Realiza un análisis de larga duración sobre los campesinos en una villa al sur de Francia LanguedocFull description
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1 Microeconomía Le Roy MillerDescripción completa
Le Pouvoir en droit privé [Texte imprimé] / Emmanuel Gaillard Préface de Gérard CORNU Paris : Economica, DL 1985, 1 vol. (250 p.) ; 24 cm (Collection Droit civil. Études et recherches, ISSN 0291-48...
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PAOLO ALDEA - Jurisprudencia (1)Descripción completa
Libro mas importante de Le CorbusierDescripción completa
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La presente edición narra la historia de la pequeña casa que Le Corbusier construyó en 1923 sobre el borde del Lago Léman, para su madre. La tipografía y el diseño gráfico son adaptaciones …Descripción completa
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J i iLIZANDO ese eYtraor dina rio !ocu m ento que - es el «regt.stro de la Inquisición >' d Jacques ffl' lrnier, el a u t or de Montaillo·J rcsuc ta, en el espíJ itu de los métodos Mstóricos y etm, ~ráfic(';.;; más ~ ctué\les, la realidad cátara y occita:1a lP hace seisiL•ntos cincuenta años con la frescu (a el estremt~ _iJniento de Jo v'vido.
' NOTA PRELIMINAR para los lectores de lengua castellana
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La presentación de este libro a los lectores de lengua castellana plantea algunos problemas que intentaré tratar, del modo más breve posible, en el marco muy limitado de este prefacio. Ante todo, ¿qué es Montaillou? ¿Por qué Montaillou, aldea occitana, entre 1294 y 1324? La respuesta detallada a estas dos preguntas se encuentra evidentemen~e en el conjunto del libro. Aquí no daré sino un bosquejo: lvlontaitou es una pequeña aldea, hoy francesa, sicuacb en e: Sur pirenaico del actual departamento del Ariege, muy cerca de la fron~era franccesp8ñola. El departamento del Aritge corresponde al territorio de la diócesis de Pamiers, y al aLtiguo con¿ado medíeYal de Foix, que formaba un principado p:renaico, antaño independiente: desde los siglos XIII-XIV este principado, gobernado por b i:nportante familia ele los condes de Foix, se h;.1.bL1 conver~ido en sntélitc del poderoso reino de Francia: las pose-siones francesas incluían ya la gran provincia de Langucdoc,
limltrofe del Ariege. Aldea de agricultores y de pastores situada a 1.300 metros de nltircd. la ccmunicbd Je i'v1ont:J.illou no habría tenido ningún interés particular si no hubiera sido objeto, entre 1318 y 1325, de una mcnument::d investigació:1, extraordinariamente minuciosa y cxhausti\·a: de pronto, esta n1odesta localidad se ha convertido en la aldea n:rcpea e incluso mundial mejor co:J.ocida de toda la Edad Media. Esta antigua investigación h:c obra de Jacques Fournier, futuro papa de Avig~wn; h:;cia 1_320 era obi:;po de Pamicrs e inquisidor local. Con todo, Jacqt:cs l<'ournkr es mc:1os cruel que sus cofrades en la ·~
rc:Jrcsión lmtihcréric:J. Pc·ro su intc\c:cnciJ, su paciencia y su atención por los clctnlles h~1cer de él, sct~Úr: el historiador inglés Hilton, uno de les I1lll)'0res inqnisic1ores de wdos los tiempos. (Sobre Pour-
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nicr, véase para detalles más amplios la inroducción que sigue a esta not<~). La acción de Pournkr nos es conocida por el informe de investigación escrito y dct:1lbdo que han dej<1clo sus sccret,uios, a partir de sus proccclimicnros; este Registro de Inquisición de Jacgues Fournicr, en lengua btinn, contiene, entre otras cosas, L1s larg:1s decbraciones de más de veinticinco pesono.s origlnnriJs de Iviontaillou y sus nlredcdores. Conservado en manuscrito- en la Biblioteca Vaticana, ha sido publicado en tres gruesos volúmenes la~ tinos por }can Duvernoy, en Toulouse, en 1965. Cada refere1:cia numérica, entre partntesis, en el texto d~ mi libro, remire a un volumen y a una página de esa publicación de Toulousc: por cjem~ plo, «liT, 103» quiere decir página 103 del tercer volumen de la edición Duvernoy del registro latino de Jacques Fournier. Véase la referencia completa de esta edición en la bibliografía (al final de este libro, artículo DuvERNOY).
El catarismo o el albígcísmo es una herejía cristiana: sobre este punto no hay ninguna c_:uJJ. y se procbman <
Históricamente, l'viontalllou es la últimC! aldea que <1poyó de modo activo, en cuanto tal, la herejía «cátara» o «albigense>>. En efecto, ésta desaparecerá en absoluto del territcrio francés, trils ser definitivamente extirpada de !vfontaillou en 1318-1324, gracio.s n los «buenos oficios» de Jacques Fournier. Esta aldea es, pues! la rara avis que busc<1n los historiadores y que sólo rar<1 vez encucn~ tran. Es el ültimo testigo vivo, completamente vivo en 1320, de una -formación cultural y religiosa abocada desde entonces a la desapari~ ción más completa ... La herejía cátarn merece por sf misma algunas explicacior:es; no es el tema central de este libro: trata esencie1lmer.te de la aldea, Y de las biografías con frecuencin apasionantes Je sus habitantes. Pero, sin embargo, esta herejía será en nuestrc texto objeto de numerosísimas alusiones: y el lector de lengua espm1ob, que apenas está familim_.izado con ci catarismo, necesita esclarecimientos particuhres sobre el tema que intento aquí ofrecerle. Digamos que e-l cata~ rísmo es una de lns principales herejías medievales: se manifestó en los slglos xn~xrn en Langucdoc (actu9.1 Francia del Sur), en Italia del Norte, y bajo fotmas nlgo diferentes en los Bakancs. No hay que confundir el cntarísmo con el vnldeísmo o l:ereiío. valdense (lionesa), por otra pmtc poco import~mte en AriCrc. El catarismo se formó quizá a partir de lejanas influencias orientcllcs, incluso «maniqueas» ... Pero en este punto, estamos entre hipótesis ... En cmnbio, se conocen bast:1nte hicn los ritos del catc1rismo del Lmgucdoc y c1cl norte de Italia. Fn Francin n:cridion~1I, se lbrndla aún dt:1ros a [os alhig,eJucs o pmticlnrios del cr!hi~cf.p;w (del nombre de h ciucbd ele Albi, en Lt c¡uc vivían y dcstacnban cierto nümero de estos heréticos).
Sus secwrios, en efecto, se consideran crísticmos>:>, «buenos cristianos», por oficial que, según ellos, ha traicionado apóstn:es. Pero, al mismo tiempo, el catarisrno se sitú::J a clistancÍ;¡ bJsLmte cnnsidcrablc de b tradición cristiamt, que se prochm:a Donoteíst::t. El catarismo admite, en efecto, la existencia (e! e- tipo <, rmmiqueo>>) de dos principios opuestos, incluso ele dos dioses: uno del Bien, otro del Mal. Uno, Dios, el otro Satán. O sea: Lnz y Sombra. l\:Iundo espiritual, bueno, y 11undo terrestre, Glrnal, cor~oral, corrompido. Además, esta exigencia esencialmente espiritual de pureza, en relación a nuestra Tierra to~ talmente diabólica y malvada, es h que ha suscitado de pronto la etimología sin duda falsa de la pabbra «cátarm> (se la ha hecho deri~ v:1r Ce la palabra griega CfJC quiere decir puro. De hecho, cátaro viene del término alemán, cuyo sentido nada tiene que ver con la <: éstos son los parfaits (perfectos\ bonshommes (hombres~bue~ nos) o heréticcs. Y por otra parte, la mc:sa de los simples «creyentes» o Cí'tdentcs. Los perfectcs obtienen su prestigioso título después de h2be:- recibido, al término de una iniciación, el sacramento a1bi~ vense de hnnt~smo por c-1 Libro y por las Palabras (y no por el agua). Este ~ncrc1mcnto se denominn en len¡;!uaje cátaro el consolamentum (consuelo). El vulgo llama simp~cmente a esto herctizo.clón o hereti?:nr a fll;~~uien. Cna vez <lcs creyentes. Elles cb su bc:Llición y su ósculo de paz (caritas). En cuz::ltc n les simples creyentes, no reciben el consolamentum o hcrctización ~ino en h víspem de su muerte, cuando ésta parece muy pro~xtbic en p::-evisión c:e una inducbbJe agonía. Esta «puesta en orden>> urclJ:-1 permite a los creve:~t~·s llevar durante su vida 110a existcnci~1 L1sUntc nrrr:d:tblc \'. 1T'.or:lhtcnte no muv estricta. Pero una ve:.:: hcrcti:>::~.clcs, todo ln contrc11_.io. F.ntonccs han de ponerse (al mcl~(lS cc1 c-1 raurismc- 1'lhin1o ele los r_fios 1__300) en estado de ayuno 1 tctal y suicilb. o Cih: .'·nT. F:~-;lCl 1cs pcrmilc perder el pellejo, pero
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,¡l prob 1 ema occiLlno. Lt Occ:unú1 corresponde- a los actua1,cs t:rri-
salvar el alma sin dl1cb nlguna, puesto que ele esta maneta no tocarán más ni a mujer ni carne hasta que les sobrevenga, dpida y con seguricbd total, la muerte por agonÍ
torius del J\lcclicdJa de Francút, c¡uc en líneas generales cstan s1tuaclos nl Sur ele una lfnc:1 Borck~clux-Limcgcs-Clermont Fcrr::md-Valencc. S~ :L!U e\: un;~ eLnin O c:c UP conjunto eJe etnias originales: ariq:cn:-;cs del F.::: te, bngL~ccluci,-:_:10::,, ptovcm:ales, etc. Tienen en ,c~ mún lo que- c¡ueda l:c- una kngun popular lbm~~a de oc) con ~nultJ plcs dla:_ectos ( C::,la ltq;ua n d }JlU\Tnza.l, tambt.cn ll;mado occitano: la lcno·r;a de oc, de la t:::J.!abra oc que qmcrc dectr <> ele una. Francis renlmentc bilingl'te (como Sutza es bdmgue). La hi::roria ha clecidi2o de ctro n:oc:o. Hoy, :1 problema .~ccitano respecto a Fnmcia no tiene la acmdad que reviste la c~est10~ cscocesn. a fcrtiori la r..orirlar.desa respecto a Gran Bretana. Sm embargo, e.ste problema está su,ficiente~?nte presente., es impor;an.te, como p<1ra solicitar tati;Ó;:éti :a ater:.:::::on «~omparattva» del pubh~o de lengua española: desCe este punto ele vista, .la aldea de Mo_ntalllow n.JcdicY<1.l es una muestra muy representativa del campesmado c.::::citano de antaño en lo que tenía de más vivo y truculento.
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PREFACIO
DE LA INQUISICION A LA ETNOGRAFIA
A quien quiere conocer al campesino de los regímenes antiguos y muy antiguos, no le faltan las grandes síntesis -regionales, nacionales, occidentales: pienso en los trabajos de Goubert, Poitrineau, Fourquin, Fossier, Duby, Bloch 1••• lo que falta a veces es la visión directa: el testimonio, sin intermediario, que ofrece el campesino sobre sí mismo. Para el período posterior a 1500, he pedido esa visión a memorialistas que han salido, el uno, de la nobleza campesina más baja; el otro, del estrato más alfabetizado de los
labradores ricos: el señor de Gouberville hacia 1550, y Nicolás Rétif de La Bretonne dos siglos más tarde, me han invitado a considerar de cerca, en su compañía, «ese mundo que hemos perdido>> en que vivían Jos patanes de los presuntos «buenos tiempos pasados» 2 • Me resultaba tentador profundizar la indagación y buscar otros informes de ese tipo, más precisos y más introspectivos aún, sobre los campesinos de carne y hueso. Por suerte para nosotros, por desgracia para ellos, en el siglo XIV del pleno demográfico, un hombre concedió la palabra a los aldeanos, e incluso a toda una aldea como tal. Se trata, en nuestro caso, de una localidad de Occitania del Sur; pero sabemos de sobra, dado que esta indagación es de bistoria agraria francesa, que Occitania, volens nolens, estará en el hexágono, y más a menudo de lo que quisiera ... El hombre en cuestión es Jacques Fournier, obispo ele Pamiers de 1317 a 1326. Este prelado lúcido, devorado por un celo inquisitorial, pertenece a las nuevas élites occitanas que se harían con el control del papado de Avignon. Será
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----Véase h~fra, bibliografía. 2 E. LE RoY LADURIE, 1972, e Histoire de la France rurale, dirigida por G. DuBY, voL Il (Ed. du Seuil). 1
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papa en Comtat, más tarde, bajo el nombre de Benedicto XII . No es sólo célebre por sus vigorosas contribuciones a la teoría de la visión beatífica. Etnógrafo y policía, durante su episcopado supo escuchar a los campesinos del condado de Foix y sobre todo a los del alto Aricge: les hada tragar el pan del dolor y el agua de las tribulaciones; pero les torturaba poco, les interrogaba con minucia y tiempo sobrado, a fin de acosar entre ellos la herejía cátara, o simplemen te la desviación respecto al catolicismo oficial. Esta escucha nos ha llegado en el grueso manuscrito latino que Jean Duvernoy 3 ha restituido recientemente en edición íntegra. Así se ha puesto a disposición de los historiadores, y del público latinista, este testimonio de la tierra occitana sobre sf misma; testimonio que desborda con mucho el estricto terreno del hostigamiento de la herejía, al que Jacques Fournier habría podido restringirse normalmente si se humiera limitado a su vocación de inquisidor. Por encima de las precauciones anticátaras, los tres volúmenes publicados por ]. Duvernoy interesan, en efecto, a las cuestiones de la vida material, de la sociedad, de la familia y de la cultura campesina. En los textos así reunidos se encuentra una dosis de detallismo y de vivencia que en vano buscaríamos en los archivos o incluso en la documentación notarial. Todo estudio histórico debe o debería comenzar por una crítica de las fuentes. Aunque con brevedad, nuestro libro no faltará a esta regla. Primero son indispensables algunas palabras para presentar al «autor», Jacques Fournier. El autor ... o al menos el personaje responsable de nuestras fuentes documentales. Fournier nació, al parecer, durante el decenio 1280, sin más precisiones; en Saverdun, en el norte del condado de Foix (actual Ariege). ¿Era hijo de campesino, de panadero o de molinero? El oficio que sus biógrafos atribuyeron de este modo a su padre no es quizá sino fruto de su imaginación, movida a ello por el apellido «Fournier» *. Sin embargo, hay algo cierto: nuestro hombre no es «hijo de príncipe». Es de origen bastante humilde. Hasta el punto de que, convertido en papa, consciente de la mediocridad de su linaje, rehusará, según cuentan, dar su sobrina en matrimonio a un brillante aristócrata que la quería como esposa : esa silla, dirá en occitano familiar, no es dif!.na de ese caballo. La familia conoce, sin embargo, antes incluso de Jacques Fournier, algunos episodios notables de ascenso social : uno de los tío, Arnaud Novel, es abad del monasterio cis3 J. Dl1VERNOY, 1965 y 1966. No h e utilizado la traducción, por otra parte excelente, que ha dado J. Duvernoy de ciertos textos del Registro, en su obra de 1966. Todos los textos reproducidos en este libro e.st:ln traducidos por mí del original latino. * «Fournier» significa panadero.
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La aldea actual de Montaillou. A la izquierda, en lo alto de la colina, restos del casti· !lo; más a la derecha, en la lader~, Ja aldea, algo más abajo de donde estaban los habitats de 1.300·1320, hoy desaparecidos (poco más o menos entre el castiUo y la aldea actual). Más abajo,· la torre de la iglesia parroquia]. Y cerrando por la derecha las edificaciones actuales, la capilla de la Virgen. (Foto Madeleine Le R oy Ladurie.)
terciense de Fontfroide. Alentado por este «modelo», el joven Fournier se hace, a su vez, monje cisterciense. «Sube» durante algún tiempo hacia el Norte; le encontramos de estudiante, luego doctor, de la Universidad de París. En 1311 recoge la herencia de su pariente: es elegido abad de Fontfroide. En 1317, ya conocido por su erudición y su rigor, le hacen obispo de Pamiers; en este nuevo papel se hace notar por sus persecuciones inquisitoriales contra heréticos y desviacionistas diversos. En su ciudad episcopal mantiene relaciones correctas con los agentes del conde de Foix y del rey de Francia (hasta ese momento de su vida es profrancés entre los occitanos). En 1326, el papa J uan XXII le envía sus parabienes por los esfuerzos, coronados de éxito, que ha desplegado en la zona «apamea» 4 en la caza de heréticos: van unidos a un lote de indulgencias. La acción de Fournier en su diócesis no se limita a las persecuciones contra las tendencias heterodoxas. Asimismo, ha sabido agravar el peso de los diezmos agrícolas : los ha impues to sobre la producción de quesos, de rábanos y de nabos que hasta entonces estaban dispensados de ellos. Pero otros destinos esperaban a nuestro hombre. En 1326 es nombrado obispo de Mirepoix, al este de Pamiers. Un biógrafo podrá preguntarse si no se trata de una caída en desgracia. En efecto, Jacques Fournier se ha vuelto odioso, en su anterior diócesis, por sus persecuciones obsesivas, maníacas y competentes contra sospechosos de toda laya. Pero Mirepoix cuenta con más parroquias que Pamiers: antes que una caída en desgracia se trata, al parecer, de una promoción relativamente dorada. La siguen algu nas otras, esplendentes: en 1327 Jacques Fournier se convierte en cardenal. En 1334 es elegido papa de Avignon con el nombre de Benedicto XII. Habéis elegido a tm asno, diría con su hab itual modestia a los grandes electores. Sin embargo, nada más ceñir la tiara, este hombre modesto muestra sus capacidades, que no son escasas 5 • Reacciona contra el nepotismo. Mon je ascético, trata de moralizar las abadías. I ntelectual torpe y rudo. obtiene pocos triunfos en política extran jera. Pero en el terreno del dogma se siente a gusto. Corrige las fantasías teológicas de su predecesor Juan XXII, relativas a la visión beatífica después de la muerte. Respecto a la Virgen, se muestra maculista, dicho de otra forma, hostil a la teoría (que más tarde triunfará) de la inmaculada concepción de María. Sus variadas intervenciones en materia de dogma coronan una larga carrera intelectual: a lo largo de su existencia, polemizó con fuerza, y no sin conformismo, contra los pensadores más diversos desde el momento en que le pa«Apamea» [A ppaméen]: de Parniers. s Y. RENOUARD, Les Papes d'Avignon, Parfs, 1954, ed. 1969, pp. 30-34; Guv MOLLAT, Les Papes d'Avignon (J 305-1378), París, ed. 1949, pp. 68·83; B. GutLLEMAI N, La Cour pontifica/e d'Avignon, París, 1962, pp. 134-136. 4
Ruinas del castillo de Montaillou, y bancales nevados, antes de cu~tivo, no lejos de esos restos de torreón . (Foto Mad elei11e Le Roy Ladurte.)
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red a que se apartaban de la ortodoxin romana. ContrJ Jonquim de Fiare, contra el maesLro Eckart, contra Occam ... Constructor, .Jncques Fournier inJugura en b Glplt-al del condc~do de Benasquc '' la edificación del palacio de los papas; parJ la confección de los frescos invita a ésta al pintor Simone M
ro Benedicto XII lo qm.· nos interesa es el período apameo. Con mayor exactitud) la actividad de }Dcques Fm::rnier como anim<.dor diocesano de un formidable tribunal inquisito:ial. La existencia misma de este tribunal, sobre el terreno, entre 1318 y 1326, no es en modo alguno un hecho lógico. Desde luego, el condado de Foix, en cuya parte meridionnl se desarrolla la «acción» de este libro, había sido durante más de cien anos la «tierra prometida del error». Los heréticos albigenses pululabnn allí desde el siglo XIII. Y a habfa hecho estragos la Inquisición, hacia 1240-12J0, rras la caída clamorosa de j\·lontségur, último bastión de los «GÍtarosl> (1244). Los inquisidores habían aparecido de nuevo en la región <
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M. VmAL, Le Tnbunal ...
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l.1s cnsas \'an a cambiar: el nuC\'O obispo aprovecha una decisión del 1illlcilio ele Viena ( 1312). Estn estipula que en adelante, en e! tribull:d de la Inquisición, los poc~eres del obispo del lugar vendrán a 1111irsc, con vistas a una provechosa colaboración, con los del maes(l de obrJs dominico, que hasta entonces ern e[ único que llevaba ~-1 juego represivo. Jncc¡ues Fournicr puede, por tanto, constituir en 1 ) 1.8 su propio <> de Pamícrs no desapnreccrá por eso. Pero en virtud de b máxima Nada de celo, implícitamente preconi1.ada por los pcre~osos continuadores de nuestro obispo, la institución represiva se ~1dorrnccc en el plano local. En adel:mte dejará en paz a las poblaciones del condado de Foix. ¡Tanto mejor para ellas! Sólo duran te el episcopado de Fournier el tribunal prepara las documentaciones más tangibles para nosotros. ¿En qué condiciones, bajo qué dirección se realízan estas maniobras minuciosas? I!
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A la cabeza del «oficio>> está, naturnlmcnte, el propio Jacques Fourníer. Inaccesible tanto a lns súpEcas como a los sobornos. Hábil en hacer aflorar la \'erdad. En hacer saltar a las corderas, como dicen sus víctimas. Capaz de d:s~inguir en unos minutos a un herético de un católico <
<<Ü.P.»: de la orden de los Ilermnnos predic1Jorcs ( = duminico)
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Bernard Gui, Jean de Beaune y el normando Jean Duprat, exteriores a la diócesis, vienen asimismo a honrar con su presencia de vez en cuando las sesiones más graves del oficio apameo. Entre los asesores, tan pronto decorativos como activos, se encuentra también todo un surtido local y regional: canónigos, monjes de todo hábito y todo sayal, jueces y juristas arraigados en la cabeza de la diócesis. A un nivel inferior, encargados de las tareas de la redacción {pero nunca de las de decisión), se agita la cuadrilla de notarios y de escribanos: es decir, unos quince individuos. A su cabeza se destaca el escribano-cura Guillaume Barthe; y luego Jean Strabaud, y un tal Bataille de la Penne; y varios chupatintas o rascavitelas del condado de Foix. Finalmente, en el escalón más bajo, el personal de escasa importancia que está juramentado: comprende sargentos denominados «servidores», mensajeros, carceleros flanqueados por sus inevitables esposas que hacen el papel de carceleras; también encontramos, en este hormigueo subalterno, a soplones que a veces son de alto copete, como Arnaud Sicre. Las «estadísticas» relativas a la actividad del oficio fueron compiladas, y luego publicadas, en 1910, en una notable obra de J. M. Vidal 8 • He aquí algunos elementos: son sugestivos en cuanto a las condiciones en que se elaboró nuestro expediente: el tribunal inquisitorial apameo trabaja durante trescientos setenta días, entre 1318 y 1325. Estas 370 jornadas dan lugar a 578 interrogatorios. Estos se descomponen en 418 comparecencias de reos y 160 de testigos. Estos centenares de sesiones conciernen en total a 98 causas o expedientes. El récord de trabajo fue registrado en 1320 ( 106 jornadas); por comparación, hay que anotar 93 jornadas de trabajo en 1321, 55 en 1323, 43 en 1322, 42 en 1324, 22 en 1325. El oficio residió la mayor parte del tiempo en Pamiers; a veces también en tal o cual localidad del condado de Foix, según los desplazamientos del obispo. Los 98 expedientes inquietaron o encausaron a 114 personas, en cuyo número predominan, con mayoría, los heréticos de tendencia albigense. Entre estas 114 personas, 94 comparecieron efectivamente. En el conjunto del grupo «inquietado» se cuentan algunos nobles, algunos curas, notarios y, sobre todo, una masa abrumadora de gente humilde, campesinos, artesanos, comerciantes ínfimos. Entre los 114 individuos procesados o inquietados se cuentan 48 mujeres. La mayoría, varones y hembras, es originaria de la región alta de Foix, o Sabarthes, trabajada por la propaganda de los hermanos Authié (fueron misioneros cátaros, y residentes de la pequeña ciu~ dad de Ax-les-Thermes ); esta mayoría sabarthesiana se compone de 92 personas, hombres y mujeres. Entre ellos, nuestra aldea de Mon3
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M. V mAL, Le Tribunal ...
taíllou en Sabarthes proporciona, por sí sola, veinticinco acusados; delega, además, algunos testigos a la barra del tribunal. Además, tres reos proceden de la aldea de Prades, limítrofe de la anterior. En total, 28 personas, cada una de las cuales proporcionó un testimonio sustancial y a veces muy detallado, son originarias de la minúscula comarca de Aillon (Prades + Montaillou), en la que tiene sus raíces nuestra monografía. El proceso canónico contra tal o cual reo, de Montaillou o de otra parte, viene provocado generalmente por una o varias delaciones, seguidas de una citación para comparecer ante el tribunal apameo. Esta es notificada al sospechoso (a domicilio y desde el púlpito) por el cura del lugar de residencia. En caso de que el individuo así convocado no se dirija por sí mismo a Pamiers para comparecer allí, el baile local (oficial del conde o del señor) sirve de brazo secular. Convence al reo, lo escolta, si es necesario, hasta la cabeza de la diócesis. La comparecencia ante el tribunal del obispo se inicia con un juramento que el acusado presta sobre el libro de los Evangelios. Prosigue en forma de diálogo desigual. Jacques Fournier plantea las sucesivas preguntas y se h:tee precisar tal o cual punto o «detalle>>. El acusado responde y habla abundantemente. Una declaración puede ocupar fácilmente de diez a veinte f:randes folios de nuestro Registre o más. El proceso sigue su curso sin que necesariamente se prolon,gue el arresto del acusado. De interrogatorio a interrogatorio puede estar encerrado en una de las prisiones apameas del obisno. Pero durante el mismo intervalo de tiempo puede gozar también de períodos más o menos largos de libertad provisional, durante los cuales se le prohíbe simplemente salir de los límites de su parroquia o de su diócesis. Por el contrario, lo medios de presión más variados vienen, llegado el caso, a agravar la detención preventiva, cuando existe: tratan de llevar al acusado por la senda de las confesiones. Al parecer, esas presiones no suelen ejercerse mediante la tortura, sino por la excomunión del reo; por su encierro en prisión estricta o muy estricta (celda estrecha, grilletes en los pies, alimentación a pan negro y agua). Sólo en un caso, que concierne al proceso amañado que los a~entes franceses obligaron a intentar contra los leprosos, Tacques Fournier hará torturar a sus víctimas, a fin de obtener confesiones delirantes, absurdas: envenenamiento de las fuentes mediante polvo de sapo, etc. En todos los demás casos que han proporcionado la sustancia de nuestro libro, el obispo se limita a acosar el desviacinismo real (y que suele revelarse mínimo Clesde nuestro punto de vista). Las confesiones están apovad:n, inducidas por las descripciones que dan los reos de sus «episodios Cle la vida reah, coticlianos v snstanriales. Se corroboran mutuamente; cuando se contradicen, Jacques Fournier se esfuerza por que desaparezcan esas diferencias; exige precisiones a los diversos
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ncusados. Lo que anima a nuestro prelado es el ideal de una búsqueda (odiosa en este caso) sobre la verdad de los hechos. Para él, se trata de detectar los comportamientos culpables; se trata luego, desde su óptica, de salvar a las almas. Para alcanzar estas diversas metas, el obispo se muestra <~puntilloso como un escolástico»; no duda en enfrascarse en interminables discusiones. Se toma quince días de su precioso tiempo para convencer al judío Baruch, denunciado ante su tribunal, del misterio de la Trinidad; ocho para hacerle admitir la doble naturaleza de Cristo; en cuanta a la venida del Me~ sías, requiere tres semanas de comentarios, administrados a Baruch, que no pedía tanto. Al término de Jos procesos se infligen a los comparecientes divets8s penas (cárcel más o menos estricta, porte de cruces amarillas, peregrin8ciones, confiscaciones de bienes). «Solamente» cinco ter~ minan su vida en la hoguera: de ellos, cuatro valdenses de Pamiers; y el rebnso albigense Guillnume Fort, de Montaillou 9 • Realizr1dos de esta forma, los procedimientos e interrogatorios de Jacques Fournier fueron tran·scritos en cierto número de volú~ menes. De ellos, dos están perdidos; uno de ellos contenía las sentencias finales; por suerte, nos son conocidas gracias a la compilación de Ljmborch. Subsiste, en cambio, un grueso registro in-folio, en pcrgmnino. Durante su confección original, este documento pasó 1Jor tres cstJclios: primero, durante la escucha misma del interrocra" torio y de la declaración, un escribano redactaba deprisa el protocolo, o borrador. Este escribano no era otro que Guillaume Barthe, notario episcop8L rcempbzado OGlsÍona1mente, en caso de ausencia, por uno u otro de sus colegas. Guillaurnc Barthe se encargaba, además, de redactm··luego, a partir de estas notas emitidas en vivo, la minuta, <<'sobre un registro de papel» ... <~Con frecuencia ésta era sometida ni acusado que podía mandar modificar en ella ciertos términos» 10. Finnlmente, varios escribnnos volvían a copiar con tranquilidad, sobre pergamino, los textos así minutados 11 • 9
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El volumen que nosotros poseemos no fue pasado completarncnte a limpio hasta después del nombramiento de Jacques Fournier para la sede episcopal de Mircpoix, en J 326. Lo cual demuestra hasta qué punto est3ba preocupado el prelado conservar este tes~ timonio de su obra de inquisición apamea. El registro siguió luego a Jacques Fournier, convertido en Benedicto XII, hasta su residen· da en Avignon. De allí pasó a la Biblioteca Vaticana, donde todavía está. entre los manuscritos latinos; su signatura es 4030. Desde hace un siglo, diversos eruditos o historiadores han trabado conocimiento con el gran documento apameo. Entre ellos figura d alemán Dollinger, célebre a la vez por sus conflictos con el papado romnno y Por sus bellos estudios sobre la herejía medievaL Figuran también varios eruditos franceses, de origen meridional ' con frecuencia: Charles Molinier, Mons. Douais, J. M. Vidal, a principios del siglo xx ... ; y muchos otros, luego. Los trabajos más eruditos y amplios sobre el manuscrito mismo emanan de T. M. Viclal. La publicación fntegra del registro se debe a J. Duvernoy (1965). No carece de defectos, agriamente denunciados por el padre Dondaine. Tiene sin embargo el inmenso mérito de existir. No dis. pensa de recurrir al origina1 12 • El azar de las indngacioncs de Foumier v la distribución muy desiP;uai de la herejía quiso que 28 acusados, conocidos por el Registre, sean originarios de Montaillou y de Prades; de ellos, 25 son del mismo Montaiilon. Esta circunstancia fue una catástrofe para los aldeanos de este territorio. En cambio, ofrece todas sus onsihilicla~es al historiador, En efecto, después de los trabajos de Redfield, de Wylie y de algunos otros, se sabe de sobra que la visión pedestre, a ras del suelo, de la sociecbd campesina va de maravHia para la mono~rafía aldeana. Nuestra búsqueda no será la excepción de esta regla de oro: la aldea en cuestión, y que el azar de los docu· mentas ha escogido para nosotros, es Montaillou, a 1.300 metros de altitud, junto a las fuentes del Hers; al este del alto valle del Ariege, v no lejos de éL Colgada sobre su planicie, Montaillou desempeñó hacia 1290-1320, época que consideran los interrogatorios
No cuento en este número a Guilbume Bélibaste, capturado a raíz de una denuncia. Será condenado y quemado fuera de nuestra diócesis. w Todo esto según J. M. VIDAL, Le Tribtmal ... 11 El establecimiento del texto final del Register Fournier, en latín (tal como se encuentra en el manuscrito latino n.o 4030 de la Biblioteca Vaticana), se ha reali; que acabo de describir: plantea diversos problemas de traducción. Los acusados se expresaban generalmente en occitano (o bien, en algunos casos probablemente poco nurnerosos, en gascón). Por lo tanto, los escribanos tradudan, en cierto momento, las palabras de los teos al latín. Esta operación tenía lugm, bien en el mornento mismo de Ia anotación (primer estadio), en «traducción simultánea», bien (más tarde) durante la redacción de la minuta (segundo estadio). En efecto, ésta está, f!.YOsso modo, conforme con el texto final (tercer estadio) que, aunque parezca imposible, está en latín. Una traducción en sentido inverso, puramente oral, sustituía al texto de la minuta en el momento en que se lo daban a conocer a los acusa-
clos, en lcn¡¿ua vulp_ar (=occitano), a fin de que eventualmente pudieran hacer insertar modificaciones en aquélla. 12 Sobre Tncques Fournier y sobre su Regiítre, véase K JACnR, 1910; Di:iLLT:-JGER, 1890; DouAr, 1900; V. MoJ.TNTER, Études ... , 1.887; J. M. VmAL (Le Trihu.rtal ... ) y T. M. VmAr., 1.909, 1913 (bulario), 1913 (Cartas ... ), 1929, 1932. Véase tambidn la New Catholic Encyclopedy, 1967. y el Dictionnaire d'histoire et de f!.éographie ecclésiastiqttes, dirigido por A. BAUDRILLART, 1935, en el artículo «Benoit XII»; la exposición preliminar que acaba de leerse debe mucho a los grandes y hermosos trabajos de J. M. Vidal y de J. Du· vernoy.
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de J<~cqucs Pournkr, papeles diversos: b comunicbd sirve de refu-
,oin a lu hcre>jícl glróvnr:
<
U S:Jb:utht:s, es decir, el ~llto Arif:gc, al sur del paso de la Darre. 14 liT, 97 [d. p<Íg. 28, nota al pie de p·J~iin~l]·. es en la Asunción (?5 de agosto) de 1.308 cuando habría ocurrido la redada de- las gentes c.le ..\-Iontailluu por l.t Inquisición de Carcason;:¡. u
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PRL\IERA PARTE
ECOLOGL'\ DE MONTAILLOU: LA CASA Y EL PASTOR 1 1
' CAPITULO PRIMERO
ENTORKO Y PODERES
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Dos palab:,as inicides J propósito de la demografía de la aldea, sobre la que seré breve, reservándome el volver a ella, en lo relativo a sus componcr.tes, en un capítulo posterior. Montaillou no es una gran parroquia. En el r:1omento de los acontecimientos que motivaron la ínvestig:xión Ce Fcurnier! la población local contaba entre 200 •v 250 1-:a."littmtes, A finales del siglo XIV, pasadas la peste ne. g::-a y las primeras secuelas, clirectJs o indirectas, de las guerras ing~es2s, las listas de hogMcs y los libros de censo del condado de Foix nc enumeran en esa comunidad más que un centenar de almas, reportidas en 23 hogares 1• Es decir, la caída habitual de la población ~m~ís de la mitad- q1:e se registra por todas partes en e1 sur de Fr::uKirt) a consecuencia ele las catástrofes de la segunda parte del siglo xvr. Pero en la época de la represión anticátara, aún no se hs llegado a tsnto ... <,En las fuentes del Hcrs, la comarca de Aillon es una hermosa planicie rodeada de pastos y de bosques» 2 • La aldea de Montaillou, que don.1ina esa pls.nície, forma en sí misma una construcción esca~ lcnada: en la cumbre de la colina a la que se cuelga en 1320 la comunidad, ~·eina el c::1stillo que hoy no es más que una ruina imponente. Debajo se extienden gr:~dualmente 1as casas, contiguas con f::.'ecuencia; separa2as a veces unas de otras por pequenos huertos, donde retot:an ileg::lr:1er.te los cerdos, por corrales, y por eras de trilla. El poblaCo mismo no está fortificado (siempre se puede, en CtlSO de :lCligro, rdugi:ll'se tTl<Ís arriba, detrás de las murallas de las •
DLF.\1_1 DF :'·,L\TTQ:JFR. 1S98 . 2 La comarca c!e ..\illon se rompcne de las aldeas, contiguas, de ldontalllou y de Pradcs. '
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fortalezas). Sin embargo, las casas de más abnjo se spriet~m nnss contra otras lo bastante para que su reborde exterior, río abajo, forme una defensa n:-~tural, con una ¡¡bcrtura que se dcnomínn «pÓrtico». En la época moderna y contempodnca, por lo demás, la aldea abandonad la proximidad del castillo; se ínsta1má un poco tnds abajo, en la !aJera. La calle, tan torcida en el siglo XIV como hoy, descier.de hacia la iglesia parroquial sita por debajo del babitat. En un nivel todavía inferior, se encuentra la capilla de la Virgen: está vinculada a un culto folldórico, que tiene su origen en un8s rocas (1 flor de tierra. El cementerio local flanquea este santunrio bajo dedicado a la Madre de Dios. Los dos lugares de culto son, parcialmente al menos, de estilo románico, y anteriores a 1300. Los alrededores inmcdi(ltos de 1'v1ontai1Iou forman, en la época que consideramos, un damero de parcelas grosso modo rectangula. res: en cu(llqier caso, oblongas. Cubren las calizas secundarias de la planicie; escalan, mal que bien, los terrenos primarios de la montaña próxima 3 . Cada una de ellas no mide más que una frac· ción de hectárea (del orden de 20 a 30 áreas). Las explotaciones agrícolas del lugar poseen, respectivamente, cierto número de esas parcelas -campos y praderas- dispersadas por el territorio. Las cul· tivan con arados comunes, arr8strados por bueyes, vacas, mulos o asnos. «Cortinas» de tierra, fuertemente señala2as por las caídas de nieve en la estación fría, separan estas hazas unas de otras. Cuando el suelo está en pendiente, es decir, casi siempre, tales «cor~ tinas» se escalonan en bcmcales según 1a ordenación clásica en la zona mediterránea. En el límite se distinguen versaines (cultivos más o menos permanentes, en ocasiones deia.dos en ba.rbecho ), houzigues) parcelas de exnlotación temporal, taladas o quemadas de vez en cuando para eriales 4 • El territorio montalionés, demasiado alto, demasiado frío. ignora la viña en tiempos de Jacques Fournier, igual que hoy. Se p~oducen cereales: avena y trigo candeal, más que cebada y centeno; dan justo -debido a los rigores del clima- para la subsistencia de los feligreses; además, hay que contar con los años deficitarios. Los cul~ 3 4
M.
CHEVALIER,
La víe humaine ... , p. 104, plancha VI.
II, 311.
Todas las referencias sin nombre de autor ni de ob:-a que se encuentren asf en nuestras notas a pie de página (por ejemplo, I. 128; II, 51, etc.) remÍ· ten al Ref!.istre d'Inquísition de ]acques Fournier (3 \'ols.l. texto latino. edita~ do por ]can Duvetnoy; aquí, en el presente caso: volumen TI, pápjna 311. Advierto también que C'mplearé, conforme a mis fuentes. el térMino
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tivadores Je los años 1300 producen también nabas, sin saberlo, mucho antes de que los agrónomos ingleses reintroduzcan éstas en el continente durante el siglo XVIII ... , con el nombre de turneps. Quizá haya jerrages, dicho de: otro modo, cereales destinados a ser corta~ dos en verde, par<1 la nutrición de los animales. Hay seguramenlc cáilamo, cultivado en preciosos caíl.3marcs. Las mujeres se encargan de agramarlo, de peinarlo, durar. te la época invernal ( I, 3 3 7 ). En cuanto al lino; su presencia incluso a esta altitud parece por lo me~ nos probable, si hemos de creer a la toponimia de la época. El ganado comprende, además de los animales de tiro y de albarda ya mencionados (bueyes, vacas, asnos, mulas), cerdos domésticos; "Volatería en el corral (gallinas y ceas); y por supuesto, centenares de corderos sin contar los millares de cabezas de ovino que los monta· lioneses de los años 1300, grandes pastores de transhumancia, guían en buen o mal año por los pastos de invierno del Lauragais y de Cataluña. Volviendo a los equinos o a los bovinos, hay que añadir que la aldea ignora la rueda cerno instrumento de tracción y de transporte: hay arados, pero no carros ni carretas. Estas no ruedan sino en la baja región o en el valle del Ariege. Los prados y praderas del territorio están prohibidos al pastoreo por el messier [meseguero], encargado municipal que el señorío o los habitantes designan a este efecro mediante modalidades que ig~ notamos. El barbecho es a veces trienal, dado que a esa altitud los cereales de primavera coexisten con los de invierno, que a su vez ocupan el suelo durante un año completo, de septiembre a septiem~ bre. Pero es~ barbecho es con más frecuencia bienal; o incluso, en los terrenos males, puede extenderse durante varios años sucesivos. Al parecer, no tratan de dividir la superficie cultivada en dos o tres grandes añojales 5 . Una división del trnbajo por edades y sexos permite la ejecución de los trab:l.jos: el hombre laborea, siega los granos, recoge las nabas (I, 340); se >:a a cazar, t;;:mbién a pescar; porque los torrentes rebosan de truchas; los bosques hormiguean de ardillas y de urogallos. El hijc, c!e muchacho, guarda el rebaño paterno. La mujer cuida del agua, del fu:::go, del huerto, de los haces de leña y de la cocina. Recoge bs coles, escnda los trigos, ara las gavillas, arregla el granero, friega las ollas en la fuente, va a la siega con un pan sobre la cabeza, en compni1(a de los trabajadores migrantes. Sobre todo en su juven~ tud, trabaja du·amente. Lt explotación agrícola está centrada en la casa, de la que una parte, sepnr:tcb por un tnbiquc, está reservada a la estabulación del gana2o: corderos no trnnshumantes, bueyes, cerdos, mulos, en in~ Sobre la m:scncia de añojalcs en los Pirineos catalanes cercanos, véase DoN:-.IASSIL, /e_ds, t. p. 289. S
n,
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vicrno, vienen a apelotonilrsc entre cuatro paredes, cerca de las habitaciones y de la cocina de sus ;unos. En casa ele los ricos tambitn ocurre que un edificio especializado -aprisco o cstab:o-, aislado, por un patio, del habünt humano, se disponga aparte para cstn función. En cambio, no encontramos obra de explotación en campo raso, excepto algunas cab:Jil.as de pastores, de las que habbrcmos. Al Eslc, <~1 Oeste, al Sur y al Norte, el cnlvero mcntalionés está flanqueado de bosques, escondites de perfectos 6 , donde de vez en cuando golpean las h<1chas y zumban las sierrns. Pasean al gan8do, hacen tabliJhs para el tejado de las casas. IIacin el Sur sobre todo Y hacia la alta montaña, los pastos de altura constituyen el mundo de los pastores, gobernado por leyes propias: las ideas, los hombres, los rebaños, la moneda circulan en él de cabaña en cabaña, a través de largas distancias. En contraste vi\'o con b economía del trabajador modesto que reina en la aldea misma. Esta, basada en el trueque, en el préstamo, en el don mutuo: sin gran circulación local ele dinero, se prestan, entre vecinos, trigo, hierba, heno, leña, fuego, la mula, el hacha, las marmitas, las coles, los n8bos. El «rico» o supuesto rico presta al pobre y le da, eyentualmcnte, la limosna del pan en la ·fiesta de todos los Santcs. La madre presta objetos o un animal de labor a su hija cuando ésta, ya r:nayor, casada o viuda, habita su propia casa, más poDre que la rlomus materna que la visto nacer. Diversas formas de crédito, con pignoración de objetos, cesiones de créditos, etc., están asimismo atestiguadas entre nuestros aldeanos. La falta de dinero, sobre el terreno, es crónica. ¡\Ji marido Arnaud Vital era zapatero de Jvfontaillou -cuenta Rayn:onde Viral-;
'
\' dirigirse a la aldea vecina de Praclcs d'Aillon; esta parroquia, 111:Ís populosa, plantea un mercado textil que se revela también lll:Ís provechoso. Ll tejedor Prad~s Tavernier, bautizaJo con un IHJlllbre loponímico, se gana ba~tante bien la vida; la venla de sus 1Jic!1silos «le permitirá inclL!SO financic1r una fuga piado-sa hasta Cnta]¡¡fl>, adonde le acompañará una noble dama herética (I, 335-336;
\' Picrry, p. 48).
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La pro-fesión de sastre, finalmente, no la ejercen en Montaillou tmÍs que los perfecte;s de paso: buenos cátaros, ganan su vida y su
L·ido remendando túnicas y fabricando guantes; cuando los heréticos hacen de este modo el papel Je gnudes o pequeños costureros, las lllujeres de la parroquia vienen a verles; presuntamente para ayudarles a repasar una camisa; de hecho, para estar de palique en su COl-:!lpañía (l, 373). Anotemos también que en la categoría de tienda Ccmcnina encontramcs en l\'iontnillou una tabernera, fabrise Rives: los clicn:es no van a su local pma echar un trago ni para hnblar. Ella se limiw a vender y a despachar vino (que se hace traer a lemas de mula desde la b1ja rcgió:1) al domicilio de los particulares. Poco eficiente, por regla general carece de medidas de vino- 8 • Añada:11os que la diferencia arcesano/ campesino o artesano/burgués, o inc:uso artesano/noble no tiene nada de absoluto. Todo el mundo es un peco b?ic~leur) o seo., excelente bricoleur) en esa región. Un notario puede hacerse sastre; un :1ijo de notario, zapatero-; un hijo de agricultor, pastor; luego, fabricante de peines de cardar. Sólo el of:cio c:e vendedor ambulante, que exige el acarreo de pesadas carg2s, es dificil para los tiernos hombros de alguien hasta entonces not~1b le, a quien su vida en otro tiempo fácil no ha dado la indispensable resistencia. Hemos observndo la ausencia de carretas. Se bs encuentra, pero en otra parte: en la baja región) y cerca de las ciudadesj bien en realicL1d, bien de mar:cra fantasmal, entre las historias de aparecidos :::-n las que figLC1 la carreta de los muertos. Desde luego, la vida de relación es relativamente intensa en Montaillou: debido a los rebaños y a los pastores, grandes devorado-res de espacio, hostiles al espíritu loca:ista. Si dejamos a tu lado el desplazamiento de esas mercancías c~e cuatro penas q:.1e son las ovejas, nos vemos obligados o. oclmitir que: los Yolúmenes materío~es puestos en movimiento por el comercio y pcr el simple porte son mínimos. Las mujeres acarrean el ngua: la llev:m en equilibrio sobre su cabeza, en una jarra. Muchos transportes se hacen ~l tspnkas de hombre. Los viajeros llevan slls hatillos de ropn al hombro. en la punt
debía esperar a que sus clientas hubieran vendido su volatería en Pentecostés para cobrarles las reparaciones de :::atutos que él había · . efectuado para sus esposos (I, 346).
A pesar de la presencia de este zapatero, en nuestra aldea el artesanado está subdesarrollado 7 (en relación ccn las alC:eas ele la baja comarca). Naturalmente, las mujeres hilan en las \'cb.das, en su casa o en cnsas ele otros; e incluso en prisión, numdo el inquisidor las encierra en elia. Pero los tejidos loc::des no escán destii18.dos nBnifiestamente sino a vestir a los indigenas; en lvlontaillou sólo hav un tejedor, Raymond Maury. Ejerce su oficio (que si:1 duda exig~ un mínimo de humedad) en b cueva redonda, semisubterránea, habitación de madera oscura, preparada a este efecto en su casa. Pero también es ganadero de ovejas: sus hijos se converdnln en pastores. Para encontrar un tejedor acomodado, hay que salir <:e l'v1ontatllou 6
Los ]Jarfaits [ ¡;crfectns] o bonsbnmmcs [bombrcs-bfi(.'!!Oc"] íormabnn la dite de los puro'> en las comunidndcs albigenses. 7 Compárese con la aldeu provenzal (nmíloga en este :mnto} que estuJia N. CoULET, en JJtudcs rurales, julio de 1973.
3
Sobre Fabrissc Rivcs, \'é;ase I, 325-376.
1'
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Los buhoneros llevan a la aldea el comino y las agujns; aseguran la «exportación» de las pieles de corderos y c:e las pieles de ardilla. Toda esta economía trahajn dentro de los límites de la portabiEJuJ, más que dentro ele la frontern de Jos suelos cultiysbles. Gracias a los asnos y a las mubs, anim.IAIN (1972; y tesis, inédita). 11 12
Supta. ÜUVERNOY,
att. cit.
1
grandes h::unbrcs se producen en una fecha difcrcnLe, en torno a 1316; y ello porque el clima del trigo no es el mismo en el Norte que en el l\lcdiodía: en la región p:u-jsíense, el pcHgro para los granos proviene ele les excesos de lluvia, que pudren la espiga. En el Sur es m<Ís bien ht sequía o el calcr abrasador lo que hay que temer. Y además, en esos climas respectivos, tan divergentes, las fechas mismas de las agresiones meteorológicas contra las cosechas son de todos modos discordantes. Una escasez, sin embargo, no es más que una mala etapa que salvar. En tiempo normal, se come más o menos correctamente. El pan de trigo candeal, y a veces de mijo, forma en esta aldea la base de la alimentación ((vegetaL>. Ya hemos visto gue se baja el grano hacia el molino condal de Ax-les-Thermes, a lomos de asno o de mula. Luego, escalando la montaña en sentido inverso, se lleva la harina a la aldea para cernirla en el cedazo doméstico. Se cuece el pan en casa de uno por manos de mujeres; porgue el señorío sabarbersiano no se ajusta a s-:..rs modelos <
ITT, 67 (sobre los infortunados y pobres matrimonios de Raymonde, seilora Delot, cf. infrai su comunidad de nombre con la relativamente rica «Casa de los Belot» no clrb~ cn~anar).
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salado a casa de Guillaume Benet, de Montaillou, para hacerlos secar al humo. Allí encontré a Guillemette Benet [mujer de Guillaume] que se calentaba al amor de la lumbre 1 y a otra mujer/ deposité aquellas carnes saladas en la cocina, luego salí. Otras proteínas proceden de la leche que, ofrecida por un pa~ riente, se bebe en reunión amistosa; del queso, sobre todo, producido por los pastores en los pastos de altura. En líneas generales, en esa montaña de pastos y de queso, los alimentos nitrogenados no faltan, aunque la comida ordinaria sea mediocre. Las crisis d~ las subsistencias y del sustento no plantean, por tanto, problemas mso~ lubles en Montaillou; se lo plantean en cambio a las campiñas parisienses, casi únicamente cerealistas, tanto en el siglo XIV como en el siglo XVII. La sopa ariegense lleva tocino y pan; se le echa también, como es lógico en esa época, una verdura de coles y puerros. Debemo~s .recor~ dar que el primero de esos vegetales, cultivado desde el neoht1co, es la única verdura que ha dado lugar a un término cariñoso "'. Se dirá mon chou 1 incluso hoy, a una persona a la que se quiere mucho, igual que se le diría mon lapin. En los huertos del viejo Montaillou, d~bido a su altitud y a la falta de sofisticación, no existen aún las aportaciones de los árabes y de las Cruzadas, que han comenzado a cultivarse en el siglo XIV en Cataluña y en Comtat. Nuestros aldeanos ignoran por tanto las alcachofas, el melón y el mel?cotón, o no los conocen más que de oídas. Habas y nabas, éstas cultiVadas en campo, completan la muestra hortícola de las coles y los puerros. La cosecha de nueces, de avellanas, de setas y hongos y la recolección de caracoles proporcionan recursos complementarios que, en su mayoría, son oenerosamente ofrecidos por la Naturaleza. También se consumen ('8demás de la caza) las truchas de los torrentes y quizá un poco. de pescado salado de orillas del mar, subido a lomos de mula. El vmo apenas abunda, por falta de viñas. Lo beben en las grande: ocastones, cuando las copas circulan durante la velada. De cualqmer manera, tanto en esta época, como en cualquier período, la ebriedad no es el punto fuerte Je los mericli?nales. En tierra~ occitana., s.e .niega la comunión a los borrachos. Fmalmcnte, el azucar es tnftmtamente raro: cuando uno tiene «medlos» envía de vez en cuando un trozo, importndo originariamente del mundo islámico, a la muier amada. ¿Tabúes de alimentación? Teóricamente en Montaillou es;á en boga la ética cátara. Tolera que se coman pescados; pero prohtbe el tocino y la carne de carnicería: consumir el animal, sería, en la óptica albigense, perjudicar la inmensa circulación de almas que nor~
malmente se establece a través de los pájaros, los mamíferos y los hombres, gracias al principio de la metempsícosis. El comporta~ miento abstencionista de los heréticos respecto a la fauna es mu~ chn más pos~tivo que el nuestro, tan destructor para el entorno. Pero esta actltud de rechazo de la carne apenas es tomada en serio te hecho por los cátaros o supuestos cá taras de Montaillou: los simples «creyentes» del dogma heterodoxo dejan a la minúscula élite de los perfectos el cuidado o el privilegio de rechazar la carne de animales de cuatro y dos patas, de los corderos y de los faisanes.,. Sabemos poca cosa sobre otros aspectos de la vida «biológica» del habitante medio de Montaillou: enfermedades como la tuberculosis (con expectoración de sangre), la epilepsia, las afecciones de ojos, son mencionadas o sobreentendidas en varias ocasiones. Pero sin que se pueda establecer un cuadro de frecuencia; ni apreciar la marta~ lidad, de la que simplemente puede decirse que era elevada; sobre todo la infantil, y con frecuencia epidémica. Las gentes de la aldea llevaban encima, de la forma más natural del mundo, toda una fauna de pulgas y de piojos; se rascaban, se espulgaban mutuamente (como hacen todav.ía hoy con cariño los antropoides) desde lo más bajo a lo más alto de la escala social, amistosa y familiar. ¿Qué hay de sorprendente en ello en una civilización occitana donde precisamente el dedo meñique se llamaba el tue-poux [mata-piojos]? La amante despiojaba al amado. La crbda, al amo. La hija, A la madre. Lo cual daba ocasión a infinitos padoteos, en que se hablaba de todo y de nada, de mujeres, de teología o del comportamiento de los perfectos en la hoguera.« Había años de pulgas, de moscas, de piojos, de mas~ guitos, en que tales actividades conocían un ritmo infernal. Por el contrario, otros períodos eran más tranqtlilos. Entonces se pensaba menos en los ectop8rásitos; y m8s en los peligros de la Inquisición. En capítulos posteriores volveré sobre estos aspectos propiamente «vitales» de la existencia montalionesa.
,., col = chou. Como la frase siguiente indica, se emplea sobre todo en el lenguaje materno para los niños. Igualmente mon lapin es una expresión afectiva. [N. del T.]
Tras estas breves observaciones acerca de la vida material y el entorno biológico, que se basaba en la flora y en la fauna, pasamos al estudio social y sociopolítico de la aldea. Al convertirme en sociólogo del antiguo Montaillou, trataré de apreciar ahora, y en primer lugar, la distribución del poder que pesa ~obre nuestra localidad. Para empezar consideraré el impacto de las potencias exteriores; en principio, son decisivas. Emanan de la sacie~ dad englobante, que controla y bloquea Montaillou a partir de los centros de dirección; éstos, con razón o sin ella, tienden a considerarse como los centros de decisión verdadera. Están situados en las ciudades; y, por lo general, más al norte. En primer plano se destacan desde luego, los poderes políticos
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y sci'íoríales. Tienen Jo esencial de los controles ... en principio.
Estos dos dominios están reunidos, por lo que a los montallonescs respecta, en una sola mnno, por otro lac;o noble y algo ale· jada: la del conde de Foix. El conde es soberano del conjunto del principndo pirenaico, que precisamente se denomina condado de Foix y que incluye a Montaillou. Por otra parte, dentro ele este conjunto, él ostenta el seíl.orío particular de nuestra aldea (mientras que en otras parroquias poco alejadas existen ciertos sellares cuya persona fisica no se confunde en modo alguno con la del conde). Para ejercer su poder, la casa de Foix se hace representar en el lugar por dos personajes: el castellano y el bayle [bnile] 14 • Nombrado por el conde a título puramente vitalicio, es decir, temporal, el castellano es el agente de la eventual «represión»; es lm personaje militm; presta mano dura a la justicia del baile cuando éste se lanza a la persecución de un delincuente o de un presunto delincuente, por montes y bosques. Desempeña igualmente la función de Glrcelero jefe como responsable de las mazmorras del castillo; responsable igualmente ele los personajes que encarcela en ellas, con grillos en los pies (I, 406 ). Hacia fines ele los años 1290, el castellano que reside en la fortaleza más alta de Montaillou, se llama Bércnger de Roquefort. No sabemos gran cosa de él, salvo que su mujer era joven y bonita; y que tcnL:m un regidor, Raymond Roussel; este Raymond se ocupaba probablemente de algunas tierras de b reserva señorial perteneciente al castillo. En campos y praderas (excluidos los bosques), ésta no debía exceder de una treintena de hectáreas; quizá su superficie fuera muy inferior a estas cifras. Tras la muerte de Bérenger, un «vicecas~e llano», personaje muy borroso, no emparentado con su predecesor (al no ser la función sino vitalicia), desempeñó su puesto lo mejor posible. Este vícecastellano parece no haber teni2o cosa mejor que hacer que ponerse, de vez en cuando, a las ór2enes de los campesinos ricos del lugar, cuando éstos eran espías del obispo apameo (I, 406). En cuanto al baile, se sitúa en el marco estricto del señorío comunal. Según la definición de M. Bonnassie 15 , el baile es el
Sohre esta dualidad del castellano y del bai!e, véase
BONt\'ASSTF, t.
IV,
p. 688 y passim. 1s 16
IV, pp. 688-690. Sobre el papel fundamental de la justicia, en el sistema de poderes de
RoNNASSIE, t.
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tesquieu. ¡No vayamos a exagerar su alcance! De hecho, según nuestra documentación las funciones del baile, desde luego judiciales pero también rcpresivr1s, y «protectoras», son las que aparecen con más fuerza ( bayle [lxlilío _], dice ;'vl. Bonnassie, quiere decir originariamc:Jte tutela y protección 17 ; los bailes de las aldeas que nosotros conocemos rrracias a los expedientes Fournier, se encargan eventualmente de hacer detener a los heréticos; en compañía de las gentes del castillo, persiguen a los delincuentes de toda especie en la montaña; tratan de recperar los objetos robados; recaudan los censos, ¡e incluso los diezmos! Reciben las denuncias de un pastor, victíma de una calumnia. Un baile no es siempre capaz de regular los conflictos llevados ante su modesto «tribunal», que tiene su sede en la plaza de la aldea; otro árbitro oficioso puede resolver mejor aún el nsunto: Cuando yo vivía como pastor con ]ean Baragnot:., de Aferens -cuenta Guillaume Baille, de Montaillou-, la mujer de ésteJ Brune Baragnon, me llamaba frecuentemente «herético». Cierto día, en los pastos, el hijo de mi patrón ]ean Baraf!.non, me trató i9,ualmente de «heréticO?>. Yo me quejé al baile delluf!.ar. Luego, Pons Ma!et, originario de Ax-les-Thermes, restableció la paz . entre mz' y ese Jean JJ aragnon h..z¡o 13 .
El segundo poder es teóricamente diferente al señorío-bailio; procede de la Inquisición dominica de Carcasona (II, 268); tiene sus confidentes, sus policías oficiosos, sus gorilas y sus malos: modestG.mente llamados «servidores», dan, Jlegado el caso, puñetazos, (y los reciben de ellos) a los aldeanos de la comarca de Aillon, a cuvas casas vienen a extender las citaciones de comparecencia (11, 1i2). Esta Inquisición tiene también sus notarios~carceleros, sus guardianes de prisión, que dirigen las redadG.s y bs incursiones contra el ivfontaillou cátaro a finales del verano de 1308. Tiene sus agentes entre el clero secular; como JeG.n Strabaud, a la vez cura de aldea, notario de 1a Inquisición y notnrio público (III_, 88); como también Pierre Clergue. cura de I'v1ontai11ou, hermano del baile, y agente c1ob1e, de q\1ie~ volveré a habbr muchas veces. La Inquisición carcasonesa ha deleg8do, por otra parte, ante el obispo de Pamiers, un poderoso y sinie;-tro personaje, el hermano Gaillard de Pomies, O. P., (rue participa a conciencia en tod8s las investigaciones y represiones que ordena Jacques Fournier. Tercer poder: el obispado de Pamiers; controlado desde arriba, los Pirineos del Este, sobr¡; torio ~arn bs cuestiones de tierra y de ganado, véase Bo:-J;-..'ASSIE, or. cit., t. IT, pp. 235-237. 17 Boi\~.\c;srF. t. V, p. 8?2. 13 II, 380. Véa~e tam:Jién II, 276 (diezmos, etc.); III, 160 (plaza de la ~1!dca ),
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tcúrica_mentc, J}Ot el papado, dirige a su vez a la «jerarquía» locnl de Montadlou: parroco y <1 veces coadjutor, en el marco de la orrranÍL
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19)); pero la vertiente norte ve coaligarse a las potencias polític~s y clericales: el joven conde de Foix 1 y las grandes damas qu~ clomlncln en su corte, se pliegan ante los agentes del rey de Franela Y l~os ele la Inquisición 19 ; mientras que el viejo con.dc. alentaba a los rusticas a ncQarsc n los diezmos y tralaba de resiStir a costa de lo que fuera b ü;-trusión de la Iglesia )' del Reino. La Inquisición carcasoncsa y el opispo de Pnmlers, pur su lado, van de la m~~o con l_a Frnncia de oil; ésta, a su vez, sabrá recompensar a los clengos occttanos por su colaboración; respaldr~do desde París, el papa~o condal ser::í realzado por Jacques Pournier bajo el nombre de Benedicto XII, desde 1334; para los curas origin2rios de la l~ngua de oc, se convertirá en fuente ele innumerables prelaturas y smecuras. De esta unidad de acción de los poderes se desprende, para los agricultores de lvlontaillou, ln opresión; se hace sensible en el mo1.;;-ento en que estos cnmpesinos impugnan la religión, como heréticos; o el diezmo, como contribuyentes. En esa época, y en esa rerrión. ocurre con frecuencia que se desplazan por la noche porque ~e sie~ten acosados; se \'igilan las palabras; tanto en la ciudad como en la 2Jdea se teme tener la lengua demasiado larga, y hacerse prender por la lengua, capi gu!a. Se camina con la e.spada en la mano; se silba con suavidad para llamar a un «conoCJdm>. Se lanza ur:a piedra al tejado o al postigo de una casa amiga. ~ara hacerse al~r1r ~a puerta. El aparato del poder ,gl~bal .no es polrc1aco en el scntldo a::oclerno del término. Pero en ultu;::w mstancw, a poco que uno no ande completamente derecho 1 se _:rive, e~ el m~mdo kafki~no de los chivat82os. Incluso en la montana, u1umo asrlo de la hbertad de expresión) en cualguier sitio p:1ede uno ser a.tra~ado por ~na pala:Jra impn.1dente: por el cura, el baile, el v1cano, el vecmo o la comadre. Un chisme, y la cát·ce!; o bien, tener que llevar dobles c.r~ c~s amatillas :o. Situación anormal, ::utificia1, debida a la implantac10n de un catarismo locai, encapsulado en las realidades montañesas; de narte de la I:desia, provoca 1as reacciones clásicas del rechno. Esr~~ coyuntt~r:t (fe excepción es trágica par~ los aldeano~; P?r e1 conLmrio, presenta a los ojos del monstruo fno que es el hrstonador 0
Sobre la his:oria pc)ítica y acontecimental del condado de F?ix, que co es tema de mi trabajo. vémse los historiadores regionales del srglo XIX (coma A. Gcur:gau); v también la sictesis de DEV!C y VAISSETTE, 1886, t~nto más mcritcrio cua:1to- que S""J Histcií'e de Languedoc sólo afectaba margmalrr.er,te a los p!:incip2dos pircnaiccs: en el cur.so de los años que nos ocupa~, neo, :os agentes del rey de Pranc.ia en L~nguedoc d.an pruebas de una brutahclac: extracrclinaria respecto al vecmo con(ado de Pon:;, al q_ue reducen al r.ang.o de sn:é!ite, al me:cos o'(' .facto. Fl conc:ado no recobro su hbertad de manwbta _ 1::-~sta un rcrodo po~rcrior del siglo x:v. zo Sim:1ks o dobles, la' crnces amarillas de pafio, puestas sobre los. V:Sstidos. constii:uvcn tmn pcna idam:wle (acnc¡uc menos grave que la pnswn), irJligida por ·los i~1quisidorcs a los herélicos. 19
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la «ventaja» de subraynr -·-igual que un preparado histológico que tortura y que mata a su objeto-- ciertos linemnicntos, que en épocn normal se vcrian poco, de la sucied;:1d monwlionesn, pudiendo ser ésta examinadn 1 por ello, hasta el nivel de su estructura celular e intracelular. Dicho esto, y para seguir con los problemas dci poder, , son igualmente gratificados con abultadas propinas. En total, dice Bernard Clergue, he &astado 14.000 sous en un año (suma enorme, incluso para la familia más rica de Montaillou) por la liberación de mi hermano (II, 282). La zona de intercesión, en este G!so, funciona mal: Pierre Clergue seguirá en prisión, donde morirá; Jacques Fournier se revela incorruptible. Pero aunque pa· rezca imposible, esa zona existe; juega el papel de un intermediario, o de una pantalla siempre posible entre Jas opresiones que ejercen las fuerzas dominantes y la necesidad de seguridad de los dominados.
Si pasamos ele las cuestiones del poder y del dominio a los prDblemas. localmente unidos, de la sociedad de los órdenes y del sis· tema seiiorial, se impone en primer lugar un tema: en el marco mismo de la comunidad, las discriminaciones importantes no parecen estar entre una nobleza de sangre azul y la plebe campesina. An~e todo, y sencillamente, debído a la exigüidad misma del grupo humano que estudio. Los «tres estados>> -eclesiásticos, nobles y co-munidades de villa::; y de ¡¡_ldeas- existen aunque parezca ímposíb1e en el nivel del conjunto de la región del alto AriCge, también 40
llamada dcJ So.harthEs, considcmdo como tal 21 • El efectivo de los habitantes de .i"vlontaillou, en cambio, es poco consistente como para que esta división ternaria pueda establecerse en los solos límites de b parroquia. El cura, que por Jo demás es en nuestra época un autóctono de extracción rústica, es el único representante Jacal del estamento del clero. En cuanto al campesinado del lugar, muy considerable, está prácticamente desprovisto, sobre el terreno, de una casta noble, susceptible o no de «esnobizarlo». Sólo una fa~ milia noble vivió en 1'v1cntaillou durante nuestro periodo, episódicamente; es la que formnn el castellano condal, Bérenger de Roquefort y su mujer, 13éatrice de Planissoles, De Bérenger, que murió pronto, ignoramos prácticamente todo. Pero su esposa nos es bien conocida: pertenece a la nobleza por su nacimiento y por sus dos matrimonios: este ejemplo, como muchos otros, recordaría si fuera necesario que es precisamente en el plano del matrimonio donde se opera, entre nobles y no nobles, la discriminación más frecuente, aunque en modo alguno sea obligatoria. Pero, por otra parte - y este «otra parte» abarca un vasto campo de intereses y de activida· des-, Béatrice se integra sin duda alguna -aunque momentáneamente- a la aldea (la dejará por Prades d'Aillon, localidad vecina; luego por la baja región, algunos nños después de la muerte de su primer esposo). Se íntegra a ella por sus amores, por sus relaciones, por su sociabilidad cotidiana y por sus devociones. De modo más general, y que trasciende el caso particular de Montaillou, las distinciones rigidas que existen entre nobles y no-nobles en diversas regiones del reino de Francia, no son apenas de recibo -en cualquier caso, no hasta el mismo punto- en nuestros pobres Pirineos fuxeanos. El formidable antagonismo, casi racial, de no noble a noble, que se ve manifestarse en torno a París durante la jacquerie de 1358. no es pertinente, en grado análogo, en el alto Ariege: allí los conflictos fuertes son, más bien, los que aponen la Iglesia a los campesinos y a la noblezr., más o menos coaligados contra el clero. l\-Iuchos nobles de esta pequena región pirenaica son pobres, y no son más orgullosos por ello, como por el contrario lo serán al final del Antiguo Régimen Jos nobles desprovistos y sin embargo llenos de altivez que causarán estragos en Bretaña y en Puisaye 22 • En el condado de Foix 1 una nobleza sin dinero goza de poco prestigio: Soy p_eneralmenfe despreciado a causa de mi pobreza~ declara sin emoción particular el noble Arnaud de Bédeillac, de la aldea de Véase el notable texto diezmal t!e 1311, en el que estos tres están representados como tales: ese texto, sacado del Cartulaire de reproducido en .T. DuvER'iüY) Le RcP,isfl'e ... , voL IU, pp. 337-.34!, vénnse sobre todo las p:1ginns 337, 338 y 339 de esa nota. Sobre el v0.1se infra, cap. XVlii. 21
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1\(TJF DE LA
Jjl~ET0'\1!-:r:,
éd. 1_970.
-!1
<(pMtidos>> Foix, está nota 509; SabarthCs,
Bédcillac. Nobles como los de Luzenac, en Luzcnac, se contentan COll un alimento de fxlstorcs, a base de vino picaclG, leche, queso. Su hijo Pierre re~11iza, para vivir, estudios juikLicos en Toulouse; termina como mísero abogado, encargado de bs tareas bnjns de la
T!lCJHisición
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A estn miseria <<Íuem ,]e clst:;¡> de cierta nobleza montaílesa, se- aílade el hecho de que entre los nobles, por un lado, y los golillas, abogados y notarios, por otto, hay una distancia muy corta. En líneas generales, la frontera entre nobles y no nobles es difusa. Un texto de 1311, a propósito ele lo'3 cliezmm del alto Aritge, habla de los nobles) de los ú;nobles) y de aquellos que se hacen pasar o se ban hecho pasar por noMes: este tercer gru¡Jo es mencionado expresamente a fin de ser incluido sin duela alguna en el acuerdo dicztml ele 1311 (III, 338'1. ¿Habría, por tanto, .
plenamente aceptado, un grupo de falsos ncbles, considerados como tales, con casa propia, es decir, bienes inm;_;cbles, eventualmente honrados? En el pbno ele la vida cotidiana y de bs relaciones entre hombres, entre mujeres sobre todo, y tnmbién entre hombres y mujeres, las relaciones ele nohleza a no noblcw son, en estas conclicioncs, risueñas con frecuencia, y generalmente relajadas. I'vfarcadas, por supuesto, por un mínimo de diferencia. A decir yerdad, npen<1.s si constituyen un problema en cuanto tales. El espíritu de casta sólo juega entre los nobles (y hay veces en que no) en el plano de la 8lian:-:n ccnyugal. Stéphanie de Chatemwerdun se había casado con un noble caballero; más tarde, parte para Cm81una con un tejedor dtaro, hcrmcmo de una guardesa de ocas; con buena intención, al pnrecer, Stéphanie hila con este tejedor la herejía perfecta, y la no menos perfecta amistnd espiritual (I, 223). Cas!ellana de ~lontaillou, Béntríce de Pbnissolcs no se casa más que con hombres ele sangre azul, como diremos. Pero está a dos pasos de otor,2ar sus favores a su regklor; luego se convierte en amante de un bastardo, y de dos curas, no nobles. Desde luego-, en los mementos de los prelimin:H·cs se inventa mi1 rnzones para no cntre~nrse al primero de sus clérigos; entre- las nwlcs nunca figura la plebeyez de éste. Cierto que con él estab::~ en comunidad de ídc-ss GHC!l'Í?.nntes; después de tocio, la herejía puede hacer extraños compafíeros de cama, franqueadas 8lcn;remente tocbs las barreras de casta. Pero el se¡zundo cura no . .. tenía la excusa de ser l-1erético. Sin embargo, su baja cuna no le impide poseer a Béntrice, y convertirla ir:ch~o en su barragana. Tratándose de un tipo de rc-Ltción más cotidiano y más h<1bitual nún, comprobmnos que- sefíoras o castellanas, y c:tmresÍn8s, no dudan cu:1nd0 se encuentran en hablar largo y tendido; llegado el cnso, b nnhle y la no noble se dnn la m:1nn y se abrn:1n de buena p-ana. No vamos a introducir en est0s 'gestos efectuados con tocla sencille?. ----23
II, 57 (Bédcill:lr); y
DCIVFJ:NOY.
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1961, p.
_1_!)
(Luzc;:Dc).
nuestras idez¡s moclerne1.s, ni denunciar ahí no sé qué paternalismo o m~ls bi_en rnaterndisrno hipúcrita que fingiría abolir, parn la galería, el infrcmqu~ab~c foso que, d~~dc nuestra óptica, se considera que di\'icle las casLls e incluso las chscs. De hecho, la primera imprcsiór' es la buena: e~a fosa no existe apenas, al menos en d plano de la sociahilichd, la cual se di::otinguc, llegado el caso, por nna ausencia simpáticn Ge espíritu de casta y de distinción respectiva. Testimonia taml=:ién a fnvor de esta ausencia de distancia el hecho de que, en e: diario muy c~etallado de Jacques Fournicr, los nnta~onismos en::rc noblu:n y no nc1b:eza no juegan un papel esencial. De~clc luego-.. existen :; pueden incluso ser graves. Por lo menos dos nobles, el GlstclLmc ele Junac (que teme una denuncia antícátara) y el doncel RZ1::mond de Plani~sulcs, son responsables de asesinatos de campesinos ele su vecindad; respectivamente en Junac y en C:ms2 ~~c,_: ~. Por orrn pcutc, la recaudación c:c «tallas» (¿en beneficio de la Iglesia?) suscita en 1322, en la parroquia de Caussou (otra vez), ur:.c1 tentacivcl ele Gu:lbumc ele Pbnissoles, que se vale de su cualíd,1d de noble pcua 8legar en s-:_tpu:sro privilegio fiscal que le dispensnrÍJ de pagar personalmente las citadas «tallas». De ahí, murmulles entre la plebe (III, 351),, En ?\Ionta.illou mismo no encuentro ningún conflicto de este tipo; lm :tntagcnismos (ie.dudables) entre la brnilia campesina de los Clergu2 (uno de cuyos miembros es bd!e señorial) y una parte de los h:1iJírar:tes no se to;Twn en medo :1\~uno, y con razón, como una protesta antinobili:uiél. De forma reneral, la lucha de los no nobles contra les nobles, en la época que- consideramos, en el alto Ariege, no es n'ás que un fenómeno episódico si no epidérmico. Hay que chsíficc:o entre n1uchas ot:·:~s .ltcchz(s, tan import[mtes o más, que ]e,::mwn cierto sector de la poblac:ó~l contra tal o cual categoría de :K>.:C'ts;:¡rics, rectles ésws o miti:::os, c;uc pueden ser tan pronto los lc¡-:rosos como los jndíos, como los draros ... ; o los usureros, los n:rr~s, los prelados, les Hermanos menores, los franceses, los inc¡uisidore:_, las l11ll:cres, les ricos ... , y 1nc quedo corto. No hay lug¡¡r, nor Lmto, po.rJ. sobreestim~H, por ~o que respecta n nuestros aldca:ws, la Jcrimcnio ccntrc1 Jos nobles. No es esencial como factor de kil:C::ién socinl. Esta l'O beligerancia Ccl c:1mpesin
~
PI, 2/h-27/: y III, _347. Allaclamcs que ('0 Tignac, Simon Ruta, tdbno de Ax . ks-r~'k~rmc.~, :n~n~cló allogar ~1 su brúlc local (T, 281).
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GIS ..
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que repulsiva. Pero este género de cxplicr~ciones muy generales, de las que diré al menos algunas pnbbrns, desb.orda por exceso el marco demasiado estrecho de una monografía aldcan8.. Sólo acn.-:soriJmente pertenecen a la competencia de nuestro estudio. Las (rehnivamente) buenas relaciones entre nobles y no nobles constituyen desde mi punto de vista un da!.o. Un dato tanto menos capital, por lo demás, cuanto que la nobleza y Jos nobles intervienen de forma a veces brillante, pero, a decir verdad, ocasional, en la vida, normal o anormal, que llevan en el lugar los hnbitantcs de Montaillou. (Las cosas serían de otro modo en otras aldeas donde la residencia de tal señor o tal noble es un hecho permanente, y no sólo fulgurante ni pasajera.) Por momentos se tiene la impresión de que la luchn entre nobles y no nobles es, en nuestro pequeño rincón 2e los Pirineos, casi tan insignific8nte como podría serlo en nuestros días un eventual conflicto entre condecorados y no condecorados con la Legión de Honor. Por anacrónica y excesiva que sea, esta comparación no parece tener valor sugestivo: la calidad de noble, en efecto, no era en última instancia más que una especie de condecornción o de medalla, que las familias acomodadas o antiguamente acomodadas se transmitían de generación en generación 25 al tiempo que practicaban con bastante frecuencia la endogamia de los condecorados. ¿Hay que añadir que a 1.300 metros de altitud, en las aldeas donde los nobles tenían casi tantos piojos como los innobles, se trataba casi de una medalla de chocolate? La masticabrm con delicia 26 , pero la posesión de esa insignia modesta no engendraba intensa envidia social. ¡Qué diferencia con los campos del valle del Sena! Cuarenta años más tarde, el conflicto contra la nobleza tomará aquí el aspecto de una guerra de razas ... Esta ausencia de demarcaciones sólidas entre grupos, que sin embargo no excluye ni la diferencia, ni lo. deferencia 27 , se explica por la relativa pobreza de la nobleza montañesa: en el alto Ariege estamos muy lejos de los espectacubrcs logros ele los nobles parisinos o bordeleses, con sus vastas reservas señoriales; con sus viñedos que valen oro. La «reservr.» del castellano de 1v1ontaillou, por lo poco que de ella se conoce, sólo a dums penas eclipsa las posesiones rumles de los campesinos ricos del lugar. Y el imendente del cnstillo se comporta ante todo como factotum de toda la gente de la casa, encargado, llegado el caso, de los trabajos del terreno, y del flirt con la patrona; no desempeña, en absoluto, el papel de un gran capitán
de cu~;·ivos, como los encc;ntramns en los terrenos de Bézicrs o del BcmlV<Üsis. Todo sucede como si d ~dej
25 T.a nohle7:a de esta época es en primer lugar una «sociedad dE" lletederos» (G. DuBY, en Annalcs, 1972, pp. 811 y 822; J. I-IEERS¡ Le C!an ... , p. 23 ). 26 fn/ra, cap. IX. 27 Véctnsc las salutaciones dd pastor Pierrc 1Iacry n cu:Jquier selior importante (pagadas con la misma moneda) ...
Otros problemas unidos a los precedentes: los del señorío. Y en el seilorial. los del ré¡rimcn de tierras, y de la situ<1CÍÓn inríc4irn. ele los hombres, eventualmente dependientes. Problema, en fin. de las tensiones y fricciones que este régimen y esta posible dependencia, pueden, o no, cngendrnr.