Héctor Cerrilla Rivera
Psicopatología II
Profra. Ana Laura Huitzil
Análisis de la película Mr. Jones Inesperadamente interesante y conmovedora; no obstante la excelente actuación de un actor que no niega su origen comercial californiano, Richard Gere (Mr. Jones) aporta una interesante muestra de un caso de trastorno de la conducta ubicado en el umbral de las psicosis afectivas y que lleva por subclasificación en la nomenclatura “maniacodepresivo”. A pesar de poseer una atractiva e irresistible personalidad, ésta queda ubicada así debido a los episodios diametralmente opuestos de estados de ánimos del personaje, los cuales fluctúan entre la exaltación y la depresión (aumento y disminución de la actividad respectiva). Al inicio de la película el personaje se encuentra dentro de una de las dos fases de las psicosis maniacodepresivas: la fase maniaca o hiperactiva. La manera tan entusiasmada y convincente con la que se presenta en un lugar donde nunca ha estado y con quien nunca había visto antes, es uno de los rasgos de la personalidad antes mencionada. Expresa fácilmente sus emociones, es confiado, agresivo socialmente y enormemente extrovertido. La confianza en sí mismo parece no tener límites y su discurso, jovial y bromista seduce al más incrédulo; ambos son sostenidos por una actitud sumamente cautivadora captando toda la atención de su interlocutor. Gasta su dinero de forma extravagante, y en forma jactanciosa y petulante ofrece billetes de cien dólares a quien se lo pide y quien no, también. Presenta ideas delirantes de grandiosidad al lado de manifestaciones de júbilo ilimitado. Pero de forma en que el espectador nunca se lo espera, Mr. Jones llega al límite de lo socialmente permitido y es entonces cuando manifiesta un rasgo más de la también llamada bipolaridad: se asoma su nivel de angustia reprimida al desear “volar” pues ya ha hecho los cálculos matemáticos correspondientes (está al borde de suicidio). En una acción sobrecompensadora, al ser llevado al centro de salud mental, luego de pretender dirigir a la orquesta mejor que el director, (interrumpiéndola claro está) racionaliza los hechos aun estando atado, utilizando los mecanismos a los que recurren tales pacientes: la negación y la proyección. La diagnosis al principio es errónea y es confundida con la esquizofrenia. Aunque este sujeto en realidad lleva a cabo una relación objetal de tipo narcisista y aunque la escisión define el tempo del sujeto y al objeto al igual que lo hace con la ciclotimia de ambas fases, no es un brote esquizoide ni psicótico aislado, si no la llegada de la fase depresiva a punto de invadir al protagonista. La segunda fase a la que entra es la depresiva, que es antecedida por una incapacidad de tolerar la frustración y de postergar el acto por parte del individuo y está acompañado por lenguaje ofensivo y hostilidad extrapunitiva. El dolor al que se somete el melancólico que es incapaz de catectizar a un nuevo objeto y que lo obstaculiza a causa del empobrecimiento yoico, hace que se padezca profundas flagelaciones con gran tendencia a reprocharse sus propios actos. La vida antes colorida se torna gris e insoportablemente vivida a costa de un abismal dolor afectivo. No es raro encontrar (como en el paciente de la película cuando es investigado por la psiquiatra más a profundidad acerca de la “muerte” de la esposa), tendencias paranoides con grado persecutorio que minimizan al sujeto quien ya no puede tolerar más el sufrimiento al que es sometido. El conflicto se presenta cuando es confrontado con la realidad con la información que obtiene la doctora, y cuando es evidente la incapacidad de Jones de elaborar el duelo de la “muerte” simbólica de la mujer, es decir la separación. Finalizo expresando que la doctora quien atiende a Jones, encuentra no su media naranja, si no más bien su medio síntoma en él, salvándolo, pero también salvándose ella misma (icc) de la muerte. Gracias por su atención.
