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¿Tiene la Estética derecho a existir?, 23 . Proceso a la Estética, 27. Los cargos del espectador "ingenuo" y del conocedor "cultivado!', 27. Las quejas del crítico de arte y del artista, 29. También el filósofo arremete, 31. Suma y sigue . .. , 32. En defensa de la Estética, 33. ·.: Utilidad e inutilidad de la Estética, 34. :Dialectizar la · Estétit a, 35. Estética y crítica de arte, 37. Teoría y práctica para el artista; 1 38. La micro-Estética del lenguaje, 43 . Conclusión, 46. , ·· '· ··'
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La Estética como filosofia de lo bello, 48. La Estética como filo- · sofia del arte, 5 I. Estética y Ciencia del arle, 54. Una apropiación . , específica de la realidad como objeto de la Estética, 55. •
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111. EL SABER ESTÉTICO . .. . ...... . . .. .. ...... . .. . .... . .' .... 59 Estética y filosofía, 59. La Estética como ciencia, 61 . La Estética'·· y otras ciencias, 64. Cuestiones de método, 68. Dos principios · metodológicos: el histórico y el estructural, 71 .
Segunda parte: La relación estética del hombre con el mundo
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Diversas relaciones del hombre con el mundo, 77. Pr.oducción , material y producción estética, 79. Producción Y consumo esté.~i-. cos, 80. Pintura rupestre, pila bautismal, monolito aztec~, 82. Tres objetos distintos y una misma función, 84. De la función . originaria a la función estética, 85. Dos cuestiones acerca de la relación estética 88. Relación con objetos producidos sin finalidad. estética, 89. P~oducción sin finalidad estética de objetos que fl;lncionan est~ticarncnt·e , 95. Consideraciones finales, 102. .,.,
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ÍNDICE
II. LA SITUACIÓN ESTÉTICA. 1) EL OBJETO ..• . · · · · · · · · · · · · · · . . . 105 Sujeto y objeto en la situación estética, 105. Condicionantes de la situación estética, 106. Potencialidad y efectividad del objeto estético, 111. La existencia fisica del objeto estético, 112. Lo físico sensible, perceptual, 114. Forma y significado en el objeto estético, 116. La realidad estética, 118. ¿Objeto irreal?, 119. ¿Objeto psíquico?, 121. Palabras finales sobre el objeto estético, 125. 111. LA SITUACIÓN ESTÉTICA. 2) EL SUJETO . . . . . . . . . . . . . . . . . • . . 127 El sujeto en la situación estética, 127. La percepción ordinaria, 127. La percepción estética, 131. Interés y desinterés en la situación estética, 134. ¿Fusión o distanciamiento?, 138. Dialéctica de la identificación y el distanciamiento, 141 .
Tercera parte: Las categorías estéticas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ) 43 l. LA CATEGORÍA GENERAL DE LO ESTÉTICO . . . . . . . . . . . • • . . . • . • . 145 Concepto de categoría, 145. Las categorías estéticas, 145. Breve incursión en la historia de las categorías estéticas, 146. Lo estético en claves socrática y kantiana, 148. Lo estético y lo útil, 150. La disputa sobre las fuentes de lo estético, 151. El objetivismo estético, 151. El subjetivismo estético, 157. La superación de los opuestos, 159. 11. LAS VICISITUDES DE LA BELLEZA . . . . . . . . . . . . . . • . . . . . . . . . . • 165 "Dificil cosa es lo bello" (Platón), 165. Belleza sin metafisica, 166. Lo bello como categoría estética particular, 169. De lo bello en el arte, 169. Hacia una definición real de lo bello, 174. El círculo de hierro de lo bello cl4sico, 176. Más allá de lo bello clásico, 178. Conclusión ante la dificultad de lo bello, 180. 111. LAS AVENTURAS DE LO FEO ........ . ........, . . . . . . . . . . . . . 183 Lo feo y las relaciones del hombre con el mundo, 183. La dimensión estética de lo feo, 185. Lo feo en la realidad, 186. Lo feo en la Antigüedad griega, 189. Lo feo en la Edad Media, 191. Lo feo en el Renacimiento, 192. Lo feo en los tiempos modernos, 193. La entrada de lo feo en el arte, 194. La rebelión práctica de lo feo y la salvación teórica de lo bello, 194. El sujeto ante lo feo en la realidad y en el arte, 197.
IV. Lo SUBLIME . ........ , . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 201 La dimensión humana de lo sublime, 201. Lo sublime en el arte, 202. Lo sublime como categoría estética, 202. Lo sublime en el pensamiento estético: de Long~no a Adorno, 203. Reflexión final sobre lo sublime, 208.
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~acia.una .defi,n_ici.611 ,seria de lo có1ni~6;~225 :' . d1ctona de·lo:cóm1co, 227. Comicidad y d,e svalprización,.230'. :I.::q;,-;·::.·..; '?· ,: ...··?~; córtjico ·c omo fenómeno social, >231. Lo cómico 'c omo.~ritiba1 s6~:.:_,·.> / .'..'\'.( :···.. .. ".); c~ai, :233~ La d!rnensi:ó11-~stéti~a ~e .10 c·8 micq:er 1~ vid,4. ·t.\i:>.·,"tl 11 1 arte, 23.4 . .Vanedades de lo com1co, 236. El humor, 237:. La. ~a.ti,~ • . • ,.'· 1 1,." . , ; ·: /.' ' -'i: .. . . ' . 240··. .,. . .· · ' .. ·,,i..1.. . ,., :·:',·•.. ·,:.. ,_.<~·:\:·,·:,·. ,- ·: ·.'·t; '.i/,::·:.'; ,:..•'~.' ra, 239 . La1ron1a, 1\ : .,:· : . ·(,.._,, ,· ..:1, · · .,;·· . • ' • ;,: , : i·'..; ~·i. VII. Lo GROTEsco ........................ .•.... .. • 2~3-: ...,·1· . . 1· Lo grotesco como categoría' estética, 243. Lo grotesco en El Bosco~· ::( . . ::'.i:,' 24·7 < . "\:<<' !·); '' Hoffmann, Poe y Gogol, 244. La naturaleza de lo grote~79, - . .-':'),::, ;?,;:,':')~:.·\}?:··. 1.
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INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
ducido por el hombre sin una finalid~d.estética (un vaso de cristal, una lámpara, una mesa o un automov11). . . El examen de lo estético en sus diversas man1festac1ones -natural o artificial artesanal o artístico, técnico o industrial-, tanto por lo que toca a'ciertos objetos como al correspondiente compo.rtamiento hacia ellos constituye la temática central del presente hbro. Con todos los ;iesgos que conlleva esta temática sumamente general, ella es la que corresponde a una teoría general de lo estético. Lo que se sostenga con respecto a esa temática, pretende valer teóricamente no sólo para la pintura rupestre de la cueya de Altamira, sino también para el mural Guernica de Picasso .. Y pretende valer, asimismo, no sólo para el Poe,na del Mio Cid, sipo también para el Canto general de Pablo Neruda. Y, de modo ánálogo, para un templo griego, una pirámide maya, una catedral gótica, o una estatua contemporánea. Y no sólo esto: pretende valer igualmente para ciertos productos (no todos) artesanales, técnicos o industriales que, a diferencia de los objetos nombrados en los ejemplos anteriores, no podríamos considerar artísticos, aunque reconozcamos que hay en ellos un lado estético. Nos movemos, pues, en un terreno general; tan general que se extiende no sólo desde la pintura mural de hace unos cuarenta siglos al mural de Picasso del siglo xx, sino también desde lo que consideramos propiamente como obras de arte a objetos utilitarios como un vaso, un cuchillo, un mueble, o un artefacto técnico como ciertos mecanismos o máquinas. Las estéticas tradicionales, especulativas, sucumben al riesgo de una generalización que se vuelve de espaldas a lo concreto real. Y sucumben precisamente al derivar lógica u ontológicamente lo general -que es por otra parte el terreno propio de toda cienciade un principio establecido a priori. A lo largo de nuestro trabajo, hemos procurado deslindarnos de semejantes estéticas. Pero, ¿cuál es nuestra alternativa a tal deduccion.ismo de las estéticas metafísicas o especulativas del pasado y, hasta cierto punto, de no pocas del presente? No es, en verdad, la que siempre han propuesto los empirismos y positivismos de uno u otro tipo. O sea: el ~~andona o sacrificio de lo general en eras de lo concret~,. de 10 empinco. Que el objeto de nuestro estudio debe ser lo empinco -los. objetos singulares que suscitan una experiencia estética-, constituye la premisa básica de una teoría que, como la nuestra, rec~aza el apriorismo y la especulación en sus dominios. Que esta reahdad debe ser considerada en su totalidad sin segmentar o arrancar de ella ciertas esferas (las que no se reducen a la realidad artística) 0
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sin reducir. una . parte h. de , ella . -el arte- a. una determinada .1,~a se d e su desenvo1v1?11ento 1s.tonco, constituye una premisa también básica. Esta premisa.nos ~leJa de las estéticas que, unilateralmente, concentran. t?do su tnteres en la práctica artística, así como de las estéticas
clas1c1stas O eurocéritricas que 'reducen ·aún más su interés al concentrarse en una· forma histórica del arte: el clásico o europeo-occidental. En _tercer lugar es la premisa básica de la Estética que -como la nuestra- aspira a explicar objetiva, racional, científicamente una realidad específica -la constituida por Ios ..objetos estéticos-; aunque esta realidad específica, concreta, que tiene en la mira, es tomada, al reflexionar sobre ella, en sus determinaciones más generales. Y con ella se distancia de las estéticas empiristas que pretenden captar lo concreto, lo particular, pasando por alto esas determinaciones generales. Cualquier intento de explicación que no parta de estas premisas que entrañan -como vemos- una atención primordial a lo real (a lo "concreto real", como decía Marx), pero considerado: a) en su totalidad (sin mutilaciones ni exclusiones) y b) en sus determinaciones más generales, invalidará el saber estético como teoría general de una realidad específica, concreta. Esta realidad se compone de un conjunto abierto,e intermi-· nable de objetos, actos, procesos y experiencias singulares. No existe real efectivamente el arte, sino obras de arte y vivencias .individuales ~nte ellas. Pero ia posibilidad de explicar lo empírico, lo concreto individual, pasa por lo general. Y para ello se -n~~esita desplegar una actividad teórica que consiste en la construccion del aparato e~~~'-. ceptual correspondiente. El adiós positivista a lo gen~ral es tam~1en un adiós al conocimiento de lo real, del? _concreto si~gular: LeJos, pues, de acercarnos a lo real, a lo emp1nco, nos .aleJ~ de el. . La Estética como teoría de una reahdad, expenenc1a? c?mpor. h uman O espec'tfi·co , concreto, de .lo . . no puede. presc1nd1r ., t amiento . t hay niveles distintos de teonzac1on o generagenera l . C iertamen e, , d se sitúa el presente volumen, como teona e . . es el más general en este campo hdad. El nivel en qu~ . ,. la realidad y la experiencia estbeticas, de lo estético en su totalidad; 1 . 1o espec1,r·1co. E s, e n pocas . pala ras,. eamputaciones rit. exclusiones: como decíamos antenormente, sin n la técnica; en la industria; en estético en la naturalez~, en el ~rte, e tros· de trabajo o de esparcila vida privada o púbhca, en os¿:~tamente, dentro de esta g~nemiento en el hogar o en la calle. .d ·d más estrecha: la del nivel 11 a . ' . h a genera · rahdad tan ampha, a~ u~ apel preeminente que.uene·e~ del arte sin q·ue esto ·disminuya e1 P. · mo otro nivel de generah· . ' h b ,a as1mis , el campo de ·lo estético. y a n , .. . . . 1· . 1
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INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
dad dentro del marco de lo estético, repres~ntado por lo estético no artístico, en el que se encontraría lo estético natural, consti~uido por objetos no producidos por el hombr~ ~ue p~e.d 7n susc1t~r en él una experiencia estética, así como lo estet1co art1f1c1al, constituido en nuestra época tanto por objetos creados con una finalidad estética (las obras de arte) como por objetos producidos con una finalidad extraestética (productos técnicos, industriales o usuales de la vida cotidiana) que, sin embargo, son fu ente de actitudes o experiencias estéticas. En este vasto campo de objetos y comportamientos humanos hacia ellos, nuestra Invitación a la Estética se sitúa en el nivel más alto de generalidad, o sea: en sus determinaciones más generales, que son las que corresponden a todo lo estético sin excluir ninguna de sus manifestaciones reales ni amputar ningún segmento de su desenvolvimiento histórico. Sin embargo, dejamos para otra ocasión el ocuparnos especialmente -más allá de las determinaciones generales que comparten con otras regiones de lo estético- de las regiones particulares del universo estético que adjetivan lo estético cuando se da en el arte, la naturaleza, la técnica, la industria o la vida cotidiana. Ciertamente, a lo largo del presente trabajo habremos de referirnos a manifestaciones concretas de esas diferentes regiones y sobre todo a las del arte, tomando en cuenta el papel preeminente que, en nuestra época, tiene en él la función estética. Por supuesto, no olvidaremos un solo momento que independientemente de que tal función no tenga esa preeminencia fu era del arte -en la industria, la técnica o la vida cotidiana-, no se puede negar su presencia, razón por la cual podemos hablar de lo estético técnico, lo estético industrial o lo estético en la vida cotidiana. Esto significa, asimismo, que estos niveles específicos de lo estético participan -aunque en distinta forma y con diverso alcance- de esa generalidad estética que nos toe~ ahora ~studiar y que, por otra parte, siempre tiene como escenano la realidad y la historia en las que surge y se desarrolla lo · concreto, lo empírico y singular. De ahí que, a este nivel más alto de la generalidad de lo estético, nos hayamos propuesto superar los intentos de otras estéticas de reducir su estudio a una esfera que, por importante que sea -como e.s la de! arte-, constituye un dominio específico O una región ~articular Junto a otros -como lo estético artesanal natural, técnico, industrial o usual- dentro del campo más gene'ral de lo esté~i~o. Nuestro enfoque, por esta razón, es universal: nada de lo esteuco le es ajeno. No importa la época en que haya surgido lo que hoy se
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INTRODUCCIÓN
nos presenta ~orno tal: un objeto prehistórico ohistórico, pasa.d¿ 0 - · ·· .: ; :._,'\ pre~ente. No importa la función prioritaria que haya cumplido origi· · :·· nan~mente, ·o cumpla en la actualidad: como objeto de culto religioso, instrumento de poder, artículo usual o utilitario. No importa · . tampoco el lugar en que se ponga de manifiesto su función estética: en la iglesia o el palacio,. en el talle'r- o en la fábrica, en el merca~ do. o en la vida doméstica, en el museo o.·en la ·galería· artística. · Lo e.stético puede dars~ pára nosotros en:•CU'1;lqriier tiempo; en cualquier lugar y cualqµiera que sea la funciórr·e xtraestética que el · ·,.: ., : :,:·: ', objeto pueda cumplir, junto con su función estética.·Somos conscien- .·.:. . '. · · tes de que éste es un enfoque universal,' en virtud del cual admitiriios. ··..·: · .· .. · que podemos comportarnos estéticamente con objetos que en ·ot~9s' ·. 1 · : . tiempos; dadas sus._funciones primordiales y los lugares en gue:las ·..· · : :. < ·.· · · ejercían, no suscitaban ese comportamiento que·correspond~ ia . ... .:· . · :.~·: · , sensibilidad moderna, y sobre todo a la contemporánea.' Unaiseh.- · · ·. \ .o:'. ·. sibilidad que, en su desarrollo, debe más a las revoluciones políticas; . ' ·, :' . ·'.· '.·"._'-; sociales y artísticas de nuestro tiempo que a las estéticas dominan~'.:,:; ',. ··.::.:: ..·.· tes, vueltas de espalda a todo ló que en el universo estético reai' hb :;. .<· "f · es arte, y.arte, a su vez, reducido a la fase histórica de éste .- dásiéá·.'o ··,:,,: · · _.. ·: < .:_; renacentista-· privilegiada en la cultura occidental. ·, · .: ·. ,: · ." · .. ¡._. ..: ·.•: Nuestra Estética ancla, pues, en ·esta universalidad de lo estético:···..: ..· .: . . .,-· ·. y de lo artístico, en particular. Pero su.universalism.o es histórico ~ · . . ·. .. No sólo porque se ha alcanzado histórica'm-e nte -en: el pasado n'o · · · . ·. ,· ·.-:'· ·.·,:. existía-, sino porque como hombres de nuestro tiempo -· tiempo ·.: ··· ::. ·,. de descolonización en todos los órdenes· ·, no podemos. dejar de.· · ··: ·.''·.· ·_. considerar lo estético como un patrimonio universal. Este ti ni ver- . . · :" :.i :. · · salismo es el que •nos permite acercarnos a un crucifijo del sigl9 xvr . · :; ..:.· o a una máscara ritual africana, viendo en ellos respectivamente µó : >. . ·:.. un objeto del culto religioso, o una simple pieza etnográfica~ sino '.dos : - ''.' . "obras de arte';. Pero, esta integración del crucifijo y de la más:ca- .. ; ';° ' . ra en el universo estético requiere, en el primer. caso, abstraer··ef .· . ~ , .... crucifijo de su función religiosa.y, en el segundo, desligar.fa máscara: · , .·· ·: ~; no sólo de su función mágica o ritual, sino también del imperialismo · .. estético clasicista u occidental. Se trata, en ambos casos~ de un ·en- . . . · :_. . :·\ riquecimiento del universo estético al superar la unilateralidad.fun- .i ) .:.··; ci~nal del objeto; dejar de estar adscrit~ ~orzosarherite a su fu~ci?~~,:,./ ·. :.\·'·.: originaria y adquirir otra nueva: la estet1ca .. :ero,, se ~rata ·as1m~s~ .··\ .. . mo de no concebir esta última y nueva funcion exc~us1vamen~e ..en :;, '. ..i :· . ' . - : ) una forma histórico-concreta: la propia del arte occidental~ .clas1c~:r: . !, · y o clasicista. Este ~niversalismo ~e lo estétic~ que se p~ne d~ man!~·.. -:,- : . : :;.' ·! fiesto e · los eJ· emplos antenores, en ,.el ennq11ec1- ·: ... . . ....· · .:::} , orno vemos en: .· ·, . . ·. ·.. ··:,.:.: ··.··~t~;
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INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
miento y atnpliación de su ámbito propio, Y ~n la superación de la unilateralidad funcional de los o~J~t?s men~1~nados, constituyen conquistas irreversibles de la sens1b1hdad estet1ca c~n.temporánea. A esta sensibilidad pretende responder nuestra Estetica. Es, pues una teoría general de lo estético que aspi~a, a dar razón de lo con: creta, pero a la luz de conceptos que se situan e.n el marc~ de esta sensibilidad contemporánea, que es a la vez universal e histórica. U na teoría estética que, asimismo, no puede ignorar las exigencias propias de una exposición rigurosa, objetiva Y fundada. Lo cual no excluye otras exigencias que provienen de la materia de que se trata y de los lectores a los que se dirige. Por la naturaleza de su materia -los problen1as fundamentales de la relación y la experiencia estéticas-, el interés que puede suscitar rebasa el marco simplemente académico, aunque nuestra exposición no puede -ni debe- desprenderse de la huella que, en el presente libro, dejan los cursos docentes universitarios que, durante años, precedieron o acompañaron a la elaboración de esta obra. Todos vivimos -académicos o no- en ciertos momentos de nuestras vidas, en una situación estética, por ingenua, simple o espontánea que sea nuestra actitud como sujetos en ella. Ante la flor que se obsequia, el vestido que se elige, el rostro que cautiva o la canción que nos place, vivimos esa relación peculiar con el objeto que llamo situación estética. Y la vivimos guiados por cierta conciencia o ideología estéticas. La relación es más profunda ante una obra de arte, aunque no por ello deja de ser inmediata y, en gran parte, espontánea. Ya en un nivel más reflexivo, aunque su punto de partida es una relación inmediata con el objeto, tenemos una relación con él más propiamente teórica, si bien a diferentes niveles de generalidad, como es la relación que mantienen el crítico o el historiador · del arte. Así pues, el círculo de los que tienen cierto trato éon el universo estético y, en particular, con la producción artística, rebasa con mucho el de un círculo específicamente teórico o académico. Es un círculo que comprende no sólo al contemplador ingenuo o culto, espontáneo o reflexivo, sino también al artista al crítico, al historiador, al investigador y, por supuesto, al doce,nte en esta materia. Aunque la t:o.ría es necesaria, indispensable, para quienes corno el esteta, el teonco del arte, el crítico o el historiador del arte, el d?ce.nte o estudiante de Estética tienen que ver profesional o academ1camente con esta disciplina , no sobra en modo alguno par.a • 1 quienes como creadores o espectadores, productores o cons~rn dores se hallan en relación directa con ciertas regiones del univer.' .:
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INTRODUCCIÓN .
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so estético (las arte~anías, el arte, el diseño técnico o industrial). Así pues, el sector académico o profesional especializado en este campo no puede monopolizar el interés por la Estética o por la teoría de las diferentes regiones en que se ramifica el unive:so éstético. ·oe ahí también que, al abordarse la problemática estética general, el presente libro se dirija, más allá de ese sector especializado, a un amplio círculo de lectores que lo rebasa y que, sin mengua del ~igor indispensable, se haya procurado que la lectura del texto sea fo más ágil, clara y atractiva posible. Con este fin, lo·hemos descargado de las notas y referencias -salvo las indispensables· que obligan a hacer un alto frecuente en la lectura, y por tanto a que ésta sea más lenta y sufrida. No nos hemos propuesto que el libro sea un repertorio de respues~ tas acabadas. Por el contrario, hemos procurado que la naturaleza problemática del estudio de la Estética se mantenga en nuestro trabajo desde _el comienzo hasta el fin, sin que esto signifique que re- . huyamos por ello ofrecer nuestras propias respuestas, o hacer nuestras las de. otros, aunque confrontándolas con las que se alejan de, o se contraponen a las nuestras. Por todo ello, no hemos dado a nuestro libro el título de Estética a secas, sino el de Invitación a la Estética, porque dado que no estamos ante un repertorio de soluciones sino de problemas abiertos, invitamos a nuestros lectores a enfrentarse a ellos desde el nivel de sus conocimien.t os y/o de sus experiencias en su trato con lo estético. Nuestra exposición se halla dividida en tres partes. En la primera, · "Anverso y reverso de la Estética", tratamos de poner de relieve, en toda su agudeza, el carácter problemático de la Estética. Con este motivo, no hemos dudado en abrirle un proceso a la Estética, dejando que en él tomen la palabra sus detractores (profesionales o ,,. ,, 1 no en este campo), como son: eI espec t a d or ingenuo , e conocedor "cultivado", el crítico de arte, el filósofo ( o al menos, cierto filósofo), el científico del arte, o el historiador en este ~ampo . .Y hemos puesto a la Estética -tal como nosotros la concebimos- en la necesidad de defenderse ante los diversos cargos que se le hacen, y justificar así ·s u derecho a existir. 1:1na vez justi_ficada su ,existencia, hemos tratado de delimitar su obJeto de estudio, adentrand.on?s en una de las cuestiones más debatidas, y hemos ~recurado as1m1?mo desentrañar las características fundamentale~ de un sabe~ este·, · cien · t'fi'ca frente a las tendencias tl·co con vocacion 1 ., , ·especulativas by em · · E 1 d arte "La relac1on estet1ca del hom re , y naturaleza p1nstas. n a segun a P , · ~~t:i la realidad'', nos ocupamos primero de 1os ongenes . . ·'
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INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
y social.' d e esa re lacl· 0• n , tothandb en cuenta. ,su dimensión· histórica 1 para considerarla después en la relac1on ~oncreta, si?gu ar, que llamamos situación estética, y en la cual el suJeto y el o~Jeto se comportan modalidad peculiar -distinta de la que tienen fuera de esa L t con la · situación-, que nosotros tratamos de caracterizar_. a ercera part~, "Las categorías estéticas", se abre con el estudio ~e. la ca~egona más general en este campo, justamente la ·de lo estet1co. Sin pretender agotar el repertorio categorial,_ se pasa d~s~ués a las, ca~egorías específicas: lo bello, lo feo, lo sublime, lo tragico, lo c?mico y lo grotesco. En el estudio de estas categorías hemos rehuido las definiciones abstractas, apriorísticas, que tanto abundan en las estéticas tradicionales, y hemos partido de lo que nos ofrece históricamente la experiencia estética y la práctica artística. Queda pendiente para otra ocasión la exploración del universo estético, concebido desde el mirador de nuestra sensibilidad contemporánea y, por.tanto, como un universo abierto y sin límites, en el que podemos distinguir varias regiones fundamentales, a saber: lo estético natural, lo estético artístico, lo estético técnico e industrial y, finalmente, lo estético en la vida cotidiana. En todas estas regiones se hace presente lo estético, pero en cada una de ellas de distinta manera. No corresponde al presente libro, pues, el estudio · de esas diversas y específicas manifestaciones de lo estético. A él habrán de consagrarse otros trabajos y fundamentalmente dos: uno, dedicado a las artes que, por cierto, no se reducen a su lado estético, y otro, a lo estético no propiamente artístico.(en la naturaleza, la artesanía, la técnica, la industria y la vida cotidiana). Pero, aunque lo estético artístico debe ser objeto de un estudio especial (como teoría de las artes o del trabajo artístico), nos interesa subrayar desde ahora el lugar privilegiado que·ocupa en el universo estético~ considerando el papel preeminente que tiene para la conciencia estética c_ontemporánea. E i~teresa .destacar asimismo el papel central que t1~ne en _las arte~,' a d1ferenc1a de lo que sucedía en otras épocas, o a d1fere~c.1a tamb1en ~~ lo que sucede hoy en otras regiones del universo estet1co, la func1on que consideramos estética. Con esta introducción, queda abierta la puerta al campo de los problemas generales y fundamentales de la Estética. A los lectores que ya han recorrido este tramo introductorio, los invitamos a entrar en él.
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I. ·La necesidad de Ía Estétic·a ·
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¿ Tiene la Estética derecho a existir? •,
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Al iniciar nuestro estudio de la Estética partimos del supuesto ·de · · que las investigaciones en este campo han de darse en un territorio . o ámbito propios, pues de lo contrario carecería de sentido dicho · estudio . .Pero,' al tratar de fijar sus límites y señalar los caminos niás ·. ·' ·. ···. adecuados para transitar por él, surgen y se encadenan tina serie :de · ::-, problemas. Estos problemas son, en primer lugar, los de precisar e'I . . objeto sobre el que versa, así como los del método o métodos·más · . · : . ·, ..<· . ·., certeros de acuerdo con la naturaleza de su objeto y, en segundo :· . .: ;. · .. ·.·.. · lugar, y en concordancia con esos dos problemas, los de definir la·:.:.. ,· ·:. ·-.,' ·.· Estética misma y determinar la utilidad o ventaja de su estudió'. ·. ...·, · : ··. ::.-:. El cúmulo de respuestas diversas, e incluso antagónicas a estas . .'.' ·. :. ~·:.·:· . cuestiones, pone de manifiesto cuán dificiles e inciertas son las in·- .. · .~:..·..-:,.: vestigaciones en este campo. Arredrados ante tantas dificultades 1' : . ·'··;1: ~1 no han faltado -sobre todo en nuestra época- quienes hayan pro· . ·· . ·.-~.' puesto lisa y llanamente abandonar su estudio. En verdad, rio de., . ·:· ',.; jan de ser inquietantes los argumentos con que se niega a la' Estética· ·.. .: \" ·\¡! su derecho a existir como una rama legítima del conocimiento. Y ·. · .·. ·· ./;;·.,; entre esós argumentos están los de que la Estética carece de objéto :· · · · · .· :·i.. ,, propio; que si lo tiene, dado su carácter vaporoso u opaco a la razón .. · . . :·:.,:/: .' . .i:'. no permite explicaciones objetivas, fundadas; que por sus generali..: zaciones ilegítimas y su esencialismo se halla vuelta de espaldas a-lo · · ·... :.,.'.if: concreto real y, finalmente, que su estudio carece de provecho·para . ,._ . < :··; quienes -como los espectadores, creadores, críticos o .histori.a do-· · :· .\·· : res- se hallan en una u otra relación con la experiencia estética en . ' ·.' '.;·· i··~ . general, con el arte en particular. '..'(ti En consecuencia, lo que con estos argumentos se pone ,en. tela ·. . , :··'{ de juicio es el derecho mismo a existir de la Estética, derechQ·que . . ···~ · sólo podría justificarse si dispone de objeto ·Y mét~d~. propios.··¡ \, . . Ahora bien~ aunque sólo -podremos . resp.onder en def~n1t~ya .ª .e~ta . ... cuest~ón al poner pon.t o final al presente hbro, no ·podnamos_1~1c_1~r · >: . .. . ..·'. ', ' 23 . . ! •..
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INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
aventuráramos a responder -aunque sea nuestro estudio si _n o nl stiºo' n medular del derecho de la Estéti. · lmente- a a cue · · 1 prov1s1ona b,1. actos por ello a examinar os argu. · N 0 s vemos o ig , ' ca a existir. . d s en diferentes niveles o planos en su mentos de quie~~s, sit~o~idos por diferentes preocupaciones en O trato con lo estet!c.o la realidad dudan de, o rechazan cates~s _relaciones estet11·cctas cto~rica o las v~ntajas prácticas del estudio goncamente, la va 1 ez e de la Estética. · · d · ión en este campo mina o nos permite Una caute1osa exp lorac . · d bº . b que para nosotros existe un conJunto eIIo Jereconocer, sin em . argo, , 1 tos a los que atribuimos ciertas cualidades especifi~as y a q~e. ama. te porque sus obJ' etos las poseen, .universo mos, Justamen · · estetico.fl En este universo incluimos tanto seres naturales (~n Pª!saJe, una or, un colibrí) -es decir, seres que no deben su exist.encia al hombrecomo' objetos artificiales, producidos por el. trabaJ? ~umano, Y entre los cuales figuran: objetos usuales de la vida co!1?iana, pr,o~uctos artesanales o industriales, determinados dispositivos mecan1cos o técnicos y, finalmente, los productos humanos. que llama~~s o.bras de arte y que, en nuestra época, ocupan un lugar pnvilegiado dentro del rico y variopinto universo estético. Todos los miembros de este universo, por muy diversos que sean o por mucho que se distingan entre sí dada su diferente apariencia sensible, estructura interna o función y finalidad, tienen algo en común que es lo que justifica, desde nuestra perspectiva contemporánea, su pertenencia al universo estético. Hay que reconocer que no todos los objetos que hoy admitimos como legítimos pobladores de ese universo, fueron siempre ·reconocidos como tales. Esto nos obliga a ser cautelosos con respecto a su filiación estética futura, cuidándonos de afirmar que todos ellos, en el futuro, seguirán formando parte de ese universo. No olvidemos que en un pasado aún reciente, el mapa de lo estético no incluía, por ejemplo, en su continente artístico al arte prehispánico. Y tenemos presente asimismo, para no caer en cómodas predicciones, que ciertos objetos -máquinas o productos industrialeshasta bien avanzado el siglo XIX eran considerados por su fealdad como la negación misma de lo estético. . ~e.ro, si hoy _reconocemos que existe algo así como un universo t estet1co_ y, con el, un modo de apropiación, contemplación o comporta~1ento humano específico ante sus objetos, y si, por otra parte, adver~imos que uno Y otro no son estudiados en su especificidad por.ninguna de 1~ ciencias particulares que conocemos hasta ahora, po~emos concluir que se hace necesaria una ciencia especial que se .
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LA NECESIDAD DE LA ESTÉTICA
ocupe de esos objetos y del comportamiento humano hacia ellos , así como de las condiciones individuales y sociales en que se dan dichos objetos y ese comportamiento. Y esa ciencia es precisamente la Estética. Como toda ciencia que versa sobre hechos, experiencias o relaciones empíricas, tiene un objeto propio de estudio, distinto del que tienen otras ciencias particulares, y como todas ellas aspira' a considerar su objeto de un modo sistemático, fundado y racional. La realidad peculiar y el comportamiento humano específico que constituyen el objeto de la Estética, no pueden ser separados del todo en que.se integran otras realidades y otros comportamientos humanos. De ahí que no pueda desvincularse de las ciencias -como la psicología, la economía, la sociología, la lingüística, la semiología, la teoría de la información, etcétera-, que estudian realidades y relaciones entre los hombres que influyen en lo estético o condicionaI?su existencia. Pero ello ·no anula la necesidad de la Estética como ciencia especial y autónoma. Y esto es válido incluso cuando se ocupa de objetos o fenómenos estudiados también por otras ciendas humanas .o sociales. Naturalmente, al hacerlo, no se limitará a repetir lo que, gracias a ellas, ya se sabe acerca de su objeto; sino que lo hará desde otro ángulo, o prestando atención a aspectos irrelevantes o ignorados deliberadamente por dichas ciencias. Así, por ejemplo, aunque las distintas ciencias naturales se reparten el conocimiento de la naturaleza, ninguna de ellas atiende a lo que el hombre ve en ella como lo "bello natural" o "naturaleza estetizada". Atender a esta naturaleza peculiar es ta'rea no de las ciencias naturales·, sino de la Estética. Ningún botánico se preguntará, acerca del ser de la encina, lo que se pregunta el poeta Antonio Machado, al interroga~la:
¿Qué tienes tú, negra encina campesina, · con tus ramas sin color en el campo sin verdor; con tu tronco ceniciento sin esbeltez ni altiveza, con tu vigor sin tormento, . ? y tu humildad que es flfmeza, Ahora bien ' no es la encina ~atural castellana, sino la encin~a _hu. · ' · f t · mente por obra y gracia del . t · no a· la bo mdde y firme que sólo existe e ec iva · d bº tos que in eresa Poeta, la que pertenece al tipo . e o Je . . ' .. . ·~
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INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
tánica, sino a la Estética. A veces se trata de experiencias ya existentes para otras ciencias, pero que la Estética las considera desde otro ángulo que escapa a ellas. Así sucede por ejemplo con la percepción. La psicología se ocupa de la percepción ordinariai o de la percepción en general, cualquiera que sea la forma que asuma en diferentes relaciones humanas: cognoscitiva, práctico-utilitaria, productiva o estética. Pero corresponde a la Estética estudiar los rasgos propios de esta forma específica de percepción que es esencial en el comportamiento estético. En suma, se hace necesaria una disciplina particular, autónoma, que se haga cargo de todo ese terreno no cultivado, o cultivado en otra forma por otras ciencias. Y esa disciplina es justamente la Estética. Aunque ya en la Antigüedad griega encontramos reflexiones sobre problemas estéticos (desde los filósofos presocráticos del siglo vr antes de nuestra era), la Estética, como rama del saber o disciplina filosófica especial, es relativamente joven. Nace a mediados del siglo XVIII cuando el filósofo alemán Alexander Baumgarten cons-~ uyc la primera teoría estética sistemática a la que da, también por primera vez, el nombre de Estética (del griego aisthesis, que significa iteralmente "sensación", "percepción sensible").' En consonancia con el significado originario del término, Baumgarten entiende por Estética una teoría del saber sensible o conocimiento inferior con respecto al saber racional, superior, que es objeto de la lógica, y a la teoría de las acciones de la voluntad, objeto de la ética. Nace, pues, la Estética como una disciplina filosófica, destinada a estudiar una forma de conocimiento oscuro, inferior, y no un tipo e7pecífico. de lo real; es decir, nace sin fundamento empírico, histón.co Y social y, por tanto, con una abrumadora carga especulativa. S1n embargo, ya en su nacimiento mismo se subraya algo que hasta hoy c.~nserva su ~alidez, más allá de sus límites especulativos: s~ ~9cion a lo sensible. Posteriormente, se abren a la Estética caminos di ver.sos q~e. va~ desde la reafirmación y extensión de su fa!d? especulativo ongmano, hasta el intento de constituirse ·en una d1sc1plina científica autónoma. Pero el peso de ese fardo especulativo ha sido tan grande, sobre todo en las estéticas metafísicas, Y sigue siéndolo todavía en las que la reducen a una rama de la filosofl~, Y las dificultades para construirla como una verdadera ciencia han sido . frenables que su propia existencia se vuelve problemática. . ''NO tan 1rre hay Estética'', sentencia el filósofo analítico J .A. Passmore; ','La Estética no existe ni puede existir'' afirma el poeta Paul Val~r~, ' gran, mejor dicho, 1rre · s1st1aunq ue reconoce que constituye "una
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· La Estética al parecer no tiene muchos valedores. Abundan los que., ·/.;.·· :., ,. · le niegan el pan y la sal, o sea el derecho a vivir su vida. Así pues, ·· ·, antes de seguir adelante abramos un proceso a la Estética. No du-< . · · ·' ·. , .. demos incluso en sentarla en una especie de banquillo de los acusados .· .. · '. · · · ·. y en citar a juicio a sus diversos acusadores, a saber: el espectador ::· .. ·· .". i. ¡. "ingenuo", el conocedor "cultivado", el crítico de arte, el artista, · ·· . el filósofo (o más exactamente, cierto ·filósofo), el historiador y el .. . científico del arte. Escuchemos primero a sus detractores y.luego< .- · , ' ,.; . :/ veamos lo que la Estética (o al menos, determinada Estética) po::; · , .: ··,· dría responderles en el proceso que le hemos abierto. · ,. ·· '!'
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El espectador "ingenuo": "¿Qué puedo ganar con la Estétiq1? ¿Mé · servirá para· distinguir el arte de lo q~e .no lo es? ¿Acas~ p~dré con su. ayuda apreciar mejor una o~ra ~r~1st1ca? ¿~o ganare maf Ieye,ndo· los libros que prometen ensenar como se mira un cuadro o com leer una novela'? En ellos encontraré al menos alguna ventaja_ práctica que ningún tratado de Estética ~e podrá dar . .Y si ·pens?.mos en el artista, en un joven pintor por eJemplo, ¿es que el es~ud1~. de la Estética le hará pintar mejor? Lo dudo. En consecuenc1~~ s1 no me sirve como espectador ni sirve tampoco al crdea?ord, la ~s~et!c~I . , lmacene en sus libros no eJa e ser 1nut1 . Po r mue h a teona que a rácticos ante una cuando uno se enfrenta a problemas concretos, P . . , . . ob d e niego que pueda servir a intelectuales ra e arte. on esto no , e d Ión ocupados siempre entretenidos en 'rizar el rizo' o a filoso 1 os esa .. . . · -en lo que menos sirve en la vida real.''
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INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
Hasta aquí el espectador "ingenuo" con su lenguaje sencillo, sin rodeos y un tanto provocador. N:o obstante, acaba de plantear un proble:na vital: ¿para qué sirve la teoría -la Estética en este caso- a la práctica? Retengámoslo en nuestra mente porque con su desnuda y espontánea formulación, está planteando nada menos que el problema medular de las relaciones entre la teoría y Ja práctica, aunque sólo lo haga con respecto a esa manifestación estética peculiar que es el arte. Pero oigamos otra voz. El conocedor "cultivado": "Desde hace años no me pierdo en esta ciudad ninguna exposición importante. Ayer estuve en el Museo de Arte Moderno solazándome con el geometrismo de Manuel Felguérez y las "lluvias abstractas" de Vicente Rojo, y hoy he terminado la lectura de la novela más recie~te y más vendida, según las encuestas, de Gabriel · García Márquez: El general en su laberinto. Por lo que se refiere a la producción artística y literaria, más acá o más allá del charco, estoy al día, lo que no es fácil en nuestra época. N_ada de lo que se exhibe con éxito en Nueva York o París me es aJeno, aunque sea a través de las revistas norteamericanas o france~as ,de arte~ Y de los últimos 'gritos' no hay ninguno que escape a mis 01dos. Cierto es que en todos estos años unos estilos se suceden a otros y, a. veces, vert1g1nosamente. · · Es difícil no marearse ante tan~o cambio. Por ello guardo celosamente el último diccionario ~~ ~!mo_s, publi~ado recientemente en inglés, pues el que yo tenía panel de Cirl~t ya quedó muy viejo. Hay que estar al día antes de que -como decia un anf fil, " cuyo nombre no recuerdo' . iguo i oso10, e111oy se convierta en ayer Tod 0 . ., esto me afirma en la convicc1on de ·r· q ue el arte com 1 , o a mam estación , 1 d 1 ,· un territorio inestable su. et ~as a ta e a ~ultura estet1ca, es todo en nuestra época' c J b~ ª cambios bruscos e 1nesper~dos, sobre i1ºs que marean~ muchos. ¿Quién podría sospechar a comienzo~ 1 abstracto? ¿Quién se ima 1nº ~ boga postenor, no la moda, del arte auge del arte abstracto ng fiana a _su vez hace unos años, en pleno el pop-art? ¿y, menos ~ú~ igurativo, q~e la figura retornaría c?n mo -o apoteosis del b. ' que las re~c~1ones contra el objetuahseste novísimo arte con~/~~ºaf~~un 1?1 ?~ccionario- darían paso a ran la cabeza? . Que' d' ,P · i Que d1nan los antiguos si levanta• ¿ 1nan 1os m O d ernos ante los embates del posmodernismo? Pero en verd encontrarlos, pues ios ant' ad, no hay que retroceder mucho para Y l~s 1!1odernos están ahí, cerca de nosotros, a la vuelta de la todo arte no represent r quina, trntados o desconcertados an~e gico, del arte hidráulic: iv~.l y todo ello para no hablar del arte eco1o, e arte del cuerpo, del arte computarizado,
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LA NECESIDAD DE LA ESTÉTICA
del arte cinét.ico, etc~tera, junto a los cuales_el arte no figurativo de , las vanguardias del siglo XX, que tanto escandalizó a nuestros abuelos, resulta ya de lo más anacrónico y tradicional. Pero incluso refiriéndonos sólo a éste, vemos que desde el Renacimiento a nuestro siglo, cambian los estilos, los gustos artísticos y las preferencias estéticas. Lo que ayer provocaba conmoción, hoy no sobresalta a nadie. Lo que en el pasado se rechazaba, hoy se acepta dócilmente. La · música de Stravinsky, silbada en París en su primera ejecución, es hoy -para un conocedor cultivado como yo- una música pegajosa. ¿Quién se atreverá, por tanto, a pisar firme en esta arena mo- , vediza? ¿Quién a izar banderas fijas, es decir, principios generales, ., con la pretensión de valer para tan diversos estilos y movimientos artísticos? Y, sin embargo, tal es la ilusória aspiración de la Estética: establecer algo firme, absoluto, universal, esencial, allí donde todo es movedizo, relativo, concreto e inestable. Ante esta pretensión desea- · 1 bellada, no tenemos más remedio que gritar: '¡Viva el arte! ¡Abajo la · · ·.< Estética! '. " He aquí lo que opina el conocedor ''cultivado''. Ve a la Estética meciéndose dulcemente en una hamaca intemporal, abstracta, ciega ...'. para el arte que se agita y mueve por doquier. Pero demos paso a nuevos detractores de la Estética. ,
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Las quejas del crítico de arte y del artista
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El crítico de arte: "En las galerías me encuentro siempre con un con.;.
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junto de cuadros, mejor o peor colgados, que son producto, cada uno de ellos, de un proceso creador único e irrepetible. Mi tarea ·, . como crítico consiste en penetrar en la estructura de cada obra y .· .. tender un puente entre ella y el. espectador que facilite a éste el ac,• ceso a su organización interna, al principio único que la rige y, de este modo mostrar sus valores estéticos. El crítico, por tanto,- no · · puede rep;tirse, pues cada vez tiene que habérs~las. c?n una nueva · .. . .' . . obra a la que no son aplicables los conceptos, pnnc1p1os, normas o .. valores propios, descubiertos en otras. Por todo .esto, nuestra la~or se • e:.~ vuelve tan dificil tan incierta .e incomprendida Y, en ocasiones, tan ingrata y ama~ga. Mi compañero, el crítico li~erario Emma?;iel Carballo, ha denunciado muy justamente y en mas de .una ocas1on, esta incomprensión, esta ingratitud y ~sa amargura. ~uand_o n~s -~nfrentamos a una obra única como el cuadro Las seflontas de A Vlgnon de Pablo Picasso O el mural de Diego Rivera Sueflo de ·.uno tarde do_minico/ en la Aiamedo, ¿de qu_ é vale·n las afirmaciones gen:erales_del 1
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otra naturaleza (religiosa, moral, política) ·y e'rifroin'eierse asf.éri'r'· ':.:'. . 1·;/.:1:)
nu~stra labor, anhelemos vivamente que se ma.n tengan.,Jq .ri-í'ás;:ale-·:,¡,.:.:.::'; :.) >¡ jadas posible, mordiéndose la cola con sus normas' y abs~ra'cci'on,es~ . ::.'... -.~.:'.:.. ···>· Ciertamente, su intromisión en nuestra práctica al e_.mpeñarsi· en:.·.\·' , <\.:···.·:( justificar un arte dirigido o regimentado sólo puede ser.fun~stá.pata· ;_ .. . <. \'. ..< el artis~a. ¡Más vale en definitiva una Estética distante, perp -irioc'Ü.~~:.·i;/·}/:.· i.;_ ·· que una Estética vecina y entrometida empeñada ·en po'ner ,unaic·a ~·.;·' '·::·\, / .··._';: misa de fuerza a nuestro impulso creador!'' · , , ., ' · .':·:.· . ::. ··.i> :, ,.j·-:':. ..:,'.\\/.)\ 1
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INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
, t' ·ca' a las que se atribuyen significados muy diverso 'ver d a d ar t is I ' B b l l s. La Estética es, por ello, una Torre de a e en a que se m~nejan t·e' rmi·nos sin que pueda . . haber acuerdo sobre sus signifi 1os mismos cados. Lo menos que puede decirse, entonces, es que en ella reina como en los . , Yel desorden tanto en el uso la con fus1on . .d de d las L palabras , . problemas Ysoluciones. De ahí su esten1I a . . o u meo que. permitiría conservarla, sería reducirla a la tarea d.e a~ahzar el lenguaJe ar!ístico tratando de reformular o traduci,r .el. s1~n1~~a~o de sus e~pres1ones. N o es mucho ' pero aplicar el anahs1s,, hngu1st1co para evitar confu. siones y ambigüedades no es poco. . . , Ni el crítico ni el artista llegaron tan leJOS como el filosofo en sus ataques a la Estética filosófica. ¿Será tal vez por aquello de que "para que la cuña apriete ha de ser del mismo palo''? Pero ...
Sun1a y sigue. .. Aún nos queda escuchar la voz de dos oponentes de fuste que provienen respectivamente de campos tan respetables como los de la historia y la ciencia del arte. No se les puede negar, por tanto, el derecho a pronunciarse en una cuestión -como la del papel de la Estética- que tanto les afecta. Oigámosles. El historiador del arte: "Los estetas suelen olvidar que el arte tiene una historia, y que toda identificación de periodos diversos, en este terreno no hace más que ITlUtilarla o ignorarla. De la historia universal del arte suelen tomar un segmento -el arte clásico o clasicista-, breve si se piensa que las primeras manifestaciones artí~ticas datan de hace unos cuarenta mil años; sin embargo, los pri~cip1~s Y valores de ese arte los elevan al rango de paradigma. Solo existe I? ~u~ se ajusta a él. Mediante esta operación, lo diferente se vuelve 1dent1co. P_er~ ~l historiador no puede dejar de tomar en cuen· !ª el desarrollo h1stonco en su conjunto, y no sólo un periodo por impo~tan~e que, s~a. En consecuencia, tiene que considerar otras expenenc1as art1st1cas anteriore·s o posteriores a ese paradigma q~e no caben en ~n marco artístico tan excluyente. Fiel a la histona real, no puede tgn.ora,r la existencia de artes como el antiguo orient~l, el cre~ense, el preh1spanico, el barroco, el impresionista, el cubista~ e~cete~~, que rebasan el angosto marco clásico o renacentista, ~s htstona, del arte pone así en bancarrota a la Estética que extrae~ cate~ona~? principios de una fase artística histórica determin~ que identifica, por ejemplo, lo bello con lo bello clásico. El htS de nador del arte no puede esperar nada saludable Y provechoso
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i¡ Fig. l. La obra de arte -como este Brindis de alegría de Rufino Tamayo (óleo sobre tela, 1985)- es una realidad específica, singular, aunque para la Estética Sólo existe con sus determinaciones más generale~. (la. parte, cap. 1.)
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Fig. 2. El arte, como la manifestación más alta de la cultura estética, es un ter~~ torio inestable, sujeto históricamente a cambios bruscos e inesperados, sobre tote· en nuestra época. ¿Quién podría sospechar, a comienzos del siglo, la bog~?\ rior del arte en el que se inscribe esta lluvia abstracta de Vicente Rojo? ( exi 0 bajo la lluvia, acrílico sobre tela, 1980). (la. parte, cap. 1.)
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Fig. 3. Los valores extraestéticos ( religiosos, nacionales, morales, etc.) se dan en el cuadro de El Greco (Museo del Prado), El caballero de la mano en el pecho, Pero esos valores sólo se encuentran integrados, como parte indisoluble de esa totalidad que es la obra de arte.
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Fig. 4. La cabeza del Hermes de Praxíteles (Museo de 0Iimpia) es una d. e las stética rnás altas expresiones de lo bello clásico; es decir, de lo bello como cate~ona ~o bello particular e histórica. Si lo estético no se reduce a lo bello y, menos au~, ª ·a de lo clásico, podría la Estética como simple filosofía o c1enct bello? (1¿cómo a . parte, cap. definirse 1.) ~
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~ig. 5. La Venus de Milo, vista posterior (Museo del Louvre, París), encarna el ideal de belleza femenina de la Grecia clásica. (la. parte, cap. I.) · · .:.·
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Fig. 6. La Estética tradicional, eurocéntrica y clasicista permaneció ciega durante siglos para una obra como esta Máscara teotihuacana, de piedra c_on mosaicos, que hoy ~e exhibe \ Museo Nacional de en e . d d Antropología de \a cm a de México. (la. parte, cap. 11.)
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Fig. 7. Si comparamos el idea\ de belleza femenina que encarna este cuadr .f)e Tiziano, Venus recreándose con el amor y la música (Museo del Prado, Madr~u¡ con el de \a Grecia clásica en \a Venus de Milo, podemos comprender hast~ lecgrado varían estilos e ideales estéticos, y hasta qué punto la Estética tiene que dia tizar su enfoque de la realidad artística. (la. parte, cap. 1.)
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Fig. 8. De acuerdo con una estética especulativa, como la de Schelling, este cu~dro de Guido Renni, La Virgen de la silla (Museo del Prado), encarna en la historia del arte la fase en que el alma domina totalmente sobre el cuerpo. No es, por tanto, la historia real la que lo lleva a esa conclusión, sino la metafisica que le hace deducir el arte de lo Absoluto. (1 a. parte, cap. 1.)
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r-ig. 9. Winckelman en el siglo xv111 la! vez pensaba en El Discóbolo d_e Mirón esible al proclamar que el arte griego constituía, por su perfección, la cumbre maccparte, del arte, 11.) lo que le conducía a descalificar estéticamente al barroco. ( a. cap. 1
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Fig. 10. Al ocuparse del arte egipcio, Worringer lo hace .alejándose del enfoqué de las estéticas tradicionales que, según él, se reducen a una estética del arte clásico. {la. parte, cap. u.) ·
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y, Fig. 11. La Estética no puede reducirse a una filosofía o ciencia d e lo bello, . de menos aún, si ésta se reduce a lo bello clásico que encontramos en La Victoria Samotracia (Museo del Louvre, ·París). (la. parte, cap. 11.)
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Fig. 12. ¿Qué tiene que ver este cuadro de Goya, Saturno devorando a sus hijos (Museo del Prado, Madrid) con lo bello del cuadro de Renni (fig. 8)?Tan poco como un poema de César Vallejo con un soneto de Garcilaso. (la. parte, cap. 11.)
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Figs. 13 y 14. Arriba: Bisonte de la Cueva de Altamira (Santandu, tado sobre la figura de un caballo y superpuesto a figuras de cer"-• sonte saltando, pintura rupestre de la misma Cueva, producida ailos con una finalidad mágica, no est~tica, aunque hoy la con mente. (2a. parte, cap. 1.)
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Fig. 15. Pila bautismal de la iglesia de San Bartolomé (Lieja, Bélgica), producida a comienzos del siglo xn para cumplir una finalidad ritual-católica. Hoy se la puede contemplar en la misma iglesia como una obra de arte. (2a. parte, cap. 1.)
Fig. 16. Este propulsor de un arpón con las figuras de dos renos acoplados, COJlOcido como Propulsor qi VtUnlquet, demuestra, ya en la prehistoria, q en la producción de instru abrla un espacio que rebasaba su función estri.cft.· mente utilitaria. (la. , cap. 1.)
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Fig. 17. Lo estético puede darse hoy para nosotros en un objeto como esta M,lf cara de barro, teotihuacana, cualquiera que haya ido el lugar en que fue produdda o la función extraestética que cumplió originariamente. (2a. parte, cap. m.)
~ig. 18. ~os mayas no mantenían e
. . ;de del Castillo ) en Chichén-It , l . on este Templo del Jaguar (Ptrarn .....o b d za, a misma 1 . , él coJJ'
o ra e arte. (2a. Parte, cap. t.)
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re ac1on que hoy mantenemos con
Fig. 19. Al contemplar este retrato velazqueño de Don Sebastián de Morras (óleo sobre tela, 1643-1644), es dificil encerrar el cuadro en la definición del pintor contemporáneo Maurice Denis: "Un cuadro - antes que un caballo, una mujer desnuda o cualquier otra anécdota- es esencialmente una superficie plana cubierta de colores organizados en cierto orden." (2a. parte, cap. 1.)
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Fig. 20. Contemplar este A utorretrato de Rembrandt en una ala del Museo del · · cspec1f1 , ·ca, concreta, singular entrc un Prado, de Madn·ct , es entrar en 1a re tac,on ·ndi· sujeto (el espect_ado r~ _Y un ~~Jeto determ111ados que constituyen, en unidad 1 soluble, cierta s1tuac1o n estetJca. (2a. part e, ap. i1.)
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N CESll)AD DE LA ESTÉTICA
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una Estética que, en definitiva, se convierte en una cárcel para todo intento de explicación Y valoración del arte de periodos históricoartí ticos irreductibles a los principios y valores del arte clásico. Para el historiador este último -como todo arte- es un hecho histór o, y como tal irrepetible. Si la Est'ética pretende reducir a unidad esa diversidad histórica (el arte al arte griego o renacentista, las funciones artísticas a la función estética, y esta función a la de reftejar la realidad, etcétera), sólo podrá hacerlo en la medida en que se vuelva de espaldas a la historia real.'' Por último, conozcamos el punto de vista de quienes propugnan dejar a un lado lo estético, como un mundo aparte, y concentrar la atención en "el gran hecho del arte", ya sea en un sentido gen.eral (el propio de la "Ciencia general del arte" que cultivan Max Oessoir o Emil Utitz) o de un arte en particular (como hacen Worringer al ocuparse del arte gótico o Paul Westheim al estudiar el arte prehispánico). El científico del arte: "A la Estética como filosofía de lo bello sólo le interesa el arte desde el punto de vista estético. Pero en cuanto que lo bello se plasma sobre todo en el arte clásico, la Estética se reduce en definitiva -como dice Worringer en su texto Abstracción y proyección sentimental, de 1910- a una Estética del arte clásico. Ahora bien, ni el arte se reduce a su lado estético ya que se encuentra unido p9r múltiples hilos a otras esferas de la vida humana (la moral, la religión, la política, etcétera), ni el arte entero cabe en l_os moldes de un solo arte: el clásico. Así pues, hay que separar los dos campos: el de la Estética que versa sobre lo estético y sobre lo bello en sentido clásico, y el de la Ciencia del arte, que se ocupa del 'arte cualesquiera que sean sus manifestaciones históricas, y en todos sus aspectos -religioso, moral, político, social-, ~unque no encarne lo bello en sentido clásico. Al separar de la Estética la Ciencia del arte, y liberar a éste de su subordinación a lo bello, podemos estudiarlo en toda su complejidad así como en su diversidad históric~: el arte de todas las épocas: arte egipcio, griego, gótico, prehispánico, barroco, etcétera.''
En de/ensa de la Estética Dificilmente podría defenderse la Estética a sí misma si tuviera que asumir todos los errore·s que, en su nombre, han cometido en el pasado, o incluso en el presente, las estéticas metaflsicas, especulativas, o las de inspiración eurocéntrica y clasicista. Pero los cargos u
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lcanzar a toda teona estética • pueden a . ' cien . t't r·ica , aspira . 1 na vocac1on b .ecioncs que se le ,acen, <, . o J . . . ov1da por u 'd d de una realt a Y un comporY en particular, a la que m ' . d . sus razones, b t ciar razón y a tun a1 e· to es que no as a esa voca, "ta " ' ' . "íficos? ter . . "d . miento humanos cspec , a ci·enc1a const1tu1 a es mas 11 · , · mas que u "'ión v que hoy la Estettca ' · a lenta y penosamente en su "' ·' · · que avanz bien un proyecto de c1en_cia tos filosóficos (sobre el homrealización, a partir de _ciert?s sup~e~o sobre el conocimiento), y bre, la sociedad Y la htst~na ~si co 'ales y avanza a través de di. encias soc1 · con la ayuda de d 1ve.rsas ci : . . deológicos, bajo el fu ego cru1 versos obstáculos episternologicos e . es de los hechos estéticos y . · t retac1on · · zado de las mas opuestas in erp d más audaces e insospechadas I procurando hacer frente, al. reto e. ª~ de nuestro tiempo~ Pues actitudes estéticas Y practicas art1sEt1c~s. en proceso de forma.1 , d 1· sponder esta stetica, ~¡ ~~'at~~: ~~d~ de sus firmes detractores, después de sopesar . . ? sus negacione? y a firrnac1ones. 'l
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Utilidad e inutilidad de la Estética Al espectador "ingenuo" que confiesa sincerame~t: que no aci_erta a ver qué puede ganar él con la Estética o qué benef1c1os rep~rtana al artista se le puede responder que este saber no es un conJunto de re6las ~ las que deba sujetarse la contemplación o producción a~tísticas. Y hay que concederle de buen grado que, en este punto, el corno espectador poco tiene que ganar, si de pérdidas y ganancia~ se trata. En efecto, todo lo que la Estética pueda decirle no podra sustituir, en n1odo alguno, al trato directo, concreto y sensible con la obra artística, si es que quiere apropiársela como un todo y no se contenta con una radiografía suya. Ningún principio estético, ninguna crítica de un cuadro, por ejemplo, puede liberar de la necesidad de contemplarlo. Ahora bien, el espectador "ingenuo" vive baj~ la influencia de determinada ideología estética; es decir, de un conJunto de valores, normas y apreciaciones que asume acrítica Y pasi~amente. L~ teoría ,est~tica puede servirle, entonces, para disipar la meb~a que la ideol.ogia tiende sobre las funciones del arte, el papel del_ a~t1sta, las relacione~ entre el arte y la sociedad, entre la obra art1stica y el ~creado, etcetera. Lo que le diga la Estética no será irre· levante para e!, aunque no le reporte el beneficio contante y sonante que pudiera esperar de ella. Si le dem t b. acia que ues ra, ver 1gr , . . , . 1a expenenc1a estet1ca o la práctica artística perfluo, un adorno en nuestra existencia sino un ele no son ~1glo sutoda so, mento vita en
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cieda~, ·t~na neccsid~d· ~umari~ que requiere .s~r, sát~sfecha,' no podrá ; .:.: ./;..: :;:/· s~rle 1nd1 fe1:ent~ ·~a cornp.rens1ón de su nat.u raleza, p su· p~pel en ·1a., · ' · .: vida de los 1nd1v1duos.y de l_o~ pueblos·. El, valor ,que atribuyamos .· ·.:::.'i'. a la Estética no será, por ello; un valor en sí, sino de,un ·conocimiénto . ; :·? de algo necesario p~ra el·hombre; •tan necesarip que; a lo largo ,d é los·.. . '' siglos, encontra1nos al arte cumpliendo tina · u otra función en J as ·..: socieda~es ?1ás diversas. En ·este sentidq,' a~nque la Es~étj~a ·no-tien~ por que guiar al espectador en -cada acto contemplativo, ;o al ·art_ista . en su creación, sí puede contribuir a esclarecer a :ambos su 'signifi- . cación estética, social, humana. 'ne este modo, .algo'tierie.:,Qt:1e . ga~, nar el espectador "ingenuo" al cobrar conciencia del :lugar, _q ue él 1 : ·· ·. · '. ocupa en su relación ~irecta e inmediata col). un.:objeto ,estéti~c( ;·o ,:· · .,.. "' .. ·. en particular con un producto artístico; ·. -. . ... . ·.:.!)/ 1
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Al conocedor "cultivado", catador incansable de los ·isfi1o; qu·e · se :. :· ·.o:: .. suceden frenéticamente y que, a la vista de la vertiginosa•dinámic'á.· ·. ;..'.:_; \!' \ 1 del arte contemporáneo, rechaza la pretensión de buscar :punto . ·.. ''. .', \ :;·· fijo en un terreno tan movedizo e inestable, .se .le:debe conce.d er ·: ..···.:·-' .. :':·:: que ha hecho bien en subrayar la mutabilidad de Id artísiiéo ~·.j a,ii.; ·· i ' :,: ...' ·.i acentuada en nuestra época ... Pero esa mutabilidad -no se· reduce":, .· ,.,.:-.:- ·.: /,\ -como él la reduce- a los cambios de gusto y preferencias,'estéti~·-,,'· .. :' ·, ,:;, cas, a la falta de unanimidad en la apreciación de las obras artístic'as. ·.:.\ . :::;:. . . .·. .: . La historia universal del arte se le presenta, en virtud de esos:c.am"'.' ··_.:··.' '. .. ·,;-_ ,; bios, como un ascenso y desplome de imperios ·a'rtístico~; ·y esto: le ....\...~ /·/:.: parece mortal para la Estética, empeñada en ignorar .las di(ere:n ciás, . .,'.· .' ./:· ·::,: estéticas y artísticas. Cree que para establecer los·· princi'pios.- gené- ·,; 1 ••.. :_::.<( rales que pesan sobre ellas, tendría que contar ·~on .un ·c pn.s enso' de'. . .,),.,}_.. · ! i' opinión tan amplio en este campo, como el que existi.ó ·,d urante:·s¡.:.· ·: .:'."._·\( glos en torno al arte clásico o al renacentista. El co_n o·c ed_o r '/ cuiti.;; ;- · :_:¡ ··:' :·, (} vado" acepta la legitimidad de las variaciones de güstos o 1idea~~s .·. ' ··:.- .:;:"/: estéticos, pero cree que, con ello, se rriina el terreno de la··. Estéti_c'a,. .· ( :··..:,:·/:';;: ya que se le hace imposible explicar lo ·. que ·_., como ·~ rte· ·es:·a·n te _: . · ·. ··...:; / '.; todo cambio e inestabilidad. · , 1 •• · .\ • ·' •• ¡' · ... ~ .\ , : \> .{< Ahora bien, esta creencia descansa en el supuesto.de que··sólo pue- '; ' ::_,:,._;- ·.'. )\ de haber conocimiento de lo inmutable e ;idéntico, Y no.de.lo ·variable ·'.'.····:\ '.::·. /C ., y diferente. Pero aunque es.t a concepción ten_g a J?ª'~tino~ ._ fil_o sófi~ cos tan venerables como Platón y Aristóteles, ·lo' cierto e_~ ·q u,e J a ·: · , .',,;:.'<:// ciencia es ciencia de un mundo real y.qu.e éste, :·por. ., su naturaleté:l,'.:" .·:;··:,.::·! _:·.;.,; . . • • . ) . ' •''V'.. •. . es cambio, movimiento y variación constantes .. La_~ proposicio~~,~,: :} /; .,\;t\{ 0
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INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
. . . . , lo tienen una estabilidad relativa, lo que c1ent1f1cas, por tanto, so es ·ustamente por se no quiere decir que por ello sean falsas, ~u, J. d 1 1 E r re. . b" nte y d1nam1co e o rea . n este lativas se aJustan al ntmo cam 1a . . . sentido, todas las ciencias fácticas-Y muy especialmente las_c1en~1as hun1anas o sociales entre las cuales habrí_a que p~g~~r por inclmr a la Estética-, son tan cambiantes -es declf, tan hist?ncas-, como la realidad que estudian. Por ello decía Marx en ,La ideo/og1a ~lem_ana, atendiendo a esta dinámica de lo real: "Solo hay una c1enc1a: la ciencia de la historia.'' La variabilidad de la realidad que investiga la Estética, podrá ser mayor que la de las ciencias sociales, para no hablar d~ l~s.ciencias de la naturaleza. Pero, de la misma manera que la vanab1hdad Y el cambio no excluyen, en ellas, la formulación de conceptos, principios, leyes o teorías relativamente estables, tampoco aquí es imposible semejante formulación, pese a los cambios de gusto e ideales estéticos y a la sucesión de diversas manifestaciones artísticas. Por otro lado, los cambios pueden y deben ser explicados. La preferencia en una sociedad dada por el ideal clásico o el romántico, por el realismo o la abstracción, así como la predilección de que gozan los cuadros de historia en una época o los bodegones en otra, el auge de la epopeya en determinado periodo histórico o de la poesía lírica en otro, no tienen nada de inexplicable, irracional o misterioso. Responden a una compleja trama de factores objetivos, sociales e ideológicos de la que forman parte también los individuos concretos (artistas y espectadores) con su bagaje vital en una sociedad determinada. Ciertam1!nte, como dice con razón el conocedor ''cultivado", el cambio está en la entraña misma de la experiencia estética y del arte. Pero, si esto es así, la Estética no puede cerrar los ojos ante él, y emp~ñarse sólo e? buscar lo idéntico, lo eterno O intemporal, como. hacia~ l~s ?octnnas ~s~éticas en el pasado. Si la realidad que estudia es din_am1c~, la Estetica ha de serlo también; si es dialéctica, h~y qu~ dialect1z~~ su enfoque de esa realidad. La variabilidad de estilos e ideales estet1cos, que justamente interesa al historiador del ,arte, no puede ser 1 1ca, aunq ue sí lo , . mortal para . una Estética c·1en t'f' E es para una stet1ca metafis1ca o especulativa d d gmática, · d ·· , cerra a o o . que se resiste a a m1t1r -y con mayor razo' varia1 .l'd d b" h" , . n a exp 1caresa b i 1 a y cam 10 1stoncos. El conocedor " . d o , , tiene . razón • cu1ttva 11 contra e a, pero no contra una Estética di"al, . al carác. · · b' ect1ca atenta d ter 1nam1co iante del ' d e e'1 , a la · , d y cam · . universo est't' e 1co y dentro suces1on e corrientes y estilos que consti·t ' . . d ¡ arte, uyen la historia e
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efectual (para la cual cuenta ante todo el efect~ ~moci~n~l que la obra provoca en quien la percibe), o e) de una cnuca obJet1va -o más bien objetivista (que hace depender el valor de la _obra de _sus cualidades, consideradas éstas como propias de un obJeto en s1, o en sus relaciones puramente externas). Toda crítica presupone, pues, ciena concepción del objeto artístico; lo que implica, a su vez, determinada Estética. El crítico maneja asimismo conceptos fundamentales como los de percepción, belleza, forma, contenido, materia, expresión, significación, verdad, lenguaje, etcétera, cuya legitimidad teórica o peculiaridad de su uso en el arte corresponde explicar y fundamentar a la Estética. Y si ello es así y el crítico los maneja necesariamente aunque no siempre con clara conciencia de ellos, al igual que el personaje de Moliere que hablaba en prosa sin saberlo, ¿por qué no aprovechar las reflexiones de la Estética para dar mayor fundamento y rigor a la crítica? Debe quedar claro, sin embargo, que el conocimiento que el crítico pueda obtener de ella jamás le liberará de las exigencias de su tarea propia: explicar y valorar una obra artística tanto en su singularidad como en su estructura interna y sus múltiples relaciones. La crítica de arte no es Estética en acción o en movimiento, o simple aplicación de lo que, como teoría general, pone a su disposición. Así pues, por muy provechosa que sea para el crítico, la Estética jamás podrá descargarle de las exigencias que le impone el cumplimiento de su tarea específica.
Teoría y práctica para el artista La s quejas del artista parecen más convincentes que las del espectador o el crítico, pues si no hay reglas para contemplar o juzgar las obras de arte, menos aún las habrá para crearlas. Si pese a todo -recordemos . los . . argumentos del artista- , la Estética insiste en establecer pnnc1p~~s ge~erales .~n una esfera que, por su propia naturalez~, es creac1on o _1n~e~c1on, ello sólo puede conducir a esta alternativa: formular pnnc1p1os tan generales y abstractos que hagan · de ella una disciplina vacua y estéril para el artista en su proceso creador; o bien guiar la actividad creadora dictando normas que sólo conducirán a obstaculizar, o incluso a an~lar con funestas consecuencias ~u libertad de creación. Pero ante esta alternativa ve~os que el artista no puede 1nenos que exclamar: ,, ·Más vale una Esteuca distante, pero inocua, que una Estética veci~a y entrometida!''
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¿Qué puede responder la Estética ante la alternativa de convertirse en una teoría inútil o en una disciplina normativa? Podría respon- . der, en primer lugar, que esa alternativa es falsa, ya que las relaciones entre la teoría y la práctica .en este terreno ofrecen una tercera variante que no se deja reducir a las dos mencionadas: la de una teoría no normativa y, a la vez, fecunda para la práctica artística. P~ro el que una teoría (al nivel de generalidad de la Estética, o al más bajo de una teoría del trabajo artístico, o más bajo aún: de un arte determinado -teorías de la danza, la música, la arquitectura, el cine, el teatro,. etcétera-) sea beneficiosa o nociva, dependerá en cada caso: a) de qué tipo de .teoría se trate (desligada o no de la práctica correspondiente; normativa o explicativa); b) del momento histórico · en que surge la reflexión estética, y e) del.grado de desarrollo de la práctica artística con la que esa teoría se halla en relación. Veamos todo esto más de cerca. Cuando_la Estética o la teoría del arte (en sus diferentes niveles de generalidad) no guardan relación con la práctica correspondien~e; es decir, cuando sus conceptos, proposiciones, leyes o categorías no toman en cuenta la experiencia y la historia real·y se deducen de principios metafisicos (el Ser, la Idea, lo Absoluto. Dios o lo infinito) o de abstracciones vacías (el hombre, la naturaleza humana, lavoluntad, la vida), el artista tiene razón en rebelarse contra semejante doctrina estética, o en considerarla inocua para su actividad. La Estética se convierte entonces en mera ilustración de la metafisica o de cierta antropología filosófica. Le interesa extraer sus principios de una u otra más que de la experiencia estética y la práctica artística. Así, por ejemplo, Schelling ve la evolución del arte como una sucesión de fases que él llan1a lo "característico", la "gracia sensible" y la "aparición del alma", fases que se encarnan respectivamente en tres grandes pintores del Renacinliento: Miguel Angel, Rafael y Guido Renni. Con la últi1na fase, que para Schelling es i~ del dominio total del alma sobre el cuerpo, se cierra el ciclo. Pero ¿se acaba con ella la evolución del arte? No. Ahora bien, la renovación artística sólo puede venir de una vuelta a la primera fase para recorrer nuevamente el ciclo señalado. ¿De dónde extrae Schelling esta ley de la evolución del arte? ¿Acaso de la historia real? De ninguna manera. ¿De dónde entonces? De su filosofía idealista, de su metafísica de acuerdo con la cual el arte es la· presentación de..lo Absoluto (lo infinito) por n1edio de lo finito. La pintura de R~fa~l, ·. por tanto, no existe con su realidad propia allí donde esta -realidad se da, a saber: en una sociedad concreta y dentro de la historia. real
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del arte. Existe pura y simplemente con otra real!dad: como un mo. mento o fase de lo Absoluto. i He ahí un claro eJe~plo de la Estéti. ca contra la cual se pronuncia legítimamen~e.el ar~ista! Es evidente que semejante Estética especulativa, metaf1si~a, .~ad~ puede .d.ecir. le de provecho ya que entraña una contra_d1.cc1on u,re~onc1hable entre el camino irreal que prescribe a la act1v1dad art1st1ca y el ca. mino real que sigue la verdadera historia del arte .. Pero veamos ahora el caso más favorable para el artista: el de la Es. tética o teoría del arte que se halla en cierta relación con la práctica y que, hasta cierto punto, se alimenta de ella. Pues bien, al artista puede interesarle no por razones puramente teóricas sino en la me. dida en que contribuye a desplegar su capacidad creadora. O sea: cuando le orienta con sus conceptos y categorías a modo de señales en la lucha entre lo viejo y lo nuevo, entre tradición e innovación. O también cuando le ayuda a deshacerse de una ideología estética que le da una imagen distorsionada o ilusoria de su situación, de su trabajo y su obra y, por tanto, del papel que puede desempeñar con su arte en la sociedad de su tiempo. Todo lo cual tiene que ver, por supuesto, con su actividad. El artista, en verdad, no es por principio un teórico, pero un poco de teoría -cuando ésta hunde sus raíces en la práctica- no le sobra. A veces, insatisfecho e impaciente con lo que los teóricos le dicen, se pregunta inquieto por qué han de ser ellos y no él -que cuenta con el rico e insustituible bagaje de su experiencia creadora-, quien reflexione sobre ella. Y surge así el artista-teórico, reflexivo, que encontramos en el Renacimiento con Leonardo y Alberti, en los tiempos modernos con Goethe, Schiller y Shelley, y en nuestra época -que es, lo cual no deja de ser sintomático, cuando más abundancon creadores de la talla de Kandinsky, Malevich y Siqueiros, en la pintura; Stravinsky y Schonberg, en la música· Eisenstein, en el cine; Elliot, ': aléry, Machado y Octavio Paz, en '1a poesía, y tantos otros. ~astan~ esta bre~e nómina para reconocer que la hostilid~d d~I artista hac1a_Ia teona n,o es absoluta sino que está dirigida mas bien a las doctr~nas que solo ofrecen sus normas asfixiantes o su vacua especulación. Esto no quiere decir que el artista que teoriz~ sobre el art~, por el hecho de contar con su propia experiencia, est.e a salvo de interpretarla en un sentido normativo orno hace S1. , c queiros a. l proc1amar que " no . hay más ruta qu e 1a nues tra" , o que no se.d eJe arrastra_r por un imJ?ulso especulativo -como sucede a Kan~insky, Malev1ch y Mondnan- al enredarse en laberintos metafls1cos.
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Por otro lado, habría que distinguir entre las teorías propiamente dichas, que cumplen ante todo una función explicativa, y el conjunto de ideas, normas o convenciones que, en un momento dado es asumido por los artistas y con el cual pretenden encauzar en ciert~ dirección su práctica artística. Es lo que en la· actualidad suele· denominarse la poética de determinado movimiento artístico. Se habla así, por ejemplo, de la poética del realismo o del modernismo o del constructivismo en un sentido distinto del que dieron al término Aristóteles en la Antigüedad griega, o los formalistas rusos en ·la· ép_o ca contemporánea. De la poética forman parte los manifiestos· y programas artísticos, así como las declaraciones de los artistas en contra de los principios o convenciones con los que rompen, o en pro ·. de los nuevos con los que aspiran a impulsar su práctica. Así entendida, la poética es parte de la ideología estética que vive el artista~ y no debe confundirse, por tanto, con la teoría ya sea del fenómeno estético, del arte, o de una práctica artística en particular. Hecha esta distinción obligada, y refiriéndonos ahora a la teoqa propiamente dicha qüe por su fuerza explicativa proporciona cier-· · tos conocimientos,. cabe preguntarse: ¿en qué medida tiene efectós·, positivos sobre la práctica artística? Precisemos con este motiv'o · que, incluso compartiendo esa fuerza explicativa, hay teorías y teorías~ · Hay las que van a remolque de la realidad, o a la zaga de una· prác-. tica que ya ha recorrido históricamente todo su ciclo y de la que · son, dada su aparición tardía, apenas un registro o balance suyo. · . · Estas teorías pueden ser muy firmes, estar muy bien asentadas, pero · . · ·.· · · . en cuanto que son abstracciones de realidades o movimientos artís-.' ·· . , . tices que ya han agotado sus posibilidades creadoras, poco es lo ·q ue . ,·. pueden ofrecer a los artistas de su tiempo. Su limitación ·práctica .. ;·. está -parafraseando el famoso aforismo hegeliano sobre la filoso- · ... ·.." , fía- en haber emprendido el vuelo demasiado tarde. Así sucede· -:. · <. con la Poética de Aristóteles, que es una abstracción del arte: dra~ mático de su época (siglo IV antes de nuestra era), cuando éste ya·ha dado sus mejores frutos, razón por la cual no podía influ_ir vivam~nte · ·: , . en los autores griegos de su tiempo. Hay teorías que surgen, en cam-; · · bio, cuando lo nuevo en el arte apenas despunta o no ha ·realizado· .. aún todas sus posibilidades. Tal es el caso de una teoríc1: como -l a· · . que en el siglo xv expone Leen Bautista Alberti en su Tratado de la pintura. En una época en la que los artistas rompen -con el ideal ·•. .. estético de la Edad Media y en la que necesitan hacer ·una n~ev.a · pintura, el Tratado de Alberti contribuye a demoler valore~ pl~tI- .: . · , .· cos ya caducos, como el que se asignaba hasta entonces al fondo de. : .·; .·· . · : .. 1
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· · · otros oro, y contribuye as1m1smo a a r·rmar i . valores inéditos , . . .eomo es el de la visión de la realidad en perspectiva. La leona ilumina así a los pintores florentinos del siglo XV Y, de este modo, les ayuda en su práctica a romper con lo viejo y asumir lo n~evo. Un papel ~~mejante cumple en nuestra época el trabajo de Wo!·~inger, A bstracc1on y proyección sentilnental, de 191 O, año tambien -Y n~ es casual- de la Acuarela abstracta de Kandinsky, que puede considerarse como el acta de nacimiento del arte abstracto. Y análoga función cumplen los escritos de los formalistas rusos de las primeras décadas de este siglo que -al igual que El arte como procedi1niento de Sklovskyvienen a contribuir a minar una concepción mimética, clasicista del arte, y a abrir nuevos caminos a la creación poética. En todos estos casos, la t.eoría llega en ayuda de una práctica artística o literaria que pugna por orientarse entre la demolición de lo viejo y los valores estéticos que van a dominar en el Renacimiento (Leon Alberti), o que trata de afirmar lo que ya apunta en el horizonte artístico como un nuevo modo de crear: la abstracción en la pintura (Worringer) o el lenguaje autónomo de la poesía futurista (Sklovsky). Ahora bien, el peligro para toda teoría, incluyendo la verdadera, es que pierda la conciencia de sus propios límites. Y estos no son otros que los que le impone la propia práctica. Los principios válidos para explicar una práctica artística, dejan de serlo cuando se aplican a otra distinta, o cuando la realidad teorizada queda atrás y aparece otra que exige nuevos principios explicativos. Tal es la limitación de las estéticas clasicistas al pretender medir todo arte por el rasero clásico y descalificar -como hacía Winckelmann con el barroco- un arte que no se deja medir por él. Algo semejante sucede cuando los principios estéticos dominantes en la cultura occidental tratan de extenderse a otras culturas, dando lugar con ello a una verdadera colonización estética. Si los principios de una teoría se extienden más allá de la realidad a la que ~esponden, o en~ran en contradicción con una práctica que no se aJusta a ellos, deJan de ser instrun1entos teóricos válidos; es decir, pierden su fuerza explicativa y se convierten en abstracciones va';uas o en un si~1ple conjunto de normas. Esta teoría que por su caracter especuJat1vo o normativo resulta infecunda, es justamente la que el artista ve con recelo e incluso con hostilidad. pero, como decíamos ant~s, ha.y .teorías y teorías. Están las que, como las que ~nt~s hemos .eJemphflcado! son fecundas y provechosas para la ~ract~ca, y las inocuas o nocivas para ella. Con las primeras, el artista tiene poco que perder y algo que ganar, aunque sólo sea -Y
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en verdad concienc·1a d e su . ,no. es cosa L de poca d , monta- una ma1.·or .J propia_ pracuca. e ayu ~ra, por ejemplo, a evitar las frecuentes confesiones de ~gunos artistas acerca de su propio quehacer, en las que no hacen mas que repetir los lugares comunes de una ideologja estética romanticoide, subjetivisra, o de una metafísica para andar por casa. Esto es lo que la Estética, a la que nosotros nos sumamos, oodría responder a_ las quejas,. reproches o recelos, muchas veces ·legítimos, del arusta.
La micro-Estética del lenguaje La Estética tiene que hacer frente todavía a las objeciones demoledoras de quien, al parecer, se halla mejor pertrechado teóricamente: el filósofo. Hay que precisar antes de adentramos en ellas que la Estética, lejos de ser impugnada desde la filosofia misma, ha sido considerada tradicionalmente una rama filosófica y que~ desde la Antigüedad griega, muchos filósofos se han ocupado de lo bello Y~ sobre todo desde los tiempos modernos, del ai""te. En este campo, los · ataques a la Estética provienen de cierta filosofía: la analítica~ o del lenguaje ordinario. Se trata de una filosofía que no tiene la menor influencia fuera de los recintos académicos y que nace y domina, desde hace varias décadas, en los países de lengua inglesa, aunque encuentra también cierto eco fuera de ellos, en algur1as universidades escandinavas y latinoamericanas. En nombre del análisis y clarificación de las creencias admitidas, esta filosoña que se considera inmune a ellas y a toda ideología, abandona por asepsia los llamados problemas sustantivos del tipo de "qué es" o " cuál es la función ' del arte. La problemática estética la reduce al análisis del lenguaje con el que la Estética habla de lo bello o del arte, pues en Yerdad -como señala l\1eszaros- poco es lo que aporta con relación al lenguaje artístico. Con referencia a la Estética, esta filosofía Hega a la conclusión de que no hay objetos reales a los que correspo~dan términos como "lo bello" o "el arte". Carente de tales obJetos, no hay propian1ente una rama del saber como la que pretende se~ la_ E_stética. Para fundar esta posición se ataca frontalmente.el pnnc1p10 de generalización y se rechaza la posibilidad de de~n.1r lo bello e incluso -como hace Morris \Veitz- el arte. 'Y a en e1 siglo pasad~, Walter Pater había señalado que eran vanos los inten_tos de definir la belleza en general y que, por ello, había que defirurla del modo más concreto posible. Pero, los filósofos como Passmore, Heyl 0 7
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Morris Weitz van aún más lejos al pronun~iarse contra to~a generalización porque en ella ven el intento de imponer .una u~1dad espuria a ciertos objetos, desdeñando con ello s.us diferencias. ¿Qué podría oponerse a estos filósofos que niegan. a la Estética el pan o la sal, o que estrechando su campo de estudio la reducen a una Estética mínima? En primer lugar, hay que reconocer que si las palabras se conciben como herramientas,! por tanto no pueden ser consideradas fuera de su uso, el empeno en depurar el lenguaje para evitar confusiones y ambigüedades, no puede dejar de ser saludable. Esto vale también para la Estética ya que en ella, como en otros campos del saber, el lenguaje no se pliega fácilmente al pensamiento y sus términos más traídos y llevados, como los de "arte" y "belleza" se han usado con frecuencia de un modo arbitrario, confuso o 'impreciso. Nadie negará, por tanto, la necesidad de clarificar lo más posible su lenguaje para poder usarlo adecuadamente en la explicación del mundo de objetos, relaciones y experiencias que calificamos de estético o artístico. Pero, si es legítimo y necesario limpiar las herramientas que usamos en cualquier campo y, por consiguiente, las herramientas lingüísticas o palabras en la Estética, es evidente también que esa tarea no puede ser un fin en sí misma, sino un medio o paso previo obligado para poder conocer el tipo de objetos, relaciones o experiencias correspondientes. Ahora bien, al rechazarse el principio de generalización en la Estética, se va más allá del plano puramente instrumental o lingüístico y se entra en un terreno ontológico, ya que se rechaza que exista la realidad a la que corresponderían los conceptos o términos impugnados. Anteriormente, hemos subrayado una y otra vez, y no nos cansaremos de hacerlo, que la Estética tradicional considera una forma histórica de arte -el griego antiguo o el clásico occidental- como el arte sin más. Co.n ell?, incurre en una falsa generalización ya que, a espaldas de la h1stona real, ~e las diferencias históricas y reales, proc~ama ese ª:te como paradigma, y deja fuera todo arte que no encaJe en sus e.anones. Con esta óptica, Winckelmann ve en el siglo XVIII el arte gnego como una cumbre, por su perfección inaccesible y, por ello., descalifica estéticamente -como vimos- 'al barroco. Pero la misma ceguera padecería en nuestra época toda Estética que excluyera, en nombre. e de este o aquel parad'1gma d e lo estético • , · y lo artlstlco, nuevas mam1estac1ones creadoras como 1a mus , 1·ca con· l . , . creta o a1eat ona, e arte c1nettco, los happenings O la pintura inf~rpor . supuesto , semeJante · lizacion mal. Se debe rechazar, . genera que, por un lado, cierra abusivamente los conceptos de lo estético
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por su aversión a la generalización, acaba _P 0 ~ ~egar ~l pan Yla sal a la Estética. O que, prosternado ante el s1gn~ftc~~o literal d~l len. guaje ordinario, se le escapa de las manos el significado propio, estético, del lenguaje artístico.
Conclusión Con esta última respuesta daremos por terminado el pr?ces? a la Estética. Quedarían pendientes de réplica los cargos del h1stonador y el "científico" del arte. Sin embargo, ya no nos detendremos en ellos puesto que en lo esencial se les ha hecho frente en las respuestas anteriores. Ciertamente, al impugnar el estudio de la Estética, ambos detractores tienen presente sobre todo ]a generalización viciosa en que incurren las estéticas de corte metafísico, especulativo. Ahora bien, esto no significa que el historiador del arte pueda prescindir de la Estética empeñada en no caer en esa generalización. En verdad, al manejar el rico y diverso material fáctico que le brinda la historia real del arte, no puede quedarse en un plano descriptivo, como pretendían los historiadores positivistas, dejando a un lado ciertos prindpios teóricos generales. A su vez la "Ciencia general del arte" tampoco puede eludirlos al no poder prescindir del lado estético de cualquier manifestación histórico-artística. El proceso al que hemos sometido a la Estética llega a su fin. Pues bien, tomando en cuenta los argumentos de sus detractores y lo que ella ha invocado en su defensa, podemos admitir su derecho a existir .. Dejando atrás l?s recelos u objeciones de quienes· negaban o ammoraban la necesidad de su estudio, podemos pasar ahora a abord.ar ~us problemas f~ndamentales. Despejado el camino, lo cual no significa ~ue no surJan nuevos obstáculos, caminemos por él. Tal es el sentido de nuestra Invitación a /a Estética.
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La primera tarea que se pl~ntea :a cüaltjüiei ra~a d;I\ .ábe¡~. es la >·.( ... ·\.:)! precisar su objeto de estudio. Para la ,Es.t ética co.mo· pÚedc~(dedu~'. ·.. . :,. ., ·: · cirse del capítulo anterior, se trata de una tarea 'es~abrosa. ·Y s~guidt .·.·..· .., :!'::. :. siéndolo mientras no se esclarezca el significado d~ térmiri'o s J un~·. :·.":i ·>.>::-' .'·°( d~mentales como los de "bello'', ' '.estét~co" y '.~arte'.': que e'~_fra~::.)i;; · ·: ·.:: ,.: .. reiteradamente, a lo largo de su historia, e"n su' definición .- :Ahora>!,;-:,'.:,<: ,.:':', . bien., aunque a dicho esclarecimiento dedicaremos gran parte 'd/ '. i·::.''·>'( \'.:/ nuestro trabajo, no podríamos ni siquiera iniciar éste si no p~¡-~f: : :· ·, :: ·..:·· .:¡': tiéramos, como en cierto modo hemos partido ya, de un uso de dichos·:\\;.;: : .;: (1.-\ ;. términos con un significado provisional. Ciertamente, este ·sign{fi{/ ....:-._-;:, .· '. ·,. ,·:~, cado se hal!a suj:to ~ ,las conclus~ones definitivas .ª que ·9~g:ú_e,~ ? s_.. ·: .: :·.-':i ·. ennuestra1nvest1gac1on. · · .·. · · .·.·.. ·· ·'.'.°· -',·.·.·:-·'.:·, .. ,.·-: ··.I ,' Reafirmando sin embargo lo ya expuesto, aunque en. fórin'a pr,eli~ . ···.. :· . . · · :· ,;. minar y provisional, podemos reconocer que existe un niundc'.{esi:>~d :..',.,1.;. ' ..... '. ·• ..-:; fico de relaciones humanas con la realidad y, por tant~~ un,' t~~ó::ae ,;. ·:'.:. ··. · '; i objetos, procesos o actos humanos, que reclaman justamente por<·,.'.·':".· ·1"' i_'! su especificidad un estudio particular: el q'ue corresponqe ·lleva:i:.~-.' )'. .'·.i : ~i cabo, precisamente, a la Estética. · : · .-: . : . ·.:· . ._: .. ·. _,¡ ·.;(..' 1 -,.-,:::'· ,.:: Aunque en el pensamiento occidental encontramos refle~1b ries' · .. .'.">. ". estéticas desde hace ya veinticinco siglos,. ~sta di.sciplin~ ,.~ ;conú>_}..:.·;.':>.:,i:': saber autónomo y sistemático- apenas'tiene dos ._siglos y ·m~~io.d,e'. : ·_ ,:.. .". ·,.,\; existencia, si consideramos como acta de nacimierito. la publi~actón ··._.·, .:-/:·· / .:j de la Aesthetica de Baumgarten en los años,1750-1758 : . Sin ¡ein-:\:.-.:,._ .. .:-! bargo, desde los albores d~ la filosofía en la ant_igua·q ,r~cfo_·.~a~ta_- : :·. .'.-.·:'.-'\·A./ nuestros días, rara es la doctrina filosófica que no consagre ,cierto ··· ··_.:, ··:::, i' espacio a los problemas .estéticos:·, y en nuestra époéa, auriqüe:.ia :'. ·:--·: ··.· · .. ·. . /\· Estética se concibe predominantemen,te con-io ·una di,s ciplina-filo~\·..-:\_·: sófica se abre paso el empeño de hacer de ella una c.i enda;.: yii"sea"..... :· . ... :.:P como teoría general del arte o como una~ cienci~ pah~c~!:ª ~~-- ~ ~p_í~i: .:·-~~ :. ,·.·:\ .···¡ ca. Pues bien, a la vista de este diverso y neo caudal teqr!co ·q~~ ~e. ha .· ', ::. ·· ., O':_ · ido acumulando desde la Antigüedad griega:, ¿p_or 9?e no _ 1~ter~o:..:_· _:. ;· . . : · :· 8 gar a .la historia del pens~rhien~o estético, de 1nsp1~~~~on ?~~~--.,~. i_·.1:.:'°'_: · i,/~
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INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
científica, a fin de delimitar el objeto de :studi~ de la Est~tica? Esto es precisamente lo que haremos a continuacio~, ~~aminando las concepciones básicas de la Estética, que afloran his~oncamente, para poder llegar así a una conclusión acerca de su obJeto.
La Estética co"'º filosofía de lo bello · La concepción más venerable de la Estética filosófica en este punto es la que pone a lo bello en el centro de sus reflexio~e~ ..\~ro carpo ya reconocía Platón (en Hipias n1ayor) "lo bello es d1f1c1I , Y lo es sobre todo si se pregunta, como hace él, no ''qué cosa es bella, ~ino qué es lo bello" . Así pues, al definir la Estética como filoso~a o cien- · cia de lo bello, la dificultad consiste precisan1ente en definu el concepto que entra en esa definición. Para Platón, lo bello es lo bello en sí, perfecto, absoluto e intemporal. Esta concepción no es sino la aplicación de su doctrina metafísica de las ideas. La belleza es sólo una idea y como tal existe, con una realidad suprasensible, independientemente de las cosas bellas, empíricas, sensibles, que sólo son bellas en cuanto que participan de la idea. La belleza, dice también Platón en El banquete, "existe por sí misma, uniforme siempre y tal que las demás cosas bellas lo son porque participan de su belleza, y aunque ellas nazcan o perezcan, ella nada gana ni pierde ni se inmuta". En cuanto al contenido de lo bello, Platón insiste sobre todo en un rasgo que toma de los pitagóricos, cuando dice (en El sofista): "Nada que sea bello lo es sin proporción." A la tesis platónica de la belleza en sí, ideal y suprasensible, gracias a la cual las cosas empíricas, sensibles, son bellas, Aristóteles contrapone la tesis de lo bello en las cosas empíricas, pero siguiendo a su maestro, distingue entre los componentes reales de la belleza la· proporción de las partes. ~ estos componentes agrega l0s de simetría y extensiún, Y en relac1on con ellos, los de orden y límite. De Platón y Aristóteles deriva la teoría general de la belleza, en que se centran las concepciones es!éticas poste~iores y que con diferentes, modulaciones se extenderan has!a el siglo XVIII. La Estética cristiana y medieval (con. San. A~u~t!n, Hugo de San Víctor, Alberto Magno, Tomás de Aquino) insistir~ e~ que la belleza es medida y forma orden y proporción. Y el Ren~c~miento (con Alberti y Lomazzo) ha;á suyo asimisJ!1º el concepto clasico de belleza al definirla como , , onsonancia e integración mut~~ ~e las partes''. Todavía en los sfglos xvu y parte del XVIII~ s~guua 1m~e~a?do esta teoría clásica de lo bello, comPartiendo as1nusmo el obJetivismo que la caracteriza desde un principio: lo
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INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
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que pode1nos entrar en una relación estética con l~s objetos en que se dan esos rasgos, aunque éstos no sean los propios de lo bello; y es evidente asinlismo que, con respecto a ellos, ad~pta~o.s un comportamiento específico en cada caso, que no se 1dent1_f1~~ con el que rnostramos ante los objetos bellosl Por otro lado, s1 f1Jamos la atención en lo bello tal como lo encontramos en el templo el Partenón, o en la escultura La victoria de Samotracia, en la Gioconda de Leonardo, en un retrato de David, en un cuarteto de Vivaldi o en una sinfonía de Mozart, en un soneto de Garcilaso o en un poema de Juan Ramón Jiménez, es decir, lo bello en sentido clásico o clasicista, no podríamos hacer entrar en este concepto la escultura prehispánica Coatlicue, el cuadro de Goya Saturno devorando a sus hijos, el de Rembrandt El buey desollado, o la obra musical de Schonberg Los supervivientes de Varsovia. Y si extendemos el concepto, en el primer caso, hasta abarcar todas las modalidades de lo estético (lo trágico, lo cómico, lo sublime, etcétera) o, en el segundo, todas sus manifestaciones artísticas, lo bello acabará por perder su contenido propio. Y lo perderá respectivamente por exceso, al convertirse en todo lo estético; o por defecto, como modalidad clásica, o al excluir del arte las formas no clásicas de lo bello. ~ l~ofll_bien~i.cabe afirmaLque_todoJQbello es_esJ.é1Lco, no todo lo e_stetlco es bello. -La esfera pe lo estético como hemos señalaao y , ......' c?mo n_i~straremo~ mas detemdamente al ocuparnos de las categonas estet1cas, e~...m~ s- ª ~P.li(!_q~J.ª q~Jo b~~ A su vez, en el arte· no p~edc reducirse a su .ve_rsión clásica o clasicista, aunque ésta hay~ dominado la_ escena art1~t1ca en Occidente durante más de veinte s1\ glos. Pero 51 e~~º-~~ as1, bello no puede_constituir el concepto centr&_cnJadet\mc1on de ralEstética · ·t -a resu 1tarta • ¡·1m1·tacta . ~ -- --·- ', ·ya. -qu e- es 'z. \ alexclu1rdesuob·etod · · · - ·- .. -~-· _ .J . e estudio lo estet1co no bello· o insufi.ci.ente al c~ 9_era1~lo _b.ello_etJ.._!ma sola forma ¡11·st · · d ,_ · d- Ao ,:¡.-té: '. · l• · · --- - e Or!S~,- etermtl}a! ~ . - 4 l l e e as1~0 o ~ as1c1sta.1Por otra parte , cuancL , r· . .. o_se conci.b· eJ0 - bellru!l nlodo 1de a l1s t ,\, meta 1s1co · as re mi·sas · . ' esto obliºga, a car - ar-- con 1 t correspondten~es: el reino de las ideas en Pl!tón lo abs~luto en 1 Schdhng o la idea ab.soluta en He 1 p ' · :-.- se convierte en un anéncti·ce .1 g~. · ero entonces 1~ Estettc~-a ... • Y. o 1 ustrac1on d l r· · D mo o 1 l semejante, cuando se hace de lo b ~11 e a n1eta 1s1ca. . e ~- on· ciencia, ya sea en el sentido trasce e O un producto de nue.stra.c jcO d~ la teoría de la Einfühlung (, 'em~C:tt~} d~ ,Kant, o p~icol.~;en· 1 1 tal"),\L~stética pasa aser-una rama d ta ? proyecc1on senu. dva ~ -u~ 'lpJfü~o d~ª--P.§icologf~ ~-l~!ll_?.sofi~ _ide~~~-
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Finalmente, a las dificultades que presenta -como acaba·mos de · ver- la introducción de lo bello como concepto central en la definición de la Estética, hay que agregar las que plantea la práctica artística misma. Si bien es cierto -como ya hemos subrayado- que durante siglos la belleza ha 'presidido la creación artística, no siempre ha sido así a lo largo de la historia del arte. Y no lo es, sobre todo, . en la época contemporánea. ¿Dónde está la belleza en El grito de· Edvard Munch en el que la figura humana se ·deforma hasta ha- .. . · .~ cerse expresión insospechada de un terror sin límites? Per.o los ar-:- , tistas de vanguardia no sólo la dejan a un lado en sus obras, sino':que la desacreditan y combaten abiertamente. ''La belleza ha muerto'·', .' proclama el dadaísta Tristan Tzara en 1918, reafirmando la sent~ncia · que el poeta Apollinaire había dictado en 1913: · "La belleza·, ·es·e . monstruo, no es eterno." Pero si no hay un arte bello, y los propios . . artistas se disponen a enterrar la belleza, ¿cómo podría la Estética : :. <:(; c~nvertirla en ~bjeto central de su refl~xió~?/ En sum~, siJª-.~~!~~}:· .') ·:·.· . · ca-no P..l©ie..de3ar,-de--tener..f}resenteJa~h1stona real, y s1 otros valores• · ¡,1 '!. \, ,·.. '·!.. . . . . . ..... , ........ . •. . _ ..._._;..Á.. •. .•.• estétic_os...desJ)líizatral~de~lo'" b·eHo;-no··puede hacer de-éste~su.Objet o '. 'J=-=-:i;-·· · -¡'~ --ºl· . . centr.al_.E n--eonseeuern:ia-hoJ ... menos gue nunca, cuando el arte Y. · . ': 1 · .· _; : 1 lo~ artistas.lo arrojan. por.la borda. _ desptÍéscle-haberle.i-eñctid o'c:~·1: .,' .. ·..' \ · --~.. • ,.. . . ~- - . - . . • ¡. . to durant~ iglos, Ja..E.s.t.éÜG.~LflP_P.u~9e_.de.fjnir.se._cpm9J ª --~Le.D-st ·,: ··! •
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Las dificultades anteriores s_e., eluden, al parecer, al.desplazar de la· belleza al arte. el concepto·central''d e""sú·~definición .··La Estética se'¡tj' : , -' ·.. t ~o ñ·v1~i-te} rJ~Pn~es_enJ a.fi1osofia,cte1.arte., 1=.<. ?..~~ 1~i~S)_o_·1ci·11éiT6~c1~1~· .·. . · : _.:.: :~~ de· inter~-~~ - ~filQJJLQ.Pkma.....~.SP.~fi-ªL~~~~jyo, YJ ª , .~!~n~ión se ·. · ,·<;·::,..i.; con:~.~~.-~ - ~!.~~ -~5?EE; .~!!9.)'..9JLQ.,,~~-cJ.~D.i.-~~-- ~-l _ar!~ ~.I ~ ..~.P.º.c;ª_.,~Q-~}:t" ·1 temp9r_~11~~,, Hanshck, .F1edler, Semper-;-..Wornnger ;· Groce·,,.R~g~r .:.r::-;:¡ ,· ,. !·.• ' ·:· Clive. Bell, .Y~S0u1:iau-, IRgarden""o .sus:a nne,.Lange_~JreJl~ .. :- -:.. :. >·· .~ xiona11Jundamentalmente 1!Q ~ P..EI~.!.~-~.~~f.!~9.~.~19-.P.~1!,g~ ~ no,.~o- ·. ·· . ...·· ,!?.re el°.art~ ~?.~ lifil_e~h~Para ellos, a~te t~~o, ~n~.·- ~~o~~fj-~,.. ... . o teoría deLa.t1e.-En..faym...de...esta..c.oncepc1on..m1.Jt.ª-..Y~~ P-ª1i~__P.DY!:. ·-. · · · le~iado que, desd~J~.enJtc;J11li.e.n to,_se.,atribuye:~Larte-en.eLuniv.~.rs.Q. ~ ·. ··; ~st,é~Lcº4.. E n verdad, sól<;, .des~..~!!.tQllJ;e~., ..~.Q:Ill~ _pz.ª_JL~~[S.,2E!~e~ .T ,. . ·,; ' r(ldo POI~.su..significado pr-0piamente-,estétic9._._E_¡_decir, como uña . · ·.,' re,g.i_ón propifu autosu.fid~n~, y no por sus servicios a l?s. podero- . ·. ·. . _ <:::· . sos del ciclo o la· tierra. En otros tiempos las estatuas got1cas, por , . , . . .,. :: ejemplo, se veían ante· todo como 111edios para invoc·a~ a una divi~i- · ..-.-~_.. .....,
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INVITACIÓN A LA ESTÉTIC A
'- dad· no se las veía como "obras de arte"· Ahora bien, p!!r.a_que e · como u~a a~ tividad humana autonoma arte' fuera reconocido . _ ----·---:r-----~ · I : ·,. prec1so _que al hombre se le reconociera la caP.aqdª sl~~a~ ~ .e 1 añtes sólo se.atribuía .a Dios. ~ esto es lo ~ue sucede en el Renac1. miento, en la sociedad burguesa que comienza a tomar. forma en las repúblicas italianas del siglo XV, ~orno .1~ de Florencia. El artista con su personalidad propia, original Ycr:adora e~pieza a adquirir, desde entonces, verdadera carta de c1udadanta y a distinguirse del artesano. Todo ello es inseparable del humanismo burgués, renacentista, que afirma la autonomía del hombre ante Dios y la naturaleza.\ El artista conquista, a la vez, su autonomía, -especialmente en la pintura- en la medida en que ésta obtiene su reconocimiento entre las artes liberales y se distingue de las artes mecánicas manuales o serviles. Los artistas afirman así su distin' .. ción respecto de los artesanos. Y_para..su brayar-1-a- he:rcen- hlriea pié -como hace Leonardo- en q~ e '.~la pintura e_s,.cosa.menla~ a., una actividad intelectual no física y, además, creadora. Ciertamente hasta el siglo XVIII la autonomía del arte no será reconocida explícitamente. Jt:1sta1J1~D t~_en el.año _L762_arú:\r""~~e la alabra "arte" en el piccionario de la Academia :l:r~n_cesq _con.JlQ..~ignificadü:.a.Jie-(eñte al de los oficios. y _el arte .al qu~ se le _da _este ..signi fjcªQ.QJ~_rop10 es__~l__que s~ asqcia a J a .belleza Eor .ello, .al -fundarse .l~ ia Francesa de las Bellas Artes, se recurrir~ justamente a ...esta_e~ fesión ~'bellas" para calificar aJ ~S-ªt:L~. · · Y precisamente en el mismo siglo en que se reconoce la autonomía del arte, como arte bello, y en que se le distingue como tal de la ar. { · tesanía, de los ofi~io,s,. nace tambi.én:-a ~ e5!ia2.~ del ~ &~º XVIII,_con · Baumgart~n J ~_»stet1ca_com_o d1sc1phna filosófica autón.um~:-Y: eñc óñcordancia con todo ello, en la medida -e~ que ~e eleva no sólo su autonomía sino su preeminencia en el universo estético, el arte pasa a ocupar el lugar central en las disquisiciones estéticas. Difi· cilmente podía haberlo ocupado antes cuando sólo existía con una doble condición servil: a) como medio' 0 instrumento de una finali· da~ ~jena, al s.ervicio de los ho1nbres O los dioses, y b) como una ~ct1v1,d~d propia. de _artes.anos o siervos y, por tanto, con un estatus 1deolog1co y so~ial 1nfenor para los artistas . .. Pero al c~mb1ar la posición social y cultural del arte, y adqu1nr cada vez mas - desde el Renacimiento hast t , oca- una posición central, y a veces exclusiva en el unªi· nues rate~tpi·co se afir· ., versoes , 'a d . ma tam b 1en 1a ten enc1a a hac_~~_g_eJé\-Estética una fil~ que pon~ _al a~~e__~f!..-~~~-~_!ltr~ su reflex¡-ó~ -:·--· 1
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~L OBJETO DE LA ESTÉTICA
53 N_? podemos ~ejar de reconocer que este enfoque teórico de la Estética !.~l:1Jt~..mEs_te~JJ.llQ.Q_~~ª ·~JA_s 1 r]Jl.!d on~áles Tilosofla.s ~Oe~... lo b~!2,~~9~..e~:elegaban..etar1e .a qF1J yg~rj-~~-~igr~.~~í, ~ r~J?lªtó.n.J<1. .' ; . .~ bellez~ art1_st1~2:...~~.!.ab~. p.,gLfl~.E..eJ<]_~.e l,é! belleza suprema, ideal. Las ' o6ras ~~ }.2§..0ntOL§ .,y,.esc.ultores.eiaii:·pari:.~I.Trn.itacfoñesoe·Íiñ.ifa':. ci!fóes.. (de 1as c~sas reales 91l~ a.SlLve4-era1:r.~ mi~-a-e-i~ :I9~asJ. Para ~a.n.. AwstIDllay. ._un,.ru:~ SUQ~emo: el divino, del que es obra la~ ~ur~~Je~~;-~! l.luman~~Ls.óJo,..PP~.@~ ~~-1~·s~formas··c"uy9»ñfóOero."" '. tom~ cleJ),1os~-·P..Qfa.01r0-1ad.QiS._Q.ntinuªnd9Jª ~ttágj~i.6ri:gde~a..:.Au~e · · ".·.: s~ impugnada en~LR.e.nacimien tQ,_S\.!QfAYa ..el ..car.á · ·t del comportamiento estético del hombre. La preminencia que al~' ·· ··< . :_' .canza el arte .eQJa.relación-estética,del 'hom'bi-"é:éoñei:"müñao:·:es ·ürr~:~;~~n :t fenomeri~~thl§tprico:. surge..,y~_se._desarrolla .en .Occidente desd_e.Jo~. · . ·. . -',: tiem2g ~.,_modernos!,\. fero la relació~ es~ética, como modo específico·:~ ·: . . -~;~ de apropiación humana del mundo, no sól_o se da en el arte y en la/ recepción de sus productos, sino también en la contemplación de · ··.··. · .i· la naturaleza, así como en el comportamiento humano con objetos . ,. , ·:· .-,!· . • producidos con una finalidad práctjc~:illtlit.ari~. J · .. · · · · ~t La definición de la Estética como filosofía del .art,e. e~, pues, do- . .. ." . l l,""" l~l"!m l!.!'~e~ñ~'ie~ lim itati-;;···'i wsólo ''restriríg~e l:crunpÓ-Jie lo''estético ·1~·· ., . ·:. .., " ·. .·~,; >--.,.. _.,._. ,._ A,--,.....___. ... • 21tístic,P.,.J;J,n.g.1ambién..e) d..el a~t~_,.ª-.,..SU laq9_~stétic9" Fuera- de""su .. , ·. ·:' ' .); atención quedan los nexos del arte con otras actividades humarias .. ·.: . _i :... (moral, filosofía, política, economía, etcétera), así como la vincu-:lación de todo el campo artístico (no sólo su producción, sino tam~ : ·. ·.: bién su distribución y consumo)-con la sociedad en que se da y con .. · ..) las diversas relaciones sociales que lo condicionan. En esta concep·:.,:: ción, el arte aparece dotado de una esencia estética que correspon.. ·/ ·. de, a su vez, a una esencia abstracta e inmutable del ·hombre. Por: otro lado, esa esencia estética suele ·identificarse .c on lo bello, .en:: -:· ·: ... :··:· '. tendido por añadidura como. lo bello clásico. De este modo! los ··; ·· productos artísticos de otras sociedades, no occidentales y no suJetos ·. : ·.· a los cánones clasicistas, dificilmente pueden llamar la atenció_n de· ·.· · · .. ~, dicha filosofía del arte. En suma, se trata de una teoría estrecha ante la amplitud del universo estético, y unilateral, ~ada la comple- . · · ··.,. ·· ·:. :.:¡ · jidad e historicidad del arte. · ·· • \,'
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INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
_Estética y Ciencia del arte Manteniendo el arte como objeto de sus reflexiones, pero tratando de hacer frente a su complejidad e historicidad, se h~n elaborad?, e~ _el presente siglo, diversas teorías que se agrupan baJo la deno~1n.ac1o_n , de ''C1enc1a · · genera1d e1ar t e " , o ma's escuetamente C1enc1a comun . del arte". Entre sus exponentes más destacad.os f1gu.r an los estet~s alemanes Emil Utitz y Max Dessoir,. Lo_qu~ diJ er~11c1a a e?ta teona de la filosofía del arte.no es tanto su óojeto, ya que_es .~1- rrnsmo -e ·si~o el modo de concebirlo. Ya no se tiende a ve~lo por un solo l~ao · el estético sino en tÜdos sus- áspeclos V~ ,I~ 0 nEs:· La' cla;e de bóved~ de esta concepción es la distinción-ele tcresté- . tico y lo artístico. Estético es lo que puede~suscitar una percepción desinteresada; lo a rtístico comprende los valores diversos que se revelan-en la obra de arte, comprendido tam bién_el valor_estético. . ~ ·Gr ac ias á esta dis-tiilción, que es de origen kantiano, la Ciencia del .arte puede considerar una obra· artística determinada, o-.cl..arte de cfiferentes épocas o pueblos, tomando en cuenta sus valores-no prop_i1tmente-estéticos: .religiosos, morales, nacionales o sociales. S..e libera así- _.al_.,....._.art~_d_e.su_sujeción. -a la belleza ..._ - . .y, más precisamente, de lél:__-~_lléza.clásic . Con ello, la Ciencia del arte se aleja, al parecer, de las estéticas tradicionales que, como dice Worringer , se reducen a estéticas del arte clásico. Al mismo tiempo, las investigaciones impulsadas por esta ciencia pueden extenderse -como hace el propio Worringer con el arte gótico y el arte egipcio- a manifestaciones · artísticas alejadas del ideal clásico. J~~ distinc~ón ~e lo estético y lo artístico da lugar a dos disciplinas ind_ep~_!ldientes que se.reparten uno Y- Otro_áinbitO ~~de .estlldio..: la Estética y la Ciencia del arte .. Con base en esta distinción la Ciencia del arte considera la obra artística no sólo por su lado es{ético sino como un _tod~, q~e incluye valores extraestéticos. Esto cons;ituye una contnbu_c1on importante con respecto a las estéticas tradicionales y, en particular, las de cuño clasicista, interesadas exclusivamente en el momento est~tico. ~ diferencia de ellas, la Ciencia del arte toma en cuenta las manifestaciones artísticas de otros p bl y de otros . . d d' h ue os t tiempos, ignora as por 1c as estéticas. ·, d e 1o estético \r, ·d fer.o,, junto.a.esta-aportación-innegable . . f d , la cti·st·1nc1on _t_eay _lo_~rt1StJ~O_-p1e.za un amental de la Ciencia del -ár te-- p- 1-an d~ _!.!RºS de cue.s;1ones: una, sobre la naturaleza de los términos puestos en relac1on, Y otra, sobre la relac1·0• ste'tico . .L n misma o e 'b d r· · · lo concl en en e 1n1t1va como .10 bello, y este corree t~ a su vez:-10 ---..- -- ··- - . . ~·... . ... __ p ,.._'...
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D~las_gJ fiG..Yltade.s...q_u:e_pres.ent..anJas...definidones,.delaEs~ética..qn~ hemos examinado, se desprende la necesidád de busc·a r un·a nueva , ·.· . definición -que teri~a presente:
--, J. La disdncióQ_(!!o su se.P..aración_radi.cal) deJo..estetic.o_~Jd ar.ll~-o_;_p~I,Q._~in...oly,icl~t:~~,.·.Q.fl_QQ ,s.u G.arácter.J)istóriC.Q.l-~~ª~fli~Ü!l. ción es relativa. ·· .. · · --2-:··raicfea '"cte'i~ estético''destacando en primer plano s~ sig~!~~ado · --i .•
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Una ~ez determinado el objeto propio de la Estétka, ·s~ pl~nt.ea.ri tres cuestiones estrechamente vinculadas entre sí: a) ¿_qué Upa de sab~ ~ ~ºel d.e la Estét~?; b) ¿qµ~ ~~lación guarda este saber con.la filo~l.aS-cien.cias?; y e) wué...enf_oqües .o ]nétodos ~on m~s }idé-
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Estética y filosofía 1 ,•
Si recorremos la larga historia del pensamiento estético, veremos que· · . las reflexiones que predominan en este campo tienen un carácter · ,: · · · · filosófico. Y veremos también que, como tales, su atención se con- ·.: . .. centra en los fenómenos estéticos .o artísticos como manifestacio· ·: ,, nes de UJ.LP.rincj12io su12rem..o;_metafisico,-ontel0gie0-0..antropql.Q_gico fla-i.dea.,...eLser ,..Dios,_eLhombre-0-la-concieneia-huma.~. La Esté.Ji_~a int~res~- ~J ~.fiJosofía sohre_todo..en..cuanto . qu.e.ilustra.o..ª p_óya· .§_l_Lvisió_n .deLmundo o._del -hombre-a.. . Semejante saber estético, que ejerce un dominio no.compartido . desde los albores de la historia de la filosofia en.Grecia hasta nues- . tro tiempo, podemos ejemplificado con a~g'unas de las estéticas' metafísicas o especulativas contemporáneas. Veamos, en .primer.· ·· \ lugar, la Estética neo.tomista de Jacques Maritain. Al definir lo be. llo como "esplendor de la forma" o "de todos los trastendental~s . reunidos'', no hace más que trasladar al ámbito de lo sensible los principios básicos de su filosofia. Y cuando ve en el arte, y particularmente en la poesía, la belleza como su "correlato necesario", ·atiende más al principio metafísico de lo bello que al status real, ~istórico, del arte. · Algo semejante encontramos en la-ª!_ética_g_\l.e,_atenida.a.la.f.eno, . , : 'menologia.h usserliana-:·busea.éi'iTa.cond encía·Ia-esencia-:-ael-obJet9 estético como objeto·i~tencional-e-inmanente.a-ella. En los análisis .·.'',· de la obra literaria como los que lleva a cabo Roman Ingarden, se . t
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INVITAC IÓN A LA ESTÉTICA
desvanece su condición real, histórica, para asumir la condición f. notnénica que se revela en la conciencia. Y cuando Heidegger tra~sita ele la feno1nenologj_a 9.-J_a_o_ntolog~nda~-fntal,~y- d~la-mano de ella al análisis -existencic!J ---------- ---·---- ·-- -· del ente, _ls_er ,ah_ . 1 ___o -~2<1stente , -;--..._- huma. -r -no, que se preguntª- J?_C _>r el ser, la p_r_~ ? .~:1:~t~~-ª -~ ! ! ~ ~ anclaaa.éns u .analítica_existe6"cia[y: ontolog1fa. Con un nuevo ropa. ·je reaparecen aquí las viejas te~i_LI))etafísicas de '' belleza como JDanifestaciQ.n_ge la verdad", o .de_lo bello como "esplendor del se('~ Y al concentrar su atenc1on en el arte ~y más especialmente en la poé: sia, y afirmar que el carácter privilegiado de la poesía radica en que el ser tiene su mansión en el lenguaje, no rebasa el plano especulativo tradicional. Pero, de la carga especulativa no se libra tampoco la Estética que se presenta fundada en eLmateri.alismo di_aléctico. Al proclamar, como tesis fundamentales, 1~ obj~tivid_a_d_natu.tif de lo estético o el arte como reJlej_o_d.e_la_r:.ealidad, no hace sino aplicar su principio ontológico del primado qel ser, y el gnoseolQgico_<;lelconps imiento cómo -reflejo, al camp_o de. lo estét_ico y lo artístico. y' al conceñt'rar su atención eñ- el reatTsmo corno forrña histórica del arte -una f orrna que, en definitiva, se deduce de ambos principios filosóficos-, semejante estética realista se vuelve de espaldas a la rica, dinámica y compleja experiencia estética, y práctica artística, que no encaja en esos moldes ontológico y gnoseológico. Tampoco toman en cuenta la correspondiente realidad histórica, c.on~r~ta, la~ é~ic_as-de_raíz_~ª~tian~q_µ_e_seJit.nJtan ª, aplicar el pnnc1p10 antropolog1~0.deJo -bello_como trasfondo comun-de=la "n~turaleza humana", o las estéticas ñeopositívistas que~en lo propio con el principio epistemológico de la separación radical del lenguªje racional de la ciencia y el emotivo del arte. Si aten~e~os a l~ r.iqueza y diversidad de la experiencia est~tic_a y de la practica art1st1ca, y no aceptamos sacrificarlas a un pnnct· pio abstracto, no queda otra alternativa que abandonar el marco especulativo de la Estética filosófica. Pero esto no significa, en modo alguno, que podamos prescindir, como cree el más estrech? empirismo Y ~ositi_ylsmo,_~e. cie~tos principios O supuestos.fil~s~ficos. E.9~cuanto que la expe~1encia·estética _y la P!:_QQ.Y_cción.arust~if son-formas del c_omgortam1ento humano O de una praxi5-espec.!.f c;;a, _que se '!_~!l.en_determin_~ . o entramadofiistórieo~cüi( la ~u~a,,,se nu_!!.~ ?~__ger!_~ con_~eE_cig_~--c!.~L~-o~bre, de la tifstoria y la - -dad que para nosotros es el marxismo, entendido no como una ontd logía más o una nueva antropología filosófica sino como filosofia e
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INVITA CIÓN A LA ESTÉTICA
históricamente y se halla sujeta a constante movi~iento ~ cambio, su carácter sistemático ha de entenderse en un sentido abierto. Como demuestra la historia del pensamiento estético, los conceptos cerrados acerca de lo estético -lo bello, el arte, la estructura de la obra artística, las relaciones entre el arte y la moral o entre el arte Yla política- limitan o anulan la posibilidad de captar los fenómenos estéticos y artísticos en toda su diversidad y com~lejidad. ~ estar sien1pre abierta, y no sólo para ennquecer conceptos ya estáblecidos sino también para introducir los nuevos que responden a una nueva relación estética con la realidad. De todo lo anterior se deduce que no puede aceptar los conceptos eurocentristas o clasicistas que dejan fuera del arte lo que se ha dado artísticamente en otros tiempos u otras culturas. De la misma manera, la Estética no puede cerrar los ojos a las prácticas estéticas de nuestro tiempo que han dinamitado el terreno en que se asentaba la Estética tradicional. ..Aceptar en las investigaciof!es_estéticas los con_cept~s abiertos es .. una exigencia científica insoslayable, pero és también una opción I eológica. Ciertamente, aferrarse a un concepto-cerrado del arte como el que ha µ revalecido en los últimos siglos en el pensamiento estético occidental no es sólo un error científico, sino una posición ideológica; es rechazar -explícitamente o no- el derecho de los pueblos de otros tiempos o de otras culturas a incorporarse con sus creaciones al universo estético y artístico. _ f er:_9, c~E_tra el carácter científico de la Estética, conspira ta~ bié!l Úna concepd6n· ro mántica, irracionalista;-en-virtúcf de la cual tanto ·el objeto como el comp"artámie.nlüestet1cos serían totalmente opacos al tratamiento lógico-racional propio de toda ciencia. Al afirmarse esto, se parte en primer lugar del supuesto faiso de la aconceptualidad de lo estéti~o. Ciertamente, aunque en lo estético hay que cont~ con la presencia de c?mponentes sensibles, imaginarios o afectivos irreducti~lcs a l~ conceptual, esto no excluye la presencia de un elemento 1ntelecttvo tanto en el objeto como en el comportamiento haci~ él. En segundo lugar, se presupone infundadamente que la necesidad de adecuarse en·su tratamiento teórico a la naturaleza estética del objeto excluye un enfoque extraestético corno sería el lógico-racional. . Ambos supu~st~s conduce~ a una confusión de planos en la que se borran las d1~t1nc1o~es especificas. En verdad, puede admitirse un componente 1ntelect1vo ~n la relación propiamente estética, sin que, por ello, se confunda con una relación propiamente teórico-cognos· citiva que sería la de la Estética. ~a reproducción de lo concreto-real
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en esta relación no es direc.ta o .mimética, sino teórica; es decir~re- ··:·. .- : · curre a con~ept~~ Yab~tr~cc1ones. Por esta razón, de la misma manera ... : . ·_"_-:--::_ ¡:, q~e exphcac10°: quu~uca. 1~ sal ~o es salada, ni' la d~ la magia · , .·... ,. ., ·. mag1ca o la de la 1mag1nac1on, 1mag1naria, la explicación de la ·Es. · ... : tética acerca d.e lo estético no es estética, ; sino'.abstracta, concep-' ' .. '·, . tual. Por consiguiente, de la misma manera 'también ·q ue la sal la . · . : · · -r, magia o la imaginación son objetos de una relación':teórica ·q ue' no ' se confunde, respectivamente , con la relación gustativa,. mágica o imaginativa, la ·relación teórico-cognoscitiva· en··qQe. se sitúa· Es-· · · · ·. tética no se confunde con la relación estética que, ,sin'excluir un,t'orn~. . , . , ,1·. ponente racional, por su carácter complejo, nó se reduce dicha '. ,' .\ '·· '•: relación. Así pues, sólo una concepción de lo estético _qüe lo .id~n- ,.. ). '. ~. ·: ·: tifica con ~o misterioso, irracional, arbitrario o absolutamente .i_ri·- ·.::_:-, ·.. <_> determinado, puede rechazar el carácter científico de la Estética. Pero :; :. ,·,·· .··/ ,. esto únicamente puede hacerse si no se distingue claramente el plano:···.. ·..··:.:_.: ".::/ lógico-racional en que ha de situarse como teoría, con la ,relación' :- .· ''·. , )- . .:_. · ,~1'. directa, inmediata y sensible en que consiste el comportamiento ,e,s.-:- ' · · ·::-.:·'.i. '.:. ;'/Ji , . h . . . . ' •,· ' .. , '\ tetlco ac1a su o b'Jeto. . .. , . ·.. '.. · · :{··~;'.'·::::\ ¡1 A veces, el carácter,científico de la Estética, como en general el-de ::.'.· :__.·/ 1· ?~ .~ las ciencias sociales, humanas, se impugna también cuando,. al.aro:<·> :,<:;-.:\ paro del modelo científico~natural, se hace notar la ausencia de·ún rasgo suyo que se considera esencial: la predicción. Ciertamente, la .;, ;· ·: .. · ·.:. Estética no puede predecir, por ejemplo, los límites y la compos16ión ., .. ·.·.··. : ·\ :,í cambiante del universo estético, las formas que adoptar_á la .práctica . · , :.,· fil:t~!if.a ~,los ideales, valor:s,.o nor1:1~s g~e Qr~idirá.oJ~ pJ..99~11-~~i(>Jl {', · :>·:·.·:) -o.recepc1on_a~obras ae a rt-e:-Nad1e puede prever hoy los c.a.lJ_~~s ., :· · ;··:.' .. ,·. por_los..:que «discurrirá--la-,creativ_idad e~té.~~C~L~n_. ~l_ ~~glo XXI. Pero~l7' · · .. , : sí se puede. tratar de explicar la revol_uc~~·~-,~~.!]~_t}.~.~--g ~~:;~~..E~icíite·n . ,.· ···.:·::·· ··e1 siglo · pas·aqo;·é...iiiclus·o -püeaé'.explicarse es~ océano ·creuá~Hvo:"· · · · i . / . frie·s pérad~Ó·y-,s~rprendente que es la obra de P,icasso ~Y esta fuerza ·' · ·., '· \ · explicativa, ciertamente a posteriori, del tratamiento teórico:no se.·. ·. · ·: _:": . anula por el hecho de que no haya dado lugar a predicsiones cuand_o : · . ·;. .. aún estaba vivo y .abierto su impulso creador. Y es que en este campo ·. ·· , -el de la práctica estética y artística- la predicción se hace imp~s~- .. : .\' . ~ ble, al menos con el rigor, objetividad y fuµdamento con que la ha~en . .·. ·.< las ciencias naturales. Ahora bien; lo que se desprende de ·~ste .1m- · ... · :. (: perio de lo imprevisible, lo incierto o .lo inespe;a~o, .es la nece~id,ad- '. : · '} ., · de no convertir·las experiencias estéticas o art1st1cas ya conocida~, . .·. : : . en ideales O modelos de lo que aún no podemos conocer., O sea: .con- . . ::·... ; ..·~1 vertir lo que ha sido o es, en lo que ha de ser. L.o .q~e s~an ~n el f1:1turo,. ·. lo estético y artístico ·dependerá de las co_nd1c~ones soci~l~s/ n.1.~s . . ''. :.·:·,·t
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INVITACIÓN A LA ESTtTICA
· d ales y concepciones que irnque habrán de gestarse los va lores, 1 e d' . · · , 1· y art íst teas correspon •entes. y prcgnarán las cxpenenc1as este icas · 'bl . t co~o esas condiciones no son rigurosamente p~evisi ª2Poco lo es el universo estético y el arte que se gestaran eb~ e as. l onse. l · E ét'ca corno ciencia de UE-Q.. J ~-r.ea ~ cuenten1cnte, a _ g_ Sl J _ - .. -· · - - --·-·do o instaurar l existente no le corresponde ful)dar por_ anticipa - ~ · ·- --:-:-o - --;-1=-- -- --- - --·- - ··· - · QU<:..!§!n!Sq_tfil!l_!.~_I!9_ extfilLll!-1 11, eero ' sí puede ·:--- .-.-tratar - - de ~ exRhcar rácionalmente lo que, en este campo, . ha ex1st1do-en .e -12ª.~ado_ o
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La Estética y otras ciencias Como toda ciencia; la Estética .tiene un objeto de estudio propio. Al delimitarlo, justifica su existencia como disciplina especial. Pero esto no significa que por sí sola, con unos recursos conceptuale~ Y metodológicos exclusivos, pueda cultivar su área específica de investigación. En primer.lugar,.su_atención se concentra .en u ~ complejo que n9 puede reducirse a una spl~ gimensión, supuestamente la estética o artística. No puede dejar de to1nar en cuenta en ese objeto complejo, los aspectos extraestéticos o extrartísticos sin los cuales no se da la experiencia estética o la práctica artística. De ahí la necesidad de atender a las ciencias que tienen que decir algo acerca de ellos, o cuyos objetos -Ja__historia, la sociedad las relaciones de producción, la psique, el lenguaje, la_corñurifcación o la información.-- se hacen presentes de un modo especTITco en e oojem-real sobre el que versa la Estética. En suma, la Estética no puede dejar de estar en relación con otras ciencias, no sólo porque puede servirse provechosame~1te de sus l?gros, sino también porque no puede avanzar en el estudio de su obJeto propio sin partir de lo que ellas, en u_n ~lª?º más general, ofrecen te?ricamente. Aq~,í entra en_iuego..la dialecttca de lo general Y lo particular, sin la .cual la EstéticaJlO~. podrí~ pro~undizar en el conocimiento de su objeto. Ahora bíéñ, la necesidad insoslayable de atenerse a esta vinculación es la mejor garantía para. que. la Estética no sea absorbida O devorada por algunas de las c1enc1as ~on las que se relaciona forzosamente. Ciertamente, aunque su obJeto de estudio -dado su ca , t mpleJ·o Y .f , · d · rae er co l po 1 acet1co- pue a interesar a diferentes ci·en · t no pone ., 1 'd d d cias, es o en cuest1on a neces1 a e abordar los aspe t 'f' os que . e os espec1 1c ' 1ntegrados en un todo, corresponde estuct ·ar , · 1 a 1a E stet1ca.
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EL SABER ESTÉTICO
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¿Cuáles son estas ciencias de cuyas aportaciones parte o se sirve . provechosamente la Estética? Veamos. Lo estético ~ lo artístico surgen y se desarrollan históricamente, y tanto en su ongen como en su naturaleza se hallan condicionados socialmente. L~-Est~trca-rre~ifa;-por_ell~p?ya~se ~n una teoría _...generarde-laJrist-O.Il.a.Yla..sec1eqad que permita situar histónca y socialmente la relación estética yd elinear el lugar del arte dentro del todo social, así como sus nexos con otras actividades humanas. Paniendo de esta teoría general, que para nosotros es el m_aterialismo histórico, podemos comprender junto al carácter histórico=so-c1ál' de los hechos estéticos y artísticos, el papel de las condiciones sociales en la organización del proceso artístico, y las formas individuales que, determinadas por ellas, adoptan dentro de ese proceso artístico social la individualidad en la creación y recepción de los productos artísticos. De acuerdo con las tesis fundamentales elaboradas por Marx y Engels, el arte se relaciona orgánicamente con la sociedad en-que se-produc~. Y en cuantoqúe~n dejar de ser un sistema específico de producción, distribución y consumo, se halla vinculado con otros sistemas de la estructura social (la base económica, la supraestructura política e ideológica), la Estética al ocuparse del arte tiene que tomar en cuenta las ciencias sociales correspondientes: sociología,[email protected]~ºlli~ teoría política, t~orJa... de _las• . ideologías,. Así pues, el carácter social de los fenómenos estéticos, así como la inscripción del arte.enJ a~estruet.Y~ que lo condiciona, tanto en su génesis y existencia como en sus ef~ - exige aprÓvechar las adquisiciones, en este terreno, de las dife.r entes ciencias sociales. , DeJ os-Y1E~ulos en~ y _ soci~ad.se..QcuBa la ,socio] ~~ .arte, ya sea como-un capitulo especial de la sociolog1a o como una disciplina particular. Su enfoque sociológico contribuye esencialmente al esclarecimiento de las condiciones sociales que intervienen en el proceso artístico, pero no agota los problemas que plantea su especificidad. De ahí que las investigaciones estéticas no puedan reducirse a las sociológicas cuando se abordan problemas como los de la creación, el valor estético, el gusto, la recepción, etcétera. La orientación sociológica es necesaria, pero su validez se pierde al transfarmarse en el enfoque sociologista que disuelve lo e.stético y lo ~rtístico en las condiciones sociales que lo hacen posible, evaporan~ose a~í lo específico y distintivo de ambos fenómenos: Este soc1ologismo se da en la Estética que, en nombre del marx~smo, reduc~ el. arte a un epifenómeno de la estructura social. SemeJante reducc10-
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INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
nisn10 puede ren1itirse a Plcjánov por su teoría del arte como ''equivalente social". pero no a ~1arx y Engels. Baste recordar a este respecto la lev n1arxiana del dcscnvolvin1iento desigual del arte Y la sociedad ) las· precisiones de Engels sobre las relaciones contradictorias entre el realisn10 de Balzac y su ideología. En sun1a, el enfoque sociológico de lo estético y lo artístico y, particularmente, el examen de los lazos entre arte y sociedad, son indispensables para la Estética. Pero ha de evitar el sociologismo en que suelen caer no sólo la Estética n1arxista de raíz plcjanoviana o de inspiración luckacsiana, sino también la mayor parte de las sociologías contemporáneas del arte y la literatura. Las diversas posiciones del arte dentro del todo social exigen que la Esíéfíca ~-al tdii'ar -de explicarlas, aproveche las _aportacrones de· diferentes ciencias sociales. Así, por ejen1plo, el estatutoeconómico que adquiere la ob~a de arte en la sociedad moderna, capitalista, al transformarse en mercancía, obliga a la Estética a fijar la atención en la economía política . . -que, como ciencia- de·-las -- relaciones ~e prod~1cct9~n, pone al descubierto el tejido mercantil en que se inserta la obra artística. Asimismo, la atención que en todas las sociedades presta el Estado, en una forma u otra, a los efectos ideológicos del arte, así con10 las relaciones que históricamente se dan entre creación artística y práctica política, exigen que la Estética tenga presente conceptos básicos de la teoría del Estado y de la ciencia política. Igualmente. el lugar que ocupa el arte dentro de la supraest ructura ideológica y las diversas funciones que cumple en los aparatos ideológicos del Estado, determinan que la Estética no pueda prescindir de la teoría de las ideologías, ya que ésta ofrece ciertas claves conceptuales indispensables para entender las relaciones entre arte e ideología. Así como la determinación social de la experiencia estética y de la práctica artística explican la necesidad de tomar en cuenta las aportaciones de las ciencias sociales, el papel del individuo humano en el proceso estético -tanto en el momento de la creación como en el de la recepción- hacen necesaria la vinculación de la Estética con ciencias -c?mo Ia1;stc?lo~~~~s- que se ocupan d:l co~portam1~~to ps1quico individual. As1, por ejemplo, las inv~~ttg.ac1ones esteticas en el campo de la jle-rcepción- \ Ü s ~ tienen ~~~ apoyarse en .1~~ resultados alcanzados por la psicologta de la v1sio~ .º de la aud1c1on. Ahora bien, aunque es indispensable que la Estet1ca se ª?º.Ye e1~ la~ ~portaciones de la psicología al estudiar el aspecto subJet1vo, 1nd1v1dual, de la relación estética, esto no
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· INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
po~_ej.emplo los estudios de Yuri Lotman en su Es~ructura de/ texto art1st1co. Pero, al hacerlo, ha de procurar no deJarse seducir Po las tentaciones inmanentistas o formalistas que pierden de vist~ que los procesos lingüísticos, semióticos o informacionales son procesos significativos y sociales. Así pues, sin dejar de reconocer la contribución de dichas ciencias al esclarecimiento de aspectos y funciones importantes del arte, así como al análisis de la estructura interna de la obra artística, la Estética no puede olvidar que, dado su sentido social, el examen de dichos aspectos y funciones del arte, así como de dicha estructura interna, no puede agotarse en los enfoques lingüístico, semiótico o informático.
Cuestiones de método Al caracterizar el objeto de estudio de la Estética, hemos visto que aquél existe real, efectivamente, como objeto humano, social e histórico. Ahora bien, este objeto no se da de un modo directo, inmediato o espontáneo en la relación de conocimiento. P ~ se-necesita constr.uir~todo-un eonjunto de-conceptos_o_a~tracciones que, -articulados-en. un .todo, constituyen.propiamente el-objeto teQ!i~o. Sin la mediación de este objeto, que sólo existe como producto de una actividad específica, teórica, no se puede describir y explicar el objeto real. Justamente su producción es la tarea propia de la Estética. Marx llama, respectivamente ·a uno y otro objeto, lo "concreto pensado" y lo "concreto real". El primero sólo existe en el pensamiento, en el terreno de la abstracción, en cuanto que es producido teóricamente, mientras que el segundo existe real, efectivamente, con independencia de que sea pensado -es decir, construido teóricamente- o no. Así, la percepción estética, el objeto estético, la obra artística, el condicionamiento social de la experiencia estética y del arte, las funciones del arte o la relación entre forma, contenido y materia, 0 entre forma y función en los productos ·estéticos se dan realmente con las modalidades que asumen en diferentes 'épocas y socieda· des independientemente del conocimiento acerca de esos fenórne· ' · t0S d n os ' procesos u obJetos reales. Ahora bien ' aunque los conceP · ·da 0 teorías acefca·de ellos sólo existen como producto de la actIVI b _ cognoscitiva -que consiste, según Marx, en el ascenso de lo ª Je tracto a lo concreto, entendido como r_e producción ascensi~~al el lo "concreto real" por lo "concreto abstracto"-, en defin1uva 0 objeto teórico sólo existe por y para el ol?~eto real; es decir, coJTl
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ck mctodos diversps: _nsicológico,-·sodológico,.scmiót ico,-ctcéttú~a .. i · A ta-,·ez, ci1-cüanto que otras ciencias -com.2..J~1~psicología,..Jas,eie11- ··:,. . ··' · , ~dassociaks. la.s_cn~i~:,t_i:.ª):.~~.~coria de la infor.m.~.ción- se o~.L.H1~n,':' . ,, .. . ic aspectos- del-obje(o--rcaLque.. intcrcsa-n-la .. Estética·t ~se·~j f1stifica ' · ··. ' , qut.! t?Sta los ~1c~pte en cuanto que contribuyen a conocer su ·objeto;·, ·,. ·,. ·· · ·· '. Ahora bien, las mismas razones que le llevan -dada la,·comple- , :··. ·. , ·. jidad de su objeto- a servirse de los enfoques metodológicos,qtÍé ...· · ' . ·, '. han permitido a otras ciencias esclarecer aspectos diversos de ese'.o,bj~.:· .. '·... · '. . to, han de llevarla también a prescindir de los métodos··que~ lejos ' .:·/ : de aproxin1arla a su objeto de estudio, la alejall' de ·é)~ . ,· , 1 Es lo que sucede con ·el .n1étodo deductivo-especulativo (que 110 • ·. ; :-: hay que confundir en rnodo alguno con el l"!,!pQtética~deaü.ctj_yo .de . las ciencias fácticas) a que suelen recurrir las estét.i~s filosóficas ·y · , ,. , 1 sobre todo a tambor batiente las de ~9rte metafí§if...
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C~J?!9_ge.ne.r..a r=::~!:~:hr1[~1J§=-1le'l-eual-·se.. deducep·~ l.o-~·:co·ncep~·~s. .·,. ·.. ..' · . ·.,;. estéticos particulares. De este modo, un concepto,relac~ona~o .c.~n (f lo real como el de "arte clásico" en Hegel, se d~du~e de) pnnc1~10 . ~ · supremo: la Idea. De este principio se·pasa al concep.t o gen~r~I.. ~e . ·'·, ;'...·:. ,j¡ • , , • •.
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INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
lo bello como manifestación sensible de la !1eª.'dy st ll1gafal de lo bello clásico -como equilibrio del conteni O 1 ea Y ª .orrna. t, r •ca del arte: el arte gnego que se encarna en una farma h 1s o 1. , ., A este método deductivo-especulativo no s~lo recur'.~n las esteticas de orientación idealista, como las citadas; sino tambien las que, al prescindir de principios metafísicos supremos, estatuyen ~tr~s,. no corroborados por la experiencia, qu~ ~~ establecen apno_nst1camente o elevando lo particular a cond1c1on de el~mento umv_ersal. Es lo que hallamos en las estéticas que gener~l,1zan determm~do rasgo del arte, dado históricamente, o una func1on suya, cumphda realmente, a un plano universal, esencial .º abs~luto. En este tratamiento especulativo no sólo se absolut1zan ciertos aspectos de la experiencia estética o del arte realmente existentes, sino que se corre un velo sobre otros de su existencia efectiva, histórica. En suma, el enfoque especulativo en su doble versión, deductiva o generalizante, permite construir un objeto teórico que, lejos de aproximar al objeto real, lo encubre o se vuelve de espaldas a él. Por oposición al método deductivo-especulativo, el enfoque empirista que se considera diametralmente contrario a él, proclama la necesidad de acercarse directamente al objeto real, dejando a un lado o reduciendo considerablemente la mediación del trabajo teórico. Para asegurar ese acercamiento insiste en la fidelidad a los hechos como si estos pudieran hablar por sí mismos. Por ello, suele recurrir a los datos que brindan, por ejemplo, las encuestas sobre las preferencias de los lectores o visitantes de museos, o a las estadísticas de compras en las galerías de arte, cuando se trata de establecer ciertas regularidades en los juicios y valores estéticos. Lo decisivo en este enfoque es el dato empírico, no mediado teóricamente, que se convierte en un verdadero fetiche. Y es este fetichismo del dato, Y del hecho desnudo al que se remite, lo que oculta las relaciones en que se inserta . . ,El empirismo surge_ "desde abajo" (Fechner), como una reacc1on opuesta a_l tratamiento especulativo "desde arriba" del objeto real. Ahora bien, en tanto que el método deductivo especulativo cons_t~uye _un objeto t:órico a espaldas del objeto real, el enfoque emp1nsta ignora el º?Jeto teórico que se ha de construir, y ello en nombre del acceso duecto a lo real. De este d l uprimir la . ºó d 1 t b . , . . . . mo o, a s ' d me 1ac1 n e ra aJo teonco, identifica lo , , t nsado' Y I " t l" ( T concre o pe ) ut1 1zand? la terminología ya citada de Marx · o concre o rea Desconoce con . a d o, p ara el co. . . ello que h no .existe el hecho en s,,, ais 1 noc1m1ento, sino e1 echo integrado en sus relaciones con otros; Y
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72
INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
y sus relaciones con el público. Cambian igualme~te las relaciones del arte con la ciencia y la técnica, así como.e?? las ~iversas formas dé la supraestructura ideológica: moral,, r:hgton, !tlosofía,, etcétera. y aunque se considere que la obra art1st1ca tra~c~ende su epoca, no por ello se sale de la historia, ya que las cond1c1ones de su propia perduración son también históricas. J ::a·aplicación-del-1>rincipio-históricp~ ~l mejor antídoto contra tbda-tentación -esencialista empeña da-en- dis6Iverias'"'difer.enctas-en un orden idéntico a sí mismo, intemporal o transhistórico. ~ a l mismo tiempo;-permité descubrir que lo que se presenta como eterno no es sino la generalización ilegítima de un fenómeno histórico, particular. Al c!P}i~~ -~l principio histórico, se_y_uelve,ciaro--queJ~ absolutizado por la Estética tradicional, es sólo una de--su ~ s históricas, concretas; que el arte como imitaciól)__o r_epr1>d~ n de lo real es un modo (realista), entre otros, de producir arte y que la función estética -privilegiada desde el Renacimiento- no siempre ha sido considerada dominante, y menos aún exclusiva, en el arte. Así pues, no se puede ignorar la naturaleza histórica de lo estético y lo artístico sin escamotear su conocimiento como objeto real. De ahí la importancia que reviste para la Estética el método histórico. El principio sistémico o estructural obliga a considerar los fenómenos estéticos como sistemas de relaciones o todos estructurados, cuyas cualidades globales son irreductibles a las de sus elementos integrantes. Trátese de la percepción estética, de la situación estética en que se encuentran el sujeto y objeto respectivos, del arte como comportamiento humano, de la sociedad en la que se integra el arte, etcétera, nos hallamos ante totalidades concretas que no pueden ser comprendidas al margen de sus relaciones internas y externas. El -en foq ue:-sistémico_._de_los- fenómenos-estéticos-y-artísticos, ~ cuanto que estos constituyen un S?JTIPO unitario o-forman-parte-de totalidades más amplias, ·¡mpiclen con~entrar la atención exclusiy~e en uno ~e los elementos .de.ese cal)lpo O en una totalidad aislada, ya sean estos -como suele suceder en las estéticas tradicionalesel arte al margen de la vida social, la función estética desvinculada de otras. _fun~iones, el artista fuera d~ s~s n:xos con el público, 1~ pr~: ducc1on sin tomar en cuenta la d1stnbución y el consumo, etceteraEn suma, el~~entos que sólo se dan como componentes -rnutu mente cond1c1onados- en un campo unitario . 1 Lo mismo cabe decir con respecto a la obra ·artística, conceb : como un todo estructurado en el que las partes O los elementos, 0
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funciones divers.as ,qu~ cumple, sólo se dan fundidos orgánicamente. E}rei:if.g.gµ..e....g~I!l~?~Q~hac.e.l(er.Ja...o.hms.om~..~P tgQ.Q. .Q,r_gánif..o, esta.Ple;~ome-e-1.n maaente, q11e j11stam..ente..PQL~de ser reduc1do_ a_un.O-de-.sus_elente.nt.Q.S..intern.a.s_p.er.o.1.tamp_o.c.Q_a los ,éxterno~itleoíogía;·-psicología~deL.auto,r, condiciones sóciales; una sola de las funciones que puede cumplir: cognoscitiva; comu- · nicativa, . expresiva, repres·e ntativa, etcétera;··Aho.ra...bié.n~.~1-enfo:. qu~Jstémico . al acercarse_~_SlLC?~bjeto real no puedé olvidar gµe ~-ll · , ., --:es[abilidad,~autonomía.. e.i.nm.~n.~ñ~fu ..son-relativas;rya-=-qué-=se :trata· . ~efini!J~ª--'J~.JJn. ..objeto-histórico,Jnser.tQ_~--~u vez en un con)un-.-7. , S-l~~~-~lac1ones .... _, ., . ··----·-:---····,.·:-:.,'7'.~-·---: . , ~ :-dos ..pri~~ipiQs meto?ológicos considerados -el hJstórico .Y ·el · ·· ·.· : ·: .., s1stem1co-, leJos de exclmrse ~e_.complementan y necesitan, m1:1~ua.:. . ,, . · mente, dadas las características del objeto real como objeto históri-. ·. · . co y sistema de relacion.es. Así, por ejemplo, el arte en la forma en .· · que se le conoce y acepta hoy, es un producto histórico que no puede · ser separado de ciertos fenómenos, igualmente históricos, como . .,,. · determinada división social del trabajo, la aparición del mercado y . el fortalecimiento,del poder burgoés frente a la iglesia y la realeza. ·· ... Ahora bien, aunque .sus características fundamentales se han pro:.. · '·.· · ·,, ··
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Segunda parte:
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leza se hallan mediadas por las que los hombres GOntraenentre,sí.:.· ...·:· 1,:,. _·.·<·
Entre ellas -se encuentran las relaciones econón:iicas, pC>~íticas, jurí-: .·. · · \.>'. dicas y morai'es '; que, en las formas _esp~cífic'1s que .~dopt~n -ca~a .,·.- ·.·-~·. · :\ una de ,ellas, y con las 1características que les impone hi~~óricam~n.- .· · ,_J· :_.: ·. .· ·. te determinada' estructura económico-social,_,·se hacen··ne~esan~s - ·· _. '. ·· ;.: · para la existencia misma de -los individuos .y 4e l~ so9_iedad. Dentro ·,· · , ·.· de est~ sistema cie relaciones _h ay que ·situar también]a rela~ió_n _es-:..· . ... ,. ::. tética-~Auriqu~ se. haUa vinculaQa ~e .difere~te \mo~o, .a.lo largo de ·_-_'.'.". _. .'.. ,_, 1
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JNVIT ACIÓ N A LA ESTÉTICA
su historia con todas las demás, esta rela~ión ofrece rasgos pecu. liares que no permiten reducirla a cualquiera de ~llas. La aparición y el desarrollo de las diversas r_el.~ctones del hombre con el mundo, y en algunos casos su desapancio?, depende de di. feren tes factores y condiciones históricas Y ~o.c~~les: P:oducción material estructura de clase de la sociedad, d1v1s1on social del tra. bajo, tr~diciones nacionales, organización cultural, ideología do. minante, etcétera. . . Veamos, por ejemplo, la relación teórico-cognoscitiva. Durante largos milenios, no existió en su forma propia -como filosofía o ciencia- y, en lugar de ella, la función explicativa la cumplen la magia o el mito. En cuanto a las relaciones políticas, como relaciones entre grupos o clases sociales que pugnan por mantener, reformar o transformar radicalmente el régimen político-social vigente, es innegable que no se han dado siempre; no podían existir en la comunidad primitiva, anterior a la división de la sociedad en clases, ya que no existía tampoco el poder político necesario para asegurar -por la vía del consenso o de la fuerza- cierta armonía o cohesión social. La moral, en cambio, como sistema de normas con el cual los individuos regulan sus relaciones mutuas, así como entre ellos y la comunidad, la encontramos incluso en las sociedades colectivistas más primitivas, en las que las normas consuetudinarias apenas si dejan un resquicio para la libertad y responsabilidad personal. Las diversas relaciones del hombre con el mundo no se desenvuelven paralelamente a lo largo de la historia. Su vinculación mutua, así como el lugar que ocupan o el nivel que alcanzan dentro del todo social, varían de acuerdo con determinadas condiciones históricas Y sociale~. Estas condiciones_ ex~lican, asimismo, el papel principal o su~o.rd1nado ,que desempena, cierta relación -económica, política, rel,1g1?sa, etcetera- en una epoca o sociedad. Unas relaciones son mas importantes que otras en determinada fase histórico-social. Así, por ejemplo, 1~ magia tuvo un papel preeminente en la vida del hombre durant e 40 m1·¡ a ños·, una . l en· , los tiempos , . ,prehistóricos . l pecu 1ar re ac1on ma.g1co-m1t1ca perdura en el tvtéxico prehispánico hasta que los lconquistadores españoles impo nen en e1 s1g · lo XVI su 1 · , , . . · , . re l1g1on, a re ac1on . .. teonco-cognoscitiva se a r·urna en 1a Edad Mod erna a 1 constituirse en Occidente la ci·enci·a , · como ta1, per 0 sólo en· nuestra epoca tiene lugar el desarrollo 1·m . h hecho · l l ·, , pres1onante que a d' . 'd olítica posible a revo uc1on tecnologica de nuest ros 1as· la v1 ap ,, · l ocupab a el pnmer P ano entre las actividad d h, b ,,¡1·bres es e 1os om res
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básicas, para que su historia se detuviera Y su e~ist~ncia se degradara a un nivel animal. Durante centenares de mtlen1os, el hombr ha mantenido una relación productiva material con la naturalezae Gracias a ella la ha sometido a sus fines Y necesidades. Este someti~ miento, o humanización de ella, ha significado asimismo un dominio cada vez mayor del trabajo humano sobre la materia, al elevarse su capacidad de imprimirle determinada forma. Al extender Yperfeccionar ese dominio, se ha extendido y perfeccionado la producción de objetos útiles, destinados a satisfacer sus necesidades vitales más inmediatas. Pero, a partir de esa producción, ha ido apareciendo con el tiempo la producción de objetos dotados de cualidades que ya no son las estrictamente utilitarias. A esta forma de producción, que podemos llamar transutilitaria, sólo llega el hombre con el tiempo, a través de un largo -larguísimoproceso, en el que se elevan y perfeccionan sucesivamente las características del trabajo humano. De acuerdo con ellas, el hombre somete a la materia, imprimiéndole la forma adecuada para que surja un producto que satisface determinada necesidad o cumple cierta función. La producción que hoy consideramos estética, como modalidad específica de la producción transutilitaria, va apareciendo cuando la capacidad humana de producir materialmente algo ideado previamente (o sea: la capacidad de transformar la materia de acuerdo con formas o fines previos), alcanza un alto nivel, a lo largo de un proceso cuya duración calculan los antropólogos en centenares de miles de años. En este sentido, la producción utilitaria ha sido la condición necesaria y el fundamento de la producción estética en general y de la artística en particular, en cuanto que ambas requieren el mismo comportamiento humano: el que se pone de manifiesto en el trabajo al "hacer cambiar la materia que le brinda (al hombre) la naturaleza", al mismo tiempo que "realiza en ella su fin" (Marx, El capital). Se trata, pues, de dos relaciones con el mundo, de las cuales una de ellas -la estética- surge Yse desarrolla en el seno de la otra: la producción material. Pero, la trasmutación de la relación estrictamente utilitaria en la que hoY llamamos estética, plantea una serie de cuestiones al considerar ~sta última tanto en su génesis como en su naturaleza O estructura propias.
Producción y consumo estéticos La relación estética se presenta, en primer lugar como producció:de ciertos objetos. Ahora bien, como toda produc~ión, requiere dete
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··--1·'· . .· LA RELACIÓN ESTÉTICA ._ ·,. •. minado uso. o consumo.de lo p~oducido. Esto quiere d~cir que, en .· ., cierto.n~odo, ~l consum9 pr~duce la produ~ción ya·que lá determina ·. y just1f1ca, al establecer el fin al que tiend~. Y_significa igualn1ente . . ·,. que si el consum~ Crea '~l. fin·de la producción, sea ~o que sea lo que se produce -obJe~os_utlles. u obras de arte- no tumple su· desti~o en s.í mismo. En verdad, "el producto s~I~· cÓ~oce su curiiplim1ent? final en el consumo'' (Marx). La ,produ~cióq d~ una ·.sill~, .. por eJemplo, re_m~t~ ..n~cesariamente a su coQsti'mo·, y, rriientras :no es consumida, sólo existe· potencialmente. De· la misma rrianera .una imagen religiosa requiere ser venerada, y una casa de.s habitada·~P._es . .. propiamente una casa. Ya decía el viejo Aristóteles que una;m?~º ·· __·.- .· amputada, que, por tarto, no cumple su . función, no es una ·ma.:. ... : ·.. ' .. no. Del producto artístico cabe decir también que no es sólo un ob- . ..:. , . jeto. en el que se exterioriza o expresa un sujeto; sino un objeto . · . . producido para ser compartido, o consumido lo que exterioriza ·. · · ·.: ·...· · · ,.'·. ..· o expresa por otros: Así pu_es, como todo producto,.la obra artística · · requiere su cumplimiento final en.una apropiación o consumo.pecÚ-:-, ··'°'.· . · liar. La producción requiere no sólo el consumo de sus productos, . : .. , . sino el consumo adecuado: la. silla, sentarse; la casa, habitar!~;. la·· · ... '. ·•· imagen religiosa, ser venerada. Cuando se afirma que la producción ... '. .- . '..' / de un objeto sólo se cumple finalmente en su consumo, hay que pred-· ·· , ·:·: :·: .·.··:.: sar que se trata de su consumo propio, adecuado: el que corresponde .· ·: . ·· .·. '·..-.). a la naturaleza del objeto producido para satisfacer determinad.a ... .· .:-.:·:'·. · · necesidad humana. En este. sentido, hay un~~ad de producción Y,.< · ·\ \. ·.:. · consumo. . . ... ,· Ahora bien, si consideramos desde este ángulo .la relación·estética' .':.·. '. . -es decir, como producción de ciertos objetos destinados a.ser consu····· :. midos y,. por tanto, .como productos que sólo alcanzan su cumpli- _.· :· · . miento final o uso ·apropiado en su consumo, veremos que1 la':uriidad. , : ·:.. .:.. de producción y consumo antes mencionada se plantea de·.un mqdo ·. ,.:· . ~-/' .::.-:·< peculiar. Ciertamente nos encontramos con que el consumo :que . ' · / . . · ·· ··· hoy hacemos -al con~empla.r los- de ciertos objetos. que.co~side-:- . ...: .·, . ·_-.·. ramos estéticos O artísticos :-de acuerdo con la naturalez3: .estét_ica , · 1 _; . , -'·: o artística que les atribuimos-, no corresponde.o al fin: ~ f~~ció~ :..:, :.· . que determinó ·su producción. Se ha roto la unidad or~g1nar!,a d.e ..... ··, .,'.>"<· Producción y consumo; al ne;> consumirlos de acuer?º. con la ftnah-:· . . ·.: . dad o función en que habrían ~e alcanzar su cumphm1ento final. :Y.' : .' ··: ·: · i :no sólo esto, sino que el .abandono por nuestra I??rte del consu_~ o . ·:. ,. ::: : . :'! originario Y' por ·tanto, de la unidad de p~odu~c1on Y consu~~' -~e :.·.-:_:··.. considera necesaria a fin de poder consumir de una n11:~va Y. d.1s~i~ta :: <,. ·'.· forma (contemplándolo): dicho objeto. · ·. ":. ·· ··· . , : ...:. \ \.-. :· · ::·.:. ··.: :-.r\, '•'
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La explicación de este hecho, que d?cumentaremos inmediata1nente con tres ejemplos significativos, es importan.te ?ara comprender la relación estética, tanto en su génesis Y movimient~ re~l como en la naturaleza o estructura que tiene para nue~tra conciencia ~stética. Veamos pues, sobre la base de los tres ~Je~plos anu,nc1~dos, tomados de sociedades culturas y épocas d1st1ntas, la genes1s, el desenvolvimiento y la n~turaleza de la relac~ón estética. El hilo .:onductor en este examen será la dialéctica parucular de la producc1on y el consumo, que ante; hemos expuesto, pero considerada ahora en este modo específico de relación del hombre con el mundo que es la relación estética.
Pintura rupestre, pila bautismal, monolito azteca Retengamos, a lo largo del examen que nos hemos propuesto, estos tres ejemplos: 1. Pintura rupestre prehistórica. Tenemos presente aquí el "biso nte saltando" (fig. 14) de la cueva de Altamira (en Santander, Espafla), de hace aproximadamente 15 mil años. Los antropólogos han
establecido que el ejecutante-cazador (del periodo magdaleniense del paleolítico superior), al trazar figuras de animales como las del "bisonte saltando" en las profundidades de las cavernas, lo hacía de acuerdo con una finalidad o función mágicas. Los especialistas coinciden también en afirmar, en el primer capítulo de la historia universal del arte, , . que . el llamado "paleolítico" , en verdad sólo era en su remot1s1mo uempo una práctica mágica. Para el cazador prehistórico que ejecutaba aquellas pinturas (eso son hoy para nosotros) sobre las paredes rocosas de la cueva, no eran sino un medio para ejercer una acción real. Más exactamente un instrumento para cazar animales salvaje~. Esto corresponde a un~ concepción del mundo en la. que la cre.enc1a en un principio único O flujo universal desconoce todo duahsmo: de lo subjetivo y lo objetivo· de lo natural y lo .sobr~~at~~al: ~o~ el!?, se cree que lo que acontec~ en el plano de la ejecuc1on p1ctonca sobre el muro de la cueva, es lo mismo que sucede -o pued~ suceder- fuera de ella, en la realidad. Pintur~, pues, ~orno herramienta de caza a la que se le atribuye la eficac1.ª de un .mstrume~to real. Por consiguiente, no se trataba de producir un objeto de~t1nado a ser contemplado, como lo prueba el hech 0 de que fuera ejecutado en los lugares más profundos, oscuros e inacce-
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sibles, lo cual hacía imposib.Ie su contempiación: A esto hay que agre~ar el ~echo de que la~ ~1n~uras se superponíari ,urias a otras, lo·. que lmped1a en ·e~as cond1c1ones toda posibilidad de verlas: . No se puede af1rm_ar, por tanto, que esas pint~ras rúpestres (las .; de Lasca~x en Fra~c1a o de Altamira eh España) fueran eject.itada·s . como obJetos d~st1nados a ser contemplados, es.decir, c.omó·obras· . de arte~ L~ cual no :exclúye el hecho, innegable ·también, de que hoy , ,: se las considere como.cumbres del arte paleolítico con el. que se ab.re · ¡ -como hemos ·subrayado- en nuestro tiempo toda histo'ria uní~ ' · · , . , ·. ·, ·. ·. · · 1. • versal del arte. · · 2. Pila bautis,nal unci iglesia ,nedieval. S.e trata de la;pila de· bautismo labrada por Rairier van Huy para la iglesia· de San Bartolomé, de ·Lieja (Bélgica), a comienzos del siglo XII (fig. 15); Fue . producida en bronce para que cumpliera una función ritual-reli- · · . : ) : ··, · · giosa: administrar a lo_s fieles un sacramento de la iglesia católica. . ._._ ' ·,Y con ese fin se .conserva todavía en la.iglesia belga. La producción· .· ·· · ,·:·'. ·:,. originaria ·de la pila bautismal reclamaba que fuera percibida y .utili..'. ·. : , · · · ·. · zada como un objeto ritual; o sea, como medio o instrumento ·para> la administración ·del correspondiente sacramento. Su relieve cen.. : :.·''i tral con ·el bautismo de Cristo, las dos figuras que aguardan·a orilla · · ·: · ·· , ·:, del río Jordán su ·llegada e incluso las figuras de los toros .en que ·.' .': · descansa la pila subrayaban el significado religioso del bautismo, de .:. ,.-;_.: acuerdo con los textos sagrados, y estaban ahí no simplemente para,. . ,.-" : '·.. provocar - . al ser percibidos- una experiencia estética, sino ante · ·. ·, .· . :/ .' : .··.::'. todo al servicio de una práctica _ritual. Así pues, se trataba d,e ·1:in·.· objeto producido .para cumplir con una finalidad religiosa: subraya~ . · .. ,.·.. 1 la importancia y el significado del bautismo para los 9reyentes. De . · .·· 1~. ahí que fuera producido por un artista -como señala Gombrich- ·. ,... · ,· .. -:' con la intervención de los teólogos que le aconsejaban. No erá ün objeto destinado · ante todo a ser contemplado, aunque -a .dife- · · · ·· rencia de ·lo que vimos en .el ejemp~o anterior de la pintura ruJ?es-. . ·, . ., tre- la contemplación era necesaria para ·que el crey~nte pudiera . .-. . .. r' captar el significado -religioso, ritual, que la obra de Ra1ner van ·Huy . .·· .· ., pretendía inculcar 0 · subrayar en el creyente. ·No se t.rataba,.pues, de una obr.a de arte ·¡ y, sin embargo, como tal la cons1de,ra en nuestra .._..época· Ernst H. Gombrich en su Historia del arte, as• coi:no todos .. los espectadores (creyentes O no) que .vi~itan hoy la I?les1a d.e San· ,. . ··:·· _:):~ Bartolomé .de Lieja' para contemplar estét1carnente su pila ·bau~smfl. , · . · /', 3; La Coatlicue ·se trata de la escultura azteca (fig. 21 ) de ina es · · · .' · ·../ f desenterrada en la Plaza.· · .. . ,·. d l · ·· e . S~glo XV o .comienzos del XVJ, :que ue d l790 Í)espués·de . .-. "_. Mayor.de la ciu.d ad de Méxjco el 13 de agosto e · · . . .... ··.;,,·... '
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una serie de vicisitudes -llevada primero a la Real Y Pontificia Universidad de México enterrada y desenterrada nuevamente, arrinco. nada en la Univer~idad, después de la Independencia- se halla instalada en la actualidad en la sala azteca del Museo Nacional de Antropología. La escultura monumental está consagra~a a la diosa Coatlicue "la de la falda de serpientes", diosa de la Tierra, a cuyo poder terrible se debe -de acuerdo con la mitología azteca- tanto la vida como la muerte de todo lo que es. La misma tierra que engendra y crea, destruye y devora. Nada escapa a su poder: ni dioses ni hombres, ni plantas ni animales. La escultura es un enorme bloque de piedra en el que vagamente puede reconocerse el contorno de una figura humana. En este colosal monolito rectangular pueden distinguirse una serie de atributos humanos y animales: corazones y manos humanas cortadas, cabezas de serpientes con sus fauces abiertas y lengua bífida, garras de fiera, etcétera. Aunque todos estos atributos, considerados aisladamente, se presentan en forma realista, se articulan para plasmar en piedra la idea del poder omnipotente y tremendo de la diosa de la Tierra sobre todo lo que nace y muere. La contemplación de este colosal monolito, con sus formas y atributos aterradores, debía afirmar al espectador -al azteca que compartía la correspondiente concepción mítica del mundo- en la creencia del poder terrible de la diosa al que él -como todos los seres- no podía escapar.
Tres objetos distintos y una misma función Los t~es prod~ctos de la activid~d práctica humana que acabamos de senalar -pintura r~pestre, plla bautismal, escultura de una diosa- corresponden muy distantes ent re s1, , . a soc1e · dades . . ,a epocas . con una organ1zac1on · 1 muy d'1st'in tas·, a . . interna , económi·ca y socia de desigual · d el mundo culturas . . nivel. de . desarrollo y a co ncepc1ones · diferentes -mágica, rehg1osa en cornún . . .y mítica . Lo s t res t 1enen para nosotros el ser obJetos . dignos . . de. se r con t emp1a d os: ya en la cueva e~ que fue producido ong1nanamente (I); en la iglesia en que fue instalado para ·, ntua . 1 (Z) , o en el , que cumpliera su f unc1on M u seo d e Antropologia al que fue traslad d . a o para su contemp}ación (3) . e on 1os tres o bJetos, no. obstante su d.1vers1.da d , establ ecemos · 1 · , , h oy 1a misma re ac1on: estetica A ellos espec· nos acercamos como tad ores y, a l mantener ante ellos la mi'sm a act1tu . d contempIativa, compro b amos que 1os tres cumplen la m·1sma f unc1on . , este, ti·ca ·
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INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
combinación.de líneas y colores en una superficie pla~a (1 ); como int _ gración de superficies, volúmenes y figuras en relieve (2), o cont conjunto de formas distribuidas en la triple estructura de un blo~ que de piedra (3) . Ahora bien, la forn1a no es sólo la organización interna de la materia sensible y, por ello, índice de la capacidad de transformación, de la creatividad, del ejecutante o "artista" en ese proceso de formación; sino forma a la que es inmanente un significado inscrito, gracias a ese trabajo o proceso de formación, en la materia sensible. Y este significado, puesto que es inmanente a la forma, no se pierde o diluye en la obra ya formada al perderse o diluirse su función originaria. En concordancia con esto, tenemos lo siguiente, circunscribiéndonos a nuestros tres ejemplos: 1. El "bisonte saltando" de la pared rocosa de la cueva de Altamira ciertamente no es para nosotros un instrumento para cazar un bisonte real; o sea: ya no funciona mágicamente. Pero tampoco se reduce a la combinación de líneas y colores que el cazador prehistórico trazó hace treinta y cinco siglos en la cueva de Altamira. En el realismo de la figura animal y en la perfección con que se la presenta en movimiento, esta pintura rupestre no sólo testimonia el dominio de la materia que acredita su organización interna, formal, sino también la encarnación de cierta actitud del hombre prehistórico ante el mundo. Justamente esta actitud explica que lo pintado reproduzca tan fielmente lo real, ya que su eficacia mágica dependía de la perfección de su reproducción de la realidad. Sólo así el bisonte pintado podía contribuir a la caza efectiva del bisonte real. Al contemplar ahora -como visitante de la cueva- la pintura rupestre, ciertamente la función que cumplía originariamente ha desaparecido. Nuestra mirada se detiene desde luego en sus líneas y colores, en su figura. Con ello, nuestra atención se desplaza a la forma, pero a una forma impregnada de un significado en cuan.to que se encarna en ella la actitud mágica del pintor-cazador prehis· tóriéo. La función mágica ya no es elemento vivo de la obra, pero sí lo es el significado ideológico -la concepción mágica del mun· do- que llevó a su ejecutante a crear la forma adecuada a esaf~nción originaria. Y esa forma, desligada ya de su función magica pero no de su significado, es precisamente la que ahora permite-e~ la actitud contemplativa del espectador- que la obra cumpla la fu~J ción que llamamos estética. En suma, la pintura rupestre que para0 _ cazador paleolítico funcionaba mágicamente, hoy funciona para~ sotros estéticamente.
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LA RELACIÓN ESTÉTICA
2. Lo mismo sucede cuando nos situamos como . 1 ·¡ b · s1mp es espectadores ante Ia pt a · a_ut1smal de la iglesia belga. La pila deja de ser en ese m.omento un instrumento ritual y se convierte en un objeto que n~s interesa por su for1!1a y nos atrae por la ejecudón que tesumonia. En suma, se c~nv1erte para nosotros en un objeto digno de ser contempl,ado. Ciertamente, el creyente católico puede si-' tuars.e hoy ante el en una actitud contemplativa en la' que el objeto : !11 es mas usad~ que con~emplado, al funcionar para él como instru- · . ' . mento o medio necesano para cumplir el rito bautismal. Ahora bien, : ·./·: al desplazars~ l~ atención a la forma y dejar.de ser,un simple medio para el cumplimiento de una función ritual, el objeto. ya no funci9na :· \ . .I ritualmente, incluso para el creyente, sino estéticamente. Es decir, deja de ser instrumento de una finalidad ritual para ser.obJeto de ·'.: contemplación. Y aunque el espectador no sea un creyente católico, · \, la obra se le presenta con el significado religioso inherente a la fár\ ma o con la concepción del mundo traducida por la pila bautismal · / ' . ·· ·. en el correspondiente lenguaje plástico. · · · ·.-:::.> :· 3. ·La escultura azteca Coatlicue, que hoy contemp.l a.mos e·n ·,el \ . -. '; ':l Museo Nacional de Antropología, nos conduce a una conclusi'ón ' ' .· '.:, I semejante. La Coatlicue del 'inuseo es y no es la mis~a que esta~a _.:... / , .: ·'. :1 en el Templo Mayor de la antigua Tenochtitlán. Ciertamente, en el ·. ,. · ,,- · ': .} 1 monumental bloque de piedra encontramos los mismos atributos qué . ·. · ):.', aterrorizaban, al verlos, a sus adoradores aztecas. Ahí est.á n el co- · . _-. '. · ,.) llar de corazones humanos y de·manos cortadas, las c~bezas de·ser:'· : !_. .\· ) pientes con sus fa uces y colmillos, las garras de fiera. En suma, todo ·..< aquello que daba cuenta de su poder terrible, como di9sa de la vida··, · '·. .· : _·:·. :\/ y de 1a muerte, y que esHtremecía de horror a los q uem · l~mcon_tesmt.. Ptl~ban . . . . ._, ,:,:··.·.:,,··.;_t. en e1 Tempo . 1 Mayor. oy vemos en e1 museo 1a 1s a e a ua, ~1· , ,' :. ,:1j mismo bloque de piedra y los mismos atributos, pero no vemos to.do · ello de la misma manera. No lo vemos con horror sino con admira- , . ·.'· , i~ ,:..:~,. ción. No vemos la diosa terrible del antiguo templo, ·sino la obra .~~, .. · .·.'.: i/) arte instalada en la sala del museo. La diosa q~e encarna el bl_o que :. '. ·..-; .-:<:·, i /! de piedra_ha perdido su poder terr~ble. ·A na~~e est:e~ec~ .. O .se~~ ·· ·. :~/.\:;:;,¡: aunque conserva su forma, ha perdido la func1on onginar~a,. sobre . ,. : _. . :;../ 1 cogedora que cu~plí_a .en la sociedad azteca. Ahora ~os .hm1tamos . . . ~ ;.\}\ ' a contemplar el.monohto como.una ~bra de arte por la form.a .que ... · . :.. :/.:·'; se ha dado a la piedra, por la maestna con que .~e han c_om~i~a9~! . ..: ~:::·,(,·') :, en u l · l' f los elementos reahst?s y s1m.boh~os, . ... ;: (:;'(: ·: e ª. os recursos p as icos, . · Coatlicue no:sólo . .:::::,/ / los atributos humanos y extrahumanos. ~e~o 1ª . . · · · .·· ·, .;·.~,:·:,\:i ¡ h 1 dominio con que, a11mpnmlf , _. . ,, ,,,.·.- .,t :J 1 ~uestra a Io.s es~.ectadores d e ºY. e · se ha tratado a·la m~- :· , .,:_'..':.) >,i:: ? ·: 1
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teria, a la piedra, sino también con el signifi~ado -la concepción mítico-cósmica del pueblo azteca- que gracias a ese dominio y a esa organización se ha hecho también piedra. Se ha perdido la función originaria: la Coatlicue ya no aterroriza a nadie; pero, no se ha perdido el significado de su poder terrible inherente a la forma petrificada. En suma, los atributos de la divinidad, tal como se dan en el bloque de piedra, ya no cumplen la función que cumplieron en el Templo Mayor para los aztecas. La función ·q ue hoy cumplen en el Museo de Antropología para los espectadores que contemplan la monumental escultura, seducidos por su forma y por el significado mítico-religioso que, gracias a ella, expresa y simboliza, es la función que llamamos estética.
Dos cúestiones acerca de la relación estética Los ejemplos anteriores demuestran que hoy podemos entrar en una relació.n estética con objetos de épocas, sociedades o culturas lejanas o distintas, cuya producción no estaba guiada por una finalidad estética. Mientras que los objetos de este género en los ejemplos citados pertenecen a épocas que se remontan respectivamente a 35, 9 y 5 siglos, la relación estética propiamente dicha, o la que hoy consagramos como tal sobre todo en los museos, comienza en Occidente hace apenas cuatro siglos, y en rigor sólo se afirma desde el siglo pasado y culmina en el presente. Ahora bien, si hoy contemplámos o consumimos estéticamente objetos que no fueron producidos con una finalidad estética, o para que funcionaran estéticamente, tenemos aquí una disociación de producción y consumo. O sea: la obra no es consumida de acuerdo con el fin y la función que determinaron su producción y viceversa: a la producción corresponde hoy u~ modo de consumo (la contemplación) no buscado con ella. Esta disociación de la unidad originaria nos obliga a plantear dos cuestiones medulares para el esclarecimiento de la naturaleza de la relació~ estética, a saber: Primera: ¿Cómo puede funcionar estéticamente un objeto producido sin una finalidad estética? · Segunda: ¿Có,no puede producirse sin finalidad estética un objeto que, sin embargo, funciona estéticamente? Al plantearse la primera cuestión partimos·del reconocimiento del hecho de que la relación estética propiamente tal -es decir, con
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la conciencia de su especif~cidad y,autónomía; tanto en su produc-:ción como en su·consumo- no se daba en el pasado y, en verdad sólo se da desde los tiempos ·modernos (arte del Renacimiento, esté~ · tica kantiana), aunque la autonomía de.lo estético (concebido sobre · todo como lo bello} respecto de lo bueno, lo justo y lo útil comienza a vislumbra_rse en la Antigüedad griega.:Se trata, pues; de determinar cómo ypor·qué surge y-se afirma la:relación estética como relación específica y ·relativamente autónoma del hombre con la realid_a d. La segunda cuestión nos lleva a tratar de adarar,siJo :que hoy se nos presenta como estético en objetos que no 'fueron producidos con una intención estética, ha sido puesto en ellos por·la conciencia · estética occidental, móderna y contemporánea.-10 ,que supondría admitir que la producción de .obras como las que hemos considerado·. se ha operado en plena inconsciencia estética-, o si por el contrario .· hay que reconocer la existencia de cierta conciencia estética, por rúdimentaria o difusa qtie fuera, en quienes produjeron dichas obras. :·,. ':
Relación con ·objetos producidos · sin finalidad estética
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Con respecto a la 'primera cuestión, insistimos en el hecho de que los :. : :.:. ·.' ,: .· objetos mencionados -pintura prehistórica, pila bautismal, monoii-· ... .-.- ·. :..·: · to azteca- funcionan estéticamente para nosotros, los espectadores . ·. :· :. : : de hoy. Al contemplarlos en la gruta, la iglesia o el museo, nuestra. ·.· ·.·· .·~. atención se desplaza de su función originaria, extraestética, a la fo'~-. · .';:·...:.. ma. Pero insistimos, asimismo, en que por ser esta última la forma · ·. · °' · sensible de una materia a la que es inherente - .como forma .mate.:. .· · '· rializada o materia formada- un significado (mágico', religioso_.'o .' mítico), el efecto estético del objeto no lo provoca una fo~ma .' ~pura'\· -: · · .'.·. sino la integración de la forma y la materia, gracias a la cual la .obra:' · . . .,. significa y se abre a un mundo humano (mágico, religioso o mítico)~ ... . ,:,. En este sentido, la pintura rupestre, la·pila bautismal o la escultur~ :, : . ·: · azteca -para seguir. con los ·mism.os .ejemplos-, ·funcionan hoy,' . :· .. :..- .· · ·.· Para los espectadores que 'las contemplan, desprendidas de ·su~ fun':' ,-· · . , · · ciones originarias .(mágica, religiosa y mítica),, pero no aislaµas del ._. .' .' ... ~ignificado~ de la concepción.del .mundo q~e se enca,rnil'en .ella~. ,y .· ·., ·.. ·:_:_··.· Justamente en cuanto que el objeto significa a t.r~~es -de s~ _for.1!1ª . .· ~ensib~e, asume para·· nosotros una nueva ·fu~c1?n: no 0~1g1nana:· : ..... ·<.' \i Justamente .la. que llamamos ·estética. Y · Ia cumple prec1s~,me.n~e ., · . :··. : >;: c~ando lo contemplamos. Con ·el desplazamient? de la r1;1,nc1on_on~·.: ,,, .:· .. .-:_ ·.··:<, ginaria a la·forma sensible y significativa, se opera tamb1en un. ~e~-... · . : ·., 1·
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INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
. . · le medio o instrumento plazam1ento del obJeto como s1mp . .al. ob·Jeto como fin. La obra no se contempla ya .como medio al serv1c10 de un fin exterior a sí misma; o sea: como tnstru"!ento de caza (1), dispositivo ritual (2) o máquina de terr?~ ,(3)! sino como un fin en sí. Pero, aunque desligada de su cond1c1on instrumental, n~ lo está del significado que late en su fo~ma. P~r ~llo, podemos decir que la pintura rupestre, que ya no funciona magic.amente, es para nosotros magia hecha línea y color; que la pila bautl_smal q~e: al ser contemplada no cumple ya una función ritual, es idea re_hgiosa e~ bronce, y que la Coatlicue que en el museo ya no aterronza, es mito hecho piedra. En cuanto que la forma sensible de la obra es el producto de un trabajo creador sobre la materi.a , la atención a esa forma se extiende a la obra entera como producto de una actividad human~ creadora; es decir, a lo que hay en ella de arte. La palabra "arte" (en griego, tejne) significa originariamente la habilidad para hacer algo bien, para producirlo excelentemente. Y esto en la Antigüedad griega vale tanto para construir sillas, vasos o barcos, como para crear cuadros, relieves o estatuas; tanto para los oficios y profesiones como para las artes en sentido moderno. Se trata de un hacer que tenía un fin fuera de sí y no un fin propio. Durante siglos y siglos la obra artística se vio así: como algo bien hecho o hecho con "arte", pero al servicio de un fin exterior del que dependía, en definitiva, su valoración. No se la veía, o al menos no era vista primordialmente como obra de arte. O sea: por su. capacidad de provocar en el contemplador una experiencia específica, estética, que dependía sobre todo de la creatividad desplegada en ella y testimoniada sobre todo por su forma. . Si consideramos que las más autorizadas historias universales del arte abarca~ a~roximadament~ ~uarenta stglos, ya que se inician con las reahzaciones del paleohtico superior, .resulta entonces que arte -l_o que _hoy llama?'los tal- apenas si ocupa una estrechísima franJa ~e ~1empo. Existían, ciertamente, los objetos que hoY llamamos artistico~~ pero durante siglos y siglos no existieron como tales ..Su recuperacion com~ obras de arte tiene lugar en el siglo XIX Y culm1,n~ sobre to.do en el siglo xx. En este sentido, el arte antiguo de Mex1co, por eJ~mplo, sólo entra en el universo estético en el siglo xx, y a ello contribuye decisivamente -c . p 1 b' , orno h a su b rayad o actavio az- e. cam 10, radical que en la con ciencia · . estet1ca , . pro· vocan . las revo1uc1ones artit~cas de nuestro siglo f ndos . ·· · ' d 1 Y 1os cambios pro u 1 que, en a v1s1on e pasado prehispa'n·1co, suscita . la Revo lución
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Mexicana ·de 191 O. Antes de la Conquista lo q, u·e · t' · · · ·... · : \\: . ºd ·d , · · , ex1s 1a era una · . ·,·;. act1~1 a prba~t1ca, creadora, que desembocaba .en la producción . :·.,.' de ciertos o Jetos -como .la Coatlicue- destinados a a 1 1 ~ d · · "d d · p acar a ira de una 1v1ni a ,tern~le, o a mantener al hombre en armonía con . · ' e! cosmos. Na?a mas a~eJado del toltecqt/.(palabr~.nahua que difícilmente P?fna t~adu~irse ~~r ''artista'') que Ja fi~alidad de pro~ · vocar. una . expenencia .e stetica'', o el deseo de·. proporcionar con ella cierto. ".placer'~.·· i . · . , · .- . • , , . • •• •. . : .. . • La relación estética ·s e constituye propi~me~te 'e~.~~.proc~~o histórico de·autonomización de lo estético en ge'n eral y,de io artístico en particular, balbuciente aún en-la antigua Grecia, ya .definido :en .. los tiempos modernos y consolidado en· el siglo xx..Ese. pr'oceso se.·.··..-·.·. .· caracteriza por los dos rasgos antes señalados: a) desplazami.e nto·, · ,· · de la atención de la función a la forma, del medio al fin, o tainbi~n: de la función utilitaria (en el doble sentido de práctica y.· espiri~ual). ·· · ' . · . a la función estética; y b). atención a la obra como obra de·arte;-. es · 1 decir, como producto de :una actividad humana práctica, creado'." :· ·. / ra, específica. ·, . · \· .·: -._ ..... · . . . .' Este proceso de, autonomía de lo estético. y lo artístico; 'queJ .o s·- ::. ._- · · griegos comenzaron a recorrer al pretender hacer un arte laico ;que · . ·.. :: rinde más culto a la belleza que a los dioses, encuentra también .eh ...:.·:_:" : ·.' la misma época, en Platón, el primer crítico de un arte .sin'··.valor '. ·. :· ... utilitario, gratuito y placentero. A éste contrapone un .arte:que:se· .' i · . nutre de valores religiosos y políticos a los que sirve com~. sirv.eil . · . ·:· ·. , "los himnos a los dioses y los elogios a los héroes" (La república,·· ·.: . X, 607, a). El ·proceso iniciado, apenas vislumbrado .en la·· Grecia clásica, se detiene en la Edad Media, en la sociedad feudal occiden.:. tal que, a través de una escala jerárquica del poder u organización . social piramidal, únicamente reconoce en la cúspide ·aLvei;dadero · '· , ... creador: Dios. Sólo al desarrollarse nuevas relaciones de pro~ucdón . capitalistas y con .ellas una nueva org~niza~ión social~ en·' la, que ., ..~· · :'. una nueva clase dominante, la burgues1a, afirma cada vez mas su . , .. . poder económico y político, se desarrolla ~ambién una ideolo?ía ' ..... : humanista, en la que el hombre deja de ser siervo o vasall,o d~ ~1os ; · · .: .. · para convertirse en dueño y señor. Su riqueza ya no es .sólo .espi~t_ual . :·. .;...· sino corpórea y sensible. Se abandona por ello el ascet~s~o med_i~val_ · : ·.··:" como una mutilación de la riqueza-humana. La creativid.ad deJa·.d.e · ·.: .· · .'. :_ ser monopolio divino y se atribuye también al ?º~bre~ Albertv Y·. .:,: .' ·.:.: Marsilio Ficino en el Renacimiento no sólo adm1ten ·que el-ho~~~e: : _,_·: · . .'. . que. su creac1on .. , en e1t erreno del arte es comparable Crea, sino .. . · o as1m1-' · . ··,.. ·.·:. lable a la divina. El hombre,se afirma como ~er. ~cttvo,. ~onstruc~or >. ...;\_._ ',!
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INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
, plano teórico sino práctico. Por esta razón y crea d or no so1o en e1 1 f · ' dejan paso a os orJadores de ·t ños medievales . l · los ascetas y erm1 a Estado, a los políticos, a los grandes capitan~s Y ª os ar~istas. En la Edad Media, los pintores, escultores Y arquite~tos no pintan, esculpen o construyen para que se oiga su voz ~r~pia; en sus ?bras es . · habla a los hombres. En el Renac1m1ento los artistas firD1os qmen . d · d. 'd l man sus trabajos para hacer valer su personahda . 1n IV~ ua , Yaunque recurran a temas religiosos es el artista Y n? D1_os quien da su _valor a la obra. A pesar de recibir encargos de la 1gles~a ya no es ~n s1~ple artesano al servicio de ella. Se va afirmando as1 en la conc1enc1a estética moderna la idea de que el arte no es mero instrumento o medio sino arte· es decir una actividad que consiste no sólo en hacer bien las cosa~, creado'ramente, sino en hacerlas teniendo en ella su fin propio. Un crucifijo en la Edad Media es ante todo un objeto de culto, la representación simbólica de Cristo clavado en la cruz. Justamente por este significado, la imagen de Cristo suscita la devoción del creyente. Le basta asociar ese significado a la imagen para besar el crucifijo devotamente. Ahora bien, en el Renacimiento esto no basta: el crucifijo debe ser también bello. La anécdota que cuenta Arnold Hauser (en su Historia social de la literatura y el arte) acerca de un creyente que, en su lecho de muerte, se niega a besar un crucifijo porque es feo y pide otro que sea bello, muestra ejemplarmente el cambio profundo que, en la concepción de lo estético y lo artístico, se opera en el Renacimiento. Desde un punto de vista social, la autonomización del arte y la afirmación de la personalidad individual creadora del artista, presuponen cierta división social del trabajo y, dentro de ella la actividad artística como profesión separada de los gremios medievales, que quedan reservados a los trabajadores manuales O artesanos agru~ados en ellos. Justam~nte para subrayar la espiritualidad que distmgue al arte del trabaJo manual, propio de la artesanía Leonardo da Vinci dice que "la pi~tura es cosa mental". y, precis;mente por ser cosa ~e la mente, la p1ntu~a se ~semeja a la ciencia y se diferenc~a del trabaJo m~nual. En su divorcio de la artesanía y en su dominio sobr_e el mat~n~l al que el a~tesano se halla sujeto, León Bautista Albert1 ve la dignidad d~ .la p1n~ura, que al igual que Marsilio Ficino compara, . como creac1on art1stica , con la d'1vina. · . El movimiento a la vez artístico y soci·a1 d · d · . . e 1n epen d'1zac1·0• n del artista respecto de la iglesia primero y d 1 d yes o ' · d , , , e os po erosos, re pnn~ipes, espues, conocera en su camino los obstáculos que le
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INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
seo. El traslado de una escultura religiosa, por ejemplo, del temp¡ donde era objeto de devoción al museo para convertirse allí eº objeto de contemplación, no es un simple traslado fJsico: signific~ una transformación radical en la naturaleza del obJeto. Ya no se trata del que cumple una función ritual religiosa, sino de un objeto que funciona estéticamente. Y como tal, junto a otros que comparten el mismo espacio, consagrado exclusivamente a la contemplación, está allí en el museo como obra de arte. ·Ahora bien, en cuanto que las obras se q.esligan de las funciones que cumplieron originariamente o de la finalidad con que fueron producidas, las obras artísticas se igualan por el cumplimiento de una misma función: la estética. Resulta entonces que la relación estética con ellas no sólo se autonomiza respecto de otras relaciones -utilitaria, mágica, religiosa, etcétera-, sino que también se universaliza. Se extiende a todo objeto que pueda cumplir una función estética, independientemente de su función originaria, de la época y el contexto social en que ha surgido, de la forma sensible con que se presente o el significado que se encarne en él. Las pinturas rupestres de Altamira, las estatuas egipcias, las catedrales medievales, las pirámides mayas, los frescos renacentistas, las esculturas aztecas o las máscaras negras, para referirnos ahora sólo al sector del universo estético que llamamos arte,. permiten a los espectadores de nuestro tiempo mantener una relación estética que, por no estar limitada por las particularidades antes señaladas, podemos calificar de universal. Esta universalidad no siempre se ha dado; es decir, no siempre ha sido reconocida aunque hoy pueda hablarse entre nosotros, Y con la mayor naturalidad, de historia universal del arte. En un pasado no tan lejano, sólo se admitía la relación estética con los productos del arte europeo occidental, y en cuanto se ·sujetaban a los cánones clásicos. Y cuando se admite la existencia artística de objetos de otras sociedades o culturas se trata, en una primera fase, de una universalidad de vía estrecha, ya que esos produc~os sólo son aceptados estéticamente al ser considerados con los OJOS de la estética euroclasicista. Y así los considera, por ejemplo, en 1520, un · año antes de la caída de Tenochtitlán, el famoso pintor Alberto Durero al contemplar algunas de las creaciones aztecas, traídas al emperador Carlos ·v "desde la nueva tierra del oro''· su admiración ante aquellas obras le hace decir: ''eran tan bellas q~e sería maravilla ver algo mejor". Y también: "en ellas he encontra ~ objetos maravillosamente artísticos". Pocos añ.os después, e 1
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L'A RELACIQN ESTÉTICA
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humanista Pedro Mártir de Anglería exclama . al cont . b' to . "l emp1ar 1os nusmos o Je .5 · 0 que me pasma es la industria·y el arte con . '' que la o bra aven t aJa l mat ena .· Y agrega: ''no he visto jamás cosa alguna que por s~ belleza pueda atraer tanto la mirada de los hombres"; . Ahora bien, como comenta Miguel León Portilla tanto ourero como ..Pedro Mártir aplicaban a .esas obras ."el calific~tivo de bellas Y genuina~. obras ~e .arte''. por la analogía que e~contraban en ellas con cre~cio~es art1st1cas de.tipo occidental. Ciertamente, esas·. obr~s ya eran·.c onsi~~radas estéticamente, pero pasando por Ia·vía particular del arte occidental. Se trataba, pues, de una universalidad· '. limitada,. ~stre~ha aún. Sólo más tarde, en el siglo XIX y sobre todo en el XX, una e.s cultura azteca o una máscara negra africana serán · reconocidas como ·"obras de arte", sin ser asimiladas al arte occidental y en igualdad de derechos estéticos en cuanto que, como él, cumplen una inisma función: la estética. Así pues, la universalidad de esta relación es histórica no sólo en su origen sino también en su desarroll~; es ~~~ir, depende de la incorporación sucesiva ·de for- · mas. diversas de· producción artística, incluyendo en ella el vasto campo de la que originariamente no tenía una finálidad estética~.. Ahora bien, cualquiera que sea el tipo de objetos que entran en esa relación, tanto en sus ·orígenes como en su desarrollo, ·se halla· condicionada po_r factores económicos, sociales y culturales como son: el modo de producción material, la división social del trabajo, las relaciones sociales de producción, la estructura de clase de la sociedad, la ideología dominante, etcétera. Pero, una vez que la relación estética se afirma modernamente como modo autónomo ·y específico de apropiación del mundo por el hombre, dicha relación tiende a universalizarse: o sea, a extenderse a objeto.s que, ·desligados de sus funciones originarias y del contexto histórico, social o ideológico en que fueron produ~id?s, PU:eden suscit~r p~r. su forma ·sensible, por su estructura o~Jet1~a, c1ert,o. efecto_estet1c? aunque no fueron creados con una f1nahdad es~etica. Y e~t?. universalidad que se alcanza al precio d~ no cumplir ya .las .f~nc1on~s para las ·q ue 'fueron concebidos, de aislarlos de l~s cond1c1o~~s.· e~ que surgieron, queda consagr·a da al entrar el obJeto e~ el tem~lo . .. . .. mayor del arte: el museo.
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INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
. . . f' rd d estética objetos que, sin embargo, funcionan d uc1rse sin tna t a ta misma entraña l para nosotros·estéticamente? Ya la pregun . .e re. . . t d dos 1·1echos antes señalados: pnmero, que ciertos conoc1n11en o e . · d Al · . humano (pintura rupestre e tamira, pila b · 0 1 d pro d uctos e tra aJ f d · do bautisn1al belga, escultura azteca) no ueron pro uc~ s par? que funcionaran estéticamente; y segundo, qu.e estos obJ~tos, asi producidos, funcionan hoy estéticamente. Nadie se atre~er~a en nuestros días a negar ambos hechos. Ahora bien, su. co.nocim1ento entr~?ª a su vez -como ya hemos expuesto- lo s1gu1~~te: a) la relac1on estética con dichos objetos implica que la atenc1on ~~l espectador se desplaza a su forma sensible, desligad~ d~ 1~ func.ion a la que se . adecuaba originariamente, pero no del s1gn1ficado 1ns:par~ble de ella· b) esta conciencia de la forma es, asimismo, conciencia de la aut~nomía y especificidad de lo estético o del objeto producido como obra de arte; y e) esta conciencia no surge ni se desarrolla paralelamente con la producción que hoy -no originariamente- se considera estética; en rigor, sólo se destaca y afirma en los tiempos modernos. Ahora bien, la conciencia estética así entendida, ¿significa que . hasta su aparición balbuciente, o con más exactitud hasta su afirmación ·en la modernidad, se ha producido estéticamente en plena inconsciencia? O, volviendo a nuestros ejemplos anteriores: el cazador prehistórico, el artesano medieval o el toltecat/ azteca, ¿produjeron lo que hoy consideramos artístico sin la menor conciencia de la forma; o sea de la necesidad de introducir en la materia las propiedades que llamamos estéticas? ¿Es legítimo establecer un corte tan tajante en la historia de la conciencia estética entre el periodo anterior Y el posterior al Renacimiento? Si la historia universal del arte incluye una producción que abarca cuarenta siglos, ¿habrá que negar a lo largo de esa historia lo que sólo se reconoce desde ~ace cuatr?, siglos (y p~ra ~lgunos desde el siglo pasado), a saber: la produccion c~n conc!enc1a del carácter estético de la obra que se produce; es decir, destinado ante todo a ser contemplado? . :ropone.mos co1~0 respuesta a este abanico de preguntas la s1gu1ent~ tesis: en P.nmer lugar, desde el momento en que se producen obJetos · ente una . . con cierta forma . ' tiene que darse necesanam conc1enc1a de ella, por o rudimenta na · que sea, a la que . difusa . d 11 po . emos. amar conc1enc1a estética·, en segund o 1ugar,· est a eoncienc1a! propiamente de la.~orma, es inseparable del roceso ráctico-matenal de transformac1on de una materia p p fin en 1 que consiste el trabajo humano. ' con arreg o a un '
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Fig. h21 · L~ esc~ltura azteca Coatlicue, co n sus formas . · er y atributos a terradores, ace cmco siglos un instrumento mítico para afirmar el poder terrible de la t. ..~s~ de la tierra. Hoy, e n el Museo Nacional de Antropología de la ciudad de •vaex1co · no ' a nact·1e estremece, ya que la relación que el espectad or mantiene con ella es una relación mítica, sino estética. (Za. parte, cap . 1.)
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·opO· Fig. 22. Cuando al a tard~ccr '>C cierra esta sa la del Musco Nacional de :'ºt~c ser logia de ta ciudad ~e México, las es ultu ras prehispánica. que a lberga .~cJa~tétiCH· con templadas y, sin esp clador algun o, quedan fu era de toda situac1on e téti· Tienen entonces una existencia muda, p tencia l, no efectiva O propiamente es ca . (2a . parle, cap . 11.)
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El mundo representado y expresado en este cuadro de Van Gogh, El ~ormitorio del artista (Museo Van Gogh, de Ámsterdam, Holanda) tiene un espacio Propio: no el físico delimitado por el marco, sino el humano inventado o creado Po~ el pintor. A su vez, lo sensible en esta obra, como en todo objeto estético, adQ~i_ere un significado que aquél de por sí no tiene. Los colores cobran aquí el significado emocional con el que el pintor expresa cierta relación humana con el mundo, dando Jugar a otro nuevo : el mundo de Van Gogh. (2a. parte, cap. 11.) Fig. 23.
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Fig. 24. Cuan d o perc,·b·irnos Ia v,·ct a, e 1 dolor o el movimiento frenetI · ·co en 1ª piedra inerte del g_rupo escultóric.o, Loocoonte (Museo del Vaticano) •. no esr:~d05 ante algo Irreal, sino ante un ObJeto pecu li ar que, en la piedra trabaJ ada, h quirido una naturaleza específica: la estética .
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su. · espectador no produce o crea este Autorretrato (1907) de P1casso, pero ~.~E . téti~ntervención, al percibirlo se hace necesaria para que cumpla, como objeto esco ' sud est·mo fmal. . (2a. ,parte, cap. u.) ·
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Fig. 26. Para producir lo estético, no se requieren materiales exclusivos o privilegiado . Un artista genial como Picas1io puede '>en1r,c, corno material, de do parte-, de una modesta b1c1clc:ta para a ociarlas creadornmcntc y hacer '>Urgir a5t
e-,ta obra de aric: Cobe:-.a de 101 o
( l' ari'i, 1941). (2a. par-
1t: , l ~I p . 11 . )
de vetá:· Fig. 27. El historiador tiende a ver en el cuadro La rendición de Bred~pla escéll) quez (Museo del Prado, de Madrid) una lección de historia . No lo conte te caP· 11· camente, sino para aprender o comprobar una verdad histórica. (2a. par '
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Fig. 28. El jugador de p elota, estatua de la cultura olmeca . A unque pudiera aplic.arse a ella el principio de la " secció n de o ro" , la esteticidad de esta obra escult órica n o se re d uce a la estructura objetiva a que se re r·,ere ese pnnc1p10, . . . ya que la ~statua expresa una relac ión hu mana, específica , del hombre olmeca con el muno. (3a. parte, cap. 11.)
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Fie. 29. lla de b arro rDJ· e in lapa, pro 1·u amente decora la p hcroin,_ '' Je la · ·1dn T ; na Já, e. t ado de J alí e , , Mé ·ico . on ella, . e prueba cj em la nncn te · _md JS· arte anía puede integrar -e - Junt o al arte, la nnturalcza , la 1• ·nica In 10 1 tria - en el uni er ·o ·in lími te· de I c ·réti ·<. ( a. Parte, ·np. 1 1.)
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R1chards Fi.g. 30. Es te velero de regata (diseñado por Ian Proctor Y construido . por
curnple °n and Plastic Ltd.), al desplazarse velozmente por el mar no sólo eººtempl1a dcorres pon ct·,ente función práctica, sino que suscita · tamb',en · -aI ser a o- una experiencia estética. (3a. parte, cap. r.)
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Fig. 31. Ancho es el mundo de lo estético. También puede estetizarse lo pr: obra utilitario o funcional. Así, por ejemplo, las superficies ondulatorias de est delas, arquitectónica, Restaurante en Xochimilco (México, D.F.), de F~lix Ca~eriala permiten estetizar con sus formas dinámicas, en expansión, lo que sin ellas rigidez de lo puramente funcional. (3a. parte, cap. 1.)
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Fig . 32• Con s PI , e.tecto CStétic u ~za de los Tres Poderes, en Brasilia, Osear Niemeyer logra un ciollalidad (~ al vincular su carácter monumental y representativo con su fun. ª· parte, cap. 1.)
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. Fig. 33. Como pue?e apreciarse en esta famosa obra suya, La Sagrada Familia, ra hasta en Barcelona, Gaud1trasciende el ngor y la funcionalidad de la arqu1tectu mate· alcanzar, con su tratamiento de los recursos técnicos, su dominio de los (Ja. riales, y sus1.)audaces formas escultóricas, efectos estéticos insospechados. parte, cap.
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Figs . 36 y 37. El Hangar para aviones, de Paolo Luigi Nervi (arnba) en. h 5 y tello y el Hipódromo de la Zarzuela (abajo) en Madrid de Torreja, Arn 1c e 0 • . • . ·guro Domínguez, prueban fehac1e~te~ente, a l ser con temp lado , que el rna n funcionalismo no logra excl uir cierto efecto estético. (3a. parte, cap. 1. )
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Fig, 38 verso~~ nu~tra época, no sólo se integran ciertos artefactos técnicos en el uniA.si le sirv;c~, smo que la técnica sirve también para producir un objeto estético. PaciaJ con
e ella Lazlo Moholy-Nagy para construir su Modulador lumínico esmotor (3a. parte, cap. 1.)
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GABRlEL GARC1A MÁRQUEZ
El coronel no tiene quien le escriba
. 39 . C o n y 1·cent e R OJ. O e 1 d 1ºse ñ o gra' r·1co no e una simple ilustrac1·o·n • e clava F1g. ¡as a de la palabra impresa, ya que adquiere un equilibr io d e b elleza y fu nción gra~"·ela s u trata mi e nt o estético . Así lo testim o nia e ta po rt ada s uya ( 1988) de una 11 d e García Márquez para Ed iciones ra .
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·~·: ·1 ·.·.: . . . .. ·... ,LA RELACIÓN ESTÉTICA
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volvan:ip s .~e nu~yo ·a nuestro primer ·e·e < ~, .· . o" · de J a· Cueva de Altamira E , J mplo. el bisonte sal-· ta nd ., : ·, · .. . · · n e1 se dan de d · · Jos hechos antes apuntados: ·se trata de un ob· t udn o cabal . . l'd d .. , 't' . . Je o pro uc1do no con una fina 1 a este tea sino estrictamente vital· . ·: · . . , para a 1canzar1a debía como instrumento adecuado un"a func·o, ;, · s· cumplir, . · · ·· ·· I · · ··, . , 1 n mag1ca. m
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e~b_ar?o,\ .p_o~. , ª.' p~e~tston del. trazo, la perfe~~ión, el realismo y el dmam1sp,~ ,~f .s:µ fig?rª, es.t~ 1nstrum_ento prehistórico es para n"o--
sotros .o~~~t?.--.d~ ·Uf1:a·r~l_ac1~n estética. Vale ·decir: furicióna esté- . ticam~n!e.: ~°.,ob.stant.e q~~ ~ue concebido, anticipa_d o idealmente y ·constr11:1~0.:J?~r~' que funGtonara mágicamente. Cabe 'recordar con esté.mp_t~vo..~~--~; s~r de~cubiertas ·casua'lmente las pinturas de Ai.:. tam1_~~ P~t ~11a .~t~a. ~e. cinco años, los ''expertos'' de la épocá en arte s~:negarc;>_~ -a ad.m1tir que, dada su perfección que las ·convertía • 1 eti-obra~ ·d~ . arte, fueran en verdad pinturas ·prehistóricas; . . ·. · Ahora···b1en, , para ak~nzar el grado de perfección o ·madurez creadcfra. _q ue revelan el dibujo y el color del "bisonte saltando"' fue precis,o ·que el,tjombre recorriera un largo camino ~ que Iqs antropólogos c·a kulan ·en unos 500 mil años, en el curso del cual, .a :1a vez que tran"s f~rm'a. ba a la natu.i:"aleza con su trabajo·, fue transfor- ... mándose. a.-.sí ·m isJno. · Eue· elevándose, a la vez, su conciencia de la relación, epfre med~os ·y .f~nes ;·entre fo~ma y función y, al misÍpo·· tiempo; fúeron afinándose y . desarrollándose sus sentidos como . · sentidos h-µm:anos (''la formación ·de los cinco sentidos es la obra' de toda la·historia universal anteriorn, ·Marx). · L~s .~ntropólogos ·. coinciden ~n afirm·a r que en un p~1mer y la~...: . guísimo periodo ( entre Io's 500 y 100 mil años antes de nuestra era), . desempefió. un papel decisivo la fabricación ?e los instr~~entos de trabajo 6' ~tilés. ·su producción debió de. exigir una sele~ción ~ad_a vez más .rigurosa y acertada de los matena,les, un emplee;>, ~e tecn,1cas cada ve:Z más· eficaces y una búsqueda de formas cad~ vez mas adecuadas a·1a fundón que el útil d~-b ía cu~plir. ~uvo_qu~ darse forzosamente cierta . conciencia de la relac1on forma-func~ón; ? .. . . sea, de qhe un·a fÓrma era más ad~cuada que otras p~ra el ~ump~i. . miento ,·de determinada ..función. De igual. ?1odo, es_1mposi~le n~ . . ·. . . · , · . · .· . renston de ,que determinado 1 1 · • c~eer.. que· tuvo qµe darse cierta comp . , .d O . trabajoi resi)ondía ·rriás eficazmente ,que otros ~l ~n persegm Y - . · ., , . . . · reducto meJor. En consecuen- .. . · .Q.ue cond1:1c1~ a un-.r~~~!ta~o, a un P . los reductos podían c~a,.Ip~-~á~erial~s, las ._t~cn1cas, los trabaJ~S ~n el ~umplimiento .del .· . · . ·. t~r"Je~~r~u\zad~s .~~~~:~~rdo ~on su efi~~ci~e la forma a la funció~. ·. :. ·. :_: 1 ~, me~ ~I?~ esta_ef1c~~.1a· po.r la ade~uacilO~OS el'"terreno ·de la ·hl- :. , -:·.._.: Es d1fic1f-no admitir ~s1empre-1nst~ .ª . .· - ·.- .' : · :·
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INVITACIÓN Al.A ESTÉTICA
pótesis, pero contando a favor de ell~ con las luces que arrojan con SUs estudios antropólogos como Leroi~Gourhan.-, que en el productor prehistórico del paleolítico medio Y supenor}entre los ?OO mil y 10 mil años antes de nuestra era) se fue dando cierta conciencia de la "buena forma" y, unida a ella, la del "?ucn trabajo"· Y que esa conciencia del "trabajo bien hecho", gracias ~I c~al se alcanzaba la "buena forma" tenía que ser a su vez, conc1enc1a de la capacidad propia para producir el útil dotado de esa forma. Por último, hay que suponer también que la conciencia de la "?uena f or.ma" y del "trabajo bien hecho", así como de la capacidad propia para realizarlo, tenía que ir seguida de cierto placer o satisfacción después de la ejecución. Así pues, en el curso de los cientos de miles de años que constituyen el paleolítico inferior y medio, se van afirmando en el trabajo -como proceso entre el hombre y la naturaleza en el que "la·actividad del hombre consigue transformar, valiéndose del instrumento correspondiente, el objeto sobre el que versa el trabajo con arreglo al fin perseguido" (Marx)- los siguientes rasgos:
1. Preexistencia ideal del producto y de su forma en la conciencia del productor, lo que implicaba a la vez cierta conciencia de la relación forma-función, de la bondad de la forma y del trabajo bien hecho, así como de la capacidad propia para materializar lo ideado mediante ese trabajo. 2. Dominio cada vez mayor del hombre sobre la materia gracias a: su conocimiento cada vez más rico y extenso de los materiales; la fabricación de instrumentos cada vez más finos y adecuados para domeñar esos materiales, y el empleo de procedimientos y técnicas cada vez más perfectos. 3. Eficacia cada vez mayor del útil para cumplir su función, lo que implicab~ la conquista de una forma cada vez más perfecta. 4. Placer vinculado, después de la ejecución a la conciencia del "buen trabajo" realizado y de la capacidad pr~pia para ejecutarlo. Estos r~sgos. fundamentales constituyen la condición necesaria pa~a qu~ surJa y se desarrolle un nuevo comportamiento humano que, sin deJar de reconocer .su carácter utilitario, calificamos de estétic 0 · T_al es el comportamiento que encontramos objetivado en las profund1dad~s de las cavern~s de Lascaux (Francia) y Altamira (España).en el pe~1od_o magda.lernense .del paleolítico superior, entre lo~ ~7 rT1 11/ JO mil anos antes de nuestra era. Pero ya d d I JeohtJCO rT1 ' es e e pa ·do . ( 100 ·1 40 ·1 d 10 . m1 a m1 años anteriores a nuestra era), se habían 1
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INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
Es difícil creer que el hombre prehistórico no t~viera cierta con. ,· · d · ,tr·oducir elenientos fonnales excedentes, estaba . . . • l' d l l , c1enc1a e que, a 1 11 rebasando el lín1ite práctico-utthtano nias al ª e cua s~ ~bna un nuevo espacio: justamente el que nosotros 1.1a1namos estet1co. Asimisrno, al producirse -no por puro azar- cier~os elementos formales que excedían las exigencias funcionales, tenia que darse también cierta conciencia de la capacidad propia para crearlos. Ahora bien este nuevo comportamiento que surge, con sus pérdidas y recup~raciones, en la larga búsqueda de lo estrictamente utilitario y que en esa búsqueda es rebasado, no significa que pueda darse algo totalmente ajeno -como sería la belleza- a la mentalidad mágico-utilitaria del hombre prehistórico. La disociación en forma y función, o la reducción de la primera a una función estética, no puede ser atribuida en modo alguno al tallador de sílex o al ''pintor" de Altamira. Aunque nosotros mantengamos hoy con esos objetos una relación o actitud contemplativa, semejante a la que mantenemos con una escultura de Rodin o un cuadro de Tamayo, no tenemos derecho a atribuir la misma relación o actitud al hombre prehistórico. Ya vimos que la contemplación -elemento fundamental de · e~a relación o actitud-, quedaba descartada con respecto a las pinturas rupestres de Altamira. Y cuando era necesaria -en el caso ?e 1~ talla de sílex- nunca perdía su carácter instrumental: de medio indi~pensable para poder tallar el objeto. Lo que nunca se descarta es, ciertamente, su funcionalidad, su condición de medio O instrument?, aunque se re?ase hasta cierto grado· esa funcionalidad. Lo que si en~ontramos, J~stamente en la medida en que se produce ese rebasamiento o gratuidad al perfeccionar l f · · · es un cambio de si no ., se a orma onginana, . g de la funcion. Lo conquistado -la capacidad d e producir formas cada vez , r . , , . mas per fectas- sirve ahor·a no para chumpb ir una ~uncion practico-utilitaria, sino simbólica Al pintar . om res y animales en las cuev b . · . función mágica Qued t , as, se usca la forma adecuada a u~a lamente vital, p¡ro en v:r~ ~as el ~alor utilitario en sentido estncal servicio de la magia El a ~dquiere una nueva utilidad al ponerr capacidad de transfor~ar ~;o uct~ del. trabajo, al poner en obra ª aunque simbólico pero u . materia, sigue siendo un instrumento, . · a su , n instrument forma- actuar soóre lo real E o que permite -gracias . , J1 s 1O que revelan, como encarnac10 y de una concepción mágica 1 Alt~~ira. Todo el poder crea~iv~~ndo, l~s pinturas de Lascauxaleohtico superior, en el que . e los pintores-cazadores del Pde 1 miles y miles de años de trab~jo~na lo conquistado a lo Iarg? tas Y entre sus más altas conquis
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INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
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Las conclusiones a que llegamos al examinar el primero de los tres ejemplos (el "bisonte sallando" de Altamira), y en torno al cual han girado nuestras reflexiones anteriores, pueden extenderse a los dos ejemplos restantes. En el caso de la pila bautismal del siglo XII, se trata de un objeto concebido y construido con una finalidad religiosa, a la que el artesano servía mejor cuanto mejor estuviera hecho. Es decir, cuanto más dominio del material y más creatividad desplegara con su trabajo. Es difícil creer q·ue ,éste pudiera llevarse a cabo sin cierta conciencia de su dimensión creadora, pues sólo ella podía permitir un cumplimiento tan perfecto de una finalidad religiosa. Y lo mismo podemos concluir con respecto a la escultura azteca, la Coa/licue. El fin que se perseguía: provocar un efecto aterrador ante la omnipotencia de la divinidad terrible, no er~ ciertamente un fin estético. Pero ese fin sólo podía alcanzarse si se era consciente de que los materiales tenían que ser trabajados hasta darles la forma adecuada; o sea, la forma que permitiría al objeto construido producir el efecto mítico-religioso buscado. Una vez más: esta conciencia de la forma, del trabajo necesario para alcanzarla y de la propia capacidad para realizarlo, entrañaba ya la conciencia de la creatividad, por elemental o difusa que fuera, que hoy calificamos de estética. En suma, la relación estética surge y se desarrolla en el seno de_la actividad práctico-utilitaria, en el proceso de producción de obJC· tos que satisfacen necesidades vitales. Sin embargo, ese pro~e~~ conduce a cierta gratuidad de la forma con respecto a lo estnct mente vital que está en la base del comportamiento estético. ~ero, como hemos visto, se trata de una gratuidad o autonomía relativas,
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104
INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
rnento inismo de lo estético. Vemos así cómo esta época nuest · · el proce.ra ' en la que el arte lleva hasta sus u'1 timas consecuencias . ., , . d I R . so de autononllzac1on de lo estettco que arranca e enactmiento tambiéi\_ la époc~ en que se re~ta~le~e ~a uni?~d ~e forma y fu~~ · ción, entendida esta en s_u sentido pr~ctico-u.tthtano. ~sto aparece con toda claridad en los intentos de diverso tipo encaminados a articular el arte y la vida cotidiana, lo estético Y lo técnico, así como lo estético y la industria. Lejos de desligar forma y función, y de considerar estético lo que ha perdido su función originaria, la relación estética arraiga en su unidad misma. Con lo cual el campo de los objetos, actos o procesos, con los que cabe entablar una relación estética, se extiende considerablemente. Pero, en verdad, trátese de objetos que funcionan o no estéticamente, de objetos que cumplen ante todo una función estética, o de objetos en la que ésta no puede ser desligada de una función práctico-utilitaria, sólo podremos hablar propiamente de relación estética si en ella, y en la contemplación correspondiente, se atiende a una forma sensible a la que le es inherente cierto significado .
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Hasta ahora he~ós considerado la relació~ estética como una for~a específica del comportamiento humano, _que surge y se desarrolla.en determin~,q-~s condiciones históricas y sociales hasta alcanzar una autonomía: relativa en los tiempos modernos. En este capítulo la exaIJlin~.r emos como relación entre un sujeto individual (espectador, oyente, lector) y un objeto concreto, singular (paisaje natural, producto.artesanal, artefacto,técnico o industrial, artículo :usual u obra de arte). Nos referiremos, pues, a la experiencia vivida por un sujeto en u~ _momento dado Y al objeto que es correlato necesario de ella. :ral es la experiencia o .relación en que se encuentra el espectador que contempla el Autorretrato .de Tiziano en una sal_a del Museo del ,Prado de Madrid, o.la del oyente que escucha la smfonía Júpiter de .Mozart en el Palacio de Bellas Artes de México. •
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Sujeto y objeto en -la situación estética 1
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Los .dos términos .de esta relación concreta, singular~ con.s!ituye~ una totalidad o estructura peculiar que llamarem~s s1tuac:on est:tica: Como en toda estructura, sus elementos,. as1 como a dtota _11. , • t n su umdad y depen enc1a dad de que fqrman parte, solo exis en ~eto un objeto determinamutuas. En ·ella, Y durante ella, un suJ . Y y otro sólo se comO 5 dos se comportan estéticamente. Per.~ ~ u: el todo y entre sí)-es portan así como elementos de una.relacion i~creta y ;ingular, y por decir, en una situación dada, siempl re .et no se comporta en todo t · . anto, temporal-, esto supon e que e ·b.suJe t o00 cumple siempre una O Jet ºmpla en cierta parte de su momento estéticamente, Y que el runción.~st(t~ca~:El espectad~r.que cone: museo, en otras p_a~tes de amigo, participa en Jornada ·el Autorretrato de T1ziano 0 ella trabaJa . ,·descansa · s· a v1s1ta a u . pue de mostrar en su ca ' · Es declf, . ' · , · y ·duerme. Una reunión festiva o pohtica, -. ' .
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INVITACIÓN A 1.A ESTÍ:TICA
otras formas de comportamiento: teórico, práctic,0 ,. moral, político, lúdico o religioso, en los que no se comporta estet1carnente. El objeto, el cuadro de Tiziano, al cerrarse por .1,a tarde el ~,u seo,, ~cja de ser contemplado, y deja de cumplir tarnb1en un.a fun.c1on este.t1ca. Por otro lado, como ya vimos en el capítulo antenor '. ciertos ObJctos estéticos actuales han cumplido en otros tiempos func1on~s extracstéticas (como las pinturas rupestres de Altarnira, o!ª c?,ª'!tc:ue azt~ca), o pueden cumplir también en ·la actualidad una f unc1on aJe~~ (ntu~I católica en el ejemplo de la pila bautismal belga) a la func1on estetica. En todos estos casos, el sujeto fuera del museo o en el acto ritual del bautismo, y el objeto -el cuadro- en las horas en que no es contemplado, o en que es sólo -corno la pila bautismal- un instrumento ritual, uno y otro -sujeto y objeto- se hallan fuera de· una situación estética. . Para que un objeto exista estéticamente, es preciso que se relacione con un sujeto concreto, singular, que lo usa, consume o contempla de acuerdo con 5u naturaleza propia: estética. Por consiguiente, mientras no es consumido o contemplado, sólo es estético potencialmente. El sujeto, a su vez, sólo se comporta estéticamente cuando entra en la relación adecuada con su objeto. En suma, sujeto y objeto de por sí, al margen de su relación mutua, no tienen real, efectivamente, una existencia estética. El objeto necesita del sujeto para existir, de la misma manera que el sujeto necesita del objeto para encontrarse en un estado estético. De esto se desprende que en el sujeto no se da algo así como una actitud estética, previa a esa relación, como sostienen algunos tratadistas contemporáneos, entre o.t~o~ Jerome Stoln~tz (en su Aesthetics and Philosophy of Art Cnllc1sm). Lo. que existe, en verdad, es la experiencia estética que provoca el obJet?, o el estado o actitud que se engendra en (y no antes de) la relación concreta, singular, con ese objeto.
Condicionantes de la situación estética L~ situación e~tética se halla condicionada por diversos factores. S1n ellos, el suJeto e.n un?s casos, o el objeto en otros, no pueden encontrarse en esa . . . s1tuac1ón. d .Estos factores indi'sp ensa bl es, O cond 1c1ones n_ecesanas, son e diverso orden, pero basta la ausencia de cualquiera de ellos para qu.e el encuentro sujeto-objeto no se produzca. P~demos hablar d~ factores objetivos cuando han de darse necesanamente en el .ObJeto para que el suJeto · d a enta'6 , · , pue bl ar una re1ac1 n estet1ca con el, y de factore . s su b.JeUvos cu ando
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INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
sea mal percibido. Sin estas caracterís~icas propias del obJ.et 0 · . . .. Ia d os y sin · los e , al igual que sin los factores o bJetivos an t ~s sena . ., I . d ua1es no podría darse su apancion, e suJeto no pue e entrar en deter : . b . b m1. nada situación estética. Conviene su rayar, sin em argo, que est . 'd . as características del obJeto, que se cons1 eran propias de él e inde. pendientes, por tanto, de cada percepción concreta, singular, no deben considerarse en sí mismas; es decir, al margen del contexto histórico, social y cultural en el que determinado sistema de convenciones o código permite considera·r ese objeto como estético y, por tanto, mantener con él la relación estética que se reconoce como tal. Para la conciencia estética moderna y contemporánea todo objeto estético es -como veremos, aunque no únicamenteun objeto sensible. Sin la presencia seqsible, no puede mantenerse con él una relación propiamente estética. Sin embargo, en la Edad Media, en la que la materia sensible es despreciada o arrojada al mundo del no ser·, o de las tinieblas (principio del contemptus n1undr), la relación estética se da ante todo con un objeto (Dios, el hombre como ser espiritual) suprasensible o inmaterial. No es que se niegue la cualidad sensible del objeto bello, pero la belleza de éste es más asunto del alma que del ojo, más belleza interior, espiritual, que belleza física o sensible. Por el contrario, para nuestra conciencia estética esta característica del objeto, su presencia sensible, así como los factores objetivos -sonido, luz- que permiten o destacan su aparición, son necesarios para que pueda darse una relación estética con cierto objeto. . Veamos ahora los factores subjetivos, igualmente necesanos para que el sujeto (un individuo concreto en una circunstancia dada) pueda entrar y encontrarse el) una situación estética. Son de diverso género . Señalemos, en primer lugar, los de carácter psíquico. Cierto interés por el objeto o atención a él son indispensables. El desinterés total o la indiferencia plena ante la existencia del objeto,o cierra las vías de acceso a su contemplación estética. Este interes ·, r en esa atenc1on pueden ser provocados directamente antes de entra 0 rel.ª~ion · ' con e'1 , o 1ndirectam · · ' de c~~ocedores nte por las sugerencias ' tica, 7 cnticos que ya han mantenido con el obJ' eto una relac1on este · . Ü t ' · , · am b.te? pueden ser suscitados por experiencias esteticas an_teflO del re~ del SUJeto con respecto a otros objetos -en el caso del arte o· mismo · , O la ate ~ cread or o d e la misma tendencia aunque el interes tura ción a la obra pueden ser despertados ~l contrario, por la r~P ar· q,ue. anuncia · con el sistema · ' de convenciones estéticas o e~'digosólo tistico conocidos. En suma, la relación estética con el obJet 0 0
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da si el sujeto se interesa por el objeto y 'está ate t , . ·.t.'..··' , se d · d . ·, , . n o a e1. Se trata en oibos casos, e una con icion ps1quica necesaria . ' auzca la relación ,adecuada a su naturaleza estéf1cpaLra0 q~e se ~ro.:. · b.' ob t ¡ · ª· que quiere d decir tal11: ien. que n . · as ª·que e. SUJeto se interese o esté atento al bJ'eto; · t'1vad os por O atencio' n mo · uene ,. ·que tratarse · .de un. Interés . O el obJeto este~1co e~, cuan.t o ta1. SI ese Interés oatención están.provocados por.un~ .~idtu~cion personal, Yt~nto más si se trata de una situación personal v1~1. a ·1~!:nsamente, ,baJo los efectos de una pre'sión ·emo~ cional, esta sit.uac1on le _cerrar~ ~l paso a la conterriplaci~n s·ererú1;y gozo~a del obJet?,. Y le 1mped1ra por tanto entrar en una situación . 1 prop1ame~te,. ·.este~ica. E~. l? que sucede, por ejemplo, al celoso·~ .. · .,·; -Y tanto.mas cuanto· mas intensa o apasionadamente le arrastren ,. · · · · .. los.celos---:, que se ve incapacitado para entrar en la relación estética : . , . . apropiada, ·con ui:i· objeto estético, artístico, como el Otelo de Sha- .... · ·' .,. ' . kespeare. ~ri' el personaje que el actor interpreta, no ~e al celoso ficticio, irreal, al que da vida en la escena Shakespeare, sino que se ve a sí mishio. Los sentimientos, recuerdos o pasiones que despiertan en el celoso ·real que se·agita en su butaca, le impiden percibir las cualidades ·estéticas de lo que en el escenario se representa .. No estamos aquí, en modo. alguno, ante un desinterés o indiferencia del sujeto sino, por el contrario, ante un interés o atención tan inten.·:. sos que lejos de,concentrarse en la obra pasan por alto ~u naturaleza · ',.',' · ·. \, estética, y:sólo se fijan eri lo que en ella se relaciona con su situación personal o la experiencia que vive como hombre celoso. ,. Algo semejante .sucede con el sujeto que percibe el objeto estético' en función de las preocupaciones ? móviles ,d?~inante.s en s~ conducta como historiador comerciante, poht1co o pana. As1, por · ejempio: ''. . · :el tratante ~n minerales sólo ve el val?r mercantilista,· pero no 1a· belleza ·ni' la naturaleza peculiar ~e los mu~erales con. que trafica. ·. / .' .(Marx, Manuscritos económico-filosóf1~~s). EI ·h1s~o, . riador tie·n de ·a ver el cuadro de Velázquez~ La rendic,on d~ Brec(a, como una lección de ·historia. El político tiende.ª c~nfun~~r 1~ . : propaganda política ·y al fijar la atención en la ef1cacd1a p0It1t,1tc.a .d d ob , ' · 11 de las ·cualida es es e 1cas e ra art1stica, se desinteresa por e O . 1 l'b cióri de las nela ~bra de arte. Cierto equilibrio e_mociona ·o / e~~ecesarios para cesidades ·y ·preocupaciones inmediata~, se, vue v bsorbido por el 1
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INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
Pero no terminan aquí los factores subjetivos que intervienen la situación estética. Junto a los señalados,- de orden psíquico · 1 o cu 1tu.ra1 que t ras~1en . den la indivi. ' os hay de orden histórico, s~c1a dualidad del sujeto. No siempre el suJeto ha podido entrar en una situación estética, y no siempre se encuentra en ésta, o accede a ella, de la misma manera. Ya hemos visto que, en otros tiempos, el cazador prehistórico, el creyente medieval o el hombre azteca no podían encontrarse en una situación estética, ya que para ellos no existía propiamente lo trazado en el muro, lo fundido en bronce o lo esculpido en piedra, como objetos destinados exclusiva o predominantemente a ser contemplados. Estos objetos sólo existen estéticamente para los hombres de los siglos XIX y XX, con ciertas limitaciones para los del Renacimiento y, con más limitaciones aún, -dada su confusión de lo bello y lo bueno-, para los ciudadanos de la antigua Atenas. No bastaba, sin embargo, que la relación estética se constituyera como una forma propia y autónoma del comportam 1ento humano -lo que como sabemos sólo acontece en el siglo XVIII-, para que muchos objetos que hoy tenemos por estéti~ cos se ganaran el derecho a entrar en esa relación. Fue necesario que la concepción de lo estético rebasara sus límites clasicistas, eurocéntricos, que en definitiva habían sido fijados por el código o sistema de principios y convenciones estéticos de una manifestación artística particular. Era preciso que se llegara a un universalismo estético que, tanto para el pasado como para el presente, reconociera la pluralidad de sistemas estéticos o códigos artísticos. Pero, en verdad, esto sólo ha tenido lugar en tiempos posteriores bajo la presión de l~s revoluciones artísticas del siglo pasado, y sobre todo de nuest.ro. siglo. Sólo en el marco de ese pluralismo estético Y del reconocimiento de la legitimidad de un arte no occidental, el monolito azteca es hoy un objeto que permite, al ser contemplado, entablar la relación estética adecuada. Ciertamente la Coat/icue ya , · m1t1co-religiosa , · ' tos_ n o es la 1!1aquma de terror que impresionabaª azt.ecas ni tampoco ~a encarnación diabólica que veían en ella los coie qmstadores en el siglo XVI, sino un objeto estético en cuanto q pued: provocar en el contemplador la experiencia estética c~rre~: po~dient~!._ Pero ~ólo el espectador que ya ha hecho suya est~ ide n logi~ estetica umversalista y que en el marco de ella, aphca u. código · · · rector que no es ' ciertamente el clasicista O renae 0 . pnncipio centista que h ace d e la b elleza su categoría central pued es jtuars , . 'd 0I elst~ticamente ante la Coatlicue. En suma sólo a pa;tir de una e1or og1a es t'e t'ica, que asume lo estético y lo' artístico como un va
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I.A SITUACIÚN ESTi~TICA. 1) EL Oll.llff<>
· 111 ,. ·versal, dicha esct.•ltura deja de ser un instrunlcnto m't' . 11 11 ' ,, • • · • 1 ICO-rc11gioso, un~ cncarnac1on d.iabóhca o simplc ·tcslirnonio de una <;uJtura 0 una sociedad desaparecidas, para ser el objeto estético que llamamos obra de arte ...·, . . . . · .. . . , . En c<;>ncl us1on, el cncucn t ro conc.:rclo, singular, en que,. consiste la situación estética se hall~ condicionado nccesaríamcnr:c por los factores objct.ivos Y subjetivos que hemos scílalado. Sólo . cwincJo · · se dan -:Y ello no sólo es ~sunt.o psíquico, individual sino,: com·o hemos visto, l1istórico; social y cultural-, los dos términos ,que · ., 1 entran en .esa. sil uació,:i ·se comportan cstétkamcntc. Ahora bien, · aunque 1.as 'sil uacioncs estéticas son múltiples, diversas · e inago~ . ':. ,, . .. tables · P,ar3:, un mismo objeto, y también para un mismo sujeto·, . podemos .señalar algunos rasgos generales que, a modo de constantes o invariantes;· se presentan en cada uno de los términos -sujeto y , . ' .. objeto- en .relación, a través de las múltiples, diversas e inagota- · bles situaciones.estéticas. Vcámoslos, refiriéndonos en primer Ju- , , i' gar al objeto estético. 1
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El objet~ :~s¡ético, c~mo ya hemos s~ñalado, es, efe~tivamentc ~~l en la situación estética. Antes o fuera de ella, solo tiene una existencia .virtual· o potencial. El cu.a dro o la escultura no contempl~- · dos, la opra ,musical no ejecutada Y, por tanto, no. ; 5 c~c hada\ el manuscrito de la novela que yace, sin lectores, en e1~aJon e1escn. o. . . . . . da potencial, que preexiste ' no de sli autor,· tienen una existencia mu ' , ·t '•t' , Esta: . ., . . . ~ t' a pero que aun no es es e 1ca. , c1,ertament~.~;s1:1 ex1stenc1a e ec iv ' , ión con un sujeto (espec1 solo la adquiere.cuando al entrar en re, ªc si't uac 1·0• n estética. Lo t d · t'I t ye eo n e1 un a . a or, oyente o lector) cons u . .· 1 intervención correscual significa, a ·su vez, que el º?Jeto, sin iaªmente una· existencia po~~ierite · del sujeto, tampoco _tiene p~opente objeto estético en estet1ca En sum·a sólo es efectiva, rea m , t·' su función pro. ' ·t ación este ,ca. c~anto que,forma parte de una si u lla. es decir, en su conPta, estética, sólo se cumple en ella Y por .:to' . ternplación, áudición o lectura por un suJ · a en la situación es, ~I objeto es consumido, p~ro no ~:t~~~~;osibles y, por tanto, tetica. Nuevos en'Cucntros suJeto- 0 ,b~e . t e uno y otro. Las Me- · nuevas e inagotables relaciones estet1cas en .r pla un espectador en ninus, el cuadrb de Vel*zq·uez que hoy cont~:do por los cort~sanos · el Museo;del ,Prado:de Madrid, fue contemp . . . ,. :
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INVIT AC IÓN A LA EST Í::.TICA
de Felipe IV hace tres siglos en el Palacio Real; ~iles de vi~itantes lo conten1plan cada día en la sala del museo madnleño Y miles, de. cenas de miles, lo percibirán en el futuro. De e~te modo, desde que fue pintado y expuesto en 1656, el cuadro realiza una Y o_tr~.vez su potencialidad, o disponibilidad a ser conte~plado,. c_onv1rt1endose siempre, en éste o aquel momento, en obJeto estetlco. Pero hay momentos también en que el cuadro permanece en la sala, mudo y ensin1ismado, en espera de nuevas contemplacion~s., de un cons_umo interminable que jamás significará su consumacion. , Como fuente de ésta o aquella experiencia estética, su potencial o disponibilidad se realiza en cada situación estética, sin agotarse nunca en ninguna .de ellas. Nuevos encuentros sujeto-objeto, nuevas percepciones vendrán a confirmar su potencialidad, sin que ésta se realice total o definitivamente en ningún encuentro singular. En este sentido, el objeto estético está siempre abierto y como tal es inagotable. Su capacidad de realizarse, de mostrarse o ser percibido rebasa siempre lo que realiza, muestra o se percibe en determinada situación estética. En este sentido se distingue del objeto científico (teoría, ley o teorema), que se cierra o agota una vez que el sujeto se relaciona en la forma adecuada a su naturaleza, es decir, comprendiendo su significado preciso y unívoco. En pocas palabras, sólo admite una lectura, o una interpretación. O dicho en términos de la Teoría de la Información: a diferencia de la información lógica o semántica que transmite el objeto científico, el objeto estético transmite una información peculiar que para cada receptor, y en cada relación con él [o situación estética] es distinta, nueva e inagotable (Abiaham Moles, Theorie de /'infonnation et perception
esthétique). Pues bien, trátese de una escultura o un cuadro de una sinfonía o un ballet? de un film_o una piez~ dramática, de fu~gos artificiales o de un ~urtidor de agua, de una fiesta popular O un happening, de un tapiz. o .un mue~le, de una laca michoacana O de un rebozo, de un paisaJe montanoso o .un cielo estrellado, ¿cuáles son para nosotros los rasgos fundamentales de todos es t os o b.Je · tos , actos . o procesos que consideramos ~stéticos?
La existencia física .del. objeto estético El objeto estético tiene en primer lugar . . f' · . sea, · . una existencia 1s1ca, 0 posee necesanamente cierto sustrato fí · U llega a 1s1co. n poemas 61 o · · · d un suJeto st es recita o o leído En el P · . ue pronmer caso , tienen Q . .·
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Max Brod,,. ~1!11go .Y albace,a ,hterario del gran novelista F'r'anz .· :. , Kafka~ h~~\1,~r~ :~ntrega~o a las IIai:nas todos sus ·ó~igti1~1es·:para· · ·' ·. · .·.
cumplir .lQs..u.lt1mos ;deseos de su amigo., el mundo.novelesco· esté- , · ·.· · , . tico, kafki.ario". habría 'dejado de existir. Los monumentos: de·:·láf . ;.,. . viejas civtI.izaciones, perqidos o destruidos físicamente . por córi:~>··.... ·.'. ··· quistadcfres y. éol.oriizadóres, se perdieron o ·destruyeron para s.íein~.· \:. • pre como qbj ~tps estéticos. y ninguna reconstrucdón- por la.palabr,~·: ... ' '. ':. ·:' ·. -verbal·'.~ .e~crita. de·,quienes ·alguna vez los conte·mplarón'_,' ·.',:'::,:: . .: puede reconstruir ·est~ticamente con SU descripción, impresióI?, ... O , .·.:, ··,.) '.. ' · valoraciqn,' '10 que se .perdió o fue destruido físicamente. Ningq'r1a ·.< : : ..: ..· de ias descripciones que.se conoce~ pue?e recuperar ~s~ét~cam.e11:~e.;·.·. :.:· ;,, ·: ,, por ejemplo, .el retablo del sagrano sevillano de Jerom,mo Balbas, . . . ·. . _.: . destruido . en .1,824, ·y que ·-. como explica Justino Fernan~ez- fue .. ..,:: .:> :,-: ·, el antecedente del Retablo· de los Reyes del mismo artista en ·!a ~ate-:. · ;, . · : dral de México.-·El mural de Diegq Rivera del C~ntro ~ockef~lle~.' en :.. ,.. ,:.·..: : Radio City,·, ·Nú.eva York, fue víctim~ de la fu~ia a~tlc~muni~~adel ', ,<- .; · · , .. capitalis~o norteamericano. Diego Rivera QUISO pintarlo,de,nuev~.·. ;,"·.' \ .· ' • ,. d .B ll Artes de México pero el resultado fue Ja :··. en e·1 p a· ¡ac10 e e as ' . , · ·. ·bl d 1 · · · · · ·. · creación de:un 'nuevo'mural, no la recuperacion)impOSl . e.· e .'q ~e. i ·.... ··. '.:,· había sido destruido físicamente. ·· t·· f~ ,. ···:· · .·.:._ ... 1ra .o is1c 0 , . , . . . I objetó estético Y su sus . La rela'ción 'necesana entre e l ambios que sufre en .su ·: : ' . ,· .· .: ,: se .manifiesta e~. eld he~homodo de queu otro, os c. a su condición . . . , ..támbién . . . esté-: . . ..-..;,·,. ..·:'.,..: e~istenc1.a .~Is~~a ·~fec_~an, ~ e un las alteraciones en 1~ cóJ?po- ··: .' .:'\'/':: t~.c~; Es.}.~9~g,ble,'.por eJ~mplo, q~e de un cuadro afect~n ~..s~s . ,, : ..·'.i ., /:·. s1c1on q~um1ca ;o. en la pigmentacio~ . ·e oscurece-~aJo .1~ a~- ·.·· ·. . ·. :.: }/:· O Propiedades·.estéticas·. ·Si el color pahd~ce svuelven verdes o.u.nQs :: ·:-" · ::·/:\:::·.:· ción de1::.~1~nipo·;: si 'c!ert~s· sombras az~r~ ::guir siend~ un cu~dr~( . .. blancos's~tornan.gnses, el .cuadro po . físicas se acumu~a:n.y... :· . ·: . . .. : 1 Iteraciones , puede . . ·/:·.:;:: ·.. ·.. : P.ero Ya no será el mismo . .Y SI asª . . ·ento flsico, este I
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INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
cierto no significa que toda alteración física sea siempre ne . . , . A , . l 1 . gativa desde el punto de vista estet1co. s1, por eJei:np o, a mutilación de la Venus de Milo con su brazov:derecho destruido, no anula su exist en. cia estética. Ciertamente, la ., enus qu~, conoce.mos. no es 1a misma, in. tegra flsicamente que la que le preced10 y ~oy 1n~x1ste,n~e. Pero, sin su brazo derecho, tiene para nosotros una ex1stenc1a estellca que es ins . parable de su mutilación fisica. Y, finalmente, en favor de la idea que no toda alteración fisica es nociva para el objeto estético, est: el ejemplo de las ruinas que, no obstante las profundas destrucciones sufridas por el objeto originario, tienen para nosotros un valor estético. Así pues, la destrucción, desaparición o alteración fisica del objeto en los ejemplos anteriores, se traducen respectivamente en la des-. trucción, desaparición o alteración de su existencia estética, razón por la cual cabe concluir que lo físico es condición necesaria de ella. Pero con esto no se afirma en modo alguno que el objeto flsico sea de por sí estético, ni que todo lo que está físicamente en él forme parte de su ser estético. Esto nos lleva forzosamente a precisar aún más las relaciones entre lo físico y lo estético.
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Lo físico sensible, perceptual Aunque lo físico se da necesariamente en todo objeto estético ya que sin él, como hemos visto, no podría existir, su ser propiamente estético no se reduce a su existencia fisica. Es, pues, inseparable de lo físico y, a la vez, irreductible a él. Ahora bien, para comprender esta relación, hay que distinguir diferentes tipos de existencia flsica, ya que no todo lo fisico es parte intrínseca del objeto estético en cuanto tal. Es indudable, por ejemplo, que los movimientos de los electrones o átomos forman parte del sustrato físico de un cuadro, pero no forman parte de él de la misma manera que los c~Iores que percibimos en el cuadro, o los sonidos en la obra musical que escuchamos. Aunque es cierto que los electrones o átomos per~enecen al sustrato fisico de un cuadro o una sinfonía, no son par~: integrante de ellos, a diferencia de los colores o sonidos. para q · 1 fi . cesi· o 1s1co pueda elevarse al plano de lo estético tiene que ser ac ,. 1 b.le a los sentidos: la vista en las artes plásticas, el oído en ,~ ~~s 001 sica, o uno Y otro en la danza. Los sonidos de una sinf ' ta· colores de un paisaje natural o un cuadro el mármol de una.es e.o tua O e~ movimiento del cuerpo humano e; la danza, no sólo uen una existencia física sino también sensible, perceptual.
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Es imP~·rtahte ~ubta~ar'este carácter perceptuaÍ ~el 0 bº ,. )eto estct1a que ·no todo ·10 que existe en él ns· . co, Y ,.· . , 'd . ,. 1camente puede ser percibido
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en él sensiblemente. Por ello, sólo puede hablarse de idea en una obra de arte en cuanto q~e toma cuerpo Y !~ama a nue~t~os sentidos por su existencia sensible. Esta concep~ton de lo estetico es impugnada en nuestros días ~or el conce~tuahsmo, al s.ostener que ''el arte es idea" y que ésta, leJOS de necesitar de lo sensible para encarnarse en él, lo suscita o provoca, invir~iéndose su relación -la de la idea- con él. Se desplaza así su espacio en ella: ya no es el lugar en que se manifiesta o encarna una idea, sino el efecto sensible de Ja aparición de ella. Ahora bien, queda por ver si ese desplazamiento de lo sensible no acarrea también un desplazamiento o la desaparición de lo estético. A nuestro modo de ver, el objeto estético es necesariamente, sin reducirse a ello, un objeto de los sentidos. Por tanto, si consideramos que la idea sólo existe estéticamente. encarnada en una forma sensible, la reducción de lo sensible a simple efecto de la idea, atentaría contra la naturaleza misma del objeto estético que hemos venido propugnando. Esta reducción quepodría invocar en su apoyo a concepciones platónicas, neoplatónicas o medievales, es a nuestro modo de ver difícil de aceptar para una conciencia estética contemporánea.
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Forma y significado en el objeto estético Aunque fuera de lo sensible no hay objeto estético, éste no puede reducirse a él. Un estímulo sensorial simple (un color, un sonid~), puede suscitar una reacción estética elemental. Pero lo sensonal aislado -este estímulo cromático o sonoro- se integra en un conjunto de relaciones con otros estímulos sensoriales para constituir un todo .. Dentro .de .él, un hecho sensible -el color rojo por ejemplo-, adquiere un s1gn1ficado ideológico O emocional más rico y profu~do que el que tiene originariamente. Lo sensible así rebasa su signtfi· cado elemental, su tono emocional originario Y asume un significado¡ q ~e no t1ene. . d e por s~.' o.e.este modo, el rojo o' el verde en lapale·ta ua· de pintor adquiere el s1gnif1cado que asume, por ejemplo, en el e ed~o El c?fé nocturno ( 1888) de Van Gogh. Vemos en él qu~, lllen dtante cierto tratamiento del material dado se ha converudo s cauce o t rampo r1n d e 1os mas , complejos significados. ' Los ~olore uJar de la paleta de Van Gogh han pasado al cuadro no para esurn 'bi· nuestro sentid? visual, sino para expresar -una vez qu~ ~a r~c~odo en la materia la forma adecuada- un profundo significad 'bles mano. "He tratado de expresar con el rojo y el verde las terrt
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pasl·ones humanas'', . . escribe el pintor a su hermano Th eo en una de sus cartas. : .· . En suma, .el obJeto no se reduce. a lo .inmediatamente Perc1'b'd . 'bl 1 o, 1 es con.creto~sen~• . e pero a a vez s1gn~fi.cativo, y la forma con que se organiza lo . sensible e~ la forma ex1g1da por su significado. Por consi~ui~nte, :las cuahdad~s del ?bjeto no sólo son perceptibles sino s1gn1fi~t1vas., Ahora bien, al 1.gual que lo sensible, lo significativo no esta en el de un modo instrumental o extrín·seco sino intrínseco Y necesario. El significado emocional del cuadro' antes citado de Van Gogh, la relación humana que expresa con el mundo, es inseparable:de cierto tratamiento del rojo y del verde y, por ello, es inmanente a lo sensible. El trabajo del pintor ha corisistido precisamente en hacer de una idea o una emoción, exterior a lo sensible en cuanto preexistente al cuadro, algo inmanente al rojo y al verde. Así pues; lo sensible y Jo significativo (el color y la pasión) son el objeto estético mismo y, por tanto, están en él en unidad indisoluble. Lo sensible e~ significativo y éste sólo es tal encarnado sensiblemente. Pero, a su ·véz, si lo sensible -piedra, color, sonido, palabra o movimiento del cuerpo- es significativo, lo es porque ha sido organizado, trabajado, en cierta forma, justamente la que le permite encarnar un·significado y no otro. Por consiguiente, este último ya no existe de .por sí, sino en cuanto que se _ha vuelto in?1anen~e ~ 1~ forma sensible en que se encarna. Lo sensible, pues, ~olo es s1g?1f1cativo cuando récibe·la forma adecuada: la que mantiene la unidad del todo, de lo sensible y lo significativo. La forma or~ena lo se?sible -el color.rojo O verde de Van Gogh- para produc1r determ1n~~o significado :.: --una terrible pasión humana-, y esa e.structurac1on es esencial-'para que el objeto revista la forma sensible que, a ~a vez, es significativa. , d . . t, t· -tratese e un paisaJe . . · 0 Pero, sr lo sensible en el obJeto es e 1c natural, un cuadro una sinfonía, un producto artesan~l o u~ artef~dcto · d . ' . . · fi d ue de por si no tiene, 1., e m ustnal- adquiere un s1gn1 1ca O q · d' t mente? do' d . , , directa o 1n 1rec a · h b n e proviene lo que no posee en si, S61O h b . pero para un om re e es significativo por y para el om ;.etórico social y cultural doncret.o,.el que ·Se halla en. un contex~o. is ie~pre -incluso el neterm1nado. Como .tal, el objeto estettco es s aisaje natural- un ~.Producido por el hombre en el. caso dee~: ~ensible, ni la forma 0 co Jeto humano o humanizado. N1 la ma\ os en ella, existen en sí n que se 'p resenta; ni el significado que ~~mhumana. Lo ·que hay sPor. sí, al margen de determ!nada relac~?:ro estético se da en su ens:1~le, ~formal y significativo en el O J .
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unidad y sólo en la relación concreta, singular, que llamamos si. tuadón estética. En conclusión, el objeto estético es Jísico-perceptual, y en él lo sensible se halla organizado en una Jonna que .10 hace significativo. Pero sólo tiene esta triple e indisoluble existencia en la relación entre un sujeto y un objeto que se concreta o realiza en .c~da situación estética que, siendo siempre singular, se halla cond1c1onada histó. rica, social y culturalmente.
La realidad estética Hemos caracterizado el objeto estético como un objeto físico-perceptual que, por su forma, se vuelve significativo. Pero cabe preguntarse, pensando sobre todo en su existencia estética: ¿es real o irreal? Y si es real, ¿qué realidad es la suya? Tratemos de responder a estas cuestiones. Por su físico, el objeto estético puede ser considerado como una cosa entre las cosas. El cuadro que cuelga en la sala de la casa ocupa cierto espacio de ella, y cabe tratarlo como cualquier enser fisico. Así lo trata, por ejemplo, el cargador que lo descuelga y lleva al camión de la mudanza. Su mirada se detiene en su superficie el tiempo necesario para organizar su trabajo; para él sólo es una cosa que forma parte del mundo que le rodea y en el cual la maneja Yla utiliza. En cuanto cosa, el cuadro se integra en la realidad efectiva, sujeta a las categorías de espacio, tiempo, causalidad, movimiento, reposo, etcétera. El cuadro de nuestro ejemplo puede ser descolgado y removido, medido y transportado, e incluso golpeado en la mudanza o destruido si un incendio devora antes la casa. Si el cuadro es .consumido por las llamas, y se conservan de él fotografías o des. ' cnpc1ones verbales o escritas, se podrá hablar del cuadro despues de haber desaparecido físicamente, como se habla hoy por ejemplo del mural d~ ~iego Rivera destruido en Detroit; pero al no ~~der ya ser p~rc1b1d.o, el cuadro ya no existirá como objeto este_uco. Ah~~a bien, mien!ras el cuadro de nuestro ejemplo exista física~ estet1camente! es irreductible a la realidad efectiva del enser qu cuelga en la pared ~e la sala y que el cargador descuelga y transport~ en la mudanza. Tiene, como objeto estético una realidad pro. . que se mani. f'iesta al ser percibido por el espectador, ' p~a y que, Sl 0 bien desaparece al desaparecer físicamente como cosa en el rnund de l~s cosas., n? .se ~gota en su ser físico, justamente porque su ser sensible y significativo lo rebasa.
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Mientras existe como. tal; .el objeto estético se ·,,.,ensiones del mundo .real ya que se halla i'n t. 1 d sustrae a las Jp• • • El s a a o en otro m d don dimensiones propias. . marco del cuadro fi .a 1 f un o 'sos dos mundos. Veamos, .por ejemplo el cuadto ctªe VronteGra ehntre e ,,nifono · d el art 1s ·t A f' ' an og El d .ah en · res. Lo que está dent ro d e1 marco for . do rr1a ,,. parte d e1mun ,o f umano d -el otro mundo - que e1cuad ro ex-presa · Lo que ·esta . uera el marco ' no forma par1e .d e ese otro mundo: el re~resenta?o .Y expres~do por el cuadro. Este ·mundo tiene un espacio .propio que no se identifica con el delimitado físicame~te por el .marco. Lo ·que encon~ramos en el cuadro: .las paredes v1ol~tas, 1~ cama Y las ,sillas amanllas, la almohada verdosa,. el · sue~o !ºJº,. etcetera, no e~tan. en, el. espacio físico, real, que el marco dehm1ta, s1no ·en el e.spac10 sin hm1tes cre·ado o inventado por el artista. En cuanto·al tiempo, el cuadro se inscribe como todo objeto flsico en .un tiempo real, Y por ello, puede envejecer y caducar físicamente. Pero el cuadro ·tiene un tiempo propio que no se deja reducir al tiempo ·físico, objetivo, que miden los relojes. El instante fijado por Goya en Los fusilamientos del 3 de mayo -a diferenc.i a del terrible instante real que representa el cuadro-, no pasa nunca, no tiene comienzo ni fin. En el grupo escultórico Laocoonte, el esf~rzo dramático y desesperado del sacerdote y sus hijos por librarse de la serpiente que los estruja entre sus anillos;lo percibimos ciertamente en el mármol inerte, pero lo percibimos en movimiento. En suma, al objeto estético en cuanto tal no le son aplicables las categorías de espacio, tiempo y movimiento real:s· Y no le son porque - ·como hemos visto en los ejemplos anteriores: el cuadro de Van Gogh, la pintura de Goya y el grupo escultórico g.rie~o.. tienen, respectivamente, un espacio, un tiempo Y un mov!m1~nto propios. Así pues, si bien el objeto estético no pu~de presc1nd!r.de su ser físico,· de su realidad efectiva, su ser propiamente estettco· no se identifica .' con él, aunque tampoco lo ~~cluye. No puede excluirlo ya, que lo físico, entendido como lo f1s1~0 per.ceptual, entra · necesariamente ,en el objeto estético. Ahor~ bien,. si no sebred~ce a esa realidad'efectiva y su modo de ser propio. consist~ ~n ~e ·. a0sar ª: ·e 'l ·· · d 1obJeto estet1co. " .sera (,t Iua será entonces ·la· realidad propia e, · ? Veamos. . ª vez .un objeto irreal o puramente psiquico · 1
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INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
dad efectiva sino la ilusión o ficción de algo inexistente. Así, por ejeinplo, el grupo escultórico Laoc~on1e. nos ofr~ce en la piedra, en su realidad inerte, una ilusión de d1nan11 s.mo Y vid~. La cosa material el mármol sin vida ni movimiento existe efectivamente; el movi~iento y lo vivo en la piedra -inerte, no. Para el contemplador existe estéticamente, pero podría pensarse que por ~star fuera de lo real se trata de un objeto irreal. Ciertamente, el obJeto estético nos hace cómplices de una ilusión o de un engaño al mostrarnos la piedra con una vida y un dinamismo que real, efectivamente, no tiene. Somos cómplices porque nos hemos prestado conscientemente a dejarnos ilusionar o engañar, lo cual implica cierto distanciamiento respecto de la realidad efectiva -la nuestra y la del objeto-; pero no tanto que lo ilusorio sea vivido por el sujeto como siendo efectivamente real, ni que el objeto sea mera ilusión o simple irrealidad. El objeto estético tiene una realidad propia, una realidad otra (re~pecto de la efectiva de la cosa material) que, al ser percibida, requiere ser asumida como tal y no como puro engaño o ilusión. Cua.ndo ~ercibimos la vida, el dolor o el movimiento frenético en la PI:dra 1n~rte del grupo escultórico Laocoonte, no estamos ante algo irreal sino ante un objeto peculiar que en la piedra trabaJ· ada formada ·' la estetlca. , · 1 a d propia: No somos' , . , ha adquirido una rea l'd . . victimas de una percepción enganosa sino que nos hallamos JUS~amhente ?ºdr la percepción adecuada del dolor o del movimiento ec os pie ra, ante una realidad . ·r . sensible. Si llamamos irreal b. signi, I~ativa gracias a su forma 10 ª J~to estetico porque como tal no se halla inscrito de por sí terial, de la piedra ~~ necesariamente, en la realidad física, maO no podemos atribu,ir una rq~et-c~mo e~ el caso del Laocoontecuerpos y a la expresión ~xii5 encia efectiva al retorcimiento de los 0 que en la piedra inerte m· orosa de los rostros, ello no significa esos cuerpos retorcidos isma, ya trabajada o formada, no se den Lo irreal en un sentido Yeso si rostros marcados por el sufrimiento. es rea en otro s· 1 H · i e amlet que habla Yse mueve en escena no existe f . encarna., esto no signifi e ectiva~ente como existe el actor que lo ser percibida siempre ca que no _exista con otra realidad que puede que se perc1b · nano que encarna en la ª en el actor al personaje chespt·· escena, Y no al actor en su vida efectiva, real. No estamos P objeto estético· o' seuaes, atntel el dilema de realidad o irrealidad del d 1O .. . , , an e a n .d . .ecesi ad de situarlo fuera o dentro e real, sino ante la · percepc.i?n estética- e:~1genc1a de situarse ante él -mediante la conclus.1on, si el objeto ~:.fera d~ realidad que. le es propia. ~n . e ico esta fuera de la realidad efecuva
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sería 1rrea s1 uera -como sostiene Sartre en L O 1. ·magino cuando ·b magrnar10• sólO lo que 1 perci º· Lo que percibo sería seg, 'l la ocas!ón par~ que S?~Ja, por ob,ra de la imaginación, ~ste rr~eeai estet1co. Tendnamos así un du a r1Smo·1nsa .· , 1vable que sena · el 1obJeto (1 fl · . entre lo rea ª c?sa isic~, perceptible) Y lo irreal (el ·objeto estéti- ' co), ~ entr~ el obJ~to perc~b!_d o y el objeto imaginario con ·el que rse ident1ficar.1a el obJeto estet1_co. Pero tal dualismo es insostenible, · pues lo qu~ Sartre ll~ma lo Irreal no puede separarse de la materia' sensible co~.' la que se !ntegra en ~n cuerpo indisoluble. Por otro lado, la percepc10~ no es simple medio, pretexto u ocasión de lo estético , (para Sartre lo imaginario), sino que es lo estético mismo. Así pues, el obj~to est~tico es real no sólo porque se enraiza·por su ma~ . ., . teria en lo real sino porque, al ser formada ésta, adquiere üna ' ,.: · . ··. · . nueva y propia realidad. . · . . ,... El objeto estético sólo es efectivamente tal al ser percibido, ya ,.·. ·· ·' ·_: que su ser no es el de una forma abstracta ni el de un significado ' · ; · . puro, sino el de un significado que se encarna en lo sensible gracias ' · . a la forma que recibe .. Y, justamente, por esta forma sensible, la percepción es absolutamente necesaria. Solamente en esta relación concreta y singular con Jo sensible en que consiste la percepción, podemos captar el significado que le es inmanente. Ahora bien, el objeto estético no se agota en ella. Se muestra de modo desigual en diferentes percepciones y existe, aunque sólo potencialmente, incluso .. cuando no es percibido. No puede ser reducido por ello a las múl-:tiples y diversas percepciones singulares y, con respecto a ellas; ~s siempre uno y distinto. Uno, en cuanto que conserva su a~t?nom1~ frente a esas diversas e inagotables percepciones; y d1st1nto en cuanto que no puede separarse de ellas, puesto que sólo al s~r,perc.ibido en diferentes si'tuaciones, muestra efectivamente su ex1stenc1a , . . estet1ca. 1
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INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
fecto O recepción que, en la situación estética Pro ignorar e1e h . ' vaca . to Pero al tenerlo en cuenta, ay que precisar de en el suJe . , b. , · que. 1 uando se reduce e o Jeto estet1co al efecto . . Psi. efecto se trata · C . que produce se piensa sobre todo en el efecto emocion qu1co , ., . a1 que, por su intensidad o extens1on, suscita en 1os espectadores, lec. tores u oyentes. . , . . Ahora bien, si el obJeto estet1c~ se define p~r el efecto emocio. nal que produce, sin precisar el tipo de emoc1~~ que entraña, se puede argumentar que ciertos subp~o~uctos estet1cos provocan fá. cilmente emociones elementales mas intensa Y extensamente que una obra de arte. El efecto emocional que suscitan ciertas obras dramáticas que transmite la televisión comercial es mucho más intenso y extenso que el que provoca una tragedia de Shakespeare. Si la existencia estética del objeto dependiera ante todo de su efecto emocional, resultaría que la obra televisiva sería superior estéticamente a la del trágico inglés. <:;orno no puede aceptarse semejante conclusión, que deriva sin más de la caracterización del objeto estético por su efecto psíquico, emocional, se ha pretendido mantener dicha caracterización excluyendo semejante efecto elemental y dando a éste un sentido más complejo, rico y profundamente humano. Así, para Tolstoy (en ¿Qué es el arte?) la calidad estética de una obra artística se halla determinada emocionalmente o con más . ' exactitud, depende de su capacidad de contagiar a los espectadores o lectores emocionalmente. Este "contagio -dice- no es sólo sig· ~o.·seguro ~el arte, sino que también el grado en que contagia es la u~ica me~1da de la excelencia artística". Sólo el objeto que contagia. emocionalmente Y hace vivir como propias las emociones que el artista t.ransmite con él, puede considerarse propiamente estético. Per~, ciert~mcnte -afirma también Tolstoy- no todo efecto em~cional tiene este rango estético sino sólo aquel que al fundir al art1st~ Yal espectador así corno a éstos con todos los e~pectadores, pe.r~ite al arte unir a todos los hombres El efecto estético se tiñe, as1m1smo de un l ., · la especificicia a co orac1on moral y religiosa que desva?e.c~ el efecto d debla obra de arte con10 objeto estético. En def1n1uv~, que se usca o se a . , . . l p oducir este efecto precia en el es rehg1oso o mora . r e· mos, la car~cie:~:aT.~lstoy la función más alta del arte. C~lll~ vde contagiar emocio ~ion por su efecto emocional, o capac1da aes· tética del ob · t na .~ente, conduce a una caracterización extr Je o estetico Pero quizás se pudi . . d entre objeto estético Y f era sost~ner la vinculación menciona ªf ctos e ecto emocional si se prescindiera de Ios e e
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LA SITUACIÓN ESTÉTICA · I) EL _ OBJ Fl"()
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INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
·amente dicho sino por un acontecimiento. Desde el punto d . p1 I ,. e vista aunque no sea el Perdu b es tético ' se trata de un efecto eg1t1mo, a1· I Lo est·ra. le Y "eterno" de las obras que se 1nean en os museos. etico . está aquí no en el producto de un proceso, d est1nado a sobreviv· , . . , I tr al llegar este proceso a su termino; sino que esta en e proceso mis y, por tanto, destinado a agotarse en él.,~ veces,. en el arte conte:~ poráneo la transitoriedad del efecto estetico radica no en su vincu. lación con un acontecimiento o proceso, sino con el objeto; pero en un objeto que, por la fragilidad de sus materiales o por la intervención de elementos externos, está destinado a suscitar efectos estéticos limitados, cuando no efímeros. Así sucede con el llamado arte ecológico (land arl o earlh works) de nuestros días, cuyos productos consisten en espacios naturales al aire libre (montañas, desiertos, campos cultivados, ríos o mares) transformados por el artista. Los efectos estéticos que producen en los espectadores esos fragmentos de naturaleza, sujetos a la acción destructora del clima o del tiempo, acaban o acabarán por desaparecer, como lo atestiguan las realizaciones de Walter de Maria, Oppenheim y Mike Heizer en la década de los sesenta y setenta. Ahora bien, frente a estos intentos contemporáneos de desfetichizar la obra de arte "eterna", cuyos efectos estéticos no se agotan nunca dada su "eternidad", está la idea de la relación intrínseca entre yerdurabilidad y esteticidad como un componente esencial de la.1deol?gía estética dominante en nuestra época. Y justamente la existencia del museo viene a avalarla, ya que en él sólo entra lo que se con~id~ra estéticamente digno de perdurar. Ahora bie~, e.orno los cr~tenos conforme a los cuales.se establece esa perdurabr· hdad ?? deJan de ser relativos, históricos, nada garantiza esa per· dur~~thd~~, aunque la entrada en el museo constituye ya u~a certificaci?n de ella. En definitiva, sólo a posteriori, y tanto mas cuanto mas largo sea el periodo de su posterioridad, puede afí~marse que, ~na obra artística muestra la capacidad de producir erectos esteticos renovados. La historia del arte ofrece abundant~S eJempl?s de obras, como las de los pintores "malditos", Van aog ~ Gaugu1n o Mod·ig 1·1an1· que, en su tiempo no producían eiec ~ tos es , . y tet1cos y que sól0 , . ' nte. ' mas tarde los suscitaron intensa y extensame tr'l en el campo de I · · · hOS ' aco id .a.musica es bien conocida la fría, e incluso Mo· zartg Ba qtuhe rec1b1eron en su tiempo las obras maestras de u~poca , ee oven o Stra · k y , su e produ'er vins y. , al reves, obras que en asado · d J ?n un efecto extenso y profundo en el público, han p I de 1na vertidas post · es e enormente. Un ejemplo elocuente de es10
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. 'LA SITUACIÓN ESTÉTICA I) · ELOBJETO
'd 125 f 1 v1 ado y casi desconoc'd J , · ramas del.hoy o tos d . . , . 1 o ose de Ech Iaudido sin res.e rvas por el· publico español d . ega:ay, aPIX y comparado por algún crítico de la épo e su tiempo,. ·siglo 1··· X ' ·• d · · d ca, que se hacia e " sus admira ,ores, na a menos que con Shakespeare · A 1a vista . co · · d de des efectos esteticos e una obra en cuanto a su 'l'd d ·, pro fun d.1'd ad exlo tensió~, Y d urab i i a ' ·¿quien podría hoy atreverse a vaticin~r la recepcion que ..~sa ,o.b ra,· de nuestros días tendrá.en eLpúblico de m~ñana?; ·¿ quien ·podna ~segurar la perdurabilidad o el agotamiento de su.s .efectos, .- basandose en los que hoy producen en los espectador~s; oyentes · o ·lectores? Y este cuestionam.iento podría · extend~rs_e a las :o?ras del. pasado; aunque en este caso el tiem·po transcurndo permite considerar, en cierta forma ' , cómo la obra ha ' resistido ~si es que ha resistido- a la acción implacable del tiempo y, de este modo~ atribuir como se atribuye a las obras clásicas cierta garantía de.perdurabilidad por haber pasado la barrera de su tiempo y de otros.tiempos. Pero, no olvidemos que po.r firme que ' . . ., aparezca ante nuestros ojos el pasado, lo vemos siempre con los ojos del presente,. lo . que introduce ya forzosamente cierta relatividad· en su aparente perdurabilidad. Relatividad que se trueca en incert.idumbre cuando pretendemos adentrarnos en la experiencia ·estética . ·. ·. del futuro. Tratar de preverla con clave estética del pasado, o del · .. presente, sería tanto ·como pretender prefigurar su destino futuro, · pasando por alto las condiciones sociales y necesidades humanas que habrán de ~eterminar, en forma que hoy?º ?ºd~mos·sospe- · ' . 1 char, esa experiencia estética así como los cntenos con los .~~e habrá de ser definida ·y valorada. · :
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no se reduce a las percepciones de un sujeto individual O a los f tos que provoca en él, ya que -tanto en un caso como en 0 ec, resiste o subsiste esto significa que muestra cierta objetividad pro' · ero ¿cuál? . No ciertamente, como ya hemos subrayado, la física O na, tural de un ser en sí y por sí -como es la del bloque de mármol d la estatua antes de ser trabajado o formado por el escultor-; sino objetividad humana, social, propia de un objeto (la estatua) que: sin dejar de ser físico (como bloque de mármol) es, gracias a la forma que ha recibido, sensible y significativo. Es la objetividad del ser para otro que sólo se da, por tanto, en su relación con un sujeto. Ciertamente, este sujeto no produce o crea el objeto en esa relación, al percibirlo; pero su intervención se hace necesaria -dado el tipo de objetividad que lo caracteriza-, para que cumpla su destino final, estético. Así pues, si no se reduce al sujeto, el objeto sólo existe real, efectivamente, en la situación estética; es decir, en la relación que en ella contrae con un sujeto, cuya intervención se hace necesaria para que el objeto estético pase de su existencia virtual o potencial -mientras no es percibido- a su existencia real, efectiva, al serlo.
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· 2) EL SUJETO
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·duo es un ser .social (Marx), tanto en su a t'1 . . ".' nte como ·en,su actividad práctica mate c., tdad ~e~nca o consc.,e acto individual ·Y social. Se percibe dc:t1a ,dperc1b1r es a la vez un l . . I ro e un contexto cial, cultura , qu~ impone a a percepción individual ciertos h, s~o esquemas perceptivos que dele . abitos' estructuras . .. 1 d ' ' rmman e1 modo como el suJeto organiza os atos que le proporcionan s . .d .de la percepción indiv1·dual v , ushs.cn~1 .os. Es tos determinantes , . anan 1stonca'n1ente, de una sociedad a otra, de acuerdo con la cultura conc .·, 111 d .d l , d . ' epc1on del mun o~ 1 eo ogia omi~antes. Justamente por su carácter histórico y soc.ial; estos determinantes no son formas a priori de una sensoriedad humana en general. Y no sólo cambian los modos de organizar ·el ·mt:lterial sensible, conforme a los hábitos, estructuras 0 esquemas perceptivos vigentes, sino que en el curso de la milenaria y compleja actividad práctica con la que el hombre transforma a la naturaleza y se transforma a sí mismo, cambian también los sentidos, no ~bstante la inv.ariabilidad de su fundamento natural, biológico. Por ello ha podido decir Marx que "la.formación de los dnco sentidos es la obra de toda la historia universal anterior". (Manuscritos del 44). En suma, J~ percepción como proceso global, unitario, en el que encuentran su lugar como partes indisociables dd todo datos sensibles, recuerdos, ideas, imágenes o sentimientqs, es un proceso individual, pero siempre impregnado de cierta cualidad social. Se trata de un proceso vivido por un individuo concreto, pero condicionado por la sociedad en la que vive;· o sea, en la que percibe, recuerda, imagina, siente y piensa. · · 4. La percepción es selectiva ya qu~ no se hace cargo de toqos los datos que proporcionan los sentidos. Esto se d.e~uce d.e su ~arácter global: no todos los datos sensibles son perc1~1dos smo solo aquéllos que s'o n esenciales para indentificar un obJeto con:io tal. Estos datos esenciales .y no cualquier rasgo o deta!le,. ~onstituyen " . . ' ·, , , (R Arnhe1m Arte Y perIos datos pn:manos de la percepcion · ' d de cepción visual). Pero la esencialidad de estos codmponentes c~f:; e~ . . . d 1 h b con el mun o con 1as ' . asimismo; de la relación e om re ent~ necesario de esa varíen los compo- · ·la que la percepción se inserta com.o un e1 O relación. Ello explica·que, en _un mismo Jdo 'con la necesidad .o 0 - ~ntes esenciales que se perciben, de acuer or ejemplo la perfinalidad a la,que sirve la pcrcepc.ión. Veamos, Pdistintas. En la recepción de un árbol en tres relaciones human?i5 con la intención de lación teórico-cognoscitiva, nos acer~amos ª ~ncentra en aquellos conocerlo y por· tanto -la observac1ó~ se e na explicación, deser · '· . ' · ficar u asgos: que permiten clasificarlo º ·ven
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los detalles que no contribuyen a ella.. En · e·liando , . b la relación prac. tica, el leñador de un ejemplo a~t enor, ,·e e1 ~r o I como un objeto de u acción. Los rasgos cscnc1alcs que pcr~~be son aquellos que convienen para lograr el resultado de la acc10~1 proyectada. El leüador, ciertamente, no dej_a de contemplar el arbol, pero sólo fija su mirada el tiempo necesano en los puntos de la corteza en que ha de descargar los hachazos correspondientes. Fuera de esos puntos que tienen relación directa con su trabajo, los detalles del árbol le son indiferentes. Finalmente, en la relación práctico-utilitaria de la vida cotidiana, la percepción se detiene sobre todo en los rasgos que permiten reconocerlo y utilizarlo. La percepción es, pues, un proceso selectivo en virtud del cual unos datos sensibles -los esenciales- ocupan el primer plano en tanto que los restantes permanecen en segundo plano, o sencillamente se prescinde de ellos. En consecuencia, como proceso global, la percepción es más rica o contiene más que lo que ofrecen los sentidos; pero, por otro lado, al seleccionar los datos sensibles, es más pobre sensorialmente puesto que no carga con toda la riqueza concreto-sensible del objeto. Ahora bien, sin esta función selectiva, no habría propiamente percepción sensible, sino un-caos o conglomerado infarme de sensaciones. 5. Los hábitos, estructuras o esquemas perceptivos con los que, en una sociedad dada, se organizan los datos sensibles, tienden a convertirse en normas o reglas rutinarias que empobrecen la capacidad de enriquecer con nuevos significados los datos sensibles. La percepción en la vida cotidiana tiende a repetirse en esquemas invariables Y, por tanto, a automatizarse. Los objetos percibidos yel acto mismo de percibirlos pierden su frescor y espontaneidad, su novedad Y riqueza, Yacaban por reducirse a los rasgos indispensables que permiten reconocerlos y usarlos con la mínima intervención de la conciencia. La percepción se' vuelve automática. Esta tendencia de percepción ordinaria, fue agudamente señalad~ por los formalistas rusos, y especialmente por Sklovsky: "Si examinamos. las leyes generales de la percepción, vemos que una ve~ qu,~ las acciones llegan a ser habituales se transforman en aufomáucas U!l arte como procedilniento) . Así pues en virtud de esta tendencia a la. auto ma t·izac1on, ·, el obJeto · ' · q.ueda·en la percepción ordinaria r~du~ido ª sus rasgos sensibles mínimos y a sus componentes signi ficat1vos más pobres. . 6 · La percepción, con los cinco rasgos que acabamos de expo· ner' se presenta como un elemento indispensable del comporta,
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. del hombre en su relación con el mundo . · : ·,,.· 1 1 n11en1tºcarácter y las modalidades de ella. Es indisp'ecuabql u1era que ca e , .. .. 1. . . . nsa e en la re-· s .. 0 teonco-cognosc1t1va, a 1nvesl1gar un feno' m'en d d 1ac10 . · ·b · . o a o; el científico t1en~ que ~erct ~r1o u observarlo para. comprenderlo o I elevarse a un mv~l 111as pr.?fun~o. y abstracto de la comprensión. y son · edi·ac1on ·, de . cua ndo sus sentidos · , . insuf1c1entes . . ' recurre a la m instrumento? o aparatos (m!croscop1os, telescopiqs, pantallas .electrónicas, etcete~a~'.· q~_e permiten prolongar o ampliar la observación rnás allá de .los. h~utes con q~e _tropieza ·la percepción ·ordinar.ia. También es md1spepsable per~1b1r en la relación práctico-producti:va, como he~os v.isto en el eJemplo. del leñador que, a golpes dé hacha, transfor~a ~l ~ronco del árbol en leña. y, finalmente es vital en el quehacer cotidiano, no obstante su tendencia a aut~mati- · ··: · zarse, para mover~e entre los objetos que nos rodean, reconocerlos· y hacer uso apropiado. de ellos. · · '
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Teniendo presente los seis rasgos esenciales que acabamos de· seña~'. lar, podemos·precisar los que la percepción estética comparte eón la'. percepción ordinaria y los que, dada su especificidad, la distingue de ésta. Veamos. ·
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1. La percepción ·estética, en primer lugar, comporta el carácter . ··· '. .,. , concreto, sensible, singular~ inmediato de toda percepción. Es re-.. .. !ación con un objeto que se hace presente al sujeto en forma direc~· ·. ta e inmediata a través de sus sentidos: la vista y el oído que son los :. · sentidos propiamente estéticos, o ambos a la vez. Es dudoso que tratándose de otros sentidos -como el gusto, el tacto o el olfato-.. pueda hablarse ta.m bién de sentidos estéticos. . Si un suJeto individual no percibe sensorialmente un objeto, no .· Puede darse una' relación estética. Trátese de una flor, un colibrí, . :. : una obra de ,arte, un artefacto técnico, o un , º?jeto ind~strial o usual, la relación estética con ,cualquiera de ellos solo se da si se al- .· zan ante nosotro's .con su presencia sensible, pre~en~ia que sólo. se· hac~ efectiva en la percepción. Tan preeminente e 1~~1.spensal?le es. ~o . \·' sensible en la relación estética que la ciencia (la Estettca}, q4.e estu~ia est~ relación, así como objeto, al n·a cer-con B~u~~arten- r~~ur~ \, . adl termino griego ('aisthesis) que originariamente s1gmlf1c~ se?sac,i?ens.te' .. .· · , ¡· · e termino e ah'1 l . as reservas que suscita en nosotros ap icai. · : to .' . tico'' . ., . . tO la idea o e1concep Que nª n~est~o . cor-iporta~i.e,nto co~ respec .ª . , · :. ·.. :. ' .. 0 tiene una encarnac1on sens~ble. ·· . . .. · ·.. : ·,- . ·;.,
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INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
2. En la percepción estética, como en la ordinaria, nos halla . . . tnos ante una actividad compl~Ja, unttar!a, que ~o se queda en la captación de la apariencia sens~ble del obJeto. Al 1gu~l 9ue la percepción ordinaria, pone en juego ideas, rec~erd_os, s.e~t1m1entos, imágenes, deternlinados todos ellos por expene.nc1as v1v1das, personales; pero tan1bién se hacen presentes concepciones, valores que derivan del bagaje cultural de que se dispone y del ideológico-estético en particular. La contemplación del templo maya-tolteca de los Guerreros, en Chichén Itzá, con la escultura de un Chac Mol a su entrada, no se reduce al momento sensible, sino que se carga de los elementos significativos propios del arte religioso y profano a la vez, de un pueblo que trata de congraciarse con sus dioses y exalta~ a sus jefes. Ahora bien, todo lo que captamos en el templo, se capta en él como un todo; por lo cual su significado se presenta en esta totalidad como inmanente a lo sensible. Por ello, hemos dicho antes que la escultura azteca Coatlicue es mito, pero mito hecho piedra. El significado mítico aquí no está fuera de lo sensible, como su~ede en la percepción ordinaria, sino que está inscrita en lo sensible mismo. No está en forma abstracta, como idea, sino como mito trasmutado en piedra; sólo existe en su "petricidad". 3. Por lo que toca al rasgo de la percepción ordinaria que subraya la unidad de lo individual y lo social en la actividad perceptiva, esta unidad se mantiene aunque en ella se refuerza el papel de la experiencia propia, personal. Ello no excluye -como pretende una concepción individualista de la percepción- la importancia del elemento social en ella. Y este elemento se hace presente no sólo porque se percibe desde un contexto social que, hasta cierto pun.to, contribuye a limitar o enriquecer las posibilidades de percibir, sino t~mbién porque se percibe, como en la percepción ordinaria, con ciertos esquemas perceptivos que se imponen al individuo, aunque estos esquemas sean de distinta naturaleza de los que dominan en la percepción ordinaria. Desde Paolo Uccello en el Renacimiento, por ejemplo, la pintura se ha sujetado a una convención, la perspectiva, que en otras épocas y otros países fue ignorada. Esta concepción del espacio se convirtió en un elemento esencial del esquern~ perceptivo durante siglos hasta que con Cézanne en el siglo XIX, ete ' se podía percibir ' · m.en ªb and onad o. En todo ese tiempo no estéuca lo q · · ' centr0 . ~e ~o se aJusta?~ ,ª ese esquema. La perspectiva supone un rivile~ pnvtleg1ado en la v1s1on del conjunto que corresponde al lugar P · ta) giado que el hombre tiene en la concepción renacentista (huI11a~: ya del mundo. Por ello, al abandonarse esa visión -como suce
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pre de una nueva concepción dd hombre y del mundo, en unas
rnndicioncs históricas y sociaks dadas. 4, 5 y 6. La función selectiva propia de toda percepción que, en la ordinaria, se cjercl! de acuerdo con la finalidad o función a la que sirve, y que es por tanto instn11ncntal. pierde este carácter en la perl·~pción estética. Cicrtan1cntc. con10 ya sci\alamos, tanto en el caso dd científico que entra en una relación teórico-cognoscitiva con los objetos que estudia, co1no en el del trabajador -el lei'tador de nuestro ejemplo- que 1ncdiante su trabajo t ransfonna determinado mntcrial y, finaltnente, en nuestro co1nporta1niento cotidiano con las cosas.usuales que nos rodean. la percepción es ante todo un 1nedio al servicio de un fin. Se observa un fenómeno para conocerlo; se fija la mirada en una parte del árbol para actuar sobre él, y se mira un objeto de nuestra vida cotidiana para reconocerlo Y usarlo. La imagen sensible del objeto se recorta, pues, de a~uerdo c?n una exigencia instrun1ental y en esa in1agen se destaca lo que satisface esa exigencia. Esto explica, asi1nisn10, que la percepción no se presente siempre con la 1nisrna intensidad Yque inclu~o pueda desvanecerse a lo largo de la relación del sujeto con el obJeto. C\iando se trata de conocerlo, es abandonada una vez que h~ cutnphd~ su funci.6n de medio; se pasa entonces a cie~tas o~erac10nes tc.~ncas0 que tienen lugar sin necesidad de la presencia sensible.de los obJe.t?s f~n~menos correspondientes. En la relación pr~cuco-producttva, s1g?1endo con el ejemplo del leñador' la percepción de la parte d:I ObJeto , ,·6 y -,.n la que ha de ut1e que ha de concentrarse la acct e:: ' · • • .tzarse en 1 l, . · n, . 1"dad v ¡Jree1111nenc1a l e instrumento necesario, pierde su 1ntens ·' J
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INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
-aunque no desaparece- para ceder su sitio a la acción n1isma. y, en el comportamiento cotidiano con las ~osas que nos rodean Y utilizamos la reducción de los datos senst bles es tan grande -dada la autom~tización de la percepción- que casi desaparecen. O, como dice Sklovsky: "La gente que vive en la costa llega a acostumbrarse tanto al murmullo de las olas que ni siquiera las oye." En todos estos casos la percepción se halla detenninada por el fin correspondiente y, por ello, aunque es necesaria como medio, no ocupa, a lo largo de la relación correspondiente, un lugar esencial o central. Ciertamente, también puede percibirse así, es decir, con una función instrumental, un objeto estético; pero en este caso la relación sujeto-objeto no llegará a constituir una situación estética, ya que el sujeto no percibe estéticamente y el objeto estético no es percibido como tal. Así sucede, por ejemplo, cuando un estudioso de la historia de España se det icnc, en el rv1 u seo del Prado, ante el cuadro de Velázquez La rendición de Breda (conocido popularmente como El cuadro de las lanzas) y fija su mirada en la figura de los generales que se entrevistan (Spinola, el vencedor, y Justino de Nassau, el vencido), y se concentra en la pintura para determinar si el acontecimiento representado por el pintor corresponde a la verdad histórica. Percibir, aquí, es reconocer: el rostro de los dos generales, su atuendo, el séquito que los acompaña, el campo de batalla al fondo. No se percibe la escala de los colores, el contraste entre los tonos cálidos y fríos, la ordenación de las líneas horizontales y verticales, la violación de la perspectiva en el paisaje del fondo, Y todo ello par~ enc_arnar sensiblemente el significado, la idea de que la ~erdadera v~cton~ no es militar sino humana; que no consiste en humillar al vencido, sino en reconocerle -u honrar- su humanidad, po~qu~ al hacerl~ ~I vencedor se reconoce humanamente y se honra a s1 mismo. Perc_1b1r estéticamente el cuadro es, por tanto, no hacer del acto ~ercept1vo un medio O instrumento, sino un fin. Es estar todo el tiempo que dura ese acto prendido de lo sensible; o más exactamente d7 u? _entramado de líneas, colores y contrastes en ~I que ?~ lee u,n. s1gmf1cado. Por ello, la actividad del sujeto en la s1tuac1on estet1ca es esencialmente perceptiva.
Interés y desinterés en la situación estética I
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INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
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. d obJ.eto. Semejante atracción, llamado O int . eres interesa o por e1 · b d , la relación con el objeto, rota e e1la y, en co solo surge en r·1n- ex1s· t a previamente . nse. . algo que -como O pu d cuenc1a, no es . . ea 1 acto perceptivo pues,en e mismo Y . d d fuera Surge · ' , d ., en guiar1a es e unidad indisoluble con él; pero solo cu~n o 1a per~epcion, liberada de afanes inmediatos o 1nten~ses pa~t1culares, deja de ser simple medio para convertirse en un ft? e~ s1. . Ante este interés profundo e 1ntnnseco, que s.urge y crece en el proceso perceptivo y que en él se cu~ple, todo i!1terés particular, exterior se torna inconciliable con el. Pero, ciertamente, entre uno·y 0 {ro no hay muros insalvables. Se puede P.a~ar de un interés ·(que podemos llamar estético) a otro (extraestcttco), y al revés. Así, por ejemplo, el interés material -previo a la contemplación del paisaje- puede convertirse con la contemplación misma en un interés estético. Y, a su vez, puede darse un movimiento de signo opuesto cuando, al contemplar la belleza de un paisaje, por ejemplo, se despierta en el inversionista que estaba soterrado en el espectador, un interés material como el de construir un centro turístico. . En suma, no contemplamos estéticamente un objeto movidos por un interés particular, que sólo vendría a perturbar o anular nuest~a posició~ en la situación estética, y con ello la situación misma, m estamos interesados estéticamente antes o fuera de la situación en que co_ntemplamos. O dicho en otros términos: no contemplamos el 0 bJeto estético porque nos interesa sin más, sino que nos interesa ~orque lo contemplamos estéticamente· no como medio sino como fm. · ' · · estetica ·, · es, valga la expresión contrad1ctona, . · . La contemplac·ion interesada• •y, desi nteresada a la vez. Con esto queremos subrayarquest· hay O pos1c1on entre · t · . s _considerado -al ~res y C~~templación, no Se trata como heIDO oposición · d" ca tfi~ar estettcamente ambos términos- de.una entiende ra tcal º1 de incompatibilidad absoluta. Si desinteres se -como o 1· d ar nada de 1a· · . en ien e Kant- en el sentido de no esper existencia de b. . a su destino, esto será , r un Jeto Y; por tanto, ser indiferente a· estético y a p'rioriv~ido re~?ecto de todo interés particular ext;a· ción estética al 1 ntendiendolo en este sentido, la conternp ne pr~sente qu; la co~~=rse de. ~l, es desinteresada. Pero si se ~~~o, aviva Y eleva el · , mplacion estética suscitada por el obJ de interes p , 1 . ' . · rno un ,doble movimiento or e ·' es interesada. Se tra.ta asun1s El in· ~eres surge y e '. que lleva Y trae de un término a otro. se tnt ·r· rece avivado ens1 1ca y enriqu . por 1a percepción y ésta, a su vez, . terés ece movida por el interés. Ahora bien, el in
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INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
ya que al fundirse, y reducirse lo objetivo a lo subjetivo, no habría
propian1ente objeto que contemplar. Contemplar estéticament_e ~s, p~es,. contemplar un º.bjeto que no es mera proyección subJetiva n1 existe tampoco en s1 y por sí. Sujeto y objeto sólo existen estéticamente en la relaci?n peculiar, singular, o situación estética, en la cual uno Y ~tro deJan de ser lo que eran antes o fuera de ella. Tienen que desvincularse, respectivamente de una realidad anterior o externa para ganar otra, la ' . . propiamente estética. Ciertamente, el suJeto tiene que poner entre paréntesis sus preocupaciones personales, sus intereses particulares o sus afanes inmediatos para poner el pie en esa nueva realidad. El objeto a su vez tiene que desvincularse del contexto físico, usual, que le rodea, o rebásar el cuerpo físico, sensible, que lo sostiene para alcanzar o encarnar esa otra realidad. Así, por ejemplo, esa actriz que se mueve, gesticula y habla en el escenario es ciertamente una mujer de carne y hueso que tiene un nombre propio: Ofelia Medina; pero, para los espectadores, en el drama que se representa en escena es sólo la amante de Carlos, el hijo natural de Felipe II, una mujer que vive una vida que no es la que vive cada día la actriz que la representa. Una mujer que no ·es tampoco un personaje ilusorio o irreal, forjado por nosotros, los espectadores, al proyectar en escena nuestros sentimientos. Por el contrario, sólo distanciándonos de nuestra propia realidad, de la que vivimos cotidianamente, y distanciando a su vez lo que contemplamos en escena (el personaje que se mueve, gesticula y habla) de la mujer de carne y hueso que la representa, podemos contemplar estéticamente la realidad estética escénica de la que el citado personaje femenino forma parte. De 'una realidad humana dada pasamos así a una nueva realidad estética no menos humana. Si se borra esa distancia y el sujet~ no llev~ a cabo ese doble .movimiento d~ distanciamiento -con respecto a sí mismo y con respecto al obJeto- no se dará esa nueva realidad O más exacta~ente: .ºº se dará en su especificidad, es de'c ir, e~téticamente, Y solo sera para nosotros una prolongación de la realidad dada que no hemos abandonado. El sujeto identificado totalmente con un objeto que no separa de su propia realidad personal (como en el ejemplo ya expuesto del. celoso que se identifica con el Ote¡o d e 1a escena), per, . r· . . dera 1a conc1enc1a 1cc1onal de que está ante l"dad conc1err· . . d. o I ra rea 1 , c1a que es 1n 1spensf1ble para poder con.templarla estéticamente.
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JN\'ITACIÓ S A LA ESTÉTICA
·mensión estética y el sujeto puede contempJa..J canza su d l o do acuerdo con su na ruraleza. .. Est e distanciamiento es ~J que propugna Benolt Brecht: no la .d i·ficación íntima del suJeto (el espectador o el actor) con el t. 1 eni · . (el personaJ· e representa do)·'· , no 11 evar a I pu'bl.ico a idenrifi 1ºi.}Jeto . . dpl . ,, (n _ . tar sus propios s:enum1entos con los ... ~~rso~aJe . . req_~eno organo para el teairo). En Jugar de su_ pr~yecCJon o 1de~t1fi:<1c1on semimen. tal (Einfüh lung), su disranc1am1enro o ~xtra~a~1en to ( Verf,em. dung) . El sujeto se desplaza así de una reahdad v1v1da, sentimental, a Ja realidad humana de la obra como obra de arte. Esto es también Jo que habían buscado, decenios antes que Brecht, los formalista5 ru:os, al atribuir al ane la misión de elevar nuestra capacidad de sorpresa o extrañeza ante lo cotidiano, lo banal, Jo evidente de suyo. El hombre se resiste así a dejarse integrar en esa realidad que se vire cada día y se afirma ante ella con el poder desautomatizador, críríco, que ejerce con el arte. También Brecht recomienda observar Io habitual de tal manera que parezca extraño, insólito. Al distanciar~ de cien a realidad y "quitarle esa marca de famiiiaridad que hoy los mantiene al alcance de la mano", el sujeto recupera su libertad, s_u poder reflexivo y crítico, su capacidad de aceptar una nueva reahdad. En conclusión, se encuentra en la percepción estética con una realidad más humana que la que le es familiar. En ~u rna, al contemplar el sujeto esa otra realidad que es propiamente Ja deJ objeto en la situación estética, lo humano como "centro de_gravedad" se desplaza de la "realidad vivida" a otra, Ia estética, ma<, ~!ena Y profundamente humana. Hay pues una dialéctica de la un~on Y la ~paracíón, de la identificación v el distanciamiento d" SUJero , b. J •• · ... : 'J ?. Jeto que constituye la naturaleza misma de su relaCJon en 12 \Jt uac1on estética. J
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INVITAC IÓ N A LA ESTÉTI C A
~idé!g_de_cierta realLdad .esp~~!!j~a, -·º d_e cierto COJTIQQ!.!arniento del l~op,_qr~ con ella, ~ que permite_ca~t~r a -~-l!;_~ez _lo _gue hay de con!_ún O afín ~ntr~ d~ f~re11_te~--~at~9~ na~ estet~ as p_art~c-~_lafes::. é~ justa_tnente la categoría_~_e_l9_~ _s1et·1c.Q_. r,sin embargo, s1eñdo ·con10 es la más general, ha s1~0 la .mei;1os tratad~ -al menos exp)í. citamente- a lo largo de la histona del pensam1.ento estético. y es que, como ya tuvimos ocasión de ver, las reflexiones estéticas han girado, a lo largo de más de veinte siglos, en torno a lo bello, lo cual significaba reducir esta categoría a otras, si es que se reconocía su existencia. Pero, por muy importante que sea, lo bello es sólo una categoría particular entre otras, aunque relacionada con ellas, y sobre todo con la categoría más general de lo estético.
Breve incursión en la historia de las categorías estéticas Las categorías estéticas son históricas . No pueden ser separadas de la historia de la realidad de la que son su expresión teórica, abstracta, ni tampoco de su propia historia: historia de los ideales estéticos y de las realizaciones artísticas de esos ideales, y. todo ello como parte indisoluble de la historia real de la sociedad. Hegel fue el primero en elaborar, aunque en la forma propia de su idealismo absoluto, una historia de las categorías estéticas, pero puestas en relación necesaria con las forn1as históricas fundamentales del arte. Así, la categoría de lo sublime la descubre en la forma simbólica del arte del Antiguo Oriente, en el que la idea (el contenido) no en· cuentra la expresión (la forma adecuada); lo bello corresponde al arte clásico en el que la figura humana encuentra el equilibrio de contenido y forma (o expresión adecuada a la idea) y, finalmente, la ironía es la categoría propia de la versión romántica del arte (el arte cristiano); la idea desborda aquí la forma sensible, con lo cual se pone de manifiesto que, al no poder ser expresada en ella, el arte ya no responde a los más altos intereses del espíritu . .Ahora bien, ~n la ~i~toria del pensamiento estético occidental,~ pnmera categona estetica que se elabora no es la primera que H~g encuentra plasmada en la historia del arte O sea lo sublime, sin? , que preside . el arte clásico: lo bello. ' ' s ftIa categona En los primero lós?fos griegos (Pitágoras, Heráclito, Empédocles), lo bello es~~ atnbuto del mundo (cosmos). Pero en verdad el primero que plantea la cuestió~ de qué ~s lo belld es Sócrate;. Así lo atestigu:~~ no obstante las diferentes imágenes que de él nos brindan, Je
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INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
man radicalmente la sensibilidad estética que, bajo el reinado d ' · c l'as.1ca · y e1 Renacimient e 1a belleza, hunde sus ratees en 1a G.recia Can1bios radicales en el arte obhgan a asignar a lo grotesco horrible, lo siniestro, etcétera, nuevos lugares en el mapa catego;iar De este n1odo, se iluminan teóricamente no sólo nuevos y sorpren~ dentes caminos del arte occidental, liberado de lo bello clásico, sino también los caminos recorridos en otros tiempos por artes -como el gótico o el barroco- que nunca se sometieron al imperio de lo bello clásico, o por el arte de otras sociedades -como el prehispánico o el negro africano- que sólo podía ser reivindicado al ceder su predominio teórico y práctico la categoría de lo bello en Occidente.
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Lo estético en claves socrática y kantiana Siendo la categoría estética más general, lo estético fija lo que hay de común en las diferentes categorías particulares: lo bello, lo feo, lo sublime, lo trágico, lo cómico, lo grotesco, etcétera. Resulta así que lo bello es estético, pero no todo lo estético es bello. En cuanto a la cuestión de qué es lo estético -cuestión que durante largo tiempo no se distingue en la historia de la Estética de la de lo bello-, encontramos dos respuestas fundamentales, que no obstante su oposición mutua, comparten un rasgo común: poner lo estético; o lo bello en sentido amplio, en relación con lo útil. Se trata de las respuestas de Sócrates en la Antigüedad griega, y de Kant en los tiempos modernos, que sólo en nuestra época han sido elevadas a una síntesis superior. . De acuerdo con el legado de las ideas socráticas que nos transmiten Jenofonte (Memorables) y Platón (Hipias mayor}, Sócrates confunde lo bello con lo útil. El cesto de la basura es, en consecuencia, bello, y no lo es, en cambio, un ornamento inútil. En el diálogo platónico, Sócrates hace ver que un escudo, por muy ador, s1· no protege de los ataques de un enemigo no puede nad o que este, considerarse bello; en tanto que el poco adornado si cumple .e~ª ., , b , l uU,1 f unc1on protectora, sera ello. Al vincular así lo bello con Sócrates no hace sino tender teóricamente el puente que ya habt~ tendido prácticamente el trabajo humano desde los tiempo~ p~e históricos. Sienta así las bases de una estética funcional, utihtarta~ q~e dificilmente pod!a ser aceptada en su tiempo. El propio Sóc~~!~ as1 lo reconoce, segun Jenofonte, al hacer decir a un armer0 .•
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pe:..,,at coloreadas y. doradas." Pero Sócrates n. o !elrenf.comprar O a 1rma que coi~ 11o· ·y··u' t1·1 ;· s1no·que · · ' que es belloso scudo es be. sostiene en la ct·ct e1iee es uul. •• ¡·.E s d ecir; .. b ' 11 me J a en es e o porque se adapta a· 0 e f 1 qt . , r·. d tal d I , . , ump e, su undón (teSis_ u~ ·. amen . . e a estetica f~~cionalista contemporánea). Lo bello;· pu~~! ' se ·.~onfu~de. con lo ut1l, entendido en un sentido práctico-m?t~n~~; o ~unc1onal. Una conce.~c1on, ·~1ame~ralmente. opuesta es la de Kant, para . quien lo bellp Y)º uul son 1ncompat1bles (recuérdese a este respecto ¡0 que ya señala~~s acerca de su concepción del carácter desinteresado de la;c·on.te~plación estética). Bello es para él "lo que gusta por su forma'.\ cuando ésta ''es percibida sin la representación de un fin" (Crítica del juicio). La verdadera belleza, o "belleza libre", nos~ apoya en ningún concepto del objeto: "nadie que ro sea botánico.sabe qué clase de cosa es una flor, y al juzgar su belleza no la tiene en .cuenta" (ibid.). Pronunciarse sobre la utilidad de un objeto requfere conocer el fin. La utilidad_carece de valor estético y, por tanto, ei :,o bjeto· bello es por principio inútil. Cuando se admite su utilidad·y~-. en consecuencia, un conocimiento del fin que se apoya en el concepto del objeto' -como en el caso de una obra arquitectónica o de un monumento histórico-, estamos, según Kant, ante la bel/eza·aqherente, que comparada con la "belleza libre" de un .· arabesco o ·una'· flor es inferior o dependiente. ' Ahora bieri . 'a un entendiendo lo útil en el sentido estrecho de lo ' que satisfacé ·una necesidad vital elen1ental (lo que tiene un·"valor . · de uso,,), y no,en el sentido amplio y profundo de lo que -c~~o el arte- satisface una necesidad humana espiritual, de creac1on, . expresión o comunicación las relaciones entre lo estético y lo útil no se dejan· 'r educir a · las' posiciones antagónicas de Sócrates Y Kant. Cierto ~s que un objeto estético -como una estatua de Ro' . din- es inútil en un sentido práctico-utilitario. P~ro, com_o. demuestra la ·e xperiencia histórica cabe hablar no solo de uti_hdad est· · ·· ' (1 d 1 b' eto que satisface etica en el sentido- antes mencionado ª e ~ J . , · tamu~a nece$i~~d de creación, expresió~ ~ comu.m_cac1on~lí~~~~ e in. 1 . . ~l~n de una.utilidad extraestética (mag,ca, 1~~s;Í:indust~a. de ' . ' ' un so,~~ el ,~o de la artesanía, las artes .ªP ica tales que incluye . .. cit Utilicta~ .· práctica .directa de l?s obJetosr:stue el'escudo ador\ coe.~ cie~te estético. De la misma m~ne u ~ne necesariamente la~ Odel9.ue'..habla Sócrates, lejos de excluir, sdpl enemi·go la belleza . . .·: . ,un~.6- · · · · · t ues e ' de ~~ n . P~~ti~~ ~e proteger de _los a _aq utilidad. p·ero, d~.esto ·. ,· . , un vaso,, de. cristal es inconcebible sin su . . .. · -. . ' 1 •
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INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
se deduce que lo útil sea siempre -en todo escudo vaso- de por sí bello, pues la utilidad en un caso y otro n~ en. tocto cuanto tal la belleza. De modo análogo, un 1necanismo no exige ~n . f. . A , necesit ser bello para funcionar e 1c1entemente. s1 pues, aunque lo tico y lo útil no se hallan separados por la barrera infranqu esbte. , . k . ea le que levanta entre ellos 1a E stet1ca ant1ana, tampoco puede tenerse con Sócrates que el cesto de la basura o el escudo sean de sí bellos.
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Lo estético y lo útil En suma, la caracterización de lo estético (entendido como lo bello en sentido amplio) por su relación con lo útil, nos llev.a a la conclusión de que no existe incompatibilidad ni tampoco identidad entre uno y otro, y no sólo cuando lo útil se concibe en un sentido práctico, funcional o técnico. Tampoco existe -como demuestra toda la historia del arte- cuando éste, en busca de una utilidad ideológica, se pone al servicio de una finalidad extraestética -religiosa, moral, política, etcétera- a condición de que la sirva estéticamente. O sea, a condición de que esa finalidad no sea puramente externa y de que, por el contrario, materialtzada o formada en la obra, sea parte intrínseca, indisoluble de ella. Por último, reiteramos que lo estético es útil en cuanto que, en la relación sujeto-objeto correspondiente, satisface necesidades profundamente humanas (de creación, expre· sión, comunicación o desautomatización de la vida rutinaria). E~ este sentido, el arte no sólo no es inútil, sino útil para elevar Yenn· quecer al ser humano. Lo estético a que nos venimos refiriendo es -como hemos ex· puesto anteriormente- la cualidad de un objeto humano, o huma· nizado, peculiar, no importa si es natural o artificial, al que por s~ for.ma sensible le es inmanente cierto significado. Se trata, pu~s, de ~a obJeto concreto-sensible, singular, que se vuelve significativo:~ a · , (es~et.1~a , · ) a d ecuada. Al caracterizar as1, a 1,ª esteUC percepc1on corno rehusamos def1n1c1ones tautológicas y por tanto, vac1as, na ' d e M1·ke1 Dufrenne: ''Es estético todo ' objeto esteuza · dº. por.ues· esta . . ,. ,,encra expenenc1a estet1ca cualquiera'' (Feno,nenología de la expe esta !ética). Aunque lo estético y sus derivados entran tres vece,s enpro~ · · '6 n, o quizás d ~ fi1n1c1 por ello, nos quedamos sin saber q uetoesdando p1amente. No se trata tampoco de caer en el extremo opues ésta un contenido tan preciso o detallado' a su definición qu:enciª quede fácilmente invalidada por la historia real de la expefl
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Pª~a sensible, forma Y significado- sane~ °bJeto estético -rnª tefl r· . ' so1o cond' . a, . . pero insu 1c1entes, por abstractas de 1c1ones necesa na5'tico solo , se d. a en d eterm1nadas . , 1o estet1co E rela . · n verdad lo es te.ble las man1festac1ones . . c1ones so · 1 ' concretas de cia es que hacen SI po . su presencia estético-concreto, singular, en la situa ., , . , o sea: corno 10. c1on estetica correspondiente.
La disputa sobre las fuentes de lo estético Si lo.estétic~ es una ~ropi:dad ~ modo de. ser peculiar que el sujeto percibe en cierto obJeto, l.de dond: proviene esa propiedad y cuál es su fuente o fundamento? Reduciremos las respuestas, salvando sus diferentes matice~, ~ tres fundamentales, entre las cuales figura la que nosotros suscnb1mos. Son las del objetivismo y el subjetivismo, diametralmente opuestas, así como la que intenta superar las limitaciones de uno y otro. Como precisa W. Tatarkiewicz, en su Historia de seis ideas: " ... En la estética antigua y medieval predominó la teoría objetivista y, en tiempos modernos, la teoría subjetivista." Lo cual no significa, como aclara el mismo autor, que en la misma época no existieran también teorías opuestas a las dominantes: subjetivistas en la Antigüedad y Edad Media, y objetivistas durante el periodo moderno. Con esta puntualización, pasamos a exponer los principios básicos de una y otra teoría en l~ disputa .sobre la fuente de la cualidad "estética" o "bella" en sentido ampho.
El objetivismo estético · ' or Todo objetivismo concibe al objeto ·como lo que existe en. si YP • ·, 1 uJ· eto cualqmera que 51' , a1 margen de cualquier relac1on con. e s . to ob·eto es ensea esa relación y el modo como se conciba el suJe · . Jt Según to 1 . • . ntrapuesto a1suJe o. . n~es o extenor, 1ndepend1ente º. co . ·tual O natural- atn~1~tpo de realidad -ideal o matenal, esptnd lo estético tanto de Utda al objeto puede hablarse en el terreno e l'sta materialista. ob · · · ' · · · natura 1 , Jetiv1smo idealista como de obJet1vism 0 . . lo con Platóri en 1a El objetivismo idealista podemqs ejemphf!car metafísico (reino tntigü~dad griega. De acuerdo con su d~:::::~mpíricas sólo son las ideas-mundo sensible), las cosas ' Scanned by CamScanner
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manifestaciones o sombras de belle~ ideal que -como toda ideaes único, absoluto, perfecto, eterno e in~utab.le. Por muy bellas que sean las cosas sensibles -diversas, relativas, nnperfectas, cambian. tes y perecederas- nunca po~rán igualarse co~ la belleza ideal que comparte los atributos mencionados de toda idea. Su .belleza es, pues, inferior con respecto a la belleza suprema que ex!ste en sí y por sí, independientemente de que los ~ombres la perciban o no. Ahora bien si la belleza ideal no necesita de las cosas bellas para existir, ésta~ sí necesitan de ella ya que sólo son tales en cuanto que participan de la belleza. Por tanto, la belleza es objetiva en un sentido absoluto, ya que no depende de las cosas empíricas ni de los hombres. Existe en sí y por sí, al margen de toda relación humana con ella, o con las cosas en que se encarna. Esta concepción objetivista impregna la estética cristiana medieval que ve en la belleza un atributo del ser supremo, pues en definitiva toda belleza terrena deriva de Dios. En el Renacimiento domina también la teoría objetivista, ya que la belleza se encuentra en la naturaleza ·de las cosas en tanto que se da en ellas un acuerdo o armonía de las partes. No importa cuál sea el fundamento último de ella, se trata siempre de una belleza objetiva. Y así se presenta en el Renacimiento cuando ~1arsilio Ficino la descubre como esplendor del "rostro de Dios" o cuando Hegel la concibe, ya en el siglo XIX, como ''1nanifesta~ión sensible de la idea". ~n todos estos casos, la belleza es una cualidad objetiva, indepe1~d_1ente del hoi:ibre, aunque en definitiva dependiente de un pnnc.'p10 supremo, ideal o espiritual. Tal es el objetivismo estético 1deahsta. El objetivismo naturalista o 1naterialista considera que lo estético se da en la .~aturaleza o en las cosas empíricas, independientemente de toda relac1on . del hombre con ellas · Su ob'Je t·1v1·cta d es, pues, natul · rsele 1ra , material, · o. ,extrahumana · A este obJ'et·1v1smo pue d e ap1·ca' 1 a cara~tenzac1on que del materialismo metafísico hace Marx en sus Tesis sobr_e ~euerbach, cuando dice: , , La falla fundamental de tdodo el mat,enahsmo precedente (incluyendo el de Feuerbach) resi· e en que solo capta el ob· t l · a de ob ·eto O d .º' ª realidad, lo sensible, bajo la forrn como~práctica~ ~~~=~laci~n, n~ como actividad humana sensible; tanto, como ~lgo en sí mo O s~bJetiv~." El objeto es concebido: P~
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LA CATEGORIA GENERAi or: L -
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ti üedad griega desde los pitagóricos ar 1 11 lél A 3 gpropiedad del universo y de las co~~; ª ods cuales la belleza ,, uth . , . .oporc1ón . son " .b0 11 e acuerdo . :. t1lac1on: '' e1 or d en y la p1 , . co n su torttl d' ·, · , . e os Y utllcs'' y · ·e11do esta tra ic1on p1tagonca, Aristóteles d1'ra' t b', . s1au1. t d ,1 . ~ am 1en: "Un .., sa bella. . . ta e ser no so o una disposición ord d d a co , sino tam b', t cna a e par, 1en un amano· que no es casual,, (P ,1. . ) ¡es, l b Il d l oe ica . Aqu, se habla, pu~s, de a .e eza e as cosas como una propiedad que se da en. ellas ' mdepend1enten1ente del hombre qtie la descu bre o percibe, pero no la pro_du_c~ o crea. ~as tarde, el estoico Marco Aurelio subraya esta obJet1v1dad al afumar: "Todo lo que es bello d cualquier I~?do que sea, es. ~ello en sí mismo, y ninguna alabanz: 0 reprobac1on púede m?dt f1carlo. . . La belleza ... no necesita admiradores; nada requiere fuera de sí misma ... " Los materialistas ~1et~fisicos, a _los que apunta Marx en su Tesis (1) sobre Feuerbach, coinciden en afirmar que ciertas cualidades objetivas de por sí son ·suficientes para despertar la experiencia estética. Un representante típico de esta posición, en el siglo XVIII, es Diderot. Lo que se percibe como bello existe, según él, con independencia de que se perciba o no. Y ejen1plificando con la fachada del Museo del Louvre, agrega: "Por el hecho de que los hombres la miren o no, esta fachada no es menos bella.'' Para Diderot, una cosa es bella por ciertas relaciones reales que nuestra mente descubre en ella con ayuda de nuestros sentidos. Y como esas relaciones existen objetivamente, la belleza inherente a ellas es objetiva. En consecuencia, la fuente de lo estético hay que buscarla en ciertas relaciones objetivas. El sujeto se limita a percibirlas y por tanto, sólo le toca descubrir lo que ·existe al margen de su relación con él. La identificación de las propiedades estéticas con ciertas cualidades objetivas, es propia de todo 1naterialismo metafísico o vulgar, que a su vez puede ser considerado naturalismo en cuanto ~ue concibe esas cualidades como puramente naturales. Ahora bien, no sólo los materialistas metafísicos criticados en la Tesis de Marx antes citada caen en este naturalismo' estético, sino también los "materialistas dialécticos'' que admiten sólo la objet~vidad ~a.tura! de 1?estético. Entre las propiedades naturales del obJeto est~ttco esTtanan la s1metna · , la proporc1on . , la armon1a, , el ritmo ' etcetera. a1 . es I ' ' · · I afirmar que 1a f e Punto de vista que sostiene N. A. Dmitneva ª nto que /ente de lo estético se halla en la naturaleza mismad_en t~~~ente del el~a se dan esas propiedades nat~rales, in~ep~~o~e~l considerar qu~ re Y la sociedad. O - como af_1rma A. :g~aturaleza, con ino bello existe en las cosas matenales- en 1
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dependencia de la relación, espiritual. o práctica, que el hombre tenga con ellas. El objetivismo naturahsta de ambos autores rusos no queda desmentido por el hecho de que reconozcan .el papel de las relaciones sociales de la práctica social, en la relación estética del sujeto con esa realidad objetiva, ya que lo estético, 7n definit!va, sólo existe para ellos en sí y por sí, al margen de la relación del SUJeto con ella. El objetivismo estético que busca la fuente de lo estético en ciertas cualidades de las cosas o de la naturaleza, se ha extendido también, a lo largo de la historia, al arte. Desde la Antigüedad griega hasta nuestra época, pasando por el Renacimiento, se ha tratado de descubrir la clave de la esteticidad en ciertas estructuras formales, asociadas a determinadas fórmulas matemáticas. Así, en la Grecia clásica un escultor, Policleto, siguiendo a los pitagóricos en su empeñó de estudiar matemáticamente las relaciones armónicas en que se fundaba la belleza del cosmos, hacía consistir la belleza del cuerpo humano en cierta relación matemática o en la simetría de las partes. Alberti, Leonardo y Durero, en el Renacimiento, prosiguen el estudio de las medidas y proporciones del cuerpo en su búsqueda de la fu ente de su belleza. Durante varios siglos, el objetivismo estético ha encontrado un fuerte puntal en la teoría -revitalizada en el siglo XIX por Violletle-Duc y Hambidge entre otros teóricos- que se conoce con los nombres de "divina proporción", "sección áurea" o "número de oro''. Desprendido de sus connotaciones metafísicas este famoso '' número de oro'' expresa una relación matemática sin'iple entre dos partes desiguales de una magnitud, en la que la relación entre esta magnitud (a + b), Y la parte mayor (a), es igual a la relación entre ~,s,ta pa~,te mayor (a) ~ la me~or (b). Con pase en esta proporc,ió~ aur~a .se ha pretendido explicar lo que hay de estético en la pirám1d.e eg1pc1a de K~ops y el Partenón griego. y en el transcurso del s1gl.o xx, el,;ub1~I?º fue co,l~cado por algunos autores bajo el impeno ~e la sec~1on de oro . Entre nosotros, Beatriz de la fuente ha aphcado r~~1entement~ (en su libro Los ho,nbres de piedra) el canon o relac1on proporcional de la "sección de oro" en la escultura mon~mental olmeca, particularmente en las cabezas colosales y en las figuras sedentes . . Con respecto al objetivismo estético que funda lo estético en ciertas ,estructuras . d as re lac1·0 nes · , formales ' asociadas a d eterm1na matemat1cas, as1 como, al que lo busca en c·1er t as prop1e . d a d es n atura. , . 1es -s1metna, armorna, proporción ritm ue la ' o-, cabe observar q
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LA CATEGORÍA GENERA L DE LO ESTÉTICO
enda de esas proporciones mate , . , 155 b mat1cas O d para que los obJ'et . . e esas cua11·ct d na ru rales no, · astan L , os en q u a es ltn valor estetico. a armon1a, por ejempÍo n e se da? adquieran 'dad -como lo demuestra el hecho de h, 0 g~rantiza la estet'c1 • , • que ay obJ t 1 deran bellos sin ser armon1cos o, al revés ue . e os que se consibellos-. y cuando la armonía se v , lq siendo armónicos no son f ue ve neces · ue este ~lemento ~rmal sea significativo 1 an?, se requiere qen un obJeto que existe no en sí sino co ' ºb~ual solo puede ser . E l . . ., mo .o, Jeto d huma no o hunla mzado. n cuanto. a pnnc1p10 de la, 'se cc1on e oro', · b' cierto que puede aplicarse -como lo hace 8 . , s1 1en es ., 1 eatnz de la Fuente tamb1en o es que se trata entonces de un pri·n · . -, · ·, cipio que no se reduce a una d1mens1on puramente objetiva sino que b . , · ¡ b ¡ ' co ra una d1men., sion idea , so renatura , que, en definitiva expresa un 1ac1on 'f' ¡ ' a re humana espec1 ica: a del olmeca con el mundo o d' ,, L d' · ., · , como ice 1a autora: · . . . b. .1. a .1v1na , d proporc1on revela ... un aspecto pnmord1al: la s1~ ~ 1zac1~n e1 mundo y de la eternidad. Las figuras humanas estan investidas con un ropaje de apariencia natural, pero su estructura, basada en patrones de armonía absoluta las colocan en una dimensión ideal, sobrenatural.'' Finalmente, fr~nte al valor estético que se atribuye a las fórmulas matemáticas que rigen ciertas estructuras formales, puede afirmarse con Etienne Souriau (en La correspondencia de las artes) que esas fórmulas "se encuentran también en gran número de obras mediocres", es decir, sin valor estético. El objetivismo estético, desprendido de los ingredientes matemáticos, adopta un matiz especial cuando la esteticidad del objeto se hace descansar en la organización formal de sus elementos o medios materiales, sensibles. El objetivismo aquí se da la mano. con un formalismo extremo, ya que lo estético valioso se reduce a cierta organización o relación formal. Dos conocidos expon~ntes de e~te objetivismo son los críticos de arte ingleses contempora~eos, Chive la e aBell y Roger Fry que tratan de encontrar co n Su formahsmo , d ' · que su teona pue e ve del arte. Ciertamente, aunque sostienen. artísticos la 0 aplicarse también a la naturaleza Y a los ob{etos n si exclusi~averdad es que su atención se concentra en ~ arte, ~~derna todo mente en la pintura, y dentro de ella en}ª pint~:ªia aplicac¡'ón de 10 cual estrecha considerablemente los hmttf.s mo es objetivismo, su teoría. Pero, en cuanto que todo forma is nos permitirá corola Posición extrema y "pura" de ambos autoresextremo en toda su ~render lo que es el objetivismo llevado ª su Pureza''. preS
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Refiriéndose especialmente a la pintura, Roge~ Fry encu.entra lo estético, o más exactamente: lo estéticame~te vah?s?, ~n c1er.ta organización formal de sus elementos matenales d!~t1nt1vos: hneas, masas color sombra y luz. No cualquier relac1on formal entre esos eiement~s tiene un valor estético, sino aquella que c_onstituye lo que él llama una "forma significativa". Aunque define de ~n modo muy insatisfactorio -como habremos de ver- es~ ~or~a significativa, lo que sí está claro es que, no obs~a!1te este cahr1cat1vo, se trata de una forma que carece de todo sign1f1cado. ¿Que es entonces? ''Forma significativa'' es aquella que despierta una experiencia estética y que la despierta precisamente por carecer de significado. Se comprende por ello que este formalismo vea en la representación artística algo que ''puede ser dañino o no, pero siempre irrelevante'' estéticamente. Se comprende, asimismo, que Fry sólo encuentre lo estéticamente valioso en el arte no representativo, y que considere a la literatura, es decir, a un arte cuyos elementos -las palabras- no pueden prescindir de cierto significado, como un arte que siempre será impuro. Al desprender la "forma significativa" de todo significado, sólo le queda definirla como la forma que produce una experiencia o emoción estética. Podría parecer que, al ponerla en relación con el sujeto que la percibe, ha perdido su carácter objetivista. Pero no hay tal, puesto que el espectador sólo percibe una forma en sí, que existe por tanto objetivamente. Podría pensarse, por el contrario, que esta teoría cae en el extremo opuesto, subjetivista, puesto que el autor afirma también que "la forma significativa expresa la emoción de su creador'', pero esto no hace más que añadir confusión a la d,efinició? del término. Y ello por dos razones: la primera, porque asi entendida, la "forma significativa" no puede extenderse a los objetos estéticos naturales, no creados por el hombre. y segunda, p~rque no se puede hacer entrar en esa formulación un significado e~ocional q~e n?, cabe en ella, después de haberla definido como simple org~ni_zacion de elementos materiales, sensibles. En suma, el recon?cimiento de ~ue ~l es~e~tador desempeña cierto papel como suJeto de la expene,ncia estetica que en él despierta el objeto, no ,ª!tera ehl es tadtuto d~ este como objeto en sí, cuya objetividad estetica se a 11.a ·eterminada por la organi'za c1on · , 1orma " 1 d e sus ele. 1 md entos mater_1da es, sen~ibles. Por otro lado, al admitir la presencia · to , en e. 1 e un conten1 o emocional que tiene su fu en t e en e1 suJe , crea d or, no se h ace mas que mostrar la im t . d t objeUvismo extremo y "puro". po enc1a e es e
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LA CATEGORÍA GENERAL DE LO ESTi:Tlco
El su
b'}·etivismo estético
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a la pretensión objetivista de sepa fren te·etiv1smo . b so1ut1za · el papel de la sub· rar 1o. estéf a . ico del sujeto bJ el su . Jet1v1dad d · ' do las cua~1dades Y 1os factores objetivos . , ~Jando a un ':iación estétic~. Históricamente, el pensamie¿t~ee~~~e.rviene~ en la r ·ra hasta el siglo XVIII, en torno al objeto au etico occidental g~on'es subjetivistas en los siglos anteriores 'e i·nnql ue no flaltan posic1 . , c uso en a Antigüe 1os so ti1stas, por eJemplo d griega. Para el hombre dº da ., ' era Ia me ida de todas las cosas y, por tanto, de la belleza. Sin emba rgo, hay . . 'd,tamb1en d que esperar .cerca . . e ve1nu os siglos . para . que . la atención se ponga, con los emp1nstas 1ng1eses, en 1a d1mens1ón subJ. etiva de lo est, 1· 'd d . e ICO. Más que a 1a cuali a . , o conJunto de cualidades de un objeto que se considera bello, se atiende entonces a la facultad humana -el sentimiento- que hace sentir las cosas como bellas. Se traspone así la fuente de lo estético del objeto al sujeto. H utcheson y Hume representan claramente este viraje con respecto al objetivismo. Y lo representan al reducir lo estético a la percepción del sujeto: "La belleza -dice Hutcheson- denota realmente la percepción de una mente." Y David Hume subraya la misma idea .al negar que lo bello sea una cualidad objetiva y la descubre sólo en el sujeto, en su mente: "La belleza no es ninguna cualidad de las cosas en sí mismas. Existe en la mente que las contempla, y cada mente percibe una belleza diferente" (tita de Tatarkiewicz, en su Historia de seis ideas). El subjetivismo con estos dos rasgos constantes en sus múltiples formas: negación de las cualidades objetivas y absolu~i~ación d:l papel del sujeto, lo encontramos en diferente~ teo_r,ías est~t1~a~ del siglo XX. Ya tuvimos ocasión de conocer la exphcac1on subJet1v1sta que da de la co'ntemplación la teoría de la Einfühlung. Como vim_os, de acuerdo con ella el obJ. eto estético carece de realidad propia Y es ' · · de1 suJe · tO que .lo contemso· Io una proyección de los sent1m1entos . . t, t' sólo existe subJetl. l p a. Vimos también que para Tolstoy 1o es e ico . del v · · 1 efecto emoc10na1 ª~ente, pero entendiendo por subJetivo e obJeto sobre el sujeto. · b'én 1 en nuestra época Dentro del marco subjetivista se mue~~~ ta:m iri~ta inglesa. Así, ' otras teorías que prosiguen la tradicion P lo estético como Para el r·¡ · . R lph B Perry · v 1 osofo norteamencano a · bjeto sino la propie1 es una propiedad que pertenezca a1? t rés' Por tanto, no daadorno , · rta un e tal · ·al 1nteres · arse h que este adquiere cuando despie . 1n en ay objeto estético si el suJ· eto no lo convierteu General Theory of Por él T · al es el punto de vista que expone en s Scanned by CamScanner
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,/ La clave de la eX., a1ue, y q ue fácilmente se extiende . , adlo1 estético. · p licaci ón del valor está en el intere.s e suJeto y no en 1as cualidades del objeto. La catarata, por eJemplo, carece de v~lor estético "hasta que una sensibilidad humana la encuentra sublime". No es su blin1e en sí; necesita del sujeto que la enc~en.t~a tal. En esto, ciertan1ente, Perry tiene razón; pero ello no s1gn1f1ca que baste la intervención necesaria del sujeto para que éste encuentre sublime al objeto. Algo ha de darse en él para que, a diferencia de otros objetos, provoque en el sujeto el sentimiento de la sublimidad. Por otro lado, en el caso particular del interés estético, no se trata -como ya tuvimos ocasión de señalar- de un interés previo, aplicable a cualquier objeto; sino de un interés que surge y se mantiene en la rela1 ción del sujeto con él, y justamente cuando posee ciertas cualid~des que lo hacen posible. , El subjetivismo estético impregna también las obras de J. A. chard, Principios de crítica literaria y Fundan1entos de Estética (en colaboración con C. K. Ogden). De acuerdo con las ideas expuestas en ellas, hay objetos que, al ser contemplados, producen cierto equilibrio o armonía emocional y que, por esta razón, son considerados bellos. El subjetivismo que aquí se sostiene no consiste en señalar que el sujeto es afectado emocionalmente, sino en identificar lo estético con ese efecto emocional, dejando a un lado las cualidades del objeto que intervienen en la producción de ese efecto. Ahora bien,. insistiend.o en lo que ya dijimos con respecto al objeto que se considera subhme, agregamos ahora que algo ha de haber en él, alguna cualidad, que haga posible el equilibrio emocional que suscita en ~~so~ros, por ejemplo, la sinfonía Praga de Mozart, aunque ese equihbno no .es tan patente cuando se trata de una sinfonía como la Novena de Beethoven. Finalme.n~e, el subjetivismo estético se mantiene sin rodeos desde la~ pos1c1ones neopositivistas de Alfred J Ayer (en Lenguaje, verdad Y /ogrca , · ) a 1 afirmar · · · que en el juicio estético no se enuncia · . aY nada sobre el obJ. eto ni· so b re e1 suJeto, · sino que se expresa pur 1 }~;rpee~ente un estado de ánimo del sujeto. Al declararse que esta s ella, o q~e esa catarata es sublime no se dice nada acere.a d e uno u otro obJet · · ' end o, se registra sencillamente que el sujeto exP menta 1 e esta o de án · , · correspondiente S t imo que se expresa en el juicio esteuco ro sólo Y exclusi~a;e;;ta de una cuestión e~pírica, de hec~o~ ~~os o estado de , . e por 10 que toca al suJeto a sus sentunie animo. '
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LA CATEGORÍA GENERAL
DE LO ESTÉTICO
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eración de los opuestos
/,ti SIiP
el objetivismo como el subjetivism t' . tenen su Parte de verdad · · a, pero ye rr.an al tratar de a¡ rea . idarla. EI o b'Jet1v1smo acierta al sub en1~:~~o, pero sigue una vía errónea al co;:Yb~r 0 bJetividad de lo e~~e d en sí, al margen de la relación con hir ª como una objetivt ªa su vez, acierta al señalar el papel d °1;11bre. El su~jetivis1 ~1~;bo al absolutizár éste y desconocer las ~u!~~~~, per? ~1erde el r se reducen a las naturales o sensibles de un b' es ObJ~ttvas qu~ no . o Jeto en s1 Amb . osiciones caen en e1 mismo error: separar lo que , 1 . · as P so o existe en relación mutua y' ~na vez separados los términos de ella -sujeto objeto-, ~onceb1.rlos de u? modo abstracto y absoluto. Y Ahora bien,. suJeto Y obJeto noh. sólo existen en general en re1a. , ción mutua, sino en una re1,ac1on . 1stórica, concreta , lo que 1·mp1'd e hablar de u,no Y ~tr~ ~n terminas generales, abstractos, inmutables. El ca~acter ~1stonco-concreto d~ esa relación puede comprobarse aduciendo. simplemente que no siempre ha existido, ni siempre se ha dado en la misma forma, al menos con la forma específica que alcanza dicha relación desde los tiempos modernos. No existía, ciertamente, con su autonomía y peculiaridad en las sociedades prehistórica, medieval o prehispánica, aunque en ella se daban los objetos mágicos, religiosos o míticos con los que hoy mantenemos una relación estética. Estos objetos ya existían para los hombres de su tiempo, en cuanto que satisfacían determinadas necesidades y cumplían las funciones correspondientes -mágica, religiosa o mítica-; pero no existían estéticamente, o sea: cumpliendo una función estética, específica p dominante. Los objetos de otros tiempos con los que hoy mantenemos una relación estética, tenían ciertamente determinadas cualidades materiales o físicas que, para los hombres de. l~s sociedades correspondientes se convertían en propiedades magi. ' no en prop1eda · des esteticas. ' · No es cas, religiosas o míticas pero . que Ios hombres· de esas 'sociedades -cazadores prehistóricos ' fieles S, 1 mect·ievales o adoradores aztecas- estuvieran · · gos para ellas. oo cie . se e ' · d' do ser visto, no se ve. P sta ciego, en general, para lo que pu ten . t no estaba forme~, en los ejemplos citados, el sentido de la v~.:tos estéticos, el rn~ 0 º. constituido aún para poder ver, ~orno ~c~a piedra. Como Ya ; 0 ~1ntado, el altar de la iglesia o la dios;: robre se sitúe ante Cier~VUno.s ocasión de exponer! rara que eda,ºse requiere todo un lar os 0 bJetos en la relación estettca ad_ecua I se van creando las go p - del cua roceso en el tiempo, en el curso . ., r,antoccionar fren t e a 1a pos1c1on contrari·o
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condiciones necesarias para que surja Y se desarrolle, con su auto, nomía y especificidad, la relación estética .. Ya nos hemos referido, en capítulos antenores, a esas condiciones diversas: materiales, sociales e ideológicas. Por ello, nos limitare, mos ahora a recordarlas muy esquemáticamente. Condición f undamental es la actividad material, productiva, del hombre. Este, al afirmar con su trabajo su dominio sobre la naturaleza Y su capacidad de imprimir a los materiales la forma adecuada, produce así objetos que satisfacen determinadas necesidades vitales Y eleva su capaci, dad de crear objetos que, por su forma, cumplen no ya funciones imperiosas, vitales, sino también la función espiritual que llamamos estética. La característica fundamental del trabajo humano: imprimir a una materia la forma adecuada a su función, se mantiene en la práctica estética. También aquí se trata de dar forma a una materia sensible, sólo que en este caso se trata de la forma necesaria para que el objeto cumpla la función propia, específica, que llamamos estética. Con la particularidad de que esta producción no s~lo elab~r? el objeto correspondiente (estético), sino también el suJeto (estet1~0) que se relaciona con él (Marx). Pero, como vimos también en capítulos anteriores las condiciones que hacen posible la ·relación estética no se reduc~n al desarrollo de la producción material, al incremento del dominio del hombre sobre · · · reqmere, · . . la naturaleza. Ya . , al nivel del trabaJ·o , e s t e d ominio as1m1smo, una elevac1on cada vez mayor de 1as capaci'da d es h u maf1 .. . . nas 1s1cas y esp1ntuales para ejercerlo y de h' . d' .. , social del trabajo a , . ·. a 1 que cierta 1v1s1on se hagan necesari~s psa1 rcaomo su espdeciahzación y profesionalización, que se pue an prod · ( 1os espec1·a1·1stas o profesionales , O sea , los ar t·istas) os ob · uc1r por t d ., ,· 1 ca, u obras de arte como r 1 . , Je os e 1a relac1on estetl' e ac1on es pee'1fi , como relación del sujeto con . . tea Y autonoma. En suma, puede ser separada de las conc~~~~os ObJet~s, la relación estética, ~o tos se producen, distribuyen ones sociales en que dichos obJecondiciones espirituales culty co nsu~en, pero tampoco de ciertas , , ura 1es o ide 1, · . l o po d nan darse como obJ' etos t, . o og1cas sin las cua es n . . de . d es eticos S dete~mma a supraestructura id l' . · e requiere la existencia conJunto de ideas creenci·a eo og1ca de la sociedad· es decir de un . . ' s norm ' ' ,· as ? valores (o ideología estetJca), que Justifique y guíe el e~ (como un comportamiento d.mrortam1ento estético de los hombres rt· , d 1 ico, etcetera), así como de 11stinto . • e otros: moral religioso, po· ' · aca d em1as, etcétera- corres as 1nst1t ct· uc1ones -'....escuelas mercado, ' · · · SemeJante ideología estét' pon 1ent . es. ica no existe . aun cuando impera la magia,
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p· 1?· 40.enLaelbelleza amos . fundada en el orden, la proporción y la armonía la hat'1npl«> Partenclá , stca sa '<>n a CScala hu on (fachada oriental restaurada) de la antigua Grecia. E te !ric1o su estructu mana, construido para honrar a dioses humanizados, expre(la. p COn el mu ~a formal una relación armón ica y transpa rente del hombre Irte, Cap, en que vive y con las divinidades que están más allá de él.
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rri1J'111
) di ca 11.l Fig. 41: La Venus de l'Esp/ugue (Museo de Historia Natura •(Ja. ,parte, caP· de prefigurar los cánones de la belleza clásica o renacenhsta.¡ pans
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Fig,,¡42 Belleza a los siglos se manuene un consenso general al atribuir lo que llarnam A travésesdea Venus_ . de Mílo (Museo del Louvre, P~rís). Pero, es_ta BelleP11rte, ad¡etivos I ' en def10111 va, una be 11eza adjetivada: clasica o cla ,c,sta . (Ja. 8 cap, 11.)
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d de be Fig. 43. El Hermes de Praxíteles (Museo de Olimpia)_r~sponde la la sed exceP 'óO e 1 que domina en la Grecia clásica sin dejar espacio teonco -co Aristóteles- ni práctico, a lo feo. (3a. parte, cap. 11.)
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ª eza de A frodita de Gnido puede ejernplificarse lo bello ciásico. orno A : un Concírcuf esta e ¿ha b desaparecido Jo bello del escenario estético, o sub iste en 81 de hierro del que no se logra salir? (Ja. parte, cap. n.)
él e 44 entendid Pig.
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su Fig. 45. las tres gracias de Rubens (Museo del Prado, Madn es ela qu coenen· . d) encaro ' apoteosis del cuerpo, un ideal barroco de belleza femenina que ya n carna la Venus de Milo de la Grecia clásica. (3a. parte, cap. u.) O
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Fig, 46 º.anif Prueb . . . ª so lo en el arte occident al. También Jo hallamo en las ni · ac1ones Lo. belloa rt 1!siglo, e~t no se ds de, o tro s pueblo. y otras cu II u ra no occidentales, conio va esta figu \ ;'"ª -IX de nun ª de un caba llo pastando del arte chino de la dinastía Tang 11
estra e ra) . (3a. parte, cap .
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11.)
El Fig. 47. Bella fi gurilla de un caballo bailando (arte chino de la dinastí~ .ra_ng)(.3ª· · se conJugan · movimiento y la expres1· on en ella con la serenidad y el equ 1!JbnO, parte, cap. 11.)
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Ig,· Parte 48 cuadro de El lllo · • Lo b
J renacentista conoce la perturbación barroca que testi-
(3an1aeste' cap. ello11.)clásico reco, La Trinidad, en el Museo del Prado , de Madrid.
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blªncade Fig. 49 . La dcslumbrame belleza de la modelo que aparece en La/a/da.. (38· Balthus suscita comentarios que presuponen el concepto de lo bello clasico. parte, cap. 11.)
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Fig~. 50 ba: "llenas delLo espl' dos ese Y51. bellod 'tamb1en . , se hace presen1 c en el cine. Así lo 1es1imonian e ia · (del g .n rnelancó r en 1 f1hn·de Serguei M . Eisenstein, í Que vi va México! ArriQue PIJJ6n de Eis ico'. dilatado lamento : la despedida indígena al sol poniente" (la. p'CSentar a enstem). Abajo: "De acuerdo con la tradición, Sebastián tendrá Irte, cap. novia con el propieta rio de la hacienda" (del mismo guión).
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Fig, 52. A un av,on en peno vue o, no constru, o Pnontanam . cnicO, ·naparte, cap. ti.}podemos ·' 1 1una belleza, que ·ct se ·conjuga · · con ente i lidad estética, atribuirle locon te una f(JI!.·
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Fig, ·53 ~orno puede apreciarse en su cuadro, El niño de Va//ecas (tvtu • Con rado, V , de tica seo del p elazquez a nd), lo feo adquiere en el arte carta de ciudadanía esté-
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fig . 54. El buey desollado, de Rembra ndt (Museo del Prado), representa un° n 1a to ingrato, innoble que ~roduce insatisfacción o disgusto al ser conternplate~J~ad, vida real. Pero, no es as1 como el espectador del cuadro reacciona ante la no ya real, sino representada o creada. (3a . parte, cap. III.)
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Figs. 55 y 56. Aunque es Velázquez quien abre en el siglo xv11 de par en par las puertas a lo feo, casi dos siglos antes, en pleno imperio renacentista de la Belleza, Leonardo da Yinci reconoce que no sólo existe lo bello en los cuerpos, sino también lo feo. Arriba: Expresión de un hombre g rifando, Museo del Louvre, París; abajo: Dibu-
jo, Cha swort Museum,
Londres . (3a. parte, cap. 111 .)
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J
de /a Fig. 57. La fealdad de estos rostros agusanados en la acuarela, MercadO •1·ca carne en Hamburgo (1973), de José Luis Cuevas, entraña una denuncia Yuna crt11\) de la sociedad en la que impera la corrupción y la injusticia. (3a. parte, cap. •
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1.A CATEGOl{IA Cil:Nl:Rt\l Dr I
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. '6 n, 1n1pcnos . . . d'1vcrsos que s, . 16) . 0 la rchg1 1 0 el n1~to pos modernos. Esa ideología estét ¡~.º s,e. d~r.r~irnbarftn en 10s t1ert11·1ento estético cspccí fi co y a u t ónomc)(l ~(tl1c J usr i!tea un coni0rtarT . . ,S)osurg1r'•y . 1 P rá en esos tiempos para afirmarse sobre to 1 , se e csarro 11a,estro siglo, . .J ust .1f"1can do precisamcn . e o en eI s, gIo xI x te la JJro,I , . .' , Y en Ol b, . ,' r· , . "ucc1on y el conde un o Jeto especi 1co, cstct1co (el artístJ·, ) d' sum o f p co , 1gno de ser conternplad,o por su .º~~ª· e~~, ~un dándose ya esta ideología.de autonom1a y-espec1 ftctdad estellcas, se tratará dur'tnlc los .· 1 . 1a h t d l . 1 < • s1g os . .ya en ra o e, s1g. o xx, de una ideología pred om,._ XV III , XIX y asta nantemente e1as1c1sta o eur?centnca. E~ta ideología tenderá a presentar -con. las corre,spondientcs cxclus1ones- ¡0 que, en definitiva es justificación Y guia de un comportamiento estético particular -el estético occidental- como una práctica y un comportamiento estéticos universales. En suma, como demuestra la relación estética sujeta a esta ideología clasicista, eurocéntrica, el modo como el sujeto y el objeto entran en una situación estética, no puede abstraerse de la ideología que fija, en ella, su lugar y relación mutua. De ahí el error en que incurren tanto el subjetivismo como el objctivismo al separar los términos de la relación o asignarles en ella un lugar l
fijo.
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El subjetivismo, en verdad, asigna al sujeto un lugar fijo~ inmutable, al atribuirle una capacidad o sensibilidad estética que corresponde a su naturaleza humana. Tal es el sujeto para Kant. No se trata, ciertamente, de un sujeto empírico, individual., sino de u.n sujeto humano, universal, que posee un sentido especia~, º. especie de "sentido común'' de la belleza o del gusto, que permite Juzgar Y estimar lo bello con una pretensión de universalidad. Se trata e~tonces de una capacidad humana universal, no compartida por los am~ales. Así pues, lo estético hay que buscarlo en cierto comport~m,cn~o del sujeto en el que ''el sentimiento de una armonía en el J.ucgo e las r 1 · . e" constituye un · iacu tades mentales que no puede smo sen 1115 .' ele ' · t buye belleza a un m~?to esencial (Crítica del Juicio) . .El suJet~ ª ::1 te sin una rePre~e Jeto. ~uando éste es percibido ?esmteresaro:ce piacer. Pero, aun ntac1on del fin Y como un o~Jeto que P I el acento se pone, cornQue no se trata del sujeto empínco,. p~r~~n~ 'aunque entendida ést O en todo subjetivismo en la subJettvi ª ' lo'gi·c,1 Así entena en . ' antropo e • • i dicta I un sentido universal y, por tanto, ' b en una capac1dac o senrct0ª fuente de lo estético está en el hom dOre, 1género lwn:1ª 11º Y aje0~ especial de la belleza, común ª to t~ Este "sentido~~tétic0,~ todo contexto histórico-social c~nc,~~a;uraleza humana .' es, en definitiva, un atributo de ª Scanned by CamScanner
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INVITAC IÓN A LA ESTÉTICA
concebida ésta como una esencia permanente e innnttablc a través de los avatares de la historia real. . . . Ahora bien, se puede tratar de rehuir. es~ antropolo~1smo po. niendo a la "naturaleza humana" en mov1m1cnto; es decir, presentándola configurada por y en la historia Y en dife~e~tcs ~ituaciones históricas. La dimensión antropológica de lo cstet 1co solo podría darse historizada. Pero entonces perdería su universalidad como rasgo permanente de la "naturaleza humana'', ya que si bien sólo se da en la historia, no siempre se ha dado históricamente. Como hemos tratado de mostrar a lo largo de nuestra exposición, lo estético como relación humana específica (entendida como producción de ciertos objetos, o como consumo o recepción de ellos) es algo que el hombre ha conquistado históricamente, es decir, en el curso de un largo y complejo proceso en su propia historia, y no un atributo de su "naturaleza" al margen de aquélla. En verdad, aunque reconozcamos la existencia de un comportamie~to estético intencional desde hace relativamente pocos siglos, y admitamos la existencia de una praxis estética no intencional desde hace treinta o cuarenta siglos, la "naturaleza humana" no tiene una dimensi?n .estétic,a .en los .cente~ares de miles de años que preceden a esa pract1c~ estet1ca no intencional. Y no la tiene aunque es cierto que la capacidad humana de producir materialmente, ésta sí inseparable ~e.l hombre des?e que existe como tal, estaba engendrando las condi.ciones necesan~s para que la creatividad humana, puesta ya ·, estetica. ' · p de 11reheve" en el, trabaJo. ' llegara a tener una, d'1mens1on ore. , o, al , .caracter universal en sentido a,11,·opo/'ogll. .o de Ia d'1,, , mension estellca . . con10 b ase de una , . , , , o al 'principio antropol, . og1co , . , nueva E stetica hay que considerarlo -com 0 d. (Imágenes del ho,nb'...e)- en " e1 d esphegue . ice Jose , . d l J1menez . experiencia estética (en el doble plano h. t, . practico e a propia decir, no puede hablarse en rigor d " is onco Y estructural)". Es tanto, de lo estético como atributo ~e ~atu~aleza humana" y, por e a, sin tener presente su ca· rácter histórico-social. histo' ri·co . · porque no h b Kant- un "sentido estético" co , ay -como pensa a . . mun a los h b l tiempos, y social porque sólo so . 1 om res de todos os objet~ que llamamos estética: eta mente se da la relación sujetoAs1 pues, cuando afirmamos frent sujeto p~see en esa relación la c'apacidea~ tod~ subjetivismo, que. el to, constituyendo con él una si'tua . , de vincularse con el obJe· ,· . · c1on qu h e emos denominado estet1ca, no nos referimos al sujeto . naturaleza humana abstracta se ::;i:irsal, kantiano, que dada su elto de espaldas a la histo-
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LA CATEGORÍA GENERAi D . ~ 1..: LO ESTúTt c o
. a la sociedad Y, por tan to, al des¡)Jiegu .
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1a · , • N t· · e concreto r ' iencia esteuca . . os re enmos, en camb' , ~ real, de Ja
exper . d'1v1·ct ua 1que, por serlo es la 10, ' npírico, 1n b',a un, ,SUJet . o concreto ';(ico er que so, 1o es ta 1 111stonca · · , · y socialnicntm 1en 'social·, un SU Jeto e~t~órica y socialn1ente despliega práctica Y que, ª su vez, sólo 1~.'Jad
ci ' ncretamente
humana conquistada. Ja capaet La absolutización del papel del sujeto tiene pu Id , , es, como vemos una doble faz: por un a o, se le aisla del objeto o se conv1·erte , t' ·' de una facu I ta d suya y, por otro se da a est fa es e en proyecc1on . ., . , a acu 1tad una ~1mens1on un1v~rsa1, a.ntropológica, esencialista, fuera de la historia y de. su~ !11an1fes.tac1ones concretas. El objetivismo cae en una absolut1zac1on semeJante, aunque de signo contrario: aísla al objeto del sujeto, o reduce el papel de éste -entendido en un sentido antropológico, abstracto- a un simple registro de lo ya dado estéticamente en el objeto en sí, sin que participe activamente en su constitución. Así se presenta, como hemos tenido ocasión de advertir, el objetivismo naturalista que identifica las propiedades estéticas con las naturales, físicas, existentes al margen del hombre. Y así se presenta igualmente el objetivismo formalista que, en las obras de arte, identifica las propiedades estéticas con las propiedades formales que, al ser concebidas sin el significado que les es inherent:, se considera que se dan objetivamente, con independencia del suJeto que las percibe. Ahora bien el obJ' eto sólo existe estétican1ente, en un caso Y en , con o para el hombre, enten d'd otro, en relación 1 o .fren t e a toda , en una concepción ' · o antropoI'ogica desu ."nareca1da especulativa d'turaleza" como un ser social, histórico y' a la vez, .concl redto, mt I 'd , · b' h Han vmcu a os en re vi uaI. Y existe en dos planos que si ien se ª b I deben sí . dº1 1·d 1en el hom re rea , , c~m? lo están lo social Y lo 1n v . ua , . sólo existe potens~r distinguidos. Cierto es que el obJeto estet.1~ºos en la Antigüedad ci~Imente mientras no se abre paso -c 0 ? s~s ~us su afirmación en la ;riega, sus descubrimientos en el Renacim!e.n y e admite Ja especi;.P?ca contemporánea- la ideología e~~etica En este sentido, tc1dad y autonomía relativa de la relac1on este tl'd~d la posibilidad Sólo . t· se en rea 1 , · d existe efectivamente al conver ir objeto en s1, srno ee ser reconocido estéticamente, no co;~e~;inadas condiciones s~c~º1 un objeto para el hombre qu~d' enloge1'a estética. Volva0:1omsaal 1a es h' . d" ha 1 eo · ·1a baut1s nues e. istóncas, ·asume ic . a rupestre, la pt objetos Y el tros eJemplos anterjpres: la p1ntur stras ideas. com~e en las ~t' !11°nolito azteca para ilustrar nue. ra potenciaimen ' --~ etJc , · ·qu1e os no existen en absoluto, nt si ·
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INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
épocas y sociedades respectivas, puesto qu.e no exist~ la ideología estética que justifique y guíe el compor~am1ento ~r.opiamente estético con ellos. En pocas palabras, no ex1ste_,1~ postbthd.ª? .de que las propiedades de esos objetos -naturales,. tis1cas o art1fic1ales, producidas por una actividad práctica, matenal, ~um~na,-. se transformen efectivamente en propiedades estéticas. Solo hi~toncamente, de modo balbuciente en la Grecia antigua, con mayor firmeza en el Renacin1iento, y con una conciencia estética más específica Yautónoma en la época contemporánea, surge la posibilidad de esa transformación bajo la guía y la sanción de la ideología estética correspondiente. Sólo cuando esta ideología ha abierto el espacio de la especificidad y autonomía de lo estético, se crean las condiciones de posibilidad para que se produzcan los encuentros concretos, singulares, entre sujeto y objeto que hemos llamado situaciones estéticas. Sólo en ellas los objetos dotados de ciertas cualidades, no cualquier objeto, adquieren una existencia estética efectiva. Mientras no entra en una situación estética concreta y, por ello, mientras no es percibido o contemplado, el objeto, aun poseyendo las cualidades o propiedades naturales, físicas o sensibles necesarias sólo es estético potencialmente. Para que pueda realizar su esteti~idad 0 pasa~ de la que. s_ólo ~,s potencial a su realidad estética efectiva,' se requiere la part1c1p~c1on del sujeto. Sólo entonces el objeto desplie• ga una 'fi1cad o. Al ·b· 1forma l sensible · . a la que le es inmanente un 51gn1 perc1 lf o,~ suJeto n~ mventa e.sa .forma ni ese significado ue tienen 'bl q como premisa las cuahdades obJet1vas que los hace las naturales de lo estético natural -de un . . n pos~ es, ya sean sean las artificiales, creadas por el hom~a1saJe, por eJemplo-, ya ejemplo, de una obra de arte. Prescin . re cuando se trata, por na la esteticidad del objeto (q diendo de ~llas, no se reahzaI mo); pero, a su vez, prescindi~~;~ do qu~ no ent1e!:~e el subjetivis1 dado (en el paisaje natural) no al e ~ intervenc1on del sujeto, lo lo creado (en la obra de arte) no c~~z~na un. plano estético, o bien P .na realizarse como tal (y esto es lo que, en un caso y otro En conclusión, lo estético ' ~~~nttende el objetivis1no). ~n tipo de objetos que por s;form~ ctte~oría general- caracteriza mmanente que determina as· . ensible poseen un significado to ' tm1smo el co . ?1Portamiento del suJe· que capta, percibe O contempla e~o naturaleza sensible formal y si· ·r· s ObJetos de acuerdo con su }'1f' ' gn1 tcaf ica a uno y otro (sujeto y ob · t ) tva. Pero lo estético sólo caca Y social que hace posible suJe ? en la relación humana históri' 'ó concr t . existencia t, . e a, singular, en que esa posibTd es etica, y en la situac1 1 1 ad se realiza efectivamente,n
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I I. Las vicisitudes de la belleza categoría , · · , 1con10 N . . general pasamos a la. , s ca t egonas esDe. lo estético ét1cas partlcu ares. o es casual que empecemos por t , I . . . a ca egona t de lo bello. Es 1~ pnn1era q~~e encontramos en los lenguajes de los pueblos, y 1~ pnmera tan1b1en en la que se detiene el pensamiento estético occ1den~al. En las len~u~s más antiguas como la griega, y en las de las sociedades prehele111cas, "bello,, aparece con un matiz peculiar en el interior de lo "bueno". Designa, asimismo, lo "bien fabricado" o "bien hecho". En La 1/íada, la palabra kalós designa lo bello referido a objetos producidos con arte, tejné*, así corno a personas hun1anas o divinas, animales y la naturaleza. En el poema homérico los objetos bellos, bien hechos -como las armas-, cumplen casi sien1pre una función utilitaria. La belleza del hombre se asocia a su belleza moral, aunque sin identificarse totalmente una y otra. Pero si la belleza de una persona no se desliga de sus cualidades morales medidas éstas con una vara aristocrática, ' . tampoco se desprende sin más de su apariencia sensible, física, ~orno puede colegirse de los elogios homéricos a la belleza de Aqmles Y Helena.
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"Difícil cosa es lo bello'' (Platón) Con estas palabras Platón pone punto final a su ~i~logo 1!ipias mayor después de haber sometido al escalpelo socrattco vanas definicio~es de lo bell~. y no obstante esa dificultad, o tdal lvebz ~~~ ell d ' f · os se ocupan e a e a, esde que los primeros filóso os gneg · do en ella un ::•. allá por los siglos VII y VI antes de nuest1 eri~ r~~~ntos de definbuto del mundo (cosmos), no han cesa o . . 1ificado de produc• "A " . , A t'güedad griega el sigt trate de 1 ción h rte (te1ne) conservará a lo largo de la n . tos principios o reglas.' Y~ se 1.11110 Obje1 ech~ con habilidad, con destreza. conforme a c1e~ras de arte. por cons1g~11~,t~· d~ un los os Utilitarios o de los objetos que hoy llamamos~ d, como tos de la acc1v1c a Product d · · de un teJC or Pintor os el trabajo de un carprntero o del arte (lejné). O un escultor formaban parle del mundo .
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INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
nirla. Es decir de encerrarla en un concepto o fijar sus límites con. ceptuales, qu; en eso estriba precisamente toda definición. Desde que los pitagóricos encuentran en el °:~ndo (cosmos), como un a tri bu to su yo, J.Q.Jl~fi ne .a~a_belleza_cla.s_u:a.(d-or~ l ~porci ón, la armonía), QO_se ha_deJad.o de buscar.,~IJ..Jin nn.s.._m1o_s1tprem-o el atributo de lo bello.. y así proliferan, desde que se formula metafísicamente este o aquel principio, las definiciones metafísicas de la belleza, desde la_Antigü_e~é!d griega hasta nuestros días. Tales son entre otras las que afirman que~lo be)lo~~s.: i_d ea _et~r!l_~ ~ e ( ~ ta, inmutable, de la que participan temporal, 1mperf_é:Cl?: y d1v_ersamente las cosas empíricas bellas (Platón); resplandor de una luz Tñieligible- en l as cosas sensibles (Plotino); belleza de las formas que tienen su fuente en Dios y de las que provienen las bellezas de los cuerpos (San Agustín); resplandor del Sumo Bien en las cosas sensibles (Marsilio Ficino); reflejo de Dios (Miguel Ángel); manifestación sensible de la idea (Hegel). Y, acortando las distancias para llegar, desde la Antigüedad, la Edad Media y el Renacimiento, hasta nuestra época, nos encontramos con definiciones de lo bello como las de Maritain (esplendor de la forma en lo sensible) y Heidegger (modo .de estar presente la verdad como desvelamiento del ser). Como podemos advertir fácilmente, en todas estas defini€iones.lo_ ~ustanti~?._~.s _elJ?.rincipio_s_up_remo_escogido: idea, Dios _forma, ser o ver~ad:J l~ a_djetiy_~ _G_osas_sensi_ble§, e~ Qi r1cas, que nos'OlC ~ell~s de por s1 m tamp_oco_por..su rela~ió_11_co.11_el. hombre, sino como c~~l:d~9es en _las_q_u_e se manifiesta, resp)andece, refleja O se hace~ pr~sente un pnnc1p10 supremo. La belleza," con· indepenaenciáde los obJetos _reales, por un lado, y de la relación humana con ella, por otro, reina con un carácter absoluto sobre el tiempo y la historia, sobre los hombres· y las cosas concretas.
Belleza sin metafísica Qtr_a s defi _n~ ~lQQes d~ la.belleza fijan su atención en las cosas beIlas, Y.ª sea en su reahdad propia, 0 en su condición d ~ para un suJe~o. !)~ este modo, se liberan de las' servid~mbres metafísicas a un prmc1p10 supremo. Así sucede enu· . . . 1 meraremos a continuación. . con as def1n1c1ones que 1. Benedetto Croce enuncia co
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5er
~na "expresión ~fortµnada". Ah~o n~ta dist~ntiva de lo be ~me· Jan te "expresión afortunada" ra bien, es innegable que 5 de se encuentra también en obras
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LAS VICISITUDES DE LA BELL
EZA
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tas que dominan otras categorías estéticas como 1as de lo trágiarte en , mico o lo sublime. . o loco e Algo anfilggQ_a.c..u ntece-cuandoJo~bello.se_encuent ( · _,,....,- · 1 Pl · · ra como lo encuen!ran, por eJemp o, eJano~ o Georg Lukács) ~J.Ll~.un_i_datj de y forma. Pero esta unidad no es privativa de 1 b contemdo ---=""t·---·· . as o ras afíisticas o tteranas que con~1deramos bellas. Así, un relato como El proceso de Fran.z Kafk.a t1en~, en unidad indisoluble, la forma que corresponq~ ~l conten1d?. C1er!amente, sus personajes son abstractos, esquemat1cos, despersonalizados, porque así son efectiva. mente en el mundo hueco, cosificado, deshumanizado en que se mueven y actüan. Sin embargo, esa unidad de contenido y forma no permite afirmar qlie la narración kafkiana sea bella. 3. Para W. T. Stace ( The Meaning of Beauty), la belleza se da en la fusión de un contenido intelectual y un campo perceptual, gracias a la cual se revela un aspecto de la realidad. Pero semejante fusión, que puede admitirse; no es exclusiva de la experiencia estética de· lo bello, ya que podría darse también en otro género de experiencias estéticas. 4. Esta amplitud o indistinción de lo bello en el seno de lo estético se presenta también cua'ndo se le define atendiendo sobre todo a rasgos propios del contenido: lo bello es la vida (Chernishevsky), o lo caract~rístico (Goethe). ' . . 5. Lo bello como categoría particular se diluye igualmente cuando se le define como lo estéticamente valioso. Lo bello como valor estaría· presente en todo fenómeno estético. · Ia d e fi'nición de lo. be· 6. En esta excesiva extensión cae tam b'ien 110 como ''inmanencia total del sentido a lo sensible'' que sosuene Mikel Dufrenne Su especificidad se pierde aquí a ?1~n~s qude sle · no se hace- un gra d O O matiz distintivo e o Postule -cosa que , . bello d · · . · d todo lo estetico. entro de esa· inmanencia propia,, e llo en lo cual la obra 7 d · Max Bense define lo bello como aque lano ontolótrasciende la realidad''. y a este modo debsi·eenr o!nque puede g1. ecarte o lo n . . 1·d d" Ahora , actin· . ama as1m1smo "correa 1 a · 't los anteriores- que la o~hrse -coino lo he·~ os hec.ho en ca~1o~dición sensible, mate. ra de arte no puede reductrse a su d de ser que Bense r1a1 · . . 11 stemo 0 ·1 . Han-.. ' ni tampoco presc1ndu de e a, e b. to estético y no so 0 · · d e todo o. Je belleza como ",o de .,,a'' l correahdad'' sería propio e 1 rrea~~ objetos bellos. Por tanto, al de;in;~ :stético y no pr?~i.all'len ad'', en verdad se está ·definien D ahí que la defimcion te lO b · lar e l" ''lo de M ello como categoría parucu · de ser ' 'correa , 0 ax Bense -.:...de la belleza ·como modo 2'
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INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
positivamente estético"- sea infructuosa, por excesiv?mente ~e.neral, cuando se trata de definir lo bello como categona espec1f1ca, particular. . 8. La belleza de las cosas se ha pretendido defi~tr como. perfección entendida ésta como adecuación plena a su idea o genero, o com~ realización cabal del tipo o prototipo de aquéllas. De acuerdo con esta definición, que no puede ocultar su raigambre platónica, serían bellos por ejemplo el caballo o el perro que se adecuaran perfectamente a su idea o género. Pero, en este caso, habría que admitir que también lo serían seres -como el sapo, la lombriz o la cucaracha- que no obstante su perfección o adecuación plena a su género, difícilmente podría considerarse que son bellos. 9. A diferencia de las definiciones anteriores, que fijan sobre todo la atención en las cosas bellas, tenemos la que busca la belleza en la relación del objeto con el sujeto, o más exactamente, en el modo en que éste es afectado por aquél. Tal es la definición que hace hincapié en el placer como ingrediente distintivo de lo bello que, de esta manera, se identifica con el efecto que un objeto estético produce en un sujeto. Aunque este tipo de definición surge sobre todo -como Y_ª vimos- con el subjetivismo estético en los tiempos modernos, tiene claros antecedentes en la Antigüedad griega y en la Edad Media. Ya en ,1~ Gre~ia cl.ásica el mismo Platón, que construye el paradigma metafis1co, 1deahsta, de lo bel!o, lo caracteriza como , , .. .lo que nos ca~sa placer: n~ ,toda especie de placeres, sino los que provienen de la vista " y el 01do . Y entre. los obJ. etos que lo p ro d ucen enumera 1os que encantan nuestra mirada· hombres bell . en co1o, · os, d.b 1 UJOS ,, Esta res, pinturas, esculturas, bellos sonidos , mu' si·ca en genera . 1 · · , PI , d e fiin1c1on que aton considera "una buena def .. , d ·1. 11 " 11 0 correrá con buena fortuna a lo lar O de 1 . , ~ cion e o ~ estético Santo Tomás di'ra' t b' ~ ª histona del pensamiento " . am ten en la Ed d M d. b 11 lo que place a la vista'' . y Oav1.d H ume a l . le 1a que e o es relación directa placer y belleza, Y defi ' en e s1~ ~ XVIII, po~~ en de; especial de producir placer" K ne ª esta u~t1ma como P.ºmas claramente al delimitar el ti · d ant caractenza esta relac10n ~ placer Y de objeto que está~ en juego. Se trata de un placer distingue del placer sensible O bas ude, esde el ángulo del sujeto, se · , ya que se as1en· . , en el juicio y la' imag·a o .en t a tam b 1en , la se nsac1on, . inac1on Se t . . d n l d es1nteresado Pacer y no sólo ind' ·ct · rata, as1m1smo, eu . 1v1 ual ya . l un Pacer universal, compartido P ' que se caracteriza por ser or otros· dad d e que esa universalidad, siendo s '. a~nque con la particular!-· da a reglas. En cuanto al obJ'eto ubJetiva, no se halla sometI, se tratad e1 que por su forma, por
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LAS VICISITUDES DE
LA BELLEZA
una configuración adecuada s . . 169 see r . . , uscua pla 0 p. tarnente, aunque estas def1n1ciones d l b cer al ser Percib. d cieros ejemplificado con las teorías de Pla~ ~ o ello _q >_t:i-19-placer iq~~ ¡~en\ subrayan el ingrediente placentero on,.Santo Tomás, H~me Y Kªºrd de la experiencia estética de lo b qllue, innegable.mente, forma ar ., · . e o corre el P ralizac1on excesiva, mientras. no se esp' ·r· nesgo de toda · ge1le • ec1 1que el · . 1 . . e adquiere e1p acer en esa experiencia e t, t' . matiz propio ~~n es cierto que todos los objeto estético! ~\ca particular. Pues si icos como habremos de ver- producen ci t ncluso los feos y tráO roducen de la misma manera y con la mi· esmr ~Jacer! no todos lo a 1ntens1dad. .
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Lo bello como categoría
estética particular Ve!11os, e~ conclusión, que si las definiciones metafísicas, especuJau,v~s, solo conducen a p~~er lo bello a espaldas de los objetos esteticos reales Y de la relac1on humana específica con ellos los intentos de construir un ~g~~.~P.J_ de, __belleza.partiendo_de I~s cosas ~ LYde la relación humana correspondiente, llevan ~ un _con~ ~ Q~Jall_ª1!!.R]i(! _9l:1_~.l_o beJ}o se desvanece como categoría particu-: uir. En suma, sigue en pie la cuestión de formular -hasta donde sea posible- una definición de lo bello como categoría específica, que pueda convivir en el universo estético con otras categorías particulares, con las que se relacione sin confundirse con ellas, tales como lo feo, lo sublime, lo trágico, lo cómico, lo grotesco, lo siniest.r_o, lo gracioso, etcétera. Ante las vías muertas de la vacua ~bstrac~wn metafísica y de la desbordada generalizaci?n, vea?1os si es po~ible atribuir a J.o bello un terreno estético propio, partiendo de obJ~tos concretos, y especialmente de los productos artísticos que consideramos bellos.
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De lo bello en·el arte A . . ,' l Con esto presuponemos u~abamo~, de declf ''consideramos. be~s~os hallamos p~e~~~t-~_s_~.. e ª relac1on en la que -como suJetos -, '. ·su presencia. N~ .s~_ --!!.._la Ol1P lo b. t d relación exh1 0~n . oral sino tra~ - ~2-1 ~..~~,--.-S~ª-..··--~--- · aor·ideal, 1nte~p . ' l0'_ - a, P~ es, de lo bello para un_espec ª marco estetico (i~eo Pataaque1--··-·, . ·- .. .. . ~....... se mueve en e1 b' tos se hayan &ico que, como.nosotros, ue esos o Je riop Ypráctico) de nuestro tiempo. Y aunQ 5 que registra Ype 1 rod_Ucido en épocas.pasadas, justamente a
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I NV ITACIÓN A LA ESTÉTICA
diza la historia del arte se trata de objetos pretéritos por su origen con los que mantenem~s una relación viva, no ~rqueológica; es decir, actual, en presente. Y ello es así cualesquiera que hayan sido las relaciones que mantenían con esos objetos los hombres de su tiempo. Es lo que tuvimos ocasión de ver ampliamente con los ejemplos de tres obras artísticas producidas en diferentes épocas Y sociedades: la pintura rupestre prehistórica, la pila medieval de ba.utismo y la escultura azteca. De ahí que suscribamos el punto de vista del historiador contemporáneo del arte, S. C. Argan, cuando afirma que "la historia del arte es la única entre todas las historias especiales que se hace en presencia de los hechos . .. " (cursivas nuestras), idea que puntualiza certeramente al agregar: "Sea la que sea su antigüedad, la obra de arte aparece siempre como algo que sucede en el presente.'' Aplicado todo esto a la categoría estética que nos interesa en este momento, hablar de objetos bellos es hablar de objetos qu ~_apartcen en el presente. O sea: l,2~.o_nsid_er_~l!l~S _!)ellos en el!nar~o-d~..D~Stra cultura occiqental, de los valores estéticos que con ella asumimos, independientemente de lo que en este terreno registra la experiencia histórica. Es un hecho, que no puede dejar de reconocerse, que los espectadores (y el término no es muy exacto) de otros tiempos, otras culturas y sociedades no los consideraban bellos o, al menos, no los consideraban tales en el mismo sentido que hoy tienen para nosotros al contemplarlos. Si atendemos, py~s, _a. los .objetos estéticos que llamamos_,.oJ?.@i. de arte como productos específicos de una ·capacidadcreaao ra ue ri se i.denti fic~ c~n la habilidad o destreza (tejné)-d~lá_A_rg_ig_iii 9ad griega, Y SI deJamos a un lado SU filiación histórica originaria y <:.!_mo90 como fueron acogido_s y calificados (estéticamente ó no), habrá que reconocer lo siguien~e: que existen hoy, 0 que aparecen en prese~te para nosotros, un tipo de objetos a los que atribuimos ;~ta cual!?ªd, ra~go, mo~o d~ ~ero de valer estético, que llamamos_ belleza . SemeJante atnbucion no la hacemos en un sentido vago por,~u a.mplitud ("la ?ºche n~gra donde todos los gatos son pardos ), s1~0 en u? sentido preciso, aunque sólo sea el indispensable para no confu~dir lo be_llo con º!r.as categorías estéticas particulares. Y, en este sentido propio, especifico, atribuimos belleza a unos objetos, ~ no ~ ?tros. ~, en ese se~tido que hace de la belleza una ca!eg.ona estetica particular,. la ,atribuimos por ejemplo, en las artes plast1cas, a las. estatuas El d1scobolo de Mirón, el Hermes de Praxíteles o la Pauhna Borghese de Canova; a cuadros como La Sagrada
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l 1\S VICISITUDES
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LA · lll ~'I J .Eí'.A
17 J
. . y La Nfadonna del alba, de Rafael A , f'¡i'''·¡{ra • de Tiziano, Fiesta en un parque ct' W,nor sagrado y amor ¡,1110 , , , , e atteau o L ,{{! . ic f\'tilleC. , , en poesia, consideramo b 11 0 . as espiga1!,>11.,· .;110 de la égloga de Garcilaso de la e 1, ~or eJemplo, este
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ga a virrey de Nápoles:
fr:1ft11L
corrientes aguas, puras, cristalinas· árboles que os estáis mirando en elias· verde prado que aquí . sembráis vuestras' quere11 as· l yedra que por os arboles caminas ' torciendo el paso por su verde seno yo me vi tan ajeno del grave mal que siento, que de puro contento con vuestra soledad me recreaba , donde con dulce sueño reposaba o con el pensamiento discurría ' por donde no hallaba sino memorias llenas de alegría. y deslumbrados nos quedamos por la belleza de este soneto de Miguel Hernández, de El rayo que no cesa:
Tu corazón, una naranja helada con un dentro sin luz de dulce miera y una porosa vista de oro: un fuera venturas prometiendo a la mirada. Mi corazón, una febril granada de agrupado rubor y abierta cera, que sus tiernos collares te ofreciera con una obstinación enamorada. ¡Ay, qué acontecimiento de quebranto ir a tu corazón y hallar un hielo de irreductible y pavorosa nieve!
Por los alrededores de mi llanto un pañuelo sediento va de vuelo con la esperanza de que en él lo abreve.
~.belleza es lo que encontramos en tantos poemas en lengua españ?· D. de Góngora, Lope de Vega, Sor Juana Inés de la Cr~z, Ruben Federico García Lorca, Rafael Alberti, Carlos Pe!lt~er, ~ua~ mon Jiménez u Octavio Paz. y, en cuanto a la mus1ca, ¿que
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INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
oyente contemporáneo negará su belleza ~ composiciones como Las cuatro estaciones de Vivaldi; los Conciertos de Brandeburgo, de Juan Sebastián Ba~h; las sinfonías Júpiter Y Praga, de Mozart; la Sinfonía inconclusa de Schubert; el Cuarteto para c~1erdas "! el Preludio a la siesta de un fauno, de Debussy; la Rapsodia espanola o el Concierto para la mano izquierda, de Ravel; la Sinfon~a clásica, de Prokofiev, o El amor brujo y El sombrero de tres picos, de Manuel de Falla? Y si reparamos en la arquitectura, muchos son los edificios y construcciones diversas que, desde la Antigüedad hasta nuestros días, nos cautivan por su belleza, tales como: el Partenón griego; el Pórtico de la Gloria, de la catedral de Santiago de Compostela; la plaza de San Marcos en Venecia; el batisterio de Florencia; la Alhambra de Granada; la Giralda, de Sevilla; la fachada de la Universidad de Salamanca, la catedral y la capilla del Rosario, de Puebla. Y belleza hallamos también en la Plaza de las Tres Cultura~ (Tlatelolco, México, D.F.), en la que la belleza se reparte o se conjuga en monumentos o edificios de tres culturas o sociedades diversas (prehispánica, colonial y contemporánea). Y si fijamos la atención en un arte como el cine, -nacido propiamente en nuestro siglo y tan tributario de exigencias técnicas e industriales-, la belleza no deja de estar presente en films como: ¡Que viva México!, de Eisenstein; Amarcord, de Fellini; María Candelaria, del Indio Fernández; El sacrificio, de Tarkovsky; El último emperador, de Bertolucci o Sueños, de Kurosawa. Nos hem?s referido hasta ahora a lo bello en el arte, pero cierta.:_ mente no solo lo encontramos en él, sino también en otras esferas del universo estético: la naturaleza, la artesanía la industria y la vida cotidiana. Ciertas categorías estéticas pued~n faltar en esas esfer~s: la n~tu~a_le.z a no es trágica ni cómica, y en la artesanía o en la mdustna difictlmente podíamos hablar de lo sublime. Pero en todas ell?s (ya se trate de. una realidad natural: un paisaje, una flor, u~ ~r.bol; o un ~er animal: un pájaro O un tigre; 0 una realidad, artificial producida por el hombre·· la a r 1esan1a, · d tri·a o , . 1a in us hablar .de belleza la tecrnca) cabe · . ' o de fealdad , cuan d o esas realid a d es a d qmeren una dimensión estética d de la De la presencia de lo bello sobre tod· 0 , . ' . ' en 1os pro UCLOS -· practica art1st1ca, podemos desprender e t d . .Q . . s as os conclusiones. p · nmera. ue atnbuimos belleza a cien . · · , · - ·-@e hemos ejemplificado con 1 b , . os ObJetos estet1cos, _ ~ . . ·. as o ras art1st1cas citadas y no a todos._. Ciertamente, no la atnbuimos a un cuact d ' S no ro e Goya como atur ·· d evoran d o a sus I 1110s o a sus pinturas n . ·buiegras. Tampoco la atn
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I.A~ \'lt 'lSI l l ll>FS. l)l', l .1\ HFI 11:1 ... A
'\ un:\ littl!',ral'\a l'lHllO ¡.'/ 11 ,.·r 173 1 " de 1 1 .,111 e · , .. · 1 '~ • ,1. . 'de ,l(lsi· 1- .tltS u '\'US. PL·n, líltl ' 1c vnrcJ Mt111cl '· o n u11 ¡1,11 I( • ' 1pnco lo t ¡ ,1 ·,l l' ¡,n prcs1ona, 1I L' pneu u, de C'c .. . \ · . HH nmos de" ,. l,\·1 l · . ·¡·.. . . S,\I ' nllc10
,\1 fil\ d~ l!t hatalln, ;. ,,iw d ~,,mh:11 knl..:, vino hndn él · 11111 )' k dijo: "¡N,> mncru:~: le nmo 11111101•:m homhrc )'cr1l el \,·ndúvc.:r ¡ny! s,~uió muricndl1.
k H1.'l'.l'1.:aron dos y rcpit iéronlc· ··¡Nl) l\ll' d~jcs! ¡Valor! ¡Vncl\'c t~ la vi ~1, '" t\·n) é \ (m 1avl'r ¡ay. siguió muri~tHlo.
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Pl'rn d cadúver ¡ay! siuuió muriendo.
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fNVIT A C IÓN ;\ LA ESTÉ.TíCA
Hacia una definición real de lo bello Fueron los pitagóricos en la Antigüedad griega los primero~ en subrayar el orden y la proporción como rasgos de la belleza, Pem es Platón quien desarrolla esta forro ulación P?ner, en su díáfog(> Gorgias, el orden y la armonía entre los requenm1entos ~e lobe!fo~y estos rasgos los precisa aún más al establecer, en el Frlebo, que fa línea recta y el círculo, así como las figuras formadas con elfos~son bellos. Aristóteles, en su A1etafísica, atendiendo sobre todo a fas cosas reales, subraya como rasgos de su belleza el orden, la simetría o proporción de las partes entre sí, así como la limitación o proporción extrínseca, del conjunto. Y a estos rasgos añade en su Poétíca ur. cuano elemento: el tamaño o magnitud. Con las aportaciones funda-mentales de Platón y Aristóteles, tenemos los pilares de la teorfa general de lo bello a la que se atendrán -co n sus rasgos de orden, medida y proporción- la estética crist iana (San Agustín) y la estética. medieval (Alberto Magno, Santo Tomás), En el Renacimiento se deja atrás la práct ica artística medieval er; la que los productos se consideran bellos por servir a Dios. f\ hora se piensa que son bellos de un modo esencial y con stitutivo. El artista deja de ser el artesano que produce bella mente art efactos y :e convierte en el creador de o b ras bellas, o com o se las conoce mo-de m amente ' obras de ane" . Los a rtistas aspiran a crear objet os que tengan la cualidad de lo bello que ha llan en la na turaleza, Y cuando se encuentran con una rea lidad que d e por sí no es be ~ procuran embellecerla al representa rla , au nque esto sionifique desrea lizarla o idealiza rl a. º Ahora bien, cuando los tra tadístas del Ren acímíento tratan dt definir la belleza que. g_ran parte de ellos ha n producido artfst:camente, se mueven teoncamente en el marco d~ la~ definiciones e 2.-, Y así pa r_a Leon Ba utista Alberti, teórico de Ja arq ítec ura Y el m smo ~rqmtecto, la belleza es una concord a ncia '~de fas, par~es de un _con~unto, de ta l manera que nada se puede agregar, quj ar ? camb1a_r sin hacerlo menos agradable" (L ,Architletura. De re edtficaron aJ. Y _complemen,ta .,u definici ón con C\ta otra: " La bdfezi es un~ especie de ar m o nia y a cuerdo entre todas fá: partes, qt1e constJtuyen und todo const ruido <:egún un núm"'ro r· ·c e1··erré. rda., .' . I ..... IJ ) , c1on, cierto. o r en, ta es c~mo lo e;1.ige ef principio de ·mcufa que es la ley mas elevada y mac:, perfecté.t de fa naturaleu1. n Tcncrno3~ pues, como rasgo - de la belleza que el artí:.ta d~bc p laf,mar en ~U'.>
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LAS VICISITUDES DEL A BELLEZA
tos n1ismos que hemos encontrad 175 ob~as,,teles y en el arte clásico, a saber· 1º en las t~orías de Platón Ansto .. . . a armonia o Y ~le \as partes,_la ~roporc10~. y la si~e~ría. concordancia ,onardo se atiene tamb1en al entena el .. . d t . as1co de la prop . . 1 l ( OI1l O tun an1en o racional de la bell . orciona1t, ac d t'·. eza' pero en ta .\[berti t~ata e tJar un cano~ aplicable a todas las fi nto que ·. él uene presente la variedad que en 1 gur~s human,15• d 1· , . as proporciones d did1as figuras, esp 1ega la naturaleza. e y Lomazzo, un pensador no muy renombrado ho . Y, pero muv importante en su epoca, remacha el punto en su tratado El 1 1. ''T 0 d l0 o de la pmrura: .º que nos ~grada tiene su fundamentoemp en el orden de las proporc1one.s que cons1s!e en la medida de las partes.,, Lo bdlo se presenta, pues, vinculado a cierta ordenación o proporción de \as partes de un conjunto. En consecuencia, se descubre en cierto esquema f orn1al que incluye, junto a la proporcionalidad, la armonía, la simetría, la unidad de la variedad. Y, con esta idea o canon ideal, el artista ve la naturaleza y el cuerpo humano. O como dice el pintor Rafael en una carta a Baltasar de Castiglione: "Para pintar una belleza, necesito ver muchas bellezas; pero, puesto que las mujeres bellas son 1n uy raras, utilizo cierta idea que me viene a la mente." De donde resulta, muy neoplatónicamente, que los artistas del Renacimiento -Rafael, Leonardo e incluso ~iiguel Angel-, adecúan su representación de la naturaleza o del hon1bre a una idea de lo bello que corresponde en lo esencial a sus componentes clásicos . la proporción y la si· d En verdad la belleza fundada en_~_.QL_ 1 e..!!, - ~. . . · . -··· · Grecia Y esa es. , ' - · · ---1 1 Il)etria, es la que se tiene por tal desde ~ ª~·ª ~tigu~- - -~ ·- -:-:--::as·1 · - -- - · -· · -·¡ · - · 1 cratad1stas renacentt:sta:> m1smo, la fiélleza que .proc a111an .os -·.---~ d ·· ,-~~d -al·1·za--11do ,. 1 • • •· • bellec1en o otet eno pode-·. a que aspiran a plásn1ar .en sus obras, enl . la ¡· . · 1· os C1ertamen , _ rea 1dad, los grandes p1nto.res; ta ian · lto renacentista a 1110 d · te con este cu . s eJar de señalar que, en contra~ . ñol Diego de Velaz1 a belleza, ya en el siglo XVII un pint~r esp~b ; 0 a esta idea de lo ~Uez, después de haber rendido en Itaha su tn ~ al representar la ello (por ejemplo en La fragua de Vulcadnod,e reyes príncipes, rear a · d e la 1ct d ad de la corte' española -con ~ u cau , bdito de un' remo bu~ues, bufones y enanos- ya no se s1ent~ .su lacio doblemente real. eS~za que para él no existe ni siquiera en ee de conocer las~; tur~n : rnbargo, el reinado de lo bel!o.aun~aturalistaS de las ic1ones manieristas de un Berntnt, las Velázquez. se. pr~ra· M oau· arrocas de El Greco Rembrandt YD vid en la pinn ' . n en l ' on a a práctica del siglo xv1n: e Ll:
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Car~r~:·ará
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INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
zart en la música, y Corneille Y Racine en la li!e~atura, hasta que el romanticismo pone en primer plano la expresivi~a?, la emoción, la imaginación, que estaban ause~te~ en la belleza ,cl~ica. Pero, en la teoría lo bello clásico no se deJara desplazar f ac1lmente. El pensamie~to estético moderno _:.de Winckelman a Hegel, e incluso hasta Marx en el siglo XIX- seguirá girando en tor~o al eje categ 0 • rial de lo bello clásico; paradigma insuperable para W1nckelman. "No podemos concebir nada más bello'', sentenciará Hegel en un tono a la vez entusiasta y lapidario; y Marx no podrá ocultar una vena clasicista y eurocéntrica en su pensamiento, al plantearse el problema del secreto de la superioridad del arte griego, un arte que conserva para él "la importancia de la norma y del modelo inaccesible".
El círculo de hierro de lo bello clásico
i:
1
La teoría de lo bello como lo bello clásico, con sus principios de armonía, proporción, simetría y medida, ha dominado en la historia del pensamiento estético -con un dominio incompartido- durante veintidós siglos. Su eclipse en la práctica, y con mayor renuencia en la teoría, comienza en el siglo XIX. Pero ¿acaso tenemos otra idea de lo bello, una idea que pueda apoyarse en ciertos rasgos específicos -distintos de los que constituían lo bello clásico-, cuando artistas, estelas o críticos emplean el término "belleza"? A más de veinte siglos de la estética clásica y a cinco de la renacentista, y después de haber conocido una y otra el vendaval artístico del ro1nanticismo y el huracán de las revoluciones artísticas del siglo XIX y del presente y moribundo siglo, cabe preguntarse ¿qué queda del concepto clásico de belleza? Digamos, sin rodeos, que no obstante los a.taque,s que ha. sido objeto, .lo bello no ha desaparecido del esce~~no estet1co y que incluso subsiste -aunque no se reconozca exphcttamente- con cierto trasfondo clásico O clasicista. y así cuando un filósofo co,ntemporán,eo, Eugenio Trías, lo pone en' relación con la categona que da titulo a su libro (Lo bello y ¡0 siniest:º~' parte -. como un supuesto- de lo bello con las notas distinttv~s conocidas, Y.ª ~ue como él reconoce: "Prevalece la presuposició~, d~sde .la antiguedad greco-romana, de que lo bello implica arrn°ni~ Y Justa proporción." Ciertamente el problema que se plantea Tnas es el de la articulación de lo bello y lo s1mes . . t ro,. p ero para él te lo . . b ell o, d e Io cua11 o s1mestro es "condicio' n y 1,nnite . ,, , es J·ustarnen , . . do) 1o arm~mco, proporc1onado, a~nque se trate de "un velo (orde~a 0 a traves del cual debe presentirse · el cao s ,, . p ero veamo 5 el m1srtl
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LAS VICISITUDES DEI A
· · BELLEZA
·slO en el ejcrnplo de un crítico actl1al J 177 r· d d . ' uan Ga ' ~t reta Ponce , ees. ,,1 ¡,'1 vez un 1110 cata or e las· 111 (a·s ,at.1daces av qtl estro tiempo. Al escribir sobre un p·,11 1 denturas artísticas le 11t1 • d or e nuest ct· 1¡it1C·
s recurre en n1as eunaocasiónalt' . ros 1as, na111 t ll · ' u ' ermmo."belleza" . ·ttlos Habla ctst de la belleza y cla' si·ca .d Ysus
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,nv, · . sereni ad d · el1.:_ ,,. Je la "apacible belleza" d l e sus pa1s:1Jcs • . . .. " , . , ·- ,,e a escena de la pintura Los ,f/os dws, de la bcll1s1111c1 1( b ll " d I nma del centro del cua d ro,. de la I''deslut11brante e eza e a modelo que aparece en L ¡; Id /¡/anca y, ri nal mcn te, alud icndo a diferentes O bras, habla la :ea~ lidad que "puede envolvernos de la belleza" , y de "Ia post._ . , a través . bilidacl de u ~1a con ten~ p lac1on t terna y equilibrada" (Una lectura pse1ulog11?stKa.de I~ p111111ra de Balthus). Ciertamente, en este texto sobre el p1nto1~mglcs se habla de belleza, aunque no se dice explicitarnente de que belleza se trata. Pero basta prestar atención a lo que de clb se apunta (su "clásica serenidad", su tonalidad "apacible"), así cnmo el carácter de la contemplación "tierna y equilibrada" que suscita para que podatnos afirmar que, como en el caso de Trías, se cstú presuponiendo, con sus notas distintivas de armonía, equilibrio y proporción, la belleza clásica. Mucho se habla de l?~llcza sin que se p~ecisen los rasgos que RC~Jni1a11 configurarla con10 una categoría especí[i~?, particular. Pero tras ·1a imprecisión y la an1bigüedad, lo que encontramos co11~frecuenda - mf1s como supuesto que corno tesis explícita- es la estrucn.1ra· . formal de un objelo armónico, proporcionado, equilibrado, que provoca cierta conten1plación serena. Pero éste es justamente el ·· cóncepto de lo bello que desde la Antigüedad griega pasa al Renacimiento y que, en la época moderna, hará suyo Kant. ~ o.~ello d~$?e Y.1110 nccs se concebí rú, o se supond_rª'·-~.n_1m_dobJe_verue~te .PJ?J~: tiv;_, Y subjetiva, con1·0· o~to-·que por_s.u.forma ::-::es,dectr, ~º~º ~bJcto armónico, propci'rdonado o equihbrado- a l ~!c•b•dQ... 1roducc placer. . .. de lo ·S ¡ · 'd d en la defm1c16n , · ? y si G e ia avanú1do 1nucho con postenon ª · 1as1co. ello? s· , . 'd el concepto e b • 1 es asi · con que se ha ennquec1 o no 1 ' • i epto tomando en O es ¿qué destino debe reservarse a este concb'érl el de la prácti. . , o el despliegue ·, sino el1cnt·1 ' no so de 1a teona, . tatnb'1 tamente con la 1 ca artí t' d ha roto a ier qu s tea que desde el siglo pasa o · I d la belleza clásica, recn~cndró y alimentó la teoria genera e do una y otra vez:. la le c~nt1sta o clasicista? Esto debe ser subraya ra·ctica artística 011a ~i' . ble de una P · histJ. . e as1ca de lo bello es insepara lá . 0 y por ello viene ürtca . d l rte e sic · . 'den• es artísticas occi con . . mente determinada: la e 8 lo ª111·¡ lo al dedo a todas las mani·res tac1on ·
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INVITAC IÓN A LA ESTÉTICA
1ulcs d e ínspirnción clasicista que se han id.o dando, post~ri.ormente, sin contar con la ideología estética o •'senudo ,comun cstct1_co". que,
desde el Rcnacirnicnl o, sobrevive en nuestros d1as en la conc1enc1a del hombre común y corriente. . FI que la categoría de lo bello clásico se vincule con una ex~ericncin histórica, tanto en su génesis como en .su des~~rollo, leJos de ser inquietante es saludable ya que, por ~sa v1ncula~1on concreta, podemos comprender también sus límites y labrarnos as1 de la e5peculación y de las vacuas abstracciones de las estéticas tra.dicio_na~es que saltan por encima del tiempo, de la historia y de la propia practica. Lo concreto, a saber la historia real de la práctica artística, se convierte en la prueba de fuego que esas cstél icas especulativas no pueden resistir. Pero la práctica inspirada por el ideal de la belleza clásica, o producción de arte bello, no cubre toda la historia del arte. Y si en ella reinan Fidias y Policleto, Rafael y Leonardo, David e lngres, Vivaldi y Mozart, Garcilaso y Rubcn Darío, son muchos los que como El Bosco y Caravaggio, Vclázquez y Goya, Picasso y Orozco, Vallejo y Neruda, no caben en sus aguas serenas y equilibradas. Lo cual significa que el arte no puede reducirse al "arte bello" y, menos aún, si éste se entiende en un sentido clásico o clasicista. Ahora bien, si no queremos hacer semejantes reducciones y se reconoce la existencia de obras que no encajan en el esquema formal de cierta práctica artística, de la que se ha alimentado determinada definición de lo bello, sólo queda como alternativa abandonar de una buena vez este concepto, o forjarlo de nuevo con materiales conceptuales exigidos por cierta práctica.
Más allá de lo bello clásico Estas e~igencias v~enen de la historia real. En ella advertimos que, en dctermmados penodos -el barroco, el manierismo- los artistas se rebelan contra lo bello clásico sin dejar de produc· b lle a Así . I , d' f' ·1 ir e z . , por ~Jemp o, sena 1 1c1 negarla a un cuadro del Parmiagianino, La virgen d~I cuello largo, aunque con sus formas antinaturales y alargadas viola. el esquema formal de las proporciones · cl'as1·cas · Tan.1poco . . podnamos negar su presencia en un cuad ro como El de'Scubnmrento del cuerpo de San Marcos , en el que T"1ntoretto muestra un contraste de luces y sombras unas f un "inacabado" que lo ale'an d 1' ' . ormas ampulosas, o , . J e ª claridad suavidad y mesura de lo bello clas1co. Y Jo que decimos del a t ' ( . . b co) que vive todavía bajo la presión O en lasr e ma_nienst~ Y a~roclácercan1as del 1mper10
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LAS VICISITUDES DE LA U '' ELLE7A
179 . I , 10 bello, ca be dec1 r o de un arte qu , ··o (1L: •• e, como el ro , . · j i~ . _mant1co, se . cmoc1on, a 1entusias1no, a lo extra~ 1 l rl a 1~ . . no Ymiste
·iquí, por su expres1v1dad, no puede se I d. 1 no~~· La bc11cza ; rción y la armonía entre las partes y ~or ª e eq.u1librio, la pr~1¡~án de considerarse bellas, como las ~onsideprorEesto ciertas obras . dc1a ' . . a ugene Delacroi .pintor romant 1co por exce 1encia; sólo que la belleza 110 ·t .b , x, , . e! . f es n ara en 1 _ aJ uste a un esquema orma como el dasico sino . . .: , · ~u ,, -como ct·· ice el pintor- en edxpresar . 1a pubrall1mag1nac1on del artista". Belleza, pues, ante to o ex~res1va, o e eza producida al dar a la expresión cierta forrna que, leJOS de c?ntenerla, permite que se manifieste. Pero esta belleza, que no se deJa reducir al esquema formal clásico se encuentra también en los espacios abiertos por las revolucio~es artísticas de finales del siglo pasado y primeras décadas del presente. ¿Es que no hallamos belleza en ciertas obras pictóricas de Renoir, Gaugu in , Modigliani, Picasso, Matisse, Diego Rivera o Balthus; de Debussy y Prokofiev, en la música; de Rafael Alberti, Carlos Pellicer, Juan Ramón Jiménez u Octavio Paz, en la poesía? Todos los ejemplos anteriores corresponden, ciertamente, a distintas épocas del arte occidental. Pero también podríamos aducirlos con manifestaciones artísticas de otros pueblos y otras culturas no occidentales. En ve rdad, ¿no son bellas las figurillas de caballos del arte chino T'ang o los frisos mayas de Uxmal? En suma, a la vista de todos estos ejemplos, es dif!Eil ~~~er_ que ~ólo cierta estructura formal sea la a~e~tJada~~-1~-~!)leza..:. Por 0tro lado, cuando se trata de lo bello clásico no se pucde_ente,np~~-_gue )C trata de una estructura que por SU forma.es bella el), ~J_r!l~~fi' 51 co~~ si fuera un recipiente que pudiera llei:iars~ con cu~lq~i~r ~~! __ 1~acion. Ya hemos subrayado que la forma es siempre sigmficat~va, Y · · ·' proporc1onaque por tanto la armonía el orden o la d1sposicion . . d ·. ' ' d · d tener un s1gm_a, eq uilibrada entre las partes, no puede eJar e ... d d · ga ficacto. Y así vemos que el esquema formal de la Anttgule ~ se ene , n templo a esca a u ' rn. arna en el Partenon, qu~ es u morfizados: un tem· 0 Plo as exactamente a escala de dioses antropostarlo o sobrecogerlo co que no pretende abrumar al hombre, hpla orresponde a una carga sobrenatural. Es el templo que e tos dioses se han la que las relaciones humana; No hay lugar en e11aiº claras, armónicas, trasparentes Y. ee~~oso O lo siniestro. Y de . h~ara lo confuso lo complejo, lo m1st mundo humano .que a1 ' •, de ese d1da ts el P que e~ la inequí~oca expres10~ la proporci?º' Ja memedi: los ef artenon' predominen la armonia, . nsecuenc1a, lo des ec:tos nítidos, y que se excluya, en co
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do, lo recargado y violento. El arte griego no busca ~n~ est~u~tura formal bella en sí misma, sino la adecuada a una v1s1on lucida y clara de las cosas: una relación armónica Y transparente del hombre con el mundo y con sus dioses. Las mismas razones que explican el ideal clásico de la belleza , o sea la necesidad de adecuar cierta . estructura formal y determinada visión del hombre ? d.e sus dioses -o dicho más lapidariamente, de integrar forma Y s1gn1ficado en lo sensible-, explican también la diversidad y variabilidad de lo bello en un mundo humano, histórico y cambiante por naturaleza. Si hay una visión de la realidad en la que se muestra claramente esa diversidad y variabilidad, es la del cuerpo humano como objeto estético. Que el desnudo entre en el arte para encarnar la belleza, es un acontecimiento histórico, como lo es también su atribución a cierta configuración del cuerpo y no a otra. En la Grecia clásica, y en Occidente en la medida en que sobrevive su ideal de belleza femenina, la Venus de Milo encarna ese ideal. En la Edad Media no gusta esa Venus clásica, a la que llega a calificarse incluso de diablesa y gusta, en cambio, una belleza femenina tan alejada de ella como la representada en los iconos bizantinos. En el Renacimiento, se reivindica la apariencia sensible, el cuerpo desnudo, aunque espiritualizado. Pero el apogeo de lo corpóreo está en el ideal de belleza femenina que, en el barroco, encarnan las mujeres robustas y frondosas de Las tres gracias de Rubens. Vemos, pues, que cambian los ideales de belleza y con ellos, en unidad indisoluble, ciertos esquemas formales y el significado vital inherente a ellos. Estos cambios históricos de lo que, en una época o sociedad dada, se tiene por bello, no son por supuesto casuales. Tienen que ver con los cambios que se operan en el conjunto de ideas, valores o actitudes en esa época o socie~ad;. es ~ecir, en la ideología con la que los hombres toman conciencia, ciertamente interesada de la realidad en que viven y de las relaciones que en ella contra~n entre sí.
Conclusión ante la . dificultad de lo bello ·· De todo l? ~nterior se despre~de que no h~y lo bello ideal, som2,_ ~na esencia inmutable,. a tr~ves de SUS COJ1figuracioóes,concretaS, sino lo ?ello que se? da h1stón.camente. De ahí que la pregunta misma puesta esende ¿que es lo bello., sea capciosa ya que apunta a u . ¡· d r· · · , na res cia 1sta o a una e 1mcion especulativa , abstract a. N o ex1s · te , cierta· , . 11 1 mente, 1o b e o en s1 m a margen de su relación con el hombre, sino
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producir ese placer co~tenido, equili~rado. _P_ero esto no significa u sólo un objeto armónico -en el sentido clasico- pueda proctu .q e . , I c1r 10 Al caracterizar lo bello no podemos 1r mas a lá sin tropezar · los obstácu~os señalado_s: __la V~EU.~ _ab~tr~c~_ió ñ"de·ia-s-estétfcas-~e~ . · _tafisicas, que sacrifican lo _c_O!)Creto.~ lo _at?s~racto, 9 _l~ _falsa con: creción de las estéticas clasicistas gu~ ~!ev~1.:_~o co_~~i:.e.!9_..:=JQ: beifo ~lásico de un·a·fase· hisrórica·determinada~9~I arte_-~ la c_ondicióñ dé · IQb~UQ.. U_!!iversal. Ciertamente con esto· no se llega muy lejos, pero el iñtento de ir mas-allá puede llevarnos a una definición que se vuelva de espaldas a la historia y la realidad. Tenía razón el viejo Platón: "Lo bello es dificil"; pero no nos librará de esta dificultad el esencialismo en que nos arroja'n tanto la especulación como el empirismo.
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III. ·Las aventuras de lo feo Al abordar la cal cgor~a estética de lo feo, la primera cuestión que
se nos plant ca es prcc1san1ent~ la dcJ!:b
con el inundo Al tratar de esclarecer el lugar estético de lo.feo.,y.la experie~cj_a pe:- . culi ar que vive el sujeto en la relación concreta, singul_ar, con el-que hemos llamado situación estética-, veamos en pnmer .lugar 'b~o~
referencia a la categor'1·1 que ahora nos interesa, las relaciones as1' · · á econocer que,
;asdel hombre con el mundo. Esto no~ p~rmttlrre:ldad al objeto 10
en cualquiera de esas relaciones atnbuimods. t Empecemos 11 • • correspon ien e. , , '.1 e ~, susci~a la expen:~c1a ~ . · te. ue~no."t.rtbt~i_!!)ps
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re:,l~acl 1~ clac,ó_n teón co-cognosc1t 1va· ~f e_yJd~ ni ~am_1WfP..a.l.o~Jet.o al obJeto real de nuestro ~pnocinueot ¡ ·s pa··ra producir. 0
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· · · ··· · nstru m0 '· ·ese ICO (C?llCCptO, Je'y O hipótesis) q\.!e ~Q . l no. intéresa la belleia 011 oc1mienlo. Al científico en cuanto 1:Ctende explicar {p~ra el b . l~aldad del objeto o fenó1neno que P . 1 ''feo'', que existen, Olctn1co . , , el matan a . be deen ~. no existe la rosa '' be 11 a o · ) y lo n11smo ca CclO}b • d e} poeta 10, para el contempla or o . • . teor
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cir de las proposiciones con las que articu~a 1~ teo~í~ necesaria para conocer su objeto. Lo que busca con su practica teon.ca es la verdad, y lo que trata de descartar es justament~ contrario: el error o la falsedad. Al ser enunciada-·una-propos1~10~ º --~~P~ ~ . e.~miinada teo~ía, p-Üede hab~arse con respecto" a la fo_rm? ~-n q~~-s~ ~n~ o expone una u otra, de su belle~a º , f~aldad. C1ert~ment~, esta o aquélla pueden darse en el texto c1en~1f1co, pero este 1ngre~1.ente estético de por sí no añade ni quita nada a su valor cognosc1tivo. No es verdadera una teoría por ser bella ni, al revés, es falsa porque sea fea. Esto nos hace recordar que hay autores -como Ortega y Gasset en sus textos ·filosóficos, o como Octavio Paz en sus ensayos políticos- cuyas proposiciones, convertidas en metáforas, tienen más valor estético que teórico, y que, por tanto, seducen más por su belleza que por su verdad. Digamos de paso que fue justamente esta capacidad de seducción, la que llevó a Platón a expulsar a los poetas de su república ideal. Vemos, pues, que lo feo no cabe, o al menos no necesariamente, en la relación teórico-cognoscitiva con el objeto real ni en el objeto teórico que se construye en ella para conocerlo. Tampoco puede admitirse esta identificación si lo feo se entiende en un sentido distinto al que tiene en esa relación; o sea, entendido como lo inauténtico que oculta el verdadero origen y la naturaleza del objeto. Así, en el arte una obra es falsa cuando, como producto de una falsificación, oculta su origen, su verdadero productor, y aparece dotada de las mismas cualidades de otro producto al que ella "falsifica. Pero de este ?ºble ocultami~~to -de su origen y su naturaleza, ya que ésta, leJOS de ser la ong1nal, es prestada o copiada- no se deduce que la obra falsa, o falsificada, sea forzosamente fea. De modo análogo, en las relaciones entre los hombres reoidas por los principios o valo~es morales de lo "bueno" y lo "m;lo", lo feo .no puede confun~1~se con el polo negativo de esas relaciones. C1,erto es que la .Estetica tr.adicional, particularmente la griega (con Socrates _Y Platon), combina lo bello y lo bueno (doctrina de l~ kalokagath~a) en u~ sentido ético, y que esa combinación se convierte en Grecia en un i?e~l de vida. La palabra latina bel/um (bello), con la que e~ el Renac111:iento se sustituye a lo que los romanos I!a· maron pule, um y los gnegos kalon, se origina se , Tatarkiew1cz · · d. e seis · 1'deas) ",:n b onum,. vía el diminituvo gu nbone/lum [queJ (H1stona fue abreviado a bel/um . Ahora bien, la identificación de lo bueno con lo _b~~lo y, ~ su vez, de lo malo con lo feo, sólo puede hacerse a condic1on de ignorar la naturaleza propia, estética ·y moral, de 105
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. . iinos contrapuestos. Pero es indudable que 1 · t. . . ie1n · 1o en la Antigüedad griega• lo feo se ha . u~ .or1camcn te• Y s~e con el mal y lo bello con el bien en sent¡8dsooc1,tdolfrccuented d n1en mora . Por ell
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I . do, en lo·s relatos Y Ieyen ·as·, e pasado así como en. 1,as. h'1stonas . positi·.e ain r del cine y 1a te1ev1s1on en nuestros " días , los personaJes O \'OS son bellos, Y 1?s ma1vados (los malos', como se les conoce) en los cuentos infantiles ' de 11 a,1as, s n feos. Por'dla misma 1 razón, .
yOa es consab1 o que as pnncesas que hacen el bien O sufren el mal bellas, en tanto que las brujas, que encarnan la maldad, so~ 500 siempre fea s. Finalmente, en la relación. práctico-utilitaria, regida por los valores opuestos de lo útil Y lo inútil, de lo eficiente y lo ineficiente, no se puede atribuir sin más -como ha pretendido en nuestra época cierta estética utilitaria o funcionalista-, una dimensión estética positiva o negativa a uno u otro par. Ciertamente, aunque en nuestro tiempo se ha logrado conjugar, con el diseño industrial, utilidad y belleza, esto no permite. concluir_que_un obj~_t9_~_Hh~~ficiente_,_se~ forzosamente bello por su apariencia s~!}_sibl~ ..Sin dejar de ser eficientes o funcionales, los prínieros··áutomóviles que salian de las fábricas eran verdaderamente feos. Y asimismo, un q_bjeto inútil que ya no funciona, como los relojes de Pedro el Grande que f arman pa~te de la deslumbrante colección que se exhibe en los sótanos del Krcmhn, no deja de ser bello. la dimensión estética de lo feo Vemos, pues, que lo feo tiene una dimensión estética que.no &e identi1 10 fica con otras dimensiones o valores~ gat[y_os_(lo falso, malo: ? inútil, lo ineficient~·) COñ'TOS-éjuesúele asociársele_por suO ncg~t1v1) 11 dad. Calificar de feo un ser real (un auto desvenciJado ~ sapo no · · . . f da en un obJeto que sign1 f1ca negarlo estéticamente. Lo eo se t sobre Por su f ·é . nte aunque se no e t d · orma es percibido est ucame • . negación de la b~uº cuando se trata de objetos reales- la ~u!:~:s~éticas, aunque s cza. Pero, como sucede con otras cu~hd . ·eto en dctcrmin:~ra1: de la experiencia singular que vivt,11 ~~rf~~mente y, con el nu1r.ªhist, situación estética, lo feo sólo se da . s 10 .que-se ha con· . 'd No siempre . , ·1 ,, lider onco, cambia su conteni. o. _. -·tál en.otras. D1f1c1 sena cnco ado feo en una época sobrev1~~.comodc santiago de Cor~postela (~rar hoy• por ejemplo, un visitante la belleza de esta ciuJa~ Inect· spaña) que no quede cautivado porQ ,Jintana y del Obra o1~ 1 ievaI, al contemplar sus plazas de ª t
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ro, las fachadas de la Plaza de la Azabachería .Y del Hostal de los Reyes Católicos, así como su catedral Y, espec1al~ente en ella, su Pórtico de la Gloria. Y sin embargo, un humanista del Renacimiento, Cosme de Médicis, después de visitarla Y pasear su mirada por sus más bellas expresiones arquitectónicas, urbanas y escultóricas, describe la ciudad y la califica de "fea". Ahora bien, cualquiera que sea el contenido que históricamente ..,. se vierta en esta categoría, lo que ahora nos interesa subrayar es que · con ella se reconoce en ciertos objetos una dimensión específica que reclama su percepción estética. Lo feo, en-consecuencia,_no es sinónimo de no-estético, _o de indiferente (o anestético) desde punto de vista estético, como lo es, -de acuerdo con lo que antes .... hem·os señalado-· las relaciones teórico-cognoscitiva, moral o práctiCQ:Utilitaria. Lo.fe_o_se~da.en-la-esfera.éie-lo.sérisible (de ·1aats-' Thesis) Y. no_en un estado de .anestesia. (en el sentido originario de carenté de sensibilidad). Como todo lo estético, se da en un objeto concreto-sensible y en la experiencia de un sujeto al percibirlo sensiblemente. Por todo lo anterior, se justifica que nos ocupemos de lo feo como una de las categorías estéticas. .1 .. .
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Lo feo en la realidad ., 1
1 ncho e? el ter.ritorio_de lo_:Jeo. Y lo e~, en primer lugar, enJa_ ~ naturalez~. Un arbol carcomido, una fruta podrida, un campo pe- ' lado, suscitan en nosotros, al ser percibidos, la experiencia estética de lo feo. Igualmente la provocan ciertos animales: un sapo, una cucaracha, los gusanos. El cuerpo humano tanto en su conjunto como en sus ~artes -rost~o, nariz, ojos, manos, etcétera- puede ser caractenzado · . . -no siempre ' por supuesto - como feo. L os seres d l f rvivos, as1m1smo, cuando su vitalidad se halla m medad O anulada or 1 erma a por a en e . lo feo incluso cuapndoª muerte, t!en?en a suscitar la experiencia de , con antenondad ·, provocaban la experiencia estética o u a esa ~erma o _anu 1ac10n caballo decrépito O el cadáver del ..P esta: As1, por eJemplo, el no sólo hallamos fealdad en t paJaro mas bello son feos. Pero la que ha sido trabajada por efti;:;:~raleza e~ ~í, sino también en naturaleza, que se manifiesta h. t, : El dom1n10 humano sobre la las fuerzas productivas y con ellis oncamente en el desarrollo de humanizada, introduce ~ambién el~ la extensión de la naturaleza con su dominio, la fealda~. ¡Cuántos paisajes bellos han des:n dos por los hombres! El reconoci~i ecido al ser hollados o des~r~tento de este hecho no significa
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LAS A VENTURAS DE LO FEO
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_,tn '"=1 que alin1entar por contraste el mito , . i.. • . l 1 . romanttco ro . 1.k una natura eza sa vaJe, pura, que exclu era , usson1a1~ • pcr 1 lo cierto es que puede darse como a Yb la fealdad de su -~ r . b . d , ca amos de ver t ·•. 1.1 n~n urakza tr~ aJa a por el hombre conlo , a~to ,. 1, • • • • en 1a naturaleza m .. -. ro i11ant1camente considerada bella- que cada vez se re-· r~1...1 , 1 . rr1.. mas v·. n1as. a an1pharse el dominio del homb re sobre e11 a . .\ hl1ra b1~n , Junto a lo feo natural también encontramos en la r.. Jlid3 =i la fealdad de los productos creados por el hombre ya . . . d ·a1 , sean ,h_' -?t ~ te~mcos o 1n ustn es, u objetos usuales de la vida cotidiana. ¡~-ca.mente, en lo que se refiere a máquinas y mecanismos diversos su ~ rLdu -~ión tiene lugar con una finalidad técnica, funcional, y en , ;:di de la n1ayor indiferencia estética. Sólo en las máquinas o 1c ·anismos que requieren un funcionamiento que permita usarlas ú li ·an1ente (automóviles, refrigeradores, televisores, etcétera) se 0ma en cuenta su apariencia exterior o sensible, lo cual obliga a a cnder a ciertas exigencias estéticas. Pero no se trata de exigen~ias prioritarias, ya que sólo pueden presentarse cuando las técnicas o funciones han sido resueltas en lo fundamental. De ahí que los primero~ automóviles fabricados nos parezcan tan feos en compara·ión 'On los actuales. La disociación entre funcionalidad Y. bell~za s~ mantiene, aunque se responda perfectamente a las ex1genc1as té'ni as. Así, por ejemplo, pocas máquinas hay tan perfectas como el Lunajod que el hombre puso en la luna, pero pocas tan feas par.a los .ue tuvieron el privilegio de contemplarla. Una disociación semeJante .., . ·a1es, destinados al consumo en\.ontramos en los productos 1ndustn ., . · por su presentac1on ma 1vo de la población y que, con frecuencia, 0 a pecto sensible, consideramos feos. . . . , kantiana de beCienamenre, no puede hacerse de la d1_sociac1o~e una Y otra son ~~z~ ): utilidad una ley general. Las ~elacif n~ e~entabilidad- que 1 st?ncas y sociales. La misma razo? - ~ eociedad capitalista a 11 evo en tiempos pasados a la industna en da stos porque la atende d , ., d los pro uc , . . .- enar la bella presentac1on e e' poca esa misma c,e 0.n a ella los hacía menos rentables, en. nuestra a embellecerlos. e·ierx1gencia económica obliga a los industn.a1es fases del desarrollo tarn pnmeras ·ón · ente, durante largo tiempo, en 1as la bella presentaci ~n1ustrial capitalista no se tomaba en cuen~u~ción, con lo cual se a~rí~bieto ya que el:~aba el costo de s:~i:i~ación. Pero cesict un ancho espacio a lo feo en su n el mercado e~ co estético más act de comercializar el producto e enta ese coeficient~ derando qu ventajosas obliga a tomar en cu esentación, Const e en el Produ~to constituye su bella pr l.
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el producto desde el ángulo prioritario del valor de cambio, el industrial llega a la conclusión de que 19~ ~ -)~e_v..ende.y que, por tanto, no es rentable. De ahí la )_!1lR.O.Jtanc1a.que co~ra ~~ nuestra época el dis~ño industrial· que, al proY_ectar. la ~ab~1cac1on d: un producto:' forna en cuenta.no sólo l~s ex1_genc1as tecn1cas, ec.~nomicas y utilitarias, sino también !~ ex1genc1~ -~e !1~.?_P!.~~~~~agQ!!__gue sea atractiva sensiblemente; es decir, que excluya lo que, por el contrarió, repele· consumidor: su fealdad. Los productos industriales que caen en desuso, o que acaban por perder su funcionalidad, son también feos, incluso aquellos que alguna vez fueron, por su apariencia sensible, bellos. Los desechos industriales que atiborran los depósitos de basura, o los cementerios de automóviles en las grandes ciudades testimonian la fealdad de los productos desusados o desechados. Durante los siglos que precedieron al nacimiento y desarrollo del diseño industrial, la conjunción de utilidad y belleza se buscó sobre todo en la artesanía. Pero aunque en ella se ha tendido, sobre todo· en el pasado, a descartar lo feo de lo útil, no siempre se ha logrado. La estrecha dependencia de los productos artesanales respecto de su utilidad, así como la tosca y repetitiva producción tradicional conforme a un modelo, conduce con frecuencia a que sus productos, por su presentación, sean feos. Sólo un mito romántico y populista puede hacer ver la artesanía como el reino propio de lo bello; aunque no se puede negar la belleza que alcanzan los artículos artesanales, sobre todo en países como España y México. En nuestros días la artesanía tiende a dividirse en una artesanía corriente, masiva, que en competencia desventajosa con la industria atiende a un_con~unt.9 ,. P.QPUl_~r, y _u na artesanía fina, destinada a un consumo ~ás elitista. L~ primeré!_ _se_preocu~a af!t~ todo p_qr la utilidad y_bajo pr_ecio dej os. art1culos, Y secundanamente busca su bella presentación· la segunda Se desentiende de SU U!ilidad, y procura satisfacer s~bré-todO · su consu?1o est~JicQ: En suma, ~ólo la idealizacfón de la artesanía c9mo_arte popu~?r, 1g~orando el consumo práctico-utilitario que, en gran parte, f1Ja el .~111 de su producción, puede ignorar la feal: dad que ~n ella tamb1en se hace presente: ·· · · Por último, lo feo gana cada vez más amplios espacios en nuestros centros. urbanos a medida que estos crecen. A diferencia de l~s bell~s ciudades del pasado hechas a escala del hombre que pod1a caminar. por ellas, las de Venecia , Toledo , p rag a , Leningrado,. S como . G ua~aJuato o ant1ago de Compostela, en las que desde hace siglos impera la belleza, las grandes urbes de nuestros días, con sus
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LAS A Vl1N1'Uk
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AS DI: LO flEO
18 truccioncs caóticas y su publi ,. 115 c0 vcrt,'d. o en ve1·claclc1·as . Cidac.l agrcs1va · 9 , e . .. concentra .. ch·11 cofl as ctllC . 1ci,. d. es • . - · eon10 . l . c1oncs de · l . ' , on·t . e cent re, 1.• · o fco y e, se han de esl · . .. Hstóric c.J • cuar1d 0 s patac1os- se ~c1 1van de este nau fr,. ,. o e la ant ígua e· ~arte 10· ·ginadas o las ciudades perdidas agio de lo bello , 1a~ óc , tudacJ nHll , . · · que hs _, colo · ., da vez ,nas la presencia de lo feo y '· roc,cun cxt ícn<.Jc . · n1a.s c,l f I d . . . no só) h n en cllar· calles, ac 1a as e 1ntenores de la , · o se acc pre(! .) suS ' . , .. , . s casas . . ,)ente en en autenticas tugtl nos . . sino ! convertidas . to rones . de n11se11a d . t b', en su,·,., cmvest11ncnta e sus miseros y harap·ic t' ·. am •en en el rostro ·· t · . n os morad . . y. fí sica Yesp1ntua siempre ha sido cnem·' d , ores. La miseria ca como en nuestra época, y particularm~gn~ e 1~ belleza; pero nunMundo, ha generado tanta fealdad e en os países del Tercer
En conclusión, g~_omparar11_0~."cJ~ar..deJo.J:eo é ., . el que ocupan otras .categor.ías-eslé1icas Y. e ~. n1.1a.realidad_coo.. · 11 , . . •~: --~~-<;.l.~ fllente la de lo ~ello, vcre~os ~u.~ . en·~-~ ~na_ a~~l]~ franJa ta_nto.enJañaíüra cza como en las concentrac1oncs · · :· - . · · · .urbanas ·. Pero advert'tn 1 os, as1m1smo, que · cuando· sed trata d de .. productos.ltuma11os . -- - -como los de la ·mdus1na, o las. c1u a e~- 1~ presenc1~ de Jo .(~9_ry9 puede ser dJsociada de la realidad soc1al-en- q ue .. se-gener,a_y_se_e~piií..ac: ---._____ _. Lo feo en la Antigüedad griega
Si admitimos lo feo con su dimensión estética en esta realidad tan diversa que es la naturaleza, la técnica, la industria y las concentraciones urbanas, ¿cabe admitir su existencia en la práctica estética que, durante siglos, se ha considerado como "arte bello" o, en plural, desde el siglo XVIII, como' 'Bellas Artes"?~ ¿Hasta ~~é punto O la fealdad es admisible o más exactamente, ha sido admittda ~echazada en el arte? U na ~ez más, para responder. no ~orlemos deJar ele volver nuestra mirada contemporánea a la ·htstor_1a. . como a clásica vive, l G te 1 La sensibilidad estética · que aflora . en1O ab llreci 0 y puesto que su ar icmos subrayado bajo el imperio de e • 1· ·ego antiguo ti d ' 0 es para e gn
en e a plasmarla, su polo opuesto, que es · forzado a represen1º feo, difícil cabida tiene en él. Y cu~ndo es motalodisolviendo lar! , lo hace idealizándolo· es· dectr, • neg ando1o co el arte constttuina . ·, 0 su , , . t ta I en ' · sustancia real. Admitir lo feo en cuan
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Charles Ball c~x "' E . .. ,, ' ntroducido en 1747 ~~tes inclula a se1~: kn L 1.ter mi no Y el conccpt o •' BeUas Ar.tes. fucE•I sistema de las bellas, 1quedaban los of•· r>int .es beaux arts reduits d un rnéme pr,ncipe). tocuencia, fuera de e cio ura, escultura música poesía arquitectura Y e , S n¡ • ' • • nnuales (las' artesanias) y las ciencias,
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1NVI 1'1\< ·1()N A 1 ,\
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l"S f' t f'ICA
. . 11 rndicdútt L'II IPs 1én11i1u ,s;yn que d ttric lo co . p~1r:1 d pt'll'go um, ~lll , .,, '·1 lo ko ,w es súlo lu a111 i1csis el\.' lo helio lllc,, t-, ·)mobdlo Pc1op,ll, l: , •"llo ,e t.:( . . · ·,,,1•.,. 1,. 1¡111110 s- de lo btu:11n l'll sc1111do 1ucwnl· ,t 1 l'lllll!Cll - l'Ollhl.,, ·" "''' , 1 1 ,-.:,~·1 • · 1, ¡ vida qw: 110 11c11c ( cree 10 H ver lu lt1z . 11 lado nsl'uro. 11m 1, '· '- l . ., ·¡ .· • , • • · ' 1 1li'>tiibn: Yal'n I,a !/,ar.aui ' ·. L'.S leo 110 . ,solo . .. .I .s1tamcnlt:, , .·¡ •. .r,on 111c fin,.r1~ rece. l:Oll efeIe,.1l 1t'tl't'l , \ 'tS r'tl 'llldadCS ('Ol pot tdS, SC IISI )les, Sill{) IUllllfi,\r·t por ckrtos rnsgos l'spiriluaks: l:(llrnrdln, L:odtdn, h1po<:rcsiu, Clté. tcrn. o sea: es ko t'lsk:t y moral111cntc. ~grcr,ucrnl~S n esto que en d poema de Homl'ro lll'lkzn y l'cnl~lad 11c11L·n t nrnh1é11 un 1.·or11cn1. 11
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es Ul'ISIÓi..:rutu, JlO puede: s~r b~IL~~ . La cstetiru !! ril'pa, cc111n1da co1110 su·nrlc c.:11 l:.1 belleza, apcrrns~¡ tiene ojos para lo reo. Ya los pitagóricos hablan lonnuludo la oposi. dón L'lllrc ambos l'llllCL'plos c.:11 estos IL·r111inos: ''l·I orden y lo Pl'O· pon:ión son bdlos y í11 iks. 111ie11t ras que el cl~sordcu Y la fnl1n de pn)J)l)rdón Sllll fros e inútiles ... Y en el dunl1s1110 plnt6111co de lo helio L'll si. ideal. y hl lK·llo de las l'Osas c111piric.:as como upr·oxima. dones o sombras di: In hdlcza ideal. es difkil c11<.:0111rar un lugar pro. pio parn 1() feo. CiL·r1a111en1c. la acl111isió11 de cosas cmpiricas fea~ tendría qul' hacer frl'lllc a una objcciún anúloga a la de Aristóteles a la tesis piar única de la p:irl idpa<.:i(rn c.k las cosas cmpiricas en ltl do SOl'i:tl, de dnsl'. Quic..·11
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idea cmTesprn1c.lic111c: lo empírico feo 110 part iciparin. por supucs10, de lo bello ideal; pt.:ro c111uncL·s ;,c11 que sc111 ido seria pror,imncntc feo'! Sólo - ralw pensar- en In medida en que parlicipnra de lo feo ideal. Vemos. pues, que lo reo 110 puede tener un nsicnto firme en la Estética plarérnic:u. ya que ello k obligaría a ndmitirlo como idea ron tocios los ut rihulos dt.: los seres que.: pueblan ese reino ideal. Ahor~1 hil:11, con res_pcl'lo al artl'. Platón (en L-../ sofista) se refiere ncga11va111entt· n l~l leo como disonancia y discordia; es decir, por c.uunto que sus atnbulos son - l:nmo yn hablan scf'tulado los pltng6· neos- opu~stos a.lo~ ele lo bello: armonin, consonanciu medida. En ~011sc~uenr1a, la 111111ació11 u rt ist ka 110 puede ser imi tnción de lo f~c.~, s1110 de la hel11..·za ideal de In que parr icipun lns cosns bellas em· ~ 1neas. ~ n con scc u~n·d·a, .1o feo 1~~ua p ll.~t ~! ~ 110 P ucdcJ en cr_cabida--c n lo; ~\•e \-:-.como el ~11 te- es, nor su natundcza •.bello.. . ~~J~tot~ks, rcc_hnzar In 1·cnlic.lnd del rci 110 platónico de lus ideas, Y flJ,ll s~ ,1tenc1ó11 en las cosas cmpirkas rcnlcs ·itúa en uo 1,la.na.., dlllt:Jó,~1~~ c.l pr~)b.lcmn de .k~. fe~). :\dn_1il¿ 'en la r~~ficfildlÜc~~Ctll
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.,e s'~rcs eo_s -u namulcs viles t) cnclúvcrcs~ ' -.-,·;(ñc{c;cu¡rJd.3. . cuyu.v1s1\.l ., . -~ - 0 r • • . ~ b , es os seres 1m1tudos O reproducidos con la rnaY ,, ,: . exact1tuc, c;n ':I ~·.!·te (pinturu, csculturn O vocer 10 ~~~~gr~do, susciran_plucer. O dicho cc>11 stp1s~t!sia)~) CJO.SJ.dber.,pac· ••Aun
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LASAVENTURASDELOFEO
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as que en la naturaleza no podríamos mira .
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·, , . r sm asco s1 la 1aS cos,n su repro d ucc1on art1st1ca, y particularm t ' . ve-
111os ~ucciones son lo más realista posible nos ;an e cluando esas rerro d 1 . , n P acer, como ejemplo los cuerpos e os animales más repugnante P?r ,, (Poética). s, 0 1oscadavcres , Aristóteles se acerca as1 a una concepción ~e Ja fealdad que tardará siglos en ser ace~tada .. sea: la concepción de que no sólo las cosas bellas en la reahdad ~·?,º también las feas, pueden ser representadas en el arte, a cond1c1on de que lo sean en forma creadora, artísticamente. Vemos, pues, que no sólo afirma en el pasaje antes citado que lo feo puede ser representado, sino que su representación 0 imitación, cuando es artística, produce un efecto placentero que se distingue del efecto repulsivo -o asco- que provoca Jo que es feo en la realidad. Así pues, podemos decir que Aristóteles es el primero -y durante siglos solitariamente- que da carta de ciudadanía estética a lo feo. Varios siglos después de Aristóteles (en el siglo I de nuestra era), y contando ya con Ja experiencia de Jo feo acumulada durante esos siglos en el arte, PI utarco trata de explicar su presencia siguiendo de cerca al filósofo griego. A juicio suyo (en De audiencis poetis 111), lo feo (un lagarto o un mono) sigue siendo feo en el arte; es 9ecir, no se convierte en bello si se le representa adecuadamente, pero al ser representado ''deleita con razón a causa de la inteligencia que se requiere para obtener la semejanza''. ~~~~o~p,JQ.J eQ._~~ admirado en el arte por la can_a.ddad.de..repr:esentarlo, de.imU9.fJo. fn suma: de,crear aJg9: ~Jl!~j~nte. ~-éL
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lo!eo en la Edad Media En la Edad Media reaparece el duaJis_tp__Q~platónico de to ..Í.9.e! l t...1? ~eaJ, entendido·comoaÜaJísm·o-a~t JÓ sobre~~!U~~j Y-~~,~~~], ae 1-~celestial y lo -terreno . de-lo aivino y lo h_l;lmanq! Y, como en pd aton , ¡a belleza plena perfecta ··' · · sólo - · se· d-a en eI Primero de estosb.os ~Undos, como un a~ributo dfvino. La belleza terrena, en cam. io, 1 :ernpre es limitada, transitoria, relativa. Y lo q~e muesJ~ru~ia:~ ~:; ente s J' . , ·t · y relativo es la f us imites y caracter trans1 on 0 m~ertos invitan a 1 I ba¡¡ea dad. Las danzas macabras en las que , º~tos de enfermos e invá~~dª los vivos, los retratos de viej?s decrepJtave~as y esqueletos 1 que os, las representaciones de ~adaveres, :onstruos que ajustan cuen~Uebian el arte y la poesía medievales, Jos con su fealdad la naas ª los pecadores; todo ello recuerda ..
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INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
· · Y enga ñosa. de la belleza aq u1· en la turaleza precaria, trans1tona tierra. Lo feo existe, ciertamente, en la "'..1g;a !~al Y ~ntra en el-arte y la liter3,tiíiá píii'iinostrar _gue _1~ bello_~~-s_QIQ.~ ~ ~?• Ya qúe .sólo la belleza divina es absoluta, plena Y e~!E o feo, áfser representado artísticamente, recuerda la transi.tonedad de lo bello, asociada al pecado, la enfermedad, la decrep 1t.ud Y la muerte~ suma lo feo en este mundo t.,e rren9 ~s el l~m 1t.e.,d~).9_ b__eJJ.o... Así pue s~,'~1 s~r representado.adecuadam~n~e n~ se con~1erte en bello, pero permite comprender, desde la hm1tac1on que impone en este mundo a la belleza terrena, dónde está .!a verdaq~r~ l?..~ ~leza~ios., y, por esta vía, el arte al acoger lo feo mu~stra ~l ~ostro engafloso de lo bello mundano, y permite así descubnr ~º-~: v!!)_O com2 lo verdaderamente bello . . ~ · 7
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Lo feo en el Renacimiento El Renacimiento, al poner al hombre en el cen!ro .de su_vjsió.nJ el mundo, altera radicalmente la relación medieval entre lo,gjvino i · lo humano: Dios se vuelve más humano, y_el hombre, más iYu;w_\, Este antropocentrismo determina, a su vez, la relación entre lo bello y lo feo en la conciencia estética renacentista. La belleza se desdiviniza, y se busca sobre todo en la naturaleza y el hombre, y el arte sólo se justifica como arte bello. La búsqueda de la l].elleza"" tanto e~ la realid~d como en el art:, ~esp~ª! ª a lo feo ·ciet'Iu~r ..9~e le h_ab1a reconocido la Edad Media, y fiJa con ello su--dest1no en la conciencia estética que, con las perturbaciones manierista barroca Y romántica, dominará en Occidente hasta el siglo XIX. En las obras que encarnan ejemplarmente el ideal renacentista de lo bello (como la escultura la Cantoria de la catedral de Florencia, 0 los cuadros La Madonna del alba, de Rafael, o Santa Ana, la Virgen y el niflo, de Leonardo), no hay.lugar para lo que carece de orden y proporció,n e.orno lo feo ..Al aplicar la do_c trina de la imitación, de raigambre da· s1ca., P.ero ma? cercana a Platón que a Aristóteles, el artista~~ ~ ~ac1m1ento solo ve la belleza en JQ__que imita: la .. ·ª1 iaieza o eL c!1erpo humano. Pero lo que se imita no~s- la~l~t~~~e;~ 0 los cuerpo~ como se presentan, en su apariencia sensible sino idealizados. Imitar e~ !.ep~ese~_~a~_lo ~-ea_I_s~gún la idea-de..bell~ea;-significa, por · en cant· tanto, desectiar lo que -como lo reo 1 . a niega y e eg1r, . l . 1 b 10, o que se aproxima en la naturaleza ' s humanos O 1 a lo bello ideal. Por esto, Leon Bautista Aelbn °.s cuerp~ al artista erti aconseJa . , n todo, escoger Ias partes mas bellas de sus mod 1 . e os e integrarlas en u Scanned by CamScanner
LAS A VENTURAS . DE LOFEo
193 1 manera que en su pintura se . t ~~le Escoger lo mejor de la natu/~ roduzca la menor f 1 11º:1 d~sechar lo peor: sus partes feas Eeza y los cuerpos sigen~fidad ,i1t S, . d , . n suma . i 1ca, ¡ Jo sens_1b_le, e 1o .corpor~q, se.~aJI!l guiada , ~orno 1~ imitación
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Je ·do divino medieval, sino en el pl.at ·~-~. por la belleza -no en~el -cnn 'bl on1co de lO b ·¡1-~ 11 ¡fiesta sens1 emente en la naturale e o ideal que se ,na i d f za Y en los c . rta lo qu~ i1ay_ e eo ~n sus manifestac· uerpos- se desLa • f' I l -·---~ tones concret L -da Vinc1, aunq~e 1~ a a concepciónren·acenlisc _ .. .3!· eonardo sin embargo el idealismo que cierra sus puertas a oel arte? atempera admite que, puesto que la proporción perfect ª 1~ feo. Ciertamente que reconocer que no sólo existe lo bello en no existe re~mente, hay 05 feo como objeto de representación y e'I . cuerpl os, smo también lo · mismo o prueb , · ca, artísticamente, con su serie de caricaturas Ah b. ª practiconciencia estética occidental que se acoge h. ast orb~ ten, para la l d· . ' a 1en entrado el siglo XIX, da bpara 1gma renacentista de lo bello, la naturaleza 0 el hombre e en ser representados según la belleza ide l · l · d . a , que es 1nºbl compat1 e con .ª presencia e lo inarmónico, desproporcionado 0 deforme; es declf, con lo feo.
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Lo feo en los tiempos modernos En los tiempos modernos se dan ya algunos iqtepJQS 9.~.~!!U?~so a la fealdad en el arte. Pero el modo de estar en él no deja de plantear serios problemas al pensamiento estético, sobre todo tratándose de artes que, por su propia naturaleza, son, o han de ser, bellas. Lessing, en el siglo XVIII, es consciente de esta contradicción que como hemos visto viene de lejos, y la resuelve categóricamente en favor de uno de los términos con la consiguiente exclusión del otro, al afirmar que "la belleza es el fin del arte" (Laocoon_te, cap. V) Y que, por tanto, lo feo no cabe en él. Como en la .reahdad, lo feo desagrada en el arte; su representación, a diferencia de lo qu_e piensa Aristóteles no lo redime. Kant, sin embargo, en las p~srnmerías del mismo' siglo, hará un Tugát a lo feo en. el ma~c? mismo de lo bello lo que -como acabamos de ver- es inadmd1s1dble para ue ¡0 feo pue e arse en . . L · ' essmg. Y Ie _asign_a ~se}u~~-~_!!_s~st~n: r ~ . enverdacf-;ni coñ 0 ~ ar!e cuando és bellament':_ repr~_se!.lt~
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INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
La entrada de lo feo en el arte
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Ahora bien, lo que la Estética del XVIII, aú~ pren~i~a del paradigma renacentista o neoclásico de lo bello, no pod1a adn11t1r, se había abier. to ya paso en la práctica artística del siglo anterior. Ciertamente, en el siglo XVII la fealdad ya había entrado ep eJ ~rt_e_de la mano de tres grandes pintores: Velázquez, Rembrandt Y Ribera. Y entra con su propio ser, sin convertirse en su opuesto: lo bello. Así entran en sus cuadros los bufones, monstruos, mendigos, idiotas o borra. chas de Velázquez; el buey desollado o la caza colgada de Rembrandt, o los santos martirizados, los viejos decrépitos o la monstruosa mujer barbada de Ribera. Lo feo como tal, con su realidad propia, está ahí en la pintura de ellos para expresar cierta relación del hombre con el mundo: una relación tensa, purulenta o desgarrada que no puede expresarse con la serenidad y el equilibrio emocional de lo bello. Lo feo, por tanto, no puede hacer patente ante nuestros ojos esa relación cm belleciéndose, o sea negándose a sí mismo, dejando de ser propiamente feo. No puede dars_e, por consiguiente, como lo bellamente representado, sinoc omo lo artística,nente creado que eso es en definitiva lo que nos Vlerle_a _decfr el vief~ Aristóteies. ~ero, no obstante el terreno estético conquistado para lo feo en el, s1gl~ XVII, el imperio de lo bello -con el neoclask¡'smo·y el rococ?, .ª~' co1~0 ~on su form a degradada: el acaden1icismo- ~ _s1stira algun tiempo., hasta que Goya y el romanticismo sacudan fuertemente , • . sus c1m1entos . : Lo feo irrumpe .d e_!!~~~Q, y ya no cedera su empu~e hasta adqu1nr cana de ciudadanía estética con el arte contemporaneo. - ~ -
la rebelión práctica de lo feo Y la salvación teórica de lo bello Desde el siglo XIX se cuestiona , b"1 . entre arte y belleza pero set ~ . ~namente la vinculació~ a ca5osobre· toao- !má ra ª , e. un cuestÍoñam1ento que lle\'an , s que 1os teoncos 1 · · e desde el siglo xvu, Velázqu · R , os artistas. Ya vimos qu , ya vastos territorios al impe~~ deembrandt Y José Ribera arran_ca~ 0 dros personajes feos. Pero e J bello al representar en sus cua 1 1 feo en el siglo XIX, con el jo~o~ lteratura ta1nbién se abre pa~o I~ Hugo, el brutal Squeers de Di k aqo de Nuestra Señora, de _v1cr~ Dostoicvsky. Y siguiendo est c ens O e! pervertido Svidriga1I~v. e a rot urac1ón fea del campo esteuco
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I.AS AV ENTURAS DE ·
. LO FEO
a p· 195 tr'arnos en el arteJ contemporáneo con ,L . icasso Ro en D t1u ffel, Bacon o ose tus Cuevas El , uauf t, Oroz· , . · . u arte contem , l() , con las revo 1uc1ones artist1cas desde f' poranco, que 1 surg~ arte acadén1ico burgués, es de hech~na es del s!glo XIX con1ra,1 cz; a la que se ha rendido culto desde lauAna r.e~.ehón contra la · . [Je e d 1R nt1guedad g · todo des e e enac1m1ento. y al torcer! , nega Y, sobre ' . · e as1 e1cuello 1 · a Cisne . bello plurnaJe -dicho con palabras de un poeta de . 1 ¡ f - en que se había nverttdo e arte, o eo asegura su consagraci'o'n 1 , . eO . · d t d· d es et1ca y la asegura, s1~u1en . o y ex en ten o la brecha abierta ya en eÍ siglo xvII, en el 1mpeno de lo b~llo, p~r Velázquez, Rembrandt YRibera, a saber: con la P.r~senc1a pro~1a de lo feo y no disolviéndolo en su bella representac1~~. Ah?r~ bien, lo que lo feo ha ganado prácticamente en la creac1on art1st1ca, difícilmente es reconocido todavía en el siglo XIX, Y aun en el XX, en el campo de la teoría. y así vemos como, pese a las aleccionadoras reflexiones de los antiguos (Aristóteles Y Plutarco) y a la experiencia artística acumulada, sobre todo desde los grandes pintores ya mencionados y, particularmente, desde el romanticismo en el siglo XIX, los teóricos que -como Solger, Rosenkranz, Schasler o Hartmann- se ocupan es·pecíficamente de lo feo, siguen girando en torno a lo bello, entendido además como lo bello clásico. De este modo, lo que lo feo ha ganado prácticamente, en el arte y la literatura, lo pierde en el terreno de la teoría. Ciertamente, al mantenerse la igualdad entre arte y belleza, difícilmente puede reconocerse el derecho artístico a la existencia artística de lo feo ' o reconocerlo como una categoría . específica, propiamente estética. Pero veamos, aunque sea brevemente, cómo se trata de salvar teóricamente el imperio de lo bello que, práctica, artísticamente, conoce la rebelión de lo feo. Para Solger ( Vorlesungen über Aesthetik, 1829) lo feo eslo opue~to ªlo bello, y como tal no puede entrar en el arte. Rosenkran~.le ~edica toda una obra, Estética de la fealdad (Aesthetik des Hassllchen, 1~53), Y aunque considera también que lo feo es lo opu:sto ª 10 bello piensa, asimismo que no se puede negar su presencia en el arte. Pe ' d 1 , ta no debe ser embe ro, .al ser introducida en él la feald~ re~ , es Esta idealización e lle~ida (ello sería un fraude), sino ideahzad~. . . de lo bello q~~sistiría en tratar lo feo conforme a los ~r~~~:~flsico -armonía , ~ara Rosenkranz, no son otros que los de 1 2 sus rasgos carac,' 5.11netría, proporción- acentuando ª su ve et· ''Cabe dudar ter1sti ' b · Bosanqu · :ti" cos Y esenciales. Pero, como le o Jeta (negación positiva un de 81. 1 . . . , del autor . lle I b a fealdad según la def1n1c1on .6 or él descrita sin pera elleza) puede someterse a la idealizaci n P . J
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INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
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der su carácter de fealdad y presentars~. como belleza".(Historiad• la Estética). Max Schasler sigue mov1en?ose ~n el ma~~o trazad~ por los téóricos que acabamos de mencionar. la relac1on hipo¡ belleza-fealdad. En su A esthetik ( 1886) propone la tesis de fealdad entra en los diferentes grados ~ f~r1!1as d~ belleza. Negán. dola la hace posible, a su vez, como pr~ncip1o.act1vo de ella. Fuera de lo bello, sólo cae lo sublime y lo gracioso. Finalmente, en Eduard von Hartmann, la aproximación de lo feo a lo bello se convierte en una identificación que, en verdad, significa la absorción del pri: mero por el segundo. "La fealdad se justifica estéticamente en cuan. to que es medio de concreción de la belleza", afirma Hartmann. y Bosanquet interpreta esta tesis en el sentido de que ''en toda belleza hay fealdad, pero no como fealdad, sino sólo en cuanto elemento de la belleza" (Historia de la Estética). En suma, la fealdad es sólo aparente o una especie de belleza inferior, relativa. Vemos, pues, que para estos teóricos el estatuto de lo feo, a fuerza de querer salvar lo bello, no puede ser más endeble: o bien se Je niega el derecho a existir en el arte por ser la negación de lo bello (e~tendi?o asimismo como lo bdlo clásico), o bien se acepta su ex1stenc1a pero absorbido por su opuesto. En suma, en ambos casos se h~ce depender su destino de la relación que guarda con lo ?ell.o, as1 como de una concepción del arte que como claramente 1nd1ca la. ~xpres1on · ' , , Be11 as Artes'', se caracteriza ' ante todo como producc1on de belleza . ., E.st~ concepción que domina en la práctica artística desde el Re· nac1m1ento hasta el siglo XIX d . ., . estético correspond· t d ' omina tamb1en en el pensamiento prácticamente qued~en e,l e tal m~nera que apenas si, teórica º. ' un ugar propio a lo f N al en nuestra época Nikol · H eo. o es casu que, no dedique u; sólo P:~ra~rtmtnp en su voluminosa Estética (1953) ccp.ci.ón en este punto serfaªA~ eo como cat.e~orí_a estética. La e~· estet1ca) la importancia d f orno, que re1v1nd1ca (en su TeO!.'ª 1 é) lo pone en relación coi 1 befi como categoría estética. Tamb1eo s1derando -a diferencia de l ~ º'. como negación suya, pero con· llegar a la plenitud, necesita ~s 1es1s anteriores- que el arte ''para Pero, a la vez, invierte la rel ~. 0 feo como negación" de lo t,ell~· nos.al considerar que "lo b=~~on ya apuntada entre ambos téntU· Sm embargo, el arte contem ~a brotado en lo feo". la teoría por salvar a lo b 11 poraneo se ha preocupado menos. que ca no ya la voluntad de p~o~ e~ esa relación. Hay en nuestrll éP"' negación, sino la voluntad dec1 ~cd1.rduna belleza que necesitaría de so 1 a y . --c0[Jlº consciente de separar
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LAS A VENTURAS DE . LO FEO
. r·amente lo proclama el surrealismo
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b1cr - arte y bell ªque dan abiertas de par en par no simplem . t eza. Las puertas c. • en e para s b
·o' de lo bello, sino su ausencia No u rayar la nell . · se trata de lo f = 01 polín a lo be o, 111 tampoco de lo feo emb 11 'd eo como na . e ec1 o por s r en el arte. Los seres humanos pintados por Rouault D b fe u orma José Luis Cuevas son tan feos como el mundo , lud ul et, Bacon O rea e que proceden. Lo feo no se d esvanece o embellece al ser re presentado en . el arte. Lo feo rea1entra en el arte sin dejar de ser feo Esa 1 1 . , · d 1 · • es a ecc10n que nos bnn an os artistas que -como los citados- introd 1 f l ucen, . . d' exalta~ o re1v1n 1c,a n, a ea dad en sus ~bras. Pero como fealdad introducida por Velazquez, Rembrandt, Ribera o Goya, no se trata de la fealdad real, natural, que existe fuera del arte, sino de la producida, creada por el artista, que no necesita dejar de ser tal o dejarse embellecer para ser propiamente fealdad artística -como la que encontramos en la obra de los artistas que antes hemos nombrado-. Los que se escandalizan de la existencia de este "arte feo" que supuestamente degradaría al arte por su ausencia de belleza y al ser humano que en él se ve asimismo degradado, debieran por un lado cuestionar el mundo real, humano, en el que la fealdad se asienta, y por otro, debieran felicitarse de que el arte, al ponerla ante nuestros ojos, eleve nuestra conciencia de ella. Existe la fealdad en el arte porque existe en el mundo real. Y no. s.~ tratad~ salvarla embelleciéndola sino de mostrarla con su cond1c1on propia. Ahora bien, desde el m~mento en que entra en el arte ya.no es una fealdad inmediatamente real o natural, sino producida O creada. oac1 11
El sujeto ante lo f eó en la realidad y en el arte L . . .
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1arte nos lleva a una última
ªd1stmc1ón de lo feo en la re ah dad ·Yten en e y otro es decir, cu . · , un casO ' .
. est1on: ¿cómo se comporta el suje O f te dos mundos d1scom · · , · de lo eo an . o vive la experiencia estetica . ncia tiene que ver eon tintos: la realidad y el arte? Si esta expene apo un rostro puob · · plo un s ' · l· r Jetos o seres reales como, por eje~. d~ la contemplación. eJOS ulento, un páramo o un auto desvencija ' s una repulsa o insade at · n nosotro t amos a . raernos o deleitarnos suscita e · tos nos encon r tisfa ·, ' mo suJe ' ·no de ci cc1on. No se trata sólo de que, co 'birlo estéticamente, s1 ··ón ,,ena distancia del objeto para poder perct na categórica sepa!atce1re~na r ., blece u ído o in entr ep~ls1on o rechazo que esta . e afirmado, atra e SUJeto y objeto. Lejos de senurs
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sado en su conte1nplación, el sujeto -molesto O asqueado~ hu~ hiera preferido no experimentarla o inclus? suspenderla. El objeto contemplado desagrada, repugna o duele; Justame~te l~ opuesto al efecto placentero que vive el sujeto en ot:as. expenencias. estéticas en la vida real como las de lo bello, lo com1co o lo gracioso. Ahora bien, el desagrado, la repugnancia o el ~seo se producen cuando el sujeto se sitúa estéticamente ante el obJeto real que encuentra feo. Y la fealdad, ya lo hemos subrayado, es una categoría estética. Esos efectos negativos no se producen, en cambio, cuando el sujeto se relaciona con el objeto en ciertas situaciones no pro~ piamente estéticas. Así, por ejemplo, el médico que observa el cuerpo maltrecho, herido o atacado por un mal de su paciente, no lo ve ciertamente como un cuerpo feo. Las categorías estéticas de belleza o fealdad le son extrañas en su ejercicio profesional. Pe modo semejante, para el ingeniero o el técnico lo que cuenta es la eficiencia o la funcionalidad de la máquina o el mecanismo que observa, aunque se trate de una máquina tan horrorosa como el ya mencionado Lunajod. También para el comerciante que vende al por mayor una figura de plástico kitsch, no cuenta en modo alguno su apariencia bellamente engañosa y, en realidad, fea. Tampoco cuenta para el tratante en minerales para el que, como decía Marx, no existe la belleza del mineral. En todos estos casos, la contemplación del objeto se guía por un fin exterior y es, por tanto, forzosamente instrumental, razón por la cual no provoca el desagrado o efecto negativo que produce en el sujeto cuando se relaciona con el objeto real en una situación estética. Ahora bien, ¿cómo se da la experiencia estética de lo feo cuando se trata de una obra artística, es decir cuando lo feo es representado en el arte? Pensemos en los rostros monstruosos, los cuerpos flacos y deformes o masacrados, así como en los animales desollados que Lucas Cranach, Goya, Picasso o Rembrandt nos muestran en algunos de sus cuadros. Podemos contemplarlos guiados sobre todo por lo qu_e e~ ~llos se representa, perdiendo de vista que no se trata de una. duphcac1on de la feald~d natural, real, sino de la que ha sido producida o creada por el artista. Precisemos más nuestros ejemplos Y tomemos el de El buey desollado de Rembrandt (Museo del Louvre). ¿Produce placer o desagrado su contemplación? Ciertamente, el buey desoll~do re~l al ser contemplado sólo puede producir ~n efecto :1egat1vo. Sin embarg?, al ser representado este objeto 1_ng~ato, 1nn?ble, se ha convertido, gracias a la forma sensible que el pintor ha impuesto a la materia, gracias a sus efectos de Jtiz, y a su
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J~in. embargo, ni ser t't~r eaclos por Rc1nbrandt Velflzqucz o P1cnd~sot1:1,.tos sino opucsros. · · ·t ,rica 11te1n P1a<. os producen ,efectos no sólo .,1s In naturaleza Pe. es e ' 1 1O ~Sl' (' · • • • "Otltrn<111.:C ' . t ú,~ ,t e 1st 1nc1ón u opos1c16n º? <.; ,orno en el arte. 0111 de lo
feo tanto
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en In rcultdad e
IV· Lo sublime La palabra sublime procede del latín sublimis t, . bl 1 , ermino emparenta ' b do con el ver o su evo, evantar alzar del suelo e . . · · · º 1 ' .. · on su s1gmficado habitual deSie na a fil) excelso, eminente o sumamente el d . f , eva o,~ ~pl~ca tant_o a ~1~:tos_-~.?ºm_~n~s3 aturale~mo a determinadas acc10nesjlu~anas. en este sen~1ao, son sublimesüñ-liüracáñ, una cascada, el cielo estrellado o el inmenso desierto, así como el comportamiento de los hombres que arriesgan o sacrifican su vida por una noble causa.
La dirnensión humana de lo sublime Lo sublime se halla siempre en cierta relación con el hombre. Cuand_Q_
se trata de
IÓ- subI1me-nat Ü-ral-=eT m-ar embraveddoo fa terrífica ternpestad-=,- ños sentimos-s-obrecogidos o amert~zados por algo que, dado su poder y su grandiosidad:s~jmQo~e af!t~_nu~_s~~a pre: ca~edad y limitación. Cuando se trata q._e ·ª ~do~e~ humanas, _su JUblimidad suscitá un sentimiento de .admiraGió_n ~te ~l}_ poder_qu~.. rebasa las limitaciones de la existencia normal, cotidiana. En lo sublime el hom-b-re -se eleva-- oésdésu-piecariedad y limitación, ante la magnitud de lo negativ~: el terror, lo horribl~ ,0 la muerte. ~ . natural no existe . en s1, y por_~ , · ten Sub¡ ime , relaCion ~-~--con - -el hombre. - --:al que, en- uñ-pri rñer morñerito~-sobrecoge o esp~nta y :e~~~~~~ se eleva y sobrepone a su terror o espanto. I t~ne_~ _.!--b--re-·--y~ h bre y para e1 uom , , m ·· - -~· •0• n-de humana · So' e1 om- - d- -~uiere---- a- conuICl - ens1on , ,. -lo - -ex1·ste -por ---1 ~or ell?, como fenómeno fisico! natural, ~ ~ sublime, tanto en la n fenomeno humano o humanizado. Per scita efectos de signos nat uraleza como en las acciones humanas¡ su estética o no estética. ºPuestos que tienen que ver con su natura ,e~ una tempestad, anoCuando el terror que provoca un huraca~ con respecto a él, que nacta ¡ . 1e 1a distancia a hombre y hace impostb d la contemplaci'ón,. no eps dc:onsustancial -como ya sabemos¡:- ey menos aún en senudo o ern ºs hablar propiamente de 10 sub 1me, ''
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estéti.co, No hay propiamente sublimidad,. porque el objeto ~s todo l' el suJeto nada; aquel absorbe, devora a este. ~uando el suJeto, sin dejar de sentirse sobrecogido ante lo grandioso o .10 terrible, se afirma sin dejarse anonadar, puede hablarse pr~piamente de ·¡0 sublin1e con una dimensión estética. Esta la adquiere en una relación sujeto-objeto en la que el priinero, lejos de verse abrumado devorado o absorbido por el objeto, puede hallarse a cierta distanci~ psíquica de él, o sea, conten1plarlo. Entonces ~Lsuje.to_Jorma~ .~1-obj~t9_una situación estética; es decir, puede _transformar el sobrecogimiento, terror o asombro que experime_n_t~_~n~J.~_gri.~I!iiiliciact__ del objeto, no sólo en simple contemplación sino en contemplación gozosa. Y ésta sólo puede darse cuando, situados-·a 1a ñec-e~ riad-is-=-·tancia del objeto grandioso, amenazador o terrible, éste no nos amenaza o anonada con su presencia.
Lo sublime en el arte ~hfila bie11, la esfera propia de lo sublime estético se haJla no ta~to en la naturaleza y la vida :e.al, como_.~n._ej _~~te. Es aquí c!2.nde_ ~ ~-~]?)~~amente se pone .de mamf1esto. ~os_elexé!_sobré nuestros proP]~S lumtes, nos arrebata por su grandiosidad o.infinil üd,-nos-estremC:'" ce, todo ello sm que · · .arre.b ato-o .estremec1m1ento. . no s Yfun . esa ele vacion, da_con ~} obJeto, borre la distancia necesaria que desde ~nuestra af1rmac10n Y autonomía con res e . . ,. templación gozosa A · d P. et~ a ~l ,__perm1te su con. -· . s1 se a 1o sublime . ., ,. , correspondiente· ante 1 d en 1a s1tuac1on esteoca C . , d · as cate raes 1 de Re' ims o o 1on1a, la cupula e San Pedro en Roma las · . .d , p1ram1 es de E · t 1 brandt tardío el mural El h b gip o, os retratos del Rem· ' onz re en II d , Orozco, una gran misa de Ba h a1nas, e Jose Clemente O I ª Odaª la Alegría de la Novena Sinfonía de Beethoven. c . En la naturaleza y en la vida real 1 la pintura se representa y en subhme se hace presente. En 1 quitectura y la música 'se ev as ar tes .n? figurativas, como ]a ar· . , oca e1 sent . . de lo sublime stn necesidad de su representac·. 1m1ento 10n.
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Lo sublime como categoría estética
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Como categoría estética , lo subl'ime no es 'd'1stast ·. as contem la categor· -como piensan los es e· t . r· . ia suprema .d · Y grandeza (divinas o h porque se asocia a la t ea . e m m1tud d umanas). Tampoco se trata,
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LO SUBLIME
r ef contrario, de una categoría que h . 203 faº ociedad contemporánea, consumistaaya q~e olvidar porque en e estar presente en la vida real y expre 'denaJenada, haya dejado d . sa a en el art cientemente -en 1a pecu11ar reacción del e, aunque P'"5 la modernidad burguesa- se tiende a r P? d~odernismo frente "'a . I eivm Icar Jo subr1 esramos f1na mente ante una categoría Q d d me. No , . ue, a as sus relacio con otras, como Io b e11 o y 1o tragico se desd'b . nes 1 . h . si ble su definición. Ciertamente lo ¡ublime 1. UJe aciendo 1mpo. d . ' 1ene rasgos como Jo~ ya menciona os, que no deJan que se disuelva en t.... • -> ·· d· o ras categonas es_reuca~; a~~,qu~ comi ice ,el proverbio al afirmar que "de lo subh~e a o n 1cu o n~ ay mas que un paso", no puede descartarse el nesgo de que se disuelva en otra.
Lo sublime en el pensamiento estético: de Longino a Adorno De Io sublime se han ocupado, sobre todo a lo largo de la historia del pensamiento estético, el seudo Longino en el siglo l de nuestra era, Edmund Burke y Kant en el siglo XVIIJ y Hegel en el siglo XIX. ~n nuestra época, aunque como ya señalamos no despierta el mismo interés que en el pasado, se detiene en él Nikolai Hartmann Y da lugar a reflexiones agudas de Adorno. EI primer tratamiento de esta categ_o.ría estética.lo encontramos en el escri to- Sób'"i·~ lo-;;bli111e atribuido a Long!_nQ. La sub imidad tiene que ver en él con fa el~·vación o·g~.!_ld.~?-~!Al~_a . ~~no~ más que -di~e- el e~o de -Ün alma grande"), pero refenda a 1~:\e! -1 ce! · . .· I t ·1 0 noble--v-elevaao. , e· _ enc1a_o enunenc1!l del lenguaJe, o -ª--~~:.... _:--I · ~- - - · f uloso o alamb1se opone ~orno lo seudosublime el est1Io no, amp . ed ' ' f de lo sub11me ~ ero nª º· s_I aurqr e~rr:t~Le~e c_i~~~-~~ª'~q__J!.~~te}i¡aaa;-;-cfe1discurso 0 llega a caracterizarlo mas alla de ciercas cu ra·mi·enros nobles) o 1e . ·· · - , · n 1os sen el nguaJe, o de su correspondenc1? e~, h b á de esperar diecisjece _evadas. En rigor el término ''subhme ª r~ , 1·co Esto sucederá s1gJ 05 . . d ' . iento este 1 • co Para ser incorporado al pensam . de Longino (Trmte u su n _la traducción de Boileau del :scnto e al unas reflexio.n~s .s.ub!une et du n1erveilleu'<) acompanad~ d gscribe la defimcion Yas sOb · ' 11 as Bo1Jeau suO ''cierra fuerza del re el texto original. En e de lo . 'l t duce corn disc ng1no de lo sublime, que e ra ,, Wime l:' Ursa para elevar y seducir el aJma, t:cn \1 foI!ºº p~JQ~~~n"co de en ved . . ·5t mal ~....i- ~ - 51·rnpJeasu c:oni r ad, el12nmer es~ -~!! d Burke, 0 ya como estil~Lc~H~gru:ía..estéti.ca Y, por canto,b~a de~~~d~~~-- ·-- -------0 lenguaje, 1 2 ..~.~ll~!E_o~ n~0 ___ .,..
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I NVITACIÓN A LA EST É:1ICA
/J1dagación filosófica sobre el ori$en ~e n1:,es{ras ide~ acercr¿_,de ¡0 su/)/üne y_dejo bel/o_( 1757). La investt~acion deJ1!!.r:.t e _rebasa el estrecho campo en que Longíno había situado a lo s~bhme. Es más extensa y profunda; hac_e.refer~ncia~aJ pl~ce~ especiaLque..p_¡Qmca lo sublime. cuestión na.abordada por Longino, Y.se_qcup.a_sobr~ t_o_do_ de sus fuentes o causas. "Todo Jo que es de algún modo cerribie -afirma Burke-, o se relaciona con objetos terribles, o actúa de modo análogo al terror, es fuente de Jo sublime." Es decir, "produce la emoción más fuerte" que el sujeto puede sentir. Burke busca por tanto, las fuentes de Jo sublime en todo aquello que provoca temor, asombro u horror. Y e.ntre esas fuentes enu_fJleraJas siguÍ(}¡¡..._ tes: la oscuridad no sólo en s;~tidÓ físico- sino 1ntelectual; tantQ..la ñoche carric, la.Ígn·o~ancia de ]as cosas y la incertidum bre~ ..o.nf.u..: sión son fuente de lo sublime: la noche al provocar el. terror_ajo de sconocido; la oscuridad mental al dar lugar a la-confuJ ión,:_ El poder que se atribuye a una fuerza terrible o el que va unido a la representación de Dios, es también fuente de lo sublime: "el poder -dice Burke- extrae su sublimidad del terror que generalmente lo acompaña." Igualmente, la privación o carencia, incluyendo en ella, junto con la oscuridad, el vacío, la soledad y el silencio, son fuentes de lo sublime. Finalmente, también lo son la vastedad o ....e:rande. za de dimensiones, la idea de infinito, la magnificencia o "gran · profusión de cosas" como el cielo estrellado, que "excita una idea de grandeza". Anticipándose a Kant, Burke distingue lo sublime..delo bello, tanto por lo que toca al objeto en que se da la sublimi- · ~ád_como áCefecto que produce e!l el sujéto. Losobje tos_s-ÚblinÍes son oscuros y de grandes dimensione s; los bellos son claros, ligeros, delicados, y relativamente pequeños. Lo sublime y lo bello .producen, asimismo, f fe_f.~-~ distl_ntos: lo. lieI_fo agrada . . ~ pl~~~r (pleausure); Jo. sublime pro uce. un placer relativo o dolor ·~oderado, que Burke designa en inglés con la .pálabra delighi~ deleite. Este deleite se nutre a la vez de placer y dolor, y Burke lo explica en estos términos: "Si el dolor y el terror se modifican de tal i:naner~ que no son re~lmente nocivos ... son capaces de producir deleite; no placer smo una especie de horror delicioso, una espe~ie de tranquilidad c?~ un matiz de terror que, por su pertenencia a la autoconservac1on, es una de las pasiones más fuertes de todas. Su objeto es lo sublime." , E~ su Crític~ de/juicio, Kantco~f~apone.Io_b~Jlo y Jo subJi111_~.Pl termmos semeJantes a los de Bu_rke: "Lo bello en· la natur.aleza~ refiere a la forma del objeto que consiste en su limita~iÓll Lo-str=.
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LO SUBLIME
. al contrario, puede encontrarse e . 205 ¡,1,,ne, en él u ocasionado 'por él ·es r··e·-p-~~un ~bJeto sin forma en rinto ' . . ' . resentada .,. . ... . ~·11 , halla as1m1smo cerca ·de las dife- ··- · . . --.. 11m1tac1ó"n." y ~íu;~dsi dice: ".~~ ~~_bli_rp_~...Q.~be_.~~f que es~abJece Burke, t'llíl _ La soledad profunda es 5·-0 b--1·,- -E__'- -~: ande, lo beJJo pe1eno. • ' · ime u·- ---·---' · .. ' ~~blinie, tanto como una gran profundid~d· · nua gran altura ·es s11 • " (L · · ,· na larga _. . i es su bilme. . . o b e¡¡o y lo sublime) A . du raL'ºllo' se vjncu Ia a un o bJe! · o limitado · · ""' -s1--- rpues peque·n -· 'b-mientra . s l0 0 be 1 b' . f -- ---. :r -- ' ' io su ime queda ·¡¡í!'ado a un o Jeto sin (?r~a, granae b11imíraao~ o·~-&-----. r 1 .b 11 1 bl' .. . . . I erente es también el e1ecto que O e O Y O su . tme p'roaucen éñ-nosot , mientras • . ros, un p Iacer postt1vo, lo sublime suscita en 1 10 bello provoca , b· d · ·, e contemplador mas 1en una a m1rac1on y un respeto que pueden . , . . con~._ derarse mas propiamente negativos (Crítica del juicio). A diferencia de Burke, ~ant_no piensa ql!eJ oJlorrible el temor pµ edan dar lugar a U!:}a -~-'9?.~~-~ ~cLª-:estilifa como la ·de °("Así no se puede llamar sublime al ampJioocéaooeÓirritada tor:~ menta"), aunque sí produce esa experiencia la idea que suscita su representación. La base de lo sublime no está, por tanto fuera de nosotros, en la naturaleza, sino eñnós"ótros:· "en el modo 'éíe peñsár" que pone su bli!P.·i~a-d ·en üt"représe"rrtá"ción de aqÚélJa'' (Críticá-del j uicio). Por ello, au ñ·que- lá -ñafur aieia, 'grande-por su fuerza y su poder inconmensurable, parece afirmarse ante nuestra Jibertad, el hombre empequeñecido ante esa fuerza y ese poder, no se doblega; resiste y se eleva como ser libre por encima de ella. Por esta razón, el hombre subyugado por el terror o el temor, al no poderse elevar con sus ideas sobre la naturaleza, no puede tener la experiencia de lo sublime. Veamos con qué plasticidad presenta Kan.t las cosa~ que pare.cen aplastar al hombre y que, sin embargo, despiertan en eJ la e~pene~cia de lo sublime: "Rocas audazmente colgadas Y, por decirl? asi, amenazadoras nubes de tormentas que se amontonan en el cielo Y seªdelantan con' rayos·y truenos volcanes con todo su poder devasta, . d ' , 1 "n el oceano sm ,or, huracanes que van deJ· ando tras s1 la deso acio ' , d _ l1m· f da en un no po er0 Hes rugiendo de ira, una cascada pro un · ·gni'ficante peso et , e Itad a una 1n 51 cetera ... reducen nuestra iacu . bargo no obstante qU'eñez ,, y sin em , n , comparada con su fuerza. ,. · te lo terrible. La pequeñez, nos sentimos supenores ªun horror y produce asuest~a • • unc1• el temor Plac .ºn de esta superioridad, d1~1pa naturaleza. o dicho ~o~ las er. ~I placer de sentirse supenor ª Ja uraleza, en nuestro ~UIcio Propias palabras de Kant: ''. · · La nat provoque temor, sino est e' t·ico, no es juzgada subhme · Porque
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INVITAC IÓN A LA ESTÉTICA
porque excita en nosotros nuestra fuerza (que no es naturaleza) Para que consideremos como pequeño aquello que nos preocupa (bienes, salud, vida) y así no consideran1os la fuerza de aquella (a la cual, en lo que toca a esas cosas, estamos sometidos), para, nosotros~ nu~stra personalidad, como un poder ante el cual t~nd:1~mos que 1nc!marnos si se tratase de nuestros más elevados pnnc1p1os Y de su afirmación o abandono. Así pues, la naturaleza se llama aquí sublime porque eleva la imaginación a la exposición d~ aquel.lo~ casos en los cuales el espíritu puede hacerse sensible a la propia subhm1dad de su determinación, incluso por encima de la naturaleza" (Crítica de/Juicio). En definitiva, lo sublime para Kant no está en la natu:,a.~~~1.--sinQ.~n nuestroe spíiiii.f"en tanto que podemos tener-conciencia éle !!.!:!~§JL..
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. . .:1 LO SUULIME-
, procurando d is_lanciarse__de ella fi . . 207 · · · t. un 1losofo ,n·,'kola1 .. · · Har tmann,. traza ,· · · :,,. . .·contemporaneo . ·-·;·- - -en --·su- E_sJ_grrc:.q.s.om :' - bl ime' '' los _s1gu1ente_~:- a ~u senara-::-~ -0._dr.asgos_ª1)_r~-~ables d' . 0 /l) L1 · •, --- .. ~ -~! n e lo t ~----. --- e _ ~olutO (Ü10S) Y SU aceptac1on en lo naturar·· ·n_--..~ _scendental y ;1b-'ón de lo cuanti.t ti ~o_y_c) de Jo abrumad Y urna.no; h¿sú·separ:1 J • b· d ~-:---- ~---, . or, terrible y 1 --·--·- . fico, que s1 1en pue en existir no constit .º catas:. 1ro .• "d' uyen su esencia. d) . ,id,ainen1ac1on no en un 1svalor" (lo "desm ed'd ,, Jo ,,. , · ·"r--su . I o lu , ,1.:..,era , y en el displacer correspondiente) sino en mut1 , · 1 d"d . ' cL l . ~ aorqueescáen , obJeto en 1 a me 1. _a -~r:1 q_ u~ es expenmentªdo (po re1~SUJeto)como . . . -....... ----. ~ - · "1 , ·»-..·- ~4' - , .. - -..... - -""' ··lo = nrande y _S-URenor ".!::-t- -S'e° -- - - en - general". _ _. . .. Pero lo subli'me este't'ICO S010 presenta cuando "este_ vuele? del corazón" hacia lo "grande" -e hace una relac1on de d1stanc1a y contemplación. A.hora bien ¿qué grandeza humana tiene presente Hartmann en ne "vuelco" hacia lo grande que, al ser contemplado, se presenta como lo sublime estético? ¿Acaso la grandeza afirmativa de Romeo y Julieta en el amor, o la destructiva de Macbeth en la ambición y el afán de poder? ¿O tal vez es la grandeza del mal? Y la respuesta de Hartmann, teniendo presente sobre todo los ejemplos anteriores, erque " lo malo en el hombre no es lo sublime", pues: "Lo sublime es más bien la grandeza humana como tal aunque se emplee para el mal." Ycamas, fi nalmen te,.....cómo- concib_e .Jo_- sublime-un.J ~P!l~.'?... ~~ nuesrros días tan ó rigi naLejncisivo~_c.Qmp_Tjl_ eqqq~_1flo_r_Q9. En las brcv~s páginas qüe fe -·dedica ~ o r f g.._eJtét!_Ea (~bra póstuma, publicada en 1970), más que un_'79~cepto ~d~ _lo su_ bl.1_me lo _que no~ . Qfrcce es una revelac1óó de que subyace,a Jo..~_u_bh~e de K~t, y. 1tna fijac ión ct~ sus IímTres:--E fl -nril!}éi lugªr ,...s~~ª!~1 ~0.ma.una-1tmi.· , : ; -·- · -· . r - ·-' ~~cion de la concepc1on kantiana _eJ.habet.·I0 .r~.ser_vado __.. ·· -a la.natura., . . · d 1 lcza. Esta--idca de 1ó" sÚb.lim'e-ña tural tiene su fuente, a J.tbnc. ~ A.d d t raleza que contn tura, orno, en el concepto ilustrado e na 0 . ,, a· ''Lo su\u v " Jo subhme Y agreg · ..-b. ez, a la invasión del arte por · -·ri'ru qü(µomi~a, 1 . lime debía ser la grandeza deLho!I.)_br~_c_om~·0 -estprar1•0 ·es- el espíritu · · --, · e con , la . ~at uraleza." Pero ;qué sucede ' si, por 1 1 za"? Lo sóblime qu ' .u d'd de natura e · - . ,, . .\e ~en s:.- ve ,reconduc1do ª.. su me ,1 ~ con _erge-c011;'::e)_J!!.~&Q:~ 0 (p Onv1erte entonces ~S!JL~- ~Ogt.!,~l!.t...¡"cambién: ¿que suced7 SI l or nuestra· cuenta podríamos pregunta la forma destrucuva e dorninio del hombre sobre la naturalez~: en? Lo sublime res~Ita as ume hoy pone de manifiesto su baJeZnªe·a lo sublime ~~~~~~e~ue nt0 · -- y-c.on~ nce t , · , A dor0,~0 no - ·"'· A------· ··-~·-···· tura1eza,_ ,, ,
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INVITACl()N A LA ESTÉTICA
Adorno desmitifica así lo estéticamente su?!ime en Ka~t -lo que hay de ahistórico en él- al ponerlo en relacion con lo humano co . creto. Pero, a su vez, la exaltación de la grandeza humana que es~ en la cnt rafla de lo sublime, puede tener en Kant ~n tras fondo ideo. lógico. O, como dice Adorno: " ... Al. haber situado lo sublimé en la grandeza avasalladora, en la antítesis entre poder Y debilidad (Kant) afirmó su clara complicidad con el poder Y el dominio.'' y' sin embargo, como si quisiera rectificar de raíz tan abrupto reproch; a Kant, dice unas líneas más adelante: '' ... Con pleno derecho, definió el concepto de lo sublime por la resistencia del espíritu frente al poder desatado." Con todo, le hace dos objeciones n1ás: la primera es haber limitado lo sublime a la naturaleza, no al arte, cuando ya en su época "aceptó el ideal de lo sublime, Beethoven más que ninguno"; la segunda es haber puesto el sentimiento de lo sublime, a diferencia de los jóvenes de su tiempo, más en lo rnoral que en lo artístico. Pero, esto sería consecuente, a nuestro juicio, con lo que agudamente y con un carácter más general, el propio Adorno reprocha a Kant, ''escribir una gran estética sin entender nada de arte". En rigor, más que ofrecernos un concepto de lo sublime, Adorno se limita a ponernos en guardia, al relacionar lo sublime con la historia Y la reali~ad, contra su concepto especulativo, kantiano. Y esta advertencia no ~ociemos dejar de tomarla en cuenta, al recapitular ahora nuestras ideas acerca de lo sublime.
Reflexión final sobre lo suhlilne A nuestro modo · " , . de ver , en 1as concepciones expuestas se aportan , ,. elementos bas1cos para una caracterización d e esta categona estetJca. . . Como hemos visto 1 · -· - , e ·· scnt11n1euto . ,. . .· . - · - ~.de _lo su bl'11ne_se-desp1erta Ia re 1ac1on entre la grandiosidad e in r· . ··-- --·· .. ,. .. en- limitadas fuerzas t1 umanas ·- - d· tnll ud _de- ·un y las , . o -~cuan -- ·fenómeno ·· - • O • 1 soorcpasa desmesuradame~te lo.cotidtsta_s a ~an~an un p<;>der qu~ leza, su poder desmesurado ano o.nornlal. En la naturap , amenaza con a l donde hay aplastamiento Pastar a 1 11ombre. ero, lo trágico. Lo sublime es' 1~adne~~sta_mos ante lo sublime sino ante humana. En ambos casos el I edido en la naturaleza y la vida d:-~splegar sus f_uerzas. ~ ' su ; 1~:~e-~e_eleva,..subleva.o...s.ubH.!!!ª,al. 9 ston d.~.~!~J~º~-~! .9~~ el honi bre 110 1 t ~lral.es, - PO( t:1.nJa~,-e_xpreque- al mismo tiempo le a· ea co· nc1encia · ·--. · · ª logrado.don11nar. ct I · . aun...P~ · · - · · ~-- ~..§..~~-2!~EIQ:. En sum.a, A.
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LO SUBLIME
·I ~cnt i111ien t.9_d~~!?_.s!~~!LIJ.!~~espierta en 209 . . .,, nal uraks Y so~1ales su- ~ c :-r·"' el ho. mbrc fre . 1ut: 11 ,,. , n1e a 1 ' • 01 · 1 t«.n:za.. · •,t'l1fa, pUCS, lltlcl doble faz ObJ.et,· -Crt:laS-ft é'fzas<-}Jr··0..~ rt . . , va y s b · . ·. . ·.• p1as r'l!llral que se le llllpOt1e COn SU poder fi : U JCltva: el fen·ó-m".,,; 11, .. • • 1s1co mat . . eno ¡,legarle, le 11ac e sen t nse superior. ' erial, leJos de do. r~~
Vemos, pues, que lo sublime tiene qu e ver con el Poderen la naurakza y la v .1d a rea I . Pero veinos tanlb.. ! 11 ' ien que no es . sublime m1en tras e 1on1bre no hace sentir su oder ~rop1amente ·cr libre ante las fuerzas naturales O hump 'afirmandosecomo ~ El 1 . , anas, que le amen 1on1bre aterrorizado 110 pu d . azan 0 sobrecogen. ·· · d l b 1· e e experimentar el srnt 1111 ien t ?bl e o su. f! me. y lo que lo despierta no es tanto el caracter· tern · e o tern. . 1co · del. fenómeno . . , el poder avasalla dor que despllega, s1 no 1a ac tu.b. ud hbre, pos1t 1va, del suJ· eto ant e e. · 1 p or . ello, no se pue d e suscn 1r, sin matizarla, es decir sin humanizarla la afirmación de Burke acerca del terror como fuente de lo subli~ me. Lo que da a la experiencia de lo sublime su carácter propio es el modo con10 el sujeto se enfrenta al fenómeno que Burke considera su fuente. El terror de por sí paraliza al sujeto y, con él, a su entimiento de lo sublime. El mismo fenómeno terrible puede tener, por tanto, efectos diversos; por ejemplo: aterrorizar, en cuyo caso no hay tal sentimiento, o producir asombro o admiración, en cuyo caso el efecto será deleitoso, o relativamente placentero. Pero este efecto sólo se dará si el sujeto se siente liberado del terr~r u horror es decir si no se siente directamente amenazado por .el.' ' · ct·1stanct·a_del fenomeEn suma el sujeto tiene que hallarse a cierta ----__.,..__~ ..; no terrífico' Ullüf-rOr~~O-para-queyµeaifé"or\tem~la'fl_ o y_~esperfaL~lL él el sen( irñ.iento-de -~ublime: Y ~~ esto..consist~ sublime corrio . caiegoría-e ·stética~ No se trata so ~ ·tu frente a 1~ . . ' . d -r .eto como esp1n como hace Kant, la afirmac1on . ~ suJ ubraya Hartmann1 naturaleza, sino de subrayar tamb1en -co~o -~ s y mientras el sujeto que esta afirmación sólo se da en lacontemp ~cion. anonada es decir, no Puede contemplarla porque le aterr?nza ? -la que 'te permite · · t distancia · rn1entras no puede mantenerse a c1er a de hablarse propiase . . na no pue nt1rse libre y no encadenado a e -, rnente de lo sublime estético. t haY que asumir el repr~~~: Co · 'n de Kan , nque convi n respecto a la concepc1o naturaleza, au turaleza que le hace Adorno de limitarlo ª la se trata de un.a na bién el Precisar que en el sentido kantiano, .nyº11aY que asurrur talno1 moral en s' · ' h bre bl'rne en re I, sino en relación con el om ~o de lo su 1 sólo ha~e este rn:oche de que Kant pone e,t .acenpero Adorno no que en lo propiamente esteuco. L
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reproche a Kant sino también a Heg~l. -cuya conc~pción es una clara expresión de un enfoque conten1d1s_ta d,: lo sub.lime <.el contenido para él es la idea), por su compromiso con 1rma~1ones extrartísticas". Ahora bien lo sublime en el arte solo existe en él -al representarlo en la pin,tura, o evocarlo en la músic~-, en cuanto que la obra artística despierta el sentimiento de lo subhme no por su contenido sin más, sino por su forma, o más exactamente: por su contenido farmado. Lo grandioso, lo infinito, lo inconmesurable, no de por sí, como simple contenido, sino por su forma (justamente por su forma adecuada y no por la inadecuada como sostiene Hegel), es lo sublime estético. Y, cabalmente, este ''vuelco'' hacia la grandeza humana, hacia lo grande en la obra de arte, es el que se da -como subraya Hartmann- en la contemplación. Al especificarse que se~trata de la grandeza humana tal como se da, ya formada, en el arte, ponemos el pie en lo pr'opiamente artístico, y no en la grandeza o el contenido extrartísticos. Con ello, tomamos en cuenta las objeciones de Adorno a Kant y Hegel, y especialmente al primero, por hacer hincapié en la naturaleza moral de lo sublime. La grandeza humana está,. ciertamente, en la entraña de lo sublin1e, tanto si se emplea -afirma Hartmann- para el bien como para el mal. Por último, la relación que establece Adorno -apuntando a Kant- entre poder Y debilidad es ideológicamente contradictoria, pues uno es el papel de lo sublime cuando la grandeza es suprahumana al encar_narse en los dioses, y otro es el papel que cumple -como demostro e! arte de !ª burguesía francesa revolucionaria con los cuadros de D~v1d y Gencault- cuando la grandeza humana se encarna populares O en los re vo 1uc1onanos. . . p ero, s1. · den los heroes . se . . o 1 e ·exclus1vamente a su contenido 1'd eo l'og1co -pol'1ttco n at1en 1 O ra - , s1er~pre s~ ~orre el riesgo de que se nos esca e lo sublime
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V· Lo trágico . .\ diferencia de otras categorías estéticas_ ·, lo sublime- que se dan, como hemos cv~~o las de lo bello, 10· 10 0 dad corno en el arte, siempre con una dimens1·10~ o, t~~to en la ~e~li. · ct· ., n ester ,ca Jo rragico casi nunca tiene esta, . 1mens1on .en· la realidad · y eamos, pues, ' . lo tra!!ÍCO en la vida real , antes de con s1'derar1o como - fu era d,e 1o estetlco, . una categona propiamente estética.
Lo trágico en la vida real En rigor no cabe hablar de la tragicidad de algo real como la naturaleza, pues ésta no es trágica en sí misma sino en cierta relación del hombre con ella. Lo trágico no está, por ejemplo, en la tempestad, el sismo o el huracán que sobrecogen, sino en el hombre que, ante estos fen ómenos naturales, sobrecogido u horrorizado ante ellos, s~encuentra en una situación trágica. J.~_J ragicídad es, pues, J?! O· pia de la existencia hu mana. No, en verdad, como un componente e_)en~i~l o constante de ella, pero sí ~~-cierJ_as. r~!acio.nes d_~I ho!]lbr~ find1 v1duos, grupos sociales o pueblos) cpn e}!11l1P;q5>.,..~!!J_a ?ªku~ raleza, o en determinadas relaciones de !os hombres e~tre si. · -· esas relaciones humarías sé dan si tÚaciones, comportamient?s., acr0 . r1fi1 de tragicos · ~ 0 res ultados de sus acciones que podemos ca -~ar ante~ Así . · . d los jóvenes que, erables que se · ., Por eJcmplo, son trágicos los amo~es e . 1 ª imposibilidad de remontar los obsta~u.l~s~s~~quitarse Ja vida 0 (l~~ne~ ~ su unión, optan -en.un pacto ~uici ~ e~ más de una oca· , ¡· , cron1cas de la prensa diana han reg1stra1d , uchachajudía Anna · on , este suceso real)· es trag1co , · eIdes t·no de a•rn da de una casita · ho1 Frank ' 1 trasuen land " que, escondida durante meses en ª orir en un campo de con tent esa .~ajo la ocupación nazi, acaba po~I ~ y miles de atrapados.tr:i lo- ra_cion; trágico fue el final de los mi ~ de J985 en la capi ·_ ~ ed1 fi · el s1srno . · b0Jchev1 rnex¡ ic1os que se desplomaran pord tino de Jos v1eJOS Bujarin . %escana; trágico fue igualmente el . esbre de 1911, como · ' artífices de la revolución de octu 211 Scanned by CamScanner
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INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
o Kamenev, que en los años l rcinta fueron procesa? 05 P?r los tribu. nales de Stalin y ejecutados como "contrarrevoluc10.nanos''. Y, Por último, trágico fue también el destino de los combatientes .e~pañoles republicanos que, en las· últimas semanas de la guerra c1v1I se encontraron en Madrid entre el acoso de las tropas d_e Franco y las del coronel Casado y, finalmente, se vieron empuJados hacia su exterminio. Existe, pues, lo_trágico eD situaciones .o c.o mpQ~tamie]Jtos_.hJJ!!!~nos de la vida real queconfunden, como no se confunden en Íos ejemplos citados, con otras situaciones o comportamientos en condiciones normales. Ciertamente, si la muerte de los jóvenes enamorados que se suicidaron o de la adolescente Ana se hubiera producido en · condiciones normales, como resultado de una enfermedad natural, su desaparición habría sido triste -muy triste dada su juventud-. ' pero no trágica; si los viejos bolcheviques hubieran caído añós antes -como cayeron otros- en los frentes de batalla de la guerra civil, su muerte habría sido heroica, pero no trágica. Y, de modo análogo, los combatientes españoles republicanos habrían caído heroica -y no trágicamente- si hubieran perecido en un enfrentamiento normal con su adversario, y no en las circunstancias de indefensión total en que los dejó el levantamiento de Casado contra el gobierno republicano. Vemos pues, que si en las situaciones trágicas mencionadas se ha:e ~rese~.te la muerte o la derrota, no siempre esta presencia da a una slluac1on humana, o.ª su desenlace, un tinte trágico. ¿Qué es, entonces, lo que da a la vida real esta dimensión trágica? Pero antes d.e respond.er a esta cuestión, no hay que perder de vista 10 ' que nos interesa directamente: ¿cuál es la relació d 1· , · · lo estético en la vid }? O , n e o trag1co co.n , . a rea · , mas exactamente: ¿puede integrarse lo trag1co real en estética Y, por tanto ser perc1·b·1d l d una, situación . 0, contemp a o, estet1camente? Esta es la cu t., ' h nos proponemos examinar. es 10n que a ora L a reacción natural ante el b · , · . t. C?. IJe_to tragLCO por P~rte_del suj~ en.Ja.. vid~ -r~al p-uede-Ósc1·1a· . , r en re a campas' , ( 1 -: ; a morados que se suicidan), la ira ante I ion por os _Joy_en~s-~ un campo de concentración nazi a mueqe de la ~ _µf ~_ª-f}!a..eJl los atrapados en el edi·r1·c 1•0 d errumbad ' el hor_r9r __~_n_t.e el terrible . ... '., @_ajj.~ diinna.O ción ante los revolucionarios por el sismq, yJa P1 ~0 ofe~did?S, sino deshonrali; s qu_e mueren n~ _s~I.o. h~_rnilla~os1nsens1bles o indiferentes ante No, ~ociemos permanecer fnos, 0 afectados por ello y esta afee . , trag1co en la vida real. So~os ' c1on se muestra como compasión, ira_,
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. . " os1 e que nosot liL-ran1os as1st ir con10 espectadores a nuestr . r?s P~t • . • • • e· l · , a p1.opia experiencia tr'1-e.1ca-, .s1poi Jen1p o, contcmplaramos un ed'f' . devorado por , 1 1c10 1 inccnc 1111 , ,11l0 en , .·e que acert . . a ramos . , a ver a un indiv'd 1 uo d'1spuesto a lanzarse ll vc1c10 yara escapa, ,1 las llamas, nos sentiríamos sobrecogidos u horrorizados, Y 1~0 gozosos por lo que contemplamos. y es que no podcn1os converttr a un edificio en llamas y al hombre alca1m1clo por ellas, en un espectáculo. La conclusión a que llegamos en cslc punt o, es la de que nuestra relación con lo trágico real no puede ser cst él ica. Pero, ¿se trata de una imposibilidad real, es decir, inscrila cfcct ivan1cntc en la naturaleza del objeto contemplado o del sujeto que contempla? Nos estamos refiriendo -claro está- a ambos términos en una situación real; a lo trágico tal como se da en la exislcncia humana efectiva, y no al que inspirado por una situación real, o parl icnclo de ella, es representado, imaginado o creado; es decir, a lo trágico en la literatura o el arte, del que nos ocuparemos u11 poco más adelante. Con estas precisiones, podemos respo?der a nucs1ra pregunta anterior que no hay un límite insalvabl.e,. m en el objc10 ni en el sujeto que impida la estetización de lo. tragico real. te en la realidad con una ' , . Y.' por tanto, qu e lo trag1co se nos presen d11ncns · · 11 cstellca. · · . . 10 .. 'bilidad -aunque sea 51 Ciertamente, ¿por qué no .admitir la P d'f cio incendiado de 1 1 rara o lejana- de que alguien frente ~ ed ~n la combinación nucs1ro ejemplo anterior, deteng~ 5.u m~;a las llamas sobre el de form as y colores, en los movtmient stro angustiado Y que, cuerpo humano en la expresividad de un ro 1contemplarlo? No at ' · to placer a . · rapado por todo esto sienta c1er , d' por el sufrimiento. 0 s , , o sa ic ' . 1 ,cna, en verdad, el placer monstruos, ' x resión con que utu ~
que
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te!"hombre en llamas" (valga aqu1 la eti~ y la muerte del ~esd1j
Jª ªf!~f
et;~co uno de sus murales) o por ficio incendia~º·:~:~;. PI a o que se arroja al vacío des e e struoso) que suscita le~c; (~o sádico, pero no menos ¡non · odoabsoluto, NP ación misma. . ue excluya, de un ~o real, aunque s O hay una imposibilidad lógica q ·miento trági ·erncfonte relación estética con un aconteci
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esa relación debiera considerarse más propiamente esteticista o relación en la que todo valor o fin humano queda s.upeditad¿ al valor o finalidad estéticos. Pero, en este caso, lo posible estétican1ente no lo sería 1norahnente. Precisen1os esto último siguiendo con el ejemplo anterior. Convertir el incendio del edificio, en el que un hombre es devorado por las llamas, en espectáculo u objeto de conte1nplació11·, y gozar con las formas, los colores o la expresividad del rotro angustiado, sería no sólo una inmoralidad si110 una perversión humana. En este sentido, lo trágico pierde su din1ensión estética en la vida real; din1ensión que, en cambio, encontran1os en ella cuando pode1nos considerarla desde las categorías de lo bello, lo feo o lo sublin1e. Y esa dimensión estética que nos resistimos a ver en la vida trágica real, o que repugna reconocerla cuando no se cae en la perversidad o inmoralidad, es justamente la que recuperan imaginativa, creadoramente, la literatura y el arte. . Lo trágico lo encontramos, pues, ya en la vida real, en determinadas condiciones de la existencia humana. Si fijan1os, por tanto, nuestra atención en su existencia real, efectiva, en el comportamiento humano, podemos concluir que la situación desdichada en que consiste y el final inexorable a que conduce -el fracaso la derrota o la muerte-, suscita en el conten1plador un sentir;,iento de horror, i~a o compasión, pero no un efecto placentero a menos que el suJeto, que así mantiene lo estético en la vida reai sea perverso en un sentido humano y 1noral. Con esta limita~ión que como ve~?s, es más propiamente moral que estética cabe afirma; que lo trag1co se da en l~l vida real, en la existencia hu'n1ana, sin que t~~ga -, º.' al menos, sm que. tenga necesarian1enle- una dimens1on estet1ca. e
Lo trágico en el arte Dejando atrás lo trágico en la vida · . territorio estético poblad real, vean1oslo ahora en este o por persona· ¡· · Ed' o Rey ' Otelo , Hamlet , Rask Onl · ¡ 'k' OV WtllyL . Jes lleranos. como ºM'l. 1pV o el puñado de anónimos hombre; ornan, Gngon e eJ? , dos en un cuadro de Go (L . del pueblo que van a ser fusila· ya os fus1/a11 · d s ellos pertenecen a diferentes . ue11~os del 3 de 111ay o). To ~ t uaciones diversas odas ell epoc~ .Y ~oc1edades, y se hallan en SI· . 1 fines distintos, pe;o siempr:~ c~n Ictivas. Unos y otros persiguen . comportan o terminan tra·g1·crna canzables. Todos ellos actúan, se . e amente.
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rrúg icos. A Ed ipo Rey 215 / ' '· 1 ·) c11 l·t · ·· d ncl nri""' ' como es· ·snb'1llo s:1. • · '- /\11t 1guc No nb ll , .t 1,.1(V• 1nucr~ e¡· 1 b '-b ll. l • ,> <)des 1, ' .' .. l ,l)cial, L: ,po l'S un tombrc clcsdi ·I ., s ante su clcv·,tt· , e , ,·tl'' · . , . .d . e lacio
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1NVIT /\ C IÓN A LA ESTÉTICA
• ) al"s sin esperarlos ni quererlos, arrasi r"II.d · , · , ·1os conH 1, " ' , • . · tl O h stn '".,·11 ·)dcr escapar. c.¡e t.:'SI e doble hu racan socnl E • ' • n unas· 11or c!l.os s111 J){ • .. , ·011111lcia, este can1pcs1no ruso de carácter r· llua. c,on ran oscut ,l ) e · ~ . . ~i· .· · , llcr , ·icrra a comprender su , e ac1on personal co,11 1~ ) l.!Cncroso no "H.: . . · .. . .. . . , a re. . . 1ve trágica· al ~ •• "tJCIT'l civil y su slluauon . se vuc , ()luc1on Y 1n b ' ' · · • no . . ·tlttir·l de los grandes acontcc11n1entos, se hundn . poder eslal a 1(1 e ~ b'.. \, lrrc. . ºbl y lo rác.ico lo hallamos t a111 ten en las arres , I .... 1111st · emcn 1e. . • , . • d ~ •. · c·o n10 1 . 1ura . Un ei·. emJJlo parad1gmat .. 1co l e a, rpresencia .1 . de. lo lrági co la, pin en ella es el famoso cuadro de Goya, <,JS f us, a1111entos del 3
Pri111er acerca111iento a lo trágico Los personajes citados se encuentran en situaciones existenciales muy diversas que se dan, a su vez, en diferentes sociedades y tiempos. Sin embargo, todos ellos ofrecen -así como las gentes anónimas del cuadro de Goya-, rasgos conn1nes en ellas: viven experiencias desdichadas que a ninguno de ellos puede complacer; por el contrario, sufren y quisieran escapar de la situación infeliz en que se hallan arrojados. Pero, justamente, lo .que caracteriza a ésta en todos los casos es la imposibilidad de salir de ella. Se trata, pues, de un conflicto sin solución, o más exactamente con una solución negativa o un desenlace desdichado para el personaje trágico. . Tenemos, pues, en el con tlict o vi tal que desgarra a Edipo Rey, Otelo, ~amlet, Raskólnikov, Willy Loman, Grigori Mélejov o.ª los ~~tnotas _de Los fusilamientos del 3 de mayo de 1808: a) una st· tuacion desdichada; b) cerrada y e) con un desenlace inexorable: la derrot.a, el fracaso ? la muerte. Con estos tres rasgos tocamos,_ en un pnmer acercamiento, la sustancia misrna de lo trágico. Pero tratemos,de acercarnos más a esa sustancia de la mano de Aristóte· les, el mas grande tratadista de lo trágico. . .
la tragedia según Aristóteles Al reflexionar sob , . . e pre· sente sobre tod re 1~ tr.ag1c? en su Poética, Aristóteles [len·egós: 0 1 ª practica hterar~a de los grandes poetas.grt
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LOTRAa1co
. uilo, Sófocles y Eurípides. Así pues , 217 Esq oenero. , Est a )' a existe . , e1 no tnvc t 1 ·oill O ~ . con la 11.1ad urez v el . n1 a a traged·1a l za con los autores n1enc1onados Su , . ., esp endor que al c:1 11 , • • • mento estriba 1. ncralizado esa expenenc1a teatral concreta en el en .1~ber ge. I ., t,er destacado, al n1editar sobre ella sus Pano lconco y en l1 rasgos esen · 1 , este punto se aparta de su 1naestro Platón qu,·e d.cia e.s. Ya t 11 • , n no po 1a lega un tratado semeJante, ya que nunca admitió que 1 . r~~s · d l · d 1 a presentac1on escémca , e asI pasiones l e os .hombres y los dioses f uera d'1gna de una teona. A mostrar as pasiones humanas O divinas e ·b . n escena, . ·1 la rraged ia so o contn uye a apartar a los hombres de su vida más noble: la cons~gr~da a la contemplación de las ideas. Critica por ello en La repubhca a los poetas, ya que al imitar imitaciones de las ideas, alejan a los hombres de la verdad. Pero critica también la uagedia por razones morales ya que, al mostrar las pasiones humanas, queda asociada a la parte más oscura e innoble del alma. Así pue~, la condena de la poesía, incluida la tragedia, y la expulsión de los poetas de la comunidad ideal o Estado perfecto por aparrar al hombre de su vida auténtica como ser racional, son congruentes con su metafísica de las ideas y con sus teorías de la verdad y la bondad moral. Lejos de condenar la tragedia, Aristóteles ve en ella la cumbre del arte. Tan elevada apreciación proviene justame.nte de qu.e, a juicio suyo, y contra lo que sostiene Platón, la tragedia se relac,.ona con los aspectos más nobles y elevados del hombre. En este ~enudo, como, ella se halla emparentada con la epopeya Y~ que, . ' llene un ) 1149 alto valor moral. La tragedia es, como dice en su Poet,ca < d, ~ ' " . f das perfectas, gran 10reproducción imitativa de acciones es orza ' . ornlalmente s " · s de lo que son n .ªs . Presen t.a a los. hombres meJ~re " esto ue ésta se propone > en esto se diferencia de la con1edia, pu d io que son" (ibid., reproducir por imitación a h?rnbres peor:sed: ser personaje trági1448 , a). Es decir, no cualquier hombre P ndeza un elevado co , smo · sólo aquel cuyos actos uene · n ' por su gra · d·a reside' para Ansconren ido moral En suma, el valor de la t~fige o1cencucntra en ella: t• • Platon n oteles , precisamente, en aquello que \u dim . . en e1 curso ens1on n1ora 1. . . en actos humanos ·uerre d la tragedia consiste para Anstoteles desgracia, o la bue~a s.a un e los cuales la felicidad se trueca en 1·,1a con sus actos acl1 más en rn 1 , · e encam • 1 ·des -e f' a a. El personaje trag1co 5 • mplo de EurtP que re1 desdichado. y' poniendo el eJ:ostiene: ' ' Yerrf'\ ~~r cierro Ptgico, por cierto, de los poeta 5 ~ tragedias, mu~¡~10 , es loco5 ,1 Ochan a Eurípides el hacer que SL como queda \.le el! as que, as, terminen en desventur (1
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INVITACIÚN A Lf\ ESTtTICA
rrecto" (ibid., 1453, a). Así pues, el personaje trágico es un ser desdichado, ya que su vida desemboca en la d~sventura; por tanto, su destino es sufrir. Ahora bien, no basta sufrir para que el destino del personaje sea de por sí trágico. Si su desdicha Y sufrimiento se producen "por su maldad o perversidad", no cab~ h_ablar p~o?iamente de un desenlace desventurado o de un sufnmrento trag1co. Si se trata de un monstruo o un individuo tan perverso que excluya la inocencia no estamos ante un personaje trágico. Aunque haya cometido cr{menes, como Edipo Rey u Orestes, el héroe trágico no es, en definitiva, malvado o culpable. Aristóteles no se limita a señalar el comportamiento noble y elevado del personaje trágico que desemboca en un final ~esdichado, sino que subraya también el modo como -dado el caracter de sus acciones y de su comportamiento- afectan esas acciones y ese comportamiento al espectador. La reproducción imitativa de las pasiones en que consiste la tragedia, tiene un efecto específico y positivo sobre el espectador que Aristóteles llama kátharsis, término griego que suele traducirse por "purificación". Mediante la imitación de los efcct os cxt remos. de terror ifobos) y de conmiseración (eleos), éstos adquieren como término medio ''un estado de pureza''. Al mostrar las pasiones ext rcmas, la tragedia libera al espectador de la carga pasional que le pesa y, de esta manera, ejerce deleitando o con un ''lenguaje deleitoso" un efecto saludable. Hay, pues, una unidad estrecha entre esta demostración propia, peculiar del terror y la conmiseración, y el placer, que no es cualquier placer sino el placer propio, creado por el poeta. O, como dice Aristótele.s: "No se ha de buscar sacar de la tragedia ctial~¡uier dele~tación, sino la suya propia ... El poeta debe proporc,onar prcc,samcnte ese placer que de conn 1iseraci6n y temo: mediante la i_mitación procede ... " (Poética. 1453, b). A~, pues, .la~ Pª~!ones humanas, liberadas de su carga extrema med1C>ante la 1m1tac1on que p1~o~ura semejante placer, 110 producen el efecto natural .que produc1na11 en la vida real, sino el catánico, depurador, propio de una obra de arte. En este tránsito del efecto re?I, .natural, al, e.recto creado, está marcado, a nuestro juicio, el transr~o del? t~ag1co en la vida real a la tragedia artística, ·,ni como Ja define Anstotelcs: " ... reproducción inlitativa de acciones esforz~das, perfectas,. gran~l,iosas en deleitoso lenguaje ... que dctermma entre. conm1serac1on y terror· el te' r.mino · me d'10 en qt1e los f e ectos adquieren estado de pureza, Poniendo en relación las ideas de Platón con las de su maestro 1 •
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; • " • •• ~111 c111c o por error, no merece soportar. · si puc. '."J1"11e el paso a la etcétera) que ' •o ' re 1,g, c.l es ' .y justamente, • p. i Ion · 1e, I•deo)ógko (,noral, po l 1' t te ''' t <.:11· . . ·bladcvuor . consJt·1er,·•tr·sc (-'ll (t c.:on la <.:orrcs11ond1cnte t,l , .. ucdc ·n b·~i, . . .dcolog1co, P . d ¡,11·c1ca 1 · 0 ,Jo t.: ,>, 11 '-<.:., en ~ ' ,,ucs, ·e10· de· la • cierto criterio valorauvo, • t I' ·p·1rt1e e ;1, ¡~0 11ug1ca u na si Luación dcsd1c wc. ªr · ~1 ~ en Jo ínmcrcci, · . , ,, e se une, " · 1Otéli,·· c.J 'd tóuicc> toril • \J~s . 1·1crio·1 e<>. ·on º cierras .' ·e-· . tJ·H.:h· ""l ,, e 1a co1n¡Jas1on . qu d · ·de un cr nit)t· d. Y, por tan to parucn e · 1O dos' cuadros Po · · ' · ...,.,p · · 11 1 nuestra cuenta, como eJC • '
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INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
n1ejanza c~tnácica. Se trata. en un caso, de Losfusila~nientos del 3 de 111aro de /SOS de Gova (~1useo del Prado, de Madnd) Y, en el ·otro de ·La l~iec11ci;í11 de \·Íaxi111ilia110. de Ma.net (Tate Gallery! en Lon~ dres). An1bos cuadros representan una n11sma escena de fusilamiento e ilustran lo que, en términos aristotélicos, se puede o no ~ompadecer. Vemnos, en prin1er lugar, el cuadro de Goya que alguien ha caracterizado con10 " el grito más terrible que ha lanzado España junto con el Guernica d; Picasso''. Detengamos nuestra mirada en ]a pintura genial de Goya. En ella vemos un puñado de gentes del pueblo ante el pelotón de soldados que se disponen a disparar sobre ellos. La soldadesca conslit uye un bloque pétreo, despersonalizado -no se ve el rostro de ninguno de los fusileros- frente al grupo de sus inminentes víctimas. Pero, en este grupo, cada uno de sus componentes reacciona de un modo individual. Destaca en él la figura de un hombre, iluminada toda ella por la luz de un farol, que con los brazos en cruz increpa a sus verdugos, simbolizando así la ira~ la protesta de todo un pueblo. La situación angustiosa de estos hombres que van a ser fusilados, y que Goya nos presenta con " brutal" realismo y tremenda expresividad, va a ser coronada inexorablemenc_e -ya lo es para el desdichado que yace sin vida y en escorzo al pie del grupo- con la muerte. Es una situación trágica que pro.m~1eve_nuestra compasión por quienes ya han muerto O han de monr mevuablemente. · · no es puran1ente emotiva · m· se Ahora. bien , esta conm1·sera· c1on funda simplemente ~n _nuestra conciencia de su final desdichado. d . . . No sun!e en un vac10 ideoló · . los val;res O fines gic~, es ecir, con indiferencia hacia sufrimiento Juzganq1uoe etst.a~ en Ju~go, ~ hacia la naturaleza de su . · s rag1ca su Sil uac1ó · f· miento y simpatizamos con él ?, compartimos su su nposición ideológica. De acuer~ la luz de ciertos valores, o toma de que han sido O van a ser in , 0 con ellos Y con ella, los hombres de la soldadesca francesa exorablemente víctimas de las descargas inocentes. Su sacrificio e~ ~o .merecen esa muerte y son, por tanto, pelotón de fusilamiento no~nJusto ..P?r el contrario, la acción del de toda aureola heroica los sil~e~e •nJust.a Y repulsiva. Despojados deJ victorioso ejército de Napoleón sólo son, para nos~tros un: de asesinar, o un bloque '. .d maquina perfectamente engranada 11 amente integrado de culpables de muertes inmerecidas · · ' so . , 10 Justas En , · contraste con todo esto el sufn· miento de los hombres d 1 • · d el que se sujeta la cabeza e pueblo aun · vivos: · OJos, del que se ' tapa 1os los brazos en alto recr1·m·1na a los ' del que se .arrodilla , o del que con que se disponen a disparar; ~os !
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ece-a la Juz de nuestro criterio ide 1, . . pa r . d . . o og1co que d de todo ,nocente, o to a 1nvas16n, sea del con ena la muerte I lquicr pueblo- un sufrimiento t ,e~ or que sea, de la tierra de Ja ci , . rag1co qu . e injusto suscita nuestra compasión. e por mmerecido veamos aho~a ~1.cuadro de Manet en el uc . miento de Max1n11Jrano de Habsburgo I q sdc representa el fusrfa. , · ' ras Ia errata de sus t invasoras en Mex1co. Por el tema e incJuco : . ~opas_ . ' .., por su compos1c1on el cuadro de M anet se asemeJa al de Goya · Tamb·, ' 1en en e, 1 unos hom. brcs ·-el en1perador y -los dos generales mexicanos , t ra, , 'd · I ores a su patr!a, que O acom~ana~, se enfrentan al pelotón de ejecución. Y, sm embargo, su situac.'on no nos parece trágica, puesto que no en.c~ntramos.en_ :Jlos esa inocencia que tiñe los actos del personaje trag,co. Max1m1hano Y los dos generales que van a ser víctimas de las descargas de los soldados de Juárez son culpables. Su destino fa tal por ser merecido, por ser culpables de haber invadido, oprimido, desencadenado calamidades y sufrimientos de un pueblo, no , permite compadecerlos. Nuestra simpatía está con ese pueblo, y no con los máximos responsables de sus males. En suma: el sufrimiento o la muerte de por sí, como ya había observado lúcidamente Aristóteles, no bastan para caracterizar a un personaje, a una situación o a su desenlac~ co~o .trágicos. T?do ello tiene que ser considerado en un contexto 1deolog1co, .~alorattvo, jus1amente el que permite tender el puen!e de _I? compasion entre el . trag1co , . por la s1t Ltac1on en que se encuenespec1ador y el personaJe Ira o el desenlace de ella.
l.os Ji11es en /a co/i5ió11 trágica . ro en la entraña misma El conflicto la colisión, está, como hemos víl,~ t,.'va cambian histórid , ' . ·, , · s con 1c · e lo tragico. Toda sil uac1on tragica e f as que se contraponen. camentc la naturaleza del conflicto Y las ud~rzes enlre el Estado Y Ja El conflicto puede darse entre J10 ~ bres ' sí, o enlre grupos . .dY 05wsentre E fa milia o los individuos o entre ind1v1 u ponde la qu.e rvtarx Y n· . 0 t • o corres s1'kingen-, Ye·Iases sociales. A este ',ult1m • ,p · de Fronz ''º11 de gel II autor . p 0 nienc1o h s - en polén1ica con Lassa e, d·a revolucionana.n· ro trágico, 1 an .llamado la verdadera tr~g7 ! o-social del co_n ~ia -fallida ~an1fiesto el fundamento J11sto~1ctragedia revolu_cio_~~ enlre unas ~ YEngels ven la naturaleza de ª en la contra~'~f¡'~ad, rambién · eg~n ellos en la obra de Lassalle-, y Ja ¡n,posibr asp1r . . , ·carnente ac,ones exigidas h1ston
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histórica, de satisfacerla. O, como dice E~ge_Is: "Entre e~ po~~ula. , · · v la 1·mposibilidad pracuca de su reahzaaon ' 1: 1 - fi · d o h 1stonco necesan 0 • ' d 1 ·a anle nosolros el papel de o~ 1nes en el conílic' con eslo, se es ac . .· d to tráoico a los cuales nos referiremos ahora apo)~an onos en Hegel. ' El ~rá~ter de los fines en juego y la actitud ~ac1a ellos son esen~iales en el conflicto trágico. No cualquier fin mo~iva un comp~~tam1ento trágico. No cualquier actitud puede ser calificada de trag1ca: En -cuanto a la nat.uraleza de los fines~ Hegel (en sus Leccrones de esrérica) insiste en señalar su grandeza humana. Como pane del "verdadero fondo de la acción trágica", hay qu~ verlos "en el ciclo de las fuerzas legítimas\' verdaderas que determinan la voluntad humana" . Los fines que mu~\en al personaje tr~gico son ~!e\·ados y legítimos. O como dice Hegel: "' Lo que les empuJa a la acc1on es preci;amente su moti\ o mor;í legítimo." La naturaleza elevada , universal v moral de los fines determina que el carácter del conflicto, al pugna~ el héroe trágico por su realización , sea irreconciliable. La lucha hay que librarla, por ello, hasta sus últin1as consecuencias, y éstas sólo pueden ser -dada la imposibilidad de realizar los finesla desdicha, la muerte. No cabe otro final, razón por la cual la conciliación es imposible. El fin determina , asimismo, el comportamienw verdaderamente trágico como.aquél en el que dadas la universalidad y grandeza humana del fin, no se puede renunciar a perseguirlo. Comportarse así , significaría renunciar a afirn1arse humanameme. a sí mismo. Así pues, el comportamiento trágico, que incluye necesariamente esta prosecución del fin hasta el sacrificio propio o hasta el desenlace desdichado del conflicto -la derrota, el fracaso o la muerte- es, en definiti va, la, ictoria, la afirmación del héroe tráeico en su verdadera humanidad. Y si los fines que se persieuen no-imponen ese sacrificio o admiten la conciliación v por tanto un final feliz, ello significa que no estan1os, en verd~d, ante el desenlace q.ue corresponde a un conflicto trágico. Es lo que Heeel viene a decirnos con estas palabras: ''Si los intereses enfrentados son de tal su~rte que no vale la pena el sacrificio de los personajes va quepodnan alc~nzar sus fines conciliándose entre si entonces ~i desenlace no necesita ser trágico'' (Lecciones de Estética). En suma, n~ basta subrayar-como se hace desde Aristóteles- el desenlace · , 51·no que hay que subrau"Jlr · _, ..... . · 1desdichado del conflicto trágico b tam 1en o que lleva -como señala Hegel- a fi al d dichado. Os ·1 · ºbTd ese 1n es fi ea. a tmpos1. I I ad de la conciliación en \irtud del carácter de los mes 9ue se persiguen y de los in terses que entran en colisión. Los fines Y los intereses en pugna son tan "vitales ese · , nc1a1es o pro fun d os en un
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·do verdaderamente humano que . 223 scnlt , .. , no cabe la . que la lucha hasta . ~onc1liación. No \,' ¡Jues, masr· opc1on 11n,. I · I sus u .·1'1s, 1wsta un 1na que ·so o puede •ser e.es J d'1c11ad1t 1m as consccucrili :1·1·01a o la n1uerte-, .dado que el fin qt1e det . o -el fracaso, la t t.: • , • d . erm ma las . · rsonaJe trag1co, no pue e realizarse Renu . · acciones del pe ., l . . nc1ar a 1a lucha b 1 ·"nciliac1on o e comprom1so, equivaldría 1. . . , uscar a L\· a e1smmu1r su cst 1 . l!lllnana. Por e1contrario, perseguir los fines unive J . a ura · d · · . . · rsa es, verdaderamente human Os ' sin a m1t1r conc1hación o com . . . .. " 1J b promiso, significa af 1rmar a 10m re como ta 1aunque esos fines no se cump1an· es . decir, aunque e l con fl teto tenga un final desdichado. '
Pesimismo y optimismo trágicos Si el conflicto trágico desen1boca en la derrota, el fracaso o la muerte la tragedia no deja al parecer resquicio alguno al optimismo. L~ absolutización del destino individual del personaje trágico sólo permite hablar de una tragedia pesimista. Sin embárgo, si se ve en ella la afirmación del hombre como tal, haciendo abstracción del sacrificio del individuo, del hombre de "carne y hueso", cabe hablar de la tragedia optimista. Ahora bien, semejante absolutización de uno y otro polo pierde de vista lo que sólo se puede dar en una unidad y tensión de los opuestos. Tiene razón, por elJo, Alfonso Sastre cuando afirma que "la tragedia, en sus formas más perfectas, significa una superación dialéctica" del pesimi~mo. del opti~i.smo. Ocuando propone ''como fundamental determmac1on de lo trag1co la esperanza"; es decir, "la esperanza activa Y supe~ad.ora" en la qu_e se. resuelve algunas veces esa tensión entre el pesimismo Y el opti, . . l 1 mismo (A ,ia10111ía del rea/is1110). Así pues el significado profundo de lo tragi.co, gra~ias ª cr~ª o ' ' en la a• trcupa un lugar tan señero como categona es t e' t1ca ' esta • ' mación de una condición humana universal que exige la. re~llz_a., · y esta as1m1scion de ciertos fines a los que no puede renunciarse, mo . f acaso su derrota o su
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.el· Ho,p· . e en ¡¡amas, pintura al fresco de Jose, C•lemenle Orozn> en la dcscuhyc una alegoría pictórica de la dimen ión trágica y sublim que q da lc<.,t· re en la cx"1cncia humana junio a la degradada y corrompida d< en ot r.ª"' obra~. (3a. ' parle, ~ap. 1,. >
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en Mad . eta lle del cuadro de uoya. Los Ju i/amientos del J de muyo de lfs ~. Enqeste dve mos al desdichado que yace in vida, anticipando el de tino P lfable 111• e, cap. , u; 1aguarda a todo el grupo y que su cita nue tra compa i6n. C]a.
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Fig. 61. E le cuadro de Edouard Manet, La e}ecu. ción de Maximiliano, de J 867 (Museo de Boston) e asemeja por el tema, e incluso por su composición, al de Goya, Los f Ufii/am1entos del J de mayo. Pero en él se confirma lo que ya había observado AristóLeles: que la muerte de ~or sí no basta para caracterizar a una situación como trágica; en este caso la del emperador Maximi liano y lo d~s generales mexicanos, traidores a su patria, que lo acompañan . (3a. parte, cap. v .)
Fig. 62. El tit ulo de este grabado "Ya no hay remedio " , de la serie Losdesas~,:. de la guerra de Goya, ex presa claramente el carácter trágico del desenlace de 1 tuación vivida por los personajes goyescos. (3a. parte, cap. v.)
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hg. 64. El mural de Pica<,<,o, Guernica (1937), del que se ha dicho con razón que. comparte con Los fusilamien tos del 3 de mayo de 1808 de Goya, "el grito rná<, 1c11 ihk que ha lan1ado E'.-ipaña", e<, un ejemplo genial de lo trágico en la pintura . (Ja . ()ilrtC, Cél(). V.)
Fig. 65. Picasso vuelve a llevar una situación t • . en Corea (195 1). (3a. parte, cap. v.) rag1ca a la pintura con su Masacre
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Fig. 68. Como puede apreciar e en esta e cena del film de Charles Chaplinj Tiempos modernos, lo cómico al de valorizar cierta realidad -en esLe caso, e maquinismo en la ociedad capita li ta desarrollada- se convierte en una vigorosa forma de crítica ocia!. (3a. parte, cap. v1.)
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Fig. 70. Calavera catrina de José Guadalupe Posada, con la que el gran grabador mexicano desvaloriza el emperifo llado mundo "catrín" o " bella sociedad" porfiriana que será arra'iada po r la Revo lució n Me icana de 1910. (3 a. parte, cap. ,t.)
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Fig. 74. Lo extraño, fantásti co e irreal, que surge d e la unión de Jo má heterogéneo en los seres reales, se hace prescnle en la parte central del tríptico, El jardín de las delicias de I Bo'ico (Musco del Prado). Oa. parte, cap. v11.)
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Fig. 76. Lo grotesco co n sus rasgo esenciales se pone de manifiesto en este detalle, "El infi rno", de El Jardín de las delicia.\ de El Do co.
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vida co l í~iana di f; tÍn~uim.os fácilmente Ja comicidad de s1t11ac1ón o de una confu~íón de· · ·d 011 rr.da.\ estas situaciones tan diversas provocan una mis~a reacc_wn I· . d b a explosiva: la o· nsa. P(tce111era y en rn -:t yor o menor gra o, rusc ' 1 Aunque la ri s·t se considerado en el pasado como un don dC .? o1111. . .' . . . .. d d mana) o una cmanac10n i1 l 11crza creadora (en la Anl 1guc a r~ . ' · · · ,0 ) tam· d~l diuhln o fuerza destructiva (en el crísuanism~ pnmHJ~u,;,ano. b10, 1 . o propiamente ,. . \e Ita rendido a verla como un rasg · que ríe'' y que ,,r1 . 1 , . o ser v1v0 • \l(_>l cle~ dice que "el hombre es e umc humano cuando l 1 'et: 1·. . . . ente en ser 1. rít <: 11 nacido se convierte propia~ haber nacido); Rabe ª15 a1· Por prirncra vez (a los cuarenta dias de ,, 1 o -que puede afir1r1n ·1 • d I hombre · ., . · orno la r, 1• • <¡u c "la risa es Jo típico e · es tan v1eJa e 1,i:"1 \e, sin desconocer todo esto, es qu~ la ns~io define al hombr~ · 'do rnas amP 11a,,¡d 1 b aoethe), e (''u¡ ac , y que si en un scnt!, ·,, sentencia ~ d a la rn<.: tic , , d' , u1en eres , ,,,ncula a 1111 q uc te nes y te 1re q ·I1 rnentc " \t: n1·,1 JI escrec ª ton · . luo más rcstri ngido se ha a 1
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INVITAC IÓN A 1./\ ESTÍ.:TICA
226 , . .. ., 1 en mayor o inenor incdida, provoc? la risa Si lo com1co en gl:n~-~:-~as conlo habremo~ de ver, susctta este . ' .·sa cabe preguntarse: ¿por c1ué se 0 en alguna de sus ' b .0 e es 1a s0 111 1. ' , , reír por lo aJ qu ·1 't aci·o· n cómica algunos elementos carac~. . .., . Hay en a sI Uc • 1• rcü~c!ona ast. ,. '. . te cornportan11ento pecu 1ar del ser hu. t críst1cos que ~le ter m inans;scondensa en la risa? Y, por otro lado; mano que des~mboca Y • situación que no sea verdaderamente ¿,pu~dc darse esta ante_ una;bligan a caracterizar cuidadosamente lo cómica? Estas preguntas nos d' r . .. · . , d biéramos en este terreno rnove 120 a1errarnos a com1co. Qu1zas e . escasean a lo largo de la hislas definiciones que, ciertamente, no . d toria del pensamiento estético. Tornemos, en un n1an0Jo apreta o, varias de ellas. '.>
brusco de 'nuestra, superioridad al reconocer 1 • • H obbes.. sen t·n,iento la inferioridad de otro, o nuesl ra in feriori?ad tntenor. . Hegel: " .. . Satisfacción infinita, la segu:1dad que ~e ~~penmenta de sentirse elevado por encima de la propia contrad1cc1on Y d~ no estar en una situación cruel y desgraciada ... "; la personalidad "que, en su independencia se eleva por encima de to?as. l~s cosas finitas, segura y feliz en sí misma, sigue siendo el pnnc1p10 de lo cómico más elevado''. Groas: sentimiento de nuestra superioridad sobre algo anormal que no' suscita compasión ni tem9r. Vo/ket: un sentimiento de superioridad, entendida ésta como una superioridad juguetona, desinteresada, por encima de las cosas, es un elemento sustancial de lo cómico. No nos llevan muy lejos, o más bien nos llevan demasiado lejos, estas definiciones por la vía de la conciencia de nuestra superioridad sob,re algo inferior, finito o anormal, propias de estéticas especulativas o psicologistas. Tenemos, pues, que echarnos a cuesta la tarea de buscar una definición más convincente de lo cómico. Pero, al hacerlo, nos contiene el recuerdo de las palabras del romántico Jean Paul cuando dice que "las definiciones de lo cómico tienen, en · gen~ra_l, el mérf t? y la gracia de ser todas cómicas y producir a~uel sen~1m1ento estet1co y aquel resultado que en vano tratan de precisar lógicamente" (cita de Marcos Victoria, en su Ensayo pre/i111inar sobre lo cómico). · · · · Ahora bien, de ia misma manera que la definición de la sal no pue- · de s~r s~lada, ni.la de la superstición, supersticiosa, la def~nición de · 10 .~omic?, I_a busqueda de algunos rasgos esenciales, no tiene por que ser com1ca. ·Por el contrario, ha de "tomar en serio" lo cónuco, '.
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.. pues, con la precaución de no ca rn~ veremos- ª.'ªseriedad. A$i como las anrcs ciradas y de loina cr onde han ca1do definiciones Paul para no suscitar Jo que se 1 r en lucnta 1~ advenencia de Jean diver a vías a la categoría cstétr~~e ~ de~ni_r, acerquémonos por 0 ar su núcleo n1cdular. comico tratando de apre-
Naturaleza contradictoria de lo có"1ico Si volvemos de nuevo sobre Jos eJemp · 1os antenores. · \'eremos que en l~~os ellos se pone de manifiesto cierta incongruencia inadecu~c1on o contradicción, que puede revestir variis form~. Kanl ve1a en ~a entraña de lo cón1ico "la reducción repentina a la nada de una intensa expectativa" (Crítica del juicio). El efecro cómico surge de alg~ que se espera intensamente y se resuel\'e en una nimiedad. Es lo que nos muestra la vieja fábula de Esopo: la montaña que pare un ratón. La espera de algo grande, proporcionado a la montaña, se resuelve en algo ínfimo: el nacimiento de un rarón. También puede servir de ejemplo el experimenco quimic quedestudiante espera con recelo porque se le ha pre\'enido de que hara un ruido ensordecedor, cargado de peligrosidad; finalmente , el experimenlo ansiosarncnte esperado se resuelve en una d~bil y ca:-i inaudible reacción. En ambos caso t se trata de una e.xpn:taciún defraudada por la brusca irrupción de lo inesperad . Ah0ra hi~n. no coda expectativa incumplida es fuente de co~icidnd. Ln _,ida ~al está llena de expectativa defraudadas qu~. kJ~s de c.us,c!tnr n~n. provocan frustración, dolor o tri sceza. _En lo~ ~Jcmplos c11_n fr,"' lo que se espera, debido a su grandeza e n1tcn_1~nd. ,e ~(,n,·1cr1~ ~n nada. En el fondo, se trata de una contmd1cc1ón t.'nlr~ lo grnnd~ esperado y Jo· que por ínfimo no e espera. ·cci·óri -se prc ~entn de otro mo io: la ~s~nveces 1a con 1ra dl . . entre ~_ ,. . A · 'd d r,. 110• 111 eno v su formn de mamfcstnrs\: . A . t,
c1a o contcnt o e un at • . . . . nc:ral un académico de In lengua o un dtn!!t'IH~ por. ~Jcn1plo. un ge . 'a~lecuadmncnte cuando n ..,úan k a~~1t.·rdl) poltuco se co1nporr ,lll . d ucncral al t r 'lll~ 110 t "n11,~· fi , · c>nc1'thncnrc coi ' " · · ... · d con lo que 1os e 1nc ese ' b tnll'l· el ncndtmi~o dic.-1:,n 1(, una s ·de sus tropas en el can1po d~ ª . J • 1•. ,1 iiolirico unim:uHh., 1 sus · en In un1vcrs1 ' su da con fcrcncaa · . ac ,110c.: el•' ,,sros m0lh'-s d, \.''-rn11 ,)r. . · blic'l N,nuu " '-· · part1danos en la p 1aza lpu '".'. A.. . ,. 'Z d hl'Chl) dt· qur las p,'r1
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rar y fundar un.a nceva cons.it1.1c;ón ·a!es so:1 . 5 •..::es ro.::s~z:l los caprichos y la pasión de as cuj e;es (rr:ed~o: xace.:-~.2::rur (Lecciones de Estética). Pero un eje:np.o m _y e~oct.er::e e.e l::i ce5-pro po rción enlre I es y medio: es e qu= ha r:- o--s::2~n -:!:J ::-~5 d! una oca~íón e1 cine cómico dás~ o : e d ... . a....'C:sj:10 que_ a1 :;~:.~=~ acabar con fa ·ida de ::u ·;ic im.2 le e.a~ r erro · -en.~~ ~e :~ xíco monal- uno~ po!vos inocuos. Una contra.dicción q e genera .amb:én el e¡~..o có~u es . pone de manifies-10 cuando un fenómeno habitual apa.~e fue:-3 c.~_S2 C
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INVITACIÓN A U\ l:STt~TIC,\
elevadas, que se consideran virnlcs. esenciales pa.rn d pcr~onnjc trágico, y la imposibilidad de alcanzurlos. en lo ón11co h~ rtaturnlt1.n de esos fines o aspiraciones es mu~ distinta. Se t ratn de t mes que no , son vitales o esenciales y que. por tanto, no pueden ser ~omndos en serio. Sin etnbargo, al presentarse como rntc., es ckc1r, como nobles y elevados. dan lugar a una contradicción rnt re lo que ulgo es aparentemente y lo que es efectivamente. O tan1bién: ~ntr~ lo que se presenta como valioso y su carencia de , alor. Ln conc,cncm de ~sta contradicción está en la fuente de lo cómico.
C'omicidad y des1'alorización La contradicción que eslá en la base de lo cómico pone de mnni ficstn la inconsistencia o nulidad de un fenómeno real. Lo cómico dcs\'aloriza algo que es. Volvamos a los ejemplos anlCriorc~: d maullido del gato en una ceremonia oficial desvaloriza la solemnidad del acro; las palabrotas que lanza un espectador mientras se represcnca una escena patética anula de repente su paletismo; el desplome del árbol dc1ul ikria n:ducc a nada la afectada declamación amorosa del aclor; los gestos au1omú1icos del obrero en el film de Chaplin son una desvalorización de la sociedad capilalista en la que hasla el simple aclo de comer se mecani za y cosifica; las palabras del aduanero que. en lugar de ofrecer ayuda a los náufragos, les pregunta qué tienen que declarar, ponen al desnudo el burocratismo de los funcionarios del Estado, etcétera. Así pues, en la base de lo cómico se halla una conl radicdón entre lo que algo vale realmente y lo que pretende valer. Y justan1ente esa pretensión, al ser medida con la vara de lo real. mueve a risa. Carente de valor, esa pretensión no puede ser tomada en serio v, al ser contrastada con la realidad, es devuelta a sus jus1os límites·. De este modo, lo que parecía profundo se muestra superficial; lo noble, vulgar; lo rico; pobre; lo pleno, vacío, y lo elevado, n1czquino. La desvalorizació~ _que entraña ~o c~mico no significa, pues, otrn cosa que la reducc1on de la apanenc1a a la realidad, 0 poner en su verdadero lugar la aparente profundidad, nobleza, plenitud o elevación. En suma, lo que funda la comicidad es la pretensión de valor, y no el valor real. La comicidad, por tanto, pone de mani ficsto la inconsistencia interha, la vacuidad o nulidad de un fenómeno, y con todo ell_o, su infundada prete~sión de ser más im.p ortanle de Jo que en realidad es, o de valer n1as de lo que vale efectivamente. Lo anterior explica que la literatura y el arte hayan recurrido a lo
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I.O CÓMICO
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cómi:o una Y otra .vez cuando se trata de mostrar la inconsi. tcncia o nuhdad de una~ ideas. de un personaje, de determinada da.\ c soda! o de una sociedad entera. E!1 la Ed.ad Media, la litcr.at ura cómica se const ir uyó en un arma temible Y vigorosa con~ra la ideología y el poder de la Iglesia y de los cñ~rcs .feudales. El Libro del buen amor, del Arcipreste de Hita, y losjahllaux franceses se convierten en verdaderos dardos cómicos di parados contra los monjes y el clero. Frente a la seriedad oficial y au.1~ri1aria, f~ente a la mentira, la adulación y la hipocresía. la com1c1dad. medieval representa -como dice BaJtin, "la victoria sobre el miedo a través de la risa" (La c11/lura pop11/ar en la Edad 1Wedia Y e~ Renaci,niento). El Q11ijote, de Cervantes, es un ejemplo genial en los tiempos modernos de la comicidad que desvaloriza la inconsistencia de un mundo caduco empcf1ado en sobrevivir, es decir, en most rarsc con una vitalidad o un valor infundados. Toda la novela cervantina tiene por eje la contradicción entre unos ideales caballerescos, que se empeñan en perdurar con la importancia y el valor que tuvieron en otros tiempos, y el mundo moderno en que fracasan, una y otra vez, al tratar de realizarse. Cervantes desvaloriza lo caduco al mostrar la nulidad de su pretensión de sobrevivir, de valer cuando ya carece de base real esa pretensión. Pero la literatura no sólo muestra -como vemos en el ejemplo genial de Cervantesla inanidad de lo viejo en un mundo nuevo, moderno, sino también la comicidad de lo nuevo cuando se presenta con una pretensión de valor que, en verdad, no tiene. Es así como la entrada del burgués en el escenario his1órico-social da lugar, con sus modales artific~almente adquiridos, a situaciones cómicas que han sido recogidas en el teatro con ~1oliere, en el grabado con Daumier o en la novela con Gogol. y esta empresa de desvalorización que está en la base de lo cómico, no se detiene ni siquiera en lo que conslituye el peldaño más aho de la seriedad: la muerte. Baste recordar la Calavera catrina de José Guadalupe Posada, con la que el gran grabador mexicano de la primera década de esce siglo desvaloriza el emperifollado mundo "catrín" o ''bella sociedad" porfiriana que va a ser arrasada por la Revolución Mexicana de 1910.
Lo cómico con10 fe11ór11e110 s~cial La desvalorización de lo real, o de lo pretcndidamente real, en que consiste lo cómico es un fenómeno social. No sólo porque sus manifestaciones dive~sas se hallan determinadas socialmente, sino
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IN VITACIÓN A L A ESTÉTICA
tambien porque tienen lugar a la lu~ de ideas Y valores. do~inantes o subordinados en determinada sociedad. La desvalonzac1on de lo real se hace desde cierta ideología Y, por tanto, desd~_la posición social que se refleja en ella. Las aventuras. de don QuiJote, portador de los ideales caballerescos en una sociedad en la que ya no es posible su realización, son fuente de comicidad a la luz de un criteri o ideológico valorativo, moderno, que responde al predominio de las nue~ as ~elaciones sociales, incompatibles con la vigencia de unos ideales caducos. E incluso en una misma sociedad un fenómeno resulta cómico, desde determinada perspectiva ideológica, social, que conlleva determinada tabla de valores, Y no desde otra opuesta, ideológica y socialmente. Chaplin dijo alguna vez que un pobre nunca se ríe de los apuros o desgracias de otro; pero que, en cambio no oculta su risa cuando ve al rico en una situación apurada. Una' persona mal vestida puede hacer reír en uñ medio social, y no en otro, de acuerdo con el significado que se le atribuye a su ves timenta . Si el ir mal vestido revela falta de gusto o presuntuosidad, puede resultar cómico. Si el traje de,nodée o estrafalario es consecuencia de la miseria en que vive el que la exhibe, ya no suscita risa sino compasión, e incluso protestas. Una moda estrafalaria -como la que permite a la juventud actual ponerse pantalones plagados de pa rch es o re miendos, incluso en los recién adquiridos- responde a un a actitud deliberada de inconformidad o rebeldía con respecto a los valores y normas vigentes. La vestimenta informal, o incluso estrafalaria en este caso, puede provocar reacciones opuestas -de repul sa o aprobación-, de acuerdo con diferentes criterios ideológicos , pero no ri sa. Así pues, la comicidad de un fenómeno, dado su carácter social, en diferentes sociedades o épocas distintas, e incluso en una misma sociedad, dependerá del criterio valorativo, ideológico, con que se juzgue el fenómeno. La comicidad reviste, pues, un carácter social como lo reviste su opuesto: la seriedad. Una y otra ocupan espaci~s sociales distintos que no son, por supuesto, intercambiables. La seriedad es más propia de "los de arriba" en la pirámide social· la comicidad se da más ?ien en "los de abajo". Como demuestra 'claramente la Edad Media, .de acuerdo con. los e.st udios de Bajtin, la comicidad llega a con~er~1rse e~ un patnmomo de la cultura popular. El poder de lo com!co esta s~bre todo en_ las calles y plazas de los pueblos, en el lenguaJe coloqmal y en las fiestas, y como reflejo de ello en su li-: teratur~. Pero semejante presencia de lo cómico se da en g~neral, en las sociedades cerrada~, autoritarias. Es en ellas do~de más proli~ . ...
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LO CÓMI CO
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.· d d fcran los chistes en las calles. No es casual q '' . . , , fl ue en una soc1e a como 1a ~ictonana orecicra el humor británico y que la revista 11 y acribillara cort sus d ard os com1cos · · p nch naciera . enlences . a 1a corona, a la iglesia y al orden vigente. Exisl~, en general, cierta oposición cnlre la comicidad que viene "d~ abaJo':,Y q~e f~rma parte de la cultura popular, y la seriedad que se mstala arnba como parte de la cultura oficial dominante. Los g~andes sat~ricos o humoristas (Cervantes, Quevedo, Rabelais, Voltatre, Daum1er, Posada, Bernard Shaw, l\1ariano José de Larra, Orozco, Chaplin, etcétera) han estado siempre más cerca de esta cultura "de abajo", popular o de protesta, que de la cultura "de arriba", oficial, dominante.
Lo cómico corno crítica social
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Si lo cómico entraña, como hemos visto, una desvalorización de lo real, o un aniquilamiento de su infundada pretensión de valor, es consecuentemente una forma de critica social. Mientras que el orden establecido se ampara en la seriedad y solemnidad para legitimarse, la ri sa mina sus cimientos. Reír es ya una forma de libertad. No se puede reír a la fuerza, bajo coerción o por decreto. Reírse de lo solemne, de lo formal, de la pretensión irreal de presentar como valiosa una realidad que no lo es, resuha frente a ella un acto de libertad . En este sentido la risa es socialmente subversiva y por ello en las sociedades cerradas, autoritarias, la censura se ensaña con la comicidad que la suscita. Allí donde se condensan las relaciones de dominio entre los hombres -palacios, iglesias, c~rceles, tribunales, etcétera-, la risa difícilmente se tolera. Sólo estalla ocultamente, porque la risa es critica, desvalorizante, subversiva. Una sociedad cerrada, autoritaria o despótica -y tanto más cuanto más lo es- se apoya en la fuerza, en la violencia, en la censura, en la mentira o en la solemnidad; por ello, no puede contar co n el aval de lo que niega: la ri sa. Mientras los sátrapas, burócratas, carceleros o jueces oponen su seriedad a la comicidad, el pueblo -aunque sufra y muera, y morir es una cosa profundamente seria-, se identifica más con la risa. Y es que su sufrimiento y su muerte llegan siempre arropadas con la seriedad de los principios supremos o de la retórica oficial. Los grandes artífices de la comicidad, sus inventores o creadores en la literal ura Y el arte: Cervantes, Mo-
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INVIJ A CION /\ 1./\ ..
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La dbnensión estética de lo c(nnico - en la vida real y en el arte · d 1"s.,·rn ramenle de Hasta ahora nos hemos ocupa d o rn . lo cómico en · ·. la. rda real y el arre. Jos dos planos fundamenla 1es en que pucde darse · en ambos planos, .l,~rgrn · · fí,ca q uc en uno v Ahora bien, su presencia p, otro tiene una dimen sión estética? ¿ La com1c1d a d de un ges o :~ fa vida real es de la misma naturaleza que la d el ro<;( ro de un pohuco en una caricatura? Es una cuesri ó n se mejan te a la q ue ~os planteamos anteriormente con respecto a lo trágico e n fa realrdad Y en el arte. Y nuestra respuesra, aunque des pu és la ma cizaremos:. es también semejante: la comicidad se da e n la vid a real sin una d imensión estética, en canto que en el a rte y la litcrarura sólo exi5 e estetizada o esté1icamen1e. No se da , pues, d e la misma manera. Pero ¿en qué consiste la disrincíón en el m o d o de da rse en un plano u otro? Veamos, en primer lugar, est a c uest ión con respecto a la realidad. Lo cómico se hace siempre presente en una realidad humana (gestos, actitudes, acciones o situaciones). Fue ra de esa realidad -en la naturaleza- no existe lo cómico. Y c uando ad vert imos en ella cien a comicidad -en los gestos o movimient os d e cierr as anim ales: de un mono o de un loro, por ejemplo-, la comicidad sólo existe para nosotros; es decir, el gesto o el movimiento del animal lo ponemos en relación con el hombre (en cuanto que repro d uce u n 2 es,o o un movimiento humano). No existe lo cómico en la natural eza e n sí, sino en su relación con el hombre. En esro se a semeja a ro rráeico. Lo cómico es siempre algo humano, o humanizado. Pero en la-, ·ida real, en la vida de los hombres, vimos ya que no cabe no:.marmente una .relación cst_ética an~~ u~, acontecimJenr o trág ico. E l e fec.: ro que suscita (dolor, ira, comJJdSton) ncucrahza la co ntem plación indispe,n~able ~n toda . relación estética. C o ntemplar estét icame n te lo trag,co, sm embargo, como ya advenimos es pos ible , pero se ría
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LO CÚ\lfCO
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erverso o inmoral. De lo cual conclL · . . llamo que s1 bien no puede ·b·1·d descartarse 1a post 1 1 ad de contempla . . · ·d J I b · r es1c11camen1c lo trág ico . en fa ,·1 a rea , 1a na que pagar el pre · 1 · . c10 1umano, rernblcmcnlt.: eleva d o, d e su tnmora 11dad o perversid d ¿Qué sucede, . . . desde el punto de vista estªe· r:1co, cuan d o nos hallam os ante . espon• una sttuac1on · , real que ' por su com,·c,·d a d , provoca una nsa wnea. exp 1os1, a Y el placer nar ural correspondiente? N J - Y~'ª sabemos que t 0 d . . . orma mente . a normalidad es siempre relativa- el efecto · mico (la nsa) y tant · ~~anro mas · nar ural, intenso o' explosi0 co . ' mas vo, neutr~hza la c?nt~mplac1on estética, entendida como aquella que~~ detiene en s1 misma, Y produce un goce peculiar en esra derenc1on. Por otro lado, cuando se trata de un estímulo cómico real Y. de la respuesta adecuada (el efecto natural, explosivo que, como nsa, provoca), la contemplación se condensa en el tramo de ella que suscita ese ~~ecro. No hay propiamente espacio para prolongarla, prolongac1on que es caracl erística de la conr em plación en la relación estér ica. La risa y el placer que la acompañan ahogan o neu1ralizan en e te caso la contemplación esrética. En cierro modo, ésta e paraliza con la risa misma. La contemplación estética requiere que el s ujeto pueda escapar a semejante inhibición o neurralización. Con iodo, como sucede con lo r rágico, no puede descartarse la posibilidad de que anre un objeto o fenómeno cómico en la vida real, pueda darse una contemplación estérica, con la diferencia ventajosa respecto del comporramienro csrérico ante lo trágico real, que no habría que pagar el elevado precio de su inmoralidad o perver idad. Pero, sin pasar por aho esta posibilidad, lo normal o nar ural en el comportamienlo ante lo cómico en la vida real, e que carezca de la dimensión estética. Tener esta dimensión sólo puede significar Üna ruptura con nuestra relación espontánea, narural, coridiana con el mundo. Lo cómico adquiere, pues, una dimensión cs1é1ica propia no tanto en la vida real como en el arre y la literal ura. Y, al adquirirla, lo cómico se presenta con estas caracrerísticas:
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Primera. Aunque en el arte y la li_teratura lo ~ómi~o es siempre creación O invención, los personaJes, actos o s1tuac1ones creados tienen que ver siempre con la comicidad en la vida real como vertiente esencial de la existencia humana. El avaro creado por rvloliere es el típico avaro que encontramos en l~_realid~d. Lo cómico en el arte requiere, por ello, una representacion realista de Jo real;
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INVITAC IÓN/\ LA EST(: TIC A
pero una represen ración que, lejos de ser una, copia o reflejo, deforma la realidad para que se produzca el efecto com1co deseado. Mas esta deformación no significa en modo alguno una evasión,. ocul. ta mienro o mistificación de ella. Por ello, lo cómico no puede darse en un arte -como el rococó- que idealiza la realidad, o en aquél - como el abstracto- en que la realidad desaparece. Lo cómico en el arte y la literatura tolera la deformación, la ruptura con lo real hasta los extremos de la sátira o de la caricatura, pero sin que lo real deje de estar presente. Por ello, en el arte abstracto, no repre. sentativo o no figurativo, no hay lugar para lo cómico. No lo hay en la arquitectura, en la que la introducción de elementos cómicos -por ejemplo, en la fachada de ciertos edificios- ha hecho de és· tos verdaderos adefesios. Y en la música no puede darse lo cómico directamente, aunque sí indirectamente con el concurso del texto literario (como en las óperas cómicas por ejemplo); pero, en todo caso, la música en cuanto tal, más que representar lo cómico, lo que hace es evocar el sentimiento festivo, placentero, asociado a él. Segunda. En cuanto que, de acuerdo con lo antes expuesto, la comicidad artística o literaria es siempre inventada, imaginada ·o creada, no produce el efecto natural, espontáneo o intenso (la risa) que produce Jo cómico en la vida real. Su efecto es, como corresponde al estímulo artificial que lo produce, un efecto sosegado, contenido, que no puede confundirse con el intenso que suscita lo cómico en la vida real. Tercera. El efecto propiamente estético de lo cómico en el arte y la literal ura se halla acompañado siempre del placer peculia.r (estético) que produce, por su forma, el objeto que suscita ese efecto al ser contemplado. Vemos, en suma, al trazar la linea divisoria que -en lo cómico- separa a lo estético y lo no estético en el arte y la literatura, así como en la vida real, que dicha línea pasa por el papel de la contemplación del objeto, o acontecimiento, Y de la naturaleza del efecto que suscita. ·
Variedades de lo cómico Hasta ahora nos hemos detenido en los rasgos esenciales de lo cómico, sin entrar en las formas o matices diversos con que puede presentarse. Entre esos rasgos esenciales hemos destacado la contradicción en la que se pone de manifiesto la inconsistencia· de un fenómeno, su vacuidad o intrascendencia, al resultar - y ello es lo .
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· La-.: forma~ Y lo maricc'1 dt Ir, chmícr, o.r.1. ílíL lt f~'e-; " ¡ e, "' .í ·~ 7 la Ji1cr~r11ra no, o frecen ahundanrc~ mani f~r2 cfor:~ de d;c,·. Cr.r.;pi-rc,c. antes de adcnr rarn os en afguna:; de~~ forrr:a.-; 1 eI ~ ( j . i ;:r_cr 't! un Bcrnard Shaw con lo~ alfifcrnzn<; i rónico, de 0 -:car Wí!de; n - : r,cncroso humor de Ccrvantc-5 con la de .pí 2dada ~árr ra de- O·.,c,,eé_c: , V1.:amo~ también, con ~u pofarídad t I<: ric;a con f~!!r Íw~-" dt! Ci.-: 1 (.Cy 1~ ri sa angustiada d e Andrciev; pen c¡em(Y, a,;imí m t1 err [a rr~u; .:e [a:. gela de los aguafuertes de Goya, el hum.ar lírico lú-; cueu-r~ ~ Chéjov y los trallazo\ satí ricos de ~fariario J0-:é de L2..:r~. R~ Grdcmo~ la fina ironía del romántico Hein"! •1 fa b...:rtz fic~ r;_ ::e2 cruel, de lo curs i. de García Lo rea en ~u Doña R0-ríra a el f,; •r.'f...,.. i~
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de tas flores . Desde Platón no ha faltado quien ten~a a To córr. f~n ¡::0r la ~ás vulgar de las categoría e; estéticas .. Y, si n embargo. ba_--: tar: fo . ej .r::.plos citados para demostrar no c;ófo su grandez.2, :i:i0 --r::-- ir!:-.. ~u riqueza y va riedad d e formas y ma ices. Acerql!érr_o- o~~ e:. ~ esta rica flora ción de lo cómico, fijando sobre to¿ ~ r: up~- -a ~ :-~::ción en tres de sus variedades fundamen aies, a ~abec et ': ..:.:::o- r
sátira y la ironía. De a cue rdo con la caracteriza_iór: ger.era.! ce fo cómico que hemos dad o , veremos que las dfferenci2'" Sl;s ~ i~ <:nrrc sus manifcstacíone5 di versas - que por o aa parre,. c::-.anLÍt!Ge::" cierta unidad y en ocasiones ~e ent relazan- · se deben [a rs:.a_·1.. r o menor profundidad de la contradicción que está en la er::ra.~2 c::.:ica de Jo cómico, a la mayor o menor radicalidad á~ 1.a é"'"",'" alo-i"~ción del fenómeno en cuestión y, en consecuencia. a fa G'la.yor o Cf!C._·~ dureza de la critica a que da lugar, o de la intensidaé rr~ ::!l.- · o más baja, de la risa que suscita. Veamos a conrincación fas tres variedades fundamentales de lo cómjco ya ap untadas.
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El humor AJ ocuparnos del humor vemos que, como en el caso de lo có-:n:cu~
no escasean las definiciones. He aqui algunas de ellas: el h~cr es "la seriedad oculta dentro de la bromaº (Schopenhauer); ""'e[ h:_rnor es la iro~ía que termina en seriedad" (Vladimir Jarü:~~;cc · el humor ''es un poco la intrusión de lo maravilloso en el razo~a-
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INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
miento o en el mecanismo normal de la vida humana"; "debajo del hu~orismo hay s~empre un gran dol_or~' (M,~rk Twa~); "el humor es la sutileza de un profundo sent1m1ento (D0st?1evsky); el humor es "la manifestación más alta de los mecanismos de adaptación del individuo" (Freud). . . Lo que encontramos en la mayor parte ?e _estas defin1c1ones es la relación del humor con un profundo sennm1ento_, con_ un gran d0-_ lar o con la seriedad, pero resultan insatisfacto nas m1e?t~as no se ponga de manifiesto el modo peculiar, propio -humonsuco- de darse esa relación. Preferimos por ello dejar a un lado las defmicio- . nes mencionadas y empezar a caminar por nuestra cue~ta a p~tir de lo que nos ofrece, con su obra El Quijote, un humorista gemaJ: Cervantes. Con él encontramos ejemplificada una visión humorística de la existencia humana, proyectada ésta en la situación concreta social de la España de su tiempo. La obra cervantina es, en este sentido, tan ejemplar que puede afirmarse que quien no capea el humorismo de El Quijore ni tiene sentido del humor ni ha encendido a Cervantes. Pues bien, teniéndolo presente como punto de referencia, tratemos de asir en un pequeño haz los rasgos distintivos del humor. Como en lo cómico en general, hay en él una desvalorización de lo real y es, por tanto, una forma de crítica. Pero, el modo como es tratado el objeto, la actitud del humorista hacia él,) el efecto logrado, ofrecen ciertas peculiaridades que hay que tomar en cuenta para distinguir esta variedad de lo cómico. El objeto, ciertamente ha sido desvalorizado; su inconsistencia interna ha sido puesta de relieve. Al marcar así su distancia respecto de la realidad, el quijotismo es puesto en cuestión, pero ello no significa que no quede en pie nada de él. El humorista ataca a su objeto, lo critica, pero no Jo niega en su totalidad. Algo se salva de él. Por ello, a la vez que desvaloriza el objeto, que mina el suelo en que se sustenta nos invita a compartir algo de él. EJ objeto es presentado de cal m~do que no se hunda por completo ante nuestros ojos; que no se desvanezca toda atracción o simpatía por él. El humorista nos invita en cierto rno.do a ~esdobJarnos: a desvalorizar y valorar, a criticar y tolerar, a d1stanc1arse y compa~ecer. Los ideales caballerescos de don Quijote no p~ede!1 serco!nparudos en el m~ndo moderno y, sin embargo, una con~1enc1~ mo?erna no puede deJa~ de sentir sinipatía -e incluso sentirse comphce- .con su generosidad y con1 batividad. Por esta razón, eJ humorista no nos p~opone que el objeto quede. desnudo ante nosotros, en toda su nulidad. Por ello, tampoco busca hacer
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' N t ,e ~ t ra ~,rnpar,a · · y cornpl' ·.,, rc1r.
239 do Q .. n U1Jotc no nos pcrc.s una_nsa c.:o~u en ida por n uc~rr~"~ c~ap~r.cz.ca por completo. Pero 0 de truir J)l:rtll1tc con1prcndcr M: mpa~ton, una ri ,a que lejos de El humor con1 0 lo túrnkc>c. i ª '> que nsa, .sonrí~a. ·· · n general e compren 1va y compasiva· una . . ' '> cntH.:a, pero una crítica cr111ca que aJ · . · h · , , dcsva lonza y undc lo que - como 1 . ~~smo tiempo que sen ta tan elevado abre su . . hra os ,dcaJc~ qu1Jolesco~- se pre' · ·" zos para q J • • .
. . d ·1 N ICJuttd m11c rc11~uos e e . o e~ que la ri . d
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total. Y, en ese abrir de b . .- · uc ese 1und1m1cn10 no ~ea . . razos 'iC pone de ma .11 . • compl1c1dad que provoca la s .. E rn 1cs10 a ~1mpat1a o en1rc la risa y el llanto p d · odnr! '> a. ·sra .se haJJa a medio camino · uc C CCIP.iC lamb1é · nida por la cornpasi6n 1 • n _que es una n sa conre1 ccrca del objeto No t· y .l<.:rnura. N o<; !,cnr,mos, a la vez, lejos y . · . an .cJos que no podamos simpatizar con él· no tan cc~ca ~uc no~ 1dcn11fiqucmo!, plenamente con él, pues en cst; caso n~ h~bna propiamente la dc~valori1.ación que C')fá en Ja entraña de lo corn,co. La cornp.asión del humorista por !> U objeto le lleva a poner límil~s as~ cnllca, pero csros límites no le conducen a ol vidar la incons1s1enc1a de su preten sión de valor. El humorista se mueve entre la risa Y el llanto, sin IJcgar a uno u 01ro extremo. Cuando salta escas límites, ya está en otro dominio. Si hace llorar, está fuera de lo cómico; ~¡ hace reír, fuera del humorismo. Y, sin embargo, aunque contenida o rcprin1ida, la rba no se pierde totalmen rc en el humor pues, en definitiva, sonreír es -de acuerdo con su e1imología latinasub-rídere, reír por lo bajo. Sin embargo, cuando eJ humor re ponde a una situación conflictiva, deja atrá5 la ternura y se vuelve áspero, sarcástico, la sonrisa se apaga, y el humor se instala a las puertas mis,nas de la ~átira. El humor benévolo y comprensivo cede entonces su sitio a esta varían re uya que es el humor negro, o sea, al humor sarcástico, cruel, lindante con la sátira, que podemos ejemplificar en el pasado con Quevedo Y, en nuestra época, con Luís Buñucl.
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/..a sátira Cuando el objeto O fenómcno revela_su _in,consí stcnc!a o nuli.dad hasta el punto de hacer perder roda s1mpat1a ~ arra.cc1~n po~ el~ y la ri·s·Jª que SUSCJ.· 1a ya no está teñida de ternura, sino ¡-masdbien es 1nd1gI . . . na '6 · d decir que estarnos en otra cs,era e o com1co. ~! .n •Lra,dpo c m~s 'ón del fenómeno es aquí tan radical qu. e nos la saLJra. a csva1onzac, . . .. lleva a la conclusión de que no merece subs1s[Jr. Nuestra nsa en-
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INVI r ACIÓN A LA EST ÉTICA
tonccs e . en el fondo. un vol o por su aniquilad~~- Objetos de la sátira suelen ser por ello el dcspol ismo, la corrupc,?n moral, social o p lírica, los vkio privados y públicos de todo g~nero, la prepotencia el burocratismo. etcétera. Ya fueron su obJcto en la Antigüedad romana para Luciano de Samosal~, Juvenal Y. Marcial; en lo riempos modernos para l\1oliere, Volra,re Y ~abeJa1s; en ~I siglo XIX, para i\1ariano José de Larra, y en nuestro siglo para Jose Guadalupe Posada, Orozco, i\1aiakovsky y Aldous Huxle~ . . Al comparar la sátira con el humor, vemos que la cntJca es más demoledora porque el objeto sa1irizado no sólo revela su inconsistencia, sino además su nega1ividad, razón por la cual los golpes que descarga sobre él buscan su destrucción. Es, por tanto, una crítica que lejos de ser comprensiva, tolerante, como la del humor, entraña una condena. Sin dejar resquicio alguno a la simpatía, promueve la repulsa o desaprobación. La sátira de Moliere contra la hipoc resía en su Tartufo no es sólo su desvalorización radical, sino un anhelo de desaparición del fanatismo que la inspira. La sátira ha sido siempre, por su radicalidad, un medio adecuado para denunciar las anomalías más graves de carácter moral, político o ocia!. Tal fue la sátira de Maiakovsky en El baño contra los burócrata y aduladores en la sociedad soviética, o en la La chinche donde somete a una crítica corrosiva la mistificación de los ideales socialistas en esa realidad social. La sátira en estos tres ejemplos revela la inconsistencia total de un fenómeno (hipocresía, burocralismo, mistificación de los ideale ·), mo erando la contradicción en el fenómeno satirizado entre lo que es Y lo que pretende ser. El sa1írico, en esto casos se coloca f~era ~, enfrente de su objeto, sin admitir ninguna t~lerancia o 1mpaua con..respe~to a ~l. Mientras que el humorista, llevado de salva ciertos aspecros d e I o b'Jeto, e1sasu . .compren s1on y s1mpat1a, , . unco d d'no reconoce limttes a su crítica , ya que no encuentra en e, 1 n~ a igno de ser sal vado. La desvalorización que ent ~ 1 , t. solo puede p romover Ja ant1pat,a • , rana a sa 1ra, desaproba . , d O . .. c1on e1 1ector o es, . pecta d or. Y eso es, en defmniva ' lo que busc a e1 sat1nco. .
La ironía Corno todo lo comico, la ironía revela la i . . , p . ncons1srencia de un fenomeno y es una forma de cri't' 1ca. ero esta no t' , , abierto y generoso del humor . tene aqu1 el caracter m tampoco el f I d d la sátira. Es una crítica "disimulad ,, ~onta y demole or e ª (en gnego -según Ferrater
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to c6~11co Mora- eironeia, ."el ~~e iron.iza': es el que disimula,
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"dice menos que lo qu~ piensa ). La 1r~ma es una crítica oculta que hay que leer entre hnea~, Yc~anto mas oculta, más sutil y, a la vez, más profunda. Con n~at1ces diversos 1~ encontramos en Sócrates, Erasmo de Rotterdam, D1ckens, Osear W1lde y Antonio Machado. En la irania el objeto se hunde tras su aparente o fingida elevación. Lo irónico tiene por ello, como apuntaba el romántico F. SchlegeJ, un carácter paradójico. El vicio aparece como tal al presentarse como virtud; la mediocridad se revela precisamente cuando el mediocre pretendecomportarse como genio; el elogio irónico, lejos de ensalzar, rebaja. En la ironía, la crítica permanece oculta tras la exaltación, el elogio o la felicitación. Sus cartas nunca están sobre la mesa. Por ello, hay que saber jugarlas, pues el juego irónico no se despliega clara y abiertamente. Por su crítica otulta, disimulada o sutil, la ironía se distingue del humor y la sátira. Dice más de lo que dice, o dice menos que lo que piensa. O más bien da un rodeo para afirmar lo que en el fondo niega: el vicio, la mediocridad, el error, la vanidad, la fanfarronería o la inmoralidad. Ni el humor ni la sátira recurren a este disimulo, rodeo o fingi miento. Apuntan directamente con su crílka a su objeto, aunque el humor incluye cierta simpatía por él y la sátira lo condena sin remedio. Por su contenido, las fronteras de la ironía se acercan unas veces a las del humor, y otras, a las de la sátira. Ciertamente, hay la ironía humorística con una vela de compasión: la ironía que no hiere, como la de un Dickcns; y hay también, la amarga e implacable de un Osear Wilde que, por las heridas que abre, linda con la sátira.
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V11. Lo grotesco /.o grotesco co1110 categoría , srética 1
La .~?t~g.ori~ ~le lo grorc. ~o nunca contó con la aprobación de la c_teltca cla ~1c1sta que hacia ~irar el universo estético en torno a lo brllo. Y~ \ a ari. en el siglo ~VI. con ba e en un juicio desfavorable del arquuecto romano Vil ruvio, de la C:·poca de Augusto, condenaba lo grote co. \'icndo en él un cmpc,1o en .. pintarrajear los muros con mon tn1os en lugar de pintar imúgenes claras del mundo de los objt·to n. Contraponía así la claridad clásica a la monsl ruosidad grotesca. Y en el siglo XVIII. \Vinckclmann se queja con amargura .. de la degeneración del buen gusto .. . debido en parre a los gro1~ co. convertidos en moda ... " Y. sin embargo. aunque siempre bajo la condena de esta estética clasicista, lo grotesco se da en una larga practica artística que arranca de una pintura ornamental romana. descubierta a fines del siglo xv, y a la que se denominó gro11esca. derivación del sustantivo italiano grolla (gruta). Se trataba de un conjunto de forma s vegetales, animales y humanas que se combinaban de un modo insólito y fantástico. Ciertamente, medidas con la vara clasicista y realista de la reproducción clara del mundo de los objetos, esas formas sólo podían ser condenadas como monsrruosas, porque -como decia Vasari- "semejantes disparates no existen, no existirán nunca ni existieron jamás". Sin embargo, lo grotesco, diversificando sus manifestaciones y ampliando su campo, aparece una y otra vez en la literatura Y el ane, como lo prueban los ornamentos grotescos de Rafael en las galerías del Vaticano; la pintura de El Bosco y Pieter Bruegel, El Viejo; la "Comedia del arte" en Italia y las estampas de Jacques Callot de sus representaciones· las comedias de Moliere, la novela prerromántica de Sterne, Vida y opiniones de Tristón Shandy,· el Gargantúa Y Pantagruel de Rabelais· la pintura negra y los aguafuertes de Goya ... para encarnarse'finalmente, de un modo ejemplar Yya más cerca de nuestro tiempo, en los cuentos de Hoffmann, Edgar Allan Poe y Gogol. 243
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f.o ¡.:rote.,co en , ~~, /JoJco, / lr!f!ma1111, / 1oe y r;fJf(tJ! Anrc: <. de í11rcnlé.H una carncrtrí;,...ocí<'m c.fr: 11 , grr,T1··,:;<,~ fíj<.,.-:r.": : . '!".,..Lra alc:nción tn c.:uat ro cje1nr,I<,-, c:11 11,-, qu~ d ifcH:n ' 1·_¿, ;:, ·,,--:~. u,:-: , cídcn en c.,ciía lí:ir ra'->'1 0<, grott·,u,·. e·,en-:-:1~ t '), ~rr.w,, c-r: r;: ,i:: ..~ lu 1 ar, d tri plico E/jardín de la~ delída-, f.',1usc 1, d~l f"r~>''• !,fa,:::''), de l:.J BO',co (f i' 1 '>. 74, 75 y 7fJJ. · n \U par re í1quicrcfa, •,e reprt·,cn á fa crt.ac-íi,, cJ~ [,,.~e-, e, r.:~:~' // tcrrc11aL Críe.to, el creador. prtv;r, ta a E•1á con /•.aán. ~-re:.~ ·;~:~·~ y fantá\tíco~ lo'> acompahc1n; ro~c1, d~ forrnét:, g!:-úm~ ri-:-a:.~ u;;~ r,;~.-
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mcra con una scrpí(;nlc cnro-;cada, un dragón de re: cab~~- s.a~:~r do del estanque:, una futntc: de la vida con uná medía luna en l ~·:) y un dí~co que: le ~irvc: ck ba~ mo·, rando un ojo con una '!.Ch:-za acu rrucada, anímale;~ y planra 11 rarü '->, etc<: era. Cítnam!: n~~ :o:!c, C'>to c..c presenta con un rcaJi,)mo prtcí~o 'l eargado dr· una ~=rr:~ ~~ que tiene que cr con el cristianí<,mo y la alquimia. Pero ir. u conjurno con\tituyc un mundo cxtrarw y abr,u rdo, más qu!: por Z.\ -~~ o sím bolos comúnmente admílido'> tn la ép >:c1, por Ja ex rañeza 'f antínatu ralídad con que c;c prt',cnran . La p<:1rt<: central del tríptico reprc)cnta un conjunlo de- fi_ "B desnudas, de ambos ~cxo~, que se cncrcgan a Jas delicias dd ar.~ carnal. L o que n o\ interesa ., .:i:la audacia al mezclar en e.sa repre~entación lo más htteróeeneo; a crccend~ de cuernos, ~onos, medías luna<,, crcétcra, que ~en de la> 1
monumentos; vegetaciones extrañas en Jos traseros de Jos amantes.
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(uyns cabezas se han convcrr ido en frur os; mujeres que se bañan con cuervos o pavos en su. cabezas; personajes desnudos que se cobijan en una redoma trasparente, etcétera. De nuevo, no obstante el reali~mo preciso con que todo esto ha sido pintado, el conjunto no puede ser más extraño, fantástico y antinatural. En los cuentos de Hoffmann se conjugan el terror ,;· lo maravilloso, la burla Y la maldición, lo angelical y lo diabólico. Es por ello un mundo raro, desorganizado, fantástico y antinatural. Un mundo en el que lo misterioso se impone a Jo claro. O, como dice Hoffmann generalizando sus propias preferencias: "El hombre prefiere el peor de los terrores a la explicación natural de aquello que, en su opinión, pertenece al mundo de los fantasmas; a ningún precio quiere satisfacerse con nuestro universo; desea ver algo que dependa de otro mundo, capaz de mantenerse sin mediación del cuerpo." La mezcla de lo heterogéneo, las transformaciones de lo humano en animal, y de lo animal en humano, que encontramos en el tríptico de El Bosco, aparecen ahora en las descripciones de Hoffmann, en hombres cuyas cabezas "se arrastraban sobre patas de langostas pegadas en sus orejas" o en "cuervos con rostros humanos". En estas descripciones se funden lo terrible y lo maravilloso, y al distanciarse de este mundo y transladarse a la sucesión de sueños y visiones del monje Medardo que se traza en los elixires del diablo, Hoffmann no hace más que potenciar la extrañeza y el misterio de la existencia humana, allí donde la realidad se pierde, y el propio soñador, Medardo, se pierde también. Fijemos por un momento nuestra atención en el último sueño de Medardo, en el que se ve a sí mismo asesinado y abandonado, casi a las puertas del paraíso, rechazado ahí por serpientes de llamas, unido de nuevo a su cadáver, caído éste, sacado de su sueño, orando al escuchar la llamada de su doble hasta apagar los gritos de éste con su oración Y, finalmente, perdido en el sueño, bañado de luz. Y así llegamos a este pasaje en el que lo maravilloso se convierte en el habitante de ese país, distante ele lo real, que es el sueño. Y el pasaje dice así: La púrpura del ocaso desgarró la nube sombría e incolora, pero surgió una gran aparición. Era Cristo; en cada una de sus llagas asomaba una gota de sangre, y el rojo era devuelto a la tierra, y el lamento de los hombre5 se transformó en un rito de alegria; pues el rojo era la gracia del Señor que les era concedida. Sólo la sangre de Medardo manaba, incolora, de la herida, y él imploraba con fervor ... Pero hubo un movimiento en los zarzales, y una rosa rutilante, de
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fínídón de Jo gro c·fc<:
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La dc'..~ripdón de un objeto rCál -las, -~Ja-,, de una abadia- "-e hace aquí con Jm cl(:mcnto~más írreaJer, ':' fantás ícos: engendros del de}jrio, cotras, enjambres de cu cñ o que se ret uercen y cambian de olor, una mú)íca que es como el eco de pasos, etcétera. Y en c:sta mezcla y confusión de lo fantástico, lo bello y lo repulsivo, lo que se d escri be no puede s.er más antinatural, arbitrario y extraño. Veamos ahora lo grotes.co con una nue va faz: como parte de la realidad y mostrándose, por tanto, con una envoltura realista. Es lo q u.: hallamos en el cuento de 1 ~B:o)ai Gogol , La nariz. El verdap dcro personaje del cuen o C5 la nariz cortada que el barbero Jván YáJ.:ovJíevich encuentra, petrificado, una mañana en su panecillo. La nariz es dcJ asc<:or colegjado Kovatio' , quien un día ve "en lugar de t-,U linda y bien proporcionada nariz sólo un estúpido sitio liso Y lJano ". Desde entonces, ambos personajes viven una serie de perípecias: Jván para. deshacerse de su incómodo hallazgo, y Kova1ío" para recuperar, .sin conseguirlo, la nariz perdida. Por fin, cuando ya se habian disipado sus esperanzas de encontrarla, un policía
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devuelve a Kov~liov su nariz. Pero nuevas dificultades surgen, ya q~~ fracas~n los intentos de P?nerla en su sitio. Finalmente, "aquella misma nan.z que paseaba baJo la figura de un consejero de Estado y que causo tanto revuelo en la ciudad apareció como si nada hubiera ocurrido en su sitio". ' La narración d 7~ogol no puede ser más realista, pero lo que se narra es alg?. fantast1co, completamente irreal: la pérdida, búsqueda y rccuper.ac1on de ~na nariz. Todo ello por extraño, por incomprensible, es 1nconceb1ble para el propio autor. "Pero lo más extraño lo más incomprensible es que los autores puedan elegir semejante~ argumentos.'' Y, sin embargo, no todo queda para él en un plano irreal: "¿En dónde no existen cosas absurdas? Y, sin embargo, si reflexionamos sobre todo lo sucedido, veremos que, en efecto, hay algo. Digan lo que quieran, pero en el mundo se dan semejantes sucesos ... aunque raras veces, pero suceden." Lo grotesco está aquí en la irrupción de lo fantástico, de lo extraño, en la realidad misma. Esta irrupción es inconcebible, y lo es incluso, piensa Gogol, el imaginarla, o sea, el tomarla como argumento para una narración realista; y sin embargo, aunque raro, nos dice él finalmente, lo absurdo, lo extraño, existe, sucede. En suma, está en la realidad misma.
La naturaleza de lo grotesco Lo que encontramos siempre en lo grotesco -y los ejemplos anteriores to confirman- es ta presencia activa de algo extraño, fantástico, irreal, o antinatural. Estos elementos extraños, fantásticos, pueden darse en escenarios distintos: el sobrenatural ya sea como paraíso o infierno; allí donde la realidad se pierde como en el sueño; en una realidad -como las salas de una abadía- que toman formas fantásticas· o en la realidad más prosaica Y cotidiana en la ciudad de Petersb~rgo en la que irrumpe, sin alterar su cotidianidad, un hecho fantástico, extraño. Lo extrafio y fantástico puede ser de diversa naturaleza. Puede consistir en la tendencia a unir lo más heterogéneo en los seres u objetos reales: vegetaciones extrañas en los traseros de los amantes (como en El jardín de las delicias, de El Bosco); cuervos con rostros humanos O una rosa convertida en mujer (en el cuento citado de Hoffmann); sueños que se retuerce_n Y adaptan su col~r ,~l de las salas (en La n1áscara de la ,nuerte roJa, de Poe); la nanz con uniforme .bordado de oro" (en el relato de Gogol). En lo grotesco,
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pues, lo fantú stico, lo cxrraño, lo irrc¡il, se produ ce al combinarte lo má hcrerogénco, aunque los clcmenl O'> que se mezclan o combinan sean reales. El predominio de lo fantástico, de lo extraño, de Jo insólito, no significa, como puede confirmarse con los c),cmplo~ que .rcncrn r,~ presentes, que lo grotesco no esté en cierta relaeton con la .realidad . No sólo porque toma de ella los elemento<; que:, al ~cr combmadoc, o deformados, producen ese mundo fanr á \ rico, cxr raño. irreal, sino también porque significa una desnaturalización de ella. En lo gro tesco cnconl ramos cierta dcst rucción dd orden normal, de la~ relaciones habituales, pero siempre desde lo irreal creado con marcríalcs reales. Hay, pues, en lo grotesco, cieno distanciamiento de lo real en la medida en que lo real, desde esta perspecti va fantásríca, arbitraría, extraña, pierde su consistencia y se vuelve, por tanto, inconsistente, extraño, lo que antes parecía ~ólido y familiar. Lo grotesco es también lo absurdo y, en este sentido, no sólo se da en el mundo irreal y fantástico, sino también en la realidad que pasa por racional. Por este distanciamiento de lo real que po ne en rela de juicio su consistencia, lo grotesco se halla emparentado con lo cómico y más de un tratadista lo incluye en esta categoría. En Jcan Paul aparece con el nombre de "humor cruel", en tanto que Hegel lo excluye. Ahora bien, sin negar esta relación entre lo cómico y lo grotesco, no puede dársele un alcance absoluto. Si volvemos en nuestros ejemplos, al cuento de Gogol, veremos que las situaciones a que da lugar en la vida real lo propiamente grotesco, o sea la pérdida, la búsqueda y la recuperación de la nariz perdida, son situaciones verdaderamente cómicas. Sin embargo, la comicidad está ausente en los ejemplos restantes (en las creaciones de El Bosco, Hoffmann y Poc). El papel esencial que en lo grotesco tiene lo fantástico, lo extraño, lo sorprendente o lo antinatural -rasgos que no son compartidos necesariamente por lo cómico- dan a su relación con lo real un matiz peculiar, in con fundible. Cierto es que, a veces, se asemeja a la sátira, pero su distanciamiento del orden normal, cotidiano, y sus componentes de horror, extrañeza o antinaturalidad lo acercan más a lo feo, a lo monstruoso, que a lo propiamente cómico. En tanto que lo cómico desvaloriza no propiamente Jo real sino una apariencia de realidad, lo grotesco desvaloriza lo real desde un mundo irreal, fantástico, extraño. Lo grotesco es uno de los medios de que disponen el arte y la litera.tura para contrib~ir a quebrantar una realidad que, indiferente al tiempo y al cambio, se empeña en ser eterna e inmutable. El
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rnundo e.J e lo grote'>co. aunque fant ástico e irreal. no hace ~íuo mos1rar lo ab!iurdot lo irracional, c11 el seno mismo de una realidad que ~e pr<.~~t.>nta C?tno t?h~r~ntc. armónica y racional. No es casuaJ ~u: aparezca asoctado h1stoni..:.amcntc en el arte y la lil crat ura con rnov1m1cntos anlida kos y antirrealistas; en pocas palabras: inconformistas.
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