Conocer la evaluación del equipo multidisciplinario en la parálisis cerebral
La valoración multidisciplinar en la parálisis cerebral es fundamental, dada la enorme cantidad de trastornos asociados que pueden coexistir en el niño. El examen diagnóstico debe ir dirigido a los siguientes campos:
Entrevista familiar
Examen neurológico
Otorrinolaringólogo
Fisioterapéutico
Psicológico y/o psicopedagógico
Fonoaudiológico
Esta información es previa a la evaluación fonoaudiológica, por lo que debe de pasar antes por estos profesionales. El informe del médico, aportará datos acerca de la etiología de la lesión, los posibles trastornos asociados, la existencia de antecedentes familiares, y cuáles son los especialistas médicos que lo han tratado hasta el momento. El informe neurológico, nos aporta información sobre el diagnóstico, la causa, el grado de afectación y los trastornos asociados, los resultados de las pruebas neurológicas (y si hay lesiones específicas), la medicación que toma, la existencia de epilepsia, y el pronóstico. El otorrino puede informar sobre posibles malformaciones (paladar ojival, fisura palatina, movimiento del velo, úvula bífida, adenoides y labio leporino). También puede incluir el estado de los oídos y de la nasofaringe. El fisioterapeuta nos puede informar sobre la motricidad del niño y su tono muscular, las alteraciones anatómicas (columna, cadera, hombros), la postura, si existe control de cabeza y tronco, y la funcionalidad de las manos. Además, nos puede orientar en el tratamiento acerca de todos estos aspectos y de la utilización de ayudas técnicas. El psicopedagogo nos puede informar sobre al nivel cognitivo del niño, su capacidad de aprendizaje, la conducta, el rendimiento escolar y la utilización en el entorno escolar del lenguaje. También sobre la relación con los compañeros, la actitud hacia el aprendizaje y la actividad lúdica.
La valoración fonoaudiológica debe ir dirigida a todos aquellos aspectos que intervienen en el desarrollo del lenguaje, y al habla del niño (la motricidad buco-facial, los órganos articulatorios, la respiración y el soplo, la voz, la verticalidad, etc.). El examen puede realizarse a través de observación natural, observación en situaciones artificiales, entrevistas a padres y familiares, y aplicación de test específicos. Siempre que sea posible, recomendamos la observación dentro del contexto familiar y escolar. En el entorno familiar, debemos observar al niño en situaciones de juego, como:
Con qué personas interacciona habitualmente.
La forma y el contenido de esa interacción.
El lenguaje y los contenidos que utilizan (si se adaptan a los del niño y si la forma y el ritmo facilitan la adquisición y expresión del lenguaje).
En el contexto escolar, debemos observar los mismos aspectos señalados anteriormente. Hay que valorar en qué medida los compañeros utilizan un lenguaje excesivamente sencillo al dirigirse al niño o poco adaptado a su capacidad de expresión. En relación a la entrevista con los padres, hay que recabar información sobre: la composición familiar, datos relativos al embarazo y parto, el desarrollo global de niño (cognitivo, social/autonomía personal, motor y lingüístico), indagando en mayor medida sobre el desarrollo del lenguaje desde el inicio del mismo, la comprensión oral del niño, su socialización (relación con otros niños dentro y fuera de casa) y escolarización, la alimentación del niño (tipo de alimentos, dificultades que presenta, qué utilizan, etc.), el nivel de reconocimiento del problema del lenguaje por parte de la familia, la actitud ante este trastorno y ante la parálisis cerebral por parte de los padres y el grado de colaboración familiar. Asimismo, debemos conocer el tiempo diario que dedican los padres a hablar con su hijo y al modo como lo hacen (si esperan su respuesta, si le entienden, si conversan con él, etc.). La exploración fonoaudiológica debe incluir un análisis de los siguientes aspectos:
La articulación del niño. Debemos utilizar alguna prueba que nos permita valorar el nivel fonético del niño.
La sensibilidad y movilidad de la zona oral: labios, mandíbula, lengua, mandíbula, dientes, etc.
La alimentación del niño. Si los movimientos de la zona oral son adecuados para alimentarse, si hay dificultades en la masticación o la deglución, la dinámica de la alimentación que utilizan padres o profesores, cómo es o fue la succión, el chupete (tamaño, frecuencia de uso, movimientos cuando lo tiene).
Las partes del cuerpo relacionadas con la fonación (cabeza, nuca, hombros, tronco, columna, cadera, etc.).
La respiración del niño. Debemos observarla en reposo y en actividad (soplo y fonación), la capacidad de control y el tipo y la funcionalidad.
La fonación. Observaremos la coordinación entre fonación e inspiración, la calidad del sonido (timbre, tono, intensidad y resonancia) y la capacidad de emisión (crescendo, decrescendo, continuada y series de sílabas).
La prosodia en el lenguaje espontáneo y en la repetición (entonación, melodía y ritmo)
Los reflejos orales: (succión, morder, nausea, orientación, toser y expectorar, evitar el babeo en el habla)
La mímica facial: asimetrías, tono muscular, cambios de expresión, etc.
El grado de inteligibilidad de su lenguaje para los conocidos y personas desconocidas, así como si hay mejora en la repetición.
El lenguaje expresivo del niño. La longitud de las frases, componentes que utiliza, concordancia de palabras, coherencia en la explicación de historias y evocación de acontecimientos pasados.
La función pragmática. La intención comunicativa del niño, su iniciativa, con quién interactúa, temas que trata, funciones del lenguaje.
El lenguaje comprensivo del niño: memoria secuencial inmediata auditiva, comprensión e integración auditiva.
El lenguaje escrito.
Los prerrequisitos escolares, tales como: la integración del esquema corporal, lateralización,
independencia
segmentaria,
estructuración
espacio-temporal,
motivación e interés, autoconfianza.
Otros aspectos de la comunicación: contacto ocular, atención, actitud hacia el adulto y otros niños.