verdadero papel económico y social. Las eñferrneras no querían solamente inscribirse en el sistema salarial, también querían inventar formas nuevas de expresión colectiva. , 62. , Cf. Hérault y Lapeyronnie, op. cit.,p. 182. 63. Cf. Daniele Kergoat, Fran~oiseImbert, Hélene Le Doaré y Daniele Sénotier, Les Nlfirmikres et leur coordination, Lamarre, 1989.1Las autoras intentan construir en , este libro la figura de la enfermera coordinada como nueva forma de identidad colec- , tiva en construcción, diferente de la del «militante tradicional» a la vez por la consideración de la dimensión sexuada y por la exigencia de democracia directa unida a la acción. < lr
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crisis de las identidades profesionales
Por otro kdo,(el período está marcado por varias huelgas estucliantiles (universitarios y de.enseñanza media),rconflictos «educativos» que ya no tenían,.el carácter «revolucionario>>e incluso «insu-A rrecional* de Mayo del 68, aunque pueden incluir aspectos inéditos cle «protesta moral» (finales de 1986 contrale1 proyecto Devaquet tras cl asesinatodde*MalikOussekine). Pero sus objetivos.esenciales son oponerse a la selectividad y reclamar medios; incluso para luchq contra el fracaso escolar (cf. la larga huelga de los énseñantes de Seine-Saint-Denis en marzo-abriltde 1998 o de los estudiantes de bachillerato en 1999). Estos conflictos muestrarrhasta qué punto el sistema educativo ha llegado a ser estratégico y la apuesta por el éxito escolar decisiva (las demandas versa% cada vermás, sohre'falta de profeso: res, de locales,'de ayudas al éxito:..) no sólo pararla integración so, cial, sino para la construckión identitaria individual. El período está también pleno de conflictos orientados hacia la defensa de los empleos, la movilización contra una oleada de despidos, contra un cierre de fábricas, de sedes (mineros, siderúrgicos; asalariados de Vilvoorde 0 2 d eMichelin..:). Hay que reconocerlo: muy pocos de estos movimientos han conseguido sus fines. ~n la inmensa mayoría de los casos, la supresión de los empleos o el cierre de las sedes han tenido lugar y, 'a veces, gracias a un plan social -al nivel incluso de una rama enteca (cf: la Convención General de Protección Social de la Siderurgia)-, una parte de los~asalariatlos se ha reconvertido, mientras 'que otra. accedía a la prejubilación y una terceraese encontraba en el paro. Todos esos movimientos han demostrado hastá qué punto se hací&nial la «conversión» en una sociedad como la francesa en la que las regulaciones están'debilitadas y en la que las estructuras preventivas de formación, reconversión y movilidad son o bien con demasiada)frecuencia inexistentes o bien ineficaces. ' Por último, dos recientes conflictos escapan a las categorías precedentes. La granfhuelgaae diciembre de 1995, se'desencadenó a partir del cuestionamiento de los regímenes especiales de jubilación, especialmente el 'de los ferroviarios. Se extendió a partir de temores exacerbados por el replanteamiento de los 'servicios públicos, del estatuto d i las empresas nacionales, de los meaios que se les atribuían y de la perennidad de los regímenes.de jubilacion; Lo que seplanteaba no era en primer lugar ni solamente un reflejo corporativista de de-
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fensa, era también, y sobre todo; la afirmaciónde la legitimida nocián misma de,sergicio público,'de su reconocimiento. U pacte del «público» que)apoyaba a los huelg vocando.64~El~~movimiento de los parados de diciembre de 1 totalmente inédito, ya que era históricamente"improbable: e~istían~precedentes, representó una movil por parte de quienes *habían,sido demasia «excluidos»,,un tránsito,de da resignaciónla constatar hasta qué punto lhs formaslde acci la «crisis» y sefrenuevan,constantemente. La comparación mecparece interesante, ya que permit guir las ,formas,tradicionales de las,nuevas formass.de confl los trabajadores de los servicios pú ciales. En el conflict~~~de trataba antetodo de defender una identidad estatutaria con tado-patrón quetla,cuestionaba, material y simbólicamente. vimiento de los parados, se trataba de,defender colectiva dignidadihumana (las mínimas prestaciones tan para preservarla) y de luchar?unidos infamante. Ambos'ejemplos manifiestan: d carácter,simbólico de los conflictos sociales y-la import taria,de lo que Segrestin había llamado, «las comunidade de la,acción colectiva». Rero,en un caso se trataba de re dad de ,grupos profesionales,«antiguos» (frente a los ri cación, deswalorización o ny de exclpsión social. E el individualismo, las conductas de «suspensión d,e rables de las cuestiones de la jubilación) o la carga miento constituían,losriesgos futuros contra los que en el segundo,c~so,~contra lo que había que reaccio cias pasadas entrando en relaciones «afinitarias» y tivo nuevo. 1 , , ,
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A partir de una identidad de situación66compartida por un grú. po desprovisto de «memoria colectiva»'.y además estigmatizado por su condición devaluada se trata detiacregción deluna identidad nueva ti partir de la movilización persona1,'de la constitución de un)«grupo improbable~~contra los. agobios deli «repliegue sobre sí» y lass'culpabilidades del «estigma»: Sitbien la constitúción~dd~tales ~gruposcnoes cxcepcional (cf: l~s~ejemplos citados~por'EmmanuelleReynaud;*desde las «microculturas de talleres» hasta los «movimientos~demadres solteras»,' pasando por los «grupos de mujereS en lucha»), tampoco es inuy común, ya que conlleva un coste elevado: en la misma dinámica crear «vínculos inforse trata de, «modificar.un sistema normativo>>r intensamente$>en unaJvagaemmales» y «comprometerse~personal~e presa colectiva que tiene~másde «societario»"'quede <
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66. Cf; Emmanuelle Reynaud, ~Identité,collectiveet changementisocial:,les cultures collectives comme dynamique d7action»,Sociologie du travail, 211'992,pp. 159177. La rdspuesta aportada por Emmanuelle Reynaud me p&ece'diferenteZala be Segrestin: en primer ,lugar, porque casi todos sus ejemplos son de movimientos de mujeres que vinculan, como las enfermeras coordinadas, la dinániica de emancipación femenina (cf. cap. 1) con la construcción de identidades de situación, es decir;provisionales y parciales: de tipo societario (Gesellschaft) y no comunitarias (Gemeinschaft), y después porque'esas:identidades inciertas son «culturas de la acción»: «lugares de elaboración ~de'cambiossociales» y .no,de defensa de las prerrogativas , i, (masculinas) de un oficio ... . , ' ~1 67.r Según las definiciones de los tiposideales dadas ensla introducción, lo societario es una construcción contingente, de situación, de lazos voluntarios a menudo provisionales y limitados a una esfera'deda existencia. D'e ahí que exija una movilización , I a , ) 6 personal que no existe en lo comunitario. 3%
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64. , Cf. el número especlalgde la revista Soczologie du travail des huelgas de d?ciembre de 1995. 65: ' kf. Didier ~ e m a z i & r e ' ~ ~Té?ésa a r i a ~ibnoni, te,,Hachette: 1998. , a * o
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de un conflicto perdido, de una separación «mortal» del grupo de p tenencia. La segunda, la identidad de red, es la que resulta tura, que i~mplicauna identificación nueva (para
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68. Es verdad que desde hace tiempo, al presentarse los conflictos como enfrentamientos de clase en el discurso de sus líderes, constituían, de hecho, confrontaciones, «juegos delsuma no nulas, en el seno de los cuales, los retos de re titario eran importantes y cuyos resultados podían satisfacer a la rencial de «éxito económico» y a las lógicas salariales de «reconocimiento identitarion. ' ' Pascale Trompette da un ejemplo en «La négociation dans I'entreprise: symbolique de i l'honneur et.recompositions identitaires~,Revue francaise de sociologie, XXXVIII- , , 4, 1997, pp. 79 1-822.
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ciiiles, los «modelos culturales» señalados por Renaud Sainsaulieu en 111s organizaciones laborales de los años sesenta han sufrido evoluciones signifi~ativas.~~.He'señalado algunas de estas dinámicas en la encuesta colectiva de 1986-1989, que versaba sobre los ,asalariados sle las grandes empresas privadas frente a las formaciones «innovalor ras».'^ Nuevas investigaciones en los años noventa han aportado iiuevos elementos que permiten,.sobre la base de las síntesis precedentes, defender la tesis de la crisis de formas identitarias heredadas de «los treinta gloriosos» (1945- 1975). " , & , Logque Sainsaulieu había llamadorla identidad de «suspensión» que caracterizaba a finales de los años ochenta los discursos de los asalariados que se consideraban «marginados» periféricos en la empresa o el servicio y se reconocían amenazados de exclusión ha evolucionado hacia nue+vasmodalidades, siempre marcadas por la exclusión del trabajo y el sufrimiento del «paro total»7' o la-prejubilación. Esa «forma,identitaria» estaba construida a base de actos de atribución y de etiquetación en el trabajo situándola «fuera del modelo de la competencia» ¿Cómo han vivido los asalariados1afectados la tremenda prueba identitaria que consiste en la exclusión del empleo? Esa primera forma de «crisis identitaria es,la más terrible sin lugar,a dudas. Combina una.relación de ,exterioridad en lo que respecta al empleo y una relación instrumental en el trabajo,que hace espinosa la «reconversión» a otros papeles, en particular familiares, sobre todo para los hombres. Lo que a veces"se llama «repliegue sobre sí» no
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Con las experiencias de los últimos treinta añosaen materia de einpleo y paro, de actividades y relaciones de trabajo y de movimientos so-
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69. El último libro cotectivo de R..Francfort, F. Osty, R.iSainsaulieu y P. Uhalde, Les mondes sociaux de 1 'entreprzse, París, Desclée de Brouwer, 1997,,señala e l desarrollo durante los años noventa de una h l t u r a de servicio público que es más bien analizada como defensiva, especialmente frente a la ~rivatizaciOny al desarrollo de formas de precarización. No se sabe bien si se trata de un «modelo nuevo» o de la reactivación de un modelo antiguo. 70. Cf."a última parte de La socialisation, pp. 201-252, y ei ~ l t i m o ( c ~ ~ í t ude1 0Sociologie des professions, pp. 225-259. " 71. Cf. Dominique Schnapper, L'épreuve du chbrnage, P,arís, Gallimard, 1994 (1." ed., 1981). En esta nueva edición, la autora hace balance de los trabajos recientes sobre el paro y los parados y3encuentra una confirmación a la tesis que mantiene la centralidad del trabajo en la sociedad francesa de los años ochenta y noventa.
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clicc nada de los procesos sociales y psíquicos de la desocialiikcit6 Sicado desaparece del horizonte? ¿Qué alternativa hay a 1a:identificaque implica para todos las esferas de la existencia, incluidalla doj] ci6n «interna»,~cuandonoiexiste otro modelo de colektivo? ' , Queda el «último modelo» que Sainsaulieu designabacon la exciudadanía. Volveremos sobre ello en elúltimo capítulo. >'~:,~$'/[i Lo que Sainsaulieu designaba con lahexpresión«modelo@$ pi.esión «modelo~afinitario»y qÚe,yo primero Había llamado ¿
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lariados ordinarios. -Ya no encaja con la última' versión del'modelo~ela
Anne-Chantal DÚbernet y cóncerniente a los jóvenes en in&rción$en la regióñde Pavs de la Loire; cf. el rinformetitulado Les contrats.précaires en questions, CEREQ, 19-96. 1 I i " , * 73. Cf. las dos obras aparecidas el mismo año sobre los actores: Catherine Paradeise, Lesicomédiens, París, PUF, 1997, y Pierre-Michel Menger, La profession de comédien,,París, Ministerio de Cultura, 1997. En esta última obra, el autor anticipa las nociones de «self-marketing permanente» y de «autoproducción (y puesta en escena) de sí» que! unidas a la'constatación del carácter.decisiYode las redes pitede llevar a considei4r a los'actores (y sin duda a los otro's artistas) como rebresentands eminentes de esta nueva forma identitaria que está marcada por crtsis recurrentes (períodos ' I de paro, dudas respecto a uno mismo, fracasos...) ' f
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nes colectivas y modos de socialización del «yo» a partir gración definitiva en dichos colectivos son sospechosos valuados y desestructurados. El último grito del modelo de'la com tencia supone un individuo racional y autónomo que administra formaciones y sus períodos de trabajo según,una lógica empresah de «maximización de sí».74 Esa forma muy «individualista»,pero también muy «inc identidad de red muy vinculada a la «sociedad en red»75que seso truye a través de,la mundialización, primero en el trabajo y en todoslos demás ámbitos. Esa forma, dirigida hacia la «re de sí» y la plenitud personal en un contexto de gran compet loca a los individuos en la obligación de afrontar la incertid cada vez con más frecuencia, la «precariedad», a la que inten sentido. Pero tal forma, ¿no está ella misma en crisis perm Si el resultado de treinta años de crisis de empleo, de transfoq maciones del trabajo en el sentido de la responsabilidad individual: de la~valoraciónde la competencia y de la «empleabilidad de cada uno» ha sido el hacer de esa forma identitaria la única deseable en el porvenir, la única susceptible'de reconocimiento temporal, la única a proponer a las nuevas generaciones, entonces es que hemos entrado , en una crisis identitaria ~ e r r n a n e n t eEn . ~ ~el futuro ¿deberá cada uno' «venderse» durante un tiempo a un empresario o «buscar su opoqunidad» en una incierta creación de empresa? El estatuto de la función pública, última defensa de la «estabilidad de por vida», ¿acabará pofi,
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ceder ante las embestidas de la «necesaria competencia» de la empresa de servicios, de la «equiparación de lascondiciones de empleo», de las «nuevas normas europeas» y, por último, del proceso de racioi~alizacióncapitalista? ¿Deberá cada uno cambiar regularmente de actividad, de empleo, de competencia, de red? ¿,Qué ocurrirá entonces con su identidad profesional, parte más o menos central de su identidad personal? ¿Se convertirá para la mayoría en una historia imprevisible, incierta, siempre vuelta a empezar? ¿Será para ellos una serie indefinida de crisis a superar y gestionar? ¿Una identidad de crisis más que una identidad en crisis?
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74. Sobre el modelo ultraliberal llamado «de empresa de sí mismo», cf. Bob Aubrey, , Le travail apr2s la crise. Ce que chacun doit savoirpour gagner sa vie au xxp sikcle, " París, InterEditions, 1994. 75. En La soczété en réseau, Manuel Castells afirma: «Nunca el trabajo ha sido más esencial en el proceso de creación, pero nunca los trabajadores han sido más vulnerables frente a 1; organización, individuos aislados en el seno de una red flexible siquiera sabe dónde se encuentra exactamente» (p. 322). No se puede decir mejor la forma identitaria así planteada, la «identidad de red» producida por -y producto de- la «sociedad en red» está basada en el trabajo, -pero también resulta tan inciert movediza como la misma evolución del trabajo. 76. Una hipótesis más congruente con la del capítulo precedente consistiría en pensar que la diferencia entre el cuestionamiento dd los papeles profesionales (y de las ' categorías de empleo) a partir de la extensión del modelo de la competencia y la aparición de nuevos proyectos de carreras convertidos en muy difíciles por las incertidumbres de los mercados tendería a reducirse y que las identidades de redes se desa- ' ' rrollarían gracias a la anticipación de nuevas carreras vinculadas a nuevas tendencias de empleo...
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