CONTENIDO. LA DESINTEGRACIÓN FAMILIAR 1.INTRODUCCIÓN 1.1La desintegración familiar. 1.2La desintegración familiar: es un problema social, sin solucionar. 2.CAUSAS DE LA DESINTEGRACIÓN FAMILIAR. 2.1. La principal causa de la desintegración familiar es la violencia intrafamiliar. 2.2. Familia 2.3 Violencia Intrafamiliar 2.4 Violencia de Género y Doméstica 3. CATEGORÍAS DE VIOLENCIA INTRAFAMILIAR INTRAFAMILIAR 3.1 Violencia hacia la mujer y en la pareja 3.2 Maltrato infantil 3.3 Violencia hacia el adulto mayor 3.4 Violencia hacia los discapacitados 4. FORMAS DE VIOLENCIA 4.1 Violencia física 4.2 Violencia psicológica 5. CAUSAS DE LA VIOLENCIA INTRAFAMILIAR 6. FACTORES DE RIESGO 7. CONSECUENCIAS Y EFECTOS DE LA VIOLENCIA 8. INDICADORES DE MALTRATO 9. CICLO DE LA VIOLENCIA VIOLENCIA 10. MITOS Y ESTEREOTIPOS 11. LAS FAMILIAS QUE SUFREN VIOLENCIA 12. LA VÍCTIMA
13. EL AGRESOR 13.1 Abusador infantil 13.2 Hombre que agrede a la mujer 14. LA REHABILITACION 15. MEDIDAS DE PROTECCIÓN 15.1 Condiciones de seguridad 15.2 Plan de acción
16. ACTUACIÓN DE LA VÍCTIMA 17. PREVENCIÓN DEL MALTRATO INFANTIL 18. PREVENCIÓN DEL MALTRATO A DEPENDIENTES 19. ACTUACIÓN CON INVOLUCRADOS
19.1 Actuación con la víctima 19.2 Actuación con los niños y niñas 19.3 Actuación con el agresor
20. SÍNDROME DE BURN OUT 20.1 Características 20.2 Perfil del profesional vulnerable 20.3 Identificación y prevención 21. LA EMIGRACIÓN, OTRO DE LOS FACTORES PRINCIPALES PARA QUE SE DE LA DESINTEGRACIÓN FAMILIAR 22. CONSECUENCIA MÁS DE LA DESINTEGRACIÓN FAMILIAR
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13. EL AGRESOR 13.1 Abusador infantil 13.2 Hombre que agrede a la mujer 14. LA REHABILITACION 15. MEDIDAS DE PROTECCIÓN 15.1 Condiciones de seguridad 15.2 Plan de acción
16. ACTUACIÓN DE LA VÍCTIMA 17. PREVENCIÓN DEL MALTRATO INFANTIL 18. PREVENCIÓN DEL MALTRATO A DEPENDIENTES 19. ACTUACIÓN CON INVOLUCRADOS
19.1 Actuación con la víctima 19.2 Actuación con los niños y niñas 19.3 Actuación con el agresor
20. SÍNDROME DE BURN OUT 20.1 Características 20.2 Perfil del profesional vulnerable 20.3 Identificación y prevención 21. LA EMIGRACIÓN, OTRO DE LOS FACTORES PRINCIPALES PARA QUE SE DE LA DESINTEGRACIÓN FAMILIAR 22. CONSECUENCIA MÁS DE LA DESINTEGRACIÓN FAMILIAR
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LA DESINTEGRACIÓN FAMILIAR INTRODUCCIÓN La desintegración familiar. En nuestro país, constituye una gran realidad la desintegración de la familia, primero por una estructura social endeble tradicional y en las ultimas décadas del siglo pasado, la influencia del conflicto armado tuvo una gran incidencia en dos aspectos: En uno, las más de setenta mil victimas entre muertos y desaparecidos ocasionados por el conflicto, separó o eliminó eliminó incontables incontables familias familias en su gran mayoría pertenecientes pertenecientes a los sectores más necesitados. En el otro, las corrientes ideológicas han provocado separación y distanciamien distanciamiento to entre sus integrantes integrantes.. Agregaremos Agregaremos la precaria precaria situación situación económica económica para miles de salvadoreños, lo cual obliga al abandono del país para trasladarse a lugares considerados con más oportunidades de triunfo, especialmente Estados Unidos. Factores que la ocasionan:
El machismo. Al estar muy arraigado en nuestro país, el hombre además de su compañera habitual quiere tener amantes porque lo considera un privilegio de su sexo, lo cuál en muchos casos trae como culminación la separación o el divorcio.
Adicción. Sea a licores licores o diversidad diversidad de drogas que se pueden pueden obtener fácilmente fácilmente en nuestro país; este es un gran flagelo de nuestra sociedad ya que no respeta clases ni títulos logrados.
La emigración. La cual traslada a padres o hijos al extranjero quedando grupos familiares incompletos.
La religión. También puede colaborar a la desintegración familiar cuando sus miembros pertenecen a distintas denominaciones religiosas, lo cual puede llevar a una ruptura matrimonial.
Enfermedades incurables.
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Pueden llevar a quien la padece a un aislamiento voluntario o al aislamiento de sus familiares familiares al tener poco conocimiento conocimiento de dicha enfermedad enfermedad ejemplo ejemplo el VIH-SIDA VIH-SIDA por considerar un potencial foco de infección.
La defunción. De uno o ambos padres trae como consecuencia que los hijos crecen sin un apoyo paternal, maternal o en el peor de los casos de ambos, lo que traerá como consecuencias que los menores se incorporen a maras o sean maltratados por otros parientes. · Los medios masivos de comunicación. Pueden contribuir a convertir al individuo en un ser consumista, a alienarlo e incitarlo a la violencia, al sexo, a las drogas, especialmente cuando no cuentan con una asesoría responsable. Toda Todass estas estas caus causas as de desi desint nteg egra ració ción n fami familia liarr se ven ven trad traduc ucid idas as en viol violen enci ciaa intrafamiliar, siendo ésta la principal causa de la desintegración, no sólo en nuestro país, sin en casi la totalidad de las naciones que presentan dicho problema.
La desintegración familiar: es un problema social, sin solucionar. La desintegración desintegración familiar, representa representa uno de los fenómenos fenómenos con mayor impacto en la sociedad mexicana en los últimos veinte años. En el sigu siguie ient ntee trab trabaj ajo o de inve invest stig igac ació ión n que que hemo hemoss real realiz izad ado o enco encont ntra rare remo moss principalmente las causas y consecuencias de la desintegración familiar en los distintos ámbitos sociales, ya que la familia aún hoy en día sigue siendo la célula de la sociedad y todo lo que ocurre en torno a ella sigue afectando afectando de manera directa a la sociedad en la que nos desarrollamos, nos desenvolvemos y actuamos, a veces es muy difícil combatir la desintegración, pero para ellos hay que conocerla desde su raíz para poder actuar y de alguna alguna manera contribuir contribuir para que la familia siga adelante ya que no debe de perder su importancia importancia,, ya que es el núcleo en donde la persona ser forma y comienza comienza a tener sus primeras relaciones interpersonales que le marcaran en definitiva para su actuación y desarrollo en la sociedad colectiva en la que todos nos encontramos. El crecimiento acelerado de los hogares monoparentales (en los cuales solo una persona sopo soport rtaa las las carg cargas as de la fami famili lia) a) del del 3 al 6 % mues muestr traa clar clarame ament ntee que que debe debemo moss comprender las dinámicas de la eficacia de la institución de la familia, la cual nos proporcionará el tratamiento adecuado para poder combatir las principales causas que la provocan tales como: •
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Violencia intrafamiliar, representada generalmente por gritos presentes en la mitad de los hogares (51. 4%), golpes a las mujeres y violencia contra los menores, causadas principalmente por el alcoholismo o drogadicción de alguno o de ambos padres, influyendo en ésta situación la falta de solvencia económica del hogar. Emigración, situación derivada de los problemas económicos que se presentan por por la falta falta de empl empleo eoss en la soci socied edad ad actua actuall mexi mexican cana, a, la cual cual invo involu lucra cra mayoritariamente a la población masculina, debido a la consideración que se tiene de que el padre es quien debe proveer económicamente a la familia, motivo
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que hace que éste emigre sobre todo al vecino país del norte, con el afán de proporcionar un mejor nivel de vida a su familia. Embarazos no deseados, derivados de la falta se educación sexual y prevención por parte de los jóvenes quienes a temprana edad inician su vida sexual activa, la cual en muchas ocasiones y debido a la falta de información en el tema termina en concepcion concepciones es prematuras prematuras no esperadas esperadas para los involucrad involucrados os y matrimonio matrimonioss que que por por la ause ausenc ncia ia de madu madurez rez de las las pare parejas jas conc conclu luye yen n en divo divorc rcio ioss o separaciones, por o cual la anticoncepción es indudablemente un factor que contribuye a la desintegración familiar. Dificultades de convivencias o comunicación, provocadas principalmente por el desconocimiento de la pareja, situación que se agrava si estos son de corta edad y se unieron por un embarazo no deseado, lo cual desemboca en violencia física o psicológica de parte de una parte de la pareja, abuso sexual u otro tipo de atropellos por parte del hombre hacia la mujer o viceversa.
La mayoría de las relaciones que sufren alguna de las causas de la desintegración familiar presentan como consecuencias: • •
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El divorcio o separación de la pareja. Baja autoestima de uno o de ambos miembros de ésta, lo cual puede provocar depresión, que en caso de no ser tratada puede desembocar en el suicidio de la persona. En casos extremos la prostitución, alcoholismo o adicción de alguno de sus integrantes. Lejanía de los padres, reflejada en el abandono de los hijos, situación que afecta emocionalmente a los últimos, los cuales llegan a experimenta: Problemas Problemas de integración integración social, reflejados reflejados principalmen principalmente te en el ámbito ámbito esco escola larr de los los niño niños, s, bajas bajas cali calific ficaci acion ones es y difi dificu cult ltad ades es para para hace hacer r amigos. Problemas respecto a su bienestar psicológico, como suelen ser: Tristeza que provoca en los niños melancolía y desinterés para realizar actividades. Depresión, lo cual refleja principalmente en el aislamiento de los niños y en caso de no ser tratada a tiempo, podría desembocar en el suicidio del menor. Problemas mas de pandil pandiller lerism ismo, o, la poca poca atenció atención n brinda brindada da a los Proble niños y sobre todo a los adolescentes podría desembocar que éstos busquen refugio en pandillas y lleguen a cometer un delito. El deber vivir con parientes cercanos que en muchas ocasiones no brindan lo necesario para el sano desarrollo de los infantes.
Para prevenir se debe evitar a través de la promoción en la familia situaciones que propicien: ⇒
La solidaridad y la ayuda mutua entre todos y cada uno de los miembros, por medio de comidas y salidas que tengan como objetivo primordial la mayor convivencia de sus integrantes.
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La comunicación entre los padres e hijos, entre los mismos padres, así como entre los hermanos para evitar que los niños caigan en problemas como drogadicción o pandillerismo. La comprensión por parte de la pareja y de los padres hacia los hijos, educándolos bajo un marco de igualdad.
Todas estas medidas que tratarán de evitar las relaciones destructivas que terminen dañando o rompiendo los lazos afectivos, que deterioran la actividad individual y colectiva de sus miembros, de esta forma fomentar la confianza y autoestima de cada uno de ellos. Como consecuencia, debemos trabajar en la institución de la familia previniendo situaciones que pueden y causan desintegración con el fin de fortalecerla; logrando así que siga siendo el núcleo fundamental de la sociedad. Por lo tanto, es necesario que se implementen programas dirigidos a evitar la violencia intrafamiliar que pueda ocasionarse y de la cual puedan ser objeto sus miembros.
CAUSAS DE LA DESINTEGRACIÓN FAMILIAR. La principal causa de la desintegración familiar es la violencia intrafamiliar. Para poder afrontar la desintegración familiar y combatir la violencia intrafamiliar es necesario que tengamos en cuanta bien claros algunos conceptos como lo son familia, Violencia Intrafamiliar, Violencia de Género y Doméstica, con el objeto de tener una visión más amplia.
Familia La familia, de una manera global, puede definirse como un grupo social primario unido por vínculos de parentesco, estos pueden ser: consanguíneos, de filiación (biológica o adoptiva) o de matrimonio, incluyendo las alianzas y relaciones de hecho cuando son estables. Se es parte de una familia en la medida en que se es padre o madre, esposa o esposo, hijo o hija, abuela o abuelo, tía o tío, pareja, conviviente, etc. Podemos distinguir tipos de familias: conyugal (esposo y esposa), nuclear (esposos e hijos), monoparental (un sólo progenitor con uno o varios hijos), extendida (padres, hijos, abuelos y tíos) y ensamblada (esposos, hijos comunes e hijos de anteriores uniones de uno o ambos esposos). La familia en la sociedad debe cumplir importantes funciones, que tienen relación directa con la preservación de la vida humana, su desarrollo y bienestar, estas son: •
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Función biológica: se satisface el apetito sexual del hombre y la mujer, además de la reproducción humana. Función educativa: tempranamente se socializa a los niños en cuanto a hábitos, sentimientos, valores, conductas, etc. Función económica: se satisfacen las necesidades básicas, como el alimento, techo, salud, ropa.
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Función solidaria: se desarrollan afectos que permiten valorar el socorro mutuo y la ayuda al prójimo. Función protectora: se da seguridad y cuidados a los niños, los inválidos, los ancianos y en general a los miembros dependientes.
De acuerdo a estas funciones, la unión familiar debe asegurar a sus integrantes, estabilidad emocional, social y económica, además de prodigar amor, cariño y protección. Es allí donde se transmite la cultura a las nuevas generaciones, se prepara a los hijos(as) para la vida adulta, colaborando con su integración en la sociedad y se aprende tempranamente a dialogar, escuchar, conocer y desarrollar los derechos y deberes como persona humana.
Violencia Intrafamiliar Por violencia intrafamiliar nos referimos a todas las situaciones o formas de abuso de poder o maltrato (físico o psicológico) de un miembro de la familia sobre otro o que se desarrollan en el contexto de las relaciones familiares y que ocasionan diversos niveles de daño a las víctimas de esos abusos. Puede manifestarse a través de golpes, insultos, manejo económico, amenazas, chantajes, control, abuso sexual, aislamiento de familiares y amistades, prohibiciones, abandono afectivo, humillaciones o al no respetar las opiniones, son estas las formas en que se expresa la violencia intrafamiliar, comúnmente en las relaciones de abuso suelen encontrarse combinadas, generándose daño como consecuencia de una o varios tipos de maltrato. Quienes la sufren se encuentran principalmente en los grupos definidos culturalmente como los sectores con menor poder dentro de la estructura jerárquica de la familia, donde las variables de género y generación (edad) han sido decisivas para establecer la distribución del poder en el contexto de la cultura patriarcal. De esta manera las mujeres, los menores de edad (niños y niñas) y a los ancianos se identifican como los miembros de estos grupos en riesgo o víctimas más frecuentes, a quienes se agregan los discapacitados (físicos y mentales) por su particular condición de vulnerabilidad. Los actos de violencia dirigidos hacia cada uno de ellos constituyen las diferentes categorías de la violencia intrafamiliar. Si bien muchas acciones de violencia intrafamiliar son evidentes, otras pueden pasar desapercibidas, lo fundamental para identificarla es determinar si la pareja o familia usa la violencia como mecanismo para enfrentar y resolver las diferencias de opinión. Un ejemplo frecuente es una familia donde cada vez que dos de sus integrantes tienen diferencias de opinión, uno le grita o golpea al otro para lograr que "le haga caso" (sea niño, adulto o anciano el que resulte agredido).
Violencia de Género y Doméstica La violencia de género no se limita al ámbito familiar, es una violencia estructural, basada en un sistema de creencias sexista (superioridad de un sexo sobre otro), que se dirige hacia las mujeres con el objeto de mantener o incrementar su subordinación al género masculino hegemónico. Adopta variadas formas, como cualquier tipo de discriminación hacia la mujer en los niveles político, institucional o laboral, el acoso
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sexual, la violación, el tráfico de mujeres para la prostitución, la utilización del cuerpo femenino como objeto de consumo, la segregación basada en ideas religiosas y todas las formas de maltrato físico y/o psicológico que puedan sufrir en cualquier contexto, privado o público. Estas conductas y actitudes, a través de las cuales se expresa la violencia de género, intentan perpetuar el sistema de jerarquías impuesto por la cultura patriarcal y acentuar las diferencias apoyadas en los estereotipos de género, conservando las estructuras de dominio que se derivan de ellos. A la violencia hacia la mujer (violencia de género) ejercida en el espacio doméstico se le denomina violencia doméstica o violencia conyugal debido a que ocurre al interior de la pareja (cónyuges al haber matrimonio) donde la mujer integra la población de mayor riesgo. De esta forma, la violencia doméstica o conyugal persigue los mismo objetivos que la violencia de género, aludiendo a todas las formas de abuso, por acción u omisión, que ocasionan daño físico y/o psicológico y que tienen lugar en las relaciones entre quienes sostienen o han sostenido un vínculo afectivo relativamente estable, incluyendo relaciones de noviazgo, pareja (con o sin convivencia) o los vínculos con ex parejas, ya que el espacio doméstico no se circunscribe a la casa u hogar sino que esta delimitado por las interacciones en contextos privados.
CATEGORÍAS DE VIOLENCIA INTRAFAMILIAR Las categorías de la violencia intrafamiliar se definen según el contexto en que ocurren los actos y fundamentalmente de acuerdo a la identidad de la víctima, la que generalmente se encuentra dentro de los grupos definidos culturalmente como los de menor poder en la estructura jerárquica de la familia. Dado que en el marco de una cultura patriarcal las variables decisivas para establecer la distribución del poder son género y edad, los miembros de la familia en mayor riesgo y quienes son las víctimas más frecuentes determinan las distintas categorías de la violencia intrafamiliar, estas son: La violencia hacia la mujer (y en la pareja), el maltrato infantil, el maltrato al adulto mayor y la violencia hacia los discapacitados (físicos y mentales), estos últimos se consideran como una categoría individual dada su particular condición de vulnerabilidad.
Violencia hacia la mujer y en la pareja La violencia en la pareja constituye una de las modalidades más frecuentes y relevantes entre las categorías de la violencia intrafamiliar. Es una forma de relación de abuso entre quienes sostienen o han sostenido un vínculo afectivo relativamente estable, incluyendo relaciones de matrimonio, noviazgo, pareja (con o sin convivencia) o los vínculos con ex parejas o ex cónyuges. Se enmarca en un contexto de desequilibrio de poder e implica un conjunto de acciones, conductas y actitudes que se mantienen como estilo relacional y de interacción imperante en la pareja donde una de las partes, por acción u omisión, ocasiona daño físico y/o psicológico a la otra.
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La violencia en la pareja es ejercida mayoritariamente hacia la mujer, realidad que es constatable y cruda, a nivel de estudios e investigaciones en casi la totalidad de los países que registran algún dato al respecto, se señala que en al menos el 75% de los casos esta se presenta como una acción unidireccional del hombre hacia la mujer y salvo un 2% (razón por la cual no es considerado un problema social) representativo de los casos en que son los varones los agredidos física y en su mayoría psicológicamente, el porcentaje restante hace referencia a la violencia bidireccional (también denominada recíproca o cruzada) que es aquella donde ambos miembros de la pareja se agreden mutuamente. Se debe resaltar que para utilizar esta última clasificación, es necesario que exista simetría en los ataques y paridad de fuerzas físicas y psicológicas entre los involucrados. Las cifras explican y justifican los esfuerzos e iniciativas que apuntan a la mujer como víctima principal y dado que el espacio de mayor riesgo de una mujer para sufrir violencia es su propio hogar, contrario al de los hombres para quienes el espacio de mayor riesgo es la calle, en la variada literatura existente al referirse a la violencia hacia la mujer en el contexto doméstico o al interior de la pareja se suelen utilizar los conceptos de violencia doméstica, violencia conyugal e incluso violencia intrafamiliar. La violencia sobre la mujer puede tomar muchas formas, desde las más sutiles y difíciles de diferenciar hasta las más brutales. Puede ocurrir en cualquier etapa de su vida, incluyendo el embarazo y afectar tanto su nivel físico como mental. La violencia hacia el varón al interior de la pareja, dada la excepcionalidad de los casos, no se consideran un problema social y menos una categoría específica de la violencia intrafamiliar. Todo lo anterior a los ojos de un hombre que sufre maltratos puede resultar irrelevante, además se debe considerar que gran parte de los resultados expuestos se basan en la cantidad y tipo de denuncias recibidas y es un hecho establecido que el hombre agredido en general no denuncia las situaciones de maltrato. En que no se produzcan estas denuncias influyen la ignorancia de la ley, la escasez de instituciones relacionadas dirigidas a los varones, su prejuicio hacia la imparcialidad de los, y principalmente, las profesionales (asistentes sociales, psicólogas, etc.), pero son determinantes los aspectos socioculturales como el machismo y la vergüenza, consecuencia de una ideología patriarcal de estereotipos rígidos con respecto a lo que se espera del varón dentro de la relación de pareja. Otras razones, y que también limitan a la mujer, son el amor a la pareja, a los hijos o el temor a las consecuencias económicas y judiciales que puede implicar una separación.
Maltrato infantil El maltrato infantil, de manera general, puede definirse como todo acto no accidental, único o repetido, que por acción u omisión (falta de la respuesta o acción apropiada) provoca daño físico o psicológico a una persona menor de edad, ya sea por parte de sus padres, otros miembros de la familia o cuidadores que, aunque externos a la familia, deben ser supervisados por esta. El maltrato infantil incluye el abandono completo o parcial y todo comportamiento o discurso adulto que infrinja o interfiera con los Derechos del Niño (Declaración Universal de la ONU, 1959). La violencia, ya sea física, sexual o emocional es una de
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las más graves infracciones a estos derechos, por las consecuencias inmediatas, a mediano y largo plazo que generan en el desarrollo del menor. Dentro de esta categoría podemos clasificar también el abuso fetal que ocurre cuando la futura madre ingiere, deliberadamente, alcohol o drogas, estando el feto en su vientre. Producto de lo cual el niño(a) puede nacer con adicciones, malformaciones o retraso severo, entre otros problemas.
Violencia hacia el adulto mayor La violencia o el maltrato al adulto mayor, de manera general, puede definirse como todo acto no accidental, único o repetido, que por acción u omisión (falta de la respuesta o acción apropiada) provoca daño físico o psicológico a una persona anciana, ya sea por parte de sus hijos, otros miembros de la familia o de cuidadores que, aunque externos a la familia, deben ser supervisados por esta. Estas situaciones de maltrato son una causa importante de lesiones, enfermedades, pérdida de productividad, aislamiento y desesperación. El maltrato hacia los ancianos es producto de una deformación en nuestra cultura, que siente que lo viejo es inservible e inútil. Los ancianos son sentidos como estorbos o como una carga que se debe llevar a cuestas además de la familia a sostener, por eso no es de extrañar que el tipo más frecuente de maltrato sea el abandono y la falta de cuidados. Por otra parte la ausencia de registros o estimaciones reales de la dimensión de este problema, así como la escasez de denuncias, debido al miedo, la depresión, la incapacidad de moverse por si mismos y la poca credibilidad, ha permitido que este fenómeno sea casi invisible.
Violencia hacia los discapacitados La violencia o el maltrato a los discapacitados, de manera general, puede definirse como todo acto que por acción u omisión provoca daño físico o psicológico a personas que padecen temporal o permanentemente una disminución en sus facultades físicas, mentales o sensoriales, ya sea por parte de miembros de la familia o de cuidadores que, aunque externos a la familia, deben ser supervisados por esta. Este tipo de violencia afecta a personas que por su condición de mayor vulnerabilidad se encuentran en una posición de dependencia que los ubica en una situación de mayor riesgo en relación al maltrato.
FORMAS DE VIOLENCIA Algunas acciones de maltrato entre los miembros de la familia son evidentes, generalmente las de que tienen implicancia física, otras pueden pasar desapercibidas, sin embargo todas dejan profundas secuelas. la violencia intrafamiliar puede adoptar una o varias de las siguientes formas: violencia física, violencia psicológica, abandono, abuso sexual y abuso económico.
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Violencia física La violencia, maltrato o abuso físico es la forma más obvia de violencia, de manera general se puede definir como toda acción de agresión no accidental en la que se utiliza la fuerza física, alguna parte del cuerpo (puños, pies, etc.), objeto, arma o sustancia con la que se causa daño físico o enfermedad a un miembro de la familia. La intensidad puede variar desde lesiones como hematomas, quemaduras y fracturas, causadas por empujones, bofetadas, puñetazos, patadas o golpes con objetos, hasta lesiones internas e incluso la muerte.
Violencia psicológica La violencia psicológica o emocional, de manera general, se puede definir como un conjunto de comportamientos que produce daño o trastorno psicológico o emocional a un miembro de la familia. La violencia psicológica no produce un traumatismo de manera inmediata sino que es un daño que se va acentuando, creciendo y consolidando en el tiempo. Tienen por objeto intimidar y/o controlar a la víctima la que, sometida a este clima emocional, sufre una progresiva debilitación psicológica y presenta cuadros depresivos que en su grado máximo pueden desembocar en el suicidio. Algunas de estas acciones son obvias, otras muy sutiles y difíciles de detectar, sin embargo todas dejan secuelas. Un caso particular de este tipo de abuso son los niños testigos de la violencia entre sus padres, los que sufren similares consecuencias y trastornos a los sometidos a abusos de manera directa. La violencia psicológica presenta características que permiten clasificarla en tres categorías:
Maltrato: puede ser pasivo (definido como abandono) o activo que consiste en un trato degradante continuado que ataca la dignidad de la persona. Generalmente se presenta bajo la forma de hostilidad verbal, como gritos, insultos, descalificaciones, desprecios, burlas, ironías, críticas permanentes y amenazas. También se aprecia en actitudes como portazos, abusos de silencio, engaños, celotipia (celos patológicos), control de los actos cotidianos, bloqueo de las iniciativas, prohibiciones, condicionamientos e imposiciones.
Acoso: se ejerce con una estrategia, una metodología y un objetivo, la víctima es perseguida con críticas, amenazas, injurias, calumnias y acciones para socavar su seguridad y autoestima y lograr que caiga en un estado de desesperación, malestar y depresión que la haga abandonar el ejercicio de un derecho o someterse a la voluntad del agresor. Para poder calificar una situación como acoso tiene que existir un asedio continuo, una estrategia de violencia (como cuando el agresor se propone convencer a la víctima que es ella la culpable de la situación) y el consentimiento del resto del grupo familiar (auque también de amigos o vecinos) que colaboran o son testigos silenciosos del maltrato, ya sea por temor a represalias, por satisfacción personal o simplemente por egoísmo al no ser ellos los afectados. El acoso afectivo, que forma parte del acoso psicológico, es una situación donde el acosador depende emocionalmente de su víctima, le roba la intimidad, la tranquilidad y
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el tiempo para realizar sus tareas y actividades, interrumpiéndola constantemente con sus demandas de cariño o manifestaciones continuas, exageradas e inoportunas de afecto. Si la víctima rechaza someterse a esta forma de acoso, el agresor se queja, llora, se desespera, implora y acude al chantaje emocional como estrategia, amenazando a la víctima con retirarle su afecto o con agredirse a si mismo, puede llegar a perpetrar intentos de suicidio u otras manifestaciones extremas que justifica utilizando el amor como argumento.
Manipulación: es una forma de maltrato psicológico donde el agresor desprecia el valor de la víctima como ser humano negándole la libertad, autonomía y derecho a tomar decisiones acerca de su propia vida y sus propios valores. La manipulación hace uso del chantaje afectivo, amenazas y críticas para generar miedo, desesperación, culpa o vergüenza. Estas actitudes tienen por objeto controlar u obligar a la víctima según los deseos del manipulador.
Abandono El abandono se manifiesta principalmente hacia los niños, adultos mayores y discapacitados, de manera general, se puede definir como el maltrato pasivo que ocurre cuando sus necesidades físicas como la alimentación, abrigo, higiene, protección y cuidados médicos, entre otras, no son atendidas en forma temporaria o permanente. El abandono también puede ser emocional, este ocurre cuando son desatendidas las necesidades de contacto afectivo o ante la indiferencia a los estados anímicos.
Abuso sexual El abuso sexual dentro de una relación de pareja, de manera general se puede definir como la imposición de actos o preferencias de carácter sexual, la manipulación o el chantaje a través de la sexualidad, y la violación, donde se fuerza a la mujer a tener relaciones sexuales en contra de su voluntad, esta última acción puede ocurrir aún dentro del matrimonio pues este no da derecho a ninguno de los cónyuges a forzar estas relaciones y puede desencadenar la maternidad forzada a través de un embarazo producto de coerción sexual. El abuso sexual afecta también a niños y adolescentes cuando un familiar adulto o un cuidador los utiliza para obtener algún grado de satisfacción sexual. Estas conductas abusivas pueden implicar o no el contacto físico, su intensidad puede variar desde el exhibicionismo, el pedido de realizar actividades sexuales o de participar en material pornográfico, hasta la violación. Discapacitados y adultos mayores pueden verse afectados de igual forma, al ser violentados sexualmente por familiares o cuidadores sirviéndose de su incapacidad física o mental.
Abuso económico El abuso económico ocurre al no cubrir las necesidades básicas de los miembros de la familia en caso de que esto corresponda, como con los hijos menores de edad y estudiantes, la mujer que no posee trabajo remunerado, los adultos mayores u otros miembros dependientes. También sucede cuando se ejerce control, manipulación o chantaje a través de recursos económicos, se utiliza el dinero, propiedades y otras pertenencias de forma inapropiada o ilegal o al apropiarse indebidamente de los bienes
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de otros miembros de la familia sin su consentimiento o aprovechándose de su incapacidad.
CAUSAS DE LA VIOLENCIA INTRAFAMILIAR La causa de la aparición y mantención de la violencia intrafamiliar es compleja y multifactorial, se relacionan con ella actitudes socioculturales como la desigualdad de género, las condiciones sociales, conflictos familiares, conyugales y los aspectos biográficos como la personalidad e historia de abusos en la familia de origen. La historia nos muestra que las formas de maltrato familiar existieron desde la antigüedad en diversas culturas donde los hijos eran considerados propiedad privada de los padres, estos tenían derecho sobre su vida y muerte, pudiendo decretar además su estado de libertad o esclavitud. Derechos similares poseían los hombres sobre las mujeres, las que se encontraban ancladas en relaciones de sumisión y dependencia con un limitado rol a nivel social y donde la violencia masculina era aceptada y tolerada por la sociedad e incluso por la mujer. La violencia ha sido y es utilizada como un instrumento de poder y dominio del fuerte frente al débil, del adulto frente al niño, del hombre frente a la mujer, su meta es ejercer control sobre la conducta del otro, lo cual se evidencia en los objetivos como "disciplinar", "educar", "hacer entrar en razón", "poner límites", "proteger", "tranquilizar", etc., con que quienes ejercen violencia y también muchas víctimas intentan justificarla. La estructuración de jerarquías que avalan el uso de la fuerza como forma de ejercicio del poder es uno de los ejes conceptuales del proceso de naturalización de la violencia el cual históricamente ha dificultado su comprensión y reconocimiento al instaurar pautas culturales que permiten una percepción social de la violencia como natural y legítima favoreciendo su mantención. La naturalización de la violencia suele materializarse en expresiones populares o mitos que recogen la pauta cultural. La fuerza del mito radica en que es invulnerable a las pruebas racionales que lo desmienten, de ese modo las víctimas suelen quedar atrapadas en medio de un consenso social que las culpabiliza y les impide ser concientes de sus derechos y del modo en que están siendo vulnerados. Las instituciones no son ajenas a la construcción de significados que estructuran nuestro modo de percibir la realidad y contribuyen a naturalizar la violencia, pasaron siglos antes de que existieran leyes de protección a las víctimas; las instituciones educativas durante gran parte de la historia utilizaron métodos disciplinarios que incluían el castigo físico; en variadas organizaciones se resisten aún a reconocer el efecto de la violencia sobre la salud física y psicológica de las personas; los medios de comunicación continúan exhibiendo violencia cotidianamente. Todo ello, junto a la transmisión de los estereotipos de género a lo cual también contribuye la familia, forma un conjunto de acciones y omisiones que tiene como resultado la percepción de la violencia como un modo natural de resolver conflictos
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interpersonales y sienta las bases para el desequilibrio de poder que se plantea en la constitución de sociedades privadas como el noviazgo, el matrimonio y la convivencia. De igual forma, el proceso de invisibilización del problema de la violencia, relacionado con variados obstáculos epistemológicos (fundamentos y métodos del conocimiento científico) ha estructurado las dificultades para identificarla y ha permitido perpetuarla. El proceso de invisibilización considera que para que un fenómeno resulte visible deben existir inscripciones materiales que lo hagan perceptible, a su vez el observador (en este caso el campo social) debe disponer de las herramientas o instrumentos necesarios para percibirlo. Respecto a las acciones violentas y sus consecuencias, durante la mayor parte de la historia solo se consideraron los daños materiales producidos, de esta forma en los casos de violencia interpersonal, se consideró como daño sólo aquél que tuviera una inscripción corporal permaneciendo invisibles todas aquellas formas de maltrato que no eran sensorialmente perceptibles. De hecho las primeras referencias a las víctimas de la violencia en las relaciones privadas utilizaron terminología referida exclusivamente al maltrato físico (Kempe, H., Síndrome del Niño Apaleado. JAMA, Cincinnati, 1962; Lenore E. Walter, Síndrome de la Mujer Golpeada. Harper Colophon Books, Nueva York, 1979). La histórica y sesgada visión de la familia y su realidad, entendida como el espacio privado por excelencia y definida en un contexto idealizado como proveedora de seguridad, alimentación, afecto, límites y estímulos; retrasó en muchos años la posibilidad de visualizar la otra cara de la familia, como un entorno potencialmente peligroso en el cual también se pueden violar los derechos humanos, experimentar miedo e inseguridad y en el que se aprende la resolución violenta de conflictos interpersonales. En el campo social, la invisibilización estuvo directamente vinculada con la ausencia de herramientas conceptuales que permitieran identificarla, definirla y establecerla como objeto de estudio, se ignoró su existencia hasta que las investigaciones específicas, conjuntamente con los cambios sociales de las últimas décadas respecto al papel de la mujer, tanto en el ámbito privado (pareja, familia) como público (laboral, social), hacia una relación más igualitaria con el hombre la sacaron a la luz, mostrando su magnitud, formas y consecuencias. Esto permitió una mayor sensibilidad social respecto al problema, una mayor conciencia de la mujer y víctimas en general respecto a sus derechos y su papel en la pareja y la familia y ha dejado de considerarse un "asunto privado" para empezar a reconocerse como un problema social. Al referirse a la mantención de la violencia intrafamiliar no se puede dejar de mencionar el retraso o la ausencia de las denuncias que impiden determinar la real magnitud del problema, detener el ciclo y su avance. Como causas de la demora se esgrime: la esperanza de la víctima de que la situación cambie, el miedo a represalias, la vergüenza ante la sensación de fracaso o culpa, la tolerancia a los comportamientos violentos, la dependencia económica de la víctima respecto a su pareja, su situación psicológica, sentimientos de ambivalencia o inseguridad, miedo e ignorancia del aparato judicial y los servicios de protección y la falta de apoyo familiar, social o económico.
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Evidentemente la violencia intrafamiliar no es un problema nuevo aunque sin duda es cada vez más próximo. Junto con lo expuesto coexisten muchas razones mediante las cuales se intenta explicar, y los agresores justificar, el maltrato, como los problemas económicos, el stress o cansancio, la ignorancia respecto a como criar y educar a los hijos o cuidar y atender a los discapacitados y adultos mayores, sin embargo estas situaciones de especial vulnerabilidad no originan el maltrato aunque si representan factores de riesgo para su aparición y mantención. En general podrá considerarse que los dos factores epidemiológicos o circunstancias más importantes que pueden indicar aumento del riesgo para la aparición de violencia intrafamiliar son la relación de desigual y desequilibrio de poder en las relaciones humanas, principalmente entre el hombre y la mujer, tanto en el ámbito personal como social y la existencia de una cultura que supone la aceptación de la violencia en la resolución de conflictos.
FACTORES DE RIESGO Existen factores de riesgo y situaciones de especial vulnerabilidad que explicarían por qué en contextos similares, en ocasiones se producen situaciones de violencia y en otras no. La identificación de estos factores, asociados con las distintas formas que adopta la violencia intrafamiliar resulta decisiva a la hora de elaborar propuestas o realizar alguna intervención, tanto en lo que respecta a la atención del problema como a su prevención. Los factores riesgo no son los causantes de la violencia pero inciden en su aparición y mantención. Si bien cualquier persona puede verse afectada por la violencia intrafamiliar, ya que esta se da en todas las culturas, sin distinción de sexo, edad, raza, religión o clase social, el ser mujer, menor de edad, discapacitado o adulto mayor y encontrarse en una relación de pareja con desequilibrio de poder o al interior de una familia de estructura rígida, con un alto grado de control entre sus miembros y con valores culturales que favorezcan una división jerárquica vertical y autocrática; supone un mayor riesgo de sufrirla pues se es más vulnerable mientras menor poder se tiene dentro de la estructura jerárquica familiar o al ser física y/o psicológicamente dependiente. Aunque dado el bajo índice de detección, probablemente muchas víctimas de maltrato no respondan a un perfil determinado, en la persona, principalmente mujer, con mayor riesgo de convertirse en víctima se pueden encontrar características como: un bajo nivel cultural y educacional, baja autoestima, actitudes de sumisión y dependencia debido a una concepción rígida y estereotipada del papel del hombre y la mujer, nivel socioeconómico de pobreza (de gran relevancia en cuanto a medios y posibilidades para poder escapar o no de una situación de violencia) y un aislamiento social que impide acceder a fuentes de apoyo externas ya sean familiares o comunitarias; además podrían presentarse situaciones de consumo o dependencia de alcohol o drogas. El embarazo también suele representar una mayor proporción de riesgo, en muchas ocasiones el primer episodio de agresión física ocurre en ese período pues el agresor lo percibe como una amenaza para su dominio, esto genera un mayor número de abortos, complicaciones en el embarazo, partos prematuros y retrasos en la asistencia.
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El factor que más se relaciona con las mujeres maltratadas y a la vez uno de los más claramente vinculados con la aparición de conductas agresivas en el hombre hace referencia a la historia, vivencias de violencia o exposición a la misma que hayan tenido en la niñez o adolescencia, en sus respectivas familias de origen, ya sea como víctimas directas de maltrato o como testigos de actos violentos. La violencia puede transmitirse de una generación a otra al repetir modelos basados en pautas culturales que mantienen la desigualdad entre los géneros y la legitiman, tanto en la crianza de los hijos, como en las relaciones interpersonales y resolución de conflictos. Los varones tendrán más posibilidades de convertirse en hombres violentos y las niñas en víctimas al aprender que la sociedad acepta la violencia hacia las mujeres. Otros factores que incrementan el riesgo y están asociados al agresor , principalmente hombre son: el consumo y la dependencia de sustancias psicoactivas como las drogas y el alcohol que pueden extremar la personalidad, la tensión o el stress que genera el desempleo, la inestabilidad laboral y las crisis económicas o afectivas, estados depresivos profundos, baja autoestima, un bajo nivel cultural, educacional y socioeconómico, ya que aunque la violencia no hace distinción de clases sociales, la pobreza acarrea un stress social al que contribuyen situaciones como el hacinamiento y las dificultades económicas. Si bien el agresor es generalmente un individuo sin trastornos psicopatológicos evidentes la violencia puede emerger de cualquier estructura de personalidad psicótica (no tiene verdadera conciencia de sus actos), psicopática o perversa (autoritarios, narcisistas y manipuladores, no sienten culpa) o neurótica (pueden actuar impulsivamente como una manera de compensar frustraciones y luego arrepentirse), siendo por lo general mas grave cuando mayor sea el trastorno. Existen otras situaciones como el embarazo precoz o no deseado, las depresiones post parto, la ignorancia o incomprensión de las necesidades (fundamentalmente de ancianos, discapacitados u otros miembros de la familia dependientes o semidependientes) y el cansancio o agobio por el exceso de tareas a atender, que son claros factores de riesgo para la aparición de abusos y negligencias. Algunos factores como la inadecuada respuesta institucional y/o comunitaria a los casos de violencia intrafamiliar debido a la naturalización de la violencia o a la falta de capacitación o formación, la ausencia de legislación adecuada o dificultades en la aplicación de la existente y la ausencia de redes comunitarias de apoyo generan también un riesgo importante al actuar como elementos perpetuadores de la violencia.
CONSECUENCIAS Y EFECTOS DE LA VIOLENCIA La gravedad de sus consecuencias físicas y psicológicas, tanto para la víctima como para la familia, hacen de la violencia intrafamiliar un importante problema de salud con intensa repercusión social. Para la víctima, las principales consecuencias a nivel físico son cefaleas, dolores de espalda, trastornos gastrointestinales, disfunciones respiratorias, palpitaciones, hiperventilación y lesiones de todo tipo como traumatismos, heridas, quemaduras, enfermedades de transmisión sexual y/o embarazos no deseados debido a relaciones sexuales forzadas, embarazos de riesgo y abortos. Las mujeres maltratadas durante el
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embarazo tienen mas complicaciones (hemorragias, infecciones y otras) durante el parto y post-parto y, generalmente, los bebés nacidos bajo esta situación tienden a ser de bajo peso o con trastornos que ponen en riesgo su supervivencia y con secuelas que influyen en su crecimiento y desarrollo posterior. Por lo demás la violencia puede acarrear para la víctima incluso consecuencias letales mediante el homicidio o el suicidio. A nivel psicológico se generan efectos profundos tanto a corto como a largo plazo. La reacción inmediata suele ser de conmoción, paralización temporal y negación de lo sucedido, seguidas de aturdimiento, desorientación y sentimientos de soledad, depresión, vulnerabilidad e impotencia. Luego los sentimientos de la víctima pueden pasar del miedo a la rabia, de la tristeza a la euforia, de la compasión de sí misma al sentimiento de culpa. A mediano plazo, pueden presentar ideas obsesivas, incapacidad para concentrarse, insomnio, pesadillas, llanto incontrolado, mayor consumo de fármacos y adicciones. También puede presentarse una reacción tardía descripta como Síndrome de Estrés Post-traumático, consiste en una serie de trastornos emocionales, que no necesariamente aparecen temporalmente asociados con la situación que los originó, pero que constituyen una secuela de situaciones traumáticas vividas, tales como haber estado sometida a situaciones de maltrato físico o psicológico. Algunos de sus síntomas son: trastornos del sueño (pesadillas e insomnio), trastornos amnésicos, depresión, ansiedad, sentimientos de culpa, trastornos por somatización, fobias y miedos diversos, disfunciones sexuales y el uso de la violencia hacia otros como con los propios hijos. A nivel social puede ocurrir un deterioro de las relaciones personales, aislamiento social y la pérdida del empleo debido al incremento del ausentismo y a la disminución del rendimiento laboral. Cuando la víctima sea un menor de edad, se generarán además trastornos del desarrollo físico y psicológico que pueden desembocar en fugas del hogar, embarazo adolescente y prostitución. En el ámbito de la educación aumentará el ausentismo y la deserción escolar, los trastornos de conducta y de aprendizaje y la violencia en el ámbito escolar. Los hijos o menores que sin haber sido víctimas directas de la violencia la han presenciado como testigos sufrirán de igual forma riesgos de alteración de su desarrollo integral, sentimientos de amenaza (su equilibrio emocional y su salud física están en peligro ante la vivencia de escenas de violencia y tensión), dificultades de aprendizaje, dificultades en la socialización, adopción de comportamientos violentos con los compañeros, mayor frecuencia de enfermedades psicosomáticas y otros trastornos psicopatológicos secundarios. A largo plazo estos menores presentarán una alta tolerancia a situaciones de violencia y probablemente serán adultos maltratadores en el hogar y/o violentos en el medio social ya que es el comportamiento que han interiorizado como natural en su proceso de socialización primaria, lo que llamamos violencia transgeneracional, En otros ámbitos de la realidad social los modelos violentos en el contexto privado generan un problema de seguridad ciudadana, al aumentar la violencia social y juvenil, las conductas antisociales, los homicidios, lesiones y los delitos sexuales. La economía
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se ve afectada al incrementarse el gasto en los sectores salud, educación, seguridad y justicia y al disminuir la producción. Para el agresor las principales consecuencias serán la incapacidad para vivir una intimidad gratificante con su pareja, el riesgo de perder a su familia, principalmente esposa e hijos, el rechazo familiar y social, aislamiento y pérdida de reconocimiento social, riesgo de detención y condena, sentimientos de fracaso, frustración o resentimiento y dificultad para pedir ayuda psicológica y psiquiátrica. Los efectos de la violencia pueden ubicarse en 6 (seis) niveles de acuerdo a la combinación de dos variables: el nivel de amenaza percibido por la persona agredida y el grado de habitualidad de la conducta violenta (Sluzki, C., Violencia Familiar y Violencia Política, Nuevos Paradigmas, Cultura y Subjetividad. Paidós, Buenos Aires, 1995.), estos son: • • • • • •
Disonancia cognitiva Ataque o fuga Inundación o Parálisis Socialización cotidiana Lavado de cerebro Embotamiento o Sumisión
Disonancia cognitiva: Ocurre cuando se produce una situación de violencia de baja intensidad en un contexto o en un momento inesperado (como la luna de miel). La reacción es de sorpresa, de imposibilidad de integrar el nuevo dato a la experiencia propia.
Ataque o fuga: Ocurre cuando se produce una situación de violencia de alta intensidad de un modo abrupto e inesperado. En estos casos se desencadena una reacción psicofisiológica de alerta, pudiendo reaccionar con una posición defensiva, escapándose del lugar; u ofensiva, enfrentando la amenaza. La sorpresa obra a modo de disparador de conductas.
Inundación o Parálisis: Ocurre cuando se produce una situación de violencia extrema, que implica un alto riesgo percibido para la integridad o la vida. La reacción puede incluir alteraciones del estado de conciencia, desorientación y ser el antecedente para la posterior aparición del Síndrome de Estrés Post-traumático. Frecuentemente las víctimas relatan esta experiencia de paralización frente a situaciones tales como amenazas con armas, intentos de estrangulamiento o violación marital.
Socialización cotidiana: Ocurre cuando las situaciones de maltrato de baja intensidad se transforman en habituales, se produce el fenómeno de la naturalización. Las víctimas, principalmente mujeres, se acostumbran a que no se tengan en cuenta sus opiniones, que las decisiones importantes las tome el hombre, a ser humillada mediante bromas descalificadoras, etc., pasando todas estas experiencias a formar parte de una especie de telón de fondo cotidiano que tiene efecto anestesiante ante la violencia.
Lavado de cerebro: Cuando las amenazas, coerciones y mensajes humillantes son intensos y persistentes, la víctima suele incorporar esos mismos argumentos y sistemas de creencias como un modo defensivo frente a la amenaza potencial que implicaría
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defenderse o refutarlos, cree que la obediencia automática la salvará del sufrimiento. Llegado a este punto, asume y puede repetir ante quien intente ayudarla, que ella tiene toda la culpa, que se merece el trato que recibe, etc.
Embotamiento o Sumisión: Cuando las experiencias aterrorizantes son extremas y reiteradas, el efecto es un "entumecimiento psíquico" en el que las víctimas se desconectan de sus propios sentimientos y se vuelven sumisas al extremo. En estos casos, la justificación de la conducta del agresor y la autoinmolación alcanzan niveles máximos. En todos los casos los efectos de la violencia intrafamiliar están acompañados por la sintomatología descrita a nivel físico y psicológico, siendo visibles estas consecuencias a través de los indicadores o señales de maltrato.
INDICADORES DE MALTRATO La violencia intrafamiliar es un problema social que todos debemos conocer y enfrentar, afecta a un alto porcentaje de familias, sin distinción de niveles sociales, económicos o culturales. A las víctimas les cuesta mucho relatar lo que les sucede pues tienen miedo, vergüenza y por lo general, tienden a culparse de la situación. Desde la posición de víctima suele ser fácil detectar las acciones de maltrato físico o sexual pues producen dolor y daños evidentes. Detectar la violencia psicológica o emocional puede ser mas complejo porque a menudo desarrollamos mecanismos psicológicos que ocultan la realidad cuando esta nos resulta excesivamente desagradable, sin embargo el sorprenderse realizando determinados actos o en ciertas situaciones puede evidenciar el hecho. Si sufres en silencio una situación dolorosa, esperas que las cosas se solucionen por sí mismas o que el agresor deponga espontáneamente su actitud; si deseas que alguien acuda en tu ayuda; si te sorprendes haciendo algo que no quieres hacer, que va contra tus principios o que te desagrada y te sientes incapaz de negarte o; si has llegado a la conclusión de que la situación dolorosa que sufres no tiene solución y que lo mereces porque te lo has buscado; podrías considerar que estás siendo víctima de abuso, manipulación y/o acoso psicológico. Detectar la violencia, física y/o emocional, que sufre otra persona es generalmente más fácil si nos preocupamos de observar y escuchar. Todos los seres humanos expresamos los sufrimientos, temores o problemas de algún modo. Muchas víctimas no delatarán a su agresor abiertamente por temor a represalias o a empeorar la situación, es el caso de mujeres y niños que además dependen de él. Otras, como los ancianos o los discapacitados, pueden no contar con la capacidad de expresión para denunciar lo que les sucede, sin embargo existen varios indicadores o señales que permiten detectar una posible situación de violencia intrafamiliar.
Indicadores físicos: Los indicadores físicos son frecuentemente más visibles, aparecen en forma de lesiones físicas, generalmente múltiples, hematomas, arañazos, mordeduras, quemaduras e irritaciones en la piel, marcas y cicatrices en el cuerpo, fracturas, dislocaciones, torceduras, movilidad y/o pérdida de los dientes. Si la víctima ha sido abusada sexualmente pueden presentar además enfermedades de transmisión
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sexual, irritaciones o hemorragias en la zona genital o anal y dificultad para caminar o sentarse, situación que es aún más evidente cuando el afectado es un niño(a). Cuando el maltrato consiste en el abandono o la falta de atención a las necesidades físicas suelen haber síntomas de desnutrición, deshidratación, falta de higiene corporal y dental y enfermedades, generalmente de tipo respiratorio o dermatológico de frecuente aparición en ancianos, discapacitados y niños que carecen de cuidados.
Indicadores emocionales y conductuales: Estos indicadores se presentan en forma de llanto, sentimientos de culpa o vergüenza, temor, tristeza, angustia, depresión, ansiedad, insomnio, irritabilidad, cambios de humor, olvidos o falta de concentración, confusión, desorientación y aislamiento, enfermedades como la anorexia y la bulimia, baja autoestima, ideas o conductas suicidas. Cuando la víctima es un niño(a) pueden presentarse además problemas en el lenguaje, cambios bruscos e inesperados de conducta, temor al contacto con adultos o rechazo a determinadas personas o situaciones, resistencia al contacto físico, alteraciones del sueño, del apetito o de la evacuación, agresividad, retraimiento, aislamiento, erotización de la conducta y de las relaciones, baja inesperada del rendimiento escolar, lenguaje y comportamientos que denotan el conocimiento de actos sexuales inapropiados a su edad y fugas del hogar. Se debe estar atento además a expresiones como: "Estuve solo todo el fin de semana", "mi hermano no me dejó dormir anoche", "la niñera me estuvo molestando", "El Sr. X usa calzoncillos divertidos" que puedan dar señales indirectas de abuso. Una víctima de maltrato físico o emocional, convencida de que su caso no tiene solución, puede desarrollar mecanismos de defensa, inconscientes y mecánicos, para adaptarse a la situación y lograr su supervivencia, existen varios indicadores en su forma comportarse: Mantiene una relación con su agresor al que agradece intensamente sus pequeñas amabilidades; suele negar que haya violencia contra ella y si la admite la justifica; niega que sienta ira o malestar hacia el agresor; está siempre dispuesta a mantenerlo contento; intenta averiguar lo que piensa y lo que desea, llegándose a identificar con él. Cree que las personas que desean ayudarla están equivocadas y que su agresor tiene la razón y la protege. Le resulta difícil abandonarlo y tiene miedo de que regrese por ella aún cuando este se encuentre en la cárcel o incluso muerto. El reconocimiento de estos síntomas puede permitir la identificación, el tratamiento precoz y la prevención de problemas futuros, por lo que ante la menor aparición o sospecha de maltrato es imprescindible una seria investigación, si bien esta corresponde a las autoridades, todos podemos y debemos tomar ciertas medidas de reacción.
CICLO DE LA VIOLENCIA Podemos encontrar distintos comportamientos de naturaleza cíclica dentro de las distintas categorías de la violencia intrafamiliar: los padres pueden llegar a maltratar a sus hijos cuando sus exageradas expectativas no logran ser cubiertas por estos, luego frustrados, los castigan y pueden llegar a agredirlos, para posteriormente con la esperanza de haberlos aleccionado, renovar las expectativas y reiniciar el ciclo. Sin
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embargo la violencia en la pareja y principalmente hacia la mujer es en sí un ciclo de tres fases que difieren en duración según los casos (Walter L. E., Síndrome de la Mujer Golpeada. Harper Colophon Books, Nueva York, 1979), estos son: • • •
Acumulación de tensiones Crisis o episodio agudo de violencia Arrepentimiento y reconciliación
Acumulación de tensiones (Primera fase): Es el período que antecede a una crisis o un episodio agudo de violencia. Su extensión varía en cada pareja y puede prolongarse mucho, por lo que en ocasiones resulta invisible como etapa. Se caracteriza por la aparición o un leve incremento del comportamiento agresivo, con breves acciones violentas dirigidas más habitualmente hacia objetos que hacia la pareja, conducta que es reforzada por un pequeño alivio de la tensión luego del acto violento, a medida que esta tensión aumenta, se acumula y la violencia se mueve desde las cosas hacia la pareja mediante el abuso verbal y físico en menor medida. La víctima intenta modificar su comportamiento a fin de evitar la violencia, intenta controlar y manejar la situación a través de los recursos que posee, que ha aprendido y que antes le han servido, acepta los abusos como una forma de bajar la tensión evitando que su pareja explote, todas sus conductas están centradas en evitar una crisis mayor, por lo que presta poca atención a lo que siente, ya sea rabia, impotencia o dolor. Tiende a minimizar y justificar las agresiones atribuyéndolas a factores externos, los que intenta controlar al máximo. Se siente responsable por el abuso y lo soporta con la creencia de que es lo mejor que puede hacer. Si bien en esta fase el agresor no intenta controlarse, tiene cierta conciencia de lo inapropiado de su conducta, esto aumenta su inseguridad y el temor a ser abandonado, lo que refuerza sus conductas opresivas, posesivas y sus celos, trata de aislar a la víctima de su familia y amistades e intenta ejercer el máximo de control.
Crisis o episodio agudo de violencia (Segunda fase): En este momento aparece la necesidad de descargar las tensiones acumuladas, lo que se produce con tal nivel de destrucción y violencia que resulta fácil de diferenciar respecto de los hechos ocurridos en la fase anterior. El nivel de ansiedad y temor en la víctima ante la proximidad de una crisis y la creencia de que tras el episodio agudo llegará la calma, puede provocar que esta, generalmente de manera inconciente, lo propicie para tener algún control sobre la situación, la anticipación de la crisis se acompaña en las mujeres de sintomatología ansiosa y psicosomática como insomnio, inapetencia, cefaleas y alzas de presión. Durante el episodio de violencia en la víctima suele primar la sensación de que es inútil resistirse o tratar de escapar a las agresiones, que no está en sus manos detener la conducta de su pareja, optando por no ofrecer resistencia. Un mecanismo frecuentemente presente para sobrevivir al acto violento es la disociación, mediante la cual la víctima siente como si no fuera ella quien está recibiendo el ataque. En el agresor prevalecen sentimientos de intensa ira y pareciera perder el control, sin embargo aún cuando tuviese la voluntad disminuida (como sucede al consumir alcohol o drogas) la agresión es su propia elección. El acto de violencia solo se detiene cuando la tensión
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y el stress han sido descargados, lo que haga o no la víctima, como defenderse, aguantar, gritar o llorar, pueden exponerla indistintamente a una mayor agresión. Ante la intervención policial el agresor suele mostrarse calmo y relajado, en tanto que la víctima, principalmente mujer, aparece confundida e histérica debido a la violencia padecida. Cuando finaliza el episodio violento suele haber un estado de shock que se caracteriza por la negación e incredulidad sobre lo ocurrido, es frecuente encontrar sintomatología de estrés post-traumático (miedo, angustia, depresión, sentimientos de desamparo). En las ocasiones en que se busca ayuda se hace días después del incidente (a menos que haya lesiones graves), el sentimiento que acompaña esta búsqueda suele ser de desesperanza y es muy esperable encontrar ambivalencias tanto en lo que la víctima desea, como en las acciones que realiza para lograrlo, esto se relaciona con distintos aspectos, como su vinculación afectiva con la pareja, su esperanza de que no ocurran nuevos episodios, el miedo de que sus acciones se vuelvan en su contra y el arrepentimiento de su pareja, que evidencia la entrada a la próxima fase del ciclo.
Arrepentimiento y reconciliación (Tercera fase): Esta etapa de calma, también denominada "luna de miel", se caracteriza por el arrepentimiento del agresor, las demostraciones de afecto y las promesas de no repetir el hecho. El hombre intenta reparar el daño inflingido, entrega esperanzas de cambio y puede que tome a su cargo parte de la responsabilidad, ante la amenaza o el hecho concreto de que su pareja lo abandone puede buscar ayuda y/o aliados en el entorno más cercano para recuperarla. Por otra parte la tensión ha sido descargada y ya no está presente, siendo este un momento muy deseado por ambos miembros de la pareja, pueden actuar como si nada hubiera sucedido y comprometerse a buscar ayuda y no volver a repetir el incidente. En la víctima existe una fuerte necesidad de creer que no volverá a ser maltratada, que su pareja realmente ha cambiado como lo demuestra con sus conductas, comienza entonces a idealizar este aspecto de la relación reforzada además por la creencia de que todo es superable con amor, que también depende de ella y del apoyo incondicional a su pareja, aparece una percepción de si misma como refugio y salvación de su agresor. En esta etapa suele haber una mayor apertura del problema hacia el entorno, es entonces cuando familiares, amigos y la sociedad en general deben evitar reforzar el ciclo de la violencia a través de acciones, ideas o consejos que tienden a mantener la situación y por el contrario deben propiciar una intervención que evite una escalada de la violencia.
Escalada de violencia: Este es un concepto complementario al de ciclo de violencia y se define como un proceso de ascenso paulatino de la intensidad y duración de la agresión en cada ciclo consecutivo. El agresor no se detendrá por si solo de no mediar una intervención, ya sea policial, judicial, psiquiátrica y psicológica o la separación, el ciclo volverá a repetirse cada vez con mayor severidad pues hay una tendencia al aumento de la gravedad de la violencia en el transcurso del tiempo y una relación entre la escalada de violencia y la aparición sucesiva de distintas manifestaciones de agresión, siendo frecuentes en el inicio las de índole psicológica, incorporándose progresivamente el abuso físico y económico y por último las de tipo sexual, consideradas el indicador de mayor gravedad. Mientras menor
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sea la intensidad de la escalada, menores serán los riesgos y mejores las posibilidades que tendrá una intervención.
MITOS Y ESTEREOTIPOS Un paso importante y previo a la prevención y erradicación de la violencia intrafamiliar implica develar los mitos y estereotipos culturales en que esta se sostiene, que la perpetúan. La fuerza del mito radica en que es invulnerable a las pruebas racionales que lo desmienten, de ese modo las víctimas suelen quedar atrapadas en medio de un consenso social que las culpabiliza y les impide ser concientes de sus derechos y del modo en que están siendo vulnerados. Los mitos en general cumplen tres funciones: • •
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Culpabilizan a la víctima (mitos acerca de la provocación, el masoquismo, etc.). Naturalizan la violencia ("el matrimonio es así", "los celos son el condimento del amor"). Impiden a la víctima salir de la situación (mitos acerca de la familia, el amor, la abnegación, la maternidad, etc.).
Los siguientes son solo algunos de los muchos y comunes mitos sobre la violencia intrafamiliar que perpetúan una visión distorsionada de su naturaleza, sus causas y de los cuales debemos deshacernos: - "Si la mujer quisiera detener la agresión se defendería o dejaría al hombre que la maltrata, si no lo hace es porque es masoquista".
Falso. La realidad es que generalmente cuando una mujer trata de defenderse, es golpeada con mayor fuerza, a nadie le gusta ser amenazada o golpeada, existen razones sociales, culturales, religiosas y económicas que mantienen a las mujeres dentro de la relación, el miedo es otra de estas razones. Los peores episodios de violencia suceden cuando intentan abandonar a su pareja. Los agresores tratan de evitar de evitar esto mediante chantajes y amenazas de suicidio o de lastimarlas a ellas o a los niños. También influyen las actitudes sociales, tales como la creencia de que el éxito del matrimonio es responsabilidad de la mujer o que no deben separarse por el bien de los hijos. - "La violencia intrafamiliar es provocada por el alcohol y las drogas".
Falso. La realidad es que el alcohol y las drogas son factores de riesgo ya que reducen los umbrales de inhibición. La combinación de modos violentos para la resolución de conflictos con adicciones o alcoholismo suele aumentar el grado de violencia y su frecuencia, pero muchos golpeadores no ingieren drogas ni abuzan del alcohol y no todos los drogadictos o alcohólicos son violentos. Son dos problemas diferentes y que deben ser tratados por separado. - "Cuando alguien se porta mal merece ser golpeado".
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Falso. La realidad es que nadie merece ser golpeado, no importa qué haya hecho. Los golpeadores comúnmente culpan de su comportamiento a sus frustraciones, el stress, el alcohol, las drogas o a su pareja por lo que pudo haber dicho o hecho. La violencia, sin embargo, es su propia elección y no puede ni debe estar justificada en ningún caso. Cualquiera sean las circunstancias una persona golpeada siempre será la víctima y el golpeador el victimario. - "La violencia intrafamiliar solo concierne a la familia".
Falso. La realidad es que la violencia intrafamiliar es un problema que involucra a toda la sociedad. Todos debemos proponernos detenerla. El agresor, no por ser parte de la familia tiene derecho a agredir y dañar al interior de esta, esto además de estar mal es ilegal, las víctimas deben tener y sentir el apoyo social para que pierdan el miedo y se decidan a denunciar. - "La violencia intrafamiliar es un problema de familias pobres y sin educación".
Falso. La realidad es que la violencia intrafamiliar se produce en todas las clases sociales, sin distinción de factores educacionales, raciales, económicos o religiosos. Las mujeres maltratadas de menores recursos económicos son más visibles debido a que buscan ayuda en las entidades estatales y figuran en las estadísticas. Suelen tener menores inhibiciones para hablar de este problema, al que muchas veces consideran como algo normal. Las mujeres con mayores recursos buscan apoyo en el ámbito privado, cuanto mayor es el nivel socioeconómico de la víctima sus dificultades para develar el problema son mayores. Sin embargo debemos tener en cuenta que la carencia de recursos es un factor de riesgo ya que implica un mayor aislamiento social. - "La violencia en una relación generalmente sucede solo una vez o de manera muy ocasional".
Falso. La realidad es que el incidente de maltrato rara vez es un hecho aislado, la mayor parte de las víctimas mujeres que consulta o denuncia lo hace después de haber padecido años de violencia. La mayoría de las agresiones se suceden una y otra vez como una escalada en frecuencia e intensidad con el agravante de tener un comienzo insidioso pues la víctima no lo nota al principio. - "Los abusadores pierden el control sobre su temperamento".
Falso. La realidad es que un acto de violencia no es la pérdida del control sino el ejercicio del poder de un miembro de la familia sobre otro. Los abusadores generalmente son sólo violentos al interior de la familia, ejercen el abuso a puerta cerrada y se cercioran de que otras personas no se enteren, asegurándose de que nadie denuncie o hable al respecto y cometiendo los actos de abuso físico en partes del cuerpo que quedan cubiertas por la ropa o en general dejando marcas menos obvias. Muchos de los abusos son planeados y pueden durar horas. - "Solo es cuestión de aguantar, las cosas cambiarán con el tiempo y se mejorará la relación".
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Falso. La realidad es que si la mujer o la víctima en general no busca ayuda legal, psicológica y se aleja de la situación de violencia, el abuso físico y mental empeorará. Muchas víctimas se quedan esperando que el abuso pare. Unas al fin se van cuando la violencia es tan seria que ellas quieren matar a sus abusadores o temen a que la próxima vez las maten. - "Si el hombre trabaja, trae dinero a la casa y es bueno con los niños, una mujer no debe de exigir más pues todos tenemos defectos".
Falso. La realidad es que la violencia doméstica no debe ser permitida por ninguna razón. La esposa y cualquier miembro de la familia debe ser tratado decentemente, nada justifica hacer uso de la violencia. Toda persona merece ser tratada con respeto, justicia y amor. - "Si el agresor no golpea a los hijos la mujer debe aguantar la violencia hacia ella por el bien de los niños y la unión de la familia".
Falso. La realidad es que si bien quien maltrata a su pareja no necesariamente agredirá directamente a sus hijos, existe una alta posibilidad de que esto ocurra o pueden ser lastimados mediante objetos lanzados a la madre o mientras están en sus brazos, hechos muy graves ocurren cuando los hijos se interponen entre los padres para intentar detener la agresión. Por otra parte los niños y niñas testigos de la violencia sufren secuelas similares a quienes reciben maltratos directos y suelen repetir este modelo de conducta en su vida adulta. La mujer debe escapar de la situación de violencia por su propia seguridad y la de sus hijos e hijas. - "El problema de la violencia familiar está muy exagerado".
Falso. La realidad es que el maltrato es la causa más común de lesiones o daño en la mujer, más aún que los accidentes automovilísticos, violaciones o asaltos. Las secuelas de la violencia doméstica producen altísimos costos al estado y a la sociedad en general. La violencia física es la causa de un cuarto de todos los intentos de suicidio realizados por la mujer. El 50% de los hogares padece de alguna forma de violencia. De acuerdo a la proyección estadística, la violencia Intrafamiliar se irá incrementando con el paso del tiempo si no hacemos algo para detenerla. Cuando la víctima solicita ayuda generalmente la situación ya es muy seria. - "La conducta violenta es algo innato del ser humano, es natural".
Falso. La realidad es que la violencia es una conducta aprendida a partir de modelos familiares y sociales que la definen como un recurso válido para resolver conflictos. En cada familia o relación existen problemas, ocasionales o permanentes, pero no deben ser resueltos mediante la violencia aún cuando sólo sea esporádicamente. El maltrato es un crimen de abuso, poder y control que ningún miembro de la familia tiene derecho a ejercer sobre otro. - "No puede existir la violación en un matrimonio".
Falso. La realidad es que cuando una mujer es obligada a tener relaciones sexuales en contra de su voluntad, es víctima de una violación, todas las mujeres tienen el derecho a
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decidir cuándo quieren participar o no de una relación sexual. El matrimonio no otorga el derecho, a ninguno de los conyugues, de imponer sus preferencias sexuales o a forzar estas relaciones. Buena parte de las mujeres maltratadas son forzadas al acto sexual durante o después del episodio de violencia o este se produce justamente al ser obligadas a realizar practicas sexuales indeseadas. - "El embarazo detiene los episodios de violencia".
Falso. La realidad es que por diversas razones frecuentemente hay un aumento de la violencia durante el embarazo, en muchas ocasiones el primer episodio de violencia física se produce en ese período donde los golpes se dirigen al vientre de la mujer, produciendo abortos o complicaciones en el embarazo. Ayúdenos a ampliar esta información y envíenos otras creencias erróneas o mitos que usted conozca y su respectiva realidad:
LAS FAMILIAS QUE SUFREN VIOLENCIA Cuando se forma una familia sus integrantes buscan vivir juntos para protegerse, quererse y apoyarse mutuamente. Esta es la definición cultural que está detrás de la decisión de convivir de una pareja. Sin embargo muchas familias terminan en un verdadero infierno, maltratándose mutuamente o dónde los que tienen más poder usan la violencia para imponer sus criterios y decisiones. Investigaciones sociales han identificado factores que pueden incrementar el riesgo potencial de violencia dentro de una familia (Straus, M.; Gelles, R.; Steinmetz, S., A Puertas Cerradas: Violencia en las Familias Norteamericanas. Anchor Books, Garden City, NY., 1981), estos son: •
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Duración del período de riesgo, entendido como la cantidad de tiempo que los miembros de una familia están juntos. Gama de actividades y temas de interés, referido a la interacción entre los miembros de una familia. Intensidad de los vínculos interpersonales. Conflictos de actividades, entendido como las diferencias de opinión en las decisiones que afectan a todos los miembros. Derecho culturalmente adquirido a influenciar los valores, comportamientos y actitudes de los otros miembros de la familia. Diferencias de edad, sexo y roles atribuidos en función de estas. Carácter privado del medio familiar. Pertenencia involuntaria, entendido como el hecho de no haber elegido a la familia. Stress atribuible al ciclo vital como cambios socioeconómicos y otros. Conocimiento íntimo de la vida de cada uno de los otros miembros, de sus puntos débiles, de sus temores y preferencias.
Estos factores incrementan la vulnerabilidad de la familia y transforman el conflicto, inherente a toda interacción, en un factor de riesgo para la violencia. Para conceptualizar a la familia como un espacio propicio para las interacciones violentas
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podemos analizar dos variables en torno a las cuales se organiza el funcionamiento familiar: el poder y el género. Ambas categorías aluden a una particular organización jerárquica, según la cual la estructura del poder tiende a ser vertical de acuerdo a los criterios de género y generación o edad. Por ejemplo, encontramos que en estas familias el concepto de "Jefe de familia" suele corresponder al varón adulto o que en muchas culturas y subculturas, cuando viaja o muere el padre, su lugar pasa a ser ocupado por el mayor de los hijos varones, independientemente de la existencia de la madre y/o hermanas mayores. Elementos tales como la verticalidad, disciplina, obediencia, jerarquía, respeto y castigo pueden resultar funcionales para la organización dentro de instituciones como las militares, sin embargo cuando estos fundamentos sirven de base para regular las relaciones intrafamiliares se genera un modelo autoritario de familia, el cual, inserto en una cultura patriarcal cargada de estereotipos culturales y de género, se caracterizará por la unidireccionalidad, ya que en este modelo el concepto de respeto no es entendido como una categoría que requiere reciprocidad, sino que es definido a partir de una estructura de poder en la cual la dirección establecida es vertical ascendente (de "abajo" hacia "arriba", ejemplos: "Los hijos deben obedecer a los padres", "las faltas a la obediencia y al respeto deben ser castigadas", "La mujer debe seguir al marido"). La aceptación de esta norma legitima diversas formas de violencia intrafamiliar. En una estructura familiar vertical, se suele poner el acento en las obligaciones, más que en los derechos de los miembros. Por lo tanto, los más débiles tienen una oscura conciencia de sus opciones y facultades. De ahí que su dependencia con respecto a los más fuertes se acentúe y su autonomía personal se vea recortada. Para evaluar el potencial de violencia en una familia se requiere la consideración de los siguientes elementos: • • • • • •
Grado de verticalidad de la estructura familiar. Grado de rigidez de las jerarquías. Creencias en torno a la obediencia y el respeto. Creencias en torno a la disciplina y al valor del castigo. Grado de adhesión a los estereotipos de género. Grado de autonomía relativa de los miembros.
Las familias que presentan problemas de violencia muestran un predominio de estructuras familiares de corte autoritario, en las que la distribución del poder sigue los parámetros dictados por los estereotipos culturales. Habitualmente, este estilo vertical no es percibido por una mirada externa ya que la imagen social de la familia puede ser sustancialmente distinta de la imagen privada. Esta disociación entre lo público y lo privado, para ser mantenida, necesita de cierto grado de aislamiento social que permite sustraer el fenómeno de la violencia de la mirada de otros. Los antecedentes que emergen de la historia personal de quienes están involucrados en relaciones violentas muestran un alto porcentaje de contextos violentos en las familias de origen. Estos modelos violentos tienen un efecto cruzado cuando consideramos la variable género. Los hombres violentos en su hogar suelen haber sido niños maltratados o, al menos, testigos de la violencia, luego se identifican con el agresor incorporando
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activamente en su conducta lo que alguna vez sufrieron activa o pasivamente. Las mujeres maltratadas también tienden a tener historias de maltrato y llevan a cabo un verdadero aprendizaje de la indefensión. Cuando la violencia en la familia de origen ha servido como modelo de resolución de conflictos interpersonales y ha ejercido el efecto de normalización de la violencia, la recurrencia a tales conductas percibidas a lo largo de la vida, las ha convertido en algo corriente, a tal punto que muchas víctimas no son concientes del maltrato que sufren y muchos agresores no comprenden el daño que ocasionan.
LA VÍCTIMA De acuerdo al concepto de violencia intrafamiliar, quienes la sufren se encuentran principalmente en los grupos definidos culturalmente como los sectores con menor poder dentro de la estructura jerárquica de la familia como las mujeres, los menores de edad (niños y niñas), los ancianos y los discapacitados. Un factor común en quienes han sufrido situaciones de violencia en la infancia, sean hombres o mujeres es la baja autoestima. Esta, por efecto de la socialización de género se manifiesta de manera distinta según el sexo: en las mujeres incrementa los sentimientos de indefensión, originados tras los intentos fallidos de salida de la situación de maltrato, y la culpabilidad; en los hombres, activa mecanismos de sobrecompensación que lo llevan a estructurar una imagen externa dura. En un nivel emocional la víctima posee sentimientos de desesperanza, se percibe a sí misma sin posibilidades de salir de la situación en la que se encuentra. Tiene una idea hipertrofiada acerca del poder del agresor, el mundo se le presenta como hostil y cree que nunca podrá valerse por sí misma. En general la víctima suele sentir vergüenza por los actos de violencia de su pareja, actitud denominada "delegaciones emocionales" (Ravazzola M.C., Historias Infames: Los Maltratos en las Relaciones. Paidós, Buenos Aires, 1998) y definida como aquella circunstancia en las que un miembro de la familia siente el malestar que debiera sentir otro. De igual forma suelen sentirse culpables del fracaso de su relación, atribuyéndose muchas veces la responsabilidad de ser maltratadas mediante las mismas justificaciones que utiliza el agresor, reforzando así sus conductas. Cuando el maltrato es muy grave y prolongado la víctima puede tener ideas de suicidio o de homicidio, se refuerzan los sentimientos de desvalorización y comienza a verse a sí misma como inútil, tonta o loca, tal como se le repite constantemente. Muchas veces puede llegar a dudar de sus propias ideas o percepciones, esta pérdida de confianza le dificulta excesivamente tomar decisiones aún aquellas del ámbito más cotidiano y doméstico. El miedo es una emoción frecuente en las personas que viven violencia, se relaciona con la vivencia de los episodios violentos y generalmente actúa inmovilizando, en muchos casos le impedirá a la víctima salir de la situación de abuso, pedir ayuda y buscar soluciones.
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En la dimensión conductual, la víctima tiende al aislamiento y a ocultar al entorno, lo que vive en su relación de pareja y/o familiar. Suele tener conductas temerosas y expresar dependencia y sumisión, experimenta un verdadero conflicto entre su necesidad de expresar sus sentimientos y el temor que le provoca la posible reacción de su agresor. Al mismo tiempo, mantiene diversas conductas de apoyo, cuidado y protección hacia su agresor. Su comportamiento puede aparecer contradictorio y expresa ambivalencias (por ejemplo, denunciar el maltrato y luego retirar la denuncia). La víctima tiende a ubicarse en un lugar secundario o postergado en sus relaciones, en este sentido se orienta a los otros, percibiéndose poco central o protagónica en los sistemas en que vive, por el contrario, atribuye a su agresor un gran poder, lo asume como dueño de la verdad, le atribuye autoridad y frecuentemente justifica los abusos, ya sea por sentirse responsable de ellos o porque asume que al haber sido su agresor víctima de otros abusos, queda liberado de su responsabilidad. Otras características, al no ser generales, son identificadas como factores de riego, entre ellas el bajo nivel cultural y educacional, nivel socioeconómico de pobreza, de gran relevancia en cuanto a medios y posibilidades para poder escapar o no de una situación de violencia y un aislamiento social que le impide acceder a fuentes de apoyo externas ya sean familiares o comunitarias. La represión de las necesidades emocionales lleva a menudo a canalizar la expresión de lo reprimido a través de síntomas psicosomáticos. A nivel sintomático lo más frecuente es encontrar depresión (abierta o larvada), las personas que viven violencia se sienten prisioneras entre la agresión y la impotencia. Por otra parte es frecuente el aumento del consumo de alcohol y drogas como parte de las conductas autodestructivas o de las anestesiadoras. También se encuentra presente la sintomatología de stress post-traumático, cuyos componentes principales son la tendencia a volver a experimentar el trauma, expresado en pensamientos recurrentes, sueños e imágenes y sentimientos que aparecen en forma súbita, pérdida de interés por el mundo externo, por las actividades, sentir a las personas como extraños, inexpresividad afectiva, estado de hipervigilancia, trastornos del sueño, dificultad de concentración y memoria, entre otros. Otros signos serán visibles a través de los indicadores de maltrato o de las consecuencias y efectos de la violencia intrafamiliar.
EL AGRESOR Los agresores presentan ciertas características que contribuyen a describir cómo se va organizando su comportamiento y los mecanismos que le permiten mantener su posición. Frecuentemente quienes están involucrados en relaciones violentas muestran un alto porcentaje de contextos violentos en sus familias de origen. Los agresores suelen haber sido maltratados o abandonados en su infancia o, al menos, testigos de actos de violencia intrafamiliar. La violencia en la familia de origen ha servido de modelo de resolución de conflictos interpersonales y ha ejercido el efecto de normalización de la violencia. La recurrencia de tales conductas, percibidas a lo largo de la vida, las ha convertido en algo corriente, a tal punto que muchos agresores no comprenden cuando se les señala que sus conductas ocasionan daño.
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El agresor, tanto el que maltrata a su pareja como a sus hijos u otros familiares, suele ser una persona de baja autoestima, pobre control de impulsos y sin trastornos psiquiátricos evidentes (aunque suele tener una fuerte tendencia a confundir sus suposiciones imaginarias, como los celos, con la realidad), por tanto su objetivo no es satisfacer algún tipo de necesidad sádica o psicopática que proporcione placer a través del sometimiento del otro, sino emplear un recurso definitivo que le permita instaurar o mantener el poder y control en la relación de pareja o familiar. El agresor tiende a eludir su responsabilidad a través de medios como la externalización, mediante la cual justifica su actuar con extensas listas de razones o culpando a fuerzas externas; y la negación, que le permite identificar a otros como los causantes del problema y desligarse de las acciones necesarias para superar sus dificultades. En el caso del abuso sexual el agresor tiene plena conciencia de su actuar por lo que niega o encubre su conducta para poder mantenerla. Todo lo anterior como una manera de proyección de la responsabilidad y la culpa. El aislamiento social tiende a ser una imposición a sí mismo pues percibe el entorno más próximo como una amenaza a su necesidad de ejercer control, a pesar de esto suele proyectar una imagen de excelente cónyuge, pareja, padre o hijo, al adoptar modalidades conductuales disociadas: en el ámbito público se muestra como una persona equilibrada, en la mayoría de los casos no trasunta en su conducta nada que haga pensar en actitudes violentas, haciendo menos creíble una eventual denuncia. En el ámbito privado, en cambio, se comporta de modo amenazante, utiliza agresiones verbales y físicas, como si se tratase de otra persona. Su conducta es posesiva y se caracteriza por estar siempre "a la defensiva". Existen otras características que aunque principalmente se orientan a las víctimas, algunas son asociadas al agresor, sin embargo al no ser generales, son identificadas como factores de riego.
Abusador infantil Las características generales, si bien no son suficientes para elaborar un perfil, suelen ser comunes a los agresores. En cuanto a quien eje rce violencia hacia un menor de edad, además de ellas, se puede agregar que este suele ser el padre o la madre del niño(a), en ocasiones pueden ejercerla ambos, en todo caso generalmente será un conocido o familiar, sin que exista otro rasgo específico de su personalidad. Puede que ni siquiera desearan ser padres, en otras oportunidades serán padres muy permisivos que se ven sobrepasados por los niños(as) al no fijar normas claras y mantenerlas en el tiempo, luego al no poder validar su autoridad recurren a gritos, descalificaciones e incluso golpes. En cuanto a su comportamiento, además de lo expresado en las características generales, rutinariamente emplean una disciplina inapropiada para la edad y condición del niño(a), tienen expectativas irreales en cuanto él y demuestran falta de preparación o inexperiencia en el ejercicio de la paternidad responsable.
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Hombre que agrede a la mujer Generalmente en una situación de violencia al interior de la pareja se identifica al hombre como el miembro de la familia que la ejerce, estos se caracterizan por su inexpresividad emocional y la escasa habilidad para la comunicación verbal de sus sentimientos. Tienen miedo de perder a su pareja (miedos de dependencia), el cual generalmente reprimen y la perciben a ella como la causante del hecho de sentirse amenazados. Esta expresión inadecuada de emociones, que enmascara como rabia o enfado la mayor parte de los miedos, ansiedades e inseguridades responde a lo difícil que le resulta observarse y cuestionarse a sí mismo (resistencia al autoconocimiento) debido a la internalización de un modelo masculino tradicional donde se posiciona al hombre en una situación de privilegio sobre la mujer, en los ámbitos político, jurídico, económico, psicológico, cultural y social y se validan los mitos de superioridad del hombre en los aspectos biológico, intelectual, sexual y emocional. Estas ideas suelen ser cerradas, con pocas posibilidades reales de ser revisadas debido a una percepción rígida y estructurada de la realidad. De una manera más específica, los hombres que ejercen violencia hacia su pareja han sido clasificados en dos categorías: Cobras o Pit Bulls (concepto muy resistido por quienes gustan de esta raza de perros). "La cobra es una serpiente, tranquila y concentrada antes de atacar a sus víctimas con poco o ningún aviso. La furia del Pit bull arde lentamente y crece, una vez que sus dientes se hunden en su víctima, no la sueltan" (Jacobson, N.; Gottman J., When Men Batter Women: New insights into ending abusive relationships. Simon & Schuster, New York, 1998).
A los hombres Pit bull sus miedos de dependencia los llevan a monitorear cada movimiento de su pareja, sus celos los hacen ver traición en cada uno de ellos y esto los enfurece, cuando su rabia se torna violenta parecen perder el control y atacan, incluso públicamente.
Los hombres Cobra son fríos y calculadores, suelen presentar rasgos criminales y antisociales, su violencia nace de una necesidad patológica de cumplir su objetivo de ser el jefe y estar seguro de que todos, especialmente sus esposas o parejas, lo sepan y actúen de acuerdo a ello, cuando piensan que su autoridad ha sido retada luchan rápidamente y con furia llegando a amenazar con cuchillos o armas de fuego. Aunque tienen mayor control que los Pit Bulls, suelen ser más violentos y dirigen su agresividad no solo hacia quienes aman, como los Pit bulls, sino que también a extraños, animales, amigos o compañeros de trabajo, calmándose internamente mientras su violencia aumenta. Las historias de vida de los Cobras y los Pit Bulls también tienden a ser diferentes, los primeros casi siempre tuvieron infancias traumáticas y violentas, con participación en actos delictuales y experiencias personales de abuso de alcohol y drogas. Los Pit Bulls son menos propensos a tener historial criminal y presentan mayor probabilidad de provenir de hogares violentos, en general suelen presentar mejor potencial de rehabilitación que los Cobras.
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De acuerdo a su personalidad, los agresores también han sido divididos en (Dutton, D.; Golant, S., El golpeador: Un perfil psicológico. Paidos, Barcelona, 1997): • • •
Básicos o perfil básico del maltratador Psicopáticos Hipercontroladores
Básicos: Cíclicos, emocionales con episodios esporádicos y remordimientos, estados de ánimo variables y de cambios intensos, inseguros, impulsivos, con pobres relaciones interpersonales.
Psicopáticos: Con personalidad antisocial, generalmente con antecedentes penales y violencia en otros contextos, agresión indiferenciada, ausencia de respuestas emocionales, manipulación interesa de los demás, adicciones, agresividad en general, irresponsabilidad persistente.
Hipercontroladores: Con personalidad paranoide, necesidad de control sobre su pareja, desconfianza y sospecha generalizada, celos, percepciones de persecución o complot, control del entorno preventivo, acciones violentas planificadas.
LA REHABILITACION La rehabilitación es un proceso que debe comprender tanto a agresores como a víctimas, las personas que han experimentado un evento de violencia intrafamiliar, sufren en un primer momento un estado emocional de crisis, el cual debe ser tratado psicológicamente por personal especializado que le permita recuperar su estabilidad emocional, de igual forma se debe realizar la atención de seguimiento psicológico a los eventos de crisis, a través de lo cual se logra una comprensión amplia del problema por parte de las personas que lo sufren, y es un preámbulo para la incorporación a las sesiones de terapia grupal. Las personas que han sufrido una o varias experiencias de violencia intrafamiliar, así como aquellas que generan la violencia, necesitan dentro de su tratamiento emocional, incorporase a grupos terapéuticos y de auto ayuda, en los cuales se desarrollan técnicas conjuntas entre personas que han experimentado el mismo problema (víctima-víctima o agresor-agresor, la terapia víctima-agresor suele estar contraindicada), logrando conocer la experiencia de otras, y aprender mas sobre su situación. Es en estos grupos terapéuticos donde se desarrollan los espacios necesarios para terminar de sanar las huellas emocionales de la violencia, y poder recuperar la autoestima de cada persona, lo cual es indispensable para continuar nuevos proyectos de vida. Respecto a la rehabilitación de los agresores se ha reconocido que la atención de los mismos es fundamental para romper el ciclo de la violencia y evitar su reincidencia, pues aunque en muchos casos la víctima se separará del agresor (la mujer se separará del marido violento, los hijos de los padres, etc.) un alto porcentaje continuará viviendo con él. Además, en los casos de separación, el agresor podrá formar una nueva pareja o tener nuevos hijos y existirá una alta probabilidad de que se repita la situación anterior. Sin embargo existe controversia respecto a los programas de rehabilitación pues muchos sostienen que los escasos medios y los esfuerzos públicos deben destinarse
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preferentemente a asistir a las víctimas. Esto, sumado al gran escepticismo respecto de las posibilidades rehabilitadoras de los hombres maltratadores (experiencias conocidas, en Europa y los Estados Unidos, presentan altos índices de abandonos de la terapia aunque se ha de tener en cuenta que muchas de estas intervenciones se hacen generalmente dentro de programas carcelarios, con hombres convictos por delitos graves y obligados por orden judicial) hacen que en la actualidad la vía más concreta para comenzar una rehabilitación voluntaria sea la solicitud particular, por parte del agresor, de atención psiquiátrica y/o psicológica en los sistemas de salud público o privado. Por otra parte, tanto partidarios de los programas como detractores coinciden en que los tratamientos de rehabilitación pueden ser complementarios pero nunca sustitutivos de las medidas penales. La rehabilitación se refiere a un complejo proceso de modificación de conductas concientes, esta solamente puede enmarcarse en el contexto de un tratamiento ejercido por profesionales con un adecuado enfoque teórico y metodológico que guíe su actuación con el agresor. Fuera de esto es posible modificar los actos de violencia psicológica que podamos ejercer inconcientemente, si aplicamos los indicadores o señales de maltrato a nuestras propias acciones podremos detectar la existencia de personas en nuestro entorno a las que, sin darnos cuenta, estemos manipulando o maltratando. La mejor forma de dilucidar si nos estamos comportando con alguien como agresor es utilizar toda nuestra capacidad de empatía y nuestra humildad para ponernos en el lugar de las personas y familiares que nos rodean y analizar nuestra conducta frente a ellos. A veces somos conscientes de la hostilidad que sentimos hacia una persona, pero no del maltrato que le estamos infligiendo, sentir rabia, envidia o rencor contra otros es casi siempre irremediable porque las emociones no se someten al raciocinio, lo que si podemos someter al control de la razón son nuestras acciones. Por lo tanto ejercer o no violencia hacia otros siempre será nuestra elección y quien maltrata siempre será responsable de su proceder.
MEDIDAS DE PROTECCIÓN La mejor y primera medida que debería tomar cualquier persona para protegerse y evitar un nuevo incidente de violencia intrafamiliar es denunciar el hecho. La ley está para ayudarle, generalmente el juez podrá ordenarle al agresor que abandone la casa, el pago de pensión alimenticia temporal para sus hijo(as) y otras medidas que evitarán que el agresor se le acerque. Sin embargo, si no se siente preparada o existe alguna otra razón que siente le impiden abandonar a su agresor, hay ciertas acciones factibles de realizar para poner a su familia y a usted a salvo. Para minimizar las consecuencias debe preparar algunas condiciones de seguridad y actuar de acuerdo a un plan de acción ante un incidente violento, así usted solo deberá cumplirlo evitando que el temor domine o nuble sus decisiones.
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Condiciones de seguridad Las siguientes son las condicones de seguridad que debe adoptar:
Tratamiento de armas: Primeramente de manera muy cuidadosa y evitando manipularla, preferentemente cuando esté sola en casa, saque cualquier arma que allí se encuentre, entréguela a la policía argumentando el temor a su seguridad o, como último recurso, escóndala o entiérrela asegurándose que no sea encontrada por terceros o por el agresor, evite entregarla a otra persona o familiar pues lo involucraría en un acto ilegal al no poseer los permisos correspondientes para la posesión. Nunca se quede con el arma para su propia defensa ya que el agresor podría arrebatársela y usarla en su contra o, de acuerdo a sus consideraciones morales, quizás usted no sea capaz de utilizarla y si lo hace puede tener consecuencias psicológicas aún más graves que la misma violencia, además legalmente no sería considerado como legítima defensa sino como un acto premeditado.
Números telefónicos: Memorice los números de teléfonos de emergencia y de familiares, no es conveniente que los grabe o escriba en los teléfonos de la casa pues su agresor podría detectarlos, sospechar y desencadenar una agresión.
Aspectos de seguridad: Instale, en al menos una habitación, una cerradura o chapa que pueda cerrarse por dentro, utilice un sistema de seguro con perilla o botón, evitando las llaves pues podría llevarle demasiado tiempo asegurar la puerta. Asegúrese de que esta habitación tenga teléfono o, preferentemente, obtenga un teléfono móvil (celular) y preocúpese de mantenerlo siempre con usted. Instale las nuevas cerraduras cuando el agresor no se encuentre en el hogar y trate de que sean semejantes, por ejemplo en el color, a las que ya posee, de esta manera quizás él no se percate del cambio y usted tendrá un factor sorpresa a su favor, de lo contrario si le reclama, sospecha o pregunta al respecto, dé explicaciones argumentando la privacidad de la pareja u ofertas comerciales.
Equipaje de emergencia: Prepare un bolso o maleta con al menos una tenida o muda de ropa y zapatos, incluya copias de documentos importantes como los de identidad de usted y sus hijos, certificados de nacimiento y cuenta bancaria, si posee algún vehículo guarde también una copia de la llave, no olvide incluir dinero en efectivo, las direcciones y teléfonos de familiares y amigos, ni cualquier otra cosa que pueda ser de utilidad o importancia en caso de tener que salir rápidamente (como medicamentos de los que pueda depender). Guarde el bolso en un lugar seguro fuera de su casa, de preferencia en el mismo que seleccionará como refugio temporal.
Refugio: Identifique un lugar a donde ir en caso de que tenga que escapar. La casa de un familiar o amigo(a) de extrema confianza puede servirle para este propósito, evite seleccionar los hogares de amigos o conocidos que tengan en común con su agresor. Una vez identificado el lugar converse y acuerde con el anfitrión de su refugio temporal (mientras obtiene usted obtiene refugio y atención legal) métodos de comunicación, horarios y otros para evitar descoordinaciones.
Ruta de escape: Identifique las ventanas y puertas por las que sea factible salir de su casa, luego planifique más de una ruta de escape, así evitará improvisar en caso de que su agresor bloquee alguna salida.
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Coordinación vecinal: Si confía en algún o algunos vecinos, tanto como para estar segura de que no le contarán a su agresor, coordine con ellos señales o claves que le indiquen cuando llamar a la policía como determinada posición de las cortinas, luces encendidas o pídales directamente que llamen a la policía si escuchan gritos o peleas.
Enséñele a sus hijos e hijas: Preocúpese de enseñarle a sus hijos e hijas, e incluso a familiares dependientes o semidependientes que vivan con usted, a no interferir en una pelea, ponerse a salvo, llamar a la policía y dar su dirección y número telefónico. Todas las anteriores son las condiciones de seguridad que usted debe procurar cumplir para que el siguiente plan de acción sea efectivo.
Plan de acción Cuando comience a ser amenazada, atacada o cuando la agresión sea inminente debe comenzar a poner en práctica las siguientes acciones:
Aléjese de la cocina: Como primera acción aléjese de la cocina y/o muebles donde se guardan cuchillos pues estos pueden ser utilizados como armas.
Aléjese de los espacios cerrados: De igual forma debe alejarse de baños, armarios, áreas con superficies peligrosas y poco espacio o habitaciones pequeñas donde le puedan atrapar.
Corra y escape: Corra sin dirigirse hacia donde están los niños ni otros familiares dependientes o semidependientes que vivan con usted, ya que pueden terminar siendo agredidos también. Gríteles para alertarlos y utilice inmediatamente la ruta de escape previamente planificada, si no puede porque esta ha sido bloqueada, rápidamente diríjase a la habitación donde haya colocado cerraduras o chapas y enciérrese, si la habitación tiene una ventana, escape o grite para pedir ayuda. Si puede evite huir sin los niños, ya que pueden usarse para el chantaje emocional.
Llame a la policía: Tome el teléfono o su teléfono móvil (celular), si el agresor ha cortado la línea telefónica, y llame a la policía, pida y anote o memorice el nombre de la persona que le ha atendido. Cuando acuda la policía cuente lo sucedido y tome el nombre y número de la insignia o placa del agente. Si todo ha fallado, usted está siendo golpeada y no puede escapar, póngase en una esquina contra la pared y agáchese, acerque la cabeza lo más posible a las rodillas y protéjase la cara y cabeza con las manos y brazos, utilice los codos para cubrir las costillas, al estar contra la pared podrá proteger su espalda, parte trasera de las costillas y órganos como los riñones, ante la menor oportunidad corra y ejecute el plan de acción. Si ha sido víctima de maltrato físico, busque ayuda médica y denuncie el hecho en cuanto reciba atención, tómese fotos de las heridas o lesiones que tenga. Es muy importante, de cara a futuras actuaciones, que queden formalmente denunciados los hechos. No utilice estas medidas para enfrentar reiteradas agresiones, en general solo podrá ponerlas en práctica una vez, en la próxima ocasión el agresor conocerá su modo de operar y se adelantará a sus acciones.
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Si se ha separado de su agresor aún debe mantenerse alerta, cambie las cerraduras de las puertas y ventanas de su casa, de ser posible instale rejas. Cancele cualquier cuenta bancaria o tarjeta de crédito que tenga en conjunto con él. Cambie su número de teléfono, asegúrese de que permanezca como privado y no sea publicado en las guías telefónicas, utilice un identificador de llamadas (caller-id) y una máquina contestadora para grabar los mensajes, revise las llamadas antes de contestar. No olvide preparar las condiciones seguridad y su plan de acción pues podría necesitarlo si el agresor irrumpe en su hogar. Aunque nunca es recomendable enfrentarse a una persona violenta podría tomar un curso de defensa personal, que además le ayudará a mejorar o conservar su estado físico, mejorar su autoestima y confianza en si mismo y liberar el stress. Si tiene hijos asegúrese de entregar en la escuela una foto del agresor e instrucciones para que el personal no entregue a nadie su dirección o numero de teléfono, deje por escrito los nombres de las personas autorizadas para recoger a sus hijos(as) y asegúrese de que sepan a quien informar si ven al agresor en la escuela. Cuando se encuentre fuera de casa cambie regularmente su rutina de viaje, haga compras, pagos y transacciones bancarias en distintos lugares. En su lugar de trabajo converse previamente con su empleador y entregue al personal de seguridad y compañeros más cercanos una foto del agresor, cuando salga ya sea a almorzar, a su auto o al transporte pública vaya siempre acompañada. Si el abusador le llama al trabajo guarde los mensajes y cualquier correo electrónico. Cuando acuda al tribunal vaya en compañía de un familiar o amigo cercano, no lleve a sus hijos. Tome asiento lo más lejos posible del agresor, no converse con él ni con familiares o amigos que pudieran estar acompañándolo. Asegúrese de mostrar al juez y/o al fiscal, directamente o a través de su abogado, las fotos de sus heridas o lesiones, certificados médicos y lista de testigos. Tenga presente que no necesariamente se privará al agresor de visitar a sus hijos, exija por su seguridad que las visitas sean supervisadas y que le notifiquen antes de que lo dejen en libertad. Al retirarse hágalo por una puerta distinta o espere para no hacerlo de manera simultánea. Recuerde que debe mantenerse siempre alerta, si ha sido víctima de una agresión consulte además las medidas de actuación que puede adoptar. En aquellos casos en que la víctima sea hombre, si bien goza de los mismos derechos y garantías legales, por ser una situación excepcional es recomendable que además de lo anterior, el agredido: Guarde siempre un registro con las fechas y las circunstancias de incidentes de violencia, señale siempre la violencia a su médico y a la policía, asegurándose de que registren sus lesiones y todos los detalles del acto violento; busque siempre la atención médica en un hospital para constatar lesiones y, fundamentalmente, evite en todo momento actuar o defenderse de manera violenta ante una agresión.
ACTUACIÓN DE LA VÍCTIMA Si ya ha tenido que poner en práctica un plan de acción para protegerse de una situación de maltrato debería haber comprobado que este no detiene la violencia y que no podrá usarlo repetidamente pues el agresor ya conoce su modo de operar, si aún no tiene uno, desarróllelo para minimizar las consecuencias pero sea conciente de que la medida con
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más altos índices de efectividad para detener la violencia intrafamiliar es escapar de la situación, del entorno que la produce y de su agresor. Para sobrevivir las víctimas a menudo hacen todo lo posible para no ofender o molestar al agresor, usualmente minimizan el daño físico y mental que se les ha provocado, ocultan sus propios resentimientos, necesidades, dolores y se concentran en las necesidades del agresor, generalmente también son muy cuidadosas de no revelar los abusos a terceros, a fin de evitar que confronten al agresor y este emprenda represalias. Estas estrategias de sobrevivencia no son exclusivas de quienes sufren violencia intrafamiliar, sino que son practicadas por prisioneros de guerra y por la mayoría de los seres humanos que se encuentran atrapados en regímenes violentos y opresivos. Escapar de la violencia intrafamiliar requiere exactamente la estrategia opuesta, exige reunir todas sus fortalezas, que se concentre intensamente en sus propias necesidades y las de sus hijos e hijas y que denuncie el abuso abiertamente ante todos quienes puedan brindarle ayuda. Este cambio de conducta y en general todo el proceso puede resultar difícil, especialmente si se siente angustia, desesperanza y temor, pero es siempre posible. Tómese un tiempo entre el momento de la agresión y las medidas que tomará, reflexione: "Los héroes más admirados en cualquier cultura son aquéllos que se han sublevado contra la tiranía, la opresión y han luchado por la libertad y la justicia. Estos héroes, sin embargo, raras veces han luchado solos, sin armas ni tropas o con niños a su lado y con el enemigo atrincherado en su propio hogar, en su corazón y durmiendo en su cama" (De Santis, M., The Greatest Escape, special for victims of domestic violence. Women's Justice Center, Santa Rosa, CA., 2000). Generalmente serán precisamente estas las condiciones extremas y dolorosas bajo las cuales deberá empezar a realizar su escape de la violencia intrafamiliar, por lo tanto asuma y recuerde que la suya es la más difícil y valiente de todas las batallas, está rescatándose a si misma y a sus hijos e hijas de una vida de horror. Si ha tomado la decisión de detener la violencia, continúe, tenga confianza en si misma, repita y convénzase de que no existe razón o excusa que justifique que se cometan abusos en su contra, nadie merece ser víctima de violencia, nadie puede obligarla a hacer algo en contra de su voluntad. Posiblemente sentirá miedo, angustia, presión, quizás tema que la violencia solo empeore, no ser capaz de mantener económicamente a su familia, quedarse sin vivienda, que todos le ignoren, tomen partido por el agresor o que este se lleve sus hijos(as). En general todos sus miedos son justificados, así como es real el riesgo de que algunas de estas cosas sucedan y los peligros de tratar de escapar sin un fuerte apoyo ni protecciones adecuadas. En este momento deberá reaccionar tomando medidas concretas que le ayuden a manejar sus temores y reforzar su seguridad.
Primero: Interiorícese de las acciones para minimizar los riesgos que pueden tomarse y los derechos que posee según la legislación vigente.
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Segundo: Pida apoyo a personas de su confianza, identifique y contacte organizaciones y centros de atención a los que puede acudir. Quienes le rodean (familiares, amistades, vecinos, compañeros de trabajo) le ayudarán a no enfrentar sola el proceso, muchos le agradecerán la oportunidad de hacerlo. Probablemente se sienta avergonzada y crea que no merece ayuda, recuerde que es el agresor quien la hace sentir así y que su conducta, no la suya, es criminal e inaceptable, usted no es ni debe sentirse culpable por lo sucedido, por el contrario merece y necesita toda la ayuda que pueda recibir. Si duda en recurrir a todo las instancias posibles para detener la violencia, ya sea porque su ánimo no es de venganza; piensa que el castigo que puede recibir el agresor está sobredimensionado; siente que aún lo ama (no debe avergonzarse por esto, lo que ama en él probablemente sea real y merecedor de amor) o porque a pesar de que la ha maltratado a usted nunca lo ha hecho con sus hijos (recuerde que los niños testigos de la violencia sufren secuelas similares a los que reciben maltratos directos), mantendrá presente el peligro de que usen más violencia en su contra para restablecer el control. Si por el contrario utiliza todos los medios a su alcance, estará mejor protegida, tendrá más tiempo para pensar, respirar y actuar, pues el agresor desviará su atención hacia el peso del sistema que está cayendo sobre él y le estará entregando un claro mensaje de que sus maniobras ya no funcionarán, además podrá prevenir así que intente vengarse. No se dé por vencida, la violencia suele extinguir las esperanzas, atrévase y continúe. Aunque en algún momento parezca imposible alcanzar sus sueños recuerde siempre que merece paz, felicidad, libertad, justicia y toda la ayuda necesaria.
PREVENCIÓN DEL MALTRATO INFANTIL La familia, a través de su estructura, funciones e interacción, debe permitir que el niño(a) logre su más pleno desarrollo como individuo. Para esto es fundamental el desarrollo de la autoestima, que comienza cuando el menor se siente aceptado y querido por sus padres como alguien que además de ser parte de ellos, es también único y diferente. La crianza es una de las tareas más difíciles que existen, para realizarla los padres pueden aprender nuevos y buenos métodos para educar y disciplinar a sus hijos, que a la vez le ayuden al desarrollo de su autoestima. Las personas adultas nos podemos reeducar, cuestionar la educación que hemos recibido es una forma de comenzar el proceso de cambio, los grupos de padres son un espacio de reflexión y análisis para lograrlo, organice o únase a uno. Platique con otros padres, intercambien experiencias, ofrézcales su amistad y atención ya que muchos se encontrarán en su misma situación. Aprenda a tener expectativas realistas de lo que los niños y niñas pueden hacer de acuerdo a su edad y mejore sus métodos de comunicación, esto le ayudará a conversar, entenderse mejor con sus hijos y a emplear métodos de disciplina no violentos. Aún así, la multiplicación y acumulación de la tensión y el stress pueden generar ganas de golpear o gritarle al menor en alguna determinada ocasión, ¡Deténgase! Respire profundamente varias veces, cuente hasta veinte (hágalo, funciona), realice la actividad física que pueda, como lagartijas (tiburones, planchas o flexiones de brazos) y abdominales o llame, si necesita ayuda, a algún familiar, amigo u organización que le socorra.
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Sentirse "atrapada o atrapado" con el menor puede causarle stress, haga un tiempo para usted y diviértase un poco cada día, intercambie el cuidado y la responsabilidad del niño o niña con otros miembros de la familia o compatibilice su tiempo con la guardería (sala cuna) o la escuela. Cuando por el contrario sus muchas responsabilidades limitan su tiempo, preocúpese de apartar cada día un poco para sus hijos e hijas, regálele abrazos, sonrisas y palabras de estímulo. Préstele más atención a lo que hacen bien que a lo que hacen mal. ¡La atención positiva aumenta la buena conducta! Elógielos cuando obedecen sus instrucciones, como recoger los juguetes o cepillarse los dientes, pídales cosas en las que se puedan desempeñar bien, déjelos ganar en algunos juegos. Ayúdelos a estar orgullosos de sí mismos. Tenga presente que la mayoría de los casos de maltrato infantil al interior de la familia ocurre cuando los padres cruzan la línea que separa la disciplina del maltrato. Es inevitable que los padres cometan errores, además de lo expuesto tenga en consideración ciertos criterios que puede aplicar al momento de disciplinar:
Establezca los límites antes de hacerlos cumplir: El paso más importante en cualquier proceso disciplinario es establecer expectativas y límites razonables con anticipación. El niño o niña debe saber cuál es la conducta aceptable y cuál no es antes de considerarlo responsable del cumplimiento de las reglas.
Cuando le desafíen de forma voluntaria, responda confiada y decisivamente: Una vez que el niño o niña haya comprendido lo que se espera de él, debería sentirse responsable de comportarse como corresponde. Esto parece fácil, pero realmente no lo es, los y las menores muchas veces prefieren hacer exactamente lo contrario de lo que le han dicho sus padres. Por tal motivo, al momento de ocurrir estos enfrentamientos es sumamente importante que los adultos resuelvan de una forma decisiva la situación. Nada es más destructivo para el liderazgo de los padres que verse frustrados en el intento de disciplinar a sus hijos, llegando a recurrir a las lágrimas y los gritos; entre otras evidencias de la pérdida del control.
Distinga entre el desafío voluntario de la irresponsabilidad infantil: El menor no debería recibir un castigo por haber olvidado darle de comer al perro o arreglar su cama. Hay que recordar que estas formas de conducta son típicas de la niñez. Sea amable al enseñarle a hacer mejor las cosas. Si él no responde a la instrucción paciente, entonces es el momento conveniente de administrar algún castigo bien definido, quizás hacer algún trabajo para pagar lo que arruinó o extravió o no dejarle gozar de algo como la televisión, en todo caso tenga siempre presente y mantenga coherencia entre el castigo y la edad del niño o niña que debe disciplinar.
Restaure la confianza del niño e instrúyale: Después de un tiempo de conflicto, durante el cual el padre o la madre han demostrado su derecho a dirigir (especialmente si el niño o niña terminó llorando), es posible que quiera que se le exprese amor y la confianza le sea restaurada. Por supuesto, ¡extiéndale los brazos y déjele venir a usted!, abrácelo y dígale que lo ama y hágale saber, otra vez, por qué fue castigado y cómo puede evitar volver a tener el mismo problema. Este momento de comunicación fortalece el amor y la unión familiar.
Evite hacer exigencias que son imposibles: Asegúrese de que su hijo o hija tiene la capacidad de hacer lo que usted está exigiendo. Nunca lo castigue por orinarse
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involuntariamente en la cama o por no obtener buenas notas en la escuela cuando no tenga la capacidad para lograr ese éxito. Estas exigencias, que son imposibles de cumplir, ponen al niño en un conflicto que no puede resolver y le produce un daño inevitable en su sistema emocional. Las expectativas poco realistas de los padres pueden generar además un ciclo de violencia; al no ser cubiertas provocan un sentimiento de frustración que puede desembocar en castigos y/o agresiones, para posteriormente, con la esperanza de haber aleccionado al niño(a), renovar las expectativas y reiniciar el ciclo. Es necesario mantener un ambiente equilibrado, en el cual se hace uso de la disciplina cuando es necesaria pero siempre debe ir acompañada de paciencia, cariño y respeto. Uno de los errores más grandes que pueden cometer los padres al corregir a sus hijos es el uso inadecuado de la ira, no hay método más ineficaz para influir en una persona (de cualquier edad) que el uso de la irritación y el enojo. Durante la infancia conviene que tanto las niñas como los niños ensayen distintos roles y situaciones, que expresen sentimientos como llorar, reír, mostrar cariño y rebelarse. Aconsejable es, permitir que expresen sus sentimientos, orientarlos en su cuidado y seguridad personal y nunca estimular en ellos el temor y la desconfianza. Los padres a su vez deberán procurar prevenir los actos de violencia que provengan de terceros, para esto deben conversar con sus hijos e hijas, aprender a escuchar y a creerles, de esta forma y con métodos sencillos, podrán enseñarles sobre sexualidad, reforzando que nadie les puede tocar sus partes íntimas o genitales, ni realizar actos de significación sexual con ellos. Es de suma importancia enseñar, desarrollar y reforzar en niños, niñas y/o adolescentes la necesidad de autocuidado y darles a conocer formas de poner en práctica estas estrategias. Puede resultar difícil enseñarle a los niños y niñas cuándo es necesario decirle "no" a un adulto, porque también se les enseña a respetarlos; déjeles claro que deberá respetar a los mayores siempre que la conducta de éstos no le implique algún daño o perjuicio. Los menores tienen derecho de protegerse a sí mismos y debemos desarrollar en ellos la capacidad de evitar o disminuir situaciones de riesgo emocional, físico o sexual y de mostrarse firmes y enérgicos ante una situación peligrosa, incómoda o confusa. Para que un niño o niña pueda protegerse, primero debe sentirse valioso esto dependerá, primero, del amor de los padres y otras figuras significativas y luego, de las metas propuestas o ideales que puedan o no ser alcanzadas dependiendo de la edad, capacidad y características del niño(a). Ante niños y niñas que padecen problemas importantes de autoestima es indispensable la implementación de métodos terapéuticos, lo cual siempre debe ser evaluado y orientado por un profesional. Un modo de influir en la autoestima es centrarnos en un área problemática y tratar de mejorarla, otro consiste en examinar las diferencias entre la percepción de uno mismo y el ideal, por ejemplo: ayudarle a modificar su ideal por uno más adecuado a sus posibilidades o a modificar la percepción de sí mismo en forma más benigna.
PREVENCIÓN DEL MALTRATO A DEPENDIENTES Toda persona se sentirá valiosa en la medida en que sea respetada y querida con sus propios deseos, sentimientos, ideas, capacidades y características, aunque sea diferente.
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Esto adquiere particular importancia cuando en la familia tenemos a nuestro cuidado personas semidependientes o dependientes como adultos mayores y/o discapacitados, pues cuando se adquiere una percepción de uno mismo como dependiente o incapaz, aumenta la sensación de vulnerabilidad y desamparo. En estos casos, además de todas las acciones posibles de prevención a nivel familiar, usted deberá informarse a cabalidad acerca de los distintos métodos para el buen cuidado y realizar una concienzuda evaluación acerca de su capacidad emocional y económica para propiciar los cuidados adecuados. Siempre es posible solicitar ayuda a otros familiares, amigos u organizaciones antes de que la ignorancia, intolerancia y el stress desemboquen en abusos o negligencias. Sepa que una característica común de quienes maltratan a personas adultas mayores o discapacitadas es la incomprensión sobre sus necesidades. No por el mero hecho de ser adulto mayor o tener algún grado de discapacidad se es dependiente, en muchas ocasiones el aporte que estas personas entregan a la sociedad, a la vida diaria y familiar es tanto o más que el de cualquiera, sin embargo en otras ocasiones ciertas enfermedades, como el Alzheimer o altos grados de discapacidad harán que debamos oficiarlas de cuidadores, en estos casos será muy importante que recuerde:
Comparta los cuidados con el resto de la familia: Para algunos cuidadores la familia es la mayor fuente de ayuda, para otros es la mayor fuente de angustia. Es importante aceptar ayuda de otros miembros de la familia y no cargar solos con la responsabilidad. Todos los familiares deben compartir el compromiso moral de retribuir a quien cuidó de ellos. Si se siente angustiado porque su familia no le está ayudando y en ocasiones hasta le critican, puede ser útil llamar a una reunión familiar para hablar del cuidado del familiar a cargo, preocúpese fundamentalmente de explicarles en que consisten y cuáles son las limitantes de las enfermedades o discapacidades en cuestión.
Comparta sus problemas: Es necesario que comunique a otros sus sentimientos y experiencias como cuidador, si se los guarda para sí será más difícil cuidar de la persona enferma o discapacitada, en cambio al darse cuenta de que lo que está experimentando es una respuesta natural al escenario en que se encuentra, le será más fácil manejar la situación.
Acepte la ayuda: Cuando otros le ofrezcan ayuda, acéptela, aún cuando le parezca que lo están incomodando. Aceptar la ayuda puede resultarle nuevo pero a menudo miembros de su familia, amigos o vecinos querrán ayudarlo solo que quizás no sepan que sería útil o bienvenido de su parte, alguna sugerencia o idea suya les dará esa oportunidad y podrán proveerle de algún alivio. Recuerde que las relaciones con otros son una fuente valiosa de apoyo y una ventaja para usted y para el familiar dependiente.
Dese un tiempo para sí: Aún cuando deba ejercer la labor de cuidador es igualmente importante que se dé tiempo para sí mismo, esto le permitirá compartir con otras personas, disfrutar de sus pasatiempos favoritos y lo más importante, divertirse. Si necesita más tiempo trate de encontrar a una persona que se haga cargo del cuidado parte del día para que usted pueda descansar. Usted es importante para si mismo y también lo es en la vida de quien cuida, sin usted esa persona se sentiría perdida, otra razón por la cual es tan esencial que se cuide.
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Conozca sus límites: ¿Cuánto más puede aguantar antes de que sea demasiado? Mucha gente se dará cuenta de cuánto puede aguantar antes de llegar al punto en que la situación lo abruma. Si su situación es insoportable pida ayuda a familiares, amigos u organización para evitar una crisis, busque asesoría, esto le permitirá anticiparse a los distintas situaciones o cambios y el desgaste será menor.
ACTUACIÓN CON INVOLUCRADOS La actuación de los profesionales del sector Salud con las personas involucradas en situaciones de maltrato en la familia abarca aspectos tanto de prevención como de atención. En lo que se refiere a la prevención primaria, destinada a influir en las causas de la violencia intrafamiliar, su papel es limitado; en esta instancia otros actores realizarán las labores educativas. Aún así pueden contribuir a través de la educación para la salud respecto a las relaciones interpersonales, la comunicación y la convivencia y en la identificación de personas en situaciones de riesgo o de mayor vulnerabilidad que puedan verse involucradas en episodios de violencia intrafamiliar. En todo caso se deberá estar alerta para realizar una detección precoz e intervenir cuando sea posible, al actuar en este nivel de prevención se rompe el círculo de la violencia trasgeneracional. En cuanto a la prevención secundaria, los servicios médicos pueden ser instrumentos muy importantes de detección, el médico puede ser la única persona fuera de la familia a la que una víctima le pida ayuda, por lo que tienen una oportunidad única y la responsabilidad de intervenir. El médico y la enfermera deben estar atentos a los indicios o síntomas, recordando que la identificación de víctimas de maltrato es una tarea difícil, pues con frecuencia no están dispuestas a dar voluntariamente información sobre el abuso. La prevención terciaria está relacionada con los desempeños profesionales ante el diagnóstico de una situación y tipo de violencia, proceder que involucra la actuación con la víctima, sus hijos e hijas y el agresor.
Actuación con la víctima Las víctimas y principalmente las mujeres que consultan por una agresión física son sólo una pequeña parte de las que sufren violencia. Muchas acudirán a la consulta, quizás con síntomas inespecíficos, consultas reiteradas por motivos banales, quejas somáticas o trastornos psicológicos poco específicos y quizás no se llegue ni a sospechar el mensaje oculto de esas quejas, que pueden ser la carta de presentación o la llamada de atención ante un problema que no se atreve a revelar directamente pero que son a la vez una solicitud de ayuda. A veces estará explorando la actitud del profesional o su receptividad para, en función de ellas, exponer o no su problema. Para tratar de confirmar o descartar una situación de violencia es preciso realizar una entrevista clínica de cribado en la cual será preciso crear un clima de confianza, recibiendo a la paciente sola y sin prisa, asegurando la confidencialidad. Esta debe sentirse acogida (suele tener sentimientos de culpa y desconfianza) y escuchada (se deberá mantener una escucha activa), las preguntas deben hacerse de forma clara y directa, escuchando el relato sin interrupciones ni juicios. En la entrevista deberán
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relacionarse las preguntas con los motivos de la consulta, ayudando a la paciente a reflexionar sobre su malestar y las causas que lo provocan. Se deben observar las actitudes, el estado emocional (a través del lenguaje verbal y no verbal) y facilitar la expresión de los sentimientos. Además, en caso de confirmarse el maltrato se deberá hacer sentir a la paciente que no es culpable de lo sufrido, expresar claramente que nunca está justificada la violencia en las relaciones humanas, alertarla sobre los riesgos que corre pero siempre se deberá respetar y aceptar su ritmo, elección y registrar con precisión en la historia clínica todos los hechos Con carácter de orientación ofrecemos un listado de preguntas facilitadoras para abordar directamente el tema de la violencia, este listado no implica que todas ellas deban realizarse y en todo caso se deberán adaptarán a las circunstancias y lenguaje de la paciente. Algunas preguntas enfocadas a víctimas mujeres con trastornos del sueño o síntomas depresivos o ansiosos para relacionar el motivo de consulta con un posible maltrato son: • • • • • • •
¿Ha estado últimamente sometida a un estrés en particular? ¿Por qué cree que duerme usted mal? ¿Le atribuye usted a algo su cansancio? ¿Qué es lo que le hace estar triste? ¿Tiene usted muchos problemas? ¿Alguien le impide dormir o le produce miedo? Muchas mujeres tienen trastornos del sueño debido a dificultades en la relación con su pareja. ¿Es éste su caso?
Cuando la paciente sufra un trastorno por ansiedad o depresión, se debe abordar este problema pero se ha de ser cauto a la hora de prescribir psicofármacos como tratamiento exclusivo, sobre todo por períodos prolongados ya que a veces pueden mermar su capacidad de reacción y de autodefensa que le permita salir de la situación. Otra razón es el mayor riesgo de adicción a sustancias en las que la víctima puede ver una ayuda para sobrellevar situaciones límite. Los psicofármacos, sobre todo las benzodiacepinas, pueden favorecer un enmascaramiento del problema. Algunas preguntas para explorar sobre la relación de pareja de las pacientes son: • • • • • •
¿Cómo van las cosas en casa? ¿Está usted contenta en cuanto a la relación con su pareja? ¿Quién marca las normas en casa y qué ocurre si usted no las cumple? ¿Tiene problemas con su pareja, discuten a menudo? ¿Cómo resuelven las diferencias? ¿Su pareja se enoja con facilidad o tiene arranques inesperados de furia?
Para preguntar directamente sobre un posible mal trato puede realizar alguna de las siguientes preguntas a continuación de las anteriores: • •
¿Alguna vez le ha amenazo o insultado? ¿Le tiene miedo a su pareja?
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¿Alguna vez le ha empujado o agarrado? ¿Alguna vez ha recibido golpes, empujones, bofetadas o cualquier otra agresión?
Para valorar la situación y tipo de violencia puede preguntar: • • • • • •
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¿Su pareja la empuja o le agarra? ¿Su pareja la golpea, le da bofetadas o cualquier otra agresión? ¿Su pareja le obliga a tener relaciones sexuales contra su voluntad? ¿Le fuerza a llevar a cabo alguna práctica sexual que usted no desea? ¿Le grita a menudo o le habla de manera autoritaria? ¿Amenaza con hacerle daño a usted, a los niños, a otras personas o a los animales domésticos? ¿La insulta, ridiculiza o menosprecia? ¿Se pone celoso sin motivo? ¿Le impide o dificulta ver a su familia o a sus amistades? ¿La culpa de todo lo que sucede? ¿La humilla frente a los hijos u otras personas? ¿Le controla el dinero o le obliga a rendir cuentas de los gastos? ¿Le impide trabajar fuera de casa o estudiar? ¿La amenaza con quitarle a los hijos si lo abandona? ¿Ignora sus sentimientos, ánimo, opiniones o su presencia? ¿Critica constantemente su apariencia o a usted como persona?
Las preguntas han de ser graduales, en cada caso se ha de esperar una respuesta y continuar en función de esta. Es importante que el profesional evite ciertas actitudes durante la entrevista como dar la impresión de que todo se va a arreglar fácilmente o dar falsas esperanzas. Se debe evitar expresiones que puedan crear sensación de culpabilidad como "¿Por qué sigue con él?". No se debe tratar la situación como un problema privado de pareja y hay que recordar que en las situaciones de violencia intrafamiliar la terapia de pareja suele estar contraindicada. Si se llega al diagnóstico, es decir al conocimiento de la existencia de una situación y tipo de violencia, se debe proceder a realizar una exploración minuciosa de las lesiones y del estado emocional de la paciente, previo su consentimiento, informándole de las exploraciones que se realizan y de su finalidad. Es preciso hacer una valoración inicial de la situación de riesgo inmediato (riesgo vital por las lesiones, riesgo potencial de homicidio, suicidio o de nuevas agresiones) y sea ha de valorar si se trata de una situación aguda o crónica para establecer un plan de actuación (teniendo en cuenta la opinión de la víctima, la situación de los hijos y los apoyos con los que cuenta) con los recursos legales existentes que en general un trabajador social puede poner en marcha, ya sea directamente o a través de los distintos centros de atención y organizaciones relacionadas. Dependiendo del tipo y gravedad de las lesiones será necesaria la intervención especializada, como la del médico forense en todas las agresiones de tipo sexual donde deberá realizarse además una valoración ginecológica, generalmente en estos casos la actuación de los profesionales está mas clara y definida de acuerdo a protocolos de procedimientos.
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Actuación con los niños y niñas Cuando se ha detectado maltrato en una víctima que tiene hijos, se deberá contactar con el pediatra e informarle, por el riesgo potencial de los niños, tanto por ser testigos de la violencia como por la posibilidad de ser víctimas también. Una buena coordinación entre pediatra y médico de familia permitirá en muchas ocasiones detectar malos tratos, este debe sospecharse cuando se observe negligencia, abandono o maltrato en el niño o niña y conductas inapropiadas hacia la madre o el padre. La entrevista y otras actuaciones, deben ser realizadas por el profesional que mejor conozca al menor y en quien este tenga más confianza (generalmente el pediatra). Algunas normas que pueden facilitar la realización de la entrevista clínica son: • • • • • • •
En la medida de lo posible crear una atmósfera de confianza y seguridad Ayudar a verbalizar sus emociones (miedo, culpabilidad, cólera, tristeza) Decirle que él no es culpable de los problemas familiares Evaluar el grado de aislamiento del niño y su red social Comprobar si el niño tiene comportamientos autodestructivos Detectar indicadores de maltrato ante la sospecha de abuso infantil Enseñarles a poner en práctica mecanismos de autoprotección
Este último punto puede resultar problemático ante niños o niñas con baja autoestima. No hay un modo de medir con seguridad si un menor tiene baja autoestima, especialmente antes de los seis años, para esto será importante el juicio profesional a través de entrevistas al niño, padres y maestros y puede valerse de herramientas como el Test de Evaluación de la Capacidad de Autoprotección Infantil - CAPI
Actuación con el agresor Con frecuencia el agresor comparte médico con la víctima, no debe eludirse la actuación con él. La atención, tratamiento y seguimiento al agresor es fundamental para romper el ciclo de la violencia y evitar su reincidencia (en muchas ocasiones se realiza por mandato judicial), el agresor nunca se detendrá por si solo y aunque en muchos casos la víctima se separará del agresor (la mujer se separará del marido violento, los hijos de los padres, etc.), un alto porcentaje continuará viviendo con él. Por otra parte en los casos de separación, el agresor podrá formar una nueva pareja o tener nuevos hijos existiendo una alta probabilidad de que se repita la situación anterior. La entrevista con el maltratador no es fácil para cualquier profesional de la salud, algunas recomendaciones pueden servir de orientación y ayuda: • • • •
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Hablar con un tono calmado y seguro, sin juzgar. Identificar comportamientos inaceptables y no dejarse intimidar. Abordar el problema hablando francamente. Permitirle reconocer sus comportamientos violentos y hacerse responsable de sus actos. Ofrecer tratamiento o servicios especializados si tiene problemas de alcoholismo, toxicomanías o problemas psicológicos o psiquiátricos. No presumir una rehabilitación espontánea, aunque el agresor se confiese avergonzado y arrepentido.
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No dar nunca la dirección de la casa de acogida (en caso de ser este el caso) de la esposa, hijos o ninguna víctima.
Para la identificación y clasificación del agresor , como complemento a las características ya definidas, puede valerse del Instrumento para la Identificación de la Tipología del Hombre Maltratador. Respecto de las posibilidades rehabilitadoras de los hombres maltratadores existe gran escepticismo, aún cuando la rehabilitación sea posible se afirma que su éxito, en general, requiere de dos condiciones previas: 1. Que el maltratador se reconozca como tal, que tome conciencia de los efectos dañinos de su comportamiento. 2. Que tenga una motivación para cambiar su actitud (evitar el abandono o la separación suele ser la más común). Las terapias para hombres agresores, cuando parten de una base conceptual profeminista y se ajustan al conocimiento específico del problema de la violencia de género pueden llegar al fondo de la problemática, de lo contrario se limitan a la implementación de procedimientos tendientes al control de la conducta agresiva. Las terapias deben considerar una revisión profunda de las ideas sexistas y de los estereotipos de género que están en la base de las conductas de dominio y control sobre las mujeres y abordar los estereotipos de la superioridad masculina, roles sexuales, control de los impulsos y los celos. En general los tratamientos se orientan hacia el repudio social de las conductas violentas, al cumplimiento de las medidas establecidas por la ley, la rehabilitación y la reinserción social. Con ellas se persigue que el agresor asuma su responsabilidad y cambie su conducta, que tome conciencia que al degradar a su pareja se degrada a si mismo y de que abandonar las conductas violentas es beneficioso para ambos. Tanto partidarios como detractores coinciden en que los tratamientos de rehabilitación pueden ser complementarios pero nunca sustitutivos de las medidas penales. Para asegurar que un programa de atención a hombres agresores funcione de acuerdo a los parámetros señalados, resulta prioritario considerar el perfil de los y las profesionales que van a intervenir en el mismo. Cuando la educación formal previa no brinda los elementos específicos necesarios para tal tarea se ha de realizar una reconversión de recursos humanos, con el objetivo de asegurar un adecuado enfoque teórico y metodológico. Profesionales no especializados suelen cometer errores derivados especialmente de la minimización de los riesgos y de no considerar la variable género en la producción del problema. Por lo tanto, ante cualquier programa de este tipo se hace imprescindible: •
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Realizar una adecuada selección de profesionales interesados(as) en esta tarea, que incluya no solamente sus méritos académicos, sino también su sensibilización y postura personal frente a la problemática de la violencia. Llevar a cabo un proceso de formación que incluya los aspectos éticos, teóricos y metodológicos indispensables para el trabajo con los hombres agresores.
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Supervisar la puesta en marcha del programa, en sus fases iniciales y medias, para ir corrigiendo posibles desviaciones, ajustando la metodología y evaluando resultados. Supervisar el trabajo específico de los profesionales para optimizar su labor, evitar los estereotipos de género y prevenir el Síndrome del burnout.
Los programas deberán además: •
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Partir de un marco conceptual que incluya la perspectiva de género y la noción de maltrato como forma de ejercicio del poder. Dar prioridad a la seguridad de la víctima por sobre cualquier otro objetivo. Integrarse a la red comunitaria de atención al problema de la violencia intrafamiliar. Elaborar un formato específico que se diferencie claramente de los tratamientos psicológicos convencionales.
Lo anterior se refiere a que la mayor o menor eficacia de un programa dependerá en gran medida de las bases éticas, ideológicas y teóricas en las que se apoye su diseño por lo que resulta decisivo que el formato que se adopte se ajuste al conocimiento específico del problema de la violencia intrafamiliar y de género. Cuando se diseñan programas a la manera de tratamientos psicológicos convencionales se corren riesgos como:
Tendencia a psicopatologizar y por tanto a tratar de esta manera el problema: La violencia intrafamiliar y de género en sus diversas manifestaciones, tiene sus raíces en factores históricos, culturales, sociales, institucionales y familiares. La conducta violenta en el contexto familiar debe ser entendida como un emergente de una compleja combinación de tales factores y no como el producto de alguna estructura psicopatológica. Es necesario invertir el razonamiento causal, para comprender que el maltrato y el abuso no son consecuencia de alteraciones psicopatológicas y en cambio muy a menudo se constituyen en uno de los orígenes más frecuentes de dichas alteraciones. En tanto no hay patología a tratar, es conveniente pensar los programas como de reeducación, rehabilitación y/o de tratamiento psicosocial. Intentar abordar el problema desde los modelos psicoterapéuticos convencionales (cognitivo-conductual, sistémico o psicoanalítico): Cuando el modelo teórico y metodológico, de cualquier orientación se convierte en el eje del accionar terapéutico, sin un conocimiento adecuado de la especificidad del problema, se corre el riesgo de agravarlo. A menudo se termina culpabilizando a la víctima del maltrato o utilizando estrategias terapéuticas adecuadas para el tratamiento de conflictos familiares, pero absolutamente contraindicadas cuando de situaciones de violencia se trata. No considerar la variable género en el diagnóstico del problema: Las diversas manifestaciones de las situaciones de maltrato y abuso están atravesadas por dos variables indispensables para su comprensión: poder y género. Cuando en un espacio terapéutico se desconoce el proceso de construcción de los géneros y su relación con las problemáticas emergentes de los vínculos abusivos, se corren serios riesgos de cometer errores terapéuticos que conduzcan a nuevas victimizaciones. Nociones de neutralidad, secreto y privacidad: Las situaciones de maltrato y abuso se pueden perpetuar en el tiempo gracias, precisamente, a la neutralidad de los otros y al
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secreto que garantiza la privacidad del hogar. Sólo comienzan a revertirse cuando una mirada externa las devela, las denuncia y no las legitima. Un contexto terapéutico de neutralidad, secreto y privacidad no hace sino reproducir simbólicamente las condiciones en las que la violencia encuentra su mejor caldo de cultivo.
Definir estilo etiqueta de las personas que utilizarán el programa: Habitualmente suelen utilizarse términos como maltratadores, agresores o violentos para definir a los hombres objeto de estos programas. En este contexto utilizar estas definiciones cataloga el problema como una cuestión de "ser", de identidad y por tanto no de responsabilidad propia. Hablar en cambio de "hombres que ejercen violencia", supone una definición en la que se incluye la violencia como algo, no de la identidad, sino del "hacer", del comportamiento, que como tal, podría no ejercerse y supone la responsabilización a la que se debe apuntar.
SÍNDROME DE BURN OUT El BurnOut (estar quemado en inglés) se ha definido como un síndrome de estrés crónico de aquellas profesiones de servicios que se caracterizan por una atención intensa y prolongada con personas que están en una situación de necesidad o dependencia (Maslach, C.; Jackson, S.E., The Measurement of Experienced BurnOut. Journal of Occupational Behavior, 1981). Las víctimas de violencia intrafamiliar generalmente adoptan, como parte de su cuadro, una conducta de adherencia, dependiente y demandante hacia quienes le atienden médica, psicológica, legal o socialmente; por lo tanto, estas suelen ser las actividades que vuelve más vulnerables a las personas.
Características El Síndrome de BurnOut se caracteriza por un proceso marcado por el cansancio emocional, la despersonalización y el abandono de la realización personal. El cansancio o agotamiento emocional constituye la primera fase del proceso, caracterizado por una progresiva pérdida de las energías vitales y una desproporción creciente entre el trabajo realizado y el cansancio experimentado. En esta etapa las personas se vuelven más irritables, aparece la queja constante por la cantidad de trabajo realizado y se pierde la capacidad de disfrutar de las tareas. Desde una mirada externa, se las empieza a percibir como personas insatisfechas, quejosas e irritables. La despersonalización (que no es sinónimo del cuadro psiquiátrico del mismo nombre) es un modo de responder a los sentimientos de impotencia, indefensión y desesperanza personal. En lugar de expresar estos sentimientos y resolver los motivos que los originan, las personas que padecen el síndrome de BurnOut muestran una fachada hiperactiva que incrementa su sensación de agotamiento. En esta fase alternan la depresión y la hostilidad hacia el medio. El abandono de la realización personal es la tercera fase del proceso y consiste en el progresivo retiro de todas las actividades que no sean las laborales vinculadas con las actividades que generaron el estrés crónico. En esta etapa hay pérdida de ideales y, fundamentalmente, un creciente alejamiento de las actividades familiares, sociales y
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recreativas, creando una especie de autoreclusión. Los demás comienzan a percibirlo(a) como una especie de fanático depresivo y hostil. A diferencia del estrés simple y el síndrome de BurnOut es que, mientras el primero puede desaparecer tras un período adecuado de descanso y reposo, el BurnOut no declina con las vacaciones ni con otras formas de descanso. Sus efectos sobre la salud se da en los niveles físicos, emocionales, de comportamiento y sociales. El deterioro se caracteriza por irritabilidad, dificultad para concentrarse, trastornos del sueño, susceptibilidad aumentada y déficit en la memoria. En el plano psicosomático, además de las perturbaciones del sueño, se dan cefaleas, dolores musculares y disfunciones sexuales y menstruales.
Perfil del profesional vulnerable El perfil de la persona más vulnerable al BurnOut está caracterizado por elementos tales como elevada autoexigencia, baja tolerancia al fracaso, necesidad de excelencia y perfección, necesidad de control y un sentimiento de omnipotencia frente a la tarea. Esto hace que organicen una distorsión cognitiva según la cual "sólo ellas y nadie más que ellas, pueden hacer las cosas tan bien" (sentimiento de indispensabilidad), la vinculación con la sobrecarga emocional es evidente. Puede afectar a todas las profesiones asistenciales pero especialmente a la docencia y la asistencia a víctimas. También se han encontrado otros factores asociados como la insatisfacción marital, relaciones familiares empobrecidas, falta de tiempo de ocio y supresión de la actividad física, junto con insatisfacción permanente y sobrecarga en la agenda laboral. En síntesis, les resulta casi imposible disfrutar y relajarse. El síndrome suele afectar de igual forma a quienes poseen ciertas características personales positivas, como a personas entusiastas, idealistas y con gran nivel de implicación personal en el trabajo. Muchas personas que trabajan en el campo de la violencia intrafamiliar desarrollan un alto grado de compromiso emocional con la tarea, lo cual es un rasgo positivo y resulta funcional cuando las otras variables mencionadas anteriormente no suman factores de riesgo. Los principales factores que contribuyen a la aparición del síndrome los podemos encontrar en el contexto y en la persona: Los elementos del contexto son básicamente, el nivel de necesidad emocional de las personas a las cuales se asiste, donde mientras más intensas sean sus demandas y más alto su grado de dependencia del trabajo del especialista, mayor probabilidad de que aparezca el síndrome. A lo que hay que agregar las condiciones físicas y sociales del trabajo, generalmente poco jerarquizado, con escasos recursos y, adicionalmente, atacado por críticas externas. Para que el síndrome aparezca, a las condiciones contextuales deben sumarse ciertas condiciones personales, entre ellas se han identificado: el deseo de marcar una diferencia con los demás y de obtener resultados brillantes, trabajo muy comprometido con el dolor y el sufrimiento, relaciones negativas y antagonismos con los colegas.
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Identificación y prevención Las personas que trabajan en contacto permanente con víctimas de distintas formas de violencia deben estar atentas a la emergencia de cualquiera de estos síntomas para una intervención preventiva que impida que se llegue a consolidar el síndrome. Los especialistas en esta problemática recomiendan algunas medidas: • • • • • • •
Implicarse en actividades externas al trabajo. Intensificar y revalorizar las relaciones personales y familiares. Planificar y desarrollar actividades de ocio y sociales. Tener tiempo y espacio para el juego y la recreación. Tomarse los periodos de vacaciones correspondientes. Desarrollar alguna actividad física. Realizar una psicoterapia focalizada en el problema para prevenir la cronificación del síndrome.
La identificación del Síndrome de BurnOut puede realizarse mediante instrumentos que miden el cansancio emocional, la despersonalización y la realización personal.
La emigración, otro de los factores principales para que se de la desintegración familiar. Dentro del entorno mexicano, tenemos un problema grave y es en cuanto a la estabilidad económica, la cual no existe en l mayoría de las familias de éste país, eso ha ocasionado un sin fin de emigraciones hacia el vecino país del norte, Estados unidos. De esa manera han quedado pueblos y rancherías principalmente, sin hombres jóvenes, y que han emigrado por la necesidad de obtener un mejor ingreso, pero, muchos de ellos han dejado al abandono a su esposa e hijos, lo cual hace que el problema sea más grave ya que, muchos de esos jóvenes ya no vuelven y en ocasiones ni siquiera se asumen la responsabilidad que tienen con sus familias y las han dejado al abandono. Las mujeres que se han quedado solas y con sus hijos son las que llevan las riendas de la familia, de ahora en adelante tienen que cuidar de sus hijos, realizar las labores de la casa y sumadas a éstas las del campo u otra actividad que le de la oportunidad de sacar adelante su familia, en la totalidad de los casos con formas precarias y muy limitadas, las mujeres realizan de manera satisfactoria esta empresa que se les ha asignado de manera involuntaria y obligada, dando muestra que las mujeres pueden realizar todo aquello que se proponen, sin embargo, dicha familia ya quedó desintegrada ya que le falta el padre quien debería ser la cabeza de ésta, pero ya no ésta y la madre hace las veces de madre y padre.
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CONSECUENCIA MÁS DE LA DESINTEGRACIÓN FAMILIAR. El pandillerismo. Entendiendo a esta no como la separación y/o el divorcio de los padres sino a la descomposición de las relaciones entre los miembros de una familia originando un conjunto de disputas y conflictos irresueltos y/o mal resueltos en su interior, produciendo la carencia de proyectos comunes entre los integrantes de una familia. Si bien hemos dicho que esto es común, no a todos nos afecta igual los problemas familiares, según este estudio efectuado a adolescentes y jóvenes de Villa El Salvador, los "integrantes de las pandillas" son los más sensibles y afectados por la desintegración familiar; esto es porque ellos admiran a sus padres, principalmente a la madre, recordemos a aquellas frases que pintan en las paredes de las Av. "Dios, mi madre... y (el equipo preferido) son lo más grande que hay". Aunque es contradictorio con su comportamiento la perdida de autoridad de los padres con estos adolescentes y jóvenes es evidente, y en que las broncas se suelen mentar la madre parece contradictorio con admirar y despreciar al mismo tiempo pero a veces se ataca donde más duele. Pregunta dos ¿A qué persona admiras?, son los adolescentes llamados "pandilleros quienes más admiran a sus padres 61.99% contestaron que la persona que más admiran son a sus padres, mientras que los adolescentes no organizados solo un 12.5% manifestaron que admiraban a sus padres y en los adolescentes organizados la respuesta fue el 40% que manifestaban que admiraban a sus padres. Es necesario profundizar más en esto, tener la seguridad si admiran a sus padres reales o ideales, es decir a aquellos padres que desean pero que quizás nunca tuvieron o dejaron de tener en algún momento transformándose en lo que son en la actualidad esas personas que están a su "cargo" que llevan sus mismos apellidos y sangre pero que han priorizado otras "cosas" olvidándose de repente que tienen hijos, observemos lo que sucede con los equipos favoritos, los insultos a los jugadores del equipo hincha son comunes a pesar de que se dicen seguidores del equipo, de esta misma forma insultan a sus padres aunque dicen amarlos.
¿Con quién viven? Viven con sus padres, lo que demuestra que a pesar de los problemas de desintegración familiar siguen en el espacio familiar, entendiendo como hogar a la casa que viven con alguno de sus padres. Esto se puede explicar por que son principalmente adolescentes, y hasta el escaso porcentaje de mayores de edad, siguen dependiendo económicamente del hogar.
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Lo más apropiado para un adolescente es que viva con sus padres pero cuando este pone en peligro la formación moral del adolescente la actual legislación del país señala que los padres pueden perder la patria potestad y esta ser dada a otro miembro de la familia o el estado brindarles la protección que necesitan en un centro estatal para este fin, esta alternativa debido a la dimensión del problema es inviable por lo que debiera diseñarse programas terapéuticos de reintegración familiar de carácter obligatorio. Es importante señalar que no se debe de entender lo que recomendable sea el adolescente abandone su hogar, ello solo empeoraría su situación. "La población de menores infractores está constituida por jóvenes de 12 a 18 años, los que en su mayoría fueron expulsados o huyeron de sus hogares. Además no cuentan con la atención y apoyo de sus padres, lo que agrava aún más la tendencia al delito" En los adolescentes pandilleros el porcentaje de padres fallecidos es mayor 33.33% a lo igual el porcentaje de padres separados es mucho mayor 46.66%, esto originaría un motivo más de resentimiento ya que admiran a sus padres y esto o ya no viven o están separados.
¿Cuántos hermanos tienen? Los adolescentes integrantes de esta "pandilla" tienen en promedio 6 hermanos, cantidad superior a la de los adolescentes no organizados y organizados, esto se explica por la separación de los padres los cuales al unirse sentimentalmente con otra persona signen teniendo hijos, por ello ellos tienen hermanos de parte de padre y madre, de madre y/o de padre. Esto influye en la relación del hogar ya que agrava los problemas económicos, el sueldo de los padres tiene que dividirse entre más personas, y origina más discusiones, la mayoría de las discusiones son por motivos económicos.
La delincuencia, la prostitución y drogadicción, consecuencias fatales en muchos de los casos cuando son provocadas por la desintegración familiar. La delincuencia es vista como las acciones que se ejecutan contra la naturaleza de la humanidad, se entiende que pueden desde afectar a una persona o a un grupo determinado de la sociedad, en éste caso, delincuencia encierra todo aquello que pudo haberse provocado después de la ruptura familiar, es decir, como consecuencia de la desintegración familiar, con frecuencia se ha dado que una persona después de vivir en carne propia la desintegración familiar ha llegado a delinquir de distintas formas, una de ellas es la agresión, ya que dicho individuo contiene demasiado coraje y ganas de venganza, es decir, no soporta ver que otras familias estén funcionando adecuadamente y que la de él, digámoslo de la siguiente manera, haya fracasado, entonces cae en un estado de depresión que lo lleva a cometer crímenes en contra de otras personas o de las personas que le han causado el daño. Algunos de éstos individuos consumen a consecuencia de la depresión alcohol o drogas que después la necesidad de conseguirlas los impulsa a robar e incluso a prostituirse. La prostitución y las redes que tienen que ver con las drogas son un laberinto de delincuencia que nada solucionará la vida del afectado, por el contrario sólo le hundirá
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