EL PRESEN PRESENTE, TE, TIEMPO DE D E LA ACCIÓN Héctor Herrera Cajas Las pretensiones que me mueven a esta meditación son, en primer lugar, reflexionar sobre el .presente y sus características y, en segundo lugar, analizar, la actitud histórica con la cual se configura la acción en el presente. Y, todavía como introducción, quiero detenerme un momento en el título mismo de esta meditación: "Presente, tiempo de la acción". Pareciera que con este título, estoy propiciando el cumplimiento de algo que se oye muy a menudo y que se podría sintetizar en lo siguiente: "Basta de palabras"; "Ya está bueno de hablar, ahora hay que actuar"; "Está bueno que, de una vez por todas, nos demos cuenta que corresponde actuar; este es el momento de la acción". Pues bien, a lo que quiero llegar, a lo largo de esta meditación, es a descubrir la falacia inmensa que, a veces, se esconde detrás de este: "basta de palabras; hay que actuar". Comenzaré, pues, estudiando algunas características del presente; y me remito para esto a la experiencia experiencia que que todos tenemo tenemos, s, es decir, decir, a pensar pensar cómo sentimos senti mos e l presente. pres ente. T al ve z una de las l as dimensiones con que se nos presenta el presente es esta sensación de impacto tremendo, a veces con aspecto catastrófico catastrófico,, de un tiempo que se nos viene encima. Es corriente corriente tambié n que oigamos decir que "la Historia nos toma la delantera"; que quedamos casi aplastados por el curso vertiginoso que tiene el presente en nuestro tiempo. Acostumbro usar una imagen para describir esta impresión impetuosa del presente: Se trata de la rompiente histórica: nosotros estamos justam jus tament entee en la rompie rom piente nte de la histor his toria. ia. Formamo For mamoss parte par te de esta est a gran ola que se viene vien e y se s e nos viene encima y que está permanentemente rompiendo. Si pensamos en la situación del bañista que se encuentra ante la rompiente, vemos que hay tres actitudes; posibles que, por cierto, encuentran su correspondencia en la actitud histórica. Una es "hacerl e el quite", actitud actitu d que qu e corresponde corresponde a aquella persona persona que intenta marginars marginarsee del curso de la historia que quiere dejar que los acontecimientos sig ue curso y él ser su espectador o bien, negarse ante ellos para, y por no querer verlos; "hacerle el quite a la historia" y sus problemas es una actitud por demás engañosa porque no podemos marginarnos de la historia sin claudicar de nuestra condición de persona. Otra posibilidad es caer arrastrado por la historia, como la persona que no sabe enfrentarse con la ola y, recibiendo su gran impacto, es arrastrado hasta quedar exánime en la playa, o bien, ser devorado por la misma ola y desaparecer para siempre en las profundidades inconmensurables del mar de la historia. A este hombre, la historia lo ha arrastrado; de ningún modo, podríamos decir que es consciente de este acontecimiento que es ser llevado por la ola; no, más bien el golpe lo ha hecho perder su conciencia; está inconsciente, e inconsciente es arrastrado por la ola para acá y para allá. Queda todavía una tercera posibilidad, y es la de la persona que sabe enfrentarse diestramente con la ola; que no "le hace el quite", que acepta el reto y el riesgo que ello implica; que tampoco es arrastrado ni sumergido por ella, sino que enfrentándola la supera y. al superarla, sale arriba: está en la rompiente, pero ha salido arriba; este salir arriba, cuando estamos, en el tiempo, significa precisamente enseñorearse enseñorearse en el tiempo, es decir, poner su, perspectiva sobre el curso de los acontecimientos, tal como lo hace la persona que, después de la zambullida, ha sido capaz de sacar la cabeza a la superficie y dominar el embate de la ola. Pero a esta primera imagen del presente como rompiente histórica, también se puede añadir otra que es la magnitud de complejo inextricable, de embrollo con que se nos presente el presente, ¿Quién podría en este momento, con diafanidad, hacer un análisis certero de todas las implicaciones que tiene cualquier acontecimiento del presente? Son tantas las fuerzas históricas que aquí y ahora están comprometidas; son tantos los antecedentes que sería necesario encontrar para conseguir la ansiada explicación; el área del pasado que está comprometida con cada presente es tan inmensa que uno queda perplejo ante esta situación, no sólo de complejidad, sino más aún -—yo diría — de confusión con que se presenta el presente. ¿Quién puede dar un diagnóstico certero de cualquier hecho histórico presente o pasado? Hay que hacerse también parte de esta dimensión del presente: de su confusión, su complejidad, su embrollo; de las múltiples líneas de fuerza histórica que, habiendo construido este presente, le dan este rasgo tan peculiar. peculiar. Pero, así como frente a la ola había actitudes posibles, también frente a esta dimensión del presente se pueden proponer otras. El curso de la historia, este proceso que va definiendo los acontecimientos, llega a un momento en que — se dice habitualmente— tiene un natural o imprevisto
desenlace. Ahora bien, el desenlace de una situación histórica significa que lo antes estaba enlazado, es decir, complicado, confuso, ha resultado en una mayor claridad; se ha hecho patente una situación que, con respecto a la anterior situación confusa, significa haber puesto algo de luz. Pues bien, nosotros estamos permanentemente en esta actitud de poner desenlaces a la historia, de aclarar la historia; no otra cosa queremos decir cuando expresamos ex presamos que una brillante inteligencia ilumina, alumbra la historia. Una manera aún más precisa para referirse a esta misma situación, la podemos obtener cuando pensamos que el pasado tiene las características de una gran madeja, de una madeja de la cual necesitamos sacar una hebra, con la cual — también también muchas veces veces se dice — "bordamos "bordamos la trama de nuestra nuestra propia historia". Este “bordar la trama de nuestra propia historia" es disponer de una hebra que uno ha sacado del pasado y que es la que nos da la posibilidad de participar en la historia, pero para sacar esta hebra del pasado, para desenvolver la madeja, es necesario resolver el problema; es por eso que, así como frente a la rompiente ponía como actitud positiva la superación de esa impresión caótica, que proviene del presente cuando se avalancha sobre uno, así, frente a esta segunda dimensión de la complejidad del presente, propongo como actitud positiva el resolver. Siempre está uno resolviendo situaciones, es decir, tratando de aclarar las situaciones confusas que presenta el presente en toda su complejidad. Y esto es válido para cualquier momento histórico; habrá momentos en que la complejidad o la magnitud de la rompiente sea mayor o menor, porque nunca nos encontramos con un presente que no participe de estas características, y es por eso que consecuentemente la actitud de superación o la actitud de resolución es siempre no solamente válida, sino también necesaria para enfrentar el presente. Hasta este momento, las características enunciadas del presente y las actitudes correspondientes, significan más bien una relación de pasado-presente. Pero cualquiera se da cuenta que el presente y lo que en él acontece no es solamente algo que esté relacionado con el pasado; el futuro también también cuenta, y muchísimo, en un análisis del presente. Quiero poner algunos ejemplos en esta presentación teórica que nos sirvan para subrayar las características ya señaladas o el tipo de relación que se establece entre el presente y el futuro, junto con la correspondiente actitud que cabe cuando se pondera al presente también en esta perspectiva. Uno de los más convincentes para ver lo que significa la actitud histórica frente a un presente captado en sus verdaderas verdader as proporciones, proporcion es, lo podemos comprobar en el proceso proceso seguido por por el movimiento movimiento monástico en Europa, a partir del siglo v. La decadencia del Mundo Antiguo y las invasiones de los bárbaros dan a la historia de ese momento, las características propias de un presente enfrentado a una inmensa rompiente; de estas características, la historiografía romántica — pienso en Herder — ha hecho caudal al referirse a "el alud bárbaro; los diques que se rompieron; la marejada bárbara que inundó Europa". Obsérvese la terminología usada para describir las características de aquel presente, cuya complejidad, por otra parte, no era menos evidente, pues eran tantas las fuerzas que estaban allí comprometidas, fuerzas aparentemente vigorosas, pero ya trizadas eternamente, fuerzas aparentemente débiles, pero llamadas a un gran porvenir. Pues bien, en esta situación, frente a tamaña complejidad, hay algunas personas que son capaces de ver el problema en su verdadera dimensión, al mismo tiempo, son capaces de encontrar una solución; adoptan entonces una postura ante el presente que, para sus contemporáneos resulta incomprensible, y es éste un rasgo que vale la pena tomar la cuenta, ya que muchas veces veces la verdadera, verdadera, la auténtica actitud histórica, juzgada por los contemporáneos, aparece como incomprensible, porque no es para todos posible comprender las verdaderas dimensiones del presente. El presente, muchas veces, pesa y se impone con dimensiones falsas, engañosas, y llega a seducirnos con sus apariencias, y por eso, podemos decir que, para algunos, el presente es un tiempo de apariencias. Muchas veces la acción queda enredada en las apariencias del presente, y de allí que no se realice propiamente una acción histórica porque no se alcanza a ver cuáles son las verdaderas dimensiones de tal presente. Otro ejemplo que nos permitirá adelantar en esta reflexión acerca del presente, lo he escogido escogido del del campo de la leyenda y del mundo del símbolo, porque tanto una como otro proporcionan una dimensión universal del hombre y su problemática y, por consiguiente, de su actitud, que tanto nos interesa para calibrar su acción en su más justa y acertada perspectiva. Se cuenta que Alejandro Magno, cuando inició la conquista del Asia, llegó a la ciudad de Gordión, donde había un nudo inextricable y acerca del cual corría la leyenda que quien fuese capaz de desatarlo sería el señor de Asia; muchos —se decía— habían intentado hacerlo y ninguno, hasta ese momento, había podido. Alejandro también quiso probar; más bien diríamos probarse él mismo frente a este nudo y comenzó a tratar de desatarlo, resolverlo, y no pudo; podría haber renunciado a lo que significaba desatar el nudo, pero siguió adelante y —como sabemos— lo cortó; pues bien este
cortar el ñutió significó hacerlo señor del Asia, dueño del mundo, es decir de que se iba a cumplir en un tiempo posterior; era el anuncio de lo que iba a venir, pero un anuncio buscado, querido, logrado por él mismo;'esto mismo;'es to es lo que en actitud de presente se expresa expresa por la decisión. Justame Justamente nte la la raíz raíz de decis ión está est á en cortar: hay momentos en la historia en que no se puede resolver, diríamos que el tiempo no da tiempo para preocuparse de buscar tranquilamente la hebra y pacientemente hacer todo aquel trabajo de desembrollar el embrollo. En tales casos, se dice, a veces, ".hay que cortar por lo sano": pues bien, este "cortar por lo sano", significa tomar una decisión.'. Cuando uno toma una decisión está dando un corte importante, muchas veces doloroso, de aquí la tensión y dimensión trágica, y el contenido profundo que se encierra en la vida hecha de momentos cruciales; lo que no es algo extraordinario sino el modo ordinario de la existencia histórica en su más auténtica realidad cotidiana. Pero tomar una decisión significa también conquistar, de algún modo, el futuro: porque al tomarla en este momento, ahora, uno está anticipando el tiempo y de esta manera, conquistando un tiempo por venir, está haciendo del futuro su porvenir; no es más el futuro la tierra de nadie, un campo desierto, la nada: el futuro, con la decisión, pasa a ser un campo conquistado, un campo en el cual uno pone, gracias fundamentalmente al proyecto, una dimensión personal; y así como Alejandro se apoderó de Asia antes de conquistarla, de tal manera que la conquista aparece entonces sólo como la materialización posterior de algo que ya había sido logrado en el presente, igualmente acontece cuando uno toma una decisión- hace del tiempo algo propio.. ¡Qué diferente es pues la decisión a otras maneras de enfrentarse con el futuro! A otras maneras de establecer esta relación de presente – futuro, como cuando se habla de una acción precipitada; hay gente que actúa precipitadamente, es decir, que por delante, en su futuro sólo ve un precipicio y este precipicio es la nada; es la gente cuya dimensión de futuro culmina o se proyecta en la nada, y es por eso que su acción, su historia, es una historia hecha "a tontas y a locas", es decir, precipitadamente. En este momento, podríamos preguntarnos: ¿Quiere decir esto que la actitud histórica, dado que la actitud histórica es esta presencia que corresponde al momento presente, es un ser entre un pasado y un futuro, un pasado que puedo cotizar como recuerdo y un futuro que puedo valorizar como esperanza? ¿Es ese nuestro contenido histórico: ser entre el recuerdo y la esperanza? Pero, ¿y dónde queda la acción? Es por eso que, en estas relaciones temporales debemos encontrar algunas características propias también de la acción histórica, que no sean tan inefables como esta relación: recuerdo recuerdo y esperan za. Veo la historia como un proceso que da testimonio de resoluciones y decisiones, de tal manera que, donde encontremos constancia de resoluciones o decisiones, allí podemos asegurar que está la historia. Pero es evidente que detrás de unas y otras está el hombre. Un hombre capaz de tomar resoluciones y de actuar de acuerdo con sus decisiones; un hombre bien personalizado, sujeto de la historia y es por eso que quiero considerar ahora la acción en esta relación directa con el hombre, como sujeto de la historia. Y ver otros tipos de acciones que se dan, y que se suponen acciones históricas, pero que si las analizamos nos daremos cuenta que, en ellas, no podemos encontrar esta preponderancia de las resoluciones resoluciones y las decisiones decisiones y que, por lo tanto, tanto, de ellas no podemos pode mos predicar predica r una un a actitud histórica propiamente tal. Pensemos por ejemplo, en acciones que corresponden al campo de la historia, pero que pueden ser mecánicamente explicada; cuya explicación podemos encontrarla en el campo de la biología, de la sociología, de la economía, etc.; estas acciones, a veces, cobran gran importancia dentro del curso de la historia, pero tendríamos que preguntamos ¿son ellas fundamentalmente historia? en cuanto se remiten a otra explicación que no sea la de las resoluciones o decisiones, afirmó categóricamente que no constituyen la historia. Tomemos el caso de la bola de nieve; la bola de nieve parte, va creciendo llega un momento en que si le tomamos una instantánea, evidentemente tiene cierta características que le asemejan al presente: es una gran rompiente, una avalancha que se viene encima; dentro de ella, hay una gran complejidad, desde la complejidad molecular hasta lo que trae comprometido en su curso vertiginoso. Podríamos pensar que, a veces, la historia se presenta también así, como una bola de nieve, sujeta a una legalidad física inapelable y que, por lo tanto, podemos explicar, recurriendo a esa misma legalidad, como aconteció que esta bola de nieve comenzó a rodar y fue tomando la magnitud con que ahora la encontramos. Y, en cuando le conviene este tipo de explicación, no hay allí historia; su curso era inevitable y sin ninguna novedad, fuera de las que podían también haber sido previstas.
Pero una auténtica, originaria, espontánea, personal novedad , que sea producto de decisiones repentinas que a veces hay que tomar, o de resoluciones tranquilas y meditadas, que a veces se pueden tomar, nada de eso se podrá encontrar en estos acontecimientos mal llamados históricos, que pueden explicarse recurriendo a una legalidad ajena al campo de la historia. Este ejemplo, trasladado al campo de la historia, permite preguntar: ¿todo el acumular acción a la acción, es de suvo histórica? ¿Podríamos encontrar sentido a la acción que sólo se acumula a la acción? Evidentemente que no reside allí el sentido de la historia, aun cuando esta acción adquiera aparentemente un volumen descomunal, como el que tiene la bola de nieve un momento antes de detenerse y deshacerse. En cambio, muchas veces, n os damos c uenta, que l a acción histórica puede ser mero mero actuar por presencia , es decir, una acción donde no hay acción, donde hay sólo presencia, o bien una acción que puede ser aún la negación de la acción y esa no-acción tiene más importancia en la historia que una engañosa acción de gran volumen que puede ser pura apariencia, ya que, como hemos dicho, nos movemos en un mundo lleno de apariencias, de acciones que no están enraizadas en la historia, que no tienen ningún compromiso con el pasado ni con el futuro, que se agotan en su puro presente, de acciones que no tienen sentido dentro de la historia por carecer de toda dimensión y, por lo tanto, de contenido histórico. Por el contrario a veces la no-acción, pero una no-acción resuelta tomada como decisión que comprometa totalmente a la persona, tiene mucho más sentido histórico. El ejemplo lo tenemos en la actitud de no violencia del Mahatma Gandhi; la no violencia es una no-acción frente a la acción; frente a la acción, aparentemente llamada a vencer, del poderío inglés en la India, se decide no actuar y la no – acción gana la historia frente a una acción que pierde a su historia. Es por eso que — se ha dicho con razón — todo movimiento histórico es antes que nada un movimiento del alma, y se podría concluir que, ya en el plano de las realizaciones históricas, toda victoria o toda derrota antes se ha ganado o se ha perdido en el campo de la propia interioridad, en nuestra propia alma; antes de dar la batalla, somos ya vencedores o perdedores, El resorte fundamental de la historia está, pues, en las resoluciones y en las decisiones que tomemos, y estas decisiones pueden ser de tan largo alcance y expresarse en acciones aparentemente desprovistas de toda efectividad y brillo, y revestidas, en cambio, de benedictina humildad y de franciscana pequeñez, que, como anotaba, los contemporáneos no alcancen a percibir la reali dad que hay en ellas; como en e l caso del monje , cuya decisión decisión va a alcanza alcanzarr el nivel nivel de realidad histórica plena sólo siglos después, pero ellos ya habían conquistado la historia, habían hecho de Europa lo que iba a ser, en el momento en que tomaron su decisión, en el momento en que calibraron lo que era su presencia en el mundo; es decir, con su actitud de presente, siglos antes, en el siglo V y VI, estaban haciendo la Europa de d e los siglos XI y XII. Se ha dicho que esta manera de entender la acción se remite exclusivamente al hombre, entendido como sujeto de la historia, y, en cuya alma, en cuya interioridad se está está resolviendo el curso curso de la historia. Todos, en cuanto somos concientes de nuestra dignidad, decidimos la historia; nos corresponde a cada uno una personal responsabilidad y sabemos que responsabilidad significa dar respuesta; tenemos que dar permanentemente respuesta, ésta es nuestra actitud histórica, es esto lo que nos exige nuestro presente; en esto reside nuestra actitud histórica, en dar respuestas . Responsabilidad nos indica también cómo tiene que ser esta respuesta; tiene que ser una respuesta comprometida; el sentido de respuesta está a su vez ligado estrechamente, con el sentido de compromiso; no puede ser una respuesta de cualquier manera, sino una respuesta en la cual nos jug amos amo s ínteg ínt egra ramen mente; te; sólo só lo cuando cuan do seamos seam os capaces capa ces de dar este tipo tip o de repuestas repu estas,, actuamos actua mos históricamente. Responsabilidad personal, esto es actitud histórica; he aquí el factor fundamental y principalísimo de la verdadera acción: de otro modo, estaremos frente a una mera acción por inercia, por tendencia o por reacción, pero no ante una acción histórica. En consecuencia, la acción que requiere este presente ha de ser de una d imensión tal, que sea c apaz de acoger el pasado en la complejid complejidad ad con que inform informaa y conforma al presente para sacar de ambos nuestra decisión, conquistando el futuro, haciendo de él nuestro porvenir, al dar una respuesta creadora, que sea expresión de un compromiso de nuestra persona frente al reto de al historia 1. 1963 1
No he querido poner notas a este trabajo porque, como lo indico al comenzar, se trata fundamentalmente de una meditación, pero, sin duda, que muchas de las ideas aquí perfiladas las he recibido de múltiples autores que me han ayudado, cual más cual menos, a pensar sobre estos temas. Con iodo, creo un deber hacer especial mención a Zubiri, Fuelles. Dardei y Marrou, y señalar la reciente publicación de "Tribuna de la Revista de Occidente", ¿Dónde fílame- Hoy.' (Madrid, 1962). donde pueden leerse los trabajos de Pieper. Heimpei, Thiess y Heer. que presentan, en nivel magistral, algunos de los puntos que aquí toco.