ELEMENTOS FUNDAMENTALES DE LOS GRUPOS DE ORACION (SOLO PARA SERVIDORES)
P. BENIGNO JUANES S.J.
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INDICE
II
III
IV
V.
VI
PROLOGO
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ELEMENTOS CONSTANTES EN LOS GRUPOS DE ORACION DE LA RENOVACION CARISMATICA A.- Alabanza y adoración; acción de gracias B.- La Palabra de Dios C.- La instrucción D.- Las profecías E.- Las peticiones F.- Testimonios G.- Saludo y despedida Conclusión
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LA INVOCACION AL ESPIRITU SANTO Y LA ACTUACION DEL SERVIDOR 1.- La Enseñanza espiritual 2.- La práctica 3.- La actuación del servidor
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OBSERVACIONES FUNDAMENTALES RESPECTO DE LA ALABANZA A.- La oración, de alabanza debe ser situada e Integrarse en la Iglesia orante B.- La oración de la Renovación no puede “perdurar” sino se obedece al mandamiento del Señor de orar a Padre privadamente C.- El Espíritu reproduce en nosotros la oración de Jesús D.- El corazón de la alabanza es, ante todo, una actitud Anterior E.- Un grupo de oración sin alabanza se desvía o desaparece F.- La expresión de la alabanza G.- La alabanza auténtica se irradia a toda la vida LA ALABANZA EN LOS GRUPOS DE ORACION CONSIDERACIONES PREVIAS Anotaciones aclaratorias 1.- Reflexiones teológicas 2.- El descubrimiento de la oración de alabanza Y de acción de gracias LA ALABANZA 1.- Actitudes para alabar a Dios en los grupos de oración y características de la alabanza 2.- Características de la alabanza LA ALABANZA EN LOS GRUPOS DE ORACION: TENTACIONES CONTRA LA ALABANZA. EL ATEISMO DEL CORAZON A.- Tentaciones B.- El ateísmo del corazón
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57 57 61
2
VII
VIII
IX
FORMAS DIVERSAS DE ALABANZA Y ACTUACION DEL SERVIDOR 1.- Formas diversas de alabanza 2.- Actuación del servidor 3.- Una función especial del servidor: Enseñar a expresar la alabanza
65 65 71
LOS FRUTOS DE LA ALABANZA A.- La alabanza atrae e intensifica la presencia de Dios B.- La alabanza es una nueva efusión del Espíritu C.- La alabanza cura e ilumina D.- La alabanza “libera” F.- La alabanza es fuente de gozo G.- La alabanza nos abre a los carismas del Señor H.- La alabanza nos hace realistas I.- “Sobre todo, la alabanza es correlativa del amor” J.- La alabanza compromete con los demás K.- La alabanza nos santifica y nos da la “vivencia” de Cristo en la Eucaristía L.- La alabanza debe envolver toda la vida del cristiano M.- El primero (de los frutos de la alabanza) es hacer crecer la Caridad fraternal
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74
81 82 83
LA PALABRA DE DIOS EN LA REUNION DE LA ORACION. ACTUACION DEL SERVIDOR 1.- La Palabra de Dios en la reunión de oración 2.- Actuación del servidor
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EL CANTO Y EL SILENCIO EN LA ORACION DE ALABANZA. ACTUACION DEL SERVIDOR 1.- El “canto” en la oración de alabanza 2.- El “silencio” en la oración de alabanza
93 93 101
XI
LA ENSEÑANZA O INSTRUCCIÓN EN LOS GRUPOS DE ORACION, I 1.- El fundamento 2.- Orientaciones
105 105 107
XII
LA ENSEÑANZA O INSTRUCCIÓN EN LOS GRUPOS DE ORACION, II 1.- Dos tipos de enseñanza 2.- Actuación del servidor
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XIII
EL TESTIMONIO EN LOS GRUPOS DE ORACION. LA ACTUACION DEL SERVIDOR 1.- El testimonio 2.- El testimonio en los grupos de oración 3.- Aplicaciones y actuación del servidor 4.- Orientaciones para dar el testimonio
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LAS PETICIONES EN EL GRUPO DE ORACION LA ACTUACION DEL SERVIDOR 1.- Las peticiones en el grupo de oración 2.- Aplicaciones y actuación del servidor 3.- Una observación de importancia respecto de las peticiones
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EL BUEN USO DE LOS CARISMAS DENTRO Y FUERA DE LA REUNION DE ORACION. LA ACTUACION DEL SERVIDOR Aclaraciones preliminares 1.- El buen uso de los carismas 2.- La actuación del servidor
137 137 137 145
X
XIV
XV
3
XVI
MANIFESTACIONES EXTERNAS O EXPRESION CORPORAL DE LA ORACION A.- Reflexiones B.- El cuerpo como signo C.- Manifestaciones externas más frecuentes en las reuniones de oración D.- Pensamientos y sugerencias sobre el cuerpo en su relación con el culto a Dios
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XVII CARACTERIASTICAS DEL GRUPO DE ORACION Anotaciones aclaratorias 1.- Características 2.- El papel o la misión del que dirige la oración
157 157 157 168
XVIII NORMAS Y ORIENTACIONES PRACTICAS PARA LOS GRUPOS DE ORACION 1.- Normas prácticas 2.- Orientaciones prácticas para la oración 3.- Complemento a los grupos de oración
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XIX
XX
XXI
SUGERENCIAS A LOS QUE ASISTEN A LOS GRUPOS DE ORACION HAZ DEL AMOR Y DEL SERVICIO EL OBJETIVO PRINCIPAL DE LA REUNION DE ORACION Nota previa 1.- El amor fraterno, insistencia fundamental de la Revelación en el Nuevo Testamento (indicaciones) 2.- El criterio para gobernar nuestra vida y nuestras relaciones 3.- Aprovechar las oportunidades que se ofrecen para edificar y profundizar la “Fraternidad”, en Cristo Jesús 4.- El compartir en grupos pequeños: indicaciones 5.- Algunas indicaciones: Cómo desarrollar los grupos de Compartir 6.- La interpelación mutua o corrección fraternal 7.- Apéndice sobre el amor a Dios y al prójimo ESQUEMA ABREVIADO DE LOS GRUPOS DE ORACION 1.- Indicaciones 2.- Elementos del círculo o reunión de oración
175
181 181 181 182 185 187 190 191 192 195 195 196
APENDICES
199
1ro. LA ORACION COMPARTIDA I. Principios básicos que orientan la oración compartida II. Es un acto comunitario III. Es una oración en unión con Cristo y dirigida por su espíritu IV. Es una acción humana en fe
199 199 199 199 200
2º
LOS GRUPOS DE ORACION EN EL DOCUMENTO DEL ENCUENTRO EPISCOPAL LATINOAMERICANO
A MODO DE RESUMEN DE LOS GRUPOS DE ORACION DE LA RENOVACION CARISMATICA A.- SINTESIS DE TESTIMONIOS 1.- La modestia de los comienzos 2.- La conversión 3.- Hemos descubierto la oración 4.- El combate y la comunión fraternal 5.- La experiencia de la duración
201
3º
203 203 203 203 204 204 205
4
6.- Redescubrimiento de la Iglesia en su cuerpo viviente 7.- La única misión de la Iglesia
205 206
B.- LAS LLAMADAS 206 1. Una acogida más radical del Espíritu de Pentecostés y de los Carismas 206 2.- Una oración más unida a la de Jesús 207 3.- Un amor más real y universal de los hombres. El compartir 208 4.- El enraizamiento en el nuevo “aliento” evangelizador 209 4to. ORIENTACIONES EN EL USO DE LA GUIA PARA LA FORMACION DE SERVIDORES EN LA RENOVACION CARISMATICA Profesores Complemento Alumnos
211 211 214 215
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PRESENTACION El muy querido P. Benigno Juanes, S.J. , a quien la Renovación Cristiana en el Espíritu Santo debe tanta colaboración, me dispensa el honor y el placer de presentar esta obra a los amables lectores. Desde que conocí la Renovación hace ya catorce años, siendo párroco de la Catedral de la Vega, me di cuenta que iba a provocar una corriente de espiritualidad intensa dentro de la iglesia y por eso me interesé en conocer esta nueva experiencia sobre la que tanto se ha escrito en los últimos años, como bien dice el P. Juanes en el prólogo. Con el pasar del tiempo mi apreciación original se ha ido confirmando y se puede asegurar que la Renovación es hoy un recurso poderoso para devolver al hombre contemporáneo el gusto y la práctica de la oración, cuya necesidad nadie puede poner en duda. Sin embargo, había algo que me preocupaba dentro de la misma Renovación y era el peligro de la improvisación. Por ser algo nuevo había que “hacer camino al andar”. Y si bien la espontaneidad en la manera de orar puede ser un valor, no podemos caer un subjetivismo radical y dejarlo todo a la espontaneidad. Quiero decir que debe haber unos criterios y unas orientaciones que ayuden a las personas y a los grupos en el propósito de orar mejor. Dicho con otras palabras, debe haber en esto, como en todas las cosas del Señor, un auténtico y profundo discernimiento para evitar equívocos y obviar posibles dificultades. Estoy convencido que esta obra del P. Juanes es la respuesta a aquella inquietud inicial mía. Basta echar una ojeada al índice para darse cuenta que se tocan en este libro todos los aspectos que pueden interesar de la Renovación a quienes se benefician de su práctica. Partiendo de los elementos constantes o comunes en los grupos de oración, el autor trata sobre la invocación al Espíritu Santo y a la actuación del servidor, y pasa en seguida al tema fundamental de la alabanza que considero muy bien tratado,
completo, basado en una amplia y diversa bibliografía que le da mayor
autoridad. A propósito de la alabanza merece especial mención en capítulo sobre las tentaciones contra ella, el ateísmo del corazón, las formas y los frutos de alabanza. Manteniendo el propósito de que este libro sea principalmente un manual práctico para los servidores y miembros de los grupos de oración viene luego una serie de indicaciones sobre el papel de la Palabra de Dios en el grupo, sobre el canto y el silencio en la oración de alabanza, concluyendo cada sección con unos valiosos consejos a los servidores.
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No podía faltar en una obra de este tipo una referencia a la enseñanza o instrucción en los grupos de oración. Estos pueden ser un espacio privilegiado para instruir al mismo tiempo que se ora. Se explican de forma muy sencilla el valor de los testimonios la importancia de las peticiones, el buen uso de los carismas dentro y fuera del grupo, las manifestaciones externas o expresión corporal de la oración, las características del grupo de oración, las normas y orientaciones para quienes lo frecuentan. Hay unas hermosas consideraciones al final sobre el amor y el servicio como objetivo principal del grupo de oración, para concluir con un esquema abreviado de éste y unos apéndices también muy oportunos. Bendigo, pues, con todo el corazón esta obra del P. Juanes, que es sólo una parte de un proyecto más ambicioso que el pretende realizar con la ayuda del Señor. Exhorto a todos los que conocen ya o quieren conocer la Renovación a que adquieran este volumen, que busquen aquí cuanto pueda interesarles acerca de ella y lo difundan. Y no puedo dejar de felicitar muy sinceramente al P. Juanes por el esfuerzo que ha hecho en estos años a fin de poner en nuestras manos un libro que hará un gran bien y que, por otra parte era tan esperado por muchas personas.
NICOLAS DE JESUS LOPEZ RODRIGUEZ Arzobispo Metropolitano de Santo Domingo Primado de América Asesor Nacional de la Renovación Cristiana en El Espíritu Santo
Santo Domingo, D.N. 26 de Noviembre de 1989 Solemnidad de Cristo Rey.
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PROLOGO Sobre la Renovación Cristiana en el Espíritu Santo o Renovación Carismática, se ha escrito, en sus 22 de existencia, una cantidad extraordinaria de artículos y de libros. Muchos de ellos son de gran valor y de gran actualidad. Este a acontecimiento, obra del Espíritu, ha llamado la atención de muchos que han querido abordarlo desde ángulos, perspectivas e intensiones diversas. Desde luego, los que predominan por su calidad de valor, son los que han dimanado de la Iglesia a través de los Papas, Conferencias Episcopales, Obispos y también de teólogos, escrituristas, pastoralistas…. Conocedores a fondo de la Renovación por su experiencia personal de la misma, por sus estudios e intercambios de opiniones, etc. Más de uno no obstante esta riqueza, ha echado de menos una síntesis
de
cuanto concierne a la Renovación Carismática que pudiera servir para enseñanza y formación, sobre todo de los líderes (entre nosotros llamados servidores). sin excluir a los que asisten a los grupos de oración y a cuantos quisieran enterarse, con cierta seguridad y amplitud de qué es ka Renovación Carismática y de los diversos elementos que la conforman. Esto, precisamente, hemos intentado hacer en un trabajo que nos ha tomado 15 años de estudio, de convivencia constante con la misma Renovación, de lectura y reflexión sobre multitud de obras, de trato con personas impuestas en la Renovación y un poco, también, de la experiencia en estos años de asesoramiento directo. La obra que esperamos con la ayuda de Dios, poderla complementar, toca, prácticamente todos los aspectos de la Renovación Carismática. Comenzamos por el tomo tercero en el orden en que pensamos podrían alinearse. La obra no pretende originalidad, sino avalada por no pocas citas de prestigio de autores, a nuestro juicio, solventes de sus afirmaciones. Si
el
reto
para
la
Renovación,
a
juicio
de
la
Conferencia
episcopal
norteamericana, está en la formación de sus líderes, pensamos que este proyecto puede servir no poco a tal necesaria tarea. La presentamos, pues, con toda sencillez, sin pretensiones, pero con la esperanza puesta en el Señor de que la bendecirá copiosamente. La Renovación Carismática ha confirmado ser lo ya Pablo VI previó: “una suerte para la Iglesia”. Afirmación que Juan Pablo II hizo suya en el discurso dirigido a los dirigentes de la Renovación en su encuentro internacional de mayo de 1987. Con amor y fraternal sinceridad dedicamos este libro y los restantes a cuantos participan en los grupos de oración, a los servidores de los mismos y a cuantos
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desean conocer esta “corriente de gracia” que el Espíritu Santo ha suscitado en nuestros tiempos en la Iglesia, para bien de la misma y del mundo. Damos sinceramente gracias, en primer lugar, a sus Excelencia Mons. Nicolás López Rodríguez, Arzobispo de Santo Domingo, Sede Primada de América. Asesor Nacional de la Renovación Cristiana en el Espíritu Santo, que acogió y alentó esta obra; a mis Superiores de la Compañía de Jesús que dieron su visto bueno a proyecto. De un modo particular quiero dar gracias a las personas que comprometieron sus oraciones y sacrificios para que el Señor la bendijera; a la Srta. Digna Sánchez que ha corrido generosa y sacrificadamente con las repetidas transcripciones de los originales en un trabajo constante y esmerado. A Sarah Rathe, quien, con su gran espíritu de servicio ha facilitado notablemente la publicación. Agradecemos muy sinceramente, y Dios se lo recompensará con generosidad, las contribuciones anónimas de las personas que hacen posible un costo módico al alcance de la mayor parte. Reservamos para el final notas, relativamente abundantes, para quienes deseen utilizarlas;
vienen
a
ser, además de
ofrecer una
copiosa bibliografía, un
complemento de lo expuesto en el cuerpo del libro. La variedad de estilo que a veces se encontrará, amplificaciones extensas e indicaciones esbozadas, obedece a una pedagogía impuesta por el deseo de no hacer excesivamente voluminosa la obra y por responder a temas que los mismos beneficiarios pueden, con su estudio, amplificar personalmente.
9
Elementos de los Grupos de Oración
10
I.
ELEMENTOS CONSTANTES EN LOS GRUPOS DE ORACION DE LA RENOVACION CARISMATICA (Se amplificarán en detalle) (Los enumeramos y describimos brevemente). Lo que se hace en un Círculo de Oración puede variar, no tanto de un lugar a otro. Pues es el mismo Espíritu quien guía aquí y allá. Más bien, puede variar de una semana a otra, ya que el Espíritu Santo sopla como quiere generalmente no se repite. Por supuesto él respeta el carácter de los grupos y una misma cosa se hará con matices diferentes en Santo Domingo, New York, en Paris o en el Zaire. A pesar de estas variaciones, hay una serie de elementos que se pueden designar como elementos constantes y que conforman la “identidad” de los grupos de oración de la Renovación Carismática. A.
Alabanza y adoración; acción de gracias La alabanza y adoración se hallan íntimamente unidas: Nunca faltan, pues es la finalidad de la oración. Es como el clima o la atmósfera en que se desenvuelve la oración desde el principio hasta el final. -
Adorar es “reconocer” que Dios es nuestro Señor, nuestro Padre, nuestro Salvador, que es grande, poderoso, bueno, misericordioso…
-
Alabar es decirle todo eso a Dios. Se lo decimos porque lo merece, por sí mismo y porque sabemos que El nos escucha y le agrada oírnos. Creemos que está presente en el grupo y en cada uno de nosotros. Sólo Dios tiene derecho a nuestra adoración: “Sólo a Dios adorarás” (Mt 4,10). Adoramos al Padre, al Hijo, al Espíritu Santo, a Jesús, a la Eucaristía. A María Santísima, a los ángeles y a los santos los veneramos y nos unimos a ellos en su adoración a Dios. La Alabanza es lo más Importante en la Oración y en toda la Vida. ”Dios nos escogió para ser su pueblo, para alabanza de su gloria” (Ef 1,12). Dios tiene derecho a que lo alabemos desinteresadamente, pero Dios bendice abundantemente a los que lo alaban. Un grupo que no hiciera otra cosa sino alabar estaría haciendo una oración magnífica y sacaría mucho fruto (Ef 5,19). La Alabanza, cuando no es una mera expresión de los labios, sino que brota del “corazón”, de lo íntimo de nosotros mismos, es un precioso homenaje que rendimos a Dios. Es todo nuestro ser el que se expresa a
través
de
estas
oraciones
sencillas,
pero
rebosantes
de
11
reconocimiento, de gratitud, de admiración, de amor: Queremos decirle, aunque sea balbuciendo como niños, lo que El es, y lo que es para nosotros. Dios se complace y se siente tocado de amor infinito hacia sus criaturas e hijos amados que le expresan, como pueden, todo lo que hay en ellos para El. Por eso la oración de alabanza es un modo de orar preciosísimo que tiene la primacía en los grupos de oración de la Renovación Carismática. Un autor llega a afirmar que “… la más pura oración religiosa (es): la oración de alabanza”2. San Pablo casi nos abruma con las recomendaciones
a alabar. Y
para él, el resumen del designio de Dios se cifra en “para que se alabe siempre y por encima de todo esa gracia suya que nos manifestó en el Bien Amado” (Ef 1,16). El mismo Jesús es uno de los grandes momentos de la exultación que suscitó en él la acción del Espíritu Santo expresó, la intimidad de todo su ser, en un canto de alabanza
(Mt 11,25: Lc
10,21). Y la Virgen María, prevenida por el mismo Espíritu Santo, alabó con gozo indescriptible la grandeza de Dios que gratuitamente la había colmado de su gracia (Lc 1,46). Los salmos son la expresión más bella de alabanza que la oración de los hombres inspirados del Antiguo Testamento nos han legado. Remontándonos, aunque sea brevemente, al origen de la alabanza en su relación con la adoración y de ahí deducir su excelencia, nos permitimos citar a un teólogo tan profundo y ungido en sus escritos como Romano Guardini: “La grandeza de Dios encuentra su expresión en primer lugar en los hombres de
Creador y Señor. El es el
“Increado”, que ha creado todo, el Ser, sin principio, que subsiste en Sí mismo, el infinito, el imperecedero, el Eterno. A El pertenece todo, no solamente por poder, sino por derecho. Su derecho a poseer y a regir todo
proviene de la absoluta
autoposesión, que El tiene de Sí mismo. Ante El se postra en adoración el hombre total e incondicionalmente, y al mismo tiempo con dignidad y libertad. Pero esta misma grandeza de Dios da origen a
una
forma
peculiar
de
oración
cuando,
en
la
grandeza,
resplandecen la belleza y la gloria. La grandeza de Dios tiene en la Sagrada Escritura, no solamente el carácter de majestad, sino
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también el de gloria, en el sentido en que se dice que los cielos y la tierra están llenos de la “gloria” del Señor. Esta gloria significa que la realidad de Dios es realidad “resplandeciente”, de modo
que ante
ella la seriedad de la adoración se trueca en el gozo de alabanza. En la Sagrada Escritura encontramos continuamente expresiones que nos hablan de la gloria de Dios, y cantos e himnos que la celebran. En ellos recorre el hombre las propiedades más excelsas de Dios, su santidad, su grandeza, su poder, su sabiduría, su eternidad, su libertad, su justicia, su bondad, su longanimidad.
El hombre se
sumerge en estas propiedades, las expande, por así decirlo, ante el mismo Dios y le glorifica por todas ellas (…) Por ello brota constantemente en el ámbito de la Revelación la oración de alabanza”3 -“La acción de gracias”. Va muy unida a la alabanza. Es la oración
clásica
del
Nuevo
Testamento:
se
la
cita
54
veces,
agradeciendo especialmente el don de la fe, la llegada del Reino, la muerte y resurrección de Cristo. Como por la fe sabemos “que Dios dispone todo para el bien de los que lo aman” (Rom 8,28) le damos gracias por todo: salud o enfermedad, gozo o tristeza, esperanzas o temores… “sean agradecidos” (Col 3,15)4. Formas diversas de alabanza: Se puede alabar con palabras, con cantos, con gestos y en silencio. a) Con palabras: 1) Exclamaciones espontáneas, en una alabanza conjunta, libremente: ¡ Gloria!, ¡Aleluya!, ¡Santo, Santo, Santo!, ¡Alabanza!, ¡Bendito seas!... 2) Oraciones
individuales
de
alabanza
también
espontáneas. No deben ser muy prolongadas para que todos los que deseen alabar al Señor puedan hacerlo. (En los Salmos hay muchos ejemplos. Se acostumbra terminar estas oraciones individuales con una exclamación de alabanza). 3) Alabanza en lenguas. Es la forma por excelencia, pues entonces es el mismo Espíritu el que, de un modo especial, alaba en nosotros y con nosotros. San Pablo nos dice: ¡Quisiera que todos hablaran en lenguas! (1 Cor 14,5).
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b) Con cantos: Los cantos no son una pausa en la oración. Son oración. Debieran ser, en su mayoría cantos de alabanza al Señor: “El que esté alegre que cante alabanzas al Señor” (Stgo. 5,13). Los Salmos son cantos y muchos son de alabanza: “Canten a Dios con alegría” (66.1)…Los cantos de alabanza producen efectos más allá de lo esperado por nosotros. “Cuando Pablo y Silas oraban y cantaban himnos al Señor… la cárcel tembló… se abrieron las puertas y se le soltaron las cadenas“ (Hec 16,25-26). Entre los cantos, tiene un puesto especial los “cantos en lenguas” o cantos inspirados. “Llénense del Espíritu. Reúnanse y reciten salmos, himnos y cánticos inspirados; canten y alaben de todo corazón al Señor” (Ef 5,19). Cuando la oración de alabanza se hace profunda, intensa en la comunidad, el Espíritu Santo suele suscitar el canto “armonioso” en lenguas. El “canto en lenguas” suele brotar espontáneamente suscitado por el Espíritu, cuando la oración de alabanza ha adquirido cierta densidad. Invitar a las personas a “cantar en lenguas” cuando al que dirige se le ocurra, no es recomendable. El Espíritu Santo tiene su momento, cuando nosotros nos hemos entregado a la alabanza desde lo más íntimo del ser. Entonces el canto en la propia lengua, si está bien escogido, viene a intensificar la oración, y, a su vez, el “orar o cantar en lenguas”, da una nueva densidad y profundidad
a
frecuentemente
la
oración.
escogido
Parece
por
el
el
momento
Espíritu
Santo
más para
expresar en una intimidad y fuerza indecible, el amor, la admiración, el deseo intenso del alma de glorificar a su Dios. Cuando a acontecido un silencio profundo, lleno de la presencia y del amor del Señor, se suele ir levantando el murmullo del “canto en lenguas”. Es como una ola que aumenta, se dilata, crece, descrece, se reaviva…., pero siempre armonioso, como dirigido por el
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Espíritu Santo y expresión de lo más íntimo y puro que hay en nosotros para nuestro Dios.5 c) Con gestos: Alabamos
levantando
los
brazos,
inclinándonos,
poniéndonos de pie, hincándonos, pero todo dentro del “orden” (1 Cor 14,40). Sentados también alabamos a Dios en el reposo y escuchamos su palabra. d) En Silencio: Estar en la presencia de Dios en silencio es adoración. Dios ve nuestros pensamientos. Mejor todavía si acallamos nuestros pensamientos para escuchar la voz de Dios. Escuchar a Dios es muy importante ¡El sabe ya todo lo que vamos a decirle, pero nosotros no sabemos lo que El quiere decirnos). “Al orar no repitan palabras inútiles como los paganos que se imagina que mientras más hablen más caso les hará Dios”. (Mt 6,7). En toda oración debe haber varios ratos de silencio de una discreta duración. También se debe guardar silencio después de escuchar la Palabra de Dios, para interiorizarla. B.
La Palabra de Dios Lectura de la Sagrada Escritura. Conviene hacerla tan pronto como la asamblea esté en disposición de escuchar a Dios con respeto y atención: esto requiere que preceda la oración de alabanza. La Palabra elegida debe ser corta y tratar de un solo tema. Muchas veces ese tema dará el tono o la pauta para la oración de alabanza que siga u “orar la Palabra”. Terminada ésta, se deja un momento de silencio para meditarla. (Puede hacer durante unos minutos de duración, una aplicación práctica la persona designada de antemano. Si no hubiere instrucción se puede alargar).
C.
La instrucción
También debe ser corta unos 10 ó 15 minutos. No es una charla ni un curso: es “carismática”. El que la hace debiera tener el carisma de la enseñanza (1 Cor 12, 28), una fe viva que la irradie en su vida ordinaria, y una fidelidad comprobada a las enseñanzas y Magisterio de
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la Iglesia Católica Debe tener, al menos, relativa formación religiosa. Frecuentemente es una explicación de la lectura. D. Las profecías Son mensajes del Señor a la Asamblea. Dios habla al grupo y merece atención. Nunca olvido una profecía que me impresionó: “Ustedes quieren que les hable y, cuando las hablo, no me escuchan”. Debe preceder un tiempo de recogimiento. Después de una profecía debe haber un silencio para reflexionar sobre ella. A menudo, en ese silencio surgen otras profecías que completan la primera. La profecía puede ser recibida “en lenguas”. Entonces necesita ser “interpretada”.
Las
lenguas
y
su
interpretación
son
dos
carismas
mencionados por San Pablo en (1 Cor 12,10). La profecía en lenguas se dirige a la asamblea, es un mensaje y debe ser entendido porque para eso lo da el Señor. La persona que recibe la interpretación debe darla fielmente. Si otras reciben también la interpretación es costumbre decir: “confirmado el mensaje”. Ni el “buen deseo” de ayudar a la comunidad, ni el decir algo piadoso es una profecía. Suele ser el carisma que ofrece mayor dificultad. Los servidores deben conocer los signos manifestativos que Dios da para usar a una persona. E instruir a su grupo con paciencia para que realmente el Señor pueda manifestarse a su pueblo cuando y como quiera. Toda profecía debe ser discernida. Esta materia es sumamente amplia y ofrece cierta dificultad. Por eso se tratará ampliamente en otra parte. Con ello no se condiciona la acción de Dios, sino que se prepara el campo para que El derrame la gracia de su mensaje y, a la vez, nos liberemos de considerar “profecía” o palabra de Dios a la comunidad lo que no pasa de ser algo nuestro expresado en alta voz y atribuido, erróneamente a Dios. E. Las peticiones Jesús nos repite una y otra vez que pidamos a su Padre: “Pidan y se les dará” (Lc 11,9). “Hasta ahora no han pedido nada en mi nombre. Pidan y recibirán para su gozo sea completo” (Jn 16,24). A la comunidad reunida en oración, Jesús les dice: “Si dos de ustedes (o más) se ponen de acuerdo en lo que van a pedir en la oración, mi Padre se lo concederá” (Mt 18,19). Al Señor le agrada que le pidamos. Pedirle es reconocer su bondad y expresarle nuestra confianza. No temamos pedirle.
“Si quieres, puedes
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curarme… Si quiero. Queda limpio (Mc 1,40-41). Para la eficacia de nuestra oración, Jesús nos recomienda algunas cosas: perdonar (Mat 6,12: Mc 11,25-26), tener fe (Mc 11,24), pedir en su nombre (Jn 14,13). Afortunadamente, el éxito de la oración no depende del que pide sino del que da. INTERCESION: El Espíritu Santo dirige algunos grupos a interceder ante Dios por algunas intenciones particulares. Con esta oración nos unimos a Jesús “que, resucitado, esta a la derecha de Dios rogando por nosotros” (Rom 8,34). Esta oración hace posible, en cierta manera, que Dios pueda derramar su amor y su misericordia sobre nuestro mundo. F. Testimonios Reconocer y agradecer en público los favores recibidos constituye un testimonio. Muevan a la alabanza pues proclaman el amor y el poder de Dios en medio de su pueblo y aumentan la fe de los que lo escuchan. El que da un testimonio busca la gloria de Dios y no que lo alaben a él. María dio la gloria a Dios: “El Todopoderoso ha hecho en mi cosas grandes: santo en su nombre” (Lc 1,49). Si sabemos agradecer y darle la gloria. Dios multiplicará sus favores. Un momento oportuno para hacerlo sería, tal vez, antes de las peticiones para estimular la fe de los que piden. El testimonio edifica la comunidad cuando se trata de una auténtica acción de Dios y cuando se da discreta, oportuna y brevemente. G. Saludo y despedida Aunque se haya dejado para lo último, lo primero que hay que hacer es saludarse unos a otros. En particular, los servidores deben “recibir” a las personas que van llegando, sobre todo a los nuevos que deben sentirse “acogidos” desde el primer día. Llegada la hora de terminar, el servidor indicado puede recordar brevemente el mensaje y enseñanzas del día, dar los avisos necesarios y despedir amablemente a los hermanos con unas palabras y algún canto. Estas relaciones humanas son necesarias, por eso se ha de anima a los hermanos a tener reuniones informales entre semana: alguna visita, el ponerse de acuerdo para un pasadía… todo esto, hecho con espíritu cristiano, crea comunidad y beneficia la misma oración. Conclusión Estos son los grupos carismáticos, en donde el Espíritu Santo tiene plena libertad para actuar. Esto supone que sus miembros, al menos en su mayoría, han recibido el “bautismo en el Espíritu” y están abiertos a su
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acción. Los servidores son los responsables de esta apertura que ha de comenzar con ellos. Han de sentirse “instrumentos del Señor”. El día en que crean saber dirigir un grupo están mal y en peligro de quitarle la dirección al Espíritu. El saber debe consistir, sobre todo, en ser cada vez más humildes y dóciles al Espíritu Santo y considerase “servidores inútiles”. No obstante, la instrucción es importante y el servidor debe prepararse para dar un servicio cada vez mejor a Dios y a sus hermanos. Haber enumerado aquí los principales elementos que, ordinariamente, entran en un grupo de oración, no quiere decir que todos ellos tengan igual importancia. Hay elementos imprescindibles, que nunca deben faltar y los hay menos importantes. Su ausencia no ha de ser habitual, pero el hecho de que no siempre se den, no debe alarmar a los servidores. Más aún, en el supuesto de que siempre tengan entrada en el grupo de oración, no por eso se ha de equiparar su importancia a la de los elementos imprescindibles. Así las peticiones que se hagan hacia el final de la oración, nunca tendrán la misma importancia que tiene la alabanza. Esta, como se repetirá al citar el esquema de los elementos del grupo de oración, juntamente con la invocación previa al Espíritu Santo, con los cantos que acompañan la alabanza, los silencios oportunos y la Palabra de Dios, forman el núcleo básico de todo grupo de oración en la Renovación Carismática.
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II. LA INVOCACION AL ESPIRITU SANTO Y LA ACTUACION DEL SERVIDOR 1. La enseñanza espiritual a) El Espíritu de adopción: Gal 4,6-7: La adopción filial, el ser realmente hijos de Dios (1 Jn 3,1), participar de su misma vida (2 Ped 1,4), es el motivo fundamental por el que Dios nos comunicó el Espíritu de su Hijo: El Padre, en su infinita misericordia, no sólo nos dio a su Hijo (Gal 4,4-5), sino que también envió, a aquéllos que son hijos, el Espíritu Santo, el don de los tiempos escatológicos, prometido por El (Gal 4,5-6). -
Lo envió a nuestros corazones, porque, por el sacramento del Bautismo, hemos pasado a tener la condición de hijos suyos. 0La participación de la vida del Padre, de donde proviene nuestra filiación, la recibimos al comunicársenos la vida de Jesucristo, como participación de la misma vida del Padre. El Espíritu Santo en nosotros es espíritu de “filiación” (Rom 8,14), porque la vida de Cristo, que nos constituye hijos de Dios, la recibimos por medio del Espíritu Santo (Rom 5,5).
-
Pero también lo es, y aquí lo señalamos especialmente, porque El es quien nos da la actitud que conviene al hijo frente al Padre: la obediencia llena de fe y de amor; la comunicación amorosa con El.
-
Este Espíritu es el que viene en auxilio de nuestra debilidad (Rom 8,26); nos da un corazón nuevo y un espíritu nuevo. Realiza en nosotros la profecía de Ezequiel (36. 26ss) y de Jeremías (31,33). Es una nueva forma de existir en la que “el Espíritu clama Abba! Padre! Se ha apoderado de nosotros con tanta fuerza que ya no es nuestro yo quien ora la Padre, sino el Espíritu del Hijo de Dios (…). Nosotros clamamos en ese Espíritu “Abba, ¡Padre!” (Rom 8,15)
-
El, pues, nos hacer tener experiencias filiales de Dios: sentirlo como Padre, dirigirnos a El espontánea y confiadamente, llenos de amor. El mismo Espíritu es quien no sólo nos enseña a orar, sino quien ora en nosotros; quien “grita” al Padre con fuerza, dentro de nosotros y descubre, comunica el gozo y la
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alegría que acompañan a la intensidad de ese clamar del Espíritu2. b) La ayuda del Espíritu Santo: Rom 8,26-27; Completando brevemente lo dicho, añadimos: nosotros somos por naturaleza débiles, ignorantes… Por eso, Dios, lleno de “compasión” y ternura hacia sus hijos, viene en nuestra ayuda a través del Espíritu Santo. El se une a nuestra súplica, a nuestra oración (Gal 4,6; Rom 8,15-16) y se forma una grande, inmensa imploración. La súplica del Espíritu en nosotros y con nosotros se hace inefable, intraducible en palabras humanas; rebasan toda explicación, están más allá del orden natural. -
Entonces nuestra oración cristiana adquiere una hondura que supera toda oración hecha sólo con nuestras fuerzas. Se sitúa en el orden sobrenatural, dominado por la acción del Espíritu, enviado por el Padre a instancias de Jesús (Jn 14,16)3.
c)
Consecuencias: Bajo el dominio del Espíritu Santo: la consecuencia es obvia: si toda la vida espiritual, y, de un modo particular, cuanto se refiere a nuestra comunicación filial con el Padre y con Jesucristo, nuestro hermano, está bajo el dominio del Espíritu Santo, no podemos dar un paso en este campo, si no es guiados por el mismo Espíritu. Hemos de ser muy conscientes de esta realidad a la que va ligada y de la que depende el comienzo, medio y fin de nuestro trato con el Señor a nivel personal y comunitario. La frase tajante de Jesús: “sin mi nada pedéis” (Jn 15,5) hemos de interpretarla: sin la acción del Espíritu en lo íntimo de nuestro ser, enviado por Mí para que os socorra en vuestra impotencia. Igualmente la promesa de Jesucristo. (Mat 18,1920) sobre su presencia en medio de la comunidad reunida en su nombre tiene su interpretación en esta misma línea: es la presencia dinámica de Jesús que actúa por su Espíritu, aquí refiriéndonos al tema concreto de la oración comunitaria, en medio de quienes se juntan para alabar al Padre, en Jesucristo, por el Espíritu Santo.
-
La liturgia de la Iglesia, con la profusión de himnos, cánticos, aclamaciones… al Espíritu Santo es un verdadero indicio de su
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pensamiento sobre este punto y la exhortación implícita que hace a sus hijos para que pongan su oración bajo la protección, la guía, el acompañamiento, al eficacia del Espíritu de Jesús. “La Iglesia posee en sus libros litúrgicos maravillosas oraciones al Espíritu Santo que nos pueden enseñar mucho más que todas nuestras palabras. Recordemos,
por
ejemplo, la
secuencia
de la
Misa de
Pentecostés: “!Ven, oh Espíritu Santo!” En ella encontramos una indecible paz, una diáfana profundidad y una luminosa tranquilidad. Pensemos también en la ilimitada confianza que inspira al himno de vísperas de esta misma actividad: “!Ven, oh Espíritu Creador!”4. -
Esta, exactamente, ha sido la actitud de los santos: acudir a la fuerza del Espíritu, invocarlo ardiente y constantemente en su oración. Las formas pueden variar, la referencia directa a El, quizá no se da siempre, pero la intención, el deseo, el hecho no están ausentes. No lo pueden estar desde el momento en que son conscientes de su actividad interior, desde que se han entregado al Padre en Jesucristo y quedan sometidos a la acción de la agracia, en la que el Espíritu Santo juega un papel primordial, irreemplazable.
-
La
eficacia
de
los
grupos
de
oración
está
toda
ella,
condicionada por la actuación del Espíritu: reunidos para alabar al Padre, a Jesucristo, no podría realizarse si no fuera por la asistencia del Espíritu. Si ni decir: “Jsesús es el Señor” podemos, sin la moción y ayuda del Espíritu (1 Cor 12,3), cuánto menos comunicarnos filialmente con Dios y alabarlo como conviene (Rom 8,26-27). -
La eficacia del grupo de oración de sí es tal que cada vez que la comunidad se reúne para alabar al Padre en Jesucristo, debería darse en ella un “pequeño Pentecostés” por la nueva efusión del Espíritu derramado otra vez en nuestros corazones por Jesús (Rom 5,5). Para esto no es preciso desearlo ardientemente, pedirlo, con humildad e insistencia, estar atentos a su moción interior, abrirse a su acción. Por eso la súplica inicial tiene una gran importancia en los grupos de oración. Cuanto se ha hecho tiene su valor en ella.
21
Pero
insistimos
en
este
último
aspecto
que
es
5
extraordinariamente importante . 2. La práctica a)
Como es natural, esta sujeta a la inspiración del mismo Espíritu; la formación e instrucción de la persona, a las circunstancias, necesidades, mociones interiores, etc. Pero algo es cierto e insustituible; hay en toda invocación al Espíritu Santo un núcleo fundamental en el que se expresan el reconocimiento de su ser, su poder, de su amor, de su misión, de su eficacia. En él se manifiesta nuestra necesidad de su ayuda, de su guía, de su inspiración y moción interiores, en él expresamos nuestro deseo de que se haga presente y actuante en medio de la comunidad y en cada una de las personas; le suplicamos nos ayude y asista a lo largo de toda reunión de oración y venga a nosotros con divina fuerza para transformarnos, para que nuestra oración sea la que el Padre desea de sus hijos., la que Jesús anhela le dirijamos llenos de confianza, de amor, totalmente centrados en comunicarnos desde el fondo de nuestro ser con la Trinidad que habita en nuestras almas. Por eso, el éxito de nuestra oración no puede estar al margen de nuestra actitud de reconocimiento, de entrega de la oración a la acción de Aquel que se nos ha dado para que nos enseñe, nos dirija, nos perfeccione en nuestra comunicación filial con el Padre y en nuestra relación fraternal con Jesucristo.6
b)
Esta conciencia debe reactualizarse, reavivarse al comienzo de toda oración, especialmente de toda oración comunitaria, de modo
particular
cuando
es
prolongada,
por
la
mayor
oportunidad que tiene su actuar. Puede afirmarse que la oración tanto más “resultará” cuanto con mayor fervor, intensidad, confianza amorosa clamemos al Espíritu invocando su ayuda. Esto no supone precisamente, que se ha de manifestar en un derramamiento perceptible de la “consolación”. c)
La invocación a que nos referimos no se limita al comienzo, aunque en él debe ser especialmente intensa. También cabe hacerlo durante la misma oración.
d)
El modo concreto de hacerlo puede ser, en la práctica, diverso.
22
-
Recitando una oración espontánea de invocación. En la Renovación Carismática es el modo ordinario de hacerlo. Frecuentemente, es sumamente recomendable de a esta oración preceda un canto de súplica al Espíritu Santo. Al mismo tiempo que recoge todo el ser y lo dispone para orar, es ya una fuerte invocación que penetra hondamente por el mensaje y su “envoltura” musical hermosa.
-
Puede hacerse recitando un himno litúrgico de la Iglesia. Los hay que están verdaderamente llenos de unción y de súplica ardiente y serena.
-
De otros modos que junten la confianza, la paz, la expresión íntima llena de reposo y de un gran deseo del Espíritu.
3. La actuación del servidor Indicamos algunos aspectos de la actuación del servidor en el caso concret5o que tratamos: La invocación al Espíritu Santo: a)
Procure que nunca se omita la invocación expresa, a no ser que haya procedido antes algún acto en el que ya se le hubiere invocado: Aun entonces, es aconsejable hacerlo, puesto
que
asistencia
se
para
haría todo
específicamente el
proceso
de
para la
suplicar
oración,
su muy
particularmente en orden al fervor, intensidad e intimidad de la alabanza. b)
La invocación no debe, necesariamente, estar en manos del responsable del grupo de oración, ni siquiera debe ser patrimonio exclusivo de los servidores del grupo. Pero si debe asegurarse el que sea hecha por una persona que conozca bien su finalidad y que, por tanto, la exprese con sencillez, con fervor, con intimidad: sobre todo, con una confianza plena en la asistencia del Espíritu que se pide para el grupo de oración comunitaria. Cuídese, por consiguiente, hasta el mismo tono de la voz sencillo, natural de modo que todo invite al recogimiento, a la unión en la súplica, a reavivar la fe en la ayuda especial que se pide.
c)
Respecto de su duración, obsérvese un discreto término medio entre una prolongación excesiva y una brevedad tal que diera
23
la impresión de una invocación formulista o rutinaria, un aspecto de la preparación para orar. Pero téngase en cuenta que no hay una norma fija, sino una discreta orientación. d)
Ya lo indicamos antes: Ordinariamente precede a ella un canto apropiado al Espíritu Santo que, por su mensaje y su “envoltura” musical, sosiegue, recoja interiormente: coloque a las personas en un clima de fe y de amor y les haga tomar conciencia de la importancia de la oración comunitaria que se va a hacer.
e)
Otras orientaciones importantes prácticas las irán aprendiendo los servidores según vayan adquiriendo una experiencia personal, y en el intercambio o con personas competentes, experimentadas en la dirección de un grupo de oración. Como resumen de cuanto se ha dicho, he aquí lo siguiente: Conocer, aceptar, comunicarse con el Padre y con Cristo como hijos y hermanos es algo que no podemos conseguir sólo con nuestras
propias
fuerzas.
En
Cristo
conocemos
y
nos
relacionamos con el Padre. En Cristo se ha hecho hombre y vive entre nosotros el Hijo de Dios. Esto es un sublime misterio que supera nuestra razón y un estímulo maravilloso que nos empuja a querer ser introducidos en su intimidad. Aquí es donde no sale al encuentro la obra callada, pero necesaria del Padre Santo. El debe esclarecer nuestra mirada. El debe abrir nuestro espíritu para conocer, aceptar y desear comunicarnos en intimidad con El y con el Padre. Y en esa comunicación
ir
adquiriendo
sus
rasgos
íntimos,
sus
sentimientos, dejarnos revestir de El por dentro de modo que nuestra vida sea una manifestación o testimonio vivo de la suya. Cuando esta docilidad se da a nivel de toda la comunidad, la acción del Espíritu es, ciertamente, eficaz, sorprendente. Este, pues, es el sentido de invocación al Espíritu Santo: abrirnos a su fuerza y a su amor que nos enseñará a alabar al Padre y a Jesús; a aceptarlos, conocerlos vivencialmente; dejarnos a impregnar por su amor. El Espíritu Santo nos enseña a alabar al Padre y al Hijo como conviene, también “el Espíritu Santo debe suscitar en mi
24
corazón un amor que todo lo restablezca en su justo orden. Sin El todo está vacío y es penoso. Sentirse tocado por Cristo en el fondo del corazón; percibir la tonalidad esencial de su ser (…), la intimidad de su espíritu; sospechar lo que significa que El haya venido a nosotros y nos haya hecho objeto de su amor; responder a este amor y convertirlo en sustancia de nuestra propia vida (y comprometernos por El y como El), todo esto es don del Espíritu Santo” 7.
25
III.
OBSERVACIONES FUNDAMENTALES RESPECTO DE LA ALABANZA
A. La oración de alabanza debe ser situada e integrarse en la Iglesia orante a) Lo sabemos: En toda oración, hecha en el nombre del Señor, se halla presente, no puede ser menos, la Iglesia, Esposa de Cristo: Ella es su Cuerpo y no puede faltar donde está su Cabeza, Cristo (Ef 5,23). Todo fiel, bautizado en Cristo (Rom 6,4-5), se constituye en miembro de ese Cuerpo de Cristo (1 Cor 12,12). Por tanto, la comunidad reunida en el nombre del Señor goza de la presencia orante de su Cabeza que continúa el ofrecimiento al Padre por los hombres, iniciado en su Encarnación (Heb 10,5 ss). El Espíritu Santo, que habita en la Iglesia y en el corazón de los fieles (1 Cor 3,16; 6,19), es quien ora en ellos y da testimonio de su adaptación como hijos (Gal 4,6; Rom 8,1516,26) y de su pertenencia al Cuerpo de Cristo (1 Cor 12,1213). b)
Por tanto: No podemos oponer, so pena de infidelidad al Señor, y de esterilidad espiritual total, la oración del grupo de oración a la oración de la Iglesia. Ni siquiera aislarse de ella.
-
Al contrario, si es una oración verdadera, como se pretende que sea en las reuniones de oración, nos ayudará a descubrir su solidez, seguridad y autenticidad, enraizada y sostenida como está en la oración de la Iglesia orante, de Cristo.
-
Esta realidad ayudará a no correr el riesgo de desviarse: de convertirse en “iluminista”; de superar el peligro de una histeria o sentimentalismo colectivo siempre malsano y dañoso espiritual y aún psicológicamente.
-
Conducirá a los participantes a una vivencia más profunda de la plegaria litúrgica, sobre todo de la Celebración Eucarística.
-
Preservará de la rutina y el formalismo. Así, la gracia de la Renovación, en su oración, dará una saludable “reviviscencia” a las celebraciones litúrgicas y a la vez, la oración de los grupos de oración tiene necesidad de la Iglesia como Iglesia. Seamos plenamente conscientes de que
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la oración de la Renovación no se basta a sí misma. Por eso requiere situarse e integrarse en la oración de la Iglesia. -
Insistimos en esta realidad, creemos, poco enseñada en los grupos de oración: “Pablo escenificará su idea de la unidad de la Iglesia, por medio de su doctrina del “Cuerpo de Cristo”. Los ligamentos, que unen unos miembros con otros, se refuerzan en la caridad fraterna. Todos están unidos con la Cabeza. Cristo, al ser miembros unos de los otros por el amor más íntimo. Pues el amor del Espíritu de Dios difunde la misma vida de Cristo por todos los miembros de su Cuerpo. Así todos se sienten unidos entre sí en la misma unidad del Cuerpo de Cristo, la Iglesia” (1 Cor 12,27: Rom 5,5). Esta unidad y amor fraternal de los miembros entre sí, en la unidad de la misma Iglesia, implica el que la oración, toda oración auténtica, se encuentre enraizada en la Iglesia. Pero es preciso que también, frecuentemente, se haga consciente al grupo de oración de esta gran realidad misteriosa. El hecho de que esto se dé, deberá ser un fuerte estímulo para el fervor, la autenticidad de la oración del grupo y de cada uno de sus miembros. Debe ser extraordinariamente consolador el hecho de que el Espíritu Santo que actúa también en la pequeña comunidad reunida para orar, en el nombre de Jesús y en cada de los orantes. Hay, además, una particularidad digna de ser considerada: Y es que el Padre y Cristo Jesús en la oración del grupo y de cada uno integrado en el mismo, oye la voz de la Iglesia, precisamente porque los miembros de la misma, oran en su condición de tales unidos en la fe, en el amor y en la vida a ella. “La presencia de Cristo (por su Espíritu) entre sus discípulos, (aquí entre los orantes del grupo) es irradiación de la presencia divina, que Jesús tiene
con el Padre en el mismo
Espíritu de amor. De ahí que circule un idéntico amor de Dios por todos los creyentes (por todos los orantes del grupo) en Cristo,
hasta
que
lleguen
a
la
plenitud
de
la
Iglesia
2
escatológica, en el cielo (Ap 6,9-11): (7,1-8;19,6-9)” .
27
Así los que participan en el grupo de oración, unidos a la Iglesia de Cristo, van también construyendo y preparándose para la oración consumada de la gloria. Esta comunión eclesial es un hermoso acto de fe: “yo creo en la Iglesia”. Pero va más allá: “Amar a Cristo es amar a su Iglesia. Atreverse a creer en Cristo, es atreverse a creer en la Iglesia, misterio de comunión” B.
3,4
.
La oración de la Renovación no puede “perdurar” si no se obedece al mandamiento del Señor de orar al Padre privadamente (Mt 6,6) a)
Es una gracia del Señor constatar la realidad de muchas personas que han sido conducidas a una oración silenciosa, privada, íntima con el Señor, a través de la oración comunitaria de los grupos. La obra del Espíritu lleva a tener sed de Dios en una comunicación filial, a ser como María a los pies de Jesús 5.
b)
.
Así ambas oraciones, privada y comunitaria, se enriquecen. Y la falta de la
primera lleva a un empobrecimiento y estancamiento de la
segunda. Los servidores deben estar atentos y estimular a su grupo a la oración personal. c)
El hecho de que la oración privada, individual, sea necesaria también para los que oran comunitariamente, se sustenta firmen una gran multiplicidad de argumentos. Indicamos algunos:
-
La realidad de nuestra filiación nos empuja a comunicarnos con Dios nuestro Padre. Debería darse en nosotros “casi una necesidad biológica” como la expresada bellamente en el salmo 43 (42). Cuando esto no ocurre, se da en nosotros un impedimento que obstaculiza la acción del Espíritu Santo, suscitador y maestro de oración (Rom 8,26-27).
-
La oración es un acto de todo el hombre: “Es un encuentro entre personas, pone en marcha y en acción todas las fuerzas de un ser” 6.
-
Pero cada uno de nosotros es una individualidad irrepetible. Cada uno tiene sus propios ritmos psicológicos y espirituales; cada uno tiene una intimidad que anhela comunicarse a otra directamente; cada uno tiene su propio caminar y sobre él existe un designio de oración, elaborado por el Padre para él. De otro modo: “Hay oración y oración, como hay amores y amores. Son realidades fundamentales para el hombre, pero son realidades
28
también fluídas. Varían de individuo, e incluso dentro de un mismo individuo siguen siendo complejas. Son o constituyen unos mundos cuyos contornos jamás acabamos de perfilar porque tampoco nuestra experiencia deja de crecer” 7. Es
cierto que también en la oración comunitaria puede satisfacerse
esta realidad, pro sólo de un modo muy parcial. La oración comunitaria toca a la persona dentro de la comunidad y la toda sobre todo en otros niveles. La oración individual es más apta, y por eso complementa la comunitaria, en el encuentro personal, único, irrepetible de todo mi ser con el de Dios. Deseamos la presencia de Dios porque sin El no hay “vida”, porque es el valor supremo para mí, porque la “voz de la sangre” de mi filiación clama por un encuentro totalmente personal 8. -
La oración es, esencialmente, encuentro del amor y de la amistad entre el Creador y su criatura, en el Padre amoroso y su hijo querido (Lc 10,27). Este encuentro parece responder a un mandamiento muy simple: en realidad, frecuentemente, implica un sacrificio arduo y doloroso. Y cada uno de nosotros está sujeto a una “ascesis” particular, a poner el acento en las dificultades peculiares que nos asaltan y a pedir con una insistencia muy propia la ayuda del Espíritu Santo, que nos quiere conformar a cada uno según Cristo: no en la uniformidad de la multitud, sino en la
individualidad de cada persona creada, amada,
redimida y santificada “singularmente”, como si solamente ella existiera. Por eso, la transformación interior que la persona recibe en su oración individual, la riqueza espiritual que va acumulando, las virtudes que van desarrollándose en el encuentro del “Tu” divino con el “yo” humano, se transfiere, se irradian, ejercen su influjo bienhechor en la oración comunitaria. C.
El Espíritu reproduce en nosotros la oración de Jesús a)
Cuando se trata de la oración, abordamos con amplitud el tema: “El Espíritu y nuestra oración”. Enumeremos aquí solamente los capítulos generales que pueden ser expuestos brevemente: -
Gal 4,6-7: El lazo existente entre la presencia del Espíritu en nosotros y en Jesús.
29
-
Rom 8,4: El Espíritu Santo ora en nosotros, con nosotros; nos ayuda en nuestra debilidad: (Rom 8,14-17; 18-27)
-
El Espíritu Santo no nos acapara para sí. Su misión es llevarnos a Jesús: reproducir en nosotros sus sentimientos, sus actitudes, su vida… Hacemos la imagen visible de Jesús y equiparnos con su poder para proclamarlo: (Jn 14,23; 1 Cor 2,16; 3,1; Gal 5,22; Rom 15,30; Gal 5,16). Por eso reproduce en nosotros una característica tan fundamental de Jesús como es su oración: su comunicación íntima con el Padre. Como una consecuencia de gran importancia es la discreta vigilancia de los servidores para que en el grupo de oración siempre se dé la alabanza que se asemeje a la Jesús. Entonces tenemos la certeza de que el Espíritu está actuando en el grupo y en los individuos. No debe perder su autenticidad.
D.
El corazón de la alabanza, ante todo, una actitud interior a)
Esta actitud interior consiste, sobre todo, en una actitud del corazón que reconoce a Dios como Amor. Este amor nos empuja a celebrarlo, alabándolo con todo nuestro ser.
b)
Al celebrar en fe, en gozo y en amor el amor divino, reconocemos las cualidades de Dios y nos admiramos de todas sus obras: celebremos las maravillas de la creación, manifestaciones de su amor y sobre todo, cantamos su misericordia, su bondad, su providencia.
c)
Este reconocimiento y alabanza de las obras de Dios cobra un valor especial y manifiesta un profundo amor purificado, cuando lo celebramos en las situaciones en que todo parece decirnos lo contrario y nos sentimos pasando por una muerte interior dolorosa. Esta es la más bella de la oraciones, la que más profundamente toca el corazón de Dios, como la de Cristo Getsemaní (Lc 22, 39ss.).
d)
Por esto toda oración de alabanza está pidiendo una preparación, al igual que dijimos para la oración de los grupos en general. Los servidores deben prepararse ellos mismos, especialmente, y preparar, sanamente, sin artificios, al auditorio. Deben, por tanto, ser muy conscientes de la presencia de Jesús y exhortar a la asamblea a purificarse y a hacerse dócil a la acción del Espíritu. No es posible alabar al Señor oprimidos por nuestros pecados e indiferentes a encontrarnos con El y a estar disponibles a la acción del Espíritu
9
30
E.
Un grupo de oración sin alabanza se desvía o desaparece a)
Quizás hay grupos que no han comprendido la importancia de la alabanza. Esta, sin duda, es la primera y fundamental causa del despliegue sobre sí mismos. Puede ser que presenten una faz de entusiasmo y de gozo; si no hay verdadera y profunda alabanza, no será lo que aparece; tendrá mucho, y aun todo, de “humano”.
b)
La alabanza nos saca de nosotros mismos y nos fija en el corazón de Cristo. El nos conduce al Padre por el Espíritu; nos pone en comunicación con toda la iglesia, también con la triunfante a la que comenzamos a imitar y hacer presente en la tierra.
c)
En muchos grupos de oración la oración de alabanza suele comenzar por una oración de alabanza comunitaria en voz discretamente alta, pero en un espíritu deseoso de entrar en alabanza profunda personal. Es como un desembarazarse del peso que nos retiene: los cuidados, las preocupaciones….y nos abre al trato con Dios y dispone a oír su Palabra. El pueblo de Dios es un pueblo de alabanza, un pueblo salvado por el amor del Padre manifestado en Cristo y que anhela celebrarlo con todo su ser.
F.
La expresión de alabanza a)
No toda alabanza se ha de expresar audiblemente. Hay modos diversos y uno de ellos es el silencio (de él se hablará más adelante). Por eso importa no confundir la alabanza o identificarla como una expresión determinada hablada, aunque sea la más frecuente.
b)
La
expresión de la alabanza es muy variada, desde una profunda
manifestación silenciosa, llena del amor del Señor, hasta una expresión exuberante: gestos, instrumentos musicales, aún danzas ordenadas y aprobadas. c)
La expresión de alabanza, para que resulte auténtica, debe estar en relación con la realidad interior. Todo lo que es artificial, equivoco, exagerado, sobreexcitado induce a una fundada desconfianza. Los servidores, especialmente el que dirige el grupo de oración, debe cuidar de que esto no ocurra; si se da, sea cortado discreta y eficazmente. Aquí juega un papel importante la educación del grupo que se ha de ir haciendo paciente y discretamente.
31
d)
La expresión de la alabanza debe adaptarse a la variedad de las asambleas: no será lo mismo en una reunión de oración compuesta por 10 personas que otra a la que asistan 100 o más. Ni tendrá, ordinariamente, la misma expresividad entre los que viven en países envueltos en la niebla y traspasados por el frío que entre los que gozan de un sol tropical. No se puede, por tanto, imponer un tipo de expresión uniforme. Pero sí se ha de cuidar de que no exista en absoluto lo raro, desmesurado, falto de orden. No son pocos los que se sienten fuertemente impedidos de entrar a grupos de oración donde se dan ciertas expresiones que los alejan. Esto debe remediarlo e iniciar a los que se acercan por vez primera a los grupos10.
G.
La
alabanza auténtica se irradia a toda la vida
Siendo muchos los modos de alabar a Dios, nos referimos ahora a la alabanza tal como se suele usar en los grupos de oración carismática. Prescindimos ahora de los frutos de la oración de alabanza. Tan sólo aludimos a la realidad de que la alabanza, cuando es viva y cálida, cuando brota de un corazón lleno del amor de Dios y deseoso de glorificarlo por la alabanza, no se limita al tiempo que pueda durar la reunión. Se extiende e irradiará toda la vida. Es preciso hacernos conscientes de esta realidad para darle todo el valor a la alabanza y caer en la cuenta de que la vida cristiana ha de estar empapada y beneficiada por ella. a)
Evidentemente el hombre alaba a Dios cuando refleja en su vida la santidad de Dios, en expresión de San Agustín: “Procurad alabarlo con toda vuestra persona; esto es, no sólo vuestra lengua y vuestra voz, deben alabar a Dios, sino también interior, vuestra vida, vuestras acciones. En efecto, lo alabamos ahora, cuando nos reunimos en la Iglesia, pero cuando volvemos a casa parece que cesamos de alabarlo. Y no es así: si no cesamos en nuestra buena conducta, alabaremos continuamente a Dios. Dejas de alabar a Dios cunado te apartas de la justicia y de lo que a El le place. Si nunca te desvías del buen camino, aunque calle tu lengua, habla tu conducta; y los oídos de Dios atienden a tu corazón”.11
b)
Cuando la alabanza
en el grupo de oración es ferviente, nacida a
impulsos del Espíritu Santo, que actúa en lo profundo del corazón del que alaba, no puede menos de darle una acción intensa del mismo
32
Espíritu. Y éste, por su misión propia nos va conformando a imagen y semejanza de Cristo. -
La vida de Jesús se nos muestra una alabanza continua al Padre (Jn 17,4) en el servicio, en el sufrimiento, en los momentos de gozo interior y de desgarramiento (Lc 10,21): Mc 15,34-35): en las manifestaciones más sublimes de amor (Jn 13,1) y en la intimidad de su comunicación con el Padre celestial (Mt 26,39). Nada escapa a su alabanza, ungida con la acción del Espíritu.
-
La alabanza del grupo de oración tiene, debe tener, esa virtualidad, si realmente es auténtica: nos va introduciendo en la alabanza del corazón y de los labios también a lo largo del día. Pero no se detiene ahí. Se irradia, como por propio impulso, que es el del Espíritu Santo, de modo que todas nuestras actividades tengan la misma motivación y el mismo anhelo de ser alabanza de su gloria (Ef 1,12,14). Es insospechable el fruto espiritual, y a un humano, cuando toda nuestra vida está traspasada de esta alabanza: la nueva visión que comenzamos a tener de los acontecimientos desagradables, el nuevo ímpetu y creatividad que nacen en nosotros a impulsos de ese motor divino que actúa en nuestro interior.
12
.
Y la causa, al menos para muchos, se halla en la alabanza del grupo de oración en el que se ha dado una acción especialmente intensa, individual y comunitaria, del Espíritu Santo. Por
eso,
parecía
oportuno
incluir
estas
ideas
dentro
de
las
observaciones fundamentales de la alabanza.
33
IV. LA ALABANZA EN LOS GRUPOS DE ORACION. CONSIDERACIONES PREVIAS. Anotaciones aclaratorias a)
La alabanza es el elemento esencial por excelencia en el grupo de oración de la Renovación Carismática. Por tanto, nunca ha de faltar, aunque tenga diversas formas de expresarse. “El más fundamental de todos esos dones (es) el de alabar a Dios y a su voluntad por amor de Dios, hacerlo públicamente y en voz alta por amor al prójimo, de modo que nuestra oración –si Dios quiere– sirva a los demás como testimonio y robustecimiento de la fe”1.
b)
El grupo de oración se reúne no sólo para alabar a Dios, sino para “vivir la vida” de Jesús en la alabanza, por ella y como fruto precioso de la transformación interior que obra el Espíritu en esta oración comunitaria de alabanza.
c)
Por tanto, no se debe disociar el tiempo que se pasa en el grupo alabando y dando gracias a Dios, del tiempo siguiente en el que se desarrolla nuestra vida ordinaria: la atención a nuestros deberes, nuestro
apostolado,
nuestros
compromisos,
toda
nuestra
vida
individual y comunitaria debe estar empapada y vivificada por la gracia de la oración de alabanza: ser una viva irradiación de la actuación del Espíritu que ahora, se manifiesta en lo cotidiano de nuestra existencia. d)
La importancia de la alabanza como obra hacia el Padre y bendición hacia
nosotros, individual
y comunitariamente, exige que nos
preparemos para vivir la alabanza serena e intensamente con todo nuestro ser y conseguir la mayor apertura al Espíritu y a su acción. Esta misma importancia pide de los servidores una preparación personal especial y un cuidado esmerado en preparar, sobre todo, cuanto concierne a la alabanza. e)
Una de las tareas importantes del servidor, respecto del grupo al que sirve, es iniciar en la alabanza a los que llegan por primera vez; irlos integrando en la comunidad y ayudarles a abrirse a ella: continuar ayudándoles a madurar, a enriquecerla y a expresarla.
f)
Los diversos elementos que integran la alabanza: oración personal y conjunta,
el
canto,
el
silencio…deben
estar
penetrados
profundamente del espíritu de alabanza. No tienen un fin en sí, ni han de considerarse autónomos. Son formas diversas de alabar y, por
34
tanto, se los ha de usar con este fin y esta motivación. El Espíritu Santo actúa a través de estos modos de alabar. g)
Es importante recordar frecuentemente que alabanza, de un modo semejante a la Efusión o Bautismo en el Espíritu Santo, no obra “es opere operato”: en virtud de sí, sin tener para nada en cuenta la disposición del que alaba. De aquí, los requisitos, actitud interior, preparación con que ha de procurar presentarse a alabar cada persona y la comunidad como tal, de que le habla en otra parte.
h)
El tiempo que debe dedicarse a la alabanza está en relación con el tiempo que dure el círculo de oración. Pero, como norma general, se ha de dar hasta quizá la mitad y aún más, incluyendo en ello los diversos elementos que entran en este aspecto oracional que llamamos alabanza. “Nunca se insistirá demasiado en que las reuniones de oración son reuniones para proclamar la grandeza y el poder (y el AMOR) de Dios, es decir, donde la oración predominante es la oración de alabanza y acción de gracias”2. Ambos modos están íntimamente unidos y se pasa del uno al otro sin preocupación alguna.
1. Reflexiones teológicas A. La alabanza es nuestra vocación: a)
San Ignacio de Loyola así en sus Ejercicios espirituales: “El hombre es creado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios” 3. No es raro que en la exposición del tema se pase de ligero sobre la “alabanza” para prodigarse en el “servir”. Hay, en este modo de proceder cierta infidelidad al Espíritu de los Ejercicios. Es necesario insistir en ambas: alabar y servir. Vienen a ser dos aspectos de una misma realidad; pero tratar con superficialidad el alabar o debilitar su contenido, incide debilitando el servir. -
Jesús mismo une íntimamente ambos modos (Jn 17,4). “Como Jesús también nosotros estamos llamados a glorificar a Dios realizando su obra, su vocación para nuestra vida”, también con la alabanza de nuestros labios y nuestro corazón, no sólo de nuestras obras. He aquí el misterio de la vocación del hombre. La alabanza, pues, no es algo “facultativo” en nuestras vidas. Al contrario: es una obligación que dimana de nuestra condición de seres creados, redimidos, hechos hijos de Dios. (1 Tes 5,16; Ef 1,6-12.14).
35
b)
La alabanza, signo del cristiano: Es volver sobre lo anterior desde otro punto de vista: -
“Una contribución de inestimable valor a la espiritualidad de hoy y que esta adquiriendo unánime aceptación, aun fuera de los actores de la Renovación Carismática, ha sido el redescubrimiento que la Renovación en el Espíritu nos ha traído de la alabanza, de su importancia y de la manera de expresarla y vivirla (….). El Espíritu que rejuvenece sin cesar la vida de la Iglesia es el que verdaderamente da testimonio del Resucitado (Jn 15,26) y el que en nosotros revela y glorifica al Hijo de Dios”. (Jn 16,14).
-
La alabanza es un constitutivo esencial de la vida cristiana y su presencia o ausencia en la espiritualidad del creyente puede definir el grado de profundidad de la fe, esperanza y caridad a que ha llegado. En efecto, el cristianismo implica cierta experiencia religiosa que, en mayor o menor intensidad, marca la vida. Tal experiencia puede adoptar formas muy variadas (….). En el fondo de la verdadera experiencia cristiana hay un encuentro con Cristo Resucitado como alguien muy real que comunica salvación e ilumina toda la vida (conduciéndola a una conversión que se profundiza progresivamente). La consecuencia que se sigue es una actitud muy definida ante Dios como respuesta en admiración, agradecimiento, alabanza y amor.
-
La alabanza es el resultado de sentirse salvado y amado por Dios. (Lo alabamos) no porque nos lo hayan enseñado, sino por necesidad interior ante algo inefable y conmovedor que recibimos de parte de Dios. No hay (por tanto) alabanza sino hay un encuentro con el Dios vivo. La alabanza es la respuesta del hombre a la acción amorosa de Dios. Más que algo que el hombre pueda ofrecer (…) la alabanza es un don que Dios poen en el corazón y la boca del que ha experimentado su salvación.4 (Sal 40). Pero la alabanza va más allá: alabamos y celebramos a Dios por bondad, de su amor… para nosotros. Es decir alabarlo, sobre todo “porque es Dios”. La alabanza, cuado no es una mera expresión de los labios, sino que brota del “corazón”, de los íntimo de nosotros mismos, es un precioso
homenaje que rendimos a Dios. Es todo
nuestro ser el que se expresa a través de estas oraciones sencillas, pero rebosantes de reconocimiento, de gratitud, de admiración, de
36
amor. Queremos decirle, aunque sea balbuciendo como niños, lo que El es, y lo que es para nosotros. Dios se complace y se siente tocado de amor infinito hacia sus criaturas e hijos amados que se expresan, como pueden, todo lo que hay en ellos para El. Por eso la oración de alabanza es un modo de orar preciosísimo que tiene la primacía en los grupos de oración de la Renovación Carismática. c)
La alabanza del hombre es la voz de la alabanza de todos los seres creados: -
Cuando queremos hablar de la creación como obra de Dios, que proclama la gloria de su poder, sabiduría, amor… nos perdemos. Las magnitudes de lo grande: las consideraciones, galaxias, estrellas… nos abruman y anonadan. Nos sentimos infinitamente pequeños para captar, comprender, tener una idea remota de esta gran voz de la creación de Dios. Y cuando nos queremos adentrar en el mundo de lo pequeño, de una flor, de una gota de rocío, de un bacilo, de un microorganismo… nos sentimos igualmente rebasados por esta gran voz de Dios que nos muestra a su magnificencia, su sabiduría… en lo inmensamente pequeño. Todavía queda el mundo de la destreza, del arte, de la ciencia… del hombre que recibió su poder de inteligencia y voluntad de Dios.
-
Todos estos seres creados, son una voz grandiosa, imponente, profundamente penetrante para el que quiera oírla. Son una voz “objetiva”,
la
realidad
presente
de
la
sabiduría,
providencia,
infinitud… de Dios. Y esa voz expresa una alabanza “inconsciente”. Celebran la gloria de Dios con el sólo hecho de existir, pero no deben decir ni expresar hasta que punto es admirable su creador. Por eso, necesitan la voz del hombre que contemple el mundo con ojos limpios, con corazón accesible a la belleza, a la grandeza, a la complejidad, o aparente sencillez de las cosas creadas. -
El se hace portavoz entonces de una alabanza que celebre la gloria de Dios. El hombre, en su pequeñez, se hace, conscientemente la voz, el sacerdote de la creación maravillosa de Dios. El es la voz de la alabanza de todos los seres. Y esto tiene mayor urgencia cuando considera que toda creación ha sido hecha para El, para que, de modos diversos, le sirvan en esta vida, le ayuden a desarrollar sus
37
facultades, a ser cada vez más el ser total humano divino que está en los designios de Dios (Dan 3,57-81: Salmo 8, etc). El mismo Espíritu que habita en nosotros, nos invita de maneras muy varias,
por
un
toque
interior,
suscitando
en
nosotros
la
admiración….alabar al Padre celestial de quien proviene todo bien. La alabanza canta la gloria inmarcesible del creador y el amor a sus criaturas, a los hombres destinatarios y motivo real, en Cristo y por él, de la creación maravillosa de Dios (Ef 1,3). Así, por la boca y el corazón del hombre el mundo entero se convierte en una sorprendente canción de alabanza a Dios.5 -
¡Y que podría decirse si consideramos a Dios y su obra sobrenatural en sí 9en la Trinidad), en el mundo de la gracia y de la gloria! Debemos, por tanto, prestar atención a la Escritura cuando nos invita a alabar sobre todo con la profusión de salmos de alabanza: especialmente por el intermedio de María y de los ángeles. Ellos son los especialistas de la alabanza. (Lc 1,46ss: 1s 6,4; Lc 2,13-14).
d)
El cielo, una fiesta de alabanza perfecta: - En el designio maravilloso de Dios, toda nuestra vida, vivida en su amor y en el amor al prójimo, es una preparación para la esplendidez de la visión que un día tendremos junto a El (1 Jn 3,2: 1 Cor 13,12). El objetivo divino para el que fue creado el hombre. “para alabar…. A Dios”, tendrá su plenitud en la bienaventuranza. Entonces se realizará plenamente la característica fundamental de la alabanza: su “totalidad”, es decir: alabanza de la Trinidad con todo nuestro ser, con nuestro espíritu, al que se asociará nuestro cuerpo una vez resucitados. Total en su extensión: allí no habrá, como en este mundo, quienes se sustraigan a la alabanza. En el misterio de una libertad plenamente consciente, alabaremos por la fuerza de la atracción que dimana del conocimiento de Dios, de sus perfecciones, de su amor. Nuestra libertad llegará precisamente a la perfección de su
capacidad,
alabando,
dejándose
arrastrar
por
la
corriente
impetuosa que la empuja a alabar, unida a todos y cada uno de los bienaventurados. Total en su intensidad: todas las fuerzas, las energías ahora acrecentadas en la plenitud total a que llegaremos, en la medida de nuestra vida según Cristo en este mundo, serán empleadas en prodigar a la Trinidad Santísima la gloria de la alabanza que merece por Sí misma (Ap 4,8: 5,9-14: 7,9-16; 19.1-7).
38
-
Por
eso,
misericordiosamente,
Dios,
por
su
Espíritu,
nos
va
preparando, como en un divino ensayo, para la gran obra que realizaremos incesantemente, para siempre en la bienaventuranza. Y nosotros, conscientes de esta
realidad, aceptamos, anhelamos
adelantar la hora en que arribaremos a nuestro destino definitivo. -
Todavía, ahora suscitada por el Espíritu Santo, se da cuando alabamos a Dios, una osadía que pudiera parecer increíble: nos introducimos en la gloria, nos mezclamos entre los bienaventurados y les invitamos con sencillez y con ardor a alabar al Señor. Nos unimos a ellos y los consideramos como hermanos nuestros en el deseo de alabar al Dios de la creación de la redención, de la gloria: a la santa indivisa Trinidd: “Alabad al Señor, anteles del señor, bendecidle, exaltad su gloria eternamente (Dan 3,58)”. Alabad al Señor desde los cielos, alabadlo en las alturas; alabadlo ángeles suyos, todos los servidores, alabadlo (Sal 148, 1-2).
-
Sólo, pues, allí, en la bienaventuranza, despojados del lastre de nuestras limitaciones e imperfecciones que nos atan, podremos dar al Señor la alabanza perfecta. Y ahora, con gozo, en alegre esperanza, nos anticipamos con nuestra alabanza imperfecta, pero que toca el corazón de Dios hasta la ternura. San Agustín resume admirablemente la vida de los bienaventurados en el cielo: “Allí descansaremos y veremos, veremos y amaremos; amaremos y alabaremos “ 6. La Escritura emplea constantemente el verbo “gritar”: una alabanza desde el fondo del ser al Señor. Existe una íntima conexión entre la oración de alabanza, adoración y acción de gracias.
e)
Nuestra alabanza, a semejanza de la de Cristo: Si nuestro destino es reproducir en nosotros la “imagen de Jesús”: ¡Rom 8,28-29). Su vida fue una constante alabanza al Padre: Por la persuasión de su entendimiento; la determinación y aceptación voluntaria de su voluntad; por la expresión interna y “externa” de los sentimientos de su corazón: Lc 10,21: Jn 11,41: 12,28: 17,6: Mt 6,9 etc.) “Por otra parte, “vivir para Cristo” a cada instante y en cada acción de la vida nos s cosa que se realice espontánea ni fácilmente, por el solo hecho de estar bautizado y de haber recibido el Espíritu de Cristo con su gracia: sino que se requiere una participación personal, consciente y voluntaria, una actividad espiritual que tiene su centro y
39
su alimento en la oración de alabanza y de acción de gracias a Dios, pero que debe revestir con este espíritu todas las acciones y móviles”7 . f)
Todo el AT y el NT están llenos de expresiones de alabanza, cantos de júbilo
al
Señor;
de
incitación
a
la
alabanza.
Las
citas
son
8
innumerables en los salmos, sobre todo, y en San Pablo . g)
Los santos Padres y, en general los escritores antiguos insisten en la oración de la alabanza: “El no pide nada a nadie, sino que le confiesen”, es decir, es el sentido de las Confesiones de San Agustín, que le reconozcan como lo que es, que se rinda homenaje a su santidad, a su bondad, a su misericordia. A la alabanza y al reconocimiento es a lo que los más antiguos escritos exhortan con mayor frecuencia. Es esto lo primero que la epístola a Bernabé llama comprensión, ciencia, gnosis (2,3). “Nos ha hecho saber por medio de todos los profetas que a El no le sirven de nada sacrificios, holocaustos, ni oblaciones” (2,4). “El sacrificio que hay que ofrecer al Señor es un corazón contrictc. Perfume grato al Señor, un corazón que glorifique a Aquél que lo ha creado (2,10). Por esta razón los salmos, alabanzas eternas a Dios, son ya el gran libro de oraciones de la liturgia”.9 (La “alabanza continua”. cfr nota IV: 10).
2.
El descubrimiento de la oración de alabanza y de acción de gracias.
A.
Una doble realidad a) -
La escasez de nuestra alabanza a Dios: Son muy pocos los cristianos que han descubierto la alabanza y la acción de gracias a Dios. Cuando oramos ordinariamente, caemos enseguida en la petición.
-
Ciertamente esta no deja de ser una oración excelente, tantas veces recomendada por Jesucristo. Pero más excelente aún es la oración de alabanza, que tiene a Dios como centro. El llega a ser tan importante para la persona que todos los demás modos de orar, dentro de su valor y excelencia, van detrás de esta manera: la alabanza. El mismo Cristo no certificó esta verdad.
10
.
40
Por
otra
parte,
la
Escritura
y
la
Liturgia
nos
invitan
constantemente a alabar y a dar gracias a Dios. San Pablo insiste en esto con tenacidad (Ef 1,18-19; 5,13-14; Filip 4,6: 1 Tim 2,1:etc.). Esta actitud se repite también en San Pedro (1 Pedr 2,9. etc). -
La
profusión
de
salmos
que
o
total
o
parcialmente
protagonizan la alabanza y acción de gracias son muchos. Se puede afirmar que apenas hay uno que, de algún modo, no toque este punto y sea una exhortación de alabar. La Liturgia sigue los pasos de la Escritura y se inspira en esta enseñanza y recomendación para empapar las oraciones de alabanza y acción de gracias al Señor. -
No obstante esta insistencia de la Palabra de Dios y de la Liturgia, son pocos los que verdaderamente alaban al Señor y le dan gracias. Insistimos en algo que es fundamental en la vida cristiana: Esta no es una afirmación gratuita y hasta injusta. Son muchos los autores que la constatan. Instintivamente nos vamos a la oración de petición. Ciertamente hemos de pedir: el mismo Jesucristo nos insiste y la evidencia de nuestras necesidades de todo género, nos impulsa a acudir a Dios Padre todopoderoso y lleno de infinita compasión hacia sus criaturas. Pero corremos el peligro, en el cual más de una vez hemos caído, de considerar a Dios como el proveedor, la solución de nuestras dificultades. Y, ciertamente, que lo es. Pero es mucho más, sin dejar de ser nuestro socorro paternal. La alabanza supone una actitud de “descentramiento” de sí mismo, para centrarse en Dios, en su ser, en su grandeza, en la realidad de Sí mismo, merecedora de toda alabanza. Y esto es, sin duda uno de los frutos preciosos del Espíritu Santo que nos va instruyendo internamente y moviendo en lo íntimo del corazón a alabar a Aquél que todo lo tiene de Sí mismo y que, en su bondad, se ha puesto a servicio de sus criaturas a las que da, en su Hijo, Cristo Jesús, su misma vida divina. Es necesario, pues, que supliquemos con humildad al Espíritu de Jesús, que nos enseñe a valorar y a dar preferencia a la
41
oración de alabanza; que suscite en nosotros el deseo de alabar a la Trinidad con los labios y el corazón y que vayamos progresivamente, haciendo nuestra la recomendación de San Pablo de alabar y dar gracias a Dios en todo tiempo, circunstancia, lugar, situación interna o externa. (Ef 5,19-20; Col 3,16-17: 1 Tes 5,16-17). Se da una dificultad especial en la alabanza cuando se trata de expresarla en alta voz, ante una comunidad, un grupo de oración. H. Muhlen aborda certeramente este problema. Reservamos tocarlo en otro lugar. b)
La alabanza y la acción de gracias a Dios, fruto de la acción del Espíritu Santo: Es un efecto que siempre o casi siempre aparece como fruto precioso de la acción del Espíritu Santo cuando se ora por la efusión del Espíritu Santo. Puestos a ver el porqué sucede esto precisamente cuando el alma se la halla de un modo especial bajo la acción del Espíritu, he aquí algunas razones:
-
El Espíritu Santo la sensibiliza especialmente a estas dos maneras de oración, porque “el mismo es la acción de gracias por excelencia”. “El es el amor de reconocimiento de Cristo para con su Padre, y es, sin duda, también porque teniendo por misión hacer penetrar dentro de toda la verdad, lleva a que se comprenda mejor a aquel a quien se entregan las maravillas que, por amor, ha realizado la Santísima Trinidad a favor de toda la humanidad. La creación, la encarnación, la redención, la adopción filial, la Eucaristía, entran en este admirable catálogo de obras “generales”. para todos, que representan lo más profundo del amor de Dios para con el hombre. A esto hay que añadir las obras realizadas a favor de cada uno. las particulares, que conforman la historia particular del amor de Dios irrepetible en cada persona.
-
11
.
El Espíritu Santo sensibiliza igualmente para alabar a Dios (sobre todo en la Efusión). Porque le va descubriendo gradualmente la vida íntima de las Personas divinas. Los que tienen experiencia de dirección espiritual y dan con almas que se dejan guiar dócilmente por el Espíritu, se admiran de ver cómo son conducidas hacia un conocimiento amoroso de cada
42
una de las personas y son movidas interiormente alabarlas y adorarlas. El Espíritu Santo va descubriendo, según sus designios, el movimiento interno que incesantemente se opera en la intimidad misma de la Trinidad y de la mutua relación de las tres divinas personas. Y esta misteriosa realidad se opera precisamente en lo más íntimo del alma donde habita, como en su morada, la misma divina Trinidad. -
El mismo Espíritu que va descubriendo el ser íntimo de la Trinidad, las perfecciones de las tres Personas, la historia divina de amor que se renueva incesantemente entre ellas, va también moviendo a alabarlas, desde el fondo del corazón. Su actividad
incesante
de
amor
mutuo,
sus
intervenciones
maravillosas a favor de la humanidad, su infinita hermosura, bondad, poder, santidad, justicia,
misericordia, fidelidad,
ternura, etc., son como la materia de la que brota el fuego de la más pura e intensa alabanza. El alma parece que no puede menos de alabar a Dios en el que está sumergida y que, de algún modo, entra a conocer el misterio del amor trinitario en sí, y para con los hombres. Se llena de admiración y se lanza a expresarla en alabanza y acción de gracias. Ambas formas de oración: alabanza y acción de gracias, se intercambian entre sí sin mayor dificultad; se pasa de una a otra sin que esto cause problema y se realiza en un espíritu gozoso. -
Las
dos
maneras
de
orar
indicadas
están
íntimamente
relacionadas con la adoración. Esta viene a ser como la flor de la oración; a ella conducen las formas anteriores o la presuponen. Por eso, la adoración se mezcla naturalmente a la alabanza y a la acción de gracias y se convierten en una preciosa trilogía que produce frutos admirables en los grupos de oración cuando las personas se abren y se sumergen en ellas bajo la acción del Espíritu
12
.
El tema, por su importancia, bien merecía mayor extensión. No es posible dada la finalidad de esta guía para los grupos de oración de la Renovación Carismática
13
.
43
V. LA ALABANZA: 1.
Actitudes
para
alabar
a
Dios
en
los
grupos
de
oración
y
conocimiento
y
características de la alabanza. a) -
Purificación interior: Actitud
de
“humildad”
sincera,
nacida
de
reconocimiento de nuestra “dependencia” de Dios, unida a la conciencia profunda de nuestra realidad de hijos suyos en Cristo, su Hijo. -
Actitud de “arrepentimiento” sincero ante el reconocimiento de nuestros pecados y de nuestra respuesta mezquina ante su repetido perdón y la generosidad de su amor; rectitud de “conversión”, requisito, y, a la vez, fruto precioso de la alabanza.
-
Actitud de perdón dado y recibido generosamente.
-
Actitud de compromiso en la oración.1
b) Unión con el Señor por la fe viva: a) En su presencia b) En su “actuación” c) c)
En su “poder” y en su “amor”
Entrega de todo el ser en la fe y el amor, alabar: -
Una motivación para que se renueva, purifica y se va profundizando cada día. Dios está presente en lo más íntimo de mí y en la comunidad; en esta realidad creo y en ella me entrego a alabarlo, adorarlo, darle gracias.
-
Eliminar cuanto robe la atención hacia el Señor, el que nos volvemos sosegadamente
cuando
algo
ha
turbado
nuestra
comunicación
ofreciéndoselo con humildad y con amor. Revivamos nuestra fe en su presencia en cada uno y en la comunidad, aunque interiormente no tengamos percepción alguna de ella. Pero esta entrega de todo el ser a la oración, no es una realidad que se pueda manejar a discreción. Ni una disposición que podamos actuar automáticamente. Ni crearla en nosotros con sólo el buen deseo y el ponernos a ello. Necesitamos, también aquí la acción del Espíritu
Santo que va trabajando en el interior conforme a su
designio sobre la persona y la generosidad de la respuesta. El se muestra sumamente respetuoso con las facultades, la psicología y la libertad que nos ha dado. Por ellas pasa y, aunque puede sobrepasarlas y actuar de un modo extraordinario, esa no es su pedagogía normal 2.
44
Por eso, es, ordinariamente, necesaria una preparación que va ya gradualmente disponiendo al alma a una entrega más y más sincera y profunda a la acción del Espíritu. En este sentido, pueden jugar un gran papel los cantos que, habitualmente, forman parte de la preparación. De aquí que no es indiferente elegir unos u otros, aunque los que abren esta preparación sean alegres, movidos, entusiastas. El hecho de tratar de vencer las dificultades que se nos presenten, los estados de ánimo adversos, el dejarse captar por el ambiente del grupo de oración…., son elementos que contribuyen a esa entrega total de todo el ser a la alabanza, que debería conformar el clima íntimo de la oración. -
Orar uniéndose a los demás, desde el fondo del ser. Orar, por tanto unidos a Cristo, en El, con El, en la fuerza del Espíritu.
d)
Participación activa:
-
No aislarse en el interior de sí mismo, constituyéndose en una “isla”, y quedar al margen de la comunidad reunida en el nombre del Señor.
-
No orar por propia cuenta calladamente, mientras un hermano alaba al Señor (en nombre de la comunidad).
-
Seguir las indicaciones del que dirige la oración y no dejarse enredar por los juicios interiores cuando su comportamiento no fuere tan prudente o discreto.
-
Orar (sin caer en los extremos del mutismo o del acaparamiento de la oración) sin miedo a manifestarse tal como se es.
-
Tener en nuestras intervenciones el sentido de la oportunidad. Para ello, se debe estar atentos al curso que sigue la oración. Que ésta, el texto elegido de la palabra, lo cantos… estén acordes con lo que se expresa a través de hermanos. Por eso, hay que saber escuchar: Si la plegaria gira en torno al agradecimiento, no introduzcamos el tema de la curación.
e)
La motivación para la alabanza: Resumamos, se puede sintetizar en: a)
ALABAR A DIOS POR LO Q UE “ES EN SI MISMO”.
b)
POR LO QUE ES “PARA NOSOTROS”.
c)
POR SUS MARAVILLAS: en la creación, en la redención…
45
2. Características de la alabanza a) Carismática: -
Por la presencia actuante del Espíritu Santo:
Es el cumplimiento de la promesa de Jesús (Mt 18,19-20), en referencia a la acción que realiza en el interior de cada cristiano. Se trata de una presencia por la que el mismo Espíritu, al habitar
en
nosotros,
nos
constituye
“santuarios”
suyos:
moradas en lasque vive y actúa suscitando en nosotros la oración, acompañándonos en ella, elevándola. Se hace oración del mismo Espíritu y, por tanto, sumamente agradable al Padre que oye en nuestra voz la de su Hijo, Cristo Jesús al que estamos unidos, pronunciada en la fuerza del Espíritu ( 1 Cor 6.19; 3,16-17).
Es la presencia del Espíritu que viene en auxilio de nuestra debilidad,
de
la
imperfección
de
nuestra
oración
para
enderezarla, darle la fuerza, ordenarla (Rom 8,26-27). El Espíritu Santo, por derecho propio, por misión inalterable, es el “maestro” de toda oración auténtica cristiana, y no puede haber oración que, con propiedad se la pueda calificar con ese objetivo, si no en es en y con el Espíritu de Cristo, que debe ocupar el centro de nuestra oración3.
La presencia del Espíritu Santo en nuestra oración, personal o comunitaria, nos “entrega” a su acción, si aceptamos ver guiados por él. No se trata de un mero ponerse a orar, como si el solo hecho, nos sumergiera en su influencia.
Como responsables, aun de la acción del Señor en nosotros, la cooperación exigida por el mismo Espíritu, nos grava con la respuesta de la aceptación de su obra a través del empleo de nuestras facultades, sobre todo, del sí que, de modos diversos, ha de dar nuestra voluntad.
-
Porque el Espíritu Santo despliega sus dones, diversos, para la edificación de la comunidad: Subordinados al “Dador”. Signos de su presencia. Constructores de la “unidad” en la comunidad”, en el crecimiento en Cristo.
46
b)
Comunitaria:
-
Porque la hacemos en la presencia, actuación y a imagen de la Trinidad. (la suprema y eterna Comunidad).
-
Porque no es la cercanía física: ni las motivaciones humanas las que nos reúnen.
-
Porque la unión en el grupo, puede ser un primer paso hacia la formación de la comunidad en Cristo, primero, dentro mismo grupo: después,
fuera:
por
fin,
con
lazos
especiales….
(De
aquí
la
importancia de ubicarse en un grupo determinado; de servir a un solo grupo, fuera de casos excepcionales). c)
Trinitaria: Toda la Trinidad se hace presente. El Padre a quien se alaba: por sus obras; “por ser El Quien es”, sobre todo. El Hijo, Cristo, “centro” de la reunión de alabanza: por El alabamos al Pare y al El mismo porque el Padre se nos manifiesta en El y realiza sus obras por El. El Espíritu Santo porque sólo con su poder somos capaces de alabar dignamente; en y con El juntamente. El nos construye con su fuerza interior y con sus carismas. (1 Cor 12.3; Rom 8,26-27). -
Es una alabanza al Padre:
Este carácter “paternal” de la oración de alabanza esta en íntima relación con el ser y el actuar salvífico del Padre, realidad viva de amor creador y redentor: de providencia que todo lo abarca: de bondad siempre fiel: de presencia inefable, de amor misericordioso y comunicativo.
Las formas de expresar la alabanza, sencillas, aportan frecuentemente, tesoros de profunda teología: “Te alabo, Padre, porque eres bueno”. Te alabo por tu infinita misericordia”… Así, la alabanza carismática pone al Padre en el “centro” mismo de la comunidad orante y en el centro del corazón que se expresa en alabanza y acción de gracias.
Alabar al Padre “es la actividad normal de la criatura frente a Dios”: reconocer su dependencia y su filiación divina. Se centra en Dios adorándolo porque es Dios, Padre nuestro4.
-
Oración de Cristo:
La oración de alabanza en los círculos de oración de la Renovación Carismática se dirige, igualmente a Cristo. No se
47
preocupa ni hace problema de si va dirigida directamente al Padre o a Cristo Jesús. El hecho de la invocación a Jesucristo ha pasado a ser un aspecto típico de la Renovación. No en vano lo han aceptado en sus vidas profunda y definitivamente, como a su Señor y Salvador. Pasa a ser, de hecho, el que domina el círculo de oración, sobre todo porque El es, en verdad, la Cabeza invisible de la comunidad unida a la Humanidad resucitada de Cristo (Rom 6,4-6), formando un solo cuerpo (1 Cor 12,12) y en el que participa de la plenitud de su vida por el Espíritu (Cor 2,9;Ef 1,22-23)5.
La atención se dirige hacia la persona de Cristo. Todas las actividades se fundan sobre la fe en la presencia del Señor en medio de la asamblea, y actuante por su Espíritu.
La alabanza y acción de gracias varían del mismo modo que son diversos los aspectos del ser y del actuar salvífico del Señor. Van desde expresiones sencillas de afecto, hasta alabanzas matizadas de un amor ardiente y sereno, e irrupciones de un sentimiento sano, pacificante y acaparador.
Cuando uno se ha dejado captar por el ambiente en el que reina el Señor y ha entrado en la dinámica de la alabanza, le parece lo más natural expresarse de un modo que antes le parecía imposible.
-
Oración en el Espíritu Santo:
El Espíritu Santo es el autor de la vida filial respecto de Dios y de la toma de de conciencia de esta realidad en el que ora (Rom 8,14-15; Gal 4,6) El no ora sino porque hace orar y hace orar hijos de Dios ante el Padre celestial, pero en el Hijo, Cristo Jesús.
El reconocimiento de esta realidad conduce a adorarlo en ellos mismos, a pedir su acción para alabar al Padre a través de Cristo en El (1 Cor 3,16; 6,16; Ef 2,21-22; Rom 8,14-17).
Cristo se halla presente por su Espíritu, toma activamente la dirección de las asambleas y las inspira 6.
La nota distintiva que hace de la oración de alabanza trinitaria oración en el Espíritu Santo “es que la oración es dada por El y recibida como tal” 7.
48
Otro aspecto de la oración de alabanza en el Espíritu Santo son los carismas: Se valoran, aprecian y desean, pero, antes que todo, se aprecia y pide el don por excelencia: el Espíritu Santo de quien esperan actúe en sus vidas poderosamente transformándolos en Cristo, a quien se entregan con todo su ser.
d)
Una oración de alabanza sencilla, espontánea, libre, íntima: - Es una oración sencilla:
Es lo opuesto a “complicado”: la persuasión íntima de la paternidad divina y de la dependencia filial de Dios, el amor que enciende el corazón que ha penetrado esta realidad hace que la expresión esté exenta de todo artificio y que el modo y el lenguaje de hallen marcados con la sencillez.
Cada uno expresa como es. Pero el tono, la vibración oculta, da el encanto de lo que nace fresco en el corazón.
No se puede confundir sencillez con “ingenuidad” y menos con chabacanería. Como tal no se ha de contar la expresión de personas menos cultas que alaban sinceramente, aunque su lenguaje sea, a veces, incorrecto. Los que se adhieren a estas oraciones han de evitar detenerse en estos modos y menos hacer juicios internos sobre ellos.
No caigamos en la tentación de considerar la alabanza sencilla como “siempre”: A medida que vamos penetrando en la oración
de
alabanza,
vamos
captando
toda
la
riqueza
espiritual que se encierra en estas expresiones que nacen del corazón profundo motivado sólo por el deseo de alabar al Señor.
No
nos
sorprendamos
si
encontramos
dificultad
en
expresarnos al comienzo. El ejemplo de los hermanos, la gracia de Dios, la ayuda que debemos estar prestos a recibir nos irán abriendo a una oración, a la vez sencilla y sincera. -
Una oración espontánea: La oración de Jesús al Padre rezuma espontaneidad (Lc 10,21 Jn 11,41).
Tiene un profundo fundamento teológico: Dios nos ama y acepta como somos. Por tanto, hemos de presentarnos ante el sin máscaras, en una respuesta auténtica.
49
La oración espontánea se opone a la oración “prefabricada”; preocupada por lo se va a decir, cómo se va a decir y qué pensarán los demás. Pero no quiere decir lanzar lo primero que se nos venga a la mente, fuere lo que fuere, ni dejarse llevar de la emoción del momento. La oración espontánea exige discreción, respecto de la marcha y orientación que el Espíritu Santo va marcando a la oración; consideración al auditorio y, sobre todo, a Dios. Hay que armonizar elementos diversos, sin matar ninguno de ellos. Menos aún hay que confundir la espontaneidad con la oración de tipo “exhibicionista” o “emocionalista”. Estaría muy lejos de ser espontánea.
La oración espontánea evita cuidadosamente el “formulismo”: la “rutina”: ese expresarse siempre del mismo modo sin creatividad, ni variedad alguna como si huera hallado una fórmula de la que no me aparto. La creatividad no es expresarse de modos raros y llamativos; es ir enriqueciendo nuestra alabanza con la práctica, la experiencia propia y ajena; con la oración personal hecha de antemano: con la acción, sobre todo, del Espíritu Santo que nos ayuda a enriquecer nuestra alabanza al Padre y a Jesucristo. Aquí tiene campo para actuar discretamente la enseñanza y las orientaciones del servidor.
El mismo tono de la voz detectará la sencillez y espontaneidad de nuestra alabanza. Cuidémonos de tomar un tono que desdiga del que solemos usar en nuestras conversaciones sencillas y a la vez, dignas. Toda voz engolada, altisonante, “emocionalista”…delata falta de sencillez y espontaneidad y hace dudar de la “autenticidad” de nuestra oración. Con todo, el tono más o menos alto depende de la magnitud de la asamblea y del local. Siempre ha de ser tal que oigan con facilidad cuantos están en él, fuera de casos excepcionales 8.
-
Una oración libre: “La asamblea de oración es una forma de culto que combina un máximo de libertad y comunidad”9. Es una forma colectiva de oración, pero dentro de este contexto, la libertad personal queda plenamente a salvo.
50
-
La única condición es que todo se haga en una atmósfera de fe, de amor y de orden10.
Es libre porque todos, pueden participar y hacerlo en la forma que mejor les acomode, siempre respectando las constantes a que nos hemos referido anteriormente. Debe, por tanto, conservar ese sabor de adoración, acción de gracias con los que da culto de alabanza al Señor.
La libertad en la oración de la asamblea no destruye su carácter comunitario: lo intensifica, al permitir que cada uno aporte su contribución a la oración general y exprese sus necesidades personales, en los momentos de petición, fuera de la oración de alabanza como tal 11.
La libertad en la alabanza excluye la coacción de cualquier modo que sea; pero no el que las oraciones de los demás puedan ser fuente de inspiración, bajo la guía del Espíritu, para reinar en todo grupo de oración.
- Oración íntima: En el grupo de oración de la Renovación Carismática existe un aspecto o desarrollo externo flexiblemente estructurado y una “dinámica espiritual”. Entre los elementos que constituyen esta dinámica espiritual, está la intimidad de la oración. Sin ella, todas las demás cualidades
de
la
oración
comunitaria
en
la
Renovación
carecerían del alma que las vivifica.
Oración íntima es ponerse en contacto con el Señor desde el fondo de nuestro ser: El está presente en lo íntimo de nuestro corazón; la Trinidad nos invade, cada Persona divina en la realidad de su ser personal y de su diversa misión. Ponerse en contacto desde el fondo de nuestro ser
es hacernos
conscientes de esta realidad; suplicar su ayuda y, sobre todo, abrirnos a su gracia, a la acción del Espíritu Santo.
Es,
por
tanto,
una
entrega
total,
en
quietud
interna,
pacificante e intensa al Señor. Oramos con todas nuestras capacidades: con la razón, con el corazón, con las emociones, con nuestro silencio y aun con nuestro cuerpo.
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Es orar sin reservas interiores, sin disimulados bloqueos de miedo, con un ser totalmente abierto y orientado hacia el Señor y estando presentes a lo que se dice aquí y ahora.
Es orar en Dios, con Cristo, en la fuerza del Espíritu y bajo su acción. Sin El nuestra oración sería simple recitación: “Es fácil decir exteriormente la alabanza sin haber entrado realmente en oración”. “La oración puede alcanzar todo su valor más que si empeña verdaderamente la persona y une a Dios el interior del ser humano” 12. “Una oración muy próxima a lo vivido, no porque uno de cuenta de sus emociones y pequeñas historias personales, sino porque la sinceridad es tal que nada pasa que no sea “verdadero”. Una oración existencial en la que uno ora con lo que es. Si no se exhiben las emociones, las pulsaciones del corazón las delatarán. La oración así compartida, se convierte, por el Espíritu Santo, en escuela para aprender a disolver las rivalidades
y
amortiguar
los
encontronazos.
Escuela
de
condescendencia y perdón. ¡Todo ello muy comunitario” 13. e)
Oración que es expresión a la vez personal y comunitaria: “Una dimensión de la oración no se esfuma en provecho de la otra. Cada persona puede manifestar lo que ella vive en lo más profundo de su corazón sin perturbar el desarrollo de la oración comunitaria. Esta
une en la escucha íntima de lo el
Espíritu hace vivir
personalmente. Cada uno expresa una oración muy personal que no se podría comparar a la de otro miembro de la asamblea; y al mismo tiempo no hay más que una sola oración, la de la asamblea que en la comunión de todos, es movida por el Espíritu como si no fuera sino una sola persona. La presidencia se ofrece al Espíritu Santo” 14. Tal debería ser, por consiguiente, la oración semanal de los asistentes a los grupos de oración que el Espíritu Santo se derramará en un nuevo Pentecostés. “En efecto, la asamblea de oración carismática desea ser antes que todo una nueva petición de la Efusión del Espíritu sobre todos y cada uno, un pequeño Pentecostés” 15.
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VI. LA ALABANZA EN LOS GRUPOS DE ORACION: TENTACIONES CONTRA LA ALABANZA EL ATEISMO DEL CORAZON. A. Tentaciones: Tratándose de algo tan fundamental en el grupo de oración como la alabanza, abordamos el tema de las tentaciones que van contra ella, y por las que no pocos se sienten atacados. Enumeramos algunas que la experiencia confirma darse en muchos de los que no participan en los grupos y también en algunos de los asisten a ellos. a)
Hacer o querer todo en la vida, menos alabar. No tenemos confianza en el fruto de la alabanza. Falta de espíritu de fe. Frecuentemente la dificultad que experimentamos ante el modo de alabar al Señor en los grupos de oración responde a un concepto equivocado que tenemos de nosotros mismos, de Dios y de la alabanza: De nosotros mismo, porque nos consideramos,
quizás
inconscientemente,
“demasiados
crecidos” ante Dios para detenernos a comunicarnos con El de esta manera que juzgamos ingenua, demasiado sencilla. Creemos saber mucho sobre Dios y no estamos dispuestos a hacernos pequeños en su presencia, ante El. Es, precisamente, lo contrario: nos disminuimos cuando actuamos llevados de estos criterios que indican no haber captado la enseñanza de Jesús, cuando nos invita a hacernos como niños ante nuestro Padre celestial (Mt 18,4). Responde también a un concepto adulterado de Dios: El es verdaderamente nuestro Padre y la voz que irradia lo íntimo que en nosotros hay para El, le arrebata y su amor se hace incontenible. Así hemos de ver a Dios nuestro Padre y ésta es una gracia que nos da, si nos hacemos pequeños ante él. Arguye también un concepto equivocado de la oración de alabanza. Nada hay tan recomendado por San Pablo como este modo de comunicarse con Dios, que imita, aunque de lejos, la oración de la bienaventuranza. Es todo nuestro ser, en su profunda intimidad, el que expresamos. En ella vertemos
nuestro
amor,
nuestra
admiración,
nuestro
agradecimiento….1.
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b)
No alabar al Señor cuando nuestras obras no son buenas: Creemos que el valor de la alabanza parte de nosotros mismos, de nuestras obras buenas. Olvidamos que es un don gratuito de Dios y que no se merece; que el valor “fontal” está en el Espíritu Santo que alaba en nosotros y con nosotros. Es El quien suscita en el interior del alma la alabanza (Rom 8,26-27; Gal 4,6-7). Sólo alabando al Señor podremos convertirnos.
c)
No alabar cuando no sentimos en el corazón palabras de alabanza: Cuando no sale
espontánea:
Creemos ser hipócritas si
alabamos con palabras que no salen del corazón. El hombre no es pura espontaneidad. No siempre la alabanza puede salir de un corazón alegre; nos faltan, muchas veces, las palabras “sentidas”. Querer alabar al Señor, está siempre en nuestra mano, porque es un acto de la voluntad y contamos con la gracia de Dios para ello. El ve en lo profundo del corazón. Por más secos que nos sintamos, espera de nosotros, sus hijos, la alabanza y se complace en ella extraordinariamente. No caigamos en una tentación sutil que nos puede atacar muchas veces. Viene del Maligno. d)
Abandonar la alabanza porque nos molesta un hermano o hermana del grupo con su manera de alabar, de ser o de obrar: Hacemos depender la alabanza no de la realidad de Dios que merece infinitamente ser alabado, sino de nuestra limitada realidad e imperfección. No deberíamos tener en cuenta cosa o persona alguna cuando se trata de asistir a los grupos para alabar a Dios o cuando lo hacemos privadamente. Debemos centrar en El nuestra mente y corazón. La única preocupación de todo nuestro ser, es alabarlo. Prescindamos de las formas que usan los compañeros de alabar, a no ser que seamos guías de la reunión de oración y usen maneras inadecuadas o fuera de orden y necesiten ser educadas o corregidas.
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e)
Ir al grupo de oración a conseguir cualquier
fruto concreto:
convencer a Dios que El haga mi voluntad en vez de escucharlo y realizar su querer, no el mío: Cuesta aceptar una muerte al aceptar que Dios sea quien disponga de mí; quien tome la iniciativa sobre mí. Consciente o inconscientemente, quiero “domesticar” a Dios, ponerlo a mi disposición. La actitud interna del que va a un grupo de oración debe ser: escuchar con el corazón la Palabra de Dios; creerla fielmente: hacer de mi vida una vida de “alabanza”. La alabanza no se puede instrumentalizar. Ella producirá, como una feliz consecuencia, el cambio de vida, la sanación…. f)
Creer que la alabanza es alienación o espiritualismo que libera del compromiso ascético y social. Así dicen los que no conocen o conocen superficialmente la auténtica oración de los grupos: Si así fuera, se estaría confundiendo la fe con la magia. No se puede encontrar a gusto alabando a Dios olvidándose de trabajar seriamente por el progreso espiritual propio y por ayudar a realizar un mundo de justicia y amor como el Señor quiere. Necesitamos tomar nuestra propia responsabilidad sin quitar para nada la primacía del Señor y su obra primordial a la que nos asocia. Alabar es no sólo orar sino, sobre todo, vivir la obediencia a Dios; conformarnos a la imagen de Jesucristo (Rom 8,29-30) en todo.
g)
Creer que alabar a Dios por todo puede conducir a un fatalismo o a la indolencia: La raíz está en tener como primer criterio nuestra lógica humana. Querer someter a Dios a nuestra manera de juzgar las cosas: determinar nosotros lo que es bueno o malo; olvidar que el Señor ha hecho de la cruz, gloria; del sufrimiento, instrumento de salvación y de glorificación. Hay en todo esto un racionalismo oculto.
h)
Creer que, puesto que la alabanza es un don y yo soy “malo” con Dios, no puedo obtener tal don; no estoy llamado a la alabanza: Es tener un criterio “humano”: pensar que Dios ama sólo a los buenos y da sus dones a éstos.
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Recordemos: el amor de Dios es totalmente distinto al nuestro. (Repasemos la palabra de la oveja perdida: del hijo pródigo…Lc 15,3 ss.). Creamos en el amor de Dios: seamos “pequeños y confiados: proclamemos
el
amor
de
Dios,
las
maravillas
de
su
misericordia: esto es alabar 2. i)
No valorar las expresiones corporales como integradas al don total de la persona que alaba: No lo olvidemos: desde el punto en que el hombre es una realidad ♪ única, el cuerpo con sus manifestaciones discretas es uno de los elementos de alabanza: “El cuerpo que es parte integrante de la persona, es también medio de acción y de expresión del alma que lo habita y que está profundamente comprometida en todas sus acciones: es también medio de comunicación para espíritus encarnados, como nosotros, que no pueden comunicarse más que por signo o gestos corporales” 3.
j)
Aislarse de la comunidad de alabanza: Cuando en un grupo de oración se reúnen las personas para alabar al Señor, se puede hablar del “nosotros” de la comunidad. No se trata entonces de un proceso de dinámica de grupo. Hay que recordar que en esta ocasión se cumple el hecho de haber sido todos bautizados con el único Espíritu para formar un solo cuerpo, y de que sobre todos se ha derramado el único Espíritu (1 Cor 12,13) y que por tanto, no se da un solo órgano en el cuerpo sino muchos. Por tanto, cada persona aporta algo muy concreto en el grupo reunido en oración. Consiguientemente, “una persona sola no es la “asamblea”; y en una persona aislada, que vive para sí misma y que ora, Dios no puede estar presente como Aquél que quiere actuar entre nosotros y en medio de nosotros” 4. En asamblea de oración la alabanza de cada persona, lo mismo que en el culto, es necesaria. No se pretende decir con esto que todas y cada una tiene que alabar al Señor: puede ser, que no haya oportunidad para todas; y aunque la hubiera, puede suceder que algunas no se sientan inclinadas a orar en alta voz. Lo que se quiere decir es que ninguna de ellas debe aislarse del conjunto e ir “por sus caminos”, con diversos pretextos. Cada una debe adherirse, hacer suya la oración de
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la persona que, en nombre de la comunidad, ahora alaba al Señor. De este modo está actuando como miembro activo de la comunidad reunida para alabar al Señor y está apta para recibir lo que el Señor quiera hacer en esa comunidad, en el “nosotros” comunitario. k)
El “tabú” de la falsa intimidad: Es indudable que ha habido un tradicional olvido del Espíritu. Y como consecuencia de esto, Dios mismo es cuestionado. Aún más, este hecho nos ha conducido a olvidarnos de orar y de no tomar en serio, con la seriedad única que merece, al mismo Dios. Podríamos, con H. Muhlen, arriesgar la frase de que vivimos, frecuentemente en la práctica, como si Dios no representara nada para nosotros. ¿No hemos llegado a convertirnos un poco en ateos prácticos en el fondo de nuestro corazón? “Muchas cosas lo demuestran: cuando se trata de hablar con Dios en voz alta y de forma personal, es decir, no en una oración mental aprendida de memoria y en la que utilizamos mil reservas, nos atascamos en unas pocas frases, porque en esta forma de abandono personal se presupone que hay alguien presente aquí y ahora; a quien se habla. No es cuestión de una “esencia suprema” (…), sino de aquel Dios entre nosotros, a cuya proximidad efectiva alude el culto primitivo de los cristianos (Cf. 1 Cor 12,25). Por eso nos avergonzamos cuanto tratamos de hablar con Dios en voz alta y de forma personal. Y por si fuera poco, desde siglos atrás e nos ha ido diciendo: ¡La religión es asunto privado! Tú debes exteriorizar tu relación con Dios, y, especialmente tus sentimientos religiosos. ¡La religión es cuestión de ideas! Tú no debes abandonarte a los sentimientos religiosos; debes reprimirlos, porque no puedes valer como base para el juicio de tu razón. Y sobre todo, da testimonio de tu fe, pero no en público (….); no debes dar un testimonio personal de tu fe” 5. -
Hablamos de “tabú” porque cuanto se refiere a la relación personal con Dios, de un testimonio personal de oración, de la alabanza que suele ser tan normal, fácil y sanamente espontánea en los grupos de oración, es considerada por
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muchos como algo inconveniente. Y esta realidad que se convierte en auténtica tentación
para los que miran desde
fuera las reuniones de oración en la Renovación, puede atacar -y de hecho lo hace – a quienes comienzan y aun asisten a ellas por años enteros. No hemos de extrañarnos de vernos hechos blanco de ella. Pero ceder, es dejarnos guiar por un reparo, por una idea errónea respecto de la intimidad personal. Ciertamente, hay experiencias, luces recibidas, situaciones internas…..que deben ser reservadas. Permanecen un secreto íntimo para nosotros. Pero, aparte de estas zonas atacadas, hay multitud de hechos, experiencias de Dios… que sería provechoso compartirlas como una vivencia social, comunitaria de Dios, de la acción de su Espíritu. Y la alabanza entre como un elemento excepcional en este campo. En ella tendemos, anhelamos expresarle al Señor lo que hay de mejor para él en nuestro corazón; lo que de él conocemos, amamos, admiramos, deseamos, agradecemos. Y lo expresamos ante nuestros hermanos en una experiencia común que nos fortalece, nos une en el amor y revitaliza nuestra fe. Es necesario, pues, destruir el tabú de una falsa intimidad que nos hace vivir encerrados en nosotros mismos y nos priva del bien de compartir la experiencia de fe con los demás 6. B. El ateísmo del corazón Lo incluimos en esta instrucción porque, aunque más bien se trata de una actitud, se acerca a lo que podemos llamar “tentación” en un sentido amplio, general. Seguimos de cerca el pensamiento de H. Muhlen que analiza certeramente esta realidad. Adelantamos
como
una
afirmación
compartida
por
muchos
teólogos
competentes en este aspecto, que tratamos de hecho de que los “ateos teóricos” son una mínima parte, si no han sido educados desde su niñez o juventud en su ideología que rechaza a Dios. El que esto se dé con una insistencia mayor en nuestros días, hace que sea válida la conclusión de que aumenta el número de los ateos prácticos o, al menos de los que se llaman “agnósticos”; es decir, de quienes son totalmente indiferentes al hecho de que Dios existe o no. No les interesa, no
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entra para nada en su pensamiento ni en su vida, son indiferentes ante esto. Pero si abunda el número de los “ateos prácticos”, es una proporción mayor o menor en cada país. -
He aquí algunas raíces y causas de esta realidad:
a) “Apenas consideramos posible, y, por consiguiente, no lo esperamos, que el Espíritu Santo de Dios y de Cristo, este presente y sea eficaz entre nosotros como en las primeras comunidades cristianas”. b) Se insiste en la imposibilidad o al menos, en la fuerte y casi insuperable dificultad, de tener acceso a Dios a través de los sentidos; acceso reservado a algunos filósofos que han llegado a El a través de la sola razón, descubriéndolo como causa final. c) Se ha dado una fuerte insistencia en considerar a la religión como asunto “privado” y, por tanto, una enseñanza casi programada, de que se debe cohibir toda manifestación pública religiosa de los sentimientos, como algo carente de seguridad y objetividad. De aquí se ha llegado al paso siguiente: No se debe dar ante los demás testimonio de la propia fe 8. d) “Eso que llamas “gozo de Dios” es solamente la proyección de tus aspiraciones en una transcendencia imaginaria e ilusoria, y no es más que un estorbo para el progreso real de la humanidad”9. e) Explícita o implícitamente se lanza la idea de por qué el hombre ha de estar orientado hacia Dios, y no trata de ser plenamente libre y feliz viviendo a partir de él mismo, mediante él mismo. Estas, y otras, son las raíces del ateo “práctico” que somos muchos de nosotros en lo íntimo de nuestro ser; del “ateismo del corazón”: -
He aquí algunas manifestaciones:
a) La imposibilidad, o suma dificultad, de hablar personalmente con Dios y en voz alta. Expresar nuestros sentimientos ante El filialmente en sencilla y auténtica confianza, en una oración personal, nos resulta casi inaccesible. Cuando oímos a otras personas, y pensamos que también nosotros deberíamos alabarlo en voz alta ante los demás se nos quiebra la voz en la garganta. Si embargo, San Lucas ha descrito la experiencia de Pentecostés de los apóstoles como el anuncio de la muerte y de la resurrección de Jesucristo en un testimonio personal ante los demás; ante muchos compatriotas (Hec c.2). Este testimonio, por más que se refiera a Cristo muerto y resucitado, lleva en sí el testimonio de una muerte y
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resurrección personal que, fundamentalmente, consiste en el propio morir al egoísmo: al comienzo de una vida nueva en el mismo Cristo testimoniado, por la fuerza del Espíritu. b) Si hemos intentado hacer la experiencia de expresar en alta voz nuestros sentimientos al Señor, de alabarlo verdaderamente con palabras pronunciadas ante los demás, sentimos la vergüenza de nosotros mismos sorprendidos de oírnos hablar con Dios de esta manera.
Y
nos
avergonzamos,
no
sólo
porque
no
estamos
acostumbrados a orar así, sino también porque expresamos algo de lo que no estamos plenamente convencidos. c) Cuando se trata de una oración de alabanza, de adoración, de acción de gracias en voz alta, se presupone que lo que decimos, lo hacemos real y verdaderamente. No se trata de una simple emisión de vocablos, sino de realizar, en verdad, lo que se expresa. Ahí escriba la seguridad interior cuando oramos en esta manera. De otro modo: el orar en voz alta al Padre, a Cristo Jesús, solamente tiene sentido, y sólo proviene del Espíritu, cuando “uno” está presente, aquí y ahora a lo que se dice. Cuando en su interior se realiza lo que se expresa exteriormente. d) Cierto, podemos hacerlo también en nuestras oraciones vocales aprendidas de memoria y es un gran bien espiritual el que recibiremos. Pero en ellas podemos ocultar la sana espontaneidad para comunicarnos con Dios nuestro Padre. “Cuando hacemos sensible y corporizamos este acto de la oración, de forma que nos oímos hablar con Dios, entonces se trata de algo serio, porque no podemos volvernos atrás y porque estamos afirmando al mismo tiempo, que Dios está realmente presente. Además, de esta forma nosotros oramos con toda nuestra persona, con todas nuestras capacidades, no solamente con nuestra razón, sino también con nuestros corazones y nuestras emociones” 10. e) Orar a Dios expresándole en voz alta lo más íntimo de nosotros, presupone no sólo que estamos cerca de El, en El mismo; sino también que nos recogemos, nos concentramos, nos vamos al centro de toda auténtica oración: Dios 11. Este modo de orar, nos descubre, nos delata, nos hace caer en la cuenta de que realmente no amamos a Dios “de todo corazón”; que nos reservamos una buena parte para nosotros mismos. Por eso nos resulta muchas veces ingrato el orar en voz alta. con sana
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espontaneidad, ante los demás. Nos “avergonzamos” de nosotros mismos cuando hablamos con Dios tan profundamente, desde lo más hondo de nuestros corazones, porque nos sentimos descubiertos, “cogidos in fraganti”, en la sinceridad y profundidad de nuestra “piedad”, de nuestro amor para con Dios. Por eso es necesario que este modo de orar sea realizado en el Espíritu Santo; que seamos actuados en nuestra oración por el Espíritu de Dios y de Cristo. Entonces ya no sólo oramos a Dios, sino también en Dios, en Cristo Jesús por el poder de su Espíritu. Oramos “en el Espíritu” 12. He aquí esbozadas, nada más, las dificultades de este modo de orar que nos descubre el oculto “ateísmo de nuestro corazón” y nos despierta a la gran riqueza espiritual que se encuentra en ella y la irreemplazable necesidad del Espíritu Santo, diríamos especialmente necesaria en esta manera 13. Por tanto: “En el centro (del grupo de oración) la alabanza (…) En el corazón de la alabanza pasan muchas cosas (…) porque Dios habita en medio de las alabanzas de su pueblo (Sal 22.4) El ABC de la oración. Este adagio del comienzo del Avivamiento es siempre válido. La oración de alabanza debe ser A = audible, B= breve, C= crística, es decir orientada hacia Cristo” 14.15.
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VII.
FORMAS DIVERSAS DE ALABANZA Y ACTUACION DEL SERVIDOR
1. Formas diversas de alabanza. a) Alabanza personal: -
Es la oración de una sola persona hecha en voz alta mientras los demás escuchan y se unen, interiormente a la oración.
-
En los grupos de oración, la oración personal es espontánea. Este carácter eminentemente personal no quiere decir privado, sino comunitario pero expresado por una sola persona a la que se adhieren todas las demás es el silencio de sus corazones. Aislarse, encerrándose en sí y prescindiendo de ella, expresada por uno de sus miembros, es salirse de la comunidad y, por tanto, privarse en gran parte de la acción del Espíritu que actúa en cada uno, pero dentro de una comunidad unida al Señor en la alabanza bajo su guía.
-
En esta oración (personal) cada uno de los participantes abre su corazón y lo entrega no sólo al Señor, sino también a todos sus hermanos que forman el Cuerpo de Cristo.1 “(…) La confianza de participar en voz alta con sencillez y espontaneidad, nace, gracias a que el Espíritu Santo nos concede la experiencia de sentirnos hijos de Dios y nos da la capacidad de gritar: ¡Abba, Padre querido!
-
Esta oración, hecha en el amor, la unión y la fe, es siempre escuchada por el Señor que actúa poderosamente por su Espíritu, cuando le hablamos en el seno de una comunidad, desde lo íntimo del corazón. Aunque siempre hay que dejarle al Señor el modo y el tiempo de responderla (Mt 18,19-20).
-
Hay quienes piensan deben hacer siempre sus oraciones en voz alta; otros piensan que deben reservarse para lo secreto de ellos mismo. Al Señor le gustan ambas formas y de ellas nos dejó ejemplos en su trato con el Padre. Lo mismo hace la Iglesia en su Liturgia. Lo importante es armonizar ambas formas que mutuamente se requieren y completan. Sin embargo, no se debe olvidar que los círculos de oración son reuniones comunitarias. Por tanto, es esencial la participación activa de cada uno de los miembros a la cual se unen los demás, aunque no todos los que forman el círculo de oración puedan expresarse en una reunión. Es de la naturaleza misma de ésta manifestar abiertamente el corazón en la alabanza para que todos se adhieran a ella en lo íntimo de su ser. 2
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b)
Alabanza colectiva:
-
Es la alabanza del todo el grupo que expresa su acción de gracia, su adoración, su alabanza de modos diversos: en “lenguas”: en el silencio íntimo…. Lo que unifica esta oración de toda la comunidad es la intención de alabar, la expresión que, en último término, es de alabar (no de petición); el modo que, dentro de la variedad de personas orantes, debe tener un determinado común de armonía, orden, profundidad. Sin que esto cohiba, sino unifique y armonice, la diversidad de tonos, formando un conjunto en el que se manifieste la entrega de todo el ser de alabar; la sinceridad, la sencillez espontaneidad y orden.
-
En estas oraciones colectivas hay quienes se sienten movidos a recogerse interiormente, unidos, no obstante, en la alabanza, a los demás. Se debe respetar esta inclinación o llamada de dentro, mientras no se aíslen interiormente del grupo de orantes que alaba.
-
Esta forma de oración les resulta difícil a algunos, por más que lleven mucho tiempo en los grupos de oración. Pensamos que, si se sabe conducir bien y suscitarla a su debido tiempo, bajo la guía del Espíritu, puede tener un poderoso efecto sobre la asamblea.
-
Al principio, puede parecer como algo ficticio, incluso emocionalista. Cuando se supera este prejuicio y la oración se conduce con madurez se convierte en una oración poderosa, eficaz, profunda.
-
Esta forma de oración, bien empleada, capacita al grupo para orar con una participación activa que “construye” el espíritu en la unidad y la alabanza.
-
Hay ocasiones que aparecen prestarse especialmente para su uso, por ejemplo, en asambleas en las que el gran número de personas dificulta la oración personal individual o cuando, por diversas circunstancias, no se dispone de tiempo amplio para oraciones personales individualizadas.
-
En todo caso, es conveniente usarla discretamente y estar atentos a la guía del Espíritu y a la necesidad de la asamblea para introducirla.
-
Bien empleada, juzgamos que puede enriquecer y dar variedad a la oración espontánea y conducir a la oración de “silencio” interior3.
c)
Alabanza por el “orar en lenguas” y “el canto en lenguas:
-
San Pablo ha experimentado su valor como don para la alabanza y s e ha beneficiado de sus efectos santificadores. No debe ser ” minusvalorizada”; tampoco “sobreestimada”. Por eso, no ha de usarse sin tasa. Se impone una norma de discreción (1 Cor 14,4, 28).
63
-
Manifiestamente, según Pablo, es un don de oración “privada” de alabanza (1 Cor 14,28). Quien posea ese don, puede usarlo, pero en oración personal privada. De hacerlo en público, fuera de casos que se enumerarán, sería un uso imprudente.
-
Desde luego el don de lenguas, como cualquier otro don, debe estar sometido a discernimiento: en cuanto a su “autenticidad” y en cuanto a su “buen uso”. NO se ha de dar por supuesto
que cuanto se llama o se
presume don de lenguas, es auténtico, ni que siempre se usa debidamente. -
Hay ocasiones en que, aun siendo para uso privado, puede usarse “públicamente”: en las oraciones comunitarias de “conjunto”: cuando se trata de un público reducido en el que todos o casi todos conocen qué es: cuando se usa para sanación interior, física o liberación. Pero en estos casos, especialmente en los dos últimos, debe estar presente la discreción. Para usarlo o no en alta y aun para el mismo tono.
-
El hecho de ser uno de los dones más controvertidos y que suele causar mayor extrañeza hace que nos esmeremos en usarlo debidamente. San Pablo sugiere sabías orientaciones que indicaremos en la actuación del servidor. La alabanza en lenguas es la forma de alabar por excelencia, por más que esta afirmación resulte exagerada. Es el mismo Espíritu el que, entonces, alaba al Padre de un modo especial. Lo alaba en nosotros y con nosotros. San Pablo nos dice: “!Quisiera que todos hablaran en lenguas!” (1 Cor 14,5). Por esta forma de lenguaje aconceptual queremos expresarle al Señor nuestro deseo más íntimo y ardiente de alabarlo más allá de lo que podemos hacer con nuestras pobres palabras. Sin expresar conceptos, manifestamos el anhelo más vivo de alabar, que nace en la profundidad de nuestro ser, suscitado por el Espíritu. Queremos “expresar lo inexpresable” 4.
d)
Alabanza apoyada, inspirada en la Palabra de Dios u “orar la Palabra”
-
Uno de los modos de alabar al Señor, al mismo tiempo que facilita el crecimiento y la creatividad en ella, es orar con los salmos o con los diversos pasajes bíblicos. Mejor, habría que decir: se trata de orar a través de los salmos, apoyado en ellos o en otros pasajes de la Escritura. Por ejemplo, supongamos que se ha leído la Palabra de Dios y se ha tomado el salmo 23 (22): “El Señor es mi Pastor, nada me falta”. La alabanza puede proseguir después de leída la Palabra y hecha una sencilla aplicación a la vida.
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Puedo
inventarme,
espontánea
y
discretamente,
mi
propia
alabanza
teniendo como centro de inspiración la misma Palabra: Por ejemplo: “Te alabo y te bendigo, Dios mío, porque Tú verdaderamente, eres mi pastor. Porque te preocupas de tu hijo y lo guías con más solicitud que el pastor conduce a su rebaño. Tu mirada está siempre fija en mí, sigues mis pasos con amor. Tú eres la Providencia siempre presente. Te alabo por el cuidado paternal que tienes de esta oveja de tu rebaño”. Una alabanza corta, ungida, apoyada en la Palabra, inspirada en ella, llega al corazón del Padre celestial que se regocija con ella. Este modo de alabanza está al alcance de todos, y se puede convertir en un precioso recurso, no sólo para iniciar en la oración de alabanza a los que tienen dificultad en ella, sino también para crecer y profundizarla. -
El servidor debe saberla utilizar y usarla en su grupo. Es uno de los modos diversos de que puede echar mano y enseñarla con sencillez y sin complicaciones. La oración comienza normalmente en los grupos de oración con la oración de alabanza. Es importante darse cuenta de la calidad que ésta debe tener para que pueda ser la preparación a la escucha de la Palabra y por el valor propio que en sí tiene como manifestación de todo nuestro ser que se abre a la acción del Espíritu, a vivir en adoración a la Trinidad y anhelar ser transformado en Cristo por el poder del Espíritu Santo. “A la oración de alabanza estamos habituados en nuestros grupos de oración; pero es necesario ser conscientes de que jamás terminamos de aprender la verdadera alabanza” 5.
-
Una vez que ésta ha desempeñado su función prioritaria, después de cierta purificación en la que la alabanza tiene un papel capital, es conveniente que la Palabra vaya tomando su lugar y que pase a ser el elemento fundamental. Tiene en sí un fin peculiar, propio, insustituible y es, a demás, el punto de apoyo de la alabanza que ahora se centra, discretamente en la Palabra leída, escuchada, comprendida, aceptada. Nos parece importante apuntar algunas ideas sobre este “orar la Palabra”, como J. Van den Eynde y M. Bouillot la designan: Supuesta la Palabra leída y escuchada con el corazón, en verdadero espíritu de fe, ¿cómo orar la Palabra para que en ella realice en nosotros su obra de poder? Necesariamente en todo esto se supone que hay en las personas orantes una convicción, una persuasión profunda sobre la eficacia de la Palabra de Dios. Esta siempre es
eficaz si nosotros le permitimos que ejerza su
65
potencialidad. Hay, por tanto, que “orar la Palabra” como la Virgen, esto es, hay que dejarla realizar en cada uno lo que ella dice. “Si escucho la Palabra de la Escritura que me ha sido dada, es que hoy Dios quiere que esta Palabra se encarne en mí de manera viviente. No es necesario reflexionar ahora sobre ella; sino dejarla realizar en nosotros lo que dice. Hay un poder en la Palabra de Dios: ella no se nos da para que adquiramos un saber, sino para cambiar nuestra vida: es siempre una anunciación! El ángel aporta la Palabra, la Virgen es interrogada en toda su vida por esta Palabra. Con el ángel hace una reunión de oración que se termina por la acogida, en todo su ser, de esta Palabra: “Que se haga en mí según esta Palabra: Es exactamente
una reunión de oración carismática: una vez que se ha
dado la “Palabra, la oración está centrada (en ella), no hay que añadir más. Es como una flor que ha sido fecundada, se cierra sobre si: LA GRACIA ESTA ALLI, es necesario SABER ACOGERLA” 6.
No es raro que en las reuniones de oración se desconozca cómo orar bien la Palabra. A propósito de ella, se dicen cosas piadosas que expresan nuestros buenos deseos; no, eso no es orar la Palabra.
Se ora, no pocas veces, de un modo marginal a la Palabra dada: las alabanzas que surgen de dispensan en multitud de piadosos “comentarios” que Dios, en su bondad, puede utilizar para el bien de la comunidad, pero que, frecuentemente, impiden realizar, al menos plenamente, lo que la Palabra es y puede.
Es importante que, después de leída la Palabra, se haga silencio interior y exterior; en este silencio lleno, dejamos que la Palabra nos penetre, que se encarne en nosotros. Dejamos que nuestra memoria sea purificada. Parece que siempre tenemos un lenguaje espiritual para todo. Hay que dejar que se purifique, en el silencio, nuestra memoria, nuestro razonamiento, nuestro moralismo. En la paz interior, dejamos que la Palabra, como hacía la Virgen, descienda a la intimidad de nuestro ser. Allí la Palabra me sacudirá, me cuestionará… tenderá revolucionar toda mi vida.
Cuando alabes apoyado, centrado en la Palabra dada y recibida, no te lances a ciegas. Recógete un momento. Ello te permitirá ver de donde viene lo que “espontáneamente” vas a decir. Si viene de tu inteligencia, será estéril. La Virgen meditaba en su corazón. La alabanza debe subir de mi corazón, porque quiero comprometerme verdaderamente, frente a la Palabra de Dios. Debe, pues, subir, desde lo más profundo. Entonces hay una auténtica vida, fruto de la Palabra de Dios. Debe, pues, subir, desde lo más profundo.
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Entonces
hay
una
auténtica
vida,
fruto
de
la
Palabra,
y
ésta,
progresivamente, establece en nosotros una comunicación con Cristo.
A veces, en los grupos de oración se percibe, en la alabanza, cierta fatiga porque la oración no se ha centrado. muy al contrario, desde que la Palabra se da y se recibe en fe y desciende al fondo del corazón, toda la comunidad, insensiblemente, se va centrando en ella, en su mensaje, en la obra que el Señor quiera hacer en cada uno por ella. Se produce una situación que, de algún modo, reproduce la de María después de la Anunciación. Hay una comunión, una situación de gracia de Cristo, un solo cuerpo de Cristo.
La escucha, la recepción de la Palabra y la alabanza que en ella se centra hace que cuanto suceda y se diga, se interiorice más y más. “Después de haber compartido con la inteligencia, dejad venir los carismas: el Espíritu va a acentuar, por los carismas, la influencia de la Palabra; poco a poco la comunidad de oración se va a reunir en la unidad, gracias a ella. Los que tienen la experiencia de reuniones de oración en las que se ha orado verdaderamente la Palabra, han podido tocar el poder de común, de constituirse en la unidad, de curación interior, de transformación moral de toda la vida que se opera por ella. Yo creo, verdaderamente, que en nuestros grupos de oración, después de cierta purificación en los que la alabanza juega un papel muy importante, es necesario que poco a poco, la Palabra ocupe todo su puesto y que se reencuentre la gran liturgia de la Iglesia: La Palabra sobre el Pan, construye la iglesia. Por su Palabra; Jesús nutre a su pueblo, lo esclarece, lo hace vivir, lo reúne: esto da, verdaderamente, una densidad crística a la comunidad. El cuerpo de la comunidad es la Palabra encarnada en nosotros. Nos vamos formando, poco a poco, por la Palabra, a imagen de Jesús, transformados en nuestros comportamientos p0or los de Jesús que se inscriben en nosotros por la Palabra”7.
El grupo de oración, a medida que se va penetrando de la Palabra y transformado a imagen de Jesús por ésta y la alabanza en ella centrada, se va haciendo cada vez más un grupo de vida: se da una conversión profunda, que abarca toda la vida y la irradia en toda circunstancia. Este poderoso efecto se acrecienta cuando el grupo de oración se nutre del pan de vida, de la Eucaristía, a la que, normal y necesariamente, va conduciendo la Palabra acogida y orada en la fe y el amor.
67
Lo dicho anteriormente, dentro de su gran riqueza, no constituye toda la gracia de la Renovación, pero si condensa un elemento fundamental de la misma.
El hecho de que revista tanta importancia “orar la Palabra” no quiere
decir
que necesariamente siempre se ha de dar esta oración apoyados en ella. Pa precedido otra oración de alabanza que antecede a la lectura de la Palabra: suele ser una alabanza más dispersa, pero muy importante en sí y como preparación a la Palabra de Dios y a su oración. El que se procure este “orar la Palabra” ha de tomarse con seriedad flexible. Y uno de los puntos de atención de los servidores será ir instruyendo a su grupo en este modo de orar, con paciencia y sin querer siempre corregir todo desvío de ella. No será raro el que el Espíritu conduzca la oración de otro modo. a) La alabanza por el canto, por el orar, por el silencio y cantar en lenguas, se tratará en otras instrucciones. 2. Actuación del servidor A. En la oración de alabanza personal: -
En reuniones de más de 100 personas no es tan fácil que todos tomen parte: sí pueden hacerlo algunos, incluso bastantes si las oraciones son breves.
-
Las intervenciones no deben ser largas o cansadas. Ni se debe dar la impresión de arrebatarse la palabra unos a otros. Es bueno dar oportunidad a los que lo quieran hacer: ayudar a abrirse a la alabanza a otros y no ser siempre los mismos quienes intervienen.
-
Debe haber creatividad sana en la alabanza, además de que el Espíritu Santo le va enriqueciendo de modos diversos.
-
Toda participación debe ser al impulso del Espíritu, buscando y siguiendo la línea que el Señor haya querido dar a la reunión. Sobre esto deben velar discretamente los servidores.
-
Los servidores, menos aún quien dirige la oración, no deben acaparar el tiempo. Las intervenciones del dirigente han de ser sobrias, discretas, a tiempo, con unción, aun cuando sean hechas para corregir defectos.
-
En la oración de alabanza los servidores procurarán ser uno más entre los que alaban. No valerse de su condición para dominar en la oración,
por
el
acaparamiento
del
tiempo,
ni
por
permitirse
manifestación alguna que indique ostentación, saber más, espíritu de poder, mucho menos celos con los demás servidores.
68
Una actuación muy valiosa, sobre la que volveremos más en detalle,
-
es ayudar a expresar y enriquecer la alabanza en el grupo. El dirigente de la oración de alabanza ha de tener cuidado de que
-
nadie coloque al grupo en una situación “emocionalista” o próxima a ella. Sin embargo, no ha de perder de vista que la sana expresión de los sentimientos es algo connatural a toda oración. No se puede pretender que todos oren del mismo modo y en el
-
mismo tono, pero sí que todo se haga dentro del orden y de una variada armonía detrás de la cual se halla la guía del Espíritu que interviene de modos muy diversos. Respecto de la conveniencia de actuar para corregir defectos en la oración de alabanza, no es fácil dar indicaciones. Téngase en cuenta la situación concreta del grupo; la persona o personas a quienes iría dirigida; las consecuencias de callar o de hablar…. y sobre todo, antes de intervenir, fuera de casos manifiestos en que es necesario y urgente, reflexione consigo y encomiéndese a la gracia del Señor. Algo que se debe evitar a toda costa es utilizar la oración de alabanza
-
para introducir avisos camuflados; para delatar subrepticiamente a personas, para dar indicaciones doctrinales, para esparcir enseñanzas heterodoxas, etc. La alabanza debe ser eso y nada más. Cualquier otra desviación desvirtúa la gloria a Dios, su eficacia santificadora, desorienta, turba, divide 8. B)
En la alabanza colectiva: Se trata de orar individualmente con las propias palabras, en voz alta, de modo que los demás puedan oír que estamos orando sin que el tono les moleste, y se sientan animados a orar, a su vez, con fervor. Se supone que no domina una voz determinada (de una persona). Las voces deben acomodarse en volumen de modo que cada uno sea una parte armónica del todo de la comunidad. -
Se debe velar para que no se convierta en algo mecánico. La sinceridad debe primar y la intención de alabar. Cuando nos sintamos “pocos aptos” para orar de este modo, tengamos presente el propósito de esta manera de orar. Se puede orar al comienzo; al medio, en un momento determinado que eleva la oración personal….9
-
El servidor que dirige la oración estará atento a introducirla en el momento más oportuno para el grupo según la misión que se la
69
quiera hacer cumplir: iniciar la oración con fervor o romper la atonía de los comienzos (si la hubiera). Profundizar la oración individual…10 C)
En el “orar en lenguas” 1 Cor 14,2.4.14-15.19-23.28.39-40. -
Se ha de evitar en su uso todo exhibicionismo, competencia, etc…. y el temor “infundado”.
-
Se ha de procurar “usar” privadamente el don. Es no sólo de alabanza; tiene también virtualidad de “sanación”, de “liberación”: de “crecimiento espiritual”.
-
Dentro del grupo de oración, puede ser usado:
En las oraciones de con conjunto, cuando cada uno del grupo alaba al Señor, dentro de la armonía del todo.
-
A veces es un signo “discernible” el que el Señor suscite una serie de vocablos que se repiten interiormente, de que nos quiere usar para un mensaje en lenguas.
Cuando se trata de un mensaje en lenguas, no se da, propiamente, el “orar en lenguas”: sino la utilización del lenguaje aconceptual, en voz alta, para dar un mensaje, querido por el Señor para la comunidad. Por tanto, hay que discernirlo.: la persona misma debe saber hacerlo. Este mensaje necesita ser interpretado.
A veces se da el canto en lengua por el uso en conjunto del “orar en lenguas”, junto con aquéllos que no lo poseen y lo hacen en la lengua propia.
El; orar en lenguas, cuando es auténtico, no sólo es una hermosa alabanza al Señor, en el poder del Espíritu, sino también, muy frecuentemente, va más allá: las personas que oran en lenguas se sienten muy fuertemente impulsadas a sumergirse, después, en el silencio, en una comunicación más profunda e íntima con el Se164or. La sensibilización espiritual del servidor sabrá captar esta situación de la asamblea, cuando la mayor parte ora en lenguas, para proporcionarle esta oportunidad que viene del Espíritu y da lugar a una acción profunda de su parte en el alma 11.
-
Añadimos a continuación las indicaciones que
R. Laurentin da
prudentemente respecto de su uso y discernimiento.
“El hablar en lenguas, cuando es auténtico, es gratuito (es el Espíritu quien lo suscita). Es peligroso provocarlo pidiendo y ordenando que se lo use”.
70
“Es la escuela del Espíritu, pero también del grupo. Estas dos escuchas no forman sino una. Porque el Espíritu se da en la comunidad misma del grupo”.
“La glosolalia auténtica es armoniosa, a veces, de manera admirable. Toda desarmonía o cacofonía es signo de inautenticidad”.
“La glosolalia es sobria, breve. Los glosólalos que no terminan denotan
no
un
don
del
Espíritu,
sino
una
complacencia
o
esquizofrenia, como lo constatan, desde hace tiempo, los siquiatras”.
“La glosolalia auténtica es fuente de paz. Inauténtica, de molestia y malestar” 12.
D)
En el “canto en lenguas”: Volvemos sobre lo ya antes indicado, como su lugar propio. El “canto en lenguas” suele brotar espontáneamente, suscitado por el Espíritu, cuando la oración de alabanza ha adquirido cierta densidad. Invitar a las personas a “cantar en lenguas” cuando al que dirige se le ocurra, no es, ni mucho menos, recomendable. El Espíritu tiene su momento, cuando nosotros nos hemos entregado a la alabanza desde lo más íntimo del ser. Entonces el canto en la propia lengua, si esta bien escogido, viene a intensificar la oración, y, a su vez, el “orar en lenguas” da una nueva intensidad y profundidad a la oración. Parece el momento más frecuentemente elegido por el Espíritu para expresar en una intimidad y fuerza indecible, el amor, la admiración, el deseo intenso del alma de glorificar a su Dios. Cuando ha antecedido un silencio profundo, lleno de la presencia y del amor del Señor, se suele ir levantando el murmullo del “canto en lenguas”. Es como una ola que aumenta, se dilata, crece, descrece, se reaviva… pero siempre armonioso, como dirigido por el Espíritu y expresión de lo más íntimo y puro que hay en nosotros para nuestro Dios 13.
E)
En el “silencio” (cfr. instrucción sobre el tema).
3. Una función especial del servidor: enseñar a expresar la alabanza. A. Aclaraciones preliminares: a) Es una obra que realiza en nosotros, principalmente, el Señor con su Espíritu. Pero en esta enseñanza pide la cooperación humana. Aquí es donde el servidor puede y debe ayudar eficazmente al grupo o a personas determinadas. b)
No todos tienen la misma disponibilidad y apertura a la alabanza. Frecuentemente
proviene
la
dificultad
de
que
se
encuentran
71
envueltos
en
prejuicios,
de
una
educación
excesivamente
individualista, de temores infundados, de falta de experiencia. c)
El Señor nos ha estado mostrando que hay una gran variedad de modos de alabar; que el crecer en la expresión de la alabanza es un don pero hay que tener las disposiciones convenientes para que, de hecho, se dé. No cooperemos con nuestra inercia o pereza a que el grupo o personas particulares se estanquen en la alabanza, contentándose con expresarla siempre del mismo modo. Sería un gran daño para el círculo de oración.
d)
No se ha de poner el crecimiento en la expresión de la alabanza en la mayor duración de las oraciones de las personas que participan, ni en la emoción. Es algo más profundo y sustancial. Los servidores deben conocer los modos diversos de crecer, practicarlos ellos mismos y enseñarlos a su grupo de oración.
B.
Modos diversos de enseñar a expresar la alabanza:
-
Preparar los grupos de oración para crecer en la expresión de la alabanza:
Hablar fuertemente y oportunamente al círculo de oración sobre las formas de expresar su alabanza y animarlo a usarlas, dentro del orden.
No pensar que las instrucciones destruyen la autenticidad ni la espontaneidad de la oración: al contrario, dan una gran libertad espiritual, cuando la instrucción se ha comprendido y se ejercita bajo la guía del Espíritu y de los servidores. Las debilidades y limitaciones del hombre hacen necesario el que sea instruido constantemente.
Fomentar discreta pero incansablemente la participación habitual en los grupos de oración; ir con las mejores disposiciones; dejar captar por el ambiente interior y exterior y participar.
La experiencia da que, si existen estas disposiciones, el Señor hace surgir el deseo de crecer en la expresión de su alabanza a Dios, por el Espíritu.
La docilidad a la acción del Señor nos abre a las expresiones de alabanza con que el Señor va enriqueciéndola.
72
La prevención, la “prudencia” como sinónimo de temor son un impedimento a adoptar una actitud de apertura y disponibilidad a la alabanza y a sus varias formas.
El crecimiento en la expresión de nuestra alabanza abarca todo el ser; desde lo íntimo del “yo”, hasta las manifestaciones, discretas y ordenadas, corporales 14.
-
Aprovechar discreta y brevemente las oportunidades que se ofrecen en el curso de la reunión de oración para ayudar a crecer en la expresión de la alabanza.
Esto se refiere a cada elemento que entra en la reunión de oración, pero tiene especial importancia respecto de la alabanza. En las instrucciones próximas se tocarán estos puntos de actuación.
Así
cuando
la
alabanza
se
hace
desordenada,
mortecina,
“emocionalista”… la actuación del servidor valdrá no sólo para orientarla, sino para infundirle un nuevo espíritu y sana variedad. Sus motivaciones o palabras han de ser siempre discretas, oportunas, breves, sencillas.
Recordamos cuanto se ha sugerido respecto de la actuación del servidor en la alabanza personal, comunitaria, en el orar en lenguas, en el canto, en el silencio. Ahí, sustancialmente, está compendiado su modo de actuar15.
-
Llamamos la atención sobre el gran auxiliar que tiene en sus manos el servidor para fomentar la alabanza, usando el modo de orar apoyado o inspirado en la Palabra de Dios a que nos hemos referido anteriormente.
-
A medida que las personas se van integrando en la oración de alabanza, la acción del Espíritu Santo va creando en la comunidad como tal, una sensibilidad que se afina más y más; una sensibilidad para dejarse mover a alabar; una sensibilidad para hacer suya la oración de los demás, para saber escuchar fraternalmente y responder desde la propia intimidad a la oración suscitada en el grupo. 16.17.
73
VIII.
LOS FRUTOS DE LA ALABANZA.
A. La alabanza atrae intensifica a la presencia de Dios. a)
En realidad no se a lude directamente en la promesa del Señor, referida por San Mateo (Mt 18,19-20), a la oración de alabanza. Se toca el objetivo de la oración: pedir (Mt 18,19) y “por razón del nombre de Jesús” (Mt 18,20). Sien embargo, el lícito extender su sentido a la alabanza: si la promesa se refiere a la petición, con razón aún más poderosa se puede afirmar de la oración de alabanza. Esta, ya lo hemos visto, es la oración por excelencia. Por tanto, la presencia del Señor se hará se sentir con una fuerza y eficacia especial. “ El pequeño grupo que se reúne para orar, está asistido por la presencia del Señor. Jesús está presente entre ellos. Si están juntos por razón de su nombre. Esto quiere decir que la comunidad entre ellos se funda en la común confesión de Jesús. El Mesías. Este es el plano en que ellos están, la fuerza aglutinante que los junta. Con el nombre se alude a toda la existencia y ser del que se nombra. Si están congregados por razón del nombre. La efectividad y el poder del Señor, entonces Jesús está presente de una forma verdadera y real. La confesión común, en cierto modo le fuerza a estar presente” 1. De nuevo hacemos la aplicación a la alabanza: La razón fundamental de reunirse los grupos de oración „por razón del nombre de Jesús”, la confesión común más fuerte y manifiesta que ejerce su poder de hacerlo presente es la alabanza. Tanto más cuanto que ella incluye la consideración de la Palabra de Dios y, por tanto, un nuevo título y una nueva exigencia para que el Señor se haga presente. Esta es, por otra parte, la experiencia de los grupos de oración que se reúnen para alabar: la percepción, frecuentemente intensa, de la presente del Señor. No se trata de una ilusión o de un contagio psicológico, aunque la acción del Señor pase por nuestra psicología. La “calidad” de percepción es tal que delata una presencia “especial” de Quien ha prometido hacerse presente en medio de la comunidad.
b)
La alabanza verdadera no se puede hacer si no es en el poder del Espíritu y ésta, por su presencia en nosotros, nos introduce en la del Padre (Rom 8,26-27).
74
B.
La alabanza es una nueva efusión del Espíritu. a)
La alabanza es un fruto del Espíritu y ésta, cuando es verdadera, tiene la fuerza de “desencadenar” la venida del Espíritu: una nueva actuación más poderosa en nosotros (Hech 16,16 ss.)
b)
La alabanza es una petición implícita de la venida de la Trinidad, del Espíritu, puesto que a ella, a glorificarla se dirige su actuación y la oración de alabanza.
C. La alabanza “evangeliza” poderosamente. a) Hech 2,1 ss.: La experiencia de Pentecostés en los oyentes. b)
En la alabanza profunda el Espíritu pone en nuestros labios las palabras que, en virtud de su poder, tocan los corazones (Hech 2,37 ss.)
c)
La experiencia de los grupos de oración muestra con toda evidencia, que una alabanza verdadera, profunda, íntima llega con poder a los corazones de los oyentes; los anima espiritualmente; los abre al Señor; es la mejor propaganda para que se vayan adhiriendo al grupo otras personas.
d)
También la evangelización fuera del grupo de oración, por las calles, en conversaciones de grupos particulares, tiene una eficacia especial cuando se comienza por alabar al Señor.
D. La alabanza cura e ilumina. (Is 57,18-19) (Comentario en la nota)2. a) La alabanza consuela: es ya un modo de curar interiormente. b)
La alabanza supone confianza. Amor al Señor y esto también es curación, psicológica y espiritualmente.
c)
En la alabanza está presente la fuerza del Espíritu y éste toca toda la persona con su presencia, su poder y su amor. Por eso, antes de orar por la curación de una persona, hay que comenzar alabando a Dios.
d)
La alabanza ilumina porque nos abre a la acción del Espíritu iluminador; nos introduce en el conocimiento del Señor; nos conduce a la experiencia vital de Dios; nos descubre las maravillas de l;a creación y de la obra salvífica. “Irradiar el conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Cristo” es toda una vocación de alabanza para que nuestra vida se convierta en testimonio y “con el rostro descubierto reflejamos como un espejo la gloria del Señor” (2 Cor 3,18)3.
75
E.
La alabanza “libera”. La experiencia enseña que, cuando la comunidad ora en fe y amor, se alivian y aun desaparecen nuestras cargas, opresiones….y se produce en nosotros un ambiente de paz, de sosiego, aun en medio de las tribulaciones. “El gran secreto de la alabanza es comprender que no hay ninguna circunstancia de la vida que no esté envuelta por el amor de Dios. No es que le atribuyamos a Dios el mal, ni la enfermedad. No , la enfermedad, el hambre, la opresión, vienen del pecado y no son queridas por Dios. Sin embargo, aun en estas circunstancias del pecado del mundo está presente el amor de Dios, envolviéndolas en amor y quitándoles el aguijón (1 Cor 15,55), el poder que tienen para destruirnos. Al alabar a Dios por lo bueno y por lo malo, hacemos un acto de fe en este amor del Padre que puede desviar aun la misma enfermedad y aun el mismo pecado, haciendo que redunden en bien nuestro. “Sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que aman” (Rom 8,28)4.
F.
La alabanza es fuente de gozo. El salmo 89 nos lo pone ante los ojos con sorprendente relieve: “Dichoso el pueblo que sabe alabarte. Caminará, oh Señor, a la luz de su rostro. Tu nombre es un gozo cada día”. Es natural que produzca este fruto: El gozo es uno de los más hermosos de su acción en el alma. El Espíritu Santo es el fruto del amor del Padre y del Hijo y el amor auténtico es una fuente de gozo. La acción del Espíritu, por el que podemos alabar a Dios, produce el fruto que le es propísimo (Gal 5,22) y que es tan connatural a su ser. La obra fundamental del Mesías en la interpretación de Isaías, consolar
a
su
pueblo.
Es
llenarlo
del
gozo
de
la
c.61, es
liberación
y
sorprendentemente, la une a la alabanza: “Me envió para consolar a los que lloran, darles diadema en vez de ceniza, aceite de gozo en vez de vestido de luto, alabanza en vez de espíritu abatido” (Is 61,3). G.
La alabanza nos abre los carismas del Señor. La experiencia de la Renovación Carismática en los grupos de oración es que la alabanza dispone al espíritu a abrirse a los dones de Dios. Cuando ésta es intensa, se tiende a reposar en el Señor internamente y a abrirse a la profecía que, entonces, quizá quiera dar a través de uno a la comunidad. No es raro que una vez que el hombre se ha dirigido a Dios, sea después El quien desee dirigirse y hablar a la comunidad que le ha alabado.
76
La alabanza sencilla, íntima, lleva, muchas veces, como de la mano, a una elevación de la oración y de ésta, el alma tiende a expresar su amor, su agradecimiento, etc., más allá de las palabras de la propia lengua, por el don de orar en lenguas 5. H.
La alabanza nos hace realistas. “El mejor ejemplo es el de María. En la Visitación ella exulta, ella es embriagada por el Espíritu Santo, pero Lc. 1,56, acaba el Magnificat con una pequeña nota realista: “María permaneció alrededor de tres meses; después volvió a su casa”. María, pues, se ocupó de Isabel y del pequeño Juan Bautista en su nacimiento, y esto se nos muestra después de la alabanza…. Y exultación, en Dios. Entonces, no temamos quedarnos en la alturas si alabamos verdaderamente a Dios, con todo el corazón y el ser; veremos que los pies están en la tierra y no nos desconectamos de la vida diaria”6. El realismo que nos da el Espíritu Santo en la alabanza se extiende más allá de la sincera disposición a servir en la realidad ordinaria como Maria. Nos da el sentido de nuestra pobreza espiritual en la obra del Señor a la que cooperamos. “Hoy más que nunca, el Señor nos ha hecho conscientemente responsables de que sólo El puede salvar a su Iglesia. Esta es de Cristo, y a El le corresponde proveer. A nosotros se nos pide que trabajemos con todas nuestras fuerzas, sin dar lugar a la angustia, con la serenidad del que sabe que no es más que un siervo inútil, por mucho que haya cumplido hasta el final con su deber. Incluso en esta llamada a nuestra poquedad veo una de las gracias de este periodo difícil. Un período en el que se nos pide paciencia, esa forma cotidiana de un amor en el que están simultáneamente presentes la fe y la esperanza” 7.
I.
“Sobre todo, la alabanza es correlativa del amor:“ Es el fruto de un corazón dilatado: ama, entonces, canta. Si amamos apasionadamente a Dios no podremos menos de cantarle y si le cantamos con todo el ser, nuestro corazón se abrasará más aún de alabanza en alabanza hasta la vida eterna”8.
77
J.
La alabanza compromete con los demás La alabanza, como toda oración auténtica, nos enfrenta saludablemente, con nosotros mismos, con nuestra vida y nuestra relación con los demás (Hebr 12-13). La alabanza, lo indicamos, nos lleva a vivir la vida de Jesús también en nuestra realidad cotidiana. No sólo tiende a apartarnos de las obras de la carne (Gal 5,19-21), sino a revestirnos de El: de sus sentimientos, de sus motivaciones, de su visión de las cosas y de las personas. “La gloria de Dios es el hombre que vive:, dice San Ireneo. “Nuestra glorificación divina por la alabanza, debe llevarnos a realizarla no sólo con los labios y el corazón, sino también con las obras. Es lo que hizo Jesús (Jn 17,4). Creemos que una oración de alabanza, sea personal sea comunitaria, no puede menos por su misma dinámica, que es la del Espíritu, que actúa en el que alaba, de comprometer seriamente a la persona con sus hermanos los hombres. “La alabanza no es una actitud pasiva, intimista del individuo con su Dios. Alabar a Dios es restaurar su imagen dondequiera que se encuentre destruida” mejorarla, perfeccionarla. El mal del mundo, la injusticia, el desorden moral, el egoísmo, la sanación interior y aún física…, todo ello entra dentro del compromiso a que debe conducir. Si esto no ocurre, a medida que ya el sujeto y la comunidad van madurando y creciendo en ella, habría que pensar que es una alabanza que no tiene o ha perdido vigor, la fuerza que le infunde el Espíritu. Sería un lamentable desvío o una comprensión desenfocada pensar que toda la
misión
de
la
alabanza
se
agota
en
prodigar
al
Señor
nuestro
reconocimiento de su grandeza, de su amor, sin que se irradiara hacia las cosas y los hijos del Dios a quien alabamos. Toda la Palabra revelada, la vida de Jesús, supremo ejemplar de alabanza, la vida de los santos, el mensaje de los salmos nos está diciendo lo contrario”9. K.
La alabanza nos santifica y nos da la “vivencia” de Cristo en la Eucaristía. La palabra de Jesús, hablando con su Padre celestial, ante de ir a la pasión, es la formulación más exacta de lo que debe ser nuestra alabanza y, al mismo tiempo, del fruto más logrado en ella: “Yo te he glorificado sobre la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste realizar” (Jn 17,4).
78
No hay duda de que la vida, muerte y resurrección de Jesús han sido el mayor acto de glorificación y de alabanza del Padre. Consecuentemente sólo en unión con Cristo podremos ser nosotros alabanza de su gloria. Así llegamos a la feliz conclusión de que solamente en la medida que participemos y en cuanto participemos de sus virtudes, en la medida en que tendamos a realizar el plan de salvación que Cristo nos propuso, de imitar la perfección del Padre (Mt 5,48), podremos dar gloria a Dios. La alabanza, por su propia naturaleza, como obra del Espíritu, nos lanza a parecernos a Dios, a imagen de su Hijo, Jesús, e igualmente nos lanza hacia la Eucaristía: La obra definitiva del Espíritu es conducirnos a Jesús, a hacer de nosotros una reproducción de Cristo (Rom 8,29-30), que es, a la vez, la exigencia fundamental de nuestro Bautismo. Esta reproducción pasa necesariamente por la cruz en la que Cristo comienza a ser glorificado, según la espléndida concepción del Evangelio de San Juan. En la cruz precisamente es donde Jesucristo renueva su oblación al Padre, que repite o mantiene constante en cada Eucaristía. El ofrecimiento que debemos hacer de nosotros, como respuesta y exigencia del de Cristo, es la alabanza suprema que podemos tributarle. La alabanza personal y comunitaria está pidiendo esta, plenitud para llegar a ser una reproducción de la gran alabanza de Jesús (1 Cor 11,25). Por otra parte, “Eucaristía es comulgar con Jesús, transformándonos en su imagen: es participar de su amor y su fidelidad, es lavar los pies a los hermanos, es entregarnos como alimento, es derramar nuestra sangre, es crear comunidad de alianza, es morir un poco más a nuestro hombre viejo, es dejarnos comer por los hambrientos del mundo. Así y sólo así, en Cristo seremos para gloria del Padre”. L.
La alabanza debe envolver toda la vida del cristiano. Cuando el hombre ha llegado a descubrir la realidad maravillosa de la alabanza, no le extrañan las ponderaciones de los santos, ni us deseos de vivir en continua alabanza: “Asٕi, pues, mis hermanos, tenedme por el que alaba, pero no lo suficiente: para que, si no llega a ser completa la explicación de su alabanza, se acepte al menos el fervoroso empeño del que desea alabar. Me apruebe el hacerlo querido y me perdone el no haberlo conseguido”10.
79
Alabar no es, no debe ser, ni un acto ni siquiera un modo de oración equiparable a otros. Es todo un modo de vivir la vida total, la de cada día, la de cada instante, frente a Dios, expresada en alabanza. Basta ver la naturaleza, la realidad de la existencia, sus incidencias, las cosas, las personas, los acontecimientos…caer en la cuenta de que en todo se halla El presente para que estemos invitados a alabarlo. Basta saber que ahí El nos mira, nos ama para que recordemos ser los eternamente elegidos para ser “alabanza de su gloria” (Ef 1,6). La alabanza comunitaria no debe abrir a esta gran dimensión de la alabanza que no se agota en las horas de un grupo de oración. Toda la vida comienza ya en balbucir el canto que será nuestra eterna ocupación y delicia en la bienaventuranza 11. Es el “genero de vida” que resume toda la existencia cristiana y nos abre e introduce en la dimensión de la eternidad 12. M.
“El primero (de los frutos de la alabanza) es hacer crecer la caridad fraternal. La alabanza, en efecto, al expresar nuestro amor por el Señor, anuda nuestros lazos fraternales. Establece la comunión en una misma admiración. No cesa de comunicarse. Si se estudian los salmos de acción de gracias, uno se siente tocado al ver que contienen constantes invitaciones a glorificar al Dios (….). La palabra Aleluya ¿no proviene del hebreo “alabad al Señor?” La alabanza establece una relación de tres polos entre el Señor, entre aquel que alaba y el que es invitado a responder. Es el “triángulo de la alabanza” como lo nota Beuchamp: “La palabra es la única que tiene el poder de reunir en la unión de la alabanza, asegurando que este bien ha sido gustado por todos. La palabra promete que aquéllos que comparten un mismo bien se rinden por ello, uno: a otros… La alabanza es esta palabra que opera y viene a sellar la unión de la caridad. Así el triángulo de la alabanza, en la que se cantan las maravillas, se descubre como una maravilla ella misma. Si la alabanza realiza el mandamiento de amor a Dios, es también esencial requerir la participación la participación del prójimo para compartirla. El amor de Dios no se modula sino en la unión de la alabanza, que es el amor del próximo. En la alabanza, también, se encuentran unidos uno al otro y se hallan mutuamente necesarias las dos dimensiones de la caridad, el amor de Dios y el amor, del prójimo”13.
80
IX.
LA PALABRA DE DIOS EN LA REUNION DE ORACION. ACTUACION DEL SERVIDOR.
1.
La Palabra de Dios en la reunión de oración.
A.
Introducción.
a)
Para todo cristiano es sumamente consolador poder participar en el don maravilloso de la Palabra de Dios e irla comprendiendo y profundizando. Por la acción íntima del Espíritu Santo en nuestros corazones podemos tener acceso a los secretos del Padre, en su Hijo, Cristo Jesús. Este don es de tal importancia que sin él, sin “comer su Palabra”, es decir: sin leerla a la luz de la fe, meditarla en nuestro corazón y aplicarla a nuestra vida, estaremos subalimentados y sin defensa contra las enfermedades espirituales. En cierto modo, podemos afirmar de ella, aunque de una manera semejante, no igual, lo que decimos de la abstención de comer el Cuerpo de Cristo y de beber su Sangre (Jn 6,53). b) “Pero este tesoro de la Palabra lo llevamos en vasos frágiles y esta fragilidad es tal que nos es posible, cuando nos entregamos a nosotros mismos, servirnos de la Palabra, acapararla, recibirla de una manera carnal y convertirla en un instrumento de división y aun de confusión. Pensemos en la multitud de sectas nacidas a partir de la Palabra. Pensemos en todas las falsas interpretaciones que han conducido y conducen a muchos por un camino de perdición”1. Es, pues, importante saber cómo escuchar en el “Espíritu”: tener muy presente la dirección segura del Magisterio auténtico de la Iglesia (el Papa y los Obispos) a quienes el Señor confió el cuidado de salvaguardar y de interpretar auténtica y autorizadamente el tesoro de su Palabra.
B.
La Palabra de Dios en el Vaticano II.
-
La Palabra de Dios, al igual que el Cuerpo de Cristo, es el alimento del que la Iglesia, y cada uno de sus miembros, se nutre para vivir y crecer.
-
La Palabra y la Eucaristía son las dos columnas que sostienen las comunidades cristianas.
-
La Palabra de Dios comprendida, asimilada, lleva
una recepción más
consciente y fervorosa de la Eucaristía. -
Sin Palabra no hay fe (Rom 10,17) y sin fe no hay comunidad cristiana.
-
La Palabra de Dios es viva y eficaz (Hebr 4,12); es espíritu y vida (Jn 6,63).
-
La Palabra de Dios purifica (Jn 15,3); sana (Jn 16,12); discierne (Jn 12,48); ilumina (Jn 14,26; 16,12-13)2.
81
C.
El Espíritu, la Palabra y la Iglesia. a) -
El Espíritu y la Palabra: Dios, en su bondad y sabiduría, se reveló a Sí mismo y manifestó el místero de su voluntad (Ef 1,9): por Cristo. La Palabra hecha carne, y con el Espíritu Santo, pueden los hombres llegar hasta el Padre y participar, de la naturaleza divina (2 Ped 1,4) Es la revelación del amor invisible para invitarlos a su amistad (Ex 33,11; Jn 15,14-15) y a la participación de su misma vida en Cristo (1 Jn 3,1), por el Espíritu Santo (Gal 4,6)3.
-
Dios se fue revelando progresivamente, orientando siempre la revelación de su Palabra hacia la esperanza del Salvador prometido. En esta revelación el Espíritu Santo asiste a las personas tomadas como instrumento, para que el designio y el mensaje de Dios llegue a los hombres sin error y produzca los frutos que El, al revelarse, pretende 4.
-
En la etapa final, Dios se revela por medio de su Hijo (Hebr 1,1-2). Es la Palabra eterna para que habitara entre los hombres y les contara la intimidad de Dios (Jn 1,1-18). El habla las Palabras de Dios (Jn 3,34) y realiza la obra de la salvación que el Padre le encargó (Jn 5,36: 17,4). En esta obra actúa bajo la guía y la fuerza de: Espíritu que lo posee en su Humanidad con total plenitud (Lc 4,18-19)5.
-
Con el envío del Espíritu Santo la verdad lleva a su plenitud toda la revelación y la confirmas con testimonio divino.6
-
“Cuando Dios se revela, el hombre tiene que someterse con la fe (Rom 16,26, (…) Para dar esta respuesta de fe es necesaria la gracia de Dios que se adelanta y ayuda, junto con el auxilio del Espíritu Santo, que mueva el corazón, lo dirige hacia Dios, abre los ojos del Espíritu y concede “a todos gusto en aceptar y creer la verdad”. Para que el hombre pueda comprender cada vez más profundamente la fe con los dones7”
b) -
El Espíritu y la Iglesia: “La
Tradición
y
la
Escritura
están
estrechamente
unidas
y
compenetradas: mar.an de la misma fuente, se unen en mismo caudal, corren hacia el fin. La Sagrada Escritura es la Palabra de Dios en cuanto escrita por inspiración del Espíritu Santo. La Tradición recibe la Palabra de Dios encomendada a los Apóstoles, y la transmite integra a sus sucesores, para que ellos iluminados por el Espíritu de
82
la verdad, la conserven, la expongan y la difundan fielmente en su predicación. Por eso la Iglesia no saca exclusivamente de la Escritura la certeza de todo lo revelado. Y así ambas se han de recibir y respetar con el mismo espíritu de devoción”8. La Tradición y la Escritura constituyen y depósito sagrado de la
-
Palabra de Dios, confiado a la Iglesia. Fiel a dicho depósito, el pueblo cristiano entero, unido a sus pastores, persevera siempre en la doctrina apostólica y en la unión, en la Eucaristía y la oración (Hech 2,42), y así se realiza una maravillosa concordia de Pastores y fieles en conservar, practicar y profesar la fe recibida”. “El oficio de interpretar auténticamente la Palabra de Dios, oral o
-
escrita, ha sido encomendado únicamente al Magisterio de la Iglesia, el cual lo ejercita en nombre de Jesucristo. Pero el Magisterio no está por encima de la Palabra de Dios, sino a su servicio, para enseñar puramente lo transmitido, pues por mandato divino y con la asistencia del Espíritu Santo, lo escucha devotamente, lo custodia celosamente, lo explica fielmente; y de este depósito de la fe saca todo lo que propone como revelado por Dios para ser creído”9. -
Así, pues, la Tradición, la Escritura y el Magisterio de la Iglesia, según el plan prudente de Dios, están unidos y ligados, de modo que ninguno puede subsistir sin los otros; los tres, cada uno según su carácter, y bajo la acción del único Espíritu Santo, contribuyen eficazmente a la salvación de las almas” 10.
D.
El Espíritu y la Palabra en la reunión de oración: Millones de cristianos se reúnen semanalmente para orar: es la gracia de la Renovación Carismática. En estas reuniones hay una acción manifiesta del Espíritu Santo que nos recuerda e ilumina sobre las palabras de Jesús. EL CORAZON DE LA REUNION DE ORACION, JUNTO CON LA ALABANZA, ES LA ESCUCHA DE LA PALABRA DE DIOS. Antes de intentar una explicación nos parece importante hacer una observación fundamental: -
Se trata de ese modo en que algunos de buena fe, usan la Palabra de Dios llamada “fundamentalista” (uno de sus aspectos) y al que otros, no sin humor, designan como la “ruleta mística”:
83
“Se proponen preguntas precisas al Espíritu (formadas o no). Por ejemplo: ¿Cuáles deben ser nuestras relaciones con la parroquia? Se abre la Biblia al azar, es la respuesta! Inútil decir que con una práctica tal, se le puede hacer decir, más o menos, lo que se quiere a no importa qué texto. Que se nos comprenda bien. Creemos en la libertad absoluta del Espíritu y de sus intervenciones que siempre serán misteriosas, pero Dios nos es una Esfinge a quien se interroga! La Palabra no está allí para dar respuestas hechas para todas nuestras preguntas, sino para cuestionarnos, para despertarnos, para interpretar en el corazón del silencio y de la oración y modelar nuestra respuesta (….) Se llega así a lecturas infantiles, portadoras de las mismas ilusiones que los sueños que, en el espacio de un instante, nos liberan de las duras realidades de la vida. (…) impide arribar a la edad adulta y afrontar con lucidez y confianza el futuro, para llegar por caminos inéditos a la luz del Espíritu. Es reducir la Biblia a un arsenal de recetas en vez de ser el gran cuestionamiento de la Palabra de Dios”. a)
¿Cómo recibimos la Palabra? Indicamos algunos modos cómo podemos descubrir la Palabra de Dios que es el centro de la reunión de oración:
-
Por las necesidades concretas y actuales del grupo: Es uno de los modos más frecuentes. Considera, sobre todo en el grupo de servidores, cuáles son las necesidades espirituales del grupo más apremiantes, mas esenciales, más generales, o que abarcan al grupo como tal. Es uno de los modos de hablarnos que el Señor tiene. Es muy importante tenerlo presente. Esto no excluye esa flexibilidad de la que hemos hablado: la capacidad de estar atentos a la marcha que el Espíritu va imprimiendo al grupo de oración para poderla variar de acuerdo con esa orientación, no conforme al gusto, al capricho “a lo que saliere”, a la complacencia del auditorio. A veces convendrá seguir durante un período de tiempo, más o menos largo, lecturas continuas, si la necesidad del grupo lo reclama.
- Por un pequeño grupo de discernimiento: Es semejante al modo anterior: “Un pequeño grupo (tres o cuatro servidores) se reúnen antes de comenzar el grupo de
84
oración. Se ponen a orar y piden al Espíritu Santo que les muestre la Palabra que conviene al grupo. Se llama la “Palabra biológica”, en el sentido de que es dada para la vida del grupo, esto es, en función de la situación que vive el grupo. “Mis Palabras son Espíritu y Vida”. Normalmente, una Palabra viene rápidamente a la conciencia de una de las personas; muy frecuentemente, dos o tres más perciben que esta palabra es la conveniente al grupo. Hay que esperar este consentimiento unánime para poder reclamar esta Palabra en la reunión” 11. -
La Palabra “litúrgica”: Hay grupos que la emplean para determinar qué Palabra se proclamará en la asamblea. El procedimiento que suelen seguir es el siguiente: Leen atentamente, en espíritu de oración y de fe, los textos litúrgicos del domingo o del día. Se recogen y piden al Espíritu Santo percibir qué texto de los leídos conviene a la asamblea de oración, en su situación concreta. En esta forma de buscar el texto tiene un lugar importante unificar la oración del grupo y la vida litúrgica que al cristiano le propone la Iglesia. No parece que se oponga a esto el que puedan leerse algunos textos que se hayan proclamado durante la semana. Es probable que por su riqueza espiritual, por su mensaje, por su acomodación a una situación concreta del grupo, sean los que, realmente, más le convengan y los que el Señor quiera para los suyos. Pero no se ha de ser por propia iniciativa, como imponiendo algo que a mí, personalmente, me agrada.
b)
“Escuchar” la Palabra: Sólo hay una manera buena de escuchar la Palabra (Lc 8,4-18).
-
No la superficial: no se presta auténtica atención; se está presente físicamente, lejos espiritualmente. Otros intereses nos acaparan. No la manera sentimental del corazón ligero; Se regocija en el momento con el mensaje, la belleza moral y espiritual que atesora… Se desconcierta ante la primera dificultad que surge. No la manera atosigante del que exige muchas ideas; del que las utiliza para criticarlas…, pasar sobre ellas sin aplicarlas a la vida. Del que se inquieta y no encuentra “novedad”… Va tras la
persona,
el
modo, el
mensaje humano…;
no busca
realmente al Señor que habla y se manifiesta en su Palabra.
85
-
Solo hay una manera buena: La de aquel que tiene un corazón que sabe escuchar ( 1 Re 3,5-14). Que posee un corazón de “discípulo”; que recibe la Palabra en vistas a la oración que se suscita en el servicio… Jesús es el verdadero maestro que habla no a nuestros oídos sino a nuestro corazón. Nosotros tenemos que fomentar una cualidad de escucha que es “docilidad” al Espíritu; que busca lo que la Palabra me dice a mí. Que deja descender a su corazón Hoy si oís su vos…. “Sal 94: Hech 10.44)12.
c)
“Comprender” la Palabra: La comprensión a nivel de conocimiento exegético, del mensaje de la Palabra, es algo sumamente apreciable; pero aquí se trata de la comprensión a que se refería el Señor al afirmar que el Padre había descubierto su sentido a los humildes y sencillos (Mt 11,9-11. Por eso, ante ella tenemos que hacernos vulnerables, pequeños, dóciles, disponibles, prestos a dejarnos penetrar y caminar por ella. Es la actitud de María, la gran oyente y comprensora de la Palabra. Comprenderla, tiene como última finalidad un sentido que sobrepasa todo otro conocimiento. Formar en nosotros la imagen, el parecido, cada vez más cercano, al Hijo amado del Padre celestial: Jesús. Y de un Jesús que sin ser del mundo, vive en él, y trata de recuperarlo para el Padre. Por eso, toda Palabra
escuchada, comprendida,
aceptada con el corazón, lleva inevitablemente a la entrega de sí para colaborar con la obra de Jesús: de entregarle al Padre los hijos que han huido de la casa paterna. d)
Aceptar la Palabra es, sobre todo, dejarse cuestionar por ella; permitir que nos hiera para sanarnos; que nos ponga frente a la reliad de Dios que conoce nuestro interior y nos ilumina para hacernos ver cuánto hay en nosotros de mezquino, de estrecho; aceptar que sea para mí una espada de dos filos que separa lo que es de Dios y lo que es del mundo (Hebr 4,12-13)13.
e)
Vivir la Palabra:
-
Es el punto “esencial”: Si tomamos en serio la Palabra ella nos transformará” en Cristo. Si no, será como un “címbalo que resuena” (1 Cor 13,1-2), Jesús ha tenido cuidado de instruirnos sobre esto con cierta severidad (Mt 13,13-15). El apóstol Santiago, a su vez nos ilustra sobre el modo bueno y malo de escuchar la Palabra (Sant 1,21-25).
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Se impone, pues, esforzarse con la ayuda de la gracia; y uno de los modos
de
reunirse,
además
del
grupo
de
oración
el
que
habitualmente se asiste y para el que se prepara, en grupos más pequeños (5 ó 6 personas) para compartir cómo ha vivido a Palabra o cómo han dejado de vivirla. Una vez por semana basta. La experiencia da que, si se hace con seriedad y constancia, es muy beneficioso. Otra manera es la evaluación regular, por parte de los responsables del grupo, se refiere a la Palabra y lo que es necesario o conveniente aportar a esta seriedad de escucha 14. E.
Actitud para recibir la Palabra: Aunque lo que sigue se refiera directamente a la oración individual, se puede aplicar a la oración comunitaria. “Retener, guardar la Palabra, es el secreto para dejar que se realice en cada uno lo que Dios quiere decir en el profeta Isaías: 55,10-11 Esto confirma la actitud de María al recibir la Palabra y nos conduce a lo que los Antiguos llamaban la “lectio divina” (la lectura orante de la Biblia). Es necesario para eso entrar en la “habitación” y encontrarse con su Padre en lo secreto a fin de dejar actuar a su Palabra en nosotros. Es un camino muy simple, accesible a todos. He aquí las etapas: -
Ponerse en primer lugar, en presencia de Dios y orar al Espíritu.
-
Después, elegir la Palabra: esta será quizás, la recibida en la reunión o en la liturgia.
-
A continuación, escuchar en su corazón lo que Dios nos ha dicho: “saber escuchar el silencio”. Frecuentemente, no sabemos orar porque queremos hablar primero, como esas personas que inundan al Señor de peticiones hasta el punto de no dejarlo hablar.
-
Dejar subir a nuestro corazón los movimientos de alabanza, acción de gracias, intercesión, o simplemente estar presente a Dios.
-
Permanecer entonces en silencio a los pies del Señor sin decir nada, estar presente a Dios nuestro Padre por su Hijo Jesús en el Espíritu. No decir nada, simplemente exponerse al fuego de su amor. Entonces la Palabra hace su camino y nos conduce a la “comunión”, a ese deseo intenso de no querer sino lo que Dios quiere. Quien sigue este camino se deja construir por la Palabra y esta Palabra prodiga su acción a su gusto, aun en la noche. Entonces toda
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la vida cotidiana se vive bajo la mirada de Dios. Entonces la escuchamos y la ponemos en práctica y no somos como los que dicen “Señor, Señor”. Al dar esta instrucción es muy conveniente acompañarse de María, la Madre de Dios y de los Hombres. Estará muy bien hecho venerar su imagen y pedir su intercesión” 15.16 2.
Actuación del servidor -
Ordinariamente debe llevarse preparada la Palabra que se ha de leer, siguiendo los modos ya indicados.
-
Pero se ha de ser lo suficiente flexible para cambiar el texto elegido si por la unción del Espíritu Santo, la oración estuviera pidiendo otra lectura, más acomodada a lo que entonces necesita el grupo. En esto se ha de vigilar para no confundir el capricho de un servidor, o su preferencia, con la guía discernida del Espíritu. Mientras esto último no se dé, debe prevalecer la lectura previamente seleccionada. Debe escogerse un pasaje relativamente corto: 4 ó 5 versículos para
-
facilitar la retención del mensaje y su interiorización. Se leerá en voz suficientemente alta para que pueda ser oído por
-
todos sin tener que hacer esfuerzos distractivos. Si el auditorio fuese numeroso, es conveniente usar el micrófono. La lectura debe ser preparada por la persona que la hiciere.
-
Más que una simple lectura, deberá ser una “proclamación”. La veneración y el respeto a la Palabra de Dios exige que se tenga ese esmero en su manejo y lectura que evite toda indecisión, tropiezo, repetición, etc. -
después de la lectura, debe seguir un discreto silencio para que las personas, individualmente, traten de interiorizarla. A continuación, es conveniente hacer una breve aplicación a la vida cristiana del grupo (dos o tres minutos). Si no hubiere instrucción (de la que se hablará más adelante) puede prolongarse dicha aplicación. Esta debe ser hecha por una persona designada, ordinariamente, uno de los servidores del grupo de oración; prepara de antemano. Como diremos en la instrucción, ha de constar, respecto de la persona, de su capacidad y unción y, de un modo especial, de su seguridad en la fe y de testimonio moral de vida, dentro y fuera del grupo de oración.
88
-
No es aconsejable, aunque no hubiera instrucción, hacer una exégesis sobre el texto leído. Este aspecto debe reservarse al párroco o al sacerdote que quizás asiste, si lo quisiere hacer. A él se le ha de invitar al grupo de oración con frecuencia y pedirlo que tenga explicación de la Palabra y la instrucción.
-
Después de la breve explicación mencionada, puede y es muy conveniente
que
continúe
la
alabanza
en
la
misma
palabra
escuchada, como ya se explicó. -
La Palabra de Dios es uno de los elementos esenciales del grupo de oración y nunca debe faltar.
-
A veces, bastará una sola lectura; otras, será conveniente añadir alguna más. Nunca se hará de la oración de alabanza un tiempo dominado por la lectura.
-
Los servidores deben cuidar el orden en este aspecto fundamental; que se evite la improvisación; que no se lean pasajes dispares.
89
X.
EL
CANTO
Y
EL
SILENCIO
EN
LA
ORACION
DE
ALABANZA.
ACTUACION DEL SERVIDOR 1.
El “canto” en la oración de alabanza: (Ef 5,19-20: Col 3,16-17; cfr. Salmos)
A.
Reflexiones -
El canto es uno de los medios más efectivos de expresar la adoración, la acción de gracias, la alabanza en la comunidad.
-
El canto es un lenguaje universal usado en todas las culturas, lenguas,
religiones,
para
expresar
reverencia,
adoración,
reconocimiento, entrega a la Divinidad. -
En el cristianismo, especialmente en la religión católica, tiene una riquísima y variadísima expresión que entronca con el canto del Antiguo Testamento, sobre todo en el empleado en los salmos.
-
Hoy se ha profundizado en el canto como medio de orar, aun profundamente, al Señor. Toda la legislación litúrgica, abundantísima, trata de fomentar dignamente las diversas manifestaciones, aún populares; purificándolas y ordenándolas, de modo que mensaje y revestimiento artístico se armonicen y jueguen un papel fundamental en la participación de los fieles.
-
En la Renovación Carismática desde sus comienzos, se descubrió su misión importantísima y se ha venido usando con una riqueza, variedad y provecho admirables.
-
El canto para que realmente sea oración, debe ser expresado con el corazón: con una pureza de motivaciones que sean la más pura alabanza, acción de gracias, etc… al Señor. Toda motivación espúrea: exhibicionismo, satisfacción propia, etc., desvirtúa
el fin del canto
religioso. -
Por tanto, el pueblo, los grupos de oración deben ser educados, no sólo en el modo de realizarlo lo mejor que cada uno pueda sino instruido en la finalidad primordial del canto como una oración.
-
El canto no es solamente oración (una de sus formas); la profundiza cuando se canta con una pura motivación de alabanza y se expresa desde la intimidad del ser.
-
Las virtualidades del canto, omitiendo las principales es ya indicadas, son muy ricas y variadas: Fomenta poderosamente la unidad de la asamblea.
90
Al unirla en la oración, la une también en los sentimientos, aun a nivel humano. Elévale Espíritu y lo abre a la acción de Dios que actúa a través del canto. Por constar de dos elementos complementarios: el musical y el mensaje de la letra, que deben armonizarse entre sí, grava más profundamente lo que intenta expresar y se convierte en un medio, especialmente eficaz, para alabar al Señor. La belleza de la música, el contenido del mensaje se aúnan para atraer poderosamente el espíritu. Por eso, se ha de cuidar con esmero que todo canto sea verdaderamente hermoso, en su género, y que incluya un mensaje para la asamblea, de acuerdo con el tipo de música, con el fin, con la misión que se le asigna. Si no cumplen estas dos condiciones, entendemos que deberían eliminarse de los cancioneros y no incluirlos en el ellos. No todo canto vale para ser cantado por una asamblea de oración. -
Cantar “con un solo Espíritu” significa ser “dóciles” al Espíritu Santo en nuestro canto.
-
Significa también cantar en amor hacia nuestros hermanos, unidos a ellos, como una irradiación del amor a Dios que expresamos en nuestro canto de alabanza (Rom 15,1-2)
-
Cuando adoramos al Señor en unidad de espíritu y de voz, algo pasa en nosotros interiormente: el Espíritu del Señor obra profundamente y realiza su obra transformadora. También aquí vale aplicar la promesa del Señor (Mt 18,19).
-
“El canto, por ser oración, es un verdadero ministerio, un carisma
del
Espíritu,
para
la
edificación
de
toda
la
comunidad”1. -
El canto, por consiguiente, es un elemento fundamental del grupo de oración y tiene como finalidad prolongar, expresar, profundizar la oración 2.3.
91
B.
Esquema de la diversidad de cantos que se usan en una reunión de oración carismática. a)
Cantos gozosos: Ya dentro de la oración pueden emplearse cantos “gozosos” que, al mismo tiempo que recogen y profundizan la oración, expresan el gozo de: -
De caminar tras el Señor Jesús, centro de nuestra vida.
-
De celebrar el acontecimiento de nuestra salvación.
-
De que “creemos” en el amor del Padre manifestado en su Hijo, Cristo Jesús.
-
De haber sido recibidos y perdonados por su misericordia infinita.
-
De que realmente pertenecemos a la familia de Dios y somos herederos, con Jesucristo, de su Reino.
-
De que podemos compartir con nuestros hermanos las alegrías y las penas.
-
De que la Trinidad habita en nosotros, de que realmente podemos llamar a Dios, Padre nuestro: de que Jesús es nuestro hermano y de que el espíritu Santo habita y actúa en nosotros como en su “templo”.
b)
Cantos de agradecimiento: -
Los motivos anteriormente citados, pueden servir para introducirlos.
-
Por el plan de salvación de Dios que desde siempre se manifiesta en la creación, en la redención por Cristo, en la gloria eterna a que nos destina.
-
Agradecimiento por su magnificencia en darnos a su propio Hijo, por la institución de la Iglesia, por el don de los sacramentos, por el don de su Espíritu y de los carismas.
-
Reconocimiento de su bondad que nos llama y ayuda a celebrar y bendecir su Nombre: a celebrar el misterio pascual de la muerte y resurrección de su Hijo, Cristo Jesús, etc.
c)
Cantos de alabanza: -
Alabamos al Padre, en Jesús con la fuerza del Espíritu, por que es “El que es”: el único Dios verdadero, infinito, santo, misericordioso…
-
Porque todo lo llena, lo domina, lo recrea.
-
Porque los celos proclaman su gloria y nosotros nos asociamos jubilosos a ellos.
92
-
Porque es la sabiduría inmensa, la piedad sin límites, la misericordia siempre dispuesta al perdón, la omnipotencia a nuestro servicio, la benignidad hecha hombre, en Cristo Jesús…
-
Porque vive en el seno de la Trinidad, junto al Verbo y al Espíritu en un intercambio de amor infinitamente activo.
d)
Cantos de adoración: -
Nos “prosternamos” ante ti, Dios nuestro. Por tu majestad infinita. Ante ti Rey de la creación, Señor y Creador nuestro.
-
Reconocemos tu gloria, tu divinidad, tu soberanía, tu dominio sobre toda la creación, tu derecho a ser proclamado en el universo entero.
-
Reconocemos con todo nuestro ser nuestra dependencia de ti, Señor y Padre nuestro.
-
Nos alegramos de ser tus criaturas y necesitar de ti en todo; de estar colgados de tu providencia amorosa.
-
Celebramos tu soberanía “paternal”,
total, absoluta sobre todo y
sobre nosotros: y queremos que nuestra vida sea un acto continuado, sin cesar, de este reconocimiento. -
Te adoramos, a ti Dios nuestro, qué nos das participación en tu mismo ser en Jesucristo, tu Hijo y actúas sin cesar en nosotros por tu Espíritu.
e)
Cantos de “comunión fraternal”: -
Te alabamos, Padre, porque nos unes a nuestros hermanos en tu Hijo Jesús, por la fuerza del Espíritu.
-
Te cantamos llenos de regocijo porque suscitas el amor de Jesús para con nuestros hermanos a los que amamos en ti y por ti queremos servir.
-
Te cantamos porque quitas las barreras que nos impiden vernos y reconocernos hijos suyos, hermanos en Cristo Jesús, guiados por el mismo Espíritu.
-
Te alabamos porque nos das la oportunidad de perdonarnos, de crecer juntos, de aumentar y fortalecer nuestra fe, apoyados los unos en los otros.
-
Te cantamos porque podemos comulgar el cuerpo y la sangre de Jesús, y así unirnos estrechamente en él e irradiar su amor a los demás…4.
93
(Estas maneras de alabanza… al Padre solamente un ejemplo, que puede servir para inspirar otras en los diversos campos enumerados, también en Jesucristo, en el Espíritu. Es preciso que los cantos elegidos sean fáciles, acordes con el tema de alabanza….cantados con todo el ser vuelto hacia Dios…Si se saben conducir, brotarás espontáneamente diversas manifestaciones corporales asociadas a ella e igualmente el orar y cantar en lenguas.) C. Actitudes espirituales para cantar: El acierto y espiritualidad con el X. Desjeux muestra en sus orientaciones sobre el tema, nos inclina a hacer las nuestras, aunque añadamos algunas particularidades propias: a)
Dar mi aliento (mi respiración) al Señor: Mi respiración viene de Dios. Los místicos nos dicen que la oración llega a ser nuestra respiración. Debería recibir en cada momento la respiración del Padre y devolvérsela. Cuando más se interioriza la oración más va siendo conducida la persona a “cantar su aliento” Cantar no es principalmente realizar bellamente una técnica musical, poniendo en juego todo el aparato fónico con verdadero arte. Es sobre todo hacer que nuestra sensibilidad participe en la oración del corazón, sin esfuerzos vocales, sin afectación. “en el solo ritmo de la respiración del alma que no es el del ritmo exterior, sino el de la respiración del corazón…En la perspectiva de lo que precede, mi canto me dinamiza, me da un “mejor ser”: cuanto mejor canto (desde el corazón) mejor respiro” y al contrario. Es decir: hacer que mi canto sea oración y que mi oración se exprese en mi canto.
b) Desarrollar la escucha de la comunidad: Es indispensable. Soy una piedra viva en el conjunto de la asamblea y mi voz se apoya en el edificio del canto del grupo. Cuando esto sucede en los que cantan el resultado es sorprendente, aunque la asamblea no tenga o tenga muy poco conocimiento musical. “Hay una como interacción: Yo canto como escucho. Todo se hace más fácil. Si yo oro en espíritu y en verdad, mi aliento se hace pacificante, mi voz progresivamente se emite espontáneamente y canto más fácilmente: esta moviliza fuerzas me restaura, edifica al hombre interiormente y, a la vez, se irradia la comunidad. El cantor
94
profesional
con
todo
su
saber
no
está
preparado
para
esta
experiencia en la vida. En un grupo, cantar es cantar ajustado a la oración que baja al corazón”, en la unidad, en Dios, de toda la asamblea. c)
Purificar la inteligencia y la sensibilidad: -
Purificar la inteligencia: Somos demasiado intelectuales. Cantamos, más de una vez, sin escuchar la oración del grupo. Prescindimos de ella y nos privamos de un tiempo precioso de oración. Cantar no sólo pide una oración, a veces, la misma está viva en el grupo; siempre, la oración del corazón que quiere alabar a Dios con el canto.
-
Purificar la sensibilidad: No debe ser la norma para cantar, el hecho de que yo ame el canto. El signo de que mi sensibilidad se va purificando se manifiesta en que no canto lo que me “gusta” sino lo que está pidiendo el momento de oración que vive la comunidad; en que voy dominando mi deseo de sobresalir, de cantar aislado de los demás; de que mi canto también como la oración, produce frutos en mí y en los demás. Ir de la efectividad al corazón, es un proceso largo pero digno de sacrificios y de oración 5.
D.
Consecuencias y modo de actuar del servidor. -
Es un error tomar como criterio preferencial, para formar un equipo de música o admitir a una persona en este ministerio, la habilidad con que toca un instrumento a la belleza de su voz y la facilidad para la música. Estos criterios son válidos, pero no ocupan el primer lugar. Este debe ser la entrega al Señor, la unción para su servicio. De otro modo, deben ser personas sensibles y dóciles a las mociones del Espíritu y a la obediencia, fruto del Espíritu. Esta docilidad se manifiesta en ir entonando cantos que vayan de acuerdo con la línea que Dios ha suscitado en la oración y con el aspecto particular que entonces ocupa al círculo de oración: alabanza, acción de gracias…
-
Téngase muy en cuenta que el “énfasis Principal” ha de ponerse en “volverse al Señor”: convertirse, alabarlo, agradecerle, expresarle el amor, la fidelidad…, más que en producir una maravilla musical.
95
No se “minusvalora” este aspecto. Al contrario, Dios se merece todo y lo mejor. Pero se trata de prioridades, de objetivos claros sobre los que deben velar a los servidores y los encargados inmediatos del ministerio de música. -
Hay variedad de cantos compuestos para diversas situaciones de la asamblea y para una finalidad determinada: así los hay vivos, ágiles,, llenos de sano entusiasmo: otros son reposados, suscitadotes de una paz profunda; cantos de adoración, de alabanza, de recogimiento íntimo, de acción de gracias….La docilidad del Espíritu, que se une, muy frecuentemente, a un buen sentido de apreciar lo conveniente en cada caso, es usar los que la marcha de la oración está pidiendo como más apropiados.
-
En modo alguno se debe cometer el error de introducir cantos que en sí buenos y provechosos, no lo son para este momento de oración. El que dirige el grupo de oración, muchas veces de acuerdo con la persona encargada del ministerio de música, elegirá el canto más apropiado entre varios que pudieran cantarse.
-
La reunión de oración suele comenzar y terminar con cantos: Los cantos de “animación”, al principio, antes de dar inicio a la oración, suelen ser más movidos, vivos y alegres en su ritmo y en mensaje. Tienen por fin preparar, en espíritu de fe y de fraternidad, a los asistentes; ir abriéndoles y disponiendo su espíritu a la oración que seguirá después; crear un vínculo de unión gozosa entre los participantes; hacer tiempo mientras van llegando para comenzar, la mayor parte, a la hora elegida como la más conveniente. A veces, se emplea un tiempo discreto en ensayar algún canto nuevo. El tiempo dedicado a la “animación‟” no debe ser indefinido. Su duración puede variar pero no convienen que exceda, si no es excepcionalmente, los 15 minutos.
-
Otros cantos, los más importantes, son cantos de oración que acompañan, se entremezclan, complementan la oración. Es un don precioso la sensibilización humana y divina para saber introducir a su debido tiempo; saber seleccionarlos; acertar a darles ese tono íntimo que nace del corazón sumergido en la alabanza al Señor. Su número no es determinable. Los que convengan para elevar el tono y dar mayor profundidad a la oración
96
-
El que dirige la oración, juntamente con la persona encargada del ministerio de música, han de procurar evitar los peligros siguientes que indicamos como muestra:
Que sea un cantar por cantar.
Que la mayor parte del tiempo esté ocupado por los cantos o que, al contrario, apenas se utilicen convenientemente y no siempre con la finalidad apuntada.
Que la reunión de oración se convierta en un “festival musical” por más hermoso que sea.
Que el coro absorba al pueblo de modo que éste apenas tenga participación.
Que las personas, por el entusiasmo o porque tienen voces hermosas, canten tan alto que se las pueda oír a ellas distintamente.
Que se introduzcan cantos “tristes”, aunque sean de profundo recogimiento o de compunción interior por los pecados.
Que alguien se exima de cantar porque no tiene buena voz: el canto es para la gloria de Dios y no la nuestra.
Que haya cantos “sentimentales” expresan excesiva o falsa emoción y alejan de la reunión de oración especialmente a los hombres. O que se distorsionen convirtiéndolos en “sentimentales”.
Que se canten de modo distinto o como están compuestos.
Que haya cantos “flojos o vacíos espiritualmente” sin mensaje, etc.
-
Hay que cantar en “unidad”: significa que nuestras voces deben estar unidas como una sola voz en todo el cuerpo de la comunidad mezcladas con las voces de nuestros hermanos.
-
Nuestro oído debe estar “armonizado” no con la propia voz para percibir lo que estamos haciendo; sino la voz total que el Señor está formando entre nosotros. Si cantas de modo que te puedas oír a ti mismo, probablemente cantas demasiado alto. Recuerda que no cantamos para agradarnos no nosotros mismos”.
-
Gracias a Dios, en la Renovación Carismática abundan los cantos expresivos, variados, llenos de vigor, de unción, fáciles de retener, hermosos en su composición, con un mensaje profundo que pueda ser fuente de alabanza intensa y de íntima experiencia de Dios. Resumiendo cuanto hemos dicho sobre el canto: Para que éste pueda cumplir su misión debidamente, se imponen ciertas condiciones sobre las que debe velar el servidor con diligencia:
97
1ª.: El canto introducido debe ser el reflejo de la Palabra de Dios y de la alabanza; a la que hace más intensa, profunda y hermosa. Por eso, se deben desterrar los cantos sentimentales, los que no son portadores de un mensaje o, teniéndolo, no están de acuerdo con la calidad u orientación que el Espíritu va imprimiendo a la oración. 2ª.: El canto debe expresar lo que la reunión de oración está viviendo en su corazón. Si algo ha de tenerse en cuenta es que exista una gran armonía entre la voz, el corazón y el espíritu. 3ª.: El canto debe prolongar, expresar, profundizar la oración y no provocarla artificialmente. Esto exige de parte de todo el grupo, sobre todo de los servidores y más concretamente, del que dirige la oración, estar atento a: -
No imponer el canto fuera de tiempo, como algo con lo que pretende dar variedad o animar la oración mortecina y a la deriva. Fuera de excepciones, esto último no favorecerá la oración.
-
Estar a la escucha del Señor para discernir que canto se debe introducir y cuándo. Si esto se realiza en atención pacificante, el Espíritu suele utilizarlo para obrar maravillas en su actuación.
-
En este aspecto, como en los demás, el grupo de oración necesita una lenta, paciente y constante educación por parte de los servidores, quienes, a su vez, deben ser los primeros educados 6. Del canto en la lengua propia, cuando ha sido intenso y ungido en el Espíritu, se pasa, suscitada por El, a la alabanza en lenguas y de ésta, al canto en lenguas. Entonces es muy conveniente ayudar a la asamblea asiendo sonar en el instrumento musical, un solo registro. El cambio a otros, se hace progresivamente en los que cantan, de modo que siempre se dé un canto armonioso, uno de los signos de ser un “canto en el Espíritu” 7.
2. El “silencio” en la oración de alabanza. A. Reflexiones: -
Escuchar a Dios “es la actitud esencial de la criatura, pues la fuente de su ser está más acá de ella misma. Actitud, todavía, más fundamental del hijo de Dios, y esencia de su corazón porque todos los dones le vienen del Padre”. -
Un gran oyente de la Palabra de dios fue Salomón que le pidió sencillamente un corazón que sepa escuchar, para poder regir a su
98
pueblo con sabiduría, discreción y según la voluntad de Dios. (1n Re 3,9)8. -
En Espíritu Santo es quien, realmente, nos introduce en el verdadero silencio, nos lleva a la soledad del corazón para comunicarnos íntimamente con el Padre, en Jesucristo.
-
El silencio religioso es un paso del señor y un encuentro con El (Re 19,11-13). Es un encuentro con Dios, nuestro creador y Señor y nuestro Padre al que podemos, con total confianza. Llamar ¡Padre!
-
El silencio cuando es auténtico, es un tesoro espiritual, obra del Espíritu; no lo podemos producir nosotros, si prepararnos a este paso de Dios por nuestras vidas, que, frecuentemente, representa la cima de la oración.
-
El ejemplo, por excelencia, es Jesús que se retiraba a la soledad, en el silencio de la naturaza y del corazón, para oír al Padre, comunicarse filialmente y realizar el plan de salvación que le revelará (Lc 5,16; 6,12; Mt 26,36, etc.).
-
Esta escucha de Dios no es fácil asumirla debidamente si no logramos hacer silencio dentro de nosotros y, por tanto, creando condiciones externas que favorezcan el silencio del corazón. Aunque Dios puede actuar al margen de todo condicionamiento, suele respetar las leyes que El mismo ha puesto en nuestra naturaleza.
-
“Escuchar al Señor es, pues, más importante que hablar con El. Por tanto, el silencio es uno de los aspectos más típicos de las reuniones de oración. Lo esencial es acercarnos a El, escucharlo y luego responderle. El es quien inicia el diálogo entre los hombres” 8. No es el hombre quien, primariamente, busca a Dios, sino que es Dios quien busca al hombre. El es quien nos amó primero (1 Jn 4,9). El es quien nos participa su Vida y sus misterios. Quien vive en la carne, en expresión de San Pablo, es muy difícil que escuche al Señor.
-
El silencio en la reunión de oración tiene gran importancia, pero hay que
saberlo
introducir
a
su
tiempo,
motivarlo
muy
breve
y
acertadamente, darle la duración conveniente. -
En modo alguno debe dársele una duración excesiva. Las reuniones de oración son para alabar al Señor y uno de los modos, es escuchar a Dios en silencio y responderle. No se puede hacer de ella una oración en la que predomine en silencio, por más recogido que sea.
99
La duración, siempre moderada, está condicionada por el grupo de
-
oración: su tiempo en la Renovación Carismática, su madurez espiritual, su capacidad y educación para saber escuchar. En modo alguno ha de ser un silencio vacío; debe estar lleno de una
-
profunda alabanza, acción de gracias, amor, arrepentimiento, y, sobre todo, de una íntima adoración. B. Actuación del servidor: -
Procure el servidor que, después de un período fuerte de alabanza y canto, sobre todo en lenguas, se haga un silencio. En tales momentos el silencio es la expresión de nuestro temor reverencial y filial de nuestro amor ante la santidad y la bondad de Dios Padre. Está lleno de su presencia del Espíritu.
-
También después de la lectura de la Palabra de Dios es muy conveniente que haya un silencio que permita captar el mensaje y reunirlo interiormente.
-
No debemos temer los silencios, pero cuide el servidor que “no se conviertan en el modo principal de participar en la oración de un grupo. La reunión de oración no es un grupo de meditación. Su característica es la participación y expresividad” 10.
-
Es muy conveniente dar al señor la oportunidad de hablar a su pueblo por la profecía y para ello preparar el terreno con el silencio. No quiere decir que, observando este, el Señor necesariamente se manifestará con el carisma de la profecía. Pero, a veces, dificultamos su actuación por no guardar estos silencios discretos, íntimos, llenos de amor y de confianza en Jesús.
-
Después de cada profecía del Señor o mensaje en lenguas debe seguir el silencio para facilitar su acción por el carisma de la interpretación.
-
El silencio o escucha del señor es un don; no descuidemos el pedirlo imitando la humildad y sabiduría de la petición del rey Salomón (1 Re 3,9).
-
Una de las misiones más delicadas del servidor es ir educando al grupo de oración para estos “silencios llenos”, con discreción, paciencia y sabiduría11. “Cuando el grupo está formado por personas que tienen el hábito de orar, los
momentos
prolongados
de
silencio
compartido
son
frecuentes:
Generalmente, mientras más maduro sea un grupo en la oración más ricos serán
los
períodos
de
silencio
ya
que
todos
están
compartiendo
intensamente la presencia de Dios” 12.
100
XI.
LA ENSEÑANZA O INSTRUCCIÓN EN LOS GRUPOS DE ORACION, 1.
1.
El fundamento.
A.
Testimonio. a) Un actor de tanto peso teológico como W. Kern dice, a propósito de la instrucción: “Incluso en una conversación libre y sin compromiso, los conceptos claros y las pruebas bien fundadas son tan necesarias como la oración cotidiana en que se pide la gracia de la fe”.1 Entendemos lo que quiere decir y creemos que es aplicable a la instrucción de los grupos de oración en la que se pretende no sólo que crezcan en la fe sino también que sepan dar razón de ella. La ignorancia religiosa, cuando las personas no tienen interés en superarla, por la razón que sea, es la causa de muchos y profundos males espirituales. Es como un clima aptísimo para que crezcan toda clase de errores. Nos parece oportuno citar a autores a toda autoridad, sobre el tema. b) “Desde hace algunos años se han realizado grandes esfuerzos en las distintas diócesis para asegurar un resurgimiento espiritual, una formación bíblica y doctrinal. Todo esto es excelente y merecéis felicitación por este trabajo. Pero, de todos modos, quedan interrogantes cuando uno ve grupos que vegetan o que encuentran toda clase de dificultades, porque los dirigentes y los miembros de los misterios no quieren esforzarse en buscar una verdadera profundización espiritual. ¿Cómo podéis llegar a nivel diocesano o local a estos animadores para hacerles salir de su ghetto?”2. c) Juan Pablo II, ha tocado el tema repetidas veces en diversos Encuentros con la Renovación Carismática “En segundo lugar, os corresponde (a nosotros, dirigentes), proporcionar el sustento espiritual mediante la distribución de la verdadera doctrina. El amor a la Palabra revelada de Dios, escrita bajo la guía del Espíritu Santo, es una señal en que deseáis “permanecer firmes en el Evangelio” predicado por los Apóstoles (….) Dios quiere, por tanto, que todos los cristianos crezcan en el conocimiento del misterio de salvación, el cual cada vez nos revela más cosas acerca de la dignidad intrínseca del hombre. Quiere
también
que
vosotros,
que
sois
dirigentes
de
esta
Renovación, estéis cada vez más sólidamente formados en la enseñanza de la Iglesia, cuya tarea ha sido meditar durante dos mil
101
años en la Palabra de Dios, a fin de ir descubriendo sus riquezas y de darlas a conocer al mundo”3. Esta exhortación de Juan Pablo II, dirigida directamente a los líderes o servidores, es igualmente extensiva a todos y cada uno de los participantes en los grupos de oración.
La
apremiante
recomendación
a
instruirse
debemos
extenderla y hacerla válida dentro de su condición de participantes, a los miembros de los grupos. d) Habría que aducir aquí, como argumento supremo, el ejemplo de Cristo, cuya misión fundamental fue dar a conocer la doctrina del Padre. Las citas, y, sobre todo, práctica de su “obra” aparece con tanto relieve que todo el Evangelio es una demostración palmaria de lo El mismo afirmó. Jesús proclama la buena noticia del reinado de Dios (instruye sobre él). Su enseñanza pública que es válida principalmente para sus discípulos (Mt 5,2; 7,28), se orienta y tiene como destinatarios a todos los que le oyen, y aun se extiende hasta nosotros, sin estar limitada por tiempos y lugares. Y tan perentoria es para El esta misión de comunicar la doctrina del Padre, que cada vez más claramente: su postura será una de las causas humanas que le conducirán a la muerte. Esta enseñanza viene a ser legado que deja a los suyos como continuadores de su misión (Mt 10,7-8). Y los manda que no sólo enseñen en Jerusalén sino que el campo de su predicación sea el mundo entero (Mt 10,5-6:28,19). Aducimos, con excesiva brevedad, el ejemplo de Cristo en su enseñanza porque se trata el tema en el otro lugar. La consecuencia de lo dicho, nos parece obvia: si a la predicación de Cristo corresponde la obligación de dejarse instruir de El, a la enseñanza que deben impartir los que, de algún modo, son continuadores de su misión, debe responder el deseo y la realidad de dejarse enseñar. Este debe ser el anhelo y la práctica de los grupos de oración de la Renovación Carismática. Y, creemos, que, afortunadamente, se va progresando día a día en aspecto tan importante, aunque no entre necesariamente como elemento esencial de los grupos de oración. Por otra parte, no es el único lugar donde se puede impartir y de hecho se imparte instrucción: existen también los retiros tanto masivo como limitados: las convivencias, las instrucciones de encuentros, asambleas, días de enseñanza para los grupos o parte de ellos….
102
e) Un argumento de especial fuerza, después del de Jesús, es el del apóstol Pablo: Aquí, como en el Evangelio, cada una de sus cartas, y aun cada página viene a ser una exhortación explícita o implícita sobre la necesidad de evangelizar, de instruir a los fieles y a los paganos. f) Pablo VI en su monumental documento: “Evangelii Nuntiandi”, ha recogido y expuesto con singular fuerza y unción lo que se refiere al testimonio y misión de Jesús y a la evangelización como misión de la Iglesia: por tanto, también de ser evangelizados e instruidos. Hubiera sido oportuno exponer el pensamiento de Juan Pablo II tan frecuentemente abordados sobre la nueva evangelización, pero que adquiere
un
relieve
evangelización”
especial
proclamado
en
en su
el
anuncio
discurso
en
de la
la
“nueva
República
Dominicana en 1984 4. 2. Orientaciones. A. Importancia. La importancia de la instrucción en el grupo de oración pide que nos detengamos en algunas consideraciones: 5 a) no podemos caer en la ingenuidad de confundir, en este campo, lo carismático con lo espontáneo, o sea, con lo que nos sale a la primera, con lo informal, con lo improvisado, con lo que no se prepara. b) Es un error lamentable refugiarnos en la superficialidad tan poco coherente con el sentir y las recomendaciones de la Iglesia, de que el Espíritu Santo lo hace todo. c)
Desde luego, hay que invocarlo con suma confianza en su actuación y estar persuadidos de su influjo. Este recurrir a El no se ha de reservar para el momento de actuar; se ha de ser también, y quizá especialmente, en el tiempo de preparación. Es una equivocación creer presuntuosamente que nos inspirará lo que vamos a decir dejando a un lado nuestro aporte a su obra. La palabra del Señor, referidas por los sinópticos ( Mt 10,17-20; Mc 8,38; Lc 12,11), a veces mal interpretadas, se aplican a casos de emergencias, a situaciones en tiempos de crisis. Responden a lo que en la formulación de los carismas se llama palabra de Sabiduría 6.
d) Dios, aun en la actuación manifiesta de su Espíritu, quiere valerse de “mediaciones” y una de ellas, fundamental, es la cooperación del hombre con cuanto va requerido.
103
“Excepto casos raros en que la necesidad o la obediencia nos impongan hablar sin posibilidad de prepararnos, el respeto a la Palabra de Dios y al pueblo nos exigen una preparación a conciencia. El caso del Santo Cura de Ars, a quien Dios concedió hablar improvisadamente, no puede tomarse como norma”. e) Si una vez preparados, lo mejor que podamos, cuando estamos hablando, el Señor interviene y nos lleva a decir aun lo que no estaba en nuestro esquema, algo no previsto, actuemos confiadamente. Pero aun en esto, hemos de ser sanamente cautos. A veces puede responder a un fuerte deseo nuestro de tocar un tema, de decir lo que llevamos muy dentro; el mismo calor de la instrucción, la preparación remota previa que ha ido archivando una hermosa riqueza doctrinal, será probablemente la causa de esto. Una norma general puede ser: mientras no tengamos una seguridad moral de venir del Señor los impulsos a proceder de otro modo, debemos atenernos al esquema preparado, con la sana flexibilidad de quien sabe que el mismo auditorio es una fuente de inspiración. f)
Para esta preparación que siempre debe ser seria, con la responsabilidad que exige la Palabra de Dios y el bien de nuestros hermanos en juego, no todos necesitan el mismo tiempo. La preparación remota facilita mucho la próxima pero nunca eximirá de ella, fuera de casos de excepción 7.
B. Cómo preparar la instrucción. a) Mediatamente: -
Por la oración frecuente e intensa al Espíritu Santo. Se trata no sólo de dar doctrina, sino de que ésta, por la acción del Señor y nuestra apertura a la gracia, transforme nuestra vida a imagen de Jesús. Recordemos la palabra del Señor: “Si mí, nada podéis” (Jn 15,5).
-
Por la capacitación intelectual, sobre todo, en el campo de las ciencias sagradas, Sagrada Escritura, Teología, Renovación Carismática, con la motivación fundamental de cooperar con la gracia.
-
Por la capacitación pedagógica.
-
Por la experiencia de otras personas y de sí mismo.
-
No se debe dejar la preparación de la instrucción “para última hora”, sino irla haciendo paulatinamente a través de la semana:
1.
Determinar bien el tema que voy a tratar jamás exponerlo a merced de lo que me salga en la Biblia, abierta al azar.
2.
Ir anotando, en el transcurso de los días, las ideas recibidas, lo que sé, lo que vaya surgiendo en la mente, lo que lea sobre el tema. Todo esto será
104
un valioso material del que aprovecharé cuanto sea útil para la instrucción concreta que voy a dar. 3.
Procurar que sea una enseñanza sistemática, según las necesidades del grupo. (Si la oigo, puedo tomar las notas convenientes y ordenarlas claramente. Orden y claridad, dos cualidades de toda instrucción). (Si se me señala, atenerse a ella y no variarla, aunque tenga en cuenta dar el mensaje y explicarlo conforme a mi personalidad, no conforme a ideas inseguras, confusas; menos, erróneas).
b) Inmediatamente: -
De nuevo y con más fervor e insistencia, acudir a la oración.
-
Ordenar definitivamente lo que voy a decir. (Más o menos ampliamente, según lo necesite. A veces bastará con un esquema de las ideas principales. Otras, se necesitará un esquema amplificado; otras, el recurso a algún sacerdote).
-
Crear un clima interior de paz y de sosiego interior; de confianza en el Señor.
C.
-
Tener bien claro en la mente lo fundamental que voy a decir.
-
Orar pidiendo la asistencia del Espíritu Santo.
-
Tener muy presente el objetivo, y el público al que hablo. Cómo dar la instrucción. a)
En el clima interior ya indicado.
b)
No apartarse, en lo fundamental, de lo preparado so color de que el Espíritu me inspira otra cosa. Fuera de casos excepcionales, no será su voluntad ese modo de proceder. Implica serios riesgos: decir cosas inconvenientes y aun erróneas en el calor de la instrucción, con el daño consiguiente para los oyentes.
c)
No sobrepasar el tiempo indicado, de modo que el auditorio se canse y no esté en buena disposición para la oración, caso que ésta se tenga inmediatamente después. Ni, por el contrario, ser demasiado breve. Unos 15 ó 20 minutos parece un tiempo aceptable.
d)
Tener especialmente en cuenta el orden, la claridad, la pureza teológica o bíblica de lo expuesto. No lanzarme, por tanto a decir nada de lo que no esté seguro ser así, conforme a la doctrina sana de la Iglesia.
e)
No dar lugar, entonces, al diálogo. No es tiempo para ello.
105
Si se prevé que hay dudas, y no está capacitado, resolverlas después, fuera del grupo de oración; o remitir la persona a un sacerdote. No abordar temas para los que no se está debidamente preparado, ni tentar al Espíritu, con una confianza falsa de que El va a decir lo que yo sé o aquello para lo que no he podido o querido prepararme. D. Cuándo darla a) Algunos grupos la tienen al comienzo de la oración. Les sirve de instrucción y a la vez, de materia, al menos parcialmente, para la alabanza. Esto no impide echar mano de textos de la Escritura para alimentar la alabanza. b) Otros grupos la tiene una vez, terminada la alabanza. Sería entonces como un aspecto que, con su mensaje, completaría la obra del Espíritu Santo en el grupo, por el contacto de la palabra de Dios. En este caso, deben
seguirse,
Posiblemente
igualmente,
habría
que
las
abreviarla
normas un
dadas
poco,
anteriormente.
pues
el
tiempo,
relativamente largo, dedicado a la alabanza pediría un lapso de tiempo más reducido. c) No omitiría nunca, si no es por razones muy extraordinarias. La instrucción en los grupos de oración ha pasado a ser un elemento muy importante y valioso en la Renovación Carismática. A ella está ligado, también, el crecimiento en el Señor y nuestra capacitación paulatina para ser, con el tiempo, instrumentos de evangelización. Además, los mismos grupos de oración son, ya de por sí, grupos de evangelización, en el sentido de que nos dejamos evangelizar por la palabra del Señor. En este aspecto insisten seriamente tanto Paulo VI como las diversas Conferencias Episcopales y los Equipos que dirigen la Renovación Carismática. D.
Cuándo darlo a)
Algunos grupos la tienen al comienzo de la oración. Les sirve de instrucción y a la vez, de materia, al menos parcialmente, para la alabanza. Esto no impide echar mano de textos de la Escritura para alimentar la alabanza.
b)
Otros grupos la tiene una vez terminada la alabanza. Sería entonces como un aspecto que, con su mensaje, completaría la obra del Espíritu Santo en el grupo, por el contacto con la Palabra de Dios. En este caso,
106
deben
seguirse,
Posiblemente
igualmente,
habría
que
las
normas
abreviarla
un
dadas
poco,
anteriormente.
pues
el
tiempo,
relativamente largo, dedicado a la alabanza pediría un lapso de tiempo más reducido. c)
No omitiría nunca, si no es por razones muy extraordinarias. La instrucción en los grupos de oración ha pasado a ser un elemento muy importante y valioso en la Renovación Carismática. A ella esta ligado, también, el crecimiento en el Señor y nuestra capacitación paulatina para ser, con el tiempo, instrumentos de evangelización. Además, los mismos grupos de oración son, ya de por sí, grupos de evangelización en el sentido de que nos dejamos evangelizar por la palabra del Señor. En este aspecto insisten seriamente tanto Paulo VI como las diversas Conferencias Episcopales y los Equipos que dirigen la Renovación Carismática.
E.
Algunas orientaciones. a)
Tener, si es posible, semanalmente, una evaluación del grupo de oración, en el que se incluya también la instrucción y se prepare la siguiente:
b)
Invitar y dejar de buena gana en manos del párroco (o de un sacerdote) la instrucción, cuando se tratan temas doctrinales fuera de la Renovación Carismática y también estos si es conocida de ellos.
c)
Poner empeño especial en preparar personas con el carisma de la instrucción, para desempeñar este ministerio.
d)
No dejarla en manos de cualquiera con el pretexto de que no se dispone de otra persona.
e)
Si es posible, no sea siempre la misma persona quien la imparta.
F. Requisitos para dar la instrucción a) Presupuesto: Suponemos que cuantos participan en un grupo de oración son instruidos a base de retiros de iniciación, sobre todo, de profundización y de otros medios apropiados para lograr una sólida formación doctrinal. La instrucción a que nos referimos dentro del grupo de oración, no es, precisamente, la que se da en esos retiros.
107
Es más libre, es decir, más de acuerdo con las necesidades presentes y concretas
de
la
comunidad
con
el
fin
de
integrarla,
madurarla,
comprometerla. La enseñanza (impartir la instrucción) es un verdadero misterio. Supone, por tanto: integridad en la fe. Preparación para el ministerio. Unción del Espíritu Santo. b)
Requisitos:
-
Integridad en la Fe:
Porque la comunidad de la fe es totalmente indispensable en toda comunidad. Es la misma fe la que va construyéndola, aunque haya otros elementos valiosos, desde el punto de vista unitivo.
Por tanto, quien sirve en este ministerio ha de ser una persona fuerte impregnada en la enseñanza de la Iglesia y de la Tradición Apostólica. Que de plena garantía de obediencia a las enseñanzas del Magisterio auténtico de la Iglesia y a las orientaciones de los Obispos. De aquí se deduce: es necesario que quienes no comulguen plenamente con nuestra Fe, no tomen parte en el ministerio de la Enseñanza.
-
Preparación para este ministerio:
Ciertamente Dios puede utilizar el instrumento que le plazca. Pero no hemos de olvidar que, en su providencia, quiere la cooperación de aquellos que se prestan a serlo. Y un modo eficaz de cooperar es prepararse seriamente. El mismo Jesús preparó a sus discípulos para la misión que les iba confiar. Los apóstoles, de un modo especial aparece en San Pablo, exigían ciertas condiciones indispensables o insistían en la preparación. (Learse las cartas de San Pablo, sobre todo las dirigidas a Timoteo y a Tito).
La confianza en que Dios lo va a hacer todo y ahorrarse el sacrificio que supone una seria preparación, es una confianza temeraria, por tanto, no una verdadera confianza. Los ejemplos de los santos nos lo demuestran hasta la saciedad. Nos preparamos lo mejor posible y oramos intensamente dejando al Señor el resultado de su obra en la que somos “cooperdores” (1 Cor 3,57; 2 Cor 6,1).
Unción del Espíritu Santo: Dar una instrucción de modo que ésta mueva interior y poderosamente al oyente, es un carisma; se necesita una fuerza especial para este ministerio. “San Pablo coloca el carisma de la “didascalia” siempre entre los principales dones que edifican la comunidad, porque su misión consiste básicamente en transmitir a sus hermanos una enseñanza moral y doctrinal, normalmente basada en la Escritura; el maestro debe estar ungido para realizar esta
108
misión, dispuesto a transmitir todo y sólo lo que Dios quiera”8., no sus propias ocurrencias e improvisaciones de última hora.
Es muy bueno, recomendable y aun necesario haber hecho estudios, conforme a la posibilidad y capacidad de cada uno. El tomar en serio la preparación en doctrina para nada se opone, al contrario, facilita la actuación del carisma. Pero no basta. Tampoco basta la experiencia personal profunda que matizará y facilitará la penetración de la gracia de Dios, a través de la Palabra. Es necesario haber sido escogido por el Espíritu Santo para el ministerio carismático de maestro y ser reconocido y aceptado para esto por la comunidad y sus pastores. Esto es lo que designamos con la frase que encabeza el apartado: la Unción del Espíritu Santo: Aquí es donde hay que aplicar el “discernimiento” con oración, conocimiento, discreción 9.
G.
Programación de la enseñanza. a) Testimonio: Tres textos fundamentales de Pablo VI y de Juan Pablo II presiden este apartado. Podrían haberse insertado en el de la necesidad; pero los citamos aquí para confirmarnos en la importancia que tiene la enseñanza
en el grupo de oración sin que por eso, ésta deba nunca
convertirse en un grupo de instrucción y se le dé una extensión que desplace, de algún modo, a la alabanza. Dentro de la moderación ( 15 a 20 minutos) cabe extenderse fuera del grupo de oración en instrucciones programadas, con la finalidad fundamental de instruir. Pablo VI: “Por eso sentís la necesidad de una formación doctrinal cada vez más profunda: bíblica, espiritual, teológica. Sólo una formación así, cuya autenticidad tiene que garantizar la jerarquía, os preservará siempre de desviaciones siempre posibles y os proporcionará la certeza y el gozo de haber servido a la causa del Evangelio, no como quien azota el aire” 10. Juan Pablo II: Para llevar a cabo todo esto (la misión de los seglares en la Iglesia), es necesario hacer de la adecuada formación de los laicos una prioridad pastoral en cada una de las Iglesias locales…Tenía (antes de ser Papa) la convicción, y la sigo teniendo, de que la formación Espiritual, moral y teológica de los laicos, hombres y mujeres, es una de las más urgentes prioridades de la Iglesia”11.
109
Juan Pablo II: “En segundo lugar os corresponde proporcionar alimento sólido para el sustento espiritual
mediante la distribución de la
verdadera doctrina. El amor a la palabra revelada de Dios, escriba bajo la guía del Espíritu Santo, es una señal de que deseais “permanecer firme: en el Evangelio” predicado por los Apóstoles (…) (Dios) quiere, que vosotros, que sois dirigentes de esta Renovación, estéis cada vez más sólidamente formados en las enseñanzas de la Iglesia, cuya tarea ha sido mediar guante dos mil años en la palabra de Dios, a fin de ir descubriendo sus riquezas y darlas a conocer al mundo. Procurad, pues, como dirigentes, alcanzar una formación teológica segura encaminada a ofreceros a vosotros y a cuantos dependen de vosotros en su dirección un conocimiento maduro y completo de la palabra de Dios”. “La
Palabra
de
Cristo
habite
en
vosotros
abundantemente,
enseñándonos y amonestándonos unos a otros con toda sabiduría” (Col 3,16)12. b)
Necesidad de la programación: Una programación que tenga en cuenta los diversos aspectos que deben ser tocados, evitará la “improvisación”. Esta, fuera de casos realmente excepcionales, pone en manos de los más atrevidos o del criterio personal del que habla, el tema semanal con los peligros consiguientes. La programación bien pensada y orientada da lugar a una preparación como está exigida por el trato de la palabra de Dios, el provecho espiritual de los oyentes y la misma sana seguridad psicológica del que habla. La programación de la instrucción es una manera excelente de cooperar con eficacia al crecimiento espiritual del grupo. La programación de las instrucciones evita estar tocando temas que no corresponden a las diversas necesidades del grupo de oración, y que por lo tanto, se pueden convertir en meramente teóricos. No hay en ellas cierta visión unitaria del misterio de Cristo, ni presentan los puntos importantes sobre la Renovación Cristiana en el Espíritu Santo y sobre la Biblia que los oyentes deben oír. (Suponemos en esta última indicación tocarse la triple temática: Verdades de la Fe: Renovación Carismática: Biblia). (Lo referente a la vida espiritual debe ir diseminado discretamente en cada uno de estos aspectos, puesto que las enseñanzas han de ser teóricas y prácticas a la vez).
110
Las enseñanzas semanales programadas son una fuente constante de energía para los grupos de oración y para su crecimiento como cristianos. Si los carismas disminuyen o la alabanza no es poderosa, la enseñanza bien preparada y ofrecida puede contribuir
no poco a
revitalizarlos. La enseñanza es un modo excelente de fortalecer un grupo vacilante. Para muchas personas el grupo de oración es el corazón de la Renovación Carismática. Al menos en la práctica, los dirigentes han reducido los carismas al orar, en lengua, a la profecía y a las curaciones. Hay otros muchos y entre éstos, el carisma de enseñanza tiene un puesto privilegiado. Hay que revalorizarlo y darle la importancia que realmente tiene. El problema que se plantea, respecto de la enseñanza, es desarrollar el material y preparar la instrucción Cuando la enseñanza se programa y se eligen temas básicos, adecuados y s e exponen de modo que sean captados por los oyentes y toquen su entendimiento y su corazón, van enriqueciéndolos de modo que se beneficie notablemente la alabanza. Esta se irá expansionando, desenvolviendo, haciendo más y más rica porque se expresará lo que sabe el entendimiento y vive el corazón
14
.
111
XII.
LA ENSEÑANZA O INSTRUCCIÓN EN LOS GRUPOS DE ORACION, II 1. Dos tipos de enseñanza. A. Enseñanza básica Un grupo de oración, a partir de su primera reunión para orar, pasa sucesivamente por diversas etapas: de iniciación, de integración, de crecimiento y de profundización. Tenemos
en
cuenta
el
núcleo
permanente del grupo. Manifiestamente, supuesta la etapa determinada en la que se encuentra, cada
grupo
necesitará
una
enseñanza
apropiada,
aunque
haya
enseñanzas comunes a todas ellas. a) ¿Qué
es
la
enseñanza
bíblica?
“Es
importante
distinguir
la
instrucción básica de otras formas de instrucción cristiana (,,,) La instrucción básica incluye los problemas de cómo vivir, día a día cristianamente (…)El criterio que se sigue es si esta instrucción ayuda o no a comprender cómo un cristiano debe actuar en su vida diaria”1. No obstante ser verdad lo dicho anteriormente, toda enseñanza, si se da orientada a al vida cristiana, debe ayudar a vivir y crecer en Cristo Jesús, aunque no se clasifique como específicamente básica. El hecho de que se pueda comenzar por tal enseñanza, no excluye, supone una posterior que sería de profundización y estaría centrada, sin ser exclusiva, en los misterios de Cristo. Lo que se dice de la enseñanza básica respecto de las verdades de la fe católica, se puede aplicar también a la temática sobre la Renovación y la Biblia. b) Indicaciones prácticas: Expresado de otro modo: La enseñanza “básica” la concebimos como la enseñanza que ha de ser impartida a quienes acaban de entrar en los grupos de oración, a los grupos que acaban de formarse o llevan poco tiempo de vida. B.
Enseñanza de “profundización”. a) Consideraciones previas: -
El término no deja de ser algo ambiguo. En realidad, no se trata de una profundización teológica ni en el ministerio de Cristo, ni en la Sagrada Escritura, ni aun en la temática referente a la Renovación. Se pretende de una enseñanza que, comparada con la ofrecida en la etapa anterior, supone cierta profundización respecto de ella.
112
Está fuera de nuestro propósito la que se da en las clases de teología, en los Seminarios, universidad y aun centros en los que se supone un conocimiento relativamente amplio y profundo del temario y que se trata de enriquecer y profundizar. Nos hallamos, tomando un nivel medio, y admitiendo excepciones que pueden oscilar entre un diez a un quince por ciento, ante un auditorio
con
escasos
conocimientos
en
los
tres
aspectos
enumerados. -
El hecho es que la profundización sea relativa, no elimina la posibilidad de que, a esta etapa, pudiera seguir otra verdadera profundización. Esta podría tener lugar en algunos grupos de oración o fuera de ellos como enseñanza suplementaria. Debemos llegar a persuadirnos, insistimos una vez más, de la importancia que debe jugar la enseñanza en los grupos de oración, dentro y fuera de ellos. Por medio de ella, los oyentes se van enriqueciendo con los conocimientos que todo cristiano asistente a los grupos de oración debe tener respecto de su fe, de la Palabra de Dios, fundamento de todo lo demás. de la Renovación a la que pertenece y en la que el Señor quiere santificarle.
-
Esta misma enseñanza, a medida que va siendo asimilada, se convierte en una fuente de vitalidad espiritual, de medio precioso para desarrollar y expresar nuestra alabanza al Señor. ¿No podríamos afirmar que ésta se hace a veces repetitiva y aun formulistica, que se puede ir empobreciendo porque es muy poco lo que hay en nuestro entendimiento y en nuestro corazón sobre el Señor?
-
No olvidemos, por otra parte, que los miembros del grupo de oración, al menos no pocos de ellos, irán siendo llamados e impulsados
por
el
Espíritu
y
por
las
grandes
necesidades
espirituales, a colaborar en la enseñanza, a fomentar y aun dirigir grupos de oración. Aunque se hayan de preparar con una atención particular, ya, en una medida pequeña quizás, pero rica para el Señor, pueden ir aportando sus conocimientos y vivencias al bien de otros hermanos. En esto, para asegurar la eficacia, la fidelidad a la fe y a la garantía de una actuación digna y provechosa, deben atenerse
a
las
orientaciones
del
párroco
y
del
equipo
correspondiente de la Renovación encargado de dirigirla.
113
-
Por más que sea verdad cuanto dijimos, hemos de estar atentos a no caer en la tentación de convertir un grupo de oración en un grupo de enseñanza. Dejaría de ser de la Renovación. En ella la reunión de oración tiene una modalidad peculiar y no a todos los elementos que intervienen hay que darles la misma importancia ni, consiguientemente, equiparlos en el tiempo que se les dedica. Una aproximación, como se ha indicado ya, para la duración de la enseñanza, dentro del grupo de oración, sería ente 15 y 20 minutos.
-
Dada semanalmente, bien preparada y de un modo asequible al auditorio, supone, al final del año, un tiempo considerable de instrucción. Pero, además puede ser aumentada fuera de los grupos:
en
retiros,
convivencias,
reuniones
programadas
expresamente para esta realidad, etc. Y como una realidad hermosa que tan frecuentemente se vive en la Renovación, esta enseñanza va impregnada del espíritu de oración y, con facilidad, se convierte en algo profundamente vivencial y comunicable en una evangelización poderosa. b) Tipos de programación: Bíblica: En ella se propone el estudio total o parcial de la Biblia. Creemos que no debe faltar en la programación y aun se le debe dar la primacía de la importancia. No se ha de limitar la enseñanza a descubrir el sentido del pasaje que se explique. Más bien, se ha de orientar hacia la aplicación y la vida de la Palabra de Dios. Sin excluir lo anterior. Si ofrece mayor dificultad y presenta riesgos manifiestos de interpretación puesta en manos de personas no expertas, al menos medianamente, en la Sagrada Escritura. En cuanto al contenido desarrollado, entendemos que debe ser parcial y bien seleccionado, conforme a la situación del grupo, de su cultura bíblica, de sus necesidades. Es importante que a su estudio precedan introducciones que, en muchos casos, resultarán necesarias. En cuanto al orden caben diversas opciones: Comenzar por Nuevo Estamento en sus escritos más accesibles para saltar a la selección de textos del Antiguo y retornar al Nuevo Testamento en sus escritos más difíciles como San Juan y las cartas de San Pablo.
114
Cabe también comenzar por cualquiera de los libros, seleccionando los pasajes más importantes. Esta última opción es defendible desde el momento que se admite que en cada uno de sus libros está contenida, en germen, toda la Palabra de Dios. Es la opción de probados autores. Y es posible también atenerse a un texto de garantía y seguirlo con sana flexibilidad en el contenido que propone. Si las instrucciones se imparten, teniendo en cuenta el aspecto teórico y el práctico, se hallarán muchas ocasiones en que resulte natural pasar a aplicaciones espirituales y morales sumamente iluminadores y vitales 3. -
“Carismática” Se centra en el desarrollo de los elementos que caracterizan la Renovación Cristiana en el Espíritu Santo, tanto los que se consideran esenciales como los “opcionales”: Que es y qué pretende la Renovación Carismática (o el ser íntimo de la Renovación);
los
frutos
que
debe
producir;
los
elementos
fundamentales de ella; los grupos de oración: su finalidad y elementos que los conforman: cuáles son los principales: la oración de alabanza: los carismas: etc.: las disposiciones internas con que se debe asistir: la edificación de la comunidad en el amor y el servicio… El grupo de oración es “carismático”, de una eficacia extraordinaria cuando funciona debidamente: va produciendo una transformación total en el interior del hombre (conversión o metanoia) y una profundización en ella. Al mismo tiempo va suscitando el deseo de trabajar en el Reino de Cristo con la fuerza del Espíritu. Creemos que es importante el que tanto los servidores del grupo como éste, vayan instruyéndose progresivamente en cuanto concierne a la Renovación, a sus aspectos diversos y, de un modo particular, del grupo de oración. Por eso, juzgamos que parece muy conveniente el que incluya en la programación una enseñanza especial sobre esta temática. La experiencia de que muchas veces ni aun los servidores conocen a fondo la gran riqueza de la Renovación, la enorme eficacia del grupo de oración, en el que el Espíritu Santo quiere actuar con una fuerza especial 4. Por eso, creemos, como una razón más, la gran conveniencia de incluir, al menos los temas fundamentales sobre la misma exponiéndolos clara, ordenada y vivencialmente. Sería un error dejar en manos de personas
115
medianamente informadas, desordenadas en su exposición o propensas a la improvisación temas de los que, en parte, depende la buena marcha del grupo de oración y los frutos que debe producir. -
Verdades de la fe o programación temática: Algunos autores lo designan como “el misterio de Cristo”. Preferimos titularlo como “verdades de la fe”, para evitar la limitación que se podría encontrar en el primero. De hecho, va incluída en la totalidad, dentro de la cual debe ocupar un lugar privilegiado.
-
No pocos autores consideran la información sobre verdades de la fe como lo más fundamental, sobre todo la más apta para conseguir los objetivos de una sólida formación, al menos relativamente. Por otra parte, existe una gran ignorancia a nivel del pueblo de Dios, y las doctrinas que, frecuentemente, se vierten en sus libros no están siempre acordes con el magisterio de la Iglesia Católica. Es fundamental que la temática de verdades de la fe, presente un cuerpo organizado; que sea impartido por personas de toda garantía en su formación y capacidad; en su adhesión a las enseñanzas de la Iglesia; en la firmeza de su fe y la autenticidad de su vida cristiana. Bien programado, puede aspirarse a dar, en el transcurso de varios años, el contenido fundamental del “credo”. Formándolo con palabras ya clásicas: “saber lo que se ha de creer, lo que se ha de orar, lo que se ha de obrar y lo que se ha de recibir”5. Supuesta la realidad del fuerte ataque y proselitismo de las sectas, se han de tocar con especial relieve y claridad los puntos en los que insisten. Esto mismo debe tener en cuenta en la temática bíblica. En esto tiene una entrada especial cuanto se refiere a la Santísima Virgen. También esta programación permite la aplicación espiritual para una vida auténticamente cristiana que se va profundizando.
-
“Ocasional”: El hecho de una programación que abarque los tres aspectos señalados, no excluye el que, a veces, en manera alguna frecuentemente,
se
toque
temas
que
vienen
impuestos
por
circunstancias especiales: una fiesta importante del Señor o de la Virgen María; la proximidad de un encuentro nacional o diocesano; la publicación de un documento importante del Sumo Pontífice, etc.
116
Desde luego, las asambleas en las que mensualmente se reúnen diversos grupos de oración, se prestan a estos temas ocasionales. Han de ser cuidadosamente seleccionados de acuerdo a las necesidades del auditorio. -
Litúrgica: “Es una programación en la que se sigue el ritmo del año litúrgico en sus diferentes tiempos y celebraciones: Adviento, Navidad, Cuaresma, Pascua… A lo largo del año, la Iglesia recorre los misterios de la vida de Cristo. Es el método de santificación de la Iglesia. Pio XII llegó a decir que el Año Litúrgico es el mismo Cristo”. Todo esto significa que, aunque llevemos otro tipo de programación, no podremos menos de dejar de hablar a al menos de conectar el tema programado con los momentos fuertes de la Liturgia”6. Esta última indicación es la que consideramos más viable: Aprovechar las ocasiones que, durante el año, se ofrecen para tocarlos no sólo a modo de instrucción y de conocimiento, sino de manera que el auditorio caiga en la cuenta del medio excepcional de vivir cristianamente acomodándose a los tiempos litúrgicos en los que el Espíritu Santo, alma de la Iglesia, actúa en ella de una manera especial. Igualmente, se pueden usar estas oportunidades para inducir a las personas a que vayan entrando por el deseo de la Iglesia de cuadrar la vida espiritual en los misterios del Señor que se reactualizan a lo largo del año litúrgico. Dentro de esta finalidad cabe moverlos a intensificar su vida espiritual por una práctica más frecuente y fervorosa de los sacramentos; a tener las actitudes internas propias de cada tiempo; y a que se manifiesten en el trabajo por el Reino dentro de la realidad que sus posibilidades, sobre todo en la “evangelización”. Y como una realidad que se va imponiendo más y más en la Renovación Carismática, a recitar las Horas litúrgicas, sobre todo Laudes y Vísperas, si es posible, en pequeños grupos reunidos según la cercanía del lugar en que viven, la profesión, etc 7.
c) Criterios de programación: -
Las necesidades del grupo: En este criterio
entran diversos
aspectos de los que señalamos algunos:
117
El tipo de personas que lo integran: mayores, jóvenes, grupos con predominante mayoría de las personas de edad, o, al contrario, grupos en los que predomina un nivel cultural alto, bajo o medio. Grupos de zona urbana o campesina, con sus peculiaridades obvias. Grupos
que
tienen
ya
cierta
madurez
humana,
cristiana
y
“carismática”. Grupos de iniciación que han comenzado recientemente o que llevan reuniéndose aun varios años. Grupos
en
los
que
hay
cierto
predominio
de
personas
problematizadas, o al menos relativamente sanas psicológica y espiritualmente. Grupos en los que la mayor parte son personas de fe arraigada, probada por el tiempo y la fidelidad o en los que predominan quienes han estado alejados del Señor y comienzan a redescubrirlo. Grupos de gente comprometida en la Renovación desde hace un tiempo relativamente largo y que son relativamente responsables en su asistencia y compromiso, o en los que abundan los visitantes de ocasión, los “aficionados”, los de una débil convicción y compromiso. Grupos de los que se podría afirmar realizan la motivación fundamental que debe orientar los grupos auténticos de la Renovación, o grupos en los que predominan quienes asisten por motivaciones, quizá aceptables, pero secundarias: búsqueda del calor humano: de la sanación física o interior etc. Grupos en los que se dan frecuentemente tensiones, donde existen elementos perturbadores o, por el contrario, grupos en los que el amor y el servicio son las características acusadas que los marcan y donde, fuera de raras excepciones, se procede con el orden, la obediencia, la caridad, la ayuda mutua, el compromiso que indican una acción poderosa del Espíritu y una cooperación habitual del grupo. Grupos que atraviesan períodos prolongados de crisis o grupos en los que la paz y el gozo del Espíritu son las constantes de la reunión de oración 8. -
Las orientaciones de la Iglesia: Que pueden provenir del Papa hablando a toda la Iglesia o, de modo particular, a la Renovación Cristiana. Que pueden provenir de las Conferencias Episcopales en
118
sus documentos generales a todos los fieles del país, o, de un modo más específico a la Renovación. Pueden
proceder,
igualmente,
del
Obispo
dicesano
en
sus
disposiciones generales o particulares que afectan a la Renovación Carismática. También puede llegar la voz del Señor a través de las orientaciones y sugerencias que emanen de los diversos Equipos de la Renovación Cristiana en el Espíritu Santo 9. Palabras proféticas: No deben ser descartadas. A veces, la insistencia
-
del Señor, a través de personas de reconocido carisma de profecía, puede constituir un criterio de elección. Sin embargo juzgamos que se ha de tener como criterio secundario, aun diligentemente discernido, y ocasional, es decir, de una limitada duración. Mientras no conste provenir realmente de Dios, no ha de ser atendido. Y, obviamente, el discernimiento no debe ser hecho por la misma persona utilizada, sino por otras cuya prudencia, discreción y entrega al Señor estén avaladas por el tiempo y por la experiencia. En último término, en casos que salen de lo ordinario, debe intervenir alguna persona en la que, de algún modo, conste la autoridad emanada del Obispo de la diócesis 10. c)
Orientaciones concretas: - Creemos que, si no hay una razón poderosa que aconseje otra opción, parece lo más conveniente atenerse a una programación en la que se armonicen las verdades de la fe, la enseñanza específica sobre la Renovación y la Biblia. Los aspectos espiritual y moral, pueden insertarse muy natural y concretamente en los aspectos indicados. En este supuesto, se sugiere una programación fundamental de “iniciación” y de “profundización”: Dentro de ella, cabe, y es lo más conveniente, programar para varios años.
-
En ellos se puede seguir la siguiente división: Tomando como base un año de programación, se puede dividir en cuatro trimestres. En cada uno de los trimestres se tratarían las tres materias indicadas, pero divididas por meses, de modo que en el primero, por ejemplo, se diera la enseñanza sobre verdades de fe, en el segundo sobre la temática de la Renovación, en el tercero sobre la Palabra de Dios. Una vez terminado el trimestre, se continuaría con el segundo procedimiento del mismo modo, hasta terminar el trimestre. Se
119
continuaría con igual orden hasta el fin del año en el que se habría tratado la temática programada para él. En el segundo año se procedería de la misma manera, pero con los temas propios del segundo año, y así sucesivamente. -
Este modo de programar tiene la ventaja de evitar la saturación de tratar un bloque de temas durante largo tiempo. Por otra parte se le da un énfasis particular al desarrollo del misterio de Cristo, no sólo porque es un tema que se trata a lo largo de la temática de verdades de fe, sino que penetra en los otros temarios 11. “En cualquier caso, el desarrollo del “misterio íntegro de Cristo, es decir, aquellas verdades cuya ignorancia es ignorancia de Cristo, e igualmente el camino que ha sido revelado por Dios para glorificarle, y por eso mismo para alcanzar la bienaventuranza eterna” debe estar presente. La exposición, pues, del misterio íntegro de Cristo, tal como aquí lo urge la Iglesia a los Obispos, es un deber y por tanto, un criterio fundamental para programar nuestra enseñanza 12.
2. Actuación del servidor -
Repasa cuanto se ha dicho en las instrucciones anteriores. Allí se hallan no pocos elementos para la actuación del servidor.
-
La enseñanza, aunque importante, no puede convertirse en el elemento central de la reunión de oración, ni por la importancia ni por el tiempo.
-
Conviene orar expresamente al Espíritu Santo antes de iniciarla para que sea usado el sujeto que la imparta como poderoso instrumento del Señor. Es una oración que El escucha (Hech 4, 21-31).
-
Con paz y sin preocupación interior, no descuide el servidor tener en cuenta las frases que probablemente puedan haber turbado al auditorio, por su expresión inexacta, aún más, por el error. Puede haber palabras tan desafortunadas, que reclamen una llamada de atención.
-
No temas felicitar sencillamente al que fue usado con el Señor y tiende a ser positivo en los juicios, pero sin ocultar, discretamente, lo que es inexacto y capaz de ser mejorado. En las dudas e inseguridades, acude a un sacerdote de segura ortodoxia.
120
-
Ve fijándote en aquellos que parecen especialmente ungidos por el Señor
en
este
ministerio.,
para
confiarles,
oportunamente,
instrucciones, charlas de retiro…13.14
121
XIII.
EL TESTIMONIO EN LOS GRUPOS DE ORACION. LA ACTUACION DEL SERVIDOR 1. El Testimonio. Si queremos ser testigos, tenemos que seguir el mismo proceso, aunque no de idéntico modo, de los apóstoles, (Hech 1,8). A.
Ser testigo: requisitos
a)
Tenemos que comenzar por un contacto con Jesús a través de la lectura del Evangelio. Es nuestro primer ver. Mientras sea sólo eso, nos servirá poco.
b)
Creer: Creer en lo que leo: aceptarlo como norma de vida para mí.
c)
Este crecer, puesto en práctica, hará que todo llegue a una auténtica visión de Jesús. Esta es la visión que se requiere para ser testigo: mi mensaje afirma: “Yo veo a Jesús” (1 Jn 1,1) La visión de Jesús de un padre de familia, de un joven, de un enfermo… varía en muchos aspectos, pero siempre será visión auténtica.
B.
Por tanto: Ve el que conoce el Evangelio de Jesús, se compromete con todas sus fuerzas en el amor y deja que el Espíritu imprima en él la imagen auténtica de Jesús. Nadie puede borrarla, nadie puede impedirle que diga: “Yo veo así a Jesús”. Pero para ser auténtico, tengo que verlo desde el Evangelio a la luz de sus intérpretes autorizados: la Jerarquía: el Papa, los Obispos. Siendo esta visión de Jesús unitaria, es, a la vez, diversa y esencialmente la misma. Así el creyente hablará sobre Jesús en categoría en testigo, y no sólo de oídas (1 Jn 1,1). Quien escuche su testimonio, se sentirá obligado al mismo proceso: mi testimonio será su primer ver; si cree en él, llegará a una visión propia y se convertirá en testigo. Y así, el testimonio de Jesús irá transmitiéndose de generación en generación 1. (Hoy suele decirse, de otro modo equivalente: ser parábola de Cristo: Cristo parábola del Padre hacia nosotros y nosotros, parábola de Cristo hacia los demás). Sentido del Testimonio> “Manifestar la obra del Señor en nosotros”:
122
2.
El testimonio en los grupos de oración:
A.
Fin Es la “gloria de Dios” -
La “edificación” de la comunidad: llevarla a la fe, aumentarla, ayudarla a crecer en ella. Hal Langevin, expresa del modo siguiente el fin del testimonio: “La forma más sencilla de compartir es diciendo a otros algo acerca de lo que Dios ha hecho en tu vida, de modo que mueva a los oyentes a amar al Señor más profundamente” (Filemón. 6)2. Algunos ejemplos de este compartir a través de
los
testimonios
pueden ser: manifestar la experiencia personal de una curación física o interior, una nueva comprensión del amor de Dios en un acontecimiento sobre todo doloroso, un problema enfrentado y resuelto con la ayuda manifiesta del Señor: un perdón que se ha dado y al que se sentía renuente. B.
El mismo testimonio Debe ser tal que, de por sí, sea apto para conseguir el fin; algo importante; una actuación de Dios, que, sin ser, precisamente, exhibicionista o extraordinaria, salga de la actuación que está presente en la trama de la vida ordinaria.
C.
El modo a)
Sencillamente: Sin artificios, con espontaneidad; pero con dignidad, con preparación conveniente, teniendo en cuenta el respeto que se merece el auditorio y la testificación de la obra del Señor.
b)
Sensatamente: Omitiendo cuando pueda herir a otros, dejarlos en
mal
lugar;
callando
circunstancias
desagradables
moralmente, si no es que lo pide necesariamente el testimonio, etc. c)
humildemente: Que en todo aparezca el fin: testificar la obra del Señor en uno, sobre todo en su cambio de vida. No lo que El hace a través de la persona. Que se muestre un sencillo reconocimiento del amor y de misericordia de Dios. Sujetarse al discernimiento con toda naturalidad.
d)
Objetivamente: Sin aumentar, disminuir o exagerar; menos fingirse el testimonio ni una parte de él. Poniendo las cosas
123
como han sucedido, a no ser que la prudencia o decencia pida variar circunstancias que no afectan a la esencia del testimonio y, por otra parte, encubren personas o datos que no deben aparecer por razones poderosas. e)
Brevemente: Sin perderse en detalles innecesarios o superfluos; yendo a lo sustancial del testimonio. Si hay que especificar, sea parcamente y sin restar a lo esencial y “edificante” del testimonio.
D.
Cuándo no se debe dar el testimonio a)
Cuando se prevé que no “edificará” a la comunidad.
b)
Cuando no da gloria a Dios.
c)
Si hay exhibicionismo: oculta búsqueda de sí mismo.
d)
Si es “dudoso” el testimonio: si no consta claramente que se debe dar.
e)
Si se va a dar en circunstancias “emocionalistas” de la persona.
f)
Si hay una insistencia importuna por parte de la persona que desee testificar.
g)
Si no ha sido discernido, al menos cuando se trate de circunstancias que lo exijan: asambleas, concentraciones, etc.
E.
Proceso en el que lo da. a)
Examinar su intención, ver su contenido, su importancia….
b)
Pedir luz a Dios, antes de lanzarse a darlo. Si no hubiere lugar a discernimiento, es conveniente que lo consulte o diga a un hermano de probada sensatez.
c) F.
Darle en la paz del Señor y con la motivación de buscar la gloria de Dios.
Consideraciones a)
Si es posible no debe faltar en toda reunión de oración. Son testigos que proclaman lo que Dios ha hecho en las vidas de los que los dan, o en torno a ellas.
b)
El testimonio, como todo lo que se hace en una relación de oración, es para gloria de Dios. No para lucimiento del que lo dice, sino para edificación de la comunidad. (Por eso no se deben centrar en lo que el hombre ha hecho por Dios, sino en lo que Dios ha hecho por la persona).
c)
El mejor ejemplo de testimonios es el de María (Lc 1, 46ss).
124
d)
El testimonio debe ser la proclamación de una acción divina que cause impresión y admiración en los que lo escuchan y no únicamente en el que lo dice.
e)
El testimonio, aunque principalmente es para la gloria de Dios, también es para hacer germinar e incrementar la fe de los que lo escuchan; los estimula para que alaben y glorifiquen al Señor (Mc 5,19; Jn 4,39)
f)
Generalmente después de un testimonio, la asamblea debe responder con una alabanza a la gloria, al poder y al amor del Señor 3.
3. Aplicaciones y actuación del servidor. -
Debe darse en el tiempo oportuno.
-
Téngase cuidado con las personas que siempre tienen algo que decir.
-
Váyase educando al grupo en el testimonio y modo de darlo: no por propio impulso: ni largo; ni fijándose en cosas accidentales; ni adornándolo por su cuenta… ni incluyendo cosas raras…
-
De ordinario, dado nuestro ambiente, deben excluirse los testimonios sobre sueños y visiones.
-
Al menos cuando se trata de auditorios o grupos grandes, no debe darse testimonio si no ha pasado antes por varias personas de verdadero espíritu, de gran juicio y prudencia; mejor si poseen también el
don
del
discernimiento.
Cuando
hubiere
duda,
supuesta
la
importancia del testimonio, se aconsejo NO darlo, o permitirlo. -
No pocas veces, el dirigente del grupo de oración tendrá que animar a las personas para que den su testimonio. Entre las sencillas suele haber cierto temor a hacerlo. Pero no se ha de animar de modo que suponga coacción o un modo de salir del paso o para no dejar mal al dirigente.
-
El hombre suele ser más reacio a dar su testimonio. La mujer suele enredarse en pormenores sin valor e inacabables.
-
El dirigente debe orientar a que se dé el testimonio en la línea en que se desarrolla la oración, pero esto no quiere decir exclusividad.
-
Se ha de procurar que por el deseo de dar un testimonio “auténtico” no se digan o manifiesten circunstancias que más bien deben reservarse para el ámbito sacramental o significan una manifestación excesiva de la interioridad de la persona.
-
Se ha de procurar en los testimonios en que necesaria o conveniente hay que referirse a otras personas, que éstas, a ser posible, den su consentimiento.
125
4. Orientaciones para dar el testimonio a) Al compartir el testimonio: -
Deja que el amor de Dios brille a través de ti. Tú estás dando testimonio de la liberación que se nos da en Cristo. Evita, por tanto, que tu compartir se convierta en la historia de sus maravillas y glorias personales.
-
Comparte los beneficios del paso de la misericordia del Señor por tu vida (el perdón, la nueva actitud ante las personas, los acontecimientos de la vida; la curación de temores, la conversión, sobre todo, etc.).
-
No te excedas en el tiempo que emplees llevado de un fácil entusiasmo o añadiendo pormenores innecesarios. Nunca tendremos derecho a abusar de la paciencia de quienes nos escuchan.
-
Sé sincero y honesto en tu testimonio; sé objetivo, no exageres, no “interpretes” tu propio testimonio de modo que resulte algo muy distinto de lo en realidad fue.
-
Comparte tu testimonio con entusiasmo discreto como algo nacido del corazón; no con un entusiasmo fácil, menos aún forzado.
-
Se positivo y ten muy en cuenta usar el sentido común para dar con lo que realmente debes decir, callar, acentuar, pasar de ligero…
-
No te preocupes por el efecto que causes. El resultado es del Señor. Tú pon tu parte, lo mejor que puedas y confía lo demás a la Providencia 4.
b) Algunas recomendaciones: -
No prediques, no sermonees. No ataques. No te valgas del testimonio como catapulta para batir ideas, actitudes, defectos, criterios contrarios, etc. Echarías a perder la eficacia del testimonio y se convertiría en algo contraproducente y dañoso.
-
No uses a destiempo chistes. Si es necesario emplear para distender los ánimos cierto humorismo, hazlo discreta y brevemente.
-
No uses a cada paso la palabra Señor como una muletilla.
-
Ten mucho cuidado de no correrte a situaciones subjetivamente dramáticas.
-
No refieras detalles de tus pecados. Si hablas de ellos sea de manera más bien general y evitando todo modo escandalizarte y exagerado. Aquí debemos ser especialmente objetivos, sencillos y humildes.
-
No uses expresiones que, quizás, sean incomprensibles para las personas que escuchan o puedan ser mal interpretadas, o parezcan discriminatorias o huelan a “elitismo”, sacerdote “renovado” o “no renovado”: El Señor me dijo: soñé que…”
126
-
Evita el tono monótono y aburrido: igualmente huye de expresiones que contribuyan a crear un clima “emocionalista”.
-
Habla en voz suficientemente alta de modo que puedan escuchar sin esfuerzo los que están sentados en los últimos asientos.
-
No hables del trabajo que haces, a menos que sea oportuno.
-
Evita que tu testimonio pueda provocar discusiones, introducir en él “tus” ideas y puntos de vista…: evita igualmente que sea un lugar para compartir problemas psicológicos 5.
-
Evita las exclamaciones de tipo “pentecostal”: ¡gloria al Señor! Aleluya! Repetidas insistentemente.
-
No testimonies de modo negativo. NO recomiences, cuando estás acabando; terminar para no aburrirlos más. Como resumen: Los testimonios han de ser: auténticos, edificantes, breves6.7
127
XIV.
LAS PETICIONES EN EL GRUPO DE ORACION. LA ACTUACION DEL SERVIDOR: 1. Las peticiones en el grupo de oración. A. La oración de súplica a la luz del Evangelio a) Dios es la fuente, el origen de todos los bienes:
Dios es amor, poder, providencia, riqueza infinita.
Dios da de su riqueza por amor. A sus criaturas se da
El mismo
primero en gracia y después en gloria. b) Jesús nos enseña a pedir:
Con un ejemplo (Lc 11.Iss.; Jn 11,41-42; 12,27 etc).
Con sus enseñanzas: Lc 11. Iss.: Mt 18,19-20; Jn 14,13; Jn 15,16).
En sus parábolas: (Lc 11, 5ss; 18,13).
B. Excelencia de la oración de súplica a) La petición a Dios es un acto de Fe (Lc 11,5ss.). -
La petición a Dios es un acto de Fe (Lc 11,5ss.).
-
La doble función de la súplica:
Por ella reconocemos que todos los bienes nos llegan de Dios.
Es un homenaje a su bondad
Nos coloca en la actitud de humildad y de confianza que deja a Dios libre para colmarnos a su medida divina.
b) Aprender a pedir: Hay que desechar la oración que se acerca a ciertas prácticas mágicas o intrarreligiosas. Indudablemente hay que pedir los bienes materiales. “el pan de cada día…” Pero hay que pedirlos, en la medida en que sean necesarios (o convenientes) y en la medida en que estén ordenados a los bienes esenciales. No podemos desconocer la necesidad y excelencia de la oración de súplica”. c) Pedir “en el nombre de Jesús. (Jn 14,13-14).
El mismo que nos anima. Tiene una eficacia especial: El se hace intercesor personal ante el Padre (Hebr. 5,7ss: Jn 14,12-14).
La práctica de la Iglesia en su Liturgia en las oraciones: pedir en el nombre de Jesús 1.
C. Consideraciones a) Las peticiones en el grupo de oración pasan a segundo lugar. El Señor se ocupa de nosotros cuando hemos dejado las preocupaciones por El. Pero no hemos de olvidar la insistencia del Señor en que pidamos y acudamos a El con toda confianza.
128
-
A Jesús se acercaban los que habían recibido de El o para recibirlo. Nunca los rechazó: siempre estuvo dispuesto a atenderlos. “Dios se sabe valer de los sufrimientos para que nos acerquemos a El y curar no sólo lo externo, sino sobre todo, lo más íntimo y profundo: el pecado”.
-
“Curaciones, milagros, sanaciones interiores, deben formar parte de la vida cristiana, porque Cristo es el mismo de ayer, hoy y siempre”.
b) “Todos los milagros son signos que demuestran la presencia salvífica del Señor en medio de su pueblo y manifiestan a un Dios que se preocupa por los suyos. Lo más importante del signo milagroso no es lo que se ve, sino lo que se cree. Por ejemplo, los que se presenciaron las curaciones del paralítico de Cafarnaúm vieron que se levantó y creyeron que Jesús tenía poder para perdonar los pecados”2. c) Toda curación es una llamada del Señor a una sanación más profunda: -
La sanación es un misterio que no desvelaremos en este mundo: se ora por unos y se cu: por otros y otros y no.
-
Las oraciones, siempre son acogidas, si no le oponemos una barrera al Señor. PERO HAY QUE DEJARLE A EL, EL TIEMPO Y EL MODO DE RESPONDEERLAS.
-
“Ser sano es decir SI al Señor”3.
2. Aplicaciones y actuación del servidor. A. Aplicaciones a)
El Evangelio señala condiciones o disposiciones que hemos de tener en cuenta en las oraciones de petición.
-
PERDONAR (Mc 11,26).
-
PEDIR SEGÚN LA VOLUNTAD DE DIOS (1 Jn 5,14).
-
PEDIR CON FE (en el poder, el amor) de Jesús (Mc 11,24: Fil 4,6)
-
PEDIR EN EL NOMBRE DE JESUS (Jn 14,13-14: Mt 7,25).
b)
El éxito de la oración no depende de si se hace en alta voz o de una manera especial, o si la hace un sacerdote, el dirigente o una alma piadosa. Depende, sobre todo, de quien la escucha que es misericordioso con todos, conoce las necesidades y valemos muchísimo ante El (Mt 7,25-34)
c)
Suele dejarse para el final:
-
A veces se hará personalmente, dando un tiempo para ello. Es lo ordinario.
129
-
Otras, una oración general.
-
Otras, orarán unos por otros, una vez que se les haya enseñado a hacerlo, etc.
d)
Las peticiones no deben limitarse a las propias necesidades o del grupo…
e)
Si persiste el corte hacia las oraciones de petición en la alabanza y, a pesar de la advertencia, no se logra enderezar, conviene hacer una oración por las necesidades de todos los presentes.
B:
Actuación del servidor a) Cuiden los servidores de que no haya desorden en las peticiones, de que no pidan dos o más personas a la vez: ni den la impresión de quitarse las peticiones de los labios por la celeridad con que se precipitan a pedir, una vez que otra persona ha terminado. b) Procuren que las peticiones sean cortas dar oportunidad a otros hermanos. c) Cada oyente ha de unirse interiormente a la petición de la persona que la hace. Si está pensando en la propia, se desliga de la comunidad y resultan oraciones de petición individuales, no comunitarias. d) Eduquen a la comunidad para el orden, la paz y el sosiego en las peticiones. e) Si alguna vez no hay peticiones individuales por falta de tiempo u otra razón, no hemos de sentirnos mal. La oración de alabanza, toda la marcha y espíritu de oración, es ya una petición implícita. Pero se ha de procurar suplir con una oración de petición general. f)
NO
se debe orar par una persona particular en estas peticiones
generales, fuera de casos especiales. Para ello convendría que hubiera una habitación aparte donde un grupo de oración (3 ó 4 personas) bien entrenado y entregado al Señor, orara después por las personas que lo pidieran. En esto téngase discreción, pues, a veces, es excesivo el número de los sujetos que se acercan a que se ore por ellos. g) Téngase cuidado con las personas que continuamente están pidiendo oración particular. h) La variedad en la oración de petición reclama que se les enseñe discretamente a orar unos por otros aun en el tiempo dedicado a las peticiones. i)
Fuera de casos excepcionales, evítese orar por liberación en el grupo de oración. Siempre hágase en privado y por personas de oración, de experiencia, instruidas en este ministerio y, a ser posible, aprobadas
130
por la autoridad competente para él. Se recomienda la presencia de un sacerdote. Una suma discreción debe presidir cuanto se haga en la liberación. j)
Como en todos los demás aspectos, los servidores cuidarán de ir educando paciente y eficazmente a su grupo en el modo de hacer las peticiones.
3. Una observación de importancia respecto de las peticiones. a) Partimos del supuesto, más exactamente, de la realidad de que la Renovación no sólo ha nacido en la Iglesia, sino que es para la Iglesia y ésta para el mundo, para llevarlo al conocimiento, al amor y al seguimiento de Jesucristo. Consecuentemente, las peticiones de los grupos de oración, sobre todo porque son oración “en el Espíritu” que vive y rige la Iglesia. No deben “abstraerse” de cuanto conmueve al mundo para el que vive la Iglesia. Todas
sus
esperanzas;
angustias,
problemas…
deben
estar
también
presentes en las peticiones de los grupos de oración como lo están en el corazón de la Iglesia 4. b) No se trata de apoyarse en “extensas consideraciones socio-económicas, ni de sociologizar la petición”. Pero sí deben estar abiertos nuestros grupos de oración a los problemas reales de la paz, de la justicia, de la salud, de la armonía entre las naciones y entre las familias. Para no pocos, quizá, haya un llamamiento del Señor, no sólo a interceder, sino también a comprometerse más directamente en estos campos. c) Lo que sigue, de ejecución práctica, debería tener presente para purificar la manera de interceder en los grupos de oración: “La Renovación debe hacer un esfuerzo, y a menudo lo hace, con vistas a mejorar la oración de intercesión. Demasiados hermanos y hermanas tiene la costumbre de lanzarse a formular una gran cantidad de peticiones con el peligro de pasarlas casi por alto y no prestar atención a ninguna de ellas. Nuestras peticiones deben prepararse, profundizarlas más que multiplicarlas. Cada uno de los participantes debe tener el tiempo necesario para hacerse verdaderamente cargo de ellas. La fuerza de la intercesión viene de que se dirige “en el Espíritu” y “en nombre de Jesús” (cfr. Hech c.4). Lo que prácticamente quiere decir: en nuestras reuniones la intercesión solamente viene después de un tiempo consagrado a la alabanza y al recuerdo de Jesús. Y, a su vez, la intercesión renovará esta alabanza y tu alegría por conocer a un Señor tan bueno” 5.6.7.8.
131
XV. EL BUEN USO DE LOS CARISMAS DENTRO Y FUERA DE LA REUNION DE ORACION. LA ACTUACION DEL SERVIDOR. Aclaraciones preliminares a) Aquí no se pretende tratar los carismas sistemáticamente ni dar una instrucción pormenorizada de lo que son, de su finalidad, etc…Se tocan los presupuestos necesarios de un modo superficial; lo suficiente para entrar en el tema. b) Se considera el buen uso de los carismas dentro y fuera de la reunión de oración. Se abarcan dos aspectos que tienen mucho en común, pero en los que se encuentran diferencias de aplicación. El maestro notará fácilmente cuándo se está contemplando su uso, especialmente, en uno u otro campo. c) Si en algún punto de la Renovación Carismática es en el buen uso de los carismas donde el dirigente tiene que estar más atento, de un modo pacificante. En él, especialmente, tendrá que pedir al Señor una gran paciencia, tacto, fortaleza y equilibrio para ir fomentándolos y educando al grupo en el buen uso. Corrigiendo defectos, favoreciendo discreta pero eficazmente el buen uso. (Sobre el modo de ayudar a que el Espíritu Santo suscite los carismas se trata en otro lugar). d) En la Escuela de Servidores se le dedican dos trimestres a la exposición, relativamente detallada de los carismas, tanto en general, como en particular. Por eso aquí, se aborda más ampliamente su buen uso 2. 1. El buen uso de los carismas Los carismas deben ser usados “ en el orden, en la humildad, en la obediencia, en el discernimiento, en el amor y la oración. Es un verdadero morir a sí mismo”. A.
En el “orden” Recordemos los cc 11-14 de la Carta de San Pablo a los Corintios: a) Importancia capital de ejercerlos “en el orden” – El desorden escandaliza; confunde; desalienta; da una imagen falsa de la Renovación Carismática; hace tomar por verdadero lo que es dudoso y aun falso; no se “construye” se “destruye”; es signo de la acción del Maligno, o de nuestros deseos conscientes
o
subconscientes
desordenados;
crean
precedentes transportables a otras comunidades; se corre el riesgo de desplazar lo más importante: el camino de vida de
132
la persona que los usa y de la comunidad ante quien se ejercitan. -
EL DESORDEN EN EL USO DE LOS CARISMAS, ES EL CAMINO MAS RAPIDO Y SEGURO PARA QUE DESAPAREZCAN, PIERDAN SU EFICACIA, LANCEN A LA PERSONA QUE LOS USA A CONSECUENCIAS IMPREVISIBLES, etc.
b) Sentido: “En el orden”: en el tiempo debido. -
En la duración y aun en el tono de voz debido.
-
Orden no es uniformidad. “La manera como el Espíritu Santo obra en nosotros no es ajena al influjo del temperamento, costumbre y herencia”
-
Teniendo en cuenta el tipo de auditorio que los presencia.
-
Mirando
la
“externalización”
conveniente:
sin
miedos
infundados, pero sin exageraciones. -
Cuidando mucho de provocar situaciones “emocionalistas”, por el grito; el clamor fuera de tono: por la insistencia rápida repetida… La sana “emoción” y el “emocionalismo”, se diferencian radicalmente.
-
“En el orden significa también: huir, evitar la improvisación: no prepararse con la oración ferviente, asidua; con el consejo, su es conveniente; significa conocer los modos diversos de ser usado para un carisma determinado y de practicarlo, armonizándolo con la “docilidad” a la acción del Espíritu.
-
¡Cuidado! Con refugiarse en la expresión: “no hay que apagar el fuego del Espíritu”! El Espíritu pide nuestra cooperación. La sentencia debe ser completada: “Examinadlo (discernirlo) todo y quedaos con lo mejor” (1 Test 5,19-21)3.
B.
“En la humildad”. (Fil 2,5-11) a)
Sentido:
-
Tener la persuasión profunda, de que ser agraciados con carismas supone una mayor santidad en la persona.
133
-
Conciencia de ser una llamada a una mayor humildad, puesto
que
“gratuitamente”
ha
sido
tomada
como
instrumento para el bien de los demás. -
Conciencia de la necesidad de una mayor purificación interior (y de un mayor testimonio de vida exterior) para ser canales más aptos de la “salvación” de Dios.
-
Disponerse, cuando hayan de ser usados, con una oración “en humildad”, si es posible, comunitaria.
-
Aceptar de buen grado ser instruidos en su recto uso; persuadirse que se necesita aprender muchas cosas sobre ellos; aceptar aun ser corregidos y amonestados fraternal, pero sinceramente, cuando haya errores, menos prudencia… a juicio de personas de “buen sentido” o de una comunidad que discierne.
-
Aceptar que el uso de los carismas es un itinerario largo que debe
ser
enderezado,
purificado,
profundizado
constantemente. -
Aceptar que no es perfecto en su recto uso desde el comienzo, y que se necesita la gracia del Señor y la ayuda de los hermanos para progresar en él.
-
Aceptar que podemos caer en la tentación de ejercerlos “en interés propio” (exhibicionismo: prestigio; poder…), pero dentro de una persuasión sencilla, humilde, pacificante.
-
Aceptar que no somos nosotros mismos (los agraciados con los carismas) quienes son los llamados a discernir su autenticidad, su recto uso y ESTAR SIEMPRE DISPUESTOS A QUE SEAN DISCERNIDOS por las personas competentes o por la comunidad.
-
Tener muy en cuenta, en este aspecto, la actitud y el comportamiento de los santos; las normas de los Pastores; las
indicaciones
de
los
que
tienen
larga
y
probada
experiencia… -
Aceptar que podemos evadirnos de dejarnos usar por temor, por falsa humildad, por evitar complicaciones…A llegar al equilibrio entre la evasión y la osadía e imprudencia nos ayudará mucho no sólo y principalmente la oración, sino también
el
consejo
de
personas
de
experiencia,
conocimiento y buen juicio probado.
134
-
La comunicación íntima con el Señor, por su Palabra, la experiencia propia y ajena; la lectura de libros católicos acreditados; la asistencia a retiros, la actitud interior de hallarnos en situación de una “formación permanente” en este campo, son valiosísimas ayudas para purificarse y progresar en los dones de Dios.
-
Es necesario de todo punto:
Saber que el Espíritu respeta siempre nuestra libertad (1 Cor 14,32-33)
Ir conociendo los signos manifestativos de la acción del Espíritu para usarnos como sus instrumentos.
Lo
es
también,
constantemente;
e
sobre
insustituiblemente
el
discernir
todo
de
personas
ayudándose
competentes y de la comunidad 4. C. “En la obediencia”: (Fil 2,5-11; Jn 6,19-30). Quizás sea el aspecto más arduo, por lo “posesionados” que estamos de nosotros mismos y la resistencia que ofrecemos a dejarnos “tomar” por el Señor. a) Sentido: -
En el amor y en la oración y en la oración “antes: La persona usada por el Espíritu es como un canal, a través del cual pasa la gracia actual de la sanación, profecía…del Señor. El instrumento humano debe prepararse lo mejor posible con la ayuda del Espíritu, para ser utilizado poderosamente por El. Esta preparación pide, entre otras cosas:
Dar un perdón generoso.
Creer en el amor personal del Padre, manifestado en Jesús a la persona por quien se ora….
El amor profundo a Jesús que da el carisma; a la Iglesia, carisma fundamenta, y para cuyo bien se conceden.
Orar intensamente, si es posible en comunidad, en una relación sincera de amor mutuo.
Hacer un acto de fe intenso en el poder y el amor de Jesús.
Pedir a Jesús la comunicación de su amor hacia las personas a favor de las cuales se van a ejercer los carismas.
-
El amor y en la oración “mientras”:
Pedir la compasión de Jesús.
135
Ejercer el carisma en el clima de amor a Dios y a la persona.
Hacer profesión explícita del amor del Señor para con nosotros,
especialmente
con
el
enfermo,
etc…De
su
“presencia” amorosa actuante.
Dar gracias, alabar por el amor del Señor que se manifiesta, aunque no se perciba.
Visualizar en amor, al Señor que, en su bondad, va sanando…
Fijarse más en lo positivo que en lo negativo de la obra del Señor: más en restaurar, en poner lo bueno, que en destruir, quitar lo malo. -
En amor y en la oración “después”:
Dar gracias, alabar al Señor con todo su amor por su obra de misericordia y bondad.
Encomendar la persona al amor del Señor que continuará a su obra.
Aludir a la llamada que supone la acción del Señor a entregarse en fe a su amor y a su poder.
Es aconsejable usar el don de lenguas, si no está contraindicado por otras razones. En su plurivalencia, eleva el alma al amor o lo intensifica. Lo mismo se dice del canto en lenguas. Se puede esperar, en humildad, que el Señor se manifieste en alguna palabra de ciencia; la oportunidad de manifestarla o no, si se da, depende de diversos factores que hay que tener en cuenta. b) Precisiones importantes: -
La caridad no es un “carisma” como tal.
-
Es el clima constante en que deben ejercerse los carismas.
-
Es EL FIN a que se ordenan los carismas: “La construcción
de la Iglesia en la caridad” -
Está
contraindicado
lanzarse,
sin
más,
a
ejercer
los
carismas: v.g. a orar por un enfermo, etc., antes debe proceder un tiempo de recogimiento interior y de profunda oración al Señor e invocación al Espíritu Santo, privadamente o en una oración
comunitaria.
No
se
olvide
la
importancia
de
la
purificación interior y del mutuo perdón entre los que van a ejercer el carisma 7.
136
E. En el “discernimiento”: a) Importancia: JC.: Lc 6,43-45, San Pablo: 1 Tes 5,12: 19-21, San Juan, 1ª. 4,1-2. Vaticano II, Lumen Gentium, 12. Autores espirituales: San Ignacio de Loyola. La experiencia de la Renovación Carismática: “Los carismas con el discernimiento de espíritus, dones preciosos; sin él, más bien dañan” (P. Forrest)8. b)
Materia del discernimiento: En la vida espiritual, todo cuanto tenga importancia debe ser discernido. Cuando se halla conectado con la voluntad de Dios, fundamento y finalidad última de toda vida cristiana. Hay cosas sobre las que basta pasar un buen juicio. Ya se da también un discernimiento rudimentario, pero suficiente. Los carismas, todos y cada uno, entran en la categoría de realidades, no sólo importantes sino “delicadas” y características, no exclusivas, de la Renovación. Es necesario, por lo tanto, discernirlos cuidadosamente. Tanto más cuidado se ha de poner en el discernimiento, cuanto más importantes sean: el bien o el mal que se puede seguir de su autenticidad o inautenticidad; de su buen o mal uso es muy considerable. Otros hay que, además, ofrecen en si mismos, una dificultad especial, v.g., el carisma de “profecía”. Debe ser discernido siempre, ya se refiera a toda la comunidad, ya especialísimamente a una persona particular. Lo mismo cabe decir de otros carismas muy emparentados con la profecía 9.
c)
Extremos del discernimiento respecto de los carismas: La autenticidad o inautenticidad de los carismas. El buen o mal uso que de ellos se hace. Aquí entrarían aspectos como: La oportunidad. El modo. Las circunstancias externas, etc (Todo cuanto ayude a una mayor eficacia y docilidad al Espíritu que encarna su gracia en estas realidades físicas, psicológicas, espirituales, convendría ser tenido en cuenta).
137
Los autores espirituales, las personas de una gran experiencia de discernimiento señalan los diversos aspectos del discernimiento. Con todo, no se ha de dar la misma importancia a los diversos campos en que se ejercita el discernimiento, ni la misma duración de tiempo, ni la misma intensidad de oración aunque ésta deba estar siempre presente 10. d)
Modo de hacer el discernimiento: (Puesto que se tratará ampliamente cuando se aborde el carisma, omitimos aquí cualquier indicación).
e)
Quiénes deben hacer el discernimiento: La misma persona si sabe usar los modos diversos de hacer discernimiento. El carisma de discernimiento es raro fuera y dentro de la Renovación Carismática. Y aunque se diera, debe ser discernido por otro modo. Las otras maneras de discernir deben ser aprendidas y esto requiere tiempo, experiencia, condiciones determinadas…Aun en la hipótesis de que la misma persona discierna sobre algo que le compete, debe ser ayudada por otra u otras
personas
que
fundamentalmente
posean
esta
triple
cualidad:
Conocimiento de las cosas y caminos del Señor; experiencia propia y ajena: sagacidad, esto es, suficientes conocimientos de la psicología humana (aunque sea por vía de don natural) mejor, si es también, científico. (Pero no necesita ser un especialista en la materia). -
Otras personas que posean las cualidades ya antes aludidas. San Ignacio, maestro del discernimiento, da una gran importancia a la ayuda que un guía espiritual puede prestar en discernimientos de cierta importancia. Repetimos que en esta categoría entra lo que se refiere a los diversos aspectos más salientes de los carismas.
-
La comunidad: es un caso muy frecuente en la Renovación Carismática. Sin excluir lo dicho anteriormente juega un papel importante en los grupos de oración. El Señor la sensibiliza, con frecuencia, especialmente y hace que detecte la autenticidad o inautenticidad de un carisma y, sobre todo, su buen o mal uso. Pero recordemos que la misma comunidad necesita ser instruida y formada para detectar las mociones del espíritu…
-
Especialmente las personas que han sido puestas como Pastores. Poseen ese don en virtud de su misión y de unción sacerdotal, para discernir la autenticidad, el buen uso. El Concilio Vaticano II es claro sobre ello, LG n. 12; AA n. 3; PO n 9 11.
138
Pero esto no las exime de poner los medios que se requieren para un auténtico discernimiento. Nota importante: REHUSAN, no ver bien, recibir disgusto no superado con la gracia de Dios ofrece para ello, NEGARSE a que se disciernan mis carismas o el uso que hago de ellos ES MAL SINTOMA, aun en la hipótesis de que pudieran equivocarse respecto de mi caso, no fácilmente presumible. La acción del Espíritu Santo en el alma, si es verdaderamente tal, crea la humildad y obediencia. Someterse a él en sus instrumentos es disponerse del mejor modo a ser usado más allá de lo presumible. Por el contrario, como dice el P. Forrest, cerrarse a estas preciosas ayudas, es una de las causas de PERDER LOS CARISMAS. Por su parte, los que disciernen tienen la obligación de saber discernir, de orar; de no dejarse arrastrar por extremos, sino ayudar al Señor a realizar el mandato paulino: “No extingáis el Espíritu Santo (pero) examinadlo todo y quedaos con lo bueno” (1 Tes 5,19-21). Es decir: ayudar discretamente a preparar el camino al Señor para que, en su plan, derrame los carismas; se purifiquen, se fortifiquen; se aumenten. A prevenir o eliminar excesos. Tienen la responsabilidad: De no querer cortar a todos por mismo patrón. De no considerar iguales todas las circunstancias. De actuar en el momento oportuno. De no ser imprudentemente insistentes. Sobre todo de no olvidar que deben ser, realmente personas de oración y de servicio por amor. Para realizar debidamente todo lo anterior, ellos deben ser los primeros en estar instruidos sobre el modo de discernir y practicarlo siempre que sea necesario o conveniente y tratar de perfeccionarse en su uso. No olvidemos el pensamiento de San Juan de la Cruz: El Espíritu Santo sensibiliza y capacita de una manera especial para discernir, casi de un modo connatural, a medida que somos dóciles al Espíritu, nos entregamos a su acción y nos adherimos más profundamente a la persona de Jesús. “El discernimiento de un carisma deja siempre presentir una cierta presencia del Espíritu de Dios. Bien entendido el ejercicio de los carismas puede ser más o menos puro, más o menos intenso: podemos encontrar toda clase de expresiones que van, desde el manantial que se precipita
139
tumultuosamente en su primer brotar, hasta las aguas mansas y poderosas” 12. 2. La actuación del servidor A. Orientaciones generales a) En lo expuesto anteriormente se encuentran muchos elementos que orientan al servidor en su comportamiento concreto. b) Su actuación, tomada en un sentido general, viene dada por la actitud equilibrada que debe procurar crear y mantener en si de un modo constante: Debe equidistar entre la búsqueda desmedida de los dones espirituales y el no favorecer suficientemente la espontaneidad y la manifestación de los dones del Espíritu 13. c)
La actuación más concreta respecto de cada uno de los carismas, especialmente de los que más suelen darse en una reunión de oración, podrá extraerla de la doctrina que se imparte en la Escuela de Servidores al ser tratados con cierta amplitud individualmente.
d) Aunque se aluda al buen uso de los carismas en la actuación del servidor, ésta debe abarcar también el discernimiento de la autenticidad de los carismas. B.
Orientaciones más concretas a) El ejercicio de los carismas es un elemento fundamental de la Renovación Carismática y forma parte de su vida cotidiana: -
Desde luego, ni aun dentro de una sana ponderación y aprecio de su importancia, podemos cometer el error de considerarlos ni fines en sí, ni superiores a otros elementos que forman en quicio de la Renovación. Los carismas, aun los más extraordinarios, se ordenan a edificar la Iglesia en la caridad; a fomentar y robustecer los frutos del Espíritu.
-
Es aquí donde debemos mirar en su ejercicio. La conversión, en un continuo crecimiento y profundización, la vida sacramental, vivida en creciente conciencia e intensidad, la entrega en amor y abnegación a los demás, como Jesús, forman el núcleo al que se orientan los carismas.
-
Por otra parte, éstos se constituyen en signos fuertes que acompañan las palabras y en indicadores de la presencia y dinamismo del Reino. Por eso, el papel del servidor debe ser ayudar a desarrollarlos discretamente, evitando los dos escollos ante los que fracasamos a menudo: la inhibición por el temor; la osadía por la falta de instrucción o deseo desordenado de tener los carismas.
140
Pensar que no es necesario atender al nacimiento y crecimiento en los grupos de oración de los carismas aun extraordinarios, es cerrarse a lo que Dios quiere hacer en su Iglesia en nuestros días 14. b) Los carismas y ministerios, en el Plan de Dios son para todos, según la medida del Espíritu que los reparte como quiere; no son exclusivos de los líderes: “Existen en la Iglesia ministerios personales fuera de lo común.
Pero
la
curación,
la
profecía,
el
discernimiento,
la
enseñanza….deben llegar a ser actividades normales en las parroquias, los grupos de oración y aun en las familias” 15. Esto no quiere decir que todos los carismas han de ser ejercidos por todos. Estaría en contradicción con lo que el mismo Pablo nos dice respecto de la libertad y complementariedad con que el Espíritu los distribuye (1 Cor 12,7-11). Esto es cierto, pero no lo es menos el que quizás no pocas personas dejan inútiles los dones que han recibido y los misterios en los que pudieran ejercerlos. porque piensan que no son llamados a ser instrumentos del Señor a través de ellos. 16. c) La actitud ante los carismas que debe fomentar discretamente el servidor es desear humildemente cooperar con el Señor en cuanto El quiera pedir: “Abandonarnos” es una palabra clave en el buen uso de los carismas. Pero no es suficiente: tenemos que conocer los signos que, ordinariamente, el Señor va enviando por delante v.gr. en la profecía, para que vayamos tomando conciencia y preparándonos a ser sus instrumentos. La idea de que Dios obra sin nosotros es falsa; está contra la pedagogía divina manifestada a lo largo de la revelación, y contra la psicología humana dada por El mismo. Todavía más, se halla en oposición con el ser del hombre esencialmente libre. Capaz de aceptar o de negarse a las mociones del Espíritu. El nunca forzará nuestra libertad: la respecta cuidadosamente. A veces, pueden ser tan intensas las gracias que nos dé, que parezca no sólo presionarnos, sino también anularnos. Esta puede ser la apariencia. La realidad es muy otra. Por eso el servidor ha de estar atento a instruir a su grupo de modo que conozca los modos ordinarios de manifestarse el Señor cuando quiere usar a una persona y a dejarse utilizar por El.
141
d)
Una vez que hemos respondido con prontitud al Espíritu dando la profecía u orando por sanación, debemos esperar el discernimiento. Es muy posible que nos hallemos ante un don de Dios o no. La profecía, al igual que otros carismas, puede ser algo que
viene de Dios, de
nosotros mismos o del espíritu del mal. O ser también una profecía en la que se mezcla lo bueno, lo de Dios y lo nuestro. No resta sino esperar ser juzgados, es decir, que intervenga el discernimiento: la palabra, la tradición, la enseñanza de la Iglesia, los frutos en la vida. Esta es la vía común a todos los carismas. -
El buen ejercicio de los carismas es una verdadera muerte espiritual: una muerte a sí mismo, por la disponibilidad al Espíritu contra todo temor; un ejercicio de humildad en prestarse al discernimiento y aceptar con sencillez y sin reticencias. Por más que los afectos se subleven, por la actitud no de “espero que sea confirmada mi profecía, que no la rechacen”, sino “yo sólo quiero aceptar lo que viene del Señor”
e)
Es necesario “experimentar”: Es decir, recibir los dones de Dios y ejercerlos. Si la comunidad no ora por los enfermos, difícilmente llegará a saber si el Señor quiere usarla. Aunque sea una novedad, cada vez más admitida, no ha de ser obstáculo para su ejercicio. Precisamente cerciorarse de la gracia de un carisma implica estar disponible a dejarse usar por el Espíritu. El discernimiento se encargará de esclarecer la práctica. Y ésta, a su vez, está suponiendo cierto conocimiento de los carismas y del modo como se presentan y se ejercen. En este campo, nos damos cuenta de que, después de años, sabemos muy poco sobre ellos. Por eso la exigencias de su cargo en el servidor, de conocer para poder guiar. Este conocimiento unido a la práctica y al discernimiento lo sitúan en terreno muy favorable para guiar con garantía a su grupo en el difícil campo de los carismas. Aprender a utilizarlos y ayudar a hacerlo rectamente en el grupo, en la familia, es una de las tareas más importantes del servidor.
C.
La obsesión de los carismas: Ciertamente estamos en la Renovación y en ella creemos que el Espíritu Santo da carismas en abundancia para la construcción de la asamblea. Pero ide ahí a vivir una real caza de carismas! La enfermedad está en eso: ya que somos carismáticos, es preciso que cada hermano y hermana tenga un carisma reconocido y lo ejerza. De ahí que se sienta impelido a usarlos.
142
El carisma más comprometedor es el de la profecía: con frecuencia casi se le impone a alguno que sea profeta. Ciertamente todo cristiano es profeta cuando transmite una palabra que viene de Dios y que se revela manantial de vida para un hermano o hermana. Pero el carisma de profecía que expresa el deseo de Dios para la asamblea es un don que debe reconocerse tal por sus frutos. No se trata de institucionalizarlo, como tampoco de tener grupos de profetas, esforzándose en dar profecías. Ya que es un don de Dios, una profecía no puede programarse 17. “Y, sin embargo, los carismas deben ser reconocidos. ¿Cómo sabrá si tengo tal o cuál carisma? ¡Basta ejercerlo! Por ejemplo, si una persona os pide que recéis por curación, orad, según su deseo. Si se cura, reconoced que en ti se ha ejercido un carisma de curación” 18. Sin embargo, esto muy frecuentemente no será suficiente para verificar la autenticidad del carisma. Necesitará estar avalado por los frutos. Y, como criterio eclesial, de disponibilidad, humildad y obediencia, será preciso acudir a aquéllos que Dios ha puesto para ejercer el carisma de discernimiento, siempre que sea necesario o conveniente (Lc 12, AA 34; PO 93) Sin esta ayuda se corre el peligro de caer en una aparente y falseada autenticidad y de un mal uso de los carismas, aun en el supuesto de que sean verdaderos
19
.
143
XVI.
MANIFESTACIONES EXTERNAS O EXPRESION CORPORAL DE LA ORACION.
A.
Reflexiones. -
Las manifestaciones externas son expresiones naturales de la realidad del ser “holístico” o “total” del hombre. Este es una unidad, aunque son diversos elementos estén a diferentes niveles. Este hecho hace que se relacionen e influyan entre sí, de modos diversos.
-
Lo más importante de las manifestaciones externas es que son signos que reflejan o expresan lo invisible, lo más íntimo del hombre.
-
Cuando se trata de manifestaciones externas de oración corresponden a actitudes internas de fe, de amor. Su valor y sentido profundo es querer asociar toda la realidad física a la alabanza, a la adoración, acción de gracias a Dios.
-
Si la fe es integra, debe tener, de algún modo, su manifestación externa. Esto parece querernos decir San Pablo cuando afirma que no es suficiente creer con el corazón. Es necesario al mismo tiempo, proclamar con la boca el Señorío de Jesús (1 Cor 6,13-14). Así todo el cuerpo es para la gloria del Señor. Sus manifestaciones externas son también oración e intensifican la oración. Es casi un axioma en sicología que el acto intensifica el sentimiento. Aquí hemos de entender toda la realidad interna que entra en juego en la oración. Por eso, la quietud, una manifestación corporal, intensifica la oración
fuertemente
contemplativa.
Elevar
los
brazos
naturalmente, tiende a intensificar la oración vocal
sencilla
y
comunitario de
alabanza; el llanto, expresión de un sentimiento profundo de alegría o de tristeza, profundiza, el mismo sentimiento de que brota, etc. -
Esto que en la Renovación Carismática se hace espontáneamente: que el cuerpo participe en la oración, discretamente, lo hacemos naturalmente y con gran espontaneidad en nuestro comportamiento y en el mundo de relaciones diversas en que vivimos inmersos.
-
Los gestos y movimientos que puedan darse, cuando son auténticos, no responden a la dirección de un servidor exaltado, ni a un contagio de masas. Poco a poco, la persona se va sintiendo sanamente liberada de miedos y complejos y se va lanzando a publicar su fe y amor al Señor tal como es: en su totalidad aun física.
-
Las manifestaciones externas en la oración de los grupos no son algo nuevo. Se prodigan en la Escritura y en la Liturgia. No deben escandalizar, si se
144
hacen dentro del orden y el sano expresionismo. Lo “anormal” sería su ausencia en la piedad cristiana. -
Cada uno se expresa como es: No hay que pedir que todos se comporten uniformemente, ni en el tono, ni en los gestos…, siempre que no se dé lugar a lo raro, llamativo, exhibicionista, exagerado.
-
Las manifestaciones externas no son lo más importante en las reuniones de oración. Por tanto, debe dárseles la importancia que tienen y no más. Pero es una respuesta de la persona a la invitación de Dios. Se ha de cuidar mucho de que sea auténtica.
-
Sería totalmente desacertado medir o juzgar las reuniones de oración por la multiplicidad de manifestaciones externas. ni considerarlas un valor en sí, sino una expresión o reflejo de algo más profundo y sustancial.
-
Volviendo
sobre
algo
dicho
anteriormente,
como
resumen
de
las
consideraciones: “Si debemos advertir que la oración que divide o mutila al hombre no es auténtica oración. Siempre que el hombre ora, pone en juego su espíritu, su alma y su cuerpo. Todo el hombre es el se dirige a Dios, lo escucha y se compromete con El. Por eso, levantar las manos, moverse y hasta danzar, son diversas manifestaciones de la oración del hombre; inclusive son oración cuando se hacen para la gloria de Dios. Lo importante de
estos
signos
es
que
reflejan
lo
más
íntimo
e
invisible.
Son
manifestaciones que corresponden a una profunda actitud de fe” -
En las reuniones de oración no hay coacción alguna para adoptar tal o cual manifestación externa. Las personas suelen sentirse libres para expresarse por ellas o no. Si es conveniente darles instrucción sobre su valor y su uso. Y, cuando pareciere conveniente, ayudar discretamente a las personas a superar los prejuicios o inhibiciones 1.
B.
El cuerpo como signo Sobre el tema que nos ocupa, se ha escrito no poco últimamente. Nos limitamos a resumir algunas citas y a dar otras fielmente. a) El cuerpo sino de nuestra interioridad: -
Hoy se dice, el cuerpo es el signo real del hombre, es la expresión de su interioridad. Cuando corporalizamos nuestra oración, es decir, cuando hacemos intervenir a nuestro cuerpo en ella, por la actitud de nuestros brazos, por ejemplo, y de nuestras manos alzadas, etc., es nuestra interioridad la que se expresa en estos signos externos corporales. Si realmente son auténticos, representan la humildad, la confianza, el ardor, el grito de nuestro ser íntimo que elevamos a Dios, juntamente con la oración de nuestro espíritu.
145
-
“El hombre es una unidad de cuerpo y de alma. Por consiguiente, se da un comportamiento verdaderamente humano cuando los procesos espirituales o mentales se expresan físicamente, y cuando los actos físicos aparecen espiritualizados y sublimados, es, decir, cuando todo el hombre participa de ellos. La exteriorización de su vida interior no es, pues, en el hombre algo superfluo o superficial. Esta estructura básica del hombre se ve confirmada e iluminada por la Revelación. Dios, revestido de corporeidad, sale al encuentro; en la encarnación del Verbo Eterno (Jn 1,14), en la apariencia concreta de la Iglesia como cuerpo (Ef 2,15), en la predicación de la Palabra, en los signos sacramentales. A nuestra forma sacramental con la que Dios nos aborda. se debe adecuar nuestra forma de responder….Renunciar a la expresión corporal de la fe no es señal de mayor interiorización, más bien, es un peligro para la piedad” 2. Esta recuperación de la expresión corporal en la respuesta del hombre al don de la gracia divina es uno de los rasgos básicos en la Renovación Espiritual de la Comunidad. (Así llaman en los países de habla alemana a la Renovación Cristiana en el Espíritu Santo).
-
“Cuando hacemos sensible y corporizamos este acto de la oración, de forma que nos oímos hablar con Dios, entonces se trata de algo serio, porque no podemos volvernos atrás y porque estamos afirmando al mismo tiempo, que Dios está realmente presente. Además de esta forma nosotros oramos con toda nuestra persona, con todas nuestras capacidades, no solamente con la razón, sino también con nuestro corazón y nuestras emociones”3.4.
b) La expresión corporal de la oración, signo de nuestra entrega personal a Dios: -
Cuando realmente los signos manifestativos de la vivencia interna profunda son auténticos, vienen a ser elementos de un proceso personal que consiste en una entrega de sí mismo a Dios. Suscitados por la acción del Espíritu que actúa en lo íntimo del hombre para darle expresión externa a su influencia, a su obra de transformación en Cristo, participan de la respuesta del alma al enriquecimiento del mismo Espíritu. Y ésta, fundamentalmente, consiste en la entrega al Señor, a su voluntad.
-
El valor de las expresiones corporales, por tanto, es múltiple y el sólo hecho de entrar a participar en la realidad íntima religiosa que se opera en lo íntimo de la persona, sería razón suficiente para desterrar
146
temores infundados y usar estos signos dentro del orden, la moderación, y la sana libertad de los hijos de Dios. “Sin embargo, es evidente que tales signos manifestativos se reducen en seguida a una retórica vacía, si no presuponen la experiencia de una comunidad espiritual, que vive del testimonio personal ante los demás con los demás”5 -
Consecuencia: No se ha de ver el gesto de imponer las manos (y otros que frecuentemente usamos) como rito mágico o un sacramento ni siquiera como un sacramental. Es, simplemente, la plegaria en acción. Se emplea con la plena convicción de que el ademán en sí no produce nada. Dios sólo es el que da la gracia o concede el favor solicitado, sin depender para ello de dicho ritual. El gesto simboliza el hecho de que la gracia de Dios a menudo es concedida a través de una o varias personas y especialmente por medio de la comunidad. Dios bendice la fe de la persona que hace ese gesto de culto.
C.
Manifestaciones externas más frecuentes en las reuniones de oración. a) -
Imponer las manos. (Entre otros, tiene estos significados): Es un gesto de bendición (Gen 48,13-16; Mt 19,13-15). Gesto fraternal para pedir por los enfermos (Mt 8,3;9,1; Mc 1,41 5,23; Lc 4,40; 13,13, etc.). El Señor lo indica a los apóstoles (Mc 16,18). Los apóstoles le emplean para orar por la salud de los enfermos (Hech 9,12,17;28,8). Gesto para pedir la Efusión del Espíritu Santo (Hec 8,17-19; 9,17-18; 19,5-6).
-
Gesto para consagrar una misión (Hech 6,6; 14,23; para pedir la bendición sobre una misión (Hech 13,3) y también para pedir la protección de Dios sobre quienes eran enviados a una misión apostólica (Hech 13,3). Para pedir por los responsables de las comunidades (Hech 6,6). Pablo recomienda a Timoteo que no imponga las manos ligeramente (1 Tim 5,22) En la Renovación Carismática se emplea, especialmente, para pedir a Efusión del Espíritu Santo: para orar por los enfermos; por sanación interior (nunca por liberación).
147
-
En la imposición de manos se han de tener en cuenta las circunstancias, las personas (si se las supone renuentes…); la conveniencia o no, la extrañeza de las personas…. Y siempre procurar que no se la mire como algo mágico.
b) Levantar las manos: En el AT aparece como un signo para reforzar las actitudes de oración (Ex 9,29-33; 17,11-12; 1 Rey 8,22; Sal 28,2 Sal 77,3; Sal 88,10: Sal 134;10: Esdr 9,5; etc.). En el NT: Jesús alza las manos para orar y bendecir (Lc 24,50). San Pablo pide a los fieles que oren levantando sus manos sin ira, hacia el Señor (1 Tim 2,8). Es un gesto común y señalado en la Liturgia como actitud externa que debe acompañar a la interna del sacerdote. Así, en presencia y representando a la asamblea se presenta como modelo
de
posible
imitación
de
los
fieles
a
su
tiempo
y
“oportunamente” en sus oraciones comunitarias y privadas. Más que extrañarnos
por
qué
orar
levantando
las
manos,
deberíamos
preguntarnos por qué no lo hacemos cuando verdaderamente la actitud interior y la misma oración parecen demandarlo. Siempre, sin embargo, debemos considerarlo no esencial y sentirnos libres para hacerlo o no. La posición de las manos, que puede ser diversa: elevadas, en cruz, plegadas en recogimiento, etc., es, sobre todo, al menos en la Renovación Carismática, levantadas hacia el cielo. En todo esto, como en otras muchas cosas, el grupo de oración debe ser educado progresivamente para que se libere de la timidez y aprenda a hacer un uso correcto y discreto de sus brazos y manos, que intensifique la actitud interior de oración por el cuerpo asociado a ella, y, al mismo tiempo, que nazca de fervor de la oración. Pero siempre con sana libertad de hacerlo o no. c) Cantar: Dada la importancia fundamental que esta manifestación corporal tiene en la Renovación Carismática, le reservamos una explicación detallada. d) El beso de paz: “El abrazo de paz se solía rubricar, en el mundo bíblico, por medio del beso” 6. Abundan los textos de la Escritura donde se habla del ósculo como signo de saludo y expresión de la amistad (Gen 29,11;Ex 4,27; 1 Sam 20,41; Lc 15,20).
148
Los primeros cristianos expresaban, en sus comunidades su amor fraternal por el beso santo (Rom 16,16; 1 Cor 16,20). Hemos de saber usar este hermoso signo: con todo respeto, pureza de
intención,
manifestación
de
perdón,
de
reconciliación,
de
aceptación y, sobre todo de acogida fraternal y manifestación del amor en Cristo
7.8
D. Pensamientos y sugerencia sobre el cuerpo en su relación con el culto a Dios Tenemos muy en cuenta el capítulo 3 de la obra de W. Stinisen: “Meditación cristiana profunda” 9. Como breve introducción habría que afirmar que: la dimensión corporal es un don de Dios, que el hombre debe recoger con agradecimiento.
Por
él,
entre
otros
dones
que
implica,
uno
principalísimo es poder comunicarse con el hombre y es también un modo fundamental de comunicarse con Dios. El cuerpo, pues, considerado cristianamente tiene una significación profunda no sólo en la manifestación de la persona humana, sino también como vehículo e instrumento de nuestra comunicación con Dios. Por tanto, juega, bajo la acción del Espíritu Santo, una tarea importante. Es la obra de nuestra vida en Cristo Jesús. Sin embargo, su valor, significación y cooperación es relativa. No podemos caer en el error pagano de darle un valor ni absoluto ni superior al de nuestra alma. El cuerpo es cuerpo, gracias al espíritu que espiritualiza la materia y la capacita para las obras en que interviene. a)
El sentido del cuerpo humano: Procedemos por abreviaciones o síntesis, dada la extensión del tema:
-
El cuerpo, según la revelación, es creado por Dios, aunque se prescinda del modo.
-
Lo más admirable es que el Verbo de Dios lo ha confirmado haciéndose voluntariamente hombre como nosotros (Jn 1,14; Gal 4,4). Tomó un cuerpo que pertenecía a su ser plenamente. Creció, trabajó, predicó, hizo milagros, vivió y murió y su cuerpo tuvo en todo este acontecer una parte fundamental e irremplazable.
-
La encarnación del Verbo vino a significar que también el cuerpo del Hijo de Dios era el prototipo del cuerpo de cada hombre. Le confería, así, una nueva dignidad, respeto, santidad y también en
149
su cuerpo es el “primogénito entre muchos hermanos” (Rom 8,29). -
Y tan admirable fue su elevación que, cuando el Verbo se hizo carne, el cuerpo humano, en la persona de Jesús fue introducido en el seno de la Trinidad. Y San Pablo nos urge con el pensamiento de nuestro cuerpo es Templo del Espíritu Santo (1 Cor 6,19). Por eso el comportamiento del hombre con su cuerpo no es precisamente el del ángel, sino el de Jesús con su propio cuerpo.
-
Nos salvamos por la gracia de Dios y por nuestra cooperación que damos con las buenas obras hechas en estado de gracia a Dios. Aquí entra también de un modo inevitable y agradecido al Señor, la función del cuerpo: Los signos sagrados de los sacramentos son actos que realiza el sacerdote y el fiel por medio de su cuerpo. En el sacerdote van acompañados por las palabras sacramentales que pronuncia. El fiel ofrece su cuerpo (su boca, sus manos, su cabeza, su palabra)… en los diversos sacramentos, sin lo cual no participaría en la gracia sacramental.
-
Parece que hemos perdido o debilitado la percepción viva del aspecto corporal de los sacramentos que era tan común y actualizada por los primitivos cristianos. He aquí una bella oración o
confesión
de
fe
de
estos
hermanos
nuestros
que
nos
precedieron y pueden enseñarnos mucho respecto de este misterio de nuestro cuerpo cristiano: “Como el pan terreno, después de haber realizado la invocación de Dios no es ya pan ordinario, sino Eucaristía, constituida por dos partes, una terrena y otra celeste, así también nuestros cuerpos que participan en la Eucaristía son incorruptibles, porque tienen la esperanza de la resurrección” (San Ireneo, año 130-200)10. -
Más aún, y es como el designio de Dios sobre nuestro cuerpo., “participando de las bendiciones de la encarnación, el cuerpo vive desde ahora su espera de lo que el Nuevo Testamento llama nuestro cuerpo glorioso cuyo modelo es el cuerpo glorioso del Resucitado (1 Cor c. 15). El mismo Espíritu que ha resucitado a Jesús de entre los muertos dará también la vida a nuestros cuerpos mortales” (Rom 8,11).
150
Como
conclusión,
podemos
decir
que
el
cuerpo
en
sus
manifestaciones es la forma visible de la persona humana, que intenta expresar la naturaleza del hombre. Es importante captar el simbolismo del cuerpo humano paa que se nos facilite la integración del mismo en la personalidad profunda. “La forma corporal del hombre es una cruz levantada. Una cruz se compone de dos líneas rectas, una vertical y otra horizontal, que s e entrecruzan formando un ángulo recto”11. La línea vertical es vivir en la perspectiva de la eternidad; la línea horizontal es acoger al mundo en que vive, permaneciendo, darse de tal modo incontrolado que se pierda. Es el ejemplo de Cristo elevado sobre la cruz, situado entre el cielo y la tierra, abrazando al Padre y al mundo. Es la imagen original del hombre. A partir de lo expuesto se nos puede facilitar la asociación del cuerpo a nuestro culto a Dios y a nuestra oración de alabanza, dentro de la verdadera autenticidad, sin coacciones, ni externas ni internas, sino en la plena libertad y conciencia de que queremos manifestar nuestro interior e intensificar nuestra comunicación con Dios 12.13.
151
XVII.
CARACTERISTICAS DEL GRUPO DE ORACION: Anotaciones aclaratorias a) No se trata de “programar” una reunión de oración, aunque es muy conveniente prepararlas, al menos en sus líneas generales y aun concretas; pero con la “flexibilidad” suficiente. Así, por una parte, se evita el desorden, capricho, improvisación, etc., y, por otra, se da cabida a la “variada” actuación del Espíritu que es a quien, realmente, debe guiar la oración. b) Tampoco se trata de que todas tengan las mismas características, aunque haya aspectos que no deban faltar, cualquiera que sea el desenvolvimiento de la oración, si es verdaderamente oración carismática. c) Se describen, sencillamente las notas comunes que aparecen en las diferentes reuniones de oración y que son MANIFESTACIONES DE LA PRESENCIA Y DE LA ACCION DEL ESPIRITU EN SU PUEBLO.
1. Características: a) Oración “carismática”: (Completamos lo expuesto sobre el tema en otra parte). -
Sobre todo, por la presencia y actuación del Espíritu, dador de todo carisma. El grupo y cada persona sebe por tanto, estar abierto al poder del Espíritu.
Es el Espíritu quien construye, edifica la comunidad en el amor de Cristo, no las personas que asisten ni los dirigentes del grupo.
El Señor, por su Espíritu, es el dueño de los dones que adornan la comunidad. A nosotros no nos queda sino ser vehículos de esa fuerza de lo alto, del poder del Espíritu. El es quien está renovando la faz de la tierra, formando al pueblo de Dios.
Cada miembro debe poner “con humildad” al servicio de sus hermanos, el don que haya recibido del Señor. Son para provecho de la comunidad (aunque redundan en bien espiritual del que es utilizado por el Señor).
a) Orientaciones sobre los carismas: 1ra. Si la comunidad no tiene (después de cierto tiempo), los carismas del Espíritu. -
hay obstáculos que se oponen:
-
o no se ha entendido el plan de Dios; “Dios quiere formar a su pueblo”. Para eso nos reúne.
152
Nosotros no somos sino colaboradores de su obra, instrumentos de su poder que participamos en esa construcción como piedras vivas, edificadas sobre la Piedra Angular que es Cristo. Los carismas son la manifestación de que Dios está formando y edificando su pueblo (Ef 2,20). 2ª. Es un error limitar los carismas a los enumerados por San Pablo en 1 Cor 12,7-9. Hay otros muchos. Hay otras listas de carismas: 1 Cor 12,28; Rom 12,6-8; Ef 4,11-12; 1 Pedr 4,10-11; y puede afirmarse que son tantos cuantas son las necesidades de la Iglesia. 3ª. No se deben sobrevalorar de modo que se les de la primacía sobre los “frutos del Espíritu” 4ª. Ni se debe tener ansia de que aparezcan en los grupos incipientes prematuramente, ni temer ayudar a que se manifiesten cuando el Espíritu los quiera suscitar. 5ª. Se dan de evitar dos extremos: el miedo infundado y hacer de ellos el centro del grupo de oración. Peligros, existen y existirán. Por eso hay un don especial (el principal de todos) el de DISCERNIMIENTO. Aunque se dan diversos y válidos modos de discernir. El “infundado” temor reprime los dones. Muchas veces el temor a los “malos carismas” no deja aflorar los verdaderos. El criterio de San Pablo es actual y verdadero: “disciérnanlo todo y quédense con lo bueno” (1 Tes 5,19-21). En la reunión de oración debemos ser sanamente atrevidos en nuestra fe: pedirle a Dios que se manifieste con curaciones, señales y prodigios por el nombre de su Santo Siervo Jesús (Hech 4,30). Los diversos carismas deben ser elementos normales en los grupos de oración. A través de los carismas (si se abre el corazón a Dios) se fortalece el pueblo de Dios. Hemos de estar sosegadamente cuidadosos de “discernirlos” y de que se usen debidamente conforme al plan de Dios 1. b) Cima de Fe VIVA: -
Por la persuasión de la “paternidad divina” atestiguada por el Espíritu Santo en nosotros (Rom 8,15-17; Gal 4,4-7)
-
Por la persuasión íntima de la presencia de Jesús resucitado en medio de la asamblea (Mt 18,19-20)
-
Por la persuasión de que el Espíritu Santo ora en la asamblea y con cada una de las personas (Rom 8,26-27).
153
-
Por la persuasión de la hermandad en Cristo de cada uno con los demás, unidos, injertados en El (Gal 3,26-29).
-
Porque cada uno “construye” su fe y la profundiza en la unión en la comunidad con sus hermanos, por el Espíritu Santo. “Es un servicio a la fe de los demás” 2.
c)
Alegría: “No es el contagio de unos exaltados”.
-
“No es la mera alegría externa y pasajera”.
-
“No es la alegría provocada por medios meramente humanos”.
-
No es la alegría que podría definirse como un estado de “eduforia” psicológica, o cierto estado de “exaltación” o “emocionalismo”.
-
No es sólo la alegría de “sentirse bien” entre las personas que acogen, estiman, aman.
-
No es sólo el gozo de una sana amistad.
-
No
es
sólo
el
gozo
de
sentirse
expansionado
psicológica
y
espiritualmente: realizado en anhelos profundos psicológicos y espirituales. (En este último apartado hay aspectos y valores no despreciables; atendibles, pero necesitan ser purificados y sublimados por nuevas motivaciones y aspectos sobrenaturales). -
Es la alegría de lo que significa para nosotros Dios, Padre nuestro.
-
El es el primero que se alegra y regocija por vernos más junto a El, o de vuelta a la casa paterna.
-
El es la alegría de ser El, Padre amado, el objeto de nuestra “alabanza”;
el
gozo
de
su
“presencia”
cercana,
íntima
y,
frecuentemente, experimentada con fuerza en el amor. -
Es el gozo “fruto del Espíritu” (Gal 5,22): de su presencia, de su actuación en lo más íntimo de nuestro ser, en nombre del Señor Resucitado, presente en la comunidad.
-
Es el gozo de percibir (al menos en fe), que nuestra vida va siendo transformada por la fuerza del espíritu a imagen de Jesús (Rom 8,2829).
-
Es el gozo de la “comunión en Cristo, en la misma fe, la misma esperanza, la misma caridad, el mismo fin, la misma búsqueda, la común construcción espiritual con los hermanos.
-
Es un gozo que es SANA “EMOCION”; PERO EN UN CLIMA DE “PAZ”: Hay un elemento, una raíz profunda humana: todo ser ha sido hecho para amar y sentirse amado…Pero este elemento humano, que forma
154
como el sustrato, es elevado al plano sobrenatural por la actuación del Espíritu Santo. Este sentimiento es legítimo y debe ser cuidado y expresado cuando es sano; expresado con naturalidad, con orden, respeto a las personas y a la comunidad. No debe ser reprimido, sino controlado y no permitir que degenere en “emocionalismo” Es mejor prever, sin temor, y orientar, que reprimir3. El gozo en los grupos de oración es muy diverso, siempre dentro del orden y conforme lo pida la situación o momento de oración y, sobre todo, la guía del Espíritu: Puede ser festivo, aun desbordante; a veces sereno y profundo: solemne, pero sin dar entrada a la tristeza 4. Es compatible con cualquier estado de ánimo y puede darse aún en las situaciones más dolorosas (Fil 3,7: 4,4: 2 Cor 7,4: Hech 2,46). La alegría en el Espíritu fue una característica de San Pablo, una vida rebosante de alegría en medio de las dificultades. Y fue, sobre todo, la característica de Jesús 5. d)
Paz: -
NO es la ausencia de problemas.
-
ES: “sosiego interior”, reposo tranquilo en Dios, seguridad íntima de la conciencia, descanso sereno y firme del alma.
-
Es fruto del Espíritu (Gal 5,22)
Nuestro Padre, Dios de Paz, se deja sentir en la oración dando una paz, “no como la da el mundo.
La palabra “paz” designa, en la mentalidad hebrea mucho más que un descanso subjetivo del alma: abarca todos los bienes que se pueden desear: es el bienestar total de una calidad difícil de describir.
La paz del Señor resucitado (Jn 20.19.21.26) es la posesión de la “verdad” (en el sentido que tiene en San Juan) con toda la plenitud de la presencia divina que está al abrigo de las vicisitudes de esta vida, dándoles seguridad de que superarán los obstáculos que el mundo opondrá a su testimonio 6.
Es un elemento constituido del Reino de Dios (Rom 14,17). Es la paz que custodia nuestros pensamientos, nuestros corazones 7.
-
Proviene: Es signo tangible de la presencia de Cristo que no sólo nos da su paz, sino que El mismo es nuestra paz (Ef 2,14).
Proviene de la experiencia que nos da el Espíritu de sentirnos hijos amados del Padre en Cristo Nuestro Señor. Si EL está con nosotros,
155
nadie puede arrebatarnos de su mano porque nada ni nadie podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús (Rom 8,39). -
Diversas clases de paz:
Paz sincera y sentida.
Paz bajo la tormenta 8. “Un signo de una reunión llevada por el Espíritu es el descanso y la paz que experimentan los participantes, ya que todos tienen puesta su seguridad en Dios, que nunca ha fallado ni puede fallar” 9.
e) Unidad: -
Proviene de Cristo presente en la asamblea. El principal apoyo de las asambleas de oración son las palabras del Señor: “Donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy y en medio de ellos” (Mt 18,20)
-
Unidad por la conciencia de ser miembros del Cuerpo de
10
Cristo (1
Cor 12,12ss.) -
Porque el papel de cada uno no es colocarse por encima de los demás sino ayudarlos a pertenecer totalmente a Cristo (1 Cor 3,21-23).
-
Porque el rendimiento profundo del amor y de la unidad se alimenta y tiene su expresión más fina y fortaleciente en la Eucaristía (1 Cor 12,7.22-73)
-
Cada uno, sobre todo los servidores, tienen la persuasión, a pesar de los fallos, de que es deber de todos conservar y crecer en la unidad (Fil 2,3ss).
-
La unidad existente “acepta el principio y aplicación de la libertad cristiana: la liberación total del hombre efectuada por Cristo y que el objetivo de la libertad es el mutuo servicio por amor” (Gal 5,1-13)11.
-
Unidad que no se transforma en “uniformidad”, sino en la aceptación de la sana variedad y de los diversos caminos y dones de Dios (1 Cor 12,7).
-
Unidad, cuya expresión concreta es la vivencia del amor, sobre todo en las circunstancias determinadas de la vida. Trata de olvidarse de sí para estar al servicio de los demás, disponible, en armonía con las propias obligaciones: ayudarse, visitarse, acogerse, consolarse, orar unos por otros; a veces, prestarse el apoyo económico posible. Se reconcilian fraternalmente, etc.
f)
Participación espontánea en la oración:
-
(Completamos lo expuesto sobre el tema en otra parte)-, porque no siempre se comprende y practica bien esta característica de la oración en los grupos.
156
.
-
Fundamento: “bíblico” y “teológico”:
Las oraciones de Jesús Padre rezuman sencilla espontaneidad: Es el Hijo “amado” que se comunica con el Padre “querido” y se presenta ante El con el corazón rebosante de amor confiado, guiado por el Espíritu que te inspira en su oración y en sus obras: (Lc 10,21; Jn 11,41).
Dios nos ama como somos; nos acepta tal como nos ve, porque es bueno. De esta realidad hay una experiencia grande y una conciencia muy despierta en la Renovación Carismática. Por eso las palabras con que se ora son palabras que brotan a impulsos del Espíritu, desde la intimidad de la persona (Rom 8,1415).
-
Qué no es la oración espontánea:
No es lanzar lo primero que se ocurre, fuera lo que fuere. En esto debe darse discreción (y aun cierto discernimiento).
No es amarse uno interiormente su oración primero, y descrita después en alta voz.
No es orar cuando otro lo está haciendo, ni siquiera orar, aunque sea con fervor, cuando se me ocurra. (debe darse un orden en todo, que es precisamente hacerlo cuando me toque mi turno).
No es “aislarse en la intimidad del corazón con el Señor”. Para eso hay otros momentos. Dejaría de ser oración comunitaria compartida si todos o la mayor parte tomarán esa actitud (Mt6,6).
-
Qué es la oración espontánea:
“Oración comunitaria donde cada uno, expresándose libremente, ayuda, sostiene y alimenta la oración de los demás” (Paulo VI). Nos expresamos ante El sin máscaras porque somos conscientes de que la oración es aceptada por el Padre ya que es la oración de sus hijos.
En la oración comunitaria se participa la misma fe y la misma vida. Cada uno, por tanto, se expresa abiertamente para que nuestros hermanos se unan a ella y sean beneficiarios de los bienes que Dios derrama y se unan en alabanza y adoración, al Dios que todo lo merece.
Lo importante no es decir mucho ni literariamente muy bien, sino abrir nuestro corazón al Señor.
Es unirse, desde el interior, sencilla y fervorosamente a la oración que un hermano pronuncia. Cuando son oraciones compartidas por
157
toda la asamblea, cada uno se expresa desde su corazón, moderación, armonía. En la oración espontánea compartida se ha de evitar cuidadosamente el “formulismo: la rutina”… que crea cansancio, engendra ineficacia, retrae de la asistencia… ES MUY IMPORTANTE CULTIVAR LA ACTITUD DE “hijos ante el Padre” Oración SENCILLA – LIBRE (en su verdadero sentido) -
INTIMA – LLENA DE AMOR, DE PAZ, DE GOZO profundo.
-
Indicaciones prácticas para intervenir. No hacerlo si no me siento en paz; si siento que mi deseo procede, principalmente, de un impulso natural. Entonces pedir al Señor que me serene interiormente, que me introduzca en la escuela profunda de lo que se vive en la asamblea y de lo que vive en el fondo de mí. Si me encuentro en paz interior y percibo la coherencia en mi ser interior entre lo que se vive en la asamblea y lo que hay en mi corazón, y dentro de mí existe una “palabra” (para ser dicha) no dudar en manifestarla alabando, tal como se ofrece: sencillamente, aunque su formulación no sea perfecta. Si dudo y no acierto a ver claro, puedo entonces escoger entre el abandono total al Señor, dejando la lucha interior. Volverá de nuevo y con fuerza, quizás mayor, de modo que me sienta nueva y más fuerte urgido a expresar lo que hay en mi corazón. O puedo suplicar al Señor que otra persona diga lo que dudo expresar, si lo que vive en mí es para manifestarlo, en alabanza, al Señor. No olvidemos que la oración, bajo cualquiera de sus formas, es un don. Formarse y educarse en el arte de orar (en el grupo de alabanza) es liberar este don. Esto supone ensayo, lanzarse en fe y caminar como a tientas, en un avance progresivo con la confianza puesta en el Señor 12.
g) Orden en la participación: La exhortación de San Pablo: (1 Cor 14,33; 1 Cor 14,40). -
“El círculo de oración es el lugar donde el amor de Dios puede trabajar para hacer de nosotros su pueblo elegido” 13. El desorden se convierte en un obstáculo que bloquea la acción transformadora del Señor y perjudica la sana espontaneidad.
-
El desorden no sólo modifica desfavorablemente a los que se acercan por primera vez, sino influye en el ambiente exterior y, sobre todo, nos arranca a un clima interior de paz, de amor y de unidad
158
necesarios como cooperación del hombre a la obra del Espíritu. Dios no actúa en el desorden. -
En el orden es el Espíritu Santo quien invisiblemente dirige el grupo y armoniza; infunde y mantiene la paz y el sosiego.
-
Para que el grupo de oración se desarrolle en el orden, no debo ir buscando en él lo que no se le puede exigir o sola, ni principalmente.
-
ORDEN: En el tiempo debido En la duración. En la “voz” En las manifestaciones “corporales” o “externalizaciones” En el uso y modo de utilizar los carismas.
-
Tres cosas que ayudan al orden necesario: El desarrollo de los diversos tipos de grupos de oración. La dirección del servidor. El comportamiento de la comunidad: La comunidad. Los servidores. El responsable.
-
La “corrección oportuna” –con amor- con firmeza: ¿A solas? ¿En público? “En una oración según el Espíritu todo se desarrolla con orden maravilloso, deslizándose suavemente, sin violencia. El Espíritu es el gran maestro de ceremonias que dirige la oración con un equilibrio extraordinario entre la libertad y orden. Sólo El puede hacerlo de esta manera” 14.
g)
Compromiso: -
Es remontarse a la fuente: al ser mismo de la Renovación Carismática:
-
A la actuación del Espíritu: mística y apostólica 15; a sus frutos.
-
Al dinamismo de la Fe viva y del amor: la doble “armónica” dimensión cristiana que parte de la “adhesión total” a Cristo.
-
Las fidelidad a la “fiel y plena ADHESION, a la Iglesia y a sus pastores:
enseñanzas,
normas
generales
y
concretas
para
la
Renovación Carismática. -
El fruto de la oración debe proyectarse en un compromiso de la vida total: “Este es un gran signo muy específico por el cual se juzga la obra de Dios”.
159
-
“LA REUNION DE ORACION NO ES SINO EL CUERPO DE CRISTO. LA COMUNIDAD CRISTIANA EN ORACION. ESTA COMUNIDAD HA SIDO ENVIADA POR EL MISMO CRISTO PARA UNA
MISION,
PRECISAMENTE
LA
MISMA
QUE
EL
PADRE
LE
ENCOMENDO A EL” (Jn 20,21). -
LO ESENCIAL: es el comportamiento con el Señor como El quiera y donde El quiera. Lo esencial no es hacer muchas cosas “sino la voluntad del Señor, la cual sólo se descubre en la oración y en los signos de los tiempos”/ No se trata de trabajar por trabajar, sino de trabajar en la viña del Señor y en lo que El quiera.
-
Como la Renovación Carismática es una corriente de gracia en la Iglesia y para la Iglesia, ha de tener sus preferencias donde las tiene el Señor y su Iglesia: La EVANGELIZACION y el compromiso con los más necesitados. (Recordemos los compromisos preferenciales según Puebla) “SEGURAMENTE
EL
SEÑOR
QUIERE
ALGO
MUY
CONCRETO
Y
ESPECIFICO DE LOS GRUPOS DE ORACION EN LA IGLESIA. ESTOS GRUPOS NO ESTAN LLAMADOS A SER UNA CLASE ESPECIAL O AISLADA DE LA GRAN COMUNIDAD ECLESIAL: TODO LO CONTRARIO, INFERTADOS DENTRO DEL TRONCO DE LA IGLESIA, DEBEN SER UN FERMENTO DE RENOVACION” 16. -
La falta de compromiso puede llevar al círculo a su muerte.
-
Es un signo de crecimiento y profundidad de una reunión, la proyección apostólica de sus integrantes. PERO: No debe degenerar en “activismo” No deben sobrecargarse, ni menos dejar de atender sus obligaciones de estado. El compromiso, si está hecho según Dios, parte de la oración… y es un estímulo para intensificarla.
i) El amor: La atmósfera, el clima en el que se mueve todo el grupo de oración entre los participantes, es el amor. Hablamos del grupo en cuanto tal, por eso ni se descarta ni se niega que haya personas que no están en este clima ni se hayan dejado captar por el. Muchas de las personas que habitualmente asisten a los grupos de oración, han experimentado el amor de Dios, aun de manera intensa y frecuente. No sólo creen en él, tienen una profunda convicción que
160
ha nacido de la fe en la Palabra de Dios y en la experiencia del amor del Padre en Cristo Jesús. Cuando este amor ha llegado a un alma, tiende a convertirse en una irradiación del mismo para con las personas que el Señor pone en su camino. En los grupos de oración se ha de procurar vivir realmente esta característica fundamental cristiana (Jn 13,34-35: 1 Cor c. 13). Se procura hacer realidad lo que Pablo VI dijo: “El amor, la comunión profunda de las almas, ha de ser el fruto por el cual se conozca el árbol de la Renovación” 17. El P. D. Mollat, tan sabio escriturista y que en su vida participo en los grupos de oración, tiene esta afirmación alentadora: “La renovación carismática hoy es renovación en el amor fraterno. Ante este signo se puede decir que “viene de Dios” (1 Jn 4,1)18 Entonces podemos también afirmar que la presencia y la acción del Espíritu Santo son intensas en el grupo de oración que vive el amor. Por eso no hemos de extrañarnos de que el grupo de oración haya sido para tantos y siga siéndolo con la misma intensidad hoy, lugar privilegiado de conversión y de crecimiento espiritual. Y como una “añadidura” preciosa. También de curación interior, porque el amor del Señor es el medio por excelencia para ello. k) En compañía de María: La importancia de María es fundamental en la Renovación Carismática. La expresión de Pablo VI resume cuanto se pueda decir sobre ello: “Esta Renovación no puede caminar si no es de la mano de Pedro y de y de María”. -
Por su papel en el “misterio de Cristo”
Madre del Hijo de Dios y del Redentor (Ga 4,5): Hija predilecta del Padre y sagrario (LG 53).
Madre espiritual de la Iglesia (LG 53).
Miembro excelentísimo y enteramente singular de la Iglesia, tipo y ejemplar acabadísimo de la misma en la fe y en la caridad” (LG 53,63).
Por ser modelo de todo cristiano:
Fiel “discípula” de su Hijo (LG 65).
Modelo de “espiritualidad carismática”: Por su receptividad a la Palabra de Dios (Lc 1,26ss: Lc 11,28). Por su apertura a la acción del Espíritu Santo (Lc 1.26ss.).
161
Por su experiencia de los dones carismáticos (Hech 2,1ss.). 2.
El papel o la misión del que dirige la oración En otra parte se específica detenidamente su tarea en cada uno de los elementos que integran una reunión de oración. Ahora damos algunas orientaciones generales importantes: Es de gran importancia contar con servidores que conozcan, asimilen y realicen su misión. Por eso reviste una importancia capital su elección y formación. De más está decir que no debe ser necesariamente siempre el mismo a los mismos. Resumimos, sin agotar, ni mucho menos, su papel en el grupo de oración a los siguientes aspectos. Presuponemos que dentro del esquema que suele usarse en los grupos de oración, debe haber una discreta, sana y creativa flexibilidad. Ni rigidez, ni desorden, ni capricho. 1.
El servidor o los servidores del grupo de oración (es muy importante que sea más de uno), deben velar para que las líneas de fuerza mencionadas se mantengan siempre presentes: La presencia de Jesús, la apertura al Espíritu, la comunión fraternal, la alabanza, la Palabra de Dios, el silencio… Igualmente debe velar para que el clima interno de recogimiento y las características propias del grupo de oración existan y perduren.
2.
Los servidores han de velar para que se dé, realmente, un sano equilibrio entre los elementos citados y otros que aparecen en el esquema, no siempre fácil de conseguir. Dentro de esta flexibilidad no olviden los servidores el puesto de privilegio que corresponde a la alabanza.
3.
La intervención de los servidores debe ser discreta, parca, orientadora, eficaz. A los comienzos de un grupo de oración su intervención es mayor, pero siempre discreta y moderada. A medida que avanza. Se hace más y más parca, sin desaparecer nunca. El servidor (nos referimos particularmente al que dirige el grupo de oración). Vela para que todos estén a la escuela del Espíritu que nos habla a través de nuestros hermanos del grupo de oración.
4.
El servidor es una persona que anima al grupo, pero sobre todo, el que vela por el buen orden de la oración; que actúa para que el Espíritu no sea apagado o se obre desordenadamente, con una falsa pretensión de provenir del Espíritu. Quien, fundamentalmente, anima, desde dentro, es el Espíritu.
162
5.
Una tarea fundamental; delicada y no fácil de realizar es percibir lo que el Señor ha dicho a la asamblea y, expresarlo al fin de la misma. El que dirige la reunión de oración ante todo es el que está a la escucha del Espíritu. Todo lo enumerado se hará progresivamente. Nada peor que forzar las cosas. Lo fundamental es abrirse a la acción del Espíritu en fe y en generosidad. La responsabilidad y seriedad con se toma la oración no excluye, al contrario, pide la expansión del corazón, ese ambiente interno de alegría que trasciende a todo el grupo… Así el Espíritu Santo nos transforma y nos construye “hombres nuevos”
163
XVIII. NORMAS Y ORIENTACIONES PRACTICAS PARA LOS GRUPOS DE ORACION 1. Normas prácticas Para quienes tengan interés por mejorar su grupo de oración, podrán ser útiles las 13 sugerencias que da el Padre Jorge Kosicki, C.S.B.: 1. La oración compartida se basa marcadamente en la Sagrada Escritura, Venga con su Biblia. 2.
La oración compartida tiene gran espontaneidad, aunque debe ser preparada. La preparación es la oración personal, la penitencia de cada participante, y la disposición de estar abierto al Señor.
3. El salón y el arreglo físico es importante. Debe haber el mínimo de distracción física. Es importante que todos en un grupo puedan oírse unos a otros. Es mejor cuando los participantes se sientan en círculos unos frente a otros. 4. La oración compartida es difícil para muchos de nosotros porque estamos acostumbrados a no compartir nuestra oración. Orar en voz alta en nuestras propias palabras ante otras personas, al principio no es fácil. Lo importante es que todos estén orando realmente juntos en Cristo. 5. Durante la oración uno debe poner su atención en Jesucristo, no en sí mismo ni en los demás, La concentración en El durante la oración es la medida de su profundidad. 6. Al principio de la hora de la oración, es mejor evitar el diálogo entre unos y otros. Hay su tiempo para compartir en el Señor, pero el primer paso es tratar de alabar a Dios, poniendo toda la atención en El e invitándolo a venir sobre el grupo. 7. La oración compartida no es un tiempo de confesión pública o de quejarse sobre dificultades. También hay un tiempo para pedir a Dios y pedir al grupo que apoye nuestra petición y un tiempo para compartir con el grupo las profundidades de nuestra fe y las experiencias que hemos tenido sobre como Dios ha obrado en nuestras vidas. Esto afianza y edifica la fe de cada uno. 8. La oración compartida no debe ser usada para pedir por la corrección de faltas de nuestros vecinos. La verdadera oración está llena de amor. 9. Cuando el grupo está formado por personas que tienen el hábito de orar, los momentos prolongados de silencio compartido son frecuentes,. Generalmente mientras más maduro sea un grupo en la oración más
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ricos serán los períodos de silencio, ya que todos están compartiendo intensamente la presencia de Dios. 10. Cantar es importante y se recuerda que los himnos deben ser cantados como oraciones. 11. Se debe prestar atención a la oración del grupo. Generalmente se desarrolla un tema. Este no debe cambiarse a menos que haya una buena razón para hacerlo. Estamos orando juntos en Cristo. Ser sensible a la forma en que Dios está obrando en el grupo. Nuestro Señor dijo:”Si dos de ustedes aquí en la tierra se ponen de acuerdo sobre algo que quieran pedir, en oración, Mi Padre que está en el cielo se lo concederá porque donde dos o tres estén reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt 18 13-20). 12. El grupo puede saber toda la mecánica de la oración compartida y orar bastante bien; sin embargo, esto no es suficiente. El grupo ora bien en proporción al esfuerzo de cada participante por darse completamente a Dios. 13. Si queremos que nuestros grupos de oración participada tengan verdadero espíritu y produzcan abundantes frutos, invitemos siempre a María ya que Ella es la morada del Espíritu y fue la encargada de presidir la oración comunitaria en el Cenáculo que preparó al efusión de Pentecostés 1.
2.
Orientaciones prácticas para la oración en el grupo. 1.
Una reunión de oración no es un conjunto de individuos que oran. Esto es laudable. Pero no es lo que constituye el grupo de oración tal como se desarrolla en la Renovación Carismática. Es una asamblea, un conjunto de miembros de la Iglesia que sirven al Señor ejerciendo juntos el ministerio de la oración. “Juntos”, no quiere decir todos a la vez. Sino todos unidos en Cristo conscientes de la unión que tienen unos con otros y que la oración individual de una persona es la oración de toda la comunidad que se expresa en alabanza por uno de sus miembros.
2.
La palabra “oración” está en singular significativamente. Una reunión de oración. Por tanto, insistiendo en lo afirmado más arriba, no es una sucesión de oraciones. Es la obra de cristianos reunidos para orar, en el nombre de Jesús. Es una reunión de oración, no hay, pues, más que una sola oración formada en los corazones por el Espíritu Santo y que se expresa sucesivamente por labios diferentes.
165
3. Por tanto, cuando un miembro del grupo de oración ora, es quien formula la oración de todos y, consecuentemente también la mía. Debo, pues, esforzarme en orar con él; asociarme plenamente, sin dejarme impresionar ni tropezar en las imperfecciones con que esté expresada, ni menos aprovechar el tiempo para preparar la mía. 4. No se va a la reunión de oración meramente para asistir, o para escuchar a los otros, menos aún, para juzgar su oración. Se va para tomar parte en la oración a Dios, para colaborar en la obra común, sometiéndose a las directivas del Espíritu y al orden en que se suele proceder y siendo dócil a las discretas indicaciones de los que dirigen el grupo de oración. El hecho de que al comenzar a asistir al grupo de oración se encuentre uno un poco desubicado y halle dificultad en expresarse en la oración, no implica que no se pueda asociar interiormente, de un modo progresivo. En cuanto a la expresión oral de la alabanza, la experiencia da que, poco a poco, las personas se van soltando y aprenden a formular lo que ya existe en su corazón. La ayuda discreta de alguno de los servidores, fuera del grupo, contribuirá mucho este proceso de liberación interior. 5. Es realmente importante llegar a la reunión de oración descargados de las preocupaciones directamente personales: que no conciernen a Dios sino a uno mismo y que aumentan el peso interior de los demás. Para estar disponibles plenamente a la acción del Espíritu, es un requisito muy importante que debemos recordar y tener presente cuando vamos al grupo de oración. 6. Supuesto que se trata de una sola oración es importante, dentro de lo posible, que la oración se vaya construyendo de manera armoniosa. Esto se consigue actuando sencillamente y sin tratar de forzar para nada la marcha del grupo, continuando en la línea trazada y que predomina, hasta que se agote esa determinada materia. Recordemos que también aquí se puede aplicar la afirmación de San Pablo de San Pablo de que Dios no es un Dios de desorden sino de paz y de orden (1 Cor 14,33) Esta recomendación no tiene nada de absoluto. El Espíritu sopla donde quiere. No hay por qué, pues, mantener una manera de oración, un seguimiento coherente con el anterior, que quizás, a veces, el Espíritu no pone en el corazón. Pero, en esto hay que evitar cuidadosamente el capricho, la pereza, la ocurrencia del momento. Por eso antes de orar es muy aconsejable retirarse brevemente a la
166
intimidad del corazón y pedir la ayuda del Espíritu para que mi oración, guiada por El edifique a la comunidad y glorifique intensamente a Dios Lo dicho anteriormente sobre la “secuencia” de la oración, especialmente aplicable a la oración que se hace apoyada en la palabra leída y recibida en el corazón o, como algunos autores dicen, “orar la Palabra”. Sobre todo, remitimos a la instrucción en que se trata. 7. La oración es una actitud íntima y sagrada. Orar en común no es posible sino dentro de una atmósfera de confianza reciproca y dentro de un amor ardiente. Aquí tiene lugar recordar la importancia que juega la preparación previa, la formación de un clima interior y exterior que favorezca esta intimidad y el amor en que se desarrolla la oración. Es igualmente importante observar un gran respeto para cada uno de los miembros del grupo de oración. No se debe, pues, violar el secreto de la intimidad de la persona que la ha manifestado en su oración, divulgado ligeramente lo que se ha dicho en la reunión. 8. Nadie debe ser constreñido a orar en voz alta, aunque se debe animar discretamente a los participantes, sobre todo a los nuevos. Sin embargo, la
discreción
debe
tener
su
puesto
en
todo,
y
una
de
sus
manifestaciones es la indulgencia en contar con el tiempo para que se vayan habituando y abriendo paulatinamente a la oración expresada oralmente.
Cada
uno
debe
hacerse,
cada
vez
más,
disponible.
Desconfiemos seriamente de la excitación psíquica, de las palabras inútiles y fatigantes para los demás. El mismo tono de voz debe cuidarse de modo que sea natural, audible sin esfuerzo, que exprese, de un modo sencillo, la intimidad del corazón deseoso de alabar a Dios, de donde procede. Pero cuidemos de caer en cierta pasividad y en somnolencia (Rom 13,11). 9. El silencio discreto, la variedad en las maneras de orar, la construcción progresiva de la reunión de oración, la sensibilidad a la acción del Espíritu, son realidades que viven en el grupo de oración y a las que se les debe prestar toda la atención que merecen. 10. Las recomendaciones hechas más arriba, no agotan el caudal de las que pudieran ser provechosas en la oración. Recíbanse con la sana libertad de los hijos de Dios que buscan agradar en todo a Dios, proceder con orden, y vivir, desde lo íntimo del ser en alabanza y acción de gracias 2.
167
3. Complemento a los grupos de oración. A. La importancia de la etapa preparatoria: En el esquema propuesto aparece como la “introducción” a la oración. Sin ser un elemento esencial, si tiene su propia importancia orientada a disponer el ambiente exterior e interior a una oración comunitaria de alabanza… intensa, llena de la acción comunitaria de alabanza…intensa, llena de la acción del Espíritu y de un amor fraternal profundo y sincero. Cuando allí se enumera merece atención, pero aunque esta etapa preparatoria sea importante, nunca se podrá equiparar a las otras, sobre todo a lo que se designa como “el centro del grupo de oración”. Es importante, pues, que los servidores le presten atención a esos elementos que comienzan a configurar el grupo de oración, sobre todo los cantos de animación. Estos tienen, ordinariamente, una gradación que va de los cantos animados y vivos a otros más reposados hasta venir a caer en los cantos recogidos como introductorias a la “invocación al Espíritu Santo” cuya gran importancia ha quedado subrayada más arriba. En cuanto a la duración de esta etapa debe ser discreta. Quizás un máximo de 15 minutos, contando también otros elementos que aparecen en esta etapa, sea un tanto por ciento discreto en una oración que se acerque a las dos horas de duración. No hay inconveniente en tomar algún tiempo del asignado a la etapa para enseñar cantos nuevos. B. El grupo fuera de la reunión de oración y actuación del servidor Los participantes en el grupo de oración han de estar persuadidos de que sus relaciones mutuas, su comunión y servicio fraternal, no termina en la reunión de oración. Bajo la guía de algún servidor de su grupo, la unión, el interés, la ayuda, la comunión entre sí debe continuar aunque, es posible, no siempre con la misma intensidad que en la reunión de oración. Esta prolongación, fuera del grupo, de la comunión fraterna, con cuanto implica, es uno de los frutos preciosos de la acción del Espíritu Santo en la reunión de oración. Indicamos algunas manifestaciones de ella que se hallan mencionadas en diversas instrucciones. a)
El compromiso apostólico que el grupo va asumiendo, si es posible, en su conjunto; si no, individualmente dentro de las circunstancias concretas de
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las personas y de sus posibilidades, pero respaldadas por la acción de las demás que las asumen como propias b)
Reuniones por pequeños grupos, con relativa frecuencia, presididos por uno de los servidores. Su finalidad puede ser compartir espiritualmente, ayudarse
a
profundizar
la
alabanza…:intensificar
el
amor
fraterno,
estimularse en el trabajo apostólico, guardando siempre la unión con el grupo y evitando constituirse en un pequeño grupo dentro de otro mayor. c)
Tomarse especial interés por cada uno de los miembros del grupo, sobre todo
cuando
se
hallan
en
circunstancias
especiales:
enfermedad,
tribulaciones, crisis, alejamiento del grupo, acontecimientos felices: bodas, cumpleaños… En todos estos casos y otros es de especial a grado la presencia física, al menos de uno o de varios delegados del grupo; el obsequio sencillo y,
sobre todo, la oración que muestra de un modo
especial la solidaridad de todos con la situación de un hermano o hermana. d)
La ayuda económica discreta cuando alguno de ellos se encuentra en circunstancias que rebasan las dificultades normales; u otra clase de ayuda equivalente. La visita personal cuando uno está enfermo suele causar gran alegría y dar mucho consuelo. Igualmente las llamadas discretas por teléfono…
e)
Compartir una o varias veces al año a nivel de amistad también social y familiarmente en una comida o cena, una excursión, un pasadía…
f)
Programar varias convivencias espirituales al año.
g)
Asistir a cursos de formación que sean programados por los diversos equipos que dirigen la Renovación Carismática.
h)
Comprometerse a orar unos por otros y disponer, para ello de recursos varios de modo que sea efectivo el compromiso. Estas son algunas sugerencias que pueden contribuir a que el grupo de oración sea realmente una comunidad de amor. También fuera de la reunión de oración 3.
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XIX.
SUGERENCIAS A LOS QUE ASISTEN A LOS GRUPOS DE ORACION 1ª. Todos los miembros de los grupos de oración tienen cada uno gran importancia en ellos: No se trata solamente de un miembro más que asiste al grupo, se beneficia de él y contribuye con su alabanza… a la buena marcha; al crecimiento de sus hermanos. Es también importante porque su entrega, cada vez más purificada e intensa, se irradia beneficiosamente en los demás. Porque el fervor íntimo de su alabanza será muchas veces, una palabra que el Señor dirigirá al corazón de los demás participantes. Porque el amor, aprecio, interés por sus hermanos de grupo contribuirá, más allá de lo que se puede apreciar, a formar un grupo en el amor del Señor que, en sus circunstancias concretas, trate de seguir las huellas de las primitivas comunidades (Hech 2,42-47;4,32-33). El misterio del influjo real de los miembros del Cuerpo místico de Cristo también aquí tiene lugar. Por eso es fundamental que cada uno sea consciente de la importancia que juega en el grupo de oración con su actitud general; con las motivaciones profundas de su asistencia; con su atención e integración en el grupo; con su participación sencilla, ferviente, desde el “corazón”, dirigida por la unción del Espíritu Santo… 2ª. Cada asistente debe darle importancia a las cosas pequeñas que contribuyen a la buena marcha y al fruto del grupo de oración: No se trata de recargar con recomendaciones minuciosas a las personas asistentes, de modo que llegará a quedar en segundo plano lo principal. Sino de valorar debidamente las cosas que entran también como parte integrante de la buena marcha y del fruto del grupo de oración. Tales son, por ejemplo, la puntualidad tanto al comienzo de la oración como el no prolongar demasiado su ida al hogar una vez terminada la oración. El hecho de que se esté a tiempo hace que se beneficien de la etapa de preparación y contribuyan a formar un ambiente de acogida, de apertura, de unión y deseo de alabar al Señor con los hermanos. 3ª. Cada uno de los asistentes debe preocuparse por conocer, cada vez más, la finalidad de los grupos de oración, el “ser íntimo” de la Renovación Cristiana en el Espíritu Santo, los aspectos fundamentales del grupo de oración tal como se desarrolla en la Renovación Carismática. Esto es, quizá, lo más fundamental. Cuando progresivamente se van conociendo estos puntos esenciales, va uno penetrándose de la
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importancia de esta “corriente de gracia” del Señor para su Iglesia; se va aumentando la estima y el amor por ella, va naciendo y acrecentándose el deseo de sacar todo el fruto posible del grupo de oración semana tras semana: se siente uno más motivado a la asistencia y al perseverancia en ella; se desea participar en la alabanza… con más fervor: se anhela hacer participantes a otros del bien que uno percibe: va suscitándose el deseo de trabajar en la viña del Señor y de comprometerse aun en los trabajos más arduos por sus hermanos. 4ª. La relación del los miembros del grupo no se limita al tiempo de la oración semanal, se extiende a la vida ordinaria de los participantes: Son estas cosas que acontecen frecuentemente en la vida las que demuestran la unión y el amor que se va construyendo en el grupo de oración como fruto del Espíritu: interesarse discretamente por los acontecimientos agradables y dolorosos que puedan ocurrir en la vida de los hermanos: la enfermedad de alguno, o de un familiar cercano, una necesidad apremiante en que se halla, un acontecimiento familiar: el nacimiento, la boda de alguno de ellos o de alguno de los hijos: el viaje por largo tiempo, al exterior, la celebración del cumpleaños… Tomar parte, hacerse solidario,
llamar, visitar a la persona, orar por
ella, obsequiarla…Son “brasas de amor” que llegan al corazón de la persona y le demuestran con obras que ella, realmente, ha encontrado una nueva familia “espiritual” (1Jn 3,18). Indirectamente se convierten en verdaderos estímulos de amor, alabanza, acción de gracias al Señor que le demuestra su ternura a través del afecto y del servicio de los hermanos. 5ª. Cada miembro del grupo de oración ayuda, dentro de sus posibilidades y de acuerdo a las orientaciones de los servidores: Unas veces será cooperando económicamente a las necesidades del mismo grupo o de los Equipos que dirigen la Renovación. Otras veces será prestando su servicio en las reuniones ordinarias: ayudando a preparar la capilla, o la habitación donde se reúnen. Otras será con ocasión de acontecimientos especiales: celebración de convivencias, retiros, encuentros, seminarios… Su servicio, aunque aparentemente sea pequeño y oculto, contribuirá al éxito y al fruto espiritual. Nada que se haga por el Señor y por los hermanos quedará sin recompensa en el cielo, y nada dejará de aumentar en nosotros el crecimiento “en Cristo”. Es una gran bendición el que un grupo de oración cuente con muchos
171
miembros que tengan este espíritu de servicio abnegado. El ideal sería que todos y cada uno estuvieran impregnados de él. Los que por primera vez visitan el grupo de oración o se van integrando en el mismo, encontrarían un gran estímulo para perseverar viendo que la comunidad en la que han entrado está realmente llena del amor y del servicio de Jesús. 6ª. Cada uno de los miembros del grupo de oración trata de formarse, de estudiar y de conocer su fe, más profundamente: Desde luego, los asistentes al grupo de oración, a través de las oraciones semanales en que participan, van adquiriendo una cultura, una formación religiosa en la fe no despreciable. Por más que las instrucciones que se imparten deben ser breves, el hecho de que cada semana se les comente o explique algún aspecto de la fe en la palabra de Dios leída o en la instrucción más formal y programada, va aumentando insensiblemente su formación en la fe. Esta contribuirá a tener una vivencia de la misma, puesto que el Espíritu Santo utilizará este medio, entre otros, para darnos la experiencia, aun profunda del Señor. Pero sería sumamente recomendable que cada uno de los miembros del grupo de oración tuviera verdadero deseo de aumentar y solidificar su fe católica personalmente por la lectura ordenada de libros, folletos, etc. El aspecto de la instrucción religiosa es algo vital, aun para el crecimiento en la fe. Aunque ésta es un don de Dios en su inicio, en su continuar y en desarrollarse, la cooperación libre del hombre, como en toda obra de Dios en él, es no sólo útil, sino frecuentemente necesaria. El miembro del grupo de oración debe darse a esta realidad, de nutrir y enriquecer su fe, la importancia que realmente tiene. Sería un error lamentable caer en el “antiintelectualismo” o desprecio, más o menos velado, de la instrucción religiosa, so pretexto de que el Espíritu Santo nos instruye interiormente. Sería haber comprendido mal el sentido de esta expresión y volverse, ingenuamente, contra las enseñanzas repetidas del Magisterio de la Iglesia, en este punto. Una de las razones por qué, a veces, nos estancamos en la vida espiritual
o
vamos
creciendo
con
excesiva
lentitud,
puede,
probablemente, tener aquí, tener su raíz. Hoy día se nos hace especialmente imperioso al estudio y formación en nuestra fe católica por el asedio constante, solapado o manifiesto, del gran alud de sectas que se han volcado sobre los católicos vendiéndoles
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sus doctrinas, en muchos y fundamentales aspectos opuestas a la católica
y
atrayéndolos
con
prácticas
llamativas,
exóticas,
aun
fascinantes. El sí de la “decisión fundamental del cristiano” que éste debe dar a su fe de una manera personal, total, definitiva, que abarca toda su vida, se extiende también a aquellos medios que vienen a ser, ordinariamente, indispensables para mantenerla, solidificarla,. Y uno de los principales es el estudio, la formación en la propia fe (Heb 2,1-2; Tit 1,9-11: 2,1: 1 Tim 4,6-7). 7ª. Cada miembro del grupo de oración debe ser verdadero lazo de unión dentro y fuera del grupo; realizar, cada vez más intensamente, el mandato de Jesucristo: “amaos los unos a los otros como yo les he amado” (Jn 13,34-35) “ que todos sean uno como Tu Padre…” (Jn 17,30-31). La Renovación Cristiana en el Espíritu Santo es una realidad espiritual muy preciosa para el Señor. Aun dentro de las imperfecciones, y cuantas cosas van pegadas a la debilidad humana que la misma Renovación lamenta y quiere sean purificadas, es una “corriente de gracia” fuerte, poderosa, instrumento de santificación y de evangelización. Nada tiene, pues, de extrañar que Satanás procure, con toda su astucia, debilitarla, destruirla y el punto por donde siempre atacará, es por donde encuentra un acceso más fácil para conseguir sus pretensiones. La debilidad suprema del hombre es su tendencia a la desunión por estar íntimamente unida al egoísmo, al centrarse en sí, que llevamos como la marca más profunda que dejó el pecado original. Por eso el miembro de los grupos de oración ha de estar consciente de esta debilidad inherente a su naturaleza caída; de la connivencia que ofrece, muchas veces, a Satanás para ser tomado como instrumento de sus planes. Cuanto huela a chisme, crítica malsana, celos envidias, disensiones… ha de ser evitado cuidadosamente. Un grupo de oración en el que se dan estos defectos y no se tratan seriamente de corregir, no crecerá en el Señor. La amenaza un gran peligro de estancamiento y aun de desaparición. Por el contrario, cada uno de los asistentes a los grupos ha de tener como una meta querida y un objetivo para ser conseguido y acrecentado, ser un verdadero lazo de unión entre todos. La vida del grupo lo presentará continuas ocasiones de trabajar por este ideal digno de los mayores sacrificios. Y esta actitud de unificación, de ser “obrador de la paz y de la unión” le será fácil irradiarla en su propia familia y en las situaciones diversas de su estado de vida (Fil 4,7).
173
8ª. Cada miembro de la Renovación Cristiana en el Espíritu Santo debe cultivar intensamente su
amor a la Iglesia Católica y sentirse
íntimamente unido a sus pastores en el amor y la obediencia: La Renovación Carismática Católica, lo sabemos, nació dentro de la Iglesia y su finalidad es ser para la Iglesia: para contribuir a su renovación espiritual y a la evangelización. Como un autor, de gran autoridad en ella, afirma es “la misma iglesia en movimiento”: la iglesia renovándose a sí misma también a través de esta corriente de gracia. Por eso, un signo de autenticidad de la Renovación Carismática y de su crecimiento y maduración es sentirse, cada vez más, unida a la Iglesia y a sus pastores. Cada miembro debe ser consciente de esta realidad: consciente, asimismo, de que cuanto la entibie en el amor y obediencia contribuye, también a debilitarla y hacerla menos eficaz en su obra. Y no debe ser obstáculo alguno el que no todos los sacerdotes la admitan benévolamente ni aun el verla rechazada por algunos. Si los que pertenecen a la Renovación creen, con sinceridad, que no son causa de ello, pueden estar tranquilos, aunque esto no impide el que pongan los medios oportunos para aclarar y defender con espíritu cristiano lo que aman, en obediencia, amor y oración. Dios puede permitir su purificación por modos que nos resultan incomprensibles. Se cumple aquí, quizá sin falta de nadie, la profecía de Jesucristo: seréis perseguidos por mi nombre. Sin hacer ostentación de mártires, si deben tener una actitud verdaderamente cristiana de perdón, de evitar las ocultas revanchas: como serían no trabajar en la parroquia, rehusar tomar responsabilidades… También aquí, en su tanto, puede repetirse el misterio pascual del Señor: la vida que nace de la muerte. 9ª. Cada miembro debe tener sanas y cristianas relaciones con sus servidores: No puede hacerse la ilusión de encontrarse ante personas perfectas. El trato frecuente con ellos, le irá descubriendo faltas y debilidades que ignoraba y creía que no existían. Nada de esto deberá enturbiar las relaciones fraternales ni la sana confianza. Incluso se encontrará con que más de una vez, será la persona ofendida por alguno de ellos. Entonces debe estar listo y pedir la gracia de Dios para perdonar. Lo más importante de todo es la actitud convertida en realidad, de que cada uno de los miembros de los grupos de oración debe orar
174
constantemente por sus servidores. Necesitan de la fuerza de su intercesión para poder realizar su misión delicada, comprometida respecto a ellos. Ningún servicio mejor les pueden prestar que éste. De aquí nacerá el deseo de ayudarlos, cuando se les solicite, de animarlos, sobre todo en los momentos difíciles y ce poner lo mejor de sí a su disposición. 10. Cada miembro del grupo de oración debe esmerarse en tener unas sanas relaciones de “fiel” a “pastor” con su párroco: Aunque en otra parte se toca con cierta amplitud ese punto, queremos hacer alusión aquí también, para llamar la atención sobre la importancia que reviste…La Renovación Carismática no es una opción del fiel al margen de la parroquia. Esta es el lugar concreto de reunión, de trabajo y, por tanto, de contar con el párroco para cuanto entra dentro de su competencia. Los asistentes al grupo de oración o a los grupos de una parroquia concreta deben ser instruidos para que la relación del grupo y de sus miembros con el párroco sea no sólo amistosa, sino también cooperadora, tiene de amor, atención, respeto, obediente obsequiosidad. El hecho de que el mismo Derecho Canónico conceda a las que designa con el nombre de “asociaciones de fieles”, autonomía y, por tanto, celo por conservar su propia “identidad” no las exime de los derechos que confiere a la autoridad eclesiástica. Cuando hay verdadero amor y sentido eclesial, se pueden armonizar bien aspectos que pudieran causar
fricción.
Sería
lamentable
considerar
a
la
Renovación
Carismática como una especie de iglesia paralela. Nada más alejado de lo que la realidad muestra ser en casi todas partes. Y las encuestas hechas sobre este punto manifiestan que en la Renovación Carismática se ama, se quiere servir a la Iglesia en las realidades concretas de la diócesis y la parroquia, en su porcentaje favorable sobre el cristiano comprometido normal.
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XX. HAZ DEL AMOR Y DEL SERVICIO EL OBJETIVO PRINCIPAL DE LA REUNION DE ORACION Nota previa. Entendemos aquí la expresión “haz del amor el objetivo principal del grupo de oración”, el amor a los demás, concreta y ordenadamente, al grupo de oración, a las personas que lo forman. Esto no quiere decir que se excluya ni se entibie el amor que debemos a los que no forman parte de él. Sino, sencillamente, que lo cultivemos de un modo particular hacia aquéllos que, por haber sido reunidos en y pro el Señor en una pequeña comunidad, tienen entre sí un vínculo especial y están dentro del orden que todo amor auténtico pide. El amor a los hermanos del grupo de oración presupone, necesariamente, el amor a Dios como fuente y motivación fundamental del amor que se irradia a nuestros hermanos (Mt 22,36-39). 1.
El amor fraterno, insistencia fundamental de la Revelación en el Nuevo Testamento. (Indicaciones)
A. El amor supremo de Jesús al hombre, manifestaciones del amor del Padre: a) Jn 3,16. -
Es la suprema revelación del amor de Dios al hombre: Entregar al mundo lo más querido para El (Mt 3,16-17). Entregarlo a todos (Jn 3,16).
-
Es e; testimonio más puro de su amor con la entrega para la muerte de su hijo (1 Jn 3,16; 4,7-14).
-
Jesús. en su intenso amor al Padre, y por El a los hombres, cumple sus designios de salvación: Comparte su amor universal. Acepta en plena libertad, su misión: realizar la obra salvadora con su muerte.
b) Consecuencia: 1 Jn 4,7-21 (cfr. 1 Jn 2,3-11. 3,11-24). -
Imitar, responder al amor de Dios, amándole a El primero y en El a nuestros hermanos. Lo manifestó en el don supremo de su Hijo.
-
Vivir en el amor como Cristo que se entregó como oblación por nosotros (Ef 5,1-2). Son dos amores inseparables (Mt 3,16-18).
B.
Indicaciones sobre nuestro amor a la luz del amor de Jesús: a) Jn 14,23: -
El mandamiento supremo es el del amor promulgado como ley de la “nueva” Alianza (Jn 15,12: 13,34)
176
- La recompensa, el efecto de este amor, la morada de la Trinidad en el corazón del creyente. b) 1 Jn 4,20-21: - La intensidad de nuestra amistad con Dios se medirá por la calidad de nuestro amor a los hombres. - No amamos de verdad a Dios si no hemos hecho nuestro el sentimiento más profundo de su corazón: el amor a los demás en El y por El, como Cristo 1. 2.
El criterio para gobernar nuestra vida y nuestras relaciones.
A. El criterio del “amor a nuestros hermanos”: Lo sintetizamos en el gran mensaje paulino del Fil 2,1-8. a) La comunidad de Filipos, muy querida para San Pablo se dan en ella signos y casos de falta de amor. Pablo ha tenido conocimiento de esto (Fil 1,27; 2,14;4,2). Esta falta de amor se manifiesta en la rivalidad y en la vanagloria. El amor es humilde; por eso representaba para los convertidos del paganismo un fuerte desafío y una gran dificultad. Para el mundo griego tenía la connotación de mentalidad servil, de adulación, etc. Por eso despreciaba la humildad. b) San Pablo les envía en su carta una “exhortación viva”: el calor y la preocupación de un buen pastor por su rebaño sabe captar las necesidades de sus fieles y les transmite su aliento, su animación, su represión amorosa pero firme. _
Ser una sola cosa en Cristo, tener un mismo sentir y un mismo espíritu, tener y vivir “el aliento de amor”, ser accesibles “a la ternura y al compasión” es estar comprometidos en el amor con los demás.
-
La unidad no se realiza si no es por una vida de humildad, de abnegación, de servicio. El cristiano es, ante todo, humilde, porque sabe que todo lo ha recibido de Dios. Por esta humildad llega a comprender su posición y actitud ante los demás: en ellos reconoce el resplandor de Dios y la disposición de ayuda, de afecto, de amor que se irradia en el servicio (v. 3-4), a ejemplo de Cristo.
B.
El camino de Jesús. (v. 5-8). a) La enseñanza cálida del apóstol se resume en que sus cristianos tengan las mismas disposiciones de Jesús:
177
-
Va mucho más allá de tener los “sentimientos” de Jesús. Es mucho más profundo y exigente: Están ahora en Cristo. Es decir, cuando aceptaron la fe y se bautizaron entraron en el círculo de nuevas relaciones con Cristo y, por tanto, con Dios: Están bajo el dominio de Jesús, bajo su poder de salvación; por tanto, bajo una nueva ley, la que Cristo impuso a sus seguidores, la del amor (Jn 15,12: 13,34). Estar en Cristo es, por consiguiente, la más esencial determinación de que es cristiano. Este es el núcleo del gran himno paulino. Cuando en él maravillosamente se expresa, es para ser aplicado a la disposición fundamental del cristiano, realizado mirando a la actitud y a la realización en Cristo: seguir su camino.
b) Contenido: -
Se desplegó de sí mismo: Se vació de sí mismo, renunció a sí mismo, a algo que le pertenecía de derecho a la gloria, en su Humildad, al haber sido asumida ésta por la Divinidad. Incomprensible para nuestro entendimiento. En ello revela el amor del Padre que nos lo entrega y el amor suyo que libremente se despoja, por amor al hombre a algo que le pertenecía para compartir en todo su condición, menos en el pecado (Hebr 4,15)2.
-
Tomó la condición de esclavo:
“En lugar de la condición divina aparece la condición de esclavo. Justamente porque así lo quiso. La contraposición Dios esclavo implica unos términos de oposición tan distanciados, tan tensos, tan insalvables que ya no puede pensarse otra mayor. Se trata ahora de presentarla a la inteligencia en toda su confusión. Con todo, esta contraposición Dios-esclavo sigue siendo misteriosa, porque el contrapunto de Dios es el hombre. De hecho el himno quiere reconocer, con solemne alabanza, aquel acontecer único de que Dios se hizo hombre” 3. Este tomar la condición de esclavo, al hacerse hombre, lleva consigo, arrastra un contenido de profunda humillación: quiso asumir todo aquello que en el hombre caído es inherente a su condición y lo hace realmente esclavo: el temor, el miedo, la inseguridad, la angustia, el sufrimiento que deprime y acapara, la tristeza, etc., menos el pecado (Hebr 4,15). En este mundo de
178
“realidades esclavizadotas” es donde penetra el infinitamente libre y omnipotente, el único. -
Hecho obediente hasta la muerte:
La Encarnación es el primer “abajarse”. El primer aspecto de la “kenosis”, del “vaciarse de si”. El segundo es la obediencia a la voluntad del Padre (Rom 5,19: 6,16-18). Escogida voluntariamente por amor. La obediencia de Jesús es una realidad “única”, digna de ser ponderada, admirada, limitada pero cuyo limite, para el creyente, está marcado, porque la obediencia de Cristo es inefable, inimitable en toda su grandeza, sólo puede ser la obediencia de Dios. Tan capital es esta actitud del Señor que la obediencia debe acuñar y marcar profundamente a ser todo del cristiano y llegar a constituir su modo determinante de existir. Obediencia al Padre por amor, a ejemplo de Cristo. Esta obediencia se lleva hasta el extremo al indicar el término a que llegó: “hasta la muerte” y “muerte de cruz”: Muerte específica reservada a los malhechores
(Hech 12,2).
Muerte que, desde una mera visión humana, es escándalo para los que no siguen a Cristo, pero convertida en punto fundamental la predicación (1 Cor 1,18-25; 2,1-2; Gal 6,14). La muerte en cruz es el fin de un destino emprendido por Jesús en plena libertad y en la totalidad de su amor (Gal 2,20). Nada más lejos de Dios que la muerte. Precisamente su lejanía y su incompatibilidad con El, hecha viable por el amor omnipotente del Verbo “encarnado”. Pero esta muerte, centro del mensaje de Cristo, acentuada por la “cruz” es una muerte salvífica (1 Cor 1,18; Gal 6,14). Si hay algo claro en esta exhortación viva del Apóstol a los cristianos a tener la misma disposición de Cristo, es la disposición del amor en sus relaciones mutuas. Pertenecientes como son por la fe y el bautismo a Cristo, viviendo en Cristo, como debe ser el existir del cristiano, no podrá realizarse sino viviendo en el amor, haciendo de sí el centro de su vida personal y comunitaria. Cristo salvificó toda su vida y la motivó desde lo íntimo de su ser por el amor. San Pablo lo expresa en una frase llena de pasión, de agradecimiento, de llamada a imitarlo (Gal2,20). “Mi vida presente
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en la carne la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó por mí” 4. A partir de este supremo ejemplo de Cristo, que hizo del amor al Padre y a sus hermanos, el centro y el ideal de su vida, deben construir también los grupos de oración, el suyo propio. Cerrarse sobre sí mismos y no verlos y orientarlos hacia una finalidad superior a ellos, el amor, es equivocarse, falla en lo fundamental. Los grupos de oración deben servir a un propósito más alto que ellos mismos, construir y profundizar en el amor. (Las orientaciones que se dan están inspiradas en el capítulo que Bert Ghezzi dedica al tema en su libro: “Build with the Lord”). 3. Aprovechar las oportunidades que se ofrecen para edificar y profundizar la “fraternidad”, en Cristo Jesús. a) Los grupos de oración son ambientes que mantienen a las personas asistentes en el amor del Señor y en él amor a sus hermanos: Por eso: -
Cuanto se planifique, se haga, se construya… ha de tener como última finalidad este objetivo.
-
Los servidores del grupo de oración han de tener muy viva esta persuasión: velar sobre ella: examinarse,; orar para que nunca deje de ser una realidad siempre construida y perfeccionada.
-
Los que asisten a los grupos de oración han de considerar su asistencia, mas que una obligación, una oportunidad que se les proporciona para crecer en el amor.
-
Cuando realmente existe tal persuasión y se hace efectiva, el grupo va comprometiéndose en las tareas más arduas y exigentes dentro de sus posibilidades y circunstancias.
b) Los grupos de oración deben proporcionar a sus participantes amplias oportunidades para desarrollar relaciones fraternales entre sí: -
Enumeramos algunas: El tiempo que precede a la apertura de la reunión
de
oración
ofrece
una
oportunidad
para
compartir;
igualmente el tiempo que corre después de haber terminado la oración. Pero ambos lapsos de tiempo deben ser discretos. Se ha de tener mucho cuidado de no alargarlos más de lo debido. De otro modo, correría peligro el mismo grupo de oración. Esto se ha de tener especialmente en cuenta en el compartir final.
180
-
Es posible que esta realidad pida que se modifique, ligeramente, el programa de la reunión de oración. Pero si se nace, sea sin que sufra en nada lo principal ni se introduzcan cosas que no pertenecen a la sana orientación del grupo de oración.
c) Los servidores del grupo de oración animarán a los miembros a que se reúnan informalmente, con alguna frecuencia, durante la semana. -
Sería muy provechosos que a veces, se reunieran, invitándose entre sí, para participar en alguna recreación, comida, compartir espiritual…
-
Todavía más importante es reunirse para prestarse ayudas; para realizar alguna obra de caridad: visitar enfermos, socorrer a necesitados…. La reunión de oración semanal apenas si proporciona la oportunidad suficiente
para
crear
y
profundizar
relaciones
interpersonales
fraternales. Por eso ha de insistirse discretamente en aprovechar las ocasiones que se ofrezcan para ello y darles la importancia que, realmente, tienen para edificar el amor en el grupo de oración. d) Fomentar, dentro de las posibilidades, otra reunión de oración más reducida para los miembros que asisten regularmente a la reunión general. a) No
siempre
será
posible.
Aun
en
esta
hipótesis,
foméntese
discretamente. Ayuda notablemente a crecer en el amor fraternal. b) Sería más restringida que la general de la semana: La invitación “discreta” se dirigirá a aquellas personas que asisten regularmente. No
ayudaría
extenderla
también
aquéllas
que
sólo
acuden
esporádicamente o que han comenzado a ir. A medida que su asistencia se normaliza y van perseverando, se les puede ir agregando la invitación. c) Esta reunión de oración tendrá un objetivo particular definido: Además de tener la oración, se debe dedicar un tiempo conveniente a la instrucción, impartida por una persona competente, entregada al Señor, preferentemente un sacerdote, y fiel en su fe católica. De llevarse bien esta reunión, producirá frutos excelentes en el mutuo crecimiento en la fe, en el amor, en el conocimiento del Señor, en la fraternidad. d) A
veces, y se considera, a
través de la
experiencia, como
particularmente, beneficioso, se puede dedicar íntegramente a orar, a compartir: a ambas cosas, pero siempre en espíritu de oración.
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Este encontrarse una vez más por semana en la oración crea un profundo sentido de unidad entre los miembros; fortalece sus vidas cristianas, purifica y reafirma las mutuas relaciones interpersonales. e) Otras actividades que pueden realizarse en la reunión de oración adicional mencionada: a) Lo que digamos es igualmente aplicable a la reunión general, pero organizado
de
modo
que
el
grupo
de
oración
se
desarrolle
normalmente, y no pierda nada de lo esencial. b) Estas reuniones pueden ser planificadas de modo que puedan tener lugar diversidad de actividades: Enseñanzas periódicas programadas en cierta “secuencia”: un compartir espiritual relativamente largo en el que cada uno pueda emplear un tiempo discreto en manifestar a sus hermanos lo que, dentro de la prudencia, juzgue puede edificarlos en la fe y en el amor; reuniones en las que prevalezca en servicio mutuo realizado de modos diversos. El orden y la flexibilidad ha de tener un puesto insustituible. Tanto en estas reuniones como en los grupos de oración, debe tener un puesto privilegiado cuanto se refiere al interés por las personas: si alguna de ellas está enferma, si necesita ayuda: llamarla, visitarla; felicitarla en su cumpleaños; orar por ella si pidiere ir adonde se encuentre, etc…No siempre podrá acudir todo el grupo aunque sea pequeño, pero, al menos, debe ir una representación. c) EL PROPOSITO FUNDAMENTAL de esta segunda reunión semanal es proporcionar a sus miembros una oportunidad especial para crecer en el amor y recibir instrucción en el vivir, más profundamente, la vida cristiana, el compromiso bautismal, conforme al evangelio. Puede haber en ella etapas progresivas que vayan acentuando objetivos concretos y, por consiguiente, adaptando la reunión a ellos 5. Si no es posible esta reunión semanal más reducida, procúrese tener cada quince días o cada mes. Nota: Las convivencias que frecuentemente se suelen tener en la Renovación Carismática, sea de un día completo, sea de medio día o de varias horas, se recomienda frecuentarlas por el gran bien que la experiencia da seguirse de ellas. Pueden tenerse bien con el grupo entero, bien con los que ordinariamente asisten con perseverancia y formar el núcleo base del grupo de oración.
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4. El compartir en grupos pequeños: indicaciones En estos grupos reducidos no es necesario que todos sus miembros deban estar en un nivel muy parejo espiritual. Esto, realmente, es difícil de conocer. Pero si es conveniente que no haya
en este punto una gran
disparidad. Se crearían dificultades no insalvables, pero si harían menos eficaz el compartir. Sin embargo, si hay verdadero deseo de crecimiento espiritual, apertura a la interrelación, cierta facilidad de comunicarse y superar el natural reparo inicial, no parece que se deban excluir a estas personas, si quisieran participar. En todo caso, es muy importante que el grupo pequeño no permanezca cerrado sobre sí mismo, aunque a los comienzos sean las mismas personas quienes lo formen. La cerrazón es el mejor camino para empobrecerse espiritualmente, para estancarse, disolverse y, aun desviarse. La admisión de otras personas del grupo que lo deseen ha de ser moderada, para que éste no pierda la facilidad que ofrece un número relativamente reducido de personas para intensificar sus lazos fraternales y crecer en el Señor. Respecto del número concreto no es fácil determinar taxativamente. Pero puede establecerse un “minimum” y un “maximum” que oscile entre 6 y 12 a 15. a)
La oportunidad que ofrecen los pequeños grupos que se reúnen informalmente, con frecuencia, a partir de la reunión general de la semana:
-
Téngase
muy
en
cuenta
que
el
cristiano
difícilmente
madura
espiritualmente aislado de los demás. Por tanto, los pequeños grupos de oración, compartiendo el amor y el servicio, ofrecen la gran oportunidad de fortalecer a las personas en su fe, purificarla y crecer en ella. Son una excelente ocasión de animar, de sugerir medios para superar los obstáculos que se presentan en la vida espiritual y en existencia de cada día: de vivir en la sencillez y verdad de la comunión fraterna, de superar la pobre imagen que de sí mismos tienen
muchas
personas,
causada
pro
acontecimientos
hirientes,
traumatizantes de su vida pasada, por el ambiente en que se desarrolla habitualmente su vida. El aprecio, la acogida, el amor sincero, desinteresado de los demás por lo que es, no por lo que hace, es un medio maravilloso de curación interior, de pacificación interna, de equilibrio afectivo…
183
-
Los afectos enumerados, no ciertamente exagerados, se producen por la realidad humana y divina que existe en el grupo: Por el sano calor humano de acogida en cada uno para los otros y de todos para todos.
Por el ambiente general agradable, imbuido de discreta alegría que brota de la persuasión de los lazos fraternales que los unen.
Por el sincero aprecio de la persona tal como es: por el amor sencilla y sanamente manifestado y recibido. Por el servicio desinteresado que se prestan mutuamente de modos diversos. Por el interés que se le presta a la persona, a sus problemas, a sus gozos y sufrimientos, a su situación física, psicológica, espiritual, sin querer urgar en su vida ni arrancar intimidad alguna, si la persona no quisiera comunicarla libremente. Por el aliento, hoy tan necesario, que se da desde el corazón lleno de compasión de buenos deseos de compartir la situación ajena. Por los consejos discretos, de igual a igual, de amigo a amigo, que se ofrecen a su tiempo, con brevedad, discreción, sinceridad, amor. Por el prestarse a oír confidencias y escucharlas con los “oídos del corazón”, como a un hermano, como al amigo Jesús, al que ahora contemplan en la persona sufriente o gozosa del prójimo. Por hallarse especialmente presentes en los momentos más dolorosos, conflictivos, angustiosos… aun en las situaciones más extremas de pecado, de necesidades espirituales, psicológicas, físicas….a ejemplo del supremo modelo del “buen samaritano”, Jesús. con un corazón invadido por su amor “compasivo” y la unción del Espíritu Santo. Por el ideal común que a todos une: el crecimiento en la fe, la esperanza, la caridad o la búsqueda y ayuda mutua para realizar la santidad cristiana en las circunstancias concretas de la existencia de cada persona.
Por la persuasión de que la ayuda de la pequeña comunidad en el plan salvífico de Dios, en la orientación de la Iglesia y en las experiencias debidamente
hechas, se ha convertido en un medio necesario para
caminar por ella, continuar y perfeccionarse (en la santidad de vida cristiana). Por el amor, don del Espíritu, que todo lo invade y trasciende (Rom 5,5). Por
las
ocasiones
que
ofrece
de
instruirse,
de
alimentarse
espiritualmente con exhortaciones, comentarios de la Palabra, etc.
184
Por la oportunidad de orar personal y comunitariamente en vínculo de paz, de unidad, de amor. Particularmente por la intensa acción del Espíritu Santo, enviado por Jesús en la comunidad llena de amor, de deseos del Señor, de alabanza, de acción de gracias, de adoración. Por la intercesión de María presente espiritualmente, ejerciendo su maternidad espiritual para con los hermanos de su Hijo. Jesús. Por la profunda sanación interior que cada uno como persona, y todos como la comunidad del Señor, recibe a través de cuantos medios se han ido enumerando, y que ayuda, a su vez, para ser vehículo de curación. Sobre todo, por la vida sacramental a que naturalmente tiende a llevar la acción del Espíritu en la comunidad guiada por El, particularmente por la Eucaristía, constructora, perfeccionadora de la comunidad, fuente de unidad, vinculo de caridad. Como consecuencia necesaria, por el compromiso serio, responsable que va creando en cada uno y en la comunidad, a todos los niveles, especialmente
con
los
más
necesitados
física,
psicológica,
espiritualmente; y realizados según las circunstancias concretas de cada uno y del grupo; conforme a las cualidades y carismas recibidos; de acuerdo a las necesidades más urgentes, más amplias…; en consonancia con la llamada interna del Señor discernida en la verdad 6. 5. Algunas indicaciones. Cómo desarrollar los grupos compartir. a)
Aunque
sean
grupos
informales
y
pequeños,
es
muy
conveniente,
frecuentemente necesario, que cada uno tenga una persona responsable. Esto garantiza el orden, el evitar que surjan competencias, indecisiones sobre el comenzar, terminar, etc. Esta persona, ayudada por otra, para evitar la tentación de “adueñamiento” del grupo, no es tanto para ejercer autoridad en él, cuanto para orientarlo, animarlo, mantenerlo fiel, realizar pequeños menesteres que, de otro modo, quedarían, quizá, sin hacerse. Su papel debe ser muy sobrio, discreto, oportuno, caritativo. b) No hay inconveniente en que estos grupos estén constituidos por personas de diferentes profesiones, edades, por la misma cercanía del lugar, etc. Pero procúrese que, a ser posible, sean variados para la riqueza de la aportación y del trato sea mayor.
185
c) La orientación de estos pequeños grupos puede ser diversa: Conversando rasgos fundamentales que no deben faltar, la oración de alabanza. La palabra de Dios brevemente comentada, los cantos apropiados al momento de la oración comunitaria, etc. Pueden tener finalidades diversas: juntare, principalmente, para orar; para compartir experiencias espirituales; para recibir instrucción espiritual; para programar apostolados diversos o uno especial, asumido por todo el grupo, etc. Esto no impide que, a veces, se varíe el objetivo y el modo de desarrollarse la reunión de oración de los pequeños grupos. d) Es importante que estos grupos evalúen sinceramente su marcha, su caminar en el Señor. e) Ya lo indicamos: la presencia de un sacerdote es muy conveniente, sobre todo en lo que se refiere a la enseñanza y al mantenimiento del orden, de la unión, del crecimiento en la unidad, al margen de envidias, celos, chismes, etc. a que todo grupo siempre estará expuesto, aun en la hipótesis de haber crecido y hallarse fortalecido en el Señor 7. 6. La interpelación mutua o corrección fraternal Es una de las expresiones más auténticas del amor en los grupos de oración que caminan y van creciendo en el Señor. Supone crecimiento humano y crecimiento en el Espíritu. Se da por supuesto, y la realidad debe confirmarlo, que cada uno busca sinceramente crecer en la adhesión y “conformamiento” con Jesús (Rom 8,29). Caminar en la verdad es indispensable para que el grupo pueda avanzar guiado por el Espíritu. Debe haber en él una “transparencia” sencilla pero auténtica. Y en ella tiene un puesto privilegiado la interpelación mutua o la corrección fraternal. Cuando ésta se elimina y se está pendiente del temor de no decir a su tiempo y del modo discreto lo que conviene para el bien del sujeto y del grupo, es que se ha llegado a “un modus vivendi” confortable, al egoísmo. Hay cierta tendencia natural a evitar el herir, a callar para no sentirse mal por la interpelación. Sin embargo, la discreta vigilancia sobre sí mismo, la experiencia acumulada. aun por errores anteriores, la gracia de Dios nos ayudará a superar estas dificultades y a mantener el equilibrio que requiere la corrección fraterna hecha en el amor. Es capital este punto cuando se trata de caminar progresivo en el Señor. “No hay crecimiento posible en Cristo sino por esta vía de la verdad en nuestras relaciones fraternales” 8.
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Pero el que esto sea innegable, no da derecho a que por precipitación, por un celo que se detiene en nimiedades, por un espíritu de “perfeccionismo” o por tomarse atribuciones indebidas, usemos desacertadamente este recurso de gran eficacia espiritual en toda comunidad. Cerremos cuanto hemos dicho, con el testimonio del P. Donatien Mollet. Su conocimiento de las Escrituras y de la Renovación Carismática, hace que sea especialmente importante: “La Renovación Carismática hoy es renovación en el amor fraterno. Ante este signo se puede decir que “viene de Dios” (1 Jn 4,7)9. Cuando, en verdad, se llega a formar, progresivamente, con la guía y fuerza del Espíritu una comunidad de amor fraternal por el mismo hecho, se va edificando una comunidad de servicio. El amor, si es auténtico, no puede menos, de servir y sacrificarse por los demás (Jn 13,1ss.). 7. Apéndice sobre el amor a Dios y al prójimo “Lo que impide a muchos progresar en el conocimiento del misterio de Dios es que no aceptan situarse de forma concreta en la actitud de espíritu que pide la fe. Tomemos, por ejemplo, los dos mandamientos sobre el amor a Dios y el amor al prójimo. La comprensión del primero supone que se acepta meditarlo en el ámbito de la fe. Tanto el término de ese amor como su origen se encuentran más allá del alcance real de la inteligencia humana. Para meditarlo en el ámbito de la fe, hay que aceptar la revelación que Cristo nos hace de Dios y de su amor. Las premisas de todo razonamiento, de todo orar sobre este mandamiento, nos vienen dadas por Cristo. Muchos cristianos tienen la sanación de penetrar en un camino colgado de las nubes cuando se adentran en el amor a Dios. Dios no puede tener para ellos consistencia, ya que no aceptan el dato de la fe que Cristo les presenta vivido en su propia existencia. Por eso para muchos, la insistencia en el segundo mandamiento es una forma de escabullirse de la fe. Presentan como justificación los hermanos textos de Cristo y de Juan sobre el amor a los demás, signo y lazo del amor a Dios, pero olvidan que jamás existió duda ni para Juan, ni para Pablo, ni para Cristo, acerca de la prioridad del amor a Dios. Es evidente que para muchos, la insistencia en la relación al prójimo constituye una manera recubierta de rehusar una relación que no puede vivirse más que en la fe, pero la fe molesta. Como no quieren negarla, orientan la atención hacia otra verdad que la propia experiencia nos permite entender sin recurrir a la fe.
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De hecho, Cristo nos quiere hacer entender que no hay más que un único mandamiento, amar como Dios ama. Dado que nosotros somos seres humanos, ese amor se dirige tanto a los demás como a Dios, como a los dos polos. Cuando meditamos en el amor, podemos hacerlo únicamente dentro de la perspectiva humana. Pero cuando intentamos entender el amor en su orientación a Dios, tenemos que considerarlo aquí en la revelación que Cristo nos ha hecho. De ese amor que Dios me testifica y del que yo debo darle prueba, puedo alcanzar algo al considerar lo que ya sé del amor de un marido para con su esposa, de los padres hacia sus hijos y de éstos a sus padres. Todo lo que sé por la práctica del segundo mandamiento es una luz que recae sobre el primero. Esa experiencia humana me ayuda a dar sentido en la oración al amor de Dios, e incluso a darle un verdadero sabor. Pero si sólo hago eso para entender lo que es el amor de Dios, estoy en una ilusión y me equivoco sí, quedándome ahí creo amar a Dios. Es lo que el Señor dijo con palabras nada ambiguas: si alguien no me ama más que a su padre, a su madre, a su mujer, etc., no es digno de ser mi discípulo. Se ha querido interpretar ese “más como un más en ardor e intensidad, pero no es así como se puede medir el amor. El “más” indica aquí una apertura a otro orden de valores, porque el que deja a sus padres por Cristo, los ama más que antes. Pero se abre a otro amor que, aun siente tan “amor” como el amor a que renuncia, es, sin embargo, de otro orden distinto. Para entender lo que es este nuevo amor al que se nos invita, es preciso, al final, renunciar a las comparaciones con el amor humano una vez utilizadas. Hay que cambiar nuestra forma de razonar. Hasta aquí, tratábamos de entender valiéndonos de nuestra experiencia: ahora hay que acallar dicha experiencia. Habrá que decir: “Señor, tu dijiste: Tanto amó Dios al mundo que le dio a su Hijo único (Jn 3,16). Yo nada tengo en mi experiencia que pueda hacerme entender lo que ese amor pueda ser. Cuando Tú dices: Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros, permaneced en mi amor (Jn 15,9). ¿quién puede hacerme entender cómo te ama el Padre y cómo nos amas Tú?” Todo es misterio para nosotros en estas revelaciones de Cristo; por eso, hay que pensarlas con una mirada de fe, esperando del Espíritu Santo mismo una comprensión de las palabras de Cristo. Manifestaremos, pues, nuestro deseo de ser iluminados, mediante una actitud respetuosa, un deseo de entender, una docilidad para recibir la luz
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que la fe nos proporciona. Decir y repetir “!Creo, Señor, en tu amor, pero no puedo percatarme ni probar lo que es!”. es orar en el ámbito de la fe. Toda oración ha de sobrepasar el esfuerzo de la inteligencia y del espíritu humano y llegar a dilatarse hasta esa otra actitud de fe en la acción del Espíritu cuya función es colmar nuestra espera”. (Y. Raguin, Orar la propia vida. Edit. Sal Térrea, Santander, 1984, 19-22). Si se comprende bien cuanto el autor dice, captaremos claramente que el amor a Dios, si es auténtico, lleva necesariamente al compromiso con nuestros hermanos, aun en los trabajos más arduos, dolorosos y humildes. Nada de eso estará ausente. Al contrario, es la medida de la autenticidad de nuestra oración. Asٕí no correremos el peligro, siempre acechante, de solazarnos enfermiza y desorientadamente en una comunicación con Dios que tiene muy poco o nada de verdadera. Pero de aquí no podemos concluir que el amor a Dios manifestado en la oración comunitaria o individual no deba tener la primacía sobre el amor al prójimo. Precisamente éste, cuando es amor recto, ordenado, es una manifestación del amor de Dios, que es la fuerte de todo bien, de todo don y de todo sentimiento bueno y honesto. Todo desciende del Padre de las luces y es una gota del mar inmenso que es el mismo Dios. Por eso hacer del amor el objetivo principal de la reunión de oración no sólo tiene muy en cuenta al prójimo, a cada uno de los miembros del grupo para vivir la fraternidad, sino que presupone y cultiva primariamente el amor a Dios que va a desplegarse y a manifestarse en el amor al prójimo y en los compromisos más hermosos para que se convierta en una auténtica realidad el amor a Dios. De este modo se hermanan dos aspectos de una misma realidad, que deben vivir inseparables en el cristiano.
189
XXI.
ESQUEMA ABREVIADO DE LOS GRUPOS DE ORACION:
1. Indicaciones: 1.
Desde luego, no hay un esquema fijo de oración. Existen diversos modos de organizar un grupo de oración. El que proponemos por tanto, no tiene otro valor que el de orientar a los servidores.
2.
Sin embargo, esta avalado por la repetida experiencia de muchos grupos y en variados países. Se ha de ver, por consiguiente, como algo normativo y de una garantía ya comprobada.
3.
El que no haya un esquema fijo no quiere decir dar paso a una libertad que se opone al orden y a la preferencia que deben tener ciertos aspectos. No todos tienen el mismo valor y configuran del mismo modo el grupo de oración. La parte central es, sin duda, la más importante y a ella, por tanto, hay que prestarle especial interés y dedicarle el mayor tiempo.
4.
La sana creatividad debe siempre darse la mano con la observancia del orden y la realización concreta del grupo de oración de modo que realmente éste sea, en verdad, un grupo de oración de la Renovación Carismática en el que la oración de alabanza tiene un puesto primordial e insustituible.
5.
Aquí, por tanto, tiene lugar el papel de la corrección que quizá, con cierta frecuencia haya que hacer y en la que el buen sentido común y la guía del Señor
son
imprescindibles,
para
no
prodigarla
o
emplearla
inconvenientemente a destiempo. No se puede pensar en un esquema fijo plenamente, como tampoco en una variabilidad irrazonable; mucho menos en una actuación caprichosa. 6.
Se trata, por consiguiente, de seguir las líneas generales de orden y tener muy presente la importancia de los diversos elementos que suelen entrar; entre ellos algunos que deben estar siempre presentes en un grupo ordinario de oración.
7.
Tengamos en cuenta que sí como es un esquema flexible, con posibilidad y aún conveniencias de sanas adaptaciones, también lo es respecto de los diversos elementos. Desde luego, la invocación al Espíritu Santo y cuanto se incluye en el “centro de la oración”, no deben faltar. Los demás elementos entrarán en la medida del tiempo de que se disponga y de la situación del grupo de oración. Todos son importantes, dentro de su propia función que se orienta de un modo o de otro, a la alabanza. Pero no todos tienen la misma importancia. Los mismo carismas que, tomados en su conjunto, no deben faltar, al menos a partir de cierta madurez del grupo, no indican que todos han de estar presentes en cada reunión. Depende del Espíritu y no debemos
190
sentirnos mal si, a veces, no se da la profecía, por ejemplo. Lo mismo habría que decir de los testimonios: son importantes, pero no debemos insistir para que se den, si las personas en su interior, juzgan que esta u otra vez no son edificadores de la comunidad. 8.
El paso de un elemento a otros: “ahora (v.gr.) ese tiempo de hacer peticiones”, bueno en los comienzos de un grupo de oración, no hay por qué tenga que perdurar siempre. Se corre el peligro de dar la impresión de una oración rutinaria en la que cada aspecto va marcado con una entrada “estereotipada”
9.
Procuremos, en la oración de alabanza, evitar ciertas “muletillas” o “puntos de apoyo” que, se nos pueden meter. Una de las más frecuentes es la palabra: “Señor”. Está muy bien emplearla con moderación; pero hay personas que la prodigan de tal manera que llegan a fatigar los oídos y perjudican aun la espontaneidad de su oración.
2. Elementos del círculo o reunión de oración A.
Preparación: a) Acogida a los participantes. b) Saludos fraternarles, sencillos, discretamente efusivos en el Señor. c)
Acomodación.
d) Presentación de los llegados por primera vez. e) Cantos de “ambientación”. f)
Instrucción (donde se dé al principio) pero ya en ambiente de oración.
g) Invocación al Espíritu Santo (no debe omitirse invitar a María para que se haga presente en la reunión). B.
El centro de la oración. a)
Alabanza (alabanza, adoración, acción de gracias). Modos de alabar: Individualmente los demás se unen interiormente: colectivamente (oración de “conjunto”). En la propia lengua. En la “oración en lenguas” y en el “canto en lenguas” en la alabanza colectiva. Los “silencios”.
b)
Silencios.
c)
Lectura de la Palabra de Dios.
d)
Los cantos introducidos en la alabanza.
191
C.
Edificación de la comunidad: a)
Enseñanza o instrucción (si no se ha dado al comienzo).
b)
Testimonios.
c)
Peticiones.
d)
Oración de sanación interior y aún de sanación física (que puede
sustituir a veces las peticiones). D.
Conclusión: a)
Oración de acción de gracias, que recoja la multiplicidad de las gracias de Dios por su Espíritu a través de la oración♪
b)
Palabras cordiales de despedida.
c)
Avisos (si lo hay).
d)
Rezo del Padrenuestro y Ave María.
e)
Abrazo fraternal de la paz.
f)
Canto Alegre de salida.
192
APENDICES: 1RO.
LA ORACION COMPARTIDA (Tomado de la obra de de C. Aldunate y R. Venezuela. “La Oración Carismática”).
I.
Principios básicos que orientan la oración compartida. La oración carismática es un acto de culto a Dios. Luego: 1) Se puede y debe hacer aun cuando no tengamos muchas ganas. 2) Se colabora en espíritu de fe, alegrándose de que Dios sea glorificado aun cuando nuestra actuación parezca pobre. 3) Se busca a Dios, y no a los dones de Dios.
II.
Es un acto comunitario. Luego: 1)
El bien común prevalece sobre el bien individual.
2)
No es ocasión para desahogar largamente las propias penas. Si se desea ayuda, consejo, oraciones, sanación, estas cosas se piden al final de la oración, o a un grupo después de la oración. En la oración misma se puede hacer mención brevemente.
3)
No es ocasión de desahogar los propios sentimientos, aun los de alabanza a Dios, si en esto prevalece la atención a sí mismo, con detrimento de la buena marcha del grupo en su conjunto.
4)
En general, debe cada uno evitar las largas oraciones y las largas lecturas, porque éstas: a)
Ocupan mucho tiempo, haciendo pesada la oración compartida.
b)
Hacer crecer que la oración debe ser así, que todos deben orar largo, esto resulta difícil para muchos.
c)
Hacen perder la precisión del mensaje profético que está contenido en toda participación que es inspirada por el Espíritu.
III.
Es una oración de unión con Cristo y dirigida por su Espíritu. Luego: 1)
No es una oración meramente espontánea, es decir, movida por un impulso natural.
2)
No es una oración planificada, es decir, dirigida por el hombre (aunque éste deba colaborar y un modo de hacerlo es preparar en sus líneas generales la oración).
193
3)
Cada uno ha de suponer que el Espíritu quiere que participe activamente y ha de contar con su invitación (unción) para colaborar.
4)
Se deben evitar las estructuras (rígidas), los temas (inflexiblemente) prefijados, las maneras rutinarias en el modo de comenzar, responder, solidarizarse…
(Y
tener
ciertas
“muletillas”
que
se
repiten
incesantemente, por ejemplo, Señor). 5)
Es muy conveniente que la sesión de oración sea preparada por un grupo que haga oración antes de la llegada de los demás; la preparación consiste (sobre todo) en unirse en Cristo, llenarse de su Espíritu, abrirse a sus dones.
6)
Debemos estar abiertos al don de profecía que se manifestará en sus diversas formas a través de toda la sesión de oración (aunque no siempre necesariamente).
IV.
Es una acción humana en fe. Luego: 1)
Conviene desarrollar distintas maneras de orar y presentar así cierta variedad:
oración
individual,
oración
simultánea,
canto,
lectura,
testimonio, instrucción, etc. 2)
Confiado en el don de sabiduría, convienen aprender de la experiencia lo que debe evitarse (por ejemplo: los cantos largos) y lo que es útil para volver de nuevo a la oración (por ejemplo: leer un trozo de la Escritura).
3)
Conviene procurar cierto ritmo de silencios que permitan escuchar profundamente, orar interiormente, abrirse a los dones de Dios.
194
2do.
LOS
GRUPOS
DE
ORACION
EN
EL
DOCUMENTO
DEL
ENCUENTRO
EPISCOPAL LATINOAMERICANO 61.
En su encíclica “Dominum el Vivificantem” escribió Juan Pablo II: “Nuestra difícil época tiene especial necesidad de oración. En estos años va aumentando el número de personas que, en movimientos o grupos cada vez más extendidos, dan la primacía a la oración y en ella buscan la renovación de la vida espiritual. Este es un síntoma significativo y consolador, ya que esta experiencia ha favorecido la renovación de la oración entre los fieles” (No. 65) Y hablando de los grupos de oración a varios Obispos franceses, el Papa dijo: “Se puede hablar de una gracia dirigida a santificar la Iglesia, a renovar en ella el gusto por la oración, a hacer redescubrir, con el Espíritu Santo, el sentido de la gratitud, de la alegre alabanza, de la confianza en la intercesión, y convertirse en una nueva fuente de evangelización”. Enero 22 de 1987). En esta sexta Conferencia Internacional de Líderes de la Renovación Carismática, dijo el Papa: “El vigor y la fecundidad de la Renovación atestiguan ciertamente la poderosa presencia del Espíritu Santo que actúa en la Iglesia, en estos años posteriores al Concilio Vaticano II. Por supuesto, el Espíritu ha guiado a la Iglesia en todos los tiempos, produciendo una gran variedad de dones entre los fieles. A causa del Espíritu, la Iglesia conserva una permanente vitalidad juvenil, y la Renovación Carismática es una elocuente manifestación de esta vitalidad hoy, una expresión vigorosa de lo que “el Espíritu está diciendo a las Iglesias” (Ap 2.7 ) cuando nos acercamos al final del segundo milenio”
62.
Uno de los elementos más ricos de la Renovación en el Espíritu son los “grupos de oración” que se han multiplicado en casi todas las diócesis de una manera sorprendente.
63.
Es allí donde generalmente los católicos conocen la Renovación, y comparten la oración con sus hermanos de una manera espontánea bajo la conducción del Espíritu Santo y con una clara conciencia de la presencia que Jesús prometió a quienes se reuniesen en su nombre (Mt. 18,20)
64.
Cuando estás bien orientados por los animadores debidamente formados, aparecen pronto los frutos de esta oración comunitaria que brinda a todos la oportunidad de actuar personalmente y de compartir con sencillez y gratitud, la acción santificadora del Espíritu del Señor. Como en estos grupos se ora en torno a la Palabra de Dios, está llegando cada vez más a
195
la mente y al corazón y, se convierte en luz y lámpara para el camino ( Sal.119, Vers. 105). El predominio de la alabanza es señal de madurez en estos grupos y fuente de abundantes bendiciones celestiales. 65.
Los frutos de la conversión, crecimiento espiritual, sanidad interior y física y la obtención de muchos otros favores avalan la importancia de los grupos de oración, cuyo crecimiento y madurez deseamos vivamente.
66.
Pero la Renovación no hace de estos grupos momentos exclusivos de oración, sino que quienes toman parte en ellos aprecian más la oración litúrgica y la individualidad que es irreemplazable.
67.
“Es hermoso y saludable pensar que, en cualquier lugar del mundo se ora, allí está el Espíritu Santo, soplo vital de la oración”. “Y este divino Espíritu no sólo hace que oremos, sino que nos guía interiormente en la oración supliendo nuestra insuficiencia y remediando nuestra incapacidad de orar”
68.
y “Esta oración por obra del Espíritu Santo llega a ser la expresión más madura del hombre nuevo, que por medio de ella participa de la vida divina” (Dm. El Viv. No.65). Para que estos grupos de oración perseveren y maduren es preciso que tengan animadores humildes que sean servidores, no quieran imponerse como superiores, que cuenten con el apoyo y animación de los Pastores y que no entren en rivalidades con otros.
196
3ro. A MODO DE RESUMEN DE LOS GRUPOS DE ORACION DE LA RENOVACION CARISMATICA Se dan en los grupos de oración de la Renovación Carismática puntos fundamentales de convergencia. Por ellos se puede deducir la profundidad del amor de Cristo y la fuerza del Espíritu que quieren valerse de este medio para realizar una gran obra en la Iglesia, en el mundo, en cada persona. La gloria de Dios que reposa sobre un pueblo de pobres. A.
SINTESIS DE TESTIMONIOS.
1.
La modestia de los comienzos Es sorprendente la humildad o pequeñez de los medios humanos de la mayor parte de los comienzos de un grupo de oración en la Renovación Carismática. Es un signo del Reino, los comienzos parecidos a un grano de mostaza que va creciendo, no por querer de hombre sino por el poder de Dios que reúne a su pueblo. Es la fuerza del Espíritu Santo quien actúa más allá de toda previsión, aunque pida nuestra humilde, diligente y perseverante cooperación. El crecimiento, ordinariamente, se operará de modo paulatino y progresivo, semejante al arbolito que se planta, de desarrolla lentamente hasta llegar a hacerse un árbol robusto, cargado de frutos.
2.
La conversión Los grupos de oración son lugares de conversión. El Espíritu de Jesús nos espera en ella y sabrá escoger su momento para “traspasarnos” el corazón (Hech 2,37). Toda acción apostólica legítima nace de un corazón traspasado, como el de Pablo, como el de Pedro… Es la conversión en profundidad, operada por la fuerza del Espíritu, que anhela entregarnos a Jesús y a su Reino. Pensamos en las cosas que deseamos hacer por Dios: descuidamos las que su misericordia obra maravillosamente en nosotros. Como la comunidad de Pentecostés hemos de operar la visitación del Señor y llegar a ser, por Dios y a causa de Dios, iglesia viviente, cuerpo de Cristo para la salvación del mundo. Testimoniamos que Jesús ha resucitado, nos ha invadido con su Espíritu. Que El vive hoy entre nosotros y actúa poderosamente. Hemos descubierto al Señor en nuestra conversión; nos sentimos felices de haber sido objeto de su misericordia e irradiamos lo que “han visto nuestros ojos y tocado con nuestras manos” sobre todo, nuestro corazón pecador perdonado. Es una
197
experiencia, muchas veces única, la de los grupos de oración, que reproduce el Pentecostés primitivo de un modo personal. 3. Hemos descubierto la oración Redescubrimos la alabanza gratuita. La exultación no tiene que ver con la exaltación. La alabanza no pasará en la buenaventura
y ahora nos
entrenamos para nuestro oficio definitivo. Somos un pueblo sacerdotal que se une en el Espíritu para alabar con el corazón henchido de amor a Dios y a los hermanos. Recibimos y acogemos el fuerte don de alabanza de Pentecostés que nos conducirá a los sacramentos, a la vida fraternal, al compromiso…. 4. El combate y la comunión fraternal. En todo grupo, en toda persona que ha tomado en serio el grupo de oración. Llegará un momento, frecuentemente días, ocasiones… de combate…Es casi inevitable que esta crisis se dé. Nos encerramos en nosotros, encontramos en el fondo de nuestro corazón la oposición a la entrada del Señor y de los demás. Es preciso vivir “acompañados”, orientarnos totalmente hacia Jesús y por El y en El hacia nuestros hermanos. Hemos de arrancarnos a la idea de que somos un club espiritual donde nos sentimos bien y se nos alaba. La comunión
fraternal
no
es
fácil:
exige
desenmascararnos,
rechazar
pensamientos, hábitos mundanos. Ello exige el perdón, la compasión, el amor al modo de Cristo, la ternura. “Nuestros grupos de oración deberían ser lugares en los que hacemos la experiencia permanente de la misericordia y ternura de un Dios que nos perdona y nos pide perdonarnos los unos a los otros “setenta veces siete”, Redescubriendo de este combate que nos va a conducir, de manera irreversible, a querer por el Espíritu Santo, la comunión de toda la Iglesia de Dios y la comunión de las Iglesias”. El precio que hemos de pagar para vivir la comunión fraternal será alto y, muchas veces profundamente doloroso. Pero “merece la pena” dar todo por esta perla escondida, por este tesoro inapreciable. 5.
La experiencia de la duración La
tentación
es
muy
variada
y
multiforme:
tentación
de
cerrarse
espiritualmente, de querer ser reconocido, de salir de la sombra, no por Dios, sino por la Gloria que se anhela y oculta; la tentación de abandonar el grupo porque me defraudan los defectos de mis hermanos, porque me he
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desilusionado
de
mí,
tentación
de
impaciencia…
Todos
lo
hemos
experimentado más de una vez. Pero la fidelidad de Dios es el fundamento de nuestra fidelidad; fidelidad día a día que nos va sacando de nosotros mismos y haciendo entrar en las manos misericordiosas de Dios. El Espíritu Santo está muy atento a asistirnos para que sigamos cada vez más de cerca, la fidelidad de Jesús a la voluntad del Padre. 6.
Redescubriendo de la Iglesia en su cuerpo viviente. Nada más ajeno a la realidad de lo que debe ser y, por la misericordia de Dios, es la Renovación Carismática, que pensar en una Iglesia con sus propios sacerdotes, sus propias misas.. Sería una grave tentación que la arrastraría a ser una “secta”. El descubrimiento a que se alude es el descubrimiento de una Iglesia en su cuerpo viviente, del que somos nosotros miembros. Nuestra Iglesia es la que “es”, no la que soñamos. Y los sacerdotes, lo que son, a los que amamos como ellos son, a los que ayudamos con nuestras oraciones, sufrimientos, servicios, amor, obediencia…Adhesión a la Iglesia, cuerpo de Cristo resucitado, viviente, operante por su Espíritu. La regla de oro de la vida en la Iglesia es aceptarla, amarla, servirla porque es la Esposa de Cristo, a la que se nos introduce en el Bautismo. Es la Iglesia Madre de Vida por los sacramentos recibidos como don de Dios. Y en el corazón de esta Iglesia se halla María, presencia y actuación silenciosa y profunda como en Pentecostés. Ella está muy dentro de nuestro corazón y nos conduce, de etapa en etapa, a un conocimiento, amor y servicio a la Iglesia de su Hijo Jesús.
7. La única misión de la Iglesia “Hemos descubierto la única misión de la Iglesia. Algunos tienen tendencia a creer que los grupos de oración son una residencia secundaria a la que vamos una vez por semana para tomar aliento, a reposar un poco, como se va al campo para airearse y después volver enseguida al corazón del mundo, como si no estuviéramos en el mundo cuando oramos y cuando obramos. Nuestra Iglesia podría morir de esta separación entre contemplación y acción, entre eficacia y oración. La oración, la comunión fraternal y la evangelización proceden de un mismo aliento; es el mismo Espíritu y nosotros no podemos aceptar ser especialistas de un aspecto o de otro como si los movimientos apostólicos no fueran también movimientos espirituales y como si los movimientos espirituales no fueran también movimientos apostólicos.
199
No existe monopolio de la evangelización; no hay más que caminos y no hay más que el Espíritu Santo, maestro de la misión. Ahora es el tiempo de la comunión fraternal porque Dios está urgido de salvar y cada uno por nuestro camino, ha de llevar la Buena Nueva de Salvación que hubiéremos percibido en la oración, en la escucha de la Palabra y en “reunión en el nombre de Cristo”. La evangelización se va hacer en lo cotidiano para manifestar el rostro de Cristo Salvador. Los carismas no son otra cosa que dones otorgados por el Espíritu para el servicio de esta única misión que es la edificación del Cuerpo de Cristo y la atestación de la palabra de testigos que han encontrado a su Señor. Nosotros hemos ejercerlos con simplicidad, humildad y verdad. No se va a un grupo de oración para asistir a un espectáculo místico. Se va para acoger el don de Dios por los caminos que El quiera, cada uno según su propia gracia, manifestada por el nombre que el Espíritu Santo le ha dado. El Espíritu Santo, porque es el Amor, tiene una imaginación desbordante y de esto nosotros hemos sido todos testigos”. B. LAS LLAMADAS. 1. Una acogida más radical del Espíritu de Pentecostés y de los carismas. El Espíritu de Pentecostés se nos ofrece gratuitamente y anhela dársenos. Nos invita a acogerlo con libertad y responsabilidad. “No vamos a servirnos de El para nuestra consolación personal o nuestro gozo. Lo acogemos para el mundo y, sobre la marcha, seremos consolados”. El Espíritu Santo no está ligado, en su obrar, a nuestros estados de alma. El viene para liberarnos de nuestros pecados, tibiezas, durezas interiores, condicionamientos, heridas, de cuanto nos impide crecer en Cristo cada día. Cada momento es nuevo para Dios. Los grupos de oración han de cuidar de no dejarse encerrar, por compasión mal entendida, en estados de alma que le dificulten abrirse al Espíritu y a los demás. Es muy dañoso dejarse engañar y cultivar la “laxitud de alma”. Al mirar hacia atrás, hacia nuestra historia pasada, hagámoslo para bendecir al Señor y su fidelidad. Corremos el peligro de mirar al mundo y emitir un juicio de desesperanza: todo está podrido. El Espíritu Santo viene a liberarnos de nuestros temores y desesperaciones. El está allí vencedor, para hacernos vencedores. Tengamos confianza en El. Ama al mundo, a cada uno. Quiere salvarnos porque Cristo ha muerto y resucitado por amor para salvarlos. No tentamos miedo, en particular, de ejercer los carismas.
200
No son un ornato inútil, ni un elemento pintoresco de los grupos de oración. Son para la construcción del Reino de Cristo y para anunciar el Evangelio. No podemos renunciar a los carismas sin dejar de ser nosotros mismos. El hecho de que la caridad sea el mayor de los carismas, no dispensa del uso de los demás; son un camino de humildad, de dependencia, de aprendizaje de la caridad y del servicio a los demás desinteresadamente. Hemos de acoger el Espíritu Santo “radicalmente”, porque El nos santifica y nos reviste de la fuerza de lo Alto para anunciar con audacia el Evangelio. Nunca es tarde, por más edad que se tenga, para anunciar el Evangelio. El Espíritu renueva nuestra juventud. Sí, acojamos radicalmente el Espíritu de Pentecostés; no escojamos entre los carismas ni los acaparemos. La R.C. nos enseña también que más que hacer cosas con la ayuda del Espíritu, es El quien hace lo que quiere con nuestra pobre ayuda que nos la pide día a día. Si creemos en esto, todo cambiará. 2. Una oración más unida a la de Jesús. Se trata de una oración unida a la de Jesús Salvador, a la que brota d e su Corazón hasta el fin de los tiempos, que intercede al Padre por la salvación de los hombres. Es la oración de Cristo en el Calvario, sobre la Cruz, en el Sagrario. El Espíritu Santo nos da el poder entrar en la intercesión permanente de Cristo por la salvación del mundo. La R.C. se siente profundamente atraída a la adoración al Santísimo Sacramento. Se trata, no tanto de revivir una “devoción” cuanto de contemplar al Cordero inmolado que se ofrece a nuestras miradas, a nuestro amor; pero también a los insultos, a los pecados, a las heridas que llevamos. Rechazado, se ofrece como en la Cruz, como en la Misa, por la salvación del mundo, al amor misericordioso del Padre. Esta debe ser, primordialmente, nuestra actitud ante el Sagrario: adorarlo, alabarlo, darle gracias por su generoso ofrecimiento; su reparación, su amor que suple, compensa superabundantemente nuestros pecados, nuestra “tibieza” e ingratitud. Y ofrecernos con El y en El, conducidos por la fuerza y el amor de su Espíritu. para la salvación del mundo. Cristo, en el Sagrario,
es también el Cristo de la gloria, resucitado: sol que ilumina,
enciende, fortalece, triunfa en el amor. Jesús en la Eucaristía es el signo viviente del amor que se entrega y triunfa. Nuestra actitud debe ser celebrar también su gloria, alegrarnos por El y porque nuestros hermanos, por los que intercedemos, son los beneficiarios de la intercesión de Cristo a la que nos asocia y acepta gozoso nuestro ofrecimiento unido al suyo para siempre en su Corazón traspasado.
201
3. Un amor más real y universal de los hombres. El compartir. “Entrar en el deseo de Cristo de que el mundo se salve, que no se pierda, cualquiera que sea el precio que haya que pagar. Hacer de la salvación de los hombres la obra (única) de nuestra vida” decía Carlos de Foucauld. Vivir para ser instrumento en la salvación ofrecida por Cristo, en el amor más real, más universal de los hombres. “Un amor más real, esto es más concreto, es el amor que nos hace encontrar los medios de salvación y nos técnicas. Un amor que sea ternura compasiva, aunque también sea participación dolorosa. No tenemos el derecho de vivir como si no hubiera huelguistas, como si no hubiera países en desarrollo en los que un 50% de los niños mueren antes de un año. No tenemos el derecho de vivir en casas confortables cuando tantos hombres y mujeres no tienen el “mínimo” para subsistir. Se trata de que tomemos seria conciencia. en nombre de Cristo Salvador que se entregó, desnudo, sobre la Cruz, por nuestra salvación. Sí, no se juega a orar. Orar es el medio más seguro de no salvar su piel ni su portamonedas…Es el camino más directo, el atajo más directo”. (Nada de esto excluye el uso de los medios humanos en el espíritu del Evangelio, el contrario: es un fuerte estímulo para hacer creativa a la persona. El Vaticano II aborda el tema frecuentemente y con vigor). “Y un amor más universal: Lo sabemos bien (los hermanos dan testimonio de ello constantemente) la vida fraternal con todos los hombres, tales como son, debe ser el corazón de nuestras asambleas de oración. Yo no he escogido a mi prójimo, no he escogido a mis hermanos, otro no puedo hacer que ellos no sean mi prójimo, que no sean mis hermanos, aunque ellos me molesten” 4. El enraizamiento en el nuevo “aliento” evangelizador. Hay en Dios para el mundo un proyecto misericordioso mucho más amplio que todos nuestros proyectos. El es el que hace que los límites de los nuestros sean rebasados. “No es a partir de la revisión de nuestros métodos, ni de las discusiones
teológicas
(…)
donde
vamos
a
recibir
un
nuevo
“aliento”
evangelizador para el mundo, sino a partir de la contemplación del Reino”. Esto es lo que constatamos en los Hechos de los Apóstoles en los que se nos muestra a Jesús hablando a sus discípulos del Reino de Dios durante cuarenta días. El deseo de un mundo nuevo, nuevo en el estado en que vivimos, y nuevo definitivamente en la gloria del Padre, es quien nos lanza a una nueva evangelización, con la fuerza del Espíritu.
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“A nosotros toca consolar a los niños perdidos, a nutrir a los que tienen hambre para apresurar el tiempo y que el mundo nuevo pueda venir de Lo-Alto, porque no somos nosotros los que construimos el Reino. lo recibimos. Pero depende de nosotros el hacer que Jesús, cuando venga, pueda ser reconocido y acogido. Asٕí en la contemplación como en la acción, no dejaremos de “aspirar” por el Espíritu Santo para ir al mundo entero” “Yo creo que la Renovación está a punto de redescubrir de hecho, una teología de la misión arraigada en la contemplación del Reino de Dios que viene, una teología de la misión arraigada en el Apocalipsis, en la contemplación de aquellos a quienes vamos. Tenemos, en nuestros grupos de oración, que estar dispuestos a manifestar el don que se nos ha hecho, y sin cesar, despertar el deseo de Dios del que nuestro bautismo y nuestra confirmación han puesto el germen en nuestro corazón. Por esto, yo pienso, estamos en el corazón del mundo. Un cántico canta esta palabra que, si no me equivoco, no es muy ortodoxa: “Si vivimos en el corazón del mundo, vivimos en el corazón de Dios”. Yo creo que es lo contrario y que es necesario o decir y manifestar que “si vivimos en el corazón de Dios, vivimos en el corazón del mundo”. Tantos pobres gritan hoy hacia un Dios desconocido, gritan por la salvación sin saber nombrarla. Esta salvación tiene un nombre: es Jesús, mi Señor y mi Salvador. Y llega el tiempo en que todos los buscadores de Dios, todos los poseídos por el deseo de Dios, verán venir a Cristo en gloria. Puede ser dentro de mil años, puede ser mañana, no sé nada. Estamos en los últimos tiempos a partir del día de Pentecostés y tenemos que conducirnos como testigos del Cordero. Termino pidiendo con vosotros a María marchar con nosotros en esta peregrinación de la fe que es nuestra vida, tal como es, humildemente, al nivel de las margaritas. Que ella nos acompañe también en la vida de nuestros grupos de oración, sean pequeños o grandes, poco importa. Lo que importa es la capacidad de amor que irradien, todo lo demás no tiene importancia”. (En este apéndice 3ro. Hemos seguido muy de cerca el excelente artículo de G. Blanquiere: Les Groupes de Priere. Témoignages et appels, Tychique, n.77. Janvier, 1989, 3-11. Las citas tomadas se hallan en las páginas 6,7-8, 9-10, 11).
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4to. ORIENTACIONES EN EL USO DE LA GUIA PARA LA FORMACION DE SERVIDORES EN LA RENOVACION CARISMATICA La Guía puede ser utilizada a modo de libro de texto para las clases. Puede servir, por tanto, para profesores y alumnos, pero utilizado de modo diverso: Tratándose de un curso de iniciación creemos ser suficiente darles, sustancialmente, la materia que en El se trata. Esta se les ampliará a lo largo de los años que abarca la Escuela de Servidores. y se tratarán temas que aparecen en otros tomos. Sin embargo, tratándose de los profesores que imparten la enseñanza, no deben bastar los conocimientos que se consignan, aunque sean suficientes para
el
alumno.
El
profesor
debe,
si
es
posible,
dar
de
su
“superabundancia”. Esto quiere decir que el ha de conocer y tener la experiencia en mayor profundidad de lo que se enseña. Por eso, se le recomienda vivamente la lectura y relectura de los tomos, sin excluir libros y artículos que tocan la materia enseñada por él; la asistencia a retiros, etc., en los que la competencia y experiencia vivencial de las personas que los dirigen, sean una aportación valiosa para incrementar lo que conviene que él posea como tesoro comunicable a sus alumnos, aunque
solamente
sea
a
través
de
una
irradiación
que
brota
espontáneamente de cuanto se tiene y se vive. Es capital que el profesor domine la materia y que prepare sus clases mediata e inmediatamente. 1. Profesores. 1. Omitimos dar norma alguna referente al modo de impartir las clases fuera
de
apuntar
ligeras
indicaciones.
Suponemos
que
los
profesores son expertos en el conocimiento de los principios psicológicos y pedagógicos de la enseñanza. Nada que sea útil para una capacitación más eficaz de los “servidores” de la Renovación Carismática en los grupos de oración, debe ser omitido. Dios, en su modo de actuar, respetando las cualidades y ciencias de que El mismo es autor, inserta la acción de su gracia en estas realidades humanas para producir efectos que las sobrepasan. Estemos atentos a esta invitación del Señor, siempre confiando plenamente, ante todo y sobre todo, en su obra de la que somos pobres instrumentos. 2. Como un recurso que suele dar resultado, para que el alumnado concreto aumente su provecho de las clases, es situarse en un nivel intermedio, es decir, adaptarse en la explicación a aquéllos que
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suelen tener una capacidad medida de captación. A partir
de ahí
dar la doctrina insistiendo en lo que es más importante, de modos diversos. A los que se vaya viendo retrasados, se les puede sugerir que se beneficien de la ayuda de otros más rápidos y precisos en la comprensión. La caridad que suele haber entre los servidores les hará poner a disposición de sus hermanos las cualidades que el Señor les ha dado para usarlas en el amor y el servicio. 3. Es provechoso comenzar la clase aludiendo a la anterior y resumiendo, brevemente, incluso a través de un diálogo con los alumnos, los puntos más importantes de la anterior. 4. La
doctrina
expuesta
deberá
ser
completada
con
los
correspondientes talleres prácticos. Esto los puede dar en la misma clase del profesor, si es persona capaz de dirigirlos provechosamente u otra llamada para el caso. En esto como en otros aspectos de la clase que requieren la intervención del responsable de la Escuela, cuéntese con él para que facilite el modo, la persona, el local, el día, etc. 5. Es importen que, aunque las clases no deben perder su aspecto primordial de dar doctrina, se tenga también en cuenta, hasta donde sea posible, el aspecto vivencial de su exposición. Si el profesor está familiarizado con el modo de ser y actuar en la Renovación y es persona entregada al Señor, con experiencia personal de oración, esto brotará casi insensiblemente y será captado por los alumnos que se beneficiarán doblemente. En todo caso, cada uno se expresa según su personalidad. Lo dicho es solamente a modo de indicación. 6. Algo que ha pasado ya a ser patrimonio de la Renovación, es comenzar las diversas actividades, en este caso la clase, con un tiempo dedicado a la oración comunitaria. En las clases fuera de casos excepcionales, no se puede alargar el tiempo. Cuatro o cinco minutos, llenados con un cato apto y una oración sencilla y pavorosa, dirigida por uno de los asistentes, crean un ambiente de hermandad, de disposición interior a escuchar al que para ellos es el representante del Señor para recibir su instrucción. Es muy conveniente que el profesor, aunque personalmente no esté adherido a la Renovación Carismática, respete estos modos y, mejor aún, si los propicia, y si el mismo dirige alguna vez la oración.
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7. Un recurso que la experiencia nos ha dado ser muy provechoso y estimulante son los exámenes. Desde luego, tiene que haber un control discreto de la marcha de la clase en cuanto a su comprensión y asimilación de la enseñanza. Esto es importante y los profesores, deberán, dentro de una sana libertad en el modo, estar dispuestos a valorar el aprovechamiento de cada alumno. Anunciarles al comienzo del trimestre los exámenes que se propondrán 15 días antes de terminar con sana flexibilidad. Se proveerán mimeografiadas las preguntas y cada alumno contestará a cada una de ellas con la suficiente amplitud que pueda constatar su aprovechamiento y el grado. Los días anteriores a la terminación del semestre entregarán todos los examen y el profesor los examinará y calificará a modo que cada alumno sepa si debe repetirlo o no. Hecho de un modo flexible, pero en moderada exigencia, ayuda no poco este sano recurso humano al interés y aprovechamiento. 8. El profesor velará discretamente sobre la asistencia a la clase. Lo mejor es la competencia y modo de desarrollarlas. Pero no está demás que aluda, cuando le parezca oportuno, a la necesidad de perseverar en asistir con asiduidad. Sobre este aspecto y otros, la Escuela tiene normas concretas que ayudan a la formación de los alumnos a través de una asistencia habitual. La importancia del ministerio que se les encomendará a los servidores, no pide menos. 9. El profesor, dentro de la abundancia de material elegirá lo más importante de cada tema, evitando dos extremos: querer dar demasiado,
con
peligro
de
una
comprensión
y
asimilación
deficientes y detenerse excesivamente, con el riesgo de no poder tocar ni lo fundamental del núcleo de cada semestre. No debe pretender dar ni comentar todas y cada uno de las citas bíblicas. El profesor seleccionará las más importantes y en ellas se detendrá no más de lo conveniente. Demás está indicar que, dada la unidad temática y la semejanza de algunos temas, éstos se rozarán no raras veces entre sí. No se le preste
demasiada
importancia.
Tratándose
de
aspectos
fundamentales, si se acierta hacerlo con variedad, contribuirá a grabarlo más profundamente. Lo importante es que, en cada uno de los semestres, los alumnos estén bien claros sobre el núcleo básico y lo vayan asimilando en creciente profundidad. En todo esto ayuda
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mucho que el profesor recalque al comienzo, el objetivo de la clase que se dispone a impartir. El uso de la pizarra, y otros medios pedagógicos, se recomiendan por sí solos. 10. Es muy útil proporcionar a los alumnos un esquema algo detallado de la
explicación que se ha hecho en
clase. Les ayudará
notablemente a completar lo oído y lo copiado en la clase basta con que sea mimeografiado, pero clara y pedagógicamente presentado. COMPLEMENTO. Esta Guía aunque puede beneficiarse mucho el alumno con su lectura y asimilación, esta hecha, sobretodo para ayuda del profesor. Por eso, dentro de su limitación, se tratan las instrucciones con cierta abundancia y relativa profundidad. De ello el profesor seleccionará lo más conveniente para el grupo concreto. No debe recargarlo ni detenerse en aspectos secundarios. Y cuanto exponga sea en la mayor claridad y armonía en un núcleo fundamental en cada instrucción. Creemos que este Manual puede servir o, al menos, prestar una ayuda valiosa a otros modos de formación: a Escuelas que disponen de menos tiempo y adoptan una manera menos sistemática; que pueda aprovecharse aún para retiros, convivencias, etc. en orden a la formación de los servicios, pero en el supuesto de que se selecciona y adapta lo que parece más necesario o conveniente, a la situación concreta de aquéllos a quienes se trata de formar. En las notas, relativamente abundantes, se pretende orientar a los profesores sobre la bibliografía y añadir complementos que ha parecido mejor no incluirlos en el texto. En general, es un material facultativo que el profesor debería consultar. Puede ayudarle a complementar el texto o profundizarlo; no tanto en orden o exponerlo en las clases, cuanto a enriquecerse e, indirectamente, a beneficiar a sus alumnos. En estas instrucciones de los semestres de la Escuela de Formación, solamente tocamos el aspecto de la Renovación Cristiana en el Espíritu Santo. Prescindimos en ellas de la segunda línea, que, a través de todos los años de la doble escuela sigue: la Sagrada Escritura. Esta Guía, aunque es muy conveniente sea utilizada también por los alumnos, no exime en modo alguno de la asistencias a las clases. Al
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contrario, debe ser un estímulo para asistir y para perseverar en ellas.
Si
este
requisito
difícilmente
se
estará
preparado
convenientemente para dirigir los grupos de oración tal como hoy se requiere y pide la R.C. La responsabilidad del servidor se ve especialmente comprometida si no se aprovecha la formación que el Señor quiere proporcionarnos y que tanto reclaman los Papas, las Conferencias Episcopales… los líderes de la R.C. NOTA: Por “servidor” se entiende aquí lo que en otras partes se designa con el nombre de “líderes” o “dirigentes”: es decir, solamente los que dirigen grupos de oración. Con más razón los que forman parte de los diversos equipos: nacional, diocesano, sede o parroquial de la Renovación Carismática, aunque ocasionalmente no dirijan algún grupo de oración. II.
Alumnos. Por más que sean indicaciones y te parezcan bien conocidas y aun practicadas, léelas con el corazón abierto. En ellas habrá algo ya aprendido que necesitas recordar y algo nuevo que te aprovechará no poco para progresar en tu formación para un ministerio, importante a nivel de la Renovación Carismática y la Iglesia. 1. Esta Guía no quiere ahorrarte el esfuerzo y constancia que se necesita en todo aprendizaje. Quiere facilitártelo no poco. Por tanto, la actitud “activa” de atender, tomar las notas convenientes en clase, completar, repasar, etc., ha de estar tan viva en ti como si no lo tuvieras.
De otro modo, te
perjudicaría en vez de ayudarte. Serías como los malos alumnos que se pasan la clase distraídos porque lo dice el profesor lo tienen en el texto. Precisamente éste, sabiamente utilizado, debe suscitar una atención más viva y pacificante; no menos activa y expectante. 2. No caigas en la trampa de “agarrarte”, en una mal disimulada pereza, a la frase socorrida de que, a la hora de actuar, ya te ayudará el Espíritu Santo. La actitud de cargarle a El con toda la responsabilidad, indica una comprensión muy deficiente de la actuación de la gracia. No podemos confundir la seria preparación
requerida
por
la
misma
esencia
del
ser
“instrumentos” del Señor con la confianza “imprudente” que viene a negar la sana, cristiana, necesaria confianza en la
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ayuda del Señor; mejor en su obra esencialmente primaria; insustituible por los recursos humanos. Ambas realidades: el “sin mí, nada podéis” de Jesús, y su invitación a emplear cuantos “talentos” nos ha dado en nuestra misión de “instrumentalidad” deben armonizarse. San Pablo en su vida concreta apostólica y en sus escritos inspirados es un testigo de excepción de cuanto decimos a este propósito. 3. Te
sugiero
brevemente
el
modo
cómo
puedes
utilizar
provechosamente la Guía sin que reste para nada a tu actividad dentro y fuera de la clase y pueda convertirse en una ayuda valiosa para comprender y asimilar la doctrina (y la práctica) de lo que percibes. a) Prelée si te es posible, la materia que el profesor explicará en clase. Puedes hacerlo con varios días de antelación. Es preferible que sea inmediatamente antes de la clase. No te inquietes si no captas nada o casi nada. No se trata de estudiar la materia, sino de un primer contacto con ella, que facilite la compresión de la misma. Los estudios psicológicos avalan, con toda garantía, este procedimiento. b) Sé activo durante la clase: atiende bien, sin tensión interior. Toma las notas convenientes. Completa lo importante que el profesor añade o que se te pueda ocurrir, inspirado en la explicación del Maestro y en acción del Señor en ti. Esto, pasado después por el cedazo de la reflexión y del discernimiento, te irá enriqueciendo considerablemente. No olvides: el responsable aprovechamiento de la clase es lo principal. Pero eso supone un esfuerzo pacificante y una constancia de trabajo contra la que nos tentados por nuestra innata pereza. c) Vuelve después sobre lo oído, teniendo presente la guía y los apuntes. Emplea un tiempo discreto varias días después y alguno antes de la clase siguiente: Este trabajo de repetición es indispensable para asimilarlo. No se trata de retenerlo de de memoria, sino de irlo asimilando paulatinamente. Estos dos factores: el esfuerzo sostenido y la repetición vienen a ser a nivel humano, los dos puntales del éxito en el aprendizaje y del ahorro de tiempo. Si a esto se añade, como
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factor principal, la ayuda de Dios con la que puedes y debes contar, y que tú atraes y aumentas por el ambiente y recurso constante, confiado a la oración, tu progreso se hace más rápido, seguro, y aun agradable. d) Un consejo, omitido frecuentemente por sabido, que te recuerdo, es el siguiente: anota las dificultades que vayas saliéndote al paso respecto de la materia explicada y relacionadas con ellas; apunta brevemente lo que te parezca haya quedado oscuro, las aclaraciones y complementos que necesites. No lo confíese a la memoria. Te puede fallar. e) Si crees que te ayuda a aprovechar más, no dudes en estudiar o repetir con algún compañero de clase, supuesto que él haya captado mejor las explicaciones. 4. Es muy importante no sólo para ti mismo, sino también para el grupo en
que servirás, seas una persona de doctrina
segura.
eso
Por
conocimientos
de
vela, tu
fe
especialmente, católica
se
para
vayan
que
los
purificando,
consolidando. Esto te exigirá un estudio serio y continuado, bajo la dirección de personas competentes de toda garantía. Por eso no se puede correr el riesgo de tomar como maestro a cualquier persona, sino a aquéllas que han sido autorizadas, en nuestro caso por los Obispos que pueden delegar en los diversos Equipos de la Renovación. También aquí pueden hacer una obra muy beneficiosa los párrocos. 5. La importancia de los consejos dados, hace que vuelva, brevemente sobre ellos de modo de resumen. Necesitamos mucho ver las cosas en su verdadera luz y actuar en consecuencia. Una autoridad tan reconocida en la Renovación Carismática como Mons. Uribe Jaramillo nos urge a evitar la ignorancia respecto de cuanto necesitamos saber sobre los carismas de los que entonces está tratando. Cuanto afirma de este campo importante, pero limitado, hay que extenderlo a otros aspectos de la Renovación. Esta persuasión es la que ha dado origen a las Escuelas de Formación hoy, gracias a Dios, tan extendidas. Al lado de este cuidado para no desconocer lo que es necesario o conveniente saber al servidor, se halla el que, inmediatamente, toca: hacernos cada vez mejores instrumentos del Señor. Incluso el prevenir de la Renovación
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Carismática está, en gran parte, ligado a la buena formación de los servidores. Este es el gran reto que tiene ante sí la Renovación, en frase de los Obispos norteamericanos, en un Documento sobre la misma, de Mayo 1984. Por eso cuanto se ha indicado al respecto de la diligencia en aprender, es plenamente válido. Pero en este campo, que tiene por finalidad capacitarse, para ser usados por el Señor como instrumentos en su obra como servidores de un grupo de oración, se ha de dar la primacía a ka “ayuda de Dios”, sobre la “ayuda propia”. De otro modo, sin omitir la capacitación humana, el cultivo y perfeccionamiento de los dones naturales, se han de valorar sobre todo los sobrenaturales. Se ha de contar, especialmente, con la providencia paternal de Dios que quiere actuar también en los esfuerzos humanos que ponemos para infundirles una nueva vida y eficacia; para hacerlos fructificar más allá de lo que, por sí mismos, pueden dar de sí. Por eso, ten presente no sólo la oración, sino la apertura a la acción
del
Espíritu
que
anhela
actuar
en
nosotros
poderosamente. Ambos aspectos, las dos realidades que entran en juego en tu preparación como servidor deben ser muy tenidas en cuenta, sin elevar una a costa de la otra. Pero siempre dando la primacía a lo que de hecho y de derecho le corresponde: a la ayuda del Señor. Por eso, aunque no insista con palabras encarecidas, tanto por dicho de una vez para siempre. También aquí el servidor debe ser esa persona equilibrada que la importancia del ministerio encomendado requiere.
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