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Problemas del Mundo Medieval Unidad 3 - La articulación del orden feudal
Clase 7
El take-off de Europa de los siglos X a XII: crecimiento demográfico y roturaciones. Desestabilización Desestabilización de los marcos públicos y la difusión del ban señorial. El sometimiento campesino. Los milites y la dependencia dependencia honorable. honorable. Castillos, aldeas, parroquias. parroquias. Las formas beneficiales beneficiales y el feudo. El lapso que se despliega en torno al año 1000, viene suscitando la atención de los estudiosos estudiosos en lo que concierne al desarrollo de la feudalización. feudalización. La imagen que identifica el feudalismo con la Edad Media no ha carecido de justificaciones justificaciones y ha generado las corrientes historiográficas más dispares. Y más allá de las concepciones a partir de las cuales se lo definió, han intentado hacer de él el factor que oficia de columna vertebral de la historia occidental entre la desarticulación del mundo romano y el advenimiento de la época moderna. Fue, precisamente, la Modernidad la que, junto a la gestación del paradigma de edades con que ordenó el decurso de la historia, concibió el término “feudalismo” y polemizó sobre él. Durante la segunda mitad del siglo XVIII los intelectuales y activistas que insuflaron el espíritu revolucionario francés, construyeron un antagonismo con lo que se denominó “Antiguo Régimen”, el cual guardaba, como una de sus características esenciales, el encarnar el “feudalismo”. Es en este marco que, en consecuencia, en agosto de 1789, la Asamblea Nacional terminó proclamando la “abolición del feudalismo”. Ante todo, hay que señalar que las fuentes del período revisten dificultades especiales.
El período inmediatamente posterior a la desarticulación del Imperio carolingio, esto es a partir de la segunda mitad del siglo IX, supuso cierta declinación de la documentación documentación pública, pública, pero no se reconoce una inopia similar a la que siguió al colapso romano. El clero, y sobre todo los centros monásticos y las chancillerías de las diócesis, afianzan la cultura letrada, pero la producción textual resulta desigual y dispersa padeciendo, en primer lugar, las tipologías asociadas con la órbita de los poderes centrales, especialmente especialmente todas las enmarcadas enmarcadas en el discurso normativo. normativo. El contexto de inicio obliga a reparar en que, más allá de los avances en los terrenos demográfico y productivo que ahora se vislumbran en el período carolingio, en el transcurso de los siglos X y XI –con variaciones variaciones regionales- se abre paso una expansión sin precedentes en su envergadura envergadura y que llegaría al siglo XIII.
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Este crecimiento es considerado considerado el más significativo desde el Neolítico y sin parangón hasta hasta la llegada de la Revolución Industrial al campo entre fines del siglo XVIII y principios del XIX. Es probable que, entre los siglos XI y XIII, la población europea haya alcanzado el doble. Su principal manifestación estaba dada por un gran proceso de roturaciones, esto es, por la puesta en condiciones de producir de gran cantidad de tierras hasta entonces vacías. El historiador historiador Helmoldo Helmoldo de Bosau (1120(11201177), en su Crónica de los eslavos , refiere cómo en el último cuarto del siglo XII, refiere una escena que será más o menos típica típica en esa época: “ Adolfo, [conde Holstein], comenzó comenzó a construir el castillo de
mensajeros a todos todos los países; a Segeberg y le rodeó de un muro. Pero el País estaba desierto y envió mensajeros Flandes, a Holanda, a Utrecht a Watfalia y Frisia. Invitó a todos los que no tenían tierras a venir con sus familias. Recibieron una buena tierra, extensa y fértil que producía carne y pescado en abundancia, así como excelentes pastos [...]. Después de oír esta llamada, una multitud enorme de gentes salidas de pueblos diversos se pusieron en camino con sus familias y sus bienes y llegaron al país de los Wagrianos, junto al conde Adolfo, para entrar en posesión de la tierra que se les había prometido ”. ( Chronica slavorum, en A. Lozano y E. Mitre, "Textos y comentarios comentarios de Textos históricos. históricos. I. Edad Antigua y Media", Madrid, 1979). Esta ocupación de espacios
supuso tanto una expansión en las
periferias de Occidente como –y, tal vez, principalmenteprincipalmente- una incorporación de los numerosos numerosos intersticios intersticios no explotados de Europa. Este último fenómeno ha dejado testimonios testimonios más espectaculares espectaculares que el primero, en el cual se registran sucesos como la Reconquista ibérica, el Drang nach östen (“Marcha hacia el Este”) germánica, y las Cruzadas. La necesidad de tierras implicaba mayor cantidad de hombres y la implementación de procedimientos técnicos que incrementaran volúmenes productivos y mejoraran rendimientos Una lectura, durante durante mucho tiempo preponderante preponderante en la historiografía, historiografía, tendió a otorgar a los cambios tecnológicos la motivación del take-off . En este marco, se privilegiaba el papel desempeñado desempeñado por el cambio del arado antiguo por uno más pesado, provisto de ruedas ruedas y de una vertedera o pieza para abrir y volcar los terrones; los avances en el sistema de tiro que permitían la utilización del caballo en las tareas rurales con mayor eficacia (la (la collera rígida permitía ahora ahora al animal respirar mejor y empujar con más fuerza) y, por fin, la sustitución de la rotación bienal de cultivos por la trienal (la cual permitía un barbecho cada dos años en lugar de uno y permitía realizar dos cosechas anuales). Estas técnicas, técnicas, sin embargo, no pueden explicar la escala de la expansión ya que fueron aplicadas de manera desigual e, inclusive, no tienen en cuenta prácticas colectivas como la de la desecación de terrenos anegadizos, como el que se lleva a cabo cada vez más frecuentemente en los Países Bajos. En el plano historiográfico, historiográfico, en la década de 1940 resulta de notable significación significación para trazar el horizonte horizonte de las polémicas si pensamos que en ella se publican libros como En torno a los orígenes del feudalismo
Qu'est-ce que la féodalité? féodalité? - de Fr.-L. Ganshof (1944) y de C. Sánchez Albornoz (1941), El feudalismo -Qu'est-ce Estudios sobre el desarrollo del capitalismo de M. Dobb (1946), que cubren todo el abanico abanico de posibilidades desde la historiografía institucionalista más clásica hasta el materialismo histórico. A este cuadro hay que agregar que, en los años 1939-1940 Marc Bloch había sacado a la luz su libro La
sociedad feudal , que habría de constituir el fundamento fundamento de la historia social social francesa en lo que restaría restaría del siglo XX. La polémica sobre la naturaleza del feudalismo condujo, en gran medida, a una marcada escisión entre el privilegio de la cesión del usufructo de bienes, particularmente tierras, en el marco de relaciones verticales –que se resume en la frase de François-Louis Ganshof “ no hay feudalismo sin feudo ”- y la atención hacia la relación de explotación establecida entre señores y campesinos. campesinos. Entre ambos
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términos, se desenvuelven posiciones que no habrían de integrarse hasta fines de los años 1970. Desde fines de los años ’50 y principios de los ’60, contribuían a la integración de problemáticas, estudios regionales, como los que realizaron Georges Duby compara Borgoña y Robert Fossier, para Picardía. Fue de una gran importancia la convocatoria del un congreso, en 1978, en la École
française de Rome (Escuela francesa de Roma) que se proponía contribuir al esclarecimiento de cuáles habían sido los rasgos de origen y las peculiaridades del feudalismo en las áreas mediterráneas de Europa y el Cercano Oriente –ya que consideraba la eventualidad del carácter feudal de instituciones como la pronota en Bizancio y la iqta islámica-. El estudio de esta región estaba motivado por dos situaciones, a saber, la de considerar la verdadera naturaleza de la realidad feudal en los ámbitos exteriores al núcleo Loira-Rhin, naturaleza que se afirmaba o degradaba según cumpliera con los requisitos que se manifestaban en dicho núcleo, y, en consonancia, precisar la cronología a los efectos de constatar en qué medida las regiones mediterráneas adquirían características feudales a posteriori del mismo. El impulso de la labor se mostraba nítidamente comparativo, contrastando casos particulares a los efectos de construir una nueva categoría general. En este plano de las categorías, una de las consecuencias más importantes de este coloquio consistió en la afirmación de dos conceptos, el de f eudalismo con el que se dará cuenta del régimen social y económico común al Occidente medieval mientras que se reservaría el
feudalidad –féodalité-para definir las especificidades propias de los vínculos feudovasalláticos. Las derivaciones problemáticas posteriores se han centrado en la génesis del orden feudal en las diferentes regiones occidentales. En principio, las visiones de un cambio desenvuelto en la larga duración se contrapusieron a la idea de lo que se ha denominado la “mutación del Año Mil”. En la ponencia de presentación del coloquio de Ropma (“ Del Ródano a Galicia: génesis y modalidades del
régimen feudal ”), Pierre Bonnassie sostiene la idea de que en esa región la articulación del régimen feudal se realizó de una manera relativamente rápida. Partiendo del caso catalán, intenta presentar una suerte de “revolución feudal” que, en el curso de las décadas centrales del siglo XI, instaura los rasgos feudales. Esta concepción, que a veces se denomina “mutacionismo”, se afirma, a fines de los años ’70, con trabajos como los de Guy Bois o la obra de síntesis de Jean-Pierre Poly y Eric Bopurnazel, La
mutation féodale, Xe-XIIe siècles –traducido como El cambio feudal -. Una característica de la postura de estos autores es que se asienta en un marcado contraste con la situación histórica inmediatamente previa lo cual conduce a concebir la continuidad del régimen esclavista hasta el siglo X. Al norte de los Apeninos, el Regnum Italiae, integrante del llamado Sacro Imperio Romano Germánico, Chris Wicham reconoce un proceso de feudalización con otros ritmos, además de sus especificidades regionales – pervivencia de una trama urbana destacable, continuidad de la tradición jurídica romana relativamente significativa,...- : el proceso es más tardío y de desenvolvimiento más lento. La polémica alcanza un giro significativo con el trabajo de Dominique Barthélemy: un artículo de 1992, en la prestigiosa revista Annales -"La mutation feodale a-t-elle eu lieu? Note critique"- , y, al año siguiente, su tesis sobre la región de Vendôme - La société dans le comté de Vendôme de l'an mil au
XIVe siècle-. Barthelemy se opone fuertemente a las posiciones mutacionistas. El nudo de su crítica se fundamenta en el contexto sociocultural de gestación de los testimonios escritos; se preocupa por revisar el vocabulario de los textos y el perfil de los actores históricos que los originan. En efecto, la escritura conoce mayores avances en el transcurso del siglo X y su ejercicio por los hombres de Iglesia, resulta casi hegemónico, lo cual impacta en el registro dramático del período con la apetencia violenta
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de los señores por los bienes administrados principalmente por las comunidades monásticas. También observa oscilaciones en el significado de algunos de los vocablos más cruciales: así, palabras como fe u d o
o
a l o d i o .
La contraposición entre ambos –la tierra entregada como beneficio a cambio de
servicios frente a la tierra como propiedad eminente- se torna relativa en numerosos testimonios en que, v. g., el alodio debe entenderse como concesión feudal o tierra sometida a cargas. Por fin, Barthelemy considera que se ha exagerado la diferenciación entre las esferas de lo público y de lo privado En el marco del crecimiento económico, se percibe un singular incremento de violencia, con proliferación de conflictos judiciales, que redundan en enfrentamientos entre grupos aristocráticos, los cuales, deterioran el ejercicio de la autoridad pública. Los principales damnificados terminan siendo el campesinado y las comunidades eclesiales. El ejercicio de esta autoridad coercitiva, el ban -término de origen germánico que significaba, principalmente, “mando, capacidad de obligar y de prohibir”- se materializa a través de bandas de guerreros, cuyo reclutamiento constituye un fenómeno clave de la feudalización. Los integrantes de la hueste señorial, los milites, procedían de diversos sectores, la aristocracia baja, los campesinos enriquecidos, esto es, aquellos que estaban en condiciones de costear el equipamiento militar el cual, con los cambios en la tecnología bélica, se habían tornado particularmente costosos –caballo, espada, lanza, cotas de malla, y otros implementos defensivos metálicos-. Podemos encontrar inclusive, algunos esclavos domésticos quienes, si bien no disponían de medios para su armamento, podían ser provistos por el señor, ya que poseían una cualidad especialmente relevante, la fidelidad personal, la fides . La fides , la fidelidad o confianza personal, se convierte en un instrumento fundamental de interacción social, de vinculación entre los individuos, en especial en los ordenamientos jerárquicos que se van consolidando en las diferentes regiones del Occidente postromano. La consolidación de las feudalidades habría de conducir a la formalización de la
fides en los pactos feudo-vasalláticos –v. g. las convenientiae que encuentra Bonnassie en Cataluña-. Todas estas obligaciones del dependiente honorable se pueden englobar en los términos auxilium et
consilium, a que aluden tantos contratos vasalláticos, lo cual va más allá de las concepciones que surgían de la historia de la instituciones (Recordemos a F. L. Ganshof: “ un conjunto de instituciones que crean y rigen obligaciones de obediencia y servicio -principalmente militar- por parte de un hombre libre, llamado "vasallo", hacia un hombre libre llamado "señor", y obligaciones de protección y sostenimiento por parte del "señor" respecto del "vasallo", dándose el caso de que la obligación de sostenimiento tuviera la mayoría de las veces como efecto la concesión, por parte del señor al vasallo, de un bien llamado "feudo". ). Paulatinamente, el acto de concesión feudal adquirió un carácter casi litúrgico en el que el vínculo que se establecía entre el señor y su vasallo se consaghraba en una serie de gestos: así en el homenaje se podían realizar gestos como la inmixtio manum, o el osculum -beso de la paz entre ambos-, o el juramento sobre reliquias. Por lo demás, la práctica del poder de ban y la competencia entre señores dio lugar al fenómeno del
incastellamento –“encastillamiento”- ,que Pierre Toubert analizara de manera tan pertinente para la región del Lacio. Este proceso consistió, básicamente, en la difusión de fortificaciones – castrum, castellumen que se instalaba la hueste señorial para ejercer la punción sobre los dependientes y defender el territorio de otros señores. La rama de la arqueología conocida como castelología, en convergencia con la arqueología rural, ha permitido precisar el alcance de este hecho, así como su datación.
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Este modo de coerción se encuentra en la base de las cargas a que están sometidos los dependientes. El ejercicio del ban les ha permitido a los señores imponer desde cargas que, básicamente, están indicando la subalternidad como la talla –y que, por esta razón, en numerosas ocasiones no revestía un monto especialmente gravoso- hasta el acaparamiento de obligaciones de tipo fiscal como el
t r i b u t u m .
La
patrimonialización por parte de los señores de cargas de corte público afecta la esfera de lo fiscal pero, fundamentalmente, provienen del acaparamiento de los derechos de justicia. La frecuencia y la periodicidad van estableciendo estas prácticas banales como costumbres – consuetudines-, con denominaciones tan reveladoras como la de “malos usos”. En otras percepciones señoriales se observa un perfil de beneficio económico más claro, como en el caso de los diezmos, esto es, la décima parte de los productos generados por los dependientes campesinos: este tipo de cargas proporcionales que reemplazan de manera creciente a las imposiciones fijas, hacen pensar en el mejoramiento de las condiciones productivas que inducen a los señores a aprovechar las tendencias de crecimiento. Por otra parte, numerosos señores se preocupan por establecer suertes de monopolios de determinadas actividades como la molienda o el uso del horno e, inclusive, algunos señores llegaron a acuñar moneda. Por otra parte, el control de los señores sobre el espacio les permite cobrar distintas tasas por el acceso a su territorio, por el tránsito e ingreso a ciudades y aldeas -portazgos, pontazgos,…-. Tal como se verá, fenómenos como el crecimiento demográfico, la expansión agraria, el auge urbano y comercial, no colisionaron el orden feudal sino que permitieron su transformación dando lugar a sus formas más diversificadas y estructuradas, consideración crucial para relativizar la concepción que establecía un fuerte contraste entre feudalismo y orden capitalista, concepción erigida sobre un fundamento axiológico marcadamente favorable al segundo, basándose en que el capitalismo revestía una complejidad que desactivaba los simples dispositivos económicos, sociales y políticos de aquél.
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Lecturas
Lecturas sugeridas
BLOCH, M., La sociedad feudal, México, 1968 (París, 1939-1940, 1968) BONNASSIE, P., BISSON, Th, PASTOR, R., GUICHARD, P. y otros. Estructuras feudales y feudalismo en el mundo mediterráneo Barcelona, 1984. BOUTRUCHE, R. Señorío y feudalismo, Madrid, 1973-1979, 2 vols., DUBY, G., Guerreros y campesinos. Desarrollo inicial de la economía europea (5001200). Madrid, 1985. Lecturas obligatorias
GUERREAU, Alain, "El feudalismo en el siglo XX", en IBID., El feudalismo, un horizonte teórico. Barcelona, 1984, (París, 1980), cap. 3, pp. 80-131. BONNASSIE, Pierre, "El proceso de feudalización en Cataluña y Francia del Sur, similitudes y diferencias". En, MALPICA, A., QUESADA, T. (eds.), Los Orígenes del Feudalismo en el Mundo Mediterráneo. Granada, Universidad, 1994, pp. 101.117
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Actividades
Lea atentamente el texto de Bonnassie Indique los elementos de origen público que se reconocen en la etapa de consolidación del feudalismo en el condado de Barcelona. Justifique.
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Clase 8
Parentesco y linaje. Ideologías y prácticas: el orden trifuncional, la caballería. El feudalismo y reformulaciones de la monarquía. El proceso de feudalización en Occidente derivó en significativas mutaciones en el terreno social afectando todo el espectro de las relaciones desde las productivas hasta las familiares. Las fuerzas que habían conducido a disolución Terminal de las relaciones de tipo esclavista dejaron lugar a la diversificación y a la profundización de formas de dependencia para las que ya la distinción entre libres y no libres desde el punto de vista jurídico, en lo que hace a su implementación en la generación de los medios de subsistencia dejó de guardar relevancia. Convergentemente, la difusión del ban señorial desplegó las condiciones para otras modalidades de dependencia que, en este caso, no se relacionaban con la generación de bienes sino con la prestación de un tipo particular de servicio que, ciertamente, hacía posible la coerción sobre los que sí lo hacían. El surgimiento de todo este abanico de relaciones necesitó de acciones legitimadoras y de la creación de dispositivos para su reproducción. Las prácticas sociales que empiezan a desenvolverse en la medida que se va consolidando las nuevas formas de apropiación de la tierra y de establecimiento de relaciones de dependencia, inducen cambios en las interacciones horizontales y verticales de las cambiantes capas aristocráticas. Las tendencias jerárquicas no serán privativas de los vínculos entre productores rurales y beneficiarios del trabajo de éstos, sino que, como surge de lo expuesto, afecta los servicios de guerra y de administración que posibilita el ban . Esta dependencia honorable de los vasallos – del céltico gwass, “hombre”, “servidor”-, no obstante, puede ser favorecida con una movilidad social ascendente por las mismas vías que configuraron la renovación de los sectores de privilegio, a saber, por rédito de la beligerancia o por la fidelidad personal. A través del ejercicio del ban , la mayor parte del campesinado libre quedo inscrito en una dependencia de hecho que uniformó los estatutos de los que procedían y prescindía de la condición de libertad jurídica de la que gozaba la mayoría de ellos. Por el otro extremo de la jerarquía, los grupos aristocráticos se vieron transformados en su composición. En numerosos casos, los medios coercitivos del ban vulneraron los fundamentos de legitimación de aquellos sectores de viejo cuño de la aristocracia y abrieron paso al ascenso de individuos que ejercían liderazgo y aglutinaban hombres en condiciones de portar armas. En este sector se podía reconocer una significativa movilidad social que encuadraba tanto miembros de las capas inferiores de la aristocracia como campesinos acomodados que disponían de medios para equiparse para la guerra en un contexto de acelerados cambios en este campo, en particular en el combate a caballo –estribo lardo, cota de mallas, lanzas, espadas y escudos de mayor envergadura-, y, aun, antiguos esclavos domésticos que podían ser armados por sus patronos
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como respuesta a la especial fides que profesaban. Los conflictos de competencia desplazan a ciertos aristócratas y habilitan el ascenso de otros que desarrollan poder banal. Los miembros de las nuevas mesnadas -milites, equites, caballarii , según pueden constar en los testimonios letrados- pueden ellos encontrar en las coyunturas de conflictividad ocasión convertirse en líderes guerreros y concitar la obediencia de otros dispuestos a prestar servicio de armas. El ban deviene, entonces, no solamente un factor de adquisición de hombres y tierras sino también un componente de reproducción de relaciones y estructuras asociadas. En este sentido, el estado de beligerancia endémico que se generaliza a partir del siglo XI, es consecuencia del valor otorgado a la autoridad del ban . La fides aparece como un factor de creación y reproducción de vínculos sociales especialmente significativa en tanto las relaciones interpersonales van adquiriendo centralidad en el contexto de descrédito y disolución de las modalidades de sociabilidad y encuadramiento institucionalizado de los individuos. La fides , por consiguiente, sería objeto de particular atención por parte de los actores históricos a los efectos de garantizar su emergencia y cumplimiento. La formalización feudal de la fides derivaría en su justificación letrada por “hombres de iglesia”. Así, en 1020, el obispo Fulberto de Chartres ((h. 960-1028), la fundamenta en carta a su señor, el duque de Aquitania Guillermo: “ Aquel que jura fidelidad a su señor debe tener siempre presente estos seis principios: salud, seguridad, honor, interés, libertad, facultad. Salud, es decir, que nada se haga en perjuicio corporal del señor. Seguridad, que nada se haga en perjuicio de la residencia donde permanezca o lugares donde se encuentren las fortalezas que puedan protegerlo. Honor, es decir, nada en detrimento de su justicia o de aquello que su honor pueda defender. Interés, es decir, nada que pueda afectar sus posesiones. Libertad y facultad, es decir, que el bien que el señor pueda hacer no sea interferido o anulado .” ( Epistolae , LVIII,). En el caso de la dependencia honorable, la
distinción alcanzada por la especial modo de la fides que implicaba, se formalizará por medio de ceremonias y liturgias que expresan de modo eminente la importancia del lenguaje de los gestos, que hace ostensible ante letrados e iletrados, la validez de sus actos. Ciertamente, estas prácticas resultan particularmente significativas en un mundo de cultura letrada sensiblemente restringida. Los procedimientos contractuales y los diferentes tipos de pactos – como las convenientiae catalanas- toman forma escrita excepcional y tardíamente. El cronista flamenco Galberto de Brujas(1075-1128), en su Historia de la muerte de Carlos el Bueno, conde de Flandes , describe una ceremonia más o menos típica: “ El conde pidió al futuro vasallo si quería convertirse en su hombre, sin reserva, y éste respondió: "Lo quiero"; después se aliaron por medio de un beso mientras sus manos permanecían entre las manos del conde. En segundo lugar, el que había rendido homenaje comprometió su fe al portavoz del conde, en estos términos: "Prometo por mi fe ser fiel al conde Guillermo a partir de este instante y mantenerle contra todos y enteramente mi homenaje, de buena fe y sin falsedad"; y en tercer lugar juró sobre las reliquias de los santos .” ( De multro, traditione, et occisione gloriosi Karoli comitis Flandriarum , en, Mitre Fernández, E., Textos y documentos de época medieval . (Análisis y comentario).)
En este marco, los miembros de la Iglesia disponen de la cultura letrada para argumentar en
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contra de su eventual sujeción a las regulaciones del encuadramiento vasallático. El obispo Hincmar de Reims, en una carta dirigida al rey franco Luis "el Germánico" en noviembre de 858, al establecer el contraste con la posición de la Iglesia, permite vislumbrar lo que, para la época, ya constituían actitudes usuales en la sociedad, a saber, las concesiones beneficiales o feudales, las relaciones vasalláticas o los juramentos: “ Las iglesias que se nos han confiado por Dios no son, como los beneficios y como la propiedad del rey, de una naturaleza tal que éste puede darlas o quitarlas de acuerdo a su voluntad inconsulta, puesto que todo lo que se vincula a la Iglesia está consagrado a Dios. De esto se desprende que aquél que frustra o usurpa algo de la Iglesia debe saber que, según la Santa Escritura, comete un sacrilegio. Y nosotros los obispos consagrados a Dios, no somos de esa categoría de gente que, como los hombres del siglo, deben encomendarse a vasallaje a quien sea. Debemos entregarnos totalmente, nosotros y nuestras iglesias, para la defensa y ayuda del gobierno en materia eclesiástica. No somos de esa categoría de gente que debe prestar, de cualquier manera, un juramento, pues la autoridad evangélica y canónica nos lo veda.” (cit. por Boutrouche, R., Señorío y feudalismo. I. Los vínculos de dependencia , Madrid, 1980).
Estos planteos revisten singular importancia por cuanto comienzan a coexistir con la reafirmación de las representaciones ecuménicas que surgen desde algunos sectores eclesiales, en especial las reformas que encabeza el papa Gregorio VII, con las enunciaciones sobre el orden social deseado que manifiesta la ideología de los “tres órdenes” y, por último, con el efectivo ejercicio por parte de algunos eclesiásticos de prácticas señoriales. La multiplicación de los vínculos vasalláticos desactivaba la posibilidad de reencauzar los lazos de fidelidad hacia el monarca, al mismo tiempo que otros usos contribuían a debilitar aún más su autoridad, en especial la mutación de la concesión feudal de temporaria a vitalicia y, en última instancia, hereditaria. Así, mientras el Capitular de Quierzy-sur-Oise, de 877 había iniciado el proceso de tornar hereditarios los beneficios feudales, en principio otorgados como retribución de servicios durante el lapso en que éstos fueran prestados -establecía que si “ un vasallo muere, su viuda y sus hijos dispondrán provisionalmente de sus beneficios ”-, el emperador Conrado II, en 1037, a los efectos de conbtrarrestar su difícil posición en el Reino de Italia, extendió la heredabilidad a los concesiones feudales menores, a través de la Constitutio de feudis o Edictum de beneficiis regni Italici . Ésta que, no obstante, trascendió los límites de Italia para aplicarse a otras áreas del Imperio, sancionó una línea de evolución que llegó a considerarse elemento central de la concepción académica del feudalismo a contramarcha de la permanencia, en otras regiones de Occidente, como el reino de Castilla, del carácter precario original de la cesión feudal. Ciertamente, se puede asopciar esa tendencia conceptual con elpeso otorgado por la historiografía institucionalista al peso del Estado como criterio de excelencia política de las diferentes realidades históricas. Por lo demás, todos estos elementos acotan el ámbito de aplicación de los códigos y colecciones de leyes vigentes, prolongándose su aplicación en terrenos en que se habían enraizado como costumbre ( consuetudo ).
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No obstante, se intentó recuperar la idea de juridicidad “pública” con la confección de cuerpos de leyes nuevos y la reactivación de otros preexistentes. Sobre todo a partir del siglo XII, la reinstalación del derecho romano por parte de monarcas, como los titulares del Sacro Imperio, debe leerse en este sentido. Recordemos, por ejemplo, como el emperador Federico I Barbarroja intentó implementarlo para contrarrestar el accionar de las comunas del Regnum Italiae, en episodios como el de la Dieta de Roncaglia de 1158, con su reclamo de los derechos de regalía, como percepción de impuestos directos, tasas de tránsito, amonedación, y otros. La inestabilidad intrínseca que suscita el ban supuso la implementación de otros medios de equilibrio y, en este sentido, fueron de fundamental importancia aquellas especiales formas de relaciones sociales que son las relaciones de parentesco. Estas realidades han generado un notorio impacto en las prácticas familiares posteriores y su análisis histórico se ha beneficiado en alto grado con las aportaciones de la antropología. Las reformulaciones parentales persiguieron tanto confirmar y apuntalar las posiciones de prestigio como consolidar el vínculo entre un grupo y el dominio sobre la tierra y sobre los hombres. En el marco de la preeminencia general del sistema de filiación bilateral o cognaticio, se privilegia el criterio patrilineal con tendencia al mayorazgo, esto es, la tendencia a conceder al hijo primogénito el conjunto de las tierras familiares en detrimento de sus hermanos menores. Éstos, llamados iuvenes , se veían forzados a hacerse de un patrimonio propio sea por medio de un matrimonio ventajoso o por la fuerza. Junto a la consaguinidad derivada de los principios de filiación, hay que tener en cuenta las que derivan de la alianza matrimonial o afinidad. Se puede reconocer en le los linajes aristocráticos tendencias endogámicas que pueden neutralizar también la dispersión del patrimonio, así como el concubinato y el divorcio podían ser esgrimidos por la aristocracia como medio de asegurar la herencia. El concepto de legitimidad para el matrimonio, por otra parte, inhibía los eventuales derechos hereditarios de los hijos naturales. En todo caso, estos criterios eran implementados como reglas de juego privilegiados en las circunstancias específicas de acuerdo a las conven9iencias de los individuos y grupos de parentesco. Sin duda, el papel de la mujer ni podía excluirse si, a través de ciertos elementos, podía incidir especialmente en el acrecentamiento de la riqueza patrimonial y participar de bienes en herencia. Así, la implementación de las dote, permitía esa participación y le concedía un papel muy relevante en las estrategias matrimoniales nobiliarias y monárquicas, proporcionando derechos al trono a sus esposos. Lamberto de Wattrelos en sus Anales de Cambrai , al referirse a conformación de la fortunma de la familia, se refiere al papel que le cabe a su abuela paterna: ““ Mi padre era hijo de Ingebrandus, caballero de Wattrelos, y de Havidis de Néchin. Mi abuela fue, por lo tanto, Havidis de Néchin, descendiente, de acuerdo con la dignidad del linaje, de los señores de todo aquel lugar. Así, mi abuelo obtuvo la totalidad de aquella posesión de Néchin por mi abuela ” ( Annales cammeracenses, año 1108, trad. E. Sottocorno). Es la aplicación de estos principios, la que
permitirá definir a los grupos aristocráticos resultantes conformando linajes y, por tanto,
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como “nobleza”. La reformulación de las relaciones de parentesco al derivar en la constitución de linajes y la consideración de los mismos como piedra angular de la nobleza, tendió a legitimarse por medio de textos específicos que remitían al pasado del grupo e intentaban determinar las condicionales originarias de la estrecha relación instalada entre dicho linaje y sus tierras o bien articular de manera ficcional esos inicios, todo lo cual aparece reflejado en un género que se afirma a partir del siglo XII, la literatura genealógica. Su autonomía relativa respecto de obras cronísticas o históricas, emerge de la significación que fue adquiriendo para los nobles ya que esos textos podían sacarse a colación con carácter probatorio en litigios de propiedad o posesión. La Iglesia procuro controlar las consecuencias eventualmente negativas que estas prácticas conllevaban propiciando incentivos a la donación de bienes –por vía de las prácticas testamentarias- pero, sobre todo, neutralizando las tendencias endogámicas de la nobleza así como la disolución y la reincidencia matrimonial. En este sentido, va a institucionalizar progresivamente el matrimonio indisoluble y marcadamente exogámico. El divorcio fue interdicto y se procuró establecer las delimitaciones del incesto entre el 7º y el 4º grado: el IV Concilio de Letrán, de 1215, al mismo tiempo que fortalece el celibato sacerdotal, pauta, finalmente, el 4ª grado, como límite más acá del cual no se puede contraer nupcias. También, el eventual peso del tío materno o avunculus , en la educación del hijo varón, habrá de obtener un cauce relevante con la generalización, inspirada por la Iglesia, de la práctica del padrinazgo bautismal, que atenuaba las consecuencias negativas de la orfandad, una situación sumamente frecuente en un contexto de escasa expectativa de vida y elevada mortalidad masculina, que la aristocracia laica sufre en particular como correlato de la violencia. Por fin, hay que señalar que el recurso a los nuevos dispositivos de parentesco que permitían asumir una posición jerárquica, serían incorporados por otros sectores sociales. Inclusive, en el seno del campesinado podemos encontrar inclinaciones endogámicas, formas de linajes aldeanos, sustentados en patrimonios relativamente estables y acumulación de prestigio local, tal como muestra Emmanuel Le Roi Ladurie en su estudio sobre la localidad de Montaillou, en el Languedoc, a fines del siglo XIII y principios del XIV, en que la familia Clergue ejerce influencia más o menos preponderante rn la comunidad aldeana.
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Lecturas
Lecturas sugeridas L DUBY, G., El caballero, la mujer y el cura , Madrid, 1992 GOODY, J., Evolución de la familia y del matrimonio en Europa , Barcelona, 1986 E ROI LADURIE, E., Montaillou, aldea occitana, de 1294 a 1324, Madrid, 1988 RUIZ DOMENEC, J.E., La memoria de los feudales . Barcelona, 1984. Lecturas obligatorias DUBY, G.: “Estructuras del parentesco y nobleza en la Francia del norte de los siglos XI y XII”, en su: Hombres y estructuras de la edad media. Madrid Siglo XXI, 1980, cap. 8 pp. 162-183.
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Actividades
Lea cuidadosamente el texto de Duby Construya los respectivos árboles genealógicos de los casos citados por el autor enmarcándolos en la línea cronológica Establezca cuál de los dos involucra mayor extensión temporal y proponga hipótesis sobre los motivos
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Clase 9
La naturaleza de la crisis bajomedieval: limites "ecológicos" del sistema feudal y catástrofes demográficas. La presión de la renta feudal y del fisco. Estallidos y revueltas urbanas y rurales. Crisis feudal y transición al capitalismo En el transcurso del siglo XIV, se dieron una serie de factores, que nos son transmitidos, básicamente, por los actores históricos, que se experimentaron como francamente negativos y que indujeron a los historiadores a acuñar el concepto de ”crisis del siglo XIV”. La profundización de los estudios y las polémicas interpretativas asociaron esa crisis con otras de rango más conspicuo. De este modo, para algunos, supuso el fundamento profundo de la conmoción de la Edad Media, relativizándola toma de Constantinopla por los turcos otomanos en 1453, leída como “Fin del Imperio romano de Oriente”; mientras que, para otros, podía delatar el colapso del sistema feudal. Estas discusiones procuran proporcionar sentido a un período que, junto a visibles señales negativas, se encuentra con espectaculares avances, como resulta de la expansión de los mercados. De ahí que, como se verá, los análisis condujeron a constataciones de mayor complejidad. Entre 1270 y 1280, empezaron a aparecer las primeras tensiones consecuentes al crecimiento agrario con un progresivo detenimiento
de las roturaciones y
atenuación del auge demográfico, abriendo paso a una etapa de crisis cuya recuperación no comenzaría a evidenciarse sino hacia 1450. En este marco, el elemento que suscita el debate está constituido por las causales de tal situación. Precisamente, las señales del deterioro atraviesan las fuentes del período, en especial las narrativas: el imaginario de la época la concibe como un tiempo de “de guerra, hambre, peste y muerte”-en la iconografía, v. g., prolifera en los siglos XIV y XV el tema de la “danza de la muerte”-. Este tono manifestado por los testimonios de los actores históricos parece haber resultado suficiente para dar cuenta de una crisis contundente mientras que otras visiones han intentado descender a situaciones más subyacentes, como tensiones sociales implicadas por la dinámica de las relaciones productivas. Más aún, en ciertas perspectivas,
la
fenomenología
de
esta
“crisis”
se
insertaría
en
un
proceso de
transformaciones que se consumarían ya avanzada la Modernidad, como deviene de las consideraciones sobre el llamado “feudalismo tardío”. Las catástrofes demográficas se hacen sentir desde mediados del siglo XIV y, ciertamente, han agravado, al menos, la situación de la población europea. La hambruna de 1315-1317, y, sobre todo, gran Peste Negra de 1348 si bien ya no puede ser considerada causal de la crisis, fue, sin embargo, un factor que incidió de manera significativa en la erosión demográfica. La
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incidencia fue muy desigual ya que, sin duda, sus efectos se hicieron sentir mucho más intensamente en las ciudades, esto es, en los espacios en donde la población se hallaba considerablemente más concentrada y en donde, por ende, las condiciones de salubridad y las posibilidades de contagio se incrementaban exponencialmente. Siendo además la ciudad un polo de creciente cultura letrada, los testimonios escritos empiezan a resultar más frecuentes y atentos a la dramática circunstancia: esto puede constatarse, en particular, en las cada vez más numerosas crónicas burguesas italianas, como la Cronaca de los florentinos Giovanni– quien fallece como consecuencia de ella- y Matteo Villani o la Cronaca Maggiore (1326-1351 Giovanni Boccaccio (1313-1375), en su Decameron, transmite una desapasionada descripción de las características y desarrollo de la enfermedad, propagada desde las naves genovesas fugitivas de los mongoles: “Casi al principio de la primavera del citado año, la mortífera peste hizo su aparición de una forma que yo llamaría prodigiosa, y no como lo hiciera en Oriente, donde una simple hemorragia en la nariz era indicio de muerte inevitable. Al iniciarse la enfermedad, lo mismo al varón que a la hembra, formábaseles hinchazones en la ingle o en los sobacos, alcanzando algunas el tamaño de una manzana o de un huevo. Poco después, los temibles bubones se manifestaban también en otras partes del cuerpo, al mismo tiempo que aparecían manchas negras o lívidas en brazos, muslos y aún en otros lugares del cuerpo, en unos grandes y escasas y en otros abundantes y pequeñas. Y lo mismo que el bubón había sido y era indicio de muerte, lo eran también estas manchas.” (El Decamerón, Jornada primera, Madrid, 1984 ).
del sienés Agnolo di Tura Il Grasso, cinco de cuyos hijos muere
durante la epidemia. Venecia pierde en casi un año y medio, el 60% de su población y el impacto se supone tan considerable que, a fines del siglo XIX, un erudito como el cardenal Gasquet conjeturaba que la Edad Media había concluido con esa peste. También los conflictos armados alcanzaron una inusitada duración y enlazaron, a su vez, otros enfrentamientos más circunscriptos. La Guerra de los Cien años, que involucra, en principio, a las coronas de Francia e Inglaterra, se proyecta en la guerra entre Pedro el Cruel y Enrique de Trastámara por la sucesión al trono de Castilla (1366-1369), y proporciona el contexto para una serie de estallidos populares. La devastación material, al desenvolverse en un período tan prolongado tuvo efectos devastadores, se hizo sistemática la destrucción de los recursos del enemigo, con quema de cosechas y saqueos, como en el caso del accionar de las Compañías Blancas de Beltrán Du Guesclin que combatían para Enrique de Trastámara. La violencia social también está presente. El período esta marcado por numerosos estallidos de grupos subalternos rurales y urbanos que tampoco alcanzan a conmover el régimen feudal. Movimientos campesinos como la Jacquerie en el reino de Francia, en 1358 o el levantamiento de 1381 en Inglaterra se suscitan a la par que furores urbanos tales como algunas fases de los tumultos de Flandes de 1323 1 328 –como sucede en Yprès- o el de los Ciompi de Florencia en 1378. La mayoría de ellos están más bien ligados a circunstancias coyuntura, como percepciones impositivas extraordinarias –v. g., los campesinos ingleses en 1381- o convergencias con tensiones políticas entre diversos sectores –los ciompi florentinos
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que presenta la reacción del amplio sector de artesanos no calificados no encuadrados en las Artes o corporaciones de oficios que gobernaban la ciudad desde la segunda mitad del siglo xiii y se encontraban hegemonizados por el artesanado calificado, los grupos mercantiles en ascenso o el patriciado urbano-. El notable cronista francés Jean Froissart (c. 1337–c. 1405), da cuenta de las condiciones iniciales de la revuelta de los jacques: “Muy poco tiempo después de la liberación del rey de Navarra [Carlos II] sucedió una terrible y gran tribulación en muchas partes del reino de Francia, en Beauvaisis, en Brie, junto al río Marne, en Laon, Valois, la tierra de Coucy y los alrededores de Soissons. Algunas gentes de las villas campesinas se reunieron sin jefe en Baeuvaisis. Al principio no eran ni cien hombres y dijeron que todos los nobles del reino de Francia, caballeros y escuderos traicionaban al reino, y que sería gran bien destruirlos a todos. Cada uno de ellos decía: "Es verdad, es verdad. Maldito sea quien por él no sean destruidos todos los gentileshombres".” (Crónicas, ed. Victoria Cirlot y J. E. Ruiz Domenec Madrid, 1988)Otro rasgo relevante se reconoce en la presencia de líderes de extracción social superior al de sus conducidos. El protagonismo en el liderazgo de los campesinos que disponían de mejores recursos y cuyas dificultades resultaban diferentes que las de la amplia masa de la población rural, o, en el caso de las ciudades, de sectores calificados del artesanado, esto es, como señalarían M. Mollat y Ph. Wolf, “los ‘medios’ contra los ‘grandes’”. Los que conducen el levantamiento campesino inglés de 1381, Wat Tyler y John Ball, son un herrero y un sacerdote, respectivamente; Etienne Marcel es preboste de los comerciantes de Paris, aunque Michele di Lando, un cardador, se convierte en confaloniero de justicia en Florencia. El discurso religioso aparece muchas veces encuadrando la acción de los sublevados. Detrás del las propuestas del clérigo John Ball se pueden detectar conexiones con el ideario de John Wycliff –teólogo que enseñaba en Oxford hacia 1350- o, en el caso de los Taboritas de Bohemia(1420- 1434) la prédica de Jan Hus, quemado como hereje por orden del Concilio de Constanza en 1415, ambos considerados precursores de la Reforma. Los Ciompi se hacían llamar “Popolo di Dio” (“Pueblo de Dios”) que recogen ecos de la predicación de movimientos pauperísticos, órdenes mendicantes incluidas. En última instancia, estas sublevaciones se muestran más bien reaccionarias, sin intención de socavar el orden existente. Son excepcionales declaraciones como la del clérigo John Ball quien, como señalamos, parece influido por el movimiento lolardo de Wycliff, quien, al afirmar "cuando Adán cultivaba la tierra y Eva hilaba ¿qué era del gentilhombre?", evidencia uno de los pocos ejemplos de propósito antifeudal y aún, de comunidad de bienes. A todo esto, se agregan adversidades climáticas recurrentes, en especial inviernos rigurosos y lluvias escasas, lo cual, ciertamente, incidió en los ciclos agrarios cortos, los vinculados a las llamadas
“crisis de tipo de tipo antiguo”, con sus hambrunas típicas. Considerados todos
estos fenómenos en su conjunto, se explican visiones de una depresión que engloba diversas crisis menores tal como lee el historiador W. Abel, entre 1935 y 1943, o, más recientemente (1984), F. Seibt, en su libro Europa 1400. La crisis de la Baja Edad Media , que retoma la idea de una problemática
que involucra también, desde lo político al panorama de las artes. Ya
desde 1951, un referente de la historiografía marxista inglesa como R. Hilton afirmaba el carácter general de la crisis bajomediaval, calificándola como una crisis del conjunto de la sociedad feudal.
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La gran mortandad agrava, sin embargo, procesos preexistentes, menos visibles, pero afectan diferentes niveles de las relaciones sociales.
Desde principios del siglo XIII, se observa un
paulatino fortalecimiento de los poderes monárquicos los que, contrariamente a ciertas tradiciones historiográficas, no desempeñan un papel de subversión del orden feudal sino que se desenvuelven acordes a él; más aún, las lecturas históricas enfatizan la inserción del absolutismo monárquico, en la temprana Modernidad, dentro de un amplio marco feudal. El proceso será desigual ya que, en casos como el reino de Francia, el afianzamiento será crecientemente sólido, mientras que en otros, como el Sacro Imperio, se enfatizará la fragmentación y el debilitamiento de la autoridad condicionada por el principio electivo. Los aspectos contemplados en el afianzamiento se relacionan con la reestructuración del fisco regio –que conocemos mejor gracias a fuentes, como, en el reino francés, los livres des feux o “libros de fuegos”, esto es que utilizan las unidades de residencia familiar u hogares-, la conformación de cuadros para una administración central –en cuya formación desempeñarán un papel preponderante las universidades- así como el establecimiento de un marco jurídico común, y la constitución de un ejército “nacional”. Estas renovadas situaciones tendrán una incidencia en la base productiva del Occidente europeo ya que va a derivar, ante todo, en un incremento de los excedentes apropiados al campesinado, y conducirán a una gran porción del mismo a situaciones críticas, como evidencian los estallidos pero también la dirección de algunas transformaciones. Consecuentemente, la caracterización del régimen feudal conlleva la reflexión sobre sus transformaciones y, en particular, las que conducen a la articulación de nuevos sistemas. La detección de los elementos constitutivos del régimen capitalista implicó la revisión de los que pudieron dar lugar a la desarticulación feudal. Esta preocupación se discierne más de manera más clara en los análisis del materialismo histórico. Precisamente, cuando, en 1946, el británico Maurice Dobb publica sus Estudios sobre el desarrollo del capitalismo , sentó las bases no solamente de los estudios sobre la concreta articulación histórica del capitalismo en Gran Bretaña sino también de la dinámica del feudalismo. La obra suscitó un debate que se prolongó, al menos hasta fines de los ’70 y, generó una serie de ramificaciones problemáticas de interés: el “debate Brenner” y el desarrollo del concepto de protoindustrialización se encuentran entre ellas. La influencia del economista inglés Thomas Mathus y su obra Ensayo sobre el principio de la población, de 1798, sugirió la idea de un defasaje entre población y producción agraria. La denuncia de este influjo no siempre ha sido procedente pero, sin embargo, reencausó debates como el gestado a cuento de la obra de Dobb. Sucede así con el artículo de Robert Brenner, “Estructura de clases agraria y desarrollo en la Europa preindustrial” -publicado en la Past and Present en 1976- que se contrapone, sobre la matriz citada, a estudiosos como el inglés Michael Postan o los franceses Guy Bois y Emmanuel Le Roy Ladurie, cuyas contribuciones se articularon, a su vez, en otra polémica, el denominado "Debate Brenner". Frente a una visión de sucesión de ciclos en que se pondera la oscilación demográfica, Brenner propone la
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primacía de las transformaciones operadas en las relaciones de producción. Hay que agregar, que la tesis de Bois –como, v. g., en Crise du féodalisme. Economie rurale et demographie en Norrnandie orientale du debut du XIV siecle au milieu du XVI, siecle , (1976)-, ha estimulado discusiones sobre acerca de si la pequeña o la gran explotación debe considerarse la clave dinámica del sistema feudal. Uno de las incidencias principales del debate desplaza la atención, en lo que se refiere a los principales actores sociales de la articulación del orden capitalista, desde la gran burguesía mercantil urbana hacia la diferenciación social operada en el seno del campesinado. Este factor fue resuelto de acuerdo a valoraciones variables entre los especialistas. Brenner no acepta la postura de Dobb en torno a la diferenciación en el seno de pequeño modo campesino de producción y solamente ve como único curso exitoso al capitalismo el que se da en el caso inglés. Esta posición ha sido criticada, por añadidura, en relación con su escasa atención al papel desempeñado por los mercados urbanos. Este aspecto, en su momento tan valorado por el primer polemista de Dobb, Paul Sweezy, aparece como factor significativo en el trabajo de Immanuel Wallerstein, El moderno sistema mundial –sobre todo en su primer volumen La agricultura capitalista y los orígenes de la economía-mundo europea en el siglo XVI -l, que reconoce un único proceso de transformación hacia el capitalismo en función de un espacio global cuya dinámica está dada por la interacción entre centros y periferias que evolucionan de manera asimétrica. El proceso de diferenciación en el interior del campesinado presenta uno de los ejemplos más interesantes de diálogo entre especulaciones teóricas y estudios de caso, puesto que una de sus principales derivaciones se refiere a la manufactura rural domiciliaria. En esta realidad inciden otros sectores, como un amplio grupo de mercaderes, en general no relacionado con el gran mercado suntuario. En efecto, esta manufactura se dedica, principalmente, a los textiles más bastos y, por ende, más baratos y de uso generalizado, los cuales también habían recibido el impacto del incremento de los intercambios. La cuestión se perfila en torno a las causales y condiciones que generaron una más clara discriminación entre unos campesinos acomodados –a veces genéricamente denominados “ kulaks”- y otros, más o menos despojados de sus medios productivos, al punto de quedar en situación de vender su fuerza de trabajo. Los primeros, que están acumulando excedentes no destinados a la renta feudal o a las obligaciones fiscales, dirigen su ahorro a la adquisición de otros telares, a los efectos de acrecentar su producción para vender en el mercado, para lo cual disponen de la labor de los segundos a cambio de salarios. Este fenómeno logrará una mayor afirmación a lo largo de la temprana Modernidad. Cuando, a partir de 1450, los signos de la recuperación se hacen notorios, muchas de las condiciones materiales de esa Edad Moderna se erigirían todavía sobre cimientos feudales.
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Lecturas
Lecturas sugeridas
HEERS, Jacques. Occidente durante los siglos XIV y XV . Economías y sociedades Labor, Nueva Clío. Barcelona, l968. HILTON, Rodney, Conflicto de clases y crisis del feudalismo , Barcelona, 1988. HUIZONGA, j., El otoño de la Edad Media: estudios sobre la forma de la vida y del espíritu durante los siglos XIV y XV en Francia y en los Países Bajos , Madrid, 1979 MOLLAT, M. y WOLFF, Ph. Uñas azules, Jacques y Ciompi . Las revoluciones populares en Europa en los siglos XIV y XV. Madrid, l979. Lecturas obligatorias
GUERREAU, Alain, "El feudalismo en el siglo XX", en IBID., El feudalismo, un horizonte teórico. Barcelona, 1984, (París, 1980), cap. 3, pp. 80-131. MEDICK, H.: "La transición del feudalismo al capitalismo: renovación del debate", en SAMUEL, R, (ed.): Historia popular y teoría socialista. Barcelona, 1984, pp. 177-90.
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Enuncie las líneas problemáticas que, de acuerdo al texto de Medick, derivan de el debate entre Dobb y Sweezy. Justifique
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