Capítulo Libro Espacio Publico, Ecuentro de Multitudes, Juan Carlos Pérgolis

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18 arquitectura magnífica pero ajena y distante. Curiosamente, también los edificios de la Plaza San Martín – Casa Casa de Gobierno y Legislatura – podrían resultar distantes del ciudadano; sin embargo, la actividad comercial presente en el marco y en las cercanías de la plaza, parece bajar su escala e insertarlos con mayor facilidad en la vida cotidiana. La Plaza San Martín es, sin ambigüedades emocionales, un depositario de pequeños afectos, por ser parte de recorridos menores en la vida diaria, por su tratamiento espacial y arborización que parecen compartimentarla en ámbitos menores. El ejemplo de La Plata, ciudad neoclásica y republicana, es muy elocuente respecto del carácter de las plazas: existen unas plazas de la ciudad y otras de sectores o barrios. El significado afectivo de la plaza o parque barrial resulta indiscutible por su escala, identidad menor y proximidad a una comunidad pequeña, en tanto que el significado













19 instituciones coloniales y definió su significado de centro de la ciudad ; algo que se desdibujó en la memoria de los habitantes. La Plaza de Armás sufrió múltiples transformaciones durante los primeros años de este siglo, pero fue la aparición de nuevas plazas, especialmente la de San Martín y las consecuentes con la nueva traza de avenidas republicanas, y la inconcebible reforma de su perímetro edilicio en la década de 1930, en busca de una imagen moderna con reminiscencias tradicionales. Los nuevos edificios de la Plaza de Armas borraron su pasado. No fue una transformación progresiva como ocurrió en otras ciudades, producto de múltiples intervenciones, sino un ordenamiento forzado y amanerado en su lenguaje, que la comunidad no entendió ni asumió. Así, la plaza ornamentada fue alejándose de sus habitantes con sus mil anécdotas cotidianas, para convertirse en el espacio del poder, focalizado en el Palacio de Gobierno Nacional. Esta lección de Lima nos enseña que no













20 cada una de las múltiples calles que se encuentran a modo de estrella. Este perímetro continuo, a la vez que jerarquizado, produce un fuerte amarre tensional del ámbito y una importante identidad urbana. Aún hoy, pese al deterioro del sector, nadie duda que a la Plaza Bolognesi se ingresa como si se entrara a un espacio arquitectónico, aunque de dimensión y jerarquía propios de un espacio urbano. La Plaza Dos de Mayo, sobre la misma avenida Ugarte, terminó de conformarse hacia 1921, mediante la intervención de un urbanizador privado que construyó en su perímetro edificios para vivienda, muy similares entre sí, que definieron un marco de alturas e imagen homogéneas. De este modo, la plaza se convirtió en un espacio contenido, fácilmente identificable, como antesala del centro, al cual concurre también un sistema de vías en estrella, entre las cuales, la avenida La Colmena conformó la espina comercial del nuevo sector del centro. Sin embargo, la actividad vehicular convirtió la Plaza Dos de













21 tránsito vehicular, flanqueado por dos excelentes edificios republicanos enfrentados, con pórticos comerciales en sus pisos bajos y un considerable número de construcciones de diferente estilo y época con cines, teatros, hoteles y comercio en general, que conformaron el corazón del nuevo centro de la ciudad a partir de los años cuarenta. La peatonalización del Jirón Unión que conecta esta plaza con la de Armas, no consiguió salvar – en en términos de significación de usos – al tradicional espacio colonial. Al desembocar esta calle en la Plaza de Armas, el peatón se frena; la plaza es inaccesible y su ámbito se recorre perimetralmente, bajo los pórticos, como si la fuerza de un vacío – físico físico – presionara desde el centro hacia los muros del borde, y emocional – impidiendo llegar a su plano central. La intención de acceder al significado del espacio, particularmente al de las plazas, a través de la relación entre formas y usos, implica mirar la historia en busca de los monumentos de conformación del signo, sus















22 Para entender ese fin de siglo en Colombia, en sus ciudades y en su arquitectura, hay que referirse a la inestabilidad política – de de todo ese siglo – y al empobrecimiento consecuente con las luchas internas y las guerras, que culminaron en la llamada guerra de los Mil Días. También hay que considerar el decreto de desamortización de bienes de manos muertas de 1861, durante el gobierno de Mosquera, que permitió la entrega al Estado de los edificios de propiedad religiosa, con excepción de los templos, expropiación que resolvió la necesidad de construcción de edificios públicos, que con el limitado presupuesto estatal no se podían













23 pero más allá de las ambiciones especulativas, Arrubla tenía una idea muy clara sobre la ciudad que se estaba gestando y sobre el futuro modo de vida en ella: aunque el lenguaje formal del edificio nos refiere a la tradición colonial, sus significados de uso, su tamaño y la intención subyacente nos hablan de la futura ciudad de fin de siglo; es evidente que en todo signo se esconde un deseo, o en palabras de Morris: “un signo es un i ndicio de algo que nos induce a asumir un comportamiento”.

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El segundo signo del pensamiento moderno hacia la configuración de la













24 Cané, se refiere al altozano como centro de reuniones a toda hora: “todo cuanto la ciudad tiene de notable en política, en letras y en posición (...) toda la actividad de Bogotá en un centenar de metros cuadrados, tal es el 6 altozano” . Finalmente, el costado norte reúne una serie de viviendas de poca importancia arquitectónica, algunas de las cuales comenzaban a ser reemplazadas por construcciones más altas que lentamente cambiaban la tradición colonial del alero por la cornisa y los muros blancos y planos por Beaux Arts. En el ritmo de las pilastras del lenguaje de las academias de Beaux 1962 se demolió la manzana para construir el Palacio de Justicia, que se













25 la estética asumía un papel sin precedentes en la tradición arquitectónica colombiana. En 1904, Lelarge proyectó el Edificio Liévano, actual Alcaldía de la ciudad, en la fachada occidental de la Plaza de Bolívar, allí donde estaba el edificio de Arrubla, destruido por el incendio de 1900. La nueva fachada constituye un enorme telón, modulado con un ritmo muy rápido, con comercios en el piso bajo y remate en altura con una mansarda central y altillos, también con mansarda en las esquinas. Curiosamente, el edificio













26 Anglés Vargas, V. Historia de Cusco Incaico. Ed. del autor. Cuzco, 1988. Barrera, I. Quito colonial. en Quito pintoresco. Quito, 1938. Berjman, S. y Gutiérrez, R. Documentos de Arquitectura Nacional y Americana. Instituto de Investigación de la Arquitectura y el Urbanismo. Urba nismo. Resistencia. Bossa Herazo, D. Nomenclator cartagenero. Ed. Banco de la República de Colombia. Bogotá, 1981. Cevallos, P.F. Cuadros descriptivos del Ecuador. Quito, 1861. Córdova, S. Crónica franciscana del Perú. Quito, 1647. Daireaux, E. Vida y costumbres en el Plata. Bouret Editeur. París, 1888. De Velasco, J. Historia del Reino de Quito en la América Meridional. Quito, 1977 (recopilación).















27 Pérgolis, J.C. Europäismus in der Latein-amerikanischen Architektur. En Der Architekt. Bonn, 1988. Rahola, f. y Tremols. Sangre nueva, impresiones de un viaje a la América del Sud.

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