VIVIENDA Y TECNOLOGÍA Salvador Pérez Arroyo Arquitecto y Catedrático de Construcción de la E.T.S.A.M.
Ella era alta, delgada, manos y pies grandes, la ropa era de un verde eléctrico que recordaba el color del peppermint frappé con hielo fragmentado en un Whiskey Sour Glass. Se aproximó una vez recorrido el puente de acceso en la planta 120 a lo que antiguamente se solía llamar la casa, el hogar cuando se quería hacer literatura. Sintió que había sido reconocida. Se abrió un gran hueco en el cerramiento de su refugio (una piel formada por un esqueleto de aluminio espumoso que flotaba en un elastómero traslúcido), un contenedor romo de forma un tanto indefinida quizás generado por un programa de producción MCC3N (Macro Cad-Cam 3d Nurbs). Era el modelo SH (sweethome) que se había usado tantas veces en las épocas del cambio climático. Ahora se podía obtener por poco dinero antes de su destrucción para reciclarlo en nuevos modelos concebidos para más suaves condiciones. A medida que se aproximaba aún más a su casa, vio como su fachada había cambiado de color y se hacía más traslúcida, de un tono acaramelado, se percibían venas y conductos que parecían nutrir todo el espacio interior. Al mismo tiempo notó las pulsaciones que hacían vibrar el conjunto. Se correspondían con el ritmo cardiaco de los humanos y mostraba la excitación de quien encuentra a un ser conocido, un familiar, el amo.
El soporte estructural en el que se ubicaban las células estaba formado por piezas de titanio articuladas con mecanismos poliméricos, bolsas de un material traslúcido que
contenían
fluidos
de
baja
viscosidad
con
los
que
se
reproducía
el
comportamiento de las conchas de los moluscos en los que se encuentran mezclados estratos de compuestos de frágil calcio con materiales blandos y viscosos. Las piezas de titanio estaban conectadas por sistemas wiredless a la central de reparto estructural. Existían mecanismos hidráulicos que hacían cambiar la longitud a estas piezas resistentes utilizando los fluidos contenidos en las rótulas.
El conjunto se movía como una planta de grandes proporciones y respondía a los estímulos de viento o cargas y solicitaciones horizontales con una cierta lentitud y un gran ámbito de deformación.
Las células flotaban en aparente caos en el espacio, colgadas de cables extensibles o apoyadas en piezas estructurales esbeltas y deformables. El conjunto era como el de un árbol de tamaño gigantesco. El perfil se adivinaba en la noche y los atardeceres como una pieza de un nuevo paisaje urbano.
Entró y vio cómo se cerraba detrás de ella el gran agujero en el que pequeñas perforaciones habían impulsado con fuerza aire frío para crear una cortina térmica temporal, sintió en su piel el frescor sobre su cara llena de sudor, el sentimiento de acogida de la temperatura del interior en el que era posible librarse del calor angustioso de aquellos veranos cada vez más largos y más cálidos. Faltaban aún, eso decían, cincuenta o sesenta años para poder regenerar un clima destruido por la producción incontrolada de materiales no reciclables, el uso de materiales naturales y sin posibilidad de reposición, tantas cosas que se habían dicho y que parecían no haber sido oídas por nadie. Se pudo quitar la ropa empapada sin temor a otras radiaciones.
El espacio era pequeño pero parecía amplio, los muebles eran prolongación de la pared y se habían fabricado con materiales laminares de contrachapado y finísimos polímeros electro luminiscentes que producían luz propia de modo que el espacio era reconocible por los objetos, era un universo de objetos que flotaban en un recinto sin límites precisos. En ellos se ubicaban muchos mecanismos de comunicación y control sensibles al tacto. El ambiente se parecía al gusto fotográfico de los primeros años del siglo XXI, cuando la arquitectura se fotografiaba todavía con un juego barroco de luz interior y puestas de sol eternas de ordenador. Kubrick en su obra 2001: The space odyssey habia iniciado mucho antes estos sistemas de iluminación sin foco, sin distancia, con límites imprecisos, hoy los objetos, los sistemas de luces dentro de la casa reproducían esta realidad multi-solar.
Apenas rozó la pared con sus dedos y se abrieron en ella y en el suelo infinitos poros activados por micromáquinas de tan solo dos milímetros de tamaño de donde salió como quien escurre una toalla un agua limpia que inundó el suelo hasta una
altura de unos cincuenta centímetros, convirtiendo el espacio en una magnífica piscina, al mismo tiempo se abrió el techo por donde entró una luz filtrada, potente. Era luz natural complementada con otras radiaciones artificiales y llegaba conducida por grandes conductos de fibra óptica. En el interior se respiraba un aire sano y ciertas brisas que favorecían la evaporación de la piel. El agua era cálida, como surgida de una fuente volcánica en contacto con la tierra. Había olor a tierra húmeda y microorganismos descomponiendo restos vegetales. Dejó que sus ropas formadas por fibras huecas hidrofílicas Colmax de Dupont de última generación flotasen en el agua para que se desinfectasen al mismo tiempo que su cuerpo.
Se sentía afortunada, su espacio sweethome era lo mejor que podía conseguir, era amplio, “friendly”, vibraba con su ritmo cardiaco como aquella vieja cápsula que inventara en 1968 Gelbes Herz y que fabricó Haus-Rucker-Co. Ya entonces se había llamado “The heart” y era una simple estructura neumática de una fina capa de PVC de color amarillo. Las fotos en el libro de Herzog la representan con una chica vestida con trajes a lo Roger Vadin como una Barbarella y un casco, un filtro o un sistema para protegerse de agentes agresivos.
La SH se había pensado como una estructura mixta neumática y resistente con paredes de microplasma en las que era posible ver paisajes de invierno, noticias, viejas películas y se convertía en los momentos mejores del día, y cuando el lugar lo permitía en una gran ventana desde donde se podía ver sin ser visto. Todas las unidades o casas se podían ver entre sí practicando al atardecer un cierto “voyeurismo” como en the Rear window de Hitchcock. La ciudad en la noche era un conjunto de luces que flotaban.
Había algo de maternal en sus formas redondeadas que despedían un calor suave y que contrastaban con la angulosidad de ciertos objetos interiores. Ya no estaban de moda aquellas formas blandas que habían invadido los primeros tiempos de la producción directa desde sistemas CAD-CAM como El “laser sintering” o sistemas macro de Stereolitografía SLA. Las técnicas de “Rapid Prototyping” RP habían inundado el mercado de cápsulas redondeadas de piezas romas un poco cansinas. De nuevo se buscaban los viejos objetos de formas angulosas, las cajas misteriosas con redes moleculares organizadas en su interior. Eran piezas más abstractas sin indicaciones de uso. Se habían vuelto a desarrollar para un gusto más sofisticado
piezas fabricadas con sistemas CNC de hasta cinco y seis ejes. La Cincinnati machine UK limited de Birmingham, había sido una de las pioneras y ahora se imitaban sus piezas o se volvían a fabricar de este modo.
Los mecanismos de comunicación interior se correspondían con los que ya usaban viejas generaciones de coches de finales del XX, reconocimiento de voz y de las huellas digitales, Todo se realizaba por sistemas wiredless, desde el control energético hasta los mecanismos de transmisión y seguridad. Un único mando a distancia servía de teléfono, cerradura, calendario o control del ambiente, luz, calefacción o TV. También existían análisis continuos de los fluidos corporales utilizando las zonas de contacto táctil o fisiológico o scanner antitumoral en las cabinas de ascensor. Estos análisis, si se deseaba, estaban en tiempo real a disposición de los centros de seguimiento de salud. El soporte ofrecía muchos otros servicios.
En la zona de alimentación era posible cocinar casi todo, los aparatos que recordaban un microondas poseían un gran repertorio culinario en memoria. La red de alimentación se conectaba a distintos proveedores que suministraban lo básico en proteínas y otros componentes. Las materias básicas se trasformaban dentro del horno con un programa de rapid modelling en platos tradicionales con un sabor intenso. Su cocina lo mismo podía producir un objeto con forma de salchicha que un pastel francés del siglo XVIII.
Esto no impedía el romanticismo del mercado, la búsqueda de la ocasión en los puestos cubiertos por radiadores desinfectantes de ondas cortas y ultravioleta. Nicholas Negroponte en Being Digital había mencionado aquella idea de “Un cerdo en el jardín y ordenador en la cocina” la realidad era hoy ésta. Todo el mundo quería su pequeña huerta intensiva donde cultivar plantas con las que completar comidas y ayudar al equilibrio interior. La situación no era trágica como en la novela de PK Dick “Do Androids Dream of Electric Sheep”, al contrario, el mundo artificial había descargado el llamado reducto natural, había animales en la casa pero era difícil pensar en matarlos para comerlos, la muerte se había ido alejando de la cultura doméstica, matar para comer aunque fuera un animal era impensable. El mercado todavía vendía sin embargo cadáveres de animales, peces de ojos gigantescos transformados genéticamente para luchar a grandes profundidades con
otros depredadores. Masas de proteínas producidas desde soportes de plástico de distintos colores. Colonias de algas, animales de esqueletos generados para suministrar grandes dosis de componentes minerales.
Los muebles y las paredes de los suelos estaban formados por paramentos blandos que flectaban con el peso del cuerpo. Su respuesta y la de la propia estructura del conjunto no seguían las torpes leyes de Hook, un modo como otro de librarse en la antigüedad de cálculos engorrosos. Hoy era posible imitar el comportamiento viscoelástico de la naturaleza admitir grandes ámbitos de deformación lenta y continua. Sentir el suave viento como algo agradable, frenar cuando era necesario movimientos excesivos o vibraciones. Los sistemas de damping eran muy sofisticados y se controlaban desde el ordenador central de la vivienda no mayor de un pequeño portátil de doce pulgadas de pantalla.
En realidad, todos los posibles movimientos de la gran estructura de soporte de las células se controlaban como los sistemas de amortiguadores y dirección de un coche y esto unido a los mayores ámbitos de deformación con un comportamiento visco elástico de los materiales resistentes, significaba la posibilidad de conseguir grandes grados de libertad en el proyecto, espacios interiores totalmente limpios, grandes voladizos. Apoyarse en una pared significaba experimentar un leve hundimiento del material, nada que ver con aquellos paramentos duros de las construcciones antiguas. La dureza de los paramentos y el suelo eran regulables como el clic de un ratón de ordenador, cada usuario pedía a su casa un nivel de dureza. Lo mismo ocurría con los muebles que unidos en parte a los paramentos disponían de un regulador de deformación.
Los espacios de las células eran en general resistentes usando la piel, la forma exterior. No era concebible dar un espacio con aquellas columnas de otras épocas. Si eran necesarias grandes luces, en general se recurría a camuflar los elementos en la piel o en cámaras de gran espesor que contenían todos los elementos de damping y control. Los basamentos de los edificios utilizaban en general metales espumosos y allí donde los movimientos sísmicos eran posibles, un sistema de control de las propiedades reológicas de los materiales regulaban la respuesta del edificio y de sus unidades. Las cimentaciones se convertían en balsas de aceite donde flotaban los edificios con una simple descarga eléctrica conectada a un
sismógrafo. En zonas muy conflictivas incluso se habían ya probado sistemas que trasladaban masas internas del agua potable utilizada para la casa o aceite a lugares adecuados para compensar la inercia del conjunto.
Los muebles respondían también a la presencia del cuerpo con sistemas de temperatura adecuada. Dormir en aquellos sillones y camas era sentirse arropado por un ser vivo. Podían memorizar con materiales de bajo punto de fusión la forma del usuario o la postura última utilizada. Podían vibrar dando masajes en cualquier parte del cuerpo. En algunos casos los muebles eran simplemente una prolongación de los elementos constructivos. El suelo podía aislar una zona más blanda como una cama o bien las mesas estaban integradas en las paredes de modo que podían aparecer o desaparecer.
La humedad interior se controlaba y se equilibraba sirviéndose de la estructura porosa de las paredes. Las soldaduras de bajo punto de fusión o la existencia de micro-bombas no mayores de 3 o 4 milímetros, repartidas en el interior de la piel polimérica, hacían impensable ningún problema de humedad de lluvia o del mismo uso de la casa. El aire en el interior se filtraba con sistemas orgánicos vivos que permitían eliminar todo tipo de partículas.
Las grietas de los materiales antiguos de horrenda calidad como la nefasta combinación de ladrillos y morteros de cemento eran algo impensable. Los materiales se soldaban con sistemas eléctricos o químicos de fácil control o bien se encomendaban las reparaciones, si éstas eran necesarias, a técnicas de ámbito nanométrico ya muy desarrolladas. Las profecías de Eric Drexler en Engines of creation
eran
realidad
y
en
las
droguerías
era
posible
comprar
polvos
regeneradores de estructuras moleculares, sistemas de unión y soldadura química o física.
Las dimensiones del espacio no eran mayores de las de una cápsula convencional de apenas veinticinco o treinta metros cuadrados. La alta densidad de tecnología hacía sin embargo que la percepción del espacio fuera mayor. Había más mundo en aquél pequeño espacio que lo que siempre había vivido en otros lugares de la ciudad tradicional.
La construcción no era cara, los materiales eran reciclados y no pertenecían al habitante de la casa. Se dejaban en alquiler indefinido de modo que era el Estado quien debía asegurar una masa crítica de materiales en circulación. Si la demanda subía, era también el Estado el que liberaba reservas de sus almacenes, de modo que nunca hubiera lugar a la especulación.
La destrucción por uso era mínima y casi todos los sistemas de producción eran compatibles, de modo que era posible fabricar con distintos sistemas usando el mismo tipo de material.
El concepto de masa crítica de materiales en circulación había cambiado el juego de fuerzas de la especulación constructiva. El valor de los edificios estaba ligado al lugar, a la accesibilidad o las vistas, pero un urbanismo racional de amplia movilidad había multiplicado por cien las ofertas interesantes. Se alquilaban los soportes y con frecuencia se veían sustituciones y mudanzas de células.
El proceso de diseño había cambiado también radicalmente. Una vivienda era algo demasiado complejo para pensar que podía ser concebida como antes íntegramente por la misma persona. Era una tradición industrial en la que se incorporaban mejoras a los antiguos modelos, algo similar a la industria automovilística. Los arquitectos, como ya ocurría en siglo XXI, se habían convertido en ensambladores, pero dadas las preferencias y la cultura de los usuarios que ahora encargaban y componían sus casas desde una Web especializada con programas de simulación sencillos, la labor de los arquitectos estaba más ligada a la investigación. Su objetivo era analizar, mejorar y proponer nuevas combinatorias en relación con los nuevos materiales disponibles o las nuevas técnicas de gestión energética o estructural.
Existían
grandes
catálogos
de
elementos
compatibles.
La
multifuncionalidad de los materiales hacía inútil pensar en huecos o puertas, siempre era posible corregir trasladar soldar en un proceso de construcción y reconstrucción continuo.
Los software de diseño para arquitectos eran en realidad sistemas de programación ayudados que les permitían elaborar algoritmos propios. Pero la forma del espacio contenedor evolucionaba ligada a los procedimientos de producción industriales, de modo que no estaba siempre en la mano de los arquitectos transformar la forma
del
contenedor,
sino
elaborar
propuestas
de
acumulación,
circulación
o
implantación de soportes.
Tradicionalmente, las construcciones habían utilizado la masa como un sistema de respuesta indiferenciada frente a todas las exigencias exteriores. Este concepto había cambiado también y se había sustituido por una construcción en general ligera con la colaboración de masas móviles de agua, aceite o distintos fluidos integrados en las pieles dobles de los cerramientos o la estructura.
El urbanismo era vertical con grandes espacios libres ajardinados en el suelo y en grandes plataformas aéreas o pegado a la tierra en colonias de gente que necesitaba sicológicamente este contacto físico. El transporte era limpio y silencioso, pero la movilidad de la gente se había reducido con los sistemas de trabajo a distancia. El control urbanístico había adquirido otros derroteros, la obsesión maniquea de funcionarios y políticos había desaparecido ante una realidad distinta. Construir era un proceso industrial de transformación más que un juego de propiedad. La cultura de la casa estaba desligada de la idea de posesión o inversión porque simplemente se concebía como un soporte móvil provisional de corta vida y dirigido hacia la vida natural. Los componentes orgánicos se disolvían en la naturaleza y con frecuencia la muerte anunciada de la casa se hacía para emplear de un modo más eficaz todos sus componentes.
La vida de las células era por fuerza corta; se comprendía que era el mejor método para recircular los materiales y conservar el ambiente más controlado y limpio. El concepto era algo así como pensar en una casa de arena en la playa que las olas van poco a poco lamiendo y disolviendo. Existía una sensibilidad esencial hacia el paso del tiempo a la necesidad de seguirlo con las construcciones y las máquinas.
Nuestra protagonista terminó su baño haciendo desaparecer el agua por los mismos poros de salida. La masa de agua utilizada se almacenaba en el tejido esponjoso de las paredes donde se depuraba por procedimientos biológicos. La misma masa era utilizada como sistema de equilibrio estructural o de seguridad frente a incendio. Algunos muebles y algunos paramentos también la utilizaban para conseguir dar otras prestaciones.
Las ropas estaban secas, nunca se habían mojado, y las colocó en una zona de vacío atmosférico donde se almacenaban ordenadamente. Un sillón se abrió y cerró como una flor carnívora a su alrededor. El cuero artificial alcanzó rápidamente una temperatura de veinticinco grados. El espacio exterior se oscureció sensiblemente. De pequeños poros de la piel del sillón surgió el sonido de una canción italiana de los primeros años del XXI, el sonido también vibraba en su cuerpo, en el estómago, en el diafragma del pulmón, la pared de plasma reproducía, sin bordes precisos, un paisaje de su infancia, sintió un masaje en su espalda y en sus piernas, una especie de rodillos que en realidad eran bolsas de aire a presión que se trasladaban verticalmente de su cabeza a sus pies, los sentía también en sus muslos… se abandono a sus instintos más bellos.