G e n e ra c i o n e s Rebeldes Poesía del 68
POEMAS Carmen de la Fuente / Margarita Paz Paredes Rosario Castellanos / Horacio Espinosa Altamirano Leopoldo Ayala / Roberto López Moreno / Carlos Jiménez José Tlatelpas / Cristina Gómez / Alejandro Zenteno Chávez Benito Balam / Víctor Joel Armenta / Mario Ramírez IMÁGENES Adolfo Mexiac / José Hernández Delgadillo Rini Templeton / Alfonso Pérez Soriano RECOPILACIÓN José Alberto Damián y Alejandro Zenteno Ch.
Nubes y Arena Editores
Nubes y Arena Editores
Generaciones Rebeldes, 2a. Edición © Se admite la reproducción de estos materiales sin fines de lucro citando la fuente y los autores. Compilación: José Alberto Damián y Alejandro Zenteno Ch.
2a Edición impresa: Ciudad de México, 2 de octubre 2007 Edición digital: Vancouver, 12 de diciembre 2007 Ilustración de portada: Alfonso Pérez Soriano
GENERACIONES REBELDES POESÍA DEL 68
Carmen de la Fuente Margarita Paz Paredes Rosario Castellanos Horacio Espinosa Altamirano Leopoldo Ayala Roberto López Moreno Carlos Jiménez José Tlatelpas Cristina Gómez Alejandro Zenteno Chávez Benito Balam Víctor Joel Armenta Mario Ramírez María Teresa Irazaba
Ilustraciones:
Adolfo Mexiac / José Hernández Delgadillo Rini Templeton / Alfonso Pérez Soriano
ELEGÍA COMBATIVA
Carmen de la Fuente
Yo no tengo veinte años, ¡ah, si yo los tuviera! ¡qué libertad tan grande de mis huesos creciera! Yo no tengo veinte años y me falta el coraje para abrir con los puños las puertas que nos cierran. Porque sucede, amigos, que estoy llevando ahora un ataúd a cuestas: esa es mi patria, un ataúd, una barcaza negra. Un miedo negro y sordo corre por las calles ciegas, el pan nos sabe a luto, tienen la sal y el agua triste sabor a pena. Soy y no soy, existo sin saber por qué el hombre resiste tanta afrenta. Díme, ¿quién eres, pueblo? obrero, ¿dónde estabas? Alguien gritó en la noche, alguien cayó, alguien supo de la matanza artera. Pero callan los padres, el hermano, la hermana, temerosos del lobo, contrita la conciencia. Huele a sangre la calle, a pólvora el semblante
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desfigurado y roto de agredidas escuelas. ¡Oh patria, qué desdicha saberte con cadenas! Yo no tengo veinte años, ¡ah, si yo los tuviera!, qué libertad tan grande de mis huesos creciera. México, 1968
Ilustración: Adolfo Mexiac 4
CARTA A EFRAÍN HUERTA
Margarita Paz Paredes (Fragmento)
Me encuentro un poco triste. No sé por qué. Mi alma está como encogida, tan sin aire, como si de pronto me la hubieran atado, encarcelado en una breve prisión de barro antiguo, duro, impermeable, seco. Sólo que ahora, hay una humedad que se trasmina, un agua amarga, violenta, retenida, que pugna por desbordar su cauce. Una humedad que me traspasa la piel y nubla mis pupilas y me llena de atroz melancolía. Cómo duelen los ojos de mi alma, ávidos, plurales, amorosos desde la luz primera hasta la sombra donde habitan. ¿Qué hago, Efraín Huerta? ¡Ayúdame! Te digo la verdad. No encuentro nada, nada de lo que amé, ni tan siquiera aquello fútil, intrascendente a lo que dio belleza inesperada la tibia luz del sueño, de la ilusión constante. ¿Por qué se ha convertido en desierto infinito, en impasible pavimento, en ciudad despoblada? Esta ciudad a la que alguna vez cantaste tu odio y tu amor, por cierto inseparables, porque ambos crepitaban al calor de esa hoguera que tu pasión atiza con renovada y múltiple ternura. 5
Pero, Efraín ¿qué es lo que se ama? ¿O qué se puede odiar con certidumbre? Te diré, por ejemplo: Yo amé también esta ciudad hace tres años. He contado los días: son como mil noventa y cinco. ¡Qué ciudad, compañero! Habitada por seres de rebelde belleza, jóvenes Cristos blandiendo un solo látigo sobre los mercaderes criminales, voraces que violaban su templo. Ciudad enriquecida, poblada de canciones, de voces comunicadas amorosamente. Nunca el silencio, la soledad que nos agobia, porque todo fue nuestro, para todos. Entonces aprendí que la alegría, la lucha, la esperanza y la verdad, son colectivas. Y también el dolor, la maldición, la muerte. ¡Qué intenso y breve fue el amor! ¡Qué breve la victoria, el grito, la palabra! Pólvora y hierro y saña arrasaron la vida. Sólo quedó la sangre coagulándose sobre las Plazas y las Avenidas, inexorablemente despobladas. Sólo el clamor inútil, impotente de Prometeos encadenados por pretender robar el fuego al dios, para los hombres.
¿Te acuerdas? El odio desgarró nuestras gargantas en punzantes protestas. ¡Ah, pero qué breve el odio, qué deleznable la memoria! El miedo andaba a saltos, con su capa de niebla recorriendo las calles, allanando las casas, soplando su pavor en las conciencias. Creo que por eso nos cubrimos con una losa los pechos y las frentes. Entonces fue el olvido, tal vez, la indiferencia. ¿Sabes, hermano? En verdad, no comprendo. Recuerdo nada más que llegaron 6
seres como de otro planeta y alegraron de pronto la ciudad desolada con su belleza móvil, armoniosa, llena de gracia y ritmo. Dicen que se llamaron Olimpíadas. Pero yo pienso ¿no mancharía sus plantas ágiles la juvenil, reciente sangre derramada, la húmeda, roja tierra, el negro, negro y asesino humo?
Después, ¡qué importa!, el otro polvo removido a patadas, invadió la ciudad. Sólo quedaron en mi oído sus primitivos gritos y como un leve dolor de frescas sepulturas pisoteadas. Y otra vez el silencio, la soledad, el corazón reseco... Octubre de 1971
Ilustración: Rini Templeton 7
MEMORIAL DE TLATELOLCO
Rosario Castellanos
La oscuridad engendra la violencia y la violencia pide oscuridad para cuajar el crimen. Por eso el dos de octubre aguardó hasta la noche para que nadie viera la mano que empuñaba el arma, sino sólo su efecto de relámpago.
¿Y esa luz, breve y lívida, quién? ¿Quiénes son los que agonizan, los que mueren? ¿Los que huyen sin zapatos? ¿Los que van a caer al pozo de una cárcel? ¿Los que se pudren en el hospital? ¿Los que quedan mudos, para siempre, de espanto? ¿Quién? ¿Quiénes? Nadie Al día siguiente nadie. La plaza amaneció barrida; los periódicos dieron como noticia principal el estado del tiempo y en la televisión, en el radio, en el cine no hubo ningún cambio de programa, ni un anuncio intercalado ni un minuto de silencio en el banquete (pues prosiguió el banquete).
No busques lo que no hay: huellas, cadáveres, que todo se lo han dado como ofrenda a una diosa, a la Devoradora de Excrementos.
No hurgues en los archivos pues nada consta en actas. Ay, la violencia pide oscuridad porque la oscuridad engendra el sueño y podemos dormir soñando que soñamos. 8
Mas he aquí que toco una llaga: es mi memoria. Duele, luego es verdad. Sangra con sangre y si la llamo mía traiciono a todos.
Recuerdo, recordemos. Esta es nuestra manera de ayudar a que amanezca sobre tantas conciencias mancilladas, sobre un texto iracundo, sobre una reja abierta, sobre el rostro amparado tras la máscara. Recuerdo, recordemos hasta que la justicia se siente entre nosotros.
Ilustración: Alfonso Pérez Soriano 9
DOS DE OCTUBRE
Horacio Espinosa Altamirano
A las seis de la tarde es hora de cadáveres, nada sino cartílago en los dedos. La piedra comunica, está erizada, hinchada por zarpazos de la sangre y se torna mandíbula, burbuja de hemorragias, ávida lengua que succiona y los adoratorios exhiben su racimo de muertos, su ración de holocausto alzándose en proceso triturado y cada noche hay vértebras, estallido de vísceras: gelatina de sesos que hierve con asfixia y jadeo. ¿Cómo pueden los hombres vivir sin perturbarse, cruzar esta explanada sin oír los lamentos? ¿Cómo puede la yerba fundarse en su aspereza, crecer sin ser sudario, herida con vertiente de relámpagos rojos? Hay cosas que existen desde entonces y no entiendo: hablo de lo pasivo, del esfuerzo terrible de ahuyentar a los muertos; hablo de la mordaza en la sal del océano para romper su terquedad untada a cada muro, ceñida en los peldaños: zurcida al edificio y a la iglesia.
Porque la luz se agrieta al mirar esta plaza y el Sol escarba y brama obligado a embestir un catafalco y no hay fuerza capaz de darle sepultura, ni palanca o espalda que lo lleve a la fosa.
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(Carros blindados, tanquetas del ejército patrullan Tlatelolco: La tensión hace zumbar el aire. Cuatro bengalas verdes abren el hocico de fusiles y ametralladoras: disparan sobre todo movimiento.)
El crimen no se ovilla, es iracundo, tiene extenso ramaje de sentencias: La sangre es inmortal y no se evade y es imposible hurtarle sus reclamos. Como lengua de áspid fue la señal con luces de bengala y el cielo se trizó, se hizo añicos para cientos de manos que intentan abrazar la existencia, para cientos de ojos que absorben el espanto. Fue combate de carne contra acero, el sabor de la muerte revertiendo, izándose con iras y fantasmas, entre bostezos por beber la vida. Fue un eructo de verdes antropófagos, de excremento blindado y drogadictos amamantados con asesinatos de férrea impunidad. (Ruido de estoperoles contra el pavimento. — ¡Estoy herido! — ¡Déjenme salir! ¡Quiero salir! — ¡Aquí hay un niño muerto! Arde un edificio. La gente está de horror despavorida: Tlatelolco es madeja de lamentos: tejido de estertores.)
Piedra de sacrificios colectiva, cadalso ingente de la muerte anónima que yergue su invisible monumento. Pisar es hundirse en los despojos, en el harapo y musgo de los sesos. Centímetro a centímetro interrogo el rostro de la angustia. el último resquicio de esperanza que cayó cercenado.
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(El fuego se propaga y el saqueo. Hay descarga expansiva: falanges de colmillo y bayonetas.)
¿Dónde quedó del trueno su redoble? ¿Dónde la carne humeante y sus despojos? ¿De qué mar se incorporan estos muertos con un quejido de diluvio humano? Dos de octubre de trampa a quemarropa e irrupción de simiescos guantes blancos.
No soy cuando me cercan estos muertos: no hablo porque buscan expresarse. Transcurro por los hornos crematorios y la salobre sábana marina; camino por el túnel de la muerte deletreando su áspera epidermis, el duelo familiar, la casa viuda, el espesor del hombre que reúne las sílabas del llanto. (Sin sirenas ni luces treinta ambulancias entran y salen del Campo Militar Número Uno: Se ignora a dónde van, de qué salen cargadas, pero en los cristales traseros se ven zapatos oscilar: zapatos en los que se inicia la muerte.)
¿Este muro de sangre dará asilo a la vida, segará el vendaval de indiferencia? Yo soy sobreviviente de estos muertos y por mi lengua quieren levantarse, asirse a los peldaños del oxígeno. Es terrible un pueblo que no entiende dónde están ni quienes son sus héroes. Es mortal si con silencio colabora al crimen del espíritu y la sangre y más aún si ignora los cadáveres y los befa y los niega con escarnio. La escalinata avanza y se transforma en ola y barricada, contagia el corazón con su argamasa: habla idioma de horror cristalizado. 12
Aquí de la escultura anticipada, del vagido espontáneo de la flama, somos testigos. Están en catarata de silencio erguidos y expectantes: la muerte los fundió en un estruendo. Todos los huesos en un largo friso y estaremos proscritos mientras no alcemos allí los corazones que ahoguen la injusticia. Yo enarbolo en el bronce la hosca jerarquía de un tiempo degollado, enfrento al exterminio un coro de águilas, porque hay otra vida en vuestra muerte y no hay descanso mientras se levanta el mundo a la estatura de los héroes.
Ilustración: Alfonso Pérez Soriano 13
YO ACUSO
Leopoldo Ayala
Cada día esfuerzo más la edad que aumentan mis huesos. Cada día mis dientes toman por fuerza la palidez que aguanta mi rostro sin quejarse. Cada día mi cuerpo hierra al lodazal el gusto de morir en su hechura de socavón y es sudor violento. Y es como si las manos a pesar de la guerra delirante del tacto no temieran estar encintas — llenas de espinas y hechas de alambradas — de un producto masculino que cumpliera el extremo llorado por los ojos. Aplasta la miseria y la ofensa ensañada al pedazo que basta para vivir. Aplasta la orden y la insignia y la escarapela pelada de remover la piel. Aplasta el cerco testereado por el plomo.
Llevo conmigo la batalla de 629 jóvenes que habían cesado de resucitar. Mis muñecas se doblan murientes en la trinchera de sus gestos. Llevo conmigo los cuerpos infantiles rotos contra las baldosas y que ha regresado el viento. La sangre de sus cuerpos rotos contra las baldosas, que el que sabe del sabor del crimen no ha podido hundir en la porosidad del asfalto.
Tlatelolco pisotea la frente y degüella la cabeza que estremecen los gritos. Y yo acuso.
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Yo acuso a los oídos de gruta resonante convertidos en puentes, hechos de un puño, sordos a la vida que lanzan los agonizantes. Yo acuso a las miras exactas, idiotas de nacimiento creyendo tomar el partido de perdonar a la naturaleza, vomitando vivamente su profecía de antropofagia. Yo acuso a los muros que equivocaron el futuro y fueron la agonía, haciendo nupcias entre la luz pétrea del obús y las espadas rodeadas de carne adolescente.
Yo acuso al cemento donde se cumplieron las puertas de la muerte boca abajo, y a las azoteas panteones de enterrados vivos. y bramidos de ciervos.
Yo acuso a la fosa común y a los incineradores y a la piedad sobre los ojos; yo acuso al hoyo como un lobo sobre la esperanza y siempre solo en busca de su imagen completa.
Ay, oigo y alguna vez vendrá al campo el olor del jaguar por su misma sangre, el mismo Dios con su cara de ídolo y su paño de lujuria y todas sus verdades, por el dos de Octubre que quiso ser dos de Noviembre mexicano. Yo acuso al dos de Octubre.
Yo acuso al laurel del poeta porque hace mucho que la poesía carece de flores y se forma en el grito y en la coagulación de la sangre que es la muerte de la sangre. 15
Yo acuso a las páginas de los diarios, vaya un carcelero para despedir el recuerdo largo terrible y arreglar la época de nuevo.
Yo acuso a las iglesias porque te bendigo hermano y te maldigo en expresión del oro, y no te quedan cabellos porque sucede que la divinidad se encierra y Pedro niega; ¡y vete! y no te gloría el Agnus Dei de Pascua. Yo acuso a los planes sobre el escritorio y al ruido de la silla ejecutiva Atornillada a la emboscada y a la desesperanza. Yo acuso al edificio seco de piedra donde se renueva la palabra legal Y el último pensamiento y el grito que dijo:”el responsable soy yo” y la garganta y la lengua y la pareja que lo engendra y lo hizo posible. Yo acuso a la lista de desaparecidos, a los proyectiles, a los vehículos, a los frigoríficos, a los heridos con su carga, al campo que custodia la paz convertido en campo de concentración 68; y a todo lo que va de pleno al golpe.
Yo acuso a las cárceles y a las celdas duras como latidos de mortero para dar cabida a los perseguidos y no agrandarlos y no esconderlos. Yo acuso a mi país por no lanzar sus cuerpos como cuchillos afilados y acometer como mariposas heridas por las calles.
Yo acuso todo lo que vendrá si a mi suelo el odio cincela perforaciones y las enciende, 16
y porque rueda castillos de cohetes de la infamia. Yo acuso.
Yo acuso. Yo acuso a mi siglo donde se baila. Yo acuso a mi siglo donde se bebe. Yo acuso a mi siglo donde se hace el amor voraz en diez minutos. Yo acuso a mi siglo donde se apila a los vivos y se abren las esclusas que queman los párpados y se grita a los muertos y se mata y se derriba al hombre. México, 1968
Ilustración: José Hernández Delgadillo 17
MOTIVOS PARA LA DANZA
Roberto López Moreno (Fragmento) III
Fue en Tlatelolco, Nosotros lo vimos esta tarde, con nuestros ojos ardientes lo vimos, lo sentimos, lo palpamos, nosotros lo vimos. ¡Dancemos! Destruyamos todo con la danza para hacernos la luz y el nuevo tiempo, hacer el canto. Fue en Tlatelolco, nosotros lo vimos, estaban todos reunidos para empezar la danza. Era la primera época, fue en Tlatelolco, el quinto sol danzaba sobre nuestras cabezas, la piedra era la cama de los siglos, la lengua de los hombres, la lengua de los vientos, la lengua de esa tarde, de allá del cielo bajo, fue del cielo que bajó como un relámpago, del cielo bajó el rayo verde, los hombres se reunían para iniciar la danza, luego llegaron los perros de la muerte, babeaban, sus pisadas sobre las escalinatas, plam, plam, plam, sus pisadas, plam, plam. 18
Del cielo cayó como un cometa, un rayo verde, un relámpago verde, una estrella verde. Nosotros somos testigos. Caían sus pisadas, plam, plam, plam. Sus pisadas plam, plam, plam, clavaban sus pezuñas en el piso, babeaban, los hombres caían en medio de la danza. Que florezca todo porque todo está muerto, porque mataron todo. Que se acabe todo porque reconstruiremos todo, lo haremos todo, nacerá todo, volverá todo con la danza, dancemos, sus pisadas, plam, plam, plam, reconstruiremos todo con la danza, porque acabaron todo, porque mataron todo, todo murió en un tumulto de fuego. IV ¡Comience la danza! Porque esta noche nos hemos echado al hombro un compromiso, el de encontrarnos nuevamente, el compromiso de hablar hasta la fatiga misma de nuestra saliva, a palabra calada. Hay que romper los verbos y la sangre amordazada para marcar el asco con toda nuestra lengua y quemar con la ceniza de los muertos ciegos una cruz en la frente de los criminales, el que dio la orden en Palacio, “el responsable soy yo”, y las hienas de pronta ejecutoria. 19
Y bien, todos los días son hoy, que lo digan los cuerpos cerrados para siempre en Tlatelolco con las venas vencidas en las escalinatas, que lo digan los herederos de este rito cruento, sobre 68 deyecciones, el que salió de su casa un diez de junio para rebautizarse con la muerte, el que azota las plumas lastimadas en subterráneos plenipotenciarios. “El responsable soy yo”. Sí, claro, el responsable eres tú, pero también yo, y todos los pronombres responsables del idioma, y todos los minutos silenciosos, y el desconocimiento de la palabra ¡Basta! En esas condiciones me asusta entrar a las maternidades de luz vertiginosa, palpar mi sien intacta y que mañana siga siendo el hoy de siempre, y saber que jamás olvidaremos Tlatelolco desde esta descarnadora tumultez de tierra V
Aquí se acabó la danza. ¡Dancemos!
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Ilustración: Rini Templeton
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Ilustración: José Hernández Delgadillo 22
YA NO MÁS VUELTAS
Carlos Jiménez R. (1988) Ya no más vueltas a la rueca del tiempo Veinte años son muchos y quinientos demasiado
De Tenochtitlan a las Tres Culturas sólo caudal de ultrajes y matanza Ya basta de silencios y de acecho: la memoria enardecida no tolera más el horizonte funesto en los senderos de la patria
Basta de vanas cosechas y del afán eternamente traicionado Fin a las huelgas desahuciadas y a las horas de minutos consumidos
Compañeros de la huella en la memoria: no más banderas desteñidas por la espera
¡Que abandone el acero su vaina de polvo anunciando al mundo nuestras voces! Cada hombre una voluntad alerta y poderosa cada mujer otra ira
¡Que se escuche el grito disonante del alba redimida para siempre!
¡Que desborde el sueño su utopía más allá del margen de vigilia y avance desde el epicentro de la furia hasta conseguir lo imposible!
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Ilustración: Rini Templeton 24
TLATELOLCO, 15 AÑOS DESPUÉS
José Tlatelpas
Duro, duro, duro: escribe duro las palabras. Han golpeado a la Normal, al Metro, a los camioneros de la Ruta 100. Golpearon duro, también, las antiguas pirámides para extenderlas sobre el piso y el olvido.
de los abuelos
Y edificaron una iglesia mentada “Santiago” – Tlaltilulco. También la golpearon encerrando en ella puercos sanguinarios que el dos de octubre, de mil, novecientos, sesenta, y ocho, pintaron el Códice del Decenio con glifos sanguinarios, que no se irán borrando con el tiempo. Por eso ahora el poeta escribe poemas con dedos de piedra palabras duras y ligeras, tezontle rojo, inacabable. Tlatelolco, cuatrocientos años después. Santiago Tlatelolco, quince años después. La sangre del pueblo, de los seiscientos muertos los armados con amor y valentía, los que no fueron borrados con calientes balas de duro y gris, se ha secado. Tlamatines, historiadores de México, cuicanis: ¿... están presentes? El aire aún agita el polvo de la sangre pinta en las paredes de los teocaltin, los edificios de Tlatelolco, los murales que faltaron a Orozco, a Diego y a Siqueiros.
Los murales nuevos, los nuevos libros de pintura están delineados con anilinas sangrientas. Y también con la tintura de los gusanos comedores de corazones. 25
Quince años después nos hemos reunido todos aquí. Los mismos edificios perforados están presentes. Las madres, los hijos, los trabajadores, están presentes. El polvo de la sangre y el rastro de los gusanos, los que comen y roen la alegría del hombre, están presentes. Y los poemas y murales que avanzan con pies de acero aquí presentes, desafiando las bengalas. Los cronómetros atómicos han detenido su palpitar pacientes aguardan la distribución de las palabras desde la lucha de hoy, hasta el testimonio de siempre. Está el pueblo de México, se dice fácil: periodistas del mismo pueblo: ¿Dónde están...?
Últimamente han golpeado duro a la Normal, a la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, a los campesinos de la Huasteca. Los pequeños y grandes piojos chupadores de la sangre obrera y campesina, los abominables piojos, institucionalmente siguen mordiendo, todavía no han sido exterminados por el DDT de las iras populares. Los millones de oídos están pendientes. Los ojos esperan, se abren, se entrecierran. Las manos se agitan pero también construyen. ¡Vamos! Vamos a engarzar el dolor con la esperanza, la disciplina y el esfuerzo, coloquemos el collar: jades rojos, en el cuello poderoso de nuestro pueblo. Aún venimos con el itacate del pasado y la pesada carga en nuestros hombros. Pero traemos también el morral de tus palabras: “Hay que tirar la carga o morir. No aceptamos un futuro de tinieblas”.
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EN MEMORIA
Cristina Gómez
Hoy amaneció el cielo 2 de octubre como nuestro recuerdo el odio y el amor corren por el asfalto como en aquella plaza
Hoy amaneció siendo las 5:30 de la tarde como nuestro recuerdo
el amor ha crecido por años en cada rebeldía en cada obrero en lucha Hoy amaneció así año sesenta y ocho como nuestro recuerdo el odio se convierte en guerrilla huelga en la fábrica
Hoy amaneció siendo 2 de octubre 5:30 p.m. año 68 como nuestro amor y nuestro odio Tomaremos la calle Como de julio a octubre Con la esperanza a cuestas
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No puede tanta sangre lavarse con el tiempo ni perder su sentido No podrá el asesino seguir en el silencio alimentando el miedo.
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Ilustración: Rini Templeton 29
Ilustración: Alfonso Pérez Soriano 30
LAS VENAS IRACUNDAS
Alejandro Zenteno Chávez
I
Heme aquí sobre la plaza contemplando su llanura que palpita de recuerdos. Heme aquí participando con el viento en la memoria de la sangre, junto a las escalinatas que dibujan el perfil de la nación acribillada, desnuda sensación de costillares y de rostros demolidos. Heme aquí nuevamente, convocándote, pastoreando cada grito hacia el estruendo y uniendo cada puño en un martillo de vehemencia para tañer el gong petrificado de la lucha y abrir esas heridas hilvanadas con el dolor de cuatro lustros. Heme aquí sobre la plaza y con la afrenta que remueve el estancado pozo de mi pecho; heme aquí junto a la hoguera que crepita renaciendo, aferrada a su carbón humano que la nutre, consumiendo los minutos y las horas y la brasa del amor indestructible, con sus lenguas que someten el pellejo congelado de la atmósfera, con sus bocas de exaltada muchedumbre. Es aquí que la memoria se encamina hacia los ojos de la noche que me sangra. Pero no he venido a colocar las piedras
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de los himnos sepulcrales ni tampoco a desprender mis hojas con el llanto de los árboles heridos en otoño. ¡Yo he venido a convocarte! ¡Yo he venido a reclamar tu militancia y a esparcir la pólvora en las venas de la tierra para que el pueblo recupere su volcán de corazones y los muertos se levanten con la vida de nosotros! II
¿Quién ha dicho que los mártires de octubre no caminan por el tronco de mi pecho? ¿Quién afirma que su polvo no fecunda la corriente de la historia? ¿Quién pensó en el crematorio como páginas arrancadas a la memoria de los hombres? ¿Quiénes son los pregoneros de la cobardía, los propagandistas gratuitos del terror y de la infamia, de los ojos mariguanos con bengalas y cuchillos? ¡Que vengan aquí para negar el alba! ¡Que vengan a mirar los contingentes destruyendo las murallas de silencio y avanzando con sus tiernos corazones en la frente, con su espíritu en los labios y los muertos arraigados a la carne! III
Los verdugos pensaron que la patria no levantaría el estandarte de la piel aniquilada, creyeron que la voz se perdería en los abismos del tiempo y los ojos se hundirían en el cieno del apando. Pensaron que su estiércol aplastaría para siempre la venganza y que sus botas molerían para siempre las cenizas de los hombres y los astros. Sin embargo la corteza está nombrando cada rostro, 32
cada cuerpo que la nutre, cada niño segado como fruto en cierne.
Los carniceros no midieron las heridas y confiaron en la prensa y sus montañas de vacío, y en migajas de carroña para la gavilla de traidores y en el miedo como daga en el cogote del aliento.
¡Que intenten ahora silenciar nuestro alarido! ¡Que intenten arrasarnos con su tropa de lebreles y llevaremos el incendio hacia sus propios confines, hasta sus palacios llevaremos nuestra cólera y el pavor asolará sus almas criminales! IV
Veinte años transcurrieron desde aquel octubre roto, veinte años que parecen nada junto al tiempo acumulado sobre mis abuelos tlatelolcas. Y hoy contemplo la plaza y su extensión de jeroglifos invisibles, su callada dureza de chacmol ensangrentado bajo el cual palpitan las hileras del tzompantli que le otorgan osamenta a los estratos sumergidos de la historia. Veinte años son los que parecen nada. Y sin embargo muchos hombres cargaron con olvido su miseria de costales humillantes y muchos jóvenes ignoraban los derrumbes anteriores al derrumbe de su lucha. Y los canallas reían porque la estolidez atiborraba los recintos orgullosos de las universidades y la rebeldía agonizaba en laberintos de navajas incrustadas en la lengua. Y los muertos, aquellos ojos mutilados de la marcha, aquellos nombres extraviados en archivos siniestros… 33
no volvían, no clamaban desde el fondo de la tierra, no golpeaban la conciencia modorrada de los asnos, la rígida armazón de los rumiantes apacibles. V
Los homicidas no pensaron que los muertos acumulan la pasión del cataclismo. los verdugos nada saben de horizontes y de sueños y de ríos y tubérculos de sangre amotinada en los abismos. Ellos sólo gruñen cuando la tierra anuncia su montaña incandescente. Ellos sólo muerden cuando el viento reconstruye la revuelta. Pero tiemblan. Muerden y tiemblan persiguiendo imaginarias águilas de plomo, arrojan sus colmillos contra el aire, y su rabia inaudita, esa terrible crueldad de torturadores insondables, es una cobarde espuma derramada en sus alfombras, un líquido de mierda que surge de sus poros y los mancha para siempre. VI
¡Miradlos ahora que la flama recupera su sendero hacia la mecha! ¡Miradlos vacilar ante el enérgico tumulto de las manos señalando su caída! Mirad a los soberbios golpeadores detenerse ante mi pueblo que recoge la ceniza de sus hijos y avanza a la victoria construyendo puentes con las ramas dispersas de la lucha, con los cuerpos que la tierra nos ofrece: racimo de corolas invencibles. 34
VII
Heme aquí sobre la plaza que despierta, que recibe una avalancha de murmullos y de pasos y de sueños y sonrisas que fulguran arrojando el hambre a su caverna. Heme aquí sobre la plaza donde acuden multitudes humilladas que reclaman destruir este designio de tragedias y de soles quebrantados. Heme aquí junto a las venas iracundas que me arraigan convirtiendo mi latido en una bomba de coraje y arrojando mi carbón hacia la fragua. Esta es la llamarada de mi pueblo. Esta la flama inmortal de la epopeya cuyos brazos cobrarán la deuda de cenizas, la matanza que ennegrece a México en la historia de la sangre. ¡Este es nuestro designio! ¡Esta la encrucijada! 2 de octubre de 1988 / Plaza de las Tres Culturas
Ilustración: Rini Templeton 35
Ilustración: Rini Templeton 36
LAS CALLES (Fragmento)
Benito Balam ¿Cómo andar por las calles de México si todavía no han dejado de gotear los adoquines y no ha cesado el quejido del aire que cubre la Plaza de las Tres Culturas? ¿Si yacen todavía allí los mexicanos como resbalándose entre piedras, los mexicanos más patriotas, como una fila de atropellados o un reguero de dedos mutilados, como si la tierra hubiese desencajado sus costillas y puéstolas sobre la superficie de México?
¿Dónde abrevar el corazón? ¿En qué vasija oculta?
Ellos anduvieron por donde antes murieron otros hombres, acaso como un breve y dulce engaño; ellos abrieron de nuevo los cauces de la sangre y comenzaron a labrar un nuevo rostro, ventisca gutural, anatomía sideral de la garganta, guitarra dislocada, golpes, traumatismo morado que expresa el corazón cuando se llora o crisis que lleva el fuego y los fragmentos del cuerpo deshechos en la plaza. ¡Oh, la inmortalidad de la plaza!, crustáceo de sangre que sedimenta la huella de un rojo pavimento, huella de la locura que vierte el ojo y la mirada en acecho, irremediable inundación de una muerte que no puede creerse. 37
Sombra de las tres culturas, gestos fulminantes que acaso látigos castigan: ¡Justicia a la muerte de puños derrotados! ¡Justicia a la indignación y a la batalla de públicos cráneos derribados! Llevo la serenidad conmigo y el celo del fusil bajo mis vientres, un canal de diálogo de ira y el humo de fuegos encendidos, puños en metales, rojos ríos como banderas extendidas o dedos exclamando.
… Nuestra nocturna flor deshabitada abriéndose por noche en una lucha y el alarido y la boca arriba y los ojos en el horizonte señalando el cielo como última tumba de un fuego de artillería, ondeando la bandera como una noche, como una terrible usurpación a un pueblo. Para los días de la inclemencia que un día atardecieron de víctimas, para esos días de impacto y ruido persiguiendo el arrojo de relámpagos y pájaros con lujo de bengalas y buitres no sobra esta señal, no sobra el puño.
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DE OTRA GENERACIÓN
Víctor Joel Armenta
A Carlos Jiménez, sobreviviente del 2 de octubre I
Yo no vi la muerte en estas ruinas que ahora veo, no he podido observar los zapatos vacíos, monumentos desolados de los cuerpos también vacíos; no logro sacar la sangre de la piedra gris y sucia que adoquina el piso. II
Yo no vi el relámpago de bengala, el rayo de la muerte descendiendo, yo no vi en Tlatelolco la vida acuchillada, ni los tanques, ni las bayonetas librando su combate contra todas las derivaciones de la palabra vida.
Es decir, no he visto nada, y recorro hoy la plaza, y veo pasar la gente tantos años más tarde, y las ruinas que hablan — imponentes y místicas — de la gloria del imperio mexica tenochca tlatelolca.
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III Muchos como yo tampoco vieron esas horas ni los días precedentes ni las muchachas de antaño ni el amor poblando calles y paredes y abismos, ni las bestias cercando el pavimento. Somos otra generación que circula en las venas infinitas, gente nueva arrancándole vivencias a la memoria de los otros. IV
Pero las ruinas guardan miles de nombres, y en cada esquina saltan los espectros, y uno puede reconocerlos aunque no pueda nombrarlos; haría falta que hablaran estas sombras, quién era Juan, y quién esa tarde tenía planes para el cine y quién pensaba visitar a su familia el mes entrante. V
Si me callo, si me niego a escuchar el ruido de los autos, el canto estridente de las ambulancias, el bullicio de la ciudad que ha cicatrizado sus heridas, si convoco el silencio detrás de mí y en cada sitio en que dispongo la vista, resulta que la plaza
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Ilustración: Rini Templeton 41
— incapaz de guardar tanto silencio — me devuelve los ecos de la vida, y me aturde con el silbido de las balas, me atropella con imágenes de muerte, me va guiando por senderos de sangre que dejaron otros pasos. Y la plaza enrojece de vergüenza, de dolor, de rabia de ser cómplice. VI
¡Pero levántate, oh plaza de los muertos, oh, gloria de los dioses antiguos! Crepita en el viento que desatan las antorchas y las velas dolientes y el recuerdo. ¡Levántate, oh plaza inmemorial, no guardes nunca más las venas deshojadas ni el eco de las risas y los llantos! VII
Porque el recuerdo está tan vivo que seguirá doliendo aunque pasen los años y sacuda la tierra su carga de edificios; porque somos de una generación distinta que sabe amar tanto como aquéllos, gente nueva que no sabe quedarse sin banderas, que somos carne y sangre de un país de hombres y mujeres con estirpe de gigantes metidos en el pecho. VIII
Resucitará la hora
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en que maltrechos, atónitos y lúcidos cayeron estos cuerpos, y agregará otra huella de pasos tras los pasos, otros nombres de pie, seguramente; yo viviré para ver cada segundo imperecedero de ese tiempo, yo seré testigo de los días y los años. Pueden saberlo los enemigos de entonces y de siempre — no es secreto —, los pequeños verdugos y los sabios grises de la inquina y la tortura y la canalla… que allá, al final de la línea, esta sangre les tiende una emboscada.
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Ilustración: Rini Templeton 44
CAIMÁN DE HIERRO
Mario Ramírez
Como si la sangre no se saciara de tanto morir en los cuerpos de las víctimas que se otorgan en sitios alejados y los reuniera en un golpe para cumplir un rito de amistad con la barbarie. Como si las mandíbulas de metal inexorable obligaran a la cabeza del monstruo a sacudir la presa para así despertar la desolación escondida entre las carnes, aun cuando la sangre ya ha partido. Como si no hubiera separación entre la dignidad y la obligación de arrojar las bestias a devorar inermes brazos infantiles. Así se abalanzó el caimán de hierro sobre tres culturas. No vi cuando las pirámides se arrebataron dolidas de su inmovilidad de piedra ni cuando la inmovilidad de la iglesia arrebató hasta la piedra o cuando los cubos celulares de los edificios alcanzaron a cubrir algunas esperanzas. Tampoco presencié aquellas caminatas detenidas por los mordiscos de hierro y plomo del caimán. Me lo contaron la tormenta en las guitarras y las noches de sangre en el cuerpo de los hermanos mayores o las noches en soledad esperando a los padres que buscaban a una niña perdida entre banderas. No vi aquello pero me golpeó por mis cabellos llenos de viento, mintiendo el prevenir la delincuencia sobre un aspirante a poeta 45
de 14 años, en el conteo desde la explosión de su primer pájaro y su primera lluvia. Era el caimán de hierro sobre tres culturas. Como si la distancia entre un brazo y la cabeza se midiera con miles de baldosas arrinconadas en la desesperación de la crujía o en los dedos agarrotados de tanto arañar las paredes o la sangre. Como si las carcajadas de la ignorancia revestidas con mass media para rendirse ante los mediocres tuvieran que rematarse en la ferocidad de las bayonetas, si ya han cumplido con la estupidez. Como si no existieran esos gritos en cada una de las calles de esta ciudad abandonada por los testigos. Silenciado su pasado para no poseer su futuro. Así el caimán devora las tres culturas...
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ESA MADRUGADA…
María Teresa Irazaba
I Esa madrugada el sonido de la ambulancia fue detenido por los soldados La navaja de un bisturí cortó mi amarre umbilical del vientre de mi madre Mientras cientos de metrallas dispararon y abrieron otras carnes
A la tierra arrojaron sus cuerpos una fosa clandestina es su nuevo vientre A mí me dieron un nombre a ellos les borraron la vida Sus madres palpitaron con el vientre hueco los soldados las obligaron a quedarse mudas
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II
Sólo mi madre recuerda la masacre de Tlatelolco Para ella su lucha es tener una familia
Una casa con las ventanas abiertas para que entre el Sol la ropa dulcemente alineada para un padre ausente La cocina es su compañera y enciende todavía sus luces para alumbrar a sus muertos
En mi casa con serpentinas y confeti de colores se festeja mi cumpleaños Para ocultar nuestra soledad nos colocamos un antifaz sonreímos un rato a las visitas y cerramos la puerta
Mi padre con nostalgia recuerda la antorcha olímpica del 68 nunca habla de los jóvenes masacrados ese dos de octubre A mí me rebautizaron diciéndome que no fui asesinada pero siempre me pregunto si ese día no dispararon en mí alguna lenta puerta.
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Ilustración: Rini Templeton 49
FICHAS BIBLIOGRÁFICAS POETAS:
Carmen de la Fuente (Ciudad de México, 1915). Nacida en plena Revolución, la mayor parte de su obra se crea en la segunda mitad del siglo veinte. Entre sus obras destacan: De la llama sedienta (1952), Las ánforas de abril (1963), Procesión de la memoria (1978) y Odas y elegías. Miembro del grupo Maíz Rebelde. El poema que se reproduce en esta edición forma parte de su libro de poesía testimonial, Entre combate y tregua, publicado en 1968.
Margarita Paz Paredes Durante su apasionada vida (1924 – 1980) publicó una veintena de libros, entre los que merece resaltar: Voz de la tierra, Presagio en el viento, Rebelión de ceniza, El rostro imposible, Lumbre cautiva, Señales y Puerta de luz líquida. En su poesía se percibe un enorme compromiso social, donde lo mismo alude al movimiento de 1968, que a Genaro Vázquez, el Che Guevara, Rubén Jaramillo y Salvador Allende.
Rosario Castellanos (Ciudad de México, 1925 – Tel Aviv, 1974). Poeta, cuentista, novelista y dramaturga. Cubrió estudios de posgrado en la UNAM, y la universidad de Madrid. Fue promotora cultural durante muchos años en el estado de Chiapas y catedrática de literatura en la UNAM; también embajadora de México en Israel. Recibió innumerables premios, entre los que sobresalen el Xavier Villaurrutia (1961) y el Elías Sourasky (1972). Horacio Espinosa Altamirano (Ciudad de México, 1932 – Tampico, Tamps., 2004). Autor de cuando menos treinta libros de poesía, ensayo y narrativa. Toda su obra está signada con una profunda calidad y un irrenunciable compromiso insurgente. Entre sus poemarios sobresale: Oda en tezontle y hierro, publicado en 1992. Tiene también dos libros de narrativa sobre el tema del 68: Campo Militar No. 1 (donde estuvo preso) y Toda la furia.
Leopoldo Ayala (Ciudad de México, 1939). Integrante del Consejo Nacional de Huelga en 1968, hoy forma parte del Comité del 68. Su poema Yo acuso ha hecho historia en el movimiento estudiantil mexicano. Miembro del grupo Maíz Rebelde. Toda su poesía muestra un profundo sentido contestatario. En Vivirás América plasma sus ideales de liberación inspirado en los más grandes luchadores sociales del continente.
Roberto Lopez Moreno (Huixtla, Chiapas, 1942). En 1968 publica su primer libro. Ha escrito poesía para niños, obras de teatro, guiones para cine y televisión, ensayos y numerosos artículos periodísticos. Miembro del grupo Maíz Rebelde. Su obra poética es un largo viaje de vivencias, con gran énfasis en la sonoridad. Motivos para la danza es un poemario donde muestra su compromiso políticoliterario.
Carlos Jiménez (Ciudad de México, 1945). Militante en 1968, fue encarcelado el 2 de octubre. Biólogo de profesión, la persecución política lo obligó a trabajar de obrero. Perteneció al Taller Literario Independiente, dirigido por Alejandro Zenteno, en la Universidad Obrera de México. 50
José Tlatelpas (Ciudad de México, 1953). Nahuatlato de origen tlahuaca, su poesía rebosa de un profundo sentimiento popular. Autodidacta y activista político – cultural durante toda su vida. Fue preso político y torturado en el 68. Se ha distinguido también por su labor divulgativa, fundando editoriales en México, Japón, Estados Unidos y Canadá. Fundador del grupo Maíz Rebelde. El poema que aquí reproducimos se publicó en el libro: Tlatelolco: 15 años después. Cristina Gómez (Ciudad de México, 1954). Doctora en Letras Hispánicas. Tiene dos libros de poesía publicados: Puentes bajo el asfalto y Comité de sueños. Fundadora del grupo Maíz Rebelde. Actualmente imparte cátedra en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México.
Alejandro Zenteno Chávez (Ciudad de México, 1955). Además de poeta y conductor de talleres es narrador, editor, ensayista, periodista independiente y fotógrafo profesional. Fundador del grupo Maíz Rebelde. Ha publicado los poemarios Las venas iracundas y Acento al rojo vivo, intitulado el primero con el poema que hace alusión al 68, 20 años después. Es compilador de la antología Coro de llamas para el Che.
Benito Balam (Ciudad de México, 1956). Poeta y ensayista. Actualmente es profesor investigador en la Universidad Iberoamericana de León, Guanajuato. Fundador del grupo Maíz Rebelde. Entre sus poemarios editados se encuentran: Los que vienen golpeando con piedras, Composición para el Canto Patrio, Egología del Sueño, La cólera del agua y Desde los siglos del maíz rebelde (colectivo).
Víctor Joel Armenta (Culiacán, Sinaloa, 1960). Militante político durante toda su vida. Víctima de la guerra sucia de los años 70, fue encarcelado y torturado. Perteneció al Taller Literario Independiente, dirigido por Alejandro Zenteno en la Universidad Obrera de México. El poema aquí reproducido se publicó en la revista Acento en octubre de 1988.
Mario Ramírez. Aunque es uno de los autores más jóvenes de este volumen, Mario Ramírez (Ciudad de México, 1965) cuenta con una rica y extensa obra que rebasa los treinta títulos, entre folletos y libros, el último de ellos una novela, El Miniño. Militante del MRP desde muy joven. Fundador del grupo Maíz Rebelde. Posee una voz de innegable raíz urbana y popular.
María Teresa Irazaba González. (Ciudad de México, 1968) Con el sino terrible de nacer cuando tantos fueron asesinados, su voz sorprende por su sinceridad y crudeza. Licenciada en derecho por la UNAM, su poesía se encuentra publicada en periódicos, revistas y antologías de México y del extranjero.
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ILUSTRADORES: Adolfo Mexiac (Esperanza, Michoacán, 1927). Grabador, pintor, muralista. Es miembro del Salón de la Plástica Mexicana. Su vena artística y temática proviene del taller de la Gráfica Popular, en particular de artistas como Leopoldo Méndez, quien fue su maestro. Su obra ha merecido reconocimientos en Europa, Asia y América Latina.
José Hernández Delgadillo (Tepeapulco, Hidalgo 1927 – Ciudad de México, 2000). Pintor, muralista y militante durante toda su vida; continuador de la tradición social y muralística de Rivera, Orozco y Siqueiros. Su obra puede encontrarse en los museos más prestigiados de Francia, Estados Unidos, Japón y México. Fundador del grupo Maíz Rebelde. En 1961 recibió el Premio Internacional en la Bienal de Jóvenes, en París. Fue precandidato a la Presidencia de la República en 1987. Rini Templeton (Búfalo, USA, 1935 – USA, 1986). Artista precoz y rebelde desde niña, decidió unir su suerte a los activistas sociales de Estados Unidos, México y Centroamérica. Dejó como legado a los movimientos libertarios sus ilustraciones, que pueden usarse libremente. Su testimonio es ejemplo de la solidaridad de los pueblos de todo el mundo.
Alfonso Pérez Soriano (Ciudad de México, 1952). Aunque es el ilustrador más joven de los cuatro, ya cuenta con una amplia trayectoria en la cual ha mostrado gran interés por los temas de carácter social y urbano, sin abandonar la experimentación plástica. Sus trabajos han aparecido en libros y revistas. EL COEDITOR:
José Alberto Damián (Ciudad de México, 1953). Actor, autor, editor. Su producción se compone de poemas y textos breves, así como de literatura potencial que ha publicado en diferentes revistas. Fundador del grupo Maíz Rebelde. Actualmente tiene en proceso de edición un libro de palindromas.
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ÍNDICE
ELEGÍA COMBATIVA Carmen de la Fuente … 4 CARTA A EFRAÍN HUERTA Margarita Paz Paredes … 6 MEMORIAL DE TLATELOLCO Rosario Castellanos … 8 DOS DE OCTUBRE Horacio Espinosa Altamirano … 7 YO ACUSO Leopoldo Ayala … 11 MOTIVOS PARA LA DANZA Roberto López Moreno…15 YA NO MÁS VUELTAS Carlos Jiménez … 18 TLATELOLCO: 15 AÑOS DESPUÉS José Tlatelpas … 19 EN MEMORIA Cristina Gómez … 21 LAS VENAS IRACUNDAS Alejandro Zenteno Chávez ... 22 LAS CALLES Benito Balam … 27 DE OTRA GENERACIÓN Víctor Joel Armenta … 29 CAIMÁN DE HIERRO Mario Ramírez … 33 ESA MADRUGADA María Teresa Irazaba … 35
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Ilustración: Rini Templeton
Generaciones Rebeldes se terminó de imprimir en México, D. F, el 2 de octubre del 2007. El tiraje impreso fue de 1000 ejemplares y el cuidado de la edición estuvo a cargo de Alejandro Zenteno Chávez y José Alberto Damián.
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Publicado por la editorial Nubes y Arena
Edición electrónica, por Neoclassic E Press y La Guirnalda Polar, México – Vancouver, 12 de diciembre del 2007 54
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HABLAR del movimiento de 1968 significa, para muchos, remontarse a una historia lejana, hundirse en el dolor y el remordimiento. Pero hay otra visión de la realidad. El 68 está presente en las semillas de rebeldía que brotan por todo México, en el fuego que persiste sobre las cenizas de la antorcha olímpica, mucho más intenso que el odio en las pupilas donde se fraguara el genocidio.
Movimiento de carácter mundial, en nuestro país representó una utopía que sigue impulsando las acciones de los hombres, que llama a la lucha y organiza las conciencias. Es una voz que palpita bajo tierra y aflora en los corazones y los puños. Y si fue pesadilla para quienes sufrieron en carne propia la represión inaudita, es un sueño que agita el árbol del pueblo desde las raíces a la fronda, de la historia hacia el futuro, y donde cantan hombres y mujeres que trascienden el tiempo, espíritus que enarbolan la dignidad contra los embates del imperialismo y el neoliberalismo.
Esta segunda edición de Generaciones Rebeldes incorpora nuevos poetas e ilustradores y anuncia la vasta antología que se habrá de reunir el próximo año, a los 40 del movimiento. Por ahora comprende varias generaciones que, por fechas de natalicio, cubren todas las décadas desde la Revolución hasta quien nació en los 60 del siglo XX. Tal conjunto de voces demuestra el tremendo impacto que tuvo el movimiento de 1968 en el pueblo de México. Generaciones Rebeldes conserva su espíritu de coro libertario, de canto colectivo que llama a la suma de fuerzas en las enormes tareas que nos aguardan.
Brigada de Poetas Rebeldes
Nubes y Arena Editores