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o
71/2015 6,90 €
EL CEREBRO BILINGÜE El reto cognitivo de aprender y utilizar dos idiomas a la vez
SERIE
TRABAJO Y CARRERA PROFESIONAL (IV)
5 1 0 2
L I R B A / O Z R A M
TERAPIA
Estrategias para negociar el sueldo
Vencer la fobia social infantil
PSIQUIATRÍA
PSICOLOGÍA
Cómo actuar ante la esquizofrenia
El atractivo de las subastas en línea
0 0 0 7 1
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www ww w.in .invvesti estigac gacion ionyycie cienci ncia.es a.es * Ejemplares de IyC disponibles desde 1990 y el archivo completo de MyC, TEMAS y CUADERNOS
SUMARIO
14
Miedo a los demás La fobia social es el trastorno de ansiedad más frecuente durante la adolescencia. La psicoterapia puede ayudar en estos casos.
22
Valoraciones prefijadas De manera insconsciente, seleccionamos las informaciones sobre los demás que mejor se adaptan a nuestras expectativas.
66
Ciudadanos científicos Cada vez son más los aficionados a la ciencia que colaboran de manera volutaria y a través de Internet en proyectos de investigación.
ARTÍCULOS
COMPORTAMIENTO 10
Pujar en Internet
PSICOLOGÍA 22
Sesgos de juicio
NEUROCIENCIA 66
En las subastas electrónicas,
Con frecuencia se afirma tener un
Un número creciente de voluntarios
con frecuencia los usuarios echan
sexto sentido para las personas.
colabora con los neurocientíficos
por la borda su firme propósito
¿Existe tal don? Desde la psicología se
a través de su participación en
de no sobrepasar ciertos límites
explora por qué razón creemos saber
proyectos y juegos en línea. Más
económicos. ¿Qué se esconde detrás
cómo son los demás. Por Chaehan Chaehan So
de 100.000 legos descodifican la red
de esa falta de control? ¿Instinto
nerviosa de la retina en su tiempo
lúdico, miedo a perder o un estado de embriaguez? Por Anne Hofmann Hofmann 28
14
Neurociencia participativa
libre. Este modelo de investigación
SERIE «TRABAJO Y CARRER A PROFESIONAL»» (IV) PROFESIONAL
está creando escuela. Por Tim
Negociar el sueldo
Haarmann
PSICOTERAPIA
Cuando se trata de pactar el salario,
Fobia social infantil
muchos trabajadores y aspirantes
Los niños con ansiedad pueden
a un puesto laboral se muestran
superar sus miedos y retomar
inseguros. ¿Qué estrategia debe
una vida normal con ayuda de una
usarse para obtener el éxito desea-
terapia cognitiva-conductual que les
do? Cinco pautas resultan clave. Por
y los estímulos auditivos pueden
anime a realizar aquello que más
David Loscheldery Roman Trötschel Trötschel
restablecer la conexiones neuronales
temen. Por Jerry Bubrick
MEDICINA 72
Estimulación sensorial para tratar el ictus Descubren en ratas que las caricias
deterioradas deterioradas como consecuencia 60
PSIQUIATRÍA
de una apoplejía. Por Stephani Stephani
Cómo afrontar la psicosis
Sutherland
Dos de cada cien personas desarrollan una psicosis esquizofrénica a lo largo de su vida. La mayoría debe aprender a manejarse con los episodios psicóticos recurrentes. Por Franz Franziska iska Raus Rausch, ch,
Sarah Eifler y Mathias Zink Marzo / Abril de 2015 – N.o 71 2
MENTE Y CEREBRO 71 - 2015
LENGUAJE
CLAVES DE LA COMUNICACIÓN HUMANA 34
El cerebro bilingüe El bilingüismo es un reto fascinante para nuestro cerebro y para la neurociencia de la cognición. ¿De qué manera un niño se habitúa al uso de dos idiomas? ¿Cómo repercute esa habilidad en las demás capacidades cognitivas durante la adultez?
Por Albert Costa, Mireia Mireia Hernández y Cristina Baus 42
Reglas universales del lenguaje humano humano El estudio de las conversaciones cotidianas en diferentes culturas e idiomas contribuye al conocimiento de las raíces sociales del habla. Por Mark Dingemanse Dingemanse
y N. J. Enfield 48
El efecto del idioma extranjero La lengua influye a la hora de tomar decisiones o expresar sentimientos. Incluso altera nuestro razonamiento moral. En un idioma que no es el propio, el cerebro emocional se muestra menos activo.
Por Catherine Catherine L. Caldw Caldwell-Harris ell-Harris
K C O T S K N I H T
SECCION ES
4
Encefaloscopio > Justicia a través del perdón
52
Avances > El claustro: ¿puerta de la
78
Syllabus La testosterona, una hormona
> Las lesiones en la cabeza pueden
consciencia? Por Christof Christof Koch
causar un trastorno mental
> El receptor megalina y la esclerosis
> Actividades en grupo contra
múltiple. Por María Cristina Ortega,
Personajes fantásticos. Por Stephen
el deterioro cognitivo
Diego Clemente Clemente y Fernando de Castro
L. Macknik y Susana Martinez-Conde Martinez-Conde
> ¿Resulta el cannabis dañino
57
para el cerebro? > El grupo sanguíneo importa para el cerebro > Alteraciones en el desarrollo
58
Instantánea Células fotorreceptoras de ratón Sinopsis Los ritmos circadianos
enigmática. Por Christoph Eisenegger Eisenegger 83
86
Ilusiones
Retrospectiva Historia del cerebro en metáforas.
Por Gunnar Gunnar Grah y Arvind Kuma 91
Libros
cerebral del feto
Plasticidad cerebral. Racismo.
> Influencia de las bacterias
Por Luis Alonso
intestinales en el autismo www.menteycerebro.es MENTE Y CEREBRO 71 - 2015
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ENCEFALOSCOPIO
PSICOLOGÍA FORENSE
Justicia a través del perdón Los encuentros cara a cara entre víctima y perpetrador benefician a ambas partes
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uestro sistema legal no suele ayudar ni al afectado ni al de lincuente. Mientras que las víctimas pueden padecer estrés postraumático años después de haber vivido el delito, a los condenados les resulta difícil integrarse en la sociedad tras salir de prisión. Su escasa rehabilitación contribuye a que, en muchos casos, regresen a una vida delictiva. Con el fin de poner remedio a estas imperfecciones, los defensores de la justicia restaurativa abogan por implantar los encuentros cara a cara entre víctima y ofensor. ofensor. Los afectados que han participado en este tipo de discusiones afirman sentirse capaces de perdonar; los autores del delito, por su lado, aseguran sentirse arrepentidos de sus actos. En pocas palabras, se ha observado un cambio de actitud por ambas partes. Dos estudios recientes confirman la eficacia de la justicia restaurativa. Carolina M. Angel, criminóloga de la Universidad de Pensilvania, junto con otros investigadores, examinó en Londres los efectos de la justicia restaurativa a partir de las entrevistas entre víctimas de hurto o robo en el domicilio y sus respectivos
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perpetradores. A una parte de los afectados, elegidos al azar, se les ofreció la posibilidad de recurrir a los tribunales y participar también en una entrevista de justicia restaurativa o de atenerse al sistema legal. Los demás participantes formaron el grupo de control. Moderadores expertos presidieron los encuentros cara a cara. En estas sesiones, el delincuente analizaba junto con la víctima y la familia y los amigos de esta las consecuencias de su delito. Según se comprobó, alrededor de una cuarta parte de los afectados que pasaron por el sistema de justicia criminal ordinario
MEDICINA
Las lesiones en la cabeza pueden causar un trastorno mental Un traumatismo craneoencefálico eleva el riesgo de desarrollar una psicopatología, sobre todo durante la adolescencia
L
os datos sobre la influencia que las lesiones en la cabeza pueden ejercer en la aparición de enfermedades mentales resultaban confusos hasta ahora, puesto que los estudios adolecían de un a metodología deficiente o proporcionaban resultados ambiguos. Un artículo publicado en abril de 2014 en American Jour nal of Psychiatry aporta Psychiatry aporta luz a la cuestión. Según indican sus autores, incluso una sola lesión en la cabeza eleva el riesgo de trastorno mental, sobre todo si la lesión se sufre en la adolescencia. Investigadores dirigidos por Sonja Orlovska, de la Universidad de Copenhague, analizaron el historial clínico de 113.906 personas hospitalizadas por traumatismo craneoencefálico a lo largo de un intervalo de 23 años. Descubrieron que, además
4
de los síntomas cognitivos provocados por daños estructurales del cerebro (delirios, por ejemplo), los afectados presentaban más posibilidades de desarrollar diversas enfermedades psiquiátricas en comparación con la población general. El riesgo de padecer una esquizofrenia era en su caso un 65 por ciento mayor, porcentaje que ascendía a un 59 por ciento en relación con la depresión. Aunque este riesgo resultaba máximo durante el año posterior al traumatismo, se mantenía elevado a lo largo de los 15 años siguientes. Una vez que el equipo controló los factores que podían crear confusión en el estudio (proclividad a los accidentes o historias familiares de trastornos t rastornos psiquiápsiquiátricos) encontró que el mejor predictor de una esquizofrenia, depresión o trastorno
bipolar posterior era que el traumatismo craneoencefálico se hubiese sufrido entre los 11 y los 15 años.
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manifestaban síntomas de estrés postraumático. En cambio, solo un 12 por ciento de los participantes en la reunión con el delincuente presentó ese trastorno. «La justicia restaurativa ofrece a las víctimas una oportunidad para replantear su caso y sanar en el proceso», afirma Angel. El segundo estudio, publicado en marzo de 2014 en el Journal el Journal of Quantitative Criminology y dirigido y dirigido por Lawrence Sherman y Heather Strang, ambos de la Universidad de Cambridge, analizó si dichos métodos reducían la reincidencia. Los criminólogos centraron su trabajo en 10 juicios con el fin de exam inar los efectos de la justicia restaurativa en deli ncuentes. Según comprobaron, los convictos que participaban en los encuentros cara a cara cometían posteriormente menos delitos; además, el procedimiento ofrecía una buena relación entre coste y eficacia. Investigaciones de los últimos veinte años han demostrado que la justicia restaurativa funciona, si bien tales prácticas son raras en el sistema judicial estadounidense. Sus partidarios afirman que tal renuencia emana de una cultura de castigos duros y de la necesidad de los políticos de presentarse «con tolerancia cero». Sin embargo, han ido surgiendo programas piloto en distintos puntos del país. Los investigadores tienen la esperanza de que estos hallazgos sirvan de estímulo para sucesivos cambios. —Cara Tabachnick
«En estudios anteriores se había observado que las lesiones en la cabeza provocan inflamación en el cerebro, lo que, a su vez, causa diversos cambios, entre ellos, una mayor permeabilidad de la barrera hematoencefálica», explica Orlovska. En estado normal, esta barrera protege al cerebro de elementos que transporta el torrente sanguíneo y que pueden resultar dañinos; la inflamación que induce la lesión puede favorecer que estas sustancias accedan al cerebro. «En algunos individuos podrían in iciarse de este modo procesos cerebrales lesivos», añade la investigadora. Al desconocerse todavía los mecanismos que conducen del traumatismo a la enfermedad mental, se ignora si existen medios para reducir el riesgo de padecer una psicopatología posterior. Por el momento, lo mejor que puede hacer un paciente es seguir las directrices que le indique su médico, como descansar y evitar actividades fatigosas, sean físicas o mentales, durante un período de tiempo específico que dependerá de la gravedad del daño. Asimismo, la detección precoz puede facilitar la N I prognosis de una enfermedad mental, por lo que T S A M K Orlovska recomienda consultar a un experto en R I K / A cuanto aparezca algún síntoma. R O R U —Tori Rodriguez A
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ENVEJECIMIENTO
Actividades en grupo contra el deterioro cognitivo La interacción interacción social previene el declive de las capacidades cognitivas propio de la vejez
O L L E B A / S E G A M I Y T T E G
E
s bien sabido que las relaciones sociales influyen en la salud mental, sobre todo al envejecer; no obstante, no se conocen los detalles que se esconden tras este fenómeno. Los diferentes tipos de interacción pueden revestir mayor o menor importancia, según las circunstancias. Las relaciones uno a uno (como en la pareja, por ejemplo) pueden proporcionar beneficios de carácter emotivo. Sin embargo, según un artículo publicado en Social Science and Medicine, son las interacciones en grupo las que previenen el declive cognitivo propio del envejecimiento. Para el estudio, los autores analizaron una muestra de 3400 personas de 50 o más años. Los encuestados que reportaron participar con frecuencia en actividades sociales en grupo (organizaciones de acción comunitaria, grupos de lectura, etcétera) obtuvieron mejores resultados en las pruebas de medición de las habilidades cognitivas (de memoria inmediata, entre ellas). Las relaciones entre dos, en cambio, no parecían ejercer efecto alguno sobre la capacidad cognitiva. Además, el refuerzo mental resultante de la actividad grupal era mayor a más a edad: los individuos en torno a los 50 años mostraban facultades cognitivas de personas 5 años más jóvenes, mientras que los de 80 rejuvenecían unos 10 años, es decir, su cognición se correspondía con la de individuos de 70 años. Mantener las relaciones de grupo exige esfuerzo a la vez que fortalece el sentimiento de la propia identidad, identidad, factores ambos que pueden aguzar las habilidades de pensamiento, explica Catherine Haslam, de la Universidad de Queensland y autora principal de la investigación. De manera recíproca, la facilidad de las interacciones con la pareja o un amigo puede convertir a este tipo de relaciones en menos estimulantes. En opinión de Haslam: «La diferencia para mantenerse mentalmente activo se halla en las relaciones de grupo». —Erica Westly 5
ENCEFALOSCOPIO
NEUROLOGÍA
¿Resulta el cannabis dañino para el cerebro? Ponen en duda que el consumo ocasional de marihuana marihuana provoque problemas problemas de salud mental
N
o hace mucho, los resultados de una investigación refe- zaron solo en un punto. Tal metodología permite comparar los rente a los efectos del consumo de can nabis en el cerebro dos grupos, pero no puede demostrar que el cannabis provocase quedaron recogidos por numerosos medios de comunicación distinciones entre ellos, ni siquiera que las diferencias obsercon la noticia de que se había demostrado científicamente que vadas implicaban cambios a lo largo del tiempo. Podría tratarse incluso el consumo esporádico de mari huana producía lesiones lesio nes de variaciones preexistentes; asimismo las alteraciones podrían en el cerebro de los jóvenes. Pero ¿es realdeberse a que el consumo de cannabis 1 1 1 mente así? y las modificaciones cerebrales estu D L R O Investigadores de la Universidad Noroccivieran relacionadas con un tercer fac W R E D N dental y de la Escuela de Medicina Harvard tor, como el tabaco (aunque el estudio U / K C escanearon mediante resonancia magnética procuró tener en cuenta el grado de O T S K N I el cerebro de 20 adultos jóvenes con edades tabaquismo). H T comprendidas entre los 18 y los 25 años y diDicho esto, es plausible que las disvididos en dos grupos. Los sujetos de uno de crepancias fueran resultado del consulos grupos informaron que fumaban marimo de marihuana. Todas las sustancias huana por lo menos una vez a la semana, con psicoactivas son causa, por definición, un promedio de unos once porros semanales, de modificaciones en el cerebro. Las mientras que los otros participantes indicadrogas recreativas, como el cannabis, ron que habían consumido la droga menos estimulan el sistema de recompensa, de cinco veces o nada en absoluto durante el inducen la liberación de dopamina en último año. Ninguno de los probandos preel núcleo accumbens y generan expesentaba trastornos psiquiátricos ni adicción, riencias placenteras. Por ese motivo se según evaluaron los psiquiatras. recurre a ellas. El aumento de activiEl estudio por neuroimagen se centró en dad dopaminérgica alterará de forma dos regiones cerebrales implicadas en los prosutil el cerebro, pero incluso jugar a la cesos de recompensa: el núcleo accumbens y lotería con asiduidad puede producir Datos comprobados la amígdala. Estas áreas producen una sental cambio. Se ha descubierto que el cannabis sación de placer al comer o en las relaciones Robin Murray, profesor de psiquiasexuales, así como el «subidón» asociado a las tría en el Colegio King de Londres, provoca dependencia, en algún momento de la vida, en el 9 por ciento de drogas. Según se ha demostrado en animales, indica: «Es probable que se trate de las personas que lo han probado. el tetrahidrocannabinol (principal (pri ncipal componenmodificaciones adaptativas, que dete psicoactivo del cannabis) altera asimismo saparecerán cuando se abandone el merma diversos aspectos de la función cognitiva, sobre todo, de la memoria. dichas regiones cerebrales. consumo de cannabis». Los científicos Estas alteraciones pueden persistir Los investigadores hallaron que los usuano midieron el rendimiento cognitivo varios días. Se ha observado que la rios de cannabis presentaban mayor densidad y tampoco encontraron correlaciones eficacia cognitiva regresa al nivel de los de materia gris en el núcleo accumbens izentre sus datos y la aparición de prono usuarios tras 28 días de abstinencia; no obstante, los datos sobre la duraquierdo y en la amígdala siniestra, así como blemas de salud mental. Calificar de ción de las pérdidas de recordación no diferencias en la forma del núcleo accumbens «daño» lo observado resulta, por conestán claros. izquierdo y en la amígdala derecha. Los usuasiguiente, arbitrario. puede reducir el volumen del hiporios tendían también a mostrar un núcleo ac«Estas diferencias no se relacionacampo, región crítica para la memoria, cumbens izquierdo ligeramente mayor. Los ron con ningún problema», apunta aunque solo tras un consumo intenso autores concluyeron que el uso recreativo de Tom Freeman, investigador en el Cole y prolongado. prolongado. Los datos datos que relacion relacionan an deterioros cognitivos y modificaciones marihuana podría hallarse asociado con anogio Universitario de Londres. «Hacen concretas del cerebro no son conclumalías en el sistema cerebral de recompensa. falta pruebas más concluyentes para yentes. yentes. Todavía Todavía se debate debate sobre sobre cuáles cuáles ¿Es eso cierto? afirmar que [las diferencias] resultan de estas modificaciones resultan reversibles. La principal duda que surge al considerar de alguna forma perniciosas.» esta conclusión es que los escáneres se reali—Simon Makin n
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NEUROCIENCIA
El grupo sanguíneo importa para el cerebro El grupo AB entraña un mayor mayor riesgo de deterioro cognitivo cognitivo con la edad
E
n el envejecimiento, el grupo sanguíneo puede influir en la función cerebral, según un estudio longitudinal a gran escala. Los ind ividuos del tipo AB, considerado raro, pues solo incluye al 10 por ciento de la población, presentan mayores índices de fallos cognitivos con la edad. Mary Cushman, hematóloga de la Universidad de Vermont, junto con sus colaboradores, analizó los datos de un estudio a largo plazo que se lleva a cabo en Estados Unidos, el REGARDS, el cual recoge desde 2007 información de 30.239 individuos mayores de 45 años, tanto caucasianos como afroamericanos. Cushman se proponía investigar la elevada mortalidad por infarto cerebrovascular en la región sudeste de EE.UU. y que afecta sobre todo a ciudadanos afroamericanos. El equipo se sirvió de los datos recogidos telefónicamente dos veces al año y a través de los cuales se evalúan los rasgos cognitivos (capacidad de aprendizaje, memoria a corto plazo y función ejecutiva, entre otros) de los encuestados. Los investigadores se fijaron en 495 individuos que acusaban importantes deficiencias en al menos dos de las tres pruebas de la encuesta telefónica. Cuando compararon este grupo, que presentaba un deterioro cognitivo, cogn itivo, con 587 participantes cuyos recursos mentales se conservaban robustos, los investigadores observaron que las pérdidas de capacidad mental eran alrededor de un 82 por ciento más frecuentes en individuos del grupo sanguíneo AB que en los de tipos A, B o 0, descontados los efectos de raza, sexo o ubicación geográfica. Este hallazgo se publicó en línea en Neurology en Neurology en en septiembre de 2014. El resultado, un tanto extraordinario, cuenta con algún precedente. En estudios anteriores se sugería que los tipos no- 0 guardaban relación con elevadas incidencias de cardiopatías, ictus y trombosis, que MENTE Y CEREBRO 71 - 2015
) e
r g n a s e d s a t o g (
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o i r o t a l u c r i c a m e t s i s (
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podrían afectar al funcionamiento cerebral. No obstante, se cree que estas consecuencias cardiovasculares tienen que ver con la forma en que se coagula la sangre de los tipos no- 0, lo que no parecía contribuir a los efectos cognitivos expuestos en el nuevo estudio. Los investigadores especulan que otras diferencias entre grupos sanguíneos, como la facilidad de los hematocitos para adherirse entre sí o a las paredes de los vasos, sí pudieran afectar al funcionamiento funcionamiento cerebral.
Cushman subraya la necesidad de los estudios de seguimiento, no solo para verificar la relación entre grupo sanguíneo y cerebro, sino también para esclarecer esos mecanismos. Mientras, quienes pertenezcan al grupo AB no tienen por qué temer pérdidas cognitivas futuras, asegura la investigadora, pues todos los cerebros pueden beneficiarse de una dieta saludable, de tener consciencia de los factores de riesgo cardíaco o cerebral y de practicar ejercicio con regularidad. —Andrea Anderson 7
ENCEFALOSCOPIO
AUTISMO
Alteraciones en el desarrollo cerebral del feto Los síntomas del trastorno del espectro autista autista podrían deberse, en parte, a la existencia de neuronas neuronas desorganizadas desorganizadas
D
urante el segundo y el tercer trimestre del embarazo, la corteza cerebral del feto se organiza a sí misma en seis estratos diferenciados. En el autismo, según investigaciones recientes, esta organización se descarría, haciendo casar entre sí partes del cerebro que suelen estar asociadas con las facultades que sufren merma en el trastorno autista, entre ellas, las destrezas sociales y el desarrollo del lenguaje. Eric Courchesne, director del Centro de Excelencia del Autismo en la Universidad de California en San Diego, y sus colaboradores, han hallado esta alteración del desarrollo cerebral a partir de la comparación del cerebro de 11 niños con autismo fallecidos a edades comprendidas entre los dos y los quince años con otros tantos cerebros de niños
que murieron y que no presentaban dicho trastorno. El estudio se valió de una refinada técnica genética que buscaba las signaturas de actividad de 25 genes en láminas tomográficas de la corteza prefrontal así como de la occipital y de la temporal. Los investigadores observaron parcelas desorganizadas (de cinco o seis milímetros de ancho) en las que la expresión de los genes indicaba —en 10 de los 11 cerebros de niños con autismo— la presencia de células mal ubicadas entre los pliegues del tejido prefrontal (esta región se asocia a la comunicación de orden superior y a las interacciones sociales). El equipo observó también zonas desordenadas en la corteza temporal del cerebro de niños con autismo, aunque no así en la porción occipital, lo
cual también encaja con los perfiles sintomáticos típicos. Las parcelas anómalas parecían hallarse repartidas al azar en las regiones prefrontal y temporal, lo que podría explicar por qué los síntomas
pueden diferir de unos individuos a otros, según indica Rich Stoner, de la Universidad de California en San Diego y autor del estudio publicado el pasado año en New England Journal of Medicine.
N Y L K N A R F E I L R A H C / S E G A M I Y T T E G
PERFIL DEL CEREBRO AUTISTA
En el estudio descrito sobre estas líneas, así como en otros anteriores, se han descubierto diferencias en el cerebro de niños con autismo. CORTEZA PREFRONTAL Pensamiento abstracto y comunicación comunicación social Parcelas de células desorganizadas. Neuronas extra
CORTEZA PARIETAL POSTERIOR Percepción
visual y espacial
CORTEZA PREFRONTAL VENTROMEDIANA
Hipoactiva. Pudiera indicar
un procesamiento más eficiente
Vinculada a la capacidad
para imaginar los pensamientos y sentimientos sentimientos de otras personas, facultad llamada teoría de la mente Hipoactiva
CUERPO CALLOSO Conecta los hemisferios derecho e izquierdo Más pequeño
AMÍGDALA
CORTEZA TEMPORAL Procesamiento de emociones
Deficiente conectividad con otras regiones
Empatía y atención Parcelas
de células desorganizadas FUNCIÓN
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TÍPICA
CAMBIOS EN EL AUTISMO
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O T O H P K C O T S I
Investigaciones anteriores de Courchesne habían demostrado que el cerebro de los niños con autismo poseen más
neuronas en la región prefrontal y que las señales genéticas de esta región presentan errores. La ausencia de marcadores
que tendrían que haberse formado en el segundo y tercer trimestre de gestación sugiere que existe un marco temporal
para este error en el desarrollo así como para futuras intervenciones preventivas. —Jenni Laidman
Influencia de las bacterias intestinales en el autismo La microbiota exacerba e incluso puede que provoque algunos de los síntomas del trastorno
E
l autismo es fundamentalmente un trastorno del cerebro, pero las investigaciones señalan que no menos de 9 de cada 10 individuos que lo presentan sufren también problemas gastrointestinales, como el mal de colon irritable o del «intestino permeable». Esta segunda circunstancia se da cuando los intestinos se tornan demasiado permeables y se producen fugas de su contenido hasta el torrente sanguíneo. Hace largo tiempo que se cuestiona si la flora intestinal o microbiota podría exhibir anomalías en los individuos con trastorno del espectro autista y, de esta manera, causar algunos de sus síntomas. Una serie de estudios recientes viene a respaldar esta idea. Se propone que la restauración de un correcto equilibrio microbiano podría aliviar algunos de los síntomas conductuales típicos del autismo. En la reunión anual de la Sociedad Americana de Microbiología, celebrada en Boston en mayo pasado, investigadores de la Universidad estatal de Arizona informaron de los resultados de un experimento en el que midieron las concentraciones de diversos subproductos microbianos en las heces de niños con autismo. Cotejaron los resultados con los valores observados en niños normales. Señalan los investigadores que las concentraciones de 50 de las sustancias mencionadas diferían entre los dos grupos. Otro estudio efectuado en 2013 y publicado en PLOS ONE daba ONE daba cuenta de que, comparados con los niños sanos, los autistas presentaban alteraciones en la densidad de población
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de varias especies bacterianas, entre ellas, una menor densidad de bifidobacterias, un grupo que se sabe que promueve buena salud intestinal. Todavía está por elucidar si estas diferencias microbianas son inductoras del trastorno autista o si, por el contrario, son consecuencia de él. Un estudio publicado en Cell Cell en diciembre de 2013 respalda la primera de las hipótesis. Cuando investigadores del Instituto de Tecnología de California (Caltech) indujeron síntomas pseudoautistas en ratones mediante la infección de sus respectivas madres con una molécula similar a un virus durante la preñez, encontraron que los roedores recién nacidos presentaban diferencias en su flora intestinal con respecto a la de los ejemplares sanos. A partir del tratamiento de los primeros con una bacteria saludable ( Bacteroides ( Bacteroides fragilis), los fragilis), los investigadores pudieron atenuar algunos síntomas de carácter conductual. Los ratones tratados exhibían un comportamiento menos ansioso y estereotipado. También se volvieron más comunicativos. Los investigadores ignoran todavía la forma exacta en que las bacterias intestinales podrían in fluir en la conducta. Una hipótesis radica en que, si el intestino es permeable, podría permitir el paso al torrente circulatorio de sustancias lesivas para el cerebro. En el estudio con ratones, el probiótico podría haber contribuido a reformar el ecosistema microbiano y reforzar los intestinos, impidiendo así la fuga de tales sustancias, explica Elaine Y.
Hsiao, coautora del estudio y microbióloga en Caltech. ¿Llegará un día en que el autismo pueda tratarse mediante fármacos diseñados para restablecer un equilibrio bacteriano saludable? Pudiera ser. No obstante, este trastorno es el resultado de una compleja interacción de factores genéticos y ambientales, afirma Manya Angley, investigadora del autismo en la Universidad de Australia del Sur, por lo que la solución seguramente no resulte tan sencilla. El biólogo Sarkis K. Mazmanina, de Caltech y coautor del estudio con ratones, se muestra de acuerdo. «Serán necesarios muchos más años de trabajo antes de poder afirmar que las bacterias intestinales afectan al autismo y demostrar que los probióticos constituyen un tratamiento viable.» —Melinda Wenner Moyer
Bacteroides fragilis
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Pujar en Internet En las subastas electrónicas, con frecuencia los usuarios echan por la borda su firme propósito de no sobrepasar ciertos límites económicos. ¿Qué se esconde detrás de esa falta de control? ¿Instinto lúdico, miedo a perder o un estado de embriaguez? ANNE HOFMANN
EN SÍNTESIS
Cazadores de ventas virtuales Quienes pujan en una subasta en línea experimentan una de cal y otra de arena: sienten excitación y alegría, pero también frustración y miedo a perder.
1
Una atmósfera excitante induce a pagar por un artículo más de lo que valdría comprarlo en otro sitio (un 15 por ciento más, por término medio).
2
Durante la subasta, los licitadores desarrollan una especie de «pseudopropiedad», sensación que contribuye a que el objeto se considere más valioso de lo que es en realidad.
3
10
M
artes. El reloj en la pantalla del ordenador marca las 21: 07 horas. El tiempo se acaba. Un mensaje anuncia el final de la subasta. «Su oferta termina enseguida: permanezca a la espera.» Debe actuarse con rapidez y estrategia para ganar. Los últi mos minutos aportarán la victoria a un solo afortunado; los demás saldrán con las manos vacías. Decenas de miles de artículos se subastan a diario a través del portal eBay. Este bazar en línea ofrece todo lo que un corazón pueda anhelar: material desechado, detestado o duplicado cambia de dueño en cuestión de segundos y se convierte en una solución para el hogar o en la nueva pieza favorita de otra persona en un santiamén. Entre triciclos usados, zapatos de firma y cuberterías de plata de la abuela se encuentran objetos bastante extravagantes. En 2012 se licitó un almuerzo con Warren Buffet, leyenda de las finanzas, por 2,8 millones de euros; en 2005 se vendió por 21.500 euros un sándwich de queso de diez años de antigüedad y mordisqueado: la tostada del emparedado mostraba supuestamente el rostro de la Virgen María. Aunque las casas de subastas tradicionales también atraen visitantes a sus salas, el número resulta insignificante si se compara con el crecimiento continuo de los licitadores en la Red. ¿Qué atractivo ofrece la puja electrónica a los consumidores? Con el fin de indagar sobre el tema, Dan Ariely, de la Universidad Duke, e Itamar Simonson, de la Escuela de Negocios Stanford, analizaron en 2003 la influencia que la breve frase «En este momento, usted es el licitador más alto» ejercía sobre los
usuarios para que continuaran en la subasta. Examinaron un total de 500 transacciones en Internet, en las que se pujaba por libros, CD y películas. Tras comparar los resultados de esas subastas con la venta por catálogo en la Red, los investigadores se percataron de que el 99 por ciento de los productos obtenidos obtenidos a partir de la puja electrónica resultaban más caros. Dicho de otro modo, en lugar de adquirir gangas, los compradores pagaban de media un 15 por ciento más de lo necesario por el artículo deseado. A pesar de ello, la mayoría de los encuestados afirmaban que antes de participar par ticipar en una licitación consultarían el precio en otros puntos de venta. ¿Por qué pujamos por un objeto que podríamos adquirir más barato en otro sitio? ¿Cómo es que en las subastas aligeramos con frecuencia nuestro monedero más de lo que habíamos planeado en un inicio? Desde un punto de vista racional, un licitador desea pagar el menor importe posible y maximizar con ello su interés personal. Sin embargo, las subastas poseen un alto contenido emocional: cuando se pone el corazón en algo, la disposición a desembolsar dinero aumenta. Por lo general, los objetos personales nos parecen de más valor del que realmente tienen. Un experimento llevado a cabo por el psicólogo Daniel Kahneman, de la Universidad de California en Berkeley, constató este supuesto a principios de los años noventa del siglo xx. Obsequió a algunos participantes con una taza y les indicó que se la podían quedar o vender al precio que ellos mismos fijaran. Otros probandos debían elegir entre una gratificación económica o una taza. ¿Por cuánto dinero preferirían quedarse con la pieza MENTE Y CEREBRO 71 - 2015
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de vajilla? Aunque ambos grupos se encontraban frente a una decisión similar, consideraron consideraron precios diferentes. Mientras que los dueños de las tazas querían vender los recipientes por unos siete dólares, los otros participantes escogían la taza en vez del dinero solo si la cuantía económica no excedía los tres dólares. Durante la licitación desarrollamos una especie de «pseudopropiedad», señalan Ariely y Simonson. Aunque al inicio de la subasta no está claro que el producto nos vaya a pertenecer más tarde, conforme el tiempo va pasando, su valor aumenta a nuestros ojos. Este fenómeno podría explicar por qué con frecuencia se paga tanto dinero en las subastas.
Dinámica embriagadora embriagadora Un experimento arroja luz sobre lo poco racional de nuestro comportamiento en las subastas. En 2005, James Wolf, de la Universidad estatal de Ohio, solicitó a más de 100 estudiantes que se imaginaran en una subasta pujando por un certificado que luego podían cambiar por un iPod. A una parte de los participantes se les explicó, además, que ese mismo certificado ya no estaba disponible, pero existía otro que solo se diferenciaba del auténtico en una serie de números; tras
El porqué de la sobrepuja ¿Qué conduce a que una puja alcance la cima? El equipo del economista David Lucking-Reiley, de la Universidad de Arizona en Tucson, señala que, con frecuencia, el precio final ya se adivina desde un buen principio. En 2007, los investigadores estudiaron, a lo largo de un mes, los movimientos en 285 tiendas de eBay que subastaban monedas indígenas. Las licitaciones de larga duración y con una oferta mínima fijada por el vendedor alcanzaron los precios más altos. Al parecer, atraían más pujas y un mayor número de competidores. Sengun Yeniyurt, de la Universidad Rutgers, y su equipo investigaron en 2011 el fenómeno de la sobrepuja en 97 estudiantes. Observaron que los que corregían su oferta al alza habían perdido a menudo en las primeras pujas e invertían mucho tiempo y energía en las recientes. Un número elevado de rivales también inducía a los licitadores a presentar ofertas exageradas. Un consejo para estas situaciones: permanezca impasible y haga la oferta máxima solo en las últimas pujas de la subasta. Y, sin falta, compare los precios antes de la licitación. Otra posibilidad consistiría en utilizar programas en línea como ayudantes técnicos para los últimos minutos de la puja; o pulsar el botón de «comprar ya». (D. Lucking-Reiley et al. en J. Ind. Econ. vol. 55, págs. 223-233, 2007; S. Yeniyurt et al. en J. Supp. Chain Manag Manag . vol. 47, págs. 60-72, 2011)
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finalizar la licitación, licitación, ese documento les posibiliposibilitaría el mismo cambio. Con todo, los estudiantes no aprovecharon la oportunidad: no pujaron por el nuevo certificado; de hecho, se dieron muy pocas ofertas. Estos hallazgos revelan que si se observa la oferta máxima con la cabeza fría, parece absurda. Quien alguna vez ha regateado, conoce la excitación emocional que se experimenta en este tipo de negociaciones: una alegría incontenible cuando la propia oferta es la más alta y una desilusión tremenda si no ha resultado suficiente. Esta dinámica en las subastas conduce a que el licitador caiga en un estado similar a la embriaguez. Contagiado por la «fiebre de la subasta», cae en un mar de emociones y corrige cada vez más al alza su precio objetivo, lo que al final le deja un agujero en el bolsillo mayor del que se había propuesto al principio. El tiempo se acaba, los competidores se amontonan y crece el deseo de ganar. Gillian Ku, de la Escuela Londinense de Negocios, tilda de lógico que una atmósfera de estas características incite a la sobrepuja. El motivo principal de ello reside en la creciente excitación de quien participa. La psicóloga analizó en 2005 dos docenas de subastas en vivo y en línea. Observó que, sobre todo, el paso del tiempo y la sensación de rivalidad estimulaban a los compradores a ofrecer cifras elevadas por los productos. Las técnicas de neuroimagen confirman que el hecho de competir con otras personas y el miedo a perder incrementan el importe de la puja. En 2008, y mediante tomografía por resonancia magnética funcional, un equipo de la Universidad Rutgers examinó a 17 voluntarios que licitaban frente a un competidor humano o un ordenador. El interés de los investigadores giraba en torno a la actividad en el estriado, una estructura en el centro de recompensa del cerebro. Observaron que si los probandos perdían contra un rival humano, la actividad de esa región descendía de manera considerable en comparación con una derrota frente a un ordenador. Sorprendentemente, los sujetos se inclinaban por la sobrepuja cuanto menos excitado se encontraba el estriado. Según los investigadores, el miedo a perder el «botín» aún no ganado frente a un rival lleva a la disposición de comprar a precios excesivos. Esa misma conclusión constataron psicólogos de la Universidad Sudoccidental en Chongqing en MENTE Y CEREBRO 71 - 2015
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partir de registros mediante electroencefalograma (EEG). El equipo registró la actividad cerebral de 18 sujetos mientras se disputaban la obtención de un producto, bien con un congénere, o bien con un ordenador. El cerebro de los perdedores mostró una oscilación en el EEG entre 400 y 800 milisegundos tras la derrota, fenómeno que indica una reacción emocional fuerte. Pero eso solo sucedía si el contrincante que les había vencido era una persona. En cambio, cuando ganaban a un competidor humano, los licitadores que habían sobrepujado para ello se mostraban menos contentos que en el caso de derrotar a un ordenador. Los autores sugieren que los probandos se sentían culpables hacia sus rivales.
Excitados a cualquier precio Durante la subasta, la alternancia de sensaciones anima a pujar, seguir pujando y sobrepujar. El economista Marc Adam, del Instituto Tecnológico de Karlsruhe, explica la fiebre de la subasta a partir de su teoría del «ofrecimiento emocional»: todo lo que sucede durante el transcurso de la licitación influye en el estado emocional de los participantes y, por tanto, en su estrategia de puja. El disgusto conduce a contraatacar, y la sola idea de perder lleva a lanzar una ofensiva de precios. Esas emociones no solo rigen en la situación inmediata; también se hallan presentes en las siguientes pujas en las que el comprador se siente presionado por la derrota, lo que le motiva a emprender pasos más enérgicos. No todos los individuos se dejan llevar por las compras espontáneas ni todos superan el límite que se han fijado al principio. Las personas temerosas prefieren ir sobre seguro y huyen de las acciones de riesgo. Los sujetos extrovertidos, en cambio, presentan la conducta contraria. En un estudio de 2003 llevado a cabo por la Universidad estatal de Arizona, los participantes que destacaban por su extroversión tendían a pagar por encima de su valor real manzanas y botellas de vino. También podrían existir diferencias de género. Las mujeres evitan los riesgos y las situaciones de competición más que los hombres, según concluyeron en un metaestudio Rachel Croson, de la Escuela de Negocios de la Universidad de Texas en Arlington, y Uri Gneezy, de la Escuela de Administración de Empresas de la Universidad de California en San Diego. En su investigación, las participantes experimentaron una sensación de MENTE Y CEREBRO 71 - 2015
miedo y nerviosismo con mayor intensidad que los hombres en situaciones en que debían mantenerse firmes, lo que las hacía más inseguras y vacilantes. Por el contrario, los varones se sintieron más estimulados bajo las condiciones de rivalidad y se mostraron en plena forma. Esa desemejanza en el comportamiento según el sexo puede observarse en las subastas. Matthew Pearson y Burkhard Schipper, ambos de la Universidad de California, hallaron en 2013 que las mujeres estaban dispuestas a pagar precios más altos por un producto imaginario que sus competidores masculinos. Con esta táctica, las mujeres se arriesgaban menos que sus adversarios a perder el artículo. Sin embargo, si las mujeres estaban en la fase temprana de su ciclo menstrual, se mostraban tan amantes del riesgo como sus rivales varones: pujaban con ofertas más bajas en la carrera por hacerse con el producto en venta. No deja de sorprender que la sobrepuja seduzca también a los licitadores experimentados. Incluso quienes han participado en 50 o más subastas en eBay sucumben a las licitaciones excesivas. A esta conclusión llegó el equipo del economista Rodney Garratt, de la Universidad de California, tras observar a 67 usuarios habituales de eBay durante una subasta en línea. Con todo, los expertos se benefician de su saber hacer: mientras que los novatos pagaban por término medio demasiado por los productos, los usuarios más habituados conseguían numerosas compras a precio de ganga; e incluso de usura. Ello dependía también del tipo de experiencia: los sujetos que en el pasado habían comprado, así como vendido en eBay, caían con menor frecuencia en las pujas desorbitadas. Volvamos a la escena del principio. Martes por la tarde. El reloj del ordenador marca ya las 21:13 horas. En la pantalla resaltan con insistencia las palabras «subasta finalizada». El desenlace alegra al vencedor, deja una espinita clavada en quienes sobrepujaron y consigue que otros perdedores se sientan afortunados: pese a no ganar la subasta, han sabido mantener la cabeza lúcida ante la embriaguez de la puja.
El miedo a perder el «botín» aún no ganado frente a un rival lleva a la disposición de comprar a precios excesivos
Para saber más Buying, bidding, playing, or competing? Value assessment and decision dynamics in online auctions. D. Ariely e I. Simonson en Journal of Consumer Psychology , vol. 13, págs. 113-123, 2003. Understanding overbidding: Using the neural circuitry of reward to design economic auctions. M. R. Delgado et al. en Science, vol. 321, págs. 18491852, 2008. Understanding auction fever: A framework for emotional bidding. M. T. P. Adam et al. en Electronic Markets, vol. 21, págs. 197-207, 2011. Should I buy this book? How we construct prospective value. M. T. P. Adam et al. en Electronic Markets, vol. 21, págs. 197-207, 2013. The value of exercising control over monetary gains and losses. J. P. Bhanji y M. R. Delgado en Nature Neuroscience, vol. 16, n.o 10, págs. 1357-1359, 2014.
En nuestro archivo es psicóloga Anne Hofmann Hofmann es y periodista científica.
¿Hay quién dé más? Juan M. R. Parrondo en IyC , enero de 2006.
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Fobia social infantil Los niños con ansiedad pueden superar sus miedos y retomar una vida normal con ayuda de una terapia que les anime a realizar aquello que más temen JERRY BUBRICK
C EN SÍNTESIS
Vencer la angustia Alrededor del diez por
1 ciento de los niños y
jóvenes padecen padecen al menos una vez un problema de ansiedad. La fobia social es el trastorno de ansiedad más frecuente durante la pubertad. La terapia cognitiva-
2 conductual ayuda a
alterar los pensamientos disfuncionales de los afectados y a afrontar y superar los miedos. La terapia cognitivaconductual intensiva, basada en el tratamiento diario durante varias semanas, puede acelerar el éxito de la intervención.
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* Nombres alterados por la redacción.
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uando coincidí con Julia* por primera vez, me pareció la niña más temerosa y deprimida que había conocido nunca. A sus 12 años, no asistía al colegio y apenas salía de casa. Sus ojos, abiertos como platos, transmitían miedo. Cuando hablaba, susurraba con una voz crepitante. Y tartamudeaba. Como si le costara encontrar las palabras. A Julia le atemorizaba que cualquiera que la viera sospechara de inmediato que tenía un problema. Cuando se armaba de valor para salir del domicilio de sus padres, entreabría la puerta y asomaba la mirada con el objetivo de asegurarse de que el pasillo del rellano se encontrara libre de vecinos. En caso contrario, cerraba de nuevo y esperaba a que el terreno estuviera despejado. No era capaz de quedar con amigos o estar en un lugar sin sentirse incómoda. Su reclusión la desesperaba. Julia padecía fobia social, es decir, un miedo intenso a ser evaluada, juzgada y considerada una inepta por los demás. Este trastorno tiende a aparecer en la pubertad, cuando los niños comienzan a prestar más atención a quienes les rodean. La terapia conversacional conversacional fracasó con Julia, a pesar de que el terapeuta que la trataba era experimentado experi mentado y dinámico. En las sesiones, ella le había hablado sobre lo difícil que le resultaba la vida; sin embargo, no estaba aprendiendo por qué tenía esa sensación ni cómo mejorarla. En cierto modo, la MENTE Y CEREBRO 71 - 2015
N A R H G U O L . J . P : O L U C Í T R A E T S E E D S E N O I C A R T S U L I S A L S A D O T
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terapia conversacional puede ser contraproducencontraproducente para niños como Julia. Aunque el terapeuta le había aconsejado que no volviera al colegio hasta que no descubrieran las causas de su ansiedad, cuanto más tiempo pasa un niño apartado de su entorno social, más difícil le resulta regresar a él. Este caso necesitaba otro tipo de tratamiento: en lugar de buscar las raíces de su ansiedad, me centraría con ella en los efectos de los temores que sufría. El miedo no debía dominar su comportamiento, sino que era ella quien debía dominar su comportamiento para despojarse del miedo. Sobre este principio descansa la terapia cognitivaconductual (TCC), una estrategia terapéutica que, según demuestran las investigaciones, funciona. Para los jóvenes pacientes con ansiedad grave aplico una TCC intensiva: dos horas diarias (o casi diarias) de sesión, hasta que se estabilizan. Expliqué a los padres de Julia que, si seguían el programa, su hija retomaría el control de su vida.
Desaprender la ansiedad
FOBIA SOCIAL
A los 12 años, Julia salía muy poco del domicilio de sus padres. Cuando se armaba de valor para dar ese paso, se asomaba primero por detrás de la puerta para asegurarse de que el terreno estaba despejado.
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Existen diferentes posibilidades de tratar los trastornos de ansiedad. Los psicoterapeutas orientados en la psicología profunda fijan su causa en problemas no resueltos durante la infancia (un fracaso en el aprendizaje del aseo o impulsos sexuales perturbadores, por ejemplo). Mediante la terapia intentan identificar y resolver esos episodios del pasado, a menudo enterrados en el subconsciente. Los terapeutas cognitivo-conductuales, en cambio, sitúan las raíces de este tipo de psicopatologías en la ge-
nética y los patrones de pensamiento y comportamiento aprendidos. La TCC debe ayudar a desaprender esos hábitos negativos, pues el modo en que pensamos y actuamos afecta a cómo nos sentimos. Si se cambian estos pensamientos distorsionados o disfuncionales puede influirse de manera positiva en el estado emocional. Si reconocemos que algunos comportamientos generan y refuerzan sentimientos que nos producen daño, podemos debilitar esas emociones cambiando nuestras conductas. El componente cognitivo de la TCC se remonta a los años cincuenta del siglo pasado, cuando el psicólogo psicólogo clínico Albert Ellis (1913-2007), frustrado por la ineficacia del psicoanálisis, desarrolló lo que dio en llamar «terapia racional emotiva conductual». Se trata de un tratamiento activo y orientado a los resultados, en el que el terapeuta lleva al paciente a que identifique, cuestione y reemplace los pensamientos y las creencias contraproducentes. O, en palabras de Ellis, el «pensamiento torcido». Otro psiquiatra desilusionado con el psicoanalisis es Aaron Beck, Bec k, de la UniversiUniversidad de Pensilvania. Como alternativa desarrolló en los años sesenta la terapia cognitiva: esta se basa en ayudar a los pacientes a reformular sus ideas negativas. negativas. Las raíces de la modificación del comportamiento de la TCC surgieron en las primeras décadas del siglo xx, cuando pioneros del conductismo como Ivan Pavlov, John Watson y B. F. Skinner experimentaron con el condicionamiento (la asociación de acciones con estímulos ambientales) y los refuerzos positivos y negativos para alterar la conducta. Los enfoques cognitivos y conductistas se entremezclaron en los últimos años de la década de los setenta. Más de veinte años de investigación demuestran que la TCC es el tratamiento más adecuado para reducir los síntomas de la ansiedad grave. En 2012, la psicóloga clínica Shirley Reynolds, de la Universidad de Anglia Oriental, y sus colaboradores publicaron un metaanálisis, elaborado a partir de 48 estudios controlados en torno a la TCC, que constataba que dicha terapia funciona para la ansiedad en los niños, sobre todo si se adapta al tipo de miedo que experimentan. Otros investigadores han mostrado que la TCC influye en la actividad del cerebro. En 1996, el psiquiatra Jeffrey M. Schwartz, de la Universidad de California en Los Ángeles, y su equipo hallaron MENTE Y CEREBRO 71 - 2015
que un tratamiento cognitivo conductual con una duración de entre ocho y doce semanas, a razón de dos horas de sesión semanales, producía cambios metabólicos en un circuito cerebral relacionado con los trastornos de ansiedad. Estos hallazgos sugieren que la TCC alivia los síntomas mediante la alteración de la función del circuito cerebral en cuestión. c uestión. No obstante, muchos de los niños que podrían beneficiarse de la TCC no reciben ese tratamiento. Parte del problema radica en la falta de profesionales con experiencia. Además, numerosos pediatras y psicólogos escolares, entre otros profesionales, desconocen los beneficios de la terapia, por lo que no derivan a los afectados a un profesional adecuado. Por otra parte, algunos médicos y terapeutas creen, de forma errónea, que dicha terapia resulta demasiado exigente a esa edad. En nuestra consulta trabajamos al ritmo de cada niño, le damos apoyo emocional y le pedimos que realice solo aquello para lo que se sienta preparado.
Jerarquía de miedos El programa terapéutico con los niños comienza ayudándoles a ellos y a sus padres a distanciarse de la ansiedad. Para ello les indicamos que la conceptualicen como un «tirano» en su cerebro; también les animamos a que le pongan un nombre y le respondan. Los niños utilizan expresiones como «Bruja» o «Señor Mandón»; los adolescentes prefieren apelativos apelativos más soeces. A continuación se le explica al paciente que va a aprender estrategias para manejar al «tirano», lo que le aporta la idea de que puede controlar la ansiedad, en lugar de que ella lo controle a él. Otra parte del proceso implica determinar de qué forma la ansiedad afecta la vida del niño. En el caso de Julia, la ansiedad y el deseo de evitarla la estaban apartando de todo lo que le gustaba, fenómeno que a su vez contribuía a su depresión. Dibujé un diagrama de flujo semejante a este: Ansiedad > Ansiedad anticipatoria > Evitación > Depresión. Como cualquier adolescente estudiante de primero de secundaria, Julia quedaba y salía con sus amigos, tocaba un instrumento (el violín) y disfrutaba paseando por el parque de su ciudad. Cuando llegó a la consulta, ya no realizaba ninguna de esas actividades. Desde hacía un año, de siete buenos amigos que tenía solo veía a uno, y muy pocas veces. No dormía. La depresión se debía a MENTE Y CEREBRO 71 - 2015
su ansiedad anticipatoria, una forma de ansiedad «flotante» que se experimenta cuando se anticipa una situación que se piensa que causará un miedo debilitador y paralizante: si Julia salía de casa, alguien podía verla, la ansiedad se apoderaría de ella y le provocaría un ataque de angustia. En estas situaciones, los afectados suelen confundir los síntomas físicos con un infarto cardíaco, por lo que temen morir. Por ello, la paciente evitaba salir a la calle. Esa evitación aumentaba y reforzaba su ansiedad social. Esquematicé y mostré esa cadena de eventos a la adolescente. Entendió la explicación. Poco a poco se fue convenciendo de que la nueva terapia la podía a ayudar. Ese era un logro importante, pues el éxito del siguiente paso (enfrentarse a los miedos) dependía de su confianza en el terapeuta. El eje de la técnica conductual para el tratamiento de la ansiedad se asienta en la exposición y prevención de respuesta. Este método ayuda al niño a enfrentarse a sus miedos de forma lenta pero sistemática, de modo que el afectado puede habituarse a ellos en lugar de evitarlos o escapar de sus temores mediante la búsqueda constante de seguridad o comportamientos rituales (lavarse las manos, entre otros muchos). Primeramente deben identificarse los desencadenantes de la ansiedad. Para ello diseñamos una «jerarquía de miedos», una lista de desafíos tolerables de más a menos que, de lograrse en su conjunto, constituyen un verdadero progreso. En lugar de pensar en términos de blanco o negro («No puedo tocar a un perro»; «No puedo cruzar un puente»), se convence al sujeto para que considere sus temores en grados de dificultad. Por ejemplo, a un niño que sufre miedo a la contaminación se le pregunta: «En una escala del uno al diez, ¿cuán difícil te resultaría tocar el pomo de la puerta con un dedo?». A otro con miedo a vomitar se le plantearía: «En una escala del uno al diez, de menos a más dificultad, ¿qué puntuación te merecería escribir la palabra “vómito”?». Si el niño cuantifica ese desafío con un tres, podría puntuar con un cinco el hecho de decir «hoy vomitaré»; con siete ver a un personaje de dibujos animados devolviendo, con un nueve nueve mirar una película en la que aparecen personas vomitando, y en lo más alto de la jerarquía situaría la capacidad de ingerir un alimento del que piensa que le va a hacer vomitar. Mediante la clasificación de los miedos, el individuo percibe
Al inicio de la terapia se anima a los niños a que den un nombre a su ansiedad y le respondan. Algunos la denominan «Bruja»; otros, «Señor Mandón»
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PSICOTERAPIA
repetidas veces. Además, añadimos una ridícula peluca a la situación. Al principio, lucía yo la peluca mientras Julia interrogaba a otras personas por los pasillos. Después se la puso ella; incluso trajo más pelucas de casa. Como colofón, anotamos los cafés que querían los compañeros de la oficina y bajamos a la cafetería en su busca. Ambos íbamos ataviados con una extravagante pero divertida cabellera.
Agresividad y descontrol
SUPERAR EL TEMOR
Llevar una peluca en público puede ayudar a superar la ansiedad social. Exponer a los niños a sus peores miedos, sean las alturas o parecer tonto, contribuye a disminuir sus temores.
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que algunas situaciones no son tan graves como se pensaba. El siguiente paso consiste en exponer al sujeto al agente estresante en su forma más suave posible y ofrecerle apoyo hasta que la ansiedad disminuya. El miedo, como cualquier otra sensación, decrece con el tiempo. Los niños ganan un sentido de control a medida que experimentan que su ansiedad se reduce. En el caso c aso de Julia, invitamos a la sesión a uno de mis colaboradores que ella no había visto hasta entonces. Indicamos a la adolescente que debía hacer preguntas al «desconocido». Después, ambos (Julia y yo) pedimos al visitante que opinara sobre cómo lo había hecho ella: «¿Te ha mirado a los ojos?». «¿Te ha parecido que te tenía miedo?». Escuchar y gestionar las críticas pertenecía a la segunda parte de la exposición, ya que ser evaluada por otras personas constituía el eje de la ansiedad de Julia. Una vez que la niña se sentía cómoda entrevistando a un extraño en un ambiente controlado, le solicitamos que saliera al pasillo y se acercara y conversara con cualquier persona que pasara por ahí. De nuevo, Julia preguntó cosas concretas: «Estoy realizando una encuesta, ¿cuál es su restaurante favorito?». favorito?». Pedimos a los encuestados que nos dieran su opinión acerca del encuentro. Con el objetivo de provocar de manera más intensa su miedo a la vergüenza, le pedimos que fuera deliberadamente molesta con sus interlocutores: debía preguntarles la misma cuestión
La ansiedad social no siempre se manifiesta en forma de timidez o inhibición social. También se esconde detrás de comportamientos comportamientos alterados que a menudo se confunden con agresiones intencionadas. Uno de mis pacientes, Jaime, de 10 años, llegó al servicio de urgencias de un hospital tras un incidente en el colegio. Un chico de la escuela le indicó que, según había oído, quería ver una foto de una de las compañeras de clase en bikini . Jaime negó el rumor, se alteró y empujó al otro escolar. Empezó entonces una fuerte disputa entre ellos. Jaime gesticulaba como poseído; rompió libretas y papeles y tiró los objetos a su alcance por el suelo. Al poco rato, le llevaron al despacho del subdirector, donde, en su intento de huir, propinó una patada al propio gerente. De inmediato, los funcionarios de la escuela llamaron al 911. En el centro hospitalario se le realizó una evaluación psiquiátrica. No era la primera vez que Jaime explotaba. Todos le consideraban un niño colérico, agresivo y fuera de control. Tenía prohibida la entrada en el comedor escolar, por lo que sus padres debían recogerle cada día para el almuerzo. Habían acudido con su hijo a unos cuantos terapeutas, pero nada funcionaba. Comprobamos que Jaime superaba los límites de la ansiedad social. No podía aceptar ninguna crítica, ni siquiera una constructiva. Evitaba la mera posibilidad de un comentario negativo, el cual consideraba humillante. Cuando sus padres le preguntaban cómo había ido el día, literalmente se tapaba las orejas y repetía: «Bla, bla, no estoy escuchando». Lo primero que le comenté cuando llegó a la consulta fue: «Hey, he oído que quieres ver a tal y tal en bikini». Jaime se sintió tan avergonzado que se asustó. Para niños como Jaime o Julia, que presentan una funcionalidad muy alterada, el tratamiento debe implicar al principio múltiples horas al día MENTE Y CEREBRO 71 - 2015
durante una o varias semanas. Más tarde, la periodicidad terapéutica se reduce a sesiones semanales. La terapia intensiva impulsa desde el inicio los cambios positivos y crea la confianza en el niño de que las cosas pueden ir mejor, motivándoles a trabajar duro para ello. Los estudios sugieren que la mayoría de los cambios ocurren entre las sesiones, cuando los pacientes aplican las herramientas aprendidas. Si el tiempo entre sesión y sesión es breve, los niños cumplen con sus «deberes» de manera más continua, lo que permite que construyan sus habilidades con mayor rapidez. Tratamos a Jaime a diario durante dos semanas hasta que mostró una mayor capacidad funcional. Siguieron otras diez sesiones semanales. Además de la peluca, Jaime salió a pasear con un plátano atado a una correa, como si de una mascota se tratara. En un momento dado, le acompañamos a la estación de ferrocarril Terminal Grand Central y le encargamos que preguntara a pasajeros y personas que pasaban por ahí dónde se encontraba la Terminal Grand Central o si allí se tomaba el tren. Desde el tratamiento, Jaime no ha faltado a clase ningún día; tampoco le han castigado. c astigado. Además, Además, ha vuelto a almorzar en el comedor escolar. Múltiples estudios realizados en los últimos seis años respaldan que la terapia cognitiva-conductual llevada a cabo a diario durante varias semanas consigue reducir la ansiedad al menos tanto como meses de sesiones semanales. En un estudio publicado en 2007, el psicólogo Eric Storch, de la Universidad de Florida, y sus colaboradores hallaron que tres cuartas partes de un grupo de 20 niños y adolescentes mostraron una disminución de los síntomas del trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) tras 14 sesiones de terapia cognitiva-conductual familiar intensiva. En cambio, solo la mitad de un total de 20 jóvenes que habían asistido al mismo número de sesiones, pero por semana, presentaron una remisión de los síntomas. Las personas con TOC intentan controlar sus miedos y pensamientos indeseados a través de acciones rituales compulsivas [véase «Rituales sin fin», por Ulrich Voderholzer; Mente y cerebro n. o 47, 2011]. En un segundo ensayo, publicado en 2010, los investigadores constataron que 14 sesiones de terapia cognitiva-conductual intensiva reducían los síntomas de TOC, la depresión asociada y los problemas conductuales en 24 de 30 jóvenes en los MENTE Y CEREBRO 71 - 2015
que la mediación no había funcionado. El trastorno remitió por completo en 16 de estos pacientes.
Apoyo familiar Los padres desempeñan un papel importante en la terapia de exposición, no solo porque deben instar a su hijo a realizar las «tareas para casa», sino que también aprenden a dejar de hacer aquello que favorece el aumento de la ansiedad del niño. A menudo, y con las mejores intenciones, los padres permiten que sus hijos eviten las situaciones que temen; a veces incluso destierran palabras, sonidos u objetos que desencadenan la ansiedad en el niño. En lugar de llevar a cabo esas acomodaciones, se recomienda a los padres que animen a su hijo a enfrentarse a los miedos. Si Julia afirma «No puedo ir a buscar el correo», los padres no deben contestar: «Está bien, ya voy yo». Les enseñamos a retarla. Por ejemplo, pueden preguntarle en tono jocoso: «¿Les pasa algo a tus piernas?». Pero si Julia no consigue realmente salir a recoger el correo, sus progenitores aprenden a encontrar una tarea que sea capaz de realizar, como abrir la puerta o andar parte del camino hasta el buzón. En el caso de Miguel, un niño de 11 años con TOC grave y miedo a la contaminación, su madre le abría las puertas para que no tuviera que tocar el pomo. También introducía su ropa sucia en el cesto para que no tuviera que tocarla. Entre las cosas que el niño ni ño creía contaminadas estaban su hermano y hermana. Si su madre le llevaba comi-
La ansiedad social no siempre se manifiesta en forma de timidez; también puede ser la causa de una conducta agresiva
MIEDO A CONTAMINARSE CONTAMINARSE
Un joven con fobia a la contaminación utilizaba desinfectante de manos cincuenta veces al día. También pedía a su madre que lavara la botella después de cada uso.
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PSICOTERAPIA
CAMBIO DE CONDUCTA CONDUCTA
Miguel llegó a considerar que sus hermanos eran antihigiénicos. Tras enseñarle a soportar su ansiedad hasta que se le pasara, disminuyó el problema. De nuevo pudo sentarse con su familia a la mesa para comer.
Los padres que protegen al hijo de su ansiedad pueden causar el efecto contrario: reforzarla
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da y la hermana pasaba por delante del plato, la mujer tiraba la comida a la basura. Desde hacía 15 meses, Miguel no comía con su familia. Explicamos a la madre de Miguel que llegar a esos extremos con la intención de proteger al niño de su ansiedad ejercía el efecto contrario, es decir, reforzaba la sensación de angustia. «Antes de saber lo que era la acomodación, pensaba que lo estaba ayudando», nos explicó la madre. «Me sentí devastada al saber que, en lugar de eso, estaba alimentando el trastorno obsesivo-compulsivo.» Cuando identifiqué las acomodaciones que la madre de Miguel llevaba a cabo, trabajé con ella para que las fuera eliminando de forma gradual en el momento en que advertí que su hijo estaba preparado. En lugar de tratar de ayudar al niño a sentirse a salvo cuando debía tocar el pomo de la puerta, la madre lo animaba a soportar la ansiedad, pues sabía que se le pasaría y que sería capaz de abrir la puerta por sí solo. Algunos resultados respaldan la importancia de los padres en este proceso. En 2006, el equipo dirigido por Jeffrey J. Wood, de la Universidad de California en Los Ángeles, trató a pacientes de entre 6 y 13 años con trastornos de ansiedad mediante terapia cognitiva-conductual cognitiva-conductual familiar, fami liar, en la que se enseñan estrategias de comunicación más efectivas a los padres en combinación con el tratamiento de los niños, o terapia cognitiva-conductual con
una implicación de los padres mínima. Los niños que recibieron la TCC familiar manifestaron una reducción en los síntomas de ansiedad en un 79 por ciento, frente al 53 por ciento que presentaron los que habían recibido la terapia sin la participación de sus progenitores. Muchos niños con trastorno de ansiedad pueden beneficiarse de la medicación sola, sobre todo antidepresivos, o en combinación con la terapia cognitiva-conductual. A menos que la TCC no aporte una mejora en el paciente o que su familia no se muestre dispuesta a contribuir en su aplicación, recomendamos empezar con la TCC sola durante los primeros meses para evaluar mejor su eficacia, y añadir más tarde la medicación si fuera necesaria. Se ha comprobado que la combinación de TCC y medicamentos resulta el método más efectivo en los casos de ansiedad moderada o grave.
En la cima del mundo A lo largo de las tres primeras semanas, vi a Julia de tres a cinco veces por semana durante dos horas cada sesión. Quería estimular su confianza y devolverla al mundo. Cuando se sintió con más energía y la depresión iba desapareciendo, le puse tareas. Le encargué que diera un paseo de 10 minutos por el parque; no tenía que hablar con nadie, solo estar en el exterior. También le pedí MENTE Y CEREBRO 71 - 2015
que fuera a un restaurante y eligiera los platos del menú. El primer restaurante se convirtió en tres más, luego en otros cinco. Después le pedí que fuera al supermercado y comprara algo. Como siguiente actividad trabajamos el encuentro con los amigos. Al principio iban a su casa a visitarla, luego debía ir con ellos a restaurantes y al cine. Se trataba de una actividad de reintroducción a la vida social en la ciudad. En resumidas cuentas, nuestro enfoque era el contrario del que le había sugerido su terapeuta anterior: quedarse en casa hasta que desenterrasen las raíces de su ansiedad. Tras seis semanas de terapia intensiva, Julia se sentía (y actuaba) de forma similar a como era antes. Las sesiones pasaron a ser semanales. Sin embargo, no había vuelto al colegio: el ambiente todavía le resultaba demasiado exigente y crítico. Los padres le buscaron otra escuela. Durante el verano, Julia viajó a Europa con su familia y un plan de acción contra la ansiedad bajo el brazo. También contaba con la seguridad de nuestro apoyo. Le indiqué: «Puedes mandarme un mensaje de texto o llamarme siempre que quieras». En ese tiempo, no supe nada de ella. Cuando volvió, se sentía más feliz y segura que
antes de irse. En otoño, Julia se encontraba preparada para su nuevo colegio. Tras unas semanas, comenzó a hacer los primeros pri meros amigos, que pronto pasaron a ser muchos. Se apuntó en el equipo de atletismo y en un grupo de canto a capela. Un día volvió a su anterior escuela para asistir a un concurso de talentos en el que participaban sus amigos. La vocalista de uno de los grupos de sus excompañeros había enfermado. En la euforia del momento, los otros miembros de la agrupación le pidieron que la sustituyera. Julia cantó delante de toda la escuela. Después de la actuación, sintió que se encontraba en la cima del mundo. La experiencia le hizo ver cuánto había mejorado su vida tras desprenderse de su constante aprensión. «El tiempo pasa mucho más rápido cuando no tienes miedo constantemente», explicó.
Para saber más Systematic changes in cerebral glucose metabolic rate after successful behavior modification treatment of obsessive-compulsive obsessive-compulsive disorder. Jeffrey der. Jeffrey M. Schwartz et al. en Archives en Archives of General General Psychiatry , vol. 53, n.o 2, págs. 109-113, febrero de 1996. Effects of psychotherapy for anxiety in children and adolescents: A meta-analytic review. Shirley review. Shirley Reynolds et al. en Clinical Psychology Review , vol. 32, n.o 4, págs. 251-262, junio de 2012. Treating childhood and adolescent anxiety: A guide for caregivers. Eli caregivers. Eli R. Lebowitz y Haim Omer. John Wiley & Sons, 2013.
En nuestro archivo Jerry Bubrick dirige el Centro de
Ansiedad y Trastornos Trastornos del Estado de Ánimo del Instituto Mental Infantil Infantil en Nueva York.
De tics y compulsiones. Melinda Wenner Moyer en MyC n. n.o 54, 2012.
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www.investigacionyciencia.es/suscripciones MENTE Y CEREBRO 71 - 2015
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PSICOLOGÍA
Sesgos de juicio Con frecuencia, se afirma tener un sexto sentido para las personas. ¿Existe tal don? Desde la psicología se explora por qué razón creemos que sabemos cómo son los demás y qué métodos pueden ayudarnos a evitar estas distorsiones CHAEHAN SO
EN SÍNTESIS
Valoraciones limitadas La creencia de valorar de manera adecuada a la persona que nos acaban de presentar puede explicarse a partir de una serie de sesgos cognitivos.
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De manera inconsciente, seleccionamos y procesamos las informaciones que se corresponden con nuestras expectativas. Al volver la vista atrás, también corregimos el recuerdo de nuestras predicciones.
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Si ponemos en duda las primeras valoraciones y tenemos en cuenta esta tendencia, podremos ajustar los juicios que hacemos de los demás.
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M
uchas personas aseguran que poseen una gran intuición para saber de antemano cómo es otro sujeto. Y, lo que es más, casi nadie sostiene lo contrario. Rara vez se oyen afirmaciones como: «A menudo me equivoco acerca de los demás». ¿Resulta realmente tan sencillo reconocer sin tener un verdadero conocimiento de ello si una persona es presumida, superficial o bondadosa? ¿O nos imaginamos su manera de ser? Existen una serie de sesgos de juicio a los que todos estamos sujetos, queramos o no, cuando valoramos a otro congénere; incluso cuando juzgamos nuestras propias habilidades. Si conocemos el funcionamiento de esta tendencia, podremos reconocerla en nuestro día a día y así contrarrestarla. Esos sesgos de juicio emergen sobre todo en un ámbito de nuestra esfera mental: la metacognición, es decir, la reflexión introspectiva que realizamos sobre el propio conocimiento y las propias capacidades. Los científicos saben desde hace algún tiempo que los humanos cometemos, con frecuencia y de manera inconsciente, errores metacognitivos de juicio. En la década de los ochenta del siglo xx, los psicólogos comenzaron a poner en duda la corriente que imperaba por entonces; se pensaba que lo normal era tener una percepción muy realista, condición imprescindible para mantener la salud mental. Un número creciente de estudios mostraron ya por entonces que incluso las personas integradas en la sociedad y consideradas «normales» vivían una serie de ilusiones positivas que transformaban su autoimagen de manera optimista. Una tendencia que parecía objetivamente necesaria.
La mayoría de nosotros estimamos que nuestro rendimiento y talentos sobrepasan el promedio, sin importar en qué área. Creemos que somos más listos, más competentes y más atractivos que la media, además de unos grandes conocedores de las personas. Los psicólogos Justin Kruger y Davis Dunning, de la Universidad Cornell, demostraron en 1999 que la dimensión sobrevalorada de uno mismo es mayor cuanto más incompetente se es en un determinado ámbito. En una prueba de gramática, el 25 por ciento de los sujetos que presentaban un rendimiento más bajo creían que sobresalían de la media en la misma medida que los demás participantes. En cambio, los probandos que habían obtenido los mejores resultados, una cuarta parte del total de la muestra, reflejaron ser más modestos. Incluso tendían a infravalorar su rendimiento.
Reflejo erróneo en el espejo Es probable que sea sensato que la mayoría de las personas se miren con buenos ojos en el espejo. Quien se valora a sí mismo mejor de lo que en realidad es será capaz de emprender una tarea complicada y, seguramente, será recompensado por ello más veces. Sin embargo, al juzgar a otros, esta sobrevaloración de la propia persona suele conducirnos a infravalorar a los demás. Valoramos al prójimo siempre a través de la comparación con nosotros mismos, una autoimagen que, por lo general, decantamos hacia el lado positivo. La sobrevaloración de la propia persona va acompañada de otro error profundamente anclado en la psique: el sesgo de confirmación, es decir, la tendencia a confirmar los juicios preexistentes en lugar de cuestionarlos. En 1960, el psicólogo cognitivo Peter Wason (1924 -2003) describió este MENTE Y CEREBRO 71 - 2015
V O S O N O R I H S / K C O T S K N I H T
¿ES DE FIAR? Cada vez que nos presentan a una persona, nos creamos rápidamente una opinión sobre ella. Esa primera impresión solo la cambiaremos a desgana.
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PSICOLOGÍA
EVALUACIÓN DISCUTIBLE En las entrevistas de selección laboral debe reunirse información sistemática y objetiva sobre la persona entrevistada. Sin embargo, también surgen sesgos cognitivos en este terreno.
R O G E R G M A D A / K C O T S K N I H T
sesgo cognitivo de juicio como resultado de uno de sus experimentos ya clásicos que llevó a cabo en el Colegio Universitario de Londres. Los sujetos debían averiguar qué regla subyacía a la serie numérica 2-4-6. Tras proponer la solución que les parecía compatible, los investigadores informaban a los participantes si esta se correspondía con la norma que debían descubrir. La mayoría de los sujetos indicaron como respuesta una serie numérica creciente con un intervalo de 2, por lo que propusieron ejemplos como 4- 6-8 o 10-12-14, propuestas por las que recibían una retroalimentación positiva. No obstante, con este procedimiento no lograban comprender la verdadera regularidad que se escondía tras las cifras del problema, a saber, una serie ascenden-
INCOMPETENCIA INCOMPETENCIA IGNORADA En un estudio llevado a cabo en la Universidad Cornell se pidió a los probandos que contestaran un test de gramática. Después de completarlo, todos los sujetos estimaron que su rendimiento había sido similar al del resto de los participantes. Curiosamente, los que habían obtenido peores resultados fueron los que más sobrevaloraron su capacidad de responder. («Unskilled («Unskilled and unaware of it. How difficulties in recognizing one’s own incompetence lead to inflated self-assessments». J. Kruger y D. Dunning en Journal of Personality Personality and Social Psychology , vol. 77, págs. 1121-1134, 1999)
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100 90
Autovaloración
80 s o t e j u s e d e j a t n e c r o P
70 60 50 40 30 20 10 0
Cuarto de la muestra con peor rendimiento
Rendimiento real
9 9 9 1 , G N I N N U D D I V A D Y R E G U R K N I T S U J N Ú G E S , T S I E G D N U N R I H E G
Cuarto con mejor rendimiento
te de números al azar. Para descubrirlo debían nombrar, como contraprueba, intervalos impares o irregulares, por ejemplo, 2-5-8 o 3-6-17. Pocos sujetos llegaron a esa conclusión. El sesgo de confirmación también es responsable de nuestra creencia de juzgar con acierto a una persona que acabamos de conocer. A través de contactos sucesivos con ese individuo, confirmamos nuestro juicio inicial. Responsables de ello son los procesos cognitivos automáticos, los cuales propician que cada nuevo comportamiento que observamos encaje con las expectativas que nos hemos creado de la persona en cuestión, como una suerte de rompecabezas. De esta manera, el resultado final se encuentra determinado de antemano. Cuando percibimos algún aspecto que no encaja en el esquema que nos hemos hecho, el subconsciente rechaza esa pieza. De este modo, siempre se confirma nuestra primera impresión sobre los demás y seguimos convencidos de ser unos buenos conocedores de las personas. Esa ilusión se revela contumaz, pues solo modificamos nuestra primera impresión a regañadientes. En 2010, Natalie Wyer, de la Universidad de Plymouth, comprobó dicho fenómeno. Los participantes de su estudio recibieron unas fotografías en las que aparecía un joven calvo. En unos casos se presentaba a Edward, el hombre retratado, como un paciente de cáncer; en otros, se indicaba que era de un cabeza rapada. Según lo esperado, los sujetos estimaron que se trataba de una perMENTE Y CEREBRO 71 - 2015
sona hostil cuando pensaban en Edward como un miembro de una banda de cabezas rapadas. En una segunda fase del ensayo, en sayo, se daba información positiva sobre el joven a los voluntarios, con el objeto de mejorar su imagen y alterar la opinión que los probandos se habían construido de él. Solo modificaron su parecer en sus declaraciones decla raciones conscientes. En el Test de Asociación Implícita (TAI), prueba que se utiliza en psicología para descubrir actitudes implícitas, es decir, inconscientes, los probandos reaccionaron con mayor rapidez ante adjetivos negativos que positivos al pensar en Edward. En otras palabras, siguieron pensando que el joven era una persona hostil, a pesar de que habían recibido nuevos datos objetivos que contradecían esa primera impresión. Las personas manifestamos el sesgo de confirmación en gran variedad de juicios cotidianos. De hecho, este fenómeno desempeña una función destacada en la propagación de los prejuicios. Los estereotipos acerca de determinados grupos sociales (la idea preconcebida sobre lo que atañe
a los hombres y qué a las mujeres, por ejemplo) ejercen una gran influencia sobre las expectativas. Los procesos cognitivos automáticos se encargan de que solo alcance nuestra consciencia la información que encaja con el esquema previo que poseemos. Nuestra atención se torna así en una suerte de foco en la oscuridad: solo vemos aquello que enfoca la luz. Por este motivo, los prejuicios se mantienen con firmeza; incluso si contamos con información que los pone en duda.
Predecir a simple vista
El sesgo de confirmación desempeña una función destacada en la propagación de los prejuicios
En resumen, el error de confirmación surge a raíz de que la percepción de la realidad se acomoda a nuestras expectativas. Este principio de congruencia en las expectativas también actúa al mirar atrás, lo que nos lleva al denominado sesgo de retrospectiva. «Lo supe desde el principio», afirmamos. El psicólogo psicólogo Baruch Fischhoff, Fisch hoff, de la Universidad Hebrea de Jerusalén, investigó por primera vez dicho sesgo de juicio en 1975. Solicitó a los probandos que leyeran una noticia sobre un acontecimiento
La primera impresión: ¿un dato fiable? En las películas reconocemos enseguida al malo por su cara angulosa y mirada siniestra, pero también caemos demasiado a menudo en esos juicios genéricos fuera de la gran pantalla. Y en solo unas fracciones de segundo, según demostraron Janine Janine Willis y Alexande Alexanderr Todoro Todorov, v, de la Universid Universidad ad de Princeto Princeton. n. En 2006, los psicólogos presentaron fotografías de actores a una serie de probandos y les indicaron que debían describir las características de personalidad de cada uno de ellos: si les parecía confiable, competente, simpático o agresivo. Dejaron que una N A K O parte de los sujetos se tomaran el tiempo que quisie B O K N sen para analizar las imágenes; los demás disponían E L I M / de solo 100, 500 o 1000 milisegundos para ello. K C O T S Los participantes llegaban siempre a la misma K N I H T conclusión, con independencia de si habían observado las instantáneas durante un largo rato o solo DICTAMEN INMEDIATO por unos 100 milisegundos, es decir, menos de lo En una décima de segundo efectuamos un juicio sobre quién nos parece que tardamos en abrir y cerrar los ojos. Sin embargo, simpático y quién no tanto. quienes habían observado las fotografías durante más tiempo mostraron mayor seguridad en la certeza de su valorasino que se percibe también la manera de hablar o se conocen las ción. Los científicos aún discuten cuán fidedigna resulta la primera preferencias o el pasado de la persona en cuestión. impresión. De todos modos, parece plausible que los juicios son («First impressions: Making up your mind after a 100 -ms exposure to a face». J. Willis y A. Todorov en Psychological Science, vol. 17, págs. 592-598, 2006) más acertados cuando no dependen solo de mirar una fotografía,
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PSICOLOGÍA
El Test de Asociación Implícita Algunos procesos cognitivos se producen de manera inconsciente. Por ese motivo resulta necesario dotarse de métodos ingeniosos al estudiarlos. Para comprobar actitudes hacia determinados temas o personas, los psicólogos se sirven de las asociaciones implícitas. El procedimiento más conocido es el que Anthony Greenwald, de la Universidad de Washington en Seattle, desarrolló en 1998. Se trata del Test de Asociación Implícita (TAI). Este método consiste en comparar los tiempos de reacción de una persona ante diversas parejas de palabras. El primer término representa el estímulo que se quiere comprobar («ejecutivo», por ejemplo); el segundo describe una característica con un valor positivo («amable») o negativo («agresivo»). Los elementos aparecen en la pantalla, uno tras otro, por un breve instante de tiempo. Los sujetos deben decidir e indicar apretando un botón el segundo concepto que estiman correcto. Si los participantes reaccionan con mayor rapidez ante el adjetivo «amable», en lugar de «agresivo», se concluye que presentan una actitud inconsciente positiva hacia el estímulo diana («ejecutivo»). ¿La razón? Se procesan con mayor rapidez los pares de palabras que se consideran correspondientes.
En los genes En 2001, investigadores de la Universidad de Nuevo México demostraron que la tendencia a acometer sesgos de confirmación, es decir, de reforzar los juicios realizados previamente, parece también anclada en los genes. Los sujetos debían resolver un ejercicio en el que aprendían a clasificar símbolos como correctos o incorrectos. A las personas con una determinada variante genética les costaba más modificar su opinión inicial a pesar de que se les había explicado que la información aprendida era errónea. Al parecer, el gen influye en los neurotransmisores implicados en el sistema de refuerzo neuronal. («Dopaminergic («Dopaminergic genes predict individual differences in susceptibility to confirmation bias». B. Doll et al. en The Journal of Neuroscience, vol. 31, págs. 6188-6198, 2011) 26
histórico que desconocían y que contaba con cuatro desenlaces posibles. Los participantes debían valorar la veracidad de cada desenlace. Fischhoff informó sobre el verdadero desenlace del evento a una parte de los sujetos nada más terminar la lectura. ¿Resultado? Estos consideraban el relato que acababan de leer «objetivamente» más probable en comparación con los participantes que todavía desconocían el final. Desde ese primer estudio, muchos otros trabajos han constatado que las personas apenas somos conscientes de nuestros sesgos de juicio en una reflexión posterior. Se trata de un fenómeno observable en el día a día. Cuando nos enteramos del resultado de un partido de fútbol o recibimos el informe de una exploración médica, recordamos nuestro pronóstico inicial con buenos ojos, es decir, estamos convencidos de haber predicho el resultado con exactitud. Hartmut Blank, de la Universidad de Portsmouth, junto con sus colaboradores Volkhard Fischer y Edgar Erdfelder, investigó investigó este efecto con motivo de las primeras elecciones al Parlamento Federal Alemán tras la reunificación del país, así como durante las elecciones al Estado Federal del 2000 en Renania del Norte y Westfalia. Los participantes debían pronosticar, con tres meses de antelación, los resultados de cada partido político. Un mes tras las elecciones, se les pidió que volvieran a anotar cuáles habían sido sus expectativas. Tal y como se esperaba, las predicciones que recordaban se hallaban más próximas a los resultados reales que las que habían predicho en
un principio. De promedio, la memoria se permitía un 10 por ciento de «corrección». Todo apunta a que es probable que el sesgo de retrospectiva ejerza una función destacada en nuestra ilusión de ser buenos conocedores de las personas. Ejemplos de este fenómeno los encontramos en afirmaciones del tipo «lo sabía desde el principio» o «lo calé enseguida».
Obviamos las circunstancias Otra de las causas de nuestra supuesta capacidad de conocer la forma de ser de los congéneres es el denominado sesgo de atribución. Este provoca que ignoremos con frecuencia la situación y las circunstancias en las que se enmarca la acción de una persona y nos lleva a buscar el motivo de su conducta en su forma de ser. Cuando nos topamos con un individuo que se comporta de manera descortés o agresiva con nosotros, automáticamente atribuimos el comportamiento a su carácter. No reparamos en factores externos como si esa persona se encuentra en un momento de estrés o si acaba de recibir una mala noticia. El descubrimiento de ese sesgo de juicio se atribuye a Edward Harris y Victor Jones, de la Universidad Duke. En 1967 llevaron a cabo un experimento considerado hoy por hoy clásico. Pidieron a sus probandos que leyeran un artículo acerca del mandatario cubano Fidel Castro. El texto podía estar enfocado desde un punto de vista positivo o negativo. Una vez leído, los sujetos debían determinar que opinión les merecía el redactor de la noticia. La mayoría consideró consideró que la opinión del MENTE Y CEREBRO 71 - 2015
autor coincidía con el contenido del texto. Ante la sorpresa de los investigadores, los lectores mantuvieron esa primera impresión a pesar de que se les explicó que el periodista había escrito el artículo conforme a la postura política que le había sido impuesta desde la dirección del periódico. Numerosos experimentos constatan que tendemos a ignorar las circunstancias bajo las cuales actúan otras personas. En 2010, Christopher Bauman, de la Universidad de Washington en Seattle, y Linda Skitka, de la Universidad de Illinois en Chicago, investigaron cuán extendido se encuentra el error fundamental de la atribución entre la población general. En una muestra de sujetos representativa de Estados Unidos repartieron un texto sobre la ayuda a las minorías. Previamente, explicaron a los participantes que se había encargado al autor del texto, de manera azarosa, que transmitiera una opinión favorable o contraria sobre el tema. Sin embargo, solo una tercera parte de los encuestados afirmó que resultaba imposible saber la verdadera opinión del redactor, puesto que esta le había sido impuesta; alrededor de la mitad ratificó que la postura personal del autor se correspondía con la opinión que reflejaba el texto, y una quinta parte manifestó que el autor opinaba justo lo contrario. El error fundamental de la atribución revela la tendencia humana a favorecerse a sí mismo, puesto que, cuando se trata de la propia persona, se invierte la dirección del error. Cuando nos comportamos de un modo socialmente reprobable, tendemos a atribuirlo a las circunstancias: «Al fin y al cabo, no podíamos hacer nada para remediarlo». Los psicólogos hablan de un sesgo de interés personal o de autoservicio. En general, las personas que han cometido un error se consideran víctimas de la situación y creen injusto que otros saquen de ello conclusiones sobre su personalidad. Al mismo tiempo, obvian la facilidad con la que ellos mismos cometen ese fallo cuando juzgan a los demás. Juicios metacognitivos erróneos, exceso de autovaloración, sesgos de retrospectiva y de atribución. ¿No podemos remediarlo? La respuesta es: sí. Para lograrlo resulta esencial ser consciente de los factores que acompañan a nuestro razonamiento. razo namiento. Las personas con buenas habilidades metacognitivas juegan en este terreno con ventaja. Un método efectivo consiste en cuestionarse las posibles fuentes de error de manera maner a consciente. «Esa MENTE Y CEREBRO 71 - 2015
persona me parece incompetente, aunque puede que piense así de ella porque su aspecto físico no me gusta. ¿Será esa la razón por la que, de manera intuitiva y sin ser objetivo, considero que carece de habilidades?». Este tipo de preguntas contribuyen a corregir pensamientos que contienen sesgos de juicio. Otra estrategia resolutiva consiste en combatir la aversión a modificar la primera impresión. Cambiamos nuestra actitud inconsciente cuando elaboramos informaciones contradictorias, es decir, cuando reflexionamos sobre ello. Sin embargo, no basta con tomar consciencia de las informaciones contradictorias. Por este motivo, deben buscarse de manera intencionada datos que contradigan la primera impresión sobre una persona. Solo así se apreciará que se comporta de distinto modo del que habíamos previsto desde un inicio. En caso de que deba reformular su juicio inicial, piense que un error no constituye un fracaso, sino una oportunidad para corregir un pensamiento equivocado. Un tercer método para resistirse a los sesgos de juicio consiste en una focalización interna, sobre todo en relación a las metas difíciles. Peter Gollwitzer, de la Universidad de Nueva York, acuñó para este fenómeno el concepto de intención de implementación: reveló que los prejuicios que mostraban los probandos hacia los mendigos disminuían cuando se autosugestionaban para tal propósito (por ejemplo, si repetían para sí mismos una y otra vez intenciones como: «Cuando vea a un sintecho me diré: fuera los prejuicios»). Si se practican las tres estrategias, es posible que las personas que en un principio nos parecían «peculiares» ya no las consideremos tan raras. El estudio sobre los sesgos cognitivos insiste en que deberíamos aprender a valorar las habilidades de los demás, como lo hace el médico que deriva a un paciente al especialista o el jefe que admite su falta de conocimientos sobre un determinado tema. Seguramente, una persona llegue a conocer mejor sus propios límites si evita caer en la sobrevaloración de sí misma.
Para saber más Confirmation bias: A ubiquitous phenomenon in many guises. R. guises. R. S. Nickerson en Review of General Psychology vol. 2, págs. 175-220, 1998. The role of meta-cognition in social judgment. R. judgment. R. E. Petty et al. en Social Psychology: Handbook of Basic Principles , coordinado por E. T. Higgins y A. Kruglanski, págs. págs. 254-284. Guilford Press, Nueva York 2007. You never get a second chance to make a first (implicit) impression: The role of elaboration in the formation and revision of implicit impressions. N. impressions. N. A. Wyer en Social Cognition vol. 28, págs. 1-19, 2010.
En nuestro archivo Siri Sesgos del subconsciente. subconsciente. Siri Carpenter en MyC n. n. o 40, 2010. Chaehan So es doctor en psicología social y de las organizaciones. Tra Trabaja baja como profesor de psicología, consultor de gestión y entrenador para ejecutivos.
Bajo el influjo de los prejuicios. Claudia cios. Claudia Christine Wolf en MyC n. n.o 55, 2012.
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PSICOLOGÍA DEL TRABAJO
Negociar el sueldo Cuando se trata de pactar el salario, muchos trabajadores y aspirantes a un puesto laboral se muestran inseguros. ¿Qué estrategia deben usar para obtener el éxito deseado? La psicología social propone cinco pautas clave DAVID LOSCHELDER Y ROMAN TRÖTSCHEL
E SERIE
Trabajo y carrera profesional Parte 1: Emprendedor o asalariado, cuestión de personali p ersonalidad. dad. Septiembre/octubre 2014
Parte 2: Perfeccionismo: cuándo amenaza el síndrome del trabajador quemado y cómo protegerse. Noviembre/diciembre 2014
Parte 3: Solicitud 2.0: uso de los nuevos medios digitales para encontrar empleo. Enero/febrero 2015
Parte 4: «Jefe, quiero un aumento». Métodos para mejorar las condiciones laborales. Parte 5: Voluntariado, un trabajo que sienta bien. Mayo/junio 2015 * Nombres alterados por la redacción.
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l trabajo y esfuerzo que Lidia Romero* había invertido durante varios días en preparar la solicitud para el empleo que siempre había soñado no cayó en saco roto. Pocas mañanas después, con el título de carrera todavía recién horneado, una carta con un esperado mensaje aguardaba en su buzón. Le proponían una entrevista laboral. La cita con el responsable de la empresa interesada transcurrió transcurr ió de manera satisfactoria; hasta que la conversación derivó en la temida cuestión: cuest ión: «¿Cuáles son sus expectativas salariales?». Esa pregunta provoca que aspirantes y trabajadores se quiebren la cabeza en busca de la respuesta correcta: «¿Respondo una cifra concreta, o mejor pido que me propongan una primera oferta? Pero si finalmente decido dar el primer paso, ¿qué cantidad debo sugerir para conseguir una base negociadora sólida sin parecerles una persona descarada?». La psicología de la negociación aporta conocimientos para obrar con pericia en esta situación u otras similares en las que debemos pactar un precio, ya sea para cobrar, comprar o vender. Veámoslas.
Estrategia 1: haga la primera oferta Los primeros minutos en la mesa de negociación son, con frecuencia, decisivos para determinar quién obtendrá mayor provecho del trato. Sobre todo influye la primera cifra que se escucha en la sala. Por lo general, esta cantidad funciona como
un número de anclaje, ya que las siguientes negociaciones se localizarán en un margen ventajoso para la parte que haya sugerido la primera oferta. Cuanto más lejos se tire el ancla, mejor. mejor. En nuestro ejemplo inicial, Lidia lanza el número de anclaje con habilidad: elige una propuesta propuesta de 45.000 euros y descarta quedarse en unos modestos 40.000. Por lo común, una cifra de salida elevada deriva, al final, en un sueldo más alto. A la inversa, como es de esperar, surge el efecto contrario: una cantidad menor por parte del empresario conlleva un salario final más bajo. El efecto anclaje pertenece a uno de los fenómenos psicológicos más analizados. Los investigadores lo han observado en distintos escenarios, incluso trastocando la opinión de expertos con años de experiencia. De hecho, el número del anclaje no tiene por qué estar relacionado con el parecer de cada implicado en la negociación, sino que puede darse por azar, al tirar unos dados o girar una ruleta de la fortuna. En 2006, los psicólogos sociales dirigidos por Birte Englich, de la Universidad de Colonia, descubrieron un acontecimiento que les sorprendió. Pidieron a unos jueces experimentados que lanzaran un dado; a continuación, les solicitaron que establecieran una pena razonable para un delincuente ficticio. Cuanto más alto era el número que habían sacado los magistrados, más dura era la sanción que imponían al «acusado». Los investigadores reunieron resultados similares en ensayos en los que pedían a agentes inmobiliarios que MENTE Y CEREBRO 71 - 2015
R E N T I E L A L E I N A D : O L U C Í T R A E T S E E D S E N O I C A R T S U L I S A L S A D O T