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METRO DE SANTIAGO y la CORPORACIÓN CULTURAL METROARTE, han comprometido su esfuerzo en la difusión de este libro.
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Cuánto y cómo cambiamos los chilenos. BALANCE DE UNA DÉCADA
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Cuánto y cómo cambiamos los chilenos BALANCE DE UNA DÉCADA CENSOS 1992-2002
EUGENIO TIRONI, OSVALDO LARRAÑAGA, EDUARDO VALENZUELA, DAVID BRAVO, BERTA TEITELBOIM, VERÓNICA GUBBINS
INSTITUTO NACIONAL DE ESTADÍSTICAS CUADERNOS BICENTENARIO PRESIDENCIA DE LA REPÚBLICA
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INE (Chile) Cuánto y cómo cambiamos los chilenos: balance de una década 1992-2002/ Instituto Nacional de Estadística. Santiago Publicaciones del Bicentenario, 2003. 252 p.; 15 x 23 cms. I.S.B.N.: 956-7952-03-5 CENSOS POBLACION-ESTADISTICAS 312.8
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Primera edición : noviembre de 2003 I.S.B.N.: 956-7952-03-5 Registro de Propiedad Intelectual N° 136.166 Coordinador editorial: Hugo Rojas, INE Editora técnica: Lylian Mires, INE Diseño: Patricio Andrade Impresión: Andros impresores, Santiago de Chile Esta publicación no puede ser reproducida, en todo o en parte, ni registrada o transmitida por sistema alguno de recuperación de información en ninguna forma o medio, sea mecánico, fotoquímico, electroóptico, por fotocopia o cualquier otro, sin permiso previo, por escrito de la Secretaría Ejecutiva de la Comisión Bicentenario o del Instituto Nacional de Estadísticas
© Instituto Nacional de Estadísticas © Comisión Bicentenario, Presidencia de la República Nueva York 9, piso 17, Santiago de Chile Teléfono: (56-2) 672 9565. Fax: (56-2) 672 9623 Correo electrónico:
[email protected] www.bicentenario.gov.cl
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ÍNDICE
Presentación Ricardo Lagos Escobar, Presidente de la República
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Introducción Máximo Aguilera Reyes. Director Instituto Nacional de Estadística, INE
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I.
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¿Es Chile un país moderno? Eugenio Tironi, con la colaboración de Tomás Ariztía
II. ¿Cómo y dónde viven los chilenos? Vivienda y patrimonio Osvaldo Larrañaga
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III. Movilidad residencial y movilidad social Eduardo Valenzuela, Soledad Herrera
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IV. Trabajo: dignidad y cambios. El mercado laboral chileno David Bravo
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V. Cambios sociodemográficos en educación Berta Teitelboim, Valeria Salfate
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VI. Familia: innovaciones y desafíos. Las familias chilenas en la década 1992-2002 Verónica Gubbins, Francisca Browne, Andrea Bagnara
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PRESENTACIÓN CUÁNTO Y CÓMO CAMBIAMOS LOS CHILENOS Ricardo Lagos Escobar Presidente de la República
El libro que se nos presenta, basado en la comparación de los Censos de 1992 y 2002 nos permite dar una mirada al Chile que ha surgido en los últimos diez años. La evidencia recogida nos muestra el proceso de desarrollo que ha vivido Chile, sus avances y también nos da señales de lo mucho que nos queda por hacer. El rostro de Chile que surge de este estudio es el de un país que ha experimentado en esa década notables avances en su prosperidad y calidad material de vida, con una multiplicación de sus oportunidades educacionales y ocupacionales y que ha sido escenario de un intenso proceso de movilidad social ascendente. Esto se refleja especialmente en los procesos de integración e inclusión social que han protagonizado los sectores que se encontraban en situación de mayor marginación y discriminación. Ello ha sido sin duda resultado de nuestra capacidad de crecimiento económico, pero el estudio muestra claramente que estos avances no habrían sido posibles sin las políticas pro-equidad que se han venido aplicando. Esa relación virtuosa entre crecimiento y una activa política social que generó redes de apoyo, protección y acceso a oportunidades, está en la base de los logros alcanzados en integración e incorporación. Logros que han permitido que los chilenos que vivían en más precarias condiciones, hayan podido ir accediendo a los beneficios del progreso que ha experimentado el país en estos años. Hoy casi el 91% de la población habita en viviendas que cumplen con los estándares básicos de calidad, un 10% más que en 1992. El 79% tiene acceso a infraestructura básica, 18% más que hace 10 años.
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El 80% de los hogares tiene acceso a bienes durables que han facilitado su calidad de vida, un 30% más que hace una década. El proceso de integración e incorporación social ha tenido también una herramienta clave en la expansión de la oferta educativa. Esta ha crecido sostenidamente en la última década, aumentando el acceso a la educación parvularia y llevando al país prácticamente a una universalización de la educación básica y a una importante ampliación de la educación media y superior. La cobertura en educación superior es el más importante aumento de este nivel educacional en la historia de Chile. Los mayores niveles educativos han sido factor muy importante para acceder al mercado de trabajo. Hoy la fuerza de trabajo y la población ocupada han aumentado su nivel de escolaridad en una tasa mayor que el promedio de la población Así también se ha producido un aumento significativo de la proporción de la población chilena que ha accedido a un empleo. Ello significa no sólo ingresos, sino también movilidad social y capacidad de plantearse nuevas expectativas de progreso y bienestar. Pero lo que resulta más importante es que si los datos globales que aparecen en el libro los desagregamos por nivel socioeconómico, nos encontramos con que las familias más pobres son las que más se han beneficiado de este progreso. Si observamos sólo algunos datos desagregándolos a nivel comunal, algunos de los cuales señalé en el Mensaje Presidencial del 21 de Mayo de 2003, podemos notar que en la comuna de la Pintana, los hogares con refrigerador crecieron en un 117%. Más del doble en esta década. En Tirúa, una comuna de la octava región, en que 47% de la población es de origen mapuche, los hogares que poseen una lavadora han crecido en un 955%. Lo mismo podemos observar en educación. Las familias con menos recursos, las que viven en comunas apartadas de los grandes centros urbanos son las que más se benefician. Tomemos el caso de Huasco. Allí, la matrícula preescolar es hoy 190% más que en 1992. En Colchane, comuna ubicada en la I región, a más de 2000 metros de altura y a 265 kilómetros de Iquique, los estudiantes de educación media son un 200% más que en ese mismo año. En Pudahuel los jóvenes que ingresaron a la educación superior aumentaron en un 330%
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Hoy, casi el 80% de los estudiantes que cursan la educación superior son hijos de padres que no alcanzaron ese nivel educativo. Por otra parte, si se examina la evolución de la escolaridad entre las zonas rurales y las áreas urbanas, se observa también una concentración de los avances en las primeras, que son las que acumulaban un mayor déficit de arrastre. Por ejemplo, en el caso de la cobertura de la educación media esta aumenta en las zonas rurales del 50 al 76,8% en la última década, lo que representa un salto espectacular. Algo semejante se aprecia en la cobertura de la educación parvularia. Estos y otros indicadores que se presentan en el estudio muestran que se ha producido en los hechos un avance real en la mejoría de la distribución del ingreso, que no ha sido aún suficientemente captado por las metodologías que realizan mediciones relativas a este tema. Sin duda queda mucho por hacer en esta materia de desigualdad de la distribución del ingreso nacional. Pero es claro también que los avances identificados han tenido un fuerte impacto en la calidad de vida de las personas. Lo anterior nos indica que se está dando lo que podría llamarse “un proceso subyacente de redistribución”, fruto de las políticas sociales y contracíclicas que se han seguido, lo que ha permitido proteger a los grupos más postergados y ofrecerles oportunidades de acceder a mejores condiciones reales de existencia. Persiste aún, sin embargo, pese a los avances reseñados, una brecha que debemos superar entre el progreso del mundo urbano y el del mundo rural. Tenemos aquí un desafío pendiente. Lo fundamental es que estamos en presencia de otro Chile que el de hace diez años atrás. Es un Chile que, fruto del esfuerzo de todos sus hijos, no sólo vive hoy mejor, sino también con menos exclusión y más integración. Es un Chile más diverso y plural, donde su capital, Santiago, ya no es el polo que invariablemente absorbía los flujos migratorios. Muchos jóvenes optan por ir a las regiones a buscar oportunidades de una buena vida. Muchos de ellos deciden permanecer en su región de origen. Muchos deciden estudiar y formarse en áreas distintas a las tradicionales. Son emprendedores, echan a volar su imaginación con libertad. Naturalmente como en todo cambio de envergadura, este progreso implica transformaciones en los modos de vida, en las formas de trabajo. Surgen nuevas realidades y valores. Nuevas formas culturales. Ello trae como consecuencia a menudo tensiones que generan incertidum-
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bres, temores, sentimientos de inseguridad y hasta de malestar frente a los cambios, que en algunas ocasiones oscurecen las oportunidades y mejorías que ellos abren. Ello es explicable, pero no debe nublarnos la visión respecto al tremendo patrimonio acumulado que nos permite plantearnos con confianza el porvenir. Haber recuperado la democracia, ampliado las libertades y crecido con un sentido de equidad ha sido la clave para sentar las bases del Chile próspero y justo que queremos. Nos permite proponernos como país metas grandes y desafíos fuertes para alcanzar un Chile desarrollado en un tiempo prudente y realista. Lo ya logrado nos muestra que ese Chile es posible. Aspiramos a un Chile con un nivel de crecimiento económico sostenido en el tiempo, integrado al mundo, que manifieste notables mejoras en la calidad de vida de su gente, progrese permanentemente en la distribución del ingreso, exhiba una densidad democrática sólida, altos niveles de probidad, eficiencia y responsabilidad públicas, un tejido ciudadano diverso y activo, y se consolide como una sociedad culturalmente pluralista. Trabajar por un Chile desarrollado significa entonces impulsar el crecimiento; que sea socialmente más justo; con más libertad para los ciudadanos, más pluralista y tolerante, con una democracia sólida. En definitiva una sociedad en que el progreso se exprese en posibilidades de realización personal y colectiva para todos. Esta es nuestra gran tarea y a ella estamos todo convocados.
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INTRODUCCIÓN Máximo Aguilera Reyes Director del Instituto Nacional de Estadísticas
Una visión a partir de los datos del Censo 2002: cuánto y cómo cambiamos los chilenos, es parte de una etapa más avanzada del desafío que asumió el Instituto Nacional de Estadísticas con la realización del Censo 2002. El liderazgo del INE en la producción de las estadísticas, sin duda implica también procurar que el país obtenga el máximo provecho de la información recopilada. A través de este volumen, que convoca a destacados especialistas de las áreas social y económica, ofrecemos una mirada más profunda del Chile actual. Más allá de la constatación de cambios en las estructuras de población, mercado laboral y educación, entre otros, estos análisis invitan a una reflexión mayor acerca de sus causas y consecuencias y las líneas de acción a seguir con miras al desarrollo a que aspiramos. Por ello, resulta lógico y natural presentar este trabajo en el marco del Foro Bicentenario 2003 en el que nos preguntamos si Chile se acerca al umbral del desarrollo. Más allá del simbolismo del Segundo Centenario de la República, los pormenores del acelerado proceso hacia el pleno desarrollo que vive el país, están registrados en los datos Censo 2002 y es un imperativo examinarlos y analizarlos oportunamente. Porque ciertamente, el dinamismo de los cambios, exige actuar con presteza mientras la información conserve una vigencia que se torna cada vez menor al ritmo de los tiempos. Consciente de esta realidad, el INE intensifica el cumplimiento de su misión en procura de optimizar el impacto de la información estadística en el desarrollo del país.
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Aporta también a la reflexión en torno al cumpleaños 200 de Chile, al presentar en términos objetivos la evolución en torno a los desafíos y transformaciones que nos hemos puesto como meta para el año 2010. Junto con una mayor y mejor información de los hechos que tienen efectos inmediatos en la calidad de vida de las personas, esta edición ofrece una perspectiva más amplia de los cambios y la forma en cómo ellos se producen.
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CAPÍTULO I ¿ES CHILE UN PAÍS MODERNO? COMENTARIOS SOBRE EL CENSO 2002 Eugenio Tironi con la colaboración de
Tomás Ariztía
PREFACIO
A partir de la información del XVII Censo de Población y Vivienda del 2002, este artículo da a conocer los resultados de la reflexión realizada sobre los cambios experimentados en la sociedad chilena desde el punto de vista de la modernización. El artículo se divide en cuatro secciones. En la primera, se hace una breve recapitulación del contexto político y económico en que se desenvolvió la sociedad chilena en el período 1992-2002. En esta parte, también se recogen las principales interpretaciones surgidas en la literatura acerca de esa etapa. En la sección segunda, se describen los principales ejes de cambio derivados de los antecedentes del Censo, y se ofrece una síntesis comprensiva de los diferentes capítulos del libro, donde estas transformaciones son exploradas con mayor profundidad. La tercera y cuarta secciones, evalúan la hipótesis de la modernización como guía para comprender el sentido de las transformaciones recientes de la sociedad chilena. En la tercera, se definen seis indicadores de modernización a partir de la literatura sociológica clásica, y se evalúan a partir de ellos las transformaciones observables con el Censo, para concluir que en la década de los 90 Chile ha finalizado una primera etapa “básica”de modernización. En la cuarta, se hace un ejercicio de observación comparada del proceso chileno de modernización respecto de dos casos paradigmáticos: EE.UU. y España. Luego, se discute cuál es el tipo o modelo de modernización que Chile estaría siguiendo, lo cual permitiría los cambios en curso, de cara el próximo Censo del 2012. A partir de la tipología empleada –que no es la única válida, ni mucho menos–, más
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otros elementos agregados, concluimos que la sociedad chilena se acerca al “modelo liberal” propio de países como los EE.UU. El artículo termina con una síntesis y una reflexión acerca de algunos desafíos de índole sociológica que abren la nueva etapa a la que ha entrado el Chile moderno; concretamente, todo lo relacionado con la reconstrucción o revitalización de los vínculos comunitarios, severamente deteriorados por el radical y acelerado proceso de modernización en curso en las últimas décadas. La pretensión de este artículo no es, en absoluto, dar por cerrada la discusión acerca del sentido de los cambios de la sociedad chilena durante los 90. Muy por el contrario, busca simplemente retomar algunas hipótesis, pero ahora a partir de una información empírica que no estaba disponible, como es la entregada por el Censo 2002. 16
I. LA DÉCADA DEL 90 Y SUS DEBATES Las transformaciones sociales de las que da cuenta este texto, basándose en la comparación entre los Censos 1992 y 2002, se desplegaron en un país que estaba experimentando cambios profundos en todos los niveles. Por una parte, la institucionalidad democrática estaba sometida a un proceso incierto de reforma y consolidación, haciendo frente a temas extraordinariamente complejos como el de verdad y justicia en materia de derechos humanos. Por otro lado, estaba a prueba la capacidad del orden económico instaurado bajo un régimen autoritario de adaptarse a las exigencias de un sistema democrático y a sus demandas de cambio. A esto hay que sumar una serie de mudanzas de tipo cultural, apoyadas en el nuevo régimen de libertades creado con la vuelta a la democracia. Todo esto suscitó y suscita un fuerte debate intelectual y político acerca del significado de la década de los 90 para Chile; acerca de cómo se entronca con el pasado, el tipo de sociedad que emerge, y el futuro que le espera. Esta primera sección intenta dar cuenta de este contexto, para así poner en perspectiva las transformaciones que revela el Censo 2002. 1. 1992-2002: un recuento En abril de 1992, cuando se realizó el XVI Censo de Población y Vivienda, la sociedad chilena iniciaba a tientas una nueva fase de su desarrollo. La democracia, reinaugurada en marzo de 1990, se afirmaba lentamente. Debía superar pruebas difíciles como encarar el tema pendiente de la violación de los derechos humanos y los consiguientes corcoveos de una fuerzas armadas aún lideradas por el general Augusto Pinochet. En pocas semanas (junio, 1992) se realizarían las primeras
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elecciones de alcaldes y concejales en las 342 comunas del país, y no se sabía a ciencia cierta si se mantendría la distribución de fuerzas de la elección presidencial y parlamentaria de 1989. Por otra parte, la economía abierta y de mercado, consolidada en los años 80, recuperaba su crecimiento después de una fuerte caída en 1990, pero estaba lejos de satisfacer aquellas expectativas de la población reprimidas en el período autoritario. Consciente de esto, el gobierno de la época, encabezado por Patricio Aylwin, puso en marcha numerosos programas sociales, especialmente en vivienda, salud y educación, introduciendo políticas novedosas hacia el mundo indígena y la mujer. Como resultado, la extrema pobreza tuvo una inmediata caída a la mitad, lo que constituyó uno de los grandes éxitos del período. A) LA VIGILIA Nada vaticinaba, a comienzos de los 90, que el país gozaría de estabilidad en sus instituciones y en su convivencia política. La curiosa situación de un general Pinochet que dejaba el Gobierno pero seguía ejerciendo la Comandancia en Jefe del Ejército, una institucionalidad política creada en dictadura y que no había pasado el test de la democracia, enormes presiones acumuladas en materia de derechos humanos y demandas sociales insatisfechas, una coalición de gobierno de centro-izquierda compuesta por corrientes disímiles que se habían enfrentado duramente en el pasado, más una oposición de derecha que había participado en la dictadura y que miraba con sospecha la nueva democracia. Todo esto constituía una amalgama que no anunciaba ni una conducción política robusta ni mucho menos estabilidad. Estas aprehensiones, sin embargo, fueron contradichas por los hechos. No se puede desconocer que hubo muchos campos críticos, con situaciones que si hubiesen sido mal manejadas, habrían alterado dramáticamente el curso de la historia como hoy se conoce1. Uno de ellos era el campo de los derechos humanos. El nuevo gobierno crea a mediados de 1990 la Comisión de Verdad y Reconciliación para conocer la realidad de las principales violaciones de los derechos humanos y para fijar una política al respecto, cuyo informe es entregado al Presidente Aylwin, en febrero de 1991. Su decisión de favorecer la investigación por los tribunales y de entregar a las víctimas o a sus familiares una reparación de parte del Estado, contó con la férrea oposición del Ejército y las Fuerzas Armadas. Los tribunales de justicia comenzaron a mostrar avances en casos emblemáticos, el principal de los cuales fue el del asesinato Letelier-Moffit en Washington. La novel democracia tuvo que enfrentar otro aspecto problemáti-
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co, como el de la operación de grupos armados con fuerte apoyo político, resueltos a desestabilizar el orden constitucional y al gobierno de la Concertación, a quienes se les imputaba representar otra forma de la misma dictadura instaurada en 1973. En 1990 y 1991, se produjeron graves atentados contra personeros vinculados al régimen militar, entre ellos un ex miembro de la Junta Militar, el general Gustavo Leigh. Lo más delicado, sin embargo, fue el asesinato del senador Jaime Guzmán en abril de 1991, quien fuera el principal vocero intelectual del régimen autoritario y líder del partido que nació de esta experiencia: la Unión Demócrata Independiente (UDI). A esto hay que agregar dos asonadas militares (los llamados “ejercicio de enlace” y “boinazo”), motivadas por investigaciones parlamentarias que comprometían a miembros de la familia del general Pinochet. Contra los pronósticos de la mayoría de los analistas, el sistema político inaugurado en 1990 resistió los embates y, lo más sorprendente, adquirió un marcado cariz cooperativo. Esto fue favorecido sin duda por el tipo de transición negociada que se puso en marcha una vez que la oposición (la alternativa No) triunfó en el plebiscito de 1988, lo que fue precedido por la postura moderada de esa misma oposición en el curso de la campaña previa al mismo2. De esta forma, bajo la administración Aylwin, se alcanzaron estratégicos acuerdos con la oposición en materia tributaria, laboral, constitucional, entre otros; lo que le facilitó alcanzar los tres grandes objetivos que tenía por delante: mostrar signos de cambio en la forma de gobierno, con un estilo inclusivo y participativo; exhibir eficacia en el manejo de la economía; y desplegar su compromiso con los valores de la justicia social, reclamados por su base de apoyo (Foxley y Sapelli, 1999). Esto afianzó la gobernabilidad de la nueva democracia chilena, a la vez que permitió al modelo socioeconómico implantado bajo un régimen autoritario obtener un mayor grado de legitimidad social. Chile vivía entonces, por así decirlo, en estado de vigilia. Los actores políticos y sociales (incluyendo el mundo sindical y empresarial), así como los medios de comunicación y la misma población, se movían como si tuvieran pies de plomo. El piso se presumía frágil, lo que promovió la llamada “política de los consensos”, que privilegió los acuerdos a la confrontación, en un deseo compartido de reducir las incertidumbres. Los electores premiaron esta conducta, sancionado en cambio a las fuerzas políticas disruptivas, como aquella representada por un Partido Comunista, opositor a la participación en el plebiscito de 1988 y, por consiguiente, al tipo de transición que se desplegó después3. Las elecciones presidenciales y parlamentarias de 1993 ratificaron las tendencias a la moderación y al acuerdo. Así se consolidó un esce-
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nario electoral configurado en torno a dos fuerzas ampliamente mayoritarias, cuyos orígenes se remontan al régimen autoritario: las fuerzas que lo apoyaron, agrupadas en la coalición Participación y Progreso (hoy Alianza por Chile), y las que se opusieron agrupadas en la Concertación por la Democracia, que alcanzó en esta elección una mayoría aún más amplia que la obtenida en 1989. La mayor estabilidad de las instituciones democráticas, sumada a que la economía, el empleo y los ingresos de la población mostraban una consistente mejoría, llevaron a la sociedad chilena a entrar a una etapa de mayor confianza. Prueba de ello es que en agosto de 1991 el Presidente Aylwin declaró que la transición como tal había concluido, y que lo que restaba era la consolidación y ampliación de la democracia, lo que desató una amplia polémica4. B) LA EUFORIA Hacia mediados de los 90, la confianza ya se había transmutado en una cierta euforia. No era para menos. La economía llegó a crecer al 12% en 1992, alcanzando en el lapso 1992-1997 un promedio levemente superior al 8% anual. La inflación, por su parte, cayó bruscamente desde el 27,3%, en 1990, hasta el 4,7% en 1997, mientras las cuentas fiscales adquirían gran solidez. En este contexto el desempleo se estancó en cifras cercanas al 6%. El ingreso per cápita, de US$ 2.625, en 1990, se empinó a US$ 4.956, en 1997; y la pobreza, que afligía al 38,6% de la población, en 1990, se contrajo al punto de afectar al 21,7% de la misma, en 19985. Todo esto condujo a que, en el período 1992-1997, las expectativas económicas de la población alcanzaran niveles sin precedentes6. Junto con ello, la misma comienza a elevar sus niveles de consumo, así como sus grados de sofisticación, asimilando paulatinamente los llamados patrones “modernos”7. Esto trae aparejado un progresivo cambio cultural, en la dirección de una sociedad donde “...las normas, actitudes y expectativas se conforman a los mecanismos de mercado...” (Lechner, 1998). En esta “sociedad de mercado”, los individuos esperan poco del gobierno y de la acción colectiva organizada: confían más bien en el esfuerzo propio –aunque ello vaya acompañado de una mayor dosis de riesgo–, e invierten por ello fuertemente en “capital humano”, vía educación, como se verá más adelante. El fuerte crecimiento económico, bajo un modelo de economía de mercado, los signos claros de progreso social y las transformaciones culturales que ello trajo consigo, coincidían en la mitad de la década del 90 con una creciente estabilidad política.
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No obstante diversas “turbulencias”, como las ya comentadas, la institucionalidad política del país nunca quebró8. En esto incidieron diversos factores, entre los cuales cabe mencionar al menos cuatro. Primero, el hecho de que la institucionalidad política creada por el régimen militar, reformada en 1989, debido a una negociación entre el gobierno autoritario saliente y las fuerzas triunfadoras del plebiscito de 1988 (la Concertación), generara un marco de certidumbre significativo. Segundo, la cómoda mayoría electoral de la Concertación de Partidos por la Democracia, hizo posible controlar simultáneamente el Ejecutivo, el Parlamento y la mayor parte de los municipios del país –mayoría que se incrementó entre las elecciones de 1989 y las de 1993 (Gráfico 1)–, y le permitió contar con un liderazgo político fuerte. En tercer lugar, también influyó decisivamente en la estabilidad observada el hecho de que el sistema político chileno adquiriera una fisonomía bi-partidista, con dos grandes bloques (la Concertación en la centro-izquierda y la Alianza en la centro-derecha) que concentraran alrededor del 90% de los votos, con un espacio cada vez menor para las opciones alternativas, sean comunistas, verdes, populistas de derecha o de otro tipo; lo cual confirmaba la pervivencia del conflicto autoritarismo-democracia creado en el período de la dictadura9. Por último, hay que agregar un factor ya mencionado: la predisposición de los actores políticos a alcanzar acuerdos sobre ciertas materias básicas de orden económico y político. Gráfico 1. Elecciones municipales y parlamentarias 1989-1993. Porcentaje de votación por pacto país 60 50 40 30 20 10 0
1989
1993
1999
Alianza por Chile (u otras) (denominaciones) Concertacion por la democracia Otros Fuente: Elaboración propia sobre datos de Tricel, en www.interior.gov.cl
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El progreso económico y la estabilidad política traen muchos beneficios –entre otros, mayor bienestar y certidumbres funcionales a la inversión, el empleo y el crecimiento económico–, pero también implica “costos”. Uno de ellos es una mayor apatía política de la población. Algo de esto se dio en el caso de Chile en el período comentado. Por ejemplo, la inscripción de los jóvenes en los registros electorales cayó dramáticamente, al punto de que si el grupo entre 18 y 24 años representaban el 20,3% del total de los electores para el plebiscito de 1988, para las elecciones presidenciales y parlamentarias de 1993 alcanzó el 13,1%, y apenas el 3,4% en las parlamentarias del 200110. Se suma a esto un aumento de las abstenciones, votos en blanco y nulos, lo que fue especialmente notorio en las parlamentarias de 1997, donde alcanzaron un 13,7% y 13,5%, respectivamente. Si se suman todos estos factores se concluye que en 1997, 3,7 millones de los 9,6 millones de votantes potenciales, decidieron no tomar parte en la elección11. A esto hay que agregar la reducción significativa en la identificación de las personas con los partidos políticos, lo que indica la emergencia de un segmento crítico de electores más volátiles, vale decir, con menos ataduras y lealtades hacia las dos grandes coaliciones (Agüero, 1998). A lo anterior se sumaron, ya desde mitad de los 90, sentimientos de aislamiento, soledad, ausencia de sentido, angustia ante la erosión de los vínculos comunitarios, como efecto del rápido proceso de modernización social producido en esta época. Fue el llamado “malestar”, del que se hizo eco con un inocultable entusiasmo la intelectualidad crítica a la transición y amplios sectores políticos ligados a la Concertación12. C) EL DESCONCIERTO El XVII Censo de Población y Vivienda, realizado en abril del 2002, encuentra a la sociedad chilena en una situación muy diferente a la descrita precedentemente. 1997 es el punto de quiebre. A partir de ahí se inicia otro período, con rasgos muy diferentes al descrito hasta aquí. El crecimiento de la economía cae casi a la mitad (de 6,7% a 3,2% en 1998), el desempleo salta en dos años, del 6.4% en junio del 1997 al 11,1% en el mismo mes de 1999, y se estanca el incremento de los ingresos de las personas13. Con todo esto, es fácil comprender que la euforia del período precedente deviniera en desconcierto. La comparación entre los Censos de 1992 y 2002, por lo tanto, incluye dos períodos muy diferentes: el de1992-1997 y el de 1998-2002. Se suma a lo anterior el resultado de la elección parlamentaria de 1997, donde por primera vez la Concertación experimenta una con-
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Gráfico 2. Evolución Producto interno bruto y tasa de desempleo: 1997-2002 14 12 10 8 6 4 2 0 -2
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1995 PIB
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Desempleo Desestacionalizado
Fuente: PIB: Banco Central, Desempleo: INE. Datos tomados de www.bcentral.cl.
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tracción severa, preservando apenas mayoría absoluta con solo el 50,4% de la votación. Este resultado ratifica, en el seno de la coalición gobernante, la sensación extendida de desencanto y frustración por lo que se estimaba un escaso avance en la corrección de las desigualdades de ingreso y oportunidades, a lo que se suma una creciente desafección política de la población (Agüero, 1998). Hay que agregar a este panorama la detención del general Pinochet en Londres en 1998, lo que generó fuertes tensiones internas y llegó a poner en duda el éxito de la transición política y la manera cómo esta enfrentó el problema de la violación a los derechos humanos. A fines de los años 90 los pilares del optimismo reinantes en la sociedad chilena, durante la mitad de esa década, como efecto de un alto crecimiento económico, bajo desempleo, alza progresiva de los ingresos, nuevas oportunidades de consumo, y una sólida y alta mayoría que aseguraban fuerte liderazgo y estabilidad políticas, comienzan a desvanecerse. En la población brota la frustración ante el menor dinamismo y eventual resquebrajamiento de un modelo económico, social y político al cual se habían tenido que adaptar en los 80-90. Y emerge en distintos ámbitos la pregunta de si acaso la economía de mercado soportará una contracción económica, y si la nueva democracia resistirá el fin del virtual monopolio ejercido por la Concertación y el inicio de una real competencia política. Lo que experimenta Chile desde 1998 en adelante, no puede ser caracterizado propiamente como crisis económica, pues ni su economía entra jamás en recesión, no colapsan sus instituciones económicas ni el modelo económico se ve sometido a un cuestionamiento real-
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mente severo14. Si no es propiamente una crisis económica, ¿qué es entonces lo que experimenta la sociedad chilena a partir de 1998, que la lleva a comportamientos diferentes al período anterior? Intentando responder a esa interrogante hemos introducido en otra ocasión la noción de “crisis sociológica”15. Esta simplemente trataría de dar cuenta de la situación de una sociedad que renuncia a la expectativa de un Estado protector, que se adapta a las condiciones de la economía de mercado y que, de pronto, comprueba que la misma no cumple con su promesa tácita: asegurar crecimiento continuado, empleo estable, mayores ingresos y nuevas oportunidades de consumo, todo lo cual iba a permitir a cada uno hacerse cargo de sus propios asuntos en materias tales como educación, salud, previsión y hasta seguridad. La contracción del crecimiento, por lo tanto, tuvo efectos que trascendieron lo estrictamente económico, especialmente para una amplia clase media que no contaría ya –como antaño– ni con protección estatal ni con el apoyo de redes comunitarias, extinguidas a consecuencia de la individuación y competencia que acarreó la violenta modernización de los 90. La sociedad chilena de los 90, en suma, se hizo adicta al crecimiento; y en 1998 tuvo que asumir bruscamente que debía dejar de contar con este, al menos con la intensidad del período precedente. Esto provocó una suerte de síndrome de privación, con sus consecuencias conocidas: frustración, pesimismo, angustia, depresión. D) LA COMPETENCIA En el contexto anterior se produce, en 1999, una verdadera revolución política con la irrupción de la candidatura a la Presidencia de Joaquín Lavín con su lema “Viva el Cambio”. La clásica división del trabajo de los 90, con una derecha concentrada en los negocios y una centroizquierda volcada al gobierno, había llegado a su fin. La competencia política irrumpió en Chile, lo que ciertamente constituyó una buena noticia desde la perspectiva de la vida democrática del país. En efecto, Lavín se propuso construir una alternativa competitiva en la arena electoral propia de una democracia. Con este objetivo en la mira, no trepidó en tomar distancia de Pinochet, condenar la violación de los derechos humanos, rechazar nuevas privatizaciones y la reducción del tamaño del Estado, visitar a Fidel Castro en Cuba, entre otras iniciativas orientadas en la misma dirección. Esta actitud marcaba un fuerte contraste con la conducta clásica de los grupos de derecha, desde la derrota en el plebiscito de 1988 en adelante: una atención extre-
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ma por influir sobre quienes gobernaban, para contener cualquier tentación por desmantelar el modelo imperante, pero ningún intento serio de ganar el gobierno para la derecha. Este esquema fue el que terminó con la emergencia del liderazgo de un Lavín, que tuvo que imponerse, dentro de su propio conglomerado, a un extendido escepticismo de la derecha tradicional16. La Concertación también experimentó cambios importantes a fines de los 90. En este caso, se trató del desplazamiento de la hegemonía demócrata-cristiana, bajo la cual esta coalición había surgido y gobernado por dos períodos consecutivos, a un liderazgo laico de corte social-demócrata, representado por el ganador en las primarias internas de la coalición, que seleccionó a su candidato presidencial, Ricardo Lagos. La equiparidad en la elección presidencial de fines de 1999, que obligó –primera vez en la historia– a una segunda vuelta, a comienzos del 2000, reinauguró en Chile una democracia propiamente competitiva. El fenómeno Lavín probó no ser efímero, como lo demuestra el acercamiento progresivo de la Alianza por Chile a la Concertación en las elecciones municipales del 2000 y en las parlamentarias del 2001 (Gráfico 1). Lo que se configura, en suma, es un nuevo equilibrio político, con dos fuerzas muy parejas, ambas con la expectativa de ganar las próximas elecciones presidenciales del 2005. No es posible terminar este recuento del contexto en que se enmarcan los Censos 1992 y 2002 sin mencionar dos hechos externos a la sociedad chilena, pero que la marcaron profundamente en el plano subjetivo. El primero son los acontecimientos del 11 de septiembre del 2001, cuando el terrorismo ostenta su forma trágica y se erige como una nueva amenaza de la estabilidad mundial, y el orden adquiere una nueva dimensión en el mundo entero. El segundo, es la crisis económica, política y social de Argentina, donde alcanza caracteres dramáticos el efecto del populismo y de la indisciplina, y pone en el tapete el valor de la austeridad y del hacer las tareas bien y a tiempo. Ambos fenómenos, sin duda, han llevado a los chilenos, por una parte, a redimensionar sus propias dificultades, y, por otra, a apreciar sus propios logros. Por último, hay que agregar que, desde el 2000, los problemas económicos y sociales no se han acentuado, sino que se han amortiguado. El crecimiento económico se ha retomado y el desempleo ha comenzado a ceder, al tiempo que el clima político del país –pese a la irrupción de problemas mayúsculos, como las irregularidades detectadas en la administración del Estado–, se ha mantenido en cauces cooperativos, lo que ha permitido un conjunto de reformas sociales y macroeconó-
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micas de gran trascendencia. Todo esto ha ido mejorando las expectativas de todo orden. En abril del 2002, al momento de responder las preguntas del Censo, algunos de estos nuevos elementos ya estaban presentes en los entrevistados. 2. Interpretando los 90: el debate Como corolario de los cambios que experimentó la sociedad chilena surgió a la luz pública la publicación de numerosos libros orientados a dar cuenta del “nuevo Chile de los 90”. Ya sea en una línea académica, o directamente enfocados a la opinión pública y la divulgación masiva, esta verdadera avalancha de ensayos y estudios tuvo como principal propósito dar pistas para comprender una sociedad emergente que se resistía a las categorías tradicionales de análisis. Sorpresivamente, muchos de estos libros se convirtieron en éxitos de venta, reflejando el interés de los chilenos y chilenas por encontrar sentido a los cambios que estaban experimentando en carne propia17. Aunque las preguntas de todos son similares, las respuestas de los diferentes autores difieren, dando pie a un amplio abanico de interpretaciones sobre el Chile de los 90. Más allá del optimismo o el pesimismo de los diferentes análisis, se pueden distinguir cuatro líneas de interpretación de estos años: las que ponen el acento en las continuidades perversas del período autoritario; las que analizan básicamente sus limitaciones, especialmente de índole política; las que ponen de relieve los dolores y angustias que ha traído consigo el esfuerzo modernizador de los 90; y, por último, aquella que no cansa de sorprenderse, con una mirada un tanto maravillada, de los efectos de los cambios de esos tiempos. A) LA CONTINUIDAD PERFECTA En esta primera línea de interpretación, el principal exponente es Tomás Moulian (1998).. Su libro Chile. Anatomía de un mito, tiene una enorme influencia como sostén intelectual de la malaise que se apodera del mundo político de centro-izquierda desde la caída, a partir de 1998, del crecimiento, el empleo, los ingresos y las expectativas. Este autor reniega de cualquier aspecto positivo en los cambios ocurridos en los 90, a los que juzga como mera perpetuación del modelo de sociedad de mercado impuesto durante la dictadura. El Chile de los 90 viene a ser un corolario del 73. La perpetuación de la desigualdad y el deterioro de las condiciones de vida de los chilenos asalariados bajo la lógica de mercado son, para
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Moulian, los principales cambios de la década; lo cual se disfraza bajo un “cuidadoso marketing del éxito económico”. Incluso, uno de los logros de la época que suscita mayores consensos, el acceso masivo a bienes de consumo que mejoran la calidad de vida, es interpretado por este autor como una estrategia de disciplinamiento y despolitización de la población. Los noventa, en suma, consolidan una sociedad de “mercados desregulados, indiferencia política, individuos competitivos socializados, realizados o compensados en el placer de consumir, asalariados socializados en el disciplinamiento y excluidos” (Moulian, 1997:18). Todo esto en contraste con una sociedad centrada en la acción política y que hace de esta el ámbito privilegiado de la vida social, como habría sido la sociedad chilena de los años 60, a la que se le recuerda con indisimulada nostalgia. En una línea coincidente, aunque con mayor énfasis en el análisis del sistema político, se encuentran los planteamientos de Joignant (2002), para quien los noventa son la consagración del giro económico liberal que imprimió la dictadura, en cuyo centro se encuentra una democracia limitada carente de legitimidad. Desde una perspectiva puramente económica, el libro La transformación económica de Chile pone también el acento en la continuidad, señalando que los años noventa se sitúan en el contexto de veinticinco años de un mismo modelo económico; pero a diferencia de los enfoques anteriores, aquí se celebra –no se condena– la consolidación de un sistema que se juzga exitoso, al punto de afirmar que Chile estaría en franco camino al desarrollo (Larraín et al., 2000) B) LA MODERNIZACIÓN LIMITADA Hay una segunda línea de interpretación de los 90, que rescata importantes logros, como serían la consolidación de un régimen democrático y el mantenimiento de la estabilidad económica, pero advierte acerca de las limitaciones que enfrenta el proceso de modernización, colocando un fuerte énfasis en aquellas de orden político-institucional. Un buen representante de esta corriente es Manuel Antonio Garretón (2000). Este autor advierte sobre las limitaciones vinculadas al proceso de “despolitización” de la ciudadanía, a la ausencia de actores sociales y a la falta de integración de la sociedad. “...La prioridad absoluta de la estabilidad económica desincentivó la formación de movimientos sociales...”, advierte. A esto se suma un debilitamiento del Estado, lo que da como resultado una falta de cohesión y de unidad societal. Esto le conduce a concluir que en los 90 no se puede hablar
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de modernización propiamente tal, pues “... en lugar de una sociedad moderna surgen tres países diferentes, el de los integrados, el de los que logran integrarse vicaria o subordinadamente y el de los excluidos...” (Garretón 2000, p. 181) Al igual que Moulian, este autor lamenta la pérdida de centralidad del ámbito político como eje de la vida social como resultado de una modernización que “... ha soslayado y quizás mal-resuelto, y en todo caso dejado pendiente los problemas sociales, culturales institucionales y políticos...” (Garretón 2000, p. 183). Otro acercamiento a los noventa es el que se presenta en el libro editado por Paul Drake e Ivan Jaksic (1999). Este no discute los avances de Chile durante la década, pero los diferentes artículos insisten en sus restricciones, la mayor de las cuales sería su pésima distribución del ingreso. Se suma a lo anterior una creciente pérdida de capacidad de convocatoria de los movimientos sociales, la precarización del empleo y los reparos que se formulan a las transformaciones en el ámbito de los valores. En suma –concluyen los propios autores–, “... aunque el país se encuentra en una ruta directa, estrecha y a veces dolorosa a la modernización...”, existirían numerosos elementos de preocupación en torno al modelo de desarrollo elegido. Se suman a esto los problemas que presenta el sistema político, donde se advierte la existencia de poderes fácticos que imponen “... una serie de restricciones a la soberanía popular... ”. Una mirada diferente, pero convergente con las anteriores, es la que propone Felipe Agüero (2002). Para este autor, la modernización chilena de los noventa se ha visto limitada por la persistencia de enclaves autoritarios que obstaculizan las reformas políticas. Se ha producido un desarrollo dispar: donde ha habido consensos se ha avanzado rápidamente, como es el caso de reforma judicial; pero en otras áreas que dicen relación con la democratización plena del sistema político, el cambio se ha estancado por el bloqueo impuesto por esos enclaves. Antes que buscar las inconsistencias en el modelo de desarrollo, Agüero pone el acento en las dificultades institucionales que existen para poder acelerar el proceso de democratización y las reformas que quedan por hacer. C) ESTRAGOS Y AMENAZAS DE LA MODERNIZACIÓN Otra vertiente de interpretación es aquella que toma como punto de partida los cambios registrados durante los 90, tanto desde el punto de vista económico, social, cultural y político, pero poniendo el acento en las consecuencias negativas que conlleva en el plano psico-social. El principal exponente de esta línea son los informes del PNUD, que re-
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presentan el esfuerzo más sistemático por comprender las transformaciones culturales de la sociedad chilena en esta época. El PNUD constata el aumento sostenido de los niveles de bienestar y la mejora sistemática de las condiciones de vida a “nivel cuantitativo”; pero, al mismo tiempo, advierte el surgimiento de un malestar difuso que tiene que ver con las amenazas que produce un modelo de modernización centrado en el mercado. En el Informe de 1998, denominado “Las paradojas de la modernización”, se da cuenta de la creciente contracción y privatización de la sociabilidad los chilenos. “El nosotros”, con el cual la gente se identificaba, en el cual depositaba su confianza y en base al que construía sus redes de relaciones, se va restringiendo cada vez más a los círculos íntimos de familiares y amigos. Lo público –advierte el Informe– aparece como un espacio ocupado por un “otro” anónimo y, a veces, “amenazador”18. En la misma línea, subraya los altos niveles de inseguridad vinculados a la lógica modernizadora centrada en el mercado19. En su versión del 2002, el Informe del PNUD se concentra en discutir las consecuencias culturales del proceso de modernización. Si bien hay una creciente diversificación de los modos de vida, esta es una diversificación disociada, pues se da en el contexto de una carencia de referentes. La imagen de la sociedad chilena está resquebrajada, y las personas ya no se reconocen en lo chileno. El nuevo orden social que surge después de los 90 se asemeja a un archipiélago en donde las diferentes identidades grupales e individuales existen sin ningún referente común. Los ejes de la interesante reflexión del PNUD, como se ve, tienen que ver básicamente con las amenazas o las consecuencias negativas, especialmente en el plano subjetivo o cultural, de un proceso de modernización que, en ningún caso, se discute. D) VIVA LA MODERNIZACIÓN Donde el PNUD pone énfasis en las amenazas, esta cuarta línea de interpretación de los cambios en los 90 pone el acento en las oportunidades, posibilidades o desafíos que abre la modernización en curso, la que si bien se entronca con las reformas económicas efectuadas en el período autoritario, se desarrolla con fuerza a partir de las medidas emprendidas en la etapa democrática posterior. Los autores que aquí se agrupan parecen maravillados por las novedades que surgen de la modernización en planos tan diversos como la educación, el acceso a nuevos bienes y servicios, la movilidad social, la libertad de información, la globalización, la cultura, la competencia política, entre tantos
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otros. Esto les lleva a prestar escasa atención a los peligros o limitaciones que ese proceso presenta y no deja, desde luego, ningún espacio para la nostalgia. En esta corriente se ubica el libro de Edgardo Boeninger Democracia en Chile, Lecciones de gobernabilidad (1997). Aquí el autor explica la estrategia que ha llevado, a su juicio, a una situación de estabilidad política, paz social y progreso económico, y poniendo fin exitosamente al proceso de transición a la democracia. Lo cual fue posible por la existencia de un clima básico de cooperación política y de acuerdos, sumado al desarrollo de una política económica responsable pero con énfasis en la equidad. Un libro de compilación que se ubica en la misma línea es Chile en los noventa, editado por Cristián Toloza y Eugenio Lahera (1998), que presenta a ese período como “... un claro caso de éxito...” en lo que se refiere a la habilidad para articular una política económica correcta con la incorporación de cambios para mejorar la equidad20. En una perspectiva más sociológica, Ottone y Pizarro (2003) plantean que Chile es un caso excepcional de desarrollo durante la década de los 90 dentro de América Latina. Los autores destacan los avances en la disminución de la pobreza e incluso en la reducción de las desigualdades a partir de las transferencias realizadas desde los programas sociales, al punto de que se habría producido “... paulatina pero invariable disminución de la brecha existente entre ricos y pobres...”. En un articulo llamado “Malestar en la sociedad chilena: ¿de qué exactamente estamos hablando?”, José Joaquín Brunner (1998) desarrolla ampliamente esta línea de interpretación21. El artículo está escrito en abierta polémica con las afirmaciones del primer Informe del PNUD sobre el malestar y los peligros de un acelerado proceso de modernización. Su tesis es que durante los años noventa Chile se modernizó por la expansión de dos de las principales instituciones de las sociedades modernas: el mercado y la democracia. Sobre este proceso, se ha producido una evolución de las costumbres y los comportamientos de los chilenos, lo que estaría generando nuevos conflictos y dilemas valóricos. Lo que el PNUD denuncia como vicios de la modernización, Brunner lo ve exclusivamente como los síntomas –saludables incluso– de la modernidad. E) LOS 90: UN DEBATE ABIERTO No tiene mucho sentido proceder a juzgar cuál de las interpretaciones arriba descritas está en la verdad, y cuáles en el error. Cada una de ellas aporta miradas y énfasis que ayudan a comprender los complejos años 90. Es más: si se las mira en perspectiva, se puede observar que esos
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diferentes enfoques, que han protagonizado el debate acerca de lo ocurrido con la sociedad chilena, giran en torno a ciertas premisas compartidas. Primero, se asume que durante esta década Chile experimentó profundas transformaciones sociales que se vinculan al proceso de crecimiento económico y al mejoramiento de las condiciones de vida de la población. Se asume también que se ha extendido con cada vez más fuerza la lógica del mercado –o como lo afirma el PNUD, que el signo de las transformaciones lo ha colocado la lógica de mercado. En fin, todos los argumentos giran en torno a la idea de modernización y su aplicación en la sociedad chilena de fines de siglo– sea para negarla, aplaudirla, condenarla o advertir de sus peligros. El debate en torno a los 90 permanece abierto. Lamentablemente, como bien lo señala Joignant (2002), la discusión ha estado basada en aportes de tipo “ensayístico”, con escasa referencia a datos empíricos. El Censo 2002 permite superar esta limitación; y el objetivo de este libro es precisamente entregar una amplia base de información que debiera permitir reconsiderar muchos de los puntos del debate con nuevas evidencias en la mano. Un poco en esa perspectiva, en las secciones posteriores de este artículo trataremos de dar una mirada de conjunto a las transformaciones sociales de las que informa el Censo, evaluarlas luego bajo la óptica de la modernización, proyectarlas hacia qué tipo o modelo de modernización ellas apuntan, para terminar planteando algunos desafíos futuros. II. LOS EJES DEL CAMBIO El Censo de Población y Vivienda del 2002 ofrece la oportunidad inmejorable de mirar en toda su dimensión los cambios ocurridos en la sociedad chilena desde el censo anterior efectuado en 1992. La disposición de datos estadísticos cuya validez está fuera de cuestión permite reexaminar muchas polémicas sobre la magnitud y sentido de los cambios de Chile en los 90 –como algunas de las que fueron reseñadas en páginas anteriores–, inspiradas más en parti pris ideológicos que en un análisis objetivo de los hechos, como el que posibilita ahora la información censal. Hay que advertir, no obstante, que esta información cubre únicamente los dos puntos extremos del período 1992-2002, y no capta los quiebres de tendencia producidos a partir de 1997, cuando comienzan a caer bruscamente las tasas de crecimiento económico, empleo, ingresos y consumo, entre otras. En este sentido, se puede conjeturar que la base de información utilizada tiende a subestimar la intensidad de los cam-
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bios que experimentó la sociedad chilena en el curso del período en cuestión, en particular durante la primera fase, 1992-199722. Los diferentes capítulos de este libro dan cuenta detalladamente de los principales cambios acaecidos en las áreas de vivienda y patrimonio, movilidad social, mercado de trabajo, educación y familia. En una perspectiva de conjunto, sin embargo, ¿cuáles serían las tendencias que caracterizan el cambio que experimentó la sociedad chilena en el período 1992-2002? A nuestro juicio estas tendencias son básicamente cuatro: primera, un marcado aumento del bienestar de la población, con el acceso a nuevos bienes, servicios y oportunidades; segunda, una pronunciada tendencia a la integración o inclusión de los sectores más desfavorecidos a ciertos beneficios del progreso, como efecto de políticas públicas pro-equidad; tercera, la disposición a un mayor asentamiento o estabilidad geográfica de la población como resultado de la detención de los procesos migratorios campo-ciudad, al tiempo que la movilidad educacional se iba acelerando; cuarta, una mayor heterogeneidad o diversificación social, que se revela principalmente en la multiplicidad de las formas de familia. Pasemos revista, en forma sintética, a estos cuatro ejes del cambio en el Chile de los noventa. 1. Aumento del bienestar y de las oportunidades Lo primero que llama la atención en los noventa, es el incremento del bienestar de la población, definido en términos de mejoramiento de sus condiciones materiales de vida y de un mayor acceso a las oportunidades que abren el empleo y la educación. A) MEJORAMIENTO DE LAS CONDICIONES MATERIALES DE VIDA Veamos primero lo que ocurre con la vivienda, cuya importancia para el bienestar de las personas y de las familias está fuera de cuestión. Como lo prueba Larrañaga en su capítulo sobre patrimonio, los avances en este plano son simplemente notables, y ellos tuvieron lugar en un lapso relativamente corto. Entre ambos censos (1992-2002), el número de viviendas para uso residencial aumenta en un 25,7%, lo que duplica al crecimiento de la población. Esto tiene como consecuencia una menor densidad residencial, lo que deriva en una mejoría significativa de la calidad de vida: en efecto, el número promedio de personas por vivienda disminuyó desde 4,47 en 1992, a 4,03 en el año 2002, y la población que reside en hogares que no superan las dos personas por dormitorio se elevó del 58,5 al 73,9% en el lapso analizado. A lo anterior hay que sumar otro fenómeno notable, como es el hecho de que el 72,6% de los hogares viva en viviendas propias, mu-
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chas de las cuales sujetas a algún tipo de deuda. La transformación de los chilenos en propietarios, con las obligaciones que esto implica, tiene probablemente una alta incidencia en sus actitudes y conductas. La vivienda propia en que habitan los hogares chilenos es, por otra parte, de una calidad muy superior en el año 2002 respecto de una década atrás. Larrañaga en su estudio define un umbral de estándares mínimos que incluyen diferentes dimensiones de la vivienda, y comprueba que el 90,7% de la población vive en residencias que satisfacen esos estándares de calidad, lo que se compara positivamente con 1992, cuando ese porcentaje llegaba sólo al 81,1%. Pero la mejor calidad de vida de la población no se restringe a la vivienda. En materia del acceso a servicios de infraestructura básica, tales como electricidad, agua potable, alcantarillado, ducha y combustible para cocinar, se produjo entre 1992 y 2002 un salto semejante. Aquí también Larrañaga define ciertos estándares mínimos, comprobando que un 79,1% de las personas vivía en hogares que cumplía con todos ellos en 2002, contra un 61,1% en 1992. En cuanto al acceso a bienes durables, como teléfono fijo, lavadora, microonda, refrigerador, televisión a color, equipo de música, etc., se constata también un incremento superior a los 30 puntos porcentuales durante la década 19922002. De hecho, más del 80% de los hogares tienen refrigerador, lavadora y TV a color, bienes que junto con la cocina pueden ser considerados el “set básico” de la vivienda moderna. Por otra parte, más de la mitad de los hogares tiene acceso a teléfono fijo y celular; y la tenencia de vehículos motorizados llegó al 35,2% en el año 2002, esto sin contabilizar los vehículos de trabajo como camionetas y taxis. En suma, concluye Larrañaga, “... durante la década 1992-2002 se produce un importante proceso de acumulación de riqueza material en la población del país (…) que se relaciona estrechamente con el incremento en el ingreso per cápita, la reducción de la pobreza y la activa presencia de la política social durante la década...”. B) AMPLIACIÓN DE LA EDUCACIÓN Como lo observan Salfate y Teitelboim, “... la oferta educativa se ha expandido en forma permanente en las últimas décadas, llevando al país prácticamente a una universalización de la educación básica y a una importante ampliación de la educación media y superior”. Lo ocurrido entre los censos de 1992 y 2002, no hizo más que acentuar esta tendencia histórica. En un lapso de diez años, la escolaridad promedio de la población de 5 años y más aumentó en 0,9 años, pasando de 7,6 a 8,5 años. Pero
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este promedio general esconde diferentes tendencias más específicas. La primera, es el crecimiento de la cobertura en educación superior, que se duplica durante el periodo. Según los autores, “... este es el más importante aumento de este nivel educacional en la historia... ”. En segundo término, la educación parvularia se incrementa también sustantivamente cubriendo, en el año 2000, a prácticamente un tercio de la población entre 0 y 5 años, lo que representa un 26% de aumento respecto a 1990. Esta evolución responde básicamente a la oferta de vacantes para pre-escolares en los colegios municipalizados, y ella está íntimamente asociada a la mayor incorporación de las mujeres a la fuerza laboral. Como se sabe, las coberturas en educación terciaria y pre-escolar son las últimas en crecer. Por esto mismo, no es un dato menor que estos dos niveles hayan sido los que tuvieron mayores avances. En cuanto a la educación básica, era prácticamente universal a comienzos de los 90: aún así, en términos absolutos ha aumentado en alrededor de 20%. La cobertura de la educación media muestra un incremento permanente, y alcanza ya al 90% de la población entre 14 y 17 años. Al observar los cambios por grupos de edad, se concluye que el mayor incremento en el período 1992-2002 se produjo en las personas entre 45 y 59 años de edad, que aumentaron su escolaridad en casi dos años. Esto es llamativo, pues indicaría que el mayor acceso a la educación no ha estado limitado a la población en edad escolar, sino que ha incorporado también a otros grupos etarios, que se han beneficiados probablemente de programas de educación de adultos de la más diversa naturaleza. C) INCORPORACIÓN AL MERCADO LABORAL Si se analiza la participación en la fuerza de trabajo –esto es, la proporción de la población en edad de trabajar que está efectivamente empleada o busca activamente trabajo–, se observa que ella experimenta una leve alza, del 49 al 52,4%, entre 1992 y 2002. Lo que significa que un segmento mayor de la población se haya incorporado al mercado laboral (Ver Capítulo IV). Un aspecto que llama la atención es el incremento de la participación de la mujer –lo que analizaremos en detalle más adelante–, y también de los “no jefes de hogar”, lo que indicaría que se están incorporando nuevos segmentos de la población chilena al mundo del trabajo. Entre 1992 y 2002 el número de trabajadores ocupados ascendió al 18%. Esto, pese a que el empleo, que había crecido sostenidamente hasta fines de 1998, cae bruscamente entonces como efecto de una
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fuerte desaceleración de la actividad económica, cuyos efectos subsisten hasta hoy. Dicho de otro modo, si la situación de empleo se midiese por año y no sólo en los dos extremos (1992 y 2002), lo que se observaría en la década bajo estudio es un incremento significativo de la proporción de la población chilena que ha accedido a un empleo, con todo lo que ello significa en términos de ingresos, socialización, expectativas, etc. Más allá de las dificultades y sinsabores que traiga consigo, es un hecho que la entrada al mercado laboral es el más importante vehículo de integración social en la sociedad moderna23. Cambios en el empleo, disparan a su vez cambios importantes en el ámbito de la familia y en otros aspectos de la vida de las personas. De ahí entonces que el incremento observado de la fuerza de trabajo y del empleo en el período 1992-2002, debe ser interpretado como una elevación de las oportunidades y del bienestar. Junto con la mejoría de los niveles de la educación de la población que observáramos más arriba, ha mejorado el nivel de escolaridad de la fuerza de trabajo. Es más: en el lapso 1992-2002, la fuerza de trabajo y la población ocupada han aumentado su nivel de escolaridad en una tasa mayor que el promedio de la población. De hecho, mientras en 1992 el grupo más numeroso entre los ocupados era aquel que contaba con básica completa, en el año 2002 el grupo mayor es el que alcanzó un nivel superior de educación (Ver Capítulo V). En otros términos, lo que se observa es un peso mayor de la variable educación en el proceso de selección de la fuerza de trabajo en Chile, y la mejoría relativa de su calidad. Ahora bien, si se mira la distribución de los ocupados por rama de actividad económica, se observa que en el lapso analizado los sectores que han perdido peso son agricultura (que bajó del 16% 1992 a sólo 10,7% el 2002) e industria (de 17,4 a 12,3%); mientras los que han incrementado su peso son los sectores de servicios financieros y comercio. El empleo en Chile, por lo visto, tiende a alojarse progresivamente en el área de servicios, mientras los ocupados se escolarizan, paralelamente, a una tasa todavía más acelerada que la población en su conjunto. 2. Acentuación de los procesos de inclusión A través del empleo, la educación, la propiedad de viviendas de mayor calidad, el acceso a infraestructura, servicios, bienes y artefactos que facilitan la vida cotidiana, los chilenos han mejorado sustantivamente su calidad de vida y su bienestar en los diez últimos años. Pero este no
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ha sido un proceso uniforme. Como se prueba en los capítulos respectivos, los grupos que más han avanzado en todas las dimensiones mencionadas han sido los previamente más desfavorecidos o excluidos, como es el caso de las áreas rurales y, en particular, las mujeres. Este es otro eje clave del cambio en los noventa. Dicho en otros términos, entre ambos Censos se observa que el progreso social alcanzado ha tenido un carácter integrador; o para decirlo de un modo aún más cauteloso, él no ha acentuado la exclusión sino, al contrario, ha incrementado la inclusión. Este resultado no es fruto de un proceso natural, sino del éxito de los programas sociales de gobierno dirigidos a fomentar la equidad. A) LA INCORPORACIÓN DE LA MUJER Si se analiza en general el período 1992-2002, lo que más llama la atención es el fuerte impulso que adquirió el proceso de incorporación de la mujer en los más diversos campos de la vida social. Este es un sector de la población que de Chile ha padecido tradicionalmente altos grados de exclusión y discriminación. Pues bien, esta situación retrocede notablemente en el periodo analizado, al menos en tres dimensiones claves: educación, empleo y familia. En lo que respecta a la educación, la tasa de escolaridad de las mujeres no muestra diferencia con la tasa promedio nacional. En su seno, sin embargo, se perciben algunas diferencias por grupos de edad. La menor escolaridad de las mujeres se encuentra en las mayores de 45 años, pues las menores tienen niveles muy similares al de los hombres. Incluso más, en el grupo de la población que posee enseñanza media completa, la proporción de mujeres supera la de hombres, aunque esta situación se invierte levemente en la educación superior, lo que revela una brecha aún por superarse. En relación al mercado de trabajo, el cambio más significativo entre los dos censos es el aumento de la participación femenina en la fuerza de trabajo, que pasó del 28,1% en 1992 a 35,7% en el 2002, mientras que en los varones se produce una leve disminución de 1,2 puntos porcentuales. Esto significa que todo el incremento de la fuerza en el período se explica por la mayor incorporación de la mujer. Este incremento, no obstante, está lejos aún de revertir la baja participación femenina observada en Chile si se lo compara con los estándares internacionales, incluyendo buena parte de los países de América Latina (Ver Capítulo IV). Otro hecho interesante es que el aumento de la participación laboral femenina se sitúa especialmente en los estratos superiores, esto es, aquellos formados por quienes poseen educación media completa, téc-
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nica o superior-universitaria. Es más: en este último nivel (superioruniversitaria), la participación femenina prácticamente equipara a la de los hombres. Lo que implica que el grado (aún bajo) de participación femenina en el mercado laboral es parcialmente compensado por el hecho de ocupar posiciones más elevadas en la estructura laboral. Por último, si se presta atención a lo que ocurre en las familias, lo que se observa es una “creciente feminización” de las mismas. Esto responde al aumento de las mujeres jefas de hogar, sea en hogares monoparentales o bi-parentales. Entre las mujeres jefas de hogar, se incrementan aquellas con más escolaridad (sobre 13 años), lo que revela que el fenómeno no está restringido a los grupos más excluidos. De otra parte, si estas se distribuyen casi en partes iguales entre separadas y solteras, el grupo que más crece es este último. Todo indicaría que la maternidad femenina es cada vez más parte de una decisión individual y menos una opción impuesta desde afuera del proyecto biográfico. B) LOS MÁS ATRASADOS AVANZAN MÁS Pero no sólo las mujeres experimentaron un proceso de inclusión en el período 1992-2002. También lo hicieron, y de manera muy marcada, los grupos sociales que estaban en una situación más desmejorada, especialmente los de las zonas rurales. En el Capítulo II, Larrañaga se pregunta por lo que él llama “... el patrón de inclusión o exclusión asociado a la experiencia del desarrollo económico...”. Con este objetivo procedió a ordenar las comunas según su acceso a diferentes tipos de patrimonio: vivienda, servicios básicos y bienes durables. Sobre este punto de partida, observó cuáles son los municipios cuyos hogares progresaron más durante el periodo 1992-2002. A partir de este procedimiento, se elaboró un índice agregado que sintetiza los avances en todas las dimensiones consideradas, el cual muestra que las comunas que partieron más atrás en materia de patrimonio, presentan los mayores avances durante los noventa. Lo anterior es particularmente claro en lo que se refiere a déficit y calidad de las viviendas, así como a los niveles de hacinamiento o densidad. En lo que respecta a la infraestructura básica (electricidad, agua potable, alcantarillado, etc.), sin embargo, las comunas que tienen las mayores ganancias son las que se ubican en los lugares intermedios de la distribución inicial. En la tenencia de activos durables y de vehículos, se presenta una relación más bien neutra entre nivel inicial y cambio durante la década, lo que implica que se producen avances relativamente uniformes en el número de activos y vehículos por hogar entre comunas que presentan distintos puntos de partida.
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Larrañaga nos recuerda que “... los datos de ingreso provenientes de la encuesta Casen informan que el crecimiento económico ha sido efectivo para reducir la pobreza, pero que no ha tenido impacto sobre la (desigual) distribución de los ingresos en el país...”. Sin embargo, el ejercicio que realiza a partir de los datos de los censos 1992 y 2002 confirman lo que él llama “la hipótesis de la inclusión”; vale decir, que los cambios observados en la última década han tendido a promover una mayor integración de los más postergados a los beneficios del desarrollo. Así, los datos censales revelan que, a partir del acceso a la vivienda de mejor calidad y a la infraestructura, se ha producido lo que podría llamarse una redistribución silenciosa24. Algo semejante se observa en el campo de la educación. Como se señala en el Capítulo V, la escolaridad aumenta en todos los grupos, pero entre 1992 y 2002 lo hace más en las comunas con menor escolaridad en 1992, que equivalen a las más pobres. El incremento general de la escolaridad, en suma, se ha concentrado con mayor fuerza en los sectores más pobres de la población. Esto es válido para todos los niveles de educación: pre-básica, básica, media, técnica y superior. Si se analiza la evolución de la escolaridad entre las zonas rurales y las áreas urbanas, se observa también una concentración de los avances en la primera, que es la que acumulaba un mayor déficit de arrastre. Es el caso de la cobertura de la educación media, por ejemplo, en la zona rural aumenta desde el 50 al 76,8% en la década 1992-2002, lo que representa un salto espectacular. Ago semejante se aprecia en la cobertura de la educación parvularia. A juicio de Salfate y Teitelboim, “... las mayores diferencias (tanto disminución en los bajos niveles de educación, como aumento en los altos) se producen en el sector rural... ”, al punto que lo que más destaca “... de los cambios en la educación a partir de los censos, es el avance producido en el área rural...”. No obstante lo anterior, sigue presente una gran brecha entre las zonas rurales y las urbanas. En el análisis que hace Larrañaga acerca de las comunas que más avanzan en materia de vivienda, servicios y equipamiento entre 1992-2002, 12 de 15 corresponden a la Región Metropolitana, y las que presentan mayor atraso forman parte de las regiones VII y IX, y las que menos avanzan son las de las regiones IX y X. Como señala Larrañaga, “... aún cuando hay rasgos de concentración espacial que debieran ser objeto de preocupación de la política pública...”. Más aún si a esto se suma –como se observó antes– la continua reducción del empleo agrícola, y una población rural que, como en el pasado, –como se verá a continuación– no está emigrando masivamente a la Región Metropolitana.
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3. Estabilidad física, movilidad educacional Al mirar los procesos de movilidad social (esto es, los movimientos de individuos o grupos entre diferentes posiciones al interior del sistema de estratificación social) a la luz de los censos de 1992 y 2002, lo que se observa es un doble movimiento: por un lado, un mayor asentamiento físico de la población, lo que indicaría un grado importante de estabilidad de la sociedad chilena; y, por otro lado, una mayor movilidad intergeneracional a partir de los logros educacionales y del acceso al empleo.
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A) MENOR MOVILIDAD RESIDENCIAL Lo que muestran Valenzuela et al. (Capítulo III) es que la población chilena tiende en el 2002 a mantenerse viviendo por más tiempo en una misma comuna que en 1992. Incluso al interior de las regiones, el movimiento ha disminuido. Este mayor asentamiento de la población se vincula probablemente al mejoramiento de las condiciones de vida, pues la migración generalmente está motivada por la búsqueda de oportunidades inexistentes en el lugar de origen. Esto implica que no se haría tan necesario emigrar a otro lugar para encontrar trabajo o educación, porque estos se hallan en el lugar de origen. Este fenómeno probablemente se relaciona también con el establecimiento de las personas en viviendas propias pagadas o pagándose a plazo, toda vez que (como antes se indicó), las viviendas particulares propias pagadas en el último decenio han experimentado un crecimiento de 25,5%. Como resultado del asentamiento comentado, la Región Metropolitana ha dejado de ser la principal región receptora de migración; por el contrario, hoy expulsa más personas de las que recibe. A partir de los 25 años, en particular, son más los que salen que los que entran a esta Región, y este patrón tiende a acentuarse a mayor edad: esta región, por lo visto, pierde su atractivo para las personas mayores. Incluso la migración de los más jóvenes (15-24 años), motivada tradicionalmente por razones de estudio, experimenta una fuerte reducción entre 1992 y el 2002. Según el Censo 2002, son las regiones V y IV las que están recibiendo la mayor parte de los migrantes desde otras regiones; y sólo la VIII región se mantiene con un saldo neto de migración negativa, es decir, expulsa más población de la que recibe. Los que se movilizan de una comuna a otra, en la mayoría de los casos, se cambian a otras de similar nivel de desarrollo socioeconómico, aunque en el censo 2002 se observa un aumento de la proporción de personas que se ha movido a una comuna de mejor rango, de acuerdo con el Índice de Desarrollo Humano para las Comunas de Chile, elaborado por PNUD y Mideplan.
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¿Quiénes son los que más practican la movilidad residencial? Se trata, en primer lugar, de gente joven, entre 25 y 34 años: a medida que aumenta la edad de las personas, el asentamiento tiende a ser mayor. Enseguida tienden a tener una mayor calificación educacional que el promedio, sobresaliendo entre ellos los profesionales y los técnicos: la migración, por lo tanto, no es ya el recurso extremo de los más pobres, sino una herramienta de los más capacitados. En suma, ya no estamos frente a la movilidad tradicional asociada a la pobreza rural y al magnetismo de la ciudad como único polo de desarrollo y oportunidades. Antes que eso, hoy día la migración se puede vincular a la creciente flexibilización de las biografías laborales de personas calificadas y a las demandas puntuales de diferentes tipos de trabajo. Por último, se observa que, mientras los hombres no calificados tienden a salir de la Región Metropolitana, las mujeres de la misma condición educacional tienden a buscar posibilidades en esta región, lo que probablemente esté asociado a las oportunidades de empleo. B) MAYOR MOVILIDAD EDUCACIONAL La mayor estabilidad física de la población chilena va acompañada, sin embargo, de una mayor movilidad educacional, donde los cambios entre generaciones y al interior de una misma son radicales. Una muestra de este fenómeno es que mientras la población que en el año 2002 tenía entre 60 y 64 años contaba, en promedio, con 7,2 años de educación, los situados entre 20 y 24 años ya habían alcanzado 11,4 años promedio: la brecha entre ambos grupos es gigantesca. Si el principal logro educativo en la década de los ochenta había sido que los padres con educación básica tuvieran hijos con educación media –señalan Valenzuela et. al.–, en la década de los noventa fue que los padres con educación media consiguieran que sus hijos accedieran a la educación superior: en el año 2002, en efecto, 44% de los padres con educación media ya tienen hijos en educación superior. En el campo ocupacional, lo primero que llama la atención es el incremento de la escolaridad promedio de los ocupados, que supera en cerca de 2 años el del total de la población de país, siendo una tendencia que se acentúa: en 1992 los ocupados tenían un promedio de 9,4 años de estudio, el que llegó a 10,8, en 2002. El grupo de técnicos y de profesionales de nivel medio, es el que experimenta el mayor incremento en la estructura ocupacional, pasando del 5,0 al 13,8%. La relación que hay entre el ciclo educativo alcanzado y el tipo de ocupación al que acceden las personas se ha acentuado y se ha vuelto más exigente. Así por ejemplo, la educación básica y media incompleta
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conduce cada vez más a categorías laborales inferiores, no calificadas; mientras que a las personas con educación media-humanista completa se le hace más difícil acceder a categorías como “empleados de oficina”, posiciones ahora cubiertas preferentemente por técnicos y profesionales. El mercado de trabajo parece recompensar los esfuerzos educativos de las personas, y la movilidad ocupacional es determinada básicamente por la educación. Lo que se observa, en suma, es una sociedad más asentada física y geográficamente, y un mercado laboral cada vez más segmentado en función de los niveles educacionales de las personas. La educación, no las migraciones u otros factores sociales o institucionales, se ha transformado, lejos, en la principal fuente de movilidad social en la sociedad chilena actual. 40
4. La diversidad avanza desde la familia ¿Estamos en Chile ante una “crisis de la familia”, como lo advierten periódicamente algunos comentaristas? El Capítulo VI estudia las transformaciones que ha experimentado la estructura familiar y sus formas de convivencia a partir de los datos de los Censos 1992 y 2002. Sus hallazgos son relevantes, pues aportan información hasta ahora no disponible, la cual es indispensable para emprender una reflexión acerca de la familia basada en evidencias sobre lo que es su situación actual, y no dominada exclusivamente por una visión normativa25. Lo que indican los datos que aquí se recogen es que la familia está lejos de perder presencia en Chile, aunque adquiere nuevas formas de estructura y organización. La diversificación de la familia es un fenómeno llamado seguramente a tener una creciente influencia en toda la organización social chilena. A) MÁS FAMILIAS, MÁS PEQUEÑAS El Censo no arroja información directa sobre las familias, sino solo sobre los hogares. Estos datos, en todo caso, permiten una aproximación bastante cercana a la familia26. Y lo que se constata, en primer lugar, es un incremento espectacular (26%) en el número de hogares en Chile entre 1992 y 2002, lo que ha ido a la par con el incremento del número de viviendas. La base física de la familia (esto es, la vivienda y el hogar, a lo que habría que sumar el mayor acceso a infraestructura, servicios y bienes durables, como más arriba se señaló), ha experimentado en la última década un notable robustecimiento. Junto con el aumento del número de hogares, lo que se observa es una reducción del tamaño de los mismos. Entre los dos Censos el pro-
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medio de integrantes por hogar bajó de 4 a 3,6. La mayor concentración continúa entre los 3 y 4 por hogar, pero aumenta la proporción de familias más pequeñas (que pasan del 22,3 al 29,1%) y se reduce la proporción de familias numerosas. Junto con lo anterior, se observa un marcado retraso en la parentalidad, vale decir en la edad en que las parejas tienen el primer hijo. Así lo revela el hecho de que los hogares con jefe de hogar en el tramo 2534 años que tenía un hijo cae del 26,8 al 18,5% en el lapso 1992-2002. Hay pues más familias, pero con menos hijos y con padres que deciden tener su primer hijo a mayor edad; lo que probablemente redunde en una reestructuración de las relaciones en el seno de las mismas, con padres que enfrenten más maduros emocionalmente y con más recursos económicos la tarea de formar a sus hijos27. B) LOS TIPOS DE FAMILIA La tendencia mayor es la que apunta a un proceso de diversificación de la estructura de las familias, lo que conduce a que ella hoy constituya “una realidad heterogénea”. Con todo, la familia nuclear biparental con hijos/as y basada en el matrimonio continúa siendo la opción mayoritaria, alcanzando el 46,7% del total28. Esto representa, sin embargo, una leve reducción respecto a 1992, cuando llegaron al 48,7%. En su mayoría estos hogares están formados por parejas del tramo 35-44 años y tienen pocos hijos; de hecho, entre 1992-2002 la proporción de estos, con solo un hijo, se incrementó de 15,8 a 20,2%. Los tipos de hogares que crecen, en cambio, son: los unipersonales (constituidos por un jefe/a de hogar sin hijos/as, pero que puede tenerlos extra-residencialmente), que pasan de 8,2% a 11,5% en el lapso 1992-2002; y los nucleares biparentales sin hijos, que aumentan de 7,3 a 9,1%; y los nucleares monoparentales (un jefe/a de hogar con hijos/as y/o hijastros/as), que pasan del 8,4 al 9,4%. En el Capítulo VI se analiza en detalle cada uno de los tipos de familia mencionados arriba. En los de tipo unipersonal, lo que destaca es su composición preferentemente masculina (son los hombres los que tienden a vivir solos). Un importante y creciente porcentaje son separados/as o anulados/as, entre los 35 y 44 años de edad y poseen más de 13 años de escolaridad. Esto indica dos cosas: primero, que los hogares unipersonales responden crecientemente a rupturas matrimoniales o la opción por un estilo de vida; y segundo, que el hecho de que ellos no estén formados mayoritariamente por adultos mayores o ancianos, indica que la familia chilena sigue haciéndose cargo de los padres ancianos, lo que es propio de las sociedades de tipo “familístico”29.
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El alza de los hogares nucleares biparentales sin hijos puede deberse a parejas que, conscientemente, han decidido postergar su paternidad a favor de otros proyectos laborales o personales. Los hogares nucleares monoparentales están encabezados crecientemente por solteros/as y separados/as o anulados/as (pasan de 18,2 a 22,7% y de 25,1 a 29,3%, respectivamente), y sorprendentemente, 15% de ellos es encabezado por un varón. Los restantes, sin embargo, tienen como jefe de hogar a una mujer que se hace cargo de sus hijos. Entre las mujeres jefas de hogar, la tendencia que se observa es a una reducción del tamaño de las familias, 48% de las cuales está compuesta sólo de un hijo/a. Se observa también que aumenta la proporción de solteras por encima de las separadas, así como incremento en el nivel de escolaridad de estas mujeres: de hecho, en el grupo donde más aumentan las jefas de hogar es el de aquellas que poseen más de 13 años de escolaridad. “... El aumento de la escolaridad –señalan Gubbins et. al.– ha permitido que un mayor número de mujeres, probablemente profesionales separado/as o solteras, vivan actualmente solas con sus hijos/as... ”. C) LA DES-INSTITUCIONALIZACIÓN Los datos del Censo confirman otro fenómeno relevante y que indudablemente afecta a la familia, como es su creciente des-institucionalización30. Esto se revela en el hecho de que las uniones civiles se legalizan cada vez menos. En efecto, la proporción de hogares cuyos jefes de hogar son casados/as cayó de 66,6%, en 1992 a 58,1%, el año 2002. Lo que aumenta, en contraposición, son las convivencias, con jefes/as de hogar que se declaran solteros/as o separados/as o anulados/ as, que se distribuyen mayoritariamente entre los 25 y 44 años de edad, con un incremento en los grupos con más educación y en los niveles más altos de la estructura ocupacional. Las parejas convivientes con hijos están formadas, probablemente, por matrimonios separados que vuelven a formar un hogar. Cabe concluir que se ha producido una creciente heterogeneidad de los modos de vivir en familia. Esto se da en el contexto de una postergación de la paternidad, el empequeñecimiento de la familia, una diversificación de las formas de construir parejas y una mayor desinstitucionalización de la familia. A su vez este proceso se está dando en todos los niveles socioeconómicos antes que concentrarse en sectores de mayor pobreza o marginalidad. Este es el contexto en que nacen y se forman los niños chilenos de nuestros días, particularmente en una edad que será clave para su for-
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mación posterior, como es la que va de 0 a 5 años. Como lo confirman Gubbins et. al., aunque la mayoría de ellos reside en hogares nucleares bi-parentales, la proporción va en descenso, especialmente de aquellos formados por parejas casadas (caen del 76,5 al 66,9%, entre 19922002). Lo que se incrementa, en cambio, son aquellos niños de 0-5 años que vienen de hogares cuyos padres conviven y, especialmente, de hogares monoparentales de jefatura femenina. En estos casos, y siguiendo la tendencia general, la madre se incorpora aceleradamente a la fuerza de trabajo (de 9,2 pasó al 15%). Los fenómenos aquí descritos plantean nuevos desafíos a las políticas públicas en lo que respecta a la atención de los niños en edad pre-escolar, que muchas veces se encuentran con un débil soporte familiar en una edad crítica para sus vidas31. 5. Prosperidad, integración, estabilidad y diversidad En suma, si se comparan los Censos de 1992 y 2002, lo que se observa es una población que ha experimentado notables avances en su prosperidad y calidad material de vida, con una multiplicación de sus oportunidades educacionales (especialmente a nivel superior) y ocupacionales (especialmente en el área de servicios). Esto ha beneficiado especialmente a los sectores previamente más marginados y discriminados, los que han protagonizados importantes procesos de integración o inclusión social. Esto indica un éxito en el período de las políticas públicas pro-equidad. Entre los grupos que han experimentado los mayores avances en materia de integración sobresale el caso de la mujer, y la brecha más significativa que aún persiste es la urbano-rural. Como es sabido, Chile se encuentra en una etapa de transición demográfica. Así, mientras en 1970 la población menor de 24 años representaba casi el 60% de la población, en 1980 ella representaba el 54%, en 1992 el 48% y en el Censo del 2002 sólo representa 42% de la misma. Junto con esta maduración, lo que se observa, en el período 1992-2002, es una menor movilidad residencial de la población, lo que incluye un congelamiento de las migraciones hacia la Región Metropolitana. En el plano educacional, en cambio, se manifiestan fuertes procesos de movilidad intergeneracional, y esto tiene una directa repercusión en la estructura del empleo, que se segmenta en función de las calificaciones educacionales. La educación, en suma, y no el lugar de residencia, se transforma en la palanca básica de la movilidad social de las personas. Por último, en el seno de los hogares se desarrolló un profundo proceso de cambio. Hay más familias, pero con menos hijos que nacen
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de padres menos jóvenes, muchos de los cuales no están casados. Una alta proporción de los niños menores de 5 años, depende de una madre jefa de hogar que comienza a incorporarse al mercado de trabajo. Más y más chilenos/as optan por descartar el matrimonio, o bien forman nuevos hogares después de separarse o se deciden a vivir solos/as. La realidad de la familia, en suma, muestra una creciente diversidad, lo que tiene un inevitable impacto a sobre el patrón de actitudes y conductas de la sociedad chilena del futuro.
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III. EL SENTIDO DEL CAMBIO ¿Cuál es el sentido de los cambios que experimentó la sociedad chilena en el lapso que transcurrió entre los Censos de 1992 y 2002? ¿Bajo qué categoría sociológica pueden clasificarse? Como se indicó en páginas anteriores, el concepto más empleado con tal propósito es el de modernización. Sea que se le adore o se le satanice, lo cierto es que este concepto ha estado en el centro del debate acerca de las transformaciones de Chile en las últimas décadas. Este debate, sin embargo, ha estado enfocado más a discutir los prodigios o miserias de la modernización como fenómeno histórico, que a proveer de evidencia empírica a los argumentos en un sentido o en el otro. El Censo del 2002 ofrece la oportunidad única de emprender una evaluación global de los cambios ocurridos, y discutir con evidencias en la mano si Chile ha devenido o no un país moderno más allá de cualquier legítimo juicio ideológico que se tenga sobre esta condición. Pero para que este ejercicio tenga sentido, es indispensable partir por convenir qué entendemos por modernización. 1. La modernización y sus definiciones La reflexión en torno a los procesos de modernización y sus efectos persigue a la sociología desde sus orígenes. La noción ha sido aplicada a un conjunto de cambios muy complejos que afectan a todas las sociedades humanas, aunque de modos desiguales y con mecanismos de difusión muy diferentes. Con todo, lo común es que la noción de modernización dé cuenta de los procesos que dieron forma a las sociedades que emergieron en Europa y Norteamérica a partir del siglo XVI, inaugurando tendencias que después se desplegaron por diversas partes del globo, como son los procesos de movilización, diferenciación y laicización o secularización (Boudon y Bourricaud, 1982). La definición de modernidad o modernización –esto es, el tipo de proceso que lleva a una sociedad tradicional a transformarse en una sociedad moderna– dista mucho de ser cerrada y admite casi tantas
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variaciones como autores se han referido a ella32. No obstante, podemos distinguir dos tipos de aproximaciones a la comprensión de la misma: una macro-sociológica, de tipo teórico, y otra eminentemente empírica. La primera busca identificar el principio rector que haría de una sociedad determinada una sociedad moderna, sin prestar mayor atención a los indicadores empíricos. Esta es la aproximación de la mayoría de los clásicos, como Durkheim, Weber y Marx. En el caso del primero, la modernización avanza a la par del aumento de la complejidad, y concretamente de la división del trabajo; Weber, en cambio, define la modernidad básicamente en torno al despliegue del principio de la racionalización; y Marx, por su parte, lo hace desde el análisis del auge y caída del orden capitalista como efecto del desarrollo de los medios de producción33. Pero hay también una segunda manera de aproximarse a la modernidad. Esta no se opone a la anterior, pero se sitúa en un plano diferente. Esta aproximación –que podríamos llamar empírica o inductiva– no apunta a encontrar un rector sino, simplemente, a elaborar un listado de transformaciones que llevarían a una sociedad a tener los atributos propios de una sociedad moderna. Este enfoque tiene limitaciones sociológicas obvias, pero posee la ventaja que permite llegar a una definición operacional de modernidad y a la determinación del conjunto de indicadores que la demarcan como tal. Aunque diferentes autores ponen el acento en distintos aspectos, existe un cierto consenso en las características empíricas que definen a una sociedad como moderna34. De este modo, se puede afirmar que una sociedad moderna presenta, por lo menos, las siguientes seis características: 1. Un alto grado de urbanización. La modernidad esta vinculada indisolublemente a la desarticulación de la vida agraria y al surgimiento del fenómeno urbano. 2. Mejoramiento de la calidad de vida. Esta es una consecuencia de otros factores asociados, entre otros la expansión de la ciencia y la técnica, que permiten adelantos importantes en las condiciones de vida, tanto sanitarias como de acceso a bienes materiales. 3. Masificación de la educación formal. La modernidad va de la mano con la universalización de la educación, al menos en los niveles básico y medio. 4. Transformaciones en la estructura ocupacional. Con la modernidad se registra, primero, un aumento de la movilidad ocupacional basada en las calificaciones educacionales de los individuos, seguido por un incremento de las ocupaciones ligadas a la industria.
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5. Debilitamiento de los roles sexuales tradicionales. Se desdibujan las diferencias que existen entre los roles sexuales con la creciente incorporación de la mujer a la vida social (en particular al mundo del trabajo) y los consiguientes cambios de rol como madre. 6. Transformaciones en la familia. En la sociedad moderna esta tiende a empequeñecer y a constituirse exclusivamente en torno al matrimonio y sus hijos; lo que clásicamente ha sido denominado la familia nuclear o conyugal (Herrera, 2002). ¿Es Chile una sociedad moderna, si se siguen los parámetros que se acaban de mencionar35? O mejor, ¿es la sociedad que muestra el Censo 2002 más moderna que la del Censo 1992; y, si es así, en qué sentido? Estas son las interrogantes que guían el ejercicio que se hace a continuación teniendo en cuenta la batería de indicadores enlistados y empleando la información proporcionada por el Censo, la que no siempre es suficiente para el alcance de este análisis. 2. El ciclo que se cierra Más arriba nos referimos a los ejes del cambio en los 90. Ahora lo haremos sobre el sentido de estos cambios. Si se siguen las dimensiones e indicadores de modernidad ya señalados –urbanización, calidad de vida, educación, trabajo, cambios en roles sexuales y familia–, el sentido de las transformaciones de la sociedad chilena en el lapso 19922002 es uno solo y está fuera de dudas: el de la modernización. No se trata de un proceso que se inaugurara en los noventa, pues tiene raíces que se remontan a varias décadas atrás. De hecho, lo que se observa en los 90 es el cierre de largos ciclos de modernización iniciados en el último tercio del siglo pasado –como es el caso de la urbanización–, otros que maduran notoriamente –como el de la educación–; y, al mismo tiempo, la emergencia de nuevas tendencias, propias de una modernidad avanzada. En suma, bajo la sombra de una transición política que ha consumido tantas energías a los analistas, en los años noventa se consolida en Chile otra transición, aquella que implica el tránsito a una sociedad moderna con incrustaciones tradicionales, sin duda, pero también con rasgos emergentes, característicos de una modernidad avanzada. A) LA CONCENTRACIÓN URBANA SE DETIENE El proceso de urbanización es una de las principales claves de la modernización. Todos los clásicos de la sociología admiten que la ciudad es el espacio privilegiado de la vida moderna, y que la migración hacia la misma es uno de los fenómenos característicos de los procesos de mo-
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dernización. Pues bien, Chile ha llegado a niveles de urbanización comparables con los países desarrollados, y su tasa de expansión parece estabilizarse, lo que revela una menor movilidad física de la población. En el periodo 1992-2002 sigue profundizándose el proceso de urbanización, pero a un ritmo decreciente (Gráfico 3). Con esto, se observa una aminoración de los procesos migratorios o, lo que es lo mismo, un creciente proceso de asentamiento de la población. Como señalan Valenzuela et. al., en los 90 se cierra el largo ciclo de movimiento de la población desde el campo hasta la ciudad en busca de oportunidades y bienestar, para dar paso a un periodo de estabilización de la misma36. De hecho, la ciudad de Santiago ya no es un polo receptor de población, y hoy expulsa más personas de las que recibe, movimiento que no es ajeno, sin embargo, al proceso de conurbanización y densificación de la provincia de Santiago. Con todo, ya no existe un movimiento poblacional desde lo rural hacia lo urbano como aquel que tuvo su auge en las décadas de los 60 y 70 del siglo pasado, con lo que se cierra una larga fase histórica marcada por agudas convulsiones sociales. Más allá de una detención de las migraciones campo-ciudad, se ha venido produciendo en los últimos años un mayor asentamiento de la población chilena. Como se muestra en el Capítulo III, aumenta el porcentaje de personas que no se ha cambiado de comuna dentro de un período de cinco años antes de las fechas censales respectivas. En suma, la población chilena está asentada, en forma estable y ya por varias generaciones, en la ciudad, con lo cual está expuesta plenamente a la vida urbana, característica de la modernidad. Gráfico 3. Evolución urbanización en Chile durante el Siglo XX (% población que vive en ciudades)
100% 90% 80% 70% 60% 50% 40% 30% 20% 10% 0% 1907
1920
1930
1940
1952
1960
1970
1982
1992
2002
Fuente: INE Estadísticas Chilenas en el Siglo XX (datos no estrictamente comparables por cambios en las definiciones). Para 1992 y 2002, datos del Censo 1992 y 2002.
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B) MEJORA LA CALIDAD DE VIDA Junto con la urbanización, la modernidad está asociada a una mejora en las condiciones de vida de la población. ¿Cómo ha cambiado Chile en este campo? Esto se puede analizar desde dos perspectivas: los progresos en las condiciones sanitarias y los avances en el acceso a bienes y servicios. Si se hace el ejercicio de evaluar lo ocurrido en el lapso 1992-2002 desde estas dos perspectivas, es imposible no reconocer que Chile se acerca rápidamente a los estándares atribuidos clásicamente a una sociedad moderna. En lo que se refiere a los avances en los indicadores de salud y estadísticas vitales, el Censo del 2002 muestra sólo mejoras marginales. Esto se explica no por un déficit en este campo, sino por el hecho de que ya se han alcanzado umbrales tales que hacen muy difícil registrar avances. Por ejemplo, si se observan las tasas de mortalidad infantil y de esperanza de vida –dos indicadores clásicos de las condiciones sanitarias de la población– se confirma que se ha llegado a niveles muy altos, con avances constantes a lo largo de todo el siglo XX (Gráfico 4). Así como en el caso de la urbanización, durante los 90 se cierra otro ciclo largo: el proceso de mejoramiento de las condiciones sanitarias de la población, Ello, porque las estadísticas vitales se acercan significativamente a las de sociedades modernas, por lo cual sólo pueden mostrar a futuro mejoramientos marginales. La segunda perspectiva desde la cual se puede evaluar el progreso en las condiciones de vida de la población tiene que ver con la disponibilidad de bienes y servicios. Como señala Larrañaga en el capítulo de patrimonio, este avance se vincula no sólo a transformaciones en el ingreso, sino también con cambios en la oferta, muchos de ellos asociados a innovaciones tecnológicas. Ambos procesos se hicieron sentir con fuerza en Chile durante los noventa. Consideremos primero el bien material por antonomasia: la vivienda. Tal como se mencionó antes y se detalla en el Capítulo III, en el lapso 1992-2002 se acentuó una mejora sustantiva de las condiciones de habitación de la población, tanto por el número de viviendas disponibles como por la mejoría de su calidad. Pero el ascenso en la calidad de vida no se aprecia solo en la vivienda. Si consideramos la disponibilidad de otros bienes durables, la década de los 90 es espectacular en cuanto a la expansión y los niveles de penetración a los que han llegado. Aquí podemos reconocer dos procesos diferentes. De una parte está la masificación de los servicios básicos. Al respecto basta con retener una cifra: en el 2002, solo un 1,1% de la población urbana no tiene
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1992
2000-2005
Gráfico 4. Evolución de estadísticas vitales durante el siglo XX
Evolución de esperanza de vida al nacer 90 80 70 60 50 40 30 20 10
1982
1970
1960
1952
1940
1930
1920
0
Hombres
Mujeres
Evolución Mortalidad Infantil (por cada 1000 nacidos vivos) 400
342.5 350
267.3
300
263.4 234.4
250
217.2
200
153.2
150
119.5
16
10.1 1999
33
50
1990
82.2
100
1980
1970
1960
1950
1940
1930
1920
1910
1900
0
Fuente: Mortalidad infantil: INE Estadísticas Chilenas en el Siglo XX. Esperanza de vida al nacer. INE Anuario demografía INE 1997. 20002005: INE. Compendio estadístico 2001.
agua potable y el 0,9, carece de acceso a electricidad. De otra parte, la mayoría de los bienes o equipamiento para el hogar –televisión, refrigeradores, lavadoras, cocinas, etc.– hoy día tienen penetraciones cercanas al 85% de los hogares. A esto hay que sumar la creciente difusión de bienes paradigmáticos de la sociedad moderna, como el teléfono
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fijo y el automóvil, que han más que duplicado sus niveles con respecto a principios de los 90. En suma, para el año 2002, una mayoría abrumadora de los chilenos vivía en un hogar instalado en una vivienda en buenas condiciones, con acceso a servicios básicos, refrigerador, televisión a color y teléfono, entre otros bienes; todo lo cual podríamos describir como el “kit material básico” de una vida moderna.
50
C) UNIVERSALIZACIÓN DE LA EDUCACIÓN FORMAL El acceso de la población al sistema educativo se ha vinculado tradicionalmente a las sociedades modernas y a la propagación de su ideario37. Es más: uno de los principales desafíos educativos de la modernidad tiene que ver con la masificación de la educación formal a toda la población en condiciones de estudiar. En cierto modo, la educación es un corolario, pero a la vez un fundamento del proyecto modernizador ¿Qué ha pasado en Chile con esta revolución propiamente moderna38? Lo primero que destaca los datos del Censo es el camino recorrido en términos de universalización. De hecho la educación primaria ya alcanzó una cobertura universal, con cifras cercanas al 100%. Adicionalmente, se constata el aumento de la cobertura en la Educación Media, que pasó de 80,3%, en 1992 a 90%, en el año 200039. Aunque no se puede dar aún por cerrada, la meta de la universalización de la educación secundaria esta muy cerca de alcanzarse. Como en el caso de la urbanización y del mejoramiento de las condiciones sanitarias de la población, aquí otro largo ciclo de modernización parece cerrarse en los noventa: el de la universalización de la educación básica y media. Esto implica un fuerte aumento del nivel educativo promedio de la población chilena, la mayoría de la cual se sitúa actualmente en los grados media completa y superior. Lo anterior es particularmente significativo si la atención se concentra en el segmento entre 20 y 29 años. En este grupo, 56%, terminó la educación secundaria, y 23,7%, ha accedido a algún tipo de estudios superiores (técnicos o universitarios). En 1952, a este último tipo de estudios accedía solo 2.7%, y a principios de la pasada década llegaba apenas al 16.1% . La masificación de la educación superior parece ser la nueva frontera, que se abrió en los noventa. Lo que estamos viendo es un incremento de la movilidad educacional inter-generacional, transformación también asociada a los procesos de modernización. El aumento de la cobertura y la mayor permeabilidad del sistema educativo hacen que el hijo de un padre con bajo nivel educacional tenga hoy más oportunidades educativas que
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UN PAÍS MODERNO ?
Gráfico 5. Evolución de la cobertura educacional en Chile40
100 80 60 40 20 0 1970
1982
1990
Básica
2000
Media
51
Fuente 2000: 1970 a 1992 CENSO, citado en Torche 2002 CASEN, citado en MIDEPLAN 2001.
Gráfico 6. Evolución porcentaje de la población de 20 a 29 años según nivel educacional alcanzado durante la segunda mitad del siglo XX 100%
80%
60%
40%
20%
0% 1952
1970 Superior
1980 Secundaria
1992 Primaria
2002 Ninguna
Fuente: 1952-1992 Ossandon 2003 a partir de datos CENSO, 2002 elaboración propia a partir de muestra del censo.
hace 10 años, al punto de que “... en el año 2002, uno de cada tres estudiantes de educación superior (técnica, profesional o universitaria) tenía un padre con nivel educativo medio o básico...” (Capítulo V). Progresivamente, sin embargo, la brecha educativa entre padres e hijos se ha venido acortando.
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Los efectos de estos avances en la cobertura y movilidad educacional sobre los comportamientos de la sociedad chilena son de una profundidad tal que, por ahora, es difícil de evaluar.
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D) EMPLEO MÁS CALIFICADO Desde el punto de vista de la teoría de la modernización se puede destacar una transformación relevante durante los noventa41: la creciente tecnificación de la fuerza de trabajo como efecto del incremento de los niveles educacionales. En lo que respecta a la otra tendencia esperable, como es la mayor concentración del empleo en el sector manufacturero, ello no se verifica en absoluto: es más, la tendencia apunta a una acentuación del proceso de terciarización ocupacional. La tecnificación de la fuerza de trabajo se observa en el notable incremento de la tasa de escolaridad de la misma. Como se indicó más arriba y se especifica en el capítulo V, en el lapso 1992-2002 la fuerza de trabajo y la población ocupada han mejorado su escolaridad a un ritmo mayor que el promedio de la población. Esto significa que han aumentado las calificaciones educacionales mínimas para desarrollar todo tipo de empleo. Como afirma Bravo (Capítulo IV), “... se ha reportado que la proporción de fuerza laboral con educación secundaria y post-secundaria se incrementó tres veces en los últimos 40 años... ”. A esto se suma un crecimiento importante de los empleos que ocupan técnicos y profesionales de nivel medio, cuya proporción en el total ha crecido del 5,0% al 13,8%, en el periodo. Aunque sea de una manera insuficiente todavía, es evidente que Chile trata de hacer frente a las exigencias que impone un sistema económico global que gira cada vez más en torno a la generación y administración de conocimiento, lo que vuelve crítico el nivel educacional y la tecnificación de la fuerza trabajo. Los procesos clásicos de modernización han estado tradicionalmente asociados a un incremento del empleo en el sector secundario o manufacturero, y a un retroceso de aquel situado en el sector primario, léase agricultura y minería. Esta no es, sin embargo, la evolución que se observa en Chile. En el periodo 1992-2002, la industria, la minería y la agricultura prosiguieron con la tendencia precedente a una disminución de su participación dentro de la fuerza de trabajo: entre estos, la agricultura es el sector que más disminuyó, pasando de 16 a 10,7%. El sector servicios, en cambio, experimentó en el mismo lapso, un crecimiento importante, siguiendo también con una trayectoria anterior. Esta expansión del sector servicios, ¿no esconde acaso un fenó-
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meno de precarización del empleo? En realidad este no es el caso. El empleo más precario, el de los de servicios comunales y personales, se mantuvo prácticamente constante, y el que crece, en cambio, es precisamente el de las áreas que requieren un cierto grado de calificación: el sector servicios financieros (el cual se duplicó en el período) y servicios no personales. E) INCORPORACIÓN DE LA MUJER Y REDEFINICIÓN DE LOS ROLES SEXUALES Otra dimensión característica de la modernización es la que dice relación con la incorporación de la mujer a distintos ámbitos de la vida social, lo que conduce al des-dibujamiento de las tradicionales diferencias entre géneros42. Pues bien, en Chile se producen importantes transformaciones en este sentido durante los noventa, muchas de las cuales están también vinculadas a ciclos de cambio de largo aliento. Cabe señalar aquí dos ámbitos destacados: la creciente incorporación de la mujer al mercado laboral, de una parte, y, de otra, las transformaciones de la maternidad y del papel de la mujer en la familia. Durante los noventa se acentúa la tendencia a la incorporación de la mujer a la vida laboral –aunque al respecto, en Chile falta un largo camino por recorrer43. De hecho, todos los aumentos que tuvo la tasa de participación laboral en el período obedecen a la incorporación de la mujer al mercado del trabajo. Como se muestra el Capítulo IV, este aumento en la participación laboral femenina está asociado al incremento de una fuerza laboral con educación media completa y educación técnica superior (institutos profesionales, centros de formación técnica o universidades). En otros términos, las nuevas oleadas de mujeres que se incorporan a la fuerza de trabajo lo hacen trayendo consigo mejores calificaciones educacionales que el promedio. La mayor incorporación de la mujer al mundo del trabajo se relaciona necesariamente con una transformación en su proyecto de vida. La maternidad y la familia ahora compiten con la vida laboral y la realización profesional, y antes de esto, con la educación necesaria para acceder al trabajo. Congruentemente con esto, la tasa de fecundidad ha disminuido sistemáticamente, al punto de que en el 2002 es menos de la mitad que la registrada en 1960. Adicionalmente –como se muestra en el Capítulo VI–, las mujeres se casan menos y más tardíamente, al tiempo que postergan más el nacimiento de su primer hijo/a. Todos estos procesos apuntan a un desdibujamiento de la tradicional división del trabajo entre géneros, lo que la literatura describe como un aspecto central del proyecto modernizador.
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Y CÓMO CAMBIAMOS LOS CHILENOS
Gráfico 7. Evolución de la tasa de fecundidad (cantidad de hijos promedio por mujer) 6 5
5.3
5 4
3.6 2.7
3
2.5
2.4
1992
2002
2 1 0 1950
54
1960
1970
1980
Fuente: Síntesis estadísticas CELADE, en www.cepal.cl
F) MÁS ALLÁ DE LA FAMILIA NUCLEAR Otro ámbito de transformaciones, fuertemente vinculado a los cambios en el papel de la mujer, son los cambios al interior de la familia. A diferencia de las sociedades tradicionales, en las cuales las familias se vinculaban estrechamente a una red amplia de parentesco, la familia moderna tiende a empequeñecer y a constituirse en torno al matrimonio y los hijos. En este contexto, la modernidad marcaría el tránsito de una familia extendida a otra en donde se privilegia la filiación, aumenta la inversión en un número menor de hijos/as, al tiempo que estos se vuelcan a la educación formal y dejan de aportar al ingreso del hogar. Esto es lo que se ha llamado el proceso de nuclearización. ¿Qué ha pasado con la familia en Chile? Durante el periodo 92-02 lo que se registra es una estabilización de las familias nucleares, lo que indicaría que este proceso habría alcanzado su cenit en los noventa, con la consiguiente reducción del número de hijos y empequeñecimiento de los hogares. Aquí parece cerrarse otro largo ciclo de modernización, cuyo salto más dramático tuvo lugar en la década de los setenta del siglo pasado (Gráfico 6, Capítulo VI). El proceso de formación de familias nucleares forma parte de un ciclo largo de modernización que se consolida y madura plenamente en los noventa. La gran novedad del Censo 2002 es que insinúa el comienzo de otros dos procesos, que parecen seguir al cierre del de constitución de familias nucleares: su des-institucionalización y la diversificación de su estructura, fenómenos ampliamente descritos en la literatura acerca de la evolución de la familia en los países desarrollados44. Prueba de
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Gráfico 8. Evolución de hogares nucleares y unipersonales como porcentaje del total de hogares 60 50 40 30 20 10 0 1972
1982 Hogares Nucleares
1992
2002
Hogares Unipersonales
Fuentes: Censos, datos tomados de Capitulo Familia.
esto es que en los noventa en Chile, al mismo tiempo que aumenta la edad promedio del matrimonio y se posterga la maternidad, disminuyen los hogares compuestos por matrimonios, se incrementan los hogares compuestos por convivientes, y crece el número de familias monoparentales y unipersonales, entre otras tendencias que ilustran los procesos de des-institucionalización y diversificación45. 3. El ciclo que se abre La modernización, decíamos antes, es un proceso histórico que abarca al menos los siguientes aspectos: un acelerado grado de urbanización y la emergencia de la ciudad como núcleo central de la sociedad; la masificación de una cierta calidad de vida, como fruto de la extensión de ciertos estándares sanitarios y el acceso a ciertos bienes y servicios básicos; la universalización de la educación formal, al menos en sus niveles básico y medio; el aumento de la movilidad ocupacional, basada en las calificaciones educacionales de los individuos; un incremento de las ocupaciones ligadas a la industria, junto a la disminución de aquellas ligadas a la agricultura; el debilitamiento de una división tradicional de roles basados en el género; y, por último, la sustitución de la familia extendida tradicional por la nuclear. ¿Es Chile una sociedad moderna? Si se juzga por los indicadores descritos, el Censo 2002 lleva a concluir que sí lo es. Esto no significa, desde luego, que ella pase satisfactoriamente el test en todos los planos, y que no se destaquen áreas de marcado retraso, como es la incorpora-
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ción de la mujer al trabajo. Tampoco significa que el tipo de procesos que constituyen el proceso de modernización haya llegado a toda la población, ni menos en la misma intensidad. Esto no es así en ninguna sociedad calificada como moderna, pero ello no la invalida como tal. Lo relevante es que dichos procesos abarquen a proporciones mayoritarias de la población, y esto es lo que indica el último Censo. Es importante destacar que si Chile adquiere en los noventa la condición de sociedad moderna, ello no es resultado sólo de avances durante esta década, sino de la maduración alcanzada por procesos de mucha más larga duración. Fenómenos como la urbanización, la expansión de las condiciones sanitarias, la universalización de la educación formal, la nuclearización de la familia, los cambios en el rol de la mujer –entre otros– no son el resultado de los cambios introducidos en una década, sino de tendencias iniciadas, muchas a mediados del siglo XX, y que fueron avanzando y madurando consistentemente en los años posteriores: las sociedades, en este sentido, tienen mucha más continuidad de lo que a veces se supone. Lo que destaca en el lapso que va entre los dos últimos censos (19922002), es la consolidación y maduración de un conjunto significativo de esos procesos. En los noventa se habría cerrado un primer largo ciclo modernizador, quizás el más básico, aquel evocado por Gino Germani en los años sesenta del pasado siglo. Esto estaría permitiendo a la sociedad chilena dar un salto cualitativo en su desarrollo y, al mismo tiempo, le obligaría a encarar en el futuro problemas de una naturaleza muy diferente a los de un pasado no muy lejano. En el período 1992-2002 también se pueden reconocer algunas tendencias asociadas no ya a las sociedades modernas, sino al despliegue de las lógicas propias de lo que se ha llamado “modernidad avanzada”, “modernidad reflexiva”, “segunda modernización”, “sociedad post-tradicional” o “post-modernización”46. O, para decirlo de otro modo, el último Censo revela que, en ciertos campos, Chile ya ha entrado a un segundo ciclo u ola de transformaciones, que no responde ya al proceso clásico de modernización, sino a los cambios que experimentan las sociedades desarrolladas. En el plano de la estructura ocupacional, por ejemplo, el empleo manufacturero en vez de aumentar –como lo indicaría el paradigma de la modernización–, ha decrecido; en cambio, lo que se incrementa consistentemente es un empleo cada vez más calificado en el sector terciario. Esto indicaría una evolución que parece típica de la modernidad avanzada, donde el empleo en los servicios desplaza al manufacturero al igual como este antes desplazó al empleo agrícola. Un proceso de la
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misma naturaleza ocurre en el campo de la familia, donde las tendencias emergentes son la des-institucionalización y la diversificación, no ya como un fenómeno asociado a los grupos más pobres, sino más bien como una opción presente fuertemente en los grupos con mayor nivel educacional y mejor calificación ocupacional. La modernización chilena parece estar situada entre dos ciclos históricos. Lo característico de los años noventa, en efecto, es la superposición de estos dos de “larga duración”: de una parte, el cierre de la mayoría de los procesos básicos de la modernización clásica y, de otra, la inauguración de un nuevo ciclo de cambios propios de la evolución de sociedades que han entrado en la llamada “modernidad avanzada” o “segunda modernización”. Esto no es extraño en absoluto. Como se sabe, los procesos históricos no transcurren linealmente ni a través de etapas sucesivas; por lo que no resulta raro que una modernización como la chilena, que en muchos aspectos está lejos aún de madurar, incorpore tendencias propias de sociedades más avanzadas47. Lo propio de una sociedad como la chilena de hoy es su complejidad. Ello porque en su seno conviven rasgos modernos, pre-modernos y, progresivamente, “post-modernos” o de una modernidad avanzada. Una situación de este tipo parece inevitable cuando una sociedad ha estado enfrentada a un proceso de desarrollo tan acelerado, el cual no es nunca homogéneo, ni se distribuye uniformemente. Esto plantea grandes desafíos a las instituciones que deben gobernar una sociedad donde conviven patrones de conducta y expectativas tan diversos. Tarea que hay que emprender observando con detención sus peculariedades y no negándolas o, menos aún, insistiendo en responder hoy a problemas que ya son de ayer. IV. CHILE 2002-2012: ¿QUÉ MODELO DE MODERNIZACIÓN? Cuando llegue la hora, en el año 2012, de analizar los resultados de XVIII Censo de Población y Vivienda, ¿hacia qué tipo de sociedad habrá evolucionado Chile, en el supuesto de que se mantengan las tendencias que se manifiestan hoy? El Censo 2002 ha revelado –así lo prueban los diferentes capítulos de este libro– transformaciones que, evaluadas en general, llevan a concluir que en la década de los noventa la sociedad chilena ha cerrado su ciclo básico de modernización. Con este rótulo, probablemente, clasificarán esta década los historiadores del futuro. Y sumarán a su evaluación la consolidación de un orden político democrático y de un orden económico de mercado abierto al mundo –que en este análisis ha sido premeditadamente omitido–, los que ciertamente refuerzan la tesis de la
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modernización. Paralelamente con el cierre de ese ciclo modernizador, básico, la década de los 90 ha inaugurado una nueva ola de cambios, con tendencias que, en muchos casos, son similares a las que se observan en países que han entrado a una etapa de modernidad avanzada. Si ese nuevo ciclo sigue su curso, ¿a qué tipo de sociedad moderna dará origen? O, para ponerlo más simple: ¿cómo será la sociedad chilena del próximo Censo? La pregunta es ambiciosa, pero no trivial. No lo es, porque las sociedades modernas no son todas iguales entre sí; es más, se puede decir que hay diversos modelos de modernización, entre los cuales las diferencias son al menos tan significativas como las semejanzas.
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1. Chile 2002 en perspectiva comparada Antes de intentar siquiera una respuesta a esa pregunta, puede resultar interesante comparar los niveles de modernización que muestra Chile a la luz de los resultados del Censo 2002 con otras sociedades que, en diferentes períodos, han desplegado un proceso semejante, con el fin de ponderar el camino ya recorrido por Chile, y el que falta por recorrer. Los casos elegidos para este ejercicio fueron los de España y EE.UU. El primero, porque con él Chile comparte las mismas raíces culturales e institucionales y, más contemporáneamente, una transición política y socio-económica bastante parecida; y, el segundo, porque participa de su condición de ser parte del nuevo mundo pero, sobre todo, a partir del segundo tercio del siglo pasado, con un mismo esquema económico y social basado en el mercado y el esfuerzo privado. Con hacer este ejercicio comparativo seguiremos el procedimiento empleado en la sección anterior, tomaremos las seis dimensiones de modernización seleccionadas, y veremos el contraste entre la realidad chilena y la de estos otros países. A) URBANIZACIÓN, CONDICIONES DE VIDA, EDUCACIÓN Y TRABAJO Si se analiza primero: el proceso de urbanización, se observa que Chile ha alcanzado niveles de urbanización incluso levemente superiores a los de EE.UU. y España48. Esto confirma lo señalado más arriba, de que el proceso de urbanización del país parece haber llegado a su límite. En lo que se refiere a las condiciones de vida, hay dos situaciones diferentes. Las estadísticas vitales de Chile han alcanzado prácticamente los niveles de España y EE.UU.49. Pero, en lo que respecta al acceso de bienes durables, se observan distancias apreciables entre Chile y los estándares de esos países. Pese al proceso de masificación, e incluso saturación de algunos durables en los 90, su penetración dista mucho de la alcanzada por estos en países desarrollados (Gráfico 9).
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Gráfico 9. Disponibilidad de bienes durables según hogar. (Porcentaje de hogares con disponibilidad de bienes) 120 100 80 60 40 20 0
59 Televisión.
Teléfono EEUU
Microondas España
Computador
Automovil
Chile
Fuente: Chile: Elaboración propia a partir de Censo 2002. EE.UU.: Television y Microondas: U.S. Census Bureau, Survey of Income and Program Participation, 1996. Automóvil y computador: US Census Bureau American Fact Finder, 2000. Teléfono: Historical census housing tables. España: Panel de hogares INE. 1999.
En el campo de la educación, también las diferencias siguen siendo importantes, no obstante los fuertes avances en cobertura educacional de Chile en los 90. En el caso de los EE.UU. basta con un ejemplo: mientras en Chile el año 2002 dos de cada diez personas mayores de 25 años tenía educación media completa o superior, en Estados Unidos la cifra alcanzaba a ocho de cada diez50. La comparación con España es más satisfactoria, pues solo tres de cada diez adultos tiene educación media completa o superior51. Lo que explica tales diferencias es el momento en que tuvo lugar en cada país el proceso de modernización que introdujo la masificación de la educación formal: primero en EE.UU., después en España, y más tardíamente en Chile. Las distancias, por lo tanto, deberían ir despareciendo en las generaciones más jóvenes, las que han sido beneficiarias directas de la extensión de las coberturas. Esto efectivamente comienza a ocurrir: de hecho, si se compara la proporción de jóvenes (16 a 29 años) con estudios medios completos y superiores, Chile avanza de 32 a 43, situándose a diez puntos porcentuales de España52. En el mercado laboral se pueden hacer dos comparaciones relevantes, a lo menos. La primera dice relación con la tecnificación de la fuerza de trabajo como efecto de su mayor nivel educacional. A este
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Gráfico 10. Porcentaje fuerza de trabajo con Educación media o Superior (población mayor de 16 años) 100 90 80 70 60 50 40 30 20 10 0 EEUU
60
España 1990
Chile 2000
Fuente: España: indicadores sociales 2001. en www.ine.es. EE.UU.: U.S. Census Bureau, Statistical Abstract of the United States: 2002, Chile: capitulo Empleo. Se considera población mayor de 15 años para Chile.
respecto, ya se experimentó en Chile el salto en la década de los 90. Sin embargo, al comparar la educación de su fuerza de trabajo con la de EE.UU. y España, queda de manifiesto una brecha todavía significativa (Grafico 10). La segunda comparación es la que se refiere a la estructura sectorial del empleo, donde Chile comienza a mostrar un perfil bastante similar al de los otros dos países analizados, como resultado del crecimiento del sector servicios en detrimento de la agricultura y la manufactura53. Aunque ciertamente Chile nunca ha alcanzado el perfil moderno de sociedad industrial, se observa una tendencia hacia la constitución de una sociedad de servicios –o para usar las categorías de Bell (1976)–, “postindustrial”. B) MUJER Y FAMILIA Si se miran las tasas de fecundidad, se observa que Chile –prosiguiendo con una tendencia que viene desde los años sesenta– se acerca rápidamente a las cifras que presentan países como España o EE.UU. (Gráfico 11). Algo semejante comienza a ocurrir en lo que respecta a la edad de la maternidad y la nupcialidad. No obstante, si se repara en los indicadores de incorporación de la mujer al mercado laboral, las comparaciones muestran a Chile muy lejos de esos países, pese a que en la última década este proceso se ha acelerado extraordinariamente. Con todo –tal como se observa en el Gráfico 12– la curva sigue un
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Gráfico 11. Tasa de fecundidad global comparada (hijos promedio por mujer)
4.00 3.50 3.00 2.50 2.00 1.50 1.00 0.50 0.00 1970
1980 EEUU
1990 ESPAÑA
2000 CHILE
61
Fuentes Chile: CELADE en www.Cepal.cl , EE.UU. U.S. Census Bureau, Statistical Abstract of the United States: 2002.
Gráfico 12. Tasa de participación femenina en la fuerza de trabajo (de 15-64 a años)
80 70 60 50 40 30 20 10 0 1970
1980 España
1992 EEUU
2002 (2000) Chile
Fuente: OECD. Labour Market Statistics - Indicators. 2003. Chile, 1992-2002: Capítulo Empleo. 1970-1980, en Contreras, Bravo y Puentes (1999). Tasa de participación femenina, un análisis de cohortes sintéticos. Para el caso de Chile se considera población mayor de 15 años.
curso bastante similar al de España, con niveles de participación femenina que ya superan los de este país en 1980. En cuanto a la familia, la mirada comparada permite confirmar que tendencias presentes en Chile, como la configuración de una fami-
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lia nuclear y el empequeñecimiento de los hogares, se desplegaron hace ya varios años en países como EE.UU. y España. En lo que respecta a lo primero, es un proceso que culminó durante los años 50’ en EE.UU., cuando un 78% de los hogares estaba compuesto por matrimonios: desde esa fecha hasta ahora ello ha venido experimentando una baja, hasta alcanzar hoy el 52%54. Como se discutió anteriormente, en Chile este proceso recién comienza a observarse en los años 90, pasando del 66%, en 1992, al 58%, el 2002. En cuanto al tamaño de las familias, el promedio de la familia chilena hoy (3.6) es equivalente al tamaño de las familias españolas en 1970 y de las norteamericanas antes de la década de los 50’55. Aunque esta se ha empequeñecido notoriamente en el último período, la familia chilena sigue siendo mucho más numerosa que la de esos países, como lo confirma el hecho de que en Chile los hogares con 5 o más personas representan el 26,6% del total, mientras que en EE.UU. alcanzan al 10,8% y en España al 9,8%. Lo cual permite prever que la tendencia hacia una reducción del número de integrantes de la familia todavía tiene un largo trecho por delante en Chile. Es sabido que la modernización conduce a una mayor diversificación del tipo de familias como resultado del incremento de los hogares unipersonales y de las parejas sin hijos56. Estas tendencias –como se vio más arriba– ya están presentes en Chile, pero sin alcanzar los niveles de los países comparados. Por ejemplo, si observamos la evolución de los hogares unipersonales, en EE.UU. estos corresponden al 27,2% de los mismos, mientras en Chile solo llegan al 11%. El proceso de diversificación de la familia, al igual que la reducción de sus integrantes, está lejos de haber concluido. C) APROXIMACIONES, DISTANCIAS, CONVERGENCIA Este elemental ejercicio de análisis comparado entre la sociedad chilena que muestra el Censo 2002 y la evolución de España y los EE.UU., revela que hay áreas donde Chile ya ha alcanzado los niveles de esos países, pese a las enormes diferencias en términos de desarrollo57. En Tabla 1. Cambios en la familia. Indicadores seleccionados
% Hogares con más de 5 personas
Chile 2002
España 2000
EE.UU. 2000
26,5
9,8
10,8
Tamaño promedio de la familia.
3,6
3,1
2,6
Tasa de fecundidad global
2,4
1,31
2,13
Fuente: EE.UU. U.S. Census Bureau Demographic Trends in the 20th Century. España: Indicadores sociales 2001. Chile. Censo 2002.
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otros campos, sin embargo, persisten grandes distancias, aunque la tendencia apunta a una reducción, no a su incremento. En el primer caso, las estadísticas vitales de Chile han alcanzado prácticamente los niveles de EE.UU. y España, y su tasa de fecundidad se les acerca rápidamente. La tasa de urbanización, por su parte, es incluso levemente superior. En lo que respecta a estructura del empleo, Chile comienza a mostrar un perfil bastante similar al de los países mencionados, como efecto de la expansión del sector servicios –especialmente en áreas modernas, como servicios financieros– en detrimento de la agricultura y la manufactura. En lo que respecta a otras tendencias características de la modernización, las distancias siguen siendo importantes. En el campo de la educación, pese a los persistentes avances en cobertura educacional, la brecha es aguda, no obstante lo cual, ella tiende a reducirse en las generaciones más jóvenes, las más directas beneficiadas de la extensión de las coberturas. Esto mismo se traduce en fuertes diferencias educacionales en la fuerza de trabajo. Chile muestra un fuerte retraso en lo que respecta a la incorporación de la mujer al mercado laboral también, aunque esto está en proceso de reversión: de hecho, esta participación supera el 2002 a la de España de1980. Aunque las tendencias son similares, también hay notorias diferencias en lo que atañe a la familia. La familia nuclear es más numerosa en Chile, pese a su contracción en el lapso 1992-2002. Asimismo, el tamaño promedio de las familias es mayor; y aunque hay un aumento de los hogares unipersonales y de formas diversas de constitución de familias, las proporciones son menores a EE.UU. y España. Como puede apreciarse, un ejercicio de análisis comparado de la evolución de la sociedad chilena con respecto a las realidades de España y EE.UU. muestra amplios campos de similitud y amplios campos de diferencia. No obstante, lo que más llama la atención es que las tendencias que se manifiestan son las mismas, y ellas se mueven en la misma dirección. Hay, pues, una cierta convergencia entre estas sociedades tan diferentes entre sí, la que tiene que ver con un patrón básico de modernización, común a las tres. 2. El modelo liberal Las sociedades tienen muchas formas de ser modernas. O dicho de otro modo, hay diversos modelos de modernización y sociedades modernas con características muy diferentes. ¿Cuál es el modelo de modernización en curso en Chile, y hacia qué tipo de sociedad conduce? ¿Cómo será el Chile que surja del próximo Censo, el año 2012?
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Hay múltiples tipologías para clasificar a las sociedades modernas. Una de ellas es la que propone Esping-Andersen (1999), en su estudio sobre el “estado de bienestar” en lo que llama “sociedad post-industrial”. Él distingue tres modelos, que se diferencian entre sí por la forma de articulación entre el Estado, el mercado y el hogar o familia: 1. El modelo liberal, propio de los países anglosajones, particularmente EE.UU., que se caracteriza por la minimización del Estado, la individualización de los riesgos y la promoción de soluciones del mercado. 2. El modelo social-demócrata, típico de los países escandinavos, con un fuerte papel del Estado, quien cubre gran parte de los riesgos, con alto niveles de beneficios y distribuidos en forma igualitaria. 3. El modelo conservador, asociado a Europa continental –en especial el Sur–, donde la repartición de los beneficios obedece a lógicas corporativistas, con fuerte centralidad de la familia, responsable ultima del bienestar de las personas, especialmente en la niñez y vejez58. ¿Hacia cual de esos tipos se mueve Chile, a la luz de las transformaciones que revela el Censo 2002? Todo indica que marcha persistentemente desde un modelo de tipo social-demócrata en la dirección del primer modelo, el llamado liberal59, con una incrustación propia del modelo conservador en lo que se refiere al importante papel que ejerce la familia. El modelo liberal se caracteriza por una aguda focalización de las políticas públicas hacia los grupos más pobres de la población, lo que se contrapone con los otros modelos –socialdemócrata y corporativista–, que tienden a asegurar un nivel “mínimo” de bienestar a toda la población. Adicionalmente, impera una baja regulación del mercado del trabajo, alta flexibilización, baja protección al empleo y escasa sindicalización. En términos generales, es un modelo que deja al mercado el rol primordial en la absorción de los riesgos y la provisión de estándares de bienestar en campos como la salud, la educación, la vivienda, la previsión, la seguridad, etc. y se deja menor espacio al mercado como eje articulador de riesgos. EE.UU., sería el paradigma del modelo liberal. Más allá de las inmensas diferencias en su nivel de desarrollo, la evolución reciente de la sociedad chilena muestra numerosos paralelos con la realidad de los EE.UU. Es el caso de lo que podríamos llamar la privatización del riesgo. Pongamos el ejemplo de la salud, que tiende a ser la mayor fuente de riesgo en las sociedades modernas. En Chile, al igual que en EE.UU., representa el 5% del presupuesto familiar de los hogares; porcentaje muy superior a lo que se observa en los países organizados en torno a los otros modelos –como España–, donde es el
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Estado quien ejerce la provisión de este servicio. Chile también tiene altísimos estándares de privatización del sistema de pensiones. Y la misma tendencia se aprecia en el campo de la educación, donde Chile es uno de los países del mundo donde el sector privado tiene una mayor participación61. Así, mientras en los hogares chilenos el gasto en educación llega a 5,9%, en España y EE.UU. es menor al 1%; sin considerar la educación superior, donde en Chile, como en los EE.UU., la participación privada es mucho más elevada que en Europa. Otra área donde se observa en Chile una evolución en la dirección del modelo liberal característico de los EE.UU. –y opuesta a los modelos europeos–, es en el campo de la familia. Soledad Herrera reconoce dos tipos de evolución de la familia en las sociedades modernas (Herrera, 2003). Por una parte está el modelo norteamericano, que descansa en una relativamente alta conyugalidad y filiación; vale decir, donde la formación de matrimonios –aunque sea después de uno o más divorcios– sigue siendo vital en la constitución de familias, y aunque se observa una merma, se mantiene una razonablemente alta tasa de fecundidad. Por otra parte, está el modelo europeo, que muestra una baja conyugalidad y filiación, vale decir descansa, en una mayor desarticulación del matrimonio como eje de la formación de familias y en una alarmante baja de las tasas de fertilidad. ¿Cuál de estos dos modelos se acerca más a la realidad de Chile? De los datos aportados con anterioridad se deriva una mucha mayor proximidad con el modelo norteamericano. Si bien en Chile se manifiesta en los 90 una tendencia a la disminución de los matrimonios y al incremento de la diversidad de las familias, junto con una reducción de las mismas de la mano de la caída de la fertilidad, ello está lejos del patrón europeo y mucho más cerca del norteamericano. Otro eje en el cual hay paralelismos entre Chile y la evolución de los EE.UU. es en el de la secularización. Según el Censo 2002, 85% de los chilenos se define como católico o evangélico –lo que importa una baja leve respecto a 1992–, lo que es parecido al caso norteamericano, donde el Censo 2000 arrojó que el 83% de la población se definía como cristiana. Si estas cifras se comparan con las europeas, se concluye que en los casos de Chile y EE.UU. estamos ante sociedades menos secularizadas o más creyentes. Esto se confirma con otro indicador más directo, como es el nivel de asistencia a servicios religiosos, donde si bien Chile está más abajo que los EE.UU., se empina también muy por arriba de los países europeos61. En suma, la evolución reciente de la sociedad chilena parece avanzar hacia los que Esping-Andersen (1999) llama el modelo liberal, donde
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es el mercado el que asume un rol primordial en la absorción de los riesgos que asolan a los individuos, así como en la provisión de su bienestar, con roles de orden estrictamente subsidiarios para el Estado y la familia. El caso emblemático de este modelo es Estados Unidos, país con el que Chile comparte otras características fundamentales, como la estructura de las familias y la adhesión y participación religiosa. Lo que lleva a concluir que, si se quiere hacer el ejercicio de proyectar hacia el futuro los cambios observados entre los Censos 1982 y 2002, e imaginar los rasgos que tendrá la sociedad chilena cuando se realice el próximo Censo el año 2012, la mirada comparada no debe ser volcada hacia España, pese a las proximidades históricas y culturales que tenemos con este país: el verdadero referente –gústeles o no a unos u otros– es la sociedad norteamericana. 66
V. COMENTARIO FINAL La sociedad chilena fue sacudida por profundas transformaciones entre los Censos 1992 y 2002. Ellas abarcaron muchas dimensiones, la mayoría de las cuales están abordadas en los diferentes capítulos de este volumen. Los chilenos y chilenas aumentaron sus expectativas y su calidad de vida en forma notable, accediendo masivamente a bienes de consumo típicamente modernos. Los niveles educativos de la población mejoraron sustancialmente en términos de cobertura, llegándose casi a la universalización de la educación básica y media y dado un salto espectacular en la superior. Esto se tradujo en un mejoramiento sustantivo de la tecnificación de la fuerza de trabajo, con una concentración progresiva del empleo en áreas de servicio que demandan mano de obra relativamente calificada, especialmente mujeres, que se incorporan aceleradamente a la fuerza de trabajo. Los grandes movimientos geográficos de población han concluido, y la movilidad social se manifiesta ahora básicamente en la educación, lo que da lugar a hondas brechas inter-generacionales. La familia, concluido el proceso de formación de las nucleares, se convierte en un espacio donde se verifican fuertes cambios, los que dicen relación con la reducción del tamaño de los hogares, su des-institucionalización y su diversificación, entre otros. Ese conjunto de transformaciones responde a cuatro ejes de cambio. Primero, un mayor bienestar de la población, con el acceso a nuevos bienes, servicios y oportunidades. Segundo, una tendencia a la integración o inclusión de ciertos sectores más desfavorecidos de la población a ciertos beneficios del progreso, en particular de la mujer. Tercero, la tendencia a un mayor asentamiento o estabilidad geográfi-
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ca de la población, mientras la movilidad educacional se acelera. Y cuarto, una mayor heterogeneidad social, lo que se revela principalmente en la diversificación de las formas de familia. Ahora bien, ¿cómo puede ser interpretado este período desde un punto de vista sociológico? En términos gruesos, se puede decir que en la década de los 90 la sociedad chilena cerró un largo ciclo básico de modernización y, paralelamente a ello, inauguró un nuevo ciclo de cambio, en el cual están presentes muchas tendencias que la literatura identifica con la llamada modernidad avanzada o “segunda modernización” (terciarización del empleo, diversificación de la familia, entre muchas otras). En esta evolución en curso, Chile no se desplaza en la dirección del tipo de modernización que tuvo lugar en países europeos como España, con quien comparte tantas tradiciones históricas y culturales, así como una trayectoria política bastante similar, sino según el modelo liberal típico de los Estados Unidos. Si se trata de proyectar los cambios en curso de Chile, por lo tanto, parece más útil conocer el curso seguido por la sociedad norteamericana que lo ocurrido en Europa. Desde un punto de vista subjetivo, al finalizar los años noventa es probable que también se haya cerrado un ciclo. La primera parte de esa década, hasta 1997 aproximadamente, fueron años épicos en los que se forjaron muchas ilusiones. Pareció, por ejemplo, que la economía crecería para siempre a tasas del 7%. La población apostó a eso, e invirtió fuertemente en la búsqueda del éxito mediante el esfuerzo individual y el riesgo. La educación fue elevada a palanca de progreso, lo que llevó a invertir en ella –individuos y familias– como nunca en la historia. La democracia pareció consolidada, lo que condujo a una menor participación en política, especialmente de los jóvenes. En un plano más global, pareció que el fin de la Guerra Fría iniciaba una época de paz que sería eterna, y que con la economía basada en la tecnología de la información se terminaban los ciclos económicos. Súbitamente, esos años plenos de optimismo estallaron por los aires. Sobrevinieron, el colapso de la “nueva economía”, los escándalos en el capitalismo norteamericano, el brutal ataque terrorista sobre los Estados Unidos el 11 de septiembre del 2001 y, con él, el nacimiento de un sentimiento de riesgo y vulnerabilidad que ya no tiene fronteras. Lo que fue seguido de la reacción de este país, que ha reivindicado el uso de la guerra en forma preventiva, lo que condujo a una fractura de los consensos básicos del orden internacional surgido tras la Segunda Guerra. El mundo de hoy, en suma, es muy distinto de aquel que prevaleció en buena parte de los noventa.
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En Chile, aunque la economía comienza a mostrar signos de recuperación, nadie sueña con volver a un crecimiento como el de los noventa. No se cuenta ya, ni se contará en el futuro inmediato, con el amparo que proveía un crecimiento económico desbocado, y que permitía encontrar en el mercado respuestas al riesgo y promesas de bienestar. Los empleos y oportunidades son más escasos, más precarios y peor remunerados. Se ha tenido que hacer el duelo, y cada uno abocarse a enfrentar su propia vulnerabilidad. Son pocos los que cuentan con la protección del Estado, que restringió severamente ese papel a partir de los 80 para concentrarse sólo en los grupos más desfavorecidos. Las ilusiones de progreso personal y familiar se han redimensionado. Y hay una suerte de repliegue hacia la familia, en la que se depositan fuertes demandas de protección –tanto afectiva como material–, lo cual bien podría conducirla a una crisis sin retorno. El debilitamiento del espíritu comunitario fue uno de los precios de la veloz extensión de las relaciones de mercado en Chile y de la instauración de lo que aquí se ha llamado el modelo liberal. Este precio era quizás inevitable. Pero ahora surgen señales que revelan una nueva demanda: la de contar con una sociedad más transparente, más humana, más acogedora; que invite al éxito, pero que también proteja ante el fracaso. Fenómenos aparentemente tan triviales y dispersos, como la extraordinaria acogida que tuvo el fotógrafo norteamericano Stanley Tunnick, o la conmoción pública que provocaron las irregularidades descubiertas en la administración pública, o el sorprendente y vasto debate producido en torno a los reality-shows, o la voluntad de incorporar el pasado en la memoria de la nación, como se vio a propósito de los 30 años del golpe de Estado; todas ellas señales de la búsqueda de una comunidad capaz de ofrecer sentido, protección y continuidad a las vidas de cada uno. El historiador inglés Eric Hobsbawn ha señalado que nunca se había empleado más la palabra ‘comunidad’ que en los tiempos actuales, justamente porque ella es una experiencia difícil de encontrar en la vida de todos los días. “... Los hombres y mujeres –señala– buscan grupos a los cuales poder pertenecer, con seguridad y para siempre, en un mundo en donde todo lo demás se está moviendo y cambiando, en donde nada más parece indubitable...”62. Esta es otra tendencia de la modernidad avanzada, y de ella la sociedad chilena tampoco está inmune.
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1. Un relato de los sucesos de esos años se encuentra en Otano (1995). Un análisis más pormenorizado se encuentra en Boeninger (1997). También Agüero (1993, 1998). 2. Esta “transición pactada” –como se la llamó– no estuvo exenta de sobresaltos. Así lo atestigua el miembro de la Junta Militar, general Fernando Mathei, quien, en un libro reciente, revela los intentos del general Pinochet para desconocer el triunfo del NO en el plebiscitito de octubre de 1988 y, posteriormente, para evitar cualquier negociación con la oposición de ese entonces, que se aprestaba a asumir el gobierno. Fernando Mathei, Mi Testimonio. Santiago: La Tercera-Mondadori, 2003. 3. Este tema es ampliamente analizado por Roberts (1995). 4. Ver al respecto la visión crítica de Juan J. Linz and Alfred Stepan, Problems of Democratic Transition and Consolidation, The Johns Hopkins University Press, 1996, pp. 205-218. Tambien Felipe Agüero, “Chile: Unfinished Transition and Increased Political Competition,” en Jorge Domínguez and Michael Shifter, (eds.), Constructing Democratic Governance. Baltimore: The Johns Hopkins University Press, 2002. Un argumento a favor de esta tésis, ver E. Tironi, “Sobre el fin de la Transición”, APSI, octubre 1991. 5. Banco Central. 6. Adimark, Índice de Percepción Económica, varios años. 7. Ariztía (2002); Tironi (1999) 8. El término “turbulencias” se le debe a Edgardo Boeninger, quien fuera el cerebro estratégico de la transición chilena. No hay que hacer un análisis semiológico para concluir que la denominación que se le dio a las crisis que se vivieron en esa época denotaba la voluntad de no magnificarlas y de imponer a todo trance un sentido de normalidad. 9. Ver Tironi y Agüero (1999) donde se argumenta acerca de la solidez de esta estructura bi-polar, que aparentemente ha dejado en el pasado la tradicional división en tres tercios de la política chilena. Esta tesis ha sido y es objeto de debate, como lo prueba, por ejemplo, la interesante respuesta de J.S. Valenzuela (1999). Ver también Torcal y Mainwaring (2003). 10. Fuente, Registro Electoral. 11. Felipe Agüero, “Chile’s Lingering Authoritarian Legacy,” Current History 97. N° 616 (February 1998): 66-71. 12. La formulación más acabada de la “teoría del malestar” se encuentra en el bestseller de Tomás Moulian, Chile; Anatomía de un mito. A este tema nos referiremos más adelante.
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13. Fuente: Banco Central (año base 1996) e INE. 14. Es más, las dificultades económicas, sumadas a la crisis Argentina, tienden a amortiguar las críticas al modelo económico de parte de los grupos más opuestos a este, los que tienden a respaldar tácticamente una conducción claramente ortodoxa de las finanzas públicas y de la economía en general. 15. Ver E. Tironi, El Cambo está aquí. Santiago: La Tercera. Mondadori, 2002. 16. Sobre la figura de Lavín y el significado de las elecciones presidenciales 1999-2000, ver el interesante artículo de Arturo Fontaine Talavera: “Chile’s Elections: The New Face of the New Right”, en Journal of Democracy 11, N° 2 (2000): pp. 70-77. 17. Es el caso de Moulian (xxx), Tironi (1999, 2002) y Halpern (2002). 18. PNUD, Sinopsis Informe de Desarrollo Humano 1998. Las paradojas de la modernización. pp. 30. 19. En forma correlativa a los planteamientos del PNUD, se abrió al interior de la concertación un amplio debate acerca de las virtudes y defectos del modelo de desarrollo impulsado. 20. Como afirma en este libro Joaquin Vial, “... a estas alturas existen indicios suficientes para pensar que después de décadas de búsqueda infructuosa de un camino que lleve al país hacia una senda de progreso acelerado y sostenido en el tiempo, finalmente este se ha encontrado, dejando atrás la ‘inferioridad económica’ a la que aludía Encina ya en 1911...” (Toloza y Lahera, p. 186). 21. Mi libro La irrupción de las masas y el malestar de las elites. Chile en el cambio de siglo (1999) se ubica también en este registro. 22. En la historia de Chile, y sin guerras o revoluciones de por medio, debe ser difícil encontrar un periodo donde el cambio social –no tanto institucional, económico o político– alcanzara la intensidad que tuvo en el lapso 1992-1997, empujado al mismo tiempo por la dinámica de crecimiento económico y las políticas sociales impulsadas desde el gobierno. La intensidad que tuvo este proceso generó en fuerte estrés en la población, lo que se tradujo en variadas formas de cansancio y malestar. Este proceso se atenuó en los años posteriores como efecto de la desaceleración económica. 23. Como lo plantea provocativamente Beck (2000, p. 63), las personas, “... habiendo perdido su fe en Dios, creen en cambio en los poderes divinos del trabajo para proveerles todo lo que es sagrado para ellos: prosperidad, posición social, personalidad, sentido de la vida, democracia, cohesión política. Solo nombre cualquier valor de la modernidad, y yo le mostraré que él asume un asunto sobre el cual permanece silencioso: la participación en un trabajo pagado...” (traducción del autor). 24. El impacto de esta redistribución silenciosa sobre la vida cotidiana de las personas de más bajos ingresos ha sido probablemente subestimado por las aproximaciones macro-sociales que dominan este tipo de estudios. 25. Sobre este tema, ver Tironi (2002), Segunda Parte. 26. Existen numerosas definiciones de familia. Una definición operativa muy utilizada la describe como un grupo íntimo que reside junto, formado por dos personas o más relacionados por sangre o nacimiento, vínculos sexuales, o vínculos legales (matrimonio, adopción u otro) (Teachman et. al, 2000). Una definición más amplia considera a la familia como un grupo relacionado de personas que cumplen las funciones necesarias para asegurar su subsistencia como núcleo, tales como reproducción, socialización, y gratificación emocional (Ingoldsby y Smith, 1995). 27. Sería interesante investigar el impacto sobre la formación del “capital humano” que tiene en el Chile actual la concentración de padres más maduros sobre un menor número de hijos/as.
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28. Para una definición de los diferentes tipos de familia, ver Capítulo VI. 29. Sobre las sociedades “familísticas”, ver Esping-Andersen (1999). 30. La “desinstitucionalización” de la familia es un fenómeno ampliamente estudiado para el caso de las sociedades desarrolladas. A este tema se vuelve más adelante. 31. Como señala Esping-Andersen (2003, p. 142), en la formación del capital humano está probado que lo clave está en las habilidades de aprender (cognitive skills), las que se desarrollan en la más temprana niñez, esto es, antes de que el niño entre al sistema escolar. De ahí que concluya que “las posibilidades en la vida están poderosamente sobredeterminadas por lo que ocurre en la vida de los niños antes de su primer encuentro con el sistema escolar”, vale decir, mientras permanecen recluidos en el núcleo familiar de origen. 32. Una excelente discusión acerca de las distintas dimensiones que involucra el concepto de modernización puede ser encontrada en Brunner (2001). 33. Durante el siglo XX otros autores se han sumado a este enfoque, proponiendo otros principios “explicativos” del orden moderno. Los que más destacan son Marshall Berman (1989), quien propone la noción de cambio como la característica central del orden moderno; la escuela crítica, que apela al creciente despliegue de la racionalidad estratégica como lo propio de la modernidad (Horkhaimer, 1961); y por último Luhmann (1991), quien retoma y expande la noción de complejidad. 34. Entre los autores que se han esforzado en realizar una definición empírica de modernidad cabe mencionar a Parsons (1937, 1951), Germani (1962), Huntington (1968), Bell (1976), Inglehart (1997, 2000), Inkeles (1974). 35. Como se advierte, aquí se han dejado de lado otras definiciones de modernidad de tipo más cultural o institucional, y que ponen el acento en la prevalencia de ciertas actitudes o derechos. Ver por ejemplo el proyecto de modernidad ilustrada planteada por Jurgen Haberlas, o la modernización como oleadas sucesivas de acceso a derechos planteada por T.H Marshall. Para una profundización en torno a las dimensones culturales de la modernidad ver Brunner (2001). 36. Para mayores antecedentes ver capítulo III. 37. Ver por ejemplo Inkeles (1974); Inglehart (1997); Bell (1976); Germani (1962). 38. Según Brunner (2002: pp 41), la moderna es la tercera revolución educacional en la historia, la cual “creó un nuevo paradigma, cambiando la esencia misma del proceso de producción educacional y aproximando la escuela al modelo industrial de masas. Su pretensión y resultado fue universalizar la educación; la primaria al comienzo y luego, progresivamente (sin que esta tarea, reiteramos, se haya completado) los niveles superiores”. 39. Última información disponible. Encuesta CASEN realizada por MIDEPLAN. 40. Para la educación básica cobertura se calcula para la población de 6 a 13. Para la educación media la cobertura se calcula para la población de 14 a 17 años. 41. La cual se vincula a los planteamientos de Bell (1974) e Inglehart (1997, 2002). 42. Al respecto ver Inglehart (1997) e Inkeles (1974). 43. En el plano internacional esta tabla sigue siendo muy baja, tal como lo discute Bravo en el capítulo XXX. 44. Para mayores antecedentes ver Allan (2001). 45. Esta tendencia ya fue advertida por María Teresa Valdez (1998). 46. Al respecto, ver por ejemplo Giddens (1996) y Beck (2000).
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47. La modernización como dinámica compleja que articula distintas “etapas” o “niveles” tiene un amplio respaldo en la literatura. Ver por ejemplo el concepto de sociedades “fragmentadas” de Mignione (1994), o de una modernidad “híbrida” de Canclini (1990). Para mayores antecedentes ver Brunner (2001). 48. Fuente: EE.UU.: U.S. Census Bureau. Demographic Trends in the 20th Century; España: Indicadores de Desarrollo PNUD. 49. La esperanza de vida es levemente superior en España que en EE.UU., pero sus índices no se alejan demasiado de Chile. Fuente: Chile INE, Compendio estadístico 2001; EE.UU.: U.S. Census Bureau, Statistical Abstract of the United States: 2002; España: Ine España, Indicadores Sociales 2001, en www.ine.es. 50. En el campo de la educación superior (que alcanza al 26% en Estados Unidos), Chile con su 9% se encuentra hoy en el nivel de los EE.UU. en 1970. Fuente EE.UU.: Census Bureau, Statistical Abstract of the United States: 2002. 51. Fuente: INE España. Encuesta de población Activa. 1999. Se consideran adultos los mayores de 25 años. 52. El 43,7% de los jóvenes chilenos entre 16 y 29 años tiene media completa o superior, mientras que este valor llega a 53% en el caso de los jóvenes españoles de la misma edad. Hace 10 años en Chile solo el 35%. Fuente: Chile, Muestra del Censo 2002 (capítulo V). España. INE España. Encuesta población Activa 2001 en www.ine.es 53. En Chile el sector servicios representa el 68% del empleo, mientras en España representa el 62,1% y en EE.UU. el 74,5%. Fuente: OECD. En www.oecd.org. 54. Demographic Trends in the 20th Century Op. Cit. 55. Los datos de la evolución de las familias españolas han sido tomados de Condiciones de vida en España y Europa, INE España. Estados Unidos en US Census Bureau Demographic Trends in the 20th Century. 56. Para el caso de EE.UU., ver (Teachman, 2000) Par el caso de España y Europa, (Allan, 2001) y (Requena, 2001). 57. Si mira el ingreso per cápita, la diferencia es elocuente: en EE.UU alcanza USS 34.000, en España a USS 14.100, y en Chile apenas a US$ 5 mil. (Fuente: OECD). 58. Tipos de sociedades modernas según Esping-Andersen: Liberal
Rol Familia Rol Mercado Rol Estado Modo de solidaridad dominante Grado de de-comodificación de las prestaciones sociales Ejemplos
Social demócrata
Conservador
Marginal Central Marginal Individual
demócrata Marginal Marginal Central Universal
Central Marginal Subsidiario Corporativismo
Baja USA
Máxima Suecia
Alta Italia
59. Una interpretación similar en torno al modelo que ha seguido Chile se encuentra en Katzman y Wormald (2002), quienes a partir de un estudio comparativo de distintos países de América Latina concluyen que Chile es el más próximo a un “modelo liberal” en los términos de Esping Andersen. Para mayores antecedentes ver primer el capítulo del libro. 60. Fuente: Education at a Glance: OECD Indicators (2002) En www.educarchile.cl. 61. El caso de España es curioso por cuanto, si bien presenta una tasa de asistencia regular a servicios similares a Chile, el porcentaje de personas que no asisten nunca es
75
C UÁNTO
Y CÓMO CAMBIAMOS LOS CHILENOS
muy superior a Chile y EE.UU. Se observa pues una polarización de la población en torno a los indicadores religiosos. Encuesta mundial de valores, serie 1995-1997. En www.worldvaluessurvey.org. 62. Citado por Bauman (2001).
76
¿D ÓNDE
Y CÓMO VIVEN LOS CHILENOS ?
CAPÍTULO II ¿CÓMO Y DÓNDE VIVEN LOS CHILENOS? VIVIENDA Y PATRIMONIO. CHILE 1992-2002 Osvaldo Larrañaga
Este capítulo tiene el objetivo de presentar la evolución de las condiciones materiales del nivel de vida de las personas en materia de vivienda y activos durables, sobre la base de los datos provistos por los censos de población y vivienda de los años 1992 y 2002. La unidad de referencia del capítulo son las personas; esto es, se evalúa la distribución de los bienes materiales en términos de la cantidad de personas que acceden a los mismos. Se prefiere trabajar con personas antes que con hogares, por dos tipos de razones. Primero, el análisis de los hogares subestima la desigualdad existente, dado que los de menores recursos tienden a ser más numerosos. Segundo, el análisis a través de las personas es más contundente cuando hay fuertes cambios en la composición de los hogares, tal como ocurre durante el período bajo estudio. El capítulo se organiza en dos secciones principales. En la primera se describen las condiciones de vida materiales de la población durante los años 1992 y 2002, de acuerdo a tenencia y características, de la vivienda que habita, acceso a servicios básicos, disponibilidad de bienes durables y de vehículos. La segunda sección presenta un análisis de los cambios en la distribución de la riqueza material en las diferentes comunas. Las conclusiones del capítulo se presentan en una tercera sección. 1. CONDICIONES DE VIDA MATERIAL EN CHILE: 1992 VS. 2002 a) Viviendas En el año 2002 había alrededor de 3,9 millones de viviendas particulares ocupadas en el país (Cuadro 1). De estas, el 82,7% eran casas; un 12,0%, departamentos y el restante 5,3%, estaba compuesto por cons-
77
C UÁNTO
78
Y CÓMO CAMBIAMOS LOS CHILENOS
trucciones más precarias, como piezas en conventillos, mediaguas y otras. Durante la década 1992-2002 se produce un fuerte incremento en el número de viviendas en el país. En efecto, durante este período las viviendas aumentan en un 25,7%, cifra muy por encima del crecimiento poblacional del período –13,3%–. Al mismo tiempo, decrece en un 42.9% el número de viviendas de naturaleza precaria. La mayor tasa de aumento de vivienda respecto de personas equivale a una disminución en el número promedio de residentes por vivienda. En 1992, vivían 4,47 personas promedio por vivienda; en el año 2002 la tasa descendía a 4,03, representado una disminución del 9,7% en este indicador. El proceso de expansión de viviendas está relacionado con la mayor autonomía económica de las familias durante la década. También ha sido importante la política de vivienda en el período, la cual ha tenido como objetivo el crecimiento del conjunto de nuevas construcciones. De hecho, alrededor del 60% del total de las viviendas construidas en el país pertenece a programas habitacionales subsidiados1. La mayor parte de las familias vive en casa propia. Los datos del censo del 2002 informan que el 72,6% de las viviendas son habitadas por sus propietarios; el 17,5% corresponde a arriendos, y solo el 9,9% restante son ocupadas en cesión, préstamo o similar condición (Cuadro 3). Cuadro 1. Número de viviendas 1992 vs. 2002 (miles) Tipo de vivienda Casa
1992
2002
Variación porcentual
2.486,2
3.225,5
29,7
254,6
468.0
83,8
360,6
206.0
-42,9
3.101,4
3.899,5
25,7
Departamento Pieza, mediagua, otros Total
Fuente: INE. Censos de población, años respectivos.
Cuadro 2. Número de personas por vivienda 1992 vs. 2002 Tipo de vivienda
1992
2002
Variación porcentual
Casa
4,65
4,18
-10,1
Departamento
3,50
3,08
-12,0
Pieza, mediagua, otros
3,89
3,73
-4,1
Total
4,47
4,03
-9,8
Fuente: INE. Censos de población, años respectivos.
¿D ÓNDE
Y CÓMO VIVEN LOS CHILENOS ?
Cuadro 3. Tipo de propiedad de la vivienda (porcentaje), 2002
Propia
Casas
Departamentos
Pieza, mediagua, otros
Total
58.2
26.3
40.7
53.6
Propia pagándose
18.0
34.4
2.1
19.0
Arriendo
14.5
35.1
26.7
17.5
Cedida, otros Total
9.3
4.2
30.4
9.9
100.0
100.0
100.0
100.0
Fuente: INE. Muestra del Censo de población 2002.
b) Calidad material de la vivienda La calidad de vida de las personas depende estrechamente de las condiciones de la vivienda que habitan. Una vivienda adecuada torna la vida confortable, facilita el desarrollo de la familia, otorga espacios de privacidad, brinda seguridad, etc. El habitar en casa o departamento no garantiza una adecuada calidad de la vivienda. Una variable importante es la índole del material de las construcciones. A tal respecto, los datos del Censo reportan un incremento generalizado de la calidad de los materiales en la década bajo análisis (Cuadro A-1 del Anexo). Así, en el año 2002 es mayor el número de personas que vive en residencias que utilizan mejores materiales de construcción. El 59.2% de la población habita en construcciones cuyos muros están conformados por ladrillo, concreto o bloque estructural; un 56,0% reside en viviendas que utilizan teja, tejuela, loza o zinc para el techo; el 66,1% vive en construcciones con piso de parquet, tabla u otro material de buena calidad. Interesa a continuación derivar un criterio de calidad de la vivienda que combine las constantes arriba descritas. Una alternativa simple, pero funcional a los objetivos del trabajo, es la definición de una variable dicotómica que identifique las viviendas de mala calidad para uso habitacional. La definición de un umbral de calidad de la vivienda se realiza sobre la base de estudios anteriores, aún cuando no se adscriba a alguno en forma específica2. No estamos interesados en definir una norma en la materia, sino establecer un punto de comparación para evaluar la evolución del indicador a lo largo del tiempo. Tal enfoque resta dramatismo a la elección de un umbral particular, centrando la atención en los cambios que se produzcan en el tiempo3. El Cuadro 4 presenta los estándares mínimos para las diferentes dimensiones de los materiales de la vivienda. Clasifican como vivien-
79
C UÁNTO
Y CÓMO CAMBIAMOS LOS CHILENOS
Cuadro 4. Porcentaje de personas que viven en viviendas en buen estado (1) ¿Cumple con estándares mínimos?
Dimensión Muros
Techo
Sí
No
• Ladrillo, concreto, bloque
• Adobe, barro (1)
• Madera, tabique, internit
• desecho
• Teja, tejuela, loza
• Fonolita
• Zinc
• Paja, otros
• pizarreño Piso
• Parquet, tabla, alfombra
• Ladrillo, tierra, otros
• Baldosa, cemento, flexit Vivienda
Evaluación global
80
• Casa o departamento
• Mediagua
• Pieza
• choza, ruca
Sin déficit: cumple todos los
Con déficit: no cumple alguno
estándares mínimos
de los estándares mínimos
(1) Siguiendo el estudio de la PUC, se clasifican como mala calidad los muros de adobe y barro de las V a XII regiones.
Cuadro 5. Porcentaje de personas sin déficit de vivienda: urbano vs. rural 1992
2002
90,8
94,5
Dimensión •
Muros
•
Techo
97,4
99,1
•
Piso
93,9
99,5
•
Tipo de vivienda
91,9
95,4
Global: vivienda sin déficit •
Nacional
81,1
90,7
•
Área urbana
84,8
92,8
•
Área rural
62,1
77,3
Fuente: INE. Cálculos basados en censos de 1992 y 2002.
das sin déficit aquellas que cumplan con los estándares en todas las dimensiones consideradas. El Cuadro 5 presenta los resultados del procedimiento. Así, un 81.1% de las personas residía en 1992 en viviendas que satisfacían los estándares mínimos, de acuerdo a los criterios aquí utilizados. En el año 2002, el porcentaje respectivo aumenta a un 90,7%, reflejando los avances en las condiciones materiales de vida producidos a lo largo de la década.
¿D ÓNDE
Y CÓMO VIVEN LOS CHILENOS ?
Si se considera que el número de viviendas experimenta un crecimiento del 25,7% durante este período, se deduce que la mejor calidad de las viviendas está relacionada con la emigración de las familias hacia residencias nuevas, las cuales presentan mejores estándares de construcción que las viviendas antiguas. La cobertura de viviendas sin déficit es mayor en el sector urbano. En el año 2002 el 92,8% de las personas que habita en áreas urbanas reside en viviendas que satisfacen los estándares mínimos de materiales, comparado con un 84,8% en las áreas rurales. La brecha urbanorural ha disminuido durante la década, puesto que en 1992 la cobertura urbana era 77,3% y la de las zonas rurales de 62,1%. c) Acceso a servicios de infraestructura básica La calidad de vida de las personas depende críticamente del acceso a servicios de infraestructura básica. La electricidad, proporcionando luz y energía, que posibilita a su vez el uso y funcionamiento de electrodomésticos y medios de comunicación; el agua potable y los sistemas de eliminación de excreta, como elementos determinantes de la salud e higiene del hogar; el gas, proveyendo combustibles para cocina y calefacción, etc. Los criterios utilizados para la definición de estándares mínimos se presentan en el Cuadro 6. En materia de electricidad se define acceso adecuado a ella como aquel provisto por red pública o cualquier otra fuente generadora o energía solar. En materia de agua potable solo se considera adecuada la provisión a través de red pública, habida cuenta de la posible contaminación a que están afectas fuentes alternativas como pozas, norias o ríos. Asimismo, el alcantarillado representa la única fuente aceptable de eliminación de excreta (también puede serlo una fosa séptica, pero representa solo el 0,2% de los casos). En lo que respecta a combustibles de cocina se definen como fuentes adecuadas el gas y la electricidad, considerando la condición contaminante de la leña, parafina y carbón. La disponibilidad de ducha es también incluida en la infraestructura básica, puesto que se relaciona con el acceso al agua potable al interior de la vivienda. Al igual que en el caso de la calidad de la vivienda, se considerará sin déficit en el acceso a servicios de infraestructura básica cuando se cumplan los estándares mínimos en todas las categorías bajo análisis. Esta sería la situación de un 61,1% de las personas el año 1992, porcentaje que aumenta a un 79,1% en el año 2002 (Cuadro 7). Los datos presentan avances considerables de cobertura de estos servicios en la década 1992-2002. Más del 90% de la población satisface, en
81
C UÁNTO
Y CÓMO CAMBIAMOS LOS CHILENOS
Cuadro 6. Estándares mínimos: acceso a infraestructura básica
¿Cumple estándares mínimos? Sí • Electricidad
No
• Red pública
• Sin energía
• Generadores • Agua potable
• Red pública
• Pozo, noria, otros
• Eliminación excreta
• Alcantarillado
• Pozo negro
• Ducha • Combustible cocina
Evaluación global
• Fosa séptica
• Otros
• Con ducha
• Sin ducha
• Gas
• Leña, madera
•
Electricidad
Sin déficit: cumple todos los
Con déficit: no cumple algunos
estándares mínimos
de los estándares mínimos
82 Cuadro 7. Porcentaje de la población con acceso a infraestructura básica 1992
2002
• Electricidad
90,7
97,6
• Agua potable
86,1
91,6
• Alcantarillado
69,9
91,2
• Ducha
70,6
89,7
• Combustible cocina
77,9
87,0
Casos sin déficit
61,1
79,1
Fuente: INE. Elaboración sobre Censos 1992 y 2002.
el año 2002, los estándares de electricidad, agua potable y alcantarillado. La cobertura de ducha y combustibles para cocina se acercan a un 90%. No obstante lo anterior, existe una gran brecha de cobertura de servicios básicos entre los sectores urbano y rural (Cuadro 8). En 1992, prácticamente la totalidad de los habitantes rurales calificaban como carentes en infraestructura básica. Hacia 2002 la situación era algo mejor, pero solo un 18,4% de ellos satisfacía los estándares en todas las dimensiones consideradas. Cabe por tanto preguntarse si la definición de los umbrales es demasiado restrictiva para el área rural. Los datos que se presentan en el Cuadro 8 sugieren que no sería el caso. En efecto, el examen de los indicadores individuales sugiere que el elevado nivel de carencias rurales se produce a partir de la combinación de los criterios aplicados, antes que por la acción de alguno en particular.
¿D ÓNDE
Y CÓMO VIVEN LOS CHILENOS ?
Cuadro 8. Porcentaje de personas sin déficit de infraestructura 1992
2002
• Electricidad
97,8
99,1
• Agua potable
97,8
98,9
• Servicio higiénico
81,1
97,1
• Ducha
80,8
95,5
Área urbana
• Combustible
88,4
93,1
Casos sin déficit
72,2
88,3
54,5
87,9
Área rural • Electricidad • Agua potable
26,5
44,1
• Servicio higiénico
13,1
52,5
• Ducha
18,5
51,1
• Combustible
29,7
48,7
Casos sin déficit
4,7
18,4
Fuente: INE. Elaboración sobre Censos 1992 y 2002.
Por otra parte, se trata de carencias que pueden ser objeto de intervención. Considere a tal efecto el caso más problemático en 1992, el acceso al alcantarillado, con cobertura del 13,1% de la población rural. Diez años después, esta cobertura de servicio ha aumentado a un 52,5% para la población rural. d) Densidad de la vivienda (Hacinamiento) La relación entre residentes y número de dormitorios informa sobre hacinamiento o exceso de personas por vivienda; otra importante dimensión de la calidad de vida de las personas. El Censo dispone de información a nivel del hogar, puesto que pregunta sobre el número de dormitorios utilizados por cada uno de los hogares que comparten una vivienda. Esta es una característica distintiva del Censo respecto de otras fuentes de información que no distinguen respecto de los usuarios de la vivienda4. El Cuadro 9 informa respecto del porcentaje de personas que reside en hogares con exceso de residentes. Para tal efecto se trabaja con la relación entre número de personas y número de dormitorios ocupados a nivel del hogar, utilizándose tres umbrales alternativos: más de 2 personas por dormitorio; más de 2,5; y más de 3, respectivamente.
83
C UÁNTO
Y CÓMO CAMBIAMOS LOS CHILENOS
Cuadro 9. Porcentaje de personas sin condición de hacinamiento 1992
2002
Umbral: más de 2 pers/dorm • Urbano
60,5
74,6
• Rural
48,2
69,3
• Total
58,5
73,9
Umbral: más de 2.5 pers/dorm • Urbano
72,0
83,9
• Rural
60,2
79,5
• Total
70,1
83,3
Umbral: más de 3 pers/dorm
84
• Urbano
84,2
92,2
• Rural
75,3
89,8
• Total
82,8
91,9
Fuente: INE. Elaboración sobre Censos 1992 y 2002
La proporción de personas sin problemas de hacinamiento depende del umbral que se utilice. En el caso más restrictivo, 2 personas por dormitorio, se obtiene que un 74,6% de la población no tendría déficit en la materia (año 2002). En el caso más laxo, umbral de 3 personas por dormitorio, el porcentaje de personas sin déficit sube a 92,2%. Durante la década se produce un fuerte descenso en la situación de hacinamiento, independientemente del umbral utilizado para realizar tal evaluación. Este es un desarrollo que se relaciona con la expansión en el número de viviendas, situación que permite la partición de los grupos que compartían una vivienda por motivos no voluntarios. Nótese, en todo caso, que la oferta de nuevas viviendas debe estar acompañada de incrementos en los niveles de ingresos familiares para posibilitar la autonomía de los grupos que se escinden. Los datos informan que no existe mayor diferencia en la situación de hacinamiento entre los estratos urbano y rural. Así, a diferencia de las dimensiones de calidad de la vivienda y acceso a infraestructura básica, la condición de hacinamiento se distribuye en forma relativamente pareja entre el área urbana y el área rural. e) Acceso a bienes durables y tenencia de vehículos Una última dimensión de la calidad de vida material está dada por el acceso de la población a activos durables y vehículos. Entre los primeros se incluyen bienes que facilitan la producción de los servicios al inte-
¿D ÓNDE
Y CÓMO VIVEN LOS CHILENOS ?
rior de los hogares –refrigerador, lavadora, horno microondas, etc.–; así como bienes relacionados con las comunicaciones –teléfono, televisor, vídeo grabador, equipo de alta fidelidad–. Los datos de los Cuadros 10 y 11 informan de importantes aumentos en el acceso a bienes de consumo durables y vehículos durante la década bajo análisis. Para la mayor parte de los activos durables se observan incrementos de cobertura por sobre los 30 puntos porcentuales. El censo del año 2002 también informa respecto de “nuevos” bienes, cuyo consumo diez años atrás era prácticamente nulo: conexión satelital, computador, conexión a Internet, etc. Respecto de la tenencia de vehículos, el 35,2 % de la población posee en 2002 algún vehículo en el hogar, comparado con un 21,6% en 19925.
Cuadro 10. Porcentaje de personas que viven en hogares con acceso a bienes durables
85
1992
2002
TV B/N
51,0
15,1
TV Color
54,4
89,2
Vídeo grabador
19,3
38,4
Equipo alta fidelidad
32,3
69,6
Lavadora
50,2
83,3
Refrigerador
55,8
84,6
Microondas
4,4
31,4
Teléfono celular
1,1
53,8
Teléfono fijo
23,8
53,4
Nd
25,0
Secadora o centrífuga
Nd
45,0
Congelador
Nd
9,0
Computador
Nd
22,4
Conexión Internet
Nd
11,0
Conexión TV satélite
Fuente: INE. Elaboración sobre Censos 1992 y 2002.
Cuadro 11. Porcentaje de personas que viven en hogares con tenencia de vehículos
Bicicleta Moto Auto o station Camioneta o furgón Fuente: INE. Elaboración sobre Censos 1992 y 2002.
1992
2002
39.5
53.0
1.3
1.8
16.5
23.5
5.1
11.7
C UÁNTO
Y CÓMO CAMBIAMOS LOS CHILENOS
Hay dos tipos de razones que explican el aumento de la demanda de estos bienes durante la década de 1992-2002. Primero, son bienes cuya demanda es altamente sensible a aumentos en el nivel de los ingresos. Segundo, son bienes afectos al progreso tecnológico, que incide en incrementos de la relación calidad / precio y el consiguiente aumento de su demanda.
86
2. DISTRIBUCIÓN DE LA VIVIENDA Y PATRIMONIO Esta sección analiza la distribución del acceso a la vivienda y demás bienes durables en las comunas del país. La elección de la comuna como unidad de análisis responde a la ventaja comparativa que en la materia presenta el Censo, puesto que es la única fuente de información que permite caracterizar desde una perspectiva socioeconómica a estas unidades geográficas6. Estamos especialmente interesados en explorar la dinámica de cambio en el acceso a la vivienda y el patrimonio a lo largo de la década 1992-2002. Ello puesto que en el país, una de las preguntas importantes es el patrón de inclusión o exclusión asociado a la experiencia de desarrollo económico. A tal efecto los datos de ingreso provenientes de la encuesta Casen informan que el crecimiento económico ha sido positivo para reducir la pobreza, pero que no ha tenido impacto sobre la –desigual– distribución de los ingresos en el país. Los datos del Censo permiten explorar la materia desde la perspectiva de las comunas: ¿Ha habido convergencia en el nivel de vida de los habitantes de las diferentes comunas? ¿Hay comunas que han quedado rezagadas del proceso de desarrollo que experimenta el país? ¿Qué relación existe entre el crecimiento poblacional de las comunas y su desarrollo socioeconómico? Estas y otras preguntas pueden responderse sobre la base de las variables informadas por el Censo, como son el acceso a vivienda, infraestructura básica, bienes de consumo durable y vehículos. Las comunas consideradas son las 161 de mayor tamaño poblacional, las cuales representan el 88.8% de la población nacional en el año 1992. Las estadísticas descriptivas de estas variables se presentan en el Cuadro A-2 del Anexo. a) Vivienda La distribución de la cobertura de vivienda entre comunas se presenta en el Cuadro 12. Las comunas se ordenan en deciles, según la distribución del porcentaje de población que satisface los estándares de vivien-
¿D ÓNDE
Y CÓMO VIVEN LOS CHILENOS ?
da durante el año inicial. Así, el 10% inferior de comunas tenía como promedio a un 51,7% de su población residiendo en viviendas sin déficit de materiales en el año 1992; el 10% siguiente tenía al 61,8% de la población en igual situación, etc. En el decil más alto, un 94,4% de la población no tenía problemas de calidad de la vivienda. La columna siguiente informa sobre la situación de las respectivas comunas en el año 2002; mientras que la última columna sintetiza el cambio en el indicador entre los años 1992 y 2002. Los datos son claros para señalar que las ganancias más importantes en la cobertura de viviendas sin déficit ocurren en las comunas más atrasadas el año 1992. Así, el 10% de comunas más atrasadas incrementa en 17,3 puntos porcentuales la población que reside en viviendas sin déficit, mientras que para el 10% de comunas del decil superior el incremento asciende a 3,4 puntos porcentuales. El Gráfico 1 presenta la relación entre el nivel de 1992 y el cambio durante la década en cada comuna –cada círculo corresponde a una comuna–. La curva de tendencia en el gráfico proviene de una regresión entre las variables respectivas. El gráfico advierte respecto de la mayor varianza de los resultados en el caso de las comunas más atrasadas. El bajo grado de avance que presentan las comunas de los deciles superiores no debiera constituir un resultado sorprendente, habida cuenta del elevado punto de partida en el año 1992. En cambio, los notables avances que registra la cobertura de estándares de vivienda en las comunas más atrasadas es un resultado que refleja la presencia
Cuadro 12. Porcentaje de personas sin déficit de vivienda: promedios comunales Decil
1992
2002
Cambio
1
51,7
69,0
17,3
2
67,8
84,2
16,4
3
74,1
88,1
14,1
4
78,9
90,4
11,5
5
81,6
93,2
11,6
6
84,7
93,4
8,7
7
87,1
93,8
6,8
8
88,7
94,9
6,2
9
90,6
95,4
4,8
10
94,4
97,8
3,4
Fuente: INE. Elaboración sobre muestra de los Censos 1992 y 2002.
87
C UÁNTO
Y CÓMO CAMBIAMOS LOS CHILENOS
Gráfico 1. Porcentaje de población sin déficit vivienda: nivel en 1992 vs. cambio en la década 1992-2002
delta_e
.253659
88 -.000301 .361305
estad_92
.975798
activa de factores de demanda y oferta; en particular, el crecimiento de los ingresos de la población y la cobertura de la política de vivienda. Este resultado no es “natural”, puesto que no se produce sin la presencia de los factores citados. El análisis estadístico revela que también existe una relación positiva entre el crecimiento de población de la comuna y los cambios en la tasa de cobertura de estándares de vivienda (ver Cuadro A-3 del Anexo). Este desarrollo sugiere que la construcción de viviendas nuevas se concentró en las comunas que exhibieron un mayor crecimiento poblacional. En suma, durante la década analizada se produce un importante proceso de convergencia comunal en la cobertura de los estándares de vivienda. La distribución resultante, el año 2002, es bastante más pareja que la registrada durante 1992. Ello no es sinónimo de postular convergencia en la calidad de las viviendas, puesto que nuestra medida es dicotómica y centrada en un umbral de estándar mínimo. A tal efecto se trata de un resultado análogo a la reducción de la pobreza según ingresos, puesto que un importante número de casos cruza el umbral mínimo a lo largo de la década.
¿D ÓNDE
Y CÓMO VIVEN LOS CHILENOS ?
b) Infraestructura básica Para analizar la dinámica de cambio en la cobertura de la población con acceso a infraestructura básica se clasifican las comunas en deciles, según aquella que presentaban el año 1992. Se trata de un procedimiento análogo al realizado en el caso de la vivienda, pero esta vez referido a la variable de infraestructura. La distribución del acceso de la población a infraestructura básica presenta una fuerte varianza entre comunas, de acuerdo a lo informado en el Cuadro 13. El decil inferior de estas presentaba una cobertura promedio de 4,3% en el año 1992, mientras que en el decil superior la cobertura ascendía a un promedio de 91,0%. La distribución de la variable está influida por la condición urbano-rural, aún cuando la muestra excluye a las comunas rurales más pequeñas. La dinámica de cambio de la cobertura de la variable durante la década 1992-2002 está representada por una relación de U invertida (ver Gráfico 2). Las comunas que registran las mayores ganancias en el indicador son aquellas pertenecientes a los deciles intermedios de la distribución inicial de la variable. En cambio, aquellas de los deciles inferiores y superiores registran aumentos más moderados en la cobertura de infraestructura básica. El incremento de cobertura en las comunas de los deciles intermedios es bastante notable, fluctuando en un rango entre 24 y 32 puntos porcentuales como promedio para los deciles tercero a sexto de la distribución inicial. Nuevamente, no debiera sorprender el menor avance de los deciles superiores, si se considera que un elevado punto de partida deja poco espacio para ganancias adicionales del indicador. El resultado que requiere explicación es la baja ganancia relativa de las comunas pertenecientes a los deciles inferiores. Una posible interpretación radica en el componente predominante rural de estas comunas (Cuadro 13, última columna). Al respecto se puede argumentar que los mayores costos de la infraestructura básica en el área rural explican el menor avance en estas comunas. Así, bien podría acontecer que una mayor asignación de recursos de inversión a estos municipios resultara en menor incremento en la cobertura de los servicios. Por otra parte, el análisis estadístico revela que existe una asociación entre los cambios en el nivel de escolaridad de la población adulta y en la cobertura de infraestructura básica. Ello sugiere que las comunas que más incrementaron su nivel socioeconómico, medido a través de la escolaridad, son aquellas que presentan mayores ganancias en el indicador. Ello reflejaría la acción de los factores de demanda sobre el acceso a la infraestructura básica.
89
C UÁNTO
Y CÓMO CAMBIAMOS LOS CHILENOS
Cuadro 13. Porcentaje de personas sin déficit en infraestructura básica: promedios comunales Decil de comunas (1)
2002
Cambio
Porcentaje población urbana
1
4,3
13,5
9,2
39,7
2
12,3
32,2
19,9
55,3
3
20,4
48,4
27,9
56,4
4
32,5
59,9
27,4
61,2
5
42,2
74,0
31,8
75,4
6
56,8
80,6
23,8
81,4
7
68,9
88,5
19,6
93,2
8
77,1
93,7
16,7
97,2
9
82,5
94,4
11,9
98,7
10
91,0
97,9
6,8
99,9
Fuente: INE. Cálculos en base a muestra de Censos de 1992 y 2002. (1) Decil según nivel de la variable el año 2002.
Gráfico 2. Porcentaje de población sin déficit infraestructura básica: nivel 1992 versus cambio 1992-2002
.430618
delta_i
90
1992
-.028506 .014493
infra_92
.97992
c) Hacinamiento (densidad habitacional) Para analizar la dinámica en la condición de hacinamiento se ordenan las comunas en deciles de acuerdo al nivel de la variable durante el año 1992. Los deciles resultantes se presentan en el Cuadro 14, junto al nivel que presenta la variable el año 2002 y el cambio ocurrido en la década 1992-2002.
¿D ÓNDE
Y CÓMO VIVEN LOS CHILENOS ?
Debe tenerse en cuenta que se ha utilizado un umbral bajo –2 personas por dormitorio– para definir la condición de hacinamiento. Se insiste que el objetivo del ejercicio es la comparación de la variable entre dos períodos. A tal respecto, el umbral elegido proporciona mayor espacio de variación de la variable en comparación a otras alternativas. Los resultados del Cuadro 14, ilustrados en el Gráfico 3, informan sobre convergencia de las comunas en materia del porcentaje de población que reside en hogares sin hacinamiento. Al igual que en el caso de la calidad de los materiales de la vivienda, las ganancias más importantes ocurren en las comunas pertenecientes a los deciles inferiores de la distribución original de la variable. Ello se traduce, en el año 2002, en una distribución bastante más pareja del indicador entre las comunas. Las razones subyacentes a la dinámica resultante son análogas a las descritas para el caso de la calidad material de la vivienda. A lo largo de la década se produce un fuerte incremento en la oferta de nuevas viviendas, como producto de la política de vivienda y del crecimiento de los ingresos. Ello hace posible la separación de residencia de grupos familiares que compartían por motivos económicos un domicilio, con el consiguiente efecto positivo sobre la condición de hacinamiento. El análisis estadístico identifica también una relación positiva entre la reducción de hacinamiento y el incremento del nivel socioeconómico de la comuna, medido a través de los años de educación de la población adulta (Cuadro A-3 del Anexo). Ello es consistente con la acción de los factores de demanda arriba descritos. Cuadro 14. Porcentaje de personas sin déficit en hacinamiento: promedios comunales 1992
2002
Cambio
1
53,7
74,6
20,9
2
57,2
76,1
18,9
3
59,4
77,6
18,2
4
61,7
78,2
16,5
5
63,4
79,1s
15,7
6
65,3
79,1
13,8
7
67,2
79,3
12,1
8
69,4
80,5
11,1
9
72,0
83,2
11,3
10
82,1
88,9
6,8
Fuente: INE. Elaboración sobre muestra de los Censos 1992 y 2002.
91
C UÁNTO
Y CÓMO CAMBIAMOS LOS CHILENOS
Gráfico 3. Porcentaje de población sin déficit en hacinamiento: nivel 1992 versus cambio 1992-2002
delta_h
.298031
92 -.017423 .484177
hacin_92
.972497
Nuevamente, las ganancias están referidas a una variable dicotómica antes que a una continua. La convergencia hace referencia a que hay más personas residiendo en viviendas que satisfacen el umbral establecido; ello no necesariamente implica cambios en la distribución del valor de la vivienda. d) Activos durables Un procedimiento análogo a los anteriores se realiza con el promedio del número de activos durables por hogar. Así, el Cuadro 15 ordena a las comunas en deciles según el nivel de la variable el año 1992, para luego examinar la evolución del indicador a lo largo de la década 19922002. El Gráfico 4 presenta la relación entre el nivel inicial y el cambio de la variable para cada una de las comunas analizadas. La dinámica de cambio en el indicador presenta una relación de U invertida respecto del punto inicial. A diferencia de los resultados anteriores, el patrón es ahora bastante difuso entre el punto de inicio y la evolución durante la década. Debe tenerse presente que el indicador utilizado difiere de los anteriores en la medida que representa la suma de tenencia de activos. A tal respecto es una variable que permite una mayor diferenciación entre los hogares, aún cuando no está controlando las diferencias en calidad existente entre activos de común denominación.
¿D ÓNDE
Y CÓMO VIVEN LOS CHILENOS ?
Cuadro 15. Número de activos durables por hogar Deciles de comunas
1992
2002
Cambio
1
0,53
2,93
2,40
2
0,78
3,36
2,58
3
0,94
3,75
2,81
4
1,15
4,03
2,89
5
1,32
4,37
3,04
6
1,59
4,64
3,05
7
1,80
4,96
3,15
8
2,07
5,11
3,04
9
2,43
5,18
2,76
10
3,49
6,02
2,53
Fuente: INE. Elaboración sobre muestra de los Censos 1992 y 2002. Nota: se considera un total de 8 bienes durables, comunes a ambos censos: TV color, vídeo grabador, lavadora, teléfono, teléfono celular, refrigerador, equipo de sonido.
Gráfico 4. Número de activos por hogar según comunas: nivel 1992 versus cambio 1992-2002 (excluye seis comunas con mayor dotación en 1992)
delta_a
3.77637
1.68001 .296167
asset_92
3.03338
El análisis estadístico revela que el cambio en el número de activos por hogar se relaciona positivamente con aumentos en la población de la comuna y en el nivel de escolaridad de los adultos. La relación entre activos y escolaridad puede estar referida a la mayor capacidad de compra que tendría una población de superior nivel socioeconómico. Me-
93
C UÁNTO
Y CÓMO CAMBIAMOS LOS CHILENOS
nos inmediata es la relación entre activos y población. Más aún, se trata del efecto más importante, como lo informa el análisis estadístico (coeficientes beta, Cuadro A-3 del Anexo). Una posible explicación para la relación entre activos y población radicaría en el equipamiento de nuevas viviendas. Para tal efecto considere que existe una cercana asociación entre el crecimiento del número de personas y de viviendas por comuna –correlación de 94%–. De esta manera, las comunas que más incrementan los activos por hogar son aquellas donde se construye mayor número de viviendas. La hipótesis es que la nueva vivienda es equipada con mayor número de activos respecto de la anterior en uso.
94
e) Vehículos El análisis de la tenencia de vehículos sigue un patrón similar a la tenencia de activos durables (Cuadro 16 y Gráfico 5). La dinámica de cambio durante la década tiene baja relación con el nivel inicial de la comuna. El análisis estadístico revela que el cambio en la población y en la escolaridad de la población adulta resultan variables relevantes para explicar el cambio en la tenencia de vehículos. Esta vez el cambio en la escolaridad adulta tiene mayor impacto sobre el incremento de los vehículos (Cuadro A-3 del Anexo), lo cual es consistente con la mayor demanda privada por este tipo de bienes. Cuadro 16. Número de vehículos por hogar 1992
2002
Cambio
1
0,07
0,16
0,08
2
0,10
0,21
0,11
3
0,12
0,22
0,10
4
0,13
0,22
0,09
5
0,14
0,26
0,11
6
0,15
0,25
0,10
7
0,17
0,28
0,11
8
0,20
0,28
0,09
9
0,24
0,35
0,11
10
0,42
0,50
0,08
Fuente: INE. Elaboración sobre muestra de los Censos 1992 y 2002.
¿D ÓNDE
Y CÓMO VIVEN LOS CHILENOS ?
Gráfico 5. Número de vehículos por hogar según comunas: nivel 1992 vs. cambio 1992-2002
delta_v
.212992
95 .017325 .038328
vehic_92
.359313
f) Índice resumen de vivienda y patrimonio Sobre la base de las cinco dimensiones arriba presentadas se construye un índice que sintetiza la situación de vivienda y patrimonio de las personas en Chile. Para tal efecto se procede a estandarizar los indicadores de calidad de los materiales de la vivienda, acceso a infraestructura, hacinamiento, tenencia de activos durables y de vehículos. Luego, se suman las variables estandarizadas para obtener el referido índice resumen7. El Gráfico 6 presenta la relación entre nivel inicial y cambio del índice resumen de vivienda, en la década. La relación entre ambas variables sigue un patrón decreciente: las comunas que partieron más atrás presentan, en promedio, los mayores avances durante el período analizado. El resultado no debiera sorprender, puesto que reproduce la situación que caracterizaba a las dimensiones de calidad material de la vivienda, acceso a infraestructura y hacinamiento. Por su parte, las dimensiones de tenencia de activos durables y de vehículos se caracterizaban por una relación más bien neutra, entre nivel inicial y cambio durante la década, de modo tal que no modifican la tendencia dominante. El dato interesante es conocer ahora cuáles son las comunas que obtienen buenos y malos resultados en el indicador resumen de vivienda y patrimonio.
C UÁNTO
Y CÓMO CAMBIAMOS LOS CHILENOS
Gráfico 6. Indicador resumen de vivienda y patrimonio: nivel 1992 vs. cambio 1992-2002 Fitted values
delta_to
9.52453
96 -12.1174 -8.35812
todos_92
17.8765
El Cuadro 17 presenta el caso de las quince comunas que presentan los mejores índices de vivienda y patrimonio durante los años 1992 y 2002. Adicionalmente, se presentan los que exhiben las mayores ganancias en el indicador durante de la década. Aquí se distinguen dos situaciones: el cambio efectivo y el cambio ajustado por tendencia. Este último controlado por el hecho de que el cambio efectivo es una función del nivel inicial, puesto que quienes parten más atrás tienen mayor espacio de mejoría. El cambio ajustado por tendencia es la diferencia entre el efectivo y el de tendencia, equivalente a la distancia vertical entre la observación de la comuna y la línea de regresión en el Gráfico 16. El Cuadro 18 realiza el mismo ejercicio, esta vez para las quince comunas que presentan mayor atraso en el índice resumen de vivienda y patrimonio. También se considera a las que presentan los menores avances durante la década, tanto efectivos como corregidos por la tendencia8. Respecto de las comunas con mejores resultados destaca que 11 de los 15 primeros lugares corresponden a la Región Metropolitana, tanto durante el año 1992 como en el año 2002. Tal situación refleja la dominancia de la citada región en la economía del país, pero también responde al mayor grado de homogeneización socioeconómica que presentan las comunas del Gran Santiago. En cambio, las demás comunas del país tienden a mostrar mayor heterogeneidad, puesto que representan, por lo general, a ciudades enteras9.
¿D ÓNDE
Y CÓMO VIVEN LOS CHILENOS ?
Cuadro 17. Indicador resumen de vivienda y patrimonio: 15 comunas con mejores resultados Lugar
Nivel 1992
Nivel 2002
Cambio efectivo
Cambio ajustado
1992-2002
1992-2002
1
Vitacura
Vitacura
Isla de Maipo
Isla de Maipo
2
Las Condes
Las Condes
Huechuraba
Lo Barnechea
3
Providencia
La Reina
Lampa
Huechuraba
4
La Reina
Providencia
Casablanca
Casablanca
5
Ñuñoa
Ñuñoa
Buin
Quilicura
6
Punta Arenas
Lo Barnechea
Colina
Buin
7
Macul
Maipú
Monte Patria
Colina
8
Lo Barnechea
Punta Arenas
Santa Cruz
Lampa
9
Maipú
Macul
Las Cabras
Talagante
10
San Miguel
La Florida
Padre Hurtado
Peñalolén
11
La Florida
San Miguel
Paine
Padre Hurtado
12
Viña del Mar
Viña del Mar
Talagante
Chiguayante
13
Natales
Los Andes
El Monte
Peñaflor
14
La Cisterna
Quilpué
Chimbarongo
Pudahuel
15
Diego de Almagro
La Cisterna
Penco
Santa Cruz
Cuadro 18. Indicador resumen de vivienda y patrimonio: 15 comunas con peores resultados Lugar
Nivel 1992
Nivel 2002
Cambio efectivo
Cambio ajustado
1992-2002
1992-2002
Vitacura
La Unión
1
Longaví
Longaví
2
Monte Patria
Retiro
Providencia
Panguipulli
3
San Clemente
San Clemente
Las Condes
Calbuco
4
Retiro
Pichidegua
Ñuñoa
Pitrufquén
5
San Javier
Nueva Imperial
Independencia
Río Bueno
6
Chimbarongo
Carahue
La Unión
Nueva Imperial
7
Yumbel
Teno
La Reina
Mariquina
8
Teno
Parral
Pitrufquén
Río Negro
9
Coihueco
Calbuco
Río Bueno
Purranque
10
Parral
Monte Patria
Río Negro
Carahue
11
Nueva Imperial
Mariquina
Panguipulli
Loncoche
12
Maullín
San Javier
Natales
Cunco
13
Cauquenes
Chimbarongo
Los Muermos
Los Muermos
14
Isla de Maipo
Maullín
Purranque
Curacautín
15
El Monte
Coihueco
Curacautín
Vilcún
97
C UÁNTO
98
Y CÓMO CAMBIAMOS LOS CHILENOS
Más sorprendente es la presencia también mayoritaria de comunas de la región metropolitana en los casos con mayores ganancias en el indicador resumen de vivienda y patrimonio. Así, 12 de las 15 comunas que presentan el mayor cambio ajustado por tendencia pertenecen a la región metropolitana. En su gran mayoría corresponden a comunas periféricas que han absorbido parte del crecimiento de la ciudad de Santiago durante la década. Este último puede ser un hecho esperado, pero sorprende la baja presencia de otras comunas del país en este ranking. En el caso de aquellas con mayor retraso en vivienda y patrimonio existe fuerte representación de las regiones VII a IX. Nuevamente, un hecho poco sorprendente si se considera la importancia del sector rural en ellas. Pero sí sorprende que la totalidad de las comunas que presentan los menores avances –ajustados por tendencia–, en el período 1992-2002, se concentren en las regiones de la Araucanía y de Los Lagos. En suma, el análisis de la situación de las comunas en el indicador resumen de vivienda y patrimonio advierte sobre tendencias de concentración espacial en el patrón de desarrollo económico que sigue el país. 3. CONCLUSIONES El análisis de este capítulo muestra importantes avances en las tenencias de vivienda y patrimonio de la población nacional durante el período 1992-2002. El número de viviendas para uso residencial aumenta en un 25,7% en la década analizada, muy por encima del crecimiento de la población, la que asciende a un 13,3%. Consiguientemente, el número promedio de personas por vivienda disminuye desde 4,47 en 1992 a 4,03 en el año 2002. Se trata de cambios drásticos para un período relativamente corto. El referido proceso tiene por determinantes una mayor capacidad económica de las familias, que hace posible la independencia de grupos familiares que antes compartían la misma residencia, así como a la activa presencia de la política de vivienda cuyo objetivo ha sido incrementar el conjunto de nuevos propietarios. De hecho, el 72,6% de las personas reside en viviendas propias; mientras que cerca del 60% de estas, construidas en la década del 90, obtuvo algún tipo de subsidio público. Paralelamente, se observa un incremento en la cobertura de la población que reside en viviendas sin déficit de materiales. A tal respecto, el trabajo define un umbral en materia de un conjunto de estándares
¿D ÓNDE
Y CÓMO VIVEN LOS CHILENOS ?
mínimos en las diferentes dimensiones de la vivienda. Se comprueba que el 90,7% de la población vive en residencias que satisfacen los estándares de materialidad, comparado con un 81,1% en 1992. Una situación similar ocurre en materia del acceso de la población a servicios de infraestructura básica, tales como electricidad, agua potable, alcantarillado, ducha y combustible para cocina o calefacción. El texto define estándares mínimos en la materia, comprobando que un 79,1% de la población cumplía con todos ellos en 2002, comparado con un 61,1% de 1992. Se identifica, eso sí, una importante brecha entre los sectores urbano y rural. Asimismo, un 73,9% de la población reside en hogares que no superan las 2 personas por dormitorio, cifra que se compara favorablemente con un 58,5% del año 1992. Si se ocupa un umbral más laxo en la materia, equivalente a 3 personas por dormitorio, resulta que, en el año 2002, el 91,9% de la población satisface el estándar, comparado con un 82,8% en 1992. En materia del acceso a activos durables se constatan importantes incrementos en su cobertura, por sobre los 30 puntos porcentuales, durante la década 1992-2002. Más del 80% de las personas tiene en su hogar refrigerador, lavadora y televisión a color. Más del 50% tiene acceso en el hogar a teléfono fijo y teléfono celular. La tenencia de vehículos motorizados sube de un 21,6% en 1992 a un 35,2% en el año 2002. En suma, durante la década 1992-2002 se produce un importante proceso de acumulación de riqueza material en la población del país. Este desarrollo se relaciona estrechamente con el incremento en el ingreso per capita, la reducción de la pobreza y la activa presencia de la política social durante la década. ¿Qué sucede con la distribución de los cambios de la riqueza material durante este período? ¿Se trata de un proceso con rasgos de inclusión o de exclusión social? El análisis realizado en la segunda parte del trabajo tiende a favorecer la hipótesis de inclusión, aun cuando haya rasgos de concentración espacial que debieran estar sujetos a la preocupación por parte de las políticas públicas. Para tal efecto se trabajó con las 161 comunas más pobladas del país, que representaban el 88,8% de la población nacional el año 1992. Para cada indicador de vivienda y patrimonio se relacionó el nivel inicial de la comuna en el año 1992, con el cambio experimentado durante la década siguiente. De esta manera, se obtuvo un panorama de los avances de las comunas respecto de su punto de partida.
99
C UÁNTO
100
Y CÓMO CAMBIAMOS LOS CHILENOS
En el caso de las dimensiones de calidad material de la vivienda, acceso a infraestructura básica y número de personas por dormitorio, se observa un patrón decreciente entre nivel inicial y cambio posterior. Esto es, las comunas más rezagadas tienden a presentar mayores avances que aquellas con mejor punto de partida. No debiera sorprender el bajo progreso de las comunas con mejores indicadores iniciales, debido a que tienen menos espacio para mejorías y que los indicadores utilizados están referidos a umbrales de tipo dicotómicos. En cambio, el mayor avance de las comunas más rezagadas no es un proceso que ocurra en forma natural, sino que se produce en un contexto de aumento de la capacidad económica de las familias, profundización de los mercados y presencia activa de la política social. Por su parte, las dimensiones de tenencia de activos durables y de vehículos presentan una relación más bien neutra entre nivel inicial y cambio durante la década. En otras palabras, se producen avances relativamente uniformes en el número de activos y vehículos por hogar entre comunas que presentan distintos puntos de partida. Sobre la base de los diferentes indicadores de vivienda y patrimonio se construyó un índice resumen de la materia. Este índice reproduce el patrón inclusivo, donde los avances más importantes se producen en las comunas más rezagadas. Sin embargo, 12 de las 15 comunas que presentan los mayores avances en el índice resumen corresponden a casos de la Región Metropolitana. En cambio, las 15 comunas que presentan los menores avances en el índice resumen están concentrados en las regiones de la Araucanía y de Los Lagos. Este resultado advierte sobre algunos riesgos de concentración espacial del proceso de desarrollo que sigue el país.
¿D ÓNDE
Y CÓMO VIVEN LOS CHILENOS ?
ANEXO Cuadro A-1. Distribución de la población según material de la vivienda de residencia 1992
2002
Muros •
Ladrillo, concreto, bloque
48,8
59,2
•
Madera, tabique, internit
42,0
35,3
•
Adobe, barro, desecho
9,2
5,5
Techo •
Teja, tejuela, loza
15,1
14,6
•
Zinc
37,6
41,4
•
Pizarreño
44,7
43,1
•
Fonolita, paja, otros
2,6
0,9
101
Piso •
Parquet, tabla, baldosín, alfombra
59,7
66,1
•
Baldosa cemento, radier, flexit
34,2
33,4
•
Ladrillo, tierra, otros
6,1
0,5
Fuente: INE. Elaboración Censos 1992 y 2002.
C UÁNTO
Y CÓMO CAMBIAMOS LOS CHILENOS
Cuadro A-2. Estadísticas descriptivas: Cobertura de vivienda y patrimonio en las comunas (161 comunas más grandes) Promedio
Desviación estándar
Mínimo
Máximo
• Vivienda
89,9
9,18
49,8
99,7
• Infraestructura
68,0
28,4
3,0
99,7
• Hacinamiento
79,7
4,86
67,9
98,3
2002
• Activos
4,42
0,97
2,09
7,20
• Vehículos
0,27
0,11
0,09
0,85
• Vivienda
79,8
12,7
36,1
97,6
• Infraestructura
48,5
29,7
1,44
98,0
• Hacinamiento
65,1
8,20
48,4
97,2
1992
102
• Activos
1,60
0,89
0,29
5,75
• Vehículos
0,17
0,11
0,04
0,86
• Vivienda
10,1
5,78
-0,03
34,2
• Infraestructura
19,4
9,49
1,56
43,1
• Hacinamiento
14,6
4,96
1,11
29,8
Cambio 2002-1992
• Activos
2,82
0,41
1,44
3,77
• Vehículos
0,09
0,04
-0,01
0,21
Fuente: INE. Elaboración sobre muestra de los Censos 1992 y 2002. Nota: Los datos de vivienda, infraestructura y hacinamiento están referidos al porcentaje de la población en la comuna que cubre los respectivos estándares. En el caso de activos y vehículos se informa sobre la tenencia promedio por vivienda en la comuna.
¿D ÓNDE
Y CÓMO VIVEN LOS CHILENOS ?
Cuadro A-3. Regresiones para cambios en los indicadores de vivienda y patrimonio (muestra:161 comunas más grandes) Nivel
Nivel inicial
inicial
cuadrado
Cambio
Cambio
Constante
población escolaridad
Coef.
determinación
Variable dep: Cambio 2002-1992 en:
Calidad vivienda 0.731
-0.755
0.038
-0.007*
(1.602)
(-2.38)
(0.153)
(-0.039)
básica
0.865
-1.001
0.005*
0.043
(2.71)
(-3.07)
(0.013)
(0.417)
Hacinamiento
-1.334
0.603
0.011*
0.021
(-2.201)
(1.400)
(0.052)
(0.132)
0.014*
0.653
0.053
0.667
0.730
0.745
Infraestructura
Bienes durables
Vehículos
0.611 -0.141
0.523
0.167
2.076
(1.34)
-1.49)
(0.297)
(0.126)
0.078*
-0.215
0.048
0.032
(0.226)
(-0.470)
(0.298)
(0.267)
103
0.443
0.054
0.298
Nota: Coeficientes beta se presentan entre paréntesis; todos los parámetros significativos al 5%, a excepción de los asteriscos.
NOTAS 1. Datos provenientes de la Cámara Chilena de la Construcción. 2. Tratamientos similares se pueden encontrar en las siguientes referencias: Instituto de Sociología de la Universidad Católica: “Diagnóstico de grupos objetivos del sector vivienda. Censo de 1992”, 1996; Fundación Nacional de Superación de la Pobreza: “Una propuesta para la futura política social”, 2000; Mideplan: “Mejoramiento del factor discriminatorio de la ficha Cas”, 2003; World Bank: “Poverty and oncome distribution in a high growth economy”. Chile 1987-1998”, 2002. 3. Una discusión similar se produce con las líneas de pobreza. Ver M. Ravallion: Poverty Comparisons, Harwood Academic Publishers, 1994. 4. Este es el caso de la encuesta Casen, que solo informa de la relación entre residentes y número de dormitorios de la vivienda. Sin embargo, el Censo no inquiere respecto de la distribución de la vivienda entre los distintos núcleos familiares que comparten residencia. Esta dimensión es particularmente relevante si se considera que la convivencia de núcleos al interior de la vivienda es la situación que se da con mayor frecuencia. 5. Datos referidos a autos, camioneta, furgón o station wagons. 6. Los datos de la encuesta Casen permiten analizar la distribución del bienestar entre la población, pero su representatividad comunal está restringida a solo algunas regiones del país. 7. La estandarización de las variables es necesaria para homogeneizar las unidades de medida de los diferentes indicadores. Nótese que el índice resultante otorga igual ponderación a cada uno de los factores constituyentes. Esta elección es arbitraria, tal como serían otras alternativas en la materia. A tal respecto, el procedimiento tiene validez solo como un ejercicio de carácter ilustrativo.
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Y CÓMO CAMBIAMOS LOS CHILENOS
8. En principio se trataría de las comunas con mayores retrocesos en el período. Sin embargo, prácticamente todos ellas exhiben mejorías durante la década en las distintas dimensiones de vivienda y patrimonio. 9. Compare a modo de ejemplo a las comunas de Rancagua vs. Providencia. La primera incluye al conjunto de la ciudad y su respectiva diversidad, mientras que la segunda representa un determinado segmento socioeconómico de la ciudad de Santiago.
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RESIDENCIAL Y MOVILIDAD SOCIAL
CAPÍTULO III MOVILIDAD RESIDENCIAL Y MOVILIDAD SOCIAL Eduardo Valenzuela Soledad Herrera Instituto de Sociología Pontificia Universidad Católica de Chile
El objetivo de este capítulo es dar a conocer algunos datos relevantes que dan cuenta de los principales procesos de movilidad social ocurridos en la última década (1992-2002), tomando como referencia la información proveniente de los censos nacionales de población y vivienda de Chile. En la primera parte, se examina la evolución de la movilidad residencial experimentada por la población chilena y se entregan algunas indicaciones del carácter socialmente ascendente o descendente de esta movilidad. En la segunda, se describe la magnitud de la movilidad educacional, con especial énfasis en el progreso educativo por cohorte generacional y un análisis específico sobre la movilidad intergeneracional dentro de los hogares. En la tercera, se analizan algunos datos sobre movilidad ocupacional, especialmente el progreso de las ocupaciones no manuales dentro de la estructura ocupacional, y se entregan antecedentes de la relación existente entre movilidad ocupacional y educativa en los últimos años. Los datos censales sólo permiten analizar procesos de movilidad estructural que comprometen al conjunto de la población, pero no entregan referencias sobre movilidad individual, salvo de la residencial, cuando se pregunta expresamente por el lugar de residencia hace cinco años. Los datos censales muestran progresos extremadamente importantes en los logros educativos de la población –concentrados en la ampliación en el acceso a la educación superior– lo que se evidencia en el ascenso ocupacional a través del incremento de las ocupaciones no manuales y, específicamente, de la categoría de técnicos y profesionales. El conjunto de este progreso se produce en el marco de una población ligeramente más asentada y con patrones migratorios más selectivos vinculados al ascenso social.
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Y CÓMO CAMBIAMOS LOS CHILENOS
MOVILIDAD RESIDENCIAL La movilidad residencial puede definirse en términos geográficos y también socioeconómicos. Respecto de la dimensión geográfica, la movilidad se registra como la proporción de personas que ha cambiado de comuna o país de residencia en los últimos cinco años. En el segundo caso, se intenta observar si estos desplazamientos residenciales se producen hacia comunas de mayor o menor bienestar, respecto de la comuna residencial de origen.
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Hacia un mayor asentamiento de las poblaciones La población chilena tiende a mantenerse viviendo por largos períodos en una misma comuna, y esto es más frecuente actualmente que en la década anterior. Los datos censales permiten observar, en efecto, el aumento del porcentaje de personas que no se ha cambiado de comuna en 5 años antes de las respectivas fechas censales. En 1992, el 81,3% no se había cambiado de comuna, aumentando a un 84,0% en 2002. Este mayor asentamiento de las personas se advierte sobre todo en el movimiento entre comunas dentro de una misma región, el que ha disminuido de 12,3% en 1992 a 9,8% en 2002. Sin embargo, como es esperable, el mayor flujo entre comunas sigue dándose al interior de la Región Metropolitana. Las migraciones entre regiones del país, o de extranjeros que vienen a vivir a Chile, se mantiene constante entre 1992 y 2002, siendo aproximadamente de un 6% de la población del país (Gráfico 1). Esta tendencia hacia un mayor asentamiento poblacional se registra también en EE.UU1. y desmiente la asociación habitual entre modernización y movilidad residencial. La proporción del 20% en 1950 de americanos que se mueve declina suave pero sostenidamente, hasta 16% en 2000, para desplazamientos del último año. Debe observarse, no obstante que la tasa de movilidad residencial norteamericana para el último año es casi la misma de nuestro país para los últimos cinco años, lo que confirma la posición de EE.UU. como un país de mayor movilidad residencial –nation of movers–, en contraste con la inclinación hacia el asentamiento que caracteriza a nuestras poblaciones. Los datos censales permiten asociar la disminución de la movilidad residencial con el aumento en el acceso a la propiedad de la vivienda que se ocupa, estimado en alrededor del 25% en la última década. La movilidad entre quienes habitan en viviendas propias pagadas disminuye de 10% a 7%, y de quienes residen en viviendas propias que están pagando se reduce de 26% a 21%, mientras que en aquellos que arriendan casa aumenta la movilidad de 36% a 38%. La propiedad de
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RESIDENCIAL Y MOVILIDAD SOCIAL
Gráfico 1. Migración y movilidad residencial (total nacional, 1992-2002) %90 81,3
84,0
80 70 60 50 40 30 20 12,3 10
6,4
6,2
9,8
0 Vive en la misma comuna
Se cambia de región 1992
Se cambia de comuna en una misma región 2002
Base: 5 años o más.
la vivienda es considerada generalmente un factor determinante del asentamiento de las poblaciones, aunque puede introducirse algún margen de error en estas estimaciones debido a que los censos preguntan por las condiciones de tenencia después de la migración, no antes. La Región Metropolitana ha dejado de ser el principal polo de atracción de las migraciones El Censo revela un cambio extraordinariamente significativo en el patrón migratorio del país, sobre todo de la Región Metropolitana. Santiago ha dejado de ser la principal región receptora de migración y, por el contrario, actualmente expulsa más personas de las que recibe. El saldo migratorio de la Región Metropolitana en 1992 –diferencia entre los que entran y los que salen– fue de alrededor de +60000 personas –saldo positivo–, mientras que en 2002 es de algo más de -12.000 –saldo negativo–. Todavía en 1992 la Región Metropolitana era prácticamente la única región que recibía población de otras regiones del país, mientras que hoy son las regiones V –de Valparaíso– y IV –de Coquimbo–, las que están recibiendo desde otras regiones la mayor parte de los migrantes. Las cuatro principales regiones expulsoras de población en 1992 fueron las VII, VIII, IX y X, mientras que hoy sólo la VIII región –de Concepción–, se mantiene con un saldo neto de migración negati-
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Y CÓMO CAMBIAMOS LOS CHILENOS
vo –sale más gente que la que entra–. Por el contrario, las regiones VII –del Maule– y IX –de la Araucanía– se acercan a un saldo cero, mientras que la X región –de Los Lagos– se ha convertido en receptora de población en 2002 (Gráfico 2). Lo anterior se corrobora al observar la estructura de la migración2. Entre los migrantes de 5 o más años ha aumentado la proporción que emigra desde la Región Metropolitana hacia otras regiones del país, de 22% en 1992 a 27% en 2002, mientras que la migración desde otras regiones del país hacia la Región Metropolitana ha disminuido de 30% a 25% en el decenio. El porcentaje de población migrante entre otras regiones distintas de la Metropolitana se ha mantenido constante (Gráfico 3). La inmigración reciente desde otros países3 no alcanza al 1% de la población del país, manteniéndose estable entre 1992 y 20024. Los inmigrantes internacionales en 1992 representaban el 14% del total de población migrante, disminuyendo a un 12% en 2002 (Gráfico 3). Como sucedía antes, la inmigración desde otro país sigue dirigiéndose especialmente a la Región Metropolitana en una proporción que alcanza a los dos tercios. Gráfico 2. Saldo migratorio. Número de personas que entran menos las que salen (total nacional, 1992-2002) 1992
2002
+21211 -12229
+60519 -17976 -26724
Base: 5 años o más.
18764
Saldo positivo Saldo negativo
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RESIDENCIAL Y MOVILIDAD SOCIAL
Gráfico 3. Estructura de la migración. Porcentaje de personas que se cambia de región o que viene de otro país (total nacional, 1992-2002) 40 34,2
35
35,6
29,9
30
26,8
25
25,1
21,6 20 14,3
15
12,4
10 5 0 Migrante desde R.Metropolitana otra región
Migrante desde otra región a R.Metropolitada a 1992
Migrante entre otras regiones de Chile
Inmigrante internacional
2002
Base: migrantes de 5 años o más.
El cambio en la posición migratoria de la Región Metropolitana es un dato que quiebra la tendencia histórica de los últimos cincuenta años, todavía presente en el censo anterior: la Región Metropolitana era la principal, y prácticamente la única región, que recibía población, mientras las demás eran expulsoras de esta. El crecimiento agudo de la ciudad metropolitana, alimentado por un patrón migratorio compuesto, sobre todo por población predominante rural y trabajadores no calificados, parece haberse detenido de una manera clara y notoria. Por primera vez, el crecimiento de la población metropolitana no se explica por los flujos migratorios provenientes del resto del país, como ha sucedido larga y sostenidamente en las últimas décadas, especialmente en el período de las grandes migraciones rurales-urbanas de los 50’ y 60’. Asimismo, es la primera vez en muchos años que se observa que, en conjunto, las demás regiones son capaces de retener, e incluso de atraer población metropolitana. La movilidad residencial ocurre principalmente entre los jóvenes El último censo no registra variaciones en la estructura de edad de la movilidad residencial. Las personas entre 25 y 34 años son siempre las
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que más se cambian de residencia, ya sea entre comunas dentro de una misma región y asimismo entre regiones. Por el contrario, a medida que aumenta la edad de las personas, el asentamiento residencial tiende a ser mayor (Gráfico 4). Como se ha mostrado en muchos estudios, la movilidad está estrechamente asociada a la edad y al ciclo de vida y tiende a concentrarse entre los jóvenes por razones de estudios, matrimonio e iniciación laboral. La diferencia entre las tasas de movilidad entre jóvenes y adultos es menos pronunciada, sin embargo, los países de alto nivel de desarrollo usualmente registran una población joven más móvil y una adulta más asentada que la que la de nuestro país. C. Fisher: 2001, por ejemplo, reporta diferencias de 6 a 1 entre jóvenes y adultos mayores que se mueven según el censo norteamericano, mientras que en Chile, la diferencia máxima es solamente de 3 a 1. 110
La Región Metropolitana es cada vez menos atractiva para las personas mayores Al examinar, sin embargo, el patrón migratorio de la Región Metropolitana se observan algunos cambios en su estructura de edad. La migración de los más jóvenes (15-24 años) sigue proviniendo principalmente de otras regiones hacia la Región Metropolitana, pero en el año 2002, los jóvenes en edad de estudiar están llegando en un menor porcentaje a esta región –34%– en comparación con 1992 –41%– y están saliendo Gráfico 4. Movilidad residencial por edad. Porcentaje de personas que se ha cambiado de comuna (total nacional, 1992-2002) 30 25,5 25 20,8 20
23,9
19,5
18,2 18,4
12,9
16,9
15 15,2
10,7
10
11,4 8,0
5 0 0-14
15-24
25-34 2002
Base: 5 años o más.
35-44 1992
45-59
60+
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RESIDENCIAL Y MOVILIDAD SOCIAL
en una proporción ligeramente mayor (Gráfico 5). El saldo migratorio de la Región Metropolitana sigue siendo positivo en este grupo de edad –entran más que los que salen–, pero en una relación que va estrechándose, lo que indica que las regiones mejoran su capacidad de retener a los jóvenes en edad de estudiar. A partir de los 25 años, se puede observar que son más los que salen que los que entran a la Región Metropolitana y esta diferencia tiende a acentuarse con la edad, según el último censo. En esta década, entre los mayores de 60 años, la Región Metropolitana tiende a constituirse definitivamente en una región expulsora de población, al punto de que un 37% de los que migraron lo hicieron desde la Región Metropolitana hacia otras regiones, mientras que sólo un 20% ingresó a Santiago proveniente de otras regiones. Por el contrario, en la década anterior, los que salían y entraban se equilibraban en un saldo cercano a cero (Gráfico 5). La tendencia de las ciudades metropolitanas a expulsar población adulta en edad de jubilación se verifica por primera vez en el país. La movilidad residencial ocurre entre los más calificados Los ocupados tienen una mayor movilidad residencial que los no ocupados. En 1992, un 21% de los ocupados cambió de residencia frente a
Gráfico 5. Estructura de migración de la Región Metropolitana. Porcentaje de personas que se cambia de región o que viene de otro país (total nacional, 1992-2002) 45 40,7
40
36,6
34,3
35
28,8
30
26,7
25 20,3
18,4
20 15,9 15 10 5 0
Emigrante R.Met.
Inmigrante R.Met.
Emigrante R.Met. 60 o más AÑOS
15 - 24 AÑOS 1992 Base: migrantes de 5 años o más.
2002
Inmigrante R.Met.
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un 17% de los no ocupados; y en 2002, se mantiene la misma diferencia a favor de los ocupados en una relación de 19% a 14%. El movimiento de los ocupados sigue la pauta observada en la población total del país, en el sentido de un mayor asentamiento de las poblaciones entre 1992 y 2002, lo que ocurre en todos los grupos ocupacionales, manteniéndose también la estructura por edad de la movilidad en el sentido señalado anteriormente –se mueven más los jóvenes ocupados–. Asimismo, la calificación laboral predispone un mayor movimiento residencial en ambos censos. Por ejemplo, mientras un 25% de los profesionales y técnicos se cambiaron de comuna en 2002, dicha cifra disminuyó a un 17% entre los trabajadores no calificados, con relaciones similares de 28% y 22% en la década anterior (Gráfico 6). Lo anterior se corrobora también en el hecho de que los años de escolaridad promedio son más altos entre los ocupados que cambian de residencia, comparados con los que se mantienen viviendo en la misma comuna. (Gráfico 7). La migración no calificada se diferencia por sexo Merece una consideración especial la migración de los ocupados no calificados, debido a que es la que más ha variado en el curso de la Gráfico 6. Movilidad residencial por grupo ocupacional. Porcentaje de ocupados que se cambia de comuna o región (total nacional, 1992-2002)
30
25
28,2 22,0 24,9
20 16,9 15
10
5
0 Profesional o técnico
Trabajador no calificado 1992
Base: ocupados que cambian de comuna.
2002
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Gráfico 7. Escolaridad de los ocupantes por movilidad residencial. Promedio de años de estudio de los ocupados (total nacional, 1992-2002) 14 11,7
12 10,5
10,4 10
9,2
8 6
4
2
113 0 No se mueve
Se mueve 1992
2002
Base: ocupados.
última década. Un 23,2% de la población que se cambió de región en 1992 era trabajador no calificado, manteniéndose constante esta cifra en el año 2002 –22,7%–. Si bien no hay diferencias entre la incidencia de la movilidad residencial de los ocupados por sexo, se observan, no obstante, variaciones en el tipo de migración de los hombres en comparación con las mujeres que trabajan en ocupaciones no calificadas. El trabajador hombre no calificado emigra más de Santiago, en comparación con la mujer trabajadora del mismo rango ocupacional, mientras que esta última inmigra más hacia la Región Metropolitana; es decir, entre los no calificados, los hombres tienen comparativamente más oportunidades laborales fuera de Santiago, mientras que las mujeres buscan dichas oportunidades en la Región Metropolitana (Gráfico 8). La fortaleza de la Región Metropolitana como receptora de trabajo femenino no calificado se mantiene estable, aunque la procedencia de estas ha cambiado notoriamente: mientras en 1992 sólo un 11% de ellas provenía de otro país; en 2002 un 37% son inmigrantes extranjeras, lo que da cuenta probablemente de los flujos de trabajo femenino en servicio doméstico y personales que proceden de países vecinos. Entre los hombres, en cambio, la inmigración hacia la Región Metropolitana ha disminuido casi tanto como ha aumentado la emigración, lo que indica que el flujo de trabajadores no calificados hacia la capital,
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que constituyó la pauta característica de las migraciones internas de las décadas anteriores, ha comenzado a cerrarse.
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La movilidad residencial tiende a ser ascendente La mayoría de los que se cambian de comuna se mueven entre comunas de similar nivel de desarrollo socioeconómico –42% en 1992 y 41% en 2002– de acuerdo con el Índice de Desarrollo Humano para las comunas de Chile, elaborado por PNUD y Mideplan6 (Gráfico 9). Sin embargo, a lo largo de una década, se puede observar que la movilidad residencial ha ido en ascenso, ya que aumenta la proporción de personas que se ha cambiado a una comuna de mejor rango y disminuye el porcentaje de aquellas que ha descendido residencialmente. La movilidad residencial ascendente sube de 27% a 30%, mientras que la descendente baja de 31% a 29% en el decenio. En la Región Metropolitana es más frecuente desplazarse hacia comunas del mismo nivel –57% en 1992 y 54% en 2002– y la proporción de quienes ascienden o descienden residencialmente es algo menor que en el resto del país. No obstante, la proporción de quienes ascienden ha sido más pronunciada, elevándose de 16% a 22% en la última década, mientras que los que se cambian a comunas de menor rango descienden también más claramente de 28% a 23%. En 1992
Gráfico 85. Migración de los ocupados no calificados según sexo. Porcentajede ocupados no calificados que cambia de región o país (total nacional, 1992-2002) 80 68,7 68,1
70 60 47,8
50
37,0
40 30 20
25,8 17,4 11,2
15,2
10 0 Hombre
Mujer
Hombre
INMIGRANTE R.METROP.
EMIGRANTE R.METROP. 1992
Base: ocupados no calificados migrantes.
2002
Mujer
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RESIDENCIAL Y MOVILIDAD SOCIAL
Gráfico 9. Tipo de movilidad residencial. Porcentaje de personas que se ha cambiado de comuna (total nacional, 1992-2002)
35 31,2
29,6
30
29,3
26,7 25 20 15 10 5
115 0 Ascenso residencial
Descenso residencial 1992
2002
Base: personas que se cambian de comuna, 5 años o más.
siempre fue mayor la proporción de personas que descendían residencialmente respecto de aquellas que ascendían, mientras que en 2002 ambas proporciones se han equilibrado. MOVILIDAD EDUCATIVA Las oportunidades educativas van en aumento El progreso educativo del país ha sido claro y sostenido desde los años veinte, aunque con una pendiente muy suave que sólo se acelera desde aquellos que nacieron en la década de los cuarenta y principio de los cincuenta. Este carácter más bien reciente del progreso educacional se observa en la enorme brecha educativa por generación. Es así como los que en el año 2002 tienen entre 60 y 64 años –nacidos entre 1938 y 1942– alcanzaron en promedio 7,2 años de educación, mientras que los que tienen entre 20 y 24 años –nacidos entre 1989 y 1982– ya poseen al menos 11,4 años promedio, lo que probablemente aumentará en alrededor de 0,5 años más (Gráfico 10). También cabe destacar que para las generaciones nacidas entre 1968 y 1972, por primera vez en la historia, logran que el 50% de sus miembros alcance la enseñanza media completa –12 años de estudio–. El logro de la enseñanza básica completa –8 años de escolaridad– se había alcanzado para un 50% de la población nacida entre 1943 y 1947.
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Y CÓMO CAMBIAMOS LOS CHILENOS
Gráfico 10. Movilidad educativa por generación. Promedio de años de escolaridad en cada generación (total nacional, 1992-2002)
12 10 8 6 4 2
1978-1982
1973-1977
1968-1972
1963-1967
1958-1962
1953-1957
1948-1952
1943-1947
1938-1942
1933-1937
1928-1932
1923-1927
1918-1922
1913-1917
0
Antes de 1912
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GENERACIÓN 1992
2002
Base: 5 años o más.
Gráfico 11. Movilidad educativa por grupos de edad. Promedio de años de escolaridad en cada grupo de edad (total nacional, 1992-2002)
12 10
11,4
10,4
11,4
10,0
8
10,9
9,8
10,3
10,0
9,7 8,8 8,0
9,3
7,2
8,5 7,7 7,0
6
6,6
4
6,2
6,7
5,8
6,3
5,4
5,9 5,6
2 0 20-24 25-29 30-34 35-39 40-44 45-49 50-54 55-59 60-64 65-69 70-74 75-79 EDAD 1992 Base: 5 años o más.
2002
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RESIDENCIAL Y MOVILIDAD SOCIAL
En promedio, los miembros de una misma generación a lo largo de 10 años son de 0,3 años de estudio. Esto significa que las generaciones no se mantienen totalmente en el mismo nivel educacional a lo largo de su vida, sino que existe la posibilidad de mejorar7. A lo largo de 10 años aumentó en 1,4 años el promedio de escolaridad de los jóvenes. En el año 2002 el promedio de años de estudio de los que tienen entre 25 y 29 años es de 11,4 años, mientras que en 1992 era de 10,0 (Gráfico 11). Hoy existen posibilidades de movilidad educativa para los hijos Si se comparan los logros educativos de los jóvenes entre 20 y 29 años respecto de sus padres8, los avances son claros y contundentes Gráfico 12). Existe una relación entre el ciclo educativo del padre9 y el que alcanzan sus hijos, especialmente en términos de consistencia: la mayor parte de los padres con educación superior logra que sus hijos tengan también dicho nivel de estudios –77% en 2002 y 73% en 1992–. Sin embargo, en el caso de los padres con ciclos educativos medio y básico, se observa cómo estos han logrado que sus hijos accedan a un ciclo más arriba. El principal logro de la década de los 90 fue que los padres con educación media consiguieran que sus hijos accedieran a la superior: en el año 2002, 44% de los padres con educación media tienen hijos en la educación superior. Por otra parte, en la década anterior el principal logro educativo había sido que los padres con educación básica tuvieran hijos con educación media: en el año 1992, el 52% de los padres con educación básica o menos, tenía hijos con educación media10 (Gráfico 12). En el año 2002, uno de cada tres estudiantes de educación superior –técnica, profesional o universitaria– tenía un padre con nivel educativo medio o básico. En el año 1992, uno de cada cuatro alumnos de educación superior tenía un padre con nivel educativo medio o básico, lo que muestra que la brecha educativa entre padres e hijos se ha ido acortando (Gráfico 13). En el último censo, el 44% de los hijos entre 20 y 29 años ha mantenido el ciclo educativo del padre, cosa que ocurre sobre todo entre padres con educación superior. También una proporción similar, de alrededor de 42% de los hijos, tiene un ciclo más que el de su padre –o madre, en el caso de que falte el padre–, y cerca del 9% ha tenido movilidad educativa de dos ciclos; es decir, ha accedido a educación superior cuando su padre sólo alcanzó el ciclo básico o menos (Gráfico 14). La magnitud de la movilidad
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Y CÓMO CAMBIAMOS LOS CHILENOS
Gráfico 12. Ciclo educacional del hijo según educación del padre. Porcentaje de hijos entre 20 y 29 años (total nacional, 1992-2002) PADRE CON EDUCACIÓN BÁSICA 60 52,2
55,3
50 40
36,4
30
26,5 18,2
20 11,4 10 0 Básica
118
Media
Superior
PADRE CON EDUCACIÓN MEDIA 60
55,3 49,8
50
43,9 40
34,2
30 20 10,5 10
6,3
0 Básica
Media
Superior
PADRE CON EDUCACIÓN SUPERIOR 90 80
72,9
77,3
70 60 50 40 30
23,4
21,0
20 10
3,7
1,7
0 Básica
Media 1992
Superior 2002
Ciclo educacional del HIJO Base: hijos entre 20 y 29 años que viven con su padre.
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RESIDENCIAL Y MOVILIDAD SOCIAL
Gráfico 13. Ciclo educacional del padre en hijos con educación superior. Porcentaje de padres que tienen hijos entre 20 y 29 años (total nacional, 1992-2002)
1992
2002
Superior 37%
Superior 24%
Básica 22%
Básica 37%
Media 41%
Media 39%
119
Base: padres que tienen hijos entre 20 y 29 años con estudios superiores y que viven con ellos.
Gráfico 14. Movilidad educativa de los hijos respecto de sus padres. Porcentaje de hijos entre 20 y 29 años(total nacional, 1992-2002) 50 43,5 43,7
45
44,6 41,7
40 35 30 25 20 15 10 5
4,3
7,6
6,2
8,5
0 Descenso educativo
Mismo ciclo del padre
Asciende un ciclo educativo
Asciende dos ciclos educativos
MOVILIDAD EDUCATIVA 1992
2002
Base: hijos entre 20 y 29 años que viven con su padre (o madre en el caso que falte el padre).
intergeneracional se mantiene estable en el último decenio, con una proporción ligeramente menor de hijos que obtienen un ciclo más que su padre, pero también una proporción ligeramente mayor de aquellos que alcanzan dos ciclos.
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Y CÓMO CAMBIAMOS LOS CHILENOS
Es importante notar que el ascenso educativo de las mujeres respecto de su padre –o madre sólo en el caso de que esté ausente– es algo mayor que el de los hombres: 53% de las mujeres experimentan ascenso educacional frente a 48% de los hombres (Gráfico 15). Aunque generalmente se compara la movilidad educacional de las mujeres respecto de sus madres y la de los hombres respecto de sus padres, los datos censales indican demasiada congruencia en el ciclo educativo alcanzado por ambos, de manera que se ha tomado al padre como referencia para ambos sexos. Asimismo, los hogares tienden a retener más hombres que mujeres entre 20-29 años, de modo que este resultado tampoco tiende a sobreestimar la movilidad educativa de las mujeres.
120
La movilidad educativa aumenta en las comunas más pobres La urbanización está asociada con el ascenso educativo. La proporción de personas que ascienden uno o dos ciclos llega al 51% en las áreas urbanas frente al 45% en las áreas rurales, aunque la probabilidad de descender educativamente es algo mayor también en las áreas urbanas. Asimismo, el ascenso educativo tiende consistentemente a aumentar en las comunas de mayor desarrollo, aunque estas diferencias de movilidad educativa se han estrechado en el último decenio: en las comunas más pobres el ascenso educativo ha aumentado de 35% a 47%, mientras que en las comunas más ricas la proporción que asciende educacionalmente disminuye de 56% a 48% (tabla 1)11. La disparidad entre los años de estudio aprobados tiende también a reducirse levemente en la última década: tomando como base 1992=100, las co-
Tabla 1. Movilidad educativa según quintil IDH comunal, total nacional 1992-2002 Movilidad educativa
Quintil IDH comunal I
II
III
Total
IV
V
1992 Descenso
2,1
2,3
3,2
4,2
5,3
4,3
Se mantiene
62,7
58,2
46,7
40,5
38,9
43,5
Asciende un ciclo
31,6
35,3
44,2
47,7
46,6
44,6
3,5
4,3
6,0
7,7
9,2
7,6
Asciende dos ciclos 2002 Descenso
3,2
4,4
5,3
6,2
6,9
6,2
Se mantiene
50,0
43,4
40,9
39,8
45,6
43,7
Asciende un ciclo
40,5
45,0
45,2
44,4
39,3
41,7
6,2
7,1
8,6
9,7
8,3
8,5
Asciende dos ciclos
M OVILIDAD
RESIDENCIAL Y MOVILIDAD SOCIAL
Gráfico 15. Movilidad educativa de los hijos según sexo. Porcentaje de hijos entre 20 y 29 años (total nacional, 2002) 60 52,7 50
47,9
45,6 41,6
40 30 20 10
6,6
5,7
0 Descenso educativo
Mismo ciclo del padre
Ascenso educativo
MOVILIDAD EDUCATIVA Hombre
Mujer
Base: hijos entre 20 y 29 años que viven con su padre (o madre en el caso que falte el padre).
munas más pobres han progresado hasta alrededor de 120, mientras que las comunas más ricas solamente hasta 110. La brecha educativa entre las comunas de los extremos de la escala (deciles I y X) se ha reducido ligeramente de 4,6 a 4,4 años de estudios aprobados para la población de 18-60 años, lo que confirma la existencia de progresos educativos, tendencialmente mayores en las comunas más pobres del país. MOVILIDAD OCUPACIONAL Aumenta el trabajo no manual en la estructura de ocupación La tendencia de cambio más clara en el mercado laboral es el aumento de la proporción de personas ocupadas en trabajos no manuales que asciende de 31% en 1992 a 38% en 2002, con la consiguiente disminución de los ocupados en empleos manuales12 (Gráfico 16), asociadas tanto a menor educación como a menor remuneración (Tabla 2). El aumento de los trabajadores no manuales ocurre tanto en hombres como en mujeres. Las mujeres, no obstante, se emplean siempre en mayor proporción que los hombres en ocupaciones no manuales. En el año 2002, el 50% de las mujeres se empleaba en trabajos no manuales, en comparación con un 32% de los hombres en estas ocupaciones (Gráfico 17).
121
C UÁNTO
Y CÓMO CAMBIAMOS LOS CHILENOS
Gráfico 16. Tipo de ocupación. Porcentaje de ocupados (total nacional, 1992-2002) 80 68,9
70
62,0 60 50 38,0
40 31,1 30 20 10
122
0 No manual
Manual 1992
2002
Base: ocupados.
Tabla 2. Promedio de años de educación y de ingresos según tipo de ocupación, total nacional 1992-2002. Promedio años
Promedio ingresos del
de educación 1
trabajo (ajustado) 2
1992
2002
1992
2000
Aumento 1992-2000 (1992=100)
Fuerzas Armadas
8,4
12,1
145.359
272.199
187,3
11,0
13,7
501.311
802.901
160,2
Poder ejecutivo, legislativo, directivo adm. pública y empresas Profesionales científicos e intelectuales
16,6
15,9
280.003
723.853
258,5
Técnicos y profesionales de nivel medio
13,3
13,7
184.493
359.514
194,9
Empleados de oficina
12,0
12,1
100.742
209.337
207,8
9,6
10,5
92.295
163.671
177,3
8,9
9,7
110.997
211.339
190,4
mecánicas-otros oficios
8,3
9,1
94.730
189.936
200,5
Trabajadores no calificados
7,3
7,8
53.950
108.269
200,7
5,8
6,7
93.090
138.626
148,9
Trabajadores de servicios y comercio Operadores de instalaciones y máquinas y montadores Oficiales, operarios y artesanos artes
Agricultores y trab. calificados agropecuarios y pesqueros 1 2
Fuente: Censo. Fuente: Encuesta Nacional de Caracterización Socioeconómica (CASEN), Mideplan. Tabulaciones propias.
M OVILIDAD
RESIDENCIAL Y MOVILIDAD SOCIAL
Gráfico 17. Ocupados en trabajos no manulaes por sexo. Porcentaje de ocupados (total nacional, 1992-2002) 60 50,0
50 44,1 40 31,7 30
25,6
20
10
123 0 Hombre
Mujer 1992
2002
Base: ocupados.
En todos los grupos de edad ocurre un aumento de trabajadores no manuales entre 1992 y 2002, aunque también son siempre menos frecuentes entre los más jóvenes que acceden al mercado de trabajo con baja escolaridad –el 79% de los ocupados de 15-24 años en 1992 era trabajador manual, disminuyendo levemente a 71% en 2002–. Cuando se analizan los cambios por generación, se observa que una misma generación es bastante estable en el tiempo en cuanto a la distribución del tipo de trabajo que realizan sus miembros. Sólo se ven disparidades en los grupos extremos de edad. Así, en la generación nacida entre 1933 y 1947 –que en el año 1992 tenía entre 45 y 59 años–, aumentó en 5 puntos porcentuales el trabajo no manual, debido a que posiblemente este tipo de labor permite una permanencia más larga en el mercado laboral, en comparación con el trabajo manual. Respecto de los más jóvenes, es claro cómo prevalece el trabajo manual entre los que trabajaban siendo muy jóvenes –15-24 años– en 1992, pero cuando esta generación –nacida entre 1968 y 1977– incorpora a los miembros que se mantenían en el sistema educacional, aumenta considerablemente el trabajo no manual (Gráfico 18).
C UÁNTO
124
Y CÓMO CAMBIAMOS LOS CHILENOS
La estructura ocupacional se ha tecnificado El principal cambio observado en la estructura ocupacional entre 1992 y 2002 es el aumento del porcentaje de técnicos y profesionales de nivel medio, desde 5,0% a un 13,8% (Tabla 3). Este aumento está acompañado de un incremento más suave entre los profesionales, científicos e intelectuales, que ascienden de 6,8% a 9,4%. En conjunto, las categorías de profesionales y técnicos casi doblan en importancia dentro de la estructura de la ocupación, pasando de 12% en 1992 a 23% en 2002. El impacto del progreso educacional del último decenio se expresa claramente en esta mayor disponibilidad de técnicos y profesionales: casi 1 de cada 4 trabajadores ocupa actualmente una posición técnica o profesional en la estructura de ocupación, mientras que hace diez años esta relación sólo era de 1 a 8. Este progreso en la calificación profesional de las ocupaciones se obtiene en detrimento de los empleados de oficina que descienden de 12,3% a 8,7% y que restan importancia al empleo administrativo de baja calificación técnica. Tabla 3. Grupo ocupacional –porcentaje– de los trabajadores, total nacional 2002. Base: ocupados 1992
2002
Diferencia 2002-1992
0,4
0,8
0,4
adm. pública y empresas
6,9
5,8
-1,1
Profesionales científicos e intelectuales
6,8
9,4
2,7
Técnicos y profesionales de nivel medio
5,0
13,8
8,8
Empleados de oficina
12,3
8,7
-3,5
Trabajadores de servicios y comercio
10,8
12,8
2,0
8,6
8,6
0,0
mecánicas-otros oficios
17,4
12,6
-4,8
Trabajadores no calificados
19,6
22,2
2,6
12,3
5,2
-7,1
100
100
Fuerza Armadas Poder ejecutivo, legislativo, directivo
Operadores de instalaciones y máquinas y montadores Oficiales, operarios y artesanos artes
Agricultores y trab. calificados agropecuarios y pesqueros Total (N)
(4.430.881) (5.199.396)
Es importante mencionar también que los técnicos han aumentado en todas las áreas productivas del país, principalmente en el sector
M OVILIDAD
RESIDENCIAL Y MOVILIDAD SOCIAL
Gráfico 18. Ocupados en trabajos no manuales por generación. Porcentaje de ocupados (total nacional, 1992-2002)
45
42,2
38,5
38,2
40
35,0
35
36,7 34,0
30
30,4 27,6
25 20 20,5 15 10 5 0 1968-1977
1958-1967
1948-1957
1933-1947
1932 o antes
GENERACIÓN 1992
2002
Base: ocupados.
minero y en el suministro de electricidad, gas y agua, pero también en la industria manufacturera y en la construcción, con incrementos cercanos a 3 veces en cada caso. En el sector minero, el incremento es de 5% a 18% en el período, y en electricidad, gas y agua de 8% a 24%. En la construcción, el aumento es de 2% a casi 8% y en la industria de 4% a 11%, lo que indica una tendencia muy relevante hacia la calificación técnica del empleo en los sectores primario y secundario de la economía nacional. En el sector terciario, la ampliación de la proporción de técnicos va de 7% a 17%, ligeramente más suave que en los demás sectores (Gráfico 19). El gran desafío: la educación técnica-profesional Existe una clara relación entre el ciclo educativo alcanzado y el tipo de ocupación que se ejerce. Esta relación entre ciclo educativo y categoría ocupacional ha comenzado, sin embargo, a sufrir importantes desplazamientos. La educación básica y media incompletas conducen cada vez más a categorías ocupacionales de baja calificación. El destino ocupacional de quienes tienen sólo educación básica continúa siendo ampliamente las ocupaciones manuales. Sin embargo, en 1992 un 31% de las personas con educación básica completa era trabajador no calificado, mien-
125
C UÁNTO
Y CÓMO CAMBIAMOS LOS CHILENOS
Gráfico 19. Técnicos y profesionales de nivel medio por rama de actividad. Porcentaje de ocupados como técnicos o profesionales de nivel medio (total nacional, 1992-2002) 30 24,3
25 20
17,9
16,7
15 11,4 10
8,4 5,1
5
3,2
7,5
2,1
0,8
126
6,8
4,4
0 Pesca, agricultura, ganadería
Minas
Industria manufacturera
Electricidad, gas, agua
Construcción
Servicios en general
RAMA DE ACTIVIDAD 1992
2002
Base: ocupados como técnicos o profesionales de nivel medio.
tras que en 2002 esta proporción se eleva a 43%. Las personas con educación media incompleta, asimismo, se sitúan crecientemente en ocupaciones manuales en una proporción que sube de 82% a 91% en el período (Gráfico 20). En 1992, la educación media incompleta permitía casi por igual que las personas se empleasen como obreros o como trabajadores no calificados –23% en ambos casos–, mientras que en 2002, este ciclo educacional se relaciona más con el trabajo no calificado que con ocupaciones obreras en proporciones de 30% y 21%, respectivamente. La escolaridad básica y media incompletas predice con mayor fuerza que antes un destino ocupacional de baja calificación. La educación media humanista completa, por su parte, asegura ocupaciones de mayor calificación, aunque se vuelve algo más inestable. Las personas con educación media completa se sitúan algo más que en la década anterior en ocupaciones manuales en una proporción que aumenta de 51% a 59% en el período (Gráfico 20). En 1992, un 26% de las personas con educación media-humanista completa accedía a empleos de oficina, mientras que en 2002 sólo lo hace un 15%. Asimismo, en 1992, la educación media completa estaba muy débilmente asociada
M OVILIDAD
RESIDENCIAL Y MOVILIDAD SOCIAL
Gráfico 20. Trabajo manual por ciclo educativo. Porcentaje de ocupados en trabjao manual (total nacional, 1992-2002) 100 90
91,3 82,2
80 70 58,8
60 51,5 50
51,9
47,9
40 30
24,0
26,4 17,8
20
14,3
10
14,8 5,0
0 Media incompl.
Media humanista
Media técnica
Técnica superior
Univ. Incompl.
Univ. Completa
CICLO EDUCATIVO 1992
2002
Base: ocupados.
con la categoría de trabajadores no calificados en una proporción de 12%, mientras que esta cifra ha subido actualmente a 16%. Por contrapartida, la educación media técnica, así como los institutos profesionales o centros de formación técnica, tienen actualmente una mayor efectividad en términos ocupacionales. A diferencia de lo que ocurre con educación media humanista completa, que aumenta su participación en ocupaciones manuales en 7 puntos porcentuales, aquellos que tienen media técnica completa han disminuido su participación en ocupaciones manuales en 4 puntos porcentuales, cayendo de 52% a 48%. En 1992, prácticamente no existía diferencia entre los que completaban la educación media humanista o técnica en el acceso a ocupaciones técnicas o profesionales de nivel medio –12% y 14%, respectivamente–. En 2002, en cambio, el acceso de quienes completan la enseñanza media técnica a estas ocupaciones se eleva a 29%, mientras que los que terminan la enseñanza media humanista, sólo mejoran al 14%. La probabilidad de situarse en ocupaciones técnicas o profesionales de nivel medio era la misma para unos y otros en 1992, mientras que actualmente se distingue en una relación de 2 a 1 para quienes tienen enseñanza media técnica.
127
C UÁNTO
128
Y CÓMO CAMBIAMOS LOS CHILENOS
La enseñanza superior de nivel técnico –institutos profesionales o centros de formación técnica– permite largamente acceder a ocupaciones no manuales en una proporción que se mantiene constante en el período. Sin embargo, mientras en 1992 estas personas seguían empleándose más como empleados de oficina –33,0%– que como técnicos –22%–, en el año 2002, esta situación cambió notablemente al punto de que el 43% de las personas con dicho nivel educacional accedió a ocupaciones técnicas o profesionales de nivel medio, y solamente un 14% se mantuvo como empleados de oficina. En su conjunto, una parte muy considerable del incremento de las ocupaciones técnicas o profesionales de nivel medio ha sido aprovechado por personas con formación media o superior de carácter técnico-profesional, relegando la enseñanza media humanista a una posición de menor movilidad ocupacional y de mayor inestabilidad como predictor del destino ocupacional (Gráfico 21). Es importante observar todavía que la educación universitaria incompleta tiene rendimientos ocupacionales bastante más elevados que la educación superior de carácter técnico-profesional: la formación universitaria, aunque sea incompleta, mejora la probabilidad de situarse Gráfico 21. Técnicos y profesionales de nivel medio por ciclo educativo. Porcentaje de ocupados técnicos o profesionales de nivel medio (total nacional, 1992-2002) 50 43,4
45 40 35 28,6
30 25
21,6
20 15
12,2
14,3
14,0
10 5 0 Media humanista completa
Media técnica completa CICLO EDUCATIVO 1992
Base: ocupados como técnicos o profesionales de nivel medio.
2002
Inst.Profesional / Centro Form.Técnica
M OVILIDAD
RESIDENCIAL Y MOVILIDAD SOCIAL
en ocupaciones profesionales –en una relación que se ha incrementado, hasta alcanzar una razón de 5 a 1– y entrega crecientemente oportunidades de conseguir al menos una ocupación técnica o profesional de nivel medio. La formación universitaria incompleta aleja mucho más definitivamente a las personas del horizonte de una ocupación manual que la educación superior de carácter técnico. CONCLUSIONES La sociedad chilena muestra indicadores de movilidad social ampliamente destacables, sobre todo vinculados con el progreso educativo que impactan favorablemente en la estructura ocupacional. Por primera vez en la historia se ha logrado que el 50% de los miembros de una generación alcance la enseñanza media completa. La ampliación de las oportunidades de educación superior que ofrece este avance permite predecir que tal vez sea en la próxima década donde aparezca la primera generación en la historia en que la mitad de sus miembros alcance la educación superior completa. Este avance sostenido de la cobertura educacional redunda en tasas extraordinariamente altas de movilidad educativa dentro de los hogares. Hasta donde se ha podido investigar con datos censales, cerca de la mitad de los hijos entre 20-29 años, que aún vive con sus padres, asciende uno o dos ciclos educativos respecto del padre. Los padres suelen ofrecer un “piso educativo”, educational floor, a sus hijos y efectivamente la proporción de hijos que no alcanza el ciclo educacional del padre es muy baja. Sin embargo, en el marco de un crecimiento acelerado de las oportunidades educacionales, una proporción considerable de los padres está ofreciendo mucho más que el piso educativo y logra que sus hijos alcancen un ciclo adicional, generalmente educación media entre padres que sólo tienen enseñanza básica y educación superior entre aquellos que sólo han tenido educación media. Estas indicaciones de movilidad educacional, aunque enteramente auspiciosas, no deben ocultar que, justamente por su carácter súbito y reciente, implican una considerable proporción de estudiantes de primera generación en cada ciclo educativo que logra ampliarse. Aunque la brecha entre padres e hijos se ha ido acortando, los datos censales muestran que cerca de dos de cada tres estudiantes de educación superior provienen de hogares cuyos padres no alcanzaron ese ciclo educacional. Este dato debe considerarse seriamente al evaluar los logros efectivos del progreso educacional alcanzado: aunque las coberturas tienden progresivamente a alcanzar la norma de los países de mayor desarrollo, todavía existe una poderosa diferencia en la acumulación de este progreso edu-
129
C UÁNTO
130
Y CÓMO CAMBIAMOS LOS CHILENOS
cativo que para aquellos otros países (data de dos o tres generaciones, según el caso). Asimismo, el carácter más bien reciente del progreso educacional incide todavía en una población ocupada con niveles de calificación y escolaridad mucho más bajos que los que prevalecen en áreas de mayor desarrollo. Los indicadores de movilidad ocupacional, sin embargo, tienden a situarse en la dirección del progreso educativo y han redundado en una ampliación de la proporción de ocupados en trabajos no manuales de 31% a 38% en la última década, especialmente concentrado en el crecimiento de la categoría de profesionales y técnicos de nivel medio y algo menos en la categoría de profesionales. El aumento de 5% a casi 14% de las ocupaciones técnicas y de 7% a más de 9% en las ocupaciones profesionales, obtenidos en parte en detrimento de los empleos administrativos, indica un mejoramiento en la calificación de la estructura ocupacional del país. Los progresos de las ocupaciones técnicas y profesionales en el sector primario –sobre todo en minería– y secundario –en electricidad, gas y agua especialmente, pero también en industria y construcción– muestran una incidencia efectiva del avance educacional en el sector productivo. Los rendimientos ocupacionales de la educación técnica, tanto secundaria como superior, merece una atención especial. La capacidad de acceder a ocupaciones técnicas y profesionales de nivel medio ha aumentado de 14% a 29% entre quienes tienen enseñanza media técnica y de 22% a 43% entre aquellos que tienen educación superior no universitaria, mientras que los con enseñanza media humanista sólo mejoran de 12% a 14%. La enseñanza media humanista predice más que antes un destino en ocupaciones manuales, mientras que la enseñanza media técnica pronostica también más que antes un destino no manual. El progreso educacional vuelve cada vez más inestable la efectividad ocupacional de la enseñanza media completa de carácter tradicional y, en alguna medida, va perdiendo la capacidad de antaño de predecir movilidad ocupacional efectiva, lo que augura presiones sostenidas y crecientes para avanzar hacia el tercer ciclo educacional. A pesar de los avances en la educación técnica, los rendimientos ocupacionales de la educación universitaria, incluso incompleta, son todavía muy superiores, lo que indica que el ciclo de educación superior técnico-profesional –institutos profesionales y centros de formación técnica– no ha logrado consolidarse aún como una alternativa efectiva respecto de la enseñanza universitaria. Con todo, no existe ninguna indicación relevante en los datos censales de incongruencia ocupacional: los años de estudio aprobados y el ciclo educativo completado,
M OVILIDAD
RESIDENCIAL Y MOVILIDAD SOCIAL
auguran consistentemente los destinos ocupacionales de las personas en la dirección esperada. En particular, los temores respecto de un crecimiento artificial de la educación superior no tienen mayor respaldo: la educación superior sigue prediciendo con entera consistencia un mejor destino ocupacional. Los procesos de movilidad educativa y ocupacional que muestra el último censo, se producen en el marco de una desaceleración del crecimiento demográfico, de una leve disminución de la movilidad residencial y de un mayor asentamiento de la población y, sobre todo, de un freno en la presión migratoria sobre la región metropolitana. La dislocación de la estructura demográfica de los últimos cuarenta años, caracterizada por tasas de crecimiento extremadamente altas y desplazamientos masivos hacia la ciudad metropolitana, ha cedido casi completamente. Los datos del último censo indican el inicio de un ciclo de calma demográfica, con una disminución relativa en la proporción de niños y jóvenes, que alivia la presión sobre los sistemas educacionales y una población mejor asentada que modera las presiones urbanas –aunque el envejecimiento creciente de la población aumentará enormemente las presiones sobre los sistemas de previsión y salud–. El dato más sobresaliente del censo en materia de movilidad residencial es el cambio en la posición migratoria de la Región Metropolitana que, por primera vez en muchas décadas, arroja un saldo migratorio negativo –salen más que los que entran–, mientras que muchas regiones recuperan su capacidad de retener e incluso de atraer población. Es posible que el patrón de urbanización, característicamente concentrador de población en la ciudad metropolitana, haya encontrado su punto de saturación. Como sea, el patrón de movimientos de la sociedad chilena ha cambiado: desde una intensa movilidad residencial sin movilidad social efectiva, como fue el caso de las migraciones rural-urbanas de las décadas anteriores, hacia poblaciones más asentadas y residencialmente estables pero que experimentan procesos ciertos de movilidad social. NOTAS 1. Claude Fischer. Ever More-Roted Americans, “A Century of Difference”, Working Paper, Survey Research Center, University of California, Berkeley, 2000. 2. Se ha construido una clasificación de la migración con los siguientes valores: i) Migrante desde Región Metropolitana a otras regiones: hace 5 años vivía en la Región Metropolitana y a la fecha censal su residencia habitual era otra región del país; ii) Migrante desde otra región a la Región Metropolitana: en el censo vivía en la Región Metropolitana y hace 5 años en otra región del país; iii) Migrante entre otras regiones del país: la región de residencia habitual de hace 5 años varía respecto de la fecha censal, pero se ha movido entre otras regiones distintas de o hacia la Región Metropolitan;
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C UÁNTO
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Y CÓMO CAMBIAMOS LOS CHILENOS
iv) Inmigrante interzxnacional: hace 5 años vivía en otro país –habiendo nacido o no en Chile– y en el Censo vive habitualmente en cualquier lugar de Chile. 3. Considerando solamente a los que antes de 5 años de la fecha censal vivían en otro país. 4. Cabe hacer notar que una proporción de los que hace 5 años no vivían en el país pueden haber sido tanto extranjeros como chilenos. 5. Entre los inmigrantes de la Región Metropolitana se incluyen tanto los que vienen de otras regiones como de otros países. 6. Se han calificado las comunas del país de acuerdo a su ranking en el Índice de Desarrollo Humano (IDH) elaborado por PNUD y Mideplan (2000): “Desarrollo Humano en Chile”. Para determinar la calidad del cambio, se ha restado el lugar en el IDH de la comuna donde vive habitualmente el día del censo, menos el IDH de la comuna donde vivía hace 5 años atrás. La desviación estándar de cambio para 2002 fue de 35 lugares de cambio. Teniendo este dato como referencia, se decidió considerar como “cambio leve” cuando el movimiento entre comunas se produce dentro de un rango menor a 35 lugares en el ranking de IDH; si se desciende más de 35 lugares, se considera “descenso residencial” y si se asciende más de 35 lugares se ha denominado “ascenso residencial”. Cabe hacer notar que se ha considerado a las comunas como entidades homogéneas, lo que no siempre ocurre así. Los indicadores del IDH son los siguientes: a) Salud: años de vida potencialmente perdidos; b) Educación: alfabetismo, años de escolaridad promedio, matrícula combinada (cobertura escolar en niveles preescolar, básica, media y superior); c) Ingresos: promedio per cápita de los ingresos autónomos del hogar, desigualdad en la distribución del ingreso, incidencia de la pobreza de ingresos. 7. La diferencia observada en la generación nacida antes de 1912 puede ser atribuida a que la sobrevivencia es mayor entre los grupos más educados. Esto mismo podría estar explicando la diferencia de años de educación de una misma generación entre 1992 y 2002, aunque cabe esperar que no tenga un efecto tan importante en las generaciones más jóvenes, por lo que la diferencia observada exprese realmente un aumento educacional. 8. Sólo se ha podido comparar con el Censo la escolaridad de los hijos respecto de sus padres cuando estos conviven dentro de un mismo hogar. Se han seleccionado solo los hijos entre 20 y 29 debido a que por su edad ya deberían haber completado la enseñanza media más un año de ciclo superior. 9. Las relaciones con respecto al ciclo educativo de la madre son similares a la de los padres, debido a que las parejas son bastante parecidas en nivel educacional. 10. Los datos acerca de movilidad educativa se obtienen solo respecto de los hijos que viven con sus padres, por lo que probablemente se está sobrestimando dicha movilidad, puesto que los hijos entre 20 y 29 años que viven con sus padres tienen un mayor nivel educativo en comparación con los jóvenes entre 29 y 29 años que no viven con sus padres. 11. Se construyeron deciles y quintiles de desarrollo comunal, de acuerdo al ranking del Índice de Desarrollo Humano de las Comunas, estimado por PNUD y Mideplan (anteriormente citado). El decil I y el quintil I representan las comunas con menor desarrollo. 12. Se definen como trabajos no manuales los siguientes tipos de ocupaciones: “miembros del poder legislativo o ejecutivo, directivos de la administración pública o de empresas”, “profesionales científicos e intelectuales”, “técnicos y profesionales de nivel medio”, “empleados de oficina”. Como contraparte, se consideran trabajos manuales: “operadores de instalaciones y máquinas y montadores”, “oficiales, operarios artesanos
M OVILIDAD
RESIDENCIAL Y MOVILIDAD SOCIAL
de artes mecánicas y otros oficios”, “trabajadores no calificados”, “trabajadores del sector agropecuario y pesquero”, “trabajadores de servicios y comercio”. Si bien estos últimos pueden ser considerados también como trabajadores no manuales, se ha preferido incorporarlos en la categoría de trabajo manual, debido a que se parecen más –en cuanto a nivel educativo y nivel de ingresos, según CASEN– al resto de ocupaciones consideradas como manuales, antes que manuales.
133
C UÁNTO
134
Y CÓMO CAMBIAMOS LOS CHILENOS
T RABAJO :
DIGNIDAD Y CAMBIOS
CAPÍTULO IV TRABAJO: DIGNIDAD Y CAMBIOS EL MERCADO LABORAL CHILENO David Bravo1 Departamento de Economía Universidad de Chile
1. INTRODUCCIÓN
La existencia de datos censales para el año 2002 permite realizar una mirada evaluativa de las tendencias presentes en el mercado laboral chileno en los últimos 10 años. Esta mirada, si bien sólo puede ser parcial –por cuanto no existe información en el Censo sobre un conjunto importante de dimensiones– puede ser complementada con otras fuentes para entregar una visión más integral del objeto de estudio. El análisis comparativo cubrirá un período de alto crecimiento –más de 7% del PIB entre 1992 y 1998– de nuestra economía y lo cotejará con otro de dinamismo francamente menor –crecimiento del PIB de algo más del 2% entre 1999-2001–. De allí que sea inevitable que, al contrastar dos levantamientos realizados en momentos diferentes del ciclo económico, los datos recolectados no muestren claramente algunas tendencias relevantes. El análisis de este capítulo abordará cuatro áreas de relevancia. En primer lugar, se analizará el stock de oferta de trabajo medido como el de aquellas personas ocupadas o desocupadas –vale decir, las que están buscando empleo–, reflejado en indicadores de participación en la fuerza de trabajo. Esto se realiza en la sección inmediatamente siguiente. La tercera sección de este capítulo aborda una segunda temática de interés, a saber, la pregunta sobre la calidad de la fuerza laboral chilena. Sobre este punto se reseñan las potencialidades y déficit exhibidos por la población chilena adulta utilizando los datos sobre el nivel educacional reportado por los censos. Esta información es complementada con otras fuentes pertinentes. En la cuarta sección se presentan las características del empleo en el mercado laboral chileno para el período analizado. Se discuten niveles y principales tendencias de la década.
135
C UÁNTO
Y CÓMO CAMBIAMOS LOS CHILENOS
Finalmente, la quinta sección del capítulo agrega información proveniente de la Encuesta CASEN que permite integrar al análisis información sobre ingresos y evolución. Las principales conclusiones de este ejercicio se presentan, finalmente, en la última sección, destacándose tanto las áreas significativas de cambios en la última década como los principales aspectos relevantes derivados, a efectos de políticas públicas.
136
2. TENDENCIAS EN LA PARTICIPACIÓN LABORAL El primer eje de análisis del mercado laboral en este capítulo es la participación en la fuerza de trabajo. Este concepto, que mide la proporción de la población en edad de trabajar –15 años y más– que efectivamente pertenece a la fuerza de trabajo –está empleada o busca activamente trabajo–, constituye un indicador grueso de la oferta de trabajo de una economía determinada2. Los resultados censales del año 2002 indican una tasa de participación promedio de 52,5%, es decir, de 100 personas en edad de trabajar, aproximadamente 53 están ocupadas o buscando empleo, mientras que el resto se autocalifica inactiva –la mayor parte del tiempo la ocupan en actividades tales como quehaceres del hogar, estudio, son pensionados o están sin trabajar o buscando trabajo–. ¿Cómo se compara esta cifra con las históricas exhibidas por Chile? Utilizando las cifras de Pardo (1987), provenientes de los censos desde 1907 hasta 1982, y adicionando la información de los censos de 1992 y 2002, se obtiene la evolución reportada en el siguiente gráfico3: Se puede apreciar que la tasa de participación del total de la población se mantuvo cercana al 50% desde 1907 a 1960, cayendo a un Figura 1. Tasa de participación 1907-2002
90% 80%
71.9%
70.7%
70% 60%
49.0%
50%
52.5% 35.7%
40% 28.1%
30% 20% 10% 0% 1907
1920
1930 Censo
1940
1952 Total
1960 Hombres
1970
1982 Mujeres
1992
2002
T RABAJO :
DIGNIDAD Y CAMBIOS
44% en 1970 y en 1982, para luego subir en 1992 y, nuevamente, en 2002 para volver a los niveles del 50% de comienzos de siglo. La evolución reciente de la tasa de participación general –un incremento de 49% a 52,5% entre 1992 y 2002– se encuentra explicada totalmente por el alza en la tasa de participación femenina en el mismo período. De hecho, en la última década los datos censales exhiben una tendencia levemente negativa para los hombres. Con una perspectiva más larga se puede apreciar en la Figura 1 que la tasa de participación masculina presenta una tendencia negativa entre 1960 y 1982; por otra parte, las mujeres muestran una tendencia positiva a su inserción en el mercado laboral desde 1970, año en el que su participación fue de 19,7%. Asimismo, sólo para el último censo se registran tasas de participación superiores a las de comienzos de siglo. El gráfico anterior, sin embargo, no permite precisar cuándo se incrementa la tasa de participación femenina porque los datos previos a 1992 tienen otra definición de población. Utilizando información de Pardo (1987), para los censos de 1952 a 1982 por tramos de edad, la Figura 2 presenta información comparable entre períodos para las mujeres. Se puede apreciar que la tasa de participación femenina se reduce drásticamente hasta 1982 para el tramo de edad 15 a 19 años, lo que tiene relación con el fuerte aumento en la cobertura educacional secundaria exhibida en el período. Por otra parte, la participación femenina viene aumentando desde 1982 en el tramo 20-24, aunque sólo en Figura 2. Tasa de participación femenina 1952-2002 60 50
%
40 30 20 10 0 15-19
20-24
25-44
45-54
55-64
Tramo de Edad 1952
1960
1970
1982
1992
2002
65 y +
137
138
Y CÓMO CAMBIAMOS LOS CHILENOS
el período 2002 supera claramente el nivel de 1952. El grupo de mujeres entre 25 y 44 años supera en el año 1982 la tasa de participación de 1952 y presenta una tendencia creciente y sostenida, destacando el fuerte aumento exhibido en el último censo. Las mujeres entre 55 y 64 años, por otra parte, también aumentan su participación aunque es el año 2002 el que destaca respecto de los anteriores. De allí que, si se consideran los últimos 30 años, mientras la tasa de participación masculina ha disminuido en 1 punto, la femenina casi se ha duplicado, constituyendo uno de los hechos más relevantes de cambio en el mercado laboral chileno. Las cifras anteriores, siendo importantes, no esconden el hecho de que el nivel de la participación laboral femenina en Chile es extraordinariamente bajo respecto del internacional. Ello no ocurre sólo al comparar las bajas tasas chilenas de participación femenina con las exhibidas por los países desarrollados sino que, como se muestra en BID (1999), las tasas chilenas son aún significativamente inferiores a las de países como Uruguay, Paraguay, Argentina, Brasil y otros –registran tasas de participación femeninas superiores al 50%. La Figura 3 muestra que las regiones XI, XII y la Metropolitana verifican las mayores tasas de participación total. En particular, la Región Metropolitana, que el año 2002 concentró el 45% del empleo nacional y alrededor de un tercio del PIB del país, exhibió una tasa de participación de 56,7%, más de cuatro puntos por sobre el promedio del país. Por otra parte, las regiones con menor participación total en la fuerza de trabajo son la IX, VIII y IV, con tasas de 46%, 47% y 48%, respectivamente. Figura 3. Tasa de participación total, 1992-2002 65 60 55 %
C UÁNTO
50 45 40 35 I
II
III
IV
V
VI
VII VIII Región 1992
IX 2002
X
XI
XII
RM Total
T RABAJO :
DIGNIDAD Y CAMBIOS
La Figura 4 muestra que el aumento exhibido por la tasa de participación general entre 1992 y 2002 está asociado a un incremento en la participación femenina en todas las regiones del país. La adscripción a la fuerza laboral tiene características asociadas al ciclo de vida tal como se muestra en la Figura 5. Entre los 25 y los 49 años esta tasa permanece estable y es del orden de 70% en el año 2002. La tasa de participación es significativamente inferior antes de los 25 años –período de inserción educacional– y después de los 50 años, al acercarse el retiro. Figura 4 Tasa de participación por sexo, 1992-2002
90 80 70
139
60 50 % 40 30 20 10 0 I
II
III
IV
V
Hombres 92
VI
VII VIII Región
Hombres 02
IX
X
XI
Mujeres 92
XII
RM
Total
Mujeres 02
Figura 5. Tasa de participación por edad, 1992-2002
80 70 60 40 30 20 10
Tramo de Edad Total 92
Total 02
70 y +
65-69
60-64
55-59
50-54
45-49
40-44
35-39
30-34
25-29
20-24
0 15-19
%
50
C UÁNTO
Y CÓMO CAMBIAMOS LOS CHILENOS
El perfil de participación por edad anterior es más pronunciado en el caso de los hombres respecto de las mujeres, tal como se puede observar en la Figura 6. Asimismo, el perfil para los hombres no presenta variaciones en la última década. Finalmente, este gráfico permite apreciar también que el aumento en la tasa de participación femenina entre 1992 y 2002 se produce en el caso de las mujeres de entre 25 y 60 años. La inserción en la fuerza laboral no es, sin embargo, sólo dependiente de la etapa del ciclo de vida laboral de las personas, sino también, la evidencia censal confirma una fuerte correlación con los niveles educacionales de los individuos. La Figura 7 muestra que, mientras la tasa de participación laboral en el año 2002 fue de entre 30 y 40% para aquellas personas sin educación o sólo con educación básica incompleta, esta ascendió a 64% para 140 Figura 6. Tasa de participaicón por edad y sexo
50-54
55-59
60-64
65-69
70 y +
50-54
55-59
60-64
65-69
70 y +
45-49
40-44
35-39
30-34
25-29
20-24
100 90 80 70 60 50 40 30 20 10 0
15-19
% %
Hombres 100 90 80 70 60 50 40 30 20 10 0
45-49
40-44
35-39
30-34
25-29
20-24
15-19
Mujeres
Tramo de Edad 1992
2002
T RABAJO :
DIGNIDAD Y CAMBIOS
Univers. Completa
Univers. Incompleta
Técnico Superior
Media Completa
Media Incompleta
Básica Completa
Básica Incompleta
90 80 70 60 50 40 30 20 10 0 Sin Educación
%
Figura 7. Tasa de participación y educación
Nivel Educacional 1992
2002
141
los que culminaron la educación media y a 81% en el caso de los que completaron estudios universitarios. Esta relación es apreciable, con una pendiente similar, para 1992. El gráfico siguiente muestra la misma relación –y su variación en la última década– separando hombres y mujeres. En primer lugar, se puede constatar que la relación creciente entre educación y participación laboral se da en ambos sexos pero, es especialmente importante, en las mujeres. En efecto, se aprecia que hay un aumento en la tasa de participación laboral mucho mayor para las mujeres en asociación con el paso de la educación media incompleta a la educación superior. Un segundo aspecto a destacar de la Figura 8 es que el aumento en la participación laboral femenina entre 1992 y 2002 va asociado a un aumento en la participación laboral especialmente en las categorías de educación media completa y educación técnica superior –haber estudiado en Institutos Profesionales o Centros de Formación Técnica–. La Figura 8 también evidencia otro aspecto destacable: las diferencias entre las tasas de participación laboral de hombres y mujeres disminuyen fuertemente con la educación superior. En efecto, mientras los hombres que tienen sólo educación básica completa ostentan una tasa de participación en la fuerza laboral de 50 puntos porcentuales más alta que la de las mujeres, esta diferencia se reduce sólo a 8 puntos cuando se compara hombres y mujeres con educación universitaria completa. El hecho de que las mujeres con educación universitaria –completa o incompleta– y, en menor medida, con educación técnica de nivel superior, presenten tasas de participación equivalentes o cercanas a la de los hombres, no es nuevo por cuanto se puede también encontrar en el año 1992.
C UÁNTO
Y CÓMO CAMBIAMOS LOS CHILENOS
Figura 8. Tasa de participación y educación, por sexo
Hombres 92
142
Hombres 02
Mujeres 92
Univers. Completa
Univers. Incompleta
Técnico Superior
Media Completa
Media Incompleta
Básica Completa
Básica Incompleta
Sin Educación
90 80 70 60 50 % 40 30 20 10 0
Mujeres 02
Cuadro 1. Tasa de participación laboral, 1992-2002, porcentajes 1992
2002
Jefes de Hogar
68,7
67,0
No Jefes de Hogar
38,1
43,6
Jefes de Hogar 25-49 años
85,8
84,9
Hombres 25-49 años
90,6
90,5
Hombres Jefes de Hogar 25-49 años
93,7
93,6
Finalmente, el Cuadro 1 contiene otros elementos a destacar. En primer término, es posible apreciar la mayor inserción en la fuerza laboral de los jefes de hogar, la que es muy superior a la de quienes no declaran desempeñar este rol. Evidentemente, la jefatura de hogar conlleva responsabilidades que disminuyen el salario de reserva –el salario requerido para aceptar un empleo– o bien aquel salario para el cual un individuo sale a buscar trabajo. De hecho, cuando se considera lo que se denomina “Fuerza de Trabajo Primaria” es posible apreciar tasas de participación en torno al 90%. Definiciones alternativas de este concepto se presentan en el Cuadro 1 –típicamente envuelven a personas de entre 25 y 49 años–. Para estos grupos se puede apreciar nula variación en la última década. 3. SOBRE LA CALIDAD DE LA FUERZA LABORAL CHILENA Los censos proporcionan información sobre la educación de la población en edad de trabajar, aspecto que crucialmente determina la calidad de la misma.
T RABAJO :
DIGNIDAD Y CAMBIOS
El Cuadro 2 presenta un primer indicador, los años de escolaridad promedio muestran un importante avance en la última década. En términos generales se puede decir que la población ha aumentado su nivel de escolaridad promedio en un año, siendo mayor el aumento en la fuerza de trabajo y en la población ocupada. Este aumento confirma la tendencia de Chile en las últimas décadas que refleja los importantes mejoramientos logrados en la cobertura educacional. Chile exhibe actualmente niveles de cobertura del sistema educacional significativamente superiores a los registrados hace 40 años. En efecto, mientras la cobertura de la educación básica subió de 80% en 1960 a 99% en el año 2000, en la educación media el aumento ha sido aún más impresionante: de 14% a 90% en el mismo período. Un indicador que entrega más antecedentes que los del Cuadro 2 es la proporción de la población por niveles educacionales. El Cuadro 3 contiene este ejercicio para la población en edad de trabajar, mientras que el Cuadro 4 hace lo mismo con la población ocupada. Las cifras anteriores muestran que, fundamentalmente, entre 1992 y 2002 disminuyó la importancia de los niveles educacionales inferiores, especialmente el de la educación básica incompleta, que cayó en más de 10 puntos tanto respecto de la población en edad de trabajar como de los ocupados. Disminuyen también las proporciones de la Cuadro 2. Años de escolaridad promedio según censos 1992
2002
Cambio
Población Total
7,6
8,5
0,9
Población de 15 años o más
8,7
9,7
1,0
Fuerza de Trabajo
9,4
10,6
1,2
Ocupados
9,4
10,7
1,3
Población Total
7,6
8,6
1,0
Población de 15 años o más
8,8
9,8
1,0
Fuerza de Trabajo
9,0
10,3
1,3
Ocupados
9,0
10,4
1,4
Población Total
7,6
8,5
0,9
Población de 15 años o más
8,6
9,5
0,9
Fuerza de Trabajo
10,5
11,3
0,8
Ocupados
10,4
11,4
1,0
Total
Hombres
Mujeres
143
C UÁNTO
Y CÓMO CAMBIAMOS LOS CHILENOS
Cuadro 3. Población de 15 años y más según nivel educacional, porcentajes Ultimo año Nivel de Educación cursado Sin Educación
144
1992 Total
Hombres
2002 Mujeres
Total
Hombres
Mujeres
4,6
4,2
4,9
4,3
4,1
4,5
Básica Incompleta
32,6
32,2
33,0
22,2
21,1
23,1
Básica Completa
10,6
10,8
10,4
9,6
9,9
9,3
Media Incompleta
20,3
20,7
20,0
20,0
19,9
20,1
Media Completa
20,4
20,0
20,8
23,6
23,7
23,6
Técnica Superior
3,5
3,2
3,7
7,8
7,4
8,2
Universitaria Incompleta
4,7
5,0
4,4
7,9
8,7
7,2
Universitaria Completa
3,3
3,9
2,7
4,6
5,3
3,9
Total
100
100
100
100
100
100
Cuadro 4. Población ocupada según nivel educacional, porcentajes Ultimo año Nivel de Educación cursado Sin Educación
1992 Total 2,5
2002
Hombres
Mujeres
Total
Hombres
Mujeres
2,7
2,0
2,4
2,7
1,8
Básica Incompleta
29,0
32,2
21,3
16,4
18,5
12,6
Básica Completa
10,9
11,6
9,1
9,2
10,4
7,2
Media Incompleta
17,7
18,8
15,4
15,8
16,8
14,0
Media Completa
24,7
22,2
30,4
28,6
27,5
30,6
Técnica Superior
4,7
3,6
7,2
10,8
8,9
14,2
Universitaria Incompleta
5,3
4,2
7,8
9,3
8,4
10,9
Universitaria Completa
5,4
4,7
7,0
7,5
6,8
8,8
Total
100
100
100
100
100
100
población en educación básica completa y media incompleta para incrementar significativamente las categorías superiores: educación media completa y educación superior –técnica y universitaria–. Esta evolución se muestra en la Figura 9 que se presenta a continuación. Los cuadros anteriores además de permitir constatar los mejoramientos registrados, también muestran la existencia de proporciones importantes de la población adulta con bajos niveles educacionales. Antes de entrar con mayor detalle en este tema, el cuadro 5 proporciona información que combina niveles educacionales con tramos de edad. Se puede apreciar que, a partir de los 25 años, a mayor edad menor es el nivel de escolaridad que exhibe la población. Este cuadro es el reflejo de los mejoramientos progresivos en la cobertura educacional que
T RABAJO :
DIGNIDAD Y CAMBIOS
Figura 9. Variación 2002&1992 en pob. 15 años y más. Variación 2002/1992 en población ocupada Variación 2002/1992 en Pobl. 15 años y más 6% 4%
Univers. Completa
Univers. Incompleta
Técnico Superior
Media Completa
Media Incompleta
-4%
Básica Completa
-2%
Básica Incompleta
0%
Sin Educación
2%
-6% -8% -10% -12%
145 Variación 2002/1992 en Población Ocupada 10%
Univers. Completa
Univers. Incompleta
Técnico Superior
Media Completa
Media Incompleta
Básica Completa
-5%
Sin Educación
0%
Básica Incompleta
5%
-10% -15% Nivel Educacional
se traducen en un aumento en la educación promedio de las generaciones más jóvenes. Por ejemplo, mientra para el tramo de 25 a 29 años de edad el Censo de 2002 reporta un 33% que no ha completado la educación media, para el grupo en el tramo de edad de 55 a 59 años de edad –los que tuvieron 25 años hace treinta años– el porcentaje que no completó la educación media ascendió a 56%. Es evidente que los profundos cambios producidos en el nivel de cobertura educacional se han reflejado en el mercado laboral chileno. En efecto, se ha reportado que la proporción de fuerza laboral con educación secundaria y post-secundaria se incrementó tres veces en los últimos 40 años4.
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Y CÓMO CAMBIAMOS LOS CHILENOS
Cuadro 5. Indicadores de escolaridad de la población en edad de trabajar por tramo de edad Tramos de Edad
1992 Años de
% Media
escolaridad
Incom.
2002 % Media
Años de
Completa escolaridad
o menos
146
% Media
% Media
Incom.
Completa
o menos
15-19 años
9,5
75,4
17,2
10,0
70,8
21,6
20-24 años
10,4
51,8
30,8
11,4
34,1
34,5
25-29 años
10,0
55,6
29,1
11,4
38,4
29,3
30-34 años
9,8
59,8
26,1
10,9
44,3
28,1
35-39 años
9,3
63,1
22,2
10,3
50,3
26,6
40-44 años
8,4
69,9
16,3
10,0
54,1
24,8
45-49 años
7,6
75,1
15,2
9,7
57,1
22,3
50-54 años
7,0
79,1
13,6
8,9
62,5
18,9
55-59 años
6,5
82,0
12,1
8,1
68,3
17,2
60-64 años
6,2
83,8
11,2
7,2
74,1
15,0
65-69 años
5,7
85,5
10,4
6,7
78,2
13,1
70 años o más
5,3
86,4
9,8
6,0
81,6
11,5
No obstante lo anterior, subsisten en Chile problemas de cobertura de la educación en la enseñanza básica para un importante número de personas. Si se considera al total de la población chilena entre 15 y 65 años, se constata que un total de 2,2 millones de personas no tiene educación básica completa. Es decir, algo más de un 22% de la población en ese tramo de edad tiene escolaridad básica incompleta. Como se aprecia en el cuadro 6, dentro de los actuales inactivos, la proporción de personas que no han completado la educación básica –un 27%– es mayor que entre los ocupados y desocupados –del orden de 19%–. Adicionalmente, existen alrededor de otros 2,6 millones de personas que no tienen educación media completa, lo que representa un 27% de la población entre 15 y 65 años. Como se aprecia, aun cuando se considere sólo a los trabajadores de la fuerza laboral, es posible señalar que un 19% de esta –casi 1,1 millones– tiene educación básica incompleta, mientras un 25% –1,4 millones– presenta sólo educación básica completa o media incompleta. En resumen, si se toman 100 adultos chilenos de 15 años o más al azar, 22 no tendrán educación básica completa y, aproximadamente otros 27, no habrán completado la enseñanza media. Es decir, 4,8 mi-
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DIGNIDAD Y CAMBIOS
llones de chilenos presentan deficiencias por haber adquirido un nivel educacional insuficiente. Parte de los problemas de la educación chilena asociados al incremento en la cobertura educacional en los niveles pre-escolar y superior, así como a las deficiencias de calidad, están siendo abordados por la actual Reforma Educacional y por las políticas implementadas en la década anterior5. Estas políticas, sin embargo, están dirigidas a las nuevas generaciones, atendiendo al problema del flujo de estudiantes, pero claramente no responden al problema del stock de adultos con fuerte déficit educacional. El evidente déficit educacional de la población adulta chilena podría ser mirado con algo de benevolencia si es que existiera evidencia de que, aún a pesar del mismo, las competencias laborales de este sector de la población fueran suficientes. La evidencia, sin embargo, es también negativa. En efecto, esta evidencia está dada por la Encuesta Internacional de Alfabetización de Adultos (IALS) realizada en 1998, tanto en Chile como en otros países miembros de la OECD, y que apuntó a medir ciertos tipos particulares de competencias básicas: las de entender y utilizar información impresa en actividades cotidianas en el hogar, la comunidad y el trabajo. Los resultados muestran que, aún cuando sólo un 4,6% de la población de 15 años o más declara no saber leer ni escribir, sobre el 50% de esta se clasifica en el nivel 1, que corresponde al nivel más bajo de comprensión de textos y documentos impresos (indicando, por lo tanto, analfabetismo funcional). Este porcentaje es mayor en el área cuantitativa. En este punto,
Cuadro 6. Población 15-65 años según nivel educacional y situación ocupacional, año 2002 Ultimo año Nivel de
Ocupados
Educación cursado
N
%
Desocupados N
%
Inactivos N
Total
%
N
%
310.925
3,2
Sin Educación
108.902
2,2
19.039
2,5
182.984
4,3
Básica Incompleta
773.466
16,0
148.738
19,2
975.268
23,0 1.897.472 19,2
Básica Completa
448.302
9,2
85.504
11,0
404.296
9,5
Media Incompleta
743.490
15,3
135.662
17,5
796.767
18,8 1.675.919 17,0
938.102
9,5
Media Completa
1.396.672
28,8
229.717
29,6
834.021
19,7 2.460.410 24,9
Técnica Superior
528.897
10,9
74737
9,6
230.994
5,4
Universitaria Incompleta
450.816
9,3
44.188
5,7
339.174
8,0
834.178
8,5
Universitaria Completa
364.400
7,5
31.110
4,0
79223
1,9
474.733
4,8
0,9
395984
9,3
437.117
4,4
100 4238711
100
9863484
100
Categoría Especial Total
33.983
0,7
7150
4.848.928
100
775845
834.628
8,5
147
C UÁNTO
Y CÓMO CAMBIAMOS LOS CHILENOS
Cuadro 7. Distribución porcentual de la población 15-65 años, según nivel de competencias básicas Encuesta IALS 1998 Nivel
Prosa
Documentos
Cuantitativa
1
50,6
52,2
57,1
2
34,6
35,0
26,2
3
13,2
11,4
14,0
1,6
1,4
2,7
4y5
Fuente: Tomado de Bravo, D. y D. Contreras (2000), Competencias Básicas de la Población Adulta Departamento de Economía, Universidad de Chile.
148
Chile se compara desfavorablemente con el resto de los países que realizaron la encuesta, incluso al interior de cada nivel educacional. En consecuencia, tanto midiendo por años de educación como directamente por nivel de competencias básicas, la conclusión es que la población chilena adulta presenta déficit significativos que justifican ampliamente, exante, programas o intervenciones dirigidos a este grupo. 4. LA SITUACIÓN DEL EMPLEO De acuerdo a las cifras de los Censos, entre 1992 y 2002 el número de trabajadores ocupados se incrementó en 823.000 personas en Chile. En el año 2002 el volumen de empleo ascendió a cerca de 5.000.000 de personas, por lo que el aumento registrado en la década fue de 18%. Como es sabido, a partir de las cifras de ocupación regulares entregadas por el INE, el empleo tuvo un comportamiento dinámico y creciente hasta fines de 1998, cuando se produce una desaceleración de la actividad económica por razones conocidas –primero, por la crisis asiática y, posteriormente, por la recesión internacional. La tasa de desocupación disminuyó sostenida y significativamente desde 1990 hasta alcanzar niveles cercanos o inferiores al 6% en 1998; sin embargo, entre 1999 y 2002 Chile registró tasas de desempleo elevadas. La comparación de los datos censales en el Cuadro 8 muestra una situación del empleo fuertemente deteriorada para el año 2002 en relación con la de 1992, cuando se mira la tasa de desempleo y las tasas de empleo de jefes de hogar. No obstante, la evidencia es menos dramática cuando se analiza otro indicador de relevancia –que no depende de la distinción entre población inactiva y desempleados– como es la tasa de empleo total, que exhibió en la década un leve incremento de 44,9% a 45,3%. El objetivo de estas páginas es dar una visión panorámica de las variaciones en la composición del empleo entre censos por cuanto interesa relevar las tendencias más significativas entre períodos. Se deja
T RABAJO :
DIGNIDAD Y CAMBIOS
para otros estudios el no menos importante análisis de la evolución del desempleo y la discusión metodológica sobre las diferencias en las tasas de desempleo entre distintas fuentes6. Volviendo la mirada a la situación de los empleados en cada año analizado, el Cuadro 9 proporciona información con la distribución por rama de actividad económica de los ocupados. Un primer hecho llama la atención: dos son principalmente los sectores que han perdido importancia como empleadores en la economía chilena en los últimos 10 años: agricultura e industria. En el caso de la Agricultura, de abarcar al 16,1% del empleo total en 1992, pasó a representar el 10,7 en el año 2002. Debe notarse que esta caída se ha dado fundamentalmente en el empleo masculino. Por otra parte, la industria también tiene una disminución de 5 puntos porcentuales en importancia, pasando de dar cuenta del 17,6% del empleo a un 12,3% en similar lapso de tiempo, con una disminución más significativa en el empleo femenino. Un segundo hecho notable es que los sectores que han incrementado su importancia en el empleo total son, fundamentalmente, el de servicios financieros, y, en menor medida, el comercio. El sector de servicios financieros pasa de emplear el 5,8% de los ocupados en 1992, al 11,2% en 2002, con un aumento parejo en hombres y mujeres, mientras que la importancia del sector comercio sube de 18,9% al 22,5% en el mismo período, con un incremento más pronunciado en el caso de los hombres. Realizando un ejercicio similar analizando los oficios ocupacionales, el Cuadro 10 muestra las mayores contracciones en importancia en los trabajadores agrícolas, fundamentalmente hombres (de 12,5% de los ocupados en 1992 cae a 5,3% en el año 2002), seguido de los obreros y artesanos. Por
Cuadro 8. Situación del empleo: indicadores, 1992-2002, porcentajes 1992
2002
Tasa de Empleo
44,9
45,3
Tasa de Empleo Jefes de Hogar
65,0
59,9
Tasa de Empleo No Jefes de Hogar
33,7
36,4
Tasa deEmpleo Jefes de Hogar 25-49 años
81,3
76,2
Tasa de Empleo Hombres Jefes 25-49 años
88,9
84,5
8,5
13,7
Tasa de Desempleo Tasa de Desempleo Jefes de Hogar
5,4
10,5
11,7
16,6
Tasa de Desempleo Jefes de Hogar 25-49 años
5,2
10,2
Tasa de Desempleo Hombres Jefes 25-49 años
5,1
9,7
Tasa de Desempleo No Jefes de Hogar
149
C UÁNTO
Y CÓMO CAMBIAMOS LOS CHILENOS
Cuadro 9. Evolución de la composición del empleo por rama de actividad económica, 1992-2002, porcentajes Total
Agricultura
Mujeres
2002
1992
2002
1992
2002
16,1
10,7
21,5
14,6
3,4
3,6
Minería
2,1
1,2
2,8
1,8
0,4
0,2
Industria
17,6
12,3
19,0
14,5
14,2
8,3
Elect., Gas y Agua
0,6
0,7
0,8
0,9
0,2
0,2
Construcción
7,1
7,7
9,9
11,5
0,7
0,8
Comercio
18,9
22,5
17,9
22,6
21,2
22,4
Transporte
6,7
7,4
8,6
9,7
2,4
3,2
Serv. Financieros
150
Hombres
1992
5,8
11,2
5,6
11,1
6,1
11,3
Serv. Com. Y Sociales
25,0
26,3
13,7
13,3
51,4
50,0
Total
100
100
100
100
100
100
Cuadro 10. Evolución de la compsoición del empleo por oficio, 1992-2002, porcentajes Total 1992
Hombres 2002
Mujeres
1992
2002
1992
2002
Directores/Gerentes
6,0
6,3
6,4
6,6
5,1
5,8
Profesionales
7,1
10,2
5,1
8,0
11,7
14,3
Técn. Medios
5,1
14,2
4,2
12,0
7,3
18,1
Empleados
12,7
8,8
9,6
6,8
19,9
12,6
Vendedores
11,0
12,8
8,3
9,9
17,2
18,1
Trab. Agrícolas
12,5
5,3
17,0
7,7
1,9
0,9
Obreros/Artes.
17,2
12,1
21,8
16,8
6,6
3,5
8,8
8,8
11,3
12,5
2,9
2,1
Trab. No calificados
19,7
21,5
16,3
19,8
27,4
24,5
Total
100
100
100
100
100
100
Conductores/operarios
otra parte, los oficios que aumentan su relevancia son los profesionales y, notablemente, los técnicos de nivel medio. Esta última categoría incrementó su importancia de un 5,1% a un 14,2% en los 10 años de referencia, siendo apreciable este incremento tanto entre hombres como mujeres. El desempeño de este último grupo es concordante con el fuerte incremento registrado en la matrícula de la educación media técnico-profesional en los años 90, que ha llegado a representar un 47% del total de estudiantes de Educación Media en el año 20037.
T RABAJO :
DIGNIDAD Y CAMBIOS
Mirando la composición del empleo por categoría ocupacional, el Cuadro 11 muestra una caída leve en la importancia de los trabajadores por cuenta propia (de 16,4% a 16,2%), una caída en los familiares no remunerados (de 2,6% a 1,6%) y una disminución en la importancia de los empleadores (7% a 4,4%). Por otra parte, se aumenta fundamentalmente la proporción que representan los trabajadores asalariados (de 68,6% a 72,2%) y hay un aumento leve en la categoría servicio doméstico. Si se aproxima el empleo informal como la suma de los ocupados bajo las categorías de empleadores y trabajadores por cuenta propia (excluyendo a los profesionales de estas categorías) más los ocupados en calidad de familiar no remunerado y los trabajadores de servicio doméstico se tiene que, contrariamente a lo usualmente argumentado (e incluso esperable por la menor actividad de los últimos años), esta categoría disminuye en importancia en la década. Así, de representar casi el 28% de los ocupados en el año 2002, el censo de 2002 muestra que la informalidad disminuyó a 21%; es decir, en el período, el crecimiento de los empleos formales fue superior al de los empleos informales. Mención especial merece el trabajo en la categoría servicio doméstico, que representó el año 2002 un 15% del empleo femenino. Los datos censales muestran un total de 206 mil mujeres empleadas como trabajadoras de casa particular en el año 1992, siendo un 45% de éstas empleadas puertas adentro (91.600 mujeres) y el resto (114.400 mujeres) puertas afuera. Para el año 2002 se tiene a un total de 256 mil empleadas en la categoría servicio doméstico (un incremento respecto del año 1992 similar al del empleo total), de las cuales ahora sólo el 24% se cataloga como puertas adentro (60.200 mujeres). Dos cambios significativos son apreciables en la categoría servicio doméstico que, tal como se ha mostrado, es de importancia para el Cuadro 11. Evolución de la composición del empleo por categoría ocupacional, 1992-2002, porcentajes Total 1992 Empleador
Hombres 2002
1992
Mujeres
2002
1992
2002
7,0
4,4
7,3
4,8
6,4
3,7
Trab. por cuenta propia
16,4
16,2
19,0
18,5
10,4
12,1
Asalariados
68,6
72,2
70,4
74,5
64,3
67,9
5,4
5,6
0,5
0,6
16,7
14,7
Serv. Doméstico Familiar no remunerado
2,6
1,6
2,7
1,5
2,3
1,6
Total
100
100
100
100
100
100
151
C UÁNTO
152
Y CÓMO CAMBIAMOS LOS CHILENOS
empleo femenino. En primer lugar, la señalada disminución en la proporción de las trabajadoras puertas adentro. En segundo lugar, se producen variaciones en el origen de estas trabajadoras. Mientras que en 1992 sólo un 0,3% de esta categoría de trabajadoras había nacido en el extranjero, la cifra para el año 2002 ascendió al 4,7%8 . La distribución de la ocupación por región del país se presenta en el Cuadro 12 que se exhibe a continuación. Se puede apreciar que la Región Metropolitana concentra algo menos de la mitad (44,8%) de los empleos totales en el año 2002 mientras que las regiones V y VIII son las que siguen en importancia, con aproximadamente un 10% del total para cada una. Entre 1992 y 2002 se aprecian pequeñas reducciones en la importancia de las regiones VII y VIII junto con un aumento de la relevancia de la Región Metropolitana. Si se realiza un análisis de la situación del empleo por nivel educacional (véase el Cuadro 6) se encuentra que de 100 trabajadores ocupados aproximadamente 17 tienen educación universitaria y otros 11 educación superior técnica; por otra parte, 29 cuentan con educación media completa y los 43 restantes tienen educación media incompleta o menos. La magnitud de los trabajadores con escasa o incompleta educación refuerza lo señalado anteriormente sobre el mismo punto.
Cuadro 12. Situación del empleo por región, 1992-2002, porcentajes Región
Distribución del Empleo
1992
2002
I
2,6
2,7
II
2,8
3,2
III
1,6
1,5
IV
3,4
3,4
V
9,8
9,8
VI
5,1
5,0
VII
6,1
5,6
VIII
11,6
10,8
IX
5,1
4,7
X
6,9
6,7
XI
0,6
0,6
XII
1,1
1,1
R.M.
43,4
44,8
Total
100,0
100,0
T RABAJO :
DIGNIDAD Y CAMBIOS
Cuadro 13. Cuociente empleo/población por tramo de edad, 1992-2002, porcentajes Tramos de edad
Total
Hombres
Mujeres
1992
2002
1992
2002
1992
2002
15-19 años
17,1
13,6
23,5
16,5
10,7
10,7
20-24 años
46,9
40,9
64,0
51,1
30,7
31,0
25-29 años
57,0
58,5
81,5
74,0
34,0
43,7
30-34 años
58,5
61,2
85,5
80,9
33,2
42,4
35-39 años
60,0
60,6
86,6
81,5
35,4
41,0
40-44 años
59,8
60,3
86,0
80,5
35,6
41,4
45-49 años
56,8
59,4
82,8
78,6
32,6
41,3
50-54 años
50,6
54,6
76,0
73,4
27,3
37,0
55-59 años
43,1
46,8
67,0
65,3
21,7
29,6
60-64 años
31,4
33,9
53,6
52,6
12,5
17,4
65-69 años
17,9
19,2
31,0
30,4
6,8
9,7
7,3
7,7
13,3
13,4
3,1
3,6
44,9
45,3
65,7
60,8
25,8
31,0
70 años o más Total
Desarrollando el análisis por tramo de edad, el Cuadro 13 muestra el cuociente empleo a población. Comparando 1992 y 2002 se evidencian caídas en las tasas de empleo de jóvenes entre 15 y 24 años. Sin embargo, se puede también apreciar que las tasas de empleo de los hombres disminuyen para todos los tramos de edad y, por contraposición, el cuociente de empleo a población aumenta para las mujeres. 5. INGRESOS EN EL MERCADO LABORAL Aunque la información de los ingresos percibidos en el mercado laboral chileno no se recoge en los cuestionarios censales9, con el objeto de dar una visión más completa de lo acaecido en la década se reporta lo obtenido a partir del análisis de las Encuestas CASEN. Dado que, a la fecha, la última encuesta CASEN es la realizada el año 2000, se procederá a comparar las Encuestas para 1990 y 2000. Con el objeto de obtener comparabilidad adecuada en el análisis, se restringió la muestra al conjunto de ocupados que trabajaron 20 o más horas en la semana como trabajadores dependientes o asalariados. El Cuadro 14 muestra, en las dos primeras filas, los valores promedio para el ingreso líquido mensual reportado por los encuestados y el mismo ingreso dividido por las horas trabajadas por cada individuo.
153
C UÁNTO
Y CÓMO CAMBIAMOS LOS CHILENOS
Todos los valores están expresados en $ del año 2000, de manera que son comparables en poder de compra. El primer aspecto esencial es el fuerte incremento registrado en el salario promedio que asciende a 49% en la década, lo que es equivalente a un incremento real anual promedio de 3,9%. Este aumento en el poder de compra de los salarios adquiere mayor significación cuando se considera que en los 19 años comprendidos entre 1970 y 1989 este índice exhibió un crecimiento casi nulo (véase Jadresic 1990). Un segundo aspecto relevante de la década, sin embargo, es que si bien hay un incremento generalizado en los ingresos, estos crecen desigualmente por niveles de calificación. Las filas (3), (4) y (5) muestran los salarios por hora promedio de los ocupados que tienen educación media incompleta o menos, educa154
Cuadro 14. Ingresos laborales y salarios relativos por educación, edad y sexo (Encuestas CASEN 1990 y 2000) 1990
2000
2000/1990 %
(1) Ingreso Laboral Mensual Líquido (2) Ingreso Laboral por horas Líquido
158.500
235.800
3.337
4.916
49 47
(3) Educación Básica o Media Incompleta
2.019
2.542
26
(4) Educación Media Completa
3.047
3.794
25
(5) Educación Superior
6.661
9.801
47
3,30
3,86
0,56
(5)/(3) (5)/(4)
2,19
2,58
0,40
(6) 15-19 años
1506
2107
40
(7) 20-24 años
2150
2873
34
(8) 25-29 años
2847
4207
48
(9) 30-39 años
3801
5034
32
(10) 40-49 años
4221
5937
41
(11) 50-59 años
4064
6065
49
(12) 60 y + años
3760
5074
35
(9)/(7)
1,77
1,75
-0,02
(10)/(7)
1,96
2,07
0,10
1,48
1,41
-0,07
3396
5004
47
(10)/(8) (13) Hombres (14) Mujeres
3189
4734
48
(13)/(14)
1,065
1,057
-0,008
Nota: Se restringe la muestra a asalariados con 20 o más horas de trabajo a la semana.
T RABAJO :
DIGNIDAD Y CAMBIOS
ción media completa y educación superior, respectivamente. Allí se puede apreciar que todas las categorías educacionales tienen incrementos salariales reales en la década. Sin embargo, el aumento de la categoría educacional superior es de 47% versus 25-26% de las inferiores. Es decir, durante la década del 90 los que tienen educación superior (universitaria o técnica) son los que tienen los mayores incrementos. Esto se traduce en un aumento del salario relativo de los universitarios respecto de la categoría media incompleta o menos: mientras que en 1990 un ocupado promedio de la categoría de educación superior tenía un salario promedio de 3,3 veces el de un trabajador con baja educación, en el año 2000 dicha relación subió a 3,9 veces. Si se considera el salario relativo de universitarios a trabajadores con educación media completa, el mismo aumenta de 2,2 a 2,6 veces. Esta tendencia a aumentar la desigualdad salarial en el mercado laboral está presente desde mediados de los años 70’ en Chile y, como se aprecia, no se ha detenido (véase Bravo y Contreras, 2000). Debe destacarse que, cuando se promedian los aumentos salariales para los tres niveles de calificación del cuadro anterior, utilizando las proporciones de ocupados en cada categoría de un año –1990 ó 2000–, el aumento promedio del ingreso por hora obtenido es del orden de 30%. Esto quiere decir que aproximadamente un tercio del incremento salarial de 47% en el período se atribuye a progresos en el nivel educacional de la fuerza laboral mientras que los otros dos tercios a un aumento en la remuneración para cada nivel. Al realizar el mismo análisis, en las filas (6) a (12), por tramo de edad, se aprecia que no existe una relación equivalente que de manera no ambigua premie la experiencia comparando cualquier categoría. Sin embargo, si se compara el grupo que tiene 40-49 años con aquel entre 20-29 años es posible encontrar una pequeña alza en el premio del mercado laboral. Finalmente, si se realiza el análisis separando hombres y mujeres se encuentra que de tener un ingreso superior en 6,5% en 1990, los hombres tienen un premio salarial algo menor en el año 2000 (5,7%). Este hecho es relevante: se aprecia que en la década la participación laboral femenina se ha incrementado significativamente pero los salarios relativos no han caído. Finalmente, con el objeto de evaluar más rigurosamente la existencia de premios salariales por parte del mercado laboral, asociados a las variables anteriores, se estimaron varios modelos descritos en el cuadro 14. Los resultados indican que cuando se considera la especificación más general la rentabilidad bruta de un año adicional de educación se incre-
155
C UÁNTO
156
Y CÓMO CAMBIAMOS LOS CHILENOS
menta desde 11,6%-11,9% en 1990, a cerca del 14% en el año 2000, aun controlando otras variables como edad, sexo, etc.; es decir, se confirma lo mostrado en el cuadro 14. Adicionalmente, las especificaciones 3 y 4 del cuadro 15 permiten estimar por separado rentabilidades asociadas a la educación básica, media y superior. Se puede apreciar que aun cuando hay un incremento leve en la rentabilidad de la educación básica y media entre 1990 y 2000, es la de la educación superior la que se incrementa en más de dos puntos porcentuales. El año 2000 el mercado laboral chileno estableció un premio por cada año de educación básica de entre 4 y 5%; por cada año de educación media cerca del 11%; y, finalmente, por cada año de educación superior de casi 22%. Estas rentabilidades exhibidas conllevan una tendencia a la desigualdad de ingresos en los hogares, marcada y evidente cuando se tienen en cuenta las deficiencias educacionales relevadas anteriormente. Finalmente, como información adicional que surge de las especificaciones estimadas y reportadas en el Cuadro 15, se encuentra en todas ellas una leve disminución en el premio a la experiencia laboral una vez que se controla por educación y las otras variables descritas.
Cuadro 15. Estimación econométrica para la rentabilidad de un año de educación (Encuestas CASEN 1990 y 2000), porcentajes 1990
2000
2000-1990
11,9
14,1
2,2
11,6
13,8
2,2
5,0
5,0
0,1
Retorno a la Educación Media
10,9
11,2
0,3
Retorno a la Educación Superior
19,3
21,7
2,4
Especificación 1 (E1): – Años educación, experiencia, exp. Al cuadrado
Especificación 2 (E2): – (E1)+(Hombre=1)+(Z.Urbana=1)+(Jefe Hogar =1)
Especificación 3 (E3): – (E1)+(Var.Dicotómica por tramo educacional) Retorno a la Educación Básica
Especificación 4 (E4): – (E2)+(Var.Dicotómica por tramo educacional) Retorno a la Educación Básica
3,6
4,1
0,5
Retorno a la Educación Media
10,6
10,7
0,1
Retorno a la Educación Superior
19,4
21,6
2,1
Nota: Se restringe la muestra a asalariados con 20 o más horas de trabajo a la semana.
T RABAJO :
DIGNIDAD Y CAMBIOS
Del mismo modo, el ingreso asociado a ser hombre en el mercado laboral disminuye entre 1990 y 2000, desde 11-14% a 8-9%. 6. CONCLUSIONES A lo largo de los diez años que abarca el período entre el Censo de 1992 y el Censo del 2002 el mercado laboral chileno experimentó importantes transformaciones que estuvieron en línea con la evolución económica del país. Esa década puede dividirse en dos períodos demarcados entre sí por la crisis asiática y claramente diferenciados en términos de los indicadores macroeconómicos exhibidos. En general, se percibe el afianzamiento de algunas tendencias que venían insinuándose desde la década anterior. La más destacable es el significativo incremento de la participación femenina en el mercado de trabajo, que mostró un aumento de 28,1% en 1992, a 35,6% en 2002. De tal suerte, el stock de oferta de trabajo se incrementó en el orden de 3 puntos porcentuales y se nutrió principalmente del ascenso de la participación femenina. Este aumento puede tener explicación en distintos factores, desde la disminución en la fecundidad; la mayor cobertura educacional; los mejoramientos tecnológicos y el mayor acceso a estos, facilitando las tareas domésticas; cambios culturales; hasta, por cierto, el atractivo de una remuneración en alza. Aún existe una brecha importante, sin embargo, entre la tasa de participación femenina en nuestro país y la observada en los países desarrollados e incluso en otros de América Latina. Esto indica que sigue siendo necesario examinar la factibilidad de políticas que contribuyan a reforzar esta tendencia. Si atendemos a la participación laboral de acuerdo al ciclo de vida, se puede observar un perfil característico en el cual las mayores tasas de participación se concentran en los grupos etarios comprendidos entre los 25 y los 50 años, siendo significativamente más bajas para los más jóvenes y para los mayores de 60 años. Los datos censales dejan en evidencia que las personas con mayor nivel educativo son también las que registran una mayor tasa de participación laboral. Cabe señalar, adicionalmente, que en los niveles de mayor educación –especialmente educación universitaria– tiende a hacerse menor la brecha de la participación laboral entre hombres y mujeres, tendencia apreciable ya en 1992. La década exhibe un aumento en la escolaridad promedio de la población, siendo este mayor entre aquellos que declararon estar en la fuerza de trabajo y en la población ocupada. La proporción de población en edad de trabajar que solamente ha cursado la educación básica –especialmente incompleta– se redujo fuertemente entre 1992 y 2002.
157
C UÁNTO
158
Y CÓMO CAMBIAMOS LOS CHILENOS
Paralelamente, se incrementó la proporción de personas en edad de trabajar con educación media completa y educación superior. Entre la población ocupada este fenómeno se da con mayor intensidad y se registra un considerable ascenso en las categorías de técnicos y profesionales, quienes incrementaron en mayor medida su proporción dentro de la población ocupada. Otro de los aspectos sobre los que arroja luz el Censo 2002 dice relación con que, si bien, todos los grupos etarios en edad de trabajar incrementaron su escolaridad, es en la población más joven en donde se registran mayores alzas en este nivel. Es decir, las últimas generaciones se han visto beneficiadas de los esfuerzos invertidos en las transformaciones en la educación chilena, que han apuntado a lograr un mayor acceso de la población a los diferentes niveles del sistema educativo. Las cifras arrojadas por el Censo 2002 pone en evidencia como los profundos cambios que se han registrado en Chile en la cobertura del sistema educativo, se reflejan en el mercado laboral, mostrando transformaciones positivas que se proyectan con mayor intensidad hacia las actuales generaciones jóvenes y las venideras. No obstante lo anterior, subsisten importantes deficiencias que deben ser objetivo de las políticas educacionales y laborales de los próximos años. En primer lugar, 4,8 millones de personas adultas no tienen educación secundaria completa, de las cuales 2,5 millones están en la fuerza laboral actualmente. Es decir, la calidad de la fuerza laboral chilena para la próxima década seguirá enfrentando un déficit cuantitativo en su educación. En segundo lugar, evidencia complementaria muestra la urgencia de abordar mejoras en la calidad de la educación formal de los jóvenes, pues aún en niveles educacionales superiores, nuestra población exhibe déficit significativos en competencias, en comparación con los países desarrollados. La evolución de la ocupación según rama entre los Censos de 1992 y 2002 muestra que sectores tradicionales como Agricultura e Industria redujeron su proporción dentro del total de ocupados, mientras que los sectores vinculados a servicios aumentaron notablemente dicha proporción. Se debe destacar, en particular, la dinámica de los Servicios Financieros. Los Servicios Comunales, Sociales y Personales continuaron siendo los que observan la mayor proporción de población empleada en el país, especialmente de mujeres. Información complementaria a los censos indica que el salario promedio de los ocupados aumentó casi 50% real en 10 años. Si bien todas las categorías se incrementan, los aumentos superiores se producen en los trabajadores con educación superior. Como consecuencia, el
T RABAJO :
DIGNIDAD Y CAMBIOS
mercado laboral chileno continúa exhibiendo una tendencia a aumentar la desigualdad salarial. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Arellano, J.P. (2000), Reforma Educacional: Prioridad que se consolida, Editorial Los Andes. Bravo, D. (1999), Evaluación del Marco Institucional de la Educación Media Técnico-Profesional. Libro editado por el Ministerio de Educación, Marzo. Bravo, D. y D.Contreras (2001), Competencias Básicas de la Población Adulta, Departamento de Economía, Universidad de Chile. Bravo, D. y D.Contreras (2000), “La distribución del ingreso en Chile 19901996: análisis del impacto del mercado del trabajo y las políticas sociales”. Departamento de Economía, Universidad de Chile. Bravo, D. y A. Marinovic (1997), “Desigualdad salarial en Chile: 40 años de evidencia”, Departamento de Economía, Universidad de Chile. Bravo, D., J.Ramos y S. Urzúa (2000), “Las diferencias en desempleo: INEU.de Chile”, Documento de Trabajo Nº 167, Departamento de Economía, Universidad de Chile, Marzo. Cox, C. y P. González (1998), “Educación: de programas de mejoramiento a Reforma”, en R.Cortázar y J.Vial (eds.), Construyendo Opciones. Propuestas Económicas y Sociales para el Cambio de Siglo, CIEPLAN/Dolmen Ediciones. Jadresic (1990), “Evolución del empleo y desempleo en Chile, 1970-85. Series anuales y trimestrales”, Colección Estudios CIEPLAN N° 21, Diciembre, 1986. Pardo, L. (1987), “Participación de las mujeres en la fuerza de trabajo: tendencias y características”. Revista Economía y Administración, Universidad de Chile, Nº 61, Noviembre.
NOTAS 1. Se agradecen los comentarios a una versión preliminar. Se agradece también al INE el haber podido trabajar con una muestra de 5% de los datos censales. 2. Un indicador complementario debería agregar las horas trabajadas. 3. Desde 1907 a 1982 la población en edad de trabajar es la de 12 años y más mientras que para 1992 y 2002 se utiliza la población de 15 años y más. 4. Bravo, D. y A. Marinovic (1997). 5. Véase C. Cox y P. González, 1998, “Educación: de programas de mejoramiento a Reforma”, en R. Cortázar y J.Vial (eds.), Construyendo Opciones. Propuestas Económicas y Sociales para el cambio de siglo, CIEPLAN/Dolmen Ediciones; y J.P. Arellano, 2000, Reforma educacional. Prioridad que se consolida, Editorial Los Andes. 6. Sobre el segundo tema véase Bravo, Ramos y Urzúa (2000). 7. Sobre este tema ver D. Bravo (1999). 8. Un 84% de estas trabajadoras provino de Perú mientras que el resto fundamentalmente se divide entre argentinas, bolivianas y ecuatorianas. 9. Aspecto que podría ser corregido para el próximo censo.
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C UÁNTO
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Y CÓMO CAMBIAMOS LOS CHILENOS
CAMBIOS SOCIODEMOGRÁFICOS EN EDUCACIÓN
CAPÍTULO V CAMBIOS SOCIODEMOGRÁFICOS EN EDUCACIÓN Berta Teitelboim Valeria Salfate
1. INTRODUCCIÓN La creciente globalización de la economía y la integración de los mercados, acompañados de los importantes cambios demográficos ocurridos en la última década, han generado grandes oportunidades de crecimiento y desarrollo para la economía de nuestro país. Los indicadores sociales muestran un gran avance, situando al país en un lugar más próximo a los países industrializados, los cuales exhiben un mayor desarrollo relativo. Este significativo avance ha sido posible gracias a una activa política pública en el ámbito social durante las ultimas décadas. Los programas de inversión pública en salud y nutrición, educación, agua potable y servicios sanitarios, han tenido un revelador impacto en la reducción en los índices, tanto de la mortalidad infantil, como de la incidencia de las enfermedades infectocontagiosas y la desnutrición infantil, y han permitido el incremento asimismo de los niveles de escolaridad, reduciendo fuertemente la tasa de analfabetismo. El objetivo central de este capítulo es identificar los principales cambios sociodemográficos producidos en la última década y determinar las tendencias estadísticas que se presentan en educación. El Gobierno de Chile considera a la educación como un derecho y no como un privilegio, por ello dentro de sus objetivos está el capacitar a la población para que pueda participar efectivamente del desarrollo económico, político y cultural. La educación, como uno de los temas prioritarios del Gobierno, tiene como objetivo el pleno desarrollo de la persona en las distintas etapas de su vida, de manera de crear las condiciones para la existencia de una creciente igualdad de oportunidades. Es así como en el año 1990, el sistema educacional ya mostraba
161
C UÁNTO
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Y CÓMO CAMBIAMOS LOS CHILENOS
importantes logros en materia de cobertura, reducción del analfabetismo y aumento del nivel de escolaridad de la población1. A continuación se presenta el análisis de los principales indicadores de educación arrojados por el Censo Nacional de Población y Vivienda realizado por el INE, lo que, en algunos casos, está complementado con la Encuesta CASEN2 , realizada por MIDEPLAN. El objetivo es presentar los principales resultados referidos a la situación educacional del país, considerando el contexto del año 2002 y comparándola con los resultados obtenidos en el Censo realizado en el 1992. Al analizar la situación educacional de un país, los indicadores más frecuentemente utilizados son el nivel de escolaridad promedio, la tasa de analfabetismo, la cobertura para los diferentes niveles educativos y las tasas de escolaridad por grupos etarios. Este capítulo contiene el análisis de esos indicadores según región, área, sexo y edad de la población. 2. ESCOLARIDAD DE LA POBLACIÓN La escolaridad promedio de la población de 5 años y más umentó en 0,9 años, entre 1992 y 2002, pasando de 7,6 a 8,5 (Gráfico 2.1). Al ver el cambio por edad se observa que el mayor incremento se produjo en las personas entre 45 y 59 años de edad, que aumentaron su escolaridad en casi 2 años, reflejo de la situación que ya presentaba este grupo etario en el año 1992 –parte del cual se encontraba en el tramo de 30 a 44 años–, con promedios de escolaridad de más de 9 años. El aumento de la escolaridad en ese tramo de edad es particularmente llamativo, y parte importante de él puede ser explicado en el marco de los programas especiales de educación de adultos, también por fuerte aumento de las carreras nocturnas de pre grado, diseñadas especialmente para trabajadores. Los niveles de escolaridad más altos los mostró el grupo de 15 a 29 años, lo que es producto de la política educacional implementada en la década, que puso un gran énfasis en el aumento de la cobertura en la educación media. La escolaridad según sexo, muestra en el 2002 una pequeña diferencia de 0,1 años más de escolaridad en los hombres, diferencia que en el año 1992 no se presentaba, de esto se puede deducir que las oportunidades educacionales para hombres y mujeres han tendido a igualarse en el último tiempo (Cuadro anexo 2.1). Es importante observar la situación y el avance que ha tenido la escolaridad por regiones, debido a que refleja cómo la educación está llegando a los distintos lugares del país.
CAMBIOS SOCIODEMOGRÁFICOS EN EDUCACIÓN
En el Gráfico 2.2, se puede percibir que la escolaridad promedio de la población mayor a 5 años aumentó en todas las regiones en forma bastante pareja, sin embargo los mayores aumentos en el promedio de escolaridad se dieron en la IV y VI regiones. Las regiones que presentan los menores niveles de escolaridad son las del Maule, Araucanía y la de Los Lagos, en las cuales existe un importante componente rural. Para mostrar un análisis más preciso, Gráfico 2.1. Escolaridad promedio población 5 y más años según edad
12,0
10,9
10,4
10,0
10,0
9,2
9,0
8,0
8,5 7,6
7,1
6,5
163
5,7
6,0 3,5 3,8
4,0 2,0 0,0
5 a 14
15 a 29
30 a 44
45 a 59
1992
2002
60 o más
Total
Fuente: Cuadro anexo 2.1.
Gráfico 2.2. Escolaridad promedio población de 5 y más años
9,5 9,0 8,5 8,0 7,5 7,0 6,5 6,0 5,5 5,0 I
II
III
IV
V
VI
VII
VIII
región 1992 Fuente: Cuadro anexo 2.2.
2002
IX
X
XI
XII
XIII
C UÁNTO
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Y CÓMO CAMBIAMOS LOS CHILENOS
esta información se encuentra desagregada por zona y región en el Gráfico 3. Por otra parte, las regiones que presentan los mayores niveles de escolaridad son la Metropolitana, la de Tarapacá y la de Antofagasta, con más de 9 años de escolaridad. Como ya se mencionaba, un análisis importante en educación es por área geográfica de residencia. El Gráfico 2.3 muestra que el aumento de la escolaridad en la zona rural, en términos relativos, es mayor que en la zona urbana, esto es particularmente importante, ya que disminuye la brecha existente entre ambas áreas, situación debida a la aplicación de los nuevos programas implementados en las zonas rurales3 . La región Metropolitana es la que tiene el mayor aumento, tanto relativo como absoluto, de la escolaridad en la zona rural, mientras que la región de la Araucanía es la que presenta los menores niveles de escolaridad en el área rural –5,6–, posición que en lo urbano ostenta la región de Aysén. Al observar el promedio de escolaridad por edad, es necesario destacar que esta aumenta en todos los grupos etarios, siendo las personas del tramo entre los 15 y 29 años quienes tienen, en promedio, más años de escolaridad, llegando a 8,9 para el 2002. Tampoco hay que omitir el incremento producido en otros tramos, como es el caso de las personas entre 45 y 59 años de edad, quienes pasaron de 4 años de escolaridad en 1992, a 5,7 en el 2002. Gráfico 2.3. Escolaridad promedio población de 5 y más años por área urbana-rural, según región 10,0 9,0 8,0 7,0 6,0 5,0 4,0 I
II
III
Urbano 1992 Fuente: Cuadro anexo 2.3.
IV
V
VI Rural 1992
VII
VIII
IX
X
Urbano 2002
XI
XII
XIII
Rural 2002
CAMBIOS SOCIODEMOGRÁFICOS EN EDUCACIÓN
Gráfico 2.4. Escolaridad promedio de la población rural según tramos de edad 10,0 8,9
9,0 8,0
7,5
7,0
7,5 6,2
5,0 4,0
3,2
6,2
5,7
6,0
5,2
4,0
3,7
3,6 2,9
3,0 2,0 1,0 0,0 5 a 14 años
15 a 29 años
30 a 44 años 1992
45 a 59 años
60 años o más
Total
2002
Fuente: Cuadro anexo 2.4.
Una forma de analizar los cambios en la escolaridad de la población y relacionarla con los estratos socioeconómicos de la misma, es construir deciles de escolaridad por comunas. Para ello la metodología utilizada fue la siguiente: – Se construyeron deciles de comunas –seleccionando las 160 comunas con más población en 1992– según promedio de escolaridad, – Siendo el primer decil, el 10% de comunas que presentaban menor escolaridad en 1992, y el décimo decil, el 10% de comunas con mayores promedios de escolaridad. Es así como el Gráfico 2.4 muestra la comparación de los promedios de escolaridad para estos deciles comunales, entre 1992 y 2002, lo que permite revisar cuán equitativo ha sido este cambio. Como se observa, en todos los deciles aumenta la escolaridad pero, al ver el gráfico que muestra sólo la diferencia en promedios de escolaridad de los deciles entre 1992 y 2002, se comprueba que los mayores incrementos se producen en los deciles más bajos. Esto refleja el avance de las comunas con menor escolaridad en 1992, que pueden asociarse a las comunas más pobres. Es así como en el primer decil hay un aumento de más de 1 año de escolaridad en la década, pasando de 5,3 en 1992 a 6,3 en 2002. Aunque en los deciles más altos hay un importante aumento, este es relativamente menor que en los primeros deciles. Lo anterior denota que este importante avance ha sido distribuido de manera general y con mayor fuerza en los sectores más pobres de la población.
165
C UÁNTO
Y CÓMO CAMBIAMOS LOS CHILENOS
Gráfico 2.5. Promedio de escolaridad por deciles comunales 11,0 10,0 9,0 8,0 7,0 6,0 5,0 4,0 3,0 2,0 1
2
3
4
5
6
7
166
8
9
10
Total
9
10
2002
1992 Fuente: Cuadro anexo 2.5.
Gráfico 2.6. Diferencia de años de escolaridad según deciles 1,050 1,000 0,950 0,900 0,850 0,800 0,750 0,700 0,650 0,600 1
2
3
4
5
6
7
8
deciles Fuente: Cuadro anexo 2.6.
Al analizar esta misma información por área geográfica, se observa que el mayor aumento en términos proporcionales se encuentra en los primeros 4 deciles –40% de las comunas más pobres–, especialmente en el primer decil, el cual presenta el mayor incremento, lo que significa que las comunas más pobres son las que más han aumentado su escolaridad, por lo tanto los programas de aumento de los años de edu-
CAMBIOS SOCIODEMOGRÁFICOS EN EDUCACIÓN
cación, así como los que están dirigidos a completar los niveles de escolaridad, claramente han puesto un mayor énfasis en los sectores más pobres de la población. Si se analiza la información por sexo, este aumento no muestra grandes diferencias según nivel de escolaridad de las comunas (Cuadros anexos 2.6 y 2.7).
3. COBERTURA EDUCACIONAL POR NIVEL ENSEÑANZA Y LA DEMANDA POTENCIAL DEL SISTEMA EDUCATIVO 3.1. Demanda potencial para el sistema educativo Chile es un país que se encuentra en etapa de transición demográfica, lo que define determinadas demandas potenciales al sector educativo. En el año 1970, según cifras del Censo, la población menor de 24 años representaba casi el 60%, en 1980 54%. En 1992 este grupo representa una fuerte disminución, alcanzando al 48% y el año 2002 sólo representa al 42% de la población. Esta es una situación que se viene dando desde hace varias décadas, como se observa en el gráfico 3.1. La población del tramo de edad, entre 6 y 13 años, que es la que potencialmente asistiría a la educación básica, tiene una persistente caída a partir de 1970, cuando era el 22% del total de la población, manteniéndose la última década en alrededor de un 15%. Esta tendencia, que es reflejo del comportamiento demográfico del país, hay que considerarla para la definición futura de necesidades educacionales tanto de cobertura, como de infraestructura. El grupo siguiente corresponde a los adolescentes entre 14 y 17 años, potencialmente el que asiste a educación media, tiene un aumento porcentual, entre 1970 y 1980, alcanzando este último año al 8,8% de la población. En la década siguiente comienza a disminuir y, en el año 2002, representa a menos del 7% de la población del país. En el tramo de edad correspondiente a los jóvenes, es decir aquellos de entre 18 y 24 años, se presenta una situación similar a la anteriormente descrita. En 1970 representaban al 12,4% de la población, disminuyendo el 2002 al 10,9%. La población en edad preescolar –menores a 6 años– ha ido disminuyendo en el tiempo. Mientras en 1960 representaba al 18% de la población, los datos del último censo muestran que es poco más del 9%. Esta cifra refleja la fuerte disminución que ha tenido el número de nacimientos en los últimos años en el país. El grupo de referencia corresponde a niños que demandan educación prebásica, el cual no sola-
167
C UÁNTO
Y CÓMO CAMBIAMOS LOS CHILENOS
Gráfico 3.1. Estructura de la población según tramos de edad 70,0 60,0 50,0 40,0 30,0 20,0 10,0
168
0,0 0-5
6 - 13 1960
14 - 17 1970
1982
18 - 24 1992
25 o más
2002
Fuente: Cuadro anexo 3.1.
Gráfico 3.2. Población entre 0 y 5 años de edad
20,0 17,9 18,0 16,0 16,0 14,0
12,6
13,0
12,0 9,4
10,0 8,0 6,0 4,0 1960
1970
1982
1992
2002
Fuente: Cuadro anexo 3.1.
mente disminuye en importancia, sino también en números absolutos, lo que significa que actualmente hay menos niños menores de 6 años que hace una década.
CAMBIOS SOCIODEMOGRÁFICOS EN EDUCACIÓN
3.2 Cobertura educacional La información estadística utilizada para este análisis proviene de datos de la Encuesta CASEN, única fuente de la cual se puede obtener los indicadores de las coberturas netas por nivel educacional. Como se puede observar en los siguientes gráficos, el sistema escolar chileno presenta altas coberturas4 en enseñanza básica y media. La educación parvularia, aumenta sustantivamente su cobertura en la década (Gráfico 3.3), cubriendo en el año 2000 a prácticamente un tercio de la población entre 0 y 5 años. La matrícula en este nivel educacional, en 1990 alcanzaba a 220.396 niños, aumentando en el año 2000 a cerca de 280.0005 , lo que representa un 26% de alza. Esta situación se debe probablemente a la fuerte incorporación de las mujeres a la fuerza laboral en la última década como lo muestran los datos censales, pasando de 28,1% en 1992 a un 35,7% en 2002, significando un aumento de la demanda por establecimientos que estén a cargo del cuidado de los niños en edad preescolar. Otra medida importante ha sido la tomada por el Gobierno en cuanto a que los colegios municipalizados ofrezcan vacantes en kinder. Pese a que la educación básica ya en 1990 era prácticamente universal, aún así muestra un sostenido aumento bianualmente, lo que ha significado que hoy día asistan más de 2 millones 400 mil niños y que en términos absolutos haya aumentado alrededor de un 20% (Gráfico 3.4). La cobertura de la educación media muestra un permanente incremento, siendo el principal entre los años 1998 y 2000, alcanzando un
Gráfico 3.3. Cobertura Educación Parvularia, 1990-2000 35,0 29,8
30,3
1996
1998
32,4
30,0 24,7 25,0 20,0
26,9
20,9
15,0 10,0 5,0 1990 Fuente: Cuadro Anexo 3.2.
1992
1994
2000
169
C UÁNTO
Y CÓMO CAMBIAMOS LOS CHILENOS
crecimiento del 14%, para alcanzar, en este último año, al 90% de la población entre 14 y 17 años (Gráfico 3.5). Según la última información disponible en el Ministerio de Educación, en la enseñanza parvularia, básica y media, un 55,1% de los alumnos asistió a establecimientos subvencionados de dependencia municipal, mientras que el 34,1% lo hizo a establecimientos particulares subvencionados por el Estado, y sólo el 9,3% a establecimientos particulares pagados. Gráfico 3.4. Cobertura Educación Básica, 1990-2000 99,0 98,5
170
98,6
98,0
98,2
98,3
97,5 97,6 97,3
97,0 96,5
96,8
96,0 95,5 1990
1992
1992
1996
1998
2000
Fuente: Cuadro Anexo 3.2.
Gráfico 3.5. Cobertura Educación Media, 1990-2000
92,0 90,0 90,0
88,0 86,0 85,9
84,0 83,8
82,0 82,2
80,0 78,0
86,9
80,3
76,0 74,0 1990 Fuente: Cuadro anexo 3.2.
1992
1992
1996
1998
2000
CAMBIOS SOCIODEMOGRÁFICOS EN EDUCACIÓN
Es importante destacar que en la educación superior, la cobertura en el año 2000 alcanzaba al 31,5% de la población entre 18 y 24 años, en tanto que en 1990 solo el 16% de la población de ese tramo de edad asistía a algún establecimiento de educación superior, lo que representa casi la mitad. Este es el más importante incremento que haya tenido este nivel educacional6, en la historia (Gráfico 3.6). La educación superior aumenta su cobertura a casi al doble, siendo el nivel que tiene mayor crecimiento, tanto en números absolutos como relativos. Aquí en la última década se ha producido un importante alza de la oferta en educación superior, especialmente privada, así como de cursos de postgrado. Esto último ha favorecido a los sectores socioeconómicos de mayores ingresos, debido a los costos asociados a este tipo de educación. Las coberturas de los distintos niveles según región muestran las mismas tendencias como se puede observar en los siguientes gráficos al comparar los años 1990 y 2000. Es así como se ve un gran aumento en la cobertura para el nivel preescolar y esto sucede en todas las regiones, especialmente la XI, la II y la IV, donde el alza llega a ser de alrededor de 20 puntos porcentuales (Gráfico 3.7). Como se aprecia en el gráfico que muestra la cobertura del nivel de enseñanza básica, esta es bastante amplia, alcanzando en el 2000, en todas las regiones, entre el 98% y el 99%. La que mantiene menor cobertura es la X región, pero es también una de las que tiene el mayor avance en este concepto, pudiendo de esta forma acercarse al resto de las regiones.
Gráfico 3.6. Cobertura Educación Superior, 1990-2000 35,0 30,0
27,8
29,3
31,5
25,0 23,8
20,0 15,0
16,0
17,7
10,0 5,0 0,0 1990 Fuente: Cuadro Anexo 3.2.
1992
1992
1996
1998
2000
171
C UÁNTO
Y CÓMO CAMBIAMOS LOS CHILENOS
Gráfico 3.7. Cobertura Nivel Preescolar según región, 1990-200
45 40
40 35
35
37
38 36
35
34
31
30
30
29
29
27
24
25 19
20
20
18
39
18
17
16
23
25 21
16
15
15
24
32
14
10 5 0 I
II
III
IV
V
VI
VII
VIII
1990
172
IX
X
XI
XII
99
99
R.M.
País
99
99
2000
Fuente: Cuadro anexo 3.3.
Gráfico 3.8. Cobertura Nivel Básico según región, 1990-2000 100
100
100
99 99
97
97
97
98
9898
98
98
99
99
99
98
98
98
98
97
97
97
96
96
96 95
94 94
94
94
93 92 91 90 I
II
III
IV
V
VI
VII 1990
VIII
IX
X
XI
XII
R.M. País
2000
Fuente: Cuadro anexo 3.3.
Otro significativo avance es el de la cobertura del nivel de enseñanza media, dado que es bastante amplia. Pero, al ver por regiones, se observa que aquellas que en 1990 se encontraban más rezagadas por este concepto, como era el caso de las VII, IX y X, las cuales presentaban coberturas bajo el 70%, son las que presentan importantes saltos, de casi 20 puntos porcentuales, ubicándose más cerca del resto de las regiones (Gráfico 3.9).
CAMBIOS SOCIODEMOGRÁFICOS EN EDUCACIÓN
Gráfico 3.9. Cobertura Nivel Enseñanza Media, 1990-2000 100
93 93
90
94 91
93
90
85
80
93 85
84 76
85
90
84
77
74
89
92 88
91 86
90 80
77 69
68
70
88
65
60 50 40 30 20 10 0 I
II
III
IV
V
VI
VII 1990
VIII
IX
X
XI
XII
R.M. País
2000
Fuente: Cuadro anexo 3.3.
Al analizar la cobertura por nivel educacional y área geográfica se encuentran importantes diferencias en los sectores rurales. Es más bajo el nivel educacional que en la zona urbana, especialmente en la enseñanza media. El gráfico muestra reveladores progresos en la década, es así como la cobertura de la educación media en la zona rural aumenta desde el 50% al 76,8%, lo que refleja un gran avance. Además, esta área presenta una importante incorporación de la mujer (Gráfico 3.10). También se puede observar un importante avance en la cobertura de la educación parvularia, en ambas áreas geográficas, siendo muy significativo este aumento en la zona rural. 4. NIVEL EDUCACIONAL ALCANZADO POR LA POBLACIÓN DE 15 AÑOS Y MÁS La importancia de la educación en el avance del país permite ver cómo ha evolucionado, no sólo el promedio de escolaridad alcanzado por la población, sino también los niveles educacionales alcanzados por esta y el aumento de las personas que terminan ciclos educacionales completos en la última década. Los siguientes cuadros muestran la estructura de la población según los niveles de educación, área y sexo. En el Gráfico 4.1 se presentan los cambios en la estructura de la población según niveles educacionales por área urbana-rural. Los datos muestran que mientras el total de la población se concentraba en
173
C UÁNTO
Y CÓMO CAMBIAMOS LOS CHILENOS
Gráfico 3.10. Cobertura por nivel de enseñanza y área urbana-rural 120,0 97,9 99,0
100,0
92,6
96,7 86,3
92,0 76,8
80,0 60,0
50,0
40,0
34,8 23,8 17,2
20,0 8,5
174
0,0 Urbano
Rural
Urbano
Preescolar
Rural
Urbano
Básica
Rural Media
1990
2000
Fuente: Cuadro anexo 3.4.
Gráfico 4.1. Población de 15 y más años según nivel educacional
35,0
32,6
30,0 25,0
23,4
22,3
25,1 20,3
20,0
17,4
18,6
15,0 10,6 10,0 5,0
11,4 9,6
4,6 4,2
0,0 Sin educación
Básica completa 1992
Media completa 2002
Fuente: Cuadro anexo 4.1.
1992, en los niveles “básica” y “media incompleta”, en el año 2002, esta situación se presenta en los niveles más altos –media completa y superior.
CAMBIOS SOCIODEMOGRÁFICOS EN EDUCACIÓN
Sin duda la zona rural presenta niveles educacionales más bajos, situación que se da probablemente por las dificultades para la asistencia de los alumnos/as a los centros educacionales, dado que los de los niveles medios y superiores se encuentran apartados de los lugares de residencia de los estudiantes y, además, por la mayor participación laboral de las personas en edad de estudiar. Sin embargo, en el año 2002 se produjo una mejoría notable en los niveles educacionales de la población rural; es más, las mayores diferencias –tanto disminución en los bajos niveles de educación, como aumentos en los altos– se producen en el sector rural. En 1992, en el sector rural más de las dos terceras partes de la población eran analfabetos o tenían educación básica incompleta. El año 2002, esta situación representa a menos de la mitad de la población rural. En el ámbito urbano, se observa un sustantivo aumento de la proporción de población con educación superior, de 13,1% a 22,4%. Al observar los siguientes cuadros se destaca que la población en conjunto ha aumentado sustancialmente sus niveles de educación. En el Cuadro 4.1, se observa que, mientras disminuye la proporción de la población que no cuenta con educación y que tiene básica incompleta, -especialmente ésta última–, aumenta de forma importante en los niveles educacionales más altos. Esto sucede a su vez en todos los tramos de edad, pero especialmente en los más jóvenes. Como ya se mencionaba antes, las mejorías en los niveles educacionales se producen tanto en hombres como en mujeres (Cuadros 4.2 y 4.3). Los aumentos de los niveles educacionales más altos y las disminuciones en los más bajos son bastante similares para el total de la población; pero, al analizar esta variable por tramos de edad, son las personas entre 45 a 59 años quienes presentan las mayores diferencias. Cuadro 4.1 Población de 15 y más por grupo de edad y según nivel educacional Nivel educacional
Censo 1992 15 a 29
Sin educación
30 a 44
Censo 2002
45 a 60 o Total 59 más
15 a 29
30 a 44
45 a 59
60 o Total más
1,2
2,4
7,1
15,6
4,6
1,1
2,4
4,9
13,3
4,2
Básica incompleta
19,2
30,3
49,8
53,2
32,6
9,2
17,4
31,7
47,4
22,3
Básica completa
12,8
11,6
7,9
5,5
10,6
8,8
11,7
9,8
6,6
9,6
Media incompleta
31,4
22,8
15,5
12,3
23,4
37,2
22,8
18,7
13,0
25,1
Media completa
22,0
18,6
11,8
9,2
17,4
20,2
21,8
16,5
11,1
18,6
Superior
13,4
14,2
7,9
4,3
11,4
23,5
24,0
18,3
8,5
20,3
Total
100,0
100,0 100,0 100,0
Fuente: INE, Censos de Población. Elaboración propia.
100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0
175
C UÁNTO
Y CÓMO CAMBIAMOS LOS CHILENOS
Cuadro 4.2. Población de 15 y más años, según nivel educacional y edad (Hombres) Nivel educacional
Sin educación
Censo 1992
Censo 2002
15 a 29
30 a 44
45 a 60 o Total 59 más
1,3
2,1
6,4
15,2
4,2
15 a 30 a 29 44 1,2
2,5
45 a 59
60 o Total más
4,6
12,6
3,9
Básica incompleta
20,1
29,6
49,1
52,6
32,2
9,8
17,0
29,8
45,5
21,3
Básica completa
13,1
11,9
7,7
5,3
10,8
9,4
11,8
10,0
6,5
9,9
Media incompleta
32,4
24,0
15,2
11,7
24,2
37,5
23,7
18,7
12,6
25,7
Media completa
20,0
17,5
12,2
9,2
16,5
19,0
20,5
16,7
11,5
17,9
14,9
9,3
6,0
12,1
23,2
24,5
20,2
11,3
21,3
Superior Total
13,2 100,0
100,0 100,0 100,0
100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0
Cuadro 4.3. Población de 15 y más años, según nivel educacional y edad (Mujeres)
176 Nivel educacional
Censo 1992 15 a 29
Sin educación
30 a 44
Censo 2002
45 a 60 o Total 59 más
15 a 30 a 29 44
45 a 59
60 o Total más
1,1
2,6
7,8
15,9
4,9
1,0
2,4
5,3
13,8
4,4
Básica incompleta
18,4
31,0
50,4
53,6
33,0
8,6
17,7
33,5
48,9
23,2
Básica completa
12,6
11,4
8,0
5,7
10,4
8,3
11,5
9,6
6,7
9,3
Media incompleta
30,5
21,7
15,8
12,8
22,6
36,8
22,0
18,7
13,4
24,6
Media completa
23,8
19,7
11,5
9,2
18,2
21,4
23,0
16,4
10,9
19,1
Superior
13,6
13,6
6,6
3,0
10,8
23,9
23,5
16,6
6,3
19,3
Total
100,0
100,0 100,0 100,0
100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0
Fuente: INE, Censos de Población. Elaboración propia.
Por otra parte, al igual que en 1992, son los hombres con mayor proporción de personas en el nivel educacional superior en 2002, registrando un 21,3% frente a un 19,3% de mujeres. En términos proporcionales, ambos grupos presentan un similar aumento en el nivel más alto de escolaridad7 . 5. FUERZA DE TRABAJO Y EDUCACIÓN Un aspecto relevante sobre la situación del empleo y el desempleo se refiere al nivel educacional alcanzado. Si bien es cierto, el haber alcanzado mayores niveles educacionales, como son educación técnica completa, técnica superior o universitaria, no garantizan la obtención de un empleo, sí –como se observará en los cuadros siguientes– tiene una fuerte relación8 .
CAMBIOS SOCIODEMOGRÁFICOS EN EDUCACIÓN
Gráfico 5.1. Tasa de participación según nivel educacional (hombres) 90,0 79,0
80,0
78,7 80,4
76,8
72,3 68,5
70,0 63,8
75,9 71,9 70,7
71,1 66,2
60,0 50,0
46,7 48,3
40,0 30,0 20,0 Sin educación
Básica incompleta
Básica completa
Media incompleta
1992
Media completa
Superior
Total
177
2002
Fuente: Cuadro anexo 5.1.
Gráfico 5.2. Tasa de participación según nivel educacional (mujeres) 65,0
60,6 56,7
55,0 45,9
45,0
41,9 35,7
35,0
30,5
27,6 24,3
25,0
28,1
24,0
17,7 19,2
15,0
14,2 10,7
5,0 Sin educación
Básica incompleta
Básica completa
Media incompleta
1992
Media completa
Superior
Total
2002
Fuente: Cuadro anexo 5.1.
En el gráfico anterior resalta el aumento de la participación femenina en la fuerza de trabajo, pasando de 28,1% en 1992 a 35,7% en el 2002, mientras que en los varones se produce una leve disminución –1,2 puntos porcentuales. Por otra parte, se observa que para el total de la población en edad de trabajar, a mayor nivel educacional, más alta es la participación labo-
C UÁNTO
178
Y CÓMO CAMBIAMOS LOS CHILENOS
ral, alcanzando al 68,3% de la fuerza de trabajo en las personas con educación superior, en donde, además, se da la mayor incorporación femenina. Sin embargo, la población masculina que presenta mayor participación laboral corresponde al nivel educacional básica completa. En el cuadro 5.1 se presenta la estructura de los ocupados según nivel educacional. La estructura de la población de 15 años y más, según nivel educacional, muestra que la mayor proporción se concentra en los niveles superiores –media y educación superior–. Sin embargo, al compararla con la que se encuentra ocupada, se observa que, mientras la mayoría de los ocupados se concentran en los niveles más altos de educación – media y superior–, aquellos que carecen de educación, representan una parte muy menor del total de ocupados. En el cuadro 5.2 se puede observar que al revisar la estructura de los ocupados por nivel educacional y edad, el grupo etario que concen-
Cuadro 5.1. Estructura de los ocupados y de la población mayor de 15 años por nivel educacional – 2002 Nivel educacional
Población Hombre
Ocupados
Mujer
Total
Hombre
Mujer
Total
Sin educación
3,9
4,4
4,2
2,6
1,8
2,3
Básica incompleta
21,3
23,2
22,3
18,5
12,6
16,4
Básica completa
9,9
9,3
9,6
10,4
7,2
9,3
Media incompleta
25,7
24,6
25,1
23,7
20,4
22,5
Media completa
17,9
19,1
18,6
20,6
24,3
21,9
Superior
21,3
19,3
20,3
24,1
33,8
27,6
Total
100,0
100,0
100,0
100,0
100,0
100,0
Fuente: INE, Censos de Población. Elaboración propia.
Cuadro 5.2. Estructura de los ocupados según nivel educacional y edad 2002 Nivel educacional Sin educación
15 a 29 1,1
30 a 44
45 a 59
60 y más
Total
1,7
3,4
8,3
2,3
Básica incompleta
9,3
13,3
24,7
35,9
16,4
Básica completa
9,0
10,1
9,0
6,3
9,3
Media incompleta
30,4
21,7
17,7
12,6
22,5
Media completa
24,7
22,7
18,8
17,0
21,9
Superior Total
25,6
30,5
26,4
20,0
27,6
100,0
100,0
100,0
100,0
100,0
Fuente: INE, Censos de Población. Elaboración propia.
CAMBIOS SOCIODEMOGRÁFICOS EN EDUCACIÓN
tra el más alto nivel educacional es el que se ubica entre 30 a 44 años, que suman, entre educación media completa y superior, más del 53% dentro del total de ocupados en ese tramo de edad. En el otro extremo están las personas de 60 y más años, quienes tienen más de un 35% de sus ocupados en los niveles más bajos –sin educación y básica incompleta. Es necesario destacar, al comparar la información proveniente de ambos censos, que mientras en 1992 la mayor proporción de ocupados se concentró en el nivel educacional básica completa, en el año 2002 la mayor parte de las personas empleadas tuvo un nivel superior de educación, lo cual muestra la mayor importancia que adquiere a través de los años la acumulación de capital humano –cuya principal variable es la educación– en la posibilidad de estar o no ocupado, lo que viene acompañado del importante aumento que han tenido los niveles de escolaridad en la década. El cuadro 5.3 muestra la distribución de la población ocupada en el año 2002 según rama de actividad económica y nivel educacional. Se observa que las ramas que concentran la mayor parte de sus ocupados en el nivel de educación superior son la Financiera y Servicios. Mientras que la que tiene la mayor proporción de ocupados en los niveles educacionales inferiores, es agricultura, que entre básica –completa e incompleta– y sin educación suman el 66,8% de sus ocupados. Gráfico 5.3. Estructura de los ocupados según nivel educaiconal 35,0 30,0
29,0 27,6
25,0 21,8
22,5
21,9 20,6
20,0 16,4
15,3
15,0 10,9 9,3
10,0 5,0 2,5 2,3
0,0 Sin educación
Básica incompleta
Básica completa 1992
Fuente: Cuadro anexo 5.2.
Media incompleta 2002
Media completa
Superior
179
C UÁNTO
Y CÓMO CAMBIAMOS LOS CHILENOS
Cuadro 5.3. Ocupados según rama de actividad económica y nivel educacional 2002 Rama No especificada
180
Sin Básica Básica Media Media Superior educación incompleta completa incompleta completa 8,3
36,8
13,4
15,4
14,6
11,5
Total 100,0
Agricultura
6,8
42,8
17,2
16,1
10,4
6,7
100,0
Minería
1,5
11,7
7,9
22,8
22,8
33,3
100,0
Industria
1,7
15,7
10,9
29,0
23,4
19,3
100,0
Electricidad
1,0
9,2
6,7
24,8
24,6
33,7
100,0
Construcción
3,8
26,3
14,5
25,7
15,5
14,1
100,0
Comercio
1,7
11,4
7,3
26,1
30,3
23,2
100,0
Transporte
1,1
11,8
10,2
29,6
25,7
21,7
100,0
Financiero
0,8
6,1
4,3
18,0
22,4
48,4
100,0
Servicios
2,0
13,4
7,4
17,9
19,3
40,0
100,0
Total
2,3
16,4
9,3
22,5
21,9
27,6
100,0
Fuente: INE, Censos de Población. Elaboración propia.
Esto deja entrever materias de fondo en asuntos como formación laboral o educación para el trabajo, especialmente dirigida a los trabajadores vinculados a este sector. También se puede destacar que las ramas en las cuales sus ocupados se concentran en los niveles medios de educación son: Industria, Electricidad, Construcción, Comercio y Transporte. CONCLUSIONES Dentro del conjunto de cambios sociales que se han venido dando desde mediados de este siglo, la educación en sus múltiples dimensiones ha tenido un papel clave. La educación, en las décadas de los años 50, 60 y hasta fines de los 70, fue un factor de movilidad social y laboral que permitió la inserción de amplios sectores de la población. Luego, como producto de su masificación, cambios en la estructura productiva, acompañados por una desaceleración en el crecimiento del empleo en los sectores modernos, y de las consecuencias económicas de la crisis de los años 80, ha perdido en parte esta función, la que tradicionalmente se señalaba como un mecanismo privilegiado del ascenso social. En la actualidad, un buen nivel educativo constituye un indicador de mejor condición social y contribuye a hacer posible el acceso a un campo más amplio de posibilidades laborales. La oferta educativa se ha expandido en forma permanente en las últimas décadas, llevando al país prácticamente a una universalización
CAMBIOS SOCIODEMOGRÁFICOS EN EDUCACIÓN
de la educación básica y a una importante ampliación de la educación media y superior. Chile, al encontrarse en una etapa más avanzada de la transición demográfica, ha ido disminuyendo permanentemente la proporción de población en edad escolar, y en algunos grupos ha disminuido también en términos absolutos, como es el caso de los menores de 5 años, lo que coincide con una mayor cobertura del sistema educativo. La tendencia muestra que esta proporción seguirá disminuyendo en el futuro, llegando incluso ser negativas las tasas de crecimiento. Esto implicará una menor presión sobre el sistema educativo, especialmente, en el nivel de enseñanza básica, debiendo por lo tanto, encaminarse los esfuerzos al mejoramiento de la calidad de la educación básica, continuar con la universalización de la educación media y con el desarrollo de la educación superior, especialmente técnico profesional, buscando formas para un acceso a ella de los sectores sociales tradicionalmente excluidos –becas, sistemas de créditos, subsidios, etc. Otra evidencia a destacar, luego del análisis de los cambios en la educación a partir de los censos, es el avance producido en el área rural. Disminuye clara e importantemente la tradicional brecha educacional existente entre la población urbana y rural, esto sin duda refleja un importante avance en la educación nacional, que redunda en un mejoramiento de la calidad de vida de la población en su conjunto. Hay un punto que no se ha tocado en este trabajo pero que es importante mencionar y es que el sistema educativo debería estar integrado con el mundo del trabajo. Un aspecto clave de la educación de los trabajadores se vincula con la adquisición de conocimientos ligados a la incorporación, adaptación y creación de innovaciones tecnológicas. Por lo tanto, se requiere elevar el nivel educacional de la población adulta, especialmente la que participa en la fuerza de trabajo.
181
C UÁNTO
Y CÓMO CAMBIAMOS LOS CHILENOS
CUADROS ANEXO Cuadro anexo 2.1. Escolaridad Promedio Población de 5 y más años según edad y sexo Tramo de edad
Censo 1992
Censo 2002
Hombre
Mujer
Total
Hombre
Mujer
Total
3,5
3,6
3,5
3,7
3,8
3,8
15 a 29
9,9
10,1
10,0
10,8
11,0
10,9
30 a 44
9,4
9,1
9,2
10,5
10,3
10,4
45 a 59
7,3
6,9
7,1
9,3
8,7
9,0
60 o más
5,8
5,6
5,7
6,9
6,2
6,5
Total
7,6
7,6
7,6
8,6
8,5
8,5
5 a 14
Fuente: INE, Censos de Población. Elaboración propia.
182
Cuadro anexo 2.2. Escolaridad Promedio Población de 5 y más años según región Región
Censo 1992
Censo 2002
Diferencia
I
8,2
9,0
0,8
II
8,2
9,1
0,9
III
7,4
8,3
0,9
IV
7,0
8,1
1,1
V
7,9
8,9
1,0
VI
6,7
7,7
1,0
VII
6,4
7,4
1,0
VIII
7,1
8,1
1,0
IX
6,5
7,5
1,0
X
6,5
7,4
0,9
XI
6,6
7,6
1,0
XII
7,9
8,9
1,0
XIII
8,3
9,1
0,8
Total país
7,6
8,5
0,9
Fuente: INE, Censos de Población. Elaboración propia.
CAMBIOS SOCIODEMOGRÁFICOS EN EDUCACIÓN
Cuadro anexo 2.3. Escolaridad Promedio Población de 5 y más años por área urbano-rural, según región Región
I
Censo 1992
Censo 2002
Urbano
Rural
Urbano
Rural
8,3
5,7
9,1
6,8
II
8,3
5,7
9,1
6,9
III
7,6
5,4
8,4
6,4
IV
7,8
5,1
8,6
6,1
V
8,2
5,8
9,0
7,0
VI
7,4
5,5
8,3
6,5
VII
7,3
5,0
8,2
5,9
VIII
7,7
5,0
8,6
5,8
IX
7,5
4,8
8,4
5,6
X
7,4
5,1
8,2
5,9
XI
7,1
5,1
7,9
6,0
XII
8,0
6,8
8,9
7,8
XIII
8,4
6,2
9,2
7,5
Total país
8,0
5,2
8,9
6,2
183
Fuente: INE, Censos de Población. Elaboración propia.
Cuadro anexo 2.4. Escolaridad Promedio de la población de 5 y más años por zona y edad Tramos de edad
1992
2002
Urbano
Rural
Total
Urbano
Rural
Total
5 a 14 años
3,6
3,2
3,5
3,8
3,6
3,7
15 a 29 años
10,4
7,5
10,0
11,2
8,9
10,9
30 a 44 años
9,8
6,2
9,3
10,8
7,5
10,4
45 a 59 años
7,8
4,1
7,2
9,5
5,7
9,0
60 años y más
6,4
3,0
5,8
7,1
3,6
6,5
Total
8,1
5,2
7,6
8,8
6,1
8,5
Fuente: INE, Censos de Población. Elaboración propia.
C UÁNTO
Y CÓMO CAMBIAMOS LOS CHILENOS
Cuadro anexo 2.5. Promedio escolaridad por deciles comunales Deciles
184
Esc 1992
Esc 2002
Diferencia
1
5,3
6,3
1,01
2
5,7
6,6
0,86
3
6,2
7,1
0,92
4
6,4
7,4
0,98
5
6,8
7,6
0,82
6
7,2
8,0
0,86
7
7,5
8,4
0,86
8
8,0
8,7
0,79
9
8,4
9,2
0,83
10
9,5
10,3
0,81
Total
7,8
8,7
0,85
Fuente: INE, Censos de Población. Elaboración propia.
Cuadro anexo 2.6. Promedio escolaridad por deciles y según área urbana – rural Deciles
1992
2002
Diferencia
Urbana
Rural
Urbana
Rural
Urbana
Rural
1
6,2
4,9
7,1
5,8
0,94
0,88
2
6,5
5,0
7,4
5,7
0,87
0,62
3
6,9
5,1
7,7
5,8
0,84
0,76
4
7,0
5,5
7,7
6,7
0,77
1,19
5
7,1
5,5
7,8
6,5
0,71
1,01
6
7,4
5,4
8,2
6,5
0,79
1,10
7
7,6
6,3
8,4
7,2
0,85
0,85
8
8,0
5,9
8,8
7,0
0,76
1,14
9
8,4
6,0
9,2
7,1
0,82
1,10
10
9,5
5,5
10,3
7,4
0,81
1,85
Total
8,2
5,3
8,9
6,2
0,78
0,94
Fuente: INE, Censos de Población. Elaboración propia.
CAMBIOS SOCIODEMOGRÁFICOS EN EDUCACIÓN
Cuadro anexo 2.7. Promedio escolaridad por deciles y según sexo
Deciles
1992
2002
Diferencia
Urbana
Rural
Urbana
Rural
Urbana
Rural
1
5,2
5,4
6,3
6,3
1,09
0,92
2
5,8
5,7
6,6
6,6
0,77
0,95
3
6,1
6,2
7,1
7,1
0,98
0,86
4
6,3
6,5
7,4
7,5
1,05
0,92
5
6,7
6,8
7,6
7,5
0,86
0,78
6
7,2
7,1
8,1
8,0
0,90
0,82
7
7,6
7,5
8,5
8,3
0,91
0,82
8
8,0
7,9
8,8
8,7
0,80
0,77
9
8,5
8,2
9,3
9,0
0,85
0,80
10
9,7
9,3
10,5
10,1
0,84
0,79
Total
7,9
7,8
8,8
8,6
0,89
0,81
Fuente: INE, Censos de Población. Elaboración propia.
Cuadro anexo 3.1. Estructura de la población según tramos de edad Tramos de Edad
1960
1970
1982
1992
2002
0–5
17,9
16,0
12,6
13,0
9,4
6 – 13
19,6
21,9
17,4
14,9
14,8
14 – 17
8,3
8,8
9,2
7,1
6,9
18 – 24
11,9
12,4
14,8
12,6
10,9
25 o más
42,4
40,9
45,9
52,5
58,0
100,0
100,0
100,0
100,0
100,0
Total
Fuente: INE, Censos de Población. Elaboración propia.
Cuadro anexo 3.2. Cobertura por nivel de enseñanza 1990-2000 Nivel de Enseñanza
1990
1992
1994
1996
1998
2000
Parvularia
20.9
24.7
26.9
29.8
30.3
32.4
Básica
96.8
97.3
97.6
98.2
98.3
98.6
Media
80.3
82.2
83.8
85.9
86.9
90.0
Superior
16.0
17.7
23.8
27.8
29.3
31.5
Fuente: MIDEPLAN, Situación de la Educación 2000; Encuesta CASEN.
185
C UÁNTO
Y CÓMO CAMBIAMOS LOS CHILENOS
Cuadro anexo 3.3. Cobertura por nivel de enseñanza según región 1990-2000 Región
186
Preescolar
Básica
Media
1990
2000
1990
2000
1990
2000
I
30,9
35,2
98,8
II
19,0
37
96,6
99,5
93
92,7
99,5
90,7
94
III
24,3
39,6
96,7
IV
18,1
36
96,2
98,5
84,8
92,6
98
75,5
90,2
V
20,0
34,4
96,9
98,9
84,3
93
VI
18,0
29,8
98,1
98,2
74,3
85,1
VII
16,0
28,9
93,8
98,3
68,2
85,3
VIII
17,4
28,5
97,3
98,9
77,1
89,8
IX
15,4
26,6
94,3
98,1
68,5
88,4
X
13,9
24,4
93,7
97,8
65,3
84,4
XI
16,4
38,4
96
98,5
76,7
88,9
XII
22,9
39,2
97,8
98,6
87,7
91,7
R.M.
25,2
País
34,7
98
98,9
85,5
91
32,4
96,8
98,7
80,3
90
MIDEPLAN, Elaborado a partir de Encuesta CASEN, 1990 y 2000
Cuadro anexo 3.4. Cobertura por nivel de enseñanza según área urbana-rural Año
Preescolar Urbano
Rural
Básica
Media
Urbano
Rural
Urbano
Rural
1990
23,8
8,5
97,9
92,6
86,3
50,0
1992
27,4
12,7
98,2
94,1
87,9
52,5
1994
29,7
13,7
98,4
94,2
88,3
56,8
1996
32,6
15,3
98,2
98,1
89,0
68,5
1998
32,4
16,9
98,7
96,1
89,4
71,5
2000
34,8
17,2
99,0
96,7
92,0
76,8
MIDEPLAN, Elaborado a partir de Encuesta CASEN 1990 a 2000
CAMBIOS SOCIODEMOGRÁFICOS EN EDUCACIÓN
Cuadro anexo 4.1. Población de 15 y más años, según nivel educacional y área Nivel educacional
Censo 1992 Urbano
Sin educación
Rural
Censo 2002 Urbano
Rural
Urbano
Rural
3,3
11,3
4,6
3,2
10,6
4,2
Básica incompleta
28,0
56,7
32,6
19,1
43,5
22,3
Básica completa
10,3
12,0
10,6
8,9
14,1
9,6
Media incompleta
25,6
11,8
23,4
26,4
16,4
25,1
Media completa
19,6
5,8
17,4
20,0
9,1
18,6
Superior
13,1
2,4
11,4
22,4
6,2
20,3
100,0
100,0
100,0
100,0
100,0
100,0
Total
Fuente: INE, Censos de Población. Elaboración propia.
Cuadro anexo 5.1. Tasa de participación según nivel educacional y sexo Nivel educacional
Sin educación
Censo 1992
187
Censo 2002
Hombre
Mujer
Total
Hombre
Mujer
Total
46,7
10,7
26,4
48,3
14,2
29,6
Básica incompleta
72,3
17,7
43,5
63,8
19,2
39,6
Básica completa
79,0
24,3
50,9
76,8
27,6
52,0
Media incompleta
68,5
24,0
46,0
66,2
30,5
48,0
Media completa
78,7
41,9
58,6
80,4
45,9
61,9
Superior
71,1
56,7
64,0
75,9
60,6
68,3
Total
71,9
28,1
49,0
70,7
35,7
52,5
Fuente: INE, Censos de Población. Elaboración propia.
Cuadro anexo 5.2. Estructura de los ocupados según nivel educacional y sexo Nivel educacional
Censo 1992 Hombre
Censo 2002
Mujer
Total
2,7
2,0
2,5
Básica incompleta
32,2
21,3
Básica completa
11,6
9,1
Media incompleta
22,8
19,2
Media completa
18,1
26,5
Sin educación
Superior Total
Hombre
Mujer
Total
2,6
1,8
2,3
29,0
18,5
12,6
16,4
10,9
10,4
7,2
9,3
21,8
23,7
20,4
22,5
20,6
20,6
24,3
21,9
12,4
21,9
15,3
24,1
33,8
27,6
100,0
100,0
100,0
100,0
100,0
100,0
Fuente: INE, Censos de Población. Elaboración propia.
C UÁNTO
Y CÓMO CAMBIAMOS LOS CHILENOS
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
188
Banco Central; Síntesis Estadística de Chile 1997-2000. DIPRES; Series Estadísticas 1991-2001. INE; Resultados Generales Censo de la Población y Vivienda, Chile 1992. INE; Resultados del Censo 2002; CD con resultados. INE; Guía del Censista, XVII Censo de Población y VI de Vivienda. INE; Anuarios de Educación, diversos años. MIDEPLAN; Balance Económico y Social 1990-1999, diciembre de 1999. MIDEPLAN; Población, Educación, Vivienda, Salud, Empleo y Pobreza – CASEN 1990; octubre 1992. MIDEPLAN; Situación de la Educación en Chile, 2000 Doc. Nº Serie Resultados CASEN, diciembre 2001. MIDEPLAN; Encuesta CASEN 2000, Manual del Encuestador, mímeo, noviembre 2000. MIDEPLAN; Focalización e Impacto Distributivo de los Subsidios Monetarios, 2000 Doc. Nº 3. Serie Resultados CASEN, diciembre 2001. MINEDUC; Información proveniente de la página web. Ministerio Secretaría General de Gobierno; Censo 2002; Chile crece en equidad, con resultados. OIT; A. Arenas y P. Benavides Tendencias Estadísticas en Protección Social en Chile 1990-2000, (mímeo) 26 de abril 2002.
NOTAS 1. Principales programas implementados por el Ministerio de Educación a partir de la década pasada: – Programa de Mejoramiento de la Calidad y Equidad de la Educación (MECE) – Básica y Media. – Reforma Curricular. – Extensión de la jornada escolar. – Fortalecimiento la profesión docente. – Incremento de los niveles de educación, escolaridad y capacitación de la población mayor de 24 años. 2. La Encuesta CASEN se aplica a hogares de todos los estratos socioeconómicos, seleccionados por muestreo estratificado (región y zona), aleatorio dentro de los estratos y finalmente por conglomerados, obteniéndose así una muestra representativa de todo el país. Además se obtiene representatividad regional, por zona y en algunas comunas. La Encuesta se ha realizado en noviembre de los años 1987, 1990, 1992, 1994, 1996, 1998 y 2000; la próxima se realizará en noviembre del 2003. 3. Objetivos del programa de educación rural: Fortalecimiento de los profesionales, Involucramiento de las familias, Atención de párvulos, Preocupación por Educación Especial, Educación y Educación permanentes, Materiales pedagógicos. 4. Las coberturas están calculadas sobre la base de la relación entre la población que asiste a un determinado nivel de enseñanza y la población del grupo etario correspondiente. 5. Cifra obtenida de la página web del Ministerio de Educación. 6. MIDEPLAN; Situación de la Educación en Chile, 2000 Doc. Nº Serie Resultados CASEN, diciembre 2001.
CAMBIOS SOCIODEMOGRÁFICOS EN EDUCACIÓN
7. Los datos censales no permiten distinguir entre educación superior completa e incompleta. 8. Hay que tener presente que la información proveniente del Censo no permite analizar la educación superior separándola en completa e incompleta.
189
C UÁNTO
190
Y CÓMO CAMBIAMOS LOS CHILENOS
F AMILIA :
INNOVACIONES Y DESAFÍOS
CAPÍTULO VI FAMILIA: INNOVACIONES Y DESAFÍOS LAS FAMILIAS CHILENAS EN LA DÉCADA 1992-2002 Verónica Gubbins Francisca Browne Andrea Bagnara
INTRODUCCIÓN La familia, su organización y funcionamiento cotidiano, se ha constituido en uno de los ámbitos de creciente interés para la sociedad chilena. Si la preocupación por el desarrollo económico y político del país ha sido el eje de la agenda nacional en estos últimos años, la calidad de vida, el desarrollo humano y las relaciones entre las personas, van siendo temáticas emergentes en el contexto de modernización del país. Surge la necesidad de avanzar hacia una mayor articulación entre lo macro y lo microsocial: “Para hacer más sostenible el Desarrollo Humano en Chile, parece necesario completar una lógica del nivel de vida con una lógica del modo de vida. Los cambios registrados en los últimos años afectan especialmente la vida cotidiana de la gente y la sociabilidad con sus tejidos familiares y comunitarios, sus valores e identidades. Se puede establecer la hipótesis de que la trama social chilena, si bien ha avanzado en aspectos cuantitativos, requiere fortalecerse en el plano cualitativo”1. Acercar la mirada a la dimensión cualitativa de las relaciones sociales, obliga a detenerse en una de las instituciones que realiza una de las intermediaciones más relevantes entre el individuo y la sociedad: la familia y sus modalidades de convivencia en el Chile de hoy. Pocos se atreven a cuestionar el lugar que ocupa la vida familiar como realidad relacional fundamental e insustituible para el desarrollo integral de las personas y la integración social de estas. Es el lugar donde se forja la cultura y donde se transmiten la memoria y la herencia cultural de la humanidad. Es en ella donde se aprenden formas de enfrentar y resolver conflictos, el desempeño de roles y responsabilida-
191
C UÁNTO
192
Y CÓMO CAMBIAMOS LOS CHILENOS
des entre hombres y mujeres, el ejercicio de la libertad y autonomía personales, el compromiso, la solidaridad y la búsqueda del bien común2. Desde la perspectiva de los hijos e hijas que en ella viven, la vida familiar es el contexto primario de formación y socialización. Desde los padres, el de desarrollo y realización personal. Ir haciéndose adulto en familia, supone el establecimiento de un compromiso de relaciones íntimas y privilegiadas, con al menos otra persona. De esta manera, las familias no son solo núcleos de subsistencia y reproducción, sino ámbitos de existencia en común, de comunicación, de afecto y de intercambio sexual. La forma en que cada familia, concreta y actúa estos recursos, definirá la naturaleza de su organización interna y la calidad de las relaciones en su interior3. A pesar de que el estudio de las familias ha tenido poco desarrollo desde las Ciencias Sociales, en Chile y América Latina, ha estado marcado por importantes investigaciones demográficas4. Estas se refieren básicamente a la dimensión estructural de las familias en términos de composición, tamaño, comportamiento reproductivo, entre otros. Durante el año 2002 se realizó un nuevo Censo de Población y Vivienda. No obstante las limitaciones que impone el instrumento empleado5, el estudio arroja interesantes antecedentes que pueden contribuir a profundizar el estudio de las familias en nuestro país. El presente trabajo tiene como principal propósito, describir las formas que adopta la vida en familia en Chile e identificar algunos de sus principales cambios –en la última década– sobre la base de los datos provistos por los censos de población y vivienda de los años 1992 y 2002. Se ha utilizado como unidad de análisis el concepto de hogar empleado por el Instituto Nacional de Estadísticas. Este alude al “conjunto de una o más personas que, unidas o no por relación de parentesco, comparten la alimentación y el presupuesto y habitan la misma vivienda o parte de ella” (INE, 2002). De esta manera, la noción de familia empleada en el presente estudio, se hará equivalente a la de hogar6. Esto significa que cuando se hable de familia, esta debe ser entendida como aquel grupo de personas que cohabitan en una misma vivienda, quedando excluido del análisis otros miembros que –aunque unidos por lazos de parentesco, filiación o alianza con la jefatura de hogar encuestado– residen en otra vivienda. Se excluyeron, además, los hogares colectivos. No hay aquí una descalificación de la noción subjetiva de familia del ciudadano común que, en muchos casos, trasciende los límites físi-
F AMILIA :
INNOVACIONES Y DESAFÍOS
cos que impone la vivienda, la ciudad o una región del país, sino simplemente lo que era viable hacer dado el contexto de información limitado que arroja el censo a estos efectos. Para profundizar los modos específicos en que se estructura la vida familiar en Chile se ha tomado además, la tipología de hogares empleada por el Instituto Nacional de Estadísticas7. Estas categorías resultan especialmente necesarias en el contexto de diversidad que caracteriza la vida familiar en Chile y que ha sido sostenidamente demostrada en los estudios de la familia realizados en estos años. El presente documento se organiza en torno a tres secciones. La primera describe la evolución de la estructura familiar durante los años 1992 y 2002. La segunda, profundiza en algunos tipos de familias que presentan el mayor cambio en la última década: los hogares unipersonales y monoparentales. Se incluye además una caracterización más detallada de las jefaturas femeninas como modalidad de creciente aumento en nuestro país. La tercera ahonda el análisis de las uniones de pareja que muestra un aumento de convivencias en los últimos años. Es relevante destacar aquí que, para el caso de la segunda y tercera sección en particular, muchos de los cambios observados siguen la tendencia de la población en general, lo que será señalado. Por otra parte y atendiendo a la reducción de nacimientos en los últimos años, la cuarta sección se detiene en el conocimiento de aquellos hogares en que existen niños/as entre 0 y 5 años. Finalmente, el documento finaliza con un capítulo donde se exponen las conclusiones extraídas de los análisis realizados en los capítulos precedentes. 1. CAMBIOS EN LA ESTRUCTURA DE LAS FAMILIAS CHILENAS El aumento de población descrito en la última década en el país, se ha equiparado con el aumento del número de viviendas –3.101.356 en 1992 a 3.899.448 el 2002– y de los hogares –3.293.779 en 1992 a 4.141.427 el 2002–. Hoy en día existe un 25.7% más de hogares que en la década anterior. Si bien la mayor parte de los/as chilenos/as viven en hogares, el 83.5% lo hace en familia8. No obstante, es importante señalar que una misma vivienda puede albergar en su interior a más de un hogar. Es así como un 10.5% de los hogares chilenos comparten una misma vivienda. Proporción que se ha mantenido entre los años 1992 y 2002 (Gráfico Nº 1). Son los hogares biparentales –con padre y madre– los que tienden, en mayor proporción, a compartir la vivienda con otros hogares. De
193
C UÁNTO
Y CÓMO CAMBIAMOS LOS CHILENOS
estos, el 45,8% lo constituyen las familias nucleares biparentales y el 11,8% extensas biparentales (Gráfico Nº 2). Gráfico Nº 1. Número de hogares en la vivienda según Censos 1992-2002
100 90 80 70 60 50 40 30
194
20 10 0 1992
2002 1
2 y más
Gráfico Nº 2. Distribución de los hogares año 2002 por tipo de hogar según si comparten la vivienda
60 50 40 30 20 10 0 Unipersonal
Nuclear Nuclear monoparental biparental
Extensa Extensa Compuesta biparental monoparental Si
No
Sin núcleo familiar
F AMILIA :
INNOVACIONES Y DESAFÍOS
Se hace más evidente la heterogeneidad en los modos de vivir en familia en Chile Si bien los hogares nucleares con hijos/as se mantienen como la estructura familiar predominante en nuestro país –47,8% del total de hogares del país–, estas presentan una leve disminución respecto del año 1992 – 50,2%– (Cuadro Nº 3 en Anexos). Al analizar internamente estos hogares9, se observa el aumento de los monoparentales –a cargo de un jefe de hogar–, –de 8,6% a 9,7%– y los nucleares biparentales sin hijos/as –7,5% a 9,3%–. En contraposición, disminuyen los hogares formados por ambos padres e hijos/as –41,6% en 1992 a 38,1% el 2002– (Gráfico Nº 3). Es decir, un poco más del tercio de las familias en Chile se estructuran de acuerdo al modelo considerado “ideal” en nuestra cultura. El aumento de hogares monoparentales no es un fenómeno nuevo en el país. Este hecho se venía perfilando en el último Censo de Población y Vivienda (1992) y en los análisis de MIDEPLAN basados en la Encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional (CASEN)10. Sin embargo, resulta algo más novedoso constatar el aumento de parejas sin hijos/as, sea como postergación de la parentalidad, incapacidad de tenerlos u opción de vida para un número creciente de parejas chilenas. Una segunda tendencia de cambio relevante de destacar aquí es el significativo aumento de hogares unipersonales en la última década –8,5% (1992) a 11,6% (2002)– (Gráfico Nº 3). En la segunda sección del presente documento realizaremos una caracterización más precisa de estos hogares.
Gráfico Nº 3. Distribución de los hogares por año censal según tipo de hogar 45 40 35 30 25 20 15 10 5 0
Nuclear Nuclear Nuclear monoparental monoparental biparental sin hijos con hijos con hijos
Nuclear biparental sin hijos 1992
Extensa biparental
Familia Extensa monoparental compuesta
2002
Hogar sin núcleo
195
C UÁNTO
Y CÓMO CAMBIAMOS LOS CHILENOS
Baste decir aquí que los datos obtenidos dan cuenta de un proceso creciente de mayor complejidad en la actual heterogeneidad que se aprecia en las estructuras familiares chilenas. Proceso que ya se insinuaba en las décadas anteriores y que se refleja en el aumento de los hogares unipersonales, los hogares nucleares monoparentales y las parejas sin hijos/as. Resulta interesante preguntarse, además, si la sociedad chilena se está viendo enfrentada a una reducción de la familia nuclear tradicional, tan importante en las décadas anteriores11.
196
Lo urbano como factor “estructurante” de la vida familiar chilena La década de los cincuenta estuvo marcada –asociada a la fuerte industrialización de nuestro país– por una fuerte migración desde el sector rural a las ciudades, el que se mantuvo de manera sostenida en las últimas décadas (Muñoz y Reyes, 1995). No obstante, la necesidad de contar con un análisis más detallado de las características de la movilidad residencial en Chile12, el análisis de la distribución de los hogares chilenos por zona urbano-rural señala que las ciudades siguen concentrando la mayor proporción de hogares del país –86,6 % al año 2002– (Cuadro Nº 4 en Anexos). Esto constituye un aumento de un 2,5% en relación al año 1992 (Gráfico Nº 4). Asimismo, las zonas rurales están viendo disminuir la proporción de hogares de 15,8% el año 1992 a 13,3% el 2002. Lo anterior, permite concluir la fuerte influencia cultural de la vida urbana en los modos de vivir en familia, tanto en lo que se refiere a Gráfico Nº 4. Distribución de los hogares por año censal según zona urbano-rural 100
80
60
40
20
0 1992
2002 Urbano
Rural
F AMILIA :
INNOVACIONES Y DESAFÍOS
uniones de pareja, ejercicio de la parentalidad, relación con la familia de origen, entre otros aspectos relacionados con la vida familiar. Se reduce el tamaño de las familias chilenas Dentro de las características que podrían configurar la nueva cultura urbana de las familias chilenas, está la fuerte disminución en el tamaño de los hogares. Es así como el promedio de integrantes del hogar para el año 1992 era de 4 personas el año 1992 y de 3,6 personas para el año 2002. Esta reducción de tamaño promedio de las familias chilenas se describe para todos los hogares, independientemente del tipo de estructura de que se trate (Gráfico Nº 5). La mayor proporción de hogares en Chile continúa concentrándose entre los 3 y 4 integrantes por hogar –44.9% de los hogares del país el año 2002–. No obstante, destaca el aumento en la proporción de familias pequeñas13 –22,9% en 1992 a 29,2% el 2002– (Cuadro Nº 5 en Anexos). Asimismo, se reduce la proporción de familias numerosas14 en todas las estructuras familiares. Un análisis más detallado por tipo de hogar permite describir que, a pesar de la reducción sostenida del tamaño, en todas las estructuras familiares, las familias extensas biparentales -40%– y las compuestas – 46%– continúan concentrando más cantidad de integrantes en el hogar. Por otra parte, los hogares con menor número de integrantes (2,7), corresponden a las familias nucleares monoparentales (Gráfico Nº 6). La disminución del tamaño de las familias se podría vincular, entre otros factores, al aumento de la esperanza de vida, al descenso de la fecundidad, el espaciamiento de los hijos/as, al aumento de los hogares nucleares sin hijos/as, monoparentales y hogares unipersonales ya mencionados. Las uniones de pareja se legalizan menos En relación al estado civil del jefe de los hogares del país se observa que se mantiene una importante proporción de hogares cuyos jefes de hogar son casados/as –58,1% el año 2002–, aún cuando estos han disminuido en forma importante en relación al año 1992 –66,6%– (Cuadro Nº 7 en Anexos). En contraposición, se aprecia un importante aumento de los convivientes, los solteros/as y los separados/anulados/as (Gráfico Nº 7). Es posible suponer aquí, que los matrimonios o uniones legales estén disminuyendo o se realicen más tardíamente, para el caso de la disminución de jefes de hogar casados/as y el aumento de los solteros/as.
197
C UÁNTO
Y CÓMO CAMBIAMOS LOS CHILENOS
Gráfico Nº 5. Distribución de los hogares por año censal según número de integrantes del hogar 25 20 15 10 5 0 1
2
3
4
5
1992
198
6
7
Más de 8
Sin núcleo familiar
Total
2002
Gráfico Nº 6. Promedio de integrantes del hogar 6 5 4 3 2 1 0
Unipersonal
Nuclear Nuclear Monoparental Biparental
Extensa Biparental
Extensa Compuesta Monparental
1992
2002
Gráfico Nº 7. Distribución de los hogares por año censal según estado civil del jefe de hogar 70 60 50 40 30 20 10 0 Casado/a
Conviviente
Soltero/a 1992
Viudo/a 2002
Separado/Anulado(a)
F AMILIA :
INNOVACIONES Y DESAFÍOS
Para el caso del aumento en la proporción de jefes de hogar convivientes –y no obstante que los datos del Censo no consideran las eventuales uniones anteriores del jefe de hogar– los datos podrían estar señalando una imposibilidad de legalizar nuevas uniones por matrimonios anteriores no anulados. Por otra parte, este fenómeno podría estar expresando un nuevo modo de unión de pareja que premeditadamente opta por prescindir de su legalización para constituirse. En la tercera sección de este trabajo intentaremos profundizar un poco más en torno a esta nueva realidad emergente en nuestro país. A pesar delas limitaciones anteriores, es posible ser más categórico respecto al aumento de jefes de hogar separado/anulados/as que se registran en la última década –6,4% el año 1992 a 8,1% el 2002–: el aumento de rupturas matrimoniales es un fenómeno en creciente aumento. Dado el sub-registro antes señalado no es posible en este estudio aventurarse a dimensionar la magnitud del fenómeno. Sin embargo, es posible concluir que la creciente visibilidad de las convivencias junto al aumento de los separado/anulados/as y la disminución de los matrimonios constituyen una realidad que ubica a las familias chilenas en un contexto de cambio y de probable aumento de la inestabilidad de los vínculos de pareja que en décadas anteriores. 2. EMERGE EL INDIVIDUO EN LOS HOGARES CHILENOS Observábamos, anteriormente, la heterogeneidad que caracteriza la vida familiar en Chile, en términos de composición y tipos de unión de pareja. No obstante, la complejidad aumenta cuando se suma la reducción de su tamaño y en especial cuando se analizan los hogares con mayor variación en estos diez años: el aumento de hogares unipersonales, nucleares monoparentales y nucleares biparentales sin hijos/as. En esta sección abordaremos con mayor profundidad la descripción de los dos primeros. A saber, los hogares constituidos por un jefe/ a de hogar sin hijos/as –pero que puede tenerlos extraresidencialmente– y el jefe/a de hogar con hijos/as o hijastros/as –hogares monoparentales– (INE, 2002). Los hogares nucleares biparentales sin hijos/as serán analizados en la sección siguiente a partir de un análisis más fino de los modos de unión de pareja: convivencias y parejas casadas. De estos hogares la mayor variación la presentan los hogares unipersonales –8,2% en 1992 a 11,5% el año 2002– (Cuadro Nº 3 en Anexos). 2.1. Los hogares unipersonales Aunque se mantiene la distribución nacional de los hogares unipersonales a lo largo del país, respecto al año 1992, estos han aumentado
199
C UÁNTO
Y CÓMO CAMBIAMOS LOS CHILENOS
en las zonas urbanas y disminuido en las zonas rurales (Gráfico Nº 8). La mayor proporción de estos se encuentra en la Región Metropolitana –38,4% del total de hogares unipersonales del país-. El incremento mayor se ha producido en la X Región –6,1 a 7,3% de los hogares unipersonales del país–, le sigue la Región Metropolitana –37,8% a 38,4%– y la VIII Región –10,3% a 10,9% de los hogares unipersonales del país– (Gráfico Nº 9 y Cuadro Nº 9 en Anexos). Se aprecia un mayor predominio de varones que mujeres en estos hogares –54,4% y 45,6%, respectivamente–, situación que se mantiene en la última década (54,8% de varones y 45,2% de mujeres) (Gráfico Nº 10 y Cuadro Nº 10 Anexos).
200
Los adultos solteros/as y separado/anulados/as optan por los hogares unipersonales Dentro de los hogares unipersonales se mantiene el predominio, desde el año 1992, de solteros/as –42,2% en 1992 y 44,5% el 2002. El mayor aumento se aprecia en aquellos hogares constituidos por personas solteras y separadas o anuladas –15,5% de los separados/as en 1992 a 18,2% el año 2002– (Gráfico Nº 11 y Cuadro Nº 11 Anexos). Desde el punto de vista de la edad y sexo, el mayor aumento se aprecia en los varones que se ubican en el tramo de 35 a 44 años –12,9% a 14,6%–. Dentro de estos los solteros/as son los que presentan mayor variación respecto de los separados/anulados (Gráficos Nº 12, 13 y 14). No obstante, aunque se mantiene la mayor proporción en el tramo de
Gráfico Nº 8. Distribución de los hogares unipersonales por año censal según zona urbano-rural 90 80 70 60 50 40 30 20 10 0 1992
2002 Urbano
Rural
F AMILIA :
INNOVACIONES Y DESAFÍOS
Gráfico Nº 9. Distribución de los hogares unipersonales por año censal según región
45 40 35 30 25 20 15 10 5 0 I
II
III
IV
V
VI
VII
1992
VIII
IX
X
XI
XII
RM
2002
Gráfico Nº 10. Distribución de los hogares unipersonales por año censal según sexo del integrante
60 50 40 30 20 10 0 1992
2002 Hombre
Mujer
Gráfico Nº 11. Distribución de los hogares unipersonales por año censal según estado civil 50 45 40 35 30 25 20 15 10 5 0
Casado/a
Viudo/a
Soltero/a
Conviviente 1992
2002
Separdo/Anulado(a)
201
C UÁNTO
Y CÓMO CAMBIAMOS LOS CHILENOS
Gráfico Nº 12. Distribución de los hogares unipersonales por año censal según tramos de edad
202 Gráfico Nº 13. Distribución de los hogares unipersonales entre 35 y 44 años por año censal según sexo
edad de 65 a 74 años de edad al año 2002, este disminuye a 0,6% con respecto al año 1992. La mujer soltera y profesional adquiere cada vez más independencia Pese al predominio de varones solteros/as en los hogares unipersonales del país, se aprecia un aumento de los hogares que comparten la vivienda con otros hogares –1,1% respecto al año 1992– (Cuadro Nº 15). Den-
F AMILIA :
INNOVACIONES Y DESAFÍOS
Gráfico Nº 14. Distribución de los hogares unipersonales entre 35 y 44 años por año censal según estado civil
Cuadro Nº 15. Distribución de los hogares unipersonales por año censal según si comparten la misma vivienda, porcentajes
203 Comparten la misma vivienda
1992
2002
Sí
8,3
10,4
No
91,7
89,6
Total
100
100
tro de estos el mayor aumento se observa en los varones –de 50,04% a 58,2%. Sin embargo, un dato novedoso resulta el aumento de los hogares unipersonales de mujeres que residen solas –no comparten la vivienda con otro hogar– (Cuadro Nº 16 en Anexos), el 34,6%. Con el fin de profundizar en aquellos hogares unipersonales que comparten la vivienda, se presenta en el gráfico siguiente sólo aquellos que comparten la vivienda según tramos de edad. Se aprecia que las personas que viven con otras bajo un mismo techo se encuentran principalmente entre los 24 y 44 años –20% de los hogares unipersonales que comparten la vivienda– (Cuadro Nº 17 en Anexos). El mayor incremento, desde el año 1992, se registra en jóvenes entre los 14 y 24 años –11,5% a 13,%– y luego, las personas entre 25 a 34 años de edad –8,01% a 10,5%. Aunque menos significativo que para los tramos de edad anteriores, se observa un leve aumento también de los hogares unipersonales de personas mayores de 85 años de edad –2,4% a 2,7%–. Por otra parte, si en la década pasada la mayor parte de los hogares unipersonales que compartían la vivienda se distribuían entre personas mayores de 44 años, actualmente se observa una disminución en estos tramos de edad hasta los 84 años de edad (Gráfico Nº 17).
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204
Y CÓMO CAMBIAMOS LOS CHILENOS
Se visualiza así una nueva tendencia al aumento de hogares unipersonales con personas menores de 34 años de edad y mayores de 85 años que comparten la vivienda con otras familias y aumentan las personas entre los 44 y 84 años de edad que viven en viviendas independientes. Lo anterior podría estar relacionado con una mayor escolaridad y calificación ocupacional que permite, hoy más que antes, la autonomía económica. Esta autonomía posibilitaría solventar de mejor forma una vida independiente. Así se demuestra cuando se analizan los hogares unipersonales que presentan más aumento según escolaridad y estrato ocupacional (Gráfico Nº 16 y 17 respectivamente). Volviendo a los hogares unipersonales en general, más de la mitad no superaban los 9 años de estudio el año 1992. Estos han disminuido en el 2002 habiendo aumentado considerablemente las personas solas de 13 y más años de estudio –de 12,4% en 1992 a 24,5% en 2002– (Cuadro Nº 18 en Anexos). Asimismo, mientras que en 1992 las personas solas eran principalmente obreros no calificados y jubilados o pensionados, en el año 2002 estas personas son ahora principalmente profesionales y técnicos o corresponden a otra situación (Cuadro Nº 19 en Anexos). Lo anterior no escapa a la tendencia observada en la población en general. 2.2. Los hogares nucleares monoparentales Los hogares monoparentales representan el 16,4 % de los hogares del país. Sin embargo, dentro de estos, los hogares nucleares monoparenGráfico Nª 15. Distribución de los hogares unipersonales que comparten la vivienda por año censal según tramos de edad 25 20 15 10 5 0 14-24
25-34
35-44
45-54 1992
55-64 2002
65-74
75-84
85 y más
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INNOVACIONES Y DESAFÍOS
Gráfico Nº 16. Distribución de los hogares unipersonales por año censal según escolaridad 60 50 40 30 20 10 0 Ninguno
1-9 años 1992
10-12 años
13 y más
2002
205
Gráfico Nº 17. Distribución de los hogares unipersonales por año censal según estrato ocupacional
30 25 20 15 10 5 0
Empleadores Profesionales Empleados Obrero Obrero Jubilados y Quehaceres y Técnicos y trabajadores calificado no calificado Pensionados domésticos 1992
Otra situación
No responde
2002
tales esto es, aquellos compuestos por un solo jefe de hogar y sus hijos/ as, constituyen el 9,4%. Aunque no representa una de las estructuras familiares predominantes del país, destaca el aumento que ha ido teniendo en los últimos años. De hecho, ya en 1992 representaban el 8,6%, aumentando a 9,7% el 2002. El mayor aumento se ha producido en las zonas urbanas del país – de 87,9% a 89,9%– acompañado de una leve disminución en las zonas rurales –de 12,1% a 10,1%– (Cuadro Nº 20 en Anexos).
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206
Y CÓMO CAMBIAMOS LOS CHILENOS
Los varones comienzan a hacerse cargo de sus hijos/as La mayor proporción de hogares nucleares monoparentales con hijos/ as son jefaturados por una mujer –85,1% del total de hogares nucleares monoparentales del país–. Sin embargo, un análisis más fino de las tendencias de cambio, dan cuenta de un fenómeno interesante: se hace visible, al año 2002, un ligero aumento de hogares jefaturados por varones respecto a lo apreciado en el año 1992 –14,9% frente a un 14,7%, respectivamente (Gráfico Nº 19). Por otra parte, predominan al año 2002, los hogares jefaturados por una persona separado/anulado/a –29,4%–, viudos/as –25,3%– y un poco más atrás los solteros/as –22,4%. Resulta importante consignar además, que el aumento de hogares monoparentales en la última década se relaciona con el importante aumento de jefes/as de hogar solteros/as –de 18,4% a 22,8%– y separados/anulados/as –24,8% a 29,4%–. Se suma a lo anterior la disminución en los hogares jefaturados por viudos/as –de 29,4% a 25,3%–. Cabe destacar aquí también, tal como lo veíamos anteriormente, la fuerte disminución de jefes de hogar casados/as en este tipo de hogares –de 25,3% a 20%–, lo que proporcionalmente resulta más significativo que la disminución de jefes de hogares viudos/as antes señalados (Gráfico Nº 19). Tenemos entonces, una mayor proporción de hogares monoparentales nucleares con hijos/as a cargo de solteros/as y separados/anula-
Gráfico Nº 18. Distribución de hogares nucleares monoparentales por año censal según zona urbano-rural 100
80
60
40
20
0 1992
2002 Urbano
Rural
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INNOVACIONES Y DESAFÍOS
Gráfico Nº 19. Distribución de hogares nucleares monoparentales por año censal según sexo del jefe de hogar 90 80 70 60 50 40 30 20 10 0 1992
207
2002 Hombre
Mujer
Cuadro Nº 22. Distribución de hogares nucleares monoparentales por año censal según estado civil del jefe de hogar, porcentajes Estado civil
1992
2002
Casado/a
25,5
19,6
Conviviente
2,2
2,5
Soltero/a
18,3
22,7
Viudo/a
28,9
25,9
Separado/Anulado(a)
25,1
29,3
Total
100
100
dos que en la década anterior. Dentro de estos, emerge lentamente una nueva realidad sociocultural, los varones comienzan a asumir la tuición de sus hijos/as. Las edades de los jefes de hogar monoparentales se encuentran preferentemente en el rango de 35 a 54 años en ambos años. En el año 2002, la mayor concentración se encuentra en el tramo 35 a 54 años, disminuyendo los menores de 35 años, aumentando las personas entre 45 y 54 años y los mayores de 65 años (Cuadro Nº 23 en Anexos). Aumenta la mujer profesional sola, con un hijo/a a su cargo Más allá de aventurarse a inferir el perfil de las jefaturas de hogar –esto es la eventual disminución de las madres solteras jóvenes y el aumento
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208
Y CÓMO CAMBIAMOS LOS CHILENOS
de las madres solteras mayores y los separados/anulados/as de mediana edad– presentamos a continuación un mayor detalle de los hogares ubicados en el tramo de edad que ha presentado mayor variación en los últimos años: 45 a 54 años. Se observa que estos hogares están formados principalmente por mujeres –83,6%– aún cuando los formados por hombres aumentaron en 0,6% desde el año 1992 (Cuadro Nº 24 en Anexos). El mayor aumento se encuentra en los hogares con dos integrantes, es decir con un hijo/a a cargo –de 44,2% a 50,5% el año 2002. El resto de los hogares, con 3 o más integrantes, presenta una disminución, especialmente aquellos con 4 integrantes. Cuestión que se relaciona con la reducción del tamaño de los hogares chilenos visto en la sección anterior (Gráfico Nº 22). Aunque persiste el predominio de hogares con jefaturas de hogar con educación básica completa o incompleta –57,7% en 1992 y 44,0% el 2002–, estas han disminuido de manera significativa en la última década, conforme la tendencia de aumento de escolaridad en la población en general. En contraposición, los hogares monoparentales, en que el padre o madre tiene más de 13 años de estudio, se ha duplicado entre los años 1992 y 2002 (Gráfico Nº 23). Desde el punto de vista del estrato socio ocupacional del jefe de hogar, la mayor proporción continúa en el estrato “Quehaceres domésticos”, a pesar de la disminución presentada el año 2002 –37,6% el
Gráfico Nº 20. Distribución de hogares nucleares monoparentale por año censal según tramos de edad del jefe de hogar 30 25 20 15 10 5 0 14-24
25-34
35-44
45-54 1992
55-64 2002
65-74
75-84
85 y más
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INNOVACIONES Y DESAFÍOS
Gráfico Nº 21. Distribución de los hogares monoparentales entre 45 y 54 años por año censal según sexo
90 80 70 60 50 40 30 20 10 0 1992
209
2002 Hombre
Mujer
Gráfico Nº 22. Distribución de hogares nucleares monoparentales por año censal según número de integrantes del hogar 60 50 40 30 20 10 0 2
3
5
4 1992
6
7
Más de 8
2002
año 1992 y 29,5% el 2002–. La mayor variación en términos de aumento se describe en el estrato profesional y técnicos, empleados y trabajadores de servicio y obreros no calificados (Gráfico Nº 27), en la línea de la tendencia en la población en general. Podemos pensar, entonces, que nos encontramos ahora en presencia de un mayor número de madres o padres que viven solos con un hijo(a) y que corresponden a un nivel sociocultural mayor. El aumen-
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Y CÓMO CAMBIAMOS LOS CHILENOS
Gráfico Nº 23. Distribución de hogares nucleares monoparentales por año censal según escolaridad del jefe de hogar
70 60 50 40 30 20 10 0 Ninguna
210
1-9 años 1992
10-12 años
13 y más
2002
Gráfico Nº 24. Distribución de hogares nucleares monoparentales por año censal según estrato socio ocupacional del jefe de hogar 40 35 30 25 20 15 10 5 0
Obrero Empleadores Profesionales Empleados y trabajadores calificado y Téc. 1992
Obrero Jubilados Quehaceres no calificado y Pensionados domésticos
Otra situación
2002
to de la escolaridad ha permitido que un mayor número de mujeres, probablemente profesionales separado/as o solteras, vivan actualmente solas con sus hijos/as. La mujer jefa de hogar en Chile Dado el interés que ha suscitado el aumento de mujeres jefas de hogar, en los últimos años, pareció necesario profundizar en las tendencias de cambio presentadas por estos hogares en la última década. Se conside-
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INNOVACIONES Y DESAFÍOS
raron como jefas de hogar aquellas mujeres que se declaran como tales, que no viven con pareja, que trabajan y viven con sus hijos/as. La mayor proporción de ellas reside en zonas urbanas del país – 95,9%–, porcentaje que se ha mantenido constante desde el año 1992. También, la mayor parte de ellas se ubica en la Región Metropolitana, cuestión que ha ido disminuyendo desde el año 1992 –50,6% y 47,1%, respectivamente– (Cuadro Nº 29 en Anexos). La mayor variación se ha presentado en las regiones VIII y IX Región donde se ha visto un leve aumento desde el año 1992. Uno de los cambios más relevantes se ha presentado en relación con la escolaridad de estas mujeres. Si en 1992, aquellas con educación básica completa o incompleta constituían el 49,5% de este tipo de hogar, 10 años después, estas se reducen –a 33,9%– para dejar paso a jefaturas de hogar femeninas con mayor escolaridad. El mayor aumento se produce en las jefas de hogar con más de 13 años de escolaridad –de 17,3% a 31,9%– (Cuadro Nº 30 en Anexos). Casi la mitad de las jefas de hogar –47,7%– viven con un hijo y un tercio de ellas vive con dos hijos/as, presentando una estructura más pequeña que los años anteriores (Cuadro Nº 31 en Anexos). El año 1992, era preferentemente separadas –36%–. Actualmente, se distribuyen en prácticamente un tercio –38,1%– entre separadas o anuladas y casi otro tercio –32,8%– en solteras. El mayor aumento se ha producido entre las solteras. (Gráfico Nº 29). Esto significa que en la actualidad, hay más mujeres jefas de hogar solteras que separadas en comparación con una década atrás. Gráfico Nº 25. Distribución de hogares con jefatura de hogar femenina por año censal según zona 120 100 80 60 40 20 0 1992
2002 Urbano
Rural
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Y CÓMO CAMBIAMOS LOS CHILENOS
Gráfico Nº 26. Distribución de hogares con jefatura de hogar femenina por año censal según región
60 50 40 30 20 10 0 I
II
III
IV
V
VI 1992
212
VII
VIII
IX
X
XI
XII
RM
2002
Gráfico Nº 27. Distribución de hogares con jefatura de hogar femenina por año censal según escolaridad de la jefa de hogar 60 50 40 30 20 10 0 Ninguno
1-9 años 1992
10 - 12 años
13 y más
2002
Casi dos tercios de las jefas de hogar –82,2%– viven solas con sus hijos/as situación que alcanzaba al 79,8% en el año 1992 (Gráfico Nº 30). Esto significa que las jefas de hogar han experimentado una mayor autonomía. Esta mayor autonomía que le permite a ella sola formar un hogar con sus hijos/as lo ha posibilitado el mayor nivel de escolaridad experimentado por la población y que no ha dejado fuera a este sector de la misma. Suponiendo equivalentes las jefas de hogar a los hogares nucleares monoparentales, el que estas mujeres se encuen-
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INNOVACIONES Y DESAFÍOS
Gráfico Nº 28. Distribución de hogares con jefatura de hogar femenina, por año censal según número de hijos
60 50 40 30 20 10 0 1
2
3
4
5
1992
6
7
8
2002
Gráfico Nº 29. Distribución de hogares con jefatura de hogar femenina por año censal según estado civil de la jefa de hogar 40 35 30 25 20 15 10 5 0
Casado/a
Soltero/a
Conviviente 1992
Viudo/a
Separado/ Anulado(a)
2002
tren en una etapa adulta, contribuye a aumentar sus oportunidades de independencia. 3. LA CONVIVENCIA COMO NUEVA FORMA DE UNION DE PAREJA Si bien las uniones de pareja basadas en el matrimonio siguen siendo predominantes en nuestro país –58,1%– su disminución en la última década y el importante incremento de convivencias –de 6,2% a 9,7% en el año 2002– plantea la necesidad de dedicarles una sección especial. Esta estará orientada a la caracterización más detallada de ambos modos de unión de pareja de manera de aumentar la comprensión de los factores que podrían estar en la base de los cambios identificados.
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Y CÓMO CAMBIAMOS LOS CHILENOS
Gráfico Nº 30. Distribución de hogares con jefatura de hogar femenina por año censal según existencia de otro pariente o no pariente dentro de hogar
70 60 50 40 30 20 10 0 1992
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2002 Si
No
3.1. Caracterización de los hogares cuyos jefes de hogar están casados Consistentes con la creciente urbanización de los hogares chilenos, los hogares cuyos jefes de hogar están casados han aumentado en las zonas urbanas y disminuido en las zonas rurales del país. Se mantiene la misma proporción entre ambas zonas en los dos años estudiados (Cuadro Nº 35 en Anexos). Tampoco se relevan cambios significativos por Región (Cuadro Nº 36 en Anexos). La mayoría de estos hogares son pequeños y con no más de 2 a 4 hijos/as. No obstante, el mayor aumento se aprecia entre los hogares casados con un solo hijo/a –de 15,8% a 20,2%–. (Gráfico Nº 34). Se retrasa la parentalidad en las parejas casadas adultas La mayor proporción de parejas casadas tienen un solo hijo/a y se encuentran principalmente en el tramo de 25 a 54 años –33,4%– habiendo disminuido considerablemente aquellos cuyo jefe de hogar tiene entre 25 y 34 años en los últimos años –de 32,1% a 22,5%– (Cuadro Nº 38 en Anexos). Es decir, constituyen parejas adultas. Disminuyen los matrimonios en los jefes de hogar de religión católica Aunque las parejas casadas de religión católica representan la mayor proporción de los hogares casados del país, estas han disminuido respecto al año 1992 –77,6% y 72%, respectivamente–. Por otra parte, se
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INNOVACIONES Y DESAFÍOS
Gráfico Nº 31. Distribución de hogares en que los jefes de hogar están casados por año censal según número de hijos 35 30 25 20 15 10 5 0 0
1
2
3
4 1992
5
6
7
8
9
2002
Gráfico Nº 32. Distribución de los hogares 2002 cuyo jefe de hogar está casado y que tienen un hijo por año censal según edad del jefe de hogar
40 35 30 25 20 15 10 5 0 14-24
25-34
35-44
45-54 1992
55-64
65-74
75-84
85 y más
2002
aprecia un aumento en los jefes de hogar de religión evangélica –de 11,8% a 15,5%– que sigue la evolución de la religión en la población en general (Cuadro Nº 39). En relación con la escolaridad y estrato socio ocupacional del jefe de hogar casado, han aumentado considerablemente los matrimonios casados cuya escolaridad supera los 13 años de estudio –de 13,9% a 25,3%–, tendencia compartida por la población en general. Aunque se mantiene una mayor proporción de parejas casadas en los hogares cuyo
215
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Y CÓMO CAMBIAMOS LOS CHILENOS
Cuadro Nº 39. Distribución de hogares en que los jefes de hogar están casados por año censal según religión del jefe de hogar, porcentajes Religión
1992
2002
Católica
77,7
72,2
Evangélica
11,8
15,5
Otra
4,2
4,5
Ninguna
6,3
7,7
Total
100
100
Gráfico Nº 34. Distribución de hogares en que los jefes de hogar están casados por año censal según escolaridad del jefe de hogar 60
216
50 40 30 20 10 0 Ninguna
1-9 años 1992
10 - 12 años
13 y más
2002
Gráfico Nº 35. Distribución de hogares en que los jefes de hogar están casados por año censal según estrato socio ocupacional del jefe de hogar 40 35 30 25 20 15 10 5 0
Empleadores Profesionales Empleados y Técnicos y trabajadores
Obrero calificado 1992
Jubilados Quehaceres Obrero no calificado y Pensionados domésticos 2002
Otra situación
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INNOVACIONES Y DESAFÍOS
jefe/a tiene educación básica completa e incompleta –40,6%– estos han ido disminuyendo respecto al 32,7% en el año 1992 (Cuadro Nº 41 en Anexos). De la misma manera, el mayor aumento se observa en los matrimonios casados formados por profesionales y técnicos. 3.2. Caracterización de los hogares cuyos jefes de hogar son convivientes Si bien la convivencia como forma de unión de pareja mantiene similar proporción entre la zona urbana y rural en el período 1992-2002 –83,1% y 85,9%–, se observa un leve aumento en la zona urbana y respectiva disminución en la zona rural –de 16,6% a 14,3% de las convivencias del país– (Cuadro Nº 42 en Anexos). Un poco más de un tercio de las convivencias residen en la Región Metropolitana del país –40%–. Sin embargo, estas presentan una leve disminución desde el año 1992 –40,7%–. El mayor aumento se produce en la X Región –de 7% a 8,1%– (Cuadro Nº 43 en Anexos). Aumentan las convivencias en parejas adultas con un hijo/a Aunque se observa un 26,4% de parejas convivientes sin hijos/as, el mayor aumento se produce en las parejas con un hijo/a –de 29,1% a 32,6%– (Cuadro Nº 44 en Anexos). La mayoría de ellos se concentra entre los 25 y 44 años, habiendo experimentado el mayor aumento respecto a 1992 aquellos cuyo jefe
Gráfico Nº 36. Distribución de hogares en que los jefes de hogar conviven por año censal según zona 90 80 70 60 50 40 30 20 10 0 1992
2002 Urbano
Rural
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Y CÓMO CAMBIAMOS LOS CHILENOS
Gráfico Nº 37. Distribución de hogares en que los jefes de hogar conviven por año censal según región 45 40 35 30 25 20 15 10
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III
IV
V
VI
VII
1992
VIII
IX
X
XI
XII
RM
2002
Gráfico Nº 38. Distribución de hogares en que los jefes de hogar conviven por año censal según número de hijos 35 30 25 20 15 10 5 0 0
1
2
3
4 1992
5
6
7
8
9
10
2002
de hogar tiene entre 35 y 44 años. Respecto a estos últimos es posible pensar que puedan haber tenido alguna unión matrimonial anterior – no registrable por el Censo– y que han formado un nuevo hogar basado en la convivencia.
F AMILIA :
INNOVACIONES Y DESAFÍOS
Los hogares cuyos jefes de hogar están unidos por convivencia son principalmente católicos, dada la preponderancia de esta religión en el país. Sin embargo, han disminuido las uniones de convivencia de católicos en relación al año 1992 y han aumentado las de evangélicos y sin religión (Gráfico Nº 40). Una tendencia similar fue descrita para el caso de los hogares con jefatura de hogar casada y de religión católica y evangélica. Gráfico Nº 39. Distribución de hogares en que los jefes de hogar conviven por año censal según tramos de edad del jefe de hogar 35
30 25
219
20 15 10 5 0 14-24
25-34
35-44
45-54 1992
55-64
65-74
75-84
85 y más
2002
Gráfico Nº 40. Distribución de hogares en que los jefes de hogar conviven por año censal según religión del jefe de hogar 80 70 60 50 40 30 20 10 0 Católica
Evangélica
Otra
1992
2002
Ninguna
C UÁNTO
Y CÓMO CAMBIAMOS LOS CHILENOS
Gráfico Nº 41. Distribución de hogares en que los jefes de hogar conviven por año censal según escolaridad del jefe de hogar
70 60 50 40 30 20 10 0 Ninguno
220
1-9 años 1992
10-Dic
13 y más
2002
Gráfico Nº 42. Distribución de hogares en que los jefes de hogar conviven por año censal según estrato socio ocupacional del jefe de hogar 45 40 35 30 25 20 15 10 5 0
Obrero Empleadores Profesionales Empleados y Técnicos y trabajadores calificado 1992
Quehaceres Jubilados Obrero no calificado y Pensionados domésticos
Otra situación
2002
Casi la mitad de las parejas que conviven tienen menos de 9 años de estudio –48,1%–. Situación que presenta una disminución significativa desde el año 1992 –66,1%– (Cuadro Nº 47 en Anexos). A pesar de que la distribución por años de estudio se mantiene similar en los dos años estudiados se observa un considerable aumento en aquellos cuyo jefe de hogar tiene más de 13 años de estudio (de 5,3% a 16,7%). Los hogares que conviven en el año 2002 están formados principalmente por obreros calificados –29,1%– aunque con una importante disminución respecto al año 1992 –41,6%–. Actualmente, se observa
F AMILIA :
INNOVACIONES Y DESAFÍOS
una distribución menos polarizada en un estrato y con un aumento más significativo en los jefes de hogar profesionales y técnicos, lo que obedece a un aumento de este estrato en la población en general –de 3,6% a 10,4%– (Cuadro Nº 48 en Anexos). 4. LOS NIÑOS ENTRE 0 Y 5 AÑOS Podría parecer inadecuado, en el contexto de un análisis centrado en familias, abordar la situación de los/as niños/as entre 0 y 5 años de edad. Sin embargo, así como existe el interés por comprender la dirección y sentido de los diversos modos de vivir en familia y uniones de pareja, el análisis quedaría mermado si no miráramos el contexto familiar desde los/as propios niños/as. Hemos privilegiado los más pequeños considerando que por su corta edad demandan un alto grado de dependencia de una familia para sobrevivir, desarrollarse emocionalmente y acceder a la socialización primaria. Esta sección, entonces, no está dedicada a un estudio de la primera infancia en Chile, sino a la caracterización de los hogares donde residen los niños/as entre 0 y 5 años de edad. La población menor de 5 años se encuentra principalmente en las zonas urbanas, lo que se corresponde con la distribución general de la población según zona urbano-rural. En relación al año 1992, esta población infantil ha aumentado de 82,9% a 86,6% en la zona urbana (Cuadro Nº 49 en Anexos).
Gráfico Nº 43. Distribución de los niños entre 0 y 5 años por año censal según zona urbano rural
100
80
60
40
20
0 1992
2002 Urbano
Rural
221
C UÁNTO
222
Y CÓMO CAMBIAMOS LOS CHILENOS
Aumenta la tendencia que niños entre 0 y 5 años vivan en familias monoparentales a cargo de una mujer La mitad de estos niños/as pertenecen a hogares nucleares biparentales –52,4%– y en segundo lugar a hogares extensos biparentales (24,2%). En relación con el año 1992 se observa que el mayor aumento se produce en hogares extensos monoparentales –de 9,5% a 10,8%– y nucleares monoparentales –de 4,6% a 5,4%–. La mayor disminución se observa en los hogares nucleares biparentales (Cuadro Nº 50 en Anexos). El jefe de hogar es hombre en el 74,1% de los hogares de los menores de 5 años, situación que ha presentado una variación tendiente a la disminución respecto al año 1992. En 1992, en el 81,1% de los hogares de los menores de 5 años, el jefe de hogar era hombre. Habiendo aumentado, respecto de 1992, los hogares con jefatura femenina (Cuadro Nº 51 en Anexos). Si observamos el estado civil de los jefes de hogar, se aprecia que el 66,9% corresponde a jefes de hogar casados, situación que ha disminuido con respecto al año 1992 –76,5%–. El mayor aumento se produce en los jefes de hogar que conviven, habiendo aumentado de 8,4% en 1992 a 14,9% en el 2002. Igualmente, han aumentado los hogares cuyo jefe de hogar es soltero –5,5% a 7,9%– (Cuadro Nº 52 en Anexos). Se puede concluir que dentro de las tendencias de mayor cambio en los últimos años, se encuentra la realidad creciente de niños/as entre 0 y 5 años que tienden a vivir en hogares monoparentales a cargo de una mujer y en hogares cuyo jefe de hogar es conviviente. Aumenta la mujer que trabaja con hijos/as entre 0 y 5 años Los hogares nucleares biparentales, a los que pertenece más de la mitad de los niños menores de 5 años, han experimentado una gran variación con respecto a la actividad de la mujer. Mientras en 1992 en el 9,7% de los hogares nucleares biparentales la mujer era activa, en el año 2002 aumenta al 15,4% de estos hogares (Cuadro Nº 53 en Anexos). No obstante, la creciente incorporación de la mujer al mercado laboral, se mantiene la tendencia a que estos niños/as pequeños vivan en un hogar nuclear biparental con una mujer inactiva. Situación que va disminuyendo a lo largo de la década –de 44,8% a 36,9%–. En cuanto al estrato ocupacional del jefe de hogar de los menores de 5 años, se observa que la mayor proporción corresponden a obreros calificados –25,4%–. A pesar de su disminución en los últimos años –de 36,3% en 1992 a 25,4 el año 2000–, estos hogares continúan aportando la mayor proporción de niños entre 0 y 5 años de edad (Cuadro Nº 54 en Anexos).
F AMILIA :
INNOVACIONES Y DESAFÍOS
Gráfico Nº 44. Distribución de los niños entre 0 y 5 años por año censal según tipo de hogar al que pertenecen 60 50 40 30 20 10 0
Nuclear Monopare...
Nuclear Biparental
Extensa Biparental
Extensa Monparental
1992
Compuesta
Sin núcleo familiar
2002
Gráfico Nº 45. Distribución de los niños entre 0 y 5 años por año censal según sexo del jefe de hogar 90
223
80 70 60 50 40 30 20 10 0 1992
2002 Hombre
Mujer
Gráfico Nº 46. Distribución de los niños entre 0 y 5 años por año censal según estado civil del jefe de hogar 90 80 70 60 50 40 30 20 10 0
Casado/a
Viudo/a
Soltero/a
Conviviente 1992
2002
Separdo/Anulado(a)
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Y CÓMO CAMBIAMOS LOS CHILENOS
Por otra parte, el mayor aumento se produce en los hogares jefaturados por profesionales y tecnicos, empleados, obreros no calificados, trabajadores en servicios y quehaceres domésticos. Gráfico Nº 47. Distribución de los niños entre 0 y 5 años por año censal según actividad de la mujer dentro de la familia a la que pertenecen 90 80 70 60 50 40 30
224
20 10 0
Casado/a
Viudo/a
Soltero/a
Conviviente 1992
Separdo/Anulado(a)
2002
Gráfico Nº 48. Distribución de los niños entre 0 y 5 años por año censal según estrato ocupacional del jefe de hogar 40 35 30 25 20 15 10 5 0
Obrero Empleadores Profesionales Empleados y Técnicos y trabajadores calificado 1992
Quehaceres Obrero Jubilados no calificado y Pensionados domésticos
Otra situación
2002
CONCLUSIONES El presente artículo ha pretendido describir algunas de las tendencias de cambio asociadas a la vida en familia en Chile en la última década. Particularmente, caracterizar la estructura familiar en Chile, profundizando en dos de los tipos de hogares que han presentado mayor aumento en estos diez años: los unipersonales y monoparentales; analizar los modos de unión de pareja y, finalmente, mirar con algo más de
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INNOVACIONES Y DESAFÍOS
atención el contexto familiar en que se están desarrollando los niños/ as de 0 a 5 años. La información recogida a partir de los datos provistos por el Censo de Población y Vivienda del año 1992 y 2002 es de una gran riqueza. El análisis realizado contribuye a una mayor comprensión de la dirección y sentido que está adoptando la vida en familia en Chile más allá de su mera descripción. No obstante, sugerimos al lector tomar las conclusiones de este trabajo con cautela. Este presenta dos aspectos que pueden constituirse en importantes limitaciones para tomarlas como conclusiones definitivas. El primer aspecto es que los resultados que aquí se presentan deben ser considerados en el contexto acotado de los datos provistos por el Censo de Población y Vivienda. A saber, que la noción de familia debe ser remitida estrictamente al concepto de hogar. Este concepto induce a considerar lo aquí expuesto, solo circunscrito a los hogares residenciales. Este dato es relevante para no olvidar que ha quedado excluido del análisis la situación de familias con miembros que presentan lazos de parentesco o algún tipo de implicación afectiva e instrumental con el jefe/a de hogar –sea desde la filiación, alianza u otra relación de parentesco–, pero que no residen en la misma vivienda. Lo que aquí se presenta es solo una “fotografía” que reduce las complejidades y matices que suelen acompañar la cotidianeidad de toda familia. El segundo aspecto, para ubicar en su justo lugar lo que aquí presentamos, es que la información que proporciona el Censo del año 2002 incorpora preguntas que no fueron planteadas el año 1992. Esta realidad obligó a dejar fuera algunos ámbitos que parecen relevantes de incorporar cuando se reflexiona desde la temática de familia. Por ejemplo, la desagregación por tipos de religión fue más fina el 2002 que el año 1992. Presentamos a continuación algunos de los ejes de cambio que parecen más notorios en términos de la dirección y sentido que estaría adoptando la vida en familia en Chile. Un primer aspecto relevante de destacar es que la vida urbana sigue constituyendo un polo de fuerte atracción para los chilenos/as. Resulta aventurado, en el marco de este trabajo, establecer causales explicativas únicas respecto de este hecho15. No obstante, más allá de las motivaciones o factores involucrados en la mantención de este fenómeno, el hecho es que la vida familiar chilena se desarrolla predominantemente en las ciudades del país. Esta situación plantea condiciones particulares de vida que se relacionan con desafíos económicos, sociales y culturales específicos. Creemos que parte de estos rasgos distintivos de la vida
225
C UÁNTO
226
Y CÓMO CAMBIAMOS LOS CHILENOS
urbana actual estarían influyendo en la “fisonomía” cultural que está adquiriendo la vida familiar chilena. Las características que presentan estos hogares generan un peso relevante en las peculiaridades demográficas y tendencias identitarias que emergen del presente trabajo. Un segundo hallazgo plantea la necesidad urgente de asumir como país que los modos de vivir en familia constituyen una realidad heterogénea y que se consolida de manera sostenida. El modelo referencial, que circula en el imaginario social, de familia nuclear biparental con hijos/as, basada en el matrimonio –aunque continúa siendo la opción mayoritaria en nuestro país– no presenta un crecimiento sustantivo. Esta opción parece ir disminuyendo, dejando paso a un aumento más significativo de otras formas de vivir en familia. Entre ellas destacan los hogares monoparentales –cuestión que ya planteada en estudios sociodemográficos anteriores– y especialmente los hogares unipersonales. La tercera cuestión que aparece, aunque incipiente aún, es el aumento de parejas nucleares sin hijos/as. Es difícil efectuar una interpretación categórica, especialmente cuando se trata de estudios sociodemográficos que no incorporan una mirada cualitativa de los fenómenos. Sin embargo, se hace inevitable preguntarse si esta realidad emergente constituye una nueva opción de vida para hombres y mujeres o si solo expresa una postergación voluntaria y planificada de la parentalidad. Lo que resulta insoslayable plantear aquí es que la vida familiar chilena comienza a prescindir de los hijos/as como sentidos definitorios del proyecto de vida de hombres y mujeres. Lo anterior se relaciona con un cuarto elemento ya declarado en estudios anteriores: la reducción del tamaño de las familias chilenas. No solo se constituye con menos integrantes en términos de nuclearización de la misma, también influye la reducción en la proporción de familias numerosas en términos de personas que cohabitan sean éstos hijos/as, hijastros/as u otros parientes. La disminución del tamaño de las familias reflejaría entonces el impacto que ha tenido el descenso de la fecundidad y el espaciamiento de los hijos/as en un contexto de una mayor esperanza de vida. Por otra parte, y como eventual consecuencia de la urbanización, la segmentación de la otrora “familia extensa” que incorporaba varias generaciones en una misma residencia. Sin embargo, sería viable preguntarse si no expresa la emergencia de una “nueva racionalidad” –consecuencia de las condiciones de vida que impone la vida urbana actual– que denota la necesidad de abordar de otra manera los “costos” asociados a una vida familiar numerosa en
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INNOVACIONES Y DESAFÍOS
términos de manutención, cuidado de hijos/as, entre otros. Surge entonces la pregunta: ¿es esta una nueva estrategia social para mejorar condiciones y calidad de vida de hombres y mujeres en un contexto de mayor exigencia como lo es la vida en la ciudad? ¿O es que las relaciones “urbanas” se ven marcadas por algo de “impersonal” y anónimo que propicia la urgencia de ser “más persona”, más libre El análisis más profundo de los hogares unipersonales y monoparentales, en cuanto figuras que presentan el mayor incremento en estos años, hace visible la creciente feminización de los hogares chilenos. Aunque el mayor aumento de hogares unipersonales se produce entre los varones solteros entre los 35 y 44 años de edad, estos tienden a compartir la vivienda con otros hogares. La feminización se expresa en que son las mujeres, particularmente solteras y profesionales –y en creciente aumento las mujeres entre los 44 y 84 años de edad– las que tienden a vivir solas. Esto constituye un fenómeno de gran interés para establecer la existencia de una mayor libertad, independencia y autonomía de las mujeres chilenas en términos de proyecto de vida. Autonomía económica por el aumento de escolaridad y, en consecuencia, mejoramiento de oportunidades ocupacionales para ellas, pero también autonomía cultural para plantearse estilos de vida más independientes de la opción familia o matrimonio. La familia monoparental es más pequeña y joven que en las décadas anteriores, particularmente aquella jefaturada por una madre soltera. No obstante, parece necesario advertir aquí que esta “feminización” creciente podría verse “ensombrecida” por la variación presentada en términos de hogares monoparentales nucleares jefaturados por varones. Especialmente para el caso de varones separados/anulados/as y solteros/as. Esto plantea que los patrones tradicionales de género que segmentaban las responsabilidades familiares y particularmente el cuidado de niños/as, al dominio exclusivo de las mujeres, estaría cambiando. Asimismo, el desarrollo de una nueva masculinidad que permite y se interesa por hacerse cargo de la tuición de sus hijos/as16. Es posible hacer además una segunda lectura respecto de la creciente autonomización de las mujeres y flexibilización identitaria de hombres y mujeres. La libertad individual se materializa en modos de vida diversos donde la pareja no constituye un recurso indispensable para asumir el cuidado de los/as hijos/as. La vida en familia disocia progresivamente la relación conyugal de la parental. Esto se hace más visible cuando se analizan los modos y tendencias de cambio de las uniones de pareja en Chile en estos años.
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C UÁNTO
228
Y CÓMO CAMBIAMOS LOS CHILENOS
Aunque el matrimonio continúa siendo el estado civil predominante en el país, este ha ido disminuyendo en estos años. Sin embargo, también aumentan las convivencias como modalidad de unión de la pareja. El mayor aumento se produce en jóvenes y adultos jóvenes. El retraso en la nupcialidad constituye un factor relevante, a la hora de buscar explicaciones, cuando se observa el aumento de solteros/as que se ha producido en la década. Particularmente para los sectores que presentan mayor escolaridad y necesidad de perfeccionarse en estudios superiores. Sin embargo, cabe también preguntarse ¿cuáles son las representaciones que hoy tienen, hombres y mujeres jóvenes, respecto del matrimonio? ¿Es algo que se evita intencionalmente? ¿Se convive porque ha habido una unión anterior que no puede ser “regulada” como separación legal lo que impide un nuevo matrimonio? Otro dato relevante es el aumento en la declaración de separados/ as anulados, entre los jefes de hogar del país, lo que describe nuevos contextos para la vida en familia y una mayor inestabilidad en los vínculos de pareja. Lamentablemente, el Censo no permite identificar con claridad la estructura familiar que adoptan los separados/as/anulados, particularmente lo que se ha denominado familias reconstituidas. Hay aquí una estructura emergente que amerita ser conocida y caracterizada con profundidad en otro tipo de investigación. Es necesario subrayar aquí que dentro de las limitaciones que presenta el cuestionario censal es que no pregunta por uniones matrimoniales anteriores del jefe de hogar, lo que no permite establecer con precisión si estas convivencias expresan dificultad para legalizar separaciones matrimoniales anteriores –dado que nuestro país no dispone de regulación jurídica al respecto salvo en lo que se refiere a Nulidades Matrimoniales– o si estaría reflejando nuevas opciones de vida en pareja. En todo caso, se aprecia un hecho indiscutible: las parejas conviven más –y particularmente aquellas con mayor nivel educacional– prescindiendo de la “institucionalización” del vínculo y se separan más. Finalmente, se quiso profundizar en las familias de los/as niños/as más pequeños/as (0 a 5 años de edad). No se trata aquí de un análisis de la primera infancia en Chile, sino simplemente de caracterizar el contexto familiar en que estos se desarrollan. Se privilegió este tramo de edad por sobre otros, atendiendo al alto grado de dependencia que estos/as niños/as tienen de una familia para su sobrevivencia, desarrollo emocional y socialización primaria. De estos, un poco más de dos tercios viven en una familia biparental –casados o convivientes– mayoritariamente nuclear, luego extensa. Aumentan los/as niños/as pequeños/as en familias monoparentales
F AMILIA :
INNOVACIONES Y DESAFÍOS
–especialmente extensa y en menor grado nucleares– a cargo de una mujer. Sus padres tienden a casarse menos que hace diez años atrás, duplican la convivencia como forma de unión de pareja y aumentan los padres solteros/as. El aumento en la fecundidad de madres adolescentes, las que no siempre pueden vivir de manera independiente, podría relacionarse con el aumento de familias extensas monoparentales. Sin embargo se describe un aumento de hogares compuestos de una mujer adulta soltera que vive sola con a lo menos un niño/a entre los 0 y 5 años de edad. Surge entonces la interrogante respecto de si esta última realidad no refleja nuevas opciones de vida para las mujeres. ¿ El vivir sola con un hijo/a y sin pareja es una decisión voluntaria? ¿ Más posible que antes? Junto a lo anterior se observa que, a pesar de que la mayor parte de estos niños/as vive en hogares donde la madre no trabaja, la proporción de madres activas aumenta de manera importante en estos años. Se avizora así la necesidad de repensar los roles tradicionales de género asociados a las responsabilidades familiares, particularmente el cuidado de los/as hijos/as solo a cargo de las mujeres. A estas alturas del análisis, se podría plantear que la familia está perdiendo valor en la sociedad chilena. Creemos que este sería un juicio muy categórico de realizar a partir de los resultados aquí encontrados. Muestra de ello es que la vida en familia es mayoritaria en el país. Lo que sí hoy se hace más visible es que la familia no es una realidad unívoca ni homogénea. La ciudadanía vive en familias que presentan estructuras diferentes. Cabe entonces preguntarse si acaso es el modelo tradicional de familia el que está perdiendo preeminencia en nuestro país. A este respecto entonces, más que hablar de familia pudiera resultar más útil considerar el concepto de hogar más que el de familia. La noción de hogar permite ver con más claridad la heterogeneidad existente y previene del riesgo de excluir o discriminar otras estructuras que se reconocen a sí mismas como familia. Los cambios que se identifican, parecen aludir más bien a la emergencia de nuevas opciones de vida para el individuo. Opciones que incluyen: el vivir solo/a –el dato más significativo de la década–; el vivir sin pareja y a lo menos con un hijo/a –especialmente para el caso de jefes de hogar solteros/as–; el constituir familia sin legalizar el vínculo de pareja. En lo que sí se podría, tal vez, ser más categórico es que el matrimonio se reduce en Chile. Si esto fuera correcto, y esta situación se agudizara en los próximos años, Chile podría estar enfrentando una disyuntiva
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C UÁNTO
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Y CÓMO CAMBIAMOS LOS CHILENOS
en términos de regulación, seguridad y protección “jurídica” de los miembros de familias que no se basan en el matrimonio –patrimonial, sucesiones, sistemas de salud, previsión social, etc-. Por otra parte, y desde el punto de vista cultural, esta realidad podría estar reflejando una nueva valoración de la relación de pareja: ¿importa más el compromiso emocional asumido desde la práctica cotidiana que la formalización que otorga un “contrato”? ¿O hay una búsqueda de mayor autenticidad y autodeterminación para establecer relaciones de pareja? ¿Hay una decisión más consciente y racional, desde el individuo, respecto de lo que implica el vínculo de pareja? ¿Existe un cambio en la noción de amor en la pareja? ¿Es el amor una experiencia insegura? Es claro que más que un tema de familia lo que emerge aquí es que hombres y mujeres están comenzando a colocar su vida personal antes que la familia y prescindiendo progresivamente de la norma social. Esta creciente individuación se expresa en modos diferentes de vida: solos/as; convivencia; matrimonio; el ser pareja sin hijos/as; sin pareja y con hijos/as; con pareja y con hijos/as; con pareja, hijos/as, otros parientes o incluso otras personas sin lazos directos de parentesco con el jefe de hogar. Cabe entonces preguntarse aquí: ¿la autonomía individual es una dimensión que predomina sobre la “norma social” dada por la ley o la religión? ¿Hay una percepción punitiva o coactiva de la norma respecto a la libertad y autonomía de la persona? ¿La norma social ha perdido validez? ¿Credibilidad? Finalmente, y dada la preeminencia que ha tenido la promoción de derechos individuales en estos años en nuestro país, evaluar si se está desarrollando una nueva asociación entre felicidad y mayor libertad. Sin embargo, ¿esta mayor libertad garantiza mejor calidad de vida? Surgen así una serie de interrogantes que no pueden ser respondidas por este trabajo, pero sí pueden resultar suficientemente provocadoras para invitar a desarrollar más investigación al respecto.
F AMILIA :
INNOVACIONES Y DESAFÍOS
ANEXOS Tipología de Hogares de acuerdo al Instituto Nacional de Estadísticas1
Nuclear monoparental sin hijos: Corresponde a la familia unipersonal, constituida por una sola persona que es el jefe/a de hogar. Nuclear monoparental con hijos: Esta constituida por el o la jefa de hogar y al menos un hijo/a/hijastro/a. . Nuclear biparental con hijos: Compuesta por un/a jefe/a de hogar, su cónyuge o conviviente, con presencia de hijos/as/hijastros/as. Nuclear biparental sin hijos: Compuesta por un/a jefe/a de hogar, su cónyuge o conviviente, sin presencia de hijos/as. Estaría formada por dos personas. Extensa biparental: Compuesta de un/a jefe/a de hogar, su cónyuge o conviviente, con o sin hijos/as/hijastros/as y al menos otro pariente. Extensa monoparental: Compuesta por un/a jefe/a de hogar, con o sin presencia de hijos/as/hijastros/as y al menos con otro pariente. Compuesta: Compuesta de un/a jefe/a de hogar con o sin cónyuge o conviviente, con o sin hijos y con la presencia de al menos un no pariente. Sin núcleo familiar: Compuesto por un/a jefe/a de hogar y un pariente o no pariente que se vincula a él/ella con relaciones diferentes a la alianza o filiación.
1. INE (2002). Síntesis de resultados: Glosario. CD ROM.
231
C UÁNTO
Y CÓMO CAMBIAMOS LOS CHILENOS
Cuadro Nº 1. Número de hogares en la vivienda según Censos 1992-2002 Número de hogares
1992
2002
1
89,4
89,5
2 y más
10,6
10,5
Total
100
100
Cuadro Nº 2. Distribución de los hogares año 2002 por tipo de hogar según si comparten la vivienda, porcentajes Tipo de hogar
232
Si
No
Total
Unipersonal
16,1
11,1
11,6
Nuclear monoparental
10,5
9,6
9,7
Nuclear biparental
45,8
47,5
47,3
Extensa biparental
11,8
15,3
14,9
Extensa monoparental
6,7
7,0
7,0
Compuesta
2,4
3,3
3,2
Sin núcleo familiar
6,7
6,2
6,3
Total
100
100
100
Cuadro Nº 3. Distribución de los hogares por año censal según tipo de hogar, porcentajes Tipo de hogar Nuclear monoparental sin hijos (Unipersonal) Nuclear monoparental con hijos Nuclear biparental con hijos Nuclear biparental sin hijos Extensa biparental
1992
2002
8,5
11,6
8,6
9,7
41,6
38,1
7,5
9,3
16,5
14,9
Extensa monoparental
7,1
7,0
Familia compuesta
4,3
3,2
Hogar sin núcleo
5,9
6,3
Total
100
100
Cuadro Nº 4. Distribución de los hogares por año censal según zona urbano-rural Zona
Censo 1992
Censo 2002
Urbano
84,1
86,6
Rural
15,8
13,3
Total
100
100
F AMILIA :
INNOVACIONES Y DESAFÍOS
Cuadro Nº 5. Distribución de los hogares por año censal según número de integrantes del hogar, porcentajes Tamaño del hogar
1992
2002
1
8,5
11,6
2
14,4
17,6
3
20,1
21,8
4
23,2
23,1
5
16,4
14
6
9,1
6,9
7
3,7
2,7
Más de 8
4,5
2,4
100,0
100,0
Total Cuadro Nº 6. Promedio de integrantes del hogar Tipo de familia
233 1992
2002
Media
Media
Unipersonal
1,0
1,0
Nuclear Monoparental
2,9
2,7
Nuclear Biparental
3,9
3,6
Extensa Biparental
5,7
5,3
Extensa Monparental
5,0
4,7
Compuesta
5,7
5,4
Sin núcleo familiar
2,9
2,8
Total
3,9
3,6
Cuadro Nº 7. Distribución de los hogares por año censal según estado civil del jefe de hogar Estado civil
Año 1992
Año 2002
66,6
58,1
6,2
9,7
Soltero/a
10,8
14,2
Viudo/a
10,1
9,8
Casado/a Conviviente
Separado/Anulado(a) Total
6,4
8,1
100,0
100,0
C UÁNTO
Y CÓMO CAMBIAMOS LOS CHILENOS
Cuadro Nº 8. Distribución de los hogares unipersonales por año censal según zona urbano-rural, porcentajes Zona
1992
2002
Urbano
81,1
84,5
Rural
18,9
15,5
Total
100
100
Cuadro Nº 9. Distribución de los hogares unipersonales por año censal según región, porcentajes
234
Región
1992
2002
I II III IV V VI VII VIII IX X XI XII RM
2,8 3,4 2,7 4,9 13,2 5,0 5,7 10,3 5,8 6,1 0,9 1,4 37,8
3,0 3,1 1,9 4,6 11,9 4,8 5,8 10,9 6,0 7,3 0,8 1,4 38,4
Total
100
100
Cuadro Nº 10. Distribución de los hogares unipersonales por año censal según sexo del integrante, porcentajes Sexo
1992
2002
Hombre
54,4
54,8
Mujer
45,6
45,2
Total
100
100
Cuadro Nº 11. Distribución de los hogares unipersonales por año censal según estado civil, porcentajes Estado civil Casado/a Conviviente
1992
2002
15,2
12,8
1,6
1,7
Soltero/a
42,2
44,5
Viudo/a
25,4
22,8
Separado/Anulado(a)
15,5
18,2
Total
100
100
F AMILIA :
INNOVACIONES Y DESAFÍOS
Cuadro Nº 12. Distribución de los hogares unipersonales por año censal según tramos de edad, porcentajes Tramos de edad
1992
2002
14-24
5,5
5,6
25-34
13,6
13,9
35-44
12,9
14,6
45-54
15,5
15,6
55-64
19,9
17,7
65-74
19,0
18,6
75-84
11,2
11,0
85 y más
2,3
3,0
Total
100
100
Cuadro Nº 13. Distribución de los hogares unipersonales entre 35 y 44 años por año censal según sexo, porcentajes Sexo
1992
2002
Hombre
68,8
72,0
Mujer
31,2
28,0
Total
100
100
Cuadro Nº 14. Distribución de los hogares unipersonales entre 35 y 44 años por año censal según estado civil, porcentajes Estado civil
1992
2002
Casado/a
20,4
17,1
2,4
2,8
Soltero/a
52,6
55,6
Viudo/a
2,9
1,7
Separado/Anulado(a)
21,7
22,7
Total
100
100
Conviviente
Cuadro N° 15. Ver página 203 Cuadro N° 16. Distribución de los hogares unipersonales que comparten la vivienda por año censal según sexo, porcentajes Sexo
1992
2002
Hombre
50,4
58,2
Mujer
49,6
41,8
Total
100
100
235
C UÁNTO
Y CÓMO CAMBIAMOS LOS CHILENOS
Cuadro N° 17. Distribución de los hogares unipersonales que comparten la vivienda por año censal según tramos de edad, porcentajes Tramos de edad
236
1992
2002
14-24
8,1
10,5
25-34
15,0
16,6
35-44
11,4
13,9
45-54
13,9
13,7
55-64
19,1
16,1
65-74
18,5
16,7
75-84
11,6
9,7
85 y más
2,4
2,7
Total
100
100
Cuadro Nº 18. Distribución de los hogares unipersonales por año censal según escolaridad, porcentajes Años de estudio
1992
2002
Ninguno
10,1
8,3
1-9 años
54,3
43,7
10-12
23,1
23,5
13 y más
12,4
24,5
Total
100
100
Cuadro Nº 19. Distribución de los hogares unipersonales por año censal según estrato ocupacional, porcentajes Estrato ocupacional
1992
2002
Empleadores
2,4
1,8
Profesionales y Técnicos
6,0
14,1
Empleados y trabajadores servicios Obrero calificado Obrero no calificado
8,8
9,2
19,7
12,6
9,8
10,9
Jubilados y Pensionados
27,6
22,8
Quehaceres doméstico
13,0
14,0
8,2
14,4
Otra situación No responde
4,4
0,2
Total
100
100
F AMILIA :
INNOVACIONES Y DESAFÍOS
Cuadro Nº 20. Distribución de hogares nucleares monoparentales por año censal según zona urbano-rural, porcentajes Zona
1992
2002
Urbano
87,9
89,9
Rural
12,1
10,1
Total
100
100
Cuadro Nº 21. Distribución de hogares nucleares monoparentales por año censal según sexo del jefe de hogar, porcentajes Sexo del jefe de hogar
1992
2002
Hombre
14,7
14,9
Mujer
85,3
85,1
Total
100
100
237
Cuadro N° 22. Ver página 207 Cuadro Nº 23. Distribución de hogares nucleares monoparentales por año censal según tramos de edad del jefe de hogar, porcentajes Tramos de edad
1992
2002
14-24
2,8
1,9
25-34
17,7
13,9
35-44
27,6
28,6
45-54
21,9
23,8
55-64
14,6
13,9
65-74
9,0
9,9
75-84
5,0
5,9
85 y más
1,4
2,1
Total
100
100
Cuadro Nº 24. Distribución de los hogares monoparentales entre 45 y 54 años por año censal según sexo, porcentajes Sexo del jefe de hogar
1992
2002
Hombre
16,3
16,4
Mujer
83,7
83,6
Total
100
100
C UÁNTO
Y CÓMO CAMBIAMOS LOS CHILENOS
Cuadro Nº 25. Distribución de hogares nucleares monoparentales por año censal según número de integrantes del hogar, porcentajes
238
Número de integrantes del hogar
1992
2002
2
44,2
50,5
3
31,8
31,7
4
15,5
12,8
5
5,5
3,7
6
2,1
1,0
7
0,5
0,2
Más de 8
0,3
0,1
Total
100
100
Cuadro Nº 26. Distribución de hogares nucleares monoparentales por año censal según escolaridad del jefe de hogar, porcentajes Ultimo año cursado
1992
2002
Ninguna
6,9
5,7
1-9 años
57,7
44,0
10-12
25,2
28,3
13 y más
10,2
22,1
Total
100
100
Cuadro Nº 27. Distribución de hogares nucleares monoparentales por año censal según estrato socio ocupacional del jefe de hogar, porcentajes Estrato socio ocupacional Empleadores Profesionales y Técnicos
1992
2002
1,8
1,4
4,7
12,4
Empleados y trabajadores servicios
10,3
13,4
Obrero calificado
10,2
6,6
Obrero no calificado
12,6
14,0
Jubilados y Pensionados
14,1
11,9
Quehaceres doméstico
37,6
29,5
Otra situación Total Sin información
6,1
10,6
97,5
99,9
2,5
0,1
F AMILIA :
INNOVACIONES Y DESAFÍOS
Cuadro Nº 28. Distribución de hogares con jefatura de hogar femenina por año censal según zona, porcentajes Zona
1992
2002
Urbano
95,7
95,9
Rural
4,3
4,1
Total
100
100
Cuadro Nº 29. Distribución de hogares con jefatura de hogar femenina por año censal según región, porcentajes Región I
1992
2002
3,3
3,4
II
3,1
3,2
III
1,6
1,7
IV
3,4
4
V
11
10,6
VI
3,5
4
VII
4,3
4,7
VIII
9,1
9,7
IX
3,8
4,4
X
4,8
5,5
XI
0,6
0,7
XII
1,1
1
RM
50,6
47,1
Total
100
100
Cuadro Nº 30. Distribución de hogares con jefatura de hogar femenina por año censal según escolaridad de la jefa de hogar, porcentajes Años de estudio de la jefa de hogar Ninguno
1992
2002
3,4
2,4
1-9 años
49,5
33,9
10-12
29,8
31,8
13 y más
17,3
31,9
Total
100
100
239
C UÁNTO
Y CÓMO CAMBIAMOS LOS CHILENOS
Cuadro Nº 31. Distribución de hogares con jefatura de hogar femenina por año censal según número de hijos, porcentajes Número de hijos
2002
1
44
47,7
2
33,2
33,6
3
15,4
13,7
4
5,1
3,8
5
1,7
1
6
0,4
0,2
7
0,2
0
8
0
0
100
100
Total
240
1992
Cuadro Nº 32. Distribución de hogares con jefatura de hogar femenina por año censal según estado civil de la jefa de hogar, porcentajes Estado civil de la jefa de hogar
1992
2002
Casado/a
17,9
16,5
Conviviente
1,1
1,7
28,9
31,8
Viudo/a
16
11,8
Separado/Anulado(a)
36
38,1
100
100
Soltero/a
Total
Cuadro Nº 33. Distribución de hogares con jefatura de hogar femenina por año censal según existencia de otro pariente o no pariente dentro de hogar, porcentajes Existe otro pariente o no pariente
1992
2002
Si
20,2
17,8
No
79,8
82,2
Total
100
100
Cuadro Nº 35. Distribución de hogares en que los jefes de hogar están casados por año censal según zona, porcentajes Zona
1992
2002
Urbano
83,9
85,9
Rural
16,1
14,1
Total
100
100
F AMILIA :
INNOVACIONES Y DESAFÍOS
Cuadro Nº 36. Distribución de hogares en que los jefes de hogar están casados por año censal según región, porcentajes Región
1992
2002
I
2,4
2,5
II
2,9
2,9
III
1,6
1,5
IV
3,4
3,7
V
10,8
10,3
VI
5,4
5,6
VII
6,4
6,5
VIII
12,9
12,9
IX
5,6
5,7
X
7,1
7,1
XI
0,6
0,6
XII
1,2
1,1
RM
39,7
39,7
Total
100
100
Cuadro Nº 37. Distribución de hogares en que los jefes de hogar están casados por año censal según número de hijos, porcentajes Número de hijos
1992
2002
0
15,8
20,2
1
25,0
26,8
2
30,7
31,6
3
18,3
15,5
4
6,8
4,5
5
2,2
0,9
6
0,8
0,2
7
0,3
0,1
8
0,1
0,0
9
0,1
0,0
Total
100
100
241
C UÁNTO
Y CÓMO CAMBIAMOS LOS CHILENOS
Cuadro Nº 38. Distribución de los hogares 2002 cuyo jefe de hogar está casado y que tienen un hijo por año censal según edad del jefe de hogar, porcentajes Tramos de edad del jefe de hogar
242
1992
2002
14-24
7,4
3,2
25-34
32,1
22,5
35-44
15,1
19,3
45-54
16,8
20,7
55-64
16,1
19
65-74
8,9
11
75-84
3,2
3,7
85 y más
0,5
0,7
Total
100
100
Cuadro N° 39. Ver página 216 Cuadro Nº 40. Distribución de hogares en que los jefes de hogar están casados por año censal según escolaridad del jefe de hogar, porcentajes Años de estudio del jefe de hogar Ninguna
1992
2002
4
3,9
1-9 años
52,7
40,6
10-12
29,3
30,2
13 y más
13,9
25,3
Total
100
100
Cuadro Nº 41. Distribución de hogares en que los jefes de hogar están casados por año censal según estrato socio ocupacional del jefe de hogar, porcentajes Estrato socio ocupacional
1992
2002
Empleadores
4,4
2,6
Profesionales y Técnicos
9,8
16,2
9,1
11,4
35,3
24,9
Empleados y trabajadores servicios Obrero calificado Obrero no calificado Jubilados y Pensionados
9,3
12,3
12,2
12,6
Quehaceres doméstico
7,1
9,5
Otra situación
9,9
9,5
Total
97,1
99,0
Sin información
2,9
1,0
Total
100
100
F AMILIA :
INNOVACIONES Y DESAFÍOS
Cuadro Nº 42. Distribución de hogares en que los jefes de hogar conviven por año censal según zona, porcentajes Zona
1992
2002
Urbano
83,1
85,9
Rural
16,9
14,1
Total
100
100
Cuadro Nº 43. Distribución de hogares en que los jefes de hogar conviven por año censal según región, porcentajes Región
1992
2002
I
3,5
3,5
II
3,8
3,5
III
2,8
2,4
IV
5,3
5,3
V
10,2
9,9
VI
4,4
4,8
VII
4,7
4,8
VIII
10,3
9,8
IX
5,4
5,7
X
7
8,1
XI
1
1,1
XII
0,9
0,9
RM
40,7
40
Total
100
100
Cuadro Nº 44. Distribución de hogares en que los jefes de hogar conviven por año censal según número de hijos, porcentajes Número de hijos
1992
2002
0
22,2
26,4
1
29,1
32,6
2
25,1
24,8
3
13,9
11
4
6,1
3,8
5
2,1
1
6
0,8
0,3
7
0,3
0,1
8
0,1
0
9
0
0
10
0
0
100
100
Total
243
C UÁNTO
Y CÓMO CAMBIAMOS LOS CHILENOS
Cuadro Nº 45. Distribución de hogares en que los jefes de hogar conviven por año censal según tramos de edad del jefe de hogar, porcentajes
244
Tramos de edad
1992
2002
14-24
10,2
8,7
25-34
33
31,5
35-44
26,7
29,2
45-54
16,3
17,6
55-64
8,8
8,3
65-74
3,8
3,5
75-84
1,2
0,9
85 y más
0,2
0,2
Total
100
100
Cuadro Nº 46. Distribución de hogares en que los jefes de hogar conviven por año censal según religión del jefe de hogar, porcentajes Religión del jefe de hogar
1992
2002
Católica
72,9
67,6
Evangélica
13,4
15,8
4,2
4,7
Ninguna
9,5
11,9
Total
100
100
Otra
Cuadro Nº 47. Distribución de hogares en que los jefes de hogar conviven por año censal según escolaridad del jefe de hogar, porcentajes Años de estudio
1992
2002
Ninguno
5,8
4,3
1-9 años
66,1
48,1
10-12
22,8
30,8
13 y más
5,3
16,7
Total
100
100
F AMILIA :
INNOVACIONES Y DESAFÍOS
Cuadro Nº 48. Distribución de hogares en que los jefes de hogar conviven por año censal según estrato socio ocupacional del jefe de hogar, porcentajes Estrato socio ocupacional
1992
2002
Empleadores
2,2
1,5
Profesionales y Técnicos
3,6
10,4
Empleados y trabajadores servicios
8,5
12,0
Obrero calificado
41,6
29,1
Obrero no calificado
15,7
19,8
Jubilados y Pensionados
5,5
4,4
Quehaceres domésticos
11,5
11,8
7,3
10,8
96,0
99,8
Otra situación Total Sin información
4,0
0,2
Total
100
100
245 Cuadro Nº 49. Distribución de los niños entre 0 y 5 años por año censal según zona urbano rural, porcentajes Zona
1992
2002
Urbano
82,9
86,6
Rural
17,1
13,4
Total
100
100
Cuadro Nº 50. Distribución de los niños entre 0 y 5 años por año censal según tipo de hogar al que pertenecen, porcentajes Tipo de hogar
1992
2002
4,6
5,4
Nuclear Biparental
54,5
52,4
Extensa Biparental
24,0
24,2
Extensa Monoparental
9,5
10,8
Compuesta
5,3
4,5
Nuclear Monoparental
Sin núcleo familiar
2,1
2,7
Total
100
100
Cuadro Nº 51. Distribución de los niños entre 0 y 5 años por año censal según sexo del jefe de hogar, porcentajes Sexo del jefe de hogar
1992
2002
Hombre
81,1
74,1
Mujer
18,9
25,9
Total
100
100
C UÁNTO
Y CÓMO CAMBIAMOS LOS CHILENOS
Cuadro Nº 52. Distribución de los niños entre 0 y 5 años por año censal según estado civil del jefe de hogar, porcentajes Estado civil jefe de hogar
1992
2002
Casado/a
76,5
66,9
8,4
14,9
Conviviente Soltero/a
5,6
7,9
Viudo/a
5,5
5,0
Separdo/Anulado(a)
4,0
5,3
Total
100
100
Cuadro Nº 53. Distribución de los niños entre 0 y 5 años por año censal según actividad de la mujer dentro de la familia a la que pertenecen, porcentajes Tipo de familia
246
Nuclear biparental con hijos y mujer activa
1992
2002
9,7
15,4
44,8
36,9
Nuclear monoparental
4,6
5,4
Extensa biparental con mujer activa
4,2
6,5
Nuclear biparental con hijos y mujer inactiva
Extensa biparental con mujer inactiva
21,8
19,4
Extensa monoparental
10,6
11,8
Familia compuesta
2,3
1,8
Hogar sin núcleo
2,1
2,7
Total
100
100
Cuadro Nº 54. Distribución de los niños entre 0 y 5 años por año censal según estrato ocupacional del jefe de hogar, porcentajes Estrato ocupacional Empleadores
1992
2002
3,3
2,0
Profesionales y Técnicos
9,1
15,4
Empleados y trabajadores servicios
9,9
12,8
Obrero calificado
36,3
25,4
Obrero no calificado
11,4
15,5
Jubilados y Pensionados
6,9
5,6
Quehaceres doméstico
11,1
13,2
Otra situación
9,1
9,1
No responde
2,7
1,0
Total
100
100
F AMILIA :
INNOVACIONES Y DESAFÍOS
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS ALBERDI, I. (1999). La nueva familia española. Madrid, España: Editorial Taurus. ARRIAGADA, I. (2001). Familias latinoamericanas: Diagnóstico y políticas públicas en los inicios del nuevo siglo. Serie Políticas Sociales. Santiago, Chile: Comisión Económica para América Latina y El Caribe. ARRIAGADA, I. (2002). Cambios y desigualdad en las familias latinoamericanas. Revista de la CEPAL 77. Santiago, Chile: Comisión Económica para América Latina y El Caribe. CEPAL (1993). Cambios en el perfil de las familias. Santiago, Chile: CEPAL. Comisión Nacional de la Familia (1993). Informe. Santiago, Chile: Servicio Nacional de la Mujer INE (1992). Censo de Población y Vivienda Chile 1992. Santiago, Chile: Instituto Nacional de Estadísticas. INE (2002). Censo de Población y Vivienda Chile 2002. Santiago, Chile: Instituto Nacional de Estadísticas. MIDEPLAN (1999). Situación de los hogares y familias en Chile. Resultados de la VII Encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional (CASEN 1998). Santiago, Chile: MIDEPLAN. MUÑOZ, M. y REYES, C (1995). Sociología de la familia en América Latina y Chile. En. Garretón y Mella ( Eds). Dimensiones actuales de la sociología. Santiago, Chile: Departamento de Sociología, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Chile; Universidad Academia de Humanismo Cristiano; Sociedad Chilena de Sociología. MUÑOZ, M. y REYES, C. (1997). Una mirada al interior de la familia. Santiago, Chile: Ediciones Universidad Católica de Chile. PALACIOS y RODRIGO (1998). La familia como contexto de desarrollo humano. En Rodrigo, et al. (Coords): Familia y desarrollo humano. Madrid, España: Alianza Editorial. PNUD (1998). Desarrollo humano en Chile: Las paradojas de la modernización. Santiago, Chile: Programa de las Naciones Unidas. RAMOS, C. (1995). Familias: Reflexiones psicosociológicas. Documento de Trabajo Nº 39. Santiago, Chile: Servicio Nacional de la Mujer. RAMOS, C. (1998). La familia en la investigación social en Chile. Santiago, Chile: Servicio Nacional de la Mujer RECA, I; PEREZ, E. y ESPINDOLA, E. (1996). Las familias de Chile según el último Censo de Población de 1992. Santiago, Chile: Servicio Nacional de la Mujer. SERVICIO NACIONAL DE LA MUJER (2001): Familias y políticas públicas: Una reflexión necesaria. Santiago, Chile: Servicio Nacional de la Mujer. VALDES, X. (2003): Masculino y femenino en las familias rurales. Documento inédito. Proyecto FONDECYT Nº 1000018 (2001-2003).
247
C UÁNTO
Y CÓMO CAMBIAMOS LOS CHILENOS
NOTAS
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1. PNUD (1998). Desarrollo humano en Chile: Las paradojas de la modernización. Santiago, Chile: Programa de las Naciones Unidas. 2. Comisión Nacional de la Familia (1993). Informe. Santiago, Chile: Servicio Nacional de la Mujer. 3. Palacios y Rodrigo (1998). La Familia como Contexto de Desarrollo Humano. En Rodrigo, et al. (Coords): Familia y desarrollo humano. Madrid, España: Alianza Editorial. 4. INE (1992). Censo de Población y Vivienda Chile 1992. Santiago, Chile: Instituto Nacional de Estadísticas; CEPAL (1993). Cambios en el perfil de las familias: La experiencia regional. Santiago, Chile: Comisión Económica para América Latina y El Caribe; Muñoz y Reyes (1995). Sociología de la familia en América Latina y Chile. En. Garretón y Mella (Eds). Dimensiones actuales de la Sociología. Santiago, Chile: Departamento de Sociología, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Chile; Universidad Academia de Humanismo Cristiano; Sociedad Chilena de Sociología; Muñoz y Reyes (1997). Una mirada al interior de la familia. Santiago, Chile: Ediciones Universidad Católica de Chile; Arriagada (2001). Familias latinoamericanas: Diagnóstico y políticas públicas en los inicios del nuevo siglo. Serie Políticas Sociales. Santiago, Chile: Comisión Económica para América Latina y El Caribe. 5. Algunas de las limitaciones son las siguientes: La forma cómo se pregunta quien es el jefe o jefa del hogar supone que en la familia existe una sola cabeza, lo que en algunos casos no es así: la autoridad en materias psicosociales y/o económicas se comparte en algunos hogares. Tampoco se explicitan los criterios a partir del cual el grupo familiar reconoce quien es el jefe o jefa del mismo: mayor ingreso, autoridad en toma de decisiones cotidianas, la persona que estaba presente en el momento de la entrevista, etc. (Reca, I. 1996); no se consulta por los segundos ni terceros matrimonios ni uniones de hecho anteriores, lo que dificulta el registro de familias reconstituidas. Algo puede esbozarse cruzando la relación de parentesco de hijastro/a con el jefe de hogar, pero no permite precisar de qué unión o matrimonio anterior se trata y no todas las familias reconstituidas tienen hijastro/a residiendo en el hogar encuestado. 6 Las definiciones de familia recorren variados campos ideológicos y nocionales en la literatura especializada en la materia. Dependiendo de la perspectiva desde la cual se la esté mirando, se encuentra una amplia gama de conceptos. Atendiendo a que este estudio se basa en los datos del Censo de Población y Vivienda se ha optado por acotar el concepto de familia al de Hogar empleado por el Instituto Nacional de Estadísticas. 7. Ver tipologías empleadas, en Anexos del presente documento. 8. Excluyendo los hogares unipersonales. 9. Es necesario tener en cuenta que esta tipología considera a los/as hijastros/as dentro de la categoría de hijos/as (cuestión que no había sido desagregada en el Censo de 1992). En consecuencia, no podemos determinar el número exacto de hogares formados estrictamente por padres e hijos/as –biológicos o adoptados– de las llamadas familias reconstituidas. Aquella formada por una pareja, con o sin hijos comunes, que integra hijos de uniones conyugales anteriores, de uno o ambos miembros de la pareja (Comisión Nacional de la Familia (1993). p. 35). 10. CASEN (1998). Situación de los Hogares y Familias en Chile. Santiago, Chile: Ministerio de Planificación y Cooperación (MIDEPLAN). 11. Esta estructura familiar era considerada un fenómeno en aumento en la década de los ochenta (30,3% Censo 1972 a 53,1% en 1982). Sin embargo, la Comisión Nacional de la Familia ya reconocía el año 1993 “una ligera disminución del ritmo de crecimien-
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to de este tipo de hogares … en relación al aumento de hogares unipersonales (5,7% en el Censo de los años setenta y 7,1% el año 1982) (Comisión Nacional de la Familia (1993). P. 101). 12. Para más detalle ver capítulo Movilidad residencial y movilidad social en Chile de Eduardo Valenzuela en el presente libro. 13. Familias pequeñas se refieren aquí a un hogar con uno o dos integrantes. 14. Familias numerosas considera 6 o más integrantes en el hogar. 15. Una mayor profundización de este tema puede ser encontrado en el Capítulo de Movilidad residencial y movilidad social elaborado por Eduardo Valenzuela en el presente libro. 16. Ver antecedentes cualitativos acerca de la Nueva Masculinidad en Chile, desarrollados por José Olavarría desde FLACSO en los últimos años.
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