Sinónimos y antónimos. Sinónimos son las palabras que significan lo mismo o casi lo mismo, y los antónimos son palabras cuyo significado es contrario y opuesto. Curiosamente “sinónimo” y “antónimo” son dos palabras antónimas, y el significado de esta última representa, si no el concepto actual y fáctico de la exclusión, sí nos da una idea de la etimología del concepto de exclusión: si existe el bien, existe el mal y por ello si existen los buenos existen los malos; si existe un David, existe un Goliat; y si existe el blanco, que se define como la suma de todos los colores, existe el negro al que se le podría atribuir la ausencia de color, y entre ellos siete colores básicos, cada uno con miles de tonalidades diferentes. Teniendo en cuenta estas contrariedades, y extrapolando la analogía de los colores, del pequeño y el gigante, o del bien y del mal, se logra presentar el tema de este ensayo: la inclusión y la exclusión, y por ende, los incluidos y los excluidos.
¿Qué significa la inclusión social? Podríamos idealizar los conceptos de inclusión y exclusión, al imaginar una línea recta, con unos extremos claramente definidos, en la cual su punto de origen se llama inclusión y el punto final se llama exclusión, y los diversos puntos que conforman el trayecto de esta línea se denominan grupos vulnerables, que pueden estar en una posición de inclusión relativa si se encuentran cerca al punto de origen, o que pueden estar en una posición de riesgo de exclusión si se encuentran cerca al punto final. La brecha entre los incluidos y los excluidos estaría representada por la longitud de dicha línea, y denominaríamos inclusión a la ubicación de los individuos en el primer punto de la línea, es decir, dec ir, la condición de estar integrado a la vida de la comunidad sin importar el origen, las condiciones socioeconómicas, o el pensamiento de los individuos. En ese orden de ideas, y como bien señaló el finado sociólogo tico, la exclusión no es una condición absoluta pero sí relativa, es decir, dependiente del punto de vista del que se vea. Es decir, y colocando un ejemplo racial básico, entendiendo la raza no como el linaje o el origen de unas personas, pero sí como el color de la piel, los negros pueden excluir a los blancos como sucede en lo que se conoce como el racismo negro que se presenta en ciertas zonas de los Estados Unidos, o los blancos pueden excluir a los negros como sucedió en el Apartheid sudafricano. Sin embargo, olvidando el papel de la melanina en nuestro cuerpo y sus nefastas consecuencias en la conciencia de nuestra sociedad, y aplicando los conceptos de inclusión y de exclusión a nuestro querido y dolido país, la exclusión a pesar de ser un concepto relativo, tiene componentes históricos de enorme incidencia, como lo son los aspectos económicos, sociales, culturales y laborales, que no deben ser embarullados con las imposibilidades de satisfacer necesidades económicas, lo que normalmente se denomina “pobreza” pobreza”. Es decir, a pesar de tener una marcada relación, es muy diferente ser pobre económicamente a ser excluido socialmente.
¿Cuáles son las causas de la Exclusión en Colombia? Históricamente, la relación de exclusión e inclusión social está cimentada en las desigualdades sociales, y marcada por las decisiones de un grupo socio-político predominante excluyente que no afectan solamente a personas en particular, sino a colectividades enteras de excluidos. Al hablar de las causas de la exclusión social en nuestro país, considero que se encuentra en primer lugar la deficiencia en las instituciones políticas que condicionan de manera implícita el derecho a elegir o a ser elegido, el control de la tierra y de la propiedad privada, el subdesarrollo propio de nuestro país que limita al amparo por parte del estado a las poblaciones en situación de vulnerabilidad, la diversidad étnica o de raza y por último, diversos aspectos sociales como la identidad de género, la edad de las personas y su estatus laboral. Nuestra realidad es muy similar a muchos países de Suramérica; sin embargo, para el caso específico de Colombia, tenemos una realidad marcada por un longevo conflicto armado, no solamente generado a partir de la triste exclusión ideológica y el posterior origen a la lucha armada y los grupos guerrilleros, sino a la época de la violencia al final de la década de los años cuarenta, en donde los extremos no eran el blanco y el negro, pero sí el rojo y el azul. Con la defensa armada de los ideales ideológicos, se escaló el conflicto al dominio territorial y posteriormente incluso a la expropiación territorial, como medio para la búsqueda desesperada de medios de financiación y dejando mayor número de víctimas, y víctimas mucho más excluidas que en un principio. Ahora bien, con el ideal de cumplir los objetivos de desarrollo del milenio fijados por la Organización de las Naciones Unidas en el año 2000 para sus países miembros, se han logrado avances en materia de cobertura de la salud pública, en el acceso a la educación y en la promoción de la igualdad de género, pero aún estamos lejos de erradicar la pobreza extrema, el hambre y el analfabetismo y de tener una mujer presidenta, indicadores claves de la exclusión social, que son medidos a través del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), y que frecuente, y muy convenientemente, son presentados como indicadores de gestión del gobierno de turno en los medios de comunicación. En mi concepto, incluso antes de los aspectos enmarcados dentro del ámbito político y las consecuencias que ha dejado la exclusión ideológica a lo largo y ancho del territorio nacional, el primer indicador de la inclusión o exclusión puede ser aquello que llamamos pobreza, representada primordialmente por el acceso a la tierra; no simplemente en el campo para ararla, sembrarla y obtener una cosecha, pero sí representada como una casa, como la vivienda de una persona en determinado espacio geográfico. Y no se refiere meramente a tener un sector de terreno en el cual se pueda habitar, porque inclusive las bases de los puentes y las alcantarillas representan espacios geográficos, sino de la posibilidad de establecerse en un lugar que cuente con condiciones dignas y habitables, con agua potable y servicios públicos, rutas de acceso, medios de transporte, con centros de salud y centros educativos cercanos, y sin el riesgo manifiesto de una catástrofe natural.
Otra forma de exclusión social, que además refleja los síntomas de una sociedad atrasada, es aquella generada por el acceso limitado a los servicios de salud y la imposibilidad de acceder a la educación básica o superior, puesto que ello genera problemas relacionados a la morbilidad de la población y la generación de barreras sociales a partir del analfabetismo. En ocasiones, tanto la salud como la educación, se perciben como un punto de divergencia entre aquellos que tienen y aquellos que no tienen, como si nos refiriéramos a una camisa o un pantalón, a activos, o incluso a lujos, y no a los derechos declarados en la carta internacional de los derechos humanos. En cuanto a la diversidad étnica o de raza, a pesar que en Colombia no existe un radicalismo racial, que hacemos casi la misma fuerza tanto a James como a Cuadrado, sí es claro que las poblaciones afrodescendientes e indígenas no tienen la misma participación que el grupo mestizo; basta con imaginarnos un grupo de cien compañeros de estudio o de trabajo, y pensar en que al menos deberían de haber diez afrocolombianos y dos de raíces indígenas. De otra parte, no podemos olvidar que en 1939 Colombia cerró las puertas al refugio de judíos europeos. Por último, están aquellos generadores de exclusión con los que convivimos a diario, como a los grupos de cierta edad avanzada, el recelo hacia la comunidad LGBTI, y un confuso mercado laboral, en donde a la falta de oportunidades, se suma la edad de los candidatos y lo mucho o poco de experiencia que deban tener para acceder a un empleo. No siendo más el tema de este ensayo, quisiera plantar que en nuestro papel como partícipes de una sociedad en desarrollo, debemos de pensar y trabajar a diario con un sentido social, que nos permita hacer un pequeño aporte social y logremos ser cada vez más incluyentes, en donde todos seamos cada vez más sinónimos y menos antónimos.