Cuentos Árabes
Amigos [Cuento. Texto completo] Anónimo árabe Dos amigos viajaban por el desierto y en un determinado deter minado punto punto del d el viaje discutieron. El o tro, ofendido, sin nada qu q ue decir, escr ibió en e n la la arena: are na: "Ho "Ho y mi mejor mejor amigo me pegó pe gó una bofetada en el rostro". Siguiero Siguiero n ade adelante lante y llegaron a un oasis donde resolvier reso lvieroo n bañarse. El que hab hab ía sido abofeteado y lastimado lastimado comenzó a ahogarse, sien sie ndo salvado por el e l amigo. Al recuperarse tomó un estilete estilete y escri escr ib ió en una piedra: "Hoy mi mejor amigo me salvó la vida". Intrigado, el amigo preguntó: -¿Por qué, después que te lastimé, escribi escr ibiste ste en e n la la arena, are na, y ahora escribes en una piedra? Sonriendo, el otro amigo respondió: -Cuando un gran amigo nos ofende, deberemos escribir en la arena donde el viento del olvido y el perdó n se encarga encar garán rán de borrarlo borra rlo y apagarlo; por otro lado, cua ndo nos pase pase a lgo lgo gra gra nd io so, deberemos grabarl rabar lo en e n la piedra de la memoria emor ia del corazón co razón donde viento ninguno ninguno en todo el mundo podrá borrar lo. FIN
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Cuentos Árabes
Aserrando una rama [Cuento. Texto completo] Anónimo árabe Nasrudín subió subió a un árbol para aserrar una ra ma. Alguien Alguien qu q ue pasaba, a l ver ver cóm có mo lo estaba haciendo, le avisó: -¡Cuidado! Está mal sentado en la punta p unta de la rama... Se irá abajo con co n ella ella cua ndo la la corte. -¿Piensa que soy un necio que deba creerlo? ¿O es usted un vidente que pueda predecir el futuro? -preguntó Nasr udín. udín. Sin embargo, embar go, poco despué desp ués, s, como siguier s iguieraa aserran aserra ndo, la ram ra ma cedió y Nasrudín Nasrud ín terminó terminó en el suelo. suelo. Entonces corri corr ió tras el otro hombre hasta hasta al a lcanzarl canzar lo : -¡Su predicci predicc ió n se se ha c um umpp lilido! do! Ahor A horaa dígam d ígame: e: ¿Có mo moriré? mor iré? Por más que el hombre insistió, no pudo disuadir a Nasrudín de que no era un vidente. Por fin, ya exasperado le gritó: -¡Por mí podrías morirte ahora mismo mismo ! Apenas oyó estas palabras, Nasru Nasr ud ín cayó al su s uelo el o y se se quedó inm inmóó vil. vil. Cuan C uando do lo encontraron sus vecinos lo depositaron en un féretro. Mientras marchaban hacia el cementer cementeriio, empez empe zaron a discuti disc utirr acerca de cuál era el camino más corto. Nasrudín perdió perd ió la paciencia y, asomando su cabeza fuera del ataúd, dijo: -Cu -C uando estaba vivo solía tomar por la izquierda; izquierda; es e l camino más rápido.
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Cuentos Árabes Deseos [Cuento. Texto completo] Anónimo sufí Un empe emperador rador estaba saliendo de su s u palacio palacio para dar d ar un paseo matutin matut inoo cu c ua ndo se encontró con un mendigo. Le preguntó: -¿Qu -¿Q ué quieres? El mendigo se rió y dijo: -¿Me preguntas como si s i p udieras satisfacer mi deseo? El rey se rió y dijo: -Por -P or sup sup uesto uesto que q ue p uedo uedo sati sat isfacer tu deseo. ¿Qué es? Simplemente dímelo. Y el mendigo mendigo dij d ijoo : -Pi -P iénsalo dos veces antes de prometer. p rometer. El mendigo mendigo no era e ra una mendigo cualqui cualq uiera. era. Había Hab ía sido el maestro del emperador en e n una vid vid a pasada. Y en e n esta esta vida vida le había había prom pro meti et ido: "Vendré "Vendré y trataré de desper tarte en tu próxima vida. En esta vida no lo has logrado, pero volveré..." Insistió: -Te daré cualquier cosa q ue pi p idas. da s. Soy un emperador emperador muy poderoso. ¿Qué puedes desear que yo no pueda darte? El mendigo le dijo: -Es un deseo muy simple. ¿Ves aquella escudill esc udilla? a? ¿Puedes llenarla llenarla con co n algo? algo? Por supuesto -dijo el emperador. Llamó a uno de sus servidores y le dijo: -Ll -L lena de din d inero ero la escudilla e scudilla de este hombre. El servidor lo hizo... y el dinero desapareció. Echó más y más y apenas lo echaba desaparecía. La escuadrilla del mendigo si s iempre estaba vacía. vacía. Recopilación
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Cuentos Árabes Todo el palacio se reunió. El rumor se corrió por toda la ciudad y una gran multitud se reunió allí. allí. El prestigio del emperador estaba en e n juego. juego. Les d ijijoo a sus servi ser vidores dores -Estoy dispu dispuesto esto a perder mi rein re inoo entero, e ntero, pero pero este mendigo no debe derrotarme. Diama Diamant ntes, es, perl per las, esmeral es meraldd as... los tesoros iban vac iando. La escudill esc udillaa parecí parec ía no ten te ner fondo. Todo lo que se colocaba en ella desaparecía desaparec ía inmediata inmediatam mente. Era Era el atardecer y la gente estaba reunida en silencio. El rey se tiró a lo s pies del mendig me ndigoo y ad ad miti mitióó su derrota. Le dijo: -Has ganado, pero antes de que q ue te vayas, satisface mi curiosidad. ¿De qué está hecha tu escudilla? El mendigo se rió y dijo: -Está hecha del mismo material que la mente humana. No hay ningún secreto... simp simp lemente lemente está es tá hecha de deseos hum humanos. anos.
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Cuentos Árabes El agua del Paraíso [Cuento. Texto completo] Anónimo árabe Un beduino seco y miserable, que se llamaba Harith, vivía desde s iempre en el desierto. Se desplazaba de un s itio a otro con su mujer Nafisa. Hierba seca para su camello, insectos, de vez en cuando un puñado de dátiles, un poco de leche: una vida dura y amenazada. Harith cazaba las ratas del desierto para apoderarse de su piel y hacía cuerdas con las fibras de las palmeras, que intentaba vender en las caravanas. Sólo bebía el agua salobre que encontraba en los pozos enfangados. Un día apareció un nuevo río en la arena. Har ith probó aquella agua desco nocida, que era amarga y salada, e incluso un poco turbia. Pero le pareció que el agua del verdadero paraíso acababa de deslizarse por s u garganta. Llenó dos botas de piel de cabra, una para él y otra el califa Harun al-Rasid, y se puso en camino hacia Bagdad. A su llegada, tras un penoso viaje, les contó su historia a los guardias, según la práctica establecida, y fue admitido ante el califa. Harith se postró ante el Comendador de los Creyentes y le dijo: -No soy más que un pobre beduino, ligado al desierto donde el destino me ha hecho nacer. No conozco nada más q ue el desierto, pero lo conozco bien. Conozco todas las aguas que allí se pueden encontrar. Por eso he decidido traértela para que la pruebes. Harun al-Rasid se hizo traer un cubilete y probó el agua del río amargo. Toda la corte lo observaba. Bebió un buen trago y su rostro no expresó ningún sentimiento. Se quedó pensativo un instante y entonces con fuerza repentina pidió que el hombre fuera llevado y encerrado, con la orden estricta de que no viese a nadie. El beduino, sorprendido y decepcionado, fue encerrado en una celda. -Lo que nada es para nosotros lo es todo para él. Lo que para él es el agua del Paraíso no es más que una desagradable bebida para nosotros. Pero tenemos que pensar en la felicidad de ese hombre -dijo el califa a las personas de su entorno, curiosos por su decisión. Al caer la noche hizo llamar al beduino. Dio la orden a sus guardias de que lo acompañasen de inmediato fuera de la ciudad, hasta la entrada del desierto, sin permitirle ver ni el río Tigris ni ninguna de las fuentes de la ciudad, sin darle otra agua que la suya para beber. Cuando el beduino se iba del palacio en la oscuridad de la noc he, vio por última vez al califa. Éste le dio mil monedas de oro y le dijo: -Te doy las gracias. Te nombro guardián del agua del Paraíso. La administrarás en mi nombre. Vigílala y protégela. Que todos los viajeros sepan que te he nombrado para tal puesto.
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Cuentos Árabes El beduino, feliz, besó la mano del califa y regresó rápidamente a su desierto.
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Cuentos Árabes Cuento marroquí: Ben Zaid y el mochuelo Ben Said, el zapatero, era un musulmán devoto y practicante. Un día, antes del atardecer, entró a la mezquita con la intención de orar, como era su costumbre. Después de hacer sus ab luciones se sentó sobre sus talones. Se preparaba a invocar a Allah, cuando vio a una lechuza que estaba parada sobre el muro y parecía ignorar al gentío. Ben Said la miró un largo rato despertándole curiosidad. Al día siguiente, a la misma hora, regresó a la mezquita, y el mochuelo estaba allí, parada sobre el muro. El tercer día la vio todavía en el mismo lugar: no se había movido. Cada tarde Ben Said encontraba al mochuelo inmóvil, en el mismo sitio. Decidió acercarse y se dio cuenta que el mochuelo era ciego, se d io cuenta entonces, porque la pobre bestia no abandonaba aquel lugar. -¡Es ciego! - se dijo Ben Zaid- ¿Pero cómo encontrará su alimento? Entonces llegó un halcón y con las alas desplegadas abrigó al mochuelo, llevaba en el pico una pequeña serpiente, se puso a desgarrar la carne y le daba al pobre mochuelo. Al ver aquella escena Ben Said empezó a pensar y razonar y se dijo “No hay fuerza ni poder
que no emane de Dios", "el halcón con su ayuda le impide de perecer miserablemente. Y decir que yo, pobre Ben Said, tengo que esforzarme para vivir y tengo que trabajar para juntar unas pocas monedas", ¿cuantos zapatos y más zapatos debo remendar todos los días?¿Está mal levantarse tan temprano y trabajar con afán todo el día?, Más no vale la pena vivir con ansiedad permanentemente cuando sería suficiente tener confianza en la bondad de Dios que mantiene a este mochuelo Tal vez yo, Ben Said... ¿no tengo el mismo valor que un mochuelo a los ojos de Dios? En fin, Ben Said decidió abandonar su oficio. Desde aquel cerró su tienda y se fue a sentar delante del portal de la mezquita. Estaba contento y orgulloso de sí mismo: “Ahora sí que me asemejo al viejo moc huelo”. Y esperaba a que los que pasaran y dejaran alguna
limosna. Un día pasó un amigo y lo miró y al reconocerlo le preguntó: ¿Ben Said, qué haces aquí? El zapatero contó toda la historia del viejo mochuelo y del halcón. ¿No había sido acaso aquello una enseñanza? ¿Un signo de la voluntad de Dios? Sin embargo el amigo dijo: - Querido Ben Said me parece que tú no has entendido nada de lo que Dios te ha mostrado. No lo hizo para que tú corrieses a comportarte como el mochuelo, sino para que tu imitases al halcón que ayudó a un infortunado y más necesitado que él. Esto solamente te quería e nseñar Dios: tú debes ser un amigo caritativo, bondadoso para los hermanos indigentes y debes ser para ellos un socorredor lleno de cariño.
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Cuentos Árabes Ben Said comprendió la enseñanza y regresó al trabajo con empeño para ganar más dinero y tratar de ayudar a los más pobres q ue él.
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Cuentos Árabes Cuento de Egipto: El mendigo sabio El califa se encontró con un mendigo en el mercado y le preguntó: -¿Qué quieres? El mendigo se rió y dijo: -¿Me preguntas como si pudieras satisfacer mi deseo? El califa dijo: -Por supuesto que puedo satisfacer tu deseo. ¿Dime qué es? Y el mendigo, que era muy sabio dijo: -Piénsalo dos veces antes de prometer. El califa Insistió: -Te daré cualquier cosa que pidas. Soy el príncipe de los creyentes. ¿Qué puedes desear que yo no pueda darte? El mendigo le dijo: -Es un deseo muy simple. ¿Ves aquella escudilla? ¿Puedes llenarla con algo? Por supuesto -dijo el emperador. Llamó a uno de sus servidores y le dijo: -Llena de dinero la escudilla de este hombre. El servidor lo hizo... y el dinero desapareció. Echó más y más y apenas lo echaba desaparecía. La escuadrilla del mendigo siempre estaba vacía. Todos en el mercado se reunieron. El prestigio del califa estaba en juego. Les dijo a sus servidores -Estoy dispuesto a perder mi reino entero, pero este mendigo no debe derrotarme. Diamantes y perlas caían en la escudilla... los tesoros se iban vaciando. La escudilla parecía no tener fondo. Todo lo que se colocaba en ella desaparecía inmediatamente. Era el atardecer y la gente estaba reunida en silencio. El califa se tiró a los pies del mendigo y admitió su derrota. Le dijo: -Has ganado, pero antes de que te vayas, satisface mi curiosidad. ¿De qué está hec ha tu escudilla? El mendigo se rió y dijo: -Está hecha del mismo material que la mente humana. No hay ningún secreto... simplemente está hecha de deseos humanos.
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Cuentos Árabes Cuento Egipcio: El Hombre, su caballo y s u perro Un hombre, s u caballo y su perro, caminaban por una calle. Después de mucho caminar, el hombre se dio cuenta de que los tres habían muerto en un accidente. Hay veces que lleva un tiempo para que los muertos se den cuenta de su nue va condición. La caminata era muy larga y el sol era muy fuerte y los tres estaban empapados en sudor estaban sedientos. En una curva del camino, viero n un portón de oro y mármol, que conducía a una plaza calzada con bloques de oro, en el centro de la cual había una f uente de donde brotaba agua cristalina. El ca minante se dirigió al guardián que cuidaba de la entrada. -Buen día -dijo el caminante. -Buen día -respondió el guardián. -¿Qué lugar es este, tan lindo? -preguntó el caminante. -Esto es el cielo -fue la respuesta. -Qué bueno que llegamos al cielo, estamos con mucha sed -dijo el caminante. -Usted puede entrar a beber agua a voluntad -dijo el guardián, indicándole la fuente. -Mi caballo y mi perro también están con sed. -Lo lamento mucho -le dijo el guardián-. Aquí no se permite la entrada de animales. El hombre se s intió muy decepcionado porque su sed era grande. Más él no bebería, dejando a sus amigos con sed. De esta manera, prosiguió su ca mino. Después de mucho caminar, con sed y agotados, llegaron a un sitio cuya entrada estaba marcada por un portón viejo semiabierto. El portón daba a un camino de tierra bordeado de árboles. A la sombra de uno de los árboles, un hombre estaba recostado, con la cabeza cubierta por un sombrero; parecía que dormía... -Buen día -dijo el caminante. -Buen día -respondió el hombre. -Estamos con mucha sed, yo, mi caballo y mi perro. -Hay una fuente en aquellas piedras - dijo el hombre indicando el lugar-. Pueden beber a voluntad. El hombre, el caballo y el perro fueron hasta la fuente y saciaron su sed. -Muchas gracias -d ijo el caminante al salir. -Vuelvan cuando quieran -respondió el hombre. -A propósito -dijo el caminante- ¿cuál es el nombre de este lugar? -Este lugar es el cielo -respondió el hombre. -¿Cielo? ¡El guardián del otro lado del portón de mármol y oro me dijo que allí era el
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Cuentos Árabes cielo! -Aquello no es el cielo, aquello es el infierno. El caminante asombrado dijo: -Esa información falsa debe causar grandes confusiones. -De ninguna manera -respondió el hombre-. En verdad ellos nos hacen un gran favor. Porque allí quedan aquellos que son capaces de abandonar a sus mejores amigos.
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Cuentos Árabes El cielo del gorrión [Cuento. Texto completo] Anónimo turco Había un gorrión minúsculo que, cuando retumbaba el trueno de la tormenta, se tumbaba en el suelo y levantaba sus patitas hacia el cielo. -¿Por qué haces eso? - le preguntó un zorro. -¡Para proteger a la tierra, que contiene muchos seres vivos! -contestó el gorrión-. Si por desgracia el cielo cayese de repente, ¿te das cuenta de lo que ocurriría? Por eso levanto mis patas para sostenerlo -¿Con tus enclenques patitas quieres sostener el inmenso cielo? -pre guntó el zorro. -Aquí abajo cada uno tiene su cielo -d ijo el gorrión-. Vete... tú no lo puedes comprender...
El hombre de vida inexplicable [Cuento. Texto completo] Anónimo sufí Había una vez un hombre llamado Moyut. Vivía en una aldea en la que había obtenido un puesto como pequeño funcionario y parecía muy probab le que fuese a terminar sus días como inspector de pesas y medidas. Una tarde, cuando estaba caminando por los jardines de un viejo edificio cerca de su casa, el Jád ir - misterioso guía de los sufíes- se le apareció vestido con una túnica de brillante verde. Moyut se encontró con el Jádir y el Jádir le dijo: -Hombre de brillantes perspectivas, deja tu trabajo y encuéntrame junto a la ribera del río dentro de tres días. Y desapareció. Moyut fue a ver a su superior, conmovido por este encuentro, y le dijo que tenía que partir. Todo el mundo en la aldea se enteró pronto de esta decisión, y dijeron: "Pobre Moyut, se ha vuelto loco". Pero como había muchos candidatos para su puesto no tardaron en olvidarlo. En el día seña lado Moyut se encontró con el Jádir, quien le dijo: -Quítate las ropas y arrójate al río. Quizás a lguien te salvará.
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Cuentos Árabes Moyut lo hizo sin hesitar, aunque se preguntaba si se había vuelto loco. Puesto que sabía nadar no se hundió, pero fue arrastrado por las aguas largamente antes de que un pescador lo hiciera subir a su bote y le dijera: -Hombre loco, la corriente es muy fuerte, ¿qué estás tratando de hacer? Moyut dijo: -Realmente no lo sé. -Estás loco -dijo el pescador-, pero te llevaré a mi caba ña junto al río, y veremos qué puedo hacer por ti. Cuando el pescador descubrió que Moyut hablaba bien, aprendió de él a leer y a escribir. En cambio le dio alimento y un lugar donde habitar. Moyut ayudaba al pescador en su trabajo. Después de unos pocos meses el Jádir volvió a aparecer, esta vez a l pie de la cama de Moyut, y le dijo: -Levántate y deja a este pescador. Ya veremos qué se hace contigo. Moyut salió inmediatamente de la cabaña, se vistió como pescador y vagabundeó hasta llegar a una carretera. Cuando se hizo el día vio a un agricultor en un burro en su ca mino hacia el mercado. -¿Buscas trabajo? -le preguntó el agricultor-, porque necesito a un hombre que me ayude para traer de vuelta algunas compras que debo hacer. Moyut lo siguió. Trabajó para el agricultor durante casi dos a ños, tiempo en el cual aprendió bastante sobre agricultura, pero sobre ninguna otra cosa. Un atardecer, mientras estaba limpiando algodón, se le apareció el Jádir y le dijo: -Deja este trabajo, ve a la ciudad de Mosul y usa los ahorros para convertirte en un mercader de pieles. Moyut obedeció. En Mosul se hizo conocido como mercader de pieles y no volvió a ver al Jádir durante tres años. Había ahorrado una suma considerable de dinero y estaba pensando en comprar una casa, c uando el Jádir volvió a aparecérsele y le dijo: -Dame tu dinero. Vete de esta ciudad. Ve tan lejos como Samarkanda, y trabaja a llí como almacenero. Moyut lo hizo. En realidad empezó a mostrar signos bastante ciertos de iluminación. Curaba a los enfermos, servía a sus conc iudadanos y durante su tiempo libre notaba que los misterios se iban profundizando en él cada vez más acentuada mente. Filósofos, hombres de negocios, lo visitaban y le preguntaban:
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Cuentos Árabes -¿Con quién estudiaste? -Es difícil decirlo -contestaba Moyut. Sus discípulos le preguntaban: -¿Cómo empezaste tu carrera? Él decía: -Como un pequeño funcionario. -¿Y la abandonaste para dedicarte a la mortificación? -No. Simplemente la abandoné -decía Moyut. Y sus discípulos no lo entendían. La gente se le acercaba para escribir la historia de su vida. -¿Qué has s ido en tu vida? -le preguntaban. -Salté a un río, me convertí en pescador; después me fui de una cabaña en la mitad de una noche; después de esto me volví agricultor, y mientras estaba limpiando algodón cambié y fui a Mosul, donde me convertí en un mercader en pieles. Ahorré algún dinero allí, pero lo dejé, y después vine a Samarkanda y trabajé como almacenero. Y aquí es donde estoy ahora. -Pero esta conducta inexplicable no ilumina para nada tus dones tan extraños y tus ejemplos maravillosos, decían los biógrafos. -Así es -decía Moyut. De tal suerte, los b iógrafos organizaron para Moyut una historia muy excitante y maravillosa, porque todos los santos deben tener su historia, y la historia debe estar de acuerdo con el apetito del oyente, no con las realidades de la vida. Y nadie pued e hablar del Jádir directamente. Tal es la razón por la cual esa historia no es cierta. Es una representación de la vida. Esta es la verdadera vida de uno de los más grandes sufíes.
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Cuentos Árabes El rey, el cirujano y el sufí [Cuento. Texto completo] Anónimo sufí En la antigüedad, un rey de Tartaria estaba paseando con algunos de sus nobles. Al lado del camino se encontraba un Abdal (un sufí errante), quien exclamó: -Le daré un buen consejo a quienquiera que me pague cien dinares. El Rey se detuvo y dijo: -Abdal, ¿cuál es ese buen consejo que me darás a cambio de cien dinares? -Señor -respondió el Abdal-, ordena que se me entregue dicha s uma y te daré el consejo inmediatamente. El Rey así lo hizo, esperando escuchar algo extraordinario. El sufí le dijo: -Este es mi consejo: nunca comiences nada sin que antes hayas reflexionado cuál será el final de ello. Ante estas palabras, los nobles y todos los presentes estallaron en carcajadas, diciendo que el Abdal había s ido listo al pedir el dinero por adelantado. Pero el Rey dijo: -No tienen motivo para reírse de l buen consejo que este Abdal me ha dado. Nadie ignora que deberíamos reflexionar antes de hacer cualquier cosa. Sin embargo, diariamente somos culpab les de no recordarlo y las consecuencias son nefastas. Aprecio mucho este consejo del derviche. Así, el Rey decidió recordar siempre el consejo y ordenó que fuese escrito en las paredes con letras de oro, e incluso grabadas en su vajilla de plata. Poco después, un intrigante concibió la idea de matar al Rey. Sobornó al cirujano real con la promesa de nombrarlo primer ministro si clavaba una lanceta envenenada en el brazo del Rey. Cuando llegó el momento de extraer sangre al Rey, se colocó una jofaina para recoger la sangre. De repente, el cirujano vio las palabras grabadas allí: Nunca comiences nada sin que antes hayas reflexionado cuál será el final de ello. Fue entonces cuando el cirujano se dio cuenta de que, si el intrigante se convertía en rey, lo primero que haría sería ejecutarlo, y así no necesitaría cumplir su compromiso. El Rey, viendo que el cirujano estaba temblando, le preguntó que le ocurría, y éste le confesó la verdad inmediatamente.
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Cuentos Árabes El autor de la intriga fue capturado; el Rey reunió a todas las personas que habían estado presentes cuando el Abdal le dio el consejo, y les d ijo: -¿Todavía se ríen del derviche?
Perfume de alcantarilla [Cuento. Texto completo] Anónimo sufí Tajar era alcantarillero y, dada su pro fesión, pasaba gran parte de su tiempo en medio de olores de excrementos y putrefacción. Sin embargo, se había acostumbrado y tales hedores le resultaban familiares y en absoluto desagradables. Formaban parte de su trabajo diario. Sin embargo, un buen día, abrieron una nueva perfumería en su barrio, y al pasar por delante del establecimiento, Tajar sintió curiosidad al oler unos aromas tan distintos a los que habitualmente percibía. Una vez dentro, asombrado ante todas las desconocidas fragancias, aspiró profundamente para captarlas mejor, pero en ese momento su cuerpo se puso rígido y Tajar perdió el conocimiento por completo, cayendo al suelo desmayado. Los comerciantes de la perfumería avisaron a los vecinos y muy pronto se presentó en la tienda el hermano de Tajar, provisto, para la sorpresa de todos, de una cajita con excrementos. Una vez ante Tajar abrió la caja y se la acercó a la nariz. Unos segundos después, Tajar se despertó admirado de e ncontrarse en el suelo y rodeado de sus compungidos vecinos y familiares.
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Cuentos Árabes CUENTO ÁRABE Había una vez un anciano muy sabio, tan sabio era que todos decían que en su cara se podía ver la sabiduría. Un buen día ese hombre sabio decidió hacer un viaje en barco, y en ese mismo viaje iba un joven estudiante. El joven estudiante era arrogante y entró en el barco dándose aires de importancia, mientras que e l anciano sabio se limitó a sentarse en la proa de barco a contemplar el paisaje y cómo los marineros trabajaban. Al poco el estudiante tuvo noticia de que en el barco se enco ntraba un hombre sabio y fue a sentarse junto a él. El anciano sab io permanecía en silencio, así que e l joven estudiante decidió sacar conversación: - ¿Ha viajado mucho usted? A lo que el anciano respondió: - Sí - ¿Y ha estado usted en Damasco? Y al instante el anciano le habló de las estrellas que se ven desde la ciudad, de los atardeceres, de las gentes y sus costumbres. Le describió los olores y ruidos del zoco y le habló de las hermosas mezquitas de la ciudad. - Todo eso está muy bien. - dijo el estudiante - Pero... habrá estado usted estudiando en la escuela de astronomía. El anciano se quedó pensativo y como si aquello no tuviese importancia le dijo: - No. El estudiante se llevó las manos a la cabeza sin poder creer lo que estaba oyendo: - ¡Pero entonces ha perdido media vida! Al poco rato el estudiante le volvió a preguntar: - ¿Ha estado usted en Alejandría? Y acto se guido el anciano le empe zó a hablar de la be lleza de la ciudad, de su puerto y su faro. Del ambiente abarrotado de sus calles. De su tradición, y de otras tantas cosas. - Sí, veo que ha estado usted en Alejandría. - repuso el estudiante - Pero, ¿estudió usted en la Biblioteca de Alejandría? Una vez más el anciano se encogió de hombros y dijo: - No. De nuevo el estudiante se llevó las manos a la cabeza y dijo: - Pero cómo es posible, ¡Ha perdido usted media vida! Al rato el anciano vio en la otra punta del barco que entraba agua entre las tablas el barco. Entonces el anciano preguntó:
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Cuentos Árabes - Tú has estudiado e muchos sitios, ¿verdad? Y el estudiante enhebró una retahíla de escuelas, bibliotecas y lugares de sabiduría que parecía no tener fin. Cuando por fin terminó el viejo le preguntó: -¿Y en alguno de esos lugares has aprendido natación? El estudiante repasó las decenas de asignaturas que había cursado en los diferentes lugares, pero en ninguna de ellas estaba incluida la natación. - No. - respondió. El anciano, arremangá ndose y saltando encima de la borda d ijo antes de tirarse al agua: Pues has perdido la vida entera. Fin.
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Cuentos Árabes Un Cuento Árabe sobre la Amistad
A un oasis llega un joven, toma agua, se asea y pregunta a un viejecito que se encuentra descansando: ¿Qué clase de personas hay aquí? El anciano le pregunta: ¿Qué clase de gente había en el lugar de donde tú vienes? "Oh, un grupo de egoístas y malvados" replicó el joven. "Estoy encantado de haberme ido de allí". A lo cual el anciano comentó: "Lo mismo habrás de encontrar aquí". Ese mismo día, otro joven se acercó a beber agua a l oasis, y viendo al anciano, preguntó: ¿Qué clase de personas viven en este lugar? El viejo respondió con la misma pregunta: ¿Qué clase de personas viven en el lugar de donde tú vienes? "Un magnífico grupo de personas, honestas, a migables, hospitalarias, me duele mucho haberlos dejado". "Lo mismo encontrarás tú aquí", respondió el anciano. Un hombre que había escuchado ambas conversaciones le preguntó al viejo: ¿Cómo es pos ible dar dos respuestas tan diferentes a la misma pregunta? A lo cuál el viejo contestó: Cada uno lleva en su corazón el medio ambiente donde vive. Aquel que no encontró nada
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Cuentos Árabes bueno en los lugares donde estuvo no podrá e ncontrar otra cosa aquí. Aquel que encontró amigos allá podrá encontrar amigos acá. Autor: Desconocido
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Cuentos Árabes Cuento árabe - Presentation Transcript
1. 3 Tresem 13 to 8 en .. u e. Cb 4 ra á 33 6 4 0 79 2. Europa no tenía números. Sí muchas letras. No sabían cuántas. Al no tener números, no podían contarlas. Tampoco sabían el número de piernas, ni de ojos, ni de brazos, ni de dedos que tenían. 3. En la escuela, ¿Cuántos el dedos tienes? profesor preguntaba: Varios. ¿Cuántos euros tienes? Solo sabían decir \"varios\" y \"ninguno\". No sabían contar. Ninguno 4. Cuando ¿Cuántos patatas las madres compro? mandaban a sus hijos a la tienda: Varias. ¿Cuántos pulmones de acero? Ninguno 5. La gente no cumplía años, ¿Cuántos años tienes? sino varios años, o ningún siglo. Varios. Si en las entrevistas ¿Y siglos? de trabajo preguntaba n... N inguno. 6. Los sabios dijeron que no se podía co ntinuar así. Para entender la realidad es preciso contarla o numerarla. numerarla Entonces inventaron los números romanos, que están hechos de letras mayúsculas. Así, la I quería decir uno; la V cinco; la X diez; la L cincuenta; la C cien; la D quinientos y la M mil. 7. NÚM A mi hijo le han salido EROS ROM XV granos en la cara. ANO S Mi madre No era fácil contar pesa y numerar con los CXXXII números romanos, libras. pero eran mejor que nada: -Yo tengo XXX años. -Yo quiero V kilos de patatas. -Pedro me ha quitado VI cromos. 8. Entre tanto, había en África unos números árabes, fáciles de entender y muy prácticos para contar y numerar. Al enterarse de las dificultades europeas decidieron emigrar en busca de un trabajo aritmético digno. Cr uz es ar tre el ch o. 9. Muchos viajaron, apiñados en pequeñas embarcaciones, llamadas pateras, que con PA E frecuencia naufragaban T antes de alcanzar RAS... la costa, condenando a los números y las números árabes a sufrir. -Algunas númeras estaban embarazadas y sus hijos jamás vieron la luz. 10. Los que lograban alcanzar la costa tenían que huir de los números romanos, que les llamaban extranjeros o moros, despectivamente, y les perseguían con leyes y palos. S, OS RO ER MO NJ RA XT E 11. Siguen llega ndo... Pero los números árabes estaba n convencidos de que eran más útiles que los números romanos y no dejaban de llegar en busca de una vida mejor para sí mismos y para sus descendientes. 12. La gente, al ver lo fácil que era contar o numerar con ellos, empezó a usarlos sin importarle Mi padre lo que dijeran las leyes. tiene 35 -Compra 2 botellas años. de leche... El día tiene 24 horas. -Pues yo tengo 2 ojos en la cara. Me debes 8 cromos. 13. Los números romanos comprendieron que su tiempo había pasado y negociaron ser utilizados para la base de los monumentos. Allí llevan una vida muy feliz y son muy respetados. 14. Hoy, la mayoría de la gente no sabe que los números que utiliza EXTRANJEROS. son árabes. A nadie en su sano juicio se le ocurriría no usarlos porque son extranjeros. Aunque la pregunta correcta es: ¿Son de verdad extranjeros? 15. Marbella. Puerto Banús. Te lo advertí, ni un solo sitio libre. ¿Qué rayos significa ser extranjero? 16. R y siguen llegando, en busca de una vida mejor... Texto: J. J. Millás. Tresem Dibujos: Forges y A. Mingote..
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Cuentos Árabes
Vivir o Morir En su afán de conocimiento un árabe recorrió aldeas y ciudades de la región del Creciente Fértil. Conversaba con la gente, observaba la naturaleza y siempre estaba atento a lo que había a su alrededor. Un día pasó por un cementerio y se detuvo a rezar en las tumbas por el descanso, la elevación y la paz de esas almas. Le llamó la atención las inscripciones. A saber y a modo de ejemplo: Jacinto Jodor, vivió 5 años y 25 días; Yunes Habib vivió 13 años y 16 días; Mohamed Iuseff ; vivió 8 años y seis meses, etc., etc. Al primer vecino que vio se le acercó para preguntarle por la terrible maldición que hacía que tantos niños y jovencitos estuviesen allí enterrados, a lo que el hombre le respondió con una comprensiva sonrisa: -No son niños los que están muertos y enterrados allí. Verá, en esta aldea tenemos la costumbre de hacer un balance del tiempo que realmente vivimos sirviendo a Allah; es por eso que en la inscripción se puede leer “vivió” pero tenga en cuenta agregar que durante ese tiempo fue feliz, máximo objetivo que todo ser humano consciente persigue en esta vida.
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Cuentos Árabes Lo Acostumbrado Había una vez un árabe que viajaba en la noche y sus esclavos, a la hora del descanso, se encontraron que no tenían más que 19 estacas para atar a sus 20 camellos. Cuando le consultaron al amo éste les dijo: “Simulad que c laváis una estaca al llegar al camello número 20, pues como el cabellos es un animal de costumbres, seguro que se cree que está atado”.
Asó lo hicieron, y efectivamente a la mañana siguiente todos los camellos estaban en su sitio y el número 20 también, pero al desatarlos para marchar todos se pudieron en movimiento menos el último que no se movía del sitio. El amo d ijo entonces: “¡¡Haced el gesto de desatarlo de la estaca imaginaria pues el se cree q ue está atado!! ” Este relato es la imagen de lo que nos ocurre cuando actuamos desde el patrón de “lo acostumbrado ” sin darnos cuenta q ue lo estamos haciendo. En estos casos actuamos "encantados" por lo habitual… es en esos momentos que perdemos contacto con la
realidad y probablemente también con la oportunidad de interpretar el mensaje de la mejor forma para nosotros. Cuando actuamos guiados por la costumbre perdemos además la oportunidad de decidir por nosotros mismos. Nos quedamos atados a una estaca imaginaria. Si lo analizamos, son los patrones los que hacen que nuestros deseos, ideas y opiniones difieran, a pesar de surgir todos de la misma fuente. Crean diferentes formas de interpretar las señales. Cada patrón se forma como resultado del procesamiento de las experiencias, recuerdos y enseñanzas. No pienso que la idea sea eliminar los patrones, lo que habría que hacer es identificarlos claramente y decidir concientemente cuando usarlos y cuando no. Es asumir concientemente cada una de nuestras decisiones.
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Cuentos Árabes Cuento Árabe
Había una vez un hombre cuyo padre era un anciano invalido .La esposa del hombre lo lastimaba constantemente: " Estoy harta de ver a tu padre. Tendrás que elegir entre nosotros. Si prefieres al viejo, yo me iré".El pobre esposo le pedía, implorando: "¿Que debo hacer? Si yo no cuido a mi propio padre, ¿quien más lo hará? La mujer era inflexible. Después de pensar profundamente el asunto el hombre decidió llevar a su padre a las montañas y dejarlo allí. Preparó la carreta, como si tuviera la intención de llevar de viaje a su padre: "Voy a ir a las montañas con el pequeño. ¿Por qué no vienes con nosotros? El aire te hará bien" Partieron los tres juntos a las montañas. Sin tener idea de lo que le aguardaba, el anciano charlaba con su nieto y compartía la alegría del viaje con el. Al final llegaron a un bosque solitario El hombre extendió unas mantas en el suelo, acostó al padre, y puso algo de comida y agua a s u lado "Quédate acostado aquí, dijo, "Mientras nosotros vamos a corta un poco de leña" Sin darse cuenta de lo que le había sucedido, el pobre anciano abuelo quedó abandonado en el desconcierto. Pero cuando pasaron varias horas sin que nadie viniera a buscarlo, captó la razón de por que había sido abandonado. Sus ojos se llenaron de lágrimas, pero en vano. ¿Qué podía hacer un desdichado viejo? Mientras tanto, su hijo y su nieto estaban regresa ndo al pueblo, dejando que el viejo tuviera su encuentro final con el destino."¿Porqué dejamos a mi abuelo en ese lugar solitario?" preguntó el niño."¿No vamos a volver a buscarlo?" El hombre respondió: "Se ha hecho viejo. Ahora lo vamos a dejar allí”. Esta respuesta no satisfizo al inocente niño."Pero por qué ", pregunté luego exclamo: "! Quiero a mi abuelo !" Su padre insistió:"Esta demasiado viejo, te digo.... tiene que quedarse allí. Pero finalmente el niño lo hizo entrar en razón con estas palabras:"Muy b ien, cuando yo Recopilación
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Cuentos Árabes sea grande tú estarás viejo y enfermizo como mi abuelo. Cuando llegue ese momento, ¿debo dejarte en las montañas como tú dejaste a mi abuelo?" Dándose cuenta del gran pecado que había cometido, el hombre regresó llorando. Encontrado a su padre en donde lo había dejado cayó a sus pies. El anciano acaricio la cabeza de su hijo. Diciendo:"No llores, hijo .yo no abandoné a mi padre en las montañas,! de modo que porqué haría ALLAH que tú me abandonarás a mi aquí!
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Cuentos Árabes Harmadillo: El abrazo Mariannik estás callada las palomas beben en tus ojos. Cada mirada tuya ha caído en la tarde como una fruta. Déjame hacerte un cuento, soy un mal contador, mis historias comienzan a veces por el fin. A veces cuento cosas demasiado recientes, o cosas que aún no tienen el color de la realidad. La dulzura de tu silencio alimenta mis palabras. Mi cuento empieza a tomar una forma de cuento para tí. Había una vez un bandido por las calles de París. Se llamaba Ben Al-Sab uni. Una muchacha ca minaba por el bulevar Sa int-Germain. Era blanca como tú, sus cabellos como la miel en la lengua de un niño. Ella caminaba de prisa, Ben Al-Sabuni iba detrás con un puñal en cada ojo. Me estás oyendo Mariannik, el bandido esperaba el momento oportuno, y la muchacha no se volvía, no quería mirar aquella sombra amenazante. Al fin en una calle vacía él la alcanzó. Ella estaba perdida, no podía gritar, sus ojos veían los puñales del bandido. Ben Al-Sab uni le dijo precipitadamente te amo, pero en esos momentos ella se esfumó como una estrella sobre el río, y el cuerpo del bandido se desplomó en el asfalto con reflejos violáceos. Pobre Ben Al-Sabuni, asesinado por el vuelo de la estrella que estaba a punto de atrapar. Su cuerpo yacía cerca de la plaza Saint-André-des-Arts. Los puñales de sus ojos habían perdido el resplandor.
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Cuentos Árabes En sus bolsillos hallaron cien poemas de amor, para aquella muchacha que se llamaba Kinnairam. No sé si me estás oyendo Mariannik. En París ocurren cosas extrañas. A veces la belleza se arrastra por las calles, bajo los árboles rachas de fuego de l otoño, pape les sin destino. Tú estás callada yo te cuento un cuento. Las palomas que bebían en tus ojos, revolotean ahora sobre el Sena. Ellas son las primeras estrellas de la noche. Fayad Jamís
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Cuentos Árabes Cuento árabe 05/04/2004 Lecturas: 5.259
Publio El emir de ibn Laden en Al Andalus desde el 14- M, Zapatero el Chico, ha encargado a su visir el gran Rub Al Calba -que lo fuera de Al Munia y antes del rey Felipe El enteraourdir procelosos pactos con todos los reyes de las taifas, que más pro nto que tarde le traicionarán. En el exterior, el visir Moratinos convencerá al incrédulo de la bondad de Arafat, la perfidia de Israel y la maldad intrínseca de la democracia liberal. En Europa, con nosotros los creyentes no lo tendrá d ifícil, pero allende los mares… No sabemos cómo reaccionará
el bárbaro. El objetivo está trazado : todos contra el infiel cr uzado, todos contra el PP. Hay un ambiente de esperanza como no se conociera desde hace siete décadas. Cada cual anhela sacar distinto pez de la revuelta pecera. Solamente arriba, cabe la Galia, los bizcaínos, q ue ya resistieran al latín, y el Rovirato independiente amenazan con hacer la guerra por su cuenta. Más abajo, el rey de los morabitos se frota las manos mientras contempla su retrato con Zapatero el Chico y detrás, el mapa del gran Marrakech que incluye Ceuta, Melilla, el Sahara y las islas deseadas ¿Se puede pedir más? ¡Alá es grande! ¡Qué gran emir nos envió el Misericordioso! Parece rezar el gran Mohamed VI.
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Cuentos Árabes AGRADECIMIENTO.- LA TORTA DE PAN (Cuento árabe) El mendigo no quería marcharse. Era tan viejo, que su barba blanca cubría su pecho y su rostro estaba surcado de arrugas profundas. Dame un poco de pa n en nombre de Dios, repetía. Pero la joven respondió otra vez. No puedo. ¿Por qué? Tu casa es pequeña y tu vestido se ncillo. No creo que seas rica; pienso que yo soy más pobre que tú, pues yo no tengo nada. ¡Ay! te daría gustosamente hasta mi último trozo de pan, pero ¿no conoces las órdenes del Sultán? Queriendo abolir la mendicidad en su Reino declaró que a cualquiera que hiciese caridad le cortaría las manos. El viejo bajó la frente y suspiró. ¿Qué podía decir él? Pero mientras se alejaba tambaleante de debilidad, Myriam le llamó: ¡Me he equivocado!, dijo. Tú ¡no has implorado en nombre de Dios... Dios es más grande que el Sultán, toma la torta de pan. Y fue así por lo que a Myriam, le cortaron las manos. Continúa el cuento de la Torta de pan... Ahora bien, el Sultán era un joven melancólico. Con el rostro triste permanecía silencioso en el hermoso salón de su Palacio. Y su madre q ue le amaba se inquietaba. Si mi hijo fuese feliz, se decía, sería más bondadoso para su pueblo. Si fuese feliz, le vería lleno de salud y de alegría. Ha vivido demasiado tiempo solitario; habría que casarle con una joven hermosa y buena. Abordó muchas veces este tema con su hijo, y siempre el Sultán le apartaba molesto de la conversación. Pero un día le dijo. Me casaré complacido si encuentro una mujer lo suficientemente hermosa como para reinar a mi lado. La madre sonrió. Yo conozco hace mucho tiempo a una maravillosa joven. Su madre ha sido mi amiga. Siendo de una familia antes rica y poderosa, Myriam vive ahora sola y pobre. Pero su belleza es incomparab le. Y sus virtudes igualan a su belleza. El Sultán frunció el ceño. ¡Una mujer sin defectos no existe! ¡Ay! Myriam tiene un pequeño defecto... no tiene manos, pero, cómo alguien pensará mirar a sus mangas cuando se p uede contemplar su radiante rostro. Déjame sólo que te la presente. El Sultán consintió en ello y en cuanto vio a Myriam olvidó toda otra cosa. Se casó con ella y ella fue por ta nto Sultana, amada del pueblo y admirada de todos. Vivió feliz durante algún tiempo, y su felicidad se acrecentó cuando se hizo madre. Sin embargo, su rango, su belleza, su gozo había suscitado feroces envidias, particularmente entre ciertas mujeres del palacio. Llegaron con sus calumnias a irritar al Sultán; se hizo duro y suspicaz.
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Cuentos Árabes Y un día arrojó a su mujer e hijo del palacio. Myriam huyó al desierto. Caminaba durante largo tiempo llevando a su hijo, esperando siempre encontrar algún refugio. Pero el desierto se extendía ante ella cálido y quemante. Terminó por agotar sus pequeñas provisiones y el niño bebió las últimas gotas de agua que perlaban todavía el fondo del odre. La pobre mujer, agotada por la fatiga por el calor y por el hambre y la sed y viendo a su hijo cercano a morir se dejó caer sobre la arena sollozando. Pero c uando levantó la cabeza lanzó un grito de sorpresa; a sus pies un río profundo y claro fluía apaciblemente. Se inclinó, bebió e hizo beber al niño y bebió mas... pero en aquel último movimiento el bebé impaciente vac iló y cayó al agua que se cerró sobre é l. La desgraciada lanzando gritos iba a precipitarse a su vez en e l río cuando un hombre surgió de la misma arena. Se lanzó al agua y trajo al bebé sano y salvo. Lo depositó sobre las rodillas de su madre. Cubriendo al niño de caricias. Myriam levantó hacia el desconocido s us ojos brillantes de gratitud. Pues ¿quién eres tú, que has tenido piedad de mí? Yo soy la torta de pan. ¿Qué quieres decir? Soy la torta de pan que tú diste un día a un mendigo. Ya recuerdo, dijo Myriam tristemente mirando sus bra zos y manos. Pero, ¿qué había pasado? El, desconocido había tocado ligeramente sus mangas y he aquí que dos manos finas blancas como las de antaño otra vez surgían como flores. Y ahora dijo el hombre, he aquí la torta de pan que te nutrirá a ti y al niño. Desapareció antes de que ella tuviera tiempo de agradecérselo. "Dios es grande, ha tenido piedad de mí" Cuando quiso morder la torta otra maravilla; aquella misteriosa torta, estaba llena de oro y de joyas de estimable valor. Así Myriam podría vivir en paz y educar a su hijo. Se levantó, el río había desaparecido, en el horizonte, más allá del desierto, una ciudad dorada de sol se elevaba de la arena rosada. Myriam tomóal niño y caminó hacia sus muros.
Enviado el Domingo, 20 enero a las 23:00:00 por Anecdonet
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Cuentos Árabes
Cinco días en otro país (cuento árabe) Entrada que viene de: La flor de mi secreto, Reality bites Princesa Sigrid @ 09:42 Había una vez un pequeño país en el norte de África. También lejos vivía una mujer urbanita, de mirada melancólica, alma herida y verbo fácil. Se encontraron. Ella fue hac ia él. Cuando los falsos prejuicios se derrumban, no puede surgir más que una historia de amor casi perfecta, porque todas las grandes historias de amor son casi, y solo casi, perfectas. Ella no era Scherezade pero le gustaba contar historias. Muchas veces, los demás se lo pedían. Y pisó una ciudad del pequeño país. Y descubrió un compe ndio de sabor, o lor y textura que sólo pueden guardarse en en el frasco de las íntimas alegrías. Sostuvo miradas oscuras, acarició cabellos negrísimos, atesoró luces de mil tonos en la retina. Y recordó para siempre una plaza en la que volaban cuentos y se tañían instrumentos bereberes, un sabor a naranja y té con menta y hierbabuena en los labios, el azul intenso de las paredes,las esquinas sacudidas de polvo. La chica urbanita compró un cuaderno en la plaza para escribir todo lo que recordaba. Se dio cuenta de que era muy difícil porque todo lo que estaba sucediendo era parte ya de la mochila inmensa del alma. Aún así, abrió el cuaderno por detrás y escribió la única frase que se le ocurrió en ese momento y que le acababan de decir:"Eres bienvenida para volver".
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Cuentos Árabes Fátima (cuento árabe) Publicado el 30 Mayo 2009 en CUENTOS ESPIRITUALES
En una ciudad de Oriente, vivía una joven llamada Fátima. Era hija de un prósp ero fabricante de telas que tenía negocios e n regiones muy alejadas. Cierto día su padre le dijo: — Haré una travesía para comerciar con las islas. Ven conmigo. Tal vez encuentres a un joven atractivo y de buena fortuna al que puedas tomar por esposo. Se pusieron en camino y viajaron de isla en isla, haciendo negocios. Pero una tarde, cuando estaban en camino hacia la isla de Creta, se levantó una tormenta y el barco naufragó. Fátima, casi desmayada, fue arrojada a una playa. Cuando recuperó el conocimiento, la nave y su padre habían desaparecido tragados por el mar. Ella apenas recordaba su vida anterior. Mientras vagaba sin rumbo por la arena, la encontró una familia de tejedores de cuerdas. A pesar de ser muy pobres, la llevaron a su humilde casa y le enseñaron su oficio. De esta manera, ella inició una nueva vida y, en uno o dos años, volvió a ser feliz. Pero un día, estando en la playa, una banda de mercaderes de esclavos desembarcó y se la llevó, junto con otros prisioneros. Los mercaderes se dirigieron a Estambul y la llevaron a la plaza para venderla como esclava. Había en esa plaza un hombre que buscaba trabajadores para su aserradero, donde fabricaba mástiles para barcos. Como este hombre tenía buen corazón, cuando vio a la desdichada Fátima, decidió comprarla para evitarle las penurias de algún amo crue l. El hombre llevó a Fátima a su casa con la intención de ponerla al servicio de su esposa, pero unos días después se enteró de que había sido víctima de una estafa y había perdido todo su dinero. No pudo afrontar los gastos de mantener a sus trabajadores de modo que sólo quedaron él, su mujer y Fátima para llevar a cabo la pesada tarea de fabricar mástiles. Fátima, agradecida al hombre que la había librado de un duro destino, trabajó tanto y tan bien que él le dio la libertad y la convirtió en su ayudante de confianza. Así, llegó a ser bastante feliz en su tercera pro fesión. Un día, el hombre le dijo: — Fátima, quiero que vayas a Java con un cargamento de mástiles. Asegúrate de venderlos bien. Ella se puso en camino, pero cuando el barco estuvo frente a las costas de China, un tifón lo hizo naufragar y, una vez más, se vio arrojada a la playa de un país desconocido. Otra vez lloró a margamente porque sentía que e n su vida nada salía de acuerdo a sus deseos. Siempre que las cosas parecían andar b ien, algo ocurría, destruyendo sus esperanzas.
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Cuentos Árabes — ¿Por qué será — exclamaba — que siempre que intento hacer algo se malogra? ¿Por
qué deben ocurrirme tantas desgracias? Pero no obtuvo respuesta a sus preguntas, de modo que se levantó de la arena y se encaminó tierra adentro. Ahora bien, en China existía la leyenda de que un día llegaría allí cierta mujer extranjera, capaz de hacer una maravillosa tienda para el emperador. Y como por aquel entonces no había nadie en el país que pudiera hacer tiendas, todo el mundo esperaba el cumplimiento de la predicción con gran expectativa. El emperador enviaba heraldos una vez por año a todas las ciudades para asegurarse de que toda mujer extranjera fuera llevada a su corte. Fue justamente durante la visita del heraldo que Fátima llegó agotada por la caminata a una ciudad costera. La gente del lugar habló con ella por medio de un intérprete, explicándole que debía ir a ver al emperador. — Señora — dijo el emperador cuando Fátima fue llevada ante él — . ¿Sabéis fabricar una tienda? — Creo que sí — dijo Fátima. Pidió sogas, pero no había. Entonces, recordando sus tiempos con los tejedores de cuerdas, recogió lino y las hizo con sus propias manos. Luego, usando la experiencia adquirida co n su padre, el fabricante de te las, dirigió a los artesanos en la confección de una tela resistente para hacer tiendas. Luego, vio que necesitaba mástiles para sostener la tienda, pero como no existían en toda China, ella misma los confecc ionó, recordando lo que había aprendido junto a l fabricante de mástiles de Estambul. Finalmente, cuando todos los elementos estuvieron listos, Fátima se devanó los sesos tratando de recordar cómo eran las tiendas que había visto en sus viajes. De este modo, llevó a cabo su tarea. Cuando la maravillosa tienda fue mostrada al emperador, éste quedó tan impresionado que le ofreció a Fátima cumplir cualquier deseo que ella tuviera. Fátima eligió vivir en China, donde se casó con un atractivo príncipe, tuvo muchos hijos y fue muy amada y respetada hasta el fin de sus días. Fue a través de estas aventuras como Fátima comprendió que lo que habían parecido en un momento desgracias, resultaron al final partes esenciales en la construcción de su propia felicidad. Cuento popular árabe
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Cuentos Árabes
La milenaria danza del vientre
Dos amigos viajaban por el desierto y en un determinado punto del viaje discutieron. El otro, ofendido, sin nada que decir, escribió en la arena: “Hoy mi mejor amigo me pegó una bofetada en el rostro”.
Siguieron adelante y llegaron a un oasis donde resolvieron bañarse. El que había sido abofeteado y lastimado comenzó a ahogarse, siendo salvado por el amigo. Al recuperarse tomó un estilete y escribió en una piedra: “Hoy mi mejor amigo me salvó la vida”.
Intrigado, el amigo preguntó: -¿Por qué, después que te lastimé, escribiste en la arena, y ahora escribes en una piedra? Sonriendo, el otro amigo respondió: -Cuando un gran amigo nos ofende, deberemos escribir en la arena donde el viento del olvido y el perdó n se encargarán de borrarlo y apagarlo; por otro lado, cua ndo nos pase algo grandioso, deberemos grabarlo en la piedra de la memoria del corazón donde ningun viento en todo el mundo podrá borrarlo.
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Cuentos Árabes La suprema indiferencia En un amplio patio de la casa más elevada del poblado, descansaba un hombre anciano cuyo rostro se decía que inspiraba una extraña mezcla entre misericordia y firmeza. Era conocido por el nombre de Ka lil, y de todos era sabido que de sus palabras parecían brotar un manantial de sabiduría. Un día de sol, en el que el anciano se hallaba meditando bajo la sombra de una vieja higuera, se presentó, ante el umbral de su jardín, un joven que dijo: - "Amigo sabio ¿Puedo pasar?" - "La puerta está abierta", respondió Kalil. El joven, cruzando el umbral y acercándose al anciano, le dijo: - "Me llamo Maguín y soy artista. Mi trabajo es sincero y pleno de sentimiento, sin embargo tengo un gran problema: Me atormentan las críticas que se hacen de mi vida, mi obra y mi persona. Vivo obses ionado por las descalificaciones de los críticos de arte, y por más que trato de que no me afecte n, me acaba n esclavizando... Se que eres un hombre sabio y que tu fama de sanador alcanza los horizontes más remotos. Dicen también que tus remedios son extraños, y sin embargo no me falta confianza para acudir a Ti, a fin de conseguir la paz que tanto necesito en la defensa de mi imagen". Kalil, mirando al joven co n cierta displicencia y le dijo: - "Si quieres realmente curarte, ve al cementerio de la ciudad y procede a injuriar, insultar y calumniar a los muertos allí enterrados. Cuando lo hayas realizado, vuelve y relátame lo que allí te haya s ucedido". Ante esta resp uesta, Maguín se sintió claramente esperanzado en la medicina del anciano. Y aunque se hallaba un tanto desconcertado por no entender el porqué de tal remedio, se despidió y salió raudo de aquella casa. Al día siguiente, se presentó de nuevo ante Kalil. Recopilación
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Cuentos Árabes - "Y bien ¿Fuiste al cementerio?", le pregunto éste. - "Si". Contestó Maguín, en un tono algo decepcionado. - "Y Bien ¿Que te contestaron los muertos?" - "Pues en realidad no me contestaron nada, estuve tres horas profiriendo toda clase de críticas e insultos, y en realidad, ni se inmutaron". El anciano sin variar el tono de su voz le dijo a continuación: - "Escúchame atentamente. Vas a volver nuevamente al cementerio, pero e n esta ocasión vas a dirigirte a los muertos profiriendo todos los elogios, adulaciones y halagos que seas capaz de sentir e imaginar". La firmeza del sabio eliminó las dudas de la mente del joven artista por lo que despidiéndose, se retiró de inmediato. Al día siguiente Maguín volvió a presentarse en la casa de anciano... - "¿Y bien?" - "Nada", contestó Maguín en un tono muy abatido y desesperanzado. "Durante tres horas ininterrumpidas, he articulado los elogios y elegías más hermosos acerca de sus vidas, y destacado cualidades generosas y benéficas que difícilmente pudieron oír en sus días sobre al tierra, y... ¿Qué ha pasado? Nada, no pasó nada. No se inmutaron, ni respondieron. Todo continuó igual a pesar de mi entrega y esfuerzo". Así que... ¿Eso es todo?", preguntó el joven con cierto escepticismo. - "Si" Contestó el viejo Kalil. "Eso es todo... porque así debes ser tú, Magín; INDIFERENTE COMO UN MUERTO A LOS INSULTOS y HALAGOS DEL MUNDO, porque el que hoy te halaga mañana te puede insultar, y quien hoy te insulta mañana te puede halagar. No seas como una hoja a merced del viento de los halagos e insultos. Permanece fiel a Ti mismo, más allá de los claros y los oscuros del mundo. Cuento popular árabe
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Cuentos Árabes La Peste (Cuento popular árabe)
Una caravana de mercaderes y peregrinos atravesaban lentamente el desierto. De pronto, a lo lejos, apareció un veloz jinete que surcaba las arenas como si su caballo llevara alas. Cuando aquel extraño jinete se acercó, todos los miembros de la caravana pudieron contemplar, con horror, su esquelética figura q ue apenas si se detuvo junto a ellos. Tras una breve conversación lo comprendieron todo. Era la Peste que se dirigía a Damasco, ansiosa de segar vidas y sembrar la muerte. — ¿Adónde — A
vas tan deprisa? – le preguntó el jefe.
Damasco. Allí pienso cobrarme un millar de vidas.
Y antes de q ue los mercaderes pudieran reaccionar, ya estaba cabalgando de nuevo. Le siguieron con la vista hasta que sólo fue un punto perdido entre la inmensidad de las dunas. Semanas después la caravana llegó a Damasco. Ta n sólo encontró tristeza, lamentos y desolación. La Peste se había cobrado cerca de 50.000 vidas. En todas las casas había algún muerto que llorar, niños y ancianos, muchachas, jóvenes… El jefe de la caravana se llenó de rabia e impotencia. La Peste le había dicho que iba a
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Cuentos Árabes cobrarse un millar de vidas… sin embargo había causado una gran mortandad.
Cuando tiempo después, dirigiendo otra caravana por el des ierto, el jefe volvió a encontrarse con la Peste, le dijo con actitud de reproche: — ¡Ya
sé que en Damasco te cobraste 50.000 vidas, no el millar que me habías dicho! No sólo causas la muerte, sino que además tus palabras están llenas de falsedad.
— No – respondió
la Peste con energía-, yo siempre soy fiel a mi palabra. Yo sólo acabé con mil vidas. El resto se las llevó el Miedo.
Cuento Popular árabe
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Cuentos Árabes
Cuento Árabe La mitad de la alegría reside en hablar de ella. (Proverbio persa) ¿repetido?
Dice una leyenda árabe que dos amigos viajaban por el desierto y en un determinado punto del viaje discutieron. El otro, ofendido, sin nada que decir, escribió en la arena: "hoy, mi mejor amigo me pegó una bofetada en el rostro". Siguieron adelante y llegaron a un oasis donde resolvieron bañarse. El que había sido abofeteado y lastimado comenzó a ahogarse, siendo salvado por el amigo. Al recuperarse tomó un estilete y escribió en una piedra: "hoy, mi mejor amigo me salvó la vida". Intrigado, el amigo preguntó: ¿Por qué después que te lastimé, escribiste en la arena y ahora escribes en una piedra? Sonriendo respondió: "Cuando un gran amigo nos ofende, deberemos escribir en la arena donde el viento del olvido y el perdó n se encargarán de borrarlo y apagarlo; por otro lado c uando nos pase algo grandioso, deberemos grabarlo en la piedra de la memoria del corazón donde viento ninguno en todo el mundo podrá borrar lo".
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Cuentos Árabes Un anciano muy sabio Había una vez un anciano muy sabio, tan sabio era que todos decían que en su cara se podía ver la sabiduría. Un buen día ese hombre sabio decidió hacer un viaje en barco, y en ese mismo viaje iba un joven estudiante. El joven estudiante era arrogante y entró en el barco dándose aires de importancia, mientras que el anciano sabio se limitó a sentarse en la proa del barco a contemplar el paisaje y cómo los marineros trabajaban. Al poco el estudiante tuvo noticia de que en el barco se enco ntraba un hombre sabio y fue a sentarse junto a él. El anciano sabio permanecía en silencio, así que el joven estudiante decidió sacar conversación: - ¿Ha viajado mucho usted? A lo que el anciano respondió: - Sí - ¿Y ha estado usted en Damasco? Y al instante el anciano le habló de las estrellas que se ven desde la ciudad, de los atardeceres, de las gentes y sus costumbres. Le describió los olores y ruidos del zoco y le habló de las hermosas mezquitas de la ciudad. - Todo eso está muy bien. - dijo el estudiante - Pero... habrá estado usted estudiando en la escuela de astronomía. El anciano se quedó pensativo y como si aquello no tuviese importancia le dijo: - No. El estudiante se llevó las manos a la cabeza sin poder creer lo que estaba oyendo: - ¡Pero entonces ha perdido media vida! Al poco rato el estudiante le volvió a preguntar: - ¿Ha estado usted en Alejandría? Y acto se guido el anciano le empe zó a hablar de la be lleza de la ciudad, de su puerto y su faro. Del ambiente abarrotado de sus calles. De su tradición, y de otras tantas cosas.
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Cuentos Árabes - Sí, veo que ha estado usted en Alejandría. - repuso el estudiante - Pero, ¿estudió usted en la Biblioteca de Alejandría?. Una vez más el anciano se encogió de hombros y dijo: - No. De nuevo el estudiante se llevó las manos a la cabeza y dijo: - Pero cómo es posible, ¡Ha perdido usted media vida!. Al rato el anciano vio en la otra punta del barco que entraba agua entre las tablas del barco. Entonces el anciano preguntó: - Tú has estudiado en muchos sitios, ¿verdad?. Y el estudiante enhebró una retahíla de escuelas, bibliotecas y lugares de sabiduría que parecía no tener fin. Cuando por fin terminó el viejo le preguntó: -¿Y en alguno de esos lugares has aprendido natación?. El estudiante repasó las decenas de asignaturas que había cursado en los diferentes lugares, pero en ninguna de e llas estaba incluida la natación. - No. - respondió. El anciano, arremangá ndose y saltando encima de la borda d ijo antes de tirarse al agua: Pues has perdido la vida entera.
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Cuentos Árabes
El Loco En un pueblo rodeado de cerros habitaba un loco, la gente del pueblo le llamaba así: "EL LOCO", ¿y porqué le llamaban así?, ¿Qué acaso hacía cosas d isparatadas, cosas raras, cosas diferentes a lo que hacen la mayoría de las personas, al menos en ese pueblo?. La gente al ver lo pasar se reía y se burlaba de él, humildemente vestido, sin posesiones, sin una casa que se dijera de su propiedad, sin una esposa ni unos hijos; *un desdichado*, pensaba la gente, alguien que no beneficiaba a la sociedad, **un inútil** comentaban otros. Más he aquí que este viejo ocupaba s u vida se mbrando árboles en todas partes donde pudiera, sembraba semillas de las cuales nunca vería ni las flores ni el fruto, y nadie le pagaba por ello y nadie se lo agradecía, nadie lo alentaba, por el contrario, era objeto de burla ante los demás. Y así pasaba su vida, poniendo semillas, plantando arbolitos ante la burla de los demás. Y he aquí que ese ser era un gran Espíritu de Luz, que poniendo la muestra de como se deben hacer las cosas, sembrando, s iempre sembrando sin esperar a ver el fruto, sin esperar a saborearlo. Y sucedió que un día cabalgaba por esos rumbos el Sultán de aquellos lugares, rodeado de su escolta y observaba lo que sucedía verdadera mente en su reino, para no escucharlo a través de la boca de sus ministros. Al pasar por aquel lugar y al encontrarse al Loco le preguntó: _ ¿Qué haces, buen hombre? Y el viejo le respondió: _ Sembrando Señor, sembrando. Nuevamente inquirió el Sultán: _ Pero, ¿cómo es que siembras?. estás viejo y cansado, y seguramente no verás siquiera el árbol cuando crezca. ¿Para qué siembras entonces? A lo que el viejo contesto: _ Señor, otros sembraron y he co mido, es tiempo de que yo siembre para que otros coman. El Sultán quedo admirado de la sabiduría de aquel hombre al que llamaban LOCO, y nuevamente le preguntó: _ Pero no verás los frutos, y aun sabiendo eso continuas sembrando... Por ello te regalaré una monedas de oro, por esa gran lección que me has dado. El Sultán llamo a uno de sus guardias para que trajese una pequeña bolsa con monedas de oro u las entregó al sembrador. El sembrador respo ndió : _Ves, Señor, como ya mi semilla ha dado fruto, aún no la acaba de sembrar y ya me está dando frutos, y aun más, si alguna persona se volviera loca como yo y se dedicara solamente a sembrar sin esperar los frutos sería el más maravilloso de todos los frutos que yo hubiera obtenido, porque siempre esperamos algo a ca mbio de lo que hacemos, porque siempre queremos que se nos devuelva igual que lo que hacemos. Esto, desde luego, sólo cuando consideramos que hacemos bie n, y olvidándonos de lo malo que hacemos. El Sultán le miró asombrado y le dijo : _ ¡Cuánta sabiduría y cuánto amor hay en ti!, ojalá hubiera Recopilación
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Cuentos Árabes más como tú en este mundo, con unos cuantos que hubiese, el mundo sería otro; más nuestros ojos tapados con unos velos propios de la humanidad, nos impiden ver la grande za de seres como tu. Ahora me retiraré porque, si sigo conversando contigo, terminaré por darte todos mis tesoros, aunque sé que los emplearlas bien, tal vez mejor que yo. ¡Qué Alá te Bendiga!. Y terminado esto, partió el Sultán junto con su séquito, y el Loco siguió sembrando y no se supo de su fin, no se supo si termino muerto y olvidado por ahí en algún cerro, pero él había cumplido su labor, realizó la misión, la misión de un Loco. Reflexión: Este cuento sirve para ilustrarnos lo que muchos seres hace n en este mundo, pero callados, sin esperar recompensa y he aquí que se requieren muchos locos en el mundo, seres que repartan la Luz, que den la enseñanza, que sea n guías en este mundo tan hambriento de la enseñanza espiritual. Carpe diem Gonzalo "la eterna levedad del ser"
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Cuentos Árabes CUENTO ÁRABE Había una vez un anciano muy sabio, tan sabio era que todos decían que e n su cara se podía ver la sabiduría. Un buen día ese hombre sabio decidió hacer un viaje en barco, y en ese mismo viaje iba un joven estudiante. El joven estudiante era arrogante y entró en el barco dándose aires de importancia, mientras que el anciano sabio se limitó a sentarse en la proa de barco a contemplar el paisaje y cómo los marineros trabajaban. Al poco el estudiante tuvo noticia de que en el barco se enco ntraba un hombre sabio y fue a sentarse junto a él. El anciano sabio permanecía en silencio, así que el joven estudiante decidió sacar conversación: - ¿Ha viajado mucho usted? A lo que el anciano respondió: - Sí - ¿Y ha estado usted en Damasco? Y al instante el anciano le habló de las estrellas que se ven desde la ciudad, de los atardeceres, de las gentes y sus costumbres. Le describió los olores y ruidos del zoco y le habló de las hermosas mezquitas de la ciudad. - Todo eso está muy bien. - dijo el estudiante - Pero... habrá estado usted estudiando en la escuela de astronomía. El anciano se quedó pensativo y como si aquello no tuviese importancia le dijo: - No. El estudiante se llevó las manos a la cabeza sin poder creer lo que estaba oyendo: - ¡Pero entonces ha perdido media vida! Al poco rato el estudiante le volvió a preguntar: - ¿Ha estado usted en Alejandría? Y acto se guido el anciano le empezó a hablar de la belleza de la ciudad, de su puerto y su faro. Del ambiente abarrotado de sus calles. De su tradición, y de otras tantas cosas. - Sí, veo que ha estado usted en Alejandría. - repuso el estudiante - Pero, ¿estudió usted en la Biblioteca de Alejandría?. Una vez más el anciano se encogió de hombros y dijo: - No. De nuevo el estudiante se llevó las manos a la cabeza y dijo: - Pero cómo es posible, ¡Ha perdido usted media vida!. Al rato el anciano vio en la otra punta del barco que entraba agua entre las tablas el barco. Entonces el anciano preguntó: Recopilación
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Cuentos Árabes - Tú has estudiado e muchos sitios, ¿verdad?. Y el estudiante enhebró una retahíla de escuelas, bibliotecas y lugares de sabiduría que parecía no tener fin. Cuando por fin terminó el viejo le preguntó: -¿Y en alguno de esos lugares has aprendido natación?. El estudiante repasó las decenas de asignaturas que había cursado en los diferentes lugares, pero en ninguna de ellas estaba incluida la natación. - No. - respondió. El anciano, arremangá ndose y saltando encima de la borda d ijo antes de tirarse al agua: Pues has perdido la vida entera. a) sus perso najes b) su foco temático c) describir el ambiente donde transcurre la acc ión d) su moraleza (enseñanza) e) opinar sobre el cuento
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