JOSÉ MARIA LÓPEZ PIÑERO
Cuadernos Valencianos de Historia de la Medicina y de la Ciencia XIX SERIE A (MONOGRAFÍAS)
M e d ic in a m ó e m ysseietiad española Siglas M -M
UNIVERSITÄT DE VALÈNCIA Biblioteca
» DE HISTORI HISTORIA A 80001628052
VALENCIA, 1976
es Catedrático de Historia de la Medicina de la Universidad de Valencia y Director del Instituto de Historia de la Medicina y de la Ciencia de la Institución “Alfonso el Magnánimo”.
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MEDICINA MODERNA Y SOCIEDAD ESPAÑO: (SIGLOS XVIXIX)
C uadernos V alencianos d e H istoria de la M edicina y
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C iencia
X IX SERIE A (MONOGRAFÍAS)
JO S É MARÍA MAR ÍA LÓ PEZ PE Z PIÑ PI Ñ ERO ER O
M E D IC IN A M O D E R N A Y SO C IE D A D E SP A Ñ O L A (Siglos XVI-XIX)
CÁTEDRA E INSTITUTO DE HISTORIA DE LA MEDICINA Valencia,
1976
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i ÌÌ 2 J M Z 7
PRINTED IN SPAIN IMPRESO EN ESPAÑA I.S.B.N.
84-600-0689-1
DEPOSITO LEGAL: V.
3.752 - 1976
A r t e s G r á f ic i c a s S o l e r, r , S. S.
A. - J á v e a , 28 - V a l e n c i a (8) - 1976
S U M A R I O
Prólogo ...........................................................................................................
Alquimia y medicina e n la España de los siglos xvi y x v i i . La influencia de Paracelso ...................................................................... La disección anatómica y la reforma vesaliana en la España del siglo xvi .................................................................................................. La doctrina de Harvey acerca de la circulación de la sangre en la España del siglo x v i i ...................................................................................... Juan Jua n Bautista Bauti sta Juanini Juan ini (1636 (16 3616 1691) 91) y la introducción introducc ión en España de la medicina moderna y de la iatroquímica ........................ La Carta filosófica, médico-chymica (1687) de Juan de Cabriada, manifiesto del movimiento renovador de la medicina española. La mentalidad antisistemática en la medicina española del siglo xvni. La influencia de la “Alte Wiener Schule” ....................... La escuela de Cádiz y la introducción en España de la medicina anatomoclíniea ....................................................................................... Ciencias médicas básicas y medicina clínica en la España del siglo siglo x i x ......... ................. ............... ................ ................ ................ ................. ................ ................ ............... ................ ................. .......... El testimonio de los médicos españoles del siglo xix acerca del proletariado proletariado indu in du stria st ria l........... l.................. ................ ................. ................ ................. ................. ................. ............. ....
P R Ó L O G O a
m e d i c i n a m o d e r n a s e h a c o n s t i t u i d o h i s tó tó r i c a m e n t e f r e n t e
a la medicina tradicional de origen griego en un proceso dialéctico, iniciado en el siglo xvi, pero que no alcanzó plena madurez hasta el siglo xix. Los nueve estudios que componen este libro responden a una línea de trabajo cuyo objetivo es conocer la forma en la que nuestro país ha participado —o permanecido al margen— de dicho proceso. Se ocupan de aspectos centrales de las sucesivas etapas de constitución de la medicina moderna, por lo que juntos ofrecen un panorama de sus principales hitos históricos en la sociedad española. Los dos primeros están dedicados a grandes rebeliones médicas del siglo xvi. El paracelsismo atacó las doctrinas tradicionales desde los esquemas de la subcultura extraacadémica en torno a la alquimia. La reforma vesaliana, por otra parte, impuso un nuevo saber anatómico atenido a lo observado en la disección de cadáveres humanos. El tema de los tres siguientes es la vertiente médica de la revolución científica del siglo x v i i . La doctrina de la circulación de la sangre fue el paradigma del nuevo saber biológico y la iatroquímica el primer sistema médico moderno. El texto que sirvió de manifiesto al movimiento renovador planteó una problemática que desborda su coyuntura histórica. Se estudian a continuación dos eslabones decisivos de la maduración de la medicina moderna. Las corrientes antisistemáticas del siglo x v i i i fueron liberando al saber médico de formulaciones apriorísticas. Su más importante consecuencia, ya en la primera mitad de la centuria siguiente, fue la mentalidad anatomoclínica, punto de partida inmediato de la medicina contemporánea.
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Los dos últimos trabajos se refieren a aspectos cruciales de la medicina del siglo xix, cuya continuidad histórica con la actual puede afirmarse sin reservas. La medicina clínica contemporánea se apoya en unas ciencias básicas cada vez más complejas. El proletariado, igual que en el resto de actividades humanas, pasa a convertirse en protagonista de la medicina. Aunque redactados a lo largo de más de una década, todos estos trabajos tienen como supuesto general un acercamiento históricosocial a los problemas médicos. Como es lógico, he ido modificando los planteamientos básicos de mi trabajo durante los años transcurridos, tal como espero y deseo que siga sucediendo en el futuro. Una constante, sin embargo, ha sido considerar que la historia de la medicina es simplemente una vertiente de lo que Vilar ha llamado “historia total”, es decir, del estudio integrado de todas las actividades de las sociedades humanas a través del tiempo. El acento hay que ponerlo precisamente en sustituir la síntesis acumulativa de los datos procedentes de las distintas ramas de la historiografía, por la integración de sus resultados. Cada aspecto concreto ha de considerarse como una parte aislada artificiosamente de una realidad histórica global. Su estudio exige, ante todo, reconstruir la compleja red de relaciones, dependencias y condicionamientos que lo ligan a los demás aspectos, dicho de otra forma, reintegrarlo en su contexto histórico real. La historia social de la medicina no se reduce, por ello, a los temas para los que los enfoques tradicionales reservaban el calificativo de “sociales” (epidemias, asistencia, profesión médica, etc.). El acercamiento historicosocial se extiende a todos los aspectos de la medicina, entre ellos, por supuesto, al desarrollo de las ciencias médicas, tal como se intenta en los estudios que incluye el presente libro. A este respecto, conviene advertir que han sido realizados desde unos criterios incompatibles con la opinión que sobre la relación entre ciencia y sociedad mantienen algunos autores procedentes del funcionalismo sociológico. BenDavid, por ejemplo, afirma que los condicionamientos sociales no modifican la trayectoria de la ciencia como discurso acerca de la realidad y reduce expresamente la historia social de la ciencia al análisis histórico de su organiza-
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ción. Esta postura, en mi opinión, permanece fiel en el fondo a la vieja idea de Sarton que encuadraba la ciencia en una “historia espiritual” totalmente separada de la “historia material”. 1 Desde el punto de vista técnico, estos trabajos, aparecidos originalmente entre 1962 y 1974, se atienen a los recursos tradicionales. En este punto, corresponden a una etapa que hace varios años estoy intentando superar. La nueva historiografía médica no puede únicamente consistir en un replanteamiento de objetivos y de supuestos. La renovación tiene, desde luego, que comenzar a nivel de programas, pero ya no es hora de “descubrirlos”, sino de ponerlos en práctica. Ello exige una renovación profunda de las técnicas de investigación, ya que los nuevos objetivos plantean exigencias que desbordan por completo los recursos de la erudición tradicional. Cambiar los objetivos y los supuestos y seguir interrogando a la realidad histórica únicamente con las técnicas tradicionales sólo puede conducir a la larga a vestir con nuevos ropajes los viejos materiales. El peligro es que se paralice de hecho la investigación y que solamente se produzca una modificación en la palabrería. Afortunadamente, nuevas técnicas de investigación están siendo aplicadas en distintos campos historicomédicos con resultados en unos casos prometedores y en otros de transcendencia ya indiscutible. Ejemplos destacados son las técnicas de laboratorio de la paleopatología y de la “practical medical history”, los recursos procedentes de la investigación epidemiológica y demográfica, la aplicación de los modelos matemáticos de la biblíometría científica y los procedimientos desarrollados por la nueva nueva lingüística docum doc umenta ental.2 l.2 La asimilación de dichas dichas técnicas exige un duro esfuerzo de aprendizaje y convierte en 1 He expuesto expuesto recientemente mi opinión acerca de todos todos estos estos supues supues-tos básicos en el artículo: Historia de la ciencia e historia. Boletín Infor mativo. Fundación }. March, 38, 314 (1975). 2 Intento ofrecer una revisión sobre el tema en el trabajo: Las nue vas técnicas de investigación historicomédica. Valencia, Academia de Medicina, 1975.
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ineludible el trabajo en equipo. Gracias a ellas, sin embargo, se ha abierto una nueva etapa extraordinariamente prometedora. En ella, por ejemplo, va a resultar posible abordar de forma más rigurosa muchos aspectos de la presencia o ausencia de nuestro país en el proceso de constitución de la medicina moderna. Universidad de Valencia, septiembre de 1975
ALQUIMIA Y MEDICINA EN LA ESPAÑA DE LOS SIGLOS XYI Y XYII LA INFLUENCIA DE PARACELSO
Paracelsus and his Work in 16th and 17 th Century Spain. Clio Medica, 8, 113141 (1973). Publicado también en castellano en Cuader nos de Historia de la Medicina Española, 11,
1754 (1972).
repercusión que tuvo la obra de Paracelso en la España de los siglos x v i y x v i i es una cuestión que no se ha planteado la investigación en torno a esta gran figura, quizá porque se considera que carece de interés. Aunque no existió un movimiento paracelsista español similar al que se desarrolló en otros países europeos, el presente trabajo intenta demostrar que el estudio de la citada repercusión ofrece numerosos aspectos cuyo conocimiento puede resultar de utilidad como detalles concretos del proceso de difusión social de las ideas científicas en la época de transición de la medicina tradicional a la moderna. 1 Para enfocar adecuadamente la cuestión, resulta necesario superar la carencia habitual de información acerca de la medicina y de la ciencia españolas de dichos siglos, así como
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1 Para cual cualqu quie ierr cuest cuestió iónn rel relati ativa va al par parac acel elsi sism smoo es indi indisp spen ensa sabl blee consultar los repertorios bibliográficos de Su d h o f f y W eimann , los estudios de P a g e l sobre Paracelso y la información sobre el tema contenida en los volúmenes VVIII del tratado de historia de la ciencia de T horndike y en el volumen II del de historia de la química de P artington . A lo largo de las notas siguientes iremos ofreciendo las referencias bibliográficas de estas obras. Entre los estudios explícitamente consagrados al paracelsismo. el más avacelsians. London, Old importante es el de D e b u s , A. G.: The English P avacelsians. bourne, 1965. El mismo D e b u s prepara en la actualidad un estudio monográfico sobre el tema titulado The Pavacelsians and the Scientífic Revolution.
En lo que respecta a la ciencia española del Renacimiento, remito a mi libro (en prensa) Ciencia y sociedad en la España de los siglos XVI y XVII, que contiene numerosas referencias bibliográficas. 2
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sobre sus condicionamientos sociales, políticos y económicos. Solamente pueden encontrarse hechos históricos significativos si se conocen las posturas ideológicas y las circunstancias desde las que los autores españoles desconocieron a Paracelso o tomaron actitud ante sus contribuciones. Por otra parte, el estudio de la difusión de la obra de Paracelso exige tener en cuenta, no sólo la cultura científica académica, sino la más soterrada de la subcultura científica extraacadémica, concretamente la existente en torno a las distintas formas de la alquimia. La exposición está dividida en cuatro grandes epígrafes, cada uno de los cuales corresponde a un período bien definido de la medicina y de la ciencia españolas de los siglos xvi y xvn. I.
P aracelso y la españa renacentista abierta a la s corrien tes
europeas
(Dos primeros tercios del siglo
xvi)
Hasta el último tercio del siglo xvi, España participó plenamente en las corrientes científicas propias del Renacimiento. Fue muy importante, en primer término, la contribución española al llamado humanismo científico, es decir, a la edición, depuración y comentario de los textos científicos clásicos. Este hecho no resulta sorprendente si se tiene en cuenta que España había sido durante la Edad Media uno de los escenarios fundamentales de la transmisión del saber clásico a Occidente y que más tarde había recibido de modo muy temprano y directo la influencia de los grandes centros del humanismo italiano. Durante estos años la medicina y la ciencia españolas estuvieron particularmente abiertas a los movimientos de carácter renovador. Baste recordar como ejemplo lo sucedido con la anatomía vesaliana, que encontró en la escuela de Valencia, encabezada por Luis Collado y Pedro Jimeno, un activo centro de cultivo, del que no solamente partió una de las primeras defensas de la obra de Vesalio frente a los ataques de Silvio, sino que consiguió que el nuevo pensamiento morfológico se impusiera en las cátedras de anatomía de las principales universidades españolas y que influyera en las obras de las grandes figuras de la medicina interna y de la cirugía. Algo semejante sucedió con la doctrina heliocéntrica de Copérnico, que en-
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contró en España actitudes abiertamente favorables, como la de Diego de Zúñiga —cuyo libro sería condenado en Roma junto jun to al del mismo mismo Copérnico Copérni co en 1616— y la de la UniverUnive rsidad de Salamanca, que la admitió oficialmente en su enseñanza. La crítica abierta de las doctrinas clásicas era, por otra parte, una constante en la obra de los principales autores españoles de este período. Recuérdese como muestra el título del famoso libro de Gómez Pereira, Nova veraque medicina experimentis et evidentibus rationibus comprobata (1558), y también la sobresaliente participación de autores como Juan de Celaya y Domingo de Soto en la crítica nominalista de la física aristotélica. La sociedad española estaba entonces sometida a una gran tensión para mantener la hegemonía política y militar en Europa y para realizar la tarea del descubrimiento, conquista y colonización de América. Esta tensión planteaba una serie de exigencias prácticas, que fueron motivo inmediato del desarrollo de varias disciplinas técnicas, como la náutica, la ingeniería naval, la cartografía y la ingeniería militar, en las que España ocupó durante casi un siglo uno de los puestos dirigentes. Pero, sobre todo, la tensión citada condujo a que la numerosa e importante serie de naturalistas y geógrafos españoles de esta época contribuyeran a preparar el desbordamiento de los esquemas científicos tradicionales con un cuantioso aporte de nuevos materiales americanos desconocidos por los clásicos. I. E l primer hecho con el que debemos enfrentarnos enfrentarno s es la estancia del propio Paracelso en España, en fechas comprendidas didas entre 1517 y 151 9,2 aunque aunque parece claro claro que dicho dicho viaje no condujo al establecimiento de relaciones con ningún médico o científico español, ni tampoco a ningún estudio particular. En las obras de Paracelso aparecen únicamente trece referencias a España. Cuatro de ellas son puramente retóricas u 2 Cfr. W eimann , K. L.: Was wissen wir wirklich über die Wanderjahre des Paracelsus? Sudhoffs Arch., 44, 218223 (1960), que critica los traba jos sin base sólida sólida de T e l e p n e f .
Jo J o s é M aría ar ía L ó p e z P iner in eroo 20 ocasional ocasionales es y carecen totalmente de in inte teré rés.3 s.3 Otras cuatro so son alusiones a su estancia en nuestro país en un contexto que reitera uno de sus argumentos favoritos: la importancia de los viajes para la “experiencia” del médico. En la primera parte del Spital-Buch (1529) habla, por ejemplo, de “mein enfaren heit, die ich aus Liltau, Holland, Ungern, Dalmatien, Kroatien, Rodis, Italien, Frankreich, Hispanien, Portugal, Engelland, Denmark und allen deutschen landen mit grossen fleiss überkommen hab...”. Y de forma semejante, en el prologo del tratado I de Das erste Buch der Grossen Wundarznei (1536), se pavonea de que no sólo sólo ha estudiado, sonder weiter weite r gewandert gen Granaten, gen Lizabon, durch Hispanien, durch Enge En gela lann d...”. d. ..”. 4 Otras Otras referencias se ocupan ocupan muy muy superficial superficial ment del clima español, de las tortugas que vio en España y del carácter de los españoles, que curiosamente compara al de los los gallo ga llo s.5 s. 5 Solamente Solamente en una ocasión ocasión se ocupa con cierto detenimiento de algo que le sucedió en nuestro país. Resulta muy significativo que se trate de la práctica mágica de un nigromante: “So kan ich doch nicht verschweigen —afirma en el libro VI de Arc A rchh ido id o x is m a g ic a e — das grosse miracul so ich in Hispania von einem nigromántico gesehen, der hette eine glocke nicht über zwei pfunt schwer, mit diser glocken geleut er vil und mancherlei spectra und visiones der geister konte zuwegen bringen, dan wan er wolt, schreib er etliche wort und charakter inwendig in die glocken. so balt er dan mit leutet oder schellet, erschein im als balt ein spiritus, in was gestalt er in haben wolt. er kunte auch mit dem geleut diser glocken gen.
Sämtliche Werke. I. Abt A btei eilu lun n g. M ediz ed izin inis isch ch e, n a tu rw isse is sen n sc h aftl af tlic iche he und un d p h ilo il o s o p h is c h e S c h rif ri f ten. Hrsgb. v. Karl Sudhoff. 14 vols. MünchenBerlin, R. Oldenburg, 1929 3 T
h e o p h k a s t von
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a r a c e l s u s:
1933 193 3 Las cuatro referencias a España puramente retóricas y ocasionales ocasionales se encue encuent ntran ran en II, 181; 181; XI, X I, 186; X I, 275; XIV, 545546. « r . . M ü l l e r,r , M Registerhand zu Sudhoffs Paracelsus-Gesamtausgabe. Medizin,sehe naturwissenschaftliche, philosophische Schriften. Einsiedeln, Eberle, 1960, Nova Nova Acta Paracelsica, Suppl. I960 I9 60 . v nn _ t . „ « P a r a c e l s u s : Sämtlic Sämtliche he W erk e..., VII, 374 y X, 20. Las otras dos referencias en VIII, 35 y VIII, 359. 5 P a r a c e l s u s : Sämtlic Sämtliche he W erke..., VI, 106; XI, 244; XIV, 578, VII, 477.
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vil andere gesicht der geister, auch menschen und tier zu im bringen oder von im treiben, wie ich solcher ding vil von im gesehen habe, doch so oft er etwas neues machet, renovirt er auch die wort und charakter; er wolt mir aber die geheimnis der wort und charakter nicht eröffnen, bis ich disen sachen selbs weit leufig nachgedacht und also on alles gefert erfand, aber die selbige oder alein ein exempel der selbigen, ich aussen lasse, sähe aber doch so vil dabei, das mer an der glocken dan an den Worten gelegen sei. dan dise glocke ward auch gewislich von von disem disem unsern unsern electro gegossen”. 6 Aparte de una alusión a la isla “Spagnola” en el prólogo de Von Holz Guajaco gründlicher Heilung (1529),7 (152 9),7 otra otrass citas citas de 1 aracelso relacionadas con España son las relativas a autores españoles. Son realmente numerosas las de escritos auténticos o apócrifos de Arnau de Vilanova, de Averroes y de Jjamón L u l l . 8 En cambio, no hay ni una sola de médicos o científicos de su misma época. Es muy ilustrativo comparar los resultados de la estancia de I'aracelso en nuestro país con la de Clusius, otro gran cicnlífico europeo que unas décadas más tarde viajó también por la España renacentista. Durante su estancia en la Península I única, Clusius trabó relación con destacados naturalistas, como los sevillanos Simón de Tovar y Juan de Castañeda y el valenciano Juan Plaza, que después mantendría a través de la correspondencia. Reunió igualmente los materiales de su (sludio sobre especies botanicas españolas (Rariorum aliquot shrprurn per Hispanias observatarum Historia..., 1576), aunque (i P a r a c e l s u s : Sämtliche Werke..., XIV 488 7 P a k a c e l s u s : S äm äm tl tlic he he W e r k e . . ’ V i l, l, 56. En otra ocasión se refiere asimismo a Santiago de Compostela como lugar de peregrinación, sin que «■lio demuestre de manera concluyente que estuvo allí. Cfr. W eimann -
<. ei e i l . , pág. 220.
11 M ü l l e r : op. cit. Incluye veinticinco V.Innova, diez a Averroes y ocho a Ramón
citas de Paracelso a Arnau de Lull. Arnau de Vilanova y Hainon Lull han sido estudiados como fuentes de Paracelso, entre otros aiilores, por P a g e l , W.: Paracelsus. An Introduction to Philosophical M r, he m e m th e E ra o f th e R en aiss ai ss an ce. ce . BaselNew York Karger 1958 píigs. 241 ss. ’ ’ ’
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la principal consecuencia científica de su viaje fueron sus traducciones latinas de las obras de los naturalistas ibéricos Nicolás Monardes, García de Horta y Cristóbal de Acosta.9 El contraste es completo. Clusius, culto y educado, es un típico representante de la ciencia académica, que visita a las grandes figuras en los centros universitarios y critica, por ejemplo, el mal conocimiento del latín por parte de los Profesores de Alcalá o elogia el excelente latín de los de Valencia. Paracelso, por el contrario, recoge noticias pintorescas y se relaciona con curanderos o nigromantes. La diferencia no puede explicarse, invocando únicamente una distinta mentalidad, sino recordando la distinta situación social de ambos autores. La actividad científica de Paracelso fue típicamente extraacadé mica y su ambiente social fue el estamento más bajo de la Alemania Alemania del Su S u r .10 .10 Es lógico que este este fuera también el nivel nivel social con el que conectó durante su viaje por España. II. II . Apenas hace falta subrayar que los médicos y cient cie ntííficos españoles de este período no podían interesarse por la obra de Paracelso. En primer lugar, por la escasa difusión que durante estos años alcanzó su producción escrita. Recordemos, en efecto, que se publicaron muy pocos textos suyos mientras vivió y a lo largo de las dos décadas que siguieron a su muerte. Solamente a partir de los años sesenta, gracias a la actividad de Bodenstein, Toxites, Schroter, Forberger, etc., se editaron sus numerosas obras manuscritas y aparecieron en concreto las traducciones latinas que serían leídas en España. Por otra parte, la orientación humanista e italianizante de la medicina y de la ciencia académicas de la España de este período no podía ser más opuesta a lo que significaba la obra de Paracelso, mientras que la subcultura científica de los alquimistas se mantenía igualmente al margen de la misma, viviendo todavía de la tradición de los textos alquímicos bajo medievales. El resultado fue que Paracelso y su obra estu9 Cfr.
H u n g e r : Charles de VEscluse (Carolus Clusius). Nederlandisch
Kriunkundige 15261609. S. Gravenhage, 1927, cn especial el capitulo
“Reis naar Spanje en Portugal” (pägs. 7682). 10 Cfr. P a g e l : op. cit., pàgs. 5 ss.
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vieron durante estos años fuera del horizonte de los autores españoles. Vamos a comprobarlo en algunos ejemplos representativos de diferentes áreas. Die grosse Wundarrney fue el primer texto de Paracelso que alcanzó difusión. Después nos ocuparemos de su influencia como figura quirúrgica, que a partir de los últimos años del siglo xvi se produjo también en España. Pero durante el período que nos ocupa ni siquiera a través de esta línea estuvo presente en España la obra de Paracelso. Un testigo de excepción de esta ausencia es Dionisio Daza Chacón, quizá el más importante cirujano español español de esto estoss añ a ñ os.1 os .111 Como gran gran personalidad quirúrgica de los ejércitos de Carlos I de España y V de Alemania y más tarde de Felipe II de España, pasó buena parte de su vida en las campañas del Mediterráneo y en las de Flandes y Alemania. “Estando yo en Alemania —afirma en su gran tratado de cirugía— donde estuve muchos años al servicio del invictísimo emperador Carlos V, nuestro señor de gloriosa memoria, vi que los cirujanos de aquella tierra no sólo las heridas simples de cabeza, pero las compuestas y con grandes fracturas, las curaban con solas bebidas, a las cuales llamaban pigmenta, y en las heridas sólo ponían unas hojas de berza, y los heridos comían y bebían a su gusto... A los barberos de Alemania, si alguno acaecía a sanar (que eran pocos) eran por ser robustos y fuertes, y tener grandísima y buena complexión. Pero dejando todo lo dicho aparte como cosa de de risa. ris a...”. ..”. 12 Daza conocía a fond fondoo la literatur literaturaa quirúrquirúrgica europea de su tiempo, que cita profusamente en su obra. Pero únicamente se acordó de las prácticas quirúrgicas del 11 Cfr. S oriano d e l a R o sa , C.: La obra quirúrgica de Dionisio Daza Chacón. Salamanca, Seminario de Historia de la Medicina Española, 1958; G r a n j e l , L . S.: Cirugía Española del Renacimiento. Salamanca, Seminario de Historia de la Medicina Española, 1968; L ó p e z P i n e r o , J. M. et al.: La trepanación en España. Clásicos neuroquirúrgicos españoles.
Madrid, Ed. Técnica Española, 1967. 12 D az a C hacón , D .: Práctica y teórica de Cirugía en romance y en
latín. Valencia, F. Ciprés, 1673, pág. 161. La primera edición de esta
obra, que recoge la experiencia de su autor durante las décadas centrales leí siglo xvi, apareció en 158495.
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estrato social alemán al que pertenecía Paracelso para utilizarlas como contrapunto grotesco de su excelente exposición de la cirugía craneal. Otra área en la que cabría esperar alguna referencia a la obra de Paracelso es la química. Como es sabido, los cultivadores de la misma se repartieron durante estos años en tres grandes grupos, dedicados respectivamente a la minerometalurgia, a las aplicaciones de la química, a la medicina, y a la alquimia en sentido estricto. Los tres contaron con numerosos representantes en España, pero ninguno se ocupa, ni siquiera de pasada, de Paracelso. La minerometalurgia española estuvo entonces principalmente centrada en el problema de las minas americanas. Las contribuciones alemanas en este campo eran bien conocidas por los autores españoles. De re metalica (1569) de Bernardo Pérez de Vargas, principal tratado sobre la materia en la España de la época, está en gran parte basado en la obra de Agrícola, y Bartolomé de Medina —el célebre inventor de la técnica de la amalgamación para el beneficio de la plata— sabemos que estuvo en relación con un anónimo metalurgista alem al em án.1 án .133 Pero la figura figura y la obra de de Paracelso no aparecen en absoluto en este contexto. Lo mismo sucede en el campo de las aplicaciones médicas de la química. El aspecto más importante de dichas aplicaciones era, por supuesto, la preparación de medicamentos, por lo general limitada a las técnicas propias de la “materia médica” tradicional. En esta línea algunos autores españoles llegaron a publicar monografías de pura técnica química, como la titulada M eth et h od odu u s re frig fr ig era er a n d i ex v o c a t o sale sa len n itro it ro vinum vin um,, a q u a m q u e (1550) de Blas de V illa il lafr fran an ca.1 ca .144 ac potus quodvis aliud genus (1550)
13 Cfr.
B a r g a l l o , M . : La minería y la metalurgia en la América espa
ñola durante la época colonial. México, Fondo de Cultura Económica,
1955; B a r g a l l o , M.: La naturaleza de los metales y el beneficio del hierro en los alquimistas y metalúrgicos del siglo x v i . En: N. M o n a r d e s : Diá logo del hierro. México, 1961, págs. 99165; P ó r t e l a , E .: La química española del Renacimiento (en preparación). ist ory o f C hem he m istr is try. y. Vol. II, London, 14 Cfr. P a r t i n g t o n , J. J . R.: R. : A H istory MacMillan, 1961, pág. 114.
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Pero ninguno cita a Paracelso, ni siquiera Andrés Laguna en at eria ia m ed icin ic in a l de Dioscórides su traducción anotada de la M ater (1555), a pesar de la estrecha relación de este autor con el mundo alemán. Recuérdese, en efecto, que fue médico del municipio de Metz entre 1540 y 1545 y que en 1543 pronunció en la Universidad de Colonia su famoso Discurso sobre Euro Dioscórid es incluye los nombres en pa. pa . 15 En su edición del Dioscórides alemán de todos los vegetales y minerales estudiados, cita a numerosos autores alemanes y alude a menudo a su estancia en Alemania y a su trato con gentes muy diversas de aquel país. Por otra parte, se ocupa ampliamente de las operaciones químicas, incluida la destilación, no solamente en lo que respecta a la preparación de los medicamentos, sino en relación con otras cuestiones como las técnicas del curtido, la fabricación de tintas y colorantes, el teñido de las telas, etc. Pero si llegó a tener noticia de la obra de Paracelso, no consideró de interés ocuparse ocuparse de e ll a .16 .16 Todavía más significativa es la ausencia de toda alusión a Paracelso en la obra de Bernardino Montaña de Monserrate, uno de los médicos de cámara de Carlos I de España y V de Alemania, puesto que este autor abordó explícitamente una conexión mucho más revolucionaria de la química con la medicina: la aplicación del análisis químico a la explicación de los procesos fisiológicos. En el tratado de fisiología que publicó como segunda parte de su Libro de la Anathomia del hombre (1551) se muestra muy celoso de separar la metafísica de la medicina y también de dotar a ésta de un sólido fundamento empírico. La especulación puede llegar en algún caso a cosas que son verdad, “mas en cuanto al médico son como si no fue15 Los mejores estudios sobre Andrés Laguna Lagun a son el de D u b l e r , C. E.: D. Andrés de Laguna y su época. Barcelona, 1955 (que ofrece un análisis comparativo entre Paracelso y Laguna en págs. 300310) y de H e r n a n d o , T.: Vida del Doctor Andrés Laguna. En: A n d r é s L a g u n a : Pedacio Dios córides Anazarbeo (1555). Ahora nuevamente publicado por el Instituto de España. Madrid, 1968, Vol. I, págs. 1960. 16 Laguna, A.: Pedacio Dioscorides Anazarbeo, acerca de la materia medicinal, y de los venenos mortíferos, traduzido de lengua Griega, en la vulgar Castellano, & illustrado con claras y substanciales Annotationes... Amberes, I. Latió, 1555.
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sen, porque son cosas que no pueden alcanzarse por los sentidos, y el médico... no trata de disposición ninguna del cuerpo que no pueda conocerse por los los sentidos”. sentidos”. 17 En su búsqueda de bases empíricas, Montaña se apoya en la química, de la que demuestra tener muy sólidos conocimientos. Ya es significativo que se ocupe de “la quintaesencia del agua ardiente”, cuidando de descartar el sentido mágico del término “quintaesencia ”, y comparando la acción del estómago con una una operación operación quí q uím m ica.1 ica .188 Pero lo más más interesante interesante es que recurecu rra al análisis químico de la sangre, de la orina y de la saliva para fundamentar unos esquemas fisiológicos, por lo demás estrictamente galénicos. “Es necesario que se destile la sangre después de apartada el agua superflua que se aparta cuando se cuaja la sangre por el frío —dice, por ejemplo— y esta destilación háse de hacer con calores diferentes, es a saber, de agua y de ceniza, con los cuales calores se hace apartamiento de sus substancias, y de otra manera no se pueden conoscer si no es adevinando”. adevinan do”. 19 También ignoró la obra de Paracelso la subcultura científica en torno a las formas menos exigentes de la alquimia, que no habían sido asimiladas por la ciencia académica. Centrada en el tema de la piedra filosofal entendida en su forma tradicional, esta subcultura alquímica fue como en todas partes un fenómeno marginal, que mereció el desprecio de los científicos sensu stricto. “Llaman Mercurio al azogue los alquimistas —afirma, por ejemplo, Andrés Laguna— y tienen por cosa muy resoluta, que puede transformarse en cualquier metal como apta y natural materia de todos. Empero de aquesto se dan p o t e n tia ti a p r o p in q u a de ser a cien mil diablos, que viéndole en po purísima plata, no le pueden jamás cuajar, ni reducir a que obedezca al martillo, aunque gastan toda su hacienda en carbón y soplan toda la vida. Y a la verdad, como Mercurio fue siempre un gran burlador, ansí el azogue les da finalmente el pago que ellos por su vanidad merecen, porque son ordina B.: B. : Libro de la Anathomia del hombre... Valladolid, S. Martínez, 1551, fol. CXIIv. 18 M ontaña : op. cit., fol. CIv. 19 M ontaña : op. cit., fol. CIXv. 17 M ontaña
de
M o n s e r r a t e ,
M ed ic in a m o d er n a y s o c ie d a d es p añ o la
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ñámente ñám ente hombres vanos vanos y perniciosos perniciosos de la la Repú R epública blica”. ”. 20 Esta situación explica que la trayectoria de la alquimia española de este período haya que seguirla fundamentalmente a través de una complicada serie de textos manuscritos, muchos de ellos anónimos, estudio que no se ha realizado hasta ahora de modo sistemático. A través de los manuscritos que estudió Luanco, de las noticias dispersas en los trabajos de otros autores y del examen de los textos que se conservan en las principales bibliotecas españolas, es posible no obstante comprobar la importancia de esta subcultura y hacerse una idea general de su ca ráct rá cter er.2 .211 Aunque difundida difundida por por todo todo el país país,, alcanzó particular vigor en Cataluña y en Valencia, quizá como continuación de una tradición anterior reforzada por la actitud favorable de algunos seguidores de la filosofía de Ramón Lull, de tanta importancia en esta parte de España en el paso de los siglos xv al xvi. No hay que olvidar hechos como que Jacme Janer (Jacobus Januarius) regente de una “cátedra” o “estudio” luliano que funcionaba en Valencia con privilegio real, aceptó como auténticos los escritos alquímicos atribuidos
20 L aguna: op. cit., pág. 541. 21 L uanco , J. R .: La alquimia en España. 2 oreno M A l c a ñ i z , E.: Facetas de la alquimia
vols. Barcelona, 188997; y alquimistas españoles. F. : Anale An ale s d e F ísic ís icaa y Q uím uí m ica , 42, 179190 (1946); R odríguez M arín , F.: Felipe 11 y la Alquimia. Madrid, 1927; M a f f e i , E. y R . R úa F i g u e r o a : Ap un tes pa ra una un a B ib li o te ca E sp añ ol a d e libro lib ros, s, fo ll e to s y artíc ar tícul ulos os,, im pr es os y manu ma nusc scrit ritos os,, rela re la tivo ti vo s al co n oc im ie n to y ex pl ot ac ió n d e las riquezas minerales y a las ciencias auxiliares. 2 vols. Madrid, J. M. La puente, 187172. La nota de R u s k a , J.: J. : Alchemie in Spanien. Spanie n. Ang A ng ew an dte dt e Chemie, 46, 337340 (1933), se limita al período medieval. En cambio,
resulta indispensable por sus referencias aisladas a la alquimia española de los siglos xvi y xvn y sobre todo por el encuadre general que ofrece, la gran obra de T h o r n d i k e , L .: A History of Magie and Experimental Seiende. Vols. V y VI, New York, Columbia University Press, 1941. Me ha sido posible localizar diecinueve manuscritos alquímicos del Renacimiento y del siglo xvn en las siguientes bibliotecas españolas: B. Central de Barcelona (7), B. Nacional de Madrid (6), B. del Escorial (2), B. Universitaria de Barcelona (1), B. Universitaria de Granada (1), B. Universitaria de Oviedo (1) y B. Universitaria de Valencia (1). En las obras de L uanco y de M a f f e i y R úa F igueroa se describen algunos de ellos.
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ic a lis li s n atu at u rali ra liss ordi or dini niss (1506).22 a Lull en su libro Ars m e ta p h y s ica En cualquier caso, los manuscritos alquímicos españoles de este período tienen un carácter muy homogéneo. Incluyen obras completas o fragmentos de los textos atribuidos a Ramón Lull y Arnau de Vilanova y de los debidos a Juan de Ru pescissa y otros autores bajomedievales, en latín, castellano o catalán, junto a un desordenado conjunto de recetas y anotaciones breves de muy diversa índole. Son muy escasas, por el contrario, las obras originales atribuibles a una persona concreta, aunque es posible destacar alguna figura como la del alquimista valenciano Luis de Centelles, autor entre otras cosas de una Coplas sobre la piedra philosophal de las que más adelante volveremos a ocuparnos.23 La alquimia española de estos años se mantuvo, en suma, dentro de la tradición de origen bajomedieval anterior a lo que Thorndike llamó “the Paracelsan Revival”, es decir, la difusión efectiva de los escritos de Paracelso a partir de los años sesenta.
II. II . L a
obra
centista
de
P
aracelso
en
la
crisis
de
la
E
spaña
rena-
( Ú l t im i m o t e r c i o d e l si sig l o x v i)
A partir del último tercio del siglo xvi el satisfactorio panorama de la medicina y de la ciencia española comenzó a cambiar radicalmente de signo. El primero y más visible de los factores negativos fue el triunfo de la Contrarreforma, que trajo como consecuencia el predominio del escolasticismo tra dicionalista y la imposición del aislamiento ideológico. La evolución de la física en nuestro país es un claro ejemplo de cómo el escolasticismo contrarreformista cortó el desarrollo de la crítica de los esquemas clásicos. Ignorando los planteamientos nominalistas de autores como Celaya y Soto, los tratados de filosofía natural pasaron de nuevo a convertirse en una glosa acrítica de las tesis aristotélicas. Por la misma razón, a 22 Cfr. T h o h n d i k e : op. cit., vol. V, pág. 535 y C a r r e r a s A r t a u , T . y J.: Historia de la filosofía española. Filosofía cristiana de los siglos XIII al XV. Vol. II, Madrid, 1943, págs. 7778. 23 Sobre Luis de Centelles ofrecen noticias L uanco y M a f f e i y Rúa F igueroa en las obras citadas en la nota 21.
M ed icin ic in a m od ern er n a y s o c ie d a d esp es p a ñ ola ol a
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los astrónomos españoles les fue imposible adherirse a la doctrina heliocéntrica, desde que ésta fue condenada por la Sagrada Congregación del Indice (1616). La consecuencia más perniciosa del triunfo de la Contrarreforma fue, no obstante, el aislamiento ideológico de nuestro país, impuesto con la finalidad de defenderlo de las ideas heterodoxas. Este proceso histórico, que podemos simbolizar en la prohibición por parte de Felipe II de que los españoles estudiaran o enseñaran en otros países, privó a la medicina y a la ciencia españolas de todos sus medios normales de comunicación con las europeas, cuando éstas se encontraban en una fase decisiva de transformación. El triunfo de la Contrarreforma, sin embargo, fue solamente uno de los factores que pesaron negativamente en el desarrollo de la medicina y de la ciencia en nuestro país. La gran tensión a que, como antes hemos visto, se vio sometida la sociedad renacentista española, junto a su innegable acción estimulante, acabó por conducir a un proceso de repercusión muy perniciosa. La necesidad de que todo el esfuerzo se centrara en los aspectos aplicados hizo que se descuidara el desarrollo de la ciencia pura. De esta forma, incluso en las obras de mayor relieve, tendió a anquilosarse y a no estar al día la base doctrinal de contribuciones técnicas muchas veces brillantes. Otra circunstancia negativa fue el exterminio de la comunidad hispanojudía, que había sido durante la Edad Media el más importante núcleo social desde el punto de vista del cultivo de la ciencia. Como es sabido, fue eliminada en el período que iniciaron las grandes matanzas de 1391 y que culminó en la expulsión de 1492. La parte de dicha comunidad que había intentado integrarse en la sociedad española sufrió más tarde la feroz persecución de la Inquisición, que convirtió a los “conversos” en auténticos desplazados sociales. Recordemos, por último, que en el paso del siglo xvi al x v i i la crisis económica interfirió también negativamente el desarrollo de la medicina y de la ciencia españolas.24 24 Para una exposición detallad deta lladaa de la ciencia cien cia española de este período, remito de nuevo a mi libro citado en la nota 1.
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I. Si había hab ía cambiado cambia do la situación de la medicina y de la ciencia española respecto al período anterior, también era muy diferente la posición de la obra de Paracelso dentro del contexto general de la medicina y de la ciencia europeas. Antes recordamos que a partir de los años sesenta autores como Bo denstein, Toxites, Schróter, Forberger, Dorn o Flótter editaron sus escritos tanto en el alemán original como en traducciones latinas. La difusión de estos textos junto con la actitud hacia los clásicos entonces vigente en buena parte de la medicina académica tan distinta del confiado entusiasmo del primer humanismo— explican precisamente la aparición del “Para celsan Reviva]”. Como fenómeno histórico éste se manifestó en dos vertientes. La primera de ellas fue el movimiento paracel sista propiamente dicho, cuyos componentes ocuparon una posición intermedia entre la medicina y la ciencia académica y la alquimia extraacadémica. Por ello contribuyeron, por una parte, a la incorporación de las contribuciones de Paracelso en el seno de las primeras, y continuaron, por otra, la tradición alquímica, conduciendo a una nueva etapa en la que el nombre de Paracelso convivió primero y eclipsó despues los de Ramón Lull, Arnau de Vilanova y Juan de Rupescissa. La segunda vertiente del “Paracelsan Revival” fue la reacción de la medicina y de la ciencia académicas ante la obra de Paracelso. Como es sabido se manifestó, por un lado, en la violenta crítica de su persona y de sus doctrinas que suele personificarse en Thomas Erastus. Por otro en la asimilación matizada de sus aportaciones, ya iniciada anteriormente por figuras como Conrad Gessner y encabezada en estos años por Liba vius.25 Las circunstancias expuestas, en especial el aislamiento ideológico, explican que las dos vertientes del del Paracelsa Para celsann Revival” tuvieran en España un eco muy apagado, que contrasta con la vigorosa repercusión que había tenido en nuestro país unas décadas antes la reforma vesaliana. 25
Entr En tree otros estudios sobre el
P artington y P a g e l
t e m a , cfr. los incluidos por T horndike en sus obras citadas en notas anteriores.
M ed icin ic in a m od er n a y s o c ie d a d es p añ ola ol a
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La incomunicación, sin embargo, no fue tan completa como para impedir que las obras de Paracelso y las de sus más destacados seguidores fueran leídas en España. Para tener idea de las que circularon, resulta útil consultar los fondos de una biblioteca médica española como la de la Facultad de Medicina de Madrid, que posee más de mil obras anteriores a 1600. Limitándonos a las ediciones del siglo xvi, encontramos en ella la edición latina de las obras de Paracelso impresa por Perna (Basilea, 1575), una traducción latina (Estrasburgo, 1573) y otra francesa (Lyon, 1589) de Die grosse Wundarzney, dos dos ediciones latinas de Labyrinthus medicorum errantium (Nu remberg, 1553 y Hannover, 1599), De Vita Longa libri V con introducción de Bodenstein (Basilea, 1562) y el Fasciculus Para~ celsicae medicinae de G. Dorn (Frankfurt, 1581). Existen también obras de otros paracelsistas como el italiano Fioravanti, el suizo Penotus y el inglés Muffet, los escritos sobre el antimonio de los franceses Grevin y Launay, así como varios libros de Erastus, entre ellos dos ediciones de sus Disputationes de me dicina nova Philippi Paracelsi. Por otra parte, hay una edición latina, otra italiana y otra francesa del De remediis secretis líber de Conrad Gessner, un ejemplar de la obra sobre destilación de Ulstad y ediciones de los textos alquímicos de Rupescissa y Savonarola y de los atribuidos a Ramón Lull y Arnau de Vilanova. Muy semejantes son las obras de Paracelso existentes en la Biblioteca Nacional de Madrid. Entre las ediciones del siglo xvi, se encuentran de nuevo la edición en latín de sus obras impresa por Perna (Basilea, 1575), la traducción latina de Die grosse Wundarznei publicada en Estrasburgo en 1573, otro ejemplar del Fasciculus Paracelsicae medicinae de G. Dorn (Frankfurt, 1581) y también De tarlaro libri VII en la edición de Bodenstein (Basilea, 1570). Contra lo que pudiera pensarse, la Inquisición española fue muy moderada durante el siglo xvi con las obras de Paracelso. E l Index et Catalogus Librorum prohibitorum (1583) del Inquisidor Gaspar de Quiroga exige únicamente que sus escritos quirúrgicos sean expurgados de determinados párrafos con alusiones religiosas. En el Index Librorum expurgatorum (1584) del mismo autor, la expurgación queda limitada a algunos pasajes
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de la Chirurgia minor y lo mismo sucede en el Index de 160 16 0 8 .26 .26 El papel de la Inquisición en el aislamiento científico español fue más complejo que lo que imaginó la vieja historiografía romántica. Fábulas como la supuesta persecución de Vesalio por realizar autopsias sólo pueden mantenerse, desconociendo que en la España del siglo xvi la disección fue una práctica habitual perfectamente reglamentada. Del mismo modo, Para celso no fue considerado como hereje, a diferencia por ejemplo de Miguel Serveto, cuyas opera omnia, incluso las estrictamente médicas y científicas, fueron absolutamente prohibidas. La expurgación a que fue sometida la obra de Paracelso du rante el siglo xvi fue incluso mucho más suave que la impuesta al célebre Examen de ingenios del medico español Juan Huarte de San San Ju a n .27 .27 Todo ello, sin embargo embargo,, no quiere decir que la Inquisición no pesó decisivamente en el proceso de incomunicación de nuestro país. Como gran instrumento represivo de la Contrarreforma, contribuyó de mil maneras directas e indirectas a impedir la libre circulación de las nuevas ideas y a hacer muy arriesgado el pensamiento crítico e independiente. Fue, sin duda, uno de los factores que impedió la aparición de un movimiento paracelsista en España y una repercusión más importante de la obra de Paracelso entre los cultivadores de la medicina y de la ciencia académicas. II. II . Antes Antes dijimos dijimos que Die grosse Wundarzney fue el primer texto de Paracelso que alcanzó auténtica difusión. Este aspecto de su obra fue por vez primera tenido seriamente en cuenta por los médicos españoles en el curso de la polémica que en 1584 mantuvieron Bartolomé Hidalgo de Agüero y Juan 26 Cfr. P e s e t R e ig , M. y J. L.: El aislamiento científico español a través de los Indices del Inquisidor Gaspar de Quiroga de 1583 y 1584. A n tho th o log lo g ica ic a Annua An nua,, 16, 2541 (1968). 27 Posteriormente, la Inquisición española endureció su postura frente a la obra de Paracelso, llegando a prohibir en una fecha tan tardía como 1720 numerosas ediciones de sus obras, entre ellas las dos versiones latinas generales más difundidas en España: la de Basilea, 1575 y la de Frankfurt, 16031605. Cfr. Indice último de los libros prohibidos y man dados expurgar: para todos los Reynos y Señoríos del Católico Rey de las Españas. Madrid, A. de Sancha, 1790, págs. 205206.
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Fragoso, destacadas figuras de la generación de cirujanos posterior a la de Daza Chacón. En sus Aviso Av isoss d e ciru ci rugí gíaa co ntra nt ra la común opinión (1584), Hidalgo se opuso a la doctrina del “pus loable”, defendiendo la cura por primera intención de las heridas por arma blanca. Entre otras cosas, criticó duramente que se trepanase en la inmensa mayoría de las heridas cefálicas, así como que se aplicase en ellas sustancias emolientes como la clara de huevo.28 El mismo 1584 Juan Fragoso publicó una crítica del contenido de los Aviso Av isos. s. Sorprendentemente, este escrito comienza con unas “Palabras de Conrado Gesnero”, reproducción de un texto de casi veinte líneas en el que Gessner expone su conocida opinión acerca de Paracelso, negativa en cuanto a la persona y la doctrina, pero favorable a su contribución relativa a los medicamentos químicos. A continuación el propio Fragoso añade: a ñade: “Después que escribí esto, tuve tuve en mi poder poder la Cirugía Magna y Parva del dicho Teofrasto Paracelso, expurgada conforme al nuevo Catálogo y Expurgatorio del Santo O fici fi cioo ...”. ... ”. 29 La edición manejada ma nejada por el el cirujano español fue la traducción latina impresa el año 1573 en Estrasburgo, de la que acabamos de ver existen ejemplares tanto en la Biblioteca Nacional como en la Biblioteca de la Facultad de Medicina de Madrid. En este escrito polémico, Fragoso citó precisamente la opinión de Paracelso contraria al uso de la clara de huevo como emoliente, expuesta en el capítulo quinto de Die grosse Wundarzney. Posteriormente volvió a citar textos también quirúrgicos del autor alemán en su monografía sobre cirugía forense A. A.: La obra quirúrgica de Bartolomé Hidalgo de Agüero. Salamanca, Seminario de Historia de la Medicina Española, 1959; S á n c h e z C a p e l o t , F .: La obra quirúrgica de Juan Fra go so . Salamanca, Seminario de Historia de la Medicina Española, 1957; así como las obras de G r a n j e l y de L ó p e z P i ñ e r o et al., citadas en la nota 11. 29 F ragoso , J.: J. : Cirugía Universal... Madrid, Herederos de Pablo de Av isos Vals, 1666, pág. 376. Se trata de una reimpresión del texto de los Avisos de 1584. 28 Cfr. C astaño A l m e n d r a l ,
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y en su Cirugía Universal. 30 En cambio, no lo hizo en sus diferentes escritos sobre terapéutica medicamentosa, a pesar A n tido ti do tari ta rioo se ocupó con cierta amplitud de la de que en su An “quinta essencia” y de las “aguas” obtenidas por destilación. Para este tema sus fuentes son los escritos alquímicos atribuidos a Ramón Lull y Arnau de Vilanova y sobre todo De remediis secretis de Gesner.31 La utilización del aspecto quirúrgico de la obra de Paracelso se produjo en ocasiones sin conexión alguna con el significado renovador de su medicina “química”. Poseemos un testimonio español siglo y medio posterior a Fragoso de que dicha utilización restringida pudo mantenerse en las circunstancias más inesperadas. En la Cirugía Racional (1723) de Juan de Roda y Bayas, título que cierra en cierto modo la larga serie de tratados que motivó la doctrina de Hidalgo de Agüero, aparece profusamente citada la producción quirúrgica de Paracelso, sin que se haga ninguna alusión a otras vertientes de su personalidad y de su o b ra.3 ra .322 Roda hizo hizo esto esto cuando cuando la iatroquímica iatroquímica llevaba llevab a en España más de medio siglo desempeñando uno de los papeles fundamentales en la introducción de las corrientes modernas abiertamente enfrentadas con el galenismo tradicional. Pero, por otra parte, no se olvide que en las mismas fechas el propio Instituti utiones ones et Experimen ta C hem iae (1724), Boerhaave, en sus Instit destacaba la cirugía entre los escasos aspectos meritorios que concedía a Paracelso. I II. II . A pesar de todo, todo, resulta lógico que la principal reperrepe rcusión de la obra de Paracelso en la España de los últimos años del siglo xvi se produjera en el terreno de las relaciones entre la química y la medicina. Particular interés tiene a este respecto el complejo ambiente científico en torno a Felipe II. Junto Ju nto a numerosos numerosos cultivadores cultivador es de las diferentes difere ntes disciplinas científicas y técnicas, formaron parte de dicho ambiente personas consagradas a la alquimia. Existen pruebas documentales J .: op. cit., p á g s . 395 39 5 y 218. 3 0 F r a g o s o , J.: J. : op. cit., págs. 359 35 9 ss. 3 1 F r a g o s o , J.: J. : Cirugía Racional, breve, 3 2 R o d a y B a y a s , J.:
segura y suave curación de heridas de cabeza. Zaragoza, Pedro Carreras, 1723.
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de que en 1557, 1559 y 1567 varios “maestros” habían trabajado al servicio servicio de Felipe Felip e I I . 33 En los los últimos últimos años años del del siglo siglo sabemos sabemos igualmente que trabajaba en El Escorial un tal Richard Stani hurst, que dedicó al monarca en 1593 una obra titulada El toque de Alchimia. Se trata de una exposición, que quedó manuscrita, destinada a “declarar los verdaderos y falsos efectos del arte (alquímico) y cómo se conoscerán las falsas prácticas de los engañadores y haraneros vagamundos”. 34 En este mismo ambiente encontramos asimismo al boloñés Leonardo Fioravanti, sobradamente conocido como el principal paracelsista italiano. La relación de Fioravanti con España procedía de sus años de Nápoles, en los que se convirtió en el médico preferido de los gobernantes españoles de aquel territorio. Se reunían ya entonces a practicar en su casa “alchimisti di diverse nationi”. En 1551 el virrey de Nápoles Pedro de Toledo le nombró médico de cámara de su hijo García de Toledo y con éste salió para Africa en la flota del emperador Carlos Carlos V . 35 Años Años más más tarde dedicó dedicó a Felipe Felip e II I I su obra titulada Della Física (1592), cuyo libro IV está consagrado a la alquimia. 36 Este Est e libro nos permite permite reconstruir interesantes detalles deta lles de su estancia en España durante los años 1576 y 1577. Como buen paracelsista, Fioravanti ocupó una posición intermedia entre la medicina y la ciencia académica y la alquimia extra académica. Por ello durante su estancia en nuestro país se movió también en un nivel intermedio entre los que antes anotamos al hablar de los viajes de Paracelso y de Clusius. Trató con numerosos científicos y médicos y hace, por ejemplo, grandes elogios elogios de Mon M onard ardes. es.337 Pero, según propia deolaración, deolaración, tanto en Madrid como en Barcelona y Navarra le consideraron unas veces un “gran médico” y otras un “alquimista” y un 33 Cfr. R o d r í g u e z M a r í n : op. cit. f e i y R ú a F i g u e r o a : op. cit., vol. 34 Cfr. M a f fe 35 De la relación de Fioravanti con España se F i g u e r o a : op. cit., vol. I, pág. 259; y L u a n c o , J. R .: 31-33 (1889). 3 6 F i o r a v a n t i , L .: La fisica divisa in quatto Spineda, 1603 (l.a ed.: 1582). 3 7 F i o r a v a n t i , L .: op. cit., lib. I, cap. LXVI.
I, pág. 219. ocupan M a f f e i y R ú a Crónica Científica, 12, libri. Venezia, Luicio
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“nigromante”. De hecho mantuvo también estrecha relación con varios alquimistas españoles, intercambiando con ellos toda toda clase de notic no ticias ias.3 .388 Reproduce por por ello al final de su Física el texto de las Coplas sobre la piedra philosophal del valenciano Luis de Centelles, que le proporcionó un alquimista mista madrileño.3 madrile ño.399 Cabe pensar pensar que Fioravanti contribuy contribuyóó a la difusión entre los alquimistas españoles de las obras de Paracelso que, como luego veremos, acabaron pasando a primer plano en la literatura por ellos manejada. Dentro de la medicina estrictamente académica el interés por la química continuaba centrado en la preparación de los medicamentos, pero con algunos cambios significativos respecto al período anterior. La vigencia general de la “materia médica” tradicional no había impedido que alcanzaran efectiva difusión algunas nuevas aplicaciones de la química a la preparación de medicamentos, en especial la obtención de “quintaesencias” por destilación. Los testimonios podrían multiplicar A n tid ti d otar ot ario io de Fragoso, pero la presencia se. Antes citamos el An de doctrinas químicas y de operaciones de destilación y análisis es mucho más vigorosa en otras obras como De compositorum medieamentorum examine novum methodum (1586) de Simón de Tovar, el médico sevillano amigo y corresponsal de Clusiu Clu sius.4 s.400 Pero sobre todo todo destaca el grupo de de “destiladores “destiladores de su Majestad”, que convirtieron la farmacia de El Escorial durante los últimos años del reinado de Felipe II en un centro famoso por la la obtención obtenció n de “quintaesencias “quintaes encias”. ”. 41 38 Alude su relación en Madrid con tres alquimistas españoles, uno de ellos licenciado y otro barbero, y con un cirujano boloñés alquimista, al que dirige el cap. II del lib. IV. 39 F i o r a v a n t i: op. cit., lib. IV, caps. XII y XIII afirma que se las proporcionó un tal "Lorenzo "Loren zo Granita1 Gran ita1'.'. El texto de las las Coplas de Centelles que reproduce ofrece algunas variantes respecto al conservado en un manuscrito de la Biblioteca Nacional de Madrid (cfr. L uanco : op. cit., vol. I, pág. 147). 40 A este aspecto de la obra de Tovar alude P i c a t o s t e y R odríguez , A pu n tes te s p a ra F . : Apu
un a B ib lio li o t e c a C ien ie n tífi tí fica ca E s p a ñ o la d e l sigl si gloo XVI. XV I.
Madrid, M. Tello, 1891, págs. 310312. 41 La actividad de estos “destiladores de su Majestad” la recogen F rancisco V a l l e s y D iego d e S antiago en las obras que a continuación
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La auténtica difusión social que habían alcanzado las nuevas técnicas y la preocupación de Felipe II por el tema se refleja en que el monarca promulgara una ordenanza reglamentando los medicamentos de uso interno obtenidos por destilación. Dicha ordenanza fue explicada por Francisco Valles en su monografía Tratado de las aguas destiladas (1592).4 (1592 ).422 Valles Valles es una de las máximas figuras médicas del Renacimiento español, cuyos escritos fueron citados con aprecio por los principales autores europeos durante más de dos siglos. Sin embargo, su mentalidad y su obra —ediciones comentadas de Hipócrates y Galeno, crítica nominalista de los esquemas clásicos, enseñanza clínica, adhesión a la reforma vesaliana— corresponden a las décadas centrales del siglo. En 1592 era un respetado anciano que había llegado al elevado cargo de “Protomèdico general de todos los Reinos y Señoríos de Castilla”. Desde este puesto escribió el Tratado de las aguas destiladas, que fue la última de sus obras y apareció poco antes de su muerte. Por ello no resulta extraño que en su exposición no cite a Paracelso, mientras que elogia a Agricola y se apoya en los textos sobre “materia médica” y destilación anteriores al “Para celsan Revival”. La única excepción es De medicina veteri et nova de Andernach, obra, como es sabido, de transición. En el mismo ambiente científico en torno a Felipe II traba jó, jó , sin embargo, un cientí cie ntífico fico de auténtic auté nticoo relieve directamente directam ente influido influido por Paracelso: Paracels o: el extremeño extremeño Diego de Santiago, uno uno Ar te S ep a ra to ria ri a de los “destiladores de Su Majestad”. Su obra Arte y modo de apartar todos los Licores, que se sacan por vía de Destilación (1598) no es una monografía más sobre destilación,
sino un escrito que desde muchos puntos de vista tiene interés se comentan. También se refiere a ella J uan d e l C a s t i l l o (Pharmacopoea Universa Medica-menta, Gadiis, I. de Borja, 1622, fol. 257v), boticario de origen francés residente en Cádiz, que se había formado en la farmacia de El Escorial. Acerca de su obra, cfr. F o l c h A n d r e u , R.: R. : La Química. Estudios sobre la ciencia española del siglo XVII. Madrid, Gráfica Universal, 1935, págs. 337393. 42
V a l l e s , F . : Tratado de las aguas destiladas, pesos y medidas que
los Boticarios deven usar, por nueva ordenaba, y mandato de su Magestad, y su Real Consejo. Madrid, Luis Sánchez, 1592.
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para la historia de de la química europ eu ropea ea.4 .433 Sin embargo, embargo, ha sido sido ignorada por los historiadores extranjeros, incluso en los estudios consagrados a la historia de la destilación, y los mismos historiadores españoles la desconocen o le dedican muy escasa atenc ate nción ión.4 .444 Diego de Santiago, nacido a mediados del siglo xvi en una pequeña localidad de Extremadura, pasó toda su vida dedicado al trabajo de laboratorio en su pueblo natal, en Zamora, en Madrid al servicio del rey y en Sevilla, ciudad en la que residía residía cuando cuando publicó publicó su lib ro .45 .45 Incluye éste un un detallado detallado estudio de los instrumentos, técnicas y materiales empleados en química, un resumen de sus fundamentos teóricos y una amplia exposición de sus aplicaciones a la preparación de medicamentos y también a cuestiones relacionadas con las conservas, los vinos, el análisis de las aguas, los venenos, etc. Sin entrar en el estudio de su pensamiento y de sus contribuciones, que resultaría inoportuno inoportuno en este cont co ntex exto to,4 ,488 destacaremos únicamente la manera rotundamente moderna en la que Santiago defiende la experiencia como criterio científico D.
Arte A rte S ep a ra tori to riaa y m o d o d e ap ar ta r to d o s los Licores, que se sacan por vía de Destilación: para que las Medicinas obren con mayor virtud, y presteza... Con la manera de hazer el instru mento separatorio, que invento el Author, que es el mejor y más fácil que hasta oy se a visto. Sevilla, Francisco Pérez, 1958. 43 S antiago ,
d e:
44 Aparte de referencias muy breves e incorrectas de dos autores del siglo xvii (Rodrigo Caro y Nicolás Antonio), los únicos historiadores que se han ocupado de su obra son H e r n á n d e z M o r e j Ón , A.: Historia biblio grá g rá fica fi ca d e la M ed icin ic inaa E sp añ ola ol a . Vol. III, Madrid, Vda. de Jordán, 1843, págs. 419420, y M é n d e z B e j a r a n o , M .: Diccionario de escritores, maes tros y oradores naturales de Sevilla y su actual provincia, Vol. II, Sevilla, Tip. Girones, 1922, pág. 387. Ambos desconocen por completo la biografía de Diego de Santiago. M ohejón se limita a dar noticia de la existencia del Arte Ar te S ep ar ator at oria ia.. M é n d e z B ejarano informa de otras dos obras suyas, una de ellas, también de carácter químico, manuscrita y actualmente conservada en la Biblioteca de la Catedral de Sevilla. Desconoce a Santiago incluso P i c a t o s t e (op. cit.) en su excelente repertorio bibliográfico de la ciencia española del Renacimiento. 45 S antiago : op. cit., lib. I, fol. 151 r ; lib.. II, fol. 23 v. 46 Dicho estudio ha sido realizado por E. P ó r t e l a en su obra en preparación citada en la nota 13.
M ed ic in a m o d e rn a y s o c i e d a d es p a ñ o la
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contrapuesto a la autoridad de los clásicos: “El que hubiere de saber cualquier cosa, más cierta y más verdadera la hallará en la naturaleza y por menos rodeos, que no en las autoridades y pareceres. Porque muchas deben estar escriptas, discurriendo con el entendimiento y parecer, sin venir a la demostración, y cuando se viene a ella muchas veces es muy diferente lo que se halla a lo que se ha discurrido con el entendimiento. Y por esta causa muchas veces no concorda la plática con la teórica, y los que escribieron sin haber experimentado y sin venir a la demostración de las cosas que se hallan en la naturaleza, estas tales autoridades suelen muchas veces salir inciertas; y los que lo saben por experiencia no son confundidos didos con con las las dichas dichas autoridades”. autoridades”. 47 Es también tam bién muy muy clara su idea del progreso científico: “(Los antiguos) fueron discurriendo y experimentando algunas cosas, lo cual escribieron, y nosotros con el uso dello vamos viendo lo que mejor conocieron de lo dicho, y con nuestro distincto vamos cada día descubriendo otras cosas y de aquellas mesmas quitando y añadiendo, y desta manera se van perficionando todas las cosas con el uso uso y el tiempo”. tiemp o”. 48 El libro corresponde, desde luego, a los resultados obtenidos durante toda una vida de trabajo, “en especial de veinte años a esta parte, comunicándolos con los Destiladores de Su Majestad, confiriendo con médicos y siempre haciendo experiencias, en las cuales y en varios instrumentos que he inventado se ha gastado gastado cuanto mi traba tra bajo jo me ha podido dar”. 49 Si se plantean problemas sobre los que carece de experiencia, Santiago sabe afirmar: “No digo nada por no los haber experimentado”. 50 En consecuencia, resulta lógico que la obra c arezca casi totalmente de citas, ya que “cuando la cosa se ve, no tenemo tenemoss necesidad de de autorida autoridades des ni alegaciones”. 51 Por ello, adquiere mayor relieve la única referencia que aparece en todo el libro: “Los que siguen la doctrina de los antiguos, 47 48 49 50 51
Santiago: Santiago: Santiago: Santiago: Santiago:
op. op. op. op. op.
cit., cit., cit., cit., cit.,
lib. lib. lib. lib. lib.
I, fol. II, fol. I, fol. I, fol. I, fol.
29 r . 22 h . 3, dedicatoria. 4 v. 28 v.
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cuando se ofrece alguna ocasión de tratar de los efectos de las medicinas espirituosas, que los dichos antiguos no conocieron (esta fue la causa de no tratar dellas) y por haberlas ellos ignorado, no queren creer lo que dellas dicen los modernos; los cuales con muy justas causas han venido a tener el dicho conocimiento, el cual se alcanza por medio de nuestra arte separatoria, la cual entendieron muy bien Arnaldo de Villanova y Raymundo Lulio y Theophrasto Paracelso y Vbequero y Joannes de Rupecissa, y otros muchos que han seguido el arte separatoria, por cuyos medios han venido a sacar a luz lo oculto de la naturaleza; con lo cual se hacen los los efectos efec tos que ignoran los los que siguen la medicina medic ina corpora corp oral”. l”. 52 La tradición en la que se inscribe Santiago es bien clara: los tres grandes nombres de la alquimia bajomedieval, Wecker como típico representante de la fase empírica correspondiente a la literatura “de secretis”, y Paracelso. La influencia de este último, bien evidente a lo largo del texto de la obra, está asimilada por un científico de talante crítico, de modernidad a menudo sorprendente, aunque sean también evidentes algunos rasgos que lo relacionan con la cultura extraacadémica de los alquimistas. Santiago llama no obstante a la química “arte separatoria” y la influencia de Paracelso no queda reducida como hemos visto a un mero complemento de las ideas tradicionales, sino que sirve para contraponer orgullosamente la medicina “de los modernos” con la “medicina antigua”. En sus ataques a esta última, Santiago insiste precisamente en la cuestión central del método: “La medicina antigua debe haber sido escripta, discurriendo con el entendimiento, sin venir a la demostración demostración y experiencia”. experie ncia”. 53 Otra interesante huella que dejó la influencia de Paracelso en la España de finales del siglo xvi fue la creación en la Universidad de Valencia de una cátedra consagrada a los medicamentos químicos. La fugacidad de su funcionamiento no debe impedir valorar su significación histórica. 52 S a n t i a g o : op. cit., 53 S a n t i a g o : op. cit.,
lib. II, fols. 20 v 21 n. lib. I I, fol. fol. 22 b.
M ed icin ic in a m o d ern er n a y s o c ie d a d es p a ñ ola ol a
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Durante el siglo xvi la Facultad de Medicina de la Universidad de Valencia fue el más importante centro médico español. Excepcionalmente dotada por la rica burguesía urbana de la que dependía económicamente, llegó a contar con nueve cátedras más dos “regencias” o catedrillas. Abierta a las corrientes renovadoras propias del Renacimiento, contó con la primera cátedra de anatomía de España que, como antes adelantamos, actuó de vigoroso foco de difusión de la reforma versaliana, y también con las primeras cátedras de cirugía y de botánica médica. La oposición al galenismo arabizado en nombre del hipocratismo condujo a la creación de una cátedra de “aforismos de Hipócrates” y el interés hacia la terapéutica a la dotación de otra de “práctica particular” (terapéutica clínica). 54 Este Est e era el panorama panorama de dicha Facultad Facu ltad cuando en 1591 se creó una nueva cátedra “de remediis morborum secretis et eorum usu”, que únicamente funcionó durante un año académ aca dém ico.55 ico.55 Como titular de dicha cátedra fue nombrado Lorenzo Cózar que era entonces la personalidad médica más destacada de Valencia. Había sido catedrático de cirugía desde 1585 y en 1589 fue nombrado por Felipe II “Protomèdico” del Reino de Valen Va lencia cia.5 .566 En este últi último mo año había publicado publicado un libro libro titulado Dialogus veros medicinae jantes indieans, eorumque cognitionem perfecto medico necessariam esse demonstrans
(1589), que desgraciadamente me ha resultado imposible localizar, a pesar de una detenida búsqueda en las más importantes bibliotecas españolas y extranjeras.56bls A través de testimonios indirectos resulta posible, sin embargo, tener idea de su contenido. Un contemporáneo de Cózar, el flamenco Andreas 54 Cfr.
L ó p e z P i n e r o , J.
M.: Valencia y la medicina del Renacimiento y del Barroco. Actas del III Congreso Nacional de Historia de la Medicina. Valencia, 1969, Vol. II, págs. 95108. 55 Archivo Municipal de Valencia. Lonja Nova, lib. 60, 23 I. 1592. pa ssim im.. 56 Archivo Municipal de Valencia. Lonja Nova, lib. 5460, pass 56 bis Recientem Recie ntemente ente he podido, por fin, localizar localiz ar un ejempla ejem plarr de este texto, sobre el que proyecto publicar un trabajo en un futuro próximo. El contenido de la obra de Cózar confirma ampliamente lo que deduje a través de testimonios indirectos.
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Schott, que debió conocerlo personalmente, afirma en su Catalogus clarorum Hispaniae Scriptorum (1607) (1607) 57 que en dicha obra “Paracelsum magis quam Celsum videtur sequi, hoc est Chemiam commendare”. Esta noticia fue reproducida por Nicolás Antonio en su célebre Bibliotheca hispana nova (1672) 58 y de allí pasó a la mayor parte de los autores que se han ocupado después de Cózar, siendo el origen de su consideración como como seguid seguidor or de de Para Pa race celso lso.5 .599 La única referencia re ferencia posterior independiente es la de Hernández Morejón, que llegó a manejar el libro en cuestión. En su conocida Historia biblio gr g r á f i c a d e la M ed icin ic in a E s p a ñ o la (18421852) la describe como “un tratado en alabanza y recomendación de la química, como necesaria a la medicina” y afirma que contiene una súplica dirigida a la Facultad de Medicina de Valencia, en la que Cózar afirma que este libro no era más que la introducción de otras obras que se proponía publicar.60 Todo hace pensar que el libro de Cózar y su interés por la química aplicada a la medicina fueron el motivo directo de la creación de la cátedra “de remediis morborum secretis”. El contenido de su enseñanza parece fuera de duda, ya que “remedios secretos” era un término habitual para designar los medicamentos químicos. Recuérdese únicamente el título de la influyente obra de Gesner De remediis secretis liber. 61 Lo 57 S c h o t t , A .:. : Catalogus clarorum Hispaniae Scriptorum, qui latine
Dísciplinae omnes Humanitatis, Jurispnidentiae, Philosophiae, Medicinae ac Theologiae illustrando, etiam trans Pyrenaeos evulgati sunt. Magun
tiae, B. Lippi, 1607. 58 A n t o n i o , N.: Bibliotheca Hispana Nova... voi. II, Matriti, J. de Ibarra, 1788, pág. 4. Semejantes son las noticias que ofrecen R o d r í g u e z , J.: J. : Biblioteca Valentina. Valencia, J. Tomás Lucas, 1147, pág. 292, y X i m e n o , V.: Escritores del Reyno de Valencia. Voi. I, Valencia, J. E. Dolz, 1749, págs. 186187. 59 El primer repertorio extranjero que se ocupó de Cózar fue el de J. : Bibliotheca Scriptorum Medicorum Velerum et RecentioM a n g e t , J. J.: rum, Voi. II, Genovae, 1731, pág. 500, reproduciendo la noticia de Nicolás Antonio. 60 H e r n á n d e z M o r e j ó n : op. cit., voi III, pág. 361. 61 Publicado, como es sabido, con el seudónimo de “Evonymus Philia trus" en 1552. esta obra de Gessner alcanzó muchas ediciones a lo largo del medio siglo siguiente, siendo traducida al alemán, al francés y al
M e d ic in a m o d er n a y s o c i e d a d e sp a ñ o la
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que ya no resulta posible precisar es el grado de dependencia de Cózar respecto de Paracelso. En cualquier caso, la cátedra solamente funcionó el año académico 159192 y Cózar no llegó a publicar ninguna de las obras que proyectaba. Lo más probable es que ambas cosas se debieran al fallecimiento del médico valenciano, que parece entreverse a través de la documentación. Muerto el influyente “Protomèdico”, la cátedra, quizá, dejó de tener titular apropiado e incluso de interesar. III.
La
obra
de
P aracelso en e l apogeo de la contrarre-
forma española
(Primera mitad del siglo xvn)
En la España de la primera mitad del siglo xvn culminó la influencia de los factores negativos que habían interferido el desarrollo de la medicina y de la ciencia españolas durante el último tercio del siglo anterior. El aislamiento del resto de Europa se hizo más impermeable y el escolasticismo más estéril y libresco, mientras se endurecía la situación de las minorías disidentes y se agravaba la crisis económica y política. En consecuencia, la actividad científica se redujo a una mera prolongación de la renacentista, completamente de espaldas a los nuevos planteamientos. Durante las primeras décadas de la centuria el nivel de la ciencia española fue, a pesar de todo, considerable, y en algunas disciplinas se realizaron incluso contribuciones originales de importancia. Pero ello no debe hacer olvidar que esa continuación, en parte brillante, de nuestra ciencia renacentista, se desarrolló al margen de las nuevas corrientes que empezaban entonces a cobrar fuerza en otros países del Occidente europeo. Todavía más, a espaldas de los planteamientos renovadores de los propios científicos científ icos españoles españoles del siglo siglo xv i.6 i. 62 italiano. En nuestro país fue también muy manejada, como lo demuestran las numerosas veces que ia citan los autores españoles de la época y los abundantes ejemplares de la misma existentes en nuestras bibliotecas. 62 Una exposición detall det allada ada de este período de la ciencia cien cia española en mi libro: La introducción en España de la ciencia moderna. Barcelona, Ariel, 1969.
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Jo J o s é M a ría rí a L ó p e z P íñ ero er o
La alquimia española de este período continuó siendo una actividad marginal que tendió a subrayar, como en el resto de Europa, los aspectos alegóricos y ocultístieos. En la literatura propia de esta subcultura —que rara vez llegó a aparecer en forma impresa— Paracelso pasó a convertirse en una figura de importancia central. La cultura científica académica, por el contrario, mantuvo una actitud extremadamente crítica ante; la obra del médico alemán. I. L a postura postura de la cultura académi acad émica ca española de la primera mitad del siglo x v i i ante Paracelso puede ejemplificarse en las opiniones de cuatro de sus más destacados representantes: el escritor Francisco de Quevedo, el médico Antonio Ponce de Santa Cruz, el boticario Esteban de Villa y el metalurgista Alvaro Alonso Barba. Francisco de Quevedo y Villegas, gran figura sobradamente conocida en sus diversas facetas de intelectual y creador literario, se ocupó de de Paracelso Parace lso en varias varias de su sus obra ob ras. s.663 E n L o s sueños, la más célebre de sus producciones satíricas, aparece en “El sueño del infierno” (1608) como uno de los condenados en la sala infernal destinada a los alquimistas y a la “trulla de astrólogos y supersticiosos”. Quevedo se burla sangrientamente de los alquimistas, pero es algo más moderado con Paracelso: “Teofrasto “Teofrasto Paracelso estaba quejándose del tiempo tiempo que había gastado en la alquimia, pero contento de haber escrito medicina y mágica, que nadie la entendía, y haber llenado las imprentas de pullas a vueltas de muy agudas cosas”. 64 La prueba prueba de que respetaba respetaba algo la vertiente médica de la obra de Paracelso es que lo cita como autoridad en una A n a c r eó n c a s t e cuestión de medicina en la introducción del An (1 609) 9).0 .055 No obstante, en España defendida y los tiempos llano (160 de ahora, escrita asimismo en 1609, celebra que en España no exista un movimiento paracelsista e insulta ferozmente al propio Paracelso Para celso:: “¿Tiene “¿Tien e acá (en (en España) secuaces la la perdida F .: Obras completas. Estudio preliminar, edición y notas de Felicidad Buendía. 2 vols., Madrid, Aguilar, 1966. 64 Q u e v e d o : op. cit., vol. I, pág. 159. 65 Q u e v e d o : op. cit., vol. II, pág. 7 3 4 . 63 Quevedo y V i l l e g a s ,
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ignorancia del infame hechicero y fabulador Teofrasto Para celso, que se atrevió a la medicina de Hipócrates y Galeno, fundado en pullas y cuentos de viejas y en supersticiones aprendidas de mujercillas y picaros vagamundos?” 66 Más terminante y negativa fue la opinión sobre Paracelso de Antonio Ponce de Santa Cruz, catedrático en la Universidad de Valladolid y uno de los más influyentes cabezas del galenismo galenismo escolástico en la España de este período perío do.6 .677 En sus sus Opuscula medica et philosophica (1622) lo cita al ocuparse de la antropogénesis: “Theophrastus Paracelsus in Philosophia magna, tractatu primo, et libro 2. de homunculis, ait, quosdam homines esse Adámicos, id est, per continuatum generationem ab Adamo descendentes; alios vero in aquis generari, neuti quam a primo parentes derivatos; alios in igne; alios e térra nascentes: quos suis nominibus apellat Undenos, seu Nymphos, Salamandros, Salamandros, Pygmaeos, Pygmaeos, Sylphos”. 68 Pero se apresura apresura a conticon tinuación a quitarle toda autoridad: “Sed iste Author Author perpetuo deliravit: et ab isto tam turpi errore errore progressu progressus, s, quantas absur ditates somniavit?”. 69 El benedictino Esteban de Villa fue autor de algunos de los mejores textos de farmacia publicados en España durante este medio medio sigl si glo. o.770 En ellos resulta resulta posible seguir seguir la evoluci evolución ón de su actitud ante Paracelso. El titulado Examen de boticarios (1632) no lo incluye en el extenso repertorio de bibliografía farmacéutica con que comienza la obra. Se limita a citar a Gesner, Ulstad, Wecker y Diego de Santiago entre los autores de libros libros sobre destilac des tilación ión,7 ,711 aunque luego luego alude alude a Paracelso al ocuparse del del antim an timon onio.7 io.722 Por el contrario, contrario, en el el Libro de voi. I , pág. 517. 67 Acerca de la personalidad y la obra de Antonio Ponce de Santa Cruz, cfr. H e r n á n d e z M o r e j Ón : op. cit., voi. I V , págs. 172185. 68 P o n c e d e S a n t a C r u z , A .: . : Opuscula medica et philosophica. Ma triti, T. Junta, 1622, pág. 32. 69 Ibid. 70 Cfr. F o l c h A n d r e u : op. cit., págs. 348350. 71 V i l l a , E. d e : Examen de Boticarios. Burgos, P. de Huydobro, 1632, fol. fo l. 9 H. 72 V i l l a , E. d e : Examen..., fol. 169 r . 66 Q u e v e d o : op. cit.,
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los simples incógnitos en la Medicina (1643) hace una ardiente
defensa del uso de los medicamentos químicos, citando en este contexto a Paracelso: “Sería muy conforme a la razón que los tímidos depusiesen todo el recato y miedo que suelen tener tan grande, cuando no se atreven a ordenarlos aunque vean morir a los enfermos, con que los privan a veces de los mayores auxilios que la química tiene para vivir. Porque, ¿quién podrá negar la virtud tan loable del vitriolo, que aunque por sí sólo ofende al estómago, su quintaesencia (como dice Porta) le conforta y despierta la gana de comer, y hace otros efectos admirables que refieren Ulstadio, Laguna, Paracelso, Monar des y otros?” 73 Ar te d e los m e t a le s (1640) de Alvaro Alonso Barba fue, E l Arte como es sabido, el tratado en el que culminó el período “clásico” de la minerometalurgia española en América. Su autor era un técnico preocupado por cuestiones eminentemente prácticas, que intentó solucionar, basándose casi siempre en la experiencia propia. No tenía excesivo interés teórico y desconfiaba de las doctrinas oscuras o sin aplicación inmediata. 74 Su interés por Paracels Para celsoo fue, por lo tanto, muy escaso. Lo citó únicamente en el capítulo titulado “Del Azufre, y Antimonio”, comentando especialmente sus “muchas exageraciones” acerca del azufre, entre ellas la posibilidad de obtener del mismo un aceite con el que la plata se convierte en oro.75 II. II . Como antes adelantamos, la alquimia española continuó siendo durante este período una actividad marginada de la ciencia académica. Su literatura en muy escasas ocasiones llegó a ser impresa. El libro De la Quinta Essencia del oro medi E . d e : Libro de los simples incógnitos en la Medicina. Bur gos, P. Gómez Valdivieso, 1643, pág. 112. 74 B a r b a , A. A.: Arte Ar te d e los lo s m e ta les le s en q u e s e en señ se ñ a e l v e r d a d e r o 73 V i l l a ,
beneficio de los de oro y plata por abogue. El modo de fundirlos todos y como se han de refinar y apartar unos de otros, Madrid, Impr. del Reyno,
1640. Numerosas ediciones castellanas posteriores, así como de las traduc ciones inglesa, francesa, alemana y holandesa. Un estudio detallado de la obra de Barba con amplias referencias de la bibliografía a ella dedi cada, en P ó r t e l a , E .: op. cit. 75 B a r b a : op. cit., lib. I, cap. X.
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cinal (1607) del médico sevillano Gerardo Vaget de León es
una de las poquísimas excepciones. En general, continuó difundida a través de manuscritos de carácter muy parecido a los del siglo xvi, es decir, incluyendo obras completas o fragmentos en latín, castellano o catalán, junto a una heterogénea serie de recetas y notas breves. Aunque no se ha realizado todavía un estudio sistemático de estos textos, es posible afirmar que la mayor parte de los que se conservan proceden de Cataluña, Valencia, Madrid y Sevilla, que debieron ser los principales núcleos españoles de cultivo de la alquimia durante estos años. También es patente la tendencia a subrayar los aspectos alegóricos y ocultísticos, de forma parecida a lo que sucedía en el resto resto de Euro Eu rop p a.7 a. 76 Pero la novedad novedad que más más nos nos interesa en este momento es que Paracelso ha pasado a convertirse en estos textos en una figura del máximo relieve, que se incorpora sobre el fondo de la tradición alquímica de origen bajomedieval. Desconocemos cómo se produjo la incorporación de las obras de Paracelso al ambiente de los alquimistas españoles, aunque todo hace pensar que tuvo lugar durante el último tercio del siglo xvi a través de la relación con Fioravanti y otros paracelsistas extranjeros. Lo único indiscutible es que la influencia de Paracelso llegó hasta tal punto que algunas de sus obras, auténticas o apócrifas, fueron traducidas al castellano, como antes lo habían sido diferentes textos alquímicos atribuidos a Ramón Lull, Arnau de Vilanova o Christoforus Parisiensis. Vamos a comprobarlo en dos manuscritos desconocidos hasta ahora por los estudiosos de la bibliografía para célsi cé lsica ca.7 .777 76 Véase la nota 21. 77 No están incluidos en el gran repertorio de K.
Versuch einer Kritik der Echtheit der Paracelsischen Schriften. I Theil. Die unter Hohenheim’s 'Namen erschienenen Druckschriften. II. Theil. Paracelsische Handschriften. 3 vols. Berlin, G. Reimer, 1894-1899. Tampoco en la obra complementaria de K. H. W e i m a n n : Paracelsus-Bibliographie 1932-1960. Mit ei n en V er zeic ze ichn hn is ne u e n td e ck te r P ar ac el su s-H s- H an ds ch rift ri ften en . Wiesba Su d h o f f :
den, F. Steiner, 1963. Sudhoff, aparte de los manuscritos en alemán, recoge otros en latín, inglés, checo, holandés, danés, etc. Entre los que
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El primero es un manuscrito en 8.° de casi doscientos folios, procedente de Barcelona y que actualmente se conserva en la Wellcome Historical Historical Medical Library de de Londre Lon dres.7 s.788 Contiene Contiene la traducción castellana de dos obras de Paracelso tituladas “De natura rerum” y “De la naturaleza del hombre”, una serie de fragmentos procedentes de otros escritos del autor alemán y varios textos del falso Lull y de Rupescissa. Su estructura es, por tanto, la habitual en los manuscritos alquímicos españoles a partir del del Renac Ren acim imie ient nto.7 o.700 Como casi todos todos ellos, las las páginas iniciales y finales están llenas con recetas alquimicas y notas, redactadas en catalán y no en castellano como el resto. Dichas anotaciones son de fecha posterior al texto castellano y en su mayor parte parecen redactadas por un tal Jaci Ja cint ntoo Bertrán, Bert rán, habit ha bitan ante te en la ciudad de Barcelo Bar celona, na, que fue dueño del manuscrito al menos entre 1660 y 1696.80 El tratado titulado “De natura rerum” corresponde, desde luego, a la obra de Paracelso Die 9 Bücher de Natura rerum, an Johansen Winkelsteiner, quedando interrumpida la traducañade Weimann hay incluso uno en árabe, pero ni uno ni otro citan ningún manuscrito en castellano. El número 26 del repertorio de Sudhoff es, por cierto, un manuscrito, actualmente en el British Museum (Sloane 320, 321), que incluye una traducción inglesa del texto latino de “De natura rerum” y “De natura hominis” según la versión de Forberger, coincidiendo por tanto con uno de los manuscritos españoles que a continuación comentamos. Entre los añadidos por Weimann hay asimismo dos (números 36 y 66) que reúnen estos dos mismos textos. 78 Cfr. M o o r a t , S. A. J.: Catalogue of Western Manuscripts on Medi cine and Science in the Wellcome Historical Medical Library. I. Mss. Writlen befare 1650 A. D. London, The Wellcome Historical Medical
Library, 1962, pág. 466 (Ms. 598). 79 Véase la nota 21. 80 En la primera hoja aparece la siguiente frase: “Aquest libre es de mi Hiacinto Bertrán menor, donzell; domicilliat a la siutat de Barcelona, ais primer de Janer, de 1660”. (incorrectamente transcrita por M o o r a t : op. cit., pág. 466). Hay también otra más breve, tachada e ilegible, que quizá corresponda al nombre del poseedor anterior. Las anotaciones alquí micas en catalán de las siete páginas siguientes, así como la mayor parte de las contenidas en las cuatro finales tienen la misma letra de Bertrán. En la antepenúltima hay una con la fecha de "21 del mes de octobra 1696”.
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ción castellan caste llanaa a mitad del libro octavo . En cuanto cuanto al llamado “De la naturaleza del hombre”, su texto es la versión castellana del escrito de Paracelso que en la edición de Sudhoff de sus Sämtliche Werke aparece bajo el siguiente encabezamiento: “De viribus membrorum 6 Bücher (unvollständig), auch De Spiritu vitae benannt”. benann t”. 82 E l texto castellano de ambas ambas obras es una traducción literal, casi palabra a palabra, de la versión latina que de ellas hizo Georg Forberger, publicada por vez primera en Basilea en 1573 con el titulo De natura rerum libri septem. De natura hominis libri dúo. Lo mismo que el manuscrito español, la versión de Forberger no incluye los libros 9 y 10 del primero de dichos textos.83 Los fragmentos procedentes de otras obras de Paracelso están agrupados agrupados en dos dos series. series. La L a primera 84 incluye traducciotradu cciones castellanas del “Primum Manuale”, del “Secundum Manuale”, de los “Archidoxorum” y del “Libellus de quinta essen re olii tia”, tal como aparecen en la edición latina de Perna, Au reol Theophrasti Paracelsi Archidoxorum, seu de Secretis Naturae mysteriis, libri decem... (1582) (15 82).8 .855 La segun segunda da serie serie compren-
de asimismo asimismo versiones castella cast ellanas nas de los “Archidoxorum “Archidoxorum , De
81 Fols. 6 H 86 r del manuscrito. Puede compararse con el texto alemán de la edición del Sudhoff: P a r a c e l s u s : Sämtliche Sämtliche W erk e..., X I, 307403.
82 Fols. 1 0 0 r 112v del manuscrito. Puede compararse con el texto alemán de la edición de Sudhoff: P a r a c e l s u s : Sämtlic Sämtliche he W erke..., I l i , 1328.
83 Au reo li T h eo p h ra st i P arac ar ac elsi el si,, sum mi p hilo hi lo so ph i ac m ed ici, ic i, D e natura rerum libri septem. De natura hominis libri duo... Basilea, per Petrum Pernam, 1573. (Sudhoff, Bibl. Parac., nùm. 145). El carácter literal de la traducción castellana comienza en los mismos títulos de las obras, que vierten palabra a palabra los de la traducción latina de Forberger. Por ejemplo: '‘De Aureolo Theophrasto Paracelso Philosopho y medico. De la naturaleza del hombre libros Dos”. 84 Fols. 8 6 r 99v: 99v : “Primero Manual” Ma nual”;; “De los Archidoxos”; Archidoxos”; “Libro de la quinta essencia"; "Manual Segundo ; “Manual Primero . 85 Au reoli reo li T h eo ph rast ra stii Pa race ra cels lsii A rch ido xoru xo rum m , Seu d e Secr Se cret etis is N atu at u rae mysteriis, libri decem... Basileae, per Petrum Pernam, 1582. (Sudhoff, Bibl Parac. num. 191). 86 Fols. 112v 1 2 5 r : “De cimientos”; “Archydoxos”; “De vita longa”; “Tratad “Tra tadoo de la Ra(jon y modo modo de de sacar sa car de todos los Metales Meta les el Mercurio . 4
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cementis”, “De vita longa”, y de “Ratio extrahendi ex ómnibus metallis mercurium”, tal como figuran en el tomo VI de la edición de Frankfurt de las Operum Medico-Chimicorum sive (1 605) 5).8 .877 En otro otross lugares lugares del del manuscr manuscrito ito apaParadoxorum (160 recen también aislados fragmentos de otros textos atribuidos a Paracelso: “De spiritibus planetarum” en los primeros folios y “De contracturis” y “Primum Manuale” en los finales, aunque separados por un texto de Juan de Rupescissa.88 Nada podemos decir del anónimo traductor de estos textos paracélsicos, a no ser que se trataba de un español de la primera mitad del siglo xvii que se interesaba exclusivamente por la alquimia. Puede descartarse casi con seguridad que fuese un médico, por la forma en la que selecciona los fragmentos estrictamente químicos incluso en un tratado de carácter quirúrgico como como “De contractu con tracturis”. ris”. 89 Parec Pa recee también claro que sus fuentes fueron las traducciones latinas de las obras de Paracelso que circulaban en España, ya que las ediciones que tradujo literalmente coinciden con los ejemplares que hoy se conservan en las bibliotecas de nuestro país y también con las citas de los libros españoles de la época. El segundo manuscrito tiene un carácter parcialmente distinto. Se conserva en la Biblioteca Nacional de Madrid y lleva una portada con el siguiente título: Paracelsina admirable de la P. H.a (piedra filosófica) cuya materia es el mercurio. Fundada sobre el número ternario. 90 Incluye Incluy e 130 folios folios en 4.°, 4.°, 87 Nobilis, Clarissimi... Paracelsi, Operum Medico-Chimicorum... Tomus Genuinus Sextus, E. Chymicis Primus, Continens, Processus et prae pa p a ra tio ti o n es S pag pa g yric yr icas as.. Fracfort am Meyn, bey Joh. Weckels Erben, 1605.
En el fol. 113r del manuscrito aparece una anotación que se refiere a esta edición. 88 Fols. I r 5v (más otro al principio sin numerar): “de spirit planeta rum c. 1. “Traducción castellana de esta obra, apócrifa ya en Fols. 163v 165v: “Primer Manual”. Tercera vez que aparecen fragmentos de esta obra en el citado manuscrito. Fols. 158 - 161v: “Tractado de contracturis”. Traducción procedente de alguna de las ediciones latinas de la llamada Chirurgia minor o vulnerum (Basilea, 1569; Ibid. 1570; reimpr. 1573; Frankfurt, 1603) o de la Pyrophilia (Basilea, 1568). Aunque se trata de un libro quirúrgico, los fragmentos seleccionados son puramente químicos. 89 Véase la nota anterior. 90 Biblioteca Nacional de Madrid. Manuscrito núm. 8336.
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estando los cuatro primeros ocupados por una especie de prólogo del traductor, un vocabulario de la palabras usadas, una figura circular o “isoperimetra” y un breve texto alquímico titulado “Fundamentos Físicos sobre el Gran Lapis con que se declara declara la figura figura llamada llamada arca sacra de de Dios”. 91 En el reverso del folio cuarto, “Comienga la obra yntitulada paracelsica, con las notas de sobre el texto”. texto” . 92 Se trata de de una una traducción castellana del tratado De lapido philosophico atribuido a Pa racelso, cada uno de cuyos fragmentos es comentado ampliamente por el traductor. Además de los dibujos intercalados en los comentarios, existen al final tres hojas con figuras de aparatos. El manuscrito incluye también otro texto repetido de la “Paracélsica”, varias anotaciones y extensas citas del Thesoro, tratado alquímico atribuido al rey Alfonso X el Sabio de Castilla.93 El prólogo del traductor nos permite saber que el original no procedía en este caso de una edición impresa, sino un “tratado de mano escirpto en cifras difíciles de entender”. Dicho manuscrito “quedó en poder del rey” junto con una copia del recién citado Libro del Thesoro y un tercero “que trajeron unos padres de la Compañía de Jesús, los cuales tratan de la misma obra”. Su intención al hacer la traducción y redactar los comentarios fue entregar “a su Majestad la declaración de todos, ansí como yo la entendí y declaré”. Sus palabras indican que era un alquimista con larga práctica: “El Señor Dios nuestro... ha permitido que yo las haya hecho (las operaciones) sin salir punto de sus preceptos y solamente me ha faltado ponerlas en el huevo filosófico, que es en el último conocimiento y coagulación de la piedra... y temiéndome del último de la vida (como hombre que soy mortal) antes de haberlo hecho en ejecución para con ello servir a Dios y a mi rey y Señor, me ha parecido escribir todas las experiencias que tengo hechas, clara y distintamente”. Y añade: “Fuera de ser bastante diestro en las operaciones químicas por práctica de 91 Fols. I r 4v. 92 Fols. 4v lOlv. 93 En Fols. 3 2 r y
91r.
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muchos años, tengo el conocimiento de las materias también entendido”. 94 El manuscrito lleva, con otra letra, varias anotaciones, claramente posteriores, firmadas con las iniciales H.O.D.B., una de ellas fechada en 1658. Mucho más interesante es que en la portada figura también la firma de Luis Amigó y Beltrán, abogado de los Reales Consejos del que más tarde nos ocuparemos. Se trata, en efecto, de una de las figuras más sobresalientes de la alquimia española de finales del siglo xvn. La presencia en su biblioteca de este manuscrito, en que tan acusados son ya los elementos alegóricos y ocultísticos, es un ejemplo de la continuidad histórica de la alquimia española a lo largo de la centuria. IV .
La
obra
de
P aracelso
y
la
introducción
la medicina y de la ciencia modernas
siglo
en
E
spaña
de
(Segunda mitad del
x v i i)
La introducción en España de la medicina y de la ciencia modernas es un complejo proceso histórico que se produjo a lo largo de la segunda mitad del siglo xvn. La superación del aislamiento en el que nuestro país había vivido durante más de un siglo fue posible gracias a una serie de cambios de carácter político, social, económico e ideológico que he analizado en vario varioss trabajos trabaj os consagrados consagrados a este tem te m a.9 a. 95 Sin pretender resumir en este lugar los resultados de dichos estudios, voy a limitarme a ofrecer un esquema de los aspectos del citado proceso histórico directamente relacionados con la presencia de la obra de Paracelso en la España de estos años. La introducción de las corrientes científicas modernas en nuestro país se desarrolló en dos fases principales. La primera, que comprende a grandes rasgos las décadas centrales del siglo, se caracteriza por la introducción en el ambiente científico español de algunos elementos modernos, que fueron aceptados 94 Fol. 2 h. 95 Los resultados de dichos trabajos los he resumido de modo sistemático en mi libro: La introducción de la ciencia moderna en España. Barcelona. Ariel, 1969.
M ed ic in a m o d er n a y s o c ie d a d es p a ñ o la
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como rectificaciones de detalle de las doctrinas tradicionales, o abiertamente rechazados. Los científicos españoles que aceptaron las novedades que parecían innegables deben ser considerados como tradicionalistas “moderados”, porque siempre las incorporaron como meras rectificaciones aisladas que no afectaban la validez general de las doctrinas clásicas. Podemos llamar, por el contrario, tradicionalistas “intransigentes” a los autores que rechazaron totalmente las novedades, prefiriendo negar incluso lo innegable antes de comprometer en algo la coherencia de los esquemas tradicionales. Solamente en la segunda de las fases citadas, coincidente con las dos últimas décadas de la centuria, rompieron abiertamente algunos científicos españoles con las doctrinas clásicas e iniciaron la asimilación sistemática de las nuevas corrientes. Su punto de partida fue la conciencia de que España había permanecido al margen del nacimiento de la ciencia moderna. En consecuencia, denunciaron valientemente el atraso científico español y proclamaron la necesidad de introducir en nuestro país de forma íntegra la ciencia y la medicina moderna. La sociedad en la que vivieron, y principalmente sus opositores aferrados a la tradición, con los que mantuvieron ardientes polémicas, los conoció con el nombre entonces despectivo de novatores.
Junto Junt o a los tradicionali tradic ionalistas stas de todos los matices matic es y a los auténauté nticos novatores, los cultivadores de la subcultura científica extraacadémica desempeñaron un papel de gran importancia durante las dos fases citadas. Las circunstancias de estos años resultaron favorables para su actividad, que superó la habitual expresión a través de manuscritos, manifestándose en un amplio número de libros y folletos impresos. Este afloramiento de la subcultura científica extraacadémica se sumó la lucha contra las doctrinas clásicas. Los auténticos novatores, aunque pertenecientes a una línea crítica completamente distinta, se alinearon en numerosas ocasiones junto a las pintorescas figuras que encabezaron tal corriente, bien porque las circunstancias les obligaron a ello, bien porque pensaron que su actividad contribuía, a pesar de sus excesos especulativos y su tendencia al ocultismo, al debilitamiento de las posiciones tradicionales.
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Vamos a considerar a continuación la actitud de todos estos grupos ante la obra de Paracelso. I. En Medicina, Medicina , la figura más representativa del tradiciotrad icionalismo “moderado” fue Gaspar Bravo de Sobremonte, catedrático de la Universidad de Valladolid y médico de cámara de Felipe IV y de de Carl Carlos os I I I . 96 Dedicó a la circulac circulación ión de la sangre un escrito monográfico, en el que defiende la doctrina de Harvey y también la “circulación de la linfa”. Rebate incluso con los mejores datos anatómicos y fisiológicos de su tiempo las objeciones que a la teoría circulatoria habían planteado varios tradicionalistas europeos. Conoce perfectamente y elogia, no sólo la obra de Harvey, sino las de Aselli, Pecquet, Highmore y además autores nuevos. Todo ello no obsta, sin embargo, para que, tras haber rectificado los errores de la angiología clásica, mantenga intocada la doctrina del pulso de Galeno. Similar es su actitud frente a Paracelso y la iatroquímica. Declara inaceptables sus puntos de vista en el terreno de las doctrinas patológicas, llenando a Paracelso y también a Van Helmont y a sus seguidores, de los feroces insultos habituales desde Erastus. Nada menos que cuatro textos encontramos en sus sus obras completas dedicadas a estos estos ataq at aqu u es.9 es .977 E n cambio, acepta los medicamentos químicos, “quia Dogmaticus medicus debet omnes medicamentorum vires cognoscere, quae utilia sunt pro morbis curandis, si scientifice ab ipsis applicentur”, y “spagyrica medicamenta pro pluribus curandis morbis sunt ex usu, su, si debite applicentur” app licentur”.. 98 La química (“Ars (“Ars Spagyrica Spag yrica”) ”) no debe considerarse como una secta, sino como un recurso técnico que que compleme complementa nta la medici medicina na galén ga lénica ica.9 .999 Como Como es es 96 Cfr.
op. cit., pâg. 25 ss. G. : Resolutionum ac Consultarionum Medi97 B r a v o d e S o b r e m o n t e , G.: carum 3 vols. Coloniae, J. W. Friessen, 1674. Los textos son: “Utrum L opez P inero:
secta Paracesistica différât ab Spagirica” (I, 79); “Utrum Sai, Sulphur, et Mercurius sint causa materialis cuiusvis morbi magni” (II, 710); “Para celsi ridicula proponitur opinio” (III, 3940); “De Praxi Sectae Paracelsi seu Severiana” (III. 342344). 98 B r a v o d e S o b r e m o n t e , G.: op. cit., III, p â g . , 285. G. : op. cit., III, p â g s . 344346. 99 B r a v o d e S o b r e m o n t e , G.:
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sabido, los galenistas franceses de estos años se opusieron rotundamente a la utilización del antimonio. Bravo de Sobremon te, por el contrario, le dedicó un estudio monográfico en el que recomienda su uso, aunque de acuerdo con los principios tradicionales. 100 Otros importantes galenistas “moderados” mantuvieron ante la obra de Paracelso posturas semejantes. El sevillano Gaspar Caldera de Heredia defendió, con notable calor, el uso de los medicamentos químicos, en especial el de los derivados del antimonio, y citó numerosas veces a Paracelso y a varios de sus seguidore segu idores.1 s.1001 En la obra del catedrático cated rático de la Universidad Universidad de Alcalá, Pedro Miguel de Heredia, empieza incluso a insinuarse la patología iatroquímica en medio de los esquemas galénicos, a pesar de de que este autor no cita explícitamen explíci tamente te a Para Pa race cels lsoo .10 .102 La misma significación tiene asimismo el principal tratado farmacéutico español de la época, escrito por Jerónimo de la Fuente Pierola y que lleva ya el título Tyrocinio Pharmacopeo, M et h o d o m e d ic o , y C h im ic o (1660) 103 Esta actitud ambivalente ante la obra de Paracelso y sus consecuencias fue mantenida por los tradicionalistas “moderados” hasta las últimas fechas del siglo, a menudo en polémica con los novatores o con los cultivadores de la alquimia. En algunos casos se trataba de autores de notable amplitud de criterio y sólidos conocimientos químicos, como los médicos Juan Jua n Guerrero y Andrés Gámez, principales críticos crít icos de los los alquimistas alquimistas en la década de los los años años och oc h enta en ta.1 .1004 Los tradiciotradic ionalistas “intransigentes”, por el contrario, prefirieron seguir ignorando a Paracelso y sus seguidores durante largos años. G.: “De Stibii natura, et usu”. Op. cít., III, págs. 294308. Incluye abundantes citas de Paracelso y de varios iatro químicos. 101 Cfr. B i e r a , J.: J. : Gaspar Caldera de Heredia. Médico español del siglo XVII. Salamanca, Seminario de Historia de la Medicina Española, 1970. 102 Cfr. P e s e t , V.: La doctrina intelectualista del delirio de Pedro His t. M ed., ed ., 14, 133206 (1962). Miguel de Heredia. Ar ch. Ib e ro am . Hist. 103 Cfr. F o l c h A n d r e u : op. cit., págs. 346 y ss. 104 Cfr. F o l c h A n d r e u : op. cit., págs. 358364. 100 100 B r a v o d e S o b r e m o n t e ,
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Pero cuando a finales de la centuria empezaron a imponerse los novatores, reaccionaron violentamente contra Paracelso, como cabeza culpable del ya poderoso movimiento iatroquí mico. Recurrieron entonces a los insultos procedentes de Eras tus y al obligado recurso de presentar a Paracelso como un hereje y blasfemo. Un ejemplo típico de esta reacción lo encontramos en la Vindicta de la verdad (1700) del catedrático sevillano Pedro Ossorio, publicación destinada a atacar a uno de los componentes del grupo que había fundado la “Regia Sociedad de Medicina y otras Ciencias” de Sevilla, primera institución científica española plenamente moderna. Habla en ella de la iatroquímica, como de “una doctrina cuya cabeza es Paracelso, hombre tan impío (y por tal lo tiene Nuestra Santa Madre Iglesia condenado) que dice, que el médico no ha de aprender en las universidades y teatros literarios todo lo que puede y debe saber, sino que algunas veces de las viejas, de los zigeunos (engañadores supersticiosos del Cáucaso), nigromantes, embusteros y viejos rústicos... que defiende que sin padre ni madre se puede engendrar un hombre por .arte química... y que Cristo Nuestro Señor y Redentor tuvo dos géneros de carne y otras infinitas herejías e impías proposiciones que quien las quisiera ver lea a Erasto de blasfemiís Paracelsi, y se saciará de blasfe bla sfem m ias...”. ias.. .”. 105 II. II . La primera primera de las figuras figuras de la subcultura científ cie ntífica ica extraacadémica que entró públicamente en colisión con la medicina académica fue el sacerdote zaragozano Juan de Vidós y Miró, autor de un libro pomposamente titulado M ed ic in a y Cirugía racional y espagírica (1674). Vidós atacó muy duramente la autoridad de los clásicos, pero no era en realidad más que un curandero que ofrecía remedios “extraordinarios”, que no justifican el adjetivo “espagírica” que lleva su obra, que utilizó sin duda por el prestigio social que implicaba.106 P .: Vindicta de la verdad o examen de la razón... Sevilla. J. F. de Blas (1700), pág. 76. 106 106 C f r. r . O l i v e r R u b io i o , F. y F. Z u b i r i V i d a l : El licenciado Juan de Vidós. Su obra médica y las luchas que suscitó. Arc A rchh . E st. M ed . A ra g o neses, 6-7, 49-71 (1959). 105 105 O s s o r io io d e C a s t r o ,
M e d ic in a m o d er n a y s o c ie d a d e s p a ñ o la
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De mucho mayor relieve fue la actividad de Luis Alderete y Soto, personaje que corresponde plenamente al mundo de la alquimia de su época. Ocupaba los elevados cargos de regidor perpetuo de la ciudad de Málaga y de alguacil mayor de la Inquisición, y había viajado por Italia y por otros países europeos , donde se había relacionado con alquimistas y también con iatroquimicos. Su sistema consiste en una combinación de las ideas alquímicas con interpretaciones especulativas del Apocalipsis basadas en la astrología. La aparición del cometa de 1680 y 1682 la tomó como complemento de las proféticas revelaciones de San Juan, presumiendo haber descubierto con sus composiciones la medicina universal, a la que llamó “agua de la vida”. 107 Las obras de Alderete, publicadas entre 1681 y 1682, contenían furibundos ataques contra los autores clásicos y motivaron una de las polémicas más agrias de la época. Lo atacaron tradicionalistas de todos los matices y lo defendieron autores de su misma línea, entre los que destaca el abogado de los Reales Consejos, Luis Amigó y Beltrán, que ya citamos como poseedor del manuscrito de la traducción castellana comentada del De lapide philosophico atribuido a Paracelso. La A p o logía (1682) que escribió Amigó a favor del “agua de la vida” de Alderete es un texto de tanta importancia dentro de la alquimia española de la época como las obras de éste. Inmersos ambos en una tendencia acusadamente alegórica y ocultís tica, se apoyan más que en Paracelso en los escritos de este carácter a él atribuidos. De esta forma, Amigó no dudará en identificar el “agua de la vida” de Alderete con la “piedra bendita de Paracelso Parac elso”. ”. 108 Algo Algo parecido puede puede decirse de otras otras figuras menores asimismo defensores de panaceas de carácter alquímico, como Matías Beinza y Juan Martínez de Zalduen d o . 109 107 Cfr. F o l c h A n d r e u : op. cit., págs. 351-369; L a z a y R o j a s , J. M .: Nuevos datos acerca de Luis de Alderete y Soto. Bol. Soc. Esp. Hist. Farmacia, 7, 68-73 (1956). 108 Cfr. H e r n á n d e z M o r e j ó n : op. cit., VI, págs. 63-70. 109 Cfr. H e r n á n d e z M o r e j ó n ; op. cit., VI, págs. 136-137; 228-229.
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III. Los novatores, es decir, los primeros médicos y científicos españoles plenamente modernos tuvieron una actitud completamente distinta ante la obra de Paracelso. Conviene advertir que la iatroquímica fue la doctrina que fundamentalmente siguieron los autores que rompieron de forma abierta en España con el galenismo e introdujeron los nuevos datos y teorías. Por ello no puede extrañar que para ellos fuera Paracelso una figura respetable, como uno de los primeros iniciadores de las corrientes modernas. Pero su obra se había convertido ya en historia, había dejado de ser directamente utili zable, al quedar superada por el arrollador avance del progreso científico posterior. Esta es la actitud que encontramos, por ejemplo, en las obras del médico hispanoitaliano Juan Bautista Juanini, uno D iscc u rso rs o polít po lític ico, o, y p h ísic ís icoo de nuestros primeros novatores. Su Dis (1679) fue uno de los primeros textos europeos que aplicó la doctrina de John Mayow del “espíritu nitroaéreo”, concretamente a un problema de higiene pública. Sus Cartas (1691), un excelente estudio sobre anatomía y fisiología normal y patológica del sistema nervioso. En ninguna de estas dos obras alude Jua Ju a n ini in i a P arac ar acel elso so,, m ientra ien trass que qu e son muy nume nu mero rosas sas las citas de Silvio, Willis, Mayow, Vieussens, Du Hamel o Redi. Paracelso aparece únicamente en la Nu N u ev a I d e a P h y sica si ca N a tu ral ra l (1685), su obra de carácter más teórico, en un contexto que tiene tien e el carác ca rácter ter de revisión his tó rica ri ca .11 .110 La misma actitud se refleja de modo más explícito en el libro que por el vigor y la altura de su texto y por su excepcional influencia podemos considerar como auténtico manifiesto del movimiento renovador de la medicina española: la Carta filo fi losó sófi fica ca,, m é d ico ic o c h y m ica ic a (1687) del valenciano Juan de Cabriada. 111 Esta Es ta obra lleva llev a un prólogo prólogo de Dionisio de Cardona, novator de la misma orientación que Cabriada. Su texto está 110 Cr. L ó p e z P i n e r o , J. J . M .: Giov Gi ovan anni ni B a ttis tt ista ta Giov Gi ovan anni nini ni (16 (1 6 3 6 16 1 6 9 1 ) e gli inizi in Spagna della medicina moderna e della iatrochimica. C a s talia, 21, 8398 (1965). (Reimpreso en este volumen, págs. 149174.) 111 Cfr. L ó p e z P i n e r o , J. M .: Jua Ju a n de C abri ab riad ad a y las prim pr imera erass etap et apas as de la iatroquímica y de la medicina moderna en España. Cuad. Hist. M e d . E s p ., 2 , 129154 (1962), reimpreso en este volumen págs. 175189.
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dedicado a defender la libertad “en el filosofar y medicar” sobre la única base de la experiencia como criterio, y a poner de relieve la necesidad de conocer los hallazgos biológicos y químicos modernos. Cardona cita en él a Paracelso dentro de una interesante recapitulación histórica: “¿Y qué no ha escrito Paracelso contra la medicina antigua? Persuadiendo la misma libertad, diciendo: Alt Po r A lter eriu iuss no n sit, q u i suus su us esse es se pote po test st.. Por lo cual tuvo la gloria de hacer otra escuela, que fue aclamada en Alemania, Francia y otras provincias de hombres doctísimos”. 112 El mismo Cabriada era también un convencido iatroquí mico, con una información rigurosa y al día y con muy claras ideas acerca del progreso y el método de la ciencia y sobre el atraso español. Cita en varias ocasiones a Paracelso en su libro, pero siempre en el mismo contexto de revisión histórica de las figuras o escuelas escuela s creadoras creadora s de la medicina medicin a mod m od ern a.11 a.113 Sus citas habituales como en el caso de Juanini, corresponden a autores más recientes como Silvio, Willis o Sydenham. Esta actitud ante Paracelso la encontramos también en los novatores de la Universidad de Zaragoza, en el grupo que fundó la “Regia Sociedad” de Sevilla y en general en todos los miembros del movimiento renovador de la medicina española de estos años finales del siglo x v i i . 114 Una nueva época había comenzado que imponía una nueva mentalidad. “Los escritores modernos —afirma Cabriada— que han tenido libertad en el filosofar, así como han juzgado por cosa dura asentir a los documentos de los antiguos como si fueran de oráculos, así tampoco no se quietan con las sentencias de Paracelso ni Helmoncio. Por cuya causa han abierto sendas nuevas, para llegar mejor al conocimiento de la verdad”. 115
112 C a b r i a d a ,
J.: J .: Carta filosófica, médico-chymica. En que se demues
tra que los tiempos, y experiencias se han aprendido los mejores remedios c o n t r a l a s e n f e r m e d a d e s . . . Madrid, L. A. de Bedmar y Baldivia, 1687.
“Aprobación del Doctor D. Dionisio de Cardona" (s. p.). 113 Por ejemplo, en las págs. 32, 105, 108 y 114. 114 Cfr. mi libro citado en la nota 95, págs. 7689; 108127. 115 C a b r i a d a : op. cit., p á g . 1 0 8 .
LA DISECCIÔN ANATÔMICA Y LA REFORMA VESALIANA EN LA ESPANA DEL SIGLO XVI
La disección y el saber anatómico en la España de la primera mitad del siglo xvi. Cuadernos de Historia de la Medicina Española, 13, 51 110 (1974).
“The Spanish universities were among the first outside Italy to accept Vesalian anatomy and to carry on active programs of human dissection and research
C. D.
O ’M a l l e y
(1972)
“En la misma florida era de Collado... de nuestra Universidad y médicos ha tenido su origen la noticia que generalmente se tiene en España de Anatomía; ni la conocieron en Castilla hasta que fueron valencianos a leerla en Salamanca y Alcalá.' Alc alá.'””
G.
a
E scolano
(1610)
p a r t ic i c i p a c i ó n e s p a ñ o l a e n e l d e s a r r o l lo lo d e l s a b e r a n a t ó m i
co durante el siglo xvi continúa siendo un tema conocido de modo insatisfactorio, a pesar del notable número de trabajos que ha m erec ido .1 La imagen habitualmente habitualmente aceptada supo supone ne grandes lagunas informativas y errores sobre aspectos de importancia. La principal causa de tales deficiencias es, sin duda, 1 Casi Casi tod todos os ellos ellos están están dedica dedicados dos a figur figuras as o aspec aspecto toss muy muy concr concret etos. os. En las notas siguientes iremos citando los relativos a la temática del presente artículo. E n t r e los estudios de conjunto acerca de la anatomía renacentista e s p a ñ o l a d e s t a c a n l o s d e E s c r i b a n o y A l b e r t i . D e l a p r im i m e r a m i ta ta d de la centuria, E s c r i b a n o (1902) conoce los textos de Laguna, Lobera, Montaña, R o d r í g u e z de Guevara y Ji J i m e n o . C i t a i n d i r e c t a m e n t e el de C o l l a d o y no tiene noticia de los demás. Mantiene errores de tanto bulto como seguir considerando español a Loys Vassé. C o m p l e t a con suposiciones arbitrarias su escasa información sobre la e n s e ñ a n z a anatómica y la práctica de la disección. Publicó una versión algo distinta de este trabajo: E s c r i b a n o (1938) p. 69100. A l b e r t i (1948) solamente conoce las obras de Laguna, Lobera, Montaña, Jimeno y Collado, aunque sus detenidos análisis no admiten comparación con las breves notas de Escribano. De modo incomprensible, ni siquiera cita a Rodríguez de Guevara. No se interesa por la e n s e ñ a n z a anatómica, ni por la práctica de la disección y la única referencia a la E u r o p a de la época es una imagen mitificada de Vesalio. Incluye también errores tan notables como convertir a Francisco Valles en valenciano. Publicó un breve resumen de este libro: A l b e r t i (1956). Otros estudios de conjunto se limitan a resumir materiales ajenos. Anotaremos, como ejemplo, el de V á z q u e z V i c e n t e (1935). Como tendremos ocasión de ir comprobando, las conocidas obras de H e r n á n d e z M o r e j ó n (184252) y de C h i n c h i l l a (184146) han sido las únicas fuentes de información de numerosas referencias ocasionales al tema.
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un análisis defectuoso y parcial de las fuentes. Por lo general, se ha manejado una serie muy reducida de textos anatómicos impresos, citando otros pocos a través de inseguras referencias indirectas e ignorando otros muchos. Se ha desconocido igualmente la mayor parte de los textos médicos impresos que, sin estar consagrados a la anatomía, tienen relación inmediata con el tema, así como los textos manuscritos y las fuentes de archivo, incluso en los casos de necesidad más evidente para aclarar cuestiones cruciales. Otra importante razón de las deficiencias citadas ha sido el peso negativo de la mitificación de la figura de Vesalio, tanto entre los estudiosos españoles como entre los extranjeros. Muchos autores españoles han mantenido frente a la relación de Vesalio con España una actitud ambivalente, que ha ayudado muy poco al esclarecimiento de la realidad histórica. Todos ellos han desconocido el ataque dedicado a Valverde y al ambiente científico de la corte madrileña en el An A n a tom to m ic a rum ru m Gabrielis Fallopii observationum examen (1564), única obra, por cierto, que Vesalio escribió en España.2 Por el contrario, esta crítica de Vesalio ha bastado a la inmensa mayoría de autores extranjeros ocupados tangencialmente de la cuestión, que han estimado que no valía la pena saber más detalles o recurrir a otras fuentes para conocer la anatomía española de la ép o ca .3 Sobre ellos ha influido influido en mayor mayor o menor grado la fantaseada imagen romántica de Vesalio perseguido por la Inquisición, a pesar de que la investigación ha demostrado hasta la saciedad su falta de fundamento. (1564). 3 Este es, por ejemplo, el caso de C u s h i n g (1962). Otros autores han ignorado totalmente la contribución española, no citando ni siquiera a Valverde en sus estudios de conjunto sobre la anatomía renacentista, como hicieron B u r c g r a e v e (1880) y S i n g e r (1925). Fue excepcional el esfuerzo de T o e p l y (1903), que resumió la información disponible en su momento. W o l f H e i d e g g e r ; C e t t o (1967) se han limitado a resumir su exposición. Durante muchos años la postura de O ’ M a lll l e y fue similar a la de Cushing, tal como se refleja todavía en su gran monografía sobre Vesalio: O ’ M a l l e y (1964). Tras conocer las fuentes españolas fue, por el contrario, el primero que esbozó una imagen de la anatomía española del siglo xvi integrada en el panorama europeo de la época: O M a l l e y (1972. 1973). 2 V esalio
M e d i c in a m o d ern er n a y s o cie ci e d a d es espp añ ola ol a
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Hay que subrayar, por otra parte, que la anatomía española del siglo xvi ha sido casi siempre considerada desde el enfoque propio de la historia de las “grandes figuras”. Dicho enfoque ha imposibilitado abordar adecuadamente los procesos de difusión y de vigencia de las ideas y de las prácticas relacionadas con la anatomía, así como tener en cuenta los diversos condicionamientos que implicaba la sociedad española de la época. El objetivo del presente trabajo es ofrecer una visión de conjunto de la anatomía española de la primera mitad de la centuria, como adelanto de un estudio monográfico sobre el tema. La elección de dicho período se justifica, entre otras razones, porque corresponde al desarrollo del proceso de renovación que condujo a la vigencia de los conocimientos, las prácticas y los supuestos propios de la anatomía vesaliana. El interés de su estudio está incrementado por el hecho de que nuestro país fuera uno de los primeros en incorporarse a dicho proceso que, como es sabido, tuvo en Italia su principal escenario original. La exposición se ha ordenado en dos grandes epígrafes. El primero se ocupa de la llamada llam ada “anatom ía prevesaliana preves aliana , es decir, la fase preparatoria de la renovación que comprende, a grandes rasgos, los cuarenta años iniciales del siglo. El segundo está consagrado al movimiento que, a finales de los años cuarenta y durante la década siguiente, introdujo en nuestro país la reforma encabezada por Vesalio. El año 1559, fecha de la instalación del propio Vesalio en España, será el límite convencional del presente estudio. La
anatomía
prevesaliana
La L a tra tr a d ició ic ió n h a jo m ed iev ie v a l
A comienzos del siglo xvi, los diversos territorios españoles no tenían una tradición homogénea en lo que respecta a la disección de cadáveres humanos y a la enseñanza anatómica. La situación era radicalmente distinta en la Corona de Aragón y en la de Castilla. La estrecha relación que la Corona de Aragón mantuvo con Italia en todos los órdenes, se refleja también en este punto concreto. A lo largo de los siglos xiv y xv se difundió a sus principales núcleos médicos y universitarios el hábito, proce-
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dente del norte de Italia, de practicar regularmente disecciones de cadáveres humanos. Recordemos muy sumariamente que en Montpellier —que fue la gran escuela médica de la Corona de Aragón en su momento de esplendor— los estudios anatómicos prácticos fueron introducidos por los estatutos de 1340, que establecieron que cada dos años se practicase la disección de un cadáver hu m ano.4 an o.4 En su desarrollo desarrollo efectivo pes pesóó un un cuarto de sig siglo lo mas tarde Francesc Conill, medico valenciano al que su condición de profesor en Montpellier no impidió mantener una estrecha conexión con su ciudad natal y con Barcelona, como había hecho Arnau de Vilanova.5 Antes de que finalizara la centuria, en junio de 1391, la Universidad de Lérida recibió por privilegio de Juan I la autorización de practicar cada tres años la autopsia de un condenado a muerte. Poco más tarde, en septiembre de 1402, Martín I concedió en Barcelona el derecho para hacer dos disecciones anuales de cadáveres humanos. Ya en la segunda mitad del siglo xv, Juan II otorgó privilegio para disecar cadáveres al gremio de cirujanos y barberos de Valencia (1477) y Fernando el Católico otro similar a la cofradía de médicos y cirujanos de Zaragoza para realizar autopsias en el célebre Hospital de Nuestra Señora de Gracia (1488).6 La L a U n iver iv ersi sidd a d d e V a len le n cia ci a
Entre todas estas ciudades, Valencia sería más tarde el centro de la más importante escuela anatómica española del siglo xvi y la principal impulsora del movimiento vesaliano en nuestro país. No hay que olvidar que, tras la decadencia de Barcelona, Valencia se había convertido en la comunidad urba4 C f.
(1973).
C ooper
(1930),
B ullough
(1956),
C oury
(1968),
C ahdoner
5 C f. COMENCE COMENCE (1899), WlCKERSHEIMER (1936), GARCÍA B a L L E S T E R (1963), C a r d o n e r (1973). 6 C f. H e r n á n d e z M o r e j ó n (194252), R o d h i g o P e r t e g á s (1899), R o c a (1914), R u b i o (190821), J i m é n e z C a t a l á n ; S i n u e s (192223), G a r c í a B a l l e s t e r (1967, 1969a, 1969b), C a r d o n e r (1973).
M e d ic in a m o d ern er n a y s o c ied ie d a d espa es paño ñola la
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na más destacada de la Corona de Aragón desde todos los puntos de vista. Y sobre todo, hay que tener en cuenta las características de su universidad, fundada exactamente en los años de transición del siglo xv al xvi, por privilegios de Fernando el Católico y del Papa valenciano Alejandro VI Borja. Por su organización, fue una típica universidad municipal, mantenida económicamente y regentada directamente por la oligarquía burguesa valenciana. Por otra parte, desarrolló de modo preferente la enseñanza médica, mientras quedaban muy en segundo término los estudios teológicos y jurídicos, en contraste con lo que sucedía en las grandes universidades castellanas de la época.7 Cuando se planificó su estructura en 1499, se decidió que la nueva universidad tendría una cátedra de medicina, además de incorporar la enseñanza quirúrgica que se venía dando en la ciudad desde 1462, asociada a la cual se había recibido el privile privilegio gio para disecar cadáveres de 14 77 .8 Sin embargo, al nombrarse por vez primera profesores en 1501 se añadió otra cátedra —la llamada “segunda cátedra de medicina”— destinada precisamente a Ja enseñanza de anatomía y de medicamentos simples.9 Disponemos de muy escasa información acerca del funcionamiento durante sus décadas iniciales de esta cátedra, la primera de su clase en España y una de las más tempranas de Europa. La documentación se reduce en la práctica a proporcionar el nombre de los profesores que la desempeñaron, todos ellos oscuras figuras hasta que en 1545 pasó a ocuparla Pedro Jaim Ja im e E s te v e .10 .10 L a enseñ en señanz anzaa anat an atóm óm ica ic a que se im impa parti rtióó desde desd e 7 C f.
L ó p e z P i n e r o (1969). 8 V i v e s L i e r n (1902), Apéndice,
documento n.° 13. 9 Archivo Histórico Municipal de Valencia. M an u al d e C o n se lls ll s , A50, f. 317, 19 mayo 1501. 10 De acuerdo con los nombramientos registrados en el M an u al d e Consells y las dos pagas anuales anotadas en los libros de L o n j a N o v a (Archivo Histórico Municipal de Valencia), con anterioridad a la fecha citada ocuparon esta cátedra los siguientes profesores: Salvador Abril (150105), Juan Muñoz (150507), Juan Qavall (150809), Francisco Fabra (150910), Jaime Torres (151011), Jaime Bardaixí (151214), Juan Do
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ella a lo largo de sus primeras décadas de existencia fue de muy poca altura, según el testimonio posterior (1551) de Luis Collado, su más brillante titular a mediados de siglo. El mismo Collado afirma que mejoró el nivel en los años treinta, bajo la égida del “jurat” o magistrado municipal Honorato Benito Vidal, miembro de una de las grandes familias de la burguesía valenciana valenc iana de la época. 11 No resulta resulta posible, p osible, sin embargo, concretar en qué consistió dicha mejora. Según el testimonio de Pedro Jimeno (1549), discípulo de Vesalio que sería después su reformador, la enseñanza anatómica en esta cátedra estaba basada desde sus comienzos en ar tiuu m . 12 Había lección diaria el texto galénico D e u su p arti diaria y probablemente se dividía ya entonces el curso en dos partes, la primera (otoño e invierno) dedicada a la anatomía y la segunda (primavera y verano) a los simples o materia médica. La disección de cadáveres humanos, si se practicaba regularmente, debía estar reducida a una “anatomía” en el período frío del invierno, de forma similar a lo acostumbrado en París. En la misma Universidad de Valencia se daba, por otra parte, una sumaria introducción anatómica como primer capítulo de la enseñanza de la cirugía. Para dicha introducción se utilizaba al principio el texto de Guy de Chauliac y más tarde el de Giovanni da Vigo, complementado con los hallazgos de los menech (151518), Francisco Alimán (151920), Jerónimo Brú (152021), Francisco Cristófol (152223), Pedro Almenara (152324), Baltasar Fsteve (152430), Martín Escobar (153032), Benito Tristany (153236; 153739), Pedro Juan Reyner (153637), Damián Capcll (153941; 154243; a comienzos de este último año falleció), Pedro Juan Fuset (154152; tras la muerte de Capell), Lázaro Roiz (154344), Luis Ángel Balaguer (154445). Me han resultado de una utilidad inapreciable las notas manuscritas de José Rodrigo Pertegás, conservadas en la Cátedra de Historia de la Medicina de la Universidad de Valencia. Contienen, sin embargo, algunas confusiones, lo mismo que los resúmenes sobre catedráticos valencianos del siglo xvi ofrecidos por P a l a n c a (1968, 1973), cosa más que disculpable, dado lo compleja que resulta esta reconstrucción. 11 C o l l a d o (1551) f. A3h. En la edición de las Cortes valencianas del reinado de Carlos I publicada por G a r c í a C á r c e l (1972), pueden consultarse datos acerca de la actividad de Honorato Benito Vidal. 12 J i m e n o (1549) f. A2r.
M e d ic in a m o d er n a y so c ied ie d a d espa es paño ñola la
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más importantes anatomistas prevesalianos, como más adelante detalla de tallarem rem os.13 os.13 Las L as u niv ni v ersi er sida da d es cast ca stel ella lana nass
Durante los siglos xiv y xv y la primera mitad del siglo xvi no hubo en la Corona de Castilla nada semejante a los privilegios para disecar cadáveres humanos que hemos encontrado en la Corona de Aragón. Es absolutamente fantástica la noticia de una cátedra de anatomía fundada en el siglo xm en la Universidad de Palenc Pa lenc ia y trasladada a la de Sa lam la m an ca.1 ca .144 También carece de fundamento extender a la Baja Edad Media el cultivo de la anatomía práctica en los hospitales del Monasterio de Guadalupe. Como después veremos, no nos consta que se realizaran allí disecciones de cadáveres humanos hasta mediados del siglo xvi, aunque algunos indicios permiten suponer una tradición iniciada algunas décadas antes. En Salamanca, la gran universidad medieval castellana, no hubo cátedra de anatomía hasta la época vesaliana (1551). Con anterioridad, su enseñanza sólo ofrecía probablemente unas noticias anatómicas introductorias de base puramente libresca. Resulta interesante anotar que el texto utilizado era “la Fen primera de Avicena”, Avic ena”, según según indican los estatutos estatutos de 1 5 3 8 .15 .15 Tampoco en Alcalá, contrapunto renacentista de Salamanca, hubo cátedra de anatomía hasta el período vesaliano. Un hecho significativo es que los estudiantes que en 1534 informaron al Visitador de la Universidad acerca de las reformas 13 Se trata de la traducción de Miguel Juan Pascual, cuyo contenido anatómico se comenta después. 14 La noticia procede de Francisco Suárez de Ribera, médico salmantino del siglo x v i n . La reprodujo C h i n c h i l l a (184146) I, p. 91. E s c r i b a n o (1938) p. 81, la consideró ya sin fundamento. 15 “En la Cathedra de Prima de Medicina esta señalado que se lea en el primero año la Fen primera de Avicena. Y es justo que en los dos meses primeros hasta Navidad se lean los tres capítulos de las tres doctrinas hasta llegar a la doctrina quarta de humoribus exclusive... Yten de membris que es la doctrina quinta se lea hasta Pascua de flores...". Título XIII ("De lo que han de leer los cathedráticos de Medicina") de los Estatutos de 1538. Edición de E s p e r a b é (191417) II, p. 258.
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que parecían convenientes, se preocuparan por la enseñanza anatómica. Pidieron concretamente “que el Dr. Reynoso, en acabando... los aphorismos, que lea de anatomicis aggresioni bus, que dicen notomía” noto mía”.. 16 Anotemos Anotemos que Rodrigo Ro drigo Reynoso era entonces el principal representante en la universidad complutense del galenismo humanista de procedencia italiana, frente al galenismo arabizado ara bizado que defendía defen día D iego de León. 17 Parecida era la situación en Valladolid, la tercera de las grandes universidades castellanas. El avicenismo parece haber prolongado en ella su vigencia mucho más tiempo que en Salamanca y Alcalá, hasta el punto de que su Cátedra de Prima llegó a llamarse “de Prima de Avicena” en contraposición a la “de Prima de Hipócrates”, no fundada hasta 1618. Por ello es lógico suponer que “la Fen primera de Avicena” fuera tamb ta mbién ién la base b ase de unas nociones librescas de anatomía.1 anatom ía.18 La auténtica sensación que, como luego veremos, produjo el curso de anatomía práctica que dio allí Rodríguez de Guevara a mediados de siglo, se explica en buena parte por la completa falta de tradición local en lo relativo a disección anatómica. Vigencia del saber anatómico bajomedieval
El saber anatómico vigente en la España de este período era todavía casi exclusivamente el heredado del galenismo bajomedieval, sobre el que comenzaban a aparecer algunas novedades que merecen el calificativo de renacentistas. Haciendo abstracción, de momento, de estas novedades “prevesalia nas”, pueden distinguirse esquemáticamente tres orientaciones en torno a otros tantos textos utilizados como autoridades funar tiuu m del mismo damentales: el Canon de Avicena, D e u su p arti Galeno y el tratado de cirugía de Guy de Chauliac. Las dos primeras pertenecieron al ambiente médico propiamente dicho, mientras que la tercera correspondió obviamente al quirúrgico. Apenas hace falta subrayar que el texto de Avicena ofrecía una síntesis del saber anatómico tradicional integrada de forma 16 Cit. p o r A l o n s o M u ñ o y f .r r o (1945) p . 29. 29 . 17 Cf. A l o n s o M u ñ o y e h r o (1945) p . 92 . 18 Cf. A l c o c e r (191831).
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óptima dentro de una sistematización que constituía la base de la medicina escolástica arabizada. Por ello no puede extrañarnos encontrarlo tanto en la enseñanza de Salamanca como en la mayor parte de los resúmenes o alusiones anatómicas que aparecen en las obras médicas españolas de estos años. La corriente basada en D e usu us u p arti ar tiuu m continuaba siendo bajo medieval, ya que, como es sabido, el movimiento renacentista de retorno a las fuentes clásicas originales tuvo su principal expresión en este terreno en el paso a primer plano del tratado galénico D e anat an atom omici iciss adm ad m ínis ín istr trat atio ioni nibu bus. s. No obstante, no cabe duda que dicha corriente significó un primer paso en el distanciamiento del arabismo, tal como puede observarse en la Universidad de Valencia y en las obras de algunos médicos aislados. En cuanto a la tendencia quirúrgica en torno al texto de Cuy de Chauliac implicaba una actitud más inclinada a la anatomía práctica en la línea iniciada por Mondino, aunque la inmensa mayoría de los cirujanos españoles, como los del resto de Europa, la asumieran a un nivel meramente libresco. Pri P rim m eras er as im p resi re sioo n es d e texto te xtoss anat an atóm ómic icos os
Aparte de que en España circularan textos impresos en Italia, Francia y otros países europeos —y de la importante función que siguió desempeñando el manuscrito— conviene que demos noticia de los textos de interés anatómico que en este período se imprimieron en nuestro país o fueron publicados por autores españoles. La traducción castellana de Vicente Burgos difundió, a través de dos ediciones (1494 y 1529), el texto D e p ropr ro prie ieta tati tibb us rerurn de Bartolomé Anglico, cuyo quinto libro, como es sabido, trata del cuerpo humano y sus sus partes. 19 Se trata del ejemplo paradigmático de las compilaciones de tema médico contenidas en las enciclopedias escolásticas del siglo xm y de la más editada en diferentes idiomas durante los primeros tiempos de la imprenta. Por lo que puede juzgarse a través de las citas, los principales usuarios españoles de este texto no fueron los
19 B a r t o l o m é A n g l i c o
(1494, 1529).
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médicos y cirujanos, sino lectores ajenos a la medicina, principalmente de condición eclesiástica.20 Muy distinto es el caso de las traducciones de la Chirurgia magna de Guy de Chauliac. Sin contar las versiones parciales, que no incluyen el tratado de anatomía, y de refundiciones al estilo de las llamadas Flo F lo r e s d e G u ido, id o, la obra de Guy de Chauliac fue impresa siete veces en España con anterioridad a 1550. Dos de ellas corresponden a traducciones catalanas: la de Bernat de Casaldevol (1492) y de Narcis Sola (1508). El resto a tres impresiones en Sevilla de una traducción castellana ca . 1518) y a las dos primeras ediciones anónima (1493, 1498 y ca. (1523 y 1533) de la traducción asimismo castellana de Juan Lorenzo Carnicer, que incluía las “glosas” de Falcó. El texto de Guy de Chauliac fue, sin duda, la gran fuente de información anatómica de los cirujanos españoles de estos’ años. A su través penetró profundamente la tendencia antes anotada, procedente, como hemos recordado, de Mondino.21 También resulta obligada la mención en este contexto de cuatro ediciones en castellano entre 1494 y 1517 de la célebre obra de Johannes de Ketham, bien con el título de Compendio de la salud humana, bien con de Ep E p ílo íl o g o e n m e d icin ic in a y ciru ci rugí gíaa . Aunque las impresiones españolas no incluyan el texto de Mondino ni la famosa representación de la lección anatómica que lo acompaña en otras ediciones europeas del Ketham,22 merecen ser citadas, entre otras cosas, por ser el punto de partida de la iconografía anatómica en el libro médico impreso en España. Estas ediciones incluyen, en efecto, las cuatro conocidas ilustraciones que representan la anatomía superficial del cuerpo humano con las localizaciones, respectivamente, de las venas indicadas en la flebotomía, de las correspondencias con los signos del zodíaco, de los tipos de heridas y de las principales dolencias. Incluyen también otra ilustración todavía más conocida: la de la mujer embarazada con un útero dibujado de modo realista.23 20 Un ejemplo son las citas de L a r e d o (ca. 1527). 21 G u y d e C h a u l i a c (1492, 1493, 1508, en . 1518, 1523, 1533). 22 Cf. S i n g e r (192425). 23 K e t h a m (1494, 1495a, 1495b, 1517).
M ed icin ic in a m o d ern er n a y so cied ci ed a d espa es paññ ola ol a
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La vigencia del Canon de Avicena como una de las fuentes fundamentales de información anatómica entre nuestros médicos se refleja, entre otras muchas obras, en el contenido de la Art A rtic icel ella la del valenciano Pedro Pomar. De los treinta y dos textos que recoge, el de tema más claramente anatómico es, en efecto, el titulado “Textus duarum primarum Fen primi canonis Avicene”. Recordemos que la Art A rtic icel ella la de Pomar, impresa por vez primera en 1515, fue reeditada en 1519 y 1534, alcanzando una tardía traducción inglesa en 1 6 1 2.2 2. 24 En la tendencia avicenista hay que encuadrar también el texto original de Bernardino de Laredo “De notables anoto micos” (ca. 1527). Se trata de un tratadito de catorce páginas, con portada propia aunque sin paginación independiente, incluido en la obra Mo M o d u s fa cie ci e n d i c n m o rdin rd in e m e d ic a n d i . 25 Consta de una introducción, consagrada fundamentalmente a Avicena, y de cinco capítulos de conceptuación fisiológica: primera y segunda digestión, tercera y cuarta digestión, génesis del espíritu vital y del calor innato, operaciones de la sangre espirituosa en el cerebro y de la sangre “nutrimental”. Su temática predominante es fisiológica, aunque con toscas referencias a la anatomía. Redactada en castellano, incluye fragmentos latinos, sobre todo del Canon de Avicena y de los comentarios de Ali ibn Ridwan al Ars A rs parv pa rvaa galénica, pero también procedentes de la enciclopedia antes citada de Bartolomé Anglico. La utilización de esta última fuente es coherente con la condición eclesiástica del autor, ajena a la profesión médica. El tratadito es, en suma, un breve resumen anatomofisiológico dentro de una obra de tema terapéutico, que está situado inmediatamente antes de ocuparse de las eva cuacio nes.26 nes.26
24 P o m a r (1515, 1519, 1534, 1612). 25 L a r e d o (ca. 1527) f. 185r190y. C a ü a i j . e r o (1948). Ros (1948), G r a c i a
Sobre Laredo, Cf. D í e z (1934), (1973), 26 Concretamente, antes del texto titulado "De lo que se ha de evacuar en las quatro digestiones''.
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La L a a nato na tom m ía y el atom at om ism is m o d e P e r e d ’Oles ’O lesaa
Mucho mayor interés tiene la exposición anatómica incluida por Pere d’Olesa en su obra Summa totius philosophiae et medicinae (1536). Desde hace más de un siglo este libro venía siendo citado indirectamente como el texto más importante del atomismo español del Renacimiento. Hasta hace cinco años, sin embargo, no se ha podido localizar un ejemplar del mismo y conocer los principales datos de la biografía biog rafía de su a u to r.27 r.27 Nacido en Mallorca y formado en Italia y en Montpellier, Olesa desarrolló en Valencia su actividad científica y profesional. Fruto final de la misma fue la obra citada, que consiste, en efecto, en una amplia y ambiciosa sistematización de la filosofía natural y de la medicina desde un punto de vista rigurosamente atomista. A la anatomía está consagrado el capítulo quinto de su segunda parte o “summa” médica, titulado “De membris ratione”. ratione” . 28 No se trata de una exposición sistemática, sino del comentario de escogidas cuestiones anatómicas, relativamente independientes de las fisiológicas, que son tratadas en otros capítulos. En sus veinte páginas, Olesa se ocupa, por una parte, de problemas generales como el concepto de parte anatómica, la distinción entre parles simples y compuestas, y los órganos predominantes. Por otro lado, estudia el origen de los nervios y de las venas, las relaciones del pericardio con la pleura y el peritoneo, la anatomía del testículo, los intestinos, la vejiga urinaria y otros temas de carácter descriptivo. Maneja una información muy amplia, citando con frecuencia las obras de Galeno y Avicena y las de sus “sectatores” bajomedievales, y también los escritos hipocráticos y las obras biológicas de Aristóteles. Expone sus opiniones, complaciéndose en subrayar sus diferencias y contradicciones. Añade a continuación la suya propia, que casi siempre significa una dura crítica tanto de Galeno como de Avicena. 27 Cf.
(1969, 1971). 28 O l e s a (1536), Tractatus secundus, f. 14v24v ("Caput quintus doctrine quinte membris ratione reddens"). L ó p e z P i n e r o ; G arcía S e v i l l a
M e d ic in a m o d e rn a y so c ied ie d a d espa es paño ñola la
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A pesar de que en este capítulo predomine lo morfológico, Olesa aprovecha cualquier ocasión para adelantar interpretaciones atomistas. Al ocuparse del corazón y de las arterias, afirma, por ejemplo, que el calor cardíaco y el de todo el cuerpo es moderado por el aire que entra por los pulmones, gracias a ios “frígida corpuscula qua una cum aere ingre diunt”. 29 Su actitud ante la anatomía, y más específicamente ante la disección, se manifiesta al ocuparse de las vellosidades intestinales. Se trataba de una “quaestio disputata”, ya que la existencia de dichas estructuras era afirmada por Galeno y sus seguidores y negada por Avicena y los suyos. Olesa no se atreve a pronunciarse, aunque reconoce el peso de la autoridad de Galeno, a causa de su mayor experiencia anatómica. “En esta controversia entre tantos autores no existe razón alguna concluyente que obligue a seguir a ninguno de ellos, a no ser la autoridad de Galeno, que cultivó la anatomía más que Avicena ce na ”. 30 No obstante, se apresura a añadir: añadir: “La anatomía an atomía del cadáver, sin embargo, emba rgo, es muy muy diferente de la del vivo”. 31 Este argumento es un lugar común muy utilizado por los autores que se resistían a atenerse a la experiencia disectiva. Olesa se encuentra entre ellos, como crítico del hilemorfismo aristotélico y del humoralismo galénico desde una formulación del atomismo típicamente escolástica. E l text te xtoo d e L o b e r a d e Ávila Áv ila y las r e fer fe r e n c ia s anat an atóm óm icas ica s e n obras médicas
Seis años después de la aparición de la obra de Olesa publicó Luis Lobera de Ávila un Lib L ib ro d e anat an atom omía ía al que se ha concedido un relieve desmesurado dentro del panorama de la morfología española del siglo xvi, por ser, junto al de Laguna, el único texto prevesaliano español tenido en cuenta en los estudi estudios os de conjunto sobre sobre el tem a.32 a.32 E llo se explica quizá por por 29 O l e s a 30 O l e s a
(1536) Tract. II f. 17v. (1536) Tract. f . 23v.
31 Ibid. (1902) p . 1213; A l b e r t i (1948) p . 6167; 247256. Por el contrario, en su monografía sobre Lobera, G h a n j e l (1959) ha subrayado 32 E
scribano
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razones externas como su título y la celebridad del autor. No es una obra independiente, sino uno de los textos incluidos en la titulada R e m e d io d e c u e r p o s h u m a n o s y silva silv a d e e x p e r i e n cias (1542). En poco más de veinte páginas contiene un breve resumen anatómico en latín y un “sueño” o “ficción” en castellano, impreso en la parte central de los folios, que expone de forma metafórica la “maravillosa composición del microcosmos” 33 A pesar de su fecha tan tardía —un año antes de la primera edición de la Fá F á b r i c a de Vesalio— el contenido corresponde plenamente al saber anatómico bajomedieval, combinando la línea de Mondino y la avicenista sin aportación de interés de ninguna clase. Parecida es la orientación de numerosas referencias de tema anatómico incluidas en los textos médicos españoles de finales del siglo xv y de las primeras décadas del xvi. Algunas son de carácter introductorio, como las contenidas en la Cura de la piedra y dolor de la yjada y cólica renal (1498) de Julián Gutiérrez de To led o.34 o.34 Otras tienen tienen el el carácter cará cter de rec recursos ursos al saber anatómico como fundamento de una cuestión patológica, clínica o terapéutica. Anotaremos como ejemplo típico las referencias a los “poros” y a las venas gástricas e intestinales que aparecen en “El diálogo de las fiebres interpoladas” (1515), uno de los escritos de Francisco López de Villalobos que aparecie P ro b lem le m a s (154 ron impresos en sus famosos Pro (1 54 3).3 3) .355
la escasa importancia de este texto en el conjunto de la producción de su autor. 33 L o b e r a ( 1 5 4 2 ) f. 1 r 1 1 v . (“Libro de anatomía. Declaración en sumiría breve de la orgánica y maravillosa composición del microcosmos o menor mundo que es el hombre ordenada por artificio maravilloso en forma de sueño o fictión"). 34 G u t i é r r e z d e T o l e d o (1498) f. 2r2v. Acerca de esta obra, cf. S a n c h o d e S an R o m á n (1958). 35 L ó p e z d e V i l l a l o b o s (1543) f. 39r42v. La referencia a los poros se encuentra en f. 39v y la dedicada a las venas gástricas e intestinales en f. 41r y 41v. En esta última, M a r i s c a l (1943) quiso ver nada menos que la primera descripción de los vasos quilíferos.
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L a asim as imila ilaci ción ón d e las n o v ed a d e s an teri te rioo res re s a la “F a b r ic a ”
Sobre el fondo dominante de la anatomía heredada del galenismo bajomedieval comenzaron a aparecer, como antes hemos adelantado, algunas novedades que merecen el calificativo de renacentistas. Su reflejo en los textos tiene todas las gradaciones posibles, oscilando entre la mera noticia de un hallazgo ajeno y el cambio consciente de actitud. En la Valencia de los años anteriores al desarrollo de la obra de Jimeno y de Collado encontramos dos ejemplos muy expresivos de la asimilación de dichas novedades “renacentistas” previas a la reforma vesaliana. El primero de ellos corresponde a la traducción castellana del tratado de cirugía de Giovanni da Vigo que publicó en su juventud (1537) Miguel Juan Pascual, autor que destacaría más tarde como como notable patólogo y clín cl ín ico ic o .36 .36 Como es es sabi sabido, do, la obra de Vigo es un ejemplo típico de galenismo arabizado y su primera parte es un resumen anatómico perteneciente a la línea basada en Avicena. En su traducción castellana, sin L ib r o d e la no embargo, Miguel Juan Pascual completó este Lib ihomia con numerosas “addiciones marginales”. En ellas ofrece noticias y comentarios muy diversos, en general criticando o rectificando la orientación avicenista. A este respecto, lo más significativo es que cite con cierta frecuencia a Berengario de Carpi, el más importante de los anatomistas prevesalianos. En algunas de estas citas se refiere expresamente a “Carpo, no menos docto en medicina que en cirugía”, enfrentando sus opiniones con las de Avicena e incluso con las de Mondino, en detalles como los lóbulos hepáticos, la irrigación venosa del recto o la del yeyuno. 37 Otras veces, sin citarlo nominalmcntc, da noticia de sus hallazgos.38 En una ocasión el médico valen(1537). Esta traducción continuó reeditándose hasta principios del siglo x v m . S a l c e d o (1906) dedicó un estudio bibliográfico a su primera edición. Sobre Miguel Juan Pascual, cf. G u i l l e n (1908). 37 V ig o (1537) f. 12h y 12v. 38 Por ejemplo, describe la existencia de dos orificios en el ciego, tomando sin duda la noticia de Mondino y del propio Carpi: V ig o (1537) 1. 13«. Más adelante, al hablar de Laguna, volveremos sobre este detalle anatómico. 36 V ig o
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ciano recurre incluso a su propia experiencia disectiva. trente a los que negaban la existencia del colédoco en el organismo humano normal, afirma: “Es falsa esta opinión porque la cosa monstruosa pocas vezes se halla y esta vía muchas vezes la vemos. vemos. Y yo la la he visto” vis to”.. 39 El segundo ejemplo tiene todavía mayor interés por referirse a la actitud frente a la anatomía de Miguel Jerónimo Le desma, cabeza indiscutible del movimiento humanista entre los médicos de la Universidad de Valencia. Como en el resto de Europa, dicho movimiento se centró en el manejo directo de los textos clásicos y en el rechazo del galenismo arabizado. Apoyado en los simpatizantes del humanismo dentro del claustro universitario y de la ciudad —entre ellos la propia virreina Mencía de Mendoza, Duquesa de Calabria— Ledesma consiguió imponerse a los llamados “bárbaros”. Explicó desde su cátedra de griego con textos originales galénicos e hipocráticos, publicó una excelente gramática griega (1545) e impuso el humanismo renacentista como mentalidad dominante de la medicina valenciana durante los años centrales del siglo xvi, punto de partida partida de su escuela an ató at ó m ica .40 .40 Entre las publicaciones de carácter médico de Ledesma nos interesa aquí la titulada D e p leu le u riti ri tidd e c o m m e n t a rio ri o lus lu s (1546).41 Su contenido responde a la famosa “polémica de la sangría” en la “pleuritis” o “mal de costado”, uno de los más típicos y enconados encona dos enfrentamientos enfrentam ientos entre los seguidores del galenismo arabizado y los partidarios del humanista. Como es sabido, estos últimos, encabezados por Fierre Brissot, defendían 39 Vico (1537) f. 13 r y 13v. 40 En su monografía sobre los helenistas españoles del siglo xvi, L ó p e z R u e d a (1973) ha estudiado de modo excelente la gramática griega de Ledesma, Cf. también G a r c í a M a r t í n e z (1973). Por el contrario, sobre su obra médica solamente existen las insatisfactorias referencias que le dedican los repertorios tradicionales. Con la intención de llenar este hueco, preparo en la actualidad un trabajo sobre la misma. Sobre la personalidad de Mencía de Mendoza, su relación con Erasmo y el erasmismo y su papel de protectora del humanismo en Valencia, cf. cf . B a t a i l l o n (1966) p. 48788. El gran historiador cita allí de pasada a Ledesma y su gramática griega. Cf. también L a s s o d e l a V e g a (1942). 41 L e d e s m a (1546).
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la “derivación directa” mediante la sangría en la vena más próxima al lugar afecto, mientras que los arabizantes preferían practicarla en el lado opuesto o en el pie. Vesalio aludió a esta polémica en sus Tabulae sex (1538), dedicándole después una monografía (1539). Defendió, por supuesto, la postura humanista, pero intentando fundamentar sus argumentos en hechos anatómicos y concretamente en la disposición de las venas torá cic as.4 as .422 No hace falta decir que Ledesma pertenecía a la facción encabezada por Brissot. Lo interesante es, sin embargo, que se sumó también a la línea de su fundamentación anatómica. Por ello su estudio, antes de exponer la patología y la clínica de la afección y de discutir el problema de la sangría, ofrece un breve resumen anatómico, titulado “De thoracis anatome”, que termina remitiendo al lector, entre otros textos galénicos, al D e anat an atom omici iciss adm ad m inis in istr traa tion ti on ibus ib us . 43 Al ocupars ocuparsee en concreto concreto de la localización de la sangría, insiste en la importancia fundamental de “la anatomía de las venas, cuya ignorancia ha confundido a muchos de los que opinan cosas muy distintas de las que debieran debi eran ”. 44 Dedic De dicaa por ello gran atención a la descripción del árbol venoso, incluyendo dos figuras, una de las cuales es un esquema inspirado en la célebre figura de Vesalio.45 Por otra parte, al discutir las opiniones de diferentes autores, se ocupa ampliamente de la monografía de Vesalio, “vir quidem de re re medica me dica bene ben e meritus” m eritus”.. 46 Otro testimonio del cambio de actitud ante la anatomía y su importancia para la medicina lo encontramos en los Diá D iálo logo go s (1547) de Pedro Mexía, uno de los textos de divulgación científica que más difusión alcanzaron en la Europa del siglo xvi.47 12
Sobre Sobre la la polé polémica mica de de la sang sangrí ríaa y la partici participació paciónn en en ella ella de de Vesali Vesalio, o, c l. S a u n d e r s ; O ’ M a l l e y (1947), C u s h i n g (1962), p. 5262, O ’ M a l l e y (1964), B a r o n (1970) p. 8191, P a n i a g u a (1973). 43 L e d e s m a (1546) f. 2r3. 44 L edesma (1546) f. 21r. 45 L e d e s m a (1546) f. 21r y 22. 46 L e d e s m a (1546) f . 25v26r. 47 Mexía (1547). Sobre las ideas médicas de Mexía, cf. G h a n j e l (1953b) y sobre su mentalidad, cf. B a t a i l l o n (1966) p. 637 ss.
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El núcleo de su primera parte —el famoso “Diálogo de los médicos”— es el enfrentamiento entre dos “caballeros leídos”: Gaspar, que “dice mucho mal de médicos y tiene por opinión que no los había de haber, ni arte de medicina”, y Bernardo, que “alaba y defiende la medicina y médicos como se platica hoy”. hoy” . 48 Resulta Resu lta muy significativo que Mexia ponga en boca bo ca del primero el argumento que, al ocuparnos de Olesa, hemos visto que era un lugar común entre los adversarios de la disección: “La anatomía de los cuerpos muertos... a mi juicio es de poco efecto y fundamento, allende de lo que lo tengo por género de crueldad; porque es cierto que no queda el propio color, ni blandura, ni dureza, ni las otras cosas que dixistes en los miembros de los cuerpos heridos o muertos, que hay en los vivos vivos y sanos”. sanos” . 49 Por Po r el contrario, contra rio, su oponente opo nente afirma afirm a “que es necesario haberlos visto e conocido (las partes y miembros del cuerpo) y haber hecho anotomía en algunos cuerpos defunc tos, y notado y considerado la color, la figura, el tamaño, la orden, la dureza o blandura de todos ellos y las variedades y apartamientos de los los mismos mismos miembros entre sí”. 50 Apenas hace falta subrayar que la importancia de este testimonio reside en que un hombre ajeno a la medicina como Mexía identifique la postura contraria a la disección anatómica con la propia negación negación de la la ciencia m éd ica .51 .51 La L a “An “A n a tó m ica ic a m e t h o d u s ” de Andrés Laguna
En esta etapa prevesaliana ocupa una posición de particular A n a tóm tó m ica ic a m eth et h o d u s (1535) de Andrés Laguna. Es relieve la An una obra conocida y comentada por todos los autores que se han interesado por la anatomía española del sigle xvi, pero cuyo estudio ha sido, en general, muy inadecuado. Los traba-
48 M e x í a ( 1 5 4 7 ) p . 1 . 49 M e x í a ( 1 5 4 7 ) p . 3 3 3 4 . 50 M e x í a ( 1 5 4 7 ) p . 2 3 .
51 Ello no quiere decir que el propio Mexía se identifique con su oponente. G r a n j e l (1953b) subraya, a este respecto, el papel de un tercer personaje, “el maestro Velázquez’', que representaría la posición ecuánime que Mexía deseaba mantener.
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jos españo esp añoles les lian lia n caíd ca ído, o, como com o de costum cos tumbre bre,, en valor va lorac acio ione ness panegíricas o en estimaciones negativas, desconociendo en ambos casos el lugar que corresponde a este libro juvenil de Laguna Lagu na en el contexto de la anatomía europea de su su ép o c a .52 .52 Dicha limitación no ha sido superada hasta la aparición de un breve pero fundamental artículo de O’Malley, que no solamente lo ha encuadrado dentro del ambiente científico de París, sino que ha llamado la atención acerca de la relación entre Lagun La gunaa y Vesalio. 53 53 A na tóm tó m ica ic a m eth et h o d us , escrita por Laguna cuando realiL a Ana zaba sus estudios en la capital francesa, fue el primer texto impreso procedente del ambiente anatómico parisino en el que Vesalio Vesalio recibiría su form ación ac ión.5 .544 Ba jo el influjo influjo de las traducciones del griego al latín de las obras anatómicas de Galeno, París se había convertido en el centro de la anatomía galénica pura. La enseñanza académica continuaba dándose a la usanza tradicional, pero al margen de la misma alcanzó gran importancia la práctica de disecciones priv ad as.5 as .555 Laguna fue, solo o en colaboración can Tagault, uno de los primeros que realizó dichas disecciones. La estructura general de su libro y la mayor parle de su contenido son estrictamente galénicos, lo que no impide que incluya los resultados ele sus observaciones en cadáveres humanos. Entre ellos se Ejemplos de valoración panegírica son las referencias a esta obra d e I ¡ u h n á n d k z M o r e j ó n (184252) II, p. 256257, C h i n c h i l l a (184146) I. ¡>. '‘>59362, y M a r i s c a l (1943) p. 5153. Por el contrario, E s c r i b a n o (1902) p. 911, y A l i j e r t i (1948) p. 4960, se inclinaron a estimaciones negativas, sin llegar a sospechar en qué residía su relieve histórico desde mía perspectiva europea. La abundante literatura sobre Laguna se ha centrado preferentemente en su versión comentada del tratado de Dioscórides, ocupándose también de oíros aspectos como su biografía, su labor como humanista, su obra urológica, ele. Cf. el repertorio de G r a n j e l (196566). La A n at ó m ic a niel niel hada s no merece, en general, sino una breve mención. La gruesa monografía de D u b l e k (1955) acerca de Laguna y su época le dedica, por supuesto, más espacio, pero sin ofrecer más que una decepcionante combinación de ignorancias y lugares comunes. ;,:i O ’ M a l l e y (1963). 54 L a g u n a (1935). 55 C f. O ’ M a l l e y (1964, 1973).
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encuentran algunos de cierta importancia, como la descripción de un riñón en herradura 56 o la comprobación de la existencia de dos orificios en el ciego.57 Este último hallazgo había sido ya expuesto por Mondino, al que Laguna cita expresamente, y también por Berengario de Carpi. No obstante, la contribución de Laguna es muy anterior a las de Bauhin, Ron delet y otros autores, arbitrariamente considerados “descubridores de la válvula ileocecal” como Laguna lo fue por sus panegiristas españoles. El libro de Laguna no debe, sin embargo, su relieve histórico a la importancia de sus hallazgos, sino a la energía con la que criticó la forma tradicional de enseñar anatomía, que dejaba en manos de un barbero la práctica de la disección. Frente a ella, el médico español subrayó la necesidad de realizarla por sí mismo y de atenerse con rigor a los hechos cuidadosamente observados. Este es precisamente el aspecto al que O’Malley se refiere al hablar de la influencia de Laguna sobre la mentalidad de Vesalio, contemporáneo suyo algo más joven que coincidió con él en París.58 Ello resulta coherente con el influjo que más tarde Laguna tuvo sobre Vesalio en el terreno quirúrgico, prueba del respeto que le merecía. A n a tó m ica ic a m eth et h o d u s que mejor refleja dicho El texto de la An aspecto, es sin duda, el correspondiente a la descripción del ciego: “El íleo, cuya posición y naturaleza ya hemos expuesto, está debajo del ciego o monóculo que es, sin duda alguna, el intestino que aparece más lleno de heces. Se le denomina ciego porque parece tener un solo orificio de entrada y también de salida, aunque en realidad tiene dos muy pequeños que no están distanciados, sino situados uno al lado de otro. Muchos, en efecto, han creído que tenía un solo orificio y que su forma era la de un falso intestino, pensando que pendía como un vientre relleno en cuyo fondo no existía abertura. No obstante, quien desee conocer con rigor el ingenio de la naturaleza, conviene que diseque incluso las partes más sucias y que examine con sumo cuidado su posición, formas, número y consistencia. 56 L a g u n a ( 1 5 3 5 ) f . 2 8 r . 57 L a g u n a ( 1 5 3 5 ) f . 1 6 v 1 7 r . 58 O ’M a l l e y ( 1 9 6 3 ) p . 6 6 ; O ’ M a l l e y ( 1 9 6 4 ) p . 5 7 s s .
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Cuando se realizaba en París una anatomía del cuerpo humano y lodos los estudiantes de medicina compañeros míos y también los barberos que estaban encargados de disecar se apartaron del cadáver a causa del hedor de los intestinos y continuaron pensando que el intestino ciego, al que ni siquiera habían dirigido los ojos, tenía un solo orificio, yo, tomando un escalpelo, lo disequé y con un palito mostré claramente a todos dos orificios situados en el mismo lugar, uno de ellos de entrada y el otro de salida. Había leído en Mondino, no tan ignorante como tosco, que era era tal como lo comprobé com probé ocularme ocula rmente”. nte”. 59 El
movimiento vesaliano
Vesalio y España
Vesalio residió en España, como es sabido, entre 1559 y 1564. En la corte de Felipe II fue médico de los flamencos en ella residentes y también del propio monarca y su familia. Recordemos que en 1543, tras la publicación de la Fa F a b r ic a y E p ito it o m e , había abandonado la dedicación a los estudios el Ep anatómicos, que sólo atendería después de modo ocasional. A parlir de la fecha citada había sido médico de la casa y del ejército imperiales, de acuerdo con la tradición de su familia, continuando, tras la abdicación de Carlos V, al servicio de Felipe Felipe I I . 60 Con anterioridad a 1559 Vesalio había estado en relación con numerosos médicos españoles. Acabamos de aludir a la que mantuvo en París con Laguna durante sus años de formación. Más tarde, en el período culminante de su magisterio ana lómico en Padua, contaría entre sus discípulos a Pedro Jimeno, quizá el más fiel y entusiasta de sus seguidores inmediatos. Aparte de convivir con varios profesionales españoles al servicio de Carlos V, durante sus años en el ejército imperial entabló eslreeha amistad con Dionisio Daza Chacón. La Pr P r ac tica ti ca y teórica de cirugía (1595) de este gran cirujano español es una (1535) f . 16v17r. ™ Del innumerable número número de de trabajo trabajo s dedicados a Vesalio, anotaremos únicamente los estudios de L a ín E n t r a l g o (1951), O ’ M a l l e y (1964) y Ha r ó n (1970) y la segunda edición del repertorio de C u s h i n g (1962). 5a L a g u n a
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interesante fuente para su biografía, prineipalmente porque recoge detalles de la actividad que juntos desarrollaron en numerosas acciones militares. Por su especial significación recordaremos únicamente que ambos aprendieron en 1544, seguramente del propio Bartolomé Maggi, el nuevo tratamiento de las heridas por arma de fuego opuesta a la doctrina bajomedie val del “pus loable”, que aceptaron plenamente debido al consejo favorab favorable le de de Andrés Andrés L ag u na .61 .61 En fechas fech as posterio posteriores res asistieron también juntos a dos célebres consultas: las motivadas por las heridas del monarca francés Enrique II (1559) y del príncipe español Don Carlos, el hijo de Felipe II (1562). Las relaciones personales de Vesalio con los médicos españoles no fueron, sin embargo, el camino a través del cual su obra anatómica alcanzó un importante repercusión en nuestro país. Tampoco sus cuatro años y medio de residencia en la corte española fueron un factor de interés. Como vamos a ver a continuación, el auténtico movimiento que, bajo su directa influencia, transformó profundamente la situación del saber anatómico en España se desarrolló durante la década anterior a su traslado a la corte de Felipe II. Las circunstancias que rodearon la estancia de Vesalio en nuestro país contribuyen a explicar este hecho al parecer sorprendente. Residió en la corte y no en los centros universitarios en los que se enseñaba anatomía conforme a sus ideas y donde contaba con seguidores y admiradores. Aunque tenía amigos como Daza Chacón, que siempre le trató con la mayor generosidad, parece claro que sufrió la hostilidad de buena parte de los médicos cortesanos. Había múltiples razones para ello, principalmente los celos profesionales motivados por su fama científica y por la gran estima que le tenía el monarca, así como la agresividad que en España despertaban los flamencos desde los tiempos de Carlos V . 62 Apartado de la investigación anatómica durante muchos años, la corte madrileña no ofreció a Vesalio ni el ambiente ni los medios mínimos para volver a cultivarla. Por ello su amis61 D a z a C h a c ó n (1582) p . 261. 62 E s c r i b a n o (1938), p . 7078; O ’ M a l l e y (1970), p . 215248.
(1964), p . 283314;
B arón
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A na to m ica ic a ru m G ab riel ri elis is F a llo ll o p p ii ob ob tosa réplica a Fallopio, Ana servationum examen, 63 redactada redactad a a finales de 1561, fue “una “una obra escrita de de memoria”, mem oria”, según según expres expresión ión de O’M a lle y ,64 ,64 que deja traslucir la amargura que le producía no haber desarrollado su obra científica. La investigación desmintió hace tiempo por completo el pintoresco relato de que Vesalio había sido perseguido por la Inquisición a causa de haber disecado en Madrid un cuerpo todavía con vida. La documentación recientemente descubierta por J. Barón ha acabado también con muchas suposiciones arbitrarias en torno a su peregrinación a Tierra Santa en 1564, en cuyo viaje de regreso falleció.65 La realidad histórica de las relaciones de Vesalio en España queda, sin embargo, truncada si no se tiene seriamente en cuenta la importante repercusión que su obra anatómica tuvo en nuestro país. ha escuela anatómica valenciana: Pedro Jaime Esteve, Pedro Jim J im e n o y L u is C o lla ll a do
Tal como hemos adelantado, la Universidad de Valencia fue el centro del movimiento vesaliano español. Sobre la base de la trayectoria que hemos resumido en el epígrafe anterior, el antecedente inmediato de la escuela anatómica valenciana fue el cambio de orientación a favor del galenismo “humanista” que se produjo a lo largo de la década de los años cuarenta, encabezado, como sabemos, por Miguel Jerónimo Ledesma. Durante 1545 y 1546 la cátedra de anatomía y simples, hasta entonces desempeñada por profesores carentes de relieve, fue ocupada por Pedro Jaime Esteve, uno de los más brillantes seguidores de dicho galenismo “humanista”. Se había formado en París y Montpellier, convirtiéndose en un convencido seguidor de la corriente que consideraba a Hipócrates como modelo de la “verdadera medicina” y a Galeno como su más perfecto
cf. cf .
63 V e s a l i o (1564). 64 O ’M a l l e y (1973) p. C a s t i g l i o n i (1962). 65 B a r ó n (1962), B a r ó n
248, apéndices IXXI.
64. Sobre la relación de Vesalio y Falopio, (1966),
B arón
(1969),
B arón
(1970), p . 234
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continuador. Su agresividad frente al avicenismo y a todo lo medieval era incluso superior a la de Ledesma. Con una excepcional preparación en lenguas clásicas sirvió al programa de retorno a las fuentes médicas griegas, publicando cuidadas ediciones grecolatinas comentadas del libro segundo de las Ep E p id e m ia s hipocráticas (1551) y de la Theriaca de Nicandro de Colofon (1 5 2 ).66 ).66 Esteve se interesó especialmente por la botánica médica, materia en la que se consideraba discípulo de Rondelet, así como por las aplicaciones de la astronomía al ambientalismo hipocrático. También dedicó notable atención a la anatomía, en una línea plenamente coherente con su formación en París y Montpellier. El más importante texto morfológico era en su opinión el tratado galénico D e anat an atom om icis ic is adm ad m inis in istr trat atio ioni nibu bus, s, pero subrayando que la fuente básica del saber anatómico era la disección de cadáveres humanos, que practicó con frecuencia. El texto que mejor refleja su posición ante la anatomía es el comentario que dedicó a la sección cuarta del libro segundo E p i d e m ia s hipocráticas.61 Como es sabido, dicha sección de las Ep consiste principalmente en una breve exposición de la anatomía de las venas y de los nervios periféricos. Esteve considera esta “tosca y rudimentaria exposición” tan alejada de lo que “se observa al disecar los cadáveres” que la estima indigna de ser atribuida a H ipó cra tes.68 tes.68 A pesar de de la la concesión concesión retórica que hace a la opinión en contra de Galeno, decide por ello que se trata de una interpolación posterior de un escrito de muy escasa altura. En consecuencia, su comentario consiste en negarle toda autoridad, enfrentándole una amplia descripción propia de la anatomía de las venas, los nervios y el diafragma, “que hemos 66 Tampoco se ha realizado todavía el estudio monográfico que la vida y la obra de Pedro Jaime Esteve sobradamente merecen. Aparte de las referencias de los repertorios tradicionales, se han ocupado de su labor como helenista S a n t a n d e r (1971), G a r c í a M a r t í n e z (1973) y L ó p e z R u e d a (1973). Estoy reuniendo materiales para publicar en el futuro un trabajo sobre esta interesante figura. 67 E s t e v e (1551) f. 145r158v. 68 E s t e v e (1551) f . 145r.
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investigado investigado muchas m uchas veces con cuidado y diligen cia”. 69 P arear ecido carácter tienen otros textos de tema anatómico incluidos en los comentarios a otras secciones de la obra, en especial el dedicado a estudiar las vértebras y los nervio nervioss ce rv ica les .70 .70 La actitud de Esteve ante Vesalio es consecuente con su mentalidad. Aunque no cita a Silvio, resulta evidente la influencia del profesor parisino en algunas de sus afirmaciones, pero al mismo tiempo su formación junto a Rondelet le sirve de contrapeso. Básicamente piensa que “sospechar que Galeno no llegó a realizar ninguna disección del cuerpo humano es una tontería, pero atreverse a afirmarlo es una gran locura ”. 71 De esta forma, al ocuparse de las dos primeras vértebras cervicales y su participación en los movimientos de la cabeza, ataca a Vesalio por sus críticas a Galeno con un estilo digno de Silvio: “nescio quis deus Galenomastiga quendam Vesalium excitavit, excitavit, natum plañe ad calumniam hominem”. 72 Pero no se trata en absoluto de una oposición sistemática como la del profesor parisino. En otra referencia el tono es muy distinto: “Vesalio (hombre muy sabio pero un poco sarcástico) acusa en varias ocasiones a Galeno de emplear una terminología inadecuada en lo que respecta a las las articulaciones”. articulaciones”. 73 En una tercera llega incluso a reconocer abiertamente la trascendencia de su aportación a la correcta descripción de las venas torácicas: “En esta cuestión tenemos que alabar con entusiasmo la contribución de Vesalio, el primero que la planteó. Por nuestra forma de ser, no nos avergüenza declarar públicamente los que nos han hecho p rogresar”. 74 Esta ambivalencia ante Vesalio, propia de un médico de formación francesa como Esteve, fue sustituida en la Universidad de Valencia por una adhesión incondicional cuando Pedro Jim eno en o pasó en 1547 154 7 a ocupa ocu parr la cáte cá ted d ra de anato an atom m ía y simples. La actividad de Jimeno, hombre de formación italiana y dis69 70 71 72 73 74
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(1551 ) (1551) (1551 ) (1551) (1551) (1551)
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146r. 85r88v. 147v. 86r. 83v. 148 r .
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cípulo directo de Vesalio, fue el punto de partida de la escuela anatómica valenciana valencian a y del movimiento movimiento vesaliano vesaliano españ esp añol.7 ol.755 La biografía de Jimeno se lia basado tradicionalmente en una confusión; tomar por declaraciones autobiográficas del F a b r ic a propio Jimeno las contenidas en un conocido texto de la Fa de Vesalio que el médico méd ico valenciano valencia no reproduce reprod uce en su su lib li b r o .76 .76 Superado este error, no es mucha la información disponible acerca de su vida, aunque algunos datos de archivo y las referencias incluidas en su obra y en las de varios contemporáneos permiten al menos conocer sus hitos fundamentales. Nacido en Valencia hacia el tercer lustro del siglo xvi, Jimeno estudio artes en su universidad y quizá también medicina. En el trienio 154043 asistió en Padua a las lecciones anatómicas de Vesalio.77 acontecimiento central de su trayectoria científica, ya que a partir de entonces se convirtió en uno de sus más tempranos y fieles seguidores. De regreso en Valencia, pasó a ocupar en 1547 la cátedra de anatomía y simples, que desempeñó durante dos años. En 1549 fue nombrado titular de la cátedra de “práctica”, que había sido fundada el año anterior, pero al terminar el curso académico abandonó Valencia. 78 A partir de 1550 enseñó anatomía anatom ía en la Universidad de 75 Aparte de los repertorios tradicionales, han estudiado la vida y la obra de Jimeno, V i d a l (1887), E s c r i b a n o (1902) p. 3437, A l b e b t i (1948) p . 132145. L ó p f . z P i n e r o (1961), L ó p e z P i n e r o G a r c í a B a l l e s t e r (1962a), O ’ M a l l e y (1972). reproducee — citando citando la procedencia— la 76 J i m e n o ( 1 5 4 9 ) f. 2 6 v 3 8 r reproduc célebre exposición del método de preparar el esqueleto humano que Vesalio incluye en la Fabrica (cap. 3 9 del lib. I ) . E s c r i b a n o ( 1 9 0 2 ) p. 3 5 , lo apuntó ya como posibilidad. No obstante, ha sido O ’ M a l l e y ( 1 9 7 2 ) p. 7 0 , quien lo ha comprobado y subrayado la falta de fundamento de la biografía tradicional de Jimeno. 77 "M i gran gr an maestro maes tro Andrés Vesalio, Vesali o, a muchas much as si no a todas de cuyas lecciones asistí en Padua cuando allí recientemente enseñaba anatomía de modo magnífico ante un auditorio numerosísimo y asiduo”. J i m e n o ( 1 5 4 9 ) f. A2v. 78 De acuerdo con la documentación, ésta fue toda la docencia del Jim Ji m eno en o en la Unive Un ivers rsida idad d de V alen al en cia. ci a. L a afir af irm m ació ac iónn de E s c r i b a n o (1902) p. 35, “fue después veinte años famoso catedrático de la Universidad de Valencia”, es por completo fantástica.
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Alcalá, colaborando como disector con Francisco Valles, quizá la figura de mayor relieve de la medicina española de la época. Allí falleció pocos años más tarde.79 En los reducidos límites de apenas una década, Jimeno desarrolló una actividad científica de notable fertilidad. En primer lugar, convirtió la Universidad de Valencia en una de las primeras de Europa en las que se impartió enseñanza anatómica de acuerdo con las ideas de Vesalio. El mismo Jimeno expuso de modo muy expresivo su choque con el plan de estudios tradicional que disponía, como ya hemos dicho, que se comentase el texto galénico D e m u part pa rtiu ium m . Como ello signi licaba una continua y tediosa serie de correcciones y rectificaciones, decidió “que había que poner todo el empeño y el esfuerzo en que no faltara tiempo para la verdadera exposición de las partes del cuerpo humano y su demostración... de acuerdo con el pare cer de mi gran maestro Andrés Vesalio”. Vesa lio”. 80 Como mera concesión formal al plan de estudios vigente, el líesulta obligado anotar un problema que plantean las dos series documentales del Archivo Histórico Municipal de Valencia, anteriormente citadas (nota 10). En el M an ua l d e C o n se ll s aparecen los nombramientos de Jimeno para la “segunda cátedra de medicina” durante el curso 154748 (A 74, 21 mayo 1547) y para la de “práctica’ durante 154950 (A 76, 31 mayo 1549); en los correspondientes ai curso 154849 (A 75, 11 mayo 1549) no figura su nombre y se designa a Luis Peris para la segunda cátedra de simples y anatomía. Por el contrario en los libros 20 a 23 de Lonja Nova se registran las dos pagas anuales de Navidad y San Juan que recibió Pedro Jimeno como catedrático de la “segunda” en 154748 y 154849 y de “práctica” en 154950. La última de ellas (9 julio 1550) la cobró a liavés de un procurador, por estar ya ausente de Valencia. No cabe duda que, por la razón que fuera, Luis Peris no explicó simples y anatomía durante el curso 154849, sino que lo hizo Jimeno. Además del dato documental de los cobros, contamos con el testimonio del propio interesado. El prefacio de su libro, fechado en el verano de 1549, comienza con estas palabras: “Al iniciar en el pasado invierno la imporlante parte de nuestro tradicional plan de estudios relativa a la exposición del cuerpo humano...” ( J i m e n o (1549) f. A 2 r ) . Este fue, precisamente, el curso en el que el médico valenciano introdujo plenamente las rclormas de las que a continuación hablamos. 7!l Cf., en el epígrafe siguiente, la parte dedicada a la Universidad de Alcalá. 110 J i m e n o (1549) f. A2v.
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texto de Galeno quedó reducido en las explicaciones de Jimeno a breves resúmenes, “pero sin descuidar la verdadera descripción y composición de las partes y sin alterar sus detalles como hasta ahora casi todos solían solían hacer hace r por respeto a Galen Gal eno” o”.. 81 En su opinión, el método adecuado de la enseñanza anatómica era la disección de cadáveres humanos realizada y aclarada por el mismo profesor. La exposición verbal, por el contrario, la consideraba llena de limitaciones, ya que una cuestión anatómica solía ser “ardua atque difficillina dictu, fieri longe faci llima”. llim a”. 82 Añadamos Añadamos que que Jimeno incorporó también otro otross aspectos propios de la reforma didáctica vesaliana como la utilización en sus lecciones de un esqueleto montado y no solamente de huesos aislados, como hasta entonces era habitual.83 La segunda aportación de Jimeno fue publicar el primer texto anatómico que incorporó plenamente la nueva anatomía vesaliana, enriqueciéndola además con el resultado de sus pro D ialo lo g u s d e r e m e d ic a , c o m pias investigaciones. Su título es Dia pe p e n d iarí ia ríaa rati ra tion one, e, p r a e t e r q u a e d a m alia, u n ive iv e rsa rs a m a na tom to m e m humani corporis perstringens y apareció impreso en Valencia 81 Ibid. En la actualidad estoy reuniendo materiales con la intención de estudiar la participación de médicos y científicos en el movimiento erasmista español, tan magistralmente analizado por Bataillon. Me limitaré ahora a subrayar que, a este respecto, un grupo de evidente interés es el integrado por Miguel Jerónimo Ledesma, Pedro Jaime Esteve, Pedro Jim Ji m eno, en o, Luis Lu is C olla ol lado do y los que qu e jun ju n to a ello el loss tra tr a b aja aj a ro n , duran du rante te las fech fe chas as centrales del siglo xvi, en las universidades de Valencia y Alcalá y bajo la protección directa o indirecta de la Duquesa de Calabria. Resulta muy significativa la forma en la que este grupo aparece en la gran obra de B a t a i i x o n (1966). Ledesma, como sabemos, aludido de pasada al hablar de la Duquesa (p. 487). Jimeno y Pedro Jaime Esteve, citados como “el Doctor Pere Jaume" y el “Doctor Ximeno” en el proceso del erasmista valenciano Jerónimo Conqués, del que habían sido maestros (p. 728). Se trata de una pieza, procedente de nuestro campo, que encaja a la perfección en el clásico esquema del hispanista francés. 82 El texto original no puede ser más expresivo. Al acabar la exposición de la anatomía de los músculos faciales, Jimeno hace decir a su fingido interlocutor: “Video horum enarrationem verbis non posse magis illustrari, reddique faciliorem. Caeterum ut dicebas multum esset, haec ipsa in comodo cadaveri exerceri, ubi facile credideriin, ardua atque ad modum difficillima dictu, fieri longe facillima”. J i m e n o (1549) f. 41v. 83 J i m e n o ( 1 5 4 9 ) f . 2 6 r .
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en 1549, cuando su autor había desempeñado ya durante dos años la cátedra de anatomía y simp les.84 les.84 Comienza con una larga “epístola nuncupatoria” dirigida a Pedro Lozano, médico de la Duquesa de Calabria. Al ocuparnos de Ledesma ya recordamos que la virreina fue uno de los principales apoyos que en Valencia tuvo el humanismo renacentista. Jimeno fue un convencido seguidor de dicha mentalidad, no sólo por alinearse entre los estudiosos de la antigua y verdadera medicina hipo crática”, sino por su admiración por Erasmo y Luis Vives. No conozco, en efecto, ningún texto médico español que se adhiera tan explícitamente al erasmismo: “Erasmo de Rotterdam, el hombre incomparable, verdadero restaurador de toda la república literaria, patrono y mecenas óptimo de todos los estudiosos”. sos”. 85 También Tamb ién Luis Vives merece una entusias entusiasta ta referencia, referencia, como “nuestro muy célebre e ilustre Juan Luis Vives, luminaria brillantísim a de toda España y alumno alumno de esta esta ínclita ciudad” ciud ad”.. 86 Con la excepción de una especie de apéndice dedicado a problemas dietéticos, el libro de Jimeno está consagrado a la exposición de la anatomía del cuerpo humano. Formalmente corresponde al género renacentista de los diálogos. Las cuestiones planteadas por “Gaspar, un ciudadano” son contestadas por “Andrés, un médico”, obvio reconocimiento del anatomista valenciano a su maestro. El texto se ocupa sucesivamente de la anatomía general, los huesos, los músculos y, con menor detalle, del corazón y los vasos, los pulmones, los órganos de la cavidad abdominal, el cerebro y los órganos de los sentidos. El apoyo en la Fa F a b ric ri c a de Vesalio es continuo. “De hecho —ha afirmado O’Malley— el Dia D ialo logg us es un apretado resumen de esta obra con algunas algunas frases citadas lite ralmente”. ralm ente”. 87 L a cita c ita más amplia corresponde a la célebre exposición de Vesalio sobre la forma de preparar un esqueleto humano, precisamente la que ha motivado la confusión antes anotada. En todos los casos Jim Ji m eno en o reco re cono noce ce muy expl ex plíc ícita itam m ente en te la proce pro cede denc ncia ia de las 84 J i m e n o ( 1 5 4 9 ) . Ji m e n o (1549)
85
Cf. n o t a 7 8 . f. l v .
86 Ibid.
87 O ’M a l l e y ( 1 9 7 2 ) p . 7 0 .
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citas o de las contribuciones de Vesalio, al que llama repetidamente “mi gran maestro”, “mi queridísimo maestro” y “hombre incomparable”. Jim Ji m eno, en o, sin em emba barg rgo, o, no se red re d ujo uj o a una me mera ra asim as imila ilació ciónn pasiva de la obra de Vesalio. Entusiasta y experto cultivador de la disección de cadáveres humanos, supo utilizarla no sólo como instrumento didáctico sino como método de investigación. Pudo de esta forma descubrir el estribo, tercero de los huesecillos auriculares, del que publicó la primera descripción impresa: “(En) la cavidad destinada al órgano del oído hemos encontrado recientemente tres huesecillos. Dos de ellos, tras mucha observación, por mi maestro Andrés Vesalio, médico del Emperador y hombre incomparable. El tercero, de poca importancia, por mí. Estos huesecillos no fueron imaginados por Galeno ni en sueños, lo que ya dije hace tiempo en nuestras disputas públicas, de acuerdo con las ideas de mi queridísimo maestro y en contra de Galeno. He encontrado el tercer huese cillo con frecuencia en los cráneos desecados que constantemente tengo ocasión de ver, y después lo he observado con cuidado en todos los que en numerosas ocasiones he disecado recientemente con este fin. Este tercer huesecillo tiene la particularidad de estar oculto en la parte interna de la cavidad del órgano del oído, frente al hueso malar y el músculo temporal; allí tiene el hueso una pequeña excavación destinada al huesecillo, en la que en cierto modo se esconde y encubre. Su forma nos parece semejante a la letra griega delta o bien a un triángulo equilátero, cuyo vértice superior, donde los dos lados se unen, se espesa un poco con una sustancia ósea muy tenue. Se forma así un acetábulo visible aunque muy pequeño, que se articula elegantemente a modo de las enartrosis con el pie algo mayor del huesecillo yunque (pues los dos primeros se parecen parece n basta b astante, nte, uno a un un martillo y el otro a un yunque)” yun que)”.. 88 Por otra parte, Jimeno fue consciente de la trascendencia que la nueva anatomía vesaliana iba a tener para los más variados problemas médicos. Después de la aportación anatómica de Vesalio en torno a la cuestión de la sangría en el “mal de
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(1 5 4 9 ) f. 1 9 r 2 0 v .
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costado” le parece, por ejemplo, tan inútil seguir polemizando acerca del tema como “tratar de la lana de las cabras o de la sombra de los los asnos”. asnos” . 89 La tercera terc era gran contribu cont ribución ción del valenciano consistió precisamente en servir de catalizador del influjo de la anatomía vesaliana y del pensamiento morfológico sobre la medicina en su conjunto. Aparte del desarrollo en este sentido de la propia escuela valenciana, el magisterio de Jimeno fue decisivo, como luego veremos, en la orientación de Francisco Valles y de Francisco Díaz, dos figuras centrales de la medicina renacentista castellana. Al crearse en 1548 la nueva cátedra de “Práctica”, se había iniciado en la Universidad de Valencia la costumbre de que tres profesores ocuparan de modo rotatorio sus tres cátedras médicas más importantes. A lo largo de tres cursos académicos cada uno de dichos profesores desempeñaba sucesivamente las cátedras de “principiis”, “simples y anatomía” y “práctica”, mientras que la de cirugía quedaba excluida de este turno, por ser considerada entonces de menor rango. Como Jimeno abandonó Valencia en el verano de 1550, los magistrados municipales designaron para sustituirle a Luis Collado, que se convertiría en el principal responsable de la consolidación de la escuela anatómica valenciana y de su firme adhesión a las ideas de Vesalio. Collado nació también en Valencia en una fecha seguramente algo posterior a la de Jim e n o .90 .90 Estudió Estu dió artes y medicina med icina en su ciudad natal y, en circunstancias que desconocemos, se formó como anatomista al lado de Vesalio: “Él fue mi único maestro en el conocimiento de la anatomía (lo confieso abiertamente) y cuanto pueda valer mi habilidad en la disección, a él, y no a otro, otro, se lo debo”. 91 En la misma misma Valencia le influyó influyó principalmente Miguel Jerónimo Ledesma, cuya obra postuma
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(1549) f. 69r. 90 De Collado se han ocupado los repertorios tradicionales, P e s e t y V i d a l (1878), C a s a n o v a (1895), A l b e r t i (1948) p . 145159, L ó p e z P i n e r o (1961), L ó p e z P i n e r o ; G a r c í a B a l l e s t e r (1962a), G a r c í a B a l i . k s t k r (1971), L ó p e z P i n e r o ; O l a c ü e (1974). 91 C o l l a d o (1555). “Ludovicus Colladus medicus lectoris”. s. f?
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se encargó encargó de publicar publicar en en 1 5 47 .92 .92 Fue Fu e en consecuencia consecuencia un ferviente seguidor de la mentalidad humanista, tan intransigente con el avicenismo y la tradición medieval como el propio Ledesma, Esteve o Jimeno. Tras ser profesor de cirugía en 1546 y 1548, Collado ocupó alternativamente las tres cátedras médicas antes citadas de la Universidad de Valencia desde 1550 a 1574. En esta última fecha pasó a la nueva cátedra de “Práctica particular”, creada a petición suya y que desempeñó sin interrupción durante diez cursos académicos.93 Figura médica principal de la Valencia 92 L e d e s m a (1547). 93 C a s a n o v a (1895)
pp. 99100 fue el primero que ofreció datos de archivo sobre las cátedras que desempeñó Collado en la Universidad de Valencia. Estos datos, reproducidos después por G a r c í a B a l l e s t e r (1971) p. 263, conducen a una conclusión equivocada acerca de su magisterio anatómico si no se sitúan adecuadamente en el contexto general de la documentación relativa a la Universidad de Valencia durante el siglo xvi. Tal como los expuso Casanova equivalían a afirmar que Collado nunca enseñó anatomía, lo que resulta inconciliable con los datos aportados por las demás fuentes. En nuestro trabajo de 1962 contribuimos a complicar más el problema, al situar equívocamente en 1549 el comienzo de la enseñanza anatómica en Valencia, añadiendo para más confusión: “aunque con mucha probabilidad había habido antes enseñanza anatómica regular dentro de la llamada, hasta este último año, segunda cátedra de medicina" ( L ó p e z P i n e r o ; G a r c í a B a l l e s t e r [1962 a] p. 15). Desde la perspectiva general del estudio monográfico, cuyo primer adelanto es el presente artículo, ha resuilado posible aclarar documentalmente los dos hechos clave que permiten resolver el problema: 1) Desde 1501 hasta 1559 la enseñanza anatómica se impartió en la Universidad de Valencia en la s e g u n d a c á t e d r a d e m e d i c i n a o cátedra de simples y anatomía; 2) En 1560 se acordó el desdoblamiento en dos cátedras independientes, una de simples y otra de anatomía, a cargo de distintos profesores. R o d r i g o P e r t e g a s (1896) pp. 3637, se equivocó también al situar dicho desdoblamiento en 1567. Según los datos concordantes del M a n u a l d e C o n s e ll s y de los libros de L o n j a N o v a , puede resumirse así la actividad docente de Luis Collado: Cirugía: cursos 154647 y 154849. Primera cátedra de medicina ("per ais principis”): 155051, 155354, 155960, 156263, 156566, 156869, 156970, 157273. Segunda cátedra de medicina (simples y anatomía): 155152, 155455, 155657, 155758. Cátedra de simples: 156061, 156364, 156667, 157071, 157374.
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de su época, gozó de gran prestigio e influencia, siendo Protomèdico y Visitador del Reino desde 1576 hasta su fallecimiento en 1589. Collado publicó un libro y dejó numerosos manuscritos de tema patológico y clínico que lo convierten en un destacado representa repr esentante nte del galenismo “hipocr “hip ocratis atista” ta”.. 94 Aunque estos estos textos incluyen referencias morfológicas, su principal contribución a la anatomía es el volumen titulado Cl. Galeni Pergameni Lib L ib e r d e O ssibu ss ibuss E n a rra rr a tio ti o n ibu ib u s ilustr ilu stratu atus, s, que apareció impreso en Valencia en 1555.95 Dicho volumen comienza con una dedicatoria a Bernat Lluis Vidal, magistrado municipal miembro de una de las grandes familias de la oligarquía valenciana de la época, a la que ya nos hemos referido, y protector de los estudios anatómicos y del mismo Collado.96 Reúne a con Iilinación tres textos de diferente longitud: un comentario al ¡Aber de ossibus galénico, una descripción de los orificios y de los senos craneales y una “carta al lector” en la que justifica su defensa de Vesalio frente a los ataques de Silvio. La significación histórica de esta obra de Collado no ha sido adecuadamente comprendida por no tener en cuenta su antecedente inmediato: el ataque que en los años anteriores Ilabia recibido Vesalio en dos libros de Silvio, su antiguo maestro en París. Como es sabido, en 1549 Silvio había publicado una edición revisada de la traducción de Balamio del L i b e r d e ossibus, acompañada de un comentario destinado a defender a (¡aleño de las críticas que a su osteología se hacían en la Tercera cátedra de medicina (práctica): 155253, 155556, 155859, 156162, 156465, 156768, 157172. Cátedra de práctica particular: curso 157475 hasta 158384. Como en el caso de Jimeno, la enseñanza de la que habla Collado en su Iralado anatómico corresponde al segundo curso académico en el que lue profesor de la segunda cátedra de medicina. 114 C o i.l a d o (1561, 1674). Recientemente se han localizado dos series de manuscritos de Collado, la primera por G a r c í a B a l l e s t e r (1971) y la segunda por L ó p e z P i n e r o ; O l a g ü e (1974). u5 C o l l a d o (1955). % Se trata del hijo de Honorato Benito Vidal que, como sabemos, h a b l a sido también protector de los estudios anatómicos en los años I re híl a (nota 11).
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Fa F a b r i c a . 97 Su tesis tesis central cen tral era que este escrito de Galeno Galen o “tra“ tra-
taba exclusivamente de los huesos humanos”, a pesar de que algún “calumniador” se empeñara en que se referia a huesos de monos.98 Dos años más tarde el ataque se hizo furioso en el célebre Vaesani cuiusdam calumniarum in Hippocratis Ga lenique rem anatomicam depulsio (1551), en cuyo título aparece el juego de palabras “Vesaliusvaesanus (loco)”, que Silvio ya había utilizado en su comentario de 1549.99 La obra entera de Collado y no sólo la “carta al lector” es una defensa de Vesalio frente a los ataques de su antiguo maestro. Lo mismo que Silvio utiliza la traducción de Balamio, comenzando por afirmar que el profesor parisino había falseado el texto texto galénico galén ico con graves errores errores y om isione isio nes.1 s.1000 Pero su interés es subrayar las posturas enfrentadas de “Vesalio, egregio restaurador de la anatomía” y de “Jacobo Silvio, singular imitador de Galeno”. El primero “niega que pueda aplicarse a los huesos humanos todo lo que aquí se escribe y afirma que Galeno, a veces, describe los huesos de otros animales”. El segundo, “defiende que todo ha de aplicarse a los huesos humanos”. hum anos”. 101 La decisión de Collado Co llado es terminante termin ante a favor de lo que llama “libertad filosófica” de Vesalio, llegando a afirmar que Galeno “quiso adaptar su relato más bien a los huesos de los monos que a los de los hombres; incluso en este libro se escriben muchas cosas que sólo se hallan en los huesos de los perros, lo cual demostraré más tarde, cuando se trate de las suturas”. 102 Por Po r ello el lo su comentario com entario consiste en una exposición de la osteología con arreglo a la Fa F a b r ic a y a su propia experiencia disectiva. Su principal argumento en favor de Vesalio es lo observado en las muchas disecciones que por sí mismo había realizado. A pesar de su admiración por él, no tiene inconveniente en discernir de sus opiniones cuando chocan con los (1549). La primera edición del comentario había aparecido catorce años antes: B a l a m i o (1535). 98 Cf. O ’ M a i x k y (1964) pp. 238240. 99 S i l v i o (1551). 100 C o l l a d o (1555) f. A2v. 101 C o l l a d o (1555) f. A5r. 102 Ibicl. 97 S i l v i o
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datos de su propia experiencia, como sucede, por ejemplo, al hablar del etmoides, de la sutura esfenoidal y de los agujeros que existen junto junt o a la raíz de los incisivos. 103 Tam Ta m bién bié n aspira a completar las descripciones de Vesalio, incluyendo a este respecto la del hueso estribo, cuyo descubrimiento se arroga, afirmando haberlo realizado años atrás, en unión de su discípulo Cosme Medina, a la sazón catedrático de anatomía de Salamanca. Salama nca. 104 Por otra parle, p arle, rep ite una y otra vez que las las descripciones de Galeno son erróneas o aplicables solamente a monos o perros, siendo particularmente duro con el argumento de Silvio de que la naturaleza humana había cambiado desde los tiempos clásicos, clás icos, que ca lifica lif ica de “ridiculo . 100 En la “carta al lector” antes aludida, Collado justifica tanto su admiración adm iración por Vesalio como el hecho hech o de de que, al responrespon der a Silvio, en favor de Vesalio, le dirija, de vez en cuando, palabras injuriosas”. El elogio de Vesalio es uno de los más lúcidos que el gran anatomista recibió en vida: “De todos es sabido que Andrés Vesalio causó admiración con la edición de los libros sobre la fábrica del cuerpo humano. ¿Quién no se admiraría de que un joven de veintiocho años, en la tremenda oscuridad de las cosas anatómicas, tuviera una tan rara habilidad en la disección de los cuerpos y un conocimiento tan profundo de la anatomía? Con lo cual sucedió que los más aplicados se vieron incitados al aprendizaje y ejercicio de la misma”. Y también lo es su justificación de que “me mostrara en (1555) f. 28v'29v, 32v36v, 40r41r Kii. 104 "En la (cavidad) del conducto auditivo, Andrés Vesalio encontró dos huesos construidos por la naturaleza como instrumento de la audición, de los cuales uno lo comparó a un yunque y el otro, con razón, a un martillo, debido a su semejanza. Yo, por otra parte, en colaboración con Cosme Medina — actualmente doctísimo doctísimo profesor de de anatomía en la ínclita Universidad de Salamanca y en otro tiempo discípulo mío muy querido— querido — , describí otro hueso hueso al que puse el nombre de eslribo por su parecido con el instrumento de equitación en el que se apoyan los pies . C o l l a d o (1555) f. 30 v. 105 “¡Qué ridículo es Silvio cuando intenta defender a Hipócrates y Galeno, diciendo que no desconocieron estos cartílagos por negligencia, sirio porque los cuerpos de aquella época carecían de los mismos a causa de su fortaleza. ¿Puede darse mayor estupidez?” C o l l a d o (1555) f. 44 v. 103 C o l l a d o
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ocasiones demasiado duro” con Silvio: “Pues si un anciano, porque un joven —que se esfuerza por trabajar en utilidad de todos— disienta algo de Hipócrates y de Galeno, en vez de avisarle como discípulo le ataca con impaciencia, ¿por qué hay que extrañarse si yo, conmovido por la indignidad de tal acción, imito la libertad de hablar del anciano por no decir su licencia? Por lo cual, si hay alguien que lleve esto a mal, sepa que respondí y no que me adelanté a hablar”. 106 Habitualmente se cita la Ap A p o logí lo gíaa (1555) del médico de Lindau Linda u Renatus R enatus Henerus 107 como la primera defensa abierta abiert a de Vesalio frente a los ataques de Silvio. El volumen de Collado, que apareció el mismo año, hay que alinearlo junto al de Henerus desde este punto de vista. Sin embargo, su importancia es mucho mayor, en cuanto reflejo de una de las primeras escuelas europeas que cultivó la enseñanza y la indagación anatómicas de acuerdo con la línea encabezada por Vesalio. El tercero de los textos que contiene, titulado “Ossium capitis foraminum, et sinum ad tyrones brevis deseriptio”, corresponde precisamente a una de las lecciones de Collado, que publicó a petición de sus discípulos.108 La influencia de Collado, mantenida a lo largo de un período más dilatado que la de Jimeno, fue equiparable o superior a la de éste. En los años en los que, como hemos dicho, fue la máxima figura médica de la Universidad de Valencia, la enseñanza anatómica se desarrolló en ella notablemente. En 1560 se separó la cátedra de anatomía y simples en dos cátedras independientes, pasando a ocupar la materia de cada una de ellas todo un curso académico.109 Más tarde, en 1567, se organizó la enseñanza anatómica en dos años, al mismo tiempo que se vigilaba la práctica de las “natomies universals e par (1555). “Ludovicus Colladus medicus lectori s.", s. f. Esta carta no es más que una especie de recapitulación. A lo largo del libro se reiteran parecidos argumentos. Véase, por ejemplo, la entusiasta defensa de Vesalio frente a Silvio en f. 44v. 107 H e n e h u s (1555). 108 C o l l a d o (1555) f. KiKm. 109 Cf. nota 93. 106 C o l l a d o
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ticulars ticu lars”” reglamen tarias. 110 Por Po r otro lado, lado , fueron discípulos directos de Collado los principales cultivadores de la anatomía en la Valencia del último tercio del siglo xvi y también algunos de los más destacados en otras escuelas. 111 La importancia de la labor de Jimeno y de Collado como fundadores de la escuela anatómica valenciana fue reconocida durante el siglo xvi por numerosos médicos españoles. El cultivo de la anatomía y la práctica de la disección se convirtió en el fundamento más sólido del prestigio de la medicina valenciana, incluso entre las gentes ajenas a la medicina. Como testimonio de la imagen que la sociedad valenciana tenía de su propia universidad resulta muy significativa la forma en la que (¡aspar Eseolano, autor en los primeros años del siglo x v t i de la más importante de las historias tradicionales de Valencia, destaca las “cortaduras anatómicas”. Elogia en este contexto a Esleve, Jimeno y muy en primer término a Collado, que “ahondó lan de raíz y delgadamente los secretos de la anatomía, que cortaba por sus manos las parlecillas más invisibles del cuerpo humano; y fue el primero que en la anatomía de la oreja descubrió un huesecito, que es órgano del oír, llamado cslapeda, cslaped a, pieza nunca nunc a atinada por los antiguos”. antiguo s”. 112 Subraya también la influencia de la escuela valenciana en la introducción de la enseñanza anatómica en las grandes universidades castellanas: “En la misma florida era de Collado... de nuestra 110 Archivo Histórico Municipal de Valencia. M an u al d e C on s e lls ll s , A 91, 15 y 16 mayo 1567. Los textos de los nombramientos son mucho más expresivos que el de las constituciones. En la de 1561, por ejemplo, se dedica un breve párrafo al “cathedra tich de anotomia y simples", (ed. de G a l l e g o [1972] p. 73) cuando la enseñanza de esas materias se daba ya de hecho en dos cátedras distintas, a cargo de Narciso Soler (anatomía) y Luis Collado (simples). La vaga referencia que en él se hace a la disección contrasta igualmente con las muy claras exigencias de los nombramientos: (amb pacte que haja de fer lo exercici e natomies universals e particulars...". 111 Entre otros de menor interés, hay que destacar a los valencianos Vicente García Salat y Jaime Segarra, así como al gran cirujano castellano Francisco Díaz, discípulo también, como sabemos, de Pedro Jimeno. Las contribuciones de estas figuras y su relación con Collado serán estudiadas en la segunda parte del presente trabajo. 112 E s c o l a n o (1610) c. 10611062.
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Universidad y médicos ha tenido su origen la noticia que generalmente se tiene en España de Anatomía; ni la conocieron en Castilla hasta que fueron valencianos a leerla en Salamanca y Alcalá”. Alca lá”. 113 Por otra parte, parte, un texto texto del castellano Eug enio de Salazar, quizá el mejor autor de cartas satíricas de la España del siglo xvi, refleja lo conocidas que llegaron a ser en todos los reinos peninsulares las disecciones practicadas en Valencia. “Cogen entre en tre las las manos los los pobres huesos — dice al describir unos marinos comiendo carnc— y así los van desforncciendo de sus nervios y cuerdas, como si toda su vida hubiesen andado a la prác pr áctic ticaa de la la anatom an atom ía en Guadalu Gu adalupe pe o en Val V alen enci cia” a”.. 114 P^n contraste con su evidente fama en Valencia y en España, muy poco es lo que podernos decir acerca de la repercusión europea de las obras de Jimeno y de Collado. Vesalio, como hemos recordado, vino a España en 1559, cuando Jimeno había ya muerto y Collado estaba en el apogeo de su labor. Pero no conozco que aludiera en ocasión alguna a sus dos fieles discípulos valencianos. Siglo y medio más tarde, en el prefacio de la edición de las obras completas de Vesalio dirigida por Boerhaave y Albinus (1725), se hace una honrosa mención a “Luis Collado, en Valencia”, entre los discípulos y seguidores inmediatos del gran anatomista. 11 115 Solam ente un detenido an álisis de las referencias de una amplia serie de textos, que todavía no ha sido realizada, podría aclarar si la labor de Jimeno y Collado tuvo algún peso en el resto de Europa o, como todo parece indicar, fue exclusivamente el punto de partida del movimiento vesaliano español. La L a a nato na tom m ía vesa ve salia liana na e n las u n ive iv e rsid rs idaa d es d e S alam al am an ca y Alc A lcal aláá
Dejando aparte el desarrollo posterior de la propia escuela anatómica valenciana, el principal resultado del influjo que alcanzó la labor de Jimeno y de Collado fue la introducción de la anatomía vesaliana en las universidades de Salamanca 1063. 114 Ed. de C i o r a n e s c u (1968) p. 74. 115 V e s a l i o (1725) I, "Praefatio"’, p. 22, 113 E s c o l a n o
(1610)
c.
s.n.
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y Alcalá, las más importantes de la Corona de Castilla. Subrayemos una vez más que dicha introducción se produjo en la década anterior a la instalación de Vesalio en España. La cátedra de anatomía de Salamanca se creó por acuerdo de claustro claus tro en septiem bre de 1551. 1551 . 116 Como titular de la misma fue nombrado Cosme de Medina, ya citado como discípulo de Collado y colaborador suyo en el descubrimiento del hueso estribo. Ocupó dicha cátedra durante diez cursos académicos, pasando en en 1561 a la de “Vísperas” “Víspera s” y en 1563 a la de Prima Prim a , que desempeñó hasta su muerte en 1591.117 A diferencia de su maestro, Medina no llegó a publicar ninguna obra, por lo que el interés de su figura se limita a su actividad docente. De acuerdo con su procedencia de la escuela anatómica valenciana, la enseñanza que impartió fue estrictamente fiel a las ideas de Vesalio. Los Estatutos de la Universidad de Salamanca de 1561 son la principal fuente que permite conocer la orientación de la cátedra cáted ra que ocupaba ocupab a Medina. 118 Encontram os en ellos quizá la más minuciosa y exigente reglamentación de la enseñanza anatómica que llegó a promulgarse en parte alguna durante el siglo xvi. La base de la enseñanza era la disección de cadáveres humanos practicado por el propio catedrático, de acuerdo con lo defendido por Vesalio. Era obligatorio, en primer término, que realizara cada curso académico seis “anatomías universales”: “Estatuimos y ordenamos, que el cathedratico de Anatomia haga seys Anatomías universales enteras desde el día de sant Lucas , hasta sant Juan : la una de de solos solos los músculos: otra de solas las venas: otra de solos los huesos: otra de solos niervos y dos enteras de todo el cuerpo hum ano”. ano” . 119 En segundo lugar, debía efectuar doce “anatomías particulares”: “Y en dicho tiempo haga doze particulares: dos de cabeza: dos
110 E s p e r a b é 117 E s p e r a r é
(191417) II, p. 300. Cf. G r a n j e l (1953 a). (191417) II, pp. 301302; 373374. 118 E d . de E s p e r a b é (191417) I, pp. 217356. Acerca de la reforma de 1561 cf. M a r c o s (1959) I, pp. 3785, así como F e r n á n d e z Á l v a h e z (1974) pp. 1416, que la encuadra acertadamente en el estricto control universitario que formó parte de la represión ideológica posterior a 1558. 119 E d . d e E s p e r a r é (191417) I, p. 260.
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de ojos: dos de riñones riño nes:: dos de coragon: corag on: dos de museulos y venas del brago: y dos de museulos y venas de la pierna”. 120 La distribueión del sueldo refleja que se concedía mayor importancia a la disección que a las clases teóricas. Mientras que por estas últimas el catedrático de anatomía cobraba solamente 16.000 maravedís, por las disecciones podía recibir 24.000: “por cada Anatomía universal que hiziere, dos mil maravedís: por cada dissection particular mil maravedís”. Pero se añade: “Y solamente se le paguen los que contare aver hecho perfecta y cumplidamente”. 121 Todavía más importante es el párrafo dedicado a los lugares donde debían realizarse estas disecciones, ya que incluye la primera noticia segura de un anfiteatro anatómico en España. Como es sabido, los primeros anfiteatros anatómicos se construyeron en Italia después que Alessandro Benedetti lo propusiera en 1502. Se sabe que hacia 1522 existían los de Pavía y Pisa, aunque se desconozca su estructura, siendo la primera conocida la del anfiteatro de Padua, gracias a la por f a b r i c a de Vcsalio. Fuera de Italia, se cita habitada de la fa tualmente el de Montpellier (1556), como el anfiteatro anatómico más antiguo, mientras que en París no se construyó ninguno durante el siglo xvi. xvi. 122 El anfiteatro anfite atro de Salamanca Salam anca sería también, en consecuencia, uno de los más tempranos: Las seys (anatomías) generales se han de hazer en la casa de Anatorma edificada a este fin; y las doze particulares o en el hospital hosp ital del estudio, o en el el de general de M edici ed icina na ”. 123 120 Ibid. Ibid.
121 E d . 122 C f .
d e E s p e r a b é (191417) I, p. 261. R i c h t e k ( 1 9 3 6 , 1 9 3 7 ) , W o l e H H e i d e g g e h ;
C e tto
( 1 9 6 7) p p .
6471.
123 Ed. de E s p e r a b é (191417) I, p. 260. Debió ser asimismo temprano el anfiteatro anatómico de Valencia, pero carecemos de testimonios inequívocos hasta fechas tardías. En uno de sus manuscritos, Collado refiere que un detalle de anatomía vascular "vissus nobis fuit in hospicio paupe rum Valentiae 3 die mensibus februari anni 1588 die martibus in loco ad anatomas exercendam" (Cf. G a r c í a B a l l e s t e h (1971) pp. 26768). A finales de 1624 sabemos que se hicieron obras "in domuncula sita in hospitali generali pro faciendis nothomiis” (Archivo Histórico Municipal de Valencia, L o n j a N o v a , libro 90, 14 diciembre 1624). En 1637 se amplió notablemente dicha "caseta de notomies".
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Sin detenernos en otros detalles de menor interés, subrayemos que la reglamentación sitúa explicitamente en primer plano la obra de Vesalio. Al practicar la disección el catedrático debe ir mostrando cada parte, “alegando precisamente donde la trata Galeno, y Vesalio, y los demás que quisiere, declarando lo más llegado a razón”. Y tras volver a insistir en la mayor importancia de las disecciones, dispone que “lo que fuere leyendo en su leetion y cathedra lo vaya mostrando en las stampas y figuras de Besalio, para que se entienda lo que va leyendo”. 124 Entre los que recibieron la enseñanza anatómica de Medina destaca por su excepcional personalidad el gran ensayador y orfebre Juan de Arfe. En su tratado de anatomía artística (1585) se refiere a ella en los siguientes términos: “Después que para la demostración de los huesos huvimos hecho toda la diligencia dicha, nos pareció era razonable cosa de ver hazer anathomia en algunos algunos cuerpos: y así así nos nos fuimos a Salamanca Salam anca donde a la sazón se hazia por un Catedrático de aquella Universidad que llamavan el Dr. Cosme de Medina y vimos desollar por las partes del cuerpo algunos hombres y mugeres justiciados y pobres”. 125 No puede fijarse de modo indiscutible el año en el que se creó la cátedra de anatomía de la Universidad de Alcalá, ya que la documentación existente presenta, a este respecto, una laguna informativ info rmativaa que q ue aba a barca rca desde 1534 a 1559. 126 Como dijimos anteriormente, en la primera de estas fechas los estudiantes solicitaron que se diera enseñanza anatómica. En la segunda (abril de 1559) una real provisión disponía que “se diesen los cuerpos de los ajusticiados o que muriesen en los hospitales de Alcalá” con destino a las disecciones que debían hacerse en la unive un iversid rsid ad.1 ad .1227 Til primer catedrát cated rático ico de anatoanato mía cuyo nombramiento se conserva es Pedro Marcos (1563), valenciano como casi todos los que ocuparon esta cátedra de
124 E d . d e E s p e r a b é (191417) 125 A r f e (1585) l i b . II , f . 23v.
126 Cf.
127
I, p. 261.
A l o n s o M u ñ o y e r r o (1945) pp. A l o n s o M u ñ o y e r r o (1945) p. 30.
2930.
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la Universidad de Alcalá durante el último tercio del siglo xvi y los los primeros primeros años años del del x v n .12 .128 Consta documentalm docu mentalmente ente que hizo uso de su derecho de disponer para la enseñanza de los cadáveres de los ajusticiados y de los enfermos fallecidos en los hospitales. hosp itales. 129 Más tarde, tar de, la prácti prá ctica ca de la disección como base de la enseñanza anatómica fue ratificada por las reformas de Obando (1565) y Gómez Zapata (1578). 130 La laguna que representan las fuentes de archivo puede, sin embargo, ser parcialmente superada, recurriendo a las obras de Francisco Valles, la figura médica más importante de la Universidad de Alcalá durante el siglo xvi. En sus comentarios a D e loci lo ciss p a tien ti en tib ti b u s de Galeno (1559), Valles afirma que Jime no, al que llama “muy amigo mío”, “había venido de Valencia a Alcalá para explicar el arte de disecar en el que estaba muy impuesto”. impu esto”. 131 Como Jim eno abandonó Valencia Va lencia en el verano de 1550, tras ser durante tres años catedrático de su universidad, todo parece indicar que el curso académico siguiente se convirtió en el primer profesor de anatomía de la Universidad de Alcalá. En este cargo continuó hasta su fallecimiento algunos años más tarde, puesto que Valles añade que “no mucho después murió m urió traba tra baja jand ndoo aq a q u í”. í” . 132 El hecho de que Jimeno fuera el introductor de la nueva anatomía en la Universidad de Alcalá fue, sin duda, el punto de partida de una dependencia de la escuela valenciana que se mantendría durante casi un siglo. Ya hemos adelantado que casi todos los que entonces ocuparon la cátedra de anatomía complutense procedían de Valencia. El gran cirujano Francisco Díaz, que estudió medicina en Alcalá durante la década de los años cincuenta, cita repetidas veces a “Ximeno, doctísimo valencia len ciano no”, ”, como autoridad y maestro suy suyoo en en an ato m ía.13 ía.133 Díaz 128 A l o n s o M u ñ o y e r r o ( 1 9 4 5 ) p p . 2 2 3 2 2 8 . 129 A l o n s o M u ñ o y e r r o ( 1 9 4 5 ) p . 3 0 .
130 lbicl. 131 V a l l e s ( 1 5 5 9 ) p . 5 .
132 Ibid.
133 D í a z
(1 ( 1 5 8 8 ) f. f. 1 9 r v .
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llegó incluso a trasladarse a Valencia para completar su formación anatóm ica junto a C olla ol la d o.1 o. 134 Al ocuparnos de la obra de Jimeno subrayamos que una de sus principales contribuciones consistió en servir de catalizador del influjo de la anatomía vesaliana y del pensamiento morfológico sobre la medicina en su conjunto. Este proceso se refleja de manera especialmente clara en dos libros de Francisco Valles publicados durante esta misma década: sus Controversias (1556) y el ya citado comentario a D e locis loc is patie pa tient nti i bu s de Galeno (1559).135 Controversiarum medicarum et philosophicarum libri decem
fue el título inicial de la numerosa producción escrita de su autor. 136 Am Ampliam pliamente ente difundido difund ido a través de once edi ciones en diferentes países europeos, consiste básicamente en la discusión de cuestiones problemáticas que afectan a todos los aspectos de la medicina. Un tercio de la misma está consagrado a cuestiones de carácter “fisiológico” y el resto a problemas de patología, clínica y terapéutica. Como buen seguidor del galenismo “hipocratista”, Valles se esfuerza en basarse en los textos clásicos conocidos directamente “in códice graeco” y nos oculta su prejuicio ante los árabes y sobre todo ante la tradición medieval de los “barbari”. Pero, junto al habitual apoyo en la experiencia clínica, concede un excepcional relieve a los dalos anatómicos. El recurso a los mismos considera, además, que no ha de hacerse de modo libresco. El método adecuado, en su opinión, es la observación personal en numerosas disecciones de cadáveres humanos, que han de practicarse en presencia de los estudiantes para que éstos participen en la discusión: “Si convenía que algunas controversias se decidieran por las descripción anatómica, examiné con los ojos la parte correspondiente, no una sola vez y sin testigos, sino en muchas oca134 La obra anatómica de Díaz será estudiada, como ya hemos adelantado, en la segunda parte del presente trabajo. 130 Los trabajos dedicados al estudio de la vida y la obra de Valles no se han ocupado, en general, de su interés por la anatomía. Las únicas excepciones son quizá la tesis de S á n c h e z F e r n á n d e z V i l l a r á n ( 1 9 5 9 ) y la nota de L ó p e z P i n e r o ; G a r c í a B a l l e s t e r ( 1 9 6 2 b). 136 V a i . l e s ( 1 5 5 6 ) .
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siones y en presencia de los estudiantes, que estaban informados de lo que se pretendía, pues así era más difícil equivocarse”. 137 Este criterio se aplica numerosas veces a lo largo de la obra y con especial frecuencia en las “controversias” de tema fisiológico. El planteamiento de algunas es, incluso, una consecuencia de los recientes descubrimientos anatómicos. Valles discute, por ejemplo, cuál es el “instrumento de la audición” con motivo del descubrimiento de los huesecillos auriculares por Vesalio y los anatom istas valencianos va lencianos.. 138 Vesalio es citado citad o con gran admiración como “el “el más experto experto de los los anatomistas”, anatom istas”, 139 aunaun que algunas de sus interpretaciones fisiológicas sean discutidas. das. 140 Menos frecue frec uente nte es el recurso a la anatomía anatom ía en los problemas patológicos, clínicos y terapéuticos, aunque algunos, como los relativos a las indicaciones de la flebotomía y la naturaleza semiológica de la orina, estén apoyados en amplias exposiciones an atóm at óm icas.1 ica s.1441 Los comentarios al tratado galénico D e locis loc is p a tien ti enti tibb n s corresponden al desarrollo de esta línea de apoyo en la nueva anatomía. De acuerdo con ella, Valles tenía que subrayar el interés de esta obra del clásico griego: “La presente obra de Galeno acerca de los lugares afectos, benévolo lector, es la más útil de todas las escritas por él, puedes creerme. En efecto, contiene aquellas enseñanzas que en nuestro arte son las más difíciles, es decir, el diagnóstico de los males internos y todo lo que se oculta en lo más recóndito del cuerpo. Esta parte de nuestro arte no es lógica ni se refiere sólo a la especulación, sino realmente médica y abocada sobre todo a la práctica. Y
137 V a l l e s 138 V a l l k s
(1556), “Ad lectorem", s. f. (1556). "De i n s t r u m e n t o a u d i t u s " ,
139 V a l l e s
(1556) f. 47 r .
f.
46v47v.
140 Otras "controversias" de tema fisiológico en las que se recurre ampliamente a la anatomía son las tituladas "De numero membrorum p r i n e ip i p a l iu i u m ” (f. 35v37v), "Sit n e animalis facultas in cerebri membranis an in ipsa substantia subs tantia (f. 3 7 v 3 8 r ), "D e locis sensuum sensuum (f. (f. 4 / v 4 8 r ), An arteriae simul attollanlur, ae deprimantur cum corde" (f. 5 5 v 5 6 r ). 141 V a l l e s (1556), "Quid sit urina" ( f . 65v66v), "De rectitudine quam servari oportet in venae scissione" (f. 142v146h).
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así, por ser muy útil es también muy difícil. Porque exige destreza anatómica, el conocimiento de cada una de las partes, de las diferencias difere ncias y causas de cada cad a enfermed en fermedad ad y síntoma” sínto ma”.. 142 En consecuencia, la labor de Valles no consistió solamente en “consultar los códices griegos, corrigiendo muchos pasajes de la versión latina de C opi”. op i”. 143 La parte más importan im portante te de la tarea consistió precisamente en la indagación anatómica, para lo que recurrió a la colaboración de Jimeno: “Al explicar esta obra en cursos anteriores me comporté de modo que no osaba abordar los trabajos de ninguna partccilla sin que yo mismo observara su total formación y la expusiera a los ojos de mis discípulos discípulos con la habilidad y ayuda de Jim eno” en o”.. 144 Contra lo que pudiera pensarse de modo superficial, la obra de Valles no corresponde propiamente a la anatomía patológica. patológica. 11 110 Su interés no era comprobar las alteraciones a nana tómicas producidas por la enfermedad, como intentaría, por ejemplo, Juan Tomás Porcell con sus autopsias sistemáticas de apestados en la epidemia epidem ia de 1565 156 5 en Zaragoza. 146 Valles Va lles aspiraba a utilizar los datos de la nueva anatomía al servicio de la doctrina tradicional de la localización de la enfermedad y sus manifestaciones, con el fin de fundamentar o rectificar las afirmaciones de Galeno. De esta forma, al comentar lo que éste dice acerca de las alteraciones de la voz y de la espiración, critica algunos de sus puntos de vista, basándose en las contribuciones de Vesalio acerca de los músculos intercostales y en el estudio de la anatomía an atomía de la laringe. 147 Por Po r el contrario, co ntrario, defiende la doctrina de Galeno, frente a la opinión en contra de Vesalio, de la que se pueden disociar los trastornos de la motilidad y la sensibilidad, apoyándose en la inervación inde142 V a lt .e s ( 1 5 5 9 ) p . 5 . 143 V a l l e s ( 1 5 5 9 ) p . 6 . 144 V a l l e s ( 1 5 5 9 ) p . 5 .
145 Esla equivocación la cometimos en nuestra nota preliminar sobre el tema: L ó p e z P i n e r o ; G a r c ía í a B a l l e s t e r (1962 b). 146 Cf. L ó p e z P i S e r o ; T e r r a d a ( 1 9 6 5 ) . 147 V a l l e s ( 1 5 5 9 ) p p . 1 0 6 1 0 8 .
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pendiente pend iente que corresponde a ambas am bas funciones. 143 De modo semejante recurre a la anatomía vascular, nerviosa, renal, pulmonar y de otros territorios orgánicos.149 Su planteamiento, como hemos dicho, no puede encuadrarse dentro de la anatomía patológica. Sólo en un sentido muy amplio puede afirmarse que pertenece a una de las tendencias que prepararon su constitución. La L a p rác rá c tic ti c a ele la d is e c c ió n e n los hosp ho spit ital ales es d e G u a d a l u p e y el movimiento vesaliano
A partir de los años centrales del siglo xvi, los hospitales del Monasterio de Guadalupe fueron uno de los más destacados centros del cultivo de la disección anatómica en la Corona de Castilla. Ya hemos visto que en las cartas de Eugenio de Salazar Guadalupe y Valencia aparecen como paradigmas obligados de “la práctica de la anatomía” para un español ajeno a la medicina de finales de la centuria. En las mismas fechas, los propios jerónimos estaban ufanos del prestigio científico que ello significaba para su gran monasterio extremeño, como H isto tori riaa d e N u es estr traa S eño eñ o ra lo demuestra, entre otros textos, la His de Guadalupe (1597) de Gabrie Ga briell de T a lav la v e ra .15 .150 Guadalupe, sin embargo, no ha llegado a incorporarse a la imagen habitual de la anatomía española del siglo xvi, debido a que su perfil histórico real ha sido desdibujado por la literatura acrítica que ha pretendido remontar a la Baja Edad Media la práctica regular de la disección en sus hospitales. El principal apoyo de dicha literatura ha sido la obra de Hernández Morejón que, manejando una precaria información tradicional, concluyó la existencia de “una escuela anatómicopatológica y de medicina práctica en el monasterio de Guadalupe”, fundada nada menos que en 1322.151 En contraste con esta interpretación panegírica, actualmente podemos reconstruir la evolución de los hospitales de 148 V a l l e s (1559) p . 125. V a l l e s (1559) especialmente en pp. 133, 299, 313, 450 y 587. T a l a v e s a (1597) f . 221v. H e r n á n d e z M o r e jó j ó n (184252) II, pp. 2526. Esta conclusión agriamente criticada por C h i n c h i l l a (184146) I, pp. 421423.
149 150 151
fue
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Guadalupe a base de datos objetivos que ha proporcionado la investigación de archivo. archivo. 152 Dejand De jand o aparte los “hospitales” de funciones ajenas a la medicina, a mediados del siglo xv aparecen definidos en Guadalupe tres de carácter médico: uno de hombres, otro de mujeres y una enfermería para religiosos enfermos. En ellos trabajaban, por una parte, médicos, cirujanos y enfermeros seglares y, por otra, una serie de “hermanos legos” con preparación técnica, especialmente autorizados por un privilegio pontificio para ejercer la medicina. Estos hospitales alcanzaron gran fama como instituciones asistenciales y proporcionaron numerosos médicos de cámara a la familia real, especialmente durante el reinado de los Reyes Católicos. También funcionaron como institución docente. A partir de las fechas centrales del siglo xv aparecen en la documentación tres o cuatro “moguelos aprendizes de la cirugía”, cuya formación, organizada en una especie de escuela, incluía lecciones teóricas asociadas a la práctica hospitalaria. Durante el siglo xvi y en las centurias posteriores, Guadalupe fue, además, un centro de perfeccionamiento clínico para médicos que ya habían obtenido su título. En las fuentes se alude a dichos profesionales, diciendo que estaban allí “tomando experiencia”. Lo que interesa desde nuestro de punto de vista es que, a finales de los años cincuenta, se les llama, como vamos a ver, los “médicos que estavan alli asistiendo a la práctica de la medicina, chiru gía y disenctión”. ¿Cuándo se introdujo en Guadalupe la práctica regular de disecciones anatómicas? Nada autoriza a pensar en tempranas fechas bajomedievales. De hecho, carecemos de noticias directas hasta la década 15501560, aunque algunos indicios permiten suponer una tradición anterior. De anLemano, lo más sugestivo es la coincidencia cronológica de dichas primeras noticias con el desarrollo del movimiento vesaliano en nuestro país. Un primer dato lo proporciona la evolución de los libros médicos existentes en la biblioteca de Guadalupe. En medio de un panorama en el que resulta abrumador el predominio 152 Cf. especialmente B e a u j o u a n (1966), que incluye numerosas referencias de los estudios sobre este tema.
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del galenismo arabizado, aparecen abruptamente en el inven E p íst ís t o la rati ra tion onem em m o tario de 1555 dos textos de Vcsalio: la Ep dtimque propinandi radiéis Chinae decocti y la propia Fa F a b r i ca. ca . 153 No obstante, poco podríamos decir de lo que fue realmente la anatomía cultivada en Guadalupe durante la citada década sin el testimonio de Francisco Hernández. El que luego sería “Protomédico general de todas las Indias” y gran estudioso de la historia natural americana, fue médico de sus hospitales durante dur ante su juventud juve ntud,, a finales de los años cincuen cincu enta. ta. 154 Varios Var ios pasajes autobiográficos de sus comentarios manuscritos a la II I I istoria natu na tura rall de Plinio permiten reconstruir a grandes rasgos la práctica de la disección en el monasterio extremeño y su relación con el movimiento vesaliano. 155 Hernández reconoce que ha adquirido su formación anatómica gracias al “exercicio que en cortar por mano ajena hombres tuve en Guadalupe”, 156 añadiendo añadiendo que a dicha dicha práctica prá ctica “nos dimos con mayor cuidado y voluntad por entender quanta necessidad tuviese dclla el consumado y verdadero médico y el bien instruido cirujano”. 137 A las disecciones concurrían el propio Hernández, como “medico de aquel monasterio y hospital”, y los “que estavan allí asistiendo a la practica de la medicina, chirurgia y dissenc tion”. tion ”. 158 E l encarga en cargado do de realizarlas no era un cirujano ciruja no,, sino un médico de formación universitaria. Al hablar de ellas, Hernández se refiere a todo el grupo (“lo anatomizamos yo y algunos médicos”; “un hombre que abrimos en Guadalupe”; “una preñada preñ ada que anatom ana tomizam izamos”) os”) 159 y en en alguna ocasión oc asión a su su práe prá e 153 B k a u j o u a n ( 1 9 6 6 ) p . 4 1 3 . 154 Cf. especialmente S o m o l i n o s ( 1 9 6 0 ) ,
que cita los estudios anteriores sobre esta figura. Entre ellos anotaremos, por su directa conexión con nuestro tema, el trabajo de Á l v a r e z L ó p e z ( 1 9 4 2 ) acerca de la traducción y comentarios de Hernández a la Historia natural de Plinio.
155 H e r n á n d e z 156 H e r n á n d e z 157 Ibid.
158 H e r n á n d e z 159 H e r n á n d e z
lib.
X I, f . 2 7 7 v .
(ca. 1 5 6 5 6 9 ) . ( c a . 1 5 6 5 6 9 ) l i b . X I. f . 1 8 8 v . (ca. 1 5 6 5 6 9 ) l i b . VIII, f . 2 1 3 v . (ca. 1 5 6 5 6 9 ) l i b . VIII, f . 2 1 3 v ;
lib.
X I, f . 2 7 6 r ;
M e d ic in a m o d ern er n a y so cied ci ed a d es espa pa ñola ño la
111
tica personal (“las anatomias o dissecciones que hice estando en Guadalupe”). Guada lupe”). 160 Con indudable indudab le modestia, sin embargo, subsu braya la expresión “cortar por mano ajena” y destaca las disecciones que hacía “con mucha destreza el Dr. Micon que a la sazón sazón prac pr actica ticaba ba conmigo conm igo me medici dicina” na” . 161 Este “Dr. Micon” es el catalán Francisco Micó que, al terminar sus estudios de medicina en Salamanca, se trasladó a Guadalupe para “tomar experiencia”. Más tarde sería un destacado investigador de la botánica de la península, que recorrió en numerosos viajes de estudio, algunos de ellos en unión de Francisc Fra nciscoo Hernández. 162 Sus descripciones y dibujos d ibujos fueron fueron Hi stor oria ia g en era er a lis li s p lant la ntaa rum ru m conocidos en Europa a través de la Hist (1587) del médico de Lyon Jacques Dalechamps con el que mantuvo una estrecha relación científica. No resulta muy difícil deducir dónde había adquirido la destreza disectiva que admiró a Hernández, su maestro en Guadalupe. Micó había sido, en efecto, discípulo de Cosme de Medina durante el período en el que éste elevó la enseñanza anatómica en Salamanca a la altura que ya conocemos. Un hecho evidente es que Micó ni, por supuesto, tampoco Hernández, fueron los introductores de la disección de cadáveres humanos en los hospitales de Guadalupe. En sus comentarios a Plinio, Hernández alude a una tradición anterior que resulta resulta muy difícil de situa situarr cronoló cron ológic gicam am ente.1 ent e.1663 Parec Pa recee probable, sin embargo, que se remontara a lo sumo a dos o tres décadas, siendo en todo caso posterior al cuarto lustro del siglo, cuando el gran cirujano Francisco de Arceo fue médico de los hospitales del monasterio extremeño. 164 Lo más interesante, sin embargo, es que durante la estancia de Hernández y Micó en Guadalupe se renovaron los supuestos V las técnicas de la enseñanza anatómica que allí se impartía, impartía, lie li e rnández rnández afirma explícitamente: “en Guadalu Gu adalupe... pe... dexamos dexamos 160 H e r n á n d e z (ca. 156569) lib. XI, f. 241v. 161 H e r n á n d e z (ca. 156569) l i b . XI, f. 188v. 162 Cf. S o m o l i n o s ( 1 9 6 0 ) p . 1 2 3 . lfi3 H e r n á n d e z (ca. 156569) lib. XI, f. 188v. 104 A s í p i e n s o q u e d e b e c o n c l u i r s e d e l s i le le n c i o d e A r c e o ( 1 5 7 4 ) a ] respecto.
Jo s é M aría ar ía L ó p e z P iner in eroo
112 11 2
puesta por la bondad de Dios, el anatomía en su punto, como hasta allí no se hubiese cortado todo, sino los miembros interiores solos”. solos”. 165 Se trata de una una clara referenc refere ncia ia a la superación de los hábitos propios propios de la anatomía anatom ía bajom edieval. edie val. L a puesta a punto”, no puede ser otra que la incorporacion de la reforma v e s a l i a n a , asimilada por Micó a través del magisterio de Cosme de Medina. Aunque dispersas y ocasionales, las referencias del manuscrito de Hernández proporcionan una información inequívoca. Sabemos, por ejemplo, que en las disecciones que entonces se realizaban en Guadalupe se verificó y se glosó el descubrimiento de los liucsecillos del oído, una de las aportaciones de Vesalio que más interesaron a sus seguidores españoles: ñoles : “No cuento cue nto aquí los ossecuelos de los oydos. oyd os..... que q ue yo, no sin gran deleite, en las anatomías o dissecciones que hice estando en Guadalupe y con los que a ellas assistían, consyde rava”. rava ”. 106 La observación directa en el cadáver cadáver humano se había convertido allí en el fundamento desde el que, a la manera vesaliana, se acusaba a Galeno de ofrecer descripciones correspondientes a otras especies animales. Hablando del útero, afirma Hernández: “su figura (según lo vi en Guadalupe en una preñada que anatomizamos) es de un redondo prolongado, harto diferente de las de las vacas, cabras y ovejas, contra el parecer de Galeno”. 167 Todo parece indicar que la disección de cadáveres humanos estuvo en los hospitales de Guadalupe fundamentalmente al servicio de la enseñan za de la anatom ía humana no rm al.1 al .1663 Ello no quiere decir que no se hicieran también autopsias aisladas con intención anatomopatológica, alguna de las cuales fue recogida por He rn rnán án dez.1 de z.1669 Más significativo, sin sin embargo, embargo, es el propósito con el que este realizo disecciones de animales. Ya hemos visto que había criticado el método tradicional de aplicar por analogía al cuerpo humano lo observado en otras
165 H e r n á n d e z 166 H e r n á n d e z 167 H e r n á n d e z
(ca. 156569) lib. XI, f. 188v. (ca. 156569) lib. XI, f. 241r. (ca. 156569) lib. XI, f. 277v.
168 Frente a la hipótesis de la “escuela anatómicopatológica” de H e r n á n d e z M o r e j ó n (184254) antes anotada (nota 151). 169 H e r n á n d e z (ca. 156569) lib. XI, f. 276r.
M ed ic in a m od ern er n a y soci so ci ed a d españ esp añol ola a
especies. En la línea de Pierre Belon, al que cita expresamente, te, 170 Hernánd ez disecó animale animaless co m o parte de la indag ación zoológica. De todas las disecciones que realizó en Guadalupe, la única recordada por lo general es precisamente la de un camaleón: “Yo abriendo un camaleón, vi dentro de su vientre no sola una grande sarta de huevos, pero una tripa larga vacía que discurría por dent ro de l” . 171 La nueva anatomía y los artistas
Al habla ha blarr d e la enseñ en señan anza za de C osm os m e de M ed ina in a en la U nini versidad de Salamanca, hemos visto cómo asistió a sus disecciones Juan de Arfe. El tratado de anatomía artística de este célebre orfebre puede considerarse como la culminación, ya en la segunda mitad de la centuria, del interés de los artistas españoles por los estudios morfológicos. También en este punto puede trazarse una trayectoria directamente influida por Italia. El propio Arfe personificó las etapas anteriores a su obra en Alo A lons nsoo Berr Be rrug ugue uete te y Gaspa Ga sparr Bece Be cerr rra, a, hitos hit os que qu e en los siglos siglo s x v i i y x v i i i serían sancionados por tratadistas tan representativos com o F rancisco Pa chec o y An tonio P alo m ino .112 Alo A lons nsoo de Berr Be rrug ugue uete te repre rep rese sent ntaa el p e río rí o do prev pr eves esali alian ano. o. Se interesó por la anatomía como consecuencia de su formación en Italia junto a Miguel Angel a comienzos del siglo xvi. Cuando volvió a España en 1517 introdujo una visión artística del cuerpo humano, en la que pesaba de modo decisivo el saber m orfo lógic o, que desarrolló en su genial genial obra de escu e scu ltor.1 lto r.1773 Esta vertiente de su personalidad se refleja también en sus dibujos, cuatro de los cuales están consagrados a estudios anatóm tó m icos ic os.. 17 174 (ca. 171 H er ná nd ez (ca. tema en lib. VII V III, I,
1,0 Hernández
mo
172 A r f e (1715-24)
pp.
(1585)
f.
1565-69) 1565-69)
lib. VIII, f. 2 1 3 v . l i b . XI, XI , f. 269r. Otra
f. 213v. 2 r - v ; P a c h e c o
(1649)
pp.
referencia al mis 49,
781-786.
173 Cf.
A z c Á r a t e ( 1 9 5 8 ) p p . 1 4 3 - 1 5 2 . 174 S á n c h e z C an tó n ( 1 9 3 0 ) d i b u j o s n ú m s .
CICIV.
74;
P al om in o
114 114
José María López Pinero
Gaspar Becerra, por el contrario, corresponde a la etapa ve saliana. Su relación con la anatomía se inició en los años cuarenta y cincuenta durante su estancia en Roma, donde siguió la orientación de Miguel Ángel frente al rafaelismo de la mayoría de los artistas españoles allí residentes. El estilo de sus figuras humanas tuvo en España un influjo extraordinario, desplazando incluso al de Berr ugue ug uete1 te1115 Fundam ento impo rtante de su fama fue precisamente su sólida preparación anatómica. Todavía en el siglo xvm decía Palomino: “Fue nuestro Becerra grandísimo anatomista, y hoy permanecen unas anatomías, una grande como de a vara, y otra como de a sesma, que son suyas, y otra como de un crucifijo, cosa excelente, y yo las tengo, juntamente con una pierna de anatomía de barro cocido, que es izquierda, original suya, como la mitad del natural, que admira a cuantos la ven; y en mi tiempo ha excusado de cortar algunas piernas, llevándolas y sirviéndoles de luz a los cirujanos, para reconocer por la organización de sus músculos, tendones y nervios, por dónde va y viene la corrupción, y cauterizar o manifestar la parte que convenga a la cura cu ració ción” n” . 176 Tanto Pacheco como Palomino consideran a Becerra autor de las figuras que ilustran el tratado de anatomía de Valverde. Nada dice Arfe a este respecto, lo que ya es suficiente para poner en tela de juicio dicha atribución. Con la excepción del famoso “hombre muscular”, cuyo estilo encaja perfectamente en el perfil de Becerra, y de alguna otra figura, las ilustraciones del libro de Valverde no son dignas de un dibujante de su categoría. Copiar las figuras de la Fabrica con diversas rectificaciones parece más bien una tarea propia de un artista de rango secundario. Quizá se trate simplemente de una atribución tardía, motivada por el prestigio de Becerra como anatomista y por su presencia en Roma en el momento que Valverde publicó su obra. No puede descartarse, sin embargo, la tesis contraria: que fuera autor, al menos en parte, de las ilustracio-
175 C f .
A z c á r a t e ( 1 9 5 8 ) p p . 1 6 8 - 1 7 3 .
a l o m in o ( 1 7 1 5 - 2 4 ) p p . 7 8 1 - 7 8 2 . 176 P al
M ed ic in a m od erna er na y so c ied ie d a d espa es paño ñola la
115
nes de esta esta últ im a.17 a.177 A falta falta de pruebas concluy entes, ha de estimarse como una asignación tan dudosa como la paternidad de los dibujos anatómicos atribuidos a Becerra que, procedentes de las colecciones de Carderera y de Madrazo, se conservan en la Biblioteca Na cional de M a d rid .178 I m
reacción antivesaliana: Rodríguez de Guevara. El libro de M on ta ña d e M on se rr a te
La crítica de la obra de Vesalio que desde el galenismo realizó Alonso Rodríguez de Guevara puede considerarse como el contrapunto del movimiento vesaliano español. A pesar de su notable interés, se trata de un autor particularmente mal conocido, tanto por los estudiosos de la influencia de Vesalio como por los historiadores españoles. Los primeros no lo han tenido en cuen ta al ocupars e de la reacció n a ntivesa ntiv esa liana .179 Los segundos se han limitado a manejar la traducción castellana del prólogo de su libro que Hernández Morejón incluyó en su clásica historia de la medicina española, afirmando sobre esta única base que fue el fundador, en la Universidad de Vallado lid, d e la primera cáte dra española espa ñola de anatomía. 180 Ú nicamente varios autores portugueses han analizado su libro y dado a cono cer los principales principales hechos de su bio gr af ía .181 Rodríguez de Guevara nació en Granada en el primer tercio del siglo xvi. De su formación científica solamente sabemos con seguridad que residió dos años en Italia y que estudió allí, 177 Cf.
(1943); W e l l s (1959, 1961); G u e r r a (1967); I I e r r l i n g e r (1967) pp. 122126. 178 B a r c ia (190611) dibujos núms. 69. 179 O ’ M a l l e y (1964) ni siquiera lo cita. En su última revisión sobre la anatomía del siglo xvi, lo considera, por el contrario, un seguidor de la reforma vesaliana ( O ' M a l l e y [1973] p. 70). C u s h i n g (1962) lo cita en un apéndice bibliográfico (p. 204), tomando la referencia de Hernández Morejón. 1110 H e r n á n d e z M orejón (184252) III, pp. 8693; E scribano (1902) pp. 3234; E scribano (1938) pp. 7879. Ya hemos dicho que A l b e r t i (1948) ignora por completo esta figura. 181 Especialmente T e i x e i r a de C a r v a l ii o (1922); S i l v a C ar v a l h o (1935) y B a r b o s a Sueiro (1956). M e y e r ; W ir t
116 116
José María López Piñero
quizá con Realdo Colombo, en una de las universidades en las que se daba enseñanza práctica de la anatomía. A su regreso a España, en una fecha comprendida entre 1548 y 1550, dio durante veinte meses un curso anatómico en la Universidad de Va V a lla ll a d olid ol id.. F u e la prime pri mera ra v e z que qu e en la C oron or onaa de Cast Ca still illaa se enseñó anatomía sobre el cadáver, lo que explica en gran parte el extraordinario éxito que el curso alcanzó entre los profesores de dicha universidad y los principales médicos de la corte. Cuando dio este curso tenía solamente el título de cirujano. El grado de licenciado en medicina lo recibió en 1552, pero no en la Universidad de Valladolid ni en otra de las importantes existentes entonces en España, sino en la de Sigüenza, prototipo de centro universitario “silvestre” que vendía títulos en condiciones poco escrupulosas. ¿Por qué un hombre tan bien relacionado y que había tenido tanto éxito tuvo que recurrir a un grado de Sigüenza? Allí recibió el título también el gran médico judío portugués Zacuto Lusitano. ¿Tenía Rodríguez de Guevara problemas con la “limpieza de sangre”? No lo sabemos, aunque su biografía posterior encaja con la trayectoria novelesca a la que se vieron forzados muchos conversos ibéricos de la época. Tampoco está clara la cuestión de la enseñanza anatómica que impartió en Va V a lla ll a d o lid li d . ¿Fu ¿F u e sola so lam m ente en te un curs cu rsoo aisla ai slado do o lle ll e g ó a crea cr ears rsee la cátedra com co m o el p ropio rop io Guevara afirma? a firma? 182 En cualquier cu alquier caso, dicha enseñanza no tuvo continuidad, hasta el punto de que, durante la segunda mitad del siglo xvi, Valladolid fue la única de las universidades españolas importantes que no contó con co n una cáted cá tedra ra de anatom a natomía. ía. 183 En 1556, al parecer por indicación del propio Felipe II, Rodríguez de Guevara se trasladó a Portugal como médico de cámara de Catalina, esposa de Juan III y tía del monarca español. Pronto fue nombrado titular de “uma cadeira de Medicina juntamente a de Anatomía” en la Universidad de Coimbra. A pesar de las disposiciones cjue lo prohibían, residió en Lisboa, en cuyo Hospital de TodososSantos organizó tam 182 R o d r í g u e z d e G u e v a r a 183 Cf. A l c o c e r (191831).
(1559), "Ad candidum lectorem", s. p.
M ed ic in a m od ern er n a y so cied ci ed a d esp añol añ ola a
117 117
bien la enseñanza de anatomía y cirugía. En Portugal se había practicado con anterioridad la disección de cadáveres humanos y en los Pri P rivi vile legi gios os de la Universidad de Coimbra se incluye un mandamiento de 1546 en el que se ordena entregar cadáveres para “fazer anathomia”. No obstante, corresponde a Rodríguez de Guevara el mérito de haber iniciado en su país adoptivo la enseñanza práctica regular de la disciplina. Por lo demás, su personalidad no fue precisamente la de una figura serenamente consagrada a la ciencia. Aparte de sus turbios manejos para ocupar también una nueva cátedra de cirugía, que redondeó de forma notable sus ingresos como docente, hay que subrayar su destacada actividad en el terreno de las intrigas políticas. Dicha actividad culminó en el período siguiente a la muerte del rey Sebastián. Los historiadores portugueses han demostrado documentalmente, en efecto, que el médico español fue el “mejor espía” que tuvo Felipe II en la corte de Lisboa en las fechas anteriores a la incorporación de Portugal a su corona. En 1559, a los tres años por tanto de su llegada a Portugal, Rodríguez de Guevara publicó en Coimbra un libro titulado In pluribus ex iis quibus Galenus impugnatur ab Andrea Vesalio Bruxelensi in constructione et usu partium corporis humani, defensio. 184 N o es un tratado sistem ático de anatom an atomía, ía, sino la la
discusión de treinta y tantos problemas anatómicos con la intención de revisar las opiniones contrapuestas de Galeno y de Ves V esal alio. io. Ta l c o m o lo indi in dica ca el título, títu lo, se trata fund fu nd am en talta lmente de una “defensio” del primero. No obstante, Guevara no adopta una posición agresiva y cerrada como la de Silvio. Su tono intenta ser de imparcialidad objetiva: en principio, ambos autores tienen aciertos y errores. La obra se inicia con un capítulo que reconoce “algunos levísimos errores de Galeno acerca ace rca de los huesos” hue sos” 185 y más tarde llega inclus o a elogiar a Ves V esal alio io en algún alg ún caso ca so aislad ais lado, o, co m o , p o r e jem je m p lo, lo , al habla ha bla r de los músculos linguales. 186 Pero tod o e llo n o es más que un
184 R o d r í g u e z 185 R o d r í g u e z 186 R o d r í g u e z
de de de
G uevara G uevara G uevara
(1559). (1559) lib. I, (1559) lib. I,
cap. cap.
I. XII.
José María López Pinero
118
pequeño contrapeso de la denuncia continua de los errores de Ves V esaa lio sobr so bree la anat an atom omía ía d el oíd oí d o, d e l o jo, jo , d e los nerv ne rvios ios,, d e diversos músculos, de los vasos, del órgano olfatorio o acerca de cuestiones ter m inoló gica s.18 s.187 Rodríguez Rodr íguez de Guevara, sin sin la la obcecación y el resentimiento de Silvio, fue sin duda un convencido galenista en morfología. El ambiente portugués en el que se escribió el libro lo recibió, en boca de su censor, como “eruditísimos trabajos en muchos de cuyos lugares defiende a Gale no” no ” . 188 No ca be duda que esa esa fue la la intención del m édico español. El tono tácticamente imparcial no justifica en absoluto la hipótesis de Barbosa que, impresionado por la turbia personalidad política de Guevara, llega a suponer que disimuló sus auténticas ideas científicas para halagar el gale nismo dom d ominante inante en el am biente m éd ico portugués. portugu és. 189 Al enum en umer erar ar las pers pe rson onal alid idad ades es que qu e asist as istier ieron on a su curs cu rsoo en Va V a lla ll a d o lid li d , R o d r ígu íg u ez d e G ueva ue vara ra se refi re fier eree en el p r ó log lo g o de su obra a “Montaña que, a pesar de que tenía ya setenta años, padecía una rebeldísima gota y, coronado de innumerables laureles médicos, era ajeno a toda vanidad, asistió a todas mis lecciones sin perder una, haciéndose llevar al efecto en una silla silla de ma nos” . 190 Se tra tratta de Bernardino Montaña de M on serrate, médico de cámara del emperador Carlos V y autor de una obra titulada Libro de la Anothomia del hombre. 191 Montaña publicó su libro en Valladolid el año 1551, no siendo muy aventurado presumir que bajo la influencia del curso que acababa de recibir de Rodríguez de Guevara, al que alude en el “ Proh Pr ohem em io” . Consta en realidad de d e dos partes partes.. La primera, titulada “De la anothomia del cuerpo humano” es la propiame propia mente nte m or fo ló g ica ic a .19 .192 El título título de la obra, el est estar ar escrita escrita
187 R o d r í g u e z
de
Gueva ra
(1559), especialmente, pp. 8, 15, 198,
205, 287.
188 R o d r í g u e z
de G uevara
(1559), “Marcus Romaerus Lectoris’, s. p.,
al final del libro.
189 B a r b o s a S u e i r o (1956) p p . 276277. 190 R o d r í g u e z d e G u e v a r a (1559), “Ad candidum 191 M o n t a ñ a (1551). 192 M o n t a ñ a (1551) f. 2v73v.
lectorem", s. p.
M ed ic i n a m od er n a y so c ie d a d espa es paño ñola la
119 119
en castellano y el desconocimiento de otras fuentes son las únicas razones que justifican la desmesurada importancia que liabitualmente se le ha concedido en el panorama de la anatomía españ ola del de l siglo xvi. 193 Es un pedestre pede stre resumen que rer efleja una asimilación libresca de los supuestos galénicos. Ni un solo detalle, ni siquiera terminológico, corresponde a los nuevos rumbos anatómicos. No se cita ni una sola vez a Vesalio, lo que no impide la inclusión al final del libro de doce figuras copiadas de la Fabrica, pero tan toscamente que son auténticas caricaturas caricatura s de los ori o rigi gin n ales al es.1 .194 La segunda parte de la obra de Montaña o “Sueño del Marqués de Mondéjar” tiene, por el contrario, un innegable interés195 El tema de la “ generación gene ración,, nascimien to y muerte del hombre” es para su autor algo más vivo que las nociones anatómicas que ha expuesto antes. No es éste, sin embargo, lugar oportuno para ocuparnos de su mentalidad parcialmente moderna ante los problemas fisiológicos, ni de su recurso a técnicas quím icas para intentar reso re so lver lv erlo los.1 s.1996 Las consecuencias del movimiento vesaliano español
¿Qué consecuencias tuvo el movimiento vesaliano español? Responder a esta pregunta exige, por supuesto, estudiar las vicisitudes por las que atravesó el saber anatómico en nuestro país durante la segunda mitad del siglo xvi y a lo largo de la centuria siguiente. A dicha tarea, que desborda los objetivos del presente artículo, pensamos dedicar varios trabajos en un
193 E scribano
(1902)
pp.
1317;
A l b e r t i
(1948)
pp.
6880. En
con
traste con la ausencia de estudios sobre figuras y textos de mucha mayor importancia, el
R a f o l s
(1885),
artículo de
no
Libro el
de Montaña ha merecido trabajos, como la nota de
estudio
terminológico
(1946),
S a u n d e r s ; O ’’M M a l l e y
de
a l l e - I n c l á n V a
(1949) y
redactado cuando estos autores
tenían noticia del resto de las fuentes de la anatomía española
siglo
xvi.
Incluso
introducción de
ha
merecido
S a r ri a
(1973),
una
reciente
edición
facsímil,
con
del una
notable por su completo desconocimiento
de la investigación sobre el tema.
194 M o n t a ñ a (1551) f. 195 M o n t a ñ a (1551) f. 196 Cf Cf. L ó p e z P i n e r o
un
129v135v. 74r135r. (1972, 1973).
120
José María López Pinero
futuro próximo. Parece pertinente, sin embargo, adelantar ahora dos breves comentarios. El primero de ellos se refiere a la obra de Juan Valverde de Hamusco. Resulta obvio que desde ningún punto de vista puede encuadrarse en lo que hemos llamado movimiento vesa liano español. Aunque escrita en castellano por un médico nacido en España, fue resultado de una labor realizada enteramente en la Italia posvesaliana. Su análisis desde una perspectiva m eramente española carece de sentido, y a . que debe deb e ser encuadrada, ante todo, en las condiciones propias de su escenario italiano original. Para entender, por ejemplo, el durísimo ataque que le dedicó el Examen de Vesalio y la irritación que éste sentía porque Falopio considerase a Valverde un importante anatomista, hay que tener en cuenta el agrio enfrentamiento de Vesalio con su antiguo discípulo Realdo Colombo y, en general, su vidriosa relación con los anatomistas italianos durante las dos décadas siguientes a la primera edición de la Fabrica. Vesalio insulta en Valverde al discípulo y fiel colaborador de Colombo y también al representante de un ambiente anatómico que estaba subrayando continuamente las limitaciones y errores de detalle de su propia obra, muchas veces con escasa generosidad. La anatomía que se estaba haciendo en España — ignorada de buena o mala fe por el propio Valverde— nada tiene que ver ve r con co n este a su n to.1 to .197 197 Tampoco parece tener una relación, al menos directa, con el movimiento vesaliano español un manuscrito, conservado en el Museo Plantin de Amberes, del que dio noticia S o n d e r v o r s t (1956) y que recientemente ha sido editado en facsímil: V i v a s F iguras (1576). Se trata de la traducción castellana de las Vivae imagines que editó Plantin en versión latina (1566 y 1579) y holandesa (1568). Lo mismo que ellas contiene las láminas de Valverde con una explicación procedente de la An A n a to m e de lacques Grévin, un resumen y una tabla de este autor acerca de las partes del cuerpo humano y el texto completo del Epitome de Vesalio. La portada anuncia que en la edición española se iba a añadir el “Sueño muy apazible del Marqués de Mondéjar” de Montaña Monserrate, pero su texto no figura en el manuscrito. Tiene la licencia para ser impresa, fechada en 1576. No obstante, por razones que desconocemos, Plantin no llegó a publicarlo.
M ed ic in a m od ern er n a y so c ied ie d a d españ esp añola ola
121 121
El segundo comentario es de índole más general. Hemos visto que nuestro país fue uno de los que más tempranamente se incorporó al movimiento renovador encabezado por Vesalio. Es un hecho del que no supo darse cuenta en los últimos años de su vida C. D. O’Malley, sin duda el más profundo conocedor de la vida y la obra de Vesalio y de la anatomía del siglo xvi. Parecía lógico esperar que el temprano y vigoroso movimiento vesaliano español tuviera como consecuencia la conversión de nuestra península en uno de los centros de mayor importancia de la llamada anatomía posvesaliana. Es evidente que ello no sucedió así. No resulta posible en este lugar ni siquiera aludir a las razones de esta aparente inconsecuencia. Limitémonos tan sólo a anotar que es un aspecto más de la peculiar trayectoria que emprendió el cultivo de la ciencia en España, como resultado de muy concretos condicionamientos sociales, económicos, políticos y culturales. Todo ello no quiere decir, sin embargo, que el movimiento vesaliano español se agotara bruscamente sin dejar secuelas históricas de interés. El desconocimiento de las fuentes ha motivado que, en algunas ocasiones, se afirme la práctica desaparición de los estudios anatómicos en nuestro país durante más de siglo y medio. Se trata, por supuesto, de la habitual confusión entre el vacío de la investigación y el vacío de la realidad histórica. Esta última, cuando se la interroga adecuadamente, parece complacerse en pulverizar los esquemas simplistas. Baste anotar que las consecuencias del movimiento vesaliano español constituyen un rico capítulo merecedor de un detenido estudio que comprenda, tanto el desarrollo de sus focos originarios como su extensión a otros nuevos en Barcelona, Zaragoza, Sevilla y México, y que se ocupe, tanto de su relación con la medicina y la cirugía, como de sus implicaciones con el arte y diferentes campos del pensamiento.
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José María López Pinero
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impressas en moldes de metal: con el epitome de Andrés Vesalio... y co n otro ot ro lib ro d e D i e g o G rev re v in o d e la mism mi smaa m ater at eria ia:: trad tr aduz uzid idoo todo de lengua Latina en Española... MS. Ed. facsímil. Bruselas,
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LA DOCTRINA DE IIARVEY ACERCA DE LA CIRCULACIÓN DE LA SANGRE EN LA ESPAÑA DEL SIGLO XVII
Harvey’s Doctrine of the Circulation of the Blood in Seventeenth Century Spain. Journal of the History of Medicine and Allied Sciences, 28,
230242 (1973). Una primera versión del trabajo fue presentada como comunicación al II Congreso Español de Historia de la Medicina (Salamanca, 1965).
/''VuÉ repercusión tuvo la obra de Harvey acerca de la circula ción de la sangre en la España del siglo xvn? Dos razones \ principales existen para contestar con objetividad a esta pregunta. En primer término, añadir la información relativa a España a los excelentes estudios ya existentes acerca de la recepción de dicha doctrina en diferentes países.1En segundo lugar, contribuir al conocimiento de las primeras etapas de la medicina y de la ciencia modernas en nuestro país a través de la actitud de sus médicos en una cuestión de tanta importancia. Desde hace algunos años vengo realizando estudios sobre la asimilación de las corrientes modernas por parte de la medicina y la ciencia española del siglo xvn, subrayando las circunstancias sociopolíticas en las que trabajaron sus primeros defensores y las duras polémicas que tuvieron que sostener con los partidarios de las ideas tradicionales. En el curso de tales indagaciones me ha sido posible comprobar que el destino qtic corrió la doctrina de Harvey en la medicina española de dicha centuria no es solamente un proceso prácticamente desconocido en sus principales detalles, sino que además circulan acerca del mismo imágenes arbitrarias o gravemente deformadas. 1 Reco Record rdar arem emos os,, ent entre re otro otros, s, los los art artícul ículos os de E. G o t f r e d s e n : The reception of Harvey’s doctrine in Denmark. Ac A c ta m ed . scan sc and. d.,, 142, 7586, (sup. 266) (1952); F. G u e r r a : Harvey and the circulation of the blood in America during the Colonial Period. Bull. Bu ll. Hist. Hi st. M ed ., 33, 33 , 212 229 (1959); W. P a g e l y F. N. L. P o y n t e r : Harvey’s doctrine in Italy. Hull. Hist. Med., 34, 419429 (1960); y el libro de G . K e y n e s : A Bihl Bi hlioio gr a ph y o f th e w ritin ri tin gs o f D r. W illi il liaa m H ar v ey , 1578 15 78-1 -165 657, 7, 2.a éd., Cambridge, 1953.
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La realidad histórica ha quedado oscurecida, en primer término, por los prejuicios nacionalistas de una serie de autores españoles empeñados en exagerar la importancia de la contribución de nuestro país al descubrimiento de la circulación de la san gre.2 gre .2 En segundo término, término, por las las publicaciones históri históri-cas sobre el tema del fisiólogo mejicano José Joaquín Izquierdo. Sin conocer más que tres o cuatro textos médicos aislados de la España del siglo x v i i , Izquierdo no dudó en afirmar tajantemente el “Spanish neglect of Harvey’s De motu coráis", no sólo durante esta esta centuria, sino — apoya ap oya ndo nd o en bases todavía más más débiles— durante durante las las dos siguiente sigu ientes.3 s.3 Frente a ta tal afirmaafirmación y a los prejuicios nacionalistas, este trabajo se propone demostrar que la doctrina de Harvey acerca de la circulación de la sangre fue uno de los temas centrales en torno a los cuales se dio en la España del siglo x v i i la batalla entre los médicos tradicionalistas y los partidarios de las nuevas ideas. En otros trabajos me he esforzado en demostrar que la introducción de las ideas modernas en la medicina española del siglo x v i i tuvo dos etapas etapas principa princ ipales les.4 .4 Durante la primera primera de ellas, que abarca los decenios centrales de la centuria, los
2 C f. J. J. I z q u i e r d o : Estudio de los factores que hasta ahora impidieron que el libro de Harvey hubiese sido traducido al castellano. Harvey , iniciador del método experimental, México, 1936, pp. 201223; P. L a ín E n t k a i .c o : Harvey. Madrid, 1948, 2 vols., I , pp. 57, 6364. 3 J. J. I z q u i e r d o : On Spanish neglect of Harvey’s D e m otu ot u C ord or d is for three centuries, and how it was finally made known to Spain and Spanishspeaking countries. J. Hist. Med., 3, 105124 (1948). Izquierdo cita cuatro textos médicos españoles del siglo x v i i que defienden la doctrina de Harvey: los de Bravo de Sobremonte, Enriquez de Fonseca, Morelló y Alós. Admite que no ha podido consultar los dos primeros y, de hecho, cita dos libros de estos autores que no tratan de la circulación de la sangre. Como veremos, interpreta además de forma equivocada la posición de Morelló y Alós. En lo que respecta a los oponentes de Harvey, cita en primer término a Juan de la Torre y Val cárcel, cuyo libro ha consultado, y en segundo término a Matías García, cuyas ideas sólo conoce a través de una obra aparecida un siglo después de su muerte. 4 He resumido mis estudios sobre el tema en el libro La introduc ción de la ciencia moderna en España. Barcelona, Ariel, 1969, en cuya página 10 puede consultarse una relación detallada de los mismos.
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médicos españoles tomaron actitud ante las más importantes innovaciones, pero sin renunciar por ello a la base doctrinal del galenismo tradicional. Algunos autores, que pueden llamarse galenistas “moderados”, las aceptaron como rectificaciones de detalle de los esquemas tradicionales. Otros, a los que denominaremos galenistas “intransigentes”, las negaron de forma absoluta, aferrándose exclusivamente a las ideas antiguas. La segunda etapa corresponde aproximadamente al último cuarlo del siglo y estuvo caracterizada por la aparición de un nuevo tipo de médico español, que recibió el calificativo, entonces despectivo, de novator. Estos innovadores rompieron do modo completo con los esquemas y la autoridad de los anlores antiguos, sustituyéndolos por los métodos y los datos de la naciente medicina moderna. Denunciaron también el atraso médico español y reclamaron la incorporación de nuestra medicina a la europea. Junto a los novatores subsistió en esta ¡¡arle final de la centuria una mayoría de galenistas, divididos c o m o en la la etapa etapa anteri anterior or en “m ode rado s” o “ intransige intransigentes” ntes” . I.a existencia de estos tres grupos dio lugar a una serie de acerbas polémicas que preludian las de comienzo del siglo xvm, punió de partida del triunfo de los renovadores y del período ilustrado de la medicina española. El destino en España de la doctrina de Harvey estuvo oslrechamente ligado a estas primeras incidencias de la medicina moderna. De forma esquemática puede afirmarse que, (luíanle la primera de las etapas citadas, la circulación de la sangre fue defendida por algunos galenistas “moderados” como un delalle que había que rectificar, mientras que era negada por oíros de mentalidad “ intransigente” . Duran te la segunda, los innovadores la convirtieron en una de las bases fundamen lales de la nueva medicina, los galenistas “moderados” continuaron manteniéndola como una rectificación parcial y los “ intransigenles” intransigenles” la rechazaron rechazaro n con más dureza que nunca. Con C on el triunfo de las corrientes renovadoras en la centuria siguiente período del que no nos vamos a ocupar en este trabajo— la doctrina de Harvey alcanzó difusión y vigencia generales dentro de la medicina española. Solamente algunos focos reac-
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cionarios residuales, como en el resto de Europa, siguieron entonces sin aceptarla. La figura más representativa del galenismo “moderado” de mediados de siglo fue Gaspar Bravo de Sobremonte. De acuerdo con la línea antes anotada, este autor aceptó las novedades que le parecían innegables, pero siempre como aspectos parciales que no comprometieran la coherencia general del sistema galénico. Dedicó a la circulación de la sangre el escrito monográSanguinis nis Circulatione Circulatione et de A rte Sph ygmica, que fue fico D e Sangui impreso por vez primera en 1662, formando parte de sus Res R esoo lu tio ti o n u m e t C on sult su ltat atio ion n um M e d i c a r u m .5 Su contenido es muy significativo. Defiende la doctrina de Harvey, así como la circula circ ula ción” ció n” de la la linfa, linfa, y rebate las las ob jecion jeci ones es que a la teoría circulatoria habían opuesto el británico James Primerose y el italiano Emilio Parisano, con los mejores datos anatómicos y fisiologicos de su tiempo. Llega a afirmar que Galeno y los demás autores antiguos no pudieron, por ejemplo, conocer los vasos quilíferos, “porque hacían anatomías solamente en los cadaveres, en los que estos vasos no aparecen, sino que sólo lo hacen en los animales vivos después de seis horas de ingerido el el aliment alimento” o” . 6 Bravo Bravo conoce perfect perfectamente amente y elogia elogia,, no sólo la obra de Harvey, sino las de Aselli, Pecquet, Highmoor y demás autores nuevos. Todo ello no obsta, sin embargo, para que tras haber corregido los errores de la angiología galénica, mantenga intocada la doctrina del pulso del autor de Pérgamo. La circulación de la sangre y las demás novedades anatomofi siológicas no eran para Bravo de Sobremonte, como hemos 5 He manejado el escrito de B r a v o d e S o b r e m o n t e en la edición de Colonia, 1674, de las Resolutionum ac Consultationum Medicarum vol II pp. 366459. I z q u i e r d o (op. cit ., pag. 106) eita la edición de 1649 de esta última obra como el texto en el que Bravo defendió la doctrina de Harvey, pero ni es esta primera edición, ni en la segunda (1654) se incluye el escrito en cuestión ni se hace la menor referencia a la circulación sanguínea. Una relación de la producción literaria de Bravo de Sobremonte puede consultarse en las monografías de L. S. G r a n j e l : La obra de Gaspar Br B r a v o d e S o br em on te. te . Salamanca, 1960; y de H. G a r c ía P é r e z : El doctor Gaspar Bravo de Sobremonte. Santa Cruz de Tenerife, 1961. 6 B r a v o d e S o b r e m o n t e : Op. cit., p á g . 3 7 1 .
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dicho, sino una mera rectificación de detalle del inconmovible edificio galénico. La postura de admitir novedades concretas, conservando los esquemas tradicionales, significaba saber inclinarse, a pesar de todo, ante la evidencia. Pero implicaba también una innegable inconsecuencia interna, porque se aceptaban unos hechos y se negaban sus corolarios inmediatos. Esta inconsecuencia fue advertida por otros médicos españoles de los años centrales de este siglo. No obstante, el resultado de acabar con ella fue muy distinto, según se estuviera decidido o no a romper con los dogmas galénicos. Los partidarios de tal ruptura fueron precisamente los novatores, que después consideraremos. Los que se aferraron a los esquemas tradicionales prefirieron, en cambio, negar lo innegable. El paradigma de esta actitud reaccionaria y consecuente ante las novedades, y al mismo tiempo el caso que permite descubrir mejor el significado de la misma, es el de un coetáneo de Bravo de Sobremonte: el catedrático valenciano Matías García.7 La catedra de García era la de anatomía. Conviene recordar la gran tradición morfológica de la escuela valenciana, que desde Collado y Jimeno en la centuria XVI se convirtió en un importante foco de la reforma vesaliana. La práctica de la disección se conservó durante el primer tercio del siglo xvn y tampoco decayó durante los años de magisterio de García. Hemos podido comprobar incluso la ampliación material del anfiteatro anatómico de la universidad valenciana y el aumento del número de autopsias anuales reglamentarias. Vamos a ver, además, que los argumentos de Matías García contra la circulación de la sangre en su obra De motu coráis (1677) no fueron de tipo especulativo, sino extraídos de una práctica personal de autopsias y vivisecciones. La evolución del catedrático valenciano frente a la obra de Harvey no puede ser más significativa: “Debido a los abundantes y rigurosos experimentos [realizados 7 Quizá deb ido al carácter reaccionario reacciona rio de su obra, no ha sido realizado todavía el estudio monográfico que merece su figura. La obra de A. H e r n á n d e z M o r e j ó n : Historia bibliográfica de la Medicina española, lomo VI, Madrid, 1850, pp. 9098, ofrece una información sumaria acerca de la misma.
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por Harvey], permanecí durante largo tiempo admirado e irresoluto, sobre todo porque Bravo Sobremonle, el más célebre de los médicos de nuestro tiempo, defendía esta doctrina en sus obras” . Más tarde, tarde, sin sin embargo, emb argo, lle gó al conven con vencim cimiento iento del “inmenso daño” que tal descubrimiento podía significar para los dogmas galénicos, llegando a compararlo con un veneno casi contagioso que podía “pervertir muchos preceptos médicos verdaderos” . 8 Consecuentemente Consecuentemente se se consagr consagróó a su impugnación, pero atacando a Harvey, a Pecquet y a otros seguidores de la fisiología moderna en su mismo terreno: “Para manifestar mi opinión en una cuestión tan difícil, realicé numerosas investigaciones anatómicas en anguilas, ranas, palomas y otros animales... La forma en la que expongo la impugnación me ha costado gran trabajo, porque si Harvey se basa principalmente en experiencias anatómicas, yo prometo hacer lo mismo, de modo que stis seguidores no puedan lamentar que su doctrina ha sido rechazada por detalles sin importancia o con razonamientos filosóficos, sino con argumentos basados en viviseccion es” . 9 Sin Sin duda, el máximo reaccionario del galenis galenis mo español había asimilado inadvertidamente la mentalidad metódica de sus enemigos. Resulta conmovedor ver a un hombre de tal capacidad, que nos confiesa el gran trabajo, los malos ratos y hasta el dinero que le ha costado la empresa, situado en un camino tan a contracorriente de la evolución de la medicina de su tiempo. Ante An tess que qu e Matía Ma tíass G arcí ar cía, a, otro ot ro gale ga leni nisla sla espa es paño ñoll de m enta en ta-lidad “intransigente”, Juan de la Torre y Valcárcel, había publicado para contradecir la doctrina de Harvey la monografía titulada De sanguinis officina, motu ac usu (1666 (16 66).1 ).10 Este autor autor carece, sin embargo, de la vigorosa personalidad de Matías García. Sus argumentos frente al “escándalo causado por Harvey” pertenecen a la más lamentable escolástica. Fueron refu-
8 M a t iai a s
Garcia:
Dis D ispa pa iai ia i ¡ones ¡on es M ed icin ic in a e S e lec le c ta e , Pa Pars rs S ecan ec an do .
Lugduni, 1677, pp. 12. 9 Ibid.
10 J u a n
de
la
T orr e
y V a l c a r c e l :
usti, libri tres... Milan, 1666.
D e sangu sa nguini iniss o ffic ff icin in a , motu ac
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tados con datos y razones modernas, pero desde un esquema general todavía tradicional, por el barcelonés Francisco Motr ocin iniu ium m in sangu sa nguini iniss circ ci rcu u rdió en el folleto M ed ic ín a le pa troc latione (1678 (16 78).1 ).11 Aunqu Au nqu e de forma más resumida, resumida, expuso en en él una defensa de la doctrina de Harvey en la misma línea del galenismo “moderado” que hemos personificado en Bravo de Sobremonte. El movimiento de los novatores médicos españoles, preparado sin duda durante largo tiempo en ambientes de tipo puramente privado, se manifestó públicamente a partir de 1687. Durante dicho año aparecieron varias obras que rompieron de inodo abierto con las autoridades tradicionales, y proclamaron su adhesión a las nuevas corrientes europeas y la necesidad de que España se incorporara a ellas. Estas publicaciones fueron t'l punto de partida inmediato de la serie de duras polémicas enlre “modernos” y tradicionalistas de todos los matices, que llena la historia de la medicina española durante los últimos lustros del siglo xvn. A continuación nos ocuparemos de las que incluyeron referencias más claras a la doctrina de la circulación de la sangre. Antes, sin embargo, conviene que nos detengamos brevemente en la obra de Juan Bautista Juanini, médico de origen italiano, que durante la década anterior a la lecha citada publicó los primeros libros médicos españoles plenamente modernos, verdadero anticipo del movimiento pos lerior a 1687. De origen milanés, Juan Ju anini,1 ini,122 vino a España en en 1667 1667 com o médico de cámara del príncipe Juan José de Austria, una de las primeras personalidades que apoyaron en nuestro país las nuevas ideas científicas y con el que llegó a tener una pro Inuda relación amistosa, liesidió primero en Zaragoza y más larde en Madrid, ciudad en la que falleció el año 1691. Mantuvo interesantes relaciones científicas con los médicos de estas M o r k l l o : Medicinale patrocinium in sanguiniís circuIntioiic. Napoli, 1678. 12 Acerca Ace rca de este autor, v. mi estudio: Juan Bautista Bautista Juanini (1636 1091) y la introducción en España de la medicina moderna y de la ial ial io(|iiímic io(|iiímica, a, pub p ublica licado do en este volumen, pp. 149174. 1491 74. 11 1 ' i t A N C i s c o
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dos ciudades y también con los de Salamanca, contribuyendo eficazmente a la difusión de las corrientes modernas. Ferviente partidario de las doctrinas iatroquímicas, Juanini las aplicó a muy diferentes problemas. En su Discurso político y phísico 13 — a p a rec re c ido id o por po r v e z prim pr imer eraa en 1679, reed re edit itaa d o en 1689 y traducido al francés en 1685— a la situación sanitaria de Madrid: en la Nueva Idea Physica Natural (16 85 ),14 a la explicación general de la realidad física; y en las Cartas 15 (1691), (1691), al estudio monográfico de la anatomía y fisiología normal y patológica del sistema nervioso. En todos estos textos, la doctrina de la circulación de la sangre constituye un elemento básico, siendo piedra angular o modelo de otras afirmaciones. Son tan numerosas las referencias que a ella se dedican en los tres libros, que carece de sentido recoger siquiera una selección de las mismas. Remitiremos únicamente a un capítulo de la primera edición (1679) de su Discurso, 16 en el que lamenta la resistencia resistencia que todavía encontraba en España la doctrina de Harvey. Recomienda “a los que todavía están obstinados contra ella” que repitan una serie de experiencias demostrativas, tal como él mismo las había realizado en Zaragoza, ante el propio Juan José de Austria. Frente a los argumentos anticirculatorios de Matías García, se reduce a poner de relieve su desconocimiento de las válvulas venosas, cuya estructura había demostrado el mismo Juanini en varias disecciones realizadas en las universidades de Zaragoza y Salamanca. La influencia de Juanini fue decisiva para que Zaragoza se convirtiera en uno de los núcleos más tempranos de la renovación médica española. Uno de los catedráticos de su Universidad, José Lucas Casalete, fue uno de los protagonistas del ua n 13 J ua
Dis D iscu curs rsoo p o líti lí ticc o , y p hisi hi sico co,, q u e m uest ue stra ra los movimientos, y efectos de que produce la fermentación y materias nitrosas... Madrid, 1679. u a n B a u t i s t a J u a ni n i ni n i : Nueva Idea Physica Natural demostrativa, 14 J ua origen de las materias que mueven las cosas... Zaragoza, 1685. u a n B a u t i s t a J u an a n i ni n i : Cartas... en las quales se dize, que el sal 15 J ua azido, y Alcali, es la materia que construye los espíritus animales... M aB a u tis ta
J u a ni n i n i: i:
drid, 1691.
.. . 16 J u a n i n i : D is c u r s o ...
pág. 46r.
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movimiento de 1687. Sus Duae controversiae. 17 publicadas en dicho año, provocaron feroces réplicas por parte de galenistas de todas las tendencias. Las ideas modernas fueron, por otra parte, defendidas por Francisco de Elcarte y Miguel Palacio, dos médicos novatores discípulos suyos. suyos. 18 Casalete y sus seguidores eran fervientes defensores de la circulación de la sangre como uno de los fundamentos de la nueva medicina, y así lo expresaron en sus obras. Pero lo que mejor expresa la vigencia de la doctrina de Harvey en la Zaragoza de estos años es que también la aceptaran dos importantes contradictores de Casalete, los galenistas “moderados” Francisco San Juan y Domingo, y Tomás Longás y, sobre todo, que Francisco San Juan y Campos, catedrático de anatomía desde 1686, la impusiera en la enseñanza. Un testimonio del médico italiano Domenico Bottoni resulta a este respecto indispensable: “En la célebre universidad de Zaragoza, corte del Reino de Aragón, propugnó y estableció esta doctrina el doctor D. Francisco San Juan y Campos... catedrático entonces de Anatomía y después de Prima de Medicina, con singular aplauso, digno de su delicado y perspicaz ingenio, siguiendo todo el resto de la escuela esta doctrina que quedó establecida como principio elemental, subiendo a mi intento de mucha autoridad, esta aceptación, pues nadie de los europeos ignora que en este celebrado museo de las ciencias florece la medicina en el más elevado crédito, debiéndose éste al continuo ejercicio anatómico que dos veces a la semana se ejecuta en el teatro o salón que para este electo hay en aquel célebre Hospital General, concurriendo lodos los profesores de esta ciencia a tan importante demostració n” . 19 San Jua Juan n y Dom ingo defend ió abierta abiertament mentee la d oc trina de la circulación en su libro De morbis endemicis Coesar Aug A ug usta us ta e (1686) y Tomás de Longás hizo otro tanto en su
II J o s é
D u a e co n trov tr ov ersi er siaa e. Prim Pr imaa , a qua indicitur snngiiinis missio... Secunda controversia: an indicatio sit ratiocinatio. Lucas
Ca salete:
Zaragoza, 1687.
1,1
1687;
F r a n c is is c o M iguel
de
Palacio
Statera medicinae selectae... Zaragoza, Llave clel tesoro de la piedra filosofal
E lca rte : y
Pérez:
de In salud humana. Zaragoza, 1688. III F e d e r i c o B o t t o n i : Evidencia de la Circulación de la Sangre , Lima,
172.'!, |)p. 6869.
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Enchiridion (1689), obra publicada para rebatir a Casalete.
Longás fue, además, uno de los primeros médicos españoles que p racticó la inyec ción intrav enosa .20 El texto médico más importante de los publicados en España durante 1687 fue la Carta filosóficomédicoquímíca del valenciano Juan de Cabriada, verdadero manifiesto del movimiento renov ad or.21 or.21 Este Este libro libro cum plió de forma espléndida espléndida una serie de funciones: denunció el atraso médico español y la necesidad de incorporarse plenamente a Europa, expuso las bases conceptuales y metodológicas de la nueva medicina y resumió lo esencial de los nuevos conocimientos anatómicos y fisiológicos, patológicos y terapéuticos. La posición que en él ocupa la doctrina de la circulación contrasta con la que tenía en las obras de Bravo de Sobremonte y los otros galenistas “moderados”. Si para estos últimos se trataba de una mera rectificación de detalle, para Cabriada constituye la piedra angular de la nueva fisiología y en general de la nueva medicina. No se reduce por ello a ofrecer una excelente síntesis de la fisiología circulatoria de acuerdo con los últimos descubrimientos, sino que insiste repetidamente en su transcendencia para todos los aspectos del saber médico: “Es, pues, nuevo invento anatómico la circulación de la sangre, que Harvey, médico del Rey de Inglaterra, tanto ilustró. ¿Qué utilidades nos ha traído a la medicina esta nueva doctrina? ¿Qué no se varía de la antigua antigua por ella e lla ?” 22 Si Bravo y los los galenis galenistas tas “ m oderaode rados”, tras aceptar la doctrina de Harvey, mantenían intocada la esfigmología galénica, Cabriada, por el contrario, afirma que “la doctrina de los pulsos, después que se sabe la circulación de la sangre en el cuerpo humano, está clara y patente, sin
20 F r a n c i s c o
D e m o rb is en d em icis ic is C oesa oe sa r Aug A ug u sta st a e. Zaragoza, 1686; T o m á s L o n g a s : Enchiridion novae et antiquae historiam fibris... Ducis de Villa-hermosa, et tractatus, valde utilis, pr o cu ra tio ti o n e in univ un iver ersu sum m . Zaragoza, 1689. C f. el testimonio de B o t t o n i : Op. cit., pág. 90. an d e C a b r i a d a : D e los tiem ti em p o s y es p er ien ie n cia ci a el m ejor ej or re m e d io 21 J u an al mal; por la nova-antigua medicina. Carta filosófico-médico-química... Madrid, 1686 (1687). Cfr. mi estudio acerca de este autor, publicado en S an an
J ua ua n
y
D om ingo:
este volumen, pp. 175190. 22 C a b r i a d a : op. cit., pág. 21.
M ed ic in a m od erna er na y so ci ed a d espa es paño ñola la
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los oscuros velos con que la Antigüedad la enseñaba mediante la facultad pulsáti pulsátil, l, que es ininteligible” ininteligible” . 23 Pero n o es éste éste el único aspecto que, según el médico valenciano, modifica la obra de Harvey. Con una comparación que irritaría de modo especial a sus enemigos tradicionalistas, y que sería profusamente utilizada por otros novatores, la llegó a calificar de "nuevo sol de la Medicina”. Con “el nuevo sol que nació en la Medicina con el invento de la circulación de la sangre, se destruyen, mediante la iluminación que esparce (por esto le llamo sol) muchas nieblas antiguas, que nos impedían dilatar la vista por el espacioso campo de la naturaleza, y poder llegarnos llegarnos más más de cerca al con ocim ien to de la verd ad ” . 24 Resulta casi una ironía que el autor de estas líneas fuera precisamente el hijo del mejor amigo de Matías García, el más cerrado adversario español, como hemos visto, del descubrimiento de Harvey. El libro de Cabriada lleva tres prólogos de gran interés para conocer el movimiento novator español. Uno de ellos es del catedrático zaragozano, antes citado, José Lucas Casalete, que aprovecha la ocasión para defender la doctrina circulatoria. Otro, firmado por Dionisio de Cardona, constituye por sí solo un texto fundamental del citado movimiento. Centrado en una valiente defensa de la “libertad en el filosofar”, Cardona se preocupa también de poner de relieve la transcendencia del descubrimiento de Harvey: “¿Cuáles razones sensatamente fundadas para examinar muchísimos males no suministra la cierta noticia de d e la circ ulación ulac ión de la sang re?” 25 Resulta lógico que una postura tan terminante como la de Cabriada provocara la inmediata reacción de los galenistas. La dura polémica que siguió se realizó a través de folletos anónimos. De los siete que me ha sido posible localizar, defienden la circulación de la sangre los tres favorables a Cabriada, mientras que los cuatro publicados en su contra la atacan. También es partidario de la doctrina de Harvey el médico 2:1 Ibid. op. cit., p á g . 147. •’ •r> ( 'ah 'a h iíia ií iadd a: op. cit., “Aprobación” de Dionisio de Cardona (s. n.). M C a u k i a o a :
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catalán Cristóbal Tixedas, autor de un nutrido volumen en defensa de la obra y las las ideas del valen va len cia n o.26 o.26 El eco de esta polémica persiste en otras dos similares mantenidas durante los años siguientes: la habida entre el veronés Gazola y el Zapata joven, y la que en torno a la quina sostuvieron Colmenero y Tomás Fernández. José Gazola era un médico veronés que residió tres años en Madrid, formando parte del séquito del embajador de Ve necia. Es sobre todo recordado por su obra postuma, II mondo ingannato da falsi medici (1716), viva crítica de la medicina en general y muy particularmente del galenismo, que contaba todavía con numerosos seguidores en la Italia de la época. Durante su estancia madrileña publicó una especie de anticipo de la misma, bajo el título de Entusiasmos médicos, políticos (169 0).277 En este este libro libro defien de la doctrina doctrina y a stro st ro n óm icos ic os (1690).2 circulatoria, remitiendo a la Carta de Cabriada de la que hace un cálido elogio. Al año siguiente apareció, también en Madrid, el escrito de Diego Mateo Zapata Verdadera apología en defensa de la medicina racional, consagrado a atacarlo ferozmente. mente . 28 Zapata, Zapa ta, q ue p o co tiem po más tarde se conv ertiría en el más destacado de los innovadores médicos españoles, era todavía un seguidor de las ideas galénicas y desde ellas rebatió e insultó al médico veronés y también a Cabriada, de quien afirmó había copiado Gazola. La circulación de la sangre le parecía en estas fechas especialmente inaceptable. “Este portentoso invento anatómico de la circulación de la sangre, que tanto blasonan la caterva de químicos y tanto ha ensalzado el Doctor Cabriada, que le llama nuevo sol porque le parece ha destruido destruido las las tiniebl tinieblas as de los antigu os...” 29 dice con desprecio. 26 Mi estudio sobre Cabriada citado en la nota 21 se ocupa con algún detalle de estos escritos polémicos. 27 J o s é G a z o l a : Entusiasmos médicos, políticos y astronómicos. M adrid, 1690. 28 D iego M at a t e o Z a p a t a : Verdadera apología en defensa de la me
dicina racional, filosófica, y verdadera respuesta a los entusiasmos médi cos que publicó en esta Corte D. José Gazola... Madrid, s. a. (1691). 29 Z a p a t a : op. cit., p á g . 5 1 .
M ed ic in a m oder od erna na y so cied ci ed a d españ esp añola ola
145 145
En 1697 volvió a reproducirse el choque entre innovadores y tradicionalistas con motivo del tardío ataque, muy apoyado en el galenismo francés, que el catedrático de Salamanca José Colmenero lanzó contra contra el uso de la la qu ina .30 Le rep licó al al año siguiente el iatroquímico Tomás Fernández con su Defensa de la chinachina, 31 en la la que citó y recome ndó la Carta de Cabriada. Se adhirió en especial a la opinión del médico valenciano acerca de la importancia de la doctrina circulatoria como uno de los fundamentos de la nueva medicina. El año 1697 fue también la fecha en la que un grupo de novatores sevillanos fundó la primera institución científica española al servicio de las corrientes modernas: la que después sería llamada Regia Sociedad de Medicina de Sevilla. Sin entrar en la importante labor que este centro desarrolló durante el siglo x v i i i , nos limitaremos a recordar que los primeros escritos de sus fundadores y los ataques que merecieron por parte de los galenistas, incluyen abundantes referencias a la circulación de la sangre. La personalidad médica más interesante de los fundadores de la Regia Sociedad es, sin duda, Salvador Leonardo de Flores. En el mismo año 1697 publicó un libro titulado D e s e m p e ñ o al método racional en la curación de las calenturas tercianas , 32 en la que defendió unas ideas modernas enteramente coincidentes con las de la Carta de Cabriada. Fue impugnado desde el galenismo por Alonso López Cornejo, catedrático de la universidad de Sevilla, en su obra Galeno ilustrado, 33 que mereció a su vez una réplica por parte de Flores en un escrito prologado, por cierto, por el mismo Juan Juan de Ca briad br iad a.34 a.34 Muy
30 J o sé sé
Reprobación del pernicioso abuso de los polvos del quarango o china-china. Salamanca, 1697. 31 T o m á s F e r n á n d e z : D ef en sa d e la ch in a-ch a- ch in a ... Madrid, 1698. Cfr. el estudio de J . R . Z a r a g a z a : La defensa de la quina de Tomás A ctaa s 11 C on g reso re so E spañ sp añol ol d e H istor ist oria ia d e la M ed icin ic ina. a. SalaFernández. Act Colm enero:
manca, 1965, vol. I, pp. 393402.
32 S a l v a d o r
de F l o r e s :
D es em p eñ o al m é to d o racio ra ciona nall en la cura cu ració ció n
de las calenturas tercianas. Sevilla (1697). 33 A l o n s o L ó p e z C o r n e j o : Galeno ilustrado, Avicena esplicado, y los doctores sevillanos defendidos... Sevilla, 1698. A n iip ii p olog ol og ia m é d ic a ... .. . Madrid. 1705. 34 S a l v a d o r d e F l o r e s : An 10
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significativa es la actitud que los dos oponentes de esta polémica mantuvieron frente a la doctrina de la circulación sanguínea. El novator, Salvador de Flores, la defendió como uno de los fundamentos de la nueva medicina, en la misma línea que ya conocemos. El galenista, López Cornejo, la aceptó también, pero pretendiendo que Harvey no había hecho sino aclarar un saber ya existente en las obras de Hipócrates y Galeno. Las otras polémicas habidas en la Sevilla de estos años entre galenistas y partidarios de las otras ideas fueron de menor altura e interés. Solamente anotaremos que los novatores fueron Miguel Melero y Juan Ordóñez de la Barrera, mientras que como defensores de la tradición figuraron Cristóbal de Pedrosa y Pedro Ossorio de Castro, ambos catedráticos de la universidad sev illan a.35 a.35 Resulta curioso que en los trabajos de Izquierdo antes citados se mantenga que Valencia y Sevilla —centros fundamentales, como hemos visto, de la renovación médica española—■ permanecieron cerrados a la doctrina de Harvey, mientras que parece admitirse que Alcalá —refugio junto a Salamanca de los galenistas intransigentes— fue mucho más abierta en este punto. ¿Qué razones pudo tener dicho autor para llegar a unas conclusiones tan opuestas a la realidad histórica? En el caso de Valencia y de Sevilla, no cabe duda que el desconocimiento de las fuentes. En el caso de Alcalá, la interpretación equivocada de una referencia leída en la literatura secundaria. Afirma, en efecto, Izquierdo que “en Alcalá de Henares también fue defendido Harvey por el profesor complutense don Luis En ríquez d e Fons Fo nseca eca ” . 36 La obra en la la que llevó llev ó a ca b o tal tal defensa sería, según el fisiólogo mejicano, Novae securae cura tiones podagrae (sie.). En su tratadito sobre la “podagra”, Enríquez de Fonseca no hace, en realidad, ninguna referencia a la circulación de la sangre, cuestión que, por el contrario, es el tema de otra obra suya titulada De Motu seu de circulatione (1 68 7).3 7) .377 En este escrito, sin sin embar em bargo, go, lejos de d e defe de fen nsanguinis (168 35 Cfr. acerca de estas polémicas H e r n á n d e z M o r e j ó n : op. cit., vol. VI, pp. 222228. 36 I z q u i e r d o : Estudio de los factores.... pág. 208. se u d e circ ci rcu u la tion ti on e sang sa ngui uini niss 37 Luis E n r í q u e z d e F o n s e c a : D e M o tu seu
M ed ic in a m od ern er n a y so c ied ie d a d espa es paño ñola la
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der a Harvey, se mantuvo en una línea enteramente coincidente a la del galenista sevillano López Cornejo, afirmando que (¡aleño ya conocía la circulación de la sangre, aunque no desarrolló su doctrina. liste tosco recurso de pretender que en los clásicos se encuentran ya novedades de importancia capital ha sido siempre un subterfugio del tradicionalismo para intentar restar peligrosidad a doctrinas que ya no era posible negar. En el momento inmediatamente anterior la táctica defensiva era, por supuesto, la inversa: se negaba la validez de la nueva teoría, recurriendo a la autoridad de los mismos clásicos que ahora resultaban ser sus sus “ auténticos auténticos descu bridore s” . En España, España, además además de Lóp ez Cornejo y Enríquez de Fonseca, esta postura fue adoptada, en lo relativo a la circulación de la sangre, por Pedro Aquenza y M ossa ossa.. Sardo de origen y form ado científicam ente en Pavía, Aqu A quen enza za lle ll e g ó a ser p ro to m é d ico ic o en Españ Esp aña. a. E n 1696 p u b lic li c ó cu Madrid su libro D e sanguinis des tinado nado a imsanguinis missione , 38 des pugnar el Erasistratus de Lucas Antonio Porzio. En él aceptó la circulación de la sangre, aunque asegurando que había sido conocida en sus rasgos fundamentales por Hipócrates y otros autores de la Antigüedad. El galenismo “moderado” de la España de los últimos años d e l siglo x v i i supo, sin embargo, adoptar frente a la doctrina d e Harvey actitudes más limpias y constructivas. Su máximo oponente fue, sin duda, el catedrático barcelonés Joan d’Alós, cuya interesante obra ha sido notablemente deformada por algunos estudios empeñados en convertirlo en el máximo defensor d e las las nuevas ideas ideas médicas en E spa ña .39 Alós no perten eció al grupo de los innovadores, sino que fue uno de los galenistas moderados cuya apertura a las nuevas corrientes le per l.ilirlhi S Unicus. Nápoles, 1687. La confusión de Izquierdo se explica
quizá por haberse apoyado en la confusa cita de H e r n á n d e z M o r e j ó n (<>. <•//., vol. VI, pág. 154), que considera como una obra única el volumen encabezad enca bezadoo por el tratado tratado de ‘‘po dagra da gra"— "— que reúne reúne en en realidad realidad cinco producciones distintas en Enríquez de Fonseca. D e san guin gu inis is mi ssi one on e libri libr i IV . Cont Co nt ra ¡‘.ra ¡‘.rasis sislrah' lrah'i-Por i-Porliani liani Diá logos IV ... M a d r i d , 1696. :,l‘
P e d r o A q u e n z a y
M o s s a :
:,!l Además de los trabajos de J. J. dios son los artículos de J. P i - S u n y e r
antes citados, estos estuJoan d’Alós. Med. Catal., 8,
I zquierdo B a y o :
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mitió mantener el fértil eclecticismo presente en su libro D e corde hominis disquisitio physiologicoanatomiea (1694 ),40 la exposición de mayor importancia que la España de este siglo dedicó al aparato cardiovascular. Además de las cuestiones fisiológicas, se ocupa de la anatomía cardíaca, de la transfusión sanguínea y la inyección endovenosa y, sobre todo, de la anatomía patológica del corazón y las arterias. La parte fisiológica no es una mera defensa de la doctrina de Harvey, puesto que el médico catalán incorpora en ella la compleja problemática planteada durante los tres cuartos de siglo transcurridos. Junto a una exposición muy competente de la doctrina circulatoria propiamente dicha, discute extensamente problemas como el origen de la sangre, la generación de los “espíritus vitales”, las relaciones entre respiración y circulación, y la naturaleza de la contracción cardíaca. En ello reside el interés de esta obra y no en ser una de las primeras defensas españolas de la circulación sanguínea, doctrina que como hemos visto contaba en España con partidarios partidarios del tipo de Alós — es decir, gale nist nistas as m odera od erados dos”— ”— desde trei treinta nta años antes antes y con defensores plenamente “modernos” desde hacía quince. A pesar de su gran apertura a las más recientes novedades, el médico catalán sigue pensando, en lo que respecta a la repercusión del descubrimiento de la circulación sobre la patología galénica, que “ lejos de alt altera erarl rla, a, la la ilust ilustra ra y perfe pe rfeccio ccio na ” . 41 Esta Esta era era también la postura de Jaume Solá, un médico barcelonés contemporáneo y amigo de Alós. No sólo prologó la obra cardiológica de este último, sino que dejó manuscrita una Questio de circulatione sanguinis, que actualmente se conserva en la Biblioteca de la Real Real Academ ia de M edicina de B arce lon a.42 a.42 38990 blood. He d’Alós
(1938); y, Joan d’Alós and the doctrine of the circulation of the Yale / . Biol. Bi ol. M e d ., 27 , 415 (1955). dedicado a esta figura el estudio, La obra cardiológica de Joan (16171695). Med. Esp., 49, 409423 (1963).
40 J o a n
D ’Aló s:
Barcelona, 1694.
41 A l ó s :
D e c o r d e homi ho mini niss d isqui isq uisit sitio io p h y sio si o log lo g ico ic o -a n a to m ica ic a .
op. cit., pág. 189197.
42 Está incluida entre otros tratados en el volumen titulado Varia Opera Medica D. Sola. Cfr. su descripción en Bib B iblio lio gra gr a fía M ed ica ic a l de Catalunya. Barcelona, 1918, pp. 408409.
JUAN BAUTISTA JUANINI (16361691) Y LA INTR IN TROD ODUC UCCI CIÓN ÓN EN ESPAÑA ESP AÑA DE LA MEDICINA MODERNA Y DE LA IATROQUÍMICA
Giovanni Battista Giovannini (16361691) e gli inizi in Spagna della medicina moderna e della iatrochimica. Castalia, 21, 8398 (1965). El trabajo fue objeto de una comunicación al II Congreso Español de Historia de la Medicina (Salamanca, 1965).
hace algunos años viene prestándose una atención creciente al estudio de la la introd introd ucción en España de la medicina y de la ciencia moderna. En una serie de trabajos anteriores,1 he intentado intentado contribui contribuirr a dicho estudio con el aporte de materiales correspondientes a los comienzos de tal proceso histórico, es decir, relativos a los médicos y científicos españoles de los últimos años del siglo xvn que rompen abiertamente con los esquemas tradicionales. En las obras de estos hombres se inicia, en efecto, una profunda renovación cuya realización madura y sistemática tendrá lugar a lo largo de la centuria siguiente. Quisiera considerar en este artículo la importante contribución que prestó a dicha fase inicial el médico italiano Giambattista Giovanini que, afincado en España, castellanizó su nombre como Juan Bautista Juanini. Su actividad es uno de los aspectos menos recordados de un capítulo muy poco estudiado de las relaciones culturales entre ambos países: la influencia italiana en la introducción de la medicina moderna en España. I ^
I.
esde
El
hombre
Los repertorios usuales no proporcionan prácticamente información acerca de Juanini. Su nombre no está incluido en los grandes diccionarios de biografías médicas, desde el que publicó Manget cuarenta años después de su muerte, hasta el Bio B iogr grap ap hisc hi sche hess L ex ik o n dirigido por Hirsch. No figura
1 López
Piñeko
(núms.
15
a
21
de la bibliografía).
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José María López Piñero
tampoco en la gran obra de bibliografía española de Nicolás An A n ton to n io, io , que qu e era rigur rig uros osam amen ente te con co n tem te m p orá or á n e o suyo su yo,, lo que qu e explica, sin duda, su ausencia de tratados posteriores, incluida Hist istor oria ia d e la M ed ic in a E spañ sp añ ola ol a de Anastasio Chinchilla. la H Las únicas referencias que he podido encontrar se hallan en Hist istor oria ia bibl bi blio iogr gráf áfic ica a d e la M e d ic in a E spañ sp añ ola ol a de Hernánla H dez Morejón, y en el libro Notizie istoriche intorno a medid scrittori Milanesi que publicó Bartolomeo Corte en 1718. Con posterioridad a las mismas, solamente he localizado una breis to ire ir e d e la C h im ie vísima alusión a su obra en la ya antigua H isto de Hoefer, y una consideración algo más larga de la misma en el trat tratado ado de histo histori riaa de la ciencia de Ly nn Thorndike.2 T horndike.2 No se ha dedicado hasta ahora, que yo sepa, ningún estudio, largo o breve, a su figura. Reconstruiremos, por tanto, los datos más importantes de su biografía a base de los testimonios existentes en sus propios escritos. N ació Juanini Juanini “ en el estado de Milá n” el año 1636.3 16 36.3 Estudió medicina en Pavía, ciudad en la que ejerció después la profesión fesión desde 1660 1660 a 1663.4 Con anterioridad anterioridad había estudiado estudiado o ejercido también en Milán, ya que sabemos que realizó allí una autopsia en 1 655.5 65 5.5 El año 1667 1667 entró al al servicio del príncipe cip e español Jua Juan n José de Aus A ustria,6 tria,6 el famoso famos o hijo bastardo de Felipe IV que tan importante papel político jugó en la política de la primera mitad del reinado de Carlos II. Como cirujano de cámara del mismo continuó Juanini hasta la muerte de su señor, acaecida en 1679. Es indudable que hubo entre ambos una estrecha relación amistosa. El médico milanés dedicó a Juan José de Austria su primera obra, y le mantuvo públicamente fidelidad y afecto muchos años después de su muerte. En uno de los libros que publicó con posterioridad a 2 H e r n á n d e z M orejón 193195; H o e f e r (12), vol.
(11). Vol. VI, pp. 164166; C o r t e (7), pp. II, p. 262; T h o r n d i k e (28), vol. VII, p. 521,
vol. VIII, pp. 430431. 3 C o r t e (7), loe. cit.
4 Dis D iscu cu rso rs o (1), 46v. D iscu cu rso rs o (1), 24r. 5 Dis 6 Nueva Idea Physica (3), 2r.
M ed ic in a m od erna er na y so c ie d a d espa es paño ñola la
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167 1679 incluyó incluyó un fervoroso fervoroso elogio del pr ínc ipe ,7 y en otro, otro, el el informe de la autopsia autopsia que le hizo al em balsam arlo.8 El testestimonio de Juanini permite descubrir facetas en la personalidad de Juan José de Austria que no han sido hasta ahora consideradas. En lo que a nuestro tema importa, resulta evidente su papel como uno de los primeros miembros de las clases dirigentes de la España de su tiempo que se interesaron activamente por la ciencia y la técnica modernas, prefigurando las características de los nobles y monarcas ilustrados de la centuria siguiente. Seguía, en efecto, la literatura científica de la época con perfecto conocimiento de varios idiomas, mane jaba ja ba con co n destre des treza za los instru ins trume mento ntoss de obse ob serv rvac ació ión n astr as tron onóm ómica ica,, asistía a la realización de experimentos fisiológicos, y era un gran aficionado a la mecánica, habiendo construido personalmente varios aparatos. En España residió Juanini fundamentalmente en dos ciudades: en Zaragoza primero, y luego hasta su muerte en Madrid. E n Zaragoza estuvo en directa relación con el grupo de médicos que por entonces formaban uno de los núcleos renovadores más importante del país. Conocemos su amistad personal con José Lucas Casalete, catedrático de medicina de aquella universidad, que escribió una “censura” laudatoria para uno de sus sus libro s.9 Casalete Casalete fue la cabeza de una de las las polémicas que mantuvieron a finales de siglo en España los galenistas y los partida partidarios rios de las las nuevas nuevas ide as .10 Sabemos también que Juanini contribuyó a la difusión de estas últimas en el ambiente zar agoza ag oza no .11 Su influencia deb ió pesar en la posibilitación de hechos como la vigencia de la iatroquímica dentro del mismo, o la introducción de la doctrina de la circulación de la sangre
7 Nueva Idea Physica (3), 213. 8 Cartas (5), 1718. 9 Nueva Idea Physica (3). 10 Acerca de las polémicas en torno a las obras de Casalete y sus discípulos, véase mi trabajo dedicado al grupo de novatores de Zaragoza (núm. 22 de la bibliografía). 11 Nueva Idea Physica (3), 2r.
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en la enseñanza de su universidad, con notable antelación a las las demás de Esp E sp a ñ a .12 Otra significativa amistad española de Juanini fue Juan de Alós, Aló s, cate ca tedd ráti rá ticc o d e M e d icin ic inaa en Barc Ba rcel elon ona. a. Alós Al ós es rec re c o r d a d o principalmente por su tratado de cardiología (1694), en el que realiza una competente defensa de la circulación de la sangre, además de exponer novedades del interés de la transfusión sanguínea y la inyección endovenosa, e incluir un amplio repertorio de anatomía patológica del sistema circulatorio, con algunos casos propios. En otro lugar lugar 13 me he esforzad o en dem ostrar que, a pesar de ello, el catedrático barcelonés no era un auténtico novator, sino un galenista moderado, extraordinariamente abierto a las nuevas corrientes, pero anclado básicamente en los esquemas tradicionales. Ello no le impidió, sin embargo, mantener una excelente relación con Juanini, que debió iniciarse con motivo de la estancia de Juan José de Austria en Barcelona. Alós “prologó”, en efecto, dos de sus libros en términos términos muy elo e logg ios os .14 En Madrid, en cambio, no debió encontrar el médico mila nés una acogida muy propicia por parte de los diferentes novatores españoles, aun los más afines a su ideología. En ninguno de los escritos de estos últimos aparece citada su obra, contra lo que era de esperar. Quizá pesaron en ello razones políticas relacionadas con su estrecha conexión con el fallecido Juan José de Austria, cuyo detalle desconocemos, pero que se traslucen en líneas generales en algunos párrafos de sus escritos. Solamente dos figuras médicas de relieve pertenecientes al ambiente médico madrileño escribieron prólogos a sus obras: Andr An drés és G ám ez y M a rce rc e lino lin o B oix oi x M o l in e r .15 .15 Es curi cu rios osoo que qu e ambos montuvieran después polémicas con los auténticos iatro químicos españoles —los correligionarios de Juanini—, el pri-
12 V. el significativo testimonio de B o t t o n i (6), 68. 13 L ó p e z P i n e r o (18). 14 La Nueva Idea Physíca (3) y las Carias (5). 15 Gámez fue el autor de una de las “censuras” de la segunda edición castellana del Dis D iscu cu rs o (4). Boix y Moliner prologó las Cartas (5).
M ed ic in a m od ern er n a y so cied ci ed a d espa es pa ñola ño la
155 155
mero desde un galenismo moderado semejante al de Alós, y el segundo desde una postura postura modern a pero antisistem an tisistem ática .16 De gran interés es también conocer las relaciones que Juanini mantuvo desde España con diferentes personalidades de la medicina europea de su tiempo. De todas ellas, destacan, en Francia, dos importantes seguidores de la iatroquímica: el catedrático de Toulouse François Bayle, con el que mantuvo con tacto epistolar desde Zaragoza en torno a 167 6,17 6,17 y el el célebre R aym ond Vieussens, Vieussens, al que lleg l leg ó a visita visitarr en M ontpelli ont pellier er 18 y cuyos trabajos neuroanatómicos tuvieron, como vamos a ver, una influencia decisiva en la parte final de su obra. En Italia, sobresale sin disputa la figura de Francesco Redi, con el que se entrevist entrevistóó en Floren cia en año 1 68 6,19 6,19 y al al que dirigió una de sus sus más importan tes ob o b ra s.2 s. 20 Juanini falleció en Madrid en 1691, poco después de la publicación de su último libro. En él nos da una confusa noticia de unas polémicas profesionales que debieron amargar los últimos meses de su v id a .21 .21 II.
La
obra
La producción literaria de Juanini está muy incorrectamente recogida por los pocos autores que se han ocupado de su figura. Corte da una noticia extraordinariamente confusa. Hernández Morejón solamente conoce la segunda edición de su Discurso, y duda que sus demás escritos hayan llegado a imprimirse. Hoefer y Thorndike únicamente han manejado la traducción francesa de esta misma obra. Incluso el repertorio bibliográfico de Palau Dulcet da una referencia llena de ine16 V. acerca acerc a de Andrés Gámez, el artículo artículo que le dedica dedi ca H e r n á n d e z M o r e j ó n (11), vol. VI, pp. 5663; y sobre Boix Moliner, el estudio monográfico de P r i e t o A g u i r r e (24). 17 Nueva Idea Physica (3), 2r. 18 Cartas (5), 9. 19 Cartas (5), (5), p. 2 s. s. núm. núm. de “ Al lector” . 20 Cartas (5) 21 Carlas (5), (5), pp. 1516 s. s. núm. núm. de “ Al lector” .
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xactitu des.2 des .22 E llo nos obliga a detenernos detenernos brevemente en los datos externos de sus obras impresas. La primera obra publicada por Juanini es la titulada Discurso político y phísico, cuya edición original apareció en Madrid en 16 79.2 79 .233 Su tema central cen tral es el estudio q uím ico de las sustancias que impurifican el aire de Madrid y de sus consecuencias higiénicas y sanitarias. Ello le da ocasión de ocuparse de diferentes cuestiones fisiológicas, patológicas y terapéuticas, interpretadas desde los esquemas iatroquímicos. Defiende asimismo de pasada la doctrina de la circulación de la sangre. En esta primera edición el libro está dedicado a Juan José de Austria Aus tria — q u e f a l le c i ó a los p o c o s meses me ses d e a p a rec re c ido id o — y n o lleva ningún prólogo o “censura”. En 1685 apareció en Toulouse la traducción francesa de esta obra, que había realizado Jean Courty, bajo el título de Disser1689 pu blicó bl icó Juanini Juanini la segunda edición tation physique. 24 En 1689 castellana de la misma, ampliada con una “segunda parte” que incluía “un método preservativo de los malos humores y exhalaciones”, y una exposición de la forma de preparar, para fines terapéuticos, el café, el te te y el vino q u in a d o.2 o. 25 En esta esta ocasión la dedicatoria iba dirigida al propio Carlos II, y llevaba las “aprobaciones” de dos de sus médicos de cámara, uno de los cuales es el ante antess citad o Andrés G á m ez .26 La segunda obra de Juanini, aparecida en Zaragoza en 1685, es el primer volumen de la Nueva Idea Physica Natural, 27 y lleva entre sus prólogos laudatorios, los redactados por Juan de Alós y José Lucas C asa lete.28 lete.28 Consiste Consiste en en un un amb icioso intento de explicación del mundo físico a partir de la “esencia
22 P a i . a u
(23), vol. IV, p . 142. Las otras referencias en los lugares citados en la nota núm. 2. D iscur urso so (1). 23 Disc Di sserta rtatio tion n (2). 24 Disse D iscur urso so (4). 25 Disc 26 El otro era Francisco de Riva del Castillo y Briones, catedrático de medicina en la universidad de Alcalá. 27 Nueva Idea Physica (3). 28 Un tercer prólogo está redactado por el teólogo dominico Fray Anton An tonio io de Iribarren, Iribarr en, otra de las amistades aragonesas aragones as de Juanini. D u lcet
M ed ic in a m oder od erna na y so cied ci ed ad españ esp añola ola
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motriz” del mismo, que Juanini identifica con las dos sustancias químicas básicas: los “sales” ácido y álcali. Como luego veremos, este primer volumen incluye una cosmogonía basada en este esquema, una exposición de las propiedades y “diversas figuras” de las “materias motrices”, y una serie de capítulos consagrados a la “fermentación” como proceso químico y dinámico fundamental. Juanini tenía planeada la obra en tres volúmenes, y destinaba el segundo a la aplicación de esta doctrina a problemas físicos como el calor, la luz, etc, y el tercero a la utilización de la misma en el conocimiento del organismo humano sano y enfermo. Sabemos por Alós que poco antes de su muerte tenía ya redactado el segundo tomo, pero no llegó a imp rim irlo.2 irlo .299 Su última obra, p or el contrario, consticon stituyó una especie de adelanto del contenido del tercero. Este último libro, titulado Cartas... en las cuales se dice que el sal ácido y álcali es la materia que construye los espíritus animales apareció impreso impreso en Mad rid el año 1691 .30 C on -
siste en una exposición monográfica de la anatomía, la fisiología y la patología del sistema nervioso. El texto fundamental de la obra es el de una larga carta que sometió a la crítica de Francesco Redi, cuyo elogioso juicio también se se inc luye lu ye .31 Como apéndices se añaden ortras cartas que sobre el mismo lema cruzaron el autor y Juan Matías de Lucas, médico de la reina reina de Po rtu ga l.32 Las Las “ apro bacion es” está están n firmadas firmadas por por Miguel Boix Moliner y por Juan de Alós. La mera noticia del contenido de sus escritos permite ya adelantar que, desde el punto de vista ideológico, Juanini fue 1111 decidido seguidor de la iatroquímica. Su obra no se redujo, sin embargo, a una reproducción servil de las doctrinas de Silvio. Su actividad, por el contrario, constituyó una digna 29 Carlas (5), 95. 30 Cartas (5). 31 Carlas (5). La carta a Redi, fechada en Madrid el 8 de mayo de 1688 ocupa las páginas 172. La respuesta de Redi, reproducida previamente, lleva el encabezamiento de "Florencia, el 25 de junio de 1688". 32 Cartas (5). Son dos cartas de Juan Matías de Lucas, enviadas a Juanini desde Lisboa durante 1689 y 1690, y la respuesta del milanés a la primera de ellas (pp. 7394).
]o ] o s é M a ría rí a L ó p e z P in e r o
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réplica de la labor del gran médico holandés. Aparte de centrar ferr m en ta tio ti o , supo estar abierto sus estudios en la teoría de la fe a otros campos de la ciencia de su tiempo, y como Silvio, no fue ajeno a la influencia de Descartes, defendió ardientemente la circulación de la sangre, y fue un activo cultivador de la anatomía normal y patológica. Junto a Silvio, le influyeron también otros autores iatroquímicos, en especial los ingleses Thomas Willis y John Mayow. De esta forma, fue uno de los primeros defensores de la doctrina del “espíritu nitroaéreo” de este último, mientras que Willis pesó decisivamente en su preferente interés por la morfología del sistema nervioso. En la parte final de su vida experimentó también el influjo de Raymond Vicussens, otra gran figura de la neuroanatomía, y al mismo tiempo el médico francés más resueltamente iatro químico. La modernidad de su actitud ante los problemas teóricos del conocimiento científico fue, por otra parte, reforzada a través de su relación con el también iatroquímico François Bayle, al que debió la asimilación de lo fundamental del pensamiento de B a c o n .33 .33 Basta con lo dicho para conocer la total adscripción de Juanini a la facción “moderna” de la medicina de su tiempo. Pero el milanés fue un novator en un ambiente muy peculiar: la España de finales del siglo xvn. Ello plantea una serie de cuestiones, cuyos principales aspectos tendremos que recoger al realizar el análisis de su obra. Con el fin de hacerlo ordenadamente, estructuraremos nuestra exposición en tres epígrafes: 1. 2. 3.
1.
La iatroquím ica. La anatomía normal y patológica. patológ ica. La “m odern od ernida idad” d” de Juanin Juaninii dentro del ambiente médico español de su tiempo.
La iatroquímica
Las doctrinas iatroquímicas que encontramos en los escritos de Juanini no difieren sustancialmente de las que había 33 V. especialmente Nueva Idea Physica (3), 2r.
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formu lado S ilv io.34 io.34 La “ ferm enta ción” es el proc eso qu ímico fundamental. Los “sales” ácido y álcali, las sustancias químicas básicas o “materias motrices”. A este esquema central incorporó, sin embargo, diferentes novedades parciales, la más importante de las cuales es la teoría de Mayow, antes citada, relativa a las las “ materias materias nitrosas” nitrosas” o “ espíritu nitr oaéreo oaé reo”” . 35 Juanini aplicó estas doctrinas a muy diferentes problemas. En primer término, en su Discurso político y phísico, tal como hemos visto, a una cuestión sanitaria: “los movimientos y efectos que produce la fermentación y materias nitrosas en los cuerpos sublunares, y las causas que perturban las saludables y benignas influencias que goza el ambiente de esta imperial villa de Ma drid ” . 36 Su punto d e partida partida es es la crítica de la opinión vulgar acerca de la “saludable condición” de Madrid, que estaba exclusivamente basada en la falta de grandes epidemias, y sobre todo, en la incorruptibilidad de las heces y los cadáveres de animales, hecho que era pretexto para un vergonzoso abandono de la higiene pública. Frente a tan superficial opinión desea descubrir “la raíz de las enfermedades... que la van van desposeyen do de su antigua antigua cond ición de saludable” . 37 Anal An aliza iza,, para pa ra ello el lo,, “ las causas cau sas que qu e pres pr eserv ervan an a una un a sustan sust ancia cia de co rru pci ón ... y las las que las las destruyen, destruyen, disipan disipan y consum en” . 38 listas causas tienen que residir en el aire, por lo que hay que “anatomizar el aire... la superficie del suelo y calles de Madr id” id ” . 39 El resultado de este análi análisis sis es es una teoría explicativa del fenómeno: “El aire de Madrid preserva de corrupción por esta estarr lleno de sales” . 40 “ El mismo aníbiente aníbiente y superficie de de la tierra, por estar llena de sales, es bastante para destruir con brevedad los excrementos, porque el sal tiene propiamente vir-
34 C f.
L ó p e z P iñebo (22).
35 Decisiva, como es sabido, como paso previo para el descubrimiento del oxígeno y de la naturaleza de la hematosis pulmonar. V. la bibliogra Iia citada en la nota anterior. D iscu curs rsoo (1), portada. 36 Dis D iscu curs rsoo (1), 3r. 37 Dis D iscu curs rsoo (1), 3v. 38 Dis D iscu curs rsoo (1), 4r. 39 Dis D iscu curs rsoo (1), 5r. 40 Dis
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tud de deshacer y resol resolver ver las las heces” hece s” , 41 y por otra otra parte parte,, “ no causará admiración el que los cadáveres no se pudran, ni causen mal olor en el aire, según sucede en otras partes, en donde no hay sales que las preserven; porque todas, como se ha dicho, preservan las carnes y los cadáveres de putrefacción y corrupció n ” 42 El p recio rec io que cuesta a la salud salud de los habitantes habitantes de Madrid este abandono de la higiene pública es, sin embargo, muy grande. Juanini explica sus efectos nocivos porque con las descomposiciones “se van levantando continuamente vapores en el aire llenos de sales nitrosos; y no tan sólo el aire se llena de éstos, que tienen virtud fermentativa, sino que también queda que da llena toda la superficie de la tierra” tierra” . 43 Esta Esta es es la razón por la que “el aire de Madrid... es a los hombres nocivo y les causa varias enfermedades, que por falta de conocimiento se atribuyen a otras, sin atender a las que oculta el aire en sus entrañas” entrañas” . 44 Juanin Juaninii explica, de acu erdo c on esta esta teoría, teoría, la la poca longevidad de los habitantes de Madrid, diversas taras orgánicas, varios tipos de muertes repentinas, las pleuritis o “dolores de costado”, y diferentes clases de fiebres, en especial las “ sincópale sincópales” s” . 45 El tema central del propio Discurso da ocasión a que Juanini se ocupe con cierta extensión de varias cuestiones fisiológicas interpretadas desde los supuestos iatroquímicos. Las más importantes son las relativas a la digestión y a la respiración. La primera la expone de acuerdo con las publicaciones de Willis y de Jean Baptiste Du Hamel, tras atacar expresamente la teoría teoría galén ga lén ica .46 .46 Los procesos pro cesos respira respiratorios torios se explican, como com o era de esperar, según la doctrina del “espíritu nitroaéreo” de M ayow, ayo w, criticá ndose ndo se también ante antess la la hipótesis trad iciona icio na l.47 An A n otem ot em o s asim as imism ismoo que, qu e, al habl ha blar ar d e las “ hier hi erba bass que qu e nace na cen n en los tejados”, incluye Juanini en este mismo libro un intere41 Dis D iscu curs rs o 42 Dis D iscu curs rs o 43 Dis D iscu cu rso rs o 44 Dis D iscu curs rs o 45 Dis D iscu curs rs o 46 Dis D iscu cu rso rs o 47 Dis D iscu cu rso rs o
(1), (1), (1), (1), (1), (1), (1),
llr. llv. llr. 17v. 17v45r. 9v ss. 30v ss.
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sante resumen de fisiología vegetal iatroquímica, basada en las investigaciones del propio Du Hamel, y en las de Kenelm D igb y y Bernar Bernardus dus Sw alw e.48 e.48 El funcionalismo del sistema nervioso fue, no obstante, la cuestión fisiológica más ampliamente debatida por el médico milanés. Ya hemos dicho que este fue el tema al que dedicó sus Cartas, la última obra de su vida. La teoría que allí mantiene es una interpretación iatroquímica de los viejos “espíritus animales” muy directamente ayudada por los datos neuroana tómicos de Willis y sobre todo de Vieussens, y por algunos hallazgos lesiónales propios. Piensa Juanini que las arteriolas de los plexos coroides “contienen en sí la materia inmediata a los espíritus animales, la cual nosotros decimos que es una porción de apuradísimo suero de la sangre... llena de átomos de nuestro sal ácido (o espíritu nitroaéreo) y álcali, los cuales se van filtrando por aquellas serpentinas y delgadísimas arteriolas, en donde llegando a los insensibles poros de sus extremidades, se difunden dentro de los ventrículos para la elaboración de los espí espírit ritus us animales” animales” . 49 En este último problem a se apoya en Descartes, cuyo punto de vista rectifica solo parcialmente, y en Mayow, del que vuelve a tomar la teoría del “ espírit espíritu u nitroaéreo” com o “ evaltador de la la facultad vital” . 30 Los “espíritus animales” así formados, a los que Juanini llama a menudo “átomos”, considera que se distribuyen por los nervios hasta hasta los diferentes sentidos exte rnos.5 rn os.511 Vuelve Vu elve a basarse basarse en Descartes, y explica la diferencia de los correspondientes al movimiento de los sensitivos porque los “átomos que sirven para el movimiento son más corpóreos”, mientras que “los que prestan prestan el sen tido ... son radiantes, radiantes, o más suti sutiles les y volátiles” . 52 Esta Esta teoría teoría — tan tan evidentemente influida por la iatromecánica— le sirve también para interpretar la “diferencia de sentidos”, que “procede de las diferentes figuras que tienen los átomos de sal ácido y álcali, y de las peculiares que tienen los insen 48 Dis D is cu rso rs o (1), 15 r ss. 49 Cartas (5), 11. 50 Cartas (5). 3638. 51 Cartas (5), 4247. 52 Cartas (5), 44.
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sile siless poros y túbulos túbulos de los los nervios nervios de cada órgan o” . 53 Com o muestra de tal interpretación, expone con algún detalle la fisiología de la visió vis ión n .54 Un problema que le es directamente sugerido por Descartes es la cuestión del “ asiento asiento del alma sensitiva” sensitiva” . Juani Juanini ni conc luye luy e que es “aquella delgadísima membrana que cubre toda la circunferencia interna de la cavidad que cubre los anteriores ventrículos” . 55 La conclusión de este este escrito escrito es es asimi asimismo smo significativa: “el modo de elaborarse estos espíritus que mueven este pequeño mundo (el hombre) es el mismo que tuvieron las mater materia iass motrices motrices que mu even el mac roco sm o” . 56 Sal Salta a la vista la semejanza de esta supervivencia de la concepción microcósmica, con la forma en que la encontramos en la obra de Harvey. El ejemplo del gran fisiólogo inglés fue, sin duda, tan fundamental para Juanini, como para la mayor parte de los médicos “modernos” de su tiempo. Paralelamente a estas cuestiones fisiológicas, aplica también Juanini la doctrina iatroquímica a diversos problemas patológicos y terapéuticos. Sin entrar en detalles, anotaremos la amplia exposición de la patogenia de la fiebre y del mecanismo de acción curativa de la quina que hace en el Discurso, y los numerosos textos de las Cartas relativos a diferentes alteraciones nerviosas. Mucho más importante fue la atención que Juanini dedicó a elaborar una teoría explicativa de la realidad física desde los supuestos de su sistema. Como ya sabemos, a ello dedicó su obra más ambiciosa: la Nueva Idea Physica Natural. En el prólogo de la misma, delimita su propósito de manera muy terminante: “La materia... que se pretende ventilar es el saber el principio y origen de la materia que mueve las cosas naturales... He reparado en las juntas que se suelen hacer en esta Corte sobre los casos de mi profesión, que hablando de esta materia, suponen que sea Química, la cual no está muy bien
53 54 55 56
Cartas Cartas Carlas Cartas
(5), (5), (5), (5),
57. 6064. 48. 65.
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recibida por causa de muchos pseudoquímicos... los autores que hablan de la materia de la cual pretendemos hablar nosotros no se llaman químicos, aunque se valen de las manipulaciones químicas para indagar los secretos de la naturaleza... se llaman filósofos natura naturalis listas”. tas”. 57 Tienen también clara co n ciencia del carácter “moderno” de los métodos con los que va a realizar su intento: “La causa, pues, de que han pasado lautos siglos sin que se haya ajustado esta materia, es la que liemos referido, de que unos la expresaron conforme el concepto que con su conocimiento y discurso hicieron de ella, sin experimentar la existencia de lo que habían supuesto con algunas experiencias o exemplares, con las cuales hubieran confirmado su su pensamiento, pensamiento, o vist vistoo que no subs istía...” . 58 Y tra trass atacar duramente el hilemorfismo aristotélico, así como al soli dismo, atomista o no, concluye: “Nuestro método será del todo dilerente del que han usado hasta ahora así los antiguos como los modernos, porque nos apartaremos de toda suerte de argumentos escolásticos, y en particular si fue o si ha de ser extendida, sólida, impenetrable, divisible, figurada, larga, ancha, prolunda... sin usar de tantos argumentos, ni entrar en tantas controversias, sólo atender a la verdad, y que lo que se dice o se ventila sea de un modo... que todos lo puedan entender; y en las dificultades que se pueden ofrecer, valerse de las ((('mostraciones y experiencias mecánicas, con las cuales se reducirá a evidencia todo lo que se trata, por dificultosa que sea sea la materia” . 59 No p uede ser más significativa significativa la la reprod ucción que a renglón seguido hace de una larga cita de Bacon. De todo su ambicioso proyecto, únicamente llegó a publicar Juanini, como ya sabemos, uno de los tres volúmenes en los que tenía planeada la obra. Incluye este volumen tres partes. Consistí' la primera en una cosmogonía, en la que de forma similar a las de otros autores iatroquímicos, se describe el origen de las “esencias o materias motrices” —los “sales” ácido y álcali—■ “ purificadas y pasadas pasadas de pote ncia nci a a acto en los los tre tress primeros
57 Nueva Idea Physica (3), p. 5 s. s. núm. núm. de “ Al lector” . 5,1 Nueva Idea Physica (3), (3), p. 6 s. s. núm. núm. de “ Al lector” . r,!J Nueva Idea Physica (3), pp. 910 s. núm. de “Al lector”
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días días de la creación de l mun do” . 60 Se expone igualmente igualmente la “formación del firmamento” a base de dichas materias, y su actuación actuación com o “ caus causas as segun segundas das del mundo sublunar sublunar”” . 61 La segunda parte trata de la “existencia y figuras que tienen las materias motrices”. El “sal” ácido, “compónese de unas parte cillas, agudas en punta, que poniéndose sobre la lengua, pican las papilas de ella, y de este movimiento pungente se reconoce. Es su sabor ácido, como el zumo de lima, vinagre y otros. Conócese el olor por la misma causa, y por ser sus átomos muy volátiles y delgados, se introducen fácilmente por los conductos del hueso criboso, y titilan los nervios olfatéricos... La figura, como dijimos, es de pequeñas partecillas agudas en la punta, pero con diversidad, porque unas son cónicas, piramidales, cuadradas, y otras son de diversas figuras... y tantas cuantas puede idear la matemática, pero en todas se ha de hallar la particul particularidad aridad de ser ser agudas agudas en su sus pu nta s...” . 62 D istingue entre “sal álcali fijo (que) tiene la propiedad de no levantarse jamás por la acción del fuego, aunque se disuelva en agua y se ponga en la retorta o alambique”, y “sal álcali volátil (que) se levanta con cualquier mediano fuego al cuello de la retorta” retorta” . 63 La parte tercera del volum en, por p or último, es una larga exposición de la “fermentación” como proceso químico fundamental, y de todas las especies de la misma (disolución, coa gula ción , precipita ción, licue facció fa cció n, e tc .).6 .) .644 Es el texto químico más importante de Juanini, ampliando notablemente los materiales que a este respecto había resumido en el Discurso. La aplicación de los mismos a las cuestiones físicas y médicas que planeaba realizar en los dos volúmenes restantes de la Nueva Idea Physica quedó, como sabemos, sin publicar. Aq A q u í sola so lam m ente en te se utili ut iliza zan n para pa ra exp ex p licar lic ar la d iver iv ersi sidd ad d e los tres reinos de la naturaleza, y la peculiaridad de los seres viviente vie ntes. s. 65 60 61 62 63 64 65
Nueva Nueva Nueva Nueva Nueva Nueva
Idea Idea Idea Idea Idea Idea
Physica Physica Physica Physica Physica Physica
(3), (3), (3), (3), (3), (3).
1458. 5987. 125. 154. 191294. 295343.
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2.
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La anatomía normal y patológica
A e x c e p c ión ió n de la iatr ia troq oquí uím m ica, ic a, el a spec sp ecto to más sobr so bresa esalie lient ntee de la obra de Juanini corresponde a la anatomía normal y patológica. Ya en el Discurso se encuentran algunas referencias de inlcrés, relativas a la morfología de los aparatos digestivo, circulatorio y respiratorio. Sus textos anatómicos más impor Ianlcs son, sin embargo, los que dedica a la descripción del sistema nervioso en las Cartas. Ya hemos dicho, que la influencia de Willis — que había había pu blicado en 1664 1664 su Cerebri anato iiic — fue, fu e, sin duda du da,, una de las razo ra zone ness que qu e llev ll evaa ron ro n a Juanini Jua nini a interesarse muy particularmente por la neuroanatomía. No obstante, en las fechas en las que publicó sus Cartas (1691), el tratado del autor británico se encontraba francamente desplazado por la recién aparecida Neurographia universalis (1685) de Haymond Vieussens. El influjo de estos escritos no debe hacer pensar que el saber morfológico del milanés era puramente libresco. Por el contrario, en su obra se encuentran frecuentes alusiones a la necesidad ineludible del conocimiento directo de las estructuras anatómicas que sólo la práctica personal de disecciones puede proporcionar. Juanini fue, en efecto, un decidido cultivador de la anatomía práctica. En sus obras da detalles de las circunstancias en las que realizó en España varias autopsias en centros como el Hospital General madrileño y los anfiteatros anatómicos de la universidad de Salamanca y del Hospital General General de Z ar ag oz a.6 a. 66 Para situa situarr esta esta actividad dentro de su auténtico marco histórico, conviene tener en cuenta la vigencia real del hábito disectivo en la España de 60 Además de una autopsia realizada en 1655 en Milán, de la que habla en su Dis D iscu cu rs o (1), 24r, Juanini informa explícitamente de otras cinco llevadas a cabo en España: 1. En Salamanca en una fecha fech a anterior anterior a 1668 — Carlas (5), p. 14 s. núm. núm. de "A l lector” . 2. En Madrid Mad rid el año 1668 = ibid. 3. En Zaragoza Zara goza en 1673 = Cartas (5), p. 19 s. núm. de “Al lector". 4. En Madrid Mad rid en 1679 (D. Juan Juan José de Austr Austria, ia, al embalsamarlo” embalsam arlo” = Cartas (5), pp. 1718 s. s. núm. núm. de ‘'A l lector” lecto r” . 5. En Madrid Mad rid en 1684 = Carlas (5), (5), p. 20 s. s. núm. núm. de “ Al lector” .
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la época, desterrando imágenes únicamente basadas en prejuicios o impresiones apriorísticas. El testimonio de otro médico italiano, Federico Bottoni, es bastante elocuente en lo que respecta a Zaragoza: “Nadie de los europeos ignora que en este celebrado museo de las ciencias florece la medicina en el más elevado crédito, debiéndose éste al continuo ejercicio anatómico que dos veces a la semana se ejecuta en el teatro o salón que para este efecto hay en aquel célebre Hospital General, concurriendo todos los profesores de esta ciencia a tan importante demostra ción” . 67 Conviene también también recordar que en el el mantenimantenimiento de los hábitos disectivos coincidían los novatores como Juanini, los galenistas moderados como Juan de Alós, e incluso los tradicionalistas reaccionarios como el catedrático valenciano Matías García, bajo cuya dirección se ampliaron notablemente las instalaciones materiales del anfiteatro anatómico de su un iversid ive rsid ad.6 ad .68 Incorporando el nivel más exigente del saber europeo de su tiempo, contrastado con los datos de su propia experiencia, las Carlas de Juanini ofrecen una exposición de la morfología del sistema nervioso de una altura que en la España de la época sólo encuentra parangón con la descripción de las estructuras cardiovasculares que Juan de Alós incluyó en su tratado de cardiología, y con los estudios que acerca de los huesos realizó el microscopista y grabador Crisòstomo Martínez. Como antes ha quedado dicho, todo el libro de Juanini está salpicado de referencias morfológicas, de tal forma que el propio Alós pudo escribir en su elogio que “el asunto de su epístola es de lo más primoroso primo roso y suti sutill en la anatomía y quím ica” . 69 Tres de su sus capítulos o “secciones” están además, especialmente dedicadas a temas anatómicos: la tercera, consagrada a la descripción de los cuatro ventrículos ce rebr re br ales al es;7 ;700 la cuarta, cuarta, que se se ocupa ocu pa de la anatomía fina d e los plexos coroide s; 71 y la décim a, que
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(6), 6869. 68 V. detalles acerca de este tema en mis trabajos citados en la nota núm. 1. 69 Cartas (5), 95. 70 Cartas (5), 2529. 71 Cartas (5), 2936.
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ofrece una descripción del “órgano “órgano visivo”. visivo”. 72 Todas las novedades de la época se incorporan a estas descripciones, incluso frecuentes datos microscópicos. De esta forma, dice, por ejemplo, criticando a Willis: “...si él hubiera diligentemente observado la estructura de la red y plexo coroides, hubiera visto que se compone de unas serpentinas circunvoluciones que hacen aquellas arteriolas, como V. M. (Redi) las habrá observado muchas veces con los los microscopios” microsc opios”.. 73 Y en otro lugar: “Esta sustancia mole o corteza, después de separada, si se observa con exquisito microscopio, se verá que tiene una infinidad de glovitos glovitos,, a los los cuales llaman glándulas Malpighi Ma lpighi y Vieussens”. Vieussens” . 74 Juan Ju an ini in i c riti ri ticc a la orden ord enac ació iónn antig an tigua ua de los nervio ner vioss cran cr anea eale less en siete pares, y defiende la existencia de diez pares, colocándose en una posición intermedia^entre Willis —que había propuesto nueve— y la todavía hoy vigente ordenación en doce l i a r e s que al siglo siguiente formulará Sómmerring. El interés del médico milanés por la anatomía patológica es paralelo a su peocupación por la morfología normal. La mayoría de las autopsias propias de las que da un informe detallado son ilustraciones de problemas clínicos. Por su especial significación, reproduciremos como ejemplo, el correspondiente a la que realizó al embalsamar a don Juan José de Austria: “La última enfermedad que tuvo este príncipe, fueron unas tercianas dobles, las cuales, al entrarle la calentura, le daba un sopor que le duraba seis y ocho horas... por orden de Su Majestad, lo embalsamé para llevarlo al Escorial, a depositarlo en el panteón de los príncipes e infantes de la sangre real. Abrí, pues, con mucho dolor el cuerpo, y le hallé todas las partes principales de la cavidad natural y vital muy buenas, excepto la vejiga de la hiel, en que había tres piedras, y el estómago y todo el esófago, llenos de flemas o pituita podrida. Pasé a la cabeza, y quitada la calvaría y duramadre, descubrí las venas y arterias de la piamadre todas turgentes, a modo de varíeos; el cerebro muy grande y más denso que 72 Carlas (5), 6064. 73 Cartas (5), 78. 74 Cartas (5), 80.
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el natural, y en particular, la parte ceniciente o corteza de él era más dura de lo natural, y parecía cocida. Entre los anfractos de los intestinos de dicha corteza había mucha serosidad; abrile los ventrículos, en los cuales hallé otra porción de serosidad de color amarillo; la cisterna del cuarto ventrículo, y todo aquel espacio que está entre el cerebro grande y el cerebelo, estaban llenos de serosidad. De suerte, que la causa de aquel sopor profundo que tenía, era por esta abundancia de suero extravasado, el cual comprimía los ventrículos, y demás partes del del cerebro”. cere bro”. 75 3. La L a “modernidad” de Juanini dentro del ambiente médico español de su tiempo
En otras publicaciones 76 me he esforzado en demostrar que la introducción de la medicina moderna en la España del siglo x v i i tuvo dos etapas claramente distintas. En la primera, que corresponde aproximadamente al tercio central de la centuria, penetran en nuestro país novedades aisladas como la doctrina de la circulación de la sangre y otros descubrimientos anatomofisiológicos, y la utilización de los medicamentos químicos. Estas novedades fueron aceptadas, como detalles que rectificaban sólo parcialmente los esquemas del galenismo tradicional, por parte de algunas de las grandes figuras de la medicina española de la época: Gaspar Caldera de Heredia, Pedro Miguel de Heredia, Luis Rodríguez de Pedrosa, y sobre todo, Gaspar Bravo de Sobremonte. Lo característico de esta etapa es que no hay durante la misma en España ningún médico que rompa totalmente con las doctrinas tradicionales, al menos a través de textos impresos. El fenómeno distintivo de la segunda de las fases antes citadas es precisamente la aparición del auténtico novator, que en España se caracteriza, no solamente por esa ruptura completa con la autoridad de los clásicos, sino por la denuncia del atraso médico español respecto al resto de Europa y la necesidad de superarlo. El año 75 Cartas (5), 1718. 76 Me refiero de nuevo a las citadas en la nota núm. 1.
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1687 es la fecha en la que diferentes focos de esos renovadores inician una lucha abierta y sistemática contra el galenismo, lucha que, después de innumerables y duras polémicas, unicamente triunfará con la profunda renovación de la medicina española que tiene lugar la centuria siguiente, cuando esos novatores encuentren el apoyo oficial del europeismo de la nueva dinastía borbónica. Los principales focos de este movimiento de innovación de finales de siglo fueron Sevilla, Zaragoza, Madrid, Valencia y Barcelona. En Sevilla, sus protagonistas fueron el grupo de médicos y farmacéuticos que conseguiría dentro de estos mismos años el decisivo triunfo de fundar la primera institución científica española al servicio de las nuevas ideas: la “Regia Sociedad de Medicina y otras ciencias”. En Zaragoza, las polémicas se centraron en torno a las publicaciones del amigo Juanini, José Lucas Casalete, y de sus discípulos. En Madrid, alrededor de la Carta filosófica, médico chymica del valenciano Juan de Cabriada, verdadero documento fundacional de la renovación médica española. En Valencia destaca la figura del microscopista Crisòstomo Martínez, que fue incluso enviado a París por su universidad para concluir la realización de su atlas anatómico. En Barcelona, donde más que auténticos novatores encontramos galenistas extraordinariamente abiertos a las novedades, la personalidad más destacada fue Juan de Alós, otro de los amigos del médico milanés. Dentro de este panorama, el papel de Juanini no puede ser más relevante. Su Dis D iscu cu rso rs o , aparecido en 1679, fue la primera obra médica plenamente “moderna” que se publicó en España. Muchas de las características del movimiento de renovación iniciado ocho años después se encuentran en ella esbozadas. Le falta únicamente uno de sus elementos fundamentales: la dura denuncia del atraso médico español que hombres como Cabriada realizaron en sus escritos. Su procedencia extranjera fue, sin duda, un obstáculo para que Juanini se atreviera a hacer otro tanto. A pesar de su profunda hispanización, el milanés no dejó nunca, en efecto, de sentirse italiano: Redi habla muy expresivamente en su carta de “tanta
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honra como V. V. M. ha dado a nuestra Italia Ital ia en toda Espa Es paña ña”. ”. 77 Por ello, su denuncia está limitada a temas concretos, como el vergonzoso estado de la higiene pública madrileña, la escasez o carencia de literatura científica sobre un determinado tema, o el atraso en la recepción de novedades como la doctrina de la circulación de la sangre, que “según lo que he observado, todavía entre las escuelas de España no está admitida, cuando ya todas todas las de la Europ a la confiesa con fiesan”. n”. 78 Lo que falta fa lta por D iscu curs rsoo es precisamente un testimonio acerca completo en su Dis g e n e r a l en la que se de la lamentable situación de retraso ge encontraba la medicina española. Gracias a ello pudo evitarse, sin duda, los duros ataques que se desencadenaron ocho años más tarde contra la valiente y certera denuncia de Cabriada. A pesar de la terminante “modernidad” de Juanini, y de las D iscu curs rsoo , críticas que sufren los esquemas tradicionales en el Dis no encontramos en esta obra tampoco declaraciones abiertas de ruptura total con las raíces mismas de la doctrina galénica. Es evidente, por el contrario, la cautela con la que intenta evitar las expresiones más hirientes. Incluso cuando en 1685, si ca,, se decida a exponer de forma más en la N u ev a Id ea P h y sica explícita los nuevos fundamentos teóricos en los que se apoyaba, se apresurará a añadir este párrafo de dudosa sinceridad: “la cual (la iatroquímica) unida con la galénica... es la verdadera m edicina”. edicina” . 79 Esta prudencia contrasta contrasta violentamente violentamente con las abiertas declaraciones de ruptura con la autoridad de los antiguos, de necesidad de “libertad en el filosofar”, y con la clarividente exposición de las nuevas bases del conocimiento científico que harán Cabriada, Dionisio de Cardona y otros novatores a partir de 1687. D iscu curs rsoo es el auténtico adelantado del movimiento Si el Dis N u e v a I d e a P h ysic ys icaa renovador de la medicina española, la Nu y sobre todo las Cartas son ya elementos enriquecedores del mismo. Antes apuntamos las relaciones de Juanini con este movimiento, sobre todo en los focos de Zaragoza y Barcelona. 77 Cartas (5). 78 Discurso (1), 46r. 79 N u e v a I d e a P h y s i c a (3), p. 5 s. núm. de “Al lector".
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El médico milanés falleció en el momento en el que empezaba a tomar consistencia. Otros médicos italianos —como el veronés Gazola, defensor de Cabriada en 1689— habían contribuido también a una lucha, cuyo triunfo en la primera mitad del siglo xvm tendrá como organizador principal desde las esferas esferas oficiales a otro otro médico méd ico italiano hispanizado: hispanizado: José Cervi.80 / BIBLIOGRAFIA I. 1.
O b r a s de J uanini
Discurso político, y phísico, que muestra los movimientos, y efectos, que produce la fermentación, y materias nitrosas en los cuerpos sublunares, y las causas que perturban las saludables, y benignas influenc influencias ias,, que goza el ambien te de esta Imperial Villa Villa de M adrid... adrid...
Madrid, Antonio González de Reyes, 1769. 2.
Dissertation physique ou l’on montre les mouvements de la fermen tation, les effets des matières nitreuses dans les corps sublunaires, et les causes qui altèrent la pureté de l’air l’air de M adr id... Toulouse,
1685.
3.
Nueva Idea Physica Natural demostrativa, origen de las materias que mueven las cosas. Compuestas de la porción más pura de los elementos, fraguados en el caos, purificadas, y passadas de potencia a acto en los tres primeros días de la Creación del Mundo. Forma ción del firmamento, y causas segundas de los sublunares... Zara-
goza, herederos de Domingo de Puyada, 1685. 4.
Discurso phísico, y político, que muestra los movim ientos, y ef ec tos, que produce la fermentación, materias nitrosas en los cuerpos sublunares, y las causas que perturban las benignas, y saludables influencias de que goza el ambiente de esta Villa de Madrid, de que resultan las frecuentes muertes repentinas, breves y agudas enfermedades, que se han declarado en esta Corte de cincuenta años a esta parte. En la segunda parte, se pone un método preser vativo de los malos vapores y exalaciones que ocasionan las inmun das humedades de las calles de Madrid, que causas malignas y agudas enfermedades. Descríbese también la calidad y modo de hacer café, y té, y para qué enfermedades aprovechan estas bebi
80 Acerca Acer ca de esta frase madura de la renovación reno vación mé dica española, véase el artículo de G r a n j e l (9), que resume numerosos trabajos propios y de sus colaboradores acerca del tema.
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das; y del modo que se prepara el vino de la Quina-Quina e n Inglaterra, y en otras partes para las calenturas, tercianas, y cuar tanas... Madrid, Mateo de Llanos y Germán, 1689.
5.
Cartas escritas a los muy nobles Doctores, el Doctor Don Francisco Redi... y al muy noble Doctor D. Juan Mathias de Lucas... En las quales se dize, que el sal azído, y Alcali, es la materia que consti tuye los espíritus animales; el oficina de los quales, es en los ante riores ventrícidos del celebro; y lugar o assiento de la facultad sensitiva, en los anteriores centros ovales; en donde, como en su trono, se juzgan, y distinguen las impressiones, que perciben los cinco sentidos de los objetos externos... Madrid, Imprenta Real,
1691. II. 6.
O tra bibliografía consultada B o t t o n i , F e d e r i c o : Evidencia de la circulación de la sangre...
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L ópez P inero, J o sé M aría :
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repercusión en Francia de la obra anatómica de Crisòstomo Martínez. Cuad. Hist, Med. Esp.., VI (1967), 87100. — : La introducción de la ciencia moderna en España. Barcelona, Ariel, Ariel, 196 9. 7 — : Harvey’s Doc trine of the Circulation of the the Blood in Seventeenth Century Spain. /. Hist. Med., XXVIII (1973), 230242 [reimpreso en este volumen, págs. 131148]. — : E l primer sistema sistema médico moderno: la iatroquím ica de la segunda mitad del siglo x v i i . M e d . E sp ., LXVII (1972), 164173, 228237. A. : M an u al d e l li b r e r o h is p a n o -a m e r ic a n o . 7 vols. P a l a u D u c e t , A.: Barcelona, 192327. Segunda edición: vols. 125 (A. Vegas), BarcelonaMadrid, 19481973. P r i e t o A g u i r r e , J. J . F .: La obra de Boix y Moliner. Historia de una p o lé m ic a . Salamanca, 1960. R i e s e , W a l t h e r : A History of Neurology. New York (1959). R o t h s c h u c h , K. E.: Von ’Spiritus animalis’ zum Nervenaktions tröm. C i b a Z. (1958), num. 89. S p r e n g e l , K u r t : Histoire Histoire de la M edicine... (Trad, franc, de A. I. L. Jour Jo urda dan) n) 9 vols. Paris Pa ris,, 1 8 1 5 1 8 2 0 . T h o r n d i k e , L y n n : A History of magic and experimental Science. 8 vols. New York, 1958. L ópez P inero, J o s é M aría : L a
LA CARTA FILOSÓFICA, MÉDICOCHYMICA (1687) DE JUAN DE CABRIADA, MANIFIESTO DEL MOVIMIENTO RENOVADOR DE LA MEDICINA ESPAÑOLA
Ju a n de Cabr Ca briad iad a y las prim pr imer eras as etap et apas as de la iatroquímica y de la medicina moderna en España. Cuadernos de Histori Historiaa de la M edi cina Española, 2, 129154 (1962). Se ha resumido este trabajo y puesto al día algunas de sus notas.
/
I l
año 1687 apareció en Madrid un libro, uno de cuyos títulos decía: Carta filosófica, médicochymica. En que
se demuestra que de los tiempos, y experiencias se han aprendido los mejores remedios contra las enfermedades. La causa
inmediata de su publicación fue el desacuerdo en una consulta entre varios maduros galenistas de la Corte y el joven e innovador vador Cab C ab riad ria d a.1 Al defenderse defenderse en esta esta disens disensión ión,, rebasó rebasó ampliamente el tema concreto de su dictamen —la abusiva utilización de la sangría— y expuso sistemáticamente sus ideas acerca de la fundamentación totalmente “moderna” de la ciencia. Por el vigor y la altura de su texto y por su excepcional influencia, el libro de Cabriada merece ser considerado como el auténtico manifiesto de la renovación en nuestro país de la medicina y de los saberes químicos y biológicos con ella relacionados. Juan Ju an de C abri ab riad adaa era er a un m édico éd ico n acid ac idoo en V alen al enci cia, a, h ijo de un catedrático de medicina de su universidad, amigo y prologuista de Matías García, el principal paladín del gale nismo intransigente. Tras concluir sus estudios en el centro valenciano, Cabriada se trasladó a Madrid, donde publicó la obra que nos ocupa cuando tenía poco más de veinte años. 1
J . d e C a b r i a d a : Carta filosófica, médico-chymica. En que se de
muestra que de los tiempos y experiencias se han aprendido los mejores remedios contra las enfermedades. Por la nova-antigua Medicina. M a-
drid, L. A. de Bedmar y Baldivia, 1686 (1687).
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La primera tarea que cumple la Carta filosófica médico chymica es refutar reiterada y abiertamente la autoridad de los antiguos. Frente a ella, el único criterio “en las cosas naturales” es la experiencia. Todo un capítulo se consagra a defender esta nueva base. Su párrafo inicial no puede ser más terminante: “Es regla asentada y máxima máxima cierta en toda toda medicina, que ninguna cosa se ha de admitir por verdad en ella, ni en el conocimiento de las cosas naturales, si no es aquello que ha mostrado ser cierto la experiencia, mediante los sentidos exteriores. Asimismo es cierto, que el médico ha de estar instruido en tres géneros de observaciones y experimentos, como son: son: anatómicos anatómicos,, prácticos y químicos”. 2 En numer numeros osos os lugares de la obra hay una apasionada defensa de este modo de entender la ciencia, estando salpicado el texto de abundantes experimentos propios y ajenos. La doctrina de la circulación de la sangre, como uno de sus más brillantes resultados, lejos de ser considerada una rectificación parcial, como hacían los tradicionalistas moderados, es llamada repetidas veces “nuevo sol de la medicina”. La información de los nuevos datos e ideas europeos es muy completa y al día, en especial en lo referente a los descubrimientos anatomofisiológieos recientes y a la química, a la que se elogia como “arte de anatomizar la naturaleza”. Apenas hace falta advertir que Cabriada se apoya en una clara idea del progreso científico. En varios lugares de su libro hace notar la ignorancia de Galeno y de los autores clásicos en numerosas cuestiones que después se han ido descubriendo cubrie ndo:: “¿No vemo vemoss que todas las las artes y ciencias se han han adelantado desde sus primeros inventores? ¿Por qué, pregunto, se ha de negar esto a la medicina, cuando su aumento pende de los los experimen expe rimentos?” tos?” 3 No se trata, por tanto, de despreciar a los los antiguos, sino de de colocarlo colo carloss en su verdadero verdad ero lugar: “Yo considero a los escritores modernos como a un muchacho puesto sobre los hombros de un gigante, que, aunque de poca edad, edad, vería todo todo lo que el gigante y algo algo más”, 4 afirma, afirma, recurecu 2 J. d e C a b r i a d a : op. cít., p. 20. 3 C a b r i a d a : op. cit.. p. 116. 4 C a b r i a d a : op. cit., p. 152.
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rriendo a una vieja imagen. Lo inaceptable es precisamente considerarlos considera rlos como “autoridades “autori dades”” : “Lo que es es digno de grande reprehensión y lástima, es que algunos médicos estén tan bien hallados con la esclavitud de los antiguos, que menosprecien los los modernos modernos y sus sus inventos, inventos, vituperándo vitup erándolos”. los”. 5 Dentro de la nueva medicina, Cabriada se inclina por la iutroquímica. La línea que parte de Paracelso y a través de Van Helmont conduce a Silvio, y iatroquímicos independíenles como Thomas Willis, es la fuente principal de sus ideas. Kilo no excluye su atención a otros autores, como Sanctorio, Descartes, Redi, Sydenham o el químico Boyle, aparte del fundamento de Harvey y los anatomistas. Pero la mayor parte de sus ideas y, sobre todo, los supuestos sobre los que descansan, hacen de Cabriada un seguidor de la iatroquímica. Su inserción dentro de esta escuela es muy oportuna dentro de una perspectiva general europea, ya que la fecha de publicación de su libro corresponde al momento de mayor difusión e importancia de la doctrina quimiátrica. Lo que sí resulta algo anacrónico es el tipo de oponentes que Cabriada y la ialroquímica encuentran en España. Por estas fechas del último lercio del siglo la inmensa mayoría de los ataques a la iatroquímica se hacían en Europa desde otras posiciones “modernas", o al menos desde el eclecticismo. Impugnaciones seme jantes jan tes a las que tuvo C abri ab riad adaa — es decir, dec ir, desde des de el galenism gale nismoo más tradicional— habían sido habituales en otros países veinte anos antes. Los ataques de la retrógrada escuela de París, dirigidos primero por Riolan y luego por Cuy Patin, son casi exactamente superponibles a las críticas de los galenistas españoles enemigos de Cabriada. Tal como hacían éstos, Patin o sus seguidores Ch. Guillemeau, A. Mensot y L. Lavasscur se empeñaron, en su lucha contra Silvio y sus partidarios, en negar la eficacia del antimonio y del resto de medicamentos químicos y en refutar con retorcidas y eruditas argumentaciones el fundamento de la nueva ciencia médica. Es lógico, por tanto, que Cabriada tuviera una clara conciencia del atraso científico español respecto a Europa. Uno C a b r i a d a : op. cit.,
p. 152.
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de los aspectos más interesantes de su libro es la denuncia que hace hac e del mismo: “Que es lastimosa y aun vergonzosa vergonzosa cosa que, como si fuéramos indios, hayamos de ser los últimos en recibir las noticias y luces públicas que ya están esparcidas por Europa. Y asimismo, que hombres a quienes tocaba saber esto se ofendan con la advertencia y se enconen con el desengaño. ¡Oh, y qué cierto es que el intentar apartar el dictamen de una opinión anticuada es de lo más difícil que se pretende en los los hombres!” homb res!” 6 Tam bién se plantea las razones razones de dicho atraso, aunque rehúye entrar en su análisis: “Y es muy de notar que, siendo innato a nuestra naturaleza el deseo de vivir y conservar la vida y que siendo los ingenios españoles los más vivaces y profundos que tiene el mundo, no hayan de haber adelantado en la Medicina de cuarenta años a esta parte, cuando en este tiempo principalmente se ha exornado de las nuevas cuanto verdaderas noticias físicas, anatómicas y químicas, por los ingenios del Norte e Italia. Qué sea la causa, yo yo no la la sé, ni la quiero averiguar”. 7 Su actitud, sin embargo, no tiene nada de derrotista, ya que se preocupa de recomendar los medios para salir de este estado de cosas. Fue, por ejemplo, el primero en proponer la creación en España de academias y laboratorios en los que fueran llamados a colaborar destacados científicos extranjeros: “¿Por qué, pues, no se adelantará y se promoverá este género de estudio? ¿Por qué, para poderlo conseguir, no se fundará en la Corte del Rey de España una Academia Real, como la hay en la del Rey de Francia, en la del de Inglaterra y en la del señor Emperador? ¿Por qué para un fin tan santo, útil y provechoso, como adelantar en el conocimiento de las cosas naturales (sólo se adelanta con los experimentos físico químicos) no habían de hincar el hombro los señores y nobleza, pues esto no les importa a todos menos que las vidas? ¿Y por qué en una Corte como ésta, no había de haber ya una oficina química, con los más peritos artífices de Europa? Pues la Majestad Católica del Rey nuestro señor, que Dios 6 C a b r i a d a : op. cit., 7 C a b r i a d a : op. cit.,
p. 230231. p. 2728.
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guarde, los tiene en sus dilatados reinos, de donde se podrían traer los mejores. ¡Oh, inadvertida noticia! Y si advertida, ¡oh, inútil flojedad!” 8 El libro de Cabriada lleva tres prólogos o “aprobaciones” que proporcionan información muy valiosa acerca de nuestros primeros “novatores”. Uno de ellos es del presbítero Antonio de Ron, representante típico de las tertulias avanzadas de la época, y apasionado admirador del empirismo de Bacon. Otro es de José Lucas Casalete, el catedrático que fue una de las cabezas del movimiento médico renovador en Zaragoza. El tercero es de Dionisio de Cardona, médico de la reina madre, e innovador de la misma orientación que Cabriada. Su texto está dedicado a defender la libertad “en el filosofar y medicar” sobre la única base de la experiencia como criterio, y a poner de relieve la necesidad de conocer los hallazgos biológicos y químicos modernos. La clara conciencia moderna de Cardona lo lleva también a una terminante idea del progreso científico: “Los científicos médicos... gastan todavía el calor de sus entendimientos sólo en defender doctrinas apoli lladas de los primeros maestros de la Antigüedad, los cuales se deben alabar y respetar, pero en perjuicio de la verdad no se han de idolatrar, pues ignoraron mucho de lo que se ha descubierto después. Los venideros se admirarán de nuestra ignorancia... que si en este siglo se saben muchas cosas, muchísimas simas más se se sabrán en el venidero”. venid ero”. 9
II
Resulta lógico que una postura tan vigorosa e inequívoca como la de Cabriada provocara la inmediata reacción de los tradicionalistas. La década comprendida entre la publicación de su libro y la fundación de la tertulia o “academia” científica que desde mayo de 1700 se llamaría “Regia Sociedad 8 C a b r i a d a : op. cit., p . 9 C a b r i a d a : op. cit., p.
dona.
216217. 2 a núm. de la “Aprobación de D. de Car-
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de Medicina y otras Ciencias”, estuvo ocupada por el abierto enfrentamiento polémico entre los partidarios de la modernidad y los de la tradición. Cabriada y su obra ocuparon un puesto central en dicho enfrentamiento. Los ataques contra la Carta los inició un folleto que lle R espp u esta es ta q u e la m e d icin ic in a d o g m á vaba el expresivo título de Res tica y racional da al libro que ha publicado el Dr. D. Juan firm aba “El Aduanero”, A duanero”, seudónimo seudónimo sin sin duda duda de Cabriada. 10 Lo firmaba
de Andrés Dávila y Heredia, ingeniero militar que un año antes había publicado una Ad A d u a n a d e im p osto os tore ress d e la m e d i cina, destinada a atacar a Gonzalo Bustos de Olmedilla y a Jua Ju a n Ni Niet etoo V alcá al cárc rcel el,, m édico éd icoss que qu e h abía ab íann c riti ri tica cad d o algunos algu nos aspectos de las doctrinas tradicionales desde posturas asiste máticas de base empírica. El interés de esta identificación reside en el hecho de que nos permite reconstruir los dos frentes que se alinearon en el choque que nos ocupa. Uno estaba formado por los seguidores incondicionales de la tradición. El otro, no solamente por los novatores en sentido estricto, sino por críticos asistemáticos como Bustos y Nieto, e incluso por pintorescas personalidades opuestas a los esquemas clásicos desde especulaciones disparatadas o descaradas charlatanerías mezcladas con algunas noticias de las nuevas ciencias. La tercera publicación de “El Aduanero”, por ejemplo, estuvo dirigida contra Cabriada, contra Bustos y Nieto, y también contra Luis Alderete, defensor de un “agua de la vida” vida ” desde bases astrológicas astrológicas y seu doqu do quím ímicas icas.1 .111 Estos frentes no estaban reducidos a la medicina y a los saberes biológicos y químicos afines. El propio Andrés Dávila, infatigable polemista, había atacado también en la década anterior a José de Zaragoza, cabeza de los novatores españoles en el campo de las ciencias matemá mate máticas, ticas, astronómicas y físi fí sicc a s.1 s. 12
10 E l
A d u a n e r o : Respuesta que la medicina dogmática y racional da
al libro que ha publicado el Dr. D. Juan de Cabriada, con el título de Carla filosófica-médico-chymica. S. 1., s. i., s. a. 11 E l A d u a n e r o : M a n ifie if ie s t o t a p a b o c a d e P e r o g r u ll o y v e j a m e n a los tres Pedros. S. 1., s. i., s. a. 12 C f. mi libro, La introducción a la ciencia moderna en España. Bar-
celona, Ariel, 1969, p. 137 ss.
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La agrupación en un frente común de todos los que habían formulado críticas a la ciencia clásica no fue un mero recurso polémico utilizado por los tradicionalistas, aunque no cabe duda que resultaba muy favorable para su postura reunir sin distinción a los innovadores serios con los especuladores y los charlatanes. Parece más bien que su precaria instalación social obligó efectivamente a los auténticos novatores a tal alianza. Así se explica que Cabriada prologase una de las obras (1692) del franciscano Buenaventura Angeleres, defensor, de unos “arcanos sanativos” con argumentos astrológicos y fisiognó mico mi coss combinados con la teoría heliocéntrica de Copé Co pé rnico rn ico .13 .13 Y también que José Lucas Casalete hubiese escrito años antes una de las “aprobaciones” del libro del sacerdote zaragozano José Jo sé Vidós, otra otr a pint pi ntor ores esca ca figura figu ra del curan cu rander derism ismoo falsa fa lsame mente nte “moderno”. “moderno”. 14 Incluso Incluso no fueron fueron excepcionales escritos escritos como como el anónimo Coloquio entre Diógenes y Pero Grullo que defendió simultáneamente a Luis Alderete y su “agua de la vida”, a Juan Nieto y a Bustos de Olmedilla, y al propio Juan de Cabriada. 15 La primera fase de la polémica en torno a la Carta de Cabriada, que duró casi dos años, se mantuvo a base de una inacabable serie de folletos anónimos, que no tardó en convertirse en un mero cruce de insultos personales. El único de cierto interés fue el titulado Verdad triunfante, escrito con toda probabilidad por el mismo Cabriada, que reitera con gran energía los los puntos puntos de vista vista expues expuestos tos en su su ob ra .10 .10 La polé13 B .
A n g e l e r e s : Real filosofía, vida de la salud temporal, sabiduría
s a f i c a . . . Madrid, Mariano del Valle, 1692. 14 C f. F . O l i v e r R u b i o y F . Z u b i r i V i d a l : El licenciado Juan de Vidós. Su obra médica y las luchas que suscitó. A rc h . E st . M ed . A r a g o neses, 6-7, 4971 (1959). 15 Coloquio entre Diógenes y Pero Grullo. S. 1., s. i., s. a. 16 Verdad triunfante. Respuesta apologética escrita por Filiatro en respuesta de la carta filosófico-médico-chymica del Dr. D. Juan de Cabriada: manifiéstase lo irracional de la medicina dogmático y racional del Aduanero enmascarado. S. 1., s. i., 1687. En el ejemplar existente en
la Biblioteca Nacional de Madrid figura una anotación manuscrita, al parecer contemporánea, que dice: “su autor, Filiatro... Juan de Cabriada’.
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mica no se redujo a Madrid. En 1688, por ejemplo, apareció en Barcelona el libro Verdad defendida y respuesta de Filiatro, a la carta médicochymica, grueso volumen de casi quinientas páginas, firmado por Cristóbal Tixedas, médico de Perpiñán residente en dicha ciu d ad .17 .17 Aparte de provocar esta reacción inmediata, la obra de Cabriada continuó ocupando una posición central en dos importantes polémicas entre innovadores y tradicionalistas desarrolladas en los años siguientes: la habida entre el veronés Cazóla y el joven Zapata —todavía galenista—, y la que en torno a la quina sostuvieron Colmenero y Tomás Fernández. Jo s é Gazo Ga zola la era er a un m édic éd icoo veron ve ronés és que qu e resid re sidió ió tres tre s años en Madrid, acompañando al embajador de Venecia. Es sobre in gann nnat atoo da todo conocido por su obra postuma, II m o n d o inga falsi fal si m e d i d (1716), en la que hace una viva crítica de la medicina en general y muy particularmente de la de los gale nistas, muy numerosos aún en la Italia de la época. Pero lo que ahora nos interesa es que durante su estancia madrileña E n tusi tu siaa sm os m é publicó una especie de anticipo de la misma, En dicos, políticos y astronómicos, que apareció en castellano en Madrid, en 1690, tres años por tanto después de la Carta. 18 Al año siguiente apareció, también en Madrid, un escrito de Diego Mateo Zapata consagrado a atacarlo ferozmente: V e r dadera apología en defensa de la medicina racional. 19 Zapata, que poco más tarde se convertiría en el más destacado de los innovadores y de los iatroquímicos españoles, era todavía un seguidor de las ideas tradicionales y desde ellas rebatió e insultó al medico veronés. Con este motivo atacó también a Cabriada, de quien afirmó había copiado Gazola: “Toda Esta parece confirmar la hipótesis de que fue el mismo médico valen ciano el autor de este anónimo, como se deduce de su contenido. 17 C. T i x e d a s : Verdad defendida y respuesta de Filiatro, a la Carta médico-chymica, que contra los médicos de la Juan de la Corte, y contra todos los galénicos, le escribió el Doctor Médico-Chymico D. Juan de C a b r i a d a . Barcelona, Ant. y Balt. Ferrer, 1688. 18 J . G a z o l a : Entusiasmos médicos, políticos y astronómicos. Madrid,
s. i., 1690. 19 D . M. Z a p a t a : V e r d a d e r a a p o l o g í a e n d e f e n s a d e l a m e d i c i n a r a c i o n a l . . . Madrid, Antonio de Zafra (1691).
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esta cláusula tomó al pie de la letra don Joseph Gazola Vero nense, del Doctor Cabriada, fol. 22 de su Carta, a donde trata del nuevo invento anatómico, el fermento del estó m ago ...”. 20 Aunque esta acusación de plagio es exagerada, Gazola elogia abiertamente a Cabriada y a su obra: “Esto y cuanto importe a la libertad en el filosofar para el acierto en las cosas médicas, bien os lo dice vuestro agudo naturalista el doctor D. Juan de Cabriada, en su Carta Philosóphica, digna obra de consideración de los los doc d oc tos...” to s...”.. 21 También Tam bién al defender en varios varios lugares la importancia de la doctrina de la circulación de la sangre, remite al libro del médico valenciano. Zapata, por el contrario, de acuerdo con su postura de joven reaccionario tutelado por los catedráticos de Alcalá, dice con desprecio: “...Este portentoso invento anatómico de la circulación de la sangre, que tanto blasonan la caterva de químicos y tanto ha ensalzado el Doctor Cabriada, que le llama nuevo sol porque le parece ha destruido las las tinieblas de los los antigu an tigu os...”. os ...”. 22 Siete años más tarde, en 1697, volvió a aparecer en primer plano el nombre de Cabriada con motivo del tardío ataque, muy apoyado en el tradicionalismo científico francés, que lanzó el catedrático de Salamanca José Colmenero contra la utilización terapéutica de la quina.23 Aunque totalmente contrario a sus ideas, Colmenero trata ya con respeto al médico valenciano: “no me hace fuerza fu erza lo que explica este do cto maestro” m aestro”,2 ,244 afirma, refiriéndose a su teoría relativa a la acción de los polvos de quina. En la respuesta en defensa del uso de estos últimos que publicó al año siguiente Tomás Fernández, otro decidido novator, se cita y recomienda de modo especial la Carta de 20 D. M. Z a p a t a : op. cit., p. 63. 21 J . G a z o l a : op. cit., p . 4 4 . 22 Z a p a t a : op. cit., p . 5 1 .
23 Sobre el ataque de Coimero y su polémica con Tomás Fernández, cjr. J. R . Z a r a g o z a R u b i r a : La defensa de la quina de Tomás Fernández. A ct as I I C o n g re so E sp a ñ o l d e H is to r ia d e la M ed ic in a . Salamanca, 1965, vol. I, p. 393402. 24 J. C o l m e n e r o : Reprobación del pernicioso abuso de los polvos de la corteza de el Quarango o China-China. Salamanca, Eugenio Antonio García, 1697, p. 59.
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Cabriada: “Esta sentencia (la patogenia de la fiebre)... con erudición tocada por D. Juan de Cabriada en su docto libro intitulado D e los tiem ti em po s y e x p e r ien ie n c ia s los m e jo r e s r e m e d io s del mal, donde demuestra con evidencia todo lo propuesto, como lo podrá ver el curioso cu rioso”. ”. 25 Por Po r lo demás, la influenc influ encia ia de Cabriada sobre Fernández se refleja en los términos en los que defiende el progreso científico y la libertad “en el filosofar”: “El tiempo es esfera que manifiesta a cada paso hay una nueva medicina que descubrir, pues aunque Galeno merece ser venerado por sus escritos, no obstante no hemos de discurrir son infalibles verdades las suyas... Esta libertad en el discurrir es la que ha hecho adelantar tanto la medicina por todo el N orte ...” 26 La “aprobación” del libro de Tomás Fernández fue escrita por Andrés Gámez, figura cuya trayectoria ideológica merece ser anotada como ejemplo de la evolución de algunas destacadas personalidades de la “ciencia oficial” frente a las corrientes modernas. Gámez había ocupado cátedras de medicina en las universidades de Granada, Cagliari y Nápoles y en 1691 fue nombrado médico de cámara de Carlos II. Familiarizado con las nuevas ideas científicas durante su estancia en Italia, adoptó inicialmente ante las mismas una actitud típica de los que venimos llamando “tradicionalistas moderados”. Por ello criticó en 1683 las descabelladas especulaciones de Alderete en torno al “agua de la vida” con serios argumentos atronómicos y químicos, pero permaneciendo básicamente adherido a los esquemas tradicionales. En 1687 fue acusado, al parecer injustamente, de ser el autor de algunos de los folletos publicados en contra de Cabriada. En 1693 volvió a criticar las especulaciones delirantes del franciscano Angeleres. En 1698 aparece ya como un partidario convencido, aunque cauteloso, de las ideas modernas. En el prólogo del libro de Fernández comienza elogiando al galenismo en términos muy ambiguos, para defender después claramente la nueva patología iatroquímica que 25 T. F e r n á n d e z : D e f e n s a d e l a C h i n a - C h i n a . . . Madrid, Diego Martínez Abad, 1698, p. 81. 26 F e r n á n d e z : op. cit., p . 9 0 .
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Ires lustros antes había considerado inaceptable. En este mismo año fue uno de los firmantes de la entusiasta aprobación que los miembros del Protomedicato concedieron a uno de los escasos trabajos de investigación bioquímica realizados en la España de estos años: la Res R espu pu es esta ta d e Ju a n d e el B a yle yl e a una un a carta que escribió Raymundo Viusense... en que propone algunos esperimentos sobre la sal de la sangre humana (1698). Este
Juan Ju an de el B ay le era un mé médic dicoo y farm fa rmac acéu éu tico ti co de orige ori genn fra fr a n cés, que aparece en el texto con el título de boticario de cámara y también como “espagírico” (químico) de cámara de ("arlos II.27 La propuesta de Cabriada de fundar en Madrid una “academia espagírica” intentó ser llevada a la práctica en 1693.28 El cirujano de la familia real, Cristóbal de León, presentó al monarca un memorial al respecto. Pero aunque el proyecto lúe apoyado por algunos médicos influyentes —entre otros, el citado Andrés Gámez— no llegó a realizarse, quizá por haber .sido el turbulento Fray Buenaventura Angeleres el inspirador inmediato del mismo. De esta forma, la primera institución científica española al servicio de las ideas modernas fue la que desde mayo de 1700 se llamaría “Regia Sociedad de Medicina y otras Ciencias” de Se v illa. ill a.220 Su origen origen fue la tertulia tertulia o “academ “academ ia” que que se reunía reunía en casa de Juan Muñoz y Peralta desde 1697. El papel de este centro fue especialmente brillante durante el siglo xvm, pero conviene que recordemos aquí las polémicas iniciales de sus fundadores con los tradicionalistas de la universidad de Sevilla, y la relación que tuvieron con Cabriada. 27
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B a i l e : Respuesta... a una carta que escribió Raimundo
Virusense, médico celebérrimo de Montpeller, en que propone algunos esperimentos sobre la sal de la sangre humana... Madrid, s. i., 1698. 2S A. H e r n á n d e z M o r e j ó n : Historia bibliográfica de la Medicina es pa p a ñ o la . Vol. VI, Madrid, 1850, p. 335.
29 De los trab ajos dedicados dedicado s a esta institución, recordaremos recordarem os únicaúnic amente los de F. B a r r a s d e A r a g ó n , en especial, “Noticias y documentos do la Regia Sociedad de Medicina y demás Ciencias de Sevilla, hoy Real Academia". Bol. R. Acad. Sevillana de Buenas Letras, 3 , 310 (1919); C . S á n c h e z d e l a C u e s t a : “La Regia Sociedad de Medicina”. M o m e n tos estelares de la medicina sevillana. Sevilla, 1967, p. 8590.
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La personalidad médica más interesante de los fundadores de la Sociedad Sevillana es, sin duda, Salvador Leonardo de Flores. En el mismo año 1697 publicó una obra titulada D e s empeño al método racional en la curación de las calenturas tercianas, 30 en la que defiende unas ideas modernas tan enteramente coincidentes con las de la Carta de Cabriada, que ya
Morejón señaló señaló la semejanza del contenido de ambas o b ras.3 ra s.311 Este libro fue impugnado desde el galenismo por Alonso López Cornejo, catedrático de la universidad de Sevilla, en su obra Galeno ilustrado,32 que mereció una réplica por parte de Flores en un libro prologado, por cierto, por el mismo Juan de Cabriada.33 Muy significativa es la actitud que los dos oponentes de esta polémica mantenían frente a una doctrina como la circulación de la sangre. El novator, Salvador de Flores, la defendía como uno de los fundamentos de la nueva medicina, en la misma línea que ya conocemos. El galenista, López Cornejo, la aceptaba también, pero pretendiendo que Harvey no había hecho sino aclarar un saber ya existente en las obras de Hipócrates y Galeno. Las otras polémicas habidas en la Sevilla de estos años finales de siglo entre tradicionalistas y partidarios de la ciencia moderna fueron de menor interés para el tema que ahora nos ocupa. La creación de la Regia Sociedad de Sevilla abre una etapa radicalmente nueva en el panorama científico español. En su “Libro Fundacional” se citan diez nombres como “socios fun30 S. L . d e F l o r e s : Desempeño al método racional en la curación de las calenturas tercianas que llaman notas... Sevilla, Juan Francisco de Blas (1697). 31 Cfr. M o r e j ó n : op. cit., vol. V I , p. 210-212. 32 A. L ó p e z C o r n e j o : Galeno ilustrado, Avicena explicado y doctores sevillanos defendidos. Sevilla, Juan de la Puerta, 1698. 33 S. L . d e F l o r e s : A n t ip o lo g ia m é d ic a a e l li b r o a p o l o g é t i c o . . . M a drid, Diego Martínez Abad, 1705. Aparte del libro de Angeleres, antes anotado, Cabriada había escrito id r o F e r n á n d e z otra “censura”, muy corta e inexpresiva, en el libro de I s id M a t i e n z o : Discurso medico y fisico, agradable a los médicos ancianos y d e s p e r t a d o r p a r a l o s m o d e r n o s , c o n t r a e l m e d i c a m e n t o c a p h é . Madrid,
Melchor Álvarez, 1693.
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dadores” de la misma.34 Entre ellos se encuentran, junto a los contertulios sevillanos de 1697, tres personalidades de inequívoca significación. Dos de ellos son Diego Mateo Zapata y Marcelino Boix y Moliner, protagonistas indiscutibles de la segunda fase de la renovación científica española durante los primeros lustros del siglo xvm. El tercero es el propio Juan de Cabriada. A partir de este momento su figura se oscurece. La última noticia que tenemos de él es que en 1714 ejercía la medicina en B ilb a o .35 .35 Había Hab ía cumplido ya un destacado y noble papel en la historia de nuestra medicina.
34 Reproducido por S á n c h e z d e l a C u e s t a : op. cit. 35 Dicha noticia procede del libro de F r a n c i s c o L l o r e t
y
M a r t í:
La calentura mesentherica es la reina de las calenturas y otras enferme d a d e s . . . Madrid, Manuel Fernández, 1729, p. 8.
LA MENTALIDAD ANTISISTEMÁTICA EN LA MEDICINA ESPAÑOLA DEL SIGLO XVIII. LA INFLUENCIA DE LA “ALTE WIENER SCHULE”
The Relation between the “Alte Wiener Schule” and the Spanish Medicine of the Enlightenment. Wien und die Weltmedizin. Wien, H. Bóhlaus, 1974, pp. 1126. El trabajo fue ob je to de una un a com co m unica un icaci ción ón al IV Symposiu Sym posium m de la Academia Internacional de Historia de la Medicina (Viena, 1973). Fue publicado en castellano en Cuadernos de Historia de la Me dicina Española, 12, 193212 (1973).
I
rpN el estudio de la patología y de la medicina interna del siglo xviii se ha concedido tradicionalmente el máximo relieve a las tendencias sistematizadoras. Con mucha frecuencia se ofrece una imagen de dicho período reducida a una serie más o menos estructurada de sistemas, que comienza con los de Boerhaave, Hoffmann y Stahl para terminar con la noso taxia “more botánico” y la patología vitalista de los últimos decenios de la centuria. Este acercamiento resulta por sí solo incapaz de proporcionar un esquema válido para abordar las cuestiones que plantean las fuentes, sobre todo si se las examina desde una perspectiva históricosocial. Entre otras cosas, para completarlo hace falta prestar la debida atención a las diferentes corrientes antisistemáticas que configuraron buena parte de la medicina de la época y de su evolución posterior. Esta necesidad se hace particularmente clara cuando se trata de una medicina de muy escasa producción original, como la española, cuyo análisis debe hacerse situando en primer plano los procesos de difusión y asimilación. Si se utiliza como marco de referencia una imagen de la medicina europea limitada prácticamente a los sistemas, se llega con facilidad a reducir este capítulo de nuestra historia médica a un mero encasillado estático de los materiales. El análisis puede, por el contrario, dinamizarse si se tiene en cuenta la oposición dialéctica entre las tendencias sistemáticas y las antisistemáticas. El presente artículo aspira a contribuir a dicha línea de trabajo, estudiando la influencia de la “Alte Wiener Schule” 13
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sobre las corrientes antisistemáticas de la medicina española de la Ilustración.
II Para situar la influencia de la “Alte Wiener Schule” en España, conviene recordar el fundamento doctrinal del movimiento renovador que en el último tercio del siglo xvn condujo en nuestro país a la ruptura abierta con la patología galénica trad iciona l.1 Tanto para para Juan Juan B autista autista Juanini Juanini y Juan de Ca briada, como para los fundadores de la Regia Sociedad de Medicina de Sevilla y los demás grupos de novatores situados en Valencia, Zaragoza y Madrid, la base más importante fue el sistema iatroquímico tal como había sido formulado por Silvio y por Willis. En un trabajo reciente2 he intentado demostrar que estos dos autores fueron los primeros que aspiraron a construir un sistema médico “moderno” integrador de todas las novedades que a lo largo de más de un siglo habían ido desmontando aspectos concretos de la medicina galénica tradicional. Esta es la característica fundamental que los diferencia del paracelsismo y del eclecticismo de la primera mitad de la centuria. Como iatroquímicos, Silvio y Willis fueron en buena parte continuadores de los eclécticos y de los paracelsistas, especialmente de Van Helmont y también de Glauber; pero eran al mismo tiempo seguidores del nuevo método inductivo en anatomía, fisiología, patología y clínica, y estaban influidos por la filosofía atomista y cartesiana. Era lógico que en el nuevo contexto la trayectoria de la quimiatría experimentara radicales transformaciones. Los fundamentos cosmogónicos de carácter semimítico o metafísico fueron desplazados por expli 1 Una exposición exposición sistemática sistemática de este período de la medicina española puede consultarse en mi libro: La introducción de la ciencia moderna en España. Barcelona, Ariel, 1969. 2 J. M. L ó p e z P i n e r o : El primer sistema médico moderno: la iatro química de la segunda mitad del siglo xvn. M e d . E s p ., 67 , 164173; 228237 (1972).
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(■aciones que aspiraban a limitarse a la ciencia inductiva, mientras que el panvitalismo fue sustituido por un acentuado mecanicismo. Conforme acabamos de decir, ésta fue la base doctrinal que los novatores españoles del último tercio del siglo xvn utiliza ion para romper abiertamente con el galenismo. Igual que sus modelos extranjeros, aceptaron el sistema iatroquímico, defendieron como método la inducción baconiana, incorporaron los supuestos atomistas y cartesianos y fueron activos cultivadores de la anatomía normal y patológica, de la nueva fisiología y de la observación clínica.3 Debido a las tempranas fechas en la que fue formulada, la síntesis de los iatroquímicos de la segunda mitad del siglo x v i i l úe una sistematizació sistem atizaciónn prematura. prem atura. Como era er a de esperar, c on cedió a las doctrinas tradicionales mucha mayor beligerancia que la de sus propios formuladores pensaban y deseaban. Por otra parte, rellenó las enormes lagunas de una ciencia moderna todavía incipiente con atrevidas especulaciones apoyadas en muy débiles fundamentos, en puras presunciones e incluso en interpretaciones erróneas. No resulta extraño, por lo tanto, que el endeble edificio resultante se viniera abajo en muy pocas décadas. El progreso de la química y de la física, los avances de la investigación anatómica y fisiológica, y la observación clínica apoyada en la nosología inductiva procedente de Syden liarn, hicieron que antes de que terminara la centuria el sistema iatroquímico se hubiera derrumbado. Los autores que a lo largo del siglo x v i i i continuaron defendiéndolo forman parte de un fenómeno histórico residual. Pero el hundimiento de la ¡atroquímica planteó la necesidad de nuevas síntesis, tarea :i Cf. J. M. L ó p e z P i n e r o : Jua Ju a n de C ab riad ri ad a y las prim pr imer eras as etapa eta pass de la iatroquímica y de la medicina moderna en España. Cuad. Hist. Med. Ksp., 2, 129154 (1962); Los comienzos en España de la medicina mois t. M e d ., Madrid, derna y de la iatroquímica. A c ta s d e l 1 C on g . E s p . H ist. 1963 pp. 143148; La Carta filosófica, médico-chymica (1687) de Juan de Cabriada, punto de partida de la medicina moderna en España. As A s
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que, dejando aparte los iatromecánicos, realizaron, como es sabido, los llamados “tres grandes sistemáticos”: Boerhaave, Stahl y Hoffmann. Los tres tuvieron un abierto interés por la química. Boerhaave y Stahl son incluso figuras de primera importancia en la historia de esta ciencia. Pero, por las razones expuestas, coincidieron en un rechazo terminante de la iatro química. La crisis del sistema iatroquímico pesó decisivamente en la segunda fase de la renovación médica española, desarrollada en las primeras décadas del siglo xvm. Las circunstancias del movimiento novator habían cambiado entonces notablemente, ya que, como es sabido, la dinastía borbónica recién instaurada en España lo protegió oficialmente. Como era de esperar, desapareció la uniformidad doctrinal de los primeros novatores m édico éd icos.4 s.4 Al Algun gunas as figuras figuras important importantes es como Diego Mateo Mateo Zapata y también la propia Regia Sociedad de Sevilla siguieron adheridos al sistema iatroquímico. Pero igual que en el resto de Europa, éste acabó convirtiéndose en un fenómeno residual, mantenido únicamente por figuras de segundo rango. En fases sucesivas fueron apareciendo seguidores de otros sistemas, como el iatromecánico —ya que contaba con partidarios desde finales del siglo xvn, especialmente entre los físicos interesados por cuestiones biomédicas— y también los formulados por Boerhaave, Hoffmann y Stahl. La obra de Boerhaave llegaría a alcanzar, sin embargo, una influencia incomparablemente mayor que todas las demás, pero no por medio de seguidores ortodoxos de su sistema, sino a través de una vigorosa corriente antisistemática, que comenzó a manifestarse en la España de los primeros años del siglo xvm. Dicha corriente se apoyó al principio en el vago empirismo hipocratista que defendió en sus obras, aparecidas entre 1711 4 Cf. L . S. G r a n j e l : Panorama de la Medicina española durante el siglo xvm. Rev. Univ. Madrid, 9, 675702 (1960); V. P e s e t L l o r c a : El Doctor Zapata (16641745) y la renovación de la Medicina en España. A rc h . I b e r . I l is t . M e d ., 12, 12 , 3593 (1960); La Universidad de Valencia y 16 , 214231 (1964). la renovación científica española. A s c le p io , 16,
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y 1716, 1716, Marcelino Boix M oline oli ne r.5 Su expresió expresiónn madura fue, no obstante, la llamada “medicina escéptica”, cuyo máxima doctrinario fue Martín Martínez. Recordemos que en varios de sus libros y principalmente en los titulados M e d icin ic in a S ce cepp tica ti ca P h ilos il osoo phia ph ia S ce cepp tica ti ca (1730), Martínez defendió una (172225) y Ph postura antisistemática, basada en el eclecticismo y en el “empirismo racional”, es decir, en la observación clínica unida a las ciencias básicas, especialmente la anatomía y la fisiología experimental. Aparte de recurrir a la tradición hipocrática, Martínez se basó expresamente en la línea encabezada por Sydcnham y Bacon.6 A este eclecticismo antisistcmático pertenecieron, aparte de Martín Martínez, las más importantes figuras de la medicina española de la primera mitad del siglo xvm, entre ellos, no sólo (¡aspar C as al,7 al ,7 sino sino Francisco Francisc o Solano Solano de de Luque, Luque, cuya cuya doctrina doctrina solire el pulso fue, por cierto, la única contribución médica española de esta época ampliamente comentada por van Swie teii teii y otros otros miembros de de la la “Alte Wiener Wien er Schu le”. 8 Su más más r’ Cf. J. F.
P r i e t o A g u i r r e : La obra de Boix y Moliner. Historia de
mui polémica. Salamanca, Seminario de Historia de la Medicina Espa-
dilla, 1960. 11 C f . L . S.
El pensamiento médico de Martín Martínez. Are A re l,. Ih e r . H íst. ís t. M e d ., 4, 4178 (1952). 7 Véase e s p e c i a l m e n t e la l a interpretación que da a su obra P. L a í n K n t h a i .c o : Gaspar Casal y la medicina de su tiempo. Oviedo, Diputación, 1959. I¡ Sobre Solano, cf. E. G a r c í a S o l a : A lg u n os a p u n te s p a r a la b io g r a fí a ilcl insigne médico antequerano D. Francisco Solano de Luque. Granada, V. Sabatcr, 1882; P. G a r c í a F e r n á n d e z : Biografía del doctor D. Fran cisco Solano de Luque. Córdoba, Real Sociedad Económica, 1903; V. Pe s i .t L l o r c a : Francisco Solano de Luque (16851738). El médico de la ocasión. M ed ic -am -a m en ta , 2 9, 219221 (1958). Solano fue, en efecto, el único autor español del siglo xvm que citó van Swieten en sus Commentaria in Ilermanni Boerhaave Aphorismos, de cognoscendis el curandís morbis (la edición manejada ha sido la de t’arisiis, apud Viduam et Filium G. Cavelier, 175573). Los demás, en (léelo, son medievales (Avenzoar, Averroes) o renacentistas (Francisco Hernández, Gaspar Torrella, Gonzalo Fernández de Oviedo). En sus comentarios "De morbis internis et de febribus in genere", van Swieten dedica un amplio espacio a Solano como autor de un tratado G ranjee:
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influyente propagandista fue Benito Jerónimo Feijoo, nuestro primer divulgador científico de carácter claramente moderno.9
(el titulado Lapis Lydius Apollinis, 1731) ‘'en el que se incluyen muchas cosas que demuestran cuán bellamente pueden ampliarse lo que los antiguos enseñaron acerca de las crisis si se observan cuidadosamente las enfermedades a lo largo de todo su curso” (vol. II, p. 55). Resume las conclusiones de Solano y se refiere a que han sido confirmadas por Nihell y otros médicos fuera de España. Su actitud final es abiertamente positiva frente al médico español: ‘'El mérito de este asunto merece ciertamente que lo ensayen todos los que se ocupan de la medicina. Incluso no parece improbable que puedan descubrirse otros signos bastante similares en la respiración, la lengua, la orina, etc." (vol. II, p. 56). El interés de van Swieten por la doctrina de Solano se refleja e nel hecho de que en el capítulo "Febris ardens" de los mismos C o m m e n t a r i a dedique otro amplio resumen a las ideas del médico español acerca del pulso dícroto (vol. II, p. 419). Movido por la actitud de van Swieten hacia Solano, Antón de Haen se ocupó muy seriamente de la doctrina de este último: “El ilustre Barón (van Swieten) resumió en sus comentarios el libro (de Solano), incitando a todos los médicos a indagar la naturaleza, especialmente en las cosas que pudieran redundar en alguna utilidad para la clínica, y considerando que este asunto era digno de atención” (Praelectiones... in Hermanni Bo erha avi Insti Instituí tuí iones Pa tho logicae . Coloniae, Soc. Bibliopolar, 1784, vol. II, p. 330). En consecuencia, afirma que “en todos nuestros enfermos hemos efectua do este este examen Pero su conclusión no es positiva: “No he observado con frecuencia (los fenómenos descritos por Solano) ni antes en La Haya ni en nuestros enfermos del hospital” ( I b i d . ). En una nota marginal de Haen afirma igualmente: “He hablado con médicos famosos que han examinado con la máxima atención todo lo que Solano ha expuesto sobre el pulso" ( I b i d . ) . Da detalles de cómo sus observaciones no confirman las de Solano y termina diciendo: “De donde es adecuado concluir que en el ambiente holandés y el alemán estos fenómenos me parecen menos frecuentes que en el ambiente español le parecen a Solano y a sus compatriotas". La crítica efectuada por Haen fue asumida por Salvá y otros médicos españoles. 9 Esta Es ta es la nada despreciable despre ciable importan cia de la labor del benedictino bened ictino en relación con la medicina. La investigación actual la ha liberado ya completamente de la desenfocada visión mitificadora de G . M a r a ñ ó n : L a s i d e a s b i o l ó g i c a s d e l P a d r e F e i j o o . 2.a ed. Madrid, EspasaCalpe, 1941. Cf. L. S. G r a n j e e : Las opiniones médicas del Padre Feijoo. Clínica y Laboratorio, 70, 385394 (1960); M. N e u b u r g e r : Feyjoo. A Spanish Scep tic in Medicine. Bu ll. Hist. Hist. M ed., 22, 730777 (1948).
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III Durante las décadas centrales de la centuria continuó teniendo gran relieve la mentalidad antisistemática. La “Alte Wiener Schule” influyó de manera importante en la medicina española de estos años precisamente a través de los seguidores de dicha mentalidad. Desde que comenzó a publicarse, el propio Feijoo se había interesado ya por la obra de Gerard van van Sw ieten iet en .10 .10 Los médicos españoles españoles que que defendían una una medicina ecléctica basada en los supuestos del “empirismo racional’’, vieron en la forma que van Swieten transplantó a Viena el espíritu de su maestro Boerhaave un auténtico modelo que había que imitar. La insistencia del fundador de la Primera Escuela Vienesa en una medicina de observación y experimen l ación enc e ncaj ajab abaa plenamen plena mente te en los supuestos supuestos de los médicos españoles españoles de mentalidad a ntisist nti sistem em ática.1 átic a.111 D e este modo, la extraordinaria influencia que van Swieten llegó a alcanzar en nuestro país impuso una prolongada vigencia de los textos de Koerhaave. Pero las obras del gran médico de Leyden no fueron aceptadas de modo acrítico, sino que de forma casi unánime se reihazó su sistema mientras se aprovechaban sus “observacio10 Cf. G. M a r a ñ ó n : op. cít., p. 112. 11 Los mejores trabajos acerca de la “Alte “Alte Wien er Schule se deben a Imina L e s k y , que no ha publicado, s in embargo, un libro sobre el tema comparable a su gran monografía acerca de la Escuela de Viena durante ,1 siglo XIX. Recientemente ha aparecido el excelente estudio de conjunto de C. P r o b s t : Der Weg des ärztlichen Erkennern am Krankenbett. Herinan Boerhaave und die ältere Wiener medizinische Schule. Band I (1701 1787), Wiesbaden, Steiner, 1973. (Sudhoffs Archiv. Beiheft 15). Esta obra incluye numerosas referencias bibliográficas, entre ellas la de los Iiabajos de E. Lesky sobre la materia. G. A. L i n d e b o o m es, por otra parte, el más importante estudioso de la vida, la obra y el influjo de Boerhaave. Ha favorecido una síntesis de mi s investigaciones en el libro, H e r m á n B o e r h a a v e . T h e M a n a n d h i s Work. London, Methuen, 1968. Especial interés tienen las actas del Sym p o s iu m internacional que se celebró en conmemoración del tercer centenario del nacimiento de Boerhaave, publicadas bajo la dirección del propio Lindeboom bajo el título de Boerhaave and his Time. Leiden, 1970 (Analecta Boerhaaviana, VI).
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nes y raciocinios”, así como sus ideas acerca de la organización de la ciencia, la enseñanza y la asistencia médicas. La gran influencia que la “Alte Wiener Schule” ejerció sobre la medicina española de las décadas centrales del siglo x v i i i puede comprobarse en fuentes muy diversas. En los volúmenes de la revista que publicaba la Regia Sociedad de Medicina de Sevilla se refleja, por ejemplo, cómo las contribuciones vienesas pesaron de modo decisivo en una institución que qu e había hab ía sido años atrás un importante impor tante foco fo co iatroquím iatroq uímico. ico. 12 Pero el caso más representativo quizá sea la obra de Andrés Piquer (17111772), máxima figura médica de la España de dicho perío pe ríodo do .13 .13 Como es sabido, Piquer fue profesor de la Universidad de Valencia, de donde pasó en 1751 a Madrid, ciudad en la que fue médico de cámara del rey y vicepresidente perpetuo de la Real Academia Médica Matritense. En la formación de Piquer había pesado notablemente Gregorio Mayáns y Sisear (1699 1781), uno de los intelectuales de mayor relieve de la Ilustración española. Mayáns tuvo una gran atención por las cuestiones científicas y en concreto por las médicas. Fue un defensor de la obra de Boerhaave en la línea que acabamos de anotar y se interesó de modo particular por los Commentaría de van Swieten Sw ieten desde el mismo m ismo momento mom ento de su aparición. 14 En su juventud Piquer fue seguidor de un eclecticismo fuertemente inclinado al sistema iatromecánico. En su etapa madura, por el contrario, se convirtió en un convencido convencid o 'par'pa rtidario de la postura antisistemática, contribuyendo con su gran 12 M em o r ia s A c a d é m i c a s d e la R e a l S o c i e d a d d e M e d i c in a , y d e m á s ciencias de Sevilla. Vols. 111. Sevilla, 17661819. 13 C f. J. B. P e s e t y V i d a i ,: M em o r ia b i o g r á f i c a - b i b l io g r á f i c a o c r ít ic a acerca de D. Andrés Piquer. Valencia, Instituto Médico Valenciano, 1878; ico-bibliográfico del Dr. Andrés Andrés Piquer y J . M a g r a n e r : Ensayo biográf ico-bibliográfico A rru rr u fat. fa t. Valencia, lmp. de F. Domenech, 1895; A. S a n v i s e n s : Un médico fi l ó s o f o e s p a ñ o l d e l si g lo X V I I I : e l d o c t o r A n d ré s P iq u e r . Barcelona,
Nuevos papeles del doctor Andrés Piquer. Clínica y Laboratorio, 67-76, passim (195963). 14 C f. V. P e s e t L l o r c a : M ay án s y lo s m é d i c o s . Valencia, Ayuntamiento de Oliva, 1973, p. XXIII. C.S.I.C.,
1953; V.
Peskt
L lorca:
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prestigio a la difusión en España del “empirismo racional”. Al mismo tiempo suavizó los entusiasmos innovadores de su época juvenil, juven il, subra su braya yand ndoo que qu e junt ju ntoo a las cont co ntrib ribuc ucio ione ness modern mo dernas as había que aprovechar las de los médicos antiguos, en especial las de Hipócrates, de varias de cuyas obras publicó una espléndida traducción comentada. En repetidas ocasiones, Piquer declaró los supuestos de su época madura: “Dos son los medios por donde la Medicina consigue el fin de curar las enfermedades, es a saber, la observación y el raciocinio... Es indubitable que la Medicina tuvo su principio por las observaciones, y lo es también que los progresos que ha hecho todos se deben a éstas... El raciocinio es el olro fundamento de la verdadera Medicina, y para ser bien I undad undado, o, ha de establecerse sobre buenas observaciones, de mudo que éstas sirvan de premisas para deducir una buena consecuencia. Por esto la Física Experimental es la única que halla estimación entre los doctos, porque en ella el entendimiento nada razona que no sea conformándose con la experiencia. Todos aquellos que, así en la Física como en la Medicina, sientan presupuestos voluntarios, o sacados de la filosofía aristotélica que comúnmente se enseña en las escuelas, o establecidos sobre sistemas fingidos a su arbitrio, no han hecho otra cosa que engañar a la juventud y hacerla perder el Iiempo”. 15 l’iquer tenía un profundo conocimiento de la literatura médica europea de la época, así como de los clásicos y también de los autores de los siglos xvi y xvn. En las ediciones del ve tuss e t nova no va corres/rulado de las calenturas y de la M e d ic in a vetu pondientes a su época madura, así como en las Inst In stit ituc ucio ionn es incilicae y en la Prax Pr axis is m e d ica ic a , uno de los textos más a menudo citados son los Comentaría de van Swieten. Junto a ellos cita Irecuentemente a Boerhaave, Haller, Gorter, Gaubius, Mor gagni, Lancisi, Senac, etc., así como los textos hipocrátieos y
l:’ A. P i q u e r : Tratado de calenturas. 3.a ed., Madrid, J. Ibarra, 1768, "Prólogo” (s. p.).
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Ra tio las obras de Sydenham. Más aisladas son las citas a la Ratio medendi de Antón de H a e n .16 .16 En más de una ocasión, Piquer se apoya explícitamente en la línea lín ea Boerhaave Boerh aave van Swieten. En la introducción intro ducción de sus sus Inst In stit itut utio ione ness defiende, por ejemplo, la necesidad de utilizar tanto los descubrimientos modernos como las observaciones clásicas aprovechables: “Puesto que tanto los antiguos como los modernos han dicho muchas cosas útiles y verdaderas y muchas inútiles y falsas, hemos procurado ofrecer a los estudiantes en estas instituciones lo bueno que han dicho unos y otros, ya que, como afirma van Swieten en sus “Comentarios a los aforismos de Boerhaave”, Los L os q u e u n e n los d e s c u b r i m i e n tos de ¡os modernos a las observaciones correctas de los anti guo gu o s, p a r e c e n d isp is p o n e r d e los f u n d a m e n t o s ópti óp tim m os d e la M e d i c in a ” . 17 En este mismo mismo contexto contexto se apoya también a con -
tinuación en el mismo Boerhaave y en Antón de Haen, Gorter y Gaubius. Un texto de Piquer muy significativo para el tema que nos ocupa es el titulado D e M e d i c in a e slu sl u dio di o r e d e ins in s titu ti tuen endd o, que incluyó a partir de la tercera edición (1758) de la M e d ic in a vetus et nova. Se trata de un catálogo de más de sesenta autores con la correspondiente crítica. Los cuatro últimos son Boerhaave, van Swieten, Gorter y Haller, a los que considera como los más representativos de su siglo. Contrasta, sin embargo, su actitud crítica ante Boerhaave con el elogio incondicional que hace de van Swieten. 16 A. P i q u e r : Tratado de calenturas. 2.a ed., Madrid, J. Ibarra, 1760; 3.a ed., Madrid, J. Ibarra, 1768; 4.a ed., Madrid, J. Ibarra, 1771; 5.a ed., Madrid, B. Roman, 1788; Traducción francesa de la 3.a ed.: Amsterdam ct Montpellier, P . Bascon, 1776. M e d ic in a v e in s et n o v a . 3.a ed., Madrid, J. Ibar Ib arra ra,, 1 75 8 ; 4 . a ed., ed. , M adrid ad rid,, J . Ibar Ib arra ra,, 1 7 6 8 ; 5 .a ed., ed ., M adrid ad rid,, J. Ibar Ib arra ra,, 1776. Institutiones medicae ad usum Scholae Valentinae. Madrid, J. Ibarra, 1762; 2.a ed., Madrid, J. Ibarra, 1773; 3.a ed., Madrid, J. Ibarra, 1790. Praxis medica ad usum Scholae Valentinae. 2 vols., Madrid, J. Ibarra, 17641766; 2.a ed., Madrid, J. Ibarra, 17701772; 3.a ed. Madrid, apud Benedictum et Viduam J. Ibarra, 178689; también: Amsterdam, Sumptis Socielis, 1775. 17 A. P i q u e r : Institutiones... 2 .a ed. (1773), (17 73), "Introdu " Introdu ctio" (s. p.).
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De Boerhaave afirma: “Fue un hombre de ingenio sutil, óptimo juicio y saber inmenso, y conviene reconocer que a él se debe el más importante cambio, en gran parte útil, que la medicina ha experimentado en nuestro siglo... Lean y respeten los estudiantes a este autor. Sin embargo, es conveniente que sepan que en las obras de Boerhaave hay que distinguir entre las observaciones y los razonamientos. Si se consideran las observaciones, no hay nada más exacto, mientras que los razonamientos tienen mucho atractivo al estilo de nuestro tiempo, pero poca utilidad; no puede negarse que muchas afirmaciones de Boerhaave, o son erróneas, o no están basadas en fundamentos tos bastante bastan te sólidos”. 18 Van Swieten, en cambio, merece el siguiente comentario: “Gerard van Swieten, discípulo durante muchos años de Boerhaave, publicó unos comentarios de sus aforismos sobre el diagnóstico y el tratamiento de las enfermedades, llenos de verdadero saber médico. En ellos encontrarán los estudiantes cuanto de sólido y útil se ha dicho desde la Antigüedad acerca de la sintomatología y el tratamiento de las enfermedades, además de las nuevas observaciones de nuestra época, ampliamente comprobadas en la práctica... Todo ello expuesto en un estilo sencillo, sobrio y claro, de modo que su lectura pueda ser útil para los estudiantes”. 19 E l único reparo que hace Piquer a van Swieten, aparte de subrayar que la longitud de los Commentaria es excesiva para los principiantes, es que defienda algunas cosas no bien demostradas “ob Boerhaavii adhesionem nimiam”. 20 Todavía más dura fue la crítica que hizo Piquer del sistema de Boerhaave con motivo de la presentación de un “Dictamen” sobre un plan presentado en 1766 por la Universidad de Salamanca para la reforma de la enseñanza médica. Entre los A ph o libros de texto que en él se proponían se encotraban los Aph 13 A. P i q u e r : M e d ic in a v e l a s et n o v a .. . 4 . a ed. ( 1 7 6 8 ) , p p . XLXLI. 19 A. P i q u e r : Ibicl., pp. XLII. 20 Piquer parece que llegó a tener relación personal con van Swieten, que le envió un ejemplar de los Comentarios. Cf. V. P e s e t L l o r c a : M ay án s y lo s m é d i c o s .. . p. 2 9 1 , nota 9 9 .
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rismi y las In stit st ituu cio ci o n es de Boerhaave con los comentarios de
van Swieten y de Haller. Piquer opuso como reparo que “la medicina que enseña Boerhaave tiene tanto o más de sistemática que de experimental y hasta en los aforismos de cog noscendis et curandis morhis, que es la práctica, hay mezcla de uno y otro, lo cual es perjudicial a la juventud, porque se acostumbra en la asistencia de los enfermos a gobernarse tanto por discursos discursos imaginarios imagina rios como por sólidas observa obs ervacion ciones” es”.. 21
IV
A pesar de la opinión de Piquer, las obras de Boerhaave, casi siempre acompañadas por los comentarios de van Swieten y de otros discípulos, se implantaron de modo casi general en los nuevos planes de estudio que el reformismo ilustrado fue introduciendo en las facultades facultade s de medicina esp añola añ olas.2 s.222 Más que detenernos en el detalle de estas reformas, interesa en este momento, sin embargo, que demos noticia de las relaciones entre las nuevas cátedras de enseñanza clínica entonces creadas y la “Alte Wiener Schule”. Con ello tendremos, en efecto, un buen ejemplo de la influencia de la medicina vienesa sobre la española en los últimos años de la Ilustración. La enseñanza clínica llegó a contar en la España de este período con tres centros que fueron auténticas escuelas con personalidad propia: la Cátedra de Medicina Práctica de la Universidad de Valencia, el Real Estudio de Medicina Práctica de Madrid y el Real Estudio de Medicina Clínica de Barcelona. La enseñanza clínica estuvo encabezada en la Universidad de Valencia por Félix Miquel (17541824), profesor titular de la 21 A. P iq l ' k r : Obras postumas. Madrid, J. Ibarra, 1785, pp. 155158. 22 Cf. J . L . P e s e t R e i g : La enseñanza de la medicina en España durante el siglo xix. La herencia de Carlos IV y los primeros intentos liberales de reforma. Mecí M ecí.. E sp ., 5 9 , 148157 (1968); Reforma de los estudios médicos en la Universidad de Valencia. El Plan de Estudios del Rector Blasco de 1786. Tesis. Valencia. Cátedra de Historia de la Medicina, 1969; M. y J . L . P e s e t R e i g : El reformismo de Carlos 111 y la Universidad de Salamanca, Universidad, 1969.
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Cátedra de Medicina Práctica creada en 1787.23 En su primera etapa Miquel mantuvo una postura antisistemática principalmente apoyada en la escuela de Montpellier y en la “Alte Wiener Schule”. Aceptó, aunque de forma muy abierta, el vitalismo procedente de Montpellier y utilizó, reduciéndola a un mero esquema ordenador, la clasificación nosoláxica de Sauvages. Sin embargo, su más directo modelo en esta etapa fue Maximilian Stoll. No sólo utilizó sus obras como libros de texto para la enseñanza, sino que asimiló su labor clínica e incluso el interés ambientalista del autor vienés por describir cuidadosamente las “constituciones epidémicas reinantes”. La Oración inaugural de Miquel para el curso 179899 va seguida, por ejemplo, de unos meticulosos “Diarios Metereológicos inédicos” a la manera de Stoll.24 En su etapa madura Miquel resultó cada vez más influido por la escuela de París. En E l C o m p e n d io d e M ed icin ic in a P ráct rá ctic icaa (1811) que con arreglo a sus explicaciones publicó su discípulo Angel Sanz Muñoz, refleja por ello una mentalidad muy cercana a la anatomoclínica.25 Todavía son frecuentes las citas de los autores de la “Alte Wiener Schule”, desde van Swieten hasta Johann Peter Frank, pero junto a ellas han adquirido particular relieve la de los autores franceses. Félix Miquel fue uno de los primeros médicos españoles que incorporó la percusión de Auenbrugger como técnica de la exploración habitual, aplicándolo especialmente al diagnóstico de las enfermedades cardíacas.26 Resulta difícil saber si la asimiló tempranamente a través de Stoll o lo hizo posteriormente bajo la influencia L. C o m e n g e : La Medicina en el siglo XIX. Barcelona, 1914, pp. 268270; R . P e s e t R e i g : La patología cardiorespiratoria en la primera mitad del siglo xix español. A rc h . I b e r . H ist. is t. M ed ., 15, 15 , 165262 (1963) pp. 1671 75. 24 F. M i q u e l : Oración inaugural que hizo a sus discípulos... en la anerlura de la Escuela de Clínica el año 1798. M S , Biblioteca Universi laria de Valencia. 25 A. S a n z y M u ñ o z : C o m p e n d i o d e M e d i c i n a P r á c t i c a a r r e g l a d o a ¡as explicaciones explicaciones d el Doctor Don Félix Félix M iquel... 3 vols., Valencia, Imp. de Estevan, 1811. 2.a ed. I b i d . 1822. 26 S a n z y M u ñ o z : op. cit., III, pp. 441 ss. 23 Cf .
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de Corvisart. En cualquier caso en su época madura utilizó la terminología del médico francés. Anotemos, por último, que utilizaba también el termómetro clínico en una línea similar a la la de H a e n .27 .27 La principal figura del Real Estudio de Medicina Práctica, fundado en Madrid en 1795, fue José Severo López (1754 1807).28 Formado originalmente como cirujano en el ambiente hospitalario y titulado tardíamente como médico universitario, ejerció desde una de las cátedras del citado Estudio un magisterio de singular influencia. Sin embargo, no llegó a publicar ninguna obra, por lo que sus ideas tienen que estudiarse en sus manuscritos y a través de las publicaciones de sus discípulos, principalmente Antonio Ballano (t 1807) y Tomás García Suelto (1778 (17 7818 18 16).2 16 ).299 Severo López se consideraba un seguidor de la medicina “hipocrática”, adjetivo que, como en tantos otros casos, servía para designar una defensa a ultranza de la observación clínica. Lo mismo que Félix Miquel, aceptó la nosología de Sauvages como mero marco de referencia, y en sus años maduros la relación personal con Cabanis, Portal, Fontana y Mascagni le hizo interesarse de modo particular por la anatomía patológica. En este contexto, los autores de la “Alte Wiener Schule”, aunque tenidos en cuenta y citados a menudo por el profesor madrileño y sus discípulos, ocuparon un lugar secundario. Muy distinto es el caso de Francisco Salvá y Campillo (17511828) cabeza del Real Estudio de Medicina Clínica creado en Barcelona en 1797.30 Este autor es generalmente recordado 27 Sanz y M u ñ o z : op. cit., I, p p . 58 ss. 28 C f. F . d e C o r t e j a r e n a : Centenario del fallecimiento del Dr. D. José S e v e r o L ó p e z (18071907). Madrid, Academia de Medicina, 1908. R . P e s e t R e i g : op. cit., p p . 175178. 29 J. S e v e r o L ó p e z : A f e c t o s in te rn o s. MS, Biblioteca de la Facultad
de Medicina de Valencia; Lecciones de Medicina práctica. MS, Biblioteca de la Facultad de Medicina de Madrid. Para Ballano y García Suelto, ver R. P e s e t R e i g : op. cit., pp. 178183. 30 C f. E . B e r t r á n y R u b i o : A p u n te s b i o g r á fi c o s d e l d o c t o r S a lv á . Barcelona, Imp. Suc. de N. Ramírez, 1866; L C o m e n g e : Solemne sesión p ú b l i c a . . . p a r a h o n r a r la m e m o r ia d e l D r. D . F r a n c i s c o S a lv á y C a m p i ll o . Barcelona, Academia de Medicina, 1901.
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por su obra de físico y naturalista; cualquier historia “standard” de la tecnología cita, por ejemplo, sus trabajos en torno al telegrafo electrico. No obstante, fue al mismo tiempo el más brillante clínico español de estos años y el que mejor ejemplifica el influjo directo de la “Alte Wiener Schule” sobre nuestra medicina. Salva estudio en la Facultad de Medicina de Valencia, en la que utilizo como textos los libros de Piquer que, junto a los Commentaria de van Swieten, constituyeron la base inicial de su formación. Una vez titulado, ejerció en Barcelona, donde perfeccionó su preparación clínica, trabajando junto a su padre en el Hospital de la Santa Cruz. No resulta extraño, por tanto, que su obra madura fuera el principal exponente de la mentalidad antisistematica en la etapa final de la Ilustración médica en España. Sus diferencias respecto a Piquer eran, por supuesto, muy importantes. Salva fue un médico rigurosamente al día, que dominó los saberes y las técnicas propias de los años de tránsito del siglo xvm al xix. Por ello en su obra desapareció el peso decisivo que la medicina tradicional había tenido en la labor de Piquer, hasta el punto de que, como vamos a ver, lechazo explícitamente el modelo hipoerático. Esquemáticamente podría trazarse la línea antisistemática de la medicina española del siglo xvm, comenzando con el tosco “hipocratis mo de Boix Mo liner en los los años años iniciales del mismo mismo y conticon tinuando con el “escepticismo” de Martín Martínez y el “empirismo racional” de Piquer, para terminar con la obra de Salvá. Conviene, sin embargo, subrayar el profundo cambio que la mentalidad antisistemática experimentó en cada una de las elapas ejemplificadas por estos cuatro autores. La influencia directa de la “Alte Wiener Schule” sobre la producción de Salva se refleja ya en sus primeros trabajos. En 1777 publicó dos textos en defensa de la inoculación variólica, P ro c es esoo d e la in o cu la ció ci ó n y Res R espp u esta es ta a la p rim ri m era er a Ululados Pro pie p ieza za q u e p u b li có con co n tra tr a la in o cu la ció ci ó n A n ton to n io d e H a e n. 31 ,, .,31 .,31 F ' S a l v a y C a m p i l l o : Proceso de la inoculación, presentado al
Tribunal Tribunal de los sabios para q ue lo juzguen... Barcelona, F. Generos (1777); Respuesta a la primera pieza que publicó contra la inoculación Antonio d e H a e n . . . Barcelona, B. Pía, 1777.
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Aunque ambos estaban dirigidos a contradecir los escritos de Antón de Haen contra la inoculación, Salvá expresó en ellos abiertamente su admiración por este autor: “Debe hacerse jus ju s tici ti ciaa al Seño Se ñorr de H aen, ae n, que si algo alg o sólido hay ha y cont co ntra ra la inoculación, él lo ha propuesto... Los médicos, que saben el acierto con que escribió y las luces que nos manifiestan sus libros... darán testimonio irrefragable de que, habiendo hecho empeño de oponerse a la inoculación, no habria olvidado cosa propia propia para sofocarla” . 32 Por otra parte, uno uno de los los apoyos apoyos fundamentales de estos libros juveniles fueron precisamente los Commentaria de van Swieten. La obra médica madura de Salvá puede estudiarse fundamentalmente en los volúmenes (18021818) que consagró a exponer su labor en el Real Estudio de Medicina Clínica.33 En el primero de ellos (1802) comienza por defender la enseñanza clínica: “El arte de curar... ha de enseñarse a la cabecera de los enfermos, de suerte que las salas y camas de éstos han de entrar en su escuela... la teoría de nuestra profesión en esta parte no es más que la misma práctica reducida a preceptos; pero para comprehenderlos bien y para hacer buen uso de ellos, es necesario tener enfermos a la vista y observarlos”. observarlos” . 34 Como acabamos de decir, Salvá continuó en cierto modo la línea ecléctica de base empírica representada por Piquer, pero de acuerdo con los supuestos de una etapa posterior. Recurre sistemáticamente, por ejemplo, a los datos de autopsia y concede particular relieve a contar las pulsaciones con un reloj. Lo mismo que había hecho Piquer, se apoya en la línea Boerhaavevan Swieten como defensores de la observación clínica: “Van Swieten nos refiere que no se habría atrevido a 32 F . S a l v a : P r o c e s o . . . “Al leiere” (s. p.) 33 F . S a l v a y C a m p i l l o : Exposición de la enseñanza de Medicina
Clinica en el Real Estudio erigido por S. M. baxo la dirección de la Real A c a d e m i a M e d i c o - P r a c i ic a d e B a r c e lo n a . A ñ o M D C C C I. Barcelona, H. de M. Barceló, 1802; Segundo Año del Real Estudio de Medicina Clínica d e B a r c e l o n a . Barcelona, M. Texero, 1806; Tercer Año Médico Clínico de la Real Escuela de Medicina Práctica de Barcelona. Barcelona, M. Texero,
1818. 34 S a l v a : Exposición... p . 2 .
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consultar a Boerhaave si hubiese andado descuidado en formar la historia de la dolencia que escribía a la cabecera de la cama de sus enfermos... El mismo Boerhaave aseguraba a sus discípulos que en el principio de su práctica no vio enfermo alguno sin apuntar todas las circunstancias y señales de la enfermedad”. dad ”. 35 Pero Per o Boerh Bo erhaav aavee y van Sw ieten son ya, ya, para el Salvá de estos años, autores “tradicionales”. Le interesan de modo más inmediato otras figuras, como Morgagni, Zimmerman, la nueva escuela de París y los miembros mas recientes de la “Alte Wiener Schule”. En su amplia exposición acerca de la semiología del pulso, a base de contarlo cuidadosamente con un “relox de segundos”, cita repetidas veces a Antón de Haen, cuyo interés por medir la realidad clínica comparte plenamente. 36 Ac Acepta epta incluso la crític cr íticaa que, como antes hemos hem os visto, hizo de Haen a la doctrina esfigmológica del español Solano de Luque, “porque juzga que aquel (Haen) está más apoyado en la la razón razón y en en la experiencia”. 37 También Tamb ién le interesa interesa la obra obra de Stoll, en espec ial en relación con los los criterios criterios tera te rapé péutic uticos os,0 ,033 y sobre todo la de Johann Peter Frank. Aparte de adoptar ante la nosología sistemática, desde la de Sauvages a la de Pinel, una actitud escéptica similar a la del médico vienés, llega a proponer a sus discípulos como actitud ejemplar la defendida por Frank en su Oratio inauguralis de 1784.39 A pesar de su respeto hacia Piquer, Salvá no admite ya que las historias clínicas hipocráticas sean un modelo adecuado para la práctica clínica: “¿Las propondremos como modelo que deba seguir la juventud médica en las relaciones de las enfermedades?... Las historias de las enfermedades que se describan en esta escuela (la de Barcelona) han de ser más exactas y más detalladas que las del primer primer padre de la la medicina” me dicina”.. 40 P rere 35 33 37 38 39 40 14
S alva: S alvá: S a l v Á: S a l v Á: S alvá: Salva:
Exposición... Exposición... Exposición... Exposición... Exposición... Exposición...
p. 6. pp. 5271. p. 62. p. 17. p. 18. p. 70.
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feribles a las hipocráticas son las de varios autores modernos, entre ellos ellos S to ll.4 ll .411 Con posterioridad a 1802 la influencia de la “Alte Wiener Schule” sobre Salvá fue debilitándose, mientras se incrementaba la de la escuela de París. Tanto en la enseñanza como en la práctica, que basó en historias clínicas con cuidadosos protocolos de autopsia, el médico catalán acabó convirtiéndose prácticamente prácticam ente en un un anatom oclínico oc línico .42 .42 Como último testigo del peso de la “Alte Wiener Schule” en la medicina española de estos años finales de la Ilustración, recordaremos muy sumariamente un texto de Ignacio María Ruiz de Luzuriaga (17631822).43 Formado científicamente en Francia y Gran Bretaña, Luzuriaga estuvo influido sobre todo por Hunter y la escuela de Edimburgo. Autor de notables investigaciones experimentales, especialmente acerca de la fisiología respiratoria, fue el auténtico iniciador de la higiene pública moderna en España, de acuerdo con un modelo directamente inspirado en el “sanitary movement” británico. En sus D isee rta rt a ció ci ó n m é d ic a so b re el cóli có lico co d e obras clínicas, como la Dis M a d rid ri d (1796), se refleja también el predominio británico, quedando la “Alte Wiener Schule” en un plano secundario.44 En 1817, sin embargo, Luzuriaga fue encargado de informar acerca de unas nuevas ordenanzas para organizar la enseñanza clínica en España. En el extenso D ic t a m e n que redactó con este motivo hizo un detenido estudio del funcionamiento de la enseñanza clínica en Europa, insistiendo en la que se daba en Leyden, Edimburgo, Viena, Góttingen, Copenhague, Padua, Montpellier y París.45 Resulta significativo que en es 41 S a l v a : Exposición... p . 7 1 . 42 S a l v a : S e g u n d o A ñ o . . . y Tercer Año..., p a s s i m . 43 Cf. M. U s a n d i z a g a : Los Ruiz de Luzuriaga. Eminentes médicos
vascos “ ilustrados". Salamanca, Seminario de Historia de la Medicina
Española, 1964 44 I. M. Ruiz d e L u z u r i a g a : Disertación médica sobre el Cólico de M a d r id .. . Madrid, Imprenta Real, 1796. 45 I. M. Ruiz d e L u z u r r i a g a : Dictamen sobre las nuevas ordenanzas del estudio de Medicina práctica, formadas por la Junta del mismo. 1817. MS, Biblioteca de la Facultad de Medicina de Madrid.
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las lechas un autor formado básicamente en Gran Bretaña considere modélicos los métodos utilizados en Francia y los de Viena. Particular en concreto es su admiración por “el ilustre Si o 11, cuya temprana temp rana muerte enlutó la Medic Me dicina ina Eu rope ro pea” a”.. 46 Sobre todo le parece digna de imitación la incorporación activa de los estudiantes a la enseñanza clínica, que el autor vienés había introducido: “El sabio Maximiliano Stoll... se propuso cu la Clínica de Viena que sus enfermos fueran asistidos por los mismos discípulos bajo los auspicios de sus profesores y de él mismo, exigiéndoles los mismos esmeros que si estuviesen encargados exclusivam ente de su asisten cia”. 47 Esta Es ta es la razón razón de que Luzuriaga incluya en este D icta ic ta m e n una minuciosa descripción de la anamnesis, la exploración, el diagnóstico, la terapéutica y los demás aspectos de la enseñanza médica tal como era practicada en Viena bajo la égida de Stoll.48 V Como una noticia de carácter complementario, vamos, por íilt íilt inlo, inlo, a comenta com entarr brevem brev emente ente las ediciones edicione s y trad ucciones uccion es que tuvieron en nuestro país los textos procedentes o relacionados con la escuela vienesa. Subrayemos antes la extraordinaria difusión que los originales o las reediciones y traducciones publicadas fuera de l\s|>aña en las obras de Boerhaave, van Swieten, de Haen, Sioerek, Stoll, Plenek y Johann Peter Frank alcanzaron en nuestro país. Fin cualquier biblioteca médica española con fondos históricos importantes se encuentran hoy abundantes ejemplares de estos textos. En la Biblioteca de la Facultad de Medicina de Valencia o en la de Madrid, por ejemplo, hay varios centenares de los mismos. Pero junto al manejo de estas ediciones extranjeras, la gran inlliiencia que la “Alte Wiener Schule” tuvo sobre nuestra 111 l iu i u i z n u L u z u r i a g a : Dictamen... p . 1 7 . ,|v l iu iu i z nu nu L u z u r i a g a : Dictamen... p . 1 3 . 111 Huí/, d k L u z u r i a g a : Dictamen... p p . 1 3 1 8 .
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medicina condujo a la publicación de un notable número de traducciones y ediciones españolas de textos de Boerhaave y de los autores vieneses. Los Lo s Commentaria de van Swieten fueron la fuente de tres A p h o rism ri sm o s d e C iru ir u g ía d e H e r m á n B o e r traducciones: los Ap haave... Comentados por Gerardo V anSwieten, cuyos ocho volúmenes aparecieron entre 1774 y 1788, siendo reeditados entre 1788 y 1790;49 el Tratado de las enfermedades de los niños traducido... de los Aphorismos de Boerhaave comentados 7);50 y la Dis po p o r e l h a ró n V anSwieten (178 7);50 D isee rta rt a ció ci ó n hist hi stór órica ica sobre la inflamación y sus remedios... traducido de los Aforismos de Cirugía de Boerhaave (1772 ).51 También la Ku K u r z e B e s chreibung und Heilungsart der Krankheiten, welche am öftesten in den Feldlagern beobachtet werden del propio van Swieten fue traducida al castellano bajo el título D e s c r ip c i ó n c o m p e n diosa de las enfermedades más comunes del exército (1761),
versió versiónn que, corregida, fue reeditada en en 1 7 6 7 .52 .52 Resulta interesante anotar que los autores de todas estas traducciones fueron cirujanos. Juan Galisteo y Xiorro, traductor de las dos pri49 G.
van
S w i e t e n : A p h o r is m o s d e C ir u g ía d e H er m á n B o e r h a a v e . ..
Comentados por Gerardo Van-Swieten, y tradticidos al castellano, con las notas de Mr. Luis, y varias Memorias de la Real Academia de Cirugía de París por D. Juan Galisteo y Xiorro. 8 vols., Madrid, P. Marín, 17741788;
2.a ed. 8 vols. Madrid, P. Marín y Vda. de Marín, 17881790. 50 G. v a n S w i e t e n : Tratado de ¡as enfermedades de los niños, tradu cido al francés de los Aphorismos de Boerhaave comentados por el barón de Van Swieten... por Mr. Paul... y al castellano por D. Juan Galisteo y Xiorro. Madrid, Benito Cano, 1787. 51 II. B o e r h a a v e : Disertación histórica sobre la inflamación y sus remedios, según el mecanismo del cuerpo humano. Traducido de l os A fo ri s m o s d e C iru ir u g ía d e H er m á n B o e r h a a v e . . . p o r A n to n io S e g a r ra . M a -
drid, J. Doblado, 1772. 52 G. v a n S w i e t e n : D e s c r i p c i ó n c o m p e n d i o s a d e l a s e n f e r m e d a d e s m á s comunes del exército. con un nuevo, fácil y seguro méthodo de curar el venéreo. Traducido al castellano por Don Agustín Arguello y Castrillo y A ñ a d id o c o n a lg u n a s N o ta s y m u c h a s a d v e r t e n c i a s p a r a lo s C ir u ja n o s d e mar. Madrid, J. Ibarra, 1761; 2.a ed. con el título, D e s c r i p c i ó n c o m p e n diosa de las enfermedades que reynan en los exércitos, con el méthodo de curarlas. Traducido al castellano y nuevamente corregido en esta segunda impression por D. Agustín Argüello y Castrillo. Madrid, A. Ortega, 1767.
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meras, fue discípulo en Valencia de Andrés Piquer y ejerció de spués como cirujano en el Hospital General de Madrid. Antonio Segarra, que tradujo la tercera, era cirujano militar, mientras que Agustín Argüello y Castrillo, que hizo las dos versiones del libro de van Swieten sobre medicina militar, era cirujano naval. Las seis ediciones citadas estaban destinadas expresamente a los cirujanos, que seguían manejando exclusivamente el idioma castellano, mientras que los médicos universitarios utilizaban el latín, como en el resto de Europa. Añadamos que tanto los autores de las traducciones como sus destinatarios eran cirujanos a la antigua usanza, distintos de los procedentes de los Colegios de Cirugía fundados por la gran reforma encabezada por Pedro Virgili (1699-1776), que elevó la cirugía española al más exigente nivel europeo. En el ambiente quirúrgico de los Colegios la influencia de la “Alte Wiener Schule” quedó muy en segundo término ante el peso de la brillante cirugía francesa de la época y también ante el prestigio de los autores británicos, sobre todo cuando se impuso como figura central de dicho ambiente el gran discípulo ile Ilunter, Antonio de Gimbernat (1734-1816). Las necesidades docentes de las Facultades de Medicina universitarias fueron, por otra parte, el motivo inmediato de ediciones españolas, en el idioma original latino, de varias obras de Boerhaave. Recordaremos las destinadas a la Universidad de Valencia (1790 y 1791) 53 y sobre todo la edición en In stit ituc ucio ione nes, s, los Aph A phor oris is cuatro volúmenes (1796-1801) de las Inst iii i y el Líb L íb ellu el lu s d e m ater at eria ia m e d ica ic a que lleva amplios comentarios del aragonés Juan Bautista Soldevila, en buena parte apoyado yadoss ('ii ('ii los los de Ha ller y van S w ieten iet en .54 .54 No he podido consultar unos Consejos y preceptos de medicina de Boerhaave (1796) : , : l I I . B o e r h a a v e : A p h or is m i d e c o g n o s c e n d is e t cu r an d is m or b is . In
usum Scholae V alentinae... a lentinae... Valentiae, J. Estevan et Cervera, 1791; Inslihitiimes M e d i c a e .. . Valentiae, J. Estevan et Cervera, 1790. II.
B o e r h a a v e : Instituti Institutiones ones m ed icae ... E ditionem istam caravit, caravit, et
tiiixil ¡omines Baptista Soldevila. 2 vols. Matriti, Typ. Villalpandea, 17961797; A ph or is m i d e co g n o s c e n d is e t cu ra n d is m o r b is e t m a te r ie s m e d ic a fii f ii is d e m sa is lo ci s in t e r p o s it a .. . E d it io n e m is ta m cu ra v it, it , e t au xit xi t Jo a n n e s llni>tisla Soldevila. 2 vols. Matriti, Typ. Villapandea, 1798-1801.
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que quizá sean una traducción castellana parcial de los Ap A p h o rismi . 55 A p h o rism ri sm i d e co g n o s c e n d is et También la obra de Stoll Ap curandis febribus fue editada en España por razones didácticas, ya que fue incluida como libro de texto en varios planes de estu dio .56 .56 Su texto original latino fue reimpreso reimpreso en Madrid en 1815 y dos años más tarde se publicó una traducción en castellano.57 La popularidad que este texto alcanzó en España explica que en una fecha tan tardía como 1847 se publicara una selección del mismo junto a la traducción de los aforismos y pronósticos pronósticos hip oc rático rá tico s.58 s.58 Anotemos, por último, que el A b h a n d l u n g ü b e r e in e g e s u n d e K in d e r e r z ie h u n g n a c h m e d icin ic in isc is c h e n u n d p h y sisc si schh e n G r u n d sätzen de Johann Peter Frank fue traducido tempranamente al castellano con el título Tratado sobre el modo de criar sanos a los niños, fundado en los principios de la Medicina y de la Fís F ísic icaa (18 03).5 in u m 03 ).599 Por el contrario, contrario, el el D e cu ra n d is h o m inu morbis epitome del mismo autor no se publicó en nuestro
idioma hasta fechas muy avanzadas. Apareció en 1851 con el título de Tratado de Medicina práctica y fue reeditado dos años más tarde.60
55 H. B o e r h a a v e : Consejos y preceptos de medicina. Trads. por D. Puertas. Madrid, 1796. 56 Véase nota 22. 57 M. S t o l l : A p h o ri sm i d e c o g n o s c e n d is et cu ra n d is f e b r ib u s . Matriti, F. de la Parte, 1815; A fo r is m o s d e B o e r h a a v e p a r a c o n o c e r y c u r a r las la s calenturas dados a la luz en latín por Maximiliano Stoll... Traducidos libremente al castellano por el Dr. D. Antonio Lavedan. Madrid, F. de
la Parte, 1817. 58 A fo ri sm o s y p r o n ó s t ic o s d e H i p ó c r a t e s .. . E d ic i ó n il u st r a d a c o n notas y retratos... varios aforismos de Stoll y Boerhaave acerca del diag nóstico y curación de las fiebres. Madrid, A. Gómez Fuentenebro, 1847. 59 J. P. F r a n k : Tratado sobre el modo de criar sanos a los niños, fun dado en los principios de la Medicina y de la Física... Traducido por D. I. de O. Madrid, 1803. 60 J. P. F r a n k : : Tratado de Medicina práctica... Traducido del latín p o r } . M . C. G o u d a r e a u . S e g u n d a e d i c i ó n .. . tr a d u c id a a l c a s t e l l a n o p o r D. José María Velasco. Madrid, D. S. Compagni, 1851; 2.a ed. Madrid,
S. Compagni, 1853.
LA ESCUELA DE CÁDIZ Y LA INTRODUCCIÓN EN ESPAÑA DE LA MEDICINA ANATOMOCLÍNICA
ic inaa P u b l i c a d o c o n e l m i s m o t í t u l o e n M ed icin Española, 70, 1 2 5 1 3 3 ( 1 9 7 3 ) .
A C on ch a y Joaqu Jo aquín ín
hace más de diez años vengo insistiendo en que Cádiz fue el escenario fundamental de la introducción en España de la la mental mentalida idad d a natom oclínica.1 El present presentee trabajo tiene tiene por objeto presentar una primera ordenación de los datos más significativos que he reunido en relación con este tema. Tara interpretar adecuadamente el papel desempeñado por la medicina gaditana durante la primera mitad del siglo xix hay que partir, por supuesto, de una imagen objetiva de lo que fue la escuela de París en la misma época. Resulta necesario conocer en detalle sus orígenes en las últimas décadas de la centuria anterior y, sobre todo, no convertirla en algo uni Iorme y estático. Hace falta tener en cuenta su evolución, desde el período de transición encabezado por Pinel hasta la etapa de los “eclécticos” próximo ya el centro del siglo, y subrayar los |^
esde
' C f. mis trabajos: Francisco Javier Laso de la Vega y la introducción de la auscultación en España. A rc h . I b e r . H ist. is t. M ed ., 11, 157167 {1960); Francisco Javier Laso de la Vega y la introducción en España del método anatomoclínico. Bol. Soc. Esp. Hist. Med., 2, núm. 2 (1962); L:i comunicación con Europa en la medicina española del siglo xix. Alm A lm en a, 2, 3364 (1963); El saber médico en la sociedad española del m k I o x i x . M e d ic in a y S o c ie d a d e n la E s p a ñ a d e l s ig lo X IX . Madrid, Ksludios y Publicaciones, 1964, pp. 31108; The Development of the Itiisic Sciences and their Influence on Clinical Medicine in 19th Century S|>;>in. ('lio Medica, 8, 5363 (1973) [reimpreso en este volumen, páginas 235252],
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diferentes planteamientos de las tendencias que se desarrollan a lo larg« de la misma.2 Cádiz fue, en efecto, el principal centro de recepción de las contribuciones de la escuela de París por parte de la medicina española. Varias circunstancias contribuyen a explicar este hecho. Fue decisivo, desde luego, el condicionamiento socioeconómico. Recordemos que la sociedad gaditana estaba entonces a la vanguardia del pís en lo económico y en lo ideológico, gracias a una activa y próspera burguesía comercial que mantenía una comunicación con el ambiente francés y con el británico, excepcional en la España de la época.3 Por otra parte, la medicina gaditana no procedía de una anquilosada tradición universitaria, sino del Colegio de Cirugía fundado por Virgili, una de las principales instituciones renovadoras de nuestra medicina ilustrada. Como es sabido, la escuela de París fue en buena parte el resultado de la extensión a toda la medicina de los criterios de la brillante cirugía parisina de finales del siglo xvin. Wunderlich ya advirtió que “la nueva orientación de la medicina francesa procede de la cirugía”. El paralelismo de la situación gaditana favoreció lógicamente el proceso de recepción. En París, figuras como Bichat, Brous sais, Cruveilher y Laennec se formaron originalmente como cirujanos. Vamos a ver qué otro tanto sucedió con las principales cabezas de la escuela gaditana de esta época. En la medicina anatomoclínica desarrollada en Cádiz pueden distinguirse dos grandes etapas que corresponden, a grandes rasgos, al reinado de Fernando VII y a las dos primeras 2 Entre los estudios acerca del tema hay que destacar los de P.
L a ín
E n t r a l g o : La historia clínica. Historia y teoría del relato patografico. 2.a ed. Barcelona, Salvat, 1961, y E. H. A c k e r k n e c h t : M e d i c in e a t t h e
París Hospital. Baltimore. John Hopkins, 1967. Puede consultarse tam-
bién mi reciente trabajo de síntesis: La patología y la medicina interna en la Europa latina durante la primera mitad del siglo xix. Historia Uni versal de la Medicina, dir. por P. Laín Entralgo, Barcelona, Salvat, 1963, vol. V, pp. 7383. 3 Aparte de los estudios históricos generales sobre la España de la época, cf. la monografía de R . S o l í s : El Cádiz de las Cotres. 2 . a ed. Madrid, Alianza Editorial, 1969.
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décadas del de Isabel II. Como característica destacada hay que subrayar la continuidad existente entre ambas etapas, que quedaría interrumpida durante la segunda mitad del siglo xix con la práctica desaparición de la escuela. I. La actividad activida d cien tífica de la primera etapa estuvo cen trada en la Sociedad MédicoQuirúrgica de Cádiz. Aprobados sus reglamentos en diciembre de 1817, esta institución publicó durante los años 1820 a 1824 —coincidiendo, por tanto, subs lancialmente con el “trienio liberal”— cuatro tomos de una revista, el Per P erió ió d ico ic o d e la S o c ied ie d a d M é d ico ic o Q u irú ir ú rg ica ic a d e C á diz, 4 que fue más tarde una víctima más de la represión y el obscurantismo de la ominosa década. Suspendidas las tareas de la Sociedad por orden gubernativa en 1824, las reanudó cuatro años más tarde bajo el nombre de “Real Academia”, o sea, como una de las academias médicas de distrito fundadas por Calomarde. Perdió con ello lo fundamental de su carácter. Su revista reanudó su publicación bajo otro nombre, pero su aparición se interrumpió al poco tiempo. Frente al brusismo de Hurtado de Mendoza —cuyas D é c a das da s 5 fueron la otra gran gran revista española de este período— período— la Sociedad gaditana y su Pe P e rió ri ó d ico ic o defendieron la tendencia anatomoclínica sensu stricto de la escuela de París, es decir, la orientación de Corvisart, Bayle y Laennec. La Sociedad MédicoQuirúrgica debió su origen al Colegio de Cirugía y en última instancia a la actividad del director de toda su etapa f inal, Carlos Fran F ran cisco A m eller ell er.6 .6 No obstante, el alma de la 4 Periódico de la Sociedad Médico-Quirúrgica de Cádiz. Tomos IIV, Cádiz, Imp. de la Casa de Misericordia, 18201824. Como “suplementos” de estos tomos aparecieron, entre otros, las Inspecciones anatómicas de Laso (tomo I) y su traducción del libro de Lallemand (tomo IV) (v. notas l.'i y 16). El tomo V apareció con el título de A ct a s y M e m o r ia s d e la Hcal Academia Médico-Quirúrgica de Cádiz. Cádiz, Of. de la Viuda e Hijo de Bosch, 1829. 5 Las Décadas Médico-Quirúrgicas, tomos IXX (18201828), publicadas en Madrid por Manuel Hurtado de Mendoza. A partir de 1824 su litulo fue Décadas de Medicina y Cirugía prácticas. 6 C f. D . F e r r e r : Historia del Real Colegio de Cirugía de la Armada de Cádiz. Cádiz, Colegio Oficial de Médicos, 1961, pp. 217 y ss.
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institución y de su revista fue Francisco Javier Laso de la Vega y Orcajada. No sólo fue secretario de la Sociedad, director del Pe P e rió ri ó d ico ic o y autor de una abrumadora porción de su contenido, sino que a su personalidad se debió lo más substancial de la orientación científica que siguieron. No en vano figura en las listas listas como como “Primer “Primer socio fundador”. 7 Francisco Javier Laso nació en Cartagena en 1785 y realizó sus estudios en el Colegio de Cádiz, alcanzando sucesivamente los grados de licenciado en Cirugía, bachiller y licenciado en Medicina y doctor en Cirugía médica. También fue progresivo su ascenso dentro del profesorado, llegando a catedrático después de desempeñar durante años, entre otras, la enseñanza de medicina práctica o clínica. Fue asimismo durante mucho tiempo bibliotecario de dicho centro docente. Falleció en noviembre de 1836. La característica más patente de la obra de Laso es la solidez y la sobriedad. Su numerosa producción escrita se desarrolló a través de tres cauces: las aportaciones personales, las traducciones y la comunicación de las más importantes novedades médicas. Sus escritos originales consisten siempre en la exposición de una nutrida experiencia propia, a base de casos clínicos y de protocolos de necropsias. Las obras que tradujo corresponden al aspecto más positivo de la escuela anatomo clínica de París. Realizó un continuado esfuerzo de información y valoración de lo que se estaba haciendo en Europa, por medio de una amplia serie de artículos que van desde la mera traducción o el resumen comentado, hasta el informe crítico y contrastado con datos de propia experiencia. Dentro de estas tres vertientes, se ocupó de muy diversos problemas. A la terapéutica, por ejemplo, dedicó abundantes artículos, entre los que se encuentran algunos tan interesantes como el titulado “consideraciones sobre el uso médico de la quinina quinina y cinconina”, cincon ina”, 8 en el que resume resume y comenta, comenta, por pri7 C f. mis trabajos sobre Laso citados en la nota 1. 8 Per. Soc. Med. Quir. Cádiz, 3, 6979 (1822): Dos años más tarde apareció en la misma revista una comunicación de un farmacéutico miembro de la Sociedad, presentando “un nuevo método de elaboración, que
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mera vez en España, los trabajos, entonces muy recientes, de l’elleiier y Caventou, así como las experiencias clínicas que con estos productos habían realizado Megendie, Chomel y otros autores. A ello une los resultados de su propia experiencia y de la de otros colegas gaditanos. Algo semejante hace también con con la terapéutica iódica del bocio y de la la “escrófula”, 9 y con con otras muchas novedades de la época, entre las que, claro está, no faltan algunas que desde nuestro momento no podemos juzgar juzg ar tan favor fav orab able lem m ente en te,, como co mo por ejem ej empl ploo las “moxas “mo xas”” o determinadas aplicaciones de las sanguijuelas, estudiadas bajo la influencia de Broussais o de sus partidarios. Este terreno de la terapéutica, precisamente, es el único en el que el sistema “fisiológico” del autor francés tiene cierto influjo sobre Laso. La higiene fue otra disciplina que le preocupó. Bajo su directa instancia, el Per P erió ió d ico ic o de la Sociedad publicó una “Clave remitida a los socios corresponsales para formar la descripción topográficomé topog ráficomédica dica del país residen cia” 10 e incluyó regularmente unas tablas que contenían datos termométricos, barométricos, higrométricos y de variaciones atmosféricas de cada día del trimestre, así como una interesante “constitución médica” del mismo con exposición de enfermedades dominantes y estadística ele fallecimientos, especificando enfermedad, edad y sexo. El viejo espíritu hipocrático y las nuevas direcciones y métodos médicosociales se dan la mano en un hombre que tradujo, además, una importante obra de un higienista tan significativo como Villermé. No es este lugar adecuado, sin embargo, para que nos detengamos en un análisis pormenorizado de las distintas facetas de su obra, aunque algunas de ellas, como la quirúrgica y 3a hislóricomédica, merecerían siquiera una breve exposición. En esta rápida presentación quiero subrayar tan sólo lo que constituye tituye el núcleo más más importante de su obra: la medicina interinter 1;u■i1ita o bten er con co n mayor economía tan útil m edic am ento ". J. P . P é b e z : Knsayo sobre un nuevo método de elaborar la quinina. Ibíd., 4, 183186 (1924).
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na. Como internista, Laso representa quizá mejor que cualquier otra figura un proceso de la máxima importancia: la plena introducción en España de la mentalidad y el método anatomoclínico. En este terreno, en efecto, fue donde se desarrollaron sus máximas contribuciones. Dentro de las tres formas fundamentales de su trabajo que antes indicábamos, podemos ahora escoger las aportaciones más significativas de toda su labor. Estas serán, como obra original, su monografía sobre la fiebre amarilla; dentro de las traducciones, su versión de las In v esti es tigg a c io n es a n atom at om o pa p a toló to lógi gica cass so b re el e n c é fa l o , de Lallemand; en lo que toca a la comunicación de novedades científicas, la introducción de la auscultación como medio diagnóstico habitual. Su monografía sobre la fie bre amarilla am arilla 11 forma parte de la numerosa serie de estudios que médicos españoles y extran jero je ross dedi de dica caro ronn a las epidem epi demias ias que asolar aso laron on alguna alg unass ciuda ciu dade dess españolas durante los últimos años del xvm y los primeros lustros del xix. El trabajo de Laso quiere ser un estudio noso gráfico basado en la observación de los hechos. Apoyándose en su propia experiencia —“expondré las ideas [dice] que me ha sugerido el examen y comparación de los numerosos hechos que he presenciado presenciado y descrito”— descrito”— 12 realiza realiza una detenida expoexposición de la clínica de la afección de la terapéutica utilizada y de las alteraciones anatomopatológicas observables en la misma, para concluir afirmando que la fiebre amarilla es una ga stro st roen ente teri riti tiss a g u d a , debida a un miasma contagiante sui su i g e nera. Como apoyo principal del estudio se añade un largo apéndice de “inspecciones “inspecciones anatómicas ”, 13 en el que se se incluyen veintiséis casos propios, de cada uno de los cuales se ofrece la historia clínica y los datos de interés epidemiológico, una 11 ¿Debe considerarse como una fiebre esencial el afecto que conocemos con el nombre de fiebre amarilla? Per. Soc. Med. Qnir. Cádiz, 2, 225270 (1821). 12 Op. cit., p. 226. 13 Inspecciones anatómicas concernientes a la historia de la “fiebre amarilla", verificadas en el Hospital Militar de esta plaza, durante la epidemia que reinó el año de 1819. “Suplemento" con paginación independiente (64 pp.) del tomo II (1821) del Per. Soc. Med. Quir. Cádiz.
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descripción extraordinariamente minuciosa de la autopsia correspondiente y un comentario relacionando los resultados de ambas esferas. Este trabajo no fue una de esas “publicaciones obscuras” sin difusión ni influencia; dos de sus casos, por ejemplo, merecieron ser recogidos y reproducidos en uno de los estudios más importantes entre los dedicados a la fiebre amarilla ama rilla en este momento: el de Mazet y P a rise ri se t.14 t.14 En los trabajos de Laso anteriores a este libro aparece lodavía el anatomoclínico de transición. En los redactados hacia 1815 se presenta influido fundamentalmente por la obra D icci cioo n a rio ri o de Pinel utilizando como guía principal el famoso Dic de Ciencias Médicas y muy en la línea aún de nuestros clínicos deciochescos. De todos modos, es ya patente no sólo su amor por la “observación”, sino que su apoyo principal es la anatomía patológica. En 1819, cuando escribió su monografía sobre la fiebre amarilla, su mentalidad era ya prácticamente la de un anatomoclínico. Véase cómo describe su modo de trabajar: “Anotaba a su cabecera... cuanto es necesario para formar su historia exacta... [después] verifiqué la inspección de muchos cadáveres para asegurar mis juicios y confrontar la serie de los síntomas observados con las huellas que estampaba la enfermedad me dad sobre los órganos órganos ofendidos”. ofendidos”. 15 E llo le lleva a un encuadre nosológico típicamente anatomoclínico: la fiebre amarilla es para él, como ya hemos dicho, una gastroenteritis aguda. La superación de la posición tipo Pinel resulta evidente ante la crítica que hace de sus conceptuaciones de la fiebre amarilla corno fi f i e b r e gá stri st rica ca o como fi f i e b r e atóx at óxica ica o m a lign li gn a, a las que califica de “vacilantes y poco satisfactorias”. La independencia respecto de Broussais queda clara con su terminante aceptación del contagio como un hecho innegable, por más que no pueda todavía explicarse sino por medio de un miasma o veneno animal de tipo desconocido. De su producción posterior quisiera ocuparme en primer st ig a cio ci o n es anat an atóm óm ico pat p atol oló ó lugar de la traducción de las In v e stig 14 E . P a r i s e t y A. M a z e t : Observations sur la fievre jaune faites a Cadix en 1819... París, Audet, 1820. 15 “'¿Debe co nside nsi derar rarse...?" se...?" (nota 11), págs. págs. 22 8-2 29. 29 .
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giea gi eass so b re el e n c é fa lo y sus su s d e p e n d e n c ia s , de F . L allem and .16
Conviene recordar que la obra del antiguo ayudante de Du puytren comenzó a publicarse en 1820 y que la versión de Laso lo hizo en 1824, siendo por tanto la primera de las realizadas en Europa. Ninguna explicación dará mejor idea de la mentalidad con que Laso emprendió su traducción que lo que se afirma en el “Anuncio bibliográfico” de la misma: “La anatomía patológica apenas conocida de los médicos de la Antigüedad y empezada a cultivar con esmero por los Bonet y los Morgagni, ha prestado servicios muy importantes a la medicina práctica en estos últimos tiempos. Las obras de Portal, de Bayle, de Corvisart, de Laennec y de Broussais, que han hecho que la ciencia de curar tome un vuelo tan rápido, están fundadas en investigaciones de anatomía patológica. Esta ha demostrado en evidencia el poco fundamento de las ingeniosas teorías de los humoristas, de los químicos, de los solidistas y de los mecánicos. La anatomía patológica no sólo ha disminuido el número de errores, sino también ha establecido verdades incontestables; muchas enfermedades cuyo asiento se ignoraba han sido mejor conocidas por ella. El diagnóstico de las afecciones del corazón, de las vías digestivas y de los órganos de la respiración ha llegado al mayor grado de certeza; y en su consecuencia la terapéutica de estos males ha ganado considerablemente. Faltaba empero que las investigaciones anatómicopatológicas se dirigiesen sobre las afecciones encefálicas”.1 cas ”.177 T al tarea era, según según el profes profesor or gaditano, gaditano, la cumplida por la obra de Lallemand. Pero veamos, por último, cómo la actitud de Laso ante el verdadero centro de la semiología “física”, la auscultación mediata de Laennec, es la consecuente en un hombre de mentalidad anatomoclínica. En el tomo III del Pe P e r io d ico ic o d e la S o c ie dad MédicoQuirúrgica de Cádiz, en la parte correspondiente 10 Quir.
nueve 17 Aci A cias as
Se publicó como "suplem "sup lemento ento”” del tomo IV del Per. Soc. Med. Cádiz, apareciendo entre 1824 y 1826 solamente cuatro de las partes o ''caitas" de la obra original de Lallemand. "Anuncio "Anu ncio bibliográfico bibliog ráfico'' de la traduc tra ducció ción n de la obra de Lallenic LallenicUid Uid.. M em . R. A cad. ca d. M ed . Quir. C ádiz ád iz,, 5, 310-312 (1829).
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al primer trimestre del año 1822, se incluye un largo artículo bajo el título “Descripción y usos del pectorilocuo inventado por por M. Laen nec”. nec ”. 18 E l artículo artículo comienza comienza diciendo que, que, seg según ún la norma de la Sociedad de extractar aquellas obras que “por la importancia y novedad de su objeto mereciesen ser comunicadas”, ba parecido ahora necesario incluir un amplio resumen del Tratado de auscultación mediata de Laennec, lo que se realiza a través del artículo “Pectorilocuo” del diccionario francés de ciencias médicas. Se hace un gran elogio de la obra, de la cual se dice: “la creemos indispensable al médico en su práctica”. 19 Al final del trabajo se incluye una una lámina, lámina, representando un estetoscopio o pectorilocuo, cuyo pie dice así: “El acreditado artista don Joaquín de los Reyes ha construido dos pectorilocuos que compiten en perfección con el que le ha servido de modelo, remitido de París a D. F. Laso por el malogrado doctor Mazet. La Sociedad posee uno de aquellos, y el señor Reyes se ha ofrecido a construir éste y cualesquiera otros otros instrumentos de su su manufa ma nufactura ctura a precios cóm odos”. odos” . 20 Intentemos precisar a través de estos datos las fechas. Andrés Mazet fue un médico parisién que junto a su compatriota Esteban Parisset estuvo trabajando en Cádiz en 1819 acerca de la fiebre amarilla; anteriormente ya nos hemos referido a la publicación de ambos, que apareció el año siguiente. Tenemos varios testimonios de la amistad y de la comunicación científica entre Mazet y Laso, lo que explica que el primero enviara al segundo el “pectorilocuo”. Y como, por otra parte, sabemos que el médico méd ico francés fran cés murió en el verano de 18 2 1 ,21 ,21 podemos fijar la fecha de tal envío a lo largo de 1820 o durante los primeros meses de 1821; es decir, al año siguiente de la primera edición de la obra de Laennec. Pero esta temprana posesión e información significarían bien poco si desconociéramos cuál fue el uso que Laso y su ambiente gaditano hicieron 18 19 20 21
Per. Soc. Med. Quir. Cádiz, 3, 36-65 (1822). Op. cit., p. 36. Op. cit., p. 65. Cf. Cf . la “necrolog ía’7 de Mazet por el propio Laso en Per. Soc. Med. Quir. Cádiz, 2, 415 (1821). 15
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de la nueva posibilidad diagnóstica. Algo nos adelanta ya el evidente espíritu comercial de este Joaquín de los Reyes, primer fabricante y anunciante español de fonendoscopios. Pero oigamos lo que dice el propio Laso seis años después en noviembre de 1828: “Desde que en 1822 se dio al público médico P e r iód ió d ico ic o una recopilación de las reglas en el tomo III de este Pe establecidas por Mr. Laennee para el buen uso del instrumento de su invención, hemos visto con la mayor complacencia que los profesores españoles se han apresurado a adquirirlo, aun haciéndolo construir en esta plaza. Ya el estetóscopo es en nuestras salas clínicas, y en los aposentos de nuestros enfermos particulares, un medio nada extraño de perfeccionar el diagnóstico de muchas enfermedades internas... Si la prevención que juzga generalmente con injusticia la novedad de los objetos, si la pereza que también resiste las innovaciones, si el bajo interés que rechaza cuanto le alarma con la sospecha de su perjuicio, pudiesen oponer algún obstáculo a que se generalice la aplicación del mejor medio de auscultación, la firmeza y la intención sana de los profesores del arte de curar sabrá triunfar de tan débiles enemigos. Ya se ha visto que la adopción del estetóscopo no es un privilegio de ciertos individuos; estudiándolo algunos meses en un hospital donde la concurrencia de enfermos y la diversidad de afectos ofrecen ocasiones favorables y términos de comparación, se llegará a poseer los diversos acentos que él nos da a conocer, los cuales, de concierto con otros signos que nos comunican los demás sentidos, nos servirán de guía para clasificar y distinguir las enfermedades que atacan los los órganos órganos contenidos en la cavidad to rá c ica ic a ...”. ... ”. 22 Todavía Tod avía más significativo resulta este párrafo si se conoce que pertenece a una de las numerosas “comunicaciones” de Laso esta vez acerca de las aplicaciones del estetóscopo que Lisfranc quería encontrar en la patología quirúrgica y abdominal. II. II . Durante Du rante la segunda de las las etapas antes citadas la antigua Sociedad MédicoQuirúrgica de Cádiz se convirtió en una más entre las academias médicas de distrito. En 1845 se denun22 Act (1 829) 9).. A ctas as M em . R. A ca d . M ed . Quir. Qui r. C á d iz , 5, 2 6 6 - 6 8 (182
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ció su “abatimiento y decadencia”, afirmándose que solamente “di “di vez en cuando nos da seña les de vida”. vid a”. 23 La continuidad contin uidad ('(in la etapa anterior se centró por ello en la nueva Facultad de Ciencias Médicas, fundada el año 1844 en lo que antes había sido Colegio de Cirugía. Varios profesores de dicho rcnlro y algunos médicos que trabajaban en el hospital militar anejo, en los hospitales benéficos de San Juan de Dios y de Nuestra Señora del Carmen y en las enfermerías de la Casa de Misericordia, fueron capaces de mantener hasta mediados de siglo un elevado nivel dentro de una línea de medicina analoinoclínica hospitalaria, que continuó inspirada directamente en la de París. Era un grupo que se consideraba explícitamente seguidor de la “gloriosa tradición de Gimbernat, Mutis y Laso” . 24 Varias revistas recogieron recog ieron su actividad, activ idad, siendo las las mas importantes la Rev R evis ista ta d e C ien ie n cia ci a s M éd ica ic a s, órgano de la nueva Facultad y la Crónica de los Hospitales.25 Como ejemplos destacados de la labor que realizaron, vamos a dar breve noticia de las obras de Gardoqui, Porto, y Gracia Álvarez. José Jo sé de Gardo Ga rdoqu quii ( f 1857) 185 7) estudió estu dió me medi dicin cinaa y ciru ci rugí gíaa en el Colegio de Cádiz y más tarde se doctoró en París, donde trabajó principalmente en el servicio de la Charité dirigido por Cliomel, sucesor de Laennec como profesor de medicina clínica. A su regreso a España fijó su residencia en Cádiz, llegando a catedrát cate drático ico de física física médica en la nueva Fa cu lta d .26 .26 ;’: ;’:l Revista de Ciencias Médicas, núm. 19, p. 136 (1845). Revista de Ciencias Médicas, núm. 1, p. 2 (1844). La Revista de Ciencias Médicas se fundó en 1844 como órgano de l.i nueva Facultad de Ciencias Médicas de Cádiz, apareciendo 74 números (•.ni numeración de volumen) entre septiembre de dicho año y febrero de 18 16. La Crónica de los Hospitales, dirigida y redactada casi en su letalidad por Antonio de Gracia Álvarez publicó en Cádiz 13 números en!re marzo de 1849 y marzo de 1850; con posterioridad se fusionó con l'nrle Médico de Madrid, desapareciendo el periódico resultante de la lusión a los 8 números. F. M é n d ez e z A l v a r o ( Breves apuntes para la histo ria del periodismo médico y farmacéuticos en España. Madrid, E. Teodoro, INS.'!) no conocía la existencia de la primera de estas dos revistas. C.f. I í . P e s e t R e i g : La patología cardiorrespiratoria en la primera mitad del siglo XIX español. Tesis de Valencia, 1962, pp. 126-143. Fede-
i ico liubio, que fue discípulo di scípulo suyo, lo elogia elog ia en sus sus memorias memor ias com o “uno “ uno
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Gardoqui publicó varios artículos y también unas Le L e c c i o n e s 45 ),277 pero su su principal principal obra fue fue un Tratado de física médica (18 45),2 de las enfermedades de los órganos que componen el aparato respiratorio (18351839).28 Consta de dos volúmenes con una
extensión total de casi quinientas páginas y fue sin duda uno de los mejores libros españoles de medicina interna de la primera mitad del siglo xix. No es un mero resumen o adaptación de textos franceses, como era habitual en la España de la época sino una exposición personal del tema, basada en un conocimiento riguroso de las contribuciones ajenas y en una amplia experiencia propia. El contenido del Tratado corresponde plenamente a la escuela de la Charité; es decir, a la tendencia anatomoclínica en sentido estricto. Gardoqui asimiló perfectamente las aportaciones de Corvisart, Bayle y Laennec, pero históricamente su obra pertenece a la etapa siguiente de la escuela de París, comprendida entre 1830 y 1848. Su contexto inmediato está constituido, en efecto, por la producción de autores como Chomel y Louis, Bouillaud y Andral. La nosología que expone Gardoqui es estrictamente anatomoclínica y la semiología que utiliza está exclusivamente reducida al signo lesional: “Es ciertamente admirable ver que los versados en anatomía patológica, no desdeñando cuanto pueda ilustrar el diagnóstico, practiquen con tanta habilidad la percusión y la auscultación, que por su medio... puedan anunciar cuál es el órgano afecto, indicando la especie de lesión que debe encontrarse en el cadáver, el punto donde existe y sus progresos diarios; confirmando después la autopsia cuanto habían hab ían pronosticad pron osticado”. o”. 29 Pero Per o el médico gaditano ga ditano no sólo sólo doae stro ro s y de los los mejores maestros que que ha conocido en Espa Es pa ña ” ( Mis m aest mi educación. Madrid, V. Tordesillas, 1912, p. 359). 27 Lecciones de física médica dadas en la Facultad de Cádiz... Cádiz, Imp. y lib. de la Revista Médica, 1845; “Memoria sobre la pericarditis aguda”. Gaceta Médica de Madrid, 2, 1-6 (1835); “Caso de tartamudez tratado según el método de Jourdan”. Revista de Ciencias Médicas, nú mero 2, pp. 4-5 (1844). 28 Dos tomos, Cádiz. Lib. de Reros, 1835-1839. 29 Op. cit., p. 3.
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minaba la auscultación y la percusión —cuyos datos sometía :i una exigencia crítica— sino que contaba el pulso y las respiraciones por minuto y se preocupaba de los caracteres físicos de l os esputos, del pus y de las evacuaciones sanguíneas. Por olía parte, en su libro recurre con frecuencia al criterio esta dislico, tanto en problemas patológicos y clínicos como en eucslioncs terapéuticas. Si Gardoqui es el prototipo del médico gaditano de estos ....... formado en París,30 Manuel José de Porto (17921860) es la figura que mejor representa la continuidad con la etapa .inlcrior encabezada por Laso. Tras estudiar en el Colegio de
Olio interesante médico gaditano de esta época formado en Francia Fran cia i . Anlnnio Colom Ossorio, doctorado en Monlpellier bajo la dirección de I..¡lie con nvia tesis que fue publicada con el título de Essai sur riiiil>eiir(ii>h¡<> du coeur. Monlpellier, Typ. Ve. Picot, 1831. •" J. E ro st a rb k : Necrolo Necrologí gía. a. El Siglo Médico, 7, 461 (1860); I, (ioM (ioMii iiN Ncr; cr; y F e r r e r : La M ed icin ic inaa en e l sigl si gloo XIX. XIX . A punte pu nte s p ar a la lir.hiriii dr la cultura médica en España. Vol. I, Barcelona, J. Espasa, 1914, |p. (iOL!. (iOL!. H. P e s i í t R e i g : Op. cit., pp. 144-164; F. R u b i o GalÍ: Op. cit., |,p. .'¡0:3-303. ....... .
J. I.ikiiig:
Química aplicada a la fisiología animal
y a
la patología...
vi-ilida al español por don Manuel José de Porto. Cádiz, Imp. de la
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importante fue un Ma M a n ua l d e anat an atom omía ía p a to lóg ló g ica ic a (1846), primer texto español de la disciplina, ya que el redactado por Mosácula veinte años años antes antes no llegó llegó a im imprim prim irse.33 irse.33 Es un volumen de casi 250 páginas, cuyo contenido está principal P r é c i s d ’an ’a n a tom to m ie p a t h o log lo g iq u e (1829) de mente basado en el Pr Gabriel Andral y en los trabajos de Cruveilher, Laennec, Bayle y otros autores de la escuela de París. No se trata, sin embargo, de un mero resumen libresco, ya que su autor poseía una amplia experiencia como anatomopatólogo que se refleja en numerosas cuestiones. Porto concibe la anatomía patológica como la disciplina básica de la ciencia y de la práctica médica: “La anatomía patológica es para la ciencia de las enfermedades, lo que la anatomía general y descriptiva para la fisiología. Esta parte esencial de la patología sin la que poco o nada habría adelantado la ciencia del diagnóstico, es la que examina los órganos en el estado prenatural, estudiando sus alteraciones tanto físicas como químicas, indagando su origen y enseñando a conoc co nocer er sus consecuencias consecue ncias e nel organismo organismo animal”. anim al”. 34 La clasificación que utiliza —lesiones de circulación, nutrición secreción, de la sangre y de la inervación— coincide con la de Andral. En la primera edición, el estudio de las lesiones es exclusivamente macroscópico. Todo lo más recurre a la lupa, indicando, por ejemplo, que en la “hepatización gris” del pulmón tuberculoso se ve con ella “una cantidad inmensa de pequeñas granulaciones grises de forma y volumen iguales, apretadas apre tadas y conjun con juntas tas las unas a las otras”. otr as”. 35 Solamente Solam ente en la cuarta edición de la obra (1867), aparecida siete años después Revista Médica,
1845.
De sus discursos el más interesante es el titulado
De la educación y sus relaciones con la higiene para perfeccionar la inteligencia del hombre. Cádiz, Imp. de la Revista Médica, 1853. Entre
sus artículos destaca el dedicado a exponer la historia clínica y el proto colo de autopsia de una hidatidosis hepática (Revista de Ciencias Médi cas, núm. 11, 76-79 (1844). 33 Man M anua uall d e a n a tom to m ía p a to ló g ic a , r e d a c ta d o d e los lo s m e jore jo re s a u to r e s ... .. . A na tom to m ía p a to ló g ica ic a manus Cádiz, Imp. de la Revista Médica, 1846. L a Ana crita de Juan Mosácula (1828) ha sido descubierta por M. L. T : sp . (en prensa). Vida y obra de Juan Mosácula. M ed . E sp. 34 Op. cit., p p. . 7. 35 Op. cit., p p. . 159 159. errada
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de la muerte de su autor, José Cordón Pérez le añadió nociones de patología celular y notas acerca de los caracteres microscópicos cópico s de las distintas lesio le sio ne s.36 s.36 Antonio Gracia Álvarez no era profesor como Gardoqui y Porto. Figura absolutamente ignorada tanto a nivel de repertorio como de estudio monográfico, no disponemos acerca de él de más información que la indirecta que proporcionan sus escritos. Se formó en el Colegio de Cádiz y fue médicocirujano de la Armada, ejerciendo después en el propio Cádiz y en algunas localidades cercanas. Falleció con posterioridad a 1864 en fecha fech a y circunstancias circunsta ncias que descon de scon ocemo oce mos.3 s.377 En contraste con su desdibujada biografía, la obra escrita de Gracia Álvarez es una de las más amplias e interesantes de la medicina española del reinado de Isabel II. Fue un infatigable promotor del periodismo médico, fundando varias revistas, tas, casi todas ellas de muy muy corta d uraci ur ación ón .38 .38 La más importante fue la titulada Crónica de los Hospitales (18491851), consagrada casi exclusivamente a recoger los casos anatomoclínicos más interesantes procedentes de los centros hospitalarios gaditanos, de acuerdo con el modelo de la Gazette des hospitaux francesa o los Ho H o spit sp ital ales es R ec ecoo rd s británicos. Entre 1845 y 1864 publicó también casi un centenar de artículos en diferentes revistas españolas, asimismo dedicados en su mayor parte a la presentación de casos propios, que son siempre modélicos por el cuidado de la exploración y del protocolo de autopsia. c9 Tradujo, por otra parte, los Est E stuu d io s es esta tadí dísti stico coss y crít cr ític icos os so b re las aspiraciones etéreas de Burguiéres (1847) —una de las pri36 Cf. Cf . R . M a r c o C u é l l a r : La morfología microscópica normal y pa tología en la medicina española del siglo XIX anterior a Cajal. Tesis de Valencia, p. 118. 37 En la actualidad preparo un trabajo sobre su vida y sus obras, que espero me conduzca a aclarar los principales detalles de su biografía. 38 M é n d e z A l v a r o (op. cit.) cita nada menos que seis, aunque sus datos requieren una cuidadosa revisión. 39 Por su elevado número resulta imposible incluir aquí una relación de los artículos publicados por Gracia Álvarez. Por ello me limitaré a indicar que, sin contar las revistas por él fundadas, publicó principalmente cu el Boletín de Medicina, Cirugía y Farmacia, El Siglo Médico, Boletín del Instituto Médico Valenciano, La España Médica y El Porvenir Médico.
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meras obras sobre la anestesia etérea aparecidas en España— y las Observaciones clínicas, análisis químico y reflexiones sobre la hidropesía (1852) de Ross.40 Publicó, además, varios libros originales, siendo el más importante de todos ellos el titulado En E n say sa y o hist hi stór óric icoo d es escr crip ipti tivv o so b re la e n f e r m e d a d d e B rig ri g h t
(18 49 ).41 ).41 Gracia Álvarez se ocupó de muy diferentes cuestiones médicas y quirúrgicas, siendo uno de los primeros profesionales españoles en plantearse de manera favorable el problema del naciente especialismo, sobre todo en conexión con la oftalmología. No obstante, el tema al que dedicó lo mejor de su obra fue la enfermedad de Bright. El En E n s a y o antes citado es una espléndida monografía dividida en tres partes, la primera de las cuales se ocupa de la anatomía patológica, la clínica y la terapéutica de la afección, estando consagrada la segunda a recoger casos propios y ajenos y la tercera a una “biografía cronológica” de estudios sobre la materia a partir de los hipo cráticos. El libro fue unánimemente elogiado por la prensa médica española y mereció incluso ser comentado favorablemente fuera de nuestro país. Con posterioridad a su aparición, Gracia Álvarez continuó publicando sobre el tema numerosos artículos, algunos de los cuales son por su extensión auténticas m onogr on ografías.4 afías.422 La semiología utilizada por el médico gaditano no solamente incluía los signos físicos propios de la escuela de París, sino que había incorporado el signo químico introducido por Bright. Analizaba químicamente la orina de los enfermos para 40 M. B u r g u i e r e s : Estudios estadísticos y críticos sobre las aspiracio nes etéricas... Traducida y aumentada por A. de Gracia y Álvarez, Cádiz, lib. de A. Carlos, 1847; J. Ross: Observaciones clínicas, análisis químicos y reflexiones sobre la hidropresia... Traducido al castellano por A . de Gracia y Álvarez. Cádiz, Imp. de J. J. de Arjona, 1852. En colaboración con José Bartorelo, Gracia publicó también las obras inéditas de José García Arboleya (Cádiz, 1854). 41 Ensayo histórico descriptivo sobre la enfermedad de Bright, seguido de observaciones recogidas en la práctica civil y en los hospitales. Cádiz, lib. de A. Carlos, 1849. 42 Especialmente la serie publicada en Bol. Med. Cir. Farm., 3, 299, 305, 322, 338, 380 (1853), y en El Siglo Médico, 1, 35, 58, 74 (1854).
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determinar la presencia de albúmina y determinaba exactamente su densidad mediante el urinómetro de Prout. Analizaba igualmente la sangre con el método de l’Heritier, comprobando las proporciones correspondientes al agua, los materiales sólidos del suero, los glóbulos y la fibrina. Aunque sus estudios anato mopatológieos fueron siempre macroscópicos, subrayó muy tempranamente la importancia de las investigaciones microscópicas de Donné y de los estudios hematológicos de Andral y Gavarret. Conocía la literatura médica en francés y en inglés quizá como ningún otro médico español de su época. Directamente, o a través de traducciones, fue asimismo uno de nuestros primeros profesionales en atender las publicaciones alemanas. Por ejemplo, no sólo asimiló puntualmente las contribuciones nefroló gicas británicas de Bright y Culi y las francesas de Rayer y su grupo, sino que supo darse cuenta de la novedad que implicaba D i e B righ ri gh t’sc t’ sc h e N iere ie renn k ra n k h eit ei t (1851) de Frerichs.43 II I. Como antes he adelantado, la trayectoria de la medimed icina anatomoclínica gaditana quedó interrumpida en la segunda mitad del siglo xix. La ruina de la burguesía comercial de la ciudad, por una parte, y la centralización administrativa de su Facultad, por otra, fueron sin duda factores que pesaron en la interrupción de la tradición científica de la escuela. El más brillante discípulo salido de la misma en las décadas centrales del siglo fue el cirujano Federico Rubio que, como es sabido, realizó su transcendental labor de reforma de la medicina española, primero en Sevilla y más tarde en Madrid. Dicha labor contribuyó de forma decisiva a la introducción de la histopa lología y al desarrollo de las modernas especialidades en nuestro p aís.4 aí s.444 De esta forma, la obra de Rubio significó, en cierto modo, la continuación de la medicina gaditana en la que originalmente se había formado. Los anatomoclínicos del Cádiz de la primera mitad del siglo xix, por lo tanto, desempeñaron ’3 Lo cual implicó su transición desde la mentalidad puramente ana* tnmoclínica a la nueva era de la "medicina de laboratorio’'. 44 Cf. mis trabajos citados en la nota 1.
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en uno de los períodos de mayor decadencia de nuestra historia
médica el papel de puente entre dos grandes empresas renovadoras: la dirigida durante el siglo xviii por Virgili y la encabezada cien años más tarde por Federico Rubio.
CIENCIAS MÉDICAS BÁSICAS Y MEDICINA CLÍNICA EN LA ESPAÑA DEL SIGLO XIX
The Development of the Basic Sciences and their Influence on Clinical Medicine in 19th Century Spain. Clio Medica , 8. 53-63 (1973). El trabajo fue objeto de una comunicación al III Sym posium de la Academia Internacional de His toria de la Medicina (Londres, 1971).
¿üjj^sPAÑA es diferente” es uno de los slogans más repetidos por la propaganda turística española. Muchos historiadores españoles y especialistas extranjeros en temas ibéricos se han sentido inclinados también a subrayar esa supuesta diferencia. En ocasiones, han llegado incluso a postular en términos casi metafísicos la peculiaridad de nuestro país, de su historia y de su cultura. Mi opinión no puede ser más opuesta a este acercamiento, que a menudo enmascara un conocimiento defectuoso de la historia española o una herida mal disimulada de nuestro orgullo nacional. En lugar de recurrir a hipotéticas peculiaridades esenciales, pienso que es necesario investigar con métodos ob jeti je tivv o s la situac situ ación ión de la m edici ed icina na españ es pañola ola dentro den tro del pano pa no-rama médico de Europa y del mundo. Dicha situación varía considerablemente según el período histórico que se considere. Durante algunas épocas, España ha formado parte del escenario central de la medicina europea. En otras, por el contrario, ha sido un área marginal que apenas ha recibido información adecuada de los progresos conseguidos en otros países. La primera parte del siglo xix fue precisamente una de esas etapas de hundimiento. Mientras que en las décadas finales del siglo x v i i i la medicina española había alcanzado un nivel comparable al vigente en el resto de la Europa occidental, el período 18081833 coincidió con un profundo colapso de la actividad científica en nuestro país, quizá el más grave de toda su historia. De forma muy esquemática puede afirmarse que la evolución posterior de la medicina española del siglo xix fue un penoso proceso de recuperación, que a finales de la cen-
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turia solamente había conducido a algunos avances parciales. Aunque entonces reaparecieron en la escena internacional contribuciones españolas de auténtica importancia —como las de Cajal y su escuela—, nuestra medicina distaba mucho de haber superado limitaciones de tipo básico que la separaban del ritmo de los países más avanzados. En este contexto histórico no resulta extraño que el desarrollo de las ciencias básicas y de su influencia en la medicina clínica careciera de equilibrio en la España del siglo xix. La recuperación de las ciencias morfológicas fue, en general, satisfactoria y por ello influyeron de forma más acusada en la medicina clínica. El progreso de las ciencias fisiológicas, por el contrario, se frustró repetidas veces, con el resultado de que su peso fue menor y, sobre todo, más tardío. En lo que respecta a la bacteriología médica, su maduración en el último tercio de la centuria facilitó una incorporación más rápida al ambiente español. Voy a intentar resumir las principales líneas de esta evolución, pero antes parece conveniente dar noticia de las circunstancias en la que las ciencias médicas fueron cultivadas en la sociedad española del siglo xix. L
a s c i e n c i a s m é d i c a s en l a sociedad e s p a ñ o l a d e l siglo x ix
Desde el punto de vista de las relaciones entre ciencias médicas y sociedad, pueden distinguirse tres períodos en la España del siglo xix: 1 1. E l primero (18081833) (180818 33) corresponde correspon de al colapso antes mencionado. El satisfactorio desarrollo de la medicina española durante la Ilustración se interrumpió durante los años de la Guerra de Independencia y los del reinado de Fernando VII. La desorganización de la actividad científica como consecuencia de la guerra fue un factor que pesó en dicho colapso. 1 P ara ar a un estudio estudio detallado det allado sobre el tema, c f. J. M. L ó p e z P i n e r o : El saber médico en la sociedad española del siglo xix. M ed icin ic inaa y s o c ie dad en la España del siglo XIX. Madrid. 1964, p. 31-108.
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No puede concedérsele, sin embargo, más que una importancia muy limitada. Las causas reales fueron mucho más profundas y, en último extremo, hay que referirlas a la crisis económica, social, política e ideológica que el país sufrió en esta época. No olvidemos que durante los mismos años que se combatía contra las tropas napoleónicas, tuvo lugar en España la revolución burguesa, cuya expresión más visible fue la Constitución de 1812, que varios movimientos liberales de otros países adoptarían más tarde. Otro hecho de la máxima transcendencia fue la pérdida del imperio colonial. En 1824 todos los territorios que incluía habían alcanzado la independencia, con la única excepción de Cuba, Puerto Rico y Filipinas, que no la conseguirían hasta 1898. Con todos estos cambios, la ciencia española perdió las bases que había tenido durante la Ilustración. Con una poderosa y próspera economía y dentro de la estructura social y política propia del despotismo ilustrado, la ciencia había sido promovida y apoyada en la España del siglo xix por una minoría favorable a la innovación, de forma paralela a lo que sucedía en otros países del Occidente europeo. En este período, sin embargo, España no solamente se había convertido en una potencia de segundo rango, sino en un país increíblemente arruinado. Además, la ruptura de la mentalidad ilustrada condujo a la aparición de dos ideologías irreconciliables. Los seguidores de una de ellas accedieron al poder después de la guerra y anularon la Constitución de 1812 y todas las reformas liberales. Consideraban un grave error todo el esfuerzo de renovación y de acercamiento a Europa realizado durante el siglo x v i i i y pusieron todo su empeño en el mantenimiento de las estructuras del “ancien regime” y en aislar al país del extranjero. Los partidarios de la segunda, la liberal, únicamente consiguieron gobernar en condiciones muy precarias en el trienio 182023, que fue seguido por una dura represión por parte de los absolutistas. Desde los años de la guerra, la gran mayoría de los médicos españoles se identificó con la mentalidad liberal. Cuando Fernando VII impuso un régimen absolutista en 1814, un sorprendente número de médicos sufrió persecución por sus ideas
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políticas o tuvo que exiliarse. Este número incluye, no solamente la mayor parte del centenar de figuras de la medicina española del momento, sino también una gran cantidad de médicos anónimos, hasta el punto de que se planteó un grave problema de falta de profesionales. En estas condiciones, no fue posible la reconstrucción de las instituciones médicas destruidas por la guerra y mucho menos crear otras nuevas adecuadas a los grandes avances de la medicina europea de la época. Los restos del brillante nivel alcanzado durante la Ilustración desaparecieron en pocos años. Para dar idea de la gravedad de esta decadencia, basta anotar que durante los veinte años de reinado de Fernando VII solamente se publicaron 89 libros y folletos médicos originales, de los cuales 41 aparecieron durante el trienio liberal y el resto en los diecisiete años de régimen absolutista. En cuanto al periodismo médico —tan importante en este período— quedó confinado casi exclusivamente en los tres años liberales.2 2. E l segundo segundo período período (18331868), que coincide coincid e con el reinado de Isabel II, ha de ser considerado como una “etapa intermedia” entre el profundo colapso que acabamos de considerar y la recuperación parcial del último tercio del siglo. La trayectoria socioeconómica y política distaba mucho de ser satisfactoria. Hasta 1840 no terminó la primera guerra carlista. La desamortización de los bienes eclesiásticos se llevó a cabo de forma inadecuada y la industrialización se frustró básicamente. No obstante, a pesar de todo, es innegable el progreso conseguido en comparación con los años anteriores. Las ciencias médicas resultaron favorecidas por un extraordinario crecimiento de la publicación de libros tanto originales como traducidos, así como por la aparición de un amplio número de revistas médicas. La difusión y asimilación de las novedades europeas más importantes fue, por otra parte, facilitada por el regreso de los médicos exiliados por motivos políticos algunos de ellos tan destacados científicamente como Mateo Seoane, 2
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que había aprovechado sus diez años de exilio en Londres para trabajar junto a Faraday y para ampliar su formación en el Guy’s Hospital.3 No olvidemos, sin embargo, que la ciencia no había recuperado su inserción normal dentro de la sociedad española. Los avances conseguidos dependían del esfuerzo de personas o de grupos aislados, que incorporaron las novedades más importantes de la medicina europea, a pesar de que la sociedad española en su conjunto con junto no les concedió conced ió el el apoyo apoyo material y moral que necesitaban. 3. La fecha fec ha inicia l del tercer período puede situarse situarse en la revolución democrática de 1868, a pesar de que sus consecuencias políticas directas fueron cortadas por la Restauración seis años más tarde. La revolución de 1868 significó una completa libertad para la actividad científica española desde el punto de vista ideológico. El evolucionismo darwinista, por ejemplo, conocido y defendido privadamente hasta entonces por un número muy limitado de médicos y naturalistas españoles, fue expuesto y acaloradamente discutido en público solamente después de la revolución.4 Esta libertad libertad hizo hizo posib posible le que apareci aparecieran eran en la escena social mentalidades que aspiraban a apoyarse en la ciencia, descartando los supuestos tradicionales. Dichas mentalidades fueron el positivismo, principalmente en las relaciones entre filosofía y religión; el evolucionismo, el experimenta lismo y el materialismo como bases generales para el conocimiento de la realidad; y finalmente, las diferentes versiones del progresismo político que en algunos casos se asoció al socialismo. El liberalismo radical de los años revolucionarios tuvo, además, otra consecuencia. La afirmación del principio de la Cf . M. A l v i s t u r : Biografía del Excmo. Sr. D. Mateo Seoane. M a 3 Cf. drid, 1862. Cf . T. F. Glick: La recepción del darwinismo en España. Ac tas 4 Cf. III Congreso Español de Historia de la Medicina, Valencia, 1969, vol. I, p. 193-200.
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absoluta libertad de enseñanza, aunque produjo algunos problemas inevitables, permitió la creación de instituciones médicas por parte de los grupos más avanzados. Libres de la inercia habitual de las instituciones oficiales, estos centros fueron de importancia decisiva para el cultivo práctico de las ciencias médicas básicas y su aplicación a la medicina clínica. Las ventajas e inconvenientes que implicaba la Restauración, eran a primera vista las opuestas a las vigentes durante el período revolucionario. La estabilidad favoreció, sin duda, la continuidad del cultivo de la ciencia. El conservadurismo ideológico oficial creó graves dificultades a la actividad científica independiente, aunque no llegó a hacerla imposible. Ciertos grupos de disidentes fueron capaces, en efecto, de llevar a cabo importantes contribuciones y algunos de sus criterios, especialmente tras la crisis de 1898, acabaron imponiéndose, penetrando incluso en las esferas oficiales.5 A lo largo de este período, la ciencia alcanzó un gran prestigio en el seno de la sociedad española, que favoreció innegablemente los esfuerzos de los médicos y científicos más avanzados. A pesar de ello, no se superaron las condiciones anormales en las que la actividad científica se desarrollaba. Continuó dependiendo, en efecto, del esfuerzo de individuos y de pequeños grupos que trabajaban de espaldas a la sociedad en la que vivían. Las
ciencias
morfológicas
y
su
influencia
en
la
medicina
CLÍNICA
1. E l hundimiento hundimiento del brillante brilla nte nivel nivel que las las ciencias morfológicas habían alcanzado en España durante la Ilustración puede personificarse en el caso de Antonio de Gimbernat. Discípulo de John Hunter, Gimbernat había sido la principal figura 5 El más más importa imp ortante nte de dichos grupos fue, sin duda, el de la Institu Institu ción Libre de Enseñanza. Los autores que la han estudiado hasta ahora han dedicado muy escasa o nula atención a la notable actividad científica que se desarrolló en su seno. Tampoco ha sido debidamente analizada la influencia de la Institución en la organización oficial de la investiga ción que se llevó a cabo en España a comienzos del presente siglo.
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de la reforma de la enseñanza anatómica y quirúrgica en la España del siglo x v i i i . Había realizado, además, una importante labor científica. Su aportación más destacada fue la descripción del ligamento asociado hoy universalmente a su nombre, descubrimiento que hizo en el curso de sus investigaciones anatómicas para fundamentar un nuevo método de operar la hernia crural (1793). En 1814, al comienzo del reinado de Fernando VII, era una venerable figura científica con casi ochenta años de edad. Ello no impidió, sin embargo, que fuera completamente ignorado y que muriera dos años después casi ciego y prácticamente en la mis eria.6 eria .6 Otros Otros anatomist anatomistas as más jóvenes jóvenes encontraron barreras insuperables para ejercitar su excelente preparación. A Vicente Llobet, por ejemplo, la reacción de 1824 lo expulsó por sus ideas liberales de su cátedra en la Facultad de Medicina de Valencia y le prohibió publicar su tratado de anatomía.7 Como era de esperar, el nivel general del saber anatómico descendió de forma lamentable. En la enseñanza se utilizaban reediciones de libros españoles de la centuria anterior y traducciones o adaptaciones de calidad ínfima. De las nuevas orientaciones de la investigación morfológica europea solamente llegó una pobre e inadecuada información sobre la “anatomie générale” de Bichat y los estudios comparados.8 El carácter más pragmático de la medicina interna y de la cirugía permitió a varios grupos de profesionales salvarse de un colapso científico total. Bajo la directa influencia de la esencia anatomoclínica de París se interesaron en la anatomía patológica y en la práctica clínica y quirúrgica basada en ella. 6 Entre los numerosos estudios dedicados a Gimbernat, citaremos únicamente el de E. S a l c e d o G i n e s t a : Estudio biobibliográfico de D. An tonio de Gimbernat ij Arbós. Madrid, 1926 (Vol. I de la ed. de sus obras en la Biblioteca Clásica de la Medicina Española). 7 C f. su elogio necrológico en Bol. Med. Cir. Farm., 1, 58 (1834). 11 L a Ana A na tom to m ie g én é ra le de Bichat fue traducida en 1807-1814 y su Traité des membranes en 1826. Las obras de A. L. J. Bayle y H. Hollard y I’. A. Béclard también fueron vertidas al castellano. El único texto español de alguna imporlancia fue el Tratado Elemental completo de Ana A natom tom ía (1829) de Manuel Hurtado de Mendoza, digno resumen de la morfología francesa de la época (incluyendo la anatomía patológica).
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Aprovechando el trienio liberal, el grupo que encabezaba en Cádiz Francisco Javier Laso de la Vega difundió novedades tan importantes como la auscultación y publicó los resultados de sus autopsias y observaciones clínicas de acuerdo con el modelo francés. Algo parecido hicieron, aunque a escala inferior, otros médicos en Barcelona y en Madrid. En esta última ciudad, el sistema de Broussais alcanzó notable influjo, al encontrar un apasionado seguidor en su discípulo Manuel Hurtado de Mendoza.9 Cirujanos como Antonio de San Germán y José Rives Mayor conservaron lo más esencial de la tradición de Gimbernat en sus cátedras de Barcelona y Madrid e iniciaron la incorporación de la anatom an atomía ía patológ pato lógica ica en los ambient am bientes es quirúrgicos. q uirúrgicos. 10 No es exagerado decir que la censura absolutista fue un poderoso obstáculo para la difusión de las ideas de estos grupos avanzados. San Germán no pudo publicar su tratado de cirugía hasta el trienio liberal, porque la censura se lo había prohibido durante muchos años. El primer texto español de anatomía patológica, escrito por Juan Mosácula, no llegó a ser impreso por la misma mis ma razón. razón . 11 2. La “etapa interm edia” edia ” significó, en primer término, una notable elevación del nivel informativo. La traducción de los más importantes tratados europeos, la redacción de compendios por autores españoles y, sobre todo, la presencia de una serie de revistas médicas, consiguió mantener España al día de los progresos de la anatomía europea. Lo más destacado fue que se completó la información acerca de la “anatomie générale” 9 C f. J. M. L ó p e z P i n e r o : Francisco Javier Laso de la Vega y la introducción de la auscultación en España. Arc A rch. h. I b e r . Hisl. Hi sl. Mecí., 12, 157-167 (196Ü); La escuela de Cádiz y la introducción en España de la ed . E sp ., 70. 125-133 (1973) [reimpreso en medicina anatomoclínica. M ed. este volumen, págs. 215-234]. 10 C f. J. A p a r i c i o S i m ó n : Historia del Real Colegio de San Carlos de M adri ad rid. d. M a d r i d , 1956; F. J u a n i c h M a r c h : Elogio histórico del Dr. D. Ant A nton onio io d e San Sa n G erm er m án . B a r c e l o n a , 1836. 11 Dicho texto ha sido descubierto por M. L. T e r h a d a , que lo ha analizado en un estudio, todavía inédito, sobre la vida y la obra de Mosácula.
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basada en la noción de tejido, asimilándose en fechas relativamente tempranas la teoría celular y la nueva h isto logí lo gía.1 a.122 Jun Ju n to a la info in form rmac ació ión, n, las técn té cn icas ic as de t rab ra b a jo en morfo mo rfolog logía ía comenzaron a recuperarse. Se generalizaron las clásicas, es decir, las correspondientes a la anatomía macroscópica. Las mi crográficas, en cambio, quedaron limitadas a las minorías más avanzadas, no difundiéndose su práctica regular hasta el período sig uien ui en te.1 te. 13 Hasta mediados de la centuria, el principal fundamento de la clínica interna y de la cirugía fue la anatomía patológica macroscópica. Continuó destacando la escuela de Cádiz, de la que salió el primer tratado español de anatomía patológica, publicado por Manuel José de Porto en 1846. Otros miembros notables de esta escuela fueron José Gardoqui, autor de un excelente libro sobre las enfermedades respiratorias (183539) inspirado en los anatomoclínicos franceses, y Antonio García Alvarez, que publicó una monografía sobre patología renal (1849) directamente influida por Bright. Los mejores clínicos de Madrid, Barcelona, Valencia y otras ciudades trabajaban ('ii líneas similares. Varios de ellos mantuvieron la actitud que subrayaba la “seguridad de la observación clínica”, limitando la penetración de las disciplinas básicas. Sin llegar a la cerrada postura de Trousseau ante las aplicaciones de la bioquímica o la “méthode numerique”, esta fue, por ejemplo, la que adoptó el valenciano Juan Bautista Peset y Vidal, uno de los mejores clínicos españoles de la ép o ca .14 .14 La anatomía patológica microscópica comenzó a cultivarse de forma práctica a finales de la década de los años cincuenta. Hasta 1856 se publicaron tres trabajos histopatológicos espa12 Cf. c o C u é l l a r : La morfología microscópica normal y Cf . R . M a r co lialológica en la medicina española del siglo XIX anterior a Cajal. Tesis de Valencia, 1966. 13 Cf. Cf . J. M . L ó p e z P i n e r o : La contribución de las ‘generaciones inter medias’ al saber anatómico en la España del siglo xix. Asc A sc le p io, io , 23, 95-130 (1971). 14 C f. J. M . L ó p e z P i n e r o : Juan Ju an Bautist Bau tistaa Peset Pe set y Vidal y las ‘gen ‘g enera era ciones intermedias’ del siglo xix español. M ed . E sp ., 46, 46 , 186-203, 321327 (1961).
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ñoles; desde esa fecha hasta 1868 aparecieron cincuenta y o ch o .15 .15 En cirugía, estas dos fases pueden personificarse en dos grandes figuras. Diego de Argumosa, la más destacada personalidad de la cirugía española durante las décadas anteriores a 1850, pertenecía a la línea de Dupuytren, plenamente basada en la anatomía patológica macroscópica. A partir de la siguiente década, Antonio Mendoza fue un auténtico adelantado en la asimilación de la histopatología por nuestros nuestros ciru cir u jan ja n o s.16 s.16 3. L a gran novedad del período posterior posterio r a la revolución revoluc ión de 1868 fue la incorporación española al trabajo y a la investigación microscópica. Al principio —aproximadamente hasta 1885—, se crearon laboratorios, cátedras e institutos en los que el trabajo con el microscopio se convirtió en un hábito en el campo de la enseñanza, la práctica clínica y la investigación, aunque esta última reducida todavía a un nivel muy modesto. Las figuras que protagonizaron este movimiento pueden dividirse en dos grupos. El primero trabajó en facultades universitarias y cultivó fundamentalmente la anatomía microscópica. El segundo, situado en centros extrauniversitarios, se dedicó a la histopatología aplicada a problemas clínicos. La cabeza del grupo universitario fue Aureliano Maestre de San Juan, titular de la primera cátedra de histología y fundador de la Sociedad Histológica Española, así como del laboratorio histológico de la Facultad de Medicina de Madrid, en el que Cajal tomó contacto con la anatomía microscópica. Las personalidades más sobresalientes del segundo grupo fueron el cirujano Federico Rubio y sus colaboradores en el Instituto de Terapéutica Operatoria, centro de fundamental importancia para el desarrollo de las modernas especialidad es quirúrgicas en E sp a ñ a .17 .17 Este fue el ambiente que sirvió de punto de partida de la obra de Santiago Ramón y Cajal y su escuela, así como de la 15 C f. R. M a r c o C u é l l a r : op. cit. 16 C f. G. S o r n í V a l l s : La obra quirúrgica de Diego de Argumosa. Tesis d e Valencia, 1968; J. R o q u e r y T o r r e s : Bosquejo necrológico del Dr. D. Antonio Mendoza y Rueda. Barcelona, 1873. 17 C f. R. M a r c o C u é l l a r : op. cit.
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de otros dos importantes histólogos españoles de la generación siguiente: Nicolás Achúcarro y Pío del RíoHortega. Sus contribuciones significaron la incorporación de nuestro país en la investigación histológica e histopatológica de la máxima altura. L as ciencias CLÍNICA
fisiológicas
y
su
influencia
en
la
medicina
1. La decad d ecadencia encia de la fisiología española durante el primer tercio del siglo xix fue paralela en todos los sentidos a la de los saberes morfológicos. El principal superviviente del período período anterior fue Ignacio María Ma ría Ruiz de Luzuriaga, autor de notables investigaciones en torno a las combustiones orgánicas. No obstante, aunque vivió hasta 1822, su producción científica quedó por completo interrumpida durante el reinado de Fernando V I I .18 .18 E l cultivo cultivo del saber fisiológico fisiológico que quedó dó reducido a intentar recoger los más importantes aspectos de los progresos conseguidos en otros países. 2. En el período período “interm “intermedio” edio” mejoró la la información por por los medios ya mencionados (traducciones, compendios, periodismo médico, etc.). A diferencia de lo que hemos visto que ocurrió con la ciencias morfológicas, las técnicas del trabajo experimental no alcanzaron, sin embargo, ni siquiera una modesta difusión en la enseñanza o en la comprobación de las aportaciones extranjeras. Es penoso observar cómo se frustraron los pocos autores que, desde los puestos universitarios, parecían destinadas a desarrollar una importante labor. Quizá el más destacado fue Joaquín Hysern, catedrático de la disciplina ('ii Madrid, que había trabajado en París junto a Magendie y que desde 1836 hasta mediados de la centuria practicó vivisecciones y cultivó la investigación experimental. La postura domi18
C f. M . U s a n d i z a g a S o r a l u c e : Los Ruiz de Luzuriaga. Eminentes médicos vascos ‘ilustrados’. Salamanca, 1964. La contribución de Luzu
riaga al problema de las da en este trabajo. Por generales sobre el tema, (1964), D. K e i l i n (1966)
combustiones orgánicas está erróneamente situa otra parte, la ignoran los estudios históricos incluso los más recientes de E. M e n d e l s o h n y A. C. C u l o t t a (1970).
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nante en la España de estos años era tan incapaz de comprenderse este tipo de trabajo científico, que en 1855 una revista médica acusó a Hysern de ser mal profesor porque “da mucha importancia a los experimentos, y el tiempo que se pierde en preparaciones no es posible ganarlo en el desenvolvimiento necesario de la doctrina”. 19 3. Incluso después después de 1868 la fisiología universitaria española no consiguió librarse de su carácter puramente libresco más que en muy contados casos. El primer titular de una cátedra de la disciplina que realizó investigación de importancia fue Jo sé Gómez Ocaña, un coetáneo de C a ja l.2 l. 20 La situación comenzó a ser algo más favorable en los primeros años del siglo actual, cuando un fisiólogo de la categoría de Augusto Pi Sunyer comenzó su obra experimental. En contraste con el carácter teórico de la fisiología universitaria oficial, la práctica de técnicas experimentales era habitual, era normal en algunas instituciones médicas creadas al amparo de la libertad de enseñanza proclamada por la revolución de 1868. Las más interesantes fueron el Instituto Biológico fundado en Madrid por Rafael Martínez Molina, la Academia y el Laboratorio de Ciencias Médicas de Barcelona y la Escuela Libre de Medicina de Sevilla. Esta última tenía, por ejemplo, un laboratorio inspirado en el existente en el Instituto de Ludwig en Leipzig. A pesar de su modestia, estos centros llenaron un importante vacío educativo e incluso desarrollaron algunos interesantes trabajos de investigación. Contribuyeron también a que algunos clínicos comenzaran a interesarse en las las aplicacion aplic aciones es de las ciencias cien cias fisio fi siológ lóg icas.2 ica s.211 No obstante, la principal razón de que una serie de importantes clínicos españoles se preocuparan por la investigación fisiológica fue la influencia de Claude Bernard y de las figuras del movimiento fisiopatológico alemán. En Madrid, destacó 19 El Crisol, 1. 7 (1855). 20 C f. A. Ruiz G a l a r r e t a : José Jos é Gómez Góm ez O caña ca ña.. Su vida y su obra. ob ra. Arch Ar ch.. I b e r . Hist. Hi st. M ed ., 10, 379-496 (1958). 21 C f. J. M. L ó p e z P i n e r o : La obra de Claude Bernard en la España del siglo xix. Bol. Soc. Esp. Hist. Med., 6, 32-38 (1966).
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a este respecto Ezequiel Martín de Pedro, introductor en España de la termometría y de la esfigmografía como técnicas habituales de exploración y autor, entre otras obras, de un excelente tratado de piretología. Su teoría fisiopatológica del tétanos, basada en las investigaciones de Claude Bernard, alcanzó repercusión europea.22 En Barcelona pesó considerablemente la personalidad de Bartolomé Robert, tan interesado en la fisiopatología como en la histopatología y, un poco más tarde, en los nuevos datos microbiológicos. El texto fundacional del moderno laboratorio clínico en España fue el Ma M a n u a l d e microquimia (1876) de Eduardo García Solá. La influencia de las ciencias fisiológicas sobre la cirugía fue algo posterior. Su figura más representativa fue Alejandro San Martín, cirujano experimental al estilo de Kocher y uno de los los fundadores de la moderna cirugía v ascu as cu lar.2 la r.233 La
bacteriología médica
Durante el período anterior a Pasteur no faltó en España información acerca de los trabajos bacteriológicos realizados en otros países. La participación española en dicha tarea fue, por el contrario, mínima. Entre las escasas excepciones que pueden citarse, recordaremos a Joaquín Balcells, que en 1853 realizó interesantes observaciones microscópicas de vibriones coléricos. Su publicación fue recibida con el despego habitual de los clínicos españoles de la época —como los de toda Europa— hacia el “contagio tagio animado”. animado ”. 24
22 C f. los estudios de J. M. R o d r i g o G ó m e z : La introducción en España de la mentalidad fisiopatológica: E. Martín de Pedro; El pro blema de la patogenia del tétanos en la obra de E. Martín de Pedro. Acia A cia s I I I Co ng reso re so E sp añ ol d e H isto is tori riaa d e la M ed icin ic in a, Valencia 1969 vol. I, p. 331-342. 23 Cf. Cf . A . M a r t ín le jan n dr o San Sa n M artín art ín Satús Sa tús tregu tre gui. i. Su í n d e P r a d o s : A leja aportación a la Cirugía. Madrid, 1956. 24 C f. F . A g u i la l a r B u l to t o : El descubrimiento del vibrión colérico por J. Balcell Bal cellss Pascu Pa scual al (185 (1 85 4). 4) . Act A ctas as I C on gr es o E sp añ ol d e Hi stor st or ia d e la Med M edic icin ina. a. Madrid, 1963, p. 289-293.
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Esta actitud solamente cambió con las noticias de los trabajos de Koch y de Pasteur. Las consecuencias de la nueva bacteriología médica para las doctrinas etiológicas, la práctica quirúrgica y la higiene pública fueron rápidamente asimiladas por los profesionales españoles en una línea semejante a la de los otros países europeos. Por otra parte, la existencia durante esos años de micrógrafos españoles con amplia experiencia, dedicados hasta entonces a la histología normal y patológica, permitió la rápida difusión de la microbiología a nivel práctico. Los primeros bacteriólogos españoles desarrollaron una intensa labor. A pesar de estar principalmente ocupados en cuestiones pragmáticas planteadas por la clínica o la higiene, publicaron 113 trabajos originales entre 1860 y 1885. En esta última fecha, como consecuencia de una grave epidemia de cólera, la bacteriología se convirtió en una materia de vital interés, no sólo para los médicos, sino para la sociedad española en general. Incluso Cajal, por un momento, pareció que iba a dedicarse a ella. Desde una perspectiva europea la contribución científica resultante de este esfuerzo fue muy modesta. Solamente destaca la de Ferrán, a pesar de sus innegables limitaciones. Se le debe la invención de la vacunación anticolérica, que fue aplicada por vez primera en Valencia durante la epidemia de 1885. Su falta de generosidad en las cuestiones económicas y algunas imprudencias científicas oscurecieron los verdaderos méritos de su aportación en la violenta polémica que motivó tanto en España como en el extranjero. Las escasas referencias que hoy merece proceden de dicha polémica más que de un análisis objetivo de su obra. En fechas posteriores, Ferrán llevó a cabo notables investigaciones sobre diversos problemas microbioló gicos e inmunológicos.25 En los años iniciales del presente siglo, desarrolló su obra inmunológica Ramón Turró, que hasta entonces había traba jad ja d o p rinc ri ncip ipalm alm ente en te sobr so bree cues cu estio tione ness fisio fis ioló lógic gicas as.. A través tra vés de trabajos aparecidos en varias revistas españolas, francesas y 25
Cf. Cf . F . A g u i l a r B u l t o : Historia de la vacunación anticolérica de
Ferrán. Tesis de Valencia, 1968.
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alemanas, fue uno de los autores que contribuyó a criticar las teorías teorías de Eh rli ch .26 .26 C onclusión
El desarrollo de las ciencias básicas y su influencia sobre la medicina clínica en la España del siglo xix no ofrece material adecuado para un análisis de los patrones de relación entre los saberes científicos puros y sus aplicaciones prácticas. Sin embargo, en mi opinión, permite verificar las hipótesis relativas al condicionamiento social de las ciencias médicas. En una crisis socioeconómica y política tan profunda como la sufrida por España en el primer tercio del siglo xix, las primeras víctimas fueron las ciencias básicas. La medicina clínica resistió el impacto, aunque quedó reducida a sus aspectos más directamente pragmáticos. A partir de ese momento la medicina española dependió casi exclusivamente de la calidad de la información que llegaba desde fuera, proceso que dependió asimismo directamente de las circunstancias políticas. La recuperación de la medicina tuvo lugar, por otra parte, de su forma paralela o grandes rasgos al desarrollo socioeconómico. Las limitaciones que los historiadores generales han subrayado en este último aparecen también en la evolución de las ciencias médicas y de sus aplicaciones. En estas circunstancias resulta posible un desequilibrio mucho más acusado que dentro de estructuras “normales”, como lo sugiere la hipertrofia relativa de las ciencias morfológicas en la España del siglo xix. Las investigaciones históricas de detalle sobre un área marginal de la medicina europea, como lo fue la España del pasado siglo, contribuye en mi opinión a clarificar muchos aspectos del proceso de difusión social de las disciplinas básicas y su influencia en la clínica, que resultan inadvertidos o excesivamente simplificados si el análisis histórico se limita a las sociedades que fueron escenarios centrales del desarrollo de las ciencias médicas. 26 Cf. Cf . los trabajos dedicados a Turró por diferentes autores en e] vol. 16 (1926) de la Revista de Sanidad e Higiene Pecuaria.
EL TESTIMONIO DE LOS iMÉDICOS ESPAÑOLES DEL SIGLO XIX ACERCA DEL PROLETARIADO INDUSTRIAL
El testimonio de los médicos españoles del si glo xix acerca de la sociedad de su tiempo. ic inaa y s o ci ed a d El proletariado industrial. M ed icin en la España del siglo XIX. Madrid, Estudios y Publicaciones, 1964, pp. 109-208.
concepción estrecha de la medicina vigente hasta hace muy pocos años ha constituido una barrera para dedicar la atención que merece la transcendencia colectiva de la actividad y del saber médicos. Sólo cuando se ha llegado al convencimiento general de que la medicina es, ante todo, una tarea social ha sido posible que sociólogos, médicos o historiadores dediquen sus esfuerzos a una serie de problemas médico sociales. 1 Uno de estos problemas es el papel que el médico desempeña dentro de la colectividad, tema al que, como es sabido, se ha dedicado una nutrida y, en parte, valiosa literatura. Hay, sin embargo, un aspecto que ha sido hasta ahora muy escasamente considerado: el testimonio del médico acerca de la sociedad en la que vive. Las características de este testimonio, dado el tipo de actividad del profesional de la medicina, son desde muchos puntos de vista inversas a las del que se encuentra en la novela y demás literatura de creación, tan frecuentemente utilizado para la historia social. Los textos médicos, en suma, son fuentes para dicha historia, cuya consulta parece ineludible, sobre todo dentro de determinados temas. Mi propósito en el presente trabajo es intentar poner de mani liesto el interés de estas fuentes a través de un ejemplo muy concreto. Realizado dentro de una serie de estudios consagrados a las relaciones entre medicina y sociedad durante nuestro siglo xix, aspiro a reunir aquí los más importantes testimonios que los médicos españoles de tal centuria han dejado de uno y ^a
1
[C/. J. M. Lópe Lópezz Piñ Piñer ero: o: Hac Hacia ia una una cien cienci ciaa soci sociom oméd édic ica. a. Med. Med . i'sp. LXV (1971) 13-22.]
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de los más importantes fenómenos sociales de la época: la aparición y el desarrollo del proletariado industrial. Como todos los temas situados en un terreno común a varias disciplinas, el contexto de la presente exposición resulta extraordinariamente complejo. Entre otros elementos de menor importancia, necesita basarse, al menos, en tres realidades: la mentalidad y la posición social del médico español de dicho siglo, la importancia de la medicina dentro de la sociedad española decimonónica y la historia misma del proletariado industrial español. Resulta evidente que para la adecuada valoración del material que aquí va a presentarse es indispensable la continua referencia a las mismas. Tal referencia, sin embargo, no se hará de modo explícito, en especial en lo que concierne a la historia de nuestro proletariado. Remito, por supuesto, a la literatura existente sobre la materia.2 I.
Los
primeros testimonios médicos acerca del proletariado
INDUSTRIAL ESPAÑOL
Antes que terminara el siglo xvm tres médicos españoles, al menos, se ocuparon expresamente de cuestiones de medicina industrial: Francisco López de Arévalo, José Masdevall y Ambrosio María Ximénez de Lorite. El primero, médico del Real Hospital de Forzados de la villa de Almadén, escribió en 1755 una carta acerca de las enfermedades de los mineros de dicha localidad, dirigida al médico francés Thiéry, que la publicó, treinta y seis años más tarde, en su libro Ohservations de phy síque et de médécine faites en différens lieux de VEspagne . 3 Proporciona Propo rciona una información sumaria, sumaria, interesante por por lo temprana, de las terribles condiciones en que trabajaban y vivían 2 [Véase, por ejemplo, la detallada bibliografía que incluyen los A n arqu ar qu ism o y sin si n dica di calis lism m o en E sp a ñ a . L a libros de Josep Termes: An prim pr im era er a In tern te rn ac ion io n al ( 1864-1881). Barcelona, 1972; y de Manuel Tuñón de Lara: El movimiento obrero en la historia de España. Madrid, 1972.] 3 Lettre de don Francisco López de Arévalo, médecin de l’hôpital royal des forçats, dans la ville d’Almadén, à M. Thiéry (Almadén, 1-VI1755). Reproducida en Thiéry: Observations de Physique et de Médecine fa ites it es en d iffé if fé re n s lieux lieu x d e F E s p a g n e ..., .. ., tomo II, Paris, 1791, págs. 19-39.
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los obreros libres y los forzados de las minas de Almadén. Denuncia la carencia de ventilación y de toda protección en las galerías: “En todos los lugares en los que se extrae el mineral el calor es tan grande que los obreros se ven obligados a ir desnudos, y, a pesar de ello, no cesan un momento de sudar, sobre todo si el mineral es fino, abundante y si el aire no se renueva en absoluto. Durante el invierno, o cuando el tiempo está cubierto, el aire entra por la boca de la mina. Cuando hace calor o el cielo está sereno, salen de dentro afuera no sólo el aire, sino también el humo y el polvo de los respiraderos”. 4 Y asimis asimismo mo el trabajo trab ajo desde desde la primera primera infancia: “Desde que un muchachito alcanza el peso de doce libras, entra en la mina y comienza por ayudar en ella a los obreros; su trabajo aumenta con los años y cambia gradualmente de objeto; pero allí pasa su vida, que, por lo general, nunca llega a los sesenta años. Es muy raro que llegue a los setenta, pues en los veintitrés años que soy médico de esta villa apenas recuerdo que una docena de personas hayan muerto septuagenarias. Exceptúo algunas mujeres, los eclesiásticos y otras personas que jamás han frecuentado ni las minas ni los hornos donde donde se se cuece el mineral”. 5 Es muy destacable la objetividad objetividad con que informa de las enfermedades de los mineros y de los trabajadores de los hornos: “Las enfermedades más comunes en los mineros son las del pecho: pleuresía, peurineumonía, hemoptisis, asma, la mayor parte de las veces convulsivo, y tos. Se les ve también padeciendo vómitos de sangre, temblor en todos los miembros, inflamaciones en la boca y en la garganta, con ptialismo y úlceras semejantes a las que se observan durante el uso de las fricciones mercuriales contra el mal venéreo. Las demás enfermedades son esporádicas, aunque las fiebres intermitentes y las sincópales... se acercan a un estado endémico. Se observan las mismas enfermedades en los que están ocupados continuamente en la fuente del m ine ral...” ra l...” 6 En su informe del hidrargirismo, López de Arévalo no sólo
4 López de Arévalo, op. cit., págs. 27-28. 5 Ibidem, pág. 29. 6 López de Arévalo, op. cit., págs. 29-30.
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utiliza su larga experiencia de clínico, sino que incluso echa mano de la investigación necrópsica: “Aunque he disecado forzados condenados a los trabajos mineros, no he encontrado en absoluto mercurio ni en los sólidos ni en los líquidos de su cuerpo”. 7 Existen igualmente igualmente alu alusi sion ones es a padecimien padecimientos tos de tipo médicosocial, como el alcoholismo o las enfermedades venéreas, de las que “los habitantes están de tal modo infectados, que apenas se encuentra alguno que, sea por nacimiento o de forma forma adquirida, adquirida, no esté atacado a tacado por estos estos vicios”; 8 y también otras a las duras circunstancias de reclutamiento del trabajo no forzado: “Es preciso recurrir a la ayuda de muchos extranjeros y vagabundos de los dos sexos que llegan de todas parte partess para trabajar en las las minas”. minas”. 9 Por su independenci independenciaa y por su objetividad, López de Arévalo contrasta violentamente con la actitud del naturalista Bowles y la de las esferas oficiales al enfrentarse con el mismo problema sanitario de los obreros de A lm adén ad én.1 .100 A pesar de su brevedad, breveda d, este escrito es es un digno comienzo de la serie de testimonios médicos españoles acerca de las condiciones de vida de nuestro proletariado industrial. “Únicamente hablo de lo que yo mismo he visto y observado”, afirma al final de su informe. Los otros dos textos antes anotados no están redactados por clínicos, sino por higienistas. Su finalidad es común: aclarar ante la opinión de las autoridades el posible prejuicio que para la higiene pública podía ocasionar el incipiente desarrollo de la industria dentro de los núcleos urbanos. Su interés para nuestro objeto es, en cambio, muy diferente. El de Ximénez de 1 I b id id em em , págs. 30-31. 8 Ibidem, pág. 32. 9 Ibidem, págs. 31-32. 10 Thiéry, op. cit., pág. 32, recoge explícitamente este contraste. El naturalista Bowles, en su Introducción a la historia natural de España,
Madrid, 1775, intenta quitarle importancia a las enfermedades de los forzados de Almadén; afirma que se fingen paralíticos para obtener algún dinero. Lo mismo intentó el Gobierno, publicando en la Gaceta de Ma drid del 22 de abril de 1784, algunos datos de los registros del Hospital Real de Mineros: “Para destruir los prejuicios demasiado generalizados existentes contra el trabajo en las minas de mercurio.” Dentro de este contexto es donde adquiere valor el testimonio de López de Arévalo.
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Lorite, miembro de la Academia de Medicina de Sevilla y publicado en el tomo IX de sus Mem M em o rias ri as en 1791, se ajusta casi estrictamente a su objetivo, por lo que únicamente nos corresponde anotar su existencia. existencia. 11 E l de Masdevall, Masdev all, por el contrario, escrito originalmente en 1784 a requerimiento gubernativo, contiene un rico material informativo acerca de la población fabril catalana de la época y, sobre todo, una primera y terminante postura acerca de las repercusiones que la revolución industrial va a tener para las condiciones de vida de la misma. Es una postura, como vamos a ver, típicamente ilustrada, cuyo contraste con la mantenida medio siglo después por los médicos decimonónicos es tan completa que merece que nos detengamos en ella con cierto detalle. Digamos algo, en primer lugar, acerca de la personalidad de José Masdevall M asdevall ( f 1801). 1801). 12 Se trata de un un típico ejemplar de la medicina española de la Ilustración, formado, en gran parte, en el extranjero y con notable interés y dedicación hacia las ciencias de la naturaleza, y, en particular, hacia la química. Alcanzó notable nombradía en su momento, dentro y fuera de Ivspaña, gracias a unos preparados farmacológicos de su invención, siendo, por otro lado, personaje de extraordinaria importancia dentro de la vida médica oficial, como médico de cámara de Carlos III y Carlos IV y poseedor de numerosos y destacados cargos. Debido a uno de ellos —inspector de epidemias de Cataluña—, sobre sus espaldas caía gran parte de la responsabilidad de la salud pública en el Principado. En cumplimiento de esta función publicó, primero en 1784 y luego como apéndice de un estudio epidemiológico más largo, su D ic t a m e n ... .. . da d o d e o r d e n d el R ey so b re si las fá bric br icaa s d e algodón y lana son perniciosas o no a la salud pública de las
11 Ambrosio María Ximénez de Lorite: De los daños que puede oca sionar a la salud pública la tolerancia de algunas manufacturas dentro de los pueblos, Mem M em.. A cad. ca d. Sev., Se v., IX (1791), págs. 189-205. 12 Acerca de José Masdevall, véase A. Vázquez Domínguez: Notas liara la vida y obra del caballero Masdevall, Ar ch. ch . Ib e r. Hist. His t. M ed ., IV (1952), 285-289.
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ciudades donde están establecidas . 13 El conteni contenido do principa principall de
sus veintiuna páginas es la demostración de que tales fábricas no son peligrosas, dada la inocuidad de los productos empleados y la de sus desechos. De pasada da información acerca de la industria textil catalana, de la condición de los obreros que en ella trabajan y de las repercusiones económicas generales de la misma. La mentalidad de la exposición es la de una ardiente defensa de la industria frente a la agricultura como progreso económico y social; a ello va unida una falta de sensibilidad casi absoluta para ver y testimoniar las condiciones de la vida de los proletarios. Las industrias de las que habla son principalmente fábricas de algodón. Afirma que “en la villa de Olot son muchas las fábricas fábrica s de esto estoss tin ti n tes.. te s...”. .”. 14 y que “ ...se ha introducido introducido y extendido mucho la hilanza de algodón entre los moradores de Cervera, como en otros otros parajes del Pr incip in cip ad o ...”; 15 y un un poco más adelante habla de los “diferentes talleres de las fábricas de indianas de la Ciudad de Barcelona...” En cambio, según su testimonio, la industria lanera catalana apenas había comenzado su existencia; habla sólo de dos fábricas de lana en Barcelo Ba rcelona na e informa de que tr abaja ab ajaba bann muy poco. 16 Tal como hemos dicho, todo este desarrollo industrial le parece al médico catalán la mejor garantía de progreso económico y social. En varias ocasiones lo contrapone a la azarosa situación exclusivamente asentada sobre la agricultura: “...entre las muchas causas que produjeron aquellas tan terribles y ejecutivas enfermedades debía numerarse la miseria que por diferentes años seguidos han padecido los moradores del Llano 13 José Masdevall: Dictamen dado de orden del rey sobre si las fábri cas de algodón y lana son perniciosas o no a la salud pública de las ciudades donde estén establecidas, Barcelona, s. a. (escrito en 1784).
Más tarde fue reeditado como un apéndice del libro del mismo autor: Relación de las epidemias de calenturas pútridas y malignas que en estos últimos años se han padecido en el principado de Cataluña... (Madrid,
1786). Esta última es la edición que he manejado y a la que se refieren las citas. 14 Masdevall, op. cit., pág. 15. 15 Ibidem, pág. 18. 16 Ibidem, pág. 20.
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de Urgel y de Sagarra, con motivo de las malas cosechas que últimamente se han tenido en aquellos territorios... Las malas cosechas han sido las mismas para los habitantes de Cervera..., pero no sintieron ni sienten actualmente... tanto la miseria los de Cervera como los de dichos pueblos... La razón es clara: se ha introducido y extendido mucho la hilanza de algodón entre los los moradores de C erv er v era...” er a...” 17 Y poco más tarde insiste insiste en esa contraposición: “Me ha admirado la mucha cantidad de dinero que entra en dicha ciudad (Cervera) diariamente por razón de dicha hilanza. En realidad, a no haber sido por ésta y sus productos, era precisa que hubieran abandonado a Cervera y salido de ella muchas gentes por razón de la miseria que les hubieran ocasionado tantas y tan seguidas malas conse chas ch as”. ”. 18 Su fe en el desarrollo desar rollo industrial indu strial es tal que no duda duda en afirmar que “seríamos el objeto de mofa y escarnio de las naciones cultas de la Europa si cayésemos en semejantes errores” res ” 19 (creer que las fábr fá brica icass de lanas y algodón algodón son un peligro para la salud pública). Tanta admiración ante esta forma de progreso tiene que influir en su insensibilidad para captar las dificultades que ello entrañaba —y sobre todo iba a entrañar— en orden a las condiciones de vida de la población obrera. Puede quizá tenerse en cuenta que las circunstancias no eran aún las que veremos denunciadas medio siglo más tarde, pero aun así resulta irritante su visión optimista a ultranza acerca del estado sanitario de los trabajadores: “...habiendo tratado, conocido y reflexionado la contextura, facciones y disposición temperamental de varios hombres que en diferentes fábricas de Barcelona hacen dichos compuestos (los tintes para los tejidos de lana) a todos los he encontrado muy sanos, fuertes, robustos y con un semblante que demuestra estar aquellos hombres culeram ente libres de toda disposición morbosa”; 20 y en otro otro lugar: “Lo mismo que tengo dicho haber observado de los 17 Masdevall, op. cit., pág. 14. 18 Ibidem, págs. 17-18. 19 Ibidem, págs. 19-20. 20 Masdevall, op. cit. págs. 6-7.
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que manejan los tintes de los tejidos de lana, tengo verificado de los operarios y jornaleros que trabajan en las fábricas de indianas; la gente más lista, más robusta y menos enfermiza de Barcelona son estos operarios. He entrado varias veces en las referidas fábricas, lie mirado muy de propósito el semblante de las facciones de aquellas gentes, que de todas edades se encuentran en ellas, y a todas las be visto con buenos colores, con buen semblante y, en lo general, mucho mejores y con un aire más fuerte y robusto que los demás habitantes de Barcelona”. celona” . 21 Tampoco las condicione condicioness higiénicas higiénicas de las las fábricas parecen plantear a Masdevall problemas de gravedad: “No tiene la menor duda que el aliento y la transpiración de muchos hombres encerrados en una pieza en que no se ventila ni renueva el ambiente infectan en poco tiempo aquella atmósfera y la corrompen de modo que la disponen a ocasionar varias enfermedades en los sujetos que viven en ellos —comienza diciendo—. He visto y recapacitado con la mayor reflexión diferentes talleres de las fábricas de indianas de la ciudad de Barcelona y he observado en todos ellos gran número de ventanas, las que, abiertas de tanto en tanto..., renovarán y purificarán el ambiente..., y todo esto se conseguirá sin necesitar nece sitar otro otro ventilador v entilador que el abrir ab rir dichas d ichas v en tan ta n as...” as ...” 22 Tan optimista visión incluye asimismo una valoración positiva del nivel económico de los obreros: “Estos hombres y los de menos edad que están empleados en dichas fábricas, todos ganan un buen jornal, con cuyo motivo comen y beben bien y están están contentos y a legr le gres es...” ...” 23 Pero lo más más inaceptab inac eptable le es su insensibilidad ante el trabajo infantil, al que alude en numerosas ocasiones (en Cervcra): “...en todas las puertas se ven gentes, niños y niñas que, cantando y divirtiéndose, están ocupadas en dicha hilanza; gana cada uno de ellos un buen jorn jo rnal al,, de modo mo do que qu e un padre pad re que tien tie n e tres o cuat cu atro ro hijo hi joss o hijas de diez a dieciséis años tiene un patrimonio para pasarlo 21 Ibidem, pág. 16. 22 Masdevall, op. cit., págs. 20-21. 23 Ibidem , págs. 16 -17. -1 7.
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honestamente, pues que éstos le ganan lo suficiente para mantenerse todos todos y comer pasablem pasa blem ente”. 24 Vamos a volver sobre los mismos escenarios que de forma tan placentera ve Masdevall medio siglo más tarde. Lo que entonces nos cuentan los colegas y compatriotas del médico de cámara ilustrado no puede ofrecer un contraste mas violento con lo que acabamos de leer en su Dic D icta ta m e n . Sin duda, en muchos aspectos, las cosas habían empeorado notablemente durante las primeras y terribles décadas de un auténtico desarrollo industrial. Pero es innegable que todavía más habían cambiado los ojos que ven esa realidad y la mentalidad desde la que se da el testimonio. Entre Masdevall y Monlau se ha pasado de la valoración de la industria y la sensibilidad social y humana de la Ilustración a las correspondientes posiciones propias del Romanticismo. Aunque nuestro cometido fundamental ha de consistir ahora en exponer los testimonios médicos pertenecientes a la segunda de las épocas citadas, tenemos antes que considerar brevemente el medio siglo largo que queda en medio para explicar, en primer lugar, algo de la génesis del importante cambio sucedido, y para incluir, en segundo término, un texto acerca del proletariado, desde muchos puntos de vista intermedio entre el de Masdevall y los de los románticos. Durante dichos cincuenta años tienen lugar tantas conmociones ideológicas como acontecimientos militares, políticos y sociales. El final de la Ilustración y el principio del Romanticismo están dominados en España, desde el punto de vista médicosocial, por dos figuras de talla extraordinaria: Ignacio María Ruiz de Luzuriaga y Mateo Seoane. Difícilmente se encontrará ejemplares tan típicos de su momento español en otros terrenos de nuestra historia cultural y social. Luzuriaga 25 es el hombre, adoctrinado primero en el centro mismo de la 24 Ihidern. pág. 18. 25 Acerca de Ignacio María Ruiz de Luzuriaga (1736-1822), véase, lv l’abra y Soldevila: Elogio histórico del doctor en Medicina D. M. Itiiiz de Luzuriaga. Madrid, 1822; M. Usandizaga: Los Ruiz de Luzuriaga. Eminentes médicos vascos "ilustrados . Salamanca, 1964.
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Ilustración vascongada, formado científicamente después durante años en las mejores escuelas británicas y restituido más tarde a España para desempeñar funciones de elevada importancia, entre ellas ser el principal dirigente de los asuntos de nuestra higiene pública. Seoane,26 por el contrario, es un exaltado liberal perseguido por el Gobierno durante la primera fase absoluta del reinado de Femando VII, que está a punto de encauzar la higiene pública española de acuerdo con sus ideas durante el trienio liberal, que tiene que emigrar a Londres en 1823, alcanzando allí notable prestigio profesional y científico, y que regresa a España tras el fallecimiento de Fernando VII para convertirse en el mentor de los asuntos de nuestra salud pública durante casi diez años. Puede anotarse ya un denominador común al ilustrado de transición y al romántico inicial: ambos, llevado cada uno por la circunstancia española tan diversa de su respectivo momento, beben profundamente del mundo ideológico y científico británico. No son en él huéspedes circunstanciales, ni siquiera duraderos elementos extraños. Los dos trabajan e incluso publican allí obras de importancia, y los dos consiguen un aprecio nada común. Puede deducirse una primera consecuencia de esta realidad: la orientación de las disciplinas médicosociales españolas de acuerdo con los modelos británicos. Luzuriaga, como higienista, está directamente influido por el sanitary movement británico de finales del siglo x v i i i . Su actividad en España incluye los temas más destacados del mismo: hospicios, cárceles, hospitales, higiene naval, vacunación, planificación de la beneficencia y de la higiene pública a base de los datos de la estadística, etc. Seoane, por su parte, es un seguidor de la etapa siguiente de la higiene pública inglesa: la dominada ideológicamente cam ente por el utilitarismo de de Jerem ías Ben B en tham th am .27 .27 26 Acerca de Mateo Seoane Sobral (1791-1870), véase, P. F. Monlau y Roca: Reseña necrológica del Excmo. Sr. D. M. Alvistur: Biografía del Excmo. Sr. D. Mateo Seoane. Madrid, 1862. 27 Acerca de la influencia de J. Bentham sobre el movimiento sani tario británico de su tiempo, véase Benjamín Spector: Jeremy Bentham, 1748-1832; His Influence upon Medical Thought and Legislation, Bull. Hist. Med., XXXVII (1963), págs. 25-42.
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Ni Luzuriaga ni Seoane tienen escritos que conciernan directamente al problema que nos ocupa.28 No obstante, su mención resultaba obligada para entender el punto de vista de nuestros médicos que consideraron en los años cuarenta del pasado siglo el problema del creciente proletariado industrial. Si tenemos en cuenta que son discípulos de Mateo Seoane, no nos extrañará que pese decisivamente sobre ellos la experiencia de autores que, como Chadwick, Thackrah, etc., se habían enfrentado la década anterior con idéntico tema en los grandes centros industriales y urbanos ingleses. En este terreno, al menos, la tan comentada “anglofilia” de nuestros ilustrados fue el punto de partida de una tradición muy homogénea, en la que la innegable influencia de la ideología y los estudios médicosociales franceses —aparentemente más accesibles— y la de la corriente germánica, más conservadora desde todos los puntos de vista, que encabeza Johann Peter Frank, juegan un papel puramente complementario. Pero antes de pasar a dichos autores —y en primer lugar a Pedro Felipe Monlau, el gran discípulo de Seoane— tengo que terminar el breve espacio consagrado a este medio siglo de transición recogiendo un testimonio de estos años acerca de las condiciones de vida del proletariado. Su autor es el medico catalán Antonio Cibat,29 un típico y destacado representante de los últimos años de nuestra Ilustración. Interesado preferentemente por las ciencias fisicoquímicas, como tantos otros médicos españoles de su generación, sus principales escritos como higienista, en cambio, están dedicados a las epidemias. Cibat, como García Suelto,30 una de las más impor28 A lo sumo, he podido recoger algunas alusiones como, por ejemplo, las existentes en el célebre tratado de Luzuriaga sobre el “cólico de Madrid'’ (1797). 29 Acerca de Antonio Cibat (t 1812), véase los diccionarios de los escritores catalanes Torres Amat (págs. 178-179) y Elias de Molíns (I, pags. 447 -4 48 ), cuyas noticias noticias — en especial las las del del primero— son las únicas manejadas por los historiadores de la medicina. 30 También Tomás García Suelto (1778-1816) se ocupó de pasada del problema del proletariado en un casi olvidado artículo suyo: Topo grafía médica de Madrid, Variedades de Ciencias, Literatura y Artes, año II (1805), tomo I, págs. 3-20.
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tantes figuras de la medicina madrileña de la década anterior a la guerra de la Independencia, buscó la solución de la profunda encrucijadada que entonces pasó nuestro país, inscribiéndose en el bando afrancesado. El año 1812 murió en Madrid como médico personal de José Bonaparte. El escrito suyo que en este momento nos interesa es una Memoria titulada Consideraciones generales y particulares acerca de los medios para precaver a los que trabajan en las minas de carbón de piedra, en el desaüe de aguas cenagosas y podridas, abertura de canales, etc. 31 Se trata de un un folleto de treinta y seis seis
páginas, de las que las dieciséis primeras constituyen una introducción de tipo económico, estando las restantes consagradas a la reglamentación de las condiciones de trabajo de los obreros. La mentalidad de Cibat sigue siendo fundamentalmente la de un ilustrado cuya preocupación es el mejoramiento nacional por medio de las obras públicas, no siendo de extrañar, por tanto, que la mayor parte de su breve escrito la dedique a la consideración general de las ventajas que significan para la economía española el desagüe de pantanos y la explotación de las minas de carbón y al estudio de algunos casos concretos de tales tales empre em presas sas.3 .322 De forma subordinada se se plantean los los problemas sanitarios de los obreros que allí trabajan, dándose normas muy sumarias acerca del sueño y de la vigilia, del trabajo y del descanso, de los alimentos y de los vestidos.33 El punto de vista social está casi por completo ausente; los conocimientos fisiológicos, y sobre todo la teoría del contagio del autor, son el criterio fundamental mediante los cuales se reglamentan los horarios de trabajo, se recomienda la bebida de agua acidificada o bien de “buen vino frío y mezclado con agua”, recibido en forma de subsidio o ayuda de costa, y se anota la conveniencia de vestidos especialmente gruesos en el 31 Antonio Cibat: Memoria titulada Consideraciones generales y par ticulares acerca de los medios para precaver a los que trabajan en las minas de carbón de piedra, en el desagüe de aguas cenagosas y podridas, aberturas de canales, y a los que habitan en lugares pantanosos, de ado lecer de las enfermedades a que están expuestos. S. 1., s. a. 32 Cibat, op. cit., págs. 1-16. 33 Cibat, op. cit., págs. 17-27.
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trabajo.34 Apenas si las consideraciones humanitarias tienen alguna cabida en un texto consagrado a evitar las pérdidas económicas producidas por las bajas por “enfermedades propias de los sitios pantanosos”. Tampoco hay que esperar una denuncia como la de López de Arévalo, ya que Cibat es todo lo contrario de un clínico con varios lustros de experiencia dentro de la medicina laboral. Pero el camino recorrido desde Masdevall es ya notable; no se ocultan las durísimas circunstancias de los obreros, en especial los de las minas de carbón, planteándose los problemas de la ventilación, la evacuación de deyecciones, las precauciones ante las explosiones del grisú, etcétera, denunciándose incluso algunos abusos en la alimentación y el horario de trabajo.35 El panorama se ha ensombrecido no sólo ante los ojos de un médico que pasa toda su vida al lado de los obreros, sino para el higienista encumbrado que ve la situación a distancia. Pocas décadas más tarde, cuando la medicina española recupere un ritmo de publicaciones normal, las tintas se harán terriblemente oscuras y las consecuencias pesimistas que de ello se obtengan se harán extensivas a toda la sociedad. El primer desarrollo de nuestra industria y el peso —recién anotado— de las ideas y de las estadísticas británicas y de otros países europeos serán, sin duda, los factores responsables. II.
Los TESTIMONIOS (18331875)
DE LOS AÑOS CENTRALES DEL STGLO XIX
P e d ro F e l i p e M o n lau la u a) Pe
Del magisterio de Seoane salió el más importante higienista español contemporáneo: Pedro Felip e Monlau (18 0818 08 18 71).3 71 ).366 34 Ibidem, 35 Ibidem, 36 Acerca artículos, gran
págs. 19-27. pág. 34. de Pedro Felipe Monlau Roca se han escrito bastantes parte de cuya información procede del libro Relación de los estudios, grados , méritos, servicios y obras científicas y literarias del limo. Sr. Dr. D. Pedro Felipe Monlau (Madrid, 1864), que publicó su propio hijo José Monlau Sala. La mayor parte de estos artículos se resumen en la obra de L. Comenge, La medicina en el siglo XIX. Apuntes
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No es posible hacer aquí ni siquiera una rápida caracterización de su personalidad y de su obra, que no se reduce a la higiene, ni siquiera a la medicina. En las sucesivas ediciones de sus tratados de higiene pú blica y privada se educaron educaro n los los médicos españoles durante más de medio siglo, pudiendo luego mantener una excelente información acerca de estas disciplinas, gracias a los centenares de artículos, folletos y libros, originales o traducidos, que Monlau les dedicó,37 mientras nuestra burguesía, por otra parte, tomó conciencia e interés por los problemas higiénicos gracias a las innumerables y difundidísimas publicaciones que el médico catalán consagró a su divulgación, entre ellas siete tomos de una revista, la primera española de este este gén ero.3 er o.388 En general, puede puede decirse decirse que la obra de Monlau constituye la primera y más firme base de la higiene en nuestro nuestro país país como discip discipli lina na científica cien tífica m ode rna.39 rna.39 Conviene, por tanto, que centremos, en primer lugar, nuestra exposición en el testimonio que da acerca del proletariado industrial, para completarlo a continuación con otros de su época procedentes de autores de menor importancia. Digamos algo, para empezar, acerca de la mentalidad de Monlau como higienista. En su obra está superada ya la limi ción de la higiene pública a pura “policía médica” en el sentido de J. P. Frank, así como su confusión con la medicina legal, los esquemas antropológicolegislativos, etc. Formado en la pa p a ra la h isto is tori riaa d e la cultu cu ltu ra m é d ic a en E sp a ñ a , Barcelona, 1914, y en la de La Plata y Marcos: Colección bibliográfica de escritores médicos españoles, Madrid, 1882. Carecemos todavía del detenido estudio que
sobradamente merece su figura y su obra. 37 Recordaremos tan sólo las ediciones que alcanzaron tres manuales suyos: los de Higiene privada (eds. en 1846, 1857, 1864, 1870), Higiene pú p ú b lic li c a (eds. en 1847, 1862, 1871) e Higiene del matrimonio (eds. en 1853, 1858, 1865, 1883, 1888). 38 Se trata de El monitor de la salud (1858-1864). El propio Monlau había publicado años antes un antecedente de la misma, El médico de las familias (1851), de carácter más popular. 39 El peso de Monlau es evidente en todos nuestros higienistas de la pasada centuria, incluso después del gran impacto de la bacteriología. Tendremos ocasión de comprobarlo en los textos referentes al proleta riado.
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tradición inglesa de su maestro Seoane, tal como ha quedado descrito, e influido asimismo considerablemente por la higiene pública francesa, que podemos personificar en Levy, Monlau es un ejemplo puro de higienista liberal: la higiene pública consiste exactamente para él en el asesoramiento de la medicina a la Administración pública; y para que no haya dudas de su visión acerca de esta última, declara explícitamente que su función debe reducirse a garantizar la seguridad, la libertad, la comodidad y la salud de cada ciudadano.40 El médico catalán es muy consecuente con este punto de partida ideológico; en numerosos lugares de su obra, y concretamente al plantearse la situación del proletariado, recoge como muy problemática la intervención estatal como medio de solución, en unos términos que siguen muy de cerca los de sus colegas británicos influidos por Bentham. Su preocupación por el proletariado está condicionada por una serie de circunstancias de la medicina y de la sociedad de su tiempo. En primer lugar, por el conocimiento de una serie de datos médicosociales que contribuían a denunciar .su trágica situación; como vamos a ver a continuación, se trataba fundamentalmente de cuatro series de hechos: 1) La acum a cumulación ulación estadística estad ística de la morbilidad y de la mortalidad epidémica en dicha clase social. 2) La preferente pre ferente localización en la misma de plagas del del lipo del alcoholismo, la tuberculosis, etc. 3) La disminución de la talla y de la vida media de los los proletarios. 4) Las elevadas cifras estadísticas referentes a la procepro cedencia de los inadaptados sociales (miserables, criminales, prostitutas, etc.). En segundo lugar, por la exaltación, tan propia de la época, del campo frente a la ciudad. El origen objetivo de esta preferencia estaba, como es sabido, en la impresión extra40 Pedro Felipe Fel ipe Monlau: Elementos de higiene pública, dos volúmenes, Barcelona, 1847 (abreviatura: Monlau EHP 1847), página 15.
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ordinaria que causaron las estadísticas británicas que comparaban las espantosas cifras de mortalidad de los núcleos urbanos industriales de aquel país con las correspondientes a las zonas rurales. El espejismo que ello implicaba se mantuvo con extraordinaria fuerza, dificultando, por ejemplo, el que los higienistas tomaran conciencia del estado sanitario de los campesinos, cuya situación, en general, se idealizó. En Monlau esle punto de vista está tan acusado, que en una ocasión llega a decir que vendría el día en que las aglomeraciones humanas gigantescas serían abolidas por razones higiénicas. No ha de extrañamos, por tanto, que ello pesara en su atención hacia el proletariado industrial, cosa, por otro lado, que él mismo declara explícitamente. Muy ligada a tal actitud está otra que significa la completa superación de la ingenuidad ilustrada de Masdevall. La industria es “hija legítima y natural de la ciencia moderna...; con razón podemos estar satisfechos (de sus prodigios); pero conste que nos salen caros, muy caros. La industria moderna... p o b laci la cióó n fabr fa bril il,, ha venido a crear una población especial, la po ignorante en su inmensa mayoría, necesitada, imprevisora...” 41 El franco entusiasmo de Masdevall se encuentra ahora frenado por las preocupaciones de tipo social, higiénico y económico que el desarrollo industrial produce. La preocupación de Monlau, por otro lado —y ésta sería una cuarta circunstancia histórica que anotar—, se desarrolla dentro de los límites de la mentalidad de la clase social a la que pertenece de corazón: la burguesía liberal. Vamos a ver que esta limitación no significa que el médico catalán disimule lo duro de la realidad que hay que denunciar, ni tampoco que incurra en actitudes reaccionarias, como comprobaremos que sucede en otros higienistas españoles de este momento. Pero resulta necesario saber que su objetiva denuncia y su noble preocupación se hacen desde la clase burguesa. El primer problema de la “población fabril” que pone de relieve es “que en las épocas de crisis suele traducir su malestar por el desorden, 41
Pedro Ped ro Felipe Feli pe Monlau: Elementos de higiene pública o arte de con servar la salud de los pueblos, 3.a ed., Madrid, 1871 (Monlau EHP 1871), pág. 151.
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la sedición sedic ión y la anarqu an arquía ía social” soc ial”.. 42 Como tendremos ocasión de comprobar, los proletarios españoles tienen en Monlau un enérgico testigo de su situación, pero en modo alguno alguien que se sienta partícipe de su destino. La quinta y última circunstancia que ahora nos tocaba esclarecer era el grado de desarrollo de la industria española de su tiempo. “España no es, con rigor hablando, un estado industrial (como lo son Inglaterra, Bélgica, Francia, Alemania, etc.); pero algo abundante comienza a ser ya relativamente su pob p ob laci la cióó n fabr fa bril il , y en el estudio de las condiciones de esta población especial... conviene que se ocupe seriamente la Administración”. Adminis tración”. 43 Las cifras, en efecto, comenzaban com enzaban a tomar notable importancia; el censo de 1860 que Monlau utiliza en la torcera edición de su H ig ie n e p ú b lic li c a habla de un millón largo de profesionales de la industria, frente a dos millones trescientos mil jornaleros en el campo, con un núcleo de auténtico proletariado industrial constituido por ciento cincuenta mil obreros en grandes fábricas y casi veinticinco mil mineros. Desde estas concretas circunstancias, la atención que Monlau prestó al proletariado fue muy considerable. Una primera R em e d ios io s e inmadura ocasión la proporcionó su publicación Rem 6) ,455 en la que agrupa agrupa a los que no puedel pauperismo (1 84 6),4 den, con los que “no saben y no quieren trabajar”. La obra se refiere más bien a los miserables, aunque alguno de los apartados (“los que no encuentran trabajo”, “los mal retribuidos por el trabajo”, etc.) tiene una relación directa con nuestro tema. El planteamiento y las soluciones aducidas siguen unas líneas muy ingenuas: bienestar social basado en el aumento del trabajo y en la justa distribución de sus frutos, aunque 44
42 Monlau EHP 1871, pág. 151. 43 Monlau EHP 1871, pág. 151. 44 Pedro Felipe Monlau: Elementos de higiene pública o arte de conservar la salud de los pueblos, 2.a ed.., 3 vols., Madrid, 1862 (Monlau EHP 1862), pág. 701. 45 Pedro Felipe Monlau: Remedios del pauperismo..., Valencia, 1846. Se trata de una memoria presentada a un concurso de premios de la Sociedad Económica Matritense.
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ya se advierte que el pauperismo crece con la industrialización. Tales puntos de vista los reiteró en un complemento de re s ión ió n d e la m e n d i c i d a d , aparecido esta publicación, D e la s u p res en 1851.46 Librándolo de sus implicaciones con la beneficiencia, Mon in dust stri rial al,, lau atacó directamente el problema en su H i g i e n e indu impresa en 1856.47 Se trata de la primera publicación de este género que apareció en nuestro país, adelantándose incluso a la primera traducción (que fue el libro de Vernois en 1860). Le dio, sin duda, cierta notoriedad como experto en la materia, ya que fue invitado por la Sociedad Económica Matritense, en 1857, a hacerse cargo de la enseñanza de Higiene industrial, función que no llegó a desarrollar por falta de tiempo. Para conocer el mundo social que mantenía este tipo de estudios resulta indispensable tener en cuenta que se trataba de la Memoria premiada en el concurso que la Academia de Medicina de Barcelona había convocado el año 1855 sobre el problema, y que otra convocatoria semejante de dicha institución fue el motor de la segunda monografía española sobre el mismo: la H i g i e n e d e l t e je d o r , de Salarich (1858), que después tendremos ocasión de considerar. Con anterioridad, sin embargo, a la aparición de su H i g i e n e industrial, Monlau había escrito ya una exposición sistemática E le m e n t o s d e sobre la materia. En la primera edición de sus Ele higiene pública (1847),48 en efecto, se ocupa ya de la misma. Dicha edición y las dos siguientes de esta obra (1862 y 1871)49 son, con gran diferencia, la principal fuente para recoger el testimonio del higienista catalán acerca del proletariado in46 Pedro Felipe Monlau: De la supresión de la mendicidad y organi zación de las Juntas de Caridad, Madrid, 1851. 47 Pedro Felipe Monlau: Higiene industrial. ¿Qué medidas higiénicas pu p u e d e d ic tar ta r el g o b ie rn o a fa v o r d e las la s c la ses se s obre ob rera ras? s?,, Barcelona, 1856. Aparte de esta edición, realizada por la Academia de Medicina de Bar celona, el propio Monlau hizo otra en Madrid el mismo año, añadiendo al texto de la de Barcelona un “Apéndice” con varios documentos y notas referentes al problema. 48 Monlau EHP 1847. 49 Monlau EHP 1862 y 1871.
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dustrial. Es muy interesante comprobar, además, la mayor importancia que el tema va adquiriendo de edición en edición. En la de 1847 la exposición no pasa de ser una mera recapitulación de medidas generales, tras considerar la higiene de las distintas profesiones. En la de 1862, además de repetir la anterior, se añade un epígrafe nuevo, con la especial denoin dust stri rial al,, resumiendo su publicación minación de H ig ie n e indu de 1856, aportando datos estadísticos y de legislación, y refiriéndose al aumento de la bibliografía sobre el problema. En la de 1871, por último, ocupa todo un capítulo independiente, cuyo contenido está redactado de nuevo, ampliando notablemente el material de su libro de 1856.50 No fueron éstas las únicas publicaciones en las que Monlau se ocupó del proletariado. Recordemos tan sólo algunos artícuit o r d e la S alud al ud , que a los aparecidos en su revista E l M o n ito continuación tendremos ocasión de utilizar. Añadamos un dato que puede resultar de utilidad para la valoración de su testimonio: la bibliog bib liografía rafía sobre higiene industrial que le sirvi sirvióó li c a cita de base. En la tercera edición de su H ig ie n e p ú b lic treinta libros, de los cuales veintidós son franceses o belgas, siete ingleses y tres alemanes. La selección está muy bien hecha desde nuestro punto de vista, incluyendo los trabajos clásicos de Thackrah, Villermé, etc. El mayor número de obras francesas incluidas en la bibliografía no debe ocultar el hecho de que en este, como en tantos otros capítulos de la obra de Monlau, la influencia dominante es la de los higienistas británicos, cuyos estudios, puntos de vista y datos estadísticos se utilizan continuamente como apoyo de los enfoques y de los datos propios. Para una mayor claridad de la exposición del testimonio de Monlau, vamos a ordenarla bajo dos epígrafes; el primero incluirá la denuncia que hace de dicha situación, mientras que el segundo resumirá su información acerca de las medidas tomadas en nuestro país para solucionarla, así como su 50 Las páginas páginas correspondientes correspondientes son: son: E H P 184 7, págs. 54 4- 55 9; EH P 1862, págs. 680-701; EIIP 1871, págs. 146-171.
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postura ante el tipo de soluciones que convendría adoptar en el futuro. Tal como hemos dicho, la denuncia que hace Monlau del p a u p e estado de la población industrial, “masa principal del pa rismo moderno”, es extraordinariamente dura y objetiva. Denuncia, una por una, las tristes circunstancias en las que se desarrolla su vida. Al hablar de sus casas, por ejemplo, dice en 1847: “Las habitacion habitac iones es particulares de los jornaleros son son generalmente poco higiénicas. Están demasiado altas o de siado bajas, y situadas, de ordinario, en las calles más insalubres o más inmundas. Son también estrechas: familias de cinco o seis individuos no tienen a veces más que un mal cuarto, donde duermen, cocinan y tal vez trabajan todo el día”. día” . 51 En 1871 1871 la descripción descripción es todavía más pesimist pesimistaa y las afirmaciones afirmacion es mucho más rotundas: “Muchísimas son son las habitaciones insalubres; más las de la clase pobre, y, por consiguiente, las de los obreros lo son todas”. “En España, las habitaciones de la clase proletaria son tan insalubres como en todas partes, y el Gobierno ha reconocido tal cual vez los triste tristess efectos de semejante insalub insalubrida ridad”. d”. 52 La d eficiente eficiente alimentación del obrero, sus causas y sus consecuencias merece asimismo asimismo atención aten ción:: “La alimentación alime ntación de las clases jornaleras jornale ras es todavía insuficiente; los más de los obreros no reparan todo lo que pierden. Este desequilibrio se hace perceptible en el mismo trabajo producido. Así, en los caminos de hierro, en las fundiciones y en todas las manufacturas y empresas se observa que los operarios ingleses, por ejemplo, trabajan más y mejor que los franceses, que los belgas, que los españoles, etcétera. La causa de tal superioridad no está precisamente en la mayor destreza o práctica que puedan tener en el trabajo (pues les suponemos a todos en condiciones iguales de habilidad), sino que se encuentra en que los primeros comen más carne y se dan, o pueden darse, mejor trato... El pan de que se nutren las clases jornaleras, sobre ser de baja calidad, está frecuentísimamente adulterado. El salario no les permite 51 Monlau EHP 1847, pág. 549. 52 Monlau EHP 1871, págs. 154-155.
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comer habitualmente un poco de carne fresca, que tanto les conven con vendría” dría”;; 53 los vegetales, vegeta les, la patata, pat ata, las legumbres, etcétera, constituyen la base de su régimen más común; y del reino animal apenas conocen más sustancias alimenticias que la truchuela, el bacalao, las sardinas saladas, el escabeche y el to cin o...” o.. .” 54 de forma semejan te habla tam bién de los los vestidos de los proletarios y de su higiene personal. Al lado de lo que dice de las condiciones materiales, también son terribles los informes de Monlau acerca de la miseria moral del proletariado. Véase, por ejemplo, lo que dice sobre las las relaciones relacion es sexuales: “...la “. ..lass muchachas muchac has y las mujeres muj eres de las fábricas, destituidas de luces, mal educadas y expuestas a todas las tentaciones, se rinden fácilmente, y como por recurso, a la seducción. El libertinaje y la prostitución vienen entonces a consumar la obra que comenzó la miseria...; hay, por otra parte, jornaleros que viven amancebados o sin casarse, sin más motivo que el pernicioso ejemplo de ver a otros camaradas que viven del mismo modo. Los hay también que no se casan por falta de dinero necesario para cubrir los gastos de las formalidades civiles o religiosas...; los endebles vástagos de esta población bastardeada pasan, a su vez, bajo el imperio de las mismas causas de degradación física y moral, describiéndose un círculo sin fin, en el cual la salud y la vida se van atenuando como el algodón y el hilo que la industria adelgaza en sus sus filatur filat uras”. as”. 55 En segundo término, Monlau reúne todos los datos médico sociales que descubren de forma brutalmente objetiva la situación de la población obrera. Antes hemos aludido a ellas y las hemos ordenado en cuatro epígrafes. Reuniremos ahora algunos algunos textos textos referentes a los mismos: mismos: “ ...la influencia influenc ia fatal de muchas profesiones se graba con caracteres permanentes en la organización de ciertas clases...; tal es, por ejemplo, la disposición a la tisis pulmonar, transmitida a los hijos por padres a quienes su oficio condena a tal enfermedad. El vicio 53 Ibidem, 1847, pág. 550. 54 Ibidem, 1871, pág. 159. 55 Monlau EHP 1847, págs. 545-548.
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escrofuloso es otro azote patológico que se ceba en las fábricas, y particularmente entre los los tejedores y su sus fam fa m ilias...”; ilias ...”; 56 “...una especie de anemia fabril, una endeblez constitucional deporable... condena a la clase indigente a ser el pasto primero del tifo, de las calenturas perniciosas, del cólera, etc. Cuando sobreviene alguna epidemia cualquiera, eso sí, piénsase, desde luego, en la insalubridad de las habitaciones del pobre, y entonces se pretende remediarlo todo y de golpe..., y luego a la actividad febril y pasajera de unos cuantos días sucede otra vez la la letárg ica y habitual habitu al indolencia indolen cia de siemp siempre”. re”. 57 Pero no sólo advierte que es la víctima principal de epidemias y enfermedades sociales, sino que subraya los lastimosos datos antropológicos y demográficosanitarios correspondientes a esta población : “La población de tales tales manufacturas suele suele ser endeble, raquítica; criada a la sombra y encorvada sobre el telar, marchítase como una planta sin sol. En los distritos industriales la estatura media disminuye más bien que aumenta ”. 58 Las La s elevadas cifras cifr as de mortalidad ob rera es un tema que le preocupa especialmente, recogiendo, por ejemplo, los estudios de Lombard acerca del número medio de años de vida que quita cada una de las circunstancias en las que vive o trabaja el proletario, insistiendo que “en Inglaterra, en Francia, en Prusia, en todas partes y por diferentes métodos, se ha demostrado el hecho de que la vida se mide por el grado de com odidad o de bienestar”. 59 Incluso llegó a difundir en su revista E l M o n ito it o r d e la S a lud lu d los estudios estadísticos del alemán Casper demostrativos de que la vida media de las clases burguesas era en 1858 casi el doble (cincuenta años) que la del proletariado (treinta años).60 Dentro del mismo orden de hechos, informó asimismo de la predominante procedencia de la clase proletaria de todos los inadaptados sociales. Ya hemos visto la estrecha relación que establece entre el mi56 Monlau EHP 1847, pág. 544 57 Ibidem, 1871, pág. 155. 58 Ibidem, 1847, pág. 544. 59 Monlau EHP 1847, pág. 557. 60 Pedro Felipe Monlau: Espantosa diferencia entre la vida probable del rico y la del pobre, El Monitor de la Salad, I (1858), págs. 233-234.
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serable y el obrero; en su revista, por otra parte, cuidó de incluir y comentar estadísticas que demostraban que más del 50 por 100 de los penados en 1859 eran proletarios, y que la inmensa mayoría de las prostitutas tenían la misma procedencia. 61 Como causa común de todos estos hechos considera Monlau a la miseria, afirmando que dos consecuencias suyas, la degradación de la moralidad sexual y el alcoholismo, son factores que pesan inmediatamente en la frecuencia de la prostitución y de la criminalidad. He aquí, por ejemplo, cómo habla del alcoholismo: “Dos o tres cuartos, con los cuales no hay para comprar pan o carne, les procuran un poco de aguardiente que reanima artificialmente sus fuerzas. El ensayo de este medio falaz de cobrar vigor les conduce al hábito, a la necesidad, a la pasión de los alcohólicos... La borrachez distrae de ahorrar, aumenta la indigencia de las familias, imposibilita toda educación, multiplica las pendencias, los desórdenes, los delitos...; una de las causas principales, o quizá la radical y primaria —termina, rechazando la superficial visión de Vi llermé—, es la falta de reparación alimenticia, o sea la insuficiencia del jornal que gana, en muchos oficios, el traba jad ja d o r” . 62 62 Un último capítulo que puede añadirse a la serie de hechos recién considerada son las elevadas cifras de accidentes de trabajo. Este es un terreno en el que contraste violentamente la actitud de Monlau con la de su coetáneo, paisano y colega Joaq Jo aqu u ín Sala Sa laric rich. h. Como Co mo veremo vere moss poco po co más má s tard ta rde, e, este es te último últ imo intenta quitar importancia a tal realidad, y culpa, en último extremo, de la misma a la torpeza y a la imprevisión de los obreros. Monlau, por el contrario, al hablar de los accidentes, afirma que las máquinas “los producen en un número mucho mayor de lo que a priori pudiera calcu larse”, larse ”, 63 recogiendo las parovorosas estadísticas inglesas y belgas de la época. No dispone, al parecer, de cifras españolas, limitándose a afirmar 61 Véase El Monitor de la Salud, IV (1861), págs. 258 y 16, respec tivamente. 62 Monlau EHP 1847, pág. 551. 63 Ibidem, 1871, pág. 162.
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que en Barcelona, como en otros centros europeos, “son diarios los accidentes desgraciados que inhabilitan al operario por algún tiempo, o le dejan estropeado, o lo matan”, y a recordar, “estremecido, las docenas de cadáveres sepultados en la mina hullera de Santa Elisa (en Bélmez) de resultas de la horrible explosión acae cida cid a el 1 de abril de 18 68”. 68 ”. 64 En el capítulo de culpas de tipo humano pone en primer término el descuido de los fabricantes, mayordomos, jefes de taller e ingenieros, y sólo en segundo término habla de imprudencia y distracción de los mismos operarios. Unos términos especialmente duros emplea el higienista catalán al hablar de una de las grandes vergüenzas sociales de la época: la explotación del trabajo de los niños. “Una sociedad se suicida cuando permite que el exceso de trabajo y las privaciones consuman las fuerzas nacientes de los niñ o s...” s. ..” 65 “E l Gobierno no puede consentir esos esos abusos abusos crim crimiinales que se permiten los empresarios, y aun ciertos padres inhumanos, ora movidos por la codicia, ora movidos por la necesidad” neces idad”.. 66 H abla de las las medidas legales que habían comenzado a adoptarse en Inglaterra y Francia contra tales abusos, y da, de paso, algunos detalles acerca de los mismos: “Niñas de seis a ocho años se ven obligadas a trabajar dieciséis día ”. 67 Monlau propone que nunca sean admitidos admitidos horas cada día”. niños menores de diez años y —ya en 1871— que se les limite la jornada de trabajo a seis horas hasta los doce años y a diez horas horas desde desde los los doce hasta hasta los los diecis die ciséis éis .68 .68 Después ten dremos ocasión de comprobar cómo casi medio siglo más tarde estos abusos continuaban prácticamente invariables en nuestro país. La descripción que hace Monlau de la degradación moral y física de estos niños obreros no necesita comentario: “Las criaturas se ven plagadas de cicatrices, de tumores y de deformaciones asquerosas. La población de tales manufacturas suele ser endeble, raquítica; criada a la sombra 64 I b i d e m . 65 Monlau 66 I b i d e m , 67 I b i d e m , 68 I b i d e m ,
EHP 1871, 1847, 1871,
1847, pág. pág. pág.
pág. 545. 160. 545. 160.
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y encorvada sobre el telar, marchítase como una planta sin sol... El poco cuidado de los padres en educar a los hijos, el funesto ejemplo que ofrecen a éstos las fábricas, las conversaciones demasiado libres que en su presencia tienen los adultos, la promiscuidad de sexos... son otras tantas causas directas directas o indirectas indirectas de depravación”. depravación”. 69 De forma forma paralela, paralela, aunque más concisamente, denuncia la explotación del trabajo femenino: “Las mujeres que se ocupan en profesiones mecánicas en los mismos establecimientos que los hombres dan más enfermedades y más defunciones que éstos. Este resultado es debido a la inferioridad del jornal. La inferioridad de salario trae inferioridad de alimentación, de vestido, de habitación, etc.” 70 El testimonio de Monlau se extiende también a cuestiones de índole económica y a las relaciones de los patronos con los obreros. Habla, por ejemplo, de los abusos existentes en lo referente a la duración de las jornadas de trabajo, proponiendo su reducción a diez o doce horas, y acusa muy duramente el ajuste de los salarios y la actitud general de los patronos: “...a la menor crisis industria], al menor desaliento mercantil, a la menor agitación política, escasea el trabajo o rebajan los jornales, y, para colmo de infortunio, los jornaleros menos retribuidos, o que menos ganan, son los primeros que se resienten. El Gobierno debe fijar toda su atención en este asunto tan delicado como trascendental. La cuestión del salario o del precio de los jornales envuelve todo nuestro porvenir social y resume en sí todos los progresos de la higiene públic pú blica”. a”. 71 “La situación de los obreros es en gran parte el resultado de la organización actual de la industria. Mucha responsabilidad cabe también a los amos... Si cae enfermo, le abandonan; cuando ha curado, no le vuelven a emplear, porque han ajustado a otro, y cuando la vejez ha debilitado la fuerza de su brazo, cuando su mano es menos diestra y su trabajar más lento, mengua el salario a medida que crecen 69 Monlau EHP 1847, págs. 544555. 70 [ b i d e m , pág. 565. 71 Monlau EHP 1847, págs. 550551.
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sus necesidades. Los amos, absorbidos en su egoísmo, cúranse muy poco de las leyes de la decencia, y con tal que el inventario y los balances correspondan a sus codiciosos deseos, poco les importa que sus operarios se entreguen a la embriaguez, a la disipación disipación o al libe rtin aje”. 72 Para terminar la exposición del testimonio de Monlau, solamente nos queda dar noticia de las soluciones que propone para remediar tan dramática situación, así como de sus informes acerca de los intentos llevados a cabo por la sociedad española de su tiempo dentro de la misma línea. Como medida general le parece importante, en primer lugar, descentralizar la industria, llevando las fábricas a pequeñas localidades rurales. rales. 73 E s esta una actitud actitu d casi general entre los higienistas higienistas de su tiempo, cuyas raíces ya hemos considerado: la impresión producida por la diferencia de las estadísticas de mortalidad del campo y de la ciudad, en especial las inglesas, citadas por Monlau. Insiste en ello en numerosos lugares, siendo digno de recordarse, por ejemplo, un artículo aparecido en su revista, en el que se opone, de acuerdo con estas razones, al desarrollo de la industria de Madrid.74 Enumera a continuación una serie de medidas particulares cuya defensa constituye la mayor parte del texto de su Higiene industrial: inspección y construcción higiénica de fábricas y talleres; fundación de casas cuna, escuelas, cajas de ahorro, casas higiénicas, lavaderos y casas de baño; promulgación de leyes regulando el trabajo infantil y femenino, de prevención de accidentes, de persecución de las adulteraciones de los alimentos, etc.75 Informa de todos los intentos españoles en esta línea, hablando de un proyecto de ley en 1855 que reglamentaba la industria manufacturera, incluyendo disposiciones referentes a la higiene obrera y a la indemnización por accidentes, y de otro proyecto de 1853 para la construcción de casas, lavaderos y 72 I b i d e m , pág. 555. 73 Muy ampliamente expuesto en Monlau EHP 1871, págs. 152 y sigs. 74 Pedro Felipe Monlau: ¿Conviene a la salubridad de Madrid el desarrollo de su industria fabril?, El Monitor de la Salud, I (1858), 170181, 191193. 75 En forma de resumen en EHP 1862, págs. 698700.
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baños para obreros en Madrid, indicando que todos ellos abortaron sin que se llegara a hacer nada en la práctica. Los más avanzados puntos de vista de Monlau son aquellos en los que recomienda la formación de asociaciones de socorros mutuos, considera necesaria la existencia de una asistencia médica y farmacéutica gratuita y propugna la orientación profesional mediante comisione comisioness de médicos médicos expe e xpertos.7 rtos.766 Pero todo ello no no puede hacer olvidar la radical limitación de la actitud de Monlau, apoyada, como dijimos antes, en la cerrada mentalidad social de la burguesía liberal de su tiempo. De esta forma, mantiene en el fondo de su noble testimonio una cierta oposición a la auténtica igualación social, lo que se manifiesta en detalles como recomendar la instrucción de los obreros, pero reduciéndola a la primaria, ya que la “instrucción superior, prodigada sin discernimiento, crea en el individuo deseos y necesidad neces idades es que no puede sa tisfac tis facer” er”,, 77 o en el recurso a la beneficencia para atender a la asistencia médica de los mismos, si no resulta posible en enfermerías especiales o dentro dentro de las sociedades de socorro socorross mutu m utuos.7 os.788 Pero no es es esta su principal limitación: al enfrentarse con la cuestión verdaderamente central, la del aumento de salarios o la baja de los precios de los artículos necesarios; Monlau se encuentra completamente alado por su mentalidad liberal: “Para remediar tales inconvenientes no hay más que dos medios: o aumentar el precio del jornal del obrero (cuestión difícil y que únicamente pueden resolver, ex aequo et bono, entre sí el empresario y el bracero y operario) o hacer disminuir el precio de los comestibles, disminución sujeta a las leyes económicas de la demanda y del consumo, pero en la cual puede influir el Gobierno con leyes y providencias..., verbigracia: fomentar la agricultura, proteger eficazmente las industrias agrícolas, facilitar las comu nicaciones y los los tran sportes...” spo rtes...” 79 Incluso para para la realización de su idea fundamental —la descentralización
76 Monlau EHP 1871, págs. 151152, 170171. 77 Monlau EHP 1847, pág. 554. 78 I b i d e m , 1871, pág. 171. 79 I b i d e m , pág. 159.
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de las industrias— se encuentra con el obstáculo de “los derechos de la libertad individual, los de la libertad de industria v del com ercio”, ercio ”, 80 con lo que, a fin de cuentas, todo parece resolverse en medidas tan vagas e indirectas como las que acabamos de anotar. En la edición de 1871 hay otro texto que conviene tener en cuenta en orden a esta caracterización del testimonio de Monlau. Al proponer lecturas y conferencias públicas para obreros, enumera una serie de doctrinas que es necesario inculcarles; entre ellas está el considerar ridículo querer fijar un máximo de trabajo y un mínimo de salario, así como someter a cualquier control el contrato entre el capital y el obrero; el considerar naturales las desigualdades económicas económ icas y sociales, la oposición a las “coaliciones coalicion es obreob reras, etc. La velada referencia a “caprichosos sistemas filosóficos” hace pensar que ésta fue la única reacción que en Monlau ocasionó la entrada en la vida pública española de los movimientos proletarios.81 Su moderación contrasta con la actitud reaccionaria extrema que vamos a ver, que motivó por los mismos años en Méndez Alvaro, otro destacado higienista, discípulo también de Seoane. Pero el mayor contraste lo constituye su objetivo y valiente testimonio de la situación obrera con las posturas miopes e interesadas de tantos médicos europeos al enfrentarse con este problema. Vamos a considerar a continuación un representante español de tan poco simpática postura: Joaquín Salarich. Muy influido por Monlau, a pesar de todo, se esfuerza en disimular lo duro de la situación y en descargar a la clase burguesa de responsabilidades. Veremos que ello no impide que podamos obtener de su obra un interesante material. A renglón seguido, y para acabar esta parte del presente trabajo, expondremos brevemente la evolución que respecto de nuestro problema sufrió Francisco Méndez Alvaro, el condiscípulo y amigo de Monlau, al que acabamos de aludir.
80 Monlau EHP 1871, pág. 153. 81 I b i d e m , págs. 165166.
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b) Jo J o a q u í n S a la ri c h La obra que nos interesa interes a de Joaq Jo aquín uín Salarich Sala rich y Verdagu Verd aguer er 112 es una Higiene del tejedor, publicada en 1858,83 dos años más tarde, por tanto, que la Higiene industrial de Monlau y once de la primera edición de la Higiene pública de éste. También en este caso se trata de una Memoria premiada en un concurso de la Academia de Cirugía de Barcelona (el correspondiente al año 1857). Tal como preveía la convocatoria, Salarich limita su estudio a la industria del algodón, por ser el más numeroso en la zona catalana y por disponer al mismo tiempo de más rica información. El libro consta de dos partes: la primera contiene unas “nociones generales de higiene”; la segunda, una “higiene especial del tejedor”. La parte general mantiene se x casi intacto el esquema de la higiene tradicional de las sex res non naturales. La especial comprende dos capítulos: uno primero titulado “Operaciones que sufre el algodón”, con artículos dedicados al local, al polvillo en él existente y a las máquinas, y un segundo, “De las causas morales”, que trata de la duración de la jornada laboral y del trabajo infantil, de los salarios y de las “quejas entre amos y operarios”. Varias influencias son evidentes en esta obra. Entre ellas nos interesa destacar, aparte del indudable peso que sobre ella tiene Monlau, la orientación ideológica fundamental de su autor, que no es británica, como la de este último, sino francesa. La línea que parte de Cabanis es, en realidad, el apoyo conceptual de Salarich, y la única que explica muchos de los puntos de vista por él mantenidos. La fidelidad a la escuela francesa se mantiene también en el terreno concreto de la higiene industrial. El modelo es aquí el libro de Villermé y no los estudios ingleses, como en el caso de Monlau, lo cual implica un enfoque mucho 82 Acerca de Joaquín Salarich, véase Jaime Guerra y Estapé: Obra cultural y patriótica de Joaquín Salarich y Verdaguer, cronista de Vich, Vich, 1916; José Serra Campdelacreu: Bosquejo biográfico de don Joaquín Salarich y Verdaguer..., Vich, 1885. 83 Joaquín Salarich: Higiene del tejedor, o sean medios físicos y morales para evitar las enfermedades y procurar el bienestar de los obreros ocupados en hilar y tejer el algodón..., Vich, 1858.
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más conservador e incluso de franca incomprensión hacia la persona del obrero. Vamos a ver que Salarich considerar la situación desde una posición cerradamente clasista, que se resiste a cargar la responsabilidad de la misma sobre la burguesía liberal. Muy interesante resulta ya, para empezar, su visión de la revolución industrial, considerada como un mal necesario, que ha terminado con unos “felices tiempos anteriores”, paradigma del equilibrio y del bienestar social.84 El médico catalán tiene una opinión absolutamente negativa del obrero como ser humano, opinión que constituye el auténtico punto de partida de su obra. No se detiene, por tanto, ante el más descarado paternalismo: “El jornalero... debe mirarse como un niño, cuya confianza debemos adquirir, aconsejándole y convenciéndole por medio de raciocinios que estén a su alcance y que toquen de cerca a sus intereses, pues poco le conocen cono cen aquellos a quellos que se se lo figuran razonable razonab le y prevenido”. prevenid o”. 85 Ni tampoco teme plantear los problemas desde el ángulo de su mejor explotación: “Un obrero que bajo las mismas condiciones de alimentación y robustez respira un aire mejor podrá soportar más fatiga, redundando precisamente en provecho de su amo, amo, quien q uien sacará sac ará de él é l más más jorn jor n al”. al” . 86 La idea de que e] obrero es un ser inferior llega incluso a deslizarse en algunas expresiones; véase, por ejemplo, el siguiente texto, bien expresivo, según creo, de toda mentalidad: “El obrero que tiene capital, sea éste más o menos reducido, sentirá deseo de aumentarlo...; hasta despuntará en su imaginación la idea de propiedad. ¡Idea sublime que cambiaría la faz del mundo! ¡Desterraría de las masas populares los principios de anarquía, de destrucción y de vandalismo! ¡Ser propietario! He aquí una idea sencilla en sí, pero que es la pesadilla del pobre, porque en su limitada inteligencia no la puede con ceb ir”. 87 Como antes hemos dicho, a lo largo de todo el libro resulta evidente su deseo de quitar responsabilidad de la situación 84 Salarich, op. 85 Salarich, op. 86 I b i d e m , pág. 87 I b i d e m , pág.
cit., págs. 45. cit.. pág. 70.
10. 72 (el subrayado es mío).
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obrera a la burguesía. Este deseo le lleva, en primer término, a quitar importancia a todos aquellos aspectos en los que ello resulte posible. De esta forma le parecen excelentes las condiciones higiénicas de las fábricas: “Son muchas la fábricas que he visitado para procurarme datos y conocimientos exactos sobre las materias de que debía ocuparme en la redacción de esta Cartilla, y debo confesar que nada, por lo común, dejan de desear, en cuanto a la capacidad de las cuadras, mayormente en las de de construcción m od ern a...” 88 Y del mismo mismo modo modo procura quitar importancia a los accidentes laborales: “Por otra parte, estas laceraciones, amputaciones y heridas no son tampoco tan comunes como pretenden algunos escritores, sin duda mal informados. Mr. Sadler, en la Cámara de los Comunes de Londres, el 16 de marzo de 1832, apoyándose en la autoridad del doctor Winstanley, aseguró que de 106 niños que concurrían a una escuela dominical, 47 habían recibido heridas más o menos graves en las filaturas. Esta aserción o será un tanto exagerada o denota una falta completa de precaución en los niños niños empleados en las fábrica s inglesas”. ingles as”. 89 Como el disimular el lamentable estado de la población proletaria no era empresa fácil, Salarich recurre entonces a su visión negativa de la personalidad de los obreros, para echar la culpa de todas sus calamidades a sus vicios y malas pasiones. Los mismos accidentes del trabajo, cuyo número ha intentado disimular, parecen tener como causa principal el descuido de los trabajadores: “La distracción, la imprudencia, el descuido y la falta de instrucción, la imprudencia, el descuido y la falta de instrucción en los obreros son las causas más comunes de estos accidentes que de cuando en cuando deploramos. Jamás los mayordomos vigilarán con exceso para evitar estas desgracias, mayormente en los niños, cuya irreflexión les hace más expuestos a recibir reci birlas las”; ”; 90 sólo sólo en segundo término se alude a la conveniencia de máquinas más perfeccionadas y menos peligrosas. La misma estrechez económica de los proletarios se 88 Salarich, op. cit., págs. 7677. 39 I b i d e m , págs. 8990. 90 Salarich, op. cit., pág. 91.
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debe fundamentalmente, según su opinión, a la imprevisión, que “no es una pasión, es un defecto que en nuestros obreros adquiere adqu iere toda la enormidad de una gran falta fal ta”; ”; 91 como argumento a favor de la existencia de tal vicio en unos hombres de cuyos míseros jornales tendremos ocasión de informarnos más tarde por boca del mismo Salarich, el médico catalán anota los siguientes datos acerca de la Caja de Ahorros de la Sociedad Económica de Barcelona: “Lástima da el ver que después de más de once años de estar planteada en Barcelona esta institución, la industria fabril algodonera sólo cuenta entre los imponentes 85 hiladores, 17 hilanderas, 49 pintadores, 70 tintoreros, 11 tejedoras y 322 tejedores. ¿Qué son estos guarismos para tan crecido número de operarios? ¿Qué significan 554 imponentes siendo 25.479 los actualmente ocupados en la industria algodonera?” Y poco más adelante informa: “De los 1.223 nuevos imponentes del año 1855, pertenecen a la clase jorn jo rnal aler eraa sólo 166, o sea uno por cad ca d a s iete ie te ... .. . E l número núm ero de los imponentes obreros representa el 2 por 100 de su número total.” ¿Qué significa tan desconsoladora proporción ante los ojos de Salarich? “Significa, triste es decirlo, que nuestros obreros de fábrica dejan mucho que desear en el camino de la moralidad. El que no tiene cuatro reales semanales para imponer en la Caja, los tiene a centenares para vestirse lujosamente y gastarlos en bailes, bromas y francachelas. Más tarde vienen días de crisis; el trabajo escasea, y el hilador que, acostumbrado a sus goces, no sabe avenirse a ningún arreglo de economía, promueve desórdenes, siempre perjudiciales a sus intereses y muchas veces a la la sociedad” socied ad”.. 92 Esta Est a razón del inmoinmoderado afán de lujo de los proletarios es esgrimida muy a menudo; véase lo que dice, por ejemplo, de la forma de vestir de las jóvenes obreras: “Lo mismo podemos decir de las obreras catalanas, y en particular de las solteras, cuyo lujo puede competir con el de las hijas de nuestros menestrales más acomodados. No se crea que quiera reprederlas por el deseo de parecer vistosas; pero jamás se puede consentir que para 91 Ibiclem, pág. 65. 92 Salarich, op. ciL, págs. 65 y sigs.
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seguir las modas y variar de vestidos gasten cuanto tienen, y más aún debiendo pagar a la tienda sus caprichos con pagas semana sem anales”. les”. 93 L a imagen image n que se forma Salaric Sa larichh de lo que debe ser el vestido de los obreros es, sin duda, muy distinta, puesto que no le repugna este hecho: “Las familias pobres que reciben para sus hijos la limosna del caritativo que les entrega las ropas usadas procuren lavarlas antes con colada o lejías para que no les acarreen perjuicio comunicándoles alguna enfermedad contagiosa, lo que es muy fac tib le y común” com ún”.. 94 Sin duda porque su principio general es que “todas las clases sociales deben ir vestidas según las jerarquías y orden social; los obreros deben ir arreglados, pero nada debe denotar en ellos el lujo y la coqu etería”. 95 Cosas parecidas dice al hablar de las casas: “Aunque la habitación del obrero no debe ser llena de comodidades, tampoco en ella debe faltar fa ltar lo más más preciso, preciso, sobre todo el aire”. 96 Y como si únicamente de su deseo dependiera, recomienda que “huya como de una epidemia de esas cuevas húmedas y sombrías, cuya fetidez mohosa indica ya al inquilino la suerte que le aguarda si se se sujeta a su su influ in flujo jo”. ”. 97 Muy propia también de la mentalidad de Salarich es su exposición del alcoholismo de los obreros, al que califica de “pasión funesta”. Considera como sus causas el mal ejemplo y los malos hábitos, la ociosidad, el número excesivo de cafés y tabernas y el olvido de los deberes morales y religiosos. Como remedios recomienda luchar contra esas causas, además de amonestaciones, arrestos y despidos para los obreros que se em briagu bria gu en.9 en .988 Ni una una sola sola alusión alusión se se hace a las causas causas sociales sociales del alcoholismo, comenzando por la miseria, que vimos que Monlau consideraba como raíz primera. La comparación de la exposición que este último hace del problema con los puntos 93 I b i d e m , pág. 21. 94 I b i d e m . 95 Salarich, o op. eit., pág. 22. 96 I b i d e m , pág. 13. 97 I b i d e m . 98 I b i d e m , págs. 4250.
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de vista de Salarieh muestra bien a las claras la enorme diferencia existente entre ambos. El libro de Salarieh constituye, como estamos viendo, un completo muestrario de la limitada y egoísta mentalidad de su clase social. Hay párrafos en que llegan a su máxima altura la ceguera y la ridiculez de los remedios aducidos. Al hablar, por ejemplo, del descanso de unos hombres que, según su mismo testimonio, trabajan diecisiete horas diarias, dice: “Sin embargo, como el trabajo continuado en demasía fatiga el cuerpo y gasta sus fuerzas, conviene tomar de tiempo en tiempo el descanso necesario; pero hasta ese tiempo se ha de aprovechar del modo conveniente. Los obreros que pasan la tarde del día festivo en la taberna, en comilonas, en juegos de azar y prohibidos, hacen un uso muy criminal del descanso que deben a su naturaleza y perjudican la salud más, quizá, que si trabajaran. Los que para ser vistos gastan en el vestir más de lo que permite el salario, que frecuentan demasiado el teatro, faltan también a lo que deben a su familia.” Tras proponer a continuación lo que concibe como un descanso ideal, prosigue; “Confieso que una vida así, casi monótona, no puede satisfacer la natural exaltación de muchos obreros jóvenes y niños; para éstos recordaré algunos ejercicios y distracciones de reconocida utilidad. El cometa de papel inventado por los chinos es muy saludable si se alza en la campiña...; el trompo es agradable también. El salto con la cuerda es muy bueno por el ejercicio que promuev promueve. e. Por lo mism mismoo también es útil útil la carr ca rrer er a ...” 99 He reproducido este texto porque refleja muy apropiadamente el tono con que el médico catalán se enfrenta con algunos graves problemas. Si recordamos, por ejemplo, lo que decía Monlau acerca de la alimentación de los obreros, apenas puede comprenderse que Salarieh se conforme a este respecto con algunos consejos de dietética y con alusiones al problema de la adulteración de los comestibles. Típicamente burguesa es asimismo su forma de acercarse a los problemas sexuales. “Con suma repugnancia voy a escribir las siguientes líneas, que quisiera no fueran necesarias...; pro 99 Salarieh, op. cit., págs. 35-36.
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curaré ser conciso y, en cuanto pueda, no herir los oídos castos”, tos ”, 100 dice al comienzo del capítulo que dedica de dica al “liber“libe rtinaje de los obreros”, en el que, por lo demás, se limita a consideraciones moralizadoras muy vagas y generales. “Jamás podremos considerar como higiénicos —afirma otro texto suyo bien expresivo de la mentalidad de su clase— algunos bailes modernos, que sólo sirven para encender y avivar las pasiones. ¿Qué joven no se arrebata con el vals? ¿A quién no conmueve la polka, el schotis y tantos otros que embriagan a nuestra juven juv entu tud d ávida áv ida de place pla cere ress y de sensa sen sacio ciones nes corro co rrosi siva vas? s?”” 10 101 Las relaciones entre patronos y obreros merecen todo un apartado del libro de Salarich. Antes de que anotemos su opinión acerca de cómo deben desarrollarse, hay que advertir que, de acuerdo con la línea de explicación ya expuesta, considera que los desórdenes sociales tiene como causa “las pasiones coléricas de los obreros”: “En estos desgraciados tiempos de discordias y luchas intestinas, ¿a cuántos desórdenes no ha dado lugar el inaudito furor de algunos operarios? Fábricas hemos visto incendiadas sin otro móvil que un rencor salvaje y una venganza estúpida. Esta pasión (la cólera), impotente cuando aislada, adquiere fuerzas colosales cuando enciende las masas populares, a las que ciega y hace cometer crímenes inespera pe rado do s...” 102 Al hablar del desencadenam iento de tal “pasión”, Salarich alude expresamente a la acción de agentes subversivos: “Los sujetos de poco talento y ninguna instrucción... están muy propensos a la cólera, porque su voluntad no tiene siempre la necesaria energía para dominar los movimientos desenfrenados de la pasión ni el conocimiento necesario para comprender los sofismas y falsas razones que sujetos criminales y vendidos al oro extranjero les predican para atizarles al crimen”. crime n”. 103 E l médico catalán está impresionado, sobre todo, por los motines e incendios de fábricas en Valladolid, Palencia y Rioseco del año 1856. Citando un texto de la acusación fiscal promovida 100 Salarich, op. 101 I b i d e m , pág. 102 Salarich, op. 103 I b i d e m , pág.
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cit., pág. 57.
36. cit., pág. 61.
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por tal motivo, continúa diciendo que los obreros “reciben como un dogma a esta plaga: la epidemia del socialismo, que inficiona inficio na la atmósfera y corrompe a las masas”. 104 Siguiendo los más típicos esquemas de la escuela francesa, acude también a “desórdenes morales” como causas inmediatas de los disturbios sociales: “Una querella mujeril entre la M a d r il e ñ a y la revendedora Ramona Maese Sardón fue la causa inmediata de los incendios y ejecuciones de Valladolid de este año 18 56)”. )”. 105 ( 1856 En la obra de Salarich hay también un interesante testimonio acerca de los primeros movimientos proletarios españoles, así como sobre la reacción que provocaron en los dueños de las industrias: “En estos últimos tiempos los obreros de nuestras ciudades han querido parodiar algunas desagradables escenas promovidas en Inglaterra y Francia por los operarios de aquellos países; hanse coligado para alcanzar un aumento en el salario y una disminución en el jornal; pero, como en aquellos países, han producido una coligación contraria, que les ha rebajado la ganancia que querían aumentar. Si bien no puedo conformarme con la doctrina de un economista moderno, que casi sanciona estas (últimas) asociaciones, tampoco puedo aprobar la imprudencia, por no decir otra cosa, de algunos fabricantes que, luego de publicada el 20 de agosto la abolición de sociedades o, digamos, coligaciones de los obreros, han reba jad ja d o los salario sal arioss hasta ha sta un tipo tip o en que qu e estos infe in felilice cess difí di fíci cilm lm ente en te pueden vivir, provocando contra sí el odio de las masas, que con bene b eneficios ficios y amor deberían so focar”. focar ”. 106 La solución de los difíciles problemas que sus relaciones plantean la encuentra Salarich pidiendo sumisión al obrero y benevolencia al patrono: “Sepan los obreros que la moda de las coligaciones ha pasado ya, que deben procurarse mayores salarios perfeccionando los artefactos y obligando a sus amos con aplicación y con el cariño y veneración que les son debidos; y los amos recuerden que sus obreros son unos seres desgra104 I b i d e m . 105 I b i d e m , pág. 63. 106 Salarich, op. cit., págs. 115116.
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ciados que merecen más protección de las que les dispensa la ley y más cariño del que les brinda la fortu fo rtu n a...” a. ..” 107 Y en otro lugar: “Los obreros jamás deben dar oído a las quejas que les hagan contra sus amos; recuerden que de ellos reciben el pan y el sustento mientras trabajan, y que en caso de una enfermedad o interrupción de trabajo podrán contar con sus recursos, si siempre se les muestran sumisos y agradecidos. El fabricante necesita al operario para dar dirección a sus máquinas, y éste al fabricante para que la ocupe; debe reinar entre los dos un pacto que la humildad y la benevolencia hacen beneficioso ben eficioso para el n ec es itado ita do ...” 108 Pudiera pensarse, conforme a lo que queda expuesto, que Salarich, a diferencia de Monlau, traiciona completamente su función de testigo. Tal idea no sería verdaderamente justa. A pesar de estar tan limitado por la mentalidad de la clase social a la que pertenecía; a pesar de su evidente intento de liberarla de responsabilidades, el médico catalán denuncia muchos abusos que le parecen intolerables y muchas situaciones que considera urgente modificar. No es infrecuente que, llevado por la indignación, llegue a contradecir lo que ha afirmado en otros sitios. Especialmente duras son sus expresiones denunciando el trabajo de los niños: “Niños he visto de siete años trabajar trece horas completas; pero su figura escuálida, su mirada fija y apagada, sus movimientos tardíos, hacen conocer al observador menos práctico la suerte desgraciada que a estos infelices agua ag uarda” rda”.. 109 Y en otro lugar: “Los infantes infa ntes que resisten a estas privaciones, a la dentición y demás enfermedades comunes, cuando llegan a los siete años la naturaleza empieza a sonreír les... le s...,, entonces ento nces se les sujeta al pie pie de una una m áq uina ui na ...” 110 Tam bién conocemos a través suyo el número de niños que traba jab ja b a n en 1855 185 5 en las máqu má quina inass de vapor va por barc ba rcel elon ones esas as:: “ ...e .. .e l año pasado se contaban 171 máquinas de vapor... y 25.479 107 I b i d e m , pág. 108 Salarich, op. 109 I b i d e m , pág. 110 I b i d e m , pág.
117. cit., pág. 65.
107. 98.
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obreros, siendo 3.799 3.7 99 de ellos e llos niño n iños”. s”. 111 Su suerte le parecía par ecía tan triste, que le “hace desear para estos infelices el estado de esclavitud de las Antillas, cuyos trabajos son moderados y sólo sólo de nueve horas d iari ia rias as ...” 112 Una de las cuestiones para las que propone especial vigilancia es para que los niños no trabajen de noche ni sean maltratados en las fábricas, sin duda porque conocía realidades tan brutales como la siguiente, reproducida en una nota: “...el látigo figura sobre el telar entre los intrumcntos de labor...; cuando en los tiempos de demandas los obreros trabajan por las noches, los niños deben igualmente velar y trabajar, y... cuando estas pobres criaturas se rinden al sueño y cesan de obrar, se les despierta por todos los medios posibles, comprendido el látigo”. 113 Igualmente trágica es la situación del obrero adulto: “Triste es esta posición del pobre tejedor, obligado a trabajar catorce y dieciséis horas diarias, metido en una covacha, encorvado sobre el telar, para ganar un pan escaso, que no puede bastar para acallar el hambre de sus hijos, que deben recurrir a la caridad pública para alimentarse y hasta morir víctima de su trabajo y de las condiciones antihigiénicas de su vivienda y talle ta lle r”. r” . 114 E n otro lugar lugar da informes más concretos acerca ac erca de los horarios de trabajo: “Nuestras filaturas y fábricas de tejidos mecánicos tienen señaladas sesenta y nueve horas de trabajo semanales, divididas en doce por día y nueve el sábado, que concluyen a las cuatro de la tarde, hora en que limpian las máquinas; en las fábricas del Ter son trece horas la duración del jornal diario. En tiempos de mucha demanda se trabaja a veces por la noche, particularmente en las fábricas movidas por el a g u a ...” .. .” 115 Mucho Mu cho peor es la jorn jo rnad adaa del tejedo teje dorr de empesas —cuyo número y salario conoceremos después—, que llega a las diecisiete horas y “ni aun así puede ganar la subsistencia para su fam fa m ilia”. ilia” . 116 111 Salarich, op. 112 I b i d e m , pág. 113 I b i d e m , pág. 114 I b i d e m , pág. 115 Salarich, op. 116 I b i d e m .
cit., pág. 90.
101. 108. 123. cit., pág. 100.
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Muy interesantes son asimismo los informes acerca de los salarios: “...en Vich y en su cuenca hay 1.000 tejedores de mano, 500 en Prat de Llusanés, 250 en Olot, 150 en Alpéns, cuyos salarios, según sus faenas, son para los tejedores de tela de hilo de 48 a 50 reales de vellón semanales; para los de casulinas, de 40 a 44; para los de salgados, de 36 a 40; para los de pañuelos de madrás, de 32 a 36, y para los de empesas, que casi constituyen las dos terceras partes de estos obreros, de 18 a 20. ¡Sí! La mayor parte de los tejedores de los pueblos de la alta montaña de Prats, de Olot, de Alpéns y Berga ganan cada seis días de un trabajo continuo, incesante, 20 reales. ¿Y qué son 20 reales semanales para la manutención de una familia en estos tiempos de carestía en que los alimentos están en un precio tan subido? ¿Hase bien reflexionado la serie de privaciones que deben sufrir estos obreros y las fatales consec con secuen uencia ciass que en su salud deben deb en produ pro ducir cir”. ”. 117 Y, por último, anotemos la dura crítica que Salarich hace de la actitud de los patronos, absolutamente coincidentes, en lo fundamental, con la de Monlau: “No puede el amo quejarse de la ingratitud de sus operarios cuando tampoco se informa nunca de su posición, ni de la salud de la familia; cuando en las enfermedades le abandona completamente, entrega a otro su telar o máquina, dejándole sin trabajo para recuperar sus fuerzas al infeliz que ha tenido la desgracia de caer enfermo. ¿Cómo no se atrerá la animadversión del obrero el que busca ocasión de quitar el trabajo al anciano cuyos brazos van perdiendo las fuerzas? Una palabra de alivio y de consuelo no sale jamás de la boca de ciertos amos que, envanecidos con sus riquezas y posición, desdeñan hasta hablar con sus operarios, a quienes únicamente responden con monosílabos secos, fríos e insultantes; tal fabricante hay que... sólo trata de deprimirlos, escatimando cuanto puede su salario, en la convicción de que cuanto más pobres, más sujetos y más sumisos deberán mostrarse, y añadiendo así un razonamiento falso a un corazón egoísta, da a sus trabajadores triste ejemplo de inhumanidad, de rencor y hasta de venganza”. 118 117 Salarich, op. cit., pág. 113. 118 I b i d e m , pág. 118.
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Después de Monlau, el más importante de los higienistas que salieron del magisterio de Mateo Seoane es Francisco Méndez Alvaro (18051883).119 Su nombre se recuerda habitualmente por dos razones: en primer lugar, por su decisiva contribución al desarrollo en España de la empresa editorial y del periodismo médicos de altura; basta recordar a este respecto la revista El Siglo Siglo M édico y la colección “Biblioteca Escogida de Medicina y Cirugía”. En segundo término, por ser el mejor representante, junto a Matías Nieto Serrano, su colaborador en las tareas anteriores, del vitalismo “hipocratista” en nuestro país; es decir, de la dirección más conservadora dentro de la ideología médica de la época, cuyo polo opuesto era el positivismo antivitalista de Pedro Mata. Pero Méndez Alvaro es también un higienista de interés que, aunque no produjo ni de lejos una obra semejante a la de Monlau, participó como éste de un conocimiento excepcional del movimiento higienista europeo, y en especial del británico. Llegado a los más altos cargos de la medicina y de la sanidad oficiales, Méndez Alvaro representa dentro de la higiene española algo semejante a lo que acabamos de ver significa para la ideología médica y clínica general. Es realmente el prototipo de la mentalidad liberal moderada. El interés de que nos detengamos en sus escritos acerca del proletariado industrial reside precisamente en que nos permiten ver reflejada con toda propiedad la actitud con que dicha mentalidad se enfrentó con nuestro problema. Es más, a través de ellos podremos incluso comprobar la evolución de la misma entre los mismos años cincuenta en que aparecen los textos de Salarich y los primeros de Monlau, y los años setenta, cuando empezaban a alcanzar generalidad e importancia los movimientos proletarios españoles. Utilizaremos para ello dos textos suyos. El primero, publicado en 1853, es su discurso de ingreso en la Academia de 119
Acerca Acerc a de Franc Fra ncisco isco Méndez Alvaro, véase M. Nieto Serrano: Serran o: Biografía del Excmo. e limo. Sr. Francisco Méndez Alvaro. Madrid, 1888.
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Medicina de Madrid. El segundo, que apareció en 1874, es una larga contestación al académico que venía a ocupar el puesto que en dicha institución había dejado libre el fallecimiento de Pedro Felipe Monlau. El discurso de 1853, monografía de 83 nutridísimas páginas, lleva por título Consideraciones sobre la higiene pública y mejoras que reclama en España la higiene municipal, y es, sin duda, una de las mejores publicaciones que sobre higiene se hicieron en la España Esp aña de la ép o c a .12 .120 Su contenido contenido puede dividirse en tres partes: la primera da un excelente informe del movimiento de higiene pública en la Europa contemporánea, principalmente en Alemania, Francia, Inglaterra y Bélgica; la segunda analiza los factores del atraso higiénico español, denunciando, entre otras deficiencias, el estado lamentable de las viviendas proletarias, lo frecuente de la adulteración de los alimentos y la carencia de estudios estadísticos; la tercera parte propone las mejoras que reclama en España la higiene municipal para superar tal atraso. Desde nuestro punto de vista, interesa ante todo destacar el exacto conocimiento que Méndez Alvaro demuestra tener de todas las corrientes higienistas europeas relacionadas con el proletariado industrial: conoce y maneja la literatura especializada más importante, informa acerca de la construcción de casas, baños y lavaderos para trabajadores en distintos países y se apoya muy especialmente, como ya hemos dicho, en la experiencia y en los puntos de vista británicos. Muy significativo es, por ejemplo, su interés por el fundamental informe de Chadwick y la importancia que concede a las estadísticas demostrativas del descenso de vida media en las ciudades industriales inglesas como punto de partida de todo movimiento. Es evidente, por tanto, la coincidencia de las directrices de la obra de higienista del Méndez Alvaro de estos años con las que vimos en la de Monlau. La mayor parte de los temas que desarrolla ampliamente la obra de este último se recogen aquí también; añadamos únicamente su ma 120
Fran Fr ancis cisco co Méndez Mén dez Alvaro: Consideraciones sobre la higiene pública y mejoras que reclama en España la higiene municipal, Madrid, 1853.
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nejo de las estadísticas de Quetelet, Carper, Villermé, Marc d’Espine, etc., acerca de la relación existente entre la mortalidad y la fortuna. Su testimonio acerca de las condiciones de vida del proletariado español es, por consiguiente, similar al de Monláu aunque lógicamente mucho menos rico que el del higienista catalán. Méndez Alvaro concede mucho peso en la aparición de la gran mortalidad de las clases pobres en los grandes centros urbanos a las malas condiciones de sus viviendas. Denuncia, por ello, su estado: “Todo el mundo conoce la precipitación con que las casas se edifican, sobre todo en Madrid; nadie ignora que se emplean malos materiales para invertir el menor capital posible y que, ávidos los propietarios de un interés crecido, aprovechan el terreno construyendo habitaciones para muchas familias donde apenas hay espacio para una sola. Este mal, que cada día va en aumento, reclama muy pronto y radical remedio, porque no ha de posponerse la salud pública al interés individual, consintiendo que sigan construyéndose patios pequeños y oscuros, especie de tubos por donde no penetran ni el aire ni la luz, y que se multiplique el número de los cuartos haciendo habitaciones mezquinas, lóbregas, insuficientes para las pobres familias que las habitan... Nada hay, en efecto, tan sombrío, tan triste e insalubre como esos reducidos albergues de la miseria, esas habitaciones inmundas donde el pobre vive, crece, se deteriora y muere casi sin aire que respirar, sin luz, helado de frío unas veces, abrasado de calor otras, confundido con los animales domésticos, aspirando los gases de las letrinas o de las inmundicias, mezclados los sexos y las edades, sobre un suelo tal vez húmedo, con las paredes ennegrecidas y sucias, sin otros muebles que algún trasto viejo e inútil, sin más abrigo que unos cuantos andra an drajos” jos”.. 121 Para Pa ra solucionar tan tan lamentab lam entable le situación propone la construcción de casas y barrios para obreros como los de los demás países, informando de la real orden de aquel mismo año de 1853 que ya conocemos, a la que ya critica de “vaga y confusa”. Sin detenernos en otros aspectos —acerca de los cuales no haríamos sino encontrar versiones reducidas del 121 Méndez Alvaro, op. cit., págs. 45-47.
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material que ya vimos en Monlau—, vamos a pasar ahora a las opiniones que el propio Méndez Alvaro sostenía veinte años más tarde acerca de este mismo problema de las habitaciones obreras. La publicación de 1874, como antes hemos dicho, es otro discurso discurso en en la Academia Academ ia de Medicina de M ad rid .12 .122 En dicho año ingresó como miembro de esta institución Rogelio Casas de Batista, que venía a ocupar la plaza del recientemente fallecido Monlau. Su discurso, que luego consideraremos brevemente, se refirió a “El problema relativo al hogar obrero”, cuya extensión no llegó a las 30 páginas. La contestación corrió a cargo de Méndez Alvaro, que habló de “La habitación del menesteroso, considerada bajo el aspecto higiénico social”. En modo alguno se trata de una oración de protocolo, ni por su extensión —más de 75 páginas— ni por su contenido, que es una fiel muestra del impacto que significó el desarrollo de los movimientos proletarios en la actitud de los higienistas de mentalidad liberal moderada. El punto de partida de este segundo discurso es muy seme jan ja n te al anter an terior ior:: se insiste ins iste en la mayor may or m ortal or talid idad ad existe exi stente nte en las grandes ciudades que en las pequeñas y en el campo, aludiéndose a las estadísticas de Earr, Stark, Tourtelle y otros autores. La explicación de tal fenómeno es ahora más completa: la aglomeración, la existencia de sustancias orgánicas en estado de putrefacción, la insalubridad de las habitaciones proletarias, la dañosa influencia de las industrias y la desmoralización se consideran como causas principales; por encima de todas ellas está, no obstante, la miseria, a la que se consagra un fino análisis. análisis. 123 Se vuelven v uelven a utilizar u tilizar las estadís e stadísticas ticas ya clásicas sobre la desigualdad de la vida media entre ricos y pobres, y se añaden otras recientes; se cita a Malthus, que “aunque no en todo puedan admitirse sus doctrinas... y menos 122 Rogelio Casas de Batista: Discurso pronunciado en la Academia de Medicina de Madrid para la recepción pública del académico electo D. Francisco Méndez Alvaro (FA problema relativo al hogar del obrero...) Discurso del Dr. D. Francisco Méndez Alvaro en contestación del precedente (Estudio higiénico-social de la habitación del pobre). Madrid, 1874. 123 Casas de Batista (Méndez Alvaro), op. cit., pág. 60.
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algunas de las consecuencias que de ellas suelen deducirse, al menos es indisputable (su) ecuación entre la cantidad de la vida y los los alimentos alimen tos que la sostien so stienen” en”;; 124 se llega lleg a incluso a incluir buena información acerca del aumento de la mortalidad infantil en las poblaciones fabriles. Aparentemente, pues, nada ha cambiado desde 1854, a no ser el natural aumento de la información. No obstante, al exponer el problema de la habitación del proletario —al que sigue dando tanta importancia como veinte años antes— se pone de relieve lo profundo del impacto que en estos momentos nos interesa. Sigue pensando en la conveniencia de construir casas para obreros, pero no con el entusiasmo de entonces, sino “dentro de determinados y prudentes límites, con grande parsimonia y extremada cautela, favoreciéndola indirectamente por medio de leyes y disposiciones municipales bien entendidas; de ninguna manera dándola el carácter socialista que se le ha dado dado en Fran Fr an cia durante el Imperio de Napoleón I I I ”, 125 régimen que a continuación critica ferozmente. Las limitaciones de su ideología liberal se ponen bien de manifiesto cuando afirma que el estado “no puede meterse a constructor, ni aun a subvencionar la construcción de obras semejantes, destinando al efecto cantidades más o menos crecidas del Tesoro público, si es que voluntariamente no se arroja en brazos del socialismo, que cada cad a día se haría más exigente e imperioso”. 126 No cabe cab e duda que Méndez Alvaro, impresionado por “las perniciosas doctrinas socialistas y demagógicas que tanto cuerpo han tomado en nuestros días”, d ías”, 127 ha caído en actitudes actitu des francam ente retrógradas. Ello resulta patente, en primer lugar, por su desmesurado ataque a tarea al parecer tan indiscutible como la construcción de viviendas modestas, a la que llega a calificar de propias del “pensamiento socialista y un paso muy avanzado hacia el comunismo”, empeñándose en comparar a la “cité Napoleón” de París con los viejos asilos y hospicios de 124 I b i d e m . 125 I b i d e m , pág. 80. 126 Casas de Batista (Méndez Alvaro), op. cit., pág. 83. 127 I b i d e m , pág. 56.
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pobres y en denunciar las fabulosas ganancias de sus constructores, y criticando acerbadamente las poquísimas y pobres iniciativas que se habían tomado a este respecto en Madrid, de las que, como veremos, acababa de informar Casas de Ba tista en su discurso. discurso. 128 Todaví To davíaa más clara resulta, r esulta, sin embargo, su reacción cuando reniega de la tradición de testimonio de los higienistas, porque describieron “con tan oscuras y odiosas tintas la habitación del pobre que excitaron la pasión política y el espíritu espíritu demagógico”.12 demagógico”.129 E l hombre inteligente inteligente que era Méndez Alvaro supo darse cuenta del proceso que estamos describiendo, ya que se siente obligado a declarar que su postura “no es abogar por un statn quo inconveniente, ni menos por un retroceso vergonzoso o un abandono culpab le ... ”. 130 Su capacidad de higienis higienista ta — a la que faltó faltó quizá quizá mayor dedicación— le permite, no obstante, todavía una buena descripción de la expulsión del proletario hacia el suburbio como consecuencia del crecimiento de los barrios y casas lujosos en el centro, y una excelente caracterización de las lamentables condiciones de la habitación de los obreros, a pesar del temor que hemos visto que tiene de los que “exageran los males que sufren, comparando su tristísima suerte con la de las clases ric ricas as”. ”. 131 Véase, por ejemplo, ejemp lo, el texto siguiente: “Demos algunos pasos más hacia el albergue del necesitado. Las calles en que de ordinario se encuentra son largas, estrechas, tortuosas, sombrías y húmedas; particularmente si tienen los edificios, como sucede por lo común, una extremada elevación, y no sin frecuencia se reducen a simples callejuelas o callejones sin salida. Al fondo de aquellas hondas galerías rara vez y a largos intervalos descienden los rayos del sol; el mal empedrado favorece la formación de charcos, de regueros y de baches que perpetúan la humedad y el lodo, favoreciendo la descomposición de las materias orgánicas, que no impide arrojar a la vía pública la descuidada policía urbana, ni recoge con oportunidad un vigilante y bien ordenado sistema de limpieza; 128 I b i d e m , pág. 101. 129 I b i d e m , pág. 86. 130 Casas de Batista (Méndez Alvaro), op. cit., pág. 101. 131 I b i d e m , pág. 55.
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ciertas pequeñas industrias, los figones y otros análogos establecimientos añaden humo y extrañas emanaciones a aquella viciada y repugnante atmósfera; la falta de orinales públicos, o su mal estado de aseo, concurren al propio fin; la cría de algunos animales domésticos, bastante común entre la gente necesitada, añade nueva pestilencia, y, en fin, la suciedad exterior de las casas, lo elevado de la temperatura en el estío, favoreciendo la descomposición de las sustancias orgánicas, las fugas de gas del alumbrado o el tufo del aceite, etc., etc., hacen de cada calle un insoportable foco de corrupción... Fijando ahora la atención en las casas, generalmente dispuestas en largas manzanas, sin otra luz ni ventilación interior que la suministrada por sucios y estrechos patios, que perforan, como otros tantos hediondos pozos, el centro de los edificios, aparecerá el cuadro cada vez más sombrío, doloroso y repugnante...; decidámonos ya a penetrar por sus puertas. Compónense generalmente de dos o tres piececitas que hacen al mismo tiempo oficios de sala de labor, de comedor, dormitorio y cocina...; a menudo se hallan en pisos bajos o que tienen ingreso por los patios de que di no ha mucho una ligera idea, sin otra luz que la recibida por la puerta de entrada o por alguna pequeña ventana, ni más ventilación que la procedente de aquel hediondo patio, vertedero de toda la vecindad; otras veces, en nuestro país, y principalmente en Madrid, tienen... sus puertas de entrada por corredores estrechos, bajos, oscuros y tapizados de telarañas, en los cuales suelen arrojarse aguas sucias y otras inmund inmundas as mate m aterias rias”. ”. 132 d) Rogelio Casas de Batista y Juan Giné Partagds. No es mi intención pasar revista a todas las publicaciones médicas españolas que entre 1833 y 1875 se ocuparon del proletariado letar iado industrial. indu strial. 13 133 Pero Pe ro como com o el discurso de Ménde Mé ndezz Alvaro Alvaro que acabamos de analizar nos ha traído a los años inmediata132 Casas de Batista (Méndez Alvaro), op. cil., págs. 6669. 133 La primera de ellas que me ha sido posible localizar es un artículo acerca de las enfermedades de los mineros aparecido en la G a c e t a M é
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mente anteriores al advenimiento de la Restauración, creo que puede resultar de interés concluir esta parte del presente estudio considerando brevemente dos trabajos aparecidos durante dichos años. El primero es el discurso de Casas de Batista, al que hemos visto contestó en 1874 Méndez Alvaro. El segundo es todo un tomo del tratado de higiene que publicó en 1871 1872 el inagotable publicista que fue Juan Giné Partagás. El problema relativo al hogar del obrero de Casas de Batista nada añade en cuanto a su planteamiento general a lo que ya nos nos es co n o cid ci d o .13 .134 Su postura es, es, desde luego, mucho más más abierta que la de Méndez Alvaro: considera que las reformas higiénicas sólo alcanzan a las clases acomodadas y que el hecho de que lleguen a las proletarias no es sólo cuestión humanitaria ni caritativa. Da una descripción del desplazamiento de estas últimas hacia los suburbios en términos parecidos a los de Méndez Alvaro, y, como éste, habla de la mísera condición de sus viviendas y denuncia la inexistencia en nuestro país de instituciones corrientes en otras naciones europeas, como baños, lavaderos, establecimientos de calefacción, comedores económicos, etc., refiriéndose a la ineficacia de órdenes como la ya varias veces citada del ministro Egaña en 1853. Pero el interés del escrito de Casas no reside en todo esto, sino en los datos concretos que proporciona acerca de la situación del proletariado madrileño, y concretamente de su vivienda. Importante es recoger una realidad en la que se apoya: la actitud colectiva de los médicos de la beneficencia municipal madrileña, que denunciaron la situación sanitaria y humana del proletariado y protestaron por ello, actitud que no quedó en puro trámite burocrático, sino que dio lugar a la redacción de Topografías médicas (o estudios médicosociales) de las parroquias pobres de Madrid por un grupo de once médicos, que fueron publicadas en la prensa profesional durante los dica, I (1834), 307310. Después tendremos ocasión de anotar algunos
interesantes testimonios de los médicos de la beneficencia madrileña de los años 1860 y 1861. 134 Casas de Batista, op. cit.
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años 1860 18 60 y 1861. 135 Continua Con tinuando ndo esta tradición, trad ición, Casas se ocupa de los barrios proletarios de Madrid, aludiendo en primer lugar a los llamados “barrios del Sur” y sus terribles condiciones de hacinamiento, y describiendo después con gran detenimiento los llamados “barrios del Pacífico”, construido en 1860, y “barrio de Pozas”, que lo fue en 1862, y que a los doce años siguen siendo considerados como las únicas edificaciones cacion es dignas dignas destinadas a los los obreros obreros en Madrid. 13 136 En concon junt ju ntoo cons co nstit tituy uyen en dosc do scien ienta tass vein ve inti ticu cuat atro ro viviend viv iendas, as, de las que qu e se dan numerosos detalles acerca del número de habitantes (que varían entre diez y tres), del alquiler (entre seis y dos reales diarios) y de las condiciones de ventilación e higiénicas (se considera muy satisfactoria la existencia de retrete o, al menos, disponer de un par de ellos en cada planta), etc. Casas, al revés que Méndez Alvaro, se muestra muy satisfecho con este tipo de viviendas, del mismo modo que elogia la “cité Napoleón” parisiense, tan vituperada por este último. Como prueba de la salubridad de las mismas aduce datos epidemiológicos, como que “en la epidemia colérica de 1865 no hubo ni un un solo caso de c ólera” óle ra”.. 137 Como único defecto defe cto les achaca acha ca lo relativamente elevado de sus alquileres, pues “escasean las de dos y apenas existen de un real, que son las que deseamos ver con profusión y las que más imperiosamente se reclaman”. 138 Consecuentemente, y frente al temor de Méndez Alvaro, considera urgente la construcción de viviendas para obreros en diferentes lugares de la capital, recomendando, desde el punto de vista técnico, la monografía Casas para obreros o económi acab abaa de publicar el ingeniero J. A. R eb o lle d o .13 .139 cas, que acabab 135 Pablo León Luque, Justo de Haro, Silvestre Viñas, Pedro Blasco y Ángel Custodio de la Guardia: Topografía y estadística médica de la parroquia de San Lorenzo. La España Médica , V (1860), 274281, 289 296, 308313, 322327, 341343. Mariano Salgado Valdés y Juan Pérez Doblado: Topografía médica de las parroquias de San Pedro y San Justo, La España Médica, VI (1861), 441442, 457459, 467472, 490491, 507508, 522524. 136 Casas de Batista, op. cit., págs. 1820. 137 Ibidem, pág. 19. 138 Ibidem, págs. 2728. 139 J. A. Rebolledo: Casas para obreros o económicas, Madrid, 1873.
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Muy significativo es que, venciendo trabas ideológicas de tipo liberal, se atreva a decir que “estas construcciones pudiera emprenderlas la municipalidad” mun icipalidad”.. 140 L a Higiene industrial, de Juan Giné y Partagás (18361903), es un volumen de 250 páginas aparecido en 1872, que forma el tomo cuarto del Curso elemental de higiene privada y pú blica, 141 que publicó p ublicó su autor, nombre recordad o ante an te todo como el principal representante de la escuela organicista catalana de psiquiatría, pero que escribió también un casi incontable número de libros y artículos sobre las más variadas cuestiones del saber sabe r médico méd ico o paramèdico. paramè dico. 142 Uno de ellos es este Curso de higiene, cuyo tomo cuarto nos advierte honradamente Giné “no es fruto de nuestra experiencia personal, adquirida con la constante observación en los talleres de las diferentes industrias”, 143 sino sino una mera comp ilación de los tratados de Vernois, Tardieu, Levy y Motard. A ello ha de ser añadido el continuo influjo de la obra de Monlau, que pesará enormemente en los higienistas españoles hasta finales del siglo. La obra comprende dos partes muy desiguales, estando dedicada la primera a consideraciones generales y a la higiene del trabajador, y la segunda a la propia de cada una de ’as diferentes industrias. Esto último es lo único que da interés al libro, sobre todo desde el punto de vista de la importancia de que llegara a constituir un tomo independiente dentro de un tratado general de higiene. En la parte general —única que en este momento nos interesa— poco destacable podemos encontrar, cosa que ya era de esperar, dada la personalidad de su autor. Los problemas son los mismos que ya conocemos —habitación, alimentación, trabajo infantil y femenino, etc.—, tratados en la misma línea que los autores recién considerados, pero mucho más superficialmente. También son idénticos los tipos 140 Casas de Batista, op. cit., pág. 27. 141 Juan Giné Partagás: Curso elemental de higiene privada y pública. Tomo IV: Higiene industrial. Barcelona, 1872. 142 Acerca de Juan Giné Partagás, véase R. Sancho de San Román: La obra psiquiátrica de Giné y Partagás, Salamanca, 1960 (publicación que incluye una completa información bibliográfica). 143 Giné, op. cit., pág. 1.
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de datos aducidos acerca de la población proletaria: disminución de robustez, talla y fecundidad; mayor mortalidad general e infantil, mayor morbilidad, etc., todo ello a base, naturalmente, de datos ajenos. Con lo dicho basta para descartar toda esperanza de testimonio directo acerca de la situación de nuestros proletarios. Sólo nos resta, por tanto, recoger dos notas acerca de la postura ideológica de Giné ante los mismos, de interés en cuanto que este Curso alcanzó notable difusión, siendo utilizado para la enseñanza y reeditado. Ambas reflejan una actitud hacia el obrero mucho más comprensiva y abierta que la que hemos visto mantenía Méndez Alvaro e incluso el Monlau de los últimos años. Giné está tan impresionado por el crecimiento de la agitación proletaria como cualquier otro burgués de su momento; a la “solución igualitaria” de Proudhon opone una larga serie de argumentos, sacados, una vez más de libros de otros. otros. 144 Pero a continuación, continua ción, aun lamentando lamentand o “una “una lucha que amenaza ser encarnizada entre el capital y el trabajo”, admite el derecho de c o o p e r a c i ó n de los obreros frente a los abusos del capital: “La c o o p e r a c i ó n es de suyo un arma asaz potente para poner a raya las exigencias del capital, y esto es a lo que tienen derecho los obreros cuando se pretenda que su cuerpo dé más de lo que debe... El espíritu de asociación y de socorros mutuos, que hoy día va tomando un incremento extraordinario, es la égida protectora protec tora del tra ba jo”. jo ”. 145 Giné va más allá, llegando a la superación total de la imagen negativa de la personalidad del obrero y, lo que es más significativo, de su contraposición a un tipo de campesino idealizado: “Por regla general, los obreros son más instruidos que los labradores. A medida que progresa la instrucción disminuye la miseria de los industriales...; una prueba de que la clase obrera no es, como se ha dicho, la h e z d e l a s o c i e d a d está en que esa clase agrícola, cuyas costumbres y morigeración se han encomiado tanto, en la estadística criminal figura en primera línea y, por consiguiente, antes que los industriales”. 146 144 Giné, op. cit., págs. 2023. 145 Giné, op. cit., pág. 23. 146 I b i d e m , pág. 38.
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El panorama de publicaciones y de actividades del médico español de la Restauración en relación con el proletariado industrial es muy distinto al que acabamos de considerar. Una primera diferencia estriba en el crecimiento extraordinario de la literatura, consecuencia indudable del cambio de circunstancias sociales. Dicha literatura es, además, de mucha menor altura, en su conjunto, que la correspondiente a la parte central del siglo. Ello responde a un fenómeno más general: la carencia de obras de auténtica talla dentro de la higiene pública española de estos años. Ninguna figura produce nada semejante a lo que Monlau había hecho la etapa anterior en lo tocante a los aspectos sociales de la higiene, en parte porque los mejores esfuerzos se consagran al nuevo y firme fundamento bacteriológico, en parte por la dispersión de las actividades de los nombres más significados, como Rodríguez Méndez, Comenge, Cortezo, Pulido, etc. Mención aparte merece quizá un higienista extranjero asentado en España, que desarrolla entre nosotros una interesante labor de geografía médica: Philip P hilip H au se r.14 r.147 Por otra parte, las circunstancias sociales han cambiado también, como hemos dicho, notablemente; como consecuencia de la incorporación activa del proletariado a las tareas colectivas, el testimonio de los médicos acerca de su situación tiene en este momento una importancia incomparablemente menor a la que poseía en el período anterior, dada la riqueza y el interés de otros testimonios y otras fuentes históricas. Apenas resulta necesario decir que todo ello nos obliga a un tipo de exposición muy diferente al que hasta ahora he utilizado. No tendría sentido reproducir el material existente en casi un centenar de estudios médicos sobre la materia que me ha sido posible localizar. En su inmensa mayoría encon147 Los libros de Hauser contienen contie nen informa ción de interés acerc ac ercaa del proletariado industrial. Mucho más numerosas e importantes son, sin embargo, sus referencias al campesino. En un próximo trabajo que dedicaremos a este último tendremos ocasión de aprovecharlas.
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traríamos reproducidos planteamientos que ya nos son conocidos. Por el contrario, creo que lo que puede hacerse es, en primer término, dar una idea general de la literatura y de la actividad de los médicos de estos años en relación con el proletariado, informar a continuación de las novedades de más interés y terminar recogiendo la situación de nuestros proletarios a luz de los mejores testimonios médicos. La literatura médica española de este período incluye numerosos trabajos generales acerca de higiene industrial y de higiene obrera. La calidad, la extensión, la procedencia y el enfoque de tales escritos son muy heterogéneos. Los hay publicados dentro de instituciones sanitarias oficiales o semiofi ciales, y hay también muchos —generalmente los de menos valor— redactados por espontáneos y francotiradores. Existen tratados de algún volumen y simples discursos con poco más que retórica, tesis que no hacen sino reproducir datos y puntos de vista sobradamente conocidos, y también —aunque, por desgracia, en escaso número— artículos con alguna experiencia o aportación propia. Los de mayor importancia quizá no pretenden desempeñar una función de testimonio ni plantearse siquiera problemas sociales, sino exponer soluciones técnicas para el saneamiento de las distintas industrias. Ejemplo típico de las mismas son los Estudios elementales de Higiene indus trial, de Enrique Salcedo Ginesta!, obra en dos tomitos, redactada como Directorio de los patronos en la higienización de las industrias. Para nada hemos de detenernos en el contenido de tales trabajos, puesto que nuestro tema no es en este momento la historia de la medicina laboral en España. Otros escritos, por el contrario, se ocupan del ángulo social del problema. De todos ellos, dos merecerán más tarde nuestra atención: la Higiene popular, que publicó en 1885 Roque Membiela Salgado, y las Nociones de Higiene industrial, de José Ignacio Eleizegui, Eleize gui, aparecidas en 1 9 0 4 .14 .148 148 Las principales princ ipales publicacion pub licaciones es de Enriqu En riquee Salcedo Salce do Ginestal Gin estal sobre la materia son: Higiene de ¡as industrias, y con especialidad de ¡as de España, M adrid, 1895 (es una Memoria premiada el año anterior por la Academia de Medicina de Madrid); Higiene y patología del obrero, Madrid, 1902
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Al lado de las publicaciones de tipo general, los más destacados problemas de la higiene obrera dieron lugar a la aparición de una abundante literatura a ellos consagrada. La habitación y la alimentación obrera y el trabajo infantil y femenino son los temas más frecuentemente tratados en plan (otra (otra Memoria, esta esta vez premiada porda Sociedad Española de Higiene); Estudios elementales de higiene industrial. Directorio de los patronos en la higienización de las industrias , Madrid, 1904.
Los libros de Membiela y Eleizegui son: Roque Membiela y Salgado: Higiene popular. La cuestión obrera en España o estado de nuestras clases necesitadas y medios para mejorar su situación, Santiago. 1885. Jo sé Igna Ig naci cioo Elei El eize zegu guii L ópez óp ez:: Nociones de higiene industrial, Bar-
celona, s. a. (1911 ó 1912). Como ejemplo de resto de las publicaciones aludidas, anotaremos: M. Baglietto: Influencia de la higiene industrial en el progreso y bienestar de la clase obrera, Madrid, 1892 (es un discurso inaugural en la Soc. Esp. de Higiene); M. Belmas: La crisis del trabajo y los obreros de Madrid, Madrid, 1893; F. Diez Antigüedad: El obrero ante la ciencia médica, Salamanca, 1892; Francisco Mercado: La higiene del obrero, Valladolid, 1891; Pijoan: Enfermedades del trabajo, Madrid, 1904; Ambrosio Rodríguez: Contribución al estudio de la higiene de los trabajadores y las enfermedades de los jornaleros, Gijón, 1902 (es un libro de casi 500 páginas, de cierto interés, que fue utilizado por algunos autores posteriores, como Eleizegui); Rolda Gutiérrez: Influencia de la higiene en el estado social del obrero industrial, Madrid, 1904; R. de San José y Santorés: La disminución de energías vitales en la clase obrera reconocen como causa deficiencias en la higiene pública y privada. Madrid, 1902 (ejemplo típico de tesis doctoral sobre la materia; se limita a repetir, sin datos propios de ninguna clase, los puntos de vista que ya conocemos acerca de los alimentos, las viviendas, los vestidos y los hábitos viciosos (higiene privada), y sobre aspectos colectivos de las habitaciones, las bebidas, los alimentos y los edificios de las fábricas); A. C. de Santiago: La higiene de las profesiones, La Coruña, 1891; J. Úbeda Correal: E l pres pr esup up u esto es to d e la fam fa m ilia il ia ob re ra , Madrid, 1902 (es un volumen de la serie de monografías que editó la recién fundada Dirección General de Sanidad); I. Valentí Vivó: Profilaxis profesional, Barcelona, 1892 (es un discurso leído en la Academia de Higiene de Cataluña). A estos libros y folletos hay que añadir los artículos aparecidos en las revistas médicas y las comunicaciones al IX Congreso Internacional de Higiene y Demografía, que se celebró en Madrid en abril de 1898, A ctas as y M em oria or iass está dedicado a la “Higiene del el tomo VII de cuyas Act ejercicio y del trabajo”.
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monográfico.149 También la higiene minera —punto de partida, como vimos, de estos estudios en España— mereció una nutrida serie de trabajos de todo tipo: cartillas sanitarias con destino a los mismos mineros, estudios clínicos sobre sus enfermedades, nociones de higiene para capataces y patronos, e tc é te ra .15 .150 Un tercer género de literatura responde a la labor de divulgación acerca de temas médicos y sanitarios que los profesionales de la medicina de la época llevaron a cabo cerca de los obreros. En casi toda España dicha labor fue realizada 149 Principales publicaciones dedicadas a las viviendas obreras: Apráiz y Sáenz de Burgo: La vivienda del pobre: su influencia en la salubridad pública y necesidad urgente de mejorar sus condiciones higié nicas, Vitoria, 1893; Bertrán Rubio: La habitación del obrero. Epístolas a Plácido, Barcelona, 1896; Hernández Iglesias: Construcción de vivien das higiénicas y económicas para obreros, Madrid, 1890; Romero Negrini: Habitaciones para obreros, Barcelona, 1891.
A la alimentación de los proletarios: González del Campo: La alimentación de las clases pobres de Madrid como factor etíológico de enfermedades gástricas e intestinales, Madrid, 1903; Luis Yagüe: D e la alimentación alimentación del proletariado proletariado d e M adrid..., adrid..., Madrid, 1904; Serrano Fatigati: A lim li m e n to s a d u lt e r a d o s y d e f u n c io n e s . A p u n t es p a r a e l e s t u d io d e la v i d a o b r e r a en E s p a ñ a , Madrid, 1883. Al trabajo infantil y femenino: Balaguer Oromí: El trabajo de los niños. Necesidad de limitarle y las modificaciones más útiles y convenientes que esto impone a la legislación española, Barcelona, 1889 (más adelante nos ocuparemos de esta publicación); Martín Montella: El trabajo de los niños sordomudos debe ser la educación, Barcelona, 1889; Salcedo Ginestal: El trabajo de las mujeres y niños, Madrid, 1904; Suárez Puerta: Higiene de los niños trabajadores,
Madrid, 1897 (tesis que insiste más bien en los aspectos fisiológicos que en los sociales); varios artículos y folletos del pediatra Tolosa Latour se refieren directa o indirectamente a este problema. 150 Recordaremos los siguientes: J. J . B . B idé: id é: Cartilla sanitaria del minero..., Madrid, 1891; R. Gómez de Figueroa: Estudio clínico de las enfermedades que padecen los mineros de las minas de Almadén, Madrid, 1888; Muñiz Prada: Nociones de higiene, con aplicación a los mineros de hulla, Oviedo, 1885 (se trata del texto de unas lecciones dadas en la Escuela de Capataces de Mieres); E. León y Castro: Un poco de higiene y patología mineras, Madrid, 1904 (tesis doctoral, pero de mucho mayor interés que las anatodas anteriormente).
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en los llamados “Centros instructivos obreros” o “Ateneos Casinos Obreros”, en forma de conferencias o de cursillos, sumándose también otras instituciones, como algunas sociedades económicas económ icas de amigos amigos del pa p a ís .15 .151 Muy importante y discutida a este respecto fue la actividad de Rafael Rodríguez Méndez, catedrático de Higiene de Barcelona, que, dentro de su llamada “Extensión Universitaria”, logró durante su rectorado movilizar e incluso entusiasmar para esta tarea a muchos estudiantes de Medicina y médicos jóvenes de aquella ciudad. 152 Conviene recordar en este momento que los médicos españoles de los años que estamos considerando no sólo se ocupan del proletariado como tales médicos, sino también movidos por una ideología o una inquietud puramente política y social. La mención de dos publicaciones nos permitirá ser muy breves. La primera es muy conocida: cuando en 1883 el Gobierno Sagasta creó la “Comisión de Reformas Sociales”, entre los grupos políticos consultados se encontraba el partido socialista, creado hacía pocos años. La contestación del mismo a tal consulta corrió a cargo del psiquíatra Jaime Vera, uno de sus fundadores, que redactó el primer documento teórico del marxismo español: Informe de la Agrupación Socialista Madrileña a l a C o m i s i ó n d e R e f o r m a s S o c i a l e s . 153 L a segunda, en cambio, 151 Véase, por ejemplo: A. Díaz de Quintana: El niño del obrero. Apuntes de higiene y edu cación (conferencia dada en el Centro Instructivo del Obrero), Madrid, 1887; J. García del Moral: Tisis. Lucha antituberculosa (conferencia para obreros), Palencia. 1903; Montaldo: Higienización de Madrid (conferencia dada en el Centro Instructivo del Obrero), Madrid, 1903; V. Peset Cervera: La miseria, sus causas y sus remedios (discurso leído en el AteneoCasino Obrero), Valencia, 1884, etc. 152 Véanse los recuerdos acerca de tal tarea de uno de dichos jóvenes, el después gran pedíatra Martínez Vargas, reproducidos en E. García del Real: Historia de la medicina en España, Madrid, 1921, págs. 919930. 153 Jaime Vera: Informe de la Agrupación Socialista Madrileña a la Comisión de Reformas Sociales, Madrid, 1884. [Entre los estudios recientes acerca de esta figura, recordaré los de M. Tuñón de Lara: M ed io sig lo d e cultu cu ltura ra es pa ñ ol a (1 88 5 -1 9 3 6 ). 2.a ed. Madrid, 1971, págs. 79102; y de J. J. Castillo: Ciencia y pro letariado. Escritos seleccionados de Jaime Vera. Madrid, 1973.]
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ha sido prácticamente olvidada: su título es La cuestión social y la fra ternida d h um ana (Socialismo c ristian o),15 o),154 y fue publicada el año 1897, en Bilbao, por el médico, director de Sanidad Marítima, Gerardo González Revilla. Dedicada al marqués de Comillas, defiende su posición intermedia entre el liberalismo y el socialismo marxista, basada en La fraternidad cris tiana y en la intervención oportuna, razonada y prudente del Estado. Con elogios expresos de las doctrinas de León XIII,
discute en 25 nutridos capítulos los principales problemas poli ticosociales de la época con una mentalidad conservadora, pero abierta a los problemas sociales y deseosa de darles solución. Un último tipo de literatura se consagra a la comunicación de datos concretos médicosanitarios acerca del proletariado español. Hemos visto que hasta ahora los higienistas españoles manejaban escasísimos datos de este tipo obtenidos en la misma sociedad española. Lo general era aplicar analógicamente el resultado de los estudios y de las estadísticas de otros países. Durante este período funciona ya una estadística demográfica y sanitaria regular, lo que, a pesar de las grandes deficiencias de la misma, significaba un enorme progreso.155 Dichas estadísticas, sin embargo, limitadas por una parte por una finalidad fundamentalmente epidemiológica y por otra por las dificultades técnicas de la recogida de datos por clases sociales y profesionales, son muy poco o nada expresivas acerca del problema que nos ocupa. Ante esta deficiencia, los higienistas reaccionaron de formas opuestas; Ricardo Revenga, por ejem 154 Gerardo González Revilla: La cuestión social y la fraternidad humana (socialismo cristiano). Bilbao, 1897. 155 Después de numerosos intentos, todos ellos muy deficientes, la estadística demográfica alcanzó en España las condiciones modernas de rigurosidad científica al encargarse de 1877 la Dirección General del Instituto Geográfico y Estadístico del estudio del movimiento de la población. La personalidad científica del general Ibáñez fue decisiva en tan importante mejora. En lo referente a la sanitaria, existía también desde principios de siglo una serie de estudios parciales debidos a la iniciativa privada. En febrero de 1888 comenzó la Dirección General de Beneficencia y Sanidad la publicación del Boletín Mensual de Sanidad, publicación que, a pesar de su carácter desigual y de sus importantes lagunas, significó una avance extraordinario.
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pío, en su obra La muerte en España. Estudio estadístico sobre l a m o r t a l id i d a d , 156 publicada publicad a por la Sociedad Españ ola de HigieH igiene en 1904, se lamenta agriamente de la misma y de tenerse que limitar a deducciones indirectas como la siguiente: “...puede darse el caso de que en una misma provincia, en Alicante, por ejemplo, en pueblos de condiciones casi iguales, como Alcoy y Denia, se den mortalidades tan distintas como 32,9 y 18,5 (por 10.000 habitantes). ¿Qué quiere decir esto? ¿Qué prueba?... Alcoy es un país en que la industria está muy desarrollada y los talleres y fábricas son muy numerosos. La población obrera vive allí aglomerada o, por lo menos, se reúne todos los días en lugares que nadie cuida de inspeccionar para higienizarlos. Que falta aire respirable. ¡Y qué le importa eso a nadie! Que hay niños de diez y doce años que trabajan tantas horas al día como años tienen de vida. Tanto mejor; así aumentarán el haber de la la familia”. 157 Téngase en cuenta que R evenga pertenece al grupo de médicos que, sin ser socialistas, consideran completamente inadecuada la estructura liberal de la sociedad y los principios que la fundamentan: “Los que piden inspecciones en los talleres, en las escuelas, en las minas; los que solicitan del Estado leyes protectoras de la infancia; los que desean que se estudien las condiciones de vida del obrero; esos son locos o algo peor; socialistas que olvidan que el Estado para nada ha de ocuparse en esas cuestiones. El individuo goza de toda clase de libertades para defenderse. Si un taller no tiene condiciones higiénicas, que elija otro para ejercer su profesión, y si no lo halla, libertad tiene para no tra ba jar”. jar ”. 158 De forma muy diferente había opinado veinte años antes Jim eno en o Agius en su mono mo nogr grafí afíaa La natalidad y la mortalidad e n E s p a ñ a . 159 Al hablar habla r de la ausencia ause ncia de datos referen tes a las profesiones en nuestras estadísticas demográficosanitarias, 156 Ricardo Revenga: La muerte en España. Estudio estadístico sobre la mortalidad, Madrid, 1904 (se trata de una monografía premiada por la Soc. Esp. de Higiene). 157 Revenga, op. cit., págs. 5657. 158 Revenga, op. cit., págs. 5657. 159 J. Gimeno Agius: La natalidad y la mortalidad en España, M adrid, 1885.
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dice: “Concíbese fácilmente que debe ser muy grande la influencia de las profesiones en la mortalidad, mas para poder precisarla y reducirla a cifras fuera preciso no sólo que en los censos de población se hicieran buenas clasificaciones por este concepto, sino que se ajustaran perfectamente estas clasificaciones de los habitantes a la de los fallecidos; y como ambas cosas son muy difíciles, no nos sorprende que la Dirección General de Beneficencia y Sanidad no haya querido exponerse a un fracaso. Creemos, por el contrario, que se ha hecho muy bien dejando dejan do de registrar la profesión de de los los fallecid falle cidos os”. ”. 160 Para superar tanto la crítica que hemos ejemplificado en Revenga como la prudencia metodológica que acabamos de reflejar en Jimeno Agius, sólo cabía hacer algo a lo que el médico dicimonónico español se sintió raras veces inclinado: recoger datos médicosanitarios correspondientes a las distintas clases sociales. Durante estos años, sin embargo, comienza a hacerse alguna contribución en este sentido, sobre todo en el ambiente higienista barcelonés que encabezan Rodríguez Méndez y Luis Comenge.161 Típica muestra de ello es la comunicación que este último presentó a la Academia de Mediti l cina de Barcelona el año 1900 acerca de la M o r t a l i d a d in fa n til de Barcelona según las clases sociales, 162 en la que demostraba su enorme acumulación en la clase proletaria o población con ingresos inferiores a cinco pesetas diarias y con viviendas de alquiler por debajo de treinta pesetas semanales. Los datos demográficos no son los únicos de tipo médico referentes a nuestra población obrera que se recogen durante estos años. Con anterioridad hemos visto que fue sobre todo un hecho el que hizo centrar la atención de los higienistas en estos problemas: la concentración estadística de la morbilidad 160 Jimeno Agius, op. cit., pág. 61. 161 Rodríguez Méndez, desde su cátedra de Higiene de Barcelona, publicó en su revista La Gaceta Médica Catalana, a partir del año 1878, tablas estadísticas de mortalidad, natalidad y morbilidad de las cuatro provincias catalanas. or tali lida dadd infa in fant ntil il en B a rc elo el o n a según segú n 162 Luis Comenge y Ferrer: M orta las clases sociales, Barcelona, 1900 (es el resumen del texto de una comunicación presentada en la Academia de Medicina de Barcelona y fue publicado antes en La Gaceta Médica Catalana, de Rodríguez Méndez).
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y de la mortalidad epidémicas en el proletariado. Es un motivo que se repite invariablemente y que ya sabemos como removía —siquiera transitoriamente— la insensibilidad y la apatía de las clases acomodadas. Durante el período que en estos momentos nos ocupa, una gran epidemia sacude todavía la sociedad española: el cólera de 1885. Los datos referentes a la misma en la ciudad de Valencia, su principal foco, confirman una vez más el papel de víctima de la clase obrera: de los 7.084 fallecidos entre los meses de abril a septiembre de dicho año, 4.359 pertenecían a las profesiones proletarias, 484 a los empleados y profesiones liberales y 76 a propietarios y rentistas. rentistas. 163 Pero el cólera de 1885, con la vacu nación F errán, errán , puede considerarse como el final de toda una era. Aunque nuestra sociedad sufriría todavía algunas epidemias, su vigencia como grandes terrores sociales ha pasado ya. La sociedad puede, por tanto, concentrar su atención en otras enfermedades, tan graves quizá como ellas, pero que el carácter de catástrofe de estas últimas había impedido considerar hasta entonces en toda su importancia. Se trata, en una palabra, del momento en el que un grupo de “enfermedades sociales” pasa a primer plano La más importante de todas ellas, la que puede dar nombre a la nueva etapa que sucede a la del cólera, es la tuberculosis. El proletariado pasa, pues, de ser considerado víctima del primero a ser visto como víctima de la segunda. La literatura médica a que da lugar la relación entre tuberculosis y población obrera es extraordinariamente numerosa, y la actividad social de los médicos con este motivo es también muy considerable; basta recordar ejemplos como el de la campaña, mitad humanitaria, mitad demagógica, del catedrático valenciano Francisco Moli ner para crear su “Liga Nacional contra la Tuberculosis y Socorro a los Tísicos Pobres” (1899), y sobre todo la constitución, en 163
El cólera en Valencia en 1885. Memoria de los trabajos realizados durante la epidemia , p r e s e n t a d a p o r la A lc a ld ía al e x c e le n tí si m o A y u n ta miento en nombre de la Junta Municipal de Sanidad. Valencia, 1886.
Véase el estudio de P. Faus Sevilla: Epidemias y sociedad en el siglo xix español. El cólera de 1885 en Valencia y la vacunación Ferrán. En: J. J . M. Lópe Ló pezz Piñe Pi ñero ro,, L. G ar cía BallesL Bal lesLer er y P. Faus Fa us S e v illa il la : Vledicina y sociedad en la España del siglo XIX. Madrid, 1964, págs. 287486.
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1903 y 1906, de la “Asociación Antituberculosa” y de la “Comisión sión Permanente contra la Tuberculosis”. Tubercu losis”. 164 La vigencia social de esta enfermedad desborda por completo los límites de las publicacione pub licacioness médicas: médicas : miseria y tuberculosis son son en estos estos años términos sinónimos para sociólogos, literatos y políticos, y claves decisivas en los discursos y escritos de las cabezas del movimiento proletario. Nos corresponde en este momento, sin embargo, reflejar el tipo de testimonio acerca de la clase obrera que se encuentra en los estudios de nuestros médicos acerca de la tuberculosis. Como resulta imposible traer aquí, aunque sea de forma resumida, una información con algunas aspiraciones de completa, me voy a reducir a recoger una muestra que me parece muy significativa. Antes hemos aludido a la espléndida tradición médicosocial de los médicos de la beneficencia madrileña, a algunas de cuyas denuncias de la situación del proletariado de la capital nos hemos referido ya, comenzando por la de los años 186061. Los textos que sobre la tuberculosis vamos a ver a continuación siguen dicha tradición y la honran. El primero es un discurso de entrada en la Academia de Medicina de Madrid el año 1895. Su autor, Simón Hergueta Martín, expuso con tal ocasión un sólido estudio acerca de las Circunstancias que favorecen el desarrollo de las enfermedades del pecho en Madrid, 165 Hombre Hom bre de amplia experiencia clínica
y de buena formación científica, Hergueta es de los que recuerda que junto a los indispensables datos de la bacteriología son necesarios los sociales, que él prefiere ver objetivados en forma de cifras estadísticas. Al hablar de las tuberculosis de los proletarios, comienza valorando la importancia del factor profesional, apoyándose en datos de su experiencia hospitalaria con casi cinco mil tuberculosos. Pero dicho factor tiene, a sus ojos, una importancia secundaria al lado del más poderoso: la miseria. Hergueta no se lanza a descripciones como muchos otros 164 Véase, entre otras publicaciones: Francisco Moliner:
Liga nacio nal contra la tuberculosis y de socorro a los tísicos pobres. Proyecto a sus estatutos y reglamento. Valencia, 1899. 165 Simón Hergueta y Martín: Circunstancias que favorecen el des arrollo de las enfermedades del pecho en Madrid, Madrid, 1895.
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autores antes considerados, sino que intenta apoyarse en datos objetivos: “...hemos partido de dos bases que indican mejor que todas la situación más o menos floreciente de una población, puesto que sabiendo qué es lo que paga cada vecino por alquiler de casa y la cantidad de sustancias azoadas que emplea para su alimentación, puede formarse una idea que se acerque a la realidad de la mayor o menor miseria que reina en esta esta Corte” . 166 Consecuentemen Consecu entemente, te, incluye datos datos estadísticos muy completos acerca de las viviendas madrileñas de finales de siglo distribuidas por clases sociales. De acuerdo con ellos, existía un total de 99.000, de las cuales unas 25.000 pagaban menos de 10 pesetas de alquiler al mes, mientras que otras 44.000 costaban por debajo de 25; dos terceras partes, por tanto, de las viviendas de Madrid reunían “las más detestables condiciones higiénicas”. 167 E l profundo profundo desequili desequilibrio brio económico de la capital se refleja también por el hecho de que las clases privilegiadas (70.000 habitantes) pagaban en alquileres más de 29 millones de pesetas anuales, mientras que el proletariado y las clases medias (425.000 personas) no llegasen a los 28 millones; muy expresiva es la diferencia entre las 430 pesetas por persona que gastaban anualmente en alquiler las primeras y las 56 pesetas de las segundas. Se ocupa, en segundo lugar, del consumo de carne por habitante; Madrid, con sus 121 gramos por habitante y día, es “una de las capitales de Europa en que es más deficiente deficiente la alimentación”, 168 aduciéndose las cifras de 298 gramos en Londres, 246 en Munich, 226 en Nueva York, 208 en París, etc.; en cambio, la capital ocupaba dentro de España uno de los primeros lugares, pues sólo le aventajaban las ciudades vascas, Barcelona y Guadala jar ja r a , existie exi stiend ndoo grand gra ndes es pobla po blacio cione nes, s, como com o las andal an daluza uzas, s, con consumos por debajo de 50 gramos diarios. Agudo problema de miseria social y de miseria fisiológica como la más firme base de la tuberculosis. Esta es la consecuencia de Hergueta, en la que vuelve a insistir el encargado del discurso de contestación, el gran internista Juan Manuel Mariani: “Los que Hergueta, op. cit., pág. 68. 167 Hergueta, op.cit., pág. 68. 168 I b i d e m , pág. 69. 166
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hace años visitamos en los hospitales..., vemos diariamente en las clases obreras que acuden a estos asilos reflejada la desnutrición, el decaimiento y la miseria orgánica. En esas pobres gentes que trabajan desde que el alba se asoma hasta que el sol se pone, que se alimentan con patatas, tocino y vino malo o aguardiente, que respiran el ambiente mefítico de las tabernas y que viven y duermen hacinados en habitaciones estrechas y sin ventilación alguna, en las que si penetra el aire es el infecto de los patios, donde se vierte toda clase de suciedades y en los que hay que taparse la nariz para no oler...” 169 Ocho años despues de la publicación de estos discursos, otro médico de la beneficencia madrileña, V. Guerra y Cortés, sabe ser fiel al noble aspecto de la relación hospitalaria entre el médico y el enfermo, que es el testimonio social, consagrando todo un estudio a La tuberculosi tuberculosiss del proletariado d e Madrid. Madrid. 170 Guerra, que comienza dando una imagen típica de la vigencia en este momento de la tuberculosis como gran problema social, 171 incluye interesantes interesante s datos datos estadísticos demostrativos de que “el proletariado es el foco de atrincheramiento de la tuberculosis , así como informes acerca de las condiciones asis tenciales del Madrid de su época. Pero lo que merece de modo especial nuestra atención en su completa descripción de las condiciones de vida de las clases obreras madrileñas: “Constituyen esta categoría social en la capital de España las familias que viven de un jornal diario cuyo total oscila entre 1,50 y 2 pesetas, hecha excepción de algunos que pasan esa cifra en pequeña cantidad, y otros que no llegan a la mínima por carecer de trabajo o ser más escasa su remuneración. Todos viven en casas cuyo alquiler mensual no excede de 15 pesetas y se hallan provistos de cédula personal de jornaleros...; carecen estos jefes de familia, por regla general, de toda clase de instrucción, y no se ocupan de la de su prole, a quien conceptúan tan desheredada como ellos. Muy fatalistas en su manera 1G9 Hergueta, Herg ueta, op. cit., pág. 91. 1,0 Vicente Guerra y Cortes: La tuberculosis del proletariado en M a d r id , Madrid, 1904. 171 Guerra y Cortés, op. cit., pág. 5.
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de pensar, no consideran que hay medios lícitos de mejorar la suerte y el porvenir... Hoy, gracias a las propagandas socialistas y anarquistas, van aprendiendo que tienen derecho a más, sin que se les ocurra el modo de conseguirlo, aceptando como bueno cualquier medio que se les indique, por brutal y criminoso que parezca...; carecen de todo género de cultura, no sabiendo leer un 45 por 100. Viven en la mayor incuria respecto a la moral, y cuanto se refiere al bien común social les es profundamente repulsivo y antipático, por creer que su agobiante miseria... es producto del abandono de los demás y el menosprecio de los poderosos...; estas gentes... son las que habitan los 10.000 sótanos, buhardillas y desvanes que en Madrid existen, según la última estadística; son las que ocupan las 638 casas de las llamadas de vecindad, que yo he llamado siempre de mortandad en mis informes como médico municipal; esas 638, que albergan 52.521 habitantes; que no tienen espacio para vivir si no viven hacinados; que no tienen aire que respirar porque se lo roban unos a otros; que no ven entrar en sus habitaciones los hermosos y vivificantes rayos del sol; que carecen de agua para la limpieza y necesidades domésticas; que carecen de alimento reparador y nutritivo porque el mezquino salario, cuando trabajan, no da lugar a las más apremiantes necesidades...; que ocupan las 42.000 habitaciones cuyo alquiler es menor de 15 pesetas mensuales; que se albergan en estas 200 casas llamadas de dormir, en que por 10 ó 20 céntimos pasan la noche en comunidad inmoral y antihigiénica; que no tienen otro abrigo que las ropas usadas que reciben de limosna o las que compran de desecho en las roperías ambulantes, en las prenderías, etc. Se hallan estas familias de que venimos tratando compuestas en su mayor parte de obreros que trabajan en industrias insalubres, dentro de talleres sen tinas, donde jamás llega la inspección del higienista. Duermen en los sótanos y trastiendas de los comercios, tabernas y bode gones muchos de estos infelices, ocupando rincones y huecos en donde los patronos se guardarían muy bien de albergar a sus hijos, ni siquiera almacenar sus géneros... A estas familias corresponden esos niños escuálidos, casi abandonados de sus
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padres y no recogidos por nadie, que se ven por las casas y calles de obreros...” 172 Nos hemos detenido especialmente en la tuberculosis como factor médico más destacado dentro de la situación médica del proletariado de estos años. Téngase en cuenta, no obstante, que a su lado habría que considerar otras enfermedades sociales y otros aspectos que los médicos empiezan a tratar incluso monográficamente. De las primeras, las más importantes, después de la tuberculosis, son, sin duda, la difteria y la fiebre tifoidea. Estudios semejantes a los que acabamos de considerar se consagran a estas dos enfermedades. Por seguir con el proletariado madrileño, que hemos tomado como ejemplo, recordaremos el trabajo de Luis Marco La difteria en España y (1 88 8) ,17 ,173 en el que demuestra demuestra estadísticamente la en Madrid (188 concentración de la mortalidad diftérica en los barrios obreros de la capital en términos realmente extremos: 25 barrios humildes sumaron, en 1887, 1.319 defunciones por dicha enfermedad, mientras que los 25 más acomodados sólo reunieron 129; especialmente excesivo es que únicamente uno proletario, Chamberí, tenga, con sus 189 fallecimientos, 60 muertes más que los 25 barrios acomodados juntos, y que otra zona pobre —el barrio de Pozas— tenga también sola una mortalidad igual a la suma suma de todos todos estos estos ú ltim lti m o s.17 s.174 Marco Ma rco se detiene a analizar las causas de tan espantoso desnivel, y, tras descartar otros factores, afirma: “Se destaca, por consiguiente, el hecho de que hay en la corte de España una zona en que reside la parte más pobre de su población, y en esa zona son mayores la s miserias de los habitantes, la insalubridad del domicilio y la intemperie del terreno”. 175 No reprodu rep roducim cimos os la descri de scripció pciónn que
da de ella porque repite cuadros que ya nos son conocidos. En lo que respecta a la fiebre tifoidea, los datos aducidos por Jo s é M onm on m enéu en éu en su libro lib ro Las enfermedades infecciosas en 172 173 174 175
Guerra y Cortés, op. cit., págs. 69. Luis Marco: La difteria en España y en Madrid, Madrid, 1888. Marco, op. cit., págs. 4350. Marco, op. cit., pág. 49.
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M a d r id (1894) 176 hablan ha blan en idéntico idé ntico sentido, demostrando dem ostrando la
distribución de la mortalidad que “esas afecciones se producen por la mala calidad de los alimentos y bebidas, y nacen allí donde el hacinamiento y la miseria deprimen las condiciones fisiológicas del individuo”. 177 La estadística es, en efecto, concon cluyente: de los 349 muertos en 1890, 111 procedían de los establecimientos benéficos de la capital y el 90 por 100 restante de los distritos más podres con acumulación de varias víctimas en las calles miserables.178 En cuanto a los otros aspectos médicos de la situación del proletariado que ahora comienzan a ser estudiados monográficamente, recordaremos, en primer lugar, los accidentes del trabajo, la legislación referente a los cuales se dio, tras algunos precedentes, en el mismo comienzo del siglo presente, y que todavía en las últimas décadas del anterior jugaba un reducido papel dentro de las causas del fallecimiento en España (aproximadamente 0,90 por 100 defunciones de todas clases), frente al ya considerable que desempeñaban en otros países (más del 3 por 100 en Gran Bretaña), circunstancias que Jimeno Aguis explicaba, en el trabajo antes citado, por el escaso desarrollo de nuestros transportes y de nuestra industria y por las elevadas cifras cifr as españolas de mortalidad por enfermedade enferme dadess soci so cial ales es .17 .179 De todos modos, los accidentes laborales merecieron algunos estudios, como el que el gran cirujano Alejandro San Martín dedicó en 1904 a comentar, desde el punto de vista quirúrgico, la legislación nacio nal a ellos refe re fere re n te .18 .180 En segundo término anotaremos aquellos aspectos que demuestran un refinamiento de la sensibilidad de los médicos al ocuparse del proletariado: valgan como ejemplos el discurso inaugural de la Sociedad Española de Higiene en 1899, en el que Larra y Cerezo trató de Los convalecientes proletarios en 176 José Monmenéu:
Las enfermedades infecciosas en Madrid. ( E s tudio clínico-terapéutico), Madrid, 1894. 177 Monmenéu, op. cit., págs. 133135. 178 I b i d e m . 179 Jimeno Agius, op. cit-, págs. 7071. 180 Alejandro San Martín: Comentarios quirúrgicos a la Ley de Ac cidentes del Trabajo, Madrid, 1904.
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España, y la publicación de Botella Martínez en 1903 acerca de La asistencia a la embarazada pobre en Madrid. 181
De acuerdo con lo anunciado antes, para acabar el presente estudio sólo nos falta recoger algunos testimonios médicos generales de la situación de nuestros proletarios. El primero de ellos está contenido en el libro que Roque Membiela y salgado publico el año 1885 con el título de Higiene popular. La cuestión obrera en España, o estado de nuestras clases ne cesitadas y medios para mejorar su situación. 182 Dedica De dicado do a
Romero Robledo, como ministro de la Gobernación, carece en general de altura; deseando aparentar un gran despliegue bibliográfico y un buen conocimiento de las corrientes extran jera je ras, s, está es tá en realid rea lidad ad d irec ir ecta tam m ente en te apoy ap oyad adoo en la obra ob ra de Monlau, al que llega incluso a plagiar párrafos enteros. Su autor, que hace en el prólogo una solemne declaración de fe católica, lleva a cabo su exposición con un enfoque intermedio entre el testimonio social y la “lectura propia para biblioteca popular . Los temas debatidos son la casa, la alimentación y la instrucción del proletario, más un detenido informe de los cursos y conferencias para obreros que organizaba la Sociedad Económica de Amigos del País de Santiago. La publicación pertenece, en suma, a un tipo de literatura bastante corriente en la España de estos años, que en general hemos dejado aparte. Si el libro de Membiela merece, por el contrario, que nos detengamos, es porque, junto a la retórica a que tales escritos suelen reducirse, contiene numerosos datos concretos, los más importantes de los cuales voy a intentar recoger. La descripción que nos da, en primer lugar, de las condiciones de la vivienda proletaria es muy parecida a las que ya conocemos: “¿Qué atractivos encuentra dentro de la casa el obrero padre de familia? Sale del taller, donde ha trabajado catorce horas diarias; rendido por el cansancio penetra en su chiribitil, contristándose al contemplar a sus hijos, que, desnudos y sucios, se agol181 J. Botella Martínez: De
la asistencia a la embarazada pobre en M a d r id , Madrid, 1903; Larra Cerezo: Los convalecientes proletarios en España, Madrid, 1899. 182 Membiela y Salgado, op. cit.
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pan en su torno...; cada familia, numerosa o reducida, tiene por habitación un cuarto estrecho, muy alto o muy bajo, glacial en invierno, candente en verano, y sin más mirador que una negruzca pared contigua a hediondos callejones que no tienen salida... salid a... Sin repetir detalles que ya nos son son familiares por otros testimonios, resulta obligado, en cambio, anotar su información acerca de las condiciones de las viviendas madrileñas en comparación con las de Londres y París (en las viviendas de Londres): “Tiene cada habitante 100 metros cúbicos de aire, en París 34 y en Madrid 26”; y en lo que respecta al numero medio de habitantes por casa, “en Londres viven de siete a ocho personas en cada casa; a juzgar por las últimas estadísticas, estadística s, en Madrid M adrid de 30 a 3 1”. 1” . 184 A continuació contin uaciónn nos explica las circunstancias circun stancias de de semejante seme jante hacinamien hacina miento: to: “Las familias necesitadas de nuestros grandes centros, y compuestas, por término medio, de cinco a seis individuos, viven literalmente prensadas en bohardillas, patios, comedores o porterías, donde se ven, además, el gato, el perro, las gallinas y otros animales domésticos. Los techos son bajos, los dormitorios son homeopáticos y los suelos destilan una constante humedad, de modo que el inquilino pobre, estando allí como sardina en banasta, pasa la noche en la taberna, en el Prado o en la Puerta del Sol, huyendo de la fatiga que pesa sobre sus pulmones...”; 185 en tal huida influiría, sin duda, la nula comodidad de las camas, compuestas de una poca paja húmeda, desparramada sobre el duro pavimento”. 186 Muy interesantes son los datos que nos proporciona sobre los salarios y el presupuesto alimenticio de una familia proletaria. El salario habitual del mismo obrero que acabamos de ver trabajaba catorce horas diarias era de unos ocho reales diarios e incluso menos. Membiela considera corriente la dis
183 Membiela, op. cit., págs. 8889, 102. 184 I b i d e m , pág. 105. 185 Membiela, op. cit., pág. 105. 186 I b i d e m , pág. 103.
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tribución de esas 13 ó 14 pesetas semanales, en una familia de cin co miembros, miem bros, de la forma form a siguien sig uiente: te: 187 Pan (3,5 Kg. diarios) ............................. Patatas (3 Kg. diarios) ............................. Legumbres, condimento .......................... A c e i t e ........... ................. ........... .......... ........... ........... ........... ........... ........... ............ ...... Vestidos, calzado, entretenimiento ... Lavad Lav ado, o, jabón jab ón , e tc ...... ......... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ... Casa ...............................................................
4,97 ptas. 1 2 1 2 1 2
13,97 ptas.
“Fijando la atención en el anterior presupuesto —comenta el médico gallego—, donde no figuran la carne, ni el pescado, ni los huevos, ni el azúcar y, para decirlo de una vez, ningún artículo fortificante inabordable, es imposible puedan cubrir tantos gastos, relativamente, cierta clase de obreros, aun disminuyendo la familia en un miembro y aumentando sus pequeños jornales en un tercio ”. 188 La monotonía de la la dieta es, es, además, terrible: “Un pan negro de maíz o centeno parecido al que comen los rifeños, una libra de patatas para cinco o seis personas, y como extraordinario, en los días festivos o de gran solemnidad, un puchero de coles, unos cuantos arenques, con una libra de bacalao crudo o asado; tal es la base única y uniforme de la alimen tación obrera durante d urante todo el año ”. 189 Muy desfavorable es también, lógicamente, la comparación de la ración alimenticia del obrero español y su riqueza en grasas y proteínas con las de los demás países europeos. Otro tipo de informe contenido en este libro es el referente al grado de instrucción del proletariado español. Además de poner de relieve nuestro atraso en lo tocante al número de escuelas por habitante, reproduce dos interesantes estadísticas correspondientes al año 1894: 187 I b i d e m , pág. 237. 188 Membiela, op. cit., pág. 237. 189 I b i d e m , págs 228-229.
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reclutas de dicho reemplazo no sabían leer ni escribir; sabían leer solamente; sabían leer y escribir; poseían una instrucción más alta.
obreros en el mismo año eran completamente iletrados; sabían leer y escribir; sabían escribir su nombre. !9°
Las duras condiciones del trabajo femenino, especialmente en Galicia, y sobre todo las brutales circunstancias del infantil, merecen asimismo la denuncia de Membiela: “La industria española no sólo recibe a los niños menores de ocho años en las fábricas y los talleres, sino también oblígales a trabajar más de lo que pueden... Hay en España innumerables fábricas donde vense niños y niñas de seis a siete años trabajando en pesadas máquinas catorce o dieciséis horas diarias; naturalezas jóvenes agostadas en flor, endebles, raquíticas y pobres que llenan las tablas necrológicas por el inicuo egoísmo de aquellos aquello s que buscan bu scan el trab t rab ajo barato b arato del niño ni ño... ... 19 191 En 1889, cuatro años más tarde de la aparición de este libro, la Junta directiva del Ateneo barcelonés elevó a las Cortes una “Exposición” pidiendo algunas modificaciones en un proyecto de ley sometido a su deliberación sobre este problema del trabajo de los niños. El motor de tal exposición había sido una memoria del médico José Balaguer Oromí, secretario de la sección científica de tal institución, que fue publicada aquel mismo año con el título El trabajo de los niños, necesidad de limitarl limitarlo. o. M odificacion es más conven ientes en la legislación legislación un buen resumen resumen acerca acer ca de e s p a ñ o l a . 192 E n ella, además de un
las leyes sobre la materia en los diversos países europeos, así como de todas las promulgadas en España hasta dicho momento, y de los proyectos en curso de realización, denuncia 190 Membiela, op. cit., págs. 324325. 191 I b i d e m , pág. 369. 192 Balaguer Oromí, op. cit.,
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duramente el incumplimiento general de la ley todavía vigente de agosto de 1873. Vamos a ver a continuación que tampoco durante los primeros años del presente siglo, a pesar de toda esta actividad, había mejorado sustancialmente el problema del trabajo infantil. Testigo de tal problema, y en general de la situación de nuestro proletariado, es entonces otro médico de la beneficencia madrileña: José Ignacio Eleizegui López. Pero esta vez no se trata de un estudio monográfico, sino de una síntesis publicada en la primera colección española de libros de bolsillo de amplia difusión y gran tirada; su título es Nociones 1912. Una Un a de las las de Higiene Industrial , 193 y apareció el año 1912. razones de su interés reside en el hecho de que, junto al apoyo en la bibliografía extranjera, utiliza ampliamente lo mejor de la literatura española existente sobre la materia. Ello le da una viveza bien distinta de la frialdad de los resúmenes de publicaciones extranjeras, tan frecuentes en nuestro siglo xix. Por otra parte, aunque principalmente está dedicada a la higiene de las fábricas y del trabajo en las distintas industrias, incluye también un breve apartado acerca de la “higiene del obrero”, en el que se plantean las más importantes cuestiones sociales. De dicho apartado vamos a extraer tres notas. Se refiere la primera al problema recién aludido del trabajo infantil: “En España, siendo ministro de la Gobernación el señor Ugarte, se dio la reglamentación a la Ley de marzo de 1900...; convengamos en que es una reglamentación muy laudable y que coloca a nuestra legislación en este punto al nivel de las mejores entendidas extranjeras; pero —vicio endémico en España— llenó unas columnas de la G a c e t a , mereció plácemes y lauros y ni se cumplió su objeto ni el niño español se aprovechó de su determinación. Salid de vuestro domicilio y entrad en la fábrica o taller primero que a vuestro paso encontréis, y tened seguro que en cada uno de ellos podréis descubrir más de un motivo de denuncia por incumplimiento de la ley...”; expone a continuación como ejemplo una denuncia contemporánea según la cual en las minas “los ventiladores están a cargo 193 Eleizegui, op. cit.,
Med M edic icin inaa m odern od ernaa y soci so cied edad ad española espa ñola
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de muchachos de doce años de edad por espacio de doce horas seguidas, sin relevo”. 104 La segunda de tales notas trata de la alimentación obrera: “Base de la salud, profilaxis de la enfermedad es la alimentación suficiente y que, en general, ningún obrero alcanza”; y tras reproducir una dieta alimenticia mínima, se dedica a refutar uno de los grandes tópicos de la burguesía española frente a nuestro proletariad prolet ariado: o: “¿Cuántos de nuestros obreros llegan a esto? En ello mismo estriba la superioridad de producción del de otros países sobre el español”. 195 Un último texto de Eleizegui proporciona una interesante información acerca de precios y salarios: 196 “El salario en general es mezquino; las subsistencias han subido sus precios; las viviendas rentan doble que hace veinte años y el presupuesto del obrero no alcanza para subvenir las necesidades de la familia”; incluye a renglón seguido un presupuesto anual de gastos de una familia obrera que distribuye de la siguiente forma: ...... 1.175,00 ptas. Alimentación ................................................ Habitación .......... ................... ................. .................. ................... ......... 80,00 80 ,00 ” V e s tid ti d o s .... ........ ........ ........ ........ ......... ......... ........ ........ ....... ....... ........ ....... ..... Calefac Ca lefacción ción y l u z ..... ........ ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ... Gastos diversos ....................................
90,0 0 90,00 76,00
” ”
30,00
T o t a l ............................. ...... 1.451,00 p t a s .
Eleizegui, no obstante, cree que este presupuesto es excesivamente bajo, ya que “una vivienda mediana para una familia de cuatro individuos alcanza en Madrid el precio de quince pesetas mensuales, que son 36 duros anuales; es decir, más del doble de lo que se asignó al capítulo de habitación; a poco alcanzarán las 76 pesetas de calefacción y luz, y muy mezquinos tienen que ser los gastos diversos para que no 194 Elezegui, o p . págs. 5255. 19a I b i d e m , págs. 6162. 198 I b i d e m , págs. 5961.
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importen más que 2,50 pesetas mensuales. El señor Comenge dice oportunamente que un 60 por 100 de los trabajadores ganan menos que un caballo dedicado al transporte. Debe atenderse por los patronos a que los salarios alcancen siquiera estrictamente a cubrir las exiguas necesidades del obrero, pues si éstas no se satisfacen, huelgan campañas y empresas higié nicas . 19 7 Estas últimas palabras de Eleizegui, después del siglo y medio de testimonios acerca de las condiciones de vida de las clases proletarias, suenan como la última consecuencia a que en dicho asunto habían llegado los médicos españoles. »
197 Eleizegui, op. cit., pág. 61.
CUADERNOS VALENCIANOS DE HISTORIA DE LA MEDICINA Y DE LA CIENCIA Serie
monográfica
C átedra
e
publicada
Instituto
de
po r la
H istoria
de
la
M edicina. V alencia
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IV .
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Valencia, 1966, 164 págs. (Agotado).
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A n a t ó m ic a V a le n c ia n a d e l s ig lo X V I. Valencia, 1962, 71 pags.
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cos clásicos de la Biblioteca de la Facultad de Medicina de Valencia.
Valencia, 1974, 36 págs.
CUADERNOS VALENCIANOS DE HISTORIA DE LA MEDICINA Y DE LA CIENCIA
Di recto re cto r
J o sé M
aría
L ó p e z P inero
Sec reta rio
Emilio B alaguer P erigüell
X IX Serie A (Monografías)
Los CUADERNOS VALENCIANOS DE HISTORIA DE LA MEDICINA Y DE LA CIENCIA son una publicación que aparece de forma irregular en tres series: Serie S e r ie S e r ie
A (Monografías) B (Textos clásicos) f C (Repertorios bio-bibliográficos)'
La correspondencia deberá ser dirigida a: C átedra
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In s t it u t o
Facultad de Medicina Paseo al Mar, 17 VALENCIA 10
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H i s to r i a
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