MODULO II: M MANIOBRAS DE TERAPIA ESTRATÉGICA
I.
INTRODUCCIÓN
II.
FUNDAMENTOS FUNDAMENTOS TEÓRICOS
III.
TÉNCICAS DE TERAPIA ESTRATÉGICA MANIOBRAS MANIOBRAS DE COMIENZO MANIOBRAS DE PROCESO MANIOBRAS DE CIERRE
IV. CONTRATOS DE RESOLUCIÓN DE PROBLEMAS: LA META MÍNIMA V. DIRECTIVAS VI. TAREAS VII. REDEFINICIÓN REDEFINICIÓN Y REESTRUCTURACIÓN REESTRUCTURACIÓN ANEXO 1: LÓGICA NO HABITUAL Y TERAPIA BREVE ANEXO 2: LÓGICA DE PERSUASIÓN EN TERAPIA ANEXO 3: AXIOMAS DE LA COMUNICACIÓN HUMANA LA COMUNICACIÓN PATOLÓGICA ANEXO 4: ENTREVISTA ESTRATÉGICA
1 Pasaje Babilonia 10 Ciudad Mendoza. Tel: 0261 - 4237241.
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I. INTRODUCCIÓN
En el material del módulo de modelos de psicoterapia nos hemos referido a las terapias terapias sistémicas en general y esbozado consideraciones sobre los principales tipos específicos de terapia. En el presente módulo intentamos acercarnos a principios básicos a tener en cuenta para el desarrollo de de una terapia estratégica, estratégica, haciendo hincapié en las herramientas clínicas clíni cas más utilizadas y valoradas por este modelo. Desde sus inicios en los años ´50 y hasta la actualidad, el Mental Research Institute (M.R.I.) de Palo Alto, California, se mantiene a la vanguardia en el desarrollo de herramientas clínicas destinadas a elevar la efectividad y la eficiencia de la psicoterapia. En nuestro país, el equipo del Centro Privado de Psicoterapias ha construido una aplicación particular de los principios generales desarrollados por el M.R.I. Esta aplicación abarca desde un marco general de tratamiento a maniobras de un alto grado de especificidad. La terapia estratégica se caracteriza por esfuerzo en la construcción conjunta de metas, problemas y soluciones, así como por una posición directiva por parte del terapeuta, en el sentido de ayudar activamente a los consultantes a despejar el camino que los separa de esas metas, habitualmente afectado por dificultades y problemas de naturaleza relacional. La focalización sobre los recursos del sistema y las maneras de optimizarlos y redirigirlos, constituye otra característica básica del modelo, íntimamente relacionada con el mantenimiento de los cambios conseguidos. Los objetivos del del presente seminario apuntan a que los participantes logren:
Una comprensión básica e integral del modelo estratégico del M.R.I. y de su desarrollo local, de manera de posibilitar su utilización, ya sea de manera pura y estricta, ya como esquema general o concepción del trabajo psicoterapéutico, incorporando elementos de otros modelos. Obtener criterios prescriptivos a fin de decidir la conveniencia de la puesta en práctica del modelo. Entrenar de manera práctica en el uso de las principales maniobras mani obras del modelo. Adquirir conocimientos y actitudes terapéuticas que posibiliten identificar los siguientes elementos1: a. Lo que sucede dentro de los tres tipos de relaciones interdependientes que el el sujeto vive consigo mismo, con los demás y con el mundo. b. El modo en que el problema presentado funciona dentro de ese sistema relacional. c. Cómo el sujeto sujeto ha tratado hasta ese momento de combatir o resolver el problema (indagación de soluciones intentadas). d. Cómo es posible cambiar tal situación problemática de la manera más más rápida y eficaz.
En la primera parte del material se incorporan algunos fundamentos teóricos en donde encontrarán una breve reseña acerca de la terapia estratégica, sus postulados y 1
Paul Watzlawick y Giorgio Nardone (Comp.) (2000) Terapia breve estratégica. Pasos hacia un cambio de percepción de la realidad. Barcelona: Editorial Paidós.
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I. INTRODUCCIÓN
En el material del módulo de modelos de psicoterapia nos hemos referido a las terapias terapias sistémicas en general y esbozado consideraciones sobre los principales tipos específicos de terapia. En el presente módulo intentamos acercarnos a principios básicos a tener en cuenta para el desarrollo de de una terapia estratégica, estratégica, haciendo hincapié en las herramientas clínicas clíni cas más utilizadas y valoradas por este modelo. Desde sus inicios en los años ´50 y hasta la actualidad, el Mental Research Institute (M.R.I.) de Palo Alto, California, se mantiene a la vanguardia en el desarrollo de herramientas clínicas destinadas a elevar la efectividad y la eficiencia de la psicoterapia. En nuestro país, el equipo del Centro Privado de Psicoterapias ha construido una aplicación particular de los principios generales desarrollados por el M.R.I. Esta aplicación abarca desde un marco general de tratamiento a maniobras de un alto grado de especificidad. La terapia estratégica se caracteriza por esfuerzo en la construcción conjunta de metas, problemas y soluciones, así como por una posición directiva por parte del terapeuta, en el sentido de ayudar activamente a los consultantes a despejar el camino que los separa de esas metas, habitualmente afectado por dificultades y problemas de naturaleza relacional. La focalización sobre los recursos del sistema y las maneras de optimizarlos y redirigirlos, constituye otra característica básica del modelo, íntimamente relacionada con el mantenimiento de los cambios conseguidos. Los objetivos del del presente seminario apuntan a que los participantes logren:
Una comprensión básica e integral del modelo estratégico del M.R.I. y de su desarrollo local, de manera de posibilitar su utilización, ya sea de manera pura y estricta, ya como esquema general o concepción del trabajo psicoterapéutico, incorporando elementos de otros modelos. Obtener criterios prescriptivos a fin de decidir la conveniencia de la puesta en práctica del modelo. Entrenar de manera práctica en el uso de las principales maniobras mani obras del modelo. Adquirir conocimientos y actitudes terapéuticas que posibiliten identificar los siguientes elementos1: a. Lo que sucede dentro de los tres tipos de relaciones interdependientes que el el sujeto vive consigo mismo, con los demás y con el mundo. b. El modo en que el problema presentado funciona dentro de ese sistema relacional. c. Cómo el sujeto sujeto ha tratado hasta ese momento de combatir o resolver el problema (indagación de soluciones intentadas). d. Cómo es posible cambiar tal situación problemática de la manera más más rápida y eficaz.
En la primera parte del material se incorporan algunos fundamentos teóricos en donde encontrarán una breve reseña acerca de la terapia estratégica, sus postulados y 1
Paul Watzlawick y Giorgio Nardone (Comp.) (2000) Terapia breve estratégica. Pasos hacia un cambio de percepción de la realidad. Barcelona: Editorial Paidós.
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conceptos básicos, lo que permitirá un acercamiento al paradigma de este sistema de psicoterapia. Luego comienza el apartado de la técnica en terapia estratégica, en el que se abordan las diversas herramientas utilizadas desde esta perspectiva, quedando constituidos los siguientes capítulos:
Maniobras generales y específicas Meta mínima Directivas Tareas y prescripciones Redefiniciones y reestructuraciones
Finalmente, se se agregan cuatro anexos,
Lógica no habitual y terapia breve Lógica de persuasión en terapia Axiomas de la comunicación humana Entrevista estratégica
Los mismos pretenden complementar el aprendizaje de los alumnos. Al primero de ellos podrá remitirse desde el capítulo de maniobras, en tanto que los axiomas de la comunicación subyacen a las intervenciones estratégicas. La entrevista desgrabada en el último anexo, que será utilizada en las clases en formato de video, incluye señalamientos técnicos. La presentación del material requiere de un orden, en este caso elegido por nosotros. nosotros. Sin embargo no ha sido fácil hacerlo y a la vez puede ser reordenado por los alumnos en base a considerar “la interacción entre el punto de observación asumido, los instrumentos utilizados y el lenguaje que usamos para comunicarnos con esa realidad”; es decir a cómo perciba la modalidad estratégica quien entre en contacto con este material. En nuestro caso tomamos en cuenta las indicaciones y el recorrido del Dr. Fernández Moya en su libro En busca de resultados 2. Desde el pensamiento estratégico se asume que “no existe una realidad verdadera verdadera en sí, sino tantas realidades como diversas interacciones hay entre sujeto y realidad”. Por lo tanto entendemos que el orden podría ser otro, podríamos haber haber tomado diversos caminos y presentado presentado las herramientas de un modo distinto, dando lugar a una construcción diferente.
Luciana Fozzatti Coordinadora de Capacitaciones
2
introducción al modelo Fernández Moya, Jorge A. (2000) En busca de resultados. Una introducción sistémico estratégico. Córdoba: Editorial Triunfar.
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II. FUNDAMENTOS TEÓRICOS 3
El enfoque estratégico no es simplemente una teoría y práctica concreta en el campo psicoterapéutico, sino una verdadera escuela de pensamiento sobre cómo los seres humanos se relacionan con la realidad o, mejor dicho, sobre cómo cada uno de nosotros se relaciona consigo mismo, con los demás y con el mundo. Su postulado básico es que la realidad que percibimos y con la que nos relacionamos –incluidos los problemas y las patologías- es el fruto de la interacción entre el punto de observación asumido, los instrumentos utilizados y el lenguaje que usamos para comunicarnos con esa realidad; no existe por tanto una realidad verdadera en sí, sino tantas realidades como diversas interacciones hay entre sujeto y realidad. De este postulado se deriva que, cualquiera que sea la condición que nos encontramos viviendo, sana o insana, ésta es el producto de una relación activa entre nosotros mismos y lo que vivimos. En otras palabras cada uno construye la realidad que después sufre. Considerados desde esta perspectiva los trastornos mentales se ven como productos de disfunciones perceptivas y reactivas con respecto a la realidad que el sujeto construye a través de sus disposiciones y acciones; si cambian las modalidades perceptivas del sujeto dentro del proceso de construcción, cambiarán también sus reacciones. La concepción del problem solving estratégico está guiada por esa lógica aparentemente simple, que en la práctica clínica se expresa llevando al paciente a experimentar percepciones alternativas de su realidad. Tales experiencias perceptivas modificadas y corregidas lo conducirán a cambiar sus anteriores disposiciones cognitivas y emotivas, y sus comportamientos disfuncionales. La terapia estratégica es, por lo general, una intervención terapéutica breve orientada a la eliminación de los síntomas y a la resolución del problema presentado por el paciente (o construído con él); su planteamiento no se expresa en una terapia del comportamiento, ni en una terapia sintomática, sino en la reestructuración modificada de los modos de percepción de la realidad y de las consiguientes reacciones del paciente. La concepción básica es que la resolución del trastorno requiere la ruptura del sistema circular de retroacciones entre sujeto y realidad que alimenta el carácter problemático de la situación, y su redefinición, con la consiguiente modificación de las percepciones y cosmovisiones que inducen las respuestas disfuncionales. Desde esta perspectiva la información del pasado del paciente representa sólo un medio para poner a punto las mejores estrategias de resolución de los problemas planteados y no un procedimiento terapéutico como en las formas tradicionales de psicoterapia. El terapeuta, desde el primer encuentro con el paciente, en lugar de estudiar su pasado focaliza su atención y valoración en estos elementos:
Lo que sucede dentro de los tres tipos de relaciones interdependientes que el sujeto vive consigo mismo, con los demás y con el mundo.
3
El contenido ha sido extraído de libro: Paul Watzlawick y Giorgio Nardone (Comp.) (2000) Terapia breve estratégica. Pasos hacia un cambio de percepción de la realidad. Barcelona: Editorial Paidós.
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El modo en que el problema presentado funciona dentro de ese sistema relacional. Cómo el sujeto ha tratado hasta ese momento de combatir o resolver el problema (las soluciones intentadas). Cómo es posible cambiar tal situación problemática de la manera más rápida y eficaz.
Después de haber acordado con el paciente los objetivos de la terapia sobre la base de las primeras intervenciones terapéuticas (diagnóstico-intervención), se construyen una o más hipótesis sobre los puntos indicados y se precisan y aplican las estrategias para la resolución del problema presentado. Si la intervención funciona, habitualmente se observa en el paciente una clara reducción sintomática desde los primeros pasos del tratamiento, y un cambio progresivo de la percepción de sí mismo, de los otros y del mundo; el proceso se expresa en un desplazamiento gradual de la rigidez (típica del sistema perceptivo-reactivo que mantenía la situación problemática) a una percepción más flexible respecto a la realidad, con un aumento progresivo de la autonomía personal y de la autoestima debido a la constatación de la posibilidad de resolver el problema. La primera formulación de una terapia breve estratégica se debe al grupo de investigadores del MRI (Mental Research Institute) de Palo Alto; estos autores han sintetizado el enfoque sistémico con las aportaciones técnicas de la hipnoterapia de Milton Erickson, con el objetivo de formular modelos sistemáticos capaces de hacer evolucionar el enfoque estratégico de Erickson a la terapia haciéndola pasar de puro arte, o magia, a procedimiento clínico repetible. Paralelamente a la evolución del modelo utilizado en el MRI, Jay Haley (representante del grupo de Bateson para la investigación sobre la comunicación y estudioso, junto con John Weakland, del estilo terapéutico de Erickson) ha desarrollado su formulación personal de terapia estratégica, que también ha tenido resultados semejantes a los del MRI. En los primeros años de la década de 1980 apareció un tercer modelo de terapia breve de base sistémico-estratégica, formulado por Steve De Shazer y de su grupo de Milwaukee. Los resultados relativos a la eficacia y eficiencia presentados por este grupo resultan más significativos todavía. En estos últimos años, debido a la enorme demanda social y al éxito de la aplicación, el enfoque de la terapia breve estratégica ha experimentado un enorme incremento tanto en el campo de la investigación aplicada como en el de la literatura específica. Es lícito prever una realidad en la que la aproximación estratégica a la terapia breve, por haber demostrado una mayor eficacia y eficiencia a otros modelos terapéuticos, experimentará una creciente expansión, no tanto por una evolución interna en el campo de la psicoterapia (en el que persisten fortísimas rigideces y resistencias al cambio), como por la presión a la ley del mercado que obliga al profesional a adaptarse al tipo de demanda.
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III. TÉCNICAS DE TERAPIA ESTRATÉGICA MANIOBRAS4 Definición de maniobras: “Conjunto de procedimientos de que se sirve una ciencia, arte o habilidad. La historia de l a
técnica es en cierta forma la del progreso humano en su aspecto material, con las consiguientes repercusiones en el orden intelectual y del espíritu. Estriba esencialmente en la utilización de las diversas fuentes de energía que ofrece la naturaleza”. Existe una técnica psicoterapéutica fundamentada en conocimientos teóricos y prácticos, que se relaciona con los recursos que posee el terapeuta y los procedimientos que debe aprender, incorporar como propios para construir con los consultantes un problema, una meta y las soluciones. Nuestro objetivo será describir y conceptualizar las acciones del terapeuta (técnica) a través y/o por las cuales propone y propicia el cambio de quienes consultan. Las acciones que lleva a cabo el terapeuta se llaman Maniobras. Las Maniobras son todas aquellas acciones que realiza el terapeuta y que están dotadas de un claro propósito. Pueden ser descriptas, tienen una razón, tienen un para qué y por lo tanto se pueden explicar. Estas acciones se realizan o se llevan a cabo desde el primer contacto que los consultantes mantienen con el terapeuta, pudiendo ser una conversación personal o un llamado telefónico.
CARACTERÍSTICAS GENERALES Por características entendemos los rasgos distintivos del modelo desarrollado en el M.R.I. que permiten diferenciarlo de otros abordajes terapéuticos. Los rasgos distintivos del modelo pueden ser caracterizados de la siguiente manera: 1. Apunta a la modificación de conductas (siempre concebidas como relacionales) lo más rápidamente posible. Esto indica que, los procesos terapéuticos deben tender a ser breves. ¿Por qué la brevedad? Porque apunta a un ideal de autonomía e independencia, basado en la convicción de que la mayoría de las personas cuenta con los recursos suficientes para funcionar por sí mismas si uno les da la oportunidad, y de que el precio por el beneficio adicional logrado en una relación terapéutica muy prolongada es en muchos casos demasiado alto con respecto a los resultados. Cabe hacer dos consideraciones en el plano estrictamente técnico: a) Cuanto más tiempo continúe el terapeuta trabajando, más probable es que haga algo que vaya en dirección opuesta de lo que pudo haber hecho al principio, que ayudó a mejorar la situación. b) Cuanto mayor el tiempo de contacto, más se 4
Material extraído del libro: Hugo Hirsch y Hugo Rosarios (1987), Estrategias psicoterapéuticas institucionales- La organización del cambio. Bs. As.: Ed. Nadir
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entera el paciente de la técnica del terapeuta, con lo que esto se vuelve previsible y por ende menos eficaz. 2. Se busca alcanzar un acuerdo con el o los consultantes sobre un objetivo concreto, específico y observable, que se refiera a una modificación en el comportamiento. Ese objetivo tiene que ser mínimo, en el sentido que sea aquella unidad de conducta menos alejada de la actualmente definida como problema y que represente un cambio para el consultante. Por ejemplo, si los padres de un chico consultan por enuresis nocturna cotidiana, la meta podría ser que se orine una vez por semana, lo que es algo muy poco alejado del comportamiento actual (orinarse todos los días), pero sin embargo diferente como para representar un progreso significativo. El buscar metas significativas pero realmente mínimas es una manera muy eficaz de combatir la desmoralización presente en los consultantes; se trata de algo pequeño como para que lo puedan alcanzar, en lugar de embarcarse en algo que sienten como difícil. (Ver Meta mínima en el apartado II de las técnicas) 3. El terapeuta se asume como directivo; trata de influir sobre los consultantes para que el cambio se produzca. Esta influencia puede ser ejercida en forma directa o indirecta según las características de los consultantes. Un ejemplo de influencia directa sería: “Haga tal cosa” y de indirecta sería: “En muchos casos como el suyo yo aconsejaría hacer tal cosa, pero no estoy seguro de que sea bueno sugerírselo a usted, que todavía no está suficientemente prepar ado”. El terapeuta tenderá a ejercer su influencia de manera directa cuando los consultantes sean menos “resistentes”, y la indirecta en aquellas situaciones que den muestras de no querer que se les diga cómo manejar sus asuntos. 4. El terapeuta acepta siempre explícitamente la cosmovisión del consultante, sus usos, costumbres y valores. Debe preocuparse por expresar su acuerdo con esa cosmovisión, hablarle con su propio lenguaje y desde su perspectiva. Por ejemplo, Paciente: “Cuando mi marido me gritó, me sentí muy ma l”. Terapeuta: “Me imagino lo mal que se habrá sentido, debió ser terrible”. 5. No se trata de elaborar o sobrepasar la resistencia, sino que se la utiliza como factor de cambio. Llamamos resistencia a los comportamientos del consultante opuestos a los que el terapeuta sugiere o propone para cambiar o aliviar lo que preocupa a su cliente. También se la puede definir como la dificultad del terapeuta en cambiar la solución intentada para lograr una modificación en el consultante. En este sentido, consideramos útil las ideas de Shazer y pensar la resistencia como una colaboración del consultante, que guía al terapeuta respecto a qué hacer para favorecer un cambio, o qué no hacer para lograrlo. El terapeuta suele adoptar una posición pesimista, a la que el consultante se resiste, lo cual lo lleva a tener que adoptar una posición más optimista y hacer algo para defenderla.
PRINCIPIOS GENERALES Llamamos principios al conjunto de premisas que guían las acciones del operador que utiliza este modelo. Ellos son: 7 Pasaje Babilonia 10 Ciudad Mendoza. Tel: 0261 - 4237241.
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1. Todo comportamiento es comprendido y explicado por su ubicación en un circuito más amplio de comportamiento, tomando en cuenta el feedback y refuerzo recíproco. Se aplica una lógica circular, cibernética. Por ejemplo, el fracaso escolar de un chico no es explicado en términos intrapsíquicos, sino como parte de un circuito que podría ser: el chico no estudia, la madre abandona actividades propias para ayudarlo, el niño descubre que no estudiando consigue “más mamá” que de costumbre y estudia menos, con lo que la madre se queda aún más tiempo al lado de él, etc. 2. La función básica del terapeuta es influir sobre los consultantes, de modo que puedan modificar las soluciones intentadas para resolver la dificultad, que son las que la convierten en un problema. La terapia consiste en el proceso de sustituir la solución intentada hasta entonces por otra diferente, en lo posible opuesta (o alterando la visión que el cliente tiene del problema). Siguiendo con el ejemplo anterior, cambiar la solución intentada por parte de la madre (quedarse más con el chico) podría pasar por pedirle al padre que se ocupe de convencer al hijo de la necesidad de que estudie más. Se podría convencer a la madre de que por algún motivo es conveniente que el chico no estudie, con lo que ella dejaría de considerar como problema la conducta de su hijo, se volvería a ocupar de sus cosas y permitiría una mejoría espontánea de aquél. 3. El terapeuta debe asegurar todo el tiempo su máxima maniobrabilidad para poder producir un cambio en el circuito, y debe paralelamente limitar la maniobrabilidad del consultante. El terapeuta es el responsable de llevar al paciente al cambio; éste lo necesita más al terapeuta que lo que el terapeuta lo necesita a él, y el terapeuta tiene que estar íntimamente dispuesto a suspender la terapia en cualquier momento. 4. La maniobrabilidad no sólo se refiere a la disponibilidad de no limitar sus opciones hacia el consultante, sino también la capacidad de alterar el propio movimiento o soluciones intentadas (cambio de estrategia). Esto quiere decir mantener las opciones abiertas, combatir los propios prejuicios y ser capaz de girar. 5. Maniobras: De acuerdo con lo dicho, toda conducta es relacional y tiene un efecto sobre el otro, lo influye. Todo comportamiento del terapeuta debería ser una maniobra, en el sentido de una acción tendiente a influir sobre el cliente de una manera específica, para que éste se modifique en direcciones convenientes y pueda resolver el problema que motivó su consulta. En la práctica, sólo una gama parcial de comportamientos del terapeuta es pasible de ser programada para el cumplimiento de los objetivos deseados. Llamamos maniobras a esos comportamientos. Las maniobras no se aplican a situaciones que el terapeuta defina como patológicas o necesitadas de cambio, sino a las que son definidas de ese modo por el consultante. Por ejemplo, con pacientes difusos es muy difícil realizar una terapia para resolver un problema, a menos que se haga algo para que sean menos difusos. La capacidad de influencia del terapeuta es limitada y debe concentrarse en blancos específicos (lo que el consultante trae como motivo de sufrimiento y está dispuesto a modificar).
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CLASIFICACIÓN DE LAS MANIOBRAS Siguiendo la clasificación de Fisch y otros, las dividimos en maniobras generales y específicas.
Maniobras generales son aquellas intervenciones que el terapeuta puede aplicar en la gran mayoría de los casos, casi rutinariamente. Estas intervenciones pueden tener efectos terapéuticos por sí mismas, o no; pero en todo caso son prerrequisitos indispensables para las maniobras específicas. Llamamos maniobras específicas a aquéllas que corresponden a situaciones particulares. Son las que se utilizan luego de obtenidos suficientes datos y haberse formulado un plan para el caso, hecho a medida para las necesidades específicas de la situación. A su vez, clasificaremos las maniobras generales y las específicas en tres categorías: las que corresponden al comienzo del tratamiento, las que se pueden desarrollar en el transcurso del mismo (proceso) y las que corresponden al cierre.
MANIOBRAS DE COMIENZO Llamamos maniobras de comienzo a las que se desarrollan u ocurren en la preentrevista y primera/s entrevista/s. El objetivo es establecer bases para la relación terapéutica que faciliten la máxima maniobrabilidad. Las tareas generales de comienzo son las operaciones que llevan a obtener la información y las condiciones necesarias para que el modelo funcione. Estas operaciones se realizan generalmente durante la preentrevista y primera entrevista. Las preguntas clásicas son: ¿Cuál es el problema? ¿De qué modo afecta su vida? ¿Por qué consulta ahora? ¿Cuáles son las soluciones intentadas hasta ahora, por el consultante y por los otros allegados, y por otros terapeutas, si los hubo? ¿Cuál es el objetivo mínimo fijado para la terapia? ¿Cuáles son las expectativas que tienen los consultantes respecto al tratamiento y al terapeuta? ¿Qué papel juega el derivante?
Un mal comienzo garantiza un tránsito ineficaz, confuso en cuanto al desarrollo y finalización de la terapia. Un aspecto de esta cuestión es el manejo en la preentrevista de la información necesaria como para determinar quiénes deben concurrir a la primera entrevista. Si este requisito no se cumple, tendremos algunas primeras entrevistas que son pérdidas de tiempo. Maniobras Generales de Comienzo Las acciones a desplegar por un terapeuta que recibe a un/os consultante/s será encontrar un tema para poder co-construir el problema, las metas y las soluciones. Para ello es importante recordar la propuesta de Jay Haley acerca de cuáles son las teorías que podemos emplear como una coreografía o telón de fondo con el objetivo de co - construir el problema, la meta y las soluciones. También debemos integrar los planteos que hacen Richard Fish, John Weakland y Lynn Segal en el libro “L a táctica del cambio”, cuando expresan que Maniobras Generales: 9 Pasaje Babilonia 10 Ciudad Mendoza. Tel: 0261 - 4237241.
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“son
aquellas que se emplean cuando el terapeuta desea comunicar alguna postura de tipo general, con el objeto de preparar el terreno para una maniobra posterior más específica”, y que podemos tomar como definición de Maniobra General. Las sintetizan en las cuatro siguientes maniobras: 1- No apresurarse. 2- Los peligros de una mejoría. 3- Un cambio de dirección. 4- Cómo empeorar el problema. 1- No apresurarse: Estas dos palabras proponen un concepto muy importante para el terapeuta, en tanto debe tomarse todo el tiempo necesario para conocer el sistema consultante y obtener de ellos claras muestras de la motivación que poseen y de la maniobrabilidad que le es reconocida y otorgada, evitando el riesgo de caer en errores por no considerar el tiempo (timing) del sistema consultante y del Paciente Identificado. Como maniobra es un pedido, una solicitud que hace el terapeuta luego de haber transformado la queja en problema, de haber acordado cuál/es es/son la/s meta/s y trabajado en una redefinición que ha cambiado el marco en el cual fue originalmente descripto el problema y ante la resistencia al cambio el terapeuta desafía solapadamente o no al sistema consultante a no realizar ningún cambio, ninguna acción diferente. Considerando siempre que la consulta ha sido realizada por la necesidad de alguno de los consultantes. Constituye la táctica o estrategia que se utiliza con más frecuencia. En ciertos casos es quizás ésta la única intervención, luego de indicaciones generales que ofrecen razonamientos dotados de credibilidad que justifiquen el no cambiar tan apurado. El cambio, aunque sea para mejor exige una adaptación. Esto implica un tiempo, el paciente, el consultante se lo tiene que plantear y se lo tiene que dar; el terapeuta se lo debe recordar. Se emplea generalmente “en la primera sesión”, es por lo tanto una maniobra general de comienzo, según clasificación de Hugo Hirsch. Se la puede considerar también, y en términos generales, como una prescripción del síntoma. 2-Los peligros de una mejoría: Es posible considerarla como una ampliación o variante de la intervención anteriormente presentada no apresurarse. Cuando un Paciente Identificado y/o una familia que consulta debe pensar en los “riesgos” que representan los cambios que desea realizar, ya que se modificarán algunas o muchas otras conductas, muchos o algunos hábitos, confirmará o rechazará el deseo de que se produzcan dichos cambios y se dispondrá para modificaciones globales. Se diferencia de la anterior, porque los objetivos de esta maniobra que ahora nos ocupa son algo diferentes. El diseño y la aplicación están en relación con los tipos de resistencia que presentan los sistemas de impacto y/o los pacientes identificados que no tienen motivación para la consulta. 10 Pasaje Babilonia 10 Ciudad Mendoza. Tel: 0261 - 4237241.
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Trabajada la queja, definido un problema y explicitada una meta posible, se trabaja sobre los riesgos del cambio, se le pregunta al paciente si se halla en condiciones de reconocer los peligros inherentes a la solución de su problema. Este se extraña, ante una pregunta que plantea la discusión en el plano de las paradojas. Pero el terapeuta siempre debería poder exponer una lista de complicaciones posibles o por lo menos un posible inconveniente para el cliente o para alguien que se halle próximo a él, por si él se mejora o cambia. ¿Qué hará en su tiempo libre el paciente y/o alguna persona sobreinvolucrada con éste y el síntoma, cuando se mejore? Estos ejemplos son difíciles de imaginar cuando no se
conceptualiza el contexto y la situación de la consulta. Los peligros de una mejoría puede conceptualizarse como una maniobra más definida que recibe el nombre de connotación positiva del síntoma, en el sentido que se construye como una directiva paradójica, para que no sea llevada a cabo. La maniobra los peligros de una mejoría se formula una vez que el terapeuta ha redefinido y que los consultantes lo han incorporado como una reestructuración (secciónV de la parte técnica). Por esta razón, la maniobra que nos ocupa refuerza la redefinición, al detectar las características desafiantes de alguno de los miembros del sistema que consulta o de cómo la desesperación de la/s víctima/s se ha transformado en una esperanza de dejar de serlo, pero existe culpa y/o resistencia al cambio. Se trata de una maniobra complementaria. 3- Un cambio de dirección: Cuando el terapeuta intenta avanzar en una dirección y sus fracasos se repiten, es importante reconocer su propio error y lo mejor será optar por otro camino, es preciso entonces un cambio de dirección. Llamamos así a la maniobra que hace el terapeuta cuando varía su propuesta, cambia su postura, modifica su idea directriz y/o su estrategia y al hacerlo le ofrece al cliente una explicación acerca de dicha variación, que incluya las razones de su nueva orientación, basadas en una visión equivocada por no incluir determinados datos que al considerarlos le han permitido realizar este cambio de dirección en su propuesta. En general, el cambio implica un giro de 180 grados. No existen los callejones sin salida, sólo debe uno mirar hacia atrás, por donde entró podrá salir. Se emplea cuando el terapeuta, de modo no deliberado, comienza a disentir con los consultantes y no se da cuenta del fenómeno. Esto sucede cuando el cliente insiste en subestimar o rechazar el camino, sugerencia o indicación que le ofrece el terapeuta. O puede suceder que en un comienzo el cliente aceptó la propuesta del terapeuta, pero luego se muestra no productivo. Si se reconoce dentro de la primera entrevista, el terapeuta lo puede solucionar con un “Oh, ya veo”, incorpora la corrección y corrige la dirección y el sentido de la propuesta. En cierta medida y de un modo más o menos explícito, el terapeuta adopta una posición de simulada complementariedad inferior, y agradece al cliente que le permita abandonar la senda equivocada. Retoma la conducción, rescata la maniobrabilidad, mostrando con humildad que puede cambiar su postura y su propuesta.
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4- Cómo empeorar el problema: Tener conciencia acerca de cómo, cuándo y de qué manera el paciente y el subsistema de impacto mantienen el síntoma dentro de un circuito de interacciones resulta de utilidad para registrar lo que no se debiera mantener. Por lo tanto se trata de una maniobra general de finalización, que el paciente y los consultantes deberán recordar como lo que no se debe realizar, si se desea evitar el resultado insatisfactorio. Esta maniobra se emplea cuando el cliente, el consultante, se ha resistido a anteriores sugerencias o se ha mostrado reticente a probar algo nuevo. Cuando un terapeuta brinda una sugerencia suele creer, y ello le implica decir que la acción requerida posiblemente resultará útil para lograr una mejoría del problema por el que se consulta. Pero a veces se logra un mayor impacto si se ofrece una sugerencia, en calidad de instrumento para que las cosas empeoren. El terapeuta expone concreta y de manera pormenorizada todas las cosas que el paciente ha venido haciendo para solucionar su problema, pero que en realidad servían para exacerbarlo. Eso se verbaliza de manera que el que escucha piense en el rechazo de la conducta que así detallada, se ajusta tan bien al circuito descripto. Como consecuencia, los elementos contrarios (aquello que el terapeuta espera que haga) resultan más fáciles de captar y de seguir. Ya no se le dice al paciente lo que hay que hacer o dejar de hacer, sólo se menciona implícitamente. Al mismo tiempo, el hecho de sugerir específicamente en qué forma puede lograrse que el problema empeore, hace que el paciente se vuelva más consciente de lo que sucedería si continuase realizando sus acciones anteriores, y subraya cómo el mismo desempeña un papel activo en la persistencia de su problema. Para Hugo Hirsch y Hugo Rosarios estas Maniobras Generales se aplican en el comienzo de, en el transcurso de, o hacia la finalización del proceso terapéutico, como hemos hecho mención. En su obra hacen referencia que son Maniobras Generales de Comienzo cuando se intenta: 1) “Reflejar y responder con empatía explícita a lo que el paciente o los consultantes comunica en forma verbal y preverbal ” como queja. Esto implica descubrir, aprender y hacer propio, el lenguaje del paciente y/o de la familia, incluyendo modos, creencias y valores. 2) A los efectos de lograr y mantener una elevada maniobrabilidad, se debe determinar con exactitud las variables que hacen a un encuadre óptimo para cada consultante: “número de participantes en cada sesión, como a su duración y frecuenc ia”. Esto lleva a que la unidad de trabajo sea muy variable: un consultante o más; ausencia o no del paciente identificado; participación eventual de personas involucradas que no pertenecen al núcleo familiar, uno o más terapeutas, etc. La frecuencia de las sesiones puede ser variada para obtener un cambio, para mantenerlo o para acostumbrar al consultante a la idea de que la terapia termina. En el primer caso la resistencia del consultante puede ser redefinida como indicio de que todavía no es conveniente hacer cambios y que es necesario espaciar las sesiones.
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En el segundo caso, la postergación de la fecha de la sesión siguiente puede ser utilizada como prueba para ver si un cambio se puede mantener, independientemente de su permanencia en la terapia. La tercera se logra una vez obtenido el cambio y habiendo espaciado los encuentros; este mismo hecho produce el efecto de acostumbrar al cliente a vivir sin su terapeuta. 3) Proponen que “las primeras preguntas se le formulen a quién solicitó el turno", y es importante agregar que en caso de que uno crea más conveniente hacerlo en forma general, no se debe dejar de hacer referencia a la persona que concretó la entrevista. 4) Al comenzar la primera entrevista se deben considerar la certeza de los datos obtenidos de la preentrevista. Allí detectamos con precisión quién o quiénes son los que sufren el problema, quiénes se hacen cargo de las soluciones que no necesariamente coinciden con el paciente identificado. 5) Es de regla que “la alianza terapéutica” se realice con quién o quiénes nos garantizan la continuidad del proceso terapéutico y el cambio, justamente porque son los preocupados y/o afectados por el problema existente. Esto implica trabajar siempre con el consultante, definido como aquel que sufre el problema, porque es el que está en mejores condiciones y con mayor interés en producir modificaciones. No debe confundirse al que sufre el problema con el paciente identificado, aunque pueda coincidir (pueden ser un familiar, un allegado, un médico). Siempre el que consulta se siente en cierto sentido a cargo, ya sea de sí mismo o de aquel que da lugar a la consulta, lo que implica que tiene el poder para modificar la situación si modifica su propio comportamiento. Nuestro primer trabajo es convencerlo de ello. Si consulta es porque se siente a cargo, pero el resultado de sus acciones no le convence, por ejemplo, una madre que consulta por su hijo que no estudia. 6) Se debe tratar que él/los consultantes sea/n muy “precisos en sus descripciones y/o relatos”, mientras el terapeuta trata de ser amplio, general y lo más ambiguo que le sea posible, no arriesgando conceptos que lo puedan comprometer en su maniobrabilidad. Con esto se evita el tomar posición antes de averiguar cuál es conveniente asumir desde el punto de vista estratégico. Siempre es útil conocer la definición personal que el paciente tiene acerca de cada hecho antes de arriesgar la propia. Por ejemplo: “Algunas personas verían esto como un problema de enfermedad. ¿Usted lo ve así? ”. 7) No apurarse a aceptar que el síntoma es “malo” y debe ser erradicado. Tener en mente que el problema puede ser necesario. Suele ser útil considerar la posibilidad de connotar positivamente el problema. Si uno no hace esto, posiblemente se encuentre compartiendo con su cliente las soluciones ya intentadas, limitando sus opciones. Por ejemplo: “¿Desde cuándo él se siente tan afectivamente ligado a usted como para tratar de llamar su atención de esta manera?”, en lugar de: “Esto es suficientemente grave como para que intentemos hacer algo de inmediato”. 8) Aunque no se llegue a connotarla positivamente, de algún modo la queja inicial que motiva la consulta debe ser precisada, recortada y redefinida. Sin un cambio, los caminos de solución van a seguir siendo los que él trajo. Sólo cuando el problema pasa a ser otro, es que varían las maneras de solucionarlo. 13 Pasaje Babilonia 10 Ciudad Mendoza. Tel: 0261 - 4237241.
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Maniobras Específicas de Comienzo Desde que los consultantes asisten a la consulta se produce una activa interacción entre las partes intervinientes. Todas las conductas deliberadas del terapeuta son maniobras que se orientan a diferentes objetivos. Se emplean para buscar información general y luego específica, para indagar exhaustivamente sobre el problema que ha motivado la consulta, para conocer cuáles han sido y son las maniobras intentadas para tratar de resolverlo. Con nuestras acciones, maniobras, facilitaremos la expresión de las ideas, pensamientos, fantasías, ilusiones (cogniciones), de las emociones y los sentimientos de cada uno de los consultantes y también de las conductas y los comportamientos que se relacionan de manera directa o indirecta con el problema por el que consultan. Para las diferentes etapas diferentes maniobras, para distintos objetivos distintas acciones. Por lo tanto hay maniobras para recolectar información, para precisar objetivos, para proponer los cambios, para trabajar con quienes sintonizan rápidamente con las pautas a modificar, para quienes poseen una marcada resistencia, etc. Pasemos a describir las Maniobras Específicas de Comienzo: 1) Pacientes que llegan en estado de crisis la intervención debe ser menos exploratoria y más autoritaria. El liderazgo debe ser más explícito. Una de las maneras prácticas de averiguar si lo que se presenta es o no una crisis es preguntarle si el consultante ha estado ya en situaciones similares y cómo salió de ellas. Si estuvo, no debe aplicarse lo dicho acá. Según Caplan, en las situaciones de crisis el consultante está parado en un solo pie, de modo que es muy fácil empujarlo en una u otra dirección con un simple movimiento. 2) Con pacientes inhibidos, el terapeuta debe hacerse cargo de esta inhibición y mostrar con sus titubeos y elipsis la dificultad que produce el tema. Por ejemplo: el terapeuta advierte que el paciente se encuentra incómodo por ser observado a través del espejo. Terapeuta: “Espero que sepa disculparme si no soy muy claro o me pierdo en lo que digo. Si bien admito que este sistema es necesario, después de varios años me pongo nervioso como la primera vez cuando hay colegas detrás del espe jo”. 3) Si hay que trabajar con el paciente identificado y no se puede hacerlo con aquel que sufre por el problema: a.
Renegociar el contrato para encontrar una situación que el paciente identificado quisiera cambiar. El terapeuta puede así, una vez generada la motivación, actuar indirectamente sobre la situación inicial. Por ejemplo: “Entiendo que a usted no le preocupe tanto como a su señora haber perdido el trabajo y tener muchas dificultades. Ahora bien, esto que usted me mencionaba de haber perdido autoridad con las nenas, ¿le parece que es una cuestión que merece que le dediquemos algunas charlas, o también se va a superar por sí mism a?”.
b. Si esto no funciona, acentuar la posición del paciente identificado y darle razones inaceptables para seguir igual y no cambiar. Por ejemplo: adolescente mandado a terapia, “Me parece muy bien que sigas robando ya que de esta manera
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conseguirás más pronto quedar al cuidado y protección de la policía y te podrás sacar de encima esta libertad que te resulta demasiado pe sada”. 4) En el caso de familias o parejas donde el interés por el reproche y la discusión es mayor que el interés por desarrollar una acción cooperativa para resolver el problema, el terapeuta se asegura un mayor control viéndolos por separado, puesto que esto amplía su margen de maniobra. Si esto no es posible, debe connotar positivamente la discusión, definiéndola como intento de cooperación para resolver el problema. Por ejemplo, el terapeuta puede decir: “Es muy útil para mí haber podido observar la manera como han discutido toda esta hora, si bien todavía me faltan algunos datos. Sería interesante tener la suerte de que este fenómeno pueda repetirse en la próxima sesión y así seguir obteniendo información”. 5) Para pacientes que vienen de fracaso terapéuticos anteriores o que presentan su situación como sin salida, acentuar la posición one-down y aumentar la consideración de las dificultades o sentido de la mejoría. Por ejemplo, el terapeuta dice: “Imagino que ya habrá considerado cuidadosamente la conveniencia de tratarse conmigo en este momento. ¿Qué cree que esta terapia puede tener de diferente respecto a aquellas que intentó previamente? ¿Cómo podríamos saber que la situación ha cambiado como para que mi asistencia le pueda resultar útil?”. Una variante es la de aquellos casos en que se evidencia que las sucesivas terapias han servido para postergar una decisión o un cambio antes que para favorecerlo. En esta situación el terapeuta debe crear una redefinición que le permita negarse a tomar el caso hasta que el cambio se haya producido y sus efectos se hayan visto durante cierto tiempo. 6) Para pacientes que no hablan o retacean información: a. Lograr que alguien hable, impidiéndoselo. Por ejemplo: interrumpiéndolo cada vez que va a contestar; llenándolo de preguntas sin darle lugar a que conteste. b. Otorgar al paciente el derecho de callar ciertos temas hasta que esté preparado. Ejemplo: “Por favor, no me diga nada que le resulta difícil hoy: quizás dentro de algunas semanas se sienta más preparado”. c. Declararse incompetente y solicitar más información y aclaraciones, echándose la culpa por no ser capaz de entender con información sintética. d. Hacer deducciones absurdas de los silencios o las escasa frases del paciente y dar por sentado que se cuenta con su aprobación. Por ejemplo: “Evidentemente su silencio de hoy es una confirmación de que su problema está próximo a ser resuelto”. “Usted me dijo que primero se siente mal y después habló algo del perro, supongo que la razón principal de su problema es el animal. ¿O estoy equivocado?”. 7) Con pacientes que nunca terminan de dar una información y que al mismo tiempo es vaga e inespecífica, pasando de las generalizaciones a los detalles irrelevantes, conviene intentar primero una serie de pedidos y preguntas directas. Si esto no funciona, ser más impreciso que el consultante y no llegar nunca a nada, o a conclusiones erróneas.
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8) Pacientes que cuestionan el setting: horarios, honorarios, edad o sexo del terapeuta: el terapeuta debe inmediatamente sugerir la derivación para que el paciente se sienta más a gusto, elogiando su sinceridad y franqueza. No hacer el menor intento por que cambie su apreciación. 9) Pacientes que exigen una definición del terapeuta en la primera sesión, intentando movilizarlo. Ejemplo: “He venido a verlo porque me suicidaré esta tarde. ¿Qué hago?”. Terapeuta: “Sería una falta de respeto de mi parte darle una respuesta apresurada, aún cuando me sienta obligado a hacerlo por la urgencia de su problema”. 10) Pacientes que formulan preguntas específicas sobre la técnica y modalidad de trabajo del terapeuta, y que dan a entender que esto no es sólo una manera racional de hacer una elección, sino un intento de invertir los términos de la terapia, permaneciendo en la ambigüedad mientras llevan al terapeuta a definirse. Connotar positivamente este comportamiento como un cuidado en la elección de terapeuta y embarcarse en una discusión pseudotécnica, de tal modo que el consultante quiera salir del asunto cuanto antes. Por ejemplo, uno puede afirmar que su técnica se basa en la aplicación pragmática de las derivaciones constructivistas del modelo de Whitehead, según la interpretación de los teóricos americanos. Hay que dar la información requerida de manera escueta. En los casos en los que el consultante requiere un tipo específico de tratamiento, se le puede aclarar que uno no utiliza esa técnica, pero si lo que le interesa es resolver un problema particular en lugar de recurrir a una técnica especial, puede ser útil que concerte una entrevista. 11) En pacientes que dicen: “Antes que nada, necesito saber si esto me servir á”, suele ser útil contestar: “Usted me sobreestima. En general me resulta muy difícil saber por anticipado si un tratamiento va a servir o no, y me resulta absolutamente imposible saberlo sin conocer siquiera cuál es el problema”. Cuando la pregunta se hace al final de la primera entrevista, conviene expresar pesimismo y sugerir si quizá no sería conveniente que consulte con una persona que le pueda dar mayor seguridad (es importante destacar que el tono de esta intervención debe ser calibrado muy cuidadosamente, de modo que exprese comprensión de la necesidad del consultante de sentirse seguro y al mismo tiempo cierto desvalimiento ante la imposibilidad de proporcionarle dicha seguridad). 12) Si el paciente no parece muy motivado al cambio y no demuestra estar afectado en su vida por el problema, poner a prueba su pretensión de hacer terapia con preguntas como: “¿Por qué molestarse ahora con esta terapia?”. Si no es “comprador” dar por finalizada la terapia. Si aparece otro miembro del sistema más interesado, trabajar con él. 13) En los casos que alguien que está en otro tratamiento viene a realizar una consulta, es importante que deje bien en claro que lo que él propondría hacer es algo suficientemente distinto como para que el paciente se tome algún tiempo antes de decidir con quién continuar. Al hacer esto es conveniente valorar algún aspecto de lo intentado hasta ahora por el terapeuta a cargo, e insistir en que no necesariamente el cambio va a ser provechoso. Es el paciente quien debe hacer los esfuerzos para demostrar que un tratamiento es eficaz, en lugar de que el terapeuta se ponga en la posición de “yo puedo hacerlo mejor que el anterior ”, que implica una gran pérdida de maniobrabilidad.
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Una situación diferente se plantea cuando alguien viene a hacer una consulta por un problema específico mientras está en un tratamiento más general. Conviene considerar el caso en términos de que el otro terapeuta es un pariente calificado, cuya opinión es necesaria tomar en cuenta: quizá convenga llamarlo, escuchar su opinión y tratar de que coopere (naturalmente, siempre es necesario de que el otro terapeuta esté al tanto de que el paciente ha consultado). 14) Existen casos de dificultades específicas en el cumplimiento de las así llamadas tareas que el terapeuta debe cumplir al comienzo de un tratamiento. Estas maniobras se usan sólo cuando el interrogatorio directo no ofrece los resultados esperados.
a. Si el paciente retiene información clara y específica, terapeuta: “Lamento enormemente no estar a la altura de sus necesidades y ser incapaz de entenderlo y ayudarlo hasta tanto cuente con esos datos, pero entiendo que usted todavía no está en condiciones de proporcionármelos”. b. Hay pacientes que no pueden fijar metas realistas y concretas, por diferentes razones. Por ejemplo, adolescentes para quienes fijar metas específicas y alcanzables es poco menos que una cuestión de mal gusto. En este caso, suele ser útil cuando aconsejan ampliar el motivo de consulta hasta tal punto en que sea el paciente mismo el que se vea obligado a restringir sus aspiraciones difusas. Ejemplo, paciente: “Lo que yo espero de esta terapia es poder hacer la mía, tenerla clara, en la vida en general. No es saber de qué laburar o con quién salir ”. Terapeuta: “Sólo ahora comienzo a conocerte pero me entristece pensar que un chico con tus posibilidades se limite solamente a plantearse objetivos relativos a la propia felicidad. Quizás pudieras plantarte metas más amplias, que incluyan una visión más ecológica, menos centrada en el no te metas, más consciente del modo en que estás unido al destino del universo ” (el chico posiblemente empiece a decir que eso está muy bien, pero que tiene que empezar por algo más limitado). Un caso diferente es el de aquellos incapaces de fijarse metas precisas porque no tienen el hábito de pensar en esos términos, y aquí es el terapeuta el que tiene que ser capaz de coconstruir metas concretas a partir de visiones difusas. Por ejemplo, con un paciente que tiene el antecedente de dieciséis internaciones y que dice que “la terapia debería servirme para analizar la cuestión de la independenc ia”. Se le preguntó si le serviría ir haciendo cosas chicas (como vestirse solo) para que fuera cambiando y él se sintiera mejor. MANIOBRAS DE PROCESO Maniobras Generales de Control del Proceso Terapéutico 1) El pesimismo terapéutico, estrategia característica del modelo, está referido a: a. La posibilidad de logro de cambio; 17 Pasaje Babilonia 10 Ciudad Mendoza. Tel: 0261 - 4237241.
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b. La utilidad del logro del cambio; c. El grado de modificación del problema; d. El tiempo en que esta modificación puede ser alcanzada; e. El mantenimiento del cambio alcanzado; f.
La capacidad del terapeuta para ayudar;
g. Consideraciones acerca de si este es el momento para que el cambio se alcance o se mantenga. Ejemplos de intervenciones en cada uno de estos puntos son: a. “El objetivo que usted quiere alcanzar habla a las claras de sus características personales, y créame que yo lo admiro por eso, pero muchas veces ocurre que es difícil llevar nuestros ideales a la práctica”. b. “Pero habría que ver realmente si se justifica poner tanto esfuerzo por alcanzar esa meta; inclusive no sería raro que al alcanzarla descubriese que también trae apare jados inconvenientes”. c. “¿Y usted está seguro de que realmente ese es el cambio que usted quería, o es una apariencia engañosa?”. d. “creo que su problema lleva tanto tiempo y es tan importante que no sería realista pensar que puede modificarse súbitamente, de modo que tenemos que asegurarnos de ir paso a paso. Cada cosa lleva su debido tiempo y no sería bueno que usted pretenda ir más rápido de lo que puede y debe”. e. “Si, es cierto, ha conseguido algo que es muy importante y difícil. No pensé que usted pudiese hacer tanto en tan poco tiempo, pero hay que tener muy presente que cuando estos logros se concretan hay que ver si se pueden mantener”. Todas las intervenciones tienen por objeto provocar en el consultante una actitud de mayor compromiso en la decisión que tome, de más esfuerzo, e incentivar mayores logros, disminuyendo la ansiedad por las dificultades, el desánimo por posibles recidivas y el control de los fracasos. Al utilizarlas, el terapeuta contraría generalmente actitudes y comportamientos de los otros significativos del paciente que contribuyen al mantenimiento del problema: apoyo, aliento, etc. 2) El terapeuta controla la dirección del proceso al considerar todo tema ulterior que el paciente trae en el transcurso del tratamiento como referido al motivo de consulta originario o como índice de que aquel motivo fue superado. Esto lleva a que el consultante no diluya esfuerzos y se concentre en el problema pactado. Por ejemplo, con un paciente cuyo motivo de consulta es la dificultad para entablar conversación con una mujer, y que en una sesión comenta que le costó dormirse recordando episodios de su 18 Pasaje Babilonia 10 Ciudad Mendoza. Tel: 0261 - 4237241.
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infancia, el terapeuta puede interrumpir señalando que con toda seguridad lo comenta en ese momento porque tiene que ver con su motivo de consulta, y a continuación preguntar: “¿Cómo lo relacionaría usted?”. De ese modo se evita que el consultante pueda sentirse rechazado, pero se mantiene el foco. El mismo procedimiento se aplica a situaciones grupales en las que alguien empieza a hablar de problemas reales o supuestos del paciente identificado o de otro miembro de la familia, que podrían llevar a la discusión de nuevos temas sin haberse resuelto el problema que se trajo en primer término. Maniobras Específicas de Control del Proceso Terapéutico La aplicación de las siguientes maniobras se efectúa principalmente cuando el terapeuta advierte que se enfrenta con un patrón actitudinal estereotipado de los consultantes. No se trata de “contestar”, toda manifestación de nuestros interlocutores, sino sólo cuando se trata de una pauta reiterativa que aparentemente perturba el logro del objetivo terapéutico fijado. Es sólo la conducta redundante la que nos permite constatar la existencia de un patrón. Puede decirse que las maniobras específicas de control derivan básicamente de l a aplicación sistemática de dos características del modelo: - Entender toda resistencia como cooperación (lo que suele llevar a prescribir cualquier comportamiento resistencial observado), -Aprehender la cosmovisión del consultante, explicitando su aceptación. 1) Ante el cliente que rechaza, duda o desconfía hay varias intervenciones posibles. Una sería: “Quiero destacar que este aparente rechazo suyo a lo que hemos estado viendo es una colaboración de su parte, de mucha importancia para nuestro trabajo. De esta manera, usted se asegure que yo me esfuerce por llegar a su problemática más profundamente. Así usted está colaborando muy activa y eficazmente para que nos centremos en lo que le pasa, con toda nuestra atención”. Otra sería decirle: “Es muy oportuno y positivo que usted manifieste tantas dudas (tanto rechazo, oposición, fastidio). Ello es índice muy claro de su necesidad de no conformarse con lo aparente, de buscar en la profundidad para llegar al meollo de las cosas; y de afán de cambiar, como así también de su independencia de criter io”. Si el paciente desconfía y controla al terapeuta, pedirle que colabore vigilando permanentemente cualquier desviación. 2) Ante cualquier fracaso relacionado con el proceso terapéutico, el terapeuta debe culparse de dar por terminado el tratamiento. El fracaso suele ser visto desde el terapeuta como resultado de dos situaciones diferentes: a. No llevó a cabo los cambios de comportamiento sugeridos o las tareas encomendadas. Intervenciones posibles: “Debo reconocer que me he equivocado. Creí que usted tendría fuerzas suficientes, y por eso le sugerí algo que estaba fuera de su alcance. Realmente no tengo disculpa por este error, y no sé si usted se sentirá ahora con disposición para 19 Pasaje Babilonia 10 Ciudad Mendoza. Tel: 0261 - 4237241.
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ayudarme algo que esté más adentro de sus posibilidades, o si será preferible que terminemos de modo que usted tenga la posibilidad de trabajar con un terapeuta que pueda ayudarlo más”. Variante agregada a la anterior: “No sé si usted podrá seguir confiando en alguien que ha vuelto a equivocarse sobrestimando sus posibilidades”. Variante más centrada en el terapeuta: “Otra vez me he equivocado y siempre por lo mismo: mi maldita ambición y perfeccionismo” (continuando con lo de abandonar la terapia). Cuando el terapeuta percibe las quejas como encaminadas a obtener más sesiones y atención, puede espaciar aquéllas, argumentando que sólo tiene sentido incrementar su número si se registran progresos. b. Cuando no obtuvo resultado al realizar esos cambios: “Me parece que usted ha hecho más de lo que nadie podría pedirle al animarse a hacer esto y creo que debe sentirse peor de lo que manifiesta al descubrir que hacerlo no mejoró el problema. La verdad es que yo también me siento mal, porque me equivoqué seriamente y es razonable que usted ya no me tenga la misma confianza. ¿Qué le parece que hagamos? ” (y tomar lo que sigue seriamente, porque sin la menor duda la equivocación es del terapeuta). 3) Anta la exigencia, el terapeuta debe evitar responder de inmediato y sin meditación a las demandas del consultante, sean éstas explícitas (“necesito su consejo ya mismo”), o derivadas de su comportamiento (paciente en una cornisa). Algunas formas posibles de intervención son: a. “Comprendo la preocupación que lo aqueja, pero es conveniente que me tome tiempo antes de decirle algo, para no darle una respuesta a la lige ra”. b. “Realmente debiera ocurrírseme algo ante eso, pero es justo en los momentos de urgencia cuando mis pensamientos funcionan más lentos. Debiera ser una forma inconsciente, automática de ser cuidadoso. Mucho me temo que va a tener que esperar un par de días para ver si se me ocurre algo que valga la pena, lo que por otra parte no es nada seguro”.
Esta forma de manejarse con cautela es de especial importancia cuando el consultante anuncia acciones extremas (suicidio, homicidio). El terapeuta no es que no debe hacer nada, sino que debe darse el tiempo para meditar sus respuestas. Una variante necesaria con los pacientes que llaman al terapeuta entre sesiones para consultarle por alguna cuestión: “esto no puede esperar hasta la próxima sesión ”. Una posible intervención puede ser declararse incompetente para pensar en el curso de las conversaciones telefónicas, y una diferente, preguntar si no fuese más conveniente suprimir los encuentros personales y tener sesiones telefónicas (pagas, por supuesto). 4) Situaciones en las que el paciente intenta ejercer el control sobre la posición del terapeuta, ubicándose en una posición meta con comentarios acerca de características y comportamientos de éste, como por ejemplo su juventud, sexo, ideología, posición social, etc. 20 Pasaje Babilonia 10 Ciudad Mendoza. Tel: 0261 - 4237241.
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Aquí conviene amplificar las características adjudicadas, llevándolas a un punto en que sea el paciente quien deba intervenir para readjudicar valor al terapeuta como tal. Es bueno alabar la independencia de criterio del consultante, y expresar serias dudas respecto de la posibilidad de que lo que uno pueda hacer esté a la altura de sus expectativas o necesidades. Por ejemplo: “Es cierto que soy muy joven, a tal punto que no estría demás dudar respecto de si esta característica no me inhibe para trabajar eficazmente en su caso”. Por otra parte están los que pretenden adelantarse a la intención de las intervenciones. “Usted me dice esto para que yo…”. Se trata de redoblar la posición one-down, insistiendo en que el paciente adjudica al terapeuta virtudes que éste no posee. Por otra parte, se puede elogiar al consultante por su perspicacia y prescribirle que intente adelantarse siempre a las intenciones del terapeuta. 5) Comportamientos que perturban el setting: a. Horarios. Están los que tienen siempre dificultades para concertar la cita, los que llegan tarde y los que faltan. En esos casos se puede tomar este comportamiento como índice seguro de que el problema está en vías de solucionarse o que el consultante ha descubierto la manera de convivir con el problema. Ello puede complementarse muy bien con la afirmación de que el terapeuta no quiere convertir el tratamiento en un nuevo problema, y que por ende conviene distanciar las entrevistas o suspenderlas. Otra variante es mencionar la evidente falta de utilidad del tratamiento por fallas del terapeuta o de la técnica, lo que también lleva a suspender las sesiones. Un problema diferente lo plantea la persona que se demora al final de la sesión, sea porque tiene algo más para contar o porque necesita desarrollar un prolongado ritual para despedirse. Una intervención posible es proponerle que las sesiones duren diez minutos menos, de modo que dispongan del espacio necesario par recoger sus pensamientos y establecer la línea que separa la sesión del mundo exterior. b. Los que intentan que uno no vea a alguien, o que lo vea a toda costa. Es posible manejarse desde una posición de incompetencia: no saber qué hacer si un no ve a alguien, o no saber qué hacer si se presenta alguien que uno no definió como partícipe. La declaración de incompetencia se mantendrá hasta tanto se cumpla el encuadre fijado por el terapeuta. Por ejemplo, en el caso de una pareja donde el marido se queja de la esposa pero al mismo tiempo se opone a que el terapeuta la vea, se puede aceptar lo que plantea, legitimándolo pero al mismo tiempo planteando que eso hace mucho más azaroso el resultado del proceso terapéutico. Se puede añadir que quizá esto sea un mensaje del inconciente que es sabio y no le permite que citemos a su esposa, lo que lo llevaría a resolver el problema con quién sabe qué perjuicios posteriores incognocibles. Una variante importante está constituida por los sujetos que utilizan la entrevista individual para comunicar datos, exigiendo que nos sean comunicados a otras personas que están incluidas en la terapia. En estos casos es importante que el terapeuta no acepte la información sin pactar previamente la posibilidad de hacer uso de toda la información que le resulta útil, en el momento que crea conveniente. En última instancia se trata de que prime la concepción del terapeuta respecto a quién, cómo, y de qué
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manera deben ser vistos en la terapia para tener éxito, buscando que el paciente asuma la responsabilidad por las decisiones que implican una línea diferente. Otra variante está constituida por los consultantes (generalmente familiares definidos como graves, aunque a veces ocurre también con adolescentes), que al final de una entrevista conjunta plantean una especie de consulta secreta sobre el paciente identificado a un metro de éste. Hablar en voz más alta al contestarles o incluir al paciente identif icado porque uno no se dio cuenta que en ese momento no debía formar parte de la conversación, suele ser una herramienta bastante eficaz. Si la persona dice o da a entender explícitamente que lo que quiere es una conversación privada, es bueno sugerir una sesión especial o un espacio de la próxima para que tenga lugar. Lo importante no es que el terapeuta se resista pedido del consultante. Es más, en la mayor incorpore, siguiendo el principio de utilizar disponer de maneras de bloquear exigencias conservando así su maniobrabilidad.
automáticamente a cualquier sugerencia o parte de los casos es preferible que la la resistencia como cooperación. Debe de este tipo si lo considera necesario,
6) Reacciones negativas ante tareas sugeridas o prescriptas: esto puede ocurrir de distintas maneras y en diferentes momentos. Uno de ellos es cuando es cuando el sujeto rechaza la tarea en el mismo momento en que es formulada. Esto por regla general indica que el terapeuta está trabajando de manera descuidada, puesto que una cierta atención en la interacción con el consultante nos permita reconocer si una línea tiene posibilidades o no; si es transitable. Si el consultante ha estado hablando de sus temores durante una hora, implicando que se siente incapaz de afrontarlos, cualquier sugerencia que implique afrontarlos será rebotada automáticamente. En una línea diferente, hay consultantes que necesitan primero las razones y después las sugerencias, mientras que hay otros que no están interesados más que en la acción. Por ejemplo, es obvio que con pacientes psicoanalíticamente entrenados es importante adelantarse a su necesidad de saber los porqués de sus comportamientos y de las tareas que se les proponen o sugerencias. La exposición de las causas es previa a la propuesta de una actividad específica. Supongamos un caso de enuresis donde un padre muy ansioso y controlador, con años de terapia analítica, se levanta varias veces por noche para saber si el chico se orinó o no y llevarlo al baño. El terapeuta podría decir: “Como usted sabe, la enuresis es la expresión sintomática de un déficit de control yoico. Esto es bastante común a esta edad, y suele modificarse reforzando los controles obsesivos por identificación con la figura paterna, lo que limita las fantasías de castración. Por lo tanto, me pregunto si usted, que puede hacer eso mejor que nadie gracias a sus años de análisis, se animará a levantarse todas las noches para ver si se ha hecho pis o no, y en caso de que se haya hecho, llevarlo primero al baño y después a practicar media hora de caligrafía juntos. Es importante que sea a esta hora porque como está medio dormido hay una disminución del control consciente y esto incrementa los procesos automáticos de identificación”. La observación detallada de la posición del paciente y su lenguaje nos da indicios respecto a la manera, el cómo, y el cuándo de las intervenciones posibles. Puede ocurrir que de vez en cuando una tarea propuesta sea rechazada en el instante mismo de ser formulada. Puede corresponder aquí una típica vuelta en U. “Es evidente que me 22 Pasaje Babilonia 10 Ciudad Mendoza. Tel: 0261 - 4237241.
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equivoqué al sugerirle esto, más bien lo que usted precisaría es todo lo cont rario”. La vuelta en U se da cuando sugerimos otro tema u otra estrategia; no cuando fraseamos para dar la apariencia de ir en otra dirección mientras intentamos seguir por la misma. Esto también puede ser necesario en algunos casos. A veces por ejemplo uno puede decir: “Me doy cuenta de que me equivoqué completamente al sugerirle esto, porque si bien serviría para aliviar más rápidamente su problema, es evidente que usted no está en este momento en condiciones de hacerlo”. Una variante es la de las personas que a la sesión siguiente informan que lo pensaron mejor y que no les pareció razonable cumplir con la tarea. Aquí uno puede dar vuelta en U o criticarse por haber supuesto que él sería capaz. Otra variante es comentar que es una pena que no haya podido hacerlo, porque de ese modo se perdió una oportunidad histórica, sin entrar en detalles; después de negar toda posibilidad de que sea útil realizarla a la sesión siguiente. 7) La vuelta en U es también imprescindible cuando la conversación con el cliente decae y es evidente que el tema central de la terapia no esté bien elegido. 8) Los pacientes que ya saben todo lo que uno pueda decirles, porque lo pensaron o experimentaron previamente. Esto puede tener que ver con un déficit en el trabajo de indagación del terapeuta respecto de las soluciones intentadas. En los casos en que no es así, existe un patrón de comportamiento y conviene ponerse dubitativo respecto de la posibilidad de encontrar un ángulo nuevo a un asunto que ellos ya examinaron con cuidado, mientras al mismo tiempo se cavila acerca de las razones que puede haber para que un problema se mantenga pese a haber sido ya examinado y atacado desde todos los ángulos imaginables. Es imposible que a uno se le ocurran ángulos que el paciente no haya explorado con anterioridad, la entrevista desembocará en que el problema no son los ángulos sino lo que se hizo para resolverlos. O la terapia termina allí, o el terapeuta recupera por elección de los consultantes su papel con el poder suficiente para operar con un mínimo de eficacia. 9) Inducciones: Cuando el terapeuta descubre un deseo muy intenso de comportarse de un modo determinado en función de sentimientos de simpatía o rechazo por el consultante, es importante que tenga en cuenta que lo que quiere hacer forma parte de las respuestas habituales de los allegados al paciente, y que si las repite, estará haciendo más de lo mismo. Debe revisar soluciones intentadas por otros y estar seguro de que lo que intenta hacer es diferente. 10) El consultante trae sesión tras sesión quejas sobre el mismo motivo de consulta, implicando que no está pasando nada. Conviene tener una especie de lista de referencias conductuales que permitan verificar en cada sesión el estado del problema, de modo de poder desconfirmar lo que dice el consultante, sin discutir con él acerca de la esencia de la situación (por ejemplo, si una madre consulta por su hijo esquizofrénico, se puede revisar en cada sesión si se levantó o no de la cama, si salió, si colaboró con las tareas del hogar, etc. Habitualmente aparecen allí los cambios. Cuando no se presentan, es importante chequear si se llevó a cabo la conducta sugerida en la sesión anterior, porque habitualmente la verdadera falta de cambio tiene que ver con que el consultante no las realizó. Esto implica haber explicitado previamente con claridad los indicadores de cambio.
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11) El paciente que durante el tratamiento consulta con otro profesional, o cita a otro “experto” que da una opinión diferente sobre el modo de manejar la cuestión. Si hizo esta consulta o buscó esa otra opinión es porque hasta ahora no tuvo el éxito deseado con nosotros, y por ende, es una nueva posibilidad. Dado que mantenemos una posición diferente, lo mejor que podemos hacer es retirarnos totalmente del caso para no interferir. Si el consultante protesta, debemos insistir en que le dé una chance a sus corazonadas, hasta el punto en que manifieste estar absolutamente dispuesto a continuar el proceso bajo nuestra dirección. Por ejemplo, puede ocurrir que alguien consulte con nosotros por “nerviosismo”, y vaya al médico para que le dé algo para dormir. Si nuestra definición con el consultante sobre lo que el nerviosismo implica no incluyó el insomnio, lo dicho en el párrafo precedente no se aplica, y es necesario redefinir la intervención de la otra persona de un modo que refuerce la línea que habíamos tomado (por ejemplo, si las pastillas que le dieron le permiten dormir, eso ayudará a que ella pueda hacer con más facilidad lo que habíamos convenido para ayudarla en su nerviosismo ante su esposo). 12) Los que buscan establecer alianzas con el terapeuta que perjudican la propia posibilidad de intervención de éste, como cuando en consultas de pareja pretenden explicar al cónyuge lo que “verdaderamente” quiso decir aquél. Suele ser útil agradecer el alto concepto que tiene la persona de las virtudes del terapeuta, o elogiar su capacidad para entender sus pensamientos profundos, pero expresando no tener tanta confianza en la propia capacidad o no estar en condiciones de juzgar si verdaderamente eso es lo que había querido decir.
MANIOBRAS DE CIERRE Llamamos maniobras de cierre a las que se desarrollan en la última o últimas entrevistas. Debe tenerse muy en cuenta que no son sino la consecuencia lógica de las que se realizaron al comienzo, particularmente respecto de la focalización. Por ejemplo, cuando se presenta un caso en el que el terapeuta considera que el problema ha sido resuelto pero el paciente no lo reconoce, es evidente que el inconveniente no está en lo que se hace al final del tratamiento, sino en una deficiente elaboración del acuerdo con el consultante sobre qué consideraría una mejoría aceptable. El objetivo de las maniobras de cierre, cuando el tratamiento ha sido exitoso, es consolidar los logros obtenidos y prevenir recaídas en los viejos intentos de solucionar las dificultades que tendían a mantenerlas o agudizarlas. Un mal final puede invalidar muchas horas de trabajo. En el caso de un fracaso, un cierre adecuado permite que el paciente pueda en el futuro intentar una nueva consulta. Una mal cierre disminuye esa posibilidad y suele afianzar las mismas conductas que lo llevaron a consultar. Las maniobras de cierre se ven facilitadas si existen factores de presión, tales como un número fijo de sesiones, cobrar honorarios elevados para la capacidad económica del paciente o pedirle tareas que le exigen esfuerzo (tal como cuando le damos un horario incómodo, por ejemplo). 24 Pasaje Babilonia 10 Ciudad Mendoza. Tel: 0261 - 4237241.
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Salvo que se haya prefijado el número de sesiones, el terapeuta debe maniobrar para que sea el paciente quien plantee la finalización, y no el terapeuta, siguiendo el principio general de tratar de crear las condiciones para que el paciente se comporte “espontáneamente” de la manera que se considera beneficiosa para cumplir con la finalidad del tratamiento.
CUANDO EL PROBLEMA FUE RESUELTO Maniobras Generales 1) Reseñar lo que se ha alcanzado y lo que no, poniendo énfasis en destacar los logros como producto de las habilidades y cualidades de los consultantes, y lo que no fue logrado como consecuencia de las limitaciones de la terapia en general o del psicoterapeuta en particular. Por ejemplo, en el caso de un chico de 22 años cuya queja inicial es la sensación de no ser capaz de llevar adelante sus cosas, puesto que estaba fracasando en sus estudios y dependía en todo de sus padres: “Aparentemente en este tiempo has encontrado una manera de estudiar y aprobar las materias en la facultad; realmente me maravilló el esfuerzo y la creatividad que pusiste en eso. Lo que no se alcanzó es la posibilidad de que ganases algún dinero como para no tener que pedirle a tus padres; realmente no se me ocurrió nada útil para ayudarte en es o”. Así se cumple en esta etapa con la premisa general de que la responsabilidad esté principalmente en manos del consultante al maximizar el esfuerzo y la actividad que éste ha tenido, mientras se minimiza la participación del terapeuta. El terapeuta se repliega y deja al consultante en el centro de la escena. De él son el crédito y la responsabilidad por la mejoría obtenida. De este modo no queda en una posición dependiente, y se evita el riesgo que quede como esperando de afuera la resolución de los problemas que lo aquejen en el futuro (cuando una terapia de este tipo tiene éxito se produce, no un desplazamiento del síntoma, sino un desplazamiento de la mejoría, que se extiende hacia ámbitos muchas veces insospechados). Una vez que un cambio se pone en marcha y se mantiene, los mecanismos de retroalimentación positiva permiten reforzar la nueva situación y ampliar la mejoría, siguiendo el mismo proceso que llevó al circuito disfuncional que motivó la consulta, sólo que ahora en sentido inverso. 2) Para controlar eventuales recaídas, disminuir en lo posible la ansiedad o temor ante ella y evitar que la ya próxima interrupción del tratamiento tiente a los consultantes a volver a los viejos hábitos que tratará de restringir el cambio de varias maneras: a. Se aconsejará al cliente que vaya despacio e inclusive que trate de no seguir mejorando por un tiempo. Por ejemplo: “Creo que sería preferible que de aquí en adelante trate de progresar más despacio, e incluso quizás sería mejor que pare por un mes o dos”. b. Se definirán posibles recaídas como esperables o incluso como positivas o deseables, enmarcado en que el paciente ha mejorado demasiado rápidamente y que los cambios lentos son más sólidos. Ejemplo: “Le diría que existe una posibilidad que sería muy
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beneficiosa se concrete, de que usted vuelva a padecer por un tiempo de dificultades para estudiar y dar exámenes. Esta sería una manera espontánea de no avanzar más sin antes haber asegurado las bases del cambio. Después de todo usted ha estado tanto tiempo en esta posición que es importante que antes de abandonarla definitivamente la experimente en todas sus facetas”. Al predecir y estimular recaídas se persigue atemperar los posibles esfuerzos del consultante por no cometer un solo error que podrían llevar a recurrir a viejas soluciones. También en caso de que se dé efectivamente una recaída, podrá tolerarla mejor. Aún si esto no ocurre y el consultante volviese a ver al terapeuta, éste se encontraría en buenas condiciones de trabajo, dado que ocurrió lo que predijo. c. Conviene anticipar las diferentes formas en que el paciente y otras personas involucradas pueden sabotear los logros o mejorías obtenidas. Se puede pedir al consultante que imagine en qué forma podría retrotraer la situación a lo que era, a lo que los otros significativos pueden hacer al respecto. Si al cliente no se le ocurre nada, el propio terapeuta puede aportar algunas ideas al respecto, connotando positivamente esos comportamientos. Por ejemplo: “A tus padres les costará acostumbrarse a esos cambios. Después de todo, al mejorar en tus estudios tienen que empezar a hacer el duelo por la pérdida del chico que tuvieron durante tanto tiempo. Es probable que ellos insistan en continuar brindándote protección, por ejemplo, interrumpiéndote a cada momento para ver si puedes concentrarte realmente. Si los notas muy deprimidos, puedes empezar a tener dificultades para estudiar y hacerles saber que esto te está ocurriendo de nuevo”. 3) No engolosinarse y tratar de hacer algo en las últimas sesiones para producir otro cambio o mejorar la mejoría. (por ejemplo, tratar “de paso” de hacer algo para que el chico trabaje además de estudiar). Ya bastante difícil es hacer que se mantenga lo alcanzado. Por otra parte, nuevas maniobras del terapeuta a esta altura de la terapia no sólo tienden a alargarla sino que pueden llevar al consultante a minimizar los cambios alcanzados, además de incentivar su posición de paciente, con el consiguiente riesgo de tener que producir más motivos de consulta para satisfacer lo que quizá él considera expectativa del terapeuta respecto de cómo debe comportarse. 4) Una última maniobra para mantener la influencia del terapeuta es la concertación de entrevistas periódicas de seguimiento cada tres meses, y luego cada seis, para ver qué ocurrió con los resultados (lo que implica una vez más cierta duda respecto a que haya sido posible mantenerlos). De esta manera se desarrolla hasta el final la posición básica de la terapia: influir desde una posición opuesta a la de las personas involucradas en el problema, que generalmente tratan de pensar positivamente, con un “optimismo sano”, y por ende de alentar indiscriminadamente cualquier progreso. Maniobras Específicas 1) Cuando el paciente insiste en atribuir todo el mérito de la terapia al trabajo del terapeuta este debe aceptar las manifestaciones de reconocimiento, pero señalando que el consultante está exagerando el papel que le adjudica, ya que nada hubiera podido hacer sin su colaboración, respecto a brindar la información como de desarrollar las 26 Pasaje Babilonia 10 Ciudad Mendoza. Tel: 0261 - 4237241.
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actividades solicitadas. Por ejemplo, el terapeuta podría decir: “Me halaga mucho lo que me dice y se lo agradezco, pero debo decirle que si en algo he podido colaborar para que usted pudiera solucionar en parte sus problemas, se ha debido a su sinceridad al darme la información necesaria y a la inteligencia y perspicacia con que siguió mis sugerencias. Por ejemplo, si usted no hubiese tenido la brillante idea de llevarle un regalo a su mujer y decirle que la quiere mucho, antes de mencionarle que se divorciaría si no cambia de actitud, creo que nunca hubiese podido convencerla, y creo que estamos de acuerdo en que yo sólo le sugerí firmeza; la parte creativa la puso usted y eso hizo la diferencia ”. 2) Con clientes que parecen incapaces de asumir responsabilidad alguna por los cambios logrados, sea porque insisten en considerar que todo lo hizo el terapeuta o porque adjudican todo el cambio a acontecimientos externos o a la influencia de terceros es útil insistir en la posición anterior, enfatizando no sólo el modo en que colaboraron sino lo que podrían haber hecho para obstaculizar el buen curso del tratamiento. Por ejemplo, si el paciente dice cosas del tipo: “Yo creo que usted es un mago, todo salió como usted dijo”, el terapeuta puede contestar: “Sí , pero gracias a usted, porque si bien es cierto que su suegra reaccionó como le dijo que iba a hacerlo, usted hubiese podido impedirlo con sólo manejarse con ella de un modo dife rente”. En el segundo caso, el consultante puede decir: “Las cosas mejoraron mucho, pero no creo que tenga que ver con la terapia o con algún cambio mío. Antes de venir aquí la astróloga que me hizo la carta natal me dijo que a partir del mes de agosto todo se iba a ir solucionando”. El terapeuta puede contestar: “Afortunadamente el pronóstico se está cumpliendo, y en eso es evidente que yo no tengo nada que ver. Naturalmente es cierto que usted no determinó la conjunción favorable de los astros, pero fue usted quién tomó la decisión de aprovecharla. Por ejemplo, cuando se presentó la oportunidad de que su amiga la presentara de modo tal que usted pudiese hacerse socia del club y allí conocer nueva gente, es evidente que hubiese podido rehusar de la situación. 3) Cuando el cliente se atribuye todo el mérito de la mejoría y descarta la incidencia del terapeuta o inclusive la considera negativa, se debe coincidir plenamente con él, y a continuación preguntar qué es lo que el consultante considera que ha estado haciendo en forma diferente a la habitual para conseguir ese resultado. Con esto se le permite explicitar lo que cambió y dejar que asuma totalmente la responsabilidad. Por ejemplo, si el consultante dice: “Yo ya sabía que iba a conseguir que mi hijo mejorara en el estudio. Menos mal que pese a su pesimismo respecto de mis posibilidades llevé adelante mi idea acerca de lo que había que hacer”, el terapeuta puede replicar: “Usted tenía razón: debo reconocer que ha logrado mucho más de lo que me imaginé. Creo que lamentablemente no le he servido de ayuda. De todos modos, quizá para poder aconsejar algo útil en otros casos, me gustaría saber qué piensa usted que ha hecho de diferente ahora respecto de su hijo para explicar este cambio sorprendente”. 4) En el caso de consultantes totalmente negativistas, puede tomarse un curso opuesto al de reconocer el logro: minimizar los resultados positivos del tratamiento y expresar escepticismo sobre cualquier proceso futuro. Consultante: “El chico saca mejores notas ahora, pero sigue siendo insoportable, así que en realidad no ha cambiado nada. La verdad, todavía no me queda claro para qué tuvimos estas entrevistas”. 27 Pasaje Babilonia 10 Ciudad Mendoza. Tel: 0261 - 4237241.
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Terapeuta: “Tiene razón. Desde una perspectiva ingenua, el haber mejorado las notas y de ese motivo evitar que lo expulsen permitiría suponer que algo se ha conseguido, pero en este caso no es así. Hay tantas otras cosas en las que no anda que empiezo a preguntarme si inclusive esta seudo mejoría no será contraproducente. Todo indica que esto ya iba mal, pero ahora empiezo a pensar si este cambio no hará que las cosas vayan peor más rápi damente”. 5) Cuando el paciente teme terminar pese a reconocer que el problema o queja fue resuelto, y dice que las cosas se deteriorarán sin la guía del terapeuta, es posible utilizar diferentes maniobras: a. Cuando se tiene un número limitado e inmodificable de sesiones y no se ha llegado aún al límite, se propone hacer un alto en la terapia, dejando en depósito las sesiones que restan, listas para ser usadas en caso de que el cliente se encuentre frente a una recaída o una dificultad especial. Por ejemplo, el consultante manifiesta que pese a que ya hace un tiempo que puede utilizar el ascensor, tiene la sensación de que va a volver a ser incapaz de usarlo si se interrumpen las sesiones. El terapeuta puede decir que muy probablemente eso ocurrirá, pero no se sabe con exactitud cuándo, y dado el número total de sesiones que es fijo, proponer una interrupción para tener algunas en reserva para cuando el problema aparezca. “De otro modo correríamos el riesgo de gastarlas ahora y que el problema se presente después, lo que seguramente lo angustiaría much o”. b. Ofrecer sesiones adicionales, con la consigna de que el consultante debe utilizarlas aún cuando llegado el momento no las considere necesarias. Por e jemplo: “Como lo que usted teme es factible, será mejor que nos veamos regularmente. Yo le pediría que usted venga aunque se sienta bien y lo que teme no ocurra, y aún cuando al venir hacia aquí se sienta un poco disgustado, creo que es una buena preocupación seguir viniendo durante bastante tiempo aunque usted sienta que es innece sario”. c. Para aquellos que insisten en ir más allá de la resolución del problema presentado, o insisten en que para que este problema siga mejorando es menester un trabajo terapéutico más prolongado, conviene establecer con claridad que por ahora el problema parece haber mejorado, pero que para ir más allá seguramente es necesario un trabajo más prolongado pero también mucho más molesto y fatigoso (conviene esbozar aquí algunas de las tareas que va a implicar, como por ejemplo quedarse de noche en el cementerio ante la tumba del padre para captar algunos de los aspectos inconscientes de su relación con él). Parar durante dos semanas para darle al paciente unas vacaciones antes de empezar el verdadero tratamiento, o parar durante algún tiempo para estar seguros de que el resultado obtenido hasta ahora es “verdadero” y no sujeto a la relación con el terapeuta, al tiempo que se define que el resultado obtenido hasta ahora se puede mantener. En muchos casos bastará este tiempo de reflexión para que el cliente decida que los resultados obtenidos son suficientes, o que se dé un proceso espontáneo de ampliación de la mejoría. En otros casos, pasado el tiempo estipulado será necesario que la terapia continúe y que se realicen las tareas propuestas para esa continuación. Estas tareas deben ser de
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naturaleza tal que en caso de cumplirse, representen un verdadero progreso para el consultante. Esto significa que la terapia continúa realmente. En otros, el cliente puede volver diciendo que su mejoría se ha evaporado; el terapeuta suele optar por encuadrar la situación dentro de las recomendaciones de no mejorar mucho o ir despacio con que cerró la última sesión. Si el consultante insiste en no aceptar esta manera de interpretar la situación y dice al mismo tiempo que está igual que al principio, es conveniente declara que seguramente uno se ha equivocado por completo desde el comienzo y que quizá sea conveniente ver a otro terapeuta. Si el paciente acepta, cerrar sin más trámite. Si intenta defender la labor del terapeuta, se puede arreglar una nueva cita dentro de algún tiempo para ver si la mejoría vuelve, y desde ahí volver a lo pactado anteriormente. Puede haber otra situación: la mejoría efectivamente diminuyó como consecuencia de un acontecimiento externo importante: por ejemplo el paciente vuelve a tener dificultades para levantarse por la mañana a partir del momento en que fallece la madre. Aquí es necesario ofrecer algunas sesiones para “ayudar a establecer si es que el problema ha vuelto o es una reacción natural ante la situación planteada”.
CUANDO EL PROBLEMA NO FUE RESUELTO Maniobra General El terapeuta admite su fracaso, sin hacer ningún esfuerzo por continuar la terapia ni por producir un cambio a último momento. Esto se aplica tanto en el caso de haberse llegado al límite de sesiones sin resultados perceptibles como en la situación en que el consultante viene a anunciar que quiere dejar la terapia porque está disconforme con ella (este último caso supone un error previo del terapeuta, que no detectó la situación y no suspendió la terapia a tiempo). También se aplica sin discutir cuando el paciente está aparentemente conforme con los resultados, aunque el terapeuta no los vea. Variaciones de esta maniobra general se aplican en todos los casos, pero acompañadas de diversas maniobras específicas. Maniobras Específicas a. En el caso del paciente que pide terminar expresando insatisfacción, mientras al mismo tiempo a rehusado u olvidado coopera con las sugestiones terapéuticas, el terapeuta se puede echar la culpa de este fracaso por no haber advertido a tiempo que sería muy riesgoso que el problema se resuelva. Así coincide que es necesario terminar de inmediato, pero no por la falta de progreso, sino por el riesgo que el cambio acarrearía. Podría por ejemplo lograr que no hubiese tantas peleas matrimoniales, con lo que se expondría a tener espacio mental libre y tiempo para deprimirse por no haber alcanzado en su carrera la posición exitosa que siempre soñó (en un buen tratamiento, esto puede apoyarse en afirmaciones previas del terapeuta, hechas al comenzar el tratamiento, sobre desventajas del cambio).
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Eventualmente el terapeuta puede confirmar su opinión citando instancias previas de no cooperación, redefinidas como indicadores de la sabiduría inconsciente del cliente, que le permite evitar ese cambio riesgoso. b. Cuando el paciente a último momento pide un consejo o una derivación, el terapeuta debe negarse al pedido, argumentando que el haberse equivocado en lo referido al paciente hasta entonces, no quisiera añadir un nuevo error a la lista. c. Cundo intervienen más de dos consultantes y se presenta una discrepancia respecto a si el objetivo del tratamiento se cumplió o no. En estos casos, aún cuando haya varias personas, difícilmente hay más de dos opiniones, de modo que lo que sigue se aplica no sólo a parejas, sino a unidades terapéuticas más grandes. Puede plantearse un problema cuando el miembro de la pareja alega estar bien y deseando terminar, mientras que el otro teme hacerlo. El terapeuta debe generar un juego de poder y pedir que se deje pasar un tiempo para ver quién tenía razón. Al hacerlo coincide con quien quiere dejar, porque así este quedará encargado de demostrar que era mejor terminar en ese momento. Si pasado un tiempo de evaluación sigue persistiendo la diferencia de criterios, será preferible coincidir con quien piensa que el objetivo no fue alcanzado y sugerir que dado el tratamiento no fue exitoso lo mejor será un cambio de terapeuta. Habitualmente si el terapeuta manejó bien las discusiones iniciales para el establecimiento de la meta, el desacuerdo no se dará sobre su cumplimiento, sino sobre su significado, como en el ejemplo que sigue. Señora: “Es cierto que a mí me importaba que él fuese más amable y que una muestra de eso sería que de vez en cuando me invitase al cine sin que yo se lo tuviese que pedir. Ahora lo hace, pero creo que eso en el fondo no cambia nada, porque no es que a él le nace hacerlo, sino que lo hace para quedar bien, porque aquí quedamos de ese modo”. Terapeuta: “Bien, pero si pasan algunos meses sin terapia y él continúa haciéndolo es porque ya lo habrá incorporado y eso será espontáneo. Si deja de hacerlo, será una señal de que como usted dice, este cambio fue sólo aparente. Por eso propongo terminar esta etapa de la terapia aquí, como para evaluar qué es lo que pasa en este aspecto durante los próximos meses”.
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IV. CONTRATOS DE RESOLUCIÓN DE PROBLEMAS: LA META MÍNIMA 5
ESTABLECIMIENTO DE LA META MÍNIMA Al hacer referencia a la meta mínima que el terapeuta estratégico debe pactar con el consultante, queremos indicar que se trata en este punto de focalizar o parcializar un aspecto del motivo de consulta, y pactarlo como meta a lograr a través del proceso terapéutico. En algunos casos se podrá pactar esta meta, como suficientemente significativa como para dar por terminado el proceso cuando se logre. En otros, se pactará como un primer paso pequeño pero significativo (aunque no suficiente). En ambos casos, debe quedar registrado a qué clase pertenece la meta mínima, que siempre debe consignarse en términos de comportamiento observable. CO-CONSTRUCCIÓN DE LA META La meta pactada es siempre una co –construcción, en un nivel en donde el proceso se desarrolla desde el problema o motivo de consulta resultante de las interacciones previas, hacia un aspecto puntual del mismo que ambas partes acuerden como índice de evaluación del proceso terapéutico, en un tiempo acotado. Esta co –construcción implica la variable tiempo y modificaciones mínimas en el estado del problema, disparado desde los componentes cognitivo (acuerdo de lo que consultante y terapeuta pueden percibir como leve mejoría alcanzable en un plazo), afectivo (que ambos se sientan satisfechos con el posible logro), y conativo (ya que la meta mínima se convierte en directriz compartida de las acciones de ambos). Por ejemplo, si pensamos en una adolescente con problemas de aprendizaje, podría acordarse como meta mínima trabajar durante un tiempo para que la paciente se haga cargo por ella misma del estudio de una materia determinada, si esto puede ser percibido y valorado como mejoría, por parte de la madre y el terapeuta. De hecho, este acuerdo orientará las acciones de ambas partes para su logro. Las sucesivas acciones y reacciones a lo largo del proceso terapéutico irán repitiendo este esquema, evaluando y corrigiendo esa meta si fuera necesario, a través de las nuevas informaciones. Podría pasar en nuestro ejemplo, que en una sesión posterior la madre informara que dedicarse con responsabilidad a una sola materia no es suficiente como mejoría, o bien que es demasiada exigencia para la hija, y entonces fuera necesario recontratar otra meta diferente que se perciba y satisfaga como índice de avance en los problemas de aprendizaje, hecho que concomitantemente modificaría la frecuencia y/o intensidad de las conductas conducentes a su logro.
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Contenidos extraídos del siguiente libro: Ruth Casabianca y Hugo Hirsch. Cómo equivocarse menos en terapia, un registro para el modelo m.r.i. Ed: Centro de publicaciones U. N. Del Litoral.
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NEGOCIACIÓN DE LA META El contenido específico de la meta mínima está estrechamente relacionado y es posterior al diagnóstico del problema, que haya hecho el terapeuta. Esta meta es un hito fundamental que va a regular mientras no se modifique, las interacciones entre consultante y terapeuta. De ahí en adelante todo lo que se diga o haga en terapia va a estar relacionado a la evolución de su logro o fracaso, razones de los mismos, ensayos de nuevas posibilidades de alcanzarla, etc. Es importante dejar constancia de si es considerada por los consultantes como mínima pero suficiente para terminar la terapia, o mínima como paso de una progresión, puesto que las estrategias que el terapeuta va a emplear desde el momento en que la meta empiece a cumplirse, van a ser diferentes en uno y otro caso. En los casos en que se pactó una meta no suficiente, el terapeuta no debe dar por terminado el tratamiento al cumplirse ésta. Propondrá en cambio una pausa para ver si el pequeño cambio producido puede mantenerse. En los sistemas flexibles, esta pausa bastará para que el cambio se generalice lo suficiente como para dar por concluida la terapia. En los sistemas rígidos, generalmente serán necesarias nuevas etapas, con nuevas metas. Si bien tanto la meta mínima como el objetivo del terapeuta están directamente relacionados con el motivo de consulta y con el diagnóstico del problema, puede decirse que el motivo es la versión del paciente del problema a resolver y el diagnóstico es el problema a resolver visto por el terapeuta. En este sentido, la meta es el cambio (visto desde el motivo de consulta) que quiere el consultante, mientras que el objetivo es el cambio que quiere el terapeuta (visto desde el diagnóstico). Si al lograr el objetivo del terapeuta la meta mínima es alcanzada, esto indica al terapeuta que su diagnóstico e intervención han sido correctos. Pero podría suceder que se alcance el objetivo del terapeuta sin lograr la meta mínima, o viceversa, lo cual le indicaría que su diagnóstico debe modificarse. Por ejemplo, la meta mínima puede ser que el niño se orine sólo cuatro noches por semana en vez de seis (principio de resolución del problema para el consultante), mientras que el objetivo para el terapeuta, puede ser que se modifique el comportamiento de la madre que él considera como parte del circuito “Niño que se orina – madre que lo levanta – Niño que se orina ” que se puede alterar con más facilidad (en este modelo, casi siempre el objetivo del terapeuta será modificar la solución intentada por alguna de las personas significativas). Cuando no es así, su objetivo es modificar la solución intentada por otro miembro del sistema para modificar la solución intentada por él. Si la madre modifica su comportamiento pero el chico sigue orinándose seis veces por semana, quiere decir que el terapeuta equivocó el diagnóstico (esa conducta de la madre no es parte de uno de los circuitos en que está inscripto el comportamiento sintomático del chico). Este es un aspecto importante a considerar durante todo el proceso terapéutico, como explicaremos más adelante al referirnos al registro de cambios en diagnósticos, metas y motivos de consulta (en las hojas de evaluaciones sesión por sesión). 32 Pasaje Babilonia 10 Ciudad Mendoza. Tel: 0261 - 4237241.
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Sintetizando podríamos graficar este proceso de la siguiente manera:
Consultante:
Queja inicial
Motivo de consulta
Meta mínima
Terapeuta:
Datos en bruto
(Motivo de consulta) Diagnóstico
Objetivo del terapeuta
De este modo, el lector puede seguir paso a paso cómo la recolección y elaboración de la información, se fragua en un diagnóstico y los objetivos y procedimientos que de allí se desprendan. Es sencillo determinar dónde falta información y dónde hay fallas en la consistencia interna del trabajo realizado.
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V. DIRECTIVAS 6
DIRECTIVAS Y SUGERENCIAS Por sugerencias nos referimos a alternativas de acción propuestos por el terapeuta, dejando margen de elección por parte del consultante para ser rechazadas, sin que ello implique “desobediencia”. También se las llama de modo genérico, directivas: en el sentido de que son verbalizaciones del terapeuta, tendientes a que el consultante desarrolle ciertas clases específicas de acciones que directa o indirectamente impliquen una incompatibilidad con la persistencia de la solución intentada. Es decir que, a efectos de una clasificación práctica excluimos de esta definición las reformulaciones, aunque naturalmente también tienen por finalidad "dirigir” el comportamiento del consultante. En casi todos los casos las sugerencias deben apoyarse en reformulaciones, éstas constituyen la base “racional” de la directiva que se da a continuación (por ejemplo, si el paciente identificado es “malcriado” en lugar de “enfermo”, puede desprenderse de ello que debe ser disciplinado en lugar de mimado, y se puede dar alguna directiva específica al respecto). Por lo que se refiere a las formas en que las directivas pueden darse, ofrecemos la siguiente lista, aunque seguramente incompleta. TIPOS DE DIRECTIVAS a. Imperativa: “Haga tal cosa”. Una directiva formulada sólo en tono imperativo puede resultar una orden, si la construimos y verbalizamos con firmeza y calidez, la aceptación es posible. Para ello el terapeuta debe estar colocado por quienes consultan en una clara y consensuada posición de complementariedad superior. Es una posición otorgada por quienes realizan la consulta. Se apoya en la muy buena motivación del paciente y la buena maniobrabilidad lograda por el terapeuta. b. Persuasiva: “Me parece que sería conveniente que haga tal cosa”. Esta directiva está formulada desde una posición one-down, es decir de complementariedad inferior. El terapeuta se coloca en postura de hacer una sugerencia, intentando mostrar la validez de la propuesta con el propósito de que el consultante se convenza de la misma. c. Dubitativa: “Alguna gente aconsejaría que en una situación así se hiciera tal cosa, pero en su caso...”. El terapeuta tiene una certeza pero sabe que si la plantea como tal puede generar resistencias, por lo que la plantea como una duda. La 6
Información extraída de los siguientes libros: Fernández Moya, Jorge A. (2000) En busca de resultados. Una introducción al modelo sistémico estratégico. Córdoba: Editorial Triunfar Hugo Hirsch y Hugo Rosarios (1987), Estrategias psicoterapéuticas institucionales- La organización del cambio. Bs. As.: Ed. Nadir
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convicción debe ponerla el paciente. Lo que el terapeuta intenta trasmitir está relacionado con la concepción que el paciente y/o los consultantes tienen del problema o bien de la solución posible que visualiza el consultante. d. Apta para que la gente le pida por favor: “Se me ocurrió algo que... pero no, olvídelo, no es para usted ”. Resulta necesario generar expectativas cuando la motivación de los pacientes es escasa y por lo tanto no contamos con maniobrabilidad. Es utilizada también cuando se necesita poner a prueba la motivación del consultante. e. Subrayar con la propia atención, y eventualmente con un cambio en el tono de voz, la mención que el consultante hace de ciertos comportamientos que quiere generar o reforzar. Todas aquella conductas que no resalte serán significadas por el consultante de manera diferente. f.
Ilusión de alternativas: ¿Cuál prefiere? (De dos caminos con efectos similares).
g. Desafiante: “En casos así, siempre que la gente tenga tela, lo que no sé si es su caso, lo que conviene es... ” Para emplearlas debemos tener la certeza de que el paciente o consultante es proclive a desafiar las propuestas que se le formulen. Para ello debemos conocer la modalidad de funcionamiento de los mismos cuando deben definir la relación, una escasa tolerancia a funcionar en complementariedad inferior nos hace pensar en su tendencia a desafiar las propuestas que se le formulen. h.
Hablar en general de “lo que sucedería” si alguien hiciese tal o cual cosa, y preguntarle al consultante sobre los efectos probables. Pedirle que los precise y luego cambiar de tema; dejando así el terapeuta una idea sembrada.
i.
Contar historias o anécdotas de cualquier clase que lleven al consultante a pensar en determinada dirección. Al terapeuta le permita hacer una analogía con la queja o motivo de consulta y puede llevar al consultante a relacionar lo conversado con su situación y con soluciones que él podría aplicar como propias, sin que sea una propuesta directa del terapeuta. Todos los relatos nos permiten rescatar alguna relación interaccional.
j.
Negociadora: Las directivas negociadoras le permiten al terapeuta lograr que los consultantes acepten algunas de sus propuestas como resultado de desechar otras. Solicitar insistentemente un comportamiento que se sabe despertará resistencia absoluta, para después de un rato decir que “ya que este no, este otr o”. Así se podrá formular una propuesta que sea aceptada.
k. Paradójica: Debe ser pensada y muy bien elaborada por el terapeuta. Construida con el o los consultantes. Una directiva paradójica bien construida hace que la opción del consultante sea desafiar su propia construcción de la realidad. Se formula con distintos grados de imperatividad que haga algo para que no lo haga o haga lo contrario. Un tipo especial de directiva paradójica es la prescripción del síntoma.
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l.
El silencio: 7 ¿puede ser el silencio una maniobra? ¿Puede ser el silencio una directiva? Esto implica dejar de lado la definición de que son directivas todas aquellas verbalizaciones del terapeuta. La falta de verbalización cuando alguien la está esperando puede ser considerada una directiva. En un sentido analógico el silencio puede hacer pensar, sentir y/o hacer muchas cosas. Con un valor agregado: por no haber sido verbalizadas por el terapeuta no plantean ninguna resistencia por parte de quien consulta, es más, por ser el producto de la propia creatividad u ocurrencia de quien la ha pensado, seguramente es mejor de lo que otro pueda decir. El silencio y una actitud de comprensión les ofrece a los consultantes confianza y son una forma de trasmitir respeto, consideración, confirmación. Es una directiva y puede ser también dado como tarea. Podemos aconsejar que no se hable de un tema específico hasta que no haya pasado determinado tiempo o un acontecimiento específico.
CONSECUENCIAS DE LAS DIRECTIVAS El cumplimiento de una directiva acarrea consecuencias. El terapeuta debe evaluar en cada caso hasta donde hacerlas explícitas, en la medida en que ello pueda crear o disminuir resistencia. Por ejemplo en un caso de triángulo entre abuela, madre e hijo, donde se le pide a la madre que salga con el hijo y le enseñe algo en lo que ella es hábil, lo explícito es que el niño aprenderá una habilidad necesaria; menos explícito es que tendrá una relación más cercana con la madre, y menos aún que aumentará la distancia entre él y la abuela.
7
Jorge A. Fernández Moya (2000), pag. 293.
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VI. TAREAS 8
TAREAS Y PRESCRIPCIONES Concepto Por prescripciones entendemos indicaciones explícitas de conductas a ser cumplidas o bien desafiadas (paradojales) como modo de cooperar con el progreso del tratamiento. El mejor ejemplo de una prescripción lo constituye la tarea. Dar directivas no es lo mismo que dar tareas. Éste término se refiere a actividades concretas que el terapeuta solicita u ordena. Muchas directivas del terapeuta no tienen por objeto que el consultante realice tareas específicas, sino llevarlo a ciertas clases de comportamiento. A la inversa, toda tarea implica por supuesto que el terapeuta dio directivas respecto de ella. Las tareas pueden clasificarse en preparatorias, directas, indirectas, metafóricas y paradojales. TIPOS DE TAREAS Y PRESCRIPCIONES Llamamos preparatorias a las tareas que se piden a los consultantes como modo de testear su motivación por una parte, y aumentar su "inversión” en la terapia, por así decir, de modo que cuando se le pidan tareas relacionadas con la resolución del problema ya llevan suficiente esfuerzo gastado como para que les resulte difícil retirarse sin invertir o que falta. Estas tareas son definidas con los consultantes como necesarias para el fin buscado, pero no suficientes para alcanzarlo. Una larga y detallada historia escrita del problema durante los últimos veinticinco años, solicitada a un consultante para quien escribir es un esfuerzo, podría ser un ejemplo típico de esta clase de tareas. A veces es necesario encadenar sucesivamente varias tareas de dificultad creciente como modo de llevar al consultante a invertir lo suficiente, como para que se decida a hacer lo que modifique el problema. Llamamos tareas directas a aquellas cuyo cumplimiento lleva obviamente al logro del objetivo buscado (por ejemplo, si un adolescente no reconoce en absoluto los límites de horarios que los padres pretenden imponerle y ellos son instruidos sobre lo que deben decir y hacer la próxima vez que esto ocurra). Tareas indirectas son las que el terapeuta solicita con la esperanza de que generen a su vez el comportamiento necesario para resolver el problema. No tiene sentido pedirle a un insomne que haga algo que le permitirá dormir (que sería el caso de una tarea directa), pero sí puede ser útil que se concentre en un registro exacto de los pensamientos que se le aparecen durante el insomnio. La concentración en sus pensamientos lo distraerá de su preocupación por no poder dormir, y el sueño sobrevendrá por añadidura.
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Tareas metafóricas son las que llevan a un cambio de conducta en un área que tiene una relación simbólica con el comportamiento que se desea modificar. Ahí está el clásico ejemplo de la tarea de descongelar mentalmente la heladera dada por Erickson a una mujer frígida. Suelen ser útiles cuando la gente está muy motivada, pero necesita en primer lugar animarse a hacer algo de una manera que no los delate, como paso previo a la modificación deseada. Se pueden impartir tareas directas cuando el consultante expresa control voluntario sobre el comportamiento relacionado con el problema. Por ejemplo, si la mamá dice no saber cómo controlar al hijo, es posible pedirle que haga algo en particular para detenerlo. En cambio, si ella dice saber lo que habría que hacer pero estar impedida anímicamente, no es posible pedirle que lo haga. En ese caso sería posible darle una tarea indirecta (por ejemplo sentarse a meditar sobre las posibles razones que ella puede tener para no poder hacerlo). También se podría, en ese caso, negociar el cumplimiento de una tarea directa que represente una modificación tan pequeña que no afecte su seguridad (por ejemplo mirar fijo al chico sin decirle nada durante treinta segundos). A mayor posibilidad de definición como controlable, mayor posibilidad de uso de tarea directa. En realidad, es posible utilizar tareas indirectas y metafóricas en todos los casos, mientras que las directas sólo son aplicables en algunos, pero tienen la enorme ventaja de su rapidez, sencillez y economía. Cabe añadir que cuando el consultante trae como motivo de consulta algo que atañe a su propio desempeño, siempre está expresando un cierto grado de involuntariedad (hay algo que quisiera hacer o dejar de hacer y no puede) y por lo tanto aumenta la posibilidad de que convenga usar tareas indirectas o metafóricas. Tarea Paradójica: Debe distinguirse claramente de la directiva paradójica. En este último caso se busca que el consultante no cumpla con lo que se le sugiere, solicita u ordena. En este caso, en cambio, se busca que la tarea sea cumplida durante algún tiempo para que el problema sea resuelto. Quizá convenga un ejemplo. Si se le dice a un adolescente desafiante que por favor continúe llegando lo suficientemente tarde cono para que los padres se preocupen, puesto que de ese modo les recuerda que él no está en condiciones de valerse por sí mismo; lo que se busca es que el muchacho no haga eso. Si en cambio se pide a una familia que cumpla un ritual paradójico, o se solicita a una pareja que se peleen por lo menos dos veces por semana, lo que se busca es que lo hagan. En general, en aquellos casos en que se niegan de plano a realizarlo o manifiestan en la semana siguiente que no lo pudieron cumplir, el pronóstico es menos auspicioso que si lo cumplen puntualmente durante un tiempo y reportan modificaciones en su conducta cotidiana. Prescripción del Síntoma: Esta maniobra tiende a oscurecer la diferencia entre las directivas y las tareas paradójicas, que es de gran importancia técnica. El terapeuta debe tener claro si dice algo para que se haga o para que no se haga, puesto que su fraseo y entonación deberán variar en consecuencias. Un caso típico suele darse en la prescripción de ataques de angustia en cuadros fóbicos: si se da la directiva de un modo tal que se facilite que los consultantes no la cumplan, es probable que después informen que no la pudieron hacer y manifiesten 38 Pasaje Babilonia 10 Ciudad Mendoza. Tel: 0261 - 4237241.
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haber tenido menos angustia durante ese período, pero en la mayoría de los casos esa mejoría será breve. Si en cambio el terapeuta hizo lo necesario para que el paciente efectivamente intente cumplir la tarea, se descubrirá, pasado un tiempo, que ahora tiene una sensación de efectivo control sobre su síntoma. En el caso en que se esté trabajando con dos o más personas, la situación puede plantearse de modo parecido. Por ejemplo si los padres deben recordarle al chico que tenga miedo antes de la cena como un modelo de entrenarse en el miedo que sufrirá luego por la noche, es importante que los padres soliciten esto seriamente y esperando que se haga; no sirve que se lo pidan por fórmula y se alivien porque esa semana el niño parece haber tenido menos terror nocturno. La prescripción de un síntoma, involucra directivas paradójicas sólo cuando se trata de prescripciones totales o posicionamientos, cuando uno le dice al paciente: “Haga todo igual, no cambie nada”. Naturalmente es usual que uno acompañe esa directiva con una reformulación que la avale. Se trata de acentuar la posición del paciente cuando éste considera su problema como inmodificable, y el terapeuta percibe que por más que intente, todos sus esfuerzos, serán rechazados. Las reformulaciones que apoyan estas prescripciones totales suelen utilizar la “autoridad científica” para dictaminar la supuesta inmodificabilidad o dan una serie de razones que avalan los temores del consultante respecto de lo que podría ocurrir ante cualquier cambio en su comportamiento. Un ejemplo sería: “Naturalmente me parece muy lógico que ustedes encuentren imposible el cumplimiento de nuestras sugerencias respecto de modos en que ustedes podrían ponerle algún límite a Pepe. Los recientes trabajos de Von Papperdorf muestran con claridad que el noventa y cinco por ciento de los padres de delincuentes peligrosos son incapaces de pensar o llevar a la práctica medidas de contención de sus hijos, porque como la experiencia les ha enseñado que pueden fracasar, necesitan mucho más proteger su autoestima mostrándose buenos que hacer algo que pueda ser eficaz. Creo que en la experiencia de ustedes esto ya está pasando, e incluso me parece interesante pensar si, dado lo cerca que está Pepe de ser detenido, no sería útil demostrarle con más énfasis que cuanto más líos haga, más lo van a apoyar ustedes. De este modo, aunque no consigan evitar que a policía se haga cargo de él, al menos no los odiará desde la celda”. Otro ejemplo: “Debo reconocer que mi primer planteo respecto del problema que me contó era absolutamente equivocado. La culpa es mía por no haber averiguado a fondo. Si bien es cierto que usted sufre muchísimo y se ve obligado a un gran esfuerzo adicional por el hecho de que la fobia de su mujer la recluye en casa y lo obliga a usted a hacer todos los trámites, a ser prácticamente la sirvienta de la casa y a acompañarla cuando no le queda más remedio que movilizarse, la verdad es que por ahora me parece claro que si ella ganase en independencia, usted podría llegar a sentirse terriblemente inseguro. Tiene quince años más que ella y se la ve joven y buena moza, mientras que en usted la edad se está evidenciando. Créame que ahora entiendo la cuestión un poco más, la única recomendación que puedo hacerle es que redoble lo que viene haciendo, de modo que ella se sienta aún más incapaz. Quizá con eso pueda retenerla ”. 39 Pasaje Babilonia 10 Ciudad Mendoza. Tel: 0261 - 4237241.
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Son más usuales las prescripciones parciales, donde siempre hay directivas no paradójicas que enfatizan el cumplimiento de unos aspectos del síntoma, a expensas de otros. Ciertos elementos de la experiencia son enfatizados por el terapeuta: se hace explícita la parte del síntoma que se desea repetir para que otro aspecto más implícito cambie. Por ejemplo al miedoso: “A ver, trate de producir su miedo ahora ”. Se está prescribiendo el efecto, mientras implícitamente se modifica el contexto: consultorio en lugar de sitio habitual, presencia del terapeuta en lugar de presencia de otras personas, otro horario, etc. La prescripción parcial del síntoma implica un pedido explícito de que se mantenga o exagere una conducta identificada como problemática (el síntoma o lo que contribuya a su mantenimiento). Este mantenimiento o exageración puede referirse a uno o varios de los aspectos de dicho comportamiento: afectivo ( “deprímase”, “tenga miedo”, etc.), cognitivo (“es importante que registre en detalle los pensamientos que se le cruzan por la cabeza cuando tiene ese miedo” o “las pequeñas diferencias que se dan cada vez que ese pensamiento repetitivo y molesto vuelve”), conativo (“aunque no consiga deprimirse, quizá pueda actuar como cuando lo está”), simbólico (que le dé el significado que habitualmente le da: “no dejes de anotar ni una sola de las veces en que te parece que te miran sospechando que sos homosexual. Ante la duda, prefiero que lo interpretes como que probablemente pensaron eso ”), contextual (que ocurra en el tiempo, escenario o con las personas habituales: “trate de tener el ataque sólo cuando su esposa e hijos están en la casa”). Al mismo tiempo se solicita explícita o implícitamente que otros aspectos “poco importantes” de dicho comportamiento cambien (como en el ejemplo anterior en que se le pide al sujeto que tenga el miedo de siempre pero aquí y ahora). Naturalmente que las prescripciones parciales varían en cuanto al número y tipo de aspectos del comportamiento sintomático que se solicita modificar, desde “por el momento siga haciendo todo igual pero prestando mucha atención a cómo o hace ” (sólo se modifica en el sentido de restricción temporal y auto – observación), hasta: “A tal hora salga con su coche, tome tal dirección, lleve su pensamiento hacia las escenas que le producen pánico, expóngase a ellas durante quince minutos y luego vuelva ” (diseño de la experiencia donde sólo la emoción es la misma de siempre).
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VII. REDEFINICIÓN Y REESTRUCTURACIÓN 9 REDEFINICIÓN Y CONSTRUCCIÓN DEL PROBLEMA Toda terapia exitosa lleva a la modificación de los puntos de vista del consultante respecto de las razones de su malestar, la naturaleza del mismo o los modos de resolverlo. Mirando el proceso terapéutico desde esta perspectiva, puede decirse que lo que ocurre es que el paciente cambia en tanto acepta una o más redefiniciones con sus correspondientes direcciones de acción implícitas y explícitas. Entendemos por redefinición la operación mediante la cual el terapeuta ofrece un nuevo sentido a una situación. También cuando ofrece una descripción diferente (modifica la puntuación de las secuencias, las jerarquías dadas a las personas, a los hechos y elecciones realizadas, etc.) a una situación que los consultantes han definido como problema, y que causa pena, dolor, fastidio o agresión. Si el paciente acepta este nuevo sentido, experimenta una reestructuración. Watzlawick y cols. (1974) han definido la reestructuración como “El cambio del punto de vista o contexto emocional o conceptual en relación al cual una situación es experimentada; y su ubicación dentro de otro marco que encaja con los hechos de la misma situación especialmente bien o aún mejor, cambiando así por completo su significado”. Lo que cambia es el sentido atribuido a la situación y no los hechos correspondientes a ésta. Cuando nos referimos a direcciones de acción implícitas o explícitas queremos decir que la visión acerca de la naturaleza de una situación o problema determina ciertos caminos para su manejo. Si un paciente está angustiado y piensa que el incremento de su angustia tiene que ver con que cada vez tiene más problemas, su manejo será distinto que si piensa que ese incremento se debe a que se está acercando al verdadero núcleo de sus dificultades. En el primer caso puede tratar de evitar esas dificultades y tomar ansiolíticos; en el segundo tenderá a enfrentarlas y la angustia será tomada como una buena señal. La diferencia entre direcciones implícitas y explícitas es que en las últimas los caminos son enunciados por el terapeuta. ¿CÓMO SE VA PRODUCIENDO EL CAMBIO DE PUNTOS DE VISTA QUE LLEVA A LA REESTRUCTURACIÓN? Comenzaremos por el momento en que una persona toma la decisión de consultar y se representa con mayor o menor claridad a quien va a escucharlo. Los problemas que el consultante trae son, de entre las cuestiones que lo preocupan, los que él supone que el terapeuta tiene interés en escuchar. Hay un prerelato del padecimiento que el paciente va a hacer al terapeuta en función de cómo se imagina a éste, es decir, previo a haberse enfrentado con él por primera vez. La
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mera presencia física del terapeuta, a diferencia de la imagen que el paciente tenía, puede ir modificando el relato.
Las intervenciones del terapeuta, sea bajo la forma de preguntas, omisiones, etc., terminan de estructurar una presentación que no es nunca “datos objetivos”, sino construcción. En rigor, no existen datos objetivos, sino sólo datos presentados a quien escucha y filtrados por las ideas propias de quien los enuncia y quien los escucha. Reiteramos que cuando el paciente entra en comunicación directa con el terapeuta, las expectativas de éste con respecto a la problemática de su paciente van a moldear su presentación, ajustándola cada vez más a lo que el terapeuta piensa que es un problema trabajable. Las preguntas del terapeuta, el modo que desdeña cierta información en beneficio de otra, su interpretación de lo que el paciente dice que le ocurre en función de su propio marco referencial, van moldeando lo que éste trae como problema. Hablamos aquí del paciente que puede cambiar; aquél que tiene una idea absolutamente definida y no modificable de la índole de su padecimiento y del modo de resolverlo es un candidato pobre para cualquier tipo de terapia. Al hacer esta descripción, corremos el riesgo de presentar al paciente ideal como alguien voluntariamente deseoso de hacer lo que el terapeuta le diga. Realmente sería un retrato inexacto. La consulta ideal que tenemos en mente es la de “respuesta espontánea”. El sujeto debe sentir que lo que el terapeuta le dice “le pasa” y no que él trata de complacer. En ningún caso se trata de que sea obediente. Tiene que poner algo de su parte, añadir algo en la respuesta que confirme su espontaneidad. Dijimos antes que lo que el paciente hace en función de su interpretación de las respuestas del terapeuta, tiene un correlato en la actividad de éste. En efecto, él selecciona ciertos datos, destaca la importancia de algunos mientras minimiza otros. Establece relaciones de tal manera que ayuda a formar una figura con algunos aspectos del padecimiento del paciente, mientras que otros quedan como fondo en función de lo que su esquema referencial teórico y su experiencia previa le permiten establecer como situaciones trabajables.
Trabajable quiere decir que se haya abierto a la red posible de redefiniciones y sus correspondientes direcciones de acción. En otro sentido, trabajable implica que hay un acuerdo entre terapeuta y consultante para abordar el problema desde cierta óptica, con ciertos medios y para obtener cierta clase de resultados. Trabajable alude al conjunto de condiciones que hacen que un caso determinado sea accesible para un terapeuta determinado con consultantes determinados. El motivo de consulta no es el resultado de que el paciente acepta la posición del terapeuta, sino una construcción activa entre ambos. Queremos destacar que el paciente sólo va a aceptar las definiciones del terapeuta si se siente aceptado a su vez. Es decir, si está convencido de que el terapeuta lo comprende y sabe qué “es bueno” para él (aunque esto “bueno” sea que tome sus propias decisiones y no pida consejo). Al presentar su padecer, el consultante lo va transformando a través de su interacción con el terapeuta. Éste guía la presentación, de modo de llevar al establecimiento de una situación abordable desde su esquema referencial. El paciente acepta esta guía porque no cree en sus propias ideas con la intensidad habitual. Está 42 Pasaje Babilonia 10 Ciudad Mendoza. Tel: 0261 - 4237241.
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dispuesto a escuchar algo nuevo, a probar algo distinto aunque al mismo tiempo no quiera. Veamos un ejemplo: Si consulta alguien por una fobia a estar encerrado, es posible que a lo largo de la primera o primeras entrevistas descubra que su problema no es lo que él pensaba. Según quién lo atienda, puede “descubrir” que está muy determinado por el modo en que lo tratan su mujer y su jefe, ahora que lo cambiaron de empleo; o que aprendió mal ciertas señales de peligro. Es decir que el problema será definido de modo distinto si se trata de un terapeuta con orientación familiar, un psicoanalista o un terapeuta conductista, por dar algún ejemplo. En cualquiera de estas situaciones, lo que el paciente va experimentando como su problema es el resultado de una “negociación” entre lo que siente más o menos definidamente como padecimiento y lo que el terapeuta experimenta y devuelve como datos significativos. El resultado de la negociación es una o más cuestiones consideradas por ambos como significativas y trabajables. Cuando esto no ocurre, la terapia fracasará o dará lugar después de un tiempo, a una serie de negociaciones que (otra vez) pueden dar lugar a la ruptura o al establecimiento de una cuestión trabajable. La presentación del motivo de consulta implica entonces un cierto proceso de reestructuración. Ésta prepara y facilita las maniobras posteriores, que llevan al paciente cada vez más lejos de su visión inicial. Por ejemplo, yo puedo estar “mal” y esto implica tener trastornos digestivos, dificultades con mi jefe y probablemente con mi pareja. Quizá el motivo de consulta quede constituido como problemas con mi jefe que reflejan problemas con la autoridad. Esto implica el establecimiento de un motivo de consulta y al mismo tiempo una primera redefinición, puesto que los problemas digestivos y con el cónyuge son vistos como “consecuencia del problema con mi jefe ”. Ahora bien, éste no es más que la expresión actual de “mi conflicto con la autoridad” (lo que implica una nueva redefinición), que a su vez no es sino un aspecto de “mi relación con mi padre” (otra redefinición). En nuestro ejemplo aparecen pues ya tres redefiniciones, a saber: a. Subordinar otros problemas al de la relación con mi jefe. b. El problema con mi jefe no es sino expresión de mi conflicto con la autoridad. c. El conflicto con la autoridad remite a la relación con mi padre. En un tipo de terapia diferente, el motivo de consulta podría ser abordado en una dirección distinta. Podría ser reducido hasta transformarse en “no puedo jamás hacer valer mis ideas ante él” y esto podría abrir la puerta hacia una redefinición como “usted considera que él es una persona insegura y siendo generoso no quiere que se sienta mal al encontrar que sus subordinados piensan mejor que él ”. Desde cualquiera de las dos perspectivas se abren nuevos caminos. En uno se trata de revisar la relación con mi padre; en el otro, ver cómo no dañar a mi jefe. Cada redefinición lleva implícitas direcciones de acción tanto en el sentido de nuevas acciones para resolver un problema, como en el de comportamiento en relación al tratamiento que el terapeuta considera deseables. Como vemos, a partir de una redefinición el terapeuta le marca al paciente un camino. Si se trata por ejemplo de un psicoanalista, lo llevará aunque más no sea implícitamente, a producir nuevas asociaciones como respuesta a la redefinición. A eso nos referimos al hablar de dirección de acción implícita, porque el analista no le está 43 Pasaje Babilonia 10 Ciudad Mendoza. Tel: 0261 - 4237241.
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diciendo qué debe hacer, decir o pensar luego de la interpretación, pero el contenido de la misma guía direcciones del pensamiento del analizando. Si se tratara de una terapia directiva, la dirección estaría expresada en términos explícitos tales como una tarea a realizar; o también implícitos, como cuando se cuenta una historia que sugiere una línea de acción. Recordemos que estamos haciendo una descripción ideal, esto es, donde todo el proceso avanza en dirección de cambios considerados convenientes por paciente y terapeuta. Naturalmente, esto no es habitual. El consultante puede no querer o no poder presentar un motivo de consulta abordable; o el terapeuta puede no hacer lo necesario para conseguirlo o puede fracasar posteriormente en sus redefiniciones. ¿Qué quiere decir esto último? Que no producen efecto alguno, sea porque el paciente no encuentra en ellas ninguna novedad o porque le resultan totalmente ajenas. Si no encuentra ninguna novedad, no habrá nada nuevo en su modo de mirar el problema (al menos por acción de la terapia), y por ende nada cambiará. De hecho no se produjo ninguna redefinición. Si en cambio la redefinición está demasiado lejos de la perspectiva del consultante, simplemente no la aceptará. El aceptar una redefinición, en el sentido que aquí empleamos, no quiere decir estar de acuerdo con ella, sino adjudicarle un grado de verosimilitud significativo como para afectar a la conducta. Alguien puede adoptar un comportamiento porque cree en la redefinición que le hemos dado o porque se empeña en demostrarnos que es falsa. En ambos casos la está tomando en cuenta, y esto no puede querer decir otra cosa más que pasible de coincidir con su realidad psicológica. Todo terapeuta sabe que sus intervenciones deben estar más o menos “cerca” del paciente en el sentido de encajar adecuadamente en la manera que éste tiene de ver al mundo y a sí mismo. Una vez más puede argüirse que si se le dice a una madre sobreprotectora que descuida a su hijo por no permitirle, ahora que tiene la edad suficiente, aprender a defenderse sólo de otros chicos, esto no implica coincidir con su manera de ver el mundo. Sin embargo, es por la cercanía con su propia visión que esta redefinición puede llevarla a demostrar lo contrario sobreprotegiendo menos a la criatura. ¿En qué reside la cercanía? En el hecho de apelar a que el chico está descuidado, cosa inadmisible para una madre cuyo sistema de valores es jerarquizar la protección. Hemos intentado mostrar hasta aquí cómo el proceso terapéutico tiene que ver con particulares selecciones y presentaciones de datos y corrimientos de sentido, lo que implica decir con modificaciones de visiones de la realidad. Según el tipo de terapia y el tipo de padecimiento, las nuevas construcciones abordarán cuestiones muy generales o muy específicas. Puede haber una sola redefinición central o un número virtualmente indefinido de ellas como en el psicoanálisis. Hay quien necesita encontrar sentido a su existencia y quien busca ayuda para que su hijo haga los deberes. El proceso entonces, puede tener duración, complejidad y ordenamiento muy variables, basados en motivaciones muy diferentes. Pero el trabajo de redefinición siempre se presenta, y debería estar al servicio de cierta modificación en la conducta (en sentido amplio: conativa, afectiva y cognitiva) del consultante.
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¿QUÉ ES LO QUE PUEDE INFLUIR PARA QUE UNA REDEFINICIÓN “ENTRE”? Para que una redefinición influya en la dirección esperada por el terapeuta, dos puntos son importantes de tener en cuenta: Lo cerca que está esa redefinición de los modos de pensar y sentir que el consultante reconoce como propios. Debe basarse en algo que el sujeto puede aceptar cotidianamente, en hechos que no puede discutir o en su sistema de valores. 2. El poder del terapeuta, definido como su capacidad de influenciar los pensamientos, emociones y comportamientos de su paciente en lo relativo a cuestiones vinculadas con el motivo de consulta. 1.
Si tomamos en cuenta estos dos puntos, podemos deducir una recomendación práctica: cuando va a realizar una redefinición dudosa, el terapeuta debe verificar si su poder es suficientemente grande como para que el paciente la acepte. Lo seguro es hacer redefiniciones que vayan “pegadas”, o sea muy cercanas a lo que el consultante cree, y en todo caso ir aproximándolo lentamente por redefiniciones sucesivas a la que el terapeuta considera crucial. En resumen, es importante tener en cuenta que los procesos terapéuticos de cualquier índole se basan en la construcción de redefiniciones. En esa construcción participan por igual paciente y terapeuta. Y éste debe tener claro que su trabajo consiste, paradójicamente, en guiar la tarea siguiendo las indicaciones de aquél.
DIRECCIÓN Y OBJETIVO DE LA REDEFINICIÓN Habitualmente estas redefiniciones apuntan a uno de dos aspectos:
la naturaleza del problema (ej. su chico no es malo sino enfermo) el significado de la solución intentada (ej. con este comportamiento “sobreprotector” usted lo desprotege porque no lo prepara para la vida).
Por lo que se refiere al punto al que se dirige la redefinición: podemos ensayar una clasificación que discrimina entre las que se dirigen a modificar la naturaleza del problema o de las soluciones intentadas (maniobras para el cambio), y aquellas otras que son sólo un cambio de etiqueta de comportamientos dentro o fuera de la sesión, que funcionan como el entretejido previo que prepara el terreno para una maniobra que promueva el cambio buscado. Ejemplo de las primeras, es decirle a una madre que cuando permite que su hijo la insulte, lo está desprotegiendo porque no lo está preparando para los riesgos de la vida. Ejemplo de las segundas es el trabajo de ganarse previamente la colaboración de la madre, reformulando su conducta como ampliamente democrática y tendiente a que sus hijos se expresen libremente. (Vimos muchos ejemplos de este tipo de maniobras en el apartado “maniobras de control”). A veces la redefinición, o también llamada reformulación, no llega a ser del todo explícita, sino que hay aspectos de ella que el consultante elabora por su cuenta. Por ejemplo, es posible decirle a alguien “y creo que esto no sólo está en contra de sus 45 Pasaje Babilonia 10 Ciudad Mendoza. Tel: 0261 - 4237241.
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principios, sino que tiene otras implicancias que usted mismo conoce mejor que yo”. El uso de redefiniciones de este tipo es de todos modos una cuestión estilística (características del consultante y preferencias del terapeuta).
Lo que es realmente importante es que la redefinición esté construída de manera tal que el consultante no pueda aportar datos importantes que la desmientan, lo cual equivale a decir que el terapeuta debe conocer muy bien las circunstancias del problema, antes de reformular. Un error frecuente es “reformular en automático”, en lugar de hacerlo sólo después de un interrogatorio suficientemente detallado como para no sólo obtener la información necesaria, sino también para preparar al consultante, a través de las preguntas, para la reformulación que vendrá. Por ejemplo, una señora puede decir: “Me duele mucho que mi hija me agreda ” y el terapeuta contestar: “En realidad ella la necesita tanto que está buscando que usted piense todo el día en ell a”. Quizá la señora conteste: “No creo que sea así, puesto que siempre está dispuesta a irse con sus amigos y dejarme sola”, con lo cual el terapeuta pierde poder y tiene que hacer un trabajo mucho mayor para “probar” que esto igualmente implica que la chica la necesita. Todo esto se hubiese evitado si el terapeuta hubiera hecho un par de preguntas antes de hablar, interrogándola sobre cosas, tales como si también agrede a otras personas, si tiene vida social, etc. Siempre es importante construir las redefiniciones apoyándonos en el lenguaje del consultante, ir avanzando por pasos y sólo hacerlo en la medida en que emita señales de que está “comprando” y que está dispuesto a seguir escuchando. No obstante, un caso en el que se debe ser especialmente cuidadoso en el uso del lenguaje, en el timing de la intervención y en no dejar cabos sueltos, es en las reformulaciones que implican un desafío para la perspectiva actual del paciente, con la finalidad de que éste cambie para defender su posición. Por ejemplo: “Usted está deprimido porque se identifica con los aspectos inútiles de su padre”. Esta intervención suele abrir dos caminos al paciente: 1. Defenderse del “insulto”, demostrando que la intervención está basada en premisas erróneas, diciendo por ejemplo: “mi padre no fue un inútil sino una víctima ” (en este caso la reformulación puede tirarse a la basura). 2. Defenderse cambiando su conducta para demostrarnos que no es ningún inútil. Si la reformulación no es cuidadosamente construida, puede ser impugnada y esto no sólo la anulará, sino que debilitará la posición general del terapeuta. El paciente debe quedar en la situación de pensar que el terapeuta está equivocado, pero sin poder demostrarlo porque su razonamiento parece correcto. No le quedará más remedio entonces, que probarlo con su comportamiento.
Cabe añadir que para utilizar este tipo de redefiniciones, del mismo modo que para dar directivas para que no se cumplan (paradójicas), el terapeuta debe partir de una posición de mucho poder; de lo contrario lo que dice es simplemente desestimado. CUÁNDO NO SON NECESARIAS
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Es importante distinguir tres situaciones en las cuales no es necesario redefinir o reformular: 1. Cuando el consultante viene sólo en busca de un consejo y no muestra ningún tipo de resistencia. Por ejemplo: “Mi nena está andando muy bien en el jardín de infantes ahora; vengo porque hace un par de meses me dijeron que le haga un psicodiagnóstico, pero si usted me dice que no hace falta, lo dejamos sin efecto y listo”. 2. Cuando el terapeuta imparte una tarea que es definida como un experimento. Por ejemplo, cuando se instruye a la recién casada para que llame cotidianamente a la suegra (quien todos los días quiere supervisarla para pedirle explicaciones por cuestiones que ya conoce) puede ser útil describir esta tarea como necesaria para lograr información antes de operar. De este modo es posible que la conducta solicitada se realice con mayor facilidad, menos temor y más eficacia. Con esto no se quiere decir que cuando uno da una tarea de este tipo nunca se debe incluir una reformulación, sino que puede ser conveniente no hacerlo. De hecho, en muchos casos es conveniente reformular antes; en otros, la tarea a su vez permite preparar a posteriori una reformulación detallada más efectiva (por ejemplo, el cumplimiento de la tarea por parte de la joven señora dará amplio material para reformular el comportamiento de su suegra, de modo de producir nuevos cambios o reforzar los ya obtenidos en la conducta de su nuera. 3.
Las situaciones en las que el terapeuta quiere funcionar como “benévolo mago misterioso” y entonces usará deliberadamente el no explicar su sugestión u orden de que el consultante realice una tarea determinada. Por ejemplo, puede decir: “Por razones que es preferible que su mente conciente por ahora no conozca, es necesario que usted... ”.
CUÁNDO BASTAN De cualquier modo, en casi todos los casos (salvo los recién citados) una reformulación es imprescindible como apoyo de cualquier clase de intervención. Puede ser suficiente en situaciones de escasa resistencia, particularmente si los consultantes presentan las siguientes características:
- No oposicionismo al terapeuta -Tendencia a ser verbales y preferencia por el pensamiento preparatorio antes que por la acción directa, con capacidad para darse tiempo antes de tomar un curso de acción (suelen ser descriptos como “con capacidad de insi ght”, y son la niña mimada de los terapeutas de todas las tendencias). Como es obvio, es menester que la redefinición afecte al consultante, ya sea en el sentido que la acepte como válida, o que la considere suficientemente importante como para tener que demostrar con su comportamiento que no lo es.
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Para que esto pueda ocurrir es necesario que cliente y terapeuta tengan una relación, tal como para que aquél pueda aceptar que el terapeuta está habilitado para adjudicar otro sentido a los hechos (lo que es otra manera de decir que tiene poder). Esto implica que el terapeuta debe sumar al prestigio que pueda tener, la habilidad de hacer sentir a su cliente que lo comprende, y esto implica hablar su mismo lenguaje.
CUÁNDO NO ALCANZAN Como se acaba de ver, en el contexto de la terapia breve son pocos los consultantes que cambian con sólo el uso de las redefiniciones. En la mayor parte de los casos se utilizan las maniobras y se dan además directivas o tareas de diversos tipos. En general, cuanto más rígido u orientado a la acción (que son dos cosas muy diferentes) sea un sistema, tanto menos probable es que el cambio pueda darse mediante el sólo uso de reformulaciones. REESTRUCTURACIÓN10 Y Wittgenstein planteó acerca de la reestructuración11:
"No llama la atención hacia nada, no da lugar a introspección comprensiva, sino que enseña un juego diferente, haciendo así obsoleto el anterior" La reestructuración opera en el nivel de la materialidad, en el cual como hemos intentado señalar, puede tener un cambio, incluso si las circunstancias objetivas de una situación están más allá del poder humano.
¿Qué es lo que se halla implicado en la reestructuración12? 1- “Nuestra experiencia del mundo se basa en la categorización de los objetos de nuestra percepción en clases. En estas clases se trata de constructos mentales y por tanto de un aspecto de realidad totalmente diferente de los objetos mismos. Las clases se forman, no solamente sobre la base de las propiedades físicas de los objetivos, sino en especial de su grado de significación y de valor para nosotros”. 2- “Una vez que un objeto ha sido conceptualizado como miembro de una clase determinada, resulta extremadamente difícil considerarlo también como perteneciente a otra clase. El hecho de pertenecer a una clase, por parte de un objeto, se designa como su realidad”. 3. “Lo que hace que la reestructuración sea un instrumento tan eficaz de cambio es el hecho de que, una vez que percibimos la pertenencia alternativa de un miembro u otra cl ase, no podemos volver tan fácilmente a la trampa y la angustia representadas por el previo punto de vista acerca de su realidad".
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Contenido extraído del libro: Fernández Moya, Jorge A. (2000) En busca de resultados. Una introducción al modelo sistémico estratégico. Córdoba: Editorial Triunfar 11 Citado en el libro Cambio. 12 Watzlawick, Weakland y Fisch. Cambio.
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ANEXO 1: LÓGICA NO HABITUAL Y TERAPIA BREVE 13
Mediante el uso de la lógica estratégica paraconsistente tendría coherencia, en el contexto terapéutico, la utilización de procedimientos lógicos no habituales que permitan construir estratagemas realmente capaces de romper los equilibrios perceptivos-reactivos patógenos que habitualmente resisten al cambio inducido mediante una lógica ordinaria. En otras palabras, en los casos en que un procedimiento lógico ordinario (basado en el descubrimiento, en el conocimiento de las características de formación y persistencia del problema y en las indicaciones consiguientes relativas a cómo proceder para cambiar) fracase, entra en juego la relevancia de procedimientos lógicos alternativos adecuados a los fenómoenos que mantienen su persistencia gracias a lógicas no habituales. Desde nuestro punto de vista, éste es el caso de la mayoría de los fenómenos no lineales ligados a la interacción entre sujeto y realidad, particularmente los casos en los que esta interacción conduce a expresiones psíquicas y comportamentales patológicas. Vamos a ejemplos concretos que lo aclaren mejor: 1- Si se trata de convencer, usando la racionalidad, a un paciente obsesivo-compulsivo para que interrumpa sus rituales patológicos, no se obtendrá ningún resultado. En cambio, si se utiliza una estrategia basada en la lógica de la paradoja y el creer, expresada, por ejemplo, en la siguiente prescripción: “ Cada vez que ejecute uno de sus rituales, deberá repetirlo cinco veces, ni una más ni una menos; puede negarse a hacerlo...., pero si lo hace una vez tiene que hacerlo cinco veces, ni una más ni una menos ” , se consigue casi siempre que el paciente interrumpa rápidamente sus rituales. La prescripción utiliza la misma lógica de la patología, pero reorienta su sentido, de forma que la fuerza misma del síntoma se dirige contra el trastorno, con el efecto de romper su equilibrio perverso. La prescripción de una repetición ritualizada posterior a los rituales, en efecto, conduce a la persona a la construcción de una realidad diferente de la que connotan las irrefrenables compulsiones, y dentro de la cual se abre la nueva posibilidad de anular los rituales, porque en la nueva realidad ya no son irrefrenablemente espontáneos, sino prescritos y voluntarios. Nos apropiamos del síntoma construyendo otro, estructuralmente isomorfo, que sustituye al primero y que puede ser, como construcción deliberada, rechazado voluntariamente. Se trata de “hacer subir al enemigo al desván y depués sacarle la escalera ”. 2- En el caso del paciente que sufre agorafobia, se puede argumentar racionalmente durante años sin lograr que salga ni una vez él solo; en cambio, utilizando una lógica del autoengaño y de la creencia, se puede prescribir por ejemplo: “Ahora tiene que hacer una cosa muy importante. Vaya a la puerta y haga una pirueta, abra la puerta, salga y haga otra pirueta; después baje las escaleras; al llegar a la puerta de salida, haga una pirueta antes de salir y otra después de salir; gire a la izquierda y haga una pirueta cada cincuenta pasos hasta que encuentre una frutería; entre haciendo una pirueta, compre la manzana más grande y madura que encuentre. Luego, con la 13
Paul Watzlawick y Giorgio Nardone (Comp.) (2000) Terapia breve estratégica. Pasos hacia un cambio de percepción de la realidad. Barcelona: Editorial Paidós.
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manzana en la mano, regrese haciendo una pirueta cada cincuenta pasos, una antes y otra después de entrar. Yo estaré aquí, esperándol e”. En este caso la lógica de la intervención es la de construir una secuencia de acciones sugestivas y ritualizadas (aparentemente ilógicas) que desvíen la atención de la persona de su miedo a la ejecución de la tarea, prescrita como si fuese una especie de magia. Por consiguiente, se tiene el efecto de la suma de autoengaño “el cruzar el mar sin que lo sepa el cielo ” y la creencia subjetiva, como si hacer piruetas fuese un verdadero espantamiedos. Todo esto surge como una realidad inventada que produce efectos concretos. Una técnica menos compleja en su articulación lógica y linguísticay, por tanto, más fácilmente utilizable también por parte de quien no tenga elevadas capacidades retóricas es la prescripción del como si, aplicable por su simple adaptabilidad a una amplia casuística de problemas. Por ejemplo, a una persona que sufre manías persecutorias y siente a su alrededor hostilidad y rechazo, se le puede prescribir que se comporte como si estuviese convencida de que resulta simpática, concentrándose en algún comportamiento –hasta en el más pequeño- que pueda indicar prácticamente esta convicción y poniéndolo cada día en práctica en las relaciones. Como se puede imaginar tales acciones pequeñas pero concretas invierten la interacción habitual entre aquella persona y su realidad, de forma que los demás adoptarán otra actitud hacia ella, llevándola a verificar en la realidad la experiencia de sentirse simpática y deseable. Como ya saben, además de los lógicos, los estudiosos de las ciencias sociales, las profecías creídas se autodeterminan. Imaginemos que entramos a un local pensando que somos antipáticos y no deseados; obviamente lo haremos con una mirada desconfiada y circunspecta. Intentemos desplazar esta perspectiva y pongamonos en la piel de las personas que están en el local y que ven entrar a un tipo de mirada desconfiada ¿qué harán estas personas? Naturalmente le devolverán miradas de desconfianza. El efecto final será obtener la confirmación de la suposición de que somos antipáticos y no deseados, sin que advirtamos que se trata de una construcción de la realidad que hemos hecho nosotros mismos. Si conseguimos cambiar una vez cada día- en una situación que aparentemente no tiene importancia- la actitud que conduce a una construcción de la realidad funcional, se provoca una determinada experiencia emocional correctiva que podrá ser fácilmente potenciada incrementando las acciones y las actitudes como si del paciente, hasta la construcción de una nueva realidad funcional que sustituirá a la precedente. Todo esto se produce sobre la base de un autoengaño inducido que cambio el sentido de la profecía creída, creando un vuelco completo de su efecto en la experiencia de la persona, y un progresivo y gradual cambio de sus creencias y percepciones de la realidad. Hay que subrayar también que la ejecución satisfactoria de determinadas maniobras por parte de los pacientes requiere la utilización por parte del terapeuta de una comunicación decididamente sugestiva y persuasiva (lo trataremos más tarde). La terapia resulta un proceso de problem solving estratégico dentro del cual, como en el juego de ajedrez, frente a movimientos del adversario concretos, el jugador experto mueve sus piezas teniendo en mente la estrategia que lo llevará al jaque mate. En otras palabras, se trata de prever las posibles reacciones a cada maniobra, planificando posibles variantes tácticas o técnicas de la estrategia inicial sobre la base de los efectos manifestados, con el objetivo de dar cuanto antes el jaque mate, que en el caso de la terapia es la victoria conjunta de terapeuta y paciente sobre el problema afrontado. No obstante, el salto de nivel lógico no se debe considerar nunca como definitivo: como en el juego de ajedrez, las posibilidades de combinaciones del juego son infinitas. Para concluir esta aportación breve y ciertamente no exhaustiva, considero importante subrayar que la terapia breve estratégica, a menudo calificada por sus detractores como muy simplista, no lo es, porque detrás de técnicas que pueden 50 Pasaje Babilonia 10 Ciudad Mendoza. Tel: 0261 - 4237241.
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sorprender por su aparente simplicidad hay una compleja y articulada epistemología y lógica de la intervención. Al contrario, precisamente detrás de aproximaciones aparentemente complejas se revelan modelizaciones lógico epistemológicas reduccionistas. Por lo demás, no se debe confundir lo complicado con lo complejo; si resulta fácil realizar de forma complicada tareas complejas, es difícil sin embargo hacer simple las cosas complicadas o, con mayor razón, encontrar soluciones simples para problemas complejos.
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ANEXO 2: LÓGICA DE PERSUASIÓN EN TERAPIA
En 1930 los periódicos austríacos dieron la noticia de un acontecimiento concreto sucedido en una pequeña ciudad situada junto al Danubio: “Un joven con intenciones suicidas se lanzó al río desde un puente. Un policía, atraído al lugar por los gritos de los presentes, en lugar de desnudarse y tirarse al agua para ayudar al joven, agarró el fusil y apuntó contra el aspirante a suicida gritando: Sal de ahí o te disparo. El joven salió del agua renunciando al suicidio”. Nos parece que esta extraña anécdota es una buena forma de introducir el tema de las relaciones que median entre los procesos de persuasión y los procesos de cambio en psicoterapia. De acuerdo con Jerome Frank, sostenemos que la psicoterapia en todas sus formas se basa fundamentalmente en los procesos de implícita y explícita persuasión que recurren a formas de retórica específicas según la aproximación teórica aplicativa de referencia. El estudio de las interacciones entre terapeuta y paciente, en la perspectiva de una evolución de la psicoterapia hacia modelos de intervención cada vez más rigurosos, eficaces y eficientes, lleva a destacar la importancia fundamental de las técnicas y las tácticas de persuasión como instrumentos terapéuticos importantes. De ello se sigue la exigencia de estudios aplicativos, tanto empíricos como teóricos, que sistematicen su utilización. Actualmente se puede observar cómo la investigación aplicativa sobre los procesos de influencia y persuasión en psicoterapia comienza a tener fundamentos propios y a ofrecer indicaciones precisas a los psicoterapeutas. La orientación retórico-persuasiva de las terapias estratégicas está basada en los siguientes puntos: • •
•
Asunción del lenguaje, de la posición del paciente y de su visión del mundo Utilización de múltiples técnicas de comunicación persuasiva en la sesión (sugestiones directas o indirectas, uso de lenguajes metafóricos, actitudes y comportamientos no verbales, comparaciones cognitivas, dobles vínculos y paradojas comunicativas, uso de la metáfora, técnicas sugestivas de comunicación no verbal) Inducciones de comportamientos que se han de realizar fuera de las sesiones (prescripciones comportamentales directas, indirectas y paradójicas).
Se trata de una orientación marcadamente pragmática y orientada a efectos rápidos de persuasión e influencia interpersonal, resulta idónea para las terapias breves y focalizadas. A continuación incluimos una especie de clasificación de procesos de influencia y técnicas de persuasión que se deben utilizar según el tipo de resistencia al cambio detectada en el paciente. 1) Frente a pacientes que colaboran, o que no se oponen y descalifican, con una marcada motivación para el cambio asociada a recursos cognitivos reales, la tipología retórica y de persuasión idónea para guiarlos hacia el cambio y la solución de problemas ha sido la de tipo racional-demostrativo. Su núcleo consiste en proceder de forma cartesiana, a redefinir de manera lógico-racional las disposiciones emotivas, cognitivas y comportamentales del paciente hasta llevarlo al cambio consciente. Lamentablemente el número de pacientes a
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quienes se puede aplicar con resultados satisfactorios la retórica racionalista es sin duda poco consistente. 2) Frente pacientes que quieren ser colaboradores pero no pueden serlo, que tienen una gran motivación y necesidad de cambiar, pero no lo consiguen ni siquiera mínimamente (como en el caso de las sintomatologías fóbicas y obsesivas agudas en las que los pacientes quieren cambiar pero no lo consiguen porque están turbados o bloqueados por su sintomatología), la estrategia que ha resultado más idónea se basa en maniobras veladas, indirectas y con gran carga de sugestión, dirigidas a conducir al sujeto a cambiar sin que se dé cuenta. No se puede pedir a quien esté preso del miedo que lo venza racionalmente, pero es posible llevarlo por medio de estrategias terapéuticas (prescripciones sugestivas indirectas y trampas comportamentales) a experimentar situaciones de libertad concreta del miedo en condiciones vividas anteriormente como aterradoras. En otras palabras se utiliza la estrategia de cruzar el mar sin que los sepa el cielo para producir la experiencia emocional correctiva. 3) Frente a pacientes que no colaboran o se oponen abiertamente, que descalifican al terapeuta y no observan deliberadamente sus indicaciones, la modalidad que se ha mostrado eficaz es que la se basa en la utilización de la resistencia y en el recurso a maniobras y prescripciones paradójicas . La prescripción de la resistencia al cambio sitúa al sujeto que se opone en la condición paradójica de cumplir de todas formas las indicaciones del terapeuta: si continua oponiéndose a la terapia, cumple las prescripciones; si se opone a las prescripciones, satisface la terapia. La resistencia, prescrita, se convierte en cumplimiento. Luego de estos resultados terapéuticos fundamentales, obtenidos mediante un proceso de influencia y persuasión basada en la paradoja, se procederá a una redefinición cognitiva del proceso terapéutico. 4) Frente a pacientes que no son capaces de colaborar ni oponerse deliberadamente, que presentan una narración de sí mismos y de sus problemas fuera de toda realidad razonable (delirios, manías persecutorias, etc.), el terapeuta deberá entrar en la lógica de la representación delirante, asumir sus códigos lingüísticos y de atribución, evitando toda descalificación de tal construcción disfuncional de la realidad. Por el contrario deberá seguir las huellas de esta narración y añadirle otros elementos a la narración del paciente, elementos que aunque no nieguen las representaciones, las reoriente en una narración diferente. La nueva dirección introducida por el terapeuta en la dinámica mental del paciente conducirá, si está bien calibrada, a la subversión de los precedentes. El hecho de introducir en la lógica disfuncional del sujeto, elementos no contradictorios ni descalificadores hacia sus representaciones, sino por el contrario capaces de orientarlas hacia nuevas direcciones, termina conduciéndolo a una completa reestructuración. Es como cuando frente a una narración se opta por cambiarla con el añadido de nuevas líneas evolutivas que, yendo en dirección contraria a la anterior, la cancelan sin cancelarla, relegándola a un pasado que ha producido el presente, pero que no tiene ningún poder frente a él, y que ahora está bajo el dominio de la nueva narración introducida por el terapeuta. Para concluir quisiéramos subrayar que si la realidad es una construcción nuestra, también la comunicación lo es, y que más bien por medio de ésta procedemos, conscientes o no, a construir, sufrir o dirigir nuestra relación con nosotros mismos, los demás y el mundo. En la psicoterapia entendida como problem solving estratégico, la 53 Pasaje Babilonia 10 Ciudad Mendoza. Tel: 0261 - 4237241.
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comunicación representa el vehículo operativo fundamental para la aplicación de lógicas alternativas a las que hacen persistentes las patologías que hay que resolver. En otras palabras, sin una retórica persuasiva idónea, es poco probable que seamos capaces de iniciar un cambio centrado en las experiencias y en las perspectivas del paciente. Porque lo que hace posible la aplicación terapéutica de procedimientos de solución de los problemas, desde nuestro punto de vista, no es sino la construcción, mediante la comunicación, de realidades inventadas que producen efectos concretos.
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ANEXO 3: AXIOMAS DE LA COMUNICACIÓN HUMANA
INTRODUCCIÓN Se comenzará con algunas propiedades simples de la comunicación que encierran consecuencias interpersonales básicas. Una vez definidas, estaremos en condiciones de examinar algunas de sus posibles patologías.
LA IMPOSIBILIDAD DE NO COMUNICAR En lo que antecede, el término comunicación se usó de dos modos: como título genérico de nuestro estudio, y como una unidad de conducta definida de un modo general. Trataremos ahora de ser más precisos. Desde luego, seguiremos denominando simplemente comunicación al aspecto pragmático de la teoría de la comunicación humana. Para las diversas unidades de comunicación (conducta), hemos tratado de elegir términos que ya son generalmente comprendidos. Así, se llamará mensaje a cualquier unidad comunicacional singular, o bien se hablará de una comunicación cuando no existan posibilidades de confusión. Una serie de mensajes intercambiados entre personas recibirá el nombre de interacción (por quienes anhelan una cuantificaron más precisa, solo podemos decir que la secuencia a la que nos referimos con el término interacción es mayor que un único mensaje, pero no infinita). Las pautas de interacción constituyen un nivel más elevado en la comunicación humana. Además, con respecto incluso a la unidad más simple posible, es evidente que una vez que se acepta que toda conducta es comunicación, ya no manejamos una unidad – mensaje monofónica, sino más bien un conjunto fluido y multifacético de muchos modos de conducta – verbal, tonal, postural, contextual, etc.; todos los cuales limitan el significado de los otros. Los diversos elementos de este conjunto (considerado como un todo) son susceptibles de permutaciones muy variadas y complejas, que van desde lo congruente hasta lo incongruente y paradójico. Nuestro interés estará concentrado en el efecto pragmático de tales combinaciones en las situaciones interpersonales. En primer lugar, hay una propiedad de la conducta que no podría ser más básica por lo cual suele pasársela por alto: no hay nada que sea lo contrario de conducta. En otras palabras, no hay no – conducta; o para expresarlo de modo aun más simple, es imposible no comportarse. Ahora bien, si se acepta que toda conducta en una situación de interacción14 tiene un valor de mensaje; es decir, es comunicación; se deduce que por mucho que uno lo intente, no puede dejar de comunicar. Actividad o inactividad, palabras o silencio, tienen siempre valor de mensaje: influyen sobre los demás, quienes a su vez, no pueden dejar de responder a tales comunicaciones y, por ende, también comunican. Debe entenderse claramente que la mera ausencia de palabras o de atención mutua no constituye una excepción de lo que acabamos de afirmar. El hombre sentado a un abarrotado mostrador en un restaurante, con la 14
Incluso cuando se está solo es posible sostener diálogos en la fantasía, con las propias alucinaciones, o con la vida.
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mirada, perdida en el vacío, o el pasajero de un avión que permanece sentado con los ojos cerrados, comunican que no desean hablar con nadie, o que alguien les hable; y sus vecinos por lo general “captan el mensaje” y responden de manera adecuada, dejándolos tranquilos. Evidentemente, esto constituye un intercambio de comunicación en la misma medida que una acalorada discusión. Tampoco podemos decir que la “comunicación” sólo tiene lugar cuando es intencional, conciente o eficaz; esto es, cuando se logra un entendimiento mutuo. Que el mensaje emitido sea o no igual al mensaje recibido constituye un orden de análisis importante pero distinto; pues, en ultima instancia, debe basarse en una evaluación de datos específicos, introspectivos, proporcionados por el sujeto, que preferimos dejar de lado en la exposición de una teoría de la comunicación desde el punto de vista de la conducta. Con respecto a los malentendidos, nuestro interés, dadas ciertas propiedades formales de la comunicación de (y de hecho a pesar de) las motivaciones o intenciones se refiere al desarrollo de patologías afines relacionadas, aparte de los comunicantes. La imposibilidad de no comunicarse es un fenómeno de interés no solo teórico; por ejemplo, constituye una parte integral del “dilema” esquizofrénico. Si la conducta esquizofrénica se observa dejando de lado las consideraciones etimológicas, parecería que incluso el sin sentido, el silencio, el retraimiento, la inmovilidad (silencio postural) o cualquier otra forma de negación, constituyen en sí mismos una comunicación, el esquizofrénico enfrenta la tarea imposible de negar que se está comunicando, y al mismo tiempo, de negar que su negación es una comunicación. La comprensión de este dilema básico en la esquizofrenia constituye una clave para muchos aspectos de la comunicación esquizofrénica que, de otra manera, quedarían oscuros. Puesto que, como veremos, cualquier comunicación implica un compromiso y, por ende, define el modo en que el emisor concibe su relación con el receptor, cabe sugerir que el esquizofrénico se comporta como si evitara todo compromiso al no comunicarse. Es imposible verificar si, éste es su propósito en el sentido causal o no; pero demostraremos más adelante, que este es el efecto de la conducta esquizofrénica. En síntesis cabe postular un axioma meta-comunicacional de la pragmática de la comunicación: No es posible no comunicarse.
LOS NIVELES DE CONTENIDO Y DE RELACIÓN DE LA COMUNICACIÓN En los párrafos precedentes sugerimos otro axioma cuando señalamos que toda comunicación implica un compromiso y, por ende, define la relación. Ésta es otra manera de decir que una comunicación no sólo transmite información, sino que al mismo tiempo, impone conductas. Siguiendo a Bateson, estas dos operaciones se conocen como los aspectos referenciales y conativos, respectivamente, de toda comunicación. El aspecto referencial de un mensaje trasmite información y, por ende, en la comunicación humana es sinónimo de contenido del mensaje. Puede referirse a cualquier cosa que sea comunicable al margen de que la información sea verdadera o falsa, valida, no valida o indeterminable. Por otro lado, el aspecto conativo se refiere a qué tipo de mensaje debe entenderse que es, y por ende, y en última instancia, a la relación entre los comunicantes. 56 Pasaje Babilonia 10 Ciudad Mendoza. Tel: 0261 - 4237241.
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Las relaciones rara vez se definen deliberadamente o con plena conciencia. De hecho, parecería que cuanto más espontánea y “sana” es una relación, más se pierde en el trasfondo el aspecto de la comunicación vinculado con la relación. Del mismo modo, las relaciones “enfermas” se caracterizan por una constante lucha acerca de la naturaleza de la relación, mientras que el aspecto de la comunicación vinculado con el contenido se hace cada vez menos importante. Resulta interesante que antes de que los científicos conductistas comenzaran a indagar en estos aspectos de la comunicación humana, los expertos en computadoras hubieran tropezado con el mismo problema en su propia labor. Se hizo evidente en tal sentido que, cuando se comunicaban con un organismo artificial, sus comunicaciones debían ofrecer aspectos tanto referenciales como conativos. Por ejemplo, si una computadora debe multiplicar dos cifras, es necesario alimentar tanto esa información (las dos cifras) como información acerca de esa información: el orden de m ultiplicarlas. Ahora bien, lo importante para nuestra consideración es la conexión que existe entre los aspectos de contenido (lo referencial) y las relaciones (lo conativo) en la comunicación. En esencia, ya se la ha definido en el párrafo precedente al señalar que una computadora necesita información (datos) e información acerca de esa información (instrucciones). Es evidente, pues, que las instrucciones son de un tipo lógico superior al de los datos; constituyen meta-información, puesto que son información acerca de información, y cualquier confusión entre ambas llevaría a un resultado carente de significado. Si volvemos ahora a la comunicación humana, observaremos que esa misma relación existe entre los aspectos referencial y conativo: el primero transmite los “datos” de la comunicación, y el segundo, cómo debe entenderse dicha comunicación. “Esta es una orden” o “Sólo estoy bromeando ” constituyen ejemplos verbales de esa comunicación acerca de una comunicación. La relación también puede expresarse en forma no verbal gritando o sonriendo o de muchas otras maneras. Y la relación puede entenderse claramente a partir del contexto en el que la comunicación tiene lugar; por ejemplo, entre soldados uniformados o en la arena de un circo. El lector habrá notado que el aspecto relacional de una comunicación resulta, desde luego, idéntico al concepto de meta-comunicación desarrollado. Ahora bien, es dable observar que todos nosotros enfrentamos dicho problema. La capacidad para metacomunicarse en forma adecuada constituye no solo una condición sine qua non de la comunicación eficaz, sino que también está íntimamente vinculada con el complejo problema concerniente a la percepción del self y del otro. Por el momento, y como ilustración, solo queremos señalar que es posible construir mensajes, sobre todo en la comunicación escrita, que ofrecen indicios meta-comunicacionales muy ambiguos. Como señala Cherry, la oración “¿Crees que bastará con u no?”, puede encerrar una variedad de significados, según cuál de esas palabras se acentúe, indicación que el lenguaje escrito no siempre proporciona. Otro ejemplo sería un cartel en un restaurante que dice: “Los parroquianos que piensan que nuestros mozos son groseros deberían ver al gerente ”; lo cual, por lo menos en teoría, puede entenderse de dos maneras distintas. Las ambigüedades de este tipo no constituyen las únicas complicaciones posibles que surgen de la estructura de niveles de toda comunicación; consideremos, por ejemplo, un cartel que dice: “No preste atención a este car tel”. Las confusiones o contaminaciones entre estos niveles (comunicación y meta57 Pasaje Babilonia 10 Ciudad Mendoza. Tel: 0261 - 4237241.
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comunicación) pueden llevar a impasses idénticos en su estructura a los de las famosas paradojas en el campo de la lógica. Por el momento, limitémonos a resumir lo antedicho y establecer otro axioma de nuestro cálculo tentativo: Toda comunicación tiene un aspecto de contenido y un aspecto relacional tales que el segundo clasifica al primero y es, por ende, una metacomunicación.
LA PUNTUACIÓN DE LA SECUENCIA DE LOS HECHOS La siguiente característica básica de la comunicación, que deseamos explorar, se refiere a la interacción (intercambio de mensajes) entre comunicantes. Para un observador, una serie de comunicaciones puede entenderse como una secuencia ininterrumpida de intercambios. Sin embargo, quienes participan en la interacción siempre introducen lo que, siguiendo a Whorf, ha sido llamado por Bateson y Jackson la “puntuación de la secuencia de hechos”. Estos autores afirman: “...Con todo, es indudable que en una secuencia prolongada de intercambio, los organismos participantes (especialmente si se trata de personas) de hecho puntúen la secuencia de modo tal que uno de ellos o el otro tiene iniciativa, predominio, dependencia, etc. Es decir, establecen entre ellos patrones de intercambio (acerca de los cuales pueden o no estar de acuerdo), y dichos patrones constituyen, de hecho, reglas de contingencia con respecto al intercambio de refuerzos. No se trata aquí de determinar si la puntuación de la secuencia comunicacional es, en general, buena o mala, pues resulta evidente que la puntuación organiza los hechos de la conducta y, por ende, resulta vital para las interacciones en marcha. Desde el punto de vista cultural, compartimos muchas convenciones de puntuación, que si bien no son ni más ni menos precisas que otras visiones de los mismos hechos, sirven para reconocer secuencias de interacción comunes e importantes. Por ejemplo, a una persona que se comporta de determinada manera dentro de un grupo, la llama mos “líder” y a otra “adepto”, aunque resultaría difícil decir cuál surge primero o que sería del uno sin el otro. La falta de acuerdo con respecto a la manera de puntuar la secuencia de hechos es la causa de incontables conflictos en las relaciones. Supongamos que una pareja tiene un problema marital al que el esposo contribuye con un retraimiento pasivo, mientras que la mujer colabora con sus criticas constantes. Al explicar sus frustraciones, el marido dice que su retraimiento no es más que una defensa contra los constantes regaños de su mujer, mientras que ésta dirá que esa explicación constituye una distorsión burda e intencional de lo que “realmente” sucede en su matrimonio, esto es, que ella lo critica debido a su pasividad. Despojadas de todos los elementos efímeros y fortuitos, sus discusiones consisten en un intercambio monótono de estos mensajes: “Me retraigo porque me regañas”, y “Te regaño porque te retraes ”. En psicoterapia de parejas, a menudo sorprende la intensidad de lo que en la psicoterapia tradicional se llamaría una “distorsión de la realidad” por parte de ambos cónyuges. A menudo resulta difícil creer como dos individuos puedan tener visiones tan dispares de muchos elementos de su experiencia en común. Y, sin embargo, el problema radica fundamentalmente en un área que ya se menciono en numerosas 58 Pasaje Babilonia 10 Ciudad Mendoza. Tel: 0261 - 4237241.
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ocasiones; su incapacidad para meta-comunicarse acerca de su respectiva manera de pautar su interacción. Dicha interacción es de una naturaleza oscilatoria de tipo si-no- sino-si-no que, teóricamente, puede continuar hasta el infinito y está casi invariablemente acompañada, como veremos más adelante, por las típicas acusaciones de maldad o locura. Podemos incorporar un tercer axioma de la meta-comunicaciones: La naturaleza de una relación depende de la puntuación de las secuencias de comunicación entre los comunicantes.
COMUNICACIÓN DIGITAL Y ANALÓGICA En la comunicación humana es posible referirse a los objetos, en el sentido más amplio del término, de dos maneras totalmente distintas. Se los puede representar por un símil, tal como un dibujo, o bien mediante un nombre. Así, en la oración escrita: “El gato ha atrapado un ratón”, los sustantivos podrían reemplazarse por dibujos; si se tratara de una frase hablada, se podría señalar a un gato y a un ratón reales. Evidentemente, ésta constituiría una manera insólita de comunicarse y lo normal es usar el “nombre” escrito o hablado, es decir, la palabra. Puesto que se usa una palabra para nombrar algo, resulta obvio que la relación entre el nombre y la cosa nombrada, está arbitrariamente establecida. Las palabras son signos arbitrarios que se manejan de acuerdo con la sintaxis lógica del lenguaje. No existe ningún motivo por el cual las cuatro letras “g-a-t-o” denotan a un animal particular. En ultima instancia, se trata solo de una convención semántica del lenguaje español y fuera de tal convención, no existe otra correlación entre ninguna palabra y la cosa que representa, con la posible aunque insignificante excepción de las onomatopéyicas. Como señalan Bateson y Jackson: “No hay nada “parecido a cinco” en el numero cinco, no hay nada particularmente “similar a una mesa” en la palabra mesa”. Por otro lado, en la comunicación analógica hay algo particularmente “similar a la cosa” en lo que se usa para expresarla. Es más fácil referir la comunicación analógica a la cosa que representa. La diferencia entre ambos modos de comunicación se volverá algo más clara si se piensa que, por ejemplo, por mucho que escuchemos un idioma extranjero en la radio, no lograremos comprenderlo; mientras que es posible obtener con facilidad cierta información básica observando el lenguaje de signos y los llamados movimientos intencionales, incluso cuando los usa una persona perteneciente a una cultura totalmente distinta. Sugerimos que la comunicación analógica tiene sus raíces en períodos muchos más arcaicos de la evolución y, por lo tanto, encierra una validez mucho más general que el modo digital de la comunicación verbal, relativamente reciente y mucho más abstracto. ¿Qué es entonces, la comunicación analógica? La respuesta es bastante simple: virtualmente, todo lo que sea comunicación no verbal. Con todo, este término resulta engañoso, porque a menudo se lo limita a los movimientos corporales, a la conducta conocida como kinestésica. Opinamos que el término debe incluir la postura, los gestos, la expresión facial, la inflexión de la voz, la secuencia, el ritmo y la cadencia de las palabras mismas, y cualquier otra manifestación no verbal de que el organismo es
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capaz, así como los indicadores comunicacionales que inevitablemente aparecen en cualquier contexto en que tiene lugar una interacción. El hombre es el único organismo que usa tanto los modos de comunicación analógicos como los digitales. La significación de tal hecho no ha sido aún acabadamente comprendida, pero puede vislumbrarse su gran importancia. Por un lado, no cabe duda de que el hombre se comunica de manera digital; de hecho la mayoría, si no todos, de sus logros civilizados resultarían impensables sin el desarrollo de un lenguaje digital. Ello asume particular importancia en lo que se refiere a compartir información acerca de objetos y a la función de continuidad temporal inherente a la transmisión de conocimiento. Y, sin embargo, existe un vasto campo donde utilizamos en forma casi exclusiva la comunicación analógica, a menudo sin introducir grandes cambios con respecto a la herencia analógica recibida de nuestros antepasados mamíferos. Se trata aquí del área de la relación. Basándose en Tinbergen y Lorenz, así como en su propia investigación, Bateson ha demostrado que las vocalizaciones, los movimientos intencionales y los signos de estado de animo de los animales constituyen comunicaciones analógicas para definir la naturaleza de sus relaciones, antes que para hacer aseveraciones denotativas acerca de los objetos. Así, para dar uno de sus ejemplos, cuando abro la heladera y el gato se acerca, se frota contra mis piernas y maúlla, ello no significa: “Quiero leche”, como lo expresaría un ser humano, sino que invoca una relación especifica: “Se mi madre”, porque tal conducta sólo se observa en los gatitos en relación con gatos adultos y nunca entre dos animales maduros. Del mismo modo, quienes aman a los animales domésticos a menudo están convencidos de que aquellos “comprenden” lo que se les dice. Evidentemente, lo que el animal sí entiende, no es por cierto el significado de las palabras, sino el caudal de comunicación analógica que acompaña al habla. De hecho, puesto que la comunicación se centra en aspectos relacionales, comprobamos que el lenguaje digital carece casi por completo de significado. Esto ocurre no solo entre los animales, y entre el hombre y los animales, sino en muchas otras situaciones de la vida humana; por ejemplo, el galanteo, el amor, los actos de salvataje, el combate, y desde luego, todo trato con niños muy pequeños o enfermos mentales muy perturbados. A los niños, los tontos y los animales se les ha atribuido siempre una intuición particular con respecto a la sinceridad o insinceridad de las actitudes humanas, pues resulta muy fácil proclamar algo verbalmente, pero muy difícil llevar una mentira al campo de lo analógico. Un gesto o una expresión facial pueden revelar más que cien palabras. En síntesis, si recordamos que toda comunicación tiene un aspecto de contenido y un aspecto relacional, cabe suponer que comprobaremos que ambos modos de comunicación no sólo existen lado a lado, sino que se complementan entre sí en cada mensaje. Así mismo, cabe suponer que el aspecto relativo al contenido se transmite en forma digital, mientras que el aspecto relativo a la relación es de naturaleza predominantemente analógica. En esta correspondencia radica la importancia pragmática de ciertas diferencias entre los modos digital y analógico de comunicación que examinaremos ahora. Para que tales diferencias resulten claras, volveremos a hacer comparaciones con los sistemas de comunicación artificial.
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Algunas características de las computadoras se aplican también a la comunicación humana: el material del mensaje digital es de mucha mayor complejidad, versatilidad y abstracción que el material analógico. Específicamente, comprobamos que la comunicación no tiene nada comparable a la sintaxis lógica del lenguaje digital. Ello significa que en el lenguaje analógico no hay equivalentes para elementos de tan vital importancia para discurso como: “si... luego”, “o. o”, y muchos otros; y que la expresión de conceptos abstractos resulta tan difícil, si no imposible, como en la escritura ideográfica primitiva, donde cada concepto sólo puede representarse por medio de una similitud física. Además, el lenguaje analógico comparte con la computación analógica la falta del negativo simple, esto es, de una expresión para “no”. Por ejemplo, hay lagrimas de tristeza y lagrimas de alegría, el puño apretado puede indicar agresión o control, una sonrisa puede transmitir simpatía o desprecio, la reticencia puede interpretarse como discreción o indiferencia, y cabe preguntarse si no todos los mensajes analógicos tienen esta cualidad ambigua. La comunicación analógica carece de calificadores para indicar cual de los dos significados dispares esta implícito, y tampoco cuenta con indicadores que permitan establecer una distinción entre pasado, presente y futuro. Desde luego, tales calificadores o indicadores existen en la comunicación digital, pero lo que falta en ésta es un vocabulario adecuado para referirse a la relación. En su necesidad de combinar estos dos lenguajes, el hombre, sea como receptor o emisor, debe traducir constantemente de uno al otro, y al hacerlo debe enfrentar curiosos dilemas, que se examinarán con mayores detalles más abajo. En la comunicación humana, la dificultad inherente a traducir existe en ambos sentidos. No solo sucede que la traducción del modo digital al analógico implica una gran perdida de información, sino que lo opuesto también resulta sumamente difícil; hablar acerca de una relación requiere una traducción adecuada del modo analógico de comunicación al modo digital. Por ultimo, podemos imaginar problemas similares cuando ambos modos deben coexistir, como señala Haley en su excelente capitulo, “Marriage therapy”15: Cuando un hombre y una mujer deciden legalizar su vinculo mediante una ceremonia matrimonial, se plantean un problema que persistirá durante su vida marital; ahora que están casados, ¿siguen juntos porque lo desean o porque deben hacerlo? A la luz de todo esto, diríamos que, cuando a la parte fundamentalmente analógica de su relación (el galanteo) se agrega una digitalización (el contrato matrimonial), la definición inequívoca de su relación se vuelve muy problemática. Para resumir: Los seres humanos se comunican tanto digital como analógicamente. El lenguaje digital cuenta con una sintaxis lógica sumamente compleja y poderosa pero carece de una semántica adecuada en el campo de la relación, mientras que el lenguaje analógico posee la semántica pero no una sintaxis adecuada para la definición inequí voca de la naturaleza de las relaciones.
15
“Terapia Marital”
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INTERACCIÓN SIMÉTRICA Y COMPLEMENTARIA En 1935, Bateson describió un fenómeno de interacción que observo en la tribu Iatmul de Nueva Guinea y que en su libro Naven, publicado un año después, examinó con mayores detalles. Denomino a este fenómeno cismogénesis y lo definió como un proceso de diferenciación en las normas de la conducta individual, resultante de la interacción acumulativa entre los individuos. En 1939, Richardson aplico este concepto a sus análisis de la guerra y la política exterior; desde 1952 Bateson y otros han demostrado su utilidad en el campo de la investigación psiquiátrica. Este concepto que, como podemos ver, posee un valor heurístico que va más allá de los limites de cualquier disciplina particular, fue elaborado por Bateson en Naven de la siguiente manera: Cuando definimos nuestra disciplina en términos de las reacciones de un individuo frente a las de otros individuos, se hace inmediatamente evidente que debemos considerar que la relación entre dos individuos puede sufrir alteraciones de tanto en tanto, incluso sin ninguna perturbación procedente del exterior. No sólo debemos considerar las reacciones de A ante la conducta de B, sino que también debemos examinar la forma en que ello afecta la conducta posterior de B y el efecto que ello tiene sobre A. Resulta obvio que muchos sistemas de relación, sea entre individuos o grupos de individuos, manifiestan una tendencia hacia el cambio progresivo. Por ejemplo, si una de las pautas de la conducta cultural, considerada adecuada para el individuo A, está culturalmente concebida como pauta de autoridad, en tanto que se espera que B responda a ella con lo que culturalmente se considera sometimiento, es probable que tal sometimiento promueva una nueva conducta autoritaria y que esta última exija un nuevo sometimiento. Así, encontramos una situación potencialmente progresiva, y a menos que otros factores intervengan para restringir los excesos de la conducta autoritaria y de sometimiento, A debe necesariamente volverse cada vez más autoritario, mientras que B se volverá cada vez más sometido; y este cambio progresivo se producirá, sean A y B individuos independientes o miembros de un grupo complementarios. Cabe describir los cambios progresivos de este tipo como cismogénesis complementaria. Pero existe otro patrón de relaciones entre individuos o grupos de individuos que también contiene los gérmenes del cambio progresivo. Por ejemplo, si encontramos que la jactancia es el patrón cultural de conducta en grupo, y que el otro grupo responde a aquel con jactancia, da lugar a más jactancia, y así sucesivamente. Este tipo de cambio progresivo podría denominarse cismogénesis simétrica. Los dos patrones descritos han llegado a usarse sin hacer referencia al proceso cismogénico, y en la actualidad se los suele denominar simplemente interacción simétrica y complementaria. Puede describírselos como relaciones basadas en la igualdad o en la diferencia. En el primer caso, los participantes tienden a igualar especialmente su conducta recíproca, y así su interacción puede considerarse simétrica. Sean debilidad o fuerza, bondad o maldad, la igualdad puede mantenerse en cualquiera de esas áreas. En el segundo caso, la conducta de uno de los participantes complementa la del otro, constituyendo un tipo distinto de Gestalt y recibe el nombre de complementaria. Así, pues, la interacción simétrica se caracteriza por la igualdad y
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por la diferencia mínima, mientras que la interacción complementaria esta basada en un máximo de diferencia. En una relación complementaria hay dos posiciones distintas. Un participante ocupa lo que se ha descripto de diversas maneras como la posición superior o primaria mientras el otro ocupa la posición correspondiente inferior o secundaria. Estos términos son de igual utilidad en tanto no no se los identifique con bueno o malo, fuerte o débil. Una relación complementaria puede estar establecida por el contexto social o cultural (como en los casos de madre e hijo, médico y paciente, maestro y alumno) o ser el estilo idiosincrásico de relación de una díada particular. En cualquiera de los dos casos, es importante destacar el carácter de mutuo encaje de la relación en la que ambas conductas, disímiles pero interrelacionadas, tienden cada una a favorecer a la otra. Ninguno de los participantes impone al otro una relación complementaria, complementaria, sino que cada uno de ellos se comporta de una manera que presupone la conducta del otro, al tiempo que ofrece motivos para ella: sus definiciones de la relación encajan. Se ha sugerido un tercer tipo de relación, a saber, la meta-complementaria , en la que A permite u obliga a B a estar en control de la relación. Mediante idéntico razonamiento, podríamos arreglar la pseudo simetría, en la que A permite u obliga a B a ser simétrico. Sin embargo, este regretio regretio ad infinitum potencial puede evitarse recurriendo a la diferenciación ya planteada entre la observación de las redundancias en la conducta y las explicaciones inferidas bajo la forma de mitologías; esto es, nos interesa saber como se comporta la pareja sin distraernos tratando de averiguar porque (creen ellos que) se comportan así. Sin embargo, si los miembros usan los múltiples niveles de comunicación para para expresar distintas pautas a distintos niveles, pueden surgir resultados paradójicos de gran importancia pragmática. Más abajo examinaremos las patologías potenciales de estos modos de comunicación (a saber, saber, escaladas en la simetría y rigidez en la complementariedad). Por el momento, nos limitaremos a formular nuestro ultimo axioma tentativo: Todos los intercambios comunicacionales son simétricos o complementarios, complementarios, según que estén basados en la igualdad o en la diferencia.
RESUMEN Es necesario volver a señalar ciertas reservas con respecto a los axiomas en general. En primer lugar, debe quedar aclarado que tienen carácter tentativo, que han sido definidos de modo bastante informal y que son, por cierto, más preliminares que exhaustivos. Segundo, Segundo, son heterogéneos entre sí, en tanto tienen su origen orig en en observaciones muy variadas de los fenómenos de la comunicación. Su unidad no surge de sus orígenes, sino de su importancia pragmática, pragmática, la cual a su vez depende no tanto de sus rasgos particulares, como de su referencia interpersonal (y no monádica). Birdwhistl ha llegado incluso a sugerir que: Un individuo no comunica; participa en una comunicación o se convierte en parte de ella. Puede moverse o hacer ruidos... pero no 63 Pasaje Babilonia 10 Ciudad Mendoza. Tel: 0261 - 4237241.
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comunica. De manera similar, puede ver, oír , oler, gustar o sentir, pero no comunica. En otras palabras, no origina comunicación, sino que participa en ella. Así, la comunicación como sistema no debe entenderse sobre la base de un simple modelo de acción y reacción, por compleja que sea su formulación. Como sistema, debe entenderse a un nivel transaccional” Así, la imposibilidad de no comunicarse hace que todas las situaciones en las que participan dos o más personas sean interpersonales interpersonales y comunicacionales; el aspecto relacional relacional de tal comunicación subraya aún más este argumento. La importancia pragmática, interpersonal, de los modos digital y analógico radica no sólo en su supuesto isomorfismo con los niveles de contenido y relación, sino también en la inevitable y significativa ambigüedad que tanto el emisor como el receptor enfrentan, en lo relativo a los problemas de traducción de una modalidad a la otra. La descripción de los problemas de puntuación se basa precisamente en la metamorfosis subyacente del modelo clásico de acción – reacción. Por último, el paradigma simetría – complementariedad es, quizá, lo que más se acerca al concepto matemático de función, siendo las posiciones de los individuos meras variables con una infinidad de valores posibles, cuyo significado no es absoluto sino que surge solo en la relación reciproca.
LA COMUNICACIÓN PATOLÓGICA
INTRODUCCIÓN Cada uno de los axiomas descriptos implica como corolarios, ciertas patologías inherentes que se examinarán ahora. En nuestra opinión, la mejor manera de ilustrar los efectos pragmáticos de esos axiomas consiste en relacionarlos con trastornos que pueden desarrollarse en la comunicación humana. Es decir, dados ciertos principios de comunicación, examinaremos de qué maneras y con qué consecuencias pueden verse distorsionados esos principios. Se comprobará que las consecuencias de tales fenómenos a nivel de la conducta, a menudo corresponden a diversas psicopatologías individuales, de modo que, además de ejemplificar nuestra teoría, sugeriremos otro marco de referencia desde el cual pueden entenderse aquellas conductas habitualmente consideradas como síntomas de enfermedad mental. Dado que el material se hace cada vez más complejo complejo (las patologías de cada axioma se examinarán en la misma secuencia que fueron mencionados mencionados los los axiomas, exceptuando algunas superposiciones inevitables).
LA IMPOSIBILIDAD DE NO COMUNICARSE Ya nos hemos referido al dilema de los esquizofrénicos, al señalar que estos pacientes se comportan como si trataran de negar que se comunican y luego encuentran necesario negar también que esa negación constituye en sí misma una comunicación. Pero es igualmente igualmente posible que el paciente dé la impresión de querer comunicarse, 64 Pasaje Babilonia 10 Ciudad Mendoza. Tel: 0261 - 4237241.
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aunque sin aceptar el compromiso inherente a toda comunicación. Por ejemplo, una joven esquizofrénica entró de golpe en el consultorio del psiquiatra con quien tenía su primera entrevista y anunció alegremente: “Mi madre tuvo que casarse y ahora estoy múltiples significados aquí”. Se necesitaron semanas para elucidar algunos de los múltiples condensados en esa aseveración, significados que, al mismo tiempo, quedaban descalificados por su estructura críptica y por el el despliegue de aparente buen humor y entusiasmo. Sin embargo este fenómeno no se limita a la esquizofrenia, sino que tiene consecuencias muchos más amplias para la interacción humana. Cabe suponer que el intento de no comunicarse puede existir en cualquier otro contexto en que se desea evitar el compromiso inherente a toda comunicación. Una situación típica de esa clase es un encuentro entre dos desconocidos, desconocidos, uno de los cuales quiere entablar conversación y el el otro no; por ejemplo, dos pasajeros en un avión que comparten un asiento. Supongamos que el pasajero A sea el que no quiere hablar. Hay dos cosas que no puede hacer: no puede abandonar físicamente el campo y no puede no comunicarse. La pragmática de este este contexto comunicacional se ve limitada a unas pocas reacciones posibles: RECHAZO DE LA COMUNICACIÓN El pasajero A puede hacer sentir al pasajero B, en forma más o menos descortés, que no le interesa conversar. Puesto que ello es reprobable desde el punto de vista de la buena educación, se necesita valor para hacerlo y da lugar a un silencio más bien tenso e incomodo, de modo que, de hecho, no se ha evitado una relación con B. ACEPTACIÓN DE LA COMUNICACIÓN El pasajero A terminará por ceder y entablar conversación. Probablemente se odiará a si mismo mismo y a la otra persona por su propia debilidad, pero esto no nos interesa. Lo significativo significativo aquí es que no tardará en comprender la sabiduría de la norma militar según la cual “En caso de ser capturado proporcione solo su nombre, rango y numero de seri e”, pues el el pasajero B quizá no este dispuesto a quedarse a mitad de camino, sino más bien decidido a averiguar todo acerca de A, incluyendo sus pensamientos, sentimientos, y creencias. Y una una vez que A ha comenzado a responder, le resultara cada vez más difícil detenerse, hecho que hecho que conocen todos los especialistas en “lavado de cerebro”. DESCALIFICACIÓN DE LA COMUNICACIÓN A puede defenderse mediante la importante técnica de la descalificación; esto es, puede comunicarse de modo tal que su propia propia comunicación comunicación o la del otro queden invalidadas. Las descalificaciones abarcan una amplia gama de fenómenos comunicacionales, tales como auto-contradicciones, incongruencias, cambios de tema, tangencializaciones, oraciones incompletas, malentendidos, estilo oscuro de manierismos idiomáticos, interpretaciones interpretaciones literales de la metáfora e interpretación interpretación metafórica de las expresiones literales, etc. No es sorprendente que habitualmente recurra a este tipo de comunicación todo aquel que se ve atrapado en una situación en la que se siente obligado a comunicarse pero, al mismo tiempo, desea evitar el compromiso inherente a toda comunicación. Desde el 65 Pasaje Babilonia 10 Ciudad Mendoza. Tel: 0261 - 4237241.
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punto de vista comunicacional, por lo tanto, no hay diferencia esencial entre la conducta de un individuo llamado normal que ha caído en manos de un entrevistador experimentado, y la de un individuo llamado mentalmente perturbado que se encuentra en idéntico dilema: ninguno de los dos puede abandonar el campo, ninguno puede no comunicarse, pero probablemente por razones propias tienen miedo o no desean hacerlo. En cualquiera de los dos casos, probablemente el resultado sea un balbuceo incoherente, con la excepción de que, en el caso del enfermo metal, el entrevistador (si se trata de un psicólogo conocedor de los símbolos de la mente) tiende a entenderlo solo en términos de manifestaciones inconscientes, mientras que para el paciente tales comunicaciones pueden constituir una buena manera de complacer al entrevistador mediante el sutil arte de no decir nada diciendo algo. Del mismo modo, un análisis en términos de “perturbación cognitiva” o irracionalidad” soslaya la consideración necesaria del contexto en la evaluación de tales comunicaciones. Señalemos una vez más, el hecho de que en el extremo clínico del espectro de la conducta, la comunicación (conducta) alienada no es necesariamente la manifestación de una mente enferma, sino quizá la única reacción posible frente a un contexto de comunicación absurdo o insostenible. EL SÍNTOMA COMO COMUNICACIÓN Por último, hay una cuarta respuesta que el pasajero A puede emplear para defenderse contra la locuacidad de B; puede fingir somnolencias, sordera, borrachera, ignorancia del idioma o cualquier otra deficiencia o incapacidad que justifique la imposibilidad de comunicarse. En todos estos casos, entonces, el mensaje es el mismo: “A mi no me molestaría hablarle, pero algo más fuerte que yo, de lo cual no puede culpárseme, me lo impide”. La técnica de recurrir a la fuerza de motivos que están más allá del propio control, sigue ofreciendo una falla: A sabe que esta engañando al otro. Pero la “treta” comunicacional se vuelve perfecta cuando una persona logra convencerse a sí misma de que se encuentra a merced de fuerzas que están mas allá de su control y se libera así de la censura por parte de los “otros significativos” y de los remordimientos de su propia conciencia. Con todo, esto solo significa decir que tiene un síntoma (neurótico, psicosomático o psicótico). Al describir la diferencia entre las personalidades norteamericana y rusa, Mead señalo que un norteamericano podría utilizar la excusa de una cefalea para abandonar una reunión, mientras que un ruso sentiría realmente el dolor de cabeza. La teoría de la comunicación concibe al síntoma como un mensaje no verbal; no soy yo quien quiere o no quiere hacer esto, sino algo fuera de mi control, por ejemplo, mis nervios, mi enfermedad, mi ansiedad, mi mala vista, el alcohol, la educación que he recibido, los comunistas o mi esposa.
LA ESTRUCTURA DE NIVELES DE LA COMUNICACIÓN (CONTENIDO Y RELACIÓN) Una pareja en terapia matrimonial relató el siguiente episodio. Mientras se encontraba solo en su hogar, el esposo recibió un llamado de larga distancia de un amigo, quien le manifestó que se encontraría en esa ciudad durante unos días. El esposo invitó al amigo a pasar esos días en su casa, sabiendo que ello agradaría a su esposa, y que, por lo tanto, ella habría hecho lo mismo. Sin embargo, cuando la esposa regreso se
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entablo una violenta discusión con respecto a la invitación hecha por el marido. Cuando el problema se examinó en la sesión terapéutica, ambos cónyuges estuvieron de acuerdo en que esa invitación era la cosa más adecuada y natural. Los sorprendía comprobar que, por un lado, estaban de acuerdo y, sin embargo, “de algún modo” también estaban en desacuerdo con respecto al mismo problema. En realidad, hay dos problemas en esta disputa. Uno se refería a la secuencia de conductas adecuadas en una situación especifica, la invitación; y podía comunicarse en forma digital; el otro se refería a la relación entre los comunicantes (al planteo de quién tenía derecho a tomar la iniciativa sin consultar al otro) y no podía resolverse tan fácilmente en forma digital, pues presuponía la capacidad del marido y la mujer para hablar acerca de su relación. En su intento de resolver el problema, esta pareja cometió un error muy común en su comunicación: estaban en desacuerdo en el nivel meta-comunicacional (relacional), pero trataban de resolverlo en el nivel del contenido, donde el desacuerdo no existía, cosa que los conducía pseudo desacuerdos. Otro esposo, observado también en terapia conjunta, logro descubrir por si solo y manifestar con sus propias palabras la diferencia entre el nivel del contenido y el relacional. Él y su esposa habían experimentado muchas escaladas simétricas violentas, por lo común destinadas a establecer quien tenía razón con respecto a algún contenido trivial. Cierto día ella pudo demostrarle de manera concluyente que él estaba cometiendo un error, y el contesto; “Bueno, quizá tengas razón, pero estás equivocada porque estás discutiendo conmigo”. Todo psicoterapeuta está familiarizado con estas confusiones entre el aspecto del contenido y el aspecto relacional de un problema, sobre todo en la comunicación marital, y también con la enorme dificultad con que se tropieza para eliminar la confusión. Mientras que para el terapeuta la monótona redundancia de los pseudo desacuerdos entre marido y mujer se hacer evidente con bastante rapidez, los protagonistas suelen verlos como algo aislado y totalmente nuevo, por la simple razón de que las cuestiones practicas y objetivas que se discuten pueden tener su origen en una amplia gama de actividades, desde los programas de televisión hasta el sexo, pasando por las tostadas para el desayuno. Antes de pasar a los trastornos que pueden surgir en el área de los aspectos de contenido y relacionales, consideremos de modo esquemático cuales son las variaciones posibles: 1. En el mejor de los casos, los participantes concuerdan con respecto al contenido de sus comunicaciones y a la definición de su relación. 2. En el peor de los casos, encontramos la situación inversa: los participantes están en desacuerdo con respecto al nivel del contenido y también al de relación. 3. Entre ambos extremos hay varias formas mixtas importantes: a) Los participantes están en desacuerdo en el nivel del contenido, pero ello no perturba su relación. Quizás ésta sea la forma más madura de manejar el desacuerdo, los participantes acuerdan estar en desacuerdo, por así decirl o. b) Los participantes están de acuerdo en el nivel de contenido, pero no en el relacional. Ello significa que la estabilidad de su relación se verá seriamente amenazada en cuanto deje de existir la necesidad de acuerdo en el nivel de contenido. No resulta difícil encontrar ejemplos de esta secuencia. Como se sabe, 67 Pasaje Babilonia 10 Ciudad Mendoza. Tel: 0261 - 4237241.
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muchos matrimonios tienen crisis precisamente cuando se superan las dificultades externas que hasta ese momento obligaban a los cónyuges a un esfuerzo conjunto y a un apoyo mutuo. Idéntico fenómeno puede observarse en la esfera política, cuando aliados con ideologías básicamente incompatibles se vuelven enemigos después de eliminar un peligro que constituía una amenaza para ambos, o cuando un gobierno de coalición se deshace al desaparecer la necesidad externa de una coalición entre partidos con distintas orientación política. Este mismo mecanismo es de particular importancia en el campo de la dinámica familiar, a saber, la función de chivo emisario de un niño cuyo “problema” (bajo rendimiento escolar, enfermedad física, neurosis, psicosis, delincuencia) impone a los padres la necesidad constante de tomar decisiones conjuntas y de intervenir en situaciones de crisis, cosa que confiere a su relación una pseudo estabilidad que, en realidad no existe. En todos estos casos es posible predecir con certeza casi matemática que cualquier mejoría del paciente se verá seguida por una crisis marital que, a su vez, a menudo hace que reaparezca la patología del hijo. c) Otra posibilidad, son las confusiones entre los dos aspectos, “contenido y relación”, que ya se mencionó previamente. Pueden consistir en un intento por resolver un problema relacional en el nivel del contenido (donde no existe) o, por el contrario, en una reacción frente a un desacuerdo objetivo con una variación del reproche básico: “si me amaras, no me contradirías” d) Por último, y de particular importancia clínica, son todas aquellas situaciones en las que una persona se ve obligada de un modo u otro a dudar de sus propias percepciones en el nivel del contenido, a fin de no poner en peligro una relación vital con otra persona. Esto lleva a pautas de comunicación paradójica. El fenómeno del desacuerdo ofrece un buen marco de referencia para estudiar los trastornos de la comunicación debidos a la confusión entre el contenido y la relación. El desacuerdo puede surgir en cualquiera de los dos niveles, y ambas formas dependen una de la otra. Por ejemplo, el desacuerdo con respecto al valor de verdad de la afirmación “El uranio tiene 92 electrones”, aparentemente solo puede resolverse recurriendo a pruebas objetivas, tales como un texto de química, pues ello no solo demuestra que el átomo de uranio tiene en efecto 92 electrones, sino que uno de los antagonistas estaba en lo cierto y el otro equivocado. De estos dos resultados, el primero resuelve el desacuerdo en el nivel del contenido y el otro crea un problema de relación. Evidentemente para resolver este nuevo problema los dos individuos no pueden seguir hablando sobre los átomos sino que deben comenzar a hablar acerca de si mismos y de su relación. Con tal fin deben lograr una definición de su relación en términos de simetría o complementariedad: por ejemplo, el que estaba equivocado puede admirar al otro por su mayor conocimiento, o sentirse fastidiado ante su superioridad y tomar la decisión de mostrarse superior a él en cuanto se le presente la oportunidad, a fin de restablecer la igualdad. Desde luego, si no pudiera esperar hasta la próxima ocasión, podría utilizar una técnica del tipo “al demonio con la lógica” y tratar de ganar la discusión afirmando que el numero 92 debe ser un error de imprenta o que tiene un amigo científico que acaba de demostrar que el numero de electrones en realidad carece de significado, etc. Un excelente ejemplo de esta técnica nos lo ofrecen los ideólogos rusos y chinos con sus sutiles interpretaciones de lo que Marx “realmente” quiso decir, tendientes a demostrar hasta que punto los otros son malos marxistas. En tales controversias, las palabras llegan a perder su ultimo vestigio de contenido y se convierten exclusivamente en herramientas de “superioridad”. 68 Pasaje Babilonia 10 Ciudad Mendoza. Tel: 0261 - 4237241.
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DEFINICIÓN DEL SELF Y DEL OTRO Supongamos ahora que la aseveración sobre el uranio la hace un físico a otro. En este caso el tipo de interacción que surja será probablemente muy distinta, pues la respuesta del otro tenderá a expresar rabia, dolor o sarcasmo; “Se que piensas que soy un completo idiota, pero debo confesarte que durante algunos años fui a la escuela... ” o algo similar. Lo que varía en esta interacción es el hecho de que aquí no hay desacuerdo en el nivel del contenido. Nadie pone en duda el valor de verdad de la aseveración; de hecho, ésta no transmite información alguna, ya que lo que afirma en el nivel del contenido es conocido por ambos participantes. Es este hecho, el acuerdo en el nivel del contenido, lo que evidentemente ubica el desacuerdo en el nivel relacional; en otras palabras, en el campo meta-comunicacional. Allí, sin embargo, el desacuerdo equivale a algo que es mucho más importante desde el punto de vista pragmático que el desacuerdo en el nivel del contenido. Como ya vimos, en el nivel relacional las personas no comunican nada acerca de hechos externos a su relación, sino que proponen mutuamente definiciones de esa relación, y por implicación, de si mismos. Para tomar un punto de partida arbitrario, la persona P puede ofrecer a la otra, O, una definición de si misma. P puede hacerlo en alguna de las numerosas formas posibles, pero cualquiera sea el qué o el cómo de su comunicación en el nivel del contenido, el prototipo de su meta-comunicación será: “Así es como me veo en relación con usted en esta situación ”. Es inherente a la naturaleza de la comunicación humana el hecho de que existan tres respuestas posibles por parte de O a la autodefinición de P, y las tres de gran importancia para la pragmática de la comunicación humana. 1. Confirmación. “O” puede aceptar (confirmar) la definición que P da de sí mismo. En nuestra opinión, esta confirmación por parte de O de la visión que P tiene de sí mismo, es probablemente el factor que más pesa en el desarrollo y la estabilidad mentales, de los que hemos podido detectar hasta el presente a partir de nuestros estudios sobre comunicación. Por sorprendente que parezca, sin este efecto autoconfirmador, la comunicación humana no se habría desarrollado más allá de los muy estrechos límites de los intercambios indispensables para la protección y la supervivencia; no habría motivos para comunicarse por la comunicación misma. Sin embargo, la experiencia cotidiana demuestra que gran parte de nuestras comunicaciones tienen precisamente a ese propósito. La vasta gama de emociones que los individuos experimentan los unos con respecto de los otros (desde el amor hasta el odio) probablemente no existiría, y viviríamos en un mundo de vacío de todo lo que no fueran las actividades más utilitarias, un mundo carente de belleza, poesía, juego y humor. Parecería que, completamente aparte del mero intercambio de información, el hombre tiene que comunicarse con los otros a los fines de su auto-percepción y percatación, y la verificación experimental de este supuesto intuitivo se hace cada vez más convincente a partir de las investigaciones sobre la deprivación sensorial, que demuestra que el hombre es incapaz de mantener su estabilidad emocional durante períodos prolongados en que sólo se comunica consigo mismo. Pensamos que lo que los existencialistas llaman el encuentro corresponde a esta esfera, así como cualquier otra forma de conciencia incrementada de sí mismo, que sobreviene como resultado de establecer una relación con otro individuo.
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2. Rechazo. La segunda respuesta posible de O frente a la definición que P propone de sí mismo consiste en rechazarla. Sin embargo, por penoso que resulte, el rechazo presupone por lo menos un reconocimiento limitado de lo que se rechaza y, por ende, no niega necesariamente la realidad de la imagen que P tiene de sí mismo. De hecho, ciertas formas de rechazo pueden incluso ser constructivas, como ocurre con la negativa de un psiquiatra a aceptar la definición que un paciente da de sí mismo en la situación transferencial y con la que el paciente puede tratar de imponer al terapeuta su propio “juego relacional”. Se remite aquí al lector a dos autores que, dentro de sus propios marcos conceptuales, se han dedicado ampliamente a este tema, a saber, Berne y Haley. 3. Desconfirmación. La tercera posibilidad es, quizá, la más importante, tanto desde el punto de vista pragmático como desde el psicopatológico. Se trata del fenómeno de la desconfirmación, que como veremos, es muy distinto del rechazo directo de la definición que el otro hace de sí mismo. Utilizamos aquí, en parte, el material presentado por Laing, además de nuestros propios hallazgos en el campo de la comunicación esquizofrénica. Laing cita a James, quien escribió cierta vez; “No podría idearse un castigo más monstruoso, aun cuando ello fuera físicamente posible, que soltar a un individuo en una sociedad y hacer que pasara totalmente desapercibido para sus miembros. No cabe mayor duda de que tal situación llevaría a una perdida de la mismidad”, que no es más que una traducción del termino “alienación”. Tal como la observamos en la comunicación patológica, la desconfirmación ya no se refiere a la verdad o falsedad (si existen tales criterios) de las definiciones que P da de sí mismo, sino más bien niega la realidad de P como fuente de tal definición. En otras palabras, mientras que el rechazo equivale al mensaje: “Estas equivocado”, la desconfirmación afirma de hecho: “Tu no existes”. O, para expresarlo en términos más rigurosos, si en lógica formal se identificaran la confirmación y el rechazo del self del otro con los conceptos de verdad y falsedad, respectivamente, entonces la desconfirmación correspondería al concepto de indeterminación que, como se sabe, pertenece a un orden lógico distinto. Para citar a Laing: “El patrón familiar característico que ha surgido del estudio de familias de esquizofrénicos, no incluye tanto a un hijo sometido a un descuido total o siquiera a un trauma evidente, sino a un hijo cuya autenticidad se ha visto sometida a menudo involuntariamente, a un mutilación sutil pero persistente. El resultado final de esto se alcanza... cuando, independientemente de cómo (una persona) actúe o se sienta, independientemente de qué significado dé a su situación, sus sentimientos no son tenidos en cuenta, sus actos son desconectados de sus motivos, intenciones y consecuencias, la situación es despojada del significado que tiene para ella, de modo que queda totalmente confundida y alienada.”
NIVELES DE PERCEPCIÓN INTERPERSONAL Estamos en condiciones ya de volver a la jerarquía de mensajes que surge cuando analizamos las comunicaciones en el nivel relacional. Hemos visto que la definición que P da de si mismo (Así es como me veo.... ”) puede tener tres respuestas posibles por parte de O: confirmación, rechazo o desconfirmación. Ahora bien, estas tres respuestas
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tienen un denominador común, ya que por medio de cualquiera de ellas O comuni ca: “Así es como te veo”.16 Así, en el discurso a nivel meta-comunicacional hay un mensaje de P a O: “Así es como me veo ”. Está seguido por un mensaje de O a P: “Así es como te ve o”. A este mensaje, P responderá con un mensaje que afirma, entre otras cosas, “Así es como veo que tu me ves ”, y O, a su vez, con el mensaje “Así es como veo que tu ves que yo te ve o”. Como ya se sugirió, cabría considerar que se trata, al menos teóricamente, de un regretio ad infinitum, aunque por motivos de orden práctico debe suponerse que resulta imposible manejar mensajes de un orden más alto de abstracción que el del mencionado en último término. Ahora bien, cabe señalar que también cualquiera de estos mensajes pueden ser sometidos por el receptor a la confirmación, el rechazo o la desconfirmación ya descriptos, y que naturalmente, ello se aplica también a la definición que O da de sí mismo y al discurso meta-comunicacional con que P le sigue. Esto lleva a contextos comunicacionales cuya complejidad hace tambalear la imaginación y que sin embargo, tienen consecuencias pragmáticas muy especificas. IMPENETRABILIDAD Debemos casi todo lo que se sabe acerca de tales consecuencias a las investigaciones de Laing, Phillipson y Lee. Dichos autores señalan que las teorías psicológicas siguen estando basadas, en gran parte, en conceptos geocéntricos y monádicos. El psicoanálisis, por ejemplo, postula el “Yo, Superyo y Ello”, y no el “Tu”. Sin embargo, en la realidad interpersonal de la vida diaria, mi Yo está las más de las veces enfrentado por un Alter y, desde el punto de vista del Alter, mi yo es su Alter. Así, la visión que el otro tiene de mí es tan importante (por lo menos en las relaciones personales estrechas) como la visión que yo tengo de mí mismo, pero en el mejor de los casos, ambas visiones sólo son más o menos similares. Empero, este “más o menos” determina, más que cualquier otro factor, la naturaleza de nuestra relación, y por consiguiente, mi sensación (y la del otro) de ser entendidos y tener una identidad: Un hombre siente que su esposa no lo comprende. ¿Qué puede significar esto? Podría significar que él cree que ella no comprende que él se siente abandonado. O él puede creer que ella no comprende que él la ama. O él puede creer que ella cree que él es mezquino, cuando él simplemente quiere ser cauteloso; que él es cruel, cuando él sólo quiere mostrarse firme; que él es egoísta, cuando sólo quiere evitar que lo usen como felpudo. Su esposa puede sentir que él cree que ella cree que él es egoísta, cuando todo lo que ella quiere es que él sea un poco menos reservado. Ella puede creer que él cree que ella cree que él es cruel, porque ella siente que él siempre toma todo lo que ella dice como una acusación. Ella puede creer que él cree que la comprende, cuando ella en realidad cree que no ha empezado siquiera a verla como una persona real, y así suces ivamente.”
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A primera vista, esta fórmula parece no adecuarse al concepto de desconfirmación. Sin embargo, en último análisis, incluso el mensaje: “Para mí tu no existes como una entidad por ti mismo” equivale a “Es así como yo te veo: tu no existes.” El hecho de que esto sea paradójico no significa que no pueda ocurrir.
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Este ejemplo da una idea bastante clara de la compleja estructura de estos conflictos, de su peculiar impenetrabilidad y de los sentimientos concomitantes de desconfianza y confusión. Lo que hace que la impenetrabilidad sea tan difícil de resolver desde el punto de vista terapéutico es el hecho de que las relaciones no son realidades concretas, sino experiencias puramente subjetivas o construcciones hipotéticas. Ello significa que no son reales en el mismo sentido en que lo son los objetos concretos de la percepción conjunta. Estos últimos pueden convertirse en el material de las comunicaciones digitales, son algo que está “ahí afuera”, por así decirlo, algo que se puede señalar. Pero en las relaciones nosotros mismos estamos contenidos; en ellas sólo somos parte de un todo más amplio, cuya totalidad no podemos captar, tal como resulta imposible obtener una visión completa del propio cuerpo, puesto que los ojos, como órganos de la percepción, forman parte del cuerpo que se desea percibir. Además, si los “órganos” de la percepción interpersonal son impenetrables, esta ceguera inevitablemente lleva a conflictos para los cuales sólo dos motivos parecen posibles; locura o maldad. Como lo han demostrado Laing y sus colaboradores, estos conflictos relacionales constituyen patrones cuya comprensión permite ver bajo una nueva luz muchos de los cuadros clínicos de la psicopatología tradicional.
LA PUNTUACIÓN DE LA SECUENCIA DE HECHOS Las discrepancias no resueltas en la puntuación de las secuencias comunicacionales pueden llevar directamente a impasses interaccionales en los que, finalmente, se hacen acusaciones mutuas de locura o maldad. Desde luego, las discrepancias en cuanto a la puntuación de las secuencias de hechos tienen lugar, en todos aquellos casos en que por lo menos uno de los comunicantes no cuenta con la misma cantidad de información que el otro, pero no lo sabe. Un ejemplo simple de tal secuencia sería el siguiente: P escribe una carta a O proponiéndole un negocio e invitándolo a participar. O acepta la proposición, pero su carta no llega a destino. Después de un tiempo, P llega a la conclusión de que O no ha tenido en cuenta su propuesta y, a su vez, resuelve no interesarse más por él. Por otro lado, O se siente ofendido porque no tuvo contestación a su carta y también decide no establecer nuevo contacto con P. A partir de ese momento, su disputa silenciosa puede durar eternamente, a menos que se decidan a investigar qué sucedió con sus comunicaciones, esto es, a menos que comiencen a meta-comunicarse. Sólo entonces averiguarán que P no sabía que O había contestado, y que O no sabía que su respuesta nunca había llegado a manos de P. Como puede verse, en este ejemplo un hecho exterior fortuito interfirió la congruencia de la puntuación. En términos generales, resulta desafortunado suponer, no sólo que el otro cuenta con la misma información que uno mismo, sino también que el otro debe sacar de dicha información idénticas conclusiones. Los expertos en comunicación han calculado que una persona recibe diez mil impresiones sensoriales (exteroceptivas y propioceptivas) por segundo. Resulta evidente, por lo tanto, que se necesita efectuar un proceso drástico de selección para impedir que los centros cerebrales superiores se vean inundados por información irrelevante. Pero, aparentemente, la decisión en cuanto a qué es esencial y qué es irrelevante, varía de un individuo a otro, y parece estar determinada por criterios que, en gran medida quedan fuera de la conciencia. 72 Pasaje Babilonia 10 Ciudad Mendoza. Tel: 0261 - 4237241.
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Probablemente la realidad es según como la vemos, o para decirlo con las palabras de Hamlet: “... porque no hay nada ni bueno ni malo que no lo hagamos tal con sólo pensarlo”. Sólo podemos conjeturar que en la raíz de estos conflictos de puntuación existe la convicción firmemente establecida y por lo común no cuestionada, de que sólo hay una realidad, el mundo tal como yo lo veo, y que cualquier visión que difiera de la mía tiene que deberse a irracionalidad o mala voluntad. Hasta aquí nuestras especulaciones. Lo que podemos observar en casi todos estos casos de comunicación patológica, es que constituyen círculos viciosos que no se pueden romper a menos que la comunicación misma se convierta en el tema de la comunicación; en otras palabras, hasta que los comunicantes estén en condiciones de meta-comunicarse. Solemos observar en estos casos de puntuación discrepante, un conflicto acerca de cuál es la causa y cuál el efecto, cuando en realidad ninguno de estos conceptos resulta aplicable debido a la circularidad de la interacción. Por ejemplo, la nación A se arma porque se siente amenazada por la nación B (esto es, para A su propia conducta es el efecto de la de B), mientras que la nación B considera que los armamentos de A son la causa de sus propias medidas “defensivas”. Desde el punto de vista pragmático, hay muy poca o ninguna diferencia entre las interacciones de las naciones y las de los individuos, una vez que la puntuación discrepante ha llevado a visiones distintas de la realidad, incluyendo la naturaleza de la relación y, por ende, a un conflicto interpersonal o internacional. El mecanismo puede observarse en un ejemplo ofrecido por Laing y Esterson, en el que participan una madre y su hija esquizofrénica. Poco antes de su hospitalización, la hija atacó físicamente a la madre, aunque sin llegar a lastimarla. H: Y bien ¿por qué te ataque? Quizá buscaba algo, algo que me faltaba. Afecto, quizá tenía avidez de afecto. M: No querías nada de eso. Siempre pensaste que era empalagoso. H: Bueno, ¿Cuándo me lo ofreciste? M: Por ejemplo, si era yo la que quería besarte, decías. “No seas cargosa”. H: Pero nunca supe que tu me permitirías besarte. Esto nos lleva al importante concepto de la profecía auto-cumplidora que, desde el punto de vista de la interacción, constituye quizás el fenómeno más interesante en el campo de la puntuación. Esta profecía puede entenderse como el equivalente comunicacional de una petitio principii. Se trata de una conducta que provoca en los demás la reacción frente a la cual esa conducta seria una reacción apropiada. Por ejemplo, una persona que parte de la premisa “nadie me quiere”, se comporta con desconfianza, a la defensiva, o con agresividad, ante lo cual es probable que los otros reaccionen con desagrado, corroborando así su premisa original. A los fines de la pragmática de la comunicación humana, resulta, una vez más, irrelevante preguntar por qué una persona parte de tal premisa, de dónde surgió ésta y hasta qué punto es inconsciente. En términos pragmáticos, lo que se puede observar es que la conducta interpersonal de ese individuo muestra esa clase de redundancia, y que ejerce un efecto complementario sobre los demás, forzándolos a asumir ciertas actitudes especificas. Lo que caracteriza la secuencia y la convierte en un problema de puntuación es que el individuo considera que él sólo está reaccionando ante esas actitudes, y no que las provoca. 73 Pasaje Babilonia 10 Ciudad Mendoza. Tel: 0261 - 4237241.
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Un uso curioso de las profecías auto-cumplidoras puede encontrarse en la tradición de las familias judías orientales, donde los padres por lo general decidían el futuro matrimonio de los hijos y como pueden imaginarse, su elección no siempre coincidía con las preferencias de los jóvenes. Los padres solían utilizar los servicios de un casamentero profesional. Este experto en relaciones interpersonales conversaba primero con uno de los futuros cónyuges y le informaba “conf idencialmente” que el otro estaba muy interesado en él pero que no se atrevía a manifestarlo. Por ejemplo, solicitaba a la futura novia que se fijara en la forma en que el joven la miraba cuando ella no lo observaba, y de manera igualmente “confidencial”, despertaba el interés del hombre por el supuesto interés que la joven sentía por el. Por lo común, ambas profecías no tardaban en cumplirse.
ERRORES EN LA TRADUCCIÓN DEL MATERIAL ANALÓGICO Y DIGITAL Al tratar de describir estos errores, acude a la mente una anécdota tomada de la novela de Daniele Vare, The Gate of Happy Sparrows. El protagonista, un europeo que vive en Pekín durante la década de 1920, toma lecciones de escritura china con un profesor de esa nacionalidad, quien le pide que traduzca una oración compuesta por tres caracteres, que el protagonista correctamente descifra como los signos correspondientes a “redondez”, “sentado” y “agua”. En su intento por combinar tales conceptos y formar una oración (por expresarlos en lenguaje digital, como diríamos nosotros) elige “Alguien se esta dando un baño de asiento ”, ante la mirada despreciativa del distinguido profesor, dado que en realidad, la oración consistía en una descripción muy poética de una puesta de sol en el mar. Al igual que la escritura china, el material del mensaje analógico, como ya se señaló carece de muchos de los elementos que forman parte de la morfología y la sintaxis del lenguaje digital. Así, al traducir mensajes analógicos al lenguaje digital, es necesario proveer tales elementos e insertarlos, tal como en la interpretación de los sueños es necesario introducir en forma más o menos intuitiva la estructura digital en las imágenes caleidoscópicas del sueño. Como ya vimos, el material de los mensajes analógicos es sumamente antitético; se presta a interpretaciones digitales muy distintas y a menudo incompatibles. Así, no sólo le resulta difícil al emisor verbalizar sus propias comunicaciones analógicas, sino que, si surge una controversia interpersonal en cuanto al significado de una comunicación analógica particular, es probable que cualquiera de los dos participantes introduzca, en el proceso de traducción al modo digital, la clase de digitalización que concuerde con su imagen de la naturaleza de la relación. El hecho de traer un regalo, por ejemplo, constituye sin duda una comunicación analógica. Empero, según la visión que tenga de su relación con el dador, el receptor puede entenderlo como una demostración de afecto, un soborno o una restitución. Más de un esposo ha podido comprobar, con desesperanza, que se le atribuye alguna culpa inconfesa si rompe las reglas del “juego” matrimonial al traer espontáneamente un ramo de flores a su esposa. ¿Cuál es el significado digital de empalidecer, temblar, transpirar y tartamudear cuando se somete a una persona a un interrogatorio? Puede constituir la prueba definitiva de su culpa o bien tan sólo la conducta de una persona inocente que vive una situación de 74 Pasaje Babilonia 10 Ciudad Mendoza. Tel: 0261 - 4237241.
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pesadilla: sabe que se lo acusa de un crimen y comprende que su temor puede interpretarse como culpa. La psicoterapia se ocupa sin duda de la digitalización correcta y correctiva de lo analógico; de hecho, el éxito o el fracaso de una interpretación depende de la capacidad del terapeuta para traducir un modo al otro y de la disposición del paciente para cambiar su propia digitalización por otras más adecuada y menos angustiante. Incluso cuando la traducción parece adecuada, la comunicación digital en el nivel relacional puede seguir resultando poco convincente. En un trabajo inédito, Bateson sugiere la hipótesis de que otro de los errores básicos que se cometen al traducir de un modo de comunicación al otro, es el supuesto de que un mensaje analógico es por naturaleza afirmativo o denotativo, tal como lo son mensajes digitales. Empero, existen buenos motivos para pensar que ello no es así. Dicho autor escribe: Cuando un pulpo (o una nación) hace un gesto amenazador, el otro podría llegar a la conclusión de que aquél “es fuerte” o “está dispuesto a luchar”, pero esto no estaba incluido en el mensaje original. De hecho, el mensaje mismo es no indicativo y sería mejor considerarlo como análogo a una propuesta o una pregunta en el mundo digital. En tal sentido, debe recordarse que todos los mensajes analógicos invocan significados a nivel relacional, y que, por lo tanto, constituyen propuestas acerca de las reglas futuras de la relación, para utilizar otra de las definiciones de Bateson. Según sugiere éste, mediante mi conducta puedo mencionar o proponer amor, odio, pelea, etc.; pero es el otro el que atribuye futuros valores de verdad positivos o negativos a mi propuesta. Evidentemente, ésta es la fuente de innumerables conflictos relacionales. Tal como se explicó en el capitulo anterior, el lenguaje digital posee una sintaxis lógica que lo hace particularmente apto para la comunicación en el nivel del contenido. Pero al traducir el material analógico al lenguaje digital, deben introducirse las funciones lógicas de verdad, pues éstas faltan en el modo analógico. Tal ausencia se vuelve particularmente notable en el caso de la negación, ya que falta el equivalente del “no” digital. En otras palabras, mientras que resulta simple transmitir el mensaje analógico: “Te atacaré”, es muy difícil transmitir: “No te atacaré”. Ahora bien, si se observa la conducta animal en busca de tales contingencias, como hizo Bateson, se comprueba que la única solución para poder transmitir una negación consiste, primero, en demostrar o proponer la acción que se quiere negar y luego en no llevarla a cabo. Esta interesante conducta que es sólo aparentemente “irracional”, puede observarse no sólo en la interacción animal, sino también en el nivel humano. Hemos observado una pauta comunicacional muy interesante para establecer relaciones de confianza entre seres humanos y delfines. Si bien éste puede constituir un ritual desarrollado “en privado” sólo por dos de los animales, aun así constituye un excelente ejemplo de la comunicación analógica del “no”. Evidentemente, los animales habían llegado a la conclusión de que la mano es una de las partes más vulnerables e importante del cuerpo humano. Ambos trataban de establecer contacto con un desconocido tomándole la mano con la boca y apretándola suavemente entre las mandíbulas, que cuentan con dientes agudos y la fuerza suficiente como para amputar 75 Pasaje Babilonia 10 Ciudad Mendoza. Tel: 0261 - 4237241.
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una mano limpiamente. Si el ser humano se sometía a ello, el delfín parecía aceptarlo como un mensaje de confianza total. Su próximo paso consistía en devolver la gentileza colocando la porción ventral anterior de su cuerpo (su parte más vulnerable, en cierto modo equivalente en cuanto a su ubicación, a la garganta humana) sobre la mano, la pierna o el pie del hombre, manifestando así su confianza en las intenciones amistosas del ser humano. Sin embargo, este procedimiento está evidentemente plagado de posibles interpretaciones erróneas. Como lo sugiere el ejemplo del delfín, el ritual puede ser el proceso intermedio entre la comunicación analógica y la digital, ya que se asemeja al material de un mensaje pero de una manera repetitiva y estilizada, ubicada entre la analogía y el símbolo. Así, podemos observar que algunos animales, como los gatos, establecen en forma rutinaria una relación complementaria pero no violenta por medio del siguiente ritual. El animal “inferior” (por lo común el más joven o el que esta fuera de su propio territorio) se coloca de espaldas dejando expuesta su vena yugular, que el otro gato aprieta entre las mandíbulas impunemente. Este método de establecer una relación de tipo “No te atacare” parece ser comprensible para ambos; pero lo que resulta aún más interesante es que esta codificación resulta eficaz en la comunicación entre especies distintas, por ejemplo, gatos y perros. Los materiales analógicos a menudo se formalizan en los rituales de las sociedades humanas, y cuando ese material se canoniza se acerca a la comunicación simbólica o digital, revelando una curiosa superposición. En un plano patológico ese mismo mecanismo parece intervenir en el masoquismo sexual. Se tendría la impresión de que el mensaje “no te destruiré”, solo resulta convincente (y solo alivia, al menos temporalmente, el profundo temor del masoquista a un castigo terrible) gracias a la negación analógica inherente al ritual de humillación y castigo que, como él lo sabe, finalmente se detendrá, pero siempre será antes del terrorífico final que imagina. Bateson y Jackson han señalado la importancia de la codificación analógica versus la digital en la formación de los síntomas histéricos. De acuerdo con esos autores, tiene lugar aquí un proceso opuesto al que hemos estado examinando, una nueva retraducción, por así decirlo, de los mensajes ya digitalizados al modo analógi co: Con respecto a la histeria, surge un problema inverso pero mucho más complejo. Sin duda, esta palabra abarca una amplia gama de patrones formales, pero parecería que por lo menos algunos casos implican errores de traducción del lenguaje digital al analógico. Si se despoja al material digital de sus indicadores de tipos lógicos, se llega a una formación errónea de síntomas. La “jaqueca” verbal que fue inventada como una excusa convencional par no realizar alguna tarea puede volverse subjetivamente real y adquirir magnitudes concretas en la dimensión del dolor. Si tenemos en cuenta que la primera consecuencia de un derrumbe en la comunicación, suele ser la perdida parcial de la capacidad para meta-comunicarse en forma digital acerca de los aspectos relacionales, este “regreso a lo analógico” parece una plausible solución transaccional. La naturaleza simbólica de los síntomas de conversión y, en general, su afinidad con el simbolismo onírico, se conocen desde la época de Bernheim y Charcot. Y ¿qué es un símbolo sino la representación, en 76 Pasaje Babilonia 10 Ciudad Mendoza. Tel: 0261 - 4237241.
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magnitudes reales, de algo que constituye en esencia una función abstracta, un aspecto de una relación? En toda su obra, C. Jung demuestra que el símbolo aparece allí donde lo que llamamos “digitalización” aún no es posible. Pero creemos que la simbolización también tiene lugar cuando la digitalización ya no es posible y que ello suele suceder cuando una relación amenaza con abarcar áreas social o moralmente prohibidas como por ejemplo, el incesto.
PATOLOGIAS POTENCIALES EN LA INTERACCIÓN SIMÉTRICA Y COMPLEMENTARIA Para evitar un frecuente mal entendido conviene destacar una vez más que la simetría y la complementariedad en la comunicación, no son en sí mismas “buenas” o “malas”, “normales” o “anormales”, etc. Ambos conceptos se refieren simplemente a dos categorías básicas en las que se puede dividir a todos los intercambios comunicacionales. Ambas cumplen funciones importantes y, por lo que se sabe sobre las relaciones sanas, cabe llegar a la conclusión de que ambas deben estar presentes, aunque en alternancia mutua o actuando en distintas áreas. Como intentaremos demostrar, ello significa que cada patrón puede estabilizar al otro toda vez que se produce una escapada en uno de ellos, y así mismo que no solo es posible, sino también necesario, que los dos participantes se relacionen simétricamente en algunas áreas y de manera complementaria en otras. ESCALADA SIMÉTRICA Como ocurre con toda pauta de comunicación, estos estados tienen sus patologías esenciales, que se describirán primero y se ilustraran luego con material clínico. Hemos sugerido ya que en una relación simétrica existe siempre el peligro de la competencia. Como puede observarse tanto en los individuos como en las naciones, la igualdad parece ser más tranquilizadora si uno logra ser un poquito “más igual” que los otros, para usar la famosa frase de Orwel. Esta tendencia explica la calidad de escalada que caracteriza a la interacción simétrica, cuando ésta pierde su estabilidad, dando lugar a lo se llama una escapada; por ejemplo, disputas y luchas entre individuos o guerras entre naciones. Así, en los conflictos maritales resulta fácil observar de qué manera los cónyuges atraviesan una pauta de escalada de frustración hasta que, finalmente, se detienen de puro agotados, física y emocionalmente, y mantienen una tregua inestable hasta que se recupera lo suficiente como para iniciar el segundo round. Así, la patología en la interacción simétrica se caracteriza por una guerra más o menos abierta, o por un cisma, en el sentido de Lidz. En una relación simétrica sana, cada participante puede aceptar la “mismidad” del otro, lo cual lleva al respeto mutuo y a la confianza en ese respeto, e implica una confirmación realista y reciproca del self. Cuando una relación simétrica se derrumba, por lo común observamos más bien el rechazo de la desconfirmación del self del otro. COMPLEMENTARIEDAD RÍGIDA En las relaciones complementarias puede darse la misma confirmación recíproca, sana y positiva. Las patologías de las relaciones complementarias, por otro lado, son muy distintas y en general equivalen a desconfirmaciones antes que a rechazos del self del
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otro. Por lo tanto, son más importantes desde un punto de vista psicopatológico, que las peleas más o menos abiertas de las relaciones simétricas. Un problema característico de las relaciones complementarias surge cuando P exige que O confirme una definición que P da de sí mismo, y que no concuerda con la forma en que O ve a P. Ello coloca a O frente a un dilema muy particular: debe modificar su propia definición de sí mismo de forma tal que complemente y así corrobore la de P, pues es inherente que una definición de self sólo pueda mantenerse si el participante desempeña el rol específico complementario. Al fin de cuentas, no puede haber una madre sin un hijo. Pero los patrones de la relación madre – hijo se modifican con el tiempo. El mismo patrón que resulta biológica y emocionalmente vital durante una fase temprana en la vida del niño, se convierte en un serio obstáculo para su desarrollo ulterior, si no se permite que tenga lugar un cambio adecuado en la relación. Así, según el contexto, el mismo patrón puede ser acabadamente confirmador del self en un momento y desconfirmador en una etapa posterior (o prematura) de la historia natural de una relación. Debido a su mayor frondosidad psiquiátrica, la patología de las relaciones complementarias ha sido objeto de más atención en la literatura que su contraparte simétrica. Entre estudios más recientes y centrados en la interacción, están los de Scheflen, sobre la “horrenda pareja”, y el concepto de “connivencia” en el sentido de Laing. En tales relaciones observamos un sentimiento progresivo de frustración y desesperanza en los dos participantes o en uno de ellos. Se comprueba con frecuencia la queja acerca de sentimientos cada vez más atemorizantes de extrañamiento y despersonalización, de abulia y acting out compulsivo por parte de los individuos, que fuera de sus hogares (o en ausencia de sus parejas) son capaces de funcionar en forma perfectamente satisfactoria y que, cuando se los entrevista individualmente, pueden dar la impresión de estar bien adaptados. Este cuadro a menudo cambia dramáticamente cuando se los observa en compañía de su “complemento”: entonces se hace evidente la patología de la relación. Quizás el estudio más notable sobre la patología de las relaciones complementarias, sea el famoso trabajo “La Folie a Deux”, escrito por dos psiquiatras franceses hace casi cien años. Como ya se señaló brevemente al comienzo de esta sección, los patrones de relación simétrica y complementaria pueden estabilizarse mutuamente, y los pasajes del uno al otro constituyen así, importantes mecanismo hemostáticos. Esto posee una consecuencia terapéutica, a saber, que al menos en teoría es posible provocar un cambio terapéutico de manera muy directa introduciendo la simetría en la complementariedad o viceversa durante el tratamiento. Decimos “al menos en teorí a” por buenos motivos, pues es bien sabido cuán difícil resulta en la practica provocar cualquier tipo de cambio en sistemas rígidamente definidos donde cada uno de los participantes parece preferir “los males que ya tiene, a los que ignora”. Resulta evidente que nuestro análisis se centra en mensajes sucesivos. Ninguna aseveración aislada puede ser simétrica, de superioridad complementaria, o de ningún otro tipo. Lo que se necesita para “clasificar” un mensaje dado es, naturalmente, la respuesta del otro participante. Es decir, lo que permite definir las funciones de la comunicación no es algo inherente a ninguna de las aseveraciones como entidades individuales, sino a la relación entre dos o más respuestas.
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Veamos algunos posibles análisis de retazos de entrevistas clínicas de parejas, teniendo en cuenta intentos de adquirir posturas complementarias, o de retomar un rol simétrico Caso I Ent.: ¿Cómo, entre los millones de personas que hay en el mundo, llegaron a unirse ustedes dos? V.: Nosotros... trabajábamos los dos en el mismo lugar. Mi esposa manejaba un oscilógrafo y yo reparaba aparatos científicos y... V. Habla primero, ofreciendo un resumen unilateral de toda la historia, y definiendo así su derecho a hacerlo. M.: Trabajábamos en el mismo edificio. M. Reformula la misma información en sus propias palabras, no planteando un acuerdo con él, sino estableciendo en cambio simetría con respecto a su enfoque del tema. V.: Ella trabajaba para una firma que tenía grandes instalaciones y yo trabajaba allí la mayor parte del tiempo, porque era una empresa muy grande. Y así es como nos conocimos. V. No agrega información nueva, sino que simplemente expresa de otra manera la misma oración tautológica con que comenzó. Así, simétricamente se equipara con la conducta de ella al insistir en su derecho a proporcionar esa información; en el nivel relacional están luchando para ver quién tiene “la última palabra”. M. Intenta lograrlo dándole un tono final a su segunda oración. M.: Nos presentaron alguna de las otras chicas que trabajaban allí. M. No deja que el tema se agote; modifica la afirmación del marido en términos de igualdad en esta conversación. Aunque este nuevo giro es una interpretación tan pasiva como su frase “trabajábamos en el mismo edificio” (en tanto ninguno de los dos parece haber tomado la iniciativa), ella se afirma, establece como “un poquito más igual”, al referirse a “las otras chicas”, un grupo al que ella evidentemente pertenecía, cosa que no ocurría con M. (Pausa)
Esta pausa pone fin al primer ciclo de intercambio simétrico sin cierre. V.. En realidad, nos conocimos en una reunión, quiero decir que primero empezamos a flirtear en una fiesta que dio uno de los empleados. Pero nos habíamos visto antes, en el trabajo. Aunque un poco suavizada y haciendo alguna concesión, ésta es una reformulación que anula la definición dada por la esposa. M.: Nunca nos conocimos hasta esa noche (risa leve). (Pausa)
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Se trata de una negación directa, y no sólo una reformulación de las palabras del marido, indicando quizá que la disputa está comenzando a intensificarse. Sin embargo, obsérvese que “nos conocimos” es un término muy ambiguo en este contexto, pues podría significar varias cosas, desde “nos miramos por primera vez” hasta “nos presentaron formalmente”, de modo que la contradicción con las palabras de él queda descalificada, esto es, si se la interrogara, siempre podría adjudicar el otro significado. Su risa también le permite decir algo sin decirlo realmente. V.: (Muy suavemente): Mhmmm. (Pausa prolongada). (V. Se coloca en una posición de inferioridad al estar de acuerdo con ella, en el nivel manifiesto; pero “mhmmm” encierra una variedad de significados posibles y resulta aquí casi inaudible, carente de toda convicción o énfasis, de modo que el resultado es muy vago. Más aún, la aseveración previa es tan vaga que no resulta claro qué significa estar de acuerdo con ella. De cualquier manera, el marido no va más allá ni afirma por el momento otra versión propia. De modo que llegan al final de otro round también señalado por una pausa que aparece indicar que han llegado al punto de peligro (de la contradicción abierta y el conflicto) y se preparan para poner fin a la conversación, incluso sin cierre en el aspecto del contenido). Ent.: Con todo, me queda la imagen de docenas de personas o quizá más dando vueltas por ahí; así que ¿cómo sucedió que ustedes dos, entre todas esas personas, llegaran a unirse? (El entrevistador interviene para que la conversación prosiga). V.: Era una de las más lindas que estaban allí. (V. Hace un decidido movimiento tendiente a dejar establecida su “superioridad”, este dudoso cumplido sirve para comparar a su mujer con las demás, siendo él el juez). M. (interrumpiendo): No, pero se planeó para que nosotros nos conociéramos allí. Para que nos conociéramos formalmente, se podría decir. En persona (risa). Habíamos trabajado juntos, pero yo no estaba habituada a... bueno, había unas sesenta mujeres allí, y diez o doce hombres, y yo no tenía la costumbre de... Su propia versión iguala la condescendencia del marido; a ella le llamó la atención sólo porque él se interesó por ella inicialmente. (el tema alrededor del cual se define su simetría ya no es cuál versión de su encuentro será aceptada, sino quién obtuvo el premio, por así decirlo, con el noviazgo). V.: En realidad la fiesta no se planeó con ese fin. (Un abierto rechazo de la definición dada por la esposa). M. (interrumpiendo): No, pero se planeó para que nosotros nos conociéramos allí. Para que nos conociéramos formalmente, se podría decir. En persona (risa). Habíamos trabajado juntos, pero yo no estaba 80 Pasaje Babilonia 10 Ciudad Mendoza. Tel: 0261 - 4237241.
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habituada a ... bueno, había unas sesenta mujeres allí, y diez o doce hombres, y yo no tenía la costumbre de... Después de aceptar la corrección del marido, la esposa repite lo que ella misma acaba de decir. Su formulación no personal se ha debilitado y ahora recurre a una autodefinición directa (“yo soy esta clase de persona...”, una manera imbatible de establecer igualdad). V. (simultáneamente): Ella sin duda era vergonzosa... una operaria de tipo tímido en lo que se refiere a vincularse con este, desconocidos en ese lugar; sí, pero las mujeres lo sabían. (Pausa). Y yo flirteaba con muchas de ellas allí (risa). Supongo que nada serio, sino simplemente... (suspiro) supongo que era mi manera de ser. (V. Da una respuesta simétrica basada en su “manera de ser”, y así termina otro round). Caso II Ent.: ¿Cómo sucedió que, entre los millones de personas que hay en el mundo, ustedes dos llegaron a unirse? M.: ¿Cómo fue qué...? Ent.: Llegaron a unirse. M.: Bueno... M. Se hace cargo de la respuesta, definiendo así su derecho a hacerlo. V. (interrumpiendo): Bueno, yo se lo diré (M. se ríe y V. lo hace también). V. Asume el principal papel con una maniobra sumamente simétrica, que queda suavizada por la risa compartida. M.: Bueno, bueno, yo se lo diré. En realidad, yo trabajaba cuando terminé el colegio secundario. Fue en la época de la depresión, así que conseguí un empleo como.. este, copera, creo que así lo llamaban entonces, y era... M. Vuelve a hacerse cargo, repitiendo exactamente las palabras de V., y dando luego muchos rodeos para definir la situación a su manera. V.: ... un restaurante al paso... M. Se encuentra en una situación difícil porque copera podría implicar “mujer de la calle”. V. La rescata dejando bien en claro dónde trabajaba, y con ello define claramente la situación a su manera. Hasta ese momento su interacción es simétrica. M.: Trabajaba en... en un restaurante al paso hasta que encontré otro empleo, y él trabajaba...
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La esposa acepta la definición del marido y sigue cuidadosamente la corrección de connotación indicada por aquél. Acepta la posición complementaria inferior. V.: Yo la “levanté”. Superioridad complementaria. M.: En realidad, creo que así fue (ambos se ríen). Inferioridad complementaria (acepta la definición del marido). V.: Y así fue más o menos. Superioridad complementaria. Así, la primitiva escalada simétrica seha visto interrumpida por un cambio a la complementariedad, y el cierre resulta posible; el marido resume y el ciclo termina. M.: Pero él era realmente tímido. Era de tipo tímido, y yo pensé, bueno... M. Pasa ahora a una maniobra de superioridad con respecto a que él la haya “levantado”. V.: Ya he superado eso, o así dice ella, yo no sé. Inferioridad complementaria. V. Acepta la definición de timidez que da su mujer, es decir, no sólo acepta que no era el agresor, sino que ella sigue siendo el juez en tal sentido. (“así dice ella, yo no s é”.) M.: Así que yo sentí... V.: Eso es todo... M.: Él no era peligroso, así que yo... yo fui a casa con él. V. (simultáneamente): Lo cierto es que fue algo así como un desafío porque yo pasé el fin de semana con otra pareja y en el camino de regreso discutimos y decidimos que ya era hora de que yo me buscara una chica estable. V. Lleva las interpretaciones de la esposa aún más allá y dice que él no tenía novia y que sus amigos influirán sobre sus acciones, etc. M. (riendo): Y sucedió que yo estaba allí. Si bien el contenido parece auto-desvalorizador, y por lo tanto, de inferioridad complementaria, en este contexto esa afirmación refleja la pasividad en la conducta del marido. M. pasa a la simetría. (obsérvese la necesidad de distinguir entre su propia motivación y el efecto interpersonal, de modo que la simetría puede estar basada en la inferioridad, así como en otras formas de competencia). V.: Y entonces nos detuvimos en ese lugar para tomar una cerveza o algo por el estilo (ambos se ríen) y ella estaba allí... Así que yo... En forma simétrica, V. Afirma ambas versiones de la situación y, una vez más, la risa permite el cierre.
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M.: Así fue. M. Pone fin a la conversación, tal como lo hiciera el marido al final del primer ciclo con “y eso fue todo”.
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ANEXO 4: ENTREVISTA ESTRATÉGICA
Título: Caso Petrella Tipo de dramatización: elaborada previamente por el actor "consultante", sin conocimiento previo del caso por el terapeuta. Fecha: Julio de 2002. Terapeuta: Jorge Aristóbulo Fernández Moya Consultante: Federico G. Richard-Palmero Duración de la videocinta: 38 minutos. Desgrabación y análisis: Federico G. Richard-Palmero, Agosto de 2004 Desgrabación
Análisis
Terapeuta: Me gustaría saber su nombre, su edad. Consultante: Roberto Petrella. Tengo 24 años. T: ¿Qué hace Ud., Roberto? C: Trabajo en la (Empresa de transportes). Yo mando encomiendas... en la terminal ¿vio? T: ¿Y es un trabajo que hace todos los días? C: Sí. De lunes a sábado y domingo por medio. Laburo en el expreso, ¿vio? Entrega de paquetes, todo eso. T: ¿Hace mucho que trabaja ahí? C: Dos años van a hacer ahora. T: Dígame: ¿Ud. es soltero, casado? C: Juntado. T: Juntado. Ahá. ¿Tiene chicos? C: No. T: ¿Hace mucho que vive en pareja? C: Cuatro... casi cuatro años. T: Cuatro años... Joven. C: Sí... Tenía ganas... T: ¿Llevaba mucho de novio? C: No, la verdad que no. Muy poquito. Un mes habré estado. T: Fue como un flechazo. C: Sí, un flechazo. T: ¿Su novia se llama...? C: Jacinta T: Jacinta. ¿Y qué edad tiene Jacinta? C: 22. T: 22. Ajá... Jovencitos los dos. Ajá. Bueno, cuénteme cómo fue que decidió consultar C: Mire, en realidad vengo porque la semana pasada nos llevaron la cartilla de los... de la mutual, que habían incorporado... T: El servicio.
ETAPA SOCIAL: TERAPEUTA (T) INDAGA DATOS DE IDENTIDAD Y ACTIVIDAD DEL CONSULTANTE
(C).
T INDAGA DATOS DE FAMILIA CONVIVIENTE.
ETAPA DE PLANTEO DEL PROBLEMA: EL T PREGUNTA ACERCA DE QUÉ TRAJO AL C A LA CONSULTA , A FIN DE
REGISTRAR LA QUEJA INICIAL.
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C: Y entonces decidí... por venir a ver. En realidad... no es que tenga algún problema... de la cabeza, así. T: No está loco. C: No, no, no. T: No, no. C: Una cosa... qué se yo. Me jode un poquito pero no es... T: Hjmm. C: ...gran cosa, Ud. verá, no sé. T: Me doy cuenta de que por un lado Ud. vio la nueva cartilla que incluía salud mental, y este problemita que Ud. dice... ¿Por qué no me cuenta un poco de su problemita? C: Mire, a mi lo que me pasa es que cuando ando en bicicleta -yo me voy a trabajar en bicicleta; yo vivo allá arriba en el barrio Gráfico, ¿conoce?-... T: Se tiene que atravesar la ciudad. C: Claro, prácticamente. Sí, bordeando la ciudad, por la Av. Moreno. Y Ud. sabe que por ahí vengo andando y me da como un, como que me voy a caer de la bicicleta, que se yo, y me tengo que frenar, ¿vio?, hasta que se me pase un poco. Yo fui a un médico hace un par de meses. Me revisó, me dijo que estaba bien. Me mandó a otro que me revisó el corazón, me hizo un estudio y me dijo que andaba todo bárbaro. T: Un estudio... ¿cómo era? C: Eso que le ponen los... T: Un ECG C: Exacto. T: ¿Se lo hizo acostado o se lo hizo en movimiento, en bicicleta? C: No, acostado. T: Y le dijo que estaba bien. C: Sí, si. Me escuchó... T: Ajá. Y lo derivó, le dijo que debía consultar a un psicólogo, un psiquiatra, una cosa así. C: Sí. Me dijo que me quedara tranquilo. Y me dice: "si tenés muchas ganas andá a un psicólogo, en una de esas algo que andás medio nervioso". Pero me lo dijo así como... yo mucha pelota no le di, porque yo... no se me ocurrió que un psicólogo me pudiera ayudar. T: Pero algo lo decidió. Además que tiene la cobertura... C: Y... mire. En realidad es como que dije. Voy a probar todo lo que tengo a mano. Porque ya me está jorobando un poco. T: De problemita pasó a ser un problema. C: Sí... T: Y Ud. querría evitar que sea un problemón. C: Claro, eso. Sí, la verdad es que por ahí he pensado... se me va a hacer más pesado. A mí lo que me jode en realidad es llegar tarde al trabajo.
T. INDAGA ACTITUDES ACERCA DEL PROBLEMA.
ETAPA DE INTERACCIONES: T INDAGA EL PROBLEMA. LENGUAJE DEL CONSULTANTE: T USA LOS MISMOS TÉRMINOS QUE USA C ; AYUDA A QUE ÉSTE SE SIENTA COMPRENDIDO .
SOLUCIONES INTENTADAS: T. INDAGA CONSULTAS ANTERIORES A OTROS PROFESIONALES. PIDE DETALLES SOBRE LOS ESTUDIOS, PARA OBTENER MÁS INFORMACIÓN SOBRE EL PROBLEMA Y SOBRE LO QUE EL C PIENSA DEL MISMO.
T INDAGA QUÉ LLEVÓ AL C A CONSULTAR EN EL MOMENTO ACTUAL : ESTO DA DATOS SOBRE LA MAGNITUD DEL PROBLEMA EN LA PERCEPCIÓN DEL
C Y LA MOTIVACIÓN. T INTRODUCE UNA DIMENSIÓN CUANTITATIVA EN EL PROBLEMA, QUE EVENTUALMENTE UTILIZARÁ DESPUÉS PARA DEFINIR CAMBIOS MEDIBLES A OBTENER.
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T INDAGA EL IMPACTO DEL PROBLEMA EN LA VIDA DEL C.
T: Este problema a Ud. le trae aparejado llegar ll egar tarde al trabajo. C: Claro. T: Porque, a ver: Ud. viene desde el barrio barri o Gráfico a la terminal, term inal, en bajada. C: Sí, sí. T: En bicicleta, casi sin hacer esfuerzo, digamos así, así , esfuerzo físico. C: Además cuando yo salgo de mi casa tengo que pedalear unas cuadras, y después todo... T: Más bien frenando. Pero cuando Ud. se va a su casa es todo subida. C: Si. T: ¿Y qué le pasa ahí? C: No, no. Nunca he tenido problemas a la vuelta. T: Ajá. Nunca ha tenido problemas C: No, no. T: Y lo que le pasa, cuénteme qué es lo que le pasa cuando viene. C: Es como un mareo. Vio, como cuando uno ha tomado unas copas de más. Las cosas como que se mueven. Uno pierde la línea recta en la que va. T: La estabilidad. C: Claro. Me da la impresión de que me voy a caer. Ahí A hí nomás siento el corazón -¿vio?, que por eso me vio un cardiólogo-, el corazón que me late fuerte, ¿me entiende? T: Ajá. C: Y me tengo que parar porque me caigo. caig o. Una cosa de golpe así. así . T: Ajá. ¿Y entonces Ud. qué hace? Viene en bicicleta, le l e pasa eso, ¿y qué hace? C: Y, me freno. Me quedo paradito un rato y... T: Y cede. C: Y cede. Yo me quedo unos minutos ahí y listo. l isto. T: Ajá. Este... y vuelve a subir. C: Ajá. T: Y eso en el trayecto de su casa a la terminal, ¿le pasa una vez, dos veces? C: Y, ocho veces. El viernes me pasó.. T: Ocho veces. C: No siempre, pero por ahí. T: ¿Y esto le empezó a pasar hace cuánto tiempo? C: Febrero. T: Febrero. Estamos a julio: cinco meses. C: No como ahora. T: Ajá. Eso le iba a preguntar. En febrero ¿era menos? C: Sí, en febrero me empezó, lo tuve una vez y qué se yo ,
CIRCUITO DEL SÍNTOMA: T INDAGA EN QUÉ MOMENTOS Y LUGARES SE DA Y NO EL SÍNTOMA .
CIRCUITO DEL SÍNTOMA: T INDAGA QUÉ HACE EL CONSULTANTE Y EL RESULTADO.
CIRCUITO DEL SÍNTOMA: T INDAGA LA MAGNITUD DEL MISMO.
T INDAGA EL MOMENTO EN QUE SE INICIÓ EL SÍNTOMA Y EL GRADO EN QUE SE HA IDO INCREMENTANDO , EN RELACIÓN CON LAS SOLUCIONES INTENTADAS DEL CONSULTANTE.
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habrán pasado diez días por ahí o dos semanas y me dio de vuelta, y ahí empezó a trepar, digamos. T: Ajá. A aumentar. C: Claro. T: Y el viernes pasado le pasó ocho veces. C: Sí. T: Ese día llegó re tarde. C: Sí, ese día llegué veinticinco minutos tarde. No, pero al principio era poquito. No me mareaba tanto y no era tantas veces. Por ahí pasaba cinco veces. Lo del viernes fue... T: Y una pregunta, Roberto: Si Ud. hace otra actividad física: ¿le pasa algo? ¿Ud. practica algún al gún deporte? C: Sí, así como deporte no. Juego a la paleta, a la paleta playera, ¿vio? [Terapeuta hace movimiento con la mano izquierda, como moviendo una paleta ]. No practico... T: ¿Es zurdo? [ En relación al movimiento anterior ] C: Sí. Este... Es un juego. Me junto por ahí con unos amigos, amig os, hacemos un campeonato. T: Sí, sí. Sí, pero en el campeonato... pero no le pasa. C: No, no, nunca me ha... Me agito, pero no me mareo. T: Pero cuando viene en bicicleta, y sin pedalear, uno podría decir que no se agita. Es decir: no es un problema físico. C: Ah, a Ud. le parece... Sí, la verdad que no, no es un gran esfuerzo. Porque como Ud. dice es todo bajada. T: Todo bajada. C: Todo bajada. Sí, la verdad que no. T: Posiblemente... un partidito de paleta demande más energía, y volver hasta su casa, mucha más energía. energí a. Pero no le pasa. O sea: esto no tiene que ver con lo físico. Y además, Ud. dijo que lo vio el clínico, lo vio el cardiólogo, le hicieron un ECG y todo está bien. C: Todo. T: Y entonces, bueno, Ud. decidió venir a una consulta aquí, al departamento de salud mental y Ud. lo relaciona esto con los nervios. Alguien le dijo "pueden ser los nervios". C: Sí. el Dr. me dijo "por ahí andás medio nervioso", yo la verdad que no sé... T: Y Ud... ¿hay algo que llo o ponga nervioso? C: No, mire, yo soy un tipo muy tranquilo, para nada de comerse así, agarrarse una bronca con... no me llevo mal con nadie. Tampoco soy de pensar mucho, vio que hay gente que se hace problemas... T: Cuénteme de su trabajo C: Mire, yo, es muy sencillo. Yo llego, a veces, si no ha llegado el que limpia por ahí barro un poco la explanada, ¿vio? donde recibimos los paquetes. Cuando empiezan e mpiezan a llegar los micros de mi turno los abro, descargo las
T RELACIONA CON LA CONSECUENCIA DEL SÍNTOMA QUE EL CONSULTANTE BUSCA EVITAR
(AQUELLO QUE EL SÍNTOMA LE IMPIDE O DIFICULTA HACER), PARA INDAGAR LA MAGNITUD DEL PROBLEMA. CIRCUITO DEL SÍNTOMA: T INDAGA LA PAUTA DEL SÍNTOMA: EN QUÉ SITUACIONES PARECIDAS SE PUEDE DAR O NO .
T MUESTRA QUE ESTÁ ATENTO , LO QUE AYUDA A MANIFESTAR EMPATÍA (MANIOBRA GENERAL DE COMIENZO).
SEPARACIÓN: T YA TIENE UN DIAGNÓSTICO PRESUNTIVO Y DESVINCULA EL PROBLEMA DE UNA CAUSA FÍSICA.
T REPITE LA ÚLTIMA FRASE QUE DICE EL CONSULTANTE: MUESTRA EMPATÍA. USA TÉRMINOS CONDICIONALES “POSIBLEMENTE”, CON LO QUE SE MANTIENE AMBIGUO MIENTRAS EXIGE PRECISIÓN AL CONSULTANTE (MANIOBRAS GENERALES DE COMIENZO).
T RECAPITULA INFORMACIÓN Y DA INTENSIDAD A LA TÉCNICA DE SEPARACIÓN. INDUCE EL SIGNIFICADO DEL PROBLEMA COMO “DE LOS
NERVIOS”, A PARTIR DEL HECHO DE LA CONSULTA DE SALUD MENTAL.
T INDAGA OTRAS POSIBILIDADES A PARTIR DEL SIGNIFICADO INDUCIDO.
T INDAGA UN CONTEXTO POSÍBLEMENTE RELACIONADO CON EL SÍNTOMA.
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encomiendas, las llevo al mostrador. Entonces con el n úmero de guía vamos ordenándolas. Las clasificamos por provincia de la que vienen, el número, digamos el horario de micros. Cuando falta alguien en el mostrador, a veces también doy una mano. Cuando no estoy recibiendo. T: ¿Y tiene muchos compañeros de trabajo, tiene un jefe? C: Y, sí. Somos cinco, sí, a veces seis y el jefe. T: ¿Y cómo se lleva Ud. con el jefe? T: Y... depende, mire. Tengo dos jefes en realidad. Un supervisor que se llama Cacho que ese no, realmente no tengo ninguna queja; un tipo muy bueno. Y otro o tro que... ese... tampoco es que me llevo mal. Es más... T: ¿Más qué? C: Más exigente. Un poco... ya llega a ser hinchapelotas. No es mal tipo, pero cuando Ud. tuvo algún error, se equivocó con algo, se le calló algún paquete... Es un poco... si a Ud. le pasa algo así ya sabe que va a estar todo el día... T: Exigente... C: Sí, es exigente. Mire, el otro también es exigente, pero éste es digamos, si Ud. se manda una, lo tiene... T: No la perdona fácil. C: Claro. No es un tipo… T: Mala onda. C: Yo lo entiendo: es su responsabilidad, vio, pero a mi no me gusta mucho, no me cae bien. T: Ajá. No le cae bien. Este, ¿Y cómo trabajan los jefes, siempre los mismos días? C: No, no porque se turnan. Y tengo uno que se llama Cacho, que es el otro, digamos. Ese está de lunes l unes a miércoles y... T: En el horario suyo. C: Claro. Yo trabajo siempre en el mismo horario. horari o. T: Ajá. C: Entro a las seis y media y salgo a las cinco, a veces cinco y media. T: Jornada larga. C: Si. Llego cansado. Y el otro está el fin de semana. T: Hjm. C: De jueves a domingo. Los días que trabajo. Los días que trabajo... el domingo lo veo también a él. T: Hjm... Y una pregunta: ¿Los lunes, martes y miércoles, Ud. se descompone la misma cantidad de veces que los jueves, viernes y sábado y los domingos domi ngos cuando trabaja? C: (silencio) T: Digo: Ud. dijo el viernes, se descompuso... C: No, mire: me da, pero creo que por ahí puede ser menos. T: ¿Ajá..? C: Por lo menos no he llegado tan tarde. Digamos... cuando...
T INDAGA POSIBLES RELACIONES INTERPERSONALES QUE PUEDAN ESTAR
VINCULADAS CON EL SÍNTOMA.
T USA TÉRMINOS ACORDES A LA EDAD Y EL CONTEXTO SOCIOCULTURAL DEL CONSULTANTE: GENERA EMPATÍA
(MANIOBRA GENERAL DE COMIENZO). T INDAGA POSIBLES CONTEXTOS TEMPORALES EVENTUALMENTE DIFERENTES PARA EL SÍNTOMA.
T FORMULA PREGUNTA DIRECTA EN RELACIÓN CON LA HIPÓTESIS QUE ESTÁ CON STRUYENDO: INTENTA RELACIONAR ELEMENTOS DEL CONTEXTO INTERPERSONAL CON EL SÍNTOMA. RELACIONA CON LA MAYOR OCURRE NCIA QUE EL CONSULTANTE HABÍA REFERIDO UN DÍA E N PARTICULAR.
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las dos o tres veces que he llegado bien tarde ha sido un viernes, un... La otra semana, hace dos semanas que me tocó trabajar domingo llegué quince minutos tarde. T: ¿Hjmm? C: Sí, sí, por ahí me da un poco más. T: Y ese día la pasa mal C: Y sí, claro, como le digo. Ese jefe mío es un poco más, digamos, si llego tarde sé que tengo todo el día... no me deja un minuto... me manda a limpiar los estantes, a barrer, a hacer de cadete, me tiene... me tiene un poco... Tengo que laburar más ese día. Ando un poco a las corridas. T: Tiene un poco más de mala onda. C: Y sí, sí, la verdad que sí. Con el otro siempre estoy más distendido. T: ¿Es posible que cuando Ud. se levante ya empieza a pensar, depende de cómo ande de tiempo si le va a pasar o no le va a pasar, si va a tener que parar o no va a tener que parar? C: Y, yo por las dudas desde hace un tiempo me levanto más temprano... en vez de levantarme a las cinco y media me levanto a las cinco y diez, a las cinco aveces. T: ¿Hjmm? C: Sí, sí lo pienso porque me levanto antes, digamos. T: Y antes no tenía ningún episodio, después tuvo alguno, ahora marcó un record de ocho paradas. Me imagino que Ud. no quiere... parar quince veces. C: No, no. T: ¿Alguna vez pensó no ir a trabajar? C: Y, mire... a mí me encantaría no tener que ir, o tener un trabajo un poco más... Pero no, no porque tengo que cumplir. O sea, se imagina, cómo está la cosa, si llego a faltar y no tengo... no me he enfermado ni nada -yo no me enfermo nunca-. Si falto, qué sé yo, no digo que me vayan a echar, pero... tengo que cumplir ¿entiende? Tengo días que puedo faltar por enfermedad, pero no voy a faltar por eso. T: ¿En ninguna otra situación a Ud. se le presentan las descomposturas? C: No... no... no. T: ¿Nunca a la tarde, nunca cuando va de vuelta, nunca cuando practica deporte, cuando está en su casa... con su pareja? C: No. Como le digo, agitarme sí, pero eso... T: Sí, claro. Cuando Ud. sube en bicicleta también se agita un poco, me imagino. C: Sí, claro, es verdad, cuando subo. Pero no, así como decirle mareo, no. Por ahí que tomo una cerveza, pero no es lo mismo. El mareo... es vértigo, ¿me entiende? Ya me da
T MANIFIESTA INTERÉS CON LA INTERJECCIÓN.
T USA TÉRMINOS ACORDES A LA EDAD Y EL CONTEXTO SOCIOCULTURAL DEL CONSULTANTE: GENERA EMPATÍA
(MANIOBRA GENERAL DE COMIENZO). T FORMULA PREGUNTA DIRECTA EN RELACIÓN CON LA HIPÓTESIS QUE ESTÁ CONSTRUYENDO : INTENTA RELACIONAR EL SÍNTOMA CON UN PROCESO DE PENSAMIENTO , COMO PARTE DE UN CIRCUITO INTRAPSÍQUICO.
T CUANTIFICA EL PROBLEMA: LO COMPARA CON VOLVER EN BICICLETA Y CON EL PARTIDO DE PELOTA.
INTRODUCE LA IDEA DE MEDIR LO QUE OCURRE, QUE PODRÁ USAR MÁS ADELANTE PARA FIJAR UNA META MÍNIMA PARA LA TERAPIA. T INDAGA OTROS POSIBLES INTENTOS DE SOLUCIÓN.
T INDAGA OTROS POSIBLES CONTEXTOS ASOCIADOS AL SÍNTOMA, PARA PRECISAR SU DIAGNÓSTICO DEL CIRCUITO INTERPERSONAL. DA FUERZA CON ELLO A LA IDEA DE QUE EL PROBLEMA OCURRE CIRCUNSCRIPTO A UN CIRCUITO ESPECÍFICO.
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miedo. T: Como que pierde la estabilidad. C: Claro, claro. Exactamente. El otro día casi atropello una vieja que se me cruzó. T: Y uno podría decir que es como que pierde el control de la bicicleta. C: Sí. Esa vez es como que me desvanecí, ¿me entiende?. No venia atento, es como si me hubiese estado por dormir. T: Otra pregunta... Es decir que esto no le pasa nada más que cuando Ud. viene a trabajar, sobre todo jueves, viernes y sábados, que son los días que se encuentra con Juan. No le pasa cuando se encuentra con Cacho, o le pasa mucho menos, mejor dicho. C: Pasarme me pasa, pero, pero... T: No le pasa cuando vuelve a su casa, que se va a encontrar con su mujer. C: No, no, nada de eso porque vengo con la cabeza en otra cosa. T: En otra cosa. Pero a ver, ¡qué interesante lo que Ud. dijo! "Vengo con la cabeza" Cuando Ud. viene con la cabeza en algo, puede ser su preocupación -descomponerse-, o viene con la preocupación "me voy a encontrar con Juan y voy jugado" y lo pone un poco más nervioso posiblemente... C: Sí, no, no pienso tanto. La verdad que no pienso mucho en eso. Sí voy por la hora... T: Pero no puede no pensar. C: No, no, claro. Peor ando mirando el reloj, o por ahí lo pongo en la bicicleta... la verdad que ando apurado. T: Y va atento y ahí no viene dejándose caer con el declive propio de nuestro terreno, sino que... C: Hay veces que con la bajada y todo tengo que bajarme y... sí, vengo pensando en otra cosa T: ¿Y ahí es probable que cuando más apurado venga más fácilmente se descomponga? C: Bueno, el viernes sí porque me había acostado medio tarde el jueves y salí un poquito más jugado con el tiempo, así que ahí anduve pedaleando. T: Uno podría decir que cuando Ud. más jugado anda con el tiempo, más nervioso se pone, más fácil es que le suceda esto. C: Y, el viernes sí, ya lo vi a mi jefe con una cara de orto, sí. T: Venía por el barrio, allá arriba por el hospital y ya venia pensando en Juan... C: Sí, pensé un par de veces... T: Ajá. Y siguió y seguía pensando, y cuando llegó comprobó que estaba ahí, esperando. C: (ríe) Sí, lo vi, me estaba esperando, la verdad que sí.
T REPITE EL TÉRMINO “ESTABILIDAD” USADO AL PRINCIPIO DE LA ENTREVISTA. PROBABLEMENTE PREVÉ USARLO UNA REDEFINICIÓN QUE VINCULE LA SITUACIÓN FÍSICA DEL CONSULTANTE DURANTE EL SÍNTOMA CON LA PREOCUPACIÓN POR LA SITUACIÓN LABORAL QUE PODRÍA INCIDIR EN LA OCURRENCIA DEL MISMO . EL TÉRMINO “CONTROL” PODRÍA TENER LA MISMA FINALIDAD.
T RECAPITULA Y AGREGA DATOS DEL CONTEXTO INTERPERSONAL QUE ACABA DE RECABAR .
SEPARACIÓN: T DESTACA PARTE DE LO QUE DIJO EL CONSULTANTE (QUE PIENSA EN OTRA COSA ), CON LO CUAL LE OTORGA IMPORTANCIA. VINCULACIÓN: RELACIONA LO DICHO CON LA CAUSA EN “LOS NERVIOS” DEL PROBLEMA Y EL CIRCUITO INTERPERSONAL.
T SEÑALA LA PARADOJA: QUE EL CONSULTANTE PRETENDE NO PENSAR. T INTRODUCE LA ATENCIÓN COMO COMPONENTE DEL PROBLEMA.
T PREGUNTA PARA RELACIONAR EL INTENTO DE SOLUCIÓN CON LA GENERACIÓN Y MANTENIMIENTO DEL PROBLEMA .
T VIENE USANDO LENGUAJE CONDICIONAL (“ES PROBABLE”; “UNO PODRÍA DECIR”), CON LO QUE MANTIENE LA AMBIGÜEDAD AL PEDIR PRECISIÓN
(MANIOBRAS GENERALES DE COMIENZO). T
RELACIONA LA EXPLICACIÓN QUE HA IDO CO CONSTRUYENDO CON EL CONSULTANTE CON UN ELEMENTO DE LA EXPERIENCIA DEL CONSULTANTE
(LA UBICA TEMPORALMENTE), A FIN DE DAR FUERZA A LA CONSTRUCCIÓN.
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T: O sea que hay como un pensamiento suyo que... C: Sí, en general trato de no pensar. Cuando me entro a enroscar en eso, por ahí pienso en él, en la hora, todo. Pero trato de no hacerlo. Me pongo a mirar los pajaritos, el zanjón, todo. T: Pero aveces no los ve. C: Y, no, cuando muy... pero intento. Intento no enroscarme mucho con eso. Para andar tranquilo, vio, por lo menos disfruto ese... T: ¿Disfruta? C: Sí, algunas veces sí, otras no. El viernes no. T: Hmmm. Jueves, viernes y sábado disfruta poco. C: Sí, la verdad que sí. T: Lunes, martes y miércoles, posiblemente disfrute un poco más. C: Sí, lunes no tanto porque cuando he tenido franco el domingo, me cuesta más ir, pero sí, puede ser que vaya, mirando, distendido. T: Por ahí alguna vez hasta martes, miércoles, es posible que llegue temprano. C: Sí, sí. Hace dos semanas, salí, como le digo, antes de un... un rato antes, veinte minutos antes desde mi casa, de lo que acostumbraba salir, y llegué y estaba el Cacho nomás. Me dijo "ah, te caíste de la cama" La verdad que ni había mirado el reloj. Ni me dio la huevada. No me tuve que parar. T: Ajá. A mi me parece que este tema suyo, esta "huevada", como Ud. dice, tiene bastante que ver con los nervios, como dice el cardiólogo. C: Ah, ¿le parece? T: Me parece que esto tiene que ver con, con una persona responsable como Ud. Porque un muchacho de veinticuatro años que vive en pareja, que viene a consultar, me parece una persona responsable. Ud. se está sintiendo mal y muchos lo dejan pasar y no le prestan atención, pero Ud. viene a buscar una ayuda. Entonces me parece que en alguna situación Ud. se siente mal con la presión que le puede generar Juan. C: Sí, puede ser. La verdad que me pone un poco incómodo eso. T: Y... y Ud. sabe que la pasa mal, que no puede disfrutar el viaje, y cuando más exigido se siente es como que, le viene esta "huevada", como Ud. dice. Yo me preguntaba si la relación con Cacho se parece a alguna relación que Ud. haya tenido con alguien de su familia, o algún amigo... C: Con alguien, Ud. dice, que me haga acordar... T: Que le haga acordar, sí. C: Sí... la otra vez le decía a la Jacinta que por ahí en algunas cosas Cacho me hace acordar al tío Néstor.
T DA MÁS INTENSIDAD REPITIENDO LA PAUTA INTERPERSONAL.
T DA MÁS INTENSIDAD INDAGANDO POR EL HIPOTÉTICO EFECTO CONTRARIO DE LA PAUTA INTERPERSONAL: CUANDO ÉSTA NO SE DA, NO SÓLO NO OCURRE EL SÍNTOMA SINO QUE HASTA SE OBTIENE UNA MEJORÍA . CON ESTO OTORGA IMPLÍCITAMENTE CONTROL SOBRE EL PROBLEMA AL CONSULTANTE.
T RECAPITULA; USA AL MÉDICO DERIVANTE COMO OTRO SIGNIFICATIVO, ATRIBUYÉNDOLE AUTORIDAD. T ELOGIA LA RESPONSABILIDAD DEL CONSULTANTE. INTENTA QUE ÉSTE “COMPRE” LA REDEFINICIÓN QUE ESTÁ CONSTRUYENDO.
T USA EL LENGUAJE DEL CONSULTANTE (“HUEVADA”), CON LO CUAL REFLEJA Y RESPONDE CON EMPATÍA EXPLÍCITA AL CONSULTANTE (MANIOBRA GENERAL DE COMIENZO). T INDAGA POR EL ASPECTO INTRAPSÍQUICO SUSCEPTIBLE DE RELACIÓN CON EL CIRCUITO INTERPERSONAL QUE ACABA DE INDAGAR.
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T: ¿Cómo era la relación suya con el tío Néstor, y la del tío Néstor con Ud? C: Mire, era un tipo muy bueno. Yo lo quería mucho. Él me crió prácticamente a mí. Era muy chiquito, a los cinco años, prácticamente. T: ¿Su papá y su mamá? C: Fallecieron T: Una pregunta: ¿tiene hermanos Ud.? C: No, no. El tío Néstor, que era hermano de mi mamá, se hizo cargo de mí. Era un tipo qué sé yo, severo, pero un tipo muy bueno, afable. T: Serio. C: Sí. Yo renegaba, pero con el tiempo le agradecí, cómo me educó, digamos. Aprendí muchas cosas de él. Y era... la otra vez le comentaba, no me acuerdo qué cosas, qué charla tuve con Cacho que cuando volví le contaba a mi mujer "sabes que me hace acordar al tío Néstor, que te he contado". T: Sería algún día que Cacho le llamaba la atención con cariño... C: Claro, claro, puede ser. Porque fue un día que me estaba enseñando a cargar las cosas en la computadora, ¿vio?, y me mandé una, le borré un par de archivos sin querer, porque yo de esas cosas no entiendo. T: Está aprendiendo. C: Él me está enseñando. Le borre digamos, perdió unas cuantas horas de trabajo, así que ahí se puso... pero bien... como le digo un tipo que... T: Serio. C: Serio. T: ¿Y Juan? ¿A quién le hace acordar? C: Y Juan... No, la verdad que no he pensado nunca, pero se me viene a la cabeza Raúl, el hermano de mi señora, el hermano mayor que tiene. T: ¿Y en qué se parecen Raúl...? C: Mire, la verdad que no en mucho, pero por ahí me ha hecho acordar alguna actitud del tipo, o sea. Raúl es medio, un tipo medio chanta, que se yo... Medio, le gusta jugar, por ejemplo, ¿vio?. T: ¿Jugador de apostar? C: Sí, tiene más problemas con eso. No es un mal tipo. Pero tiene el vicio ese, y a raíz de eso por ahí joroba a la gente. A lo mejor por eso que no me ha caído bien. T: ¿Y en qué joroba a la gente Juan? C: (ríe) Y, a mí más de una vez me joroba el día, digamos. Pero... No es malo, tampoco, ¿qué sé yo?, pero es un poco como ensañado: si Ud. hace algo mal, el tipo lo cala y está todo el día enculado con uno. Estee...
T DESTACA LA NATURALEZA RECÍPROCA, BIDIRECCIONAL DE LAS RELACIONES INTERPERSONALES.
T INDUCE UN SIGNIFICADO QUE PODRÍA USAR EN RELACIÓN CON VALORES YA ELOGIADOS AL CONSULTANTE : BÁSICAMENTE
RESPONSABILIDAD.
VINCULACIÓN: DE MANERA CONDICIONAL, T VINCULA LA RELACIÓN CON AMBAS PERSONAS SIGNIFICATIVAS DEL PASADO Y PRESENTE CON LA RELACIÓN ACTUAL DEL CONSULTANTE CON AMBOS JEFES .
T GENERA INTENSIDAD CON EL SIGNIFICADO ANTES MENCIONADO.
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A lo mejor, no es nada que se parezca mucho, no es que el otro sea... pero tiene algo así, de desconfianza. T: A mi me hace pensar que su tío Néstor, una persona que por seria, o sea como uno podría decir predecible, Ud. sabia cómo iba a reaccionar. Que en realidad Ud. sabía que aunque reaccionara seriamente, reaccionaba bien, con cariño, con afecto. C: Sí. T: En cambio, me da la sensación de que Ud. dice que Juan se parece a su cuñado Raúl, lo hace en el sentido de que Juan le arruina el día como Raúl arruina su propia vida y la de algunos otros. Y eso Ud. lo ve como chanta, dijo, una cosa así. C: Sí, sí, sí, sí. T: Y a mi me parece que Ud., que es una persona... A mí me llamó la atención que un joven de veinticuatro años, que hace cuatro años vive en pareja... consulte. C: Ah, ¿vienen poco..? T: Porque en realidad los hombres tienden como a aguantárselas, vienen muy mal, jugadísimos. Entonces me parece que Ud. no la pasa bien, pero no siempre la está pasando mal, y como esto se ha ido intensificando, ha ido aumentando desde febrero para acá, y Ud. tuvo el record el viernes, de ocho descomposturas en un trayecto que debe ser de veinte, veinticinco minutos, estamos pensando en una parada cada tres minutos. Ud. se debe haber asustado bastante. Y a mi me parece que en su cabeza, Ud. pasa algo así como... -yo, si me equivoco, Ud. me corrige- pero es como que Ud., responsablemente se preocupa por llegar temprano, rendir bien ante Cacho y ante Juan, pero como que Cacho es comprensivo, es decir, Ud. se siente menos comprometido, menos exigido que cuando lo tiene que hacer con Juan. Entonces, con Juan Ud. quiere cumplir más y mejor y la exigencia lo presiona. C: Sí, es verdad. T: Y Ud. sabe que eso a veces no le sirve, porque en ese sentido Juan se parece a Raúl y a veces medio chanta, es decir: lo que Ud. hace no le alcanza. Porque Ud. sabe, ayer llegó tarde, o la semana pasada llegó medio tarde y entonces como que lo va teniendo entre ojos, ahí. ¿Hmm? C: Ajá. T: Y en realidad, es decir, cuanto más temprano quiere llegar, más se descompone, o más exigido va, me refiero en el sentido de estar como pendiente de lo que va pasando, de cómo respira, de si se marea o no se marea, y es como que le viene C: La huevada.
VINCULACIÓN: T INTRODUCE NUEVAMENTE (USANDO SIEMPRE EL CONDICIONAL: “ME PARECE”) EL SIGNIFICADO QUE VENÍA PREPARANDO: “SERIO”. VINCULA LA SERIEDAD DEL TÍO NÉSTOR CON LA DEL CONSULTANTE, IDENTIFICANDO IMPLÍCITAMENTE UNO CON OTRO.
INDICIO DE REESTRUCTURACIÓN: APARENTEMENTE C COMPRA LA REDEFINICIÓN: AFIRMA REITERADAMENTE. T CAPTA LO ANTERIOR E INSISTE CON EL ELOGIO, PARA REFORZAR EL TERRENO APARENTEMENTE GANADO CON SU REDEFINICIÓN.
T RELATIVIZA LO QUE DICE , PARA REDUCIR LA EVENTUAL RESISTENCIA DEL C. T AVANZA EN SU REDEFINICIÓN. T DA UN SIGNIFICADO NO PATOLÓGICO AL SÍNTOMA. LO EXPLICA COHERENTEMENTE CON LA EPISTEMOLOGÍA DEL CONSULTANTE RESPECTO DE SU PROBLEMA , QUE AL PRINCIPIO DICE “NO ESTOY LOCO”. CONTEXTUALIZA ADEMÁS EL SUFRIMIENTO DEL CONSULTANTE EN RELACIÓN CON ACONTECIMIENTOS SIGNIFICATIVOS DE SU VIDA ACTUAL Y PASADA.
EL PROBLEMA QUEDA EXPLICADO COMO UN INTENTO FALLIDO DE SOLUCIÓN: TRATAR DE NO PENSAR, CUANDO ELLO ES IMPOSIBLE. SE TRATA DE UNA PARADOJA: EL PENSAMIENTO NO PUEDE SER UNA CONDUCTA ANULADA POR EL PROPIO PENSAMIENTO.
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