A 70 años, testimonios inéditos. Stalingrado, la batalla más sangrienta Dominical • 9 Diciembre 2012 - 1:15am — Michael Sontheimer Entrevistas con miembros del Ejército Rojo, rescatadas r escatadas de viejos archivos, ofrecen por primera vez la visión honesta de los l os soldados rasos del sitio de la ciudad soviética. Una verdad histórica que debe revalorarse.
Foto: AFP
• Al amanecer del 31 de enero de 1943 la batalla más sangrienta de la Segunda Guerra Mundial llegaba a su fin para el principal comandante alemán en Stalingrado. Los soldados rusos estaban apostados a la entrada del sótano de la tienda de departamentos Univermag, en la cual los oficiales alemanes de mayor rango, incluyendo al comandante en jefe Friedrich Paulus, se habían refugiado. Un día antes, Adolfo Hitler había promovido al líder de las l as tropas alemanas en Stalingrado al rango de mariscal de campo no tanto como un signo de reconocimiento sino más bien como una orden implícita — no de acabar con su vida en lugar de permitirse ser capturado.
El teniente coronel Leonid Vinokur fue el primero en divisar a Paulus: “Estaba recostado en una cama cuando entré, con su abrigo y su gorra. Tenía una barba de tres
días y parecía haber perdido el coraje”. El último escondite del comandante del 6º Ejército alemán parecí a una letrina. “La mugre y los excrementos humanos y quién sabe qué más llegaban hasta el nivel de la cintura”, deja constancia el mayor Anatoly Zoldatov, y añade: “Apestaba en forma increíble. Había dos baños con letreros l etreros que decían: 'No se admiten rusos' ”. Fue sólo un poco después que los alemanes fueron obligados a entregar las armas.
“Fácilmente podrían haberse disparado”, disparado”, dice el mayor general Ivan Burmakov. Pero Paulus y sus hombres optaron por no hacerlo. “No tenían la intención de morir — eran cobardes —. No tuvieron el coraje coraje para morir”, dice el testigo presencial presencial Burmakov.
UN MOMENTO DECISIVO La batalla de Stalingrado marcó un punto decisivo desde el punto de vista psicológico p sicológico en la guerra nazi alemana de conquista y aniquilación. “Las noticias que llegaban de
Stalingrado tuvieron un efecto impactante en el pueblo alemán”, admitió el ministro de propaganda del Reich, Joseph Goebbels, el 4 de febrero de 1943. Tal como el
historiador británico Eric Hobsbawm resume la situación: “A partir de Stalingrado , todos sabían que la derrota de Alemania sólo era cuestión de tiempo”. ti empo”. Cientos de miles de personas perdieron sus vidas en el duelo de honor entre los dos dictadores, Hitler y Stalin. Unos 60 mil soldados alemanes murieron en el sitio. De los 110 mil prisioneros alemanes capturados en Stalingrado, sólo cinco mil regresaron a su hogar. Por el lado soviético, murieron entre medio millón y un millón de soldados del Ejército Rojo. Ahora, casi 70 años después, es posible comprender con una claridad sin precedentes cómo vivieron los vencedores esta fatídica batalla en el río Volga. Estas nuevas perspectivas fueron originalmente trabajo del historiador moscovita Isaak Izrailevich Mints. En 1941, fundó la Comisión para la historia de la guerra patriótica. La idea er a que todos en las fuerzas armadas, desde los soldados rasos a los oficiales de alto rango, expresaran sus pensamientos, sentimientos y experiencias como modelo para otros, pero sin adornos. En 1943, tres historiadores entrevistaron a más de 20 soldados soviéticos que estuvieron presentes cuando Paulus y sus hombres fueron capturados. Esta es la primera versión del evento desde la perspectiva de los soldados rasos. Los investigadores realizaron entrevistas con un total de 215 combatientes en t an honestos que más tarde los comunistas sólo Stalingrado (…) Los testimonios son tan publicaron una pequeña parte de ellos. Después de 1945, los lí deres soviéticos no estaban interesados en el impacto de batallas sangrientas, sino en glorificar a los héroes épicos entre los que Stalin jugaba el rol principal. Los aproximadamente cinco mil protocolos compilados por la comisión de historiadores desaparecieron en los archivos del Departamento de Historia en la Academia Soviética de Ciencias. En 2001, el historiador alemán Jochen Hellbeck, que enseña en la Universidad de Rutgers en N ew Jersey, escuchó hablar de este tesoro. Siete años después, pudo conseguir más de 10 mil páginas en Moscú.
UNA NUEVA VERSIÓN DE LOS HECHOS Stalingrad-Protok olle ( Los Los protocolos de Stalingrado Stal ingrado), que Hellbeck publica ahora Die Stalingrad-Protokolle consiste en entrevistas, incluyendo en algunos casos fotos de los soldados entrevistados, junto a la descripción descripción del ambiente en que se hicieron hicieron las entrevistas. entrevistas. A la luz de estos estos documentos, la historia de la Batalla de Stalingrado no tendría que ser rescrita, pero algunas visiones necesitan ser corregidas. Estos últimos hallazgos echan por tierra completamente el argumento — planteado planteado por los nazis y repetido por Occidente durante la guerra fría — de que los soldados del Ejército Ej ército Rojo lucharon tan fieramente solo porque de otra forma miembros de la policía secreta les hubieran disparado.
Sin duda hubo ejecuciones en el frente. El teniente general Vasily Chuikov, comandante supremo del 62º Ejército, contó en persona a los historiadores cómo trató a los
“cobardes”: “cobardes”: “El 14 de septiembre, le disparé al comandante y comisario de un regimiento, y poco después le di a dos comandantes de brigada y comisarios. Estaban
todos impresionados”. impresionados”. Aparentemente la extensión de las ejecuciones ha sido sobrestimada. Por ejemplo, el historiador británico Antony Beevor habla de más de 13 mil soldados del Ejército rojo ejecutados solo en Stalingrado. Pero, los documentos descubiertos en los archivos rusos muestran que hacia mediados de octubre de 1942 las ejecuciones habían sido menos de 300. Los Protocolos de Stalingrado revelan que la disposición de los soldados soviéticos a hacer sacrificios podría no ser solamente efecto de tales medidas de represión. Los llamados “oficiales políticos” jugaron un rol clave, al asegurar repetidamente a los hombres enrolados que ellos estaban arriesgando sus vidas por la li bertad de su pueblo. Se esforzaron por motivar a los soldados y encauzar sus preocupaciones para elevar su moral de lucha. Las entrevistas también demuestran que los comunistas devotos sintieron que debían
jugar un rol de liderazgo liderazgo en todos lados. El comisario comisario de brigada Vasilyev Vasilyev dice: “Se veía como una vergüenza si un comunista no era el primero en dirigir a los soldados en la rente en Stalingrado, el número de miembros del partido que llevaban su batalla”. En el el f rente tarjeta se elevó entre agosto y octubre de 1942 de 28 mil 500 a 53 mil 500. Los oficiales
políticos distribuían volantes volantes en la zona zona de batalla con con el retrato del “héroe “héroe del día”, incluyendo grandes fotos de los soldados destacados. Les enviaban retratos de los distinguidos a sus orgullosas familias.
El concepto era que se trataba de una guerra del pueblo. “El Ejército Rojo era un ejército político”, dice el historiador Hellbeck.
LA CREENCIA EN UN PROPÓSITO SUPERIOR Además de ofrecer charlas a los soldados respecto a la situación en tiempos de guerra,
los oficiales políticos los comprometían en conversaciones personales. “Por la noche”, dice el teniente Coronel Yakov Dubrovsky, “los comba tientes están más inclinados a hablar abiertamente, y pueden bucear en su almas”. El comisario de batallón Pyotr Molchanov añade: “Un soldado está apostado en las trincheras por un mes completo.
No ve a nadie además de su vecino, y de pronto el comisario se le acerca, le dice algo,
una palabra amistosa, lo acoge. Esto es de una importancia enorme”. En los momentos críticos, ocasionalmente los oficiales políticos también distribuían chocolate y mandarinas a los camaradas desmoralizados. Uno de ellos, Izer Ayzenberg,
del 38º cuerpo de fusileros, solía recorrer las trincheras con su “maletín de agitación”. Además de folletos y libros, contenía juegos como damas y dominós.La meta era que los soldados no se dejaran llevar más por el miedo, sino que usaran su conciencia política para superar la angustia. Por ende, los comunistas veían como un signo de debilidad cuando los soldados alemanes capturados capturados se describían a sí mismos como apolíticos. En su opinión, la verdadera voluntad de vencer solo podía darse en aquellos que creían que servían a un principio superior. Los comunistas veían al Ejército rojo política y moralmente más inquebrantable que la Wehrmacht. Pero además de la agitación y la l a propaganda, fue principalmente el odio de los soldados soviéticos hacia los invasores lo que elevó su moral para luchar contra el 6º Ejército alemán, inicialmente superior. Es más, los alemanes encendieron el odio con su brutal ocupación. Ya con su entrada hacia el Volga, el 6º Ejército hizo su contribución al holocausto. Los civiles estaban aterrorizados.
“Uno ve a las muchachas jóvenes, jóvenes, a los niños, colgando de los árboles en el parque”, dice el francotirador Vasily Zaytsev, y añade: “Eso tiene un tremendo impacto”. El mayor Pyotr Zayonchovsky cuenta de una posición que los alemanes habían abandonado. abandonado. Cuando llegó al lu gar, descubrió el cuerpo de un camarada muerto “cuya piel y uñas de la mano derecha habían sido completamente arrancadas. Los ojos habían sido quemados y tenía una herida en su sien izquierda hecha por un pedazo p edazo de hierro al rojo vivo. La mitad derecha de su rostro había sido rociado con un líquido inflamable y
encendido”.
INFIERNO EN AMBOS LADOS Antes de la guerra, muchos rusos habían admirado a los alemanes como una nación de cultura, y los respetaban por el talento de su ingeniería. Algunos de los entrevistadores dicen que quedaron impactados por los alemanes que encontraron durante la guerra.
El mayor Zayonchovsky describe la naturaleza de “los alemanes” de la siguiente manera: “La mentalidad de ladrón se ha vuelto como una segunda naturaleza, para ellos , tienen que robar —lo vayan a usar usar o no”— . Un oficial en la agencia de inteligencia, que interrogó a prisioneros alemanes, expresó
su sorpresa de que los ataques a civiles y los robos “se habían vuelto parte tan integral de la vida cotidiana de los soldados alemanes que los prisioneros de guerra nos
contaban sobre esto sin ningún escrúpulo”. De acuerdo al capitán Nikolay Aksyonov, uno podía sentir “cómo cada soldado y cada comandante estaba ansioso de matar tantos alemanes como fuera posible”.
El francotirador Anatoly Chechov recuerda en su entrevista cómo mató al primer
alemán. “Me sentí terrible. Había matado a un ser humano. Pero entonces pensé en nuestra gente y comencé a dispararles sin piedad. Me volví un bárbaro, los mato. Los la mayor parte de odio”. Al momento de la entrevista, él había matado a 40 alemanes — la ellos con un tiro en la cabeza. Es de público conocimiento que Stalingrado fue un infierno para los soldados de ambos lados. Pero gracias a estos testimonios, ahora tenemos una i dea vívidamente clara de cómo era estar en el combate casa a casa y de nunca acabar para el cual los soldados no habían sido entrenados. Cómo las cenizas, el polvo y el humo les quitaron toda orientación. Cómo las detonaciones individuales fueron ahogadas por el constante estrépito de la batalla. Cómo lucharon por días para tomar edificios, en los que en algunos casos los soviéticos se habían apostado en un piso, mientras los alemanes se habían atrincherado en otro.
“En estos combates callejeros, las granadas de mano, las ametralladoras, las bayonetas, los cuchillos y las espadas son usadas”, dice el teniente general Chuikov. “Ellos se enfrentan el uno al otro y se golpean. Los alemanes no pueden hacerlo”. Sin embargo, la Wehrmacht se las arregló al principio para tomar la ciudad, con excepción de una delgada franja junto al Volga. Entonces el Ejército Rojo rodeó a los alemanes, quienes sólo eran capaces de recibir exiguas provisiones desde el aire. Los soldados alemanes sufrían de hambre y no tenían uniformes abrigados para el amargo frío del invierno. El comandante Paulus exhortó a
sus tropas a no rendirse: “Resistan, el Führer nos hará mierda”, era el eslogan del día. La Operación tormenta de invierno, que buscaba romper el cerco, terminó en un fracaso. El 6 de enero, el general soviético Konstantin Rokossovsky ofreció a Paulus una rendición honrosa. A las órdenes de Hitler, el comandante alemán rechazó la oferta. Cuatro días más tarde, el Ejército rojo comenzó a avanzar y apretar el cerco sobre la ciudad. Después de 10 días, los alemanes escasamente tenían algo de comida y municiones. Cuando Paulus y sus hombres se permitieron ser tomados prisioneros a fines de enero, en vez de cometer suicidio o luchar hasta morir, Hitler se enfureció. “LA TIERRA RESPIRABA FUEGO”
El precio también fue alto alt o para los ganadores de la batalla. Vasily Zaytsev, por ejemplo sin duda el mejor francotirador del Ejército Rojo en Stalingrado — se adjudicó haber — sin
matado a 242 alemanes, pero hizo el siguiente comentario aleccionador: aleccionador: “Siempre lo recuerdas, y la memoria tiene un impacto poderoso”, dijo un año después de la batalla. “Ahora, tengo los nervios de punta y constantemente tiemblo”. Su camarada Aksyonov añade: “Esos cinco meses en Stalingrado fueron el equivalente a cinco años de nuestras vidas”. Le parecía que “la tierra en Stalingrado respiró fuego por días”. Estas son cosas que los comunistas simplemente no quieren escuchar respecto a la
guerra. Un “informativo libro histórico escrito por los participantes en la batalla”, como abogaba el historiador Mints, nunca fue publicado. Durante las expulsiones antisemitas
de Stalin, el propio Mints fue despojado de su cátedra, acusado de ser un “cosmopolita
sin raíces”. Fue sólo después de la muerte del dictador que fue rehabilitado. Él escondió los protocolos con las entrevistas. Hellbeck, que los consiguió con sus colegas rusos, ya está planeando lanzar el próximo volumen de entrevistas, esta vez enfocándose en la ocupación militar alemana de la Unión Soviética. La edición rusa de Los Protocolos de Stalingrado será publicada en 2013.
Fragmentos tomados de Der Spiegel. Traducción de Elisa Montesinos Milenio
La Batalla de Stalingrado Grandes Batallas de la historia . Comienza la vida del blog con la que posiblemente sea la batalla más sangrienta de la historia , la Batalla de Stalingrado.
09/09/2011 Bajas: - Fuerzas del eje: 800.000 muertos y heridos y 91.000 prisioneros de guerra alemanes. - Unión Soviética: mas de 1.000.000 de civiles muertos, 478.741 soldados muertos y desparecidos y 650.878 heridos Tras el fracaso alemán en el intento de tomar Moscu, Hitler pone su ojos en el Cáucaso, mas concretamente en sus reservas petrolíferas, ya que las consideraba vitales para el abastecimiento del ejercito alemán. La puerta al Cáucaso era Stalingrado y aunque en un principio no veía necesario tomar la ciudad, Hitler desoyendo a sus generales mandó tomarla convencido de que caería en poco tiempo. La larga fatídica orden de tomar la ciudad se dio un 23 de Julio de 1942. Pero no fue hasta un mes después cuando se iniciaron los primeros bombardeos, el 23 de Agosto cayeron 1000 toneladas de bombas sobre Stalingrado, matando ese día a más de 5000 personas. El 29 de agosto aparecían las primeras unidades terrestres alemanas en el horizonte.En septiembre la batalla ya era un reflejo de lo que les esperaba a los soldados durante el resto de la misma, se combatía por cada calle, cada casa, cada posición era un objetivo.
El objetivo alemán era llegar a la rivera oriental del Volga, pero para ello debían atravesar la ciudad, algo que se convirtió en una misión prácticamente imposible. La guerrilla para la cual los soldados alemanes no estaban entrenados, mermaba la moral de la tropa a la par que los francotiradores causaban el pánico en las filas.
La población civil tampoco se salvaría, en las primeras semanas de batallas murieron 40.000 civiles, y casi 60.000 fueron enviados a Alemania como prisioneros. En un principio el ejercito alemán (que no olvidemos que contaba con el apoyo del ejercito húngaro, italiano y rumano, incluso parte de la división azul española tomó parte en la contienda) llevaba la iniciativa y llego en octubre a controlar el 90% de la ciudad, pero no pudo con la conquista de los muelles, ya que las ofensivas para controlarlos fracasaron. Aun así, en octubre murieron 4000 soldados rusos por día, y rara era la barcaza que llegaba a desembarcar en el frente con todos sus hombres, ya que tanto la aviación como la artillería alemana las castigaban una y otra vez. Pero el ejército alemán estaba dando lo máximo de si, y cada día su abastecimiento era más deficiente. La situación estaba clara, la ciudad no iba a ser tomada en otoño, y ambos ejércitos se preparaban para un duro invierno marcado por el frío con temperaturas de unos -18ºC de media y por las enfermedades que afloraban entre los soldados y que se extendían de forma implacable. Como nota curiosa eran frecuentes las treguas entre soldados durante la noche para recoger a los muertos siempre a espaldas de sus superiores, ya que el castigo por esas acciones en ambos ejércitos era la muerte.
La batalla se decanto definitivamente para el ejercito ruso cuando este lanzo un contraofensiva, compuesta en total por unos 1.700.000 hombres la llamada operación Urano que machaco los flancos del bando alemán, concretamente a las unidades rumanas e italianas que eran tropas mas débiles que las alemanas. El resultado fue el aislamiento de 250.000 hombres sin suministros. Durante las primeras 96 horas, cuando el bloqueo todavía no era totalmente efectivo existía la posibilidad de evacuación de la ciudad pero Hitler ordeno continuar en ella, con la esperanza de poder dar la vuelta a la situación,
abasteciendo de forma aérea a los soldados, algo que finalmente no fue posible, la evacuación de soldados alemanes no era viable, nadie podía salir de Stalingrado. Entre estos soldados, a pesar de que hubo muertes por inanición, y las condiciones de vida eran lamentables, se siguió manteniendo una disciplina y mas o menos una precaria estructura militar, tan solo unos pocos soldados consiguieron salir en vuelos que cada vez eran menos frecuentes, tal era la desesperación que muchos intentaron sobrevivir viajando en las alas de los aviones, obviamente todos murieron. Finalmente 80.000 prisioneros de los cuales murieron 50.000 en los 6 meses siguientes. Stalingrado fue un duro revés para Alemania del que ya no se recuperaría, aunque no perdió ahí la iniciativa en el frente oriental se dice que para tercer Reich fue el principio del fin.
Soldados alemanes marchando entre las ruinas
Vasili Zaitsev, heroe de guerra ruso, uno de los mejores francotiradores de la historia
Columna de prisioneros rumanos
Stalingrado: “Ellos se lo han buscado, los Fritzes” Frit zes” Vasili Grossman, Demyan Badny 03/02/13
El pasado 2 de febrero se cumplió el 70° aniversario del fin la Batalla de Stalingrado –la mayor de toda la historia de la Humanidad, de la que se llegó a estimar que, en su punto álgido, cada 7 segundos moría un soldado alemán de media –, cuyo desenlace, con la victoria del Ejército Rojo contra las tropas alemanas, decidió el resultado de la Segunda Guerra Mundial. «La voluntad de Hitler [de mantener al VI Ejército en Stalingrado], expresión del funesto destino del Tercer Reich, se convirtió en el destino del ejército de Paulus», escribió Vasili Grossman en Vida y destino (1959), del que reproducimos un pequeño fragmento, asi como el poema de Demyan Bedny La transformación de los Fritzes.
En la nieve, en el campo, a lo largo de las carreteras había varios tanques inmovilizados; los cuerpos de los alemanes y de los rumanos yacían inertes. La muerte y el frío habían conservado, para la posterior contemplación del cuadro, la derrota de las tropas enemigas. Caos, confusión, sufrimiento: todo había dejado su impronta, se había congelado en la nieve que preservaba, en una inmovilidad helada, la desesperación última, las convulsiones de las máquinas y los hombres que vagaban por las carreteras. Incluso el fuego y el humo de los obuses, la llama negra de las hogueras imprimía en la nieve manchas rojizas oscuras, capas de hielo de un marrón amarillento. Las tropas soviéticas marchaban hacia el oeste y columnas de prisioneros se dirigían hacia el este. Los rumanos llevaban capotes verdes y gorros altos de piel de cordero. Parecía que sufrieran menos que los alemanes a causa del frío. Mirándoles, Darenski no tenía la impresión de que fueran los soldados de un ejército vencido: veía ante él a miles y miles de campesinos hambrientos y cansados, tocados con gorros teatrales. Se burlaban de los rumanos, pero no les miraban con odio, sino con un desprecio compasivo. Después Darenski notó que miraban con menos malicia todavía a los italianos. Otro sentimiento les suscitaban los húngaros, los finlandeses y, en especial, los alemanes.
Era horrible ver pasar a los prisioneros alemanes. Marchaban con la cabeza y las espaldas envueltas en trozos de mantas. En los pies llevaban pedazos de tela de saco y trapos atados por debajo de las botas con alambres y cuerdas. Muchos tenían las orejas, la nariz, las mejillas cubiertas de manchas negras de gangrena helada. El tintineo de las escudillas atadas a sus cinturones recordaba las cadenas de los presos. Darenski contemplaba los cadáveres que exhibían con una falta de pudor involuntaria sus vientres hundidos y sus órganos sexuales, miraba las caras de los escoltas, enrojecidas por el viento gélido de la estepa. Mientras observaba los tanques y los camiones alemanes retorcidos en medio de la estepa cubierta de nieve, los cadáveres congelados, los prisioneros que se arrastraban, bajo escolta, hacia el este, Darenski experimentó una extraña amalgama de sentimientos. Era la represalia. Recordó los relatos acerca de los alemanes que se burlaban de la miseria de las isbas rusas, que miraban con un asombro lleno de repugnancia las rudimentarias cunas de los niños, las estufas, las ollas, las imágenes en las paredes, las tinas, los gallos de barro pintado: el mundo querido y maravilloso donde había nacido y crecido los niños que huían de los tanques alemanes. El conductor del coche dijo con curiosidad:
¡Mire, camarada coronel!
Cuatro alemanes llevaban a un compañero en un capote. Por sus caras y sus cuellos tensos era evidente que iban a desplomarse de un momento a otro. Se balanceaban de lado a lado. Los trapos con los que se habían envuelto se les embrollaban en los pies, la nieve seca azotaba sus ojos dementes, los dedos helados se aferraban a los extremos del capote.
Ellos se lo han buscado, los fritzes – – dijo el conductor.
No fuimos nosotros quienes los llamamos – respondió con aire sombrío Darenski.
Luego, de improviso, le invadió una sensación de felicidad; en la neblina nevosa, sobre la tierra virgen de la estepa, se dirigían hacia el oeste los tanques soviéticos: los T-34, terribles, veloces, musculosos... Asomados por las escotillas hasta la altura del pecho, se veía a los tanquistas con cascos y pellizas negros. Se desplazaban por el gran océano de la estepa, por la niebla de la nieve, dejando atrás una opaca espuma de nieve, y un sentimiento de orgullo y de felicidad les cortaba la respiración.
Vasili Grossman, corresponsal de guerra, periódista y novelista soviético, autor de la trilogía Por una Causa Justa, Justa, Vida y Destino y Todo Fluye (Ed. Galaxia Gutenberg) que es probablemente la mejor descripción literaria del stalinismo.
Traducción de Marta Rebón
La transformación de los ‘fritzes’
Demyan Bedny
Animales que aúllan salvajes no son que bajo tormenta avancen en torrente, ¡Son los ejércitos de Hitler, que en formación llevan a los 'fritzes' al Este!
Aquí, donde cada ventana aspillera es Aquí, donde la muerte tras cada arbusto amaga Aquí, donde engullen otro pedazo de tierra ¡la tierra engulle a los 'fritzes' y los convierte en cruces!
No por magia ni cualquiera la muerte llega a la alemana escoria ¡La trae el ejército soviético en su marcha a la victoria!
Demyan Badny (Damian el Pobre) es el pseudónimo del popular escritor, poéta y satírico soviético Yefim Alekseevich Pridvorov (1883-1945).
Traducción y adaptación para Sin Permiso: Àngel Ferrero