PASADO Y PRESENTE Revista Trimestral Af A f io IV (nueva (nuev a serie - no 1- abrilabril- juni junioo de 1973 197 3
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Temas
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Pasado y Presente
La “larga marcha” al socialismo en la Argentina
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Juan C Portantiero
Clases dominantes y crisis política en la Argentina actual
65
Rui Mauro Marini
La pequena burguesia y el problema dei poder: el caso chileno
TEXTOS
87 103
José A ricó ricó A ntonio nto nio Gramsci
Espontaneidad y dirección consciente en el pensamiento de Gramsci Democracia obrera y socialismo
DOCUMENTOS
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Declaración de apoyo al Frejuli
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PROBLEMAS Ben Brewster
lnsurrección y dualidad de poder
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Charles Bettelheini
La dialéctica en M a o
Editor responsable
José Aricó Casilla de Correo 80 - Córdoba (Rep. Argentina) Registro de la propicdad intelectual (en (rámite)
Diagramaciòn Composition en fr io
Carlos Boccardo Centrogr af, Riobamba Ri obamba 436 - 8o - 16 Buenos Aires Ldigiaf, Delgado 834 - Buenos Aires Siglo XXI Argentina S.A., Córdoba 2064 Buenos Aires
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Precio dei ejemplar: $12 Suscripción anual (4 números): S 40 Precio dei ejemplar en el exterior: u$s 1,20 Suscripción anual en el exterior: uSs 4 Colaboraion en la preparation de este número: José Aricó; Oscar dei Barco; Jorge Feldman; José Nun ; J uan Carlo Carloss Portantiero; Portantiero; J uan Carlo Carloss T one y Jorge T uia.
Charles Bettelheim
La dialéctica en Mao
I. Carta sobre Mao He leído con sumo interés el artículo sobre “el marxismo de Mao"*(/? Manifesto, agosto 1970) Creo que toca algunos puntos esenciales para la caracterización de aquello que, a mi entender, con jus te za puede llamar s e la "tercera etapa” de] marxismo. Particularmente importante me parece el cuestionamiento de una cierta concepción de las relacio nes entre Ia base económica y las superestructuras ideológicas y po líticas. En 1968, Yves Duroux había criticado esta concepción, definiéndoia como el "modelo de la casa”. En efecto, tal modelo no es sino una. metáfora, que ha per mitido (y permite) recuperar al gunos objetos de análisis y ordenarlos; desde eate aspecto resul ta útil. Pero no tiene ningún fun damento ni importancia teórica. Y cua nd o se inte nta hacerlo f u n cionar teoricamente (es decÍT, más allá de los limites descriptivos que * E l articulo de Ross ana Rosanda, “E l marx ismo de Mao” , que motiva las observaciones de Bettelheim fue publicado en el N' 23 de cuadernos de Pasado y Pre sente dedicado a la revolution cul tural china. [P. y P.J.
le son propios') se incurre en consecuencias ideológ icas peligrosas, capaces de ocultar los datos fundamentales de] materialismo dialéctico e histórico. Uno de los peligros derivados dei e mpleo pseudo- teórico de este “modelo”, y de las relaciones de dependencia y autonomia que él evoca e ntre base y superes tructura. reside en que pres upone la 1 Como toda me táf or a es a mbí g ua, y por lo tan to ampliamente abierta a una diversidad de interpretaciones, Se puede hacer uso de ella sólo en cuanto se conocen sus limites y por lo tan to no se es prisionero de ella. A s í, Mao T se- tung pue de rehusar se a esperar el mítico momento en el que las fuerzas productivas habrán alcanzado un nivel tal en el que sea "posible” transformar prof undamente la superestructura. Mientras que Ia práctica estaliniana Ia toma al pie de la letra y remite continuamente a una fas e sucesiva la transfor mación de las relaciones ideológicas. De esa manera se bloquea la rebelión de las masas contra las relaciones de autoridad y sujeción, de dominio y obediencia, dentro de las cuales se reproducen las relaciones de producción capita lista [N. de B.].
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existencia de una “base" animada de una “dinâm ica pro pia” , que chocaria con las “resistencías” de «na superestructura existente fuer a de la base e independientemente de ella. Este modelo aisla de tal modo un “espacio económi co” y al mismo tiempo lo privile gia, pero no en el sentido por el que M ar x hace de la e conomia el elemento en última instancia fun damentai, si bien en el sentido de la economia burguesa —la cual refleja a su modo las experiencias de auto- reproducción dei ca pital— separando y privilegiando "la esfera de las necesidades y de la riqueza”. Es por esta razón que partiendo de dicho modelo se es inducido fácilmente a pensar que el desarrollo de las fuerzas productivas "garantiza” de por sí la transformación de las relacio nes de producción, olvidando lo es encial, que es el enfrentamiento de clases. Me parece fuera de discusión que el “modelo (fe la casa.” tuvo un peso considerable en la lucha ofre ciendo un disf ra z de cientificidad a diversas tendências pxetendidamente marxistas. Implícita o explicitamente, él subyace tanto en la ideologia socialdemócrata co mo en la política es taliniar.a. Sub y ace ta m bién en quie ne s cons ideran que tíl desarrollo dei capi talismo y sus crisis económicas conducen de por sí, casi espontáneamente, a la revolución socia lista. Un “catastrofismo económi co” de este tipo no fue extrano —y no por casualidad— a la teo ria y a la práctica de la III In ternacional, pudiéndoselo rastrear en la base de la indiferencia que ésta mantuv o fre nte al crecimiento de! fascismo. De hecho, el "modelo de la ca sa” re mite a la pare ja feuerbachiana “indivíduos y sus fuerzas/ condiciones de existencia”, que se traduce en la ecuación “progreso/ obstáculos1'. El primer término de
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esíd pareja (que es el equivalen te de “fuerzas productivas”) apa rece, aqui como único v w t o r , a cambio y en el puesto de la lucha de clases. Este modelo remite a un cierto tipo d e l e l a c i o n e s pero no contiene un concepto explícito de aquello a lo que está ligado, corresponde por tanto sobre todo a un marco de referencia antes que a una teoria; de ahí que, par tiendo de tal modelo pueda ser fundada una concepción “ideológi ca” dei progreso. Sin embargo, a propósito de la cita de un pasaje de Marx en el P r ó l o g o a Contribuci&n a la crí tica de la economia política, me parece necesario pre cisar que, aunque el texto no lo explicite, las relaciones de producción no son concebidas aqní simplemente co mo relaciones “entre los hombres” (que podrían ser interpretadas, de manera reduccionista, como rela ciones “inters ubjetiv as ” ) sino re laciones que se establecen entre los hombres, por un lado, y los medios de producción, por el otro. Esta es por cierto una hipóteais de Ma rx , como Io prueban ta m bién otros pasajes. A de más , el tér m in o de "superestructura” designa aqui las re laciones “políticas y jurídicas”, que — como se sabe— pa ra Ma rx constituy en las “formas ” . E n el texto la ideologia es especificada como un “co njunto de form as ” ; aigunas líneas después, se habla precisamente de “formas ideológi cas”. Pero el conjunto de estas formas está articulado sobre las “relaciones de producción”. Igualmente importante, y direc tamente liga da a la precedente, me parece la tesis relativa a la presencia dei modo de producción capitalista en las sociedades de transición. Pienso —y he tratado de demostrar lo en algunos traba jos precedente®— que es a es de terminante en la teoria y en la práctica de la “lucha entre las
dos clases” y “entre las dos vias" A mi ent e nde r, seria interes ant e formularia en parte de manera diferente a cómo lo haeen ustedes, dieie ndo .que la d ic ta dur a del proletariado y la supresion de la for ma jur ídic a de la propiedad p r i v a d a no bastan para■destruir tas esiructuras fundamentales del mcdo de produeción capitalista y
que esta destrucciôn —y por tan to también ta de las formas y de las prácticas ideológicas que corresponde a estas es tructuras fundamentales— es precisamente el objetivo de la lucha de clase? en la fase de la dictadura del pro letariado, La verdad de esta tesis se cncuentra confirmada, en tre otras cosas, por el papel desarrollado por la “acumulación ori ginaria”, concebida en la Union Soviética como un raedio para la “construeción del socialismo” aunque de hecho ha consolidado al conjunto de las estructuras capi talista s todav ia presentes en la formación social después de Octubre. Es justo recalcar también que “Mao tiende a liquidar el tema de la inmadurez de la révolution [ ..] tema del cual siempre se derivô la teoria de la necesidad de una vanguardia externa al prole ta r ia do ” 2. E n m i opinion se debia ir más a lla de esta formulaciôn, y a que Mao T se- tung hace más que “tender” a rechazar el 2 E e tte lhe im se r ef ie re a la traducción francesa (aparecida en Les Temps Modernes de diciembre de 1970- enero de 19 71: “la démarche de Mao tend, en fait, d en finir avec le theme de l’im maturité de la révolution”, mientras que el texto italiano era: “Mao, in sostanza, liquida il tema e la gius tifica zione délia inmmaturita délia liquidazione”. [En espa.no] , habia mo s tr aduc ido : “ Mao liquida el tema y el justificativo de la ‘inmadurez’ de la revolu ción.1’]
lema, de la inmadurez de la revo lución y el de la necesidad de una vanguárdia exterior. Una relación de e x t e r i o r i d a d es absolutamente incompatible con las concepciones de Mao, y sobre esto volv eré luego. Estas implican, en efecto, no una relación dialéctica entre teo ria y práctica, sino su separación y la do minación de la pr ím e r a s o bre le segunda, leproduciendo el esquema de Ias clasei dominantes, que tratan de estahleeer y de apropiarse del monopolio de |a teoria. Por el contrario. Mao Tsetun g , eonio Mar x , reconoce que la teoria sigue siempre a la prácti ca, aunque siendo necesaria para la transformación de la práctica La consigna “partir de la masas y v olv er a la s m a s a s ” ex pr es a en el plano político la cxigencia de la primacía de la práctica. Esta exigência fue siempre ocultada por una cierta tradición ma rx is ta de la cual la socialdemocracia ale ma na, aun antes de 1914, v Kautsky en particular, fueron sus representantes más coherentes. A mi entender, un cierto modo de formular la relac-ión entre parti do y masas (modo que tiene evi dentemente raíces sociales e his tóricas precisas) parte del aban dono de la primacia de la prácti ca. Agregaré que algunas de las fórmulas utilizadas por Lenin en i Q u é h a c e r ? y precis amente cuando se refiere en forma explícita a Kautsky, parecen poner a la teo ria por encima de la práctica y al partido por encima de las ma sas. La práctica leninista, así co mo otrog textos posteriores de Le nin, rec tifican díchas formulaciones, pero son precisamente éstas las que resultaron en cambio pri vileg iadas por la práctica estaliniana, que pone al partido por en cima de las masas como sede de gestación imaginaria de toda ver dad y de toda sabiduría. Me pa rece también importante senalar, como ustedes lo hacen, una línea
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de demarcación extremadamente neta entre las concepciones de Mao T se- tung y las tendencias “terce r. mundis tas ” que ven en los llamados "países subdesarrollados” mo mentos “marginales, abandonados por el desarrollo” como un fe nómeno ese ncialmente de “ retraso”, mientras que esos son el produeto de la dominación imperia lista, que los ha t r a n s f o r m a d o e i n t e g r a d o en el sistema imperia list a mu ndia l, en cuy o seno aqueIlos cumplen una función muy de terminada de reserva en matérias primas a bajo precio. Es esto ]o que vuelve “maduras” para la revolución a las masas de esos paí ses, sean ellas proletarias en el sentido riguroso de la palabra, o proletarizadas, y por lo tanto capaces de transformarse en agen tes de una política proletaria. Ex iste n dos puntos sobre los cuales, en cambio, me parece que vuestras formulaciones exigen una discusión. El primero concierne a la asimilaci- in de la dialéc tica que opera en Mao T se- tung a una “dialéctica hegeliana con los pies en la tie r r a” . Indudablemente es correcto enfa tiza r que la naturaleza material de la contradicción principal en Mao significa que la dialéctica que subyace en este ti po de contradicción tiene “los pies en la tierra"; pero esto na signi fica que se trate de una simple "subversión” de la dialéctica he geliana. Significa que se trata de otra dialéctica, de una dialéctica diferente.
Una de las categorias esenciales de la dialéctica hegeliana es, en efecto, la negaeión de la negación, que conduce al tercer mo mento, la síntesis. Pero el momen to de la síntesis sólo tiene sen tido para el idealismo. Este consiste, en definitiva, en n e g a r la negaeión misma conserv ando aquello que fue negado (operación
posible, evidentemente, sólo para el idealismo). Para la dialéctica
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materialista, en eambio, no se tra ta sólo de n e g a r sino de destruir. La negaeión materialista no. con serva aquello que fue negado: lo destruye, para construir en su lu gar algo radicalmente supo. Y l a tesis marxiana de la Umwaelzung, que — como ustedes recal-
can— es una de las tesis fundamentales de Mao T se- tung, en oposición con las tesis sobre la "continuidad”, defendidas por di versas corrientes que se definen, no obstante, como marxistas. Creo que es muy impor tante romper totalmente con la fórmula de la simple “subversión” de la dialéc tica hegeliana, ya que su uso ce rre el riesgo de reproducir, bajo otra forma (una forma “inver tida”, el contenido idealista de la dialéctica hegeliana: un concepto subvertido es un concepto que se conserva, que permanece. En la polémica sobre la dialéc tica iniciada en China en 1964, es decir en la lucha entre las dos tesis “ uno se divide en dos” y “dos se uflen en uno”, la segun da tesis es falsa precisamente por que es heg eliana. Y es heg eliana no en cuanto no remite a realida des materiales y sociales (esa re mite a estas realidades, en parti cular a las realidades sociales constituídas por la burguesia y el proletariado), sino porque la negaci&n que pone en movimiento es una falsa negaeión , puesto que no es destrueción de lo negado sino su recuperación en una síntesis “ nuev a” . E n este aspecto dicha dialéctica permanece como idealis ta y tiende a clausurar al prole tariado el camino de la destrue ción de la burguesia y dei capita lismo. De hecho, se podría decir, con una boutade, que en la eoncepción hegeliana de la negaeión de la negaeión, es la negaeión mis ma la que resulta negada.
Y pa r a conc luir , un punto que me parece particularmente impor tante discutir. Ustedes afirman
que “el hecho de recurrir a las masas es la característica especi fica, esencial de la revolución cul tural”, entendiendo por esto que tal recurso constituye “la diferen. cia fundamenta] entre esta revolución y las fases anteriores de la batalla política de Mao”. Por mi parte, creo que en es ta for mulación sus afirmaciones no son exac tas. Me parece (evidentemente en conexión con lo afirmado antes acerca de la relación entre teoria y pr ác tica y sobr e el pape l dei par tido rev olucionário marx istaleninista) que el reconocimiento de la necesidad de recurrir a Ias masas, y la práctica de esta apelación a las masas, no eg una ca racterística específica de la revo lución cultural, sino la caracterís tica g e n e r a l de la ac^ión dei Par tido Comunista chino y dei pensamiento de Mao T se- tung. En ca da etapa de la revolución china, el papel determinante es desempenado no por el partido, sino por las masas; en cada etapa, el pa pel de] partido es el de “concen trar las ideas justas de las ma sas” para restituírselas bajo una forma elaborada; en cada etapa el partido y sus miembros deben someterse a la crítica de las ma sas: en ningún momento el parti do puede pretender “sustituir a las masas”. Estas deben siempre liberarse por si mismax. Ello sig nifica que la relación entre parti do y masas debe ser una relación de inte rio rida d y no de exterioridail. He aqui porquê en la revo lución china el partido es mucho más un núcleo dirigente que una vanguadia.
Esta relación de interioridad ha permitido al PCC ser el i n s t r u mento de la dictadura dei prole tariado porque gracias a él el par tido puede no separa rs e de las masas y po r lo tanto constituir realmente al proletariado —fuerza socia] unificadora de las masas populares— en clase dirigente.
A qui ha y una dif e r e ncia f un damental con respecto a la forma adquirida por la dictadura dei pro. letariado en la URSS. Esta estaba constituída por la combinación entre el poder de los soviet (los soviet fueron el instrumento de las masas) y el papel dirigente dei par tido, cons tituido esencialmente por una vanguardia que se colocaba por encima de las ma sas, separada de éstas, aun cuando establecía con ellas una “rela ción de expresión” (en el sentido de que e x pres aba sus aspiraciones ). T al combinación era nece. sanamente inestable. y dadas las condiciones históricas, desembocó finalmente en un PCUS que, afirmando la primicia de la teo ria, terminó por sobreponerse al poder soviético, s in convertirse él mismo en un instrumento. Es así como dejó de existir la dictadura dei proletariado en la URSS, ya que ésta, según la fór mula de Lenin, no puede ser otra cosa que la organización dei pro letariado en clase dirigente. L a experiencia histórica parece mos trar que el elemento dominante de la dictadura dei proletariado es necesariamente el partido dirigen te; sólo éste puede ser organiza do en torno a una línea proletaria y funcionar según el prin cipio dei centralismo democrático. He aqui por qué el carácter pro letário dei poder, aunque depen da de las formas de organización dei estado, se basa ante todo en la ejcistencia de relaciones demo cráticas proletarias, ya sea entre el partido y las masas (lo cual remite al concepto de línea de ma sas), como dentro dei partido. Es te t ipo de relaciones no se traduce principalmente en “estatutos or g an iza tiv os ” : sólo puede desarrollarse a través de una prolonga da lucha de clases, y es consoli dado en forma permanente a tra vés de las luchas concretas diri gidas contra la separación de los
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aparatos dei poder y de las ma sas. E l t ipo de relac iones que el PCUS ha establecido con las ma sas, y las existentes en su seno, contribuy er on en cambio progresivamente a reconstruir lo que la Revolución de Octubre habia des truído. En prímera instancia, pudo e umpli r este papel de reconstrucción porque él mismo se habia separado de las masas en cuanto se habia constituído precisamente en “vanguardia”, detentadora por definición de la línea teórica. En segunda instancia, y más profundamente, pudo cumplir este pape! porque la relación que él habia establecido con las masas tendia a reproducir el tipo de re lación característico de un apara to social de dominación de clase. Y es es to Io que pe r m it ió a la burguesia recuperar el poder en el seno dei PCUS. El hecho de recurrir permanen temente a las masas me parece por tanto la contribución más de cisiv a de la teo ria y de Ia práctica de la revolución proletaria. Esta recurrencia —expresada por el concepto de "línea de masas”— es al mismo tiempo un “retorno” a las posiciones fundamentales de Ma rx , de las cuales se habían ale. jado ta nto la pr ác tic a y la te o ria de la socialdemocracia, como las de un pseudo- Ieninismo que habia “olvidado” lo esencial de la práctica efectiva de Lenin, y se af er ra ba dogmáticamente a algunos de sus textos — precisamente a los que terminan por transfor mar al partido en “amaestrador" de las masas, primero en senti do pedag ógico , lueg o -en s entid« mucho más profundo 3. Lo que me parece verdadero en vuestra afirmación es Ia determinación de que lo específico y pro-
8 E n el o rig inal "maître” des masses, en la doble acepción de “maestro” y “patron”.
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pio de la revolución cultural con siste en la amplitud sin preceden tes de la apelación a las masas.
Una amplitud tal que precisamen. te las dive rg ências inter nas dei partido fueron expuestas ante las masas en vinculación directa con sus luchas concretas, lo que per mitió a las masas decidir a tra vés de una práctica social real y no de manera falsamente abs tracta. Esto constituye, a mi en tender, una etapa histórica deci siva en el desarrollo dei papel de las masas en relación al partido. Y es s abido que es ta e tapa deberá ser seguida por muchas otras, destinadas a hacer crecer esta presencia de las masas como pro tag onistas, a través de la asimilación práctica, por parte de ellas, de la teoria. En conclusión, me parece im portante enfatizar dos cuestiones estrechamente vinculadas. En primer lugar, la concepción que Mao tiene de la relación entre partido y ma sas , co ncepción que no reduce, sino todo lo contrario, el pa pel f u n d a m e n t a l de un partido marx ista- leninista en la lucha por el socialismo. En segundo lugar, el concepto de dictadura dei pro letariado se ve restituído por Mao T se- tung a su sig nificado real, completamente obliterado por la prax is es taliniana (es decir, la afirmación de que esta dictadura es también necesariamente la m á* amplia democracia para, las masa» populares , o sea pa r a todo el pue-
blo, el proletariado y las clases que combaten a su lado y están interesadas en el socialismo, o sea para la enorme mayoría de la población). La dictadura, en cuanto represión, debe ser ejercitada só lo sobre un pequeno gr upo, mientras que las más vastas masas po pulares deben dísponer de la más completa libertad de expresión y manifestación, comprendida la li bertad de equivocarte. L a s m a s a s populares deben liberarse por si
mismas y aprender de ellas nusmas. Aprender no significa escuchar las lecciones de un maestro, por sabio y advertido que él sea o se crea, sino ex traer lecciines de la experiencia. Politicamente, son dos puntos decisivos ya que, por las conocidas razones históricas, el concepto de dictadura dei prole tariado ha sido deformado groseramente, y el término utilizado para designar una dictadura ejer-
cída sobre las inasas, mientras que su contenido es rigurosame nte divers o. L a rev olución c hina nos recuerda que la dictadura dei proletariado no es otra cosa que la democracia proletaria. Estas son algunas observaciones que me pare ció úti l comunicarles, porque en mi opinión pern-jiten ampliar las tesis por ustedes sostenidas,
II. La dialéctica de la destrucción en Mao Releyendo el texto de mi carta publicada en el número 1-2 de enero- febrero de 1971 dei M a n t je s to, me parece oportuno agre gar doa observaciones complemen tarias: I La primera se refiere a la di ferencia entre el papel que desempeiia la negación en la dialéc tica de Hegel y aquello que constituye el aspecto dominante de la dialéctica, tal como la concibe Mao Tse-tung. A f ir m a r que la di aléctic a de Mao no implica una negación que no significa una conservación de lo negado, tiene un doble signifi cado : 1) por un lado sig nifica que puede darse un tipo de negación que sea al mismo tiempo ilusória y real. Esta negación, “colocada sobre sus pies”, o sea concebida en términos materialistas, es la utilizada por Marx en la Introdueción de 1857 a la Critica de la economia política. Pero es so bre todo en E l C a p it a l donde Marx muestra su funckmamiento. Dicha neg ación, en efecto, constitu ye el núcle o de todo proceao de reproducción, ya que éste repre senta una "cadena sin fin” de ne gación de la negación, una “repetición indefinida”. El método de exposición de E l c a pi ta l permite
captar la realidad de la negaciónconservación así operante; él re vela la presencia de este tipo de negación no solo a nivel dei proeeso de production sino también del proceso de circulation en euan. to momento de la reproducción. A s í, M ar x demue s tra cómo la t e p a r a c i á n entre proletariado y médios de production es negada en el proceso de circulación dei ca pital; en él la fuerza de trabajo se transforma en su contrario, en capital variable; bajo tal forma la fuerza de trabajo §e une a los medios de production. Esta n e g a ción de la separation de los productores directos y de los medios de production permite no obstan te conservar la relación de sepa ración característica dei modo de producción capitalista, ya que el proletariado surge dei proceso de producción tan privado de los me. dios de producción como lo estaba antes de entrar en él, mientras que el capital surge acrecentado con una plusvalía. Esta es la fig ura, que M ar x llama “el doble movimiento” de la reproducción capitalista
1 Cf . sobre este punto, K . Marx , E I c a p it a l , libro I, séptima sec tion, los dos últimos parágrafos dei capítulo X X III sobre la re producción simple.
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Por otra parte, lo que escribi en Ia carta precedente significa que el materialismo histórico reconoce ia existencia de otro tipo de negación, distinta de la que oper a en el proceso de reproducción: ea decir una negadón- destrucciõn que está en el fondo de todo proceso revolucionário. Este tipo de negación constituye el a s pecto dominante de la dialéctica materialista, aún cuando Marx no haya expuesto de manera sis temática su movimiento. Una de la3 contribuciones esenciales de Mao T se- tung a la f ilo sofia es la de haber esclarecido cómo esta neg ación- des trucción se realiza a través de un desplazamiento de la contradicción prin cipal y dei aspecto principal de la contradicción. Y este deeplazamiento constituye el aspecto do minante dei movimiento histórico, mie ntr as que la nugücióll- conserv ac ión (que oper a en el proceso de reproducción) no implica di rectamente ningún movimiento histórico: eg una “eternización”, como dice precisamente Marx tan to en la Introducción a la crítica de la economia política de 1857
como en su análisis de la repro ducción dei capital. L a 'listinc icn entre es toe dos t i pos de negación remite a dos ti pos de dialéctica. La primera es la de un movimiento aparente y se podría denominar “dialéctica de la circularidad”. Es la dialéctica idealista que opera en Hegel y que le permite afirmar que "en la naturaleza nada nüevo ocurre bajo el s ol" *. Y esta dialéctica es la que Hegel pugna por conservar, con suma dificultad, en su filo sofia de la historia, donde se ve obligarlo a introducir Ia imagen de - Cf, (,. W. F. Hegel. F/iüosophie der IP eUg eachiclite, E r s t e r B and, Leipzig, Meiner V erlag 1320. p. 48.
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la espiral, en sustitucíón de la dei círculo, cuando explica que la “superaeión” ( A uf he be n ) es tambíén “conservación” ( E r k a l t e n ) 3, Y es esta misma "dialéctica de la cir cularidad” la que con cierta iro nia utiliza Marx bajo forma ma te ria lista en su a nális is de la "eternización” y de la “reproduc ción”. Lo hace con ironia, ya que cuando recurre a este tipo de dia léctica afirma “alimentarse” de Hegel. Pero la ironia de Marx se refiere aparentemente al uso idea lista que puede hacerse de esa dia léctica; en realidad, versa funda mentalmente sobre el carácter su bordinado de la dialéctica de la reproducción con respecto a la que opera en el rocesa re v olucionário . Para precisar lo anteriormente expuesto, debemos enfatizar que la dialéctica marxista reconoce la r e a l i d a d de Ias dos negaciones y sólo su articulación permite ex plicar el conjunto dei movimiento histórico. Mientras que la negación- conservación (que rig e la dia léctica de la circularidad) opera en los procesos de reproducción, la nega ción- destrucción (que rig e la dialéctica revolucionaria) ope ra en los procesos de transf orma ción. T oda transicián es el producto de estos dos procesos (re producción y transformación) pe ro este producto no es una síntesis, es una a rt iculac ión de dos tipos de negación, bajo la hege monia dei proceso de transforma ción. Como lo ha demostrado Mao, la dialéctica dei movimiento real no produce ningún tipo de “sintesis” (“ fus ión de dos en uno” ) ; produee una s erie de "desplazamientos”. En Ia histor ia de las formaciones socíales, el motor de los desplazamientos es la lucha de cia stes: Ias transformaciones de las relaciones de fuerxa entre las ela_ 1 Ibidem.
ses son las que, en ei curso dei tiempo, dete rm inan desplazamientos que hacen suceder una con tradicción principal a otra (por ejemplo, la contra dicción burguesía- proletariado a la contradicción nobleza- campesinos) y que des pia, zan el aspecto principal de la contradicción (el proletariado se convierte en el aspecto principal de la contr adicción burg uesíaprotetar iado, cuando ins ta ur a su poder). La dialéctica de Mao Tsetung remite siempre a una totalidad compleja y estructurada so bre una dominante, que implica una plu r al ida d de contradicciones *. A la plur a lida d de contradicciones corr es ponde u n desarro11o desigual de las mismas; a eu vez, esto hace posible la existên cia de una contradicción princi pal y de contradicciones secunda rias, de un aspecto principal y de un aspecto secundário de las con-
4 C f. s obr e este punt o L ouis A lthus ser- P o u r M a r x , Maspero, Paris, 1966, p. 161 ss. En este texto, A lthuss er muestr a que la "contradicción simple”, la contra dicción “a dos términos”, es decir la contradicción hegeliana, se encuentra siempre situada en Marx y en Mao en un complejo es tructurado “ ya dado” . T oda “ca tegoria simple” ft)pone la “existencia de un conjunto estructura do en la s ocie dad” ; como lo demuestra Marx, "la simplicidad no es, en estas condiciones específi cas, sino el iproducto de un proceso complejo”. Althusser se refiere a la íntroducción de 1857; el análisis que ofrece de él auto riza una leetura del texto gracias a la cua] se ve cómo el uso que hace' Ma r x de la dia léctica de la “negaeión de la negación” está re ferido a los “elementos simples” que son el resultado de un proceso complejo, a punto tal que la dialéctica de la "negación de la negación” ocupa necesariamente un puesto secundário.
tradicciones, lo que torna necesarios los “ des plazamientos” 5. Una de las características esenciales de la dialéctica materialista es precisamente el hecho de que ella reconoce la desigualdad de las contradicciones, y esto le permite comprender cómo en el seno de una totalidad estructurada existe siempre una contradicción domi nante, la contradicción principal, a su vez determinada como tal por la existencia de contradicciones s e c u n d a r i a s A niv el dei a náli sis dei movímiento de las contra dicciones es indispensable distin guir claramente entre los dos ti pos de dialéctica , cuya ar ticulación constituye la dialéctica matelista. Es indispensable, por lo tanto, no olv idar nunca la situación subordinada de la dialéctica de la eircularidad en relación a la de la transformación. El hecho de privilegiar ]a primera puede inducir a no llevar a fondo un proce.so revolucionário. El modo radi calmente diferente con que la práctica soviética y Ia china consideran a la “cultura" burguesa ilustra los efectos políticos de es tas dos concepciones de la dialéc tica, que remiten en última ins tancia a posiciones de clases dis tintas. Para concluir esta primera observacion, quisiera precisar toda v ia un pun to : cuando se dice que el proceso de tra- nsfor mación no remite a una “síntesis” sino a una
5 Cf . sobre este punto, Mao T f e - t un g : A ce r ca de la coni r a di c ción.
6 Como dice just am ente A lthus ser : " . . . las contradicciones se cundarias son esenciales para la existencia de la contradicción prin cipa l . . . cons tituye n re al mente su condición de existen cia, ex actamente como la ex istencia de la contradicción principal es su condición de existencia” (Ibi dem, p. 211).
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destrucción de lo que ha sido ne ga do (y se ag reg a que es ta es una de las tesis fundame ntales dei materialismo histórieo, que ae opone a las cancepciones de la “continuidad” existentes en el se. no de divers as corrientes que ae dicen ma rx istas ), sig nifica que aílí donde se produce el desplazamien. to, se produce la r u p t u r a de ciertas relaciones y de ciertas hege monias. En Ia realidad social, es tas rupturas no son jamás e! produeto de un itiovimiento lineal y homogéneo; son el re sultado dei desar roílo des igual de las contradícciones. Esto modifica la relación de las fuerzas sociales y crea en d e r tos momentos (en un a de terminada coyuntura) las condi ciones favorables para la “condens ac ión" de las contradicciones. A través de tales condensaciones se produce ]a subversión de algunas relaciones y hege monias preex is tentes. Las rupturas determinadas por la condensación de las contradic ciones no haçen “desaparecer*’ inme diata me nte los elementos que primero estaban en relación; modifican más o menos radicalmen te el modo con el que estos ele mentos actúan los unos sobre ios otros y, por consiguiente, las con diciones en loa cuales éstos se reproducen, tanto a escala amplia da progresista (adquiriendo cada vez más peso), como de manera regresíva. En otros términos, lo que se destruye no son los ele mentos presentes sino su modo de combinarse: al viejo modo se le sustituye, a través de la lucha de clases, un modo de combinación nuevo, y de aqui deriva la nueva estruetura de las relaciones en la que estos elemento s se encuentr an insertos. Se comprende así por qué una revolución no de$truy e inmediatamente la posibilidad de una contr arr ev olución, es to es de un des plazamiento que ponga de nuevo en posición dominante
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a una clase a la que un desplazamiento revolucionário preceden te había hecho pasar a una posi ción subalterna, ya que tal desplazamiento no la había inmedia tamente “destruído”. Dado que la destiucción tiene por objeto las relaciones, las dotninancias, los modos de combinar se, es también reconstrucción, restructuración de la totalidad compleja que constituy e una formación social. Las rupturas que intervienen en la estruetura social no pueden, precisa mente por la complejidad que las caracteriza, modificar simultaneamente todas las relaciones; de ahí la continui dad también dei proceso revolucio nário, la necesidad de una revolución biintemimpida- .
Las rupturas que las diferentes for mas de lucha de clases provocan en el complejo social son siempre rupturas parciales; esta es la razón fundamental por la cual to da t r a n s i d ó n es una mezeolanza de p roce soa de r epr oducc ión y de procesos de transformación. Mao T se- tung enfatiza la complejidad de los procesos reales cuando atrae la atención sobre la necesidad de distinguir entre contradicción fundamental, contradicción princi pal y contradicción secundaria o, también, entre contradicciones an tagónicas y no antagónicas. Tanibién aqui se puede encontrar una diferencia radical entre materia lismo histórico y hegelismo. Este último supone la existencia de tot aíidad homogéneas al punto tal que cada “parte” es expresión de Ia totalidad, y cada modificación parc ial es también una modificación global y progre sista, Para el materialismo histó rica, en cambio, el todo social es un complejo articulado sobre una dominante, los procesos de repro ducción y de tra ns fo rm ac ión se entrecruzan allí necesariamente y ninguna transformación parcial está en condiciones de determinar
por aí sola la transformación dei complejo social; para esto la dominancia de un nuevo modo de producción no puede ser sino «1 resultado de una lucha continua que fragmenta sucesivamente, graciaa a loa de splazamiento s de la contr&dicción principal, loa dife rentes procesos de reproducción, La revolución cultural proletaria en China ilustra Ia necesidad de esta continuidad de la lucha: con tr ar iam en te a las ilusiones que pudieron nacer al dia siguiente de la Revolución de Octubre, el pasaje dei dominio dei modo de producción capitalista al dei modo de producción comunista es necesaria mente el producto de una serie de r u p t u r a s , y nunca el resultado de una única ruptura. II La segunda observación tiende a precisar la importancia de algunas formulaciones de mi carta anterior a propósito de la dictadüra dei proletariado. E l carácter transitorio de la fase socialista explica por qué la dictad ura dei proletar iado ex ige esencialmente la existencia de dos aparatos sociales distinto# y arti culados: el partido, cuya función
dominante es ayudar a las masas a revolucionar las relaciones so ciales, y el aparato dei estado, cu. y a f un c ión do min ante es la de g a rantir la defensa de las condiflíones de reproducción de las rela ciones sociales existentes, comprendidas — dentro de ciertos li mites— las relaciones aún no transformadas de Ia actividad re volucionaria de las masas. Para que la transicíón prosiga en el camino de] socialismo, es necesario que el partido domine el aparato dei estado y ayude a las inasas no solamente a “controlarLo”, sino también a g a r a n t i r s u extincián , que en ni ng ún caso pue de ser espontâneo. La función principal de] partido es de índole
revolucionaria e ideológica; ser el motor de una revolucionarización permanente. En la medida en que el partido cumple correctamente con esta func ión, las relaciones ideológicas, económicas y políti cas son transformadas, gracias a ta serie de r uptur as producidas por la lucha de clase proletaria. L a función de revolucionarizaeión de las relaciones sociales no puede corresponder al aparato dei estado, ya que éste tiende siempre, mucho más que el partido, a estar separado de las masas, a colocarse por encima de ellas. El aparato dei estado es fundamen talmente la forma política dei po der hurg uês. Esto vale también para un aparato de tipo soviéti co, como Lenin lo había visto cla ramente en ciertas fases entre febrero y octubre de 1917, cuando ex igia al par tido bolchevique no poner más en primer plano la co ns ig na de “ todo el poder a los soviets”, porque el partido bolche vique no estaba aún en condicio nes de lograr una mayoría en los consejos obreros y campesinos, y por to tanto esta consigna habría adquirido un carácter refor mista. L a func ión de revolucionar izac ión de las relaciones so ciales no puede corresponder tam. poco a las masas desorganizadas, es decir ‘'or g an iza das ” espontáneamente, En efecto, las formas de organización no son jamas otr a cosa que la re alización de relaciones ideológ icas; así, has ta que no aean enteramente des truídas las relaciones ideológicas here dadas de las sociedades de clase, las formas de organización espontáneús de la s rnasag. reproducen la d- ivisión existente en su seno, división que está conforme a las exigencias de dominio sobre ellas por parte de las clases ex* plotadoras. Para que las masas puedan desplegar su rol revolu cionário y para que el proleta riado pueda constituirse en clase 167
dominante, la unidad entre prole tariado y masaa es neeesaria; y esta unidad no puede ser reali zada Bino en torno a la ideologia p r o l e t a r i a . Sólo esta ideologia permite, en efeito, formular Ia perspectiva de la desaparición de las diferencias de clase. La, realización social de la ideologia pro letaria es el partido dei proleta riado, E l rol es encial dei par tido dei proletariado es por lo tanto el de guiar a las masas en la lucha por la transformación revolucio naria dei mundo y por eu prop i a t r a n s f o- rmüción r ev oluc iona r i a . Esta transformación culmi na en el desarrollo de la ideologia
proletaria y en la apropiación de ésta por parte de las masas a través de la lucha de clases. La revolución de las relaciones sociales exige por Io tanto la acción de un partido proletário, nnido a las masas y capaz de dirigirias no cotocándose por en cima de ellas sino manteniéndose presente en su seno. El carác ter proletário dei partido no proviene, evidentemente, dei hecho de que se proclame como tal; depende de la ideologia que el partido realiza en sus prácticas concretas y en primer lugar dei modo en que se desarrollan sus relaciones con las masas. Un par tido sólo puede ser proletário si el aspecto principal de sus rela ciones con ellas no adquiere la forma de un dominio- subordivación, separando a quienes dominan de los dominados. El rol di rigente dei partido frente a las masas populares sólo puede con sistir en ayudarlas a hacer el balance d« su propia experiencia; a distinguir en sua ideas e ini ciativas entre lo que va en el sentido dei socialismo y lo que va en el sentido dei socialismo y lo que allí se convierte en un obs táculo, a los fines de centralizar las ideas justas y unificar la ac-
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eion de las masas en torno a ini ciativas que permiLan, simulta neamente, avanzar en el camino dei socialismo y g a r a n t i r l a a p r o piación de la ideologia proletaria por parte de estratos cada vez más amplios, El rol propio de la teoria, de la que el partido pro letário es el portador, consiste en distinguir entre lo que va en el sentido dei socialismo y lo que va en el sentido dei capitalismo, de dis ting uir e ntre contradicciones secundarias y contradicción principal, por consiguiente, de contribuir a una justa solución de las contradicciones, que es el único modo de u n i f i c a r las batallas políticas e ideológicas. El apa ra to dei estado no puede jadesarrollar principalmente este tipo de rol ideológico. Su misma existencia implica la posibilidad de una represión, asi como de una intervención que tienda a reproducir las divisiones a las que el proletariado estuvo sometido históricamente, comenzando por las divisiones territoriales y nacionales. En última instancia, sólo por que el centralismo democrático es la única política dominante posible de un partido proletário, pue de dicho partido ser el aparato dominanje de la dictadura dei proletariado, el verdadero órgano de) poder proletário, A condición, claro está, de seguir una línea de tnasa, que es la fo r ma desarrollada dei centralismo democrático. A pr opós it o dei pa r tido chino , Mao T se- tung escribe precisame n te: “En todo el trabajo práctico de nuestro Partido, toda dirección correcta está basada necesariamente en el principio: ‘partir de lag masas para volver a las masas’. Esto significa recoger las ideas (dispersai y no siste máticas) de las masas y sinteti zarias (transfor mar ias, mediante el estúdio, en ideas sintetizadas y s is tematiz ada s ) pa r a lueg o lle-
varias a las masas, difundirias y e x pl ic ar ia s , de modo que la s masas las hagan suyas, perseveren en ellas y las traduzcan en aceión, y comprohar en la acciõn de las masas la justeza de esas ideas. . .”7. El rol dominante dei partido exige que maníenga ron el apa rato dei estado relaciones al mismo tiempo de interioridad y de exterioridad, debiendo estas últi mas permitir al partido, cuando sea necesario, ayudar a las ma sas a rebelarse contra la reproducciõn de las relaciones burgue sas por n>edio dei aparato dei estado. Del mismo modo, las rela ciones de interioridad dei partido con las masas deben permitir a los elementos proletários dei par tido llamar a las masas a rebe larse contra aquellos de entre sus miembros que se colocan en posi ciones burguesas y conducen al partido al camino capitalista. Lo ya expuesto conlleva también importantes implicaciones en lo que concierne al contenido dei concepto de “toma dei poder”. En efecto, en la medida que el con cepto de “poder dei proletariado” designa el pasaje dei proletariado a la hegemonia política, en la me dida que él l a ejeree esencialmente no a través dei aparato dei estado sino dei aparato dei par
tido, el momento decisivo de la ínstauración dei poder no es la “toma dei poder dei estado” (que fundamentalmente permanece co mo una forma burguesa dei po der político), sino la destrucci&n dei viejo aparato dei estado (destrucción que se verifica gradas a la dominância de] partido cuan do éste reconstruye con la ayuda de Ias masas un aparato estatal subordinado a éstas y a él inismo). Mientras una revolución proletaria no arribe a esta destrucción- reconstr ucción, ella per manece encerrada en las formas políticas burguesas. Desde este punto de vista, la revolución chi na ha superado algunas fases que la Revolución de Octubre apenas había abordado. Me parece que una de las contribuciones decisi vas de la revolución china al desar rollo dei mar x ismo, contribución que se ha vuelto particu larmente visible después de la revolución cultural, es precisa mente la de habér sido capaz —en parte por razones históricas con cretas, en parte por razones teó ricas— de dar una justa solución al problema de fondo de la transición socialista, problema que consiste en el puesto y en el rol respectivo de las masas, dei par tido y dei eatado en el ejercicio de ía dictadura dei proletariado.
r Mao T se- tung: A ly un a s cuestiones sobre los métodos de direeción. 169