El populismo mexicano: Lázaro Cárdenas En México, el régimen populista de Lázaro Cárdenas; desde 1934 hasta 1940, se manifestó como un desdoblamiento de la Revolución. La burguesía, a partir de la experiencia de los años de lucha armada, tomó conciencia de su rol, y Cárdenas fue el espejo de esa burguesía. El líder populista llevó a cabo una política económica económica nacionalista, nacionalista, industrialista y agrarista para fortalecer el mercado interno frente al derrumbe del modelo agro-exportador provocado por la “Gran Crisis” Crisis” de 1929. El “cardenismo” “cardenismo” se caracterizó por ser una coalición poco compacta, heterogénea y cambiante; las diferentes lealtades, y por el fracaso de la mayoría de las iniciativas gubernamentales. En 1934 Cárdenas llegó al poder, a través de elecciones, como candidato del burocratizado Partido Nacional Revolucionario; primer antecedente del Partido Revolucionario Institucional. Parecía ser el indicado; leal e insulso, no obstante, prontamente demostraría ser lo contrario. Cárdenas fue el primer presidente “sexenal” “sexenal” y y contó con el apoyo de las Ligas Campesinas tras su labor como Gobernador de Michoacán; su Estado natal, desde 1928 hasta 1930. Al asumir, se enfrentó a la “explosión sindical” sindical”;; el resurgimiento de las reivindicaciones sindicalistas de inusitada combatividad, y a la cuestión de la pendiente reforma agraria. Además, protagonizó protagonizó una lucha por el poder con el Gral. Calles; presidente desde 1924 hasta 1928 y “Jefe Máximo” del P.N.R., que culminó con la exclusión y el exilio de Calles a Est ados Unidos en 1936. Cárdenas impulsó la renovación del P.N.R a través de la incorporación de las organizaciones sindicales al Estado por medio del partido oficial; el Partido de la Revolución Mexicana. También llegó a un acuerdo con la Iglesia que le otorgó resguardo ante las posibles tentativas reaccionarias. Avanzó en la sindicalización de los obreros industriales y de los campesinos, y los sindicatos de empleados públicos y petroleros cobraron gran importancia. En 1935 apoyó la creación de la Confederación del Trabajo Mexicano; de gran importancia en su lucha contra Calles, a pesar de sus diferencias en el modo de reclutamiento de los campesinos. En 1933 y 1935 se crearon
los
sindicatos
de
Trabajadores
Ferrocarrileros
y
de
Trabajadores
Petroleros
respectivamente. En 1937 realizó la nacionalización y posterior administración obrera de los ferrocarriles, y un año más tarde, en 1938, la expropiación de las compañías petroleras; lo cual le valió la “euforia patriótica” y la oposición de los empresarios; la intervención estatal era mayor de
lo que estaban dispuestos a tolerar. Su meta era la centralización del poder para reunir o tener bajo la égida del Estado a los sectores medios y populares mediante el respeto a la propiedad privada y el mejoramiento de las condiciones de vida del campesinado. Según la concepción agrarista predominante, la explotación de la tierra aseguraría el éxito económico. Cárdenas realizó una reforma agraria “rápida” que se caracterizó por la explotación colectiva del “ejido” y por la creación de un gran número de cooperativas. Además, promovió la construcción de obras de regadío y programas crediticios por el Banco Nacional de Crédito Ejidal, lo cual modernizó la producción agraria y fijó a la tierra a una gran masa de desposeídos. Asimismo, dinamizó la salud pública a través de la construcción de hospitales, el envío de médicos rurales, campos de descanso para obreros y la creación del Departamento de Asuntos Indígenas que estableció escuelas y centros de salud. Fomentó la “escuela socialista”; de asistencia infantil obligatoria, grat uita, nacionalista, progresiva y científica, entre otros. Allí, el maestro debía desempeñar un papel revolucionario; guiar al niño y al campesino, y ocuparse del mejoramiento del poblado. A pesar de obtener ciertos resultados favorables, la medida fue resistida por tratarse de una revolución desde arriba; una imposición. Cárdenas debió enfrentar el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Frente a ésta, mantuvo una política exterior progresista, vinculada a la antigua tradición política; el patriotismo liberal, a la masonería y al jacobinismo. El conjunto del pueblo mexicano veía sus conflictos internos como parte de un proceso global; observándose enfrentamientos entre y dentro de las izquierdas y de las derechas. La creciente inflación; la crisis económica producto del pago de las nacionalizaciones, alarmó a la oposición y favoreció las crecientes divisiones al interior del partido oficial; P.R.M. En 1938 la rebelión militar de Cedillo fracasó, pero alarmó al gobierno, el cual restringió las reformas y suavizó la retórica. La fase moderada; desde 1938 hasta 1940, no pudo disipar los fuertes antagonismos de los primeros años de gobierno. La cuestión de la sucesión presidencial; las elecciones de 1940, era decisiva. Camacho; el “heredero forzoso” de Cárdenas y del P.R.M., se valió de instituciones paralelas y del apoyo de los sectores de centro-izquierda, y también realizó un llamamiento a la derecha. Almazán; líder del débil Partido Revolucionario de Unificación Nacional, movilizó a los sectores medios liberales, a los campesinos descontentos con la corrupción de la reforma agraria, al grupo de jóvenes oficiales y al sector obrero, entre otros. Finalmente, Camacho fue elegido presidente en unas elecciones caracterizadas por el fraude, la violencia y la gran participación popular. Su presidencia se
caracterizó por la restricción de la reforma agraria, la conciliación con la burguesía industrial y la unión a los Aliados en 1942; Cárdenas ejerció el cargo de Secretario de Guerra y Marina.