CHICAS DE BACHILLERATO
Nota del autor:
Este relato es puramente ficticio y no pretende ser una apología del tabaco, ni una relativización de su nocividad, ni una defensa de supuestos “derechos de los fumadores” al estilo de lo que hacen los lobb lobbie ies s taba tabaqu quis ista tas. s. Este Este cuen cuento to es simp simple leme ment nte e una una fant fantas asía ía fetichista con el tabaco como fetiche. En la realidad fumar tabaco es un vicio adictivo, sucio, molesto, molesto, tóxico y no es nada glamuroso, glamuroso, ni demu demues estr tra a un cará caráct cter er inde indepe pend ndie ient nte e (tod (todo o lo cont contra rari rio) o) ni supone ningún tipo de ventaja para el fumador.
Juliana Togores tomaba café con su amiga Celia Sandoval en una cafetería de la zona comercial de su ciudad. Habían estado de compras con su amiga Sole, que no había podido quedarse a tomar tom ar café. La señora Togores Togores vio a Celia echar mano a sus cigarrillos. -
¿Me invitas a nicotina?- preguntó Juliana a su amiga. Claro- le contestó la señora Sandoval dándole el cigarrillo, aun apagado, que acababa de extraer de la cajetilla.
Celia Sandoval se cogió otro cigarrillo, dio fuego a su amiga y luego se encendió el suyo. Vio a su amiga Juliana ya envuelta en humo, con el antebrazo alzado sosteniendo el cigarrillo junto a su rostro, el rostro de una mujer de cuarenta y tantos bien conservada, ancho y con pómulos marcados, enmarcado por cabello liso color caoba y presidido por unos brillantes ojos oscuros y una sonrisa satisfecha. La señora Togores no era realmente fumadora. En la universidad había jugueteado con el tabaco durante una temporada pero, aunque le gustaba mucho fumar, había preferido no hacerlo, al menos de forma habitual. Sin embargo le encantaba fumar un cigarrillo de vez en cuando y uno de los alicientes de su amistad con la señora Sandoval era que le facilitaba esas fumadas esporádicas. Parece mentira que con lo que disfrutas fumando solo lo hagas de tarde en tarde. Deberías fumar más a menudo ¿Por qué no te das ese gusto si te encanta?- le dijo la señora Sandoval. - Prefiero que no sea una costumbre- dijo Juliana antes de dar otra calada a su ciga cigarrrill rilloo. Co Como mo no era era una fumado madorra habi habitu tual al no aspi aspirró el humo umo muy muy profundamente, solo lo suficiente para sentir que se le subía a la cabeza la nicotina, una sensación que le encantaba, sin llegar a marearse de manera incómoda. Por eso al exhalar el humo se vio denso y abundante- me chifla fumar con las amigas y con eso ya está bien. - Tú decides, pero uno o dos pitillos al día no te harían ningún daño. -
Siguieron fumando y la señora Togores se sobresaltó al ver a su hija Mariluz entrando por la puerta de la cafetería. Mariluz era una chica de diecisiete años, regordeta y de mirada tímida. No era tan guapa como su madre, aunque la señora Togores era una de esas mujeres que había ganado en belleza con la madurez. Madre e hija habían quedado en aquella cafetería más tarde y la señora Togores había pensado que le daría tiempo de sobra de acabar su cigarrillo antes de la llegada de su hija, pero al llegar antes de tiempo Mariluz la descubrió con las manos en la masa. -
¡Mamá! ¡Estás fumando! Si- reconoció Juliana mientras su hija tomaba asiento- Me M e has pillado.
Juliana Togores tomaba café con su amiga Celia Sandoval en una cafetería de la zona comercial de su ciudad. Habían estado de compras con su amiga Sole, que no había podido quedarse a tomar tom ar café. La señora Togores Togores vio a Celia echar mano a sus cigarrillos. -
¿Me invitas a nicotina?- preguntó Juliana a su amiga. Claro- le contestó la señora Sandoval dándole el cigarrillo, aun apagado, que acababa de extraer de la cajetilla.
Celia Sandoval se cogió otro cigarrillo, dio fuego a su amiga y luego se encendió el suyo. Vio a su amiga Juliana ya envuelta en humo, con el antebrazo alzado sosteniendo el cigarrillo junto a su rostro, el rostro de una mujer de cuarenta y tantos bien conservada, ancho y con pómulos marcados, enmarcado por cabello liso color caoba y presidido por unos brillantes ojos oscuros y una sonrisa satisfecha. La señora Togores no era realmente fumadora. En la universidad había jugueteado con el tabaco durante una temporada pero, aunque le gustaba mucho fumar, había preferido no hacerlo, al menos de forma habitual. Sin embargo le encantaba fumar un cigarrillo de vez en cuando y uno de los alicientes de su amistad con la señora Sandoval era que le facilitaba esas fumadas esporádicas. Parece mentira que con lo que disfrutas fumando solo lo hagas de tarde en tarde. Deberías fumar más a menudo ¿Por qué no te das ese gusto si te encanta?- le dijo la señora Sandoval. - Prefiero que no sea una costumbre- dijo Juliana antes de dar otra calada a su ciga cigarrrill rilloo. Co Como mo no era era una fumado madorra habi habitu tual al no aspi aspirró el humo umo muy muy profundamente, solo lo suficiente para sentir que se le subía a la cabeza la nicotina, una sensación que le encantaba, sin llegar a marearse de manera incómoda. Por eso al exhalar el humo se vio denso y abundante- me chifla fumar con las amigas y con eso ya está bien. - Tú decides, pero uno o dos pitillos al día no te harían ningún daño. -
Siguieron fumando y la señora Togores se sobresaltó al ver a su hija Mariluz entrando por la puerta de la cafetería. Mariluz era una chica de diecisiete años, regordeta y de mirada tímida. No era tan guapa como su madre, aunque la señora Togores era una de esas mujeres que había ganado en belleza con la madurez. Madre e hija habían quedado en aquella cafetería más tarde y la señora Togores había pensado que le daría tiempo de sobra de acabar su cigarrillo antes de la llegada de su hija, pero al llegar antes de tiempo Mariluz la descubrió con las manos en la masa. -
¡Mamá! ¡Estás fumando! Si- reconoció Juliana mientras su hija tomaba asiento- Me M e has pillado.
Me parece que la señora Sandoval es una mala influencia para ti- bromeó Mariluz, aun asombrada. - Las malas compañías…-dijo Celia Sandoval con humor llevándose su cigarrillo a los labios. -
La señor señoraa Julian Julianaa Togores ogores estaba estaba visibl visibleme emente nte incómod incómoda, a, sin saber saber si apagar apagar el cigarrillo, pero tras unos momentos de tribulación se serenó y se decidió a dar otra calada. Echó el humo hacia un lado, evitando la dirección de su hija que la contemplaba entre horrorizada y divertida. Nunca había visto fumar a su madre. Mamá ¿has empezado a fumar? No deberías fumar. fumar. No. Hace años que fumo un pitillo de vez en cuando con alguna amiga fumadora, de pascuas en ramos. - No se si es una buena idea Mamá- dijo Mariluz diplomáticamente mientras su madre daba una última calada y apagaba el cigarrillo en el cenicero, enseguida imitada por la señora Sandoval. salud, pero no pasa nada por un cigarrillo o dos de vez - El hábito de fumar daña la salud, en cuando- explicó Juliana a su hija tras pensárselo un momento. Había dudado si darle una respuesta más paternalista y segura, decirle que tenía razón, que era mejor ni probar el tabaco y que ya no volvería a hacer algo tan absurdo, pero pensó que a sus diecisiete años Mariluz merecía que no le hablara como a una niña y una una resp respue uest staa más más sinc sincer era. a. Bast Bastan ante te inse insegu gura ra se sent sentía ía ya Mari Marilu luzz en su abandono de la condición de niña como para tratarla como si lo fuera -
Mariluz pidió un refresco y siguieron charlando de todo un poco, de los planes de Mariluz de ir al año siguiente a estudiar a la universidad de San Donoso, de que el viernes la señora Sandoval se iría a recibir su periódico tratamiento depurativo al balneario de Aguazules, de los problemas de la señora Togores con su coche, de los monitores de gimnasio... Unos minutos más tarde la señora Sandoval decidió fumar otro cigarrillo y ofreció a la señora Togores. Juliana se azoró durante un segundo, dudando si sería adecuado fumar otra vez delante de su hija, pero pensando que era peor dar importancia al asunto aceptó el cigarrillo y ambas amigas se pusieron a fumar. fumar. Como le solía pasar a Juliana Togores, el segundo cigarrillo no le gustó tanto como el primero. Ya había nicotina en su organismo y ya no notaba la nicotina del segundo cigarrillo tan intensamente como la del primero. A Juliana no le interesaba gran cosa el sabor del tabaco, lo que le interesaba del tabaco era el efecto de la nicotina y una de las razones por las que no fumaba más a menudo era porque le encantaba la manera en que la nicotina se sube a la cabeza, como un licor, cuando no se fuma de manera habitual. Pero aun así disfrutaba el segundo cigarrillo. Mariluz contemplaba con una sonrisa el novedoso y divertido espectáculo de su madre fumando. Se la veía bien fumando y parecía gustarle. ¿Es rico fumar?- preguntó finalmente Mariluz a su madre mientras esta inhalaba una bocanada de humo. - Bueno, no está mal- contestó Juliana tras echar el humo, dando a su respuesta un tono ambiguo, haciendo ver que le parecía menos placentero de lo que le resultaba, -
no fuera a ser que Mariluz se estuviera estuv iera interesando por fumar. fumar. Al instante se avergonzó de no ser honesta con Mariluz sintiendo que la falta de sinceridad podía aumentar el sentimiento de inseguridad de su hija. Quiso compensarla rápidamente con un gesto de confianza y complicidad, el primero que se le ocurrió. -
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¿Quieres probarlo? Vale – contestó Mariluz sorprendida. Celia, no quisiera ser una gorrona pero ¿podrías invitar a Mariluz a un cigarrillo, por favor? No creo que sea una buena idea- contestó la señora Sandoval a su amiga. Oh, no seas tacaña- bromeó la señora TogoresTogores- luego te invito al café. Ya Ya sabes que no es eso tonta, pero Mariluz aun es muy joven. Ya Ya tiene diecisiete, es bastante mayorcita. ¿No dejabas fumar a tu hija Mónica con diecisiete? diecisiete? Segurame Seguramente nte incluso incluso con 16. Antes incluso incluso se podía comprar comprar tabaco desde los dieciséis y estamos hablando de UN pitillo solamente, simplemente probarlo. Está claro que Mariluz no es una niña pero está en la adolescencia y en mi opinión los adolescentes no deben fumar. A Mónica le dejé fumar porque ya estaba enganchada, pero me parece que la edad adecuada para descubrir el tabaco es a los 21 o a los 20, ya acabada la adolescencia. Pero en fin, es solo una opinión. Tu eres su madre y si te parece buena idea que fume un pitillo yo la invito sin problema. Te lo agradecería.
Celia Sandoval se encogió de hombros y sonrió. Abrió su cajetilla. -
Toma Mariluz ¿Nunca lo has probado? No. A ver que te parece- le dijo Celia cariñosamente.
Mariluz cogió un cigarrillo y algo dubitativa por su inexperiencia en el manejo de los cigarrillos, lo colocó entre sus dedos de la manera en que le parecía más adecuado sostenerlo. La señora Sandoval le ofreció fuego, Mariluz colocó el filtro entre sus delicados labios y acercando el extremo a la llamita, sorbió. Las papilas gustativas se Mariluz entraron en contacto por primera vez con el humo de tabaco y pronto su madre y la señora Sandoval vieron a Mariluz echar su primera bocanada de humo. -
¿Qué tal?- le preguntó su madre algo prematuramente. Bien. Es un sabor… sabor… curioso, no se parece a nada que yo conozca. No te quedes con la primera impresión, fumar resulta extraño la primera vez explicó Celia Sandoval a Mariluz- Simplemente fuma el cigarrillo tranquilamente para ir conociendo como es fumar.
Al ver como la señora Sandoval ponía pegas a que Mariluz probara el tabaco quizá hayáis pensado que Celia Sandoval es un de esos fumadores arrepentidos que aunque siguen fumando son enemigos del tabaco, un poco como Luis Eduardo Aute. Pero no, a la
señora Sandoval le encanta fumar y anima a la gente a hacerlo, pero solo a la gente adulta que ha superado la adolescencia. Celia Sandoval cree que lo ideal es un consumo moderado de tabaco en el que se equilibre una razonable protección de la salud con el placer de fumar, evitando fumar por compulsión. Piensa que los adolescentes no deben fumar porque la impulsividad y poca cabeza propias de la edad les impide mantener un control de su consumo. Ella misma empezó a fumar de adolescente y cree que esa es la causa de que su fumar tenga parte de compulsión y no sea un acto de puro hedonismo, de que fume más de lo que desearía. También lo vio en su hija Mónica, que habiendo empezado a fumar con quince años no tiene ningún control sobre su hábito, y en sentido contrario su hija Natalia, a la que viéndola suficientemente madura la animó a probar el tabaco cuando tenía veinte años y no se enganchó, fumando muy de cuando en cuando. Tampoco es que esté del todo contenta con como fuma Natalia porque apenas lo hace y a la señora Sandoval le parece que debería disfrutar más del tabaco, pero la diferente relación de Natalia y de Mónica con el tabaco en buena parte le sirve para confirmar su teoría de por que los adolescentes no deben fumar. Sin embargo, ante la entrañable escena de la muchacha fumando su primer cigarrillo, Celia Sandoval se ablandó, dejó a un lado sus prevenciones contra el tabaco en la adolescencia y como amante del tabaco no pudo menos que ayudar a Mariluz a que su primer contacto con el tabaco fuera lo más satisfactorio posible, evitándole una experiencia de toses y mareos desagradables que le dejaran una impresión equivocada de lo que significa fumar tabaco. Mariluz encontró extraño y excitante verse fumando, chupar y expeler aquel humo prohibido. Se dio cuenta de que al echar el humo el chorro no tenía la misma forma que los que exhalaban su madre y la señora Sandoval y que aquellas echaban el humo durante más tiempo. Temiendo Temiendo estar haciendo algo mal se lo comentó a su madre. -
Es que no estás tragando el humo. Solo lo tienes en la boca sin inhalarlo. Mira, cuando cojas una bocanada en la boca, una vez separes el cigarrillo de tus labios, aspira, simplemente como si respiraras por la boca, entreabriendo un poco los labios- dijo Juliana Togores, haciéndole a continuación cont inuación una demostración práctica.
Celia Sandoval lamentó que su amiga Juliana instruyera a Mariluz acerca de cómo inhalar el humo porque pensaba que para una principiante estaba muy bien simplemente saborear el humo asimilando la nicotina de una manera más lenta y moderada, para evitar reacciones adversas. La señora Sandoval temió que, intentando emular a las adultas, Mariluz tragara demasiado humo o demasiado profundamente y eso le supusieran toses indeseables y nauseas que le dejaran una indeleble imagen negativa del tabaco por lo que, dado que Mariluz iba a tragar el humo, decidió evitarle complicaciones comp licaciones innecesarias. -
Si quieres inhalar el humo da una calada pequeñita, como un besito, cogiendo solo un poquito de humo. Luego aspira solo un poco y al final echa el humo despacio ¿Ves? - explicó Celia Sandoval haciéndole una demostración.
Mariluz fumó como le explicó la señora Sandoval. A pesar de que había cogido poco humo, lo sintió entrar hormigueando en su pecho con un ímpetu sorprendente. Empezó a exhalar el humo, que le cosquilleaba en la garganta, y tosió levemente. Sintió como si una neblina tibia le subiera a la cabeza.
¡Nada mal para ser a primera vez que tragas el humo!- celebró la madre de Mariluzseguramente si lo vuelves a hacer te será más fácil. - Tómate tu tiempo. No fumes demasiado deprisa para no marearte y no te sientas obligada a tragar el humo- le explicó Celia. -
Mariluz dio otra calada sencilla y expelió una densa nube de humo no inhalado. -
Sabe bien- dijo a las dos adultas, ya más familiarizada con aquel nuevo sabor.
Vió a su madre y a la señora Sandoval inhalar sendas bocanadas de humo de sus cigarrillos y deseó volver a probar a inhalar el humo. Dio una pequeña calada, la inhaló con cuidado sintiendo el humo golpear en sus pulmones y la exhaló lentamente. Esta vez no tosió y sintió que la cabeza se le iba un poco, sin que llegara a ser desagradable. Fue cuando inhaló por tercera vez, un poco más de humo que antes, cuando sintió que la cabeza le daba vueltas y se sintió un poco mal, por lo que decidió seguir el consejo de la señora Sandoval y fumó lo que le quedaba de cigarrillo sin tragar el humo, descubriendo el sabor del tabaco.
Un par de semanas más tarde Mariluz fue a casa de se amiga Malena a hacer un trabajo para el instituto. Mariluz no pudo evitar ver una cajetilla de cigarrillos abierta en un estante de la sala de estar, de la madre de Malena. Cuando acabaron su tarea, solas en casa, se relajaron charlando y escuchando música.
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Malena ¿Alguna vez has fumado?- preguntó Mariluz al cabo de un rato. Si, cuando tenía catorce años mi madre me dejó fumar un pitillo para que se me quitara la curiosidad. Mi madre quería quitarle el encanto de lo prohibido. ¿Y no volviste a fumar? Mmmm, no- contestó Malena, que no había pensado en ello, en que no había repetido aquella experiencia - ¿Y tu fumaste alguna vez? Si, hace poco. Fumar es…curioso. ¿A ti te gustó cuando fumaste? No se. Creo que no, no tanto, era algo raro, ya no me acuerdo mucho ¿Y a ti? Sabía rico al fumar y eran unas sensaciones muy… bastante fuertes. ¿Te sentó mal? Solo por un momento, cuando tragué demasiado humo, pero aparte de eso estuvo bien, fue algo diferente- confesó Mariluz- ¿Nunca pensaste en volver a fumar un cigarrillo? No, no creo, no recuerdo haber pensado en eso. Mi madre me decía que si alguna vez quería fumar prefería que no lo hiciera a sus espaldas, que podía fumar con ella, pero no me interesó mucho. No me veo fumando como mi madre y ahora casi ni me acuerdo como fue cuando fumé. Podíamos fumar uno- se atrevió a sugerir Mariluz, señalando con un movimiento de cabeza los cigarrillos de la madre de Malena.
Malena mostró sorpresa por la idea, pero no llegó a decir que no. Ya casi no se
acordaba de cómo había sido cuando había probado el tabaco y, al hablar del tema se sintió tentada de recuperar aquella experiencia. -
¿Te parece?- reiteró Mariluz ante el silencio de su amiga- si te da rollo pasamos. No, vale, fumemos – aceptó Malena con una sonrisa divertida.
Malena se levantó, cogió la cajetilla de cigarrillos y sacó uno. Iba a coger otro, pero tras un instante de duda cerró la cajetilla y la dejó donde estaba. -
Mejor fumamos uno a medias. Si cojo dos mi madre se puede dar cuenta. ¿Pero tu madre no te había dicho que podías fumar delante de ella?- preguntó Mariluz a Malena mientras esta le pasaba el cigarrillo. Si, pero es un palo. Por una vez que fume no tiene por que enterarse. A lo mejor al volver nota que huele a humo. Noooo, ni de coña. La casa ya huele a tabaco por mi madre. Y si aun así alguien sospechara algo, diría que fuiste tu la que fumaste. ¡Que morro! Pensarían que soy fumadora. ¿Qué más te da? Nada en realidad- contestó Mariluz tras pensarlo un momento.
Malena consiguió un mechero y nerviosa le dio fuego a su amiga. Un hilo de humo surgió de la punta del cigarrillo y Mariluz echó una escandalosa nube de humo, antes de pasarle el cigarrillo a Malena sonriendo divertida. Malena dio una prudente calada y tras saborearlo unos segundos soltó el humo con un lento soplido. ¿Qué tal?- preguntó Mariluz. Bien, ahora me acuerdo de la otra vez que fumé. Es un sabor muy distinto a cualquier cosa- dijo devolviéndole el cigarrillo a Mariluz- Oye, si llega alguien a casa mientras estamos fumando quédate tu con el pitillo porfa. - Vale- aceptó Mariluz algo reticente pero comprendiendo que sería menos problemático si la familia de Malena pensaba que era ella la fumadora- ¿Sabes tragar el humo?- preguntó Mariluz antes de hacer una demostración práctica. -
Tras la inhalación de Mari Luz, Malena tomó el cigarrillo, dio una pequeña calada e inhaló el humo con cuidado. Siendo hija de fumadora estaba bastante acostumbrada al humo por lo que consiguió exhalar el humo sin toser. Al llegar la ola de nicotina absorbida por sus pulmones hasta su cerebro, sintió que se le movía el campo de visión. -
Huy. Lo notas ¿eh? – le preguntó Mariluz sonriendo mientras le cogía el cigarrillo. Si. Esto no lo había hecho la otra vez, no había tragado el humo. Es una sensación… curiosa- dijo mientras le aparecía una sonrisa, sintiendo junto con el leve mareo una sensación de claridad en su cabeza.
Malena vio a su amiga Mariluz sosteniendo el cigarrillo humeante y dar otra calada. Se sorprendió de lo distinta que se la veía con el cigarrillo. A pesar de que le parecía un tópico tonto, realmente no podía evitar que al verla fumar Mariluz le pareciera menos niña, más atrevida, mundana e independiente. Parecía tan diferente. Se preguntó como se vería ella misma fumando y cogió de nuevo el cigarrillo.
Unos días más tarde, de nuevo solas en casa de Malena, las dos amigas quisieron repetir la experiencia. Apenas llevaban unas caladas cuando oyeron entrar en casa al hermano mayor de Malena. Esta miró alrededor desesperada buscando un cenicero u otra forma de deshacerse del cigarrillo a medio fumar, pero dándose cuenta de que era imposible ocultar el cigarrillo y el humo en el ambiente, pasó el cigarrillo a Mariluz. -
Por favor- le susurró asustada- haz como si solo fueras tu la que estaba fumando.
Matías, el hermano menor de Malena, llegó a la salita y saludó a las dos chicas, mirando algo sorprendido a Mariluz. -
No sabía que fumaras- le dijo Matías a Mariluz.
Mariluz, algo cortada, respondió encogiendo los hombros y haciendo un movimiento de “ya ves” con la mano que sostenía el cigarrillo. -
No deberías fumar- le dijo Matías afectuosamente. Solo fumo de vez en cuando- se atrevió a decir Mariluz, dejando más a cubierta a Malena al “reconocer” que fumaba. Para dar más credibilidad a su afirmación, dio una calada a su cigarrillo tratando de aparentar desenvoltura y tratando de evitar que se notara que solo era la tercera vez que fumaba.
Oyeron que Borja Serna y Susana Fierro, los padres de Malena, también entraban en casa. Ambas chicas tragaron saliva. Malena se esforzó en poner cara de buena chica y en parecer relajada y Mariluz se concentró en aparentar naturalidad como fumadora. “¡Ay, mi niñita ya tiene amigas que fuman!”, se lamentó Borja interiormente escapándosele una mirada de susto e incredulidad que instantáneamente reprimió adoptando un rostro amigable mientras se besaban las mejillas. -
Hola Mariluz- le dijo Borja cordialmente antes de besarse las mejillas.
Susana también saludó a Mariluz con normalidad, sin dar importancia al cigarrillo. Mariluz se fumó el cigarrillo esforzándose en parecer desenvuelta. Se alegró de ser capaz de tragar el humo sin toser, aunque acabó sintiendo que la cabeza le daba vueltas. Disimuladamente, Malena le daba ánimos con la mirada, sabiendo que una buena actuación de Mariluz como fumadora ayudaría a alejar de ella posibles sospechas de que también ella estuviera fumando. Mariluz acabó el cigarrillo y siguió charlando con Malena y sus padres. Al cabo de un rato sirvieron café descafeinado y después Susana cogió una cajetilla y extrajo un cigarrillo. Se lo ofreció a Mariluz. -
No, si solo fumo a veces- rechazó la invitación nerviosamente Mariluz.
Según lo decía se arrepintió del tono de voz medio asustado que había utilizado y velozmente pensó que podían darse cuenta de que no estaba acostumbrada a fumar y que podían llegar a sospechar de Malena, le pareció notar el temor a ser descubierta de su amiga y pensó que sería mejor que continuara el teatrillo. -
Aunque bueno, gracias- dijo finalmente cogiendo el cigarrillo que le ofrecía la madre de Malena.
Susana le dio fuego, antes de encenderse otro para ella, y ambas fumaron, deseando Mariluz que de nuevo su interpretación como fumadora fuese convincente y tratando de recordar los gestos de la señora Sandoval al fumar. Sintió la nicotina inundándole el cerebro y se esforzó en evitar que se notara que estaba medio mareada. Al irse de casa de Malena aun estaba algo mareada pero consiguió caminar con paso firme.
Un par de días después, por la noche, sola en su dormitorio, Malena recordaba aquel episodio. Durante toda su vida el fumar era una actividad ajena a ella, algo que quedaba más allá de un límite invisible. Ahora, tras sus experiencias fumando con su amiga Mariluz, ese límite había desaparecido o había quedado atrás y el fumar era ahora algo a su alcance, una opción más en sus posibilidades de acción. Recordó algo frustrada que apenas había podido dar unas pocas caladas a aquel último cigarrillo y en como Mariluz había fumado delante de todos como si fuera lo más normal del mundo (aunque su buen trabajo le había costado aparentar calma y naturalidad). Pensó que le gustaría fumar un cigarrillo, en compensación por aquel que no había podido fumar, y tras dudarlo y escuchar atentamente para comprobar que toda su familia estaba acostada, se decidió a ir al salón y coger clandestinamente un cigarrillo de su madre y un encendedor. Volvió a su cuarto con el corazón a cien por hora, cerró la puerta y se quedo de pie en la habitación a oscuras, solo iluminada por la iluminación nocturna de la calle que entraba con la ventana, quieta y en silencio escuchando de nuevo con atención para cerciorarse que toda su familia seguía durmiendo. Tras esa última comprobación abrió la ventana de su habitación y encendió el cigarrillo. Malena saboreó el humo, el sabor acre, seco y con sutiles matices del tabaco, atreviéndose también a inhalar alguna pequeña bocanada. Se sorprendió de lo fácil que le resultaba fumar, le resultaba una actividad pacífica y suavemente confortable. Recordó extrañada que los adolescentes conflictivos o que exhiben actitudes belicosas incorporan el fumar como parte de su imagen agresiva, pero mientras ella misma fumaba esa actitud le resultó incomprensible. “¿Qué tiene de agresivo fumar?” pensaba Malena mientras aspiraba el humo nicotínico. En las semanas siguientes, cuando Mariluz acudía a casa de su amiga Malena solían acabar fumando. Para las dos amigas era simplemente una divertida travesura y las novedosas sensaciones del tabaco les resultaban interesantes. Si la madre de Malena no estaba en casa y Malena podía hacerse con un cigarrillo, Mariluz fumaba un cigarrillo a medias con Malena en su cuarto. Si en cambio la señora Fierro estaba en casa, esta solía ofrecer un cigarrillo a Mariluz para demostrar que era una mujer liberal y permisiva. Al principio le resultaba algo incómodo fumar en compañía de la señora Togores pero pronto superó ese pudor, se dio cuenta de que la madre de Malena no daba importancia a que fumara por lo que Mariluz aceptó con agrado esas ocasiones que se le presentaban para
experimentar con el tabaco, complacida de sentirse tratada como una adulta por la madre de Malena. De todas formas, si tenía oportunidad, se retiraba con Malena a su cuarto y allí compartía el cigarrillo con su amiga.
Malena, en la soledad de la noche, en alguna ocasión caía en la tentación de coger un cigarrillo de su madre y fumarlo clandestinamente en la ventana de su dormitorio. Cuando le asaltaban sentimientos de hastío, aburrimiento o desmotivación, un cigarrillo le resultaba atractivo, una forma de romper la rueda de la rutina con las sensaciones de la nicotina. Además resultaba excitante hacer en secreto algo que le parecía que le pegaba muy poco: “Vaya sorpresa se llevaría todo el mundo”, pensaba mientras fumaba un cigarrillo en compañía de la Luna. Un día en que estaban fumando juntas Malena planteó sus dudas: Me parece que deberíamos dejar de hacer esto. ¿Fumar?- contestó Mariluz sorprendida. Si. No nos conviene empezar a fumar. No se si sabes que fumar es malo para la salud – dijo sarcásticamente. - Claro, pero nosotras no estamos fumando en serio. Fumar es malo pero un cigarrillo de vez en cuando no tiene nada de malo- dijo Mariluz recordando lo que le había explicado su madre cuando había fumado delante de Mariluz. -
Malena no discutió la afirmación de Mariluz, sobre todo porque quería seguir fumando aquel cigarrillo. Para Malena era fácil conseguir tabaco. Su madre siempre dejaba algún paquete abierto por ahí y dejaba coger de su tabaco a la asistenta que les iba a casa tres veces por semana, por lo que si Susana Fierro notaba que le faltaban cigarrillos entendía que había sido la asistenta. Así que Malena le fue cogiendo gusto a fumar. En cambio para Mariluz era más complicado acceder al tabaco. No es que quisiera “empezar a fumar en serio”, pero empezó a pensar que estaría bien poder fumar algún cigarrillo fuera de la casa de Malena. En una ocasión acompañó a su madre a la casa de la señora Sandoval. Solo iban a prestarle una maleta, pero se quedaron a tomar el inevitable cafelito. La señora Sandoval encendió un Dunhill Internacional y Mariluz no pudo evitar que se le escapara una mirada de envidia que no se le pasó desapercibida a la señora Sandoval. Celia Sandoval comprobó que la manera en que Mariluz miraba su cigarrillo no era neutral y pensó que después de aquel cigarrillo que le había dado Mariluz debía de haber fumado más veces. -
¿Te apetece una calada?- dijo la señora Sandoval tendiéndole el cigarrillo a Mariluz. Gracias- murmuró Mariluz.
Le dio una buena calada al cigarrillo y le devolvió el cigarrillo a la señora Sandoval antes de exhalar una buena cantidad de humo, ante la mirada sorprendida y levemente divertida de su madre.
Así como una semana después, la señora Juliana Togores recibía en casa a sus amigas Lucrecia García, Justina Lires y Carlota Pintos. También había llamado a la señora Sandoval, pero esta se había excusado con una mentirijilla, pues esa tarde había quedado con un joven amante. La señora García era una divorciada desinhibida y narcisista de pelo rojo. A la señora Togores le hacía gracia verla de vez en cuando y escuchar sus historias alocadas y calaveradas. En esta ocasión Lucrecia había llegado algo tarde por haberse pasado antes a recoger a su hija Proserpina de unas clases y se la había traído a casa de la señora Togores. Seguramente la chica, de 15 años, melenita castaña impecablemente lisa y ojos verdes, hubiera preferido estar en cualquier otra parte que en una reunión de amigas de su madre, pero era lo suficientemente cortés para no manifestarlo más allá de una leve expresión de hastío adolescente, casi obligatoria para alguien de su edad. A pesar de que no estaban en la misma onda Mariluz se llevaba bien con Proserpina porque a esta, al ser Mariluz un par de años mayor, le gustaba coleguear con ella. La señora García insistió en que junto con los cafés, tés y pastas, las adultas se tomaran alguna copita, por lo que la señora Togores trajo una botella de Oporto. Pronto Lucrecia García sacó sus cigarrillos y, para sorpresa de todos, Proserpina también sacó una cajetilla de Camel azul, la misma marca de su madre. Encendieron sus cigarrillos y Lucrecia miraba a su hija sonriendo con satisfacción. - ¿Fumas?- le preguntó la señora Pintos a Proserpina. - Si- contestó la quinceañera escuetamente pero con una sonrisita traviesa y orgullosa. - Lucrecia ya fuma, aprendió a fumar hace tiempo- explicó orgullosa su madre como si fuera un logro de su hija. - ¿Y le dejas? ¿No te parece que es muy joven? - Claro que le dejo –contestó como si la idea de prohibir fumar fuera absurda y retrógrada- a mi también me gusta el tabaco, Proserpina ya no es una niña pequeña y no es ninguna repipi, así que es lógico que fume. Antes ya fumaba algo pero tan pronto cumplió los quince le di libertad para fumar. Juliana Togores, que con frecuencia era un poco cabeza loca, no quiso parecer menos liberal que Lucrecia García. - Mariluz también sabe fumar. - ¡Pero Mamáaaa!- protestó Mariluz. - ¿En serio?- preguntó la señora García contenta. Justina y Carlota miraron a Mariluz y a Juliana sorprendidas, y Proserpina miró a Mariluz con aprobación. Mariluz se sintió algo abochornada, se esforzó en que no se le notara pero no se le ocurrió que decir. - Si, a veces fuma delante de mí tranquilamente- exageró la señora Togores, adelantándose a lo que pudiera decir Mariluz. - Entonces a lo mejor le apetece un cigarrillo- comentó Lucrecia García echando la
mano a su cajetilla para ofrecerle. “¿Va a ofrecerme un pitillo? ¡Que hago!” Pensó Mariluz tumultuosamente. Le daba rabia que su madre exhibiera sus “habilidades” como si fuera un número de circo, solo para presumir de permisividad y no parecer menos que la chiflada de la señora García, pero por otro lado la perspectiva de fumar un cigarrillo y sentar el precedente que el que ella fumara es algo aceptable le resultaba atractivo. -
¿Quieres?- le dijo finalmente la señora García acercándole los cigarrillos.
Mariluz dudó un instante, a la vez que vio tras la señora García a Proserpina, exhalando una nube de humo mientras la observaba. El humo veló por un instante su verde mirada. Fumando con toda la frescura y vitalidad de sus quince años, Proserpina parecía una demostración del encanto de la energía nicotínica. -
Gracias- dijo finalmente Mariluz cogiendo un cigarrillo.
Mariluz fumó con satisfacción y tanto Lucrecia como Proserpina le dirigieron miradas de aprobación. Al ver a su hija fumando Juliana decidió que aquella era una buena ocasión para fumar uno de sus esporádicos cigarrillos y Proserpina le dio uno sintiéndose mayorcísima por invitar a fumar a una adulta. Carlota Pintos y Justina Lires estaban desconcertadas al ver como las no fumadoras se habían quedado súbitamente en franca minoría. Si Celia Sandoval hubiese asistido al encuentro no le hubiese costado mucho trabajo persuadirlas a ellas también de que también fumaran un cigarrillo. La conversación de las dos chicas se fue independizando de la de las adultas hasta que ambas se fueron al cuarto de Mariluz para que Proserpina le enseñara su cuenta de Facebook. Cotillearon sobre las fotos, pusieron un disco de La Napia de Cezanne, y se registraron mutuamente como amigas en el Facebook, Messenger y Last FM. Consiguieron un cenicero y encendieron sendos cigarrillos. Llegaron a casa Efrén y Máxima Plaza, padre y hermana mayor de Mariluz. Tan pronto asomaron la nariz percibieron un olor a tabaco muy poco común en su casa. Llegaron al salón y se encontraron a Lucrecia, aun fumando, y un cenicero con suficientes colillas como para sospechar que no había sido la única fumadora. -
Estábamos tomando unos cafés y fumando unos pitillos- informó la señora Togores festivamente.
Todo el mundo se saludó y el señor Plaza fue a dejar su abrigo y sus cosas a su dormitorio al pasar por delante del cuarto de Mariluz, que tenía la puerta abierta, se quedó de piedra al ver que su hija pequeña estaba fumando junto con aquella chica. Mariluz no había oído llegar a casa a su padre y hermana por lo que fue toda una sorpresa ver de repente a su padre bajo el dintel de su puerta. -
Uh, hola Papá.
-
¿Estás fumando?- preguntó incrédulo Efrén Plaza.
Mariluz hubiera deseado que se le ocurriera alguna excusa pero la situación era evidente, así que tímidamente asintió. Su padre suspiró. -
Luego hablamos- le dijo su padre antes de irse.
Mariluz y Proserpina se miraron, Mariluz con cara de “buena la he hecho”. Pensó en deshacerse del cigarrillo pero al ver que Proserpina daba una calada al suyo, sin pensarlo también Mariluz se llevó el suyo a los labios e inhaló una bocanada de humo. Se recompuso un poco. -
No te preocupes- la animó Proserpina- los padres flipan cuando se enteran de que sus niñas fuman pero acaban aceptándolo. Tu padre parece majo, ten un poco de mano izquierda.
Más tarde el señor Plaza tuvo una charla con Mariluz. Mariluz negó la mayor, dijo que no era fumadora, que había fumado un cigarrillo alguna vez y que no tenía la menor intención de convertirlo en un hábito.
Tres días más tarde, al salir de clase, Mariluz vio un grupito de fumadoras habituales a la entrada del instituto. Al verlas le apeteció fumar, pero ni se le pasó por la cabeza unirse a ellas. No eran el tipo de chicas con las que solía tratar, chicas cabeza huecas, guapitas, consumistas, superficiales, malas estudiantes y con novios tatuados, con moto en la cual hacen caballitos o, si son mayores, con coches tuneados, un símbolo de aquellos últimos años de burbuja inmobiliaria. “Futuras vendedoras de tienda de ropa”, había profetizado Matías Serna, el hermano de Malena. Hubiera ido a casa de Malena y allí seguramente hubiera podido fumar, pero Malena le había dicho que esta tarde tenía que encerrarse a hacer un trabajo. Por eso aquella tarde Mariluz lamentó no tener sus propios cigarrillos. Al pasar por delante de un estanco, camino a casa, se preguntó si podría comprar una cajetilla. Dudó un poco y se dirigió al estanco. En la puerta había un cartel que advertía de que no se vendía tabaco a menores pero pensó que probablemente era una de esas normas que nadie cumplía, así que tragó saliva, entró en el estanco y esperó a que atendieran a un par de clientes que le precedían mientras pensaba que marca comprar. La última vez que había coincidido con la señora Sandoval y que había dado una calada a su cigarrillo, a pesar de su poca experiencia como fumadora se había dado cuenta de que el Dunhill Internacional azul de Celia Sandoval sabía mejor que otros cigarrillos que había fumado, pero era una marca poco común que quizá se hiciera rara en una chica joven y probablemente fuera cara. La madre de Malena fumaba Ducados Rubio y Proserpina y su madre fumaban Camel azul. Se decantó por esa marca y pidió una cajetilla cuando la estanquera le preguntó que deseaba. -
¿Me enseñas el carné de identidad?- le preguntó la estanquera.
“Tierra trágame”, pensó Mariluz. Echándose la mano al bolsillo tras dudar un momento.
- No lo llevo encima- se excusó con cierto nerviosismo. - Lo siento hija, pero sin carné no te puedo vender tabaco- le dijo la vendedora con tono comprensivo. Volvió a la calle frustrada. Aunque la estanquera había sido cortés, Mariluz se sentía irritada y contrariada. Ahora le apetecía fumar más que antes. Pasó por delante de una cafetería frecuentada por señoras acomodadas de mediana edad y a través de los cristales vio un montón de señoras maduras acomodadas fumando mientras tomaban café y charlaban. Pensó que en un ambiente tan tabaquista no tendría problema en conseguir cigarrillos e impulsivamente entró en la cafetería y se dirigió a la máquina de tabaco. Hizo un gesto al camarero de la barra para que le activara la máquina y este le hizo un gesto de que se acercara. Llegada a la barra el camarero le pidió el carné y Mariluz, que ya se temía la pregunta, le dijo con fingida naturalidad que se lo había dejado en casa. El camarero le dijo que lo sentía, pero que no le podía activar la máquina. Mariluz sintió que se ponía roja y, sin protestar, se despidió y se fue. Mientras se iba miró a las mujeres maduras fumando tranquilamente. “Que injusto. Ellas fumando como chimeneas como si nada y yo no puedo fumar nada de nada ¿Qué problema hay en que me fume un pitillo?”, pensaba mientras abandonaba el local. Al día siguiente pudo fumar un pitillo en casa de Malena. Matías, el hermano de Malena, estaba viendo la tele en el salón, donde la señora Fierro solía dejar tabaco, por lo que Malena y Mariluz se cortaron de ir a por un cigarrillo y se concentraron en el estudio. Pero como pasado un buen rato Matías seguía plantado en el salón, las dos amigas decidieron no esperar más, fueron al salón y, haciendo el papel de anfitriona cortés, ofreció un cigarrillo a Mariluz, que osadamente lo encendió allí mismo. Le satisfizo inhalar de nuevo humo de tabaco, quitándose la espinita del día anterior. Además se sintió mayor fumando delante del hermano pequeño de Malena. -
Ya te enganchaste ¿no?- le dijo Matías a Mariluz. Es rico fumar- contestó Mariluz con una sonrisa juguetonamente condescendiente, eludiendo contestar a Matías para hacerse la interesante. Con el hermanito de Malena tenía más confianza que con otros chicos.
Cogieron un cenicero y volvieron al cuarto de Malena, donde compartieron el cigarrillo.
Un par de días más tarde, al acabar las clases por despiste Mariluz perdió la pista a Malena y al salir a la calle no vio a ninguna amiga con la que charlar un poco antes de irse o para caminar juntas parte del camino a casa. Pero buscando entre la gente vio una cara que le sonaba, un chico mayor melenudo, con camiseta de un grupo rockero, que vino hacia ella sonriendo, seguido por un amigo. No consiguió acordarse de quien era el chico hasta que este le saludó. - ¡Mariluz! Hacía tiempo que no te veía. - Hola- dijo Mariluz tímida mientras se besaban las mejillas – eres… hermano de Mika ¿Verdad?
- Si, Armando- dijo ayudándola a identificarle- No te veía desde cría ¡Mira ahora a la amiguita de mi hermana! Mariluz no pudo evitar sonreír de oreja a oreja, poco acostumbrada a los cumplidos. En eso oyó un “hola” casi tímido a sus espaldas, se giró y se encontró cara a cara con Mika. Micaela y Mariluz habían sido compañeras de clase y amigas en primaria. Luego, cuando la familia de Mika se mudó, se perdieron la pista, hasta que al empezar el curso de cuarto de ESO, Mariluz descubrió que Mika había vuelto a la ciudad y que estaba en su mismo curso en el instituto. Sin embargo no reanudaron su amistad. Se saludaban distantemente como meras conocidas pero ese pudor adolescente respecto a la propia infancia, que hace que a menudo el adolescente actué como si su infancia no hubiese existido o, al menos, como si no se acordases de esa época de su vida. Ese pudor les hacía negar con sus actos su pasada amistad infantil, como San Pedro negó que conociera a Jesús. Las dos antiguas amigas parecían dudar no solo de que la otra fuera la niña que habían conocido, si no incluso de si ellas mismas eran las niñas que habían sido. Además cuando reapareció Mika, a sus 15 años eran chicas bastante diferentes. Mariluz más cohibida y hogareña. Mika, hija de un matrimonio que mantenía la identidad heavy de sus años mozos, desinhibida, excéntrica, bohemia e independiente. Su manera de vestir era entre despreocupada y alternativa, pasando por completo de las tendencias de la moda. Ya entonces Mika fumaba y al incorporarse al instituto de Mariluz, desde el primer día de curso de cuarto de ESO, Mika fumó públicamente en el entorno del edificio sin importarle quien le viera. Su independencia y singularidad no ayudó a Mika en su vida social del instituto y no hizo grandes amistades, se convirtió en buena medida en un lobo solitario. En el instituto se centraba en estudiar pero no parecía que echara mucho de menos una vida social más intensa en el instituto. Al salir de clase solían esperarla sus abundantes hermanos, primos y amistades de fuera del instituto, gente más de su cuerda, y se iba con ellos alegremente. Mika solo tenía hermanos varones, tres mayores y uno menor que ella, unos chicos asilvestrados entre rockeros y alternativos que iban alegres y bulliciosos a reunirse con Mika a la entrada instituto, a veces montados en bicicleta o en un viejísimo ciclomotor, seguramente reparado por ellos mismos, casi siempre acompañados por algún amigo, pariente o semi-pariente de su estilo. Más que una familia Mika parecía tener un clan. Las chicas del instituto tenían una mezcla de desagrado y atracción por los hermanos de Mika que tan frecuentemente se acercaban por el centro. Desagrado porque no siendo ni pijos, ni tuneros, ni nada por el estilo no encajaban en los modelos de chico que les gustaban. Sin embargo, muchas no podían evitar que les resultaran interesantes por su actitud libre y despreocupada. Ahora Mariluz tenía a Mika justo delante, delgada, poco pecho, pelo corto y rebelde y ojos negros como carbones. -
Hola Mika- dijo Mariluz, contestando al saludo de su vieja amiga.
Como si ahora se reconocieran realmente, sonrieron, como reconociendo que la
situación anterior de tratarse casi como extrañas era una especie de absurdo malentendido y dándola por cerrada. ¿Venís al Mercury? Quedamos con unos amigos- dijo Armando. Mmmm- dudó Mika- no puedo, mañana tengo un examen. No gracias- contestó también Mariluz, halagada, cuando Armando la interrogó con la mirada, mientras Mika sacaba sus cigarrillos. - En fin- se encogió de hombros Armando- Ya nos veremos Mariluz. Chao. -
Armando se alejó con su amigo y Mika encendió su primer cigarrillo tras las clases. Exhaló el humo con alivio al poner fin a su abstinencia. -
¿Hacia donde vas? – le preguntó Mariluz. Hacia la zona de Manuel Azaña- dijo antes de dar otra chupada a su cigarrillo. Yo voy hacia Hortelanos ¿Vamos juntas hasta el Valle Inclán? ¡Claro!- contestó contenta.
Las dos redescubiertas amigas se pusieron en camino, charlando y restaurando su amistad. -
Mika ¿Cómo consigues tabaco? ¿Lo compras? Si- contestó extrañada por la pregunta- a veces también me invitan o me invito ¿Por qué? El otro día no pude comprar una cajetilla porque pedían el carné. ¿Tu fumas?- preguntó sorprendida. Nunca había visto fumar a Mariluz al salir del instituto y no había tanta gente que fumara en el instituto. No, últimamente he fumado un pitillo de vez en cuando, es agradable, pero no soy fumadora ni nada de eso. ¿Quieres uno?- le ofreció Mika. Mariluz calló un momento. Gracias- aceptó finalmente, contenta de que surgiera una ocasión para fumar.
Mika le dio fuego y siguieron caminando, fumando juntas. Era sorprendente para ambas reanudar su amistad de niñas donde la habían dejado, y desconcertante descubrir que ya no eran dos niñas. Era gracioso verse convertidas en dos mujercitas fumando juntas por la calle. En principio está prohibido vender tabaco a los menores de 18- explicó Mika- pero hay sitios en donde hacen la vista gorda. - ¿Conoces alguno?- preguntó Mariluz, que pese a estar charlando con Mika no dejaba de echar miradas furtivas alrededor, temiendo que alguna persona conocida la viera fumando. Fumar tan públicamente era nuevo para ella. - Cualquier bareto de barrio. Por ejemplo por ahí hay uno- dijo señalando una calle lateral con la mano con que sostenía su cigarrillo- ¿Vamos? - Vale. -
Llegaron al bar, de aspecto cutre y Mariluz decidió probar a comprar una cajetilla. Entró en el bar aun con el cigarrillo encendido en la mano y pensó que al estar fumando era menos probable que le impidieran comprar tabaco. La compañía de Mika le ayudó a sentirse más segura. Un par de viejos bebedores las miraron desde el fondo de la barra
mientras se acercaban a la máquina de tabaco y pedían al camarero que se la activara. Mariluz dio un respingo de alegría cuando el camarero activó la máquina. Pensó en comprar la marca de Mika pero no la había, así que al ver que había Camel azul, la marca que había fumado con Proserpina, metió las monedas y accionó el botón. Recogió la cajetilla ¡su primera cajetilla!, mientras Mika metía monedas y marcaba un paquete de Fortuna azul. Se marcharon, Mariluz de sentía contenta y excitada por la adquisición de aquel pequeño tesoro clandestino.
Al día siguiente en el instituto, al toparse con Mika por un pasillo se saludaron calurosamente, demostrando que su amistad había quedado completamente restaurada. Más tarde, al encontrarse con Malena tras la última clase, quiso ponerla al corriente de su logro del día anterior. Con disimulo le enseñó el interior del bolsillo de su mochila. -
¡Tienes tabaco!
Mariluz asintió con una sonrisa traviesa y orgullosa. ¿Vamos al parque a fumar?- le preguntó a su amiga. Malena primero puso un poco de cara de susto y se lo pensó un instante antes de contestar. - Vale. -
En el parque, nerviosas y contentas, se encendieron sendos cigarrillos. Era la primera vez que estando juntas no fumaban uno a medias sino uno cada una. Sintieron las sucesivas oleadas de nicotina inundando agradablemente su sistema nervioso mientras saboreaban el humo. Pasó una conocida de ambas que se sorprendió al verlas fumando pero que se limitó a saludarlas sin más comentarios. No tenían intención de hacer aquello a diario, pero en los días siguientes casi siempre cayeron en la tentación de fumar un cigarrillo en el parque al salir de clase, les resultaba un momento divertido y agradable. También probaron a fumar en casa de Mariluz, utilizando el mismo procedimiento utilizado para fumar clandestinamente en casa de Malena pero al revés, es decir, cuando no había nadie en casa fumaban un cigarrillo a medias conviniendo que, si llegaba alguien y las encontraba con el cigarrillo, Malena reconocería que era ella la que estaba fumando, dejando a Mariluz libre de pecado. Cuando finalmente los padres de Mariluz se encontraron a Malena fumando en su casa, el señor Plaza pareció algo contrariado mientras que la señora Togores pareció incluso divertida por la situación.
Susana Fierro tuvo la terrorífica sensación de encontrarse al borde de un abismo insondable y frío al que estaba a punto de caer sin poderlo remediar por poco que una casual brisa o cualquier fuerza pequeñísima le empujara. Se despertó sobresaltada, con un vacío en el pecho y sensación de absurdo, como si todo el universo fuera un artefacto ajeno y sin sentido en el que había aterrizado asumiendo un papel aleatorio. Miró a su alrededor, al dormitorio iluminado por la escasísima luz que se colaba por las rendijas de la persiana, reconociendo aquel entorno cotidiano, sus objetos, pero con la sensación de que todo se podía desvanecer como una pompa de jabón, aun sobrecogida por su experiencia
onírica. Contemplar el espacio familiar la fue tranquilizando un poco pero quiso levantarse y salir del cuarto, como para comprobar que el mundo y su cuerpo eran realidades consistentes, reconociendo su entorno y caminando. Se levantó sin hacer ruido, evitando despertar a su marido el señor Serna, y se dirigió al salón. Miró un rato por la ventana, la calle vacía iluminada por las farolas, y se fue serenando. Le apeteció fumar un pitillo, por lo que fue hasta el cajón donde solía dejar un paquete de tabaco y cogió un cigarrillo. Rebuscó por el cajón pero no encontró el encendedor. Ya iba a ir a la cocina para encenderse allí el cigarrillo cuando oyó abrirse la puerta del dormitorio de Malena. La señora Fierro vio entrar en el salón a su hija en pijama y asombrada vió que tenía en su mano el encendedor que estaba buscando. Malena se sobresaltó al encontrarse a su madre en la penumbra del salón, dándose cuenta de que la presencia del mechero en su mano podía delatarla pero viendo que ya era demasiado tarde para ocultarlo. ¿Qué haces con el mechero?- preguntó Susana Fierro a Malena, susurrando esforzándose en no alzar la voz- ¿Estabas fumando? - No, no- musitó Malena con poca convicción, sin ocurrírsele ninguna escusa. - ¿Entonces para que tienes el mechero?- le preguntó acercándose a su hija. Tomó el mechero y le pareció percibir en su hija un leve olor a tabaco- Mañana hablamos. -
Efectivamente, al día siguiente hablaron. Malena esperaba que su madre se lo tomara bien porque era fumadora y porque hacía tiempo le había dicho que si quería fumar podía hacerlo con ella, sin embargo se encontró con que su madre estaba muy enfadada. -
-
¿Se puede saber que hacías fumando?- le preguntó a Malena irritada. Me apeteció fumar uno- contestó Malena con franqueza pero algo dubitativa ante el enfado de su madre. ¿Has empezado a fumar?- le preguntó su padre. A veces fumo uno. ¿Serás boba? ¿A quien se le ocurre empezar a fumar hoy en día?- la señora Fierro no estaba muy satisfecha con su adicción últimamente. Más de una vez había pensado en dejar el tabaco pero aun no se había sentido capaz. Le alteraba pensar que su hija pudiera crearse ese problema sin necesidad- Malena, esto se tiene que acabar. Pero mamá, me habías dicho que si algún día quería fumar podía hacerlo delante tuya. No has tenido el valor de fumar delante de mí, lo has hecho a escondidas. ¿Y puedo fumar delante de ti? No, nada de fumar- negó Susana Fierro furiosa- Empezar a fumar es una idea malísima y no te hace ninguna falta el tabaco. Pero mamá, me habías dicho… Lo de que podías fumar delante mía si te apetecía te lo dije para que no te resultara tan interesante- explicó en un airado arranque de sinceridad- Tenías catorce años y a los adolescentes les encanta hacer lo que se les prohíbe. Pero ahora Malena, ahora casi eres mayor, ya tienes diecisiete años, deberías tener más cabeza ¿A cuento de que te pones a fumar?
-
Mamá, no exageres, tu también fumas, y a Mariluz incluso le ofreces tabaco. Yo fumo porque estoy enganchada. Empecé a fumar cuando el tabaco era lo más y luego no he podido dejarlo ¡Pero ahora fumar ni siquiera está de moda caramba! Mariluz… me da igual que fume, no es mi hija, pero no tiene ningún sentido que te dejes coger por ese vicio estúpido, así que se acabó lo de fumar.
Ese mismo día, al conectarse al Facebook, Mariluz se encontró con Proserpina. Estuvieron un rato chateando y, ya acabando, Proserpina dijo que le gustaría que se volvieran a juntar. Mariluz, por su edad con más recursos para la vida social, le dijo que podían quedar a tomar un café al día siguiente, al salir de clase. A Proserpina le encantó la idea, a sus quince años le pareció atractivamente adulto quedar en una cafetería con una amiga y le preguntó donde podían quedar. Mariluz se acordó de aquella cafetería en la que no le habían dejado comprar tabaco, estaba bastante equidistante entre los institutos de ambas y le pareció que era una buena ocasión para sacarse esa espina, por lo que citó allí a Proserpina. Al día siguiente Malena puso al corriente a su amiga Mariluz de la desagradable conversación con su madre. Vaya, pensaba que lo tenías más fácil que yo para fumar- lamentó Mariluz- ¿Tu padre también está enfadado? - No, me parece que no. Pero tampoco quiere que fume y apoya a mi madre. - ¿Y que vas a hacer? ¿Vas a seguir fumando? -
Malena dudó un momento, volviendo a pensar otra vez la cuestión. -
Si, me gusta fumar y no es para tanto que fume un pitillo de vez en cuando.
Mariluz no pudo evitar sonreír, contenta de poder contar con su amiga para fumar juntas. Últimamente, como Malena, había fumado con frecuencia y se daba cuenta de que se estaba convirtiendo en un hábito. Sabía que fumar era malo para su salud y en ocasiones pensaba que debía parar aquel juego antes de que fuera demasiado tarde, pero encontraba divertido y agradable fumar cigarrillos, por lo que lo que enseguida cambiaba de opinión. Ya se estaba dando cuenta de que no quería dejar de lado el tabaco. Malena, después de clase quedé en la cafetería “Godart” con una amiga. Es más pequeña que nosotras ¿Te vienes? - Vale- dijo Malena contenta de que se le presentara un pretexto para volver más tarde a casa y esquivar a su madre, con la que estaba furiosa- ¿Por qué quedas en esa cafetería? Ahí va gente muy mayor. -
Mariluz le contó como había intentado comprar cigarrillos en esa cafetería y no le habían dejado. Quería desquitarse de aquel mal trago. -
Pues entonces vamos al “Godart” y fumemos- asintió Malena divertida por la idea de Mariluz.
Malena vio pasar a Lidia, una chica medio amiga con la que esa tarde había coincidido en clase de latín y que le saludó al pasar. A Malena se le ocurrió que podía invitarla a acompañarlas, se lo propuso y, tras mirar brevemente el reloj, esta aceptó encantada. Mariluz, Malena y Lidia tomaron asiento en la cafetería Godart, rodeadas principalmente de señoras mayores cincuentonas. Pidieron dos cafés con leche y una coca cola y enseguida llegó Proserpina acompañada de su amiga Elena, de su misma edad. Mariluz, ansiosa por desquitarse con aquella cafetería, fue la primera en sacar sus cigarrillos, un paquete de Fortuna Azul que había comprado en la máquina de tabaco de un bareto. Proserpina también sacó sus cigarrillos mientras Mariluz ofrecía cigarrillos a Malena, Lidia y Elena. Estas dos últimas rechazaron la invitación pero Malena, por supuesto, cogió un pitillo. ¡¿Pero vas a fumar!?- Le dijo Lidia a Malena como si estuviera loca. Si- dijo Malena a su amiga encogiéndose de hombros y con una sonrisa audaz, recibiendo una mirada de censura de Lidia. – –
Proserpina dio fuego a Malena y Mariluz antes de encender el suyo. Las chicas fumaron contentas en medio de todas aquellas señoras aburguesadas. En aquel ambiente tan añoso la escena de unas menores de edad fumando, incluida una chica de quince, resultaba trasgresora, a pesar de que muchas de las señoras fumaran o quizá precisamente por eso. No era solo el hecho de que fumaran sino que su misma juventud ya parecía irrespetuosa en aquel lugar. Recibieron alguna mirada levemente recriminatoria pero nada les podían hacer aparte de tardar en atenderlas ¿Cómo les iban a decir nada por fumar si la cafetería estaba llena de fumadoras? Junto con las miradas recriminatorias también hubo alguna mirada amistosa de señoras a las que la presencia de chicas jóvenes les hacía sentir un poco más jóvenes y recordar sus tiempos mozos. En la comodidad de la cafetería, Mariluz, Malena y Proserpina contentas succionaban, aspiraban y exhalaban con deleite nubes de humo. Se sentían mayores, atrevidas y libres. Fumando en la cafetería Godart, en medio de todas aquellas señoronas, Mariluz se quitaba la espina que le había quedado clavada cuando en aquella cafetería se negaron a venderle tabaco. Además tanto ella como Malena sintieron por primera vez que eran auténticas fumadoras y que les gustaba serlo. ¿Quieres una calada?- le dijo Prosepina a su amiga Elena acercándole su cigarrillo encendido. - No gracias. - Venga, dale una caladita- insistió Proserpina con terquedad infantil, llevándole el cigarrillo hasta los labios a su amiga. -
Viendo que no le quedaba más alternativa que dar una chupada al cigarrillo o discutir con Proserpina, Elena tomó una bocanada de humo que retuvo brevemente en su boca antes de expulsar. -
¿Qué tal?- preguntó Proserpina contenta de ver a su amiga echando humo.
Elena contestó con un gesto dubitativo y escéptico.
-
Ya ves que no es para tanto- le dijo Proserpina.
Las chicas acabaron sus cigarrillos y continuaron su conversación. Más tarde Proserpina encendió otro pitillo y, al verla, Mariluz y Malena pensaron que sería divertido fumar un segundo cigarrillo. Una novedad en ellas. Las tres fumaron y Proserpina, volviendo a llevar el cigarrillo a los labios de Elena, consiguió que esta diera otra calada. “Conseguiré que Elena coja gusto al tabaco”, pensó Proserpina.
Días más tarde Mariluz fue con su padre a recoger a su madre a la peluquería. Esta, la señora Togores, se estaba retrasando un poco, por lo que el señor Plaza y su hija entretenían la espera paseando por la calle peatonal en la que se encontraba la peluquería. -
¡Efrén! ¿Cómo te encuentras?- oyeron Mariluz y su padre a sus espaldas.
Al darse la vuelta se encontraron a la señora Sandoval. -
Hola Celia- le contestó afablemente el señor Plaza, seguida por Mariluz. Hola Mariluz- saludó a esta la señora Sandoval, tomando a esta por un brazo cariñosamente e iniciando un intercambio de besos con Mariluz y su padre.
El señor Plaza y la señora Sandoval se preguntaron por viejos amigos comunes, pudiéndose dar noticias solo de alguno de ellos. Mariluz se sorprendió al descubrir que Celia Sandoval, amiga de su madre, era amiga de su padre desde hacía más tiempo que de su madre. Se conocían desde el colegio y en su juventud estaban en la misma pandilla. En realidad Juliana Togores había conocido a la señora Sandoval a través de su ahora marido. Fue luego, con los años, que por la complicidad femenina la amistad entre ambas mujeres fue creciendo mientras que la amistad de Celia con Efrén Plaza fue quedando en un segundo plano. Celia Sandoval dejó el tema de las viejas amistades comunes para incorporar a Mariluz a la conversación. Al poco, Juliana salió de la peluquería, los vio desde el portal y se unió al grupo contenta. Enseguida Juliana comentó que antes de entrar en la peluquería había visto “una blusa preciosa” en una tienda cercana y preguntó a su marido si no le importaba si se acercaba un momento. Efrén accedió resignado y Mariluz celebró la ocasión de ir a ver trapitos. Me encantaría acompañaros- explicó la señora Sandoval- pero tengo algo de prisa. Lástima. Otro día quedamos y vamos de compras. Claro- se comprometió Celia Sandoval con un brillo de feliz anticipación en la mirada. - Nos vamos pitando antes de que nos cierren, perdona que te dejemos así- se excusó la señora Togores. - No hay problema, pasadlo bien- contestó la señora Sandoval mientras Juliana y Mariluz ya se alejaban al trote sin preocuparse del señor Plaza. - Enseguida voy con vosotras- les dijo Efrén Plaza, no muy seguro de que le escucharan. -
Vieron alejarse a la madre y a la hija. -
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Me hubiese encantado ir con ellas. Seguro- contestó divertido Efrén a Celia. Mariluz ya está hecha una mujer. Si, supongo que si- aceptó el señor Plaza a regañadientes- Se me hace un poco difícil dejar de verla como una niña. Creo que para Juliana es más fácil, pueden ir de compras juntas y tienen esa complicidad femenina. Seguro, pero siempre es complicada la adolescencia de los hijos. Mariluz incluso tiene amigas que fuman, no me extrañaría que ella también lo hagacomentó con pesar-, la encontré fumando una vez y me confesó que alguna vez había fumado un cigarrillo. Bueno, si fumara tampoco es para tanto. Dices eso porque eres fumadora. Soy fumadora y me gusta, pero creo que se debe esperar a ser completamente adulto para fumar, es demasiado complicado para un adolescente. Sin embargo si una chica como Mariluz descubre que le gusta fumar y decide hacerlo, poco se puede hacer para evitarlo, es divertido fumar un pitillo con las amigas. Cuando descubrí que mi hija Mónica, con dieciséis años, era fumadora, no tuve más remedio que asumirlo. Al menos Mariluz ya tiene dieciocho. Aun tiene diecisiete- le corrigió Efrén.
La señora Sandoval se encogió de hombros. -
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Y aunque tuviera dieciocho, a esa edad aun no son adultos, por más que legalmente sean mayores de edad- reconoció Celia- Pero aunque le prohíbas fumar seguirá fumando. Si no lo puede hacer en casa procurará pasar más tiempo en la calle con gente que fume, que pueden ser gente maravillosa o no. Si fuma es mejor aceptarlo y procurar que fume poco. Quizá tengas razón. Lo importante es que Mariluz sea una mujer feliz y sana. Pues para que esté sana no parece una buena idea fumar. Oh, no exageres. El tabaco es un vicio menor, un vicio mucho más benigno que otros. Si no se fuma demasiado fumar no hace tanto daño y en la vida hay que darse algún gusto para conservar el humor. Mírame a mi, fumo y estoy bien sana. Si- reconoció Efrén, aunque no compartía la idea de que fumar fuera un vicio tan menor tenía que reconocer que Celia conservaba su buen aspecto- pero tu debes tener algún pacto con el diablo- bromeó. No tanto- dijo la señora Sandoval sonriendo halagada- pero me esfuerzo en cuidarme.
El señor Plaza guardó silencio un momento antes de cambiar de tema. -
¿Qué tal tu marido? Muy bien. Eduardo está muy entretenido con la asociación de recuperación del patrimonio folclórico.
Efrén Plaza, que conocía a la pareja, creyó percibir los ecos de una relación fría y distante.
Te noto descontenta. ¿Descontenta? ¿Te parece que falta, no se, pasión, en vuestro matrimonio? Lo cierto es que mi relación con Eduardo es bastante tranquila. No tenemos lo que tú y Juliana. - Mujer, Juliana y yo no somos ningún volcán de pasión amorosa. - No sois un par de adolescentes pero si que mantenéis un buen fuego- insistió Celia Sandoval, sin que Efrén Plaza se lo pudiera negar- Mi relación con Eduardo no es así. Eduardo nunca fue muy efusivo, yo ya lo sabía y lo acepté así. Con el paso de los años nuestra relación se ha hecho más, no se como decirlo- dijo queriendo evitar la palabra “fría”- quizá formal, más tranquila. Seguramente falta pasión pero a cambio cada uno de nosotros disfruta de sus espacios y es una relación cómoda, que no está nada mal. Eduardo y yo nos llevamos muy bien y valoro eso. -
La tienda de “la blusa preciosa” estaba en un centro comercial cercano. Mariluz y su madre se encontraron con que no había talla para ninguna de las dos y sobre la marcha decidieron acercarse a otra tienda fuera del centro comercial. Saliendo del centro se encontraron a la señora Lucrecia García junto con una amiga suya. Se saludaron y salieron juntas y, tan pronto estuvieron al aire libre, la señora García y su amiga echaron mano a sus bolsos, ansiosas por fumar tras no poder hacerlo mientras estaban dentro, y encendieron sendos cigarrillos. Tras inhalar un par de buenas caladas, Lucrecia volvió a prestar atención a su compañía. “¿La niña de Juliana fumaba?” se preguntó tratando de hacer memoria. En la duda, le ofreció un cigarrillo cortesmente. Mariluz dudó, no creía que su madre se molestara si aceptaba el cigarrillo, visto como había reaccionado en otras ocasiones, pero llevaba encima cigarrillos y le parecía que sería una gorrona si aceptaba tabaco ajeno teniendo el suyo. Pero dejar que su madre viera que tenía su propio tabaco… -
No gracias, ya tengo- contestó Mariluz en un impulso de osadía.
Esperaba que estando con aquellas mujeres fumadoras el gesto se viera natural. Sacó sus cigarrillos, cogió uno y la amiga de Lucrecia le dio fuego. La señora Togores miró con cierta sorpresa a su hija pero no hizo un comentario al respecto. Pareció asumirlo y charló con sus amigas como si tal cosa.
A partir de entonces Mariluz empezó a fumar de vez en cuando delante de su madre, que apenas le comentó nada al respecto, aunque siguió evitando hacerlo delante de su padre. La señora Togores lo aceptó y para sorpresa de Mariluz, en alguna ocasión le pedía un cigarrillo y fumaban juntas.
Para Malena en cambio el fumar era un problema después de la discusión con su madre, quien ahora ya no dejaba por la casa cajetillas de cigarrillos accesibles a Malena.
Por supuesto Malena siguió fumando, pero solo fuera de casa o en la propia casa, estando sola y con con muchísimas precauciones. Empezó a comprar sus propios cigarrillos, como Mariluz, en bares cutres de barrio, que escondía cuidadosamente para que no se los encontrara su madre. Desde que Mariluz fumaba abiertamente delante de su madre, Malena también lo hacía delante de Juliana Togores. Juliana asumía con naturalidad el que las dos jovencitas fumaran e incluso le parecía divertido, una circunstancia más de la metamorfosis de una adolescente. Malena envidiaba la actitud de la señora Togores respecto a que su hija fumara y se preguntaba porque en cambio su madre, que si que era fumadora, no aceptaba que ella fumara.
La Jenny salió del instituto al acabar las clases, tras pasar fugazmente por el cuarto de baño para retocarse el maquillaje y colocarse en aparente desorden algunos mechones de su cabello intensa y químicamente rubio, intentando lograr una imagen rompedora. Quería impresionar al Jonathan, un chico “super enrollado”, tripitidor, que tenía moto y un tatuaje en el brazo. Últimamente había sorprendido al Jonathan echándola alguna miradita pero no estaba segura de si le gustaba o si el Jonathan estaba más bien por la Juani, otra chica de la pandilla. Estaba contenta de que se acabara el día de instituto, las clases no le interesaban lo más mínimo y no ayudaba a hacerlas más interesantes el que fuera el segundo año que estaba matriculada en ese curso. Si seguía en el instituto era porque su madre estaba empeñada en que acabara la ESO, pero en cuanto lo acabara no pensaba volver a abrir un libro. En cualquier caso no tenía la más mínima intención de estudiar nada aquella tarde, se pasaría el tiempo en la calle echando unas risas. Abandonó el edificio ya con su cigarro en la mano y se junto con su pandilla ante la verja de la entrada. Encendió su pitillo e inhaló el humo ansiosa y profundamente, no se relajó hasta haber dado varias profundas caladas. Empezó a charlar con las amigas, de compras, dietas, chicos y de a que discotecas ir ese fin de semana. Mientras charlaban y fumaban, las chicas controlaban visualmente a los chicos enrollados que pululaban alrededor de ellas, con pelo bien corto, cadenas doradas al cuello, camisetas ajustadas con o sin tirantes, pearcings y, los más mayores, con algún tatuaje. Los chicos bromeaban entre ellos y de vez en cuando les decían alguna tontería a las chicas. Parte de los chicos estaban algo más apartados, junto al coche tuneado del hermano de uno de ellos, pasándose un porro. En ese grupito estaba el Jonathan. La Jenny fumaba y miraba al Jonathan tratando de que no se notara, sin dejar de parlotear con sus amigas y tratando de verse guay. En eso vio que se acercaba una chica, una mosquita muerta con la que coincidía en alguna clase. La Jenny se extrañó un poco de ver que la chica estaba fumando porque no el parecía el tipo de chica que lo hacía. “joder. esa gordita pringada se piensa k x fumar va a parecer guay?”, pensó la Jenny. Para su sorpresa la chica se le acercó, como si quisiera entrar en el corrillo. -
Hola Jenny- le saludó con una sonrisa antes de dar una calada a su cigarrillo.
“lo flipo! la niña esta kiere juntarse kon nosotras?”, pensó la Jenny. -
tu te yamabas… mariluz, no?
Si. buskas a alguien?- le preguntó. No- contestó Mariluz extrañada por la pregunta y porque le parecía notar un fondo de hostilidad. - pues aire!!!- le dijo la Jenny con mirada feroz. -
Mariluz se separó del grupo de “canis” desconcertada y humillada. Sintió que la tomaban por el brazo con suave firmeza. Vamos Mariluz- le dijo Micaela. Hola Mika- reaccionó Mariluz mientras se alejaban. Pero chica ¿Para que te juntas con esas futuras vendedoras de ropa? ¿Vendedoras de ropa? Futuras, mi hermano Agustín llama así a las “Juanis” guapas- rió Mika. Salí del instituto algo tarde. Tenía ganas de fumar y como no vi a ninguna amiga pensé en fumar con ellas. - Mariluz, esas petardas están en su mundo. Pasa de ellas. -
Mariluz asintió. Mika le dijo que sus hermanos estaban con su pandilla en el “Mercury”, le dijo que iba a pasarse por allí un ratito y le preguntó si se iba allá con ella. Mariluz aceptó contenta, dejando atrás el mal trago.
Susana Fierro volvía a casa en coche con su hija Malena Serna en una tarde de lluvia. El tráfico estaba colapsado y llevaban un buen rato atascadas intentando entrar en la ciudad, avanzando un par de metros de cuando en cuando e impacientes por llegar a casa. Hacía rato que la señora Fierro tenía ganas de fumar y si aun no se había encendido un pitillo era por la presencia de Malena. No es que hubiera dejado de fumar en su presencia pero, desde que había sabido que su hija andaba fumando a escondidas, en ocasiones dejaba de fumar algún cigarrillo delante suya temiendo estar animando a su hija a fumar. Avanzaron otros dos metros y quedaron otra vez paradas. La señora Fierro estiró el cuello tratando de ver si más adelante la fila de coches se movía un poco, pero no se movía ningún movimiento. Descorazonada, pensó que necesitaba fumar, abrió más la ventanilla y se encendió un cigarrillo. “Que bueno”, pensó tras sentir el humo en sus pulmones, mientras echaba el humo. El habitáculo del coche se llenó del intenso olor del humo de tabaco, a pesar de la ventana abierta. Dio otra intensa calada, disfrutando el tabaco. “Delicioso”, pensó. Se relajó un poco antes de mirar a su hija Malena de reojo, “¿Le estarán dando ganas de fumar al haberme puesto a fumar en el coche? Malena no debería fumar, pero…este cigarrillo me está sabiendo a gloria, fumar a veces es una maravilla y es normal que a Malena le apetezca. Este atasco la debe tener tan harta como a mi ¿Seré demasiado dura?”
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Malena ¿Quieres un pitillo?- le preguntó de repente a su hija. ¿Cómo?- contestó Malena dudando si había oído bien o si era alguna clase de pregunta trampa. Susana Fierro cogió su paquete de cigarrillos y se lo ofreció a Malena.
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Si te apetece fumar coge uno- le dijo con suave complicidad.
Malena decidió que su madre hablaba en serio y aceptó la invitación. Estar metida en el coche con su madre fumando le había dado ganas. Se encendió un cigarrillo e inhaló sintiendo el humo reconfortante en sus pulmones. Su madre la miró con disimulo mientras Malena exhalaba el humo contenta ,a pesar de que, al haber estado fumando Fortuna azul y Camel Azul, el cigarrillo alto en nicotina de su madre le pareció fuerte de más y a pesar de que aun temía que fuera una trampa de su madre. Malena fumó aparentando tranquilidad pero en guardia ante cualquier reproche de su madre que al final no se produjo.
Más tarde, al encontrarse con su marido, la señora Fierro, con suavidad, para que no pareciera que animaba a Malena a fumar, le contó a su marido lo sucedido. -
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Lo más probable es que ya fume habitualmente- comentó Susana Fierro, que no había sabido preguntárselo a su hija sin que pareciera un interrogatorio. Pero es una niña ¿Cómo va a haber empezado a fumar?- se lamentó el señor Serna. Borja, Malena ya tiene diecisiete años. Diecisiete- repitió su marido con incredulidad. Luego puso cara de comprensión. Yo fumaba a su edad, antes cualquier chico de 16 podía ir a un estanco y comprarse un cartón de tabaco… o una caja de Montecristos si podía pagárselo. Rayos, parece mentira que Malena tenga ya diecisiete. Supongo que a estas alturas si fuma no podemos evitarlo. Prohibírselo estaría fuera de lugar y además no creo que sirviera de nada. Me parece que no- convino la señora Fierro con su marido. “Desde que descubrí que fumaba a escondidas quise pensar que podía evitar que fumara, pero es absurdo”, pensó.
Esa noche la señora Fierro no se decidió a dar el paso pero a la noche siguiente, al coger sus cigarrillos tras la cena ofreció uno a Malena. -
Papá ya sabe que fumas- la tranquilizó Susana Fierro.
No tenía sentido que siguiera fumando a escondidas. Malena aceptó el pitillo, algo cohibida ante la presencia de su padre y se sentó con su madre a fumar delante de la tele. El señor Serna la miró con resignación. -
Lo siento papá- le dijo Malena con cara de niña buena.
Su padre le sonrió.
-
Se me hace raro que fumes, nunca lo hubiera esperado, pero en fin, es tu decisión.
Su hermano Matías estaba alucinado al ver que Malena fumaba. Por momentos parecía que se iba a echar a reír pero se contuvo. -
Al final Mariluz te pegó el vicio ¿eh?- le susurró más tarde con cara de guasa. O se lo pegué yo a ella.
Malena pronto se acostumbró a fumar delante de su madre y con esa mayor facilidad para fumar pudo fumar más que antes y su gusto por fumar no tardó en convertirse en una necesidad. Pronto se hizo normal en ella fumar seis cigarrillos al día. Le gustaba poder fumar relajadamente y sin esconderse. La señora Fierro, que durante años había especulado con la idea de dejar de fumar, sin haberse decidido nunca, al encontrarse conviviendo con una joven y satisfecha fumadora vio su adicción con otros ojos y el tabaco recuperó para ella parte del encanto que había perdido con los años de tabaquismo rutinario. Se dio cuenta de que, al menos por el momento, no iba a dejar de fumar y, al liberarse de la fantasía de que no tardaría en dejar de fumar y pensando que estaba siendo un ejemplo un poco negativo para su hija, empezó a fumar menos, reduciendo gradualmente el número de cigarrillos, y empezó a comprar cigarrillos más suaves.
Unos días más tarde, un sábado, el matrimonio Plaza-Togores tenía como invitados a comer en su casa a un par de matrimonios de amigos, Eduardo y su mujer Celia Sandoval, y Cosme y su mujer Justina. A la cena asistieron también Mariluz y su hermana Máxima. Acabados los postres y al servirse el café, Eduardo sacó una purera y ofreció un puro a los demás comensales. - Te voy a aceptar uno- dijo Cosme tras un momento de duda. Su esposa Justina Lires le dirigió una mirada de sorpresa que no llegó a reproche- Un día es un día- dijo Cosme con gesto travieso a modo de justificación. Celia Sandoval sacó de su bolso un paquete de Dunhill International azul y ofreció un cigarrillo a su amiga Juliana, esperando que esta también viera en aquel encuentro una buena ocasión para fumar uno de sus ocasionales cigarrillos. Juliana aceptó y encendió el cigarrillo festivamente y la señora Sandoval la siguió, con lo que la sobremesa adoptó un marcado carácter tabaquista. Exhalando contenta un denso chorro de humo, Celia vio frente a ella a Mariluz, se acordó de que la chica había estado experimentando con el tabaco y pensó que quizá ya estuviera fumando habitualmente. -¿Y tu quieres uno?- le ofreció la señora Sandoval a Mariluz- Bueno, si tus padres no tienen inconveniente- añadió mirando al señor Plaza.
Mariluz, miró a su padre tímida e interrogativamente, tenía muchas ganas de fumar. Efren Plaza, cogido de improviso, consintió con un leve asentimiento. - A estas alturas… no es el primer cigarrillo que fuma- consintió a su vez festivamente Juliana Togores. Mariluz dejó que Celia Sandoval le diera fuego y exhaló contenta. Aunque desaprobaba que las chicas tan jóvenes como Mariluz fumaran, la señora Sandoval no podía evitar cierta satisfacción al ver como la mayoría de los comensales estaban disfrutando del tabaco con ella. Se fijó en la expresión sorprendida de su amiga Justina Lires ante la escena y le dirigió una sonrisa. Y dicen que ya no está de moda fumar- dijo la señora Lires a modo de tímida protesta. – Oh, no es cuestión de moda, es que fumar es un placer ¿Porqué no te animas y coges un pitillo?- la invitó Celia con una sonrisa encantadora. – Ya sabes que no fumo- contestó Justina cordialmente. – Ya lo se chica, pero no hay que ser fumadora para fumar UN cigarrillo, y ya ves que la ocasión se presta a ello. –
Celia le ofreció su cajetilla con una mirada juguetona y, tras un instante de vacilación, Justina chistó y cogió un pitillo meneando la cabeza como cuando se cede a una cabezonería de un niño. La señora Sandoval le dio fuego sonriendo triunfalmente.
Máxima volvió de la cocina con unas pastas. Encontrarse a su madre fumando le sorprendió pero cuando vió que Mariluz también estaba fumando (por cierto con bastante estilo, contagiada por las maneras de la señora Sandoval), quedó alucinada. “Mira que insolente la cría esta”, pensó al verla fumando delante de sus padres. Colocó las pastas en la mesa y se sentó junto a su hermana. ¿Pero que estás haciendo?- le susurró a Mariluz. Fumando un pitillo. No, si ya veo ¿Ahora fumas? Últimamente fumo algo. Mira que eres boba- le reprochó Máxima, a lo que Mariluz contestó dando una buena calada a su cigarrillo y echando el humo con cierta teatralidad. – Fumar es rico, quizá deberías probarlo- le dijo Mariluz a su hermana antes de decirle más alto a la señora Sandoval- Celia ¿Puede cogerte Máxima un pitillo? – Claro, sírvete tu misma si te apetece fumar. – No gracias, no voy a fumar- contestó Máxima seria pero cortesmente. – – – – –
Efren, el padre de Máxima y Mariluz, sintió alivio al escuchar la respuesta de Máxima, inquieto como estaba ante esa súbita oleada de tabaquismo. La señora Sandoval lamentó un poco la respuesta de Máxima pues opinaba que, a diferencia de Mariluz, Máxima si que tenía edad suficiente para fumar y que una joven mujer como ella puede disfrutar del tabaco dominando la situación. “Lástima que empezara a fumar una hermana en vez de la otra”, pensó.
Levantaron la mesa y la velada continuó en el salón, sentados charlando en sofas y butacas. Por supuesto Celia Sandoval acabó cogiendo de nuevo sus cigarrillos. Al ver eso Mariluz fue a su cuarto a por los suyos. Sintiédose amparada y justificada por la presencia de la señora Sandoval, quería aprovechar para volver a fumar delante de todo el mundo y sentar precedente. Se encendió un cigarrillo en su dormitorio y volvió al salón pitillo en ristre, con una mezcla de osadía y timidez, sentándose junto a Celia. Al día siguiente Mariluz se moría de ganas de comprobar si lo que había pasado el día anterior suponía que sus padres aceptaban que ella fumaba, pero, aunque no quería dejar pasar el momento, le daba timidez preguntarlo o intentar comprobarlo de manera práctica. Finalmente se armó de valor y se presentó en la sala de estar con su cajetilla y su encendedor. Tratando de parecer natural extrajo un cigarrillo con parsimonia. Mariluz, si quieres fumar no te lo vamos a prohibir, pero mejor hazlo en tu cuarto. – Vale Papá- aceptó Mariluz como una niña buena. –
Cogió un cenicero y se fue a su cuarto, contenta de haber conseguido que su padre aceptase que fumaba.
Susana Fierro se acostumbró pronto a la idea de que su hija Malena era fumadora, como ella. Conociendo casos de amigas suyas fumadoras que soportaban intensas campañas anti-tabaco de sus hijos, reconocía las ventajas de una hija fumadora y encontró agradable tener compañía para fumar en su propia casa. Sin embargo, una vez asumida la elección de su hija, lo que no le gustaba era el pobre estilo con que fumaba la muchacha, que fumaba sin ninguna preocupación por la estética y conservando un algo de furtividad en su manera de fumar. Malena, procura fumar con más estilo ¿No ves como sostienes el cigarrillo? Oh Mamá ¿Que mas da? ¡Claro que importa! Siempre es bueno tener buen aspecto, también al fumar. Te verás mejor si fumas de una manera más femenina. – Siempre soy femenina- protestó, como si la hubieran acusado de hombruna- pero ¿que tiene que ver eso con fumar? Con disfrutar del tabaco ya está, no hace falta complicarse la cabeza haciendo teatro. – Hija, el estilo es una parte importante del placer de fumar. No es solo que la nicotina te haga sentir bien y que el tabaco sepa rico, también está el placer estético de fumar bien. Ya que fumas deberías disfrutar también de eso. – – –
Pero a pesar de ese tipo de consejos Malena seguía fumando con un aire desmañado y furtivo. La señora Fierro no lo entendía porque por lo demás Malena era una chica muy femenina y que se preocupaba razonablemente por su aspecto. Veía sorprendida que en cambio Mariluz, la amiga fumadora de Malena, fumaba con un estilo bonito y agradable (en buena medida influencia de Celia Sandoval, que inconscientemente era un modelo de buen fumar para Mariluz), pero Malena seguía fumando a su manera desmañada. Susana
Fierro bajó algunas películas francesas en que las actrices fumaban con “savoir faire” y de vez en cuando ponía una como de casualidad, pero su esperanza de que influyeran en la manera de fumar de su hija pronto se frustró “¿Como puedo conseguir que Malena fume como una mujer elegante?”
Silvana, amiga de Mariluz, la había llamado para ir al cine a ver una película de un actor que les gustaba a los dos. Les acompañó Matilda, otra amiga de Silvana. A Mariluz no le caía muy bien Matilda, le parecía un poco estirada y le daba la impresión de que la hacía un poco de menos, quizá en un afán posesivo respecto a su amiga Silvana. Sin embargo, aunque Mariluz y Silvana ya no se trataban tanto como cuando eran algo más pequeñas, las dos se tenían un gran afecto y Silvana en absoluto iba a prescindir de su amiga Mariluz. Mariluz no llamó a Malena para que las acompañara porque esta se iba de viaje a la mañana siguiente. Tampoco llamó a Mika porque sabía que ese tipo de películas comerciales no eran de su gusto. Al acabar la película Mariluz tenía ganas de fumar, deseos que se incrementaron al ver como otros espectadores encendían sus cigarrillos ansiosamente al salir a la calle. Las tres chicas decidieron ir a tomar algo a un café cercano y, una vez sentadas, Mariluz sacó sus cigarrillos. Ofreció a Matilda, que rechazó la invitación con frialdad, y se encendió uno, paladeando e inhalando el humo con satisfacción. No deberías fumar- le dijo Silvana, quien ya la había visto fumar alguna vez pero sin estar segura de hasta que punto Mariluz lo había convertido en un hábito. – Le he cogido el gusto y no quiero dejarlo. – Es una lástima que cojas ese vicio. – No lo sientas por mi, me gusta y no fumo tanto- repuso Mariluz tras un segundo de vacilación, luego se lo pensó un momento antes de preguntar- ¿Lo has probado? – No- reconoció Silvana. – Ni falta que le hace- intervino Matilda con tono autosuficiente- no hace falta probarlo para saber que fumar es malo. –
“Seguro que tu tampoco lo has probado y te crees que puedes juzgar sin tener ni idea, imbécil”, le dijo mentalmente Mariliz a Matilde con cara de poquer, no dejando que asomara a su rostro su enfado con la amiga de Silvana. Dando una calada a su cigarrillo, Mariluz pensó que estaba claro que ella no era la clase de chica que marca tendencia y que ni su amiga Silvana, ni por supuesto la antipática Matilde, iban a matizar su opinión sobre el tabaco por lo que ella les pudiera decir.
Susana Fierro y su hija Malena se fueron de vacaciones a la casa en el campo de unos parientes de los que Malena había oído hablar mucho pero que apenas conocía. Recordaba haberlos conocido cuando era una niña pequeña pero solo los recordaba borrosamente. Contra lo que era habitual, Susana decidió ir en tren, dejando el coche para que un par de días después su marido Borja y su hijo Matías se reunieran con ellas. Era un viaje en tren de diez horas, durante las cuales Malena y Susana no pudieron fumar. Malena se quejó un poco pero Susana quitaba importancia a las horas de abstinencia, sin decirle a su hija que para ahorrarse ansiedades se había puesto un parche de nicotina en una nalga. Antes de salir de casa Susana le había dicho a su hija que no hacía falta que llevara tabaco, que ella llevaba para las dos. Como desde que tenía permiso para fumar Malena no compraba tabaco y estaba acostumbrada a coger cigarrillos sueltos o cajetillas de las compradas por su madre, no se preocupó de coger tabaco. Por si acaso, antes de emprender el viaje, Susana Fierro echó un vistazo en el bolso de su hija, en un momento en que esta no estaba delante, y comprobó que no había cigarrillos. Cuando llegaron a la estación de destino Malena tenía muchas ganas de fumar. Si alguna duda pudiera aun tener sobre su condición de adicta al tabaco la sensación que ahora experimentaba le debería eliminar cualquiera duda. Les recibieron la tía Eulalia y su hijo Antonio y se saludaron calurosamente. - Mamá ¿me das un pitillo?- pidió Malena tras los saludos, temiendo subir al coche de la tía sin satisfacer su ansia de fumar. - Claro- contestó la señora Fierro echando mano a su bolso. – ¿Fumas?- le preguntó la tía Eulalia a Malena sorprendida. – Si, pillé el vicio- asintió Malena fingiendo timidez pero con una mirada pícara y ansiosa. En eso Susana Fierro ofreció un cigarrillo a la adolescente de la cajetilla que acababa de sacar del bolso. Malena se sorprendió un poco al ver el paquete y cogió un pitillo que resultó ser larguísimo y fino. Joder- musitó, a pesar de no ser muy aficionada a los tacos- ¿Que es esto? Habla bien Malena, que no cuesta nada. Son Fine 120 azul, me apeteció fumar de estos para variar. – ¿No tienes tabaco normal?- preguntó Malena con un tono alarmado. El aspecto del cigarrillo le parecía estrafalario, le daba vergüenza fumar aquello en público. – Es tabaco normal, solo cambia la forma, no te preocupes. – –
Viendo que no tenía más alternativa que aguantarse sin fumar o fumar el Fine 120, Malena transigió. La señora Fierro dió fuego a su hija y luego encendió su propio cigarrillo. A la señora Fierro se la había ocurrido que fumar aquellos cigarrillos podía hacer que su hija mejorara su estilo al fumar. Tan largos y finos, aquellos cigarrillos tenían un aspecto tan llamativo que salvo que se fumen con estilo y desparpajo resultan ridículos. No dándole opción a fumar otra marca, pensó que Malena, no tendría más remedio que cuidar su estilo para evitar el ridículo. Nadar o ahogarse, no tendría más opciones. “¡Bien!”, pensó la señora Sandoval al ver que Malena sostenía el cigarrillo con el
antebrazo alzado femeninamente y que aspiraba el humo y exhalaba con gesto pausado, confiado y elegante. –
¡Hala! Vamos al coche- dijo Antonio cogiendo la maleta más voluminosa.
Caminaron hasta el vehículo, cargaron el equipaje en el maletero y esperaron un ratito a que Susana y su hija acabaran sus cigarrillos. ¿Nadie fuma en vuestra casa?- preguntó la jovencita esperanzada de la posibilidad de conseguir cigarrillos más convencionales. – Si, tu tío Vicente- contestó Eulalia para alivio de Malena. –
Llegaron a la casa de campo y se instalaron. Pasaron unas horas y Malena tuvo ganas de fumar, pero queriendo evitar fumar un Fine 120 pidió un pitillo a su tío Vicente. - Lo siento, no tengo- le contestó para su sorpresa. - Creía que fumabas. - Si, pero fumo en pipa. Con fastidio, Malena no tuvo más remedio que pedirle un cigarrillo a su madre, que aprovechó para darle una cajetilla de Fine 120 azul. Malena encendió un cigarrillo y fumó procurando verse bien con aquel largo cigarrillo, tratando de evitar tener un aspecto cómico.
Al día siguiente Malena decidió ir a alguna parte a comprar cigarrillos de talla estándar, pero supo, como ya sabía Susana Fierro, que el lugar más cercano que vendía tabaco era un bar de pueblo lleno de viejos borrachines a seis kilómetros de allí. Se resignó a fumar los Fine 120 azul que le suministraba su mamá y al cabo de un par de días ya no se sentía incómoda con ellos. Eran tan disfrutables como cualquier otro cigarrillo. Eso si, para satisfacción de su madre, adoptó un estilo más desenvuelto y cuidado al fumar. Una noche tibia, tras la cena bajo el emparrado de la casa, la señora Fierro sacó una cajetilla de More. Susana- bromeó su prima Eulalia- fumas unos cigarrillos de estrella de cine. Es divertido fumar algo un poco diferente- dijo Susana sonriente. ¿Son ricos esos cigarrillos? - preguntó Camila, la novia de Antonio, una rubita vivaz de unos 26 años, amante de los paseos campestres, los animales y el brit pop. Había llegado el día anterior y hasta donde habían visto no eran fumadora. Si, aunque un poco diferentes ¿Quieres probar uno? – Vale - Aceptó Camila frívolamente. – – – –
Camila tomó un More, Susana Fierro le dio fuego y echó una nube de humo sin inhalar ante la mirada divertida de Antonio al ver fumar a su novia no fumadora. – –
¿Que tal?- le preguntó Susana. Bien - concedió alegre y cortesmente Camila, que en realidad no tenía opinión
sobre la calidad del cigarrillo por su falta de referencias. Apareció Malena y se sentó con el grupo. – –
¿Estáis fumando puritos?- le preguntó asombrada a su madre. No hija, son cigarrillos. Como los Fine pero de color oscuro.
Malena había pensado (acertadamente) que Camila no fumaba, por lo que al verla con su More le sonrió con cómplice simpatía. Al ver a su madre y a Camila fumar también a ella le apeteció y quiso cogerle un pitillo a su madre, pero se dio cuenta de que los únicos cigarrillos disponibles eran los More. Voy a por mi tabaco- dijo Malena levantándose, un poco exasperada por la nueva extravagancia de su madre en materia de cigarrillos. Fuma uno de estos Malena ¿Para que vas a ir hasta tu cuarto? – –
Malena dudó un momento y finalmente aceptó, encendiéndose un More: “Bueno, se ve distinto pero es un cigarrillo”, pensó Mariluz tras paladearlo, sintiendo el balsámico efecto de la nicotina en su sistema nervioso.
Cuando en una excursión desde la casa de la tía Eulalia por fin estuvo en un lugar donde vendían tabaco, finalmente desistió de intentar comprarse cigarrillos de otra marca. Ya no le resultaba muy incómodo el aspecto de los Fine 120 y prefirió ahorrarse el dinero de una cajetilla de otra cosa y la posible situación engorrosa de que le pidieran el carné. Durante el resto de la estancia en casa de sus tíos, Malena fumó Fine y algún que otro More.
Mientras tanto Mariluz seguía en la ciudad. Como si viniera a cubrir la ausencia de Malena, llegó de visita a la ciudad su prima Estela, con la que Mariluz se llevaba muy bien, por lo que pronto quedó con ella para dar un paseo y tomar algo en una cafetería. Mariluz sacó sus cigarrillos. ¿Fumas?- le preguntó Estela sorprendida. Si, hace poco que empecé- confirmó Mariluz- ¿Quieres uno? No gracias- contestó Estela con gesto contrariado- ¿Como se te ha ocurrido empezar a fumar? Lo probé y me gustó- resumió antes de encender su cigarrillo. – Mariluz, si llevas poco tiempo fumando aun te resultaría fácil dejarlo. Deberías dejar – de fumar. No quiero dejarlo, me gusta fumar- repuso dando otra calada del cigarrillo que ya – llevaba un buen rato deseando fumar. Echó el humo hacia un lado- No te preocupes, fumo poco. – – –
No entiendo como has empezado con eso, no me hubiera imaginado que pudieras coger un vicio tan absurdo. No es tan absurdo. Fumar tiene su lado interesante. Si lo probaras lo entenderías. – No pienso hacerlo. En fin, si fumas es cosa tuya- dijo Estela, abandonando el tema – aunque manteniendo un rato su gesto de desaprobación. –
Las dos primas siguieron charlando y superaron el mal momento, pero Mariluz supo que Estela veía con malos ojos que fumara y manifestaba incomodidad con el humo, de manera que procuró no fumar cuando estaba con ella. Estando con Estela ya solo fumaba cuando necesitaba calmar el ansia de nicotina, algo que empezaba a sentir en ocasiones a consecuencia de su incipiente adicción. Lo pasaba bien con su prima Estela pero se lo pasaba mejor con su amiga Mika porque le gustaba tener con quien fumar.
-¿Quieres?- le ofreció Mika a Mariluz en uno de sus encuentros, tendiéndole su cajetilla de Fortuna plata. Gracias. – Ambas amigas, sentadas en un banco, en una plazuela ajardinada, encendieron sus cigarrillos y exhalaron contentas. ¿Donde compras esos cigarrillos?- preguntó Mariluz, que había visto que con frecuencia Mika tenía cigarrillos de esa marca- No los he visto en ningún bar. No los venden en bares, solo en estancos. Me los da mi abuela. – ¿En serio?- se sorprendió Mariluz, extrañada de que la abuela de Mika fuera tan – permisiva- ¿Tu abuela fuma? No, ni siquiera fuma. Cuando se enteró de que yo fumaba no le gustó nada pero – le gusta que vaya de vez en cuando a merendar con ella y pensó que si no podía fumar en su casa quizá no me gustara ir por allí. Así que un día me llamó para que fuera a su casa a recoger algo y al ponerme de merendar me ofreció una cajetilla de Fortuna plata. Esta marca es más suave que otras y me dijo que si iba a fumar mejor que fumara algo así. Cada vez que voy a merendar me da un paquete. Que bueno- la envidió Mariluz- Son ricos estos cigarrillos. – Si, a mi también me gustan- dijo distrayéndose- Mira ese chico, está bueno ¿eh? – –
Mariluz miró con disimulo. -Si que es guapo- reconoció con timidez. Oye, mañana mis hermanos dan una fiestecita ¿Vienes? – Vale... no, quedé con mi prima Estela. – Que venga también ¿Ya habíais quedado en algo concreto? – No, quizá fuéramos al cine o algo así, pero no habíamos quedado en nada- dio – una lenta calada a su cigarrillo sopesando si a Estela le gustaría ir y sopló el humo en un fino chorro salido de sus labios tiernos - Se lo diré, a ver si se anima.
A Estela le pareció bien ir a la fiesta de los hermanos de Mika. En realidad le gustó que Mariluz le presentara a sus amistades, pues hasta entonces no estaba segura de si Mariluz no tenía amigas o si no la tenía en suficiente estima como para presentarle a sus amistades. Hubiese dado la impresión de que Estela, una chica formalita y tranquila, no iba a encajar muy bien en el ambiente alternativo y algo tribal de los hermanos de Mika. Sin embargo se la veía cómoda y charlaba con los chicos contenta y relajada, por lo que estos, a pesar de la apariencia convencional de Estela, quedaron encantados con ella. Mariluz, e incluso Mika, envidiaron la tranquila facilidad de Estela para tratar con el sexo peludo.
La familia de Malena volvió de sus vacaciones campestres con sus parientes. Malena llamó por teléfono a Mariluz para anunciarle su regreso y fue a casa de esta. Se encerraron en el cuarto de Mariluz para ponerse al día de sus vidas, fumando unos ya inevitables cigarrillos. Mariluz pudo ver que el estilo de Malena al fumar había cambiado, el plan de Susana Togores había tenido éxito y Malena se había acostumbrado a fumar de una manera más cuidada y elegante. Tuvo una buena ocasión de exhibir su nuevo estilo como fumadora en la cena en una pizzería con la que Mariluz celebró su dieciocho cumpleaños. Mariluz había invitado a unas cuantas amigas, primas y a su hermana Máxima. La propia Mariluz junto con Malena y Mika formaron la camarilla de fumadoras de la pandilla. Mariluz había dudado si invitar a Proserpina, pero siendo más jóven que sus amigas y no conociendo más que a Malena (y solo un poco) le pareció que no encajaría bien.
Al día siguiente de su cumpleaños Mariluz fue a un estanco. “Se acabó ir a bares cutres con viejos borrachos a comprar tabaco”, pensó Mariluz encantada. Entró en el estanco con cara de niña buena, deseando traviesa que la creyeran menor de lo que era. ¿Que desea?- le preguntó el estanquero. Una cajetilla de Fortuna Plata y otra de Dunhill International Azul- dijo Mariluz inocentemente. Sabía que los Dunhill que fumaba la señora Sandoval eran caros, pero había pensado que un día es un día y que ese día se daría el lujo. Desde luego no iba a comprar una marca de las que venden en las máquinas expendedoras. Esperó la reacción del estanquero.
– –
–
Lo siento chica, no vendemos a menores.
Inmediatamente Mariluz sacó su carné de identidad del bolsillo y lo puso sobre la mesa, sin poder reprimir una sonrisa triunfal. El estanquero leyó el carné.
Así que cumpliste ayer. Veo que no desaprovechas el tiempo ¿eh? - le dijo a su nueva cliente con una sonrisa cómplice mientras cogía las cajetillas de los estantes.
–
Mariluz pagó, abrió el paquete de Dunhill International arrojando el celofán a la papelera del estanco, salió del local sacando un cigarrillo de la cajetilla y lo encendió a la puerta del estanco. No se había sentido tan adulta desde que había aprendido a atarse sola los zapatos.
Lidia se encontró por la calle a su amiga Malena y se pusieron a charlar. Lidia estaba medio interesada por un chico que ya había dado muestras de interés hacia ella, pero no estaba segura de si le interesaba o no darle alas. Malena conocía algo a ese chico y a Lidia le interesaba su opinión, así que había una interesante conversación en perspectiva por lo que se sentaron comodamente en un banco del parque para charlar a sus anchas. En un momento de la conversación Malena sacó sus cigarrillos y se encendió uno succionando intensamente el cilindro. Ya te has enganchado ¿no?- le preguntó Lidia introduciendo un paréntesis en la conversación. Si - asumió Malena- ya no puedo pasar sin fumar. – Oh Malena, el tabaco es un asco y te hace puré- lamentó Lidia- deberías hacer – un esfuerzo y dejarlo. Ya se que perjudica, pero me encanta fumar, así que no lo sientas por mi. De – momento estoy perfectamente y quiero seguir fumando. –
Tras esa digresión, las dos muchachas siguieron hablando del tema “chicos”.
Un rato antes, Mariluz salía de clase acompañada de su amiga Silvana cuando se encontró con Micaela. -¡Eh Mika! ¿Que tal? -Ah, hola Mariluz. Bien ¿Y tu? - contestó Micaela algo acelerada. - Bien ¿Llevas prisa? -La verdad es que si. Voy a la Federación de Empresarios ¿Os apetece venir? Mmmm, bueno- contestó Mariluz dubitativa, extrañada de que Mika fuera a la – sede de la patronal pero con ganas de andar un poco por ahí antes de irse a casa - ¿Pero que hay allí? ¿Una conferencia?- aventuró. No, hay un encierro. Habían programado un acto con un directivo del Banco – Central Europeo, famoso por andar diciendo por ahí que hay que bajar sueldos, flexibilizar los despidos, eliminar convenios colectivos y otras salvajadas por el estilo. Mi hermano Agustín conoce a unos tíos que decidieron ocupar la federación de empresarios como protesta y ahora están allí.
¿Está también Armando?- se arriesgó a preguntar Mariluz. Creo que si. ¿Venís?- dijo Mika incluyendo a Silvana en la invitación. ¡Claro!- aceptó Silvana contenta- Si va a empezar una revolución no me lo quiero perder- bromeó. Vamos- aceptó Mariluz. – – – –
Tras comprar unos víveres en un supermercado llegaron a la sede de la Federación de Empresarios. A cierta distancia de la puerta había un par de policías vigilando con discreción. De las ventanas del edificio colgaban pancartas, banderas rojas, anarquistas y de un grupo ecologista. Los ecologistas se habían unido a la ocupación aprovechando para protestar por la desecación de una laguna para la construcción de un polígono industrial. El ambiente dentro del la sede patronal era bastante festivo. Como única representación de los empresarios estaba el bedel del edificio acompañado de un tipo encorbatado con expresión contrariada y confusa que debía ocupar un puesto de bajo nivel en la organización empresarial y al que le habían cargado con el ingrato cometido de vigilar el fortín durante la “ocupación enemiga”. En una sala de audiovisuales buena parte de los ocupantes estaban entretenidos viendo en video la película “Noveccento”, en el salón de actos otros estaban preparando una conferencia, en el hall se había improvisado un concierto acústico y en otras partes la gente se entretenía charlando o jugando a las cartas. Se encontraron con los hermanos de Mika. El que era más aficionado a la política era Agustín, pero Armando se había animado a acompañarlo. –
Hola Mariluz- le saludó Armando sonriente, para alegría de la chica.
Se pusieron a charlar. Agustín explicó a las recién llegadas las reivindicaciones y les contó los últimos acontecimientos. Mika sacó sus cigarrillos. Lo siento compañera, no se puede fumar aquí- le interrumpió a Mika uno de los ocupantes del edificio, que era uno de los ecologistas.
–
Mika cerró su cajetilla contrariada. ¿Vamos afuera?- le dijo a Mariluz y a Silvana. Arriba hay una sala de fumadores- les informó Agustín- Bueno, la están usando para eso. Es el despacho del presidente de la Federación y por los ceniceros y otras cosas está claro que el señor presidente de la patronal se salta la ley y fuma en su despacho, así que podéis fumar allí si queréis. Yo os enseño donde está- se ofreció Armando. – – –
Mariluz y Micaela fueron con Armando mientras Silvana se quedaba en la planta baja, donde parecía haber más animación. En el lujoso despacho había varias personas charlando y fumando. Dos chicos de veintipocos años estaban fumando puros. Las chicas sacaron sus cigarrillos y Mika se fijó en la cajetilla de Mariluz. ¿Fortuna plata? ¿Donde los conseguiste?- preguntó Mika sorprendida de que Mariluz hubiese encontrado esa marca en una máquina de tabaco.
–
En un estanco. Ya soy mayor de edad- contestó con una sonrisa teatralmente presuntuosa. Es cierto- recordó Micaela- ¡Que suerte! – Eh chicas- les interrumpió uno de los fumadores de puros- ¿Vais a fumar – cigarrillos? Si - contestó Mika confundida. Señaló el puro del joven- Aquí se puede fumar – ¿no? Claro pero ¿Por que fumar un pitillo habiendo buenos puros? Mirad. – –
El chico fue hasta una gran mesa de roble sobre la que había una caja de madera. La abrió y al acercarse las chicas vieron que contenía unos grandes cigarros puros. Cohibas Doble Corona– les dijo con una sonrisa orgullosa, como si les descubriera un tesoro- Son carísimos pero invita la patronal ¿Os animáis a probarlos? Seguramente no tengáis otra oportunidad de fumar algo así.
–
Mika y Mariluz aceptaron la invitación con osadía, quizá animadas por el ambiente trasgresor de la ocupación de la sede empresarial. Compartiremos uno- dijo Mika. ¿Por que compartir? Haced gasto que invita la patronal- les dijo el chico. Germán, si no tienen ganas de fumar uno entero déjales que compartanintervino el otro fumador de puros- que así nos durarán más los cohibas.
– – –
Las dos amigas cogieron un puro y el chico les enseñó la manera de cortar la punta, encenderlo y fumarlo. Al principio no les gustó, al no tragar el humo no consiguieron la rápida satisfacción del ansia de fumar que conseguían inhalando humo de cigarrillo, sin embargo, lentamente el puro les calmó el ansia y empezaron a sentirse cómodas y a disfrutar del sabor y las sensaciones del puro. Se quedaron fumando y charlando con los chicos en el despacho de presidencia y, aunque no creían que fueran capaces de fumarse el puro entero, cuando apareció Armando buscándolas ya casi lo habían acabado. Chicas, será mejor que os vayáis. Se está juntando más policía y es muy probable que haya un desalojo forzoso- les dijo Armando.
–
Mariluz y Micaela, que estaban en la ocupación más por curiosidad que por compromiso, no se sentían preparadas para estar presentes durante el desalojo, así que, aunque les dio un poco de vergüenza abandonar el barco, aceptaron la sugerencia de Armando y tras recoger a Silvana abandonaron discretamente el edificio.
Caminaron algo cabizbajas por la calle. Finalmente Mika dio un respingo, como para apartar de su cabeza los pensamientos sobre su abandono de la ocupación y cambiando de tema le dijo a Mariluz: – – –
Así que ya puedes comprar tabaco en los estancos. Ya soy mayor de edad – contestó Mariluz con una sonrisa de presunción. ¿Me compras un par de paquetes de Fortuna Plata? En las máquinas de los
bares no tienen. Si tienes dinero... – Claro tía. – Vamos. Y mejor que también compremos unos caramelos de menta para – quitarnos el aliento a puro. ¿Fumasteis un puro?- les preguntó Silvana incrédula. Las dos chicas asintieron – con una orgullosa sonrisa - Que vicio tenéis- les dijo Silvana. Entraron en un estanco en el que Mariluz tuvo que enseñar su DNI. Compró unos chicles de menta, un paquete de Fortuna Plata para ella, otro para Mika junto con una cajetilla de Pall Mall Los Ángeles. Mika quería comprar dos cajetillas de Fortuna Plata pero descubrió que no llevaban dinero suficiente y las chicas no querían pasar sin los chicles para esconder su aliento. Mariluz preguntó a la estanquera si había otra marca igual de suave que los Fortuna Plata pero más barata, la estanquera le recomendó los Pall Mall Los Ángeles, Mariluz miró a Mika y esta asintió. La estanquera sospechó que los cigarrillos eran para Micaela y que quizá no tuviera los 18, pero para ahorrarse discutir se hizo la tonta y vendió a Mariluz todos los cigarrillos.
Unos días después Mariluz acudió a una feria en un pueblo cercano con su hermana Máxima y su prima Estela. Para su sorpresa se encontró con Malena, en compañía de su hermano Matías, de sus primos Leo y Senén y Quina, la novia de este último. Se sentaron todos en unas mesas bajo una carpa y pidieron cervezas y refrescos. Los primos de Malena tenían veintimuchos años, por lo que Mariluz, Estela, e incluso Malena, estaban encantadas y se sentían mayores al sentarse a tomar algo con ellos. Quina sacó una cajetilla y como si fuera una señal Malena y Mariluz hicieron lo mismo, enseguida las tres mujeres estaban echando humo y sosteniendo sus cigarrillos airosamente. Quina tenía veintiséis años, una joven delgada, con melena castaña impecablemente lisa, gestos elegantes, rasgos suaves, mirada cordial aunque con una nota de cansancio y modales de chica acomodada. Al encender un cigarrillo pierde el aspecto de chica modosita y parece ganar en vitalidad, como si la nicotina la energizara. Fuma con elegancia pero con la entrega de una verdadera adicta al tabaco.
Los hombres aguantaron poco charlando en la carpa y decidieron irse a dar una vuelta. Las chicas dudaron, les apetecía estar con los chicos pero no querían que se les notara, así que prefirieron quedarse con Malena y Quina. En cualquier caso Mariluz y Malena estaban fascinadas con Quina, les encantaba hacer pandilla con una mujer a la que veían completamente adulta pero aun joven, con estilo y fumadora. De una manera no verbalizada, les parecía una demostración de que fumar no era una insensatez, que ellas también podían ser unas jóvenes fumadoras serenas y con clase como Quina. A Estela también le gustaba departir con chicas mayores que ella como Quina y Máxima, pero estaba más acostumbrada.
Tras la marcha de los chicos Quina encendió otro cigarrillo, seguida por Mariluz y Malena, que se sentían mayorcísimas fumando con una chica de veintiseis como iguales. Aprovecho para fumar más ahora que se fue mi novio- explicó Quina tras echar un prieto chorro de humo con gesto impecable, inclinando con precisa elegancia la cabeza hacia atrás, sosteniendo su erecto cigarrillo con el antebrazo levantado. ¿A Senén le parece mal que fumes?- le preguntó Mariluz con un cigarrillo aun – sin encender entre los dedos. Tiene asumido que fumo, pero no le gusta mucho y a veces se queja si le – parece que fumo demasiado- le contestó Quina mientras le daba fuego acogedoramente. –
A Mariluz le encantó la naturalidad con la que Quina le dio fuego, como si fueran amigas de la misma edad. Aspiró el humo con deleite y entre sus rosados y delicados labios adolescentes eyaculó un chorro de humo. Mientras, Quina daba fuego también a Malena. Lo intenté dejar- reconoció Quina- y pasé un par de meses sin fumar. Pero lo echaba mucho de menos. Ya sabéis. Si a mi también me encanta fumar- convino Malena. Mariluz asintió con la – cabeza pero estando su hermana Máxima presente se cortó de decir nada al respecto. –
Las cinco chicas se quedaron un buen rato charlando y las fumadoras, bajo el liderazgo de Quina, fumaron algunos cigarrillos más.
Celia Sandoval había acompañado a su casa a Juliana Togores, la madre de Mariluz, y las dos amigas se tomaban un cafelito. Mariluz y Máxima se reunieron con ellas. Máxima se unió a la conversación con espontaneidad mientras que Mariluz se mantuvo más retraida. Últimamente la señora Sandoval había coincidido más con Mariluz, encontraba que era una chica agradable y le parecía que su apocamiento era una lástima, pensaba que la inseguridad de a jovencita le causaría bastantes sinsabores en la vida. Mientras charlaba, en un rincón de su cabeza Celia pensaba si podría hacer algo para que Mariluz ganara un poco de confianza. La señora Sandoval ya se despedía cuando le dijo a Mariluz si la acompañaba a recoger unos pantalones que había dejado para arreglar en la tienda, pensaba que le vendría bien a su ego pasar un par de horas tratando con una adulta de tu a tu. Le comentó que por allí había una tienda de ropa juvenil que le podía gustar. Aunque Mariluz se extrañó de la invitación, aceptó. Llevaba toda la tarde en casa y le apetecía dar una vuelta, a lo que había que añadir que llevaba muchas horas sin fumar y que con la señora Sandoval tendría una buena oportunidad para hacerlo en compañía. Mariluz y la señora Sandoval caminaron hasta la zona de tiendas. Recogieron el
pantalón de Celia Sandoval después de que esta se lo probara y salieron de nuevo a la calle. Mariluz estaba sorprendida de que desde que la señora Sandoval había llegado a su casa hasta ese momento, no había fumado nada. Mariluz había estado esperando a que la señora Sandoval encendiera un cigarrillo para hacer ella lo mismo pero al salir de nuevo a la calle ya no quiso esperar más. Sacó sus cigarrillos del bolso y, algo dubitativa ofreció a Celia, entendiendo que era lo educado pero sintiéndose extraña al ofrecer tabaco a una fumadora veterana de la edad de su madre. –
Gracias Mariluz, pero no, estos días no fumo. Pero tu fuma si quieres.
Mariluz se encendió un cigarrillo algo confusa por lo dicho por la señora Sandoval. Aspiró el humo profundamente y exhaló mientras sentía el efecto relajante del tabaco al calmar su ansia de nicotina. ¿Por que no fumas? ¿Lo dejaste? - preguntó Mariluz extrañada. No. A veces paso alguna semana sin fumar para limpiar y regenerar el organismo, pero pronto volveré a ser una fumadora en activo. ¿Y no te cuesta trabajo parar de fumar? – Claro, soy adicta al tabaco. Pero cuando paro de fumar me voy a un balneario y – me hacen unos tratamientos que me lo hacen más fácil, y pasados unos pocos días ya es mucho más fácil pasar sin fumar - le explicó con una sonrisa maternal a la joven fumadora, mientras con envidia la veía dar una calada a su cigarrillo. – –
Se fueron a ver unos escaparates haciendo tiempo para que Mariluz pudiera fumar su cigarrillo ¡Que raro se le hacía fumar estando con la señora Sandoval sin que esta lo hiciera! Después fueron a una tienda de ropa para adolescentes. Tras la velada pasada con Mariluz, la señora Sandoval quedó convencida de que, aunque muy insegura, Mariluz era una chica sensata e inteligente, una compañía agradable. Se le ocurrió que sería bueno planear alguna actividad conjunta con su hija Mónica y Mariluz. Podía ser bueno para la confianza en si misma de Mariluz, al hacerle ver con la invitación que la valoraba, y quizá también sirviera para contagiar un poco de serenidad a su hija Mónica.
Máxima comentó a su familia que un profesor de su facultad le había preguntado si podía compartir piso con una estudiante estadounidense que había venido a su universidad a pasar unos meses, dentro de un programa de desplazamiento de estudiantes, con el fin de seguir clases de filología hispánica y mejorar su castellano. Finalmente Máxima y su compañera de piso de estudiante habían aceptado la propuesta, que no dejaba de suponerles un ahorro a la hora de pagar el alquiler de su piso de estudiantes en San Donoso. Máxima tenía ganas de conocer a la chica, Hilary Bakersfield. Comentó que Hilary era cuáquera. Mariluz ya se la imaginaba: una chica anglosajona rubia y pálida, grandullona, rígida, cuadriculada, solemne, reaccionaria y puritana, quizá con una toquilla o algo así en la cabeza.
Pocos días después de que Hilary llegara al piso de estudiante de Máxima, esta preguntó a sus padres si podía llevarla a pasar el fin de semana a la casa familiar. - Es una chica muy simpática - les aseguró- nos llevamos muy bien y seguro que os cae bien. Por supuesto dijeron que si. A Mariluz no le entusiasmó la idea, no quería meter una puritana “yankee” en su casa. Seguro que era una radical anti-tabaco y temía que fuera una mala influencia para sus padres, ahora que ya habían asumido que era fumadora y que aceptaban que fumara en su cuarto. Temía un retroceso en sus conquistas como fumadora. El viernes llegaron a casa Máxima y la “yankee”, que no era como Mariluz se esperaba. La familia Serna-Fierro se encontró con una joven mulata, de mirada sonriente y voz agradable, esbelta y guapa, que traía consigo una mochila y una bicicleta plegable. Llevaba la cara lavada, una amplia falda de aspecto algo hippy y una camiseta de tirantes que le dejaba los hombros al descubierto. Durante la cena charlaron y pudieron conocerla mejor. Salió el tema de sus orígenes, su padre era de Trinidad y Tobago, de origen indostánico, y su madre era afroamericana de Estados Unidos. Era una cuáquera universalista, una rama humanista y de mentalidad especialmente abierta de la Sociedad de los Amigos. Al acabar la cena Hillary se mordió el labio inferior un momento antes de preguntar con aire tímido si había algún sitio donde pudiera fumar un cigarrillo. ¿Fumas?- le preguntó el señor Plaza, sorprendido de que una chica con aspecto tan natural fumara. – Si, tengo que confesarlo. – Algún defecto tenía que tener- lamentó Máxima. – Pues me temo que Mariluz también fuma, me imagino que no le importará que fumes con ella en su cuarto ¿no?- dijo Efren Plaza dirigiéndose al final a su hija Mariluz. – Claro- contestó Mariluz sorprendida. –
Las dos fumadoras fueron al cuarto de Mariluz seguidas por una Máxima algo indecisa. Sacaron sus cigarrillos y se los encendieron contentas. Creía que en Estados Unidos ya casi nadie fumaba – comentó Mariluz, sentada en su cama y sosteniendo alzado su cigarrillo humeante. – Oh, sigue habiendo mucha gente que fuma, no es muy diferente a cualquier otro lado. – ¿Pero la gente te mira mal por fumar?- intervino Máxima. – Alguna si, pero no hay que darle importancia. – Creía que los cuáqueros no podían fumar- dijo Mariluz. – Esos son los mormones y los amish- contestó Hillary con una sonrisa - En los cuáqueros hay mucha variedad, los criterios cambian muchísimo de unas congregaciones a otras, unas son más rígidas, otras son menos exigentes, unas son flexibles en unas cosas y otras en otras cuestiones. En mi congregación en concreto lo cierto es que hay muy pocos fumadores, los cuáqueros somos personas sencillas y nos gusta tener buenas costumbres, pero a mi me encanta fumar. Me gustó desde la primera vez que lo probé y –
pronto me di cuenta que era algo que iba conmigo, es una gran satisfacción para mi. No fumo por presunción y lo hago con moderación así que no creo que haga mal. Hillary dio una buena calada suscitando la envidia de Mariluz, que al instante la secundó, y hecho el humo con suavidad. Hecho de menos mi marca de los Estados Unidos, estos son más fuertes. ¿Que marca fumabas? Virginia Slim Light, son bajos en nicotina... y son largos y finos- añadió con algo de timidez. – – –
Máxima frunció el ceño teatralmente, apenas reprimiendo la sonrisa. ¡Ajajá! Unos cigarrillos muy “sofisticados” y espectaculares ¿Que hay de la sencillez cuáquera?
–
La visitante sonrió humildemente, como reconociendo su pequeña falta. No fumo ese tipo de cigarrillos por presunción- se defendió Hillary- es solo que me acostumbré a ellos. Trabajé un verano en casa de una mujer que fumaba ese tipo de cigarrillos, le daba clases de guitarra a ella y a su hija. ¿Sabes tocar la guitarra?- le interrumpio Máxima. – Si, pero no me traje la mía a España. – Mmmm, tenemos que conseguir una. – Pues cuando daba clases a aquella señora yo ya fumaba pero no tenía mucho – dinero para cigarrillos. Cuando la mujer supo que fumaba empezó a ofrecerme y yo encantada, creo que era la primera vez que fumaba con una persona madura como si nada. La señora fumaba Virginia Slims y me acostumbré a ellos. Ahora me parece raro fumar cigarrillos cortos normales, me acostumbré al aspecto de los otros simplemente. ¿Y crees que se te ve bien fumando ese tipo de cigarrillo?- preguntó Mariluz – traviesamente, antes de dar una lenta calada a su cigarrillo, haciendo ver que no se creía mucho la explicación de Hillary sobre que no fumaba esos cigarrillos por presumir. –
Hillary captó la intención jocosa de la pregunta de Mariluz. Chica, lo cierto es que fumando Virginia Slim me veo, como decís... me veo muy molona- contestó bromeando a tono con la pregunta de Mariluz, haciendo reír a las hermanas.
–

Mariluz decidió ayudar a Hillary. Cuando Malena había vuelto de su estancia vacacional en la casa de campo de sus tíos le había contado que durante esos días había estado fumando cigarrillos Fine 120 azul y More, e incluso había invitado a Mariluz a uno de los Fine 120 que le quedaban. Mariluz pensó que a Hillary le podían gustar, aunque
dudando si le parecerían demasiado fuertes pues, aunque Hillary había traido a casa de los Plaza-Togores una cajetilla de Ducados Rubio Azul, ella prefería fumar cigarrillos más suaves. Le había gustado un Fortuna Plata cuando Mariluz le invitó. Fueron a un buen estanco del centro donde tenían mucha variedad de marcas y pidieron una cajetilla de Fine 120 azul, poco seguras de que lo tuvieran. Resultó que si que tenían. Tan pronto tuvo la cajetilla en sus manos Hillary leyó el nivel de nicotina. “Cero con ocho”, dijo algo contrariada. ¿Tienen otra marca de cigarrillos finos más baja en nicotina?- le preguntó Mariluz al estanquero rápidamente, al darse cuenta de que Hillary dudaba sobre si los Fine 120 serían demasiado fuertes.
–
El estanquero mostró cierta contrariedad ante una consulta que se salía de su rutina habitual, pero pensó un momento y les ofreció R1 Slim Line. Llevaron una cajetilla de cada para comparar y en un parque cercano abrieron el Slim Line para hacer una primera cata.

Prefiero mis Virginia Slim Light, estos son algo más fuertes, pero no están malcelebró Hillary tras soltar dos bocanadas de humo.
–
Celia Sandoval tenía que hacer unas gestiones en otra ciudad y se le ocurrió que podía ser una buena ocasión para organizar una actividad conjunta con su hija Mónica y Mariluz visitando la ciudad y sus alrededores. Así ayudaría a Mariluz a tener más confianza en si misma y propiciaría una posible amistad de esta con Mónica. La señora Sandoval pensaba que su hija era una buena chica pero algo acelerada y cabeza de chorlito, y tenía esperanzas de que Mariluz fuera una buena influencia para ella y quizá también fuera buena la influencia inversa. Llamó a casa de su amiga Juliana, le comentó que quería invitar a una excursión a Mariluz para que conociera a Mónica y habló con la propia Mariluz. Quedaron en que la tarde siguiente Mariluz pasaría por la casa de Celia Sandoval para tratar el itinerario de la excursión. Mariluz acudió a la casa de la señora Sandoval acompañada de su hermana Máxima. En seguida desplegaron folletos turísticos y mapas sobre una mesa camilla y Celia, Mónica y Mariluz empezaron a decidir que lugares visitarían, mientras que Máxima y Félix, el novio de Mónica, se quedaban en un segundo plano. Las tres fumadoras no tardaron en encender cigarrillos con alegre camaradería mientras que Máxima y Félix entablaban conversación. Luego todos se unieron para tomar café.
–
¿No te parece que Mónica trata a Félix como a un felpudo?- le preguntó Máxima a
su hermana una vez se fueron de casa de la señora Sandoval. – Mmmm, quizá si, Mónica lo trata como con condescendencia. Félix es un buenazo. – ¿Sabes que me parece? Que Félix anda muy caliente con Mónica y que ella lo tiene hambriento. – ¡Como te pasas!- protestó Mariluz sin poder reprimir una sonrisa. – Ja ja ja, piénsalo, otra vez fíjate en como Félix mira a Mónica. – Mónica no parece para nada una mojigata. – Esta es de las que van de lanzadas y luego nada de nada, apostaría algo.
Tal y como habían planeado, Mariluz, la señora Sandoval y Mónica salieron temprano de excursión a la pequeña ciudad de Peralanga. Llevaban una hora de viaje por la autopista cuando salieron a una carretera general y la señora Sandoval rompió el fuego dirigiéndose a Mariluz, que estaba sentada en el asiento del copiloto: –
Mariluz ¿Te importa encenderme un cigarrillo? Los tengo ahí en el bolso, junto a
–
No, claro- contestó Mariluz negando cualquier objeción.
tus pies.
Mariluz cogió un Dunhill International azul de Celia y lo encendió mientras Celia bajaba las ventanillas. En el asiento de atrás Mónica no perdía el tiempo tras el “pistoletazo de salida” dado por su madre, y ya estaba echando mano de sus Marlboro Gold. Enciéndete otro para ti si quieres- le sugirió Celia Sandoval mientras Mariluz le pasaba el cigarrillo humeante.
–
Mariluz dudó si fumar uno de los ricos cigarrillos de la señora Sandoval, pero eran algo más fuertes de los que ella solía fumar y siendo aun temprano prefirió fumar de su propio tabaco. El coche se llenó con el humo de las tres fumadoras. La señora Sandoval no volvió a fumar en el resto del trayecto en coche, pero Mónica si que encendió otro cigarrillo. ¿Quieres? - le ofreció Mónica a Mariluz tendiéndole su paquete de Marlboro Light por el hueco entre los asientos delanteros. No gracias, más tarde- contestó Mariluz, no sintiendo deseos de seguir el ritmo – de Mónica y pensando que un exceso de humo en su coche podía molestar a la señora Sandoval. –
Al llegar a la ciudad la señora Sandoval se fue a hacer unos trámites mientras dejaba a las chicas solas. Las chicas pasearon por el centro antiguo de la ciudad y por el paseo fluvial, aderezando su conversación con cigarrillos. Mariluz encontró a Mónica algo superficial pero le divertían su conversación directa y lenguaraz, salpicada de ocurrencias a veces disparatadas. Mónica se sintió relajada con el aire tranquilo de Mariluz, sentía que podía bajar un poco la guardia con ella. Por supuesto, Mónica invitó a marlboros a Mariluz, deseosa de que esta se convenciera de que era la mejor marca de tabaco y la única
adecuada para una persona enrollada, a pesar de que ya no le quedaban tantos. Más tarde las chicas se reunieron con la señora Sandoval y fueron a comer a la terraza de una cafetería junto al río, comida tras la cual Mariluz se dejó invitar encantada a un Dunhill International de Celia Sandoval. Por la tarde visitaron los lugares más atractivos de la ciudad y a la cena Mónica se quedó sin cigarrillos Marlboro, teniendo que pasar a fumar cigarrillos de su madre, con cierto aire de fastidio, y también algún Fortuna Plata de Mariluz en lo que quedó de excursión. Tras dormir en un bungalow en un camping cercano a Peralanga, las tres mujeres visitaron un par de pueblecitos de la zona, comieron e iniciaron el regreso a su ciudad. Mariluz nunca había fumado tanto como durante esos dos días con la señora Sandoval y su hija, a pesar de que pronto se descolgó del ritmo de Mónica y pasó a fumar solo cuando lo hacía Celia, le resultó algo excesivo pero también le parecía divertido fumar en esa grata compañía, con todo ese amistoso protocolo de fumadoras pasándose cigarrillos y dándose fuego. Al final del viaje Mariluz se lo había pasado bien e hizo buenas migas con Mónica, a pesar de las diferencias de carácter.
Un par de días después, Máxima estaba jugueteando con el Facebook y vio que Mariluz había añadido a Mónica entre sus contactos. Pinchó sobre el nombre de Mónica y curioseó por su muro y por su lista de contactos, en la cual se encontró a Félix, el novio de Mónica. Se lo pensó un par de segundos antes de enviar a Félix una solicitud de que la añadiera a su lista de “amigos”. Al día siguiente Félix ya había añadido a Máxima y empezaron a charlar a través de Internet con cierta frecuencia.
Mika se encontraba en casa de Brígida, compañera de clase, haciendo un trabajo en grupo junto con Corsina y Paz. Ya llevaban un par de horas poniendo en común sus trabajos personales y repartiendo tareas cuando la madre de Brígida llamó a la puerta del cuarto y abrió la puerta. – –
aquí.
Brígida, ya tenemos que ir a la inauguración. Ah si- dijo Brígida con sorpresa tras mirar el reloj- Chicas, tenemos que dejarlo
No hay problema, la cosa ya está encarrilada- dijo Corsina con el asentimiento de las demás. –
La madre de Brígida no acababa de irse. ¿Queréis venir al cocktail de inauguración de la nueva ferretería de mi marido?- les preguntó finalmente a las compañeras de su hija. –
Brígida ya les había explicado que esa tarde tenía un compromiso, por lo que las chicas ya sabían que su padre inauguraba el nuevo local de su comercio y ofrecía un pincho para sus clientes y amigos. –
Uf, imposible, yo me tengo que ir, lo siento- contestó Paz.
Brígida miró a las otras dos compañeras en muda pregunta. Mika pensó que Brígida y ella no eran realmente amigas, solo compañeras, pero Brígida era una chica amigable y simpática. Quizá el cocktail resultara entretenido. Vale, me apunto- dijo Mika, viendo como Brígida sonreía satisfecha- ¿Vienes?- le preguntó a Corsina. – Si - contestó esta con un encogimiento de hombros- ¿Por que no? –
Corsina y Mika se fueron con Brígida y su madre al nuevo establecimiento del padre de Brígida. Brígida estaba contenta de que la acompañaran porque era un bonito gesto amistoso y porque con compañeras de su edad resultaría más entretenido estar en un acto tan adulto que de otra manera podría llegar a ser algo aburrido. Tras acabar de fumarse un cigarrillo en la puerta de la ferretería, Mika se reunió con las otras, que ya habían tomado posiciones junto a una mesa con pinchos, junto con dos primos de Brígida, Ansgario y Sonia, de dieciocho y catorce años respectivamente. Se sirvieron unos refrescos y atacaron los pinchos con el apetito que cabría esperar al final de la tarde de unos adolescentes que no habían merendado. Estaban charlando relajadamente cuando vieron que Severino, el padre de Brígida se acercaba muy jacarandoso repartiendo puros a los invitados. Ansgario, ya eres mayor, fúmate un habano- le dijo Severino impetuosamente a su sobrino, entregándole un puro con gesto entre cordial y autoritario que Ansgario no quiso o no pudo rechazar. Pero si yo no fumo- objetó Ansgario ya a destiempo. – Bah, un día es un día- rebatió festivo Severino. – Quien si que fuma es Mika- señaló Sonia, demostrando que no se le escapaba – una. ¿Si? ¿Quieres uno? - le ofreció excéptico y divertido Severino a Micaela, – haciendo caso de la velada sugerencia de su sobrina Sonia. Claro- contestó Mika aceptando el envite y cogiendo un puro, picada por cierto – retintín que había captado en el tono de Severino y sabiendo, por su experiencia durante la ocupación de la Federación de Empresarios, que podía manejarse fumando un cigarro puro. Mordió el cigarro con gesto que pasó por experto, pues ya había visto que faltando cortapuros otros fumadores habían hecho lo mismo, tirando el trocito de tabaco arrancado en el cenicero de la mesa contigua. Ansgario la imitó con aire dubitativo mientras ella sacaba su mechero y encendía su puro con poco protocolo, ante las miradas sorprendida de Severino, algo cortada de Corsina y Brígida, aplicadamente atenta de Ansgario y fascinada de Sonia. –
¿Alguien más quiere uno?- Acertó a decir Severino dirigiéndose a Brígida y Corsina mientras rebuscaba en un bolsillo su encendedor para dar fuego a Ansgario.
–
Las chicas rechazaron la invitación automáticamente. Mika ofreció fuego a Ansgario justo en el momento en que Severino encontraba su mechero. Aunque con cierta torpeza, Ansgario consiguió encender su puro. –
No tragues el humo que no es un cigarrillo- le aconsejó Mika amablemente.
Al escuchar eso Severino perdió su traviesa esperanza de que, por inexperiencia con los puros, Mika inhalara el humo y se pusiera verde. Se resignó esbozando una sonrisa con deportividad y dando una calada a su cigarro.
Lidia estaba loca por ver la película “Aullidos espectrales”, en la que hacía de romántico y sensible hombre-lobo el actor Spencer Hansomcock, uno de sus ídolos cinematográficos. Le comentó a su amiga Malena y a Mariluz si iban con ella a ver la película, Malena aceptó la invitación pero Mariluz tuvo que rechazarla por compromisos familiares. Fueron a ver la película junto con Leonor, amiga de Lidia. La película fue más corta de lo que esperaban pero les encantó lo guapo que salía Spencer. Al salir llovía a cántaros por lo que optaron por ir a pasar el resto de la velada a casa de Lidia, que estaba muy cerca del cine. En el piso no encontraron a nadie por lo que tomaron el salón sin muchas contemplaciones, poniendo música y poniéndose un montón de cosas para picar. Malena no se atrevió a fumar en el piso de Lidia pero por suerte había fumado un cigarrillo a la salida del cine y eso le daba cierto margen de aguante en su aun reciente adicción. Las chicas charlaron alegremente. -¿Tenéis una pipa de agua?- le preguntó Leonor a Lidia al fijarse en el cachibache en una esquina del salón. – ¿El narguile? Si, se lo trajeron mis padres de Marruecos ¿Lo habéis probado? – No - contestaron ambas. – Pues lo preparo en un santiamén- dijo Lidia alegremente levantándose de un salto para hacer los preparativos. En un momento Lidia trajo los elementos necesarios, rellenó el depósito de agua, cargó la cazoleta de la pipa, lo cubrió con el papel de aluminio agujereado, encendió el disco de carbón con habilidad y en poco rato, bajo la atenta y sorprendida mirada de sus amigas, estaba dando las primeras burbujeantes caladas al narguile y soltando densas bocanadas de humo. –
¿Queréis?- les dijo a sus amigas ofreciéndoles la boquilla.
Leonor declinó la invitación mientras que Malena la aceptó con curiosidad. Dió una buena calada, inhaló el humo y tosió como si fuera una fumadora principiante. No tragues el humo- le advirtió Lidia un poco tarde mientras recuperaba la boquilla, antes de dar otra golosa calada a la shisha. – Vale- dijo Malena recuperándose del ataque de tos- Oye, me tienes alucinada. – ¿Por que? – ¿No eras tú la que pensaba que fumar era horrible? – Es cierto- rió Leonor. – Fumar tabaco si, pero el narguile no hace daño y es rico- afirmó Lidia. –
Malena la miró estupefacta. – –
Lidia, eso es tabaco- dijo señalando la cazoleta de la pipa de agua. Que va, si sabe a fruta. Toma- le dijo ofreciéndole de nuevo la boquilla.
Malena dio un par de caladas, esta vez sin aspirarlas dentro de sus pulmones y saboreándolas con curiosidad. Aunque esté aromarizado con manzana es tabaco. Soy fumadora y te puedo decir que esto tiene nicotina- explicó Malena a Lidia, sintiendo como el humo del narguile, aunque de una manera algo diferente a los cigarrillos, le satisfacía como solo la nicotina podía hacerlo. – ¿Seguro?- preguntó Lidia sorprendida de que lo que estaba fumando pudiera ser tabaco. – ¡Claro!- insistió Malena, escapándosele una sonrisa estupefacta. –
Lidia quedó pensativa, siempre había pensado que aquello no era fumar tabaco, al menos no tabaco-tabaco. Le dió una calada a su boquilla con aire meditabundo y soltó una enorme nube de humo por boca y nariz. Siempre había sido enemiga del tabaco, de los cigarrillos, y ahora se encontraba con que ese gusto que había cultivado los últimos meses, con la permisividad de sus padres, que lo veían como un exotismo inofensivo, también era fumar tabaco. Le dio otra calada que saboreó con gusto. Bah, no creo que haga tanto daño como los cigarrillos- adujo Lidia. Quizá no- consintió Malena- En cualquier caso me parece que a partir de ahora estaré encantada de venir a tu casa cuando me invites. – –
También Mika cumplió dieciocho años y pudo empezar a comprar su tabaco en los estancos, olvidándose de tener que recurrir a comprar en bares cutres poco escrupulosos con las edades o coordinando sus compras de tabaco con Mariluz, como había venido haciendo frecuentemente desde que esta había alcanzado la mayoría de edad. Como no, para Mika fue toda una satisfacción poner su carné de identidad sobre el mostrador del estanco y pedir los cigarrillos que prefiriera, dentro de sus escasas posibilidades económicas. Le encantaba ver la gran variedad de tabacos que había en los estancos de cierta calidad, todo ese muestrario llenando las estantería. Por su falta de recursos económicos se le ocurrió comprar picadura, filtros y papel de fumar, para luego hacer un poco de manualidades practicando la manera de liar un cigarrillo. Acabó consiguiendo el suficiente grado de habilidad liando cigarrillos y empezó a alternar el consumo de cigarrillos hechos a máquina con el de cigarrillos liados, de aspecto algo clandestino. Un domingo por la tarde Mailuz y Mika se encontraban en la casa de esta última dejando pasar perezosamente las últimas horas del fin de semana en la destartalada buhardilla que los hermanos de Mika habían tomado hacía tiempo para utilizarlo como una
especie de gabinete de ocio juvenil. Mariluz sacó sus cigarrillos para fumar uno. – –
Espera- le interrumpió Mika- no fumes aun. ¿Por que?- dijo Mariluz extrañada.
Mika no le llegó a contestarle porque ya estaba bajando corriendo las escaleras para ir a su habitación. Volvió enseguida mostrando con una sonrisa triunfal dos puros. ¿De donde los has sacado? Del estanco claro- contestó Mika- El otro día fui a comprar tabaco y al ver los puros caí en la tentación de comprarlos ¿Te acuerdas de la ocupación de la sede de la federación de empresarios? – Si- contestó recordando que allí había fumado un puro por primera vez, a medias con Mika. – ¿Te apetece uno? – Vale- contestó Mariluz alegremente. – –
Pronto las dos amigas encendieron sus puros, esta vez uno cada una, y fumaron mientras charlaban sin prestar mucha atención a la película de video que habían puesto. Mas tarde, cuando Mariluz ya se había ido, el padre de Micaela hizo un comentario. ¿No huele a puro arriba? Puede que si, estuve fumando en la buhardilla con Mariluz- admitió Mika. ¿Puros? Si - contestó algo expectante y preguntándose si estaría alcanzando los límites de tolerancia de su bohemio padre. – Puros, ja ja, que tías- dijo simplemente su padre, sorprendida por la audacia de su hijita. “Hace tiempo que fuma cigarrillos, habiendo aceptado eso no tiene ninguna importancia que fume puros, pero que ideas más divertidas y atrevidas tiene esta niña”, vino a pensar su padre. – – – –
Al final de la tarde, el grupo de excursionistas dio por terminada la jornada yendo a comer al agradable restaurante del camping donde pasarían la noche. Cenaron mientras el sol se iba poniendo y con el crepúsculo llegó un concierto de grillos que anunciaba la llegada del verano. Al acabar la cena algunos se quedaron dentro del restaurante y otros salieron al exterior, desperdigándose por las tiendas o por los alrededores del restaurante y edificio de recepción del camping. Al mermar la luz el aroma de plantas aromáticas y de las buganvillas de había vuelto deliciosamente intenso. Silvana, su compañera Mira y otros cinco excursionistas de más edad, ocuparon una de las mesas que se encontraban en el exterior del restaurante, para disfrutar de la tibieza de la noche mientras tomaban una copa de vino de la tierra y continuaban con la charla que habían mantenido durante la cena. Se sentían contentos y relajados, en buena medida a causa de la caminata de la tarde y también por el vino. Eli, una de las mujeres del grupo
sacó sus cigarrillos y ofreció al otro fumador que estaba presente. Encendieron sus cigarrillos y soltaron humo con complacencia. Ver a aquellos dos fumadores hizo que Silvana se acordara de Mariluz. Silvana siempre había tenido claro que fumar era un vicio absurdo y nocivo, pero desde que su amiga Mariluz había empezado a fumar, sus certezas en cuanto al tabaco ya no eran tan firmes. Nunca le había parecido que su amiga Mariluz fuera una boba y solían tener puntos de vista parecidos, aunque, como todo el mundo, aunque fuera una persona sensata, Mariluz podía equivocarse y Silvana pensaba que el empezar a fumar era una de esas equivocaciones. Sin embargo cuando la veía fumar la satisfacción de Mariluz era patente y, además, fumaba de una manera que hacía que el tabaco no pareciera algo tan vulgar, y eso que Mariluz no era una chica atractiva. Si, Mariluz a pesar de ser una chica algo apocada y acomplejada con su físico, estando entre amigas fumaba con un estilo muy cuidado y desenvuelto, en gran medida influencia de la señora Sandoval. Por eso, aunque no le hubiera dicho nada a Mariluz, el juicio negativo de Silvana sobre el tabaco había empezado a sufrir fisuras. “Quizá la satisfacción de fumar sea mayor de lo que me imagino” había pensado Silvana “¿Y si le pido un cigarrillo a Mariluz para probarlo?”. Sin embargo había desechado esa idea, en parte porque pensaba que le haría un flaco favor a su amiga si no dejaba claro que el tabaco le parecía un vicio absurdo, que podría ser como animar a Mariluz a seguir fumando. También un poco por orgullo, después de mostrarse contraria al tabaco pedirle un cigarrillo sería como una pequeña claudicación ante su amiga. Sin embargo el ver fumando a Mariluz había erosionado sus convicciones y le había ido estimulando la curiosidad por la experiencia de fumar. “Mariluz no está aquí ¿Y si probara ahora a fumar?”, meditó. ¿Me dais un pitillo?- le dijo a los fumadores. Claro- contestó Eli echando mano a su cajetilla ante la mirada estupefacta de Mira. Deja Eli, que ya antes me invitaste a mi, deja que la invite yo- la interrumpió Toño, el otro fumador, abriendo la cremallera de un bolsillo de su parca. – No sabía que fumaras- le dijo Bernabé a Silvana. De lo que la conocía en las excursiones no le parecía el tipo de chica que fumara, una chica estudiosa y responsable, buena lectora, con esa melenita castaña lisa que en las excursiones se solía recoger en una coleta y esas gafitas que usaba en más ocasiones de las que necesitaba, amparando sus ojos azules, que potenciaban su aspecto de chica sensata. – No fumo, nunca lo he probado- contestó ella. – – –
El resto del grupito la miró entre extrañados y divertidos. Bernabé se quedó medio congelado con la cajetilla en la mano, interrumpiendo el movimiento de acercársela, pero en una fracción de segundo pensó: “Bueno, es mayor de edad. Si quiere fumar un pitillo que lo fume, no tengo que sentirme mal”, con lo que completó el movimiento y dejó que Silvana cogiera un cigarrillo. Marga, una de las no fumadoras, de unos treinta años, dirigió una mirada de reproche a Bernabé, Silvana era de las personas más jóvenes de las que solían ir en esas excursiones. Ya es mayorcita para fumar un cigarro si le viene en gana- repuso Bernabé a lo que Marga había expresado sin palabras. –
Tras decir eso le dio fuego. Silvana succionó el cigarrillo mientras la llama acariciaba la punta y enseguida lo tuvo encendido, saliendo por primera vez de su boca una voluta de humo. ¿En serio nunca lo habías probado?- le preguntó Eli antes de dar una nuena calada a su propio cigarrillo. – En serio- confesó Silvana- debe ser bastante raro en una chica de dieciocho años. –
Eli se encogió de hombros. Quizá no tanto. Fuma el cigarrillo tranquilamente, no hace falta que tragues el humo- le aconsejó Eli para evitarle efectos desagradables y sabiendo que, aunque así no le entraría tanta nicotina como si inhalara el humo en sus pulmones, su sistema nervioso virgen si que recibiría cierta dosis, más adecuada para una principiante. –
Alguno de los presentes no estuvo de acuerdo con el consejo de Eli, les hubiera divertido presenciar las típicas toses del novato, pero no dijeron nada para evitarle a Silvana el mal trago. Silvana dio su segunda calada al cigarrillo, la saboreó con curiosidad y la expulsó con cuidado. No es tan malo el sabor- dijo poco convencida ante las miradas interrogativas del grupo- imaginaba que tendría un sabor más intenso. – Yo lo probé con quince años- dijo Beto, iniciando así una conversación sobre las experiencias de cada uno con el tabaco. –
Silvana siguió fumando su primer cigarrillo, mientras participaba en la conversación, familiarizándose con su cálido y acre sabor mientras cierta cantidad de nicotina iba entrando sutilmente en su organismo a través de su boca. Procuró sostener el cigarrillo con estilo, como había hecho hacer a Mariluz, para que no fuera tan notoria su bisoñez. Fumó todo el cigarrillo sin tragar el humo, adivinando que el motivo del consejo de Elia era evitarle toses sonrojantes, así que fue una fumada tranquila y cómoda. “No estuvo mal” pensó tras acabar el cigarrillo, “imaginaba que sabría fuertísimo y que me molestaría el humo, pero me he sentido cómoda fumando. De todas maneras no he conseguido averiguar que es lo que tiene tan interesante como para que la gente se haga fumadora, quizá tuviera que repetir la experiencia para descubrirlo... No, la causa de que la gente fume puede ser simplemente que se engancha, sin nada más en especial. Sin embargo, no se, fue una experiencia curiosa. Quizá vuelva a probarlo... algún mes de estos, ja ja, ja, no mañana ni la semana que viene, que no voy a caer en esto como una tonta”.
Félix se despidió de sus compañeros y, tras consultar un plano, se fue caminando por las calles de San Donoso. Habían acudido a la ciudad porque se celebraba una jornada de
puertas abiertas en la Universidad de San Donoso, mostrando a los estudiantes las diferentes opciones de estudios que ofrecía la institución. Félix no era en realidad muy amigo de aquellos chicos, Mónica era una “amiga especial” (a Mónica no le gustaba la palabra “novia”) muy absorbente que no dejaba a Félix mucho tiempo para cultivar amistades masculinas. Unos días antes, chateando, Félix había comentado a Máxima que iba a visitar San Donoso y Máxima, que estudiaba allí, le hizo prometer que la visitaría para que le pudiera mostrar la ciudad. Félix temía la posible reacción de Mónica si sabía de ese encuentro pero decidió que quedaría como un maleducado si rechazaba la invitación a ver la ciudad y que Mónica no se enteraría, diría que había pasado todo el día con los compañeros. “Además, es absurdo pensar que pudiera pasar algo entre Máxima y yo, las chicas de su edad ven a los de mi edad como niños”, razonó Félix. Se reunieron a los pies del monumento al emigrante, donde habían quedado. – – –
¿Tienes hambre?- le preguntó Máxima. La verdad es que si. Pues vamos a comer un kebab, conozco un sitio aquí cerca ¿Te gustan los kebabs?
Félix asintió y se fueron a comer. Durante la comida charlaron animadamente y Félix no pudo dejar de admirar el encanto de Máxima. No era solo su rostro y su precioso cabello castaño-rojizo y ondulado, Máxima irradiaba cierta vitalidad que animaba su flexible cuerpo y sus gestos de una manera encantadora. Félix tuvo la fuerte sensación de que Máxima debía ser fumadora. Nunca la había visto fumar, pese a haber visto a su hermana Mariluz fumar en su presencia, pero su desenvoltura y su sensualidad le hicieron intuir que era fumadora, aunque quizá muy moderada. Estaba convencido de que al acabar la comida, momento crítico para todos los fumadores, Máxima haría aparecer sus cigarrillos (en aquella época aun se fumaba en los restaurantes). Siendo un fetichista del tabaco, Félix esperó con expectación ese momento. Bueno ¿nos vamos?- le dijo Máxima a Félix una vez acabada la comida tras charlar unos minutos- Quiero dejar mi carpeta en casa. – Vale- contestó Félix algo vacilante, sorprendido y decepcionado de que el esperado cigarrillo no hiciera aparición. –
Al llegar a casa Máxima llamó a sus compañeras de piso y nadie le contestó. Tiró su carpeta en una butaca del salón y dejando allí a Félix desapareció por el pasillo. Pronto apareció con una generosa copa de vino que ofreció a Félix. Espérame aquí mientras guardo mis apuntes- le dijo al chico mientras este recibía la copa inseguro, sin costumbre de tomar vino. Máxima le señaló el sillón- Ponte cómodo. –
Máxima volvió a desaparecer por el pasillo. Félix examinó el salón inseguro, con la copa en la mano, y finalmente se puso a ojear un libro, dando algún sorbito al vino. Al poco rato Máxima regresó, con otra copa de vino en la mano, y se sentó a su lado sonriendo. Soltó un suspiro.
Relajémonos un poco. Eh, tu vino casi no ha bajado- dijo ella señalando la copa de Félix- ¿Me estabas esperando? No hacía falta. Hala, “chin-chín”. –
Brindaron y bebieron. ¿Te gusta San Donoso? Si - contestó el chico- a lo mejor vengo a estudiar aquí, aunque si Mónica se tiene que quedar en nuestra ciudad no se si me animaría. – –
Mónica no estaba haciendo muy buen curso, estaba teniendo una adolescencia especialmente virulenta y tenía la cabeza bastante dispersa, no se centraba en los estudios, así que no estaba nada claro que iba a ser de su vida el curso siguiente. Sería estupendo que te vinieras a estudiar a San Donoso, tu relación con Mónica es algo estupendo pero tienes que abrirte al mundo y a nuevas experiencias. –
Siguieron conversando convencional pero amigablemente. Máxima no dejaba de ser encantadora con Félix, que estaba sorprendido de que una chica mayor que él le tratara de forma tan agradable, relajada y cercana. “En cualquier momento encenderá un cigarrillo”, pensó Félix. Estaba seguro de que Máxima tenía que fumar, aunque fuera muy moderadamente, y era imposible que en aquel clima de cálida conversación y copas no fumara un pitillo. Con las copias mediadas Máxima lo tomó cariñosamente por el brazo y algún momento le dió unas palmaditas en la rodilla. Estos gestos afectuosos sorprendieron a Félix, le agradó y le dió pudor, sin saber si era correcto teniendo en cuenta que él tenía novia... o algo así, pero pensó que seguramente no debía dar mucha importancia al gesto, que posiblemente fuera un gesto amistoso normal en esos mundos universitarios y que mejor no decir nada y evitar así el riesgo de parecer un crío. La nubecilla etílica que nublaba su cabeza también tuvo que ver en que no quisiera romper aquel ambiente tan agradable. Fue notando que su pene se ponía erecto pero decidió hacer como si nada, seguro de que no se notaría entre los pliegues del pantalón. Máxima le tomó una mano y, continuando la conversación la mirada de ella se volvió más cálida e intensa, mientras el tono de su voz se iba haciendo más meloso. Máxima besó los labios de Félix quien sorprendido no lo rechazó. ¿Por qué hiciste eso?- acertó finalmente a decir el chico, sintiéndose simultáneamente avergonzado, emocionado, asustado, encantado y muy excitado. – Porque me apeteció y adiviné que a ti también te gustaría- le contestó Máxima con una mirada intensa y amorosa, carente del más leve indicio de remordimiento- ¿A que te gustó?. – Si claro. Pero..., yo estoy con Mónica. – Ya lo se cariño, nunca me interpondría en vuestra relación, pero ella no tiene por que enterarse y no es como si fuerais novios-novios oficiales ¿no?- argumentó Máxima aviesamente. – Bueno...- dudó Félix. Lo cierto es que a Mónica no le gustaba que se dijera que eras novios y que nunca habían hecho el amor. – No me interpondré en vuestro amor Félix, pero somos un hombre y una mujer con nuestras necesidades. –