Virtud y Don Virtud es aquella fuerza interior que permite al hombre tomar y llevar a término las decisiones correctas en las situaciones más adversas para tornarlas a su favor, el virtuoso es el que está en camino de ser sabio, porque sabe cómo llegar a sus metas sin pisar las de los otros, porque pone a los demás de su lado y los lleva a alcanzar un objetivo común que al final es el propio. El virtuoso es el que "sabe remar contra corriente”. Es el alma y el espíritu el ser o el no ser de cada persona usando su corazó n como el supremo mediador. Una virtud es una cualidad positiva de un ser, persona o cosa, exponiendo mediante calificativos las ventajas de dicho ente. Es, también, una de las l as herramientas más importantes para el éxito y para morir con una sonrisa en la boca.
el Don o carisma es el que el Espíritu Santo da a una persona Qué es la virtud. Tipos de virtudes Las virtudes como camino para vivir cerca de Dios y cumplir con nuestra misión aquí en la Tierra.
El hombre fue creado por Dios para vivir vi vir eternamente en amistad con Él. Por lo tanto, el hombre está destinado a la vida eterna e terna y debe vivir de cara a ella. Para alcanzarla se necesita la gracia que Dios nos otorga. En otras palabras, Dios es quien da la santidad. Pero como Dios, siempre, va a respetar la libertad, alcanzar la santidad implica una respuesta de parte del hombre. La santidad es la identificación con Cristo en el cumplimiento amoroso de la voluntad de Dios, mediante el
ejercicio de las virtudes. Las virtudes son hábitos buenos que nos llevan a hacer el bien. Podemos tenerlas desde que nacimos o
podemos adquirirlas después. Son un medio muy eficaz para colaborar con Dios, pues implican que hemos decidido, libre y voluntariamente, hacer el bien, es decir, cumplir con el plan de Dios. es la disposición habitual y firme de hacer el bien y se adquiere por repetición de actos o por un don La virtud es de Dios. La virtud permite a la persona no sólo hacer el bien, sino dar lo mejor de sí misma. La persona debe de superarse siempre como hombre y como cristiano. El objetivo de una vida virtuosa es llegar a ser semejantes a Cristo, C risto, no es un perfeccionismo, donde la persona elimina defectos porque considera que no debe de tener tal o cual falla, esto sería un vanidoso mejoramiento de sí mismo. Tampoco es un narcisismo de verse bien, que todos piensen que es lo máximo. La virtud no es una higiene moral por la cual limpio mi persona.
Las virtudes son hábitos operativos, es decir, hay que actuarlos. No se trata de tener buenas intenciones, "pensar tengo que ser más ordenado", hay que ser más ordenado. Por ello es que el hombre debe encauzar las pasiones para ser un hombre íntegro. Porque las virtudes de adquieren por medio de actos virtuosos. La perfección de la que hablamos es un crecimiento armónico de toda la personalidad, por eso al crecer en una virtud crecen las demás porque el ejercicio de una virtud implica la práctica de otras. La laboriosidad exige ser ordenado, responsable, etc. La paciencia implica la tolerancia, la aceptación, la flexibi lidad, etc.
Diferencias entre virtud y valor. Hoy en día se admira a las personas que ganan mucho dinero, a las grandes estrellas de la televisión o de la música, a los grandes deportistas. Todas estas personas realizan actos buenos. Estos actos son buenos en sí mismos y tienen un fin bueno, pero no nos hacen crecer como hombres. No podemos asegurar que un jugador de basquetbol de fama mundial sea mejor persona que nosotros, únicamente porque él sabe meter canastas de tres puntos y nosotros no. Las habilidades físicas, deportivas o intelectuales, ciertamente son dones que hay que desarrollar con esfuerzo, pero que por sí mismas, no nos convierten en personas mejores, sino únicamente en mejores pianistas, deportistas o matemáticos. También, hay que distinguir las virtudes de los valores humanos. Los valores están orientados al crecimiento personal por un convencimiento intelectual: sabemos que si estamos limpios, seremos mejor aceptados por los demás; sabemos que si mantenemos ordenadas nuestras cosas, podremos encontrarlas cuando las busquemos. Los valores son bienes que la inteligencia del hombre conoce, acepta y vive como algo bueno para él como persona. Las virtudes son acciones que nacen del corazón y están orientadas directamente a un bien espiritual. Estas nos hacen crecer como personas, a imagen de Dios. Las virtudes nos llevan a la perfección, pues disponen todas nuestras potencias, todas nuestras cualidades, nuestra personalidad entera, para estar en armonía con el plan de Dios; orientan toda nuestra persona, no sólo nuestros actos, hacia el bien. Para entender mejor la diferencia entre valor y virtud, analicemos cómo cambia un valor de acuerdo con las circunstancias que lo rodean. Son diferentes:
- una persona que cuida a su tía enferma porque quiere su herencia. - una persona que cuida a su tía enferma porque ésta le cae muy bien. - una persona que siempre está dispuesta a cuidar a cualquier enfermo, aún sin conocerlo, por amor a Dios y a los hombres. Aunque la acción es la misma en los tres casos, solamente la tercera es una virtud, por ser habitual y permanente. En los otros dos casos, la persona vive el valor del servicio. En el tercero, la persona tiene la virtud del servicio. Las habilidades están orientadas a mejores como personas.
“hacer bien” algo específico. Nos hacen ser mejores en algo, pero
no
Los valores humanos son un bien que la inteligencia humana toma como tal. En sí mismos son neutros, y dependen del uso que les demos. Puestos en práctica, los valores nos hacen crecer como personas. Las virtudes están orientadas a cumplir el plan de Dios. Su fin es hacer siempre el bien, independientemente de las circunstancias. Nos hacen crecer como personas, nos perfeccionan, nos santifican y edifican la sociedad por ser algo habitual y permanente.
Tipos de virtudes" Virtudes humanas: son rectos comportamientos según la ley natural. Perfecciones habituales del
entendimiento y de la voluntad que regulan nuestros actos, ordenan nuestras pasiones y guían nuestra conducta según la razón y la fe. Se adquieren mediante el esfuerzo humano. Ej. Lealtad, orden, diligencia, solidaridad, respeto, gratitud, etc. Pero para alcanzar la salvación no bastan las virtudes humanas naturales, alcanzar la vida eterna no es posible sin la ayuda de Dios y la acción del Espíritu Santo. Virtudes cardinales: son las virtudes humanas más importantes. Se llaman “cardinales” porque son los ejes en
torno a los cuales giran las demás. Cardine en latín, significa el eje de la puerta. Son: la prudencia, la fortaleza, la justicia y la templanza. Virtudes cristianas: Son rectos comportamientos según el ejemplo de Cristo en el Evangelio. Podríamos
mencionar la mansedumbre. Virtudes teologales: son las que se reciben de Dios por su acción sobrenatural en el alma. Fe, esperanza y
caridad. Virtudes evangélicas: son especiales acentos del Evangelio entre muchas virtudes que practicó nuestro Señor
Jesucristo. Por ejemplo la humildad, la castidad, la pobreza.
Todo lo que sea contrario a la virtud son malos hábitos, que llamamos vicios.
Virtudes cardinales Prudencia: es la capacidad de conocer, en cada circunstancia, lo que se debe hacer o evitar para conseguir un fin bueno, y elegir medios apropiados para realizarlo. Para guiar el juicio de la conciencia, aplica los principios morales al caso particular. El hombre prudente decide y ordena según este juicio. Esta es la virtud por excelencia. Para ejercer la prudencia hay 8 partes integrales que son muy importantes. Cinco pertenecen a lo intelectual y tres a la práctica: Memoria: recordar los éxitos y fracasos del pasado ayuda a orientar sobre lo que hay que hacer. La experiencia es madre de la ciencia. Inteligencia: conocer el presente nos ayuda a discernir sobre lo bueno o malo, conveniente e inconveniente. Docilidad: saber pedir y aceptar consejo de personas que saben más. Nadie puede saber todas las respuestas. Sagacidad: disposición para resolver los casos urgentes cuando no hay tiempo de pedir consejo. Razón: cuando después de una meditación madura se resuelven casos por sí mismos. Providencia: parte principal de la prudencia, igual a providencia, es fijarse en el fin que se pretende. Para actuar con prudencia hay que ordenar los medios al fin. Circunspección: es tomar en consideración las circunstancias para juzgar según ellas, si es conveniente o no hacer o decir algo. Hay ocasiones en que lo que se pretende es bueno y conveniente, pero debido a las circunstancias, puede resultar negativo. Ej. Corregir a alguien cuando hay personas ajenas presentes. Cautela o Precaución: ante los impedimentos externos que pueden ser obstáculos para conseguir lo que se pretende. Ej. Evitar la influencia de las malas compañías. Habrá momentos en que se podría prescindir de alguna de estas cosas, pero si lo que se pretende es importante se deben tomar en cuenta todas ellas. ¡Cuántas imprudencias se cometen por no tomarse el trabajo de hacerlo!. La prudencia se ejerce no solamente en lo personal, sino que también tiene una parte social que se dirige al bien común y abarca el gobierno, la política, la familia y lo militar. Pecados contra la prudencia: No buscar a Dios como valor supremo. La imprudencia que se divide en tres: La precipitación que es actuar inconsiderada y precipitadamente, guiados por la pasión o capricho. La inconsideración por la cual se desprecia o se descuida el atender las cosas necesarias. La inconstancia que es abandonar los propósitos por motivos sin importancia.
La imprudencia nos puede llevar a aceptar una circunstancia que nos aleja de Dios. O a buscar a Dios en un medio que no conduce a Él. La negligencia que supone la falta de interés por actuar eficazmente en lo que debe hacerse. Es diferente de
la inconstancia porque en ella no hay ni siquiera el interés por actuar. Cuando se refiere a algo pertinente a la salvación, el pecado de negligencia es grave. No toda negligencia es pecado contra la prudencia. El don del Espíritu Santo que corresponde a esta virtud es el don de consejo. La justicia consiste en la constante y firme voluntad de dar a Dios y al prójimo lo que le es debido. Es la virtud que equilibra nuestro trato con las demás personas. Es una virtud muy compleja, una madeja con muchos hilos. Para que se diga que alguien es justo hay que apartarse de cualquier mal que dañe al prójimo o a la sociedad y hacer el bien debido al otro. No basta con no hacer un mal, sino que hay que darle lo que se merece. Tipos de justicia: Conmutativa: dar a cada uno lo que merece. Y lo puede merecer por contrato o por derecho adquirido. General o legal: dar a la sociedad lo necesario para obtener el bien común. Ej. Pagar impuestos para que haya hospitales. Distributiva: dar lo necesario a cada miembro de la sociedad, según sus derechos naturales o adquiridos. Social: proteger los derechos naturales de la sociedad y de sus miembros. Es decir, ni defender tanto a la sociedad que se perjudique a los ciudadanos, ni defender tanto los derechos de los individuos que perjudiquemos a otros y a la sociedad. Vindicativa: restablecer la justicia lesionada. Porque quien perjudica los derechos de otros tiene el deber de repararlos. El don del Espíritu Santo correspondiente a esta virtud es el don de piedad. La fortaleza: es la virtud que asegura la firmeza y la constancia en la búsqueda del bien, superando los obstáculos que se presentan en el cumplimiento de las propias responsabilidades. Cualquier hombre de bien puede tener esta virtud, pero en el caso del cristiano esta virtud tiene que estar cimentada en el amor a Dios. Pecados contra la fortaleza: La pereza, que es madre de todos los vicios. La comodidad excesiva, la ley de menor esfuerzo. La impaciencia, la inconstancia, la terquedad, la insensibilidad o dureza de juicio, la ambición, la vanagloria, la presunción, la pusilanimidad.
El don del Espíritu Santo que corresponde a esta virtud es el don de la fortaleza.
La templanza es la virtud que modera la atracción de los placeres y procura el equilibrio en el uso de los bienes creados. Asegura el dominio de la voluntad sobre los instintos y mantiene los deseos en los límites de la honestidad. Cuando decimos moderar nos referimos a controlar, no a reducir la cantidad. No hay templanza en emborracharse sólo una vez cada tres meses, sino en saborear el alcohol sin perder el dominio sobre sí mismo. Hablamos de equilibrio, porque hay sistemas espartanos que llevan a la excesiva rigidez y provocan verdaderos trastornos en la personalidad. Los medios que ayudan a vivir la virtud de la templanza son: Vigilar: porque los instintos no mueren. Orar: porque el pecado original nos ha desequilibrado y la concupiscencia actúa. Sacrificio, porque los instintos hay que disciplinarnos con esfuerzo y continuidad. Hay que caminar por la “senda derecha”. El don del Espíritu Santo que corresponde a esta virtud es el don del temor. ¿Cómo adquirir las virtudes? Las virtudes no se adquieren de un día para otro, sino mediante el esfuerzo diario, la repetición de actos buenos que nacen del corazón, pero no sólo eso: forzosamente necesitamos de la ayuda de Dios, pues es muy fácil que, debido al ambiente o la distracción, las utilicemos sólo para nuestra propia conveniencia y nos quedemos sólo en los valores humanos. Es cuestión de proponérnoslo y trabajar en ello. No nos dejemos vencer por la cobardía, por los fracasos, por el respeto humano. Necesitamos ser tenaces y perseverantes, esforzándonos continuamente por superarnos. Confiando y aprovechando las gracias que Dios nos puede dar. Si hacemos esto todos los días, nos daremos cuenta, de pronto, de que ya hemos alcanzado las virtudes que tanto deseábamos y muchas otras que ni siquiera habíamos imaginado. Algunas personas te podrán decir que las virtudes son propias de los santos pero no de las personas como nosotros. Que Dios ayuda a los santos y como magia se convierten en personas virtuosas. Recuerda que las virtudes morales se adquieren mediante las fuerzas humanas. Requieren de nuestro esfuerzo y constancia. El hombre virtuoso es el que practica libremente el bien .Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 1803-1845 LA VIRTUD Y LOS 7 DONES DE DIOS ...Vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud... Este estudio Bíblico nació cuando le pedí al Señor que me enseñase con que herramientas nos capacita si estamos dispuestos a esforzarnos para no caer de Su Camino, y Su Camino es Cristo, porque así lo afirma Él
en Su Palabra. Juan 14:6. Estas herramientas son imprescindibles, tanto para el cristiano a nivel individual, como para que los pastores y líderes de las iglesias y congregaciones, puedan capacitar al Cuerpo de Cristo con ellas y servir de elementos de coyuntura que constituyen la esposa del Cordero, Yahshua. Si queremos permanecer junto al Señor todo el tiempo de nuestra peregrinación en la tierra, en esta vida temporal, hasta la llegada de Su Reino en la resurrección para vida eterna, no dejen de estudiar los 7 dones que Dios nos da para que no nos desviemos de Su lado. Si aplicamos paso a paso estos siete dones a nuestra edificación espiritual, conseguiremos, no uno, sino varios objetivos. El primero es nuestra relación permanente con el Señor a nivel individual. El segundo es nuestra relación con nuestros hermanos mas cercanos, congregación o iglesia. Y el tercero es nuestra relación con los demás cristianos de otras congregaciones o iglesias que sigan de verdad la Palabra y el Espíritu de Yahweh, para edificar y servir a la gran congregación de los santos, la esposa del Señor. Además veremos al final un cuadro en el que se aplica cada una de estas bondades al ser humano, y a cual de nuestros componentes, espíritu, alma y cuerpo van dirigido. La clave del siguiente texto hará que en el creyente, pueda el Señor edificar su templo del alma acorde con el diseño y la arquitectura espiritual de Dios, para que, como dice la Escritura en 2Pedro en el versículo 4: ...lleguemos a ser participantes de la naturaleza divina... para que Dios habite en nosotros por Su Espíritu. Una naturaleza, que aunque a nosotros nos parezca que, ni somos dignos de ver, ni de tener, la Escritura nos muestra sin embargo que así como Dios nos pide que nos santifiquemos, también dice en otra parte ...mas nosotros tenemos la mente de Cristo... 1Corintios 2:16. Es por lo tanto necesario que nos esforcemos en la santidad para permanecer en la salvación y poder entrar a las bodas del Cordero. Esta clave está en el significado de la palabra "virtud" que al entender su amplio sentido, podemos comprender el orden de edificación en 7 pasos o dones que nos muestra Dios en la Biblia: TEXTO BÍBLICO 2PEDRO: CAPÍTULO 1 4
por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia; 5vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; 6al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; 7a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor.
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Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo. 9
Pero el que no tiene estas cosas tiene la vista muy corta; es ciego, habiendo olvidado la purificación de sus antiguos pecados. 10Por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás. 11Porque de esta manera os será otorgada amplia y generosa entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Ahora veremos desglosadas cada uno de los 7 dones o cualidades: Fe: La fe es el don de Dios, que nos sirve de base para poder in añadiendo cada una de estas siete cualidades, que se convierten en dones de Dios que tenemos que buscar, por tanto no la contamos como uno de los 7. Con ella el hombre tiene la capacidad de cambiar su persona añadiendo, o edificando como veremos a continuación: 1.- Virtud: Todas las personas a las que he preguntado en los últimos meses sobre la virtud, solo entendían que era un don que se tiene o no, una cualidad que algunos tienen para ciertas cosas. Precisamente el desconocimiento del lenguaje nos impide comprender las cosas de Dios, pero Le debemos dar gracias al Padre que nos abre las Escrituras para nuestro crecimiento espiritual. En el diccionario podemos leer: Disposición particular a observar determinados deberes, a cumplir determinadas acciones, cualidad, además de facultad, y también cualidad del espíritu que inclina a practicar el bien. Por lo tanto una vez que el creyente, lo es, esto es, ha recibido la fe, nos dice Pedro que a esa fe añadamos virtud, en el significado de actuar espiritualmente, para comenzar a caminar en el Camino de Cristo, esforzarse en la construcción del templo de Dios en uno mismo, ponerse manos a la obra y hacerlo en los siguientes pasos: 2.- Conocimiento: Lectura de la Palabra de Dios para alcanzar conocimiento de Él. Si no comemos la Palabra no crecemos y morimos de hambre espiritual. Depende de que leamos la Biblia y oremos cada día, piensen que antiguamente los hombres no tenían Bíblias, aprovéchense pues. Virtud para el conocimiento. 3.- Dominio propio: Oración y lucha contra las cosas de la carne, del mundo, las tentaciones. Sin no nos dominamos no somos dueños de nosotros mismos, y solo es posible con la fuerza para vivir que nos da el Espíritu de Dios. Virtud para el dominio propio. 4.- Paciencia: La gran carencia que todos tenemos. Para esto también hace falta ponerse manos a la obra a través de la oración y de mirar más por los demás, pero sobre todo en la confianza en Dios, porque Él dará las cosas a su debido tiempo. Virtud para la paciencia. 5.- Piedad: Dedicarse a los que sufren, a los necesitados, tanto físicos como espirituales, sirviendo al Señor, con oración, visitándolos, donando, ayudando y con predicación. Virtud para l a piedad. 6.- Afecto Fraternal: Este paso es vital para que cumplamos la ley de Cristo, el afecto entre los que son cuerpo de Cristo. Si no aman a los hermanos a quienes ven, cómo amarán a Dios a quien no ven. Virtud para dar afecto fraternal. Si no aceptan a sus hermanos con sus defectos (no que tolere a los que se agradan en pecar) y les sirven de
ayuda, son amigables, les reciben y les hospedan, no solo en casa sino en el corazón, donde está su amor de Dios. Luego nos pedirá Cristo que amemos a los enemigos, imagínense si no amamos a los hermanos y no nos congregamos con ellos, como amaremos a los que nos aborrecen por causa de la Palabra de Dios. 7.- Amor: El don grande del corazón de Dios, de Su Santo Espíritu; este amor podemos enviarlo a otros por la intercesión, por poner nuestras vidas y nuestras mentes por los hermanos, por pedírselo nosotros a Dios, “Gálatas 6:2” para que por cargar nuestro yugo, Él fluya nuestra porción de Su amor a aquellos por los que intercedemos, como solo Él ama, ya que el amor del hombre está muy limitado. Lea las cualidades del amor de Dios en 1Juan. Virtud para dar amor de Dios. Y yo les digo queridos hermanos usando las palabras de 2Pedro 1: 12Por esto, yo no dejaré de recordaros siempre estas cosas, aunque vosotros las sepáis, y estéis confirmados en la verdad presente. Por lo tanto hermanos amados en Cristo, si alguna de e stas bondades no está en vosotros, pedidla a Dios, porque Él suple nuestras carencias si nos esforzamos en vencerlas. ¿Amén? CUADRO EXPLICATIVO CUERPO
ALMA
MENTE
ESPÍRITU
1.-virtud
1.- virtud
fe 1.- virtud
1.- virtud
3.- dominio propio
5.-piedad 6.-afecto fraternal 7.-amor
2.- conocimiento
5.-piedad 6.-afecto fraternal- 7.-amor
4.-paciencia
Una vez que ponemos virtud en cada uno de los componentes de nuestro ser, "Espíritu, Alma, Mente y Cuerpo" podemos comenzar a dominar el cuerpo, preparar la mente y dejar que el Espíritu gobierne nuestro espíritu en nuestra alma, para el amor de Dios. LOS DONES DEL ESPÍRITU SANTO EXTRAIDO DEL LIBRO TEOLOGIA DOGMATICA V-LA GRACIA DIVINA SCHMAUS I. GENERALIDADES 1. Los dones del Espíritu Santo pertenecen también a lo que el Catecismo Romano llama "noble séquito" de la gracia santificante. Son regalo de Dios trino. La razón de que, a pesar de todo, se llaman dones del Espíritu Santo es que el Espíritu Santo mismo es el regalo del Padre y del Hijo al hombre que está en gracia, y tiene, por tanto, una relación especial con los dones aquí mentados. Todo regalo es signo de amor. Al dar un regalo, el amor del donante se dirige a quien lo recibe, que al recibirlo acepta y acoge el amor de quien regala. El regalo sustituye a quien lo hace; en el regalo, uno se regala a sí mismo.
Cuando el Padre y el Hijo regalan el Espíritu Santo, Dios trino mismo se regala al hombre que está en gracia. Recordemos que el Espíritu Santo es el amor personal y personificado; Padre e Hijo, al enviar el Espíritu, regalan el amor personal que los une. El Espíritu Santo, a diferencia de los regalos humanos y terrenos, no es sólo signo y símbolo del amor, sino que es el amor mismo, el amor personificado. El Espíritu Santo es, por tanto, regalo del Padre y del Hijo al hombre que está en gracia, porque es el amor insuflado en él por el Padre y el Hijo. El regalo del Espíritu Santo se divide y especifica, por así decirlo, en los siete dones. No debemos entender este proceso al modo panteísta. El desarrollo del único don total en sus dones parciales debe entenderse como realización de un gran regalo en regalos individuales. Los siete dones son como rayos de un mismo sol. 2. Los siete dones del Espíritu Santo han sido explicados por los teólogos de varias maneras. Según la opinión de Santo Tomás, aceptada hoy por la mayoría de los teólogos, los dones del Espíritu Santo son hábitos que capacitan al hombre para seguir, rápida y fácilmente, las iluminaciones e inspiraciones divinas. Por su origen divino y por su carácter esencial condicionado por su origen, está el hombre siempre abierto a Dios (potentia obedientialis), pero puede oponer resistencia a la acción divina. Los dones del Espíritu Santo quebrantan esa resistencia a Dios fundada en el orgullo del hombre; causan tal afinidad con Dios y tal prontitud de corazón, que la acción de Dios deja de ser sentida como algo extraño y peligroso y empieza a sentirse como algo dichoso e íntimo, que la voluntad humana acepta con gusto y alegría. Los siete dones del Espíritu conceden una fina sensibilidad para lo divino, un fino oído para la voz de Dios y un sensible tacto para la mano divina que nos coge y quiere llevarnos. Quien está pertrechado de los dones del Espíritu, es capaz de cumplir sin resistencia l a acción divina. Su propia conducta orgullosa pasa a segundo término; es impulsado por el Espíritu Santo y no por su voluntad soberana y egoísta. Santo Tomás dice que los siete dones crean en el hombre un estado en el que bene agitur a Spiritu Sancto, mientras que las virtudes infusas crean un estado en el que obramos bien (bene agimus) nosotros mismos. Esta distinción no debe interpretarse en el sentido de que los dones nos capacitan para una conducta puramente pasiva y las virtudes para una conducta puramente activa; toda conducta humana es a la vez activa y pasiva, porque en toda acción humana Dios obra como agente principal. La actividad humana es obrada por Dios; Dios obra en el mundo por medio de la actividad de los hombres. LOS DONES Y LAS VIRTUDES La distinción entre virtudes y dones consiste, por tanto, en que las virtudes no ahorran al hombre ni la reflexión ni los esfuerzos que exige la decisión de aceptar la acción divina en la voluntad humana, mientras que los dones conceden al hombre facilidad y alegría para aceptar la influencia divina en el obrar humano, aunque el hombre se cargue así de dolores y trabajos. Ocurre, por ejemplo, que el hombre está en una situación difícil en que se le exigen dos deberes, al parecer opuestos; vacila y no se atreve a obrar ni a dar respuesta a la cuestión, busca una salida; entonces la inspiración del don de consejo le permite encontrar rápidamente la respuesta justa o la acción apropiada.
Los dones del Espíritu Santo, al prestar al hombre una elevada afinidad con Dios, le capacitan para obedecer, rápida y voluntariamente, las iniciativas divinas, incluso en acciones difíciles y heroicas.
La fuerte acentuación de la actividad de Dios en toda acción humana no significa la aminoración de la actividad del hombre; la acción humana fundada en Dios, que es la acción personal y personificada, participa en la movilidad de la actividad divina y logra así una vida, que la criatura no puede tener de por sí. Claro que esta actividad de Dios no debe confundirse con el ejercicio externo; existe también en la concentración trabajosa de todas las fuerzas, que ocurre en la intimidad y silencio, por ejemplo, en la contemplación mística. El cielo representa la suma actividad de Dios. Podemos decir que el máximum de actividad divina requiere un máximum de actividad humana. 3. Por lo que se refiere a la realidad y a la naturaleza de los siete dones, hay que decir que los Santos Padres están de acuerdo en admitir su existencia, discrepando, en cambio, sobre el número y naturaleza. La creencia de que son siete los dones, formóse a lo largo de la Edad Media. El afirmar que sean siete los dones del Espíritu se funda en ls. 11, 2, en donde se habla de que sobre el Mesías futuro descansará el Espíritu: "Sobre el que reposará el espíritu de Yavé, espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu de entendimiento y de amor de Yavé" (Vulgata; en el texto original falta el don de piedad). Como Cristo posee todas las riquezas sobrenaturales del Espíritu en cuanto cabeza de la Humanidad por tanto, no para sí, sino para nosotros-, y como el Espíritu Santo, que santifica la naturaleza humana de Cristo, santifica también al hombre justificado, puede suponerse que los dones del Espíritu concedidos a Cristo son también regalados por el Espíritu Santo al justo, tanto más cuanto que la Escritura atestigua que Cristo concederá la plenitud de la nueva vida a quienes crean en El (lo. 10, 10; Col. 2, 9-12). La Iglesia confiesa también en la Liturgia su fe en los siete dones del Espíritu Santo. Cfr. los himnos Veni Sancte Spiritus y Veni Creator Spiritus. IL. LOS DONES EN PARTICULAR 4. Se acostumbra a dividir los dones en dones del entendimiento y dones de la voluntad; eso no supone que los unos estén separados de los otros; tampoco lo están el entendimiento y la voluntad. Quien obra siempre es todo el hombre sobrenaturalmente transformado y unas veces predomina la razón iluminada por Dios y otras la voluntad inflamada por El. Siempre actúan todos los dones, pero el acento recae sobre alguno en concreto. Lo que distinguimos cuidadosamente en nuestros conceptos, para facilitar la comprensión y el estudio, está en la realidad unido. LOS CUATRO DONES DEL ENTENDIMIENTO SON: DON DE ENTENDIMIENTO, DON DE SABIDURÍA, DON DE CIENCIA Y DON DE CONSEJO. a) Entendemos por don de entendimiento la disposición creada por Dios e infundida en el hombre que está en gracia para oír, entender y captar, clara y profundamente, la Revelación sobrenatural. Da, pues, conocimiento del misterio de nuestra salvación (cfr. Eph. 1, 18; 3, 4). A él alude San Pablo en la segunda Epístola a los Corintios: "Si nuestro evangelio queda encubierto, es para los infieles, que van a la perdición, cuya inteligencia cerró el dios de este mundo, para que no brille en ellos la luz del Evangelio de la gloria de Cristo, que es imagen de
Dios. Pues no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Cristo Jesús, Señor, y cuanto a nosotros, nos predicamos siervos vuestros por amor de Jesús. Porque Dios, que dijo: "Brille la luz del seno de las tinieblas", es el que ha hecho brillar la luz en nuestros corazones, para que demos a conocer la ciencia de la gloria de Dios en el rostro de Cristo" (Il Cor. 4, 3-6). B) EL DON DE SABIDURÍA es el más comentado y testificado en la Escritura. San Pablo contrapone la sabiduría mundana -la sabiduría de los filósofos que buscan conocimientos de lo terrestre y celeste- a la sabiduría misteriosa de Dios aparecida en Cristo (I Cor. 1-3); nos es revelada por el Espíritu. El Espíritu nos da parte en la sabiduría de Dios de forma que somos capaces de reconocer como sabiduría la sabiduría de Dios. Mediante esa participación en la sabiduría de Dios, que nos concede el Espíritu Santo, somos capacitados para entender correctamente a Cristo y la Escritura (I Cor. 2, 10; 2 Cor. 3, 4-18). La sabiduría de Dios, revelada en el Espíritu Santo y que nos llena no sólo nos ilumina, sino que nos mueve hacia Dios. Nos es concedida en el Bautismo, pero al perfeccionarse la Caridad, crece también la comprensión de la sabiduría divina, que se nos revela en los misterios de la salvación. Sobre estos testimonios revelados construye Santo Tomás su explicación del don de la sabiduría; capacita a los hombres para entender y valorar todas las cosas desde Dios y para amar la realidad como Dios la ama, sin esfuerzo y a consecuencia de una viva confianza en Dios. Dice en la Suma Teológica: "Lo que sea de la virtud de la castidad, lo juzga quien sea conocedor de la ciencia moral, basado en un estudio racional. Al mismo juicio llega por una cierta naturalidad el que posee la virtud de la pureza. Así, es propio también de la virtud intelectual de la sabiduría juzgar recta y racionalmente de las cosas divinas y lo mismo corresponde, por razón de una cierta naturalidad, a la sabiduría como don del Espíritu Santo." La auténtica ciencia se convierte así en sabiduría: la ciencia teológica, sobre todo, es sabiduría (Eph. 1, 17). EI DON DE SABIDURÍA es el fundamento de la contemplación mística. La sabiduría se funda en el amor y desemboca en el amor, no es sólo un proceso intelectual, sino que es amor y conocimiento, amor contemplativo y contemplación amorosa. La contemplación en que se realiza el don de la sabiduría no es visión inmediata de Dios en esta vida (prescindiendo del estado pasajero del éxtasis), sino un hacerse conscientes de Dios, una experiencia de El. La sabiduría de Dios, la valoración y estimación de las cosas con los ojos de Dios parece locura al pensamiento intramundano, y viceversa: la sabiduría del mundo es locura a los ojos de Dios. El don de la sabiduría capacita para reconocer como locura la sabiduría del mundo y para reconocer como sabiduría verdadera la sabiduría de la Cruz, que el mundo tiene por locura (I Cor. 1, 22-31). C) EL DON DE LA CIENCIA nos capacita para ver las cosas en su relación a Dios, de manera que tengamos la visión auténtica de ellas, no despreciando su valor, pero reconociendo que Dios es su fundamento y que todos los valores terrenos son limitados. Nos preserva y libra de la explicación puramente intramundana del cosmos y sus partes, concede también discernimiento para distinguir lo que se debe creer de lo que no se debe creer, para ver la diferencia entre los misterios de Dios que se nos manifiestan en la Revelación y los misterios del mundo (por ejemplo, la diferencia entre la doctrina cristiana de la Trinidad y los mitos no cristianos sobre el mismo tema). Implica, por tanto, el don del discernimiento de espíritus. D) EL DON DE CONSEJO nos capacita para oír la voz de Dios en las situaciones difíciles de la vida, para encontrar la justa decisión, pronunciar la palabra justa y obrar rectamente (Mt. 10, 1920). Los dones de la voluntad son tres: don de piedad, don de fortaleza y don de temor de Dios. E) EL DON DE PIEDAD nos capacita para amar y respetar a Dios como padre, incluso en los dolores y tribulaciones. Es un misterio inefable del amor divino, que podamos llamar padre a Dios; es el misterio del amor que abarca todos los demás misterios. "Padre nuestro..." Esta es
la voz de la libertad y llena de confianza, dice el Sacramental Gelasiano. El don de piedad se ordena a que nos presentemos ante Dios con actitud y sentimientos de hijos y a que no perdamos esa postura, aunque Dios nos pruebe y nos envíe dolores. A la vez hace que abarquemos con nuestro amor a nuestros prójimos, que veamos en ellos hermanos y hermanas y que superemos rápidamente cualquier aversión a nuestros semejantes. F) EL DON DE FORTALEZA es una elevación de la virtud moral de la fortaleza y hace que el hombre se mantengas en las mayores dificultades y horrores y que esté en último caso dispuesto a perecer para conservar su estado de cristiano (martirio), siempre que no haya otra posibilidad de conservar ese estado y no se pueda dar otro testimonio de Cristo. Otro modo invisible, pero no menos real, de fortaleza realiza el místico, que se entrega totalmente a la protección de Dios y se ofrece voluntario a recorrer todos los caminos del dolor, que el amor de Dios prepara al místico y que suelen ser llamados purgatorio de la tierra. Santa Teresa de Jesús dice que la fortaleza es una de las condiciones fundamentales de la perfección. G) EL DON DEL TEMOR DE DIOS capacita para vivir en actitud de veneración, es decir, en la actitud del amor temeroso y del temor amoroso a Dios. Lo que el hombre teme en este don no es tanto a Dios, en quien ha puesto su esperanza, cuanto su propia debilidad. La actitud de veneración ante Dios da también la justa postura ante los hombres y cosas que Dios nos pone en nuestro camino. En todos los hombres y cosas nos sale al paso el Dios del silencio. 5. En estrecha relación con los siete dones del Espíritu Santo están las ocho bienaventuranzas y los frutos del Espíritu Santo, que también son partes constitutivas de la vida divina. Las ocho bienaventuranzas (Mt. 5, 3-12; Lc. 6, 20-26), los pobres en eI Espíritu Santo, los que lloran y están tristes en el Espíritu Santo, los que se someten a las tribulaciones de Dios, los que tienen hambre de justicia, los misericordiosos, los rectos y sinceros, los pacíficos, los perseguidos por amor a la justicia se explican como actitudes ético-religiosas del hombre unido con Cristo -y a través de El con Dios trino- y que, por tanto, tiene cualidades especiales. El hombre defiende y conserva su estado de cristiano concentrando todas sus fuerzas, y así se aumenta la seguridad de su actitud cristiana perfecta. Tales modos de conducta sólo son posibles desde la nueva situación creada por Cristo. El hombre no incorporado a Cristo, el hombre no transformado jamás podrá entender las actitudes mentadas en las bienaventuranzas. Se llaman bienaventuranzas porque Cristo mismo las llamó caminos hacia la felicidad y porque son la fuente de la alegría espiritual, porque son signo de elección y dan a los que las poseen una confiada esperanza en la felicidad, es decir, en el reino de Dios. San Pablo en su Epístola a los Gálatas dice que el fruto del Espíritu Santo es: "Caridad, gozo, paz, longanimidad, afabilidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza" (Gal. 5, 22). El texto griego no habla de frutos, sino de fruto del Espíritu Santo. La Vulgata y la mayoría de los teólogos cuentan doce frutos en lugar de los nueve de que habla el texto griego; sustituyen la nobleza por la paciencia y longanimidad, la suavidad por la mansedumbre y modestia y añaden el fruto de la castidad. SCHMAUSTEOLOGIA DOGMATICA
Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
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