fray Domingo Cosenza OP
Cuando Israel era niño (Os 11,1)
Historia de la Biblia
2
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Bajo la sombra del dominio egipcio
L
a religión de Israel hace una referencia a los antepasados remotos del pueblo al proclamar su fe en el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. Esta creencia es la que también tambié n Jesús compartió y en la cual se apoyó su predicación sobre el Reino de los Cielos (Mt 8,11) y su esperanza en la resurrección de los muertos (Mt 22,32). personaa de sus antepasados, el Dios Pero, más allá de la vinculación a la person de Israel llegó a ser reconocido por las sucesivas generaciones de creyentes en referencia a una acción que determinó la historia del pueblo: la liberación libe ración de la esclavitud egipcia. En efecto, cuando un israelita ofrecía en las fiestas las primicias de los frutos de la tierra pronunciaba la siguiente profesión de fe: «Mi padre era un arameo errante que bajó a Egipto y se refugió allí con unos pocos hombres, pero luego se convirtió en una nación grande, fuerte y numerosa. Los egipcios nos maltrataron, nos oprimieron y nos impusieron una dura servidumbre. Entonces pedimos auxilio a YHWH, el Dios de nuestros padres, y él escuchó nuestra voz. El vio nuestra miseria, nuestro cansancio y nuestra opresión, y nos hizo salir de Egipto con el poder de su mano y la fuerza de su brazo, en medio de un gran terror, de signos y prodigios. El nos trajo a este lugar y nos dio esta tierra que mana leche y miel. Por eso ofrezco ahora las primicias de los frutos del suelo que tú, YHWH, me diste» (Dt 26,5-10) En un acontecimiento del pasado los israelitas reconocieron la mano poderosa de su Dios, que se mostró más fuerte que el soberano de Egipto. No había sido un logro de ellos e llos superar la esclavitud, sino que había sido YHWH quien los liberó de Egipto, de la Casa de la esclavitud (Ex 20,2). Esa intervención había hecho posible la supervivencia de un pueblo oprimido y, por tanto, en esta certeza se apoyaría en lo sucesivo la existencia de la nación y su propia identidad.
Extranjeros dominadores en Egipto La memoria celebrativa del israelita de tiempos posteriores hace referencia a un ancestro «errante que bajó a Egipto y se refugió allí» (Dt 26,5). El ingreso de nómadas en Egipto aparece documentado ya en el relato del fugitivo Sinhué, compuesto a comienzos de la XII dinastía faraónica, tal
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invasiones al territorio egipUn Muro para custodiar la cio, de un modo semejante a otras construcciones posteriofrontera egipcia res, como la Gran Muralla en «Atravesé el río en una balsa sin tiChina o el Muro de Adriano en món, gracias a la brisa del viento del Britania. La existencia de este oeste, y pasé al este de la Cantera en Muro estaría manifestando que lo alto de «La Dama de la Montaña las incursiones de extranjeros Roja». Después que me pusé en cano constituían fenómenos espomino hacia el norte, alcancé los «Murádicos. ros del Príncipe», que habían sido Pero el relato de Sinhué suconstruidos para repeler a los Setyu y giere también que los extranjepara aplastar a los Corredores de Areros no siempre llegaron a ser nas. Permanecí agachado en un matorral, temiendo que los centinelas de una amenaza, ya que este miemguardia ese día sobre la muralla pu bro de la corte faraó faraónica nica encon encon-dieran verme. Me pusé de nuevo en tró hospitalidad entre unos hamarcha por la noche» bitantes del desierto que lo ha bían conocido en anteriores viLa historia de Sinuhé . sitas al país del Nilo. A juzgar por su reacción amistosa, estos nómadas debieron haber sido acogidos también de una manera hospitalaria en Egipto. En el mismo sentido apunta la famosa escena pintada en la tumba de Khnem-Hotep, funcionario que también vivió como Sinhué durante la XII dinastía. En ella un grupo de 36 nómadas, compuesto de hombres, mujeres y niños, son representados ingresando pacíficamente en el país con sus animales y con obsequios para el príncipe. El líder del grupo lleva un nom bre semita, Ibsha, y ostenta el título de hikau khasut (dominador de un país extranjero). Sin embargo, pocos siglos más tarde los llamados dominadores extranjeros se convertirán en objeto de pésimos re Pintura de la tumba de KHNEM-HOTEP, en
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Los hiksos en Egipto «Desde Oriente, un pueblo de raza desconocida tuvo la audacia de invadir nuestro país y, sin dificultades ni combates, se apoderó de él a la fuerza. Se apoderaron de los jefes, incendiaron salvajemente las ciudades, arrasaron los templos de los dioses y trataron a los indígenas con la mayor crueldad, degollando a unos, llevándose como esclavos a los niños y a las mujeres de los demás. Al final, llegaron a hacer rey a uno de los suyos llamado Salitis. Este príncipe se estableció en Menfis, imponiendo tributos al país y dejando una guarnición en las plazas más convenientes. Sobre todo fortificó las regiones del este, ya que preveía que los asirios, más poderosos algún día, atacarían el reino por allí. Como hubiera encontrado en el nomo Setroítes una ciudad de una posición muy favorable situada en el brazo Bubástico y llamada Avaris según una antigua tradición teológica, la reconstruyó y la fortificó con murallas sólidas... Al conjunto de esta nación lo llamaban hiksos, es decir reyes pastores». Manetón de Sebennitos, Historia de Egipto .
cuerdos para la historia de Egipto. Manetón de Sebennitos, autor del siglo III aEC, se habría referido a ellos cuando dio globalmente el nombre de hiksos a los grupos invasores que sometieron el país a partir del siglo XVIII. La dominación de estos pastores del este se prolongó desde 1730 aEC, fecha que los situaría en la época de las migraciones migracione s que afectaron a todo el Oriente Medio. ¿Cuál era el lugar de procedencia de estos invasores orientales? Un texto encontrado en 1935 por H. Chevrier en el e l templo de Karnak, narra el propósito de reconquista por parte del faraón Kamosis, replegado en el sur del país. Para hablar de los ocupantes extranjeros utiliza el mismo vocabulario mediante el cual Sinhué designaba a los habitantes del país adonde había huído : Aamu sedentarios y Setyu seminómadas. Se trata, entonces, de la tierra de Canaán. La historia bíblica de José, que narra su encumbramiento como visir del Faraón (Gn 41,40ss), encajaría bien en este contexto de dominio extranjero, en el que no resulta re sulta extraño que un semita alcance un alto puesto en el gobierno
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Propósito de reconquista egipcia «Su Majestad habló en el palacio al Consejo de los Grandes que están en su séquito: «Yo estoy informado de lo que es mi poder poder.. Un príncipe está en Avaris, otro en Kush y yo me siento en asociación asociaci ón con un Aamu y un Nubio. Cada uno de ellos posee su parte de este Egipto, repartiendo el país conmigo. Yo Yo no puedo llegar hasta Menfis, las aguas de Egipto. Mira, él (el jefe hikso) tiene Shemun y nadie puede establece establecerse, rse, al ser despojado por los impuestos de los Setyu. Yo combatiré con él de manera que pueda abrirle el vientre. Mi deseo es salvar a Egipto y derrotar a los asiáticos» Estela de Kamosis.
Pero a pesar de sus deseos, Kamosis no consiguió echar a los hiksos de Egipto. Fue el Faraón Ahmosis quien se apoderó de Avaris, persiguió a los invasores hasta Asia y dio comienzo al Imperio Nuevo. Con la toma de Sharuen (hacia 1550 aEC) el dominio hikso en Egipto llell egó a su fin. La reconquista derivó naturalmente en un brote de patriotismo, pero también de xenofobia, que desató la sed de venganza de los egipcios contra los invasores. Quedaría probablemente entre la po blación de Canaán el recuerdo perpetuo de aquella expulsión de sus ancestros de Hacha del faraón Ahmosis, que mues- la tierra de Egipto. Allí puede estar uno tra al rey abatiendo a un invasor hikso. de los nucleos de la tradición del Éxodo (Ex 12,33). A las expediciones punitivas en suelo asiático siguió, bajo Tutmosis III, la conquista sistemática de las plazas fuertes desde donde habían partido los hiksos. Desde el año 1470 Tutmosis realizó una serie de diecisiete expeexpe diciones, que inmortalizó en las estelas del templo de Karnak. Una de esas inscripciones cuenta la batalla de Meguido, en la que el faraón tuvo que enfrentarse con una coalición de 300 príncipes. La estela menciona los
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De este modo no sólo se concretó la formación de un imperio extendido en suelo asiático, sino también se abandonó el aislamiento que había caracterizado al estado faraónico desde su creación 1500 años atrás. Tutmosis abatiendo a sus enemigos. Debajo se enumera la lista de las ciudades conquistadas, representadas por el nombre escrito en jeroglífico en el cuerpo de los cautivos atados. Relieve del templo templo de Karnak.
Tutmosis III vence a la coalición de ciudades asiáticas «El ala sur del ejército de su Majestad estaba sobre una colina al sur del río Quina y el ala norte estaba al norte de Meguido. Su Majestad se encontraba en el centro, mientras que Amón era la protección de su cuerpo en la reyerta y la fuerza de Set estaba en sus miembros. Entonces su Majestad les venció. El miserable enemigo de Kadesh y los príncipes de todos los países extranjeros hasta Naharina reunidos a su aldedor, a saber... los de Huru, los de Kode, sus caballos, sus ejércitos y sus gentes. Ellos huyeron precipitadamente hacia Meguido con los rostros asustados, después de haber abandonado sus caballos, sus carros de oro y plata, para que se les pudiera subir a esta ciudad izándolos por sus
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Presencia egipcia en Canaán Durante casi tres siglos (de 1460 a 1170 aproximadamente), las tierras bíblicas estuvieron sometidas a la dominación directa de ALASHIYA (Chipre) los egipcios. Esa larga dominación tuvo repercusioSumura nes decisivas sobre varios aspectos de la vida política de la región. El control Kumidi Mar Mediterráneo egipcio era ejercido sobre los reyezuelos locales, que CANAAN conservaban su autonoBet-Shean mía como «siervos» o triJope butarioss del faraón. Sólo butario Gaza tres centros de la región Rafia eran sede de gobernadores Silé egipcios: Gaza, Kumidi, y Ruta de Horus Sumura. Había guarnicioEGIPTO nes egipcias también en algunas otras localidades: en Jope y en Bet-Shean. A lo largo del siglo XIII, se produjo una renovada presencia. Se conocen diversas «residencias» egipcias del período comprendido comprendido entre el reinado de Seti I y el de Rameses III.
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Estas fortalezas se hallan concentradas para vigilar las rutas comerciales: la llamada «ruta de Horus», entre el Delta y Gaza, fortificada por Seti I, y luego las rutas caravaneras transversales que conducían al golfo de Aqa ba y a las minas de cobre de Timna, explotadas directamente por Egipto durante todo este período. Conocemos las relaciones mantenidas entre los príncipes cananeos y la corte egipcia a través de la correspondencia que dirigían los vasallos al faraón Amenofis IV (1379-1362). Unas 350 de estas cartas fueron descu biertas en 1887 en Tell el Amarna, sitio de la antigua capital Akhetaton. El faraón les exigía a todos ellos un juramento de sumisión tan breve como absoluto: «No nos rebelaremos nunca [o nunca más] contra Su Majestad», aparte del reconocimiento de su condición inferior, que los predestinaba a la sumisión total. El juramento se concretaba en el suministro anual del tributo, en la obligación de hospedar a los mensajeros y las caravanas egipcias que estuvieran de paso, en la obligación, también, de procurar las mercancías exigidas, e incluso de suministrar princesas para el harén Velando por los intereses intere ses de Egipto real, acompañadas de una rica dote. Y se con«He oído las palabras del rey, mi señor y mi Sol, cretaba además en el y aquí estoy, protegiendo a Meguido, ciudad del rey, mi señor, día y noche: de día protejo desde compromiso de «protelos campos con los carros, por la noche protejo ger» la ciudad que les las murallas del rey, mi señor. Pero mira que es había confiado el faraón: fuerte la hostilidad de los habiru en el país». protegerla de los enemigos externos, pero tamCarta (88) de Biridiya de Meguido bién regen regentarla tarla con efi
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El faraón, luz del mundo «Al rey, mi señor, mi dios, mi sol: así dice Milkili, tu siervo, el polvo de tus pies. Me he postrado siete veces y siete veces a los pies del rey, mi señor, mi dios, mi sol». De la carta (251) del rey Milkili de Gézer al faraón Amenofis IV. Los reyes locales se dirigían al faraón llamándolo «dios», y se prosternaban ante él rostro en tierra y de espaldas. Se declaraban a sí mismos «terreno que pisa» y «escabel situado a sus pies». Relieve de la tumba de Horemheb, en Sakara (1345-1318 aEC).
cacia y en disposición de responder a las exigencias de los egipcios. A cambio de todo eso, el faraón concedía la «vida» , cuyo monopolio detentaba y de la cual era dispensador benévolo. La «vida» era, en sentido político, el derecho a reinar como vasallo. Pero según la ideología egipcia era algo más preciso y concreto: era un «soplo vital» que salía de la boca del faraón (con su aliento, con sus palabras) en beneficio de quien era admitido a su presencia o era destinatario de sus mensajes. Para los súbditos egipcios, la «vida» era la entrada en un circuito redistributivo, por medio del cual el faraón concedía el alimento necesario necesari o para vivir. Pero en muchas ocasiones había que rogarle. El faraón era, en efecto,
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Súplicas de unos vasallos despreciados «Desde hace dos años ando escaso de grano, ya no hay grano que comer para nosotros. ¿Qué puedo decir a mis campesinos?... Escuche el rey, mi señor, las palabras de su siervo fiel y mande grano en barcos y haga vivir a su siervo y a su ciudad». Carta (154) de Rib-Addi de Biblos «¡Mira, Turbasu ha sido muerto en la puerta de Sile, y el rey se ha quedado callado/inerte! ¡Mira, a Zimrida (rey) de Laquis lo han herido unos siervos que se han hecho habiru ! ¡A Yaptikh-Adda lo han matado en la puerta de Sile, y el rey se ha quedado callado/inerte!» Carta (41) de Abdi-Heba de Jerusalén «Sepa el rey, mi señor, que está sana y salva Biblos, sierva fiel del rey, pero muy fuerte es la hostilidad de los habiru contra mí. ¡No permanezca callado/ inerte el rey, mi señor, señor, respecto a Sumura, que no pase todo al bando de los habiru !» !» Carta (132) de Rib-Addi de Biblos «No es ya como antes, para las tierras del rey: todos los años las tropas egipcias salían a inspeccionar las tierras, mientras que ahora en la tierra del rey e (incluso) en Sumura vuestra guarnición se ha vuelto habiru, y tú, sin embargo, permaneces callado/inerte. Manda tropas egipcias en gran número, que expulsen al adversario del rey de su tierra, y entonces todas las tierras pasarán al rey. ¡Tú eres un gran rey, no permanezcas callado/inerte respecto a este asunto!» Carta (151) de Rib-Addi de Biblos
y habitualmente no respondía. Y sobre todo, mostraba un desinterés absoluto por la suerte que pudieran correr personalmente. personalme nte. El único interés
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Una delegación de las ciudades cananeas presenta tributos al Faraón. Tumba de Tutmosis IV (1422-1413 aEC).
dad y solicitaban la protección de su señor. Para eso pedían que las tropas cumplieran su cometido asustando a los enemigos del reyezuelo, presentados como enemigos del faraón. Pero todo se revelaba inútil: las súplicas dirigidas al «dios lejano» quedaban sin respuesta. Y eso suscitaba dudas angustiosas respecto a si el comportamiento comportamien to con el faraón había sido el correcto o si calumniadores malévolos lo habían criticado ante su señor.
La organización civil cananea La capital de las ciudades cananeas, rodeada de murallas, estaba centrada en el palacio real, residencia del monarca y de su familia, pero sede también de la administración, de los archivos, almacenes almace nes y talleres de artesanos especializados. La población estaba dividida en dos grandes categorías. En la capital estaban los «hombres del rey», que trabajaban trabaj aban para el monarca y recibían de él como recompensa los medios necesarios para su sustento. Por otro lado, en las aldeas, estaba la población «libre» (los «hijos del país»), que
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Placa de marfil procedente de Meguido (siglo XIII aEC). El príncipe bebe sentado senta do en un trono «sobre querubines» (cf. Sal 99,1), mientras su mujer le ofrece una flor de loto y una toalla. Es asistido por servidores y lo acompaña una tañedora de lira.
nistradores, pasando por los distintos grupos de artesanos, mercaderes y guardias, hasta los siervos encargados del cuidado del palacio palaci o o los esclavos agrícolas de las haciendas palatinas. Todos estos eran siervos del rey, pero los modos y la cantidad de sus retribuciones determinaban situaciones muy diferentes. Alrededor del palacio real la clase alta tenía en sus manos el poder económico, estaba emparentada empare ntada con el rey, dirigía las actividades bélicas y disfrutaba los productos de una artesanía de lujo, ya fueran fabricados fabri cados en el país o llegados de lejos a través de intercambios comerciales o de
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Una experiencia compartida de liberación Hacia finales de la Edad del Bronce (siglos XV-XIII), la desarrollada cultura de las ciudades cananeas sufrió una considerable decadencia, que contribuyó a precipitar su ruina social. En ese clima de inestabilidad estallaron frecuentes insurrecciones contra la dominación egipcia, una de las cuales quedó documentada en la famosa Estela de Merneptah del año 1219 (imagen). Junto a las ciudades cananeas de Ascalón, Guézer y Yanoán, participó también un grupo de gente designado como «Israel». El faraón Merneptah logró dominar las insurrecciones, de modo que su sucesor
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En el templo de Medinet-Abú inscripciones de Ramsés III mencionan la confederación de los «pueblos del Mar», formada por los filisteos, los shekelesh, los denyen y los ueshesh. El mismo texto describe un recorrido de la invasión que incluye amplias zonas de Asia Menor: Cilicia (Qode), Anatolia (Arzaua), Chipre (Alashiya) y el Líbano (la tierra de Amurru). Amurru). Según la crónica, los egipcios les opusieron resistencia por mar y tierra, de modo que chocaron con «un fuego ardiente en las bocas del río, mientras que una empalizada de lanzas les rodeaba en la playa». Imagen: Los invasores arrollan a los libios.
de mantener una precaria subsistencia en las llanuras de la costa, bajo la influencia de los recientes invasores, los filisteos, que habían arribado con los pueblos del mar. Mientras tanto se habían formado en las montañas numerosos asentamientos rurales, al margen de los viejos núcleos urbanos. Los colonos deforestaron las cumbres, abrieron terrazas, cavaron cisternas y, a pesar de sus escasos recursos técnicos, hicieron posible una floreciente cultura agrícola. El desarrollo que experimentaron experi mentaron estos primeros asentamientos de la Edad del Hierro fue, por una parte, una continuación del periodo anterior; pero,
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Los primeros asentamientos de la Edad de Hierro se construyeron con forma oval, con una hilera de habitaciones en torno a un amplio patio abierto, armando una especie de cinturón continuo que protegía el patio interior. El descubrimiento de algunos silos, hojas de hoz y piedras de moler es señal de que sus habitantes se dedicaban en parte al cultivo de cereales. En general, este tipo de cercado es similar a los campamentos de beduinos, en los que una hilera de tiendas circundaba un aprisco abierto donde se guardaban de noche los rebaños. Las paredes de piedra fueron sustituyendo a las tiendas portátiles a medida que el trabajo agrícola transformó a los campamentos de pastores en poblados permanentes.
integrados en la sociedad civil a través tr avés del comercio de su ganado? La segunda cuestión es la plena continuidad —probada por la arqueología— entre la cultura material de las colonias respecto a la tradición anterior. Esto hace suponer que estos primeros colonos no constituían una nueva inmigración, sino que formaban parte desde hacía muchísimo tiempo de la población campesina de Canaán. Por este motivo despertó interés la teoría de la «revolución», que se inclina a explicar el origen de esa nueva sociedad, no a partir de grupos venidos del exterior, sino como un conflicto que estalló en el propio seno de
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La residencia típica de la fase madura de los nuevos asentamientos es la casa de pilares con cuatro aposentos: uno a lo ancho, dispuesto al fondo, probablemente provisto de un segundo piso para dormir, y tres aposentos paralelos a lo largo (de los cuales el del medio se halla al descubierto), separados por dos series de pilares y dedicados a zona de trabajo. La casa tiene entre unos cuarenta y ochenta metros cuadrados, suficiente para albergar a unas cinco o siete personas, que es la típica familia nuclear (padre, madre, dos o tres hijos solteros, uno o dos siervos).
creando una nueva base económica de vida, mediante una explotación expl otación agrícola de las regiones montañosas. En este contexto algunos nómadas habrían participado también en ese cambio social. La fuerte recesión del comercio comerci o que se produjo por entonces privó a los caravaneros de su principal fuente de ingreso, de modo que sehabrían visto en la necesidad de dedicarse plenamente a las tareas agrícolas. Así se explica también tambié n por qué muchos de los nuevos asentamientos se remontan a una cultura nómada, mientras que otros son claramente de carácter agrícola. Esa población de campesinos y pastores habría sido la que constituyó
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Mano de obra habiru «Distribuye raciones a los hombres de la cuadrilla y a los habiru que transportan la piedra para el gran pilono de Ramsés Meri-Amón» Papiro Leyde 348 ESCLAVOS fabricando ladrillos. Tumba de Rekhmire.
La fe israelita recuerda que el antepasado común de la nación fue «un arameo errante que bajó a Egipto y residió allí como inmigrante» (Dt 2,5), lo que suele relacionarse con los nómadas que, empujados por la carestía,
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El grupo pudo estar constituido por prisioneros de guerra de diferente
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el maravilloso poder divino sobre la potencia bélica enemiga. YHWH no sólo «sepulta a los egipcios en medio del mar» (Ex 14,27), sino que es aclamado como «guerrero» (Ex 15,3). De este modo, los transmisores de la tradición proyectaron a esta vivencia inicial de liberación sus posteriores experiencias de protección de YHWH contra los enemigos que fue encontrando en la tierra de Canaán. Cabe destacar que el grupo del éxodo adquiere el conocimiento de su dios YHWH en el contexto de su experiencia de liberación por medio de Moisés (Ex 3,l5; 6,2). Se puede suponer que anteriormente anteri ormente ellos poseían sus propios dioses familiares, porque YHWH se presenta a Moisés como «el Dios de tu padre» (Ex 3,6). Pero con la liberación li beración de Egipto surge la vinculación particular con el dios YHWH. Así lo recordaba el profeta Oseas cinco siglos más tarde: «Yo soy YHWH, tu Dios, desde el país de Egipto. No conoces otro Dios fuera de mí, ni hay más salvador que yo» (Os 13,4). Pues bien, ¿quién era YHWH?, ¿cuál era su origen? Según la tradición
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En ese mismo sentido van también las indicaciones sobre la estrecha vinculación de Moisés con los madianitas, cuyo territorio estaba situado al este del golfo de Áqaba, cerca de la mencionada región. A raíz de su huida de Egipto, Moisés se habría casado con una mujer madianita, cuyo padre era un sacerdote local (Ex 2,16; 3,1; 18,1). Aunque no se dice expresamente que Jetró fuera sacerdote de YHWH, el hecho de que él invite a los israelitas a ofrecer un sacrificio a YHWH en la montaña sagrada (Ex 18,12) permite suponer que los madianitas ya adoraban a YHWH, antes de que el grupo del éxodo se encontrara con ellos. Es probable probab le que Moisés entrara en conocimiento de ese dios por mediación de su suegro, antes de recibir recibi r el oráculo que le enviaba a Egipto como liberador. Lo importante es que YHWH era un dios extranjero, procedente de una región desértica que carecía de estructura política, un dios venerado sólo por tribus nómadas que se movían en plena libertad. Así, YHWH era lo más opuesto a un símbolo del poder organizado organizad o y, en cuanto tal, era capaz
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teológica y jurídicamente estructurada, sino sólo en esa peculiar relación personal entre YHWH y la comunidad, nacida de la experiencia de liberación y ratificada por la teofanía en contexto litúrgico. Pero ya entonces el compromiso con Dios estimulaba la integración del grupo; aún sin la proclamación explícita de los mandatos, comprendía compre ndía ya las normas fundamentales de comportamiento comportamie nto en el interior del grupo; y sobre todo impulsa ba a no desfallecer, a pesar de todas las dificultades que sembraban el camino hacia la libertad completa. Había que mantener a toda costa una fidelidad inquebrantable a YHWH, el Dios de la liberación.
YHWH, el Dios de Israel La integración del grupo de recién llegados de Egipto con los campesinos de los nuevos asentamientos en Canaán pudo haber acontecido sin mayores dificultades. Una coincidencia de intereses unía a los que habían sufri-