LAS REVOLUCIONES INDUSTRIALES A ngel M a r tín ez de \ elasco
HISTORIA HOY
Santillana
A
mediados del siglo X V I I I comenzaron a
producirse una serie de condiciones técnicas, sociales y económicas que hicieron posible una transformación sin precedentes en la historia de la humanidad, comparable a la aparición de las primeras sociedades agrícolas en el neolítico. Los cambios que se sucedieron a partir de entonces revoluáonaron no sólo los sistemas de producción de bienes, sino que afectaron profundamente al conjunto de la organización económica \j social de los países desarrollados. El resultado de todo este proceso fue el tránsito de una sociedad agraria y tradicional a una sociedad urbana e industrial regida por los principios del capitalismo. El presente libro analiza los factores y acontecimientos que configuraron lo que se ha dado en llamar las "revoluciones industriales" , y que supusieron la entrada del mundo en una nueva era, en la que aún nos encontramos.
HISTORIA HOY
Santillana
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Sergio Sánchez Cerezo Mercedes Rubio Cordovés Manuel Sequeiros Elisa Rodríguez Concha Langle Juan José Vázquez Maryse Pinet, Marilé Rodrigálvarez Francisco Lozano José García Francisco Romero
© De esta edición: 1997, Santillana, S. A. Elfo, 32. 28027 Madrid Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara, S. A. Beazley, 3860. 1437 Buenos Aires Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara, S. A. de C. V. Avda. Universidad, 767, Col. Del Valle México, D. F. C. P. 03100 Editorial Santillana, S. A. Carrera 13, n.° 63-39, piso 12. Santafé de Bogotá - Colombia Aguilar Chilena de Ediciones, Ltda. Avda. Pedro de Valdivia, 942. Santiago - Chile Ediciones Santillana, S. A. Javier de Viana, 23S0. 11200 Montevideo - Uruguay Santillana Publishing Co. 2105 NW. 86th Avenue. Miami, FL 33122
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Fotografía de cubierta: La tejedora, óleo de Joan Planella (s. xtx). Colección particular, Barcelona.
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Impreso en España por Printing 10, S. A. Móstoles (Madrid) ISBN: 84-294-5328-8 Depósito legal: M. 36.246-1997
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L a s r e v o l u c io n e s INDUSTRIALES
por
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La primera revolución industrial
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La Inglaterra preindustrial.__________________________________8 Los cimientos de la revolución industrial. El crecimiento demográfico.________________ La revolución agrícola._______
9 9 H
La mejora de las comunicaciones.______________________ 14 La revolución tecnológica._________________________________ 18 ___ La industria textil._______ De artesanos a obreros.
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La siderurgia.________________________________________ 21 La era de la máquina._____________________________________ 23 El carbón y el hierro.________________________________ 24 El hombre frente a la máquina.________________________ 25 Las crisis cíclicas._______________________
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La urbanización de la sociedad.
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El auge de las metrópolis.
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La composición de la población urbana.
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La situación de las clases populares.____________________ 30 La extensión de la revolución industrial.
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La segunda revolución industrial
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El aumento de la población mundial.
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Los movimientos migratorios.
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La emigración europea.
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Causas de las migraciones.
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La adaptación al nuevo país.
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La revolución en los medios de transporte: el ferrocarril.
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La ciencia y la industria.
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La concentración del capital: trusts y Holdings.
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El patrón oro.
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La economía internacional.
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Las políticas económicas.
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Proteccionismo y librecambismo.
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Documentos
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Debate
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Línea del tiempo
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Vocabulario
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Bibliografía
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J ntroducción
F /término revolución industrial se utiliza usualmente para describir
v
errocarril de sangre arriba) y ferrocarril a apar en Inglaterra ha la 1925, que slmbolian transición de la so ledad tradicional a la era de la máquina.
los cambios sociales y económicos que indican la transición de una so ciedad agrícola y tradicional a una sociedad moderna e industrial; esta transición es realmente una revolución, por ser una transformación sin precedentes en la historia de la Humanidad desde la época del neolíti co, cuando se constituyeron las primeras sociedades agrícolas. En un sentido estricto, la revolución industrial se refiere exclusivamente a los cambios acaecidos en Inglaterra desde mediados del siglo xvm. Sin em bargo, este proceso también se produjo posteriormente en distintos países, de tal forma que puede hablarse, por ejemplo, de la revolución industrial en Francia. Algunos autores acuden también a la denomi nación de segunda revolución industrial para referirse al desarrollo capitalista en el último tercio del siglo xix, cuando surgen nuevas orga-
Introducción
nizaciones empresariales (trusts, holdings, cartels), nuevas fuentes energéticas (electricidad, petróleo) y nuevos sistemas de financiación. Cuando la transición de una sociedad agrícola y tradicional a una sociedad moderna e industrial ocurre en los tiempos presentes, como sucede actualmente en China, se suele hablar de industrialización o desarrollo industrial. El primer historiador que analizó este fenómeno fue Arnold Toynbee en una serie de conferencias impartidas en la Universidad de Oxford en 1880. Toynbee señaló el año 1760 como punto de partida de la revolución industrial, pero desde entonces los historiadores no se han puesto de acuerdo en cuanto a la fecha de inicio, aunque todos coinciden en señalar que a partir de mediados del siglo xvm ocurrieron importantes cambios de profundas consecuencias en la vida económica inglesa que luego serían considerados como el prototipo del paso de una sociedad agrícola a una sociedad industrial.
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Niños obreros en una fábrica de forjas y cla vos en Mohon, f rancia (Direction des Archives Departamentales de Ardeanes).
£ as revoluciones industriales
La
primera revolución industrial
La Inglaterra preindustrial
A
mediados del siglo xvm el nivel de vida de la población in glesa, aunque superior a la media europea, no era muy elevado y sufría grandes oscilaciones debidas sobre todo al aumento de la mortalidad en invierno, a las revueltas causadas por las carencias periódicas de alimentos y a las enfermedades que asolaban las ciudades. La economía inglesa se encontraba económicamente en una situación de estancamiento y su desarrollo era lento e inestable. ¡ta general de io n es en el siglo xvm (Bioteco Nacional, M a drid).
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La primera revolución industrial
La agricultura constituía la principal actividad económica de una población eminentemente rural. Se calcula que más del 80 % de la población, como ocurre en la actualidad en los países subdesarrollados, se dedicaba a la agricultura y vivía fundamen talmente en zonas rurales. Es cierto que existían industrias, sobre todo textiles, pero los trabajadores de éstas eran en general campesinos que, durante los periodos de inactividad agraria, obtenían un sobresueldo tejiendo la lana en su propia casa o forjando el hierro en un cobertizo adyacente. A comienzos del siglo xvtu no puede hablarse de un merca do nacional inglés, puesto que no existía. La unidad era la co marca, que por la dificultad de las comunicaciones, permanecía desvinculada en lo económico de otras comarcas y socialmente aislada, como podía apreciarse en la perduración de los trajes re gionales de cada lugar. La Inglaterra de mediados del siglo xvtu se caracterizaba, pues, por un bajo nivel de vida, un estancamiento del desarrollo económico, una dependencia casi exclusiva de la agricultura y la carencia de un mercado nacional. Desde un punto de vista actual y usando la terminología de hoy día, podría decirse con toda propiedad que era un país subdesarrollado.
Los cimientos de la revolución industrial El crecimiento demográfico La revolución industrial no es un fenómeno exclusivo del ámbito de la producción industrial, sino un complejo que se extiende e interrelaciona con otras facetas de la actividad huma na. La revolución industrial estuvo acompañada por un aumen to de la población, y todos los historiadores están de acuerdo en considerar que, en Inglaterra, este crecimiento comenzó du rante la década de 1740, elevándose a niveles sin precedentes en la década de 1780 y alcanzando su máximo entre 1821 a 1831, tal como puede verse en el gráfico siguiente. Evolución de la pobla ción inglesa entre 1710 y 1800, en millones de habitantes.
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En una sociedad económicamente agrícola, el índice de natalidad (el número de nacimientos por año y por cada mil habitantes) suele estar entre el 35 y el 50 %o mientras que el índice de mortalidad (el número de fallecidos por año y por cada mil habitantes) también es alto, pero casi siempre inferior al primero: entre el 30 y el 40 %o. En esta sociedad agrícola, el índice de crecimiento natural (la diferencia existente entre los índices de natalidad y mortalidad) se sitúa entre el 5 y el 10 %<>. Ahora bien, este índice suele sufrir alteraciones causa das por modificaciones exógeneas, como epidemias, guerras o hambrunas debidas a malas cosechas, que desestabilizan brusca mente dicho índice de crecimiento natural, haciéndolo descen der. Sin embargo, la revolución industrial estuvo acompañada de un crecimiento de la población continuado y sostenido, que se manifestó en un alza del índice de natalidad y en una dismi nución del de mortalidad, tal como se puede apreciar en el grá fico siguiente. ces de natalidad y talidad en Inglatedurante el siglo xvm.
Tradicionalmente se ha considerado que estos cambios en la natalidad y mortalidad se debieron a los avances técnicos en la medicina; sin embargo, en la actualidad se ha desechado esta explicación, puesto que dichos progresos médicos o no se generalizaron lo suficiente o no se realizaron. Así, por ejemplo, la vacunación, que permitía debilitar la influencia de ciertas enfermedades como la viruela, se conocía ya en el siglo xvm, pero realmente no se implantó hasta bien entrado el xix; de hecho la mortalidad por causa de la viruela permaneció en unas cifras estables durante todo el siglo xvm. Semejante es el caso de la anestesia: aunque se conocía el efecto del cloroformo, no se aplicó a la cirugía hasta mediados del siglo xix. La anestesia hizo cambiar el concepto de cirujano, que paso de ser un artista -el que más rápido podía cortar un brazo sin que el paciente se desangrara- a convertirse en un técnico que disponía del tiempo necesario para operar con una mayor eficacia.
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La primera revolución ■nímürial
Actualmente se cree que el aumento de la tasa de natalidad se debió, en realidad, a la serie de buenas cosechas ocurridas en tre 1730 a 1755. Este periodo de bonanza originó la necesidad de una mayor mano de obra y, por tanto, mejoró el nivel de vida; esto permitió la disminución de la edad del matrimonio, por lo que aumentó el periodo de fertilidad y, consecuentemente, la na talidad. Además, la ampliación de las oportunidades económicas supuso una mejor alimentación que redujo de forma sensible el efecto de las enfermedades de tipo pandémico o epidémico. Parece ser que la mortalidad descendió principalmente por un factor "ecológico": la rata parda. En Inglaterra existía la peI queña rata negra doméstica, que vivía en las casas, sobre todo i en las habitaciones, y cuyas pulgas pasaban al hombre transmi tiendo diversas enfermedades, como el tifus. Hacia 1728 se in trodujo en Inglaterra la rata parda, que habitaba fuera de las casas, era menos sedentaria y sus pulgas no se transmitían al hombre. Esta especie de rata desplazó a la pequeña rata negra doméstica, lo que supuso una drástica disminución de las enfer medades y, con ello, de la mortalidad. Estos dos factores propiciaron que el crecimiento demográ fico fuese continuo y sostenido, creando una importante reserva de mano de obra que constituyó un contingente para el cambio y el desarrollo económico.
La revolución agrícola En la agricultura también surgieron profundos cambios, pu diéndose hablar de una auténtica revolución agrícola, que se prolongó a lo largo de un extenso periodo y en fases distintas se gún los diferentes lugares. Estos cambios fueron una condición esencial para el tránsito a una economía plenamente industrial, constituyendo lo que después se consideraría condición esencial para el "despegue" (take off) en el proceso de creación de una economía en pleno desarrollo. En Inglaterra, durante el siglo xvm, la revolución agrícola dependió de tres procesos relacionados entre sí: la adopción de nuevas técnicas de producción, el ceceamiento de las tierras y el cambio de actitud de los propietarios. En el primer proceso, la innovación tecnológica en el campo de la agricultura se apoyó de manera principal en el cambio del tipo de arado. Tradicional mente se utilizaba un pesado arado con ruedas manejado por el campesino y tirado por un grupo de dos a ocho bueyes que eran dirigidos por una segunda persona. A partir de 1730 se introdujo en Inglaterra el arado desarrollado por Rotherham; su estruc tura triangular hizo más fácil tirar del mismo, lo que permitió que se utilizasen caballos en vez de bueyes como animales de tiro y que una sola persona pudiese al mismo tiempo manejar el
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Grabado de Le Petlt Ilustré que muestra al médico bri tánico Edword ¡enner (1749-1823) vacunan do a un niño. La vacu nación contra enferme dades como la viruela no se implantaría hasta bien entrado el siglo xix.
Journal
Las revolu cion es in d u stria le s
r t rsa jm
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os nuevos tipos de arao, más ligeros y maejabies, redujeron el ifuerzo y mejoraron I rendimiento en las tenas agrícolas. Cro ado de la Enciclope dia (siglo xviii).
a £ Iarado y dirigir a los animales. El nuevo tipo de arado supuso, por tanto, un paso importante hacia la reducción del trabajo ma nual en las operaciones agrícolas. Otra de las mejoras que se introdujeron en la explotación agraria afectó al sistema de rotación de los cultivos. Tradicional mente el campo cultivado se dejaba sin cultivar, en barbecho, durante uno a tres años para que el suelo descansase y recupera ra parte de los minerales que había perdido durante el año de cultivo. Esta rotación bianual fue sustituida por la rotación trianual, consistente en que durante un año se cultivaban cereales, al año siguiente se plantaban cultivos nitrogenantes y al tercer año se dejaba el campo en barbecho. Con esta rotación se conse guía, en principio, que la tierra estuviera menos tiempo en bar becho y, por tanto, que aumentara la producción. Las plantas nitrogenantes son aquellas que fijan el nitrógeno, un buen abo no natural, al suelo; entre ellas destacan el trébol, la alfalfa y las habas, especies vegetales de ciclo corto, es decir, que su creci miento y recolección dura apenas unos meses. Estas plantas, además de enriquecer la tierra, supusieron también un aumento y mejora de la cabaña ganadera, puesto que permitían alimentar al ganado durante el invierno, que pasó de pacer libremente en los campos a hacerlo en establos. El ganado, al estar inmoviliza do y mejor alimentado, ganó peso, lo que repercutió en un in cremento de la producción de carne y leche. En resumen, la apli cación de estas innovaciones técnicas aumentó la productividad en un 9 0 % y elevó los niveles de consumo interior al mejorar la renta familiar de muchos propietarios agrícolas. El segundo proceso del que dependió la revolución agrícola en Inglaterra fue el de las enclosures (cercas). Normalmente, los campos ingleses no estaban cercados sino abiertos, por eso se lla maban open fiehl. Los campesinos podían cazar y recoger leña en ellos, lo que les permitía disponer de algo de carne en su dieta alimenticia y calentarse durante los crudos inviernos. Desde me diados del siglo xvni se produjo una tendencia, favorecida por
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i a primera revolución Industrial
las leyes pertinentes que se aprobaron en el Parlamento inglés, a cercar los campos tanto privados como comunales. Casi todas las mejoras en las técnicas agrícolas se realizaron en terrenos ya cercados o en proceso de cercamiento (D ocum ento 1). Al ser es tos campos propiedad privada, se prohibió a los campesinos ca zar, pescar y recoger leña en ellos. Esta situación tuvo un impor tante efecto; fue causa de una disminución en el nivel de vida del campesinado no propietario, dando lugar a una numerosa reserva de mano de obra barata, sin la cual la revolución indus trial habría sido imposible. Tan importante como las nuevas técnicas o las modificacio nes en las dimensiones de las explotaciones agrícolas fue el cam bio de actitud de los granjeros, que revisaron sus métodos de cultivo y de organización en una escala hasta entonces descono cida. Los agricultores comenzaron a producir para un mercado nacional que, sin lugar a dudas, era más amplio que el de la co marca. Para ello, algunos agricultores incluso emprendieron pla nes de drenaje o de cría y selección de ganado cuyos beneficios se fiaban a largo plazo. Al mismo tiempo se produjo una nueva división de la población rural constituida por las figuras del granjero profesional y del jornalero del campo, mientras que em pezaba a desaparecer la del campesino autosuficiente que sólo trabajaba por cuenta ajena en época de recolección o cosecha. Finalmente se aplicaron todas las innovaciones técnicas ya des critas. Esta nueva actitud se propagó por toda la sociedad, desde las clases altas -el rey Jorge III se hacía llamar el "granjero Jorge" y cuidaba personalmente de su granja modelo en Windsorhasta los pequeños propietarios y arrendatarios. Paisaje en el norte de Devon, donde se pue den apreciar los típicos cercados que dividen la campiña inglesa.
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Las revnlu riom .'* in d u s tria le s
inca modelo mecanioda de mediados del iglo xix. La modernizaión de la agricultura te contemporánea a la e la industria, como arte de un mismo pro ceso.
Estos tres procesos contribuyeron a que el volumen de la producción agrícola aumentase considerablemente, lo que trajo consigo varias consecuencias notables: en primer lugar, pudo alimentarse a la creciente población, especialmente a la de los centros industriales; en segundo lugar, se hizo innecesario la im portación de productos alimenticios, con lo que el comercio exterior pudo centrarse en la adquisición de la materia prima, especialmente el algodón, que exigía la creciente industria tex til; otra consecuencia fue que, al aumentar los ingresos de los propietarios y de los arrendatarios, surgió un floreciente merca do interior que justificó la producción a gran escala en las nue vas industrias, y, finalmente, la agricultura suministró una parte importante del capital que se invertiría en el desarrollo de la in dustrialización. Ninguno de estos aspectos concretos ni la revolución agrí cola en general pueden considerarse aisladamente, sin relación con los fenómenos demográficos o industriales. La transforma ción de la agricultura fue contemporánea a la de la industria, el comercio y el transporte, y hay que contemplarla más bien como parte de un mismo y único proceso: la revolución industrial.
La -f.-'jora de T.'s com inica= Los cambios en la agricultura fueron acompañados también de profundas transformaciones en los transportes, tanto por tierra como por agua. A comienzos del siglo xvu las carreteras inglesas eran de las peores de Europa, hasta el extremo de que los viajeros solían hacer testamento antes de partir de viaje. Al igual que en la
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La primara revolución induttrlal
época romana, las carreteras se construían con grandes bloques de piedra cubiertos por una gravilla que, cuando llegaban las lluvias, desaparecía como por encanto. Su mantenimiento se realizaba imponiendo a los habitantes de cada población la obligación de dedicar un número determinado de días al año a la conservación y arreglo de las vías que surcasen el territorio municipal. Sin embargo, desde mediados del siglo xvm el manteni miento de los caminos se concedió a particulares a cambio del derecho a cobrar un peaje por su utilización; al depender sus be neficios económicos de que las carreteras fuesen transitables, los concesionarios del peaje procuraron por todos los medios que éstas se conservaran en buen estado, para lo que introdujeron mejoras técnicas en su construcción. Entre éstas destaca la reali zada por el ingeniero Macadam, que ideó el sistema de tender varias capas de piedras de tamaño medio fuertemente apisona das, sobre las que extendía, también apisonadas, varias capas de grava hasta formar una superficie dura, lisa y convexa que faci litaba el desagüe. La introducción de esta técnica y del peaje repercutió favorablemente en la rapidez, la regularidad y la co: modidad de los viajes. Así, la diligencia que iba de Londres a Birmigham, y que tardaba dos días enteros en hacer el trayecto, pasó a hacerlo en sólo diecinueve horas. En esta mejora general de las comunicaciones, producida entre 1750 y 1830, tuvo bastante que ver el desarrollo de las ciu dades, entre las cuales Londres se convirtió en la principal fuerza motriz. Las ciudades, en continuo crecimiento, requerían un I abastecimiento rápido y regular de artículos alimenticios y com bustible desde distancias superiores a las treinta y cinco millas. Y precisaban también un transporte cómodo, seguro y rápido de los viajeros y del correo entre las principales urbes. La
diligencia
Cambridge
postal
Telegraf
preparada para partir hacia Londres (1840). Algunas diligencias to m aban el nombre de " Telégrafo” para suge rir la idea de velocidad.
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Las revoluciones In d u striale s
i Gran Bretaña, la ayor parte del tráfico >mercancías se hacía ir vías fluviales. Adua-
i de Londres junto al imesis (Biblioteca N a cional, Madrid).
Ahora bien, la mayor parte del tráfico de mercancías no se hacía por carretera, sino por las vías fluviales. El agua era el me dio más barato para transportar mercancías pesadas y volumino sas, pues exigía relativamente pocos gastos de mantenimiento, exceptuando el derivado de las embarcaciones y las instalacio nes portuarias. Gran Bretaña contaba con la gran ventaja de po seer un territorio estrecho en el que ningún punto del centro distaba más de setenta millas del mar y que poseía una conside rable red de vías fluviales que eran navegables o se podían habi litar para la navegación. A finales del siglo xvm existían en Inglaterra unas dos mil millas de vías de agua navegables, de las que una tercera parte estaba formada por canales construidos antes de 1760, mientras que el resto se construyeron o se mejo raron durante la segunda mitad del siglo (D ocum ento 2). Los canales permitieron un enorme ahorro de mano de obra y de fuerza de tracción; se calcula que un caballo podía arrastrar un peso de dos toneladas por una carretera, mientras que desde las orillas de un río navegable era capaz de tirar de treinta tonela das, y por un camino de sirga alcanzar las cincuenta. La primera vía fluvial artificial que se creó fue el canal que el duque de Bridgwater mandó abrir desde su mina de Worsley hasta Manchester; su construcción, debida a James Brindley, po sibilitó una drástica reducción del precio del carbón a la mitad. Por otro lado, este éxito animó a ios hombres de negocios y te rratenientes ricos a invertir sus ahorros, pedir préstamos o hipo tecar sus tierras para financiar proyectos cuya rentabilidad no era inmediata. Se hablaba incluso de la fiebre de los canales o "canalmanía". La mayor parte del capital empleado en la cons trucción de canales o habilitación de vías fluviales provenía de empresas o sociedades creadas por hombres de negocios y terra-
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l>i p rim c r .i re v o lu c ió n im ltist rt.il
La rentabilidad de las compañías de canales creó un nuevo tipo de inversor: el accionista.
Edificio de la Bolsa de Londres (Biblioteca N a cional, Madrid).
tenientes locales, sociedades que, en su mayoría, resultaron muy rentables. Se calcula que la compañía del canal de Oxford pagó el 30% de beneficios a sus accionistas durante cerca de treinta años, y que los diez canales más rentables en 1825 generaban un dividendo medio del 27,6% . Estas compañías crearon un nuevo estilo de inversor: el ac cionista de sociedades, que no intervenía directamente en el ne gocio. La compañía por acciones no era un fenómeno nuevo a mediados del siglo xvui, pero la época de los canales familiarizó al modesto ahorrador con este tipo de inversión y favoreció que, cuando surgía la demanda de capital por parte de otras socieda des, como por ejemplo el ferrocarril, la mentalidad inversionista se encontrara plenamente asentada y no hubiera dificultad algu na para encontrar pequeños inversores. El principal motivo impulsor en las mejoras de las vías fluvia les fue, al igual que en las carreteras, la creciente demanda de car bón por parte de las ciudades, pues la madera como combustible ■ podía considerarse un recurso prácticamente agotado. Esta necesi1 dad puede apreciarse en que más de la mitad de las compañías que se fundaron entre 1758 y 1802 para la construcción de canales o acondicionamientos de los ríos tenían como objetivo primordial el transporte del carbón. La difusión del carbón, que llegó a los con sumidores a precios razonables, permitió reducir costes a las innu merables pequeñas industrias situadas en las ciudades: herrerías fundiciones de hierro, panaderías, tenerías, refinerías de azúcar y de cerveza, alfarerías... En el plano humano, el obrero industrial pudo calentar su hogar en invierno y ahorrar algún dinero con el que compraba los productos de la industria británica, y los jor naleros del sur de Inglaterra pudieron cocer de cuando en cuando sus comidas y desterrar la monótona dieta de pan y queso.
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Las revoluciones In d u stria le s
Los canales bien organizados y las carreteras de peaje bien ad ministradas permitieron economizar recursos de muchas y signifi cativas maneras. El transporte rápido de mercancías evitó las in numerables pérdidas debidas al deterioro y al robo de las cargas, puesto que, cuanto menos tiempo estuviese una mercancía en ruta, más probable era que llegase intacta y en buenas condicio nes a su destino. Pero, sobre todo, hizo disminuir considerable mente los costes de las materias primas pesadas y redujo también los gastos de almacenamiento, pues, hasta entonces, industriales y comerciantes se veían obligados a invertir gran cantidad de di nero almacenando el carbón necesario para que su negocio fun cionase durante el invierno, cuando las malas condiciones clima tológicas dificultaban el tránsito de mercancías y personas. El traslado rápido y regular de personas en diligencias hizo posible que los banqueros londinenses pudieran enviar a sus agentes a provincias, y obtener así una información comercial de primera mano que podía servir para aquilatar precios y ahorrar dinero. Por otro lado, los contactos personales facilitaron aún más la concertación de contratos de crédito y pólizas de seguros. En resumen, la revolución en los transportes contribuyó de cisivamente a la revolución industrial al crear un movimiento fluido y eficaz de bienes, capital, hombres e ideas, al abaratar los precios y los costes, al aumentar las posibilidades de éxito de las empresas y al propiciar la rápida propagación de las innovacio nes técnicas.
La revolución tecnológica Junto a los cambios antes expuestos, y en estrecha relación con ellos, debemos detenernos en un factor que se suele consi derar determinante en el origen de la revolución industrial: el desarrollo de la tecnología -y, consecuentemente, la transforma ción del proceso de producción- en la moderna industria manu facturera, lo que hizo de Inglaterra el "taller del mundo". Estos cambios se registraron sobre todo en dos ramas industriales: la del algodón y la del hierro.
la industria textil Todo el mundo parece estar de acuerdo en que el primer motor de la revolución industrial británica fue la industria algo donera, y que su importancia en el proceso fue inmensa. Las manufacturas textiles dedicadas a la lana estaban muy extendidas en Inglaterra, merced a la existencia de grandes reba ños de ovejas que producían una lana de gran calidad. Por esta razón, los paños ingleses eran muy apreciados tanto en el mer
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La p rim era revolu ción In d u strial
cado interior como en el extranjero. Por el contrario, la industria del algodón estaba poco desarrollada y el producto final que se conseguía era un tejido muy basto. Su precio, además, era eleva do, debido a la baja de productividad de los hiladores, que traba jaban con rueca para elaborar el hilo. Era impensable que estos tejidos de algodón pudieran compararse con las indianas y mu selinas fabricadas en la India; para competir con ellas se necesi taba un hilo muy fino que los hiladores británicos no eran capa ces de producir. Tanto la lanera como la algodonera eran industrias domés ticas en las que participaban todos los miembros de la familia. Los niños, por ejemplo, realizaban gran parte de las operaciones preliminares, como las de limpiar y cardar el algodón en bruto. Las mujeres se encargaban de hilar y los hombres tejían. Salvo en Manchester, casi todos los hiladores y tejedores ingleses ejer cían estos oficios como una actividad secundaria, puesto que la principal era la agricultura. Con los métodos tradicionales en tonces existentes, se necesitaban de tres a cuatro hiladores para suministrar material a un tejedor, por lo que en tiempos de cose cha escaseaba el hilo, ya que los hiladores preferían ocuparse en las labores agrícolas, haciendo un trabajo menos duro por el mismo salario. La primera innovación de importancia en la industria algo donera fue la spimtíng-jenny construida por Hargreaves, un ingei nio que reproducía mecánicamente los movimientos del hilador cuando utilizaba la rueca, pero que podía trabajar con varios husos. Este invento -que, a pesar de estar patentado, fue ampliaReconstrucción
de
la
spinning-jenny (Museo de la Ciencia, Londres).
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Las revoluciones industriales
.a water frame, maqui la hiladora accionada íor fuerza hidráulica.
mportaciones de algoión en bruto, en milloles de libras de peso.
mente copiado y difundido- tenía el efecto de multiplicar la cantidad de hilo que podía producir un solo operario y, por tan to, ahorrar mano de obra en un momento en que ésta andaba escasa. Cinco años después, en 1769, aparecería el invento que más revolucionó la industria algodonera: la máquina hiladora de Arkwright -llamada water frame porque se accionaba median te una rueda hidráulica-, que producía un hilo lo bastante fuerte para servir al mismo tiempo para la urdimbre y la trama. La má quina de Arkwright, al contrario que la spinmng-jemiy, solamen te podía utilizarse en grandes espacios, las fábricas, por lo que puede decirse que, a partir de entonces, la industria textil britá nica pierde el carácter doméstico. Unos años más tarde, Crompton inventó la imile-jenny (muía), una máquina de hilar intermitente que, combinando los avances de la spinnmg-jenny y la water frame, producía un hilo más fino. De esta forma, la tela de algodón británica adquirió una finura que pudo competir con la de los tejidos de seda o algodón fabricados en la India. A partir de estas innovaciones se puso en marcha un pro ceso de mecanización de todas las etapas de la producción de tejidos, desde la máquina desmotadora del norteamericano Whitney hasta la introducción de rodillos para el estampado de la tela. Esta mecanización supuso una disminución sustancial en el precio de coste del hilo, que pasó de valer treinta y ocho chelines la libra de peso en 1787 a poco más de seis chelines en 1807. Todo ello aceleró el ritmo de crecimiento de la industria textil algodonera, que en menos de un cuarto de siglo pasó a ser una de las industrias más importantes de Gran Bretaña. Este cre cimiento puede inferirse del gráfico del margen, que refleja las importaciones británicas de algodón en bruto.
De artesanos a obreros
1735 1750 1775 1800 1825 1850
Como ya se ha apuntado, las voluminosas máquinas de Arkwright y Crompton solamente podían utilizarse en grandes instalaciones, lo que hizo que la industria textil británica perdie se su carácter familiar y artesanal, dando lugar a la aparición de un nuevo espacio económico y laboral, la fábrica, donde se exigía una fuerza de trabajo dócil que produjera en la atmósfera disci plinada de la factoría. Los operarios textiles fueron abandonando el campo y sus pequeños talleres para hacinarse en la ciudad. La razón principal que explica el continuo desarrollo eco nómico de la industria algodonera fue el mantenimiento de unos beneficios altos a costa de unos salarios míseros. Al ser la mano de obra utilizada poco cualificada, era tan abundante que prácticamente se consideraba inagotable. La mayor parte de los obreros eran mujeres, jóvenes y niños menores, de forma que se
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l.i prim era revolución industrial
calcula que, en 1835, el 25% de los operarios de las fábricas algodoneras eran jóvenes de más de dieciocho años; el 48% eran mujeres y el 13% niños menores de catorce años. Además, la autoridad del capitalista manufacturero era casi ilimitada, I pudiendo ampliar la larga jornada de trabajo según sus necesida des, ya que hasta la década de 1850 no existió ninguna legisla ción de tipo social que regulara las condiciones de trabajo. Los exiguos salarios apenas subieron a lo largo de veinticinco años, de 1820 a 1845, a pesar de que la producción total de la indus tria algodonera se cuadruplicó (D ocumento 3).
la siderurgia*I La segunda rama de la industria que experimentó profun dos cambios fue la siderurgia. En la primera mitad del siglo xvm, la industria siderúrgica británica se encontraba en una situación de estancamiento, incluso de decadencia. Esta situación se debía tanto a que el mineral de hierro autóctono era de muy baja cali dad, por sus impurezas, como a que el combustible utilizado, el carbón vegetal, estaba en trance de desaparición. El resultado era un hierro quebradizo y excesivamente caro por el precio de los , transportes, que fue desbancado por el hierro sueco, de mejor I calidad y más barato. Todas las etapas en el proceso de producción del hierro planteaban problemas. Las minas se anegaban de agua subterrá nea, lo que impedía hacer galerías más profundas y explotar al máximo los yacimientos. Para lograr que el mineral, el óxido de hierro, perdiese el oxígeno se precisaba su combustión con car bón en altos hornos; el producto obtenido se encontraba tan lleno de impurezas de carbono, que era necesario eliminarlas mediante el afinado y darle consistencia mediante golpes de martillo, es decir, forjándolo. ! La primeras mejoras en la producción de hierro se llevaron a cabo a mediados del siglo xvm, al sustituirse el carbón vegetal por el carbón mineral y utilizarse máquinas de vapor para el dre naje de las minas (D ocumento 4). Ahora bien, los mayores avan ces se produjeron en torno a 1775, con la introducción de la máI quina de vapor en la combustión y en el forjado y con el llamado proceso de Cort. Entre las máquinas de vapor la más famosa fue, sin lugar a dudas, la creada por James Watt, que permitía conver tir la fuerza rectilínea del vapor en circular. Las máquinas de va por permitieron inyectar aire caliente en los altos hornos, lo que I aceleraba la combustión, y la utilización de martillos mecánicos para el forjado. Henry Cort inventó un proceso que permitía reunir en una sola las fases de pudelación, martilleo y laminación, utilizando el carbón mineral como fuente de energía.
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La tejedora, óleo de ¡oan Planella (colección particular, Barcelona). Los niños representa ban un alto porcentaje de los obreros de las industrias textiles.
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Estas innovaciones estimularon la aparición de otras, como el martillo a vapor de John Wilkinson, que podía dar 150 golpes por minuto, o la laminadora a vapor de Cort, que podía elaborar quince toneladas de hierro en el mismo tiempo que antes se ne cesitaba para fabricar una sola. Todo ello hizo que, hacia finales del siglo, Inglaterra produjera hierro de buena calidad y en gran des cantidades. La consecuencia más importante del desarrollo de la indus tria británica del hierro fue la sustitución de la madera por el carbón en casi todos los niveles: instrumentos y aperos de la branza, máquinas textiles mucho más precisas y duraderas, tor nos para ahuecar los cañones, vigas de hierro que daban mayor solidez a los edificios, cañerías de agua y gas más eficaces que las de cerámica..., incluso se hicieron pruebas para pavimentar las calles de Londres con planchas de hierro. Esta variedad de apli caciones no sólo ahorraron mano de obra e hicieron posible la producción a gran escala, sino que sentaron las bases para la fa bricación de productos estandarizados y de instrumentos de pre cisión que constituirían el fundamento de la industria moderna. Como afirma Phyllis Deane1: "Se demostró que las máquinas y las máquinas constructoras de máquinas podían perfeccionarse al infinito y este proceso de cambio técnico continuo, autogenerado, es, en definitiva, la causa del desarrollo económico soste nido que tan natural nos parece".1
1 Phyllis Deane, L a prim era revolución industrial, Barcelona, 1968.
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Grabado de L'lllustration (1862) que mues tra el Crystol Palace, edificio enteramente de hierro y vidrio construi do en 1851 por). Paxon para la I Exposición Universal de Londres (Bi blioteca Nacional, M a drid).
El avance de la industria siderúrgica se refleja claramente en el aumento de la producción de hierro colado, que pasó de las 30.000 toneladas anuales en 1760 al millón en la primera déca da del siglo xix, o en la aportación a la renta nacional británica, que evolucionó del 1 al 6% . El punto culminante del crecimien to de esta industria coincidió con una nueva necesidad: propor cionar el material necesario para la expansión del ferrocarril durante el primer tercio del siglo XIX.
la era de la máquina i i
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Desde los lejanos tiempos del neolítico la Humanidad no había experimentado una transformación tan radical como la que se acaba de describir, en la que el hombre comenzó a ser sustituido por la máquina. Aunque desde siempre los inventos habían contribuido a hacer más fácil el trabajo, nunca antes, hasta el periodo que nos ocupa, se habían combinado de tal for ma que permitieran producir una masa continua de objetos fabricados en tan poco tiempo y con un esfuerzo comparativa mente mucho menor. Los factores explicativos de este fenóme no son, en lo esencial, las nuevas fuentes de energía y el maquinismo. Esta nueva situación produjo transformaciones sustanciales no sólo en los modos de producción, sino también en las pro pias estructuras económicas y sociales de los países. El sector económ ico predominante no sería, com o hasta entonces, la
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Las it'v o ln c Io n e s in d u stria le s
ábrica de papel meca tea, en una litografía del sigla xix.
agricultura ni el comercio, sino la industria; una industria que necesitó cada vez mayores sumas de capital e ingentes recursos humanos y energéticos. Esto originó una concentración de la vida económica, al reunir en torno a unos cuantos núcleos in dustriales una gran cantidad de mano de obra, desplazando a los antiguos pequeños talleres en favor de las grandes fábricas. Asimismo, del desarrollo de la industria dependieron, en buena medida, el de la agricultura, de la que se obtenían materias pri mas, y el del comercio, que distribuía los productos fabricados y se organizaba en sociedades o instituciones adecuadas para el funcionamiento de aquélla.
El rarbón y el hierro Antes de la primera revolución industrial, las fuentes de energía básicas eran la humana y la animal. Es cierto que tam bién se utilizaban otras como la fuerza hidráulica o la del viento, pero su control era difícil, su aprovechamiento irregular y las aplicaciones limitadas. Con el descubrimiento de la energía libe rada por la combustión del carbón se abrió una auténtica nueva era para la Humanidad, que por primera vez parecía comenzar a liberarse de las imposiciones de la Naturaleza, al lograr canalizar en su provecho las posibilidades que ésta ofrecía. Junto al car bón como fuente de energía básica, el hierro sería el material clave de los nuevos tiempos; la combinación de los nuevos re cursos energéticos y el empleo de las máquinas modificaron las condiciones del modo de producción de una forma revolucio naria.
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Industrial!
El hombre frente a la máquina La sustitución de la herramienta por la máquina supuso un cambio fundamental en las condiciones técnicas de producción. Sin embargo, la era del maquinismo, en la que aún estamos, ha tenido consecuencias de muy diversa índole para el desarrollo de la Humanidad. Por una parte, como ya se ha señalado, se experimento un gran avance en la producción, pues las máquinas fabrican con mucha más rapidez que los hombres, lo que permitiría unas condiciones materiales de vida que hasta entonces habían resul tado utópicas. Pero, en la medida en que el maquinismo no se desarrolló lo suficiente para liberar al hombre de los aspectos rutinarios y mecánicos del trabajo, condujo también a una enorme deshu manización, pues cada vez se necesitaba menos una habilidad especial para el desarrollo de las diversas tareas, como era el caso de la antigua artesanía. De esta forma, el obrero se sentía ajeno a lo que realizaba al no participar en la organización de la produc ción y al no poder aportar nada específicamente humano en su labor. En realidad, se vio convertido en una pieza más del in menso mecanismo de la producción; en esas condiciones el tra bajo se deshumanizaba y, en vez de ayudar a la liberación del hombre, contribuía a alienarlo. Este hecho se vio agravado por las relaciones sociales de1 rivadas de la nueva situación; mientras los trabajadores artesa nos eran dueños de los medios de producción y también de los productos que fabricaban, en el capitalismo industrial que ahora Empaquetado y coloca ción de precintos en una fábrica de cerillas, grabado de L'lllustration (I8 9 S ) que refleja la división de tareas en la nueva organiza ción del trabajo (Biblio teca Nacional, Madrid).
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La* revolucione* Industriales
I nace ni los medios de producción -cada vez más costosos-, ni los ' productos pertenecen al trabajador, sino al empresario que conI trata la fuerza de trabajo de los obreros a cambio de un salario. 1 Estas relaciones, agravadas por las duras condiciones laborales que se implantaron en aras de la productividad, provocaron gra ves conflictos sociales, lo que dio lugar a la aparición de organi zaciones e iniciativas consagradas a la defensa de los intereses de los trabajadores, como el sindicalismo y el movimiento obrero.
Las crisis cíclicas
Obreros en paro pidien do limosna en las calles de Londres. A menudo, el desempleo era conse cuencia directa de las crisis cíclicas que se su cedieron durante todo el siglo.
En esta evolución conviene destacar la importancia que al canzaron las crisis. En el nuevo sistema económico se conocie ron con una periodicidad casi regular una serie de crisis que coni dujeron al paro, a la baja de producción, a la bancarrota, etc. Estas crisis periódicas ya eran conocidas antes del siglo xvm y obedecían, por lo general, a alguna catástrofe agrícola. Las cri sis de esta naturaleza ocurridas en el periodo que nos ocupa afec taban no sólo al campo, sino también, y muy directamente, a la industria, el motor de la economía. Durante el siglo xix, las difi cultades en las cosechas -normalmente la sequía- provocaban la subida del precio del pan, lo que hacía que gran parte de la po blación no pudiera emplear el dinero en productos industriales y las fábricas se veían obligadas a disminuir la producción o a ce rrar, con el consiguiente despido de obreros. Sólo los dueños de grandes propiedades podían salvar, y a veces aprovechar, las con! secuencias «le las crisis, ya que sus reservas y excedentes les per\ mitían vender más caro los productos que entonces escaseaban. En Inglaterra, a partir 1790, las crisis cíclicas en los sectores fabriles y financieros comenzaron a ser frecuentes. En la década de 1830-1840 se empezó a reconocer vagamente que estas crisis eran un fenómeno periódico y regular, al menos en el comercio y en las finanzas, pero se atribuían a errores particulares de los hombres de negocios o a interferencias extrañas en las plácidas operaciones de la economía capitalista. Hacia mediados de siglo, los ideólogos socialistas convirtieron estas crisis en una pieza clave de su crítica al capitalismo, al considerarlas producto de contradicciones que se hallaban en la base del propio sistema.
La urbanización de la sociedad La industrialización originó que una parte considerable de la población se concentrara en las ciudades, dando lugar a un fenómeno típico del mundo contemporáneo: la urbanización. Es cierto que la civilización clásica grecorromana era una civili zación esencialmente urbana, pero la ciudad continuaba muy
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La primera revolución Industrial
vinculada al campo, del que dependía no sólo su abastecimien to, sino, sobre todo, su economía. No es extraño, pues, que los ciudadanos romanos se consideraran "campesinos del Lacio". Lo verdaderamente relevante de la urbanización contemporánea es que la ciudad, y sobre todo la gran ciudad, rompió los lazos que la tenían sujeta al campo. Las causas que explican el crecimiento de las ciudades son múltiples y variadas. El ejemplo más típico es la ciudad-fábrica, como Manchester, que creció debido a la presencia de indus trias. El crecimiento puede deberse también al comercio, como ocurrió en Marsella, que gracias a su puerto quintuplicó su po blación en un periodo de cien años. Ahora bien, no se puede explicar el crecimiento de todas las ciudades solamente por el éxito de sus actividades; el crecimiento se debió con cierta fre cuencia a la simple consecuencia de la presión demográfica que se ejerció por las zonas circundantes; esto es lo que ocurrió en Burdeos, que triplicó la población siendo su puerto y su indus tria poco dinámicos. Sin embargo, la industrialización fue uno de los factores más determinantes en todo este proceso, al favo recer la migración de gran parte de la población campesina a los principales centros fabriles o a núcleos de población (puertos, centros financieros, etc.) vinculados directa o indirectamente con la industria.
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El puerto de Marsella a finales del xix (colección particular, París), cuyo intenso tráfico comer cial quintuplicó la po blación de la ciudad a lo largo del siglo.
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laT. metrópolis
El siglo xix fue sobre todo la época de las metrópolis; ciuda des que por primera vez en la historia del mundo occidental, con la excepción de la antigua Roma, alcanzaron la cifra de un millón o más de habitantes. La gran urbe por excelencia era Londres, que pasó de 960.000 habitantes en 1800 a casi cinco millones en 1881. Cuando Napoleón III emprendió la moderni zación de París, cuya población era la mitad de la de Londres, tomó a esta ciudad como modelo. El éxito de las metrópolis se explica por la necesidad de concentrar los medios. En Inglaterra, Londres representaba una prodigiosa acumulación de medios financieros, comerciales y humanos. La City era el centro regulador del mercado financiero mundial, con su Bolsa de valores y la sede de las grandes socie dades, especialmente de navegación y de seguros. Los muelles de Londres constituían el más amplio depósito del mundo, con las mercancías más variadas y ricas, y los barrios del East End alber gaban a una enorme población que trabajaba en el puerto, la marina y las industrias de transformación. París, cuya concen tración fue, en sus orígenes, administrativa, pasó a ser el centro de los grandes negocios franceses -y a menudo también de los españoles-, hasta el punto de ejercer en toda Francia una hege monía que nunca poseyó Londres, cuya influencia en Gran Bretaña debía competir con la de otros grandes centros urbanos, como Liverpool o Glasgow. Aspecto de una calle de Nueva York a finales del siglo xix. Grabado de Ilustración Española
y Americana.
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Una calle de Londret en 1844. Grabado de
The lllustrated London News (Biblioteca Nacio nal, Madrid).
La composición de la población urbana El estudio de cualquier ciudad de la época presenta serias di ficultades, pues su población era bastante inestable, de forma que una generación completa no descendía más que en una pe queña parte de la generación precedente. De cualquier manera, puede decirse que los núcleos urbanos no tenían los mismos ras gos que las poblaciones rurales. El análisis de una pirámide de edades de una ciudad de la época pone en evidencia un cierto número de peculiaridades. Su base, correspondiente a las capas más jóvenes, por regla general es estrecha; las capas que corres ponden a las clases activas son más amplias, mientras que es di fícil de discernir particularidades para las capas viejas. El aumen to de las clases activas refleja la importancia de los emigrantes; en cuanto a la disminución del número de niños, base estrecha de la pirámide, puede explicarse no sólo por una fecundidad dé bil, sino también por una nupcialidad reducida entre los ciuda danos recién llegados a la ciudad. Respecto a la distribución por sexos, es raro que en una pi rámide de edades haya una simetría total entre hombres y muje res en las clases activas. Las capas de edad de 15 a 25 años mani fiestan una superioridad en la porción femenina, mientras que en las de 20 a 35 años son los hombres los que tienen un valor numérico mayor, es decir, las mujeres llegan a la ciudad siendo más jóvenes que los hombres. En ciertos casos la disimetría es total; una ciudad industrial puede contar con más hombres que mujeres, mientras que una ciudad muy burguesa, por ejemplo un , centro administrativo, puede tener una sobrepoblación femeni na importante al necesitar un mayor número de empleadas do mésticas. Concluiremos diciendo que muchos de estos desequi librios tienen su origen en circunstancias humanas particulares.
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I a r-udC'on d e •' c!.. -es p o y la r e s En la población urbana la miseria era más evidente que en i la población rural, no sólo porque en el campo la miseria estaba más diseminada, sino también porque la ciudad acogía a los po bres que ya no encontraban medios de vida en el campo. Por otro lado, el subempleo era lo habitual entre los obreros, tanto por falta de trabajo como por la inestabilidad en el empleo. El dueño de una industria textil no daba trabajo más que cuando i tenía pedidos en firme. En las minas y fábricas toda reducción de gastos se traducía en el despido de obreros. Además, el traba jador, generalmente de origen rural, se adaptaba con dificultad al ritmo de trabajo urbano, pues no estaba preparado para so portar una disciplina constante y ajustarse a un horario. Los pa tronos, por su parte, se quejaban del absentismo y de la movili dad de la mano de obra. Todo ello contribuyó a acrecentar la irregularidad en los salarios que se pagaban en la ciudad. En realidad, las clases populares vivían al margen de la ciu dad y su asentamiento tenía algo de provisional. Vivían en tugu rios pequeños y misérrimos, hasta el punto de que prácticamen te no se podía hablar de vivienda, sino sólo de habitación. El hacinamiento era extremo, la higiene inexistente, la promiscui dad total (D ocumento 5). Su alimentación era también deplora ble, el agua raramente potable y hubo que esperar a mediados del siglo xix para que la construcción de acueductos empezase a desplazar a los tradicionales aguadores. Cuando la falta de higie ne adquiría proporciones alarmantes, los poderes públicos to maban medidas y se esforzaban por vigilar los mataderos, nor malmente lugares de pestilencia, o por hacer desaparecer a los ■■i Mil mi mmw--Grabado de The lllus-
trated London News que muestra un come dor económico para obreros e indigentes a mediados del siglo m .
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Lo promiscuidad y la mi seria caracterizaba las viviendas de las clases populares. Interior de un hogar obrero en Londres, grabado de
The lllustrated London News.
vendedores de las calles. Las clases populares estaban a merced del accidente o de la enfermedad debido a las duras condiciones de trabajo; las bajas por enfermedad suponían automáticamente dejar de percibir el salario o cualquier otro ingreso, pues no exis tía clase alguna de seguro para esa eventualidad. La inseguridad en el trabajo, la imposibilidad de fundar un hogar, la pobreza y suciedad de los hogares de las clases popula res fomentaban el alcoholismo, la mendicidad, la prostitución y la delincuencia. La burguesía urbana pasaba de lado junto a esta i miseria y se protegía de los peligros de esta promiscuidad reclu yéndose en sus hotelitos con tapia y jardín que la separaba de la calle, de la violencia. Como es más fácil predicar una reforma moral que emprender un cambio social, la burguesía veía el pe cado y la desidia donde fundamentalmente había miseria. i
La extensión de la revolución industrial La prosperidad que la industrialización proporcionó al Reino Unido hizo que muchos otros países se aprestasen a seguir sus pasos. Los empresarios del continente se apresuraron a ad quirir máquinas y contratar técnicos británicos, lo que dio lugar en Gran Bretaña a un enconado debate entre los que querían mantener el monopolio tecnológico alcanzado y quienes consi deraban más ventajoso vender no sólo los bienes, sino también las máquinas. Este debate no se saldó con una política definida y el Parlamento, según las circunstancias, autorizó o negó la ex portación de las máquinas. De cualquier forma la revolución in dustrial se extendió durante la primera mitad del siglo xix al mundo civilizado y aparecieron nuevos focos de industrializa ción, localizados principalmente en la parte noroccidental de Europa y en los Estados Unidos de América.
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Exposición de maqui naria en Valencia hacia 1880. En las exposicio nes y ferias se mostra ban los últimos avances técnicos.
El desarrollo de la industria textil en el continente se vio fa vorecido por la creciente demanda, reflejo del aumento de la po blación nacional y colonial, en tanto que las menores exigencias de capital del sector permitieron una localización menos con centrada. Mientras Inglaterra y Francia multiplicaron por cuatro su consumo de algodón en rama entre 1835 y 1844 y entre 1905 y 1913, Alemania lo hizo por 39 y Rusia por 57; aun así, Ingla terra superaba ampliamente la producción acumulada de Francia y Alemania. Por otro lado, la extracción de carbón conoció un desarrollo tan espectacular en Alemania y Bélgica que casi supe ró a la de Inglaterra.
La
segun da revolución industrial
L
a sociedad industrial creada por el desarrollo del capitalismo mostró, a partir de mediados del siglo XIX, un dinamismo y una eficacia que parecían indiscutibles e, incluso, se creyeron perma nentes. Un aspecto importante, aunque no único, fue la prolife ración de avances técnicos de tal magnitud que los historiadores hablan de una segunda revolución industrial. Este desarrollo se manifestó en un aumento inusitado de la población, un creci miento económico sostenido, la movilización de capitales y la formación de un mercado mundial.
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La segunde ravoluclém InditiSrlíl
El aum ento de la población mundial Una de las principales consecuencias de las revoluciones in dustriales fue el notable incremento de la población mundial, que pasó de 800 millones de habitantes en 1800 a 1.100 millo nes hacia 1850, y a 1.540 millones a fines de siglo. Económica mente, significó un aumento de productores y consumidores y, puesto que sucedía en un mundo regido por el capitalismo, esti muló el desarrollo del sistema. Esta revolución demográfica fue posible sobre todo en los países industrializados, gracias a una baja mortalidad propiciada por el aumento de los alimentos dis' ponibles y las mejoras sanitarias, aspectos en los que tuvieron mucho que ver los avances introducidos en los transportes y la extensión masiva de recursos preventivos. Paralelamente al aumento demográfico, la urbanización se aceleró durante esta etapa en los países más industrializados. Hacia 1914, el 78% de la población inglesa vivía en las ciuda des; en Francia, menos industrializada, el 50% ; Alemania, que se industrializó rápidamente entre 1870 y 1914, pasó del 36 al 60% .
Los m ovim ientos m igratorios El crecimiento de una población no depende exclusivamen te del crecimiento natural, es decir, de la diferencia entre naci mientos y defunciones. Depende también de las personas que hayan abandonado la población y de las que hayan llegado de otras poblaciones. O sea, el crecimiento real se obtiene al unir el crecimiento natural con los movimientos de la población, con las migraciones. Los emigrantes, cua dro de Tommasl (Cale ría N acional de Arte Moderno, Roma).
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L a 5 r« V Q lu e fon « In d u stria le s
Se calcula que unos cuarenta millones de emigrantes aban donaron definitivamente Europa entre 1800 y 1930. Éste es un cálculo aproximado, pues las estadísticas de los pasaportes con cedidos por los países de salida no son totalmente seguras, ya que no se distinguían viajeros de emigrantes; además, había numerosos países que en determinadas épocas -Francia durante la Restauración- no exigían ningún tipo de acreditación para abandonar el territorio nacional. La necesidad del uso del pasa porte se generalizó con la introducción del servicio militar obli gatorio. Por otro lado, si no es fácil distinguir entre simples via jeros y emigrantes, más difícil resulta aún diferenciar a los emigrantes definitivos -los que no regresaban a su país de ori gen- de los temporales.
La emigración europea En Europa el volumen de la emigración aumentó progresi vamente a lo largo del siglo xix; algunas decenas de millares de individuos antes de 1840, algunos centenares de miles después de esta fecha y, finalmente, un millón anual a partir de 1880. Esta evolución en el número se explica principalmente por la re volución de los transportes. La expansión de ios ferrocarriles eu ropeos permitió una mayor movilidad dentro de Europa. El viaje por mar fue más fácil y cómodo desde mediados de siglo por ia creación de las primeras compañías inglesas de navegación a va por. En Canadá y Estados Unidos la recepción de los emigrantes se vio potenciada por el tendido de las nuevas líneas férreas transcontinentales. Zrabado que represena un grupo de emigran tes embarcando con destino a Australia.
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re v o lu c ió n liutustrt.il
Llegada a Nueva York de inmigrantes mormones europeos. Grabado de Ilustración Españo
la y Americana (/869).
En la inmensa mayoría de los casos, esta enorme masa de emigrantes -unos cuarenta millones- tuvo como destino el Nuevo Mundo; provenían fundamentalmente del Reino Unido, con una aportación de diecisiete millones de personas. En cuan to a los originarios de Europa continental, Italia envió nueve mi llones, Alemania seis, Austria-Hungría más de cuatro y Rusia cer ca de los tres. La emigración española y francesa no fue tan considerable si se compara con la de los países antes menciona dos. La mayor parte de estas personas fue acogida en los países de América septentrional; Estados Unidos recibió a más de trein ta millones de emigrantes y Canadá a unos siete millones.
Causas de las migraciones Las causas de los movimientos migratorios son varias y complejas. La emigración pudo tener un motivo estrictamente demográfico: la presión demográfica, el excesivo aumento de la población. Esto explicaría, por ejemplo, la emigración de los ita lianos. Naturalmente no hay que despreciar el factor económi co: la dificultad de hallar trabajo en la patria, el deseo de mejo rar de posición, la posibilidad de hacer fortuna, etc., impulsó a muchos a probar suerte en países nuevos aún no explotados. Los movimientos migratorios se vieron favorecidos también por la evolución de las sociedades europeas hacia una mayor liberalización; cuando cedieron las viejas estructuras de las sociedades ru rales, los hombres fueron mucho más libres para desplazarse, tal como ocurrió concretamente en Rusia al ser abolida la servi dumbre en 1861.
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Las revoluciones In d u stria le s
Ciertos Estados enviaron lejos del territorio nacional a aquellas personas que consideraban indeseables. Así, por ejemplo, la prime ra población que los británicos establecieron en Australia estaba constituida por condenados por delitos comunes. En el caso de Francia, los adversarios políticos del Segundo Imperio eran expedi dos a Argelia. Aunque no se puede hablar de la existencia generali zada de persecuciones religiosas, éstas no faltaron y fueron relativa mente habituales; el ejemplo más ilustrativo fue el de los judíos de Europa central y oriental, que huyeron de sus países para escapar de los frecuentes progroms y, tras una breve estancia en Inglaterra, se instalaron la mayor parte de ellos en Estados Unidos.
la adaptación al nuevo país La inmigración plantea un problema histórico y sociológico muy interesante: el de la asimilación del emigrante en la nueva comunidad nacional. Como es lógico, esta integración depende tanto de él como de la comunidad receptora. El emigrante puede estar deseoso de asimilarse lo más rápidamente posible al nuevo medio ambiente o bien intentar salvaguardar su peculiaridad na cional, Los alemanes instalados en Brasil, en la zona de Rio Grande, constituyeron comunidades que rehusaron la integración y todavía hoy son islotes de pura raza blanca en un país donde el mestizaje está a la orden del día. Por el contrario, los alemanes que llegaron a Norteamérica se integraron perfectamente. Algunas comunidades intentaron conservar, si no toda su originalidad, sí al menos determinados rasgos diferenciadores, como aconteció con los irlandeses en Estados Unidos, que mantuvieron la religión católica en una nación eminentemente protestante. ’olonos alemanes en ilumenau, Brasil, ante ma casa de aspecto más europeo que criollo (Bidioteca Nacional, Rio de ¡aneiro).
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La segunda revolución industrial
La actitud de la comunidad frente al inmigrante fue a veces francamente hostil; los negros de las Antillas, por no hablar de ios blancos, rechazaban a los indios, que fueron considerados como trabajadores inferiores que venían a reemplazar en las plantaciones a los esclavos liberados. Ciertas comunidades, por el contrario, mantuvieron una actitud más abierta frente a la in migración, especialmente si favorecía sus intereses; es el caso de los canadienses de habla inglesa, que vieron en los inmigrantes de habla inglesa un medio para combatir el mayor crecimiento natural de la población francófona; o el de los patronos estadou nidenses, que obtuvieron una mano de obra abundante y barata gracias a la inmigración. Por parte del Estado, la asimilación fue potenciada u obsta culizada, según los conviniera o no a los intereses autóctonos, mediante las leyes de naturalización. Las dificultades que ponía el Estado para alcanzar la nueva nacionalidad a menudo tenían por objeto evitar que el inmigrante se estableciese de manera permanente en el país y, de cualquier manera, hacían que fuera tratado jurídicamente como un extranjero o, todo lo más, como un ciudadano de segunda categoría, privado de los derechos y prerrogativas que disfrutaban los naturales. Esto no favorecía la integración en el caso, sobre todo, de los inmigrantes de primera generación; la segunda generación, en cambio, ya había nacido en el país -lo que, en algunas legislaciones, los convertía en ciu dadanos- y asimilaba desde el principio las costumbres y el idio ma. Sin lugar a dudas, el mejor medio para lograr una perma nente integración de los inmigrantes era la obligatoriedad de la escolarización, ya que los niños se adaptan más fácilmente que las personas adultas.
La revolución en los m edios de transporte: el ferrocarril De las muchas invenciones que se desarrollaron durante el siglo xix, una de ellas desempeñaría un papel esencial en todas las transformaciones de la llamada segunda revolución indus trial: el ferrocarril. En 1850 había en todo el mundo 35.000 kilómetros de vías férreas, mientras que en 1914 la red mundial alcanzó la cifra de un millón de kilómetros, de los cuales 424.000 correspondían a Estados Unidos. Los ferrocarriles permitieron la explotación y la integración en los intercambios internacionales de regiones con tinentales extensísimas, como las que poseían Estados Unidos o Rusia, y facilitaron la transformación de las estructuras socioeco nómicas de países -viejos o nuevos- donde predominaba la economía de subsistencia o el comercio de ámbito local. Al co-
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Antigua locomotora co mo las que se emplea ron en la colonización del Oeste americano.
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a tribuna de los sobeanos, grabado de Rlou obre la Inauguración leí canal de Suez (coección particular, París).
municar las regiones interiores con el mercado exterior se po tenció la adecuación de dichas economías a los mecanismos ca pitalistas. Durante el siglo xix, los ferrocarriles favorecieron el predominio europeo sobre los demás países, a excepción de Estados Unidos, que, gracias también a ellos, se fue transforman do en competidor de Europa. Las vías férreas no eliminaron los caminos, sino que incluso estimularon su desarrollo como forma de enlazar con la red fe rroviaria núcleos urbanos o localidades secundarias, que, de otra forma, quedarían aislados del mercado interno o del comercio exterior. No menos importante fue la extensión y mejoramiento de los medios de navegación (los barcos de vapor aumentaron su velocidad y el tonelaje), así como la simplificación de las rutas interoceánicas a través de canales como el de Suez (1869) y el de Panamá (1914). A esto vino a sumarse un invento que revolucionaría todavía más el transporte de personas y mer cancías, sobre todo en el siglo xx: el automóvil. A finales del si glo XIX, el industrial estadounidense Henry Ford producía ya más de 300.000 vehículos.
La ciencia y la industria El desarrollo industrial, posible en buena parte gracias a las innovaciones técnicas, planteó exigencias que sólo la investiga ción científica podía resolver. Así, por ejemplo, la construcción de máquinas de vapor aplicadas a diversas industrias -que impli caban inversiones de capital cada vez mayores y cuya rápida y se gura rentabilidad quería asegurarse- reclamó un exacto conoci miento de la resistencia de los materiales con que se construían.
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i v v o lin ion indn^lriiil
De igual manera, el desarrollo de la industria textil exigía un gran consumo de tintes de origen vegetal, pero, cuando éstos resulta ron insuficientes, surgió la necesidad de conocer científicamente la naturaleza de los colorantes para obtener nuevos tintes. Dada la íntima vinculación que desde el principio hubo en tre los adelantos científicos y las exigencias económicas, los in dustriales vieron la conveniencia de financiar investigaciones 1 que podían redundar en beneficio de sus empresas. Por otro 1 lado, sólo las grandes empresas disponían del capital para finan ciar y mantener laboratorios cada vez más complejos y costosos y que a menudo sólo obtenían resultados útiles a largo plazo y después de muchas pruebas, lapso durante el cual el capital in vertido no daba beneficios tangibles. Los científicos, incentivados por una industria que les ase guraba la financiación de sus proyectos, se esforzaron a su vez por encontrar nuevos y más rentables materiales, como el cau cho y los primeros plásticos. En estas condiciones, sobre todo a partir de 1870, las novedades técnicas se fueron multiplicando en todos los campos. En el terreno de las comunicaciones hay que destacar la instalación del primer cable telegráfico submari no a lo ancho del canal de La Mancha (1850) y el primer cable transatlántico que unió Europa y América en 1866; poco des pués se inventaron el teléfono (1876) y el telégrafo sin hilos (1896). Entre los adelantos en los transportes se pueden citar la invención del motor de explosión en 1860, la aparición de los primeros automóviles en 1885 y los primeros vuelos con motor de vapor (1890) y de explosión (1903); en 1909 el francés Louis Blériot realizó la primera travesía aérea del canal de la Mancha. La invención del motor de explosión dio lugar a la aparición de los primeros automóviles, tn la foto, el ingeniero alemán C ottlieb Daimler en uno de sus modelos (1891).
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Maqueta del converti dor Bessemer (Museo de la Técnica de Euskad¡, Baracaldo).
Tan importantes como esos adelantos técnicos fue la mejo ra en la calidad de los materiales mediante novedosos procedi mientos (el convertidor Bessemer en 1878 y el procedimiento Thomas en 1886 para la elaboración de acero), así como la ob tención de otros nuevos: aluminio (1888), caucho sintético, etc. Surgieron también nuevas fuentes de energía, el petróleo y la electricidad, con sus consiguientes aplicaciones, como el citado motor de explosión, la lámpara eléctrica (1897) o el cinc (1895).
La concentración del capital: trusts y hoUUnxs Desde 1870 el capitalismo dejó de ser un sistema de peque ñas empresas independientes, como había sido característico en la Inglaterra de la primera revolución industrial, para dar paso a la formación de grandes conjuntos industriales o financieros que comenzaron a ejercer prácticas cuasi monopolísticas. Esta tendencia apareció en todos los países, pero fue particu larmente acentuada en Estados Unidos, donde el empresario am bicioso no padeció la resistencia de una industria previa que re presentara los intereses de numerosos pequeños industriales (como sucedía en Inglaterra) y disponía además de un mercado interno de tal dimensión que podía desarrollar planes a gran esca la. La concentración comenzó a partir de 1860 y, por lo general, resultó fácil imponer el monopolio local o regional, y en algunos casos se estuvo muy cerca de monopolios a escala nacional. En ge neral, el capitalista que alcanzaba este éxito no era precisamente el promotor inicial de la línea en explotación, sino quien adquiría un paquete de acciones suficiente para entrar a dominar empresas ya existentes. En este sentido, el desarrollo de las sociedades anó nimas facilitó las operaciones de concentración.
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I .i H'c|im d.i r e v o lu c ió n in d u s tri.il
El ferrocarril del Pacifi co hacia 1868 (Biblio teca Nacional, Madrid). La especulación en tor no a las concesiones de terrenos para el ferro carril proporcionó enor mes beneficios a las compañías ferroviarias estadounidenses.
Desde mediados de siglo, y a medida que los sectores indus triales y comerciales influían cada vez más en los poderes públi cos, fue posible la especulación en tom o a algunas líneas de pro ducción. El gobierno estadounidense, por ejemplo, concedió a las compañías ferroviarias importantes extensiones de tierra a ambos lados de las vías férreas. Los accionistas que dominaban las compañías obtuvieron ganancias fabulosas con la venta ulte rior de esas tierras revalorizadas por el paso del ferrocarril. El ejemplo más notorio fue el de Cornelius Vanderbilt, quien llegó a poseer toda una red que iba desde Chicago hasta Nueva York. A su muerte, acaecida en 1877, dejó una fortuna de 105 millo nes de dólares, cuando la renta de un obrero era de 350 dólares anuales. La acumulación y concentración de capitales debida a la es peculación de las grandes compañías, como las ferroviarias, se acentuó aún más en la década de 1870 a través de los trusts y, hacia finales de siglo, los holdings. El trust es una combinación por la cual un número restringido de grandes empresas (que también supone un número limitado de capitalistas) consigue dominar un sector de la economía; cuando la concentración de compañías se refiere a una actividad exclusiva dentro del sector (la obtención de la materia prima, por ejemplo, o su elaboración o comercialización), se trata de concentración horizontal; si el trust extiende su dominio sobre todas las etapas de la producción, se habla de concentración vertical. Un holding es una sociedad finan ciera que controla a varias empresas mediante la adquisición de la mayoría de sus acciones. En Estados Unidos, los trusts y los holdings dominaban sec tores enteros como el del aceite, el tabaco, el azúcar, la electrici dad (General Electric y Westinghouse Electric), la industria de las conservas, el acero (Carnegie), etc. En Alemania fue famoso
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lohn Rockefeller, crea dor de un imperio fi nanciero basado en el petróleo, en un retrato de 1905 aparecido en L'lllustration (Bibliote ca Nacional, Madrid).
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iindición de cañones e la fábrica Krupp en isen en 1914, en un robado de La Esfera liblioteca Nacional, tadrid). El trust Krupp, n o especial importan'a en la industria pesa da de armamento.
el trust de la familia Krupp. A principios de nuestro siglo el capi tal manejado por estos tipos de concentraciones alcanzaba los dos quintos del total invertido en las industrias. Hubo fenóme nos semejantes en todos los países, como también fue general que esta concentración industrial estuviese acompañada de la concentración financiera. Puesto que las nuevas ramas de explo tación exigían grandes capitales, los bancos ampliaron sus ope raciones típicamente bancadas para hacer inversiones, mediante la adquisición de acciones, en la industria; asegurándose puestos claves en la administración de las grandes empresas determina ron la política general de las mismas.
El patrón oro Una de las principales consecuencias de la consolidación del capitalismo fue la extensión del papel moneda -los billetes-, que terminó por sustituir en el siglo xix a la moneda acuñada, cuya utilidad quedó reducida a la de dinero fraccionario para pe queñas transacciones. En este aspecto, como en tantos otros, la experiencia inglesa en cuanto al uso del papel moneda y a la re glamentación de las emisiones fue determinante y se extendió a todo el continente. Sin embargo, aunque el papel -en forma de billetes, letras de cambio y cheques- fue sustituyendo al metal en casi todas las transacciones, incluidas las internacionales, cualquiera que
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fuese la moneda (libra, dólar, marco, franco, etc.), el medio usado representaba una cantidad real en oro y plata, de modo que el portador del billete tenía derecho a convertirlo en los bancos centrales. En las transacciones internacionales los pagos podían hacerse mediante la compensación de letras de cambio, pero como éstas se comercializaban como cualquier mercadería y quedaban sometidas a las leyes de la oferta y la demanda, po día resultar conveniente en determinadas circunstancias reali zar el pago directamente en metal, ya fuese en moneda o en lingotes, y para ello era suficiente comprarlo en los bancos cen trales. Los metales, pues, seguían siendo la base del comercio y del crédito. Durante las guerras napoleónicas los Estados beligerantes se vieron obligados a promulgar el curso forzoso, es decir, que los billetes debían ser aceptados en cualquier pago sin el derecho a la conversión en metal. Al término de las guerras, cuando se re tornó a la conversión, Inglaterra adoptó el patrón aro, es decir, que la unidad monetaria inglesa representaba una cantidad fija de oro; pero en el continente se optó por otras soluciones: en Francia, se implantó el bimetalismo oro-plata (por ley se estable ció que el oro valía 15,5 veces su peso en plata), y en Bélgica, Suiza, Italia y Holanda, el monometalismo basado en la plata. La existencia de dos metales como patrón de las monedas creaba dificultades en los intercambios, ya que el valor de los metales dependía de la abundancia o escasez de los mismos y, en conse cuencia, las variaciones daban lugar, en determinadas circuns tancias, a especulaciones perjudiciales para los negocios. Esto sucedía especialmente cuando la producción de oro y plata su fría oscilaciones, como ocurrió en la segunda mitad del siglo XIX. Primer billete de mil pe setas, 1874 (colección del Banco de España). El papel moneda acabó sustituyendo al metal en la práctica totalidad de las transacciones.
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Las re v o lu cio n a » In d u stria le s
En 1848 se descubrieron los yacimientos auríferos de Cali fornia y en 1851 los de Australia. A partir de estos descubrimien tos, la producción anual de oro se multiplicó casi por diez en comparación con la primera mitad del siglo, hasta que en 1880 se produjo una baja considerable en la producción por agota miento de aquellos yacimientos. Hacia finales de siglo se descu brieron los ricos yacimientos de África del Sur y, poco después, los de Alaska y otros nuevos en Australia. La producción anual volvió a remontar. Estas oscilaciones determinaron variaciones en el valor relativo de los dos metales y, consecuentemente, dio lugar a especulaciones. Así, cuando era abundante la producción aurífera y la plata se sobrevaloraba, los banqueros ingleses ma niobraban de tal modo que llegaron retirar de Francia 2.000 mi llones de monedas de plata; cuando la situación era la inversa, la maniobra era realizada por los banqueros franceses. Este hecho, más la mayor disponibilidad de oro, la práctica extendida de la moneda fiduciaria (que multiplicaba los medios de pago) y los intereses británicos, fueron los factores que explican el triunfo del patrón oro desde la década de 1870 en adelante. Rápidamente todos los países fueron asimilando el sistema inglés y, hacia 1914, toda Europa y la mayor parte del mundo habían optado por el patrón oro. Esto significaba que la moneda de cada país tenía un peso fijo en oro, de modo que en cualquier plaza comercial se aceptaban las monedas extranjeras, puesto que su valor era invariable y estas monedas eran convertibles en lingotes en cualquier banco emisor por las Casas de Moneda si el poseedor del dinero lo solicitaba. La aceptación del patrón oro facilitó la circulación de la li bra esterlina, que abundaba y era aceptada en todas las plazas comerciales como consecuencia de la actividad de los comer ciantes británicos en todo el mundo. De hecho, la libra funciof Banco de Inglaterra el Roya! Exchange ’diflcio de la Bolsa) a rincipios del siglo xx.
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La segunda revolución industrial
naba como una auténtica moneda internacional. Raramente era necesario hacer los pagos en oro, pues lo habitual era que los co merciantes de todos los países (exportadores e importadores) hi ciesen sus transacciones a través de casas inglesas que se hacían cargo de las letras de cambio efectuando las compensaciones ne cesarias. El comerciante inglés era el más conocido y acreditado y las casas británicas conocían las condiciones de solvencia de los comerciantes de cualquier ciudad del mundo. Estas casas aceptaban letras giradas por personas de diversos países, cual quiera que fuese la distancia entre ellas. Así, por ejemplo, si un comerciante norteamericano quería importar café de Brasil, difí cilmente encontraba en su país un acreedor del exportador bra sileño con quien compensar los pagos. Por el contrario, era fácil la presencia de casas inglesas, con sede en Londres, que se hicie sen cargo de las transferencias y de las compensaciones tanto para el movimiento de mercancías como para el de capitales (préstamos, intereses, dividendos) o para el pago de servicios como fletes y primas de seguro. La concentración en Londres de las actividades comerciales internacionales permitió a Inglaterra vigilar estrechamente las variaciones en el mercado mundial y orientarlo según sus intere ses. Si bien las actividades de los comerciantes ingleses eran asunto particular, el Banco de Inglaterra actuaba de moderador. Un exceso en la salida de capitales ingleses (importaciones o préstamos al exterior) sobre las entradas (exportaciones, intere ses, comisiones, etc.), se reflejaba en el stock de oro que servía como encaje en el Banco de Inglaterra, ya que esa diferencia traía consigo una demanda de oro para liquidar los saldos. En este caso el Banco, que proveía a los particulares (bancos, casas de cambio, comerciantes, etc.) de créditos en forma de préstamos o redescuentos, elevaba la tasa de interés y desanimaba las opera ciones mercantiles onerosas; pero como Londres era un centro financiero internacional, la subida de la tasa también favorecía los depósitos y, en consecuencia, eran atraídos capitales ex tranjeros en forma de préstamos, depósitos o para liberarse de deudas, y entonces el oro afluía nuevamente a Inglaterra. Si el ingreso era suficiente, el Banco podía de nuevo bajar la tasa y estimular la vida económica nacional.
La econom ía internacional Durante la segunda revolución industrial las transacciones internacionales también aumentaron vertiginosamente, de tal forma que el volumen del comercio mundial pasó de 800 millo nes de libras en 1850 a 8.000 millones hacia 1914. Los intercam- i bios en los que intervenían países europeos correspondían a los |
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Intenso actividad en una casa de comercio londinense, dibujo de Custave Doré (1872).
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laminación de enormes tlanchas blindadas en 'a fábrica Krupp con festino a la Exposición Jniversal de Dusseldorf fe 1902 (Biblioteca Na:lonal, Madrid). Hacia 1914, Alemania se hatía convertido en la ■ trímera potencia indus trial.
dos tercios del volumen total. Inglaterra seguía siendo el princi pal participante, pero si en 1850 tenía el 32% del total, hacia 1880 descendió al 23% y en 1913 al 17%. Francia conservó du rante casi todo el siglo xix el segundo lugar, pero hacia 1913 des cendió al cuarto puesto (7%), superada por Alemania (12%) y Estados Unidos (11%). En cuanto a la producción industrial, Gran Bretaña, Alema nia y Estados Unidos llegaron casi a monopolizar la producción que se volcaba al comercio exterior. Durante la mayor parte del siglo, Inglaterra siguió siendo el taller del mundo, pero hacia 1914 el orden en importancia había cambiado de la siguiente forma: Alemania, Estados Unidos y, en tercer lugar, el Reino Unido. Estados Unidos producía la mitad de la maquinaria mun dial; Alemania la quinta parte e Inglaterra la octava. Pese a ello, Gran Bretaña seguía a la cabeza del comercio mundial porque conservaba su ventaja en las transacciones financieras interna cionales, como por ejemplo las inversiones de capital en países extranjeros y la parte que le correspondía en seguros, fletes, comisiones, etc.
Las políticas económ icas El Reino Unido siguió siendo el país clásico del liberalismo basado en la iniciativa privada, de manera que el Estado debía li mitar su papel económico a velar para que los principios libera les no fuesen alterados a instancias del movimiento obrero y a secundar con su política exterior los intereses de los capitalistas. Francia combinó la fórmula inglesa con cierto intervencionismo estatal iniciado por Napoleón III, quien impulsó el desarrollo in-
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dustrial mediante créditos y concesiones a los particulares y la fi nanciación de grandes obras públicas de interés para industriales v comerciantes. En Alemania, el emperador de Prusia estimuló y orientó la vida económica a través de una burocracia -en cierto modo ennoblecida- encargada de realizar su política ante los ca pitalistas; hubo desde ese momento una subordinación del capi tal privado a la política general del gobierno, pero éste supo alentar y proteger los intereses de aquél, como lo prueban el pro teccionismo practicado desde 1880 y la ejecución de una políti ca exterior expansiva cuando así lo reclamaban las grandes con centraciones empresariales. Esta simbiosis entre Estado y los cortéis proporcionó al desarrollo alemán un carácter más racio nal, planificado y, también, más agresivo.
Proteccionismo y librecambismo Según su desarrollo económico, los países optaron por polí ticas proteccionistas o librecambistas. Así, por ejemplo, los sec tores agrarios -predominantes en el Parlamento de Londresmantenían tarifas aduaneras que hacían prohibitiva la importa ción de cereales extranjeros, en particular rusos, mediante las C am Law s o Leyes del Grano. De esta manera, monopolizando el mercado interno, podían mantener el alto precio del cereal, base de la alimentación, en especial de las clases más bajas. Los secto res industriales, interesados en bajar los costes -incluidos los sa larios-, adujeron que la miseria obrera era debida al alto precio de los cereales, de lo que sólo se beneficiaba la minoría terrate niente (D ocumento 8). I.a lucha por las reformas políticas de cuño liberal se asoció con la reivindicación de los industriales librecambistas, quienes contaron con el empuje del industrial, economista y político Richard Cobden, impulsor de una Liga contra las leyes de cereales, a la que se adhirieron varios sectores sociales. Cobden esgrimió todos los argumentos de la escuela li beral desarrollada por Adam Smith, Ricardo, Mili, Bentham, etc., y popularizó la idea de que la libertad de comercio entre los paí ses -sin trabas aduaneras- respondía a la natural disposición de las cosas, puesto que cada país desarrollaría el ramo para el que estuviese más preparado (condiciones geográficas, hábitos, expe riencia...) y ello conduciría a la felicidad universal. Por otra par te, un mundo unido por los intereses económicos recíprocos impondría la paz mundial y la miseria obrera desaparecería de manera natural a medida que todo el mundo progresase econó micamente. La reforma electoral de 1832 acrecentó la influencia política de los industriales y permitió la cristalización de normas libre cambistas; en 1842 se rebajaron las tarifas de muchos artículos i de consumo, revisadas en 1845, y al año siguiente se estableció
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El economista británico David Ricardo (17721823) desarrolló las ideas de Adam Smith y defendió el librecambis mo y la actividad in dustrial.
El filósofo y economis ta John Stuard MUI (1806-1873) se encuen tra entre los grandes pensadores liberales del siglo xix.
L m (r*®«'9lii€:kí5¿®? f'rdi^'íuTfsfiss
I despacho de algolón en Nueva Orleans, uadro de Degás (Museo
fe Bellas Artes de Pau). I Sur de EE UU, exporador de materias príñas, defendía la liber ad de comercio frente 1los estados Industriá is y proteccionistas del Norte.
definitivamente el principio del librecambio. En 1852 se abolió el Acta de Navegación, por la cual se impedía que barcos extran jeros pudiesen transportar mercancías a los puertos ingleses en las mismas condiciones que los nacionales. La supresión de los altos aranceles favoreció la expansión comercial británica, pues to que atrajo las importaciones de materias primas y productos alimenticios de los que carecía Inglaterra, o no los poseía en can tidad suficiente, y facilitó la exportación de sus manufacturas a través de tratados de reciprocidad con las demás naciones. A me diados de siglo, el Reino Unido no podía temer la competencia de la industria extranjera, pues era el único país con una produc ción industrial capaz de abastecer a la vez el mercado interno y proveer a los extranjeros. Los otros países europeos, como Inglaterra a comienzos de siglo, mantuvieron prácticas proteccionistas. La presión de los distintos sectores fue muy variable; en Francia, tanto los sectores agrarios como los industriales reclamaban el mantenimiento de tarifas protectoras; unos, contra los cereales rusos; los otros, con tra los artículos industriales ingleses. En Alemania, si bien las ta rifas no eran elevadas, a medida que se realizaba la unidad adua nera se desarrollaba una industria nacional que, de acuerdo con lo sostenido por el economista Friedrich List2, debía ser protegi1 F.n su obra Sistem a nacional d e econ om ía política (1841), Friedrich List (1789-1846)
defendió el proteccionismo como medio para consolidar la industria naciente has ta que ésta alcanzara su madurez.
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re v o lu c ió n in d m lr i ti l
da; a los grandes terratenientes prusianos -exportadores de lana y granos- les convenía, en cambio, mayor libertad para comer ciar. En Estados Unidos, los industriales norteños querían pre servarse de la competencia inglesa mediante medidas proteccio nistas, mientras que los plantadores sureños -exportadores de materias primas al mercado inglés- preferían el librecambio co mo forma de adquirir los productos ingleses más baratos; este conflicto de intereses fue una de las causas que condujeron a la declaración de secesión por parte de los estados del Sur y, conse cuentemente, a la guerra civil (1861-1865). El librecambismo se impuso en la década de 1860 cuando Inglaterra firmó un tratado con Francia, que rápidamente sirvió i de ejemplo a nuevos tratados entre los países europeos, por los cuales fueron reducidas las tarifas aduaneras. Las circunstancias permitieron evitar los temores agrarios en Inglaterra y los indus triales en Francia; aquéllos porque el mercado interno necesita ba los cereales nacionales, y éstos porque la industria francesa recibió el estímulo financiero del Estado y aumentó la exporta ción de seda a Inglaterra. En lo inmediato, parecía confirmarse que la división de la producción internacional, bajo las coorde nadas librecambistas, era lo más favorable para todos. A partir de 1873 se inició un movimiento favorable de nuevo al proteccionismo. Paralelamente a una baja en los pre cios agrícolas, hubo una mayor concurrencia en el mercado europeo de los productos americanos, tanto los cereales de Estados Unidos como la lana y la carne de los países sudamerica nos. A su vez, varios países europeos del continente -especial mente Alemania- habian desarrollado sus industrias y la mayor influencia política de este sector orientó a los gobiernos hacia un proteccionismo respecto de la industria inglesa; es decir, que tanto los sectores agrícolas como los industriales -antes general mente divididos- se unían en un mismo sentido. Además, las potencias iniciaron una expansión imperialista, lo que obligó a los respectivos gobiernos a embarcarse en planes armamentistas que reclamaban el mayor desarrollo industrial posible, y arance les que proveyesen de fondos al Estado. Entre 1878 y 1885 eleva ron las tarifas aduaneras Rusia, España, Italia, Francia, Alemania, Austria, etc. Sólo se mantuvieron dentro de las normas librecam bistas aquellos países que se habían especializado en un tipo de producción complementaria a la inglesa. En el Reino Unido hubo también un movimiento favorable al proteccionismo, pe ro no tuvo éxito; dado el protagonismo que conservaba en el comercio mundial, a Inglaterra le seguía conviniendo la práctica de relaciones multilaterales, sin restricciones; además, en ese momento, su producción agrícola era ya totalmente insuficiente y dependía del mercado exterior para abastecerse de alimentos y materia prima.
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Los gobiernos arbitra ron medidas proteccio nistas para fomentar sus respectivas industrias, como la de armamento. Fábrica de cañones en Trubia (Asturias), gra bado del siglo xix.
efinería de azúcar en uba, siglo m . La inustria de las regiones oco desarrolladas se mitaba a la transforiación de recursos natrates para el mercado europeo.
Así pues, las bondades del librecambio habían revelado sus limitaciones; aquellos países -com o fue el caso de las principales potencias europeas- que lograron desarrollarse industrialmente escaparon al monopolio industrial inglés y, cuando les resultó conveniente, optaron por un proteccionismo que creyeron más adecuado para el desarrollo nacional. Otro fue el destino de los países atrasados, como los sudamericanos, donde una excesiva especialización -generalmente confundida con el monocultivoios dejó atados al mercado inglés en particular y al europeo en general. En dichos países, los sectores dominantes prefirieron continuar con las normas librecambistas; en muchos casos, y como consecuencia de la política imperial, esas normas les fue ron impuestas.
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ocumentos
Las ventajas de cercar las tierras comunales Son tales y tantos los beneficios y ventajas que se podrían derivar de un total cercamiento de los terrenos comunales, que me es imposible describirlos o enumerarlos. Daría la oportunidad de sepa rar las tierras áridas de las húmedas, la de desecar estas últimas, la de abonar las zonas agotadas, y todo ello podría producir inestimables re sultados: el nuevo ordenamiento permitiría, con la ayuda de hábiles ganaderos, la cría de ovinos y de bovinos de raza mucho mejor que las que se ven habitualmente en estas zonas, en donde hay animales mi serables y medio muertos de hambre. Teniendo al ganado en zonas cercadas, se conseguiría mantener a un número mayor con una misma cantidad de alimento. Su costumbre de vagar y de moverse no sólo destruye la hierba con sus pisadas, sino que también los reduce a hue sos y piel. Y ello en la actualidad hace necesaria la presencia de un pas tor que los meta y los saque del establo. De otro lado, y mediante este sistema, el ganado podría rendir a la comunidad y a los individuos cien veces más de lo que lo hacía hasta ahora, antes de los cercamientos. Por último, y fundamental aspecto, se podría proteger al ganado de la peste, esa mortal enfermedad que hace terribles estragos en nues tros rebaños. Hay que añadir que se abastecería mejor de carne de buey y de cordero a los mercados y que el precio de estos géneros se re duciría considerablemente. Hay que señalar también que el sistema de los terrenos comunales nunca ha aportado nada a la solución del problema del empleo. Y que apenas se hiciera un cercamiento, la situación se transformaría positi vamente, y una desolada tierra inculta se convertiría en la más risueña de las zonas. Actividades y trabajos de toda índole se desarrollarían en esos lugares. El que quisiera contribuir a esa empresa encontraría una gran cantidad de ocasiones de trabajo: excavar fosas y canales de desa güe, construir terraplenes y vallas, plantar setos y árboles; los fabrican tes de carros, los carpinteros, los herreros y demás artesanos del campo no tendrían que quedarse con los brazos cruzados, pues habría mucho y Y
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Las re vo lu cio n as In d u s tr ia l
Documento 1 trabajo para ellos en la construcción de factorías y de sus respectivos anexos, y en la proyección y construcción de caminos, puentes, cerca dos, empalizadas, aperos agrícolas, etc. Pocos años después, tras haber llevado a buen término estos primeros y temporales esfuerzos, y cuan do todo el conjunto estuviera organizado en un sistema agrícola regu lar, se podría alimentar y dar trabajo a una población notable mente aumentada. » (John Midduton, View o f tile A griadture o fM id d lesex , 1798, en Historia del m undo contem poráneo, Edr, Paterna, 1992, p. 105.)
D ocu m en to 2
Beneficios obtenidos con la construcción del canal de Leeds a Liverpool Esta gigantesca empresa, que tardó no menos de 46 años en ser realizada, y que costó 1.200.000 libras, ha demostrado el alto beneficio que reporta a las regiones que traviesa, facilitando el trans porte de carbón, piedra caliza, cal para abono y toda clase de produc tos agrícolas, uniendo el comercio de Leeds con Liverpool y con Manchester, Wigan, Blackburn, Bumley, Coiné, Skipton Keighley, Bingley y Bradford. Mirando el mapa, se ve que este canal comunica el mar de Irlanda con el mar del Norte, y los grandes puertos de Liverpool y Hull, gracias a los cuales se proporciona un tráfico rápido y barato al comercio exterior hacia y desde el Báltico, Holanda, las ciu dades hanseáticas, los Países Bajos, Francia y Alemania. Además, la gente se ha beneficiado mucho por la facilidad con que es llevado el comercio interior desde Leeds y el West Riding hacia las áreas manu factureras del Lancashire y hacia Liverpool, y viceversa. Por otra parte, en las riberas de este canal se han encontrado inmensas cantidades de piedra para pavimento y construcción, piedra caliza para la reparación de carreteras y para quemar cal para abono; inagotables yacimientos de carbón, que no sólo suministran a las zonas vecinas, sino que pro porcionan un excedente para la exportación en Liverpool; no pocas partes del reino se benefician más gracias a un trabajo público de esta clase que al campo, a través del cual pasa el canal LeedsLiverpool. y
y
(J oseth P riestuy , Histórica! Account o f the Navigable Rivers, C anals an d Railways o f íirea t Britain, 1831, en Historia del m undo contem poráneo, Edr, Paterna, 1992, p. í 12.)
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Documentos
D o c u m e n to 3
La situación de la m ano de obra fem enina / / Muchachas de diez a veinte años son forzadas a trabajar desde \ \ las cuatro o las cinco de la mañana hasta las diez y las once de la noche, incluso hasta medianoche, y a menudo bajo el pretexto del trabajo apresurado, se les hace pasar la noche entera. No pueden soñar con quejarse, puesto que la respuesta que las espera son golpes e inju rias. Añadid a todo esto una alimentación mala e insuficiente y ten dréis el cuadro real y sin exageración de los tres cuartos de los talleres de devanado en donde se ocupan aprendizas y muchachas a V v sueldo. r r (Carta al prefecto del Ródano publicada por el diario de Lyon U Progrts, l-IV-1870.)
D ocu m ento 4
Utilización de la máquina de vapor para el drenaje de las galerías en una mina inglesa En todas las minas hay dos pozos, abiertos uno de un lado y uno del otro, y únicamente separados por una pared de madera, pero sólo uno de ellos está en actividad: al primero se le llama "pozo de las escalas", puesto que en el mismo hay unas escaleras de mamperlanes por medio de las cuales se desciende. [...] Al segundo pozo se le llama "pozo del cabestrante", debido al cabestrante, o polea, acciona do por un caballo, por medio del cual desciende un pozal, llamado kible, que sirve para cargar el mineral, y que baja mientras otro sube. |...| Junto a estos pozos está el de la "máquina de fuego", a través del cual se bombea el agua hacia fuera, y precisamente mediante esa máquina inventada hace cerca de cuarenta o cincuenta años por el señor Newcomen de Dartmouth, en colaboración con un cierto capitán Savery. En el fondo de este pozo hay un agujero de aproximadamente seis pies de profundidad, que recoge el agua que corre por todas partes, llamado "fondo de prisión". Desde allí se bombea el agua hacia arriba a lo largo de veinticuatro brazos y tres pies, hasta llegar a un ca nal, llamado audit, que la conduce al valle más próximo. (J. J. C arwright, Trovéis throiijlh Englatul o f Or. Richard Pocock, Camden Society, 1888, en G iorgio M orí, La revolución Industrial Barcelona, 1986, pp. 168-170.)
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Las revolucionas In d u stria le s
D o cu m e n to 5
Informe de 1840 del Committee on Health ofTowns sobre la ciudad de Manchcster, en el que refleja el hacinamiento que se producía en una población fabril y Hasta hace doce años no había en ninguna ciudad una regla> \ mentación del pavimentado y alcantarillado; tal era el caso in cluso de Manchester, que en 1831 contaba con más de 142.000 habi tantes; la vergonzosa condición de las calles y alcantarillas cuando la invasión del cólera, sin duda la habrán conocido a través del valioso informe del doctor Kay. Actualmente, la pavimentación de las calles progresa rápidamente en todas las direcciones y se presta una gran atención a los desagües. En conjunto, hay que agradecer el celo de las autoridades que tratan de mejorar las condiciones sanitarias, especial mente cuando se sabe que ninguna calle puede ser pavimentada y do tada de alcantarillas sin el consentimiento de los propietarios de los solares, a menos que una gran proporción de la tierra de cada lado se halle edificada. Debido a esta causa, varias importantes calles perma necen todavía en condiciones inmundas. Manchester no tiene una ordenanza de edificación, y de aquí que, con la excepción de ciertas calles centrales, a las que afecta la de la policía, cada propietario construye como quiere. Casuchas con o sin sótanos, amontonadas fila tras fila, surgen en muchas partes, pero especialmente en Manchester, donde la tierra vale más que en otras ciudades. Con procedimientos como éstos las autoridades no pueden intervenir. Una fila de casuchas puede estar mal saneada, las calles lle nas de baches, rebosantes de agua estancada, receptáculo de gatos y perros muertos, sin que nadie halle solución. El número de viviendas en sótanos, como probablemente conocerán por las publicaciones de la Sociedad Estadística de Manchester, es muy grande en todos los ba rrios de la ciudad, e incluso en Hulme, donde una gran parte de las ca sas se han edificado recientemente, continúa la misma costumbre. Que esto constituye un peligro es obvio para el observador más super ficial, porque, ¿cómo puede un agujero subterráneo de doce a quince :i pies cuadrados admitir la ventilación adecuada para convertirse en 'i una habitación humana? i Carecemos de un inspector autorizado de viviendas y calles. Si una epidemia nos invadiera, como sucedió en 1832, las autoridades probablemente ordenarían una inspección, como hicieron en aquella ocasión, pero sería meramente por permiso general, no por derecho. En tanto que ésta y otras grandes ciudades manufactureras se multipliquen y extiendan sus fábricas y sean prósperas, todo aumento de obreros encontrará empleo, buenos salarios y alimentación sufi ciente; y en tanto que las familias de la clase obrera estén bien alimen y
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Documentos
Documento 5 tadas, mantendrán su salud a un nivel sorprendente, incluso en sóta nos y otros edificios cerrados. Ahora, sin embargo, el caso es diferente; la alimentación es cara, el trabajo escaso y los salarios, en muchos em pleos, muy bajo; en consecuencia, como podíamos esperar, la enfer medad y la muerte están causando estragos. En los años 1833, 1834, 1835 y 1836 (años de prosperidad), el número de casos ingresados por fiebre en la Casa de Recuperación de Manchester ascendió solamente a 1.685, o sea, 421 por año; mientras que en los dos años de estrechez, 1838 y 1839, el número fue de 2.414, es decir de 1.207 por año. Es, en tal inmunda situación de los distritos manufactureros -donde las ca lles sin pavimentar y mal saneadas, las callejuelas estrechas, los patios y sótanos cerrados y sin ventilación muestran su influencia maligna, aumentando los sufrimientos-, que el mayor de todos los males físi cos, el de una alimentación insuficiente, aflige a jóvenes y viejos de las grandes ciudades, pero especialmente a los jóvenes. Manchester no tiene un parque público u otros terrenos donde la gente pueda pasear y tomar el aire fresco. Las nuevas calles se extien den rápidamente en todas las direcciones, y, tan grande es ya la expansión de la ciudad, que los que viven en los barrios más populosos rara vez pueden esperar ver el verde de la naturaleza. En este aspecto, Manchester es terriblemente deficitaria; más, tal vez, que ninguna otra ciudad del Imperio. Cualquier ventaja en este sentido se ha sacri ficado a la obtención de dinero mediante el arrendamiento de V V terrenos. f r (Miüuei. Aktola, Textos fundam entales p ara la Historia, Alianza, Madrid, pp. S28-530.)
D ocu m ento 6
En 1769, el empresario Boulton se unió con Jam es Watt para la construcción de una fábrica que hiciese máquinas de vapor / / Dos son los motivos que me han impulsado a ofreceros mi apo>V yo: mi afecto hacia Vd., y el que siento hacia un proyecto tan rentable y genial. He pensado que vuestra máquina, para producir del modo más ventajoso posible, requeriría dinero, una adecuada realiza ción y una amplia publicidad. Para obtener el máximo beneficio, mi idea es la de instalar una manufactura cerca de la mía, a orillas de nuestro canal, en donde podría poner todo lo necesario para la realiza ción de las máquinas |de vapor]. Con estos medios y con vuestra asis tencia podremos contratar y enseñar a algún buen obrero -dándole
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I
Las revoluciones In d u striale s
Documento 6 instrumentos mucho mejores que los que cualquier otro le entregaríay podremos poner a punto vuestro invento, con un coste inferior a un veinte por ciento al de cualquier otro sistema, y con una diferencia en cuanto a la precisión similar a la que existe entre el producto de un herrero y el de un constructor de instrumentos matemáticos. Y así las cosas, no tendría sentido producir sólo para tres condados, sino Y Y que sería mucho más conveniente producir para todo el mundo. (Otado en: Varios, Historia del m undo contemporáneo, Ecir, Paterna, 1992, p. 221.) —
D ocu m ento 7
Adam Sm ith describe con un ejem plo la división del trabajo que introdujo el m aqumismo en la industria Un obrero que no haya sido adiestrado en esa clase de tarea X (convertida por virtud de la división del trabajo en un oficio nuevo) y que no esté acostumbrado a manejar la maquinaria que en él se utiliza (cuya invención ha derivado, probablemente, de la división del trabajo), por más que trabaje, apenas podría hacer un alfiler al día, y desde luego no podría confeccionar más de veinte. Pero dada la ma nera como se practica hoy día la fabricación de alfileres, no sólo la fa bricación misma constituye un oficio aparte, sino que está dividida en varios ramos, la mayor parte de los cuales también constituyen otros tantos oficios distintos. Un obrero estira el alambre, otro lo endereza, un tercero lo va cortando en trozos iguales, un cuarto hace la punta, un quinto obrero está ocupado en limar el extremo donde se va a co locar la cabeza; a su vez la confección de la cabeza requiere dos o tres operaciones distintas: fijarla es un trabajo especial, esmaltar los alfile res, otro, y todavía es un oficio distinto colocarlos en el papel. En fin, el importante trabajo de hacer un alfiler queda dividido de esta Y Y manera en unas dieciocho operaciones distintas. y y
(Adam Smith, Investigación sobre la natu raleza y cau sa de la riqueza d e la s n a ciones, Oikos-Tau, Madrid, 1 9 8 8 ,1, p. 248.)
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Documento»
D o c u m e n to 8
En mayo de 1846 Robert Peel, del partido tory (conservador), defendió la abolición de las C o rn L a w s durante una sesión de la Cámara de los Comunes y y Señoría, no mantengo mi apoyo a este proyecto de ley simple^ X mente por la situación transitoria de Irlanda. No mantengo mi apoyo al proyecto de ley por esta escasez temporal, pero creo que la es casez no nos deja alternativa para acometer la toma en consideración de esta cuestión, creo que no sólo se impone una permanente modifi cación del problema, sino la mejor política para todos los afectados. Ahora, todos ustedes admiten que el auténtico problema en discusión es la mejora de la condición social y moral de las masas de la pobla ción; deseamos elevar en la escala de la sociedad a esa gran clase que obtiene su sustento mediante el trabajo manual. Los simples intereses de los terratenientes, los simples intereses de los arrendadores, con ser importantes, están subordinados a la gran cuestión: ¿qué se ha pensado para incrementar las comodidades, me jorar la condición y elevar el nivel social de millones de personas que subsisten con su trabajo manual, bien sea en las manufacturas o en la agricultura? Mi fervoroso deseo ha sido, durante mi mandato, hacer llegar al pueblo de este país la creencia de que la Cámara estaba ani mada por un sincero deseo de construir su legislación sobre los princi pios de igualdad y justicia. Tengo la firme convicción de que el mayor objetivo que nosotros o cualquier otro gobierno puede contemplar debe ser elevar la condición social de esa clase del pueblo con la que estamos unidos de forma indirecta a través del ejercicio del sufragio electoral. Deseo convencerles de que nuestro objetivo ha sido repartir el impuesto, que aliviaremos al trabajo y a la industria de cargas exce sivas, transfiriendo éstas, en tanto estén de acuerdo con el bien V v público, a aquellos que están más capacitados para soportarlas, f / (Citado en: Varios, H istoria del m undo contem poráneo, Eclr, Paterna, 1992, p. 99.)
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J^ebate
A partir de 1980 comienza una revi sión importante de esta concepción rupturista, al señalar la persistencia de indus trias domésticas y artesanales hasta bien entrado el siglo xix, como mostró la his toriadora Máxime Berg. Desde mediados de esta década, la concepción del carácter gradual de la revolución industrial se consolidó al proliferar los estudios de his toria social. Actualmente se considera que la revo lución industrial fue un cambio decisivo tanto en la vida económica como social de la sociedad europea, pero con tres ca racterísticas que inicialmente no fueron consideradas. En primer lugar, el impacto no fue igual en todos los sectores y en to das las áreas geográficas, de tal manera que no puede aceptarse que los experi mentara de forma total cualquier activi dad económica desarrollada en Gran Bretaña, como a menudo pretendieron los historiadores de la economía al hacer demasiado hincapié en los estudios macroeconómicos. En segundo lugar, las transformaciones económicas y sociales no fueron progresivamente lineales, con lo que se abandona el modelo marxista de la manufactura. Para Marx la industria manufacturera, con grandes talleres en los que trabajaban artesanos bajo el con trol capitalista, era una etapa más del proceso de separación del trabajador de
E l fenómeno de la revolución indus trial ha ocupado siempre la atención de los historiadores, desde que el economis ta francés Adolphe Blanqui bautizó las transformaciones económicas que se es taban produciendo en Inglaterra con el nombre de revolución industrial, al mis mo tiempo que establecía un paralelismo entre éstas y los cambios políticos origi nados por la Revolución Francesa. Las conferencias que en 1884 el historiador inglés Arnold Toynbee pronunció en la Universidad de Oxford no sólo consagra ron el término revolución industrial en el ambiente académico, sino que además caracterizó a este fenómeno como una variación drástica y repentina en la acti vidad económica, acompañada de una si tuación de miseria y sufrimiento en la clase trabajadora o proletaria. La trascendencia y profundidad de los cambios económicos hizo que se consi derase la revolución industrial como una ruptura total del pasado, ya fuese en las inversiones, como indicaba Rostow, o en los avances tecnológicos, como señaló Landes. Quizá fuera Hobsbawm quien mejor definió esta interpretación al califi car a la revolución industrial como "la transformación más fundamental experi mentada por la vida humana en la histo ria del mundo".
58
Debate
los medios de producción; un paso inter medio entre la industria artesanal y la in dustria fabril. Y finalmente, señalar que el papel de sempeñado por la tecnología no fue la causa principal de la revolución indus trial, aunque nadie niega la importancia de los cambios tecnológicos en el creci miento de Inglaterra durante las últimas décadas del siglo xvm y la primera mitad del siglo xix. Junto a los avances tecnoló
gicos hay que tener en cuenta los cam bios que, en la organización del trabajo, se producen con la subdivisión de tareas, el mayor control social de los obreros y el desarrollo propio de la fuerza trabajado ra, que en algunos casos, como el de los hiladores mecánicos, consiguieron evitar el control sobre las propias condiciones de trabajo y mantener una situación de privilegio que se parecía poco a la clásica del obrero industrial.
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Línea del tie m p o , O Newcomen crea la máquina
1705
atmosférica.
1714 ) Reamur inventa su escala termométrica.
O Farenheit inventa su escala termométrica.
1730 1733
O Primeras máquinas de hilar en Inglaterra.
O Lanzadera volante de Kay.
1738 1740 I
O El Banco de Inglaterra adquiere el monopolio en la emisión de billetes.
O Producción industrial de ácido sulfúrico.
1742 1744
O Máquinas de cardar la lana de Paul.
O Primera industria algodonera en Alemania.
1748 1760
O Hargreaves inventa la spinning-jenny.
O Primeros cheques bancarios impresos.
1764 O Liberalización del
1765 I
O Watt patenta su máquina de vapor. O Arkwright patenta la water frame. T
~
~
comercio de granos en España.
1769
------------------"
1772 O Libertad de comercio de granos en Francia.
O Poor Laws en Gran Bretaña.
1774 1776
O Se construye el primer puente de hierro. O Crompton ¡dea la mule-jenny.
1779
M 1783 O Cort inventa la pudelación.
1784
60
O Primera sociedad obrera en Londres. O Smith publica La riqueza de las naciones.
O Primeras elevaciones de globos de aire caliente.
O leffrie y Blanchard cruzan en globo el canal de la Mancha. O Cartwright patenta el telar mecánico. TT"
1785 I
O Máquina de desmotar el algodón
de Whitney.
—
O Jenner experimenta con la vacuna contra la viruela.
1796 O Ensayo sobre la población de Malthus.
1798 O Curso obligatorio del papel moneda en el Reino Unido.
1811 O El Savannah, primer barco a vapor que cruza el Atlántico.
1819 O Construcción
del ferrocarril Stockton-Darlington en Inglaterra.
1825 O |ohn Deere patenta el arado de acero.
1837 O Goodyear descubre la vulcanización del caucho.
1839 O Se establece el sello de correos en Gran Bretaña.
1840 O Abolición de las Corn Laws.
1846 O Descubrimiento de oro en California.
1847 O Abolición de las Leyes de Navegación en Gran Bretaña.
1849 O Procedimiento Bessemer de fabricación del acero.
1856 O Acuerdo de libre comercio entre Francia y Gran Bretaña.
1860 O Inauguración del canal de Suez.
1869 O Congreso de la AIT, Asociación Internacional de Trabajadores, en La Haya.
■ ■ 1872 O Koch descubre el bacilo de la tuberculosis.
1882
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y ocabulario aduana Aranceles que se cobran sobre deter minadas mercancías a su (taso por la fron tera. También es la dependencia oficial en la que se controla el tráfico internacional de pasajeros y mercancías en fronteras y otros puntos de contacto con el exterior, arancel Tarifa oficial que fija las tasas que se deben pagar por determinados concep tos, como las que se cobran en las adua nas sobre las mercancías que cruzan las fronteras. bimetalismo Sistema monetario que admite como patrones el oro y la plata, es decir, conforme a una relación fija que la ley establece entTe sus valores, convertibilidad Capacidad de cambiar papel moneda en metal precioso por el valor que figura en dicho documento, encaje Cantidad de metal precioso que los bancos tienen en caja y que se destina a garantizar el valor del papel moneda, fábrica Establecimiento dotado de la ma quinaria, herramientas e instalaciones necesarias para la fabricación de ciertos objetos, obtención de determinados productos o transformación industrial de una fuente de energía, factoría Edificio grande o conjunto de ins talaciones dedicado a la industria o al comercio. flete Precio del alquiler de una nave o de otro medio de transporte hambruna Escasez generalizada de alimen tos que produce un hambre grande en tre la población. librecambismo, librecambio El librecambismo es la doctrina que defiende el libre cambio, es decir, ei sistema económico basado en la libre circulación de mer cancías y la supresión de trabas -como aranceles y aduanas- al comercio inter nacional.
manufactura Lugar donde se fabrican obras hechas a mano o con la ayuda de má quinas; también es la obra así realizada, monometalismo Sistema monetario en que rige un patrón único, ya sea oro o plata, muselina Tela fina y poco tupida, pandemia Enfermedad epidémica que ataca a casi todos los individuos de una locali dad o región. patrón oro Sistema monetario basado en la equivalencia establecida por ley, a tipo fijo, entre una moneda y una cantidad de oro de determinada calidad, peaje Cantidad que se paga por transitar a través de una vía de comunicación, pirámide de edades Diagrama que repre senta la distribución proporcional de los grupos de edades de una población se gún su sexo, por medio de escalones rectangulares y perpendiculares a un eje, cuyo conjunto recuerda a veces la forma de una pirámide, proteccionismo Política económica que gra va con impuestos la entrada en un país de productos extranjeros en competen cia con los nacionales, a fin de proteger a estos últimos. pudelación Proceso que convierte el hierro colado en hierro dulce, quemando par te de su carbono en hornos de rever bero. reforma electoral de 1832 Reforma electo ral llevada a cabo por los liberales (whigs) ingleses, que hizo depender el derecho de voto de condiciones unifor mes de censo. revolución Cambio violento en las institu ciones políticas, económicas o sociales de una nación. stock Existencias de un producto, tenería Sitio o taller donde se curten y tra bajan las pieles.
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