Directores Javier Pradera / Fernando Savater
DE RAZÓN PRÁCTICA
Enero/Febrero 1999 Precio 900 pesetas. 5,41 euros
N.º 89
ANTHONY GIDDENS Socialdemocracia Socialdemocrac ia y neoliberalismo
MIGUEL ARTOLA La Monarquía de España
FRANCISCO RUBIO LLORENTE El futuro político de Europa M. HERRERO-UCEDA H. G. Wells y la ‘Guerra de los mundos’
E N E R O / F E B R E R O 1 9 9 9
JORGE RIECHMANN Sobre la clonación humana
FRANCISCO J. LLERA El vértigo del nacionalismo vasco
DE RAZÓN PRÁCTICA
S U M A R I O
Dirección
JAVIER JA VIER PRADER A Y FERN ANDO SAVATER SAVATER
NÚMERO
89
ENERO
/FEBRERO 1999
Edita
PROMOTORA GENERAL DE REVISTAS Presidente
JESÚS DE POLANCO Consejero delegado
JUAN LUIS CE BRIÁN Director gerente
IGNACIO QUINTANA
FRANCISCO RUBIO RUB IO LLO LLOREN RENTE TE
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EL FUTUR FUTURO O POLÍTIC POLÍTICO O DE EUROP EUROPA A 1. Espacio, fines y método
Coordinación editorial
NURIA CLAVER Maquetación
ITALA IT ALA SPI SPINET NETTI TI
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SOCIALDEMOCRACIA Y NEOLIBERALISMO
FRANCISCO J. LLERA
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EL VÉRTIGO DEL NACIONALISMO VASCO
MIGUEL MIG UEL ARTO ARTOLA LA
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LA MO MONA NARQ RQUÍ UÍA A DE ES ESPPAÑ AÑA A
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LA EDU EDUCACI CACIÓN ÓN PLA PLACEN CENTER TERA A
RICARD MARTÍNEZ MARTÍN EZ MARTÍN MARTÍNEZ EZ
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VIDEOVIGILANCIA Seguridad ciudadana y derechos humanos
Ciencia
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H. G. Wells y la “Guerra de los mundos”
Medios de Comunicación
51
De la desconexión entre informantes e informados
Filosofía
56
Pensar (Denken) Auschwitz
Historia de las ideas
59
La estirpe de la subversión
66
Sobre la clonación humana
Religión
72
A propósito de “El monje y el filósofo”
Ensayo
75
Sangre y suelo
79
George Steiner
ANTHONY GIDDENS
Ilustraciones
DANIEL GIL (Santande DANIEL (Santanderr 1930 1930)) estudió en la Escuela de Bellas Artes. Recibió la Medalla de la Bienal de Diseño Gráfico de Brno (Checoslovaquia) y la Medalla de Oro de Bellas Artes, de 1984; durante 25 años fue el director artístico de Alianza Editorial y ha sido el gran renovador del diseño gráfico de la industria del libro en España.
Miguel Herrero-Uceda
H. G. Wells
Pilar Diezhandino
Julio Quesada
Caricaturas
José Ma Ridao
LOREDANO Correo electrónico:
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Biología
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Casa de citas
Carlos García Gual
EL FUTURO POLÍ PO LÍTI TICO CO DE EU EURO ROP PA 1. Espacio, fines y método FRANCISCO RUBIO LLORENTE
Introducción
Expresado en términos algo ampulosos, el tema que en esta conferencia querría desarrollar es el del debate actual acerca de cuál debería ser en el futuro y quizá definitivamente, la forma política de la Europa integrada. Pero naturalmente, definido así, es claro que ese tema desborda de mis capacidades y de la paciencia de cualquier auditorio, por benévolo que sea. Por eso son necesarias algunas precisiones adicionales. En primer lugar, la de que, aunque ese debate se despliega en muchos planos, yo me ocuparé exclusivamente del debate académico. En segundo término, la de que, aunque se trata de un debate normativo, acerca de lo que debería ser en el futuro ese objeto político no identificado que llamamos hoy Unión Europea, mi exposición será fundamentalmente descriptiva. Lo que en ella me propongo hacer es, en resumen, explicar los términos y tratar de exponer el sentido de un debate que, aunque trabado desde hace años, es ahora más vivo que nunca. Esta elección sería seguramente cuestionable si se basara en la creencia de que mi aportación a tal debate pueda enriquecerlo, pero se justifica, creo, por la necesidad de contribuir a que ese debate se tome en serio y se generalice también entre nosotros, en España, en donde hasta ahora, con algunas y muy honrosas excepciones, no ha despertado el interés que merece. Los términos del dilema sobre el que tal debate gira no son novedosos. Se trata, como siempre, de optar entre una forma federal o una estructura distinta, dotada de instituciones supranacionales pero que no sea un Estado nuevo, unos Estados Unidos de Europa. Sería erróneo, sin embargo, ver en él una simple continuación del viejo debate, planteado incluso antes de que el proceso de integración se iniciara, entre federalistas y 2
funcionalistas; o, para personalizar los dos campos, entre Altiero Spinelli y Jean Monnet. Ese debate concluyó con los Tratados de París y Roma y el triunfo de la tesis de Monnet, a quien, en palabras de Spinelli, corresponde por eso el mérito de haber puesto en marcha la unificación de Europa y la culpa de haberlo hecho por un camino equivocado. Los términos de la opción siguen siendo los mismos, Federación o Comunidad; quizá más precisamente y con términos más antiguos, Estado Federal o Unión de Estados. Pero estas configuraciones no se proponen ya como caminos distintos para la construcción de Europa sino como formas diferentes de dar firmeza y continuidad a una construcción ya hecha. No se trata ahora, como en el origen, de buscar una alternativa al método Monnet sino de consagrar su triunfo, dando una configuración definitiva a lo que, siguiéndolo, se ha conseguido ya. Aunque los odres son viejos, el vino es nuevo, de donde resultan algunas situaciones aparentemente paradójicas. Quizá esta sea también una de las causas de la poca atención que aquí se ha prestado al debate en cuestión. La razón de este giro sustancial en el sentido del debate se encuentra, como es obvio, en el alto grado de integración ya conseguido; en el hecho de que, como he escrito en otro lugar1, la distancia que hoy media ya entre los “Estados integrados de Europa” y lo que estos eran a comienzos de siglo, no es menor que la hoy existente entre los Estados miembros de la Unión Europea y los de la Federación norteamericana. La Francia de nuestros días tiene una naturaleza bien distinta a la del Estado de Nebraska, pero muy alejada también de la que ofrecía la República imperial en vísperas de la Primera Guerra Mundial. Para comprender bien el debate que hoy se plantea es
necesario por ello recordar, siquiera sea en líneas muy generales, cual es la situación actual y el camino que hasta ella nos ha traído. Antes de abordar esa tarea quisiera, sin embargo, hacer una breve referencia a una cuestión que habitualmente se plantea sólo en términos políticos, y que probablemente sólo en términos políticos puede resolverse, pero que precisamente por eso no cabe olvidar en un análisis teórico cuyas pretensiones no son simplemente prospectivas sino declaradamente normativas o prescriptivas. Se trata, nada más y nada menos, que de la cuestión que plantea el concepto mismo de Europa como conjunto a integrar, como objeto y sujeto de su propia construcción. En otras palabras: el problema de la delimitación física de Europa. La indeterminación espacial
Como es sabido, el proceso de integración europea fue desde sus comienzos, y sigue siendo en la actualidad, un proceso abierto a todos los Estados del continente. Los Tratados de París y Roma vinculan sólo, naturalmente, a los países fundadores pero ofrecen la posibilidad de adherirse a ellos, pasando a formar parte de la organización que en ellos se crea, a todos los Estados europeos que, además de esta condición, tengan la de ser Estados de Derecho, basados en el principio democrático y respetuosos de los derechos fundamentales. La concurrencia de estas circunstancias requiere el juicio unánime de los Estados miembros, que 1
En el ensayo que con el título de ‘El constitucionalismo de los Estados integrados de Europa’ aparece como Estudio Preliminar a la edición que, con Mariano Daranas, hice de las Constituciones de los Estados de la Unión Europea (Ariel, Barcelona, 1997). Con algunos cambios, una versión en inglés de este texto ha sido publicada como número 5/98 de la Colección de Working Papers de la Cátedra Jean Monnet de la Universidad de Harvard. CLAVES
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también por unanimidad fijan las condiciones en las que la incorporación ha de llevarse a cabo 2. Mientras existió el telón de acero, las únicas circunstancias sujetas a discusión y examen eran las específicamente políticas; con su caída, se hace problemática también la geográfica 3. Así, por ejemplo, cuando todavía en 1971 el actual presidente de la República Federal de Alemania, en un manual universitario de amplia difusión, atribuía el éxito de la integración a la feliz decisión de haberla mantenido restringida a los seis Estados fundadores, no basaba su juicio en la ausencia de “europeidad” de otros posibles miembros sino en la escasa idoneidad de estos para la empresa común, bien por tratarse, en el caso de la Gran Bretaña, de un Estado con intereses universales, bien por ser Estados económica y políticamente subdesarrollados, en el caso de los que él llamaba “Estados marginales” (Randstaaten)4. Ahora, sin embargo, las cosas c osas se prep resentan con un perspectiva distinta. Al desaparecer el imperio soviético, es ya imprescindible fijar con alguna precisión el elenco de los “Estados europeos” a los que el actual artículo 49 del Tratado de la Unión ofrece la posibilidad de incorporarse a ésta; y para ello concretar unos límites que hacia el Sur, y sobre todo hacia el Este, han sido siempre difusos. En los manuales escolares suele (o al menos solía) decirse que son los montes Urales 2 En la versión consolidada del Tratado de la Unión Europea, las condiciones para el ingreso en e lla están recogidas en el artículo 49, que se remite a su vez al apartado primero del artículo 6. 3 La afirmación es tal vez demasiado rotunda, pues algún problema de este género se suscitó ya en el momento de la adhesión de Grecia. Con esta salvedad es, sin embargo, válida. 4 R. Herzog, Allgemeine Staatslehre (Athenäum, Francfort, 1971), pág. 405.
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los que nos separan de Asia, pero parece improbable la viabilidad política de una Unión Europea que vaya “desde el Atlántico Atlán tico a los Urales”, como propo proponía nía el general De Gaulle. No sólo por la dificultad económica que comporta la incorporación a ella de Estados mucho menos desarrollados económicamente que los menos desarrollados de los Estados miembros del Sur, ni por el riesgo de que su incorporación abra la puerta a migraciones incontrolables, o por la imposibilidad de configurar, de acuerdo con las pautas hasta ahora utilizadas, las instituciones de una Unión Europea de 25 o 30 miembros, sino, sobre todo porque ahora las diferencias económicas vienen acompañadas de diferencias de cultura y civilización, de historia y de tradiciones, que, al menos a los europeos occidentales, nos parecen más acusadas que las que entre nosotros existen, por lo demás nada desdeñables. El criterio puramente físico, que es en sí mismo impreciso puesto que la referencia a los Urales carece de sentido por debajo del paralelo 50, no ofrece solución alguna para el problema que plantean Estados que se consideran a sí mismos parte de Asia, aunque queden al oeste del meridiano de esa cordillera; ni siquiera para el suscitado por la dilatada extensión de Rusia a ambos lados de tal meridiano. Hay que apelar por ello a la Geografía humana, a la construida por la Historia: definir la Europa invitada a integrarse en términos de cultura, en el sentido más amplio de este concepto. Pero ésta es una empresa nada fácil. No cabe recurrir a valores universales como la democracia o el respeto a los derechos humanos, que son comunes a muchos Estados de dentro y fuera del continente y que además constituyen, como se ha recordado antes, un criterio adicional establecido en el artículo 6.1 del TUE. Hay que apelar, por eso, a valores particulares, más o menos específicamente europeos; pero ¿dónde encontrarlos? Cabría quizá utilizar, como ha hecho Huntington al trazar el mapa de las civilizaciones condenadas a chocar, las ideas religiosas subyacentes a la cultura europea; pero este recurso, cuyo empleo resultaría paradójico en una Europa secularizada y multicultural, conduce a nuevos dilemas. La apelación al cristianismo, por oposición al Islam o al judaísmo, puesto que sólo las religiones abráhmicas tienen arraigo en esta parte del mundo, aparte de otras consideraciones, no permite dar respuesta a todas las cuestiones plantea4
das. Para lograrlo habría que recurrir quizá, según proponía hace poco más de un año mi distinguido colega, el profesor Böckenförde en un excelente estudio5, a la distinción entre el cristianismo occidental y el oriental, entre la iglesia latina y la griega; recuperar, en cierto sentido, la división de Diocleciano. Como ese criterio no se tuvo en cuenta en el caso de Grecia, cuya pertenencia al cristianismo ortodoxo está fuera de cuestión6, no parece probable, sin embargo, que esa propuesta pudiera prosperar sin originar graves trastornos. En todo caso, aunque estas dificultades puedan ser superadas, la necesidad de delimitar Europa en función de un criterio no estrictamente físico significará, sea cual sea el criterio elegido, un replanteamiento a fondo del proceso de integración. De hecho, casi el comienzo de un proceso nuevo y distinto, pues las frecuentes apelaciones a las tradiciones culturales comunes o a un espíritu específicamente europeo no deben hacer olvidar que no fue sólo la dificultad de encontrar una definición adecuada de esa comunidad cultural o espiritual, sino sobre todo el riesgo de etnocentrismo que esa definición inevitablemente implicaba, la causa de que la delimitación de la Europa a integrar se hiciese con una fórmula casi tautológica. La persistencia de ese peligro, además de las dificultades ya comentadas para la elección de un criterio cultural, permiten pensar que seguirá evitándose en toda la medida de lo posible una definición clara y que las respuestas a las sucesivas solicitudes de adhesión y, por tanto, las sucesivas ampliaciones de la Unión se irán produciendo en virtud de consideraciones puramente circunstanciales, siguiendo los dictados del azar y la necesidad. Seguramente no hay que lamentarlo, pero es inexcusable tenerlo en cuenta al razonar acerca del futuro posible de la Unión.
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E. W. Böckenförde, Welchen Weg geht Europa? (Carl Friedrich von Siemens Stiftung, Munich, 1997). El texto procede de una Conferencia pronunciada por el autor en esa Fundación el 19 de junio de 1997. 6 El artículo 3 de la Constitución griega precisa que “La religión dominante en Grecia es la de la Iglesia Ortodoxa Oriental de Cristo, que reconoce como cabeza a Nuestro Señor Jesucristo y está unida, en cuanto al dogma, a la gran Iglesia de Constantinopla y a las demás Iglesias cristianas homodoxas…” El apartado 3º de este mismo artículo añade que “el texto de las sagradas escrituras es inalterable y queda prohibida su traducción en otra forma de lenguaje sin previo consentimiento de la Iglesia autocéfala de Constantinopla”.
La indeterminación de las finalidades últimas
La indeterminación del espacio a integrar no es, sin embargo, ni la más característica de este proceso, ni seguramente la más preñada de consecuencias. Al fin y a la postre, en el pasado se han producido otros procesos de integración, tanto en Europa como fuera de ella, cuyo límite espacial último se definía sólo por referencia a conceptos tan imprecisos como los de las “fronteras naturales”; o incluso peor aún, “el espacio vital” o “el destino manifiesto”. Más característica y de mayor trascendencia es la indeterminación de las finalidades últimas que con la integración se intenta alcanzar. Unas finalidades que, a diferencia de las perseguidas mediante la forzada integración de nuevos territorios en Reinos o Estados preexistentes, no es intrínseca al proceso sino en cierto sentido exterior a él, aunque de ellas venga el impulso inicial y el ethos de la integración7. Puede aceptarse, sin forzar la realidad, que la preocupación de fondo de donde surge el proceso de integración es la originada por los excesos del nacionalismo: el sentimiento difuso de que era necesario, para bien de todos, poner a los “sagrados egoísmos nacionales” un límite que no fuera el de sus propias fuerzas. Como los protagonistas necesarios del proceso son, sin embargo, los portadores mismos de ese egoísmo, esa preocupación, que dio lugar a muchas publicaciones y algunos movimientos sociales en el periodo de entreguerras, e incluso antes, no fue bastante para poner en marcha la empresa de la integración hasta que la tragedia de la Segunda Guerra Mundial hizo patente a los Estado europeos, al menos a los más directamente afectados por ella, que la paz era para todos el bien primero y por eso, pero sólo por eso, bien común. La finalidad primera de la integración fue así seguramente la de asegurar la paz, la de evitar el estallido de nuevas guerras; pero ni siquiera esta finalidad está exenta de alguna ambigüedad, ya que eran dis-
7 Expresada en estos términos rotundos, la afirmación es válida quizá sólo para los momentos iniciales, pues los cambios introducidos en las Constituciones de Alemania (artículo 23) y de Francia (artículo 88) en relación con el Tratado de Maastricht parecen contemplar ya la integración europea como un bien en sí. Como esa consideración se hace, sin embargo, desde ópticas nacionales distintas, creo que en lo esencial sigue teniendo validez. Un análisis más depurado seguramente debería establecer una distinción entre el fin de la integración y los motivos de los actores.
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tintos los conflictos que se intentaba evitar y distintos también los medios arbitrados para lograrlo. Para impedir el estallido de nuevas guerras entre los países europeos, se buscaba eliminar las causas que por dos veces en el siglo XX habían hecho estallar las que después se extendieron al mundo entero: suprimir sobre todo las raíces del secular enfrentamiento entre Francia y Alemania. Estas guerras civiles europeas no eran, sin embargo, las únicas que por aquellos años amenazaban la paz del mundo, ni esta amenaza era inminente en un momento en el que había tropas americanas estacionadas en todos los países del continente. Más apremiante era la necesidad de adoptar medidas que impidieran el choque armado con la URSS. Para atenderla no cabía, como en el caso anterior, operar desde dentro, sobre las causas, sino sólo desde afuera y, siguiendo el viejo consejo Si vis pacem para bellum, tratar de disuadir al enemigo potencial con el incremento de las fuerzas propias. En este empeño, se consideró necesario reactivar la capacidad industrial y bélica de Alemania, aunque previniendo el riesgo de convertirla de nuevo en potencia hegemónica dentro de nuestro continente. El Tratado de París, movido exclusivamente por la primera de estas finalidades, fue seguido por eso, pocos años después, tras el inicio de la guerra fría (que fue guerra caliente en Corea) y el fracasado intento de una Comunidad Europea de Defensa, por el Tratado de Roma, que recoge la idea central de aquél, cuyo componente específicamente supranacional lima un poco8, para extenderla a un ámbito más amplio. Con el correr de los tiempos, y conseguida ya esta finalidad primera que era común porque era prioritaria para cada uno de los partícipes, es difícil hablar de una finalidad común y trascendente al proceso mismo. Para los europeos de nuestro tiempo, al menos en una proporción muy importante, la integración europea se justifica en la medida en que resulte útil para servir los objetivos del propio grupo nacional, no porque se la vea como medio indispensable para asegurar una paz que no se considera amenazada 9. La heterogeneidad de estos objetivos nacionales se ha incrementado, como era inevitable, con las sucesivas ampliaciones de la Comunidad. Entre ellos están, por
8 La Alta Autoridad se convierte en Comisión y pierde algunas facultades, al tiempo que se incrementan las del Consejo.
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ejemplo, para los países ibéricos, el de encontrar un apoyo exterior para la democracia recobrada; y ahora, entre los países de la Europa Central y Oriental, el de conseguir seguridad frente a su gran vecino del Este. Incluso, aquí en España, para algunos de nuestros partidos nacionalistas, el muy paradójico de aprovechar los efectos inducidos por la integración para lograr la creación de un Estado nacional propio. Con independencia de su legitimidad y de la idoneidad de la integración como medio para alcanzarlos, es obvio que estos objetivos son, en todos los casos peculiares de cada Estado o de cada partido, no comunes; y que en consecuencia su capacidad para fundamentar una empresa común es muy escasa y puramente circunstancial. El único objetivo común a todos es el del progreso económico. No sin embargo el progreso económico de la Comunidad como tal sino el de cada uno de los Estados que la integran. No se trata ya sin embargo de un bien que sea el mismo e igual para todos, como en el caso de la paz. La persecución del progreso económico, del bienestar y la riqueza, sólo es finalidad común en un plano abstracto. En términos concretos, las diferencias de desarrollo económico existentes entre los distintos Estados integrados y su desigual situación en el mercado mundial hacen que sean también muy distintos sus intereses y, por tanto, el punto de vista, la perspectiva desde la que definen este ob jetivo común. Para unos, es perjudicial y regresivo todo lo que disminuya o no favorezca su capacidad de competir con otros países industriales del mundo, para otros, lo esencial es el sostenimiento de una producción agropecuaria que resultaría arrasada si dejara de estar protegida frente a la competencia de países extraeuropeos (o incluso de países europeos que aún no están en la Unión). Para unos, los capitales disponibles deben concentrarse en industrias de vanguardia; para otros, la necesidad prioritaria es la de dotar de infraestructuras modernas a los Estados que
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el reflejo de la integración europea en los textos constitucionales es muy insuficiente, queda en ellos algún testimonio de esta evolución. Mientras en Francia y en Italia la ratificación de los Tratados fundacionales se apoyó en una habilitación constitucional para aceptar limitaciones de soberanía en aras de la paz (Preámbulo de la Constitución de 1946 y artículo 11, respectivamente), la adhesión de Grecia a las Comunidades se basa en una cláusula de la Constitución (artículo 28) que autoriza estas limitaciones (o cesiones) “con el fin de atender a un interés nacional importante”.
carecen de ellas a fin de homogeneizar en lo posible el desarrollo económico de todos los miembros de la Comunidad, etcétera. Por supuesto, no son intereses o puntos de vista totalmente excluyentes y en muchos casos son incluso complementarios, pero desde ellos la existencia de la Comunidad sólo se justifica en razón de su eficiencia; sólo en la medida en la que los sacrificios que la pertenencia a la Comunidad comporta sean menores que los beneficios que aporta o que los males que su destrucción o su abandono habrían de acarrear10. Llegados al punto en el que nos encontramos, esos males serían probablemente de tal magnitud que la permanencia de la Unión puede considerarse razonablemente segura. Pero ni esta constricción de la inercia opera con igual fuerza frente a todos los Estados, pues como es obvio es menos eficaz frente a Alemania o Francia que frente a España o Portugal, ni parece razonable esperar que los Estados europeos hagan progresar una Comunidad a la que, simplemente, se sienten condenados. El hallazgo de un telos específico de la integración que trascienda de esta concurrencia de intereses egoístas no es, sin embargo, cosa fácil. Sería necesario para llevarla a término, además del esfuerzo teórico, una enérgica voluntad política. El esfuerzo académico por revitalizar los ideales de la integración11 como el de proponer un modelo europeo de sociedad o de capitalismo, más comunitario, menos puramente liberal que el americano, sólo pueden ser, en el mejor de los casos, punto de partida de una acción política que no se percibe en el horizonte. Las propuestas sobre el futuro de la Unión no intentan por eso dotarla de un fundamento nuevo y más firme sino corregir los males que, junto con muchos bienes, nos ha traído. Una corrección indispensable para salvaguardar valores que
10 A juicio de Habermas, el problema clásico que para el contractualismo (y para la teoría de la elección racional) plantea la dificultad de fundamentar, a partir de motivaciones puramente egoístas, un orden que fuerce a cada actor en tener en cuenta los intereses de los demás, se agudiza en el caso de la Teoría de Sistemas, porque a la diversidad de intereses se añade la que viene de la diversidad de Gramáticas de interpretación del mundo. Si se acepta esta tesis, se hace aún más deleznable la fundamentación puramente interesada del sistema europeo. Vid Habermas, Faktizität und Geltung (4ª ed., Suhrkamp. 1994), pág. 420. 11 Vid., por ejemplo, el bello trabajo de Weiler ‘Europe after Maastricht. Do the new Clothes have an Emperor?’. Versión española en Europa fin de siglo. (CEC, Madrid, 1995)
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todavía consideramos esenciales. No se si esos males son disfunciones del proceso de integración o una función latente, querida pero no manifiesta, de tal proceso. En todo caso, es evidente que su origen, como el del éxito de la integración y la reducción de todas las finalidades de ésta a la puramente económica, está en el método seguido para lograrla, cuyos principios básicos conviene ahora recordar. El método de la integración
El principio básico del método de integración consiste, como es harto sabido, en limitar ésta al terreno de la economía, sin enfocarla jamás, al menos hasta fechas muy recientes, como un esfuerzo de integración política, e incluso eludiendo en toda la medida de lo posible el planteamiento de problemas específicamente políticos. Es cierto que en la obra escrita y en los discursos de los padres fundadores se encuentran ocasionales referencias a una Europa federal, pero la adjetivación es puramente retórica. Ni se precisa nunca, hasta donde sé, qué es lo que se entiende por Federación, ni su realización se propone, en el mejor de los casos, sino como consecuencia de una lenta e impredecible evolución. Un resultado quizá ineluctable pero situado en un momento indefinido de un lejano futuro; algo así, en definitiva, como esa caída cierta de otras frutas maduras que a los españoles se les ha anunciado reiteradamente en los últimos 50 años para calmar unos anhelos más vivos probablemente en el espíritu de 6
quienes hacían la promesa que en el de sus destinatarios. El método, que en el Tratado de París por el que se crea La Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA), se aplica sólo a la industria del carbón y del acero, se extiende en el de Roma a todos los sectores económicos. Aunque no podemos ahora detenernos en ello, sí conviene subrayar que tampoco en lo que se refiere a los puros objetivos económicos está exento este método de una ambigüedad que tiene proyecciones para el futuro político de la Unión. La idea de mercado con arreglo a la que ha de construirse lo que primero sería mercado común y después mercado único, conjuga en efecto dos nociones muy distintas e incluso contrapuestas. Una, más puramente liberal, que lleva a la eliminación de todos los obstáculos que se oponen a la libertad de circulación y competencia, en la confianza de que el mercado libre ha de traer el progreso económico y tras éste el progreso social y la armonización de condiciones de vida de todos los Estados miembros; otra, decididamente proteccionista, que intenta preservar el mercado agrícola europeo frente a la competencia internacional para impedir la desaparición del campesinado y mantener la capacidad de autoabastecimiento de los países integrados. En tanto que esta última idea, aunque no conduce necesariamente a la creación de un Estado, federal o no, postula la existencia de una entidad política capaz de controlar el tráfico mercantil a través de sus fronteras, la primera, la visión puramente liberal, lleva a entender la Unión Europea como una especie de adelanto regional de la Organización Mundial del Mercado. En todo caso, fue la consecución de esta integración económica, cuya definición ha ido enriqueciéndose en las sucesivas reformas de los Tratados fundacionales hasta incluir, en la de Amsterdam, finalidades que, como la igualdad entre el hombre y la mujer, no tienen, al menos directamente, un contenido económico claro, la que determinó la creación de la Comunidad Económica Europea, que es hoy Comunidad Europea a secas y que sigue siendo, hoy como ayer, el elemento fundamental de la construcción de Europa. Esta Comunidad no dispone de una competencia general, como la de los Estados, sino sólo de competencias determinadas, pero que al estar definidas en función de los objetivos a alcanzar están dotadas de una enorme potencialidad expansiva. Su gestión está encomendada a
un aparato institucional, cuya organización no es necesario recordar aquí, que dispone de un poder supranacional, en cuanto que sus normas son inmediatamente aplicables en el interior de los Estados miembros y prevalecen, en caso de conflicto, sobre la dictadas por estos, “sea cual sea su rango”. Aunque la interpretación de este derecho comunitario (y, por tanto, también la decisión sobre la inaplicabilidad del derecho interno en contradicción con él) está reservada a un órgano de la Comunidad, el Tribunal de Justicia, ésta no tiene órganos judiciales ni administrativos que actúen directamente sobre los ciudadanos. Los Estados retienen en sus respectivos territorios el monopolio en la aplicación de la violencia legítima y, en consecuencia, es a ellos a quienes incumbe asegurar el respeto del derecho de la Comunidad y, más ampliamente, de las decisiones de ésta, ante la que responden en caso de incumplimiento. Esta estructura dual, en la que el poder superior, el de la Comunidad, como creación que es de un Tratado internacional, no tiene una legitimidad propia sino sólo derivada de la de los Estados, ha funcionado con altibajos, pero en general con notable éxito, hasta el presente. Con el progreso de la integración, cuyo contenido propio, como antes recordaba, se ha ido redefiniendo para hacerlo más extenso, se ha ido incrementando también el poder de las instituciones supranacionales y haciéndose más visibles sus defectos. Aunque ya en los años sesenta, y por obra sobre todo de la generosa interpretación que el Tribunal de Justicia hizo de las competencias comunitarias, el poder de éstas experimentó un considerable incremento, el hecho de que sus decisiones estuvieran dirigidas principalmente a la eliminación de las barreras al libre movimiento de mercancías y servicios entre los Estados y, más aún, la práctica, incluso al margen de los Tratados, de que todas las decisiones del Consejo se adoptaran por unanimidad, ocultó en gran medida este aspecto negativo del proceso de integración. A partir del Acta Única, cuya entrada en vigor es casi simultánea con nuestra adhesión a la Comunidad, estos inconvenientes comenzaron a percibirse con mayor claridad. El paso de la integración “negativa” a la “positiva”, en la que no se trata ya de derribar barreras sino de homogeneizar las normas estatales que inciden directamente sobre el funcionamiento del mercado, de una parte, y, de la otra, una aplicación más extensa y más estricta del principio de mayoría en el seno CLAVES
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del Consejo, hizo imposible seguir ignorando o minimizando los problemas específicamente políticos que plantea una integración ya en gran parte culminada y para los que, en consecuencia, no ofrecen respuesta alguna unos Tratados que se limitan a establecer el procedimiento para lograrla. Con el Tratado de Maastricht, se generalizó la convicción de que el método Monnet había agotado sus posibilidades. La evidencia de la enorme cantidad de poder ya asumido por las Comunidades y correlativamente perdido por los Estados, los nuevos poderes que se proyectaba poner en manos de la Comunidad, ya única, y de los otros “pilares” de la Unión y, quizá sobre todo, la conciencia de que con la creación de la unión económica y monetaria se llegaba al nervio central de la soberanía nacional, hicieron que el problema político de la Unión Europea se plantease con un dramatismo que hasta entonces no había tenido y se abriese un debate, que está muy lejos de haber llegado a término, sobre el futuro de la construcción. Este problema único puede plantearse desde dos perspectivas distintas, que determinan la finalidad que la solución debe asegurar. Desde la perspectiva exterior, desde el punto de vista de la relación de la Unión con terceros Estados, es decir, con todo el mundo fuera de ella, la consideración dominante es la de la eficacia. Visto desde el interior, desde la relación de la Unión con los Estados miembros y sus ciudadanos, la necesidad de eficacia ha de conjugarse con la de asegurar la democracia. Aunque ciertamente no cabe disociar totalmente ambas perspectivas, ni ignorar al adoptar cualquiera de ellas las exigencias que impone la otra, en un análisis sumario como el que aquí puede hacerse hay que aislarlas y operar como si las dos facetas del mismo problema fueran problemas distintos. Por razones que no requieren explicación, llamaré problema pragmático al definido desde la perspectiva exterior y problema ético el que resulta de ver el futuro de la Unión (en rigor, también su presente) desde el interior de ésta. Este último, que es el que suele identificarse como problema del déficit democrático de la Unión, es el que ocupa el centro del debate presente, aunque, como se verá, también hay en él referencias al otro problema, al pragmático, cuya solución es naturalmente más tarea de políticos que de juristas. Antes de llegar a la exposición de las soluciones propuestas, las que dan lugar Nº89
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al debate del que hablo, es necesario recordar una vez más cuál es en sus grandes líneas el problema que se trata de resolver, el del manoseado déficit democrático. Con carácter previo me ha parecido indispensable, sin embargo, para reparar un empecinado olvido, hacer un breve excursus sobre la relación entre soberanía y democracia. El olvido forma parte del método. Desde el principio fue evidente que el proceso de integración de las economías no podría hacerse sin algún detrimento en el control democrático del poder o, más simplemente, en la democracia. En cuanto que la integración implica una pérdida de autonomía de los Estados miembros, significa necesariamente también una limitación del ámbito sujeto al poder del respectivo pueblo. Durante mucho tiempo, sin embargo, se ha operado como si entre soberanía de los Estados y democracia no hubiese conexión alguna. Como si la democracia fuese una pura cuestión de arquitectura constitucional y como si fuese posible albergar la misma democracia en edificios diferentes, construidos sobre solares distintos. En el solar europeo, mediante modestos incrementos en las competencias del Parlamento Europeo, cuya eficacia resultaba, sin embargo, anulada o muy disminuida por la complejidad bizantina de los diversos procedimientos de adopción de decisiones. En el plano nacional, intentando arbitrar medios para que el control del Parlamento sobre la postura del respectivo Gobierno en los Consejo comunitarios tuviese alguna efectividad y la participación del Parlamento en la transposición de las directivas comunitaria fuese real y tan decisiva como posible. Sólo ahora se ha comenzado a percibir, me parece, que esos remedios parciales y dudosamente eficaces corresponden a lógicas distintas, a visiones diferentes del futuro de la construcción. Soberanía nacional y democracia 12
La noción de soberanía surge, en el contexto de las guerras de religión, como categoría necesaria para dotar al derecho 12
En nuestra lengua, el estudio más completo y por supuesto más reciente del problema de la soberanía es el que se hace en los 10 trabajos que integran el número primero de Fundamentos. Cuadernos mono gráficos de Teoría del Estado, Derecho Público e Historia Constitucional, publicado por el Instituto de Estu-
dios Parlamentarios Europeos del Principado de Asturias, bajo la dirección de los Catedráticos de Derecho de Constitucional de la Universidad de Oviedo (Oviedo, 1998). Desgraciadamente para mí, esos trabajos, en cuya presentación pública tuve el honor de participar, han aparecido cuando este texto se encontraba ya en la imprenta.
de un fundamento autónomo, desligado de las creencias religiosas. religiosas. Lo que da unidad al Estado, a la res publica, es la existencia de un poder soberano, definido como “potestad absoluta y perpetua de hacer leyes”, es decir, como fuente única del derecho (positivo) válido. Este poder, cuyo titular es naturalmente el monarca, es un poder territorialmente circunscrito: la voluntad soberana no puede imponerse fuera de sus fronteras mediante la ley, sino sólo por la fuerza, y en el ámbito internacional, en la relación entre los Estados, no hay por eso más normas obligatorias que las aceptadas tácita o expresamente por éstos. La soberanía es el rasgo típico del poder del Monarca dentro del Estado; pero, en virtud de esa conexión necesaria entre poder y territorio, también se califica de soberano al Estado mismo en su relación con los demás, en cuanto que, por estar sujeto sólo al propio Monarca, es absolutamente independiente hacia el exterior. Desde entonces acá, a todo lo largo de lo que ahora llamamos la Modernidad, la Teoría del Estado y la doctrina del Derecho Público giran en torno del problema de la soberanía, en el esfuerzo de cohonestar las ideas contrarias entre sí de plenitud y limitación. Sin la existencia de un poder pleno, soberano, el Estado corre el riesgo de disolverse en la anarquía o perder la independencia, pero de otro lado, bajo soberanía no limitada por norma alguna, ni la libertad de los sometidos ni la paz con el exterior pueden tenerse por seguras. Aunque en la obra de d e Bodino, Bodi no, el creador del concepto, la soberanía sólo es legítima en relación con los asuntos públicos y el soberano no puede desconocer por eso los derechos privados de los súbditos (sobre todo ha de respetar sus propiedades), en la de Hobbes esos límites desaparecen: ningún derecho, público o privado, puede hacerse valer frente al poder porque antes de que éste exista no hay derecho alguno. En la Paz de Westfalia, con la consagrac consagración ión definiti definitiva va del principio cuius regio eius religio, se entregó en apariencia al Estado, o por mejor decir, al Monarca, el poder de disponer también de las conciencias de los súbditos. Esa capacidad sólo fue plenamente eficaz sin embargo para afirmar la absoluta independencia de los Estados frente al exterior, para desligarlos de la obediencia espiritual a Roma. La vieja Christianitas medieval y el Imperio, reducido ya a pura sombra, fueron sustituidos por una estructura que no tiene 7
EL FUTURO POLÍTICO DE EUROPA
más unidad que la del sistema y que por eso suele llamarse con razón sistema de Westfalia. No pudo, sin embargo, y por fortuna, extender el poder del soberano al ámbito privado por excelencia, al de las creencias. Al margen de los Tratados, y pese a la imponente construcción hobbesiana, eclipsada, aunque no destruida, por las doctrinas del iusnaturalismo racionalista, los súbditos de los Monarcas absolutos, poco a poco, con distinto ritmo en los distintos Estados europeos, fueron consiguiendo la libertad de conciencia y, con ella, el resto de las libertades que llamamos individuales o civiles. Más tarde, también la libertad política, la ciudadanía, el derecho a participar en condiciones de igualdad y libertad en la formación de la voluntad de un sujeto colectivo que asume el poder soberano. El principio democrático sustituye al monárquico y la potestad absoluta y perpetua de hacer la ley pasa a manos de quienes han de observarla, al demos , que como sujeto colectivo está racionalmente obligado a salvaguardar la libertad igual de los individuos que lo integran. Aunque su puesta en práctica ha sido obra de años y esfuerzos, en el plano teórico el principio democrático parecía ofrecer una solución para salir del dilema, para conciliar soberanía, derechos individuales y paz exterior13. El auge del nacionalismo frustró pronto sin embargo esa posibilidad. El cambio en la titularidad del poder no hubiera sido posible, en efecto, si el conjunto de los ciudadanos no hubiera tenido otro principio de unidad que el que les daba su sujeción al monarca. La formación de una voluntad única a partir de un conjunto de voluntades individuales sólo es posible en la práctica mediante la aplicación del principio de la mayoría; y esa aplicación implica la disposición de todos a aceptarla, la conciencia de formar una unidad diferenciada en el seno de la humanidad, de constituir un demos. Esta unidad, coextensa con el conjunto de los sometidos al poder, es la que se designa con el nombre de nación, y ésta se sustancializa rápidamente para convertirse en el dios antiguo de una nueva religión ciudadana. Un dios inmanente a la comunidad, pero que no se identifica con las generaciones vivas y frente al cual, ni los individuos pueden alegar más derechos que los
que el soberano les haya otorgado, ni las demás naciones exigir deberes que vayan en contra de sus sagrados intereses. El distanciamiento entre la idea de soberanía y la de democracia que el nacionalismo impulsa, encuentra además un espléndido instrumento teórico en el giro que, desde mediados del siglo pasado, a partir de una recensión famosa, la doctrina alemana del Derecho Público impone en toda Europa14. La soberanía de ja de ser ent entendi endida da com comoo pod poder er de un sujeto concreto, de una voluntad individual o colectiva, para pasar a ser una cualidad propia del poder del Estado. La expresión de soberanía nacional (salvo, quizá, en Francia, en donde perviven vestigios de la vieja concepción) pierde así toda connotación democrática, se identifica con la de soberanía estatal y se convierte en lema del nacionalismo. Aunque seguramente sería más adecuado llamar estatismo a esa perversión que, de una parte, ve en la “posesión” de un Estado propio el único modo de realización de la nación y, de la otra, pone la grandeza de éste en su capacidad de subyugar a los demás, nada se puede hacer contra los usos lingüísticos generalizados. La hostilidad contra la “soberanía nacional” así entendida está bien justificada; y, por supuesto, en ese entendimiento, esa soberanía no sólo es incompatible con la integración sino que, como hemos visto, el deseo de acabar con ella constituye, al menos en sus inicios, el ethos específico del proyecto europeo. Todo ello no debe ocultar, sin embargo, la conexión necesaria entre soberanía y democracia que se acaba de exponer, ni la necesidad de tenerla en cuenta al discurrir sobre el déficit democrático de la Unión. Aunque el nombre y la idea de democracia nos vienen de Grecia, la estructura interna del demos de las democracias que penosamente se van instaurando en el mundo a partir de las grandes revoluciones de fines del XVIII es muy distinta de la que caracterizaba al pueblo de la polis griega o la civitas romana. De una parte, porque está constituido por el conjunto de los habitantes de grandes Estados territoriales, cuya actuación simultánea en un mismo lugar es físicamente imposible. De la otra y sobre todo, porque se trata ahora de sociedades basadas en la economía ca14
13 Una descripción sintética de esta evolución puede verse en Habermas, op. cit., pág. 364.
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Para Jellinek, el comienzo de la gran doctrina positivista está precisamente en la concepción de la soberanía que expone Albrecht al recensionar un libro de Maurenbrecher. Vid. Allgemeine Staatslehre (Verlag Athäneum, Kronberg, 1976), págs. 473-474.
pitalista o de mercado y que comparten, con otras, una religión universal. Sus miembros, los ciudadanos modernos, no cifran su libertad sólo, ni quizá principalmente, en la posibilidad de participar en los asuntos públicos, sino en la disponibilidad de un ámbito exento de intromisiones del poder y protegido por éste de las intromisiones de otros ciudadanos. Nuestra libertad no es la de los antiguos sino la de los modernos; y en consecuencia la democracia que surge revolucionariamente en América o en Francia y se construye paulatinamente en Inglaterra a partir de la soberanía parlamentaria no es democracia directa, como la concebían los griegos, sino representativa. Una democracia en la que el poder del pueblo es depositado por éste en manos de profesionales elegidos por el pueblo mismo y que han de responder ante él del uso del poder que recibieron pero que no están sujetos a instrucciones de sus electores. Los titulares del poder han de someterse periódicamente al voto de los ciudadanos, que tienen así la posibilidad de poner en la calle a los incapaces o los indignos, o de cambiar de opinión, pero que no disponen de instrumentos jurídicos para imponer directamente su voluntad a sus representantes. Sólo indirectamente pueden conseguirlo, apoyándose en el interés de los políticos por obtener sus votos para alcanzar el poder o mantenerse en él. El análisis de un sistema democrático ha de hacerse, en consecuencia, en dos planos distintos: el de la instrumentación jurídica y el de la práctica pr áctica política. La primera se hace en nuestras Constituciones mediante la consagración del sufragio universal y la distribución del poder en una serie de órganos distintos, que han de actuar con sujeción al Derecho y de modo tal que los ciudadanos tengan iguales oportunidades para hacerles llegar sus opiniones, defender antes ellos sus intereses y sus derechos y, sobre todo, conocer los motivos de sus decisiones a fin de formarse un juicio sobre el modo en el que utilizan el poder que recibieron. En los Estados europeos, la adopción de las decisiones más importantes, la formación de las leyes, la designación del Gobierno y el control permanente de su actividad, queda en manos del Parlamento, cuyo modo específico de proceder es la deliberación pública. La dirección de la política y de la Administración, en las del Gobierno, dependiente de la confianza parlamentaria. El control de la sumisión del poder al Derecho, a los jueces de los diversos órdenes jurisdiccionales. CLAVES
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FRANCISCO RUBIO LLORENTE
Es cierto que este modelo normativo de la democracia se ve alterado en la práctica y que las relaciones normativamente postuladas parecen invertidas, de manera que el Gobierno impone su voluntad al Parlamento y, a su vez, se ve arrastrado por la Administración que debería dirigir, mientras el control judicial de los actos del poder se hace lento y poco eficaz. Estas imperfecciones innegables no privan, sin embargo, de valor a la organización jurídica de la democracia. Por mucho poder real que el Gobierno concentre en sus manos, se ve obligado a enfrentarse en el Parlamento con la oposición y a esforzarse por controlar a una Admi Ad mini nist strac rac ió iónn cu cuya ya act iv ivid idad ad ge gene nera ra consecuencias de las que el Gobierno ha de responder en las urnas. Al fin y a la postre, incluso concebida, al modo schumpeteriano, como un mercado en el que diversas élites se disputan el voto de los ciudadanos, es un mercado en el que todos los demandantes tienen la misma capacidad de compra. Esta democracia jurídicamente asegurada puede ser vivida, sin embargo, de modos muy distintos. La ductilidad de los órganos del poder para atender las necesidades y los deseos de los ciudada-
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nos, la capacidad de estos para conjugar sus diferentes intereses y hacerlos valer, para mantener un debate abierto y útil sobre los asuntos públicos (incluso para combatir las desviaciones de la práctica institucional respecto del esquema normativo) son muy distintos de unas sociedades a otras. No dependen o sólo en muy escasa medida de la organización juríd ju ríd ica del pod poder er sin sinoo del sis sistem tem a de partidos, de la naturaleza de éstos, de la riqueza asociativa, del “espíritu público” de los ciudadanos. En resumen, del sinfín de circunstancias que en su conjunto expresan la cultura política de un pueblo, de la vitalidad de su sociedad civil. “Creer que la mediación de la opinión y de los intereses, el desarrollo de la política y la toma de decisiones, las garantías de estabilidad y legitimidad que producen la cohesión social son ejercidos sólo 15 Dieter Grimm, ‘Does Europe need a Constitution?’, en European Law Journal, núm. 3 (1995). Grimm se remite aquí a un trabajo de Lepsius (‘Nationalstaat oder Nationlatitätenstaat für der Weiterentwiclkung der Europäischen Gemeinschaft’) que no he podido consultar. El trabajo de Grimm está publicado, junto con la respuesta de Habermass y, en cierto modo, de Neil McCormick, en el número 55 (marzo de 1996) de la revista Debats.
por órganos del Estado”, no pasa de ser una “simplificación estatista” 15 . Todos los Estados miembros de la Unión son Estados democráticos, con organizaciones jurídico constitucionales muy seme jantes. Las diferen diferencias cias nada desdeñ desdeñables ables que entre sus democracias existen son imputables a la diferente cultura de las respectivas sociedades; y por eso es fácilmente comprensible que no todas ellas perciban del mismo modo el déficit democrático de la Unión Europea. n
[La segunda parte de este artículo será publicada en el próximo número de CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA] [Versión corregida de la conferencia pronunciada por el autor en la sesión inaugural del curso 19981999 del Instituto Universitario Ortega y Gasset, en el que dirige el Programa de Estudios Europeos. Dicha sesión se celebró el 13 de noviembre de 1998..]
Francisco Rubio Llorente es catedrático de Dere-
cho Constitucional y ha sido vicepresidente del Tribunal Constitucional. Autor de La forma del placer.
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SOCIALDEMOCRACIA Y NEOLIBERALI NEOLIBERALISMO SMO ANTHONY GIDDENS
La muerte del socialismo
Los orígenes del socialismo están unidos al primer desarrollo de la sociedad industrial, en algún momento entre la mitad y el ocaso del siglo dieciocho. Lo mismo puede decirse de su principal oponente, el conservadurismo, que tomó forma en respuesta a la Revolución Francesa. El socialismo empezó siendo un cuerpo de pensamiento opuesto al individualismo; su interés por desarrollar una crítica del capitalismo vino después. Antes de tomar un significado muy específico con el nacimiento de la Unión Soviética, el comunismo se solapaba en gran medida con el socialismo, cada uno tratando de defender la primacía de lo social o lo comunal. El socialismo fue antes que nada un impulso filosófico y ético, pero mucho antes de Marx empezó a tomar el ropaje de una doctrina económica. Fue Marx, sin embargo, quien proporcionó al socialismo una teoría económica elaborada. También situó al socialismo en el contexto de una descripción envolvente de la historia. La postura básica de Marx vino a ser compartida por todos los socialistas, por muy agudas que fueran otras diferencias entre ellos. El socialismo busca exponer las limitaciones del capitalismo para humanizarlo o para acabar con él. La teoría económica del socialismo depende de la idea de que, abandonado a sus anchas, el capitalismo es económicamente ineficiente, socialmente divisivo e incapaz de reproducir reproducirse se a largo plazo. La idea de que el capitalismo puede ser humanizado a través de la gestión económica socialista da al socialismo su filo duro, sea el que sea, incluso aunque haya habido muchas descripciones diferentes de cómo pueda lograrse un objetivo así. Para Marx, el socialismo valía o no según su capacidad para crear una sociedad que generara mayor riqueza que el capitalismo y diseminara esa riqueza de un modo más equitativo. 10
Si el socialismo está ahora muerto, lo está precisamente porque estas demandas han fracasado. Lo han hecho de una manera singular. Durante más o menos un cuarto de siglo tras la Segunda Guerra Mundial, la planificación socialista parecía algo establecido, tanto en el Oeste como en el Este. Un destacado observador económico, E.M.F. Durbin, escribía en 1949 que “todos somos Planificadores ahora... El colapso de la fe popular en el laissez faire ha ocurrido con
una rapidez espectacular... en todo el mundo desde la Guerra.”1 El socialismo en el Oeste fue dominado por la socialdemocracia –socialismo moderado, parlamentario– construida sobre la consolidación del Estado de bienestar. En la mayoría de los países,
1 E.F.M. Durbin: Problems of economic planning . Londres: Routledge, 1949, p. 41.
incluyendo Gran Bretaña, el Estado de bienestar fue una creación de la derecha tanto como de la izquierda, pero en el periodo posbélico los socialistas lo reclamaron como propio. Durante al menos algún tiempo, incluso la planificación mucho más completa adoptada en las sociedades de estilo soviético pareció económicamente eficaz, si bien siempre políticamente despótica. Sucesivos gobiernos americanos en los años 60 se tomaron en serio la afirmación de que la Unión Soviética podría adelantar a los Estados Unidos económicamente en los siguientes treinta años. En retrospectiva, podemos tener bastante claro por qué la Unión Soviética, lejos de sobrepasar a los Estados Unidos, se quedó dramáticamente rezagada; y por qué la socialdemocracia se topó con crisis propias. La teoría económica del socialismo fue siempre inadecuada, infravalorando la capacidad del capitalismo para innovar innovar,, adaptarse y generar una productividad creciente. El socialismo tampoco logró captar la importancia de los mercados como aparatos informativos que ofrecen datos esenciales a compradores y vendedores. Estas insuficiencias sólo se revelaron en su total magnitud con procesos intensos de globalización y cambio tecnológico de los primeros años 70 en adelante. Durante el periodo a partir de mediados de los 70, bastante antes de la caída de la Unión Soviética, la socialdemocracia se vio crecientemente desafiada por las filosofías de libre mercado, en particular por la ascensión del thatcherismo o del reaganismo (descritos más genéricamente como neoliberalismo). Durante el periodo anterior, la idea de liberalizar mercados parecía pertenecer al pasado, a una era que había sido superada. De ser generalmente consideradas como excéntricas, las ideas de Friedrich von Hayek, el principal defensor de los mercados libres, y otros críticos librecambistas del socialismo se convirtieron súbitamente en una fuerza a ser tenida en CLAVES
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cuenta. El neoliberalismo tuvo un impacto menor sobre la mayoría mayoría de países países en Europa continental que sobre el Reino Unido, los Estados Unidos, Australia y Latinoamérica. No obstante, en el Continente como en todas partes, las filosofías del libre mercado fueron influyentes. Las categorías de “socialdemocracia” y “neoliberalismo” son amplias y han abarcado grupos, movimientos y partidos de varias tendencias y convicciones. Aunque cada uno influía al otro; por ejemplo, los gobiernos de Ronald Reagan y Margaret Thatcher siguieron diferentes políticas en algunos contextos. Cuando Thatcher llegó al poder, no tenía una ideología totalmente acabada, que fue desarrollada a medida que ella proseguía. Políticas thatcheristas seguidas por partidos “de izquierda”, como en Nueva Zelanda, han dado un aire diferente, de nuevo, a ciertas ideas políticas claves. Más aún, el neoliberalismo tiene dos ramales. El principal es el conservador (el origen del término “la nueva derecha”). El neoliberalismo se convirtió en la perspectiva de muchos partidos conservadores en todo el mundo. No obstante, hay un tipo importante de pensamiento asociado a las filosofías de libre mercado que, en contraste con el conservador, es libertario2 en cuestiones morales y económicas. A diferencia de los conservadores thatcheristas, por ejemplo, los libertarios apoyan la libertad sexual o la despenalización de las drogas. Socialdemocracia es un término aún más amplio y ambiguo. Con él me refiero a partidos y otros grupos de la izquierda refor-
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N. del T.: Libertario en castellano tiene una connotación vinculada al anarquismo que es algo complemente ausente en la aceptación anglosajona del término. Aquí se refiere más bien a un liberalismo radicalizado que cree en la plena autonomía individual, tanto en el ámbito moral como en el económico. El autor más relevante de esta corriente en la teoría contemporánea es Robert Nozick. Nº89
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mista, incluyendo el Partido Laborista británico. Al comienzo del periodo posbélico, socialdemócratas de muchos países diferentes compartían una perspectiva generalmente parecida. A esto es a lo que me referiré como socialdemocracia a la antigua o clásica. Desde los 80, en respuesta al ascenso del neoliberalismo y a los problemas del socialismo, socialdemócratas de todo el mundo han comenzado a desviarse de este punto de vista precedente. Los regímenes socialdemócratas
Estados de bienestar escandinavos o nórdicos, que tienen una base tributaria muy alta, universalista en orientación, que proporciona prestaciones generosas y servicios estatales consolidados, incluyendo la asistencia sanitaria; sistemas centroeuropeos que tienen un compromiso relativamente bajo con los servicios sociales pero importantes prestaciones en otros aspectos, financiadas principalmente por el empleo y
Socialdemocracia Socialdemoc racia clásica
Thatcherismo, o neoliberalismo
(la vieja izquierda)
(la nueva derecha)
Fuerte intervención del Estado en la vida social y económica
Gobierno mínimo
El Estado predomina sobre la sociedad civil
Sociedad civil autónoma
Colectivismo
Fundamentalismo de mercado
Economía keynesiana de demanda, más corporativismo
Autoritarismo moral, más un acusado individualismo económico
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Papel restringido de los mercados: economía mixta o social Pleno empleo
El mercado de trabajo se desregula como ningún otro
Fuerte igualitarismo
Aceptación de la desigualdad Nacionalismo tradicional
Estado de bienestar de gran extensión, que protege a los ciudadanos “desde la cuna hasta la tumba”
Estado de bienestar como red de seguridad
Modernización lineal
Modernización lineal
Débil conciencia ecológica
Débil conciencia ecológica
Internacionalismo
Teoría realista del orden internacional
Pertenece al mundo bipolar
Pertenece al mundo bipolar
han variado sustancialmente en la práctica, como lo han hecho los sistemas de bienestar que han alimentado. Los Estados de bienestar europeos pueden dividirse en cuatro grupos institucionales, que tienen orígenes históricos, objetivos y estructuras comunes: el sistema del reino Unido, que hace hincapié en los servicios sociales y en la salud, pero que tiende también a tener prestaciones según los ingresos;
basadas en contribuciones a la seguridad social; sistemas meridionales, similares en forma a los centroeuropeos, pero menos completos y pagando menores niveles de protección.3 n
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3 Fritz W. Scharpf: ‘Flexible Integration’, en Eurovisions , Ian Christie, Londres: Demos, 1998.
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SOCIALDEMOCRACIA Y NEOLIBERALISMO
Teniendo en cuenta estas variaciones, la socialdemocracia socialdemocracia clásica y el neoliberaneoliberalismo encarnan dos filosofías políticas bastante distintas. Hago un resumen de las diferencias en la tabla que acompaña al texto. Las comparaciones apresuradas de esta clase acarrean un evidente riesgo de caricatura. Con todo, los contrastes señalados son reales e importantes; y los residuos de la socialdemocracia clásica son aún fuertes en todas partes. La socialdemocracia a la antigua
La socialdemocracia a la antigua veía al capitalismo de libre mercado como causante de muchos de los efectos problemáticos que Marx diagnosticó pero creía que éstos podían ser disminuidos o superados mediante la intervención del Estado en el mercado. El Estado tiene la obligación de suministrar bienes públicos que los mercados no pueden abastecer o pueden hacer sólo de modo fraccionario. Una fuerte presencia estatal en la economía, y en otros sectores de la sociedad también, es normal y deseable, ya que el poder público, en una sociedad democrática, representa la voluntad colectiva. La toma de decisiones colectiva, involucrando al gobierno, a los empresarios y a los sindicatos, reemplaza en parte a los mecanismos del mercado. Para la socialdemocracia clásica, la intervención del Estado en la vida familiar es necesaria y ha de aplaudirse. Las prestaciones estatales son vitales para socorrer a familias necesitadas; y el Estado debería intervenir allí donde los individuos, por una u otra razón, sean incapaces de valerse por sí mismos. Con algunas excepciones conspicuas, los socialdemócratas a la antigua tendían a sospechar de las asociaciones voluntarias. Tales Tales grupos hacen con frecuencia más mal que bien porque, comparados con los servicios sociales de procedencia estatal, tienden a resultar poco profesionales, irregulares y condescendientes con aquellos con quienes tratan. John Maynard Keynes, la inspiración económica del consenso posbélico sobre el bienestar, no era socialista pero compartía algunas de las inquietudes de Marx y del socialismo. Como Marx, Keynes consideraba que el capitalismo tenía cualidades irracionales pero creía que éstas podían controlarse para salvar al capitalismo de sí mismo. Tanto Marx como Keynes tendían a dar por sentada la productividad del capitalismo. El hecho de que la teoría keynesiana prestara relativamente poca atención al lado de la oferta de la economía estaba en armonía con las preocupaciones socialdemócratas. Keynes mostró cómo el capitalismo de mercado podía estabilizarse mediante la 12
economía de demanda y la creación de una economía mixta. Aunque no la apoyaba, uno de los rasgos de la economía mixta en Europa era la nacionalización. Algunos sectores económicos deberían ser retirados del mercado no sólo debido a las deficiencias de los mercados sino porque industrias esenciales para el interés nacional no deberían estar en manos privadas. La búsqueda de la igualdad ha sido una preocupación fundamental de todos los socialdemócratas, incluido el Partido Laborista británico. Una igualdad mayor ha de lograrse mediante diversas estrategias de nivelación. La imposición progresiva, por ejemplo, vía Estado de bienestar, quita a los ricos para dar a los pobres. El Estado de bienestar tiene dos objetivos: crear una sociedad más igual pero también proteger a los individuos durante el ciclo vital. Las primeras medidas de bienestar, que datan del siglo diecinueve, fueron introducidas por liberales o conservadores; y a ellas se opuso frecuentemente la clase obrera organizada. El Estado de bienestar de posguerra, sin embargo, ha tenido normalmente una base fuerte entre la clase trabajadora manual, que hasta hace veinte años era la primera fuente de apoyo electoral para los partidos socialdemócratas. Hasta las derrotas de finales de los 70, la socialdemocracia siguió en todas partes un modelo lineal de modernización, la “vía del socialismo”. Quizá el intérprete más relevante de la aparición del Estado de bienestar en el R. Unido, el sociólogo T.H. Marshall, ofreció una descripción precisa de tal modelo. El Estado de bienestar es el punto álgido de un prolongado proceso de evolución de los derechos de la ciudadanía. Como la mayoría a comienzos del periodo de posguerra, Marshall esperaba que los sistemas de bienestar se expandirían progresivamente, uniendo el desarrollo económico al cumplimiento más extenso conocido de los derechos sociales. En conjunto, la socialdemocracia a la antigua no tenía una actitud hostil hacia las preocupaciones ecológicas pero le fue difícil acomodarse a ellas. Su acento corporativista, su orientación al pleno empleo y su énfasis aplastante en el Estado de bienestar hacían que resultara distorsionante enfrentarse a las cuestiones ecológicas de una manera sistemática. Tampoco en la práctica tenía una actitud global marcada. La socialdemocracia era de orientación internacionalista; buscaba más crear solidaridad entre partidos políticos de mentalidad similar que afrontar los problemas globales como tales. Mas estaba fuertemente ligada al mundo bipolar, situada entre el bienestar minimalista de los Es-
tados Unidos y las economías dirigistas del comunismo. La perspectiva neoliberal
La hostilidad hacia el “gobierno fuerte”, una característica primaria y principal de las ideas neoliberales, proviene de varias fuentes. El padre fundador del conservadurismo en Gran Bretaña, Edmund Burke, expresó su aversión al Estado, que si se expande demasiado se convierte en el enemigo de la libertad y la independencia. El conservadurismo americano ha sido hostil durante mucho tiempo al gobierno centralizado. El thatcherismo se sirvió de estas ideas pero también del clásico escepticismo liberal acerca del papel del Estado, basado en argumentos económicos sobre la naturaleza superior de los mercados. La tesis del Estado mínimo está estrechamente ligada a una visión característica de la sociedad civil como un mecanismo autogenerador de solidaridad social. Debe permitirse a los pequeños pelotones de la sociedad civil florecer; y lo harán si están libres de trabas impuestas por la intervención estatal. Las virtudes de la sociedad civil, si ésta es dejada a sus anchas, incluyen en teoría “buen carácter, honestidad, deber, autosacrificio, honor, servicio, autodisciplina, tolerancia, respeto, justicia, autosuperación, responsabilidad, urbanidad, entereza, cora je, integridad, integridad, diligencia, diligencia, patriotismo, patriotismo, conconsideración hacia los demás, austeridad y dignidad”4. Para la sensibilidad moderna, dice el escritor, éstas “tienen un sonido de antiguo hechizo”; pero esto es porque el poder del Estado las ha reprimido, a base de sabotear a la sociedad civil. Se dice que el Estado, especialmente el Estado de bienestar, destruye el orden civil pero que los mercados no, pues éstos prosperan a partir de la iniciativa individual. Al igual que el orden civil, los mercados, dejados valerse por sí mismos, producirán el mayor bien a la sociedad. Los mercados “son máquinas en perpetuo funcionamiento, que requieren sólo un marco legal y ausencia de interferencia estatal para producir crecimiento ininterrumpido”.5 Los neoliberales ligan las fuerzas liberadas del mercado a una defensa de las instituciones tradicionales, en especial la familia y la nación. La iniciativa individual se desarrolla en la economía pero se deberían fomentar obligaciones y deberes en estas otras esferas. La fa-
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David Green: Reinventing civil society. Londres: Institute of economic affairs, 1993, VIII. 5 John Gray : Enlightenment’s wake . Londres: Routledge, 1997, p. 103.
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milia tradicional es una necesidad funcional para el orden social, como lo es la nación tradicional. Otros tipos de familia, como las monoparentales o las relaciones homosexuales, sólo contribuyen a la decadencia social. Lo mismo ocurre con todo lo que debilite la integridad nacional. Las alusiones xenófobas están normalmente claras en las proclamas de los autores y políticos neoliberales: reservan algunas de sus críticas más severas para el multiculturalismo. El thatcherismo es característicamente indiferente a las desigualdades o bien las respalda activamente. La idea de que “la desigualdad social es intrínsecamente censurable o nociva” es “ingenua y poco plausible”.6 Por encima de todo, está en contra del igualitarismo. Las políticas igualitarias, más obviamente las seguidas en la Rusia soviética, crean una sociedad de uniformidad monótona y sólo pueden implementarse mediante el uso del poder despótico. Aquéllos más cercanos al liberalismo, sin embargo, consideran la igualdad de oportunidades tan deseable como necesaria. Este fue el sentido en que John Major, repitiendo inverosímilmente a Marx, habló de su intención de crear una sociedad sin clases. Una sociedad donde el mercado tiene libre funcionamiento puede producir grandes desigualdades económicas; pero éstas no importan mientras personas con determinación y capacidad puedan alcanzar posiciones que se adecuen a sus facultades. La oposición al Estado de bienestar es uno de los rasgos neoliberales más distintivos. El Estado de bienestar es visto como el origen de todos los males de una manera parecida a la que el capitalismo lo fue para la izquierda revolucionaria. “Recordaremos el Estado de bienestar con la misma sorna despreciativa con la que ahora contemplamos la esclavitud como un medio de organizar un trabajo eficaz, motivado”, dice un escritor. El Estado de bienestar “inflige un daño enormemente destructivo a sus supuestos beneficiarios: los vulnerables, los marginados y los desgraciados... debilita el espíritu emprendedor y valiente de los hombres y mujeres individuales, y coloca una carga de profundidad de resentimiento explosivo bajo los fundamentos de nuestra sociedad libre”.7 ¿Qué producirá bienestar si el Estado de bienestar ha de ser desmantelado? La respuesta es el crecimiento económico guiado por el mercado. Debería de entenderse por bienestar no prestaciones estatales sino maximizar el progreso econó-
6 David Marsland: Welfare or Welfare State? Basingstoke: Macmillan, 1996, p. 212. 7 Ibidem, p. 197.
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mico, y por consiguiente la riqueza global, permitiendo a los mercados hacer sus milagros. Esta orientación normalmente va acompañada de un abandono de los problemas ecológicos por tratarse de historias para no dormir. Thatcher hizo algún gesto en favor del “capitalismo verde” pero la actitud usual ha sido de hostilidad. Los riesgos ecológicos, se ha dicho, son exagerados o inexistentes, una invención de fatalistas. La evidencia apunta, al contrario, hacia una era de prosperidad mayor y más universal de la que jamás se ha conocido antes. Esta es una concepción lineal de la modernización que prácticamente descarta cualquier límite al desarrollo económico. A dif diferen erencia cia de la soci socialde aldemocr mocracia acia clásica, el neoliberalismo es una teoría globalizadora y ha colaborado muy directamente con fuerzas globalizadoras. Los neoliberales aplican a escala mundial la filosofía que les guía en sus compromisos más locales. El mundo progresará más si se permite a los mercados funcionar con pequeñas interferencias o sin ellas. Como defensores de la nación tradicional, no obstante, los neoliberales adoptan una teoría realista de las relaciones internacionales; la sociedad global es todavía una sociedad de naciones-estado, y en un mundo de naciones-estado es el poder lo que cuenta. Estar preparados para la guerra y el mantenimiento de la fuerza militar son elementos necesarios del papel de los Estados en el sistema internacional. Como la socialdemocracia a la antigua, el neoliberalismo se desarrolló en el orden bipolar y está marcado por las condiciones de su origen. Las doctrinas comparadas
Puede parecer que el neoliberalismo haya triunfado en el mundo. Después de todo, la socialdemocracia está en una confusión ideológica y si hace cincuenta años todo el mundo era planificador, ahora nadie parece serlo. Es un trastocamiento considerable, ya que durante al menos un siglo los socialistas se supusieron a sí mismos en la vanguardia de la historia. Con todo, antes que permanecer indiscutible, el neoliberalismo está en una situación problemática y es importante ver por qué. La razón principal es que sus dos mitades (el fundamentalismo de mercado y el conservadurismo) están en tensión. El conservadurismo siempre significó un acercamiento cauteloso y pragmático al cambio social y económico; una actitud adoptada por Burke ante las reclamaciones mesiánicas de la Revolución Francesa. La continuidad de la tradición es esencial para la idea de conservadurismo. La tradición contiene la sabiduría acumula-
da del pasado y proporciona, por consiguiente, una guía para el futuro. La filosofía de libre mercado toma una actitud bastante diferente, cifrando sus esperanzas para el futuro en el crecimiento económico ilimitado producido por la liberación de las fuerzas del mercado. La devoción al libre mercado, por un lado, y a la familia y nación tradicionales, por otro, es contradictoria en sí misma. Se supone que el individualismo y la elección se detienen abruptamente en la frontera de la familia y de la identidad nacional, donde la tradición debe permanecer intacta. Pero nada hay más disolvente de la tradición que la “revolución permanente” de las fuerzas del mercado. El dinamismo de las sociedades de mercado socava las estructuras tradicionales de autoridad y fracciona las comunidades locales; el neoliberalismo crea nuevos riesgos e incertidumbres y pide a los ciudadanos que sencillamente las ignoren. Más aún, descuida la base social de los propios mercados, que dependen de las propias formas comunales que el fundamentalismo de mercado, indiferente, echa por los aires. ¿Qué ocurre con la socialdemocracia a la antigua? Podemos distinguir un ramillete de rasgos sociales que en el consenso sobre el bienestar keynesiano se daban por sentados; todos ellos se han desintegrado posteriormente: un sistema social, y especialmente una forma de familia (en la que el marido ganaba el pan y la esposa era ama de casa y madre), que permitían una definición de pleno empleo sin ambigüedad; un mercado de trabajo homogéneo en el que los hombres amenazados por el desempleo eran principalmente trabajadores manuales dispuestos a realizar cualquier trabajo con un salario que asegurara su supervivencia y la de sus familias; el predominio de la producción en masa en sectores básicos de la economía, que tendía a crear condiciones de trabajo estables, aunque poco provechosas, para gran parte de la fuerza de trabajo; un Estado elitista, con pequeños grupos de fieles expertos cívicos en la burocracia estatal dirigiendo las políticas fiscales y monetarias a implementar; economías nacionales que estaban sustancialmente contenidas dentro de las fronteras soberanas, ya que el keynesianismo asumía el predominio de la economía doméstica sobre el comercio exterior en bienes y servicios. 8 n
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8 Egon Matzner y Wolfgang Streeck: Beyond Keynesianism. Aldershot: Elgar, 1991, pp. 3-4.
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SOCIALDEMOCRACIA Y NEOLIBERALISMO
El igualitarismo de la vieja izquierda tenía intenciones nobles pero ha llevado en ocasiones, como dicen sus críticos derechistas, a consecuencias perversas (visibles, por ejemplo, en la ingeniería social que ha dejado un legado de viviendas de protección oficial ruinosas y convertidas en foco de crímenes.) El Estado de bienestar, considerado por muchos el núcleo de la política socialdemócrata, crea hoy casi tantos problemas como los que resuelve. Estructuras de apoyo político
Las relaciones de clase que solían servir de fundamento al voto y a la afiliación política de la socialdemocracia clásica se han alterado drásticamente, debido al fuerte descenso de la clase trabajadora de cuello azul. La entrada de la mujer a gran escala en la fuerza de trabajo ha desestabilizado un punto más los esquemas de apoyo clasista. Una minoría considerable ya no vota y permanece básicamente ajena al proceso político. El partido que más ha crecido en los últimos años es uno que en absoluto forma parte de la política: el “no partido de los no votantes.”9 Finalmente, hay evidencia sustanciosa de que ha habido cambios en los valores, en parte como consecuencia del cambio generacional y en parte como respuesta a otras influencias. En este último punto, la evidencia apunta dos tendencias: un cambio de los “valores de la escasez” a los “valores postmaterialistas” y una distribución cambiante de los valores, que no se ajusta ni a los patrones de clase ni a la dicotomía derecha / izquierda. Aunque sometida a crítica desde muchos lugares, la tesis de Ronald Inglehart sobre el cambio valorativo ha recibido considerable respaldo empírico. 10 Reuniendo material estadístico de una serie de países industrializados, Inglehart muestra cómo los valores de éxito y crecimiento económico se debilitan con una prosperidad creciente. La autoexpresión y el deseo de un trabajo con significado están reemplazando a la maximización de las recompensas económicas. Estas preocupaciones están relacionadas con una actitud escéptica hacia la autoridad, que puede ser despolitizadora pero que en conjunto impulsa hacia una mayor democracia y compromiso de lo que
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Ulrich Beck: “The reinvention of politics”, en Ulrich Beck, Anthony Giddens y Scott Lash: Reflexive Modernization. Cambridge: Polity Press, 1994. 10 La obra de Inglehart ha generado numerosas críticas y análisis. Para un resumen útil, ver Clive Bean y Elim Papadakis: “¿Prioridades polarizadas o alternativas flexibles?”, International Journal of Public Opinion Research, vol. 6, nº3, 1997. 14
es posible actualmente en la política convencional. Encuestas sociales llevadas a cabo en determinados países confirman la realidad del cambio de actitud y la insuficiencia de la división izquierda / derecha para atraparla. John Blundell y Brian Gosschalk, por ejemplo, opinan que las actitudes sociales y políticas en el Reino Unido se dividen en cuatro grupos, que llaman conservador, libertario, socialista y autoritario. La creencia en la libertad económica –el libre mercado– se mide en un eje y la libertad personal en el segundo. La postura “conservadora” es la neoliberal: un conservador defiende la libertad de mercados pero quiere un fuerte control estatal sobre asuntos como la familia, las drogas y el aborto. Los “libertarios” defienden el individualismo y la escasa intervención del Estado en todos los frentes. Los “socialistas” son lo contrario a los conservadores: quieren una mayor intervención inter vención del Estado en la vida económica pero desconfían de los mercados y son cautelosos respecto al poder en lo que se refiere a cuestiones morales. Un “autoritario” es alguien que desea que el gobierno tenga mano firme en todas las áreas, incluyendo tanto lo económico como lo moral. El resto mantiene una actitud política más ambigua. A tenor de los datos de las encuestas, en el Reino Unido un tercio de la población es, según estas definiciones, conservadora, casi un 20% libertario, un 18% socialista, un 13% autoritario y hay un 15% residual. El Partido Laborista, tal como fue reconstruido por Tony Blair, ocupaba justo antes de las elecciones de 1997 el primer lugar de todos estos grupos, exceptuando a los conservadores. De los que pensaban votar a los conservadores, el 84% procedía de dos grupos: conservadores y libertarios. Los resultados mostraban diferencias muy claras de edad que se amoldan a la tesis de Inglehart: sólo el 18% de los comprendidos entre 15 y 24 años eran conservadores, comparados con el 54% de los mayores de 55. De los comprendidos entre 15 y 24 años, el 72% estaba de acuerdo con la afirmación “el Estado no tiene derecho a prohibir ninguna clase de acto sexual si es realizado entre adultos de mutuo acuerdo”, mientras que sólo el 36% de los mayores de 55 años la compartía. 11 Comparando estos hallazgos con investigaciones en los Estados Unidos, el experto electoral Robert Worcester concluye que:
las caracterizaciones de los actuales partidos laborista y conservador... como “izquierda” y “derecha” enmascaran cómo acontecimientos que han afectado a ambos partidos en las dos últimas décadas han difuminado la semántica del pasado para describir sus papeles hoy día... las figuras de comparación entre aquéllas encontradas en América y la Gran Bretaña del Nuevo Laborismo son notables por su coherencia, algo sorprendente por cuanto las ideologías de ambos países han sido en gran medida muy dispares durante los últimos cincuenta años.12
La comparación entre una gama mayor de sociedades muestra que las pautas de seguimiento y apoyo político han cambiado de un modo muy general. En prácticamente todos los países occidentales, el voto ya no se ajusta a patrones clasistas y ha variado desde una polarización izquierda / derecha hacia un diseño más comple jo. El eje económico económico que solía solía separar a los los votantes entre posturas “socialistas” y “capitalistas” tiene una prominencia mucho menor, mientras que los contrastes entre liberalismo y autoritarismo, y entre “modernos” y “tradicionalistas”, han crecido. Otras influencias más contingentes –como el estilo de liderazgo– han adquirido más importancia de la que solían tener. Estos cambios no han condenado a los socialdemócratas a una posición política marginal. A mediados de 1998, hay partidos socialdemócratas o coaliciones de centro-izquierda en el poder en el Reino Unido, Francia, Italia, Austria, Grecia y varios países escandinavos, entre otros, en Europa occidental, mientras que en Europa del este tienen una influencia creciente. creciente. A pesar pesar de sus éxitos electorales, los socialdemócratas no han configurado todavía una perspectiva política nueva e integrada. La socialdemocracia estuvo siempre ligada al socialismo. ¿Qué orientación debería tener en un mundo en el que no hay alternativas al capitalismo? El mundo bipolar fue el contexto en el que se modeló la socialdemocracia de posguerra. Los socialdemócratas compartían al menos algunas de las ideas del comunismo, aunque también se definían a sí mismos en oposición a él. ¿Conserva algún significado estar en la izquierda ahora que el comunismo se ha desplomado completamente en Occidente y el socialismo, más ampliamente, se ha disuelto? n
Traducción: Pedro Cifuentes Huertas [Versión abreviada del capítulo 1 de La tercera vía de Anthony Giddens, de próxima publicación en Taurus Ediciones.]
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Blundell y Brian Gosschalk: Beyond Left and Right . Londres: Institute of Economic Affairs, 1997. 12 Robert Worcester: “Introducción”, en Blundell y Gosschalk: Beyond Left and Right , p. 3.
Anthony Giddens es director de London School
of Economics. Obras traducidas al castellano: Sociología y Más Más allá de la izquierda y la la derecha . CLAVES
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EL VÉRTIGO DEL NACIONA NACIONALISMO LISMO VASCO Entre Ermua y Estella FRANCISCO J. LLERA
as elecciones autonómicas definen una arena de segundo orden, caracterizada por una menor participación electoral, que en el caso vasco se manifiesta, además, en forma de abstención diferencial y mayores oportunidades de respaldo electoral y presencia política de las opciones nacionalistas, regionalistas o localistas. Es una constante que en las elecciones autonómicas vascas la dimensión nacionalista o identitaria pesa más que la adscripción ideológica izquierda/der izquierda/derecha echa en la decisión de voto de los electores, incrementando de forma notable el peso de la representación de las opciones nacionalistas. Por otro lado, el ciclo político en el que se inscriben estas elecciones se inicia en España en las legislativas de 1989 y se caracteriza por un realineamiento electoral continuado que refuerza electoralmente al Partido Popular (PP) e Izquierda Unida (IU), estanca al Partido Nacionalista Vasco (PNV) y hace retroceder al Partido Socialista de Euskadi-EuskadikoEzkerra (PSE-EE), Herri Batasuna (HB) y Eusko Alkartasuna (EA), con una pérdida de posiciones del nacionalismo en su conjunto frente al auge del autonomismo, claro en elecciones legislativas y más atenuado en las autonómicas. Este retroceso continuado del nacionalismo, situado ante la hipótesis verosímil de perder su holgada mayoría autonómica, le ha generado un vértigo político sin el que no es posible entender el giro estratégico gestado durante el último año y confirmado en los prolegómenos electorales. Además, se trata de las primeras elecciones en las que el protagonismo sangriento de ETA es sustituido por la sombra de la tregua. Tal declaración hay que entenderla a partir de la pérdida de capacidad operativa del terrorismo desde el comienzo de la década, el desgaste político y electoral causado por la violencia callejera y la derrota política producida por la movilización ciuda-
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dana tras su desesperada huida hacia adelante con la llegada del PP al Gobierno. La dirección del PNV ha confirmado la radicalización nacionalista, al forzar a su candidato Juan J. Ibarretxe a formar un gobierno de coalición nacionalista minoritario con 27 de los 75 escaños (un 36%) y compuesto por PNV y EA. Ambos partidos, tras perder un 10% de sus escaños, han tenido que apoyarse en los 14 de Euskal Herritarrok (EH) para superar la investidura del nuevo Lehendakari, sin que previamente exista un acuerdo formal de coalición ni pacto de legislatura, aunque sí la promesa de mantener tales apoyos siempre y cuando el nuevo gobierno camine por la senda trazada en Lizarra. La clave del acuerdo nacionalista (y el desacuerdo con PP y PSE-EE) es la defensa del llamado ámbito vasco de decisión en relación a dos de las condiciones impuestas por los terroristas: soberanía (autodeterminación) y territorialidad (integración de Navarra y el País Vasco francés), que no son otra cosa que el programa máximo del nacionalismo. De esta forma, el nacionalismo moderado deja de serlo y se convierte en rehén del nacionalismo antisistema, adhiriéndose a sus finers y obviando sus métodos, al tiempo que legitima a posteriori su estrategia violenta y pone en cuestión las reglas del juego del consenso democrático. La sombra de la tregua
Los resultados de las sextas elecciones autonómicas celebradas el 25 de octubre en el País Vasco deben ser leídos y explicados teniendo en cuenta algunas variables que contextualizan la coyuntura y el escenario político en que se han celebrado, celebrado, así: 1) el anuncio de tregua indefinida de ETA; 2) la declaración declaración de Estella; Estella; 3) el protagonisprotagonismo del PP desde el Gobierno de Madrid; 4) el llamado llamado “espí “espíritu ritu de de Ermua Ermua”; 5) la renovación en las cabeceras de los carteles electorales de los principales partidos
(PNV, PP, EH y PSE-EE); 6) el cambio de siglas, candidatos y estrategia de HB por EH; y 7) el ingreso en prisión de los condenados por el primer juicio de los GAL. 1) La declaración declaración unilatera unilaterall por parte de ETA de una tregua indefinida a principios de septiembre, con las elecciones ya convocadas y en plena precampaña, obliga a los estados mayores de los partidos, sobre todo los autonomistas, a recomponer sus mensajes y estrategias de campaña ante la irrupción inusual de ETA y el estudiado cambio de imagen de sus representantes políticos. Los partidos tenían que responder al reto planteado, atrapados entre la necesidad de mantener sus señas de identidad y sus discursos políticos y la responsabilidad de no frustrar las posibilidades que se abrían para el fin definitivo del terrorismo y la violencia. En frente había una ciudadanía perpleja, harta de la violencia, muy crítica con la manera en que los políticos estaban afrontando su resolución y, sobre todo, razonablemente esperanzada ante el nuevo escenario. El impacto de este hecho en la campaña era definitivo por su centralidad en las aspiraciones políticas y, sobre todo, porque liberaba a una buena parte de la sociedad vasca del miedo que la atenazaba a expresarse políticamente. Este hecho tenía dos consecuencias importantes para el comportamiento electoral: por un lado, una mayor predisposición al compromiso por parte de los ciudadanos vascos en forma de participación y, por otro lado, una mayor probabilidad de relajamiento de las líneas tradicionales de alineamiento ante lo que era algo más que un issue de campaña. Esto último facilitaba las posibilidades de un voto estratégico y volátil de una mayor proporción de electores, buscando de qué manera sus votos eran más útiles o servían mejor al objetivo primordial del final definitivo de la violencia. Pocas CLAVES
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veces una campaña iba a ser tan decisiva para decantar en uno u otro sentido a un mayor número de electores. 2) La declaración declaración de Estella, Estella, firmada firmada por los partidos nacionalistas e IU (además de otros colectivos sociales) como condición previa al anuncio de tregua, ponía la letra a la música de ésta. La causa era el vértigo del nacionalismo vasco en su conjunto ante la hipótesis de una derrota electoral y sus consecuencias políticas. Su objetivo inmediato era rentabilizar electoralmente su impacto para los dos actores principales: PNV y EH. El supuesto del que ambos partían era que, por un lado, desbaratarían completamente las estrategias de campaña de sus competidores principales (PSE-EE y PP), frenando sus expectativas electorales previas; y, por otro lado, reforzarían la tendencia mayoritaria del nacionalismo en la arena autonómica al adjudicarse los dividendos inmediatos de la tregua. Sin embargo, sus argumentos políticos rupturistas con el statu quo y, sobre todo, la visualización de “la nueva mayoría social” que iba a administrar la paz produjeron un revulsivo sin precedentes en torno a la defensa del autonomismo y de las reglas del juego constitucionales. Sobre la base de una estrategia convergente y un acuerdo previo entre PNV y HB, el nacionalismo definía un programa común radical que llevaba a los partidos democráticos al terreno político de HB y ETA, legitimando su política antisistema con la cobertura de la tregua y el abandono definitivo de la estrategia violenta. La nueva situación hacía más fácil para los partidos autonomistas argumentar en contra de la radicalización y el aventurerismo del nacionalismo moderado, en contra del intento de sacar ventajas partidistas del proceso de pacificación y en contra de la tentación excluyente de lo que ya era de facto un frente nacionalista. Nº89
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3) Estas eleccione eleccioness han sido las primeras primeras elecciones autonómicas desde 1984 en las que el PSE-EE no parte como actor principal desde el Gobierno de Madrid, con lo que esto implica de notoriedad, autoridad política, utilidad electoral y control mediático. Tras la alternancia de 1996, el protagonismo del PP se acrecienta por la doble imagen de firmeza y sacrificio. No es casualidad que el ministro mejor valorado sea precisamente Mayor Oreja, artífice de la reconstrucción del PP vasco desde su origen político centrista (fue delegado del Gobierno con UCD), inspirador principal de la estrategia política popular en el País Vasco, así como de la política antiterrorista en Madrid. El PP estaba en condiciones de rentabilizar, ante todo, la
política antiterrorista de firmeza basada en su política penitenciaria, en los éxitos policiales en la lucha antiterrorista, en el encarcelamiento judicial de los dirigentes de HB y el cierre del diario Egin, en el acorralamiento financiero a ETA y en la negativa a mantener contactos con la banda terrorista. Fruto de esta misma política de intento de rentabilización de la firmeza fue también su retórica de defensa del Pacto de Ajuria Enea como cobertura unitaria de su política antiterrorista, a pesar de que había contribuido a debilitarlo desde la oposición con su denuncia de las medidas de reinserción y al que apuntilló cuando se negó a discutir el llamado “Plan Ardanza” y a abrir cauces de diálogo con HB mientras no condenara la 17
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violencia de ETA. Todo esto no impedía que, al mismo tiempo, mantuviera los acuerdos de gobernabilidad con el PNV en Madrid, haciendo gala ambos del manejo extremo de una ambigüedad política proverbial (o la política de la ambigüedad calculada). La firmeza, a su vez, estaba avalada por la imagen de sacrificio, que desde el asesinato de Gregorio Ordóñez y la larga lista de representantes públicos había llegado a su punto álgido en las movilizaciones de solidaridad y protesta en torno al secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco en Ermua. Al mismo tiempo, esta imagen de sacrificio, salvo esporádicos patinazos de instrumentalización política, se veía reforzada por la moderación y la dignidad con que afrontaban cada golpe terrorista. 4) Las reacciones reacciones de indignación indignación y solidasolidaridad, que llegaron a su máxima expresión tras los sucesos de Ermua, cristalizaron en una movilización social, larga y silenciosamente fraguada gracias al coraje de los grupos pacifistas. Se rechaza el terrorismo, la violencia callejera, la intolerancia autoritaria, el exclusivismo nacionalista y la complacencia con los causantes del sufrimiento o con sus argumentos políticos. Este movimiento llegó al Pacto de Ajuria Enea, reafirmando sus principios de unidad de los partidos democráticos frente al terrorismo y de firmeza en la respuesta política, que se concretaron en el acuerdo de aislamiento político (el PP y parte del PSE-EE proponían, incluso, el aislamiento social) de HB. Un grupo de intelectuales encontró en estas movilizaciones y en lo que entendían era el incumplimiento de los compromisos de Ajuria Ajur ia Enea por parte del nacio nacionalism nalismoo (sobre todo, después de la presentación por parte del PNV del llamado “plan Ardanza” y del blindaje de sus conversaciones con HB a pesar de los asesinatos) el argumento para expresar social y políticamente lo que interpretaban eran las aspiraciones, si no mayoritarias, si al menos de una parte importante de la sociedad que se sentía silenciada. El llamado “espíritu de Ermua”, descalificado por los nacionalistas como frentista y españolista, pretendía la ruptura de la espiral del silencio a la que entendían estaba condenada una parte de la sociedad vasca por miedo y falta de libertad para expresarse. Se buscaba que los valores del respeto a las reglas del juego democráticas plasmadas en la Constitución y el Estatuto, a la pluralidad social y política de la sociedad vasca y a la compatibilidad de identidades 18
tuviesen el apoyo y la presencia política necesarios como requisito para apuntalar la convivencia. Lo cierto es que este movimiento de fondo estaba produciendo resultados, llegando a amenazar seriamente el mantenimiento de la hegemonía nacionalista. 5) La renovación renovación en en las cabecera cabecerass de los carteles electorales de los principales partidos, que éstos pretendían como un síntoma de cambio y un intento de desbloqueo de la situación con nuevas personas y aires, quedó relativamente eclipsado por la relevancia del resto de los fenómenos. El PNV cerraba la etapa de Ardanza sustituyéndole por su segundo en el Gobierno, Juan José Ibarretxe, joven, alavés de Llodio, preparado, eficaz, buen negociador, discreto, moderado, conocedor de la vida parlamentaria y de la Administración y con larga experiencia en la alcaldía de su pueblo y en las Juntas Generales de Álava, como su antecesor. El PP se vio obligado a sustituir el vacío dejado por Mayor Ore ja por su segundo de a bordo, Carlos Iturgáiz, joven de la margen izquierda, que habla euskera, que ha tenido que expresar la firmeza ante sus compañeros de partido y ante la opinión pública en los momentos más duros para ellos del azote terrorista, con escasa experiencia política. Fue el encargado de bloquear la última propuesta de Ardanza en la mesa de Ajuria Enea pero representa una imagen renovada de la derecha vasca que conecta fácilmente con una nueva generación de jóvenes. El PSE-EE, con la marcha de Ramón Jáuregui a Madrid, reprodujo el proceso de relevo en la cúpula federal del partido y fue pionero en la celebración de elecciones primarias para elegir la cabeza de cartel electoral autonómico, optando por estrecho margen por Nicolás Redondo (frente a Rosa Diez), joven con casta socialista de la margen izquierda, secretario general, con amplia experiencia en responsabilidades de partido, en la Diputación vizcaína y en el Congreso de los Diputados y que dio una imagen de firmeza y de cambio al decidir la salida de su partido del Gobierno de coalición con PNV y EA, inmediatamente antes de las elecciones. La nueva imagen de HB(EH) la encarna Arnaldo Otegi, que asume la portavocía de la nueva “mesa nacional” tras el encarcelamiento de sus anteriores miembros, es un joven de familia socialista de Elgoibar con militancia temprana y activa en ETApm, que pasó por la cárcel después de la amnistía de 1977 y que no aceptó la reinserción tras la disolución de 1982.
6) ET ETA A y su entorno del del llamado llamado Movimiento de Liberación Nacional Vasco (MLNV) fueron los que mejor prepararon su puesta en escena, por ser ellos los que cambiaron el escenario. Una pieza clave en la escenificación del giro estratégico fue el propio cambio de siglas de Herri Batasuna (Unidad Popular) por Euskal Herritarrok (nosotros, los ciudadanos de Euskal Herria), incorporando a las listas a los sectores moderados que habían sido apartados por las anteriores direcciones. El cambio estratégico implicaba, por primera vez, el compromiso en la gobernabilidad de las instituciones, siempre que se garantizase un viejo sueño de ETA: el frente nacionalista. En todo caso, anunciaban que estaban dispuestos a hacer política si se daban las condiciones apropiadas: la ruptura de las actuales reglas de juego constitucionales y una nueva transición. 7) La celebración celebración del juicio juicio por el secuessecuestro de Segundo Marey, primera acción reivindicada por los GAL, y la ejecución de la sentencia condenatoria de los máximos responsables del Ministerio del Interior del primer Gobierno socialista (José Barrionuevo y Rafael Vera) con su ingreso en la prisión de Guadalajara produjeron reacciones encontradas en la opinión pública vasca. Las muestras de solidaridad y las declaraciones de los máximos dirigentes socialistas en torno al caso se vivieron desde el socialismo vasco con un discreto distanciamiento, al menos público, dado el impacto que el caso tiene en la opinión pública vasca especialmente sensibilizada. Para los partidos nacionalistas e IU, por el contrario, cualquier ocasión era buena para recordar el drama, descalificar políticamente a los socialistas al equiparar “los dos terrorismos” y ridiculizar como esperpénticas lo que llamaban “peregrinaciones” a Guadalajara. Lo cierto es que el argumento hacía mella en parte de la sociología progresista y autonomista del país, sobre todo entre los más jóvenes. La instrumentalización irresponsable del caso GAL por el PP, primero desde la oposición y luego desde el Gobierno, y el oportunismo del nacionalismo vasco, que lo utilizaba como coartada legitimador legitimadoraa y extemporánea de su giro estratégico, desgastaban seriamente al PSOE pero quebraban gravemente las relaciones interpartidistas y las reglas del juego establecidas en la transición política. Paradójicamente, HB y PP coincidían en reclamar, por razones y con fines distintos, una nueva transición política. CLAVES
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FRANCISCO J. LLERA
La movilización de los frentes
Pocas campañas electorales han resultado tan decisivas en la movilización del electorado y en la formación y decantación de la decisión electoral de los ciudadanos. Antes del verano las encuestas encu estas apuntaban a un nivel de participación en torno al 65%, un volumen de indecisión u ocultación de voto alrededor del 25%, una subida firme y en solitario en intención de voto de PP y PSE-EE, y empates técnicos en la representación parlamentaria de estos dos partidos en la segunda posición y, por primera vez en elecciones autonómicas, entre la de los bloques nacionalista y autonomista. Estas previsiones contrastan significativamente con los resultados finales, tanto de participación como de reparto de pérdidas y ganancias; y, sobre todo, con el incremento notable del nivel de indecisión en las últimas encuestas de campaña, en las que se superaba el 40%. La discusión sobre la política de frentes, que todos se negaban para sí mismos y reprochaban al contrario, se convirtió en el eje de la campaña de todos los partidos. Lo más significativo era la visualización de esta dialéctica frentista entre los grandes partidos. Por un lado, el PNV y HB no sólo no discrepaban en público entre ellos sino que se avalaban e interpretaban recíprocamente en lo que habían conseguido que fuese el tema principal: el futuro de la pacificación en los términos de la declaración de Estella, que era su auténtico programa electoral unitario, frente a lo que ellos entendían como vértigo inmovilizador de los partidos estatalistas. estatalistas. Por otro lado, PP y PSE-EE, menos seguros del éxito electoral que les auguraban las encuestas de primavera y con la necesidad de contrarrestar el efecto de la tregua, arremetían al unísono contra el frente nacionalista, reafirmando los principios constitucionales y estatutarios, pero sin la más mínima muestra de diferencia entre ambos, lo que hacía más verosímil el argumento de los nacionalistas,, al tiempo que movilizaban a nacionalistas su electorado. Lo cierto es que la simplificación frentista de la campaña y el devenir posterior de la tregua en torno a las condiciones políticas de la pacificación convertían las elecciones en una suerte de plebiscito difuso, del que los únicos beneficiarios sólo podían ser los dos actores principales de tal polarización y de la futura solución: la intención de poner punto final a la violencia (EH) y la disposición a dialogar desde la firmeza de quien tiene la responsabilidad responsabili dad de gobierno (PP). La campaña se caracterizó por un tono agresivo, agrio y de un radicalismo verNº89
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bal entre los partidos democráticos fuera de lo común. Los grandes partidos optaron por tocar la fibra emocional e identitaria, basada más en el rechazo del contrario (convertido casi en enemigo) que en la autoafirmación ideológica propia, abandonando la discusión racional de las propuestas. Los únicos que tenían un cierto espacio y posibilidades de un discurso propio autoafirmativo eran el PP y EH; el resto sólo tenían margen para actuar a la defensiva o andar a la greña elevando el tono de la descalificación. El tono de la campaña lo dio el “txupinazo” de salida de Arzalluz en Sailburua con aquel “los vascos no cabemos en la Constitución”, respondido por Aznar en Anoeta con aquello de que “la paz si cabe en la Constitución”. A partir de ahí las cosas rodaron solas entre los reproches mutuos de deslealtad, de irresponsabilidad, irresponsabi lidad, de radicalismo, de juego sucio y de descalificación radical sobre la voluntad y la capacidad real para normalizar el país, sobre todo entre los tres grandes partidos: PNV, PP y PSE-EE. Lo cierto es que, fuera de este tema central, en el que se mezclaba todo (la composición de gobierno, el mérito y los riesgos de la tregua, la autodeterminación, los presos, la reforma constitucional, el lugar y los comensales de la futura mesa del diálogo, etcétera), no había lugar ni para dar cuenta de la gestión política (del Gobierno o de la oposición) realizada por los distintos partidos en la última legislatura, ni para ninguna otra propuesta programática, más o menos específica, acorde con la trayectoria política y la identidad ideológica respectiva de cada partido. Tan Tan sólo los partidos menores, conscientes de su desplazamiento del escenario, lo intentaban sin éxito para hacerse escuchar ante el griterío de los grandes. Entre Ermua y Estella
Si no fuese por lo significativo de los cambios de fondo y lo especial de esta coyuntura política, en una situación de normalidad estas elecciones autonómicas habrían sido las de mayor continuidad, por la menor volatilidad electoral neta (7,9 frente a un promedio desde 1980 de 14,9) y el menor baile de escaños (10 frente a 20 en 1986, 12 en 1990 y 13 en 1994). La participación en las sextas elecciones autonómicas de 1998 ha sido la mayor (70%) de todas las elecciones autonómicas celebradas en Euskadi desde 1980. De lo excepcional de este momento político da cuenta tal récord de movilización electoral que queda a un punto de la participación alcanzada en las elecciones le-
gislativas de 1996 y ligeramente por encima de los máximos obtenidos en elecciones autonómicas también especiales, como las de 1984 y 1986. Si la participación resulta relativamente homogénea en las tres provincias, no sucede lo mismos si estudiamos municipio a municipio, pudiendo detectarse algunas pautas diferenciales que nos permiten deducir las claves explicativas de lo sucedido con la movilización electoral. Podríamos decir quemientras el nacionalismo moviliza todos sus recursos electorales a lo largo y ancho del territorio, el PP lo hace sobre todo en las zonas urbanas, en tanto que el PSEEE no llega a movilizar los suyos precisamente en las poblaciones en las que tiene su cantera tradicional. Los discursos políticos de la tregua y el futuro de la pacificación han hecho que esta dimensión estratégica de la campaña se cruzase con la polarización nacionalismo versus autonomismo, eclipsando totalmente la dimensión ideológica izquierdaderecha. De acuerdo con lo previsto por la dinámica de largo recorrido previa a las elecciones, los beneficiarios han sido el PP y el PSE-EE; pero la irrupción de la tregua convirtió también en ganador a EH, al tiempo que reforzó aún más la posición del PP, provocando una dinámica moderadamente centrífuga. Por otro lado, este doble efecto combinado atenuó el retroceso del PNV y agudizó el bajón de los partidos menores. Simplificando, se puede decir que el escaso pero significativo cambio producido se ha librado entre Ermua y Estella y se saldó en tablas. t ablas. Estas elecciones han vuelto a demostrar la altísima capacidad de movilización nacionalista (107.329 votos más que en 1994, un 18,5% de incremento), ahora intentando capitalizar la tregua y la operación política de Estella. Sin embargo, el esfuerzo sólo ha servido para frenar, en parte, el declive previsto y para producir un realineamiento interno entre sus tres opciones en favor de EH. Esta polarización nacionalista, con todo, hay que entenderla como una radicalización estratégica que premia el cambio de rumbo hacia la moderación de la opción antisistema e incentiva el abandono definitivo de la violencia. Los 682.958 votos del nacionalismo quedan muy lejos de los obtenidos en 1984 (705.000) y, sobre todo, 1986 (776.000); pero, además, aunque en conjunto mantiene los escaños de su mínimo histórico de 1994 (41), pierde casi dos puntos en su posición relativa y su 53,9% de los votos válidos es el peor resultado autonómico desde 1980. En 19
EL VÉRTIGO DEL NACIONALISMO VASCO
Tabla 1: Resultados electorales en Euskadi entre 1994 y 1998 A-1994 Votos %vv
Esc.
PNV PP EH(HB) PSE-EE EA IU UA Otros
304.346 146.960 166.147 174.682 105.136 93.291 27.797 1.462
29,3 14,2 16,0 16,8 10,1 9,0 2,7 0,1
22 11 11 12 8 6 5
Nacionals. Estats.
575.629 444.192
55,5 42,8
Izquierda Derecha
435.582 584.239
42,0 56,3
CENSO VOTS.
1.749.250 1.044.085
59,7
L-1996 Votos %vv 315.793 231.284 154.853 2 9 847 3 103.628 116.133
25,0 18,3 12,3 23,7 8,2 9,2
21.558 41 34 29 46
A-1998 Votos %vv
Esc.
27,6 19,9 17,7 17,4 8,6 5,6 1,2 0,7
21 16 14 14 6 2 2
1,7
350.322 251.743 224.001 220.052 108.635 71.064 15.738 9.010
581.438 649.584
46,1 51,5
682.958 567.607
53,9 44,8
41 34
577.946 663.773
45,8 52,6
515.981 734.584
40,7 57,9
30 45
71,5
1.821.457 1.275.008
70,0
1.777.108 1.270.078
Elaboración propia a partir de los datos oficiales de la Junta Electoral.
este bloque el PNV, con el 51% de los votos, retrocede ligeramente en su hegemonía, mientras que EH, con el 32%, obtiene su mejor posición relativa desde 1986. Por su parte, el bloque autonomista o no nacionalista (incluidos IU y UA) consigue su mayor éxito movilizador en cualquier elección autonómica. Los 567.607 votos de la movilización autonomista sólo han sido superados en tres elecciones legislativas (1977, 1993 y 1996), añadiendo 123.415 votos a los obtenidos en 1994 (un 27% de incremento). Sin embargo, aunque mantiene su posición en escaños, avanza un par de puntos en su posición relativa; y el 44,8% que obtienen es el mejor resultado en elecciones autonómicas. En el interior del bloque los cambios son más significativos porque, además de producirse una mayor concentración del voto en sus dos principales partidos, éstos intercambian sus posiciones: el PP con el 44% de este bloque (frente al 33% de 1994) sustituye en la primera posición al PSE-EE (38% frente al 39% de 1994 o el 45% de 1996). Las opciones del centro-derecha, a pesar de haber perdido en su conjunto un escaño, han obtenido con sus 734.584 votos el mejor resultado desde la transición democrática, después de haber movilizado a 150.345 electores más que hace cuatro años (un incremento de +25%), aunque su 57,9% sólo supere en casi dos puntos la proporción de 1994. Lo más 20
significativo, de nuevo, es el reequilibrio interno entre el PNV y el PP; el primero obtiene el 47% del voto de este bloque, tras retroceder cinco puntos desde 1994, mientras que el segundo representa el 30%, tras incrementar los mismos cinco puntos desde hace cuatro años. En el bloque de la izquierda, en un contexto general de elevada participación, el balance se salda con una menor movilización (70.399 votos más que en 1994 y un incremento de +16%); y sus 515.981 votos son el peor resultado de todos los tiempos, ya que la ganancia de un escaño no impide que el 40,7% rebaje en más de un punto la cota de hace cuatro años. También aquí se produce un reajuste interno, caracterizado por la concentración de voto en las dos opciones principales, EH y PSE-EE, que equilibran sus posiciones con una ligera ventaja del primero (43%) sobre el segundo (42%), después de haber avanzado el uno cinco puntos y el otro dos puntos en relación a 1994, lo que, con la peculiar correlación de fuerzas sindicales del país, puede suponer un cambio histórico en la izquierda vasca si se consolida la radicalización izquierdista. Desde otro punto de vista, los partidos de la coalición de gobierno (PNV/EA/PSE-EE), a pesar de haber incrementado en 98.794 votos sus apoyos electorales y mantener una mayoría absoluta, tanto de votos (53,6%) como de escaños (41), pierden un escaño y retroceden algo más de dos puntos, víctimas de
la dinámica centrífuga que ellos mismos han propiciado en favor de las opciones bipolares de la oposición (PP y EH). Con todo, el único que contiene la pérdida de escaños de la coalición es el PSE-EE (+2) tras haber salido del gobierno durante el verano. Finalmente, la confrontación de campaña entre los dos frentes, el de Estella (los nacionalistas más IU) y el estatutista (PP y PSE-EE) –ya que UA propugnaba la autonomía separada de “Álava como Navarra”–, se salda con un retroceso de casi cinco puntos porcentuales y cuatro escaños del primero y un avance de más de seis puntos y siete escaños del segundo. Es cierto que los firmantes de Estella mantiene una holgada mayoría del 59,5% frente al 37,3% de los estatutistas; pero, mientras entre los primeros el único que mejora sus posiciones es EH, entre los segundos lo hacen los dos, si bien en mayor medida el PP que el PSE-EE. Los retoques que estas elecciones han producido en la correlación de fuerzas no cambian de forma sustantiva el formato del sistema de partidos vasco, que sigue respondiendo a las características del pluralismo polarizado: a) siete partidos parlamentarios que cuentan, sobre todo por la complejidad institucional de la gobernabilidad vasca; b) una elevadísima fragmentación; c) un fuerte distanciamiento ideológico, delimitado por una doble dimensión que define cuatro grandes espacios: nacionalista (tres partidos) versus autonomista (cuatro partidos) y derecha (cuatro partidos) versus izquierda (tres partidos); d) la existencia de un partido antisistema con un importante peso electoral, vinculado al terrorismo y con mayor capacidad de chantaje en la actual coyuntura política. Un dato nada desdeñable de estas elecciones es la tendencia que apunta hacia un pluralismo moderado en el que puedan quedar sólo cuatro espacios políticos, una vez conseguidas la pacificación y la normalización política. En efecto, los cuatro grandes partidos se mueven en un recorrido máximo de 10 puntos porcentuales de los votos válidos y 7 escaños, cuando hace sólo cuatro años era de 15 y 11 respectivamente. Pero, además, los partidos menores (EA e IU) han quedado descolgados; y, si antes se situaban a sólo 5 o 6 puntos porcentuales del segundo escalón de partidos (PSE-EE, PP y HB), ahora están a más de 9 puntos porcentuales y un mínimo de 8 escaños. Otra de las constantes de la estructura electoral vasca es la diversidad de su geograCLAVES
DE RAZÓN PRÁCTICA Nº89 n
FRANCISCO J. LLERA
fía electoral, que, en lugar de homogeneizarse con el tiempo, se distancia de elección en elección. En la tabla 2 tenemos la evolución de la correlación de fuerzas provinciales en las últimas elecciones.
pectivamente, mientras que se quedan descolgados los otros dos (IU y EA) en el límite de la barrera mínima. Por otra parte, las fuerzas nacionalistas mantienen su fuerte predominio en Guipúzcoa (60%), lo moderan en Vizcaya (53%) y lo pierden en Álava (40%).
Lo primero que destaca es que gana un partido en cada provincia: a) en Álava gana el PP con el 26,6% de los votos después de subir cerca de 11 puntos (algo más de lo que baja UA) desde el tercer lugar de 1994, sustituyendo en la primera posición al PNV, al que ahora saca cinco puntos, cuando antes éste le adelantaba en casi seis; b) en Guipúzcoa vuelve a ganar EH (HB) con el 25,2% de los votos tras avanzar un par de puntos y sacándole al PNV, que mantiene la segunda posición, tres puntos y medio frente a las ocho décimas de hace cuatro años; c) en Vizcaya vuelve a ganar con el 32,6% de los votos el PNV, que retrocede dos puntos y medio y que, aunque acorta distancias, mantiene un diferencial de más de 12 puntos sobre el segundo (PP).
Normalización consensuada
Estas sextas elecciones autonómicas vascas van a pasar a la historia política de Euskadi como las de la recta final hacia la normalización normalizaci ón de la vida política en nuestro país. No van a abrir ningún proceso constituyente ni van a constituirse en la antesala de la segunda transición, porque esto sólo sería posible si hubiese quebrado el consenso político y las reglas del juego que permitieron el alumbramiento de una página tan brillante de nuestra historia reciente. Por el contrario, la integración en el sistema y en la cultura política democráticos de la minoría violenta y antisistema, que hasta ahora sostenía y practicaba la violencia en nom-
Tabla 2: Evolución electoral de las provincias vascas entre 1994 y 1998* ÁLAVA 1994 1998 PNV PP EH PSE-EE EA IU UA
21,7 15,9 10,1 15,6 7,2 9,1 18,5
21,6 26,6 12,0 16,8 6,3 5,6 8,4
GUIPUZCOA 1994 1998 22,3 11,9 23,1 16,4 16,7 7,1
VIZCAYA 1994 1998
21,7 16,4 25,2 16,0 13,9 4,6
35,1 15,0 13,4 17,4 7,1 10,0
32,6 20,2 14,6 18,2 6,0 6,2
(*) % sobre votos válidos. Elaboración propia a partir de los datos de la Junta Electoral.
El sistema de partidos tiene también sus peculiaridades en cada provincia, así: a) en Álava es la única provincia en la que obtienen representación los siete partidos parlamentarios por la presencia de UA, que se acerca al grupo de cabeza al situarse a menos de cuatro puntos del cuarto (EH); b) en Guipúzcoa sólo obtienen representación cinco partidos al quedar excluido IU por no llegar al 5%, al tiempo que la fragmentación entre los mismos es máxima al encontrarse todos en un abanico máximo de 11 puntos porcentuales; c) en Vizcaya, por el contrario, los seis partidos con representación definen tres grupos, encabezados en solitario por el PNV, que domina el sistema con una diferencia de más de 12 puntos sobre el segundo (PP), el cual sólo se distancia del tercero (PSE-EE) y cuarto (EH) en dos y seis puntos, resNº89
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CLAVES
DE RAZÓN PRÁCTICA
bre de un supuesto déficit democrático, puede ser el mejor síntoma de fortaleza de nuestra democracia, así como un reto para la normalización de la vida política vasca. De este modo, las perspectivas reformistas abiertas por la nueva situación sólo son posibles, y así han de entenderse, después del largo y fructífero periodo de consolidación democrática iniciado en España en 1983 y rematado en Euskadi a partir de 1986. El vértigo nacionalista es contagioso y, durante los últimos últ imos meses, los manifiestos nacionalistas han ido reiterándose, aunque se hayan moderado en el viaje de Barcelona a Santiago de Compostela. Además, el anuncio de tregua de ETA, la declaración de los nacionalistas vascos en Estella y la campaña electoral vasca han abierto un tiempo político en el que se apelotonan y entrecruzan al menos tres
procesos distintos: el de la pacificación, el de la normalización política y el de las reformas institucionales. Aunque es cierto que los tres tienen implicaciones y solapamientos recíprocos, no parece aconsejable, ni posible, que se puedan simultanear sino que cada uno, y por ese orden, deben de tener su propio tiempo político. La pacificación tiene como actores principales a ETA, al Gobierno y a las víctimas del terrorismo; y su objetivo es el cese definitivo de la violencia y la disolución de la banda terrorista, renunciando a ejercer de poder fáctico, incluso como vigilante, y aplicando la reinserción a sus miembros, al tiempo que se hace justicia con las víctimas de la violencia. La normalización tiene como actores principales a todos los partidos políticos vascos y como objetivo la aceptación de las reglas del juego democrático por parte de los representantes políticos de los violentos, sin la vigilancia fáctica de éstos y renunciando a la estrategia y el chantaje antisistema, para lo que será necesario consensuar un método, un catálogo y un calendario de eventuales reformas (las contenidas en la declaración de Estella u otras). La discusión sobre el contenido de las reformas institucionales a consensuar entre todos es la fase final de un proceso que tiene dos límites claros: su alejamiento temporal y causal del final de la violencia y la necesidad de ampliar el consenso previo. La recién estrenada sexta legislatura vasca debe ser el horizonte inmediato en el que se apuntalen, en un primer tramo, el final del terrorismo y la violencia política y, en su segundo tramo, las bases de la normalización de la vida política vasca, ya sin la presión del “vigilante armado”. Si la interpretación flexible y consensuada de la elasticidad constitucional va a ser de gran ayuda para encarar bien esta segunda fase, la actitud reformista y abierta será la que, a más largo plazo, guíe el encaje definitivo de todos en la tercera fase. Con esto, si mantenemos y ampliamos el consenso sobre las reglas de juego democráticas, habremos hecho un gran ejercicio de equilibrio por la dinámica política de normalización que el final del terrorismo facilita o desbloquea, separando las eventuales reformas políticas del final del mismo. No ha empezado bien el nacionalismo al tratar de imponer el programa acordado en Lizarra como condición previa a la formación de un Gobierno para todos los vascos, optando por gobernar desde la alianza política que dio a luz la declaración de Estella, hipotecando seriamente las posibilidades de un acuerdo 21
EL VÉRTIGO DEL NACIONALISMO VASCO
futuro y manteniendo a la sociedad vasca en una tensión política extenuante y escasamente constructiva. Esto y no otra cosa es lo que significa imponer como requisito previo la aceptación del llamado “ámbito vasco de decisión” que, como el “soberanismo”, es uno de esos artilugios semánticos típicos de la invención perifrástica del nacionalismo y que, convertidos en tabúes llenos de sobreentendidos, les sirven para mantener tensada la cuerda y elevar el listón de sus reivindicaciones. Teniendo en cuenta que soberanía compartida es lo que ya tenemos con nuestro autogobierno constitucional y que en el ámbito vasco hemos decidido en su día dotarnos del actual Estatuto de Autonomía, el nuevo invento sólo sería aplicable al final de la tercera fase, una vez acordadas las reformas políticas, pero sería inaceptable si se interpretase o se implementase como una ruptura de las actuales reglas de juego, algo que tiene que estar muy claro al inicio del viaje. Si el nacionalismo pretende imponer una interpretación rupturista desde el principio, como si ya fuésemos independientes, nos ahorramos el viaje; pero, si no es así, no hay que tener ningún temor al resultado final. La clave del asunto está en aclarar si lo que quiere el nacionalismo es blindar la efectividad de un acuerdo obtenido por mayoría porque se imagina que el consenso es imposible para aceptar el programa de máximos que va a tratar de imponer la nueva alianza nacionalista. Así las cosas, el nacionalismo debe percatarse de que, con esta nueva pirueta política, no sólo complica la gobernabilidad del país sino que, además, retrasa y hace inviable la normalización de la vida política vasca, con grave perjuicio para todos. En un contexto relativamente estable de pluralismo polarizado con importantes tensiones centrífugas, la gobernabilidad 22
solamente puede basarse en alianzas que, además de asegurar mayorías parlamentarias sólidas y estables, refuercen las dinámicas centrípetas o moderadoras del sistema, en un marco político de democracia consociativa que desarrolla un proceso de pactos múltiples. Lo menos recomendable en estos momentos es precisamente cualquier gobierno débil (rehén) o polarizado (de un frente contra otro). Éste es el error que unos por acción (PNV y EA) y otros por omisión (PP y PSE-EE), pero todos de forma irresponsable, van a cometer ahora haciendo a EH, innecesariamente, árbitro político de la gobernabilidad vasca. EH cuenta, y mucho, para el proceso pacificador y la normalización de la vida política vasca, pero su actual papel como fuerza antisistema pasa necesariamente por su reconversión en una oposición responsable. No hubiese tenido que haber habido ninguna razón ni electoral ni política para la no reedición de la anterior fórmula de coalición tripartita (PNV/PSE-EE/EA), que sería lo que sucedería en cualquier parte de Europa tras su revalidación electoral. Los dos partidos centrales del sistema (PNV y PSE-EE), que han mejorado en conjunto su posición parlamentaria gracias a que la subida del PSE-EE enjuaga la bajada del PNV y que siguen aglutinando a más del 45% de los votantes, están llamados a ejercer la función de las formaciones políticas de Mr. Trimble y Mr. Hume en el proceso político norirlandés (aunque sea con los papeles cambiados) y están condenados a entenderse por el bien de la gobernabilidad equilibrada del país tras el necesario ejercicio político de despojarse de las adherencias y tics polarizadores adquiridos en los últimos tiempos. El PNV comete el grave error político de utilizar el método irlandés de forma retórica, ocultando que lo
que ha cambiado profundamente su manera de pensar ha sido el modelo báltico, porque éste es mucho menos vendible que el primero. Es cierto que la aritmética parlamentaria puede avalar, formal y legalmente, cualquier fórmula de gobierno; pero no todas las coaliciones son políticamente viables, ni son igualmente legítimas. Aunque no tenemos la relevancia política de la Alemania de entonces, ni la actual coyuntura política internacional tiene que ver con la de los años 30, no está de más recordar el gravísimo error cometido por la derecha democrática alemana al basar la gobernabilidad del pluralismo polarizado de la República de Weimar en su alianza con un partido antisistema como el nazi, creyendo de este modo que lo moderaría y dándole aval de aceptabilidad social y política no sólo a su presente sino también a su pasado y, eventualmente, a su futuro. La gobernabilidad en un sistema de pluralismo altamente polarizado como el nuestro exige, además del equilibrio centrípeto y la integración moderada de las sensibilidades que polarizan y tensan las relaciones políticas (nacionalismo/autonomismo e izquierda/derecha), la seguridad en el respeto por parte de los socios a las reglas del juego establecidas (y no a las inventadas) y la lealtad inequívoca a los principios democráticos. Y éstas son, precisamente, las coordenadas en las que se tiene que mover un gobierno constitucional y legítimo en Euskadi. El problema es que el nacionalismo democrático vasco, atenazado por el vértigo político, ha optado por la huida hacia delante, rompiendo innecesariamente con su estrategia de moderación y poniendo en cuestión su lealtad a las reglas del juego democrático, al menos en sus fundamentos programáticos. n
Francisco J. Llera es catedrático de Ciencia Polí-
tica de la UPV. Autor de Posfranquismo y fuerzas políticas en Euskadi y Los vascos y la política . CLAVES
DE RAZÓN PRÁCTICA Nº89 n
LA MONARQUÍA DE ESPAÑA MIGUEL ARTOLA
l poder es la capacidad de un sujeto para imponer su voluntad a otros. Weber,, Laswell, Dahl, coincid Weber coinciden en en esta definición, que a su vez repite lo que dijera Clausewitz de la guerra: “un acto de fuerza para obligar al enemigo a hacer nuestra voluntad”. En ambos casos la violencia es limitada, dado que no se busca destruir sino conseguir la obediencia. Cuando las dimensiones del grupo humano al que se trata de someter son cortas, corta s, el el poder poder es personal , se bas basaa en el contacto físico y llega hasta donde alcanza la voz. Para conseguir el mismo efecto más allá del horizonte, es necesario usar de ciertos artificios: la comunicación de la voluntad mediante un mensajero o una carta y la delegación del poder , que proporciona a otro la autoridad necesaria para la ejecución de la voluntad del primero. El poder a distancia es el poder polític polí ticoo . El contenido del poder puede tener un carácter duradero (ley ) o limitarse a un determinado acto (mandato), en tanto la delegación puede crear un re presentante presen tante,, con el mismo poder que el primero frente a los súbditos (autoridad ) y ninguno frente al primero, o puede ser una delegación limitada. De esta forma, el sujeto del poder puede hacerse presente en muchos sitios a la vez en tanto la voluntad es la misma en todas partes. La acción del poder se aplica a un colectivo de personas para las que no se encontró mejor nombre que el de súbditos , hasta que al adquirir participación en el poder pasaron a ser ciudadanos . En las Partidas se habla del pueblo , con el inconveniente de despersonalizar la obediencia, en tanto la voz más común era vasallos , con el inconveniente que suponía expresar la relación política, pública, en términos feudales, privados. Las denominaciones más antiguas para designar a quien tiene el poder polí-
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DE RAZÓN PRÁCTICA
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LA MONARQUÍA DE ESPAÑA
tico proceden de la raíz indoeuropea reg , en su acepción de “conducir”, de la que proceden las voces latina (rex ) y germánica (rikja) y sus formas modernas: rey , clasificar icar las forma formass de könig y king. Al clasif poder político, Aristóteles usó monarquía para el Gobierno de “uno” cuando busca el bien de la comunidad, ya que en otro caso sería una dictadura . El estagirita no dio nombre al “uno” “uno” y los griegos lo llamaron βασιλευζ , forma que no prosperó frente a rey , título que tomaron los caudillos bárbaros al repartirse el Imperio romano de Occidente. Por metonimia, la corona que distinguía al rey pasó a significar el poder y se hizo posible distinguir entre el sujeto, el rey , la corporación, la corona , en tanto monarquía se reserva para la forma de gobierno, de forma que no cabe ver en ella un actor. La conversión de los reyes paganos establecidos en el solar del Imperio romano introdujo la legitimación divina del poder –rex gratia Dei– a cambio de hacer responsable al rey ante Dios, y sabemos de más de uno que vivieron con esta preocupación. La estrecha correlación que existe entre responsabilidad y poder legitima la superioridad, la soberanía del rey, que no hubo de esperar a su formalización por Bodino para ejercerse. El desarrollo histórico del poder de los príncipes cristianos comenzó con la conversión de los reinos romano–germánicos, experimentó una diversificación cuando Carlomagno consideró suficiente la acclamatio, con que fue recibido por el pueblo de Roma, para justificar la restauratio del Imperio romano (800), experiencia renovada por Oton I fundador dell Sacro Imperio Romano Germánico de (962), que se mantuvo como el poder supremo hasta 1804. La aparición de un poder universal, heredero de la maiestas romana, tuvo consecuencias políticas impensadas cuando los reyes consideraron ésta como un poder soberano –superior non recognoscens – en vez de universal: rex est imperator in regno suo, doctrina que las Partidas desarrollaron en romance. La Recepción del Derecho romano difundió los dichos de Ulpiano, favorables al poder personal, incorporados al Digesto, dos de ellos en particular. Quod principi placuit habet vigorem legis
legitimó la pluralidad de poderes superiores, y se encuentra en el placet con el que sancionaban las peticiones de los Parlamentos, cuando no añadían el adverbio de negación para rechazarlas, y en la fórmula Le Roy le veult que se usaba simultáneamente en Francia e Inglaterra. 24
La versión romance del dicho latino introdujo una acepción sesgada de la fórmula original –”lo que al príncipe place” – en lugar de versiones más correctas, tales como: “consi “considera dera conveniente”. El papel de la voluntad aparece enfatizado en el de nôtre bon plaisir , que usaron los reyes de Francia, y Hobbes hizo de ella la base de su doctrina legal cuando dijo: auctoritas, non veritas facit legem. El segundo de los dichos del jurista romano – princeps legibus solutus est – estableció la libertad del príncipe frente a la ley, no solo la inmunidad personal, sino la capacidad para derogar y enmendar la ley anterior, tanto la hecha por él como por sus predecesores. El poder real se vio reforzado cuando la tolerancia religiosa dejó de ser una práctica habitual y la convivencia con personas de otra confesión fue concebida como un riesgo para la salvación. Los Reyes Católicos favorecieron el tránsito de los musulmanes del reino de Granada al norte de África y expulsaron a los judíos que se resistieron a la conversión. La Reforma protestante generalizó el conflicto y después de varias décadas de conflicto armado, perdida la esperanza de llegar a una confesión común, la Dieta de Augsburgo (1555) intentó salvar la paz por medio de la unidad religiosa, conseguida al reconocer como única la religión del príncipe –cujus regis eius religio–. Los disidentes se vieron forzados a emigrar. La defensa de la paz, la primera responsabilidad del príncipe, le valió el poder de decidir sobre la confesión de fe vigente en su reino. El carácter político de la decisión, patente en los Estados cuyo príncipe cambió de religión, pudo pensarse como defensa de la fe católica en los que no vivieron esta experiencia. La persecución de las minorías religiosas fue justificada, se crearon nuevos delitos y jurisdicciones especiales para investigar, descubrir y castigar la herejía. Antes de que se descubrieran los beneficios de la tolerancia, que conduce a la libertad religiosa, la persecución de los delitos contra la fe contribuyó a hacer mayor el poder real. La experiencia de las guerras de religión en Francia llevó a Bodino a buscar la paz en la doctrina de la soberanía del rey, un poder indivisible e inalienable que no cabía compartir sin destruirlo, que definió como “el poder absoluto y perpetuo de una república”, que “no está limitada en el poder, ni en el tiempo, ni por la responsabilida responsabilidad”. d”. En tanto la doctrina romana y la crisis religiosa contribuían al desarrollo del
poder real hasta llegar al absolutismo, se desarrollaba la idea de una práctica política que lo limitase. La versión que Guillermo de Moerbeke había ofrecido en torno a 1260 de la Política de Aristóteles tuvo gran difusión, a juzgar por los varios comentarios que se hicieron de la obra, y proporcionó argumentos a los que querían contener el poder del rey. Donde el estagirita había distinguido entre el poder perpetuo del rey y el temporal del gobernante, que “alternativamente manda y obedece”, Moerbeke leyó la limitación de quien una vez hecha la ley se encuentra sometido a ella, lo contrario del legibus solutus . La contradicción entre el filosofo y el jurista alimentó el debate político de la monarquía limitada, que conoció diferentes formulaciones. La distinción entre autoridad pública y propiedad privada, que Séneca había descrito con nitidez –“ad regem… potestas omnium pertinet, ad singulos proprietate” (De beneficiis 7.4.2)– introdujo otra limitación que explica la incapacidad de la Corona para crear contribuciones y la necesidad de negociar los servicios para hacer la guerra con los Parlamentos. El respeto a la ley anterior dio lugar a dos limitaciones, que sin llegar a triunfar alimentaron la argumentación contra el poder real: la necesidad de contar con las Cortes para cambiar las leyes hechas con su consentimiento y la posibilidad de denunciar las leyes que contradecían las anteriores. La fórmula “se obedece pero no se cumple” y la práctica conocida como uso foral permitieron acudir al príncipe para que derogase la ley o en su caso para que eximiese a un territorio de su cumplimiento. El conflicto entre las dos líneas posibles de desarrollo político es el argumento de la historia política, con situaciones y soluciones cambiantes. 1. Monarquía, forma de gobierno
Desde Aristóteles acá, el Gobierno de uno se conoce como monarquía, una voz con dos acepciones próximas pero distintas. Se usa tanto para designar una forma de gobierno y la usaremos aquí para dar nombre a una forma de Estado. La definición aristotélica dejó de ser suficiente para describir la realidad cuando la sucesión dinástica se convirtió en la nota substancial de la Monarquía. La reserva del poder a los miembros de una familia fue la sorprendente novedad. La destrucción del reino godo fue seguida del abandono de la elección hasta entonCLAVES
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ces practicada. Fuera de don Pelayo, de cuyo acceso al trono no hay testimonio válido, todos los reyes que asociamos con Oviedo y León estaban unidos por lazos de sangre y no hay dificultad para mostrar su parentesco en un árbol genealógico. El título regio se dio de acuerdo con reglas no escritas. El hijo menor cedió ante el pariente más próximo en edad de gobernar y la hija comunicó el poder al marido. La superioridad del hombre sobre la mujer prevaleció sobre el derecho de la sangre hasta Felipe II, que pudo ser en Inglaterra el primero de los reyes consortes . La sucesión femenina, cuando se reconoció el derecho de las mujeres a gobernar, se hizo a cambio de no contraer matrimonio, como fue el caso de Isabel, la reina virgen, y de Cristina, que se hizo coronar como rey de Suecia. El matrimonio producía la comunicación del poder al varón, que no lo compartía con la “propietaria”, un término inadecuado para describir la situación de la heredera del rey. El poder del marido no estaba limitado a la vida de la reina, lo conservaba durante toda su vida, de no renunciar en favor de uno de los hijos del matrimonio; y hubo casos como el de Martín I de Sicilia, que dispuso del reino de su mujer en favor de su padre, el rey de Aragón del mismo nombre. En el siglo XII, Urraca encontró suficientes partidarios en Castilla para hacer frente a su marido por el ejercicio del poder real y Alfonso I de Aragón fue compensado con la parte oriental de su reino. Los Reyes Católicos subscribieron concordias para comunicar su poder a su cónyuge, aunque Isabel nunca hizo uso del suyo y está por determinar la parte de cada uno de los reyes en la gobernación de Castilla. La reserva del reino a los varones dio origen a la dinastía, que se identificaba por el primero de sus Estados y no por un apellido que los reyes nunca han tenido. La accesión de un varón de otra procedencia se refleja en el cambio de dinastía; y la doctrina cristiana, al hacer del matrimonio un sacramento, limitó el número de los herederos, al privar a los hijos naturales de los derechos de los legítimos. La condición regia se manifestó hacia el exterior con la referencia legitimadora a la “gracia de Dios” y más tarde con el título de Alteza , Hautesse , Highness . A comienzos del siglo XVI los italianos introdujeron el de Su Majestad para dirigirse a los reyes por escrito y el de Vuestra Majestad cuando lo hacían en persona. El título, hasta entonces reserNº89
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vado al emperador, se generalizó, aunque este se resistió a darlo a los otros príncipes hasta el siglo XVIII. El uso de Señor, Sire se mantuvo en el trato ordinario; el heredero del rey recibió un título singular –dauphin en Francia, príncipe de Gales en Inglaterra y de Ast Astur urias ias en Castilla– y los hijos del rey, con independencia del género, compartieron otro, que en España fue el de infante . La unidad del poder era la condición de todo Gobierno monárquico, y gober gobernación puede servir para referirse a sus manifestaciones. No aparece como voz en el Tesoro de Covarrubias y el Diccionario de la Academia no le encuentra otro uso que el de sinónimo de Gobierno. La disponibilidad que ofrece permite darle un contenido propio, para designar el ejercicio del poder antes de su división en legislativo, ejecutivo y judicial. El ejercicio personal del poder fue posible mediante la reserva al Rey de la última decisión, la comunicación de su voluntad y la delegación del poder. En la gobernación se confunden las funciones hasta el punto en que las autoridades participan de la jurisdicción, y los letrados asisten a los políticos. Cualquier corporación –parlamento, municipio o gremio– tenía la iniciativa legal en su materia, pero la redacción final de la ley o la ordenanza, la decisión legislativa, estaba reservada al rey, incluso cuando la presión social no le dejaba la oportunidad de enmendar el texto; y lo mismo sucedía con las opiniones – consultas – de los Consejos. El consentimiento de la asamblea, no la votación, y la sanción completaban el procedimiento. El Consejo participaba en la decisión y era mediador obligado en las iniciativas de las corporaciones locales y profesionales. Para el Gobierno de los reinos, la Corona contaba con los servicios de sus representantes, autoridades y oficiales reales, de acuerdo con su rango. Los reinos donde no reside el rey reciben un representante personal cuya autoridad se confunde con el poder para quienes lo contemplan desde abajo. El virrey puede tomar todas las decisiones que dispondría el rey de estar presente; es un político y como tal responsable ante el rey, en tanto está libre de la investigación a que están sometidos los demás cuando el rey ordena la visita de las instituciones públicas. En su presencia y con su voluntad toman sus decisiones las autoridades, incluidas las judiciales, y como capitán general tiene jurisdicción especial sobre oficiales y soldados y sobre las causas
mixtas. Aunque las propuestas de candidatos para los cargos y oficios fueron confiadas a las autoridades y a oficinas especializadas, la designación quedó en manos del rey. Las decisiones de la Corona se comunicaron como leyes o mandatos a las autoridades respectivas. La jurisd jur isdicc icción, ión, para evitar la ambiguedad que produce la referencia a la jus justic ticia ia , permite distinguir entre los medios –leyes, organización de los tribunales, determinación de los procedimientos, selección y vigilancia de los jueces– y la administración de la justicia. Lo primero son decisiones políticas, ajenas a la segunda.. Cuan gunda Cuando do la Corona Corona confería confería jurisdicción a los políticos autorizaba su iniciativa e incluso la posibilidad de decidir sobre estas materias, sin privarles por ello de una participación en la administración de justicia, que equivalía a un veto. La constitución de las que finalmente se conocieron como Chancillerías en Castilla dio independencia a estos tribunales, en tanto sus correspondientes en los demás reinos quedaron sometidos a la conformidad del virrey, que podía intervenir con su voto en la sentencia o negarle la conformidad sin la cual carecía de fuerza. En ambos casos con la obligación de informar a la Corona. La doctrina cristiana atribuyó al pecado original consecuencias que afectaron a la capacidad humana: la pérdida de los dones preternaturales. La debilidad del entendimiento y la voluntad introdujo la idea de la gobernación con consejo. Curia era una denominación común en Europa para referirse a la reunión de las personas influyentes –obispos y magnates– y de la confianza del rey. Los asistentes al Consejo daban su opinión sobre los negocios planteados por la Corona o formulaban sus propias iniciativas. El reparto de los negocios, sin llegar a la división del poder, dio origen a dos instituciones diferentes: el Consejo privado , título que se usó en Inglaterra y cuya huella es visible en los reinos donde no llegó a tenerlo propio, y las Cortes , Parlamento o Estados Generales, una Curia ampliada con los procuradores de las ciudades. La primera asamblea que legisló con participación de los procuradores de las ciudades fue la de León de 1188; en el siglo XIII lo hicieron las Cortes de Castilla y León y las curias de los reinos de la Corona de Aragón a partir de 1283. Parliamentum se usó en Inglaterr Inglaterraa en 1236 para referir referirse se al magnum concilium, en tanto la primera asamblea con representación de las 25
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poblaciones fortificadas (boroughs ) tuvo lugar en 1261. En Francia el Consilium generale genera le dio paso a los Estados generales con el cambio de siglo. El Parlamento inglés fue él único que mantuvo la primitiva indeterminación de funciones –The High Court of Parliament –, –, en tanto la separación del Gobierno y la jurisdicción dio lugar en Francia a la aparición del Parlament y en Castilla de la ,
Audiencia.. Audiencia
Las Cortes se limitaron a tratar dos tipos de asuntos: la legislación y la concesión de servicios para la guerra. El discurso de la Corona, que abría las sesiones, era una descripción del estado de las relaciones exteriores y concluía con la petición de una ayuda financiera, cuya cuantía, duración y forma de pago requería el acuerdo de ambas partes, aunque se presentase como donativo gracioso. La doctrina que había inspirado el procedimiento legislativo no cambió con la aparición de las Cortes: la iniciativa y el consejo se perfeccionaban con el consentimiento de los asistentes y la sanción del rey. Entre uno y otro momento la intervención de los consejeros de la Corona era una necesidad, a pesar de que no ha dejado apenas huella documental. Del lado oscuro se encuentran también los pasos de las Cortes entre la iniciativa y la lectura de las leyes a las que prestan su consentimiento mediante aclamación, sin que hubiese votación en el sentido que tiene para nosotros este procedimiento. La coincidencia léxica no puede ocultar la discontinuidad que existe entre los parlamentos medievales y los constitucionales, entre la votación de los diputados y la aclamación de los asistentes, en tanto la fijación del texto y la sanción estaban reservadas al rey. La divergencia de la línea evolutiva, que hizo del Parlamento inglés una nueva especie, tuvo lugar en torno a 1500, en el reinado de Enrique VII, en tanto los de los demás reinos seguían su camino hacia la extinción de la especie. Hasta entonces, la Corona había manipulado las leyes (bills ) incluso después de la disolución del Parlamento. La introducción de las tres lecturas de las proposiciones condujo a la elaboración parlamentaria de un texto definitivo, al que la Corona solo pudo dar la sanción u oponer el veto. La Corona se vio privada de la decisión, reducida a la alternativa de dar la sanción a un texto que no había elaborado –Le Roy le veult– o ejercer el derecho de veto –Le roy s’avisera–. Enrique VIII e Isabel usaron de éste con 26
cierta frecuencia. La primera noticia de una votación en los Comunes es de 1523 y se se practi practicó có media mediante nte la sepa separaración de los asis asistentes tentes,, que tomaron tomaron una u otra de las puertas que había detrás del speaker , para manifestar su posición a favor o en contra. Ley es el título que los recopiladores dieron a cualquier texto normativo que consideraron oportuno recoger, en tanto ninguno de los documentos originales lleva este nombre. Las asambleas europeas hicieron ordenamientos, fueros, constituciones, ordenanzas , bills a los que la sanción regia convierte en statutes , pero nunca leyes. La irregularidad de las reuniones de Cortes y la distancia de una reunión a la siguiente creó un vacío que no cabía llenar sino con leyes hechas con consejo o por la vía de la jurisprudencia, donde ésta se recogió. Las pragm pragmátic áticas as , edits , procl proclama amation tions s y otros nombres se empleaban para referirse a las leyes hechas con consejo . Cuando se crearon los Consejos en la Corte, la consulta era el vehículo que se usaba para someter al rey un proyecto de ley. La existencia de dos vías legislativas, la del consentimiento y la del consejo, provocaba conflictos, a los que hemos aludido antes. La incompatibilidad, real o aparente, entre las dos formas de la ley dio origen al problema de la prioridad de una u otra. La única forma de limitar el poder real era obligarle a cumplir la ley anterior en virtud de uno de estos trámites: reservar la revisión de las leyes hechas en Cortes a otras Cortes o condicionar la ejecución de la ley a que esta no contradiga el contenido de las anteriores, no sea “desaforada”, en cuyo caso “se obedece pero no se cumple”, fórmula de la que procede el uso foral . La extinción de las Cortes cerró la vía legislativa del consentimiento a lo largo del siglo XVII; y la mutación de los secretarios de Estado en ministros responsables de áreas determinadas de la gobernación –Estado, Justicia, Guerra, Marina y Hacienda– multiplicó en el siglo XVIII la cantidad de leyes, en tanto los Consejos Territoriales continuaban con sus anteriores funciones. La consulta era una forma de iniciativa a instancia de parte: las corporaciones que acudían al rey en demanda de normas y los proyectos que los secretarios de Estado presentaban en nombre del rey. No tenían la posibilidad, tan importante para los Parlamentos franceses, de suspender la aplicación de una ley y hacer valer su opinión sobre su contenido, remontrance ,
un control de “constitucionalidad” que la Corona podía superar con asistir a la siguiente reunión, en la que su voluntad prevalecía sobre la de la corporación. El siglo XVIII es la época del Antiguo Régimen, en el que la Monarquía se hizo absoluta, al quedar reservadas al rey y a sus ministros las decisiones políticas. Cuando la revolución introdujo la libertad de expresión, la oposición antiliberal, contraria también a las reformas ilustradas, denunció al régimen anterior como des potismo ministeri m inisterial al . 2. La Monarquía, forma de Estado
La sucesión y la conquista fueron las v ías de la expansión territorial de los Estados. El matrimonio de una reina o heredera produce la incorporación de los reinos en una unidad política superior, más extensa y más compleja, al tiempo que el cambio de dinastía, has hasta ta el el punto punto en que cabe ver en la unión la razón del matrimonio. Las bodas de Urraca e Isabel de Castilla con Alfonso I y Fernando II de Aragón o la sucesiva de Ana de Bretaña con Carlos VIII y Luis XII de Francia no tuvieron otro objeto. La boda con una infanta tenía los mismos resultados cuando el azar eliminaba a los herederos precedentes: la concentración de reinos en la Monarquía. La boda de Petronila y Ramón Berenguer IV y la de Fernando e Isabel apuntaban a la unión de los reinos bajo un heredero común, que no siempre se logró. La falta de un heredero evitó la unión de las Coronas de Castilla y Aragón en el primer tercio del siglo XII e impidió su separación a la muerte del infante Juan, hijo del segundo matrimonio de Fernando el Católico. El reconocimiento público de los beneficios de una política matrimonial se sintetiza en una declaración: Alii gerant belli tu, Felix Austria, nube . La conquista de un reino por las armas era otra forma de engrandecimiento, aunque sus consecuencias políticas dependían de que fuese cristiano o su población fuese infiel. Un reino cristiano conservaba sus leyes y fiscalidad, los oficios y beneficios se reservaban en principio para los naturales, y sólo sus instituciones se adaptaban a las comunes en la Monarquía. Un reino de infieles, cuando los conquistadores se establecían de modo permanente, perdía a sus príncipes y a sus élites; los ocupantes introducían sus instituciones políticas y sociales, comenzando por la abolición de la antigua propiedad, con la consiguiente obligación, legal o contractual, de prestar su fuerza del trabajo en las CLAVES
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condiciones dictadas por el vencedor vencedor.. La forma del Estado es un elemento de su constitución; y a falta de Constitución escrita es necesario construirla a partir de las noticias disponibles en cada caso. La doctrina y la historiografía utilizan nombres que, como sucede con las formas de gobierno, no han obtenido el consenso que permita un uso inequívoco de los conceptos. Kelsen es uno de los pocos juristas que ha incluido en su tipología situaciones anteriores al constitucionalismo. En su Teoría General del Estado utiliza la “estructura espacial del Estado” para caracterizar los diferentes tipos que construye a partir de indicadores de la unidad/diferencia: la existencia de uno o más órganos legislativos, la posibilidad del Ejecutivo de ordenar para todo el Estado y el grado de aplicación del mismo “ordenamiento jurídico”. No propone ningún nombre para el Estado unitario, con un parlamento y unas leyes comunes y un ejecutivo único para todo el territorio, al que contrapone la unión persona per sonal l , caracterizada por la presencia de uno o más órganos legislativos, en que el ejecutivo no puede disponer medidas generales y las leyes están limitadas a una parte del territorio. El carácter único del legislativo no excluye la descentralización por cuerpos autónomos (municipios) o por territorios (Länder ). ). La descentralización es mayor en el Estado federal , en el que el órgano de la “colectividad parcial” legisla dentro de límites establecidos y participa en el órgano legislativo central a través de una Cámara de representación territorial. La Con federación sería el Estado cuyo parlamento estuviese compuesto “por delegados de los Gobiernos de los Estados confederados”, modelo del que no conocemos más caso que el de los Articles of Confederation americano La referencia, frecuente en la historiografía, a la unión personal , aconseja penetrar en la concepción kelseniana, que, a la dualidad de órganos legislativos, añade la del poder ejecutivo: “lo único común es el monarca y éste no tiene facultades para realizar ningún acto de ejecución con vigencia común para los dos Estados”. La pluraridad de órganos legislativos y la especificidad de las decisiones ejecutivas no pueden ocultar la existencia de materias específicas, negocios de Estado, en los que las normas y mandatos son obligatorios para todos. Las formas de Estado anteriores a la revolución liberal pertenecen a una de dos opciones fundamentales: eran reinos Nº89
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o monarquías . El reino se caracterizaba, habida cuenta de las diferencias estamentales, por la existencia de un parlamento y la generalidad de la ley, condiciones que no se encuentran sino en Estados de corta extensión, ninguno de los cuales escapó a la incorporación, en uno u otro momento, en una construcción política más compleja. La Monarquía era la forma de Estado que resultaba de la incorporación de dos o más reinos con órganos legislativos propios y en un caso, el de Francia, con uno común, los Estados generales; y limitación territorial en la vigencia de sus normas. La mayor parte de los Estados europeos eran mo-
toma su nombre del título de mayor rango, con independencia de la importancia social y económica de cada uno de los “reinos”. La unión de nuevos Estados en una Monarquía se refleja en la nómina de los territorios sobre los que gobierna o pretende gobernar el príncipe. El orden era estricto en lo que se refiere a la categoría de los títulos: la prioridad del imperial era absoluta, como explicó el portavoz del aún Carlos I a los procuradores de Castilla, los reinos precedían a los demás y dentro de ellos se descubren ciertas reglas. La enumeración de los títulos describía la composición de la Monarquía y manifestaba la importancia política del príncipe. Dentro del mismo rango, el orden no era fijo para adaptarse al lugar, aunque la prioridad de Castilla fue constante en todos los documentos de cualquier reino de la Monarquía de España. La enumeración de los reyes fue obra de cronistas y la diversidad de los ordinales respondía a un interés político. a. Las monarquías europeas
narquías en el doble sentido del término, por la forma de gobierno y por la del Estado, equívoco que deshace la aplicación de un determinante territorial para referirnos a la segunda. Las monarquías de España, Francia e Inglaterra se sucedieron en la hegemonía en la Europa occidental, en tanto las de Austria y Rusia competían en la parte oriental. Es posible que la primera Monarquía fuese la que se formó en 1137 con el matrimonio del conde de Barcelona Ramón Berenguer IV y Petronila, la heredera del reino de Aragón, que comunicó el poder a su marido, en tanto retuvo el título real para su hijo. La Monarquía de Aragón
El solar de lo que a fines del siglo XV era la Monarquía de Francia había estado ocupado por principados independientes, como el reino burgundio de Arlés, incorporado al Imperio entre el siglo XI y XIV,, los XIV l os ducados d ucados de Normandía y BretaBret aña, para no recordar los estados que fueron de la Monarquía de Inglaterra. La fragmentación feudal del resto llegó al punto de considerar necesario distinguir entre el domaine royal , el espacio político de la autoridad del rey, y el royaume , regido regi do por vasallos vasallos feudales feudales El domaine , reducido a unos condados en torno a la Isla de Francia, permaneció estacionario hasta que la cruzada contra los albigenses permitió a la Corona hacerse con el condado de Tolosa e incorporar el Languedoc, el primero de los pays d’Etat , así llamados porque conservó su derecho y la representación estamental (Etats provinciaux), que se reunían anualmente en Montpellier bajo la presidencia del arzobispo de Narbona. La conquista de los territorios ingleses en Francia no concluyó hasta 1453 y la incorporación de Bretaña exigió la boda de Ana con Carlos VIII y luego con Luis XII; Bretaña no formó parte de la Corona hasta 1532, con el consentimiento de los Estados provinciales, a cambio de conservar su asamblea, leyes, justicia y la promesa de no aumentar sus contribuciones sin el consentimiento de los Estados, situación que se mantuvo sin cambios hasta la Revolución. La Grand Monarchie de France 27
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de Claude de Seyssel (1519) incluía en sus fronteras los Pays d’Etat –Toulouse, Languedoc, Borgoña y Bretaña– que llevan este nombre por conservar sus Estados, ahora provinciales. La Corona dejó de reunir algunos de ellos: Delfinado, Perigord, Normandía, en tanto hubo de volverse atrás cuando quiso hacer lo mismo con los de Provenza y Languedoc, que en 1629 dieron lugar a revueltas que aconsejaron a Luis XIII su restauración al cabo de un trienio. La pervivencia de esta constitución se mantuvo hasta 1789. El United Kingdom se formó con la incorporación de cuatro territorios independientes. Eduardo I incorporó el Principado de Gales en virtud del Statutum Walliae (1284), dividió el territorio en shires como los ingleses y creó tribunales territoriales, que introdujeron la Common law . Al cabo de dos siglos, Eduardo IV creó en la corte el President and Council of Wales and the Marches. Los acts de la Corte de de Inglate Inglaterra rra dieron dieron en en 1536 representación parlamentaria a los condados, y en 1543 1543 entraron en funcionafuncionamiento cuatro circuitos para la administración de justicia, con apelación ante la Great Session of Wales , que se mantuvo hasta la abolición del Consejo en 1689. Los establecimientos ingleses en Irlanda comenzar come nzaron on hacia hacia 1170 y a pri princi ncipios pios del siglo XIV el lord lieutenant convocaba el primer parlamento, que en 1386 daba su asentimiento a los Estatutos de Kilkenny (1386) para mantener la separación política de las dos comunidades: la anglonormanda en el Pale , en tant tantoo el señorío de Inglaterra se extendía sobre la población originaria de toda la Isla. El parlamento de Drogheda (1494) aceptó el recorte de sus competencias al someter sus decisiones al Consejo de Londres. Enrique VIII tomó el título de “rey de Irlanda” y el control inglés se reforzó al quedar bajo la autoridad de un lugarteniente de la Corona. La “Constitución de 1782” obligó al lugarteniente a comunicar sin enmiendas los textos procedentes del Parlamento y 20 años después la Unión dio representación en el Parlamento de Londres a los diputados irlandeses. La incorporación de Escocia se produjo al heredar Jacobo VI de Escocia el trono de Inglaterra en 1603, en virtud de la declaración que hizo ante el Parlamento inglés como sucesor de la “corona imperial del reino de Inglaterra y de todos los reinos, dominios y derechos pertenecientes a la misma”. El lugar del rey en Escocia fue ocupado por sus comisionados y en 28
1612 se constituyó un comité parlamenvicedom para Estiria, Carintia y Carniotario cuyos miembros eran elegidos por la, integradas en la Baja Austria, y un un brazo distinto al suyo, de forma que banus para Dalmacia, Croacia y Eslavolos obispos, virtualmente elegidos por el nia. Y cada uno de estos territorios tenía rey, podían crear un comité conforme a su propia Dieta. sus intereses. El comité redujo a un mero formalismo la actuación del parlamento. Las monarquías no usaron este títuHubo dos intentos de reforzar los vínculo. El Royaume de France , denominación los entre ambos reinos: el primero, inmeaplicada al espacio feudal cuando el rey gobernaba sobre el domaine royal , fue la diato a la incorporación, que apuntaba a la unión comercial, la mejora de la justidenominación política común. El Unicia en las Marcas y al reconocimiento de ted Kingdom of Great Britain, del que no una naturaleza común, no encontró el formaban parte Irlanda, las islas de Man apoyo del Parlamento ingles, en tanto el y las del Canal, era además una Monarsegundo, materializado por la Ordinance quía. Rusia mantuvo su su carácter de reino apenas duró un lustro. hasta que los cosacos y los Estados báltiof Unión de 1654, apenas La revolución de 1688, la Gloriosa, fue cos consiguieron un régimen propio. asumida por el Parlamento de Escocia, que ofreció la corona a Guillermo y Mab. La Monarquía de España ría, a los que presentaron un Claim of La Monarchia de Spagna es el título de un 1707 se llegó llegó a la la Unión de los pequeño libro que Campanella escribió Right; y en 1707 en los primeros años del siglo XVII; se parlamentos , que creó una asamblea única e introdujo la apelación a la Cámara de publicó publ icó en alemán alemán en 1620, en latí latínn en los Lores, pero la unidad no alcanzó a las 1640, lengua en que se hicieron diferenIglesias, el derecho civil, los tribunales ni tes ediciones ediciones de las las que la de 1659 es la el procedimiento. El Gobierno, en maúltima en corresponder a la realidad polínos de un secretario de Estado y tras una tica. La edición del original italiano se delarga interrupción, pasó en 1746 al Homoró hasta hasta 1854 y la española española es de 1982. Antes que él lo había usado Gregome Office . La Monarquía más compleja de torio López Madera en las Excelencias de la das, en competencia con la de España, Monarquía de España (1597); y Pedro Safue la de Austria, un título más econólazar de Mendoza lo usó después en otro mico que la habitual referencia a los libro cuya impresión hubo de esperar has“Estados patrimoniales de los Habsburta 1770. Monarquía de España se emplea go”. Obscurecida por la condición imen ocho ocasiones en la primera de las perial del rey de Bohemia, era una Moconstituciones hechas en las Cortes de narquía regida por un emperador terri1706 que concluyen con la proclamación torial, después que Francisco II cambió de Carlos III en 1804 su título título por el el de emperador de “Estatuhim, ordenam y declaram que la llegi Austria Austr ia . Rodolfo de Habsburgo, el pritima Sucessio dels Comtats de Barcelona, Rosellón, Serdanya, Principat de Cathalumya y dels mer emperador de esta Casa, con una demès Regnes, Estats, Dominis y Senyorias de dita base territorial en Suiza y Alsacia, adMonarquía de Espanya… toca y pertanyi a nostra quirió en 1278 los ducados de Austria, Real Persona.” Estiria y Carniola, llamados a ser el centro de una Monarquía. Desde 1438, salEl título de rey se asociaba unas vevo un breve intervalo de tres años, todos ces a una relación de los reinos y otras al los emperadores fueron Habsburgos. En determinante de la Monarquía. En los 1526, Fernando I, cuñado de Luis I, encabezamientos de las pragmáticas y muerto en Mohacz, fue elegido por las otros documentos era habitual lo primeDietas de Bohemia y Hungría, que diero, en tanto se usaba el segundo para ron a la familia el estatuto regio, que sus subscribir los tratados. Felipe II subscrisucesores llevaron además del de empebió como “rey de España” el tratado de rador. De acuerdo con la tradición de Cateau Cambresis y la frase se repite en los apanages franceses, Fernando I creó otras ocasiones; el mismo título se entres dinastías al repartir la Monarquía y cuentra en las monedas, que ofrecen hubo que esperar a 1655 para que se remenos espacio, y durante mucho tiemcuperase la unidad con Leopoldo I. A po hubo un secretario de Estado y Guepesar de la presencia de un archiduque rra de España, con autoridad limitada al al frente de cada territorio, el rey (empeespacio de la Hispania romana. La forrador) tenía un representante personal ma Mona rqu rquía ía cat católi óli ca convive con la en cada uno de ellos: lugartenientes en anterior, aunque se trata de una corruplos reinos de Bohemia y Hungría, un ción del título original: “rey católico de CLAVES
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la Monarquía de España España”. ”. La Monarquía no se ajusta a la descripción que Kelsen ofrece de la unión personal, y tampoco se encuentran en la historia Estados independientes bajo la autoridad del mismo príncipe. La incorporación en la Corona crea un espacio político separado, exclusivo del príncipe, cuyas decisiones se aplican a toda la Monarquía. Los negocios de Estado, como la guerra y la paz, la política eclesiástica, las relaciones internacionales que entre otras cosas se manifiestan en la autorización o prohibición del comercio exterior, la gestión de la moneda, etcétera, se tomaban en la corte y su aplicación se extendía a todos los reinos. La guerra era una facultad reservada a los soberanos y los que hacían armas contra el rey eran rebeldes en tanto no encontraban un príncipe que los gobernase, como sucedió en los Países Bajos. Hacer la guerra era una decisión reservada a la Corona, oído el consejo , según dice uno de los decreta leoneses de 1188. La obligación de los súbditos de contribuir a los gastos extraordinarios de la guerra era negociada en cada reino pero la aplicación correspondía a la Corona, sin que el carácter “voluntario” que se atribuía al servicio pueda ocultar el deber de acudir a las necesidades de la Corona y la necesidad de discutir con sus agentes la cantidad total, los plazos y las contribuciones destinadas a su realización. Las Cortes de Barcelona de 1626 no llegaron a ningún resultado al prolongar el debate, hasta el punto de que la corte abandonó la ciudad no por el rechazo de la obligación. La Corona levantaba fortalezas que guarnecía con tropas reales donde lo estimaba conveniente, sus ejércitos circulaban por sus reinos, obligados a prestar el servicio de los alojamientos, y sus barcos fondeaban en sus puertos, todo ello sin necesidad de contar con la opinión de los reinos. Del mismo modo que las necesidades del comercio habían dado origen a una jurisdicción especial, la movilización de los ejércitos determinó la aparición de una jurisdicci jurisdicción ón militar , que Felipe II convirtió en superior y estableció en la corte con un Comisario General , tribunal que se mantuvo hasta las reformas de Felipe V: con acuerdo, consejo y parecer del licenciado Martín de Aranda, mi auditor general de gente de guerra, conozca de todos los casos y cosas tocantes a los dichos comisarios, capitanes, oficiales y soldados… y porque conviene a mi servicio y a la buena dirección de lo que en esta parte se pretende, que de estos negocios no conozcan ni traten sino solamente el dicho Comisario General y los Comisarios particulares y capitanes, cada uno en lo que le Nº89
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toca y le pueda tocar…
Pocos días después y sin que hubiese relación entre ambas, “no habiendo visto hasta ahora Instrucción ni Ordenanza ninguna de lo que toca al cargo de los auditores de un ejército”, Alejandro Farnesio, promulgó otra semejante en los Países Bajos: “nos ha parecido hacer la presente con una declaración de la jurisdicción militar”. La Ordenanza de Farnesio creó el fuero militar para toda clase de delitos y pleitos, excepto los relativos con bienes raíces, mayorazgos y particiones de herencia. La restauración de las sedes visigóticas y la provisión local de los obispos fue la practica común de los primeros siglos medievales. Más adelante se llegó a un reparto de competencias que reservó a la Corona el derecho a presentar ternas para las diócesis vacantes, con excepciones locales que se explican en un reparto de competencias. Las bulas de Alejandro VI de 27-7-1493 confirmaron el derecho de los Reyes Católicos, cada uno en su reino, a proponer para los oficios y beneficios, derecho que se confundió en sus sucesores. La creación por Paulo IV de 14 nuevas diócesis para los Países Bajos estuvo acompañada del derecho de presentación para la Corona. Felipe III recibió de Sixto V, a titulo vitalicio, el derecho de presentación a los obispados y beneficios consistoriales de Sicilia y Cerdeña, que se convirtieron en perpetuos dos semanas después de su muerte. En Milán, en cambio, sólo presentaba candidatos para la sede de Vigevano pero podía negar el placet al propuesto por la Santa Sede. La Corona aparecía como responsable ante Dios del mantenimiento de la fe de sus súbditos cristianos. En 1234, Jai Jaime me I había prohibid prohibidoo “que nunca de alguna persona layca sie licit públicamente o privada disputar de la Fe Católica” y Alfonso X incluyo la doctrina de la fe en la I Partida. Tenía un poder omnimodo sobre las comunidades no cristianas, a las que podía tolerar, discriminar, forzar a convertirse y perseguir a los falsos conversos, hasta el punto de introducir un régimen confesional en toda la Monarquía. En una pragmática de 1619, Felipe IV enumera sus deberes en este punto: “siendo nuestra primera obligación hacer guardar, cumplir y ejecutar la santa ley y mandamientos de Dios en todos nuestro Reynos”. La doctrina determinó una acción política general en toda la Monarquía, en la que lo único que vario fue la resistencia de los reinos. En 1476, los judíos fueron privados de
sus jueces y jurisdicción especiales, y los pleitos civiles entre ellos pasaron a la jurisdicción ordinaria. Las Cortes de Castilla de 1480 pidieron su vuelta a las juderí jud erías, as, y en 148 1483/1 3/1486 486 se ord ordenó enó la expulsión de los de Andalucía y Zaragoza. En 1492 “con consejo y parecer de algunos prelados e grandes e caballeros de nuestros reynos e otras personas de sciencia e consciencia del nuestro conse jo… aco acordam rdamos os de man mandar dar sal salir ir tod todos os los dichos judíos e judías de nuestros reynos”. Al servicio de la unidad religiosa se creó una jurisdicción especial para investigar y castigar los delitos contra la fe, con procedimientos distintos de la ordinaria por la ausencia de garantías procesales elementales, la generosa aplicación del tormento y la condena a penas especialmente lesivas, entre ellas la hoguera. Los tribunales de la Inquisición, una corporación en la que participaban la Corona y la Santa Sede, fueron introducidos en todos los reinos, salvo Nápoles y Países Bajos, y en 1485 quedaron bajo la autoridad del Consejo de la Suprema y General Inquisición, que presidió el Inquisidor general . La expulsión de los moriscos fue una decisión de Felipe III que siguió a una consulta del Consejo de Estado (1608). La autorización/prohibición del comercio exterior era una regalía de la Corona, que alcanzaba a toda la Monarquía, y la Corona podía dispensar a las provincias que se abastecían regularmente del reino enemigo; en tanto por razones económicas permitía o no la entrada o salida de productos determinados. Las repetidas prohibiciones para que no saliesen de Castilla caballos, plata metálica o amonedada son ejemplos de esto último, en tanto la creación de la Junta del Almirantazg Almira ntazgoo, en fecha que no conocemos, responde al interés por dotar a la Monarquía de una política mercantil. La RC de 13-1-1625 fijaba el carácter de su ju ri sd ic ci ón y la de 1 6- 5 -1 6 28 , q ue prohibió los tratos con los enemigos de la Corona –en este caso británicos y holandeses–, “debajo cuya jurisdicción entra todo este comercio”, el de la parte europea de la Monarquía: “ha de guardarse en todos mis Reynos y Señoríos, así de la Corona de Castilla y Navarra, como los de Aragón y Portugal, Italia y Flandes y sus islas, tierras y señoríos”. Los tratados internacionales , como parte que son de las leyes de la Monarquía, afectaban a todos los reinos, y desde el siglo XVII contienen cláusulas mercantiles. Los primeros que forzaron la libre 29
LA MONARQUÍA DE ESPAÑA
entrada de sus mercancías en todos los puertos de la Monarquía fueron los holandeses (1663), aunque el documento que tenemos a mano, el tratado de 23-51667, concedió a Gran Bretaña el mismo trato que a las Provincias Unidas: “Y por lo que toca a ambas Indias y otras partes cualesquiera respectivamente en toda la Corona de España…”. En 1679, la Junta de Comercio C omercio , llamada a acumular competencias sobre la circulación de la moneda y los “asuntos de extranjeros”, pudo substituir a la anterior Junta del Almirantazgo Almiran tazgo aunque no puede considerarse como un órgano político sino como un tribunal con jurisdicción sobre la parte europea de la Monarquía. Ademá s de negoc Además negocios ios de Estad Estado, o, comunes para toda la Monarquía, había negocios de los reinos . La gobernación de los reinos incluía todo lo que no era materia de Estado, con particular relevancia en materias de legislación, administración de justicia y fiscalidad. Las regulaciones positivas en estas materias, anteriores a la incorporación en la Monarquía, representaban un obstáculo para la libertad de la Corona, en tanto el aparato de la gobernación estaba formado por autoridades y oficiales reales, que entre la obediencia a la ley o al rey solían inclinarse a favor de este. El modelo de la Monarquía de Aragón, con un lugarteniente en cada reino, fue el de la de España, que la substituyó en 1479 a la muerte de Juan II de Aragón. Las novedades que introdujo Fernando el Católico perfeccionaron el diseño y determinaron el futuro. En Castilla había apreciado la eficacia del Consejo Real, lo que le llevó a crear un Consejo de Aragón, y el interés que tenía por la gobernación de la primera le llevó a fijar su residencia en ella. Carlos V añadió el de Indias, Felipe II el de Italia, en tanto los de Flandes y de Portugal respondían a otras necesidades. El establecimiento de las oficinas centrales en un lugar es muy anterior a la instalación en Madrid y dio origen a la Corte como centro de poder, del que los Consejos eran pieza fundamental de la gobernación de los reinos. La concurrencia de las oficinas del Estado –Consejo de Estado, de Guerra, Inquisición– con la de los reinos no debe confundir a pesar de la identidad nominal del título. La localización de la Corte en Castilla tuvo, en cambio, importantes consecuencias para su gobernación, distinta de la de los otros reinos. No había lugar para un virrey; el Consejo Real no hubo 30
de competir con otras instancias por la gobernación de Castilla y la Jurisdicción de las Au Audi di en ci as se independizó del control de la Corona, al disponer de sus propias chancillerías, lo que las dispensó de someter sus sentencias a la confirmación del rey. A lo largo de más de cuatro siglos de existencia (1385–1834), el Consejo Real y Supremo conoció cambios menores que no afectaron a su identidad como órgano de gobernación, formado por letrados. La vinculación de los corregidores al Consejo y la división del reino en parti partidos dos para que cada uno de sus ministros se ocupase de sus negocios dio al Consejo la gobernación del reino: informaban las iniciativas legislativas de las corporaciones –leyes de las Juntas territoriales, ordenanzas municipales y gremiales– y comunicaban las decisiones reales, junto con las ordenes destinadas a todas las autoridades. Los corregidores eran los agentes del rey para aplicar sus decisiones y tenían la jurisdicción superior en su término, y los Capítulos de corregidores determinaban sus competencias y jurisdicción, en tanto las cartas reales que recibían a través del Consejo Real contenían las normas y mandatos que debía aplicar en cada momento. Asistían sin presidirl p residirlas as a las reunione re unioness de los órganos colegiados de gobierno local – Juntas generales o municipios– para publicar las cartas reales y las cédulas del Consejo, al que informaban del estado de los negocios. Cuando eran letrados administraban justicia en apelación y cuando no les asistía un alcalde mayor . El termino de su autoridad y jurisdicción era muy extenso, habida cuenta que los términos de las ciudades se aproximaban a los de las “provincias” y los de Vizcaya y Guipúzcoa llevaban un título territorial. La ausencia del rey era suplida en los otros reinos por la presencia en la Corte de un Consejo territorial, cuyas competencias se extendían a varios reinos, y la representación de un virrey, asistido por un Consejo o Audiencia, formado por oficiales reales, en su mayoría naturales. La mediación de la corte virreinal era el rasgo que distinguía su gobernación de la de Castilla. En tanto los Consejos territoriales comunicaban la voluntad de la Corona, la ejecución corría a cargo de una corte en cada reino, compuesta por un representante personal del rey, con título oficial, según el reino, de lugarteniente, nien te, gober gobernado nador r o virrey , aunque el título común que se les daba fuese el último. Como representante personal, el
virrey disfruta de una autoridad indefinida que le permitía, en caso de necesidad, tomar cualquier decisión, posibilidad implícita en el título que recibía, al no incluir limitación ni especificación de su poder. La representación independiza al virrey de las obligaciones propias de las otras autoridades y le dispensa del examen que el visitador realizaba de la gestión de todas las otras autoridades y oficinas; y por razones políticas evidentes la Corona no accedió al relevo anticipado de un virrey por la presión de sus subordinados. La responsabilidad política del virrey para con la Corona se hacía efectiva por medio de la gracia, cuya pérdida podía arruinar una carrera e ir acompañada de manifestaciones de desagrado más importantes, como el destierro de la corte. Ocupaba la presidencia de todas las corporaciones, entre ellas la de los tribunales superiores; y la jurisdicción que recibe con el título se manifestaba al votar o confirmar las sentencias, un mecanismo de control para evitar lo que le pareciese injusticia flagrante, en cuyo caso debía explicar de inmediato las razones de su decisión a la Corona, práctica que ha subsistido hasta hace unos años en la jurisdicción militar de los capitanes generales. El título de gobernador lo muestra como cabeza de la administración y el de capitán general le daba el mando de las guarniciones y en ocasiones el de los ejércitos de operaciones, además de la jurisdicción militar. La relación entre la importancia de los reinos y la condición de los virreyes muestra la existencia de ciertos criterios. Para representar al príncipe en los Países Ba joss se acu dió a pe jo pers rson onas as de la fa fami mililiaa real, hasta que la guerra aconsejó acudir a capitanes experimentados, en tanto eran nobles, la mayoría titulados, los que representaron al rey, con una marcada diferencia entre las diferentes naturalezas de la primera época del emperador y la castellana de los siguientes, dentro siempre de la preferencia por los extranjeros al reino, calificados de “españoles” en Italia y Países Bajos, cualquiera que fuese el reino de su nacimiento. Después de un largo conflicto que no impidió la presencia de virreyes extranjeros en Aragón, las Cortes de Barbastro (1626) aceptaron la libertad de la Corona para poner virrey y pidieron, en cambio, cierto número de plazas en las corporaciones de la Monarquía y de los otros reinos. El ejercicio virreinal era una etapa de una carrera política que comenzaba en otras funciones y cuya meta era llegar al ConCLAVES
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MIGUEL ARTOLA
sejo de Estado. La concentración de autoridad, jurisdicción, gobierno y mando debía compaginarse con las limitaciones personales. Para hacer las funciones del rey, el virrey dispuso de una corte, compuesta por consejos y tribunales, que reunían funciones distintas. El más importante, Consejo o Audiencia, asistía al virrey con su opinión y necesitaba la conformidad de éste para que sus sentencias fuesen ejecutivas. En esta reunión se leían las comunicaciones que llegaban por la vía de los Consejos competentes de la Corte del rey: Estado, Guerra, Inquisición y el particular del territorio, y se acordaba su publicación en caso de que el virrey no considerase más oportuno suspenderla y exponer las razones al rey, suceso que se dio con mayor frecuencia en América. Cuando las circunstancias lo requerían el virrey legislaba con el Consejo. El poder virreinal era la cabeza de la administración y como capitán general tenía el mando de las tropas destinadas de planta en el reino. El derecho de los reinos cristianos incorporados en la Monarquía, el régimen fiscal y las oficinas reales propios de su “constitución” “constitución” continuaron y los sucesivos reyes prestaban juramento de mantenerlos como hasta entonces. La constitución de la Monarquía no dejaba lugar para una legislación universal y la única pragmática que se publicó en todos ellos fue la de tratamientos y cortesías de 1586. La legislación se hacía y aplicaba en cada reino, de acuerdo siempre con la decisión del rey. Los de la Casa de Austria asistieron a las Cortes de los reinos de la Corona de Aragón y delegaron en los virreyes. En los otros reinos, el virrey respondía a las peticiones; y cuando la petición tenía mayor importancia la suspendía para que la Corona tomase la decisión. Los asuntos que llegaban al Consejo territorial de la Corte podía conducir a la presentación de una consulta de contenido normativo, que al merecer la aprobación del Rey era comunicada para su ejecución. Del mismo modo el virrey podía legislar con el Consejo o Acuerdo. El progresivo distanciamiento de las sesiones, la suspensión de las convocatorias y la limitación de las sesiones al debate del servicio redujeron la influencia de las asambleas en beneficio de los Consejos, la importancia de la ley con consentimiento a favor de la ley con consejo. El conflicto entre la ley anterior, documentada o no, y las nuevas dio origen al conflicto que comentamos antes entre Nº89
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las Cortes o Juntas que continuaron sus reuniones y las Diputaciones que quedaron luego que dejaron de reunirse las Cortes y la Corona. Cortes y Diputaciones reivindicaron derechos reales o supuestos, que las leyes con consejo ignoraban por medio de sus letrados que acudían a los respectivos Consejos territoriales. En sus alegaciones se encuentran los elementos de la doctrina foral y del programa pactista, formulaciones doctrinales de una Monarquía limitada. Toda alegación es una reivindicación que se justifica porque la realidad no corresponde a lo que su autor estima justo. El otro conflicto, historiográfico, el de la castellanización de España y españolización de la Monarquía, era incompatible con la naturaleza de ésta. El reino de Castilla, como los demás, no tenía más voz que la de sus Cortes y fue el primero en perderla, salvo para votar servicios. Los conflictos, frecuentes e importantes, se dieron entre los reinos y la Corona –las Comunidades de Castilla, la secesión de los Países Bajos y de Portugal, los fracasados levantamientos de Cataluña, las revueltas de Aragón y Nápoles–, sin que los otros reinos pudieran manifestarse sobre el suceso, aunque sirviesen a la Corona. La única iniciativa reformista que se recuerda procede de un político, el conde–duque de Olivares, cuyo famoso memorial de 1624 contiene una declaración declaración de intenciones intenciones
una mayor ayuda financiera. El paso de la Monarquía al Reino es el resultado de la aparición de una forma de legislar nueva, centralizada y universal: mediante la unión de los parlamentos en Gran Bretaña en 1706 (Scotland ), mediante la legislación con conse Axt ), jo, con la aparición en Francia y en España de los secretarios de Estado responsables, con iniciativa para legislar. n
[Este artículo sirve de introducción al libro del mismo título de próxima publicación en Alianza Editorial].
…el hacerse rey de España; quiero decir, Señor, que no se contente con ser rey de Portugal , de Aragón, de Valencia, conde de Barcelona, sino que trabaje y piense con consejo maduro y secreto por reducir estos reinos de que se compone España al estilo y leyes de Castilla, sin ninguna diferencia en todo aquello que mira a dividir límites, puertos secos, el poder de celebrar Cortes de Castilla, Aragón y Portugal en la parte que quisiere, poder introducir V. Majd. acá y allá ministros de las naciones promiscuamente…
Que no sabemos si llegó a manos de Felipe IV y si lo fue no encontró respuesta conocida, ni siquiera en boca de terceros. La única iniciativa política asociada con ésta idea, la Unión de armas , un proyecto para levantar un ejército permanente con aportaciones determinadas de cada reino, que Olivares Olivares defend defendió ió en 1625 ante el Consejo de Estado, permite dudar de las verdaderas intenciones del valido al que de poco habría servido una milicia local que practicase los domingos la instrucción y no podía utilizar fuera del respectivo reino. En el mejor de los casos habría podido combatir a los bandoleros y a una improbable invasión de un ejercito regular al que no habría podido hacer frente. Es más verosímil pensar que lo que buscaba era ,
Miguel Artola es emérito de la Universidad Autó-
noma de Madrid y de la Real Academia de la Historia. Autor de Partidos y programas políticos y La burguesía revolucionaria.
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LA EDUCACIÓN PLACENTERA ESPERANZA GUISÁN
l fracaso estrepitoso de las dictaduras y los totalitarismos debería ponernos sobre aviso para no caer nuevamente en la servidumbre, como diría Hayek (al defender el mercado libre frente a la economía planificada y a toda la planificación en general). Pero también el estado actual de anomia, subjetivismo extremo, nihilismo, escepticismo, individualismo y hasta cinismo deberían llevarnos a plantear alguna posible solución al estado de cosas y los males derivados del mercado libre casi irrestricto. La democracia que a veces he llamado en otros trabajos “prudencial”, a veces “liberal”, en general tiende a admitir únicamente principios formales de igualdad y justici just iciaa y se nieg niegaa a admi admitir tir pri princi ncipios pios sustantivoss que hagan que la sociedad esté sustantivo formada por personas no sólo justas sino excelentes. La democracia moral, por el contrario, presenta la novedad de preocuparse igualmente por todo el mundo; e igualmente por que cada individuo crezca y se desarrolle de forma que se convierta en un individuo más feliz, lo cual consiguientemente lleva a convertirlo en un ser con capacidad para hacer felices a otros. No se precisan excesivos conocimientos de psicología para comprender que una persona amargada, deprimida e insatisfecha poco puede aportar a la mejora de la sociedad o al bienestar de sus convecinos. Y, por el contrario, que una persona que se sienta realizada, alegre, satisfecha, completa tenderá a contagiar de algún modo su alegría y a sentirse lo suficientemente generosa para ocuparse de las causas ajenas. Si hay algo difícil y complejo en esta vida es conseguir una sociedad justa, feliz y excelente, donde sus miembros sean ayudados por los que han sido más beneficiados por la fortuna a alcanzar su areté. Para empezar, la naturaleza no es “justa” y ha repartido de modo desigual
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sus dones. Para continuar, los seres humanos necesitamos de los otros, para bendecirlos o maldecirlos, para ayudarlos o para envidiarlos, etcétera. Los políticos liberales conservadores suelen acusar a los que reclaman un reparto igual de los bienes de “envidia”, pero las cosas son más comple jas de lo que a primera vista parecen. En una medida u otra todos sentimos envidia de los que están mejor situados a causa de la fortuna o de condicionamientos socioeconómicos o culturales. La envidia sólo puede remediarse si rebajamos la excelencia de los individuos hasta la media o si, por el contrario, elevamos la excelencia media hasta aquella que disfrutan unos cuantos “elegidos” “elegidos” o si mentalizamos a los individuos para que acepten sumisamente el “destino”. Parece de sentido común que las pretensiones de cooperación y solidaridad sólo puedan darse entre individuos no sólo formalmente iguales sino entre individuos iguales en sentido sustantivo, que además tratan de superarse en la medida de lo posible, colaborando unos y otros en la máxima perfección y felicidad posible de todos los seres humanos, e incluso de todos los seres vivos. Por supuesto que la igualdad no puede significar la uniformidad, de modo que las excelencias deberán ser repartidas de acuerdo con las inclinaciones y dotes de cada individuo. Se necesita crear un clima de euforia en la sociedad, un clima de optimismo, en la medida de lo posible. Y para ello contamos principalmente con las agencias socializadoras que pueden moldear a los individuos de formas múltiples. En este sentido, la educación, ya bien en la escuela o en los medios de comunicación, es el instrumento más idóneo para lograr de los individuos las metas que nos propongamos. El problema de la educación a través del sistema educativo y todo el proceso de
socialización es un problema realmente alarmante. Así mismo, la anomia, ausencia de normas de convivencia, lleva a los individuos a una temprana carrera en la delincuencia. La democracia liberal, que ya he criticado en varios lugares, es en una medida importante la responsable de este clima de asepsia y de falta de responsabilidad moral y colectiva. Conviene también dejar claro que, posiblemente, de todos los modelos de educación conocidos el que ofrece la democracia liberal sea el menos malo. Pero ello dista mucho de decir que sea bueno. Basándome en buena medida en las aportaciones de Piaget y Kholberg en otro respecto, y agregando elementos novedosos, podríamos decir que en general se recibe uno de estos cuatro tipos de educación (simplificando mucho las cosas): a) Educación autoritaria (propia del estado de heteronomia de Piaget) (modelo conservador); b) Educación convencional (propia del nivel convencional de Kohlberg); c) Educación crítica formal; d) Educación crítica en base a criterios de bienestar personal y colectivo (democracia moral o progresista). Como he indicado anteriormente la clasificación que se presenta es muy simplificadora. Generalmente, los modelos de educación están entreverados de los puntos de vista axiológicos más diversos. Aun así podemos decir que en determinadas épocas o comunidades la tradición era casi el único elemento de referencia, como Burke insistió y en alguna medida algunos comunitaristas contemporáneos pretenden. Juntamente Juntamente con el modelo autoritario basado generalmente en verdades y valores que no se discuten y cuyo peso radica en su antigüedad, contamos con otro modelo no menos relativista basado en las verdades del presente cuya autoridad descansa en el consenso, contrato o sentir común en un momento dado. CLAVES
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En otro frente habrá que situar los modelos críticos (yo ofrezco dos únicamente, pero posiblemente podría haber variantes múltiples). El primer modelo crítico es claramente insuficiente, pues aunque somete a escrutinio a las convenciones, dogmas y “verdades” que perduran en el tiempo lo hace desde principios formales que no se cuestionan las diversas y encontradas metas humanas. La “tolerancia” se constituye, como resultado, en un valor sagrado de nuestro tiempo, de modo que tanto en el discurso cotidiano como en las teorías habituales de la educación moral no suelen plantearse los límites de su valor y el por qué del mismo. En general se echa en falta una educación que podríamos llamar globalmente filosófica, que consistiría en el ejercicio crítico tanto de los modelos dogmáticos como de los liberales. El último modelo que ofrezco, que para mí, ejemplifica el modelo filosófico, es aquel que ejerce la crítica desde el ser humano sensible y sensato que desea hacer de este mundo el lugar más alegre posible. Por supuesto que desde las filosofías liberales o comunitaristas serán posibles otros modelos críticos, pero me temo muy mucho que no puedan dejar de ser autoritarios y/o convencionales.
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La insistencia en la tradición como guía, ya presente en Burke, como ya he indicado, parece simplemente negar la posibilidad de un método de educación racional o filosófica. La negativa a considerar valores sustantivos y atenerse a lo meramente acordado conforme con determinados principios de justicia formal supone efectivamente un paso al frente; pero la asepsia valorativa es excesiva y las posibilidades de encontrar programas de acción que tiendan al perfeccionamiento y la felicidad humana no aparecen por ninguna parte. Consideraré con más calma cada uno de los modelos ofrecidos para terminar reclamando un programa de educación placentera que estimule en los individuos las ansias de goce profundo compartido. 1. Educación autoritaria
Afortunadamente suele escasear en las de Afortunadamente mocracias, incluso en las democracias prudenciales en las que los individuos buscan satisfacer sus propios intereses. Va de suyo que si todo lo que los individuos desean en las democracias prudenciales es el mayor bienestar posible al menor costo posible, no estarán muy dispuestos a aceptar credos y doctrinas que hagan del sacrificio una virtud (recuérdense prohi-
biciones tan arbitrarias de procedencia dogmático-religiosa dogmático-relig iosa como no comer c omer carne los viernes, no tener relaciones sexuales si no es con el fin de la procreación, etcétera). Ésta es quizá una de las no pequeñas virtudes de la democracia prudencial. A saber, un sano sentido de la autopreservación a fin de que no nos arrebaten en nombre de las divinidades los placeres de la vida. Sin embargo, como suele suceder casi siempre, las democracias prudenciales fallan en su rechazo extremoso de “toda” autoridad. Fromm había distinguido con certeza entre autoridad racional y autoridad irracional, algo por cuyo olvido tenemos que pagar el precio de una sociedad mediocre y sin grandes metas humanas, más allá del éxito en las tribunas y las finanzas. Por molesta que resulte la educación autoritaria, por irritante que pueda parecernos Platón, si hemos de ser justos con la verdad y sinceros con nosotros mismos hemos de reconocer que no todas las opiniones son iguales, ni todos los ideales de vida, ni todas las formas de ser. En algunas grotescas versiones de la democracia prudencial se llega a afirmar, por ejemplo, que cualquier chico de primaria puede pintar tan bien como los clásicos, sólo que a su manera particular “que debe ser res-
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LA EDUCACIÓN PLACENTERA
petada”. Reconocer con Fromm que hay autoridades racionales e irracionales es reconocer que Shakespeare era mejor poeta que Campoamor, pongamos por caso. Por lo demás, la educación implica autoridad racional en buenas dosis. Los productos de las sumas y las multiplicaciones no son resultados caprichosos sino verdades tan eternas como el entendimiento humano. Para Hume, que no era precisamente un filósofo autoritario, las verdades relativas a la justicia eran así mismo tan perpetuas como la naturaleza humana. Por la sencilla razón de que creía en una naturaleza humana con necesidades y deseos comunes a todos los seres humanos. Por supuesto que el problema relativo a la naturaleza de la “naturaleza” humana es arduo donde los haya; comoquiera que, al decir de Berger, somos hacedores y hechura del mundo, nuestro yo es a un tiempo el que nos determina d etermina a hacer y el efecto resultante de nuestro hacer. Las distintas versiones del hombre en estado de naturaleza en Hobbes, Locke o Rousseau muestran que existen un montón de conjeturas acerca del “yo” no socializado, abundando la sensata creencia de que el estado de naturaleza no existió jamás sino que es una pura ficción explicativa de la manera de actuar de los seres humanos en la hipótesis de la carencia de una sociedad organizada. El sistema educativo debiera contener las gotas debidas de una racionalidad prudente que se arriesgue a apostar a favor de valores que a lo largo de la historia han resultado ser valiosos. Pensemos en la amistad, por ejemplo, tan elogiada por Aristóteles. Por supuesto que no se puede “imponer” la creencia de que es mejor tener amigos íntimos que no tenerlos. Pero sí se pueden traer ejemplos literarios e históricos que “prueben” de alguna manera el valor que se pretende postular. postular. La educación autoritaria es mala en muchos más sentidos de los que podemos imaginar. Ataca la capacidad critica de los alumnos, los vuelve vulnerables, indecisos, ignorantes de su suerte más allá de lo que las autoridades (iglesias, partidos, corporaciones, etcétera) dictaminen. Como de alguna manera concluiré en este trabajo, una vida penosa “no vale la pena” como dejó dicho José Ferrater Mora en De la materia a la razón. Lo mismo podría decirse de una educación frustrante, intransigente, constrictiva. Realmente no vale la pena tanto esfuerzo simplemente para mantener el sistema, las autoridades, las jerarquías, a los poderosos, a los avariciosos de siempre. 34
Insisto en que la educación autoritaria es mala: desde un punto de vista epistemológico nos impide separar el mito de la verdad constatada; desde el punto de vista psicológico, nos vuelve timoratos y asustadizos; y, especialmente, desde el punto de vista moral nos convierte en criaturas heterónomas sin capacidad para decidir su vida y su destino. La reacción, sin embargo, no debe ser el postular una democracia prudencial en la que cada uno diseña su vida como quiera sin atender a ningún tipo de “autoridades”. Por poner un ejemplo muy tosco, pensemos en alguien que decidiese que es bueno comerse crudos a sus seme jantes. Otro ejemplo un tanto más sutil sería el de aquellos que afirmasen que es bueno engañar, engañar, hacer trampas en el juego, en el comercio, las oposiciones y las relaciones cotidianas con tal de que a todo el mundo se le permita hacer lo propio (siempre que sea lo suficientemente “hábil” o “sagaz”). Creo que es fácil defender como una “verdad” moral que comerse crudos a nuestros semejantes es un síntoma de degeneración humana, ya que en tal caso carecemos de todo tipo de sentimiento de empatía y de todo tipo de concepción de imparcialidad, que constituyen los dos hilos conductores de nuestra convivencia ética. No se puede comer a la gente cruda, ni matarla simplemente, a no ser en caso de legítima defensa. Y si esa verdad no sirve, la ética carecería de sentido y la convivencia se convertiría en una jungla. Existen, por tanto, algunos postulados fuertes en ética, que no proceden únicamente de la facultad de pensar y razonar sino así mismo de la de sentir afecto y proximidad, afinidad y compenetración con los que convivimos. Pretender que la escuela no eduque en estos sentimientos producto de nuestras mejores capacidades humanas es hacer de ella un instrumento para la simple instrucción, el adiestramiento o el manejo de normas más o menos arbitrariamente consesuadas. Los que rechazan la educación autoritaria no se conforman con afirmar que más allá del ser humano, sus razones y sus pasiones, no existe verdad alguna lógica o moral; quieren ir todavía mucho más le jos y afirmar que “cada ser humano determina sus razones y sus pasiones”, como si fuéramos realmente islas que hemos coincidido en coexistir sin que nos ligue ningún lazo o alguna característica nos asemeje. Sin embargo, y con ello voy preparando el terreno para la conclusión que pretendo alcanzar al final, los seres huma-
nos somos bastante parecidos, e incluso muy parecidos, si nos fijamos en nuestra constitución psicobiológica. De ello se sigue que algunas afirmaciones acerca del ser humano, sus necesidades, valores, deseos, son más verdaderas que otros. “Todo el mundo quisiera quedarse ciego” resulta una majadería. “!Me encantan los cojos!”, “¡Me divierto mucho cuando me arrastran por los pelos!”, son realmente absurdos que nadie podría sostener más que en un estado de embriaguez, desequilibrio mental, etcétera. Soy consciente de que casi todo lo que llevo afirmado necesitaría de un “pero”, o un “sin embargo”, ya que las ciencias relativas a la naturaleza y el comportamiento humano son extremadamente complejas e inexactas. Pero con todo creo que podemos afirmar que no se puede afirmar que sea bueno comerse crudos a los seres humanos (salvo en el caso lúdicamente hipotético de que existiese algún tipo de ser humano que encontrase su máxima satisfacción en servir de alimento a sus convecinos). De igual manera, mentir, engañar, faltar a la palabra, son actos que dificultan las relaciones humanas y producen el caos en la convivencia e incluso nos impiden una autoestima adecuada. Serían cientos de miles de pequeñas y grandes cosas las que podríamos afirmar que deben ser hechas o deben ser evitadas, por lo que resultaría una tarea interminable tratar de enumerarlas. Si no debemos ser comidos, empujados, pisoteados, zarandeados, golpeados, etcétera, no es a causa de unas verdades absolutas y eternas impuestas por una divinidad ni que tampoco derivan de ningún tipo de consenso. No es cada uno “libre” para decidir lo que es bueno y malo en su vida privada. Pues si por seguir con ejemplos extravagantes, se automutilara crearía factores desencadenantes de tipos diversos de malestar tanto propio como ajeno. Salvaguardar la racionalidad de la ética es tan importante como evitar el dogma. Por eso la educación autoritaria no sirve en lo que tiene de dogmática e irrefutable. Y la educación liberal tampoco sirve, pues donde había normas orientativas sólo deja el vacío, la anomia y el escepticismo. 2. La educación convencional
Se basa en la tradición (acercándose al modelo conservador) o el consenso (acercándose al modelo liberal). Es propio de ella no utilizar argumentos aterradores basados en la condena eterna o la salvación en otro mundo. Sus métodos de CLAVES
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adoctrinamiento se basan más bien en los premios y castigos verbales (como acontecía en el estadio convencional de Kohlberg), en el ostracismo, la aceptación o rechazo por parte del grupo etcétera. Las cosas se imponen porque estaban ahí desde siglos inmemoriales (tradición conservadora) o porque nuestra constitución y nuestras leyes, nuestros usos y costumbres han hecho que estén aquí. Porque hemos decidido que sean así y ha habido el debido consenso, las cosas deben ser así. Pero todo el mundo es consciente, a poco que reflexione, de que si la ética se ocupa de lo que es bueno para el ser humano, lo que es su excelencia y su vida en concordia, el modelo de convivencia no puede variar conforme los contratantes varíen. Si se acepta que la ética se ocupa a la vez de lo justo, de lo correcto, de lo bueno y de lo excelente (como es mi propuesta), las decisiones ocasionales de las mayorías o, incluso, de la totalidad de una comunidad no pueden establecer por siempre, ni tal vez ni siquiera durante cinco minutos, qué cosas se deben hacer. Imaginemos una comunidad muy rica que se enfrenta a las demandas de ayuda económica de otra comunidad próxima muy deficitaria. Los ricos deciden por unanimidad no ayudar en lo más mínimo a los que a duras penas podrán sobrevivir hasta mañana. ¿Es qué no existe un mínimo de empatía que nos haga ver que estamos dañando a seres humanos cuando podríamos sin dificultad prestarles la tecnología adecuada para que despegasen económicamente? Ni las convenciones, ni los tratados de nuestro país, ni nuestra Carta Magna pueden eximirnos de la responsabilidad de hacer algo por alguien siempre que no se precisen de esfuerzos excesivamente extraordinarios. Las normas que están ahí no tienen ningún valor particularmente moral sino en la medida que nos guían respeto a nuestras expectativas. No hace falta decir que no hay nada de ético en conducir por la derecha o por la izquierda y que, sin embargo, es inmoral el que conduce por la derecha en un país cuya norma es conducir por la izquierda, debido a los desastres y pérdidas humanas que ello podría acarrear. Las costumbres son terriblemente nefastas porque ciegan la capacidad de razonamiento y olvidamos el bienestar o malestar humano que se deriva de nuestras necesidades y nuestra idiosincrasia que es, al fin y al cabo, lo único que cuenta. Los usos consensuados por nuestro grupo en nuestro propio tiempo nos hacen sentirnos personas autónomas no sujetas a la Nº89
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tradición ni a la costumbre. Decimos que hemos decidido por “nosotros mismos”. Pero esto es mentira o cuando menos una exageración. Nadie elige por sí mismo. Eligen nuestros ojos, nuestros pulmones, nuestro aparato respiratorio o genital. Deciden nuestras filias y nuestras fobias, nuestros prejuicios. Una elección ética racionalmente pura es imposible. Y, sin embargo, es un desideratum. Es algo deseable que podemos con nuestra insistencia, persistencia, energía y entusiasmo, con nuestra pasión ética ayudar a hacer real. Pero para ello hay que huir de lo convencionalmente dado. Ni a partir de lo que fue ni lo que es puede fundamentarse un “debe”. Este tipo de educación convencional tiene la virtud, sin embargo, de poner sobre la mesa el carácter humano o interhumano de la moral. Las normas morales son productos humanos: de acuerdo con algunos, consolidados por la tradición, la costumbre y el tiempo; y en opinión de otros, justificados por los pactos y consensos que llevamos a cabo. Desde muchos tipos de vista podemos considerar que este tipo de educación supone un avance importante, sobre todo cuando se centra más en los valores contemporáneos contemporáneos (que atienden mejor, se sobreentiende, a las necesidades de nuestra sociedad) que cuando se fija en tradiciones y costumbres c ostumbres que a veces son totalmente inútiles, o al menos parcialmente inútiles, para satisfacer las necesidades actuales. Es especialmente interesante este tipo de educación al eludir el método coercitivo propio del modelo autoritario. Está en lo cierto al fundamentarse en la persuasión razonada de cada individuo, la consideración de las consecuencias de la cooperación, etcétera. Se distingue de los métodos autoritarios (especialmente los religiosos y el kantiano) en que las cosas no vienen determinadas por la pura divinidad ni por la pura razón, sino que son fruto de acuerdos humanos, realizados ya en el pasado o ya en el presente. Vale la pena insistir en que el incluir los acuerdos y convenios del pasado en los métodos convencionales pudiera ser objeto de críticas y merecer una distinta clasificación. En cierta medida suelen confluir con el método autoritario, más ciego a la razón y a las consecuencias, aunque a veces en las versiones más templadas adquiere el carácter convencional, como ocurre, por ejemplo, en la defensa actual de las monarquías. Se basa en elementos diversos: estar consolidadas por la tradición y ser presuntamente “útiles” para las sociedad actuales. La noción de “necesidad ac-
tual” y “utilidad actual” son sumamente complejas. Podríamos pensar, por ejemplo, que es “útil actualmente” que muchas mujeres o algunas mujeres sigan perpetuando el rol femenino en el hogar. E, incluso podría argumentarse que es necesario, por múltiples razones, relativas al cuidado de la casa y de los hijos. “La utilidad” puede ser contemplada desde múltiples perspectivas y concepciones. Es útil que las mujeres se queden en casa para una gran mayoría de varones, posiblemente. Pero no lo es para las mu jeres ni las casas ni los niños, que pueden ser cuidados perfectamente bien por los varones, o a partes iguales, por mujeres y varones en tiempos simultáneos. En cualquier caso el hecho de que el lenguaje de la convencionalidad hable de necesidades, utilidades o cuando menos intereses de las personas, supone un primer e importante paso para decidir que –sea la ética lo que sea– no tiene nada que ver con la razón pura o con la normas divinas. El modelo convencional guarda estrecho paralelismo con la democracia prudencial. Diríase que los individuos se hacen demócratas prudenciales dentro de modelos de educación convencional. Por supuesto que hay elementos en una democracia prudencial desarrollada que requieren de un tipo de educación más sofisticada, que es la que hace referencia a principios o normas formales que garanticen la justicia o la imparcialidad en la producción de bienes. 3. La educación crítica en base a principios
Nos encontramos con un tipo de educación propio de algunas democracias liberales progresistas, como es el caso de la sociedad defendida por Rawls o Dworkin. En este tipo de sociedad los individuos eligen; pero no lo hacen desde cualquier perspectiva sino desde la imparcialidad y la justicia en el trato igual, garantizados en Rawls con la postulación del velo de la ignorancia. En estos tipos de educación en principios se ha avanzado extraordinariamente respecto a los posicionamientos anteriores. Ahora ya no es cualquier individuo el que decide cualquier cosa, ni cualquier conjunto de individuos consensua el bien. Por decirlo de algún modo, hay algunos requisitos que se precisan para obtener la igualdad de recursos, como propondría Dworkin. O lo que es igual, no todo lo consensuado, pactado o contratado es igualmente válido: no todos las conc onvenciones sirven. El velo de la ignorancia 35
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nos fuerza en la imparcialidad, de forma que los deseos que se consideran relevantes para el pacto son deseos que Griffin llamaría “saneados”. La educación en principios es altamente positiva en muchos aspectos y prepara adecuadamente el paso al tramo correspondiente a la democracia ética. Se trata de un modelo ético débil, pero de un modelo ético a fin de cuentas. Por supuesto sus aspectos deontologistas pueden llevar implícito algún tipo de rigorismo o autoritarismo. Por ejemplo, puede mantenerse que no hay que matar nunca a nadie, sin tener en cuenta que el tiranicidio puede estar justificado; o se asegura que no hay que mentir nunca, como hace Kant, ni aun en el caso de un asesino que nos pregunte por su futura víctima. También podemos considerar como un aspecto muy negativo el que este tipo de educación formal y deontológica carezca de sustantividad y que su justificación venga generalmente determinada, al menos en Kant y Kohlberg, por principios pr incipios formales. La neutralidad axiológica en la que todos insisten, Dworkin en particular, impide que se desarrolle la ética en todas sus dimensiones, olvidándose caracterizar y valorar las metas humanas que no pueden ser “toleradas” por igual, por más que este tipo de éticas lo pretendan. Por supuesto, que no es poco conseguir que los seres humanos no se atropellen, injurien o entorpezcan y que no recurran al tráfico de influencias a la hora de repartir los puestos públicos u otro tipo de gratificaciones y retribuciones a cargo del erario público. La democracia prudencial o liberal más refinada toma muy en serio principios y derechos humanos, con lo que consigue c onsigue aliviar las tensiones más fuertes y las injusticias más acentuadas. Para muchos de nuestros contemporáneos más destacados y con una sensibilidad ética notable, como es el caso de Rawls o Dworkin, eso es cuanto se puede hacer y esperar. Pero la concepción liberal de la democracia produce únicamente una democracia moral en sentido débil, limitada en sus aspiraciones. No se puede matar al prójimo, pero no se exige ningún esfuerzo por pequeño que sea para mantenerlo con vida. No se puede causar daño, pero no se alienta a la gente a causar bien. Por lo demás, el modelo de educación en base a principios corre el riesgo de volverse demasiado rígido al reverenciar la norma por la norma con olvido de sus consecuencias. Como antes he indicado “matar” es malo, efectivamente. Pero ac36
tos que se parecen externamente a matar, que son prácticamente idénticos desde el exterior, no son “matar” y por consiguiente no son “malos”, sino incluso acciones dignas de ser alabadas. Pensemos en la eutanasia activa (voluntaria siempre) por motivos benevolentes y aun arriesgándose el que la ejecuta a ser detenido por incumplimiento de la legislación vigente. Pensemos Pens emos en los casos de tiranicidio, donde quien ejecuta al dictador arriesga su propia vida en beneficio de todos sus conciudadanos. Son casos cuando menos complejos y que han de ser juzgados, no en base a principios de acción, sino teniendo en cuenta las consecuencias globales de los actos. Por supuesto, que quitar la vida a otra persona prima facie no es bueno. Pero la vida moral está constituida por casos problemáticos: defenderme del violador o de quien atenta contra mi vida, etcétera. Sé perfectamente que el punto de vista ético que defiendo puede parecer grosero a los que dicen regir su vida por principios, olvidando que las normas y principios no sólo justifican, o dejan de justificar acciones, sino que ellas mismas deben ser justificables. 4. La educación crítica en base a criterios de bienestar personal y colectivo
La educación crítica se puede formular y practicar, no sólo desde el modelo hedonista universal que propongo, sino efectivamente desde el modelo deontológico tratado en el apartado previo. Kohlberg lo reconoce así pero invirtiendo los términos. Los que se atienen a las consecuencias de sus acciones y obran de acuerdo con normas universales se encontrarían situados en un estadio cinco, mientras que los que únicamente tienen en cuenta los principios universales monológicamente determinados se encontrarían en un estadio seis, que sería el propio de individuos más desarrollados. Los motivos que tengo para alterar el orden de Kohlberg son principalmente de orden epistemológico. Un principio tiene que ser justificado a menos que se trate de una verdad a priori, como dos y dos son cuatro, válida para todos los seres humanos. El principio de “no matar” o “no mentir” no son verdades de tipo formal como las de las matemáticas y las de la lógica, aunque obedecen a leyes todavía no suficientemente estudiadas, a veces relativas a la interacción humana, la constitución psicobiológica de los individuos, etcétera CLAVES
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En un sentido importante, prima facie no matar y no mentir son prohibiciones sensatas, que ayudan a establecer los nexos para que los seres humanos puedan vivir pacíficamente y generar mutua confianza. Pero en el caso hipotético de que los seres humanos cambiasen tanto en su constitución psicobiológica que la vida les resultase una molestia insoportable, “no matar” de jaría de tener tener la carga negativa negativa que posee posee y tal vez se convertiría en una recomendación positiva. “Si tu vecino desea ayuda para morir no le prives del gusto”, podríamos afirmar con un humor un poco macabro. Pero las nociones de “macabro”, “tenebroso” “brutal”, etcétera, derivan, cómo no, de nuestra presente condición humana; de cambiar ésta tendríamos que cambiar todos nuestros planteamientos. A diferencia de de todos los tipos tipos de educación previamente examinados, con excepción del último apartado de educación en la justicia, la educación crítica para la felicidad y en la felicidad es la única forma, manera, instrumento o herramienta con la que llevar a cabo la transformación muy profunda que requiere nuestra sociedad a fin de que nuestra democracia prudencial o liberal, o incluso liberal progresista, devenga una democracia totalmente moral. Soy consciente de que mi propuesta es muy ambiciosa, pero no me entusiasma excesivamente el mundo en que me ha tocado vivir y deseo cuando menos autoincitarme a trazar los perfiles de una sociedad más bella, éticamente hablando. Tampoco quiero ser fatalista y asegurar que estamos en un mundo donde “se han perdido los valores”. Más bien todo lo contrario: nuestro mundo presencia tal vez por primera vez en la historia unos niveles de tolerancia y solidaridad espontánea como nunca habíamos percibido, un mayor respeto a las minorías y una mayor sensibilidad respecto a las discriminaciones. Tal vez lo que más echo en falta sean los valores clásicos de la excelencia o areté, que exigen al ser humano, no sólo ser autónomo, sino perfecto, en la medida de lo posible, y dichoso. Para explicar brevemente mi punto de vista, que explicitaré más adelante, la democracia moral que postulo es aquella habitada por individuos que han recibido los frutos mejores de dos tipos de ilustración: la ilustración griega, con su énfasis en la areté y la excelencia; y la ilustración francesa, con sus valores (irrenunciables a mi modo de ver) de libertad, igualdad y fraternidad. Se trataría, por tanto, de me jorar la socied sociedad: ad: mejora mejorarr las relac relaciones iones intrapersonales, las relaciones que uno Nº89
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mantiene con uno mismo, y al propio tiempo las relaciones interpersonales, que uno mantiene con los demás. A mi modo de ver éste es un planteamiento novedoso que pocos autores han sabido diseñar, aunque tal vez haya que señalar a Dworkin como uno de los primeros que intenta reconciliar la tradición griega y la tradición liberal. Sin embargo, Dworkin está excesivamente supeditado al modelo deontológico para dar rienda suelta a una ética de felicidad y goce, o al menos de una manera clara y definitiva. d efinitiva. Es más, en lo que quiero hacer énfasis particularmente es en que es preciso reconciliar la excelencia y la solidaridad, el crecimiento personal con las libertades propias y ajenas, y especialmente con el derecho a la igualdad. Mi modelo hedonista cualificado conduce a la tierra de promisión en donde la sociedad autoritaria, la tradicional, la convencional, la permisiva o la puramente formal están llamadas a desaparecer para dar paso a la democracia moral donde todos gozan solidariamente. Por supuesto que este tipo de democracia moral contiene excesivos elementos utópicos para que pueda convertirse a corto plazo en una realidad. Pero la dificultad de la tarea no debiera echarnos atrás. La historia está llena de movimientos que en principio parecieron utópicos, como la liberación de los esclavos o de las mujeres, pero que han tenido cumplimiento pleno o casi pleno. En el caso de las mujeres, sin duda las primeras sufragistas también vivían su lucha como algo utópico y ahora hay mujeres ministras y presidentas de gobiernos (aunque no en la proporción que debiera). La fuerza de las convicciones, lo hondo que sean sentidas y expresadas, acelerará la marcha histórica, que no es la marcha sin más de los acontecimientos sino el resultado de las luchas por distintos sistemas de valores morales por alcanzar la primacía. Parto de la idea optimista de que mi programa educativo con vistas a una democracia profundamente moral es sumamente atractivo. Confío en el ser humano y en su capacidad para entender y comprender lo que le produce una vida realmente buena y estoy plenamente convencida de que si saben despertarse las pasiones oportunas los seres humanos lucharán con tanta energía por ofrecerse ayuda mutua como en el pasado y en el presente han luchado y luchan por aniquilarse o producirse vejaciones múltiples. No pretendo ser tan ingenua como Mill o Spencer y pensar que hay una marcha de la cultura y de la propia biología humana que harán que
con el tiempo nuestras limitadas capacidades de empatía se engrandezcan ilimitadamente. Es difícil presagiar lo que nos deparará el futuro, pero lo que es cierto es que ello dependerá en buena medida de los valores por los que hayamos apostado. Mi intento en este trabajo es animar a los que sienten ya el tibio calor de la pasión ética a que aúnen esfuerzos y sientan la alegría de trabajar gozosamente por un mundo más bello. James Griffin critica mi posicionamiento como poco realista. No se puede exigir a nadie, según el profesor de Oxford, que trate a todo el mundo por igual, pongamos por caso, a pesar de las prédicas sin éxito de distintos moralistas en distintas épocas históricas. Para Griffin tengo unos deberes para conmigo misma y mis allegados, mi compañero, mis hijos, etcétera, que me impiden tratar a los demás de la misma manera. Tengo que respetar mis lealtades, trabajar por mi carrera, oficio o industria, y dejar que los demás hagan lo propio. A primera vista, la posición de Griffin parece sensata. La ética no nos puede llegar a exigir algo que va en contra de nuestras posibilidades psicológicas. Puedo amar a mis conciudadanos, pero tal vez no pueda ser amigo de todos los seres del mundo. Puedo ocuparme de mis hijos, pero no de los hijos de los demás, a menos que sea su tutor, su niñera, etcétera. La visión de Griffin puede sin duda ser considerada sensata y realista, pero yo personalmente me inclino a pensar que es un tanto pesimista. La capacidad de sentir con los demás o la ampliación de la empatía son algo que todavía no hemos nunca intentado desarrollar seriamente. Nos han repetido tan hasta la saciedad el dicho hobbesiano de que somos lobos entre nosotros que nos cuesta coincidir con Feuebach en que podemos ser dioses los unos para los otros. ¿Quedará como una incógnita para siempre el saber cómo llegaríamos a comportarnos si se desarrollase nuestra imparcialidad y nuestra empatía, y buscásemos conjuntamente conjuntam ente y críticament críticamentee la felicidad? A mi modo de ver esta sería la única manera de asegurarnos una democracia ética donde vivir sea algo más que subsistir o coexistir, y donde los valores se presenten con carácter intersubjetivo y dotados de la misma persistencia en el tiempo que la especie humana. 4.1 Ventajas axiológica axiológicass de una educación basada en el gozo
El tipo de educación que nos salvará de la democracia ramplona del “se” dice, “se” cuenta es el que tiene la felicidad como 37
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método y como meta. Una educación placentera se basa en el placer y busca el placer; reconcilia al ser humano con la vida y le sirve de alivio a los múltiples sinsabores cotidianos. Contrariamente a lo que pudiera parecer, una educación placentera no es una educación blanda o en alguna medida fácil. Como Fernando Savater ha postulado en El valor de educar en un sentido semejante, el esfuerzo no es prescindible en la educación. O para decirlo más exactamente, la educación placentera tal como aquí se entiende es sinónimo de educación para la salud y el desarrollo físico, psíquico, intelectual y moral. Hay otras maneras más fáciles de ser “felices”; pero como diría Mill, quien ha probado los distintos placeres sabe que los que son propios de personas inteligentes, sensibles y solidarias son los más elevados posibles. Sería largo enumerar a nivel práctico en qué consistiría la educación placentera. Podremos delimitar más fácilmente lo que no debe ser. Por ejemplo, no debe ser aburrida, repetitiva, repetitiva, basada en la pura memorización. La educación ha de ser una forma de poner a prueba el ingenio y acrecentarlo, de desarrollar los sentidos para apreciar las distintas artes. De estimular la curiosidad para buscar los secretos de la naturaleza y de la historia. Debe ser sorprendente, divertida, cautivadora. Nuestro universo pequeño se ensancha y sentimos el goce del crecimiento. Derribamos las fronteras de nuestro pueblo y nos encontramos dentro de un planeta de seres fundamentalmente iguales a nosotros. Ahí comienz comienzaa la primer primeraa lecci lección ón de democracia moral. Aquella que nos lleva a trascender al grupo étnico, a la nación y el Estado, y a tomar en consideración los intereses de los que sabemos iguales. La historia, la literatura, la biología, las ciencias naturales y sociales nos llevan a descubrimientos insólitos. El prodigio de que el huevo se convierta en pollo. La alegría de asistir al nacimiento de una flor, de un arbusto, de un caballo, de una niña o un niño. Todo un mundo de aprendiza jes y ampliación de horizontes; las historia de los deportes, las artes, la artesanía, la civilización, el comer, el vestido (y no sólo las guerras, los imperios y las batallas). Sin olvidar, por supuesto, la magia de la literatura, que nos lleva a llorar y reír con la suerte de otro, a recrearnos con sus sentimientos más estremecedores. O la música, especialmente la clásica, que nos levanta el corazón hasta el infinito. Sin dejar fuera de consideración a la filosofía, que nos puede enseñar a pensar 38
desde muy pequeños, como el método del profesor Mathew Lipman ha demostrado. Pero un pensar activo que nos ayude no sólo a ordenar el mundo sino a me jorarlo. Pienso que desafor desafortunadamen tunadamente te se ha hecho muy poco para que las chicas y los chicos aprendan a través de la música, del teatro, del cine, o la televisión. Son muchos años de aprender cosas y cosas que no encajan en ninguna parte, que no estimulan ningún instinto de curiosidad; años que agrian el carácter y nos vuelven tan ásperos como nuestros maestras y maestros han sido casi siempre con nosotros. La educación placentera requiere maestros bien remunerados, bien cualificados y muy, muy motivados, con unas ganas enormes de transmitir vida, innovación, arte, ingenio. Pero además, la educación placentera requiere que las niñas y los niños que acuden a la escuela tengan un entorno feliz. No se puede pensar con un estómago vacío o con un corazón carente de afectos. Empezamos a pensar un poco y el problema de la educación placentera parece agigantarse involucrando soluciones psicológicas, sociales y particularmente económicas para que desde una igualdad aproximada todas las niñas y todos los niños se miren sin complejos de ninguna parte. Pero fabricar individuos sin comple jos, autocomplacidos, complacientes, autoestimulados, estimulantes, es una tarea tan enorme que parece imposible. Pero no lo es. Por el contrario es una empresa tan hermosa como gratificante. Aunque se requiere de un conjunto extraordinario de dotes y de sensibilidades desarrolladas. Pero cuando nos preguntamos pausadamente, ¿qué cosa podemos hacer que sea mejor que hermosear el mundo y llenarlo de criaturas que gozan hondamente, profundamente, persistentemente?, la respuesta parece ser obviamente que no existe otra alternativa mejor, aunque sea difícil o aparentement aparentementee imposible. No hay que olvidar que se habla de un goce profundo, persistente, hondo, que cualquier cosa no vale como candidato. Nos reiríamos o nos quedaríamos perplejos si alguna persona adulta pretendiese alcanzar el goce más profundo sacudiendo el polvo de las habitaciones, o coleccionando lapiceros, bolígrafos o cualquier otro objeto trivial imaginable. No existe ciertamente lo “placentero” o lo “gozoso” como categorías objetivas distintas de los seres humanos, como pensaron erróneamente Platón y tantos otros. Pero lo placentero y lo gozoso tampoco se derivan del capricho de cada cual, sino
que en alguna medida se deciden intersubjetivamente: no mediante cualquier tipo de consenso, sino aportando cada cual la información relativa a su concepto de goce profundo basado en su experiencia personal. 4.2 Ventajas epistemológicos de la educación placentera
La educación que es placentera y busca descubrir placeres tiene la ventaja de construir una sociedad que es algo más que un conjunto de normas formales ordenándonos que nos tratemos los unos a los otros imparcialmente. Por éticamente impactante que pueda parece el trato imparcial, si lo pensamos un poco dice muy poco y no vale casi nada. Podemos tratar por igual a 100 personas matándolas exactamente de la misma manera o tratarlas por igual invirtiendo en su educación la misma cuantía (o una cuantía semejante de acuerdo con las necesidades de cada especialización y estudio). La primera manera de tratarlas igual es injusta, inmoral, y aberrante. La segunda forma, sin embargo, es muy loable y digna de encomio. La expresión “tratamiento igual” aparece en ambos casos; y si uno es loable y el otro no lo es debe ser a causa de alguna otra característica que vaya más allá de la igualdad en el tratamiento tratamiento.. Como en tantos otros ejemplos de la vida y de la ciencia, las premisas explícitas ocultan importantísimas premisas implícitas. Así, en este caso particular, “tratar a todo el mundo por igual” no significa otra cosa que “tratar a todo el mundo igualmente bien” (es decir, atender por igual a su bienestar y su goce profundo). “Tratar a todo el mundo igualmente bien” es más o menos equivalente a “hacer a todo el mundo igualmente feliz” (dentro de lo posible); con lo que nos encontramos con que a partir de un requerimiento puramente formal y deontológico hemos venido a parar a una de las más famosas formulaciones sustantivas sustantivas y teleológicas de la ley moral, y también con una de las más denostadas. Denostada, en primer lugar, porque algunos entienden por felicidad trivialidades y naderías tales como la tosca satisfacción que produce el rascarse cuanto sentimos un picor, pongamos por caso, y así realmente no vamos a ninguna parte. Denostada, en segundo lugar, porque parece paternalis nalismo mo agobiante que implicar un pater no nos deja decidir qué es lo que nos hace felices y nos produce gozo, convirtiéndonos en unas criaturas totalmente sometidas a los dictados de los déspotas ilustres. CLAVES
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Contrariamente a estas sospechas y falsas aprehensiones, la educación en el gozo busca lo vitalmente relevante y no consiente que nadie decida en nuestro lugar la felicidad que hemos ido aprendiendo juntamente con otros. La felicidad no es cualquier cosa que yo elija arbitrariamente, desinformadamente, desconociendo la relacion-causa efecto o la relevancia de las relaciones personales, etcétera. La historia pudiera engañarnos si no profundizamos en sus enseñanzas. Por ejemplo, nos muestra cómo la mitad de los seres humanos, las mujeres, han vivido “felices” en el harén o recluidas en las cocinas. Pero una mirada retrospectiva perspicaz nos hace comprender que todavía no habían descubierto la autoestima (importantísimo componente del bienestar) y que una vez que se ha llegado a cabo tal descubrimiento es prácticamente imposible la vuelta atrás. La cuestión es compleja y problemática porque la felicidad no es un objeto fijo e idéntico para todo el mundo, dado de una vez para siempre. Pero hay pequeñas verdades que el laboratorio de la historia se ha encargado de confirmar. Por ejemplo, descubrimos a través de la historia y la literatura que la felicidad no es nada sin belleza, talento, amor, sabiduría etcétera. Por supuesto que belleza, talento, amor, sabiduría, etcétera, son palabras “fluctuantes” que no tienen un significado invariable. Pero hay una gran parecido familiar entre todos los placeres, incluso entre los más burdos y más refinados. Y hay una forma de entender los placeres refinados que los hace prácticamente, por definición, superiores a los burdos. La educación placentera sirve para ahuyentar el miedo a los dogmas de los sistemas de educación autoritaria, al tiempo que llena el vacío dejado por la educación convencional y la educación crítica formal. 4.3. Ventajas políticas de la educación placentera
La educación que nos hace felices y nos enseña a expandir nuestro gozo viene a servir de respuesta y de salida frente a una situación políticamente enojosa en la que el “todo vale”, pluralismo axiológico, parece tener como única alternativa verdades externas y extramundanas que deciden lo que es bueno y malo. Frente al autoritarismo y dogmatismo, la democracia prudencial o convencional nos enseñaba que cada uno tenía derecho moral a tener sus propias creencias, lo cual es totalmente erróneo. Nº89
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Si acaso, y como mucho, podría decirse que en una sociedad moral sana cada uno tiene derecho (no moral) a tener sus propias creencias, es decir, el derecho a no ser castigado por sus creencias por extravagantes que sean (adorar a una vaca o a una gallina), si bien existen muchas dudas acerca de si uno puede ser permisivo y tolerante con quien, por creer que la transfusión de sangre es moralmente mala, se niega a posibilitar que se salve la vida a un hijo suyo menor de edad. Uno puede creer que la eutanasia es “mala” y nadie va a perseguirle en una sociedad sana por ello, aunque lo más probable es que en una sociedad moralmente sana las creencias extravagantes e irracionales no tengan lugar. Por supuesto que podría discutirse hasta la saciedad ¿qué es una sociedad moralmente sana? ¿qué es una democracia moral que va más allá de las democracias vigentes? Porque si una sociedad moralmente sana o una democracia moral son aquellas donde los valores morales genuinos se desarrollan espontáneamente podríamos encontrarnos en un círculo vicioso a la hora de definir la sociedad moralmente sana o los valores morales. No obstante las dificultades, el modelo de educación placentera tiene un soporte “empírico”, como diría Moritz Schlick. Lo deseable es lo deseado (lo deseado ilustradamente, imparcialmente, empáticamente, etcétera), pero se trata de lo deseado o, mejor, de lo más deseado. Con ello no incurrimos en la falacia naturalista, ralist a, como pretendería pretendería G. G. E. Moore, Moore, porque no ponemos como punto de referencia cualquier cosa “con tal que sea deseada”, sino cualquier deseo que sea deseado de acuerdo con el desarrollo de las capacidades humanas de imparcialidad, ilustración, empatía, etcétera Por muy diversas que seamos las personas en los niveles más profundos nos parecemos extraordinariamente. Todo Todo consiste en lograr una educación universal que nos haga maduros y ricos y capaces de compartir nuestros diversos talentos. Los gobernantes de turno parece que no están excesivamente dispuestos a proporcionar a los seres humanos la felicidad profunda, que es producto del desarrollo del raciocinio y del sentimiento sentimiento.. La mayoría de los seres humanos parecen felices en su ignorancia y su moral prudencial corta de miras, a la vez que los gobernantes no quieren otra misión que granjearse las simpatías de sus votantes para triunfar en el mercado de votos, como diría Schumpeter. Sin embargo, algunos de nosotros a veces soñamos con una
sociedad de seres humanos desarrollados y felices, que se obedecen a ellos mismos y se ayudan mutuamente mediante los impulsos generosos y espontáneos de la empatía. Comoquiera que este un sentir que dista mucho de ser mayoritario, las minorías que deseen promover los cambios de modo que la minoría pase a ser mayoría tienen ante ellos una tarea ardua y a muy largo plazo. Queda el consuelo de que la lucha por el esclarecimiento, la excelencia y el goce son en sí tareas gratificantes, de tal suerte que siempre valdrá la pena intentar alcanzar la meta que aquí me había propuesto, aunque pudiera acontecer que nunca se lograse. n
[Este trabajo ha sido realizado dentro del marco del Proyecto de Investigación Coordinado “Críticas clásicas y contemporáneas a las teorías del Bienestar”.]
Esperanza Guisán es catedrática de Ética de la
Universidad de Santiago de Compostela. Autora de Ética sin religión e Introducción a la Ética.
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VIDEOVIGILANCIA VIDEOVIGILAN CIA Seguridad ciudadana y derechos humanos RICARD MARTÍNEZ MARTÍNEZ
n el último decenio el avance tecnológico ha provocado en nuestra sociedad sentimientos de admiración entremezclados en ocasiones con una sensación de temor. No sería exagerado afirmar que el incremento, cuantitativo y cualitativo, de los cambios técnicos, unido a la vertiginosa velocidad a la que se producen, sume a la mayoría en la perplejidad. El ciudadano vive la era de las nuevas tecnologías de una forma mitológica, casi religiosa. No obstante, los acontecimientos del último siglo han acabado con lo poco que pudiera quedar de la fe ilimitada del racionalismo en el progreso humano. Podría decirse que en el hombre del fin del milenio conviven la esperanza en el progreso científico y el temor a las aplicaciones prácticas que de él se deriven. En efecto, las tecnologías admiten múltiples usos; pero en sus usuarios, entendiendo por tales los consumidores, no reside la decisión sobre un empleo beneficioso o perjudicial para la sociedad. Son los centros de decisión política, empresarial y financiera los que determinarán cuándo una nueva aplicación tecnológica se utilizará o no. Por otro lado, la investigación y desarrollo de las nuevas tecnologías depende bien de programas estatales, bien de fuertes grupos empresaria empresariales. les. En determinados Estados el triunfo electoral de partidos que postulan las tesis neoliberales ha dado un amplio margen de maniobra a los intereses de las empresas. En el ideario de estos partidos, la disyuntiva entre libertad y orden1, o si se prefiere libertad y seguridad, suele resolverse en favor de la última. Esto no significa, por supuesto, que defiendan planteamientos an-
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1 Es
el Estado a la vez “mínimo y fuerte” al que se refiere N. Bobbio: El futuro de la democracia, págs. 135 y sigs. primera edición. Ed. Plaza y Janés, Barcelona, 1985. También C. B. Macpherson: La democracia liberal y su época, Alianza Ed., Madrid, 1982. 40
tidemocráticos, pero sí una idea de libertad dentro de un orden. En el contexto nacional, como se verá, las directrices de gobierno parecen responder a la idea del abstencionismo estatal en el mercado y, para garantizar la seguridad ciudadana, una óptica próxima a la idea del Estado policial. No resulta en absoluto ajeno a este planteamiento el problema vasco, que de algún modo mediatiza toda la política de seguridad ciudadana del Ministerio del Interior. Esto conduce a considerar la posibilidad de que, en la atención política y normativa de las nuevas tecnologías, confluyan, en primer lugar, la idea de dejar en libertad al mercado2 y, en segundo, el uso masivo de medios tecnológicos avanzados como instrumento policial. Así lo demuestra, por lo que al segundo aserto se refiere, la aprobación de la Ley Orgánica 4/1997, de 4 de agosto, por la que se regula la utilización de videocámaras por las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad en lugares públicos 3. En los últimos años se han producido demasiados ejemplos negativos del uso privado de aparatos de grabación y reproducción de imagen y sonido. En el recuerdo de nuestra sociedad permanece la captación de imágenes fotográficas o de vídeo pertenecientes a personas conocidas en situaciones poco convenientes. Gracias a los avances de la técnica y al auge de cierto tipo de periodismo, el ámbito de la vida privada de determinadas personas públicas se ha reducido extraordinariamente; en este sentido el jefe de un Estado se encuentra más limitado que el último de los ciudadanos. Por otro lado, la existencia de videocá-
2 Si bien no siempre: en la batalla de la televisión digital (diciembre de 1996 y 1997) que ha enfrentado al Gobierno con Antena 3 y el grupo Prisa habrá que estudiar en un futuro si se pretendía evitar prácticas monopolísticas o favorecer intereses políticos y económicos concretos. 3 BOE, núm. 186, de 5 de agosto.
maras en espacios públicos es un hecho habitual. Otro uso potencial, hoy poco extendido, consiste en el empleo de estos aparatos como medio para el control empresarial de los lugares de trabajo. Las nuevas tecnologías han permitido incrementar esa capacidad de control más allá del espacio físico ocupado por controlador y controlado. Hoy es perfectamente posible que quien observa y quien resulta observado se hallen a miles de kilómetros de distancia. Basta para ello una línea telefónica, un ordenador dotado de módem o equivalente, una cámara que controle un espacio determinado (un micrófono si además se quiere tener sonido), y el soporte de software adecuado. Por último, las cámaras se emplean en materia de seguridad ciudadana y de control de tráfico. Por tanto se trata de una realidad conocida, de amplio uso y con un gran potencial de crecimiento y desarrollo. Ahora bien, ¿qué sucede sucede cuándo cuándo es el Estado quien emplea estos métodos, de forma generalizada? El uso de videocámaras puede convertirse en un potente instrumento al servicio de la prevención y persecución del delito, y para garantizar la seguridad ciudadana y el orden público. Esto dependerá no sólo de la decisión individual de los sujetos que, dotados de autoridad para ello, las utilicen, sino también de la concreta ordenación jurídica que les ampare. En el inicio de la era del homo digitalis , en feliz expresión de Terceiro 4, no puede desconocerse el impacto de la informática en el tratamiento de la imagen y el sonido. En consecuencia, además de a su captación, debe atenderse a su almacenamiento y tratamiento5, y a su consideración como dato o información de 4 José
B. Terceiro Terceiro:: Sociedad digital: del homo sa piens al homo digital digitalis, is, Alianza Ed, Madrid, Madrid, 1996.
5 Un ejemplo muy significativo fue descrito por Juan Cavestany Cavestany y Ginés Puertas Puertas en un artículo artículo publicapublicado en El País. El país de las tentaciones , el viernes 15 de
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carácter personal. La interacción de los medios tradicionales de grabación de imagen y sonido, y sus actuales desarrollos, con los medios que proporciona la era digital produce una realidad compleja a la que el legislador ha de hacer frente. Esto es
diciembre de 1996, bajo el titulo “La red radical”. En el se narra cómo a Dan Gilmore, un diseñador gráfico, se le ocurrió crear la página de las cabezas explotando: “Gilmore digitalizó fotos de personajes como el actor Tom Hanks; el presidente de Rusia, Boris Yeltsin; el senador republicano Bob Dole, o el presidente de Microsoft, Bill Gates, y las retocó de modo que su cráneo parece estar explotando”. En consecuencia, con el equipo adecuado se puede alterar una imagen hasta el punto de simular algo que nunca ha ocurrido, y además ponerlo a disposición de millones de usuarios potenciales. Nº89
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lo que ha pretendido mediante la Ley Orgánica 4/1997 de cuyo análisis se ocupan estas páginas. En materia de política criminal se ha postulado, por el actual Gobierno, el empleo de videocámaras como un instrumento eficaz en la prevención y persecución del delito, así como en el mantenimiento de la seguridad ciudadana. Se ha regulado, en consecuencia, una práctica policial que se entiende adecuada para el cumplimiento de las funciones atribuidas a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad. El objetivo último de esta ordenación es la introducción de videovigilancia en los lugares de transito público, la cual acrecentará, se supone, la seguridad de los ciudadanos y con ello su
libertad. Por tanto, ante el ojo vigilante de la cámara hay que pensar que el individuo se comportará correctamente. Afirmación que recuerda una proposición de sentido común según la cual si eres un hombre de bien nada has de temer y cuya certeza, como la de todo lo que pertenece a este sentido, resulta relativa. Baste con señalar el hecho de que un ingrediente fundamental del conjunto de derechos fundamentales que garantizan nuestra libertad es la posibilidad de resguardar nuestras acciones ba jo un cierto velo de privacidad. Cabe pensar que, a excepción del caso de los personajes públicos o conocidos, el anonimato de la masa permite adoptar comportamientos que en el supuesto de conocer que son objeto de grabación no se realizarían6. Para analizar el posible empleo de nuevas tecnologías en el ámbito de la seguridad ciudadana conviene detenerse a reflexionar, a ponderar, la relación de coste-beneficio que de ello pueda derivarse. Para esto procede responder a un conjunto de cuestiones fundamentales: el uso de videocámaras con fines de vigilancia, ¿es privativo del Estado?; ¿cuál puede ser el influjo del empleo de estas tecnologías en el comportamiento social y, singularmente, en el ejercicio de determinados derechos fundamentales?; ¿qué incidencia tendrá el mundo digital en el almacenamiento y tratamiento de imagen y sonido?; ¿cómo se controla el uso de estos medios?; o, dicho de otro modo; ¿quién vigilará a los que nos vigilan?; ¿cuáles son los derechos del videovigilado; y, por último; ¿qué fin se persigue con la videovigilancia? El uso de nuevas tecnologías no es, desde luego, una exclusiva del Estado. Al con-
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Un completo análisis sobre el derecho a la intimidad puede encontrase en Carlos Ruiz Miguel: La Configuración Constitucional del Derecho a la Intimidad, Tecnos, Madrid, 1995. 41
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trario, las modernas técnicas de producción abaratan su precio, a la vez que facilitan el acceso a las mismas de amplias capas de la sociedad. Por otro lado, la conducta, el hecho de grabar imágenes con la finalidad de prevenir el delito o identificar al delincuente, puede afectar a los derechos fundamentales del ciudadano, la realice la policía o una entidad bancaria. La primera consecuencia lógica que de ello se deriva es que cuando se legisle sobre la materia hay que aplicar dos tipos de criterios: en lo material, sólo procederá otorgar diferente tratamiento a las situaciones diferentes; en lo formal, la regulación de conductas que pueden repercutir en derechos fundamentales exige el empleo de la ley orgánica, con independencia de la naturaleza pública o privada del responsable de las grabaciones. El legislador, ante esta realidad, optó por establecer en la disposición adicional novena de la LO 4/1997 una habilitación al Gobierno para que en el plazo de un año elaborase “la normativa correspondiente para adaptar los principios inspiradores de la presente ley al ámbito de la seguridad privada”. A pesar de la voluntad de atender al uso de videocámaras con fines de vigilancia por parte de los sujetos privados que manifiesta esta disposición, hubiera sido deseable una declaración expresa que ampliase de manera directa e inmediata la esfera de aplicación de la ley a éste ámbito. Es más, la inactividad del ejecutivo en este campo salvo en lo que se refiere al uso de videocámaras para la prevención de la violencia en los espectáculos deportivos7 deja sin resolver el problema. Sí se hizo, en cambio, una declaración de este tipo al redactar el art. 2 de la Ley Orgánica 5/1992, de 29 de octubre, de regulación del tratamiento automatizado de los datos de carácter personal (LORTAD)8. Por otra parte, la propia Ley Orgánica 4/1997, art. 2.1, establece el carácter supletorio de la LORTAD en todo lo relativo al tratamiento automatizado de las imágenes y sonidos. El juego combinado de la regulación contenida en ambas leyes va a dar como resultado, al menos mientras no se produzca el desarrollo previsto, una sujeción de la seguridad privada, en cuanto al mantenimiento, conservación y uso de las imágenes cuando éstas sean informatizadas, a las exigencias derivadas de la Ley Orgánica 5/1992, a la vez que una ausencia de pautas 7 Orden de 22 de diciembre de 1998 por la que se regulan las Unidades de Control Organizado para la prevención de la violencia en los espectáculos deportivos. BOE, num. 309, de 26 de diciembre de 1998. 8 BOE, núm. 262, de 31 de octubre.
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normativas sobre los supuestos que habiliten a las empresas para la captación de imágenes y sonidos y a los criterios a seguir respecto de a su utilización. Podría resolverse el problema entendiendo que, sin perjuicio de las adaptaciones reglamentarias que se establezcan, los principios que fija la ley son de aplicación al ámbito de la seguridad privada. Solución ésta que, además, salvaría los problemas que siempre plantean las remisiones al Gobierno en materia de desarrollo de derechos fundamentales. Mientras tanto, la seguridad privada se encuentra regulada por una ley ordinaria, la Ley 23/1992, de 30 de julio; y puede encontrarse una referencia específica al uso de videocámaras en el art. 120 de su reglamento (RD 2364/1994 de 9 de diciembre). Puede deducirse de este tratamiento la pervivencia, al menos en parte, de una concepción liberal de los derechos fundamentales que los entiende como derechos cuya tutela se ejerce esencialmente frente a las intromisiones del aparato estatal. No obstante, la incidencia de las nuevas tecnologías modula la comprensión que de ellos podamos tener. Hoy día, el debate en esta materia es bien distinto y nos coloca en el plano de la relación, en primer lugar, de los derechos fundamentales con las repercusiones en los mismos derivados de las nuevas tecnologías y la denominada contaminación de las libertades ; y, en segundo lugar, con el surgimiento de los llamados derechos de tercera generación9. 1. Videovigilancia y derechos fundamentales
Es indudable que la existencia de medios técnicos de vigilancia y grabación tiene que afectar de algún modo al comportamiento humano que puede verse alterado en función de la conciencia que se tiene de ser observado. Además el tratamiento digital de la imagen, su facilidad de almacenamiento y recuperación, pueden convertir el manejo de los registros videográficos en un instrumento de presión y control social 10. A este respecto resulta resulta ilustrativa ilustrativa la sentensentencia del Tribunal Constitucional Federal
Alemán de 15 de diciembre diciembre de 1983, sobre la Ley del Censo de Población de 4 de marzo de 198211, cuando señala muy gráficamente: “Quien se siente inseguro de si en todo momento se registran cualesquiera comportamientos divergentes y se catalogan, utilizan o transmiten permanentemente a título de información, procurará no llamar la atención con esa clase de comportamiento. Quien sepa de antemano que su participación, por ejemplo, en una reunión o en una iniciativa cívica va a ser registrada por las autoridades y que podrán derivarse riesgos para él por este motivo, renunciará presumiblemente presumiblemente a lo que se supone un ejercicio de los correspondientes derechos fundamentales”.
Si bien es cierto que en esta sentencia se examinaba la constitucionalidad de una norma que regulaba la recogida de datos de carácter personal con una finalidad estadística, no lo es menos que la reflexión que plantea resulta plenamente extrapolable al campo que nos ocupa. Por otra parte, como se verá, en su dimensión digital la consideración de una imagen como dato no resulta en absoluto descabellada. El uso de videocámaras en espacios públicos va a repercutir concretamente sobre los comportamientos privados de los ciudadanos (sobre su derecho a la vida privada) y sobre su participación en reuniones públicas. Partiendo de la consideración de que la idea de vida privada es un concepto amplio que se refiere al bien jurídico protegido por los derechos fundamentales recogidos por el artículo 18 de la Constitución12, procede examinar en qué medida la grabación de comportamientos, individuales o colectivos, repercutirá sobre aquellos. Invirtiendo el razonamiento, se trataría de establecer en qué medida estos derechos pueden limitar el uso de videocámaras en la actuación policial. El primero de los derechos al que puede afectar la videovigilancia es el derecho a la intimidad. No obstante, la intimidad no es una noción abarcable desde una única perspectiva, ya que presenta distintas dimensiones. En primer lugar, concebida en sentido estricto13 abarcaría el núcleo más 11
9 Véase
Antonio Enrique Pérez Luño: Luño: “Intimidad y protección de datos personales: del Habeas Corpus al Habeas Data”, en Luís Luís García San San Miguel (ed.): Estudios sobre el derecho a la intimidad, pág. 37, ed. Tecnos, Madrid, 1992. También por el mismo autor: “Dilemas actuales de la protección de la intimidad”, en VV AA AA:: Problemas actuales de los derechos fundamentales. págs. 311-373. José Mª Sauca Sauca (coord). Coedición Universidad Carlos III y BOE, Madrid, 1994. 10 Véase Miguel Ángel Davara Rodríguez: De las autopistas de la Información a la Sociedad Virtual, Ed. Aranzadi, Pamplona, 1996.
Boletín de Jurisprudencia Constitucional , núm. 33, págs. 126-171, enero, 1984. 12 Desde el mismo punto de vista Espín Templado considera que entre intimidad y vida privada se establece una relación de la parte con el todo y una relación de medio a fin (que se da igual en los restantes derechos del art. 18). Eduardo Espín Templado: “Fundamento y alcance del derecho fundamental a la inviolabilidad del domicilio”, en Revista del Centro de Estudios Constitucionales , núm. 8. pág. 46, enero-abril 1991. 13 Ruiz Miguel entiende el derecho a la intimidad como un derecho de amplio contenido que abarcaría una pluralidad de manifestaciones concretas, de modo
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reducido de nuestras vivencias14, comportamientos y relaciones, todos los cuales se realizan en el interior del domicilio o en espacios cerrados de carácter privado que puedan usarse en este concepto. Su protección de esta intimidad exigiría, en el caso que nos ocupa, una protección instrumental que se articulase por medio del derecho a la inviolabilidad del domicilio15. Este derecho debe limitar el uso de las cámaras. Se parte de una concepción del domicilio como un espacio físico de vida que abarca en sentido amplio, no sólo la residencia familiar16, sino también los domicilios profesionales y determinados ámbitos de las empresas y personas jurídicas, y respecto del cual su titular posee la facultad de excluir el acceso de terceros. Se vulneraría este derecho mediante una entrada no consentida, ni autorizada judicialmente, en un domicilio. El problema reside en determinar si el concepto de entrada resulta aplicable a la grabación de imágenes en el interior de una morada. Cabe considerar que no se requiere la entrada física de un sujeto en un domicilio para vulnerar su inviolabilidad. Bastaría con captar, por medio de artificios técnicos, imágenes o sonidos que reproduzcan aquello que se desarrolla en el espacio físico protegido por el derecho a la inviolabilidad del domicilio. Al plan planteam teamien iento to ant anterio eriorr se pod podrá rá objetar que lo que realmente se vulnera es el derecho a la intimidad17. Sin embargo,
que podría hablarse de intimidad en sentido estricto, intimidad informática, etcétera… En Carlos Ruiz Miguel op. cit. págs. 29 y 30. 14 Espín Templado considera en este sentido la intimidad personal y familiar como “el reducto más privado de la vida del individuo, esto es, como aquéllos extremos más personales de su propia vida y de su entorno familiar, cuyo conocimiento está restringido a los integrantes integran tes de la unidad familiar”, familiar”, en E. Espín TemplaTemplado: “Los “Los derechos derechos de la esfera esfera personal personal”, ”, en VV AA, Derecho Constitucional , págs. 208-209, Tirant lo Blanch, Valencia, 1994. 15 El domicilio, espacio en el que se desenvuelve la vida de los individuos, y en el que se manifiesta y desarrolla su intimidad, constituye un ámbito de privacidad constitucionalmente constitucionalmente protegido. protegido. Joaquín García García Morillo señala que la protección “de la vida privada de la persona tiene obligadamente que extenderse a otros ámbitos, entre ellos a aquel en que se desarrolla el desenvolvimiento de la personalidad humana. Y el ámbito espacial en el que este desenvolvimiento se produce de forma más inmediata inmediata es el domic domicilio”. ilio”. J. García Morillo, en J. de Esteban y L. López Guerra: El régimen Constitucional Español , I. pág. 159, Barcelona 1980. En el mismo sentido González Trevijano señala que este derecho se refiere al domicilio “como centro de la existencia, como soporte físico y manifestación, conjuntamente, de la vida más privada de los ciudadanos”. Pedro J. González-Trevijano: La inviolabilidad del domicilio. págs. 25 y 26, Tecnos, Madrid, 1992. 16 González-Trevijano, op. cit., págs. 131 a 157. 17 Espín Templado Templado postula la inclusión inclusión “en la noción constitucional y legal de la intimidad todos aqueNº89
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lo relevante es la naturaleza de la conducta que se realiza. El uso de medios técnicos para captar imágenes requiere traspasar, siquiera virtualmente, el ámbito protegido por la inviolabilidad del domicilio. En este supuesto sólo cabrá afectar la intimidad de las personas si se realiza una conducta instrumental previa que constituya una repercusión en la inviolabilidad del domicilio. Esta postura puede encontrar acomodo en la jurisprudencia del Tribunal Constitucional cuando en el fundamento jurídico 5º. de la STC 22/1984 señala que: “La regla de la inviolabilidad del domicilio es de contenido amplio e impone una extensa serie de garantías y de facultades, en las que se comprenden las de vedar toda clase de invasiones, incluidas las que puedan realizarse sin penetración directa por medio de aparatos mecánicos, electrónicos u otros análogos”.
Considerar que con la captación no consentida o judicialmente autorizada de imágenes se vulnera el derecho a la inviolabilidad del domicilio permite adelantar la línea de defensa en la protección de los derechos fundamentales garantizando con mayor intensidad la intimidad domiciliaria. La Ley Orgánica 4/97 establece al respecto una limitación a la actividad policial en su art. 6.5 cuando dispone que: “No se podrán utilizar videocámaras para tomar imágenes ni sonidos del interior de las viviendas, ni de sus vestíbulos, salvo consentimiento del titular o autorización judicial, ni de los lugares incluidos en el artículo 1 de esta Ley (lugares públicos abiertos o cerrados) cuando se afecte de forma directa y grave a la intimidad de las personas, así como tampoco para grabar conversaciones de naturaleza estrictamente estrictamen te privada. Las imágenes y sonidos obtenidos accidentalmente deberán ser destruidas inmediatamente, por quien tenga la responsabilidad de su custodia”.
La redacción del precepto, no obstante su carácter aparentemente protector, ofrece fisuras que pueden permitir un uso de las videocámaras contrario a los derechos protegidos por el art. 18 CE. Aunque se concibe la intimidad en un sentido amplísimo, que alcanzaría a las conversaciones privadas que tienen lugar en espacios públicos, la protección que se establece no es tan absoluta como pudiera parecer. En efecto, el legislador ha introducido una condición: “cuando se afecte de forma directa y grave la intimidad de las personas”, a la que se añade la prohibición de grabar
llos aspectos de la vida privada que no sean protegibles al amparo de los restantes derechos comprendidos en el art. 18 CE”. Eduardo Espín Templado: “Fundamento y alcance del derecho fundamental a la inviolabilidad del domicilio”, en Revista del Centro de Estudios Constitucionales , núm. 8. pág. 46, enero-abril 1991.
conversaciones de “na “naturaleza turaleza estrictamente privada”. A sensu contrario habrá que considerar que, con todos los riesgos que conlleva la interpretación de conceptos jurídicos indeterminados, se autoriza la grabación cuando ésta incida de forma “indirecta o leve en la intimidad de las personas” o cuando las conversaciones “no sean de naturaleza estrictamente privada”. Por otra parte, si bien se toman dos de los límites tradicionales a la inviolabilidad del domicilio, consentimiento del titular y autorización judicial, se impide el trabajo policial cuando más necesario resulta, esto es, en el caso del delito flagrante. Por todo ello, hubiera resultado más adecuado, tanto desde el punto de vista de la tutela de la vida privada como desde el de la actuación de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, optar por limitar expresamente el uso de videocámaras, no solo en el caso de que se afecte al derecho a la intimidad, sino también desde la perspectiva de la salvaguarda de la inviolabilidad del domicilio. En este sentido, aunque necesitada de mejoras, resultaba más adecuada la redacción primitiva del Proyecto de Ley Orgánica18 que establecía: “En ningún caso se podrán tomar imágenes del interior de las viviendas, ni de sus vestíbulos, salvo que se disponga de la correspondiente autorización judicial. Las imágenes y sonidos obtenidos accidentalmente en estos lugares deberán ser destruidas inmediatamente”.
En segundo lugar, el tratamiento automatizado de datos de carácter personal ha constituido una de las más potentes fuentes de repercusión de las nuevas tecnologías en la vida privada. Como arriba se indicó, la evolución de la informática conduce a nuevos planteamientos en la consideración de la información. Gracias a la digitalización, la imagen y el sonido pueden reducirse a unidades básicas de información de naturaleza homogénea, los bits. En cuanto a su almacenamiento electrónico, la informática permite conservar la información en un soporte único, sea este el disco del ordenador, un disco CD Room o cualquiera cualquiera de los soportes soportes recientemente aparecidos en el mercado. A ello se unen las ventajas de su gran capacidad para acumular datos, su fácil mantenimiento y su resistencia a la degradación. Por todo lo cual resulta lógico pensar que en breve pueda ser este el tipo de soporte escogido para el depósito de las imágenes tomadas por las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad. Si esto es así, las necesidades téc-
18 Publicado en el Boletín Oficial de las Cortes Generales de 4 de octubre de 1996. Serie A. núm. 16-1.
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nicas y jurídicas de protección que se derivan del tratamiento automatizado de los ficheros que contienen datos de carácter personal serán las mismas en el caso de los archivos policiales de imágenes, salvo que se desee el almacenaje de cantidades ingentes de cintas de grabación 19. En este caso, cabe la posibilidad de aplicar a las imágenes y sonidos obtenidos por las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad en ejercicio de sus funciones el tratamiento que se deriva de la LORTAD en virtud de lo que dispone el art. 2.2 de la LO 4/1997. En este sentido, las citadas imágenes serían datos a todos los efectos, aunque para ello es necesario que previamente hayan sido digitalizadas para poder ser así objeto de un tratamiento automatizado20. Ahora bien, dado que la LORT LORTAD AD dificulta extraordinariamente las posibilidades de acceso y cancelación de los registros policiales, es posible que las imágenes permanezcan largo tiempo en los ficheros automatizados de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Habida cuenta de las posibilidades de manipulación digital de la imagen, tal vez lo coherente hubiera sido excluir expresamente la utilización de medios y soportes informáticos en la captación, tratamiento y reproducción de imagen y sonido. Junto a la inviolabilidad del domicilio y a las necesidades que se derivan del tratamiento automatizado de los datos de carácter personal, los derechos al honor y a la propia imagen son también manifestaciones concretas de la privacidad. Atienden a los aspectos más externos de aquella. El derecho al honor, en su aspecto objetivo, se refiere a la fama, reputación o, en definitiva, consideración social en que un individuo es tenido en una determinada comunidad. En su dimensión subjetiva, afecta a la autoestima, a la consideración que uno tiene de sí como “sentimiento profundo de la dignidad moral” 21 . En uno y otro caso el honor personal se construye: lo definen nuestros actos. De este modo, en su conducta social el individuo
19
Véase Miguel Ángel Davara Rodríguez: op. cit. págs. 32-33. Una interesante interesante descripción del presente y futuro de las tecnologías digitales puede encontrase en Nicholas Negroponte: El mundo digital. Ediciones B, Barcelona, 1995. 20 M. Heredero Higueras: La Ley Orgánica
ocultará aquellos aspectos que manifiesten parcelas de su personalidad que desea permanezcan resguardados de la mirada ajena. En esta voluntad puede incidir el hecho de ser captado por cámaras, viéndose entonces obligado a alterar su comportamiento público en función de la determinada reputación que pretenda construir. Si además una grabación desfavorecedora se difundiese al público, podría verse afectado el honor en el aspecto objetivo. Respecto del derecho a la propia imagen, De Esteban y González-Trevijano 22 señalan que éste “ampara la libre facultad de los ciudadanos de decidir sobre la captación o reproducción de su propia imagen física, tanto si existen motivaciones de índole económica como si no”. Hay pues, dos dimensiones de este derecho: una que afecta a la propia autodeterminación individual23 y otra que dependerá de una conducta externa a ella. Es evidente, y por ello no se incidirá más, que la difusión no consentida, o contra los fines que la ley atribuye a la videovigilancia, de las imágenes captadas por las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad puede repercutir en los derechos fundamentales al honor y a la propia imagen. Y otro tanto cabe señalar de la manipulación y tratamiento de aquellas con la finalidad de alterarlas. De ahí que el legislador haya resuelto en el art. 2.1 de la nueva Ley Orgánica que las actividades de captación de imágenes y sonidos (y las tareas preparatorias necesarias para ello) no constituyen intromisiones ilegítimas en los derechos al honor, la intimidad y la propia imagen a los efectos de lo establecido en el art. 2.2 de la LO 1/1982. Este régimen jurídico se completa con la prohibición por el art. 8 de la LO 4/1997, de la cesión de las grabaciones, salvo a la autoridad judicial o administrativa, y con el especial deber de sigilo establecido por el mismo precepto, así como mediante la tipificación de diversas infracciones relacionadas con la manipulación, el acceso ilícito y la reproducción de las imágenes por su disposición adicional séptima, y por último, a través la remisión del art. 10 al régimen general de sanciones previsto por la LORTAD. LORTAD. Lo relevante respecto de los derechos al honor y a la propia imagen es establecer 22 Jorge
de Esteban y Pedro GonzálezGonzález-Trevijano Trevijano::
5/1992 de Regulación del Tratamiento Automatizado de los Datos de carácter Personal: comentario y textos.
op. cit., pág. 103.
pág. 72, Tecnos, Madrid, 1996. 21 Jorge de Esteban y Pedro González-Trevijano: Curso de Derecho Constitucional Español, vol. II. pág. 97, Madrid, 1993.
La STC 99/1994, de 11 de abril, (BOE de 17 de mayo de 1994), en su Fundamento Jurídico 5.º se refiere al derecho a la propia imagen como “derecho de impedir que otros la capten o la difundan”.
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hasta qué punto los fines perseguidos con la grabación de conductas públicas por las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad pueden preferirse a resguardar de la vigilancia estatal este aspecto de la vida privada. O dicho de otro modo, hasta que punto la voluntad del Estado se impone a la autonomía individual 24. Sólo en en ocasione ocasioness muy conconcretas, como desordenes públicos, amenazas al orden democrático y situaciones análogas, es perfectamente razonable el empleo de medios jurídicos extraordinarios. Ahora bien, condenar al ciudadano a una vida vigilada por ojos electrónicos sobre la base de una decisión estratégica de política criminal, pretendidamente adecuada a la situación específica del País Vasco, parece cuando menos arriesgado. Además, el empleo de estas técnicas situará a los responsables policiales frente a la necesidad de adoptar decisiones en la frontera de los derechos fundamentales e incidirá directamente en el comportamiento cotidiano de muchos ciudadanos. En otro orden de cosas, más arriba se indicó cómo el Tribunal Constitucional Federal Alemán (TCFA), en la sentencia dictada en el caso de la Ley del Censo de 1983, señalaba a título de ejemplo que el conocimiento por parte de los ciudadanos de la posibilidad de que fuera registrada su participación en una reunión pública y que de ello se pudieran derivar riesgos los disuadiría de participar en ella. Con la nueva ordenación de la videovigilancia, la posibilidad apuntada por el TCFA puede ser una realidad: ante el hecho de ser grabado, no por un medio de comunicación, sino por el Estado el ciudadano puede renunciar a concurrir a este tipo de eventos. Tras la aprobación de la Ley Orgánica 4/1997 podrán grabarse las manifestaciones mediante el uso de videocámaras fijas, en la medida en que aquéllas transiten por lugares donde la instalación de éstas haya sido autorizada conforme a lo previsto por el art. 3 –que fija el procedimiento de autorización– en relación con 24 El Tribunal Constitucional en la STC 22/1994 señala que “resulta claro que el primer elemento a salvaguardar sería el interés del sujeto en evitar la difusión incondicionada de su aspecto físico, que constituye el primer elemento configurador de su intimidad y de su esfera personal, en cuanto instrumento básico de identificación y proyección exterior y factor imprescindible para su propio reconocimiento como individuo. En este contexto, la captación y difusión de la imagen del su jeto sólo será admisible cuando la propia –y previa– conducta de aquél o las circunstancias en que se encuentre inmerso justifiquen el descenso de las barreras de reserva para que prevalezca el interés ajeno o el público que puedan colisionar con aquél”.
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el 6.4, que exige “la existencia de un razonable riesgo para la seguridad ciudadana, y por medio de videocámaras móviles cuando exista un peligro concreto” para la misma (art. 6.4). Pero, además, se ha modificado el régimen de responsabilidad por daños de los organizadores y promotores de reuniones públicas al establecer la disposición adicional tercera que: “El art. 4.3 de la Ley Orgánica de 15 de julio de 1983, reguladora del Derecho de Reunión 25, queda redactado de la siguiente forma: Los participantes en reuniones o manifestaciones que causen un daño a terceros responderán directamente de él. Subsidiariamente, las personas naturales o jurídicas organizadoras o promotoras de reuniones o manifestaciones responderán de los daños que los participantes causen a terceros, sin per juicio de que puedan repetir contra aquellos, aquellos, a menos que hayan puesto todos los medios razonables a su alcance para evitarlos ”. ”.
La adición del inciso final –en cursiva– durante la tramitación de la ley ha evitado que se derivase hacia una suerte de responsabilidad objetiva, salvo en caso de delito, que habría constituido un factor disuasorio de primera magnitud, al menos para aquellas organizaciones que careciesen de solvencia suficiente para afrontar eventuales responsabilidades económicas. Este régimen se completa por la disposición adicional cuarta que modifica el art. 23, c., de la Ley Orgánica 1/1992 de 21 de febrero de Protección de la Seguridad Ciudadana, estableciendo criterios para determinar quienes son organizadores cuando no se haya comunicado previamente a la autoridad gubernativa la celebración de la reunión considerando como tales a “quienes de hecho las presidan, dirijan o ejerzan actos semejantes o a quienes por publicaciones o declaraciones de convocatoria de las reuniones o manifestaciones, por los discursos que se pronuncien y los impresos que se repartan durante las mismas, por los lemas, banderas u otros signos que ostenten o por cualesquiera otros hechos, pueda determinarse razonablemente que son inspiradores de aquéllas”
Es evidente que este planteamiento se realiza pensando en la violencia en las calles del País Vasco y con el objetivo de disuadir a determinadas organizaciones de manifestarse violentamente. Sin embargo, esto no debe hacer olvidar que en su generalidad la ley afecta a todos; de este modo,
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En su redacción anterior éste disponía: “Las personas naturales o jurídicas que figuren como organizadoras o promotoras de reuniones o manifestaciones, sólo responderán civilmente de los daños que los participantes causen a terceros cuando hayan omitido la diligencia razonablemente exigible para prevenir el daño causado”. Nº89
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lo que hoy se aprueba contra los violentos mañana podría cercenar nuestra libertad. Por otra parte, la simple observación de la realidad muestra el hecho habitual de que la violencia de este tipo de organizaciones se realiza por individuos convenientemente embozados, y sin reivindicaciones o manifestaciones de los organizadores de las cuales poder derivar responsabilidad. Al respecto del empleo de técnicas policiales, De Esteban y González-Trevijano señalan que “La utilización por parte de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, de aparatos de reproducción y de vídeo en determinadas manifestaciones, con la finalidad de conocer la identidad de los participantes en ellas, es contraria tanto a la libertad de manifestación y reunión que ampara el artículo 21 (de la Constitución Española) 26, como al derecho a la propia imagen del artículo 18.1. La misión de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, por el contrario, es precisamente como expone el artículo 104 CE, ‘proteger el libre ejercicio de los derechos y libertades y garantizar la seguridad ciudadana’. Pero anular aquellos para conseguir ésta, es tan absurdo como prohibir el alcohol a todo el mundo para evitar la cirrosis”27. 2. El control de la videovigilanci videovigilancia a y los derechos derechos de los afectados: afectados: ¿quién vigila al vigilante?
La presencia de funcionarios provistos de videocámaras en la calle va a constreñir sin ninguna duda la libertad. Va a repercutir, como arriba se señalaba, en los derechos a la intimidad, al honor y a la propia imagen entre otros. Procede así examinar si se han previsto en la Ley Orgánica las medidas que garanticen el mínimo impacto posible en los derechos de los ciudadanos. En primer lugar, hay que analizar el procedimiento para autorizar el uso de videocámaras en espacios públicos (arts. 3 al 5). Así, la Ley Orgánica distingue inicialmente entre videocámaras fijas y móviles. Respecto de las videocámaras fijas, la competencia para autorizar su instalación por parte de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad y de las Corporaciones Locales se atribuye al Delegado del Gobierno en la comunidad autónoma de que se trate (art. 3 LO 4/1997). Existe un informe previo, preceptivo y vinculante, de una Comisión presidida por el presidente del Tribunal Superior de Justicia de la comunidad autónoma, cuya composición y funcionamiento se regulará reglamentariamente. En todo caso, en ella no podrán tener mayoría los representantes de la ad-
26 La anotación en cursiva es mía. 27 Jorge de Esteban y Pedro González-Trevijano:
op. cit. pág. 104.
ministración autorizante. Si la Comisión dictamina en su informe que la instalación fija de videocámaras supone una vulneración del art. 4 de la Ley Orgánica aquella no podrá autorizarse28. La resolución por la que se acuerde la autorización habrá de ser motivada, referida en cada caso al lugar público concreto que ha de ser objeto de observación, con las condiciones y limitaciones de uso: “En particular la prohibición de tomar sonidos, excepto cuando concurra un riesgo concreto y preciso, así como las referentes a la cualificación de las personas encargadas de la explotación del sistema de tratamiento de imágenes y sonidos, y las medidas a adoptar para garantizar el respeto de las disposiciones legales vigentes”.
Asimismo, deberá precisar el ámbito físico y la duración de la autorización, que tendrá una vigencia máxima de un año “a cuyo término habrá de solicitarse su renovación”. El procedimiento previsto ofrece, en principio, suficientes garantías para evitar extralimitaciones o arbitrariedades, siempre que una interpretación restrictiva del art. 4 permita limitar la posibilidad de autorizar la instalación de estas cámaras a un elenco reducido de supuestos. Esta limitación debería alcanzar incluso a aspectos técnicos tales como el campo concreto de visión que se autoriza para cada caso. La excepcionalidad de la medida y su necesidad ineludible son criterios que deberían regir las decisiones en esta materia. Por el contrario, una interpretación que optase por entender en sentido lato las prescripciones de la Ley Orgánica podría convertir la vía pública en un espacio permanentemente vigilado. No permite, en cambio, mantener la misma opinión el examen del tenor literal del art. 5º relativo a la autorización de videocámaras móviles. En primer lugar, su inciso primero parece indicar que el hecho de haber obtenido una autorización para la instalación de una cámara fija en un lugar determinado permite la utilización de otras móviles en el mismo lugar. De esta manera, aquella dista mucho de ser una mera licencia para situar una cámara en un lugar y con un enfoque determinados para convertirse en la práctica, en un permiso para grabar imágenes y sonido desde
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Este artículo dispone: “Para autorizar la instalación de videocámaras se tendrán en cuenta, conforme al principio de proporcionalidad, los siguientes criterios: asegurar la protección de los edificios e instalaciones públicas y de sus accesos; salvaguardar las instalaciones útiles para la defensa nacional; constatar infracciones a la seguridad ciudadana, y prevenir la causación de daños a las personas y bienes”. 45
V ID EO VI G IL A NC IA
cualquier ángulo y en cualquier forma. Bastará para ello con que se trate del mismo lugar y se de la “concurrencia de un peligro concreto y demás requisitos exigidos en el artículo 6”29. Cuando se trata de grabar imágenes en lugares públicos que no cuenten con instalación de videocámaras fijas, la autorización para el uso de videocámaras móviles corresponde al “máximo responsable a nivel provincial de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad”, atendiendo a la naturaleza de los hechos susceptibles de filmación y adecuando la utilización del medio a los principios de art. 6. En este supuesto, la Comisión, creada por el art. 3, actúa a posteriori, ya que la resolución motivada que se dicte autorizando el uso de videocámaras móviles se pondrá en conocimiento de aquella en el plazo máximo de 72 horas, la citada Comisión podrá recabar el soporte físico de la grabación a efectos de emitir el correspondiente informe (art. 5.2). Por otra parte: “En casos excepcionales de urgencia máxima o de imposibilidad de obtener a tiempo la autorización indicada en razón del momento de producción de los hechos o de las circunstancias concurrentes, se podrán obtener imágenes y sonidos con videocámaras móviles, dando cuenta, mediante un informe motivado, al máximo responsable provincial de laas Fuerzas y Cuerpos de Seguridad y a la comisión aludida en el párrafo anterior, la cual, si lo estima oportuno, podrá requerir la entrega del soporte físico original y emitir el correspondiente informe”.
Se trata, pues, de dos supuestos en los que la participación de la Comisión se produce a poster posteriori. iori. El informe de ésta será vinculante, determinando si es negativo la destrucción de lo grabado. A la Comisión le resta, en todo caso, la posibilidad de ser informada quincenalmente del uso de videocámaras móviles, pudiendo además recabar cuando así lo estime el soporte físico de la grabación y emitir el correspondiente informe, sin que se establezcan en este caso expresamente las consecuencias de éste, si bien debe sobreentenderse que si es negativo determinará la destrucción de las grabaciones afectadas (art. 5.3). Curiosamente, no existe una previsión similar respecto de las cámaras fijas. La Comisión puede, por último, ser requerida por las autoridades competentes aludidas por la ley cuando lo consideren oportuno para informar sobre la adecuación al art. 6 de cualquier registro de imágenes o sonido obtenidos por medio de videocámaras móviles.
29 Se refiere al cumplimiento del principio de proporcionalidad de la medida. proporcionalidad
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En otro orden de cosas, el control a posteriori sobre el contenido de lo filmado, su tratamiento y conservación, así como la identificación en su caso de los responsables policiales de la grabación, son requisitos indispensables de la regulación de la materia. En este sentido el art. 8.4 de la Ley Orgánica dispone: “Reglamentariamente “Reglamentariame nte la Administración competente determinará el órgano o autoridad gubernativa que tendrá a su cargo la custodia de las imágenes obtenidas y la responsabilidad sobre su ulterior destino, incluida su inutilización o destrucción. Dicho órgano será el competente para resolver sobre las peticiones de acceso o cancelación promovidas por los interesados”.
Además, la disposic disposición ión adicion adicional al segunda de la Ley ordena la creación por las autoridades competentes, para autorizar la instalación fija de videocámaras, de un registro en el que consten todas las que se haya autorizado. Esta regulación resulta insuficiente por diversas razones. En primer lugar, en los registros de videocámaras fijas deberían figurar los datos que permitan identificar al responsable concreto de su utilización en cada momento. Por otra parte, resulta razonable pensar en la necesidad de un registro de videocámaras móviles que más allá del inventario de los bienes de la Administración Pública indique la identidad de los responsables de su manejo, el cuerpo y la unidad de adscripción. Por este procedimiento sería posible garantizar,, por una parte, la exigencia de resrantizar ponsabilidad individual de los agentes que se extralimitasen en el ejercicio de sus funciones y, por otra, evitar la proliferación indiscriminada de aparatos no registrados registrados,, a la vez que introducir elementos técnicos (códigos personales, firmas digitales etcétera) que permitan la autenticación de las grabaciones obtenidas. En segundo lugar, el órgano o autoridad competente al que se refiere el art. 8.4 debería ser un órgano dotado de independencia y con capacidad de control y decisión sobre la regularidad de las grabaciones, su uso y su destino final. En este sentido, se echa en falta, a diferencia de lo que ocurrió con la LORTAD, una primera definición de ése órgano o autoridad, e incluso la atribución expresa de competencias concretas a la Agencia de Protección de Datos. De poco servirían los mecanismos anteriores si no se contemplase en la Ley la garantía del derecho de los sujetos objeto de grabación a obtener información, acceso y, en su caso, la cancelación de las imágenes obtenidas. Poco se ha avanzado en este campo: el legislador ha optado por reproducir literalmente en el art. 9.2 de la
LO 4/1997 el art. 21.1 de la LORTAD en su inciso final. Esta norma permite la denegación de los derechos antes señalados, entre otros supuestos cuando lo exijan “las necesidades de las investigaciones que se estén realizando”. El análisis de este precepto no
ha sido, precisamente, pacífico en la doctrina30, ya que introduce un concepto jurídico indeterminado que puede convertirse en el pretexto para negar el acceso a los registros de imágenes siempre que se desee. En última instancia, y dado el carácter supletorio que en la Ley Orgánica 4/97 se atribuye a la LORTAD, podría acudirse a los mecanismos de protección previstos en la misma, teniendo en cuenta que para ello debería tratarse de imágenes y sonidos que hubieran sido objeto de un tratamiento automatizado. En este sentido cabe la “puesta en conocimiento” del director de la Agencia de Protección de Datos, “quien deberá asegurarse de la procedencia o improcedencia de la denegación”31. Se podría también acudir a la reclamación del artículo 17.1 LORTAD, que abre la posibilidad, en caso de una resolución desestimatoria de la Agencia, de interponer un recurso contencioso-administrativo y dirimir en sede judicial la procedencia o no de la actuación policial. Una última posibilidad consistiría en que, comunicada la negativa al acceso o cancelación de las imágenes e interpuesta la oportuna reclamación, la Agencia de Protección de Datos no se limitase a determinar la procedencia o no de la denegación, sino que procediera a ejercer las potestades inspectoras que le atribuye el artículo 36 de la LO 5/1992. Cualquier posibilidad distinta de las que interpretativamente se ofrecen podría plantear dudas sobre la constitucionalidad del precepto que se examina, ya que impediría absolutamente el acceso haciendo imposible ejercitar las facultades de control que comporta el derecho a la intimidad. 30 Sobre su carácter “excesivo” e incluso sobre su “inconstitucionalidad” se han pronunciado diversos autores. Véase Heredero, op. cit., pág. 167 y Diego Ló-
pez Garrido: “Aspectos de inconstitucionalidad de la Ley Orgánica 5/1992, de 29 de octubre, de regulación del tratamiento automatizado de los datos de carácter personal”, en Revista Española de Derecho Político núm. 38, 1993. 31 En concreto el tenor literal del artículo 21.3 de la LORTAD establece: “El afectado al que se deniegue, total o parcialmente, el ejercicio de los derechos mencionados en los apartados anteriores, podrá ponerlo en conocimiento del director de la Agencia de Protección de Datos o del organismo competente de cada comunidad autónoma en el caso de ficheros automatizados mantenidos por Cuerpos de Policía propios de éstas, o por las Administraciones Tributarias Autonómicas, quien deberá asegurarse de la procedencia o improcedencia de la denegación”. CLAVES
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RICARD MARTÍNEZ MARTÍNEZ
Por último la LO 4/1997 debería haber vedado toda posibilidad de tratamiento digital de las imágenes y sonidos objeto de grabación. Aún a pesar de la penalización de las conductas consistentes en alterar o manipular los registros de imágenes y sonidos (disposición adicional séptima y art. 10 de la LO 4/1997), el peligro potencial de manipulación (mucho mayor que cuando se emplean los soportes analógicos), la facilidad de copia y transmisión telemática y la perdurabilidad de los discos duros de los ordenadores desaconsejan esta posibilidad. Precisamente lo razonable es la conservación por tiempo limitado, que la Ley fija en un mes, de las grabaciones; a no ser, claro está, que constituyan prueba de la comisión de un ilícito penal o administrativo. De nada servirá la fijación de procedimientos rigurosos o la creación de registros y órganos administrativos de control si se facilita el tratamiento informático de las filmaciones. En conclusión, si se cae en la tentación de blindar el trabajo policial imposibilitando, ya sea directamente al ciudadano, ya sea a una autoridad independiente, la verificación de las informaciones contenidas en soportes videográficos y/o sonoros sobre la base de “ las necesidades de las investigaciones que se estén realizando” , de nada servirán los restantes medios de protección existentes en la ley, ni ninguno de los que eventualmente pudieran proponerse. El individuo no sólo deberá resignarse a la permanente vigilancia electrónica del Estado, sino también someterse a la incertidumbre de desconocer que aspectos de su vida privada son conocidos, grabados y conservados por aquél. 3. Los fines de la videovigilancia
Con la Ley Orgánica 4/1997 se ha pretendido regularizar el uso de videocámaras por las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, a la vez que asegurar los derechos de los ciudadanos frente a posibles abusos, negligencias o errores en el empleo de estos medios y de las grabaciones que con ellos se obtengan. En efecto, su artículo primero dota de una cobertura jurídica al uso de medios audiovisuales de grabación y tratamiento de imagen y sonido por las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad “a fin de asegurar la convivencia ciudadana, la erradicación de la violencia y la utilización pacífica de las vías y espacios públicos, así como de prevenir la comisión de delitos, faltas e infracciones relacionadas con la seguridad pública”; en suma, cumplir con los medios más sofisticados sus funciones. Ahora bien, después de una lectura atenNº89
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ta, sistemática, la conclusión es muy distinta. Se regulan el conjunto de condiciones que permiten generalizar a todo el país una practica policial hasta hoy utilizada con regularidad sólo en el País Vasco. La regulación de la videovigilancia va mucho más allá de una simple regularización de una determinada técnica policial. Del conjunto del proyecto se deducen, otros objetivos. En primer lugar, se trata de habilitar a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado para proceder a la grabación de imágenes en la vía pública en cualquier momento y lugar. Es cierto que esta posibilidad se sujeta al cumplimiento de determinadas condiciones, pero no lo es menos que se trata de convertir lo excepcional en habitual. En segundo lugar, la nueva regulación de la responsabilidad por los daños causados con motivo de una manifestación resulta en cierta medida disuasoria respecto de la organización y asistencia a reuniones en espacios públicos. De nuevo aquí puede transformarse la excepción en regla. Habida cuenta del carácter abierto, cuando no ambiguo, de los criterios de autorización del uso de videocámaras móviles, se han sentado las bases para el empleo de cámaras para la vigilancia de todas las manifestaciones. Por otra parte, el empleo de estas tecnologías dotará de mayor comodidad al trabajo policial, especialmente el País Vasco. En efecto, mediante el uso de las nuevas tecnologías la vigilancia no exigirá el contacto con la sociedad; bastará la grabación a una prudente distancia, incluso protegidos desde una vivienda, puesto que nada impide que desde allí se usen las videocámaras móviles. Ya se ocuparán los jueces de valorar la prueba y ordenar las detenciones y procesamientos procesamientos.. Por último la Ley Orgánica 4/1997 continua con la tarea iniciada en la LORTAD que conduce a un blindaje del traba jo policial, ya que las posibilidades de denegación de acceso a los registros de imágenes son tales que resulta difícil concebir la menor esperanza de poder acceder jamás a los ficheros automatizados de datos de carácter personal y de imágenes y sonidos de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad. Conviene recordar que en el debate de la primera la diputada De Palacio Valle-Lersundi consideró que el proyecto de
32 BOCG. Diario de sesiones del Congreso. Pleno y Diputación Permanente, 1992, núm. 191, págs. 9392-9413 (sesión del Pleno de 21 de mayo de 1992).
ley que se debatía –la LORTAD– situaba al ciudadano en una posición de indefensión ante “ese enorme complejo informático que es el Estado”, argumento al que añadió la consideración de que el proyecto vaciaba de contenido el artículo 18 de la Constitución Española, para finalizar indicando que los derechos y garantías que la ley fija “saltan por los aires” con motivo de las excepciones al derecho a la información que –se sugería– permiten a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad configurar sin conocimiento del interesado un perfil de su personalidad32. Si a todo lo dicho se une el hecho de la ausencia de una regulación expresa en el Ley Orgánica de la videovigilancia privada, la no prohibición del almacenamiento y tratamiento digital de las imágenes y, por último, la dificultad, que no imposibilidad, de determinar el responsable en cada caso del uso de videocámaras móviles, la sombra del Gran Hermano no esta lejos. Es probable que la videovigilancia no resuelva problema alguno. Los que deseen delinquir lo continuarán haciendo: ¿o es qué con las cámaras desaparecieron los atracos a los bancos? En el caso concreto del País Vasco, las imágenes de cualquier telediario evidencian el auge del pasamontañas en todas las acciones de los violentos. La generalización de la videovigilancia puede afectar, al menos desde una apreciación subjetiva, a la vida privada de los ciudadanos cuyo comportamiento social puede alterarse cuando se sepan o crean permanentemente observados. La sacralización de la videovigilancia tendrá, eso sí, una virtud: las personas de bien serán todavía más ordenadas en su comportamiento, y gracias a esto podremos conseguir una sociedad de perfectos viandantes, que no de ciudadanos, donde el orden y la seguridad prevalezcan sobre la diversidad y la expresión pública, y donde, eso si, el mercado sea muy, muy libre, cuasi-libérrimo: ¿les recuerda algo? n
Ricard Martínez Martínez es licenciado en Derecho. 47
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H. G. WELLS Y LA ‘GUERRA DE LOS MUNDOS’ MIGUEL HERRERO–UCEDA
n 1898, Herbert George Wells publicó pub licó en Londres su memorable novela La guerraa de los mundos guerr mundos . Cuando este libro vio la luz se vivía las postrimerías de un siglo que había sido muy fecundo en descubrimientos científicos y desarrollos técnicos. Ya se había consolidado la revolución industrial en las naciones más desarrolladas, con todas sus consecuencias: la aparición de una sociedad de consumo; acortamiento de distancia por el desarrollo del ferrocarril, los barcos de vapor y el telégrafo; desigualdad social de una burguesía industrial enriquecida, frente al proletariado que vivía explotado por un sistema liberal a ultranza; necesidad de apertura de nuevos mercados aún por la fuerza. Por todas estas circunstancias se llegó a una globalización de la política internacional. Las naciones pugnaban en una carrera sin cuartel de ambición por conseguir la máxima extensión colonial. En esa sociedad orgullosa de sí misma, el ejército era la espina dorsal sobre la que se vertebraba toda la estructura nacional. Los países se veían los unos a los otros como enemigos, prestos a entrar en combate. Los únicos derechos nacionales reconocidos eran los de aquellos que poseían una milicia capaz de defenderlos. Así, países abiertos como Polonia, a lo largo de su ajetreada historia, han tenido que soportar innumerables repartos territoriales sin contar con el pueblo polaco, acordados exclusivamente entre sus militaristas vecinos: el Imperio Ruso (y también como Unión Soviética), Prusia (y también como Alemania) y el Imperio Austrohúnga Austrohúngaro. ro. A la sombra
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de este principio, la ley de la jantes: Gran Bretaña, Francia, selva, los países africanos y asiá- Alemania, Bélgica y más tarde ticos fueron presa de las nacio- Japón, que como prueba de la nes económicamente más pu- asimilación de la cultura occi-
dental apoyó, como en las naciones europeas, una política que fomentaba el militarismo, el nacionalismo fanático, el racismo, el odio y el desprecio hacia las víctimas de este despiadado imperialismo. En otros casos se invocaba incluso a razones metafísicas como la doctrina del Destino manifiesto mantenida en EE UU en el siglo siglo XIX durante durante su expansión territorial hacia la costa del Pacífico, que justificaba cualquier acción, sea la que fuere, encaminada a aumentar su influencia sobre cualquier parte de todo el continente norteamericano, porque estaba predestinado a ello, mostrando un sentimiento hacia la población autóctona que se puede resumir en la terrible y tristemente conocida frase el mejor indio es el indio muerto. Su autor, el general Custer, es tomado aún hoy como héroe nacional y mitificado innumerables veces por la industria cinematográfica. Ciertamente la sociedad había progresado mucho materialmente pero no creando una sociedad igualitaria ni solidaria. La burguesía europea creía en el progreso, en la técnica; confiaba en la ciencia y en la sociedad que había creado a su imagen, sin preocuparse en la justicia social; sólo miraba una cara de la moneda. Frente a este aparente buen orden en que se vivía en las ciudades europeas, las mentes más sensibles lanzaron su voz de alerta; las mismas voces que pocos años después llamarían a la sensatez frente a la conciencia popular que por odio y sentimiento revancha apoyaba la barbarie que supondría la Primera Guerra Mundial. Una de estas personas sería Wells, que meCLAVES
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diante artículos periodísticos y conferencias intentaba crear una sociedad más justa. Propugnaba un sistema político que estuviera a medio camino entre el capitalismo que él conoció y el socialismo, que corrigiera los excesos en un sentido como en otro; de hecho llegaría a entrevistarse tanto con Stalin como con Roosevelt. Wells fue un profundo defensor de los derechos humanos y nacionales. Apoyó la Sociedad de Naciones como único garante posible de la convivencia pacífica entre naciones y también como el único foro válido de resolución de contenciosos internacionales. Su trayectoria literaria se puede dividir en varios periodos; el primero como escritor de novelas de fantasía, de ciencia-ficción o de anticipación, de donde proceden sus títulos más conocidos La máquina del tiempo (1895), La isla del doctor Moreau (1896), El hombre invisible (1897) y La guerraa de los mundo guerr mundos s (1898) donde utiliza la fantasía como fábula del mundo que vivía para realizar una crítica social, que enmarca su transición hacia el siguiente periodo, adscribiéndose a la tradición de Dickens, dominado por el realismo narrativo y una crítica más directa hacia la sociedad, como en Kips, historia de un alma simple (1905). En su novela Ann Veronica (1909) se anticipa a lo que serían los movimientos feministas de liberación de la mujer del siglo XX. El siguiente periodo se caracteriza por publicar obras de carácter enciclopédico pero siempre centrado en la sociedad, en el devenir de la historia y el futuro de la humanidad: El perfil de la historia (1919), La conspiración abierNº89
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ta (1922). Murió al poco de ter-
minar la Segunda Guerra Mundial, sin que los horrores cometidos por los Estados le hicieran desesperar de su intento de crear un mundo mejor, más justo y solidario; no obstante sus últimos escritos, El destino del homo sapiens (1939) y La mente a la orilla del abismo (1945), están teñidos de pesimismo ante su impotencia frente una humanidad que por ambición y odio se destruye a si misma. La guerra de los mundos no fue la primera vez que se abordó en literatura la existencia de seres extraterrestres, pero sí desde un nuevo punto de vista, pues anteriormente el tema era tratado por los escritores de la arrogante era industrial como encuentros con otras civilizaciones más primitivas. Pues para muchos era impensable otra tecnología más avanzada que la disponible por la sociedad finisecular; así, por ejemplo, el director de la oficina de patentes de Nueva York solicitó en 1899 la clausura del servicio que dirigía, aduciendo la sencilla razón de que “ya estaba inventado todo lo que podía inventarse”. Evidentemente, ésta no era la opinión de una persona de la imaginación de Wells, no sólo para idear premoniciones, como las vertidas en esta novela (las naves espaciales, el rayo láser, la guerra química o la organización de ayuda internacional ante desastres en gran escala), sino que utiliza la fantasía para plasmar su concepción del colonialismo. En aquella época Londres estaba inmerso en la era victoriana, vivía su momento de máximo apogeo, era la capital del mayor imperio colonial que ja-
más conoció la Tierra: 30 mi- ma aniquilados. De todas forllones de kilómetros cuadrados, mas el optimismo de Wells queun quinto de la superficie te- da patente en el hecho de que la rrestre del planeta con zonas tan invasión marciana duró poco extensas como Canadá, la India, tiempo, tan sólo 15 días, mien Australia Austra lia y, en Áfric África, a, desde tras que los problemas coloniales Egipto hasta Suráfrica. En Lon- perduran aún en nuestro tiemdres, el colonialismo era consi- po, después incluso de la expulderado un acto de patriotismo sión de la administración exbeneficioso para Inglaterra e in- tranjera, pues para poder domicluso para los países conquista- nar un país inmenso es táctica dos, pues les acercaba al progre- común de los invasores hacer so, a la civilización, al orden bri- irreconciliables las distintas ettánico y al cristianismo. Wells nias, culturas o religiones con el no compartía esta visión idílica fin de que no se unan contra el y pueril del colonialismo; por enemigo común; tras la descoeso en esta novela presenta a la lonización, una vez que no exiscivilización marciana técnica- te este invasor, la semilla del mente muy superior a la huma- odio sembrada provoca innuna: la conquista de la Tierra se merables guerras y matanzas. puede identificar como una conquista de un territorio cuyos En la propia novela, Wells esmoradores viven en el paleolíti- cribe acerca de la brutal conquisco. Londres, la orgullosa cabeza ta por parte de los marcianos: del Imperio Británico, sucum“Antes de juzgarlos con excesiva sebe rápidamente sin que el ejér- veridad debemos recordar que nuestra cito, la ciencia o el ingenio hu- propia especie ha destruido completa y mano puedan hacer nada para bárbaramente, no tan sólo a especies frenar el avance enemigo. Cuan- animales, como el bisonte y el dodo, sino razas humanas culturalmente infedo todo está perdido ya, cuando riores. Los tasmanienses, a despecho de Inglaterra se convierte de hecho su figura humana, fueron enteramente en colonia de Marte, los mar- borrados de la existencia en una guerra cianos quedan aniquilados vícti- exterminadora de 50 años que emmas de los microorganismos, los prendieron los inmigrantes europeos. tan grandes apóstoles de miseseres más diminutos de nuestro ¿Somos ricordia que tengamos derecho a queplaneta. Donde la técnica y la jarnos porque los marcianos combatieestrategia humana fallaron, ven- ran con ese mismo espíritu?”. cieron estos seres cuya existencia pasa desapercibida. Era una auEl estilo literario de Wells es téntica lección de humildad an- muy realista; aunque describe site una época dominada por el tuaciones muy imaginativa en triunfalismo de la técnica. Por sus novelas, las presenta de fortodos estos factores, esta novela ma muy creíble. Ahí radica su fue un golpe contra la mentali- éxito: el lector se ve transportado dad de sus coetáneos, ya que al mundo donde lo fantástico presenta al colonialismo, no des- conviv convivee con lo cotidiano. cotidiano. En la de la prepotencia del ejército noche del 30 de octubre de vencedor, sino visto desde la so- 1938, cuando el mundo temblaciedad que se ve conquistada, ba por la ambición insaciable sus valores y su propia autoesti- de un dictador, Orson Welles 49
H . G . W EL E L LS L S Y L A ‘ GU G U ER E R RA R A D E L OS O S M UN U N D OS OS ’
realizó una adaptación radiofónica de esta novela que causó una ola de terror en Estados Unidos por creerse millones de radioyentes que se trataba de una conquista marciana real en New Jersey.. Varios sicólogos aprove Jersey charon este pánico colectivo para estudiar el comportamiento humano en tales casos. A pesar de la divulgación que se dio a este hecho (se escribier escribieron on libros, se realizó una película), no fue suficiente porque de nuevo se reprodujeron las escenas de terror el 14 de febrero de 1949 cuando se radió una versión similar en Quito (Ecuador). El 25 de junio de 1958 se repitió la misma transmisión, esta vez desde Lisboa, con el mismo pánico por parte de los radioescuchas no advertidos. La policía ordenó la suspensión de la emisión debido al colapso telefónico de llamadas de personas aterrorizadas a los responsables del orden público y a las redacciones de los periódicos. Todos estos hechos demuestran el gran poder expresivo del autor y del relato en particular. Entre los lectores que esta novela cautivó figura Robert Hutchings Goddard (1882-1954), que leyó la obra de Wells a los 16 años; esto sería para él un hecho crucial en su vida. Le despertó su imaginación y dedicó toda sus energías en hacer realidad ese sueño juvenil, que tuvo una tarde de verano subido a un cerezo, de construir un aparato capaz de viajar a Marte. Hoy se le considera pionero de la astronáutica; construyó cohetes que se autorregulaban para evitar desvíos en su trayectorias, consiguiendo alcanzar alturas hasta entonces inalcanzables. Demostró la posibilidad de los viajes a través del vacío interplanetario y propuso cohetes de varias etapas para alcanzar alturas máximas. Marte es el planeta rojo, el dios de guerra. Tiene una tenue atmósfera. Aunque carece de océanos, sí posee casquetes polares de hielo carbónico. Todos los astrónomos están de acuerdo en asegurar que, después de la Tierra, es el mundo del sistema 50
solar que mejor se adapta a que exista vida tal y como nosotros la conocemos. En 1877, cuando el planeta realizaba una de sus máximas aproximaciones periódicas a la Tierra, Asaph Hall descubrió sus dos pequeños satélites y Giovani V. V. Schiaparelli anunció que había descubierto líneas que atravesaban el planeta, a las que denominó canales. En aquella época se estaban abriendo canales para la navegación en todo el mundo (apertura del canal de Illinois y Michigan en 1848, que conecta Chicago y Nueva York con la cuenca del Misisipí; el canal de Caledonia en 1849, que atraviesa Escocia a través del lago Ness; el canal de Corinto en 1893 entre el mar Egeo y el Jónico; el canal de Suez en 1869; inicio de las obras del canal de Panamá en 1897) por lo que se estimuló a la imaginación popular y científica en suponer que esas líneas se trataban de obra de ingeniería marciana. Todo los observatorios intentaban escudriñar el planeta para descubrir indicios de civilización. Uno de estos asiduos observadores de Marte sería Percival Lowell, quien construyó en 1894 un observatorio con el fin exclusivo de analizar Marte, aunque desde allí realizó notables descubrimientos en el movimiento de los otros planetas. A principios del siglo XX este astrónomo lanzó una audaz teoría según la cual una civilización avanzada construyó la red de canales en un intento desesperado de obtener agua de los casquetes polares para abastecer a las sedientas ciudades de la zona ecuatorial en un planeta que se estaba desertizando. Más tarde, la fiebre marciana terminó cuando se abandonó la idea de los canales al comprobarse que se trataba de un error óptico de observación. Tras los análisis efectuados por las sondas espaciales parecía que estaba cerrado el tema de la vida en Marte; pues si bien es imposible demostrar que no existe vida en aquel planeta, sí al menos se consideraba como muy improbable. No obstante
esos análisis confirmaron parcialmente la hipótesis de Lowell al verificar que ciertamente el planeta se desertizó, pues en tiempos pretéritos estaba lleno de cauces fluviales, aunque no guardan relación alguna con los supuestos canales. Sin embargo hace dos años, en vísperas del centenario de la novela de Wells, se reabrió de nuevo la polémica de la vida marciana tras el hallazgo de glóbulos de carbonato encontrados en un meteorito procedente de Marte, similares a los microfósiles de las nanobacterias terrestres. Es evidente que en progreso científico no hemos avanzado lo suficiente para poder responder a los interrogantes que ya teníamos planteados hace 100 años. Ahora cabe preguntar preguntarse se si hemos progresado social y humanamente lo suficiente; y eso es responsabilidad de cada uno de los que formamos la sociedad. Una responsabilidad para vivir en un mundo más abierto, más solidario, más tolerante, sin discriminaciones, sin odios a países extranjeros; y sobre todo un mundo más unido, sin invasiones ni guerras. n
s e v a s l e c . / a s s e . e r a g s o e r r g p o r @ s p . e w v a w l w c t e n r e t n i
n ó i c c e r i d
Miguel Herrero-Uceda es ingeniero
superior en informática y doctor en inteligencia artificial. Autor de El alma de los árboles .
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o c i n ó r t c e l e o e r r o c
DE RAZÓN PRÁCTICA Nº89 n
M ED IO S D E C OM UN IC AC IÓ N
DE LA DESCONEXIÓN ENTRE INFORMANTES E INFORMADOS MARÍA PILAR DIEZHANDINO NIETO
a actual cobertura informativa añade a la cruda realidad de tantos frentes de conflicto, la procacidad basada en la tradición noticiosa de lo anormal y alarmista. Sin apenas diferencias, ni solución de continuidad, pasamos de la serie Starr-Clinton-Lewinsky a contemplar las atroces imágenes ocasionadas por el huracán Mitch, las mortales secuencias filmadas en Kosovo, en Argelia o en la le jana Indonesia, la más perversa abyección pederasta o el resplandor nebuloso de los bombardeos anglo americanos en suelo iraquí… Y todo servido al instante y en un permanente bombardeo de imágenes y palabras. Vivimos en un mundo en que la información como espectáculo forma parte de nuestra materia prima vital.
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Viejos principios principios para nuevas necesidades
El cúmulo de cambios geopolíticos, que ha reestructurado el armazón sobre el que acostumbrábamos a ver levantado nuestro entorno conocido, y la revolución tecnológica, que ha provocado la sobreabundancia de información, han superado nuestra capacidad de percepción y comprensión. Y ello ha traído como consecuencia que el receptor de este momento histórico tenga unas necesidades informativas y unas expectativas ante la información poco comparables con ninguna época anterior. El problema es que ni el profesional de la información ni la empresa editora están a la altura de las necesidades de ese receptor. Remisos a la idea de hacer un periodismo de servicio1 que
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responda verdaderamente a las circunstancias de nuestra época (el del compromiso con el conocimiento, la clarificación y la eficacia comunicativa), los medios no han dado aún la espalda a las viejas fórmulas noticiosas: la negación o la rareza como esencia de la noticia; la veracidad del hecho aislado como principio de objetividad; la primicia y la exclusiva como valor de reafirmación y profesionalismo; el permanente problema, conflicto o escándalo como asegurador del impacto que vende. Contrariamente a lo que se busca, crece, así, la disonancia entre el medio y la audiencia a la cual se dirige. Disonancia de la que no se libra el medio escrito, y por lo que estamos empezando a ver, tampoco el digital. Y ello está ocurriendo en un momento de complejas circunstancias socioculturales, informativas, comunicativas, efecto de la última revolución posindustrial que hoy estamos viviendo. Voy a esbozar a continuación algunos aspectos que no se pueden dejar de tener en cuenta para entender esas complejidades en las que se mueven los medios de comunicación, lo injustificable de sus vacíos informativos y el apremio con el que deberían prestar atención a sus públicos. Y,, en último término, la razón Y por la que la utilidad, aplicable a la adquisición de cualquier bien de consumo es un elemento indisociable en la actual función 1 La información cuya meta deja de ser ofrecer exclusivamente datos circunscritos al acontecimiento para ofrecer también respuestas y orientación. Cfr. Diezhandino Nieto, M. Pilar, Periodismo de Servicio, Bosch, 1994.
de informar. Utilidad que, y uso nales. Al romper las fronteras del palabras de un profesional de la espacio geográfico y el tiempo, información, crítico con lo que cambió, en fin, el mundo. está pasando, James Fallows 2, Esto es lo que está pasando director del Atlanti Atlanticc Monthly Monthly,, de hoy, con una diferencia sustan Washington, no signifi significa ca otra cial: ya no es sólo que se haya sucosa que “ampliar el sentido de perado el espacio geográfico, es la información”. Abundar en el que se ha superado el concepto conocimiento. espacial mismo. Se ha pasado de Mi argumentación parte de es- lo tangible, de dimensiones perta hipótesis: los medios de comu- fectamente establecidas (cantidad nicación, tanto en lo que toca al de información medida para un empresario como al periodista, espacio perfectamente delimitano han reaccionado ante los pro- do), a lo intangible, aplicado a fundos cambios de nuestro tiem- un espacio de dimensiones ilimipo más que en la forma. Han re- tadas. No en balde, el vocabulario construido el edificio, modificado al uso habla de sumergirse, naveel sistema organizativo-operativo, gar en la información. Las potendiversificado sus productos y es- tes, omnipresentes, desde luego fuerzos empresariales. Se han benéficas y ya insustituibles nueadaptado al uso de las nuevas tec- vas tecnologías de la comunicanologías, han cuidado el entra- ción, ofrecen la completa intermado, el continente…, pero des- conexión, el intercambio inforcuidado el contenido. De ahí que mativo instantáneo, la anulación se esté produciendo una peligro- del espacio, la distancia, el tiempo sa desconexión entre los conteni- de espera en un permanente fluir dos informativos y la realidad de de información de todo orden, las preocupaciones e intereses que fuentes y campos posibles. De atañen a los públicos a quienes se manera que los viejos media perdirigen. dieron la exclusiva y el dominio Las nuevas tecnologías de la de la información en el momeninformación han supuesto trans- to en que entró en juego la inforformaciones tan radicales que mática. La pérdida fue definitiva podemos equipararlas a lo que con la aparición de las redes en lísupuso la imprenta en el siglo nea. Internet es ya el paroxismo. XV.. Como vehículo para la di XV vulgación y el conocimiento, la El mundo convulsionado imprenta posibilitó el desarrollo Pues bien, coincidiendo con esa de la ciencia, fue el desencade- explosión en el mundo de las nante de procesos nuevos en tér- nuevas tecnologías de la comuminos de religión –de hecho fue nicación, han ocurrido alteraciola gran aliada de Lutero–, creen- nes importantes en nuestro escias, ideología…; creó un nuevo pacio geopolítico, económico y sistema de relaciones sociales, ins- social. La agitación mundial y la titucionales, familiares y perso- larga serie de convulsiones de este último decenio, a las que hemos asistido expectantes, no tienen parangón con ningún otro 2 Fallows, James, Breaking the News: periodo de este siglo XX, que Cahow the Media Undermine American Demus se adelantó a definir como el mocracy , Phanteon Books, 1996. 51
DE LA DESCONEXIÓN ENTRE INFORMANTES E INFORMADOS
siglo del miedo. No es baladí el hecho de que estemos asistiendo, parafraseando a Víctor Pérez Díaz, al retorno de la sociedad civil. El refuerzo de los lazos interpersonales. La sociedad de los ciudadanos en pie de igualdad con los gobiernos, todos bajo el imperio de la ley 3. Hay,, de hecho, Hay h echo, una proliferación de movimientos a favor de causas fundamentalmente humanitarias: desde la plataforma del 0,7% a la ayuda a inmigrantes, parados, mujeres, gays, enfermos de sida, drogadictos…; sin olvidar los ecologistas, pacifistas, antirracistas, de defensa de los derechos humanos, etcétera. Un verdadero despliegue de la sociedad civil, sobre la base de un cada día más desarrollado sentido de la solidaridad. Estos movimientos ciudadanos, dice Pérez Díaz, son propios de sociedades libres, conscientes, reflexivas, educadas, críticas, pero también de sociedades desconcertadas, desalentadas, inseguras. Porque, en efecto, nuestro mundo, pese a tantos avances, tiene motivos sobrados para el desconcierto y la inseguridad. El informe España 1995, una interpretación de su realidad social, del Centro de Estudios del Cambio Social (CECS), en cuanto al fenómeno de los cambios en las telecomunicaciones, se preguntaba si “además de asistir a una revolución tecnológica, no estaremos también ante una revolución social” con el resultado de “una fuerte sensación de inseguridad en todos los estamentos políticos, académicos y de investigación”4. Es la gran paradoja de la supuesta globalización –que aparentemente unifica a todos los pobladores del mundo al propiciar el acceso a la información– frente al agrandado abismo separador de desigualdades sin cuento. Supuesta porque pese a la desaparición de ese binomio espacio-tiempo en favor de la in-
3 Pérez Díaz, V., El retorno de la sociedad civil,, 1984, pág. 16. 4 Cfr. El País , 6. VII, pág. 28, 1996.
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mediatez del contacto, por medio de un sorprendente artilugio electrónico, estamos viviendo la profundización del foso separador entre pobres y ricos. Más aún, la cruda polaridad entre los términos pobreza-riqueza no refleja los extremos de la realidad de nuestro tiempo. A un extremo están, más que los pobres, los misérrimos. Al otro, más que los ricos, los opulentos. En medio, una masa creciente de supervivientes. El Informe sobre el Desarrollo Humano del Programa de la ONU para el Desarrollo (PNUD) indicaba que en 15 años la vida ha empeorado para la cuarta parte de la humanidad (1.600 millones de personas). Con razón el presidente del Programa proclamaba que “la aldea global no existe”5. En esta misma línea, el último Informe Mundial de la Información, 1997/1998, de la Unesco confirma que las tecnologías, que han producido la globalización, no han impedido situaciones como ésta: “Más de la mitad de la humanidad no ha marcado jamás un número de teléfono. Hay más líneas telefónicas en Manhatan que en toda el África subsahariana” La “teledensidad”, o número de líneas telefónicas por cada 100 habitantes, es de 44 en la Unión Europea y de menos de cinco en África”6. De ahí que sea tan válido hoy aquello que decía medio siglo atrás Ortega y Gasset: “El que los pueblos se hayan acercado tanto espacialmente, no quiere decir que vitalmente estén más próximos”. Y ya hablaba entonces del papel de los medios de comunicación como motivadores del desentendimiento. Si el hombre es hijo de su tiempo; si,
5 La presentación se celebró el 16-71996. Cfr. El País , 17-7-96. 6 Informe Mundial de la Información , 1997/1998. Ediciones Unesco/Cindoc, 1997. Giovani Sartori, partiendo del hecho de la influencia de la llamada revolución de la imagen, apunta que la aldea no es para nada global; que el globo que vemos en televisión es aquél donde la toma es admitida. Elementos de teoría política, Alianza Editorial, 1992.
como dice Foucault, es un ser pensante y la forma en que piensa está relacionada con la sociedad7, de todo, en fin, cuanto moldea su posición en el mundo, no es extraño que hoy se esté produciendo en él esa incapacidad de asimilación propia de la sobreabundancia, la incapacidad de comprensión propia del desconcierto y la incomunicación. El hombre de hoy se encuentra a menudo solo ante un permanente afloramiento de circunstancias que le son ajenas. La respuesta del periodismo
Sin embargo, hasta el momento al menos, el mundo del periodismo no ha respondido adecuadamente a las nuevas circunstancias. Y estaba obligado a ello aunque sólo hubiera sido por el cambio experimentado en el propio bien que se oferta: la información. Y hablar del mundo del periodismo es hablar desde el papel de la empresa hasta el del informador. Una primera clave es ésta: a los profesionales de la información que, a su vez, pueden ser desde físicos, ingenieros, informáticos, documentalistas hasta periodistas, no les diferencia la información en sí sino el modo en que la utilizan y la finalidad que persiguen8. En medio de todo esto, el problema actual de los periodistas es que no han encontrado aún ese valor añadido que describa, justifique y defina el propósito de la información que ellos manejan. Ante la desbordante oferta informativa, rara y cara en el pasado, superabundante y gratuita hoy, dice Ramonet: “Ya no es la información lo que le falta al ciudadano, sino una clasificación, una selección, una opción”, que responda a lo que cada uno busca “en función de sus actividades, sus convicciones o su identidad” 9. ¿Cómo no van a afectar las
nuevas tecnologías al mundo del periodismo, antes casi único administrador, regulador, selector y distribuidor de la información; y ahora el hermano menor de esta descomunal y poderosísima industria de la comunicación? Y,, sin embargo, Y em bargo, he aquí que el periodismo, remodelado en las formas pero estancado en el fondo en un tipo de sociedad ya superada (podríamos decir para entendernos, de tecnología pesada) sigue considerándose con el dominio de la información, competidor sólo de sus pares en el quiosco, el canal de televisión o el dial, y cómodo en criterios informativos involucionistas. “Demasiados periodistas siguen creyendo que son ellos los únicos que producen información cuando toda la sociedad se ha puesto frenéticamente a hacer lo mismo”10. Hay que pensar que, a mediados de 1996, había 50 millones de usuarios de Internet en el mundo y en este momento, probablemente (los datos cambian de día en día) superen los 130 millones. La red de redes cubrirá el planeta en un plazo máximo de tres años a través de más de 800 millones de ordenadores. Eso significa la disponibilidad personal, a base de puro buzoneo electrónico, de toda la información emitida en todo el mundo. La buena y la mala, la verdadera y la falsa, con intereses benévolos y perversos, del sabio y el terrorista, desde la institución mundial al taller particular. Sin fronteras, sin mensajeros, sin control. Ya sólo por esta situación de superabundancia en la emisión, dispersión y amontonamiento de información, y porque la potencia de los nuevos sistemas de comunicación están transformando nuestras vidas, de lo que se trata es de abrir cauces para el entendimiento, para la clarificación. Hacer una información efectiva, útil, que tenga sentido y un contexto que le dé
7 Foucault,
Tecnologíass del yo, Michel, Tecnología pág. 142, Paidós, 1990. 8 Cfr. Informe Unesco 1997-98, op. cit. 9 Ramonet, Ignacio, Un mundo sin rumbo, Debate, 1997
10 Chomsky, N., Ramonet, I., Cómo nos venden la moto , pág. 90, Icaria, 1996.
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MARÍA PILAR DIEZHANDINO NIETO
significado. La prepotencia de la empresa
Esta falta de perspectiva de su circunstancia histórica de la profesión periodística tiene, a mi juicio, su centro de gravedad gravedad en la prepotencia de la nueva empresa multimedia. Las empresas periodísticas, en su mayoría ya propiedad de grandes monopolios, enmascaran intereses puramente industriales y están despreciando en buena medida el trabajo creativo del periodista. Asentadas unas en un hueco de mercado bien protegido, o tratando otras de proteger, todas buscan contenidos competitivos, no siempre información de calidad e interés, que realmente responda al mundo en que vivi-
mos. Buscan resultados rápidos y exigen del periodista una producción en cadena, como si un reportaje pudiera tener la misma consideración que un tornillo. El citado informe España 1995 hace mención a una cuestión importante en este punto: España se encamina a una ‘sociedad de profesionales’ pero los empresarios carecen de visión de futuro a medio y largo plazo y por tanto no hay desarrollo económico ni social adecuado. Con el agravante de la jerarquización y rigidez de la empresa española. Satisfecha con su incorporación primero al nuevo mercado que demanda oferta diversificada, aprovechamiento de recursos, y luego al ciberespacio (periódico digital, comunicación interactiva), la empresa parece haberse olvidado de que la materia prima de todos sus potenciales negocios sigue siendo el contenido, la información, sea digitalizada o impresa, sea televisada por cable o antena parabólica o redes terrestres. Y se olvida de que se regula financieramente hablando con los mismos tipos de balances que cualquier otra empresa en términos económicos, pero que trabaja con un activo intelectual. Informar es una labor intelectual, y eso no va a cambiar sea cual sea el avance
José Ortega O rtega y Gasset Gass et
tecnológico. Lo que se ha de cambiar es el sobre qué , cómo y para para qué de la información, pensando siempre en a quién va dirigida. Y en este sentido, no importa cual sea su soporte. El valor efectivo es hoy el punto crucial de la cobertura informativa. Con la fluidez, y la desmesura de posibilidades que ofrecen los nuevos medios de acceso a la información, esta idea se convierte en esencial. Resulta una verdadera sinrazón comprobar que a la fuerte inversión tecnológica y multimedia las empresas periodísticas no estén ya uniendo otra tan importante como es la inversión en la formación de los nuevos perfiles profesionales, el personal capacitado técnica, mental e intelectualmente para adaptarse a los nuevos retos. Uno de los cuales, sin duda el más importante, es situarse en el mundo real de las búsquedas y preocupaciones sociales. Búsquedas de los contenidos adecuados ante los cambios súbitos de este momento histórico, asumidos aún sin tiempo de ser comprendidos. Se están utilizando viejos métodos para, más que nuevos, auténticamente revolucionarios procesos, sistemas, instrumentos. En 1938, Ortega y Gasset11 clamaba por algo a su juicio tan difícil de encontrar como es una información suficiente . Frente a la verdad de lo vivido, la verdad del conocimiento. Para Ortega, todo derecho de opinar es una injuria si no acepta una obligación correspondiente: la de estar bien informado. Me impresiona esta anotación a pie de página que dice: “En este mes de abril, el corresponsal de The Times en Barcelona envía a su periódico una información donde procura los datos más minuciosos y las cifras más pulcras para describir la situación. Pero todo el razonamiento del artículo, que moviliza y da un sentido a esos datos minuciosos y a esas pulcras cifras, parte de suponer, como de cosa sabida y
11 Cfr. Ortega y Gasset, J., La Rebelión de las Masas , Rev. de Occ. y O. C. T. 4, págs. 286 y sigs., 1979.
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que lo explica todo, haber sido nuestros antepasados los moros. Basta esto para demostrar que ese corresponsal, cualquiera que sea su laboriosidad y su imparcialidad, es por completo incapaz de informar sobre la realidad española. Es evidente que una nueva técnica de mutuo conocimiento entre los pueblos reclama una reforma profunda de la fauna periodística”12.
Los medios de comunicación, dice, producen efectos dañinos. Porque la cantidad de noticias que constantemente recibe un pueblo de lo que pasa en otro es enorme. Pero esa información tan copiosa, que hace creer a sus receptores que están bien informados, por ser copiosa, y por las cantidades de dinero gastadas en corresponsales, se compone “de datos externos, sin fina perspectiva, entre los cuales se escapa lo más auténticamente real de la realidad”. Ortega pone como ejemplo el fracaso del pacifismo inglés. “Dicho fracaso declara estruendosamente que el pueblo inglés –a pesar de sus innumerables corresponsales– sabía poco de lo que realmente estaba aconteciendo en los demás países”. En la historia, dice, nada de algún relieve se produce súbitamente. Lo mismo puede decirse hoy con otros muchos ejemplos. Basta recordar la transformación en el mapa mundial, que ni siquiera fue prevista por los mejor informados. Empezamos los noventa
12 Califica a esa fauna periodística en este párrafo de su artículo Misión de la Universidad : “Ya su profesión los lleva a entender por realidad del tiempo lo que momentáneamente mete ruido, sea lo que sea, sin perspectiva ni arquitectura. La vida real es de cierto pura actualidad; pero la visión periodística deforma esa verdad reduciendo lo actual a lo instantáneo y lo instantáneo a lo resonante. De aquí que en la conciencia pública aparezca hoy el mundo bajo una imagen rigurosamente invertida. Cuanto más importancia sustantiva y perdurante tenga una cosa o persona, menos hablarán de ella los periódicos, y en cambio destacarán en sus páginas lo que agota su esencia con ser un “suceso” y dar lugar a una noticia. Habrían de no obrar sobre los periódicos los intereses, muchas veces inconfesables, de sus empresas; habría de mantenerse el dinero castamente alejado de influir en la doctrina de los diarios, y bastaría a la Prensa abandonarse a su propia misión para pintar el mundo del revés. Cfr. O. C. T. IV, pág. 353.
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con la desmembración de la vie ja URSS, el triunfo sin paliativos del capitalismo y el libre mercado, además del rebrote de nacionalismos, guerras, exilios… Pero las noticias se presentaron como si la caída del telón de acero y el muro de Berlín se hubieran producido súbitamente. Los terminamos con acontecimientos tan escasamente súbitos como esa otra caída, la del llamado gigante, tigre o dragón asiático, por no mencionar las sucesivas matanzas en Argelia, muertes de inmigrantes en el Estrecho, o ese insistente y desoído bombardeo de la sufrida Bagdad… Y seguimos ansiosos por saber qué hay detrás de tanta profusión informativa. Por eso, volviendo a Ortega, la información suficiente significa ser consciente para informar de que “la realidad histórica o, dicho más vulgarmente, lo que pasa en el mundo, no es un montón de hechos sueltos, sino que posee una estricta anatomía, y una clara estructura”. Viene a decir que la más exquisita exactitud de los hechos relatados no sirve para entender la información como su ficiente . Los hechos pueden ser exactos, uno por uno: “Pero acontece que queda otra serie de hechos silenciados, y, lo que es más grave, que aún esos que se comunican van como sueltos, no van entendidos en el sentido y perspectiva y estructura que tienen en el país donde se producen, de modo que, aunque posean una cierta verdad externa, carecen de realidad y de verdad interna”.
Y exponía su temor acerca de la enorme fe que se tiene en la información, porque “ello implica que es fácil saber lo que pasa”13. Y no lo es. Reencontrar la efectividad de la información
No es sólo que podamos hacer nuestros los temores y críticas del filósofo; es que a todo ello se ha añadido una peligrosa inclinación de los medios de comunicación hacia posiciones meramente mercantilistas, el reclamo de 13 Ortega y Gasset, O. C. T 9, pág. 21.
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audiencias como meta, la competencia como medida. Muestran, pero no explican. Ilustran, pero no clarifican. Detrás de los niveles de audiencias, o de difusión, no hay más que un número para comprar y ofrecer garantías en un mercado competitivo. No hay oyentes, receptores, lectores. En la 3º Conferencia del Foro Mundial de directores de prensa, celebrada en mayo de 1996 en Washington, directores y empresari empresarios os de todo el mundo estuvieron de acuerdo en que el mercado es el rey en el mundo de los modernos medios de comunicación. Stuart Garner, Presidente y Director General del grupo británico Thomson Newspapers Corporation matizó: “Los anunciantes ordenan y nosotros obedecemos. Lo único que tenemos que hacer es llevarles lectores a los anunciantes. Sin mercado no hay futuro”14.
De tanto mirarse al ombligo, propio y ajeno, los medios y sus profesionales no es sólo que incumplan el viejo compromiso de informar; es que no han encontrado aún el horizonte de cómo hacerlo en un mundo nuevo en el que el receptor es, o puede serlo, consumidor-objeto de reclamos múltiples de ese primer bien de nuestro tiempo que se llama información. Todo ello acentúa la necesidad de una reflexión sobre el nuevo papel del periodista y la noción adecuada de la importancia del producto que maneja, la información. Recuerda Neil Postman15 que la unión telégrafo-prensa a mediados del XIX contribuyó a la conversión de la información en mercancía, sin ataduras con la acción social. La eliminación del espacio “como molestia inevitable para el movimiento de la información” hizo que la suerte de los periódicos ya no dependiera de la utilidad de las noticias o de
su calidad sino de la cantidad, le janía, velocidad y acompañamiento gráfico. Al facilitarse el acceso y reducir al mínimo los inconvenientes espacio-temporales, se permitió que la información se convirtiera en una “cosa” que podía ser comprada y vendida sin tener en cuenta sus usos o significado. La telegrafía originó la idea de la información como una mercancía que actúa sin contexto y ofrece fascinación en lugar de coherencia, acumulación en lugar de complejidad. La relevancia y la funcionalidad han sido sustituidas por la cantidad, distancia y rapidez de llegada. Hoy, viene a decir Postman, la correlación información y acción es remota. Antes del telégrafo, en cambio, la información tenía un valor efectivo. El mensaje es claro: hay que reencontrar la efectividad de la información para un tiempo como el nuestro, que derrocha montañas de vacuidad, inservibilidad. Revel lo llamó conocimiento inútil16. James Fallows17, además de acusar a los medios de ser arrogantes, cínicos, escandalosos y destructivos (lo cual no es nada nuevo: ya W. Lippmann, al analizar el mundo de los media en el primer tramo del siglo XX, encontró por todas partes arrogancia, ignorancia, desinterés en los hechos e incapacidad para comprometerse con los temas tratados)18, pone el acento en el peligro consistente en ofrecer unos contenidos que reflejan la vida como una simple sucesión de acontecimientos fortuitos. Se lamenta de que los medios olvidan que la finalidad del periodismo es satisfacer el deseo de recibir una información que tenga significado. Una información útil que ayude a comprender. Advierte Advie rte que que el el término término útil puede parecer pobre pero significa
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14 El País , pág. 33, 22-5-1996. 15 Postman, Neil, Tecnópolis. La ren-
dición de la cultura a la Tecnología, págs. 92-93, Círculo de lectores, 1994. Ver también su ensayo, Divertirse hasta morir. El discurso público en la era del ‘show business’, Ediciones de la Tempestad, 1991.
Revel, J. F., El conocimiento inútil , Planeta, 1989. 17 Fallows, James, Breaking the News, op. cit. 18 Cfr. Dennis, Everette E. Reshaping the Media, Mass Communication in an Information Age , pág. 28, Sage Publications, 1989.
ampliar el sentido de la información. Porque entiende que el periodismo debe ayudar a la gente a comprender, e incluso a controlar, los acontecimientos que le afectan. Pero en términos generales, éste es un aspecto en el que la prensa fracasa estrepitosamente, dice Fallows. El mensaje de la actual cobertura informativa suele ser que no es posible entender el mundo, conformarlo ni controlarlo, sino que hay que soportarlo o mantenerlo un poco apartado de uno. Acusa a los medios de presentar a la actividad pública como un espectáculo deprimente. Los temas que afectan a los intereses colectivos (la delincuencia, la asistencia sanitaria, la educación, la economía) se presentan como circos en los que los políticos pueden luchar… Y así, lejos de facilitar hacer frente a los retos colectivos, lo dificultan. Resulta significativo que las últimas cifras de audiencia confirmen “una pérdida de lectores habituales, quizá debida a un menor interés por los contenidos y a una insatisfacción de sus necesidades de información y análisis”; y ello pese a las buenas expectativas de negocio de la prensa diaria y al crecimiento de volumen de publicidad19. Mercadeo frente a inseguridad
Un problema es el mimetismo entre los medios: prueba de que ha ganado el mercado pero, cosa curiosa, de espaldas al consumidor. Este mimetismo hace que difícilmente se salgan de los patrones establecidos. Un acierto en términos periodísticos sigue siendo no haber dejado de dar lo que da la competencia; un éxito, la exclusiva, pero dentro del ámbito en el que se suele mover la coberturas informativa, que rara vez es el social, el de los intereses específicos de los públicos, el de las tendencias. Suele ser el político. Aunque ligero, ese retroceso de lectores es un aviso. Desde 19 Noticias de la Comunicación , 175, noviembre, 1998.
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MARÍA PILAR DIEZHANDINO NIETO
1994 seguimos en torno a los cuatro millones de difusión media diaria de prensa en España. La cifra actual alcanza los 4.023.840, con un índice de difusión de 101/1000, frente a 104 en 199520. Un país como EE UU, que marca la pauta en el ámbito comunicativo, está sufriendo una agudísima crisis de lectores. Y ello porque aunque, insisto en ello, se haya modernizado la estructura, organización, sistema de trabajo, paginación, diseño y formatos de los medios en general, ni empresarios, ni directivos, ni profesionales se han puesto al día en lo que afecta a los contenidos (el fondo, la esencia, el producto, la razón de ser que parece a veces olvidada). Eso significa que el principio noticioso ha involucionado, a fuerza de no evolucionar, hasta el impudor. Vale para la información periodística lo que un psicólogo aplicaba a nuestra sociedad a propósito de la violencia juvenil e infantil: infantil: no se intervieinterviene, venía a decir, cuando el niño está en peligro, sino cuando es un peligro. Esa es la cuestión. Y, por si esto fuera poco, se sigue considerando que los grandes temas de atención se concentran en la esfera política. Tan abusivamente se pone el acento en la política que a menudo hay un matiz político detrás de los ámbitos más dispares de la información. La cobertura de educación, sanidad, cultura, medioambiente, religión… en buena medida se sostiene con la declaración de la figura prominente del político, la medida legislativa o ejecutiva, el acto público, el análisis de encargo, o el conflicto institucional. Un análisis de la prensa vasca de los 20 años que transcurren entre 1974 y 199521 daba como resultado un crecimiento de la información política que debería
20 Noticias de la Comunicación, Comunicación, op. cit. Según el Informe Fundesco 1996, la difusión media del año anterior fue de 4.236.749 y el índice de difusión de 109. 21 Diezhandino, M. P.; Coca, C., La Nueva Información, Servicio Editorial UPV, 1997.
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considerarse preocupante. Baste señalar que como tema de portada (el valor máximo que se puede dar a una información) del bienio 1984-85 al 1994-95, el de la política experimentó este cambio:
nas de la tercera edad; o ese más del 10% de hogares monoparentales, teniendo en cuenta que representan tendencias sociales que afectan a tantos ámbitos de intereses comunitarios? ¿Cómo soslayar el tema de la 1984-8 198 4-85 5 199 1994-9 4-95 5 mujer en un país en el que es la mujer, con su trabajo invisible , 14,8% 50% El Correo la que sostiene sobre sus hom50% El Diario Vasco 39,2% bros el peso de la educación, la 25% 18,4% Deia salud, la alimentación y el trans34,4% 42,4% Egin porte; cuando el cuidado de los otros se realiza en un 88% dentro Y ello ello sin sin olvidar olvidar que que se atien- de la familia, y sólo el 12% resde más a las palabras que a los tante lo afrontan los servicios y hechos, a la declaraciones que a presupuestos públicos?23. las actuaciones y acciones22, a los 91 mujeres muertas a ma juicios de intencion intenciones es que a las nos de sus parejas en 1997 esvaloraciones. En fin, a la bús- candalizó a la sociedad, pero falqueda de efectos, más que de co- tó la reflexión de por qué razón nocimientos y eficacia. Y en esa fueron tratadas esas muertes colínea se explica el desapego, la in- mo sucesos cuando sucedieron diferencia que se demuestra por y se esquivó lo que era un proel contexto de la información y blema social, familiar, de género, su significado. La limitación-sim- legal, y desde luego personal, de plificación es la norma. gran calado. El movimiento surgido en la En los medios existe el paro, década de los noventa en algunas pero no el parado y su mundo de redacciones redacc iones de EE UU, el llama- desvelos y preocupaciones. Con do Civic Journalism, apuesta por una tasa de paro actual del estimular la reflexión de los pe- 18,5% (y se menciona como un riodistas y el compromiso con los logro), que no existan para los miembros de su comunidad medios el entorno personal, faacerca de las cuestiones que les miliar y social de quien lo sufre, afectan. Saber qué les preocupa y teniendo además en cuenta que qué les interesa para abordar ade- ésta es una de las primera preocuadamente los contenidos. Se cupaciones de los españoles, retrata de que los periodistas co- sulta bastante alarmante… nozcan a los ciudadanos y les informen sobre lo que realmente A modo de conclusión conclusión necesitan. Dejar de lado como Sobrecargada de mensajes, esta norma de conducta la agenda sociedad tiene derecho a exigir que marca los intereses de los po- una información inteligente e inlíticos. Que no sea noticia su de- teligible. Una nueva manera de claración, por ser suya, sino por- seleccionar la noticia y presenque a instancias del periodista da tarla de acuerdo con las verdadeen ella explicación a alguna in- ras demandas de la audiencia; quietud ciudadana. Inquietudes que tenga en cuenta sus intereses que se encuentran por lo general y necesidades, más que su imen el limbo del olvido de las re- pacto o su sorpresa. dacciones. Por poner sólo algunos ejemplos fáciles: ¿Cómo es posible que no sean 23 Según se deduce de un estudio del del interés de los medios los te- CSIC, dirigido por la catedrática M. Ánmas que son de vital importancia geles Durán, “las bases materiales de la son profundamente desiguapara esos siete millones de perso- convivencia les”. La mujer trabaja 30 horas más a la n
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22 Lance W. Bennet ya lo puso de ma-
nifiesto en News. The politics of illusion, Longman, 1983.
semana que el hombre. La inclusión del “empleo invisible” en las cuentas elevaría el PIB español en un 126%. El País , pág. 25, 11-7-1996. 24 Ortega y Gasset, J. La Rebelión de las Masas , op. cit.
Pero, lejos de obtener de la información claves útiles con las que el lector-receptor pueda formar sus propios juicios y adoptar sus propias decisiones, se observa que el nuestro sigue siendo un periodismo empeñado en ale jarse del pálpito real de la vida cotidiana. Un periodismo de hechos consumados y ámbitos privilegiados, de personajes y catástrofes notables. De condolencias por lo inevitable. Se está sacrificando el buen sentido profesional por el empeño de vender a toda costa. En un momento de tan complejos cambios como el actual, sustituir conocimiento útil por impacto, escándalo, sorpresa o espectáculo es una grave falta de óptica histórica. La factura puede terminar siendo costosa. Quizá este fin de siglo sea buen momento para el autoanálisis. Termino con una sentencia contundente de Ortega: “Toda realidad desconocida prepara su venganza”24. n
María Pilar Diezhandino Nieto es ca-
tedrática de Periodismo de la Universidad Carlos III. Autora de El quehacer informativo, Periodismo de Servicio y La Élite de los Periodistas en España. 55
F I L O S O F Í A
PENSAR (DENKEN) AUSCHWITZ JULIO QUESADA
E
l superviviente de Auschwitz número 174.517 quiere salvar su tristeza y melancolía de ser humano con un poema:
do. Respecto al listón del horror que el propio hombre es capaz de saltar, ningún acontecimiento (Ereignis) en la historia se le puede comparar. Si fuera verdad que allí donde habita el peligro “Los que vivís seguros también podemos hallar la salEn vuestras casas caldeadas Los que os encontráis, al volver vación, entonces Auschwitz debería ser un capítulo fundamenpor la tarde, tal en la historia de la filosofía. Y La comida caliente y los la hermenéutica que se tuviera rostros amigos: como algo esencialmente difeConsiderad si es un hombre Quien trabaja en el fango rente de los malabarismos etiQuien no conoce la paz mológicos del lenguaje debería tomarse muy en serio esta obliQuien lucha por la mitad gada vuelta atrás (zurück zu) de de un panecillo la conciencia para rememorar Quien muere por un sí o por un no. (Andenken) nuestra bestial capaConsiderad si es una mujer cidad para fabricar el sufrimiento como forma de habitar (WohQuien no tiene cabellos ni nombre nen) la tierra natal (Heimat) germánica. Ni fuerzas para recordarlo El campo de concentración Vacía la mirada y frío el regazo nazi nos ha devuelto la fe en la Como una rana invernal. Pensad que esto ha sucedido: hipótesis del genio maligno. Que en tan sólo un día de Os encomiendo estas palabras. Grabadlas en vuestros corazones agosto de 1944 la inteligencia Al estar en casa, casa, al ir ir por la calle, técnica moderna del nazismo gaseara y quemara a 24.000 Al acostaros, al levantaros; Repetídselas a vuestros hijos. personas, mujeres, ancianos y O que vuestra casa se derrumbe, niños incluidos, debería servir para decirle definitivamente La enfermedad os imposibilite, adiós a nuestros “educa “educados dos fanVuestros descendientes tasmas cartesianos”. Que, coos vuelvan el rostro”. mo decía Ortega contra los fi¿También a Auschwitz lo lósofos progresistas y nihilistas, creó, como al infierno de Dante, siempre estaremos al borde de el amor eterno? ¿Cuál es la razón un precipicio que nada tiene suficiente de Auschwitz? ¿Es su- que ver con el existencialismo perfluo hablar de estas cosas? pensar (Denken) al borde del Ab-Grund, nd, sino con el hecho ¿Saben nuestros estudiantes, Ab-Gru nuestros adolescentes, nuestros histórico de que siempre pohijos, qué fue de Auschwitz? dremos perder la razón y trans¿Cómo narrar aquello de Ausch- formar el asesinato en masa en witz? una de nuestras bellas artes. La El campo de concentración locura de la racionalidad geono es un hecho fortuito de nues- métrica, la locura de la música tra historia sino producto de un total puesta en novela por Thodeterminado concepto del mun- mas Mann y, por tanto, la locura de la falta de responsabili56
dades del sujeto en lo que sólo era una lógica cadena de mandos (Hannah Arendt: Eichmann en Jerusalém. Un estudio sobre la banalidad del mal), esta locura que, como dice el 174.517, ya ha sucedido una vez, y nuestro genio maligno ahora insinúa: ¿y por qué razón no habría de ocurrir otra vez?, debería servir “como una siniestra señal de peligro”. Debería… Porque cuando aquella pequeña sección de las SS (para quienes “todo lo grande está en medio de la tempestad”) 1 hizo su aparición en el campo de trabajo que les iba a hacer libres, incluso los más optimistas tendrían que haberle visto las orejas a los carniceros; pero esto no pasó, y “el anuncio de la deportación encontró los ánimos desprevenidos”. La esperanza, decían, nunca se pierde. Pero después de hablar e intercambiar noticias con los polacos y croatas, al menos algunos ya sabían lo que quería decir salir de allí: “Los vagones eran 12, y nosotros 650; en mi vagón éramos sólo 45, pero era un vagón pequeño. Aquí estaba, ante nuestros ojos, bajo nuestros pies, uno de los famosos trenes de guerra alemanes, los que no vuelven, aquellos de los
1 Así
acaba Heidegger su discurso de rectorado de 1933. El texto es de Platón: República, 497 d,9. Pero en griego decía: “Todo lo grande está en peligro (corre el riesgo de perecer)”. Muy oportunamente, Ramón Rodríguez sugiere que la t raducción “poetizante” de Heidegger – Alles Grosse steht in Sturm– Sturm– introduce una ambigüedad porque Sturm significa “tempestad”, pero también “asalto”, lenguaje utilizado a granel por los nazis. Martin Heidegger: La autoafirmación de la Universidad alemana. El Rectorado, 19331934. Entrevista del Spiegel. Traducción de Ramón Rodríguez, pág. 19, nota 11, Tecnos, Madrid, 1989.
cuales, temblando y siempre un poco incrédulos, habíamos oído hablar con tanta frecuencia. Exactamente así, punto por punto: vagones de mercancías, cerrados desde el exterior, y dentro hombres, mujeres y niños, comprimidos sin piedad, como mercancías en docenas, en un viaje hacia la nada, en un viaje hacia allá abajo, hacia el fondo. Esta vez, dentro íbamos nosotros”.
Cuando los soltaron en el andén recibieron golpes que los tiraron al suelo y la angustia se duplicaba porque no entendían nada de aquellos gritos, y es que a la hora de gritar órdenes no hay nada como el alemán: “Con esos bárbaros ladridos de los alemanes cuando mandan, que parecen dar salida a una rabia secular”.
Es excesivo, pero me viene a la memoria lo que cuenta Fernando Savater en su Diccionario filosófico: que todo su alemán se reduce al de las hazañas bélicas, aquellos tebeos en donde los aliados siempre vencían, a pesar del franquismo, a los del Achtung!, Achtung! Y lo curioso es que para otro excesivo como Nietzsche, la cadena de mandos funcionaba tan bien en Alemania y propiciaba así una era clásica de la guerra porque el germano, “obediencia y piernas largas”, tenía desafinado el oído2. Estar “en el fondo” significa que ni siquiera nuestra lengua puede decir lo que es estar en el 2
Respecto del ideal musical wagneriano Nietzsche escribe en 1888: “¡Mire usted a esos jóvenes –tensos, pálidos, con el alma en un hilo! Son wagnerianos; no entienden de música, sin embargo Wagner les subyuga… El arte de Wagner es como una presión de cien atmósferas; encórvese usted, que no hay más remedio…”. Y hacia el final: “No se requiere
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fondo. No, no se trata sólo de aniquilar sino de aniquilar doblemente: el cuerpo y el alma. Ya nada le pertenece al hombre. Está completamente desnudo entre los demás desnudos. Sin ropa, sin zapatos, sin cabello, sin nombre. “¿Y nuestras mujeres?”. Falto de dignidad y de juicio. Reducido al sufrimiento. Tan sólo una razón suficiente le mantiene aún vivo: Alemania está necesitada de mano de obra barata y están cerca, qué suerte, gracias a Dios, de una fábrica de goma. Dios piensa en todo, pues qué sería de la guerra sin la goma para la guerra.
ecologista propio, ontológicamente hablando, de la proximidad (de prójimo) al ser3, y sin embargo a lo lejos suena Rosamunda, “la famosa canción sentimental”. Ah, Denken y poesía del campo de exterminio. “¿Y nuestras mujeres?”. No importa, hay que lavarse con lo que hay, agua sucia, sin jabón, secarse con la chaquetilla a rayas, sigue sonando Rosamunda Arbeit it Macht Macht junto jun to a las púas del Arbe Frei, disciplina, higiene, lamer la sopa, el frío, mucho frío, pulmonías liberadoras, y el viento ahí fuera y en el corazón. El viento, siempre el viento, “poetizaba” Santayana en Cape Cod, ¿qué será de estos infelices?
– “Warum?”, le pregunté en mi pobre alemán. – “Hier ist kein warum” (aquí no hay ningún porqué), me ha contestado, echándome dentro de un empujón.
“¡Ah, poder llorar! ¡Ah, poder enfrentarse al viento como antes lo hacíamos de igual a igual, y no como aquí, como gusanos sin alma!”.
Esto para la ontología fundamental significa más profundamente que “nada es sin razón”. O que algo es ente si, y sólo si, está asegurado para el represenPrimo Levi
más que virtud virtud –vale –vale decir, adiestramiento, automatismo, abnegación. No hace falta ni buen gusto ni buena voz ni tampoco talento; el teatro de Wagner no precisa más que una cosa: ¡germanos!… cosa: ¡germanos!… Definición del germano: obediencia y piernas largas. El hecho de que el advenimiento de Wagner coincida con el del Reich reviste una profunda significación; uno y otro acontecimiento prueban la misma cosa: obediencia y piernas largas. Nunca se ha obedecido mejor ni mandado mejor. Los directores de orquesta wagnerianos, señaladamente, son dignos de una época que la posteridad llamará un día, con sobrecogida veneración, la de era clásica de la guerra”. El caso Wagner. Wagner. Traducción de Pablo Simón, Buenos Aires, Prestigio, 1970, vol. 4, caps. 1 y 8, págs. 30 y 38, KSA, Band 6, págs. 29, 38 y 39. Cursivas del autor. ¿Será esta la razón por la que decía Woody Allen en Extraño asesinato en Manhattan que cada vez que escucha a Wagner le entran ganas de invadir Polonia? Nº89
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tar como un objeto calculable. “Ser y razón suenan ahora al unísono”, continúa el pensador. Razón quiere decir ser. Ser quiere decir razón. Y “todo da vueltas en círculo”. Un vértigo nos asalta, ya que todo queda sin porqué. –De un empujón (matiza el escritor). ¡Alétheia, alétheia del campo Alétheia de concentración!: es un campo sin porqué. En el fondo: AbGrund. ¿Sería filosóficamente incorrecto definir (también) a Auschwitz Auschwi tz como el-ser-para-lamuerte, sólo que el Dasein en el estado de más yecto imaginable
resultó ser con el tiempo histórico el judío, el gitano, el polaco y otras aberraciones? Y sin embar embargo, go, al mismo tiempo que los judíos viajaban tan cómodamente hacia el AbGrund había que cuidar primorosamente a los animales que viajaban por Alemania: era obligatoria una “parada humanista” para que los ilustres viajeros, perros, gatos, etcétera, pudieran evacuar sus necesidades, primor
3 Me lo contaba el profesor Tomás Pollán durante un trabajo de campo por la Cervecería Alemana de Madrid.
Pero para poder llorar tenemos que poder romper a llorar para que nuestras propias lágrimas acaben rompiendo esa barrera que nuestras propias lágrimas han ido formando dejando siempre dentro el dolor. También Auschwitz significa esperar en silencio. Un tiempo muerto en donde la muerte tendrá que volver a esperar un poco más. Un momento de descanso para el deportado al fondo. El tiempo cuando estás contra el fondo no tienes que provocarlo ni empujarlo como cuando el tiempo es-para-el-trabajo. No, por fortuna, este no-hombre ahora está esperando. No traba ja porque porque “c “cuand uandoo se traba trabaja, ja, cada minuto nos atraviesa fatigosamente y debe ser expulsado laboriosamente”. No, ahora está de pie en el umbral del despacho del jefe. Sólo se escucha cómo 57
PENSAR (DENKEN) AUSCHWITZ
cae la nieve. Oh, Gelassenheit. Otra felicidad en el aniquilamiento: un examen de Química. El 174.517 se doctoró en Turín, cum laude, con una investigación sobre química minera. De no se sabe dónde brota dócilmente su amada química inorgánica y, por primera vez desde que está en el fondo contra el fondo, ha recordado sin ningún tipo de dudas su identidad. Y se ha erguido ante esta montaña, y se ha acariciado el mentón como cuando en épocas de exámenes solía hacerlo, y su cuerpo se ha endurecido ante la atenta mirada del hombre rubio con los ojos azules que les está examinando “y, también, esta ebriedad lúcida, esta exaltación que siento cálida por mis venas, cómo la reconozco, es la fiebre de los exámenes, mi fiebre de mis exámenes, aquella espontánea movilización de todas las facultades lógicas que tanto me envidiaban mis compañeros de facultad”.
ble. Razón narrativa nada posmoderna: narramos porque esta desazón de ser un hombre “me asalta como un perro en el instante en que la conciencia emerge de la oscuridad. Entonces cojo el lápiz y el cuaderno y escribo aquello que no sabría decirle a nadie”.
Y si a este hombre, que solitario en el almacén, muerto de frío, sin recuerdos ya de lo que era tener hambre, se le diera la posibilidad de escribir lo último, lo que mejor definiera aquello, entonces seguramente escribiría: “Son los que pueblan mi memoria con su presencia sin rostro, y si pudiese encerrar a todo el mal de nuestro tiempo en una imagen, escogería esta imagen, que me resulta familiar: un hombre demacrado, con la cabeza inclinada y las espaldas encorvadas, en cuya cara y en cuyos ojos no se puede leer ni una huella de pensamiento”.
Y quiere esa imagen porque Auschwitzz también Auschwit también signi significa fica que a Auschwitz el Gobierno polaco lo ha transformado en un “museo” cuyos cuadros, cuyas bellas esculturas, son toneladas de cabellos humanos, miles y miles de gafas, peines, zapatos, brochas de afeitar. Auschwitz, ¿al servicio de qué? Un museo quiere decir: “Algo estático, ordenado, manipulado”. ¿Y nuestras mujeres? Pensar técnicamente Ausch witz es para el el 174.517, de sólisólida formación científica y técnica
¿Se imagina el lector encontrar en el mismo zulo que lo tienen encerrado, esperando que la familia o el Estado pague el rescate, hallar una novela querida y releída tantas veces en nuestra casa, junto a la lámpara de pie, tomando un buen coñac mientras aspiramos el aroma del purito? Qué extraña sensación tuvo que tener nuestro químico italiano ante el descubrimiento de que en el infierno también había un Gattermann. ¿Será verdad que entre gaseamiento y “el inicuo aprovechamiento de los gaseamiento, entre cremación cadáveres, tratados como cualquier may cremación, los alemanes que teria prima anónima, de la que se excustodiaban el fondo leían con traía el oro de los dientes, los cabellos como materia textil, las cenizas como entusiasmo a Hölderlin? fertilizante agrícola; los hombres y muPensar Auschwitz al final de jeres degradados al n ivel de conejillos la filosofía significa para la ra- de india para, antes de s uprimirlos, exzón histórico-narrativa que de perimentar medicamentos”. lo que no podemos hablar lo mejor no es callarse sino conBestand . Obvio desde un tarlo una vez más. Lo que hay punto de vista metafísico. La que narrar ahora que el que va a esencia, Wesen, del campo de exmorir ha podido entrar en el terminio, ¿no estará en la pre“Kommando de Química”, los gunta sobre la técnica como domingos de descanso, jugán- esencia de la época moderna del dose la vida por garabatear un trabajo cibernético a nivel plapapel cuyo escondrijo tendrá netario? Gracias al desarrollo que inventar para que no lo des- histórico de la metafísica como cubran, porque quiere vivir voluntad de poder de la técnica todavía para relatar lo imposi- que nos transforma a todos en 58
conejillos de india, ¿no estamos ante el más grave peligro que se cierne sobre Europa? Al fin y al cabo, ¿no está actualmente la Renault de Francia utilizando cadáveres en sus experimentos con coches para almacenar datos sobre el impacto del choque en el cuerpo humano y así poder evaluar, planificar, asegurar? Lo dicho. Ser es Razón y Razón es Ser. Vértigo. –El Pastor del Ser: “Rusia y América, metafísicamente vistas, son la misma cosa: la misma furia desesperada de la técnica desencadenada y de la organización abstracta del hombre normal”.
–El 174.517:
que en aquellos versos, y “a pesar de la traducción floja y el comentario pedestre y presuroso presuroso”, ”, había algo como un mensaje importante para él y para todos los que como él estaban en el fondo contra el fondo, sus vidas en peligro: “A mis hombres de tal suerte he movido…”. Maldita memoria: “Daría el potaje de hoy por saber juntar non ne avevo alcuna con el final”. Hasta que las tropas rusas liberaron el campo de la muerte. Hasta que volvió a su país, a su ciudad, a su casa, a su licor preferido y a su libro y leyó en una buena traducción: “y nos cubre por fin la mar airada” 4. n
“A la vez que las obvias semejanzas, entre los Lager soviéticos y los Lager nazis me parece que puedo observar diferencias sustanciales. La diferencia principal consiste en su finalidad. Los Lager alemanes constituyen algo único en la no obstante sangrienta historia de la humanidad: al viejo fin de eliminar o aterrorizar al adversario político unían un fin moderno y monstruoso, el de borrar del mundo pueblos y culturas enteros”.
No tenían tiempo. De allí, lo sabían, ya no se podía salir. Iban viendo caer a sus compañeros como moscas; o como aquel polaco: muerto en su propia mierda ante cuyo olor los compañeros de litera casi nada podían hacer salvo esperar que amaneciera. Y sin embargo, aquel nohombre quiso explicarle cosas de Ulises a su amigo Pikolo ¡y en verso!: “… quise por alta mar aventurarme”. Mare aperto, Mare aperto… ¿Y nuestras mujeres?, “… que al navegante niegan la franquía”. Pikolo no entendía casi nada de italiano, pero sabía
4 Primo Levi, Si esto es un hombre. Traducción de Pilar Gómez Bedate, Barcelona, Muchnik, 1995. Todos los entrecomillados referentes al 174.517 de Auschwitz están sacados de este libro autobiográfico. Las citas de Heidegger referidas al principio de razón son de Qué es filosofía. Traducción de José Luis Molinuevo, Madrid, Narcea, págs. 86-88, 1978. El diálogo con ‘El pastor del ser’ es de la Introducción a la metafísica, siguiendo la traducción de Víctor Farías en Heidegger y el nazismo, Barcelona, Muchnik, pág. 308, 1989.
Julio Quesada
es profesor Titular de Metafísica, Filosofía y Literatura de la Universidad Autónoma de Madrid. Autor de la novela El último filósofo. CLAVES
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LA ESTIRPE DE LA SUBVERSIÓN JOSÉ MARÍA RIDAO
s probable que el origen del término grotesco se encuentre en un hallazgo fortuito, ocurrido en Roma hacia finales del siglo XV y, por tanto, en plena efervescencia renacentista. “A raíz de unas excavaciones efectuadas en los subterráneos de las Termas Termas de Tito”, escribe a este respecto Mijail Bajtín en La
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cultura popular en la Edad Media y el Renacimie Renacimiento, nto, “se descubrió
un tipo de pintura ornamental desconocida hasta entonces”. Se trataba de un “juego insólito, fantástico y libre de formas vegetales, animales y humanas que se confundían y transformaban entre sí”1. En un principio se pensó que pudiera tratarse de una prodigiosa anomalía, de una manifestación única y singular, fruto de la imaginación febril de un artista solitario. La comprobación posterior de que los mismos motivos aberrantes y monstruosos se repetían en otras ruinas diseminadas por Italia hizo comprender, sin embargo, que se estaba ante una manifestación habitual en el pasado griego y latino, ante uno de los múltiples elementos del arte que entonces se pretendía recuperar como modelo. Si se denominó gro grottes ttesco co fue –siempre según Bajtín– porque esta ornamentación se consideró vinculada a la gro grotta, tta, término italiano cuyo antecedente más remoto es el griego krypta, luego convertido en el crupta latino. La radical originalidad de la aproximación crítica que desencadena esta constatación recogida en La cultura popular en la
Edad Media y el Renacimiento,
obra lúcida y visionaria como pocas, ha hecho tal vez perder de vista algunas de las deudas que su autor mantiene con la interpretación tradicional del arte en los siglos XV y XVI, algunos de los lastres que siguen determinando la comprensión de lo que sucede en esos años de extraordinaria densidad histórica. En concreto, podría haber contribuido a difuminar, a dejar fuera de perspectiva el hecho de que Bajtín parece admitir y dar por buena la existencia de un canon clásico junto al que, no obstante, coloca y reivindica un anticanon, ese “inmenso universo de la imagen grotesca que existió en todas las etapas de la Antigüedad” y del que los motivos ornamentales de las Termas de Tito no serían más que “un fragmento”. Gracias a los trabajos de Bajtín se estaría, pues, en condiciones de reconocer dos tradiciones distintas; con tantas interacciones, influjos y puntos de contacto como se quiera, pero, en cualquier caso, dos grupos de referentes y convenciones más o menos estables y singularizados. Uno de ellos, el clásico, se habría consolidado con el paso del tiempo, recuperado por los renacentistas y adoptado por la tradición artística de la modernidad. El otro, el grotesco, habría ido en cambio desdibujándose y perdiendo fuerza, ignorado si no despreciado por las manifestaciones cultas del arte, hasta acabar en la práctica extinción de nuestros días. El canon clásico y el anticanon anticanon grotesco
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Mijail Bajtín, La cultura popular en la Edad Media y el Renacimie Renacimiento, nto, pág. 35, Alianza Universidad, Madrid, 1987. Nº89
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Desde la perspectiva que ofrece esta explicación, el Renacimiento no sería, entonces, más que
la encrucijada, el momento en que el Occidente realiza la opción entre el canon clásico y el anticanon grotesco. Se trata en verdad de una hipótesis atractiva, sin duda más fecunda que la que considera el quattrocento y el cinquecento como un intento de recuperación de la Antigüedad, sin amputaciones voluntarias ni deliberados olvidos. Lo que no aclara, sin embargo, son las razones por las que el Renacimiento prefiere lo clásico antes que lo grotesco, ni si el abandono de éste puede hacerse sin comprometer gravemente la interpretación de aquél; como si, de alguna manera, una tradición resultara superflua respecto de la otra, mera manifestación contigua cuyo destino, a la larga, no podía ser sino el de extinguirse progresivamente hasta parecer. En este sentido, la obra de Bajtín se construye sobre una paradoja que se tensa y agudiza de página en página; y es que, cuantos más argumentos ofrece para demostrar la existencia de una tradición del grotesco, cuantas más pruebas aporta sobre su longevidad y generalización, cuanto más subraya su irrefutable presencia en el arte y hasta en la vida cotidiana, menos se comprende que el Renacimiento pudiera desembarazarse de él con tan extraordinaria facilidad, con tan limitadas y superficiales consecuencias. La paradoja alcanza, con todo, la categoría de enigma o de misterio si, además, se toma en consideración que el ideal renacentista se ha representado siempre en conexión con una cierta voluntad arqueológica, con un deliberado propósito de rescatar lo enterrado. Si esto es así, ¿cómo es posible que los humanistas ca-
yeran una y otra vez sobre los vestigios del canon clásico y, con la notable excepción de los frescos de las Termas de Tito, nunca o casi nunca sobre los del anticanon grotesco? Si éste era tan frecuente, ¿cómo no se tropezaron con él más a menudo? Los críticos de Bajtín responderán a estos interrogantes diciendo que en ellos se aprecia, justamente, el carácter carácter marginal de lo grotesco, su condición periférica respecto de la corriente principal, ese exuberante e inextinguible caudal que representa el pasado clásico. Quienes, por el contrario, adviertan la fecundidad de las ideas de Bajtín, el rápido destello con que ilumina algunas zonas de sombra y algunos silencios que constituyen, tanto como lo expreso y manifiesto, los fundamentos de nuestra cultura, estarán obligados a dar un paso que, de alguna manera, sólo es posible desde la aproximación en contrapunto de la que habla Edward Said, desde una mirada amplia y en perspectiva sobre la totalidad del mundo mediterráneo. Un paso que llevaría a subrayar lo inverosímil de que el arte y los saberes de la Antigüedadd se hubieran perdido Antigüeda nunca, de que siglos enteros de historia se puedan explicar en términos de súbitos cataclismos y recuperaciones aceleradas, de que pueda existir ningún año cero y, por lo mismo, ninguna categórica clausura de orden alguno, incluido el de Grecia y Roma. Por más que Occidente se haya habituado a escuchar el relato de la pérdida irreparable que supuso el incendio de la biblioteca de Alejandría, en el que habría ardido toda o casi toda la memoria de la Antigüedad, lo 59
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cierto es que atribuir a ese suceso unas consecuencias tan formidables parece guardar más parentesco con mitos como el fin del Edén, la llegada de los bárbaros o la batalla de Guadalete que con una reconstrucción rigurosa del pasado. ¿O acaso quienes sabían de la filosofía ateniense eran sólo los asiduos de las salas de lectura alejandrinas? ¿Varios siglos de copias, y de copias de copias, y de nuevas e innumerables copias sobre copias de cuarta y quinta generación, quedaron reducidos a ceniza únicamente porque, en un momento de esta interminable reescritura, ardió el que se suponía que era el remoto original? Por último, ¿cómo tuvieron acceso a este pasado autores andalusíes como Avicena, Averroes o Maimónides, considerados como puente entre los saberes perdidos y su recuperación por el Renacimiento? Frente a la idea de pérdida y consiguiente recuperación de las producciones de la Antigüedad se alza, entonces, la de la superposición de órdenes diversos, que van tomando de los substratos anteriores aquello que más les interesa por razones de legitimidad política, de prestigio cultural o de simple aprecio estético. Así, el orden romano crece y se expande sobre la base del orden griego anterior, tomando de él y traduciendo a su lengua de poder –el latín– cuando considera valioso, fueran obras de autor, costumbres sociales, técnicas de producción o ritos religiosos. Y lo mismo harán los órdenes bizantino y germánico sobre el latino. Y lo mismo hará el musulmán sobre estos últimos, vertiendo el árabe –lengua de poder sólo desde 693, fecha en que sustituye al griego en la corte califal de Damasco– aquellos modos de vida, aquellas creencias y saberes que mejor cuadran a su fines. Con toda probabilidad, esto es también lo que hace el Renacimie Renacimiento nto frente al Islam, presente no sólo en los restos de al Ándalus sino también en Berbería, a pocas millas de las costas meridionales de Ita60
lia. Los escritores del quattrocen- da en que, distanciándose de la tradición del grotesco que, seto y del cinquecento habrían pro- realidad islámica más próxima, la gún Bajtín, quedaría sepultada cedido, en consecuencia, no tan- berberisca berberisca,, consideraba ciertos bajo las restricciones e imperatito a una recuperación de lo que elementos artísticos como canó- vos del canon clásico. se encontraba supuestamente nicos y centrales, arrojaba otros perdido como a una selección, a hacia la periferia. Y lo mismo ‘Amor a la patria’ una relectura de los elementos que sucedía con el arte, habría y ‘fidelidad a la nación’ culturales que, al igual que a to- tal vez ocurrido con otras mani- Precisamente en este medio sodos los anteriores, subyace tam- festaciones sociales, hasta acabar cial en este orden integrado en haciendo de la Italia del 1400 y la esfera de poder otomano y bién al orden musulmán. La reapropiación renacentis- 1500 –cuna de no pocos regene- frente al que trata de afirmarse ta de la Antigüedad –similar a rados y “turcos de profesión” que la Italia renacentista, viviría la que llevaron sucesivamente buscaban fortuna en el norte de Cervantes durante cinco años, a cabo los grandes sistemas pre- África– la otra cara cara de Berbería. Berbería. atento por simple instinto de sucedentes– se realizaría no sólo “Movilidad social o posibilidad de pervivencia a comprender las mediante la aceptación más o ascenso rápido para alguien con ‘virtu- pautas y códigos del Islam gomenos directa de algunas obras des’ sencillas o no muy sofisticadas –o bernante, una experiencia que y manifestaciones integradas, de instruidos– como fortaleza física, in- la mayor parte de sus compateligenciaa práctica o astucia, valor o va- triotas no había tenido ocasión amalgamadass en el Islam, como teligenci amalgamada lentía en la navegación o en el combate, lo fueron sin duda las de Platón y hasta belleza física y juventud; gran de conocer desde 1492. Sin emo Aristóteles, a las que se prefirió permisividad en lo sexual que hacía que bargo, y a diferencia de otros no obstante proclamar perdidas, se pudiera contraponer la poligamia, fa- cristianos de diverso origen que antes que adoptadas y respeta- cilidad de divorcio, matrimonio entre comparten con él esta peripecia, das por los muslimes. También primos o tolerancia de la homosexuali- las penurias del cautiverio en al rigor inquisitorial contra delitoel rechazo, la negación de otras dad Argel –lo mismo mismo que, en sentido sentido pecados como el nefando o la bigamia; habría servido para subrayar las religión de formulaciones escasas y sen- contrario, el orgullo por la pardiferencias, para definir y con- cillas, tolerante para las otras religiones ticipación en Lepanto– no le trastar la propia identidad frente ‘del libro’ hasta el punto de poderse ha- arrastran hacia una actitud maal orden que se pretendía susti- blar de libertad de cultos; alta valoración niquea, hacia un apoyo y una tuir. De este modo, donde el de las habilidades artesanales, a las que exaltación incondicional de su eran inclinados hasta los jenízaros; el Islam prohibe las representaci representacioo- matiz o tono orgiástico de la ‘fiesta cor- propia causa frente al Islam. El nes figurativas por oposición a saria’ después de una buena campaña espectáculo de los renegados la interpretación bizantina de la de corso, en el que el tabú sobre el al- (hombres que cambian de fe no Antigüedad, Antigüe dad, el el Renacimie Renacimiento nto las las cohol parecía desvanecerse; la inmedia- por íntima convicción de la suencumbra hasta convertirlas en tez en la administración de justicia y en perioridad del mensaje de medidas de gobierno, sin recursos quintaesencia del arte recupera- las Muhammad sino como tributo complejos administrativos administrativos o procesales do; donde el Islam desarrolla desarrolla los en un colectivo casi ágrafo por natura- o peaje para medrar en la sociemotivos ornamentales, el Rena- leza; la misma violencia instintiva y pri- dad berberisca) no sólo despiercimiento los confina en la esfera maria, catártica en ocasiones, tan com- ta en Cervantes censura moral, marginal, casi clandestina del prensible a simple vista por los medios como es moneda corriente entre grotesco. Un grotesco que, co- populares y que está en la base de la le- la mayor parte de los cautivos. yenda sobre la ‘crueldad berberisca’; los mo se puede leer en La cultura mismos modelos a imitar –el ollero Bar- Antes al contrario, el escritor lo popular en la Edad Media y el barroja que llega a rey y almirante oto- convierte en alimento de alguRenacimiento, pronto se consi- mano; el castrado Hasán Aga que ven- nas de sus reflexiones más lúcideró sinónimo de arabesco, y cu- ce al emperador Carlos; el tiñoso cala- das y, por consiguiente, de alyo origen todavía se atribuye a brés Euch Ali, señor de miles de gunas de sus convicciones más el grumete veneciano que llega los árabes en publicaciones en esclavos; arraigadas, sobre las que irá a rey y se casa con la que fuera mujer de 1925, e incluso posteriores. La un rey–, de siempre tan mitificados en construyendo toda su obra posconsecuencia más sorprendente los medios populares”. terior. En primer lugar, y graque permitiría extraer esta visión cias a la convivencia con tránsen contrapunto del ideal renaÉste es el abigarrado retrato fugas de una y otra fe, Cervantes centista es que, contrariamente a de Berbería que sugiere la lectu- parece advertir la dimensión lo que parecen sobrentender tan- ra de la crónica de un español estrictamente ideológica de la to la historiografía tradicional del siglo XVI, Antonio de Sosa, creencia religiosa, su carácter de como el propio Bajtín, nunca a Emilio Sola y José F. de la Pe- mera representación superpueshabrían coexistido un canon y ña, quienes no dudan en con- ta a una realidad humana invaun anticanon. Por el contrario, cluir que “todo ello permitiría riable, común a judíos, musulsólo en la medida en que, en- hablar de un medio social en el frentado al orden musulmán, el que dominan de manera abruRenacimiento definía lo clásico, madora los valores que hoy 2 Emilio Sola y José F. de la Peña, Cerdefinía también lo grotesco, y vi- se considera que conforman la vantes y la Berbería, págs. 58 y 59, Fondo ceversa. Esto es, sólo en la medi- cultura popular” 2. Es decir, esa de Cultura Económica, México, 1996. CLAVES
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J OS É M AR Í A RI DA O
Velázquez Veláz quez / Cerv Cervantes antes
manes o cristianos. Puesto que, según muestra la vida cotidiana en Berbería, una misma persona puede abrazar uno u otro credo, su valor debe medirse no por aquello que profesa sino por la manera en que se comporta, por sus obras. Las variaciones sobre esta idea central serán constantes en el teatro, la poesía y la prosa cervantina, alcanzando momentos de sutil belleza como cuando el cristiano Guzmán de El gallardo español se despide diciendo “tu Mahoma, Alí, te guarde”, y Alí, conmovido en la hora del adiós, responde “tu Cristo vaya contigo”. Pero, en segundo lugar, y sin duda inspirado también por los avatares de su estancia en Berbería, Cervantes parece interrogarse sobre el orden cristiano que fragua en la orilla septentrional del Mediterráneo y, de modo particular, en la España de los Habsburgo. A poco que se analice, su recurrente proclamación de la superioridad del “amor a la patria” sobre la “fidelidad de la nación” –coherente, por lo deNº89
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más, con la defensa del hombre tica, manifestaciones de una como hijo de sus obras– contie- nación distinta, de modo que, ne una demoledora carga sub- junto a las primitivas cristiana, versiva contra los conceptos en musulmana o judía, habrá que los que se funda la política de añadir ahora nuevas naciones Felipe II y de su hijo, hoy difícil como la vizcaína, la genovesa, la de percibir por la manipulación bretona o la lombarda. que opera el romanticismo soEl “amor a la patria”, por su bre la idea de nación y la idea de parte, aparece ocupando un papatria, a las que llega a conside- pel central en el teatro cervantirar como sinónimos perfectos. no, sobre todo en piezas que, Para Cervantes y sus contempo- como El gallardo español o Los ráneos, ésta no pasa de ser un baños de Argel, evocan y elaboran simple concepto geográfico, una su experiencia del cautiverio. En manera de designar el área o la esta última, el renegado Hazén, región en que se nace. Dentro hombre respetable por sus obras, de la idea de nación, por el con- apuñala a otro personaje de su trario, coexiste aún el sentido re- misma nación, Yusuf, reproligioso original, equivalente a chándole la expedición que ha credo, con un nuevo sentido que dirigido contra su tierra de naciva fraguando a lo largo de la miento y que se salda con el Edad Media a partir del concep- apresamie apresamiento nto de más de un cento de vox dei, para el que una tenar de cristianos. “¿Contra tu nación –una fe– sólo puede ex- patria levantas/la espada?”, expresarse en una lengua. En la clama Hazén al dar muerte muer te a Yumedida en que el dios de cada suf. “¿Contra las plantas/que con confesión se revela en una dife- tu sangre crecieron,/tus hoces rente, los matices idiomáticos de agudas fueron?”. La progresiva cada comunidad acabarán tam- animadversión oficial contra los bién considerándose, por corri- moriscos, agudizada tras el demiento o contaminación semán- senlace de la guerra civil de Gra-
nada en 1570, suscita para Cervantes un problema de algún modo simétrico al que enfrenta a los dos renegados de Los baños de Argel. Ahora será la cristiandad, la monarquía católica de los Habsburgo, la que levante la espada contra la patria, la que dirija sus hoces contra las plantas crecidas en su propio suelo, al decidir en 1609 la traumática expulsión de los moriscos. Las críticas y alusiones de Cervantes a un problema que concluiría con otro exilio de españoles, el segundo en poco más de un siglo, serán constantes en el Coloquio de los perros, Persiles o el mismo Quijote. El conmovedor encuentro de Sancho Panza con su antiguo vecino Ricote, morisco expulsado por el Decreto de Felipe III, contiene, contiene, apenas apenas disimulados por una amarga ironía, la mayor parte de los elementos que permiten reconstruir la actitud de Cervantes ante ésta y otras cuestiones de su tiempo. En un capítulo cuyo evidentísimo título –“Que trata de cosas tocante a esta historia, y no a otra alguna”– transparenta una intención en la que, sin embargo, la crítica no parece haber reparado lo bastante, Ricote da cuenta de sus peripecias desde que tuvo que abandonar La Mancha y reflexiona sobre lo sucedido. Para empezar, declara que su nación es morisca y su patria española. Mientras que su mujer y su hija han preferido instalarse en Berbería creyendo equivocadamente que serían bien acogidos por los de su fe, él se inclinó a viajar por otros reinos de Europa, donde ha comprendido que el drama morisco se podría haber evitado sí, como en ellos, también en España hubiera existido libertad de conciencia. Tras escucharlo, Sancho Panza, como buen vecino, como compatriota, se compromete a no denunciar su retorno, oculto bajo un disfraz, a los reinos de los que había sido expulsado. Con todo, la desmitificación cervantina de la nación, la relativización del valor absoluto que le confiere la política cristiana de los Habsburgo, no se limitará a 61
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defender que existan judíos, mo- más, los hebraísmos y arabismos riscos y hasta renegados de bien, deslizados por el uso en la lengua hombres y mujeres que, con in- romance –común en todo modependencia del credo, respeten mento a las tres creencias– se los valores inmediatos de la pa- considerarán como una prueba tria, el amor y lealtad al prójimo de impureza, al mismo nivel y en su sentido más estricto. Cons- con las mismas consecuencias ciente tal vez del carácter híbrido que no comer tocino, vestir ropa –a medio camino entre la fe y la limpia los sábados, sangrar las relengua– que posee la idea de na- ses para consumo o colocar a los ción en su época, Cervantes vier- agonizantes de cara a la pared. te, además, frecuentes opiniones El romance en el que habían sobre el idioma, igualmente convivido términos y estructuorientadas a socavar el ideal de ras de las lenguas infieles se relapureza que entorpece el entendi- tiniza bajo la presión inquisitomiento, tanto en su acepción de rial, de modo que entre términos comprensión como de conviven- como libertad y alhorría, lobo y cia. Con escasas aunque notables adibe, sastre y alfayate, los haexcepciones, la historia literaria blantes prefieren –por obvias rano parece haber advertido la tras- zones de seguridad personal– cendencia de las actitudes que siempre el primero. Contra esto adopta el autor del Quijote en re- se rebela Cervantes en el prólogo lación con la materia misma de de La Galatea, el calificar de su escritura. La causa de esta de- “ánimos estrechos” a quienes “en satención, de este vacío, podría la brevedad del lenguaje antiguo encontrarse en los presupuestos quieren que se acabe la abundesde los que se ha construido el dancia de la lengua castellana”. relato canónico del pasado pe- Y aun en el Quijote, en el que el ninsular, entre los que se en- soldado enamorado de Zoraida cuentra el de dar por supuesto explica que, durante su estancia que la presencia de judíos y mu- en Argel, se expresó en “una lensulmanes en España se debe a gua que en toda Berbería, y aún unas migraciones originarias, en Constantinopla, se halla entre motivadas por la destrucción del cautivos y moros, que ni es moTemplo en el primer caso y por risca ni castellana ni de otra nauna supuesta expansión militar ción alguna, sino una mezcla de de los árabes en el segundo. todas las lenguas, con la cual toDesde esta visión, tan frágil e dos nos entendemos”. incongruente en demasiados asLa experiencia de Cervantes pectos, se da automáticamente en Argel, su observación directa por supuesto que quien habla de una realidad que la causa crishebreo es porque procede de la tiana defendida por los Habsdiáspora, del mismo modo que burgo desvirtúa de acuerdo con quien se expresa en árabe es por- las necesidades de la guerra, tenque desciende de quienes llega- drá una inesperada prolongación ron con Tariq y Muza. No se re- en su retorno a España. Despara, en cambio, en que el uso de mintiendo quizá todos sus sueuno u otra lengua es una opción ños de cautivo en la tierra del ideológica, una deliberada seña Islam, arruinando de golpe la de identidad y no una mera ca- íntima esperanza de que se le racterística racterísti ca étnica ni mucho me- reconocieran los méritos de su nos racial. En los momentos de participación en Lepanto y de su la convivencia, quien demostraba fidelidad cristiana en Berbería, familiaridad con el hebreo o el la patria por la que había puesto árabe era porque su credo era ju- en riesgo la vida y a la que dío o musulmán, lo mismo que había ansiado volver lo recibe, era cristiano quien la demostraba sin embargo, con el desdén que con el latín. Llegado el periodo dispensa a los conversos y sus de la supremacía cristiana y de la descendientes. Cervantes no obconsiguiente represión, no sólo el tiene autorización para pasar a hebreo y el árabe desaparecen de las Indias, y sus expectativas de la escena pública sino que, ade- promoción social no son en ab62
soluto superiores a las que tenía antes de embarcarse rumbo a Italia una década atrás, como si toda su peripecia de soldado heroico, todas sus obras, fueran un ensueño vano en comparación con la mera sospecha de no ser limpio de sangre. Excluido así del férreo orden cristiano que va fraguando en España, marginal en el seno de la causa que había defendido ingenua y fogosamente durante su juventud, Cervantes se irá afirmando como un español de trayectoria excéntrica, capaz de percibir por ello las limitaciones de la cristiandad y, en inevitable correspondencia, las virtudes del Islam. Y lo que es aún más importante, casi definitivo: capaz de percibir que tanto una creencia como la otra no son más que eso, creencias, representaciones distintas de una realidad humana mucho más uniforme de lo que sus contemporáneos imaginan, y en el fondo interdependientes. Capaz de percibir, en suma, que cuanto más se afirmen sectariamente los valores de la cristiandad más se afirmarán, sectariamente sectaria mente también, los valores del poder Otomano, hasta ir fraguando una y otro una imagen recíproca que no es, a fin de cuentas, más que el reverso o negativo de la propia. Estrategias contra la represión
Llegados a este punto, ¿parece convincente sostener que sean casuales las coincidencias de este proceso con el que, por las mismas fechas, está desencadenando el Renacimiento en el arte? ¿La progresiva consolidación del canon clásico no está generando acaso el simétrico afianzamiento del anticanon grotesco que estudia Bajtín, luego asociado, por lo demás, a la producción artística del Islam? En el momento en que empieza a escribir Cervantes, en el momento en que pretende dar salida a la experiencia de Argel luego tamizada a través de su condición de converso, la literatura culta está cristalizando en un puñado de géneros en los que los principales elementos narrativos parecen fijos y reglados. Se trata de esti-
lizaciones, de amaneramientos, que, en coherencia con el canon clásico hacia el que se decantan, expurgan del texto todas aquellas referencias a la realidad que se consideran impropias o de mal gusto y, por lo mismo, pasto o materia de la cultura popular, del anticanon grotesco. Éste es el modo en que se va consolidando una estética característica de las novelas de caballería, de los relatos italianizante, morisco o pastoril e, incluso, de la picaresca. En ellos, el amor se separa de su consumación carnal, las heridas de la tumefacción y la sangre, el esfuerzo del sudor, la muerte de la agonía y, en general, las acciones en abstracto de sus consecuencias físicas, de los humores, secreciones y mucosidades, así como, de las muecas y las contorsiones corporales que las acompañan. Antes de emprender la redacción del Quijote, Cervantes se ha ejercitado ya en buena parte de estos géneros, los ha desarrollado cuanto daban de sí para expresar la excentricidad de su experiencia; y es verosímil imaginar que, al cabo, hubiera intuido su insuficiencia, su envaramiento y rigidez. El Quijote constituye así, en primer término, una reacción hacia la literatura de su época; no sólo contra los libros de caballería, sino contra una forma general de entender la ficción, contra esa idealización canónica del relato cada vez más alejada de las vivencias cotidianas. Es desde esta perspectiva desde donde cobra sentido la totalidad de la obra, desde los encomios en verso con los que se abre el libro hasta la intercalación de novelas en la primera parte o los portentosos hallazgos de la segunda, en permanente diálogo con lo ya escrito y con las relaciones del público lector hacia ello. A lo largo de todo el Quijote, Cervantes hace ver que la fantasía literaria no configura un espacio cerrado, independiente o al margen de la realidad, sino que, por el contrario, se erige como una realidad lid ad alte alterna rnativ tiva, a, com comoo una contra-realidad cuyo principal efecto sobre la primera es dejar al CLAVES
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J OS É M AR Í A RI DA O
descubierto el carácter convencional, histórico como hoy diríamos, de muchas certezas que le sirven de fundamento. Durante largo tiempo, la crítica y la historia literaria han dado crédito a las manifestaciones expresas de Cervantes, sin advertir la parodia y la ironía que podía esconderse tras ellas. Es lo que sucedió con el estilo, al considerar la preceptiva castellana hasta fecha relativamente reciente que la mejor lengua del Quijote era aquélla en la que, por chanza, Cervantes contaminaba el relato de Cide Hamete Benengeli del tono arcaizante que el hidalgo de La Mancha emplea en sus parlamentos, imitando a su vez los usos grandilocuentes de los libros de caballerías. Y lo mismo sucede con la convicción –aún hoy no desterrada del todo– sobre el carácter arcaico y no simplemente literario del ideal caballeresco, como si, porque así lo afirma intencionadamente la ironía cervantina, los Tirantes, Tartarines, Belianises o Florianes fueran personajes del pasado, no quiméricas criaturas de ficción. Y otro tanto cabría decir sobre el propósito declarado de “poner aborrecimiento de los hombres las fingidas y disparatadas historias de los libros de caballerías”, como si a lo largo del Quijote Cervantes no llevara a cabo un completo repaso de todos los géneros y hasta de las costumbres y convenciones literarias de su época. En este último sentido, y como ha puesto de relieve Márquez Villanueva, la serie de poemas burlescos que abren y cierran la primera parte del Quijote, clara parodia del uso de imprimir las obras de cualquier naturaleza –no sólo los libros de caballerías– precedidas por versos de elogio, “ofrece un tratamiento coherente de los efectos del perspectivismo, ambigüedad y dislocación tempoespacial que constituyen el espinazo de la novela”3. Un tratamiento, en efecto, que tam-
3 Francisco Márquez Villanueva, Trabajos y días cervantinos, pág. 116, Estudios
Cervantinos, Madrid, 1995. Nº89
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bién puede observarse en todos y cada uno de los grandes cuerpos narrativos de la primera parte, ensamblados por Cervantes a través del hilo conductor de un pretendido caballero andante cuya movilidad, cuya azarosa búsqueda de aventuras es la excusa que permite dar unidad funcional al conjunto. El repaso a la literatura de la época que realiza el autor del Quijote a través de este recurso es general: además de los poemas del principio y final de la primera parte, la novela pastoril, el cuento italianizante, la picaresca o el relato morisco van desd esfilando al compás de la peripecia del hidalgo loco y su escudero, ensartándose progresivamente en la trama, haciendo cuerpo con ella y contribuyendo a su desarrollo y desenlace. Entretanto, y gracias a esta mirada a la ficción desde la propia ficción, Cervantes va impugnando la estrechez del canon clásico que está erigiendo el Renacimiento, va recordando su idealización falaz, aséptica y alejada de los sentidos. Así, y en completa consonancia con el anticanon grotesco, los personajes del Quijote comen y beben, se duelen de los golpes, sangran y pierden muelas, fornican, eructan, defecan, son sensibles a los hedores. Pero, además, se sorprenden de que en la realidad –que en la novela es representada y sustituida por la fábula caballeresca de don Quijote– los pastores de las serranías manchegas puedan cantar y expresarse como lo hacen Cardenio y Dorotea. O de que Marcela pueda ser acusada de la muerte de Grisóstomo –como exige el tópico de las composiciones pastoriles– sólo porque, en uso de su libertad, la muchacha no quiera corresponder a la pasión de un enamorado con el que no ha tenido nunca un comportamiento equívoco, ni al que nunca ha dado motivos para concebir esperanzas. O de que los pícaros sean retratados en los libros como graciosos dotados de finísimo humor, cuando Ginés de Pasamonte –del que se dice que está escribiendo la novela de su vida– es el más procaz y malencarado de
los galeotes en la aventura en que ra llegar al nuevo arte de escribir don Quijote los libera. O de que novelas. las moriscas de las obras de este La cabal comprensión de esta género se expresen en correcto empresa cervantina, tan original castellano,, algo de lo que, como como repleta de posibilidades, castellano no podía ser de otra manera, no quedaría con todo mutilada si se es capaz Zoraida, la bella fugitiva olvida que su desafío contra el que acompaña al cautivo huido canon clásico no es una simple de Berbería. actitud estética, ajena a los turLa controversia sobre la opor- bulentos acontecimientos de la tunidad de incluir la novela de España de los siglos XVI y XVII El curioso impertinente se ha de- y, por consiguiente, exenta de sarrollado, por lo general, al mar- compromiso y de riesgos inmegen de esta visión del conjunto, diatos. Dejando al margen los de acuerdo con la cual el Quijo- hallazgos referidos a la obra de te no es sólo una parodia de los Cervantes o a su época, el mérilibros de caballerías sino de toda to preliminar de los trabajos de la literatura de la época, de cada Américo Castro reside en haber uno de los géneros y manifesta- puesto de relieve la estrecha relaciones en que está fraguando el ción que existe entre las intercanon clásico. Contemplada a es- pretaciones simplificadoras del ta luz, la cuestión adquiere, sin Quijote y las visiones del pasado duda, unos perfiles diferentes, en que soslayan las evidencias de la la medida en que desplaza su represión durante el gobierno de centro de gravedad desde la dis- los primeros Habsburgo. Al excusión sobre la conveniencia de purgar este periodo de cualquier introducir un relato italianizante episodio que pueda ensombreen medio de la acción principal cer su proclamado esplendor, la hacia el juicio sobre si la crítica historiografía tradicional ha ido cervantina de este género es tan segando la hierba bajo los pies eficaz como la que realiza de los de los actuales lectores de Cerdemás. La constatación más in- vantes, al privarlos de claves y remediata, a este respecto, es que ferencias sin las cuales resulta de el contrapunto a su idealización algún modo retórica, estereoties menos constante que en el res- pada y como sin sustancia, la to de los casos, limitándose a la constante afirmación de su geinterrupción de la lectura del nio. Castro, por su parte, repone manuscrito a raíz de una nueva las evidencias, las pautas de la hazaña de don Quijote, además lectura: Cervantes es de origen de a la plática que, concluida la converso, y sobre los conversos historia, mantienen el cura y el pesa entonces un asfixiante clima barbero, en la que ambos se de sospecha promovido por la muestran de acuerdo en que el Inquisición. La parodia del carelato “tiene algo del imposible”, non clásico, la cervantina aproes decir, en que resulta inverosí- ximación a la fábula desde el remil. Frente a esta parquedad, verso y no desde la idealización y destaca, en contrapartida, la to- el estereotipo, debe protegerse, talidad de la segunda parte de la en consecuencia, detrás de unos novela, concebida como un procedimientos comunes a los constante, porfiado, inagotable artistas y escritores que comparcontrapunto de la primera, así ten la condición social del autor como del contexto que la rodea del Quijote. La actitud general desde su aparición en 1605. En- de todos ellos es siempre la mistre la tímida deconstrucción del ma, y consiste en no oponerse relato italianizante contenido en explícitamente a las ideas consaEl curioso impertinente y la vigo- gradas, sino en desarrollarlas hasrosa exhibición de la tramoya, ta sus últimas consecuencias, del reverso real y literario, que fingiendo una adhesión tan abCervantes lleva a cabo en la se- soluta y sin fisuras que acaba gunda parte del Quijote se ex- por fuerza mostrando su absurdo tienden, en definitiva, las esta- y, a la postre, negándolas. ¿No ciones recorridas por el autor pa- consideran los renacentistas, los 63
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partidarios del canon clásico, que la poesía latina es el modelo excelso que deben imitar los poetas? Fiel en apariencia a este principio, Góngora no rechaza jamás el paradigma. Antes al contrario, se aproxima a él más que ningún otro escritor, calca la métrica y la sintaxis, reelabora mitos y referencias antiguas y llega finalmente a un resultado cercano al anticanon grotesco, a sus arborescencias, a sus bruscos encabalgamientos y distorsiones. En suma, a todo lo que se pretendía desterrar u ocultar al canonizar la poesía latina. ¿Acaso no es ésta también la estrategia de Rojas cuando fabula sobre el tópico renacentista del triunfo del amor, mostrando acto seguido sus consecuencias reales en una sociedad que, junto a la pasión entre los seres, idealiza simultánea y paradójicamente la defensa de la honra? ¿Y no es esto mismo lo que hace Cervantes al poblar La Mancha de caballeros andantes, pastores enamorados, pícaros, antiguos cautivos y bellas moriscas, fingiendo considerar los paradigmas narrativos como fiel trasunto de la realidad? La visión de Américo Castro, la reconstrucción de los principales rasgos que caracterizan la Edad Conflictiva, permite, en segundo lugar, advertir que buen número de los procedimientos empleados por los artistas bajo sospecha forma parte, en realidad, de una estrategia deliberada contra la represión. Uno de los más extendidos, a este respecto, es una especie de relativización de la autoría, una técnica luego desarrollada hasta extraordinarios niveles de complejidad en el Quijote y coherente, por lo demás, con la preocupación de los conversos por borrar o confundir las huellas y noticias sobre sus orígenes. El permanente cambio de identidad por parte del narrador en El libro del Arcipreste, así como su invitación final para que cada lector aporte a la obra lo que juzgue de su agrado, constituirían una clara ilustración de los orígenes de este recurso. La inverosímil confesión de Rojas en el inicio de La Ce64
asegurandoo que él, simple lestina, asegurand bachiller ocioso, encontró los capítulos iniciales del manuscrito y sólo se limitó a dar remate a la historia, apuntaría en la misma dirección, pese a que la crítica se haya lanzado muchas veces a realizar comparaciones de estilo sin reparar en lo evidente. Y lo evidente es que, aunque la noticia del hallazgo fuera una realidad y no un recurso, Rojas tuvo que inventar la totalidad de la tragicomedia, puesto que no es posible deducir su desarrollo argumental a partir de un puñado de páginas del principio, las supuestamente halladas. Pero es sin duda en el Quijote donde la relativización de la autoría acaba por constituir un auténtico blindaje, un inescrutable laberinto o infinito juego de espejos en el que, una vez atrapado el lector, no acabará nunca de encontrar el hilo que le conduzca directamente desde el texto hasta Cervantes. La presencia en la novela de un autor que entra y desaparece sigilosamente de escena, de un cronista arábigo –Cide Hamete Benengeli– y de su traductor, de uno o varios compiladores, va introduciendo tal juego de perspectivas en el texto que, concluida la novela, nadie sabe quién mira a quién ni quién está siendo mirado. Recomposición Recomposició n de la unidad
Pese a que quizá no se le haya prestado en ocasiones la atención que merece, esta relativización de la autoría, esta búsqueda de protección y ocultamiento tras imágenes y trampantojos no es exclusiva, con todo, de las letras, sino que se extiende, además, a otras artes como la pintura. Arnold Hauser describió, así, algunos recursos compositivos de Velázquez de forma que recordaban el modo cervantino de novelar, pero imaginó que la relación entre ambos procedía de una común adscripción al manierismo, de un mismo sometimiento a la convención artística dominante en la época. Para Hauser, el manierismo se habría caracterizado por una fragmentación del punto de vista; y, en
efecto, tanto el Quijote como las obras más representativas de Velázquez quiebran cualquier mirada unidireccional, hierática sobre el mundo. Ahora bien, la explicación de Hauser, esa fina observación desde la que es posible apreciar las estrechas relaciones entre dos de los mayores artistas del siglo XVII, deja no obstante en la penumbra la circunstancia de que la fragmentación del punto de vista se lleva a cabo para cuestionar el canon, para representar la realidad despreciada, grotesca, al lado de la idealizada, de la convertida en género y estereotipo. Desde sus primeros cuadros, Velázquez se apoyará sobre el equívoco, sobre la afirmación de una cosa y su contraria, exactamente lo mismo que Cervantes. Una pintura como Cristo en la casa de Marta no representa únicamente al hi jo de Dios Dios siendo confortado sino que la escena en que Marta le lava los pies se ve a través de un ventanuco, en un plano alejado de la composición principal, donde una anciana contempla a una mujer que se afana sobre un almirez, apoyada en una mesa con huevos, ajos y pescado. Otro tanto sucede con el Retrato del infante Baltasar Carlos con un enano, ante el que el espectador
no puede saber si está ante la pintura de un bufón que tiene a su espalda un lienzo con el noble representado sobre él, o ante una imagen de éste con un enano delante, aunque en un escalón inferior.. Y lo mismo sucede con la ferior serie mitológica de El triunfo de Baco, La fragua de Vulcano o La Venus del espejo, obras en las que se superponen, indisociablemente, el mito y las realidades cotidianas, colmadas de alegría popular, aspereza en el trabajo o intenso erotismo, concentrado en un cuerpo femenino que se cuenta, sin duda, entre los más hermosos y sugerentes de la historia de la pintura. Las meninas, por su parte, constituye un compendio de todos los recursos y perspectivas ensayadas antes por Velázquez, una perfecta síntesis de los géneros pictóricos, desde la mito-
logía a la pintura de corte, desde el autorretrato a la representación de las escenas cotidianas. A este respecto, los paralelismos con el Quijote resultan evidentes, casi portentosos. Como Cervantes en su novela, Velázquez recrea un juego de espejos en que el pintor no es ya el pintor, sino un personaje más en un cuadro en el que no es posible identificar al autor ni encontrar el hilo que conduce directamente desde lo representado hasta quien dispone las figuras, mezcla los colores y maneja los pinceles. Como la fábula en el Quijote, también aquí la aproximación a la materia pictórica se lleva a cabo desde el reverso y no desde la idealización y el estereotipo, de modo que, al igual que en la obra cervantina, el espectador no sólo contempla el canon consagrado de la pintura de corte sino también el anticanon. No sólo a los miembros de la familia real, sino también a los bufones, perros, ayudantes, artistas y entorno en que se desenvuelve la vida de quienes, hasta entonces, siempre habían sido retratados en primer plano, alejados de cualquier contexto que no fuera el idealizado del retrato ecuestre, el entorno arquitectónico y palaciego o el paisaje captado desde una grandilocuente perspectiva. Esta impetuosa irrupción de lo que el canon no considera digno del arte, esta recomposición de la unidad que se observa tanto en la obra de Cervantes como en la de Velázquez, es lo que María Rosa Lida describiría como la tendencia realista del arte español, una actitud que sólo adoptan los pintores y escritores que no se sienten reconocidos en el consenso social, así como tampoco en la abstracta estilización que cristaliza en los diversos géneros literarios o pictóricos. La identificación de esas constantes irrupciones de la realidad silenciada, de esos elementos desechados por el canon, constituye, por último, la tercera gran aportación de la visión crítica e histórica de Castro. A través de la aproximación que inaugura en sus trabajos, el lecCLAVES
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tor contemporáneo puede imaginar la riqueza de alusiones que se entrecruza en la obra de los mejores artistas y escritores del Siglo de Oro, la decidida intención con que socavan los fundamentos de la intolerancia, las protestas y lamentos contra un orden en el que el mérito y la valía personal son sacrificados en aras de la pureza de sangre; esa aberración según la cual el credo, la opción religiosa, tiene que ver con razas o con etnias. Al subrayar la importancia de que Cervantes explique lo que don Quijote viste y come precisamente en viernes, sábado y domingo, de que hable de algún “cristiano viejo muy antiguo” o de que alabe los linajes del Toboso cuando el Toboso, justamente, era una aldea en su totalidad morisca, Castro abre las puertas a una lectura del Quijote a muchas leguas de la cristianización forzosa, reductora, a la que lo someten, entre otros, sus últimos intérpretes ortodoxos, los escritores del Desastre. Frente a la de éstos, la mirada del autor de El pensamiento de Cervantes introduce al lector de la novela en un auténtico vértigo de referencias y dobles sentidos en los que se aprecia, sin retórica ni estereotipos, la fabulosa dimensión del genio cervantino, su portentosa capacidad para “tratar de cosas tocantes a esta historia” sin dejar de desarrollar, por ello, una fábula repleta de humor, tristeza, conmiseración o melancolía. Al trasluz de las palabras y episodios del Quijote se va entonces percibiendo –entreverada por la ironía y por la risa– una realidad compleja y muchas veces dramática de la que, sin el talento de Cervantes, como sin el de Rojas, Góngora o Velázquez, quizá no habría quedado tan puntual memoria. Es, pues, gracias en buena medida a la obra de Américo Castro, gracias a su labor de desbrozamiento e identificación del contexto al que sin cesar aluden los autores del Siglo de Oro, convirtiéndolo en parte indisociable de sus creaciones, como Cervantes ha empezado a recuNº89
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perar el lugar que le corresponde. No el lugar del ingenio lego pero capaz de concebir un personaje y una fábula que excedían su talento y su cultura, como sostendría Unamuno para apuntalar su interpretación nacionalista y cristiana. No tampoco el del artista sobre cuyos hombros recae la tarea de desagraviar a un país que descubre su atraso científico y necesita, por tanto, afirmar sus logros en el campo del arte, aunque ello exija borrar de las obras más representativas cualquier asomo de crítica o disidencia. No, en definitiva, el de la gloria nacional, reseca e infecunda, como surgida de la nada y, por consiguiente, sin ascendencia ni continuidad posible. Antes que en cualquiera de esos lugares, de esos nichos o panteones, el genio de Cervantes se sitúa junto al de otros artistas y escritores que hicieron de lo periférico y menospreciado, de todo lo que el consenso social y artístico dejaba al margen en sus respectivas épocas, la sustancia misma de su creación, el alegato más contundente contra la idealización y contra el canon. Rojas, Góngora, Velázquez se encuentran, por supuesto, entre ellos. Pero también Rabelais o Lawrence Sterne, también Flaubert, Joyce o Galdós. En definitiva, toda esa saga de artistas que constituye la más admirable e irreductible de las estirpes, la estirpe de la subversión. n
José María Ridao es diplomático. Li-
cenciado en Filología árabe y en Derecho. Autor de Agosto en el paraíso. 65
B I O L O G Í A
SOBRE LA CLONACIÓN HUMANA JORGE RIECHMANN
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esde febrero de 1997, todas las sociedades industrializadas del planeta intentan elaborar el shock que ha supuesto enterarse de que en un laboratorio escocés cercano a Edimburgo se ha producido el primer mamífero clónico a partir de un adulto desarrollado: la famosa oveja Dolly. Un abismo se abre a nuestros pies, porque lo que puede hacerse con ovejas podría hacerse con seres humanos. Aunque los científicos del Roslin Institute que clonaron a Dolly no han dejado de manifestar su oposición a que se apliquen técnicas semejantes a los seres humanos, hay que señalar que
Por otro lado, y aunque el consenso moral vigente en nuestras sociedades –plasmado en leyes y acuerdos internacionales que evocaré al final de este texto– sigue valorando la clonación humana como algo éticamente inaceptable, en los últimos meses se han oído cada vez más voces que desproblematizaban el asunto: sin salir de nuestro país, filósofos como Jesús Je sús Mo Moste sterín rín,, Javi Javier er Sád Sádaba aba,, XaXavier Rubert de Ventós y Victoria Camps, o genetistas como Jesús Villar y José L. Oliver Jiménez, han negado que hubiese problemas éticos graves relacionados con la clonación humana. Conviene las patentes que solicitaron –y se examinar de cerca el asunto2.
concedieron en marzo de 1997– para sus tecnol tecnologías ogías de clona clonación ción Dos técnicas de clonación: separación n de embriones y son tan amplias que se aplican a to- separació dos los mamíferos, incluyendo a los transferencia nuclear seres humanos . En las Bahamas Llamamos clonación al proceso funciona desde 1994 una clínica llamada Valiant Venture –dirigida por un científico francés– que, anunciándose en Internet, promete a sus clientes la clonación. En el Estado de Georgia, la Human Cloming Foundation promueve la investigación y la propaganda sobre la clonación humana (puede visitarse su home page: www. humancloning. org). Y en en en enero ero de 199 1998, 8, el emp empres resari arioo estadounidense Richard Seed afirmó su voluntad de poner en marcha experimentos de clonación humana con fines lucrativos –para proporcionar clones a adineradas parejas estériles– en el plazo más breve posible, comenzando por clonarse a sí mismo1.
1
Seed hubiera preferido abrir su clínica en Chicago, pero ante las dificultades ha decidido finalmente instalarse en Ti juana (México). Véase El País , 3-4-1998 y 8-9-1998. 66
por el cual se producen, a partir de un organismo, varios individuos genéticamente idénticos al primero (o, en el nivel molecular, el proceso de replicación de gran número de moléculas de ADN idénticas, posible desde que se desarrollaron las tecnologías de “ingeniería genética” a comienzos de los años setenta). Llamamos clones a los descendientes genéticamente idénticos de un único organismo3. Existen en la
2 Lo cual supondrá intervenir en un debate de filosofía moral que dura ya más de tres decenios: véase por ejemplo Paul Ramsey, El hombre fabricado , Guadarrama, Madrid, 1973 (los textos originales se escribieron entre 1965 y 1970). 3 Si nos ponemos del t odo rigurosos, la clonación por transferencia nuclear no produce auténticos “clones”: “clones”: el ADN mitocondrial del ovocito receptor no es el mismo que el de la célula donante de la que procede el núcleo transferido; y si esta última es una célula somática diferenciada habrá acumulado mutaciones y de-
naturaleza: la reproducción ase- cleo de una célula e insertarlo en xual de las bacterias crea clones, un ovocito vaciado de su propio las plantas que se reproducen por núcleo) se ensayó, con ranas y a esquejes también, y entre los ma- partir de células embrionarias, a míferos se dan de vez en cuando partir de 19524. La oveja Dolly es gemelos monozigóticos. Sin em- el primer mamífero clonado a bargo, hasta hace pocos años nos partir de una célula somática de estaba vedado clonar vertebrados adulto, en 1997. La novedad intencionalmente. científica que aportó la famosa La clonación por separación de oveja estriba en la demostración embriones se viene utilizando de de que el material genético de las forma rutinaria en la ganadería células somáticas diferenciadas industrial desde hace años, donde puede revertir a la totipotencia –por cierto– se producen muchos indiferenciada de su estado emcasos de malformaciones mons- brionario, dando marcha atrás al truosas. Consiste en fecundar un reloj biológico, por así decirlo. óvulo in vitro, cultivarlo hasta que Para clonar a Dolly se extrajo el por división celular se produce material genético del núcleo de un embrión de entre 4 y 16 célu- una célula somática de una oveja las, separar entonces varias células adulta (en concreto se trataba de del embrión, recubrirlas con los una célula mamaria), se vació el nutrientes y la protección necesa- núcleo del ovocito5 de una seria y cultivar así los nuevos em- gunda oveja para insertarle el briones. Esta técnica fue aplicada ADN de la prime primera, ra, se logr logróó la por primera vez a embriones hu- fusión de las dos partes mediante manos por el equipo de Jerry Hall descargas eléctricas6 y se insertó (en el Centro Médico Universi- este “óvulo reconstruido” en una tario George Washington, Was- tercera oveja para que llevara a hington DC) en 1993. Básica- término la gestación. Así que mente, lo que se está haciendo Dolly es una oveja con tres “macon este procedimiento es pro- dres” y ningún padre. Este proceducir de forma artificial embrio- so se llama clonación por transfenes de gemelos monozigóticos: rencia nuclear a partir de una aunque no resulte aceptable po- célula somática, plenamente difenerse a crear gemelos porque sí, renciada7. Una analogía para imano parece que esta práctica plan- ginárnoslo: el clon producido a tee problemas morales tan pro- partir de una célula somática y su fundos como la otra forma de clonación humana. 4 En 1952, en el Instituto para la InLa clonación por transferencia vestigación del Cáncer de Filadelfia, Robert nuclear (extraer el ADN del nú-
terioros durante la vida del organismo donante. Pueden verse acertadas precisiones al respecto en Mae Wan-Ho, Genetic En gineering: Dreams or Nightmares, págs. 138 y sigs. Research Foundation for Science, Technology and Ecology, Nueva Delhi, 1997. Ello no obstante, para nuestros efectos, resulta aceptable hablar de clones y clonación también en estos casos.
Briggs y Thomas J. King reemplazaron los núcleos de los óvulos recién fecundados de una rana leopardo –Rana pipiens– por núcleos de células de tejido embrionario de otra rana, obteniendo renacuajos clónicos. 5 Célula precursora del óvulo. 6 ¡Sí, como en las películas de científicos locos! Realmente, la realidad imita al arte. 7 El Comité de Expertos sobre Bioética y Clonación nombrado por el Instituto de Bioética de Madrid (Fundación Ciencias de la Salud) propone la terminología
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“progenitor” adulto serían como gemelos monozigóticos de distinta edad (situación que –no hace falta decirlo– nunca se da en la naturaleza). El interés comercial por estas técnicas es enorme: permitirían clonar animales considerados especialmente valiosos, sobre todo animales transgénicos (creados para funcionar como “biorreactores”, que producirían sustancias de valor terapéutico en la leche o la sangre, o para servir de “bancos de órganos” en xenotrasplantes –de cerdo a ser humano, por ejemplo)8, o mascotas de multimillonarios… 9. Clonación humana con otros fines que los reproductivo reproductivoss
Hay que distinguir entre la clonación humana con fines reproductivos (que enseguida trataremos más por extenso) y las técnicas de clonación no reproductiva con finalidades de investigación, diagnóstico o terapia. En el caso de los embriones clónicos obtenidos mediante la
gemelación ción artificial a la siguiente: llamar gemela clonación por separación de embriones; seudoclonación a la clonación por transferencia nuclear a partir de una célula embrionaria; y clonación verdadera a la clonación por transferencia nuclear a partir de una célula somática. 8 Los primeros terneros transgénicos clónicos, producidos por la empresa británica PPL Therapeutics, nacieron en julio de 1998 en una granja escocesa. Han sido “humanizados” mediante ingeniería genética para generar en su leche una proteína humana –llamada EC SOD—con valor terapéutico, y luego clonados con la técnica de transferencia nuclear. Por otra parte, a lo largo de 1998 el Instituto Roslin de Edimburgo –donde se creó a Dolly– está trabajando en la clonación de cerdos para xenotrasplantes a seres humanos… 9 En agosto de 1998 anunció que un millonario tejano ofrecía 750 millones de pesetas a un laboratorio para clonar a su perrita Missy. Nº89
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técnica de separación de embriones, el interés inmediato principal es emplearlos para mejorar las tasas de éxito en el lucrativo negocio de la reproducción artificial con implantación de embriones (procedimiento que puede costar entre 5.000 y 15.000 dólares, es decir, entre 750.000 y 2.250.000 pesetas, en alguna de las aproximadamente 300 clínicas privadas que se dedican a este asunto en EE UU y que mantienen mantienen una feroz competencia entre sí). Pero más allá de este uso “inocente”10, las perspectivas son inquietantes: se ha sugerido la conveniencia de guardar embriones clónicos congelados como “copia de seguridad” del hijo por si éste muriera. También se ha sugerido insistentemente que los clones humanos obtenidos mediante transferencia nuclear podrían ser utilizados como “bancos de órganos” y donantes de material biológico para trasplantes y otros tratamientos terapéuticos. En el peor de los casos, estaríamos hablando de mutilar o matar a un ser humano para beneficiar a otro; horrible práctica que no deja de suceder en nuestro mundo de hoy, a tenor de las atroces noticias sobre secuestros y/o asesinatos para tráfico de órganos que se difunden de vez en cuando. En un caso menos extremo, se trataría de “cultivar” embriones humanos hasta que pudieran extraerse de ellos las células precisas
10 En el sentido de que ya se están haciendo implantaciones múltiples de embriones sin que ello se cuestione especialmente, excepto cuando dan lugar a embarazos múltiples… en cuyo caso se suele proceder a eliminar la mayoría de los embriones.
para los tratamientos, muriendo camino a un potencial de abuso el embrión en el proceso. Según estremecedor? ¿No parece preferise hizo público en noviembre de ble, al menos mientras se debate a 1998, este tipo de experiencias fondo el asunto –para lo cual no las han realizado ya varios grupos hacen falta semanas, sino años–, de investigadores, pese a las res- organizar mejor las relaciones sotricciones legales y presupuesta- ciales, la educación moral y los rias que se supone traban la in- sistemas sanitarios para que más vestigación con embriones y los donantes voluntarios de órganos experimentos sobre clonación abastezcan a los necesitados de humana11. trasplante? El asunto es complicado. En Por último, se ha sugerido la Gran Bretaña, el Human Fertili- creación de clones completos por zation and Embriology Authority transferencia nuclear para dona(Centro para la Fertilización y la ciones de material biológico que Embriología Humana, que ase- no les supusieran la muerte o un sora al Gobierno sobre estas ma- riesgo grave: por ejemplo, células terias) dictaminó en diciembre de de médula ósea para trasplantarla 1998 la conveniencia de impulsar a enfermos de cáncer. Segurala clonación de tejidos con fines mente éste último es el caso más terapéuticos, lo que implica acep- fuerte que puede presentarse en tar la creación de embriones hu- favor de autorizar un tipo de clomanos clónicos que sólo existirán nación humana que desembocacomo “fábricas de células” y se- ría en individuos adultos. Y, con rán destruidos en el proceso de todo, a mi entender semejantes aprovechamiento de éstas (el or- aplicaciones aisladas no bastan ganismo inglés mencionado su- para dar luz verde a estas práctigiere que la existencia del em- cas, por las razones que exponbrión no se prolongue más de una dré a continuación. semana). Bien, aceptemos que no es incorrecto destruir un embrión Cuatro razones de fondo de una semana para aprovechar para oponerse a la sus células (cultivando a partir de clonación humana con fines ellas tejidos para trasplantes, por reproductivos ejemplo). Pero un paso más allá La reproducción sexual ha sido el topamos con la perspectiva abe- gran gran inven invento to de la la evoluc evolución ión biol biolóórrante de fábricas de fetos (o in- gica para para garanti garantizar zar una una variab variabiicluso de adultos más o menos lidad génica en aumento (y ésta mermados en su consciencia y fa- última tiene mucho que ver con cultades) creadas para abastecer la creciente biodiversidad, con la de tejidos y órganos a la industria estabilidad de la biosfera y con la médica: ¿no estaremos abriendo adaptabilidad de las diferentes especies a los cambios). El sexo, antes que un mecanismo reproductor, es un generador continuo de 11 Una empresa de Worcester (Masdiversidad e individualidad genésachusetts) llamada Advanced Cell Technology transfirió núcleos de células hutica (la recombinación sexual del manas a óvulos de vaca y desarrolló desmaterial genético da lugar a compués un embrión para extraer células binaciones siempre nuevas e inépotencialmente utilizables en trasplantes, ditas: no hay dos mamíferos de la según se hizo público el 12-11-1998. 67
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misma especie que tengan el mismo genoma, excepción hecha del “accidente” de los gemelos monozigóticos). El vigor de las poblaciones naturales, incluyendo la flexibilidad de su respuesta a condiciones nuevas y, por tanto, la resistencia a las enfermedades depende en gran medida de su variabilidad genética. Esta característica se eliminaría por completo en una población de clones. En este sentido, para seres que ya han conquistado la reproducción sexual (biológicamente mucho más avanzada que la asexual, aparte de más placentera)
mano no equivale a la sencilla suma de procesos genéticos, bioquímicos o fisiológicos. Entraña el aprendizaje del lenguaje, la transmisión de conocimiento histórico, la generación de nuevo conocimiento, la creación y transmisión de música, arte y otras formas de cultura. La cultura y la sociedad existen en el exterior de la fisiología y no se transmiten mediante genes o células sino mediante la comunicación humana y la interacción que tiene lugar dentro de sociedades organizadas”12.
con las que se topaban como algo inferior a lo humano, ya se tratara de los bárbaros exteriores a las ciudades griegas o de los musulmanes en Croacia, ya fueran zulúes en Suráfrica, palestinos en el pequeño territorio de Israel o afroamericanos en EE UU. Una de las maneras maneras más comunes de esclavizar a otros es asignarles un propósito y definirlos según ese propósito (…). Parece que nos falta la sabiduría –quizá nos falten los genes– para tratar con justicia y decencia a quienes difieren de nosotros, cualquiera que sea la forma en que nos definamos a nosotros mismos. (…) Los clones serían diferentes, no en su constitución o costumbres, sino en que habrían sido creados para un p ropósito impuesto por otras personas”13.
En un ser humano, el genoma es cosa, objeto; punto de partida desde el que llegamos a ser sujetos en un proceso biográfico –vital e histórico a la vez– que es Hay otra razón en la que indiferente para cada uno de nososistió especialmente Hans Jonas: la clonación supone un enorme retroceso biológico. Cabe sospechar tros y que diferenciaría y singula- la copia genética de un indivique lo que está bien para las bac- rizaría incluso a clones cuyo ge- duo crea condiciones esencialterias acaso no esté tan bien para noma fuese rigurosamente idén- mente desiguales para el origilos mamíferos… incluyendo a los tico. Fabricar clones de animales nal y la copia o clon, desigualdad seres humanos. o de seres humanos abrigando la que va enteramente en perjuicio falsa creencia de que así conse- del clon. Las expectativas creadas Hay una segunda razón de guiremos seres idénticos supone sobre aquel cuyo genoma es comucha importancia. La clonación cosificar efectivamente efectivamente a los seres pia de un original, el “saber dede cualquier animal supone un tre- así obtenidos, reducirlos a obje- masiado” –o creer saber demamendo avance en los procesos de co- tos. La clonación, en su misma siado– del clon –y de quienes lo sificación y mercantilización de la esencia, niega que los seres vivos rodean– sobre sí mismo, su desmateria viva y los seres vivos . En pued puedan an ser fines fines en sí mismos. mismos. De tino y sus posibilidades, todo efecto, ningún animal es reducible partida, y de forma radical, serán ello crea condiciones en las cuaa su genoma. Un animal es el re- seres-creados-para: de ahí la inmo- les para el clon sería extraordisultado de un desarrollo biológico ralidad radical de esta operación. nariamente difícil un desarrollo guiado por este material genétiTodos los clones humanos se- psicosocial normal. Si respetaco; pero igualmente es el fruto de rían seres producidos con un pro- mos el derecho de toda vida huun proceso vital “biográfico” mar- pósi pósito: to: ello marcaría al clon desde mana a encontrar su propio cacado por encuentros singulares, su mismo nacimiento, lo estig- mino y ser una sorpresa para sí azares irrepetibles, imprevisibles matizaría (pues los seres huma- misma, la clonación humana nos contingencias, ambientes diferen- nos “normales” vienen al mundo estará radicalmente vetada. ciados, aprendizajes decisivos. En sin estar predeterminados para un “Se ha permitido al pasado intervenir sentido propio, pod podemo emoss clon clonar ar ge- propósito). Se le mediría de en el futuro a través de un conocimiento nes pero no individuos: cada orga- acuerdo con su adecuación (o fal- no auténtico de él, y ello en la más íntima nismo individual es el fruto irre- ta de adecuación) para el propó- de las esferas, en la esfera de la pregunta: ¿quién soy soy yo? yo? (…) Al producto de la clopetible de la interacción entre ge- sito con el que fue creado. Serían ¿quién nación se le ha robado de antemano la linoma y medio ambiente. cobayas humanos de por vida. Se bertad, que sólo puede prosperar bajo la Esto, que es cierto para cual- violentaría necesariamente, por protección de la ignorancia. Robar prequier animal, lo es en grado su- tanto, el principio de igualdad de meditadamente esta libertad a un futuro perlativo para los seres humanos, oportunidades. Y segura segurament mentee no ser humano es un crimen inexpiable, que 14 para quienes –además de lo dicho hará falta insistir demasiado en no debe ser cometido ni una sola vez” . anteriormente– lo cultural se so- lo difícil que nos ha resultado hisbrepone a lo genético en un grado tóricament tóricamentee tratar las diferencias 13 Albert R. Jonsen: ‘Ethics and Imamayor que para ninguna otra es- dentro de nuestras sociedades: gined Futures: The National Advisory pecie animal. El ADN no es el des“La historia humana muestra cómo, Board on Ethics and Reproduction on tino, como recuerdan los científi- una y otra vez, los seres humanos defi- Human Cloning Through Embryo Splitcos estadounidenses del Council nieron a las criaturas nuevas y diferentes ting’. Ponencia en la jornada organizada por el Instituto de Bioética (Fundación de for Responsible Genetics: “Aunque los clones compartan el mismo ADN, no por ello puede describírselos como ‘copias idénticas’. Factores ambientales, sociales y experienciales imprimen en cada criatura viva el sello de la individualidad, incluso si se trata de gemelos genéticamente idénticos. Ser hu68
12 ‘Declaración sobre la clonación’ del Council for Responsible Genetics en la primavera de 1997, recogida en Alicia Durán y Jorge Riechmann (coords.): Genes en el laboratorio y en la fábrica, Trotta, Madrid, 1998.
Ciencias de la Salud) “En las fronteras de la vida: ciencia y ética de la clonación”, Madrid, 16-1-1998. 14 Hans Jonas: ‘Hagamos un hombre clónico: de la eugenesia a la tecnología genética’, cap. 8 de su libro Técnica, medicina y ética, pág. 128, Paidós, Barcelona, 1996.
Por último, conviene reparar en lo siguiente. Las técnicas actuales de clonación, tal y como se han puesto a punto en animales, entrañan un número elevadísimo de fracasos (que se traducen esencialmente en vida inviable o dañada: muertes prematuras, malformaciones, defectos genéticos…). Si se decidiera clonar seres humanos, habría que proceder –como en el caso de los animales no humanos– por ensayo y error, lo cual significa la
certidumbre de que van a crearse adrede un elevado número de vidas humanas inviables o dañadas. Ello me parece moralmente inaceptable, ni siquiera en un solo caso.
Si una experimentación no puede llevarse a cabo sin producir errores monstruosos, entonces hay que renunciar a esa experimentación, ya se trate de clonación por transferencia nuclear o de modificación de la línea germinal humana por ingeniería genética. Clonación y eugenismo: el sueño de la ‘raza superior’
Es del todo cierto, como se ha indicado en repetidas ocasiones, que tras los asuntos de clonación aparece siempre el eugenismo15, de cuyas devastadoras consecuencias sociales los seres humanos posteriores al nazismo deberíamos ser bien conscientes. La perpetuación y multiplicación de lo considerado “excelente” es la principal razón para apoyar la clonación. Esta vinculación de clonación y eugenesia es explícita desde los mismos inicios del debate sobre clonación humana en los años sesenta, cuando aún estaba muy lejos de ser técnicamente factible: Joshua Lederberg (profesor de genética y biología en la Universidad de Stanford, que en aquel entonces defendió con vigor la idea de la clonación humana con fines reproductivos) exponía que “si se identifica un individuo –y por lo mismo, es de suponer, un genotipo– superior, por qué no copiarlo directa-
15 Noëlle Lenoir, presidenta del Comité de Bioética de la Unesco, en Le Monde , 12-1-1998.
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mente, en vez de correr todos los riesgos (…) implicados en los reajustes de la recombinación”16.
En nuestros días, el argumento se reitera. Así Uwe Reinhardt, economista de Princeton que trabaja sobre sistemas sanitarios, se pregunta: “¿Qué ventajas hay en jugar a una lotería en la cual el bebé puede salir malformado? (…) ¿Y si sólo nacieran bebés perfectos [obtenidos por clonación]? ¿Por qué sería malo un mundo seme jante?”17.
El empresario estadounidense Richard Seed, dispuesto a clonar seres humanos cuanto antes, nos ayuda a responder la pregunta retórica de Reinhardt: ha declarado que nunca clonará homosexuales
por con consid sider erarl arlos os gené genétic ticame amente nte de18 fectuosos fectu osos . Más claro, el agua.
leche contendría proteínas de valor pias dañadas del genotipo origiterapéutico para los lactantes 19. El nal. Dado que los mecanismos
¿Le interesa la clonación humana al feminismo?
abogado inglés que presentó la solicitud justificó la deliberada amplitud de ésta señalando que “alguien, en algún lugar, podría decidir algún día que los seres humanos son patentables”; y que ante tal eventualidad Baylor quería asegurarse el control monopólico de la producción de fármacos en tetas humanas. Despunta el horizonte tenebroso de un orden mercantil donde seres humanos podrían tener propietarios y ser tratados como bienes de consumo –ganado humano, en sentido literal20.
A pesa pesarr de de que que des desde de pers perspec pectiv tivas as vinculadas con ciertas corrientes feministas se ha expresado interés por la clonación humana con fines reproductivos, alegando el interés que tiene la posibilidad de prescindir por completo de los varones en asuntos de progenie y descendencia25, se diría que en
“La clonación en sí misma probablemente no será el punto final si se aplica esta técnica a seres humanos. El núcleo celular de un individuo maduro poseedor de ciertas características biológicas conocidas puede usarse como materia prima para técnicas de ‘intensificación’, que incluyan la introducción de genes adicionales o alterados. Según esta idea, los clones resultantes serían ‘nuevos’ ejemplares mejorados, con mayor resistencia a las enfermedades y superiores capacidades atléticas, intelectuales o sociales. Este proyecto altamente cuestionable, que hoy es técnicamente factible, posibilita un conjunto de tentativas eugénicas virtualmente ilimitado a partir de un comienzo arbitrario y en cualquier caso siempre definido culturalmente”21.
Este nexo entre clonación y eugenesia aparece igualmente con toda crudeza en los experimentos con mamíferos de interés comercial que han precedido al debate sobre clonación humana. Pero haríamos mal en confiar aquí en alguna supuesta “barrera moral infranqueable” que separase tajantemente lo que ocurre en los establos, por una parte, y en las ciudades humanas por otra. Según informa Giovanni Berlinguer, profesor de la Universidad Irónicamente, la clonación por de La Sapienza y vicepresidente transferen transferencia cia nuclear no producirá del Comité Nacional de Bioética ejemplares de una “raza superior” de Italia, el Baylor College of Me- –el sueño del eugenismo– sino indecine de Houston (Texas, dividuos dañados biológicamente. EE UU) presentó presentó el 10 de de febre- En efecto, la clonación por trans ferencia nucl nuclear ear a parti partirr de célul células as ro de 1988 en la Oficina Europea ferencia de Patentes una solicitud para somáticas crea necesariamente co-
producir primero y patent producir patentar ar des pués una mujer transgéni transgénica, ca, “su pernodriz perno drizaa” o “farmamujer” cuya 16 Joshua
Lederberg: ‘Experimenta l Genetics and Human Evolution’, The Bulletin of the Atomic Scientists , pág. 411, octubre de 1966. 17 John Hendren: ‘Cloning’, distribuido por AP New York, 18-3-1998. 18 Declaraciones en rueda de prensa, recogidas por El País , 3-4-1998. 19 Giovanni Berlinguer: ‘Le corps, marchandise et valeur’, Écologie Politique 16, pág. 105, París, 1996. Véase también IPR-
Info (Information About Intellectual Property Rights), 013 de septiembre de 1995. Con esta solicitud de patente no se hace sino extender a las mujeres una idea ya probada en otros mamíferos: se han creado vacas y cerdas transgénicas “supernodrizas” en el sentido arriba mencionado. Nº89
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20 Un problema ético de enorme envergadura –pero que desborda los límites de este trabajo– es que tampoco el ganado ani-
mal debería ser tratado como bien de consumo, como mera cosa manipulada para la satisfacción de nuestros deseos y necesidades. Puede encontrarse argumentación al respecto en Jesús Mosterín y Jorge Riech Animales ales y ciudadanos. ciudadanos. Indagación Indagación mann: Anim
sobre el lugar de los animales en la moral y el derecho de las sociedades industrializadas (Talasa, Madrid 1995). Véase también Jorge Riechmann, ‘La experimentación con animales’ (en María Casado, coord.: Bioética, derecho y sociedad, Trotta, Madrid 1998). En febrero de 1998 Holanda ha prohibido por razones éticas la clonación de animales. 21 ‘Declaración sobre la clonación’ del Council for Responsible Genetics en la primavera de 1997, recogida en Alicia Durán y Jorge Riechmann (coords.): Genes en el laboratorio y en la fábrica, op. cit.
normales de reparación del ADN sólo operan sobre los genes activos en cada célula somática diferenciada –que sólo constituyen una pequeñísima parte de su genoma–, en el resto del genoma se acumulan mutaciones y deterioros varios no reparados, que pasarían íntegramente al clon22. Como sucedió con los clones de ovejas en el Instituto Roslin, se daría un nivel inaceptable de malformaciones, mortalidad en el momento del nacimiento y mortalidad infantil; y aumentaría la probabilidad de que se produzcan cánceres u otras enfermedades, o envejecimiento prematuro. Tal y como observó la genetista rusa Liudmila Kazantseva comentando los proyectos clonadores de Richard Seed, “las intenciones del señor Seed pueden conducir a resultados inesperados como mutantes o criaturas deformes. (…) Lo espantoso es que los resultados pueden aparecer mucho después y cuando se descubran nadie sabrá qué hacer con estas criaturas”23.
Por expresarlo gráficamente –y pido perdón por la frivolidad–: los clones de Hitler que aparecían en la novela de Ira Levin –llevada luego al cine– Los niños del Brasil 24, en lugar de llegar a convertirse en nuevos dictadores nazis, morirían masivamente en su fase embrionaria o infantil, crecerían con taras y deficiencias diversas (tanto de carácter biológico como psicológico), por efecto de su ambiente familiar y social desarrollarían individualidades nada semejantes a la del Hitler histórico (serían, por ejemplo, pintores expresionistas abstractos de éxito y bondadosos padres de familia) y morirían prematuramente de cáncer y envejecimiento acelerado. No es una perspectiva muy atrayente, ni siquiera para fanáticos nacionalsocialistas.
22 Mae Wan-Ho: Genetic Engineering: Dreams or Nightmares , pág. 139, op. Cit. 23
Declaraciones a Interfax recogidas en El Mundo, 10-1-1998. 24 Publicada en castellano por Pomaire en 1976.
conjunto esta técnica representarí representaríaa mucho más un retroceso para la dignidad y los intereses de las mu jeres que lo contr contrario ario.. En efecto, por una parte cabe argüir que el desarrollo de las tecnologías de reproducción artificial en su con juntoo va despo junt desposeyen seyendo do a las las mumu jeres de una fuente importan importante te de poder –el poder de dar la vida– y acentúa aún más el control patriarcal sobre la reproducción humana, que queda en manos de “expertos”; en última instancia, y las más de las veces, empresas con ánimo de lucro que convierten la aventura de traer al mundo un nuevo ser en venta de mercancías y servicios mercantilizados26. Por otro lado, y dado que la principal limitación biológica a las técnicas de clonación es el reducido número de ovocitos 27, cabe augurar una reducción cosi-
25
Eulalia Pérez Sedeño en conversación personal, Madrid, 14-1-1998. Para la profesora Pérez Sedeño, que argumentaba a partir de la libertad reproductiva individual, el ejemplo más fuerte a favor de la licitud de la clonación humana con fines reproductivos era el de la mujer lesbiana que quisiera gestar una hija sin intervención ninguna de varón. Y barruntaba que la fuerte oposición a aplicar técnicas de clonación a los seres humanos procedía del miedo del colectivo masculino a verse excluido radicalmente de las faenas reproductivas. 26 Véase en este sentido Verena Stolcke: ‘El sexo de las biotecnologías’ en Alicia Durán y Jorge Riechmann (coords.): Genes en el laboratorio y en la fábrica, op. cit. Igualmente Mae Wan-Ho, Genetic Engineering: Dreams or Nightmares, op. cit., pág. 134. 27 El óvulo –o más bien, los óvulos en grandes cantidades– son la clave de los procedimientos de clonación, pero se trata de un tipo de células con las que la naturaleza se ha mostrado extraordinariamente ahorrativa. Hay muy pocos óvulos en las hembras de los mamíferos: sólo se desarrollan entre 50 o 100 en todo el ciclo vital de una mujer o de una vaca. Y de éstos sólo un porcentaje ínfimo llegan a transformarse en embriones y finalmente en animales desarrollados. 69
SOBRE LA CLONACIÓN HUMANA
ficadora de las mujeres a “fábricas de óvulos” si se ponen en marcha planes mínimamente ambiciosos de clonación humana. Para llegar a una única oveja clónica Dolly hizo falta partir de unos 400 óvulos de 40 ovejas distintas; de los 277 “huevos reconstruidos” mediante transferencia nuclear sólo 29 parecieron comenzar a desarrollarse normalmente y se implantaron en “madres de alquiler” (ovejas de la raza Scottish Blackface); dieron lugar a 11 embarazos que produjeron 14 fetos y 7 nacimientos; y de todos ellos sólo uno llegó a oveja adulta. En bastantes casos las pérdidas se debieron a malformaciones aberrantes de las criaturas. Si aplicamos el método con similares tasas de fracaso a seres humanos (teniendo en cuenta el menor éxito reproductivo de las mujeres con respecto a las ovejas)
harían falta entre 120 y 400 mu jeres empleadas como fuente de óvulos para obtener un solo clon humano28, y aceptar la creación de un número indeterminado de monstruos como subproducto de la operación. ¿Es aceptable emplear a este número de mujeres como cobayas, sin que esté garantizado el resultado, sino más bien con la certidumbre de producir seres anómalos y deformes? Mentalidad tecnomorfa y fetichización de la tecnociencia
Konrad Lorenz (uno de esos filósofos conservadores, incluso reaccionario a ratos, cuyo pensamiento resulta de sumo interés para quienes combaten el reaccionarismo) desarrolló el concepto de una mentalidad tecnomorfa, que busca las normas éticas adecuadas a la época presente en el desarrollo técnico29. ¡Seme jante jan te “ét “ética ica”” de de la la civil civiliza izació ción n tectecnológica no ve ningún problema
en finezas como la falacia naturalista, por supuesto! Como observa M. Antonietta la Torre, “de ahí a considerar la misma tecnología y sus propuestas como nuevos valores no hay más que un pequeño paso”30. Por desgracia, ideologemas semejantes parecen formar parte de la ideología predominante en las sociedades altamente industrializadas, a un nivel profundo. Incluso el filósofo moral se rinde con excesiva frecuencia ante el empuje –en apariencia irresistible– de una tecnociencia fetichizada: “Hemos de cambiar nuestros hábitos mentales. Una de las consecuencias más decisivas de la nueva biotecnología consiste en obligarnos a modificar nuestra idea del ser humano. Seres, como somos, en evolución, no tenemos más remedio que adaptar nuestra visión del mundo a los cambios evolutivos internos y externos que suframos. (…) En lo que atañe, concretamente, a la procreación sin sexo [los autores se refieren a la reproducción artificial y a la clonación de seres humanos], es cuestión de aceptarla como un dato más de la evolución y las conquistas del Homo sapiens. En otro tiempo el olfato fue fundamental y hoy muestra un papel secundario entre nuestros sentidos. Nadie se escandaliza por ello”31.
¡Aprende a amar el clon! Cunde la idea de que hay que
adaptarse a la tecnociencia como si fuera una catástrofe natural. Y a quienes nos resistimos a “aceptar como un dato más”, por ejemplo, la clonación humana con fines reproductivos, ¡se nos acusa de “miedosos disfrazados de prudentes”! (pág. 21). Ante el empuje de una tecnociencia percibida como irresistible, ¿no estarán operando aquí los mecanismos de reducción de la disonancia cognitiva que tan bien conocen los psicólogos sociales…? De los mismos autores:
30 M. Antonietta La Torre:
28 Harry Griffin, director adjunto del Instituto Roslin: ‘Cloning by Nuclear Transfer’. Ponencia en la jornada organizada por el Instituto de Bioética (Fundación de Ciencias de la Salud) ‘En las fronteras de la vida: ciencia y ética de la clonación’, Madrid, 16-1-1998. 29 Konrad Lorenz: Der Abbau des Menschlichen, Piper Verlag, München, 1983.
70
Ecología y moral , pág. 25, Desclée de Brouwer, Bilbao, 1993. 31 Javier Sádaba y José Luis Velázquez: Hombres a la carta. Los dilemas de la bioética, pág. 75, Temas de Hoy, Madrid, 1998; las cursivas son mías (J. R.). 32 Véase al respecto C. Raffensperger y Joel Tickner (eds.): Protecting Public
Health and the Environment: Implementing the Precautionary Principle . Island Press, Washington, DC 1999.
deriva –material y moral– de las sociedades industrializadas se ve acompañada y retroalimentada por un preocupante fenómeno de ¡Precisamente se trata de lo perdi perdida da de límit límites, es, así hablemos contrario, si nos tomamos en serio de ecología como de biotecnoloel principio de precaución!32. gía, así de reproducción humana Aquíí Sádaba Aqu Sádaba y Veláz elázque quezz se cconon- como de economía. A la inversa, vierten, quizá involuntariamente, la reapropiación de la tecnocienen legitimadores de la voluntad cia dentro de un orden social hude dominación de las transnacio- mano (vale decir: a la medida del nales biotecnológicas; y fracasan ser humano) sólo puede produdecisivamente, en mi opinión, en cirse si aprendemos colectivamente las tareas exigibles de una ética crí- a delimitar, a trazar y conservar tica a la altura de nuestro tiempo. los límites que son de importanci importanciaa Debilitadas las propuestas de esencial. someter a evaluación moral el progreso tecnológico, cada vez Para concluir: hay que con mayor intensidad se sugiere mantener la prohibición de que el progreso tecnológico vuel- clonar seres humanos ve “obsoleta” la vieja ética y crea La clonación humana está prohinuevos estándares morales. Que bida en la vigente la Ley sobre el progreso tecnológico no ha Técnicas de Reproducción Asisde someterse a la ética, sino al tida (Ley 35/1988, de 22 de norevés33. Esto es inaceptable. viembre); en el nuevo Código Penal de 1995 (Ley Orgánica La falacia del ‘no es más 10/1995, de 23 de noviembre, que otra forma de…’ art. 161.2); así como en el proPara hacer socialmente aceptable tocolo sobre clonación que comlo moralmente problemático, o pleta el Convenio del Consejo incluso lo éticamente inacepta- de Europa sobre Derechos Huble, el método más socorrido es manos y Biomedicina (“Conintentar asimilarlo a alguna prác- vención de Oviedo”, suscrita por tica o situación ya familiar, bo- nuestro país, junto con otros 20, rrando las diferencias relevantes. el 4 de abril de 1997), protocolo Así, oímos oímos que la clonación clonación huhu- que suscribió España el 12 de mana no es nada más que otra enero de 1998. Este protocolo forma de reproducción “asistida” sobre clonación establece solemo artificial34; que la terapia géni- nemente la prohibición absoluta ca no es más que otra forma de de “toda intervención que tenga trasplante de órganos; que las por objeto crear un ser humano plantas transgénicas no son más genéticamente idéntico a otro ser que variedades vegetales manipu- humano vivo o muerto”, sea cual ladas de la forma que siempre he- sea la técnica empleada. La prohimos practicado; que los alimentos bición no podrá ser derogada “ni recombinantes no son diferentes siquiera por razones de seguridad de los otros, porque siempre he- pública, de prevención de las mos comido y comeremos ge- infracciones penales, de protecnes… Creo que en el “no es más ción de la salud pública o por que otra forma de…” aparece la la protección de los derechos y forma de una falacia general. La libertades del prójimo”. La Declaración Universal sobre Genoma Humano y Derechos Humanos (adoptada por los 186 países 33 Véase, por ejemplo, el artículo de miembros de la Unesco el 11 de Javier Ciarsolo: ‘Comités para la utopía’ en El País , 16-9-1998. noviembre de 1997 y por la 34 En El País del 11-1-1998, Victoria Asamblea General de la ONU Camps declaraba que no había problema el 9 de diciembre de 1998) procon la clonación humana si no era cara y garantizaba hijos sanos. “Al fin y al cabo híbe igualmente la clonación con se trata de ir un poco más allá de la actual fines reproductivos, en su artícufecundación in vitro”. En el mismo sentilo 11, por ser “contraria a la digdo Jesús Mosterín, ‘¿Miedo a la clonanidad humana”. ción?’, El País , 14-1-1998. “la vigilancia de la bioética no tiene por qué adelantarse a los hechos. Quiera o no quiera, debe ir detrás . En caso contrario se cae en el ridículo”. (pág. 23).
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Creo que hay muy buenas razones para que se mantenga la prohibición de clonar seres humanos, incluso para aumentar su rigor35. Podemos sintetizarlas del siguiente modo: – Proteger la identidad y unicidad genética del infante; – proteger la integridad somática y la salud del infante; – proteger el normal desarrollo psicológico del infante; – proteger la dignidad humana, evitando la cosificación y la mercantilización de los seres humanos, y cerrando las puertas al eugenismo; – proteger la dignidad de las mujeres; – proteger la variabilidad genética de nuestra especie, de igual manera que su diversidad cultural; – no desperdiciar los recursos necesarios para resolver problemas médicos más graves y urgentes36. Richard Seed, dispuesto a abrir su clínica de clonación en Chicago en el mínimo plazo posible, argumenta que “las cosas nuevas siempre asustan a la gente. Ya pasamos por esto con la fecundación in vitro, la transferencia de embriones y la inseminación artificial. De hecho, ya pasamos por esto con la invención del automóvil. Pero nadie puede detener a la ciencia” 37.
La cantilena del “nadie puede detener a la ciencia” resulta familiar: para los defensores del “imperativo tecnológico” (o los resig-
35 La Secretaría de la Mujer y el
Departamento Confederal de Medio Ambiente de la C. S. de Comisiones Obreras aprobaron, en marzo de 1998, una declaración titulada Es necesario mantener la prohibición de clonar seres humanos cuyo contenido coincide con las posiciones expresadas en este artículo. Puede solicitarse copia de este texto a Jorge Riechmann (Fundación (Fundación 1º de Mayo, Arenal 11, 28013 Madrid). 36 Sin ir más lejos: el número de casos de malaria que se dan cada año en el mundo es de 120 millones, y cada año mueren por esta enfermedad más de tres millones de personas. 37 Declaracio Declaraciones nes en El País , 11-1-1998. 38 José Mª Mato: ‘La ética en las fronfronteras de la vida: una perspectiva europea’. Ponencia en la jornada organizada por el Instituto de Bioética (Fundación de Ciencias de la Salud) ‘En las fronteras de la vida: ciencia y ética de la clonación’, Madrid, 16-1-1998. 39 Manuel Castells: ‘La oveja y sus parejas’, El País , pág. 11 del 10-3-1997. Nº89
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nados a él), todo lo que puede hacerse (técnicamente) se hará antes o después, y resulta vano oponer consideraciones morales al dinamismo imparable de la tecnociencia. Lo dice José Mª Mato: “La historia de la ciencia nos enseña que ninguna regulación regresiva o represiva de la investigación o sus aplicaciones tiene futuro a largo plazo” 38.
Y lo dice Man Manuel uel Caste Castells: lls: “Aun suponiendo que se llegue a una estricta reglamentación, incluso prohibición, si hay suficiente interés en la clonación humana, se utilizará. No hay ejemplo histórico de una tecnología importante que, pese a sus peligros potenciales, no se haya utilizado una vez descubierta”39.
No comparto semejante derrotismo. La posibilidad de clonar seres humanos es un grave problema social, no una mera cuestión de preferencias individuales o de la libertad reproductiva de cada cual. Lo que está en juego es el tipo de ser humano y de sociedad que deseamos. No se trata de frenar el conocimiento científico, de prohibir la I+D. Renunciar a la racionalidad científica sería renunciar a algunas de las formas más útiles e importantes de aproximación a la realidad; supondría amputar decisivamente la naturaleza humana y mutilar sin remedio la política democrática. No ha de pedirse pedirse menos ciencia: ciencia: se trata antes bien de más ciencia, pero ciencia responsable. Que el desarrollo tecnológico configure la sociedad no es un destino ineluctable; por el contrario, la sociedad puede y debe configurar el desarrollo tecnológico. Sólo la vía de la responsabili responsabilización zación de los traba-
jadore jad oress y tr traba abajad jador oras as de la cie cienci ncia, a, junto jun to con el control social democrático sobre la ciencia y la tecnolo gía, pueden impedir que el desarrollo tecnológico aparezca como un proceso autónomo e irresistible. Y esta autodeterminación social sobre lo que debe y no debe hacerse es irrenunciab irrenunciable. le. n
Jorge Riechmann es profesor titular de Filosofía Moral en la Universidad de Barcelona.
RELIGIÓN
A PROPÓSITO DE ‘EL MONJE Y EL FILÓSOFO’ JUAN MALPAR MALPARTIDA TIDA
Jean-François Revel El monje y el filósofo Ediciones Urano, Madrid, 1998.
E
n mayo de 1996, en el Nepal, el ensayista y politólogo Jean-François Revel (1924) interroga al monje budista Matthieu Ricard (1946). El resultado de sus conversaciones ha sido un grueso volumen bajo el título El monje y el filósofo. El hecho de que Ricard sea hijo del primer matrimonio de Revel es sólo una anécdota simpática para nosotros. El diálogo, llevado a cabo con un gran respeto por parte de ambos, toca temas como la búsqueda científica y la espiritual, la metafísica del budismo y el tan traído asunto de si éste es una religión o una filosofía, la acción sobre sí y la acción sobre el mundo, el alma y la reencarnación, liberación personal y justicia colectiva, además de otra serie de temas que no siempre opone al budismo contra la racionalidad occidental. De hecho, Revel le señala con fascinación ciertos parecidos con el pensamiento de Platón o con los epicúreos y estoicos. En ocasiones me hubiera gustado ver al filósofo argumentar con más rapidez, o bien ejercer de crítico, pero hay dos cosas que tal vez se lo impidieron: una, que su misión era ir haciendo las preguntas adecuadas para mostrar el budismo tibetano actual, relacionado con las inquietudes occidentales; y la otra, que Revel, como él mismo menciona, no ha sido un estudioso del budismo, ni si-
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quiera un aficionado. Muchas go tiene que ver con la idea que de las ideas que Ricard le reve- se quiere dar al mundo occila, siendo ideas generales del dental del budismo tibetano de budismo, le son nuevas, y creo nuestros días. que esto le impide, en ocasio Antess de nada hay que re Ante nes, reaccionar con más rapi- cordar que el Tibet fue invadidez. Creo, además, que es un do militarmente por el Gobierpensamiento que, por variadas no comunista chino en 1949 y razones, no le ha tocado. No es que el Dalai Lama se exilió en una crítica sino una constata- la India en 1959. La ocupación ción. En sus interesantes (aun- del Tibet por parte de China que un poco extensas y con costó más de un millón de atención a asuntos demasiados muertos, una quinta parte de Mémoires res 1, Re- la población tibetana de entonprofesionales) Mémoi vel menciona el hecho, pero no ces. Además, fueron destruidas le dedica, siendo unas memo- bibliotecas, obras de arte y algo rias, ni un par de páginas. Lás- más de seis mil monasterios, lo tima, era el momento, aunque que representaba casi la totalisiempre se puede esperar que dad de los existentes. La resisvuelva sobre el tema. Matthieu tencia del Dalai Lama y de su Ricard limita su exposición del pueblo, no sólo admirable sino budismo al mahãyãna, en una heroica, exige de la solidaridad visión puesta al día. No se tra- internacional algo más que ta de un ensayo ni de una revi- buenas intenciones. En cuanto sión histórica. En cualquiera de a los orígenes del budismo tiestos casos el budismo tibetano betano, baste recordar que el habría adoptado matices que budismo comenzó a estableaquí no están presentes: por cerse en el Tibet a finales del ejemplo, el tantrismo2, el ero- siglo VII de nuestra era y hay tismo, siempre polémico (hay testimonios de que fue religión una serie de poemas eróticos oficial un siglo más tarde. Las atribuidos al sexto Dalai lama, dos tendencias que se disputay entre los hindúes, la figura de ron fueron la india, que supoDharmakirti, filósofo y poeta ne un entendimiento progresierótico-amoroso a un tiempo, vo de la iluminación, y la china por sólo citar otro caso). Tal (chang), que aspira a una ilucomo lo señala Ricard, en el minación instantánea. Los tiTibet todos los aspectos y nive- betanos se decantaron por la les del budismo, lo que se de- tesis india. Pero pasemos a los nomina “los Tres Vehículos”, se temas y sugerencias de El mone l filósofo. filó sofo. han preservados y perpetuados, je y el así que este interesante y por Uno de los temas que se momentos apasionante diálo- plantean los interlocutores es saber si el budismo es una religión o una filosofía. Para Revel, 1 Mémoires. Le voleur dans la maison el budismo “es una filosofía, no vide, 650 págs. Pon, París, 1997. una religión. Se trata de una fi2 Véase al respecto John Biofeld, The losofía que comporta una diWay of Power, a Practical Guide to the mensión metafísica particularTantric Mysticisme of Tibet, Londres, 1970. mente importante”. Algún es-
tudioso ha dicho que el budismo es una forma oriental de espiritualidad. Aunque Revel piensa que es una filosofía, hay que señalar que no se parece en nada a lo que en Occidente se entiende por tal: de manera sencilla, amor al saber. Tal cosa es ajena al budismo. Para éste, como para el hinduismo, el conocimiento es saber dirigido hacia la liberación. El budismo no entra en discusión con otras filosofías porque lo que se propone no es tanto el conocimiento como el saber, si aceptamos este tema en el sentido de que comporta una unidad de sentimiento y actuación con aquello que se sabe. En esta dirección sí podemos relacionar al budismo con los antiguos estoicos y con algún pensador aislado, como es el caso de Michel de Montaigne, quien afirmó, retomando a Eurípides que el sabio que no lo era para sí mismo no merecía el nombre de tal. El tema verdaderamente central y paradigma del pensamiento budista e hinduista es la reencarnación; por varias razones, pero sobre todo porque supone una idea del yo y de la temporalidad. Según Ricard, “el budismo habla de estados sucesivos de existencia: todo no se limita a la vida presente. Nosotros tenemos otros estados de existencia antes de este nacimiento y conoceremos otros antes y después de la muerte”. El yo no existe, o mejor, carece de verdadera realidad, y lo que liga esos estados de conciencia sucesiva es una suerte de presencia que se define por medio de metáforas que continuamente se niegan: escapa porque CLAVES
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en el fondo es nada. “El budismo habla de un continuum de conciencia, pero niega la existencia de un ‘yo ‘yo’’ sólido, permanente y autónomo en el seno de ese continuum”. Lo que entendemos habitualmente por yo es una construcción errónea, y “el error no tiene existencia propia”. El yo siempre va unido a atributos pasajeros, discontinuos, que hace suponer que “hay un sujeto por cada objeto en cada momento de la percepción. A pesar de su aparente continuidad, la percepción y el pensamiento discursivo nacen y mueren a cada instante”. En todo esto no hace sino divulgar las tradicionales ideas del budismo que podemos encontrar, desde los textos del Dîgha Nikâya de Buda a los libros de Suzuki y Edward Conze. Las explicaciones que Ricard da a Revel sobre la reencarnación están basadas en los testimonios de grandes maestros que afirman haberla vivido, como es el caso de Khyentsé Rinpotché, maestro suyo y del que ha traducido diversas obras al francés. El aspecto de la reencarnación, según Revel, “escapa al apremio demostrativo”, así que sólo forma parte del reino de la lógica metafísica. Ricard argumenta que en realidad los occidentales, generalmente, creemos en las verdades de la ciencia de la misma manera, ya que muy pocos han podido observar e inteligir las grandes verdades científicas. Más tarde, él mismo razona que las ciencias y las religiones, o la filosofía religiosa del budismo, o como se le quiera llamar, obedecen a realidades distintas; respuesta que me parece mucho más razonaNº89
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ble, y más aún, añado, teniendo en cuenta que el budismo es un saber que se basa en la experiencia personal, que religa la experiencia al dato, que no se da aislado de manera objetiva sino subjetiva: compromete a
to moderno, el psicoanálisis. “El budismo”, afirma Ricard, “otorga una importancia considerable a la disolución de lo que corresponde, de manera general, al inconsciente del psicoanálisis”. La tarea de desma-
Revel
la persona en la experiencia del conocimiento, pero también la aísla en su logro. Un saber que se basa en la noción del yo como ilusión ha de tener una relación casi humorística con nuestro gran mi-
dejar el karma, se me ocurre, tiene semejanza con el descenso psicoanalítico, a través de asociaciones, hacia nuestro inconsciente con el fin de desanudar los errores que nos han llevado a los complejos y neu-
rosis (sufrimiento); sólo que en el caso de los budistas la cadena de causas se remonta a todas las encarnaciones anteriores. Un negocio inagotable en manos de un psicoanalista. Pero para el budismo los “errores” abarcan no solo algunos detalles de la construcción de nuestra personalidad sino el “sistema”” mismo de la constr ucción ma del yo. Para el psicoanálisis nuestras elecciones y fijaciones (digamos eróticas) están siempre asistidas por el reflejo: siempre superponemos entidades; para el budismo, sigo con mi apostilla, el deseo es creador de reflejos en todas direcciones y, por tanto, creador de maya, una realidad tejida de errores que hay que deshacer disipando, entre otras cosas, la noción del yo como algo permanente al que le ocurren desde la infancia estas y aquellas cosas. Para un budista, el psicoanálisis ha de ser, sin duda, un trabajo excesivo basado en la realidad de una entidad inexistente: el yo. Recuerdo un dialogo de un maestro zen con un discípulo. Este último se acerca al maestro y le dice que tiene el alma atormentada. “Muéstramela y la apaciguaré”. No recuerdo si el alumno se ilumina en ese instante o vuelve a limpiar durante años los suelos del monasterio, pero viene a colación de lo poco que pierden el tiempo con minucias. Es lógico que el yo y sus reflejos tengan poca consistencia en esta filosofía tan crítica con todo lo que está sujeto al cambio. “El budismo nos lleva a la noción de irrealidad del mundo sólido a través de un ejercicio intelectual que no pretende ser 73
A P R OP ÓS I TO DE “E L MO N JE Y E L FI LÓ S OF O”
una teoría científi científica ca”, ”, afirm afirmaa Ricard. El mundo fenomenal es irreal porque carece de existencia intrínseca, y el budista descubre, tras los velos de “errores”, “el conocimiento último de sí mismo”, una realidad vacía, incluso, como dice Octavio Paz, vacía de su propio vacío. “La vacuidad –explica Ricard–, no es ni la nada ni un espacio vacío distinto de los fenómenos o exterior a ellos. Es la naturaleza misma de los fenómenos”, que expresa su aspecto relativo en lo fenomenal y lo absoluto en la vacuidad. Ricard, atento a no caer en el nihilismo, señala que el juego de causas y efectos evidencia una realidad relativa de la que hay que desconfiar desconfiar.. La perspectiva del budismo deviene de una lógica que concibe la realidad como absoluta, ajena al tiempo; y, y, por tanto, no puede nacer ni morir. El ser no puede ser engendrado por la nada; y si ya existe, no puede desaparecer, salvo si eso que llamamos ser no es otra cosa que realidad relativa… Esto lleva al budismo, según Ricard “a decir que el mundo es parecido a un sueño o a una ilusión”. Tal finura expresiva afirma el ser al tiempo que lo relativiza: es lo que no es y no es lo que es. Para que algo sea de verdad ha de tener realidad en sí, autónoma. Desde Platón a Kant, en Occidente se le ha dado vueltas al mismo asunto y se le ha llamado, entre otros nombres, arquetipo o cosa en sí. La paradoja de la noción de sun yata, yat a, la vacuidad vacía de sí misma, creo que para un occidental de finales de este milenio puede ser bastante atractiva. Una de las tareas de la filosofía occidental ha consistido en encontrar un elemento estable tras la relatividad de los fenómenos. Revel habla de esa búsqueda de leyes; pero Ricard, que es biólogo de formación, contesta con rapidez que “la existencia de leyes no significa que existan entidades permanentes tras los fenómenos”, porque las leyes no existen por 74
ellas mismas, en ausencia de tan la realización individual y objetos. Niega asimismo la colectiva. Es decir, que frente a existencia de un dios creador, la búsqueda personal consistenporque no podría ser el mismo te en eliminar el engaño y su coantes y después de haber crea- rolario el sufrimiento, ha de dardo. (De paso: se podría traer a se una actitud política. Es una colación el Dios de Antonio novedad que el Dalai Lama haMachado, al que siendo abso- ya manifestado que la futura y luto nada le falta y, por tanto, deseable sociedad Tibetana lique nada crea, salvo una nega- bre, liberada del sometimiento tividad, la Nada). Chino, habrá de tener un EstaEl budismo tibetano que ex- do democrático, relegando el presa Matthieu Ricard sigue la budismo a una actividad no po“vía del medio”; se mantiene, lítica. Algo así, quiero imaginar, pues, a distancia del nihilismo como la división entre el Estado budista que niega la existencia y la Iglesia entre nosotros. El de todo lo que está fuera de Dalai Lama ha elaborado, desde nuestros sentidos (y que a tra- la visión budista, una reflexión vés de Schopenhauer interesó política basada en la idea de la tanto a Borges) y del “eternalis- democracia y de la no violencia; mo” que supone la existencia pero hay que añadir que esa dede una realidad única indepen- mocracia, tal como lo cuenta diente de la percepción. Ricard Ricard, lo es poco: se trataría de se siente molesto contra “esa un “areópago, compuesto de vieja idea recibida sobre el bu- personas de experiencia, delibedismo considerado como un raría y tomaría las decisiones de nihilismo”. No hay un solo bu- la mayoría”. Revel se exalta y exdismo; y sí puede afirmarse que clama que se trata de una tirahay dentro de esta filosofía es- nía. El areópago, como se recorpiritualista, o de este saber tras- dará, era el tribunal superior de cendente, aspectos nihilistas. la antigua Atenas. El budismo Pero en lo que Ricard insiste tibetano de nuestros días no es una y otra vez es en el valor ajeno a su influencia sobre el compasivo del budismo, que lo mundo, pero no olvida su verabre a un aspecto más cercano dadero objetivo. “Se podría deal mundo occidental y a la tra- cir que la acción sobre el mundo dición cristiana. Esta compa- es deseable, en tanto que la sión está simbolizada en la tra- transformación interior es indición budista por la figura del dispensable”. boddisattva. Revel se ha disciplinado coPara el budismo tibetano de mo un budista para no discutir “la vía del medio”, es decir: del demasiado, contribuyendo no a Gran Vehículo o mahãyãna, su expresar sus ideas, que ya coaspiración no es el nirvana (y nocemos por libros como ¿Pamenos aún el sansara, rueda de ra qué los filósofos?, El pensalas encarnaciones) debido a “la miento inútil o sus recientes Mém oires, s, sino haciendo las compasión infinita que concibe Mémoire por los seres que continúan su- preguntas pertinentes que perfriendo”. La búsqueda de la li- miten al monje ofrecernos las beración no es total, no es abso- ideas del budismo actual. Pero lutamente individual, sino que, es obvio que a él no le puede gracias a la tradición de los bod- parecer (ni a nosotros) que la disattvas, el aspirante al conoci- acción sobre el mundo sea sólo miento último no se desprende deseable. Es, sin duda, indisde la “compasión”. Esto es ad- pensable, pero para eso hay que mirable, porque introduce la noción de solidaridad 3. Revel 3 Para una comprensión y discusión aprovecha esto para sugerir que no hay posibilidad de eliminar profundas de este asunto, véase Conjunlos sufrimientos humanos sin ciones y disyunciones (1969) y Vislumbres de la India, especialmente el apartado cambiar la sociedad, sin crear “Lo lleno y lo vacío” (1995), ambos de sociedades mejores que permi- Octavio Paz.
dar un paso que no deja de interpretarse a veces sin errores: el que va de la esencia a la historia. El hombre entendido como una esencia (seguido de una filosofía perenne) o como algo que se hace y deshace con la historia. Pero sin duda decir que el hombre es mera historia es una afirmación grosera que nos entrega a un determinismo ramplón o bien a un voluntarismo excesivo. n
Juan Malpartida es poeta y crítico
literario. Autor de La perfección indefensa. CLAVES
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E N S A Y O
SANGRE Y SUELO Notas sobre Edipo en Colono de Sofócles
CARLOS TRÍAS
hacerse el sile silenci ncioo en el – El pueblo de aquí las llama 1. Al hacerse teatro (un silencio sobrecogedor Euménides, las que todo lo ven, que hoy sólo es posible percibir en pero en otras partes gustan de la Maestranza de Sevilla cuando el otros nombres. torero se queda a solas con el toro), Edipo comparece en el esce2. Euménides significa literalnario guiado por su lazarillo inse- mente “las que perseveran en el parable, la fiel y piadosa Antígo- bien” y han sido traducidas por na, su hija y su hermana al mismo “benévolas” (Riba), “acogedoras” tiempo, el paradigma de la piedad (Errandonea), “amables” (Graves) fraterna y filial, la misma que o “bien dispuestas”. Pero no hay unos años más tarde, tras la guerra que fiarse demasiado de los griefratricida que estalló estall ó en Tebas a la gos a la hora de poner nombres a muerte de Edipo, se enfrentará a las cosas (o a los dioses, que viene su rey y a su ciudad por obstinar- a ser lo mismo, pues hubo un se en enterrar el cadáver anatemi- tiempo más feliz –y más terrible– zado de su hermano. en que palabra, cosa y dios consEn su vagabundeo por el tituían una trinidad indisoluble). mundo la pareja formada por el Aquel Aquel puebl puebloo era era muy muy sens sensible ible al hijo (y esposo) de Yocasta y la lenguaje simple, inmediato, de las hija (y hermana) de Edipo ha cosas, ante las que solía quedar llegado a un bosquecillo de oli- suspenso y boquiabierto, y aprenvos, parras y laureles donde can- dió a desconfiar de sus primeras ta el ruiseñor. Edipo está cansa- impresiones: temía ser aplastado do y se sienta en una piedra sin por tanta simplicidad, por tanta labrar a tomar aliento. No lejos evidencia, por tanta inmediatez. de allí, hacía levante, se distin- La dialéctica fue el arma que inguen las murallas atenienses, pe- genió para desactivar esa terrible ro ni Antígona ni Edipo saben carga explosiva y hacer entrar a exactamente dónde están. No lo las cosas (y a los dioses) en razón: saben, aunque pronto lo sabrán, vistas desde otro ángulo, y a otra pues justo en ese instante acierta luz, tenían otro aspecto. a pasar por el camino un foras“Muchas son las figuras de tero que al ver a Edipo sentado lo divino”, decía Eurípides al fien esa piedra, a la sombra de un nal de sus tragedias, a modo de olivo milenario que proyecta cír- moraleja, “y muchas cosas inesculos de luz sobre su frente, se peradamente colman los dioses, lleva las manos a la cabeza y le mientras que lo esperado no se conmina a salir inmediatamente cumple y de lo desesperado un del bosque. dios halla salida”. Con el tiempo – Estás en un lugar sagrado las figuras fueron tantas y tan que no se puede pisar. contradictorios los aspectos, funEdipo, sin moverse de la pie- ciones y atributos de una misdra, le pregunta a qué dios per- ma divinidad que nadie sabía tenece. muy bien a qué atenerse. – A las hijas de la Tierra y de Las Euménides, aquellas “bela Sombra –responde el cami- névolas” mujeres que supuestanante–, a las diosas terribles. mente perseveran en el bien, no – ¿Y bajo qué nombre he de escaparon a los dardos dialéctiinvocarlas? cos; y por debajo de su cara amaNº89
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ble y acogedora asoma otra más arcaica y más terrible, un rostro feroz, torvo, sanguinario: ese cariñoso apelativo era en realidad uno de los muchos eufemismos que el pueblo utilizaba para no llamar por su nombre a las Furias o Erinas, “las castas y virginales hijas de la Noche”, diosas
Sofócles
implacables que persiguen a los parricidas y a quienes violan las sagradas leyes de la hospitalidad. “Honra a tus padres”, dicen ellas mismas al final de la Orestíada, “y respeta al huésped que asilo va a pedir bajo tu techo”. Protectoras de los lazos de la sangre, se ensañan con Orestes por
haber matado a su madre, Clitemnestra, pero no con ésta por haber matado a su esposo, Agamenón, pues “al menos no derramó su propia sangre”. Nos hallamos, pues, ante unas divinidades oscuras, muy oscuras, tan oscuras, esclavizadoras y terribles como las propias leyes de la sangre, ante un indómito y tenebroso poder ancestral que será domesticado y civilizado en la Orestíada por una nueva generación de dioses: por Apolo, ciertamente, pero sobre todo por Palas Atenea, la diosa clara por excelencia, aquélla que no conoció “la cárcel tenebrosa de la matriz”, la única mujer que no nació de mujer, sino de hombre, la mejor idea que tuvo nunca Zeus. Diosa joven, diosa virgen, diosa hija, Palas persuadirá a las furiosas hijas de la Tierra y de la Sombra, tan virginales como ella, aunque mucho más ancianas, más antiguas (y bastante menos presentabl presentables), es), a quedarse en Atenas y convertirse en diosas protectoras de la ciudad. 3. La conversión de las Furias en Euménides, de diosas de la sangre en diosas del lugar (y el consiguiente desplazamiento del sentido de la palabra impronunciable a su eufemismo), marca el inicio de una gran reforma política y religiosa que culminará en Colono, al final del ciclo trágico, con la incorporación de Edipo, un refugiado, al panteón de santos y héroes atenienses. El hijo (y esposo) de Yocasta, el hermano (y padre) de Antígona e Ismene, aquél que introdujo la confusión en la sociedad patriarcal revelando sus fundamentos incestuosos y parricidas –esa mecánica reiterativa y fatal
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SANGRE Y SUELO
que hace de todo hijo el asesino De las dos funciones que se- de Tebas, que acude a tierras ate- re de la ciudad hace libre. Quien de su padre y le empuja a sen- gún la tradición desempeñaban nienses al frente de su guardia a llega a respirar ese aire –que a tarse en el mismo regazo (o tro- las Furia –protección de los lazos exigir la entrega de Edipo y de veces se agita y se difunde por no) donde su padre se sentó, y a de la sangre y protección de hués- sus hijas, súbditos suyos según los campos, invitando a los siercultivar la misma tierra, y a sem- pedes y suplicantes– va a prevale- las leyes de la sangre. vos a la fuga– queda libre de la brar en el mismo surco–, el Hi- cer la segunda, la que nace de una –Retira inmediatamente las servidumbre feudal, étnica o re jo del Rey que fue investido investido co- expresión de la voluntad, de un manos de esa joven– le dice el ligiosa: las murallas ciudadanas mo Rey y dejó luego de ser Rey, pacto entre iguales –el huésped presidente del Consejo (El Cori- le protegen de los caprichos del volviendo a su condición de Va- que hospeda y el huésped que es feo), en la versión de Errando- señor, de las iras de la tribu y de gabundo, de Huérfano, de Des- hospedado–, no de un vínculo nea, cuando un miembro de la la cólera de Dios. heredado, es ahora un anciano natural, dado, inevitable. guardia intenta llevarse a Antíciego y desvalido, pero astuto, gona por la fuerza. 5. Edipo se presenta en Atenas tan astuto como Ulises, y sabe Atenas,, año 404 antes de –No mandes tú en donde no como apátrida, como un hombre 4. Atenas que a las diosas, por viejas y Cristo, recién terminada la gue- tienes poder– replica Creonte. sin dios (áceos) y sin ciudad (ápovenerables que sean, no hay que rra del Peloponeso. Sófocles ha Es decir: sobre ella mando yo, lis). No tiene a nadie por arriba tratarlas con demasiados mira- muerto ya, y su nieto del mismo pues esta muchacha es una (príncipe, numen tutelar) ni por mientos. Al entrar en aquel her- nombre se dispone a presentar tebana, yo soy el rey de Tebas abajo (muertos, sepultura), y moso y apacible bosquecillo, ante el pueblo de Atenas la últi- y debe obediencia a su señor tampoco tiene nada alrededor. El donde conviven en buena ar- ma tragedia del poeta, que nadie natural. mundo entero se le ha vuelto exmonía tres plantas emblemáti- ha visto todavía. Se trata de su –Te mando que la dejes– in- traño, literalmente oscuro e imcas de nuestra cultura medite- testamento político, de un valio- siste el Corifeo. penetrable (pues no ve), un derránea –el olivo (de Palas), la sísimo tesoro que el viejo dra Y luego, al ver que Creonte sierto ilimitado por el que vaga parra (de Dionisio) y el laurel maturgo ha querido legar a su hace caso omiso de sus órdenes: sin rumbo y sin objeto (aunque (de Apolo)–, pone a las hijas de ciudad antes de morir. Los ate–No te soltaré mientras no quién sabe, a lo mejor un dios le la Tierra y de la Sombra, que nienses han ido llenando las gra- tenga aquí a las niñas. guía desde lejos) en busca de un tienen allí su santuario, ante un das del teatro de Dionisio, en la Es decir: en Tebas tú eres su oasis donde descansar descansar.. dilema de difícil solución, casi ladera meridional de la acrópolis, señor, no cabe duda, pero el vieEdipo es un apátrida, pero no irresoluble, como suelen ser to- como hacen cada año por estas jo y las muchachas ahora están un apátrida voluntario, teórico, dos los dilemas que se plantean fechas, la semana grande de aquí, en una ciudad “reglada por vocacional (como R. M. Rilke, en las tragedias: dilemas casi las Dionisíacas. Suenan los tres la justicia, donde la ley es la úni- Trotsky, Nietzsche y tantos otros irresolubles que, sin embargo, toques de atención, y entonces, ca soberana” (palabras de Teseo), que vieron en la ruptura con hallan solución. justamente entonces, justamente entonces, cuando al y no puedes llevártelos sin nues- la tierra del Padre la condición Edipo, un parricida, se ha fin reina el silencio y todas las tro consentimiento; piensa en lo necesaria para quedar libre de metido en la boca del lobo, pero miradas convergen en la puerta que haces, forastero, no sea que ataduras y saltar a otra dimensólo hasta cierto punto, porque de esa cabaña o tienda de cam- tu soberbia y tu insolencia nos sión), sino un apátrida por neceel bosque de las Furias no es una paña (skené, escena) donde el obliguen a declarar la guerra a sidad, un “hijo de la Fortuna”, selva completamente oscura actor se ajusta la máscara y se tu ciudad: o nos devuelves a las uno de esos personajes que reali–una húmeda, frondosa y en- calza los coturnos, transformán- hijas de este hombre, o tú te zan fantásticos viajes sin querermarañada réplica vegetal de la dose en héroe o en dios, enton- quedas aquí como rehén. lo (como Hércules o Ulises, o matriz–, sino un bosque con cla- ces, digo, se produce el milagro: Dos derechos se enfrentan en como aquel judío de la diáspora ros, como todos nuestros bos- Edipo, el último héroe, el pri- esta escena: el derecho de un se- que se puso a errar por tierras ques: bosques abiertos, ralos, pe- mer hombre, nuestro hermano, ñor (o de un Estado) sobre sus extranjeras –apoyado, a modo de netrables, salpicados de calveros surge súbitamente de entre los súbditos, con la potestad de per- bordón, en unos rollos de pergay claroscuros; los mismos claros- muertos, rescatado por la palabra seguirlos y aprehenderlos en mino donde todo estaba escricuros que iluminan y ensombre- del poeta, y se presenta en Ate- cualquier lugar donde se en- to– cuando Roma le quemó el cen a esas diosas vengativas y be- nas, empuñando un bordón de cuentren, y el derecho de asilo de templo de su dios). névolas, implacables y acogedo- peregrino, con un regalo para una ciudad, amparado por el Edipo rompió con su ciudad ras, que protegen los oscuros la ciudad hospitalaria: su propio propio Zeus; dos derechos que y se convirtió en la antítesis de lazos de parentesco, pero tam- cuerpo miserable, destinado por hoy, tres milenios después de un carlista –en un hombre sin bién los claros vínculos de la hos- Apolo a servir de fundamento aquellos hechos, siguen enfren- Dios, sin Patria y sin Rey– porpitalidad. y piedra angular de una ciudad tados con igual virulencia, como que los dioses –o el Hado, o el Aquellas venerables mujeres nueva, completamente nueva, demuestra el caso Rushdie, y que Azar, Azar, o la Fortun Fortunaa (nunca (nunca qued quedóó deben elegir entre castigar al pa- donde la ley del territorio en la Edad Media provocaron claro para un griego quién era el rricida o proteger al suplicante, (ius soli en soli en lenguaje romano) se innumerables conflictos políti- responsable de estas cosas)– no le entre dar posada (y sepultura) al impondrá, a través del derecho cos. La negativa de Teseo y de los dejaron otra opción. Si hubiera peregrino o expulsar de la comu- de asilo, sobre la ley de la sangre ancianos de Colono a ceder a las sido un poco más afortunado, si nidad al apestado. Y será Teseo, (ius sanguinis). exigencias de Creonte recuerda, los dioses (o quienquiera que un rey cosmopolita, rey cosmopolita, quien, inspiEsa ley del territorio será in- en efecto, la actitud de las viejas fuera el responsable) no se hurado por Palas Atenea, la santa vocada por Teseo, rey de Atenas, ciudades europeas cuando un se- bieran ensañado con él de aquepatrona de su ciudad, resolverá el y por el Consejo de Ancianos de ñor feudal exigía la entrega de lla forma, Atenas, la ciudad hosdilema por ellas acogiéndole co- Colono (el Coro) para oponerse sus siervos. Stadtluft macht frei, pitalaria, no le habría acogido mo huésped en Atenas. a la voluntad de Creonte, rey se decía en aquel tiempo. El ai- nunca en sus murallas ni le ha76
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bría tenido por santón (o habría la hora de pensar e interrogarse reservado dicho honor a otro re- sobre su origen y destino, que se criaba en su ciudad y en la casa fugiado). Desde que en mala (o buena) de sus padres naturales. naturales. Algo, Algo, sin hora fue expulsado del vientre embargo, debió de sospechar de su madre, Edipo –aquél que aquel joven inquieto, o presentir, andando el tiempo llegaría a ser o no ver del todo claro –alguna el primer hombre, el primero en indiscreción de una nodriza, alconocerse y saberse desterrado, guna puya de un compañero de un extraño en este mundo, uno gimnasio–, pues fue a Delfos a que tiene inevitablemente que consultar el oráculo de Apolo y morir– se pasó la vida bajo el entonces se enteró de lo cruel y signo del exilio, del destierro, retorcido que puede ser un dios pues o bien estaba desterrado sin (o la mano ciega del destino) saberlo o no estaba desterrado, cuando le da por ponerse ante pero él creía que lo estaba. un telar y urdir futuros para el Todo empezó por culpa de hombre. dos bellísimas personas –una de Espantado ante semejante Tebas, otra de Corinto– que se profecía –“matarás a tu progeniapiadaron de aquel recién nacido tor y sembrarás en el vientre que sus padres, los soberanos de donde tú fuiste sembrado”–, Tebas, habían ordenado dejar a quiso escapar a su (inevitable) la intemperie, expuesto a las fieras cumplimiento, desoyendo la voz y a los vientos, para ahorrarle (y interior que le decía que las fleahorrarse) el destino terrible que chas plateadas de ese arco siemel infalible dios de Delfos le ha- pre aciertan. Dejó la que creía bía profetizado: matar a su padre su ciudad y la casa de quien crey desposarse con su madre, ser el ía su padre (segundo exilio, éste responsable (involuntario) de la voluntario), y llegó a una ciudad radical desolación radical desolación de su país, in- que obviamente tomó por exfectarlo con su culpa y su impu- tranjera (pero que en realidad era reza, transmitir la maldición a la suya), desposándose con la reisu progenie y provocar después na que acababa de enviudar (su de muerto una interminable propia madre) después de haber guerra fratricida. matado a un extranjero (su paEdipo sobrevivió por sobrevivió por compa- dre) en un sombrío cruce de casión: dos pastores le salvaron de minos (se encontraron frente a ser devorado por las fieras –aun- frente, el uno yendo a Delfos, el que tampoco hay que culpar a otro de regreso, y se enzarzaron los pastores, pues los niños de en la clásica disputa sobre quién este tipo son muy duros de pelar, tenía que apartarse y ceder el pay de no haber intervenido los so al otro, si el joven por ser jopastores, seguramente le habría ven y deber respeto a las canas de amamantado una leona, o una aquel desconocido, o el viejo por loba, o una jabalina, y a estas al- un error de apreciación de ese turas de la historia nos las ten- joven ofuscado –“no me digas dríamos que haber, no ya con “el que eres noble, como hacen toprimero de los hombres”, con “el dos los cuatreros, porque tu falmejor de los mortales”, sino aca- ta de serenidad y de entereza deso con un dios–, dos pastores, muestra claramente que naciste digo, se apiadaron de aquel niño en un establo”–, reaccionando y le enviaron a su primer exilio, ambos con idéntica insolencia, en Corinto, donde fue adoptado tozudez y chulería, –“o te apartas por los soberanos de la ciudad, o te doy, mocoso, deslenguado, como suele ocurrir en estas fá- mediohombre”–, pues por algo bulas cuando el niño abandona- eran padre e hijo, imagen y redo, el expósito, es de sangre azul flejo, el mismo personaje en dos (o “semejante a los dioses”, que estaciones distintas de su vida). es la fórmula que solía utilizarse Cuando al fin se descubrió toen aquel bendito entonces). da la verdad –por qué Apolo haEdipo se crió y educó en el bía disparado contra Tebas los exilio, pensando, cuando llegó dardos abrasadores de la Peste, Nº89
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SANGRE Y SUELO
quién era el responsable del miasma que corrompía y hacía irrespirable aquel país, qué sangre corría realmente por sus venas, a quién había tenido la desgracia de matar en aquel nefasto cruce de caminos, en qué lecho sacrílego se había metido sin saberlo–, Edipo, tras culpar al dios de Delfos de sus innumerables infortunios y atribuirle la autoría de tan enrevesado culebrón –“¡Apolo, ha sido Apolo!”–, se arrancó los ojos, por creerlos responsables de su enfermiza ansia de saber, y quiso al fin exiliarse de verdad, alejarse cuanto antes de tanta corruptela, tanto miasma y tanta porquería, pero los suyos, los tebanos, no se lo permitieron. Sólo después de unos meses, al comprender sus compatriotas que no recobrarían jamás la normalidad mientras albergaran dentro de sus muros a un ser estigmatizado y maldito como aquél, a ese chivo expiatorio que incomprensiblemente había sobrevivido dos veces a su inmolación (de niño, cuando no sabía nada, y de adulto, cuando llegó a saberlo todo, absolutamente todo, todo lo que un mortal puede saber y un poco más), decidieron desterrarle contra su voluntad, pues ya se había resignado a vivir allí, entre los suyos, aguardando ante la lumbre de la casa familiar la llamada de la Parca. El tercer exilio de Edipo, el definitivo, responde a una orden de destierro: a partir de ese momento se convierte, por una decisión política de sus conciudadanos, en un hombre sin dios (áceos), sin príncipe (ánarjos) y sin ciudad (ápolis), al que todos evitan para no ser contagiados e infectados por su mala estrella. Y lo que es mucho peor: se convierte en un hombre sin se pultura, condenado otra vez a morir a la intemperie, como si todo el curso de su vida –ese intento desesperado de escapar a los dardos afilados del oráculo– no hubiera servido para nada. En el límite de su existencia, cuando ya no le queda casi nada por decir, Edipo ha regresado al punto de partida y, al igual que 78
en su niñez, sobrevive por sobrevive por com pasión: su hija, la fiel y piadosa Antígona, Antígo na, le guía por los caminos, impidiendo que las fieras y los bandidos se ceben con él. En cuanto miembro de una tribu, o de una ciudad tribal, o de una nación donde rige el ius sanguinis como sanguinis como única fuente de ciudadanía (Alemania, por ejemplo, o la Euzkadi sabiniana), Edipo no se pertenece ni es propiamente responsable de nada: la tribu decide por él, matándole o desterrándole si es preciso para purific para purificarse arse (que (que es la razón que esgrime toda etnia o toda religión a la hora de matar o desterrar a una persona). Pero Edipo, después de una larga vida de errabundo, ha de jado de ser miembro miembro de una tribu (o de una nación entendida como organismo vivo, natural, que es como la entendía Jünger en su juventud). Edipo se presenta en Colono como apátrida, no como tebano, y pide asilo y protección frente a Creonte, que se considera todavía su señor natural yy quiere llevárselo a Tebas tural por la fuerza (pues el dios de Delfos, siempre imprevisible, acaba de emitir un nuevo oráculo, y ahora resulta que aquel anciano ciego, cojo, maldito y apestado que nadie quiere junto a sí está llamado a convertirse en una fuente inagotable de venturas para la ciudad que acoja y sepulte sus despojos). Tebas, la ciudad que le expulsó, ahora (interesadamente) le reclama, pero Edipo no quiere saber nada de sus compatriotas, de Creonte ni de sus hijos varones, que no movieron un dedo en su defensa cuando se dictó aquella injusta orden de destierro. Edipo ha roto los vínculos que le unían a la casa de su padre y a su ciudad natal, y ahora sí es libre de elegir: entre las dos ciudades que se lo disputan –la Tebas étnica, tribal y familiar, y la Atenas ciudadana–, opta por aquella donde puede disponer libremente de sí mismo y responder de sus acciones, una ciudad regida por un hombre, Teseo, que también fue un exiliado en 6.
su juventud y sabe lo que significa vivir y exponerse a morir a la intemperie, fuera de la ley, sin que nadie se preocupe en llorarte y enterrarte, como uno de esos perros sin dueño que atropellan las cuadrigas. Atenas, por obra y gracia del poeta, aparece así ante sus propios ciudadanos, que llenan las gradas de aquel imponente anfiteatro, no sólo como una ciudad hospitalaria que da posada al peregrino y libra de su estigma al apestado, sino como la ciudad que, justamente por su carácter hospitalario, está destinada a brillar más que ninguna otra ciudad, a ser bendita entre todas las ciudades. 7. Allí,
al pie de la acrópolis ateniense, en ese microcosmos donde se congregan los mortales, y resucitan los muertos, y comparecen los inmortales, donde todas las cosas pasadas vuelven a pasar aquí y ahora, dejando en suspenso las leyes temporales y espaciales, allí, digo, en ese círculo partido en dos mitades que se completa al otro lado, en la espesura, donde mora la divinidad, el pueblo de Atenas asiste a la fundación de su propia ciudad, una ciudad nueva, habitada por hombre nuevos, libres, ciudadanos, “donde la ley es la única soberana”. Atrás quedan la cultura de palacio y aquellas fortalezas de tipo medieval (ciudadelas homéricas) en las que los pastores de hombres guardaban su rebaño en tiempos de peligro: si antes el centro de gravedad estaba arriba, en la cima de los cerros o ciudad de arriba (acrópolis), donde vivía el rey, ahora está en la ladera, donde los ciudadanos se sientan a deliberar y decidir, y donde participan de ese oficio religioso que nosotros conocemos por tragedia. La nueva ciudad no tiene reypastor, pero tampoco tiene patiene padres, aquel selecto grupo de ex arcontes que impartía justicia desde el Areópago: todos los Padres de la Patria fueron simbólicamente ajusticiados, junto con el padre del Hijo fundador, en aquel lejano cruce de caminos. No, la nueva ciudad no es una ciudad patri-
cia, de padr de padres, es, de privilegiados, sino una ciudad fraterna, de hijos, de iguales, con una diosa patrona, diosa hija, que no sólo no es ni ha sido nunca madre, sino que ni siquiera tuvo madre. Nueva ciudad y nueva ley, igualmente obligatoria para todos: a esa ciudad revolucionaria, insólita, nunca vista, viene a incorporarse desde el Hades en calidad de santón y talismán, en calidad de fundamento; un padre, sí, pero un padre muy extraño, pues por una serie de azares y casualidades (demasiado casuales y azarosos para no ver detrás de ellos la mano de aquel dios que hiere de muy lejos) es hermano de sus hijos. Del mismo modo que al estallar la guerra entre Zeus y el padre Cronos hubo al menos un titán (¡y no uno cualquiera!) que tomó el partido de los olímpicos, ahora que acaba de estallar la guerra entre la estirpe y la ciudadanía, entre la cultura de palacio y la cultura de ladera, entre el patriciado y la república fraterna, un padre destronado se pasa al bando de los hijos, rompiendo aquella mecánica fatal que hacía de todo hijo el asesino asesi no de su padre y le empujaba a sentarse en el mismo regazo (o trono) donde su padre se sentó. Dicho de otro modo: lo importante del parricidio e incesto de Edipo no es su dimensión psicológica o erótica –“son muchos los mortales que en sueños han yacido con su madre”–, sino su dimensión polí dimensión política tica,, el salto que le permiten dar a otra esfera. Cobra así sentido la imagen terrible de Yocasta colgando de una viga. Nos hallamos ante un símbolo de la Tierra Madre sometida, domeñada, transformada en territorio: el territorio del apátrida, el campo cultivado por Apolo y Palas Atenea donde va a crecer y florecer la ciudad cosmopolita. n
Carlos Trías
es escritor. Autor de El encuentro y Viaje a Delfos . CLAVES
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GEORGE STEINER Muchos de los temas tratados por George Steiner en libros anteriores vuelven a reaparecer en los dos últimos: Pasión intacta, una selección de sus artículos próximos, y Errata, un texto de memorias (traducidos por Menchu Gutiérrez y Encarna Castejón, y por Catalina Martínez Muñoz, respectivamente), publicados por la editorial Siruela, en 1997 y
Pasión intacta
(Trad. esp., Siruela, 1997)
“La cultura de masas, la economía del espacio y el tiempo, la erosión de la privacidad, la supresión sistemática del silencio en las culturas tecnológicas del consumo, el dasahucio de la memoria (del ejercicio de aprender de memoria) en el aprendiza je escolar, acarrean acarrean el eclipse del acto de la lectura, del libro mismo. El pathos y el lamento nostálgico serán fatuos”. n
“La atrofia de la memoria es el rasgo dominante de la educación y la cultura de la mitad y las postrimerías del siglo XX”. “Las alusiones más elementales a la literatura griega, al Antiguo y al Nuevo Testamento, a los lo s clásicos, a la historia antigua y europea, son ahora herméticas”. n
1998. De ellas proceden las citas, espigadas muestras de la agudeza mental y el estilo punzante de Steiner, prestigioso crítico literario, maestro del comparatismo, y un pensador de indudable relieve en la cultura de nuestro tiempo.
“La herencia de estupor ontológico (thaumázein) y respuesta sistemática sigue intacta desde Heráclito a Las palabras de Sartre; pasa por Aquino, Descartes, Hume, Kant, Hegel y Nietzsche. No hay miembros americanos en la lista. Y no se trata de una consideración técnica: es una constante en la existencia helénica y europea”. n
“El exhibicionismo del dinero y de los medios de comunicación de masas se burla de la voz del intelectual, una designación que en sí misma sólo puede emplearse con una dosis considerable de ironía y remordimiento. ¿Quiénes somos para predicar a otros? ¿Qué vanidad, qué traición es más triste que la de muchos clérigos frente a la sucesión o la amenaza política?”. po lítica?”. n
“En el campo de las humanidades (palabra orgullosa y triste), las aspiraciones de enseñar definiciones sistemáticas terminan casi siempre en una estéril tautología. La ‘teoría’ tiene su significado exacto y sus criterios de adulterabilidad en el terreno de las ciencias. No es éste el caso de las humanidades, donde las demandas de lo ‘teórico’ generan, como sabemos bien a nuestra costa, una jerga pretenciosa. En relación con la experiencia y con el juicio literario y estético, la ‘teoría’ ‘teoría’ no es sino una intuición objetiva o una narración descriptiva que se ha vuelto impaciente. Pascal nos lo recuerda: la esfera de la finesse no es la de la geometría” geometría”.. n
“El intelectual es, sencillamente, un ser humano que cuando lee un libro tiene un lápiz en la mano”. n
“Al contrario de lo que sucede con la crítica y la valoración estética, que son siempre sincrónicas (el ‘Edipo’ de Aristóteles no queda obsoleto por el de Höderlin, y el de Freud no mejora ni anula el de Höderlin), el proceso de la interpretación textual es acumulativo. Nuestras lecturas gozan de una mayor información, la materia examinada crece, la comparación es mayor”. n
“Pero la imagen catártico-terapéutica, el ideal de limpieza y restauración de la claridad ascética, tan vívido en el Círculo de Viena, en Frege, en Wittgenstein y sus herederos, está obviamente relacionado con el famoso imperativo de Mallarmé: ‘limpiemos las palabras de la tribu’, hagamos que el lenguaje sea traslúcido por sí mismo”. n
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“La informalidad es nuestra contraseña, aunque la agudeza de Mencken es realmente venenosa: hay muchos que se creen emancipados cuando lo único que han hecho es desabotonarse desaboton arse la ropa”. n
Selección de Carlos García Gual
“Lo cultural, en palabras de Veblen, se convierte en parte de la dinámica global del consumo ostentoso. No sólo hay Kulturproduktion, sino un compulsivo marketing del producto acabado. Casi antes de entrar en la desinteresada aunque siempre problemática zona del arte, el producto norteamericano estético, intelectual o literario se vuelve artefacto”. “Sin embargo, tal vez merezca la pena suponer que el ímpetu de dos caras de la ‘producción cultural’ y del ‘consumo ostentoso’, un ímpetu estrechamente relacionado con el planteamiento original y el alejamiento técnico de la vida intelectual en el nuevo mundo, proporciona alguna explicación para el exhibicionismo conservador . Kulturproduktion e inversión en la exhibición competitiva ayudan a comprender una cultura de museos, academias, bibliotecas, e institutos de enseñanza avanzada”. n
“En el Nuevo Edén, las criaturas de Dios se mueven en rebaños”. n
“Es llamativo y perfectamente consecuente que Norteamérica, el archivo final, sea también el país donde se ha erradicaerr adicado por completo la memorización en la enseñanza. El poema yace embalsamado en la microficha; recitado interiormente cobraría una vida terrible”. n
“El pasaporte al Parnaso es un libro de bolsillo en lengua inglesa”. inglesa”. n
Errata
(Trad. esp. Siruela, 1998).
“Como hombre errante, he intentado inculcar en mis alumnos y en mis lectores n
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la idea de lo ‘Otro’, lo que pone en tela de juicio la primacía de los dioses domésticos”. “Llamar la atención de un estudiante hacia aquello que, en un principio, sobrepasa su entendimiento, pero cuya grandeza y fascinación le obligan a persistir en el intento. La simplificación, la búsqueda del equilibrio, la moderación hoy predominantes en casi toda la educación privilegiada son mortales. Menoscaban de un modo fatal las capacidades desconocidas en nosotros mismos. Los ataques al así llamado elitismo enmascaran una vulgar condescendencia: hacia todos aquellos a priori juzga juzgados incapaces de cosas mejores. mejo res. Tanto Tanto el pensamiento (conocimiento, Wissenschaft e imaginación dotados de forma) como el amor, nos exigen demasiado” demasiado”.. n
“Un clásico de la literatura, de la música, de las artes, de la filosofía es para mí una forma significante que nos no s ‘lee’. Es ella quien nos lee, más de lo que nosotros la leemos. No existe nada de paradójico, y mucho menos de místico, en esta definición. El clásico nos interroga cada vez que lo abordamos. El modo en que el clásico nos atrapa, las exigencias que nos plantea y las preguntas que nos formula son a un tiempo las más sutiles y las más urgentes. … La hermenéutica comparte fronteras con la ética. Leer a Platón, a Pascal o a Tostoi ‘a la manera clásica’ es intentar una vida nueva y diferente. La paradoja y el atributo capital de lo clásico es que sus exigencias son liberadoras”. n
“Una Universidad digna es sencillamente aquella que propicia el contacto personal con el aura y la amenaza de lo sobresaliente. Estrictamente hablando, es cuestión de proximidad, de ver y escuchar”. n
“Nunca podemos decir todo lo que queremos, nunca podemos limpiar la descripción verbal o el análisis de una posible penumbra de ambigüedad, de valoraciones incipientes o privadas, y de connotaciones en última instancia inexpresables. El adjetivo ‘inefable’ vibra oscuramente en la intuición de una urgencia sorda y sin resolver. Hasta el más escrupuloso o inspirado de los recursos no deja de ser aproximado. Ya no nos sentimos cómodos en nuestro modo de decir”. n
“Un realismo irrefutable valida el arcaico postulado griego según el cual n
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‘lo mejor es no nacer y lo segundo, morir joven’, siendo la vejez, con escasas excepciones, un hediondo desperdicio, una incontinencia de la mente y del cuerpo crudamente desvelada por el recuerdo de lo no realizado” realizado”.. “Pero somos animales lingüísticos, y es este atributo el que, como ningún otro, torna soportable y fructífera nuestra efímera condición”. n
“Gracias a las cláusulas condicionales, al ‘si’ (‘si me tocara la lotería’, ‘si Schubert hubiera vivido más tiempo’, ‘si se descubriera una vacuna contra el sida sida’), ’), podemos, cuando nos place, negar, reconstruir, alterar el pasado, el presente y el futuro, cartografiar de otro modo los factores determinantes de la realidad pragmática, lograr que la existencia siga valiendo la pena. La esperanza es gramática”.
“Sigue siendo un hecho irrefutable que la religión universal de la mayoría de los Homo sapins-sapiens no es otra que el fútbol. La música de baile o el rock exaltan, emocionan, consuelan a cientos de millones de personas para quienes una sonata de Beethoven es sinónimo de aburrimiento. Si tuvieran la posibilidad de elegir libremente, la gran mayoría m ayoría de mis semejantes preferiría una telenovela o un teleconcurso a Esquilo, el bingo al ajedrez”. n
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“Así pues, no fue sólo el dolor, la culpa, la mortalidad y la condena a ganarse la vida con sudor lo que surgió tras la expulsión del Edén. Fue la dinámica central de la esperanza (¿qué cabe esperar en el jardín, en la Disneylandia de lo divino?). Junto con la música, el lenguaje, cualquier lenguaje, encierra esos recursos infinitos del Ser”. n
“En las librerías de Berlín oriental o de Weimar, Weimar, si es que quedan algunas todavía, Jackie Collins y las cintas de vídeo han derrocado rápidamente a Lessing y Höderlin. Casi de la noche no che a la mañana, la libertad reclamó su derecho inalienable a la comida basura”. “A lo largo de mi vida excesivamente locuaz, he sido un coleccionista de silencios… El ruido –industrial, tecnológico, electrónico, amplificado hasta rayar en la locura (el ‘delirio’)– es la peste bubónica del populismo capitalista. No sólo en Occidente, asolado por los medios de comunicación de masas; también en las chabolas de hojalata de los arrabales africanos o entre las multitudes de Shanghai”. n
“El ateísmo no conoce herejía, ni ‘guerras santas’ santas’ (una expresión obscena). No hay nada, en su estructura privada, no institucionalizada, que incite al odio. Por su propia naturaleza, no necesita proselitismo. … La codicia y la hipocresía florecen en las sinagogas, en las iglesias y en las mezquitas. La decencia, la moralidad autoimpuesta, son, asimismo, valores seculares”. n
“Sin traducción habitaríamos provincias lindantes con el silencio”. n
“No hay lenguas ‘pequeñas ‘pequeñas’.’. No existe ex iste una sintaxis ‘primitiva ‘primitiva’.’. Cada lengua, lo sabemos a ciencia cierta, engendra y articula una visión del mundo, un relato del destino de la humanidad, una estructura de fórmulas de futuro para la que no existe facsímil en otra. La muerte de una lengua, incluso en aquella apenas susurrada por un puñado de personas en un trozo de tierra maldito, es la muerte del mundo. Cada día que pasa, el número de fórmulas de que disponemos para decir ‘esperanza’’ disminuye. A su minúscula ‘esperanza escala, mi condición políglota ha sido mi mayor fortuna. Gracias sean dadas a Babel”. n
“Los propios medios pueden trivializar aún más tanto el conocimiento como la experiencia, tanto el significado como la forma. La ciber-red puede estar atestada de basura e incitación. Puede anestesiar la sensibilidad hasta el punto de la inercia (el teleadicto frente a la pantalla del televisor)”. n
“Acabar por la vía del dolor dolo r en estado vegetativo es mancillar, para uno mismo, para los otros, el significado y el valor de la identidad personal. El ateísmo concede libertad de elección. No interviene ni domina en él una agente trascendental. No se interpone en él una mística de predestinación. –(Dios me dio la vida y sólo Él puede decidir cuándo debo devolverle este don)–. ¿Existe fanatismo más sombrío que el de mantener vivos a quienes deberían descansar?”. n
es catedrático de Filología griega y escritor. Autor de Introducción a la mitolo gía griega y La antigüedad novelada . Carlos García Gual
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