Rafael Gutiérrez Girardot 1928-2005
BABEL 11 Rafael Gutiérrez Girardot 1928-2005 Grupo de discusión Nº 11, mayo-diciembre de 2009 2009
[email protected] [email protected] A.A. 2957 Medellín ISSN 1794-5585 Rafael Gutiérrez Girardot, valoración de su obra, Gilberto Díaz Aldana y Diego Posada, p. 3 • “El partido liberal está en crisis permanente” , Diálogo de Rafael
Gutiérrez Girardot con Rubén Jaramillo Vélez, Juan Carlos Celis Ospina y Carlos Sánchez Lozano, p. 5 • Rafael Gutiérrez Girardot: un heterodoxo comprometido , Hernán A. Ortiz Rivas, p. 15 • Rafael Gutiérrez Girardot, prólogo conservador y epílogo en la izquierda (1928-2005) , María Alexandra Mosquera y Patricia Tobón Tobón Ricaurte, p. 35 • Los destiempos de Gutiérrez Girardot, Juan Guillermo Gómez García p. 42 • En la muerte de Rafael Gutiérrez Girardot, Rubén Jaramillo Vélez p. 45 • La biblioteca Gutiérrez Girardot , María Alexandra Mosquera y Patricia Tobón Ricaurte p. 54 • Bibliografía, Gilberto Díaz Aldana y Diego Posada p. 57 Director
Víctor Bustamante Editor
Juan Carlos Celis Ospina Secretario de redacción: Edgar Bustamante Transcripción de textos: Alejandro Bustamante Publicidad: Harold Dávila Hicieron posible este número:
Rubén Jaramillo Vélez, Carlos Sánchez Lozano, Hernán A. Ortiz Rivas, Juan Guillermo Gómez García, Gilberto Díaz Aldana, Diego Posada, Carmen Ruiz, Carlos Rivas Polo, María Alexandra Mosquera, Patricia Tobón Ricaurte, José Hernán Castilla, Rafael Rafae l Rubiano Muñoz, Gloria Patricia Lopera, Nelcy Yoly Yoly Valencia, Valencia, Ómar Urán, Germán Alexánder Porras, Ana María Jaramillo Vélez y Raúl París. Fotografía de portada:
Alejandro Rivera. Tomada de El Magazín Dominical Dominical , El Espectador, Espectador, Nº 251, enero enero de 1998, Bogotá. Retoque digital: Carlos Sánchez Eraso.
Rafael Gutiérrez Girardot, valoración de su obra Gilberto Díaz Aldana* y Diego Posada** ... una vida profunda y fecunda dedicada no sólo al estudio y la enseñanza de las literaturas hispánicas, sino también a la proyección del pensamiento y de la losofía alemana en His panoamérica. Antonio Lago Carballo, Cuadernos Hispanoamericanos, Nº 663, 2005.
... al igual que la concepción privada de lo público, donde tiene lugar destacado no sólo la politización e ideologización mencionadas, sino la empresa, no del conocimiento, sino religiosa, económica y política, llamada en Colom bia universidad privada que Gutiérrez asoció al subdesarrollo. Edison Neira Palacios, Estudios de Literatura Colombiana, Nº 17, 2005.
El impacto de la secularización, el surgimiento de la sociedad de clase media (si reservamos el término burgués para los propietarios de los medios de producción) y de la gran ciudad ―una urbe sin multitudes miserables ni ejércitos de automóviles― sobre los campos del horror de entonces y de ahora, la llegada masiva de los objetos hechos por las industrias de lo que llaman Primer Mundo, para diferenciarlo de nosotros, su periferia colonial, en la que pocos años han bastado para llevarlos del Tercer Mundo al inframundo. Sin éstas y muchas otras cosas que él examina no puede entenderse el modernismo. José Emilio Pacheco, Fondo de Cultura Económica, Nº 8, 2004.
El dogmatismo y las verdades presuntamente establecidas, así como la improvisación y la simulación intelectual, son los baluartes contra los que Gutiérrez enla sus baterías. Rafael Humberto Moreno Durán, El Aleph, 2005.
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Sociólogo, profesor del Departamento de Sociología de la Universidad de Antioquia. Estudiante de Historia de la Universidad de Antioquia. BABEL
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Sabíamos que, a contracorriente de las modas académicas, él prefería ir abriendo innovadores caminos no sólo para que se pensara por cuenta propia, sino para que nuestra América se desligara de ataduras e imposiciones y tuviéramos un mundo menos acartonado.
Porque si de algún modo se pudiera calicar la signicación de una obra como la que, entre tanto, puede mostrar Rafael Gutiérrez Girardot, resultado de un laborioso compromiso con Colombia y América, desde los primeros trabajos en los años cincuenta, habría que considerar, en Antonio García Lozada, El Aleph, 2005. primer lugar su colaboración para con el proceso de la mayoría de edad de nuestros países y de sus ciudadanos, por el reconocimiento pleno de su contemporaneidad, de su circunstancia contemporánea. En el mejor signicado de la palabra, GutiéRubén Jaramillo Vélez, Nómadas, Nº 16, 2002. rrez es un escritor que cumple una doble misión: a través de su subjetividad crítica y autónoma: crea una nueva misión literaria, y además posi bilita otras miradas y lecturas de los escritores en que se sumerge. Y no es exagerado armar que su labor inAlfonso Carvajal, El Aleph, 2005. telectual tiene una evidente nalidad política, revolucionaria, de negarse a transar con el ha bitual burocratismo intelectual del país y a conciliar con los intereses excluyentes de la uniCon todo, la conciencia de lo que se pier- versidad privada, de los seguidores de Ortega y de con la ausencia de Dios atraviesa la obra de Gasset, Octavio Paz, Estanislao Zuleta, y de los Gutiérrez que se ha preocupado en diversos tra- posmodernos alucinados de diversa estirpe. Carlos Sánchez Lozano, Revista de la Universidad bajos por reexionar sobre el nihilismo, otro de de Antioquia, Nº 268, 2002. los temas de Heidegger y de Nietzsche. Rodrigo Zuleta, Gaceta , Nº 39, 1997.
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“El partido liberal está en crisis permanente” Diálogo de Rafael Gutiérrez Girardot con Rubén Jaramillo Vélez* Juan Carlos Celis Ospina** y Carlos Sánchez Lozano*** Bogotá, mayo 6 de 1997 BABEL.- En
su reciente visita a Bogotá, usted fue invitado a un evento académico en homenaje a García Márquez. ¿Quiénes participaban? RGG.- Participaban Rosa Beltrán de México y Conrado Zuluaga, un critico colombiano. Había una cantidad de gente que hablaba maravillas sobre García Márquez, pero sin hacer un balance crítico. Pienso que García Márquez es fundamental hasta El General en su laberinto. Lo que sigue después es pura repetición. Además hay que ver su actitud de premio Nóbel que no tiene que ver ni con la literatura ni con la cultura, sino con el folclor colombiano. BABEL.- ¿Usted en ese coloquio fue a dar una charla sobre qué? RGG.- Sobre el ensayo en América Latina. BABEL.- ¿Y qué recepción notó? RGG.- Muy buena. Además ha sido muy interesante darme cuenta de la carencia de conocimiento de mucha gente sobre el tema y que esa carencia de conocimiento es fundamental. Por ejemplo veriqué que para muchas personas
Alfonso Reyes, Pedro Henríquez Ureña, José Enrique Rodó, González Prada —lo esencial de la crítica latinoamericana— son absolutamente desconocidos. Me di cuenta, por otra parte, que eso comprueba mi idea de que la universidad privada colombiana tiene una tarea económica que es beneciosa para los dueños, pero es una tarea de formación criminal para sus alumnos, porque la ignorancia de lo elemental de nuestra historia que promueve es increíble. BABEL.- Tenemos la impresión de que el ensayo en América Latina no tiene en la actualidad guras como las que usted cita. ¿El géne ro ensayístico ha venido en picada en el país? RGG.- Todo ha venido en picada en Colombia. Aquí no hay ensayistas de la dimensión de Pedro Henríquez Ureña o José Luis Romero, excepto por Rafael Humberto Moreno Durán que ha escrito muy buenos ensayos —por ejemplo De la barbarie a la imaginación— pero lo demás, por ejemplo, el famoso ensayo de William Ospina sobre Colombia y la franja amarilla es para morirse de vergüenza, porque
* Filósofo, profesor del Departamento de Filosofía de la Universidad Nacional de Colombia. ** Sociólogo, profesor del Departamento de Sociología de la Universidad de Antiqouia. *** Docente, crítico literario y editor. BABEL
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es una cosa sentimental, sin conocimiento de la realidad. Es un libro con muchos errores históricos y un ensayo políticamente sectario. No tiene la más ínma perspectiva de lo que ha susu cedido en Colombia en los últimos cincuenta años porque no aborda el tema de la Violencia desde el papel que cumplieron los partidos políticos y la Iglesia. BABEL.- Parec Parecee que William Ospina qui siera otro otro Gaitán para Colombia, sin compr comprenender exactamente lo que signicó el pensamiento
político de Gaitán y su papel dentr dentroo del partido partido liberal. RGG.- La resurrección de un Gaitán revolucionario es una cosa que me llama la atención ate nción porque eso demuestra que no hay conocimiento de lo que signicó Gaitán, es decir, vuelven y surgen los mitos de Gaitán. Jorge Eliécer Gaitán constituye un problema dentro del partido liberal, pero hay que recordar que el partido liberal está en crisis desde 1924 cuando Olaya Herrera fue a la conferencia de La Habana, como delegado del gobierno y allí votó explícitamente —y él únicamente— para favorecer la intervención de los Estados Unidos en América Latina. Esto es ser liberal colombiano, y esto ha continuado en guras como Eduardo Santos, Germán Arciniegas, Alberto Lleras Camargo, César Gaviria. Es una mentira: el partido liberal está en crisis permanente. BABEL.- Es perceptible una laxitud en la reexión en Colombia sobre los grandes temas
nacionales. RGG.- Lo
que me llama la atención en estos momentos es que los nadaístas generen todavía opinión pública, si desde cuando surgieron en la década del cincuenta ya eran analfabetas. Veo que Jotamario es columnista en El Tiempo y que William Ospina es el guía de todos ellos, lo que signica un empobrecimiento increíble de la cultura colombiana. 6
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BABEL.- Lo
notamos cada vez más politizado, profesor Gutiérrez. Al contrario de muchos que con la caída del socialismo social ismo europeo se despolitizaron, despolitiz aron, o abiertamente perdieron un horizonte crítico y se volvieron gobiernistas, usted todavía cree en los intelectuales y tiene esperanza en ellos. ¿De dónde saca esa esperanza? RGG.- No hubo caída del socialismo, sino de la versión eslava del socialismo: una versión que se impuso por la carencia de inteligencia de los socialistas y que tuvo amplio eco entre los marxistas de América Latina. Lo mismo que cualquier seguidor de la iglesia católica, los marxistas son seguidores —y luego perseguidores— de lo que sea. Es evidente que el sistema soviético-eslavo no permitió la divergencia y eso lo afectó profundamente. El ejem plo especíco se ve en Alemania donde hubo un fortalecimiento del marxismo heterodoxo y eso enriqueció el debate, así no hubieran podido imponerse a causa del nazismo. Entonces esa caída no es la caída del socialismo sino la caída del socialismo soviético, la caída prácticamente de la manera de pensar de Lenin. Naturalmente cuando cae ese modelo, se confunde la caída de los hombres con la caída del sistema o del pensamiento y eso benecia a una cantidad de personas que no quieren que haya crítica. Cuando cayó el socialismo hubo una cantidad de artículos, especialmente en Francia y Alemania sobre el ocaso de los intelectuales. En efecto, los intelectuales se habían com prometido en la izquierda socialista y muchos de ellos tenían el temor de acusar o de criticar al comunismo porque parecía que era una es pecie de parricidio entre Caín y Abel. Eso fue un fenómeno muy especial, pero el que ahora haya nalizado esa versión de socialismo no signica que se haya acabado la necesidad de la crítica y el cambio. BABEL.- ¿En cuál socialismo cree usted? Julio 2008
No en el socialismo en el sentido socialista soviético, porque el nombre mismo tiene connotaciones que despiertan justas resistencias, sino que creo en una redenición de la izquierda que, con las experiencias que ha tenido, sepa enfrentar con argumentos muy sólidos y acciones muy bien pensadas —muy bien organizadas— este retroceso fundamental y radical en la historia que es el neoliberalismo, que es un liberalismo anterior al del siglo XIX. El neoliberalismo es la reproducción del darwinismo más absurdo. BABEL.- Neoliberalism Neoliberalismoo proc proclamado lamado como salvación, entre otros, por Vargas Llosa y Octavio Paz. RGG.- Claro, sí, el sarampión latinoamericano de Popper. Popper, quien se formó en la losofía positivista austríaca, ha hecho una propuesta donde se esquivan los problemas y se espera que quien tiene el poder los solucione. Ya desde cuando publicó La sociedad abierta y sus enemigos en los años cuarenta, rescataba a un Platón político, y lo proclamaba como uno de los padres del totalitarismo. Erich Fromm, sin mencionarlo, en un libro criticó esto e hizo una alusión al falso y absurdo y deformado conocimiento de Platón que tenía Popper. No hablemos del Hegel de Popper que es un libro lleno de injurias, nada de argumentos. Y este es el padre del neoliberalismo. BABEL.- Profes Profesor or,, volvamos al tema de la crítica en Colombia. Con cierto bombo desme surado la Casa de Poesía Silva otorgó el premio al “mejor crítico colombiano” a Hernando Valencia Goelkel. RGG.- Bueno, Hernando Valencia fue compañero de universidad y buenísimo amigo. Él es un buen escritor, buen traductor y tiene muy buen sentido para la calidad en las cosas literarias. Yo creo que el premio es merecido, pero naturalmente es un premio ad hoc, en el RGG.-
sentido de que él ya está muy enfermo y ha ayudado a las editoriales literarias, tiene muchos amigos, fue consejero cultural del expresidente Virgilio Barco, etc., y corresponde darle el premio por su aporte. Pero él no fue capaz, no pudo siquiera —porque no podía hacerlo—, hac erlo—, dar ejemplo de lo que es la crítica literaria. Él era muy buen reseñador, pero en lo que yo conozco de su trabajo, no hizo una cosa en que diga: esto no es bueno, esto no tiene calidad, sino más bien es un crítico muy positivo. Ha hecho descubrimientos que en mi opinión me parecen poco descubrimiento: Andrés Caicedo, por ejemplo. En n, yo creo que esos son los gajes del ocio de quien está atado a ese círculo cultural de medianía existente en Colombia. BABEL.- Esta medianía adquirió adquirió carta de ciudadanía con el nadaísmo. RGG.- El nadaísmo fue una reacción contra el primer intento que se hizo en e n Colombia de constituir un entorno literario y cultural de calidad, que fue Mito. Esta reacción fue apoyada por el periódico El Tiempo Tiempo —todas las babosadas que escribía Gonzalo Arango eran publicadas por las Lecturas Dominicales de El Tiem po—. En este contexto no se puede olvidar que lo que se puede llamar la clase dirigente de El Tiempo tiene un interés fundamental en mantener el nivel cultural de Colombia a ras de tierra. Entonces el nadaísmo fue una especie de respuesta semianalfabeta, contra una exigencia del nivel intelectual y por eso fue aprobada por El Tiempo. El nadaísmo no es nada. Si uno lee estos autores comprueba que hay un mínimo de calidad en la obra, en el pensamiento, además de un estilo descortés de integrarse al sistema literario, al agarrar a patadas a todos los escritores anteriores sin decir por qué. Todo Todo este anecdotario haría más bien parte de una especie de sociología de la esquizofrenia colombiana. BABEL.- ¿Es necesario hacer una interBABEL
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pretación crítica del aporte crítico de Sanín pretación Cano y Rafael Maya? RGG.- Sanín Cano fue un ejemplo de conocimiento, de apertura hacia otros mundos, de esfuerzo por aprender lenguas y transmitirlas. Pero hay una cosa que a mí me pone escéptico frente a Sanín Cano y es su relación con Guillermo Valencia. Él ha dicho sobre Valencia cosas que no son aceptables desde ningún punto de vista y que pueden demostrar que su cosmopolitismo era limitado y que podía tener una mentalidad muy municipal. Es cierto que fue un izquierdista sentimental y que tuvo que soportar desde la ira de Laureano Gómez hasta las peroratas de Germán Arciniegas, que era de su mismo partido, el liberal. Pero hacia dentro —su visión de la literatura colombiana— es elemental y poco crítica. Letras colombianas, colombianas, por ejemplo, es un libro desilusionante, una suma de artículos sin ninguna conexión. A Sanín Cano hay que reconocerle naturalmente su actitud rebelde, en ciertos casos, y su afán por divulgar la literatura extranjera entre nosotros. Rafael Maya, en cambio, fue una personalidad intelectual ambigua. Tenía una formación más sólida que la de Sanín Cano y hay ensayos suyos sobre Dante, Cervantes, Carrasquilla que muestran un conocimiento y una penetración considerable de esos autores. Sin embargo vienen las dudas cuando se confronta su catolicismo visceral. ¿Cómo es posible esta doble personalidad: su interés en grandes autores y sus poemas a Jesucristo? Esto pone en tela de juicio su trabajo literario y exige entender la enorme inuencia del catolicismo contrarrefor mista en los intelectuales colombianos.
RGG.- La reforma de Córdoba enseñó que
hay que sustituir con esfuerzo propio lo que no nos da la universidad. Yo no veo por qué motivo los estudiantes deben aceptar la humillación que les dan los profesores de saber todo a medias, o ni siquiera a medias. Me parece clave que tengan la iniciativa de que ellos mismos sustituyan lo que no les da la universidad, que ellos mismos tengan conciencia de que ellos son la universidad y si la universidad no les da lo que ellos piden, que ellos hagan su universidad. BABEL.- ¿No hay el peligro del autodidactismo proclamado peligrosamente por Fernando González y Estanislao Zuleta? RGG.- Hay un peligro relativo en el sentido de que se cambia una autoridad por otra. Pero de lo que se trata no es de cambiar una autoridad, sino de crear inteligencias, ideas, proyectos. BABEL.- ¿Cuál es la tarea del intelectual en medio de las llamadas corrientes de la posmodernidad? RGG.- Yo creo que la llamada posmodernidad es una especie de acompañante del neoliberalismo. El neoliberalismo es una falsa libertad, una falsa oferta de varias posibilidades. Los posmodernismos son un acompañante ideológico de un anacronismo que considera no necesitar la inteligencia. Incluso para los lósolósofos posmodernos más radicales los intelectuales no existen, no tienen sentido. Si una tarea del intelectual es la crítica y ya todo es válido por solo existir, ¿entonces, para qué intelectuales? La posmodernidad ha suprimido el pensamiento. Esto hace más fuerte la necesidad del intelectual: su honradez, su sinceridad, su sentido del rigor, el desafío de no dejarse seducir por BABEL.- Muchos estudiantes maniestan ninguna de estas modas y cuestionarlas. BABEL.- Algunos de sus contradictor tener unos maestros en la universidad, que descontradictores, es, pués de cinco cinco años años de pre pregrado, grado, los dejan dejan sin sin la profe profesor sor Gutiérrez, Gutiérrez, señalan que en su su obra hay suciente preparación. un interés exclusivo por lo que se llama cultura 8
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de élite o cultura erudita y que la cultura popular y la nueva cultura electrónica no aparecen en sus trabajos. RGG.- El problema de la cultura popular es un tema propio de la antropología social. Y de lo que se trata es de no hacer demagogia con esto, y menos, un folclorismo de acionados. Tengo mucha desconanza, cuando se habla de la cultura popular, de la literatura oral, porque eso es emocionalmente muy interesante, pero no ha dejado trabajos serios que se destaquen y no se puede echar por el suelo, de la noche a la mañana, la falsamente llamada cultura de élite porque esta ha sido una cultura que ha sido constituida desde la Revolución francesa. Incluso me parece muy curioso que en medio de la apología de la cultura oral y la cultura popular no letrada, un tipo como Foucault escriba un libro para decir que el libro no tiene función. ¿Entonces para qué escribe el libro? Ahora, la cuestión de la tecnología apenas se ha tratado en Colombia desde un punto de vista losóco. Esto exige la intermediación, la colaboración del pensamiento entre las ciencias naturales —que es estrictamente el de la técnica— y el pensamiento de las ciencias humanas que es la losofía. Ha habido una separación, pero para superar esa separación es necesario que las dos ciencias se vayan abriendo a la incorporación y al diálogo entre sus conceptos. BABEL.- Pero es evidente que en Colombia persiste el peso de la cultura oral. Podemos mirar, por ejemplo, el tema de la literatura oral, la de folletín, la de las telenovelas. Hay una gran literatura trivial o pseudoliteratura que no ha sido objeto de estudio sistemático. Los historiadores sociales no han encontrado un problema ahí. RGG.- No solo es un problema para los historiadores, sino para los sociólogos y, sobre todo, para los sociólogos de la literatura, por-
que la literatura trivial, que es una literatura, ya no cabe entre la historia literaria sino como una especie de repetición de tópicos. Pero ya desde el punto de vista de la sociología es excepcionalmente importante porque es la expresión de dos cosas: cómo se manipulan los sentimientos populares y cómo los sentimientos se materializan en literatura a través de la novela rosa. Yo he sugerido que es necesario superar la sociología de Fals Borda, por ejemplo, para dedicarse a hacer un análisis de contenido de la prensa colombiana escrita y de los noticieros, para saber cómo esta prensa ha manipulado, dirigido y pervertido la realidad colombiana. Estas son tareas básicas de una sociología de la cultura. BABEL.- ¿Cómo explica la fuerte inuencia de Habermas en los currículos de ciencias sociales de la universidad latinoamericana? RGG.- Como todo pensamiento extranjero que no ha sido mediado, criticado, se reci bió como moda. No se ha tenido en cuenta, por ejemplo, el contexto eminentemente político alemán de la obra de Habermas. El lenguaje —en Conocimiento e interés, por citar un título traducido al español— es aprendido de Adorno, que es un lenguaje críptico. Su obra es de gran dicultad de lectura en alemán y no me imagino cómo ha sido traducido al español (lo habrán hecho saltando frases, o recomponiéndolas, y no se sabe hasta qué punto corresponderá a lo que dice literalmente). De manera que se ha recibido un Habermas de tercera mano cuyo prestigio consiste solamente en que fue de izquierda y ahora revive problemas planteados por Heidegger —a quien atacó explícitamente— y lo hace desde la perspectiva de la losofía analítica inglesa. El problema de Habermas es el de la obsesión del alemán que después del nacionalsocialismo se enfrenta con una restauración todavía no resuelta. BABEL
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BABEL.- ¿Qué signicado tiene la uni-
cación alemana? RGG.- Después de la guerra los alemanes no tenían la capacidad de decir “soy alemán” porque ser alemán signicaba ser nazi. Después con la segregación de la Alemania comunista imperó un fuerte movimiento —emotivo, neonazi— proveniente de la democracia cristiana que proclamaba la urgencia de reunir a las dos Alemanias. Todo esto, en mi opinión, no ha sido más que una especie de intimidación camaleónica de origen fascista. BABEL.- Nos gustaría que nos diera detalles de su biografía y de su historia familiar. RGG.- Yo tuve la infancia más bella que puede tener una persona, que fue el hecho de que como huérfano de padre, mi abuelo materno se hizo cargo de mí y me dedicó las veinticuatro horas del día. Entonces él me enseñó en Boyacá a leer, a montar a caballo, los nombres de las piedras, de las plantas, me enseñó a pensar racionalmente, me protegió y me enseñó a que me protegiera por mí mismo. Ese es el capítulo más bello de mi vida. Con esos logros estaba en capacidad de aportar cualquier cosa. Estudié primaria en el Liceo Cervantes y bachillerato en La Salle, derecho en El Rosario y losofía en el Instituto de Filosofía de la Universidad Nacional. Estaba siempre interesadísimo en estudiar. En nuestro grupo de estudio había un gran afán por leer, de saber qué pasaba en otras partes, de liberarse de este ghetto colombiano. BABEL.- Cuéntenos dónde estaba usted el 9 de abril de 1948. RGG.- Yo estaba en el Café del Gato Negro a las 2 de la tarde, en la carrera 7ª entre 14 y 15. Al frente quedaba la ocina de Gaitán y yo estaba tomando café y me preparaba para tomar el autobús e ir a la ciudad universitaria cuando de pronto se oyeron unos tiros y alguien dijo: “Mataron a Gaitán”. Aunque nadie lo creía, 10
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era cierto. Cuando salí a tomar un transporte venían ya por la carrera séptima una multitud de liberales enfurecidos en una manifestación como nunca he visto otra, para protestar contra la muerte de Gaitán. Yo tenía la intención de pasar por el lado cuando de pronto me encuentro con un compañero de bachillerato —no lo olvidaré jamás— que era liberal sectario, me coge de las solapas y me dice: “usted mató a Gaitán, godo hijueputa” y se forma alrededor un grupo de iracundos gaitanistas que querían matarme. Yo por puro milagro, como era pequeño, logré agacharme y escaparme hacia el Hotel Regina. En ese momento empezó a llover torrencialmente y yo dije: “me voy de Colombia como sea”. Y me fui. Tuve un mes prácticamente de aislamiento, en medio del toque de queda, en casas de amigos. BABEL.- ¿Cuáles fueron sus amistades en la universidad? RGG.- Como estudiante de derecho me relacioné con algunos estudiantes que tenían pretensiones literarias como Marco Fidel Chávez y Carlos Torres de León, que no trascendieron. Otros conocidos que tuve fueron Cornelio Reyes, que fue ministro, Eduardo Pote y amigos en la Nacional como Hernando Valencia Goelkel, Cecilia Dupuy, Pablo Casas. En esa época Bogotá era pequeña, se facilitaba la sociabilidad estudiantil porque nos reuníamos en cafés. En el centro de vez en cuando nos emborrachábamos en alguna parte, en la 22, llevábamos una vida un poco bohemia. BABEL.- ¿Nunca se cruzó con García Márquez? RGG.- Nunca. Sabía de él por un amigo conjunto, Ernesto, que era estudiante de derecho. Él tenía mucha amistad con García Márquez que en aquella época era cronista de cosas penales. Pero nunca llegué a conocerlo, ni siquiera a Álvaro Mutis que también merodeaba Julio 2008
por ahí. En cambio sí conocí a Fernando Charry Lara, a Fernando Arbeláez, a Arnoldo Palacios. Nos veíamos en el Café Automático, que estaba a unos pasos de la Universidad del Rosario. BABEL.- Usted escribió en los años cuarenta en la revista Bolívar. ¿Quiénes impulsaban esa revista? RGG.- Yo escribí en la revista Bolívar gracias a Rafael Maya que me eligió. Él tuvo esa deferencia conmigo. Maya era una persona ás pera en el trato, pero muy generosa. También estuve cercano a la Revista de Indias y luego dirigí la revista del Rosario. BABEL .- ¿Cómo fue su relación en la época de estudiantes universitarios con Danilo Cruz Vélez y Rafael Carrillo? RGG.- Fue una relación muy cordial, enriquecedora, sin arrogancias por parte de nadie. Fue una relación de pasión por el estudio. BABEL.- ¿Cuál fue el primer libro que leyó en alemán? RGG.- La Filosofía europea contemporánea. Aquí comencé a descifrarlo. Cuando esta ba en España seguí descifrándolo. BABEL.- Recientemente ha publicado un libro sobre tres grandes poetas alemanas, Moriré callando. ¿Qué signicó el expresionismo para Alemania? RGG.- El expresionismo fue una reacción en las primeras dos décadas del siglo XX contra lo caduco. Hay muchas expresiones de esa época, como las novelas de Döblin, pero el expresionismo fue un movimiento con mucho eco en la poesía, la música, la pintura. Está Gottfried Benn, que era un escritor que presentaba en materia poética la sordidez de las clínicas después de la Primera Guerra Mundial, la morgue, los prostíbulos. Había una gran desilusión, un escepticismo impresionante, con una poesía muy musical. Luego estaba una de las jóvenes ex presionistas, Else Lasker-Schüler, que era una
poeta exuberante, muy vital, arbitraria, pero con una gran musicalidad y una gran belleza en sus imágenes. Entre los expresionistas estaba Jakob van Hoddis, quien inauguró el movimiento y a quien se debe el nombre. Era judío y murió loco. Era humorista, muy sarcástico y escribió un poema fundamental que se llama “Fin del mundo”, que es el n de la burguesía. También hay otro expresionista, Ernst Stadler, que re presenta un lado positivo del expresionismo, el lado de esperanza de salir a un mundo nuevo. El expresionismo tuvo una gran importancia como momento de esperanza en una Alemania no nacionalista, porque la mayoría de los expresionistas eran judíos. Cuando vino el nacionalsocialismo quemaron todo el expresionismo. BABEL.- ¿Por qué usted, por ejemplo, no se ha interesado por otras vanguardias como el surrealismo? RGG.- Sí me han interesado, pero el caso es que las vanguardias europeas, como el surrealismo, son subsidiarias del expresionismo porque éste es mucho más amplio en materia de fundamento psicológico y losóco. En cambio el surrealismo y otras vanguardias europeas son subsidiarias, adoptaron solamente partes, principalmente el gesto. En cambio el expresionismo alemán está lleno de problemas losócos y sociales que no tuvo ninguna otra vanguardia. BABEL.- ¿Y sobre las vanguardias latinoamericanas? RGG.- Me acojo a la crítica que les hizo Borges. En su mayoría hubo un pathos gestual, pero la protesta literariamente es cuestionable. BABEL .- ¿Conoce el libro de un profesor de Yale, Harold Bloom, titulado El canon occidental? Se lo preguntamos porque se percibe como una reacción conservadora a la disolución de lo que se considera “la gran literatura”. RGG.- El problema de El canon de Bloom es un problema interno de los Estados Unidos, BABEL
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porque allí hay una cantidad de minorías —los puertorriqueños, los coreanos, los latinoamericanos, las mujeres, los homosexuales, etc.— que no encuentran eco expresivo en los currículos universitarios. Lo que pasa, entonces, es que se presenta una absurda atomización en los estudios literarios cuando se crean materias y especializaciones que hacen perder la visión de conjunto, de totalidad de la literatura nacional y mundial. Se suprime un curso de Sófocles para dar uno sobre literatura puertorriqueña del siglo XVIII. Inclusive se llega al extremo de que cuando se estudia la Revolución Mexicana, primero se hace un curso sobre la rebelión en Sonora para no disgustar a los sonorenses. BABEL.- ¿Pero usted se resiste a hacer un canon latinoamericano? RGG.- La literatura, independientemente de que haya sido escrita por hombres, mujeres, ricos o pobres, heterosexuales y homosexuales, es buena o mala literatura. Yo insisto en que hay una tradición intelectual latinoamericana que no puede ser desconocida bajo el riesgo de perder una conguración que nos enriquece y que indica cuál es el aporte latinoamericano a la cultura universal. Me parece, por ejemplo, que se debe leer a Alfonso Reyes, porque inaugura una actitud cosmopolita, pero también mexicana e hispánica. No es un rastacuero. Es un gran prosista, un expositor de una claridad diáfana y en sus obras hay la exposición de un inmenso saber. Quien lo lee, aprende a exponer claramente y a valorar la literatura de calidad. BABEL.- ¿Cómo fue su relación con el grupo de Mito? Fue una relación de amistad, en especial con Jorge Gaitán Durán, que se formó de manera casual. Es lo que se llama anidades electivas. BABEL.- En efecto, usted reseñó la aparición de la obra completa de Nietzsche en Mito. Y hace poco ha escrito el prólogo para El Anti12
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cristiano que publicó Editorial Panamericana. ¿Cuál es su apreciación sobre la recepción de Nietzsche en Colombia? RGG.- Nietzsche ha sido víctima de una cantidad de trivializaciones y tergiversaciones en América Latina y sobre todo en Colombia, empezando por el Nietzsche fascista que se inventa Guillermo Valencia hasta el Nietzsche paisa de Fernando González. Aparte de ser mal traducido ha sufrido la conformación de mitos (el del superhombre, el del ateo anarquista), completamente ajenos a su obra. En este prólogo he querido mostrar que ese Anticristo pertenece a un contexto muy amplio de desarrollo del cristianismo. Es una toma de conciencia de Nietzsche de la situación religiosa y de la teología cristiana, cuya polémica no es barata, sino que la plantea como problema y se pregunta por qué ha llegado a ser la religión con más fuerza en Occidente. BABEL.- Otro autor que usted referencia frecuentemente es Ernst Bloch. Hoy que están en crisis las utopías, ¿cómo percibe que su pen samiento tenga tanto eco entre los jesuitas, por ejemplo? RGG.- Bloch es un problema porque no hay un Bloch sino dos: el Bloch de la Repú blica Democrática que en sus obras pone citas de Stalin, y el Bloch de la República Federal que borró todas las citas de Stalin. Él desarrolló una antropología losóca que era en el fondo una mezcla de losofía y teología, un misticismo utópico que tiene que atraer a los jesuitas. La intención poética de su losofía tuvo su momento, pero hoy puede parecer anacrónica. BABEL.- En crisis la losofía marxista,
da la impresión de que resucitará un Nietzsche vitalista. En algunos maniestos ecologistas,
homosexuales, o de la antigua izquierda se le cita frecuentemente. RGG.- El problema con los marxistas ortoJulio 2008
doxos —ahora ex marxistas— es que siempre necesitan un catecismo, necesitan dogmas. Y cuando nalizan unos dogmas, requieren otros. Pero la losofía no puede dar respuesta a esta situación porque ningún lósofo puede ser catequista, pues es tarea del lósofo precisamente fortalecer y despertar la individualidad y el juicio personal, en el que cada uno es responsable de lo que piensa y piensa por sí mismo. BABEL.- Toda esta crisis de identidad personal y política ha sido hábilmente aprovechada por las llamadas “losofías orientales”,
la nueva era, el yoga, el misticismo. Esta vuelta a lo teológico, ¿signica un reto para losofía
tradicional? RGG.- No, reto no es. Aquí no se trata de responder preguntas sino de hacer negocio con las crisis personales. Vieja conducta heredada de la casa grande, la gente no responde de manera ilustrada por sí misma. Es otro yo el que actúa. Las respuestas a problemas individuales solamente las puede dar la persona, para lo que naturalmente tiene que enriquecerse intelectualmente y no esperar que le digan: “haga esto y esto no”. Es claro que un tercero no se puede poner en la situación íntima de una persona para darle consejos. Entiendo que esto, en América Latina, es parte de esa mentalidad catequista que ha impuesto el catolicismo contrarreformista. Y lo mismo sucede con las ideas y las posiciones políticas. Muerto, en apariencia, el marxismo, pasémonos a Habermas. Luego desertemos a Foucault o al gurú mediático de moda. Por eso insisto en que la literatura puede ayudar a entender mucho de lo que las ciencias sociales no responden. BABEL.- Una de las respuestas que causó más estupor cuando fue leída en la entrevista que usted dio El Magazín de El Espectador hace unos años fue la relacionada con los violentólo gos. La violencia en Colombia ha aumentado, ha
adquirido matices aún más trágicos y algunos de los violentólogos son consultores de diver sas entidades del Estado. ¿Qué representa eso? RGG.- Eso representa una especie de conciencia de que la violencia es una parte sustancial de la mentalidad colombiana. La gente se ha acostumbrado a la violencia y no se pregunta por sus causas porque no conviene hacerlo. Un análisis sociológico de la violencia, por ejem plo, llevaría a preguntarse por el papel que les corresponde a la Iglesia y a las instituciones eclesiásticas como la Universidad Javeriana o la Bolivariana, entre otras, al crear una mentalidad de segregación social y clasismo. Solo las élites y cierta clase media acomodada pueden acceder a ellas. Para el resto queda la frustración, que no la Universidad Nacional o las universidades públicas, porque éstas ya no ofrecen becas para los estudiantes de provincia o para los más pobres en las grandes capitales pueden tener la ilusión de ingresar a estudiar. Esta seudoaristrocracia colombiana genera violencia desde la escuela básica primaria, al clasicar educativamente las clases sociales: los ricos estudian en colegios de estratos altos; los pobres en la escuela pública o en colegios privados de pésima calidad. Allí está el sustrato de la violencia colombiana. Se está creando en la sociedad desde el principio una actitud de rivalidad, no de solidaridad, y eso se acentúa en la universidad: los de la Javeriana tienen mejor puesto que los de la Nacional, los del Externado son los que tienen seguro la magistratura. Esa tensión tiene que explotar de algún modo. La violencia contemporánea en Colom bia comenzó en 1919 cuando la iglesia decía que los liberales eran el demonio. Entonces ya se creó una especie de teologización de los partidos en aquella época. Ahora es una cuestión de aristocratización falsa de las clases sociales. La división de las clases sociales en Colombia BABEL
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es radical, sigue siendo muy fuerte. BABEL.- La desaparición del departamento de hispanística de la Universidad de Bonn después de su retiro, ¿no signica una derrota
para los estudios latinoamericanos? RGG.- Sí, es una derrota que no es la mía, sino es una derrota continental que tiene que ver con el desinterés demostrado por las emba jadas latinoamericanas en Europa de exigir que América Latina sea objeto de análisis académico. Las embajadas latinoamericanas no apoyan económicamente estos programas, ni están presentes en nada. Están presentes en los cocteles. BABEL.- Óscar Torres ha hecho una volumen antológico sobre el ensayo en Colombia para una colección de la Presidencia de la República, que es problemática porque incluso cita a Bolívar como ensayista y remonta los orígenes del ensayo al siglo XIX. RGG.- No es fácil denir al ensayo ni determinar la fecha moderna de su nacimiento. El ensayo comenzó a orecer cuando el romanticismo postuló en el siglo XVIII y practicó la carencia o el n de los géneros literarios. Entonces denir qué es poesía lírica, qué es ensayo, qué es drama, plantea problemas mucho más graves que los que planteaba la poética normativa que decía el ensayo es esto. El ensayo nació en América Latina en condiciones muy diferentes a las europeas, aunque tenía las suscitaciones naturales de Europa. El primer ensayo fundamental en América Latina es Facundo de Domingo Faustino Sarmiento que
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planteó problemas a los críticos literarios porque decían: ¿esto es sociología, es geografía, es política? Facundo es todo eso y por su nivel experimental genera dudas. Pero es claro que el ensayo no es periodismo, ni un modo de expresar las vanidades personales a lo Octavio Paz en El arco y la lira, ni un ejercicio de narcisismo poético subjetivo a lo William Ospina donde hay un especial gusto por citarse a sí mismo. El ensayo es un instrumento crítico, polémico, para la difusión de problemas e ideas. BABEL .- ¿En qué está trabajando usted actualmente? RGG.- Estoy preparando un libro sobre literatura alemana con ensayos sobre varios autores que no se conocen bien acá: Lichtenberg, Lenz, Stadler, Benn y Celan.*
Se reere a Entre la Ilustración y el expresionismo, publicado por el FCE en 2004. El 27 de mayo de 2005 fallecería Gutiérrez Girardot en Bonn. BABEL
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Rafael Gutiérrez Girardot: un heterodoxo comprometido* Hernán A. Ortiz Rivas**
No pretendemos en esta nota valorar la obra de Rafael Gutiérrez Girardot, porque su diversidad, cantidad y calidad exigen de estudios copiosos, profundos e interdisciplinarios que ojalá se produzcan rápidamente, teniendo ahora como incentivo su reciente desaparición física, ocurrida en Alemania (Bonn, mayo 27), estudios que no se han hecho en su patria, hasta donde llegan nuestras noticias, por razones que veremos en este recordatorio. Sólo tenemos en torno a la producción cultural de Gutiérrez Girardot unos breves ensayos, honras vernáculas a raíz de su fallecimiento, homenajes foráneos y polémicas orales sobre su obra de orden laudatorio o difamatorio, características de nuestro medio. Aquí, pues, vamos a dar un perl ligero de la existencia humana y el pensamiento multifacético de Rafael Gutiérrez Girardot. Por el lado materno su estirpe tuvo sangre libertaria, procedente del heroico joven antioqueño Atanasio Girardot, muerto en la batalla de Bárbula, en Venezuela, el 30 de septiembre de 1813; por este motivo histórico, a su tataranieto Rafael lo * ** 1.
apodaban cariñosamente “Barbulita”. También Gutiérrez Girardot fue víctima de nuestra terri ble “violencia” que, desde hace mucho tiem po, agobia a Colombia. Su padre, un dirigente conservador de Boyacá, murió asesinado en el año de 1932, cuando Rafael iba a cumplir cinco años, quedando al cuidado de su abuelo Juan de Dios Girardot, a quien dedicó su libro Horas de estudio, calicándolo como “mi camarada”, “mi maestro”, persona que inuyó mucho en su espíritu de luchador intelectual. Los estudios de bachillerato los realizó en el Colegio La Salle, convertido posteriormente en universidad. Los estudios superiores los hizo en la Universidad del Rosario (jurisprudencia 1946-1949), y en esos mismos años en la Universidad Nacional, losofía, cuya facultad estaba recién fundada, siendo sus maestros preferidos, Rafael Carrillo Luquez y Danilo Cruz Vélez, ambos formados en universidades alemanas, quienes según Gutiérrez Girardot “inauguraron la losofía moderna en Colombia”. 1 Al comenzar la década del cincuenta del siglo
Tomado de Páginas de losofía jurídica , Bogotá, Grupo Editorial Ibáñez, 2005. Abogado, profesor de Filosofía del Derecho en distintas universidades del país. Rafael Gutiérrez Girardot, Hispanoamérica: imágenes y perspectivas, Bogotá, Temis, 1989, p. 308. BABEL
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pasado viajó a España a seguir sus estudios en abusarás, Catilina, de nuestra paciencia?”, para Madrid, bajo la orientación de Xavier de Zubiri adherir a la candidatura presidencial de Carlos y los de sociología en el Instituto de Estudios Gaviria Díaz de Alternativa Democrática de Políticos. Luego se dirigió a Friburgo de Bris- orientación izquierdista. Allí Gutiérrez Girardot govia, Alemania, donde asistió a varios semina- exhorta a la juventud a apoyar esa candidatura rios de Heidegger y obtuvo su doctorado bajo la para divisar “su noble futuro” frente a la “desdirección de Hugo Friedrich y al mismo tiempo trucción del Estado democrático, la agudización continuó sus estudios de losofía e hispanística. de los conictos sociales, el derrumbamiento Estas ciencias junto con la historia, la literatura, de la soberanía nacional, bajo el manto de la la crítica literaria, los idiomas antiguos y mo- seguridad militar que no puede convertirse en dernos fueron sus principales herramientas de el estado permanente y que va abriendo camitraba jo. A diferencia de lo sucedido con muchos no a una dictadura”,2 conceptos premonitorios intelectuales colombianos de su tiempo, cuya de gran actualidad. Sorprende esta solidaridad formación era autodidacta, Gutiérrez Girardot, de Gutiérrez Girardot, porque no era amigo estuvo muchos años en universidades naciona- de tomar partido, aunque su posición política les y extranjeras dedicado al estudio del dere- siempre estuvo a la izquierda después de su jucho, la losofía, la sociología, la literatura, las ventud conservadora. Sin embargo, tal sorpresa lenguas, como alumno muy aventajado y con un decrece cuando enjuicia al gobierno de Uribe enorme entusiasmo por el conocimiento cientí- Vélez, autoritario, proimperialista, de derecha, co. En la época de sus estudios universitarios por lo cual, tenía el deber de dar ejemplo con su en Colombia, Gutiérrez Girardot compartía el valiosa adhesión política, especialmente a la juambiente estudiantil con Camilo Torres Res- ventud de su patria. La verdadera pasión de Gutrepo y Gabriel García Márquez, tres hombres tiérrez Girardot no fue la actividad partidaria, que, desde actitudes, luchas, ideologías y crea- sino su quehacer intelectual, su condición de tividades distintas han pasado a formar parte de estudiante y maestro, su hábitat estuvo rodeado la historia universal. Por razones que no vienen de libros y campus universitarios, allí tenía su al caso tratar, sin ser nada satisfactorias, Gutié- auténtico territorio vital, donde pasó la mayor rrez Girardot mantuvo una posición equivocada par te de su vida, desde la adolescencia hasta su y dura contra nuestro inmortal combatiente po- fallecimiento, consagrado a labores pedagógicas fundadas en la infatigable lectura y en su pular Camilo Torres Restrepo. Durante casi una década tuvo cargos diplo- ocio de escritor manteniendo “siempre la anmáticos en Alemania representando al gobierno torcha encendida”, como aconsejaba Alfonso colombiano, tiempo que aprovechó para en- Reyes, su compadre. grandecer su misión tanto en el orden cultural Acabamos de destacar la condición de escomo en el plenipotenciario. No heredó de su tudiante universitario de Gutiérrez Girardot, en padre la pasión partidaria, salvo en su juventud múltiples ciencias, condición que nunca descuando en compañía de otros amigos fundaron apareció de su vida; pero, cabe realzar que, a la un movimiento político llamado Revolución vez, fue maestro de muchas casas de estudios Nacional de inspiración reaccionaria. Al nal de Colombia, España, Alemania, Suecia, Estade su vida hizo una bella declaración política dos Unidos, donde profesó cátedras de losocitando una conocida frase de Cicerón en uno fía, literatura, historia, crítica literaria, losofía de sus discur sos ante el senado: “¿Hasta cuándo del derecho e hispanística. La Universidad de 2.
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Carlos Gaviria Díaz, “Bases programáticas”, Alternativa Democrática, Bogotá, 2004, p. 25. BABEL
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¿Hasta cuándo Catilina abusarás de nuestra paciencia? Con esta famosa frase de Cicerón se puede caracterizar el talante actual de la sociedad colombiana. ¿Hasta cuándo seguirá la destrucción del estado democrático, la agudización de los conflictos sociales, el derrumbamiento de la soberanía nacional, bajo el manto de la seguridad militar que no puede convertirse en el estado permanente y que abriendo el camino a la dictadura? La esperanza de que se reedifique democrática y socialmente el amodorrado país se fundamenta en la candidatura de Carlos Gaviria Díaz a la presidencia de Colombia desde 2006. Carlos Gaviria Díaz es un sereno hombre de Estado, ejemplar jurista, humanista, cuya figura ha dado un nuevo valor y brillo al nombre de patriota, desgastado por tanto Catilina anterior. Hay que esperar que la juventud colombiana se decida a apoyar su candidatura, es decir, a divisar su más noble futuro.
Extracto de la carta de adhesión a la candidatura presidencial de Carlos Gaviría Díaz, en 2005.
Bonn, Alemania, lo declaró profesor emérito; otras universidades colombianas e iberoamericanas le concedieron grados honorícos. Tuvo el honor de reemplazar a Borges como profesor en el Instituto Iberoamericano de Gotemburgo. A propósito de Borges conviene recordar lo que dijo de Gutiérrez Girardot, que era su “protector”, su “descubridor” en Europa. En denitiva, repetimos que el ambiente natural, tal vez, uno de los más importantes en la vida de Rafael Gutiérrez Girardot se ubicaba en la universidad, sin llegar a decir, como Moreno-Durán, que constituyó la “única patria” del maestro, puesto que él amaba a Colombia y a Hispanoamérica por encima de los centros culturales, a los cuales consagró muchos trabajos de gran afecto y profundidad, siem pre que fuesen ociales, pú blicos, estatales, porque a los privados los consideraba negocios productivos, enriquecimientos ilícitos, de marcada orientación confesional, al servicio de élites. Para Gutiérrez Girardot, la universidad privada es una empresa particular sometida a la ley de la oferta y la demanda, no un establecimiento formativo, sino una escuela con pretensión académica que revela el subdesarrollo, donde a veces las “nuevas corrientes 3.
son como los escapularios”. “La universidad privada es una contradictio in adjecto”, que no fomenta la ciencia, sino la “destreza”, la tecnología, la técnica, el “particularismo”. A la universidad se la llama alma mater , y puede llegar a ser, “la madre de la paz, de la democracia, de la justicia”. Para Gutiérrez Girardot, la “universidad y el dogma se excluyen” y las casas de estudio particulares contienen en la mayoría de los casos la fe, la religión, la doctrina teológica.3 La obra de Gutiérrez Girardot, como bien se sabe, es extensa y polifacética, tanto la escrita como la pedagógica de naturaleza oral, obra publicada en varios idiomas, por diferentes casas editoriales, revistas, periódicos, reportajes, videos; dedicada a temas y problemas losócos, literarios, históricos, jurídicos, lológicos, pedagógicos. No podemos seguir de manera detallada y cronológica la obra escrita de Gutiérrez Girardot, labor que ha sido emprendida por pocos investigadores, sin que la bibliografía acopiada tenga naturaleza exhaustiva, máxime cuando debió dejar muchos trabajos inéditos. Por nuestra parte, vamos a recordar que Gutiérrez Girardot, a partir de su juventud colaboró en muchas revistas, entre las cuales citamos: Colegio del Rosario, Bolívar, Ideas y Valores, Razón y Fábula, Mito, Ale ph, Cuadernos Americanos, Quimera, Ínsula, Sur, Índice, Eco, Die Zeit, Merkur, Camp de l’Arpa; en periódicos tales como El Tiempo, El Espectador, El Siglo, La Nación, El País, El Universal, El Heraldo, Excelsior, Der Spie gel. Tradujo del alemán a Heidegger, Hölderlin, Nietzsche, Hugo Friedrich, Gottfried Benn, Georg Büchner, Hans Albert, Benjamín, Adorno, Horkheimer, Judith Janoska-Bendl. Por su valioso trabajo intelectual mereció muchos reconocimientos, la mayoría de ellos extranjeros, como el premio Internacional Alfonso Reyes, concedido en México en 2002, premio que también recibieron personalidades de la talla de
Rafael Gutiérrez Girardot, op. cit ., pp. 252 ss. BABEL
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Borges, Malraux, Carpentier, Fuentes, Bloom. tica que presupone “mayoría de edad” de los Antes se le había entregado la Orden Isabel La humanos, el desencantamiento del mundo y el Católica del Reino de España. Dentro de su mantener una posición erguida. Todos los estuabundante obra escrita, mencionamos algunos dios losócos, literarios, jurídicos, lológicos, títulos: La imagen de América en Alfonso Re- sociológicos e históricos de Gutiérrez Girardot yes, 1955; En torno a la literatura alemana, pasan por las “armas de la crítica del cielo y de 1959; Jorge Luis Borges: ensayo de una inter- la tierra”4 como diría el joven Marx. La crítica pretación, 1959; Nietzsche y la losofía clási- como herramienta de trabajo en Gutiérrez Girarca, 1966; El n de la losofía y otros ensayos, dot es muestra de un pensamiento profundo, he1968, Poesías y prosas de Antonio Machado, redero el de la modernidad burguesa, no es la 1969; Horas de Estudio, 1976; Modernismo, simple crítica de libros, de sistemas losócos 1983; Machado: reexión y poesía, 1983; His- o de corrientes literarias, sino la crítica kantiana panoamérica: imágenes y perspectivas, 1989; producto de la “facultad de la razón en geneTemas y problemas de una historia social de la ral, con referencia a todos los conocimientos a literatura hispanoamericana, 1989; La forma- los que se puede aspirar”. Se trata de la “crítición del intelectual hispanoamericano en el si- ca como elemento y principio del saber y de su glo XIX, 1990; Provocaciones, 1992; Insisten- permanente renovación”, como dijo Gutiérrez cias, 1994; Cuestiones, 1994; Moriré callando: Girardot en un importante ensayo dedicado a la Estudio sobre tres poetas judías, 1996; Entre “crítica y su carencia en las Españas”. la ilustración y el expresionismo, guras de la La crítica utilizada por Gutiérrez Girarliteratura alemana, 2004; Heterodoxias, 2004. dot en su obra trae inevitablemente vinculada ¿Cómo abarcar en una breve nota la obra la polémica, comprendida en su origen griego, escrita de Gutiérrez Girardot, tan amplia y po- como “referente a la guerra” o como espacio lifacética? Repetimos que tal tarea sólo pue- forticado. En Gutiérrez Girardot la polémica de realizar se con un estudio detallado e in- no hace concesiones, no se detiene ante perterdisciplinario, que no se ha producido hasta sonas, instituciones, ideologías, partidos poel momento. Por nuestra parte, en la presente líticos o momentos históricos. Para Gutiérrez nota necrológica, como dijimos atrás, que- Girardot, la crítica y la polémica, procedentes remos rendir un modesto homenaje a uno de de su gran formación losóca, son poderosas los maestros de América, de manera muy es- “armas” para evitar el dogmatismo, la parcialiquemática, destacando las piezas sustancia- dad, el subjetivismo, e impulsar el conocimienles de su obra, excluyendo los comentarios to democrático y cientíco. Fortalecido con la a su valiosa labor de traducción iniciada a crítica y la polémica Gutiérrez Girardot comba partir de su juventud, de textos literarios, - te duramente las ideas, sistemas, pensamientos, losócos, jurídicos, históricos o lológicos. modas culturales, artes, costumbres, ideologías, Empezamos por señalar que toda la obra de impuestas por los grupos dominantes, desde Gutiérrez Girardot está fundamentada en la crí- arriba; pero, al mismo tiempo realza los valotica, entendida en el sentido kantiano, donde no res auténticos de la intelectualidad occidental se escapa de su acerada pluma ni la “santidad” con mayor énfasis en el sector iberoamericano. de la religión ni la “majestad” del derecho; crí- Por esto, muchos poetas, literatos, novelistas, 4.
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Carlos Marx, “En torno a la crítica de la losofía del derecho de Hegel”, en: Escritos de juventud , Trad. W. Roces, México, FCE, 1982, pp. 491 ss. BABEL
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historiadores, juristas, lósofos, lólogos, sociólogos y críticos literarios, fueron objeto de polémicas poradas, al paso que otros hombres y mujeres pertenecientes al mundo de las letras o la ciencia recibieron bastantes encomios. Tiene razón Moreno-Durán cuando escribe que el maestro es “enemigo de todas las castas y excomulgado por las ortodoxias, Gutiérrez logró sobrevivir gracias a que a su pluma la asistió la razón y un propósito indeclinable: al combatir las ortodoxias no pretende demolerlas para construir otras en su lugar”.5 A la anterior ar mación cabe agregar que la crítica y la polémica de Gutiérrez Girardot se dirigen a la simulación de la cultura, a la mediocridad intelectual, a las novedades culturales del mercado, a los esca pularios espirituales, a la sabiduría parroquial, a la educación empresarial, al enriquecimiento ilícito de las universidades privadas y a la literatura veredal; en el caso concreto de nuestra patria Gutiérrez Girardot siempre tuvo sus armas críticas dirigidas a la “envenenada Colom bia”, a la “Colombia engañada”, a la “anestesiada Colombia” regida por una “santanderina República” seducida por la “demononarquía de la Casa Santa” y el “Reino de la República de la Esclavolombia”.6 No sobra explicitar que Gutiérrez Girardot se reere a la Colom bia gobernada desde tiempos inmemoriales, por las 5. 6.
clases dominantes que tienen bajo control todos los aparatos del Estado y la sociedad. La actitud crítica y polémica de Gutiérrez Girardot le trajo en muchas partes, especialmente en su patria, grandes sinsabores producto de la envidia heredada de España, que Unamuno denominaba “el mal nacional”. No es raro encontrar calicativos denigrantes contra Gutiérrez Girardot, al estilo de “profesor alemán nacido en Boyacá”, “cachaco germano”, “boyacense europeizado”, “arrogante, autosuciente”, “lósofo desquiciado”, denigraciones que no empañan su gura humana e intelectual, por ser frívolas, vacías, alejadas de la realidad cultural. Gutiérrez Girardot veneraba a su patria hispanoamericana en proporción mayor que a otros valores e instituciones, como dijimos antes al referirnos a su concepto de universidad. Sobre su supuesto europeísmo germánico, en caso de haber existido, nunca estuvo por encima del reconocimiento a la rica cultura latinoamericana, como veremos más adelante. Es cierto que debido a su actitud crítica y polémica, a veces Gutiérrez Girardot, hizo desafortunadas caricaturas de personajes de la vida intelectual contemporánea, actitud que ensombrece el rigor de su crítica y polémica. Basta citar unos pocos casos, al respecto: Neruda padece un “narcisismo telúrico”, Gabriela Mistral prodiga “ternuras materno-lácteas”, León Felipe genera “verbosidades peninsulares”, Octavio Paz “es un Ortega y Gasset con poncho”, Isabel Allende “es García Márquez pasada por bidé”, Álvaro Mutis “se le cae de las manos”, la losofía de Ortega y Gasset es una especie de “onanismo intelectual, con el sentido toreril del lance”, “Lyotard, Deleuze y Derrida son charlatanes adobados por el marketing editorial español”, Foucault es “violador de textos”. Veamos unas pocas muestras de la acti-
R.H. Moreno-Durán, “Gutiérrez Girardot: magisterio de la disidencia”, Bogotá, El Tiempo, 4 junio de 2005. Rafael Gutiérrez Girardot, Provocaciones, Bogotá, Ariel, 1997, p. 1. BABEL
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tud crítica y polémica de Gutiérrez Girardot. Aunque nunca produjo un estudio especial en torno al cristianismo, en muchas partes de su obra encontramos pronunciamientos sobre esta religión en la losofía, la literatura o la historia. Gutiérrez Girardot no reparaba en asuntos de liturgias, dogmas parroquiales o diferencias eclesiales dentro del cristianismo, sino en sus presupuestos losócos, sociales, políticos o económicos. De ahí que la polémica deba situarse entre las distintas corrientes del cristianismo como encarnaciones de fenómenos ideológicos y culturales ocurridos en Europa con el nacimiento y desarrollo del modo de producción capitalista y la sociedad burguesa. Entre Lutero, Calvino e Ignacio de Loyola existen diferencias muy grandes. Gutiérrez Girardot, apoyado en Nietzsche, considera que el ataque al cristianismo se presenta como un desafío a su teología y a la metafísica creada por ella, “que, particularmente en los países de lengua española, se caracteriza por esa anemia intelectual que confunde pensamiento con reglamentos parroquiales o, en el peor de los casos, con lucrativas relaciones públicas”.7 A diferencia de lo que ocurre con Nietzsche que es más duro con los protestantes que con los católicos, por su ascendiente alemán y luterano, en el caso de Gutiérrez Girardot, su crítica y polémica van dirigidas a los segundos, por su nefasta dominación en España, que rebotó a nuestras tierras generando una postergación de la modernidad, de la cual no hemos logrado salir, tesis compartida por su maestro Cruz Vélez y su discípulo Jaramillo Vélez. Para Gutiérrez Girardot, la crítica al cristianismo procedente de Nietzsche tuvo como objetivo central la teología losofante occidental, crítica basada en la losofía y lo que hoy se denomina sociología de la religión. “Lo que Nietzsche criticó o combatió violenta7. 8. 9.
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mente —dice Gutiérrez Girardot—, es la ‘ideología’ de la ‘decadencia’, la causa del desmoronamiento del mundo moderno: metafísica y moral, esto es, la metafísica como generadora y sustento de la moral: el cristianismo que determinó la historia y la sociedad occidentales”.8 En esta oportunidad, no podemos desarrollar todas las polémicas de Gutiérrez Girardot sobre las incidencias del cristianismo en el mundo occidental, asunto que, repetimos, no fue objeto de estudio especial de su parte; pero, sí queremos poner énfasis en su crítica del catolicismo en nuestras tierras, concretamente en Colombia, donde la Iglesia, más que su ideología, ha tenido un rol negativo casi siempre, porque hay un mayor interés por las reliquias, los devocionarios, los negocios lucrativos, los altares lujosos, que por la teología losofante reservada a los sacerdotes. En nuestro medio el poder de la Iglesia resultó más astuto que la “teología” católica; triunfó la “fe del carbonero” frente a la fe de la razón, venció el púlpito y los sermones ante las ideas y los conceptos. Para Gutiérrez Girardot “la lectura del anticristiano de Nietzsche es hoy aún en Colom bia un simple desafío a la larga “alianza del trono y el altar” y a la desmesurada lucrativización del cristianismo”.9 En suma, para Gutiérrez Girardot el cristianismo protestante clásico, siguiendo a Weber, tuvo mucho que ver con el advenimiento de la modernidad, la génesis y el desarrollo del ca pitalismo europeo, la doctrina liberal, lo mismo que con el origen de los derechos civiles y libertades públicas, hoy conocidos como derechos humanos de primera generación, la lucha contra el orden feudal y la aparición de la sociedad burguesa. Por el contrario, el cristianismo católico imperante en las Españas y en tierras latinoamericanas estuvo al servicio de intereses premodernos, ultramontanos, del régimen de
Rafael Gutiérrez Girardot, Introducción a El Anticristo de Nietzsche, Bogotá, Panamericana, 1997, p. XXII. Ibíd ., p. LVII. Ibíd , p. LXX. BABEL
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servidumbre, la sociedad señorial, las fuerzas conservadoras y toda la cultura enemiga del rico pensamiento burgués progresista. Para concluir esta muestra crítica y polémica de Gutiérrez Girardot ante el cristianismo, conviene referirnos ligeramente a una problemática difícil: la “muerte de Dios” tratada por Nietzsche en varias obras, a veces escondida en “máscaras” como la del “hombre frenético” de La Gaya Ciencia o en el Zaratustra. Según Gutiérrez Girardot el “hombre frenético” es el mismo Nietzsche. La “muerte de Dios” es un corte radical y profundo en la historia, que obliga a los hombres a volverse dioses, les incrementa su dignidad, los convierte en “superhombres”, en sepultureros de la metafísica. Antes se buscaba demostrar que Dios no existía, hoy lo que interesa es comprobar que “Dios ha muerto”, que los asesinos de Dios son los humanos, los “hombres frenéticos”. La frase no es producto del odio o de la negación de Dios, sino de algo peor: Dios ha muerto, como dice Heidegger.10 La “muerte de Dios”, nos recuerda Gutiérrez Girardot, proviene del joven Hegel, alcanzan-
do mayor profundidad y contenido, antes de Nietzsche, con Feuerbach que insiste en la necesidad urgente de sustituir la fe en Dios por la fe en el ser humano. En los estudios sobre Vallejo, escritos en diferentes tiempos, Gutiérrez Girardot dedica uno al problema de la “muerte de Dios” en el gran poeta, que a su juicio intuyó el nihilismo poéticamente, nihilismo que, según Nietzsche, surgió como consecuencia del idealismo alemán, signicando que los valores tenidos como supremos al estilo del Estado, Dios o el deber, habían perdido toda validez. En el caso de Vallejo, la “muerte de Dios”, al decir de Gutiérrez Girardot “no constituye un postulado de ateísmo”, como en Nietzsche, sino el “intento de rescatar a Dios de las cadenas con las que lo han atado los lósofos para hacer de él un Dios que también sufre, que se sienta a la mesa con la familia o en el café con los amigos y que comparte con los hombres las penas cotidianas”. Vallejo, militante comunista, en el fondo es un poeta cristiano, no en el sentido de devoción religiosa o de actitud eclesial, sino como un ser muy desgarrado ante la “muerte de Dios” vista con mucho dolor, porque “es el supremo consuelo de la vida”. “El Dios de los “dados eternos”, dice Gutiérrez Girardot es el Dios que ya no es Dios, barro pensativo creatura sin Creador. Por eso, el paso siguiente es el que da en “Los anillos fatigados”: señala a Dios con el “dedo deicida”. En el último poema del ciclo, “Espergesia”, Vallejo arma que él nació un día en que Dios “estuvo enfermo, grave”.11 Otro aporte sustantivo de Gutiérrez Girardot
10. Martin Heidegger, Sendas perdidas, Trad. de J. Rovira Armengol, Buenos Aires, 1960, p. 174. 11. Rafael Gutiérrez Girardot, César Vallejo y la muerte de Dios, Bogotá, Panamericana, 2000, pp. 175 ss.
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se relaciona con el tema y problema de la utopía en nuestras tierras. Sin que Gutiérrez Girardot se haya ocupado de estudiar la utopía como pro blema losóco, político o sociológico en un ensayo especializado, al referirse concretamente a un hombre de América, muy elogiado por él, Pedro Henríquez Ureña, produjo importantes conceptos sobre la utopía aplicados fundamentalmente a la sociedad y la crítica literaria. La utopía que toma en cuenta Gutiérrez Girardot no es la modalidad “abstracta” sino la “concreta”, para utilizar la distinción que hacen Bloch y Marcuse, al considerar la primera como meros sueños o fantasías, mientras que la segunda se basa en intuiciones derivadas de la crítica social. Tampoco Gutiérrez Girardot se vale del sentido etimológico de la utopía (“lo que no está en su lugar”) o como ideal para la vida individual o colectiva; pero irrealizable, o en el contexto marxista de crítica al denominado “socialismo utó pico”. Como pasamos a ver, la utopía que sirve a Gutiérrez Girardot de instrumento de trabajo procede de Henríquez Ureña y de la sociología del conocimiento alemana destinada a convertirse en realidad en la vida social, utopía que se dirige hacia el cambio de estructuras sociales, de renovación, de crítica de las ideas dominantes. Se trata de la utopía que combate las ideologías que preservan el statu quo, según Manheim. En 1925, Henríquez Ureña, en dos luminosos ensayos muy breves, formuló la tesis de la utopía como “motor y sostén” de nuestra historia, tesis retomada por Gutiérrez Girardot para aplicarla a la vida social e histórica de América y a su literatura. Para Henríquez Ureña hay que “ennoblecer nuevamente la idea clásica” de uto pía que nos viene de Grecia, inmortalizada en La República de Platón. Tenemos que “devol-
verle a la utopía sus caracteres plenamente humanos y espirituales”. “En medio del formida ble desconcierto en que se agita la humanidad, dice Henríquez Ureña, sólo la luz de la utopía unica los espíritus”, mediante ella “el hombre llegará a ser plenamente humano”. Henríquez Ureña considera que la verdadera utopía se halla en América, la “magna patria de la justicia” está en la utopía americana. En nuestro medio, la utopía deja de ser ilusión, para convertirse en realidad.12 En el “Prólogo” a la compilación de ensayos del gran dominicano, Gutiérrez Girardot señala el parentesco de Henríquez Ureña con Bloch, que había publicado en 1918 una obra sobre la utopía, donde la valora como categoría histórica y antropológica que enseña a pensar dialécticamente, distinta a la quimera o la ilusión. Para Henríquez Ureña, según Gutiérrez Girardot, la utopía no es solamente una “determinación histórica y antropológica” o un concepto general, sino una meta de América, porque nuestras tierras son históricamente la utopía misma. “La realización de la utopía en América, dice Gutiérrez Girardot, la realización histórica de la magna patria, sería, además, la contribución del Nuevo Mundo hispánico al viejo mundo y al actual”.13 La utopía en Henríquez Ureña es un proyecto racional, concreto, diferente al euro peo o al de la Edad Media. Nuestra utopía americana se dirige a un mundo mejor, pleno, que a veces hemos estado a punto de convertir en realidad, desde Bolívar hasta Allende; pero que se ha frustrado, por lo cual, debemos seguir tra bajando “con fe, con esperanza todos los días”, como recomendaba Henríquez Ureña.14 Para el gran dominicano, según Gutiérrez Girardot, la utopía deviene también en concepto esencial de la historiografía literaria que es la selección de
12. Pedro Henríquez Ureña, La utopía de América, Caracas, Ayacucho, 1978, pp. 3-11. 13. Rafael Gutiérrez Girardot, “Prólogo”, en: La utopía en América, op. cit., pp. IX ss. 14. Rafael Gutiérrez Girardot, “Introducción”, op. cit., p. IX ss.
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lo clásico conforme a la tesis de Schlegel; pero de lo clásico representativo de un proceso que va detrás de un ideal, detrás de la utopía fundada en la relación entre humanos y el mundo. En cierta forma la literatura es la búsqueda de la utopía. Junto al gran dominicano, Gutiérrez Girardot, ubica a otros dos grandes de América como teóricos de la utopía, Rodó y Reyes. So bre la utopía de América en Reyes, dice Gutiérrez Girardot que “constituye la culminación y potenciación de la tradición hispanoamericana que se funda ya en la época de la Colonia con Fray Bartolomé de las Casas y se plenica con la Independencia con Andrés Bello, Simón Bolívar, Sarmiento, Hostos y Martí. Es la herencia de una generación de escritores latinoamericanos que surgieron bajo el signo de José Enrique Rodó y que reactualizando el ideal bolivariano y martiano postularon la Magna Patria: Pedro Henríquez Ureña, Manuel Ugarte, José Vasconcelos y Alfonso Reyes. Esa herencia ha sucum bido a la “peste del olvido” de la que habla García Márquez en Cien años de soledad (1967), pero también a la miopía de los nacionalismos, regionalismos e indigenismos”.15 En forma breve y ligera pasamos a ocu parnos de la parte más estudiada en la obra de Gutiérrez Girardot: la abundante y rica crítica literaria producida desde su juventud. La tota-
lidad de ensayos sobre Gutiérrez Girardot que conocemos, están consagrados a exaltar o denigrar de su obra dedicada a la crítica literaria; más aún, muchos autores parece que solamente conocieron los valiosos aportes de Gutiérrez Girardot a dicha crítica, ignorando sus escritos losócos, sociológicos, lológicos o históricos. Por nuestra parte, no pretendemos referirnos a toda su producción de crítica literaria conocida, ni siquiera podemos ahora hacer unos comentarios a uno de sus trabajos al respecto, por ejemplo, al clásico estudio sobre el modernismo, como hubiéramos deseado, pues tal em presa demanda un ensayo largo y detallado. Únicamente vamos a decir algo en torno a las bases conceptuales desde las cuales Gutiérrez Girardot construyó su obra teórica inspirada en los “Temas y problemas de una historia social de la literatura”, como tituló un profundo libro producto de sus conferencias en la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá, en 1987. En estas conferencias Gutiérrez Girardot esboza algunos conceptos de teoría crítica literaria en forma sistemática, porque tales conceptos abundan en su extensa obra al respecto; de ahí la importancia del pequeño libro que recoge las conferencias como introducción a los estudios literarios suyos y al mismo tiempo como una rica guía para la investigación de dicha teoría. Gutiérrez Girardot comienza por recordar que Hauser en su Historia social del arte y la literatura (1953) y en Sociología del arte (1974), siguiendo los pasos de Lukacs y Adorno, respondió a las exigencias de renovar los estudios literarios, mediante una “historia social”, donde se trataba de resolver el problema general de la inuencia recíproca del arte y la sociedad, como totalidad extensa e intensa de la vida. Esa “historia social” ya no es anecdótica, individual, biográca, sino de formaciones, de estructuras, de clases sociales. Marx tiene mu-
15. Ibíd ., pp. IX ss. BABEL
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cho que ver con la “historia social” gracias a su invaluable concepción materialista, conforme a la cual: “No es la conciencia de los hombres la que determina su ser, sino al revés, su ser social el que determina su conciencia”.16 La vida artística, literaria, losóca, política, religiosa o social está condicionada por “el modo de producción de la vida material”, pero no de manera mecánica, sino dialéctica, esto es, mediante la acción recíproca de los factores materiales y espirituales; a veces, los procesos religiosos, jurídicos, políticos o losócos tienen el papel denitivo en la vida social y sus cambios. Al respecto, Gutiérrez Girardot cita como factores denitivos para la “elaboración de una historia social de la literatura latinoamericana”, la sociología de la religión, el medievalismo o la historia del derecho, junto con la producción de la vida material. Para Gutiérrez Girardot: “Una historia social de la literatura hispanoamericana que describa la formación del hombre de letras y del intelectual, sus barreras, sus modestos y grandes esfuerzos podrá demostrar que su situación en la sociedad ha sido siempre una situación de oposición”.17 Sobre el particular, válido para un período histórico determinado, cita los casos de Bello, que “opuso a la anarquía amenazante el orden; Sarmiento opuso a la depravación del orden, la civilidad liberal; Montalvo opuso a la teocracia moderna o, como cabría llamarla, tecnoteocracia de García Moreno, la libertad de pensamiento”. A propósito de Bello, sin menoscabo del poeta, del crítico literario, del romanista, del traductor, según Gutiérrez Girardot, este iluminado hombre de letras sentó las bases para las nuevas sociedades nacientes al “darles un instrumento para su expresión con
la gramática, para su ordenamiento jurídico-social con el Código Civil y para su reexión con la Filosofía del entendimiento”.18 En otras conferencias de Gutiérrez Girardot (1989-1990), en la University of Maryland at College Park, recogidas en un libro poco conocido entre nosotros: La formación del intelectual hispanoamericano en el siglo XIX , como gran crítico y polemista se reere a la historia social de la literatura como un “proyecto de alcance muy general y vago” difundido por el lósofo Lukacs con una “metodología marxista-leninista laberíntica y difícilmente exible” evocadora de la “teoría del reejo” (Lenin) que no supo liberar su discípulo Goldmann con su “homología”, problemática que solamente fue solucionada con Adorno acudiendo a la “mediación” inspirada en la dialéctica de Hegel, conforme a la cual en la producción de toda obra de arte convergen varios factores que deben medirse cuidadosamente, no sólo los de orden económico. Hay, pues, dentro del marxismo en materia de sociología del arte dos vertientes: la leninista de Lukacs (reejo) y la hegeliana de Adorno (mediación), la primera desemboca en una nueva escolástica y la segunda en una visión más cercana al verdadero pensamiento de Marx. En el caso hispanoamericano la situación diere, sin que podamos ahora seguir los pasos de Gutiérrez Girardot al respecto; limitándonos a decir que obras como las de Cándido, Romero o Rana y antes de ellos Henríquez Ureña, Reyes o Rodó marcaron el sendero para una auténtica historia social de la literatura en nuestras tierras. La historia social de la literatura europea es diferente a nuestra historia en materia literaria, por el proceso y destino propios de cada
16. Carlos Marx, Crítica de la economía política, Trad. de Javier Merino, México, Ed. Nacional, 1969, p. 7. 17. Rafael Gutiérrez Girardot, Temas y problemas de una historia social de literatura hispanoamericana, Bogotá, Cave Canem, 1989, p. 90. 18. Rafael Gutiérrez Girardot, Hispanoamérica, op. cit . p. 233. 19. Rafael Gutiérrez Girardot, La formación del intelectual hispanoamericano en el siglo XIX , Maryland, University of Maryland, 1992, pp. 1-21.
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continente a pesar de pertenecer al mismo mundo occidental, situación que crea muchas seme janzas en medio de las diferencias.19 Creemos que el núcleo esencial de la teoría literaria en Gutiérrez Girardot tiene como punto de partida las tesis de Marx, conocidas con la denominación equívoca de “materialismo histórico”; pero, conviene recordar que ni Marx elaboró una estética o una “losofía del arte”, como la llamó Hegel, ni Gutiérrez Girardot adoptó las enseñanzas de Marx sobre teoría literaria dispersas en su vastísima obra de segunda mano, esto es, de los autores ubicables en lo que Marcuse calicó como “marxismo soviético”, tendencia tergiversadora del gran pensador alemán; por el contrario, como aca bamos de ver, Gutiérrez Girardot con toda razón fue muy duro contra esa tendencia cuando tuvo que criticar las posturas mecanicistas de ciertos marxistas-leninistas en el campo de la teoría literaria; siempre se mantuvo rme en las fuentes primarias de la obra de Marx. Gracias a su formación losóca y sociológica arraigada especialmente en el pensamiento alemán del siglo XIX en adelante, y gracias también a su extenso y profundo dominio de las letras y las ideas clásicas latinoamericanas en sus fuentes originarias pudo Gutiérrez Girardot conceptuar con libertad y ponderación sobre la literatura en una doble dirección que pasamos a señalar a continuación con suma rapidez. La crítica literaria de Gutiérrez Girardot es-
tuvo orientada desde su juventud hasta su fallecimiento, por la literatura hispanoamericana y por las letras alemanas, las dos fueron sus grandes pasiones culturales, junto con la losofía. Los escritos iniciales en formato de libros de su pasión primera se dedicaron a Reyes y a Borges; luego vinieron estudios so bre Fernández de Lizardi, Bello, Martí, Darío, Vallejo, Rodó, Henríquez Ureña, González Prada, Sarmiento, Moreno, Machado, Guillén, Pérez Galdós, Valle Inclán, Espronceda, Ortega y Gasset, Velarde, Neruda, Pacheco, Romero, Valencia, Silva, Rama, Rivera, García Márquez, Moreno Durán, Mutis, Arturo, Charry Lara, Pitol. Los autores de su segunda pasión comenzaron con Kraus, Nietzsche, Junger, Gottfried, Benn, Ball, y prosiguieron con Von Kleist, Buchner, Benjamín, Mann, Curtius, Schmitt, Heidegger, Hoddis, Lichtenberg, Reinhold, Lenz, Trakl, Celan, Stalder, Heym, Kolmar, Sachs, Lasker-Schüler. La sola enumeración de algunos de los autores de literatura estudiados por Gutiérrez Girardot, permite observar a simple vista la enorme vocación suya en el campo de las letras europeas y latinoamericanas e hispánicas, lo mismo que la gran extensión de sus lecturas de quizá más de sesenta años de estudio, de muchas “horas de estudio”, como dice el título de uno de sus libros fundamentales. No sobra decir que en la obra literaria de Gutiérrez Girardot, tam bién abundan los ensayos consagrados a temas y problemas que no versan sobre un autor en particular, como los mencionados antes, sino a pro blemáticas de tendencias o corrientes literarias al estilo del modernismo, el “piedracielismo” colombiano, o a asuntos relacionados con la literatura y la política en Latinoamérica, la identidad hispanoamericana, América sin realismos mágicos, conciencia estética y voluntad de estilo, la transformación de la literatura por la ciudad, literatura y sociedad en Latinoamérica, el arte de la excepción, notas para una deniBABEL
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ción de Hispanoamérica. Si unimos los estudios consagrados a hombres y mujeres de letras a los que recaen sobre corrientes literarias u otros problemas anejos, tenemos una obra cuantiosa y de mucha autoridad que en Colombia ningún autor ha podido alcanzar ni menos superar hasta el momento, obra que por su propia calidad la ubica entre las mejores de América Latina, expresada con gran maestría en el género del ensayo tan arraigado en nuestras tierras, desde el siglo antepasado. Ahora bien, ¿cómo redondear otras bases conceptuales de la teoría literaria de Gutiérrez Girardot, después de haber enunciado su núcleo central y sus intereses mayores? En su misma obra encontramos las claves para despejar el interrogante propuesto. En efecto, Gutiérrez Girardot reiteradamente expresó que era adverso a las modas culturales de cualquier naturaleza, sin que tal actitud fuese hostil a la contemporaneidad intelectual siempre que tuviese altura. Apartarse de las modas culturales impuestas por el mercado o las ideas de las clases dominantes, para Gutiérrez Girardot tenía una directriz metodológica de retorno e insistencia en las obras clásicas de la literatura o la losofía; además, signicaba orientar a la juventud sobre el verdadero camino a seguir en la investigación, ajeno a saltar etapas por haber llegado tarde al banquete de la civilización, como decía Reyes, en célebre frase que le gustaba recordar a Gutiérrez Girardot. De esta actitud metodológica Gutiérrez Girardot en la mayoría de sus estudios dio ejemplos a lo largo de su obra. Para muestra veamos uno relacionado con la literatura hispanoamericana. Mientras nuestros críticos literarios o los europeos o los norteamericanos estaban dedicados al llamado “boom” o “realismo mágico”, que produjo excelentes obras, pero también una “voluptuosa caja de baratijas”, al decir de Gutiérrez Girardot; él se adentraba en el estudio 26
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riguroso y paciente de la literatura hispanoamericana, a partir de su debate con el “indigenismo” o el “regionalismo” o la novelística sumida en la temática de la naturaleza, al margen de los problemas sociales, para encontrar las cum bres literarias de nuestras tierras en Bolívar, Bello, Sarmiento, Rodo, Martí, Darío, Reyes, Henríquez Ureña, Mallea, Picón Salas, Sanín Cano, Romero y Borges, que son los primeros en obtener un reconocimiento universal de la literatura hispanoamericana “que en su expresión equilibra y potencia lo provinciano con lo cosmopolita”. Autores como Rodó, Reyes o Henríquez Ureña van hasta las raíces de la cultura occidental, esto es, a la Grecia antigua para comprender y explicar la vida intelectual y la realidad latinoamericana, cuya expresión es muy peculiar; pero, con profundas raíces euro peas. No existe propiamente hablando una literatura puramente latinoamericana desconectada de su contexto universal, proveniente de Occidente, como tampoco existen en nuestras tierras religiones desvinculadas de su pasado europeo. Demos rápidamente otro ejemplo relacionado con un tema que Gutiérrez Girardot trató con mucho cuidado y profundidad: el moder nismo, como expresión hispana de una crisis ecuménica, según valoración de De Onis, retomada por Gutiérrez Girardot, mediante una reexión de mayor contenido al sostener que esa crisis procede de la imposición del modo de producción capitalista y la sociedad burguesa que internacionaliza toda la vida humana operando de manera distinta en Europa que en América Latina, aunque en las dos partes hay grandes identidades como el proceso de secularización, el crecimiento de las ciudades, la situación del artista en la sociedad burguesa, la mayoría de edad, el desencantamiento del mundo. No olvidemos que el “capital” unica y uniforma al mundo (Hobsbawm). El des plome del orden feudal en Europa y del régimen de servidumbre Julio 2008
en América Latina que se consolida en el primer caso con la Revolución Francesa de 1789 y en el segundo con las guerras de independencia generan toda clase de transformaciones que deben asumir las sociedades y los individuos. En el campo literario, el modernismo en Hispanoamérica, lo mismo que en Europa, tuvo que asumir esas transformaciones. La complejidad de la vida urbana y su choque con la vida rural, concomitante con la racionalidad, la secularización, la mundanidad, la formación del “intelectual”, la desorientación y la búsqueda de sustitutos de la religión, la pluralidad de estilos, la “prosa del mundo” (Hegel), constituyen los presupuestos histórico-culturales del modernismo hispanoamericano que cristalizó en Darío, como padre de este movimiento literario, seguido por González Prada, Martí, Casal, Othon, entre otros. El modernismo, pues, es la respuesta a esas exigencias sociales, económicas, religiosas, políticas y jurídicas; surgió como efecto de crisis y tensiones suscitadas por la sociedad burguesa. En la obra de Gutiérrez Girardot su libro sobre el Modernismo. Supuestos históricos y culturales es un clásico fundamental, un verdadero texto que enriquece la historiografía literaria de América Latina, imprescindible para quienes se dediquen a estudiar esta magnica “expresión” de nuestras letras latinoamericanas de proyección cosmopolita. Enseguida cabe destacar otro aporte signi-
cativo en la teoría literaria de Gutiérrez Girardot consistente en que siempre insistió sobre el rol, importancia y función de los intelectuales latinoamericanos del siglo XIX y de comienzos de la centuria pasada; aporte muy ligado a la anterior posición precisada de estar al margen de las modas culturales. Con sólo revisar la extensa bibliografía de la obra de crítica literaria de Gutiérrez Girardot, puede apreciarse que la mayor parte de ella versa sobre autores latinoamericanos pertenecientes al periodo señalado. Como vimos antes, Gutiérrez Girardot reunió en un li bro las conferencias pronunciadas en la University of Maryland, Estados Unidos, dedicadas a la formación del intelectual hispanoamericano en el siglo XIX. En este libro al cual nos referimos antes por su aspecto metodológico concerniente a la “historia social de la literatura”, Gutiérrez Girardot con su acostumbrada maestría estudia las obras de Fernández de Lizardi, Bello, Martí, Moreno y González Prada, como forjadores del intelectual latinoamericano en el tiempo señalado; pero, ca be advertir que en ensayos anteriores o posteriores se había ocupado de otros autores de la misma importancia de los citados, como Bolívar, Sarmiento, Hostos, Alberti, Echevarría, Caro, Cuervo, Montalvo, Rodó, Reyes, Henríquez Ureña, Romero, Picón Salas, Acosta, Arguedas, Sanín Cano y Borges. En gran medida, Gutiérrez Girardot ha rescatado de la “peste del olvido”, frase de García Márquez, a muchos autores hispanoamericanos, como algunos de los que acabamos de mencionar, relegados por distintos factores, al estilo de las modas culturales, las ideas dominantes o la simple envidia; autores sobresalientes que por cualquier motivo, repetimos, habían sido ocultados en la historia literaria de América Latina. El papel de los intelectuales en nuestras tierras durante el tiempo precisado tuvo marcada im portancia, porque gracias a ellos de distintas ideologías íbamos accediendo a la moderniBABEL
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dad burguesa, liberándonos de la mentalidad ultramontana del catolicismo contrarreformista, adquiriendo mayoría de edad, en el sentido kantiano de la expresión. Las obras de los intelectuales latinoamericanos también permitieron apreciar la fusión de lo europeo y lo latinoamericano que produjo movimientos o corrientes literarias con características propias de nuestra cultura como ricas aportaciones a la universalidad occidental. De otra parte, los intelectuales nuestros, quieran o no, se convertían en actores políticos, casi siempre de la oposición a los sectores go bernantes, como señalamos antes al citar a Gutiérrez Girardot en los casos de Bello, Sarmiento y Montalvo. En la época posterior a la independencia había una alianza entre el intelectual y el político en tierras de la América Latina, tradición perdida que a veces resucita ba. “Entonces, dice Gutiérrez Girardot, el paso previo para ingresar a la política era el ejercicio de la literatura y de las tareas intelectuales y, a su vez, del político se esperaba que fuera intelectual o hasta poeta”.20 Este fenómeno social de intelectuales latinoamericanos como actores políticos y pedagogos de la sociedad les imprimió el carácter de orientadores y constructores; eran considerados como los “arquitectos de América Latina”, desde el poder o contra el poder, como Bolívar, Bello, Martí, Sarmiento, Rodó, Caro, Suárez y Gallegos. Por esto, nuestros intelectuales en el pasado tenían una gran responsabilidad en la vida cultural, política, educativa, moral o losóca en nuestras naciones, responsabilidad que se ha extraviado en estos tiempos de la confusa “posmodernidad”, por los caminos estrechos de la información breve y supercial brindada por la televisión que no exige compromisos con el pensamiento, sino con las imágenes captadas por la mera percepción. Teniendo en cuenta los intelectuales lati-
noamericanos mencionados, Gutiérrez Girardot refuta de manera puntual y objetiva la tesis de Hegel, tergiversada por Ortega y Gasset, al sostener que América Latina era más naturaleza que historia, lo cual explica nuestro atraso y salvajismo. Nuestros autores apoyados en la herencia del viejo mundo occidental, pero de cara al nuevo mundo latino, generaron obras de alcance universal, que quisieron silenciar los sectores dominantes de nuestra cultura, mediante las modas literarias del día. Otra posición fundamental de Gutiérrez Girardot en su teoría literaria fue su indeclinable devoción por las letras de América Latina, por las utopías de nuestras tierras, por el carácter europeo de la rica experiencia americana, que gracias a su poderosa fuerza interna se convierte en universal. Es cierto que la obra de Gutiérrez Girardot se produjo en el extranjero, más concretamente en Alemania, fundamentada es pecialmente en autores de esa nación, pertenecientes a los siglos XIX y XX. Sin embargo, los objetivos de su obra se ubican en las corrientes literarias hispanoamericanas y en los autores nuestros desde la Patagonia hasta las fronteras mexicanas con los Estados Unidos; sin que haya olvidado estudiar a los autores de España o Alemania. Gutiérrez Girardot fue muy insistente en expresar que todos sus trabajos eran respuestas a una preocupación ex puesta con estos términos: “Trasmitir a mis compatriotas lo que he conocido en Europa. Y la de demostrar de una manera accesible -y por eso periodística- que un latinoamericano no es menos que un europeo”. 21 Además, en otra entrevista a la emisora de la Universidad Nacional, hace poco tiempo, dijo Gutiérrez Girardot: “En el fondo, mi interés ha sido siempre el de comunicar lo que yo conozco para ver la manera de que se desprovincialice, si así se puede decir, la crítica literaria de nues-
20. Rafael Gutiérrez Girardot, Insistencias, Bogotá, Ariel, 1998, p. 269. 21. Rafael Gutiérrez Girardot, Hispanoamérica: imágenes y perspectivas, p. 311.
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tros países”. En la misma entrevista se quejó de nuestro desconocimiento de la partici pación cultural que tenemos en el mundo, situación que no ocurría en el pasado. “Hoy eso se ha perdido, dijo, a partir de los años cincuenta. Los escritores, los jóvenes latinoamericanos y críticos literarios ignoran completamente lo que ha pasado en el universo. Y eso es una cosa que perjudica considerablemente nuestra posición en el mundo, porque nosotros los hispanoamericanos tenemos, efectivamente, una cultura muy rica que se puede difundir y puede darnos una imagen en el mundo más digna de la que tenemos”. 22 La primera respuesta al periodista de Gaceta de Colcultura evidencia la gran vocación pedagógica de Gutiérrez Girardot, lo mismo que la real modestia al referirse a su libro Horas de estudio y a su “carrera intelectual”, como docente, diplomático y estudiante. Gutiérrez Girardot no fue un simple trasmisor de la cultura europea en el campo literario, como dio a entender en su respuesta, sino un verdadero creador de una teoría social de la literatura heredada en gran parte de Bello, Martí, Rodó, Reyes o Henríquez Ureña, que él enriqueció con las nuevas tendencias europeas que van desde el marxismo abierto, occidental, hasta su maestro Friedrich y otros autores. Su acertada valoración de la literatura hispanoamericana lo hace decir que un autor nuestro no es menos que un europeo, todo lo cual desmiente que no hay tal “cachaco germano” ni “boyacense europeizado”, como decían sus maledicientes. En cuanto a la respuesta
al periodista de la Universidad Nacional, a primera vista contiene una actitud fuerte cuando alude a su misión de procurar que la “crítica literaria” de nuestros países supere la mentalidad de provincia y que las personas dedicadas a dicha crítica en el presente ignoran en su cam po lo que está pasando en el mundo. Gutiérrez Girardot reitera su respuesta anterior dada diez años atrás, en el sentido de volver a decir que la misión suya es “comunicar” la cultura adquirida en Europa a sus compatriotas, precisando en esta oportunidad que tal comunicación generosa se encamina a luchar contra el dogma, el mal olor intelectual de los confesionarios, el dominio de los púlpitos, la crítica literaria de parroquia, el cuestionamiento de toda simulación, el rastacuerismo cultural, la escolástica de convento, expresiones que no guran en la entrevista; pero que signican a lo largo de sus escritos la mentalidad provinciana. La otra par te de la réplica tiene que ver con el regionalismo chato de nuestra crítica literaria que verdaderamente olvida lo que sucede en la cultura del mundo más allá de nuestras fronteras. Para cerrar esta parte de nuestra nota, digamos que Gutiérrez Girardot es, sin discusión, el crítico literario colombiano de más reconocimiento internacional, porque su obra, enmarcada dentro del género ensayístico, se erige por derecho propio en la de mayor alcurnia cultural en el panorama literario del siglo XX en nuestra patria. Más aún, sin hipérbole de ninguna es pecie, cabe señalar que en el campo de los estudios literarios Gutiérrez Girardot ha dejado a la posteridad una de las obras más fecundas en Hispanoamérica en los tiempos actuales. Su metodología de trabajo unicaba el rigor losóco con la pasión hacia la corriente literaria o el autor, objeto de su estudio, sin hacer concesiones; guiado por el deseo de compartir sus descubrimientos con gran sentido democrático
22. Rafael Gutiérrez Girardot, “Entrevista con U.N. Radio” de Juan M. Mogollón (3/17/2005). BABEL
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y pedagógico, llamando la atención para que se pensara por cuenta propia poniendo punto nal a la imitación de lo foráneo, para lograr la auténtica autonomía cultural. Para Gutiérrez Girardot las relaciones entre sociedad, historia y literatura debían darse dialécticamente iluminadas por las ideas losócas, políticas, jurídicas, r eligiosas, lológicas o morales, ideas que tenían que elaborarse a partir de los griegos clásicos, pasando luego por todo el pensamiento occidental europeo, esto es, que la verdadera crítica literaria solamente podía adquirir seriedad y rigor apoyada en una losofía de la historia, la sociología, la estética, el dominio de los idiomas modernos y clásicos. Con razón dice Zuleta Álvarez que nuestro pensador colombiano: “auténtico hispanista, integra ese raro y escaso número de hombres con autoridad intelectual para moverse desde la antigüedad clásica, la romanidad y las letras españolas de todos los tiempos, hasta la vasta inmensidad de nuestra América, donde no hay nada que le sea ajeno, desde el barroco mexicano, el costumbrismo colombiano y el modernismo, hasta la poesía chilena y el ensayo argentino, desde el inca Garcilaso, hasta César Vallejo, Eduar do Mallea y José Luis Romero... En este mundo hispánico y su tradición dialogan polémicamente con el presente y su futuro, y desde múltiples ángulos temáticos que, como dijimos, abarcan la losofía, la historia de las ideas y la cultura y especialmente la literatura, Gutiérrez Girardot ha elaborado un pensamiento crítico que proyecta sus principios y conclusiones hacia un horizonte de universalidad, ya que como él lo ha repetido siempre, es en esa dimensión donde Hispanoamérica cobra su sentido utópico, es decir, su ideal de libertad y justicia”.23
No podemos concluir estos apuntes, sin referirnos de manera fugaz y supercial a la obra losóca de Gutiérrez Girardot, la menos destacada de su extensa y polifacética producción, tanto en su patria como en el extranjero, obra desde el punto de vista cuantitativo menor que la literaria; pero, a nuestro juicio, de igual signicación que ésta. No olvidemos que Gutiérrez Girardot, en su juventud estudió losofía en el recién creado instituto de esta ciencia, en la Universidad Nacional, adjunto a la Facultad de Derecho, y que en Alemania fue discípulo de Heidegger y su amigo personal. Por tanto, no perteneció al grupo de aventajados autodidactas en losofía; fue un auténtico profesional de esta ciencia; además, durante muchos años estuvo como docente en diferentes campos losócos. Al respecto, resulta útil recordar lo que le dijo a Gil Olivera en su reportaje: “yo realicé mis estudios en Alemania; hice también una gran biblioteca losóca con la intención de volver a Colombia para dedicarme a la enseñanza de la losofía aquí; a una enseñanza de la losofía como yo la aprendí en Alemania con Heidegger y otros”.24 Desafortunadamente la “intención” de Gutiérrez Girardot no pudo realizarse, porque los “mediocres se opusieron”, según comentario de Gil Olivera, situación que, sin duda, fue una gran pérdida para la losofía en Colombia. Con sobrada razón, Rodríguez Valbuena, dice que en la Biblioteca Colombiana de Filosofía, patrocinada por la Universidad Santo Tomás de Bogotá, que ha divulgado las obras de nuestros pensadores, como Carrillo Luquez y Cruz Vélez, maestros muy queridos de Gutiérrez Girardot, éste ni siquiera ha sido mencionado, ni menos, seleccionado para una publicación, lo
23. Enrique Zuleta Álvarez, Sociedad, historia y literatura en la crítica de Rafael Gutiérrez Girardot, en su homenaje, Frankfurt am Main, Vervuert, 1993, pp. 26-27. 24. Numas A. Gil Olivera, Reportaje a la losofía , Bogotá, Punto Inicial, Tomo I, p. 52. 25. Manuel G. Rodríguez V., La losofía en Colombia. Modernidad y conicto, Rosario, Laborde, 2003, p. 317.
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cual “denota el espíritu sectario y provinciano de una institución que no puede ponerse a paz y salvo con la historia”.25 Tal vez la actitud de Gutiérrez Girardot hacia el catolicismo haya generado esa omisión imperdonable, criticada por Rodríguez Valbuena, omisión que no vale la pena comentar. Sin em bargo, autores laicos que hacen historia de la losofía en Colombia tampoco han valorado la obra de Gutiérrez Girardot; por ejemplo, Sierra Mejía a duras penas lo cita en su trabajo La losofía colombiana en el siglo XX,26 y lo incluye en su compilación dedicada al mismo tema con su ensayo: Hegel. Notas heterodoxas para su lectura.27 En cam bio, Sierra Mejía estudia autores de menor calidad losóca que Gutiérrez Girardot, como son Frankl, Zuleta, Posada, Pérez Mantilla, Orozco o López Trujillo. Por el lado de Hoyos Vásquez, en reciente artículo: La losofía moderna en Colombia no lo toma en cuenta para nada. 28 Lo propio ocurre con Herrera Restrepo, en un trabajo titulado: La losofía en la Colombia contemporánea, en el cual nuestro excelente pensador no aparece por parte alguna.29 Ahora no vamos a pronunciarnos contra
esta “peste del olvido”, mediante un examen de la obra losóca de Gutiérrez Girardot; nos limitamos a decir que, a partir de su juventud, se dedicó a escribir de losofía y a la traducción de grandes pensadores como sus maestros Heidegger y Friedrich. A título de ejemplo, citemos tres escritos suyos publicados en el diario El Si glo, en 1949 y 1950: Heidegger frente a Sartre; 2º Centenario de Goethe; Un Nietzsche desde dentro. Posteriormente produjo ensayos losócos más extensos y ponderados, como el que acabamos de citar, consagrado a Hegel, donde hizo profundas sugerencias para la lectura del gran lósofo alemán, dejando para lo último las obras en las cuales no intervino directamente. Al respecto, nos advirtió: “No se podrá negar, pese a todo, que la lectura de Hegel no sólo es excepcionalmente difícil, sino tormentosa. Que aunque ha de leerse como un poema y presenciarse como una tragedia griega, su obra procura todo, menos placer estético inmediato”. 30 En otro ensayo sobre Hegel y lo trágico se reere a unas “notas sobre la génesis política de su losofía especulativa”, que invalidan la leyenda del lósofo “totalitario y reaccionario” para acercarlo a Marx a través de autores como Bloch, Adorno o Horkheimer. En este ensayo el centro de atención deriva a la política, que al decir de Gutiérrez Girardot para Hegel “es el destino propio de la inteligencia; pero el destino es, en cuanto tal, trágico, esto es, su carácter es dialéctico y polémico” y lo trágico es “saber especulativo que por su naturaleza de trágico es saber político, histórico, comunitario”. Con Hegel se fortalece al máximo la Ilustración, la teología de la secularización, la reforma protes-
26. Rubén Sierra Mejía, Ensayos losócos, Bogotá, Andes, 1978, p. 112. 27. Rubén Sierra Mejía, La losofía en Colombia (Siglo XX), Bogotá, 1985, pp. 125-128. 28. Guillermo Hoyos Vásquez, “Medio siglo de losofía moderna en Colombia”, en: Discurso y razón, Bogotá, Uniandes, 2000, pp. 127-151. 29. Daniel Herrera Restrepo, La losofía en Colombia contemporánea (1930-1988), Bogotá, El Búho, 1988, pp. 365-393. 30. Rafael Gutiérrez Girardot, Horas de estudio, op. cit ., p. 288. 31. Rafael Gutiérrez Girardot, “Hegel y lo trágico, notas sobre la génesis política de su losofía especulativa”, en: Ideas y Valores, Nº 27, 28, 29, Bogotá, 1967, pp. 33 ss. BABEL
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tante y la revolución francesa. 31 Gutiérrez Girardot fue un admirador apasionado de Hegel, a lo largo y ancho de su obra, siempre acudió a su maestro para fundamentar sus estudios literarios o losócos. Su seminario sobre La fenomenología del espíritu de Hegel era muy famoso; en la Universidad Nacional, sede Bogotá, tuvimos el placer de asistir a las conferencias magistrales de Gutiérrez Girardot sobre el “Prólogo”, que supera en dicultad a casi toda la obra, la “Introducción” y algunos problemas del enigmático libro, que gracias al maestro se claricaban un poco, a pesar de los insalvables obstáculos losócos del mismo, de la ardua y penosa tarea de hacer, como dice el texto, que la “losofía se aproxime a la forma de la ciencia a la meta en que pueda despojarse de su nombre de amor al saber y sea saber efectivo, en una época de nacimiento y de transición a un nuevo período”.32 Otra gran pasión losóca de Gutiérrez Girardot, también desde su juventud, fue Nietzsche a quien consagró una obra relacionada con la “lología clásica”, afortunadamente recién reeditada junto con su trabajo: La poesía en Nietzsche, y una traducción de un célebre ensayo del lósofo alemán: Homero y la lología clásica. En este libro Gutiérrez Girardot estudia los trabajos de Nietzsche anteriores a su obra: el nacimiento de la tragedia en el espíritu de la música, trabajos que fueron dedicados a la lología clásica en la cual el joven Nietzsche era gran autoridad. “En estos trabajos, dice Gutiérrez Girardot, se puede apreciar la discusión del lósofo alemán con la lología clásica, a la que consideraba no sólo una ciencia rigurosa sino, especialmente, como herencia de la cultura cristiana occidental”.33 Gutiérrez Girardot en su libro quiere demostrar que no fueron la
música de Wagner ni la losofía de Schopenhauer, la inspiración fundamental de la obra de Nietzsche, sin desconocer la importancia de las dos, sino los antiguos griegos los gestores de su losofar, y que los trabajos lológicos del joven Nietzsche tienen enorme signicación para estudiar su crítica a la metafísica occidental. Como vimos atrás Gutiérrez Girardot hizo una introducción genial al Anticristo de Nietzsche, en la cual, recorrió varios temas de su losofía, particularmente el relacionado con la “muerte de Dios”; además, tradujo varios textos del lósofo alemán, entre ellos los Ditirambos de Dionysos. Un sitio especial en los afectos intelectuales de Gutiérrez Girardot ocupó su maestro y amigo personal Heidegger. Lo conoció en un período difícil de reconstrucción de Alemania, después de la Segunda Guerra Mundial y del nefasto gobierno nazista, al cual perteneció como rector de la Universidad de Friburgo de Brisgovia (1933-1934), para vergüenza suya y de su losofía. Sobre las primeras circunstancias comentaron Tobón Ricaurte y Mosquera González lo siguiente: “Fueron años intensos en los que conoce a Heidegger; además de escucharlo en clase, entabla amistad con él. Saca unas notas amarillentas como quien presenta un gran tesoro: son apuntes de clase del maestro”. 34 En alguna ocasión nos dijo que iba a escribir un estudio sobre Heidegger, ojalá esa comunicación se haya convertido en realidad como legado para la comprensión del coloso del pensamiento losóco contemporáneo, y que se publique junto con los “apuntes de clase del maestro”, antes referidos por sus alumnas. Recordemos que Gutiérrez Girardot hizo varias traducciones de la obra de Heidegger, entre las cuales sobresale la Carta sobre el humanismo .
32. G.W.F. Hegel, Fenomenología del espíritu, Trad. de Carlos Díaz, Madrid, Ed. Alhambra, 1986, Págs. 68 y 72. 33. Rafael Gutiérrez Girardot, Nietzsche y la losofía clásica, Buenos Aires, Eudeba, 1966, p. 32. 34. Patricia Tobón R. y María A. Mosquera G., “Un profesor colombiano en Alemania”, El Tiempo, 4 de Junio de 2005, p. 8.
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La actitud de Gutiérrez Girardot ante las “Españas” fue muchas veces severa, porque esta nación con “carencias de crítica” accedió tardíamente a la modernidad burguesa y a su majestuoso pensamiento democrático, liberador, a la realización de las declaraciones de derechos humanos de primera generación, pro blemas que rebotaron a sus colonias americanas, y en el siglo pasado desembocaron en el funesto franquismo. Sin embargo, también en varias ocasiones hizo notables elogios a las artes, letras, ciencias, a las mujeres y hombres valiosos de las Españas, lo mismo que a su pueblo e historia. Uno de esos personajes españoles, a quien Gutiérrez Girardot dedicó varios ensayos fue Ortega y Gasset, en la mayoría de los casos rememorando el pretérito, a duras penas enunciado, y su enfrentamiento con la modernidad postergada en la península. Es cierto que Ortega y Gasset censuraba con energía ese pasado, pero al mismo tiempo se entregaba a él con veneración; en denitiva no pudo superar la mentalidad premoderna vigente durante tanto tiempo en su patria, a pesar de haber tenido una formación europea en Alemania, porque esa formación no era tan sólida como él creía. “El que Ortega nunca pudo familiarizarse con la losofía alemana, dice Gutiérrez Girardot, aunque decía conocerla con minuciosidad (lo
que era una desaforada exageración) se debe especialmente al hecho de que él se acercó a la losofía alemana con medios intelectuales con los que esta no se dejaba captar: con modelos intelectuales católico-escolásticos”.35 Según Gutiérrez Girardot lo que produjo el “pensador de El Escorial ” fue un “catecismo” engañoso digno de una faena toreril, en medio de una “cantinesca cuadratura del círculo” llamada “metafísica de la razón vital”, que su discípulo Marías pensaba que iba a pasar a la historia. Para Gutiérrez Girardot proceder con dureza ante Ortega y Gasset es hacerle justicia, en un doble sentido, porque se lo libera de los curas rurales, los sectarios, los obispos, y al leer sus textos a distancia del tiempo y en el ambiente del desarrollo de la losofía actual se llega a la conclusión de que el mérito suyo fue haber divulgado el pensamiento y la cultura alemanas y el de suscitar y renovar la cultura en lengua española. Ninguno de los libros losócos o sociológicos suyos puede ponerse al lado a las obras de Husserl, Scheler, Heidegger, Wittgenstein, Weber, Simmel o Parsons, para citar algunos de sus contemporáneos famosos. Tal vez ninguno de sus textos haya engrosado el caudal de la losofía o la sociología occidentales. “De Ortega no ha sobrevivido ninguna teoría, dice Gutiérrez Girardot, ninguna profecía, ningún diagnóstico, ningún análisis, y ni siquiera su prosa primorosa y brillante. La herencia que ha de jado y permanece en su arte de la simulación, majestuosa en él; caricaturescamente pobre en su prole, de la que es símbolo extremo el Neoduque, y de mediana arrogancia en el enciclo pédico Octavio Paz”.36 Según Gutiérrez Girardot en las Españas del tiempo de “El meditador de El Escorial” su maestro Xavier Zubiri fue un lósofo más importante que Ortega y Gasset, que no tuvo pretensiones de elaborar un “sis-
35. Rafael Gutiérrez Girardot, Hispanoamérica, op. cit ., pp. 209-210. 36. Rafael Gutiérrez Girardot, Provocaciones, op. cit ., p. 136. BABEL
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tema” al estilo de la mal llamada “razón vital”, pero que trabajó sistemáticamente con mayor profundidad en la difusión de la losofía, como lo demostraron sus estudios sobre Hegel y Heidegger, para dar dos ejemplos ilustres. La obra de Zubiri, a juicio de Gutiérrez Girardot, “exige del lector un esfuerzo considerablemente mayor que el que exige Ortega”, “enseña el diálogo losóco, que es uno de los presupuestos de la creatividad”,37 en pocas palabras es una obra llamada a perdurar en la historia de la losofía en las Españas, lo que no ocurre con Ortega y Gasset. Para terminar esta nota recordatoria de Gutiérrez Girardot, cabe simplemente mencionar que nos dejó muchos estudios de gran contenido losóco, entre los cuales citamos: Las formas del estilo en losofía; Sobre la situación presente del pensamiento; Poesía y losofía; ¿Qué es la dialéctica?; El n de la losofía; lo mismo que breves ensayos sobre Kierkegaard, Goethe, Benjamín, Adorno, Lukacs y Foucault. Nada más oportuno para poner punto nal a nuestro homenaje a Gutiérrez Girardot que aplicarle a él, las palabras que dijo sobre su amigo mexicano Reyes, que era “inclasicable”, por su mente abierta a todos los tiempos, desde la antigua Grecia hasta el mundo actual, y por su sorprendente variedad de actividades como
ensayista, crítico literario, sociólogo, historiador, lólogo, humanista, diplomático, lósofo, traductor, hispanista, estudiante y maestro. La mejor manera de rendirle un auténtico homena je a la memoria del gran pensador colombiano es la “vuelta a la vida intelectual y a la obra de Gutiérrez Girardot”. Un gran conocedor de la obra de Gutiérrez Girardot, su amigo y colega, Jaramillo Vélez, escribió acertadamente que su “muerte signica una pérdida, en primer lugar para nosotros los colombianos, aunque en realidad lo es para la América Latina en su conjunto, para esa que Manuel Ugarte llamara la “Patria Grande”: indo-ibero-américa, una pérdida para todo el ám bito de la cultura española”.38
37. Rafael Gutiérrez Girardot, Hispanoamérica, op. cit ., p. 201. 38. Rubén Jaramillo Vélez, “En la muerte de Rafael Gutiérrez Girardot”, en: Aquelarre, Vol. 4º, Nº 8, Ibagué, 2005, p. 7.
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Rafael Gutiérrez Girardot prólogo conservador y epílogo en la izquierda (1928-2005) * María Alexandra Mosquera** y Patricia Tobón Ricaurte*** “... porque sólo sustrayéndose a la claridad que ofrece una perspectiva histórica de nuestro tiempo es posible juzgar como mera descomposición y podredumbre lo que se maniesta como una oscura génesis si lo consideramos encadenado a su pasado y su futuro”.1 En 1987 el libro de Víctor Farias, Heideg ger et le nazisme, revive la polémica que Jürgen Habermas había suscitado en 1953 acerca de la reseña sobre un curso de Heidegger en 1935: “Introducción a la metafísica”, que sería publicado como libro ese mismo año. La polémica versaba alrededor de “la verdad interna y dimensión de este movimiento”. La idea era poner a Heidegger en evidencia y restarle importancia por haber participado en el nacionalsocialismo. La discusión es larga. Gutiérrez Girardot hace una defensa apasionada de la situación y, con argumentos bien fundamentados, deja claro el motivo por el cual Heidegger no podría haber sido o comulgado con la práctica del nacionalsocialismo o ser parte del mismo —un fascista como lo quisiera catalogar Habermas—.2
Rafael Gutiérrez Girardot vive ese tipo de acusaciones. Se sospecha de su carácter fascista por defender a Heidegger, pero se le señala por haber participado en un entrenamiento en Sasaima en 1947, cuando Gutiérrez tiene diecinueve años, con un franquista apodado “Roa” (hermano del que se presume asesino de Gaitán) que reclutaba estudiantes a la salida de la universidad para convertirlos en “camisas negras” y por último, por haber obtenido una beca de estudio en 1950 con el gobierno franquista, durante la presidencia de Laureano Gómez. Sería prematuro realizar un juicio certero de sus convicciones políticas por estos hechos históricos puesto que la trayectoria de un intelectual consiste precisamente en revisar su experiencia, siempre contingente y confrontar-
* Cedido por las autoras en abril de 2006. ** Abogada de la Universidad del Rosario, Bogotá. Actualmente cursa el doctorado en derecho de la Universidad Externado de Colombia. *** Artista plástica: Investigación en grabado y video en el Taller Estudio de Bogotá. 1. José Luis Romero, El ciclo de la revolución contemporánea bajo el signo del 48, Argos, 1948, p. 9. 2. Rafael Gutiérrez Girardot, Heidegger y el Nacional-socialismo, Gaceta Nº 11, Bogotá, Colcultura, ago.-sep., 1991, p. 8. BABEL
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la con el pensamiento, para poder adoptar una postura de convicción. Lo que interesa aquí es la condición política de Rafael Gutiérrez, pues como hemos observado, algunos de los pocos que conocen la vida y obra de este ilustre boyacense, dejan caer dudas sobre su liación política. Por pertenecer a una típica familia de hacendados boyacenses conservadores y por su tradición bolivariana que conserva hasta la muerte, se le ha tenido por conservador. Sin embargo, el objeto de este ensayo será mostrar su evolución ideológica y política. En los años de juventud, Gutiérrez Girardot comienza sus estudios universitarios, escribe como redactor de la revista de la Universidad del Rosario y elabora artículos para el Dominical del periódico conservador El Siglo (19471950), no cabe duda de que aún no es un escritor experto. Va de la mano de sus maestros monseñor José Vicente Castro Silva y José María Vivas Balcázar —jefe editorial del magazín—. En ese entonces, hace ensayos sobre cultura, reseña libros y eventos culturales. Escribe incluso acerca de Nietzsche (1844-1900) y sobre Ortega y Gasset (1883-1955). En su ensayo titulado Ortega y Gasset y su inuencia losóca, a Ortega lo describe así: “... su losofía es, como su estilo, elegante. Hay agilidad, vigor, brillantez, dinamismo”. “La vida es quehacer” repite a cada instante”.3 3.
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En otro ensayo para la revista de la Universidad escribe: “[...] pero es posible ver que el tomismo moderno, conservando las líneas generales de la doctrina de Tomás de Aquino, ha logrado con éxito, colocarse en la esfera de la más importante y actual losofía, como que sus teorías son siempre actuales [...]”.4 Vemos cómo Gutiérrez Girardot se abre un camino, pero un camino tutelado; su preocupación por el momento es la búsqueda, destacando, eso sí, su interés por la losofía y su atención al manejo del lenguaje: ambas cosas le permiten escribir en los medios de comunicación. Gutiérrez aún no tiene argumentos para mostrar, como si lo hará en 1980, el otro Ortega. 5 Lo que sí queda claro sobre su participación en esta aventura editorial, es su liación conservadora, aunque no laureanista, puesto que “había fundado con Eduardo Cote Lamus, Hernando Valencia Goelkel, Cornelio Reyes, el quijotesco movimiento de la Revolución Nacional y en el periódico de Alzate Avendaño, que dirigía Cornelio Reyes, [en el que] publiqué violentos artículos contra Eduardo Santos y Laureano Gómez”.6 Con esta experiencia cultural viaja a Madrid como residente del Colegio Mayor Hispanoamericano Guadalupe en noviembre de 1950, en donde coincide con quienes más adelante serían intelectuales de renombre en América Latina y en España.7
El Siglo, 5 de marzo, 1950, sección Literaria, p. 2. Józef M. Bochenski, El tomismo moderno, Revista Colegio del Rosario. Vol. XLIV, Nº 421, 1949, p. 7. En el número veintidós de la Revista Pluma, (vol. IV, julio 1980 p. 2) puede leerse que: “Los ‘yo creo’, ‘yo opino’, ‘me parece’ y las variadas declinaciones de su yo, que inundan sus escritos, no expresan frecuentemente el conocimiento de una cuestión, sino que delatan la excesiva autoconciencia del magister hispaniae. Ortega, quien pese a su proclamado republicanismo, nunca pudo ocultar una peculiar debilidad por las formas de vida del Antiguo Régimen y por toda arandela cortesana, cultivaba una especie de “absolutismo losóco” que se puede resumir en la muy citada fórmula, con su correspondiente variación: ’el pensamiento, soy yo’”. Carta de Rafael Gutiérrez Girardot, Bonn, 8.6.04, dirigida a Patricia Tobón Ricaurte y María Alexandra Mosquera, p. 1. Entre otros: “El lósofo Emilio Lledó, los poetas José Agustín Goytisolo y José Ángel Valente, también futuros excelentes maestros del derecho... Entre unos y otros se estableció un clima de convivencia y amistad que no se limitaba al ámbito personal sino que contribuía a un mejor entendimiento de los países de origen. Sin faltar a la verdad se puede armar que no se pretendía tanto conocer a España como a Hispanoamérica, en virtud de un intercambio de saberes y de noticias”. Antonio Lago Car ballo, Rafael Gutiérrez Girardot en su entorno madrileño, Cuadernos Hispanoamericanos, Nº 627, sep. 2002, Madrid, p.117. BABEL
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Sobre este momento —su llegada a España, con las nuevas amistades y la asistencia a las clases de Zubirí, (1898-1983, lósofo español discípulo de Ortega y Gasset)—, diría luego: “[...] yo deje de ser religioso en Madrid por los cursos de Zubirí. En Madrid ya comencé a dar un giro hacia la izquierda porque vi una película de Marlon Brando que se llamaba ‘Viva Zapata’ que me fascinó [...]”.8 Son sus estudios de sociología y su experiencia editorial, la manera de forjar su nuevo pensamiento político. Gutiérrez encuentra una España en transición; por un lado la derecha regente de Franco está posicionando de nuevo la moral y las creencias vilipendiadas durante la guerra civil —esta España, la de siempre, en mayo de 1952 ve la celebración del Congreso Eucarístico Internacional de Barcelona con gran esperanza, puesto que en él se ordenan cerca de mil sacerdotes, y en agosto de 1953 tiene lugar la rma del concordato con la Santa Sede—. Por el otro lado, quienes procuran una revolución del pensamiento y no del hambre y las pasiones como había sido la de 1936, una verdadera revolución, como tantas veces lo invocó Gutiérrez, de “la mayoría de edad”. Por ello en el verano de 1954 cuando viaja desde Madrid a tomar unos seminarios en Santander, España, funda con Francisco Pérez González y Miguel Sánchez Bella la editorial Taurus, como “una empresa de pensamiento” marcada por el “progresismo cristiano” de los Zubirí, Aranguren y Laín. También por la oposición crítica al sistema. De aquí que las principales colecciones de Taurus, las que precisaban su sonomía y el camino a seguir, se convirtieron en barrios marginales, en recintos de asilo para escritores y lectores, cada uno de ellos en busca de los otros. 9
Revista U. de A., Vol. LXIII, Nº 235, ene-mar. 1994, p. 6.
En la primera España —“[...] en la que se produce el nacimiento, en los años inmediatamente posteriores a la guerra civil, de editoriales católicas, entre ellas la Biblioteca de Autores Cristianos, Espasa, Pegaso, Rialp y Gredos, editoriales que tienen una voluntad renovadora, pero sin pretensiones de una reforma inmediata, ni planteamientos de más largo alcance”—, 10 se editan de nuevo libros, en este caso en la editorial Rialp, como los de Marcelino Menéndez Pelayo en los que los heterodoxos eran duramente castigados y se rearmaba el nacionalismo como una necesidad sustentada en las creencias. Para este lósofo de nales del siglo XIX y princi pios del XX, las grandes ideas de la conciencia
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Entrevista al profesor en Bonn por Patricia Tobón Ricaurte y María Alexandra Mosquera, nov. de 2004. Antonio Morales Moya, “Taurus, cincuenta años de una editorial (1954-2004)”, en: La Historiografía de Taurus, Taurus, 2004, p. 237. 10. Olegario González de Cardenal, “Un capítulo de la teología en España”, en: La Historiografía de Taurus, Taurus, 2004, pp. 117-118. BABEL
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española, y por supuesto los presupuestos políticos, eran “fe católica, monarquía tradicional, latinidad, libertades populares, intransigencia antiliberal, hermandad peninsular”;11 Gutiérrez revisa estos conceptos de clara estirpe conservadora, reejo y prototipo, al mismo tiempo, de su cultura y su sociedad natal. En sus escritos posteriores a 1955, es una constante la diatriba contra los católicos de fe de carbonero, el pensamiento dogmático y la simulación. Menéndez Pelayo primero y, Ortega y Gasset, posteriormente, alimentaron en buena medida la cultura eclesiástica y académica de las tierras americanas los primeros 70 años del siglo XX. Gutiérrez analiza este fenómeno con profundidad e intenta explicar cómo estos dos hombres fueron leídos en Colombia y crearon una mentalidad.12
En años anteriores a la guerra civil, el anticlericalismo se había tomado a España, queriendo terminar con todo aquello que tuviera que ver con el Ancien Regine. Una guerra que los derrotados republicanos y sus simpatizantes interpretan como “La lucha de un pueblo oprimido en busca de una calidad de vida decente contra la oposición de las atrasadas oligarquías españolas terratenientes e industriales”. En esa España los nombres José Calvo Sotelo y José Antonio Primo de Ribera forman parte de un grupo de fascistas, que han tratado de acceder al poder por la vía legal, pero siempre sus votos han sido falseados 14 y mal pensaron que les había llegado su momento de justicia y que en ese desorden podrían gobernar, pues Calvo Sotelo es asesinado por “Los Rojos” y después Primo de Rivera es enjuiciado y fusilado por 13
11. “España evangelizadora de la mitad del orbe; España martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de San Ignacio...; esa es nuestra grandeza y nuestra unidad: no tenemos otra. El día en que acabe de perderse, España volverá al cantonalismo de los Arévacos y del Vectones, o de los reyes de Taifas. A éste término vamos caminando más o menos apresuradamente, y ciego será quien no lo vea. Dos siglos de incesante y sistemática labor para producir articialmente la revolución, aquí donde nunca podía ser orgánica, han conseguido, no renovar el modo de ser nacional, sino viciarle, desconcertarle y pervertirle. [...] No nos queda ni ciencia indígena, ni política nacional, ni, a duras penas, arte y literatura propia. [...] cuanto hacemos es remedo y trasunto débil de lo que en otras partes vemos aclamado. [...] Cuando nos ponemos a racionalistas o a positivistas, lo hacemos pésimamente, sin originalidad alguna, como no sea en lo estrafalario y en lo gr otesco. No hay doctrina que arraigue aquí: todas nacen y mueren entre cuatro paredes, sin más efecto que avivar estériles y enervadoras vanidades, y servir de pábulo a dos o tres discusiones pedantescas. Con la continua propaganda irreligiosa, el espíritu católico, vivo aún en la muchedumbre de los campos, ha ido desfalleciendo en las ciudades; y aunque no sean muchos los librepensadores españoles, bien puede armarse de ellos que son de la peor casta de impíos que se conocen en el mundo, porque, a no estar dementado como los sostas de cátedra, el español que ha dejado de ser católico es incapaz de creer en cosa ninguna, como no sea en la omnipotencia de un cierto sentido común y práctico, las más veces burdo, egoísta y groserísimo. (Marcelino Menéndez Pelayo, “Epílogo” en: La historia de los heterodoxos españoles, 7 de junio de 1882. Ed. Rialp, S.A., Madrid 1955, pp. 146-147). 12. Nada de esto es nuevo para ningún colombiano que se haya tomado el trabajo de estudiar la historia del país, lo que sí queremos dejar claro es que en 1950 Rafael Gutiérrez Girardot, tiene veintidós años, ha sido educado bajo estos presupuestos. En un momento va dejando de asistir a la Escuela de Derecho para ingresar a la nueva facultad de Filosofía de Universidad Nacional, que era un instituto anexo a la facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Colombia, y con los nuevos presupuestos estaba tratando de consolidar la losofía moderna en el país que habían fundado Rafael Carrillo, (1907-1996) y Danilo Cruz Vélez. Los textos de losofía con que el profesor Carrillo se educó fueron tomistas: La lógica de Restrepo Hernández y La metafísica de Rafael María Carrasquilla. “[...] ya después cuando viajé a Bogotá, constaté que sólo había una facultad de losofía y letras, adscrita a un colegio donde se estudiaba únicamente una losofía confesional, de un confesionalismo recalcitrante. Luego, cuando ingresé a estudiar derecho en la Universidad Nacional, la cátedra de losofía del derecho estaba regentada por el padre José Alejandro Bermúdez, quien dictaba su clase teniendo como guía el texto de Cátherin. Era una losofía del derecho de tipo escolástico. Además se enseñaba y se aprendía de memoria. No había reexión ni análisis de ninguna clase; no se daba la crítica ni la contradicción”. Numas Armando Gil, “Entrevista de Carlos Sánchez Lozano”, Rafael Carrillo, pionero de la losofía en Colombia. Fondo de Publicaciones, Universidad del Atlántico, 1997. p. 105). 13. Paul Preston, La guerra civil española, Barcelona, Debolsillo-Random House Mondadori, 2003, p.13. 14. Ministerio De Justicia (España), Causa general: la dominación roja en España, León, Akron-Historia,1943, pp. 4-5.
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el mismo partido. Estos dos políticos tendrán mucho qué ver en el futuro de Gutiérrez, en su estudio sobre la Falange y su visión de la España de los años cincuenta a la que viajará.15 “En España en el momento en que yo estuve, había pobreza pero indiferencia política. Había una cantidad considerable de conferencias sobre los más distintos temas. Como la política era una cuestión de círculos reducidos, ésta no afectaba a la población, que no le interesaba la política, porque se sabía perfectamente que la política estaba en manos de la Iglesia católica, en su gran mayoría. Había, en cambio, gran poeta que escribió un libro muy importanuna cosa que era una especie de equilibrio, una te contra Franco y tuvo que huir, tuvo que salir cantidad considerable de libros de humor, una exilado a París. Pero todo eso fue dando ejemrevista que se llamaba La Codorniz, que salía plos, de modo que lo que yo presencié en mi cada semana, y se burlaba constantemente de la época fue una especie de movimiento de oposi política ocial. Se burlaba constantemente de ción contra Franco, lento, paulatino, pero muy los ministros. Tenía un parte meteorológico ge- preciso, porque también había una revista que neral que en muchas ocasiones te decía: “Reina se llamaba El Índice, de un antiguo franquisun fresco general sobre la Península”, se podía ta que escribía artículos muy fuertes contra los antifranquistas. Había también otra revista muy entender fresco como pícaro. Políticamente se estaban formando ya en importante que se llamaba Ínsula, que todavía los círculos estudiantiles y en el instituto donde existe, donde escribían artículos los españoles yo estudié, una amplia oposición contra Franco, exilados en el extranjero: republicanos, pro-codentro del gobierno franquista, porque una de munistas, socialistas, anarquistas, aparecían en las cosas típicas es que todos los que estaban la revista Ínsula. Había una librería de Ínsula contra Franco, vivían del gobierno de Franco que traía todos los libros prohibidos”. 16 Después de este periodo español viaja a porque no podían vivir de otra manera, nadie les iba a dar puestos. Y se fue formando una Alemania en donde su transición ideológica oposición y, sobre todo, aumentó la oposición continuará: “cuando llegué a Friburgo (1954), cuando vino uno de los antiguos compañeros acababan de publicar la primera edición de los de Primo de Rivera, Jonh Ishon Rivurejo, un escritos de juventud de Marx y la comencé a 15. “Visitaba la Librería Hispanía con el propósito de enterarme de las publicaciones jurídicas españolas (como el Tratado de derecho civil de Eneccerus, Kip y Wolf) y allí encontré un libro de José Calvo Sotelo sobre la expropiación por causa de utilidad pública. Con el mismo tema se doctoró mi padre. Me interesó su vida y supe que había sido asesinado por motivos políticos (era, como mi padre, jefe de la derecha española). Mi interés me llevó a seguir conociendo los contextos de la guerra civil española. Conocí el nombre de José Antonio Primo de Rivera, era un joven abogado y brillante escritor y se había dedicado a la política para reivindicar el nombre de su padre. Y que Primo de Rivera había escrito muchos discursos contra Ortega, a favor de Ortega, pero con un lema que para nosotros, los de mi época, los de mi generación, era fundamental: “ni izquierdas, ni derechas, España entera”, y para nosotros, para traducirlo así, era decir: “ni conservadores, ni liberales, Colombia entera”, y eso me fascinó.” Carta citada.) 16. Rafael Gutiérrez Girardot, “Entrevista”, Patricia Tobón Ricaurte y María Alexandra Mosquera, nov. 2004. BABEL
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devorar. Había un sociólogo muy importante que la había realizado, al igual que su tesis doctoral al respecto, que también leí. Me fascinó y comencé por ahí mi giro”. 17 Sin embargo, el gobierno reinante, salvadas las distancias con el franquismo, es también un régimen conservador; no es un gobierno de izquierda que pueda facilitar la experiencia práctica de esta ideología al joven Gutiérrez. Por el contrario Konrad Adenauer (1876-1967) tiene toda la intención de unirse al capitalismo occidental y de rechazar abiertamente no sólo a la Rusia comunista sino a cualquier sindicalismo o movimiento socialista. Está en la tarea de la reconstrucción alemana, como Franco está en la española. Se quiere una sociedad en la cual las decisiones privadas se impongan a las de carácter público, en que la familia sea la unidad social más favorecida y prevalezca el principio supremo de la actividad voluntaria. Es la antítesis del nacional-socialismo en su concepción teórica y práctica. Por ello, cuando Gutiérrez asiste a los seminarios de Heidegger en la universidad de Friburgo y tiene la oportunidad de conversar con él, aora el cuestionamiento sobre la par ticipación del lósofo en el régimen de 1933 y ello lo obliga a profundizar en la concepción del nacional-socialismo y entender la postura del lósofo. Paralelamente saca conclusiones so bre las relaciones del intelectual y la política.18 Adenauer permanece en el poder catorce años (1949-1963); es decir, los primeros diez
años de vida de este colombiano en Alemania. Durante ésta, en 1955 contrae matrimonio con una alemana estudiante de lología en Friburgo de Brisgovia. Con ello su comprensión de la sociedad alemana y su concepción de la familia, tendrán una concreción conforme a la época. Se fortalecen su compromiso y referencia con América Latina y durante los veintitrés años como profesor de la Universidad de Bonn, el pensamiento está dirigido hacia los gobiernos americanos, al problema radical de la justicia. Está convencido de que Latinoamérica tiene que concebir una losofía política de acuerdo a sus necesidades: “[…] es decir, la losofía original se va formando de acuerdo con las necesidades del país, como en la losofía alemana, el realismo alemán respondió a una manera muy especial de concebir los estados soberanos, de concebir la política. En su caso Hegel es un lósofo político muy importante. Es en La losofía del derecho de Hegel donde se responde a una teoría social de la revolución francesa. Kant es producto de la Ilustración alemana que es una ilustración muy diferente que no ha tenido ningún hispánico y son los productos originales de cada país, es el resultado de ciertas circunstancias. Por eso, lo decía Hegel muy bien, es que la losofía es nuestro tiempo formulado en conceptos. Hay que saber trasladar la época, las circunstancias históricas y sociales, a conceptos necesarios y precisos. Eso fue lo que hizo Hegel y lo que hizo el realismo Alemán”.19 Basta
17. Ibíd. 18. “Es ingenuo y anacrónico suponer que el intelectual o lósofo que se compromete políticamente, mida su éxito o su fracaso en tal compromiso con medidas propias del político. El éxito o fracaso del lósofo fascinado por el poder y que pretende orientar o dirigir al político, no depende de si logra o no su objetivo. El éxito o fracaso descansan más bien en la capacidad de someterse al riesgo, de poner a prueba sus postulados político-losócos y el compromiso mismo en un enfrentamiento radical con la realidad de la práctica política. Lo de menos en tal caso es la desilusión personal, pues esa desilusión es, como el asombro, el impulso para una más profunda y adecuada penetración en la realidad de la práctica política y de los principios en que se sustenta. 19. Por otra parte, el compromiso del lósofo con la práctica política, trae consigo, inevitablemente, un cuestionamiento de esa práctica, que termina con un triunfo del lósofo: que el poder político lo rechaza y lo persigue, es decir, que el poder político se muestra vulnerable y vulnerado en sus fundamentos ideológicos.
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Rafael Gutièrrez Girardot con Carl Smith en la década de los setenta. Fotografía cedida por las autoras de este artículo.
traer un fragmento de una entrevista concedida en los últimos años de su vida, para constatar el “vuelco” —que signica asimilación crítica— hacia una izquierda liberadora y libertaria. MAM. Profesor, como usted mismo se calica: “yo era un conservador pero yo me he vuelto izquierdista. ¿Usted se considera izquierdista? RGG. Ideológicamente sí. Pienso que Colombia —yo era demasiado joven, pero ahora lo sigo pensando más que nunca— necesita efectivamente una transformación radical, porque mientras no haya esa transformación radical, mientras siga habiendo esas estructuras pétreas de los artistas del robo, de la simulación, nuestro país va a seguir siendo un país sangrante. Hay que enseñar. En primer lugar hay que liberar, no al pueblo, como se dice, toda la sociedad
de pobres, el 80% de la sociedad colombiana es pobre, vive en malas condiciones, circunstancias, humillado, en zozobra, con mala salud. Eso no puede ser en un país. Hay que liberarlos y el Estado está obligado a hacer justicia con los impuestos, de controlar los excesos increí bles de los ricos, porque no son piadosos, no tienen la más mínima consideración de la po breza, les importa un comino la pobreza, siguen robando. Es que aquí los cambios radicales no funcionan. La gente está acostumbrada a ciertas cosas. Hay que ir poco a poco, no en el sentido de evolución, pero sí en el sentido de crear una conciencia general (se está formando poco a poco) de que los partido políticos no tienen solución para nuestros problemas. Eso es lo primero. Pero hay que saber cómo se soluciona eso y eso toma tiempo, porque eso exige naturalmente la formación de personas capaces de hacerse cargo del gobierno, y para ello es indispensable que haya universidades buenas, no universidades costosas y malas”.20 El último paso de Rafael Gutiérrez Girardot en su vida como intelectual, como colombiano comprometido, fue la adhesión a la candidatura del senador y futuro candidato a la presidencia de la República de Colombia por el Polo Democrático, doctor Carlos Gaviria Díaz, a través de una carta enviada pocos días antes de morir. Precisamente a la salida del funeral, el candidato comentó el signicado de esta adhesión. Este acontecimiento es reejo de una vida enmarcada por la política desde la niñez hasta la muerte.
20. Pero ¿quién sino los lósofos, que se comprometieron, pusieron de precedente con transparencia el engaño? Ernst Bloch, Georg Lukács, de la izquierda, Heideggaer, de la derecha, fueron engañados. Nadie reprochó a Bloch y a Lukács su pasado estalinista, su compromiso con una revolución que se desmoronó más estrepitosamente que la revolución prometida por el nacionalsocialismo. [...] Poner radicalmente en tela de juicio a los ismos políticos que, por encima de sus diferencias, conuyen en el engaño, la manipulación y la violación diversamente matizada de los que ellos prometen y deben cumplir por ley, impuesta y sancionada por ellos mismos, es al cabo la invitación que deja el engaño que sufrieron los lósofos de izquierda y derecha Martín Heidegger, Ernst Bloch, Georg Luckács. De los tres sólo Heidegger trazó las líneas de este cuestionamiento. (Rafael Gutiérrez Girardot, “Heidegger y el Nacional-socialismo”, Gaceta, Colcultura, Nº 11, ago.-sep., 1991, Bogotá, p. 11. BABEL
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Los destiempos de Gutiérrez Girardot * Juan Guillermo Gómez García** Rafael Gutiérrez Girardot llegó a destiempo a la vida de la crítica literaria en América Latina. A diferencia del magníco Ángel Rama, no se adaptó a los “vientos de la época”; vale decir, no se hizo el intérprete más audaz del boom novelístico de los cincuenta y setenta, y a despecho de un público alemán ansioso de las novedades literarias, se mantuvo rme dentro y fuera de la cátedra al armar, polémica y no pocas veces agriamente, la indeleble impronta de los “arquitectos” de la cultura literaria latinoamericana. Esto no se quiso entender ni en una América Latina, llevada por el delirio marxista-leninista —que no fue para Gutiérrez Girardot más que otra manifestación de la “voluntad de dependencia”— al son de Cardoso y Falleto, ni en la Alemania, donde ejercía su función de docencia universitaria, en una atmósfera enrarecida por la rebelión del París del 68 —en sus primeras décadas— y por la apatía “comunitarista” —de la Comunidad Europea, que es la peor y más listea versión del comunitarismo— de los años
ochenta y noventa. Así que, tanto aquí como allá del Atlántico, su voz permaneció apagada, o al menos, sofocada, en medio de una ofuscación crítica, de unas imposturas estéticas y de un clima ideológico exhibicionista y agitacional del que no esperó nada, ni que, en efecto, supo sacar provecho consecuente de su lección “marginal”. Como intelectual y como profesor, navegó Gutiérrez sobre el traicionero mar de una época “bajamente romántica”, en el navío “valiente” de su escritura crítica, polémica y, si se quiere rebajar, corrosiva e iconoclasta. Se supo mantener al margen, con la conanza —a veces irritada como lo expresan libros “menores” como Provocaciones — en que la lección estaba dada, pero no comprendida. Él no había intentado —como Hegel— “enseñar a la losofía a que hable en alemán”, sino persistido en la tarea de Bello a Reyes, de que la crítica losóca y literaria siguiera hablando en español. Había logrado desde muy temprano —desde los años de
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Este texto es un fragmento de la conferencia “La imagen de América Latina en Rafael Gutiérrez Girardot”, en homenaje al profesor Rafael Gutiérrez Girardot organizado por el Instituto de Filosofía de la Universidad de Antioquia en el año 2005. Invitamos a nuestros lectores a leerla en Estudios de Filosofía Nº 33, 2006. ** Abogado, doctor en Filosofía, Coordinador del pregrado en letras: FIlología Hispánica de la Universidad de Antioquia.
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su colaboración en Mito — el propósito de que, Padeció Gutiérrez Girardot tal vez el sínen adelante, “resultara innitamente más difí- drome de un aislamiento crónico y creciente; no cil dar a la vulgaridad la apariencia de oración fue ajeno a la indiferencia pública que determi profunda”. Hizo más: hizo poesía en el sentido naba el curso de la divulgación espasmódica de romántico, que era el haber puesto en práctica su obra; se encontró afectado por la forma de los principios schlegelianos de elevar la teoría equívocas y desiguales correspondencias con y la crítica literaria a literatura; de hacer “litera- que eran recibidos sus ensayos: con frialdad o tura que tiene por objeto la literatura” (Curtius). envidia impotente. La serenidad, la discreción El reparo de que no culminó un libro “clásico”, y la cortesía que subrayaba en Hegel, Reyes o que dejó una obra dispersa, fragmentaria, es Henríquez Ureña, en una palabra, la elegancia vano y desacertado; la signicación de su obra de la inteligencia y los buenos modales de la se funda y desarrolla conforme con los rmes cultura —no los falsos de la diplomacia— que presupuestos aludidos. Es como hacer el reparo había pregonado como virtudes en sus admiraa Borges de no haber escrito una novela (otra dos modelos, parecieron abandonarlo por ratos. Rayuela, aunque nadie le repara a Cortázar el El reproche de que escribía cargando su pluma no haber escrito otra Ficciones), cuando se pasa con bilis o cicuta, los reparos por sus virulen por alto que la peculiaridad de su obra —su “ca- tas “insistencias”, sus arbitrariedades más llaracterística”— se establece en la tensión creati- mativas, sus ¿injustas? apreciaciones escandava con un universalismo o europeismo exigente losas —sobre Ortega y Gasset, sobre Octavio y superación de lo dado que, en este sentido, Paz, sobre Camilo José Cela, sobre Fernando también puede ser reprochado a su discípulo González, sobre los nadaístas o sobre EstanisGutiérrez Girardot. Lo que impresiona en todas lao Zuleta— son parte controversial de su consus frases es la concreción (fue conciso). siderable herencia. Son quizá deudas menores; Si durante las siguientes décadas en que o en forma más exacta, inversiones al capital se consagró a desarrollar las consecuencias de legado a modo de interés compuesto. Pero, son unos principios tan nítidamente expuestos, no escupitajos que la “red de enemigos” invisibles fue escuchado, en términos más exactos, fue se encargará de tirarle sobre el rostro por mu“invisibilizado” para la vida intelectual y litera- cho más tiempo. Sin embargo, apenas cabe preria del país —¿no es acaso la crítica un gesto de guntar, ¿cómo escindir el temple crítico de sus madurez de la vida literaria, vale decir, literatu- eventuales apasionados excesos? ¿No son uno ra desde el romanticismo?—, se debió a múlti- parte de lo otro? Sin el pathos polémico, sin sus ples factores adversos. La serena discreción con apreciaciones “como suele decirse, muy persoque expuso los elementos de ese Nuevo Mundo nales”, pero precisamente “por ello, de interés”, de Utopía, como un Adán dueño de un verbo Gutiérrez Girardot no sería Gutiérrez Girardot; crítico inédito, en una Colombia desecha por la no valdría la pena escribir una línea sobre él ni violencia, en una España aturdida bajo el fran- sobre ello. quismo y en una Alemania impregnada de euAlguien ha dicho que Gutiérrez Girardot foria audenaueriana, se vio lenta, pero violen- es el intelectual “más importante”, pero tamtamente negada. Como había subrayado para el bién el “más desconocido” (no lo ha sostenido caso de Büchner, su obra se dejó “languidecer y por escrito) de nuestro país desde Baldomero morir por años”. Sanín Cano. Tampoco la frase dicha en privado BABEL
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es un servicio, bueno o malo a la causa. Acaso no resulta impertinente recordar que, no pocos, dicen que el actual es el “mejor” presidente que hemos tenido, sin que ello no signique, desde otro punto de vista, que, en efecto, es el “peor”, desde Laureano Gómez Castro. Son, digamos por complacencia, meras opiniones, que son prejuicios o voces vacías, mientras no se fundamente racional —discursiva, en forma conceptual, no intimidatorio— qué es lo “más importante”, lo “mejor” o lo “peor” del asunto. Entre tanto, hay sucientes motivos para invitar a la lectura o relectura de Gutiérrez Girardot, mientras nos reservamos, por razones no menos convincentes, en abstenernos a recaer, recurrente y recursivamente, en aconsejar la reelección. Si, como se admiraba Marx de que “des pués de una losofía total como la de Hegel aún pudieran existir seres humanos”,1 nosotros tam bién tenemos derecho de admirarnos de algo más modesto, al ver cómo la sociedad colom biana —y su incomparable universidad— siguen tan empecinadas en sí mismas luego de las lecciones críticas de Gutiérrez Girardot. Ellas son una asignatura pendiente, no en el banal 1.
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signicado de un crédito académico, sino en el generoso horizonte abierto, teórico-losóco y cientíco no positivista, que insinúa un porvenir más digno, más propio y nuestro. La imagen que tenemos de la cultura literaria e intelectual de América Latina no es la misma después de Gutiérrez Girardot: él supo imprimirle un sello de renovación, de cohesión ideal y de valoración nunca antes alcanzado en esta dimensión; su obra es la expresión típicamente americana manifestada por Reyes, de “una movilidad y adaptabilidad humana característica” y expresión de ese “cierto impulso de síntesis, de aprovechamiento de saldos culturales”. Fue síntesis, “una organización cualitativamente nueva” y “de virtud trascendente”. Nos evitó el tortuoso paso de los “folclorismos”, es decir, de las dañosas armaciones provincianas, necesariamente parciales y anticuadas. Nos evitó, pues, “los pasos perdidos” (Carpentier) dados por tantos y tantas, en una imaginación telúrica de América Latina, en una perversa, como Gutiérrez insistió, imagen turística, de gaseoso internacionalismo de aeropuerto. Este es su legado intelectual; ese fue su destino controversial.
Rafael Gutiérrez Girardot, Horas de Estudio, Bogotá, Colcultura, 1976, p. 284. BABEL
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En la muerte de Rafael Gutiérrez Girardot
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Rubén Jaramillo Vélez Les agradezco mucho por esta invitación. Sin embargo, como lo dije hace tres semanas en el acto que con el patrocinio de la Casa de la Cultura de la ciudad tuvo lugar en el teatro Sugamuxi de Sogamoso, me resulta una ocasión muy triste, pues desde el día 28 de mayo, cuando me enteré del fallecimiento del gran maestro y amigo Rafael Gutiérrez Girardot, he estado tratando de elaborar el duelo, en vano. Su muerte signica una pérdida, en primer lugar para nosotros los colombianos, aunque en realidad lo es para la América Latina en su conjunto, para esa que Manuel Ugarte llamara la “patria grande”: Indo-ibero-América, una pérdida para todo el ámbito de la cultura en lengua española. Rafael Gutiérrez Girardot fue, en efecto, una de las guras intelectuales más prominentes de este continente en la segunda mitad del siglo veinte, si se tiene en cuenta que su gestión cultural, tan seria, tan genuina, tan fundamentada, comenzó a perlarse desde nales de los años cuarenta, cuando realizaba estudios de jurispru*
dencia, a través de sus primeros escritos ―ensayos, artículos, reseñas críticas― publicados en la Revista de la Universidad Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario cuya dirección le fue encomendada por su rector de entonces, monseñor José Vicente Castro Silva, a quién él siempre recordará con singular afecto. Ya a lo largo de la década del cincuenta se dio a conocer ampliamente, en particular cuando se integró al grupo de intelectuales que se congregaron alrededor de esa gran revista que fue Mito. Pero debo reiterar que me resulta sumamente triste llevar la palabra en esta ocasión. En primer lugar quisiera recordar que hace ya más de veinte años un grupo de jóvenes, entre los que se contaba mi amigo José Hernán Castilla, aquí presente, que luego sería el coeditor de una selección de sus escritos ( Hispanoamérica: imágenes y perspectivas), comenzaron a leerlo, y corresponde a ellos el mérito de haber puesto en circulación una serie de cuartillas en fotocopias, llamando la atención sobre la obra de
Conferencia pronunciada en Ibagué el viernes 26 de septiembre de 2005, por invitación del Centro Cultural de la Universidad del Tolima. Y fue publicada por primera vez en la Revista Aquelarre ―de ese mismo claustro― N° 8, en el segundo semestre de 2005. BABEL
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este ilustre compatriota que vivió casi cincuenta años en esa especie de exilio, tan frecuente en nuestro medio cuando una persona que se distingue por sus excelsas cualidades intelectuales es aislada y rechazada y se ve obligada a emigrar para gestar su obra en el extranjero. De manera que es con mucha emoción, pero con mucha y sincera tristeza, que recuerdo aquí al maestro Gutiérrez Girardot. Aunque yo tuve la oportunidad de conocerlo en alguna ocasión en Berlín, cuando realiza ba mis estudios, con motivo de una conferencia que él dictó en el seminario de romanística, debo mi relación con el profesor Gutiérrez a Bogotá, 1986. Trabajo fotográco de Ernesto Monsalve, por el Boletín Cultural y Bibliográco, vol. ese grupo de jóvenes que, como les decía, hace publicado XXXVII, Nº 40, 1995. unos años comenzaron a difundir su obra. En particular a mi apreciado amigo Juan Guillermo pero de por lo menos dos o tres cartas anuales. Gómez, que después de haber realizado sus es- Me entendía muy bien con sus familiares en tudios en Alemania se desempeña actualmente Bogotá, doña Leonor Gutiérrez de Happle, la como docente de cultura hispanoamericana en prima que tanto lo quería, y su esposo, un ingela Universidad de Antioquia y está llevando a niero alemán muy simpático y muy amigo suyo. cabo una gran labor como editor de los clásicos También tuve la oportunidad de conocer a su sedel pensamiento y la cultura hispanoamericana ñora esposa, la madre de sus dos hijas, una dama como, por ejemplo, los dos libros de José Luis encantadora que mucho lo amaba y le acompaRomero, muy amigo del maestro Gutiérrez Gi- ñó solidariamente durante casi cincuenta años. En primer lugar haré referencia a algunos rardot, Latinoamérica: las ciudades y las ideas y Situaciones e ideologías en América Latina , datos biográcos para que ustedes tengan una así como la obra del gran historiador chileno idea preliminar de quién era el maestro Rafael Mario Góngora, tan recomendado por Gutié- Gutiérrez Girardot. Nació en el año de 1928 en rrez, y una antología del ensayo colombiano de Sogamoso, esa ciudad de Boyacá tan peculiar en el conjunto del departamento, ya que por ser los siglos XIX y XX. Fue entonces a través de Juan Guillermo la puerta de entrada a los Llanos Orientales y Gómez, de José Hernán Castilla y otros jóve- por su clima, así como por ser una ciudad muy nes que entré en contacto con Rafael Gutiérrez liberal, se diferencia del resto de las poblacioGirardot. En 1986 publiqué en la serie mono- nes del departamento. Precisamente, como me gráca Argumentos, que por entonces comen- lo decía su compañero de infancia, mi amigo y zaba a editar, su ensayo intitulado “Universidad muy estimado profesor Carlos Patiño Roselli, y sociedad”, que ha tenido una gran acogida en las pocas familias conservadoras de Sogamoso nuestro medio. De esta manera, mi amistad con eran por entonces, en efecto, la de Gutiérrez y él comenzó aquí y no en Alemania. Mantuve la del propio Patiño. Su padre se llamaba Rafael una correspondencia con él, no muy frecuente María Gutiérrez. Era un dirigente del partido 46
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conservador, abogado y senador de la República, que sería asesinado en 1932, cuya esposa, Anita Girardot, era descendiente del héroe de la campaña libertadora, el héroe del Bárbula. Como huérfano de padre, Gutiérrez fue educado por su abuelo materno, Juan de Dios Girardot, a quien consagraría páginas de honda devoción y afecto. Después de haber cursado estudios de primaria y bachillerato en Sogamoso y Tunja se matriculó en la facultad de derecho del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario y al mismo tiempo en el recientemente fundado Instituto de Filosofía de la Universidad Nacional, que comenzó a funcionar como adscrito a la facultad de derecho de la misma y cuyo origen nos recuerda también la gestión de otro gran colombiano, gran amigo nuestro y de Rafael Gutiérrez Girardot, el viejo maestro Rafael Carrillo Luque, un indígena canguamo del poblado de Atanquez ubicado en una estribación de la Sierra Nevada de Santa Marta, quien después de haber realizado estudios en el Liceo Celedón de Santa Marta se trasladó a Bogotá y cursó también estudios de jurisprudencia en la Universidad Nacional, aunque desde un principio se consagró con gran fervor al estudio y difusión de la losofía. El mismo Gutiérrez recuerda a tres de sus maestros que fueron los fundadores del Instituto. Cayetano Betancur, lósofo y jurista antioqueño, fallecido ya hace unos treinta años, el ya mencionado Rafael Carrillo, y Danilo Cruz Vélez, que todavía vive y a quien tuve el privilegio de tener como orientador en mi formación losóca inicial. Rafael Gutiérrez Girardot pertenece a esa generación que al salir de la adolescencia experimentó el trauma más profundo de la historia de nuestro país en el siglo veinte después de la guerra de los mil días, que se inició con el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán el nueve de abril
de 1948, un evento que parte en dos la historia de Colombia y que dio origen al dramático período de la “Violencia” durante los diez años que le siguieron. Basta mencionar algunos nombres, como el del poeta Fernando Charry Lara, muy amigo suyo por cierto, fallecido apenas hace unos seis u ocho meses. Recuerdo que hace años quince años la prima de Gutiérrez le ofreció una cena a él y a su señora y en esa ocasión estuvo presente Charry Lara (que por cierto también fue uno de mis profesores en la universidad, en literatura hispanoamericana). Pertenecen también a esa generación, entre otros, nuestro premio Nobel, Gabriel García Márquez, y el padre Camilo Torres Restrepo; Héctor Rojas Erazo, el gran pintor Fernando Botero; Orlando Fals Borda, pionero de la sociología moderna en Colombia; Hernando Valencia Goelkel, crítico literario y cinematográco, además de excelente traductor del inglés, que murió hace unos años. Algunos miembros de esa generación se agruparon alrededor de la revista Mito, cuyos fundadores fueron los “benjamines” de la misma. Me estoy reriendo a Jorge Gaitán Durán y a Eduardo Cote Lamus, que fallecieron am bos trágicamente, el primero en un accidente de aviación en las Antillas cuando regresaba de París, en 1962; y el segundo, murió poco des pués en un accidente automovilístico acaecido en las proximidades de Pamplona cuando se desempeñaba como gobernador de Santander del Norte. Como ya lo he mencionado, Gutiérrez comenzó su gestión intelectual en el Colegio del Rosario, cuando monseñor Castro Silva le encomendó la dirección de la revista, en la cual publicó en el número de mayo-junio de 1949 la traducción de un ensayo sobre el tomismo moderno del sacerdote dominico Josef Bochenski. Igualmente publicó el 15 de enero de 1950 en BABEL
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Rafael Gutièrrez Girardot con José María Valverde y Luis Rosedales, 1953, en España. Fotografía cedida por María
Alexandra Mosquera y Patricia Tobón Ricaurte.
el suplemento literario del periódico El Siglo, ―para el cual también escribiría comentarios y reseñas el maestro Rafael Carrillo―, un ensayo sobre el segundo centenario de Goethe, a quien conocía muy bien. Ya había publicado allí, el 9 de octubre de 1949, un artículo intitulado “Heidegger frente a Sartre”, lo que me parece muy signicativo porque en esa época eran muy pocos los intelectuales colombianos que conocían a Heidegger mientras Sartre era casi hegemónico. Quisiéramos mencionar otro artículo pu blicado en el suplemento literario de El Siglo intitulado “Un Nietzsche desde dentro”. Ya he mencionado algunos autores alemanes de los cuales se va a ocupar Gutiérrez fervorosamente a lo largo de su vida, como Goethe, Nietzsche y Heidegger. Sobre el segundo pu blicaría en 1966 en la Editorial Universitaria de Buenos Aires ( Eudeba) un libro que no ha perdido actualidad ni vigencia: Nietzsche y la lología clásica, uno de los mejores trabajos que se han escrito en lengua castellana sobre ese as pecto especíco de su obra. También publicó en el suplemento de El Siglo de aquella época un artículo sobre Julián Marías, el discípulo más 48
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conocido de Ortega; y luego uno sobre Camilo José Cela, quien recibiría el Nobel algunos años más tarde. Igualmente elaboró la presentación de dos poetas colombianos de su momento, Fernando Arbeláez, fallecido hace unos quince años y que hacia mediados de los sesenta seleccionó una antología de la poesía colombiana que editó la división de extensión cultural del Ministerio de Educación; y Marco E. Chávez, a quien no conozco. En 1950 publicó también en la revista del Colegio Mayor del Rosario un registro de los documentos sobre la historia nacional que se guardaban en el archivo del colegio, acom pañado de una nota introductoria. También por entonces publicó en el suplemento literario de El Siglo un ensayo sobre las nuevas tendencias del pensamiento español, y el 20 de mayo de 1951 un artículo intitulado “Barba Jacob y el existencialismo”. Tradujo igualmente una conferencia de Carl Schmitt que se publicó igualmente en El Siglo el 17 de julio de ese mismo año. Allí mismo publicó poco después un artículo intitulado “Notas para una denición de Hispanoamérica” que anticipa su gran ensayo “La visión de Hispanoamérica de Alfonso Reyes”, así como un artículo sobre el intelectual y la cultura moderna, que luego reelaboraría y leería en el Club Suamox de su ciudad natal con motivo del homenaje que se le rindió el 18 de noviembre de 1993, con el título “Los intelectuales en la historia”, que se reprodujo en la revista congratulatoria de la Casa de la Cultura de la ciudad hace unas tres semanas. Al iniciar la década del cincuenta Gutiérrez viajó a España. Por entonces era un conservador conciente y simpatizaba con la ideología del régimen español. En España estudió con el pensador más importante de la primera mitad del siglo veinte, Javier Xubirí, que en su momento sería opacado por Ortega; al mismo tiempo Julio 2008
realizó estudios de sociología en el Instituto de Estudios Políticos de Madrid. Sin embargo, ya en 1953 se trasladó a la universidad de Friburgo, en el suroeste de Alemania, en donde entró en contacto con dos guras que van a ser decisivas en su desarrollo intelectual. En primer lugar con el gran romanista alemán Hugo Friedrich, que dirigiría su trabajo de promoción, autor, entre otras, de una obra ya considerada “clásica”, La estructura de la lírica moderna, así como de un libro intitulado Tres clásicos de la novela francesa (sobre Balzac, Stendhal y Flaubert). También se vinculó al gran pensador Martín Heidegger, con quien llegaría a mantener a lo largo de los años una genuina amistad y que por esa época volvía a la cátedra, pues al concluir la guerra había sido destituido por las fuerzas de ocupación en razón de su compromiso durante el primer año de la dictadura de Hitler, cuando adhirió al partido nacionalsocialista y en su discurso de posesión como rector de la universidad de Friburgo elogió el acontecimiento. El profesor Gutiérrez alcanzó un dominio pleno de la lengua alemana y llevó a cabo una serie de valiosas traducciones de los que mencionaré luego algunos de los títulos más signicativos. También fue nombrado profesor en el Instituto Iberoamericano de Gotemburgo, Suecia, y catedrático de “Mundo hispánico” en la Escuela de periodismo de Madrid, así como en la Universidad Menéndez y Pelayo de Santander, una universidad internacional en la cual se realizan prestigiosos cursos de verano para extranjeros. También fue profesor invitado en la Universidad de Colum bia en Nueva York.
Finalmente, inició su regular carrera docente en la Universidad de Bonn, en la cual llegó a dirigir los estudios de hispanística y cultura hispanoamericana. Precisamente hace unos diez años, con motivo de su paso a la condición de profesor emérito, Juan Guillermo Gómez, rodrigo Zuleta y su hija Bettina Gutiérrez com pilaron un volumen en su homenaje que fue pu blicado por la editorial Vervuert de Frankfurt y para el cual ―lo que mucho me honra― contri buí con un ensayo. En los últimos años, liberado ya de la carga docente regular, realizó una tarea muy fecunda y cosmopolita, asistiendo a eventos de gran signicación en los Estados Unidos (Universidad de Maryland), España, Argentina, México. Publicó en las revistas más importantes de la España post-franquista, cómo Quimera, El Viejo Topo, Cuadernos Hispanoamericanos (que dirigía su amigo Luis Rosales), así como en revistas venezolanas, argentinas, mexicanas y, desde luego, colombianas. Les mencionaba la gestión de Gutiérrez como traductor porque es un intelectual que ha servido de vínculo entre la cultura alemana, que él conocía en un grado de intimidad sorprendente, y el ámbito hispanoparlante. Quisiera recordar, para dar un ejemplo bien pertinente, que hace unos años, cuando el pro-
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Rafael Gutièrrez Girardot con su esposa Marliese. Bogotá, 1986. Trabajo fotográco de Ernesto Monsalve, publicado por el Boletín Cultural y Bibliográco, vol. XXXVII, Nº
40, 1995.
fesor Gutiérrez vino a Colombia a dirigir un seminario en la Universidad Nacional sobre la Introducción a la Fenomenología del espíritu, al tratar la crítica del romanticismo, que en el caso de Hegel se integra a la polémica con su condiscípulo Schelling, llevó a cabo un análisis de la novela Lucinda de Friedrich von Schlegel, con tanto detalle y precisión como sólo un profesor alemán de germanística podía efectuar, porque se introducía de lleno en la trama y la temática de la obra, un procedimiento bien característico de su estilo docente, que me parece excepcional en nuestro medio pues, para Gutiérrez, el discurso losóco no debía ser comprendido sólo a partir de una exégesis rigurosa desde el punto de vista lológico sino que debería aprehender la circunstancia histórica, social, política (yo siempre he sostenido, por ejemplo, que no se puede comprender el Idealismo alemán si no se conoce a Lutero, si no se entiende el signicado profundo de la Reforma ―el primer momento de la subjetividad como “principio de la modernidad” según Hegel― y que los trabajos de Kant sobre ética, como la Fundamentación de la metafísica de las costumbres , tienen como 50
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antecedente el texto de Lutero La libertad de un hombre cristiano, de 1521). Gutiérrez tenía eso: una extraordinaria sensibilidad para lo que Karl Jaspers llamara “lo englobante”. Insistía en mostrar la forma como el losofema, el discurso, arraiga en un univer so de signicado. Era una actitud permanente en su docencia. Porque no sólo era lólogo, intérprete, sino también un infatigable y sensible lector en los espacios en que se movía, tan am plios, por lo demás: era un gran conocedor de la cultura, de la literatura, la novela, la poesía es pañola e hispanoamericana y, al mismo tiempo, de la losofía, la literatura, el ensayo y la poesía alemana. También conocía otros ámbitos, algo de la literatura francesa y norteamericana pero, sobre todo, la hispanoamericana, que él sentía todos los días porque aunque residía en Bonn vivía en función de nuestro continente, en función de la “patria grande”. En cuanto a la difusión de la cultura alemana, que conocía de manera inusitada, tradu jo por ejemplo La esta de la paz , un extenso poema de Hölderlin, que publicó la editorial El Ancora de Bogotá, hace ya diez años. De Heidegger tradujo uña serie de textos sumamente complejos como, por ejemplo, los Comentarios a la poesía de Hölderlin. Para traducir este ensayo y a un poeta tan profundo e intenso ―que por su parte también había sido traductor, porque había vertido al alemán la Antígona de Sófocles― , se requiere de un conocimiento muy preciso y armado de la lengua alemana. Gutiérrez reveló una gran comprensión de un intelectual tan complejo como Martín Heidegger, que a pesar de sus equivocaciones en el campo de la política fue un genuino pensador, el último representante de la gran tradición metafísica ―así estuviera lejos de considerarse un metafísico―. Además de los ya mencionados ComentaJulio 2008
rios a la poesía de Hölderlin, que fue publicada en 1953 en la revista Bolívar , tradujo para los Cuadernos Hispanoamericanos , que, como les decía, dirigía el poeta Luis Rosales, gran amigo suyo, “La lección sobre la cosa”, un fragmento de exégesis de algunas páginas de la Crítica de la razón pura que luego se publicaría en Ideas y Valores, la revista de nuestro departamento de Filosofía, con el título “La cosa”. Tradujo también, en 1954, para la Revista Bolívar otro ensayo de Heidegger: “Abandono del ser y errancia” y, para la Revista Nacional de Cultura de Caracas “En poema habita el hombre” (unos años más adelante se publicaría también en la revista Tierra Firme, que editaba en Bogotá Francisco Posada una traducción de este ensayo). Para la revista Mito Gutiérrez tradujo otro ensayo de Heidegger: “De la experiencia del pensar”, que se publicó en el número dos, de junio-julio de 1955. Al año subsiguiente, en el número 10, de octubre-noviembre de 1956, publicó en la misma revista sus “Notas sobre Hegel”, que luego amplió y volvió a publicar con el título “Hegel, notas heterodoxas para su lectura”, en mi opinión uno de los mejores trabajos que se han pu blicado en nuestro país sobre el gran pensador alemán y en el cual, como en el caso que comentaba del seminario sobre Hegel, también se destaca su estilo, al considerar en contexto, el complejo universo que se reeja en la obra del lósofo. De otra parte, como su estilo era fundamentalmente polémico, porque no se limitaba a la reseña sino que reexionaba sobre la actualidad, alberga también el inicio de una polémica con Karl Popper que mantendrá toda su vida. Sin embargo, de todas sus traducciones de esa época la más signicativa fue la de la Carta sobre el humanismo de Heidegger, que se publicaría en 1953 en uno de los “Cuadernos” de la editorial Taurus, que Gutiérrez había
contribuido a fundar en Madrid. Como ustedes quizás saben, fue la respuesta a una carta que le enviara un estudiante de losofía en la que le preguntaba, recién pasada la guerra, cómo sería posible volverle a dar un sentido a la palabra “humanismo”: Jean Beaufret quien, entre tanto, es uno de los mejores divulgadores de Heidegger en la academia francesa. Otras traducciones para la colección “Estudios Alemanes” de la Editorial Sur de Buenos Aires, que codirigió durante muchos años, fueron, por ejemplo, Filosofía práctica y Teoría de la historia de Hermann Lubbe y una obra de Judith Janoska-Bendl intitulada Max Weber y la sociología del iluminismo. En la misma serie editó una muy afortunada selección de ensayos de Herbert Marcuse (Cultura y sociedad ), la Dialéctica del iluminismo de Horkheimer y Adorno, así como selecciones de los ensayos de Walter Benjamín, Gottfried Benn, F.G. Junger, Alexander Mitscherlich, entre otros. También en la revista Mito , ya en noviem bre de 1957, publicaría una reseña de la nueva edición de las obras de Nietzsche que había emprendido el profesor Karl Schlechta, acom pañada de un pequeño libro llamado El caso Nietzsche en el cual aquel denunciaba las falsicaciones que había emprendido su hermana Elizabeth con la complicidad de uno de sus últimos discípulos y amigos, el músico vienés Peter Gast (que no se llamaba así, sino, Heinrich Koselitz pero Nietzsche había bautizado como Pedro el huésped ), asunto al que se referiría Gutiérrez en un artículo intitulado Otra vez Nietzsche publicado en el número 16 de la revista. Lo anterior nos permite hacer un boceto fragmentario de una visión de conjunto de la primera etapa de la obra del maestro Gutiérrez Girardot. No quisiera ser muy exhaustivo y no mencionaré los títulos de sus libros más recientes, que son sucientemente conocidos. BABEL
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Bogotá, 1986. Trabajo fotográco de Ernesto Monsalve, publicado por el Boletín Cultural y Bibliográco, vol.
XXXVII, Nº 40, 1995.
Quisiera subrayar además que, en mi opinión, lo que más sobresale en la gestión tan fecunda del profesor Rafael Gutiérrez Girardot fue su profundo y sincero compromiso con Colombia y con la América indo-ibero-americana: su intención por rescatar del olvido a las grandes guras que han ido tejiendo la realidad y el misterio de la América Latina. Precisamente en uno de sus textos recordará él un ensayo de Alfonso Reyes que lleva como título “La equis en la frente” en la que reere a México como a un enigma. Tal y como lo representa también un famoso óleo de David Alfaro Sequeiros intitulado Nuestra imagen. Pero ese enigma que es América Latina fue también, desde un principio, desde la “Carta de Jamaica” de Bolívar, la patria de la utopía. Por eso Gutiérrez recuerda de continuo el texto La Utopía de América del gran maestro dominicano Pedro Henríquez Ureña (1925). De la misma manera que siempre evocará permanentemente a Alfonso Reyes, el compañero y “amigo fraterno” de aquel, su colaborador en ciudad de México cuando, hacia 1910, emprendieran ese gran proyecto renovador de la cultura a través 52
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del Ateneo de la Juventud, que congregaría a la generación que asumió la tarea de superar el estrecho marco de referencia del positivismo, que había sido un poco la ideología legitimante del proyecto desarrollista del porriato pero se ha bía agotado, como don Porrio mismo y su régimen, hacia nales de la primera década del siglo. Para terminar, quisiera leerles un párrafo de un ensayo que me envió hace veinte años el profesor Gutiérrez y que me enorgullece haber publicado en la serie monográca Argumentos, intitulado “Qué universidad, para qué sociedad”, una contribución que le fue solicitada por entonces por los amigos mencionados y a la cual él respondió de inmediato. El problema se reere a las relaciones entre la universidad y la sociedad. Gutiérrez se lo planteaba de una manera muy contemporánea por haber sido testigo ―y al respecto, por cierto, tuvimos una controversia porque, como en muchas otras cosas, no estaba del todo de acuerdo con él― de los desarrollos del movimiento estudiantil de mediados de los años sesenta en Alemania y era conciente de algunas consecuencias no muy positivas del mismo, seguramente porque, como se lo di a entender en esa ocasión, asumía la posición de profesor afectado por la insurgencia juvenil, pues se daba cuenta de que estaba en peligro una institución tan sensible a los cambios apresurados como la universidad, cuya problemática debe ser tratada con mucho tacto, con mucho cuidado. Porque cuando los tecnócratas neoliberales ―que ni siquiera saben hablar castellano―, asumen la dirección de la educación pública, ponen peligro la soberanía nacional. Tal como lo hemos venido experimentando en los últimos años, en el país se están introduciendo paradigmas para dirigir ―y en realidad desorientar― los desarrollos de la educación superior, que no se fundamentan en una genuina reexión sobre nuestra realidad. Julio 2008
Gutiérrez iniciaba esa reexión considerando una universidad “que se acomodara a las exigencias de la democratización de la sociedad sin por ello descuidar o pervertir su tarea y su misión”, y planteaba que esta redenición de las relaciones entre la sociedad y la universidad sólo sería posible en sociedades como las europeas, caracterizadas por una larga tradición universitaria y cientíca, es decir, “en sociedades en las que ha existido una auténtica relación con la universidad y en las que la institución universitaria ha tenido un estatus social especial propio de su tarea, a su función y al papel que juega el saber en dichas sociedades.” Pero agregaba que éste no sería el caso de las sociedades hispánicas. “En ellas no hay que denir de nuevo, ni siquiera denir por primera vez esa relación. En ellas hay que crearla, es decir, poner de presente la signicación vital de la universidad para la vida política y social, para el progreso, la paz y una democracia ecaz y no solamente nominal. Con otras palabras: para establecer una relación entre universidad y sociedad en los países hispánicos es necesario demostrar a esas sociedades que el saber cientíco no es comparable con un dogma, que es esencialmente antidogmático; que el provecho inmediato del saber cientíco no es reglamentable ni determinable por ningún grupo de la sociedad, sino que surge de la libertad de la investigación, de la libertad de buscar caminos nuevos, de descubrir nuevos aspectos por vías que a primera vista no prometen resultados traducibles en términos económicos; que, nalmente, el saber cientíco y la cultura no son ornamentos, sino el instrumento único para claricar la vida misma del individuo y de la sociedad, para cultivarla y, con ello, pacicar y dominar la violencia implícita en la sociedad moderna burguesa; esto es, en la sociedad en la que todos son medios de todos para sus propios nes, en la sociedad egoísta”.
Rafael Gutiérez Girardot con Carmen Ruiz y Merliese (su esposa), enTenerife, 1988. Fotografía cedida por Carmen
Ruiz.
Al considerar que una de las condiciones sine qua non, inherente a la vida del espíritu, ha de ser la honestidad, la disciplina, el tratamiento serio, riguroso y responsable de los problemas y las ideas, quisiera reiterar que esto es lo que ha de signicar para nosotros los ejemplos de su vida y de su obra, lo que nos enseñan su actitud y su esfuerzo tan genuinos: su paciencia, su laboriosidad, su compromiso. De todo ello podemos extraer valiosas enseñanzas que nos permitan abandonar el “rastacuerismo”, las actitudes parroquiales, el rencor y la simulación, tan frecuentes en nuestro medio. El contacto con su obra ampliará nuestro horizonte y nos abrirá a la esperanza. Nos hará concientes de la magnitud de la crisis por la que estamos atravesando y nos proveerá de medios para reconocerla, para pensarla con acierto y, eventualmente, superarla. Hoy, más que nunca, resulta impostergable el sereno pero implacable ejercicio de la crítica, sobre el cual se pronunciara Kant con absoluta radicalidad cuando decía que la razón sólo concede su respeto a lo que puede soportar su examen público y libre. BABEL
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La biblioteca Gutiérrez Girardot María Alexandra Mosquera y Patricia Tobón Ricaurte La Rheinaustrasse 142, es la calle donde Rafael Gutiérrez Girardot vivió desde 1973 hasta su muerte en mayo del 2005. Allí, en un segundo piso, en un apartamento de una planta con varias estancias y una bella terraza, Marlisse, su señora, sembraba las plantas típicas de la estación, “para que alegraran la vida”, como ella lo repetía. En el otoño de 2004 había plantado unos novios rojos y rosados, curiosos en el paisaje alemán, pero comunes en el paisaje boyacense; sembrados, quizás en honor a su marido, a quien admiraba y a quien acompañó durante cincuenta años de matrimonio, no solo en Alemania, sino también en varias partes del mundo, incluida, Colombia. Desde una de las ventanas del apartamento, a lo lejos, se divisa el Rhin. Mirando jamente al otro lado del río, se ve la universidad de Bonn, allí donde Rafael Gutiérrez Girardot fundó la cátedra de hispanística. Es quizás el primer latinoamericano que ha sido nombrado en un cargo universitario de tan alto rango en Alemania. Esto lo tenía muy claro: a diario salía de su apartamento y caminaba hacia la orilla 54
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del Rhin y allí abordaba una pequeña embarcación en la que cruzaba el río, luego caminaba directo hacia la facultad donde le enseñaba a jóvenes alemanes el pensamiento hispano: historia, literatura etc. Por muchos años, fue reuniendo libros, es pecialmente de historia, losofía, poesía y literatura. Desde sus años universitarios se inició en el arte de escribir, pero, más que el acto mismo de la escritura, su afán era el conocimiento, el saber, el entender el mundo y ordenarlo. En su “despacho”, como él llamaba su es pacio de trabajo, aparte de su máquina de escri bir tenía un sillón para la lectura, en las paredes colgaban fotos de sus hijas con vestidos de primera comunión, fotos de sus nietos, una foto de un óleo de Bolívar, otra de Chopin su músico predilecto, un grabado de Hegel, un óleo de Martín Heidegger y una foto de Alfonso Reyes con dedicatoria; todos, objetos muy personales y que le acercaban a aquello que él más apreciaba. Recostada sobre un libro de Habermas, una pequeña foto de la imagen del Niño Jesús del 20 Julio 2008
de Julio, en blanco y negro, curiosa, por la falta de color y como él armó “es de lo poco que me queda de mi época de seminarista, cuando nos regalaban esas estampitas”. Debajo de está otra foto, igual en blanco y negro: Rafael, Marlisse y en el centro Carl Schmitt “esa foto la tomaron en la casa del propio Carl Schmitt en Pleninberg en 1969. Schmitt fue el constitucionalista más agudo e importante que hubo en Alemania” dijo enfáticamente Gutiérrez. Sobre el escritorio su colección de pipas, tabaco inglés, los cigarrillos Pielrroja ―de los que dijo que eran muy buenos para la salud, ya que el tabaco era puro―, en papel de arroz y sin ltro. También ceniceros, encendedores y muchas cajas de fósforos de madera, libros, papeles, informes... El resto de las paredes están forradas en libros. Señalando la parte baja de uno de los costados de la biblioteca dijo: “aquí está todo sobre la ciudad, pues es un tema central de la modernidad y se ha trabajado muchísimo”: había allí literatura e historia de las ciudades tanto europeas como latinoamericanas. Estantes completos sobre Aristóteles, Séneca, la losofía tomista ―de la cual no había mucho―, losofía moderna, desde Espinoza hasta Kant, varias estanterías de Kant y sobre Kant, Dilthey, Cassirer, Husserl, todo Heidegger y sobre Heidegger. Luego los lósofos contemporáneos como Fink, Merlau Ponty y Sartre. De losofía marxista: Ernst Bloch, Adorno, Horkheimer y Marcuse. Varios estantes de sociología y ciencia política, historia, lología clásica y todo lo que es literatura Alemana: Kleist, Hölderlin, Thomas Mann y Beltrol Brech. Diccionarios en todos los idiomas y tamaños, historia de la losofía y toda la obra de Hegel, por supuesto en alemán, en varios estantes. Manuscritos de Heidegger, con dedicatorias del autor, que Rafael Gutiérrez Girardot
tenía, gracias a que el hermano del lósofo los mandaba a pasar a máquina en Suiza y se los daba a quienes estaban en los seminarios o en el círculo de Heidegger. En su despacho hay todo lo que uno ni se sueña, pero no todo se concentra allí: el resto está en el apartamento, por los pasillos, sobre las puertas hay estanterías, donde menos se espera hay un libro. La vida de los Gutiérrez Girardot transcurre en ese ambiente. Aún donde Marlisse toca el piano hay una excusa para tener libros. El Nietzsche de Heidegger está dedicado por él mismo con fecha 14 de marzo de 1966, en recuerdo de sus conversaciones en Friburgo. Se encuentran también, primeras ediciones como los escritos del Joven Marx en 1953 y las obras completas de Sigmund Freud. La bi blioteca de Gutiérrez mantenía un orden que él conocía, pero que a simple vista parecía un desorden, el desorden ordenado, libros escritos por él confundidos entre cajas, colecciones en cuero de belleza extraordinaria y sobre ellos más libros; pero él sabía exactamente el lugar que debería ocupar cada uno. Creo que éste es el común denominador de muchos bibliólos. Me viene a la mente la foto de la biblioteca de León de Greiff “El cuarto del búho” donde los libros parecen recién puestos, recién abiertos, recién leídos, recién tocados, y aunque la biblioteca de Gutiérrez es algo distinta, se presiente el contacto constante, el conocimiento de que allí, en aquel rincón está lo que yo necesito. Pienso también en la biblioteca de Hans Ungar famoso librero contemporáneo radicado en Colombia, con mapas y grabados antiguos en formatos es peciales, libros sobre los viajeros universales, incunables como el primer libro impreso en Colombia, que mostraba con orgullo. Todos ellos libros dispuestos para ser consultados. Frente a una biblioteca como la de GutiéBABEL
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gaba más de treinta mil volúmenes. El mismo Meindel quiso donarla a la Biblioteca Nacional de Colombia sin conseguir que se la recibieran, y terminó vendida a la Universidad de Indiana después de que Meindel escuchó propuestas de varias universidades del mundo que entendían su valor. O como la de Juan Lozano y Lozano, a quien no es necesario presentar, que después de pasar por el Congreso de la República acabó por las calles de Bogotá, pues tampoco se entendió su contenido ni su objetivo. La biblioteca de Rafael Gutiérrez Girardot reeja un pensamiento, una ideología sobre América Latina y Colombia. En ella podemos identicarnos, no solo porque allí habitan nues Rafael Gutiérrez Girardot con Fernando Charry Lara (der.) y Carlos Enrique Ruiz (izq.). Fotografía cedida por María tros más queridos poetas, escritores y pensado Alexandra Mosquera y Patricia Tobón Ricaurte. res, sino porque en ella se reeja el país que soñaba Gutiérrez, la América Latina unida en un rrez o como la de Hans Ungar, cabría la pregun- sueño que quizás algún día se haga realidad. ta acerca de la posibilidad de leer y conocer una cantidad tan vasta de libros. ¿Cómo logra un solo cerebro, tener en cuenta tantos temas? ¿Sa ber dónde se encuentra cada volumen, sin excepción? Cuando le pregunté si todos los libros estaban en alemán, respondió que tenía libros en griego, en latín, inglés, francés, italiano, portugués y, desde luego, en español. Las dimensiones del pensamiento son innitas y como lo decía Borges en su Babel “... Si un eterno viajero la atravesara en cualquier dirección, compro baría al cabo de los siglos que los mismos volúmenes se repiten en el mismo desorden (que repetido, sería un orden: el Orden).” Lo que sería inadmisible, es que está biblioteca, la de Rafael Gutiérrez Girardot terminara sus días como la antigua de Alejandría, quemada, destruida o, como la de Bernardo Meindel, un vienés que vivió veinticuatro años en Colombia, de 1928 a 1952, tiempo en el cual se interesó en la literatura latinoamericana y alemana, llegando a tener una biblioteca que alber56
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Bibliografía Gilberto Díaz Aldana y Diego Posada
La bibliografía de Rafael Gutiérrez Girardot que se presenta a continuación, se podrá encontrar en la biblioteca de la Universidad de Antioquia y en la Biblioteca Pública Piloto de Medellín, y por lo tanto no constituye la bibliografía completa. Tampoco se presentará ordenada cronológicamente puesto que se pretende dar al lector un guía para su lectura y que se convierta en una invitación para difundir y conocer la obra del profesor Rafael Gutiérrez Girardot. “Estraticación social, cultura y violencia en Colombia”, en: Revista de Estudios Sociales, Bogotá. N° 7, sep. 2005. pp. 9-18. Tam bién en: Aleph, Manizales, N° 112 ene.-mar. 2000. p. 10-25. “Poema y crítica”, en: Aleph, Manizales. Vol. 39, N° 134, jul.-sep. 2005, pp. 2-6. “La revista Mito”, en: Aleph, Manizales. Vol. 39, N° 134, jul.-sep. 2005 pp. 70-74.
“Conversación con Rafael Gutiérrez Girardot”, en: Quimera , Revista de Literatura, Barcelona, N° 259-260, jul.-ago. 2005, pp. 7381. “A propósito de las interpretaciones de la literatura latinoamericana”, en: Gaceta Colcultura, Santafé de Bogotá. Vol. 1, N° 9, abr. pp. 22-30, publicado también en: Cuadernos de Filosofía Latinoamericana, Santafé de Bogotá, N° 20, jul.-sep. 1984, pp. 41-59. “Alfonso Reyes y Goethe”, en: Cuadernos His panoamericanos, Madrid, N° 588, jun. “América. Sin realismos mágicos”, en: Quimera, Revista de Literatura, Barcelona, N° 46-47, feb. 1985, pp. 91-99. “El anticristianismo de Nietzsche”, en: El Vie jo Topo, Barcelona. N° 104, feb. 1997, pp. 49-56. “Carl Schmitt y Walter Benjamin”, en: Cuadernos Hispanoamericanos, Madrid N° 612, jun. 2001, pp. 61-78.
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“Carta de Lord Changos”, en: Cuadernos His panoamericanos, Madrid. N° 646, abr. 2004, pp. 61-70. “La cultura en 1957: otra vez a Nietzsche: sobre una nueva edición de sus obras completas”, en: Mito, Revista bimestral de Cultura, Bogotá, Vol. 03, N° 16, oct.-nov. 1957 , pp. 270-276. “Ernst Stadler o las ambigüedades de la vanguardia”, en: Quimera , Revista de Literatura, Barcelona, N° 224-225, ene. 2003 , pp. 77-87. “De la experiencia del pensar”, en: Mito, Revista bimestral de Cultura , Bogotá, Vol. 1, N° 2, jun.-jul. 1955, pp. 81-84. “La losofía en Hispanoamérica”, en: Cuadernos Hispanoamericanos, Madrid, N° 630, dic. 2002, pp. 81-85. “El genio ilustrado. Análisis y legado de Immanuel Kant”, en: Revista Nueva Época, Bogotá, Vol. 11, N° 24, jun. 2005, pp. 17-20. “Georg Heym o la conguración poética del ennui”, en: Cuadernos Hispanoamericanos, Madrid, N° 625-626, jul.-ago. 2002, pp. 171-187. “El intelectual y la política: Carl Schmitt y Walter Benjamin sobre la modernidad”, en: Aleph, Manizales, Vol. 24, N° 115, oct.-dic. 2000, pp. 54-73. “Jakob van Hoddis. La nobleza desaante de la bohemia”, en: Quimera, Revista de Literatura, Barcelona , N° 147, may. 1996, pp. 47-54. “Jorge Luis Borges”, en: Mito, Revista bimestral de Cultura, Bogotá, Vol. 07, N° 39-40, nov.-dic. 1961, ene.-feb., 1962 , pp. 119125. “Jorge Guillén o la lucidez histórica”, en: Quimera, Revista de Literatura, Barcelona, N° 37, abr. 1984, pp. 25-27. “Literatura y sociedad: a propósito de una críti58
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Horas de estudio, Bogotá. Colcultura (Instituto Colombiano de Cultura), 1996. Aproximaciones, Bogotá, Procultura, 1986. César Vallejo y la muerte de Dios, Bogotá, Panamericana, 2000, publicado también en Horas de estudio y en Cuestiones. Fiesta de la paz, Friedrich Hölderlin (autor); Rafael Gutiérrez Girardot, (traductor) Bogotá, Ancora Editores, 1994. El n de la losofía y otros ensayos, Medellín, Antorcha Monserrate, 1968. Heterodoxias, Bogotá, Taurus, 2004. Jorge Luis Borges, ensayo de interpretación, España, Ínsula, 1959. Este ensayo también aparece en Horas de estudio. Machado: reexión y poesía, Bogotá, Tercer Mundo, 1989.
Modernismo: supuestos históricos y culturales, Bogotá, Fondo de Cultura Económica, 1987. Los poetas malditos: un ensayo libre de culpa,Alfonso Carvajal (autor). Rafael Gutiérrez Girardot (pró.), Bogotá, Panamericana, 2002. Provocaciones, Bogotá, Ariel, 1997. Otra edición fue publicada por: Colombia: Nuestra América en 1992 y Fundación Editorial Investigar en 1992. Thomas Mann 1875-1975 homenaje en su centenario, Buenos Aires, Universidad Nacional de La Plata, 1975. Nietzsche y la lología clásica, Buenos Aires, Editorial Universitaria de Buenos Aires, 1966. Entre la ilustración y el expresionismo: guras
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