EL DESARROLLO DE LA METODOLOGÍA DE LA VERA CAUSA CAUS A EN EL SIGLO XIX Godfrey Guillaumin (Instituto de Investigaciones Filosóficas, UNAM, México, D.F. 04510)
1. Introducción La metodología científica dominante durante más de la primera mitad del siglo XIX en Inglaterra fue la así llamada metodología de la vera causa. Ésta fue claramente parte de la herencia intelectual de Isaac Newton (1642-1727). Sin embargo, lejos de constituirse en una unidad más o menos homogénea, el desarrollo de tal metodología en dicho siglo fue más bien divergente y no uniforme. Varios factores intervinieron para dar lugar a dicho desarrollo. Algunos de ellos fueron los diversos intentos por aplicar algunos principios metodológicos de vera causa en diferentes disciplinas, lo que propició entre otras cosas la necesidad de reinterpretar y ajustar algunos principios metodológicos. La metodología de la vera causa tuvo, además de filósofos naturales o científicos que la emplearon en sus propias disciplinas, dos principales seguidores que lograron articularla y sistematizarla por primera vez; ellos fueron John Herschel (1792-1871) y William Whewell (1794-1866). Ambos partieron desde puntos de vista diferentes y concepciones encontradas de lo que debía ser la metodología y la ciencia, por lo que generaron dos versiones distintas de la mencionada metodología. Del desarrollo histórico de la vera causa, los episodios de Whewell y Herschel son de lo más significativo, entre otras cosas, porque ambos fueron filósofos que influyeron en gran medida en los trabajos científicos de Charles Lyell (17971875) y Charles Darwin (1809-1882). En este trabajo deseo defender la idea, contraria a otros estudios de la misma metodología[1], de que el desarrollo de la vera causa no fue homogéneo, i.e., un conjunto rígido de principios metodológicos con aplicaciones en diferentes áreas y en diferentes épocas; sino más bien un desarrollo ramificado en donde es muy difícil localizar un núcleo metodológico. En este trabajo sostengo que dicho desarrollo fue debido principal, aunque no exclusivamente, a dos factores interrelacionados: a) las diferentes interpretaciones que se hicieran de algunos principios metodológicos de Newton y b) a los diferentes planteamientos (metodológicos y/o ontológicos) que científicos concretos elaboraron en sus propias disciplinas. Para ello empezaré con una breve descripción de los principios metodológicos de Newton que a la postre fueron considerados como vera causa, después mostraré la manera de concebir y articular la metodología de la vera causa por parte de Herschel y Whewell ya en el siglo XIX, finalmente mostraré la manera en que Lyell y Darwin entendieron y aplicaron dicha metodología a problemas en geología y en el problema del origen de las especies.
2. Principios metodológicos de Newton
Isaac Newton no escribió un manual de metodología en el cual expusiera sus nociones sobre la investigación científica. Sus ideas básicas sobre este asunto están desperdigadas en algunos de sus escritos, en varias cartas y en diversos manuscritos. En esta sección haré una exposición muy sucinta de sus ideas metodológicas para que sirva de comparación con los desarrollos durante el siglo XIX. Los loci classicus de la metodología de Newton son el final de la query 31 de la Óptica, sus reglas para filosofar del libro tercero de los Principia, algunas partes del Escolio General de los Principia y algunas cartas a Cotes y a Oldenburg. Sin embargo, las reglas para filosofar son menos conocidas y son la principal fuente de lo que hacia fines del siglo XVIII será conocido como la metodología de las causas verdaderas. Concretamente la regla I ejerció una influencia muy importante en la constitución de dicha metodología. Esa regla sostiene que
No deben admitirse más causas de las cosas naturales que aquellas que sean verdaderas y suficientes para explicar los fenómenos[2] Esta regla sostiene que las explicaciones genuinas debían ser elaboradas mediante causas verdaderas, no mediante hipótesis. Recurrir a las hipótesis como medio genuino de explicación era, según Newton, un vicio muy común en su época y debía ser erradicado de la Filosofía Natural (que era el nombre que se le daba en la época a los diversos estudios sobre el mundo natural). La primera regla para filosofar es una demanda a favor de que las explicaciones han de ser causales y de que hemos de contar con evidencia positiva que nos indique la existencia real de la causa. En el tiempo de Newton, concretamente en la segunda mitad del siglo XVII, la forma dominante de explicar el mundo natural era principalmente cartesiana; sin embargo, Newton siguió caminos diferentes a los de Descartes por varias razones. Algunas de ellas las podemos ver mediante un ejemplo tomado de la astronomía. Durante la primera mitad del siglo XVII y a raíz de los trabajos de Copérnico y de Kepler, uno de los problemas astronómicos que requerían ser contestados era qué hacía que los planetas, incluyendo la Tierra, giraran alrededor del Sol en la misma dirección y en sus trayectorias específicas. Descartes afirmaba que los planetas giran debido a una materia sutil o éter que los arrastra (en la misma dirección) de manera que forma un remolino que tiene al Sol en su centro. Newton pensaba que esa materia sutil no podía ser considerada como una causa verdadera por varias razones. En primer lugar, según Newton, Descartes no había proporcionado evidencia empírica a favor de la existencia de tal éter, excepto el mismo hecho de que los planetas giran con la misma dirección alrededor del Sol. ¡Pero esto es justamente lo que se quiere explicar! Según Newton, Descartes caía en una especie de petición de principio, i.e., explicar un fenómeno con la misma evidencia que se utiliza para formularlo. En segundo lugar, Newton realizó detallados experimentos y cálculos matemáticos respecto al movimiento de diferentes cuerpos físicos al interior de fluidos (el supuesto éter era precisamente un fluido muy sutil). Encontró que si el movimiento de los planetas realmente fuera producido por un fluido, tal como Descartes lo afirmaba, entonces ese movimiento tendría que ser circular y uniforme, porque, tal como lo había experimentado, el movimiento de cuerpos en fluidos con movimiento circular es de esa forma. Este resultado estaba
directamente en contradicción con las leyes de Kepler sobre el movimiento de los planetas. La primera y segunda leyes de Kepler afirman que la órbita de los planetas es elíptica y con velocidad variable: mayor en el perihelio y menor en el afelio. Por lo que para Newton, o bien las leyes de Kepler estaban mal y Descartes bien, o al revés. Claramente Newton defendió la segunda alternativa. Newton pensaba que la explicación cartesiana sobre el movimiento planetario no estaba fundada en causas verdaderas porque no había evidencia de la supuesta causa (el éter) y no era verdadera (en caso que se pueda tener evidencia de tal causa) debido a que contradice otra verdad, i.e., las dos primeras leyes de Kepler. Aquí llegamos a otro punto metodológico de Newton que me interesa enfatizar, el rechazo a las hipótesis. Para Newton las causas verdaderas se obtienen a partir del análisis cuidadoso y escrupuloso de los fenómenos. A esto le llamó deducción de los fenómenos[3]. Antes de considerar cualquier explicación como genuina, Newton ya había hecho una de dos cosas, o ambas: realizar experimentos con sumo cuidado (como en sus diferentes trabajos en óptica) o llevar a cabo elaborados cálculos matemáticos, confirmado sus resultados con la experiencia, para refinarlos o rechazarlos. En los casos en donde no podía llevar a cabo esas estrategias, evitaba formular hipótesis pretendiendo que estas fueran verdaderas y justificadas. En este sentido, a final de su Escolio General de los Principios afirma que
Hasta aquí he expuesto [y explicado] los fenómenos de los cielos y de nuestro mar por la fuerza de la gravedad, pero todavía no he asignado causa a la gravedad. Efectivamente esta fuerza surge de alguna causa que penetra hasta los centros del Sol y de los planetas sin disminución de la fuerza […] Pero no he podido todavía deducir a partir de los fenómenos la razón de estas propiedades de la gravedad y yo no imagino hipótesis. Pues, lo que no se deduce de los fenómenos, ha de ser llamado Hipótesis; y las hipótesis, bien metafísicas, bien físicas, o cualidades ocultas, o mecánicas, no tienen lugar dentro de la Filosofía experimental. […] Y bastante es que la gravedad exista de hecho y actúe según las leyes expuestas por nosotros y sea suficiente para todos los movimientos de los cuerpos celestes y de nuestro mar[4]. Es importante entender el sentido en el cual Newton emplea la noción de hipótesis. En el fondo lo que Newton pretende evitar es la manera cartesiana de elaborar explicaciones. Es decir, imaginar fenómenos, mecanismos, entidades, etc. para explicar otros fenómenos sin contar con evidencia sólida a su favor. Newton pensaba que la evidencia sólida se obtenía con procedimientos metodológicos confiables —deducción de los fenómenos, por ejemplo. Descartes supone que hay un éter que arrastra a los planetas, pero no ofreció, según Newton, procedimientos metodológicos confiables para apoyar esa tesis, sino sólo especulaciones. Cuando Newton sostiene que “lo que no se deduce de los fenómenos ha de ser llamado hipótesis” está estableciendo una importante distinción epistemológica entre dos formas de proceder. Por un lado, podemos imaginar casi cualquier entidad, fenómeno, etc., para explicar fenómenos, sin proveer de evidencia a su favor (piénsese en el caso del éter planetario); por otra parte, podemos obtener mediante procedimientos metodológicos confiables entidades,
fenómenos, leyes, etc. que además de existir realmente (debido a que las obtuvimos con procedimientos metodológicos confiables) tengan poder explicativo. Esta segunda estrategia metodológica es la que siguió Newton, principalmente por estar alejada de la invención o imaginación de hipótesis. Esto no quiere decir que Newton no haya pensado en una posible causa de la gravitación universal. Tal búsqueda era un tema que le interesaba y únicamente tenía hipótesis al respecto, mismas que no introdujo en los Principia y que él mismo las consideraba muy deficientes y provisionales. Newton nunca pretendió hacer pasar sus hipótesis o especulaciones respecto a la causa de la gravedad por genuinas explicaciones, principalmente porque (como el mismo sostiene) no cuenta con evidencia a favor de tal causa. Con esta decisión metodológica Newton traza una distinción respecto a la explicación científica. Por una parte, las explicaciones esencialistas, de tradición aristotélica y muy comunes en la época de Newton, se inclinaban a proveer o a buscar la causa última de los fenómenos. Este tipo de explicación las consideraba fuera de la Filosofía Natural, principalmente por la imposibilidad de encontrar evidencia empírica sólida a partir de la cual poder deducir causas últimas. Por otra parte, la genuina explicación científica se llevaba a cabo, según Newton, mediante una causa deducida de los fenómenos y de la cual fuera posible corroborar su existencia. Tal como se verá adelante, uno de los problemas que enfrentarán los seguidores de esta metodología será determinar qué es exactamente una causa verdadera, cuál es el mejor procedimiento, ya sea empírico o inferencial, para obtener tal tipo de causas y la estrechez de la metodología de Newton. Con esto último quiero decir que la metodología newtoniana era muy restrictiva porque no dejaba mucho espacio para aceptar entidades de las cuales no tuviéramos evidencia sólida a su favor. Algunas teorías de fines del siglo XVIII y principios del XIX —como la ondulatoria de la luz, el calórico, la química, etc.— postulaban entidades microfísicas, pero según Newton ello era hacer hipótesis. El problema era, a diferencia de la teoría planetaria de Descartes, que estas teorías eran exitosas y, entonces, el dilema era ¿debemos rechazar teorías exitosas por violar principios metodológicos newtonianos o debemos aceptar tales teorías y modificar dichos principios? Ante estos problemas se enfrentarán Herschel y Whewell. Newton muere en 1727 y su teoría de la gravitación universal es aceptada de manera general en Europa sólo hasta mediados del siglo XVIII. Junto con la aceptación de su teoría, vino aparejado el reconocimiento de la eficacia de sus principios metodológicos para alcanzar teorías verdaderas. Hubo algunos interesantes intentos hacia finales del XVIII, como el de Thomas Reid, Benjamín Franklin o Adam Smith entre otros, de implementar los exitosos principios metodológicos newtonianos en otras áreas, tales como la filosofía de la mente, la electricidad e incluso la economía política. No obstante tales intentos, no hubo durante el siglo XVIII un estudio sistemático y riguroso de la metodología de Newton que aclarara cuál era la mejor manera de interpretar los principios metodológicos de Newton, cómo se relacionaban unos con otros, qué alcances tenían, cómo entender sus reglas para filosofar, etc. Ese tipo de estudios, que podemos llamar metametodológicos (en el sentido de ser una reflexión filosófica sobre principios metodológicos) sólo se elaboraron hasta ya entrado el siglo XIX; principalmente en las obras de John Herschel y William Whewell.
3. Herschel y Whewell: dos posiciones diferentes sobre la vera causa John Herschel fue uno de los científicos ingleses más destacado del siglo XIX. Fue hijo del célebre astrónomo William Herschel (1738-1822). Trabajó en diversos problemas ópticos y químicos. A él se le deben las primeras exploraciones químicas para el avance en la fotografía. Así mismo, realizó importantes contribuciones astronómicas, principalmente en estudios de estrellas binarias (trabajo que fue una continuación de las actividades científicas de su padre). Realizó el primer mapa de las constelaciones del hemisferio Sur y fue un prominente miembro de la Royal Society. Entre algunos de sus intereses estuvo clarificar los procedimientos metodológicos de la ciencia de su época, en donde el modelo de la ciencia era la física y astronomía newtonianas. Por su parte, William Whewell, al igual que Herschel, era otro de los científicos más prominentes de la Inglaterra de la primera mitad del XIX. Cultivó otro tipo de intereses y actividades que Herschel. Whewell estuvo muy interesado en entender el desarrollo histórico de la ciencia, (hemos de considerar que en la época casi no había trabajos sobre la historia de la ciencia). Su interés en este ámbito se concretizó en su obra en tres volúmenes Una historia de la ciencias inductivas publicado en 1838. Esta obra no sólo era una recopilación de datos y fechas del pasado de la ciencia, sino más bien era una teoría de cómo la ciencia se desarrolla a través del tiempo y una interesante explicación de ese desarrollo. Así mismo, desarrolló una de las mejores y más acabada teoría de las mareas, problema que Newton había dejado en el tintero. Whewell se vio involucrado en interesantes discusiones sobre temas diversos como el mejoramiento de la educación universitaria en Cambridge, la elaboración de manuales pedagógicos sobre mecánica newtoniana o en asuntos de Teología Natural. Al igual que Herschel, uno de sus intereses fue desarrollar una teoría de la ciencia que le permitiera entender, entre otras cosas, la naturaleza metodológica y epistemológica de la ciencia de su tiempo. Ahora nos detendremos en analizar las concepciones sobre la vera causa junto con su idea de ciencia de cada uno de ellos. Ello nos permitirá ver, entre otras cosas, que los diversos asuntos metodológicos son inherentes tanto a la actividad científica como a la idea de ciencia que se tenga.
3.1 Herschel y su Discourse La obra metodológica de Herschel, A Preliminary Discourse on the Study of Natural Philosophy, representó el primer texto en donde se sistematizó la concepción que podríamos llamar canónica de la Metodología
de la vera causa. Publicado en 1830, el Discourse pretende, entre otras cosas, mostrar la estructura de la ciencia newtoniana entendida dentro de la tradición empirista que provenía de Bacon[5]. Herschel representó uno de los puntos medulares en la historia de la Metodología de la vera causa por diferentes razones. En primer lugar, como ya se mencionó, fue el primer intento en articular sistemáticamente las tesis básicas de dicha Metodología, pero por otro lado, constituyó una guía metodológica para Darwin, quien en su autobiografía mencionó que de los dos libros que más lo influyeron, uno de ellos fue el Discourse. Herschel enfrentó un reto, no nuevo pero sí crucial, que consistía en articular criterios metodológicos que apelaran a causas verdaderas para evaluar teorías que incorporaban entidades no observadas. En términos generales, el problema consiste en cómo justificar entidades no observadas (como el éter) mediante la experiencia. Este problema surge porque en la época de Herschel algunas de las teorías más exitosas, como la ondulatoria de la luz, el calórico o los pesos atómicos de Dalton, suponían la existencia de entidades que no se observaban. Así, que se tenía que encontrar alguna manera de justificar tales entidades. En principio, la estrategia de Herschel consistió en mostrar por qué teorías exitosas de su época eran buenas teorías por verae causae. Su concepción de lo que eran las verae causae se articula alrededor de dos criterios: demostrar que las causas realmente existen, que son suficientes para producir o explicar el fenómeno en cuestión y que exista evidencia independiente a favor de la teoría. Estas normas serán de importancia crucial para Herschel a la hora de evaluar una explicación por causas verdaderas. En una parte del Discourse afirma que Newton a llamado verae causae a las causas que se puede reconocer su existencia en la naturaleza, que pueden explicar diversos fenómenos (incluso fenómenos que originalmente no esperamos que esas causas los expliquen) y que no son causas meramente especuladas. Es importante enfatizar que la caracterización de lo que es una causa verdadera está íntimamente ligada a su concepción de ciencia, la cual es una concepción jerarquizada. En el nivel inferior de la jerarquía estarían, según Herschel, las observaciones, los experimentos y las generalizaciones empíricas; en un segundo nivel, las leyes de mayor generalidad (como las leyes de Kepler); y en un tercer nivel, las leyes de alta generalidad (como la ley de la gravitación universal de Newton). Las causas verdaderas se detectan en el primer nivel, mediante experimentación y observación. Pero si detectamos que una causa es responsable de fenómenos diferentes, entonces estamos en el tercer nivel, y tal causa puede interpretarse como ley general de la naturaleza. El ejemplo más claro era la fuerza de la gravitación universal. De tal manera que si bien el nivel de detección de las causas es la experiencia, en ocasiones puede haber un proceso de generalización (inductivo) mediante el cual se establezca que mediante una causa se expliquen diversos fenómenos. Los trabajos en óptica que Herschel llevó a cabo a principios de la década de 1820 fueron muy importantes para el desarrollo de sus concepciones metodológicas. Al tiempo que trabajaba en problemas científicos, desplegó ideas metodológicas derivadas de su actividad
científica. El punto relevante es que Herschel se dio cuenta de que hay cierto tipo de agentes o causas últimas de los cuales nunca seremos testigos directos de su existencia. De ellos sólo tenemos registro indirecto por sus efectos que llegan a nosotros. Aquí Herschel enfrentó el dilema generado por las limitaciones metodológicas de Newton (mencionado arriba). Específicamente el problema es ¿como justificar entidades que no son observables desde una posición metodológica de corte empirista (como la de Herschel)? ¿cómo determinar sin lugar a dudas la naturaleza de la luz o del calor; o dirimir claramente entre “corpúsculos” de luz y “ondas” en un éter, o bien entre una sustancia sutil llamada “calórico” o el movimiento rápido de las “partículas” de los cuerpos?. Esto significa que uno de los problemas metodológicos de la ciencia natural de la época que enfrentó Herschel, es que no es posible deducir de los fenómenos la causa del calor o de la luz. Pero, tal como vimos, la deducción de los fenómenos era un principio metodológico que el propio Newton había articulado y defendido. De tal forma que dicho principio, que para Newton era claro, para Herschel presenta problemas que difícilmente se pueden superar. Parece ser que la salida que quedaba era imaginar hipótesis o entidades explicativas respecto a microentidades. Pero ese no fue el camino que eligió Herschel. Él ya había aprendido de Newton que hemos de buscar procedimientos metodológicos confiables, por lo tanto, debía Herschel encontrar tales procedimientos para justificar la aceptación de tales microentidades, aunque no fuera por deducción de los fenómenos. Para ello, Herschel elaboró dos estrategias metodológicas. La primera sostenía que si las teorías (que articulan microentidades) pueden realizar predicciones inesperadas entonces presentan un status metodológicamente confiable. La idea detrás de esta estrategia es simple. Si tenemos una teoría o hipótesis que incorpore entidades no observables pero que pueda llevar a cabo predicciones correctas y/o predicciones de fenómenos hasta el momento desconocidos, entonces podemos razonablemente pensar que las entidades no observadas existen realmente. Herschel es uno de los primeros filósofos en la historia de la tradición de la vera causa en remarcar la importancia epistemológica de la corroboración de predicciones inesperadas. Dicha predicción otorga cierto tipo de certidumbre y credibilidad en las entidades que postulan las hipótesis. La otra estrategia fue considerar a la analogía como una herramienta metodológica. Herschel sostuvo que "si la analogía de dos fenómenos es muy cercana y fuerte, y al mismo tiempo la causa de uno es muy obvia, es apenas posible rechazar la aceptación de la acción de una causa análoga en el otro, aunque no sea obvio en sí mismo " (142)[6]. El problema que deseaba solucionar Herschel aquí era cómo justificar la causa de un fenómeno para el cual no tenemos acceso directo a su causa. En la construcción de teorías los agentes explicativos no deben ser arbitrariamente supuestos, “debemos contar con buenos fundamentos inductivos para creer que [tales agentes] existen en la naturaleza y deben representar una parte en los fenómenos análogos de aquellos que esperamos explicar” (209). Herschel pensaba que la analogía debía tenderse entre el fenómeno que se quiere explicar y fenómenos sólidamente comprobados. No obstante, para Herschel no cualquier analogía funciona como criterio metodológico confiable; de hecho para él sólo funcionan aquellas analogías que se establecen con fenómenos bien comprobados. De tal manera, la analogía la articula Herschel como un
nuevo criterio metodológico para justificar entidades o procesos a lo que no tenemos acceso directo. Adelante se verá que este punto metodológico será utilizado por Darwin. Un último punto es importante enfatizar. La noción de “hipótesis” que manejó Herschel no es la misma que la de Newton. Para Herschel, una hipótesis es un enunciado que se tiene que someter a escrutinio para confirmarlo o rechazarlo; y gran parte de la investigación científica comienza con hipótesis. Herschel no sostiene, como Newton, que todo aquello que no sea deducido de los fenómenos había de ser considerado como hipótesis, principalmente porque Herschel no aceptaba la deducción de los fenómenos como criterio metodológico (por las razones arriba expuestas). Aunque claramente ello no significa que Herschel acepte cualquier especulación sin fundamento (hipótesis en el sentido de Newton) como una explicación genuina. Whewell sostendrá una noción de hipótesis muy similar a la de Herschel, pero él sí será un poco más permisivo, en el sentido de que no toda hipótesis debe justificarse sólo empíricamente. En resumen, Herschel tiene su propia forma de entender a las causas verdaderas, ligadas a su idea de jerarquización de la ciencia. Para justificar teorías exitosas de su tiempo desarrolló el criterio de predicción sorprendente, más que aplicar el criterio newtoniano de deducción de los fenómenos, al cual lo consideró improcedente para el tipo de problemas que enfrentó.
3.2 Whewell y la historia de la ciencia Para Whewell las explicaciones genuinas en Filosofía Natural son las que se realizan mediante causas verdaderas. Su interpretación de tales causas, al igual que para Herschel, Darwin y Lyell (como adelante se verá), también la articuló con base en la primera regla de Newton. Pero los ingredientes de su teoría de la ciencia hacen que Whewell entienda las causas verdaderas de manera divergente respecto a Newton y Herschel. Parte de su concepción de ciencia está apoyada en la idea de que las hipótesis tienen un papel fundamental en el proceso de descubrimiento, contrariamente a lo que Herschel pensaba. Aquí hay que ser cuidadosos. Whewell, al igual que Newton y Herschel, rechazaba la especulación desenfrenada como estrategia metodológica; sin embargo, él consideraba que las hipótesis tienen un papel importante en el desarrollo de la ciencia. Las hipótesis eran para Whewell enunciados que no siempre podían ser comprobados empíricamente, pero el criterio de verificación empírica no era el único por el cual podía ser aceptada una hipótesis (como Newton pensaba). Whewell sostuvo que si una hipótesis presentaba virtudes epistémicas como predicción inesperada (adelante analizada), simplicidad y conciliación de inducciones,[7] entonces era razonable aceptarla[8]. Al igual que Herschel, Whewell sistematizó una idea de ciencia que recogía elementos fundamentales de la metodología de Newton, aunque tomando distancia de una posición empirista como la de Herschel. Uno de los puntos en los que se diferencia de la concepción metodológica de Herschel es su concepción de la causalidad histórica. De los diversos elementos de la teoría de la ciencia de Whewell, sólo me centraré en este último debido a que es
evidencia a favor de mi punto sobre la ramificación del desarrollo de la metodología. Sin embargo, antes de considerar las reflexiones de Whewell sobre la causalidad histórica es importante detenernos brevemente en la manera en que interpretó la primera regla de Newton. Ello nos da luces de que la interpretación de principios metodológicos está conectada con la misma idea de lo que se considera es la ciencia. En el capítulo XIII del libro XII de su Philosophy, Whewell hace una revisión histórica de los que considera reformadores teóricos y prácticos de la ciencia. Uno de ellos es Newton, de quien analiza particularmente sus Regulae Philosophandie. Aquí sólo me centraré en el estudio que hace de su primera regla ya que, como he sostenido, la tradición de la vera causa se constituyó alrededor de esa regla. Whewell desarrolla cuatro interpretaciones de esta primera regla, de las cuales las tres primeras las desecha casi inmediatamente por considerarlas inadecuadas al espíritu de la metodología de Newton[9]. Respecto a la cuarta interpretación, que es la que considera correcta afirma que la primera regla de Newton asume una causa como hipotética la cual explicará ciertos fenómenos dados; pero que cuando dos diferentes clases de hechos nos conduzcan a la misma hipótesis [causa], podemos decir que tenemos una causa verdadera. Y esa regla rara vez, o nunca, nos descaminará de teorías verdaderas.[10] Esta interpretación de Whewell la conecta con la noción de evidencia independiente. Tal noción consiste en explicar diferentes fenómenos mediante una sola teoría, en ese sentido, los fenómenos diversos convergen en una sola explicación. La primera regla le es útil a Whewell como máxima para distinguir entre hipótesis meramente explicativas e hipótesis exitosas. Esta distinción la clarifica sosteniendo que a través de la historia de la ciencia “han habido hipótesis que han explicado muchos fenómenos pero que finalmente han sido rechazadas. Tales hipótesis han explicado sólo una clase de fenómenos y su caída tuvo lugar cuando otro tipo de hechos fueron examinados generando conflicto con ellas.”[11] Existen, por una parte, hipótesis explicativas que sólo explican una misma clase de fenómenos, por otra parte, las hipótesis exitosas son aquellas en las cuales convergen diferentes fenómenos. La distinción entre hipótesis explicativas e hipótesis exitosas, no radica en la forma en que ambas explicaban, puesto que de hecho ambas pueden explicar satisfactoriamente, sino en los fundamentos metodológicos sobre los cuales están apoyadas. Whewell opta por un recurso metodológico "fuerte" y restrictivo que es justamente la convergencia de hechos diferentes. En este sentido afirma que una vez que "dicha convergencia de dos inducciones conducen al mismo punto, no podemos más sospechar de que [tales hipótesis] sean erróneas. Tal acumulación de pruebas realmente nos persuade de que tenemos una vera causa"[12]. Este recurso "fuerte" porque una de las consecuencias que se desprenden de él es que si una hipótesis sólo explica los fenómenos para los cuales originalmente fue diseñada, entonces no hay ninguna garantía epistemológica de que estemos ante una vera causa. Respecto a Lyell, Whewell evalúa su teoría geológica con base en nociones de causalidad histórica y de convergencia explicativa. Tal evaluación la realiza en su History of Inductive Sciences de 1837 y en su Philosophy of Inductive Sciences de 1840. En una primera caracterización, Whewell sostiene que ciencias como la geología son "aquellas en las que el
objetivo es ascender desde el estado presente de las cosas a una condición más antigua, desde la cual el presente es derivado por causas inteligibles”[13]. En este tipo de ciencias, uno de los objetivos básicos es trazar causalmente la historia de ciertos fenómenos. El punto crucial, en la medida que traza una diferencia clara respecto a Herschel, es la manera en que entiende la expresión “causas inteligibles”. Por una parte, Whewell distingue dos tipos de causalidad; la causalidad mecánica ligada a las ciencias Mecánicas y la histórica concerniente a las ciencias Palœtiológicas (adelante veremos en detalle estas diferencias). Las razones que tiene para inventar esa denominación de las ciencias históricas se fundan es la etimología. “Palætiológico” se forma del término griego “ætio” que significa una causa y de paleo que significa antiguo. Para entender la diferencia entre causalidad histórica y mecánica es importante advertir que una de las metas de las ciencias palætiológicas es entender el cambio que se presenta en diversos fenómenos históricos; el cual es un cambio causal. La causalidad histórica tiene como fin hacer inteligible un fenómeno actual refiriéndolo al proceso histórico causal del que es efecto[14]. En este caso se quiere dar cuenta de la posible serie de procesos mediante los cuales el estado presente llegó a ser lo que es. Para Whewell la causalidad histórica se determina con base en lo que denomina “sucesos reales del pasado”. Estos sucesos reales del pasado son por ejemplo, el registro fósil, los diversos estratos, diversas marcas geológicas en antiguos templos (marcas de inundaciones, terremotos, o erupciones volcánicas,), etc., son fenómenos geológicos ocurridos hace millones de años pero que actualmente nos sirven de datos geológicos. A diferencia de la causalidad histórica, la causalidad mecánica es ahistórica, en el sentido de que en todo tiempo y bajo cualquier circunstancia (siempre y cuando no haya factores que impidan el natural curso de acción) produce el efecto esperado. Éste es justamente el sentido de causalidad sostenido por Herschel. El problema crucial para las ciencias palætiológicas consiste en cómo determinar la manera en que cada eslabón de la cadena causal es derivado del precedente, y si es posible calcular hacia atrás la sucesión hasta el origen de la serie. En el contexto de las ciencias palætiológicas Whewell no pretende llegar al origen, sino independientemente de las causas del origen, trazar una explicación histórica-causal del proceso de conformación que ha seguido algunos fenómenos históricos. Una manera de plantear este problema es en términos de cómo determinar el efecto de una causa histórica o progresiva, dificultad que supone a su vez el problema de cómo individuar los eslabones de una causa histórica. En síntesis, Whewell incorpora la idea de convergencia explicativa (esas no son las palabras de Whewell) y de causalidad histórica para articular su idea de lo que son las causas verdaderas. Particularmente en el caso de la geología podemos ver que hay serias diferencias con Herschel. Ambos autores no comparten la misma idea de causalidad histórica lo cual provoca que evalúen la teoría de Lyell de manera diferente. Ahora analizaremos dos de las principales aplicaciones de principios de vera causa: el trabajo geológico de Lyell y la elaboración de la teoría de la evolución de Darwin. Ambos trabajos fuertemente influenciados por las obras de Herschel y Whewell.
4. Lyell y Darwin: dos aplicaciones de la vera causa Charles Lyell fue uno de los científicos más notables de principios del siglo XIX. Él empleó explícitamente la metodología de la vera causa para intentar explicar diversos fenómenos geológicos. Si bien la utilización metodológica de la vera causa por parte de Lyell ya ha sido analizada[15], aquí interesa enfatizar dos cosas. En primer lugar, el papel de la vera causa en Lyell principalmente como rechazo a teorías geológicas rivales consideradas por él como hipotéticas y, por otra parte, explicitar el lugar que Lyell ocupa en la tradición de la vera causa, tal como aquí la entiendo. Es importante enfatizar que la teoría de Lyell constituyó uno de los focos de diferencias entre Whewell y Herschel. La obra principal de Lyell fue su Principles of Geology escritos en tres tomos y publicados entre 1830 y 1833. Uno de los retos metodológicos más importantes que enfrentó Lyell fue cómo aplicar el conjunto de principios metodológicos de la vera causa en una área diferente de la mecánica celeste y de problemas experimentales. El problema de la aplicación en el caso de Lyell consiste específicamente en intentar responder preguntas tales como: ¿qué elementos de la metodología de la vera causa pueden utilizarse para resolver problemas en geología? ¿cuáles no? ¿es posible aplicar a la geología los mismos criterios de evaluación que a otras ciencias maduras? ¿en que sentido, si hay alguno, es la geología una ciencia histórica para Lyell y de qué manera esto afecta, o no, para aplicar criterios metodológicos de vera causa? ¿cómo es entendida la noción de predicción en asuntos de la geología? ¿cómo entiende Lyell lo que es una vera causa y cuál es la manera más adecuada para aplicarla a la geología? entre otras. Analizaremos en esta sección hasta qué punto Lyell resuelve la tensión de, por un lado, intentar extender la metodología de la vera causa a un terreno ajeno al que originalmente se aplicó, y por otra parte, que en ese nuevo terreno (la geología) no hay experimentación —en el sentido de la óptica— ni aplicación de ecuaciones matemáticas —en el sentido de la mecánica celeste. Lyell decide encarar el problema de determinar cuáles son las fuerzas geológicas mediante las cuales poder explicar las formaciones y el cambio geológicos. Los datos geológicos con que contaba hacían ver que la Tierra había pasado por diversos estados geológicos muy diferentes al actual. Por ejemplo, la abundante cantidad de fósiles de animales extintos. La regular sucesión de formaciones estratificadas y un gran número de fósiles descubiertos años recientes a sus trabajos eran parte del apoyo para considerar cambios importantes de la conformación terrestre sufridos en el pasado. Lyell tenía la convicción de que los datos geológicos podían ser interpretados en términos de la metodología de la vera causa. En este sentido su principal problema metodológico puede ser planteado en términos de explicar el pasado geológico mediante causas verdaderas. Lyell entendía a tales causas en términos de causas observadas actualmente. La idea es sencilla si consideramos las dos alternativas que se le presentaban a
Lyell. Supongamos que se pretende explicar la formación de una cadena montañosa (hay que tener presente que dicha formación se remonta a millones de años en el pasado). La primera alternativa es suponer una gran fuerza empujando la superficie de la tierra hasta convertirla en gran montaña, (o alguna hipótesis de ese tipo). El problema aquí era para Lyell que no tenemos evidencia de que esas grandes fuerzas existan realmente, aunque tengan poder explicativo. De tal manera que no sabemos si estamos explicando con causas verdaderas o con meras hipótesis. La otra alternativa, que sigue Lyell, es explicar dicha formación apelando a causas (geológicas) que actualmente observemos; como la gradual elevación del fondo del mar en algunos lugares, o las fuerzas volcánicas, etc. De esa forma sabemos que nuestras explicaciones de sucesos del pasado las estamos haciendo con causas verdaderas, no con hipótesis. Tales causas operando muy lenta y gradualmente podrían haber elevado los estratos de sedimento desde el fondo del mar hasta los lugares que actualmente ocupan. Así Lyell tenía los primeros elementos para explicar por vera causa sucesos geológicos del pasado remoto. Un requerimiento que Lyell debía cumplir fue plantear que las condiciones geológicas durante el pasado debían ser básicamente las mismas que las actuales, y que las fuerzas que causan los cambios geológicos eran las responsables de procesos similares a los que actualmente suceden. Lyell buscaba explicar mediante causas ahora en operación los antiguos cambios de la superficie terrestre. Esos elementos básicos de su teoría le hacían pensar, a diferencia de George Cuvier (17691832) quien defendía la existencia de catástrofes globales y periódicas llamadas por él revoluciones, que en el pasado sólo había existido procesos uniformes de formación. La magnitud de los cambios geológicos era muy insignificante y gradual como para pensar en acontecimientos extraordinarios. Lyell asumía, siguiendo a J. Hutton (1726-1797), que los fenómenos geológicos podían ser explicados completamente en términos de causas actualmente conocidas y naturales. La principal estrategia metodológica de Lyell fue empezar por considerar sólo fenómenos tales como terremotos, acciones volcánicas, sedimentación, acción del mar, etc., como las únicas causas aceptables en su geología no-hipotética. Lyell sostiene que esas fuerzas o causas geológicas actualmente operando son las mismas que han actuado en el pasado, y que su magnitud ha sido la misma. Esas dos características básicas de su teoría se le conocen como actualismo y uniformismo respectivamente[16]. Veamos primero su tesis del uniformismo, la cual está directamente conectada con las causas verdaderas en la geología y la manera en que operan las leyes, posteriormente veremos su ataque a las hipótesis. El principio del uniformismo sostiene básicamente que las causas que operan en los fenómenos geológicos lo han hecho siempre y con la misma intensidad. Lyell excluye el inventar hipótesis en geología, como algunas de las más influyentes teorías rivales, en gran medida porque estos dos principios impiden la invención de hipótesis. Lyell no sólo hace inferencias al pasado a partir del supuesto de la uniformidad de los procesos geológicos, sino que puede obtener el mismo tipo de garantía epistémica que Newton encontró en la deducción de los fenómenos. Por otro lado, la concepción que tiene de las leyes de la naturaleza como invariables a través del tiempo le permite
considerar a la geología como una ciencia no histórica, en el preciso sentido de que la manera que tienen de operar las leyes de la naturaleza garanticen que siempre a la misma causa geológica le corresponderá un efecto determinado. Con excepción del origen de las especies, Lyell pensaba, junto con la mayoría de los geólogos de su tiempo, que los fenómenos geológicos eran el resultado de las operaciones regulares de las leyes de la Naturaleza. En este sentido la geología conservaba el mismo status que las demás ciencias mecánicas, tal como Whewell las llamaba. De esa forma, hemos visto que el principio del uniformismo es un elemento fundamental en su concepción de la geología como ciencia por vera causa, a pesar de que no cuente con ciertas características de las ciencias newtonianas, como es la experimentación o recurrir a las matemáticas. Como hemos visto, Lyell se ajusta al requerimiento básico de la vera causa, el rechazo a las hipótesis y la concepción de que las explicaciones legítimas se hacen mediante causas verdaderas.
4.1 Darwin y la vera causa Darwin fue otro importante autor del siglo XIX que empleó principios de vera causa en la elaboración de su teoría. Al igual que Lyell, él interpretó algunas de las tesis básicas de la vera causa, como apelar a causas verdaderas y evitar hipótesis, como parte de los requerimientos metodológicos aceptados para hacer ciencia. Sin embargo, tal como veremos adelante, requirió de “adaptarlos” a los rasgos específicos de su disciplina. La manera en que Darwin utilizó principios de vera causa es un problema complejo, tanto por la forma en que entendió algunos de ellos como por el tipo de problemas que intentaba resolver, como por las consecuencias de diversa índole que tenía su teoría. La aplicación que hace Darwin es en muchos sentidos diferente a intentos anteriores como el de Lyell, entre otras cosas, porque él parece oscilar entre interpretaciones contrarias de algunas de las tesis básicas de la vera causa. En cierto sentido, la teoría de Darwin incorporó algunos rasgos epistemológicos — como la introducción indirecta del azar en las explicaciones— que difícilmente podían ser compatibles con las interpretaciones que a la fecha se habían generado respecto a la tradición de la vera causa. Alrededor de 1850, principalmente en Inglaterra, existía un clima de debate acerca de temas fundamentales de la ciencia, los cuales ya habían sido analizados, entre otros, por Herschel y Whewell. Temas tales como la diferencia entre deducción e inducción y su rol en cada una de las ciencias, la diferencia entre la formación de conceptos y el descubrimiento de leyes científicas, la relación entre el contexto de descubrimiento y el contexto de justificación[17], la naturaleza matemática de los axiomas y su relación con la experiencia, la distinción entre cualidades ocultas y entidades teóricas, el rol de la intervención directa de Dios en la naturaleza[18]. En medio de estas dificultades epistemológicas y metodológicas Darwin publicó su teoría en The Origin of Species (1859). En realidad las ideas ahí expuestas ya habían sido desarrolladas por él muchos años antes en dos textos, el Sketch de 1842 y en el Essay de 1844.
Pero ¿cómo integró Darwin ideas sobre la vera causa a su teoría? Aquí sólo me interesa analizar la manera en que Darwin articula algunas ideas de vera causa y los problemas con que se enfrentó. En varios lugares Darwin afirma explícitamente que la selección natural puede ser entendida como una vera causa. Por ejemplo, en una carta a G. Bentham de Mayo 22 de 1863 sostiene que:
De hecho, la creencia en la Selección Natural debe, en el presente, ser fundada sobre consideraciones generales: (1) Como una vera causa, desde la lucha por la existencia y en el hecho geológico de que las especies de hecho de algún modo cambian. (2) De la analogía del cambio bajo domesticación debido a la selección que hace el hombre. (3) Y principalmente desde la perspectiva que conecta muchos hechos bajo un punto de vista inteligible.[19] Darwin no afirma haber establecido la existencia de la selección natural por mera inspección de la naturaleza o por observación directa. El hecho de que ese proceso esté ocurriendo en el mundo biológico no es dado directamente a la observación (por lo menos en la época de Darwin), sino que es una conclusión a la cual se llega a partir de conectar varias premisas aceptadas en términos generales por la comunidad científica, tales como los patrones de variación geográfica, la herencia de caracteres, el cambio geológico, la superfecundidad, etc. Darwin hace depender su entendimiento de lo que es una vera causa a partir de una analogía, específicamente la analogía con los criadores de palomas. Recuérdese que la analogía era un importante criterio metodológico de Herschel y que él fue una de las principales influencias metodológicas directas de Darwin. Él establece su analogía siguiendo casi al pie de la letra este principio metodológico herscheliano. En el caso de los criadores, la causa que preserva en las palomas es, por una parte, la selección que hacen los criadores de un caracter deseable y, por la otra, la heredabilidad de esa variación. Análogamente, para Darwin es la selección natural la que mantiene ciertas variaciones favorables a través de las generaciones[20]. Así, la manera en que Darwin aplicó la idea de causa verdadera en su teoría fue principalmente mediante la analogía. Darwin encontró similitudes entre lo que la selección artificial podía llegar a producir en corto tiempo con lo que la selección en estado silvestre podía llegar a hacer con las especies. Aquí el problema específico que enfrentó Darwin fue falta de observabilidad de un tiempo suficientemente largo como para ver la evolución de una especie en otra, pero a cambio tenemos en el corto plazo el mismo tipo de fenómeno. La selección doméstica es en algún sentido un fenómeno causal, real, y análogamente la selección natural también puede verse de esa manera. Pero la utilización de la analogía de la forma en que Darwin lo hace tiene problemas que él mismo intentó enfrentar. Uno de ellos es que la analogía entre selección doméstica y natural en todo caso sólo permite determinar la realidad de la causa, pero no así su suficiencia, y este punto
es crucial para la versión de vera causa de Herschel, que es la que Darwin sigue. El sostener que mediante la selección doméstica puede haber modificación de algunos de los caracteres de los individuos de una especie, no es garantía de que a largo plazo, en la selección natural, pueda haber modificación suficiente de tal manera que sea posible la transmutación. Este punto es la base de la crítica que Fleming Jenkin (1833-1885) elaboró en 1867 a la teoría de Darwin. Más aún, el problema epistemológico con la analogía es mucho más profundo. Mi punto aquí es que con los mismos elementos de la analogía se puede llegar a conclusiones contrarias. Específicamente, me refiero a la posición más plausible de Lyell respecto al problema del origen de las especies. Siguiendo las tesis fundamentales de Lyell de sus Principles, el argumento sería de la siguiente forma: (Lyell sostendría que) las tesis sobre la evolución de las especies son incompatibles con el principio de la vera causa en la medida en que son inconsistentes con la evidencia empírica disponible. Para Lyell, el registro fósil indicaba que han existido sucesivas creaciones independientes de diferentes especies en diversos periodos geológicos; los criadores de palomas saben perfectamente que no se pueden crear nuevas especies, sino sólo mejorar las ya existentes; por lo tanto, razonando analógicamente a partir de los resultados de los criadores y a la luz de esa interpretación del registro fósil, se infiere que las especies son estables. Uno de los elementos importantes aquí es notar que ambas posiciones antagónicas —la de Darwin y la de Lyell— se articulan en elementos metodológicos básicos de la vera causa; por lo menos en el sentido en que la entendía Herschel. A la luz de este planteamiento podemos ver que los problemas de fondo en la tradición de la vera causa, en esta época, eran cómo se entendían los elementos que entraban en juego a la hora de evaluar y construir una teoría por vera causa. Elementos tales como "evidencia empírica", "analogía", “hipótesis”, "causalidad histórica", "entidad observada", "deducción de los fenómenos", etc. y cómo se aplicaban y articulaban. Esto es un ejemplo de las dificultades que encierra el problema de la aplicación de estándares metodológicos en la resolución de problemas específicos. Tanto Darwin y Lyell afirman explícitamente que articulan principios de vera causa en sus respectivas teorías y cuando los aplican en la resolución de un problemas específicos —en este caso se trata de utilizar la analogía y el problema es la evolución de las especies— sus conclusiones son antagónicas.
5. Conclusión La manera de entender principios metodológicos, su aplicación y la forma de plantear los problemas de cada disciplina, fueron la razón principal de que el desarrollo de la vera causa durante el siglo XIX se haya ramificado. Este estudio provee de elementos suficientes para sostener que la metodología no se puede considerar sólo como un conjunto de reglas o como un método científico que se ha de aplicar mecánicamente. Lejos de esa concepción tradicional, tan ampliamente extendida en nuestro medio, la metodología se va constituyendo en el desarrollo de la misma ciencia; y al igual que ésta, es un producto histórico (no totalmente acabado) resultado de la complicada combinación de problemas específicos de una disciplina,
principios metodológicos exitosos del pasado y diversas habilidades intelectuales. Ni Lyell ni Darwin tuvieron un manual de metodología en donde se les dijera a qué problemas aplicar los principios de la vera causa, cómo aplicarlos y con qué reservas. En gran parte a ello se debe el uso tan diferente y conclusiones tan antagónicas entre Darwin y Lyell.
Notas -------------------------------------------------------------------------------[1] Vincent Kavaloski. The vera causa principle: A Historical-philosophical Study of a Metatheorical Concept from Newton through Darwin. Tesis doctoral, Universidad de Chicago, 1974. [2] I. Newton, Principios matemáticos de filosofía natural (1687). México: Alianza Universidad, 1987, p. [3] La noción de deducción de los fenómenos es una de las nociones más complejas y difíciles de Newton: Aquí no me voy a detener en analizarla. Para abundar en ella se recomienda a Sergio Martínez op. cit. y mi Metodología y causas verdaderas en la Filosofía Natural (1672-1859). [4] Isaac Newton, Principios matemáticos de filosofía natural, Madrid: Alianza Universidad, 1987, p.785. [5] Dicha tradición se caracteriza, a grandes rasgos, por defender la idea de que cualquier creencia científica debe estar apoyada por, o derivada de, la experiencia. Entendida ésta como experimentación u observación. [6] El número entre paréntesis en la notas de J. Herschel corresponden a la numeración que él introdujo de los párrafos del Discourse. [7] La conciliación de inducciones es un término técnico que Whewell desarrolló. Con ello se refiere a la capacidad de una hipótesis de explicar una serie de generalizaciones empíricas diferentes. Por ejemplo, la ley de la gravitación de Newton puede dar cuenta tanto de las leyes de Kepler como de la cinemática de Galileo, ambas son generalizaciones empíricas. [8] Es importante observar la manera en que la noción de hipótesis, su función metodológica, su alcance y su papel en las explicaciones, cambió desde Newton a Whewell. Mientras que Newton era muy restrictivo con dicha noción, Herschel y Whewell la redefinen pero conservando la restricción newtoniana de no permitir especulaciones sin criterios metodológicos fuertes para evaluarlas. [9] Un estudio interesante de la interpretación de Whewell de las Reglas de Newton es el de R. Butts, "Whewell on Newton's Rules of Philosophizing" en Butts, R. y Davis, J. (eds.) The Methodological Heritage of Newton, Oxford: Basil Blackwell, 1970.
[10] Whewell, History of the Inductive Sciences, vol., II, Londres: Parker, 1837, p. 286. (sub. mío) [11] Whewell, Ibid. (sub. mío) [12] Whewell, Ibid. [13] Whewell, op. cit. p. 637. [14] Un “proceso histórico” supone un tiempo humanamente grande. Por ejemplo, algunas reacciones químicas, si bien necesitan tiempo para llevarse a cabo, no por ello se tendría que considerar como proceso histórico en el sentido aquí defendido. [15]Rachel Laudan, From Mineralogy to Geology, Chicago: Universidad de Chicago, 1987, y también su “The role of methodology in Lyell’s geology” Stud. Hist. Phil. Sci., 13(1982) 215-50 [16] Los debates en geología entre los uniformistas y los catastrofistas, posición contraria a la de Lyell, están analizados en W. Cannon, "The uniformitarian-catastriphist debate" Isis 51(1960) 39-55. [17] El “contexto del descubrimiento” es una expresión que hace referencia a los diversos procesos (psicológicos, sociales, azarosos, etc.) que intervienen en el descubrimiento de teorías científicas, fenómenos, etc. El contexto de justificación se refiere a los diferentes criterios que se utilizan para justificar los descubrimientos o las teorías. Herschel fue el primero en trazar una distinción entre ambos contextos y sostuvo que lo importante para la filosofía de la ciencia era sólo el contexto de justificación, i.e., ni importa cómo se elaboró la teoría, sino si está justificada o no. Whewell no estuvo de acuerdo y para él el contexto de descubrimiento es igualmente importante para entender la construcción de la ciencia. Por ejemplo, para Whewell era muy importante que los científicos contaran con habilidad creativa para elaborar ciencia. [18] Cfr. D. Hull. Darwin and his Critics. The Reception of Darwin's Theory of Evolution by the Scientific Community, Cambridge: Universidad de Harvard, 1974. p. 14. [19] Francis Darwin, (ed.) The Life and Letters. Charles Darwin, Vol III. Londres: John Murray, 1887. p 25. [20]Darwin integró un principio a esta analogía para justificar la transmutación: el principio de divergencia. La idea básica detrás de este principio era que cuanto más diversificados llegaban a ser los descendientes de cualquier especie respecto a su estructura, constitución y hábitos, más capaces serían para ocupar muchos y variados lugares ampliamente diversificados en la Naturaleza. De tal modo que serían más capaces de crecer en número. Actualmente se le conoce a esta idea “exclusión competitiva”. Agradezco a Edna Suárez esta aclaración.