Scavino, Dardo. Narraciones de La independencia. independencia. Arqueología de un fervor contradictorio. contradictorio. Eterna Cadencia, Buenos Aires: 2010. Resumen de contratapa: contratapa : Dardo Scavino se adentra en cartas, proclamas, ensayos y poemas escritos antes, durante y después de las revoluciones por la independencia en América latina, y analiza las narraciones que delinearon la idea de nación en la región y que marcaron a fuego el proceso de constitución política de los pueblos hispanoamericanos. Es allí donde encuentra un “nosotros” que oscila entre dos narraciones opuestas: una denuncia la conquista, el avasallamiento e invoc a “los derechos de los pueblos incautados”; la otra busca el reconocimiento por parte de los españoles y la restitución de privilegios a un grupo minoritario: los criollos. criollos . A la primera la llama la “epopeya popular americana” y a la segunda la “ novela familiar criolla”. Dos fábulas que a pesar de su carácter contradictorio e irreconciliable aparecen a veces incluso en un mismo texto (prefigurando la desigualdad luego establecida), conjuradas en pro de la emancipación, y que se pueden leer como dos momentos esenciales de una retórica de la hegemonía política. Un libro imprescindible para pensar la identidad y la representación política en el escenario latinoamericano latinoamericano actual, que recuerda que “toda identidad supone un antagonismo; toda unidad, una lucha”. Carlos de Siguenza y Góngora, 1692. Scavino parte de una breve biografía de aquél y se refiere concretamente a dos de sus obras: Alboroto y motín de los indios indios de México y Belerofonte Belerofonte matemático matemático contra la quimera quimera astrológica . Lo que le interesa destacar en este último texto es que allí ya se discierne esa nueva identidad en el empleo de la primera persona del plural, un “nosotros” que busca diferenciarse del resto d e los americanos, sobre todo los indios, a la vez que considera fortuito el nacimiento de los criollos en tierra ultramarina. “Este lamento de los criollos como europeos desairados, pospuestos o desdeñados por quienes seguirán viviendo en tierras de los abuelos, iba a convertirse en un momento esencial de la narración criolla (…) (19-20). (19 -20). Octavio Paz conjetura que ese “fervor contradictorio” del escritor novohispano, novohispano, en lo relativo a los europeos pero también a los indios, no provenía de algún conflicto irresuelto de los meandros de su personalidad, sino “del espíritu criollo” que comenzaba a despuntar en el siglo XVII (p.20) “La emancipación de los pueblos amerindios después de trescientos años de dominación española se había convertido en un símbolo de la liberación de todos los americanos en algunas narraciones de la independencia, y esta misma figura iba a sobrevivir, sin demasiadas modificaciones, modificaciones, en los relatos revolucionarios del siglo XX” (21) “La opresión de los indígenas desde la época de la conquis ta, es la opresión por antonomasia de los pueblos latinoamericanos (21-22) (…) Pero la narración antitética aparece con una frecuencia frecuencia semejante” en nombre de la modernización o civilización. 22 Objetivos: Objetivos: “Vamos a intentar elucidar este misterio en las pá ginas que siguen: por qué estos relatos son dos, y por qué se yuxtaponen a pesar de su ostensible incongruencia. incongruencia. Este ensayo no tiene más pretensión que resolver el enigma de esta coincidencia oppositorum aparecida en el proceso de constitución política de los pueblos hispanoamericanos, proceso indisociable des establecimiento establecimiento en estos países de una hegemonía hegemónica (23) I. Durante las revoluciones Simón Bolívar, 1815. Comienza con la carta que le escribe a Henry Cullen con motivo de dar su opinión acerca de la situación política de los territorios americanos. Según este relato, los habitantes de las Indias “habían sido vencidos y dominados por el imperio español tras el desembarco de Colón, de modo que las revoluciones revertirían revertirían esta situación derrotando a los opresores y emancipando a
los oprimidos. 31. “Entre ellos, que llama de “americanos meridionales”, “incluye a los individuos que nacieron en tierras de Indias sin importar la sangre que corriera en sus venas ni el estatus que tuvieran en la sociedad virreinal.” 32 pero luego admite que los revolucionarios son fundamentalmente criollos y que combaten la usurpación de los españoles aunque desciendan de los propios usurpadores. 32 A continuación se queja de las discriminaciones sufridas por los miembros de su clan en las administraciones virreinales invocando el “principio de prelación” que debía beneficiar a los herederos de los conquistadores. 33 “las revoluciones de la independencia se proponen rep arar el incumplimiento de estos pactos (…) y restablecer la “autoridad constitucional” de la minoría criolla en los territorios de ultramar. En su célebre “Carta de Jamaica”, reúne dos narraciones antitéticas acerca de la historia americana. “En la primera, la conquista se presenta como una usurpación y un crimen abominable; en la segunda, como una proeza cuya recompensa habrían sido las “capitulaciones”(…)” 34 Allí Scavino habla de dos identidades en Bolívar, como en tantos otros patriotas del movimiento de la independencia: “el americano defendía su tierra natal contra la invasión española mientras que el criollo defendía su linaje, o su clan, contra la administración peninsular. Ambos coincidían, es cierto, en este punto preciso: el enemigo era, a grandes rasgos, la monarquía española y sus representantes locales”. A la desaparición de este enemigo en común, se divorciarían estas identidades. 35 Interesa entonces preguntarse quién está hablando, a quién se dirige y acerca de quién está hablando. Camilo Henríquez, 1812 El fraile revolucionario escribe un poema donde incurre en una contradicción semejante a la de Bolívar. “(…) si la conquista fue injusta, entonces fue perpetrada por “nuestros” adversarios, los godos, quienes “nos” dominaron a lo largo de trescientos años; si fue justa, fue emprendida por “nuestros” antepasados, y esto “nos” da derecho de posesión sobre esta tierra”. 38 -39. Servando Teresa de Mier, 1810. “ Al igual que Henríquez y Bolívar, el tonsurado rebelde retorna a esa narración que cuenta la historia de la minoría criolla despojada de los privilegios que habían obtenido sus ancestros gracias a su valeroso desempeño en tiempos de la conquista.” 46 (ver en esa página el detalle de las capitulaciones firmadas entre los reyes y los conquistadores según Mier. Ahora Scavino presenta las dos narraciones: “La narración criolla, digamos, comienza con las hazañas de los conquistadores, comparadas con las proezas de los caballeros que consumaron la reconquista de la península ibérica, y prosigue con la pérfida traición del gobierno metropolitano que no solo les arrebata a sus vástagos sus títulos y privilegios sino que además los trata como si ya no fueran españoles. A esta narración podríamos llamarla la novela familiar del criollo , ya que cuenta la historia de esta minoría abandonada por sus parientes en un territorio lejano y privada incluso del reconocimiento que estos le debían, no solo por tener la misma sangre sino también por haber contribuido a incrementar la riqueza y el poder de la familia. Esta novela criolla contrasta con la epopeya popular americana, para la cual la conquista es sinónimo de usurpación, o de violación del derecho (…). Los patriotas se presentan en este caso como aliados de los indios conquistados mientras que en la novela criolla aparecen más bien como descendientes de sus opresores. La epopeya popular americana es la historia de los oprimidos , sin importar su origen ni color; la novela familiar del criollo es la historia de los desheredados” 49 Francisco de Miranda, 1801 Más allá de la narración de Miranda que concuerda con las vistas hasta entonces, interesa la pregunta de Scavino sobre a qué pedido de justicia le dieron satisfacción las revoluciones : “Si a la demanda de restitución de los indígenas usurpados o a la demanda de respeto del “contrato social” originario de los descendientes de los usurpadores. En la narración americana, la revolución venía a restablecer la igualdad entre los diversos grupos; en la narración criolla, la
revolución venía a establecer la superioridad de los criollos. Las revoluciones hispanoamericanas instauraron, por un lado, el principio de igualdad republicana de todos los ciudadanos y, por el otro, el principio de hegemonía política de esa minoría criolla” 55. Juan Pablo Viscardo Y Guzmán, 1791. Este jesuita arequipeño redactó en francés una “carta a los españoles americanos” que algunos consideran la primera proclama independentista de la América española y que Miranda tradujo en 1799. Allí hace una analogía entre la conquista y la opresión virreinal, e introduce una idea de repetición histórica que va a ser una de las contantes de los textos independentistas 60. (Ver en la página 61, habla de la recurrencia a la historia pasada para interpretar el presente, que proviene de una corriente de la exégesis bíblica, en donde los episodios de los Antiguos testamentos eran alegorías proféticas del Nuevo.) Analogía profética: “La narración americana pasa así de la analogía entre las relaciones (el sometimiento de los indios se parece al sometimiento de los criollos) a la identificación de los términos (los indios y los criollos, por un lado, los conquistadores y la administración borbónica, por el otro). El relato, en este caso, se inicia con la opresión de los pueblos “americanos” y concluye con su repetición invertida: la emancipación revolucionaria” 62 Esto que en las narraciones proféticas eleva a los indios al rango de ancestros tiene que ver con “una clasificación totémica” (Lévi -Strauss) o de una “metáfora paterna” (Lacan). 62 Excursus. Hegel, 1807 Para Hegel, las epopeyas contarían cómo la multiplicidad logra aunarse gracias al antagonismo. 65. “Lo importante era la aparición de un antagonismo y la consecuente unificación de una muchedumbre en el conjunto homogéneo. Era preciso, no obstante, que esa unidad se encarnarse además en algo o en alguien (…) Ese primus inter pares 66 puede ser una parte de la sociedad elevada a la dignidad del todo, como sucede con el criollo, o con la figura del criollo, en las repúblicas hispanoamericanas. Un grupo particular convertido en “representante general’ , como sugiere el joven Marx. Como dice Ernesto Laclau en La razón populista, el líder es el “padre, pero también uno de los hermanos” 67. “Primus inter pares: la epopeya popular cuenta la historia de los pares, mientras que la novela familiar narra los orígenes del primus. A esta alianza (foedus) de los diferentes grupos americanos se la va a llamar, a partir de las revoluciones, federación, y cuando algunos políticos critiquen esta idea de federación, este acuerdo entre caudillos militares, cuyos tensos equilibrios ponían en peligro las repúblicas nacientes, van a remitirse a sus orígenes bélicos. 68. Tal es el caso de Alberdi, quien prefiere en lugar de la alianza militar, el trato o contrato comercial. Camilo Torres Tenorio, 1808 Encargado por el Cabildo de Bogotá, escribe el Memorial de Agravios. “La diferencia entre americanos y no-americanos es un problema de lugar de nacimiento, esto es: de suelo. La diferencia entre hispanos y no-hispanos –entre conquistadores, digamos, y “naturales conquistados”- es un problema de proveniencia, esto es: de sangre. En el Memorial de agravios, por consiguiente, el jus sanguinis sigue primando sobre el jus soli , como de hecho ocurría en los propios virreinatos.” 72 Ver 73, etimología de criollo. “Los criollos ocupan, en este aspecto, la posición de los hijos no reconocidos, y, por decirlo así, desheredados, en la perpetua situación de buscar ese reconocimiento de los bienes patrimoniales a cuyo acrecentamiento inaudito contribuyeron ellos, con su trabajo, y sus ancestros, con sus hazañas.’73 Ver cuadro de p.75, para observar intersección del criollo. Interesa además de cómo se ven los criollos, desde dónde se miran. 76 Ver comentario sobre la mirada del otro (dos sentidos: como imagen del otro y cómo son mirados por esos otros) 77. Simón Bolívar, 1815 (bis)
Aquí se refiere a un artículo periodístico que escribió con el seudónimo de El americano, para la Gaceta de Jamaica, algunos días después de su misiva a Henry Cullen. (Ver en la página 80: influencia como sinónimo de hegemonía). “En esta narración criolla , la revolución ya no se presenta como la contrafigura de la conquista sino como si repetición. Los criollos venían a llevar a cabo una tarea en la cual los españoles europeos habían fracasado: “establecer un imperio poderoso”. Gobernar este continente sería el “destino manifiesto” de esta minoría –y más precisamente de “un individuo” de ese clan -, destino cuya premonición se encuentra en el mito de Quetzalcoatl. Y por eso la revolución concretaría ese proyecto que los conquistadores, y sobre todo los misiones, tenían en mente: civilizar a los salvajes”. 81 Esta redención de los indígenas gracias a la introducción en América de la civilización europea convieernte a los criollos en los nuevos misineros de la ilustración y el progreso y les confiere a las repuna misión de educación, por no decir de conversión, de la población aborigen, misión cuyo monopolio se reservaron esas naciones desde sus gestaciones revolucionarias, rivalizando muchas veces con los misioneros cristianos. Gracias a la educación, precisamente, todos los ciudadanos de la república van a llegar a ser iguales… a los criollos” 82. A continuación, compara esta postura de Bolívar con la de O’Higgins respecto de los araucanos en el sur (82 a 85). El modo de comportarse de los criollos tenía que ver con ese respeto irrestricto a la libertad de comercio (lo que los excluía a los españoles de “la civilización y las luces” . Bernardo de Monteagudo, 1812. El abogado tucumano pronunció con motivo de la creación de la Sociedad Patriótica de Buenos Aires, una “oración inaugural” en cuyo inicio desplegaba una de las versiones más completas de la otra narración que recorrió las revoluciones de la independencia: la epopeya popular americana. 87 Lo que le interesa destacar a Scavino de esa narración es la mismidad entre “América” prehispánica y el “nosotros” independentista y, en este siendo , las ficciones fundacionales de la hermandad latinoamericana, “que va a emerger y perpetuarse en la medida en que sus integrantes sigan contando –o contándose- la narración americana, o en la medida en que sigan aceptando que los “americanos” y “nosotros” son expresiones permutables(…) la epopeya del pueblo americano delimita una identidad y una oposición, una fraternidad y un adversario, una equivalencia y un antagonismo” 91 Además de unir a los indios y criollos el suelo natal y un enemigo común, los une un goce perdido, un goce mítico. 92 “Durante las revoluciones, patria va a ser uno de los significantes de ese goce, de ese Jardín del Edén del cual los americanos fueron expulsados y que vuelve, en el futuro, bajo la forma de una tierra prometida” 93. “La narración americana cumple entonces con el argumento dialécti co según el cual lo positivo surge de la negación de lo negativo (…) De donde se infiere que ese nosotros solo existe en una relación de oposición binaria con los otros, o para decirlo a la manera lacaniana: ese nosotros representa a un sujeto, los americanos, para los españoles, y por eso esa unidad americana va a resultar gravemente cuestionada cuando en antagonismo con los españoles llegue, tras la batalla de Ayacucho, a su fin.” 98. José Joaquín de Olmedo, 1825. Escribió una oda para celebrar la victoria de Junín que se convertiría en la apoteosis del general venezolano. Los versos dejan en claro que unión entre los diversos pueblos americanos solo pueden conservarse como una unión de algún adversario dispuesto a vencerlos y sojuzgarlos. No es casual que haya escrito esto cuando las guerras de la independencia acababan de terminarse y los conflictos empezaron a estallar.
“algunos escritores como Sarmiento o Alberdi, van a llegar a sostener que estos conflictos fu eron una consecuencia directa de las revoluciones de la independencia y de la desaparición de ese poder único que se llamaba monarquía. Pero también puede conjeturarse que el propio antagonismo con los españoles permitía mantener unidos a los diferentes grupos (…)” 108 José Faustino Sánchez Carrión, 1812 Sánchez Carrión debe invocar el gentilicio americano, divisa de los revolucionarios en su antagonismo con la monarquía española. 112 Juan Germán Roscio, 1811. Fundador de la Gaceta de Caracas y redactor del Acta de la Independencia de Venezuela, dedicó un capítulo a examinar a la monarquía. Allí, el gentilicio americano incluiría solamente a los descendientes de los españoles. 115 Ahí refiere a la ambivalencia en la referencia de los gentilicios : “Se trata de las ambivalencias propias de la hegemonía criolla en la política hispanoamericana. En efecto, ¿quiénes van a ser a partir de entonces los hispano-americanos?, ¿los españoles nacidos en América o los americanos nacidos en territorios ocupados durante trescientos años por los mismos españoles?” 116 Excursus. George Sorel, 1907 Scavino se refiere al libro Reflexiones sobre la violencia , donde Sorel le contesta a Renan acerca de las fuerzas que mueven a los hombres a actuar, es decir, a las convicciones. Las convicciones no provienen de la ciencia sino del mito . El mito para Sorel es “es idéntico a las convicciones de un grupo”. 118 Para Scavino, Freud se hubiera referido a que los sujetos no actúan por el principio de realidad sino por el principio del place r, que en este caso implicaría una “explicación satisfactoria” cuando un relato parece válido o verosímil. 118 Dice Scavino: “La sujeción, al fin y al cabo, no significa otra cosa: los sujetos son fatalmente adictos a alguna narración o dependientes de algún mito (y en los casos que nos interesan, de los mitos de la independencia)”. 119” “ La relación de las ficciones con la realidad no es referencial sino performativa. Nadie podría aportar pruebas de la veracidad de estos relatos. Como suelen recordar las actividades religiosas, las pruebas se encuentran en la fe de los pueblos” 119 Sorel llamaba mito “a una narración esencialmente épica que cuenta el combate entre u n pueblo y sus enemigos y termina con el triunfo inexorable del primero”120 “(…) tan pronto como una sociedad se ve privada de la convicción militante que le confiere alguna narración mítica, se precipita en la corrupción y en la anomia” 121 Scavino coloca el ejemplo de la huelga general revolucionaria como relato colectivo de principios de siglo XX que vaticinaba la derrota de los enemigos del pueblo y a su vez constituía la unidad del pueblo. “Esta unidad tiene, por consiguiente, el estatuto de la confabulación ” Así como Sorel analiza a la lucha de clases no identidades fijas sino identificaciones sociales, para Scavino, las narraciones de de la independencia ofrece un fenómeno comparable. Los criollos logran aunar los diferentes descontentos frente a un enemigo común y presentando los reclamos de la minoría criolla como “representante general” de la sociedad entera. Dice Scavino que para Sorel esta narración debería proseguir para que se consolide la unidad de las naciones, por ejemplo, de la escuela, capaz de mantener vivo ese relato revolucionario. 12526 Las narraciones de la emancipación nacional no son un monopolio de la izquierda o los llamados populismos. Cada posición política va a proponer un relato acerca de la conquista y de la revolución, “pero estos relatos no son invenciones de los políticos y de los intelectuales sino mitos sociales, populares, que circulaban ya en la época de la colonia y sobre los cuales los políticos asentaron sus discursos y proyectos, y los intelectuales, sus estu dios “científicos” sobre la historia y la sociedad hispanoamericana .” 127 Ver nota al pie de página, donde hace una
referencia a la relación entre mitos y propaganda de masas, que Soler no había podido vislumbrar en 1907. II. Antes de las revoluciones Antonio de Ulloa y Jorge Juan y Santacilia, 1748. Felipe V envió a dos oficiales de la marina real para dar información acerca de la situación política y social en aquellos territorios. En ese informe se pone de manifiesto cómo estos oficiales deploraban tanto la circulación de la narración americana como la de la hermandad de sangre, de modo tal de considerar a la blancura, independientemente de la “calidad” de las personas. Juan Valdez de Córdova, 1737 Las tropas virreinales de Perú abortaron una revuelta de indios y criollos y mestizos, y estos fueron los encargados de dilucidar los orígenes de la revuelta; el manifiesto de Juan Vélez de Córdova presenta una de las versiones más antiguas de la epopeya popular americana. Y aparece la idea de la restauración de la monarquía incaica, proyecto que algunos años después encontramos durante la rebelión de Tupac Amaru, tanto como en las revoluciones de la independencia en el Río de la Plata, cuando San Martín y Belgrano, siguiendo un plan elaborado por Francisco de Miranda, propongan el restablecimiento de la dinastía incaica en el congreso de Tucumán de 1816. (142-143.) Gaspar de Villaroel, 1656. Aquí Scavino se refiere a este sacerdote y otros letrados del siglo XVII que protestaron contra la poca deferencia que los españoles en particular y los europeos en general, mostraban hacia los criollos. Excursus. Francisco de Vitoria, 1539. Copio in extenso, una cita referida a los argumentos a favor del libre comercio: “Estos documentos son los testimonios del carácter fundamentalmente burgués, y librecambista, de las revoluciones de la independencia. Pero además, introducían un inesperado qui pro quo: la monarquía española estaba repitiendo, con su monopolio comercial, esa actitud aislacionista de los indoamericanos que, según vitoria, convertía la agresión de la conquista en un justum bellum. Las revoluciones, en este caso, ya no se presentaban como una contra-conquista: era preciso que las ideas y la cultura europea volvieran a invadir esas comarcas encerradas detrás del muro del proteccionismo borbónico; era preciso que la América española regresara al mercado mundial y, por consiguiente, a la historia. Las revoluciones de independencia se veían legitimadas así con los mismos argumentos que habían servido para justificar, más de trescientos años antes, la conquista de estos mismos territorios por parte de la corona española. Y lo mismo va a ocurrir algunos años después cuando algunos mandatarios, como Juan Manuel de Rosas en la Argentina o José Gaspar Rodríguez de Francia y sus sucesores en Paraguay, decidan cerrar sus fronteras a las mercancías europeas. Las intervenciones británicas y francesas en el Río de la Plata así como la llamada Guerra de la Triple Alianza contra el régimen de Solano López van a apoyarse implícitamente en ese capítulo del derecho de gentes que desde el medioevo se conoció bajo el título de liberum comercium. (158) III. Después de las revoluciones José María Torres Caicedo, 1856. Cuando Walker y sus hombres vencían al ejército nacional nicaragüense, el poeta y diplomático colombiano escribió un largo poema, “Las dos Américas”, en cuya vigésima cuarta estrofa aparece por primera vez, al menos en español, la expresión América Latina. 164. “Esta nueva denominación, América Latina, le permitía a Torres Caicedo conciliar la epopeya popular americana (la unidad de los pueblos en lucha contra el invasor extranjero) y la novela familiar del criollo (la filiación latina de la clase hegemónica) (…) Tanto los indo como los afroamericanos ya se habían convertido en hispanoamericanos gracias a las revoluciones de la independencia. Ahora se les asigna una identidad aún más amplia: latinoamericanos . (…) A ”
diferencia de lo que hacían los narradores de la independencia, el poeta colombiano ya no precisa recordar las vejaciones cometidas contra las poblaciones indígenas ni el abyecto comercio de esclavos perpetrado por los europeos. La gens latina se eleva a partir de ahora a la dignidad del significante que representa a la totalidad de las repúblicas situadas al sur del Río Grande, y que las representa, sobre todo, para esa república situada al norte de ese río.” 165 En este sentido, Estados Unidos vienen a ocupar el mismo lugar que apenas treinta años antes ocupaba el Imperio español. Rubén Darío iba a volver a este mismo enfrentamiento personificando a los rivales con las figuras de Calibán y Ariel. 167 Juan Bautista Alberdi, 1867 Scavino se remite al texto de Alberdi que consagró varias páginas a la independencia, que fue publicado 19 años después. Para Alberdi, los criollos deben romper la hermandad facticia con los indios, esa fraternidad promovida por la epopeya popular americana, y regresar la “unidad y la igualdad” con los miembros de su familia. 170 “A diferencia de Torres Caicedo, Alberdi excluye de la familia latina o hispana a quienes no puedan acreditar ascendencias europeas, de modo que la primera persona del plural va a limitarse, en su caso, a la presunta prosapia de Rómulo y Don Pelayo. 171 “El hombre de la independencia ”, explica, era solo el “ hispanoamericano”, aquel individuo de origen español pero nacido en las colonias.”173 además, reivindica la conquista, como muy pocos escritores se habían atrevido a hacerlo desde los principios de la monarquía” 174 “De modo que la revolución debía proseguir su labor civilizadora si pretendía alcanzar el objetivo que sus iniciadores se fijaron”. 176 Interesa particularmente la solidaridad con los grupos que propugnaron el derrocamiento de Rosas. “Cuando se refiere al “aislamiento colonial”, y lo compara con la soledad indígena anterior a la conquista, está aludiendo indirectamente a las políticas proteccionistas impuestas por el mandatario bonaerense que los franceses y los británicos habían tratado de desmantelar a través de un prolongado bloqueo marítimo y una alianza con los sectores liberales exiliados en Montevideo (y sin embargo Alberdi condena la guerra que en ese momento su propio país está llevando a cabo contra las políticas proteccionistas de Solano López en Paraguay aunque no lo haga para defender al heredero del doctor Francia sino para cuestionar el crimen de guerra”). El esquema denunciado durante la revolución por los patriotas criollos parecía haberse repetido con el régimen rosista: el monopolio borbónico se interpretaba como una premonición del proteccionismo del gobernador bonaerense, y el 179 apoyo de Gran Bretaña a los revolucionarios hispanoamericanos, como una prefiguración de su alianza con los liberales argentinos. Pero las posiciones “neocoloniales” de intelectuales como Sarmiento o Alberdi , que muchos partidarios del proteccionismo denunciaban ya por ese entonces, no se reducen al fomento de un pacto comercial con las potencias europeas” sino que “las dos Américas forman parte, a pesar de la ruptura introducida por la independencia, de la c ultura europea.” 180 A diferencia de Torres Caicedo, la distinción entre América latina y sajona no conforman un antagonismo. 180 Manuel González Prada, 1871 De manera muy semejante a Monteagudo, Bolívar, Olmedo, Bustamante y tantos otros, González Prada resume los tres momentos de la epopeya popular americana. Justo Sierra, 1900 “Sierra trata de volver compatibles de este modo la novela familiar criolla y la epopeya popular americana: los hispanoamericanos siguen formando parte, en lo esencial, de la gens ibérica, porque son oriundos de este reino, pero la natio, el lugar de nacimiento, introdujo una novedad incontestable: los hijos del país son, en cierto modo, hijos del paisaje, como sucedía ya en los escritos de ciertos apologistas del criollo en los siglos coloniales. ” (186-187)
“Para Justo Sierra, al fin y al cabo, no tendríamos que hablar de revoluciones sino de evoluciones: las llamadas guerras de la independencia no habrían sido sino el intento desesperado de la metrópoli por revertir un proceso social inexorable que se había iniciado durante la propia conquista y que terminaría en la emancipación de las colonias. Ahora bien, no resulta difícil ver en la oposición entre “aislamiento” y “comunicación” –o incluso “ósmosis”- una traducción del conflicto entre proteccionismo y libertad de comercio (el vocabulario comunicación, de hecho, significaba intercambio).” 190 Leopoldo Lugones, 1904 Scavino analiza Imperio jesuítico para dar cuenta de la narración de la independencia en Lugones. “Aunque se inspira en algunos elementos del Facundo de Sarmiento, la narración de la independencia que nos propone Lugones resulta sumamente original. En ciertos aspectos, este escritor prosigue con la tradición de la novela criolla ya que para el existe una identidad genealógica incontestable entre españoles y criollos (Lugones no solo descarta una alianza con los demás americanos sino que justifica y, por decirlo así, celebra su exterminio, como había sucedido apenas unos años antes con la “limpieza” empr endida por el general Roca en la Patagonia. Pero el poeta toma de la narración americana su dimensión épica y la desplaza a la historia de los criollos: estos (…) son los herederos de los almogávares y de los conquistadores (…) La independencia había sigo obra de guerreros, esos mismos guerreros que iban a dominar una buena parte de la historia política argentina e hispanoamericana del siglo XIX. La revolución, en cambio, obra de comerciantes e industriales, de contrabandistas y fabricantes de velas de cebo. La independencia criolla había favorecido esa revolución porque esos guerreros, al igual que sus antepasados, poseían el monopolio de la tierra y precisaban exportar sus frutos. Pero no son ellos quienes llevaron a cabo esa revolución ni quienes disponían de los dotes requeridos para hacerla.” 197 Pablo Neruda, 1950 Un siglo y medio después de las revoluciones de la independencia, el Canto general de Pablo Neruda nos ofrece una interpretación colosal de aquella epopeya popular americana forjada por los rebeldes criollos. 198 “EL Canto de Pablo Neruda se situaba en esa corriente que denunciaba la “ dependencia” de los países latinoamericanos con respecto a las potencias imperialistas. Sus partidarios van a mostrar, a raíz de esto, un renovado interés por las revoluciones de la independencia, al igual que Sarmiento o Alberdi en el siglo XIX, los teóricos de la dependencia pensaban que aquellas revoluciones no habían alcanzado aún sus objetivos, los argumentos de unos y de otros, sin embargo, eran diametralmente distintos. Ara los ensayistas argentinos la incorporación de las repúblicas hispanoamericanas en el mercado capitalista mundial iba a traducirse, tarde o temprano, en una modernización de los medios de producción y, por 201 consiguiente, en una transformación de las relaciones productivas que liberase a los americanos de los vínculos de las culturas tradicionales. La occidentalización de los americanos –todos sin excepción- solo podía obtenerse, a su entender, a través del desarrollo económico de la región, y este no podía alcanzarse sin una integración a ese mercado común euroamericano.” 202 (Dice Scavino que incluso proponían una alianza con I nglaterra, lo que Halperin Dongui llamó de “pacto neocolonial” ver nota 208). “Para los teóricos de la dependencia, por el contrario, es precisamente el papel subalterno interretado por estos países en el mercado mundial – proovedores de materias primas y de alimentos- lo que impedía ese proceso de modernización y transformación de esas mismas sociedades. Para Sarmiento y Alberdi, las revoluciones no habían alcanzado sus objetivos (…) porque el monopolio borbónico seguía en pie bajo otras formas de denominaciones; para Neruda, en cambio, las revoluciones no alcanzaron sus objetivos –o fueron, como él dice, “traicionadas”- porque no lograron romper con la dependencia impuesta por las potencias europeas (y los Estados Unidos), dependencia acrecentada por las políticas liberales que habían
defendido Alberdi y Sarmiento en el siglo XIX. (ver en esa misma página la postura de Eduardo Galeano, donde dice que el subdesarrollo de América Latina proviene del desarrollo ajeno) Dice Scavino que Sarmiento y Alberdi propusieron una variante de la narración criolla porque independencia no tenía que ser considerada como un regreso a la época anterior a la conquista, sino una manera de restablecer los lazos con Europa a través de la ruptura del aislamiento impuesto por los Borbones. 203 Ver en la páginas 205 y 206 una crítica a las clases dirigentes en su forma liberal o en su variante antiimperialista que no hicieron sino acelerar el proceso de occidentalización de las poblaciones aborígenes, dejándolos más marginados aún. Octavio Paz, 1950 En El laberinto de la soledad, Paz va a presentar una de las interpretaciones más singulares de la novela familiar criolla. Para Paz, los indios habían ingresado a la universalidad gracias a la conquista española y portuguesa, pero la propia España cerro inmediatamente esa universalidad y por eso sus descendientes se habrían rebelado tanto contra España. “Los hispanoamericanos serían, en la narración de Paz, más europeos que los propios españoles, de modo que el gentilicio hispanoamericano vuelve a asumir en la pluma del poeta mexicano la extensión que solía tener en el virreinato y en la narración criolla: hispanoamericanos son los españoles nacidos en tierras americanas, los descendientes de los conquistadores, la minoría culturalmente europea de las antiguas colonias. 210 Héctor A. Murena, 1965 “En El pecado original de América , Héctor Murena proponía una variante de la novela familiar del criollo que podríamos catalogar, al menos en principio, de interpretación argentina.” 212 Para Murena, el nacimiento del criollo en tierras americanas era una disposición originaria que se constituía simbólicamente como pecado. “América es hija de Europa, y necesita asesinarla históricamente…” Por primera vez en la historia de esta narración, la novela familiar del criollo se salda con una supresión de los ancestros o con un antagonismo que termina haciendo bascular a su protagonista hacia los combates de la epopeya americana. Murena había encontrado así un pasadizo secreto, intransitado, entre la quejumbrosa novela familiar del criollo y la exaltante epopeya popular americana: la independencia “espiritual” como solución terapéutica al “trauma” americano. Po r este pasadizo no cesó de ir y volver, como quien no acepta radicarse en un lugar o como quien juega con la identidad doble del criollo asumiendo la contradicción” 217 Excursus. Claude Lévi-Strauss, 1958. Este apartado comienza con la idea de la invocación a Mnemosine en Grecia y luego compara esta idea de memoria con un artículo de la Antropología estructural de Lévi-Strauss. Para este autor, “el mito no cuenta únicamente esa ristra de acontecimientos que supuestamente transcurrieron “hace mucho tiempo” o “durante las primeras épocas” sino que además nos revela así una “estructura permanente”. El mito “nos remite simultáneamente al pasado, al prese nte y al futuro”, explicaba el 220 antropólogo glosando a los dos poetas griegos: esta concepción de la temporalidad lo aleja de la historiografía y lo acerca, en nuestros días, a la “ideología política” 221. “De modo que las narraciones políticas de la hi storia, sin importar su orientación ideológica, se caracterizan por dos operaciones básicas: proponer un antagonismo nosotros/ellos y una figura cíclica de tiempo (el consabido “hoy como ayer”). La combinación de estas dos operaciones suele dar lugar a la constitución de linajes o familias políticas rivales: “Somos los descendientes de…” o “ellos son los descendientes de…” De donde se infiere que la cuestión de la descendencia concierne sobre todo al lugar que una clase o un pueblo ocupa en una narración política. 225.
“Esto nos permitiría esbozar incluso una definición de la literatura política: aquella que, repitiendo algún relato, vela por la preservación y multiplicación de alguna tribu precisa. No es casual, en este aspecto, que la repetición de estos relatos se vincule con ciertos rituales – conmemoraciones, efemérides, liturgias, misas- de los cuales participan los miembros de la comunidad para confirmar su pertenencia a ella o su adhesión a un proyecto político colectivo”. 226. “Solo se puede escribir novelas (…) en ruptura con las tradiciones y con las comunidades, en ruptura con los adictos a un relato “unificado y coherente” de la historia. El problema es si la novela moderna tiene, como correlato, una política moderna”. IV. La hegemonía criolla y la constitución del pueblo americano Anfibología del gentilicio hispanoamericano Interesa en este capítulo los diferentes significados del término, pero especialmente que con las revoluciones de la independencia, el nombre de una fracción se convierte en el título del pueblo entero. 235 en este apartado, se refiere a la etimología de las palabras criollo e indígena (238). En este sentido, cita a Laclau: “un grupo particular se vuelve hegemónico cuando empieza a representar la totalidad de la cual él forma parte”” 239 (Ver p. 241. Explica que Sarmiento en el Facundo no aceptaba la homogeneidad del gentilicio hispanoamericano, ya que había una fuerza heterogénea, bárbara, asociada a los gauchos) “La igualdad cívica –el hecho de que cada ciudadano cuente tanto como otro- supone, por lo general, la aceptación implícita de una hegemonía política y cultural” 242 Homologaciones “La homogeinización o la homologación hegemónicas se perciben sobre todo en las posiciones que defendían los derechos de las poblaciones indígenas y que apuntaban, por lo general, a demostrarle a un auditorio –español y también criollo- que lo aborígenes eran hombres “como nosotros”” 243 “Aunque el significante cristiano se vea sustituido, con el paso de los años, por ilustrado, civilizado, moderno o democrático, no se va a abandonar la idea de una integración o de una occidentalización redentora de los indios y de las demás minorías. La salvación de estos grupos pasaría, en estos casos, por una homologación con la minoría europea” 245 El conflicto, padre de todas las cosas “La identidad criolla no es un término positivo sino un nudo de oposiciones binarias (…) Lacán decía entonces que un significantes es lo que representa a un sujeto para otro significante”. Criollo representa a un sujeto para godo, y otro sujeto, como vimos, para indio. Para un indio, en efecto, un criollo es un europeo, mientras que para un español es un americano. (…)Esto nos permite concluir entonces que un relato como la epopeya americana no fue “instrumentado” por la minoría criolla para obtener la adhesión de los indígenas, como presumía 249Alberdi y como conjeturaba todavía hace unos años el historiador alemán Hans- JOACHIM konig. Esta relación instrumental supone una anterioridad del sujeto en relación con el instrumento, mientras que nuestra hipótesis supone que el sujeto es un personaje de esa misma narración y que no sabría existir, como consecuencia, fuera de ella (aunque pueda asumir otra identidad en la narración criolla).Cuando decimos entonces que un sujeto que efectivamente vivió en una república hispanoamericana se convierte en personaje de una narración –y hasta podríamos añadir, de una ficción-, estamos sosteniendo que estos sujetos se ven interpelados por esos nombres que los sitúan en un relato. (…) O si se prefiere, no es porque odia o ama que reproduce esos relatos; es porque los reproduce que odia o ama”. 250 La constitución política del pueblo Aquí insiste con la cuestión de los antagonismos, y dice que “Bolívar se encuentra con el siguiente problema: ¿cómo constituir una misma natio con diferentes gentes? Esta unidad solo podría conquistarse si los patriotas lograban encontrar un elemento común a las diversas fracciones: el enfrentamiento contra el invasor español. 253
Allí cita a Laclau que, tanto como Freud en Psicología de las masas , dice que para que una unidad popular llegue a constituirse, es preciso empezar por un elemento sea excluido o la hostilidad con algo o alguien, en términos de Freud). 253 Por eso la dimensión antagónica no puede separarse de una dimensión hegemónica. Los reclamos particulares deben convertirse en los reclamos generales o en la “voluntad popular”. “E esto se refería Marx en su Crítica de la filosofía del derecho de Hegel cuando explicaba en que´ consistía una “revolución parcial, meramente política” 254 “El antagonismo y la hegemon ía, cuyas consecuencias son el odio hacia el enemigo y el amor hacia algún representante, coinciden con las dos dimensiones de la constitución política de un pueblo. Estas dos dimensiones corresponden a las dos fábulas discernibles en los textos de la independencia: la epopeya popular americana y la novela familiar criolla. La primera narra el antagonismo entre americanos y españoles; la segunda, la historia de la hegemonía hispanoamericana en las repúblicas homónimas.” 255 El cuerpo místico del rey Aquí habla del problema de la unificación luego de la separación con España. Monteagudo anticipa la asimilación de la federación con la barbarie y del centralismo como la civilización, que Sarmiento y Alberdi iban a reproducir con ahínco. 264 Con el centralismo se buscaba la sustitución del cuerpo místico del rey, esto significa reunir una multiplicidad de partes en una unidad que perdurara a través de las tempestades y olas populares. Nosotros, vosotros, ellos Dice Scavino respecto de los pronombres que reencontramos “el mismo problema al que Laclau hacía alusión a propósito de la hegemonía: nosotros puede ser tanto la parte (el destinador) como el todo (el destinador y el destinatario)” 270 El ejemplo que utiliza es el mensaje redactado por José Faustino Sánchez Carrión en el Congreso constituyente del Perú para los indios de las provincias interiores. 271 “La oscilación entre ambas extensiones del pronombre personal nosotros se explicaría por el lugar hegemónico ocupado por la minoría criolla, “representante general”, en el sentido marxista, o parte elevada a la dignidad del todo, como diría 277Ernesto Lacl au (…) Alberdi, por el contrario, los excluía, y por eso va a precisar establecer una distinción entre los americanos: indios y negros van a formar parte, para él, de la América, “ salvaje” o “bárbara”, por oposición a la América “europea” o civilizada”. Esta dicotomía va a adquirir una preponderancia innegable a partir de la segunda mitad del siglo XIX. “Ellos” ya no van a ser más los españoles peninsulares, o los monárquicos, sino los bárbaros y todas aquellas fuerzas que se resisten a la occidentalización de América, occidentalización iniciada con la conquista y proseguida con la revolución”. 278 ¿América poscolonial? “Puede hablarse entonces de descolonización cuando los colonos, o sus descendientes, siguen ocupando en esos países una posición hegemónica? 279 Allí se remite al concepto de ambivalencia de Homi Bhabha. “Tal vez la contradicción que venimos destacando entre una narración americana y una narración criolla permita elucidar aquella “ambivalencia” de este “sujeto ontológicamente inestable”, aunque suponga también un cuestionamiento de esa noción de “sujeto” , ya que, por encontrarse “sujeto”, no debería mostrarse “ontológicamente inestable” . El problema acaso pueda resolverse de manera más sencilla si aceptamos la idea de que el criollo obedece, o responde, a dos interpelaciones (a dos vocaciones o dos investiduras simbólicas). Si un significante es lo que representa a un sujeto para otro significante, entonces criollo significa “europeo” para indio y “americano” para español . No hay “inestabilidad ontológica” del sujeto sino oposición binaria de los significantes” 280
Ver en 281: idea de doble identidad de los criollos. También repite la cuestión de que no son los sujetos lo que muestran una visión del mundo, sino que son sujetos mismos a partir de las narraciones.) Epílogo Bernardo de Monteagudo, 1823 Habla de un cambio en la postura de Monteagudo. En 1823, pensaba que la única clase verdaderamente emancipada con las llamadas revoluciones de la independencia era la clase de los propietarios y capitalistas. “Quienes defendían la idea según la cual la democracia solo podía ser burguesa y condenaban, como consecuencia, las “tentaciones populistas”, se encontraron con esta paradoja: no solo debían condenar, para ser coherentes, las revoluciones de donde provienen las repúblicas que pretenden defender, sino que además tenían que disimular el hecho de que las propias democracias burguesas ya suponían la constitución de un pueblo sobre la base de un enemigo (los otros populismos) y de una hegemonía (la burguesía).” 295 “Y hasta podrían afirmarse que las recetas para inmunizar a las masas contra la “fiebre mental” de los populismos revolucionarios – o las revoluciones populistas- no han conocido grandes variaciones desde los tiempos en que Monteagudo den unciaba ese “furor democrático”. Estas recetas siguen estando compuestas, a grandes rasgos, de una mixtura de educación cívica y liberum commercium, de occidentalización y propiedad privada, de modernización y mercado. La hegemonía criolla resulta en este aspecto inseparable de la narrativa libera y burguesa en América Latina”. 297