ÍNDICE
o 111 1 ni• '" '''"d ;1d de experimentar en una crítica de "" 1 ¡,, IIO.O\II II IIC IItc en un estudio lógico y dialéctico 1111 "'" 1 " 1.1 u 1t1c;1 literaria estamos constantemente t 1"' "" l''"l•·1n'' ' ddinir, y definiendo con ellos o tras lili"" ""' 1111 11 1oi 11 .11Hio términos que tienen una intento '1'" '"' ·' .o¡u·.t 111 dnnasiado: teóricamente deberían 11' ""' d • 11 ool)' lll l llll ll mo do tendremos que encontrar hlttl 1 , 'l"r '·''!'·"""' e n todo momento qué queremos 1111
' , 1· 1 1<' 1. L'xperiment and Criticism ( !929)
Prefacio a la segunda edición .. .. ............................................ ... .... Pág. Agradecimientos ....... . .................................. .... .............. . ..... ........... . Introducción .................................................................. .................
11 13
LA IDEA DE MODERNIDAD ........ .. ........................... .. ........ .. ...... ..
23
l. 11. 111. IV . V. VI. VIl . V III. IX. X.
!S
23
Enanos modernos a hombros de ant iguos gigantes .................... . El problema del tiempo: Tres eras de la H istoria de Occidente ... .. Los ant iguos somos nosotros ........................ .. .................... .. Comparando los modernos con los antiguos ...................... . .... .. De lo moderno a lo gótico. a lo romántico. a lo moderno ........... .. Las dos modernidades .................... .. . ....... .... .... ......... .. . . .... . Baudelaire y las paradojas de la modernidad estética ................ . Modernidad. muerte de Dios . y utopía .................................. . Modernismo literario y otros modernismos ...... .. ............... .. ... .. Comparación de modernos y contemporáneos ........................ ..
so
LA IDEA DE LA VANGUARDIA........ .. ........ .... ....... .. ........ ...... ... ....
99
l. Il. 111. IV .
V. VI. V II. V III. IX .
X.
De la modernidad a la vanguardia ................................ . ........ . La metáfora «vanguardia» en el Renacimiento: una figura retórica. La «vanguardia» rmmíntica: de la política a la política de la cultura La vanguardia y algunos escritores de mediados del siglo XIX ..... . . Dos vanguardias: atracción y repulsiones .. ............... .. ............ . Vanguardia y extremismo estético ............................... .. ....... . La crisis del concepto de vanguardia en los sesenta . .................. . Vanguardia. dcshum;onizacitin. y fin de la ideología .... ......... .. .. .. Vanguardia y pmmodcrnismo ............. .. . . .. .. .......... .. ... .... .. .. .. lntclcctualismo. anarquismo y cstasis ........ ............. .............. ..
LA IDEA DE DECADENCIA ..... ... ........ ... .. ...... ... .. .. .. ........... .. .. .. .....
l. I I.
lll. IV. V. VI.
Versiones de la dcc:~dencia .. .. .. . .. .. .. .. .. .. . .. .. .. .. .. .. .. .. . .. .. .. .. .. .. . De la «decadencia» al «estilo de decadencia» ... .. ... .................... La euforia decadente .. .. .. .. ............... .. ................................. Nietzsche sobre «decadencia•• y «modernidad» ......................... E l concepto de decadencia en la crít ica marxista .. . .. .. . .. .. .. .. .. .. .. ..
29
33 36 44
55 67 76 91
99 101
104 111 114 119
122 126 133 144
149
149
15S 169 176
1/decatentismo .................... .... ... .......................................
195 210
KITSCH .... . ....................... • .. .... .. ... .. ... .. ...... ...... .............. . ..... .. .....
221
l. • 11. 111. I V.
Kitsch y modernidad .. .. .. .. .. .. .. .. . .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. . .. . .. .. .. .. .. .. .. Kitsch, camp, y arte elevado .. .. ... .. .. .. .. .. .. . .. .. ... .. ... .. ... .. .. .. .. .. .. Etimología, contextos de uso. y la «ley de la inadecuación estética». Kitsch y Romanticismo .. .. . .. .. .. . .. .. . .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. . .. . .. .. .. .. .. ..
[9]
Fl
t1
2
1
n
1
22 l 22S 228 232
o
CINCO CARAS DE LA MODERNIDAD Mal gusto, ideología y hedonismo ........ .... ... .. .............. ... ... . .... Algunas consideraciunes estilísticas . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . .. . . . . . . . . . . Kitsch e industrialización cultural .. .. .. .. ... .. .. .. .. .. .. .. . .. .. . .. .. . .. .. .. El «hombre-kitsch » ............................. .. .. ................ .. ........ .
234 243 249 252
>OBRE LA POSMODERN ID AD (1986) ..................... .... .................. ..
257
Y. V I. VI l. VIII.
La nueva cara de la modernidad .......................................... .. Epistemología y hcrmcnéuti<.:a: de la mode rn idad a la posmodernidad . ... ............. . ..................... ......... ..................... ...... . .. El silencio de la vanguardia ................................................ .. La novedad del pa~ado: el punto de vista de la arqUitectura ........ . Criticas del posmodernismo ........................................... .. .. .. Posmodernismo li terario: la formación de un corpus ................ .. Recursos posmodcrnistas y su significado .................. .. ........... . Conc lusiones .......... .. ................... ... .... ........... .. ......... .. .. .. ..
257
SE LECCIÓN DE Bll3LIOGRAFÍA C RÍTI C A .................. ...... ............ .
303
ÍNDICE DE NOMBRES ······················································ ············
319
ÍNDICE DE CONCEPTOS .............................................................. .
324
l. 1l. 11 l. 1V. V. V I. Vil. VIII.
26 1 26R 271
27') 2X6 292 299
Prefacio a la segunda edición Esta segunda edición de Caras de La Modernidad difiere de la primera principalmente porque contiene un amplio capítulo nuevo «Sobre el Posmodernismo» escrito en 1986. De ahí la alteración del título en Cinco caras de la modernidad: modernismo, vanguardia, decadencia, kitsch. posmodernidad. La única diferencia significante que afecta al vocabulario de la modernidad desde 1977, el año de aparición de mi libro , ha sido el surgimiento de un concepto internacional de posmodernidad . En 1977 el posmodernismo era todavía un concepto raro y utilizado casi exclusivamente en Amé rica y creí que podría tratarlo debidamente en una sección bastante breve del capítulo sobre «La idea de vanguardia». Hoy en día un volumen sobre la modernidad que no contenga un tratamiento sustancial del posmodernismo sería apenas creíble . Además , el «Sobre Posmodernismo» es en sí una revisión retroactiva de toda la obra. En un sentido esta revisión ilustra de paso la «estrategia de retracción» o «palinodia» que, como sugiero e n «Sobre Posmodernismo», arranca de una cualidad esencial del espíritu moderno . Escribir el nuevo capítulo revisionista me ha ayudado a resistir la tentación de alterar el texto de los primeros cuatro ensayos en mayor o menor medida. No obstante, incluso sin cambios en los primeros capítulos, sentí que la secuencia del pensamiento de esta versión refleja el desarrollo de mi s puntos de vista sobre la modernidad , una modernidad que ahora revela sus últimos rostros intrigantes, la posmodernidad. Por supuesto he corregido los tipos o infelicidades ocasionales -cuando los he notado-. La Selección Bibliográfica Crítica ha sido revisada y puesta al día. E l cambio principal ha sido, de nuevo, añadirle una nueva sección separada totalmente dedicada al posmodernismo. Se omite en esta edición el Epílogo considerado superfluo a causa de la inclusión del capítu lo final. Con los años he publicado varios ensayos independientes sobre diversas cuestiones del posmodernismo , desde los de carácter general como el renacimiento pluralista en el pensamiento contémporá[11 )
12
CINCO CARAS DE LA MODERNIDAD
neo hasta los particulares como el strztus de l posmo dernismo en el lenguaje de la pe riodización histó rica 1 . Desde 1977 he tratado tam bié n de modo mus amplio aspectos o temas de modernidad q ue sólo habían sido tratados con bre vedad en Caras de la modernidad ta les como, entre otros, la cuestión de modernismo e ideología (incluyendo política), la metáfora fi losófica de
>, tan am·pliamente debatida, sobre todo en el Continente, durante los años sesenta y setenta, y en crítica lite raria , el conflicto entre poét icas y nuevas ve rsiones de la herme né ut ica 2 . Estos desarrol los de mi estudio eran demasiado amplios para perm itir ni siquie ra una incorporación parcial en esta nueva edición . Quizá <:lgún día piense en reunirlos en un volumen separado. Deseo agradecer las sugerencias, ideas y el espíritu alentador de la amistad de Ihab Hassan, Virgil y Nemoianu, Mihai Spariosu; Mar· jorie Perloff, Douwe Fokkema, Ricardo Quiñones, y, por úl timo, aunque e l último, Willis Barnstone, que también insistió en que acometiera esta nueva edición. Mi agradecimiento más profundo a mi editor Reynolds Smith de Duke University Press, por su especia l calidez y su reconfortante papel.
1 Ver los ítcms con mi nombre en la sección «Posmodernismo» de la Selección Bibliográfica Crítica. : Ver los ítem~ junto a mi nombre en la secci
Agradecimientos Debo la posibi lidad de comenzar y completar este libro principalmen te a la John Simon G ugge nheim Memo rial Foundation, q ue me concedió una beca durante el curso académ ico 1975-76. P arte de l capítulo «La idea ele la vangua rdia » ha aparecido de fo rma algo diferente como<< Vanguardia : algunas conside raciones tem ino lógicas» en el Ycarhook for Comparative and General Literature, 23 (1974). O tra parte de l mismo capítulo, presentado originalmente como una charla en la Unive rsidad de Chicago en el otoño de 1973, ha sido publicado bajo el títu lo «Vanguardia. Neovanguardia, Posmodernismo: La cultura de la crisis», en Clio IV, 3 (1975). Una versión an terior y más corta del capítulo sobre kitsch ha aparecido como «El monstruo benevolente: reflexiones sobre lo kitsch como concepto estético» en Clio VI, 1 (1976). Deseo expresar aquí mi agradecimien to a los editores de estas revistas, gracias a cuyos permisos puede aparecer los mencionados textos con una nueva encamación en este volumen. Otras partes del libro se esbozaron o pensaron como charlas o conferencias e n varias universidades, entre las que me gustaría reconocer a Harva rd, el Claremont College, la Universidad de California en Ri verside, Stanford, y la Universidad de Massach usetts. E l manuscrito lo han leído, to tal o parcia lmente , nu merosos colegas y a migos que me han ofrecido valiosas sugere ncias. En muchos mo me ntos de mi trabajo , el ánimo y las observaciones del Profesor René Wellek han sido extremadamente útiles. Burton Fieldman ha leído parte del manuscrito y me ha proporcionado un número de desa fia ntes a notacio nes, de las q ue se ha beneficiado todo e l libro de manera más a mplia de lo que aq uí puedo recoger. E ntre mis colegas de la Universidad de Indiana estoy particularmente agradecido a Wi. · llis Barnstone (q ue ha corregido m i inglés con auténtica ferocidad de la que me te mo hubiera hecho falta un poco m ás), Alvin H. Rosenfeld, Ke nnc th Jo nston, James Je nsen, y Timothy Wiles. Mi discusión sobre la mo dernidad con A nd ré R eszler , q ue ahora e nseña en e l lnsti tut d' Etudcs Eu ropéennes e n Ginebra, ha sido muy estimulante, y espe ro que nuestro viejo proyecto de un estudio en colaboración de la esté tica del modernismo se materializa ra algú n día.
Universidad de Indiana, Bloomington, enero de 1977 [13]
Introducción D urante los últi mos ciento cincuen ta años, ap roximada mente, términos como «modernidad», «moderno», y, más recientemente, «modernismo», así como cierto nú mero de nociones relacionadas, se han ut ilizado en contextos artísticos o litera rios para tra nsmitir un sentido cada vez más ajustado del re lativismo histórico . Este relativismo es en sí una forma de crítica de la tradición. Desde el punto de vista de la modernidad, un artista -le guste o no-- está separado de su pasado no rmativo de criterios fijos, y la tradición no posee derechos legítimos para ofrece rle ejemplos a imitar o direcciones a seguir. En el mejor de los casos, él se inventa un pasado privado y esencialmente modificable. Su propia conciencia del presente, apresada en su inmediatez e irresistible transitoriedad, aparece como su principal fuente de inspiración y creatividad. En este sentido se puede decir que, para el artista moderno, el pasado imita el presente m ucho más de lo que el presente imita al pasado. Lo que te nemos que tratar aquí es un importante deslizamiento cul tura l desde· un tie mpo que honra la esté tica de la permanencia, basada en la creencia e n un ideal de belleza transcendente e inalterable, a una estética de la inminencia y la transitoriedad , cuyos valores centrales son el cambio y la novedad. Incluso durante los siglos XVII y XV III, m uchos de los «modernos» invol ucrados e n la famosa Querella de.1· Anciens et des Moclemes , o e n su cont rapa rt ida ingll:sa, la /Jau/e uf the /Jooks, se continuó considera ndo la belleza como un transcendental, un modelo eterno, y si creían ser superio res a los antiguos sólo e ra porque creían habe r logrado una mejor y más racional comprensión de sus leyes. Pero desde finales del XVIII y pr\ncipios del XIX, o, más exactamen te, desde que la modernidad estética bajo la forma del «romanticismo» definió por primera vez s u legitimidad histórica como una reacción contra los supuestos básicos de l clasicismo, la idea de una belleza universal inteligible y atemporal ha sufrido un proceso de continua erosión. Este pro\.:eso se hizo auto consciente por primera vez en Francia. Para un e<;tudiante de termi nología, la clara y polé mica d icotomía de Stendhal e ntre le beau idéal antique y le beau idéal modem e, q ue apa rece e n su Histoire de la peinture en l talie ( 18 17), y especialme nte su definició n re la tivista del romanticismo, tal como la formula e n su R acine el Shakespeare ( 1823), constituye n sucesos muy significa tivos. [ 151
16
17
CINCO CARAS DE LA MODERNIDAD
INTRODUCCIÓN
Stendhal creyó que el romanticismo una palabra que tomó prestada del italiano, era simplemente «el arte de presentar a la gente obras literarias que , desde el punto de vista del estado act\.lal de sus costumbres y creencias, les proporcionaba el máximo placer posible». Los teóricos anteriores de lo «gótico>>, lo «CaracterísticO>> , lo «interesante>> y lo «sentime ntal» (Schiller), o incluso lo «romántico>> (los hermanos Schlegel, Madama de S te!) como opuestos a lo «clásico» eran , e n conjunto, mucho menos militantes en su defensa de lamodernidad , y algunos de ellos incluso tenían sentimientos de nostalgia acerca de l antiguo ideal de belleza desaparecido. Nada de eso aparece en Stendhal. Su idea de «romanticismO>> incluye , no sólo un sentido definido de compromiso con un programa estético, sino también un sentido de inmediación y actu alidad que ciertamente no hubieran compartido la mayo ría de sus predecesores, que no vieron en el romanticis mo nada más que una expresión artística de toda la cristiandad oponiéndola a la visión del mundo de la ant igüedad pagana. Con la ruptura de la a utoridad estética tradici o nal , el tiempo, e l cambio, y la autoco nciencia del presente han tendido cada vez m ás a convertirse en fuentes de valor en lo q ue Lioncl Trilling denomin ó una vez, con una frase feliz, la «cul tura enemiga» del modern is mo . Históricamente, Baudelaire, uno de los primeros artistas que e nfrentó la mode rnidad es tética, no só lo a la tradición , sino también a la modernidad pdctica de la civilizació n burguesa, ilustra el intrigante momento e n el que la noción de be lleza uni ve rsal había encogido lo sufi ciente como para alca nzar un equilibrio delicado con su moderno contr> . Tras Baudelai rc, la efímera y siempre cambiante conciencia de la modern idad como una fuente de belleza prevalece con éxito y finalmente elimina la «Ot ra mitad>> del arte. La tradición se rechaza cada vez con más violencia y la imaginación artística comienza a enorgullecerse de explorar y m apcar el ámbito del «aún no» . La mode rnid ad ha abierto el camino de las revolucionarias vanguardias. Al mismo tiempo, la modernidad se vuelve contra sí misma, considerándose a sí misma como decadencia, dramatiza su profund o sentido de crisis. Las nociones aparentemente cont radictorias de vanguardia y decadencia se vuelven casi si nónimas y, baj o ciertas ci rcunstancias, pueden incluso intercambiarse. La modernidad en e l sentido más amplio, tal como se ha hecho sentir histó ricamente , está reflej ada en la irreconciliable oposición entre el conjunto de valo res que corresponden a lo 1) objetivado, tiempo socialmente mensu rabl e de la civilización capitalista (el tiempo como una comodidad más o menos preciosa, vendida y comprada
en e l mercado), y 2) lo personal, subjetivo , durée imaginativa, el tiempo privado creado por el desdoblamiento del «YO>>. Esta última identidad del tiempo y del yo constituye el fundamento de la cultura modernista. Visto desde este ventajoso punto de vista , la modernidad estética descubre algunas de las razones de su profundo sentido de crisis y de su alienación de la otra modernidad, que, a pesar de su objetividad y raciona lidad, ha carecido, tras la muerte de la religión, de toda moral constrictiva o justificación metafísica. Pero , siendo producida por e l aislamiento del yo, en parte como reacción contra e l desacralizado -y por tanto deshuman izado-- tiempo de actividad social , la consciencia del tiempo reflejada en la cultura modern ista también carece de tales justificaciones. El resultado fin al de ambas modernidades parece ser e l mismo relativismo desa tado. La oposición entre las dos modernidades, renovada con crecie nte intensidad durante los últimos ciento cincue nta a1íos aproximadamente, parece haber conducido a un ago tamiento de ambas , al menos e n tanto que funci o nan como mitos intelectuales. Tras la segunda guerra mundial , y co ncretamente desde los cincuenta , el concepto de una edad posmodema ha sido propuesto por d iversos pensadores y estudiosos, incluyendo un fil ósofo de la historia y la cultura como Arnold y Toynbcc (quien acuñó e l término); un número de críticos de arte y de lite ratura como Harry Lcvin, Irvi ng Howc , Lcslic Fiedlcr , George Steincr (según los cuales estamos viviendo una poscultura), y Ihab Hassan ; y ciertos pro ponentes de teologías ateas radicales. Naturalmente, los sociólogos no han tardado en unirse a un de bate que. entre otras cosas, se es taba impulsando con teorías y nociones sociológicas como «sociedad de masas>> (como lo definió David Ricsman en su influyente libro de 1960, Th e Lonely Crowd), «sociedad ele consumo», «masa» o «Cultura popular», <>, cte. Por tanto, no debería sorprendernos q ue una de las discusiones m ás amplia y más perceptiva de la cultura de la modcrnidad/posmodernidad se encue ntra en la ob ra de un sociólogo , el recie nte libro de Daniel Bell, Th e Cultural Contradictions of Capiralism. Según Be!!, e l agotamiento de la cult ural modernista antiburguc~a se Jebe a su :un!1lia :¡L·cptacit'lll v cnnsiguicntc ban:lliz:lcit'in. 'nur<.lnt_c Jas u!ti_maS J~C"LIQ:lS k1~ patfl1ll~S antill L1Jl1iCv~. ~- d7Jibcradai~lL'~l ¡:~ c.~~ -:~.r:.: ce
1:=
r::12~·;i1~C1o:J
r.Ioce:n15l2 . no S010 nzn
L~u:1~ .2co
culturalme nte. si no qÜe han sido adoptados de modo práctico y traducidos al estilo de vida de una mino ría intelectual cada vez m ás gran de. Paralelo a este proceso . el ideal tradicio na l de la vida burguesa, con su interés por la sob riedad y la racionalidad, ha perdido sus adalides culturales y ha alcanzado ese punto en el cual ya no puede ser simplemente tomado en serio. La escen a contemporánea presenta algunos de los signos de una posible revolución.
18
CINCO CARAS DE LA MOD E R NID AD
Bell escribe : Lo que tenemos hoy en día e~ una disyunción r~1 dical J c la c ultural y la estruc tura social, y es cMa disyunción la que hi ~tl>ricamcnt c ha preparado el camino de revoluciones sociales más directas. La nueva revoluciü n ya ha comenzado e n dos modos fundamentales. Primero, la autonomía de la cultural, lograda en el arte, comienza a ho ra a pasar a la ar-;na de la vida . El temperamento posmodcrno requiere que lo que anteriorme nte era fan tasía e imaginación debe convertirse también en vida. No hay di ~ tinciún entn: el arte y la vida. Tt>do lo pe1 mitido en darte cs tambié n permit ido en la vida. Segundo. el estilo dt.: vida practicado una vez por un pt.:que1io ccnáwlo ... es ahora copiado por la «mayoría>> ... y domina la escena cultu ral (Nueva York. Basic Books. 1976. pp. 53-54).
No obstante, en un plano social mucho m ás a mplio, el «hedo nismo pop» de hoy día, e l culto del disfrute instantáneo, la mo ra l de lo divertido, y la con fusión ge ne ralizada entre la autorrealización y la simple autogratificación, tiene su o rigen , no e n la cultura del modernismo, sino en el capitalismo como un sistema que , nacido de la ética del trabajo protestante, pudo desarrollarse ú ni camente ale ntando el consumo, la movilidad social, y la búsqueda del status es decir, negando su propia justificación moral transcendental. El «abandono del puritanismo y de la ética p rotestan te», escribe Bell , « ... enfatiza, no sólo la disyunción entre las normas de la cultura y las normas de la estructura social, sino también una extraordinaria contradicción dent ro de la propia estructura social. Por otra parte, la corporación mercantil necesita un individ uo que trabaje duro, siga una ca rrera, acepte la g rat ificació n retard ada -que sea, en e l sentido más crudo, un homb re de o rgan izació n . Y aun así, e n sus pro ductos y e n su publicidad, la corporación promueve el placer, e l disfrute ins tantáneo, la relajación y el dejarse llevar. Uno debe ser recto durante e l día y un trombo de noche» (pp. 71-72). El fe nómeno del consumo compulsivo, e l mie do al aburrim iento y la necesidad de una sa lida, combinada con un punto d e vista mu y extendido del arte como juego y exibición, so n a lg un os de los factores que, en diversos g rados y modos, han contribuido al crecimiento de lo que se denom ina kitsch. E l kitsch es un o de los productos más típicos de la modernidad. No obstante , sólo esto no hubiera sido razón suficiente para que discu tié ramos lo kitsch junto co n las ideas de modernidad, la vanguardia, y la decade ncia, que , por una parte, están ta n relacionadas a través del tema com ún de l ti empo , y, por ot ra parte, su alcance es mucho más amplio. Lo q ue justifica la inclusión de lo kitsch entre los conceptos centrales de la mo dernidad analizada en este libro es el hecho de que en lo kitsch se confrontan las do!'> modernidades agria me nte conflictivas, como si dijéramos, con su p ropia caricatura. Exageradas, sus contradicci o nes e implicaciones secretas se vuelven repentiname nte obvias.
INTROD UCCIÓN
19
Así, el relativismo tempo ral implir.ado por el concepto estético de modernidad. y concretame nte el punto de vista de que ninguna tradición es en sí más valiosa que cualquier o tra, a l mismo tiempo que sirve como justificación de todo al antitradicionalismo del modernismo y un a total libe rtad del artista individual para elegir sus antecesores a discreción , puede también verse como un a precondición para e l abarcador y suavemente to lerante eclecticismo de lo kistch como un estil o. Más impo rtan te, e l interés de la modernidad por e l presente puede d ecirse que e ncuentra su inconsciente contraejem plo paródico en la belleza «instantánea» de lo kitsch. La negació n moderna de la transcende ncia estética y del idea l de la permanencia - una negació n que inspira ciertas te ndencias de vanguardia extremas, tales como las representadas po r las «esculturas» mecánicas autodestructivas de Tinguely- tiene su paralelo un tanto grotesco en la obsole ncia come rcia l como parte de la estru ctura de tantos objetos kitsch y en la noción ge neral d e «arte disponible» , tal como la formularon ciertos teó ricos del movimiento pop. Pero lo kitsch no es de ninguna manera una consecuencia del surgimien to de la moderninad estética. Históricamente, la aparició n y e l crecimiento de lo kitsch son los resu ltados de la intrusión de la otra mode rnid ad -la tecnología capitalista y el interés come rcial- e n e l do mi nio de las artes. Los kitsch fue introd ucido por la re vo lució n industr ial, en principio como uno de sus productos marginales. Al tiempo, con las arrasadoras transformaciones sociales y psicólogicas traídas por el desarrollo ind ust ri al, la «industria de la cultura» ha crecido lenta me nte hasta ta l p unto que hoy. en la sociedad posindustrial o rientada pri ncipa lmente hacia el servicio. co n su ace nto e n la abundancia,. el consumo. lo kitsch se ha con ,·ertido en uno de los factore s centré!Ú!s d
20
21
CINCO CARAS DE LA MODERNIDAD
INTRODUCCIÓN
ductorias ha sido simplemente señalar que los conceptos bajo escrutinio, a pesar de sus orígenes heterogéneos y la diversidad de significados, comparten una característica principal: reflejan las actitudes intelectuales directamente relacionadas con el problema delriempo. Claramente, este no es el tiempo matafísico o epistemológico de los filósofos, ni la const rucción científica que tra ta n los físicos. sino el riempo humano y el sentido de la historia cu lturalmente experimentado v valorado. Mi interés en la modernidad y las otras nociones ana lizadas en este libro es principalmente cultural (en e l sentido tradicionalmente restricto de cultura artística y literaria), pero sería obviamente imposible explicar términos tan complejos, si se ignorara la gran variedad de contextos no estéticos en los que se utiliza. No obstante , la razón última para agrupar la modernidad, la vanguardia, la decadencia y lo kitsch es estética. Es sólo desde esta perspectiva estética donde estos conceptos revelan sus interconexiones más sutiles y confusas, que, con toda probabilidad, escaparían a la atenció n de un historiado r intelectual con una orientación predominantemente filosófica o científica. Tanto como término cuanto como concepto, la modernidad tiene una historia larga e intrincada. Estando en primer lugar interesado en la modernidad estética -y concretamente en aquellas líneas de desarrollo que han conducido a lo que hoy acordamos en llamar «modernismo»- creí que mi estudio podría em pezar alrededor de la mitad del siglo XIX. No obstante, no debería ser difícil da rse cuenta de que ciertas cuestiones surgidas con la modernidad , incluso e n este sentido restringido, no se pueden tratar de modo convenie nte si se ignoran etapas anteriores en la evolucion del concepto de modernidad. Pero explicar, incluso brevemente, las diversas respuestas intelectuales al proble ma de la modernidad, o a las formas de la conciencia del tiempo envueltas en esta noción, hubiera requerido un examen cuidadoso de las tendencias e n filosofía, re ligión , y ciencia durante muchos siglos. Una historia más detallada de la modernidad me hubiera llevado demasiado lejos de los intereses estéticos de este estudio. Las etapas que la idea de modernidad ha atravesado antes de llegar a la mitad del siglo XIX constituye claramente la materia de otro libro que queda por escribir. Los primeros subcapítulos del ensayo inicial deberían, por tanto, considerarse sólo como un boceto introductorio ge ne ral e inevitable. En pro de la claridad expositiva sólo he tenido en cuenta aquellos desarrollos que tienen una relación explícita con la an tigua y siempre renovada «Disputa de lo antiguo y lo Moderno». Además, he e legido referirme sobre todo a textos en los que el término «moderno)) era realmente utilizado o al menos directamente implicado . Por supuesto soy consciente de que tal limitación es artificial y de que la «cons-
ciencia de la modernidad)) no está sujeta al uso de una palabra específica o a un conj unto de frases, simples, o metáforas que obviamente derivan de e lla. A pesar de las numerosas lagunas espero que el amplio bosquejo histórico intentado en las treinta primeras páginas sea lo suficientemente profundo como para servir de hipótesis de trabajo. Intento que esta hipótesis prepare al lector para seguir los principales argume ntos del libro: la modernidad estética debería entenderse como un concepto de crisis envuelto en una oposición dialéctica tripartita a la trad ición, a la modernidad de la civilización bu rguesa (con sus ideales de racionalidad, utilidad y progreso), y, finalmente , a sí misma, en ta nto que se autopercibe como una nueva tradición o fo rma de autoridad.
•'
La idea de modernidad I.
ENANOS MODERNOS A HOMBROS DE ANTIGUOS G IGANTES
Es siempre difícil datar con precisión la apar'ición de un concepto, y mils aún cuando el concepto bajo escrutinio ha sido durante toda su historia controvertido y complejo como es el de «modernidad». Está claro, no obstante, que la idea de mode rnidad sólo pudo concebirse en er entramado de una conciencia de tiempo específico, es decir, la de tiempo histórico, lineal e irreversible, caminando irresistiblemente hacia adelante. La modernidad como noción carecería de significado en una sociedad que no utiliza un concepto secuencial-temporal de la historia y organ iza sus categorías temporales según un modelo mítico o recurrente, como el descrito por Mircea Eliade en su Myth of the Eterna/ Return 1. Aunque la idea de modernidad se ha asociado casi automáticamente con el laicismo, su principal elemento constitutivo es simplemente un sentido de tiempo irrepetible y este elemento de ningún modo es incompatible con una We/tanschauung religiosa como la implicada por la escatológica visión judea-cristiana de la historia . Esta es la razón por la cual la idea de modernidad nació durante la cristiana Edad Media, mientras está visiblemente ausente del mundo de la antigüedad pagana . La relaciones directas e indirectas e ntre el modernismo y la cristiandad se discutirán posteriormente con mayor amplitud; de momento, es suficiente señalar que la hipótesis del origen medieval de la modernidad ~stá lingüísticamente confirmada. Fue durante la Edad Media cuando la palabra modemus, un adjetivo y nombre, se fo rjó a partir del ve rbo modo (significando «recientemente, ahora mismo»), del mismo modo que hodiemus se derivó de hodie («hoy»). Modemus significaba, según el Thesaurus Linguae Latinae, «q ui nunc , nostro tcmpore est, novellus, praesentaneus ... » Sus principales antónimos eran, tal como los lista el mismo diccionario, antiquus, vetus, priscus ... 2 . 1 Mircea Eliade, Tlze Mytll oftlze Egemal Retum, trad. del francé s de Willard ~ Trak (Nueva York, Pantheon Books, 1965). Para una discusión más amplia de las diversas ideas de tiempo, desde el tiempo «~oñado» del primitivo a la «irresistibilidad del paso delliempo» del hombre moderno ; ver lambién J. B. Priestley, Man and Time (Garden City, New York, Doubleuay, 1964). pp. 236-289. 2 Tllesaurus Linguae Latinae (Lcipzig: Tubner, 1966), vol. Vlll. p. 1211.
[231
24
25
CINCO CARAS DE LA MODERNIDAD
LA IDEA DE MODERNIDAD
Es notable cómo se las arreglaba el antiguo latín sin la oposición «moderno/antiguo>>. Esto se explica por el desinterés de la men te latina clásica en la relación diacrónica. El primer uso literario de «clásiCO» ( classicus) es del siglo Il , en las Noctes atlicae ( 19 .8, 15) de Aulus Gellius. Se nos enseña que los escritores clásicos se encuentran entre los antiguos oradores o poetas (colzors antiquior ve/ orarorum ve/ poerarum), pero el significado de classicus, co n sus con no taciones fuertemente positivas , se determi na, en primer lugar, por la refencia social a la clase prima de los ciudada nos romanos. La analogía a ristocrática está subrrayada por la oposición explícita e ntre scripror classicus y (scriptor) proletarius --el antónimo de «clásico» es «vulgar>>, en lugar de «nuevo» o «reciente» , como podíamos esperar-. La necesidad de una palabra para «moderno» se debió sentir, no obstante, al menos desde los tiempos en los que Cicerón adoptó el término griego vcwzEgoS, que posteriormente se aclimató en latín como neoteriCIIs. Como se!'iala Ernst Robert Cu rtius en su European Lilerature and the Latin Middle Ages, «Cuando más vieja se hacía la antigüedad, más necesaria se hacía una palabra para moderno. Pero la palabra modernus todavía no estaba disponible. La laguna se cuí brió con neotericus ... No será hasta el siglo fVi cuando la nueva y feliz formación m odemus ... aparezca, y así Cassiodorus p uede celebrar a un autor con un ritmo rodante como antiquorum diligenlissimus imira10r, modemurum nobilissimus institutor (Variae, TV ,51). La palabra moderno ... es u no de los legados del latín tardío al mundo mode rno» 3 . Modernus fue ampliamente utilizado en el latín medieval en toda E uropa no desde el siglo VI, como creyó Curtius, sino desde fin ales del siglo v 4 . Términos tales como modemitas («tiempos mode rnos»)
y moderni («hombres de hoy») se hicieron también frecuentes, especialme nte después del siglo X. La distinción entre anriquus y modernus parece que siempre ha implicado un significado polémico, o un prin cipio de confl icto . E l lecto r de hoy se sorprende, no obstan te, a l saber que la polémica e ntre lo antiguj'o y lo moderno empezó realmente en un pe ríodo tan temprano como la Edad Media y q ue implicó ideas y actitudes que a poca gente fuera de los círculos medievales de estudiosos les hubiera interesado en esa «Edad Oscu ra». No obsta nte, los hechos es tan ah í, y se p uede decir con seguridad que du rante e l s iglo XII una bien sazonada pelea acerca de los modernos rugía e ntre los poetas que escribían en latín pero estaban absolutamente d ivididos en cuest iones de estética. Después de 1170, como nos cuenta Curtius, hubo «dos facciones hostiles: los discípulos de la poesía antigua de mental idad human ista, y los modemi. Los últ imos .... rep rese ntan una n ueva poética. Son maes tros de un estilo virtuoso fo rmado en la práctica de la dialéctica, y se consideran, po r tanto, superiores a los antiguos 5 . Todavía es más in teresante señalar que, tras las cuestiones de estilo. surgían cuestiones filosóficas más amplias . Los histo riadores de la idea del progreso han establecido que la famosa máxima acerca del enano sobre los homb ros de un gigante, q ue es capaz así de ve r más allá de lo q ue el p ropio gigante p uede ver, se puede rastrear hasta Berna rdo de Chartres, q ue murió en 1126. La frase de Bernardo aparece por primera vez en el Metalogicon de Salisbury, que data de 1159 y es corrrectamen te considerado como uno de los principales documentos de lo que los estudiosos llaman el <
3
Enrst Roben Cunius, Europcan Liieraure and 1/re Lalin Middle Agcs, trad . del alemán por Willard R. Trask (New York: Harper & Row , 1963), pp. 251-254 . 4 Para una discusión detallada de c~ta cuestión, y más generalmente de las categorías del tiempo medievales, ver Walter Frcund, Modcmus und andere Zeiibegriffe des Miuelaiiers ( Kóln; Bohlau Vcrlag, 1957). pp. 4 y ss. Para una explicación de un uso medieval posterior de modernos versus anliques. ver Anliqui wrd Mocmi: Traditrorrsbewuss/sein wrd Forisclrriubcwussiseill in spiilen Miuc/a/Ier, ed. Albert Zimmcrmann (Berlin: J';ew York : Walter de Gruytcr, 1974), y especialmente las contribuciones de Wilfried 1-!artmann, Elisabcth Gossmann y Güntcr Wolf; también El isabcth G0ssmann, Antrque und Modemi: Ei11c gesclriclrtliclr Sumdortbeslimmwrg (Munic: Schoningh. 1974). El extendido tradicionalismo de la Eda d ~tcdia y el prevalen te dcsa~uerdo medieval del Iicmpo histórico. hecho de momento~ único~ e irrepetibles, va en contra del sentido más profundo de la historia implicado por la filosofía del tiempo cnstiana . La paradójica visión del rechazo de la Edad Media a la noción cristiana origrnal del tiempo ha sido convincentemente argumentada por Denis de Rougcmont en Mnn's Wenens Quest. trad. Montgomcry Uelgion (New York: Harpcr. 1957). A l reto revolucionario del tiempo cristiano. Dcnis de Rougemont escribe, «la Edad Media
Frecuentemente sabemos más, no porque nos hallemos adelantado gracias a nuestra natural habilidad, ~in o porque nos sustentamos en la fuerza mental ajena, y poseernos riquezas que hemos he redado de nuestro~ antepasados. Bernardo de Chartrcs solía compararnos con cnanitos encaramados sobre los hombros de los gigantes. Decía q ue vemos más y más lejos que nuestros antepasados, no porque tengamos vista más aguda o mayor altura, sino porque se nos eleva y nacemos sobre su gigantesca cstatuta 1'. resistió volviendo a conceptos cíclicos y limitando cuidadosamente el tamaño del pasado y del futuro: los efectos del tipo de congelación de tiempo que implica esto era la eliminación de todo porvenir» (p. 95). De acuerdo con Rougemont, «la Edad Media era el periodo oriental de E uropa», por su «creciente propensidad» ... a sustitu ir la trad ición, alegoría m ística y leye nda por los lu~clros que sólo las escri turas, muy poco . . leidas en_tonces, mostraban como históricas. Todo esto refuerza mi idea de que la : \ . Edad ¡fÍCdia, lejos de apoyar una vaga edad de oro de la cristiandad -<:omo alegaron por primera vez los románticos y se ha repetido ad 11auseam desde entonces- estaban, hablando e n general, más por una reacción defensiva contra el fermento revolucionario introducido en el mundo por los Evangelios» (p. 90). ~ C urtius, op cii., p. 11 9. 6 John of Salisbury . Tire Metalogicon, trad. introd. y notas de Daniel D. McGarry (Gioucester, Mass.: Peter Smith, 1971), p. 167. El original dice: « . . . Fruitur tamen
26
CINCO CARAS DE LA MODERNIDAD
LA IDEA DE MODERNIDAD
La sonrisa de Bernardo es viva y fácil de visualizar, lo que explica su atractivo imaginativo inmediato; y su sutil ambigüedad logra reconciliar algunas afi rmaciones básicas de los moderni (es decir, que ocupan una posición más avanzada en comparación a los ant iguos) con los requisitos de una época para la cual la tradición e ra todavía la única fue nte de valor fiable (la relación de la modernidad con la antigüedad se caracteriza, en consecuencia, por analogía con la que los e nanos y los gigantes). Desde luego fue la ambigüedad la responsable de que pudiéramos disfrutar de la libertad de hacer énfasis sólo e n uno de los significados combinados en la metáfora, lo que hizo que e l dicho de Be rnardo se conviertiera e n una fó rmula extendida y, eventualmente , en una máxima retórica 7 . La chocante de esta comparación es que representa un estudio igualmente significante. tanto en la historia de la idea de progreso, como en la de decadencia. Desde este ave ntaj ado punto de vista, progreso y decadencia parecen desde luego estar íntimamente unidos: los hombres de una nueva edad están ava nzados pero al mismo tiempo son menos merecedores que sus predecesores; saben más en términos absolutos, en virtud del efecto acumulativo del conocimiento, pero en término relativos su contribución al conocimiento es tan pequeño que es justo compararlos con pigmeos. Algunos ejemplos de usos posteriores de la analogía medieval pueden ilustrar su flexibilidad semántica. A finales del siglo XVI, cuando la autoconfianza del Renacimiento daba paso a la conciencia barroca de la ilusión y mutualidad universales, la imagen completa llegó a Michel de Montaigne. Se eliminaron las figu ras contrastadas
de los gigantes y los enanos, pero la idea esencial de la sucesión de generaciones, simbolizada por los cuerpos humanos unos sobre los hpmbros de los otros, se mantuvo y desarrolló. Los modernos, sugiere Montaigne , pueden estar más avanzados que los antiguos, pero no deben ser honrados por ello, pues no han hecho nada heroico para estar donde están; su elevada posición en la escala del progreso es una consecuencia de la ley natural más que del esfuerzo y mérito personal. El punto de vista de Montaigne acerca del progreso no carece de cierto toque de melancolía - un bienvenido recordatorio de que e l reconocimiento del progreso no conduce automáticamente a un optimismo exa ltado-. <
> (p. VIl).
27
" E. J . Trenchmann. trad. The Essays of Omtagne (London: Oxford Univcrsity Prcss. 1972). vol 2. p. 545. La cita original: «Nos opinions s'cntcnt les unes sur les autrcs. La prcmicre sert de tige ... a la scconde. la secondc a la tierce. nous eschellons ainsi de degré en dcgré. Et advicnt de la que le plus haut monté a souvcnt plus d'honncur que de merite ; car il n'es monté que d'un grain sur les espaules du penultime», en Montaigne, Oeurvres complétes. tcxtes établis par A. Thibaudet c t Mauricc Rat (París: Gallimard, Bibliothcquc de la Pléiadc, 1962) , p. 1046. Y Robcrt Burton, 111e anatomy of Me/ancho/y (Lomlon: Dcnt, Evcryman's Li· brary. 1964) , p. 25.
28
2'
CINCO CARAS DE LA MODERNIDAD
LA IDEA DE MODERNIDAD
concedes.demasiado a mi habilidad en la búsqueda de esta materia. L.o que hizo Descartes fue un buen paso. Tú has añadido mucho en d~ferentes modos ... Si he visto más allá, es por estar a hombros de g1gantes 10 . Co~ la omisión a cualquier referencia explícita a los «enanos>>, los «gigantes» de Newton sólo pretenden ser una hipérbole laudatoria. . Una de las metamorfosis más significativas de la analogía med1eval se encuentra, hacia mediados del siglo XVII en el Preface lo the Treatise on Vacuum (¿1647?). Publicado póstumamente, esta obra temprana es quizá la más cartesiana de Pascal. Como Descartes, Pascal es un adicto defensor de la libertad de los modernos en la investigación y la crítica contra la injustificable autoridad de los antiguos. La antigüedad ha sido objeto de culto hasta el punto de que los «Oráculos están construidos con todos sus pensamientos y misterios, incluso con sus oscuridades>> 11 . Pero, a diferencia de Descartes, Pascal no cree que la nueva ciencia y filosofía deba comenzar desde el principio. No hay una ruptura real en la continuidad del esfuerzo por conocer de la humanidad, y el esfuerzo de los antiguos ha facilitado a los modernos la comprensión de aspectos de la naturaleza que en la antigüedad hubieran sido imposibles de comprender. Por tanto , es nuestro deber reconocer nuestra deuda, Pascal dice:
H ay poca duda respecto de que Pascal tuvie ra in mente la viej; sonrisa cuando escribió este pasaje. Probablemente todavía la en con traba sugerente a pesar del grotesco contraste entre enanos y gi gantes, que podría resultar para su gusto ---educado en una époc; que requería refinamiento intelectual- una fábula demasiado cruel; y al mismo tiempo demasiado infa!til. Pero, a pesar de estas hipotéti cas consideraciones es seguro que el joven Pascal, cuando escribió e Preface to the Trearise on Vacum, no pensaba en sus contemporáneo: como pigmeos. Pascal utiliza una serie de elementos tomados de h metáfora original, siendo la más sorprendente la referencia a la posi ción más elevada y, conscuentemente, al punto de vista más amplie de los modernos, pero deja fuera a los gigan tes y los enanos. Si la fi gura medieval contenía una vía antimoderna, ha desaparecido total mente en el tratamiento de Pascal.
Es así como hoy podemos adoptar sen timientos diferentes y nuevas opiniones, sin mcno;precio de los antiguos y sin ingratitud, ya que el primer conocimiento que nos han proporcionado ha !>Crvido de escalón para el nuestro propio. y puesto que con estas ventajas estamos en deuda con ellos por nue;tra superioridad; ya que al elevarnos con su ayuda hasta c ierto grado. el más pequeño esfuerzo hace que subamos todavía más alto, y con menos dolor y menos gloria nos encontramos sobre ellos. Esta es la causa por la que somos capaces de descubrir. Nuestra mirada se extiende más, y aunque sabían tan bien no obstante, no la conocían tan bien, y nosotros vemos más que ellos 12 . 111 Ouoted in L. T. More, Isaac Newton (New York: Charles Scribner's Sons, 1934(, pp. 176-177. 1 Blaise Pascal, Thoughts, Leuers, and Opuscules, trad. O. W. Wigth (Bon ton: Hoyfhton_. Mifflin and Co.: 1882), ?· 544. . lb1d. , p. 548. el ong1nal: «C est de cette fat;on que l'on peut auJourd'hui prenúre d'autrcs sentiments ct des nouvcllcs opinions sans mépris et sans ingratitude. puisquc les premie res connaissances qu 'ils nous ont données o nt serví de degrés auz nótrcs. et que dans ces avantages nous lcur; som mncs redcvables de l'asccndent que nous avons sur eux; paree que. s'étant élcvés jusqu'a un certain dcgré ou ils nous on portés . le moindre effort no us fait montcr plus haut, et avcc moins de peine ct moins tic gloire nous ous trouvons au-dcssux d'cus. Cést de la que nou; pouvo ns découvrir de; choses qu'il leur était impossible d 'apercevoir. Notre vue a plus d'étendue, et, quoiq u'ils connusscnt aussi b1en que nous tout ce qu'ils pouvaient remarqucr de la nature, ils n'en connaissaint pas tant néanmoins, et nous voyons plus qu'eux», en Pascal, Oeuvres completes, texte étabti et annoté par Jacqucs Chevalicr (París: Gallimard, Bib1iothequc de la Pléiade, 1954), p. 532.
II.
EL PROBLEMA DEL TIEMPO: TRES ERAS DE LA HISTORIA DE OCCIDENTE
La oposición entre «modernos/antiguos>> adquirió aspectos parti· cularmente dramáticos durante el Renacimiento con su aguda con· ciencia contradictoria del tiempo, tanto en términos psicológico! como históricos. Durante la Edad Media al tiempo se concebía en lí· .. neas esen_cialmente teológicas, como prueba tangible del carácte1 transitoriao de la vida humana y como un recordatorio permanente . de la muerte y del más allá. Este pensamiento lo il ustra la recurrencic de temas mayores y lemas como momento mori, fortuna !abilis (lé inestabilidad del destino), la vanidad última de las cosas, y la destruc· tividad del tiempo. Uno de los topoi más significativos de la Edac Media, la idea de un Theatrum mundi, estableció una analogía entre este mundo y un escenario, en donde los humanos son actores invo· luntarios representando los papeles que les ha asignado la divina Pro· videncia. Tales ideas eran naturales en una sociedad estática, econó· mica y culturalmente dominada por e l ideal de la estabilidad e inciusc la quiescencia -una sociedad temerosa del cambio, en donde los va· lores seculares se consideraban desde un punto de vista e nteramente teocéntrico de la vida humana-. Existían también razones práctica~ para la laya y borrosa conciencia del tiempo del individuo medieval. Debemos recordar, por ejemplo, que era imposible una mediación exacta del tiempo antes de la invención del reloj mecánico de fina l~s del siglo Xlll 13 • Por la combinación de estas causas, como ha señala-
13 Ver J. B. Pricstlcy. op. cit.• p. 38. También. L Thorndikc, «lnvcntion of th( Mechnical C lock about 1271 A .D .... Specu.lum 16 (1941): 242-43. Acerca de la distio
30
CINCO CARAS DE LA MODERN IDAD
do recientemente un estudioso del descubrimiento del tiempo en el Renacimiento, la mente medieval «podía existir en una actitud de descanso temporal. Ni el tiempo ni el cambio parecían ser críticos, y, 14 por tanto, no había gran preocupación por controlar e l futuro • La situación cambió dramáticamente en el Renacimiento. El concepto teológico del tiempo no desapareció repentinamente, pero desde entonces tenía que coexistir en un estado de tensión creciente con una nueva conciencia del valor del tiempo práctico -el tiempo de la acción, la creación, el descubrimiento y la transformación-. Para citar de nuevo a Ricardo Quiñones en su The Renaissance discorvery of Time , «Dante, Pctrarca y l3ocaccio compa rtieron el sen tido de la energía y e l rejuvenecimiento de la sociedad, así como los intereses más prácticos con respecto al tiempo. E ncontramos en e llos el surgimiento de una energía y un amor por la va riedad. Eran de alguna manera pioneros e intensamente conscientes de vivir en un tiempo nuevo, un tiempo de resurgir poético. Pero también podían considerar e l tiempo como una valiosa comodidad, un objeto me re,# , .- cedor de atención escrupulosa{ 15 . 1 Se ha demostrado convincentemente que la división de la historia occidental en tres eras -antigüedad, Edad Media y modernidaddata del principio del Renacimiento. Más interesantes que la periodización per se son los juicios de valor tran~mitidos por caJa una de estas tres eras, expresados por medio de la metáfora de la luz y la oscuridad, el día y la noche, la conciencia y el sueño. La antigüedad clásica se asoció con la luz resplandeciente, la Edad Media se hizo nocturna y absorta «Edad Oscura» , mientras que la modernidad se consideró como un tiempo de surgimiento de la oscuridad , tiempo de despertar y «renacer» anunciando un futuro luminoso. El acercam iento renacentista a la historia lo ilustra en el siglo XIV el padre del humanismo Petrarca. Theodore E. Mommscn ha se~a l ~ do que Petrarca introdujo la noción de «Edad Oscura» e n la pcnodJzación de la historia. Resumiendo los resultados de esta investigación, Mommsen escribe: «El hecho de que seamos capaces de asociar este concepto de «Edad oscura» con Petrarca significa algo más que la mera fijación de una fecha. Ya que toda la idea de la rinascita itación entre formas viejas y nuevas de conciencia en la tardía Edad Media, co n referencia especial al impacto de los nuevos métodos mecánicos de medir el tiempo, ver Jean Leclercq. «Zeiterfhrung und Zeitbegriff in spatmittelalten•, e n Antiqui un Modemi. ed. Zimmermann, pp. 1-20. Un artículo notable acerca de las dos nociones medievales de tiempo en conflicto -tiempo religioso versus tiempo comercial- es el de Jacques Le Goff «Au Moyen Age: Tcmps de l'eglise et tcmps uu marchand», AllllalesEconocmies, Sociérés, Civilasations 15 ( 1960): 417-43. 14 Ricardo Quinones, The Renaissance Discovery of Time (Cambriuge, Mass. : Harvard University press, 1972) p. 7. IS Jbfd., p. 1l.
LA IDEA DE MODERNIDAD
31
liana está inevitablemente conectada con la noción de la era precedente como una época de oscuridad. Quienes vivían en ese renacimiento lo veían como un tiempo de revolució n. Querían apartarse de .,. las tradiciones y estaban convencidos de que habían logrado tal rup11 ,l. ií tur/ '. Pero el sueño de Pctrarca, acerca de la gloria de la antigua Roma y su amancza de restauración a l final de un largo período de olvido, no se daba sin la consciencia de que é l mismo había sido predestinado a. ~ivir «en tre_ tormentas variadas y confusas», y que todavía era el h,tJO de la othada Edad Oscura. Su mensaje, tal como expresa en Africa, el poema en lat ín que consideró su mayor logro, era ciertamente opti mista y de e1.peranza heroica. No obstante, debemos darnos cue nta de que esta esperanza competía con el profundo sent imiento personal de frustración del poeta, como lo muestran sus propias palabras: «Mi sino es vivir entre tormentas variadas y confusas. Pero para ti quiz{t, si como espero y deseo vives después de mí. seguirá una edad mejor. Este sueño de olvido no durará para siempre. Cuando la oscuridad se haya dispersado, nuestros descendientes podrán volver a la pureza radiante anterior>> 17 • C laramente, Pctrarca tenía un yo dividido. Se le ha descrito muchas veces en términos de sus fidelidades en conflicto hacia los sistemas de valor clásico y cristiano como una personalidad que incorpora todo el drama espiritual de una época de transició:1. Lo que quizá se haya señalado menos es que Petrarca tendía a extender sus contradicciones y las de su época a l concepto de la historia del mundo. Para Petrarca y después para las siguientes generaciones de humanistas, la historia ya no aparece como un continuum, sino más bien como una s u c~sión de épo~as c~aramcnte distintas, negras y blancas, oscu ras y lummosas. La htstona parece proceder por rupt uras dramát icas, alternando pe ríodos de gra ndeza ilustrada con períodos oscu ros de de-
lh Thcodor E. Mommsen. «Pctrach's Conception of the "Dark Agcs,"», Speclllum XV II. 2 (April 1()42) 241. 17 Africa, IX 451-57. Citado por Mommsen, op. cit., p. 240. El original:
... Michi degerc vitam lmpositum varia rerum turbante procclla. At tibi fortassis. si -quod mens sperat et optatEs post me victura diu, mcliora supersunt Secula; non omnes veniet Lethcus in annos lstc sopor. Poterun discussis fortc tcnebris Ad purum priscumquc iubar rcmeare nepotes. Cf. Edizione nazionale del/e opere di Francesco Petrarca (Florc nce: G. C. Sa nsoni. 1926), vol. 1, p. 27tl.
33
CINCO CARAS DE LA MODERNIDAD
LA IDEA DE MODEI
cadencia y caos. Aquí nos enfrentamo'5 con una paradoja obvia, es decir, que la muy discutida actividad optimista y el culto a la energía del Renacimiento emana de una visión de la historia del mundo que es esencialmente catast rófica. Hablar del pasado inmediato -el pasado que naturalm ente estructura el presente- como «Oscuro» y al mismo tiempo afirmar la certeza de un futuro <
de un culto exclusivo y unilateral al pasado por sí mismo, y así se hizo oír en ~u oposición a quienes menospreciaba n cualquier modernidad, comro laudatores veterum semper prcsentia contemnentes.
32
I!f.
LOS ANTIGUOS SOMOS NOSOTROS
La querella de finales del siglo XVII entre los antiguos y los modernos (o como se le conoce en Ingla te rra tras el título de la famosa sátira de Swift, La baw//a de los libros) era una consecuencia directa de la erosión de la tradición autoritaria en cuest ió n de conocimiento y con el tiempo -O
34
CINCO CARAS DE LA MODERN IDAD
vial» (Aiexander Schmidt, Shakespeare Lexicon. 3." ed., N. Y. , 1968, p. 732), como puede verse en e l sig uiente párrafo de All's Well That Ends Well (IL 3,2), donde Lafew afirma «Dicen q ue ios milagros han pasado y pedimos a nuestros filósofos que conviertan en modernas y familiares cosas sobrenaturales y sin causa.>> En lo q ue concierne a la relación entre lo antiguo y lo mode rn o, el sentimien to general era que los modernos todavía eran enanos e n comparación con los antiguos gigan tes. Esto puede explicar la razón por la cua l algu nas de las me ntes más avanzadas de su tiempo, filósofos y científicos, reaccionaron con tanta intensidad contra e l culto a la antigi.icclacl. También puede explicar. a un nivel más especializado, la interesante es trategia terminológica adoptada por los defensores de la modernidad. Francis Bacon es, con toda probabilidad, el origen ele un nuevo y poderoso símil que il ustra su punto de vista y el de su ge neración de la armonía entre la antigüedad y la Edad Moderna. Mientras en la vieja metáfora gigante/enano de Bernard de C hartrcs y John de Salisbury la idea de progreso se había traducido en una re lación espacial-visual, e n la versión de Bacon se es tablece un contraste temporal-psicológico que conlleva un sentido de desarrollo progresivo que vindica totalmente la modernidad. Bacon construye una paradoja que implica la experiencia de la juventud y la sabiduría de la ancianidad. Desde el ventajoso punto de vista propuesto por el filósofo no hay duda de que somos nosotros, los modernos , quienes somos los au tén ticos antiguos, ya que los antiguos, cuando vivieron. fueron jóvenes y «modernos». Aque llos que llamamos antiguos sólo son antiguos y viejos con respecto a nosotros. ya que son claramente más jóvenes que nosotros con respecto al mundo. Hay va rias formulaciones de esta paradoja en los escritos de Bacon. En el Advanccment of
Learning: Y hablar con verdad , Antiquiws saeculi ju,·entrts 1111111di. Estos tiempo~ son los tiempos antiguo~. cuando e l mundo e~ antiguo. y no aquellos que nosotros conside ramos antiguo, y no aquellos que no~otros co n~ideramo> antiguos ordinc retrogrado. por un cómputo hacia atras desde no~ot ros mismos 1s.
18
Francis Bacon, The Advancemen of Leming. cd. W.A. Wright (Oxford: Clare ndon Press , 1900), p. 38. Thomas 1-lobbes hizo uso de la rnism:~ paradoja en la «Conclusión>> de su L eviatlum ( 1651 ): <
LA IDEA DE MODERNIDAD
35
En el prefacio a lnstauratio Magna: Y por su valor y utilidad debe reconocerse simplemente que la sabiduría que hemos deribado principalmente de los griegos no c.:s sino como la juventud del conocimiento, y posee las c:1racterísticas apropiadas a los mu· chachos: puede ha blar pero no puede engend rnr ; porque es fructífera en controversias pero estéril en obras 1 ~.
O en Novwn Organum : En cuanto a la antigüedad. la opinión que los hombn.:s sostiene con resp..:cto a ella es bastante negligente, y poco consonante con la propia pal;1bra. Ya que la vieja edad del mundo es la que ha de ser con~iderada como la vndadera a ntigüedad; y éste es atributo de nuestros propios tiempos. no de a quella época temprana del mundo en la que vivieron los antiguos; y que, aunque con respecto a nosotros e ra más vieja. con respecto a l mundo e ra más joven, Y ciertame nt e así como nosotros buscamos un mayor cono· cimiento de las cosas humanas y un juicio más maduro en el hombre viejo que en el joven, a causa de su experiencia y del número y variedad de cos¡1s que ha visto, oído y pensado; de la misma manera se podría esperar de nuestra época. con sólo conocer su fuerza y e ligiéramos e nsayarl a y cjer· ccrla, mucho más que de los tiempos antiguos. tanto m;ís cuanto que es la edad más avanzada del mundo, y almacena y cst;í abastecida de infinidad de experimentos y observaciones 20 .
El razonamiento de Bacon apela a los defensores de la modernidad, y no nos deberíamos sorprender al desc ubrir que su comparación se formuló y desarrolló a lo largo del siglo XV II pasando luego al XVII I. En Francia, donde la Querelle (q ue realmente comenzó mucho antes) comenzó formalmente en 1680 entre Perrault y Fontene llc, Descartes sigue de ::crea a Bacon cuando dice «C'est no us qui sommes les anciens», no sin implicar que los elogios dedicados a los antiguos deberían d irigirse correctamente a los auténticos a ntiguos, los modernos. Otros au tores franceses, incluyendo Pascal (en s u ya mencionado Preface to the Th eatrise on Vacwn). ut ilizaron esta figura paradójica a ntes de que Fontanclle la introdujera e n su Digression sur les Anciens et les Modemes ( 1688) 2 1.
Reasons. that Priority was duc to thcm, from long Possesiio n. and in regard to their Prudcncc, and scemcd very much to wonder . how the 1\ntients could preteml to insist upon the ir Antiquity, when it was so plain (if they went tu that) tha Uhe Mondcrns wcre rnuch te more Antient of the two» (Swift . 1\ Tale of a Tub, Oxford: C larc ndon Press, 1920, p. 227). 1 ~ Th e Works of Francis Bacon. cd. J . Spedding et al. (l.loston: Taggard and Thompson , 1068). vol. VIII , p. 26. 20 lbíd .. p. 116. 21 Para el uso de Fontencllc ele las paradojas de 13acon ver su «Digression ... >>,en Ouvres (París: 1742). vol. IV. pp. 191-192. La antigua comparación agust iniana entre e l desarrollo de la humanidad y d del hombre individual se utiliza para encajarlo en la doctrina de l prt>grcso infini to d..: la Ilustración. /\sí. los modernos son müs \'icjos que
36
CINCO CA RAS DE LA MODERNIDAD
Si la paradoja de Bacon era nueva, el paralelismo que implica entre la vida de la humanidad y aquella del humano individual tenía una larga tradición. Se ha sugerido que «el uso más temprano del símil en términos semejantes a los de Bacon se puede probablemente encontra r en la Ciudad de Dios (X ,14) de san Agustín» 22 . Elte>-.to de ,an Agustín. en el que se com para a través de ciertas etapas o edades . tit.:ne, no obstante, un fuerte sentido teológico que lo hace bastante distinto de la paradoja puramente secular de Bacon acerca ele la antigüedad de la modernidad. El << progreso>> del que habla san Agustín es de hecho una ascensión de la tierra al ciclo , un pasar del tiempo a la eternidad 23 . Hay una cualidad del tiempo totalmente nueva implicada en el punto de vista de 13acon acerca del desarrollo del conocimiento y en su rechazo implícito de una autoridad cuya prestigiosa \'ejez no es sino el efecto de una ilusión óptica. IV.
COMPA R AN DO LOS MODERNOS CON LOS ANTIGUOS
El Renacimien to italiano es el principal responsable de la idea de 1:1 comparación sobre bases más o me nos sistcmúticas de los logros de los modernos con respecto a los de los antiguos. A l inicio del ~tglo xv, el título de uno de los diálogos de Leonardo Bruni sintetiza lo~ antiguos p<:ro nunca 't main tcna nt d,tns l'ágc de virilité ... » Fontcnellc.:, «Cet Hom me-lü n'aura pomt d e vicillcse» . Aunq u..: la rnáx1ma de Bacon ya la u tiliLaron en fr ancés en tiempo~ J e Descartes. todavía . 1.1 considerada ~orprendc nt e paradójica po r conte m poráneos d e Fontene lle, cl/'erf' ¡nuita Dominiquc Bouhours. En su La nuurierf' de bien pcme1 dlllu les oul•ra¡;es de 1'<'\fHÍI ( 1987). Bouhou rs c1ta a Bacon: «Po ur m oi. jc su is un pe u de l'av1s du Chacclkr ll acon . qui croit q ue l'antiquité des siccles est la jeunesse du monde. et q u'a bien nlmpter nous so m mes proprement les anciens». But then he notes: les anc1cns» e n Modem Langrw¡¡e \ 'ores XXXVI. 5 (may 192 1): 260. lJ Agustín era de hecho un adversano consistente d e los «progresistas» y optimist." teólogos d e l tiempo (Eusebius de Cesarca y sus seguidores) y su concepto de la l11qona cera definitiv¡¡mcnte pesimista (bablaba d e su é poca como - malign a>>, «Jcmon~<~eJ». e tc.). Para un tratamiento de k1 antiprogresiva fil osofía Je la historia J e Aguslln, ver Theodorc E . Mornmsen. «St. Augustine aml the Chri!>tian Idea of Progrcss», ltnrrrral of r!re Hisrory of Ideas, vol. XIII (1951): p¡i. 346-374.
LA IDEA DE MODERNIDAD
37
una tendencia más amplia: De modernis quibusdam scriptoribus in comparatione ad antiquos 24 . Tales paralelismos no eran desconocidos en la Edad Media, pero el concepto de antigüedad era en tonces algo distinto de lo que llegó a ser tras el Renacimiento . Curtius dirige nuestra atención a esta cuestión crucial: «Este punto de vista puede parecer extraño al lecto r moderno . Cuando hablamos de los "antiguos", nos refe rimos a los escritores paganos. Desde nuestro punto de vtsta de paganismo y la cristiandad son dos úmbitos separados. para los que no existe denominador común. La Edad media piense de un modo diferente. "Vctercs" se aplica a los autores del pasado, tanto cristianos como paganos» 25 . ' La vieja y dilatada que rella e ntre los antiguos y los mode rnos no adquirió impulso hasta que el racionalismo y la doctrina del progreso ganaron la batalla contra la autorid ad en la fi losofía y las ciencias.¡La Querelle comenzó propiamente cuando algunos autores france ses de mentalidad moderna, conducidos por Charles Perrault, pensaron que era apropiado aplicar el concepto científico de progreso a la literatura y al arte. Es significante el que ni científicos ni filósofos surgieran la línea claramen te falaz de razonamiento que proporcionó a los modernos la sensación de que tenían derecho a transferir su superioridad científica sobre la antigüedad al ámbito artístico. Permítaseme también señalar que aquellos que tomaron partido por los mode rnos en notoria pelea eran figuras comparativamente menores. tanto en Francia como en Inglaterra. Esta es sin duda la razón por la cual lo que ha quedado vivo de toda aq uella controversia en Inglaterra, en términos del interés del lector actual no especializado , es la devastadora ironía de Swift contra los olvidados Wottons y Bcntlcys del momento. La historia de la Querelle ha sido repetidarnent t.: narrada desde la aparición del primer estudio comprensivo y auto rizado. Histoire de la Querelle des Anciens el des Modemes de 1-Iippolytc Rigault (1856). Aparte de abundantes artículos eruditos. podemos decir que casi todos los hechos relevantes han sido reunidos v orden ados e n un número de est udios comprensi\·os. desde La QL~errelle des Anciens et des M odemes en France de 1-Iube n Gtllot ( 1~ 1-t ). has ta e l reciente estudio de Hans Roben Jauss «Acstt.:ttsche Normcn und oeschicht lischc Rt.:,tkxion in dcr Querelle des Ancicns et des ~Modern cs» ( 1964) -";y en Inglaterra. ThC' Baale o[ the Books in lis f-!is10rical Set21 U na discusión de e~te duJ*logo y del tema de lo~ orígenes J c la Querelle, en ¡'1 Giacinto Margiotta. Le rigrni iralianc de la Querelle des Ancicm ct des ModcmeJ /• (Roma : Studium, 1953). 25 Cunius . op. e ir., p. 254. 2 " 11. R. Jau~~·s ~tuJy wa~ publi shed ;1s an intro Juction to thc fa csimilc c.:Jition of Charles Perrault 's Pamlléle des Anciem el des M adanes en ce qui regarde les arrs elles sciences Munich: Eidos , 1964). pp . 8-64 .
38
C INCO CARAS DE LA MODERNIDAD
LA ID EA DE MODERNIDAD
ting de E lizabeth Burlingame ( 1920) y Ancients and Moderns: A Study ofthe Background ofthe «Battle ofthe B ooks», de Fostcr Jo nes ( 1936). Aquí se rá suficien te recordar unos pocos hehos más o menos fami liares que tie nen que ver con la evolució n de la modernidad como concepto, con la intención de da r una explicació n más sistemática que histórica de la d isputa y sus resultados. Los modernos sometieron a la an tigüedad y a sus defensores a una variedad de críticas. que p ueden ser divididas e n tres amplias categorías. Obviamente, aquí nos inte resamos por los a rgume nt os de los modernos que tengan alguna relevancia para la estética y no con lo que t u vieran q ue decir ace rca de la superioridad científica y tecnológica de la modernidad (esta su perioridad , por obvias razones tácticas, e ra a menudo traída a colación por la mayo ría de los «modernistas»).
los modernos, más evolucionada será la época y sus artistas representativos. Un nuevo Virgilio, nacido en el siglo de Louis le G ra ne!, escribiría una versión mejor de la Eneida porque --dado que su genio fuera el mismo- se podría beneficiar de las reglas más numerosas y sofisticadas a su disposición. Perra ult dice:
A. El argumento de la razón. El neoclasicismo francés estaba ciertamente subordinado a la ant igüedad, pero u n est udi o detenido de la estética de ese período muestra que, a partir de 1630, raramente se recome ndaba dogmáticamen te la imitación de los a ntiguos - realmente, se criticaba como una fa lacia-. Las famosas reglas neoclásicas se introdujeron y desarro llaron a lo largo de l sig lo XV I como un in tento de racionalizar el indiscriminado culto a la antigüedad del Renacimiento y, además, para encontrar una teoría de la belleza perfectamente racio nal. Como se ñala René Bray en su libro La Formarion de la doctrine classique en France (p ublicado e n 1927), la d iscusión acerca de las reglas que comenzó a principios del sig lo XVII ha de ser considerada dentro del amplio contexto de l racionalismo filosófico dominante y de la creciente influe ncia de l cartesian ismo. La e laboración y formulación de las normas de belleza era n la expresió n del triunfo de la racionalidad sobre la auto ri dad en la poética. y all anó definitivamente el camino para la pos terior demand a de superioridad de los modernos. Casi por un animidad, la regla más general es la del agrado, y la primera no rma de la gratificación a rtística -así lo afirman losar~~ mcntos neoclásicos- es la verosimilit ud en armo nía con los requiSItos de belleza. Todas las demás reglas, desde la más comprensiva hasta la más específica, se derivan more geometrico de estos principios, y han de ser utilizados como guías para la producción (del ge nio natural) de toda obra de autén tico mérito. Por sí mismo , e l geni_o poético esta condenado. si no a l fracaso total, a errar y produc1r mucha menos gratificación de la que habría podido proporcionar si conociera y observara las reglas. En su Parallete des Anciens et des Modernes (1688-97), Charles Perrault intenta demostrar la superi o ridad de los modernos llevando esta línea de discurso a sus ex t remos. Cuanto m ayor sea el número de reglas, parece suge rir e l campeón de
39
Una vez puesto en claro que H omero y Virgilio cometieron un ~i nnúm ero de errores que Jos modernos ya no cometen. creo que he probado que 1m antiguos no estaban e n posesión de todas nuestra reglas. ya qu(" el efecto natural de las reglas es prevenirle a uno de cometer e rro res. De modo que si d ciclo estuviera dispuesto a proporcionarnos un hombre que tuviera el genio d..: la magnitud del de Virgilio. es ~cguro que c~crihiría un poema mucho m:ís b..:llo qu<.: la /:.11cido porque.: tendría. s..:gú n mi supuesto. tanto g<.:nio como Virgilin. y al mismo tiempo un número mayor de preceptos de que guiarían n
Si to m amos en cuenta el punto de vis ta de Perrault acerca del desarro llo de la razón y del progreso en general, no nos sorprenderá encontrarnos con que el más viejo de los poetas griegos, Homero, es con mucho el más atacado por sus errores e inesactit udcs científicas. Por ejemplo, ¿cómo demonios puede e l autor de la Odisea decir que U lises fue reconocido por su perro, que no había visto en veinte años, cuando P lunio deja bien claro que un perro no puede vivir más de quince atíos? 2x. Tales censuras pueden pa recer mezquinas, pero e n la Francia del siglo XV II tales cuesti o nes, se tomaban muy en se rio, como lo muestra Boilcau, quien en su R.éflexions critiques sur longin ( 1694; 1710) defiende a Homero de las acusaciones de Perrault citando el caso de uno de los perros del rey, que se sabía que había viv ido vein tidós años ! E n Inglaterra Swift era mucho más concien te de lo absurdo de tal aproxi m ación «cie ntífica» a la poesía de los antiguos, y ridi cul izó los excesos de Pcrrault y Fontenelle: Pero. adenüs de las omisiones en Homc~o. ya mencionadas, el lecto r cu· rioso observará también algunos defectos en los escritos de este autor de los que no es totalmente responsable. Ya que mientras todas las ramas del conocimiento han recibido tales maravillosos avance~ desde su é poca. especialmente e n los últi mos ttcs ;tlws más o menos. es casi imposible que pudiera s<.:r tan perfecto e n los descubrimientos modernos como pretenden sus partidarios. Libremente le reconocemos como el inventor del comp[ts. de la pólvora y de la c irculación de la sangre: pero reto a cualquiera de sus admiradores a que me muestre en to dos sus escritos una explicación completa del esplín. ¿Acaso no nos deja también totalmcnt<.: a nosotros la búsqueda del arte de las apuestas políticas? ¿Qué puede haber más defectuoso e insat isfactorio que su larga disertación sobre el té? 2" .
27
Pc rra ult. op. cir. (sec Note 26). p. 322. l bícl.' p. 308. 29 «A Digrcssion in thc Modern kint», in A Jalea Tub (Oxford: Clarcndon Press, 1920). p. 129. 2
~
40
CINCO CARAS DE LA MODERNIDAD
B. El argumento del gusto. Los modernos del siglo XV II se creían que el gusto se desarrollaba junto con otros aspectos de la civilización, haciéndose cada vez más exigente y refinado . E l concepto de progreso se aplica explícitamente a las {treas de la urban idad, las costumbres y las convenciones culturales. Por ello la antigüedad era más primitiva que los tiempos modernos y, aún peor, llegó a tolerar que se reflejaran en la poesía las rudas y bárbaras costumbres que no pueden sino ofender el gusto del lector civilizado. En el tercer volumen del Para/le/e, de Perrault, el abate, que es el portavoz del autor, expresa su profundo sobresalto al oír cómo Aq ui les insultaba a Agamcnón llamándole «borracho», «bota de vino» y «cara-perro». Los reyes y los grandes héroes, sigue dicie ndo Perraul t, e incluso si lo hubieran hecho «tales costumbres son demasiado indecentes para ser repn.:sentaclas en un poema, donde las cosas deben mostra rse no como podrían sino como deberían suceder, para que puedan instruir y complacer 30 . Una actitud normativa tan clara era una exage ración de la típica urgencia neoclásica de combinar en la poesía lo úti l y el placer --el u ti/e dulci de Horacio- que para los poetas franceses de la segunda mitad del XVII estaba directamente sujeta al imperativo de decorwn, o l> se justifica si nos da mos cuenta de que el tradicionalismo estético de los «antiguoS>> te nía poco at ractivo para un público más amplio de nzondains). De modo que la famosa batalla no lo era en realidad, y los _modernos tenía n poco de héroes. El actual lector de Pcrrault no puede evi tar sorprende rse de la estrecha ortodoxia teorética de este auto r que fue ta n controvertido en su tiempo. En realidad todos los argu mentos esgrimidos po r Pc ~rau l t para demostrar la superioridad de los modernos sobre los ant1guos son puramente neoclásicos. Durante toda la disputa no hubo lm ícticamentc desacuerdos teóricos entre los participantes. Pcrrault era ciertamente criticado dur:m tc el debate, y a veces con bastante acidez, pero ninguno de sus adversarios podía encontrar fa llos en los ><•
Pcrraull, op. cit., p. 296.
LA IDEA DE MODE RNIDAD
41
propios principios en cuyo no mbre se atacaba a los antiguos. En otras palabras, a Pcrrault se le increpaba por dos razones, una moral (era mezqui no, desagradecido y auto-obsequioso denigrar a los ant iguos para subrayar los propios méritos). y otra técnica (los defectos que se les at ri buían a los antiguos e ran realmente atri buiblcs sólo a sus infi eles y torpes traductores, a los que los modernos se 1cferían simpleme nte porque desconocían el griego y el latín). En un debate que tanto te nía que ver con la historia inte lectual, ambas facciones mostraban una carencia absoluta de sentido histórico, y ambos estaban de acuerdo e n que los valores envueltos en su discusión eran absolutos e incambiablcs. El concepto racionalista ele progreso es sin lu gar a dudas compatible con la creencia en el carácter unive rsal y eterno ele los valores. Durante los siglo XVII y XVII I incluso los progresistas doctrina rios más estrechos de men te estaban absolutamente seguros ele la total validez de su sistema de va lores y juicios de valor. ,Lo q ue hace a Pcrrault no me nos neoclásico que sus enemigos, apa rte de lo mencionado , es su co mún creencia en un modelo de belleza transcendente y único. El mérito de cada artista particub r se mide según su aproximación a este puro e in corruptible ideal. La belleza, como todos los demüs valores fundamentales, no tie ne nada que ver con el tiempo , existe objetiva y etern amente. Los progresistas creían que el ava nce del conocimiento, el desarrollo de la civilización y la il uminadora influencia de la razón contribuyen a una comprensión mejor y más efectiva de esos valores perennes y universales, que no eran menos reales en los viejos tiempos, sino sólo disce rn idos co n menor claridad. Así Perrault y los modernos no pensa ban que el ideal de belleza de la an ti güedad pud iera ser d i fl.'rc nt c d~: l;t ~uy;t pt o p ia , l .o 1pw In e norgullecía e ra solamc ntc ~u ha bil idad para ser tll <Í~ lick s a utttd c¡tl q ue los antiguos habían pc_rscguido con menor ~xito. . ., Este es un punt o esenc1al de nu estra d1scuston. En su afmnac1o n de superioridad sobre los antiguos , los m?dc_rnos de fmalcs del XVII Y del XVI II no d esafiaban ninguno de los cnten os fundamentales de belleza reco nocidos y promovidos por sus opo nentes. De modo quepodríamos deci r que Pcrrault y su partido estaban cnfrcn tündo~e a los anti2.uos con argumen tos estéticos prestados de qu1encs habwn 1111pu e;!~) el culto la antigul.'dad. Los modl.'rnO~ no neg.a_ba n ~ l os a_nti!lUO~. Pod;?mo' euou:::cr ~u áproximación com0 --una ce le: tm¡xnección .. . .:n el sentido de que llltCntUün señ
a
C. El argumento religioso. Durante el siglo XVI I, e incluso más tarde , la orosición ent re autoridad y razón no se extendía automáti-
42
43
CINCO CARAS DE LA MODERNIDAD
LA IDEA DE MODERNIDAD
camcntc a las cuestiones religiosas y se podía estar a favor del racionalismo y la doctrina del progreso en todas las áreas interesadas en el c.studio de la naturaleza, mientras se aceptaba el principio de la autondad en teología. El Prefacio al Tratado sobre el Vacuum de Pascal ofrece una vez más una clara ilustración. La autoridad:
estaban de algún modo implicadas en la batalla crítica que comenzó en Francia y que tenía por objeto la legitimación de la época cristiana. ¿Es la belleza una invención y un concepto exclusivamente pagano? ¿O existen dos tipos fundamentales de belleza, una pagana y la otra cristiana? Y, si es así, ¿qué tipo es superior? Los poemas épicos que imitaba n de un modo general los modelos clásicos del género, pe ro en los que Dios, las jerarquías de ángeles y Satanás con su legión de demonios reemplazan a los dioses griegos y lat inos de la mitología, eran muy populares en Francia y o tros países occidentales desde mediado el siglo XVI. Al ser Home ro y Virgilio los maestros reconocidos de la Jllll'SÍa ~ pi c a. los au tores d ...: taks poe mas se veían a veces L'tl la oblig;tciún de justificar su uso de h0roes y temas cristianos en lugar > de paganismo (cfr. Tasso en su Discorsi del Poema Eroico, 1594). Pero la existencia de este gé nero nunca estuvo en realidad amenazada hasta e l ácido ataque de Boilcau en su A rt poétique ( 1674). Si tenemos en cue nta que Boilcau estaba a punto de convert irse en el líder de los antiguos en su disputa con los modernos, podemos entender las fuertes implicacio nes antimodcrnas del pasaje del Art poétiquc:
... tiene el pe~o principal en teología. porque e~ in~cparablc de la vc rdlo p<.:~ten.:cc a 1:~ r:111>11 .:1 conon:1la' ". ~liJo
Aunque. determinado el creciente prestigio de la razón como una facultad crítica y por los descubrimientos revolucionarios de la cie ncia, la autoconciencia ele modernidad como período distinto y superi or en la historia de la humanidad no estaba libre de toda asociación con la religión. Por el contra ri o. tales asociaciones eran, durante ciertos pe ríodos, próximas y numerosas. y sólo poniéndolos en el punto de mira podremos comprender totalmente una de las ambigüedade~ estructurales de la idea de modernidad, una ambigüedad que explica el hecho de que al comienzo del siglo XIX los irracionalistas ro mánticos podían todavía comprometerse con un ideal de modernidad ampliamente concebido, mientras rechazaban el progrcsivi.sn.w y_la optim ista filosofía de la llus.tración . Teniendo (n mente l.a ' dtstmcto n de Pascal e ntre verdad racio nal (cuyo gradual descubnmicnto en el tiempo refleja la ley del progreso) y la verdad sobrenatural de la religión, podríamos señalar que los modernos podían proclamar una doble ventaja sobre los antiguos: .. primero , eran más viejos que los an tiguos, intelectualmente mélS maduros; y segundo. estaban en posesión de la verdad revelada de Cristo, inaccesible a los antiguos . Lo único que les quedaba a los antiguos de su parte --corno resultado de la obra humanista del Renacimiento-- era la belleza. Hablando del ambivalente aprecio de la herencia de la antigüedad por parte de los seve ros religiosos jansenistas, Saint-Beuvc cita en su historia de Port Royal un aforismo de Joubcrt ( 1754- 1R24) que resume sugestivamente la actitud de los clasicistas ele mente religiosa de los siglos XVII y XVIII: «Dios -
Pascal. op. cit., pp. 545· 546.
En vano han intentado nuc~trm eqtnvocado' autores dejar de lado esto~ antiguos ornamento\ , pen\ando que nuestro D i o~. y los profeta' que nos e nvió. podían actuar como aquello~ que inventaron los poetas. para ate-r morizar a su' pobre' lectores eon un infier{en cada línea. V y hablan de Sat;ín, 1\shtaroth. y lkll. Los misterio' que deben creer los c1bti;¡no~ desdezian recibir tales manifestaciones fluctuantes . .. ' 2 •
1•
~
Cuando escribió estas líneas Boilcau estaba pe nsando . entre otros. en Dcsmartc ~{s de Saint-Smlin. el autor épico cristiano de Clovis ( 1657), quien compuso tambié n una serie de escritos críticos, incluyendo un tratado, Traité pour juger les poetes grecs. fatins et fran('llis ( 1670) y un Discurse pour prouver que les sujecs chrétiens sont seuls propes á la poésie héroique ( 1673). Además de ensalzar su pro-
·'~ 13oilcau. Thc Art of l'm•try. cd . 1\lhcrt S. Cook. trad. a l inglés dc Soamc (New Yo rk: Stedtcrt. 1926), pp. 195- 1% . El o rigznal :
C'est done bien va incment q ue nos auteurs dé¡;us. Ban nissant uc le urs vers ces orncmcnts rec,:us, Pe nsent faite agir Dieu. ses ~ai nt~ et ses prophctcs. Comme ces dieux éclo~ du ccrveau de~ puctcs; Mettent ;z c haque pas le lcctcur en cnfcr; N'offrcnt ric qu'Astaroth, Belzébuth, Lucife r. De la fo i d'un ch rétie n les mysti:res terribles D'ornements égayé\ ne ~on t point s usceptible~ ...
44
Cll:\CO CARAS DE LA MODERNIDAD
cf\pio poema en términos hiperbólicos , Desmartes expone ideas totalml2nte opuestas a la estrecha postura neoclásica representada por el círculo de Boilcau. Su punto de vista era que había escrito un poema sobre un sujeto noble y verdadero, la «verdadera religión luchando y conquistando a la falsa» 33 . Esta vez la prioridad de los modernos sobre_ los antiguos es religi osa. ¿Es una exageración pensar que Desmar(~~ y otros poetas religiosos menores de su tiempo contribuyen al engrandecimiento de la idea de modernidad, y quizá en mayor meJida que algunos de los que, directa y notoriamente, estaban envueltos en la Querelle? El hecho es que la definición religiosa de la modernidad, o, para decirlo con otras palabras, el reconocimiento de la conexión esencial entre el cristianismo y la modernidad se iba a convertir en uno de los temas principales del romanticismo. Pero el argumento religioso no se utilizó abiertamente durante el apogeo de la Querelle y no se convirtió en un factor significante en la reformulación de la moderna idea an tes ele la aparición del romanticismo. ¿Cuáles fueron los principales resultados de la Querelle? Probablemente d más importante fue el enriquecimiento del término «moderno» con un número de connotaciones agudamente polémicas. Ni en Fr;mcia ni en Inglaterra ni en otros países a donde llegaron los ecos de la polémica los modernos alcanzaron algo mús que una reputación de g:1.lantería. y quizú, de iconoclasia. Ningún valor distinto fue promovido o sugaido. Pero es importante señalar que la oposición terminologica, «modernos/antiguos», se transformó en la estructura básica de una división estética. Así se creó el patrón del desarrollo literario y artístico a través de la negación de los modelos del gusto establecidos. V.
DE LO MODERNO A LO GÓTICO, A LO ROMÁNTICO, A LO MODERNO
Desde mediados del siglo XVIII la oposición «antiguo/moderno» ha generado innumerables antítesis, muchas de ellas históricas y algunas tipológicas, sin las cuales toda la conciencia crítica moderna .n C1tado por H. Rigault. Hi.woire de la Querelle des Ancies 1!1 de.1 Modemc.1. ediCIÓn fac;ímil de 1859 (NC\1, York: l3llrt Franklin, 1965). r. !l9. Rigault se ñala las ~cmc janzas entre el punto de v1~ta de la Biblia de Dcsmarets como un modelo ruético de bcllua 111;uperablc y el supuesto básico de Chatcaubrian del Genio de la Cristiandad. Pero tam poco se olvida de subrayar las diferencias. Comentando el Dé/ices de l"l'spm (1658) de Dcsmarct~. Rigault e~cribc: «Ou"a fait Desmarets de cette idéc fécomk? Un livre curicux en ccrtains pa\sages. mais a cela prés illi\iblc. M. De Chatcahriand en a fall le Gt'nic du Clzanstianmne. Smgulicrc fortunc des idécs qui porten! dans leurs ~e in de tcls o uvragc~. ct qui attcndcnt eles sicclcs cnticrs un grand écrivain pour le~ faire ¡;clo rc! » (pp. oll-S9).
LA IDEA DE MODERNIDAD
45
sería incomprensible. No es demasiado difícil demostrar que tales parejas terminológicas de opuestos como «clásico/modernO>>, <>. <> o «sentimcntiva>> (Schiller), «Cl<ísico/romántico>> , en el idioma crítico m<Ís reciente, <>, etc .. pueden rastrearse hasta la distinción cardinal «antiguo/modernO>>. No obstante. debería seiialarse que tal de sarrollo a nivel terminológico hubie ra sido imposible sin un cambio más profundo del gusto y del propio concepto de belleza. Fue durante el siglo XVIII cuando la idea de bellc?.a comenzó a su- ) frir un proceso a tra'Vés del cual perdió sus aspectos de transcendencia y finalmente se convirtió en una categoría puramente histórica. J Los románticos estaban ya pensando en términos de una belleza relativa e históricamente inmanente y pensaban que, para constru ir juicios de gusto válidos, uno debía de derivar ~us criterios Je la experiencia histórica -no de un << utópico», univcr::.al y atemporal concepto de belleza-. La oposición entre lo antiguo y lo moderno jugó el papel de ia influencia formadora en este proceso. La Querelle ~upuso un patrón para la más ampl ia distinción entre dos puntos de vista y escalas de valores autónomos. ambos con idén tica legitimidad histórica: el genio de la antigüedad y el genio moderno. Entre los muchos eje mplos de que disponemos, existe uno que anticipa claramente la distinción de finales del XVIII entre clásico y ronüntico, me refiero a la antinomia «clásico/gótico>> tal como aparece en la críti ca inglesa, y concretamente en las Letters on Chivalry Q/1(/ Romance de Richard Hurd (1762). Hurd habla del clásico y el gótico como de dos mundos perfectamente autónomos, sin que ninguno de los dos pueda considerarse superi or al otro. Naturalmente. quien se aproxime al gótico con criterio~ cl{tsicos sed incapaz de descubrir nada que no sea irregularidad y fealdad. Pero esto. obviamente, no quiere decir que lo gótico no tenga reglas o metas propias con las cuales se pueda juzgar ~us logros. <>, escribe Hurd, «no encuentra nada más que deformidad. Pero e l arquitecto gótico tiene sus propias reglas. y cuando se:_ !e examina con ellas. se ve cuál es su mérito. al i!:u al aue el 2ric2o" ·'-. Hurd aue intent<: defender el uso de las fi~C!t"' t:~' ~ ~ f. : i:-2 ,: e~. . L'""'-.:mo';ac¡on<:lma. afi rma q~e un poema como The Faerie Q11eene debe leerse o criticarse <;egún la idea de un poema gótico y no clásico. para poder entenderl o adecuadamente: "Y según estos principios. no sería difícil desvelar sus méritos en modo distinto <1l hast<1 ahora intent<1d o Js . ' ' Richard llurd. Ll'ller.l m1 Chivalry all(/ Romance, Facsím ile edición de !762 (Ncw York: Garland. l
46
CINCO CARAS DE LA MODERNIDAD
Yendo más allá de l á mbito de la mera defensa, la discusión de Hurd sobre Tasso concluye con la afirmación típicamente ro rmíntica de que las cost~mbres y ficciones góticas son slfperio rcs a las clásicas e.n lo que se refrcre a poesía y <>. Es rnteresante serialar que Hurd utiliza la dist inción <> de modo casi intercambiable con <> o <> a toda la cult ura crrs trana como distinta del mundo pagano. Hurd dice: <
36
Ibíd., p. 55.
LA IDEA DE MODERN I DAD
47
noción contempo r ánea) la aspiración a la universalidad, el deseo de hace r que la obra de arte se parezca lo má~ posibl_e al mod~lo de belleza transcedental, pertenecía al pasado clas1co. El nuevo tr p~ d_e. belleza estaba basado en lo <>, e n la diversas pos1brlldaJes ofrecidas por la síntesis Je Jo <> y lo <>, y en otras categorías similares que r~~mplaz~ron el ideal de perfección clásico. La búsqueda de 1~ per~ecc1on lleg? a cOI;siderarse corno un intento de escapar a la h1stona y el earmno mas corto hacia el «academicismo>>. Especialmente en Francia, donde.l~s jóvenes y rebeldes rormínticos se habían _en_frentado c~n los yreJ tllcios más tercos y obtusos. el nuevo mov11111ento se ve1a obiJ ga~o. a utilizar con la menor amb igüedad posible e l argume nt o del rc lat¡ vrsmo histórico. Ser un hombre de su tiempo, intentar .responder a sus problemas se convirtió en algo más que una estética --se convirtió casi e n una obligació n moral-. . . Esta e tapa significante del desarrollo de la con~ t~m:1a de r~1 oder nidad se ilustra e n la famosa definición del romantrc1smo que lonnuló Stendhal casi una década después de haber tenidu éxito en una oposición ¡: rcli.minar entr.e le heau idc:al anr.ique ~le b~au i~léal.mode; JU' en su 1/tstotre t!l' la ¡wnture ('11 Ira/re ( 1X17) . Stendh
re
-' 7 De hcdm. la \CCCIOn <.lctlica<.la a la " llcllcta l<.lcaJ, e n la 1/utl/lrl' ... tic St.l~dhal ya estaba cscrit,l en IHI4 . Sorprenden le y del nudo cumo no\ puede ))arcccr hoy, la temprana dblinción de St.:ndhal cntr.t.: le yeau uléalalltu¡ur y le l>cau ¡tfcal modcme 1 _(versus Oe 11 vres mmplétcs, cd. Gcorgc> Eud.:~ (París: Larri~c. I9~3) vol. 3, 1/i.\toire , de la pei11111re ell ltali[. Libro IV al VI. pp. 155-241): ~ramas ongma_l e n \U forrm!la1 J/ ción qm: en su esencia. vini..:ndo tras numemsas.opos1c1o ncs lerlllllllllogl~'" y t1polog1cas ..:n Inglat erra. Alcma11ia. e incluso Franc1a. donde Mada m..: d.: Stal"l. c1.1 f)c t Állelllll/!111'. introduc.: la c>posiciún estélica cla.l.~iquclromallll tic la Querelle e ntre los antiguo> y los modernos . Como ejemplo. podemos recordar que Stcndhalnos ofrccl· una cita de Geru.wlemme Liberalll .. de finales del "glo ~VI, de Tasso, para ilustrar la di>tinción entre la belleza moderna, mcorp01 ada c~1 pocs1:1; y la belleza anligua (p. 2 1.1). También subraya la 1mportanc1a del amor -mas C\p.:clfl~;~ mc nte e l amor rom<Í11Jico-- conformando el modelo 1dcal <.le belleza. trae a colac10n de modo predecible la medieval institución de la caballería.. . . . . Lo realme nte nu.:vo e n sus ideas. d ejando d e latlo su consistente lnstonc1smo pulemico al explicar la belleza antigua y la moderna a través de factores t a l~s como el clima. el sistema legal, y la teoría d e los lcmpcramcntos. en su énfas1s en c1crto> valores de la civilizaci.ill moderna. resumidos en el contraste sugestivo que otahlcce entre París, la moderna mcrrópolis por excelencia, y la antigua Atenas. St.:ndh;1l cscribc:<
'j
-+8
CINCO CARAS DE LA MODERNIDAD
LA IDEA DE MODERNIDAD
blcn;en.tc el primer escri.tor importante europeo que se calificó como y que cntcndzó por romanticismo. no un período particular (~a~ o menos l<~rgo), m un estilo específico, sino una conciencia de .''t~a. contemporan.e~. de modernidad en su sen tido inmediato. Su detz~zczon de_ romantzczs~no es _algo más que una pieza de paradójico senudo co~uz~: se podna deczr que es, por su implicada sinonimia ~ntre «romanttCO» y «modern o» . y por el agudo sentido tic temporalzdad qt~e arrastra. una cspeczc de primer esbozo de la teoría de la modernzdad de Baudelairc. que examinan~ más adelante. Esto es lo gue el autor. d_e Racine et Slwkespcare ( 1823) tenía que decir acerca ael «rom¡¡ntzczsmo» como opuesto a <>:
Stenclhal no duda en afi rmar que Sófocles y Eurípides fueron románticos en su:, días. También lo fue Racine; su particular romanticismo con~is itía en !>U fiuelidatl al gusto de la corte de Luis XIV. un gusto caracterizado principalmente por la <
roman~zco
El rOIIWilllf"t\1110 e~ darte tk pre~cntar a las g..:nte!> obras literaria' que. en Vi~la dd aelual estado ~e ~us COslllmbn.:s y cn:encias. les propon; 1onélll ¡;¡ lll.I}Or plac~r posibk. El c/,;_,/C/\1110. por d conll ario. !<.:~ p1 esenia la litera· ~ur¡~ ~1uc so ha pn~pomonar <.:lm.Iyor placcr a MI~ tatarabuelos ... Imitar ho\ " Soloclc~ Y. l:unp1dcs. ~ p1ctendc! que cstas imitaciones no haJ!an ho~l<.:·zar al trances del s1glo d1ecmueve. es ser clasicista. " ·
un culte.partoutoú C.::lcs..: recontrall. C..:s gens-la n'allérent-ils pas ¡usqu'a s' 111wgmc 1 qu~ ~~~:~mes ~~~r.h;~bll<~.re_nt, d..: beaux corps ~·en détachai<.:nt avcc plu~ dt: répugnance qu~ c~ll~~ qur t.:t.ucnt cachees ~ous des lllrmcs vulgar r..:s? ... 1\lai\ au~si le culte de la bl'ml/e n <.:tall qu..: pi:)"~JU<.:, l'amour n'allait pas plus loin ... » (pp. 226-227). ¿Cual:s ~on: segun Stcndhal. las características principales de la moderna rdca d..: belleza? 1~1 ..:scntor lrsta en un orden que parece caprichoso: «l. Un exprit cxtrémcment 'if. 2. Beaucoup de gr;kes dans les 1raits. 3. L'ocil étincdant. non pas du feu sombre des passrons. ma 1s du fe 11 de la saill~<.:. L'expression la plus vive des mouvcmcnts de l'fmtc est dant l'oerl. qu: cchappe il la sculpture Les yeux modernes seraient don fort grantl\. 4. Bc~ucoup de gareté. ~ 5. Un fonds de sensibrlité. 6. Une taille svclte. es surtour l';ur ;tgilc de la jeuncssc» {p. 219). /\ es1as cualidades d..:bemos aiiadir la «ekgancia» (p. 229) y una «noble» aparicnc;:¡ ~,'>. 223!. ,.~caso no se. pu<.:.dc confundir este concepto de bcllc~:a con la expresiün d~.:l o~sto recoco del. s1glo XVIII! Los puntos de vrsla cstéticos de Stcndhal son rc alme n1<.: ~us com.ple¡o~ e u~tcn.:sant~s. Y u en su Hi.l"loria de la pinrura en /rafia c nfat iza que la ltbcrrad Yl.t onguwltdad son mdtspensablcs para e l arte. Ninguna sumisr<Ín a un con ¡ unto d~ reglas, pnnctpros o direcciones puede conducir a un auténtico cxito artístico. Un autentrco artista sólo obedece a suurdil'tdcwlidad y resrstc la tcmacuín d..: imitar ,1 Otros artistas. antiguos o modernos. Entonces. lo que surge como la c ualidad central de la oclleza modo.:rna es cierto s..:ntid~ de rcfinida complc¡itlad psicológica. quc tiene poc~ que ver con la tnvohdad del cstrlo rococó. Pero para desarrollar totalmcntc Ml leona d~ la ~1odcr~rdad Stendhal. ~a rece necesitar el término romanticismo. que ado~to cn.18.:.3 dclllahar~o romwctcnmw. y con el que designa la modcrnid,1d en un senudo mas ilu1do Jv prccrso quc en su 1/isrorie •.• ~ . · , Stend~~l.. Oeu1·;es Cl)lnplércs, ed .. Gcorges Eudes { Pari~: Larrive. 195-1) \o l. XVI. p. -' El ongtnal: «Le romanl/clsme est l'art de préscnter aux peuplcs le~
-t
oeuvrcs litlérair..:s qui danl'..:tat actucl d..: lcur croyances, son su~ceptiblcs de lcur donner le plus d..: pl;u~ir possiblc. Le c/assirismr au contrairc . lcur pré~cnte la littér;1turc qui donnait le plus grand plaisir possiblc ;, leurs arriere-grands-péres ... !miter aujourd'hui Sophocle et Euripldc. et prétcndr..: que ces imitation~ ne fcron pas hailler le fr anc;ais du dix-ncuvicme sii.:cle, c'es du das~idsrnt.:.>Jv !bid .. p. 227. "" lbid.,p.2X. 11 Inhibiendo la unagrnación . los hábitos di!>llllllll)'en la capacidad del hombre para el placer estético. Stendh;ll lo dice claramente: <• ••• L'habitude cxcrcc un pouvoir despotique sur l'imaginalion dcs hommcs mémc les plus éclair és, cl. par lcur imagination. sur les pl
s·
50
CINCO CARAS DE LA MODERNIDAD
LA IDEA DE MODERNIDAD
pecto a la influencia del academicismo aficial en su gu~to y de un montón de prejuicios bien afianzados, producto de una Inadecuada comprensión de la tradición. E n breve, para S tcndhal el concepto de romanticismo incorpora las nociones de cambio, relatividad y, sob re todo, actua lldad , cuyo significado hace coincidir, en gran medida con lo que Baudelaire cuatro decadas más tarde ll amaría La modernilé. El ro manticismo, en palabras simples , es el sentido del presente transmiti~lo artístic_amente. Su esfera esta así muy restringida pero al mismo tie mpo su ¡Jentldad se hace esencialmente fugaz, extremadamente difícil de apresar porque no puede definirse e n términos de las tradiciones pasad~s (cristiana u otra), y muy provisional por que anda su supcrv1vcnc1a en la confirmación del futuro. Se sa be que el propio Stendh al, a lo largo de una carrera literaria casi desconocida para s~s con~e_mporá neos, se consoló con la idea de que e l futuro le hana JUStiCia . Hay mucho más en la preocupación de Stendhal por e l futuro que un mero s ueño compensatorio de algui en que sufre la ca rencia del reconocimiento. Su personalidad es estructuralmente la de un precursor voluntarioso y consciente aunque claramente dcsapr?baba la_ v~g_a retórica fu turista en la que se complacían otros romántiCOS (es s1gn1f1cante su desaorado con referencia a las acti tud es proféticas de Victor Huoo). Stendl1al era un «romántico» en su propio se ntido de la palab ra"'y ésta es la razón por la cua l, incluso en Racine_et Shakespear~, anterior a sus principales obras, podía llegar a se r ab1crtamcntc antl romántico, y consistente con su eterno credo literario q_u e el_m po_sterioridad se denominó «realista» . Algunas ele las paradops dlst1nt1vas e implicadas en la idea de modernidad li_teraria está n ya pres~ntes en Stendhal. La más sorprendente es que, llberado de las represiOnes de la tradición el escritor debe esforzarse en proporcionar a sus contemporáne;s un placer que no parecen estar preparados para disfru tar y que quizá incluso no lo merezcan.
Con respecto a la primera, la idea burguesa d~ ~odernida~, _se puede decir que ha continuado ma yormente las pnnc1pales tradiCIOnes de períodos anteriores en la_ historia de la id~~ de modcrmdad. La doctrina del progreso, la conf1anza en las pos1b1~ldadcs ben~facto ras de la ciencia y la tecnología, el interés por el t1cmpo (un t1cmpo medible), un tiempo que puede ser com~rado y vend1do y que, por tanto, posee, como cualquier otra comodidad, un cqu1valente c_al~u lable e n dinero). el culto a la razón, y el ideal de libertad de~1~1do dentro del entramado de un humanismo abstracto, pero tamb1cn la orientación hacia un pragmatismo y el culto de la acción y el éxito, todo esto hn sido asociado en distintos grados con la batalla por lo moderno y se promocionó y mantuvo vivo como valores claves de la triunfante civilización establecida por la clase media. Por contraste, la otra modernidad, la que habría de producir las vanguardias, estaba desde sus principios románticos inclinada hacia actitudes radicalmente antiburgucsas. Cstaba asqueada de la escala de valores de la clase media y expresaba su disgusto con los medios más diversos, desde la rebeli ón, In anarquía y el apocalipsis, hasta el aristocnítico autocxilio. De modo que, más que sus aspiraciones positivas (que a menudo tienen poco en común) , lo qu~ define lamodernidad cultural es su franco rechazado de la moclcrn1dad burguesa, su consuntiva pasión negativa . Antes de referirnos más específicamente a los orígenes de la separación entre las dos modernidades es útil enfocar sobre el propio término «modernidad» 42 . E n vista de la cardinal importancia de Baudclaire como teórico de la modernidad estética, debería señalarse que la palabra, un reciente neologismo en la Francia de me_diaclos del siglo XIX, había circulado en Inglaterra al menos desde el SJ ~I o -~VIII. El OED recooc la primera ocurrencia de «moclcrmdad » (s1gmflcando «tiempos presentes») en 1627. También cita a Horacio Walpo~c, quien en una carta de 1782 habla de los poc_mas de Chat~erton en terminos ele «la modernidad de (su) modulac1ó n , que nad1c (que tenga una oreja) puede pasar por alto» 43 • El uso de «modernidad» de Ho-
VI.
LAS DOS MODERNIDADES
Es imposible decir con precisión cuándo se puede comenza r a hablar de la existencia de dos modernidades distintas y en franco conflicto. Lo que es cierto es que en algú n momento de la primera mitad del siolo XIX se produce una irreversible separación entre la mo dernidad"como un momento de la historia de la civilización occidental -producto del progreso científico y tecnol ógic?· de 1~ revolución_ industrial, de la economía arro lladora y los camb1os soc1alcs del capitalismo-- y la modern idad como un concepto estético. Desde entonces la relación entre las dos modernidades ha sido irreductiblemente hos'til, pero no sin permiti r, e incluso estim ular, una variedad de influencias mutuas en su có lera por la mutua destrucción.
1
!
51
2 " Un estudio extenso de la «modernidad» como concepto es el de Hans Rober J auss <
53
CI:-.:CO CARAS DE LA MODERNIDAD
LA IDEA DE MODERNIDAD
racio Walpolc como un argumento en la famosa controversia acerca de Rowley Poems (1777) de Thomas Chatterton -un poeta cuyas obras y mitos trágicos alcanz::Jrían gran popularidad en b siguiente y totalmente romántica generación- implica un suti l sentido de lamodernidad estética. La «modernidad» apa rece como cercana , tanto a la idea de «estilo» personal («el estilo del poema era propio d e Chatterton »), como a lo qu-: Walpole denominó «el recien te lanzam iento de iJeas y fraseología», pero no debe confundirse con ninguna de las dos. Su sentido real, según el punto de vista de Walpole, era el s> de 13audelaire ser;í util considerar aquí d mo do en el que Chateaubriand utilizó el término un par de décad as antes. En las notas diarias de 1833, tomadas du rante su viaje de París a Praga e incluidas como tales en sus Mémoires d'outretombe, Chatc::.lllbriand utiliza modemité para referisc desdeñosamente a la mezquindad y banalidad de la cotidiana «vida moderna» como opuesta a la eterna sublimidad de la naturak:za y la grandeza de un pasado medieval legendario. La vulgaridad de la «modernidad,, .~:obrcsale de modo inequívoco: «La vulgaridad, la modernidad del edificio de las costumbres y el pasaporte», escribe Chateubriand, «Contrastaban con la torment~. las puertas góticas, el son ido del cuerpo y el ruido del torrente·'). Podría éliiadir que el significado pe-
yorativo de «modernidad»ha coexistido con el opuesto sentido positivo en una rel ación fluctuante que refleja el largo conflicto en tre las dos modernidades. La historia de la alienación del escritor moderno comienza con el movimiento romántico. En una fase temprana, el objeto de odio y ridículo es filisteísmo, una forma típica de la hipocresía de la clase media. El mejor ejemplo es la Alemania prefrom;íntica y romántica, donde la crít ica de la mentalidad filistea (con todas sus pes>, a pesar de ser negativo e insultante, adquirió un dcfinifo significado social, primero en A lemania, después en toda la cultura occidental. El significado de este cambio semúntico ~e puede comprender mejor si comparamos al filisteo con el hazmerreír del precedente período neoclásico, es decir, e l pedante. El pedante es un tipo puramente intelectual y, como tal, sus raíces sociales son inmateriales para los satíricos que desean retratarlos . E l filisteo es, por el contra~ rio, definido principalmente por su pe rtenencia a una clase, siendo todas sus actitudes intelectuales un mero disfraz de los intereses prúcticos y las preocupaciones sociales. La crítica rom:.íntica al filisteísrno en Alemania fue llevada a cabo por jóvenes grupos radicales en las décadas de 1830 y 1840, y resultó en una clara oposición entre dos tipos: el revolucionario y el filisteo. Esta es obviamente la fuente de uno de los clichés más obstinados de la crítica marxista de Goethe, es decir, que e l gran poeta poseía unél doble naturaleza. que era al mismo tiempo un rebelde y un filisteo , tal corno Engels lo vio en 1847:
52
~una ~
que no cst.:n persuadidas de que el esrilo de los l'lllemas es del prop10 Chal terto n. aunque ha ya pod1do encontrar ;dgún matcnal antiguo sobre el que trabajar. .. ; pero ahora que el poema ha sido tan examinado. nadie (que tenga oído) puede pasar por alto la m odernidad tcl subrayado es mío) de la modulación. y el reci..:nle alcance d e b s ideas y fraseolog ía ... Aun así. el muchacho sigue siendo un prodigio ... y todavía es 1ne:-.plicabk cómo enco ntró tiempo y malcriales para elaborar al milagro,>. en The )',:/< Edína n o.f Horacc \\'alpolc's Corrcspondcnce. cd. W.S. Lew1s CNcw Ha"cn : Y ale Lni\Cisity Prc,s. 19i3) . \'Ol. 11. pp. 305-306. "" Émile Littré, Dtclionnaire de la /anguc [ra111;msr (Pans: Gallimard-1-lachctte, 1957) vol. 5, p. 315. ·•· Paul Robcrt, Dtctiolllwire alphabétique ct analogiqllc de la langue frwu;ai.l'l' (Pa rís, 1959), vol. IV, p. 607. cita lk Chatcaubriand en el original: «La vulgarité. la modcrnité de la douanc t:t du passcport, co111rastaient avcc l'oragc. la porte gothique. le son du cor et le bruit du torren!>'. For thc contcxt in which the passage occurs, sce
'~
Chateaubnand. Memoircs d'owre-rombe. cd. Edrnond Dir.: (Pari': Garnier. n.d.). vol. VI. pp. :!5-:!6.
54
55
CINCO CARAS DE LA MODERNIDAD
LA ID EA DE MODERNIDAD
cauto y resignado» 46 . Es interesante el que la noción de fili steísmo , que orioinalmcnte era una forma de protesta estética contra lamentalidad burguesa, se transformara e n Alemania e n un instrumento de crítica política e ideológia . En la Francia posrevolucionaria, prevaleció la tendencia opuesta: diversos tipos de radicalismo antiburgués (tanto con implicacio nes derechistas como izq uierdistas, mezcladas en las pro porciones más divcr~::ts) sufrieron un proceso de estetización, de modo que r.o nos debería sorprender el descubrir que los movimientos caracterizados por su ex tremo csteticismo, tales como e l vagamente definido como l'art pour /'art, o los posteriores decadentismo y simbolismo, se comprenden mejor cuando se consideran como reacciones intensamente pol~Smicas contra la expansiva modernidad de las clases medias, con su imagen terre-a-terre, sus preocupaciones utilitarias, m ed iocridad conformista y su abyecto gusto. La idea de la autonomía del arte no era una novedad en la década de 1830 cuando se hizo popular el grito de guerra del a rte por el arte entre los círcul os fra nceses jóvenes pintores y poetas bohemios. La idea del arte como actividad autónoma la dcfcndio Kant medio siglo antes. quien, en su Crítica del Juicio (1790), form uló su concepto paradójico de «la finalidad sin propósito» del arte y afirmo así el desi~ terés fundamental del arte. Pero el /'art pour /'art tal como lo concibieron Théophile Gautier y sus seguid o res no eran tanto una teoría estética bien form ulada como e l grito unificador de unos artistas que eran conscientes de la vaciedad del humanitarismo ro mántico y se ntían la necesidad de expresar su aborrecimiento al mercantilismo burgués y el vulgar utilitarismo. La afirmación central de Gautier en su prefacio a Mademosiel/e de Maupin (1835) es característicamente negativa. una definición de la belleza en términos de su total inutilidad: «11 n'y a de vraimenl beau que ce qui ne peut sen•ir á ricn; tout ce qui est wile est laid." En contraste con los puntos de vista defendidos por Kant y sus seguidores en Alemania , los partidarios de l'arl puur /'art promocionaron un concepto de belleza básicamente polémico. derivado. no tanto de un ideal de desinterés, como de una afirmación agresiva de la to ta l gratuidad del arte. Este concepto de belleza cst;i perfectamente resumido en la famosa fórmula épater le bourgeois. El arte por e l arte es el primero producto de la rebe lión de la modernidad estética contra la modernidad de los filisteos. Dado que la civilización moderna es fea, la actitud de Théophile Gauticr hacia ella es de hecho m:ís compleja y ambivalente de lo qu e sugiere e l prefacio juvenil a Mademoiselle de Maupin. E n un artículo
publicado en 1848 y titulado «Piastique et civilisation: Du beau antique et de beau moderne>»>, Gautier argumenta que la fealdad de la moderna vida industrial puede ser transformada. E l resultado seria una clase moderna de belleza. diferente de la belleza ca nó nica de la antigüedad. Obviamente, esto sólo puede lograrse sobre la base de una aceptación de la modern idad como tal. Gauticr escribe específicamente:
"'' Citado por Pctcr Dcmclz, Marx. Engels allllthe Poets (Chicago: The Univer· \Íty of Chic
No lwcc falta decir que ;~ceptamos la modernidad tal como cs. con sus ferrocarriles. barco~ a vapor. in vc~tiga cion científica inglesa. calcf;~cci
Como Bauclclairc --cuyo concepto del «hero ísmo de la vida moderna» parece tener aquí un eco- Gauticr es conscien te de que el rechazo directo de la civii ización modern a corno irre mediablemente fea puede ser una actitud ta:1 fi listea como la superficial alabanza de la misma. J\: mismo tiempo parece darse cuenta de que la promoción estética de la modernidad puede volverse tanto contra el espíritu academicista como contra las tendencias escapista-; alimentadas por los clichés románticos. Gauticr no exploró todas las consecuencias de este punto de vista, pero fue uno de los primeros en sugerir que ciertas imágenes de la vida moderna podrían convertirse en elementos s ignificantes para la estrategia general de la modernidad artística, con su impubivo deseo de épaler le hotogeois.
VII.
BAUDELAIRE Y LAS PARADOJAS DE LA MODERNIDAD ESTÉTICA
Las preocupaciones de 13audclaire por la modernidad surgen e n su juventud --estoy pensando en su primera definición cornprchensiva de romanticismo en El salón de 1846 una definición que, es interesante saber , sigue a la de Stcndhal: «Para mí, el romanticismo es la expresión de belleza más reciente , más conte mporánea» 411 • Y Baudclaire sigue diciendo q ue «hay muchas clases de belleza al igual que hay modo habituales de buscar la felicidad» - la asociación de la belleza con la felicidad vie ne de Stendhal, específicamente del último 47
Théophile Gauticr. Souvenirs de tlzélítre, d'art et de criuque (París: Charpcntic r . IRX3). p. 20."1. El artículo de donde se saca la cita se puhlic6 en L'El'éncmctll (August X. IX4X). "'" Si no indico lo contrario. cito a Uaudclairc de la lraducciún inglesa de /Jmulelairc As a Literary Critic. Sclcctcd Essays. introd. y trad. de LtlÍS Uoc llylsop y Francis E. llylsop (Un ivcrsity Park, Penn.: Thc Pcnsylvania Statc Univcrsity Prcss. 1964). La cita previa es de la p. 40.
57
CINCO CARAS DE LA 1\!0DERNIDAD
LA ![)EA DE 1\IODERNIDAD
aforismo en el cual la belleza es definida como una promesa de fe licidad («Le Beau n'est que la promesse du bonheur»)-. El argumento del cambio en el que se basa la defensa del gusto contemporáneo puede también ser estendhaliano, pero la explícita identificación del romanticismo con el ane moderno de Baut.lelaire pone un nuevo y radical énfasis en la idea modernidad y que e l valor de la novedad.
entre los críticos de su tiempo como pa ra que se convirt ie ra en pa rte del «ámbi to ba nal de las ideas aceptadas>>. Baudelairc argumenta que com parar Delacroix con Hugo es sólo una «estupidez escolar>> (naiseries de rhétoricien) : « ... ya que si mi di finició n de romanticismo (intimidad, espiritualidad, etc. ,) pone a Delac roix a la cabeza ele este movim ie nto, excluye natura lmente a Victor Hugo>> 50 . Las cualiclad_es p~> r las cuales s~ disti ngue a Delacroix de Victor Hugo son muy srgnrfrcantes para la rdca de romanticismo (o modernidad) de Baudelaire: invcrtiva, gen io ingenuo. ima~inación aut.laz como opuestas a destreza, habilidad, artificio (siendo esta última la característica del don de la imitación). El sa lón del 18-l6 trata extensamente de la modernidad, directa (el cap ítulo ti tulado «Sobre el heroísmo ele la vida moderna>>) e indirectamente (la definición de romant icismo), y hay otras anotacione~ sobre el tema esparcidas en o tros escritos críticos de Baudelaire. pero no hay duda de que el tratamiento de la modernidad más compl~to _Y fecundo s_e encuentra en su artículo sobre Constantin Guys, «El prntor de la vrda moderna>>(1863). En este ensayo la característica más sorprendente ele la modern idad es su tendencia hacia aloún tipo de inmediatez, ~u intento de identificar con un prc!>entc sen~tal apresado en su misma transitoriedad y opuesto, por su naturaleza espontánea. a un pasado endurecido por tradiciones congeladas y evocadoras de quietudes inanimadas:
56
... al igual _que: ha habi~o li~lc.: c.:n una ejecución pct fccla, sino en un cotK<.:plO an;ílo¡:o ;¡ la morahJad d<.:l monu.:nlo ... Así. sobre.: lodo. cs nco.:sario conm:cr aquellos a'p..:cltl:, de.: la nalurale7.a y situaciones del homlm.: quc: fueron clc.:sden;tdos <> desconocidos por los
El romanticismo cs. según Baudelaire. no sólo «la forma más reciente, más conternroránea de lo bello», sino tambié n -y este punto merece especial atención- es sustancialmente diferente de IOdo lo que se ha hecho en el pasado. La conciencia de esta diferencia es realmente el punto de partida ele la búsqueda de la nm•edad, otro concepto cardmal de la poética de l3audclairc («lo que ha sido dcsderiaclo o desconocido por los artistas del pasadO>> debería convenirse en sujeto de meditación acti,·;¡ por parte de los artistas modernos). La conclusión del pasaje arriba st:iialado es paradójica y profundamente reveladora al mismo tiempo: «por tantO>>, escribe Baudelaire. «SC sigue que hay una contradicción obvid entre el romanticismo v la:-; obras de su~ principales adherentes .. .). Hoy en día podemos ha-blar del romantiCismo que 8Judelairc tenía in mente como de ampliamente <> o «moderno» , si considera mos «modernu» como antínorno de << rom{tntiCl>». ~egún una oposición terminológica m<.ís reciente de la que es responsable directa la influencia crítica de Bcaudelaire. Para ciar una visiún más específica del concepto de romantici!>mo d-:: Baudclaire, examinemo~ un ejemplo en el que se aplica más conc~:..t:.rncn!c . En el mismo «Salón de 18-l6, al discutir los cuadros de Eugcne Dclacroix, BaudeJaire expresa su impaciencia con la comparación entre Delacroix y Víctor 1!ugo, una comparación tan popu lar ., !bid. El pasaJe origmal: « ... Amsi, comme ti y a cu autant d'tdéals qu'il y a eu pour le:. peuplcs de far; ons de comprcndrc 1<~ moralc.:. l'amour. la religion. ele .. le romantisme nc consistera ¡;;¡~ dan~ une c.:xécutton parfaitc. mal' dans une conception analoguc :í la moralc du "iécle ... JI faut done, avant toul. connaítrc les aspecls de la nolure elles situations de l"homme. que les artistes du passé On dédaignés Oll n'onl pas connu . Ou i dit romantismc.: dil :1r1 modernc, -<:'est-á-dirc intimité. ~p iritualité. cou!cur. aspiration ver> l'infini. cxprimée:, par tous le~ moycns que conltennenrles
La modernidad es lo lran~itorio. lo fugiti' o. lo contingente. la mitad del ane . ~1endo la Otra mtlad lo eterno e tnmut.tble ... En cuanto a esta tr metumorfosis son tan frecuentes. 110 tienes dcr~.:cho ni a desprcctarb ni a ignorarla. SuprimiénJola est;í~ abocado it caer en la vaciedad de· una belleza ah~lracta e indefinible. similar a la de aquella t'mica mujo::r frente al primer pc.:cado ... En una pai nc.:cesario exlrac:r de c.:lb la mi~lc.:t Í<>sa belleza que la vida humana le.: proporciona involunlanamcntc: ... \Llldno \<.:a q111cn busqu e en la antigüedad algo que no so::a puro arte. i(Jgica y m~todu genc:ral. Sumergiéndose demasi;~do en el pasado. ¡1erderü d.: vista d prc-,ente; renunc.:wr;i a los valores~ privilegios prop orciO nado~ por las ctrcun~tancias; y
lbíd .. p. 41. Jbíd .. pp. 29h-97. El texto en francés: «L
58
CINCO CARAS DE LA MODERNIDAD
LA IDEA DE MODERNIDAD
dojas de una conciencia del tiempo tan sorprendenteme nte nueva -por comparación con todos los períodos previos de la discusión sobre lo moderno- y tan rica y rcfina-:la. que puede considerar un punto cualitativo decisivo en la historia de la modernidad como idea. Para Baudclaire la <
belleza» (que consiste e n las leyes más generales de l arte) puede volver a te ne r una vida fugaz (o vida futura) sólo a través de la experiencia de la belleza moderna. La belleza moderna, a su vez. est<Í incluida en el ámbito transhistórico de los valores --deviene «antigücdad»pero sólo a cotas de renunciar a cualquier deseo de servir como modelo o como ejemplo para los futuros artistas. Sepa rada ele la tradición (en e l sentido de un corpus de obras y procedimientos a ser imitados), la creación artística se convierte en una aventura y un drama en e l que e l artista carece de o tro aliado que no sea su imaginación. Antes de pasar a la cuestión surgida en el «drama de la modernidad», es necesaria una observación general m;ís acerca del uso de este concepto en Baudclaire. PrivaJa de la anterior función Jescriptiva, la «modernidad» se convierte en un concepto enfát icamente no rmati vo . Se puede incluso hab lar de un imperativo: el arte debe de ser moderno. Con Baudelai re la modernidad deja de se r una condición dada la idea de que, para bien o para mal, los modernos no tienen elección y no pucJen evitar ser modernos. ya nq, es válida. Por el cont ra ri o, ser moderno es una elección, y una clc4ión heroica. porque el camino de la moderniJad cstú lleno de riesgos y dificultades. Algunos de los conflictos internos de la conciencia e:-tética moderna ilustrada por Baudclaire forman el tema cent ral del importante ensayo « Hi ~toria literaria y modernidad literaria», de Paul de Man ·52 . cuyos argumentos y conc1u :-.rone~ merecen una extensa consideración. De modo significante. De Man comienza su Jiscusión sobre la modernidad literaria escogiendo entre los posibles opuestos a «modernidad» aquel que considera el más fructífero. es decir, «historia». Para ejemplificar el sentido en el cual debería tomarse esta oposición, cita el segundo Un::.eitgemiisse Betrachtung de Nietz:-.chc, el polémico ensayo «Yon Nutzen und Nachteil Historie für Jar Leben» («Acerca del uso y abuso de la historia por la vida,>), en el que e l fi lósofo establece una abarcadora antítesis ent re «historia>> y <> (acción espo ntánea) y, en palabras de De Man, «olvidando la crue ldad de Nietzsche, la ceguera con la cua l se precipita e n una acción il um inada por toda la experiencia previa recoge el auténtico espíritu de la modernidad 5 -', aunque la palabra << modernidad» no se use e n los ensayos de Nietzsche *. La modernidad en este
5<)
o
~2
Paul de Man, «Li lcrary 1-f istory and Literary Modernity». en /J/indness and
lnsir,hr (New York: Oxford University press, 1971) . pp. 142·165 . lontairement en ait été extrai le ... Malheur a celui qui étudic dans l'antiq uc autre chose q ue l'art pur, la logique, la méthode génerale! Pour s'y trop plo ngcr. il pcd la mémoire du prcscnt; il abdique la valcur ct les priviléges fournis par la circonstancc; car presquc toutc notrc origi nalité vient de !'estampille que le remps imprime nos sensation>>. In Baudelaire, op. cir.. pp. 11 63-1165.
a
lbíd .. p. 147. • Pero De Man olvida el importante hed10 de que el término modernidad («modcrnitiit») ~e utiliLa frccucntcmcnlc en la~ liltima~ obra' de Niclt,chc. Para Nietzsche la m>ci
le e
60
CINCO CARAS DE LA
~!ODERNIDAD
sentido, añade De Man, siempre ha sido una urgencia esencial de la literatura, porque ·da literatura tiene una afinidad constitutiva con _la acción. con lo inmediato, el acto libre que no conoce el pasado :>4 • Por otra parte, siendo el carácter distintivo de la literatura «SU inhabilidad para escaparse de una condición que no resulta deseable». o simplemente su «inhabilidad para ser moderna», la modern idad, «q ue es renegar de la literatura y un rechazo de la historia , también actúa como el principio que proporciona a la literatura duración y existencia histórica 5 . A unq ue la mejor parte del ensayo de De Man co nsiste en un análi:.is sensible y sutil del artículo de Baudclaire sobre Co nstantine G uys. el autor está obviamente interesado en alcanzar conclusiones más generales con respecto a la esencia de la literatura: «Tan pronto como Baudelairc tiene que reemplazar el instante único de la invenCIÓn, concebido como un acto, por un movimiento sucesivo que im plica al menos dos momentos distintos, se introduce en un mundo que asume las profundidades y complicaciones de un ti empo arti culado. una interdependencia entre pasado y futuro guc impide éJ cualquier presente poder llegar alguna vez a existir>> :>C•. No deseo argumentar aquí el punto de vista de De Man de que toda literatura incorpora de alguna manera la «insoluble paradoja» de la modernidad. Mi opinión es que la modernidad en general, y la mouernidad literaria en particular, son aspectos de una concie ncia de tiempo que no ha permanecido idéntica a lo largo de la historia , y que la teoría de la modernidad de 13audelaire no puede extendí!rse hasta aba rcar totla la literatura, simplemente porque la mouernidad es un invento bastante reciente que tiene poco que decir acerca de variedades de la experiencia estética desinteresadas por el tiempo. La impaciencia de Paul de Man con respecto a la historia positivista llega al extremo de pedir «una revi~ión de la noción de historia. y, aún más, una revisión ele la noción de tiempo sobre la que se basa nuestra id ea de la historia>>. También habla, de modo bastante absoluto. de <> :>l Estas críticas a nuestra terminología histó rica son útiles. pero la solución que ofrece es demasiado vaga: en lugar de practicar una historia basada ingenuamente en «hechos empíricos» y
5-l
!o~ ~¡, ~7
Ibíd .. pp. 151·152.
!bid .. p. 162. lbíd .. p. 161. Ibíd., p. 164.
LA ID EA DE MODERN IDA D
61
metáforas paternales. se nos dice que deberíamos luchar por darnos cuenta de que las auté nt icas (¿cómo de auténticas?) fue ntes de nuestro conocim iento histórico son los << textos escri tos, aunq ue estos textos estén enmascarados e n forma de guerras y revoluciones>>. De modo que todos los problemas de la historia se transfieren al plazo del lenguaje y la écriture, co n el único resultado apare nte de convertirse e n mucho más intricadas mientras resul tan tan metafóricas como siempre. Dejando de lado generalizaciones. cuya discusión nos conduciría demasiado lejos para los propósitos de este estud io, retendré del artículo de De Man su excelente análisis de «Le Pcintre de la vie moderne>>y la sugerida oposició n entre modernidad y til'mpo histórico. Ambos son realmen te mu y útiles para la comprensión,~~.; un momcnto específico del desa rro llo del concepto de moclcrniclad , si no de la esencia de la literatura y la historia . y mi propia visión de la modcmité 13audelaire , aunque la establezco en una perspect iva diacrónica o evolutiva, se ha beneficiado sustancialmente de este :lllah sis de De Man. Existe desde luego un conflicto ent re modernidad e historia, pero este mismo conflicto tiene una historia. En lo que respecta a la literatura y las artes, se puede incluso seiialar una fecha aproximada: la poética de la modernidad de 13audelaire puede tomarse como una ilustración temprana de la revuelta del presente cont ra el pasado--{) del instante fugaz contra la estabilidad de la memoria, de la diferencia contra la repetición. Volviendo ahora al propio 13audelairc, esta explicación de su t ratamicnto de la modernidad permanecerá incompleta y unilateral si desconsidera (como para hacerlo Paul de Man) otro aspecto muy significante del concepto de belleza del poeta, es decir. su visión dual de una «belleza ete rna >> y una <> . Este dualismo no es desde luego el resu ltado de una asociación caprichosa; por el contrario . es básica en el modo ele pensar de Baudelaire y en toda su act ivi dad creativa. Esta profunda cree ncia en la dualidad no puede sint) dirigir nuestra atención hacia la dramática y esencia lmente cristian a estructura mental del poeta. Es casi un truísmo decir que ha y pocos modernos en cuya visión del mundo las clicotomía~ cristianas (D ios/Sat;ín, ciclo/infierno, alma 'cuerpo, virtud sobrenatural/pecado natura l, eternidad/tiempo. etc.) dcsc mpciien un papel dialéctico tan al1lplio y complejo como lo hacen en Baudelairc . Un breve exa men del elem ento espiritual en el pensa miento del poeta abrirá una nueva perspectiva a su concepto de modernidad y, más generalmente, a la relación entre la modernidad y una cristiandad que ha dejado ele ser una guía religiosa y una norma de vida, y se ha convertido, en su luga r, en un modo de obtener y dramatizar una dilatada conciencia de cri ~is. (El tema m;ís ampli o de la cristiandad moderna como una religión de la desesperación y de la crisis existencia será tratada en otro capítulo.)
62
C' I'\CO CARAS DE LA :VIüDER:'\IDAD
l./\ IDE/\ DE MODERNIDAD
Para empezar, permítaseme recordar e l famoso pasaje del póstumo Mon coeur mis el nu, en el que f3audelaire habla de la existe ncia sim ultánea en e l hombre de dos impulsos contradictorios - uno hacia Dios, y el otro hacia Satán ( «11 y a dans tout lwmmc. ú toute heure. deux postulations simultanées. /'une vers Dieu. /'autre ver Satan» )~>). Esto ha de relacionar~e con la afirmación m;ís compll:ta de la belleza del poeta. que aparece también en el postumo Fusécs: :· H~ e ncontr.ado la definición de belleza -de .mi bellcz.a-. Es al~o ,1 rd1ente y tnste. algo un poco vago. que pcrn11te la conjetura ... » ·'J. Es interesante que el pasaje contenga una vez m~ts una se ri al inequívoca de fidelidad a la modernidad e11 estétic11: La bdlcza dice Baudelaire. comporta un sentido de extr;ukza. de misterio. y ,, finalmcnte (para admitir con coraje moderno me ~iento en materia de estética). un sentido de infelicidad». La conclusión de este notable: pa~aje no~ trae. de modo sign ifi cante. la figura de Satán:<< ... e l tipo más perfecto de belleza masculina es Sat;ín -tal como lo vio Milton-» 1 ~ 1 . La modernidad. desde este punto de vista. parece una aventura espiritual: e l poeta se propone explorar el prohibidn ámbito de la maldad, cuyas flores más recientes. peligrosamente bella!-.. supuestam e nte descubre y recoge. La tarea del artista se parece: a la del alquimista que extrae oro del barro o -~i traducimos esta mctúfora típicamente baudelaireana- descubre la poesía escondida tras los cont rastes mús horripilantes de la modernidad socia l: Baudelaire es bastante explícito a este respec tn cuando caracteriza el «heroísmo de la vida moderna » con. entre otras cosas. «el espect:ículo de la vida elega nte y las mil existencias errantes --<.:riminales y ljlleridas- vaga ndo por los subterr;íneos de una gran ciudad» c,r. Les Fleurs duma/ y los poemas en prosa de Le Spleen de Paris cumplen el programa de una poesía de modern idad urbana y e l proyel:lo müs genera l de una belleza. infernal y divina. c uya exi~tencia es el lugar paradójico donde coinciden los opuestos --<.:omo en el famoso II\'11 11/C á la
Beawé- ~>.!:
¿_:;,·,;;¡;,·,;~· ~;;[;,:~. ;1~·~;~·;;;,;,· ÚL:¡¡¡,;~¡ : ·¡¡~: ·~¡¡;,; ·~ ~ ·~~·~; ~¡;;~~
..
El Ho.rror no e~ la mcnm hermosa tk lus joya~. Y el ( nmo.:n. entro.: todo~ lus dij c.:s m;nlla con romplatTrKia en \U vientre.: orgullo\<>. l.a falc.:na olu,cada vuela haet;o ti. canlic.:la. la llama!
Crepil;~, e~t.tlla ~ d~~.:e: ¡ Bc.:nliigamo~
Es importante enfatizar que para Baudelaire la << modernidad » no es una << realidad >> a ser copiada pur e l artista sino. en últ ima instancia. una ohr;t dc su im:tgin;Kit.> n por medio de la cual penetra m:ís all;í d e la~ h:malcs aparict.Kias o.bservables en un mundo de «correspondcnctaS>•. donde la d1merahdad y la eternidad son uno. Desde Baudelaire. la t:stética de la modernidad ha sido constantemente una esté t ica de la imaginación. opuesta a todo tipo de realismo (es notable que el propio Baudelairc rec hazara agriamente el término recién 1 aetn'iado de < • a pesar de que ~u inventor re~ultara ~er uno de ~us mcjnrcs amigo~. Champfleury). A la lut. de e~tos antirrealismos. tant o implícitos corno explícitos. debería ~e r'ial:trsc que la nwdemitc; de !3amlclaire no c~ t;í sepa rad a de esa otra modernidad . hi~ tórica y burgut:~a. como ya se ha ~uget ido. Defensor de la mode rnidad . estética. Baudclaire e~ al mi~nlll tiempo casi un perfecto ejem plo de la alicna<.:iún del arti~ta moderno de la socit·dad y la cultural oficial de ~u época. El credo ar i~tocr:ítico del poeta en tiempos dt: igualitarismo . ~u exaltación d el indi\ idu:tlismo. ~su reli~iún del (//:te extendido ha~ta el culto de lo artificial (el dandr se conv1crte e n llcroe y santo. el maquillaje es :~preciado co mo una <>, etc.) h;tcc itklllea ~u amarga hostilidad ha cia un:~ pre v:tlcnte civi li Lacili n de clase rm:dio. e n la que los únicos cst;índares incuestionables son utilitarios y mer-
·
;.Yicm:~ lkl homlo ci<.:lo o ~urge' d~l ahi\ nH >. lk lh.:t.a'! Tu mir;oda inlcrn;ol y divina
~"
llaulic.:lai rc.
~(}
lhítl .. p. 1255.
Ot'tll' r<'.l' Cfllll[ilhl'.l.
ni. ci l .. p. 1277.
"'
lhid.
"'
IbíU .. p. lJ51. l'orm.1 oj /Jaucll'lmr<'. trad. Roy Camphc.:ll (N c.:\\· York: l'anlhc.:on lloob.
"~
confu~amente vierte el crimen y el f;ovor Por CMl se le.: puede comparar l'on el vino.
I11 n.:gard. inl"c.:rnal t.:l divin.
Vc.:r~c con fu ~é rm: nl le hio.:nfail et le crime. El l'on pt·ul pour l't.:la te comparer a u vin .
Tu m;1td11:~ ' "r k~ nwrt,, Bc.:n" charmant. Et le.: Mcurtrc.:. parmi lc.:s plu' cho.:~ hrdoqu..:,, Sur Wn l'c.:ntrc.: orguc.:ilkux dan~e amourc.:u~<.: m <.: nl. L'cphl:mo.: lc.: éhloui vok ve r~ toi. chandello.:. C'répilc.:. namhe t.:l dil: Béni~~on~ re.: namhc.:au! OC'l'rt'.l CO!IIfl/t'{(',\,
p.
~J.
'" Ver (cSincc 11 h. a ()u~!\lJon of Rcali~nl••. 111 /Jautl!'lairc As a l..it<'ttll"\' Crill<'. pp. X5-XX. En!r.l:lt'Ó ... Pui,quc.: réali~m il y a ... Oc•u¡·n•s c·mn¡1h'1cs. pp. (,J.¡.(,:\7.
LA IDEA DE \IODERN IDJ\0
CI'\CO CJ\Ri\S DE l.t\ \IODER'IIf)¡\1) cantile~.
El retrato de Baudelairc de Edgar Allan Poc. visto como una víct ima <.k la <.Jo..:mocracia americana y como un mártir e n d catálogo <.Jc la alineación artíst ica muderna. rc~ume sus principales argumentos contra la modernidad burgue!->a. En Edgar Allon J>oe. su ¡•ida y obras ( 1o52) Icemos. por ejemplo: TGdos los dtKUill<.:nto' que he k ido no II<.:Yino un pnp.:tno csfm:rw por <:sc.:ap¡¡r tk J¡¡ inOuc:nci;¡ de c~ta advcrsa atnHísfera . En las \tKicdadcs dcmoc1 üticas la opinión pühlica .:s un dictador ~in pu:dad ... Se pudri;1 decir que del impío ;:mor a la libertad nac..: un;¡ nueva tir;mía. d..: los ;mnn;!lc' otonctac.:ia. que cn ~u fcr01 ¡nst.:nsihli idad M.: asc:meja a Jug¡!ernaut. .. El tiempo y el dinero tiene aquí ese valor. La acll' 1dad material. dt.:sproporcionadamcnte subrayada hasta el punto de conl'ertirs..: <:n una mani;1 nacional. les tkja poco espacio en J¡¡ mente para ct>sas qtH.: no son de est<: muntlo. l'oc. quit.:n ... sostenía qu..: la gran infortuna de ~u pa1~ era la cart.:nria de una .m'>tonaci.l dt: nat·imicntu. porqm:. entr..: gen!<.:'> ~in aristocracia. d cultn a la lkllct.a. ~ólo podia currnmpe 1 ~c. dl\rninuir y de~aparccer qu1cn cargú a su~ compatriota\. en ~u co~toso y p1ctcncioso lujo. con todm Jus síntomas dclmal I!U~lO caractcnstico de los nu..:vo~ IICO'> ljlllt.:n con-.id..:rü d Pro¡;¡ e'>•> la gran ftlca motlcma (el subravado e' mio) n>mo d \Uellll fatuo dc Jos sunplcs ... Poe era una mente ext.rcmad¡uncnt..: 'oiltari
La acometida general de la críti<.:
racligma de la modernidad burguesa. sin ninguna inhibición, tal como estaba todavía en el Viej o Mundo. po r parte de la tradición.
revelando. así impúdicamente su latente salvajismo . El «modernO>> Baudelaire ~uena como un fiel defensor del antiguo régimen político cuando escnbe. en Nuevas notas sobre Edgar Poe ( 1857): Para todo intclt.:cto del viejo mundo. un estado políti.:o tiene un centro dt.: movimit.:nto que es -,u cerebro y su s~l . viejas) gloriosas memorias. grandes
Cuando tiene in mente tal co nt exto, Baudelairc no duda en utilizar la palabra «moderno» e n un sentido totalmente peyorativo, como c.uando expresa su admiración por Poe como «travieso», como un artista que , a pesar de sus «nobles concepciones>>, ha intentado irónicamente <n en el vientre mat..:1no . ..:s de origcn natural. La virtud . por el contrario. es artifici,!l v supernatural. .. El mal se hace sin c'fucrzo. naturalmente. lllCI'itablcmcJÍlt.:: el bien es siempre un producto tlcl arte 1' 7 • ··' lbítl .. p. 1 ~5. El o:iginal de la ctlición tle Crépet: "Pour toutc intclligence du v1eux mondt.:. un (:tal poillllJUt.: a un centre de mouvement qui est son cerveau ct son soled. d es so~vc.:nirs ancicns ct glorieux. de longucs illlllalcs poétiques et mil itaires. une anstocrat1 e ... mats Cela! cette cohuc tle vendeurs el tl'achctcurs. ce sans-nom. ce monMre sa ns tO:tc. ce déporté dcrricrc I'Occán. un État!». en Uaudelairc. Oelll'ri!S con:f:leles (Con¡1rd. lli33). vol. VII. <
.
-L
La democracia moderna -vista en ~u esta_d o más pu_ro en América- no es sino el triunfo de aquello que constitu ye lom a~ natural Ylo peor del hombre (egoísmo, agre~i~• idad . in stinto.~reg_ano ~ _~.: ~~ -) ·. . _ Esta condena es moral (y estcllca). No tmplica un a postcton t ~ra cional o una actitud hosti l hacia la ciencia. De hecho. en B~udelmr_e , lo opuesto parece cierto. De modo co nsistente co n su a~1llnatura~ts mo (en el sentido ya indicado), el poeta rechaza tanto la tdea romantica de un «genio natural>> (semejante a un a fue rza de la nat_u~aleza) co mo la ya bien establecida y rica tradición del concept_o ~nga~tco del arte. Enfatiza (con pinceladas polémicas claramente d_t ~ t tn gu!b ~ es) el elemento consciente y volunt ario del proceso de creaCion arttsllca: la «in:-.riración>> se convie rte en una cuest iún de m ~todo y voluntad («La inspiración siempre vie ne cua nd o uno lo desea pcr_o no~~.:. va a volun tad <>11 ). Aunque su meta no es la ve rdad ~n _se t.lltclo logtco o científico, la mente ele una poeta ha de se r tan dtsCtJ?llllada como la ele un científico. La poesía y las matemúticas cstún 111hercntes r~ la cionad>. <, dice e l autor de <>. Y .s•gu~ ~lt ctcndo que <
Oeul'res completes. p. 1256. . , . . .· . En una famosa carta a Fernand Desnoycrs a fmalcs de IK'i3 o ,1 !mm:1p1os de 1854 13audelaire escribe : "··. Vous savcz bien que_ jc su~s inca~abk de m :ltt.c nd~t ~ su_r les végét
u·
1969).
LA IDEA DE MODERNIDAD
\
CINCO CARAS D E U \ MODERN IDAD
66
\
67
bueno; donde cada tono esta- a h'1 para haccr a norar otro ... >>70 . s·t tomamos en cuenta todos estos aspectos, podemos decir que se puede distinguir en Baude laire algunas de las prime ras muestras indiscutibles de lo que posteriormente sería , con e l surgim ie nto de va rios modernismos y vanguardias. el <> bien perfi lado que describe Rcnato Poggioli 7 1• Añadiendo a todo esto la consideración de la auténtica fascinación de Baude laire por la mode rnidad urbana (otra faceta de su consecuente rechazo de la << naturaleza>> rousscauniana), uno ha de llegar a la conclusión de que el autor de Le Spleen de Paris no se oponía a la idea de civilización, sino m¡ís bien a la nueva ola de barbarie que, d isfrazatla de <>, ame nazaba los fundam entos de la creatividad hum ana. Pero ;. no era esta misma ame naza la causa de la intensificación de la conciencia de esa creatividad en e l artista moderno y hieráticamc ntc alienado? La estética de I3audelairc parece atrapada en un gran contradicción. Por una parte, está a favor del rechazo de un pasado normativo . o al menos de un reconocimie nto de la irrelevancia de la tradición a la específica tarea negativa con la que se enfrenta el artista moderno; por otra parte, evoca nostúlgicamcnte la pérdida de un pasado aristocrático y deplon¡ la intrusión de un presente de clase media vulgar y materialista . Su programa de modernidad surge como un intento de resolver este confli cto haciéndolo total e ineludiblemente consciente. Una vez lograda esta conciencia, el presente fugaz puede hacerse auténticamente creativo e inve ntar su propia belleza, lu bcllczu de lo tra nsitorio. VIII .
MOD ERN IDAD. MU ERTE DE DIOS, Y UTOPÍA
A primera vista nada parece tan alejado ele la religión como la modernidad . ¿No es el «hombre moderno un descreído y un «libre pensador>> por excelencia? La asociación entre la mode rnidad y una visión del mundo secular ha llegado a ser casi automática. Pero ta n pronto como intentamos establecer la modernidad desde una perspecti va histórica , nos damos cuenta de que esta asociació n, no es sólo re lativamente reciente, sino también de significado me no r cuando se le compara con la rclución entre modernidad y cristiandad. Con respecto a esta relación podemos distinguir tres fases principales. La primera está caracterizada por e l uso medieval de modemus 7
Oeuvres completes, p. 890. Rcnalo Poggioli , «Tcchnology and !he Avant-Garde», en Tite Theory of tire Avant-Garde, trad . Gc rald Fitzgcral (Ncw York ; l-l arpcr & Row, Icon Ed ilions, 1971). pp. 131- 147. u
71
68
Clt\'CO CARAS DE LA MODERNIDAD
LA IDEA DE MODERNIDAD
como opuesto a amiquus. Modemus designaba al hombre de hoy, un recién lkoado, mientras que anriquus se refería a cualquiera cuyo nombre ll~gara desde el pasado rodeado de ven_eración, sin c~:>n_side rar si vivió antes o después de Cristo o si había stdo o no un cnsttano . Antiquitas transmitía el sentido de la unicidad esencial de la tradición. cuya continuidad no había sido interrumpida por la llegada de Cristo. al menos en Jo que concernía a la distinción entre antigüedad v modernidad. Esto era así quizá porque modemus (acuñado a partir de hodiemus) lo utilizaban en su estricto sentido etimológico hombres cuya conciencia del tiempo no había sido todavía asaltada por ninguno dc los dilemas y paradojas del ticmpo irrcpdiblc que h;tbrían de venir. La segunda fase, que comienza en el Renacimiento y~~ extiende ltasta la Ilust ración, se caracteriza por la gradual separactOn de modert:iclad y cristi:wismo. Al principio la idea de modernidad se establecía sólo en cuestiones no religiosas -la filosofía de la naturaleza, la ciencia y la poética-. Como resultado del Renaci miento nociones tales como «anti nüedad» o los «antiguos», mientras soste nían sus connotaciones fu~rtemente positivas, sufrieron un cambio semántico significativo: ya no designaban un pasad? indiferen~iado, si n~ ~ólo una porción privilegi:1da y ejemplar del mtsmo -los ttempos clastc?s paganos y los autores de Grecia y Roma-. Los modernos se su poma que debían imitar a los antiguos, luego emularlos, hasta q~e algunos de los modernos se autoproclamaron superiores a los anttguos. Durante la mayor parte de este período se desafió directamente el principio de autoridad fuera solamente de la reli_gión, y la t:adición p~r m:tncció como IJ piedra angular de la teologta. aunque tnclu~o allt el espíritu crítico moderno fue respo nsJble ?e lo~ renovados tntentos de distinguir entre tradiciones apócrifas, dtstor::aonadas o falsas y las genuinas, y estaba tras las dramáticamente diferentes y anttortodo~as interp,:etaciones dadas a las tradiciones ampliamente acepta_das, por otro lado, de la cristiandad. Pero el argumento.~e la modern_tdad ¡;r~l dem:..tsiado relativistamente temporal para ser uttltzado en la dtsputa religiosa. Inversamente, incluso los buenos cristianos de_entre los modernos comprometidos del final de XVII y del XVII I se ntta~1 ~ue el argumento religioso era demasiado atemp
binado con la extendida locura por lo gótico y por toda la civilización de la Edad Media, son parte de una larga y a veces confusamente compleja reJcción cont ra el seco intelectualismo del siecle des lwrlieres y su contrapartida en estética, el neoclasicismo. Uno de los resultados m<ís interesantes del debate del inicio del romanticismo en Alemania y después en otros países europeos es la :.tmpliación del concepto ele modernidad hasta cubrir todo lo romántico, por ejemplo, la era cristiana de la historia occidental. La idea de una poesía cristiana como distinta y superior a la de la antigüedad no era totalmente nueva: como hemos visto. ya la habían expresado (aunque no de modo mu y consecuente) ;wtorc:-. cristianos de los siglos XVI y XVII. :-.ólo para ser luego abandonada durante la t:poca neocl<ísica. tanto po r los <
Oclavio Paz. /.o.\' hijos del Limo (Scix Uarral. Barcelona. ll)74).
69
re
LA IDEA DE MODERNIDAD
70
El tema de la muerte de Dios es un tema romántico. No es un tema filosófico. sino religioso. Para la razón Dios existe y no e~iste. ~n el primer caso no puede morir y en el segundo ¿.cómo puede monr algluen que nu_nca ha existido'? Este razonamiento es váhdo solamente desde la perspectiva del monoteísmo y del tiempo sucesivo e irreversible de Occi~entttl .. La antigüedad sabía que los dioses son mort~les per'-! que .. man~festac_wncs ~Id tiempo cíclico. resucitan y rcgre~an ... En ca_mb1o, Cnsto vmo a _t1~rra solo una vez. Cada acontecimiento de la histona sagrada de los cnsllanos es único y no se rcpctiril. Si alguien dice: «Dios ha muerto». anuncia un he~ho irrepetible: Dios ha muerto para siempre jam;ís. Dentro de la concepción del tiempo como sucesión lineal irreversible. la ~uerte de D10s se vuelve un acontecimiento impensable. La muerte de D10s abre la puerta• de la contingcm:ia y la sinrat.ún. l.a rc.:•IHICSta e• dohlc: l:1 ironía. l'l humor. la p:uatloja intdcctual; tamhil.'n la angu,tia. l;~ p:~r;1doja pol.'lica. la imagen . Ambas actitudes aparecen en todos los romant1cos ... Al~nq_uc el 1_mgen de todas estas actitudes es religioso. se trata de una rehg10stdad smgular y contradictoria. pues consiste en la conciencia de que la religión está vacía. La irreli&¡osidad romántica es religión la irreligi6n romántica es religiosa: angustia '.
l-
b
71
CINCO CARAS DE LA MODERNIDAD
Para continuar nuestra amplia explicación de la relación entre la idea de modernidad y la de cristiandad. se puede hablar de una nueva fase, la cuarta, que comienza aproximadamente a mitad del siglo XIX. Esta fase reafirma la muerte de Dios -hasta que la expresiÓn llega a ser en nuestro siglo una expecie de ~ liché-pero está interesada sobre todo en explorar las consecuenctas de la nnpensable. aunque ya :anal, muerte de Dios. Esta vez, la separación de 1~ modernidad y la cristiandad parece ser completa, pero una vez mas r~ sulta una ilusión si pensamos que un gran número d~ autores pr?mtnentes que etiquetamos como «mode rnos» o. son mcomprenstbles fuera de la tradición judea-cristiana (que conttnúan representando, sin importar cuán desviadamente), o pract_ican. un ateís!ll? apasionado basado en un a inspiración y unas mottvactones reltg10~as de las que no hay duda. Así, la muerte de Dios parece hab~r abterto una nueva era de búsqueda religiosa --<:ierto que es un_a busqued_a que _a menudo ya no se mide o valora por sus resultados St~o por su tnt_enstdad, una búsqueda que está en camino de converttrse ~n un ftn en sí-. En la fase de búsqueda, la conciencia de modern1dad _da por sentado la paradoja intelectual poética de la mu_crte de Dtos, de modo que, sin sorpresas, incluso los teólogos presctnden del nomb_re de Dios (Paul Tillich prefiere hablar de <
lbíd .. pp. 71-2.
Q
cristiana afloran simultáneamente para desestabilizar toda certeza e inducir el desespero y la angustia existenci( r Por tanto, la m odernidad en gene ral, aunque intentara hacerlo,/ eLno logró suprimir la necesidad e imaginación religiosa del hombre; y sepa rándolas de su curso tradicional puede que incluso las haya intensificado en forma de un indecible florecimiento de las heterodoxias -en la propia religión, en el pensamiento moral, social y político y en estética-. El gran florecimiento del utopismo está directamente relacionado con el declive del papel tradicional del cristianismo quizá e l único hecho importante en la historia intelectual moderna ele Occidente. Mirando atrás. aunque el hombre ya era mtH: ho antes un ~oilador utópico, este parecc ser el legado más s ignificativo del siglo XVIII a nuestra modernidad , obsesionada como está por la idea y e l mito de la Revolución . Desde luego el anhelo de la utopía -
¿
72
CII\CO CARAS DE L/\ MODERNIDAD LA IDEA DE MODERNIDAD
queas) del agnosticismo. Los gnósticos soste nían la creencia de que el mundo, siendo como es esencialmente malo, no pudo ser creado por Dios sino por Su opuesto malvado, el Demiurgo o el malvado; por ello, la tarea del alma humana es encontrar su cam ino hacia su fuente divina original por medio del rechazo total del cuero como parte de un mundo material irremediablemente corrupto (el punto de \'ista ortodoxo sería que la vida en su totalidad, alma y cuerpo, mente y materi<~, es creación de Dios, y debe considerársele como tal 74 con rel ación a El) . Así pues, como la herejía, la utopía surge de una impaciencia radical con la impe rfección del mundo tal como es, y afirma que sin importar lo difícil que resulte obtenerla, la perfección es accesible al hombre como ser social. La postura ortodoxa, de é.!Cucrdo con Molnar, consistiría en el reconocimiento, no sólo de la naturaleza imperfecta del hombre , sino incluso de la diversidad de valores unidos a esta imperfección, que sólo pueden perderse irrecuperablemente en la unilateralidad del pensamiento utópico. La dificultad de esta posición surge por su defensa implícita ele un statu.quo que repele la imaginación del cambio del hombre mod e rno. Fr~a~ mcntc el acercamiento conservador de Molnar no es menos «utoprCO» qu~ las «herejías» que condena (la imperfección se convierte en un ideal, se asocia y se redime por la visión de la variedad de fuentes y la riqueza inagotable). , , . , . En una época plur;¡lista como la nuestra todavra es mas drfrcrl .d~ fcnder la idea de una ortodoxia bajo cuyas normas podemos decrdrr si esta tendencia es o no herética. Nuestra conciencia de tiempo específica, que nos ha traído la pérdida de la transcendencia, es también responsable de la actual vaciedad ck la oposició.n entre ortodoxia y hercj ía. El propio término «Ortodoxo» ha adqut ndo connotacr~nes definitivamente peyorativas en un mundo en el que l;.ts «O rtodoxras» sólo pueden definirse de un modo ciegamente scctano. Cua ndo tienen éxito su incoherencia v arbitrariedad se hace todavía más evrdentc como si ~e inflaran con 'tas leves del terror que caracterizan a todos · '-'-lo~ :owlit:Hiamcntc, de dcrechofo de izquierdas. En contraste con el punto de vista conservador de la utopía como un disfraz ele la «ete rna herejía>> tenemos la posición radical ele un frlósofo socia l y religioso como Ernst Bloch. Para él. d~ sdc su ten;prano libro Gcist der Uropie. 1918 (El espíritu de la Utopta).la utop1a no es sÓÍo de n::tturalcza automáticamente religiosa. sino que es la única hcrcder:.t Jcoítima de la relioión tras la muerte de Dios. Es imposible ::o .::> 1 adentrarnos aquí en la intrincada fenomenología de a espera~za, que combina un marxismo mesiánico con ideas prestadas del psico-
7 ·'
1%7) .
Thom:" Molnar. Uwpia, rhc l'crcnnial!lcrcsy (Ncw York: Shccd and Ward.
73
aná lisis de Freud y de la teoría de arquetipos de Jung, sin hablar de los numerosos temas cogidos del misticismo judío; tampoco podemos considerar las ideas que comparte con la ontología existencial y otras direccion es contemporáneas de la filosofía . Lo más relevante en el pensamien to ele Bloch para nuestros intereses ~10dernos es la tarea del hombre moderno de rellenar «Cl lugar que Dros ocu p aba en la imaginación» , un lugar que el filósofo ~cfinc en térmi~ o~ de un futu ro sin límite, como el «todavía no» que Jamás se hace vreJO porque, co mo dice en su Fi/osoji'a del F111uro al para frasear un famoso dicho de Schiller, «sólo aquello que todavía no ha ocurrido no e~vejc 75 ce» . El mayor ataque de la filosofía de Bloch cstú bien rcsumrda en el artículo de Jürgen llé.!bermas <
75
Ernst l31och. A l'hilosophy of rhc Fwure. trad. John Cumming: !'lcw Yor~: Herder and Herder. 1970). p 9!. Aquí está el pam. m rc\rgn<:tíon· OnJ:, ·h;:¡ ""h!Ch h;,; nc·,er c;r¡mc ropa-.~ nc-1er !!rO"' S old. Bur when appl!cd ro thc woptcwn and "'hat that p
74
CINCO CARAS DE LA MODERNIDAD
Para expli~ar 1 ~ conciencia de~ tiempo , compleja y dramáticament_e contrad1ctona .de la moclernJclad, no obstante, e l concepto de utop1a cl_e.be ser am pll.ado h<~st:.t abarcar su propia negación. Nacida como cnt1ca a la etern1dad cnsllana y al presente (en tan to que e l pres~nte.sea producto de l pasado que intenta prolongar), el camino utóPICO mvolucra al hombre moderno en la aventura del futuro. Pero postulando la accesibilidad de UJ: estado perfecto, el espíritu utópico moderno se ve atrapado en un dilema que es por lo menos tan ap reJlllante c_o mo los .expuestos por el cristianismo. Por una parte, el futuro es la ~n1ca salld.a de la «pesadilla de la historia», que a los ojos de ~os utop1stas conv1erte el presente en algo esencialmente podrido e mtolerable; pero, por otra parte, el futuro -e l logro de l cambio y la diferen~L~-:_se supnme e ~ la propi.a obte nción de la perfección, que por defm1~10 n n~ puede .s1no repettrsc ad injlnifllm, negando e l concepto de t1empo trrevers1blc sobre e l que se ha construido toda la cultura occidental. Si creemos que la mode rnidad devino como un compromiso con la otridad y el ca mbio , y que toda su estrategia se fo rm aba sobre una «tradición antitradicional>> basada en la idea ele diferencia, no nos debería ser difícil darnos cuenta de por qué se frustra al ~o~frontarse con la perspectiva de la repetición infi nita y el «~_burnmtento de la ~to_rí.a>>. La modernidad y la crítica de la repetiCJOn son conce~t?_s stnon11nos. Esa es la razón por la cual podemos hablar de <<~ rad 1ct on moderna>> sólo de un modo paradójico, como lo hace OctavJO Paz cuando lo caracteriza como una tradició n contra sí misma», o cuando subraya que La modernidad es una separación. La modernidad se inicia como un dcsprcndimie.nto de la sociedad cristiana . Fiel" su origen. es una ruptura contmua . un tncesantc separarse de sí mbma ... Como si se tratase de uno de e~o~ supli cio~ imagin;tdos po t Dant e (pero que S<>n para nosotros una suerte de btenavent.uranzas: nuest ro premio por vivir en la histot ia). nos buscamos en la alt~ndad. en ella nos e ncontramos y luego de confundi rnos con ese otro que tnventamo>. y que no es sino nuestro reflejo. no~ apre~u ramos a separarnos de ese fanta,ma. lo dejamos atrú' y corrcmo~ otra vez e n busca de no~otros mismos. a la zaga de nue>fra sombra 77 •
No es sorprendente que, argumentos utilizados anteriormente cont ra la eternidad cristiana se vuelvan ahora contra la eternidad scc_ular vis~a desde el utopismo . Estas y otras aporías unidas a la mcnta~td ad utopt ca son responsables de l arrasador impul so utópico que es tgualme~te característico de la modernidad cultural (y que. no hace ~alt~ dectr, es mucho más amplio que ciertas ficciones utópicas ele lo tndtcado desde Zamiatin a Huxley y Orwell). La verdadera cuestión es, para decirlo simplemente, la del significado de logro -tanto en 77
Paz, op cit., pp. 49-50.
LA IDEA DE MODERNIDAD
75
términos generales como individuales. Incluso defensores entusiastas de la utopía ~omo Erns~ B loch hablan de la melancolía del logro» y subrayaban la tmportancw del << todavía no>> en la visión del futuro. Pero ¿hasta qué pu nto es posible hoy en día una filosofía consistentc del << todavía no»? Desafortunadamente los utopistas modernos no puede_n P.ermitir~~ seguir a .Le~sin~. que en. su famosa fábula se imagin? a st m!smo eltgt et~do, a mvttac1ón de 01os, entre toda la Verdad y solo la busqueda acttva de la Verdad (con la condición de no hallarla nunca~. No fue muy difícil para Lessing decidirse y tomar, sin duda, el cam1no de la búsqueda ac!iva, aunque sin final-ya que la «verdad absoluta pertenece sólo a El», Dios-. E l modo en el que Lessing plantea e l problema no tendría sentido en un mundo donde Dios - incluso como abstracción o hipótesis ele trabajo- ha muerto y ~od el mundo lo sabe. El heroico optimismo de la búsqueda infinita , J usttf1cada por la pura grandeza de una meta transcendental está perdido para la modernidad. Las metas ele los utopistas mod~rnos son_ s~pucstamente inmanentes y a l alcance, y posponer su logro sena trresponsablc, pese a la <>. La creación artística moderna ilustra de modos d iversos la relación ?c. la utopía/antiutopía con e l tiempo. Hoy es casi un truismo dcscnbtr al arttsta moderno como dividido entre su impulso de separarse del pasado -hacerse completamente «moderno»-- y su sueño de fundar una nueva tradición, reconocida como tal en el futuro. La modernidad, hecha posible por la conciencia de un tiempo irreversible (que la razó n crítica ha purificado de todo significado tra nscendental o sagrado), engendra la utopía de un radiante instante ele in~eJ~c!ón que puede sobrepasar e l tiempo repitiéndose a sí mismo tJ~ft.~ttam.e n.te -como e l cl~ment esencial ele una nueva y última trad~cJOI~ (s111 11npo rt ~ll· ~o antttra~JCJOnal de su concepción). E n principiO, st no en la practiCa, el art1sta moderno es tá obligado, estética y moralmente a ser consciente de su posición contradictoria, del hecho de que sus logros de modernidad están ligados, no sólo a ser limitados y relativos (circunscrit os a lo que 13eckett llama <
76 IX.
CINCO CARAS DE LA MODERNIDAD
MODERNISMO LITERARIO Y OTROS MODERNISMOS
La historia de la palabra «modernismo>> muestra que no se utilizaba. ni en Europa ni en otro sitio, antes de que la que rella entre los antiguos y los modernos alcanzara su clímax, es decir, antes de las primeras décadas del siglo XV III. No es difícil comprender por qué, a la altura de la Batalla de los Libros, el sufijo ismo -indicativo, entre otras cosas, de adherencia irracional a los principios de un culto- se ar1> era poco más que un arma terminológica en manos de los antimodernos. En su Diclionary of 1he Engfislz Lenguage (1755), Samuel Johnson, que cataloga la palabra como un neologismo inventado por Swift, cita el siguiente pasaje de una carta a Pope: «Los escritorzuelos nos envían sus basuras en prosa y en verso. llenas de abominables abreviaciones y primorosos modernismOS>> 711 . Para Swift, el modernismo no era más que un ejemplo autoevidente ele la corrupción del inglés por parte de a...¡uellos derogatoriamente llamados «modernistas>> en The Tale of a Tuh (1704) 7''. · Para alcanzar los intentos conscientes de rehabilitación del «modernismo» o, al menos. de neutralización de sus connotaciones polémicas tenemos que esperar hasta las últimas décadas del siglo XIX. Pero, como veremos, incluso después de que se hicieran estos intentos, el prolongado significado peyorativo de la palabra podía volver a atlorar otra vez, como en la condena por herejía del «modernismo>> por parte de la Iglesia católica en 1907. Con lapsus ocasionales de menosprecio semántico la noción obtuvo cada vez mayor aceptación y legitimidad sólo después de los arios veinte. Dentro ele la «constelación>> de lo «moderno>> terminológicamente muy controvertido. el «modernismo>> no era un recién llegado, sino el concepto con con7 V.:r The Corrnpondcnce of Jonathan Swift. ed. Rarold William (Oxford: Cla' r..:ndon Prcs~. 1965). vol. 58-59. La frase entera en la carta de Swift a Alexander Pope (junto 173-l) dice:,,¡ wish you would give order against thc corruption of English by thosc Scribbler~ who send us over thcir tra~h in Prose and Ycrs..:. with abominable Curtailtng~ and quaint 1\\odcrnisms ... L:t carta se publicó por primera vez en 1734. N En «A Digrcssion on Madness». Swift escribe con relación a su «muy ingenioSO\ atr.tgo Mr. W~tt-n» que «Su !>lente ha soportado una mfeltz Sacudida: que incluso ~u' proptos Hermanos .\foC:ernisras. como l" ngralc~. \uwrran tan algo que alcanz;, ha~ta c~ta mi,ma Buhardtlb donde esto~ ..:scribtcndo ... 1\ Tale of a Tub. e d. cit.. e> ln'i
LA IDEA DE MODERNIDAD
77
notaciones polémicas mejor en raizadas. Por eso costó tanto tiempo su vindicación. El primero en utilizar la etiqueta de «modernismo» aprobatoriamente pa ra seiialar un gran movim iento contemporáneo de renovación estética fue R ubén Darío, fundador reconocido del modernismo a principios de 1890. Es casi unánime entre los historiado res de la lite rat ura de l mu ndo hispánico la afirmación de que el nacim ie nto del muvimienlo modernista en América Latina tiene. entre otras cosas. el significado de una independencia cultural de Sudamérica. El espíritu del modernismo de Darío implica claramente un rechazo directo de la autoridad cultural de España. La refrescante. «modernizante», influencia de Francia (combinando las tendencias principales del posroman ticismo, pa rnasiano. decadente y simbolista) fue consciente y fructíferamente ostentada frente a los viejos clichés retüricos al uso en la literatura cspaiiola de ese tiempo. El nuevo movimiento. que alca nzó su total autoconciencia con Darío, atravesó rápidamentc sus primeras etapas de tanteo. Sus representantes, perfectos contemporáneos de los «decadentes», franceses, flirtearon durante un tiempo con la noción de decadencia , para tomar luego la etiqueta de «simbolismO>> (que se hizo popular tras el Manifiesto Simbolista de Moréas en 1886) y, finalmente, al inicio de 1890. dicidieron llamarse modernislas. La elección del modernismo fue feliz porque hizo posible a los seg,uidorcs del nuevo movimiento poético ir más all;'1 de las disputas pa~·roquiales que eran característica~ en la _escena literari_a francesa contemporánea. Aunque clmodcrmsmo h1spano se considera a menudo como una variedad del simholismo francés, sería mucho mús correcto decir que constituye un>, «symbolisme», <<écolc romane», etc.) que; en sus esfuerzos po r establecerse como entidades diferentes, no se dieron cuenta de lo que tenían realmente en común. Era mucho más fácil percibi r este elemento en común desde una perspectiva externa, y esto es exactamente lo que lograron hacer los modemislas. Como ext ranjeros, aunque muchos de ellos pasaron largos períodos en Francia, estaban separados del clima ele rivalidad grupal y las mezqui nas polémicas que prevalecían en la vida intelectual parisina del momento, y eran capaces de penetrar más allá de las meras apariencias de diferencia para co~ prencler el espíritu subyacente de renovación radical, que promovie. ron bajo el nombre de modernismo. Es interesante señalar aquí que la historia literal 1a francc_sa, fascinada por las detalladas polémicas estéticas de finales del S I ~l o, ~IX, ha -,ido incapaz o no ha querido desarrollar 1111 concepto l11slonco-
/C
78
79
CINCO CARAS DE LA MO DERN IDAD
LA IDEA DE MODERNIDAD
teórico compa rab le al dcl m odem ismo hispano. Esta fascinació n po r las cuestiones mínimas y de detalle q uizá fuera el resultado de l ta rdío triunfo del positivismo en e l am biente acadé mi co francés Ho. Suspicaz con la teoría y los constructos teó ricos, e l positivis mo en las d isciplinas históricas ha conducido invariablemente a l «ato mismo» histó rico que ha caracterizado en ge ne ra l la critique universitaire ele Francia durante más de medio siglo. Es cierto que durante las dos últimas décadas se ha manifestado una fuerte reacción co ntra este ti po de criti ci~mo aconceptual bajo la etiqueta de la novuelle critique. Pero esta nueva crítica, estructuralista en su mayor pa rte, y como ta l, sin inter6s por la historia, apenas ha hecho nada pa ra ree mplazar el a to mismo de la crítica positivista por hipú tcsis liistoricas m;ís a mplias y fn u.:tíferas. Rubén D arío habló de modernismo ya en 1888, cuando e n un a rtículo p u blicado en la Revista de Arte y Letras chile na, a lababa la calidad modernista del estilo de l escritor mex ica no Ricardo Cont reras («el absoluto modernismo en la expresió n») Hl_ Su primera descripción de l modernismo como un movi m ie nto (represe ntado po r «u n grupo pequefio pero triunfal y orgu lloso ele escritores y poetas d e América La ti na») da ta de 1890. Apa rece en un artícu lo ti t ulado «Fotograbado» escrito aparenteme n te en Gua te ma la y que recoge el e ncuentro en L ima de Darío y R icardo Pal ma (1833- 1919). Pal ma no era un modernista, pero su apertura menta l y la catolicidad de su gusto, que Darío ensalza, le permitió comprender e l espíritu nuevo que e l modern ismo es taba promovie ndo co nsiste nte rn ente. ta nto e n prosa como en poesía H2 . Tres afios más tarde Da río vuelve a util izar el término modernismo en el p refacio al li bro de Jesús Herná ndez Somoza, Historia de tres Qlios del Gobierno Sacas a ( 1893). Aq uí e l autor de Azul recuerda que Modesto Barrios, un escritor nicaragüense.
había sido uno de los iniciadores del modernismo con su t raducción de T héophilc Gautier («t raducía a Gautier y daba las p rime ras nociones d e modernis mo»). Pero. incluso antes que Barrios, Da río sigue d icie ndo <> 10 . En 1894, en un a reseña de Las sensaciones del arte, de Gómez Carrillo, Darío H errera transmite su percepción del modernismo. subrayando la impo rta ncia. incluso la esencialidad, de l ejemplo francés. Gómcz Carrillo, nos dice, <> x4 . El modernismo no es sino la asimilación en la poesía y prosa castellanas de los exige ntes refinamientos que caracte rizan lo mejor de la escritura moderna francesa. El <> x~. Entretanto, como reflejo de la poderosa reacción co n tra el modern ismo, la edición del Diccionario de la lengua espClliola de 1899, publicada por la Academia Espaiiola, defi ne el té rmino modernismo como sigue:<< ... afecto excesivo por lo moderno y desp recio de lo antiguo. especié.llmcnte en arlc y literat ura>> X<•. No obstante, ni la ca usa po r la que se luchó bajo la Je norninación de modernismo. ni la propia noción fuero n abandonadas. En el capít ulo ded icado a l térm ino modemismo (« H isto ri a de un nom b re>>), en su importante li bro Breve historia del modemismo ( 1954), Max. H e nríq uez Ureña cita dos profesio nes de fe modernistas m uy importa ntes d urante ICl época do rada de lé.l reacción antimodernista. la prime ra nos viene lbda por el b tino americano Jm6 Enriqul.! Rodó. q uie n en su est ud io Je l> La segunda, de 1902, implica a u no de los nombres más gr<•ndes de la li teratura espaiiola, Ramón de l Yé.l llc -
~
K.l 11-1
x_c¡ l<(o
Ibíd .. p. 160. !bid. lbíd .. p. 163. lbíd .. p. 161.
{Ju.1
JB JO EC r Jl''tná.
CINCO CARAS DE LA MODERNIDAD
80
Inclán x7 . El testimonio de Yalle-Inclán es interesan te porque anticipa una tendencia P?S~erior ~ cons.ider~lr el modernismo, no,sólo como un a escuela o mov11mento ltterano , smo como un gran fenomeno, la exp resió n de las necesidades espirituales de ~oda una. época. el e~critor espai1ol percibe el modernismo como una 1nflu~nc1.a profundamente liberadora: «He prefe rido luchar por crear m1 est~lo personal en luaar de buscar uno ya conocido imitando a los escntores del siglo XVI~ .. . Así es como ser un modernista co nfeso: buscándome e n mÍ mismo y no en otros ... Si existe en literatura algo que pueda 11~ marsc modernismo, ciertamente es un fuerte deseo de personaltdad» ss. El término m odernismo lo siguieron uti lizando los escritores y crític.:os de habla hispana, y mediada la siguiente década había l l~ga do a ser menos controvertido , pero al mismo tie mpo menos prec1so, de modo que en La guerra literaria, _1898-1914, Manuel ~ach~d? podía lamentarse: «U na palabra de ongen pu.ramente comun, su1 g1da de la sorpresa de la mayoría frente a las ult1mas novedades, el mo dernismo significa algo diferente para cada persona que lo pro~un cia» x\1. Esta ausencia de definición aceptada le hizo seii alar al m1smo autor que el modernismo, «lejos de se r una escuela, es el fin absoluto v co mpleto de todas las escuelas»
XX
x•J '"'
}bid .. p.
}(k~.
Jbíd., p. 169. Citado por Davison. op . cit., p. 6. Cf. Davison, op. ca., pp . .JI-4R.
LA IDEA DE MODERNIDAD
81
trabajo en un estudio que, como el de Davison , tiene sob re todo fines didácticos y expositivos. No obstante. se le puede reprocha r a Davison la reducción de la in te rpretación esteticista del modernismo a un solo autor, Juan Ma rinello. y además a uno que, como cuasi ma rx ista, s~ opo ne totalm ente al «fetichismo ele la forma», qu e, segú n él, constituye la esencia d el mode rni smo ; incluso sorprende todavía más e l fra~aso. de Davison a la hora ele señalar la razo nes ideológicas de la actitud polémica de Marinello hacia e l modernismo. Probablemente el capítulo sobre «Modernismo y estét icismo» debería habe rse concen t rado en los diversos esfuerzos para encontrar criterios convincentes. ele dife renciación entre el modernismo lati noamericano (caractenzad? por «el esteticis1.no y la búsq ueda de la belleza 'JI, según ~edro ~almas) y la generac10n española de 1898 (que se asignaban f1n es ét1cos y fi losóficos más amplios). El punto de vista de Pedro Salinas, expuesto en su importante ar tículo «El problema del modernismo en Espaiia , o un conflicto entre dos espíritus» (1914), implica tanto un estrechamiento como un rechazo del modernismo a causa de su este ticismo cosmo poli ta. Consid e rado mayormente como un a moda, e l espíritu del modernismo no tenía n~da en co1~ú n con la se ri edad de la vo lun tad de cambio y el compleJO pathos Intel ect ual de la generación ele 1898. Para aclarar esta cuestión al méÍximo, Salinas cita aprobatoriamente la acusación de U namuno contra elm odc:mrsllw (incluida en los e nsayos polémicos de 1912 Contra esto y uquello ): «El ete rnismo y no e l modernismo es lo q ue yo apoyo; no el modernismo, que será anticuado y ~ro tesco al cabo de diez años, cuando se haya pasado la moda» 2 . Pe ro ¿podem?s realmente reducir el modernismo a una novedad pasaje ra, como lo m.tentan hacer los adversarios de principios de siglo? ¿0, por el contrano, d eberíamos inte nta r establecer el mode rnismo e n una perspectiva más ampl ia y, en lugar de considerarla como un fenómeno hispanoamericano o incluso hispánico, descubrir en el, aparte de las n umerosas caracterís ti cas distintivas, los ele men tos que la relacionan con otras culturas occiden tales igua lmen te implicadas en la aventura de la modernidad? Si consideramos la evol uci ó n del concepto de modernismo duran!? las tres o cuatro últim as décadas , está claro que la segunda altern ati va ha resultado más fructífera. El punto ele vista de Salinas tiene algun os ~cfenso res (por eje mpl o , Guillermo Díaz Plaj a en su Modemrsn.ro frellle a noventa y oc:lro, 1951) y todavía hay historiadores de la literatura que, por razones ideológic:1s u ot ras, prefieren ~• ~edr o Salinas, «El problema del modcrni~mo en España, o un conflicto entre dos espmtus, » e n Ho mero Cast illo, cd., Eswdios crilicos sobre el modcmismo (Madrid: Edilorial Gredos, 1968), p. 24. ~ 2 Salinas, op. cit .. p. 28.
82
, )
CINCO CARAS DE LA MODERNIDAD
manejar una versión del modernismo est ri ctame nte limitada. No obstante , la tendencia opuesta parece prevalecer. El defensor más famoso de la in te rpretación amp lia fu e sin duda Juan Ram ó n Jiménez. cuyos apu ntes para e l curso sob re modernismo que impartió en la Universidad de Puerto Rico en 1953 se publicaron e n 1962 <.1.1. Esta orien.tación la rep resentan tambié n , entre o tros. Federico de Onís y d ed1tor y comentador de J . R . Jiménez. Ri cardo Gullón (Direcciones del modernismo. 1963, reimpreso en edicion a mpliada en 1971) 9~. Después de todo se puede e legir e ntre una visión del modernismo m <ís o menos parroq ui al (u na va riante hispana del simbolismo francés, tomando ambos térmi nos en un sentido positiva mente restricto) y una visión según la cual no habría diferencias sustancial es entre modernismo y lo qu e los críticos angloamericanos entienden por «modernismo». E l último punto de vista no parece n.ovedoso s i pensamos que. en 1920, Isaac Goldbcrg a firm aba e n su.tsrudics in Spanislr A m erican Lirerature que el mode rnismo «no es un fenómeno restringido a los escrito res castella nos e iberoamerica nos de finales de l XIX y principios del XX, sino más bien un aspecto de l espíritu que inundó el mundo de l pensamie nto occidenta l durante aquella era». Y el mismo au tor sigue d icie ndo que el moderni smo no se podía caracte rizar como una «escuela». Señala, asimismo, que la palabra «movimiento» sería in adecuada porque <
93 Juan Ramó n Jirnéne z. Elmodenusmo: Notas de 1111 curso, ed. Ricardo Gullón. y Eugenio Fernández Méndez (Madrid: Aguilar. 1962). 9" Ricardo Gulló n , Direcciones dcl m odemismo. 2" cd. (Madrid: Editorial Gredos, 197 1). 95 Isaac Goldberg. «The Mo de rnist) Renovation», en Stuclies in S¡nmislt American Literature (Ncw York: Brcntano's 1920) . pp. 1-3.
LA IDEA DE MODERNID AD
83
Azorfn;- surgen e n España tar~ íamentc comparado con América y E uropa. la hte!atura que producen 11e~e un caníclcr autóctono y original. y es 111dcpcndlc ntc de los antenores c¡e mplos amencanos . No o bstante. las liter;¡tura~ es p~ri ol a Y. americana coinciden e n la tendencia y e l e~píri l u. a ~esar_de l~s drferencras que siempre existirün e ntre España y Amt: rica. En Espana e lr mhvrduah~mo es más fuert e y e l cosmopoli lan ismo m;ís dt:bil ; la ac~rtud hacra e l srglo XIX rná~ negativa y e l problema de cerrar la brecha exrstentc entre E~paña y Europa adquiere dimensiones de lragedia n.lciona l. ~ero en lo profundo exrsten corres pond encia~ esenciales e ntre c lmodernrsmo e~pario l y el americano "".
El mode rnismo hispá ni co, afirma Onís e n 1934 en la introducci.ón a su antol.o~ía d~ poesía 1~10dcrni~ta. no e ra sino' la «forma hisp<ímea dl! la cn s1s un1vcrsal lttcrana y espiritual comenzada hacia 1885 ... y manifestada e n e l arte. la cie ncia, la religió n , la política y, g radual mente. e n todos los aspectos de la vida .. .n». Pero la teoría de h~ «é poca» en c l .1~10clc rnismo se l~i zo más ~o nsistcnte y m<Ís complej a solo como .rcacc1on _al punto de v1sta plaus1ble y plenamente expresado p~r Salinas e n El problema del m odemismo. Iró nicamen te, Salin.as l~1zo un gran servic!o a la misn~a causa a la que se o ponía : proporCiono a sus aJvcrsanos potencwles un fértil tópico de <.lcbatc , p_rovocó su autoc
84
85
CINCO CARAS DE LA MODERNIDAD
LA IDEA DE MODERNIDAD
Valle-Inclán) y Poetas Americanos (Guillermo Valencia , Ricardo Jaimes Freyrc, Leopoldo Lugones, Amado Nervo, etc,); una sección dedicada totalmente a Juan Ram ó n Jiménez: «Posmodernismo: 1905-1914» -siendo el posmodernismo, segun el autor, «Una reacción conservadora dentro del propio modernismo , cuando ésta se establece y se hace retórica como cualquier revolución literaria que haya tenido éxito» w_, y «Ultramodernismo: 1914-1932», que consiste en dos secciones, observando cada un a de ellas la di cotomía entre poetas espai'lolcs y america nos: ( l) «La transición del mode nismo al ultraísmo» y (2) «ultraísmo». E ntre los ultraístas esparíoles encontramos nombres tan importantes como Ped ro Salinas. Jorge Guillén. Federico García Lorca , Rafael Alberti. Los representantes del ultraísm o americano son Vicente Huidobro, César Vallejo, Jorge Luis Borges, Pablo Ncruda, cte. Como podemos ver, no se niega el se ntido restricto de modernismo pero, introducido e n un contexto histórico amplio, se agra nd a y renueva sobre la base de su propio significado original. Clarame nte, e l ultramodernismo es d ifente del (y en casi todos los aspectos más extremo que el) modernismo, pero no impide la posibilidad de verlos como manifestaciones del mismo interés por la modernidad, una modernidad ciertamente cambiante -hastJ e l punto de que el cambio constituye su esencia- y que en todos sus principales aspectos está en contraste radical con la estabilidad de la tradición. En este sentido, Onís tiene perfecto derecho a argumentar que es un error desconsiderar la indisoluble relación entre el modern ismo y la modernidad: «Nuestro error está --confiesa O nís- en implicar que existe un a diferencia ent re modernismo y modernidad, porque e l modernismo es esencialmente, como se dieron cuenta quienes le die ro n nombre, la búsqueda de la modernidad» Hxl. Como hemos visto anteriormente, la modernidad siempre implica un sent ido de «t radición antitradicional», y es to explica , entre otras cosas. la renovada capacidad del modernismo de negarse a sí mismo -sus diversas «tradiciones» históricas- sin perder su identidad. La modernidad -y el modernismo- es un a «t radición con tra sí misma», repitiendo una vez más la fórmula a ntes citada de Octavio Paz . Los estudiosos del concepto ele modernismo en la crítica hispana, y en particular aquellos que defienden la amplia propuesta de «época>>, han subrayado consistentemcnte e l paralelismo entre el surgi miento del modernismo en la literatura y e l arrasador debate teológico sobre el «modernismo» que marca e l cambio de siglo en la
historia de la Iglesia católico-romana. El término «modernismo» adquirió primero un status claramente internacional-aunque mayo:mente nega tivo- cuando se utilizaba e n conexión con la tendencra modernizantc surgida dentro del mundo católico, manifestándose principalmente en Francia, Alemania e Italia. Esta tendencia, que desafía algunos d e los dogmas básicos del cato licismo (probabl cr.n~n te los más o ri gi narios tradicionalmente en todas las Iglcstas ensilanas), fue tolerada , sino alentada durante el pontificado liberal de León XIII, pero fue activamente atacada y oficialmente suprim ida por el sucesor conservador de León, Pío X. Retrospectivamente .. no es difícil comprender por qué figuras como el Abate Alfred L01sy, Friedrich van Hügel. Ernesto Buonaiuti , George Tyrell. y otros. que creían en la posibilidad de la síntesis entre el catolicismo y la modernidad y trataron de reconciliar la tradición católica con las conclusiones de la ciencia positiva y la critica histórica, estaban avocados al ataque oficial. Sus ideas e:-,taban rodeadas por un anillo de rdorma, e n tanto que implicaba n una revisión completa del concepto de autoridad sobrenatural y legitimación histó rica incuestio nable, e n las que se basaba toda la doctrina católica. Así, la áspera condena del «modernismo en la carta encíclica Paseen di dominici gregis (de septiembre de 1907) no debería ser considerada como una excepción de l.a .filosofía vaticana; la excepción ocurrió en la anterior tolerancra ofrctal de lo que iba a denominarse «modernismo». Loisy estaba en lo cierto cuando afirmaba que il y a autant de modemistes que de modemistes (un a afirmación que, incidentalmente, es perfectamente aplicable también al modernismo literario). Está bastante claro que la e ncíclica del papa no era justa cuando intentó crea r la noción de que existía al go como un a doctrina modernista «unitaria » que los creyentes debían recha zar global mente. No obstante, en teoría la encícl ica se justificaba al sei1a lar la incompatibilidad de la tradición católica y la modernidad; y si es cierto que «hay tantos modernismos como modernistas», es igualmente cierto que el modernismo, exclu yendo cualquier unidad predeterminada de pu ntos de vista e ntre sus adhere ntes , tiene, no obstante, una identidad, si bien una enteramen te negativa. Esta identidad está basada en un rechazo o, como e n el caso de los modernistas católicos, al menos, en un cuestio nami en to de la autoridad. tanto en sus aspectos teóri cos como prácticos. No nos interesan ni la exacta historia de la co ntroversia ni la validez de una o la o tra pa rt e del argumento, si no estrictamente la es t rategia terminológica adoptada por la Iglesia. Al defender el co ncepto espiritual (y atemporal) de la religión contra los intereses hi~t ór ico críticos de los «modernistas» más amplios y variadamcntc tmr¡wra les, el papa y sus conseje ros fueron capaces ele explotar las connot;1 cioncs polémicas, todavía fuertes, de la palabra «modcrni-.mo .. 1·-.
"" Federico de Onís. Antología de la poesía espwiola e hispanoamericana (1882!93:!) (Ncw York : Las Arnericas, 196 1), p. XVII I. 1 "' Federico de Onís, <
86
CINCO CARAS DE LA MODERNIDAD
interesante saber que el término no se había utilizado anteriormente (excepto muy esporádicamente en 1904 y 1905) en el lenguaje oficial de la Iglesia católico-romana 101 • ¿Será a causa de la influencia de la Iglesia que en Italia el «modernismo» ha retenido mayoritariamente su significado peyorativo? ¿O deberíamos buscar la explicación de estos notorios hec~os en algún otro lugar -en la asociación del término con ciertas mamfestacioncs vanguardistas superficiales y bulliciosas? Ya que, cuando se aplica a la literatura, la noción italiana de modernismo tiende claramente a sugerir esa «modcrnolatría>> barata y verbosa de gen te como Marinetti y~algunos otros futuristas. Es probable que Renato Poggioli con estas asociaciones in llH.:nte tratase en su 'J'IIeory of tiiC· !\ vlllrtGarde de establecer una posición clara entre <>:
vYJI
Tanto la ¡(~crnidad como el modernismo provienen terminológicamente del concepto de /amode (e~ta etimología. a pesar de ser ~uge rent e. es errünea): pero solamente el segundo eMá de acuerdo con el espíritu y la letra del mismo. No es en realidad lo moderno lo que está deMinado a morir. .. sino lo modernista ... La vanguardia ... no se caracteriza sólo por su propia modernidad. sino también por un tipo particular de modernismo que se le opone ... El modernismo conduce a y m á~ all;í de los límites extremos. de todo lo que en e l espíritu moderno es m;ís vano. frívo lo. fugaz y efímero. La némesis honestidad-pa ra-con-la-bondad del modernismo. abarata y vulgariza J¡¡ modernidad en aquello que Marine ti. encomiablemcnt.e. llamó modcmolatría: nada sino la ciega adoración de los ídolos y fcllches de nuestro tiempo 1111 .
La visión de Poggioli del «modernismo>> como una <> o «romanticismo» (irónicamente, cuando se publicó el libro de Poggioli traducido en Estados Unidos, los come ntaristas desconsideraron el disgusto del au to r por la noción «modernismo>> y propusieron que el lector si mplemente entcndie:a por «modernismO>> siempre que apareciera el té rmino <>). ¡,Cuando se utilizó el <> en e l mundo angl<_'l ha_hlan tc en un sentido cercano al sign ificado lite rario de hoy? L:s tiJiícd establecer incluso una fecha aproximada. El OED no resu lta muy útil. A excepción de la Carta a Pope de Swift ya mencionada, todos los
101 Es inmensa la bibliografía sobre esta controversia . Una buena introducción al problema y a las personalidades implicad as se encuentra en is Roma11 Catholic Modcrnism, ed. e intr. de Bc rnard M. G. Reardon (Stan fo rd. Cali f. : Stanford U nive rsity Press. 1970). 102 Poggioli, op. cir.,. pp. 216-18.
LA IDEA DE MODERNIDAD
87
ejemplos que se encuentran bajo e l encabezamiento de «modernismO>> se derivan de obras escritas durante el siglo XIX, y en la mayoría de ellas la palabra se uti liza como sinón imo de <> en un sentido muy general (esto está claro cuando consideramos frases tales como «el modernismo es su lenguaje>> -refiriéndose a The Anglo-Saxon Chronicle- o < en una pal;1hra espedfiea mente artística o lit eraria . Esto es quiz:í porque el uso de «llHKiernismo>> en el lenguaje de la crítica es bastante reciente, y no hay nada más difícil de tratar que la historia reciente. Bajo estas circunstancias parece seguro asumir que en los países anglohablantes el término <> adquirió un significado literario di~tintivo durante las dos primeras décadas de nuestro siglo. Para el histo riador de la noción de modernismo en un sen tido artístico-literario puede se r significativo el que una pequeiia revista de vida corta, llamada The Modemist: A Monthly Magazine of Modcrn Arts and Lelters, se publicara en 1919. El primer ejemplar (1. 1, noviembre 1919) recoge entre sus colaboradores nombres tale~ como George Bernard Shaw, Theodore Dreiser, Hart Crane y Georges Duhamcl , pero el lector se decepciona pronto al darse cuenta de que ninguno de estos autores ofrece en la revista algo inédito. El prefacio del prime r ejemplar deja claro que Thc Modemist, después de todo, está más in teresado en política que en litera tura o las artes. En la posguerra de la Primera Guerra Mundial, e l programa de la revista se compromete con la causa del progreso, el ca mbio revolucionario y e l socialismo. <>, escribe el editor James Waldo Fawcett , <
88
L/\ lOE/\ DE MODERNIDAD
CINCO CARAS DE LA MODERNIDAD
término modernismo es la afirmación de John Crowc Ransom sobre «el futuro de la poesía», aparecida en The Futigitive en 1924 (The Fu gitive; A Joumal of Poetry, vol. III, núm. 1, febrero de 1924, pp. 24). John Crowe Ransom, que creará luego la etiqueta de «nueva Critica» y llegaría a ser uno de los mayores representantes de este movimiento, defin ir d mod ernismo, pero algunos de los puntos que estableció nos pueden ayudar a entender cómo se veía el modernismo en los años veinte desde la avanzada visión de un miembro de un grupo de literatura avanzado. Ransom escribe en <>, que puede considerarse como un manifiesto poético: La~ artes gt:neralmcntc no han tcmdo un mo(h:rni~mo reconocido: -¡,cómo podna t:~capar la poe~ía? Y, aun así. ¿qué el modernismo'! No est
De modo bastante predecible, como seiiala a continuación John CrO\\C Ransom, sobrevino una «arrasadora reacción» a la informidad involucrada en el segundo de estos principios. El problema era tener en cuenta el papel dual de las palabras en poesía, y «Construir una secuencia lógica por una parte con sus significados y, por otra, realizar un patrón objetivo con sus sonidos». Ransom era consciente del hecho de que las dificultades establecidas por una poética tan estricta eran insuper:1blcs y estaban obligadas a llcoar a una situación de cri<:'s Aunque la palabra «crisis>> no ap~rece en este artículo . .!.u tdea está claramente implicada, y es probablemente más importante para comprender la noción de Ransom del modernismo que los términos reales en los que formula el predicamento moderno del poeta: Pero noso1ro.1· los modanos somos impactenlrs y des1ruc1iros. Olvidamos totalmente las enormes dificultades técnicas del arte poético. y examinamos los significados de los poemas con anülisis cada vez más microscópicos: los examinamos de hecho de un modo tan e~tricto como lo hacemos con los significados de una prosa que componemos sin las trabas de las restricciones métricas; y no alcanzamos tan fácilmente como nuestros padres el éxtasis que es el efecto total de la poesía, el sentido del milagro ante la unión del significado mterno y la forma objetiva. Nuestras almas. de hecho, no disfrutan de una total buena sa lud. Puesto que ningún arte ni religión es posible hasta que hacemos concesiones ... los poetas modernos son los críticos más se,eros de: sí mismos: sus propios documentos. en una
segunda lectura. se sabe que han inducido a los poetas a una parálisis fatal de la escritura ... ¿Es inmenso el futuro _de la poesía'' Uno ya no está tan seguro. pues ya ha sentido lo falaltrmocton dd moderru.Hno (la cursiva es mía). Es demaSiado 1\> que exigen los críticos. lo que intentan los poetas ... El poeta intelige nte de ho~ csw p_enosamente 'uspendido en una posiciún que no podemos ocupar 1ndcf1n1 damente: vulgarmente, est;i a caballo sobre el muro y no puede apear'c con segurid¡¡d en ninguno de los dos l¡¡dm..
Para 1927, cuando Laura Riding y Robcrt Graves publicaron su Survey of Modemist Poetry, el término ya se había establecidO como una categoría literaria significante -aunque todavía muy controvertida. Característicamente, Riding y G raves definen la poe:.ía «modernista >> (como distinta de la poesía «moderna>> en el sentido cronológico neutral) por su voluntaria desviación de la tradición poética aceptada, por el intento de <> 10~. Visto desde esta perspectiva, la característica m<'ts sobresaliente_ de la p~esí~ «modernista» es la dificultad que presente al l~ctor mech?. Su fmaltdad_ es, en gran medida, intentar explicar la «tmpopulandad de la poesta moderna entre el lector medio».( el título del cuarto capítulo) y seiialar las razones específicamente estéticas del «divorcio e ntre la poesía contemporánea avanzada (el subrayado es mío) y las normas del sentido común de la inteligencia ordinaria » to5 . Con respecto al propio término «modernismo>>, Ridig y Graves parece darlo por sentado y como resultado intenta ofrecer una definición muy poco sistemática. No obstante, los principales elementos de tal definición están ahí y el lector puede reunirlos y construir un conc~pto b~s.tante cons~stcnte del_modernismo. La oposición básica poeSla trad1c1onal/poesta modcrn1sta se establece desde el principio. La pocs~a modernista se caracteriza también como avanzada (<>, «poesía contemporánea avanzada» 10~>. Poetas modernistas como E. E. Cummings, se dice, están apoyados por «la presión de la opinión crítica más avanza107 da>> . El capítulo sépt imo del libro Poesía y civilización modemist~, proporciona nuevas y út iles claridades term inológicas. El autor d1s11ngu~ entre «Modernismo genuinO>> y «CI significado vulgar de moclerntsmo ... (que) es modernidad, un mantenerse de la poesía al paso de la civilización y de la historia intelectual wx_ En su «sentido cola~orador
1114 L aura R'd' . 1 mg an d Robert Hcmemann , 192\1), p. 156. ~~~~ lbíd .. p. \1. 1()(, lbíd. 107 lbíd . ' p. 11. WH Jbí
Grave~.
A Survey of Modemisl Poe1ry (London:
90
CINCO CA RAS DE L/\ MODE RNIDA D
pervertido», el modernismo puede llegar a co nve~ti~se e n un a especie de «ti ranía tradicional, incrementando el mame n smo conte mporáneo en la poesía» 1m. E l sentido de mo de rnismo puede pc rvertir~e aún más, sigue diciendo el autor, por la ex iste ncia de la clase mcdw --que represe nta «el punto de vista inteli ge nte de l h of!1 ~1 ~c v~! gar . « Esta población m edia .. . es el sosté n y defe nsor ele la CIV11izac1o n; y la idea de civilización como un progreso hum ano regular no excluye la 1dca de una poesía modernista, históricnm enre avanz> , mi.cntras. que e l modern ismo autén ti co no es m<Ís q ue una de en lo 111 11H.:(IJa to. e l hacer novedoso de los poe mas (o poetas o poesía) no necesa ri a me nte derivado de la historia» 111 . Pero ¿por qué lla mar a esta poesía modernista? R iding y Graves no logra dar una respuesta adecuada a esta importante cuestión. El hecho de que a los rc pr~se nt antes de ~a «n ueva poesía» se les llame (y se lla me n) mode rmstas es algo mas que una cuesti ó n ele prefe re ncia a rbitra ri a. ¡,No es e l ~ulto a la no vedad un prod ucto específico de la histo ri a de la modc1:n1 lÜid? ¡,No ~s el creado «purista» de algunos im portantes modermstas. un a acutud frente a la historia y específicamen te fre nte a la modcrm clacl ? ¿No es el ant it racl icionalismo modernista un a ma nifestació n esté tica de la necesidad ele cam bio caracte rís ti came nte moderna (una necesidad q ue históricame nte ha sido servida po~ ~~ mit.o del progr.eso, pero qu e puede existir fuera e incluso en o po.s1c1on cl1recta al milo)?. E l a.rg ume nto ele la neutra lidad del modern1smo con respecto a la htstona es convincente, como lo es la o pin ió n de Ridin g y Graves d e q ue el té rm ino «modernismo», aplicado a las tendencias innovado ras de ~ a poesía de los a flos ve inte, está apenas justifi c~1do po r un_a pre fere ncta su bjetiva: «Existe, po r supu esto , un mode rmsmo genu1n o qu e no es parte ele un programa '·mode rnista'' , sino una manera natural y pc ~ sonal y un a actitud de l poeta hacia su obra, y que acepta la cle no mt. . . 112 nación mode rnista po rq ue la prcfterc a o tras dc no mmacto ncs» . A Survey of M odernist Poetry se publicó e n un mo mento en el que el espíri tu de l m ode rnis mo se estaba a ~toafirmando cot~ toda s u fuc:za en la li te ratura inglesa y no rtcamcn cana. E l mo dc rmsmo ya habta IOY
1111 111 112
)bid .. p. !bid . . p. !bid .. p . lbícl.' p .
)56. 157. 158. 156.
LA IDEA DE MODE RNIDAD
91
producido un cuerpo de obras en poesía y p~osa m~y sig~ificant~ , a unque su creatividad continuaría al mismo m vcl ele mten.stdad y nqucza dura nte d os décadas o más. No obsta nte , e ra dcm a~1ado ~ r~:>n to para una síntesis crítica más comprensiva .o para una tmpos•c•ó_n crítica del co ncepto de mode rnismo . E l cstud toso de la tenmno logta de be ría tambié n considera r otro aspecto de la sem ántica histó rica que puede explicar po r qué el desarro llo de la noción independ ie nte de «mode rnismo» fue más bie n ta rd ío e n Inglate rra y los Estados Unidos . Esta lentitud comparati va se de bía pa rcialme nte a la evolució n de «moderno» como adjetivo y como no mbre. Cuando «moderno» de jó de ser sinó nimo de «co nte mpo rá neo», se h.izo ca p~z ele e_j ecut ar las funcio nes semá nticas básicas del «mo dc rntsmo» , tmpedtda po r las asociacio nes pote ncia lmente peyorativas o vulgares de las que e l té rmino a nterio r acababa de libera rse. A sí, e l gran núme ro de teorías esté ticas, ideas y e leccio nes, qu e hoy no hubié ramos dud ado en descri bir como «modernistas», siguiero n siendo fo rmuladas de ntro de la estructura más amp lia de la idea de «lo mo de rno». X.
COMPARAC IÓN DE MODER NOS Y CONTE MPO RÁNEOS
Du rante el pasad o sig lo ha hab ido ta l increme nt o en el uso de los términos «moderno», «modern idad» y «modernismo» (designa ndo este últ imo un compromiso consciente con la mode rnid ad, cuyo carácte r no rm ativo se reconoce así abie rta mente), que sól? e n e l d o minio de la es té ti ca un estudio que sig uie ra con detalle la htstoria te rmin o lógica de la idea de moderno alcanzaría p ro bablemente propo rcio nes ina ba rcables. Pe ro. incluso a nt~s de q ue se lleve a cabo esta investigació n y se conozcan sus conclusiOnes, hay unos cua.ntos puntos cruciales que ningún estud ioso del concepto de mo de rnt dad debería ignorar . . . . . . Desde una perspectiva m ás amplta, e l últtmo aco ntectmtento unportante pa rece ser la clesino nimi zació n de «mo de rn o» y <<~o nt e mpo ránco». Este desarro llo hubiera sido difícil de predecir mcluso e n tiempos de Ba udc laire. El autor de los salo nes siguió utiliza ndo las dos pa lab ras indistinta me nte , au nq ue mostrando un a cla ra prefe rencia por << moderno», con todas sus implícitas am~i gü edadcs ..Como_hc intentado sugerir , «mo de rno» era pa ra Baude latre un espacto semantico privilegiado, un luga r d o nde coinciden los o puestos y do nde, por un insta nte fugaz, la alquimia poética qu e convie rte el ba rro e n algo rico y extraflo se hace posible. B a udcla.i~e se sentía sin duda atraíd_o por la ausencia de neutra lidad e n la nocton de «mo~~rno», que po dta a veces utilizar dc ro gativame nte , y otras veces postt!vamente , y .q ue, fin alme nte , fue capaz de abando na r e n el molde mas comprens1vo y
93
CINCO CARAS DE LA MODERNIDAD
LA IDEA DE MODERNIDAD
original de modernité. Así ser «moderno» pasó a ser la norma central de una estética que puede describirse como una dialéctica de la contemporaneidad (vaci lando entre las nociones de permanencia e impermancncia) aplicada a las artes. Pero Baudelaire no estableció una clara distinción entre «moderno» y «contemporáneo». ¿Cuándo se utilizó esta distinción por primera vez? No somos capaces de fijar una fecha. pero parece razonable asumir que «moderno» y «contemporáneo >> no se consideraron crucialmentc diferentes antes de principios del siglo XX. cuando el movimiento que llamamos modernismo era va totalmente au toconsciente . · No es sorprendente que «modernO>> y <> discuten algunas de las dificultades lógicas implicadas en su uso 1 3 ). La regla genética que tengo in mente est<í basada en el hecho demostrable de que cada uno de estos té rm inos posee tres aspectos fundamentales de significado, formados en un número co rrespondiente de etapas ampliamente definidas. La triple estructura semántica de la mayo ría de los «términos periódicos>> es bastante fácil ele indicar: siempre implican un juicio de valor. positivo o negativo (por ejemplo , nos puede gustar o no el arte «baITOCO>> o. de modo más general, cosas que nos parecen < brevemente cada una de estas
tres frases, con lo cual podríamos imponer un cierto orden en esta intricacla cuestión.
r
,_.·
' R,··,),' w,-1·.,-·, , ·\ -..:,:m \\·.,,...: n . T~:·.· ·:· L ::a .::w<. 3 ' ~J t~e·... Yo r~: H~r· '''utt. J-l:'it'l). pp . 2C'I:: ~ ~' · '' ·· · Cn pcnoJo no es un ttpo o una cla~c. ~ino una ~ección te mpn ral definida por un ~i>tema de normas incorporadas en el proceso histórico del que no pueden salir. . . Una obra de arte individual no es un ejemplo de una cla~e: sino una parte q ue . junto enn toda~ la~ dem<ís obra ~ . con~truye el concepto del penodo. Mo d ifi ca a~í el concepto del todon (p. 265). No obstante. térmtno~ periódicns estable· cidos se usan y seguirán usándose para dc~igna r tipos artísticos o psicológicos. separa · dm de su wntcxto historico .
1) Para empezar, nos percatamos de que los términos periódicos más importantes vienen del lenguaj e común , y, con respecto a sus orígenes , parecen ser, y realmente son, inevitablemente heterogéneos: algunos se asimilaron del latín clásico (classicus), otros del latín medieval («romántico>> se deriva de romanice, que designa el lenguaje vernáculo de las gentes de la Europa occidental, como diferente al latín), otras se tomaron de los lenguajes modernos («barroCO>> viene del portugués barrueco. utilizado originalmente en la jerga técnica de los joyeros para dcsignar una perla de fo rma irregular). etc. La única característica com ún de tales térm inos, en esta tcmprana etapa de su rica carrera semántica, combinada con su capacidad de proporcionar usos figurativos, parece ser su capacidad de proporcionar usos figurativos, combinada con una fuerte afirmación de valor -«clásico>> original era una buena palabra, aplicada a cosas que merecían ser admiradas; <> , en la Francia del siglo XVI I. era definitivamente una mala palabra que hacía referencia a cierta clase de fealdad debida a la irregul aridad y la exageración; cte. 2) Durante la segunda fase de su evolución, los términos periódicos sufren un proceso de «historización >>. Se ut ilizan cada vez m;ís como instrumentos de periodización, pero sin perder su función original de expresar elecciones del gusto. En rrancia, por ejemplo , el término classique, aplicado a los autores neoclásicos del XVII y XVIII. y a sus seguidores . se convirt ió en un término muy peyorativo en el . lenguaje de los jóvenes ro mánticos; al mismo tiempo, en los círculos académicos. romantique divino sinónimo de «decadente>> y se consideraba como un insulto . 3) Con el tiempo, el potencial polémico de estos términos se erosiona, y con este desgaste se posibilita un acercamiento más relativo. En esta fase, el significado de términos periódicos ya bien establecidos sufren un proceso de <> conceptual en el sentido de que las características distintivas de diversos estilos históricos se proyectan estructuralmente. y sa len así del fluir lineal c irreversible del tic111 po hi:-.tú1 ico . 1~st; t l'\ l;t 1:ti'ÚII por la r ual pndl'llt!ls hal>l:11 d<.: 1111 IÍ¡>o " IOIII:Ítii Í Ct!u, (¡ ui¡; ¡JIIll() u 11 , ('JI llll t:'. tl ll l': l 1.1l , ''ll l lldt•tJ I IJ" quc '>C puedt.: encontrar cn un pcríodo dc l:t l1isiJ<'I'ÍIIIÍI'II IIl (¡ ·r:¡w cialmente en A lemania. domlt: la:-. tt.:OI í:t:-. del conll icto entre lo a polineo\. lo dionisiaco de !\'ictzsche eran mu\· influn~ntes) de un:1 visión olobal de la hl-,toria cultural como un prÓceso éxplícable a través de la continua renovació n de los enfrentamientos entre dos tipos opuesto~ v re c urrente ~ . Es interesante. desde nuestro punto de vista, que lo~ propul<-ores de estos c~quemas e\·olucionarios duales de la histo-
95
CINCO CARAS DE LA MODERNIDAD
LA IDEA DE MODERNIDAD
ria cultural utilicen a menudo términos previamente empleados en el l_e nguaje de periodización - Wolfflin identifica los dos principios fundamentales de la historia cultural como «barroco>> y «Clasicismo»; Curius y sus discípulos hablan de «manierismo» y «clasicismo» (e n esta misma línea es de señalar la idea de G.R.Hocke de que el movimie nto modernista es sólo la variante más reciente de l «manicn smo») J J<~_
temporánea) difícilmente es un ejemplo de imparcialidad . Pero a pc_sar ~e su subjetividad , el esfuerzo de Spcnclcr-no sólo en los pasaJes Citados, Slll O e n todo su libro- se dirige m ás a una definición estructural de lo moderno que a una me rame nte histórica. No tenemos por qué estar de acuerdo con sus conclusiones para darnos cuenta de su propuesta es fructífera, al menos e n tanto que intenta resolver terminológicamente las tensiones internas que fueron creciendo dentro del concepto de modernidad desde el movimiento rom á ntico. No es difícil darse cuenta de que lo que quiere decir Spcnder por «contemporáneo» se refie re específicamente a la otra modern idad (y sus efectos sobre la m~ntc literaria), a la modernidad de la razón y el progreso, a la modcrntdad burguesa (como ocurre en la mayor parte de las doctrinas revolucionarias contemporáneas), a la modernidad que produce la noción de «realismo» y contra la cual la modernidad esfética ha re.accionado con creciente inten~idad desde la primeras d~cadas l~C~ stglo X I ~. No obstante, es cuestiOnable el que la modcr!lldad cstet1ca ha ya stdo alguna vez capaz de se pararse de su contraeJemplo «contemporá neo». ¿No es e l polemicismo de la mode rnidad c~tética -aun en sus formas más implícitas (sin mencionar las obvtas, carg?das como están_ de un sentido de frustración y ultraje)una cspcc1c ele dcpendcncta ? Y , por o tra parte. ¿acaso la odiada bur~ucsía mmk_rn~. al menos durante la mitad del pasado siglo. no ha mtc ntado asuntlar y promover la modernidad artística hasta e l punto de que hoy la herencia del modernismo e incluso las manifestaciones más extremas de las vanguardias han logrado el reconocimiento «oficial»? Estas y o tras cuestiones similares surgirán una y otra vez en este estudio, especialmente en los capít ulos dedicados a los conceptos de «vanguardta» y «posmodcrnismo» do nde recibirán un a mayor a tenció n. Por el momento, me limitaré a ai1adir unas pocas observaciones generales más e n concesión con el rcmarcablc fenómeno del do minio de la estéti ca y la modernidad subversiva por parte del espíritu «contemporáneo» (en el sentido de Spender) . Este dominio nunca se hace tan evidente y efectivo como en la enseñan za de la literatura moderna . ~as incompatibilidades implicadas en la posición que e l profesor de lttcratura moderna autoconsciente se encuentra se han discutido e n «So bre la enseilanza de la literatura moderna» 117 . e l provocado r ensayo de Lio ncl Trilling , incluido e n su volumen B eyond Culture (1961). En la parte introductoria de l cnscayo, Trilling recoge el interesante sentido dado al término «moderno» por Matthew Arnold en
94
Volvie ndo a nuestra explicación de las metamorfosis históricas del concepto de moderno, consideremos la oposición entre «moderno» y «contempo rá neo» tal como aparece en un texto críti co significante escrito por un partícipe de la aventura modernista. Struggle of the Modern ( 1963) , de Stcphen S pender: El arte moderno es aquel en e l cua l el artista refleja la conc ie nc ia de una sit uación moderna si n precedentes en ~ u forma e idioma. La c ualidad 4ue denomino moderna se muc~tra más e n la sensibilidad y la form a realizada que en la materia sujeto . Así. muy al principio de la era científica e industrial , la edad del Progrc~o. yo no llamaría modernos a T e nnyson. Ruskin y Carlyle, porque. aunque e ran conscie ntes de los efectos de la ciencia, y m uy con te mporáneos en sus intereses. permanecieron en la tradiciún racionalista. inamovibles e n el poder de lo que Lawrcncc llamó e l "YO consci~:nte». Tenían un "Yil>> vul t; oi r~: ;onu .. . El "YO>> vullerianu de Shaw. \V ~: IIs. y otro~. actúa ~obre lo~ a co nt~: c omi~:nto~ . El «yo•• « no od~:rno•• de Rimhaml, J oy~:e. Prou~t. Pmf rock de Eliot ~e v~: sometido por los aco ntccim i ~: ntos. El «YO>> voltaireano posee las caract ~:rí~ti cas -racionalb mo, política progresista, etcétera- del mundo que e l escritor intenta infl uir . mientras que el «YO>> mode rno transforma e l mundo al que cst<í expuesto a través de la receptividad. el sufrimiento y la pasividad ... Los egoístas voltaireanos son co ntempo ráneos sin ser. desde un punto de vista estético o literario. moderno~. Lo q m: escribe n es racionalista. sociológico. polftico y responsable. Los c!lcritos de los modernos es el arte de la conciencia de los obse rvadores de la acción de las condiciones observadas ~obre su sc n~ibilidad . Su conciencia crítica incluye la autocrítica iró nica 115 •
Spender sigue diciendo que , mie ntras el contemporáneo acepta (no de modo acríti co) • (so n incluso idóneos para ser «revolucionarios» ). la propuesta de m odernidad del propio S pe nder (a pesar del concepto de «to talidad» como opuesto a la «fragmentación con11 ~ G. R . Hockc, Manierismus in der Literallls. Spracfi-Aiclrimie rmd esotericlrl' Kombinationskrmst (Hamburg: Rowohlt. 1969). 115 Stephen Spender , Tire Struggle of tire Modem (Londo n: llamilto n, 1963). pp. 71-72. 116 lbíd.' p. 77.
11 7 Lionel Trilling, Beyond Culture (Ncw York : The Viking Prcss, 1961), pp . 3-30.
CINCO CJ\1\AS DE LA MODERNIDAD
su lección inaugural en Oxford, en 1857, y publicado e n 1867 en la Macmillan's Magazine bajo el título de «Sobre los elementos modernos en literatura». Puede ser instructivo pensar en los dos u ~os perfectame nte contrastados de la palabra «moderno» de dos perfectos contemporáneos: Matthew Arno ld y Baudclaire. Un tradicionalista cultu ral , para quien el papel de la religión debía ser suplantado por la cultura, Matthew Arnolcl amplió el concepto de modernidad hasta comprender todo lo racionalme nte válido y relevante en toda la herencia cultural de la huma nidad. Podemos añadir a que fue, a la luz de su idea de modernidad como un período ele sín tesis universa l de va lores, un seguido r de la clase particular de utop ismo cultural de Goethe, expresado en la idea de Welrlireratur literatura mu nd ial. Si tomamos en cuenta el elevado marco de referencia idealista de Arnold, no es difícil comprender por qué, co.mo dice Trilling, <
LA I DEA DE MODERNIDAD
inespe rada situación en otro ejemplo sugestivo de modern idad como una << trad ición cont ra sí m ism a». Cuando la modernidad llega a oponer conceptos sin los cuales no hubiera sido concebible --concepto!> tales como los incluidos por Spendcr en su defin ició n de lo <