BIBLIOTECA DEL '.HOMBRE CONTEMPORANEO l ... O. G. Jung: Conflictos del alma infantil 2 - K. Horney: La. perso persona nalid lidad ad neurótica de nuestro tiempo 3 - W. Hollitsc:her: . Introducción al psicoanálisis 4 - F. Künkel y R. E. Dickerson: La. formación del carácter 5 - J. Rumney y J. Maíer : Sociología. La ciencia de la sociedad 6 - A. Adler: G·uiando al níño 7 - E. Fromm: Fromm: El miedo a. la. libertad 8 - A. N. Whitehead: Los fines de la educación 9 - C. G. Jung: Psicolog:Ia y educacíén 10 - E. Fromm: Fromm: El arte arte de amar 11- V, Klein: El carácter femenino 12 - A. B'reud: Introdtwción al psicoa psicoaná nális lisis is para para educ educad ador ores es 18 - B. Malinowski: Estudios de palco palcolog logía ía prim primitiv itivaa 14 - B. Russell i AnáUsis del espíritu 15 - G. Highet: El arte de enseñar 16 - L. Klages: Los fundamentos de · la caracterología 17 - E. Jones y otros: Sociedad., cultura y ps psico icoan análi álisis sis de hoy 18 - M. Klein y otros: Psicologia infantil. y psicoanálisis de hoy 19 - F. Alexander, A. A. Br íll y Bríll otros: Neurosis, se:irnalidad y psico ps icoan anál álisis isis de hoy barr y otros : Medicina 2 O - F. Dun ba psico psi cosom somá.t á.tica ica y ps psico icoan anál álisis isis de
21 - P.
hov
Schilder y otros:
tría. y ps psico icoan anál álisis isis
Psiqu!a.
de hoy
25 - G. Viaud: La inteligencia, 26 - D. Lagache: El psicoanálisi psicoanálisiss 27 - M. Mégret: La guerra psici lógica 28 - H. Baruk : La:;¡ terapéutic~ psiqu ps iquiát iátric ricas as 29 - P. Chauchard: La medicin paíco pa ícosom sométí étíca ca 30 - P. Pichot : Los tests mentat, 31 - J. Maisonneuve: Psicología social 32 - J. Cl. Eilloux : Psicología d los anímales 33 - G. Palmada: La psícotécmc 34 - R. Binois: La. ps psico icolo logí gíaa a,pl c~.t}.a 35 -J. Chazal: La infancia del:!.J Cl.HU1"~a
36 - M:. Abeloos: El crecimiento 87 - P. Chauchard : La quimica d1 cerebro 38 - .J. Delay : La ps psi~ i~of! of!sio siolog logll hums.na · 39 - P. Chauchard : J'..1,a, muerte 40 - P. H. Maucorps: Paicologl mtlítar 41- P. Ohauchard : Fiaiologfa de l conciencia 42 - E. Baumgardt : J.:,
22 - W. McD McDougall: ougall: Introducción a 48 - G. Falmade : J1[il.t.odos en ped, la psicología gogla 2S - G. Palmade: La caracterología. 49 - Y. Oasteltan : La metapsíquíc 24 - M. Reuchlin: Historia de Ja 50 - R. Buaud eau : Los nuevos m 1 psico ps icolog log1a 1a.. todos de educación :física. (Sigue en la iíltima página) VOLUMEN
91
CARLOS
ALBERTO
SEGUIN
A M O R Y PSICOTERAPIA El E l Eros Eros psic psicot oter erap apéu éutic tico o
Amo Amos s EDITORIAL p Buenos Airei
Impreso
en la República
Argentina
Queda hecho e 1 depósito que previene la Ley N~
141-.
edición
1
ll.72:3
1963
© Copyrioht de todas laa ediciones en castellano by
EDITORIAL P A IDOS Sociedad en Comandita Cabildo 24M
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Presentación
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7
PSJOOTERAPEUTA PSJOOTERAPEUTA COM'Ü SEH HtJlVl:ANO • . .
• . . . . . . . • • • . • •
La psico psicote tera rapia pia ayer y hoy . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . II. La psico psicote tera rapi piaa como relación interpersonal . . . . lU. Algunos punt puntos os de vista actuales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . • . El psico psicoan anál álisi isiss y la "contratransferencia" Moreno y el "tele" .... , . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Las ideas de Lain Entralgo , , , , . • Los "modelos básicos" de la relación médico-enfermo La posición "objetiva" . . . . . , , . . . L
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Actm·CA DE LAS m::LACl'ON. m::LACl'ON.ES ES AFfCTlVAS
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, , . . El punto de vista existencial Los conceptos de Binswanger Martín Buber y la relación Yo-Tú . . . . . . . . . . . . . . El amor-por-el-Ser de Maslow . . . . . . . . . . . . . . . . . . El mnor según Fromm . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La chra de Scheler La relación afectiva interhumana . . . . . . . . . . . . . . . . . El contagio afectivo La unificación afectiva . . El sentir-con-el otro El "vivir-del-otro" . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . • . La simpatía El amor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . • . . . . . . . . . . . . . . . . . Las formas de la relación con el "otro" según Lain , . . . . . . . . . . . . . . . . . . Entralgo , .. , , . El otro como objeto y como persona ...•........ La relación con el hombre-objeto . . . . . . . . . . . • . . . . . El hombre-persona . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . El hombre como prójimo . . . . . . . . . . . . . . • . . . . . . . . .
9 9 11
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6 D E LA RELACIÓN' MÉnIOO·PACIE:NT'E
E'l'f
GENERAL
57
l. Las formas del encuentro médico
JI. El hombre-en-la-muerte III.
El El El El El El
El El El IV. El AMlOR
I. II.
' 57 57
.
•.......................•. hombre muerto y el cadáver •................... hombre-en-la-vida ....................•....... hombre-casi-muerto .•........................ hombre enfermo . hombre inválido . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . • . . enfermo grave •............................... '9 enfermo leve . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . hombre como "sujeto" . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . hombre "sano" ... ~ . . . . . . . . . • . . . . . . . . . . . . . . . . . psiquiatra y su enfermo enfermo . . . . .. .. . .. . . . .. . . . . . .
y PSICOTERAPIA
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Las bases de la relación médico-enfermo Formas del amor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . l. El amor del amante . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2. La amistad
58 59 65 65 69
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3. El amor pate patern rnal al . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 90 4. El Eros pedagógico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 92 5. Á gape . . . . . . • . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 97 1
EL EROS PSICOTERAPÉUTICO
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100
PUESENTACION La obra que hoy pongo en manos de los lectores tiene una historia y una justificación. Desde hace años, en el Servício de Psiquiatría del Hospital Obrero de Lima, preparamos jóvenes psiq psiqui uiatras en la práctica de la psicoterapia, y especialmente en la. aplicación de una técnica que, sin ser original, ha nacido de la adecuación de los hallazgos de las escuelas más avanzad as a nu avanzadas nues estra realidad y, por supuesto, a nuestras convicciones acerca del papel del médico en su relación con el enfermo. En diversas oportunid oportunidaades hemos publicado algunas de las observaciones hechas y varias contribuciones teóricas y cercano futuro, ofrecer una obra que práác ticas y espero, en un cercano pr presente en forma sistemática nuestra experiencia. El presente trabajo es un producto más de esa actividad, empeñosa y cordialmente pr pros ose guida. En el V Congreso Internacional de Ps icoterapia, realizado en Viena, en 1961, en conferencia leída en sesión plenaria, presenté, por primera vez, las ideas básicas. La amable acogida y el entusiasta estímulo recibidos me impulsaron a emprender un estudio detallado del asnnto y una exposición más extensa. Este volumen es el resultado. Creo que el tema no está agotado, ni mucho menos, y tengo la esperanza de que sugiera nuevas investigaciones y mayores aportes en un campo tan apasionante y tan fructífero.
C.A. S . Lima, noviembre de 1962,
El. PSICOTERAPEUTA. I
COY'v!O
La psicoterapia
SEH }lIUMANO
ayer y huy
El auge de la psicoterapia en la actualidad tiene, como todos los fenómenos colectivos, un significado trascendente. No es sin razón, y sin una razón anclada en las bases mismas de la, organización social, que la psico psicote tera rapia pia ha, llegado a ocupar un tan importante lugar en la teoría y la prác práctic ticaa médicas. Sabemos, por supuesto, que todo individuo que pret preten endió dió aliviar el sufrimiento de un semejante practicó, en una forma u otra, lo que hoy llamamos psico psicote tera rapia pia,, pero es en nuestros días cuando la pala palabr braa se repite constantemente y cuando el tipo de tratamiento que designa se ha impuesto a la consideración, no solamente de los médicos, sino del público en general. Creo que ello, lejos de constituir un fenómeno aislado, e'" el reflejo, en la realidad terapéutica, de las corrientes culturales que informan nuestro momento histórico occidental. Luego del deslumbramiento positivista, con su esperanza fallida como camino para. resolver en una forma "científica" todos los problemas humanos) se pr se prod odujo ujo una una reacción y una vuelta hacia lo que se había, un poco apresuradamente, despreciado: las fuerzas inmateriales y los aspectos no objetivables de la realidad. El hombre readquiere consciencia de su humanidad y busca en ella la solución que la "ciencia" deshumanizada no había podido ofrecerle. La psico psicote tera rapi piaa nace entonces como disciplina médica; recoge los aportes de los iluminados y los empíricos que usaron los más variados procedimientos con las más diversas y absurdas pretensiones, y se dedica a investigar los alcances y posibilidades de esa actividad, tan de acuerdo con las tendencias culturales del momento. Si bien existen, en esta misma etapa, precursores innegables (recordemos solamente a Charcot y a Janet, a Berheim y a Dubois), es con el genio de Sigmund Freud con el que nace la. moderna psico psicote tera rapi pia, a, no solamente, por supuesto, supuesto, por por el psicoanálisis, que constituye, aún hoy, el método con . mayor mayor base sistemática y, pr prob obab able lem men ente te,, el más practicado en sus
·CARliOS ALBERTO
SEGUfN
distintas variantes, sino porque sus puntos de vista han influido en todas las escuelas, desde las de antigua tradición hasta 'las aparecidas en los últimos años. Pero, a pesar de la innumerable cantidad de estudios e investigaciones realizados (y quizás por ello mismo) aún nos falta una teoría convincente que nos permita, si no una com prensión exhaustiva, un acercamiento iluminado a la profunda realidad del proceso proceso psicoterapéutico en sí mismo y en todas sus variantes. 1 Esa deficiencia teórica se refleja, por supuesto, en la ausencia de una definición precisa. Las muchas muchas planteadas pueden, sin embargo, estudiarse fructíferamente. Nos muestran la evolución de los conceptos conceptos y nos permiten acercarnos a las base basess mismas de la acción efectiva. Todas las definiciones primeras tienen una característica notable: se refieren a la psicoterapia como un método curaiiuo y, asimilándola más o menos al resto de los procedimientos médicos, expresan la idea de la acción del doctor sobre el pa paciente. "Influir", "manejar", "actuar sobre", "cambiar", cuando no "dirigir" o "guiar" son las palabras palabras clave. El psicoterapeuta, desde su posición superior, modifica, en una forma u otra, las ideas, ideas, los sentimientos o la conducta de su enfermo. Por otra parte, su acción se dirige hacia "la enfermedad" que hay que "curar" o "aliviar". Vemos en todo ello la influencia, poderosa aún, de la asimilación a los otros conceptos y procedimientos de la Medicina en general 2 para para la cual la enfermedad era casi una entidad con vida propia, conservando así las ideas un poco mágicas que habían imperado durante siglos 3• Se trataba, pues, de curar la dolencia que "se había apoderado" del hombre y, por lo tanto, el doctor era un poco Un intento de fundamentación teórica fue motivo de una publicación anterior: C. A . Seguin: Bases de la Peicoterapia, Buenos Aires, El Ateneo, 1954. ~ Testigo de ello es la siguiente definición de "psicoterapia" que hallamos en la Enciclopedia Británica: "El tratamiento de la enfermedad por medios psicológicos". 3 Una reseña crítica de este punt punto o de vista puede hallarse en C. A. Seguin: Introd ucción a la Medicina Peico eoma iica , M edicina Peicoeoma Lima, Scheuch, 1947, y en C. A. Seguin: "The Concept of Disease", Ps yc ho so rr wt fr~ fr ~ Mr:d idne , Vol. VIII, N N°, °, ·t rn4tl. 1
AMOR Y PSICOTE.RAPIA
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el exorcista o taumaturgo que obraba merced a sus poderes especiales, a los que el enfermo debía someterse incondicionalmente. Bien pronto, sin embargo, las cosas cambiaron. El acento se puso, ya no sobre la acción modificadora del médico corno aplicador de técnicas deetinadas a "manejar" al paciente o a curar su "dolencia", sino sobre sobre la interrelac ión personal. Los teóricos comenzaron a ver en la p s icoterapia una forma especial ele relación humana y en su acción un efecto, no de la. técnica sobre la enfermedad, si no de un hombre sobre otro hombre en circunstancias e s peciales de comercio inter personal. Las definiciones, pu puees , se refirieron más y más a esa interrelación y a sus características. Actualmente los estudíosos estan generalmente de acuerdo en dos nociones im portantísimas: l. Que la psicoterapia actúa en virtud de la dinámica de la relación interpersonal en tedas sus sutiles características; 2. Que es t:i dirigida, fundamentalmente, a modificar, mediante esa interrelación y sus efectos sobre la personalidad, moldes inadecuados de reacción emocional y sus consecuencias en la conducta. Ello nos lleva a pl plan ante tear ar una posible definición: psicot ot ertvp ia e s una f o rma de relació relación La psic n interpersonal en la q ue, a trao é e de experiencias emocionales correctivas, se moclijican rasgos indeseables de la personalidad.
H La psicot psicoterapia erapia como relación Irrteepersona Irrteepersona l Lo fundamental, pues, en el el proceso psicoterapéutico, psicoterapéutico, de acuerdo con lo dicho anteriormente, es la relación entre el médico y su paciente y, y, po por r . lo tanto, todo intento de estudi ar las características características o la forma de actuar de tal proceso d e be dirigirse a la comprensión de aquélla y sus peculiaridades. Ese estudio nos podría mostrar que las creencias acerca de ella· están directamente unidas a la concepción concepción general que en cada época se tuvo de la medicina. Recordemos, así, cómo, en el primitivo arte de curar, ejercido por magos y sacerdotes, la relación se creía basada en hechos sobrenaturales. El curador se valía de de po porr po tencias pode der r es a él c onferidos po .
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extrahumanas y, por lo tanto, ' extrahumanas a esas po poten tencia cias que desconocía
el enfermo debía someterse y r espetaba y que actuaban a través del 1 1 1 1 1 ,go. Había, pues, un hombre que se. hallaba en una posición superior y otro que, iuferiorizado por su ignorancia y po porr su enfermedad, era casi una cos cosaa en sus manos. Pero, y esto es lo importante para comprender el proceso, era una cos cosaa con sentimientos y hacia ellos se dirigía pued edaa negarse el efecto r eal de las Ja. acción. No creo que pu maniobras curativas de los pr los prim imiti itivo voss y -en l a actualidad-eno creo que pueda dudarse de que ese efecto .se se hallaba ba basa sado do en la influencia sugestiva, del curador. Sin embargo, ese convencimiento ha seguido un camino complicado y tortuoso. Recordemos, entre otras cosas, que Mesmer creía que su acción era pr prod oduc ucid idaa por el "magnetismo animal", fu za que, desde los as t ros y a través de él, actuaba fueer za modi ficando todas las funcione s y r ealizando cas i mil ilaagros. A pe pesa sarr de la influencia fuertemente sugestiva de Mesmer y los poderosos factor es de la époc a, hubo quienes fu on fueer on cap ca paces de ver mejor. En 1'18 :!: la Comisión P~eal nombrada para pa ra in info form rmar ar sobre las supuestas acciones del magnetismo animal y form anklin, Le Roy, Bailly, La formaada por Fr anklin, Lav voi oiss ier y de Bory, de la Academia de Ciencias, y Sallin, Bo r ie, DiA rcet y Guillotin, de la Fac ultad de M edicina de de París, co luíía · con nclu .
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"Los comis ionad que el econocido ado os , ha hab biendo r ec fluido magnético no puede ser ca pt adoo por ninguno de ptad nuestros sentidos; que no ha tenido ningun unaa acción ni sobre ellos mismos, ni sobre los enfermos que les han sido sometidos; habiéndose as aseegurado que las presiones y los tocamientos producen cambios raramente favorables en la economía animal y conmociones siempre inoportunas en la imaginación; habiendo, en fin, demostrado, po porr experienc ias decisivas, que la imaginación sin magnetismo produce convulsiones y que el magnetismo magnetismosin sin la imaginación no produce nada nada,, han concluido unánimemente sobre la cuestión de la. existencia y la utilidad del magnetismo, que nada prue pr ueba ba la existencia del fluido magnético animal; que ese fluido, sin existencia, es, por consecuencia, sin van on utilidad; que los violentos efectos que n e obse r van ·
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el tratamiento público pertenecen a los tocamientos, a la imaginación pues puesta ta en acción y a esa imitación maquinal que nos lleva, a pesar nuestro, a repetir lo que conmueve nuestros sentidos ". Los sabios de la Comisión supieron, pues, ver claramente lo que hoy es obvio. Si bien hablan de "imaginación" e "irnitación", se refieren, indudablemente, a una forma de relación in terhumana de carac terísticaa muy especiales que s e encuentra en la mayor parte de las acciones ps psio ioot oter erap apééuticas. Sin embargo, las pa pala labr bras as del informe nos indican claramente que entonces (y ello continuó por mucho tiempo), se creyó que lo más importante en la relación del paciente con el médico era. la. acción intelectual o racional. Ejemplo br briillante de ello, y no el único, es la técnica "persuasiva" de Dubois, Este autor, reaccionando enérgicamente contra la acción "irracional" de la sugestión, propugnó un método psico ps tera rap~ p~ut utico ico basado basado en la "razón" y cuyo procedimiento ' icote era el de "convencer" al paciente de la falsedad de sus ideas y de sus acciones y, de esa manera, guiarlo hacia el abandono de esas ideas y esas acciones, que debería reemplazar po porr otras, más de acuerdo acuerdo con la lógica. Como toda teoría y todo método, éste es taba enraizado en los conceptos culturales de la época. Dubois, en ps psico icote te-rapia, era el representante del racionalismo imperante, y su repudio a la, sugestión, a causa de ser "irracional", reflejaba el repudio general hacia todo lo que no estuviera de acuerdo con la Diosa Razón, a fo, que el hombre debía rendir incondicional homenaje. Esa adoración continuó por largo tiempo, y en esto como en muchas otras cesas, es Freud quien inicia un verdadero cambio. Con él empieza la consideración seria de lae fuerzas irracionales y su elevación elevación como bás icas en la conducta humana; es con él, pr afectivvidad toma una. prec eciis amente, que la afecti posición central en cualquier consideración psicológica. Este vuelco no se produce, 8Ín embargo, fácil ni rápidamente. Al comienzo el psicoanálisis ofrece explicaciones explicaciones más o menos racionalistas: la ps psico icote tera rapi piaa tendr tendría ía como propósito hacer conscientes hechos y fenómenos reprimidos, y esa "consoiencíacién" permitiría que esos hechos y fenómenos se pudieran
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contemplar y manejar a la luz de la razón. Bien pronto pr onto otro aspecto ~e puso de relieve: las vivencias afectivas del paciente y su importancia en el tratamiento. La "conscienciacíón" y el manejo "racional" de los "complejos", "complejos", el descubrimiento descubrimiento de recuerdos reprimidos, pasaron a un segundo plano plano y el acento recayó sobre la relación interpersonal interpersonal misma y sus efectos terapéuticos. Si bien hoy la mayoría mayoría de los psicoanalistas acepta la im porta portane neia ia de la relación interpersonal en la psicoterapia, psicoterapia, una bata batalla lla se desarrolla aún entre aquellos que creen que esa relación es lo decisivo y los que sostienen que la conscienciación y la interpretación son los factores factores básicos e indis pensables. De todas maneras, puede decirse que no hay psícotera peut peutaa actu actual al que no acepte que es la relación emocional entre paciente y médico uno de los factores más importantes, aunque algunos acentúen esa importancia menos que otros. Quiero, desde ahora, dejar sentada mi opinión: creo que la relación emocional entre enfermo y médico se halla como base fundamental en cada procedimiento procedimiento psicoterapéutico; creo que sin ella no es posible ninguna acción efectiva y que, en todo intento de comprensión teórica de la psicoterapia, psicoterapia, debemos, ante todo, dirigir nuestra atención a sus características . su significado y su evolución. Pero, si ello es verdad, y como tal ha sido y es tomado en cuenta, es importantísimo acercarse a las características características de esa relación emocional en todos sus aspectos. Lo que el paciente experimenta, su actitud afectiva frente a la figura del médico, el significado de sus reacciones al proceso mismo, han sido estudiados ampliamente, en especial por por los psicoanalistas; no así el otro lado del cuadro, el del psico psicote tera rape peut uta, a, lamentablemente descuidado hasta. ahora. Se ha partido de la base, falsa, de que el médico debe, y puede, ser "objetivo" y de que el ideal es que se mantenga mantenga libre de toda participación personal. · Que ello es imposible salta a la vista y llama la atención que no haya sido más enérgicamente señalado desde el principio. No pued e des desar ar ro rolla lla rse ninguna rela cio n interp interperso erso nal suii pa rticip ad ón, sin mutualid ad . Si el enfermo se encuentra, su quiéralo o no, envuelto en una serie de procesos afectivos .
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durante la psicoterapia, el médico, quiéralo o no, créalo o no, lo está también. Es más: debe estarlo, ya que, si se diera el caso -que no se da en la realidad- de una posible pres prescin cinde den ncia, absoluta de "compromiso", "compromiso", de una actitud "profesional", "objetiva" y "desligada", se trataría, no de una relación humana, en el sentido noble y amplio del término, sino, como veremos más adelante,
actuales
Cada e s cuela, po porr supuesto, y c ada ps icólogo, encara el problema de acuerdo con sus postulados teóricos y pr preesenta un intento de comprensión y explicación. Es necesario e ilustrativo revisar algunos. ere ncia El peico omáliei« y la controiron sf ere
Como hemos visto, bien pronto, en los círculos psicoanalíticos, se comprendió la trascendencia de los fenómenos afectivos en la la psicoterapia. psicoterapia. Es conocida la versión freudiana de que una de esas reacciones emocionales es la que ocasionó la defección de Breuer al comienzo de la ex ploración psicológica de los pacientes histéricos. Dice Freud que, durante el tratamiento de una enferma, ella experimentó po porr Breuer lo que .
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luego se l lalharíu "amor de transferencia" y sugiere que este episodio, que el médico no supo manejar, influyó sobre él de tal manera que se decidió a abandonar ese camino < l e estudio. 4 Freud, espíritu más abierto, abierto, más audaz audaz y penetrante, fue capaz, no solamente de ver claro el significado de esa reacción afectiva de sus pacientes, sino de aprovecharla eficazmente en la teoría y en la prác práctic tica. a. Pero si la consideración de la "transferencia" se convirtió en uno de los temas principales y básioos del psicoanálisis (testigo la abundantísima literatura publicada i>), el otro aspecto de la relación emocional, la reacción del médico, ha sido estudiada comparativamente muy poco y ello casi de manera exclusiva bajo el rubro de "contratransíerencia" 6 • Es Freud también el primero que de ello se ocupa. En una S. Freud: "Historia del Movimiento Psicoanalítico", Madrid, Biblioteca Nueva, 1948, Vol. II, pági página na 891: "Breuer disponía, para para el restablecimiento de los enfermos, de un intensísimo rapport sugestivo, en e! que podemos ver prec precisa isam mente ente el pr el proto ototip tipo o de aquello que nosotros denominamos 'transferencia'. Pues bien, tengo poderosas razones para para sospechar que, después de la supresión de todos los síntomas, hubo de descubrir Breuer, por nuevos indicios, la motivación sexual de dicha transferencia, escapándole, en cambio, la natura.lesa general de tal fenómeno y viéndose así impulsado a cortar el tratamiento", Una visión de conjunto puede obtenerse con la lectura 1 de los Anales del Congreso Internacional de Psicoterapia realizado en Zurich, en 1954, que tuvo, precisamente, ese tema. (Acta Psuchotherapeutica, Vol. 2, N°. 3/4, 1954; Vol. 3, N°. 1 y el Suplemento al Vol. 3, 1955.) 3 Hemos tratado el asunto en C.A. Seguin, O. Valdivia, S. Zapata, L. Lau y C. Crisanto: "Contratransferencia y Psicoterapia Breve", Rev. de Psiquiatría y Psicotooia M édica de Europa y Améric a Latina. La tina. Barcelona, Tomo III, N ~ 2. Una revisión completa puede hallarse en Wolstein H.: Grunne & Stratton, 1959. Este autor Countertransference, tiene también una. interesante obra sobre transferencia. Obras Completas,
AMOR Y PSIGOTEHAPIA
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pronun uncia ciada da en el Segundo Congreso Psicoanaconferencia pron privad ado, o, realizado en Nuremberg, lítico priv Nuremberg, en 1910, dijo 7 : "Se nos ha hecho visible la 'transferencia recíproca' bajo el influjo del enfermo que surge en el médico bajo sobre su sentir inconsciente, y nos hallamos inclinados a exigir, comonorma norma general, el reconocimiento de esa 'transferencia recíproca' por por el médico y su vencimiento". Como se ve, el maestro es el que establece la tónica que las investigaciones posteriores habían de seguir y lo hace usando términos cuya traducc t raducción ión me me parece mucho mucho más ajustada a la realidad: "transferencia recíproca" está más cerca cerca de lo que ocurre (y es más prop propio io)) que que "eontratransferencía". A continuación revisaremos, una vez más, algunas de las definiciones que de este aspeto de la relación médico-paciente sé han dado. Annie Reich, en un "Panel sobre los problemas de la transferencia y la contratransferencia" 8 , definió este último fenó por meno como: "Todas las expresiones del uso del análisis por g-out". En el mismo panel, el analista con propósitos de actin g-out". Gitelson llamó oontra.transferencia': "Las reacciones defen pacie cient ntee o defensas sivas de emergencia a las proyecciones del pa contra lo que el analista descubre de él mismo en el pa pacie cient nte" e".. Por su pa parte rte,, Mabe Mabell Cohen manifestó: "Cuando "Cuando,, en la relación analista-paciente, se produce angustia en el analista con el efecto de que la comunicaciónentre ambos es interferida por alguna alteración en la conducta, verbal o no, del analista, la contratransferencia está pr pres esen ente te". ". Clara Thompson 9 define la contratransferencia como "la transferencia de afectos irracionales de la personalidad del analista en su relación con pacie cient ntes es". ". sus pa Como Com o se puede sospechar al leer estas definiciones, y muchas 7
Obras Completas, Vol.
II, Ma Madrid, drid, Biblioteca Nueva Nueva,,
1948. a Panel on Problems of Transf'erence and Countertransference, Bull. of the Am. Psych. Ass., 1950. 9 C. Thompson: "Countertra.nsference", Samiksa, 1952~
C A RLOS
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ALBERTO
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pued eden en ha halla llarse rse en la literatura, otras que pu la pa pala labr braa oontra oontratra trans nsfe fere renc ncia ia un unaa serie cm la
se quiere englobar de hechos variados
y dispares. Así, Annie Reich, en el panel ya citado, menciona varias de esas posibles ocurrencias: re pa-reaac ción ante la conducta del pa ciente; reacciones de acuerdo con el carácter del analista (gusto 0 disgusto hacia el el pa pacie cient nte) e);; reacciones al material que el pa pacie cient ntee tra traee y que pue de tocar un punto sensible del analista; la sensación del terapeuta de querer jugar al mago, de mostr arse omnipotente ante s u enfermo, y los resultados prod pr oduc ucid idos os por una sublimación inadecuada o incompleta que se manifiesta durante el proceso analítico. La misma autora, en otr o tr a bajo 10 diferencia dos clases de reacciones: la la pr prim imer eraa se refiere al caso en el que una situación específica moviliza impulsos inconscientes del analista dirigidos hacia el pa pacie cient ntee o def ensas contra es os impulsos. Llama a ésta "transferencia aguda" en la que, en realidad, el pa el pacie cient ntee no es un . ob objjeto, si sin no un in st ru rumento, fr ente al otr o caso en el que Ja situación analític líticaa es usad adaa p para ara ex pr pres esar ar las dificultades p pe ermanente s del analista. Cree que, en esta ocasión, se trata de una "t enc ia crónic a", la únic a que "tr r ansfe fer r en llamaría contratransferenc ia, y en la que el pa pacie cient ntee es un objeto del analista, Gitelson 11 hace también una dife fer encia entre las actitudes r encia que considera beneficiosas, y que no estaría de ac uerdo en llamar contratransferencia, curiosidad, simpatía, deseos de ayudar, etc., y las reacciones al paciente como un todo que, según él, representan residuos tra ransferencialee nsferencialee neur ó tic os del 12 , médico. Cohen, por su pa parte rte co con ns idera que las diferentes maneras de reaccionardel analista an ante te el pa paci cien entte, agrupadas bajo ba jo el nombre de contratr ans fe prod oduc ucid idas ba bajo jo fer r encia, son pr el in flujo de la angustia y pu pued edeen, según ella, ser divididas en varios grupos : 1 ~ las res pues puesta tass a at atrib ribut utos os reales o su pues ... rn
A. R eic ich h:
"On Counter transíer en enc e",
Journ Jo urnal al of Ps Psyc ycho hoa anal aly y sis,
1951.
l nt er er na nat ionol
M. Gitels on: "The Emotional Pos ition of the Analyst in the Psychoanalytic Situation", Lniern; J. o.f Psuch ., 1952. 12 M. Cohen: "Ccuntertransíerence and Anxiety". Psychiatry, 1952. 11
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tos del pacie pacient nte; e; 2°. actitudes estimuladas por por necesidades inconscientesdel inconscientes del pa pacie cient ntee o por por explosiones súbitas de afectos de éste; 3 ° . actitudes producidas por por responder al paciente como si él fuera una persona una persona importante en la vida del analista y 4 ° . actitudes que enfrentan al paciente, no como a un objeto real, sino como una fuente de· gratificación de alguna necesidad inconsciente del analista. Para ella la situación analítica puede dar origen a estas manifestaciones oontratransferenciales en tres casos: 1 ° . Cuando factores situacionales (algunos aspectos de la vida misma del analis ta o de la realidad) influyen en el momento terapéutico; 2°, cuando ciertos problemas neuróticos no resueltos en el carácter del analista son los que actúan; y 3 ° , cuando se produce una comunicación de la angustia del paciente al analista. Wiegert 13 establece que la contratransferencia está grandemente determinada por las angustias excesivas ocultas del paciente que tienden a despertar defensas típicas, como respuesta, en el ps el psico icote tera rape peut uta. a. Dice Wiegert que esas angustias se refieren pr prin incip cipal alm men ente te a la angustia de soledad, la angustia de impotencia y la de pé pérd rdid idaa de identidad. En el prim pr imer er caso, el pa para co com mba batir tirsu su angustia angustiade de soledad, pacie cient ntee, para usa el mecanismo de la negación de la distancia, por ejemplo en la histeria, y, entonces, produce en el analista angustia porr la sensación, ya sea de ser absorbido o tragado por el po pacie pa cient ntee en ese afán de acercamiento, o de ser llevado a sentirse indispensable frente a él. Cuando es la angustia de la impotencia la que ocurre en el enfermo, éste la compensa con la ilusión de tener poder o dominio, lo que se encontraría prin pr incip cipal alm men ente te en las neurosis obsesivas. En estos casos el médico siente angustia ante la hostilidad y la violencia y reacciona contratransferencialmente. Por último, ante la pérd pé rdid idaa de Ja identidad, el el pa pacie cient ntee se defiende con retirada, aislamiento, ale jam jamie ient nto, o, y produce en el médico tentativas contratransferencialesde indulgencia e identificación. T. Vteigert: "Trans fer ence ence and Countertrnnaíerence in Relation to Anxiety", Acta P . ". yr h., Psuch oeom, et Or Or-ra
E.
~
thopetl., 1954.
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,CARúOS ALBE:RTO SEGUIN
Como vemos, la gama de reacciones del analista frente a su enfermo es considerada enorme y pu pued edee compl complic icar arse se aú aún n más si tenemos, por ejemplo, en cuenta la observación de Tauler 14 , quien, al hablar del entrenamiento de los psicoanalistas, considera como como contratransf contratransferencia, erencia, no solamente solamente actitudes irracional irracionales es y no constructi constructivas vas del analista, sino también las del supervisor de este analista, ambos hacia el paci pa cien ente te,, y, ad adem emás ás,, la lass reacc reaccio ione ness del del supe superv rvis isor or y el anaanalista entre ellos. Es fácil ver en todo ésto, aparte de la vaguedad de los conceptos, la tendencia a considerar la llamada contratransferencia como una reacción indeseable, un producto de elementos residuales neuróticos en el psicoterapeuta y la mayor parte pa rte de los autores (hay algunas excepciones) excepciones) manifiestan su preocupación por encontrar el modo modo de evitarla, ya que la para ra el proceso consideran un trastorno y un obstáculo pa terapéutico. Parece que creen aún que el psicoanalist psicoanalistaa "ideal" debe ser una "pantalla en blanco" en la que se reflejaran los sentimientos del analizado. Que ello es, obviamente, imposible imposible se comprende fácilmente si pensamos que si estasieempre se · esta blec bl ecee un unaa re rela lació ción n in inte terh rhum uman anaa en la qu que, e, co com mo en todas, hay pa parti rtici cipa paci ción ón.. Desde los primeros estudios hasta los conceptos actuales se ha caminado un largo trecho y, poco a poco, a mi manera de ver erróneamente, se ha ido extendiendo la acepción de contratransferencia para englobar, no solamente lo que la pala pa labr braa sugiere: los sentimientos que el psicoterapeuta transfiere al enfermo enfermo como como consecuencia consecuenciade de los que éste le l e ha transferido, sino todos los que el médico médicopuede sentir por el paciente, sean los que fueren. De esta manera la idea se ha hecho confusa y, en la actualidad, actuali dad, es difícil saber a qué se refiere un autor cuando habla sobre "contratransferencia". En el tra bajo ba jo an ante tess ci cita tado do he hem mos expr expres esad ado o nuest nuestra ra op opin inió ión n al re ress pect pe cto o al de decir cir que el médi médico co exp exper erim imen enta ta ante su enfermo toda una serie de reacciones que deben tomarse muy muy en cuenta
E. S. Tauler: "Observations on Countertransference Phenomena: the Supervisor-Therapist Relationship", Samiksa, 1952. 14
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y estudiarse cuidadosamente sin confundirlas, consciente o inconscientemente, en el vago 'calificativo calificativo de contratransfecontratransferencia que, al hacerse demasiado amplio, amplio, no signific significaaya nada. La naturaleza de la relación relación médico-pacient médico-pacientee vista desde punt nto o de vista ps el pu psico icoan anal alíti ítico co pue puede de quiz quizás ás com compr pren ende ders rsee mejor si, volviendo a Freud, consideramos cuáles son las formas posibles que podría presentar. Según el maestro, todo amor es amor amor sexual, pero esa primitiva orientación puede ser bloqueada, y entonces el amor se convierte en "afecto". En las palabras freudianas, se trata de un "amor-inhibido-en-su-fin". Todos los sentimientos posi po sitiv tivos os que unen un ser humano a otro pueden, pues, ser considerados en esa categoría. Dice Dice Freud:
"El amor genital lleva a la formación de nuevas familias; el amor-inhibido-en-su-metalleva amor-inhibido-en-su-metalleva a amistades, que son culturalmente cul turalmente valiosas porque porque no tienen las limitaciones del amor genital, por ejemplo, su exclusivismo" 15 • ¿Es amistad lo que el terapeuta siente por su enfermo? Eso parece desprenderse despr enderse de lo citado, pero debemos, debemos, por por ah ahor ora, a, para ra in inte tent ntar ar una respuesta dejar abierto el interrogante pa luego de las consideraciones que siguen. Mareno y el "tele"
El pl plan ante tea.m a.mie ient nto o de J. Moreno debe ser también tomado en cuenta. Para él, lo que un humanos es "tele". unee a dos seres humanos .
"Tele ha sido definida -dice 16- como una experiencia interpersonal que se origina de contactos de pers pe rson onaa a per perso sona na y de de pe pers rson onaa a objeto desde el naciS. Freud: "Civilization and its Discontents", Londres, The Hogard Press, 1930. 16 Nue ueva va Yor ork, k, Be Beac acon on J. L; Moreno: Who shall survive?, N House, 1953. lEdición castellana: Lo s funda mentos de la eociomeiria, Buenos Aires, Paidós, 1962.] 15
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miento y que va desarrollando gradualmente un para para las relaciones interpersonales". : 17 Y "Se llama relación-tele a un complejo de sentimientos que a trae a una persona hacia otra y que es despertado por los atributos reales -individuales o colectivos- de esa otra persona". Vemos aquí, en medio de la poca precisión del concepto, varias distinciones importantes. Ante todo, se trata de experiencias interpersonales en las que parti particip cipan an plenamente plenamente los seres envueltos, sin establecer diferencias entre ellos, lo que ya coloca este pl plan ante team amie ient nto o e n un plano distinto del ps icoanalítico. Esa diferencia se acentúa si vemos que ese "complejo de sentimientos" es "despertado por los atributos reales" de psiic o- · la, otra persona, lo que nos ale] a también de la noción ps analítica en la que se pone énfasis en la irr ea lidaad de la. re ealid rellación, ba basa sada da en la transfer encia. encia. Natemos, N atemos, por último, que se trata de atributos "individuales o colectivos" y ello tiene fundamental importancia, como veremos más adelante, adelante, cuando entremos a un estudi o más detallado de todas las posibilidades de relación ínterhumana positiva. Hay algo en la definición de Mor eno, eno, sin embargo, que debe detenernos: la referencia, en el mi s mo nivel, a los "contactos de persona a persona y persona a objeto". Creo que esto descalifica grandemente el concepto. No puede, de nin-, guna manera, compararse la relación de hombre a hombre con la relación de hombre a objeto sin perder lo esencial de su significado. Ello ha sido muy enérgicamente puesto de manifiesto por los existencialis tas, como luego veremos. sentido
Lass ideas de La-in Entralgo La
En un libro interesantísimo 18 Lain Entralgo expone algunas ideas que mucho tienen que ver con el tópico. Si bien odrama rama , Nueva York, Vol. I. .J. L. Moreno: Psuch od Beacon House, 1946. [Edición castellana: Peico Peicodr drama ama , Buenos Aires, Horrné, 1961.] · is Lain Entralgo, P,: Medicina , e H istoria, Madrid, E E . 1 ., eorial, 1941. 11
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su pr su preo eocu cupa pació ción nprin princip cipal ales es el estudio de la relación del médico con el enfermo en el contexto general de su posición ante la historia, se refier e , por supuesto, a la ps icoterapia y su significado humano. Dice: "La ps icoterapia es tá fundada en la intuición amorosa que el médico hace del destino a la vez propio tá end er ad a a otorgarle y comunal del enfermo y e s stá er e z ad a consuelo, consejo y conducción por obra de la coexist en encia' '.
Para. me jor jor co com mpr pren end de r es estte pá párr rraf afo o tenemos que referirnos es del auto r sobre el sentimiento con co nsider aciones ante rio r es que une al mé dico con el enfermo en general: el "amor creyente" 1 fl. Trataré de sintetiz ar sus c o nceptos: exi sten var i as clases de amor. Ante todo, el amor distant e,e, po porr vi virtu rtud d del cu cuaal "admir amos objetivamente, 'distanciándolo', el objeto de nuestro movimiento amor oso". oso". Es la manera de "a "am mar" un cuadro, un paisaj e, una melodía. Frente 9, éste se halla el amor inst a nt e,e, que no puede s entirse sino po r una pe pers rson onaa, porr un unaa cosa. Se trata de "un pe jam ja más po pene netr tr ar activo dentro de ella, no admirando el valor realizado ya, sino coejecutando con ella actos valiosos, estando ac tivamente dentro de ella, in-stándol o", o", Para Lain, sin embar go, "no se trata todavía del amor en el sentido habitual de la pa pala labr braa -la -la am amist istad ad,, el amor filial, el sexual, etc+- sino meramente de algo que hace po posib sible le luego la edificación de todos los amores posibles o de todos los odios". Para que el verdadero amor aparezca se necesita que al amor instante se una la creencia. "La creencia - dice el autor- unida al 'amor instante', da todos los tipos posibles de lo que ha hab bi tualmente se conoce con el nom bree de amor personal". br Lo llama "amor de rev elación o amo r creyente". Este amor "consiste en una suerte de secr eta evidencia, por cuya virtud se nos revela intuitivamente l a realidad de un destino comua.
.
Como veremos rnt~s ade lante, Lain ha completado y modificado en alg o sus ide as , 19
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nal (ein Geschick en el sentido de Heidegger) que codetermina nuestro singular y auténtico destino. El amor creyente supone el descubrimiento de un destino, de un co- destino y su aceptación". Podemos ahora comprender a lo que se refiere al hablar, en psicoterapia, de coexistencia. Se trata del "amor creyente" porr su enfermo y que le pe perm rmiti itirá rá que el médico médico debe sentir po coexistir con él por un tiempo en un "destino comunal" y, así, ayudarlo. Estas ideas nos recuerdan las de von Weizsacker, induda blem bl emen ente te.. Éste nos habla habla de una Weggenossenschaft, un com pañe pa ñeri rism smo o de camin camino o (h (haa si sido do tr trad aduc ucid ido, o, mal a mi man aner eraa de ver, como "camaradería itinerante") que es muy similar al destino comunal transitorio de Lain. Pero nuestro autor se refiere a renglón seguido a "consuelo, consejo y conducción" y, al explayarse acerca de esas pala pa labr bras as,, dice algunas cosas que nos alejan inmediatamente punt pu o de vista. Para él, el consueloy el consejo deben de su nto deben conducir al enfermo enfermo hacia Dios o un "semidiós" "semidiós" y la "conducción" implica la "obediencia del enfermo" al médico, médico, quien "infiere las nuevas posibilidades en que debe transcurrir el destino del enfermo, le esclarece sobre sobre ellas mediante mediante el consejo y le compele a Eleguirl[j.s merced a su autoridad". Todo ello señala una psicoterapia enérgicamente directiva a la cual me he manifestado manifestado claramente opuesto. .
Lo s "mod elos bá sic sicos os"" de la rela ción médic médico-enfermo o-enfermo
Estos conceptos de Lain Entralgo nos llevan a considerar otros con ellos emparentados, aunque distintos en cuanto al punto de vista y a la amplitud del enfoque. Se trata de porr Thomas Szasz los expuestos po Szasz y Marc Hollender 2º , que trataré de pr pres esen enta tarr br brev evem emen ente te::
º
Estas ideas fueron expuestas en "A Contribution to the Philosophy of Medicine", Am Am.. Med Med.. As Ass. s. Ar Arch chives ives of Infernall Med Inferna Medicine. icine. Vol. 97, may mayo o de 1956, y elaboradas en un artículo posterior: "The Doctor Patient Relationship Psych ch., ., Vol. 115, and its Historical Context", The A.m. J. oj Psy N°. N °. 6. El cua cuadr dro o está tomado de este último artículo. 2
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Para estos autores existen existen tres "modelos básicos" de relaeión médico-paciente: actividad-pasividad, guía-cooperación y pa rticip ac ión mutua. En la prim primer eraa el médico "hace algo por el enfermo", quien se mantiene completamente pasivo, como en los casos en los que se halla inconsciente (anestesiado o en coma,por ejemplo). "El tratamiento - dicen los autores - tiene lugar sin tener en cuenta cuenta la la contribución del del paciente y sin consideración del resultado. resultado. He aquí un parecido entre el enfermoy un niño niño por un lado, y entre el médico y un padre, por el indefenso, por otro". El modelo siguiente se refiere a las veces en que el enfermo, enfer mo, consciente pero necesitado, se dirige al médico en busca de ayuda y se somete a él. "Guía-cooperación -se nos explica pres presup upon onee que que el el méd médic ico o dirá dirá al pac pacie ient ntee lo lo que que deb debee hace hacerr y que éste éste cumplirá las órdenes. Ambos, Ambos, paciente y médico, son 'activos' y contribuyen a la relación y la principal diferencia entre ellos se refiere a la situación situación y al poder". Este modelo es similar a la relación de un padre y su hijo adolescente. En la "participación mutua" 21 "ha desaparecido la supe para ser susrioridad indiscutible e indiscutida indiscutida del médico médico para tituida por un entendimiento en el cual, según los autores, particip cipan ante tess tienen aproximadamente igual poder, son los parti mutuamente dependientes (se necesitan el uno al otro) ot ro) y entran en una actividad actividad que es, de alguna manera, satisfacsat isfactoria para ambos''. Reproduzco el cuadro que sintetiza las ideas expuestas:
No creo creo que la elec elecció ción n de las las pala palabr bras as haya sido feliz, puesto que "participación" "partici pación" lleva ya consigo la idea de mutualidad. En castellano, "participar" es "tener parte en una cosa; tocarle o corresponderle a uno algo algo de ella" (Academia) y, en inglés, "participation" es "the act of sharing something with others; division into shares; companionship" (Webster). 21
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SEGUIN
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En relación con el tema que nos ocupa, indudablemente que es el último modelo el único que podemos tomar en cuenta. Sin embargo, como veremos con más detención luego, fa "participación", la relación de adulto a adulto, puede tomar diferentes formas y es dentro de ellas donde debemos hacer una cuidadosa distinción que nos pe nos perm rmita ita comprender la pa la part rtee que en esa parti particip cipac ació ión n corresponde al médico, parte parte que debe, forzosamente, tener características especiales que no pueden, ni deben, desconocerse. La posición po sición
"ob}etiva" "ob }etiva"
No puedo terminar esta revisión sin referirme a . otro en~ foque del asunto que ha sido descuidado hasta ahora. Nues Nuestro tro interés se ha centrado en los los autores que trataron de comprender lo que ocurría entre el médico y el pa pacie cient ntee valiéndose de los métodos "subjetivos;' de la psicología. Existen, po porr supuesto, muchos otros que, magníficamente intencionados, han intentado objetivar el estudio, basándolo en datos concretos y en su manejo matemático. Así, Fiedler 22 pidió a un conjunto de ps psico icote tera rape peut utas as su opinión acerca de lo que consideraban una "relación ideal" entre ellos y sus pacientes. Las respuestas, respuestas, característicamente, no se refieren a posiciones básicas, sino a situaciones más o menos definidas. He aquí algunas de las condiciones supuestas de esa "relación ideal": -El psicoterapeuta es capaz de pa parti rticip cipar ar compl complet etam amen ente te en los sentimientos del paciente. -Es capaz de comprenderlos. ~El psicoterapeuta no se aparta de la dirección que sigue pens nsam amie ient nto o del del paciente. el pe -El tono de la voz del ps psico icote tera rape peut utaa tra trasm smite ite su capacidad pa para ra co com mpa part rtir ir los sentimientos de su paciente. -El psicoterapeuta considera al paciente paciente como un cola bora bo rado dorr en la solución de de un problema común. Fiedler, F.: "Quantitative Studies on the Therapisb's Role 'I'owards their Patients". Psyc ho hothera thera py, Theor y and Nuev evaa York, O. Hobart Mowrer Ronald Press Co., Iiesear ch, Nu 22
1953,
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CARLOS ALBERTO SEGUIN
-El psicoterapeuta trata al pacie pacient ntee como a un igual. Espero que la superficialidad de estos punt puntos os de vista pued puedaa ser muy pronto apreciada, cuando entremos en un análisis serio de hechos y pos ibilidades. Leary desarrolla un elaborado sistema y hace un estudio detenido de variables y po porc rcen enta taje jess 23• Coleman, Greenblatt y Solomon se esfuerzan en ser más objetivos aún y miden el funcionamiento cardíaco del enfermo y del terapeuta durante la entrevista 2 4 , medidas que repiten Kanter y DiMascio, añadiendo la de la temperatura de la piel 25 • Desgraciadamente, estos' estudios no han conducido a ningún resultado apreciable, lo mismo que muchos otros, que sería largo enumerar. Quiero, sí, detenerme en un pl plau ausib sible le in inte tent nto o reciente26, 26 , mente publicado por Snyder que puede servirnos de modelo. El autor ha estudiado el proceso ps psico icote tera rapé péut utico ico en veinte estudiantes graduados de psicología, con una edad media de 27.4 años, sometidos a tratamiento por él mismo. Después de cada entrevista, tanto los pa pacie cient ntes es como el psicó ps icólo logo go, llenaban una serie de cuestionarios registrando las actitudes del sujeto ante el tratamiento y ante el terapeuta, así como las de éste en relación con su cliente y su apreciación de cómo reaccionaba ante él. Todo ello era acompañado del registro p per erió iódi dico co de tests p psic sicol oló ógi gico coss tanto del terapeuta como de los sujetos. Estos datos fueron pr proc oces esad ados os de tal manera que se obtuvieron trece coeficient coeficientes es más catorce subcoeficientes subcoefici entes po porr cada enfermo y luego analizados por medio de la técnica Q, de la técnica de las elecciones P, de correlaciones tetracóricas, correlaciones de ordenación de Spearman, coeficiente phi y análisis factorial. .
Interperso erso nal Diagno sis of Perso nal nality, ity, Leary, T.: Interp New Ne w York, Ronald Press, 1957. 24 Coleman, R . , Greenblatt, M. y Solomon, H.: "Physiological Evidence of Rapport during Psychotherapeutic Interviews", D 1 '.'.s.s. of the Ner. Ner. Sistem, Vol. XVII, 1956. 25 En Gottschalk, L.: Compa rative Peu Peucholinquisti cholinquisticc Ana Ana-lysis of Two Psychotherap eut eutic ic Inte Intervieios, rvieios, N ew York, Intern. Univ, Press, 1961. 213 Iielationehip, lationehip, N Snyder, W.: The Psychotherapy Iie New ewYor ork, k, The Macmillan Co., 1961. 23
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por sup supue uesto sto,, a entrar en un estudio de lo obtenido, No No voy, voy, por sino a concretarme a lo que el trabajo ofrece en relación con nuestro tema: lo que el terapeuta siente por por su enfermo. Muy pobre es, en verdad. Apenas hallamos algo en los capítulos finales y ello distorsionado por por la terminología. El autor habla de contratransferencia contratransferencia para referirse a todos los sentimientos del terapeuta, y luego de un análisis matemático de los datos "objetivos" de diez entrevistas en cada caso, concluye: "En el caso de la contratransferencia, el terapeuta sintió ambas formas, posit positiv ivaa y negativa, hacia los veinte clientes. Las expresiones más comunes de la forma positiva fueron el ofrecer seguridad general y asegurar al cliente un afecto fuertemente pos positi itivo vo.. Las Las formas más comunes de contratrans' ferencia ferencia negativa fueron una intermitente sensación de frustración y molestia con el enfermo y el no estar de acuerdo con él de una manera abierta o encubierta. Hubo más expresiones de contratransferencia positiva hacia los mejores clientes y más formas negativas hacia los peor pe ores es.. Los aspec aspecto toss más pr profu ofund ndam amen ente te sentidos de la contratransferencia fueron los sentimientos paternales o imágenes hipnagógicas y sueños que el terapeuta tuvo acerca de catorce de sus cuentes. Otras formas de expresión de contratransferencia posit po sitiv ivaa fueron el discutir con el cliente el carácter pate tern rnal ales es o amistosos del psicode los sentimientos pa terapeuta hacia él, pa palm lmea earle rle el hombro, lamentar que el tratamiento estuviera po porr terminar o experimentar pied pi edad ad por por un cliente con problemas. Otras formas de contratransferencia contratransferen cia negativa, fueron el tener fantasías hostiles con el cliente, admitir sentimientos negativos hacia él, desear que el tratamiento terminara pronto y tener dificultades con el cliente fuera del tratamiento. Todas estas últimas expresiones de contratransferencia posit po sitiv ivaa o negativa no ocurrieron frecuentemente en los casos de nuestra investigación. La contratransferencia pu pudo do cambiar de valencia en cualquier caso pa parti rticu cula larr y el terapeuta pu pudo do tam-
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:
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CARLOS ALBERTO SEGUIN
bién ex bién expe perim rimen enta tarr sim simul ultá táne neam amen ente te formas negativas posit sitiv ivas as hacia hacia un mismo cliente". y po
He reproducido in extenso las conclusiones del interesante libro de Snyder po porq rque ue creo que ilustran claramente las dificultades delmétodo. delmétodo. El autor autor no nos habla, en realidad, de lo que siente (o trata de no hacerlo ya que no pu no pued edee ev evita itar, r, aquí y allá, el referirse a ello) sino de las manifestaciones exteriores (lo único, po porr supuesto, medible de los sentimientos). Nos hallamos, entonces, frente a una serie de cosas aisladas que, po porr más esfuerzos matemáticos que se hagan, no dejan de ser un conjunto de hechos sin sentido, sentido que solamente puede puede serles adjudicado por el propio sujeto si es capaz de una captación subjetiv a de lo que en él está ocurriendo. Si ello no se hace, o si se evita con el pr prop opós ósito ito de mantenerse "objetivo", se llega, como en el caso que registramos, a un árido coleccionar coeficientes -que, si bien pued pu eden en se serr titile titiless en un sentido, son completamente completamenteinoperaninoperantes para nuestro propósito- o a afirmaciones como las que encontramos más de una vez en el libro de Snyder: "La relación pcicoterap éuii éuiica ca debe consistir, según nuestra defim: forma ma de relación matemática cion, en alguna for matemática entre actitudes de transjerencia y contratranejerencia",
La revisión realizada no nos ha ofrecido, en realidad, resultados muy satisfactorios. Hallamos que todos los autores, cada uno desde un distinto punto de vista, concluyen que alguna forma de relación afectiva existe entre terapeuta y pacie pa cient nte, e, pero no han sido capaces de decirnos, sino de una manera muy vaga, de qué clase de relación se trata y, sobre todo, qué es lo que el ps psico icote tera rape peut utaa experimenta en su comercio con el pa el pacie cient ntee y cómo esa vivencia puede calificarse. Creo que, si queremos avanzar en el camino, debemos volver nuestra atención hacia otras otras posibilidades posibilidades y que ellas nos serán ofrecidas po porr el estudio de las diferentes formas en las que un ser humano se relaciona o puede relacionarse, con otro. Es ese estudio el que intentaré a continuación.
ACERCA DE l.AS RELACIONES RELACIONES AF AF'ECTIVAS ECTIVAS RUMANA§
IJa gama de los sentimientos interpersonales se extiende en un un amplio espectro que va desde el odio hasta el amor. Sus variedades son infinitas e inconmensurables y todos los intentos explicativos han fracasado, como fracasan ante cualquier hecho esencialmente humano y, sobre todo, ante fenómenos afectivos. Parece que cualquier aproximamiento analizador tuviera como primer resultado la destrucción del fenómeno mismo a analizar y, po porr lo tanto, lo que queda ante el estudioso es apenas un conjunto de elementos elementos dispares que, desmembrados e inarmónicos, se hallan muy lejos de la síntesis feliz que les permitió ser. No intentaré, p pu ues, ningún análisis. Prefiero un acercamiento directo, libre de tendencias disyuntivas, y creo que ese acercamiento puede sernos ofrecido por 1:), fenomenología. Luego del auge de las investigaciones "científicas" que pretendían aplicar al estudio del espíritu y la conducta humanos los métodos de la ciencia positiva, una franca reacción se ha hecho presente, reacción que ha alcanzado importancia fundamental en los países europeos. Se vuelve a las nociones nociones fundamentales de aquellos filósofos y psicólogos que, considerando el mundo anímico como completamente diferente del mundo físico, sostienen que los sistemas que se usan con éxito magnífico pa para ra el análisis de éste no pueden ser aplicados al primero, cuyo estudio debe emprenderse con otra me todología. No entraré hoy en una consideración detenida. de estos puntos de vista] que he tratado en otro lugar 27, pero creo necesario decir que, en mi opinión, si bien los procedimientos científicos positivos pueden aportar datos interesantes para el conocimiento conocimiento de los fenómenos psicológicos humanos, ellos no excluyen, de ninguna manera, la necesidad de aplicar Carlos Alberto Seguin: Ex smo Exis iste tenc nciia l i smo Buenos Aires, Editorial Paidós, 1960. 21
Peiqu iquic icüri üria , y Pe
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iCARLÓS ALBERT0 SEGlJI.'N 1
otras modalidades de estudio que han probado su capacidad para ofrecernos importantes resultados. para Muchos Mu chos estudios de la interrelación interrel ación humana han sido em pren pr endi dido doss po porr di dife fere rent ntes es au auto tore res, s, en dife difere rent ntes es tiem tiempo pos. s. De entre ellos voy a referirme a los que más útiles pueden semos para pa ra nuestro propósito actual. 1
El punto
de vista existencial exist encial
Quizás uno de los conceptos fundamentales fundamentales de la psicología basada basa da en el existenciali existencialismo smo es el de la relación interhumana como un fenómeno único 28• El hombre es, esencialmente, un ser-en-el-mundo. s er-en-el-mundo. Vive porr él, pero ese mundo creando su mundo y siendo creado po (aparte del Eigenwelt, el de su propio conocimiento, c onocimiento, que dejaremos ahora) se distingue netamente en dos aspectos: el Umwelt o "mundo-alrededor" y el Mitwelt o "mundo-con". El pr prim imer ero o es es el de lo loss ob obje jeto toss o la lass cos cosas as.. Rod odea ea al ho hom mbr bre, e, está allí y el ser humano debe vivir en él, pero no hacer de él Umwelt elt es el mundo que el hombre tiene de común su. vida. El Umw con los animales: es el mundo mundo en el que ha sido sido arrojado, en el que se encuentra y en el que debe vivir, pero en el que no debe hundirse ni con el que jamás debe permitir confusión. Él Mitwelt, po porr el contrario, es un mundo esencialmente humano: el de su relación relaci ón con los otros hombres, hombres, relación libre y creadora, más allá de la causalidad o de las "leyes "leyes científicas". científ icas". Si el hombre hombre convierte, o permite que sea convertido, el Mitwelt en Umwelt, es decir, si cosifica a los seres humanos y no mantiene la diferencia esencial que debe existir entre ambos en cuanto a su propia relación con ellos, está pe porq rque ue ha renunciado a una de sus fundamenta perd rdid ido o po les características humanas. Quiere decir, pues, que el hombre hombre vive, no entre sus seme jant ja ntes es,, sino con sus semejantes. ¿Cuáles son las características de esa relación? He aquí un interrogante que todos los pensadores existenHe estudiado estos est os puntos con mayor detención en: 27 (Estas cifras remiten a las notas de este volumen.) 28
Existenc ial ialismo ismo y Psiquia tría tría..
AMOR · Y PSICOTEHAPIA
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cialistas se han planteado sin, a mi parecer, haber hallado respuesta. El problema se pr pres esen enta ta de la siguiente manera: manera: el hombre hombre debe mantener su autenticidad y su libertad, pero, al hacerlo, luchar contra su pr prop opia ia ca cara racte cterís rístic ticaa de ser-en-el-mundo. Si se deja llevar, si, en algún momento, relaja la vigilancia dolorosa y aguda ele su libertad, está expuesto a caer en la masa, en la existencia "inauténtica", en el "se"· anónimo y acéfalo. ¿Hay, para él, alguna forma de relacionarse con sus semejantes y, al mismo tiempo, preservar su pa patri trim mon onio io su blim b limee de autenticidad? Si bien Jaspers nos habla de una "comu "comunicación nicación existencial" y el mismo Heidegger se refiere a un posible "auténtico-sercon", la mayoría es extremadamente p pes esim imist istaa al re resp spec ecto to.. Se trataría de un "encuentro existencial" en el que ambos parti pa rticip cipan ante tess fu fuer eran an capaces de unirse sin pe perd rder er nada nada de su autenticidad ni de su libertad. Si eso es posible, es, a mi manera de ver, un hecho excepcional, una una especie de revelación capaz de cambiar la vida de una manera definitiva. Ocurre solamente cuando la relación interhumana tiene una cualidad especial y nosotros, seres humanos humanos comunes, no somos capaces de experimentar ese "encuentro" sino quizás en alguna única oportunidad, que muchos no hallaremos nunca en la vida. II
Los conceptos
de Binswanger
Binswanger, el estudioso de la psicopatología existencial, Binswanger, ha planteado las cosas de una manera algo distinta. Apartándose de las originales ideas de Heidegger, acepta varios modos de existencia: el modo singular, el plural, el anónimo y el dual 29• En el modo singular el hombre vive en relación esencial consigo mismo y esa relación se refiere a la serie de formas conocidas, desde el autismo hasta el narcisismo. El modo plura pl ura l es el del comercio en el nivel "social" de la vida. Es el ·
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L. Binswanger: Grundf orrnenurul orrnen urul Erkennis menechlicheii Zurich, Max Niehaus, 1942.
Duseine,
· CARLOS CARLOS
·
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mundo del "uno y el otro", de la lucha y la competencia. El presenta cuando el yo se confunde en la modo anónimo se presenta anon imidad, como el soldado en el ejército o el hombre en la masa. Es el modo dual el que nos interesa. En é1 se realiza la verdadera relación humana. Se trata de la posibilidad, posibilidad, casi milagrosa, de formar un nosotros sin destruir el Y o y el Tú. Existen diversas formas del modo dual, como existen distintas formas de amor o de pa de pare reja jass amorosas: madre e hijo, amigo y amigo, amante y amante, etc., y cada una de ellas tiene características especiales. Volveremos sobre ello. IH Martin Buber y la relaciérr Yo - Tú El modo dual de la relación interhumana estudiado por Binswanger, nos acerca acerca a las concepciones concepciones de Martín Buber. Si bien no se trata aquí de estudios psicológicos ni psicotera péut pé utico icoss sino, más bien, de especulaciones que lindan con lo poético y lo místico, las ideas del filósofo judío no pueden ser ignoradas cuando se trata de de pe pene netra trarr en la esencia d el acercamiento humano íntimo. En un hermoso libro s e Buber nos dice que "para el hombre, el mundo tiene dos aspectos, según su actitud ante él". Esa actitud es la que señalan las "palabras primordiales" que no son, en realidad, sino "pares de vocablos". Una es Yo-Ello y la otra Y o-Tú. "No hay un Y o en sí -dice el filósofo- sino una part pa rtee Yo de fa pa pala labr braa primordial Yo-Tú y la pa parte rte Y o de la pa pala labr braa primordial Y o-Ello", Y luego: "El mundo pertenece, en cuanto a experiencia, a Ja pala pa labr braa primordial -Yo-Ello. La palabra primordial Yo-Tú establece el mundo de la relación". "
Esta, para Buber, es la verdadera verdadera relación humana, la que se distingue de la que podemos podemos mantener con el mundo de las 30
M. Buber: !ch und Du, Leipzig, Inserverlag, 1923.
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cosas. "Cuando, ante un hombre que es Tú para mí, le digo la pala palabr braa prim primor ordi dial al Yo-Tú, él ya no es una cosa entre las cosas, ni un compuesto de cosas". La relación Yo-Tú es inmediata. "Entre el Yo y el Tú no se interpone ningún sistema de ideas, ningún esquema y ninguna previa imagen". Y esa relación es básicamente amorosa. Pero hay diferentes clases de amor. Quiero reproducir extensamente los siguientes párr párraf afos os,, que me parecen indispensables para para comprender la idea: "Los sentimientos de Jesús hacia el poseso son distintos de los que sentía por su bienamado discípulo, pero el amor es uno. Se 'tiene' sentimientos, pero el amor es un hecho que 'se produce'. IJOS sentimientos moran en el hombre, pero el hombre mora en su amor. No es esto una metáfora; es una realidad. El amor es un sentimiento que se une al Yo de tal manera que el Tú es su 'contenido' u objeto. El amor está entre el Y o y el Tú. Aquel que no sepa esto, y no lo sepa con todo su ser, no sabe del amor, aunque adjudique al amor los sentimientos que experimenta, que goza, que siente y que expresa. El amor es una acción cósmica. Para quien mora en el amor y contempla en el amor, los hombres están libres de todo lo que los hace partes de la universal confusión. Malos y buenos, sabios e ignorantes, bel1os y feos, todos, uno luego de otro, se vuelven reales ante sus ojos, se vuelven otros tantos Tú, es decir, seres liberados, únicos; los ve uno a uno, frente a frente. De vez en cuando, de una manera maravillosa, surge una presencia una presencia exclusiva y entonces puedo ayudar, curar, educar, elevar, liberar 31 ". ¿Es la relación Yo-Tú la que encontramos en psicoterapia? ¿Son éstos los sentimientos que unen al médico y su paciente? Ciertamente que algunas de las características mencionadas nos acercan a ello y, ciertamente, estamos otra vez ante una pala palabr braa que ya hemos hallado en repetidas oportunidades: amor.
ª 1 Subrayado por el autor (C. A. S.).
.tCARLOS ALBERTO SEGUIN
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IV
El amor - por - el .. Ser de Maslow
Abraham Maslow, en una serie de trabajos, nos pres presen enta ta algunas ideas originales que tienen directa relación con el tópico de nuestro interés y a las que quiero referirme. Maslow distingue dos clases de amor: el "amor de necesidad" y el que no nace de necesidad alguna pere perent ntor oria ia.. El prim primer ero, o, al que que llama amor-D (D-love), es prod produc ucid ido o por por la urgencia de remediar un déficit. "Es, dice 32 , un hueco que debe ser llenado, un vacío en el que el amor es vertido". El ser humano necesita de este amor como necesita del alimento. "El hambre de amor, confirma, es una enfermedad deficicitaría, como el hambre de sal o la avitaminosis". Esta clase de amor es, pues, egoísta y egocéntrico y no puede compararse con la otra forma, el amor-S (B-love) o amor al Ser, que no se origina en la necesidad de recibir, sino, más bien, en la, superior y no egoísta, capacidad de dar. Maslow enumera algunas características del amor-S y pena reproducir in extenso los párr párraf afos os correscreo que vale la pena pond pondie ient ntes es:: "l. El amor-S es bienvenido a la consciencia y com plet pletam amen ente te disfr disfrut utad ado. o. Puesto Puesto que no es posesivo y prov provie iene ne de la adm admiraci iración ón más que de la nece necesid sidad ad,, produc ucee trasto trastorn rnos os y es siempre dispensador de no prod plac placer er.. 2. No puede puede ser nunca saciado; puede ser disfrutado inacabablemente. Generalmente crece en lugar de desaparecer. Es intrínsecamente plac placen ente tero ro.. Es fin más que medio. 3. La experiencia del amor-S es descrita a menudo como siendo igual y teniendo los mismos efectos que la experiencia estética o la experiencia mística. 4. Los efectos terapéuticos y psic psicag agóg ógic icos os del experimentar el amor-S son muy profundos y extensos. Son parecidos a los efectos caracterológicos del amor relativamente puro de una madre sana por su hijo o el
A. Maslow: Toward a Psyc ho hology logy van Nostrand Co., 1962.
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D.
of Beinq,
New New Yor York, k,
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amor perfecto de su Dios que han descrito algunos místicos. 5. El amor-S es, sin sombra de duda, una ex periencia subjetiva más rica, 'más alta', más valiosa que el amor-D (que todos los amantes-S han ex pe perim rimen enta tado do pref efeerencia ha sido también comu prev pr evia iam men ente te). ). Esta pr nicada por mis sujetos más viejos) muchos de los cuales experimentan ambas formas de amor simultáneamente en combinaciones variadas. 6. El amor-D puede ser satisfecho. El concepto de 'satisfacción' (gratification) difícilme nte puede ser aplicado al amor que s e siente por lo admirable o amable de otr a pe pers rso ona. 7. En el am amo or -S -S hay un mínimo de angustia-hos prop opó ós itos humanos prácticos, tilidad. Para todos los pr pued pu eden en estos sentimientos ser considerados aus entes. Puede ha ber, por supuesto, angustia-por-el-otro. En sieempre contarse con algún grado de el amor-D debe si angustia-hostilidad. 8. Los amantes-S son más indepe ndientes el uno del otro, más autónomos, menos c elosos y temerosos, menos necesitados, más individuales, más desinteresados, pero también, simultáneamente, más listos pa para ra ayudar al otro hacia la autoactualización 33, más orgu. ayudar llosos de sus triunfos, más altruistas, generosos y alentadores. 9. La más verdadera, la más pe pene netra trant ntee percepción del otro es hecha posible por el amor-S, que es tanto una reacción cognitiva, como una reacción emocional-conativa, como he insistido ya. Es esto "Autoactualización -dice Maslow (op, cit., pá pági gi-na 184)- se define de varias maneras, pero es pe perc rcep eptib tible le Tod das las definiciones un núcleo sólido de concordancia. To aceptan o implican: (a) aceptación y expresión del núcleo íntimo del ser (self), por ejemplo, actualización de esas capacidades y potencialidades latentes, 'completo funcionamiento', hum mana y personal; (b) todas disponibilidad de la esencia hu implican la pr pres esen enci cia mínima de enfermedad, neurosis, psicosis o pé pérd rdid idaa o disminución de las capacidades personales y humanas". 33
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tan impresionante, y tan a menudo demostrado por la experiencia posterior de los demás, demás, que, lejos de aceptar el lugar común de que el amor amor es ciego, ci ego, estoy más y más más inclinado inclinado a pensar que lo opuesto es la verdad, que el no amar es lo que nos hace ciegos. · 10. Finalmente, Finalmente, puedo decir que el amor-S, amor-S, en un sentido profundo pero demostrable, crea al amado. Le da una imagen de sí mismo, le da autoaceptacíón, un sentimiento de ser merecedor merecedor de amor amor y respeto, todo lo cual le permite crecer. crecer. Es Es una pregunta justificada j ustificada la de si el desarrollo completo , de un ser humano es posible sin él' 1•
esttas ideas porque creo que son He citado tan largamente es nueest interesantísimas para nu stro ro propósito. Como hemos visto, algunos de de los párrafos párrafos parecen haber sido escritos escrit os descri bien bi endo do la ex expe peri rien enci ciaa psic psicot oter erap apéu éuti tica ca.. Deb ebem emos os re repe petir tirno noss preg egun unta ta:: ¿Es amor-S la pr amor-S lo que el el psicoterapeuta siente por su paciente? Y debem debemos os remitir nuevam nuevamente ente la respuesta a capítulos posteriores. V El amor
según
Frorrrm
Erich Fromm, Fromm, en un libro en el que sistematiza alrededor del tema ideas expuestas a lo largo de toda su obra 34, exrone conceptos interesantes, de los que voy solamen solamente te a referirme a los que tienen que ver con nuestro estudio.
"El amor -dice- no es esencialmente una relación con una persona específica; es una actitud, una orientación del carácter que determina el tipo de relación de una persona con el mundo como totalidad, no con un 'objeto' amo amoroso. roso. Si una persona ama sólo a otra y es indiferente al resto de sus semejantes, su amor no es amor, amor, sino una una relación simbiótica, o un_ . . egotismo ampliado". ,
34
E. Fromm: El arle d e amar , Bu enos Aires, Paidos, 1962.
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Sin embargo, "decir que el amor es una orientación que se refiere a todos y no a , uno no implica la idea de que no hay diferencias entre los distintos tipos de amor, que dependen de la clase de objeto que se ama". Fromm distingue, pues, diferentes "tipos de amor": el amor fraternal, fraternal, el amor materno, el amor erótico, erótico, el amor a .sí mismo y el amor et D 1 :0 3 . De ellos nos interesa, naturalmente, el primero, del que dice el autor que es "la, clase más fundamental de amor, básica en todos los tipos de amor". Es el amor que sentimos por todos los hombres y se basa basa en una "relación central", es decir, aquella que, más allá de las diferencias superficiales, se dirige al núcleo de la esencia humana en el que "percibe nuestra identidad, el hecho de nuestra hermandad". Es, por lo tanto, "amor entre iguales" y en el que, el hecho de "ayudar" al otro, no significa "que uno sea desvalido y otro poderoso". "La desvalidez -dice Fromm-e- es una condición transitoria; la capacidad de pararse y caminar sobre los propios pies es común y permanente". Vemos cómo este amor fraternal de Fromm Fromm tiene muchos caracteres que son comunes con el el sentimiento que el psicoterapeuta puede sentir al ayudar a su paciente. ¿Puede identificarse con él? Ya lo veremos. VI La obra ü,e Sch:ele1·
los punt ntos os de vista revisados nos ofrecen conceptos S i bien los pu interesantes y sugerencias fructíferas, quizás necesitemos detenernos más en el estudio de todas las distintas posibilidades de relación interhumana, para poder luego distinguir entre ellas la o las que se refieran a lo que el ps el psico icote tera rape peut utaa siente por su enfermo. Para ello, renunciando a la tarea, destinada al fracaso por por imposible, de revisar lo mucho que al respecto se ha escrito, me referiré a, dos obras que considero fundamentales y que, en realidad, resumen magistralmente lo conocido: una es ya clásica, la de ScheleÍ·; otra acaba de aparecer, la de Lain Entralgo.
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En 19H5 Max Scheler Scheler publicó publicó Zttr Phiino menolo qie und 'I'heorie
der
Syrnpatldegefühle
urul
von
Liebe
urul Hass
(Sobre la fenomenología y teoría de los sentimientos de sim patía patía y sobre el amor y el odio), ensayo en el que exponía sus ideas que, desde entonces, han tenido poderosa influencia pensam amie ient nto o occidental. En 192a, con el nombre de en el pens lVessen und Formen. der Sumpathie, aparece un libro que puntos os de vista y los pres presen enta ta en forma definitiva. reúne esos punt Todo intento de acercarse a la realidad de la relación entre hombre y hombre debe parti partirr de ellos. Es lo que haré a continuación, dejando, sin embargo, constancia de que, si en las pági página nass que siguen hay una referencia directa a las ideas de Scheler, no me ceñiré siempre a ellas, sino, más bien, usarélas como trampolín para consideraciones que pare parezc zcan an perti pertine nenn35 tes. La relación ajectiva ajectiva interhumana
Existe una serie de movimientos afectivos que pueden unir para nuestros propósitos, a dos seres humanos. Consideraré, para seis de ellos: a) el contagio de sentimientos; b) la unificación afectiva; e) el "sentir-con-el-otro": d) el "vivir-del-otro" e) la simpatía y f) el amor. El contagio afectivo
Me hallo triste po porr una razón cualquiera o estoy cansado "desganado", "sin ánimo", pero me encuentro y, por ello, con un amigo alegre, "ocurrente", "chistoso", y al cabo de poco po co t.empo, mi humor ha variado y se ha puesto a tono con el de mi compañero. Me he "contagiado" de su alegría y jocu jo cund ndia ia.. Estudiemos las características de este fenómen fenómeno. o. Ante todo, se trata de una reacción involuntaria, espontánea e incons-
Las referencias de este capítulo tienen por b bas asee la traducción española de José Gaos: Ese Esenci ncia a y For Formas mas de la Buenoss Aires, Losada, 1957, 3a. ed. Simpatía, Bueno 35
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ciente. Involuntaria porque mi cambio no ha sido producido, de ninguna :manera, por mi voluntad. Es verdad que, luego de varias experiencias parecidas, pue do bus car deliberadamente a mi amigo pa amigo para ra repe repetir tir lo ocurrido; pero, en es estte caso, estoy usando voluntariament e un fenómeno que tran transs curre más allá de mi voluntad. Es, po porr otra otra par parte te,, espontáneo; se produce sin intención de mi pa mi parte rte y, muchas veces , quizás en contra de mi intención, y es inconsciente en el s e ntido de que desconozco lo que está pasando. Na Natu tura ralm lmen ente te que luego puedo reflexionar y com pren pr ende derr lo ocurrido, pero ello es solamente como un pr proc ocees o intelectual a posteriori, no como una caracterís tica del hec ho mismo. En otras palabras: experimento una emoc ión sin s e r consciente de que se ha originado en otra ra persona persona y, cu cuees tión im port po rtan ante te,, la ex exp pe rime nto como mí a pr prop opia. ia. Quiere ésto decir que no hay la consciencia de que su orige n se halla en otro ser del que me he "contagiado". Prueba clara de esto último es que ese contagio puede ser producido, no solamente nte por por un ser humano, sino por un am biente: buscamos un club o una fiesta "para alegrarnos" o evitamos un lu lug gar sórdido porque "nos deprime". La car acterís tica pr prin inc ipal de es te fenómeno r e side, a mi ver, en su impersonalidad. Lo que actúa sobr e nos otros no es una persona, sino un sentimiento. La persona es apenas un vehículo sin importanc ia fundamental y el sentimiento es casi un estado afectivo "aislado". "aislado". No No necesitamos conocer, al ser contagiados, nada acerca de los motivos de nuestro interlocutor y po pode dem m. s ignorarlo completamente como ser humano. Se trata de la . accióu de afectos "deshumanizados" que actúan como tales l V I uc uch has veces experimentamos e l cambio de nuestro humor y no sabemos siquiera po porr qué ha sido producido. Si elo es así, fácilmente fácilmente podemos podemos comprender que el contagio afectivo no tiene nada que ver con los sentimientos que el ps el psico icote tera rape peut utaa puede tener hacia su paciente. Ante todo porque, en el contagio, no se trata de una verdadera relac ión interhumana en la que hubiera participación, como cuando enfrentamos los sentimientos de un se sem me jante y podemos sentir compasión, es decir, con-padecer con él, lo que significa
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que somos somos conscientes del del sufrimiento sufrimiento ajeno (si de sufrimiento Nada da de eso ocurre en se trata) y que ca-sufrimos a su lado. Na el contagio, ya que no somos conscientes, o no necesitamos porr lo serlo, del estado · afectivo afectivo de nuestro compañero y, po tanto, no podem podemos os co-sufrir o co-gozar. Los Los sentimientos contagiados los experimentamos directamente como nuestros posi sibi bilid lidad ad de intercambio emocional y y eso excluye toda po de verdadera relación hu hum mana. Es más: el contagio afectivo parece ser, no solamente distinto, sino opuesto al ce-sentimiento, tanto, que no podemos pa rticip ar de una emo emoción ción si estamos contagiados de ella, y, porr otr po otraa pa parte rte,, si, en algún algún momento, momento, fuéramos capaces de hacerlo, el contagio disminuiría disminuiría o desaparecería. Nada Na da más lejos, por lo tanto, de la relación ps psico icote tera ra- péutica que el contagio de sentimientos. ·
La unifica ciá cián. n. af'ectiua
Este fenómeno puede considerarse, en realidad, una exageración del anterior, pe pero ro of ofre rece ce ci cier erta tass características propias que lo delimitan. Lo hallamos en diversas oportunidades de las que vamos a rese ñar algunas. Quizás la más típica es la que se encuentra en los niños durante el "juego". Singularizo esta pa pala labr braa po porq rque ue dicho jueg ju ego o no no es, es, re real alm men ente te,, tal. El ju jueg ego o de dell adulto se caracteriza porq po rque ue el hombre que ju jueg egaa es c a pa pazz de mantenerse siempre en una doble esfera: como ser adaptado a su realidad y como "ju "j ugador". En esta última po posi sici ción ón pu pued ede, e, ac acas aso, o, pr proy oyec ec-tarse hacia los personajes del juego y, de esa manera, manera, "entrar" afectivamente en el pr proc oceso, pero se mantiene siempre como individuo separado de ellos y en contacto con su realidad. El niño, po porr el contrario, "se toma en serio" _ Jo que ocurre; no "j porr el el drama "ju ue ga" sino que es de tal manera arrebatado po que él mismo ha iniciado, que se identifica con sus personajes plen enitu itud. d. y vive la vida de ellos en toda su pl Cosa similar ocurre en el teatro. El adulto, aun en los momentos más "emocionantes", no pierde, salvo excepciones, su individualidad, mientras que el niño es capaz de "entrar" en el juego escénico y vivir con los personajes con los que se
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halla identificado. Se trata, pues, de una completa unificación afectiva. Casos similares se encuentran en los prim primitiv itivo os y en los místicos que se aúnan también completamente con los di dio os es o los personajes míticos. No insistiré sobre este tema, pero sí quiero· ha hacce r notar su parentesco con algunos fenómenos interesantes: Uno de ellos es la hipnosis. Si bien bien en la mayoría de los casos se trata de una fuerte influencia sugestiva, en otros puede lleg se a la llegaar se total unificación, de tal manera que el hipnotizado pierde su individualidad y, al identificarse con el hipnotizado r, es uno con él. Cercanos a los fenómenos de la hipnosis hipnosis se hallan los de la psicología de las masas -en las que existe también una im porta po rtant ntee identificación afectiva que ex plica muchas de las características en ellas se señ ñaladas - y la p psi sico cop patología de casos de histeria colectiva, tan bien descritos en el pasado, así como el fenómeno, muy cercano, de la "posesión". Hechos afines encontramos encontramos en otras dos instancias en las que la individualidad desaparece: el éxtasis sexu sexuaal, durante el coito, y la relación madre-hijo que, en algunos casos, toma los caracteres claros de unificación afectiva tal como la hemos descrito. Si tratamos de descubrir las características c alificadoras de todos estos fenómenos, encontramos, fundamentalmente, las que hemos hallado también en el contagio afectivo: son ellos inconscientes y automáticos y pertenecen, a , mi parecer, además, al grupo de los fenóm el pr prim imiti itivo vo,, fenómenos enos reqresinos. En el trata, por por supuesto, de tal regres ión, sino de una en el niño, no se trata, manifestación "normal" de estructuras estructuras psicológicas psicológicas características; pero, en los demás casos, es posible hallar una explicación en ese fenómeno de vuelta hacia atrás, de recurrencia a mecanismos y posibilidades perdidas en el curso de la evolución psicológica humana. De todas maneras, no me " inter esa, esa, en es te momento, intentar ninguna explicación, sino ver si este caso de interrelación tiene importancia importancia frente a los sentimientos del paico. terapeuta. La respuesta, aún más enfáticamentelque en el anterior, es negativa. El ps psico icote tera rape peut utaa no puede, ni debe, en ningún
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momento, unificarse afectivamen momento, afect ivamente te con su paciente ni, por supuesto, identificarse con él. Una reacción de tal clase lo inutilizaría como terapeuta y traici traicionaría onaría la esencia misma de su actividad.
sent ntirir-co con n-el-otro El se
He aquí un fenómeno similar, pero, sin embargo, distinto. En este caso dos personas experimenian. una misma y única emoción. N No o se trata de que que uno de ellos la viva y el otro, sabiendo de esa vivencia, la sienta también; no se trata de que exista com-pasión. Por el contrario, sin ser conscientes perim rimen enta tan n ju junt ntos os p de la emoción del otro, la ex pe por orqu quee se trata de un sentimiento vivido por dos pe pers rson onas as.. El sentimiento no es ajeno ajeno y, por lo tanto, no existe en el otro como una cosa - diferente; el sentimiento es nuestro y solamente un tercero pued pu edee objetivarlo como vuestro dolor o vuestra alegría. N atutalmente que esto se produce solamente solamente cuando un acontecimiento conmueve igualmente a ambos seres, que lo vivencian como si fueran uno solo. Se trata, pu pues es,, de un un ac acer erccamiento af afeec tivo límite, quizás aún mayor que la identificación y reservado a pocas ocasiones en la vida. No puede equipararse, de ninguna man manera, era, a la relación médico-paciente en psicoterapia, ni lo que se experiexperimenta tiene comparación con lo que el terapeuta vive en contacto con sus enfermos. El "vivir-del-otro"
Un distinto tipo de comportamiento afectivo es el que llamaré "vivir-del-otro". Se trata, en este caso, de aquellos individuos que, atados a los demás por razones varias que trataré de precisar más más adelante, no viven su propia vida. Su existencia psicológica, y sobre todo afectiva, depen depende de de lo que los demás piensen o sientan respecto a ellos. Es la imagen que se tenga de su persona la que determina In realidad p psic sicoológica de ella y su talante varía según la manera cómo creen que se los juzga. juzga. Así, su su humor humor es alegre cuando se han sen-
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tid tidó bien ante los otros y esa euforia se desvanece si "han estado mal". Su vida afectiva toda se desarrolla, pues, de acuerdo con lo que "los demás" quieren o esperan de ellos. Se trata de los "espectaculares", los histéricos, los pa pará rásit sitos os afectivos, que no tienen vida emocional pr prop opia ia y que son, en realidad, imágenes especulares de lo que los otros desean, esperan o imponen. No creo necesario hacer hincapié en que este modo de ligazón afectiva no es, ni ni pu puede ser, relacionado con el del médico médico frente a su paciente en ps psico icote tera rapi pia. a.
La simp simpatía atía
Entramos, con el estudio de la simpatía, en un campo campo completamente diferente y vale la pena que establezcamos establezcamos claramente esa distinción, que es fundamental. Los sentimientos a que nos hemos referido hasta ahora tienen todos como características comunes y definidoras: hay y consciencia clara de lo que está pasando; 2. Falta l. No ha la intencionalidad. La primera es constante. constante. Ni Ni en el contagio ni en la unificación afectivas, en el sentir-con-el-otro o el vivir-del-otro se tiene clara consciencia de que: a) hay alguien que experimenta una emoción o un sentimiento y b) yo pa parti rticip cipo, o, en una forma u otra, de ese sentimiento sentimiento ajeno. Cada uno de esos movimientos afectivos aparece sin comprensión de lo que está ocurriendo y esa comprensión, por otra parte, no es necesaria. En el contagio afectivo el cambio del humor, la aparición de un afecto positivo o negativo, se produce sin que se sea necesariamente consciente de que un afecto similar existe en otro y de que el afecto propio ha sido tomado, en alguna forma, de aquél. En la unificación hay, como hemos visto, una identificación y dicha identificación hace, por supuesto, imposible toda consciencia del otro, que ya yano no existe, en realidad, pu pues esto to que con él somos uno. En el sentir-con-los-otros se trata de algo similar. No hay claridad de co-sontir, pu pues esto to que el sentimiento no es com parti pa rtido do,, sino que es uno, experimentado con iguales caracte·
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¡ CARLOS
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rísticas por los rísticas los dos seres seres que lo viven sin consciencia de defírenciación. En lo que he llama ll amado do vivir-de-los-otros vivir-de-los-otr os no se presenta tam poco po co ni clar claraa compr compren ensi sión ón de lo lo que que ocu ocurr rree ni, ni, por por supu supues esto to,, d~l papel del "otro" en la determinación de las propias vivencia~ afectivas. Puede irse mas allá y analizar un aspecto que creo importante: las características del "otro" en cada uno de estos fenómenos. En el contagio, como ya anticipara, ese otro, como individuo, no tiene relevancia, no juega papel pers onal de ninguna clase. Lo que produce la experiencia emocional es el aj ajecto ecto y no la persona. Ya hemos hemos visto que esa persona no es siquiera necesaria en algunos casos. En la unificación afectiva el otro debe existir, pero no como c omo individuo, no como ser con características pe pers rson onal ales es pr prop opia ias. s. El alguien con el que nos identificamos es tal, no por él mismo, mismo, sino por un conjunto conjunto de circunstancias que, en ese mo momento, mento, lo han hecho centro hacia el cual converge nuestra corriente afectiva. El primitivo, el niño, el histérico, el hipnotizado, el hombre hombre de la masa, el poseso, no experimen experimentan tan la unificación con él, es decir, con un ser individual e incambiable, sino más bien con lo que ese ser representa en el mome momento. nto. En el sentir-con-los-otros, el otro, prácticamente, no existe en relación con la vivencia afectiva; la experimenta con nosonosotros pero su categoría de otro ha desaparecido, y, por lo tanto, su individualidad no cuenta. Cuando se trata del vivir-de-los-otros,ese vivir-de-los-otros,ese mismo fenómeno es fácilmente observable. No No es una una persona, perfectame perfect amente nte definida. como tal, la que tiene importancia, sino "los otros", en toda la vaguedad indiferenciada de "la opinión". Todo esto en cuanto a lo que se refiere a la noción de que "hay alguien que experimenta una emocióno un sentimiento". parte rte es de similar importancia: "Yo pa La segunda pa part rtic icip ipo, o, en una forma u otra, en ese sentimiento ajeno". Visto lo anterior comp comprenderem renderemos os fácilmente que tal vivencia no existe tampoco en ninguna · de de las instancias estudiadas, ya que su aparición necesita: a) consciencia de mi mi yo part rtiicomo diferente y autónom autónomo o y b) consciencia de ese yo pa cipando, co-sintiendo co-sintiendo con otro yo.
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No creo necesario insistir en las características de las cuatro formas de experiencia afectiva estudiadas, ya que es obvio que en ninguna de ellas se cumplen esas condiciones. El segundo de los hechos señalados, la falta fal ta de intenciointencio nalidad, puede decirse que representa un aspecto de lo anteriormente estudiado. No existen, en ningún momento, ni en el contagio, ni en la unificación, ni en el sentir-con-los-otros, ni en vivir-de-los-otros, las características del proceso intencional, que, por por otra otra parte, es imposible en la poca claridad consciente que, como hemos visto, los califica. La intencionalidad requiere conscienciación de metas y propósitos y dirección hacia ellos, cosas imposibles en los casos descritos, precisamente por samente por sus propias características fenomenológicas. Con la simpatía, como dijera, entramos, pues, en un campo totalmente diferente, diferente porq porque ue en él encontramos encontramos lo opuesto a lo que acabamos de revisar. En la simpatía 38 prop propia iam mente ente dicha se distinguen ciertas características que estudiaremos a continuación. Quizás sea necesario detenernos un momento en un detalle que puede ser importante. Hay una diferencia notable entre el significado de la pa la pala labr braa simpatui simp atui en las lenguas alemana e inglesa y el que se adjudica, si no académicamente en el el lenguaje consuetudinario, en los países de habla española, y especialmente en los latinoamericanos. Sabemos bien que simpatía tiene su origen en el latín simpath simp ath ia y éste en el griego symp áth eia, de pa tho e, derivado de la raíz pa th, padecer, sufrir y sun, que cambia la n final en m delante de p y que, como se sabe, significa con. Es, pues, el sufrir-con; el sintonizar, en alguna forma, los propios sentimientos con los del prójimo. Esta clara acepción ha sido cambiada, sin embargo, en algunos países latinoamericanos. En ellos, "tener simpatía", "simpatizar", es casi sinónimo de apreciar, aprobar una persona, gustar de ella. "Me es simpático", "me cae simpático" se dice en el sentido de "me gusta", "siento inclinación hacia él". Creo necesario aclarar que todo lo que sigue se refiere, por supuesto, al significado primigenio y auténtico de la la pa palabra, ya que esta aclaración evitará mal entendidos, sobre todo en lo que tendré que decir respecto a la posibilidad de amar sin simpatizar, cosa incomprensible si se piensa piensa en la acepción coloquial a la que me he referido. 36
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•CARLOS ALBERTO
SEGUIN
Ante todo debemos considerar la prec precis isaa tom toma de cons cons-ciencia del existir existi r del otro y su concomitante concomitante condición: la consciencia del yo propio. En la simpatía ambos fenómenos se dan claramente y son importantísimos. Cuando simpati part rtici icipa pam mos de sus sentimientos, pero zamos con alguien, pa esa participación tiene caracteres bien definidos. Ya el hecho señala la la existenc ia de otr otroo ser di s mismo de "participar" seña stinto -que nos ofrece la posibilidad de ese con-partir- y la clara parti rticip cipa. a. Pero hay algo más. No se existencia de mi yo, que pa trata de que el estado afectivo del otro pa pase se o em emig igre re hacia prod oduz uzcca en nosotros un afecto nosotros, ni aún de que cree o pr afecto igual; no se trata de que experimentemos como nu nuees tro el afecto "inductor". No; hay una consciencia clara de un sentimiento ajeno que ce-sentimos como tal y no como nuestro, lo que quiere decir que tal afecto no se ha "trasladado" a nosotros, ni nos ha "infectado" o, de alguna manera, producido en nuestro yo un afecto s imilar, sino que, manteniendo clara la consciencia de que es un padecer ajeno, padecemos con él. Para ello no debemos s entir un afecto parecido, alegrarnos con su alegría o entristecernos con su tristeza, sino co-gozar o co-sufrir. Todo esto s ignifica, ante todo, una consciencia precisa del valor del prójimo, de su valor individual e intransferible y de nuestra relación con él; significa también la posibilidad de salir de nosotros mismos, de trascender nuestro yo hacia el prój ójim imo o con el que simpatizamos . yo del pr Otra caracter í stica importante de la simpatía es que se t ata de 'Una reacción, lo que quiere decir que no es es pont pontán ánea ea.. No N o actuamos, sino que reaccionamos ante estímulos precisos y determinados po porr nuestra organización psicológica y las l as circunstancias ambientales. expuesto,'podomos decir que Resumiendo lo has ta ahora expuesto,'podomos en la simpatía la persona que sufre o goza se halla muy pr preeante individualidad; sente nos otros; somos conscientes de su su sufrimiento (si de e1lo se trata) y nuestro co-sufrimiento son dos fenómenos diferentes y hay real coro-pasión. Dice Schele r ; 35 r r
·
"Es, en efecto, un sentir el sentimiento ajeno, no un mero saber de él o s implem implemente ente un j ju uicio que dice
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que el prójimo tiene tal sentimiento; pero no es vivir el sentimiento real como un estado propio; al vivir lo mismo que otro aprehendemos afectivamente además la cualidad del sentimiento sentimiento ajeno sin que que éste transmigre a nosotros o engendre en nosotros un sentímiento real idéntico". Ahora bien, - la simpatía, así comprendida, es la que más cerca se halla de lo que creemos que el psiooterapeuta siente hacia su enfermo, pero debemos pr preg egun unta tarn rnos os:: ¿qué relación existe entre la simpatía y el amor? Es lo que trataré de analizar a continuación. El
amor
Hasta aquí nos hemos referido a los diferentes sentimientos que unen a los seres humanos y hemos tratado de fijar claramente sus similaridades y sus diferencias. Pasamos ahora a considerar un fenómeno psicológico que, si bien pertenece al grupo de los que establecen establecen un lazo positivo entre los hom bree, no puede asimilarse a los demás. Se trata del amor. Salta a la vista que el amor posee características similares a las de la simpatía: es, como ella, una relación po posit sitiv ivaa en la que es necesaria la clara y precisa existencia del prójimo pr ójimo como individualidaddistinta y ajena, pero, a diferencia de la sim patía pa tía,, esencialmente reactiva, el amor es espontáneo y libre. Esta libertad y espontaneidad de] amor es importante porque no solamente lo diferencia de la simpatía, sino de todos los sentimientos con carácter reactivo. Bien sabemos cómo se confunde -y debe distinguirse- el amor con lo que se ha llamado "infatuación", "deslumb "deslumbramien ramiento", to", "hechizo", "fascinación". En estos casos se trata de una forma de envolvimiento emocional ciego e involuntario fundamentalmente distinto. Rabindranath Tagore ha expresado bellamente la distancia entre estas dos clases de relación interhumana en el siguiente fragmento: a; ·
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En
Scheler. op. eii., pág. 98.
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CARLOS ALBERTO SEGUIN
"!Líbrame de los brazos de tu dulzura, amor! No más de este vino de los besos. Esta nube de pesado incienso sofoca mi corazón, Abre las pu las puer erta tas, s, haz lugar a la luz de la mañana. Estoy perdido Estoy perdido en tí, preso en los brazos de tu ternura. Líbrame de tu .hechizo y devuélveme el valor de [ofrecerte mi corazón en libertad". Y, si el amor es libre y espontáneo, pres presen enta ta,, además, otra característica diferencial a tomar en cuenta: su dirección hacia valores. El amor está en relación con los valores del objeto amado de una manera única, ya que se orienta hacia los que "están, pero no son". Esta afirmación, por supuesto, necesita ser ex pl plica icad da. El amor, si bien dirigido a los valores del objeto amado, lo está hacia los qué en él pued en estimula rse más que hada los que se manifiestan ya. Es, pues, así, un "movímiento"; una aspiración, una acción que conducen a la realización de valores más altos, que se hallan allí, allí, pe pero ro que no se an aún. Así, pues, pues, si el amor está dirigido fundamentalmuestr an mente hacia valores, no debe confundirse con la simpatía, dirigida hacia sentimientos. Podernos simpatizar con una sona sin amarla y aun am amaar cuando la simpatía, tal como per pe r son la hemos definido, es imposible 38, como en el caso del "amor a sí mismo" que e xiste aunqu aunquee el "simpatizar consigo mismo" no pu no pued edaa ser. Sin embargo, no hay real y duradera simpatía sin amor 39• Esta afirmación es definitiva. Puede argüirse que sentimos simpatía por alguien que se halla en desgracia, nos compadecemos de él o con él y esa compasión no necesita ser acomVéase lo dicho más arriba, nota as. "Simpatizamos sólo en la medida y sólo con la profundidad en que y con que amamos". Scheler: Op. cit., pág. 181. "El acto de simpatizar tiene que estar inmerso en un acto de amor que lo abarque si ha de llegar a ser más que un mero pá-'compr ender' y 'sentir lo mismo que otro' ". Op. cit., pá ginas 181-182. "El acto del amor es, pues, lo que determina radicalmente con su propio radio la esfera en que es posible la simpatía". Op. cii., pág. 182. 38 39
SI
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paña pañada da necesariamente de amor: podemos simpatizar con su aflicción sin amarlo. Ello es verdad; pero, en esos casos, casos, la simpatía se ba se basa sa tam tambi bién én en el amor. No en el amor a la perla persona misma, sino en el amor a lo que esa persona representa: clase social, familia, humanidad. La diferencia se pone de manifiesto claramente en el hecho de que la compasión tiene muy distinto significado cuando está dirigida a una persona amada o cuando se orienta hacia quien no amamos sino como parte parte de un todo impersonal. En el primer caso, la compasión es recibida favorablemente y resuena en forma posit positiv iva; a; en el segundo, despierta en el compadecido una serie de reacciones de vergüenza, orgullo ofendido, resentimiento, etc., y el que compadece siente, él mismo, que su compasión tiene algo de espurio. Es decir, pues, que la auténtica auténtica simpatía debe basa rse en en el amor y que, separ sep arad ad a de él, pierde pier de lo esencial de su significa do ético y humano.
Este hecho es importantísimo para el tema de nuestro estudio, ya que nos lleva a afirmar que es amor lo que el psico para ra que su simpatizar terapeuta debe sentir hacia su pacíenie pa con él, única forma de relación que el análisis anterior nos ha mostrado posible, pu pued edaa manifestarse en toda la pl plen enitu itud, d, sinceridad, nobleza y persistencia necesarias, Examinemos, pues, más de cerca, las características de ese amor pa para ra ver si es, realmente, el tipo de acercamiento interhumano que el ps el psico icote tera rape peut utaa experimenta. Ante todo debemos considerar la relación con ese "movimiento hacia valores más altos" y descartar en él (ya insistiremos más adelante en el tema) toda actitud pedagógica. No se trata de un "crear" valores o "mejorar" al objeto amado; no se trata de buscar su "elevación" como condición del amor. No se trata tampoco de amarlo por los valores que posee o dejarlo de amar por sus defectos o por su dificultad para realizar ese movimiento ascendente del que hablamos. No puede pensarse en ninguna imposición, explícita ni implícita, que se relacione con esa tendencia hacia el valor valor más alto; no hay un "deber ser" que empuje o constriña ni un camino señalado ni una meta obligatoria. Es por un milagro que el valor.más alto brotará al contacto del amor y florecerá espontáneamente en el amado. ·
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·CARLOS ALBERTO SEGUIN
¿Tiene esto relación con la psicoterapia? ¿Es este tipo de fenómeno psicológico el que une a l terapeuta con su paciente? VII
Las formas de la relación con el "otro" según Lain En tra lgo
En un anterior capítulo he comentado ciertos conceptos de este pensador español referentes a la relación médicoenfermo expuestos en una obra que tiene ya algunos años. Quiero ahora revisar lo que nos dice acerca del tópico de la experiencia interpersonal en todos sus aspectos aspectos en un estudio estudio de reciente aparición y que, apa te de ser completo y exhausapar te tivo, está lleno de brillantes y originales puntos de vista, todo lo que hace su lectura indispensable pa para ra quien en este asunto tenga interés 40• Dice Lain que de tres maneras distintas distintas podemos podemos responder al encuentro con los demás: tratándolos como objetos, personas o P ' tójimos. tójimos. E(otr(como
.. objeto
y como perso na
Ocho son las características características distintivas de las dos posibilidades de enfrentar enfrentar al hombre como objeto o como persona: la abarcabilidad, el acabamiento, la po tencia tencia,, la numerabilidad, la cuantificación, la distancia, la probabilidad y la indiferencia. El hombre-objeto es "un conjunto de caracteres o propiedades perfectamente perfectamente abarcable. La persona, en cambio, cambio, es inabarcable porque es 'surgente' ". El primero es "una realidad acabada, definida, sida" frente a la persona, "realidad siempre inacabada, siempre creadora y originalmente proyectada hacia el futuro". "Siendo abarcable y acabado, el otro-objeto tiene que ser pate pa tent nte" e",, mientras que "siendo "siendo inabarcable, inacabado y ca-' paz de originalidad, el ser de la persona es constitutivamente inaccesible". ,
P. Lain Entralgo: 'I'eorin y Realida d 40 Revista de Occide nte, 1961.
del Otro,
Madrid,
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"En cuanto· a objeto, el otro es una realidad numerable y aditiva". 41 "Una persona es una realidad única; numerandola, reduciéndola a cómputo y estadística, se la desvirtúa". "En cuanto persona, cuanto persona, el otro es nombrable y no numerable; en cuanto objeto, el otro es más numerable que nombrable". Pero, "el otro-objeto no sólo es numerable; es también cuantificable, susceptible de comparación cuantitativa", mientras que, ''en su realidad personal, ningún hombre es más o menos que otro". "Un objeto tiene que ser algo exterior a mí, 'distante', y el otro-objeto no es excepción a esta regla. El otro como como pe perrsona, en cambio, se me revela en mi interior". "Mi certidumbre acerca de un objeto, y por tanto del otro como objeto, es siempre probable; mi certidumbre acerca del otro como persona ==mi vivencia de que 'hay el otro', de que 'hay otro yo'- es tan inmediata y firme como la que respecto a mi existencia me proporciona mi propio cogito". "Considerado como objeto, y por fuerte que sea mi vinculavinculación con él, el otro no pasa de serme indiferente: indiferente:su su desaparición o su ausencia no me son 'irreparables' ''. "Una persona no me es, n o puede serme indiferente. Tan pronto como me abro a ella, su existenci a me llega al corazón; tan pronto como pérd rdid idaa -tenga -tenga en la la he tratado como tal persona, su pé ruptura o en la muerte su causa- es pa para ra mí literalmente irreparable". 42 El autor concluye: "Para quien, con su respuesta le objetiva, el otro es siempre 'él' y nunca. 'tú'; pa ra quien como pernunca ca 'él' ". sona le trata, el otro es siempr siempre e 'tú' y nun '
"De aquí que sólo en cuanto a objetos pu pued edan an ser sumados los hombres, porque, como la aritmética enseña, sólo las cantidades 'homogéneas' son sumables entre sí. La estadística demográfica, la economía. de masas Y: en general, toda vida po políti lítica ca y administrativa fundada sobre números, suponen una metódica conversión del otro en objeto". 42 Debe perdonárseme que, al exponer el pe pens nsam amie ient nto o de Lain, me haya permitido extraer a voluntad las citas de diferentes pa parte rtess de su libro y colocarlas ju junt ntas as como si perte pe rtene necie ciera ran n al al mismo contexto. Dejo constancia de ello Y ~ creyendo no haber traicionado al autor, me disculpo po porq rque ue creo ha hab ber conseguido, así, síntesis 41
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'CARLOS CARLOS
ALBERTO
SEGUIN
La rela€'ión ton el homb re-obj eto
Ahora bien, considerado como como objeto, el hombre hombre puede tener dos clases de relaciones con nosotros: conflictivas o dilectivas. En las primeras puede ser un obstáculo, un instrumento o "un nadie". · Fácil es ver el parentesco de estas ideas con las expuestas, en todos todos los tonos, por los existonoialistas, exis tonoialistas, algunos de los cuales -Sartre es el ejemplo- reducen toda po posi sibl blee re rellación humana a este tipo de acercamiento conflictivo, a es estta "cosificación" del semejante, a quien se intenta reducir a un objeto. De las posibilidades nombradas nos interesa especialmente aquella en la que se enfrenta al hombre comoa un instrumento, ya que, refiriéndola a la relación del médico con su enfermo, prop opós ósito ito cualquiera. se trataría de que "usara" a éste con un pr En un capítulo po post ster erio iorr me detendré en el tema. En las formas "dilectivas" de esta clase de relación puede ntemplación" mplación" u "obj eto de educac ión". el hombre ser "objeto d e co nte Cuando el hombre es objeto de contemplación, debemos retraernos, establecer una "distancia existencial", que nos coloque aparte, que nos aísle, en cierta forma, y nos impida toda ligazón, todo movimiento afectivo y toda po posi sibi bilid lidad ad de comunicación comu nicación personal. Debe Debemos, mos, adem además, ás, adoptar una actitud "espectante". Para Lain, ella es "a un tiempo proyección y amor". La relaciona, como ya lo vimos antes, con el amor distante y reconoce un pa pare rent ntes esco co entre esta forma de amor y el Eros helénico. 4 3 Esta contemplación del hombre como objeto se da, y ello es lo que noa interesa ahora, en algunas formas formas de acercamiento médico: en el examen del cuerpo como cuerpo, con un fin diagnóstico científico-natural, y en ciertas formas de estudio "psicológico". Más cerca de nuestro tema central se halla la relación que convierte al hombro en "objeto transformable". Se trata de la educación o el tratamiento médico. Bien claro ve Lain l~
No pu pued edo o dete detene nerm rmee ahora a discutir el tema. Más adelante tendré oportunidad pa para ra tra trata tarlo rlo in extenso. 43
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imposibilidad de educar o tratar sin un acercamiento verdaderamente personal, pero personal, pero parece pensar que hay una instancia objetivadora en toda educación y en todo afrontamiento médico-paciente, aunque ella sea mínima. El hombre-persona
Cuando enfrentamos a un semejante, no como objeto, sino como persona, nos coloc colocaamos en una actitud di stinta, que se caracteriza caracteriza por por la activid actividaad convivencia! con él a través de "tres momentos cardinales": el mo jecuiioo, en el cu al, mom me nto co e je "viendo y oyendo el dolor de mi amigo -viendo en mí la intención de sus expresiones-e yo 'ejec uto ' o 'hago' eri mí los momentos espirituales de su dolor", Al hac erlo, pa pade dez co también en mí su pena, com-padezco +momenio compcsiuo-« y, además, soy consciente de lo que está pa pasa sand ndo o +-momenio cognoscitivo.
La rela_ ción con el semejante como persona puede tener también dos formas: conflictiva (el odio, la envidia, el resentimiento, la rivalidad) y dilectiva: el amor propiamente dic ho y la amistad que es, desde luego, una forma de amor . Éste es el amor instante. "Quien coejecutivamente ama a otro, dice Lain, le in-sta, en el sentido más propio de la pa pala labr bra: a: trata trata de estar-en él, en la raíz misma de su vida, en el seno de su intimidad". El hombre como prójimo
Pero, además de como a un objeto o a una persona, podemos tratar al semejante como a un prójimo. Si el contraste entre las anteriores formas es claro y fácilmente comprensible, el autor pierde mucho de su característica precisión cuando entra en el estudio de esta forma de relación hu hum mana. Según él, pa él, para ra que que exista, debe unirse a la coejecuc ión, com pasió pa sión n y conocimiento, a las que nos hemos referido, la "cree ncia". Aun en la amistad más cercana, en el amor instante más profundo, nos es imposible acercarnos com ple lettamente a un semejante: hay siempre un misterio y una duda que nada, ordenn teoló gico, sino el creer en él, puede salvar. "Como en el orde dice Lain, la fe es el supuesto d e l::i, car idad, idad, en el or ord de n antro-
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ALBERTO SEGUIN
po16gico y moral la creencia -el acto personal por el cual atribuimos existencia real a lo no pa pate tent ntee- co cons nstitu tituye ye el supuesto de la relación de pr proji ojim mid idad ad". ". Es Esaa creencia es la que da origen al amor constante o de coefusión. Constante de con-stare, "ser cierta y manifiesta una cosa", y coefusivo, ya que "con mi creencia y mi donación, yo me efundo hacia el otro, derramo en él mi realidad; con su donación y su creencia, el. otro se efunde en mí. Nu Nues estra tra convivencia hácese así mutua y ontológicamente coejecutiva, como la corriente de dos arroyos que se ju junt ntan an.. La peculiaridad esencial de la relación interhumana en que la amistad y la pr proji ojim mid idad ad se funden es, pues, la coefusión". El amor constante une a dos seres que, no solamente creen el uno en el otro, sino que viven en la misma creencia, en una espacialidad propia, hada un "com-proyecto" cuya meta es, inmediatamente, inmed iatamente, "la "la posesión posesión co-implicativa del bien, la verdad y la belleza pa parti rticu cula lare ress hacia que se orienta el comproyeeto de la díada amorosa; bien, verdad y belleza ordenados hacia el 'sumo bi bien en'' y la 'suma felicidad 'a que tácita o expresamente aspira siempre la actividad del hombre. De manera mediata, la meta de la coesperanza interpersonal y amorosa es la plena projimidad en el sumo bien: un estado de la existencia humana en que la relación con el otro, además de ser en sí misma perfecta, sea a la vez pa parte rte in inte tegr gran ante te de una perfe pe rfecta cta convivencia con la humanidad entera y de la posesión personal del bien supremo" y p a la "donación efusiva pa ar del propio ser a la persona del otro". Idealmente, el amor constante debe ser: "l Mutuo y profundo respeto a la radical y libre otredad de la persona del otro, 2°. Mutua donación pe per'e r'ecti ctiva va de las obras de la prop pr opia ia libertad. 3°. Mutua asunción -perfectiva tambiénde las obras de la libertad ajena. 4°. Abertura amorosa -y, por lo tanto, operativa- a la la pr proji ojim mid idad ad de los demás hom bres, comprendidos los más lejanos". ¿Cuál o cuáles de estas formas de relación con los demás debemos tomar en cuenta al estudiar la que une al psicotera peut pe utaa con su paciente? ¿Toma aquél a éste como un objeto, una persona o un prójimo o, quizás, como las tres cosas? Antes de responder a estas preguntas creo que debemos detenernos {)U una cuestión p pre rev via, 0
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DE LA RELACION MEDICO .. PACIENTE EN GENEUAL
Si en toda relación humana hay que tomar en cuenta las características señaladas por los autores arriba citados, en la parti particu cula larr del médico con el enfermo esas características toman formas especiales y configuran maneras específicas que deben estudiarse cuidados amente. La relación médico paciente, vista desde la vertiente del primero, es, pues, única y su conocimiento me parece importantísimo pa para ra todo aquel que se interese interese por por acercarse a esta forma de comercio ínterhumano. No puedo detenerme ahora ~no es el lugar ni el momento momento-en un estudio de lo que elfo ha sido a lo largo de la historia y en las diferentes culturas. Piénsese solamente en la diferencia de actitud y posición del médico en el antiguo Egipto, en Grecia, en la China o en nuestro Perú prehispánico, pa para ra citar algunos ejemplos 44 • Creo que una revisión tal abre perspectivas interesantísimas y nos ayuda a comprender en profundidad profundidad lo que la medicina y el médico han sido y significado en el transcurrir de la evolución social de los hombres. Ahora debo concretarme, sin embargo -y ello solamente como algo previo, susceptible y necesitado de ampliación- 2, algunas consideraciones sobre la actitud del médico de nuestra cultura y nuestros días. I Las formas del encuentro médico Quizás debamos establecer, ante todo, que es necesario, y posible, diferenciar la posición del médico, como médico ante sus semejantes. Necesario po porq rque ue nos llevará a comprenCompleta y magníficamente comentada información puede hallarse en P. Lain Entrnlgo : La Histo Historio rio Cl Clinica inica , así como en La Cur ac ión po r la Pal Palab ab ra en la A ntigüeda d Cl Cláá sica , del mismo autor. Madrid, Rev. de Occidente, 19.58. Para datos pe peru ruan anos os, la obra de O Valdivia: H Ps si His isto toria ria de la P quiatría Peruana, en prensa. 44
,
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·éÁRLOS ALBERTO SEGUIN
derlo mejor en su actitud y sus posibilidades profesionales y humanas, y posible y posible como nos lo prueba la creencia, tan arraigada, de atribuirle cierta insens ibilidad ante el dolor ajeno o, sobre todo a los psiquiatras, cierta proclividad a mirar a los hombres desde el pu el punt nto o de vista de sus anormalidades. La creencia es errónea, ciertamente, pero señala la convicción de que el médico adquiere, po porr el hecho de serlo, una actitud diferente. Sería muy interesante averiguar cuándo, quien ha estudiado medicina, actúa "como médico" y cuándo no en su vida diaria. Na Natu tura ralm lmen ente te que ello tiene estrecha relación con características individuales, pero podría dar origen a una fascinante investigación que nos pe perm rmiti itier eraa conocer toda la gama de actitudes que van desde la verdadera deformación profesional, que distorsiona el mundo ba bajo jo la lente de la observación unilateralmente especializada, hasta la visión amplia y humanista para la cual los conocimientos médicos no son sino un elemento más que enriquece y amplía el horizonte. Hoy quiero, sin entrar en ese estudio casi cuantitativo, tratar de comprender lo que caracteriza la posición posición del médico, en cuanto médico, ante sus semejantes. Creo que debemos distinguir dos formas en las que se le aparecen: la del hombre-en-la-vida y la del hombre-en-lamuerte. 11
El hombre - en - la - muerte
Quizás una de las características de la medicina es su encuentro pr profesio ofesio nal con la muerte. Curiosamente, el estu..
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para para él. En las páginas páginas que siguen trataremos de estudiar esas diferencias, que, si valen para para todos, tienen especial vigencia, por por supuesto, para para el médico. muerto y el cadáver El hombre muerto
He aquí que se encuentra ante mí un hombre-en-la-muerte. Mi actitud será diferente según la cercanía afectiva que con él tenga y según la posición existencial que en su presencia adopte. Ello condiciona, ante todo, dos formas opuestas de reaccionar: en la primera hacemos frente a lo que llamaré el hombre muerto; en la segunda se trata del cadáver. El hecho de que un ser humano haya muerto no lo despoja de sus características esenciales de una manera brusca y total aunque la lógica pare parezc zcaa así indicarlo. Ante el inconsciente, que es el que, a la postre, dicta nuestras actitudes más auténticas -más profundas y básicas que las racionales- el hombre sin vida no es una cosa, es un hombre-muerto. Y, por supuesto, aunque la muerte, desde el pu el punt nto o de vista de la fisiología y la bioquímica, iguale a todos, nuestra afectividad mantiene una distinción clara que hace que podamos separar diferentes categorías de hombres muertos. No es lo mismo mismo el cuerpo yacente de una pe una pers rson onaa querida que el de un des conocido, y si nos permitimos permitimos llevar el análisis un poco más allá, podremos diferenciar aún varias instancias que llamaré, inadecuada balb lbuc ucea eant ntem emen ente te,, yendo de lo personal a lo "objetivo": y ba cuerpo - de - una - persona persona - amada, amada, cuerpo - de - un - desconodesconocido, cuerpo-para-la-autopsia. En el el pr prim imer er caso se trata de mi muerto, en el segundo de el muerto y en el tercero de un muerto, y esos calificativos están mostrando una precisa diferencia de cercanía afectiva. Por otra parte, mi muerto no está totalmente muerto. Es algo más que un lugar común el que expresa esa verdad. Mi muerto vive, a veces en la imposibilidad de creer creer en su verdadera desaparición; siempre en la vida que vivió y la vida que dejó vivida a mi alrededor. es pa para ra mí menor, El muerto es aquel cuya vida restante es pero pe ro a quien lo qua sé de 5U vivir y su morir hace aún cercano y presente. Un muerto está mucho más muerto, ya que, para pa ra mí, no es más. que ese cuerpo ahí yacente.
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No agota, sin embargo, este análisis, las posibilidades de afronte del hombre-en-la-muerte. Debemos, aún, considerar aquello para para lo que, como contraste con los hombres-muertos recién aludidos, reservo el nombre de cadáver. La distinción es indispensa indispensa ble si pensamos que, en todos los casos vistos, si bien el cuerpo no está ya vivo, no ha dejado, pa para ra nosotros, de ser un hombre, aunque un hombremuerto. Para s e r un c adáver, es decir, una cosa, debe perder aún algo. Quizás nos ayude en es te momento la revisión de las ideas de Sartre al respecto 45 • Para él, la diferencia entre el cadáver pres esen enta ta con significado, se pr y el cuerpo vivo está en que éste se se halla siempre "en situación", mientras que el primero se .muestra como un unaa cosa entre las otras: ". . . no se podr dría ía percib percibir ir -d -dice ice-- el cuerpo del se po semejante como un objeto aislado que tuviera con los otros solamente relaciones de exterioridad. Esto no es cierto más que para el cadáver. El cuerpo del otro me es dado inmediatamente como centro de referencia de una situación que se or ganiza sintéticamente alrededor de él y que es inseparabl e de esa situación." Y "el otro me es dado originariamente como cuerpo en eituncién" ,
El estar en situación es el hallarse en una relación significativa con los demás y con las cosas, y así, "un cuerpo es cuerpo en tanto que su masa de carne se define po porr la mesa que mira, la silla que toma, la acera sobre la que marcha, etc." y "no podría "no podría aparecer, en efecto, sin sostener, con la totalidad de lo que es, relaciones significativas". El cadáver no . tiene relaciones significativas y, po porr lo tanto, ya no está en situación. Pero Sartre no ha visto la distinción que establecemos entre Paul Sartre: L' Etre et le Néant, Essa.i d' onfologie París, Gallimard, 12a. ed. págs. 364-42'7 . Véase también: M. Merleau Ponty: Fe Feno nome meno nolo lo g ía í a de la Percep ción, México, Fondo de Cultura Económica, 1957; pág pá gs, 79~ 219 y 3 8!-401. 45
Jean
-phénoménolooique.
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los distintos tipos de hombres muertos y engloba en el calificativo de cadáver todo cuerpo sin vida. Fácil es comprender el error. El cuerpo de mi mi hermano está en situación y lleno aún de relaciones relaciones significativas aunque no actúe en ellas materialmente; lo está menos el del desconocido y quizás muy poco el cuerpo en el anfiteatro, pero ninguno de ellos, de ninguna manera, puede compararse con las cosas. La "situación" de un ser humano no se ha perdido por el hecho de morir, y si bien ya no "actúa" materialmente, sigue haciéndolo sobre nosotros en todo momento y en forma poderosa y decisiva. Mi hermano ha muerto y yace allí, en su habitación, rodeado de las cosas que le pertenecieron, y que están todavía cálidas con su calor; de los seres humanos que compartieron su vida y que a él se hallan aún enlazados decisivamente. Su presencia es real y su acción innegable, Su cuerpo tiene todo el poder de su personalidad o quizás aún alguno más, añadido por añadido por la muerte misma. He aquí que el paciente grave de un médico ha fallecido. Yace ese ser humano al que atendió durante la última enfermedad, al que quizás operó en los postreros días, quien, acaso, le causó muchas preocupaciones y no pocos desvelos y ante el que se le presenta un conjunto de afectos muy variados, desde la identificación angustiosa hasta la sensación de alivio, quizás espurio, pasando por los sentimientos de culpa. ¿Puedo dudar de que ese hombre muerto se halla, para para su médico, "en situación"? El cuerpo de un desconocido está en la calle, sobre el pavimento. Acabo de ver cómo un automóvil lo ha atropellado; he presenciado su actitud grotesca de caída; oído su último grito y, quizás, sido testigo testigo de su agonía desesperada. Su presencia pesa sobre mí y su cuerpo tiene un hondo significado, y se halla, indudablemente, en situación. Por último, el médico llega al anfiteatro y le señalan un hombre muerto al que debe hacer una autopsia. Se acerca a él y no puede escapar de los sentimientos que le invaden. Ve a un viejo, enflaquecido, con la barb barbaa entrecana y el pelo largo, cuyas manos, pálidas y sarmentosas, dicen mucho. El médico es incapaz de reprimir su emoción. ¿Es que esa cara, ese cabello o esas manos manos le recuerdan otras? ¿Es qua
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algo ha removido antiguas vivencias? ¿Se trata solamente de simpatía? Quizás no pueda precisarlo, acaso no quiera hacerlo, pero el hecho es que, de ninguna manera, puede considerar a ese homhre homhre como una cosa, ni puede arrancarlo de una posición, en alguna forma, significativa si gnificativa y actuante. Muy de otro modo nos referimos referimos al cadáver. Analizando lo que él puede puede ser confieso que lo haré en una forma más bien bien espe especu cula lativ tiva, a, ya que creo que, si existe la "vivencia del cadáver", se trata de una situación situación límite que, como tal, no se presenta pura pura. nunca. Se trataría, no ya de un hombre-muerto, sino de una cosa, de un conjunto de órganos, tejidos o células completamente sin "significado" y absolutamente fuera de situación. El cadáver es lo que, en teoría, se pretende pretende que manejen manejen los estudiantes de medicina medicina cuando hacen sus prácticas prácticas anatómicas. Idealmente, un instrumento de aprendi z z aje, un utensilio más que facilitará la comprensión de estructuras y rela Natu tura ralm lmen ente te que este "ideal" teórico no ciones materiales. Na se realiza. El estudiante est udiante de medicina medicina no enfrenta cadáveres (sobre todo en el comienzo comienzo de su práctica anatóm anatómica), ica), sino hombres hom bres muertos, y ello tiene significados y consecuencias c onsecuencias muy graves, de los que me me ocuparé en su oportunidad. Me parece que no se ha tomado suficientemente en consi.. deración este aspecto de la educación médica de nuestros días y sus resultados sobre Ja formación de los estudiantes. Los que con ellos estamos en contacto cercano y continuado, los que, durante much muchos os años, los hemos seguido seguido en su iniiniciación comoprofesionales, podemos podemos comp comprenderlos renderlos y sopesar su enorme importancia en el futuro de la actuación del joven doctor frente a la realidad humana. Creo que se trata de una vivencia negativa, cargada de parte rte,, de las ac• consecuencias níhilízadoras y causante, en pa titudes deshum deshumanizadas, anizadas, materialistas y apersonales que han han caracterizado al médico de muchas muchas generaciones y que han pues pu esto to un sell sello o a la med medic icin inaa de nue nuest stro ro si sigl glo. o. Lewin, en un artículo interesantísimo, ha analizado ya un aspecto de esta cuestión 46• Para él, tal encuentro convierte
Bertram D. Lewin: "Counter Transference in the Tech46 osoma oma tic Med Medicine, icine, Vol. VIII nique of Medica! Practico", Peijch os N°. 3J 1946.
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al cadáver en el primer "paciente" del futuro médico, un pacie pacient ntee cómodo, que no se resiste, que se somete a toda clase de experiencias y al que puede aplicarse cualquier "tratamiento". Todo esto tiene efectos graves: el "objetivar" el contacto médico; el tratar, más tarde, que el paciente se someta incondicionalmente, el no considerarlo como a un semejante semejante y aun el nihilismo terapéutico que lleva a la idea de que el papel principal del médico es examinar, diagnosticar y ... compro bar bar luego, en la autopsia, la mayor o menor precisión del diagnóstico. Creo que, con ser bastante, bastante, hay aún mucho más. Esta clase de trato con el hombre-en-la-muerte tiene consecuencias muy serias para para el equilibrio emocional del estudiante del prim primer er año de medicina. Se pretende, en realidad, que aprenda a considerarlo como una cosa, como un instrumentode instrumento de aprendizaje, al igual que las láminas o los órganos de yeso o metal con los que complementa su estudio, y se cree que ba que basta sta con desearlo para para que ello ocurra, pero, por supuesto, la realidad está muy lejos de ser ésa. El estudiante se acerca al cadáver con toda la carga emocional que tiene frente al hombre-enla-muerte. El temor, el respeto o, mejor, el temor respetuoso que nuestra civilización, por encima de su barniz racional, muestra ante él, no se debe, po debe, porr supuesto, a su condición de cosa, de conjunto de órganos o tejidos sin vida, sino, precisamente, a su categoría de hombre-acabado-de-morir. espírituhumano, humano, un común denominaHay, en el fondo del espíritu dor de angustia frente a él, angustia que se manifiesta en los ritos, los tabús y las creencias de todos los pueblos, antiguos y modernos 47• Mucho podría especularse acerca de la causa de esa angustia. ¿Se trata de una identificación? ¿De un sentimiento de culpa y el consiguiente temor al castigo? ¿De una una proyección proyección de afectos agresivos? 48
Amplia información, entre otras obras, puede hallarse en el clásico y monumental trabajo de Frazer, una síntesis del cual: completada con notas, puede leerse en la edición de Theodor H. Gaster: The New Golden Bough, New York, Criterion Books, 1959. 11s Solamente quiero decir ahora que, en una investigación 47
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Es posible que en algunos estudiantes -no los mejores, como seres humanos- se produzca, al cabo de un tiempo, la cosificación del hombre muerto, su transformación en cadáver. A ello ayuda, naturalmente, la parcelización que de él se hace, el aislamiento de los órganos y, sobre todo, el enfoque de los maestros que exigen el estudio de formas, estructuras y relaciones mater iales. iales. ¿Puede extrañar el que, luego de esta adoctrinación forzada, de esta educación que obliga a cosificar al ser humano, de esta selección al revés, que elimina a los alumnos que no llegan a conseguirlo, el médico, ' ª ' lo largo de su carrera y de su vida, continúe haciéndolo? ¿Está justificada la pr prote otesta sta por la mecanización del quehacer médico, por la mercantilización del ejercicio profesional? ¿Puede pedirse al estudiante así formado que, mañana, esté abierto ante la realidad humana de sus pacientes, los respete respete como semejantes y los considere en su dignidad de hermanos? Si, cuando cuando por pr prim imer eraa vez se acerca al hombre, se le enseña -muy a pes ar suyo y venciendo resistencias saludables- a considerarlo como cosa, como objeto: si se le enfrenta con hombre hombress muertos y se le fuerza a hacerlos ca cad dáve ver r es es, ¿hay derecho a reclamarle, luego, otra actitud o diferente reacc ión? 49 Todo esto no es, naturalmente, un llamado a suprimir las prác pr áctic ticas as anatómicas, sino a en enccauz arlas convenientemente, lo que quiere decir que el estudiante de be ser llevado frente que venimos realizando con los estudiantes de] pr prim imer er afio de medicina, hallamos las reaccio ccionnes más interesantes frente frente'' al traumatismo que signi fica la dise cción de hombres muertos. Movilización ele pulsiones profundas, generalmente de tinte agresivo, sudista y destructor , que producen angustia y los consiguientes mecanismos de defensa psicológica: fantasías, desplazamientos, negaciones, formaciones reactivas, etc. M uchas veces esas defensas frac fracaasan y presenciamos rupturas serias del equilibrio emocional de los alumnos, que no han sido hasta ahora bien ahora bien comprendidas. 41 1 Teniendo en cuenta estas consideraciones y otras pertinentes es que, en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacio Na ciona nall Mayor de San Marcos de Lima, hemos establecido, en el pr el prim imer er año de estudios , durante la enseñanza de Psicologia Médica, la p pr rác tica con hombres y niños sanos.
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al hombre-en-la-muerte sin hacerle perder de vista su categoría de ser humano, sin cosificarlo, y manteniendo siempre fresca la actitud de respeto que el semejante debe merecernos. Creo que es pe es perti rtine nent ntee rec recor orda darr que, allá por el siglo XIV, en la Escuela de Salerno, los estudiantes oían misa por por el alma de los hombres muertos que iban a disecar cada día. No sé si esa pr esa prác áctic tica, a, u otra igualmente significativa, se sigue aún en alguna parte parte.. UI
El hombre hombre
en - la - vida
Dejemos ahora este, algunas veces maca bro, tema y volvamos a los hombres-en-la-vida vidaque que se hallan en el existir profesional y humano del médico. Se nos pl plan ante teaa aq aquí uí la pregunta a la que antes me he referido: ¿cuándo el médico enfrenta al semejante "como médico" y cuándo como hombre? Repito que debo renunciar ahora a cualquier posihle res pues pu esta ta,, cu cuya ya elaboración nos llevaría muy lejos, 50 y limitarme a un estudio de lo que el prójimo es pa es para ra él en cuanto se ofrece a su actividad profesional. Creo que podemos distinguir varias instancias que nominaré, en afán de claridad: el hombre-casi-muerto, el hombre enfermo, el "sujeto" y el hombre sano. El ho mbr mbre-ca e-ca si-muerto
Me refiero a los casos en los que el médico debe atender a seres humanos inconscientes, en los que la vida se mantiene en un mínimum que nos hace pe pens nsar ar en el hilo capaz de rom perse en cualquier momento. Se trata, por ejemplo, de pacientes en coma. En los más graves, todas las manifestaciones vitales parecen haber desaparecido, aun los reflejos nerviosos más imEsta cuestión está emparentada con otra que debo dejar también en suspenso: ¿cuándo, el estudiante de medicina o el profesional, comienza a sentirse médico, a "vivir" en "médico" y a existir como tal? 50
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porta portant ntes es.. Apenas una respiración irregular o de ritmo anormal y un débil funcionamiento cardíaco diferencian a ese cuerpo yacente, sin conciencia, sin reacción, sin sin· movimiento, de un hombre muerto. ¿Cuál es la actitud del médico ante él? Recordemos las ideas de Szasz y Hollender sintetizadas anteriormente 20• Esos autores tratan de equipararla a la que tiene un padre frente a un niño pe pequ queñ eño. o. Me pa pare rece ce una simplificación injustificada. Fácil es com pren pr ende derr la enorme diferencia. Los sentimientos de un pa padr dree ante su hijo son, indudablemente, de protección, guía y conducción hacia lo que él cree que es lo mejor en cada circunstancia (y esa actividad, frente a la pa pasiv sivid idad ad del sujeto, es a la que los autores citados se refieren, refieren, quedándose, a mi manera de ver, en la consideración superficial de la conducta visible); pero, aparte de que el niño no es jamás pasivo, y mucho menos con la pasividad del hombre-casi-muerto, los sentimientos y las actitudes son completamente distintas. Existen, claramente, dos reacciones extremas extremas que todos hemos presenciado una o muchas veces: la optimista o luchadora y la la pesimista pesimista e inerte. La pr prim imer eraa se caracteriza por la actividad constante y dirigida a agotar las posibilidades de ayuda. Es Ja que lleva a la intervención quirúrgica de urgencia, aunque las pr prob obaa bilidades de éxito sean nulas o poco menos, a las maniobras heroicas, a pe pesa sarr de que ellas signifiquen abrumar a la familia o al ambiente más allá de lo ju justi stific ficad ado o por por la lógica y la experiencia. La segunda ofrece caracteres opuestos. Se pr Se pres esen enta ta en los médicos que abandonan la lucha activa, no creen en la eficacia de las maniobras "milagrosas" y se concretan a prescribir y realizar lo indicado sin mayores esperanzas ni especiales entusiasmos. En los casos extremos se trata, en los primeros, de profesionales que sienten la necesidad de ju justi stific ficar ar su intervención mostrándose activos; que, en el fondo, están ciertos de su ineficacia y po porr ella se sienten culpables, pero se niegan a reconocerla y pueden tranquilizarse solamente cuando "hacen algo", aunque ese algo sea poco operante o, mirado a la luz de la experiencia desapasionada, ineficaz. En los
67 segundos se encuentra temor al fracaso, derrotismo y un cierto cinismo amargo y resentido. En cuanto a sus sentimientos por el paciente mismo, ellos cuentan poco en estos afrontes extremos. Los médicos "activos" no piensan, en realidad, en él, como en un semejante a quien deben ayudar, sino como "un caso que hay que salvar" para el bien a toda costa, y los pasivos, como en un ser que, para de todos, sería mejor que adquiriera definitivamente la categoría de hombre-muerto a la que casi pertenece. Me he referido repetidamente a que se trata de extremos y debo aclarar que, por por supuesto, la mayoría de los médicos no puede incluirse en eUos. Para el profesional en su papel, el hombre-casi-muerto es un hombre-casi-vivo, un prój prójim imo o por su prop propia ia invalidez, necesita ayuda cariñosa, ayuda que, por que, por por lo mismo mismo que es humana, humana, debe debe extenderse extenderse comprencomprensivamente a lo que es parte parte de esa casi vida -su ambienteen un afán de darle, no sólo, y no principalmente, en ayuda técnica, sino en apoyo y estímulo. Nos Nos halla hallam mos aquí aquí,, otra vez, con el contraste que estas actitudes señalan entre el acercarse al paciente como a una cosa o como a un ser humano. Si de lo primero se trata, el médico tendrá ante sí un mecanismo seriamente descom pues puesto to que debe arreglar cueste lo que cueste o que debe abandonar por por inú inútil. til. Si de lo segundo, a un semejante "en situación", con un significado que no puede descuidarse y que hay que tomar en cuenta y, por por supuesto, no solamente de una manera intelectual. Párrafo aparte merece la actitud médica frente a otro caso de hombre-casi-muerto: hombre-casi-muerto: el enfermo enfermo anestesiado. Se trata ahora de condiciones completamen completamente te distintas. parece ce que, para paradó dójic jicam amen ente te,, el hombre anesteAnte todo, pare siado es "más cosa" cosa" que el hombre en coma al que me he referido. Este está gravemente gravemente enfermo, al borde de la muerte, y su situación significa sufrimiento para para todos sus seres cercanos, significa catástrofe para su "circunstancia", significa emergencia 51 seria y aguda para para . el médico. Moviliza, po porr lo Conocido es el tono que ha adquirido esta palabra en el lenguaje médico cuotidiano. En la acepción académica de "ocurrencia, accidente, suceso, evento", se da énfasis a lo "accidental" como "indisposición o enfermedad repentina" 61
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tanto, una serie de sentimientos sentimientos y produce una actitud fuertemente teñida de afectividad . . El enfermo anestesiado, por e 1 contrario, se halla arttficialmente casi-muerto. Lo hemos llevado a· esa situación por su propio bien y con propósitos curativos; su casi-muerte es manejable y, en cualquier momento, por nuestra voluntad, puede ser modificada pa para ra que se restablezca una vida plena, con toda su resonancia existencial. Estamos, pues, más libres para pa ra cosificarlo -ya que, en el fondo, ése es el propósito de la maniobra- y hacerlo sin mayor sentimiento de culpa. Es curioso que Magendie, oponiéndose a los primeros intentos de anestesia quirúrgica, escribiera: 52 "Desde hace algunas semanas, ciertos cirujanos se han puesto a experimentar en el hombre y -con un propósito indudablemente plausible, el de realizar operaciones sin dolor- intoxican a sus pacientes hasta reducirlos al estado de cadáveres que uno puede re bana ba narr y cortar a voluntad sin producir dolor". El estudio de la actitud ante el enfermo anestesiado nos ilustraría muchísimo acerca de la personalidad personalidad del cirujano y sobre la naturaleza de sus reacciones características, ya que su actividad básica se realiza ante ese casi-muerto y sus maniobras deben contar con esa casi-muerte artificial. Hay, indudablemente, una clara cosificación del hombre inconsciente, que no es más que un conjunto de órganos que hay que "arreglar" y, a mayor capacidad de cosificación, mayor eficiencia técnica y mejores resultados. Sin embargo, cabe la pr preg egun unta ta de si, en reaiidad, el cirujano se comporta ante su paciente como lo haría ante un objeto o siquiera como se comportaría con el cadáver. No lo creo, y con s idero que, si bien el hábito de manipular los órganos órganos de ese casi-muerto puede embotar en el operador la conciencia de la projimidad, hay siempre un registro inconsciente de que se trata de un ser humano, de un "hombre en situación" situación" y colocado en relaciones significativas, todo lo que no puede separarse, por más que se pretenda, del cuerpo cuerpo yacente en el el quirófano. 52
Citado por Lew in.
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La vida late entre los dedos del cirujano y esa vida es una vida humana, aunque, en ese momento, sea una humanidad "en suspenso". Así, pues, el operador no puede dejar de ser médico ante ese hombre-casi-muerto y su actitud será siempre de acerca· miento cálido y amoroso, no solamente a la realidad orgánica que se ve obligado a manipular, sino a lo que hay detrás de ella: la realidad del semejante semejante cuya vida y salud de él dependen. Natu Natura ralm lmen ente te que, si ello es así, el verdadero médico que hay en el cirujano se manifestará aún más claramente antes y después del acto quirúrgico mismo, cuando, por uno de esos milagros de que es capaz la criatura humana, puede abandonar ese mínimo de cosificación que se vio obligado a realizar y establece con el enfermo la relación de hombre a hombre, cargada de calor y "projimidad" (Lain) que es lo que lo califica y distingue como médico. El hombre enfermo
El hombre enfermo se distingue del hombre casi-muerto en que se halla consciente, y ese hecho, la conciencia de su ser-hombre, determina la situación. Ya no se trata de la posible y fácil cosificación a la que se pres presta ta el pa el pacie cient ntee en coma o anestesiado, sino del encuentro entre un ser humano y otro. Desgraciadamente, el médico, prep prepar arad ado o para para usar usar cadáveres y para para "man "manej ejar ar"" hombres muertos o casi-muertos, cuando ha sido mal acostumbrado acostumbrado a tratarlos como objetos, no sabe vivenciar esa diferencia esencial e, inconscientemente, trata de transferir al enfermo la misma actitud. Contribuye a ello el hecho de la mayor o menor invalidez del enfermo, quien se halla en el peligro de que los que lo rodean, influídoa por su menester material, caigan en la trampa de considerarlo también -implícita o directamente- inválido como per persona y lo traten en consecuencia, con todos los graves resultados consiguientes. Para quien cree en la determinación material y posit positiv ivaa de las enfermedades y las considera como alteraciones del equilibrio biológico, metabólico o físico-químico del orga-
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nísmo, el problema aquí no existe. Se trata de aplicar, estrictamente, las medidas necesarias para para corregir el defecto o prev preven enir ir las consecuencias, y esas medidas, derivadas del conocimiento "científico" de los procesos en cuestión, cuestión, son claras, indiscutibles e imperiosas. Su pa pape pell es, pues, el de pres pr escr crib ibir ir (es decir "señalar, ordenar, determinar") un tratamiento y ver que se cumpla. Para aquel, por el contrario, que considera a la enfermedad, no como un evento biológico, sino como un acontecimiento biográfico, la pe perso rsona nalid lidad ad del pacie pa cient ntee entra entra en juego y debe ser tomada muy en cuenta. Nos hallamos, pues, en toda su importancia, importancia,con con el pr el prob oble lem ma fundamental de la medicina de nuestros días; con el dilema dilema que, simplificándolo, puede exponerse así: si el médico se dirige al enfermo y lo encara con el armamentario que las "ciencias naturales" han pu pues esto to en sus manos; si pi pien ensa sa en su anatomía (un conjunto de células, tejidos y órganos) o en su fisiología (un organismo que funciona mejor o peor), está "cosificando" a ese hombre, está, inmediatamente, des pojándolo de su "humanidad", es decir, de su "hombreidad", para pa ra trans transfo form rmar arlo lo en un objeto material entre otros objetos 63 materiales. Si, Si, po porr otra otra part parte, e, quiere considerarlo como un semejante, en su más auténtica categoría de tal, debe dirigirse a él, más allá de la contingencia anatómica o fisiológica, hacia la la base base humana de su ser-en-el-mundo 54 • El dilema se nos pr pres esen enta ta en toda su su br brut utal al re real alid idad ad al pe pens nsar ar que, si el médico se dirige a la hombreidad del pa pacie cient nte, e, debe des.
Dice Sartre (Op. cit., pá pág. g. 415): "El estudio de la exterioridad que sostiene siempre a la facticidad, en cuanto esa exterioridad no es ja es jam más perc percep eptib tible le sino en el cadaver, es la anatomía. La reconstrucción sintética del ser vivo a parti pa rtirr de los cadáveres es la fisio fisiolo logía". gía". He expuesto el el problema problema más detenidamente en Exis54 63
tencialismo y Psiq Psiquiatr uiatría. ía.
7•
Acerca de la enfermedad y el ser, nada mejor que la obra de Medard Boss Enfürung in die Psychosomatische Medizin. Berna, Hans Huber, 1954. Hay una traducción francesa: Intro duc ductión tión a la JJ, f é dicine Psyc ho so somatiq matiq ue. París, Presses Universitaires de France, 1959. En nuestro idioma debe, de todas maneras, leerse la obra de Rof Carballo, y especialmente U rdimbre afectiva y En Enff ermedad, Madrid, Labor, 1961.
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cuidar su "objetuidad" (que dijera Lain) y, al hac hacerl rlo o, renunciar a todos los medios que la "ciencia" le ofrece pa par r a ayudarlo. En otras palabras: o se dedica a salvar su cuerpo y, para pa ra ello, lo trata como a un objeto, o se dirige a su Ser y, descuidando el cuerpo-objeto, falta a una de sus obligaciones como médico. Al pl plan ante tear ar es esta ta di disy syun untiv tivaa parece, a primera vista, que estoy haciéndome culpable de caer en la corriente y gas tada dicotomía ps psiq iqui uiss-so som ma; pero, en realidad, el problema es más radical. No se trata de "salvar el cuerpo y abando nar el alma" o viceversa, viceversa, sino de afrontar al ser humano, sea como un objeto material, sea como Dasein (si quiere usar s e la terminología existencial), lo que nos coloca en un p pllano de deci sión ontológica básica. Es éste un problema, al parecer, irresoluble. Tanto que, aunque indirectamente, ha dado origen a po sic io ion ne s po pola lar es es e iracterísticaa. Bien conocidas son las que se coloc an a 1 lado de las ciencias físic o-naturales y encaran la enferme dad humana como un desarreglo bioquímico, y las que, por el con .. trario, aseguran que ella no es sino una mani nif f eatacién, y no la más importante, de un defecto en la realización del Dasein, de un malogrado hombre en el mundo 55• Llevados a sus últimas consecuencias, ninguno de estos puntos de vista puede ser aceptado po porr el médico, ya que, si se deja envolver por la atracción simplificadora de la explicación objetiva, pierde de vista lo esenci al del hombre como tal -aquello que no puede verse, pesarse, medirse ni cuantificarse de ninguna manera- y si, por otra part rte e, es seducido po porr los conceptos de quienes han hecho de la "facticidad" apenas un aspecto secundario del existente, está condenado a no saber qué hacer con esa facticidad, que matará a su enfermo. Ahora bien; el problema toma diferentes aspectos según Véase una brillante exposición en la obra citada de Boss y en la de A. Jores: El El Hombr En nf e rmed ad. Madrid, Hombr e y su . E Labor, 1961. Las aporías, tanto del cientificis mo como de l existe ncialismo, han sido expuestas sintéticamente en la obra ya citada en la nota27• 65
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sea el hombre enfermo que el médico tenga ante él. Así, no es el mismo frente al inválido, el enfermo grave o el enfermo leve. El ho mbr mbree invá inválid lidoo
Es un inválido aquel que no puede valerse por sí mismo. Se trata trata,, pues, no del que, en el sentido corriente -baldado o tullido- no pu pued edee "gana "ganars rsee la vida", sino del que se encuentra, aunque sea momentáneamente, imposibilitado para desempeñarse sin ayuda. Es el enfermo en quien el padecimiento ha anulado la capacidad y las posibilidades de acción eficaz. Se distingue del hombre-casi-muerto en que no está inconsciente y en que la vida -que no es solamente energía material- bulle en su ser, a veces aún más que en el sano. Nos ofrecen ejemplos las víctimas de ciertas enfermedades neurológicas que pa que para raliz lizan an el cuerpo, así como estados agudos o crónicos de debilitamiento orgánico grave. Frente a él nuestro nuestro problema problema se actualiza en toda su importancia. La incapacidad que pr pres esen enta ta impulsa a ayudarlo "manejándolo" y, al mismo tiempo, hace que el enfermo sea más consciente de sus nec esidades como ser humano y resienta todo afán de r egar, por pa parte rte del am . iente, la satisfacción de esas necesidades. Del lado del médico, diver s as ac titudes se observan. En algunos, el afán "protector" cubre, a veces pobremente, una prof pr ofun unda da repulsión y aun hostilidad, sentimientos que nacen como una defensa contra el temor que ellos mismos sienten ante la invalidez. En otros pu pued edee aparecer la "compasión". Si recordamos lo dicho acerca de ella, comprenderemos que también puede también puede ser destructiva y pr prod oduc ucir ir en el enfermo resentimiento y rechazo justificados frente a todo intento de protección exagerada, condescendencia pa pate tern rnal alist istaa o conmiseración espuria. Creo que aquí, nuevamente, hay una única actitud posihle pacie cient ntee con amor. Si así se y aceptable: la de acercarse al pa hace, a pesar de los manejos corporales a que se le someta, ellos no po no podr drán án nu nunc ncaa cosificarlo, porque detrás estará siempre la auténtica relación interhumana, la que verdaderamente une a los seres, más allá de su facticidad.
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El enf ermo
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(Jrctüé
El enfermo grave se nos pres presen enta ta diferentemente. Puede estar en perfecto dominio de sus facultades, facultades, no solamente psicológicas sino materiales (pensemos en algunos cancerosos o tuberculares y en los que sufren otras enfermedades que, si bien sabemos que terminarán pronto e indefectiblemente con su vida, no se manifiestan por medio de síntomas invalidantes actuales: un aneurisma aórtico o cerebral, un infarto repetido del miocardio que ha logrado compensarse, etc.), o puede hallarse postrado por la enfermedad, aunque no inválido. Está, pues, en plena posesión de su categoría de hombre; como tal reclama nuestra ayuda y esa ayuda debe ser dirigida, . en este caso, a un hombre-ante-la-muerte. El hecho coloca al médico en una situación peculiar y difícil. Ante todo, en posición de autoridad indiscutible. Debe obedecérsele, so peligro de la vida del paciente, y eso lo carga de una responsabilidad que no siempre está preparado para aceptar. prop opia ia reacción ante la muerte -que es el A ello se unen su pr producto de procesos pr prin incip cipal alm men ente te incon inconsc scie ient ntes es-- y la serie de fenómenos transferenciales -también inconscientesque harán de la figura del enfermo grave una imago, no solamente conmovedora, sino emocionante emocionante (con-movedora, puesto que estamos movidos a sentir con él, y e-mocionante, ya que moviliza nuestros propios afectos transferencialmente). El paciente grave no es, pues, pa para ra el médico, solamente un problema terapéutico, sino -y como siempre- un pro blema humano. Si, ante el inválido, se presentaba, pr prim imar aria ia o activamente, la tendencia a hacerlo cosa, ante el enfermo grave aparece aquella que apunta a convertirlo en centro· de cristalización de temores y sentimientos de culpa inconscientes. Todo ello lleva 9, que, favorecido por el ambiente, el médico adopte una actitud autoritaria y de casi-Dios. Ella compensa su inseguridad, cubre el temor profundo y pe perm rmite ite el manejo de la situación de tal manera que los propios conflictos son ahogados por la sensación de omnipotencia. Lleva también, por supuesto, al "manejo" del enfermo y, nuevamente, a su cosificación.
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leve
Se pres presen enta ta al médico, en este caso, un aspecto diferente del mismo problema. ¿Cuándo puede calificarse una enfermedad como leve? Existe, por supuesto, el criterio "objetivo" y, si lo adoptamos, adoptamos, quizás la respuesta parezca respuesta parezca sencilla, tan sencilla que lleve al facultativo a irritarse con el pa pacie cient ntee cuando "no se da cuenta de su gravedad y desoye los conse jos"" o cuando, jos cuando, en el extremo contrario, "se le ha dicho hasta el cansancio que no tiene nada, pero sigue molestando con una enfermedad que no existe". Y es que tal criterio es, a todas luces, deficiente. La gravedad de una dolencia no puede juzgarse solamente desde el pu el punt nto o de vista de las alteraciones materiales que pu pued eden en descubrir s e. Es un transtorno del todo humano, está enraizado en la la personalidad, personalidad, de la que no puede separarse, y como ya lo dijera, es una parte de la biografía. La mayor o menor gravedad que significa puede, p justi stipr prec ecia iars rsee si pu ues, solamente ju se considera su relación con "el hombre y su circunstancia". Así, la enfermedad leve se imbrica, en cada individuo, po porr una pa una parte rte ,con la enfermedad grave y, po y, porr otr otra, a, con la "salud". Y henos aquí abocados a otro pr prob oble lem ma serio: ¿Cuándo comienza la enfermedad? ¿Cuándo termina? No entraré en consideraciones teóricas, que nos llevarían muy lejos y, posi blemente, no nos ofrecerían solución alguna, y me limitaré a recordar que una enfermedad no comienza cuando el médico es capaz de descubrir "signos objetivos" ni termina cuando él considera que ha habido una recuperación del daño físico o funcional. Es la vivencia del paciente tan importante como los hallazgos de la exploración y es ella la que, en realidad, v a a determinar si el enfermo está "sano" o "enfermo". Nos hallamos otra vez ante las dos posibilidades que hemos revisado repetidamente. Si, pa para ra el médico, el hombre es anatomía y fisiología, el afirmar su salud o su enfermedad se limita a la comprobación de datos "objetivos" (y aun ellos pu ellos pued eden en conducirlo a errores graves en las enfermedades "funcionales"). Si, más allá de la materia organizada, es una pers ona ona,, el asunto cambia fundamentalmente y exige una apreciación total de la "hombreidad" del del pa pacie cient nte, e, que es la
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realmente alterada por por el trastorno y la que importa, en último término. Y, si podemos conocer el funcionamiento o la integridad de los órganos a través de la exploración material, es solamente la relación personal, interhumana, en todo su más auténtico sentido, la que que nos perm permitir itiráá acercarnos a la verdad de nuestro paciente en cuanto a su salud y su enfermedad.
El ho mbr e co mo "sujeto "
Pero el médico no trata únicamente a los hombres como enfermos. Si es un estudioso, un investigador o un maestro, los tendrá muchas veces ante él en una posic posició ión n dife difere ren nte y que no pued puedee ignor ignorar arse se:: la de "sujeto". Es curiosa esta doble acepción de la pala palabr bra, a, que perm permite ite aplicarla al ser humano cuando, precisamente, se "objetiviza" más, cuando se le usa, cualquiera que sea el propósito de esa utilización. Así, el hombre puede ser "sujeto de observación", "sujeto experimentación", "sujeto de demoatracién". En cualquier de experimentación", caso, su categoría de hombre ha desaparecido, ya que ha desaparecido su posición de igualdad y libertad. Es un objeto más, observado, sometido a experimento o mostrado. Creo que, en todos estos casos, el experimentador, experimentador, observador o demostrador han dejado de ser médicos, han abandonado su pape papell de tales para adoptar otros completamente distintos y esencialmente opuestos. De semejantes, prój prójiimos o hermanos se han convertido en "hombres de ciencia" o "profesores" y han hecho del enfermo una cosa observable, manipulable o mostrable. Serán, pues, muy eficientes estudiosos o catedráticos, pero pero no será serán n médico édicos, s, en el sent sentid ido o verdadero y noble de la pala palabr bra. a. Lo único que puede salvarlos como tales es el hecho de acompañar siempre su actividad profund ndo o amor por por el semejante que, en con un auténtico y profu ese momento, está a su. actividad sometido.
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CARLOS ALBERTO SEGUI.N
El ho mbr mbree "sa "sano" no"
Diré aun unas palabras sobre otro aspecto del mundo mundo hu56 • mano del médico: el hombre "sano" Indudablemente, existe el prejuicio de que, por el hecho de serlo, el facultativo no mira con los mismos ojos que los demás mortales a sus semejantes. Se cree que está, constantemente, viendo más más las anormalidades que en ellos haya que las virtualidades humanas intrínsecas. Esa convicción es mayor aún en lo que a los ps psiq iqui uiat atra rass se refiere. Todos hemos tenido la experiencia de que nuestro nuestro acercamiento a un grupo de desconocidos es aceptado con desconfianza, de que la conversación que veníase sosteniendo termina o cambia bruscamente, de que nuestros interlocutores interl ocutores comienzan a cuidarse cuidarse de lo que hacen o lo que dicen (se hacen "self-conscious", "self- conscious", si se me me permite permite prep epar arar aran an y emplear un gráfico modismoinglés), como si se pr se defendieran ante el estudio psicopatológicoque psicopatológicoque estuviéramos porr emprender y, aún más, como si temieran que, de alguna po misteriosa mane ner r a, fuéramos capaces de "descubrir sus secretos". Hay quien ve en el psiquiatra una mirada especial que asusta y que hay que evitar. Bien sabemos que, salvo contadas excepciones, no es cierto que el médico vea "en enfermos" a sus prójimos. Si él ha sabido mantener en sí mism mismo o su hombreidad hombreidad por sobre todas las cosas, se enfrentará a la hombreidad de los otros sin tratar de forzarla en moldes semiológicos semiológicosy, y, sobre todo, sin tendencia a ju juzg zgar arla la ni cl clas asifi ifica carla rla.. Es solam solamen ente te cu cuan ando do ha ha si sido do ví vícti cti-ma de una acentuada deformación profesional -cuando su "ciencia" ha retorcido (acaso por razones de agresividad oculta) su conciencia hasta hacerlo convertir a los semejantes en objetos de observación o de diagnóstico, cuando ha perdido la perspectiva y el respeto, cuando puede cosificarlos -ees solamente entonces cuando cae en ese pecado de lesa medicina y lesa humanidad. Dejo sin toc ar otros temas tan interesantes como los ya revisados: el del hombre-amado-enfermo y el del médico mismo como paciente, por ejemplo. N No os alej alejaarían mucho de nuestro propósito. 56
A I\WR
Y PSICOTERAPIA
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IV El ps psiq iqui uiat atra ra y su enfermo
psiq iqui uiat atra ra Debo decir aún algo acerca de la posición del ps frente a sus pacientes, ya que ella, si bien bien similar, similar, pr pres esen enta ta algunas diferencias dif erencias con la de de los otros médicos. Existen disti distintos ntos tipos deenfermospsiquiátricos y su enumeración nos hará comprender mejor el problema. Recordemos, ante todo, aquellos que más más alejados se hallan de la hom brei br eida dad: d: los oligofrénicos y los dementes. dementes. Su incapacidad intelectual los aparta de la norma de tal manera que hace imposible su· consideración como semejantes. En los casos extremos son seres inferiores, en su compo comportamiento rtamiento y en sus posibilidades de orientarlos socialmente, a los animales. ¿Puede, con ellos, establecerse una relac relación ión humana? ¿No valen las limitaciones que existen cuando se trata de entes inferiores en Ja escala zoológica?57 Sea cual fuere la res pues pu esta ta,, debemos tener aun en cuenta una serie de sentimientos pres esen enta tan: n: repulsión, temor, asco. negativos que se pr psiqui uiat atra ra es un verdadero médico, "nada Sin embargo, si el psiq humano pu pued edee serl serlee aj ajen eno" o" y sabrá dar a esos seres una com pasió pa sión n no exent exentaa de amor amor,, am amor or,, no tanto po porr lo qu quee so son, n, porr la hombreidad en potencia que poseen, po porr la projisino po midad latente en ellos, por lo que el demente demente fue fue como hombre hombre y po porr lo que que el olig oligof ofré rén nicopu pudo do ser ser.. Caso distinto es el de otros pacientes que, si bien pr pres esen enta tan n prob pr oble lem mas de re rela laci ción ón,, ellos ellos so son n de de otra categoría. Me refiero a los psicóticos "fuera "f uera de contacto". Se trata de enfermos que, aparentemente, aparentemente, se hallan tan inmersos en su mundo que no existe posibilidad de acercarseles, de romper la barrera de que se han rodeado rodeado y obtener una comunicación cierta. El ejemp ejemplo lo más demostrati demostrativo vo es el del esquizofrénico. En los casos en los que ese "alejamiento de la realidad" pres esen enta ta más típicamente, el enfermo se pr enfermo no se relaciona, en apariencia, con las personas y las cosas que que le rodean, rodean, sino Sobre la relación con los animales, véanse las obras s7 citadas de Scheler, Buber y Lain Entralgo, así como Ortega y Gasset, El Hombre y la Gente, Madrid, 19.5i.
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•CARLOS ALBERTO SEGUtW
por intermedio de un sistema propio que da a cada uno de ellos una posición y un significado especiales. 58 Es decir · que, hágase lo que se haga, no parece haber modo de atraerlos a nuestro mundo, a "la realidad" y, de esa manera, esta blecer una comunicación adecuada. He repetido varias veces que "aparentemente" ocurre porq rque ue lo cierto es que se trata de una observación incomasí, po plet pl etaa y, po porr lo tanto, falsa. Se ha dicho hasta el cansancio que las manifestaciones manifestaciones psicóticas, y especialmente las esquizofrénicas, son incomprensibles 59, y esa afirmación ha hecho que el acercamiento se creyera irrealizable. El psicoanálisis inició la era del esfuerzo sincero por comprender las posibilidades de hacerlo si se toman en cuenta los factores inconscientes y los mecanismos regresivos que los caracterizan. La psicoterapia de la esquizofrenia ha probado definitivamente que el "mundo" de esos seres no es incomprensible ni impenetrable, sino que, po porr el contrario, se halla abierto al médico cuando éste se acerca a él sin prejuicios y, sobre todo, con amor. s o 68 Sobre la "pérdida de la realidad" se encontrará un penetra pene trant ntee análisis, basado en las ideas existencialistas, existencialistas, en Ulrich Sonnemann: Exis Existencie tencie and Ther Therap ap y. New York, Grune págs gs.. 24-25. & Stratton, 1954, pá 59 Recuérdese, como un ejemplo, la distinción de Karl Jaspers (Allgemeine Psychopathologie) entre una, "vida psíquica pe pene netra trabl ble" e" y una "vida psíquica impenetrable", siendo ésta, la esquizofrénica, según él, "ininteligible, fuera de lo natural". 60 Leland Hinsie fue uno de los primeros en ocuparse de psico icote tera rapi piaa en los esquizofrénicos (The Treatment of Schizola ps ph renia renia,, William & Wilkíns, 1930), iniciando un movimiento seguido con éxito por legión de investigadores investigadores y terapeutas. Véase, pr prin incip cipal alm men ente te,, Frie Frieda da From Fromm m-R -Rei eich chm man an:: "N "Note otess on the Development of Treatment of Schizophrenia by Psy Psyeh ehooanalytic Psychotberapy". Psy 1948 48;; Psych chiatr iatr y, Vol. 11, N. 3, 19 Principies Princ ipies of Iniensiue Psyc ho ther therap ap y, Chicago, Univ. of Chicago Press, 1950; Paul Federn: Ego Psyc ho lo logy gy and the Peuchoeie, New York, Basic Books, 1952; J. Rosen: Direct Ana lys is, New York Grune, 1953; M. Schehaye: A New Ps Psyychoterapy in Schizophrenia, N ew York, Grune, lü56; L. Hill:
AMOR
y PSICOTERAPlA ; } " '
Es, pues, el amor el único que puede pe perm rmiti itirr al al ps psiq iqui uiat atra ra un contacto contacto positivo positivo y una oportunidad de ayudar a quienes, como ellos, tan necesitados de él están. Parecidas consideraciones pueden aplicarse a los psicóticos que, si bi bien en tomados más o menos po porr sus síntomas, son, a pesar de ello, capaces de establecer una comunicación con los demás y, por supuesto, con el médico. Esa comunicación es, sin embargo, defectuosa, ya que, aunque superficialmente se realice un mutuo entendimiento, hay, en el fondo, una barr ba rrer eraa que separa el mundo del del enfermo del mundo del psiquiatra, barrera que no caerá sino merced a un contacto emocional cierto, si éste éste sabe lograrse. El caso de los neuróticos varía, naturalmente, las condiciones de la comunicación y el acercamiento. Frente a ellos, el médico cuya comprensión y fraternidad no han sido torcidas por una errada educación, experimenta el deseo de ayudar y la posibilidad de hacerlo. Sin embargo, si no sabe darse auténticamente, fracasará. El hipocondríaco y el neurótico obsesivo, por ejemplo, le harán sentir su impotencia y una sensación -similar a la experimentada ante los psicóticos- de imposibilidad de real acercamiento, mientras que el angustiado, y especialmente el histérico, lo asustarán, acaso, con un acercamiento exagerado y súbito. Solamente perm rmiti itirá rá una relación de hombre a hombre, sincera y cálida, pe la ayuda efectiva que se debe y que se espera.
Psychotherapeutic Psychothera peutic
Interoeniion Inte roeniion
Univ, of Chicago Press, 1955.
ín
Schizophrenia,
Chicago,
AMOR Y PSICOTERAPIA
I
Las bases de la relación
:médico .. enfermo
Luego de la revisión hecha estamos más preparados para comprender claramente que, entre médico y paciente, debe permita ita el acercamiento existir una relación especial que perm para cualquier acción efectiva. Trátese del indispensable para médico médico en en general o del especialista, no bastan, de ninguna manera, manera, una buena preparación preparación ''científic ''científica" a" ni una "actitud prof profes esio iona nal" l" estudiada para para reso resolv lver er el prob proble lem ma siem siempre pre pres presen ente te del del hombre que se halla antes y más allá del enfermo. Frente a él no se puede, ni se debe, debe, ser "objetivo", ya que ello no haría sino traicionar nuestro deber y nuestra investidura y, en último término, término, derrotaría nuestros mejores esfuerzos para para ayud ayudar ar y curar. Pero, ¿cuál es esa relación especial? Sólo puede ser una: aquella que no cosifique al enfermo, que respete su condición de hombre hombre y que nos coloque frente a él como frente a un semejante, un ser igual a nosotros al que nos une, no solamente solamente su condición humana, humana, sino su necesidad y su reclamo. Una relación profunda profunda y, a la vez, respetuosa; solícita y, al mismo tiempo, libre; cargada de afecto, pero no sometedora ni absorbente. Si recordamos recordamos la revisión hecha veremos veremos que ella ella se acerca al modo dual de Binswanger, al Yo-Tú de Buber, al amor-S de Maslow, al amor constante de Lain. Siendo eso cierto en general, eri el caso del psicoterapeuta y su paciente esta forma de unión interhumana se acentúa y perf plante tear ar una pregunta perfil ilaa aún aún más, ás, obli obligá gánd ndon onos os a plan indispensable. ¿,Es amor lo que, en estos casos, siente el médico? La pregunta pregunta es pertinente y me permite aclarar, ante todo, mi posición frente a los métodos métodos de psicoterapia en uso. No No es nece necesa sari rio o rem remonta ontars rsee a la hist histor oria ia para para hall hallar ar dos dos formas de de relación psicoterapéutica que deben deben distinguirse distinguirse claramente. En la primera, primera, el terapeuta "dirige" a su enfermo, enfermo, lo guía, lo conduce conduce y determina, en una forma u otra, otra, el ca-
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mino que debe seguir. Esa influencia varía desde el comando di.ecto, la imposición autoritaria sin tapujos, hasta la sugestión -a veces sutil y envuelta en una serie de velos- pasando por la hipnosis. Es la. prim primer eraa la forma más prim primiti itiva va de ps de psico icote tera rapi pia, a, la que encontramos, no solamente en el comienzo histórico, síno en la iniciación de los estudios modernos. Recordemos que los primeros psico psicote tera rape peut utas as fueron los sacerdotes y los magos de las culturas preeientíficas, que actuaban como representantes o vehículos vehículos de los poderes sobrenaturales a los que el paciente recurría desesperado. Era natural que se sometiera a ellos incondicionalmente y era. natural que los curadores aceptaran esa sumisión y la exigieran e impusieran como indispensable. Cuando la psicoterapia pasó a ser ejercida por por el médico conservó, en cierta forma, su significado mágico, unido, quiérase o no, al arte de la medicina, y mantuvo Ja relación sumisíva, y dependiente del enfermo, relación también ligada al pape papell del curador en sus demás acciones. El médico es, tradicionalmente, el que "prescribe", y prescribir, desde su raíz latina, significa señalar, ordenar, determinar alguna cosa. El señala, ordena y determina; él dice L Ü enfermo lo que debe hacer y lo que no debe hacer, lo que le está permitido y lo que le está prohibido; su papel es de neta e indiscutible superioridad, sobre la que se se asienta el derecho, innegable, de orientar la vida de su paciente y "saber lo que le conviene". Ese derecho, presente en todos los aspectos de la actividad curativa, se transfirió a la psico psicoter terap apia ia y se aplicó en ella desde el comienzo. Es acaso Dubois el primero que reacciona cuando, combatiendola tiendola sugestión, prote protesta sta enérgicamente por la imposición que el terapeuta ejercía sin tomar en cuenta la voluntad del paciente. Aboga a favor de otro proc proced edim imie ient nto o más digno de la condición humana que el sometimiento irracional a la voluntad del sugestionador y propone la "persuasión" como método curativo. Quizás la persuasión de Dubois significó un avance en el camino hacia el respeto por la individualidad del pa del pacie cient ntee ya que, en teoría al menos, se trataba de "convencerlo" para que "voluntariamente", "voluntariamente", "racionalmente", "racionalmente", actuara a favor-
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de su salud; pero, dejando a un lado el hecho de que era, en realidad, una forma más de sugestión, de to tod das maneras, el médico imponía, aunque fuera racionalmente, su su pu punt nto o de para ra llevarlo a pe a pens nsar ar y obrar vissta e influía sobre el enfermo pa vi como "debía". La creencia en la superioridad del facultativo pacci ente era mantenida en todo y en su derecho de guiar a su pa su vigor actuante. Es con el psicoanálisis que aparece la actitud "no direetiv ti va", la segunda forma de relación ps ieot.erap .erapéutíc éutíca a la que me he referido. Se tr ata, en principio, de no influir directamente sobre el enfermo sino ayudarlo a obrar de una manera libre. Es e desideratum no se logra, po porr s u puesto. Quiéralo o no el el p ps icoanalista se mueve en el marco de una te ía y teo or ía sus interpretaciones son rieles conductores a lo largo de los cuales toda la terapéutica debe des envolverse. Para poder san sa nar, el enfermo tiene, ante todo, que estar convencido de la teoría p teoría sicoanalítica y no pu no pued edee llegar a es e convencimiento psicoanalítica sin la influencia poderosa -y no solamente, por supuesto, intelectual- de su curador. Roger s da un pas o adelante proponiéndose intervenir lo menos posible, no forzar ninguna, interpretación ni ex plicación y pr pret eten endi dien endo do que el enfermo halle su propio camino ferencia de pa parte rte del terapeuta, y deci da, con la menor inter ferencia el curso de su tr atamiento. atamiento. Muchas críticas se han hecho y muchas pueden hacerse a la teoría y la p psico icote tera rap pi a sobre tales bases, prá ráct cti ca de la ps pero, inne inneggablemente, ella pone énfasis en el r espeto a la mo como hombre, en su derecho a ind in di vidualidad del enfer mo no ser llevado y traído por las ideas de su curador y en la obligación de éste de abstenerse, en todo momento, de im poner, directa o indirectame indirectamente, nte, "lógica" o "emocionalmente", su posición. Esta actitud coincide grandemente con la de los psicoterapeutas que han tomado del existencialismo algunos con· ceptos sobre los que asientan un acercamiento terapéutico en el que el respeto po porr la persona humana, en su más alta expres ión, se manif ies ta, Según ellos, dos clases totalmente diferentes de re rellación son pos ibles, como hemos visto, pa para ra el hombre: la que tiene con las cosas y . la que lo une a los otros hombres. No debe .
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confundirlas, y la falta más grave que puede cometer es la de "cosificar" a un semejante, es decir, tratarlo sin tener en consideración su condición de tal: ser libre, consciente de su ser y de su libertad. Este respeto por el hombre, esta actitud que lo coloca siempre al nivel de nuestro propio nuestro propio yo; que tiene pres presen ente te su categoría ele "semejante" y que, por lo tanto, no trata de "guiarlo", "enseñarle el camino", "dirigirlo" o "manejarlo", me· parece) a pesa pesarr de que puedo discrepar con otros conceptos existencialistas . la única ju justa sta para para el ps psico icote tera rape peut utaa y creo que es la que se impone en la actualidad. Si ello es así, comprendemos la relación estrecha que la psico ps icote tera rapi piaa tie tiene ne con los conceptos del amor que más arriba hemos explanado. explanado. Ambos, la ps psico icote tera rapi piaa y el amor, son movimientos que, al dirigirse hacia valores del prójimo, producen el milagro de que esos valores se hagan vivos y asciendan cada vez más hacia una superación que lo conduzca a -tomando una expresión de Fichte-« "llegar a ser el que es", sin siquiera el deseo de "mejoramiento", ni la sugestión de "debes ser así", sin que, por otra parte, las fallas, los fracasos o los estancamientos intervengan de manera alguna en el proceso y sin que, por supuesto, haya otra cosa que una relación llena de humanidad. Pero, si lo que el ps psico icote tera rape peut utaa siente hacia su pa pacie cient ntee es amor, ¿de qué clase de amor se trata'? El amor no es uno; toma diferentes formas y ofrece distintos matices: varía de Nues estr traa tarea tarea es, un caso a otro y vibra en diversos niveles. Nu pues, ahora, acercarnos más a los hechos y mirarlos atentamente pa para ra ver ver si podemos descubrir su esencia. esencia. .
H Forrnas del arnor El amor que un ser humano puede sentir hacia otro toma diferentes formas en diferentes ocasiones y en relación con las características característicasde de los pa los part rtici icipa pant ntes es.. En el estudio que hemos emprendido debemos referirnos a los modos de amar que informan la relación l. De amigo a amigo; 2. De pa padr dree a hijo; 3. De maestro a discípulo; 4. De sacerdote a feligrés; 5. De amante a amante.
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l.
El a mor del arn arrte
Creo que debemos comenzar por el último de los casos nombrados. Aquel que se refiere al amor del amante (permítaseme la licencia) licencia) que, en el lenguaje lenguaje de todos los días, es el que está directamente unido a la idea de amor. No pr pret eten endo do,, por supuesto, entrar en un estudio de este sentimiento, cosa, cosa, po porr otra otra pa parte rte,, innecesaria en nuestro caso. Me pa Me pare rece ce que que ba basta sta con indicar algunas condiciones diferencian tes y calificadoras. Ante todo, los amantes deben hallarse en pa parid ridad ad ele posición. Esto no quiere decir que no haya, o pu pued edaa hab haber er,, superioridad de uno sobre el otro en alguna, o algunas características pa parti rticu cula lare ress y específicas. Todo lo contrario: como lo anticipara en otro lugar 61 , creo que es requisito indispensable para pa ra el amor la admiración y ésta no existe si no hay conciencia de cierta superioridad. Pero ella no pu pued edee de destr strui uirr el hecho de la igualdad de los amantes como tales, lo que significa que, reconociendo la superioridad del o la compañera en algún aspecto, el amante, no por ello se considera inferior qua emanie. Para que el verdadero amor de esta clase exista es indispensable que ambos miembros de la pa pare reja ja estén estén en el mismo nivel humano, se reconozcan como seres seres entre los que no existe ninguna desigualdad existencial que trabe el desenvolvimiento de la relación amorosa, relación que no puede comprenderse sino como la unión de dos pe pers rson onas as libres y equivalentes. La segunda característica característicaque que va. a detenernos detenernoses es la atracción, es decir, la capacidad de ambos miembros de la pareja de "traer hacia sí" al otro. Puede esa atracción tener un mayor o menor componente físico o espiritual, pero no se concibe un amor entre amantes sin una atracción mutua. Es esa atracción, precisamente, la que determina la eleccién. de la pareja, elección que existe siempre, aunque muchas . veces no sea hecha en la claridad de la conciencia conciencia y no tenga todas las características fenomenológicas del acto voluntario. Otro rasgo esencial en el amor que estamos estudiando es st Carlos Alberto Seguin: Assandri, 1957.
Tú
1J
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1 1 1 edicina,
Córdoba,
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el deseo de po sesión o la experiencia de mutua pertenencia. mutua pertenencia. Si bien la posesión amorosa y la perte pertene nenc ncia ia tienen características diferenciales específicas -en las que no podemos entrar ahora- ellas están siempre presentes en el amor de amantes y lo colorean definitivamente. Por último, laei bui noi least, debemos señalar en esta unión la presencia, presencia, más o menos obvia, de sentimientos sexuales. sexua les. No pret preten endo do afir afirm mar que todos y cada uno de los aspectos arriba nombrados deben hallarse en la misma forma en todo caso, pero es su presencia la que define lo que llamamos amor, en el sentido restringido de la palabra. Son, pr Son, prec ecisa isam mente ente,, las características que no pueden existir en la relación psicoterapéutica, como el análisis más superficial nos muestra. Debemos, pues, descartar esta clase de amor como similar o cercano al que une al psico psicote tera rape peut utaa con su paciente, a pesar de las afirmaciones psicoanalíticas que hemos tratado de estudiar más arriba. 2.
La am istad
La relación amistosa debe ocuparnos más de tenidamente . ¿No es lo que une a médico y pa pacie cient ntee en ps psico icote tera rapi pia? a? A prim pr imer eraa vista vista así lo parece, y, por otra pa parte rte,, es muy común que un proceso ps psico icote tera rapé péut utie ieo o termine en una amistad firme y duradera entre los p pa ar ticipant ticipantes. Estarnos, pues, en la obligación de estudiar más de cerca las características de este lazo interhumano en su posible importancia ncia pa para ra nue nuestr straa comprensión de lo que el ps psico icote tera rape peut utaa experimenta hacia su pa su pacie cient nte. e. Desde antes de Platón hallamos, en la literatura occidental, estudios muy interesantes de fo, amistad, estudios que pueden ilustrarnos acerca de lo que creyeron quienes más podían saber del tema. Platón, por supuesto, en lugar de f acilitarnos la tarea, la complica inmensamente, ya que nos hace a veces muy dificil, si no imposible, diferenciar la amistad del amor. Llega a decir62 que "cuando. la amistad se hace excesiva, llamamos a ese exceso amor". 6 ::
Platón: Lauie, Oxford University Press.
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Sin embargo, nos ha dejado un hermoso diálogo sobre la amistad. Es Lieis 63• En él el filósofo filósofo nos sorprende cuando, luego de un largo peregrinar por el mundo de los argumentos, termina con estas palabras: "Oh Menexeno y Lisis; qué ridículo es que dos jóvenes como vosotros y yo, un viejo que gustosamente se os uniría, imaginemos ser amigos -tal es lo que diría cualquier viandante- y, sin embargo, no hayamos sido capaces de descubrir lo que es un amigo". ¿Es que Platón quiso darnos a entender que la amistad no existe como tal? Es muy posible, dada su posición y la de sus contemporáneos acerca de las relaciones entre hombres. Sin embargo, hallamos en medio del diálogo algo que se repetirá muchas veces a lo largo de los tiempos: la razón de cualquier clase de amistad es la utilidad. Dice el maestro: "Si eres sabio, todos los hombres serán tus amigos, porque serás útil y bueno; pero, si no eres sabio, ni tu pa padr dre, e, ni tu madre, ni tus parientes, ni nadie será amigo tuyo''. ,,
Aristóteles es mucho más especifico al respecto:
M
"Sólo se ama al objeto amable, es decir, el bien, o lo agradable, o lo útil. Pero como lo útil no es más que lo que nos proporciona un bien o un placer, resulta de aquí que lo bueno y lo agradable, en tanto que objetos últimos que se proponen al amor, pueden pasa pa sarr por las dos únicas cosas a que se dirige el amor". 6~ G3
tl4
Platón: Lusis , Oxford University Presa. Obras comoletas ele Aristóteles, traducción
de Azcárate, Bu~nos Aires, Anaconda, 19fl.
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de Patricio
Esta doctrina, un poco poco egoísta, es combatida por Ci65 cerón (De la Amietod, traducción de Agustín Millares, Univ, Autónoma de México, 1958), quien expresa: "Me parece (19, amistad) un sentimiento sentimiento nacido, no de la necesidad, sino de la naturaleza misma, y más debido a una espontánea inclinación del ánimo.
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Santo Tomás, sin añadir mucho, mucho, bord bordaa los conceptos del Estagirita . Para nuestros propósitos sólo tenemos que añadir que, según estos autores, no puede hablarse de amistad si el sentimiento no es recíproco y Aristóteles lo afirma direc tamente: .
"Para que sean verdaderos amigos, dice, es preciso que tengan los unos pa para ra con los otros sentimientos de benevolencia, que se deseen deseen el bien, y que no ignoren el bien que se desean mutuamente". La amistad es caracterizada, pues, por: a) reciprocidad; b) igualdad; e) elección del amigo; d) similaridad de pr proo pósitos; e) algo útil, placentero o bueno que el amigo pueda ofrecer. Fácil es comprobar que ninguna de estas condicione s se encuentra en la relación del ps psico icote tera rape peut utaa con su paciente, desde el pu punt nto o de vista del primero. Por supuesto que, dadas las . caraoteríaticas propias de la situación, no puede pretenderse reciprocidad de sentimientos, sobre todo al comienzo del pr pro oc eso. En cuanto a la igualdad, a pr prim imer eraa vi vista sta pa pare rece ce una condición menos necesaria aún que en el amor. Puede hallar s e amistad entre pe esonas de muy d if e per r son rente condición y de las más variadas características, personas que no po podr dría ían n considerarse como iguales en ninguna forma. Sin embargo, embargo, un examen más cercano de Jos hechos qu quiizás perm rmita ita una distin distinta ta conclusión. nos pe 8i bien pu pued eden en ser amigos dos seres diferentes en cuanto sentimiento de amor, que a la. consideración de la utilidad que de ella pudiéramos pudiéramos obtener". Y completa. su pensamiento: "Mieutras mayor confianza tengamos en nosotros' mismos, y nos sintamos dotados de virtud y sabiduría en grado tal que que pa para ra nada necesitemos de los demás, ju juzg zgan ando do que todo todo lo llevamos en nuestro propio ser, más sobresaldremos sobresaldremos en granjear y cultivar amistades". Indudablemente que el discurso del romano es una hermosa. pieza literaria y que los estudios de los griegos pr preetenden ir más allá: hacia un análiais de las posibilidades lógicas de la amistad. No pueden, pues, ju juag agar arse se en un mismo plano. a sus condiciones personales o sociales, esas diferenc ias se refieren a hechos distintos del fundamental de ser amigos
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Con esto quiero decir que, disímiles en todo, deben, sin embargo, estar colocados en el . mismo plano qua amigos. Las dif erencias que entre ellos existieran no pueden destruir el hecho de que son dos seres humanos a los que el sentimiento coloca a un mismo nivel. Si ello no fuera así, po así, podr dría ía quizás tratarse de pr prote otecci cción ón, de benevolencia, de caridad (en el sentido corriente del término); pero no de verdadero sentimiento amistoso que, como bien lo recalcan recalcanlos los clásicos) debe, pa para ra existir, ser mutuo. Esa condición no es, po porr supuesto, llenada en la relación del ps psico icote tera rape peut utaa con su su paciente. Si bien habría mucho que hablar (y más adelante diré algo al respecto) sobre la posición del médico ante su enfermo en ps psico icote tera rapi pia, es visible que ella no puede puede considerarse como de igualdad y la diferencia está, desde el pr prim imer er mom omen ento to, destruyendo toda, posibilidad de auténtico sentimiento amistoso. En etapas posteriores del proceso ps psíco ícote tera rapé péut utico ico la situación varía y una real amistad, como he dicho, puede aparecer y afirmarse, pe pero ro el hecho mismo de su "aparición" marca un cambio y pr prue ueba ba que no ex exiis tía antes . Ninnguna de las otras caracterís ticas re Ni revvisadas se encuentra tampoco en p pssicoterapia. El médico no puede ele gir a sus paccientes en el sentido en que puede hacerlo con s us amigos. pa Si bien en la p áctica, de una manera consci ente o incons pr r áctica, ciennte, hace una selección, el cie basa sa en r azones , impuls os ellla se ba o necesidades muy diferentes de las que informan l a elección amistosa. No creo que sea necesario extenderse en el análisis de e sto. En cuanto a la similaridad de pr prop opós ósito itoss que he señalado como otra marca de la amistad, tampoco ex iste en psicoterapia (me r efiero siempre a l as pr prim imer eras as eta pas). El pa pacci ente que bu psi sic coterapeuta no es consciente de s u real proble busc sca al p mática ni se halla en condiciones de comprender los fines y propósitos del médico. Por el contrario, bien s a bemos cómo la pr prim imer eraa pa parte rte del tratami ento 5 e opone a ellos y cómo toda la Iebe, generalmente, desarrollarse en medio de fuertes y va-iadas res istencias que pa que pare rece cen n mos ostra trarr que enfermo y médico . ratan de alcanzar fines distintos por caminos diferentes. En relación con ésto creo interesante citar aún a Aristóeles, quien dice: .
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"No es posible hacerse amigo de las personas que desagradan. La misma observación puede hacerse res pecto pe cto a los excéntricos". Si bien la primera pa parte rte parece parece ju justa sta, la segunda elimina, inmediatamente, toda relación de la amistad con la, psicoterapia, desde el pu el punt nto o de vista del médico. Por último, ¿debe el ps el psic icot oteer apeut busc scaar en su paciente apeuta bu algo -como, al parecer, busca el amigo pa para ra se serlo rlo-- algo bueno, útil o placentero? Los comentaristas que hemos revisado ponen énfasis en que esa bondad, utilidad o placer de deb be n ser referidos a quien ofrece la am amiis tad, es decir que el amigo debe ser b ueno, p plalacentero cen tero o útil, no pa para ra él mismo o algún otro, sino pa para ra su amigo. ¿Llena el paciente, en psicoterapia, esa s exigencias? Si bien el médico no puede detenerse a considerar la "bondad" de su enfermo como condición para que merezca ser ate ndido; si bien no debe, conscientement e , contar con la utilidad o el plac pl aceer que le proporciona, no podemos dec ir lo mis mo si tomamos en cuenta factores obrando a nivele s distintos. Como en to psicoterapia es indispentod da relación humana, en psicoterapia s a ble considerar l as influencias inconscientes . A todo ello volveré más adelante. Hay aún al go que agregar. La amistad, como el amor de amantes, ha sido considerada por muchos como con cierta exclusividad y, por lo tanto, posible sólo singularmente. Volviendo a Aristóteles, él afirma: afirma:
"La verdadera amistad . . . se dirige por su misma naturaleza a un solo individuo". Boswell repite es te mismo pensamiento: "El que ti ene amigos -diceBoswell, J.; Lije of Samuel Encyclopedia Britannica, 1952. 66
no tiene un amigo".
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Ll.
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CARLOS ALBER TO SEGUI N
Creo que podemos c o ncluir que, a pesar de alguná s simiidades y concomitanc ias, lo que el ps psicc iccte tera rape peut utaa siente lar la r idade por s u pac ie ien nte no e s amistad. Por el contrario) es bien sa bido que la ami stad im p piide una bu buen enaa re rellación ps psico icote tera rapé péu utice rioo obstáculo p y es un s e ri paar a s u recta evolución.
blem emen entte, un Esta forma de r elac elació n presenta, induda bl édico ico par p ar entes co más c ercano que l a anterior a l a que une al méd a s u paci ente e n ps cote ter ap apia. psiico Bien cono c i da es l a te teo oría p psi sie o nalític a de la transfer e ncia: l o s sentimientos que el enfer mo e xper eriimentó por l as personas padr dr e, ieren i mpor tantes de su i nf ancia, en e s te c aso el pa e, se tr ansf iere al médico, qu te en una figura quiie n, de esa manera, s e c o nvie r te evive l os conflic tos que rece ptora fr freente a la cual e l paciente r evive queedaron ir r qu e suel toe pr prim imitiv itivam ame nte. res asp pecto del asunto, No vamos a de tenemos ahora en ese as pueesto que l o que nos oc pu ocuu pa no son los sentimiento s del enIermo. Me he referido ya a la l lam amaada contr atr ansfer ene ia y he a, destac ado e l he cho de que e lla, no pue ued de, de ninguna mane ner r a, rmo o. Trataré agotar las po s b lid dades de r e l acr ó n mé dico-enferm i bili aho r a de au auaal isar otro aspecto rn6, s pertinente de l a c ue s tión: el punt ntaa de vista de nu pres esen ente te lo que, des de el pu nueestro interés pr singulariza la posición "patern rnaal". ación: Creo que, en es e análisis, de deb be mo s tener en consider ación: a) autoridad; b) sentimie nto de, u.as forma u otr a, de pocasii s ie mpre, idens es ión; e) c onduc c i ón o direc ción; d) cas
tificación. tificación. 'I'ra ternos de examinar es tas c ar act acter ísti ístic as e n re rellac ación ión psiicoterapeuta. con e l ps idad es e l más difícil de er err r adicar Qui zás el sentido de auto tor r ida y a 6 1 me r efe iré c o n detención má s adelante. fer r iré pres esen enta ta el pr prob oblema del Com Co mo der i vado di rec tamente se pr sentim senti mi ento de pose s ión que el el pa padr dree exp rim menta, en mayor xpeeri o menor grado, hacia su hijo. Se trata rata,, en realidad, de una ganización f amil amiliar en nue str a c ultura c aracterística de l a. or ga ciénd ose meno s importante cada vez . De todas may va hacié ndose neras , debe hallarse aus ente en una re rellación ps icoterapéutica
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recta, ya que, de otro modo, distorsionaría su significado, significado, fines y logros. Al enfrentarnos con el tema de la conducción o direcc ión que el psi psico coter terap apeu eutta puede ejercer sobre su paciente, tocamos nuevamente uno de los problemas básicos. Ya me he referido a él en varias oportunidade s y creo que poco queda que decir, como no sea el reafirmar mi posición. Sin des · ~ conocer la po posi sibi bilid lidaad, y la necesidad, de una influencia directiva --1:3ea cual fuere su forma- en determinados casos (casos que me pa pare rec en muy contados si se estudian de sapasionadamente), creo que la moderna ps psico icote ter r a pi a no puede tener sino una orientación: la del respe to a l a persona humana, la del reconoc imiento de que la normalidad está en el goce de la libertad; la de que el pa pel del pa icoterapeuta no es otro que el de po sib sibilita ilitarr 61 a su enfermo sin imponerle, ni directa ni indirectamente, ideas, sentimientos ni valores. Por otra par te, cualquier clase de dirección q ue se aceptar H . como ti! e s taría lejos de aq u ella b asaada bas en Ja autoridad, en la sa bi ía indiscutible e induda ble y bidu dur ía en las norm normaas co par r tida com m pa entta, enseña tidas que el padre repres en e impone. La direcc ión que e l psicoterape uta puede dar se supone al ejada de pr ejuic lasse , no atada ejuicio s de cualquier c la a normas o líneas de conducta prefabricadas y libre d~ los puntos de vista par ticula es de l ps ticular es psico icoter terap apeu euta ta, cualesquiera que ellos fueran. Me he referido, por último, a . la identificación como ha. llándose comúnmente presente en el amor pa pate tern rnal al.. Ya. Goethe lo dijo: G 3 ú
"Es el buen deseo de todo padre el ver realizado en él falló; es como vivir la propia e n su hijo lo que en existencia una vez más , usando de la mejor manera. las experienc ias de la primera vida". Es verdaderamente difícil que un padre, en nuestra cultura, no se identifique, de una manera u otra, con su hijo, La frase es de van Weiasücher segun traducción Lain Entralgo en "Medicina e Historia". ri s En "Poesía, y verdad". 6i
de
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consc iente o inconsciente mente y, por supuesto, es ímpos ible ace p ptar tal sentimiento en el p psi sic o terapeuta, S i bien en muchas oportunidades e s nece s ario que éste, para jus tipreci ar las reacciones del p paaciente, sepa colocar s e pot t iz iz ar ar con él, esa r e acción debe di stinguir s e, en su lugar o s im po como lo he hem mos visto, muy claramente, de la identificación. dar las caracter ísticas Para ello bas ta r eco cor r dar ísticas de l a simpatía, ecisame nte diferencia bles frente a todo otro distintas y pr ecisam fenóm fenó meno en el que los lflfüü nites del yo y la inte ncionalidad no existen o desa pare parec en, como en la identificación. 69 Eriic h Fr Er Fro omm ha vi sto netamente e s tas cosas cuando dice: 37
"El amor paterno es condicion condicionaal. Su pr i pio es princ inc p 'te amo p cum m ples enaas mis aspiraciones , porque cu porqu orque llen con tu de ber, por que que eres como yo'. En En el am amo or condi pad adr e enc o ntramos, c omo en el caso del del cional del p amor in inccondicional de la madr e, un as p pecto negativo aspect cto ne y otro po posit sitiv ivo. o. El aspe neggativo c on onssiste en el hec ho mismo de que el amor pa pate tern rno o debe ga gan narse , de que se s i uno no hace lo que de uno s e e s per a. per a. per r der se pue p uede pe A l a natur al eza del amo r paterno d bese é bese el he cho ele priinc pa tud, l a i pal vir tud, que la o bedi encia constituye la pr i pal pec ado, cuyo ca desobedi encia. el pri rin nc pal casstigo es la , pérdida del amo r de l pa pad dre".
Podemos, pue s , co Pod con nc nnr, afir mando que los sentimientos psico icoter ter a pe uta fr :lel ps freente a , su paciente no pueden confundir s e i jo, sino que, más bien, deben paadre fr ent ente a su h jo, c on los de un p elaramente diferenciarse de ell ellos. os.
Si en toda rel ación ps icot er a péutica pue de ha ber algo de icoter iater nal, e x i ste, c asi siem pr e , mucho de pe dagógico. Se ha lef í nido l a ps icoterapia , co com mo reeducación o recondiciona69
Véase lo dicho
pág. pá g. 45).
anteriormente sobre la simpatía
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miento y ello implica, naturalmen claas e. N No os naturalmentte, labor de esa cl corresponde, pues, tratar de ver si la relación maestro-dis cí pulo puede asimilarse a la relación doctor-paciente. No lo creo, pero considero in pensable un estudio deind dis pensable tenido del problema. Quizás de deb bamos, mm vez más, volver a los clásicos y, ahora m ás que nunca, es a Platón, el maestro por excelencia, diriggi rno s . Su obra toda e s tá o r ientad ientada pe daa. quien debemos diri gógicamente, como sus diálogos lo muest muestr r an an paso a pa passo, y ped dagógico" es de él de quien deriva la noc ión del "Eros pe que debemos conocer y comprender. Para hacer lo lo creo qu quee es ne necces ario que nos familiaricemo s , en lo posible, con sus ideas al r especto. sis Platón se ha ocupado del amor constantemente. En Li sis y Fedro el tema es tr atado con detención, pe ro, induda blemente, es el S im siu um el que nos ofrece una vis ión más imp po si completa, o más variada, de l as ideas platónicas. En él 70 es curioso no nottar que Eriximaco, el médico, es quien propone el tema de la discus ión: el amor, y que Sócrates lo acepta gustosamente: "Por lo menos, dice, no seré yo quien lo comde no conocer otra c osa que bata, yo que hago profesión de el amor". Luego, Pa Pau us anias comienza su intervención distinguiendo dos clases de Eros: "Es indudable, expresa, que no se concibe Afrodita sin Eros, y si no hubiese más que una Afrodita, no habría más que un Eros; pero, como hay dos Afroditas, necesariamente hay dos Er os. os. ¿ Quién duda de que haya dos Afrodi tas? La una de más edad, hi hijja de U rano, que no tiene madre, a la que llamaremos Uranía: la otra más joven, hija de Ze us y de Dione, a la. · que llamar emos emos la Afrodita Afrodita po popu pul ar o Pandemia. Se sigue de aquí que de los dos Eros, que son los min iniis tros de estas dos Afroditas, es preciso llamar al uno celes te y al otro popular. Todos los dioses sin duda icio de 'º Platón: D Diiálo gos Escogid os, o s, traducc ión de Patr Buen enos Aires, El A te neo. Azcér ate, Bu
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son dignos de ser honrados, pero distingamos bien las funciones de estos dos amores". Describe luego: "El amor de la Afrodita popu popula larr es popu popula larr también, y sólo inspira acciones baja bajas; s; ea amor que reina entre el común de las gentes, que aman sin elección, lo mismo las mujeres que los jóvenes, dando preferencia. al cuerpo sobre el alma. Cuanto más irracional es, tanto más os pe siguen, porque per siguen, sólo aspiran al goc e, y con tal que lleguen a conseguirlo, · les importa muy poco po poco porr qué medios. De aquí aquí procede procede que sientan afección afección po porr todo lo que se pr se pres esen enta ta,, bueno o malo, porque su amor es el de la Afrodita más joven, nacida de varón y de hembra. Pero no ha hab biendo nacido la Afrodita urania de hembra, s i no tan sólo de varón, el amor que la acompaña sólo busca a los jóvenes. Ligados a una diosa de más edad, y que, por consiguiente, no tiene la sensualidad fogosa de la ju juve vent ntud ud,, los inspirados por este amor sólo gustan del sexo masculino, naturalmente más fuerte y más inteligente", .
Es el Er Ero os pedagógico, que debemos examinar más de cerca si queremos comprender su verdadera naturaleza y significado. El amor que se propone en esta forma es el amor a la bellez a, encarnada en esos jóvenes que Pausanias describe, pero, y esto es importante, es un amor que se eleva po porr encima de 'quien quien lo inspira. Ello se ve claramente en el mismo Simposium. cuando Platón hace que Diótima explique que la persona persona por la persona misma, es e amor no es un amor a la sino po sino porr lo que ella representa y solamente como el comienzo comienzo de una escala que conducirá a algo superior y que realmente merece cualquier esfuerzo humano. Dice Dió tima:
"El que quiere aspirar a este
porr el verdao:,;~to po dero camino, debe desde su [uvem.. ·l comenzar a
buscar cuerpos bellos. Debe además, si está bien dirigido, amar a uno sólo, y en él engendrar y pr prod oduc ucir ir bellos discursos. En seguida debe llegar a comprender que la belleza, " que se encuentra e n un cuerpo cualquiera, es hermana de la belleza que se encuentra
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en todos los demás. En efecto, si es preciso busc buscar ar la belle belleza za en general, sería una gran locura, no creer que la belleza, que reside en todos los cuerpos, es una e idéntica. Una vez pene penetra trado do de este pens pensam amie iento nto nuestro hombre debe mostrarse amante de todos los cuerpos bellos y despojarse, como de una despreciable pequ pequeñ eñez ez,, de toda pasión que se reconcentre sobre uno solo" Después debe considerar la belleza del alma corno más preciosa que la del cuerpo, ele suerte que, un alma bella, aunque esté en un cuerpo desprovisto de perfecciones, baste baste para para atra atraer er su amor ~' sus cuidados, y para para ingerir en ella loe diecursos más más prcp ios para h acer mejer mejer la [uneniud l Sub-
rayado por nosotros]. Siguiendo así, se verá necesa-
riamente conducido a contemplar la belleza que encuentra en las acciones de los hombres y en las leyes, a ver que esta belleza por por todas todas parte partess es idéntica a sí misma, y hacer, pm consiguiente, poco caso de la belle belleza za corporal. De las acciones. de los hombres deberá pasar a las ciencias para para cont contem empl plar ar en ellas la belle belleza za;; y entonces; teniendo una idea más amplia de lo bello, no se verá encadenado como un esclavo en el estrecho amor de la belleza de un joven, de un hombre o de una sola acción; sino que, lanzado en el océano de la belleza, y extendiendo su miradas sobre este espectáculo, producirá, con inagotable fecundidad los discursos y pens pensam amie ient ntos os más grandes de la filosofía, hasta que, asegurado y engrandecido su espíritu por enta sublime contemplación, sólo percibe una ciencia, Ja de lo be bello llo". ". Y Dió tima completa, más adelante, su pe pens nsam amie ient nto: o: .
"Cuando de las bellezas inferiores se ha elevado, mediante un amor bien entendido de los Jovenes, hasta la belleza pe perfe rfecta cta,, y se comienza a entrever la, se llega casi al término; porque el camino recto del amor, ya se guíe po porr sí mismo, ya sea guiado po porr otro, es comenzar po porr las bellezas inferiores y elevarse hasta la belleza suprema, pasando, po porr decirlo así, por todos los grados de la escala ele un solo cuerpo bello a dos, de dos a todos los
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cuerpos a las bellas ocupaciones, de las bellas ocupaciones a las bellas ciencias, hasta que de ciencia en ciencia se llega a la ciencia por excelencia, que no es otra que la ciencia de lo bello mismo, y se concluye por conocerla tal como es en sí". He aquí, pues, un amor peculiar, un amor ascendenie, que busca la belleza la belleza última como fin y que utiliza todo lo demás solamente como medio. Pero, bien bien sabemos que, para para Plat Platón ón,, la be1leza última no es sino la suprema verdad y la virtud superior n. El Eros plat platón ónico ico no puede, pues, ser comparado con ningún amor personal, ni con ninguno de los sentimientos a los que nos estamos refiriendo. El maestro griego busca en el discípulo belleza que, por supuesto, no es solamente física, y la oportunidad para elevarse junt juntos os,, a través de ese amor parti particu cula lar, r, hacia una relación abstracta, hacia los valores superiores y, finalmente, hacia Dios. ¿Podemos, en alguna forma, comparar · esta esta relación con la del psicoterapeuta y su paciente? De ninguna manera. Por el contrario, creo que el análisis nos ha mostrado clara· mente cuán lejos se hallan la una de la otra. Por otra parte, y si nos alejamos del Eros pedagógico tal como Platón lo concibiera, debemos considerar. en la posiposición del maestro, varios hechos distintivos. Ante todo, la autoridad, que se nos pr nos pres esen enta ta aquí nuevamente como componente imprescindible, autoridad que, una vez más, se usa para pa ra conducción y dirección, todo ello informando un definido conjunto de valores que el maestro debe imponer al discípulo. Desde el pu punt nto o de vista más arriba explanado, ninguna de esas características debe encontrarse en una relación ps psico icote tera rapé péut utica ica re recta ctam men ente te conducida. · Diótima concluye: "¿No crees que ese hombre, siendo el único que en este mundo mundo percibe percibe lo bello, mediante el órgano propio pa para ra percibirlo, po podr dráá crear, no imágenes de virtud, puesto que no se une a imágenes, sino a virtudes verdaderas, pu verdaderas, consagra'?" pues es qu quee es la verdad a la que se consagra'?" Paso, fo for r z osamente, por alto el apasionante problema que estas frases pr pres esen enta tan n en relación con e! po pode derr del amor pa para ra superar la ilusión del conocimiento y llegar a la verdad.
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5.
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Agape
Debemos estudiar ahora otro tipo de relación humana que pue puede de cons consid ider erar arse se simila similarr al que que halla hallam mos entre psicotera peut peutaa y pacie pacient nte: e: es la del sacerdote con su feligrés. Existen parte análogas y su diferenciación en ella condiciones en parte es necesaria. Para hacerlo debemos considerar la doctrina cristiana del amor. No creo que nadie encuentre díscutible la afirmación de que el amor está en la es encia misma de la religión de Cristo · 12 , pe pero ro las las características de ese amor deben ser estudiaadas cuidados amente. di Es el concepto de Agape el que sintetiza la doctrina cris Natu Na tura ralm lmen ente te qu quee esto no vale solamente pa para ra el cristianismo. Todas las religiones superiores están bas adas en el amor y hacen de él su esencia. Como un ejemplo, citaré perti rtine nent ntes es que a Confucio se refieren ( Ricardo pasajes pe Wilhelm: Kungtsé, Rev. de Occidente, Madrid, 1926 ): "El discípulo Fan Tsch'I preguntó cuál era l a es eseencia de prój ójim imo' o' la moralidad. El maestro dijo: 'Amor al pr "Este sentimiento de amor al prójimo es para Kungtsé la porr máxima moralidad. La palabra china J en es tá form rmaada po los signos 'hombre' y 'dos'. Indica, pues, la relación de un hombre con otro hom hombre. bre. Así se define también. Amor al prój pr ójim imo o qu quie iere re de deci cirr humanidad, el verdadero camino del hombre. Es un sentimiento social y un conocimiento social. Este concepto de la humanidad, del amor al prójimo, no está solamente en el centro de la ética de Kungtsé, sino, en general, en el centro de la ciencia. Porque para Kungtsé la ciencia justa stam men ente te el conocimiento del hombre, y la mor alidad es ju el amor al hombre". "A un hombre sin amor al pr prój ójim imo o (bondad), ¿para qué le sirve la forma? A un hombre sinamor al prójimo, ¿para qué le sirve la música?". Compárense estas líneas con las siguientes del llamado "himno al amor" (Epístola I a los Corintios, XIII): "Y aun cuando tuviera el don de la profecía, y p pe enetras e todos los misterios, y po pose seye yese se todas las ciencias, y tuvies e toda la fe, de manera que trasládase 1 de una parte a 'otra los montes, no teniendo amor, no soy nada". 72
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tiana del amor. Comienza a manifestarse ya en San Pablo
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y con San Juan se establece definitivamente. El "Dios es Amor" del apostol precisa los términos términos y enru;mba c ate góricamente la actividad act ividad ideológica ideológi cay práctica práctica del cristianismo. cristi anismo. Si bien las ideas de de San Pablo Pablo y San Juan han pasado a través de variadas e importantes vicisitudes a lo largo de la historia 7 4, su ba base se conceptual se ha mantenido y es a la, que debemos referirnos. Ya hemos estudiado las características del Eros platónico, representante del sentir de la época y la cultura, y debo ahora destacar su contraste contraste con el Agape crist cristiano. iano. El primero primero, parti rtien endo do del hombre, y a través de la recomo vimos, pa lación con . él, trata de elevarse hacia los valores supremos en un constant constantee movimiento ascendente. Agape es, puede decirse, lo contrario. Si Dios es Amor, Amor, es la fuente indiscutible de todo el amor del mundo. El ama a los hombres y lo hac e sin relación alguna alguna con sus merecimientos. En realidad, realidad, el hombre no puede nunca merecer el amor de Dios y, sin em barg ba rgo, o, lo re recib cibe, e, y co con n ello se encu encuen entra tra inmer inmerso so en en él y, porr él, se hace amado y amante. Así, Agape es el amor a nu po nuees , 75 tro pr prój ójim imo o "e "en n Dios" Dios",, a tra travé véss de Dios "por el amor de Dios". Se trata de un amor amor que desciende, desciende, que no es r ea ealmente motivado por los otros seres humanos como tales, sino como un reflejo del amor divino que llena el unive r s o y el corazón de los fieles fieles.. Esto basta para disti distinguirlo nguirlo del del amor que el médico pue puede de sentir hacia su paciente, pero puede añadirse aún más. En el amor del sacerdote por su feligrés hallamos: a) una referencia a un conjunto co njunto de valores supremos y a dogmas; b) una .
Vale la pena recordar nuevamente el famoso "himno al amor" que se encuentra en la Epístola I a los Corintios , XIII: "Aunque yo hablara todas las lenguas de de los homb hombr r e s y las de los ángeles, si no tuviese amor, sería como un met al que resuena o como una campana campana que retiñe". retiñ e". 74 Véase la magnífica obra obra de A. Nygren: Aga pe and E r o s. Filadelfia, The Westminster Press, 1953. 75 "El significado significadoreal del amor crist cristiano iano -dice Nygren pued edee ser ser enten entendi dido do si se tom tomaa se seri riam amen ente te en cue cuent ntaa el 3610 pu hecho de que no es nada menos que el amor amorhacia hacia Dios; de pend pe ndeeenla re rela lació ción n co con nDio ioss y la experienciadel amor divino". 13
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consideración más o menos rígida de esos valores; c) la idea de "salvación", el trabajo constante en pro de una vida posterior a la muerte; d) el concepto del "pecado", del arre pent pentim imie ient nto o y del perdón. Ning Ningun unaa de esta estass cara caract cter erís ístic ticas as pued puedee cons consid ider erar arse se en psic psicot oter erap apia ia.. Más adel adelan ante te estu estudi diar arem emos os con con deta detalle lle alg algu unas nas de ellas, pero es suficiente esta enumeraci6n para convencernos de que el amor del del sacerdote por su su feligrés -Agapees diferente del que el psicoterapeuta puede sentir como tal.
EL EROS PS!COTERAPÉUTICO Creo que el estudio que hemos hecho de la relación humana humana basta para para mosen la que el amor es el determinante básico, basta
trarnos que ninguna de sus formas pued puedee iden identif tific icar arse se con con la que une al psicoterapeuta con su paciente. Es verdad que hay algunos caracteres comunes, comunes, que no puede negarse un parentesco cierto, pero ello mismo nos obliga a distinguir cuidadosamente. Es lo que intentaré en las páginas que siguen. Ante todo, quiero expresar lo que puede haberse ya sosen este caso, se trata d e una forma de amor pech pe chad ado: o: creo que, en diferente y no confundible con las otras, una forma nueva de amor que debemos dist ' ' ingufr ingufr con un nuevo nombre: el de Eros psico ps ico tera terapéutic péutico. o.
El término nos está indicando ya un camino. Ante todo, nos aleja del concepto sexual del amor y nos acerca a las ideas platónicas, con cuyo "Eros pe peda dagó gógi gico co"" pu pued edee te tene nerr alguna relación. Veamos qué es lo que podemos decir de este fenómeno y si un estudio más detenido nos nos permitirá permitirá man mantener tener su individualidad y singularidad. Establezcamos, ante todo, sus características caracterí sticas negativas, que se desprenden de lo visto anteriormente. El Eros psicoterapéutico debe hallarse libre de: a) autoridad o tendencia a la posesión, b) identificación, e) dogma, d) imposición de valores, reglas o conocimientos, e) atracción sexual. Indudablemente, Indudablem ente, el tema de la autoridad en psicoterapia pres esta ta a discusión. Y a he dicho algo al reses el que más se pr pect pe cto o en pá pági gina nass an ante teri rior ores es,, pe pero ro creo creo qu quee no pu pued edee ins insis istir tirse se para ra algunas formas -las llamadas suficientemente. Si bien pa directivas o sugestivas- la autoridad del psicoterapeuta es no solamente permitida, permitida, sino necesaria, cuando nos referimos prof ofun unda da, en la que se pretende, no una a la psicoterapia pr una acción acción ortopédica, sino un efecto distinto, que quizás pueda solamente definirse como un conseguir que el paciente "llegue basa sada da en la autoridad, a ser el que es", toda pr pres esió ión n co coac acti tiva va,, ba pres esen enta ta,, no solamente como contraria a la esencia misma se pr misma de tal relación interhumana, interhumana, sino que la destruye inmediatamente.
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Pero, y creo que ésta es una pregunta pertinente, ¿puede eliminarse la autoridad en una relación médico-enfermo? Existen razones poderosas pa para ra qu quee la respuesta a este interrogante pudiera ser negativa. Razones de pa parte rte del psicoterapeuta y razones de pa de parte rte del del pa pacie cient nte. e. Es Este te último, precisamente a causa de la transferencia, inviste al médico de autoridad y lo incita a usarla. Todo ps psico icote tera rape peut utaa ex expe perim rimen enttado sabe bien que una de las más difíciles tarea del comienzo es la de llevar al enfermo a obrar libremente, a perder la tendencia, casi obsesiva, obsesiva, a apoyarse en el médico y obligarlo a colocarse en una una posición posición directiva y autoritaria. De parte del terapeuta fo, tentación es poderosísima. Ya los psicoanalistas han descrito la inclinación de los princi pian pi ante tess a "hacer el papel de Dios" en su relación con el paciente, y tenemos que reconocer que, si bien esa inc li lin nación es exagerada y fácil de descubrir en un aprendiz, ella existe también, por supuesto mucho más sutil, disfrazada y difícil de desenmascarar, en terapeutas de vasta experiencia. 76 Por otra parte, no puede ignorarse el hecho de que el enfermo busca al médico pr prec ecisa isam men ente te por por su autoridad. El encarna el saber y el poder y él es capaz de dispensar la salud coloca en el pa el pape pell de consey la felicidad. No solamente se le coloca jero, ~ino en el de juez y árbitro indiscutible. Todo ello, sin embargo, en la superficie, ya que tiene siempre, como toda ambivalencia, una contraparte negativa en la tendencia a derrotarlo justamente en esa esfera. Si el terapeuta llegara a caer en la trampa, nada más f áci.l pa para ra el enfermo que, llevando al absurdo sus consejos o pr proc ocur uran ando do inconscientemente su fracaso fracaso en la práctica, obligarlo a reconocer su derrota o, lo que es peor, a ponerse . ponerse a luchar con su enfermo en el terreno al que éste, mañosamente, ha sabido conducirlo. Sin embargo, la autoridad puede, y debe, ser eliminada de la relación ps psico icote tera rapé péut utica ica como tal y todo el proceso orientarse, po porr el contrario, hacia la conducción del pa del pacie cient ntee al abandono de una dependencia transferencial que, si bien necesaria y útil al comienzo, debe, pa para ra el bu buen en éxito del tratamiento, desaparecer. 76
Ernest Jones: "The God Complex", Ess Essay ayss in Ap Appl plied ied Londres, Hogarth Press, Vol. II, 1%1.
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Pero he aquí que nos enc ontramos con un pr prob oble lem ma ya toto prin incip cipal ales es cado antes. He afirmado que una de las diferencias pr entre otras formas de amor y la ps psico icote tera rapi piaa se halla en que prim imer eras as necesit parti rticip cipan ante tes, s, las pr necesitaan la igualdad entre los pa mientras que la última se c aracteriza, precisamente, por la ausencia de esa igualdad. ¿No estoy contradiciéndome? ¿No está esa desigualdad ba prec ecisa isam men ente te,, en alguna forma, basad sada, pr inevitable, de autoridad? Ello fue remarcado po pode dero rosa sam me nte en una conversación entr e Carl Rugers y Martín Bu he r 77• pala labr bras as:: No pued puedo o resistirme a traducir sus pa Buber: "Un hombre viene hacia Ud. buscando ayuda. pape pell de él y el su La diferencia esencial entre el pa suy yo busc scan ando do en esta situación es obvia. El viene a Ud. bu ayuda. No es Ud. el que va a buscarlo. Y no es solamente eso, sino que Ud. es capaz, más o menos, de ayudarlo. El puede hacer muchas cosas por U d., pe pero ro no ayudarlo. Y algo más aún. Ud. lo ve realmente, No quiero decir que Ud. no pu pued edee equivocarse, pero Ud. lo ve, como ha dicho, tal como él es. El no puede, de ninguna man manera, verlo a U d. Esto, no solamente en el grado, sino en la forma del encuentro. Ud. es, po porr su supu puees to, una pe pers rson onaa muy importante para pa ra él, per o no una persona a la que él quiere ver y conocer o sea capaz de hacerlo. Ud. es importante para pa ra él. .. Ud. es ... El está dando tumbos, viene hacia Ud. Está, pu pued edo o de decir cir,, enredado en la vida de pens nsamientos, en su ser, su cornuUd., en sus pe nicación, etc., pero no está interesado en Ud. mismo. pued edee ser. Ud. está interesado, lo ha dicho y tiene No N o pu razón, en él como pe pers rson ona. a. El no puede tener esa clase de presencia desligada ... '' Buber destaca claramente la diferencia de posición que el psico icote tera rapé péut utico ico pr prod oduc ucee ent entre re el médico y su mismo hecho ps pacie pa cient ntee y tiene razón si se consideran aspectos parciales del asunto. Es verdad que la situación no es la misma, que los 77
"Dialogue be betw twee een n Martin Buber and Carl Rogers", N B : 208-211, 1960.
Peucho lotna ,
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prota protago goni nista stass está están n llamados -casi diría, condenados-- a desempeñar papeles totalmente distintos. y 9, colocarse en polos al parecer irreconciliables; pero no por ello dejan de ser hombres y en .esa función es en la que deben ser mirados. Y el que un hombre sufra y necesite ayuda no significa que pi pier erda da_ su categoría de tal, ni el que otro hombre pueda, en ese momento, ayudarlo, significa que por ello se considere superior. Se trata de distintas actitudes, de diferencias circunstanciales ya que, básicamente, básicamente, la condición condición de ser ser humano, con todo lo que lleva consigo, no varía en un caso ni en el otro. Creo que eso es lo fundamental. Existe, por encima de las contingencias momentáneas) más allá de las posiciones eventuales, una categoría humana que trasciende todos los ro pajes que la vida le coloque coloque encima, que caracteriza la "humanidad" y que no varía con las circunstancias circunstancias ni cambia ' con el ambiente. Se es hombre en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la miseria, en la sabiduría y en la ignorancia, en la santidad y en el pecado. Quizás nunca se es más hombre que cuando se sufre como hombre, en tanto que hombre. En este sentido, ps psico icote tera rape peut utaa y paciente son iguales, aunque se hallen colocados en posiciones distintas, y acaso el enfermo esté en condiciones mejores de mostrar su "humanidad" porque sufre en cuanto hombre, po porq rque ue su dolor es, precisamente, aquel que el animal no puede experimentar. Si el médico siente -más que pi pien ensa sa-- así, la dificultad desaparece y el acto psicoterapéutico se convierte en un encuentro entre dos seres humanos que se respetan y coexisten. Ello trae una consecuencia mayor. Las diferencias de posición tan notables que Buber recalca enfáticamente van desapareciendo en el curso del tratamiento; los pa part rtici icipa pant ntes es,, caminando ju junt ntos os a lo largo de una ruta de mutua comprensión y constante mejoramiento, deben terminar el proceso en una igualdad que ha preparado el camino pa para ra un unaa am amist istad ad cierta. Todo esto, po porr supuesto, elimina la posibilidad de algún sentimiento de de posesión posesión de pa part rtee del terapeuta, sentimiento que constituiría, constituiría, claramente, la negación negación de lo que acabamos de ver y bastardearía la ps psico icote tera rapi pia. a. Es Esee se sent ntim imie ient nto o de posesión, tan ligado a los los pa pater terna nale less o sexuales, se encuentra
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psico icote tera rapi piaa dire directi ctiva va a las que me he refeen las formas de ps rido y a las que considero (fo he dicho en varias oportunidades) recursos de inferior calidad y útiles solamente como muletas ortopédicas circunstanciales. La identificación es imposible en un tratamiento de esta clase bi bien en conducido. Ya hemos visto antes cómo la identifi perte rtene nece ce a un grupo de fenómenos completamente cación pe diferente de la simpatía y del amor. En ella no hay con posic sició ión n del propio yo, no hay conciencia de ciencia de la po distancia ni hay, por supuesto, compasión. Se trata de la unificación afectiva cuyas características la alejan completamente de la po posic sició ión n ps psico icotterapéutica. Por otra parte, desde punt nto o de vista pragmático, si la identificación se pr pres esen enta tara ra,, el pu destruiría la individualidad del terapeuta y anularía su capacidad de ayudar. Poco hay que decir, al parecer, respecto a, la necesidad de que el proceso ps psico icote tera rapé péut utico icose halle alejado de todo dogma. Sin embargo, en la pr prác áctic tica, a, vemos cómo es fácil caer en él y cómo no se hallan libres de este peligro los más "objetivos" y "científicos" colegas. Creo que es solamente la pr prop opiia maduración la que pu pued edee ev evita itarlo rlo y pe perm rmitir itirno noss mira irarr la realidad ponderadamente. Y es, precisamente, precisamente, ese proceso psi sic coterapeutas . de maduración el que nos hace p Mucho más difícil de eliminar es la imposició n de valores, normas o conocimientos. Aclar aré, ante todo, que, al hablar de imposición de conocimientos, me refiero a aquellos en los que cada escuela basa su acción. En realida realidad, no puede comcom pren pr ende ders rse, e, po porr ej ejem empl plo, o, un tratamiento ps psic icoa oana nalí lític tico o or or-todoxo sin que el pa pacie cient nte, e, a lo largo de él, no se familiarice con la teoría correspondiente y sin que, al final, maneje los conceptos de libido, oralidad, analidad, represión, superyo, superyo, introyección, etc. Y debemos pr preg egun unta tarn rnos os si no hay en esa adquisición de conocimientos una directa influencia · sugestiva, una constante pr pres esió ión n em emoc ocio ion nal al,, una doctrinación inevitable. Lo mismo, por supuesto, puede decirse de una psico ps icote tera rapi piaa adleriana, ju jung ngui uian anaa o cualquiera otra basada en un conjunto de teorías genéticas. Es fácilmente comprensible que, si el enfermo continúa en tratamiento por un tiempo suficiente, es porque está de acuerdo con los hallazgos y con las interpretaciones ofrecidas. De otra manera, abandonaría
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a su médico (no dejo, naturalmente, de considerar que ese "estar de acuerdo" tiene mucho de afectivo). Desde el pu el punt nto o de vista del psico psicote tera rape peut uta, a, no se trata aquí sino de un progresivo "descubrimiento de la verdad"; pero un rival de escuela o un observador no comprometido pueden ver en ello solamente una selección automática que mantiene en tratamiento a "los creyentes" y pe perp rpet etúa úa así una una posición posición en la que la crítica se hace imposible y en la que es fácil la, form formaación de grupos que, hablando un idioma propio, mirando los fenómenos desde un determinado punto de vista y dirigidos a una meta común y parcial, ofrecen casi todas las características de una secta. Nada Na da sería más peligroso. Se trata de una limitación de la libertad y del respeto a la categoría de pers ona qu quee. todo ser humano humano posee; posee; de la caída en una forma, no po porr más justi ju stific ficad adaa menos negativa, de fanatismo; de una renuncia a la individualidad. Estas razones pu pued eden en rep repet etirs irse, e, na natu tura ralm lmen ente, te, con mayor énfasis frente a ps psico icote tera rapi pias as de tipo inspiracional, en las que el médico impone abiertamente, no sólo conocimientos, sino valores, Un brillante ejemplo, br brilla illant ntee por su vigencia actual y po porq rque ue la pers person onal alid idad ad y el talento de su propugnador lo han colocado en el primer plano, es la logoterapia de Viktor Frankl. Si bien pr pret eten ende de no recurrir a imposiciones, su influencia gira alrededor de valores que son considerados prim pr imor ordi dial ales es y que el pa pacie cient ntee debe adoptar como guía de su pe su pens nsam amie ient nto o y de su acción. Por supuesto que no se trata ahora de discutir esos valores como tales, sino del derecho que tiene el médico de forzar su aceptación. Debemos volver a lo dicho antes. Si consideramos la ps psico icote tera rapi piaa como un medio de ayudar a nuestros semejantes a "ser los que son", toda influencia dirigida, sea cual fuera, niega la esencia misma del proceso y cambia la virtualidad misma del encuentro. Puede, inclusive, reconocerse que, por medio de esa adoctrinación, se consiga "curar" al pa pacie cient nte; e; que la adopción de nuevos valores le pe perm rmita ita super superar ar su crisis y permanecer libre de síntomas, pero a costa de una renuncia a su libertad y de una limitación, ajenamente impuesta, de su horizonte vital. No creo que, acorde con el pu punt nto o de vista que vengo exponiendo, pu pued edaa esa actitud terapéutica ser aceptada, ·
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La psicoterapia es una forma ele amor. Está ba basad sada. en el amor, no pa pate tern rnal al,, ni pedagógico, ni fraterno, ni pa pasto stora ral, l, sino en una forma distinta y caracterfstica, Es un amor ba basa sado do en valores, sí, pero no en los valores como tales, sino en los valores de L a per perso sona na ama da , y si es un movimiento, como lo hemos visto, hacia la actualización (valga el término) de los más altos valores del compañero, tiene características muy especiales. No se trata¡. de que, pa para ra amar amar,, sea necesario que esos valores se hagan vigentes; no se trata, de estimular su aparición o de guiar al amado hacia ellos o siquiera tender a una "superación". "Todo 'ttí debes ser tal' -dice Scheler porr decirlo así, como una 'condición' del amor, tomado, po destruye su esencia fundamentalmente". Se trata de que, prod oduz uzca ca el milagro y, a como más arriba manifestara, se pr causa del amor, sin más que él, br brot otee en el amado el valor más alto. 78 Para terminar con las condiciones negativas del Eros psic p sicot oter erap apéu éutic tico, o, no cr creo eo qu quee se seaa ne nece cesa sari rio o de deci cirr muc ucho ho sobre la ausencia de atracción sexual. El psicoterapeuta que la experimentara hacia su paciente, estaría, inmed inmediatamente, iatamente, limitado en su acción y, pr prác áctic ticam amen ente te,, imposibilitado de continuarla. Tratemos ahora de estudiar las características positivas del Eros psicoterapéutico. Ante todo quiero destacar una: es un amor po porr el pa pacie cient ntee o, mejor aún, po r la per perso so na del pacie pa cient nte. e. Lo que quiero decir es que no se trata de un amor "humanitario" que el médico debe sentir por el enfermo, como enfermo, sino de un movimiento auténtico hacia el individuo pa parti rticu cula larr que se halla ante él, que es éste y no 1
Dice aún Scheler: "El amor mismo es quien hace que, pe perfe cta continuidad, y en el curso del movimiento, con rfecta emerja en el objeto el valor más alto en cada caso, como si brota br otase se 'de suyo' del objeto amado mismo, sin actividad ninguna de tendencia por parte del amante (ni siquiera un 'deseo')", Op. cit. Scheler se refiere, por supuesto, al amor en general y no al Eros ps psico icoto tora rapé péut utic ico. o. En el mismo sentido, Antoine de Saint-Exupéry ha expresado: "El amor no consiste en mirarse el uno al otro, sino en mirar ju jun nto tos? s? hac acia ia af afu uer era, a, en la mism ismaa dirección," 78
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otro y que no es "un enfermo" sino un hombre. Desde el mometo en que el psico psicote tera rape peut utaa ve al paciente como a "un enfermo", se está colocando fuera del Eros psicoterapéutico. Carl Rogers puso mucho énfasis en esto en la conversación con Buber ya referida. 79 La segunda característica del Eros psicoterapéutico es su indestructibilidad y ella se destaca si pensamos que las otras formas del amor pueden amor pueden ser anuladas por anuladas por uno de los miembros de la pareja más o menos fácilmente. fácilmente. Si bien puede haber excepciones (excepciones en las que habría que sospechar patología), un amante dejará de serlo si su amor no es corres pondido, si su compañero es infiel, infiel, si sus sentimientos chocan con la indiferencia o el desprecio. Un amigo no durará mucho tiempo si descubre que no tiene "nada en común", nada que compartir; un padre se alejará de su hijo, aunque su amor se mantenga en alguna forma, si éste muestra rebeldía, oposición o actitud negativa; un maestro maestro desconocerá a su discípulo cuando no sea capaz de unirse a él en la bú búsq sque ueda da contínua del camino hacia la meta de superación que se ha impuesto. Quizás el pa el pasto storr sea el más fiel, quizás él no pi pier erda da su amor y su fe en su "oveja" aunque és ta parezca alejarse del redil y no sea capaz de rendirse al amor de Dios; pero ninguno como el ps psico icote tera rape peut utaa mantendrá su amor fr e nte 7u
Creo que vale la pena traducir el diálogo: "Buber: ... Es un hombre enfermo el que viene
a Ud. solicitando una forma pa parti rticu cula larr de ayuda. Ahora ... perm rmite ite inter interru rum mpi pir? r? Iloqers: ¿Me pe Bub Bu be r: Por supues to. punt nto o de vista, ésta es Roqere: Siento que, si desde mi pu pers rson onaa enferma, pr prob obab ablem lemen ente te no voy a ofrecerle toda una pe la ayuda que podría. Siento que es una persona. Sí; alguien puede llamarla enferma o, si yo la miro desde el pu punt nto o de vista objetivo, puede ser que esté de acuerdo: 'Sí; está enferma'. Pero, al entrar en relación, me parece que si yo estoy viendo las cosas como: 'Yo soy una persona relativamente sana y é s ta es una persona enferma' ... Buber: Lo que yo no he querido dec i r no está bien. Roq Ro qers: Bube Bu ber : No quiero decir ... Per mítame dejar a un lado esta pa pala labr braa enfermo",
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a todo y contra todo. Puede el paciente mostrar la gama com plet pletaa de sentimientos negativos; puede ser agresivo, hostil, intrigante, seductor, mentiroso, rebelde, incrédulo o atacante. El psicoterapeuta no dejará de amarlo. Quizás, po porr el· contrario, todo ello aumentará su acercam acercamiento, iento, siendo, como es generalmente, una demostración de cuán necesitado se halla, precisamen precis amente, te, de ese amor. Existe, sin embargo, una manera por medio de la cual el Eros psicoterapéutico pu pued edee se serr an anul ulad ado o co com mo tal; su transformación en cualquiera de los otros amores que hemos psico icote tera rape peut utaa se convierte en padre, amigo, estudiado. Si el ps pasto pa stor, r, maestro o amante, podrá, quizás, desempeñar muy bi bien en su nuevo papel; podrá, teóricamente, ofrecer cualquiera de esas otras po posib sibili ilida dade dess de am amar ar,, per ero o habrá pe perd rdid ido o su Eros psio ps oter erap apéu éutic tico o y, co con n él él;; su de dere rech cho o y su capacidad pa para ra ' ioot actuar en su nombre. Que es un pe pelig ligro ro cie cierto rto lo vem emos os to todo doss los los día días. s. El ps psic icooterapeuta debe, hora a hora, caminar, como se dices.sobre el filo de una navaja. Para ello lo ayudarán las condiciones que que como tal p pos osea ea,, pe pero ro,, so sobr bree todo todo un una, a, de defin finiti itiva va e in indi disp spen en-sable: tener, en su vida c o mo hombre, todas S US US necesidades amorosas satisfechas. Si ello no ocurre, una y otra vez se encontrará con la tendencia a usar a su enfermo pa para ra llenar llenar el vacío existente, y una y otra vez fracasará. ¿Es exigirle requisitos especiales o superiores? No lo creo. Es, solamen s olamente, te, exigirle madurez madurez emocional, y con ella el haber probado su para ra llenar, en la vida, las funciones que al hombre capacidad pa corresponden. Es lo menos que puede pedirse a quien va a ser "posibilitador de hombres". Pero quizás lo más característico, lo definitivamente caliexperiencia ncia p sicoterapéut sicoterapéutica. ica. Acerquém ficativo, es la experie Acerquémonos onos a ella. Sabemos bien que el proceso de un tratamiento de esta elase sigue una serie de etapas más o menos definidas y que zarían.. si bien no sustancialmente, según el procedimiento [ue se adopte. adopte. Las primeras primeras transcurren en una verdadera ucha que precede precede al establecimiento de una relación teraiéutioa real. Serán descritas en otra parte 8 º . Ahora interesa ' '
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ce s s o ps psic icot oter erap apééut , ico. El pro ce
prep epar arac ació ión n, En pr
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que estudiemos un fenómeno repetido una y otra vez a lo largo del tratamiento y que constituye, en mi opinión, una experiencia de caracteres especia especiales y precisos. Paciente y médico han pasado ya horas ju junt ntos os y exis te un lazo po posit sitiv ivo o ent entre re ellos que da verdadero verdadero calor y significado a las entrevistas. De pr pron onto to, en una de éstas, algo ocurre. El enfermo dice, en medio de muchas cosas, una que prod pr oduc ucee en el ps el psico icote tera rape peut utaa una especie de sobresalto interior. Su captación, más inconsciente que consciente, ha sido sacadida, Es como si el fluir de una corriente fuera interrumpido; como si, súbitamente, una casc ada pr prec ecip ipita itara ra el agua de golpe; es, al mismo tiempo, una experiencia de aclaramiento, en la que el campo en el que las ideas transcurren se iluminara de pr pron onto to y algo nuevo apareciera, imponiéndose. Es como si se encendiera una luz y a su resplandor resplandor las sombras se hicieran corpóreas y se relacionaran relacionaranlas las unas a las otras armónicamente; como si se abriera un telón detrás del cual un bello fondo pe perm rmiti itier eraa que las figuras que circulaban hasta entonces delante se destacaran con precisión y se unieran, adquiriendo un sentido preciso; es la experiencia del "[ah!", diferente del "¡eureka!", en que se produce en una atmósfera cargada de sentimientos sentimientos positivos positivos -amorosos- y entr e dos seres huma nos nos.. El psicoterapeuta "ha entrevisto algo". Es la prim pr imer eraa par parte te del fenómeno. Generalmente no dice nada, no hace ningún gesto, pero sus sentidos, aún más agudizados, están pendientes de su interlocutor, esperando una oonfirmación de- lo intuido. Si ella ella viene, la claridad se hace cenital, el orden que se había establecido se vuelve armonía, una armonía que casi pa palp lpita ita con su propio pulso y que lo envuelve todo. Pero aún la experiencia no es plena. El psicoterapeuta preg pr egun unta ta algo, demanda datos complementarios, pi pide de nu nuev evas as asociaciones, y entonces el paciente, de pronto, "ve también élaro". Se repite para él el fenómeno, entra en armonía y se une a la totalidad en un momento indescriptible. La experiencia está llena de belleza y de placer, belleza y placer que proceden, probablemente, de ese caer cada cosa en su lugar, de ese "aclararse todo" en una armonía casi junt ntas as pers rson onas que, ju mus i c al, de ese vibrar al unísono dos pe y merced al amor, han des cubierto un nuevo horizonte. Es Iáoil establecer paralelos - entre el fenómeno descrito y el
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de la creación -artística o científica- o el "amorde "amor de amantes" Creo, sin embargo, que existen claras diferencias. Si bien la experiencia ps icoterapéutica se halla, induda blemente, mu.y cercana a la creadora, se distingue de ella. An Antte todo, se trata de una creación entre dos. Para que sea plena tiene que haber la total participación de ambos in intterlocutores. No se produce si, a pesar del "descubrimiento" del p pa- pssicoterapeuta, el pa ciente no lo comparte integralmente. integralmente.Es, Es, pues, un fenómeno dual. Se acerc acercaa con esto al amor, pero s e distingue de él también ya que, si una experiencia parecida puede, indudablemente, pres pr esen enta tars rsee en entre tre am aman ante tes, s, en este caso el descubrimiento es de algo en común, algo que pertenece a ambos y pertenecerá a ambos pa para ra siempre. Se trata de una claridad que, en lugar de iluminar una vida, confunde, en su deslumbramiento, dos ; de una fus ión hecha posible por la nueva experiencia común, fusión que tiende ' a unificar dos destinos. Ning Ni ngun unaa de estas condiciones puede ser hallada en psicoterapia. El placer que la experiencia ps psie ieote otera rapé péut utica ica produce produce en el médico es también característico. Es un placer placer que pa parti rti-cipa del que ocurre en la creación y del que se encuentra en el amor de amantes. Del primero se distingue porque solamente puede existir compartido, y del segundo por su total ausencia de sentimientos de posesión o sexuales. ª 1 La experiencia ps psico icote tera rapé péut utica ica no está solamente cargada de pl plac acer er momentáneo, sino que tiene efectos posteriores y notables. Uno de ellos es el reforzamiento de la relación afectiva entre los interlocutores. Cada episodio deja, con la sensación de algo valioso realizado, una clara emoción de acercamiento acercam iento tierno y cálido. Es como si una cosa muy muy perso personal hubiera sido compartida, y ese hecho ba basta stará rá pa para ra ligar pode po dero rosa sam men ente te a ambos pa parti rticip cipan ante tes. s. Es la comunión, dis-
Muchas de las características señaladas relacionan la ter r a pé ex periencia te péuti utic a c on las "experiencias-cumbre" ("peakex pe perie rienc nces es") ") descr itas itas po porr Maslow, (A. Maslow: "Lessons from the Peak-experiences", }Vestern Behaoioral Sciences Inst. Ins t. Report, N 5.) 81
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tinta fundamentalmente de la comumicacion. y de transcendental importan i mportancia cia en toda real intimidad humana. He dicho que se trata, además, de una especial reacción como la que se produce luego de una realización valiosa, y ello nos conduce nuevamente al parentesco de la experiencia psico psicote tera rapé péut utica ica con la creación y señala, nuevamente, la difercncia decisiva: la de ser e omunal o dual. psicote tera rapé péut utica ica Podemos, pues, afirmar que la experiencia psico es un ejemplo notable de fenómeno en el que se mezclan características de la creación y del amor: es una creación , a dos, lo que le da, indiscutiblemente, esencial singularidad. Podemos ahora volver la vista a los diferentes estudios a los que nos hemos referido y quizás comprender mejor el Eros psicoterapéutico. Se trata, indudablemente, de una relación Yo-Tú con todas las características que Buber le adjudica y que pertenecen, porr otra parte, al modo dual de Binswanger. Podemos también po encontrar fácilmente en él los rasgos del amor-S de Maslow En otras palabras: el Eros p psic sicot oter erap apéu éutic tico o es una de las más diferenciadas formas de relación interhumana, una forma en la que se manifiestan las posibilidades supremas del es pírit pí ritu u y que, por lo tanto, es capaz de las realizaciones más pura pu rass y satisfactorias. Esto no creo que pueda discutirse. ¿Hay algo más lleno de "humanidad", de verdadero y auténtico amor, amor, que el impulso a colocarse al lado de un semejan semejante te y mantenerse allí pase lo que pa pase se, acomp acompañarlo añarlo en la superación de sus dificultades, dif icultades, gozar con sus triunfos, ser testigo del despertar de sus posibilidades mejores, es decir, estar pres pr esen ente te en la batalla librada po porr un hom hombr bree pa para ra renacer, vivir con él ese renacimiento en una comunión apasionada y todo ello sin ningún sentimiento de posesión, sin ningún afán de usufructo po poste steri rior or;; sa sabi bien end do qu que, e, una vez logrado el éxito, ese ser humano se incorporará a la vida y se alejará triunfador para confundirse con la corriente actuante de la humanidad, mientras otro necesitado acudirá a nosotros a busca bu scarr nues nuestro tro inagotable, no egoísta, eternamente fresco y eternamente satisfecho Eros psicoterapéutico?
ÍNDICE DE AUTORES Aristóteles, 8 6, 89. 12. Berheim, 9. Binswanger, L., 33-34, 80, 111. Borie, 12. Boswe ll, J., 89. Boss, M., 70, 71. Buber, M., 34-35, 71, 80, 102, 1o3' 1o 1o7 7, 111. Breuer, J., 15. Cicerón, 86-87. Cohen, M. , 17, 18. Coleman, R., 28. Confucio, 97. Cris anto, C .. 16. Charcot, 9. D'Arcet, 12. De Bory, 12. Di Mascio, 2 8. Dubois , 9, 1 3, 81. Federn, P., 78. Fichte, 83. Fiedler, F., 27. Fr a nklin, 12. B ailly,
Frankl, : vv., .,
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Frazer, 63. Freud, 9, 13, 15, 16, 21. Fromm, E., 3'8-39, 92. Prornm-Reichmann, F., 78. Gaster, T., 63. Gitelson, M., 17, 18. Greenblatt, M., 28. Goethe, 91. Guillotin, 12. Heidegger, 3 3 . Hollender, M., 24-27, 66. Hinsie, L., 78. s pers,, K., 33, 78. Ja pers jones jon es,, E., 101. jore jo res , A., 71.
Kanter, 28. Lain Encralgo, P., 22-24, 39 , 5256, 57, 69, 71, 77, 80, 91. Lau, L., 16. Lavoisier, 1 2. Le Roy, 12. Lewin, B., 62, 68. Magendie, 68. Maslow, A., 36-38, 80, 110, 111. Merleau-Ponty, M. , 60. Moreno, J., 21-22. Mesmer, 12.
Nygr Ny gren en,, A. A.,, .98.
Ortega y Gasset, 77. Platón, 85-86, 93 , 94, 96. Reich, A., 17, 18. Rof Carvallo, J., 70. Rogers, C., 82, 102, 107. Rosen, J. 78. Saint-Exupery, A., 106. Sallin, 12. San ! Juan, 98. · S an Pablo, 9 8. Santo Tomás, Tomás, 87. Sartre, J., 60, 70. Scheler, M., 33 33--52, 77; 106. Schehaye, M., 78. Solomon, H., 28. S onnema n, U. , 78. Szasz, T., 24-.27, 66. Valdivia, O., 16, 57. \Viegert, E., 19. \'v'eizsacker, von, 24, 91. •
Wilhelm, R.,
97.
\Volstein, 16. Tagore, R., 50. Tauler, B., 20.
Thompson, C., Zapata, S., 16.
17.
BIBLIOTECA
DEL
HOD.i!BRE CONTEl\iIPORANEO
(Continuación de la segimda pági página na))
51 - TI. Delacroix y otros: l'si.~olcgía del Ienguaj e 52 - K. B. Maver : Clase y sociedad 53 - E. Nottingham: Sociología de la religión 54 - E. Chinoy: Introclucción a la. sociología 55 - G. Simpson: El hombre hombre en la sociedad 56 - J. Bram: Lenguaje y sociedad 57 - G. de Ruggiero: Política y demoeracía _J. _J ewey ey:: El ho hom mbr bree y sus 58 . Dew prob pr oblem lemas as
73 - B. Russell: :Mistidr m10 y lógica 74. - G. Berg er : Carácter y per-
sonalidad 75 - M. Foucault: Enfermedad mantal y personalidad 7G - F. Grégoire: La naturaleza da psíq íquic uico o lo ps 'i7 - R. Ruyer :La conciencia, y el cuerpo 73 - H.. Zazzo: La psicología nor teamerícana ía de 7 9 - A. Adler: Práctica y teor ía psico icolog logía ía de dell ind indivi ividu duo o .'l .· ,.,, le, ps 80 -·J. C. Flügel: :Psicoanálisis u .. la famil'ia 59 - C. G. Jung: Psicología Y re- 81- J. D. Oalderaro: La dimensión ligión estética del hombre. Energética psi- 82 -A. Freud: El yo y los meca60 - C. G. Jung: quíca Y esencia, del sueño nísmcs de defensa. pequeño 83 - P. JYI. Blan: La burocracía en 61- M. S. Olmsted: El pequeño grupo la sociedad moderna, 62 - D. H. Wrong: La poblacíén 84 - F. Elkin: El niño niñ o y la sociedad 63 - O. D. Wrtght : Comunicación· 85 - s. A. Greer : Organización sode masas cíal 64 - \'l. Kohler y K. Kof:fka: :Psi· 86 - R. A. Sche rmerhorn: E1 po pode derr cología de la forma y la sociedad 65 - I. P. Pavlov y otros: Psícolo- 87 -vV. Kohlsr : Dinámic icaa en ps psiigía reflexológíca cología 66 - J. C. Plügel y otros: Peícolo- 88 - J. B. Rhine: El nuevo mundo ele la. mente gfa, pr profu ofund ndaa 67 - W. S. Hunter -v otros: Psícc- 89 - J. Bleger: Psicoanálisis y d' laIogfa de la conducta léctica materialista 90 - A. F. O. Wallace : C:1ltm:ai, y 68 - G. Sykes : El crimen y la sociedad personalídad 69 - J. B. Rhine: El alcance de la 91 - O . A. Seguin : Amor s psí psícocoterapia mente 92 - W. :M:cDougall, G. S. Brett y 70 - K. Friedlander: Psicoanálisis ps sicología Harvey Oarr: La p de la delincuencia delincuencia juvenil funcíonalísta Psicol ogía existen71- N. Ackerman y M. Jahoda: 93 - Rollo May: Psicología cial, Psicoanálisiss del antisemitismo Psicoanálisi 72 - H. J. Laski: El peligro de ser 94 - G. •;v. Allport: Desarrollo y "gentleman" cambio
ESTE LIBRO SE TERMI NÓ DE IMPRIMIR EL DÍA 18 . DEL MES DIE ABRIL DEL AÑO MIL NOVECIENTOS SESENTA Y TRES, EN LA IMPRENTA LÓPEZ, PERÚ 666, BUENOS AIRES, REPÚBLICA ARGENTINA.