CAPITULO 1. Un psicólogo en un campo de concentración
No es, como nos dice el propio autor, un relato de hechos y sucesos, sino de experiencias personales, la historia íntima de un campo de concentración contada por uno de sus supervivientes. No para describir lo que puede entenderse por grandes horrores, que piensa que ya han sido descritos, sino para contar la multitud de pequeños tormentos, y comprobar como incidía la vida diaria en un campo de concentración en la mente del prisionero medio. No narra la historia de los grandes campos sino de los más pequeños donde se produjo la mayor experiencia de exterminio, ni la de los grandes héroes y mártires, sino los sufrimientos, crucifixión y muerte de la gran legión de víctimas desconocidas y olvidadas.
Empieza contando lo que ocurría cuando se hablaba de "traslados a otro campo", aunque todos sabían que el destino era la cámara de gas. "No había tiempo para consideraciones morales o éticas, ni tampoco el deseo de hacerlas. Un solo pensamiento animaba a los prisioneros: mantenerse con vida para volver con la familia que los esperaba en casa y salvar a sus amigos; por consiguiente, no dudaban ni un momento en arreglar las cosas para que otro prisionero, otro "número" ocupara su puesto en la expedición. Se empleaba la fuerza bruta, el robo, la traición o lo que fuera con tal de salvarse. "Los que hemos vuelto de allí gracias a multitud de casualidades fortuitas o milagros - como cada cual prefiera llamarlos- lo sabemos bien: los mejores de nosotros no regresaron".
PRIMERA PARTE
CAPITULO 2. Primera fase: Internamiento en el campo
El sistema que caracteriza a la primera fase es el shock. 1500 personas habían estado viajando varios días, en vagones de 80, solo con un respiradero, y creyendo que les conducían a una fábrica de municiones en donde deberían trabajar, hasta que alguien ve por el ventanuco una señal, Auschwitz. "Su solo nombre evocaba todo lo que hay de horrible en el mundo: cámaras de gas, hornos crematorios, matanzas indiscriminadas", en suma el horror, un horror al que paso a paso los prisioneros se fueron acostumbrando, por difícil que tal hecho pueda parecer. La primera selección - si te ponían en la fila de la izquierda o en la de la derecha- significaba la muerte o los trabajos forzados, al menos la supervivencia. Era un veredicto sobre la existencia o la no existencia. El 90% fue ejecutado en las horas siguientes. Frankl pregunta por un amigo que había sido destinado a la cola de la izquierda y alguien señala una nube de humo ascendiendo. Eso era lo que quedaba de su amigo.
Los prisioneros tienen que desnudarse totalmente, solo pueden conservar los zapatos. Frankl intenta ocultar un manuscrito en el que se contiene la obra de toda su vida, pero es inútil. Su única posesión es la existencia desnuda. Cuenta las reacciones que de algún modo son comunes: una extraña clase de humor, un tanto macabro y la curiosidad, por ejemplo de saber cuanto podrían aguantar desnudos a la intemperie, en un campo hollado, seguida de la sorpresa de verificar que ninguno se había resfriado. Otras sorpresas le hacen confirmar la frase de Dostoyeski: "El hombre es un ser que puede ser utilizado para cualquier cosa".
Lo desesperado de la situación les hacia pensar a la mayoría en "lanzarse contra la alambrada", el método de suicidio más popular. Pero algunos pensaban que no tenía ningún objeto suicidarse, ya que para todos los prisioneros las expectativas de vida consideradas objetivamente y aplicando el cálculo de probabilidades eran muy escasas. Pero en la primera fase del shock el prisionero de Auschwitz no temía a la muerte.
PRIMERA PARTE
CAPITULO 3. Segunda fase: la vida en el campo
La segunda fase se caracteriza por la apatía, una especie de muerte emocional. Al llegar al campo se experimentaba una añoranza sin límites de la casa y la familia, seguido de una repugnancia por toda la fealdad que les rodeaba, hielo, fango, excrementos.
Después los sentimientos quedaban embotados: "asco, piedad y horror eran emociones que nuestro espectador no podía sentir ya", dice el autor. La apatía, el adormecimiento de las emociones y el sentimiento de que a uno ya nunca le importaría nada era el necesario mecanismo de defensa afrente al dolor, la injusticia, la crueldad y la irracionalidad, frente a los golpes diarios, casi continuos. Dado el alto grado de desnutrición que padecían, se comía una sola vez, un pequeño trozo de pan y un agua de sopa, lo que era más flagrante teniendo que realizar trabajos durísimos, el deseo de conseguir alimento era el instinto más primitivo. Eso explica que el deseo sexual brillara por su ausencia, y, contra lo que el psicoanálisis afirma ni siquiera se manifestaba en los sueños. Había una desvalorización de todo lo que no redundaba en la conservación de la propia vida. Pero había prisioneros que sentían una profunda inquietud religiosa, y que eran capaces de improvisar un rincón en el barracón, o en un camión de ganado, para hacer oración. A pesar del primitivismo que imperaban a la fuerza, en el campo era posible desarrollar una vida espiritual. Las personas capaces de ello resistieron mejor en el campo, al aislarse del entorno y retrotraerse a su vida anterior, a su riqueza intelectual y su libertad espiritual. Cuando todo se ha perdido queda el amor. El Dr. Frankl y otros prisioneros se aferraban a la imagen de sus mujeres, o de un hijo, o de la persona que más amasen. por eso puede decir: "La verdad es que el amor es la meta última y más alta a que puede aspirar el hombre" y "La salvación del hombre está en el amor y a través del amor", un amor que va más allá de la maternidad del ser amado -Frankl ignoraba si su joven mujer, de 23 años seguía viva o, como supo después había muerto-, pero llega a decir: "El amor trasciende la persona física del ser amado y encuentra su significado más profundo en su propio espíritu, en su yo íntimo".
Había vida interior en los prisioneros, a veces muy intensa, que les hacía apreciar la belleza del arte o de la naturaleza como nunca hasta entonces. "Su alguien hubiera visto nuestros rostros cuando, en el viaje de Auschwitz a un campo de Baviera, contemplamos las montañas de Salzburgo con sus cimas refulgentes al atardecer, asomados a los ventanucos enrejados del vagón celular, nunca hubiera creído que se trataba de los rostros de hombres sin esperanza de vivir ni de ser libres". En el campo también había cierto sentido del humor, aunque fuera en su expresión más leve y solo durante unos escasos mutuos. También en un campo de concentración es posible practicar el arte de vivir, aunque el sufrimiento sea omnipresente. Al no haber placeres positivos se agradecían mucho hasta los más ínfimos placeres negativos, que alguien te ayudara a despiojarte, por ejemplo. Se añoraba de una manera muy intensa la soledad, la imposible intimidad. otro sentimiento muy frecuente en el campo era la irritabilidad. Dado que el prisionero observaba a diario escenas de golpes, su impulso hacia la violencia había aumentado: "A veces dice Frankl era preciso tomar decisiones precipitadas que, sin embargo, podían significar la vida o la muerte. El prisionero hubiera preferido dejar que el destino eligiera por él". Pero esa capacidad de elección le hacían sentirse libre, le concedían un atributo humano. La experiencia de la vida en un campo demuestra que el hombre tiene capacidad de elección. "Los que estuvimos en campos de concentración recordamos a los hombres que iban de barracón en barracón consolando a los demás, dándoles el último trozo de pan que les quedaba. Puede que fueran pocos en número, pero ofrecían pruebas suficientes de que al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa la última de las libertades humanas, la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias, para decidir su propio camino". Aún en un campo de concentración puede conservar su dignidad humana. Cita a Dostoyevski: "Solo temo una cosa: no ser digno de mis sufrimientos". Estas personas fueron dignos. "Es esa libertad espiritual que no se nos puede arrebatar, lo que hace que la vida tenga sentido y propósito". El sufrimiento es un aspecto de la vida que no puede erradicarse, como no pueden apartarsse el destino o la muerte. Sin ellos la vida no sería completa. "¿Tiene algún sentido todo este sufrimiento, todas estas muertes?" era la pregunta que angustiaba a Frankl. El modo en que el hombre acepta su destino y todo el sufrimiento que éste conlleva, añade a su vida un sentido más profundo. Incluso bajo las circunstancias más difíciles puede conservar su valor, su dignidad, su generosidad. O bien puede olvidar su dignidad humana y convertirse en poco más que un animal.
Muchas veces es precisamente una situación externa excepcionalmente difícil la que da al hombre la oportunidad de crecer espiritualmente más allá de sí mismo. El prisionero que perdía la fe en el futuro estaba condenado, se abandonaba, decaía y se convertía en sujeto del aniquilamiento físico y mental. Lo más difícil es la pregunta por el sentido de la vida: "Tenemos que aprender por nosotros mismos y después enseñar a los desesperados que en realidad no importa que no esperemos nada de la vida, sino si la vida espera algo de nosotros" tenemos que dejar de hacernos preguntas sobre el significado de la vida, y en vez de ello, pensar en nosotros como en seres a quienes la vida les inquiriera continua e incesantemente. Nuestra contestación no debe ser en palabras, sino que debe ser una conducta y una situación rectas. En última instancia, vivir significa asumir la responsabilidad de encontrar la respuesta correcta a los problemas que plantea y cumplir las tareas que la vida asigna continuamente a cada individuo. Resulta imposible definir el significado de la vida en términos generales. "Vida" no significa algo vago, sino algo muy real y concreto, que configura el destino de cada hombre, distinto y único en cada caso. Nadie puede redimir al hombre, ni sufrir en su lugar. Su única oportunidad reside en la actitud que adopte al soportar su carga. Así el hombre asume su responsabilidad ante su existencia.
Frankl se pregunta profesional y humanamente por la psicología de los guardas del campamento. ¿Cómo es posible que hombres de carne y hueso como los demás pudieran tratar a sus semejantes como los trataron? Había algunos sádicos, en el sentido médico del término, y que eran seleccionados precisamente por serlo, como lo eran los individuos más brutales y egoístas, los que tenían más probabilidades de sobrevivir, era una selección negativa. Pero además los sentimientos de la mayoría de los guardias se hallaban embotados por años de métodos brutales. Se habían endurecido hasta límites insospechados, aunque había algunos, por pocos que fueran, que sentían lástima de los prisioneros. Cuenta el caso de un comandante de las SS que había comprado medicinas para algunos prisioneros, gastando cantidades nada despreciables en ello. Frankl saca la siguiente consecuencia: "Hay dos razas de hombres en el mundo y nada más que dos: "raza" de los hombres decentes y la de los indecentes. Ambas se encuentran en todas partes y en todas las capas sociales". Y concluye emocionadamente: "Nosotros hemos tenido la oportunidad de conocer al hombre quizá mejor que ninguna otra generación. ¿Qué es en realidad el hombre? Es el ser que siempre decide lo que es. Es el ser que ha inventado las cámaras de gas, pero, asimismo es el ser que ha entrado en ellas con paso firme musitando una oración".
PRMERA PARTE
CAPITULO 4. Tercera fase: después de la liberación
En esta fase el gran psiquiatra que es el Dr. Frankl quiere analizar la psicología del prisionero que ha sido liberado. Relata lo que sucedió la mañana en que, tras varios días de gran tensión, se izó la bandera blanca a la entrada del campo. "Al estado de ansiedad anterior siguió una relajación total. Pero se equivocaría quien pensase que nos volvimos locos de alegría". Y nos cuenta como los prisioneros se arrastraron hasta las puertas del campo diciéndose sin creérselo aún que eran libres. Vieron los alrededores del campo, los prados cubiertos de flores, "pero no despertaban en nosotros ningún sentimiento". Y reproduce el estado de ánimo general cuando por la noche, ya de vuelta a los barracones, un hombre le preguntó a otro ¿estuviste hoy contento? A lo que el otro respondió "para ser franco, no". Frankl lo explica diciendo que lo que les ocurría a los prisioneros liberados era una "despersonalización". Todo parecía irreal, improbable, como un sueño, y temían que al despertar les llegase la dura realidad. Narra como si un prisionero era preguntado por un granjero de las cercanías podía pasar horas hablando. Él nos cuenta su particular y conmovedor renacer, una tarde mientras paseaba: "No había nada más que la tierra y el cielo, y el júbilo de las alondras, y la libertad del espacio. Me detuve. Miré en derredor, después al cielo y finalmente caí de rodillas. En aquel momento yo sabia muy poco de mí o del mundo, solo tenía en la cabeza una frase, siempre la misma: "Desde mi estrecha prisión llamé a mi Señor y él me contestó desde el espacio en libertad".
"No recuerdo cuanto tiempo permanecí allí, de rodillas, repitiendo una y otra vez mi jaculatoria. Pero yo sé que aquel día, en aquel momento, mi vida empezó otra vez. Fuí avanzando paso a paso, hasta volverme de nuevo un ser humano".
Muchos de los prisioneros que habían experimentado en carne propia la brutalidad solo querían reproducirla. Solo muy lentamente se podía devolver a aquellos hombres a la verdad lisa y llana de que nadie tenía derecho a obrar mal, ni aun aunque a él le hubieran hecho daño. Aparte de cierta deformidad moral, otras dos experiencias mentales podían dañar el carácter del prisionero liberado, la amargura y la desilusión que sentía al volver a su antigua vida. Amargura ante la reacción tibia de los otros ante su sufrimiento y terrible experiencia, y la desilusión hacia su propio sino. "El hombre que durante años había creído alcanzar el límite absoluto del sufrimiento se encontraba ahora con que el sufrimiento no tenía límites y con que todavía podía sufrir más y más intensamente". En el campo todos sabían que no habría felicidad posible que les pudiera compensar de tanto sufrimiento pero "tampoco estábamos preparados para la experiencia muy difícil de sobrellevar. pero también llegó el día en que la experiencia en el campo pudo ser vivida como una pesadilla. "La experiencia final para el hombre que vuelve a su hogar es la maravillosa sensación de que, después de todo lo que ha sufrido, ya no hay nada a lo que tenga que temer, excepto a su dios".
PARTE 2: SEGUNDA PARTE
SEGUNDA PARTE
CAPITULO 5. Conceptos básicos de logoterapia
En esta segunda parte del libro que sucede a la narración fundamental de este texto, una breve, pero intensa y conmovedora narración autobiográfica sobre la estancia del Dr. Frankl en Auswitz y la vida y las reacciones de prisioneros sometidos a sufrimientos extremos, el Dr. Frankl, a petición de muchos lectores intenta explicar en unas páginas lo que está contenido en su obra de veinte volúmenes. Conocida como "la tercera escuela vienesa de psicoterapia" la logoterapia, comparada con el psicoanálisis -que sería la primera escuela- es menos retrospectiva y menos introspectiva, es decir, que la logoterapia mira sobre todo al futuro, para romper el ensimismamiento del neurótico.
Al aplicar la logoterapia -de logos, "significado", "sentido", "propósito", el paciente ha de enfrentarse con el sentido de su propia vida para, rectificar la orientación de su conducta en tal sentido. Según la logoterapia la primera fuerza que motiva al hombre es la lucha por encontrarle un sentido a la propia vida. Se centra en el significado de la existencia humana. Frankl habla de voluntad de sentido contraponiéndolo a la voluntad de placer del psicoanálisis o a la voluntad de poder de la psicología de Adler.
Las encuestas hechas en diversos países aseguran que el 80% de las personas necesitan "algo" por qué vivir. La voluntad de sentido para muchas personas es cuestión de hecho, no de fe. El hombre es capaz de vivir e incluso de morir por sus ideales y principios. El logos o sentido no es solo algo que nace de la propia existencia, sino algo que hace frente a la existencia. Según Sartre el hombre se inventa a sí mismo. Frankl no piensa que nosotros inventemos el sentido de nuestra existencia, sino que lo descubrimos. Los principios morales no mueven al hombre, no le empujan más bien tiran de él. Y la voluntad del hombre interviene siempre. Y la libertad de elegir entre aceptar o rechazar una oferta. No existe en el hombre un impulso moral o religioso, como si fuera un instinto básico. El hombre no se ve impulsado a una conducta moral: en cada caso concreto decide o no actuar moralmente. Habla de frustración existencial en tres sentidos. Para Frankl el término existencial se puede utilizar de tres maneras: 1) para referirse a la propia existencia, al modo de ser especificamente humano, 2) al sentido de la existencia y 3) al afán de encontrar un sentido concreto a la existencia personal, o lo que es lo mismo a la voluntad de sentido. La frustración existencial puede derivar en neurosis, pero en lo que el autor vienés llama neurosis noógena, que no nacen de conflictos entre impulsos distintos sino de conflictos entre principios espirituales -el término no tiene connotación religiosa- distintos. Pero no todos los conflictos tienen por qué ser neuróticos y a veces es saludable una dosis de conflictividad. El sufrimiento no es siempre un fenómeno patológico, puede ser un logro humano. La logoterapia considera que es su cometido ayudar al paciente a encontrar el sentido de la vida. Trata de hacer al paciente consciente de lo que anhela en lo más profundo de su ser. .. la salud se basa en un cierto grado de tensión entre lo que ya se ha logrado y lo que queda por conseguir, o el vacío entre lo que se es y lo que se debería ser. Lo que el hombre necesita no es vivir sin tensiones, sino esforzarse en luchar por una meta que le merezca la pena. El vacío existencial es un fenómeno muy extendido en el s. XX se debe en parte a distintas pérdidas, la última de las cuales es la pérdida de las tradiciones, que le conferían seguridad. No sabe lo que tiene que hacer. A veces hace lo que hacen los otros -conformismo- o hace lo que otros le dicen que hagan -totalitarismo-. El vacío existencial se manifiesta en un estado de tedio, lo que irá en aumento al tener cada vez más tiempo libre... tal frustración se compensa a veces con la voluntad de poder, sea económico o sexual y de ahí la agresividad sexual. ¿Que se puede hacer cuando el paciente pregunta por el sentido de su vida? No se puede contestar en general porque tal sentido difiere de una persona a otra, de un día a otro, de una hora a otra. Por eso no hay que buscar cual seria el sentido abstracto de la vida, sino el significado concreto de la vida de cada individuo. Cada uno debe llevar a cabo un cometido concreto. Su tarea es única. La logoterapia considera que la esencia íntima de la existencia humana está en su capacidad de ser responsable de la propia vida. Un imperativo categórico de la logoterapia es: "Vive como si ya estuviereas viviendo por segunda vez y como si la primera vez ya hubieras obrado tan desacertadamente como ahora estás a punto de obrar". Imaginar que el presente es ya pasado y que se puede modificar y corregir ese pasado -este precepto enfrente al hombre con la finitud de la vida, así como con la finalidad de lo que cree de sí mismo y de su vida. El papel del logotereapeuta es más el de un especialista en oftalmología que el de un pintor. El oftalmólogo intenta que veamos la vida tal como es, pero ampliando y ensanchando el campo visual del paciente. El verdadero sentido de la vida debe encontrarse en el mundo y no en el paciente. La autorrealización no puede ser una meta en sí mismo, sino que será un efecto secundario de la propia trascendencia. El sentido de la vida siempre está cambiando, pero nunca cesa. Puede descubrirse de tres modos distintos: 1) realizando una acción, 2) teniendo algún principio, 3) por el sufrimiento. Los dos últimos necesitan explicación. El segundo se refiera a sentir por algo-una obra cultural o de la naturaleza- o por alguien. El amor constituye la única vía de aprehender la esencia de otro ser humano, e incluso sus potencialidades. Al hacerle consciente de lo que puede ser y de lo que puede llegar a ser, logra que esas potencias se conviertan en realidad, 3) se puede encontrar un sentido a la vida a través del sentimiento. Frente a un sufrimiento que no puede cambiarse, por ej. una enfermedad incurable, lo que importa es la actitud ante tal sufrimiento. Al aceptar el reto de sufrir valientemente la vida tiene hasta el último momento un sentido. El sentido último sobre el significado del sufrimiento cree Frankl que es un suprasentido, en cuanto que excede y sobrepasa la capacidad intelectual del hombre. Tampoco la transitoriedad de nuestra existencia dota a ésta de una carencia de sentido, solo debe hacernos más responsables. Y nada del pasado está irrecuperablemente perdido, sino que todo se conserva inevitablamente, Haber sido es la forma más segura de ser. La logoterapia no es pesimista, sino activista. La logoterapia como técnica tiene ciertos instrumentos como la "intención paradójica" una técnica basada en que el miedo hace que se produzca lo que se teme (si tengo miedo a no dormirme, seguramente no me dormiré, si temo sonrojarme cuando me presenten a alguien, probablemente sucederá). La intención paradójica intenta que el paciente haga aquello que teme, aunque sea por un momento. Eso suele romper el círculo, y es útil en el tratamiento de obsesiones y fobias. La ansiedad anticipatoria debe atacarse con la intención paradójica y la hiperintención e hiperreflexión deben combatirse con la de-reflexión, lo que solo es posible con un cambio en la orientación del paciente hacia su vocación y su misión en la vida. La clave para curarse está en trascenderse a uno mismo. Critica el pandeterminismo. Pese a las condiciones biológicas, psicológicas o sociológicas el hombre puede elevarse por encima de ellas y trascenderlas. El ser humano es un ser autotrascendente. pero la libertad no es la última palabra, es solo una parte de la historia. Es el aspecto negativo de un fenómeno cuyo aspecto positivo es la responsabilidad. En los campos de concentración pudo verse que algunos prisioneros se comportaban como cerdos y otros como santos. El hombre tiene dentro de sí ambas potencias, de sus decisiones y no de sus condiciones depende cuál de ellas se manifieste. Y el libro concluye: "Después de todo, el hombre es ese ser que ha inventado las cámaras de gas de Auschwitz, pero también es el que ha entrado en esas cámaras con la cabeza erguida y el Padrenuestro o el Shema Yisrael en sus labios".