GINA LOMBROSO
Vida de Lombroso Prólogo de Rafael Moreno González
Instituto Nacional de Ciencias Penales
Traducción:
JOSÉ SILVA Universidad de Padua
DIRECTORIO EDUARDO MEDINA MORA ICAZA Procurador General de la República y Presidente de la H. Junta de Gobierno del INACIPE JUAN MIGUEL ALCÁNTARA SORIA PGR
Subprocurador Jurídicodey ladeH. Asuntos Internacionales la y Secretario Técnico Junta de Gobierno del de INACIPE
GERARDO LAVEAGA Director General del Instituto Nacional de Ciencias Penales ÁLVARO VIZCAÍNO ZAMORA Secretario General Académico RAFAEL RUIZ MENA Secretario General de Profesionalización y Extensión CITLALI MARROQUÍN Directora de Publicaciones
GINA LOMBROSO DE FERRERO
VIDA DE LOMBROSO
INSTITUTO NACIONAL DE CIENCIAS PENALES
Primera edición, 2009
Edición y distribución a cargo del Instituto Nacional de Ciencias Penales Magisterio Nacional 113, Tlalpan 14000 México, D. F. www.inacipe.gob.mx
[email protected] Se parcial ocapítulo total, o información sin prohíbe importarlaelreproducción medio, de cualquier de esta obra, sin previa y expresa autorización del Instituto Nacional de Ciencias Penales, titular de todos los derechos D. R. © 1940 Ediciones Botas, México, Biblioteca Criminalia, vol. I D. R. © 2009 Para esta edición: Instituto Nacional de Ciencias Penales ISBN 978-970-768-093-7 Diseño de portada: Victor Hugo Garrido Soto Impreso en México • Printed in Mexico
CONTENIDO Prólogo................................. DR. L. RAFAEL MORENO G.
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Palabras preliminares....................... 17 JOSÉ ÁNGEL CENICEROS A los lectores mexicanos ... ... ... ... ... ... .. 23 GINA LOMBROSO Dedicatoria... ... ... ... ... ... ... ... ... ...
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I. Familia. Infancia (1835-1849).. .. .. .. . 27 II. Paolo Marzolo (1849-1852).. .. .. .. .. . 41 III. Albores de juventud (1852-1854) Los primeros años de universidad. Su primer amor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 49 IV. En la carrera (1855-1858) Por se dio a la ciencia. Enqué Viena. El Lombroso estudio acerca del cretinismo. El doctorado. . . . . . . . . 57
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V. Lombroso, soldado (1859-1866) En la guerra. Oficial y profesor. De la Psiquiatría al delito y al genio . . . 63 VI. El regreso a la vida civil (1866-1869) Primeras desilusiones. La guerra de 1866. Descubrimientos clínicos. Causa y cura de la pelagra. Muerte de Marzolo . . . . . 75 VII. Etapa decisiva en la vida de Lombroso (1870-1871) El matrimonio. Conclusión del concurso. Descubrimiento de la relación que existe entre el atavismo y el delito. Nombramiento en Pesaro . . . . . . . . . . . 87 VIII. Primeras luchas por la pelagra (1871-1874) En Pesaro. Manicomios criminales. Violentos ataques por la cuestión de la pelagra . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 01 IX. La gran tragedia (1875-1876) Decisión de la Comisión del Instituto Lombardo. La cátedra en Turín . . . . . . 117 Turínedición (1876-1878) X. En Primera de El hombre delincuente . . . . . . . . . . . . . . .1 37
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CONTENIDO
XI. La instalación del laboratorio (1878-1880) Genio y locura .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. . 145 XII. La Nueva Escuela de Antropología Criminal y de Derecho Penal (1878-1882) La difusión de El hombre delincuente. Los primeros partidarios en Italia, Europa y América . . . . . . . . . . . . . . . . . 155 XIII. Época de oro (1882-1889) Batallas y triunfos . . . . . . . . . . . . . . . . . . 167 XIV. Nuevas grandes batallas (1889) El nuevo Código. El Congreso de París. . . 175 XV. Crisis externa y relámpagos de luz (1889-1891) Crisis económica. Cátedra de Psiquiatría . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 85 XVI. Nuevos estudios. Nuevos consuelos (1891-1893) La mujer delincuente. El espiritismo. El Congreso de Bruselas . . . . . . . . . . . . 191 tranquilos (1893-1898) XVII. Días Congreso de Ginebra. Nuevos estudios sobre delito y el genio. Viaje a Moscú. . . 199
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XVIII. Acontecimientos públicos y privados (1898-1904) Traslación museo. Reacción política. . . 209 Entrada dedelLombroso en el socialismo. XIX. Últimas desilusiones. Últimas alegrías (1904-1906) Desilusiones políticas. Fiestas y triunfos. . . 223 XX. Últimas amarguras. Últimos estudios (1906-1909) Hostilidad contra la pelagra. El espiritismo. La muerte . . . . . . . . . . . 233 Bibliografía....
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PRÓLOGO Me han presentado a un joven sabio desconocido (1869), llamado Dr. Lombroso, que es una especie de tocado, un monomaniaco. Me ha hablado de ciertos signos anatómicos por los cuales puede reconocerse a los criminales, lo que sería muy cómodo para los jueces de instrucción.
Con estas palabras Emilio Laveleye describe, escueta pero certeramente, la personalidad de César Lombroso, quien sólo siete años después de aquel encuentro suscitaría grandes controversias, merced a la aparición de su libro El hombre delincuente (1876), punto partida de laciencia, antropología criminal: una nueva ydeprometedora para algunos, y mera charlatanería o el sueño utópico de un ingenuo, para otros. Lo cierto es que el psiquiatra italiano, doctorado en Medicina por la Universidad de Pavía (1859), posteriormente prestigioso catedrático y director del manicomio de Pesaro, alcanzó celebridad mundial por sus estudios acerca de la genialidad, la locura y la delincuencia, en el marco de una teoría de sustento anatómico tan fascinante como discutible. La primera biografía de este personaje, quien figura junto con el médico vienés Franz Josef Gall, el prefecto de la policía de París, Alphonse Bertillon, el odon11
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tólogo norteamericano Paul Revere y el científico inglés sir Francis Galton, entre otros ilustres pioneros de la criminología la criminalística, fue escrita por su propia hija, Ginay Lombroso de Ferrero, y publicada en 1921 con el título Vita di Lombroso, resumen de un trabajo mucho más extenso: César Lombroso. Historia de la vida y de la obra (Turín, 1915). Transcurridos 68 años desde que apareciera laprimera edición mexicana, en traducción al castellano de José Silva para la colección “Biblioteca Criminal ia” de la editorial Botas (1940), el Instituto Nacional de Ciencias Penales (INACIPE), siempre interesado en la divulgación de bibliografía selecta acerca de los temas científicos y humanísticos de su competencia, sean obras nacionales o extranjeras, reedita el texto ya clásico según la versión de editorial Botas, tanto en virtud de su valor histórico como de la indiscutible relevancia de su protagonista, el criminólogo italiano Lombroso, nacidoy enfamoso la ciudad de Verona el 6 deCésar noviembre de 1835 fallecido el 19 de octubre de 1909 en Turín. El metro y la balanza eran sus herramientas de trabajo. Pesaba y medía todo: la estatura, los brazos, las orejas, el cráneo. Estudiaba y examinaba meticulosamente todo: ojos, tatuajes, argot, temperatura. Para él, en un principio, casi todo era anatomía. Su obra es la de un naturalista, centrado en la observación directa de los hechos. Su cerebro estaba dispuesto para la observación. Tenía curiosidad por la naturaleza, la mirada analítica, la paciencia de piedra y amor inquebrantable a la verdad. 12
PRÓLOGO
En cierta ocasión, teniendo sobre la plancha el cadáver de Vilella, viejo bandido calabrés, al hacer la disección del cráneo insólita en el hombre actual, encontró mas no asíuna en anomalía las razas antiguas y en algunas especies animales: la foseta media de la cresta occipital. Tal descubrimiento le sirvió de base para señalar que el criminal era un salvaje resucitado por un fenómeno de atavismo. Años después, atribuye también a la epilepsia la causa de la criminalidad, una vez terminado el estudio de Salvador Misdea, que había cometido un crimen con una rapidez insólita, crueldad y multiplicidad de lesiones fuera de lo común y sin complicidad alguna. Finalmente, indica que la locura moral, perturbación que recae sobre los sentimientos y deja intactas las facultades intelectuales, es otra de las causas de la delincuencia. Las fórmulas lombrosianas antes expuestas fueron englobadas por Paul Von Nacke, distinguido criminalista alemán, en la teoría tríptica de la criminalidad, la que se resume en las siguientes conclusiones: el criminal propiamente dicho es nato; equiparable con el demente moral; con base epiléptica; explicable principalmente por atavismo, y forma un tipo biológico y anatómico especial. Como resultado de todas estas observaciones y experiencias, César Lombroso publicó El hombre delincuente, su obra cumbre que, en un principio, constaba de tres volúmenes. Gina, su hija, quien dedicó lo 13
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mejor de sus afanes y una buena parte de su vida a la exposición de la obra de su padre, la redujo a uno solo, conservando la parte de la Mariano doctrina Ruiz lombrosiana, “sobre la quefundamental —según afirma Funes— la acción del tiempo había proyectado ya la autoridad de lo imperecedero”. La primera edición apareció en 1876; la segunda en 1878; la tercera en 1885; la cuarta en 1888; la quinta entre 1896 y 1897. Así fue como el psiquiatra italiano abordó la naturaleza del crimen desde la perspectiva de la antropología. La teoría lombrosiana conoció el esplendor y el ocaso conforme se fueron realizando nuevos descubrimientos científicos. Ahora bien, cuando fue analizada fuera de su propia esfera, en otras áreas del conocimiento y mediante procedimientos diferentes del método causal-explicativo, comenzó a cuestionarse con gran severidad hasta caer en el total descrédito, no sólo en perjuicio antropología criminal.de su expositor sino de toda la La existencia de un delincuente nato no ha podido demostrarse empíricamente; es decir, no hay hombres que constituyan unas especies generis humani como Lombroso creyó. Al morir éste, en 1909, la teoría lombrosiana se hallaba en la última fase de su desprestigio. Sin embargo, a partir de 1912 comenzó, en buena parte, a reinvindicarse. Así, tenemos que A. F. Bronner, H. H. Goddard, Edith L. Spaulding, Mauricio Parmelee y William Healy destacan, sin ser ortodoxos de la doctrina, la importancia de los factores congénitos en el crimen. Asimismo, se esmeran 14
PRÓLOGO
en su defensa Vervaeck, el gran criminólogo belga, y el médico inglés de prisiones Charles Goring, sosteniendo que existen características morales de la persona normal que tienden mentales al delito. yTambién se manifiestan partidarios de las teorías del famoso “medico de Turín” Von Rohden, Mezger y Evelio Tavío, por mencionar algunos penalistas destacados. Respecto a las causas o factores de la delincuencia han corrido y siguen corriendo ríos de tinta, porque cada estudioso del tema, como no podía ser menos en una cuestión tan compleja, tiene su propia versión. En la actualidad, no se puede afirmar que la existencia de una tara hereditaria determine fatalmente la génesis del delito, puesto que lo que se hereda es la predisposición, no la enfermedad o criminalidad. En otras palabras, el crimen no puede definirse ni comprenderse exclusivamente como un hecho biológico, ya queysecultural. trata, ante todo, decomo un suceso histórico El hombre, afirmajurídico, García Andrade, no es sólo “herencia” sino “historia”. Hoy la antropología criminal, con este u otro nombre, se ha inscrito en el cuadro de las ciencias imperecederamente y junto a ella está el nombre de su fundador, César Lombroso, cuyo mérito perdurable no reside en sus opiniones acerca del delincuente, sino en que no se limitó a proponer teorías en torno al crimen desde su “mesa de gabinete”, sino que, antes de ello, realizó personalmente investigaciones empíricas respecto a una cantidad de delincuentes y convictos, de los que dedujo sus afirmaciones. 15
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Haber creado una ciencia nueva es el gran mérito de Lombroso. Es verdad que el corpus que le dio está hoy perviven los chispazos del genio; perosuperado esto no esy sólo motivo suficiente para negarle la paternidad de una ciencia, inédita hasta él, así como nadie arrebata a Hipócrates su calidad de padre de la medicina, no obstante que haya cambiado cuanto de ella dejó, desde la raíz hasta la frondosa copa. El genio suele equivocarse, pero sus errores son siempre fecundos, fuente de inspiración para las generaciones futuras. DR. L. RAFAEL MORENO G. Abril de 2009
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PALABRAS PRELIMINARES La revista Criminalia —que me honro en dirigir—, de acuerdo con Ediciones Botas, de México, ha determinado publicar algunos libros cada año, con la finalidad de divulgar trabajos relacionados directa o indirectamente con los estudios penales y criminológicos. Hemos creído conveniente iniciar esas publicaciones con la traducción al español de Vita di Lombroso, escrita por su hija la señora Gina Lombroso, doctora en Medicina y en Letras. Esta admirable mujer, desde niña, como compañera colaboradora su padre, presenció muy de cerca la ytenaz y fecundadeobra de investigación de Lombroso, cuya vida de pensamiento y acción merece el calificativo de ejemplar, con un mérito singular que el aguafuerte de la crítica científica actual no puede disputarle: haber abierto una nueva ruta al pensamiento jurídico penal, con la tendencia por él iniciada de elevar al Derecho Penal, del silogismo apriorístico a la amplitud fecunda de una Ciencia Social. Nacida Gina en Pavía el 5 de octubre de 1872, honorable señora de Ferrero desde hace 39 años, llega a la plenitud de su vida con laureles legítimamente conquistados en las ciencias y en las letras, templada 17
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el alma en la lucha y en el dolor, inclusive el de ver malogrado a su hijo Leo cuando en él cosechaba ya frutos opimos del espíritu. Reproduzco a continuación los datos más destacados de su biografía. Fue hija de César Lombroso y Nina Debenedetti, ambos judíos de raza pura. Fue educada por sus padres con la mayor libertad de acción y de pensamiento. A los seis años fue enviada a la escuela primaria. Nadie en la familia daba importancia a los estudios y la niña mucho menos, sin embargo, llegó a querer mucho a su escuela, porque en ella encontraba una norma de conducta. Terminada la escuela primaria, fue enviada a la escuela profesional femenina. Una institutriz encontró a la niña tan inteligente, que insistió mucho con sus padres para que la mandaran a estudiar latín a un Liceo. Una compañera el encargo de preparardea escuela la niña de parasuelhermano grado detuvo Liceo inferior. Un año después, a la edad de 15 años, Gina, que no amaba el estudio, aunque tuviera gran facilidad para aprender, entró al Liceo superior con el propósito de estudiar Medicina para poder ayudar a su padre, a quien adoraba. Pero una vez terminados los estudios en el Liceo, no se atrevió a inscribirse en la Facultad de Medicina, donde no había entonces ninguna joven, y se dedicó al estudio de las Letras. Terminados éstos, cuando ya se habían inscrito otras jóvenes en la Facultad de Medicina, se inscribió ella también y continuó sus estudios con gran entusiasmo. 18
PALABRAS PRELIMINARES
Para obtener su título de Medicina, publicó su tesis acerca de “Las ventajas de la degeneración”, en la cual que noo evolución, hay en la sino naturaleza loadaptaque se llamasostenía degeneración sólo una ción que los hombres a su capricho definen de maneras diferentes. Antes había publicado varios estudios de economía política: “Investigaciones en un barrio de Turín”, “El analfabetismo en Italia”, “Las leyes sobre huelgas”, “Las leyes de protección a la mujer y de los niños”, una investigación acerca de “Las causas populares”, etcétera. Su verdadera pasión eran la Economía Política y la Filosofía. En 1896, preocupada por la crisis económica tan grave que sufrió Italia, comenzó a reflexionar respecto a los peligros del maquinismo y a estudiar las leyes de Inglaterra, donde nació el maquinismo, la historia de China y de América, comparar el país en el cual el maquinismo fuepara rechazado conen aquel donde llegó a su apogeo. Se casó en 1901 con Guillermo Ferrero y tuvo dos hijos; un niño, Leo, nacido en 1903, y una hija, Nina, nacida en 1910, a los cuales se consagró. Su padre, César Lombroso, murió en 1909 y Gina se dedicó a reunir los escritos paternos, a corregir los libros en prensa y a juntar cartas y manuscritos. Reconstruyó, recogiendo los estudios de Lombroso acerca de enajenación mental, “El hombre enajenado”. Como el libro El hombre criminal estaba agotado, lo resumió en un volumen, según los deseos del editor; arregló 19
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la reedición de La mujer criminal, recogió todos los documentos relativos a la vida de su padre y diferentes estudios científicos, granyvolumen titulado César Lombroso, estudio en de un su vida de sus obras , que resumió después para una biblioteca popular, en un pequeño volumen, La vida de César Lombroso. Se ocupó, durante la guerra, en obras de beneficencia y estuvo en contacto con las mujeres de su tiempo, por lo que se dio cuenta de que la mujer no se apreciaba debidamente a sí misma y hacía responsable a la educación de las diferencias profesionales entre los dos sexos. Entonces escribió su libro Alma de mujer, donde fija los caracteres esenciales que distinguen a los hombres de las mujeres. Este libro tuvo gran resonancia en el mundo y fue traducido en 16 idiomas. Después escribió: La mujer frente a la vida, La mujer en Cuando la sociedadcomenzó actual y laVidas mujeres. Gina Lomcrisisdeeconómica, broso encontró en ella la confirmación de sus estudios contra el maquinismo, iniciados en 1896; reunió entonces estos estudios en un libro, La tragedia del progreso, publicado en 1929, que fue inmediatamente traducido al inglés, al español y al francés, con el título de El precio del maquinismo. Este libro dio lugar a muchas controversias y fue continuado en 1933 por otro, Retorno a la prosperidad. En 1933, una inmensa tragedia cayó sobre su vida. Su hijo Leo murió en un accidente. Desde entonces, la madre se dedicó a recoger los estudios de su hijo. 20
PALABRAS PRELIMINARES
Sus primeras notas, La eclosión de una vida, aparecieron en 1936. *** No quiero dejar de destacar en especial, una cualidad de la señora de Ferrero, que por sí sola hace de la autora de la biografía de Lombroso, una figura respetable; me refiero a su serena devoción para los suyos y por la sociedad, y, en particular, por sus elevadas y bien orientadas enseñanzas feministas. Es prueba de ello este libro acerca de su padre, que cautiva por su hondo sentido de persuasión. Gracias en nombre de los juristas mexicanos, por la autorización dada por la señora Lombroso de Ferrero, para editar esta versión en español de la vida de César Lombroso, con un prefacio escrito ex profeso para los lectores mexicanos. Gracias también al doctor José Silva, quien ha sabido conquistar gran simpatía en México, sobre todo en los centros universitarios, por el noble y desinteresado esfuerzo que significa esta traducción. Estamos seguros de la cordial acogida que los lectores de habla hispana darán a este libro, que tiene gran actractivo por su calidad humana y sus amplias sugestiones para la historia del pensamiento científico. JOSÉ ÁNGEL CENICEROS México, abril de 1940 21
A LOS LECTORES MEXICANOS Esta obra es el resumen de un libro acerca de Lombroso, compuesto aprovechando todos los documentos, ya sean privados, como el diario, las cartas autógrafas, cartas de amigos y resúmenes de sus cuadernos, ya sean públicos, como nombramientos, diplomas, artículos, informes en Congresos, libros, prólogos, dedicatorias, relaciones de Congresos, investigaciones, polémicas, todos los cuales he podido reunir y estudiar. De estos documentos, estudiados en el cuadro y en el tiempo a los cuales pertenecen, he tratado de destacar la figura humana de mi padre. Como su vida refleja las estuvo vibraciones los tiempos en que vivió; como su vida llena de al mismo tiempo de estudios y de acción, me he detenido en los lugares y en los tiempos en que vivió y entre los hombres y los sucesos que obraron en él y en los cuales él tuvo influencia. Me he dedicado a estudiar sus luchas para hacer triunfar sus ideas en los dominios de la psiquiatría, del crimen y de la psicología del genio, y sobre todo en su estudio acerca de la pelagra, que constituye el episodio más trágico y más hermoso de su vida. Para no ser traicionada por mis sentimientos o por recuerdos infantiles o documentos demasiado parciales, antes de publicar la edición italiana de este volu23
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men, sometí cada página a la revisión de aquellos que conocieron mejor que yo los tiempos y las circunstancias de que he hablado y que hasta donde fue posible tomaron parte en los mismos sucesos. Discípula fiel de aquel que puso la verdad por encima de los deberes humanos y divinos, he tratado de ser imparcial, de dejar que los hechos hablen de acuerdo con los documentos reunidos al final del volumen. Pero si el lector encuentra de vez en cuando un relámpago de ternura o de admiración, que me perdone, pensando que quien escribió estas páginas trabajó, lloró y pensó desde su más tierna juventud, con el protagonista de esta historia, y que es su hija. GINA LOMBROSO Doctora en Letras y en Medicina
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DEDICATORIA Este libro estaba destinado a ti, Leo. A ti, que estabas entonces próximo a entrar en la vida, quise confiar la suerte de esta biografía en la edición italiana. Pero tú ya no existes, hijo mío. En aquellas tierras mexicanas que encantaron tus últimos meses, hallaste la muerte. A tu hermana Nina Raditza, a su hijo Leo, que ya lleva flores a tu tumba, a su Bosilka y a tus primos Enrico Carrara, Nora Rossi y César Lombroso, que continúan velando sobre tu memoria y sobre la deÉl, confío el recuerdo de tu abuelo y el tuyo. Y no sólo el recuerdo, sino ladetarea que el abuelo se había en beneficio los hombres. Nosotros, sus propuesto hijos, hemos procurado cumplir con esa tarea hasta lo último. Leo la había continuado también. Haced lo mismo vosotros que tenéis en vuestras venas la misma sangre. No os dejéis cegar por los tiempos terribles en que vivimos. No creáis en el triunfo de la fuerza sobre el amor y de la astucia sobre la rectitud. Como Leo dice en sus Desesperaciones, a los altruistas toca la mejor parte de la vida. Aun en los tiempos más sombríos, continuad sirviendo a la humanidad y el sol triunfará de las tempestades acumuladas sobre vuestra vida, como triunfó de las que amenazaron a vuestro abuelo. 25
I. FAMILIA. INFANCIA (1835-1849) De la clase alta en la cual nació, consiguió Lombroso la seguridad de sí mismo, el desprecio parahonores, la opinión para la riqueza y los quepública, se encuentran sobre todo en los hijos de una estirpe que desde mucho tiempo no han debido jugar de astucia con los hombres pequeños, ni inclinar la cabeza frente a nadie.
CÉSAR LOMBROSO nació en Verona el 6 de noviembre
de 1835, Aarón estirpe. Lombroso CéforaporLevi, los dos judíos de de purísima Noynació casualidad en Verona. Cuando su futura madre, una de aquellas pequeñas judías tímidas y ardientes como las que describe Walter Scott en su Ivanhoe —en las cuales toda la idealidad, el ardor, la inteligencia de su raza han quedado intactas entre los cerrados muros de la casa bien defendida contra las fealdades exteriores—, estuvo en edad de casar, había declarado a sus padres que se casaría sólo en un país donde sus hijos pudieran aprovechar la instrucción pública, y ejercer profesiones liberales, lo que estaba prohibido a los judíos del Piamonte donde ella había nacido y 27
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donde los judíos eran oprimidos con todo género de vejaciones. Los padres —ricos industriales yy de propietarios de Chieri, liberales, de sentimientos tradición—, los abuelos, que habían tomado parte en el gobierno de Napoleón, y varios parientes que militaban en las filas mazzimianas, entre otros David Levi —autor de Giordano Bruno— no obstaculizaron el deseo de su Céfora, a quien habían instruido en los más severos estudios clásicos y educado según una mezcla de rígida moral judía y de ideas liberales a la Rousseau. Por tanto le buscaron un esposo en el LombardoVeneto, que podía considerarse en 1830 no sólo como la región más rica y culta de Italia, sino también como la más libre, pues Austria había respetado muchas de las reformas excelentes llevadas por la Revolución francesa; entre otras cosas, las escuelas eran laicas común.y los judíos se admitían para gozar de la ley Aarón Lombroso —el novio escogido— era un joven culto, bueno, amable, generoso, pero muy tímido, muy religioso, indeciso, débil y muy apegado a las tradiciones conservadoras. Por su inteligencia y por su carácter, era inferior a la joven Céfora, y sobre todo lo había educado con principios muy distintos su padrastro Del Grego, con el cual su mamá había casado una segunda vez. Pero en las tradiciones judías la situación social de la familia tiene casi la misma importancia que las cualidades personales del candidato, y la familia Lombroso poseía un patrimonio 28
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conspicuo y era de ilustre ascendencia Aarón Lombroso, el último descendiente de una antigua familia de judíos españoles, emigrados a Túnez en ytiempos de la persecución, que después pasó a Liorna a Florencia, donde uno de ellos, bisabuelo de Aarón Lombroso, presidente del Consejo del Gran Duque de Toscana, emigró a Venecia para publicar un comentario de la Biblia. La novia, acompañada por el recuerdo de los amigos y hombres de letras, para los cuales la casa materna era hospitalaria, se marchó a pequeñas jornadas (pues no había ferrocarriles) con sus padres, a Verona, y el 6 de septiembre de 1832 se celebró el casamiento: casamiento de familia a familia, más bien que de persona a persona, pues los dos jóvenes nunca se habían visto. *** Aun cuando los dos jóvenes no se hubiesen conocido, la unión fue dichosa por el amor ferviente y la armonía perfecta, que duraron inalterables hasta el último día. Hubo, es verdad, una nube en la persona de la suegra Pasqualina Lattes del Grego Lombroso. Esta señora, nacida en 1764, educada en la alta sociedad de Venecia antes de la Revolución francesa, aristócrata en el sentido tradicional de la palabra, ambiciosa, altanera, llena de prejuicios, atacada por el convencionalismo y la etiqueta, adoradora de la forma más que del fondo, estaba en contraste perfecto 29
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con su nuera pequeña y tímida, ardiente de patriotismo, que despreciaba el lujo y la etiqueta y que por su idealismo habíaapasado de un ygolpe de una pobre aldea piamontesa la suntuosa elegante Verona. No sólo una generación, sino un siglo entero y una revolución dividían a las dos mujeres. Hasta que vivió Del Grego y las riquezas fueron suficientes, los choques fueron soportables. La riqueza disminuye los disgustos y la esposa estaba encantada de su nueva residencia. Ninguna ciudad podría mejor adormecer y calmar los dolores de un alma artista y culta. Fundada por los pueblos euganeos cerca de sus montes, ocupadas sucesivamente por los romanos, los emperadores de Occidente, los hunos, los godos, los longobardos, los francos, los octones, los scalígeros, hasta que se sometió espontáneamente a Venecia, con la cual cayó antes bajo la dominación de los franceses y después de los austriacos, Verona tiene enlastodo —en la arquitectura, las industrias, la cultura, costumbres— huellas de cada uno de aquellos pueblos que los sucesores no pensaron demoler. No hay un pedazo de aquella tierra, llena de historia, que esté sin hermosura y sin recuerdos. A lo largo del Adige, ahora protegido; a lo largo del Adigetto, ahora enterrado; a los pies del panorama maravilloso del monte Baldo, de San Leonardo, de los Montes Euganeos; en las colinas, las plazas, las calzadas, los planos, sobre las aguas; por todas partes los puentes, las basílicas, los teatros, los circos, los templos, los monumentos, los pozos, recuerdan a uno u otro de sus dominadores. 30
FAMILIA. INFANCIA (1835-1849)
La joven esposa, en los primeros años pudo gozar todo el encanto de la risueña ciudad y de sus habitantes, cultos e inteligentes son casidelsiempre países agitados. La familiacomo Lombroso Grego,los ende el ápice de la riqueza y el lujo, vivía en un gran palacio, tenía quintas y reunía en recepciones y fiestas a la mejor sociedad de Verona. En aquel gran palacio nacieron, sucesivamente: en 1833, Sansón Hércules; en 1834, Pasquetta; en 1835, Ezequías Marco, llamado César; en 1837, otro hijo, Rómulo, y después Chiarina. Pero en 1844, imprevistamente, Del Grego murió. Los Lombroso, que estaban en Chieri, regresaron a Verona dejando a los abuelos maternos el pequeño César que era su preferido. Chieri, donde el chico quedó algunos años, es una pequeña ciudad del Piamonte en una posición maravillosa. Abierta una larga la cual sopla una brisa sobre de monte seca llanura, y ligera,sobre circundada por fértiles escaleras de colinas sobre las cuales se erigen palacios y castillos medievales, con el fondo lejano de los Alpes. La casa de los abuelos era un verdadero puerto de mar, siempre lleno de parientes y amigos. Estaba en la calle principal, unida en el interior con otras casas donde vivía, según la costumbre patriarcal de aquella época, la parentela, y se abría por atrás sobre la campiña. Todos los parie ntes, naturalmente, rodeaban al pequeño huésped que muy pronto fue su benjamín. El afecto y el gozo de aquellos años que recordó siempre como los más be31
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llos de su vida, fueron para él un capital inagotable en su porvenir. Mientras el niño estaba tranquilo y feliz en Chieri, su familia sufría desgracias muy graves. El abuelo Del Grego había dejado una herencia difícil de liquidar. El padre, inepto, y no acostumbrado a negocios, complicó siempre más las cosas. Los parientes maternos se fueron de Chieri y pasaron seis meses en Verona para arreglar los asuntos; hubo desgracias exteriores: robos, incendios, inundaciones que absorbieron mucho dinero. La familia tuvo que cambiar su existencia y se fue a vivir en una modesta casa de su propiedad. El nuevo ambiente mucho más modesto había encantado al padre Lombroso, que, obtenido un puesto en la Sinagoga Sefardita, era feliz viviendo quietamente, estudiando y discutiendo los Libros Sagrados, sin tener que pasar por las tenazas de la etiqueta. Pero, por el contrario, la abuela estaba desesperada. ¿Cómo podía doña Pasqualina Lattescasi Lombroso del Grego, que hasta entonces había adorado sólo el lujo y la etiqueta, renunciar a la servidumbre, a la vida lujosa, reducirse a un barrio vulgar donde vivían personas de pocos recursos que hasta entonces ella había despreciado? ¿Y sobre quién verter el dolor y la aspereza de su alma sino en la nuera que acusaba de haber degradado a la familia? En realidad, con sus padres, la nuera había sido precisamente el ancla de salvación de la familia Lombroso: a su sentido común, a su actividad, la familia debía el hecho de poder continuar una existencia seria y decente; pero la nuera debió, 32
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hasta la muerte de la suegra, tolerar sus reproches más atroces como una verdadera víctima expiatoria. Elfeliz. retorno del pequeño a ese ambiente no pafue muy Molestó al chicoCésar no encontrar su antiguo lacio, con el jardín y el pozo que eran para él los confines encantadores entre los cuales se había desarrollado su infancia: no le gustó verse ahogado en el corazón de la ciudad, entre calles estrechas; no le gustó abandonar la casa de los abuelos. Una larga molestia física, producida por la tenia, vino a entristecerlo aún más. Cuando sanó, fue enviado a la escuela primaria, donde se hizo mucho honor. Lombroso recordó siempre como una de las grandes joyas en su vida, un premio —el libro Asno de oro, de Apuleyo—, que había obtenido y las aclamaciones de cuando, chico, se dirigió hacia el palacio imperial para recibir una corona: primera y última corona de lauros que le dio su inteligencia. Pero no fue lo mismo en las escuelas “de gramática”, que corresponden a nuestros liceos o escuelas preparatorias. Aun cuando existen las calificaciones que comprueban que César Lombroso estuvo entre los primeros de las clases, él mismo recordaba aquellos años como una pesadilla. Yo creo que esto se debía al hecho de que no había podido encontrar en la escuela un centro de las queridas amistades que tanto le habían consolado en Chieri. No hizo amistad entonces sino con tres compañeros. Y muy estrecha con cierto R., que tenía su edad, 33
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joven rico, inteligente, alegre, en el cual Lombroso concentró toda su sed de afecto. pasear él en a loalta largo Adige, llevando un Solía Lucrecio quecon leían voz.delPara no traer consigo el libro, los dos amigos habían encontrado un escondrijo en un hueco de una roca. Un día el libro desapareció, lo buscaron inútilmente y después abandonaron las investi gaciones. Pero algunos meses más tarde, Lombroso descubrió en una librería de viejo su libro y se dio cuenta de que R., su amigo, lo había robado y vendido. Fue éste —escribió Lombroso en 1853, en una página de su diario, a propósito de otro robo del mismo amigo— el dolor más grande de mi vida. El libro valía pocas liras; no era, pues, la pérdida lo que me agitó; pero verme traicionado por aquel amigo al cual yo no podía continuar queriendo (elme corazón de Lombroso era independiente de su razón), dio agitación y desilusión tan grandes que me sentí mal por muchos meses.
Este episodio describe muy bien al muchacho de entonces, extremadamente sensible, apasionado, delicado, impulsivo, uno de aquellos jovencitos a los cuales se podría decir como del protagonista de la Cartuja de Parma: “Usted tiene demasiado fuego para las almas prosaicas; dedíquese al bello sexo; sólo las mujeres lo comprenderán.” Su primer cenáculo fue, efectivamente, de mujeres: formado por su madre, su hermana y las amigas 34
FAMILIA. INFANCIA (1835-1849)
de la madre. ¡Tan poco le basta a un alma llena de fervor! este humilde grupo,cosas, el jovencito (teníaAnimado 15 años)por escribió, entre otras dos monografías: “Ensayo sobre el estudio de la historia de la República romana” y “Ensayos sobre la agricultura de Roma antigua”, publicadas en 1852, que pueden compararse con las obras mayores escritas en edad madura, y que están escritas con un estilo vigoroso, una precisión de frases que después no se encuentra sino en sus conferencias de inauguración de cátedras. Debemos recordar —escribe al terminar sus “Ensayos sobre el estudio de la República romana”— que al estudio de la historia romana debemos dirigir las investigaciones especiales. Nunca se vio en el mundo más luminosa y constante síntesis política ni estudio que pueda ofrecer tantos al Algunos mismo tiempo a la filosofía la historia.materiales Y hay más. se sorprenden de quedecon tantos otros sublimes modelos sea tan grande todavía en Europa la veneración para las obras de los clásicos. ¡Oh!, hasta el pedante lo siente sin entenderlo: no es tanto la magnificencia del estilo o la amplitud de los conocimientos lo que nos encanta, cuanto el conocer que ahí debemos encontrar el srcen de nuestras leyes, nuestras ciencias, nuestra dominación: que su historia es continuada por nosotros y que para nosotros, italianos, es esa una historia nacional. Evidentemente, el estudio del hombre —en su incremento y desarrollo en el mundo— nos inducirá frecuentemente a tristes confesiones: 35
VIDA DE LOMBROSO
nos hará desear amargamente la serena amplitud de los estudios naturales. Pero ningún otro nos interesa más de cerca. entre las más ansiosamente bellas o más grandiosas obras de laTambién naturaleza buscamos los vestigios mezquinos de la vida humana, y no hay, como decía Pagano, meditación más agradable y profunda que la relativa a los orígenes, las obras y las facultades de esas entidades de las cuales nosotros mismos somos un eslabón. Hay más aún: los grados de la civilización social están limitados por la acumulación de los tesoros de tradiciones, de manera que el niño de nuestros días puede aprender lo que en muchos siglos aprendieron naciones enteras. Sólo a la historia, podemos decir, se debe el maravilloso progreso de nuestra edad; pero cuán poco, y tal vez qué mal, se estudia, si se comparan sus ventajas inmensas y su absoluta necesidad. ¡Cuántas ideas mezquinas y cuántos prejuicios! Con la diferencia de que tenemos mucho material, no estamos muy lejosestos de historiadores simples y casi desconocidos. Barrer prejuicios, enseñar, por decir así, las longitudes y las latitudes morales de las naciones, y, sobre todo, con síntesis de hechos reales y positivos, libres de complacencias vulgares, hacer reflejar en el espacio la facultad y la esencia del espíritu humano. Es éste el fin de un estudio severo de la historia y particularmente de la romana: ésta, al enseñarnos con Bacon “que el arma de la sociedad moderna es la inteligencia”, nos enseña también la manera de emplearla.
Para entender cómo un joven de 15 años podía escribir cosas tan serias, hay que pensar en el fermen36
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to vivo de aquella época típica y sublime de nuestra vida nacional italiana, que de 1844 a 1850 culminó en todo suen esplendor, obligando a los jóvenes, que poro lo regular aquella edad son distraídos, a ocuparse preocuparse de las grandes cuestiones públicas. En 1844 había tenido lugar el triste epílogo del complot de los hermanos Bandiera. Calabria no se había rebelado, pero Italia se había conmovido: en 1845, el libro de Gioberti,Del primato morale e civile degli italiani , hizo gran ruido; en 1846, la elección del Papa MastaiFerreti había excitado a los italianos hacia la libertad y la independencia. Habían estallado en muchas partes insurrecciones: en la Romaña, en Calabria, Sicilia y Piamonte. Con el año de 1848 una época nueva pareció nacer para Italia: Toscana, Sicilia, Nápoles se habían agitado pidiendo Libertad, Constitución, Fraternidad. El 25 de enero de 1848, Fernando de Borbón promete la Constitución: el 4 de marzo Carlos Alberto Savoya la concede al Piamonte. El 12 de febrero se de constituyó en Roma el primer ministerio laico: en marzo de 1848 toda Italia, con excepción del reino Lombardo-Veneto, se encontraba organizada sobre bases liberales. Pero también el Lombardo-Veneto se estremecía. Milán dio la alarma, se levantó y con sus solas fuerzas en cinco memorables jornadas expulsó al mariscal austriaco. Contemporánea, y tal vez independientemente, Brescia, Bérgamo, Peschiera, Treviso, casi todas las ciudades italianas pertenecientes al Imperio austriaco se levantaron y encerraron a los dominadores en la ciudad de Verona. 37
VIDA DE LOMBROSO
Pío IX, desde lo alto de su solio, bendijo a la Italia renacida: escritores, músicos, poetas, cantaron la era nueva, el hecho nuevo de que lossiglos pueblos italianos por primera vez después de tantos habían mezclado sus armas y su sangre unidos para expulsar al extranjero. Fue una llamarada a la cual siguió un periodo de desconsuelo, desastres, reacciones. Pero ¿qué hacer? Las llamas de 1848 habían envuelto el alma simple del joven de 13 años y la sombría reacción nunca más podrá apagar su exaltación. *** Son estos los estudios, los lugares, el ambiente en que Lombroso nació y pasó su primera juventud, casi debería su infancia: dosdeciudades de provincia llenas dedecir recuerdos históricos, monumentos artísticos, llenas de sol, con una suave brisa montañesa, circundadas por montes y colinas: dos familias que desde varias generaciones pertenecían a las clases elevadas, cultas y ricas, en las cuales las dos formas persistentes de la aristocracia, el idealismo y el formalismo, quedaban juntas en contacto y en contraste. Un ambiente familiar, culto y estudioso, donde las tradiciones judías estaban armoniosamente fundidas con las revolucionarias por una madre de inteligencia superior y de feminidad idealista, que concentraba su inteligencia, su corazón, sus aspiraciones en el afecto para sus hijos. 38
FAMILIA. INFANCIA (1835-1849)
La belleza estética del ambiente en que se formó, produjo en Lombroso la pasión para todo lo que es bello, lleno de solpara y devivir, bellezas naturales artísticas, y la intolerancia aunque fueray temporalmente, en países monótonos y antiestéticos. El momento revolucionario en que vivió le produjo el inmenso amor para la libertad, para toda forma de libertad, la fe férvida en el amor y el idealismo humano. Del conflicto entre su mamá y su abuela, esto es, entre el antiguo régimen y la Revolución francesa, conflicto al cual asistió día tras día, obtuvo el desprecio, casi diría el odio, para todo lo que es etiqueta, formalismo, convención, exhibición exterior, lujo, servidumbre, para todo lo que hay de trivial en la palabra “aristocrático”. De la alta categoría social en que nació, tuvo la seguridad de sí mismo, el desprecio de la opinión pública, de en la riqueza y los encuentran, sobre todo, los hijos dehonores una razaque quesedesde hace tiempo no están obligados a luchar por astucia con los hombres pequeños y a inclinar la cabeza frente a nadie. Del amor intenso que lo rodeó en su primera infancia, del estoico idealismo de su madre que había sacrificado su felicidad para ensanchar el campo de reflexión y cultura de sus futuros hijos, tomó la fe segura en lo bello y en lo bueno que los años y los acontecimientos nunca después llegaron a destruir. Había visto lo que es el heroísmo desinteresado, sabía que la vida podía consentirlo: nunca se cansó de buscarlo y perseguirlo. 39
II. PAOLO MARZOLO (1849-1852) Si es difícil conocer su propia naturaleza, más difícil es que sea comprendida y bien dirigida por otros.
AUN CUANDO los ensayos de que hemos hablado nos ofrezcan un espíritu singularmente maduro, el autor era todavía un adolescente. En las Memorias de un médico psicólogo publicadas en 1863 se lee: “De mi existencia psicológica me di
cuenta sólo en 1850.” nota y otra parecida que se encuentran su diarioEsta establecen indiscutiblemente en 1850 el momento en que el joven se hizo hombre. Tenía entonces 15 años. El tránsito fue rápido. Como en los cuentos de hadas, se durmió un día niño y despertó hombre; o mejor, despertó tan niño y tan hombre como fue hasta el último día. Si en la adolescencia ya poseía las cualidades de un escritor y la fuerza de penetración de un hombre maduro, conservó siempre la ingenuidad y el candor de un niño, la necesidad de expansión, de gozo, de pasión, que es propia de la adolescencia; el rápido tránsito del gozo excesivo a la melancolía 41
VIDA DE LOMBROSO
excesiva, la timidez y la audacia de los jóvenes inexpertos. ¿Cuáldel fueniño, el beso el alma miente queque lo despertó reveló a sípronto mismo? ¿Cuáldurfue el soplo que dio vida a la llama que debía arder en él toda su vida? El Diario no lo dice, pero su pasión, sus escritos, su existencia, todo lo revela: fue el encuentro con Paolo Marzolo, quien ejerció en el joven una influencia tan grande, que si hubiera, como en China, la costumbre de glorificar a los antepasados, tendría el derecho de ser recordado cerca de su madre. Te sequor… inque tuis nunc Fixa pedum pona pressis vestigia signis Naturam rerum haud divina mente cohortum Diffugiunt animi terrores,
escribió enfue 1850 sobreMarzolo? una fotografía maestro. ¿Quién Paolo Pocos del entre los contemporáneos de Lombroso todavía lo recuerdan; nadie probablemente entre los hombres nuevos lo conoce: no tuvo honras y cargos en su vida, no tuvo monumentos después de su muerte. Una piedra muy sencilla recuerda su agitada existencia en el cementerio de Pisa, donde enseñó en sus últimos años. Médico, filósofo, historiador, naturalista, filólogo eminente, nació en Padua de una familia noble y liberal, en 1812, poco antes de que comenzara la terrible contrarrevolución que debía conmover otra vez al mundo entero. 42
PAOLO MARZOLO (1849-1852)
Entró a los 14 años en la Universidad de Padua, con el alma llena de amor, poesía, ideal, y mientras conspiraba por la lasvida, libertades país, mientras cantaba en poesía el sol de y lasuprimavera, mientras estudiaba los antiguos poetas, concibió una idea de enorme importancia: reconstruir la historia del hombre a través del análisis de la palabra. Pero desgraciadamente, cuando el joven, apenas trazada esta gran obra, estaba saboreando los primeros dulces frutos de la fama, cuando, comenzados los estudios naturales y de Medicina, estaba encontrando los elementos complementarios de su concepción, imprevistamente murió su padre, dejando a la familia en las más graves condiciones. Nacido en la riqueza, lanzado por la fatalidad a una situación precaria, Marzolo no tenía ni los defectos ni las virtudes necesarias para adaptarse a la nueva situación a que lo había llevado la fortuna. La naturaleza y la educación materna lo habían hecho un estoico y las adversidades de la vida no podían llegar a transformarlo. A la rica clientela de Padua que un amigo de la familia le ofreció, prefirió un mezquino pueblo en el campo, donde podía encontrarse frente a los hombres que ahí viven lejos de todas las mentiras convencionales. En Trevigliano, solo, pobre, con la ayuda exclusiva del gran libro de la naturaleza, comenzó a escribir la obra concebida en la Universidad de Padua: traer del estudio de los idiomas las leyes universales idiomáticas y las de la historia. 43
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Pero en aquel pueblo, Marzolo no podía publicar ni la Introducción a los monumentos históricos revelada por el análisis la palabra , pues leconocidos eran necesarios los caracteres de detodos los idiomas y de muchos casi desconocidos. Por tanto, en 1848 pensó ir a Treviso para hacerla imprimir en Propaganda Fide. “Esta obra —escribe Marzolo— se divide en dos partes: ‘La historia natural de los idiomas’ y ‘La historia revelada por razones etimológicas’”. En “La historia natural de los idiomas”, Marzolo quería comprobar que los idiomas nacen, se desarrollan y mueren por una transformación espontánea y continua. Debía dividirse en ocho tomos. Se proponía en el primer tomo explicar el srcen de los idiomas; en el segundo, el progreso del desarrollo de ellos, por la organización de las palabras; en el tercero, dar un ensayo de elementos comparativos eufónicos especia-
les lenguas; enpalabra el cuarto, y demos-y trardelasvarias relaciones de la conanalizar el sentimiento el pensamiento; en el quinto y sexto, hacer la historia natural de la gramática; en el séptimo, tratar la historia de la escritura y la cronología de las palabras; en el octavo, fijar las derivaciones que dimanan de la historia natural de los idiomas. Cuando se publicó el primer tomo —escribe Ceccarel—, algunos periódicos hablaron de él y lo elogiaron; pero él no estaba contento y rechazaba los elogios, porque los críticos no lo habían entendido. Un día leyó un artículo que demostraba comprensión de sus ideas y 44
PAOLO MARZOLO (1849-1852)
deseó conocer al autor. Marzolo pensaba que debía ser un hombre experto en la ciencia, un pensador aislado que en la oscuridad por condiciones o porvivía la tristeza de los tiempos. El autor loaccidentales visitó poco después en Treviso: era un jovencito de 15 años, César Lombroso. Quien había adivinado primero en Italia el genio de Marzolo se le presentó con el afecto de un hijo y la veneración de un discípulo.
Si se piensa que el joven todavía no estaba en la Universidad, que no había pasado por ninguna influencia, que vivía en una pequeña ciudad veneciana, separado del mundo, se entiende cómo maestro y discípulo se ligaron ardientemente y qué enorme influencia debe haber ejercido en el discípulo, todavía no abierto a la vida, el filósofo de 40 años en el apogeo de sus fuerzas físicas, morales e intelectuales. Por naturaleza, raza y poreran educación, por sentimiento, maestropor y discípulo muy distintos. Pero si las fisonomías y los temperamentos no coincidían, si no coincidían afortunadamente el tiempo y las circunstancias en que habían vivido, coincidían por el contrario perfectamente en la naturaleza de su ingenio. De cultura inmensa, de genio enorme, era Marzolo uno de los genios que sólo ofrece Italia, tanto más generosos y desinteresados cuanto no esperan nada de la sociedad; tanto más audaces porque saben que de los poderosos nunca obtendrán piedad; tanto más individualistas porque ninguna escuela puede haberlos 45
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forjado o dirigido, tanto más perfectos por ser inexorablemente seleccionados en la lucha extenuante que deben Eralasunfacultades genio según el modelo ideal de Foscolosostener. en el cual de sentir fuertemente, de observar rápidamente, de imaginar nuevamente y aplicar exactamente, están reunidas y vigorosamente equilibradas en un mismo individuo, y obran de manera simultánea no ya por esfuerzo o regla, sino con la espontaneidad con que obra la naturaleza misma. Idéntica era la índole del jovencito. Como Marzolo, tenía necesidad de emplear su aguda mirada en buscar no sólo una, sino todas las verdades que existen en la naturaleza; como Marzolo, tenía aptitudes latentes de filósofo, historiador, naturalista, poeta. ¿Qué habría sido su vida si se hubiera encontrado con los sabios analíticos de su época —y de todas— y cómo habría evitado el joven el peligro, si no encontrado a Marzolo? La hubiese influencia que el maestro ejerció en el discípulo fue triple; y en lugar de disminuir se acentuó siempre más con los años. Primero, abrió al joven, hasta entonces sumergido en la lectura de los antiguos, en la poesía y en la historia, el gran libro de la naturaleza; le enseñó a observar todo, a dar importancia a todo, tanto a las voces de los niños como al pensamiento de los filósofos, a la transformación de una larva y a las muecas de un loco, al vuelo de un ave y al sueño de un enamorado; le mostró que no existe ninguna ley física ni moral sin analogías y expresiones en todo el mundo de la naturaleza, que ningún movimiento es 46
PAOLO MARZOLO (1849-1852)
aislado y accidental, y que en el mundo físico y psicológico todo acto está provocado por una causa, toda forma reúne lo demás en fin,seque todoaestá en todoque . existe en la naturaleza, En segundo lugar, fue su guía seguro, sereno, capaz de ver en él y fuera de él, de abrirle los ojos ante las flores y las espinas que hubiera podido encontrar en su camino. En tercer lugar, y fue lo más importante, le mostró que se pueden hacer grandes obras, siguiendo, en lugar de combatir, la propia naturaleza y abandonándose con confianza en los brazos de la verdad. De estas influencias benéficas, Lombroso fue consciente. El afecto y la admiración que tuvo luego para el maestro no disminuyó con los años y los transmitió a sus discípulos y a nosotros, hijos suyos, que sin embargo nunca lo conocimos.
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III. ALBORES DE JUVENTUD (1852-1854) Los primeros años de universidad. Su primer amor Existen quesertienen ne cesidad delintelectos contactosublimes ajeno para fecundos.
EL JOVENCITO tenía 15 años cuando conoció a Marzolo. Pequeño, tímido, modesto, pero sanguíneo, fuerte, apasionado, impulsivo, sin preocupaciones económicas ni ambiciones personales: ¡cómo le pareció luminosa en su primer despertar, la vida! ¡Cuán espléndi-
do el camino se le de abría adelante, cuando estaba lleno de ardorque y ávido beber todas las sensaciones que pueden ofrecer el sol, el amor, la amistad, el estudio, la ciencia y la juventud! El soplo de Marzolo no despertó a un genio abstracto, precozmente grave, encorvado sobre los papeles: despertó a un joven que tenía todas las debilidades y los entusiasmos, las pasiones y los desconsuelos quedeberían tener los jóvenes: despertó un almaque anhelaba darse toda al ideal escogido y darse con el júbilo y la generosidad permitidas por sus fuerzas exuberantes. Pero era aquel el año de 1850: dos años después de la Revolución que había conmovido el Lombardo49
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Veneto. Las universidades están cerradas, los viajes obstaculizados y frecuentemente prohibidos; y el muchacho Verona adonde la reacción dominantedebe hacequedar la vidaen imposible todo espíritu amplio. Afortunadamente había en Verona, y todavía existe, una “Sociedad literaria” que daba incremento a los estudios, con conferencias bien preparadas y, sobre todo, con una biblioteca magnífica donde estaban reunidas las obras fundamentales de la cultura de aquella época. Esta sociedad fue un refugio precioso para el joven que, sin embargo, nunca despreció los otros atractivos que ofrece la ciudad. El teatro tenía entonces importancia casi política; la Sociedad Filarmónica —el club elegante de la ciudad— que reunía a la juventud alegre de Verona en fiestas, bailes, comedias en las cuales el joven Lombroso tomaba parte de buena gana. así 1850,En 1851, 1852, los años más terriblesPasaron de la reacción. 1852, acabado el periodo del terror, Austria abrió otra vez las universidades y el joven corrió a Pavía para inscribirse en la Facultad de Medicina. Escogió ésta no ciertamente por una particular simpatía para aquella ciencia. Gustaba entonces mucho más de las letras, la historia y la historia natural en las cuales había continuado ocupándose durante los años de espera forzosa, y comenzó un libro sobre los orígenes de la raza humana: Hombre blanco y hombre de color, en el que llegaba casi a las mismas conclusiones a las cuales más tarde llegó Darwin. Su 50
ALBORES DE JUVENTUD (1852-1854)
mamá deseaba que estudiara leyes para dedicarse a la carrera diplomática. Pero Marzolo insistió en la Medicina, tododepara aumentarmentales su culturaypsicológica con elsobre estudio los enfermos para alejar al discípulo de la influencia de las escuelas filosóficas que él temía como destructoras del talento. Otra consideración debe haber influido para que escogiera la Medicina: el hecho de que estaba entonces en aquella Facultad, Bartolomé Panizza, un verdadero genio que ponía en su asignatura, la Anatomía, la misma pasión y altura de miras que Marzolo había puesto en la Lingüística. Pero estudiar letras, leyes, Medicina, era poco para un autodidacta como Lombroso que “quería aprender todo y saber todo” (Diario, 1853). Lo importante para él después de aquellos años de estudios aislados y agitados era tener contacto con personas inteligentes a las cuales comunicar la cantidad ideas que más se agolpaban su cerebro. Ya dijedeque lo que sufrió en en Verona fue la ausencia de amigos. Indiferente a la gloria y a los honores, tenía una necesidad orgánica de afecto y expansión. Apenas el joven en busca de nuevos afectos, tuvo la posibilidad de encontrarse con jóvenes, se dio a una verdadera orgía de amistades. Poetas, escritores, artistas, estudiantes, profesores, quiere estudiar a todos los que conoce, con todos simpatiza y de todos ellos, en sus cartas y en su Diario, entre las “Observaciones psicológicas del mundo y del yo”, anota la fecha del primer encuentro y pone también algún adjetivo entusiasta. 51
VIDA DE LOMBROSO
Muy pocas de aquellas amistades tuvieron cierta duración. Desgraciadamente, el mundo no quiere saber nada aun de los hombres que están fuera amar de la más mediocridad, cuando quieran sólo poder que los otros. ¡Pero de real en la vida no hay sino el presente, y el presente era tan bello! Aun cuando después resultaran infieles, todos los compañeros que encontró, todos los jóvenes a los cuales confió más o menos prudentemente su ingenio y su afecto, fueron para él en aquel momento verdaderos amigos. Dieron ellos a su intelecto y a su corazón lo que él esperaba, la posibilidad de expansión libre, y fueron para él causa de júbilo inmenso, semilla de más vivas energías en aquel comienzo de vida universitaria. Estoy ahora en Milán —escribía a un amigo en 1853— en feliz, aquellas que bien se libre sueñanuna quesituación se desean. Sindemolestias, sin más centinelas, de detenerme donde quiero, de ir a donde me gusta, dueño total de mí mismo. Gozo la compañía de jóvenes de corazón e intelecto tan bello que difícilmente habría podido encontrar en Venecia. No pasa día sin que yo pueda atraer con mis estudios a alguna de aquellas mentes vírgenes que tan raro es descubrir en los jóvenes. Gozo además de tal abundancia de materiales para mis estudios, que sólo tengo la dificultad de escoger.
Dos de las amistades de aquella época deben tener importancia particular en su vida: la de Alfredo 52
ALBORES DE JUVENTUD (1852-1854)
de Maury, sociólogo, psicólogo y hombre culto de gran renombre que más tarde en circunstancias trágicas pudo protegerlo, la de Paolo Mantegazza, unos cuantos años mayor, yPaolo II, como por chiste se firmaba entonces para distinguirse de Paolo Marzolo. Lombroso le tributaba un afecto tan efusivo que cuando en 1854 abandonó Mantegazza Pavía, Lombroso también la abandonó y se fue a la Universidad de Padua. En Padua, Lombroso no se encontró muy bien. La ciudad era más artística y atractiva que Pavía, pero el clima era igual, los profesores eran de menor valor y faltaba Milán, tan cerca de Pavía, que podía presentar un movimiento constante de hombres y cosas de las cuales el joven tenía necesidad. A las melancolías exteriores de Padua se añadió otra causa que extinguió el entusiasmo del joven inexperto: experiencia el primer amor. la Alprimera entrar en el mundo de en lala vida, plenitud de su fuerza, pleno de fe y ardor para la vida, los amigos y todo lo que es bello, el joven no podía permanecer indiferente al amor. “Hay una gran diferencia entre el afecto inspirado de pronto por la contemplación de una bonita cara de rubia y la teoría de un viejo filósofo. La diferencia que hay entre apariencia y realidad”, escribía en su diario hacia 1855. Basta haber estado una vez frente a una rara belleza femenina, o haber oído una armonía de las más suaves o 53
VIDA DE LOMBROSO
haber sufrido los dolores del tétanos […] para descubrir cuán limitada y escasa es la expresión de la palabra. Se comprende que sobre el mejor cantono de son Goethe bre el amor,entonces de Leopardi el dolor, sino souna pintura respecto a la verdad.
Cuando el joven escribió esto ya debía estar enamorado de una de esas bellezas femeninas. Pero no era una cara bonita de rubia lo que lo había alejado de las teorías de los filósofos, sino una morena oriental, una lejana parienta suya, Eloísa Della Zara. La chica vivía en Padua con sus abuelos que él conocía; era judía, de 17 años, una suave cara de oriental con grandes ojos negros, el cuello blanco, el temperamento dulce, alegre, amable. No creo que si el joven estudiante hubiera declarado su amor hubiera encontrado serias oposiciones. Pero Lombroso, que mostró tal audacia en desafiar mundo, essino muy tímido: no sóloa no abre su alma a laaljovencita, que no se atreve hacerle la corte. Hay algunos que pasan por personas indelicadas por la excesiva delicadeza, tanta que tienen miedo de externar sus verdaderos sentimientos. “Frecuentemente quiero hacer una cosa y hago lo contrario: queriendo atraer, trato de huir, frecuentemente queriendo ocultar una cosa llego a expresarla más claramente” […] (Diario, 1855). Pero algunas veces, aun cuando no se exprese, espera ser entendido igualmente; pero se convence de que esto es una ilusión. 54
ALBORES DE JUVENTUD (1852-1854)
“En la pasión se interpreta y se cree interpretar el silencio, como en el delirio se leen las figuras en las tinieblas.” “Jóvenes que quisieran hablar con una mujer no comienzan a hablar sino hasta que ésta ha salido de la pieza.” Pero la timidez no es favorable a los enamorados. La jovencita no prestó ninguna atención al tímido estudiante tan reservado y el mismo año se comprometió muy tranquilamente con un joven con el cual se casó unos meses más tarde. El pobre enamorado que todavía no se había atrevido a declararse, desesperado, pensó en el suicidio. Hay algunos casos —escribe en su Diario— en los cuales el placer y el amor de una mujer, de una determinada mujer, pueden tomar un carácter particular para el sistema como músicavivir parasino el músico, de manera quenervioso, el individuo nolapuede de aquello, como otros no pueden comer si les falta un cierto alimento. Y entonces la locura y el suicidio se justifican. “El suicidio es una cobardía”, dicen aquellos que no se sienten bastante cobardes para matarse. “Sólo los cobardes creen que el suicidio es cobarde.” “Me ocurrió en amor una derrota que me enciende llamas de desesperación en el alma, pero sin obtener el placer agudo que da un gran dolor.”
De este periodo nos quedan varias cartas escritas y no enviadas a Eloísa. Después de la última, escrita el 55
VIDA DE LOMBROSO
día de la boda y, naturalmente, no enviada, Lombroso, para huir del recuerdo, partió de Padua decidido aseinscribirse en la Universidad Su herida curó rápidamente: la tristezadenoViena. era orgánica en él, porque tenía un temperamento tan raro que podía olvidar inmediatamente los dolores y prolongar los placeres indefinidamente. Eloísa no fue olvidada; pero su recuerdo, en el marco del pasado, en lugar de fuente de tormento se hizo una imagen consoladora, y pocos meses después Lombroso habla de ella con afectuosa tranquilidad en su Diario.
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IV. EN LA CARRERA (1855-1858) Por qué se dio Lombroso a la ciencia. En Viena. El estudio acerca del cretinismo. El doctorado Frente a la idea de poder salvar vidas humanas, como una neblina al sol desaparecen las aspiraciones literarias y artísticas.
ANTES de salir para Viena, el tímido enamorado había publicado un estudio acerca de “Un curioso fenómeno propio de los himenópteros”, en el cual, con inte-
resantes de las y las hormigas, demuestraobservaciones que el desarrollo de abejas la inteligencia es contrario a la prolificidad. Había acabado también una monografía que se publicó un año después, “Sobre la locura de Cardano”. Estos estudios, sin embargo, son muy inferiores en el estilo y la fuerza de la argumentación a los “Ensayos sobre la historia de la República romana”, de que ya he hablado; y esto se comprende. Los cursos médicos de Pavía y Padua lo habían alejado de los estudios literarios, pero no habían tenido la fuerza de ligarlo a ellos; abandonado el empirismo medieval, pero todavía no difundidos el microscopio y los análisis químicos, las escuelas de Medicina se 57
VIDA DE LOMBROSO
reducían en las universidades menores, como lo eran las de Pavía y Padua, a torneos oratorios que no podían absorber a un joven como so, enpenetrar el cual ycierta confusión de ideas y deLombroideales se revela en su Diario bajo la forma de melancolía y de continuas quejas contra su propia decadencia, y en sus escritos de aquella época, de una inferioridad efectiva. La Universidad de Viena, donde los profesores daban clases verdaderas, introduciendo a sus discípulos en las clínicas y los hospitales, dejaban ver y actuar en los enfermos, sobre los cuales hacían con seriedad diagnósticos, prognosis, curas, debía ejercer una influencia decisiva en la vida de Lombroso. Por primera vez tuvo la visión de que la Medicina es una ciencia con valor intrínseco. Por primera vez tuvo la revelación de que, estudiando, se podía dar remedio a muchas aun las mentales. Tuvo la visión de queenfermedades, los locos que había visto sin esperanza en los oscuros corredores de los hospitales de Pavía y Padua podrían ser curados, si se los estudiara y curara como en Viena. Decidió, pues, dar su vida para llegar a esto. Esta idea lo exalta. Era una misión a la cual él tendía sin saberlo cuando en su Diario se desesperaba “por no ser bueno”, “por deber rehusarlo todo”, “por sentirse bajar”. El quería “hacer el bien”, “hacer el bien por el gusto de hacerlo”, como escribía en las cartas que no envió a Eloísa; pero hasta entonces no había tenido idea de lo que se podía hacer. 58
EN LA CARRERA (1855-1858)
El ardor misionero de su raza, dormido en él hasta aquel día, se despertó, cálido y trepidante, en el momento entrevió su rumbo. un hijo deenlosque antiguos profetas paraSelossintió cualescomo era indiferente estudiar o combatir para servir a la patria. Ya estaba soñando dar alivio a todos los locos, a todos los que sufren en su país. Una nueva exaltación lo invade, la misma que lo había hecho escribir cuando tenía 16 años, el estudio sobre Roma antigua, “cuando creíaenque los goces del mundolos estaban encerrados unatodos moneda que recordaba tiempos de los primeros pueblos de Roma”. Él curaría las enfermedades mentales. Sus notas, su diario, se llenan de observaciones, de esquemas de enfermos; ha encontrado su fin, la razón de su existencia: desde aquel día ya no conocerá la incertidumbre: las llagas a las cuales dar su tiempo no faltarán. Se atreve a estudiar lo más grande: con todas sus fuerzas, que hasta entonces había desperdiciado en tantas direcciones, se pone a estudiar la llaga más horrible y más frecuente en la Lombardía y la Venecia, la que atrae sobre aquellas regiones “el desprecio del extranjero”: el cretinismo. Abandona Viena para establecerse otra vez en Pavía, que es el centro de la enfermedad con la cual él quiere acabar: se presenta a través de los campos, en todos los lugares donde hay un principio de la llaga que él quiere curar y en todos los pueblos donde le señalan un núcleo de cretinos. 59
VIDA DE LOMBROSO
*** El problema no es ni sencillo ni fácil. El observador que se ocupa del fenómeno del cretinismo no tanto en la tranquilidad de un hospital, sino donde se produce, entre las chozas de la ciudad y de los pueblos lejanos —escribía Lombroso en el prefacio a El cretinismo en Lombardía, 1859—, sufre de un ansia particular. El alma y los ojos sufren por aquella atmósfera oscura, por aquellas calles sucias, por aquellas caras pálidas y torvas de los habitantes, por aquella horrible miseria que emana de todo; observa más tristemente aún aquella nueva especie de hombres brutos que balbucen, se tiran al suelo entre sus apáticos parientes que presentan la afinidad de la sangre y de la enfermedad en los repugnantes caracteres de sus caras y de laavoz. ¿Quéseres pasa,y pues, cuando se comienza a interrogar aquellos a través del mezquino rayo de inteligencia que todavía luce en aquellos semblantes poco humanos se revelan las formas más innobles del egoísmo y de la maldad? No son estos espectáculos que por el dolor den a uno el sentimiento de la compasión y tampoco de la indiferencia: nace en el alma un sentimiento al mismo tiempo pesado, preocupado y confuso en el cual tienen mucha parte las causas mismas que engendran el cretinismo; y este sentimiento acompaña a uno en sus investigaciones científicas, de manera que los hechos más claros vienen a contradecirse y escapan a la síntesis, 60
EN LA CARRERA (1855-1858)
transforman y oscurecen no sólo la esencia y las causas, sino la forma misma de la enfermedad; de manera que frecuentemente fatiga del observador resulta ser no sólo ingrata, sinolatambién inútil.
*** La fatiga no será inútil, pues al recorrer uno a uno todos los valles infestados por la terrible enfermedad, al examinar el aire, el agua, el suelo y los enfermos, él encontrará el srcen lejano del cretinismo —el agua mala—, el inmediato —el bocio—, la cura —el yodo—, la profilaxis —buenos acueductos—, descubrimientos que se publicarán más tarde en los primeros meses de 1859. Las conclusiones a las cuales llegó el joven estudiante introdujeron unay verdadera revolución en el campo de la Psiquiatría de la Higiene. Aun cuando no tenga otra ayuda más que sus ojos y su ingenio, estas conclusiones no pudieron ser rebatidas por aquellas a las cuales llegaron más tarde sus enemigos y los que discutieron su obra apoyados en las ciencias físicas, histológicas y químicas. Las medidas descubiertas por Lombroso, estudiante en 1859, adoptadas cinco años más tarde, mostraron su utilidad transformando en poblaciones activas e inteligentes las pobres tribus embrutecidas por el agua mala. Mientras comenzaba los estudios acerca del cretinismo, que duraron cuatro años, Lombroso acabó en 61
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la Universidad de Pavía un curso monográfico en el cual se ocupaba desde hace tiempo: “Influencias de la civilización sobre la locura, y de lalalocura sobrelalaPsicivilización”, en el cual la Historia, Psicología, quiatría y la Lingüística sirvieron en forma muy curiosa para resolver el problema en parte teórico y en parte humanitario de la influencia de la civilización sobre la locura. Este estudio en el cual la locura comenzó a ser estudiada hasta su esencia concreta constituyó el último puente de tránsito entre la ciencia teórica y la medicina práctica en las cuales él se había sumergido. Pero el tránsito no podía ocurrir bruscamente. Algunas veces, en los años siguientes, aun cuando tuviera mil ocupaciones, algún remordimiento le viene por haberse desterrado del paraíso terrenal de la literatura para vivir en un mundo lúgubre de vivos y de muertos.que Peronoeldeja ardornidelugar sus nuevos estudios es tan absorbente a los remordimientos. Su actividad, efectivamente, ha aumentado muchísimo: mientras estudia a los cretinos y escribe la monografía de que he hablado, había obtenido del buen doctor Zanini, director del Hospital de Santa Eufemia en Pavía, el establecimiento de una pequeña sección de enfermos mentales, primer núcleo del inmenso manicomio de Voghera que iba a crearse con base en su proyecto algunos años después cerca de Pavía. En esta época acaba sus estudios y el día 13 de marzo de 1858 consigue el doctorado con pleno honor. 62
V. LOMBROSO, SOLDADO (1859-1866) En la guerra. Oficial y profesor. De la Psiquiatría al delito y al genio Tenía la costumbre de observar, razonar, y con estas dos brújulas el hombre siempre puede encontrar su rumbo aun cuando sea oscuro y desconocido.
DESPUÉS de doctorarse, Lombroso regresó a Verona efectuando, sin embargo, varios viajes a Lombardía
para acabar y completar sus estudios acerca cretinismo. Su país estaba entonces sacudido pordel terribles borrascas. En el Piamonte la pasión liberal aumentaba cada día, apoyando a Cavour que había llegado al gobierno y trabajaba febrilmente para obtener la alianza de Francia para ayudar al pequeño Piamonte a eliminar aAustria de Italia. En los primeros días de mayo de1859, las voces de guerra entre el Piamonte, aliado de Francia, y Austria, se hicieron insistentes. El Piamonte llamaba para aumentar sus ejércitos a losvoluntarios italianos. Lombroso, sin hablar con sus padres, tomó consigo sólo sus libros más preciosos y marchó a Milán donde 63
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presentó solicitud para ser admitido en el ejército italiano, y después de pasar, el 19 de julio de 1859, otro examen de doctorado en Génova, entró regularmente en campaña. La nueva vida era muy distinta de la que él había abandonado. En guerra, bajo la tienda, en los hospitales, en los cuarteles, no había llagas de las cuales investigar el srcen, y tampoco locos acerca de los cuales escribir la historia del hombre, sino miembros heridos que curar, medicinar y amputar; enfermos de tifoidea o de cólera; infecciones que se debían vencer con las escasas medicinas de un hospital de campo. Lombroso no se desalentó: estaba acostumbrado a observar, a razonar, y con estas dos brújulas el hombre siempre puede encontrar su rumbo aun cuando sea oscuro y desconocido. Los microbios todavíavionoque se después conocíandeylas él ampuno los descubrió; pero cuando taciones y de las curas venían infecciones más peligrosas que las heridas mismas, no dudó que la causa estaba en las vendas deshilachadas y las suprimió para sus enfermos, sustituyéndolas con algodón impregnado de alcohol, método antiséptico burdo que, sin embargo, tuvo gran éxito en su hospital. La campaña de 1859 duró pocos meses. Condecorado con dos medallas por valor militar, quería retirarse; sus superiores insistieron para que se quedara y él cedió. La guerra no podía decirse ya terminada; Verona y Venecia quedaban en poder de los austria64
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cos; Roma, con el Papa; la paz de Villafranca pareció a los italianos más bien que una paz un armisticio durante debían para otrascontinuar batallas. En Turín,elelcual partido de prepararse Cavour que quería la guerra, triunfaba; parecía ser inminente la reanudación de las operaciones; era, pues, razonable que un joven que había entrado voluntariamente en el ejército, permaneciera todavía en él mientras los acontecimientos estaban por desarrollarse. Aun cuando permanecía en la más completa libertad para la acción, la meditación y el estudio, Lombroso no era inadaptado a la vida militar. Concienzudo hasta el escrúpulo, muy sociable, pero no orgulloso y ambicioso, tenía también gran fuerza de resistencia contra la fatiga y las epidemias; una facilidad increíblede dormir, estudiar, leer, pensar por cualquier periodo de tiempo, aun el más pequeño. Las molestias de la disciplina, pues, estaban compensadas para él conpor la actividad quevivir debía desarrollar en los hospitales, el placer de en medio de jóvenes entusiastas y apasionados que tenían con él en común un ideal a lo menos: la patria. Además, no debía disgustar a Lombroso la alegría y la ligereza de los militares, pues en él la seriedad de los estudios nunca apagó la juvenil alegría. Los cuadernos de notas de 1859-1862, que contienen su Diario, están llenos de observaciones graciosas y alegres, de burlas, de caricaturas, de anécdotas humorísticas. De este periodo nos queda hasta los estatutos de una sociedad por broma, que escribió en Calambria… contra las pulgas y los perros. 65
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Además, el hecho de permanecer en el ejército no significaba el abandono de sus queridos estudios: significaba sóloenalgún cambio. Marzolo hecho ver cómo los mezquinos dialectosledehabía los campesinos en un pueblo, en lo que balbuce un niño se pueden descubrir las leyes que rigen la historia de la humanidad. Además, le había enseñado a leer en el gran libro de la Naturaleza, abierto siempre a todos en todo tiempo y en todo lugar. No podrán faltar, pues, en el ejército, los documentos para el discípulo de Marzolo. Desde el primer día en que entró en él, comenzó a observar las diferencias que imprimen las razas, el clima, el país, en los hombres pertenecientes a las diversas regiones de Italia, su distinta inmunidad respecto de las enfermedades epidémicas y endémicas y sus distintas medidas antropológicas. No son documentos recogió durante la estos guerralosyúnicos su permanencia enque los él cuarteles; hay los sueños suyos y de un compañero, las sensaciones distintas de los heridos de los dos campos que reunió y puso en relación con sus estudios anteriores en su monografía “Fragmentos médico-psicológicos”. Aun cuando este título sea tan modesto, estos fragmentos son de las obras más importantes que debían salir de la pluma de Lombroso, de las más srcinales y geniales. En ese estudio se manifiesta la necesidad de llegar al método experimental para el análisis de las locuras, y se establece la base fisiológica de las enfermedades mentales en relación con el concepto —que 66
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se comprueba ampliamente con comparaciones entre el sueño y los sueños, las visiones, la hipnosis, las quedenola tenga alucinaciones— no existe psicopatía analogía y relacionesde conque las alteraciones transitorias mente sana, es decir que no hay fenómeno patológico que no sea momentáneamente psicológico, ni fenómeno fisiológico que no pueda, al ser exagerado, convertirse en patológico. Conclusión muy audaz en su época, pues en París, Trousseau y Pidous escribieron en un tratado de anatomía adoptado por las universidades: “entre un hecho fisiológico y un hecho patológico hay la misma separación que entre un mineral y un vegetal”. Estos “Fragmentos…” fueron escritos casi de manera contemporánea a una monografía de otra naturaleza: “Sobre las heridas por arma de fuego”. Esta obra, en la cual sostiene que la cura de espera es me-
jor queen la cura de de intervención los hospitales tiempo guerra, y laoperatoria operación en mejor bajo la tienda que en los hospitales improvisados fue tan apreciada por sus superiores que el 8 de septiembre de 1861 lo promovieron médico de batallón de primera clase y le dieron su premio acompañándolo con simpáticas palabras de felicitación y augurio. Como se ve, sus superiores ayudaban de todas maneras a Lombroso; sin embargo, sobre todo después de algunos años de paz, comenzó a encontrarse casi ahogado en el pequeño círculo de su batallón y aspiró a difundir en un mundo más amplio de estudiosos las nuevas teorías que había meditado. Sus compa67
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ñeros de estudios que no habían tomado parte en las guerras, habían hecho en las universidades italianas rápidas carreras.menos, Él no sedaratrevía a aspirar a esto, pero quería, cuando lecciones públicas. A finales de 1860 escribió a Massarani, que presidía la Sociedad de Ciencias y Letras de Milán, pidiéndole dar allá algunas conferencias. Este presidente contestó con mucho retraso, aceptando en principio, pero aconsejando esperar época imprecisa. Lombroso, impaciente por ensayar sus alas, escribió en 1861 a Panizza para que apoyara su solicitud y convenciera a Massarani de fijar una fecha precisa. Panizza, entonces rector de la Universidad, en lugar de escribir a Massarani contestó a vuelta de correo ofreciéndole para el próximo año sustentar no sólo una serie de conferencias, sino un verdadero curso de Psiquiatría en la Universidad de Pavía, donde no existía una cátedra decuando esta asignatura. Aun se tratara de un curso gratuito y semiprivado, sin efectos legales, la proposición produjo inmenso júbilo en el joven que, con razón, entrevió en aquella invitación el primer paso de la nueva carrera a la cual aspiraba dedicar su vida. Pero precisamente cuando ya estaba madurando sus futuras clases en la Universidad, Lombroso fue designado por sus superiores para participar en la lucha contra los bandoleros en Calabria. No era esta una designación ideal para un joven que estaba preparando un curso de Psiquiatría, pero él, tan ávido siempre de ver nuevas tierras y nuevas gentes, y tan satisfecho por 68
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la proposición de Pavía, no sintió perturbar su gozo. Además, pudo encontrar también en Calabria una mina inagotable estudios. Lasmuy pequeñas ciudades de aquella región de eran entonces primitivas, pero encontró la manera de “alegrar la vista y el olfato, cansados por la fealdad de los pueblos, en la Naturaleza”, de cuyas impresiones se llenan los cuadernos de notas, además de hacer en Calabria muy interesantes estudios lingüísticos, históricos, antropológicos y, sobre todo, médicos. Hasta entonces había creído que Lomba rdía y Venecia representaban lo último en materia de higiene y de medicina, pero en Calabria vio algo peor. Su ardor misionero se despierta aún más fuerte viendo tanta fealdad. Como ya lo había hecho con el cretinismo, aquí también caminaba a pie a través de los pueblos, escoge y propaga y difunde remedios y curaciones los males que ve, publicala una de estudios para clínicos, queriendo mejorar saludserie de los campesinos y los obreros, estudios que después continúa sin interrupción. *** En los primeros meses de 1863, Lombroso regresa a su regimiento, que estaba entonces en Génova, y ahí prepara sus clases futuras y completa sus estudios psiquiátricos, profundizando la parte terapéutica que entonces se resolvía para los enfermos mentales en “una 69
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estrategia psiquiátrica”, como él la llamaba, a base de “cura moral o remedios de caballo”. Incrédulo para la primera, parateoría los segundos, se puso estudiar condesconfiado intensidad una médica muy com-a batida, la homeopatía, en la cual se hizo iniciar por el doctor Gaiter, de Génova, hombre de profunda cultura y muy conocedor de esta materia. Preparado ya también por lo que concierne a la terapéutica, pidió y obtuvo ser trasladado a Pavía, donde Panizza estaba insistiendo para que comenzara su curso. Pero cuando llegó a Pavía y estaba para alcanzar la meta desde hacía tanto tiempo soñada y comenzar sus primeras clases, la Facultad de Medicina se opuso, declarando que no se podía permitir un curso de clínica sin enfermos. Lombroso se dirigió entonces al Hospital de Santa Eufemia, en el cual había comenzado a practicar cuando era estudiante. doctor Zanini, era el jefe, médico culto, atento,El escrupuloso hastaque el punto de que parecía desconfiado e irritable, pero de tenaz voluntad, indiferente a la popularidad, desafió la ira de los profesores dándole enfermos reunidos en una pequeña sección y permitiéndole presentarlos a los estudiantes. Gracias a la generosidad de este hombre, el 3 de mayo de 1863, Lombroso pudo sustentar en la Universidad de Pavía su conferencia inaugural. Os pido perdón, señores, si hablo balbuceante, casi confuso —comenzó—, pero grande es mi emoción al verme nuevamente, después de tantos acontecimientos, entre 70
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vosotros, venerados maestros, y vosotros, dilectos jóvenes amigos, entre estas queridas salas que recuerdan los escasos bellos años de la vidame endoy los cuales estudiando. Y demasiado tarde cuentasedevive mi juvenil atrevimiento, pues, joven desconocido, quiero atraer vuestra atención que está preocupada por tantos y difíciles estudios. Pero me conforta y me incita el amor grande para esta ciencia médica a la cual, si la suerte me lo permite, quiero consagrar toda mi vida.
En esta lección inaugural, que siento mucho no poder publicar íntegra, trazaba Lombroso el programa de su vida científica: esto es, la necesidad de examinar al enfermo mental de manera precisa y exacta para tener una norma en la curación y también para distinguirlo del criminal; problema éste que ya preocupaba entonces, el triunfo de alas doctrinas penales clásicas,pues el juezcon estaba obligado condenar al acusado sólo cuando era responsable, es decir, “sano de mente”, y el psiquiatra tenía sobre todo la misión de ilustrar al juez respecto de la responsabilidad del delincuente, esto es, acerca de su salud mental. En el mismo año, fijó las bases de esta distinción en la “Medicina Legal de los Enajenados Mentales”, que puede considerarse como el primer núcleo de El hombre delincuente. En este libro por primera vez en el mundo comenzó un examen sistematizado del loco y del delincuente, sustituyendo las palabras vagas con las cuales se estudiaba antes y describía a los locos 71
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con el “método experimental” que se propone examinar a estos enfermos “como objetos de la historia natural”: piel, el visceral; pelo, loslosdientes, el sistema la muscular, sentidos,ellaesqueleto, sensibilidad, el examen anatómico, etcétera. Para completar estas investigaciones que había interrumpido a finales de 1863 para regresar a su regimiento en Génova, pidió un año de licencia. Contemporáneamente, el filósofo Carlo Cantoni, que había sucedido a Panizza como rector, obtuvo que su curso fuera legalmente reconocido por el gobierno. Fue éste un segundo paso en la carrera universitaria, y el joven profesor, feliz por esto, inauguró el 1o. de enero de 1864 las clases de “Clínica de los Enfermos Mentales”, a la cual añadió en aquel año la “Antropología”, con un discurso inaugural que escribió en ocho días de intenso trabajo, casi como una exaltación: fueEleste “Genio y locura”, esto es, el primer núcleo de hombre de genio . Pero ni las clases ni la curación de los locos ni los estudios acerca del genio y el demente, a los cuales se deben añadir también algunas conferencias en el hospital militar, distrajeron a Lombroso del gran problema de la redención médica de Italia, que lo había inducido a los estudios médicos. En 1863 había publicado numerosas notas y memorias sobre Higiene y promovió entre los médicos italianos una investigación para conocer las condiciones higiénicas particulares de todas las regiones: en 1865 reunió los resultados en sus “Estudios para la geografía médica 72
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de Italia”, que debían constituir la base de las estadísticas nosológicas centrales que más tarde se hicieron. higieneexatecEn 1865 publicó también los Ensayos nológica , obra de unas 100 páginas en lasdecuales minó separadamente las enfermedades del trabajo, particulares de las distintas profesiones y la manera de preverlas y combatirlas. Pero después de un año escolar, Lombroso fue llamado otra vez a su batallón en Génova. No pudo quejarse del ejército, pues después de la licencia lo habían dejado siempre en el hospital de Pavía, pero comprendió que no podría ocuparse al mismo tiempo del servicio militar y de la cátedra, y, por tanto, decidió abandonar una de las dos. Este hecho lo puso en una condición de duda que llegaba casi a la desesperación. Es evidente que su misión lo llamaba a la Universidad; pero él quería demasiado todo lo que hacía para
abandonar el ejército sin profundo dolor.donde El ejército lo atraía más que el mundo universitario veía por todas partes ideas enemigas, por tener allá la alegre compañía de los camaradas, que eran fieles y afectuosos. Pero la decisión final no podía tardar: aun cuando con dolor, el 22 de noviembre de 1865 presentó su dimisión de oficial. Acabó así el primer periodo, que fue el más feliz de su vida. Tenía entonces 30 años: había hecho la guerra de 1859 contra Austria y en la de 1863 contra los bandoleros; había recibido dos medallas por valor militar y un premio por una memoria acerca de las heridas; 73
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estudió y resolvió el problema del cretinismo; había puesto las bases para una geografía médica de Italia, indispensable para crear una buena legislación sanitaria. Con sus “Fragmentos médico-psicológicos”, con la Medicina legal para enajenados mentales, con los “Estudios clínicos sobre las enfermedades mentales” iniciaba una nueva ciencia psiquiátrica y antropológica sobre bases experimentales. Con todo esto, con toda la actividad que había puesto en el dominio práctico, iniciando la cura de las heridas con el alcohol, organizando el hospital de Santa Eufemia; y en el dominio teórico con los estudios iniciados, se encontraba, por lo que concernía a la carrera universitaria en la cual había deseado quedarse, más o menos al mismo punto en el cual se encontraba ocho años antes, cuando había obtenido “la triste corona del odiado soberano”. Y mientras sus contemporáneos que habían trabajado, también en el dominio teórico,élmucho que él, eran ya profesores ordinarios, tendríamenos que esperar todavía por unos 10 años, un puesto estable en la enseñanza. Pero si este periodo de vida fue perdido para su carrera universitaria, no lo fue para su experiencia científica. Durante la vida militar había tenido bajo la mano un “material” de hombres anormales como ninguna cátedra, ningún instituto de perfeccionamiento en el extranjero o en la misma Italia, hubiera podido procurarle: había podido recoger un enorme capital de medidas antropométricas para fundamento de la nueva ciencia de la cual estaba poniendo las bases. 74
VI. EL REGRESO A LA VIDA CIVIL (1866-1869) Primeras desilusiones. La guerra de 1866. Descubrimientos clínicos. Causa y cura de la pelagra. Muerte de Marzolo Una generación puede encontrar apoyo en la generación que la ha precedido; algunas veces en la que le sigue o en el extranjero; pero nunca en los contemporáneos.
LA NUEVA vida civil se abrió con tristes auspicios para
el joven profesor adjunto, de a quien se le había muerto el más querido y poderoso sus protectores: Panizza. Médico primario gratuito en la sección de “enfermedades mentales”, en el hospital de Pavía, profesor gratuito de Antropología y de Clínica de las Enfermedades Mentales en la Universidad, redactor sin sueldo de infinitas revistas médicas, favorecido por una amplia pero gratuita clientela popular, no tenía a su disposición ni los escasos ahorros hechos durante la carrera militar, pues los había prestado a un pariente que estaba entonces en condiciones más tristes que las suyas. A esta época, que realmente duró sólo siete meses, aun cuando Lombroso hablara de ella como de 75
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un periodo enorme, se refieren los recuerdos de las semanas vividas con castañas puestas en leche, del ratón quecompañía venía a suy pobre cuarto todas noches a hacerle a comer lo poco quelasquedaba; de las traducciones pesadas con las cuales se ganaba el pan cotidiano. Pero la miseria no podía aplastar a un joven ardiente, activo y pleno de vida como era Lombroso; pero fue duro para su alma expansiva que necesitaba de afectos el vacío de amistades que se hizo a su regreso. Había publicado el año anterior la Medicina legal de los enajenados mentales, de la cual hemos hablado, en la que había concentrado todas las fuerzas de su inteligencia para resolver cuando menos dos aspectos del problema de la responsabilidad hacia el cual en aquel momento estaban dirigidos los esfuerzos de todos los juristas y psiquiatras de Europa. Este libro, en el cual había puesto todas sus no le había merecido ni un solo elogio, ni esperanzas, una sola estimación en Italia; no le había procurado ningún amigo, ningún admirador y, por el contrario, había hecho el vacío a su alrededor. En Italia —escribía dos años más tarde— la suerte más grande que se puede augurar a un pobre autor de estudios no literarios es la de ser bien criticado, pues esto significa a lo menos que ha sido leído por alguien. Desgraciadamente yo lo sé, pues de mi único trabajo original que se ha publicado tuve traducciones y análisis inteligentes en Alemania, Inglaterra, Francia y Holan76
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da, pero ni una sola nota que pueda ser encontrada en Italia.
Pero hubo una nota y muy larga: escrita por Rosmini, médico del manicomio público de Milán. Éste comenzó una campaña contra Lombroso con losmétodos conocidos de las acusaciones falsas, de las reticencias, de las modificaciones de cifras y de palabras, el ridículo y las insinuaciones, hasta el punto de que sostuvo que Lombroso aumentaba el peso de sus enfermos con una dieta especial y no con los tratamientos que describía. Muy pronto se unieron a este señor los colegas y aun los mejores amigos de Lombroso, hasta los más queridos: sus coetáneos. Si se piensa en lo que ocurrió a Lombroso en aquel año, leyendo ahora, después de 50 años, tantas cartas piadosamente conservadas de compañeros afectuosos ydespués entusiastas que seprimera hicieron demasiadouna reservados de aquella publicación, conclusión amarga surge espontáneamente: que una generación puede encontrar apoyo en la que la ha precedido, algunas veces en la que la sigue o en el extranjero; pero nunca en los contemporáneos. *** Pero la vida nunca es totalmente de espinas, en particular cuando uno posee la naturaleza tan intensa y ardiente como Lombroso. Él encontró gran consuelo en aquel 77
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triste año de aislamiento, en sus trabajos: ellos, a lo menos, nunca lo traicionaron. A los numerosos temas que había comenzado a tratar en aquellos añadido otro nuevo: “La acción de losúltimos astros yaños de loshabía meteoros sobre la mente humana”, que el Instituto Lombardo había puesto a concurso. Pero sus estudios fueron otra vez interrumpidos: al principio de 1866 comenzaron a correr voces de una guerra con Austria. Lombroso regresó al ejército y tomó parte en aquella guerra. Pero ésta duró poco y fue un desastre. Cavour había muerto: en el ejército prevalecieron las discordias, aun cuando hubo inútiles heroísmos parciales, vino la derrota para el ejército de tierra y para la marina. Pero Prusia, con la cual Italia había ligado su suerte, había ganado, y entonces Venecia fue anexada a Italia. A finales de julio, Lombroso pudo regresar a Verona, donde no había estado después de unos 10 años. Podía regresar a Pavía para acabar pero entonces se había difundido en todosusel estudios, país el cólera, haciendo un estrago espantoso. A los médicos militares se había confiado el encargo de organizar las tareas para dominarla, y él quedó con sus compañeros en la difícil empresa. Trabajó en el hospital de Treviso, ganando una mención especial por el interés y la eficacia con que cumplió con su deber. Finalmente, en noviembre de 1866, terminada la guerra y dominada la epidemia, Lombroso abandonó para siempre el uniforme militar y regresó a Pavía, donde el nuevo director del hospital de Santa Eufemia lo nombró oficialmente médico en jefe de la 78
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Sección de las Enfermedades Nerviosas, que él había creado. *** Este segundo regreso a la vida civil fue para Lombroso mucho menos brillante que el primero. Su trabajo acerca de los astros, que había completado durante la guerra, obtuvo del Instituto Lombardo un premio: el filósofo Cantoni, entonces rector, le había prometido y conseguido una cátedra extraordinaria de enfermedades mentales con 1 200 liras anuales de sueldo. En total, sólo ganaba 2 000 liras anuales; no era mucho, pero significaba para él el final de toda preocupación económica, la renuncia al trabajo de las traducciones, la posibilidad de sumergirse en su querida ciencia. Es feliz, pues, y se da a una verdadera orgía de trabajo. Se ocupa de “Los la revista trimestral psiquiátrica que continúa para Anales Universales de Medicina”; del proyecto que después fue aceptado, del manicomio de Voghera; de una monografía “Causas de mortalidad en el ejército italiano”; de otra respecto a “La mortalidad de los judíos en Verona”; de la traducción de la Circulación de la vida de Moleschott, a la cual añadió un prefacio que es una verdadera monografía acerca de la situación contemporánea de las ciencias biológicas; de la publicación de Rarísimos casos clínicos, que fueron publicados también en El hombre enajenado; además, hizo dos descubrimientos médicos de mucha importancia. El primero, de una extraña enfermedad 79
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nunca antes descrita en la literatura médica, a la cual dio el nombre de macrosomia; el segundo, acerca de la difteria. Comoy otro habíacasi examinado dos casosa una de manía, uno sucesivo contemporáneo típica difteria, y como pudo hacer la autopsia, concluyó que la difteria no era una enfermedad local limitada a la garganta, sino una infección general en la cual los fenómenos de la garganta tienen un carácter local. Más aún, observó la analogía que esta enfermedad presenta con la viruela y llegó a la conclusión de que se habría podido encontrar un remedio sólo en algo parecido a la vacuna. Por eso intentó curar un segundo caso de manía diftérica con una inyección de viruela, consiguiendo mejorar los síntomas mentales, pero no los otros que llevaron al enfermo a la muerte. Y, sobre todo, en aquellos años, Lombroso dirigió sus esfuerzos al examen sistemático de los delincuentes y los locos,médico-legales publicando una serie de con peritajes “Diagnósticos ejecutados el mé-y todo experimental”. Abrió también en Pavía un Curso libre de Antropología para exponer su método a los estudiosos. *** Inmediatamente después de esta actividad múltiple e intensa, comenzó 1868, que fue un año importantísimo para Lombroso, pues comenzó las investigaciones acerca de la pelagra, que si por una parte le permitieron realizar ampliamente su primer sueño de reden80
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ción médica de Italia, por otra parte debían ser causa de las contrariedades más intensas. la pelagra de laslamás difíciles de Es estudiar, pues una tieneenfermedad varios aspectos: duración, la intensidad, las manifestaciones, son distintas: algunas veces viene en forma aguda como una tifoidea, otras en forma crónica, débil, con una descamación en las manos y en los pies, con dolores de estómago; otras veces ataca la mente produciendo odios, manías, melancolías, tendencias al suicidio; otras veces también ataca los órganos de la generación. Para complicar aún más el diagnóstico, estas distintas manifestaciones varían no sólo de un individuo a otro, sino también en función de la raza, el ambiente, el lugar, el tiempo, y, además, hay la dificultad del hecho de que la causa en la enfermedad se manifiesta con efecto lejano, de manera interrumpida: todos los enfermos mejoran en el invierno y se empeoran en la Así se explica que la causa y el remedio deprimavera. esta enfermedad, estudiada desde hace unos 100 años por centenares de hombres de ciencia, tardara tanto en ser descubierto, y que cuando se descubrió, centenas de estudiosos habían podido y todavía pueden continuar estudiándola, a refutar y a proponer otras teorías. Pero si el problema era difícil de resolver, era urgentísima la necesidad de encontrar una solución, pues esta enfermedad había tomado en Italia proporciones terribles. Según Lussana, los pelagrosos hospitalizados en 1850 eran 2 000 en la ciudad de Milán, y 6 000 cada año en provincia; 8 000 en la provincia de Bér81
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gamo, y 11 000 en la de Brescia; y estas cantidades aumentaron aun de 1850 hasta 1860. Si por la causa de la pelagra era pocoacerca conocida, ban, el contrario, las hipótesis de suabundasrcen. Algunos la atribuían sencillamente a la miseria (era esta la teoría más difundida); otros a la escasez de la sal en la alimentación; otros a la escasez del ázoe en el maíz de que se alimentaban las poblaciones donde había la enfermedad y, por último, al maíz averiado y a los hongos. Esta última hipótesis no era nueva. Había tenido entre sus predecesores, hasta el Senado de la República de Venecia, que en 1776 había promulgado leyes prohibiendo la venta y el consumo del “maíz turco” averiado. Un doctor, Ludovico Ballardini, había hecho, además, experimentos con pollos, alimentándolos con maíz averiado y produciendo una enfermedad parecida a ladel pelagra. había encontrado entre los hongos maíz Además el sporisorium maidi, al cual había atribuido la causa de la enfermedad. Pero este médico y otros se habían limitado a comprobar que la pelagra derivaba del maíz averiado sin buscar cómo y por qué. Por este hecho los estudiosos que estaban en contra de estas teorías podían fácilmente refutar sus deducciones. Lombroso se ocupó en el asunto desde donde habían llegado aquel doctor y el senador Roussel, comenzando por examinar el sporisorium y los otros hongos que se desarrollan en el maíz averiado, haciendo cultivos de ellos y experimentos en alcohol, efectuando 82
EL REGRESO A LA VIDA CIVIL (1866-1869)
en abril de 1868 experimentos separados y después reunidos con los animales y con los hombres. Con una grandesorpresa el efecto nulo. laFiel al método no forzarvio losque hechos, sino era de seguir traza que ellos mismos indicaban, hasta que las aparentes contradicciones se expliquen y armonicen entre sí, repitió los experimentos en 28 individuos, hombres y mujeres, con infusión de maíz averiado. Los hombres presentaron los síntomas especiales de la pelagra. Entonces, pensó Lombroso, los hongos “no son la causa de la pelagra, sino lo es el maíz averiado por estos hongos”. Volvió a estudiar este punto hasta que un día tuvo que ocuparse de un caso de tifoidea pelagrosa con uremia aguda, que ofrecía todos los síntomas de un envenenamiento. Tuvo la sospecha, y con febriles investigaciones se convenció después de que la pelagra no era causada por una infección sino por una intoxicación; no se debía este o aquel del maíz, sino a las toxinas que sea forman en elhongo perisperma del maíz averiado por estos hongos. La teoría tóxica presentaba ventajas enormes contra la teoría maídica, pues explicaba la variedad de las formas que tomaba la enfermedad, variando de un año a otro, de un país a otro, y esto por ser conocido que las toxinas producidas por los hongos resienten la influencia del ambiente donde se desarrollan. Seguro, pues, de que la causa era una toxina y no un microbio, se puso a estudiar ante todo los remedios, buscándolos entre las antitoxinas. Después de cientos y cientos de tentativas se convenció de que el 83
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mejor remedio era el ácido arsenioso para los adultos y el cloruro de sodio para los niños. Intentódeesta cura antes endesuMilán sección en enfermos otros hospitales en médica 31 casosyque detalladamente describió en sus “Estudios clínicos experimentales” (1869). Pero como quiso separar la mejoría conseguida por la cura en lo que concernía al remedio y en lo que concernía a la dieta abundante, a la cual se podía atribuir toda ventaja, hizo experimentar su sistema en el campo por algunos médicos rurales en varias regiones: los efectos fueron maravillosos. Todavía tengo sus cartas que fueron las que dieron a Lombroso la más viva satisfacción en la vida. Tres de los ocho enfermos se curaron con cinco miligramos de ácido arsenioso cada uno, y este hecho me ha entusiasmado. Mientras escribo, está frente a mí un viejo desde hace años,días, queyestá do enfermo tu cura desde hace muchos sólo cuatro me siguienasegura mejorar visiblemente. Ayer he visitado otros dos que hacen elogios de tu remedio y que estaban enfermos desde hace unos cuatro años. ¡Qué inmensa utilidad para la humanidad si estas tentativas pudieran confirmarse! ¡Qué cúmulo de miserias apartadas del camino de la vida, en la cual desgraciadamente ya hay bastante cantidad de otros males! ¡Cuántos brazos ganados para el trabajo, cuántas suciedades de menos, qué vida nueva para la Lombardía cuando vea alejarse esta horrible amenaza! Los resultados se presentan en mi mente tan enormes que no me atrevo a creerlos. 84
EL REGRESO A LA VIDA CIVIL (1866-1869)
Encontrada la causa, encontrado el remedio, Lombroso se dedicó íntegramente a encontrar la manera de difundirlos para impedir que la enfermedad prosperara. En 1869 se ocupó casi exclusivamente en la pelagra. Puso en movimiento a todos sus amigos: botánicos, químicos, psiquiatras, dermatólogos, agricultores, para controlar sus descubrimientos, experimentar sus remedios, examinar el pan cocido y si el maíz previamente seco podía neutralizar el terrible veneno. Escribió a los ministros para que prohibieran la venta del maíz averiado; dio conferencias a los campesinos; publicó diálogos populares acerca de la pelagra para enseñar a los campesinos a abstenerse del consumo del maíz enfermo, a impedir cuando menos que se averiase y a curarse cuando enfermaran. Armado con todos estos estudios se presentó, al fin, en 1869, en un concurso del Instituto Lombardo para hecho “Un descubrimiento relativo a la cura de la pelagra, después de 1860, absolutamente comprobado y de importante ventaja para la sociedad y el progreso”. *** Pero precisamente mientras Lombroso, sumergido en el estudio de la pelagra, ocupado en las investigaciones psiquiátricas, estaba para recoger los primeros frutos de sus fatigas, su maestro, Marzolo, que le había revelado los primeros elementos de la ciencia y lo ha85
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bía determinado a dedicarse a los estudios médicos, después de una larga serie de terribles acontecimientos,Enmurió. esta ocasión, Lombroso comenzó por tercera vez sus “Estudios acerca de las razas humanas”, que había concebido a los 16 años cuando estaba con Marzolo, y se decidió a completarlos y publicarlos. En medio de tanta incertidumbre, un triste caso me abate —escribe en el prefacio de esta obra—; el primero de los antropólogos italianos, mi Marzolo, murió sin haber podido cumplir y difundir su gran obra a la cual estaba más ligado que a la vida misma. No pudiendo erigirle con mis pobres fuerzas un regio monumento, quiero a lo menos colocar sobre la solitaria tumba de aquel gigante entre los pensadores italianos, algunas pobres ramas de una planta que él hizo crecer robusta y fue el solo placer y la gloria de su vida.
Con la muerte de Marzolo, otro periodo de la vida de Lombroso viene a cerrarse. Con él perdió la única guía que lo podía aconsejar en sus estudios, el único amigo verdadero que tenía y que seguía con interés, con ansia, con amor, su trayecto ascendente. Ahora está solo en el maremágnum de la vida, con un grande equipaje de amor y uno muy pequeño deLomexperiencia los hombres. Y precisamente entonces broso está para comenzar sus más grandes batallas.
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VII. ETAPA DECISIVA EN LA VIDA DE LOMBROSO (1870-1871) El matrimonio. Conclusión del concurso. Descubrimiento de la relación que existe entre el atavismo y el delito. Nombramiento en Pesaro Mientras estemos unidos, conspiraremos a favor de los hombres, los cuales, claro, nos lo agradecerán a golpes; pero, ¿qué recompensa hay más grande que el placer de hacer el bien?
EL AÑO siguiente a aquel en que Marzolo había muerto, Lombroso contrajo la única liga que debía sostener y constituir en toda su vida: el matrimonio. Era costumbre entonces en las familias judías que, cuando llegaba el momento del matrimonio, los padres buscaban para los hijos la esposa que juzgaban más conveniente. César Lombroso tenía ya 34 años y sus padres le habían hecho muchas proposiciones. Pero el hijo siempre se había negado a aceptar. Respecto a este punto no era fácilmente contentable: quería, ante todo, una buena mujer; estimaba que la bondad 87
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es la virtud primaria y más necesaria en la mujer; pero quería también que fuera inteligente y enérgica, pues no podíaTenía tolerar a las personas o linfáticas pasivas. necesidad de unaestúpidas mujer que lo quisierao con la devoción de una amante, que lo ayudara con la inteligencia de un colaborador, que tuviera práctica en las cosas materiales de la vida (en las cuales él no conocía nada) como un hombre; que, por el contrario, fuera suave y dócil como un niño, que no fuera impaciente, ni irritable, ni nerviosa (quería ver siempre a personas calmadas y satisfechas), que no estuviera ávida de distracciones (pues él no tenía la posibilidad de proporcionárselas) y que, en fin, tuviera una salud de hierro: una mujer, en suma, capaz de ser para el pobre sabio que estaba para iniciar una lucha espantosa, una ayuda, un descanso y nunca una preocupación. Encontró a esta perla que necesitaba: una jovencita con enormes trenzas de negras, de ojos azules ydelgada, suaves. Nacida de una familia banqueros acaudalados establecidos en Alejandría, en el Piamonte, desde hacía muchos años, muy experta en todos los trabajos femeninos, práctica en las pequeñas cosas de la vida, llena de intuición, de sentido común, de inteligencia, sin embargo de aspiraciones literarias y hasta inconsciente de su valor. Ella tiene 22 años, es de Alejandría, judía de nacimiento y algo también por convicción (esto pasará), amable en sus maneras y sobre todo en el alma, sensible, hasta sensitiva y ávida del bien y de afectos; tiene unos ojos 88
ETAPA DECISIVA EN LA VIDA DE LOMBROSO (1870-1871)
que responden a su alma; todo esto digno más que de mí, de un alma poética como yo no lo soy y nunca lo llegaré a ser.
Así escribía Lombroso a un amigo después de haberla visto por primera vez. Con ese instinto que le guía en todas las cosas, Lombroso ha comprendido que la suerte lo ha ayudado ofreciéndole lo que el mundo podía crear más indicado para él: toma la ocasión al vuelo y luego, sin otras formalidades, pide la mano de la jovencita. La decisión fue tan rápida que sus padres mismos que la habían esperado y deseado, se enfadaron. Las tradiciones eran todavía en 1869 tan cerradas en las familias judías que no se juzgaba lícito para un joven de 34 años prometerse directamente. Pero los padres pronto se aplacaron, y también se entusiasmaron la futura a la Le cual el hijo luego comenzó con a asociar en susnuera, trabajos. mandaba cartas para que ella las contestara, manuscritos para que los copiara, le pedía consejos, la encargaba de vigilar enfermos que residían en Alejandría, la incitaba al bien que él hacía y que querría hacer. Tus consejos son magníficos —le escribía—; tú serás mi colaboradora: nos uniremos; conspiraremos en bien de los hombres, los cuales, claro, nos lo agradecerán a golpes. ¡Pero qué compensación más grande hay en el mundo, que el placer de hacer el bien! […] Si el niño está mejor, no darle más remedios. Estoy 89
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más satisfecho de que él se haya curado, que si hubiera curado a un príncipe. Es esta mi religión ydentro de poco espero será también la tuya. Hacer el bien por el religioplacer del bien, y no para ganar, es la más sagrada de las nes y también el más dulce de los placeres, si noestuviera amargado por el miedo y el disgusto de la ingratitud.
Pero el placer puro, completo, no debía existir para Lombroso ni durante su noviazgo. Mientras va conociendo siempre mejor a su esposa, lo inquietan escrúpulos y dudas; teme que ella se haya ilusionado acerca de sus cualidades y de la vida que la espera. Y tiene razón: ser un gran hombre es cosa triste en un país como Italia; pero ser la esposa de un gran hombre es peor aún; probablemente es la peor situación social que puede esperar a una mujer. Sin ninguna luz de la gloria que se refleja, cuando menos un poco, respecto anada la madre los hijos del de los grandes hombres, por laygrandeza marido a perder todacondepersonalidad propia para no impedir sus movimientos, está condenada a sufrir con él (lo que algunas veces es peor que sufrir solos), todas las injusticias a las cuales está expuesto el gran hombre sin el consuelo de sentirse apoyada, como las otras mujeres, en las decisiones diarias de la vida, en las cuales un gran hombre no puede ocuparse. El joven sabía todo esto y por tanto duda antes de ligar a su destino a la ingenua joven que él ve tan sensible y suave. Por esto le preocupan los peligros de la condición en la cual ella está por entrar. En los seis 90
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meses que pasan entre el noviazgo y el casamiento, las cartas de Lombroso revelan continuamente este pensamiento; infeliz. Pero su esposa teme tenía que uno su de esposa aquellosserá rarosmuy caracteres femeninos tan esencialmente maternales que por los sacrificios se sienten no ya deprimidos, sino incitados, y aun cuando su vida debía ser muy dolorosa, conservó intacto el altruismo ardiente, la casi inconsciente ofrenda de sí misma, también cuando la tempestad y el dolor se abatieron sobre ella y su familia. Cuando el novio se convenció de que la joven no tenía tristeza por la vida que la esperaba, comenzó a preocuparse por las dificultades financieras. Un librero me encargó una traducción y he aceptado luego, pensando en la miseria de los primeros meses —escribía en febrero de 1870—, pero, ¿esto podrá bastar? losvivir mezquinos sueldos yy poner la pequeña dote¿Será de laposible esposa con hacer a una familia casa? Tú eres una de aquellas almas elegidas para las cuales los sacrificios siempre son pocos hacia quien aman, pero yo soy de aquellos que no permiten sacrificio ni por parte de quienes quieren. Siempre he tenido horror a la pobreza, no porque aprecie yo la riqueza, pues para quien trabaja intelectualmente es muy poca cosa, sino porque el amor muere en la miseria.
A esta objeción, la esposa respondió con los hechos. Ella es muy activa e ingeniosa; con los pocos miles de liras de que dispone su novio llega a poner muy 91
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bien los muebles en la casa, a comprar las joyas tradicionales, para que su novio no haga mala figura frente a sus Decuñados. todo se ocupó ella, pues compró personalmente algunos muebles, cortó y preparó cortinas y tapices. Superados los escrúpulos financieros y los de origen moral, la boda se celebró en Alejandría el 10 de abril de 1870, con el rito judío y el civil. Los primeros meses de casados fueron felices. La nueva familia había encontrado en la casa Del Maino un apartamento con un inmenso jardín lleno de árboles, de agua, de flores, de pájaros, cerca del departamento de Julio Bizzozero y de doña Gina del Maino, en la cual todo era bondad, entusiasmo, alegría. La esposa, que luego fue promovida a secretaria general y particular de Lombroso (que tenía una letra horrible), entre un plato de cocina y un manuscrito que copiar, conlalamanera actividad sólo eluna júbilo puede para dar, encuentra de que preparar canastilla el vástago que ya había anunciado. Efectivamente, el 14 de marzo de 1871 nació la primera hija que en recuerdo del maestro se llamaba Paola Marzola. El joven padre trabaja también con mucho ardor: continúa el estudio, el análisis y la cura de los enfermos mentales —para los cuales había inventado también una tina especial premiada en la Exposición de Viena, 1872, y un instrumento (citófago) para alimentarlos forzadamente—; continúa el estudio de los criminales acerca de los cuales dicta varias monografías, y se ocupa particularmente en la pelagra. 92
ETAPA DECISIVA EN LA VIDA DE LOMBROSO (1870-1871)
Está en comunicación constante con muchísimos médicos rurales que experimentan sus remedios respecto a loshabía pelagrosos; condedermatólogos países que encargado experimentardelasvarios infusiones de maíz averiado en la cura de la psoriasis y de las enfermedades de la piel, y está acabando sus “Estudios clínicos sobre la pelagra”, que una casa editora había aceptado publicar en Bolonia. Llegó entonces julio de 1870: fecha esperada ansiosamente, pues debía llevar el resultado del concurso. Lombroso participadosobre en éste con sus “Estudios clínicoshabía experimentales la naturaleza, el génesis, la causa y la terapia de la pelagra”, en parte impresos y en parte manuscritos. El 2 de julio de 1870 la Comisión presentó su relación. Los concursantes eran varios, entre otros el doctor Ballardini, el decano de los pelagrólogos maidistas; pero nadie, en opinión de la Comisión, podía disputar a Lombroso el premio, pues sus trabajosafueron declarados “Considerablemente superiores los de todos los otros concursantes”. Tributado el debido honor —está escrito en la relación del concurso— al ilustre veterano (Ballardini), cuyo valor abrió un surco por donde pasaron los otros, queda derecho y armado sólo un campeón: el profesor Lombroso. Se declaró éste desde el principio continuador de Ballardini, pero queriendo proseguir la obra de éste, de hecho llega a demolerla[…] Ustedes habrán podido apreciar la amplitud de las investigaciones de Lombroso, que comprenden todo el 93
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campo pelagrológico. Sirviéndose de todos los medios modernos de análisis y de experimentación, acostumbrado a los instrumentos diagnósticos, a pesar, a medir, a numerar todo lo que enpreparado los fenómenos biológicos es susceptible de exacta determinación, capaz de pedir a la química, al microscopio, los secretos del átomo y de la célula; a la estadística la luz de su ayuda; a la agronomía, a la mecánica, a la economía social sus consejos; al arte del dibujo sus reproducciones; preparado en una palabra y educado en las duras y severas exigencias de la ciencia médica. Ustedes lo han seguido en el difícil camino, desde la etiología hasta la sintomatología, la patología, la anatomía patológica, la profilaxis, la cura, y casi en todas partes lo han visto tratar nuevos hechos, acumular pacientes observaciones, desarrollar nuevos conceptos […] La Comisión pudo, evidentemente, encontrar en algunas partes hechos nono suficientemente comprobados, observaciones todavía numerosas, pero no puede desconocer cómo los estudios de Lombroso, aun cuando incompletos, reúnen en un haz muchos conocimientos distintos, coordinan un gran número de hechos; concilian opiniones distintas, se explican y se completan entre sí, haciéndonos considerar el problema desde un punto de vista más elevado y comprensivo hasta ahora no logrado.
Por este juicio podría creerse que la Comisión deseara otorgar el premio a Lombroso. Pero no: la Comisión se pregunta: 94
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¿Responde Lombroso a las condiciones del programa? ¿Puede nuestra Comisión coronar sus fatigas otorgándoleLaelcontestación premio? no puede ser dudosa, si se recuerda que para dar el premio se necesita un descubrimiento relativo a la cura de la pelagra, hecho después de 1860, absolutamente comprobado y de notable beneficio para la sociedad y el progreso. Nuestra Comisión puede hacer votos para que alguien en el porvenir satisfaga estas condiciones, pero no puede permitirse prescindir de ellas, invitando a premiar una memoria que, aun cuando contenga un descubrimiento de notable beneficio para la sociedad y el progreso, no llega, sin embargo, a la demostración absoluta. Sin embargo, sería duro e injusto que trabajos como los de Lombroso no obtengan de nosotros una distinción estímulo, que por tantos títulos y que sirva yalun autor para completar una obra tanmerece bien iniciada. Asignando por lo tanto a Lombroso una cantidad de mil liras y publicando en las actas de la Fundación que administramos, un amplio resumen de la Memoria, nuestra Comisión cree que se pueden conciliar todas las disposiciones y todas las exigencias: 28 de julio de 1870.
El criterio adoptado por esta Comisión para negar el premio a un concursante que ella misma declaraba “muy superior a los otros”, que presentaba un descubrimiento que ella misma declaraba “de notable 95
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beneficio para la sociedad y el progreso”, se entiende sólo hasta que se leen atentamente las relaciones del siguiente. Se ve entonces que la Comisión llegóaño a estas conclusiones por un espíritu de conciliación, pues el ponente y algunos comisarios habían demostrado la necesidad de coronar con el premio los estudios lombrosianos, y otros se habían opuesto rígidamente. El profesor Giacomo Sangalli, en las Actas del Instituto Lombardo, se opuso también a este premio de estímulo que mientras elevaba a Lombroso de los otros concursantes, le daba los medios para continuar más eficazmente sus experimentos y conseguir en otra ocasión el premio tan deseado. Y aquí observamos que el hecho de obtener el premio deseado, resolviendo el problema de la pelagra, no debía ser una cosa tan criminosa y fatal para la humanidad que dudase el Instituto Lombardo mantener lejano este acontecimiento. El resultado no dio mucho gusto a Lombroso; había fundado una familia y estaba para ser padre: un premio de 20 000 liras habría podido ser precioso en aquellas circunstancias y, además, habría servido para dar crédito a sus doctrinas pelagrológicas, para hacer adoptar más fácilmente las medidas preventivas que él reclamaba; pero no le dio tampoco mucha amargura. Este premio, aun cuando incompleto, había dado cierto prestigio a los estudios de Lombroso. El mundo científico los examinó con cierta benevolencia. Hirsch y Fraenkel, en Alemania; Gasquet en Francia, 96
ETAPA DECISIVA EN LA VIDA DE LOMBROSO (1870-1871)
hicieron de ella largos y elogiosos resúmenes: casi todos los médicos italianos rurales se pusieron a experimentar el ácido arsenioso en sus ayudaron con entusiasmo a Lombroso enenfermos su lucha ycontra los sostenedores de las doctrinas no maidistas. Lombroso reunió estos datos y otros con los cuales contestó en 1871 a sus contradictores. Continuaba tranquilamente sus investigaciones de la pelagra y armado con nuevas confirmaciones a su doctrina, tomó parte en un segundo concurso de la Academia de Turín, para la memoria publicada entre 1868 y 1870, de interés evidente para la Medicina y la Higiene. *** En 1871 Lombroso se ocupó menos de la pelagra que de otros problemas abandonados en años anteriores, sobre todo del examen de los delincuentes. Mientras estudia a los criminales en masa en las estadísticas, y personalmente con sus ojos y con la ayuda de sus estudiantes, desaparecen los límites entre la locura y el delito que él quería fijar. Los criminales presentan muchas anomalías, así como las presentan los locos —y aun más graves y evidentes—; pero él no sabe cómo coordinarlas, cuando una mañana, abriendo el cráneo de un famoso bandolero, Vilella, que tenía ya 70 años y se había escapado de los gendarmes corriendo ágilmente por los montes, Lombroso encontró en la base del cráneo una foseta occipital 97
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media. También los que no han hecho estudios médicos saben que nuestro cerebro está dividido en dos hemisferios y que en elmás cráneo, casi para en separarlos, hay una cresta mucho pronunciada la base: cresta occipital media, que se irge donde en las aves se presenta una fosa destinada a contener un tercer lóbulo medio. Ahora bien, en aquel cráneo, precisamente en el lugar de la cresta occipital, se presentaba una fosa, tan lisa y exenta de vasos inflamatorios que parecía haber sido como receptáculo a un tercer lóbulo medio, como se ve en los embriones en el tercero y cuarto mes, y normalmente en las aves; anomalía rarísima que Lombroso nunca más debía encontrar en aquella proporción. Viendo aquella fosa —escribe Lombroso—, me apareció bruscamente, como en una amplia llanura bajo un horizonte infinito, aclarado el problema naturaleza del delincuente, que debía reproducirdeenlanuestros tiempos los caracteres del hombre primitivo hasta los carnívoros.
Esta era la razón de los pómulos salientes, de la fosa temporal, de las mandíbulas voluminosas, de todas las analogías que había encontrado entre los delincuentes, los salvajes, los enajenados y los hombres prehistóricos: todos representaban estadios sobrepasados de la evolución. Entre los locos y los delincuentes no hay diferencia de calidad sino sólo de intensidad: todos eran atávicos (fue Lombroso quien inventó esta 98
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palabra en aquellas circunstancias), pero respecto de los locos, el delincuente era el más atávico, el más anómalo. El tumulto la revelación despertópara en él, está comprobado porque la relación que escribió el Instituto Lombardo. “La anomalía de que voy a hablar puede decirse única en la historia natural y patológica del hombre”… Poco después tuvo que hacer un peritaje a un delincuente que completó aun de manera maravillosa la primera revelación. Se trataba de un individuo, Versen, que había estrangulado sucesivamente y despedazado en uno o dos años a muchas mujeres. Él confesó a Lombroso que lo hacía por encontrar en este acto un placer inefable: que las estrangulaba con las manos y después chupaba la sangre y mordía las carnes y, además, llevaba unos pedazos carne a una choza, con tranquilidad los díasdesiguientes gozaba endonde morderlos y husmearlos.en No tenía remordimiento por estos hechos y decía que si estuviera libre, “no habría podido resistir a la tentación de husmear y estrangular a otras mujeres”. Lombroso no podía encontrar una prueba mejor del srcen atávico del delito. Comprendió, sin embargo, que el atavismo del delito con la fuerza irresistible que deriva de él, lo había hecho llegar más allá del límite a donde pensaba llegar, pues había comenzado sus investigaciones para completar el código vigente dando a los jueces y a los peritos un medio de distinguir a los responsables de los irresponsables, 99
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y había terminado por encontrarse en un conflicto terrible. Mientras trabajaba por controlar y completar su descubrimiento, pensaba en cómo laque, sociedad podría defenderse de esos irresponsables, según el antiguo código, debían ser puestos en libertad, pero que él juzgaba más peligrosos que los criminales responsables. En este momento, julio de 1871, el Consejo Provincial de Pesaro propuso a Lombroso tomar la dirección de aquel manicomio. Esta oferta fue hecha con deferencia y con generosidad a las cuales no estaba acostumbrado: se le daba libertad absoluta para todos los cambios que él considerara útiles en el manicomio, y para tomar consigo todos los ayudantes que deseara. No se atrevió a rehusar esta fortuna que le permitía trabajar tranquilamente con amplio material a su disposición, pero no quería, por otra parte, abandonar la cátedra que había sido el sueño de toda su vida y decidió trasladarse a Pesaro a título provisional para reorganizar el manicomio y regresar el año siguiente a Pavía.
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VIII. PRIMERAS LUCHAS POR LA PELAGRA (1871-1874) En Pesaro. Manicomios criminales. Violentos ataques por la cuestión de la pelagra La diferencia del que investiga por amor a la verdad y el que lo hace por otras razones, está en el hecho de que el primero no sabe qué cosa es la desgraciada habilidad que el otro invoca, y en éste toda la ciencia corresponde sólo a la habilidad.
EL 1O. DE diciembre de 1871, Lombroso partió hacia Pesaro. Allí encontró, caso único en su vida científica, listos los materiales y los hombres que lo podían ayudar. El manicomio y el cercano presidio penal fueron muy pronto transformados en un maravilloso laboratorio de psiquiatría y antropología criminal. Los mozos iban y venían con cráneos y documentos de los criminales de la cárcel al manicomio; los locos escribían al dictado, hacían gráficas, cuentas, estadísticas; sus asistentes, los doctores Riva y Frigerio, tomaban medidas, examinaban, controlaban mientras el doc101
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tor Tamburini, director del manicomio de Ancona, efectuaba los exámenes a los locos. Así se estudiaron experimentalmente a 400 delincuentes, y fue éste el primer núcleo de la antropología criminal. En el manicomio de Pesaro, Lombroso resolvió también la cuestión que tanto le había preocupado el año anterior, esto es, cómo defender a la sociedad “de estos delincuentes o considerados como tales, para los cuales la prisión es una injusticia y la libertad un peligro”. Si los delincuentes son una especie de locos, no deben ser castigados, sino tratados como los locos, estar segregados de la sociedad, ya no de manera temporal en proporción del delito cometido, sino indeterminadamente en razón de su temibilidad, en manicomios criminales. Creyó, pues, haber logrado su fin por haber comenzado los estudios de los delitos con la intención de dar apareció la justicia medios para mejorar. remedioque le tan penal sencillo, y la necesidad tanElurgente, se ilusionó con verlo luego aplicado. Dirigió en noviembre de 1872 al Instituto Lombardo su Memoria sobre los manicomios criminales; propuso un verdadero proyecto de ley en el cual se limitaba —para que la proposición pudiera ser adoptada prácticamente sin modificar excesivamente el Código— a pedir que se aplicara a algunas categorías de criminales, el párrafo del Código Penal italiano que concernía a los menores y a los locos. Hizo esta propuesta lleno de confianza y después de estudiarla en todas sus partes para su aplicación 102
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inmediata, al ministro de Justicia, pidiendo que se ejecutara. solicitud era ingenua. ¿Desde de cuándo un ministroSu ponía en ejecución el proyecto un profesor sin amistades, fuera de las luchas políticas, que además estaba en pugna con el mundo académico y científico, que pedía nada más que una reforma en el Derecho y en las penas? Pero aquella vez la solicitud ingenua tuvo un resultado inesperado. El ministro no se ocupó de su monografía, pero ésta atrajo la atención de Martino Beltrami Scalia, director general de Prisiones, que en una carta entusiasta le dejó entrever la esperanza no sólo de que se realizara el manicomio criminal, sino de que él mismo podría ser el director.
*** Regresemos ahora a Pesaro, donde debía reorganizar aquel manicomio. Escrupuloso como era, no descuidó a los locos por los delincuentes. Ordenó aquel asilo con el sistema inglés de las puertas abiertas, buscando la manera de crear para los hospitalizados un ambiente alegre, con todas las atracciones que pudieran conciliarse y hacer dulce su vida, ofreciéndoles teatros, libros, música, pintura. Excitó su actividad para que dieran libre desarrollo a sus tendencias artísticas y poéticas, con funciones, con exposiciones en donde presentar sus 103
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trabajos, y, sobre todo, con un periódico del manicomio, que por primera vez creó para dar a los parientes noticias acerca de enfermos, y a éstos una tribuna donde publicar suslos mejores trabajos literarios y artísticos. Continuó las investigaciones psiquiátricas respecto de las cuales publicó varias interesantes monografías, volvió a comenzar sus estudios acerca de “Genio y locura” y los reunió en un librito que con este título publicó en Milán. Acerca de la cuestión de la pelagra no creo que tuviera intención de gastar más tiempo, sino el necesario para reunir los datos estadísticos y los casos clínicos que pudieran ocurrir. Pero a principios de 1872 el doctor Filippo Lussana, profesor de Fisiología en la Universidad de Padua, publicó un librito en el cual intentaba demostrar que la pelagra podía provenir de cualquier causa, menos del maíz averiado. Lombroso, contra el cual, aunque no se le hubiera nombrado, estaba dirigido el ataque, contestó vivamente con una larga monografía irónica, en la cual comprobaba los errores groseros en que había caído Lussana. Replicó éste, y a él otra vez Lombroso. Lussana había cerrado su primer ataque declarando que podría creer en el srcen maídico de la pelagra sólo si del maíz averiado se hubiera podido extraer el veneno que contenía. Esta objeción era seria y ya la habían hecho más o menos abiertamente los otros dignos adversarios. Lombroso quiso hacer esta ex104
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tracción, eficazmente ayudado por el ilustre químico Francisco Dupré, profesor en la escuela local de agricultura. Lombroso y Dupré extrajeron entonces del maíz averiado un aceite y algunas soluciones acuosas, una de las cuales particularmente producía las reacciones generales de los alcaloides, y bebida o inyectada a los perros, a los pollos y a las ratas producía convulsiones y otros fenómenos propios de la pelagra. Era precisamente la sustancia que Lussana le había pedido. Las pruebas a las cuales los enemigos sometían a su adversario, amenazaban transformarse en actos gloriosos para su víctima, lo que evidentemente no habían deseado. Después del año de prueba, Lombroso se dispuso a regresar a Pavía. El cargo de director del manicomio era espléndido, el material de estudios abundantes, las gentes amigas, aire faltado y el clima maravillosos, la administración no el había a ninguna promesa: le había dado una casa principesca, servidores, médicos, ayudantes…, pero faltaban en ella los estudiantes. Lombroso habría perdido, si hubiera permanecido allí, el contacto continuo con las nuevas generaciones del cual tenía necesidad para hacer fermentar su pensamiento. Por esta razón, aun contra las instancias de las personalidades locales, en los primeros días de noviembre de 1872 abandonó Pesaro, que fue un oasis único en su vida, un paraíso terrenal donde todos querían que se quedara, y se fue a Pavía, donde su esposa lo 105
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había precedido en espera de otra criatura que debía aumentar la pequeña familia. *** El regreso a Pavía fue triste. El ex director del Manicomio de Pesaro, tan festejado y cortejado en aquella bonita ciudad, encontró una acogida glacial en su segunda patria. ¿Esperaban sus colegas que el joven director al cual en Pesaro se habían hecho tan interesantes proposiciones, nunca más regresara al modesto puesto de Pavía? ¿O eran simplemente envidiosos de la fama que tenía por los nuevos descubrimientos? ¿Estaban irritados por las polémicas contra Lussana? Lo cierto es que en Pavía se había roto aquella especie de cadena de simpatía, que encendida por Lombroso cuando estudiante, había continuado, cuando menos fuerte, para Lombroso profesor, yaun se había formado una densa red de rivalidades que las polémicas con Lussana habían contribuido a hacer más ásperas. Al principio, sin embargo, Lombroso, ocupado de tantos problemas y feliz por la acogida hecha a sus proyectos respecto a los manicomios criminales y sus experimentos sobre la pelagra, no se dio cuenta de esta situación. El hecho de concebir, de crear, produce tal exaltación que frente a ella se hacen pálidos todos los desengaños. Pero los dolores debían ser muy numerosos y atroces aquel año para él. 106
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El 1o. de noviembre de 1872, como primer saludo del mundo académico, se publicó el informe del Congreso de Turín que debía,hecho como entre dije, dar un premioque al descubrimiento médico 1868-1870, más hubiera contribuido al progreso y al beneficio de la ciencia médica. Lombroso se había presentado en el concurso con sus “Estudios clínicos y experimentales sobre la naturaleza, causa y cura de la pelagra”, que ya estaban en su segunda edición; con sus nuevos descubrimientos sobre los venenos del maíz que había enviado desde Pesaro; con una serie de memorias de los médicos rurales que referían los efectos de su medicamento en los pelagrosos en sus pueblos, y otra serie de historias clínicas de enfermos de psoriasis, curados con el aceite del maíz averiado. Había enviado también una serie de preparaciones químicas y microscópicas del veneno losdistintas hongos del maíz y una colección de maíz alteradoyen formas. En el concurso no había ningún otro concursante de importancia. Lombroso estaba seguro del premio, tanto más cuanto que entre los jueces había algunos grandes admiradores y amigos suyos. Pero en una asamblea el mérito tiene poco valor y 10 amigos tienen menor fuerza que un solo enemigo; ¡y los enemigos no faltaban en la Comisión! No sólo la Comisión le negó el premio, sino que el informe que acompañó al juicio negativo tenía un tono muy diferente del emitido por el Instituto Lombardo. 107
VIDA DE LOMBROSO
El ponente del Instituto Lombardo en 1870 casi reprochó a Lombroso el hecho de apoyar sus nuevos descubrimientos sobre sus precursores, de hecho había derrumbado. El ponente del nuevo que concurso reprochó a Lombroso haber “olvidado” a sus predecesores. El ponente del Instituto Lombardo estaba entusiasmado por el remedio que había encontrado Lombroso: el nuevo ponente que tenía bajo sus ojos una cantidad mucho más grande de experimentos, de resultados prácticos, de cartas de médicos, etcétera, ni se ocupó de la terapia de la enfermedad, que constituía la base del concurso y a la cual el concursante había dado amplio desarrollo, y escribió: “Merecen ser tenidas en cuenta las curas arsenicales”, como si éstas fueran citadas como hipótesis, mientras que estaban abundantemente comprobadas. En 1870, en el primer Concurso, consiguió un premio de estímulo no se había premio a otros concursantes. Losynuevos juecesdado no manifestaban ni una palabra de aliento para Lombroso y reservaron sus elogios y dan el premio a un concursante desconocido, por una memoria relacionada con “La estrechez de la uretra”. Para quien lo lea atentamente, el informe está hecho maravillosamente para hacer quedar mal los descubrimientos de Lombroso, aunque dé la impresión de elogiarlos: para hacer callar, conforme la apariencia de imparcialidad, a sus sostenedores ya bastante numerosos y entusiastas, y para asegurar a los sabios académicos que Lombroso no podía ir muy lejos. Era 108
PRIMERAS LUCHAS POR LA PELAGRA (1871-1874)
ésta una advertencia al ardiente joven para que abandonara el escabroso tema y estudiara algo más inofensivo y que“La ofendiera menos intereses ajenos…, por ejemplo, estrechez de lalosuretra”. Pero Lombroso no era hombre que se amilanara por aquella advertencia. Pocos días después del informe, expuso brevemente en el Instituto Lombardo los resultados de los experimentos de los venenos del maíz averiado ejecutados en Pesaro con el químico Dupré. Los resultados eran “que del maíz averiado se podían extraer tres distintas sustancias: aceite rojo del maíz averiado, una sustancia tóxica del maíz averiado, y una sustancia glutinosa”. Esta última en los experimentos se había mostrado inocua. El aceite rojo producía en los pollos, pero sobre todo en los perros, las ranas y las ratas, después de breve tiempo, fenómenos parecidos a los de la pelagra: vértigosdiarrea, y convulsiones; en los descamación, hombres sanos,diarrea, somnolencia, fenómenos morbosos parecidos a los que en los enfermos crónicos produce la inanición completa. La sustancia tóxica preparada en tintura, inyectada en los pollos y, sobre todo, en los perros, había dado pocos minutos después fenómenos de diarrea, contracciones, somnolencia y abatimiento extremo. Por lo contrario, esta misma tintura suministrada por Lombroso y por otros médicos a 20 enfermos de psoriasis crónica, produjo una notable mejoría y en muchos casos la curación definitiva, aun cuando al principio de ella se hubiera determinado una ligera agravación. 109
VIDA DE LOMBROSO
Para comprobar sus experimentos, Lombroso, después de la lectura, presentó al Ilustre Consejo dos pollos quededesde varios meses estaban tratados con aceite maíz hacía averiado y mostraban algunos síntomas de la pelagra: movimiento constante lateral de la cabeza, encorvamiento, caída de las plumas, eccemas en la cresta, etcétera. Pero apenas había exhibido a los animales, se levantó uno de los más importantes miembros del Instituto, Porta, profesor de cirugía en la Universidad de Pavía. Era éste un viejo lombardo, rudo, insolente e imponente, que imponía su opinión entre los profesores serios de Pavía, y gozaba de gran renombre, aun cuando fuera mínima la cifra de sus pacientes que sobrevivían a sus sabias operaciones. Con su acostumbrada altivez y firmeza, declaró al Consejo que estas comunicaciones eran charlatanerías, que de los experimentos de Lombroso todos reían desde hacíapresentado muchos meses en Pavía, y que losLegallos que había estaban amaestrados. hizo eco el profesor Sangalli (el mismo que dos años antes se había opuesto al premio de estímulo de mil liras), afirmando “que había personas dispuestas a someterse a un experimento para comprobar que el aceite del maíz averiado de que hablaba Lombroso era inocuo y que sus demostraciones eran charlatanerías”. Escribía Lombroso: Cómo me quedé con estas palabras que para mí representaban una sentencia de muerte científica, no podría decirlo, sino que recuerdo que nunca entendí mejor el 110
PRIMERAS LUCHAS POR LA PELAGRA (1871-1874)
verso de Dante: Io non piangea, si dentro impietrai, pues sentí un frío horrible que me invadió el pecho y fue casi un actocomo automático cual salido el cerebro tomaba poca parte, dije que en no el habría de allá si no nombraban una comisión para volver a hacer mis experimentos y escribir un informe […].
La comisión fue designada: presidente y ponente, el doctor Biffi; miembros, Todeschini, Valvassori, Zucchi. Entre tanto, el 9 de enero de 1873 el doctor Luigi Stroppa comenzó a tomar el aceite de maíz averiado para sostener lo dicho por Sangalli. Este señor, que efectivamente era inmune a aquel veneno —y Sangalli debía saberlo—, continuó tomando por un mes, y más aún, el veneno dado por Lombroso, sin que —por lo que él dijo— resintiera ningún efecto objetivo y ningún malestar subjetivo. Científicamente, el experimento no tenía mucho valor, pues el sujeto estaba libre de oponerse con contravenenos, como el café y el arsénico, y con la dieta abundante a los efectos del tóxico, pues este aceite extraído de manera muy grosera tenía un valor benéfico desigual y además por existir —y Lombroso ya lo había dicho— sujetos refractarios a éste, así como hay otros refractarios al alcohol, al arsénico y hasta a los hongos venenosos. Pero para Sangalli y los adversarios de Lombroso la prueba se podía declarar eficaz y en este sentido se hizo un informe al Instituto Lombardo en 1873. 111
VIDA DE LOMBROSO
Inútilmente Lombroso repitió sus experimentos en los pollos, sometiendo una serie de animales a la acción del maíz averiado frente a médicos indiscutibles. Inútilmente el 17 de julio ydenaturalistas 1873 Lombroso presentó al Consejo casos de individuos sanos que, sometidos al aceite, habían presentado notables molestias, y enfermos de psoriasis que por el contrario se habían curado. Los hombres de hielo frente a la verdad se hacen de fuego frente a la mentira, y el experimento de Sangalli debía ser reprochado a Lombroso durante toda su vida. Pero existen hombres para los cuales los fracasos producen una especie de reacción por la cual callan y se aplacan como niños después de una corrección merecida, y hay otros que por los fracasos y las correcciones injustas se rebelan y adquieren un vigor de lucha que ellos mismos probablemente no creían poseer. Así era Lombroso. Cuando la habilidad de los adversarios me cerró todos los caminos, me dediqué a multiplicar en todas las formas, para uso externo e interno, estos remedios. Ni uno solo de los buenos dermatólogos de Italia se salvó de mi insistencia, y pocos del extranjero. Había varios que serían del delirio del descubridor; había otros que creyeron que el aceite era un veneno atroz y no querían suministrarlo sino por miligramos; otros, en fin, sorprendidos de no encontrar graves fenómenos con las primeras dosis, daban cantidades que podían matar a sus enfermos; pero yo acogía todo y principalmente intentaba curar yo mismo alos enfermos. Llegué hasta el punto de detener en la calle a 112
PRIMERAS LUCHAS POR LA PELAGRA (1871-1874)
personas cubiertas de eccema para que se hicieran curar por mí y obtuve resultados espléndidos. Me acuerdo, entre otros, de un individuo del campo, quehacía me había sidoaños enviado por el doctor Pagano, que desde muchos estaba enfermo de psoriasis, y mejoró rápidamente con la tintura y no podía vivir sin tener unaprovisión de ella.
Pero esto no le bastaba. Siguió sus experimentos químicos; escribió artículos, dio clases, conferencias; los domingos, con una canasta en la cual había un gallo pelagroso, con una colección de maíz averiado, paseaba por el campo para hablar a los campesinos y demostrar cómo estaba enfermo el gallo por haber engullido el aceite extraído de esos granos, cómo debía rehusar esas semillas para la alimentación y, en fin, cómo curarse si la enfermedad ya se había declarado. Fundó una revista pelagrológica mensual en los Anales de Medicina Milán; 1874 impartió Universales un curso gratuito en la de Escuela deen Agricultura de Milán acerca de la curación y la causa de la pelagra y acompañó al campo a los estudiantes para indicarles los síntomas de la enfermedad y lo eficaz del remedio; para reunir a favor o en contra de su doctrina hechos, objeciones, pruebas, contestaciones, que reunió en un nuevo libro sobre la pelabra publicado en 1872. Estas campañas, estos artículos, las conferencias, que naturalmente provocaban opiniones en contra de los grandes agricultores de aquellas regiones, irritaron a las altas clases sociales, que antes aparecían benévolas hacia este teórico estudioso. La rica clientela que 113
VIDA DE LOMBROSO
había comenzado a afluir, lo abandonó. Pero todo fue inútil: ninguna calumnia, ninguna infamia, ningún perjuicio pudo estaba conducido y asacudir ésta noaleLombroso: importan ni las tentaciones por la pasión ni las amenazas. La diferencia entre el que estudia por amor de la verdad y aquel que estudia por finalidades extrañas a la ciencia —escribía al doctor Gemma, que atribuía a la habilidad de Lombroso el hecho de haber reconocido a la pelagra su srcen maídico para complacer al doctor Ballardini— reside sobre todo en esto: el primero ni sabe en qué consiste aquella habilidad que el segundo invoca; en el segundo, toda la ciencia se resuelve sólo en esto.
Pero si Lombroso es apasionado, impetuoso, casi violento, no es bilioso; reacciona vigorosamente, pero la reacción consumebasta su dolor lo olvida.para El en efecto de los estudios parayconsolar, exaltar al maltratado maestro y permitirle, mientras se grita en contra de él, continuar en su trabajo. Por esto, con todas las ansias, los dolores, las fatigas que la cuestión de la pelagra le procura, en 1873 y 1874 continuó publicando no sólo de este problema, sino también de todos los otros en los cuales se había interesado hasta entonces. Continuó las investigaciones de la “Geografía médica de Italia”, en la cual pensó basar una geografía de las razas italianas que debía publicar después; completa el plan del manicomio de Voghera, que después 114
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fue adoptado; siguió las investigaciones de la foseta occipital media por las cuales tuvo polémicas violentas, y, por último, en 1874 de la cátedra de Medicina Legalfuee encargado introdujo una revolución en la enseñanza de esta ciencia, acompañando a sus estudiantes a las cárceles para estudiar directamente con él a los delincuentes. *** Con toda esta actividad, sin embargo, Lombroso no vivía muy tranquilo. En 1874, le llegó un telegrama de Roma que decía: “Estoy encargado de preguntarle si usted aceptaría ir a Turín como profesor ordinario de Medicina Legal. Telegrafíeme luego sí o no, sin condiciones. Después escriba para mi tranquilidad.” La cátedra de Medicina Legal no era el sueño de la Psiquiatría en Italia: aspiraba a la cátedra de Enfermedades mentales, también vacante en Turín, pero los términos del telegrama no dejaban lugar a dudas: o Medicina Legal en Turín, o encargado provisional perpetuo en Pavía. Después de la acogida de dos años antes no podía haber vacilación para escoger: Lombroso contestó aceptando y poniendo como condición que se preparara un laboratorio donde reunir sus colecciones condición era miemuy modesta; peroantropológicas. el ministro y laEsta Facultad tuvieron do, y la cátedra que debía ser conferida inmediatamente, fue puesta a concurso. 115
IX. LA GRAN TRAGEDIA (1875-1876) Decisión de la Comisión del Instituto Lombardo. La cátedra en Turín Él estaba solo y tenía las armas de la gente honrada, poco ofensivas, con las cuales tenía que combatir la turba de los catedráticos oficiales, dispuestos a servirse de todas las armas.
EL 15 DE abril de 1875 se publicaron las conclusiones
de la Comisión del Instituto Lombardo,yque debía examinar y dar cuenta de los resultados los experimentos de Lombroso acerca de la acción tóxica del maíz averiado y del aceite rojo, además de la acción terapéutica del extracto del maíz averiado, cuyos efectos había atribuido el profesor Porta sólo a charlatanerías de Lombroso, que había amaestrado a los animales que él afirmaba que estaban intoxicados. La Comisión no había tenido limitaciones ni de tiempo ni de lugar; había sido libre de experimentar en tantos y cualesquiera animales que hubiera querido, y también en hombres; además, Lombroso le había pedido estudiar la acción del maíz averiado en 117
VIDA DE LOMBROSO
hombres enfermos de psoriasis y en animales carnívoros, que él consideraba más receptivos del veneno maídico. La Comisión había tenido a su disposición no sólo el manicomio de Milán, en donde el presidente de la Comisión era director y debía forzosamente ir todos los días: tenía a su disposición un médico asistente para registrar los resultados de los experimentos, y cuantos enfermos quisiera para controlar la eficacia terapéutica del veneno de maíz contra algunas enfermedades de la piel. Para que su trabajo fuera más fácil, análogos experimentos se hicieron en otros manicomios, hospitales y hasta en clínicas veterinarias y sus resultados fueron enviados al presidente. Esta Comisión se ocupó durante dos años y medio; y a pesar de esta larga espera, con todas las facilidades de que dispuso, en este no encontróenlacarníposibilidad de efectuar ni unperiodo solo experimento voros, los perros, ratas y ranas que Lombroso había declarado ser más sensibles al veneno, y se contentó con observar a enfermos y pollos. Los enfermos fueron muy pocos: sólo cuatro; en dos de ellos la Comisión no había podido continuar la curación por “faltar tal remedio en las farmacias”, y a los otros dos se les había suministrado sólo pocos días, suspendiendo la curación cuando el remedio dio la primera agravación, cuando Lombroso expresamente había dicho que se necesitaban varios meses antes de ver los efectos del aceite en estos enfermos que son 118
LA GRAN TRAGEDIA (1875-1876)
siempre crónicos, y que con los remedios ordinarios son de larga y difícil curación, si no es que imposible. La concentró experimentos en los con pollos,Comisión en los cuales hizo tressusclases de experiencias: maíz averiado que se dio por largo tiempo; con aceite de maíz que se dio en pequeñas dosis por menos tiempo, y con grandes dosis de maíz averiado que se dio por pocos días. Para estas tres series de experimentos destinados a decidir el asunto de la pelagra frente al mundo y para los cuales se había puesto a disposición de la Comisión una gran jaula en el manico mio de Milán, donde el presidente era médico en jefe, la Comisión, después de dos años, se presentó con el mezquino número de tres gallinas, tres pichones y dos gallos (comprendiendo a los animales testigos). Con estos 18 animales había hecho la Comisión tres series de experimentos. Primera serie. Cuatro gallinas alimentadas con maíz averiado, dos de las cuales se encontraron muertas en el gallinero, una después de 13 días y la otra después de seis meses del experimento. De esta serie la Comisión concluyó: 1) Los pollos comen de mala gana la harina y el maíz demasiado alterado. Pero alimentados durante largo tiempo con aquellos granos y aquella harina, no presentan ninguna molestia en la motilidad, y en general en el sistema nervioso, ni ninguna alteración en la piel, las plumas, la cresta. En la autopsia presentaron vísceras sanas. 119
VIDA DE LOMBROSO
2) Los poquísimos pollos que murieron durante los experimentos, no presentaron en vida ningún sínto-
ma especial de extrañas la pelagraaylasuingestión muerte pareció deberse a alteraciones del maíz averiado. La segunda serie de experimentos fue hecha con cuatro gallinas y un gallo a los cuales se suministró durante mucho tiempo de uno a ocho gramos de aceite de maíz averiado diariamente, y dos gallinas testigos a las cuales se suministró la misma dosis de aceite de olivo sano. Pero como la Comisión no tuvo confianza en el aceite proporcionado por Lombroso, y no supo extraerlo ella misma, hizo los experimentos con aceite de maíz sano al cual añadió maíz averiado, esperando que el aceite tomara los signos exteriores que Lombroso había descrito como propios del aceite de maíz averiado. Los resultados fueron: gallo que muerto en el gallinero sinunninguna trazasedeencontró estrangulación exterior, después de casi 12 meses; y una gallina que fue víctima de los gatos en el tercer mes de prueba, después de haber sufrido conjuntivitis purulenta y tenido temperatura de 42 a 43 grados. Una segunda gallina que murió dos meses después. Una tercera que sobrevivió, presentó a la autopsia, catarro del tenue, con manchas hiperémicas y adiposidad hepática; temperatura, 43 a 43.5 grados. La cuarta gallina presentó en la autopsia notable cantidad de adiposidad en el tejido conjuntivo subcutáneo abdominal, flacidez de los músculos del pecho, 120
LA GRAN TRAGEDIA (1875-1876)
tumefacción en las placas de Pleyer, sanos los otros órganos; temperatura, 42 a 43.5 grados. En estaque segunda seriedel demaíz experimentos la Comisión concluyó el aceite averiado puede ser ingerido por los pollos sin perjuicio, por largo tiempo, en dosis diarias de más de ocho gramos. Tercera serie. Tres gallinas, un gallo y dos pichones que fueron sometidos a fuertes dosis de aceite de maíz averiado: 15 a 20 gramos, tomados durante 15 días. Resultado: en la primera gallina, diarrea que desapareció poco después de la ingestión; temperatura de 43 a 43.9 grados. En la segunda gallina, poca y fugaz diarrea, temperatura de 42.9 a 43 grados; nada en la autopsia. En el gallo, fugaz diarrea; temperatura de 43 grados, nada en la autopsia. En el pichón, leve y fugaz diarrea, la temperatura no se tomó, nada en la autopsia. La gallina testigo que tomó cinco, 10, 20 gramos de aceite de de 43 olivo puro,grados. tuvo un poco temperatura a 43.2 Nada endeladiarrea, autopsia. El pichón, que tomó tres, cuatro y nueve gramos de aceite de olivo, tuvo abundante diarrea y estuvo atontado. La temperatura no se tomó; nada en la autopsia. Como el profesor Lombroso insistió entonces para que se hicieran otra vez las pruebas no ya con el aceite sino con el extracto acuoso de maíz averiado, se hizo una cuarta serie de experimentos en un pichón de un mes, al cual durante 11 días se le dieron tres, cuatro y 12 gramos de extracto acuoso de maíz averiado y sólo tuvo un poco de aturdimiento. No se tomaron la temperatura ni el peso. 121
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Por estas dos últimas series de experimentos la Comisión concluyó que el extracto acuoso es inocuo, así como lo es pequeñas el aceite del averiado, se dé en dosis pormaíz mucho tiempo,yaosea queque se dé en dosis importantes por poco tiempo; las conclusiones generales, pues, del informe fueron: 1) el maíz averiado es un alimento excelente; 2) el aceite del maíz averiado tiene en los pollos el mismo efecto que el aceite de olivo, y 3) el extracto acuoso del maíz averiado es la bebida ideal. Es evidente la mala voluntad y la poca seriedad de esta Comisión, que llamada a juzgar un problema de tan grave importancia e invitada a experimentar simultáneamente en varias especies de animales, sobre todo en los carnívoros, se contentó con experimentar con 13 gallinas, tres pichones y dos gallos, declarando que “no quería entrar en el asunto de la pelagra, por ser que esperaba solución de estudios másdifícil, serios yy complejos que una no fueran los experimentos sobre los pollos”. También es evidente la poca seriedad de esta Comisión, pues después de morir seis de los 10 animales del experimento, no los sustituyó. Es evidente su poco celo, pues debía experimentar el efecto del aceite de maíz averiado en los enfermos de la piel, y en tres años sólo encontró en todo Milán cuatro casos y, además, emprendida la curación, fue interrumpida en dos casos por faltar en las farmacias la tintura que se debía experimentar. Es evidente esta mala voluntad por haber experi122
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mentado el aceite extraído por Lombroso por vía oral en lugar de hacerlo por inyecciones (como lo había pedido Lombroso), no haber tenido en cuenta en los experimentos ni ylaspor muertes ni la temperatura aumentada ni la disminución de peso. Evidente, por último, su poca seriedad, pues experimentó el extracto acuoso en un solo sujeto y se atrevió a presentar sus conclusiones. Todos estos hechos fueron puestos de relieve por Lombroso en una candente contestación que terminaba así: Los honorables miembros de esta Comisión, evidentemente temiendo ceder al excesivo afecto personal que los unía al descubridor de los fenómenos tóxicos del maíz averiado [el presidente de la Comisión era compañero y amigo de Lombroso], quisieron abundar en la imparcialidad después los hechos quey estaban todos a suy favor, dardea exponer ellos un matiz distinto una impresión diferente. Por fortuna, en la Ciencia los hechos permanecen y las interpretaciones se van.
Pero, ¿qué valor podían tener las afirmaciones del descubridor frente a las negativas de la Comisión que debía decidir? Esta decisión de unos colegas, que él mismo había pedido como jueces, era inapelable. El aceite del maíz averiado, en consecuencia, era inocuo; los granos averiados, tan buenos como los otros; los experimentos de Lombroso, charlatanerías. Los fisiólogos y los químicos catedráticos se dedica123
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ron a confirmar la conclusión de la Comisión y algunos iniciaron contra el pobre Lombroso una lucha tremenda. La lucha era desigual. Lombroso, un pobre profesor extraordinario en Pavía, estaba solo y tenía las armas de la gente honrada, siempre poco ofensivas, y contra él estaba la jauría de los catedráticos oficiales, ¡apoyados nada menos que por una Comisión nombrada por una academia honrada y estimable como el Instituto Lombardo! Sin embargo, el duelo comenzó. Lombroso contestó con el artículo ya citado y con otros experimentos que volvió a hacer él mismo; con investigaciones y experimentos ejecutados en otros hospitales. Pero, con rapidez aún mayor, repitieron sus experimentos los adversarios, que habían aprendido de la Comisión del Instituto Lombardo, que la muerte no es de enfermedad, pues las gallinas —cuando le síntoma parecía cómodo al experimentador— podían “encontrarse muertas” en el gallinero. El profesor Lussana, que en sus experimentos encontró también un importante porcentaje de las gallinas “muertas en el gallinero”, escribió hasta una teoría acerca de “la mortalidad de las gallinas” y ofreció una cuidadosa estadística de ella en tiempo normal. Con todo esto, convencido de buena fe de que la acción nociva de la sustancia tóxica del aceite rojo del maíz era una ilusión de Lombroso, el doctor Lussana inició una segunda serie de experimentos en los pollos por inyección. 124
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El primer pollo que no conocía probablemente las conclusiones de la Comisión del Instituto, apenas le fue puesta la primera inyección, vacila, cae y poco después muere. Lo mismo pasa con el segundo pollo, y mueren en las mismas condiciones el tercero y el cuarto. ¿Cómo explicar este hecho? La estadística sobre la mortalidad de las gallinas no llega a justificar tal mortandad. Pero Lussana no pierde el ánimo. El aceite rojo enviado por el señor Dupré tenía un olor pronunciado al éter que se emplea de costumbre para extraer de la grasa las sustancias oleosas. Deberá estudiarse si ligeras cantidades de éter empleado de la misma manera sobre los mismos animales no producen fenómenos análogos.
Si Lombroso era capaz de amaestrar a las gallinas para convulsiones, ¿node podía también capaz defingir dejarlascaer algunas gotas éterser sobre su aceite para hacerlas morir? La inducción era lógica; se debía comprobar si el éter es un veneno, sin perder el tiempo en hacer una segunda serie de experimentos con aceite averiado, poniendo en él oxígeno, como había hecho Lombroso presentándolo al Instituto Lombardo, precisamente para que no se pudiera oponer la acción del éter con el cual se extraía el aceite. Lussana, pues, tomó dos pollitos, uno de 45 y otro de 53 gramos, y los hizo tragar 35 centigramos de éter sulfúrico. Los pollos se aturdieron un poco y después se repusieron como antes. Tomó otros dos más chicos, uno 125
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de 32 gramos y otro de 50 y les inyectó bajo la piel 25 centigramos de éter sulfúrico. Esta vez los pollos murieron,Launo seis horas y elnootro al día identidad paradespués Lussana podía sersiguiente. más evidente. Lombroso, ya exasperado por la decisión de la Comisión contra la cual había protestado con energía que pareció excesiva a Lussana, exigió que éste repitiera los experimentos con aceite de maíz extraído de su propio laboratorio o comprado en cualquier parte. Lussana aceptó, compró aceite de maíz averiado, le puso oxígeno y lo dio a seis pollos. Cuatro días después, el primero de los animales murió y había adelgazado. Dos días después murió el segundo pollo y un tercero un día más tarde. Inútil decirlo, los tres pollitos murieron absolutamente sanos sin que nada de notable se encontrara en la autopsia. Pero otras dos gallinas gramos, experimentadas y tresa gramosdede700 aceite por vía oral, y otra decon 800uno gramos la cual se había puesto una inyección de tres gramos de aceite, estaban vivas. Tres muertes de seis, ¿qué representan cuando se trata del éter? Ya lo había dicho la Comisión del Instituto Lombardo, que tres de seis es un porcentaje mínimo. Lussana, pues, se creyó con el derecho de concluir que el aceite rojo extraído del maíz averiado era inocuo y, además, que ninguna sustancia del maíz es venenosa por sí misma. Pero… si eran inocuas las sustancias extraídas por Lussana y si las de Lombroso eran mortales, la introducción de mala fe de un veneno extraño era evidente. 126
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Después del ímpetu de los sabios serios y respetables —escribía Lombroso en sus “Memorias de un pelagrólogo” —, contra los cuales podía defenderme condeparidad de armas, encontré la fogosidad de los miles ignorantes, felices de pisotear a un caído y de señalarlo a las multitudes como un malvado charlatán […]. Pero no fue éste el único mal. Un sabio distinguido, Brioschi, me designó en pleno Consejo Superior de la Instrucción Pública como un mentecato que no podía ser elegido en una cátedra, gracias a estos supuestos errores míos. Vivía, por mi desgracia, en una noble y patriótica ciudad donde no se podían, sin embargo, entender y tolerar los entusiasmos científicos; yo, que de los fracasos me consolaba mostrando a todos mis pobres pollos, los cuales, por no aspirar a ningún grado académico, continuaban balanceando sus cuellos y marchando hacia atrás, provocaba lugargente de lasque esperadas las muecas de la en buena llegó aconversiones, presentarme en farsas carnavalescas como un gran sacamuelas que vendía el agua de la pelagra para los pollos. Asistí a lo que hacían a mi pobre efigie y compré los versos que igualmente se hicieron, y los conservo preciosamente en mi armario pelagrológico como un documento del agradecimiento humano.
La guerra contra Lombroso se facilitaba por el hecho de que los aceites sobre los cuales se habían hecho los experimentos hasta entonces, habían sido extraídos en pequeñas cantidades y no daban un producto 127
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constante; lo cual ponía algunas veces en peligro el éxito de los experimentos. Entró en juego entonces un protector cual Lombroso tributó eterna generoso gratitud: el químicoalfarmacéutico Carlo Erba, de Milán. Este señor, al cual Lombroso se había dirigido para que le prestara algunos instrumentos para extraer los aceites con mayor seguridad, espontáneamente contestó al pobre pelagrólogo poniendo a su disposición su laboratorio, sus obras, su experiencia y su talento; se ofreció hasta a hacer él mismo la extracción, simplificando y regularizando la operación, de modo que se consiguieran resultados fijos y constantes. *** Mientras Erba extraía las sustancias venenosas del maíz, en los primeros díasde de Medicina agosto de 1875, abrió el concurso para la cátedra Legal eseHigiene en la Universidad de Turín, ofrecida a Lombroso el año anterior: cátedra que había llegado a ser el ancla de salvación, la cumbre de los sueños del pobre pelagrólogo. Para este sabio que había resuelto los problemas del cretinismo y la pelagra, redactado y publicado separadamente los documentos deEl Hombre delincuente; que había publicado tantos informes acera de la higiene en Italia, el resultado no podía ser dudoso; además, tenía contra sí sólo a otro concursante que era un mediocre médico práctico de Turín, sin títulos docentes o científicos. Un miembro de la Comisión, el doctor Livi, es128
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cribió a Lombroso que se presentara sin temor, pues debía ser el primero sin disputa. En efecto, Lombroso obtuvo 10 puntos más que el otro, pero, ¿quéquepueden servir estos 10 puntos cuando se ha visto ni la muerte sirve como síntoma de enfermedad? Así como se había encontrado alguien que comprobara que la muerte en las gallinas era un fenómeno natural, se encontró a la mayoría de los consejeros que sostuvieron en el Consejo Superior de la Instrucción Pública, que si Lombroso había sido el primero en el concurso, no podía sin embargo ser elegido, “pues no poseía títulos suficientes para ser profesor ordinario, como lo exigía el concurso”, esto es, que aun cuando hubiera ganado el puesto, no era digno de ser nombrado. El 25 de septiembre de 1875, Lombroso recibió del Ministerio una carta en la cual se le preguntaba si aceptaba nombrado extraordinario de Medicina ser Legal en Turín.profesor El pobre, en lucha ya en Milán y Pavía, con los colegas, con los académicos y con los ciudadanos, se irrita; protesta porque lo habían puesto en situación de aceptar una cátedra que no era libre, de exponerlo en un concurso donde debía figurar como vencido, dándole aún más molestias con sus colegas de Pavía. Un amigo le escribió: “Contesta al Ministro que estás dispuesto a ir a Turín si se te da también el encargo de la clínica de las enfermedades mentales, o al menos pide que te nombren ordinario de Medicina Legal en Pavía, con el encargo de la Psiquiatría.” 129
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Otro senador amigo suyo, le escribió en el mismo sentido. Esta solución no era ideal para Lombroso, pero le oculta guirlano sonsemuy graves.que las dificultades para conse“Escriba al Ministro e insista para que transforme la cátedra en ordinaria”, le escribía Moleschott. “Rehúse su nombramiento extraordinario”, le sugería un comisario del concurso, prometiendo hablar para que una personalidad interviniera. “Es inútil escribir al Ministro: éste podrá dar el dinero, pero no cambiar el juicio de la Comisión”, le escribe otra vez el senador amigo suyo. Contesta Lombroso: “Entonces en este caso es inútil que yo me vaya a Turín; si voy a ser extraordinario de Medicina Legal en Turín, prefiero quedarme en Pavía.” Pide que te confíen a título provisional la cátedra de Psiquiatría Pavía —le un amigo—, tienes a tu favor a laen Facultad, estoescribe será fácil. En Turín siconseguir la cátedra de enfermedades mentales es casi imposible. Por otra parte, conseguir la cátedra sin enfermos… el Manicomio nunca te permitirá entrar allá.
Lombroso siguió este consejo. Francamente, dejar la cátedra que había fundado con tanta fatiga, el hospital que había surgido por él, para ir de profesor extraordinario de Medicina Legal a Turín, sin laboratorio, sin clínica, sin enfermos, era absurdo. Después de obtener que la Facultad diera su aprobación para que la enseñanza en Pavía fuera ordinaria, es130
LA GRAN TRAGEDIA (1875-1876)
cribió al Ministro para que le dieran o el cargo de profe sor ordinario en Pavía, o bien el laboratorio en Turín. Ministro contestó que no podía nada en El Turín, ni siquiera el laboratorio; queasegurarle él podía aceptar y que cuando estuviera en Turín, se buscaría lo que se pudiera hacer. El cargo de enfermedades mentales en Turín o el nombramiento de profesor ordinario en Pavía, eran imposibles. Lombroso entonces rehusó ir a Turín, y declaró firmemente que se quedaría en Pavía como profesor extraordinario. *** Mientras las intrigas y las maniobras impiden a Lombroso conseguir la cátedra que había ganado en un concurso regular, sus colegas de Pavía y de Milán estánHabía preparando venganzas aún peores. continuado con Erba sus investigaciones sobre el maíz averiado. En agosto habían extraído:1) una sustancia oleosa amarga soluble en alcohol;2) una sustancia nueva, nunca antes identificada, alcaloidea, a la cual Lombroso dio el nombre de “pelagroseína”; 3) una sustancia resinoide, sustancia glutinosa del maíz, y 4) un extracto acuoso resultante del tratamiento de los residuos con agua, que presentaba el olor de la ergotina. La sustancia alcaloidea era de una virulencia mucho más grande de lo que Lombroso había pensado, pues en las preparaciones hechas en los meses cálidos, 131
VIDA DE LOMBROSO
desarrollaba una acción absolutamente análoga a la de la estricnina. Era ésta quehabía exigíaescrito: laComisión del precisamente Instituto, quelaensustancia su informe “Que para hacer evidente la acción maléfica del maíz averiado necesitaba aislarse del maíz un principio activo tóxico, que proporcionado directamente a los animales manifestase su acción rápida y evidente.” Pero una ola de malévola incredulidad acompañaba cualquier descubrimiento de Lombroso en el campo pelagrológico. Como Lussana había sospechado que el éter sulfúrico y no el aceite del maíz había hecho morir a los pollos y había querido comprobarlo con sus experimentos, cuando Lombroso comunicó su nuevo descubrimiento, los colegas, en lugar de declararse vencidos, encontraron más cómo afirmar que él había fabricado la sustancia de alla aceite. cual daba entonces noticia, añadiendo estricnina Lombroso hizo llegar de Erba dos litros del extracto debidamente sellados, para que los químicos de la Universidad lo analizaran, y ellos encontraron, efectivamente, un cuerpo alcaloideo que presentaba las reacciones somáticas y fisiológicas de la estricnina; pero hicieron a Erba la misma acusación que se había hecho a Lombroso, o sea, el haber introducido estricnina en la preparación. Propuso entonces Lombroso a sus adversarios que ellos mismos hicieran averiar el maíz y examinar así el alcaloide. 132
LA GRAN TRAGEDIA (1875-1876)
Los químicos Brugnatelli y Zenoni se ofrecieron a hacer el experimento, no sólo para el maíz, sino para otros cereales,si trigo y centenosesanos averiados, ra investigar esta sustancia podíayextraer sólopadel maíz o también de los otros. En estos cereales no encontraron ningún alcaloide, en cambio lo extrajeron del maíz averiado y presentaba las reacciones somáticas de la estricnina y hasta sus efectos tetánicos. “Ocurrió entonces —escribe Lombroso— que aquel que había comenzado estas investigaciones exclusivamente para hacerme caer, cuando vio que estaban en mi favor, calló y rehusó dar un informe público.” Pero no calló Lombroso, que las mandó a la Revista Clínica de Boloña (1875) y las hizo publicar en una revista alemana otra vez. Todo esto pasaba pocos días después de que el Consejo Superior de la Instrucción Pública había anulado el nombramiento ordinarioen enPavía. la Universidad de Turín, y rehusadode nombrarlo Hubo hasta quien propusiera que el Consejo Superior le quitara la cátedra extraordinaria de Psiquiatría que había fundado en Pavía y que cultivaba con tanto amor. Se puede imaginar en qué estado quedaría el pobre Lombroso, el cual, por el silencio obstinado del químico Brugnatelli, quedaba condenado al desprecio científico más miserable y se veía amenazado hasta en la cátedra. La gloria de haber salvado definitivamente su honor y su puesto se debió a un sabio extranjero: Berthelot. 133
VIDA DE LOMBROSO
Ya he dicho que cuando tenía 18 años, Lombroso había tenido gran amistad con Alfredo de Maury, el célebre fisiólogo y psicólogo francés. En loshistoriador, primeros días de octubre de 1875, éste había estado en Pavía y había encontrado a su admirador disgustado por el comportamiento de Brugnatelli. Verdadero amigo, le pidió algunas muestras del aceite y de granos averiados y prometió hablar de esto al famoso químico Berthelot, y así lo hizo. El 4 de marzo de 1876, Maury escribió: Acabo de recibir una carta del señor Berthelot que me manifiesta que no se ha encontrado en el maíz averiado ni estricnina ni ningún alcaloide vegetal conocido. La descomposición de este cereal produce una sustancia sui generis de la cual la química orgánica en su estado actual no puede decir nada. Los análisis repetidos no han dado ni análogo estricnina, nicotina, ni morfina, ni codeína, ni nada a lonique se produce con la descomposición de vegetales que tienen acción deletérea.
Independientemente de Berthelot, el profesor Pietro Pellogio, de la Escuela Superior Veterinaria de Mi lán, había hecho nuevamente los experimentos deBrugnatelli, y el 10 de febrero de 1875 los comunicaba al Instituto Lombardo, declarando precisamente que “del maíz averiado se puede extraer una sustancia que se manifiesta como alcaloide fijado con los reactivos generales, aun cuando debe admitirse que no se puede garantizar que se trate verdaderamente de unalcaloide”. 134
LA GRAN TRAGEDIA (1875-1876)
Poco después, Auspitz en Viena y Huseman en Estrasburgo, repitieron los experimentos y declararon que del que maízpresentaba averiado, los y sólo de él, sedeextraía un alcaloide caracteres la estricnina, pero que se diferenciaba de ella por caracteres especiales. El profesor de Estrasburgo comprobó también que los venenos extraídos del maíz averiado tienen una fuerza tóxica diferente si se extraen en los meses fríos (menor), o en los meses cálidos (mayor). Frente a estas autoridades médicas indiscutibles, el público médico académico guardó silencio; Brugnatelli repitió sus experimentos y obtuvo el alcaloide “pelagrosina” y declaró públicamente que no se podía extraer de ningún otro cereal en putrefacción. En 1877, la Academia dei Lincei niega el premio a un profesor Selmi, que había pretendido exhibir la prueba de que el alcaloide de Lombroso no era sino oleína amoniacal. Ya era hora. Este asunto de la pelagra comenzaba a cortar no sólo la carrera, sino la misma vida del pobre pelagrólogo. La familia, que había aumentado con un tercer hijo —Aarón Arnaldo— nacido en 1874, hasta entonces había sido para él un descanso, un reposo, de la cual no había sufrido ninguna molestia ni moral ni material ni económica. La mujer bastaba para las necesidades de todos. Había amamantado a los recién nacidos, los había criado, cuidado, educado, sola. En 1875, la gran tragedia que tanto había perturbado a Lombroso, había conmovido el alma tierna de la es135
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posa encinta, y cuando nació el pequeño Leo, el 1o. de abril de 1876, fue presa de una infección que la tuvo vida y lacon muerte durante cuatroque meses. ¿Qué entre habíalaocurrido el pobre psiquiatra había pasado los años más bellos de su vida dedicado al asunto de la pelagra, si hubiera quedado solo con cuatro niños, pocos recursos y el mundo entero en contra de él? Pero las preocupaciones habían terminado. El cielo estaba a punto de aclararse. Las palabras de Berthelot, Huseman, Auspitz y Pellogio fueron de mágico efecto. Todos comprendieron que se habían excedido y se callaron.
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X. EN TURÍN (1876-1878) Primera edición de El hombre delincuente Muy distinto del es eldecamino del que busca su bienestar, aquel que quiere ser útil a una sociedad que le es hostil, y que lo odia, mientras él la ama.
MIENTRAS sus colegas de Pavía y de Milán se dan prisa para probar que Lombroso es un escamoteador; mientras sus futuros colegas de Turín intrigan para que se
le declare Legal, indignoganado del puesto profesorregular, ordinario de Medicina en undeconcurso Lombroso reanuda sus estudios antropológicos preferidos, un poco deprimido por la tremenda lucha contra la pelagra, y acaba su Tratado antropológico experimental del hombre delincuente, que se publicó en Milán el 15 de abril de 1876. Este tratado resumía en 200 páginas todas las investigaciones hechas por Lombroso sobre talasunto. Comprendía el examen sistemático, somático, senso rial, anatómico, esquelético, etcétera, de un gran número de criminales, el estudio de su alma, de sus costumbres, de sus pasiones; la comparación con los locos ylos 137
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anormales y la conclusión de que los criminales son una especie de locos que reproducen los caracteres propios de nuestros abuelos hasta llegar a los animales: que son, pues, individuos atávicos. Sigue después un largo y minucioso análisis de las medidas jurídicas y sociales tomadas para prevenir la formación de estos delincuentes (colegios, reformatorios para menores, para huérfanos, etcétera), y para defender a la sociedad (manicomios criminales, colonias perpetuas para reincidentes, pena de muerte, etcétera). Este libro, publicado sin mayor ilusión que la pobre Medicina legal de las enajenaciones mentales, que siempre fue desconocida del público, obtuvo, por lo contrario, un enorme, inesperado y espontáneo éxito. Todos los psiquiatras, todos los directores de cárceles enviaron su aprobación incondicional. Hubo altos funcionarios que prometieron su apoyo para crear manicomios criminales. De todas partes, poetas, literatos, médicos, locos, delincuentes, víctimas, juristas, hombres del pueblo, envían a Lombroso con su aplauso, el fruto de su experiencia. Todo este entusiasmo del cual era objeto Lombroso, no podía dejar de reflejarse en las esferas oficiales universitarias. Un amigo suyo aprovechó este incidente para obtener que el concurso para la cátedra de Medicina Legal en Turín fuera abierto nuevamente e insistió para que Lombroso se presentara otra vez. Pero si El hombre delincuente comprobaba que el autor podía aspirar a ser profesor ordinario, no era la obraun título suficiente para obtenerlo. 138
EN TURÍN (1876-1878)
“Mis colegas rehusarán otra vez tu nombramiento, si no escribes algo acerca de ‘Medicina legal del cadáver’”, escribió el senador Maggiorana. Lombroso dudaba, le tenía muchas cosas urgentes que atender; su ardor para Turín ya se había apagado: si Turín no lo quiere, se quedará en Pavía. Pero el amigo insiste; están en juego su honor y el del competidor. De manera que el autor de El hombre delincuente, mientras continúa experimentando los alcaloides del maíz averiado, mientras corre para vigilar las recién creadas comisiones pelagrológicas, mientras responde a sus nuevos discípulos que espontáneamente se agrupan alrededor de él para trabajar en El hombre delincuente, tiene que perder meses enteros para medir la temperatura de los cadáveres, para examinar en ellos el efecto de las balas, seccionar y anatomizar tejidos, para crear títulos que lo hagan digno de ser nombrado profesor ordinario. Trabaja, mide,disecciona,hace trabajosde microscopio y fuera de algunas monografías sobre “La medicina legal del cadáver”, se presenta en 1876 al concurso. Esta vez no hubo ningún incidente. Sus “nuevas investigaciones acerca de la tanatología forense” fueron de plena satisfacción de la Comisión y del Consejo Supe rior, que en septiembre de aquel año lo nombraron en la cátedra de Turín. Pero este nombramiento tan ansiosamente esperado dos años antes, no le proporcionó gran entusiasmo. Demasiados acontecimientos habían ocurrido desde 1874 cuando había recibido la proposición de ir a 139
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ocupar aquella cátedra. El juicio de la Comisión del Instituto Lombardo, las acusaciones y la polémica con Lussana, descubrimiento alcaloide del maíz averiado, la el indignación de losdel sabios italianos, el silencio obstinado de Brugnatelli, el concurso de Turín, el nombramiento y la anulación del nombramiento y, por fin, el juicio de Berthelot confirmado por Huseman sobre el discutido alcaloide, la publicación deEl hombre delincuente, el inesperado éxito. En noviembre de 1874 se marca el principio de la gran tragedia, de la cual septiembre de 1876 viene a ser el fin. Lombroso dudó entre aceptar el nombramiento que debía alejarlo para siempre de aquella ciudad de Pavía, en la cual había vivido de estudiante lleno de ilusiones y de alegría, de aquella cátedra a la cual en 1865 había soñado “dedicar toda la vida”, de aquel hospital, de aquellos enfermos que habían sido la base primera de sus estudios, de luchas, de sus triunfos; de aquellos estudiantes quesustanto lo habían confortado. Ya en este centro había mejorado la atmósfera para él. En todas partes se hacían investigaciones y se nombraban comisiones para combatir el uso del maíz averiado; en todas partes, en Lombardía y en Venecia, se creaban hornos para secar el maíz. El Instituto Lombardo le había adjudicado aquel año un premio por una memoria acerca de “La transfusión de la sangre”, operación que Lombroso afirmaba ser siempre peligrosa y casi siempre ineficaz. El doctor Biffi, presidente de la terrible comisión que había juzgado inocuo el maíz averiado, trataba a Lombroso con de140
EN TURÍN (1876-1878)
ferencia. Él, por otra parte, no era hombre inquieto que deseara cambios: ponía demasiado cariño en las cosas que acabó lo circundaban paray el desear embargo, por aceptar, 10 decambiarlas. noviembreSin de 1876 inició sus clases en Turín, guiado por la misma fatalidad que lo había inducido a abandonar la literatura por la medicina, que lo había inducido a cambiar el oasis de Pesaro por el infierno de Pavía, que siempre lo incitaba hacia decisiones que parecían absurdas y que no lo eran, por ser muy diferente el camino de quien busca su propio bienestar, del camino del que quiere ser útil a una sociedad que le es hostil y que lo odia, y a la cual él ama. *** Cave canemel , leprofesor había escrito el director de Reggio, Livi, que era unodel demanicomio los jurados para el concurso. “Puede ser que no sea, pero temo que atrás de la puerta de Turín están ocultos males peores que en Pavía.” Tenía razón. El joven profesor recibió en Turín una acogida glacial; aun más, si es posible, de la que había recibido en Pavía al regresar de Pesaro. Las gentes de allá, desconfiadas por costumbre hacia cualquier elemento de fuera, opusieron una resistencia hostil al recién llegado. La Facultad de Medicina, que había hecho esfuerzos inauditos para que no se le nombrara, hizo ver luego al colega toda su aversión, negándole el cur141
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so libre de Psiquiatría. La administración del manicomio le prohibió visitar a sus enfermos aun cuando fuera Así,gratuitamente. el fundador de la Antropología Criminal, cuando llegó a Turín para difundir desde allá sus nuevas doctrinas en el mundo, se encontró sin laboratorio, sin clínica, sin enfermos, sin poder entrar en las cárceles y en el manicomio, esto es, sin la posibilidad de ver ni locos ni criminales; la población hostil, la Facultad enemiga, obligado a enseñar una materia que no quería a estudiantes que algunos colegas ya le habían dicho que eran fríos y desconfiados. Esto era demasiado, aun para un carácter alegre y jocundo como el del ardiente antropólogo. Todavía recuerdo, aun cuando entonces era una niña, nuestra llegada a Turín, que nos dio la impresión de la expulsión del paraíso terrenal, de la llegada a un lugar de destierro, a una prisión. Lombroso había tomado un apartamento, exigiendo sólo que estuviera lleno de sol y cerca de la Universidad. Efectivamente, vivíamos a 10 pasos de la Universidad y estábamos en pleno sol, pero no ofrecía otras ventajas: era muy pequeño y aun más lo parecía a nosotros que estábamos acostumbrados a las casas grandes de provincia, y al gran jardín de doña Gina. Además, estaba toda llena de esqueletos y de cajas de material destinadas al museo que todavía no se habían podido colocar en el laboratorio que no estaba listo. ¡Qué terrible año! El papá, siempre expansivo en el dolor como en la alegría, se desesperaba todo el día; 142
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los hermanitos, encerrados en cuatro paredes, se sentían mal; Arnaldo lloraba, el pequeño Leo crecía delicado como absorber una flor de ya otro anunciaba lasinvernadero; últimas energías de hermanito la mamá. Fue entonces cuando pasé a ser la consentida, cuando comencé a querer al papá con todo el afecto de que era capaz, concentrando y confundiendo en él el afecto filial y el materno. Con la intuición que da el amor, había comprendido que mi misión era reír, llenar la casa de gritos de júbilo, aunque el papá pareciera más desesperado; reír también cuando elcorazón lloraba; hacerlo hablar de sus estudios, sus luchas, sus esperanzas. Éramos muy insignificantes amigos, pobre papá, pero siempre éramos algo. Si no podíamos entender con la cabeza, podíamos hacerlo con el corazón, y cuántas veces el corazón ha podido sustituir a la cultura, la edad y la experiencia. Para nada intimidados por nuestra ignorancia, discutíamos audaces de la pelagra, de los delincuentes, de los genios y de los locos, que para nosotros eran los únicos hombres razonables, pues ellos sólo habían sido fieles a papá y se acordaban de él en medio de la multitud de los hombres normales, tan indiferentes y hostiles. Por esto, mientras El hombre delincuente se difundía por el mundo con rapidez inesperada, quien lo había escrito gemía en Turín, imposibilitado de proseguir sus investigaciones, en una negra desesperación, reducido a exponer sus ideas a niños de pocos años.
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XI. LA INSTALACIÓN DEL LABORATORIO (1878-1880) Genio y locura El trabajo lo excitaba, embriagaba, como a otros el vino; el dolorlomás negro se borraba en la exaltación de la creación.
AFORTUNADAMENTE, Lombroso tenía un carácter tan feliz, que podía trabajar y dormir aun en medio de la más profunda angustia, y en el trabajo y en el sueño olvidaba toda preocupación. De carácter expansivo,
lo el dolor como la alegría.una Cuando recibíaera unen nuevo golpe, unaendesilusión, injusticia, se indignaba, gritaba, se desesperaba, protestaba, se desahogaba con todos y después… ya sea de día o de noche, se iba a acostar y cuando despertaba su dolor había perdido toda aspereza, se alejaba en el espacio y en el tiempo, como si 12 horas de sueño hubieran sido 12 años. El trabajo lo excitaba, lo embriagaba, como a otros el vino; cuando había escrito una bella página, reía, corría, se expansionaba con todos, era feliz; el dolor más sombrío se borraba en la exaltación de lacreación; estaba dotado de una imaginación fertilísima, que le 145
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permitía cambiar fácilmente el género de trabajo. Privado de sus enfermos, de sus delincuentes, del hospital, yaño casia podría del le laboratorio, se dedicó aquel la únicadecirse cosa que habían dejado: los libros, acabando los estudios sobre el genio comenzados en 1865, y en 1877 salió la tercera gran edición deGenio y locura, dedicada “A su Nina, colaboradora de la obra y único consuelo en la tristeza de la vida”. Aun cuando contenga grandes cosas, es muy difícil que un libro pequeño haga impresión en el público, ya acostumbrado a los gruesos volúmenes. Esto ocurrió con esta obra. El público no había leído las breves monografías impresas por Lombroso en 1864 y en 1873, por lo que este volumen, que tenía la indicación de “Tercera edición”, fue efectivamente la primera que el público leyó. Además, la demostración de las íntimas relaciones entre el genio la locura,y estaban aquí mucho completas, másy cuidadas bien presentadas quemás en las otras ediciones, en las cuales el tema había sido tratado en forma algo ruda y analítica. Pero no gustó el libro a los filósofos y a los historiadores, quienes dieron en mofarse del autor; pero gustó mucho al público, y en un año la edición se agotó. En junio de 1877 murió el director del manicomio de Reggio, Livi, y la administración de aquella institución ofreció la sucesión a Lombroso. Otra vez se le ofrecía el bienestar, la paz, los estudios fáciles y en un momento precisamente en que él carecía de todo. 146
LA INSTALACIÓN DEL LABORATORIO (1878-1880)
Pero esta vez también rehusó. La vida acomodada, la facilidad de los estudios era poco para él, frente al placer enseñar,a“de exponer las renovada ideas que másdele poder preocupaban unapoder reunión siempre de gente joven”. No desesperó aclimatarse también en Turín; por esto creó con Bizzozero y con Moleschott, un fuerte núcleo de cultivadores de las ciencias experimentales; y tenía viva confianza en poder conseguir su finalidad. El pequeño núcleo ya estaba ensanchándose. En 1877 se añadió a ellos Concato; además, la ciudad, en virtud de la extraordinaria deferencia del prefecto, parecía hacerse menos hostil a Lombroso. Consiguió dos cuartos en un antiguo convento de San Francisco para organizar su laboratorio de Medicina Legal y Psiquiatría Experimental. En el primero, el más grande, con una inmensa ventana sobre la calle Po, reunió todas las colecciones de su museo y puso gran rectangular quelos servía para todo: camauna para losmesa enfermos, mesa para experimentos y escritorio para el profesor. En el segundo cuarto, en muy malas condiciones, que tenía dos ventanas, Lombroso hizo una división. La parte más grande la dedicó al mozo, que por ser semigratuito había solicitado redondear su mezquino sueldo continuando su oficio de encuadernador y litógrafo. El profesor, sin embargo, había encontrado la manera de poner entre los útiles del mozo, la biblioteca pelagrológica y un estante, en el cual colocó dinamómetros, manómetro, algómetro, reloj de Weiss, y algunos otros instrumentos científicos. La segunda 147
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parte del cuarto, una celda de casi dos metros cuadrados, estaba reservada a los experimentos. Tenía como mueble una llave de agua potable y una pileta.único Cuando se hacían experimentos se transportaba a aquel lugar una mesita hecha expresamente, que se instalaba cruzando la puerta, dejando al experimentador prisionero hasta el fin de los experimentos, cuando se podía quitar la mesa. Para completar los muebles, en el corredor Lombroso había instalado una pequeña jaula para los perros y los animales operados. Estos tres cuartos, si puede hablarse de un tercero, estaban llenos de sol y cerca de los ocupados por Bizzozero, muy cerca de la Universidad y de la Biblioteca; y Lombroso, que no estaba viciado por la suerte, cuando pudo instalarse fue feliz como si estuviera en un palacio real. Y este palacio tenía también su mayordomo: Giovanni Cabria, litógrafo y encuadernador, además de mozo. Era un veterano de los “bersaglieri”, que había participado en las guerras patrias: de mediana edad, de mediana estatura, delgado, moreno, con una gran barba negra, los ojos profundos, de respuestas breves y ásperas; arrogante, silencioso, gruñón, pero lleno de cordialidad y de afecto. Fue él un precioso amigo para su nuevo amo, a quien luego comenzó a defender con la misma fidelidad y audacia con que en la guerra habría defendido a su capitán. Ya dije que Lombroso le había cedido casi la mitad de su pequeño laboratorio para que continuara ganando por su propia cuenta. 148
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Pero él se aprovechó de esto sólo en cuanto podía ser útil para “su” laboratorio, para “su” dueño. Trabajaba de y de nochepara paraque suplir la mezquina dotación de “su”día laboratorio, no hiciera mala figura frente a los otros. Él mismo fabricaba los estantes para las colecciones, alimentaba a los perros, construía losinstrumentos que el laboratorio no podía comprar, revelaba las intrigas que los profesores y sus adeptos habían combinado contra su patrón. Como era entonces, así fue siempre: listo, de ceño fruncido, afectuoso, bueno, silencioso, fiel, gruñón hasta la muerte. Jefe de un laboratorio tan bello y de un ayudante tan precioso, Lombroso, finalmente, pudo ponerse a trabajar tranquilamente. Todavía le faltaba el material vivo. Para los enajenados la cosa no fue difícil. Si el renombre de Lombroso era discutido en las esferas oficiales, por lo contrario estaba bien arraigado el pueblo, que también en Turín lo consideraba un en “término medio” entre el genio y el mago. Bastó que Cabria pusiera en la puerta de “su” laboratorio un pequeño rótulo que él había escrito, en el cual informaba que Lombroso iba a dar consultas gratis, para que en pocos meses hubiera ya enfermos que se agolpaban. Visto el éxito de esta prueba, pensó Lombroso en abrir las puertas del laboratorio también a los delincuentes. Pero éstos no se presentaron ni espontáneamente ni con oferta de dinero; fue necesario, pues, ir a buscarlos, y Cabria se ofreció también para este servicio, que no estaba comprendido en sus funciones 149
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de ayudante con 60 liras mensuales. En unos cuantos meses se hizo un verdadero perro de caza para los criminales. por los portales, tabernas que sabíaSe serpaseaba peor frecuentadas, y con en unalasfirmeza especial sacaba al cliente, lo persuadía de la necesidad de dejarse conducir a ver al profesor Lombroso, contrataba el precio por dejarse visitar y lo llevaba. Así, con la ayuda fiel del pobre Cabria, en 1878 Lombroso comenzó su curso libre de Psiquiatría y de Antropología Criminal. Las lecciones eran de una nueva especie, siempre prácticas e improvisadas. El ayudante preparaba para aquella hora tres o cuatro delincuentes. Lombroso los veía, como los estudiantes, por primera vez, los examinaba y los estudiaba como ellos. Mientras el delincuente hablaba, Lombroso contaba casos análogos oídos de otros delincuentes, o hacía notar a los estudiantes sus anomalías físico-psíquicas que relacionaba con otras psiquiátricas ya notadas, etcétera. A los delincuentes, Lombroso añadía con frecuencia, para ilustrar su curso, casos curiosos de anormalidades ocurridas en la práctica privada o encontradas en las ferias: monstruos, salvajes, ayunadores, hombres peludos, enanos, gigantes, hipnotizados, transmisores del pensamiento, “santos”, matoides, inventores, etcétera. Las lecciones se daban en la calle Po 18, en una amplia sala y había siempre cantidades enormes de público que se agolpaba para poder entrar; concurrían 150
LA INSTALACIÓN DEL LABORATORIO (1878-1880)
no sólo estudiantes de todas las facultades, sino también extraños y profesionistas. Lombroso se divertía muchísimo público duratambién; de manera que algunas veces lasy el lecciones ban dos y tres horas sin que los alumnos ni el maestro lo notaran. No faltaban además los incidentes emocionantes. Ocurrió varias veces que el delincuente supuesto, que había pasado varios años en la cárcel, era reconocido honesto por el examen físico y psíquico y después rehabilitado; y, por lo contrario, aparecieron los autores de delitos ignorados. *** El éxito de El hombre delincuente y el de sus clases, no hizo olvidar a Lombroso la pelagra. Apenas tuvo un laboratorio completó investigaciones de la acción tóxica del maízlasaveriado y publicóacerca los resultados aquel mismo año en un volumen de 300 páginas. El extracto de aceite de maíz averiado como remedio contra la psoriasis y otras enfermedades de la piel comenzó a ponerse de moda y a entrar en la práctica. Erba, de Milán, le propuso una compensación de 20 000 liras para obtener el permiso de hacer una pomada para las enfermedades de la piel con ese extracto y poniéndole el nombre de Lombroso. Éste dudó y acabó por rehusar: no despreciaba el dinero, pero la idea de recibir una compensación por un descubrimiento que le había costado tantas lágrimas, le repugnaba. 151
VIDA DE LOMBROSO
Aparte de la pelagra y de la delincuencia, hizo otro descubrimiento interesante no sólo desde el punto de vistapor natural, sino también psicológico, pues reveló, una parte, cómo la del mente de Lombroso estaba abierta y preparada para observar también las cosas más alejadas de sus estudios, y, por otra parte, la importancia que la cultura tiene acerca de los descubrimientos del genio, pues aumenta las ocasiones de observar, analizar y sintetizar. En 1879, pasando examen de clínica con el profesor Concato, Lombroso observó con gran sorpresa que un enfermo, de profesión cargador de barriles, tenía sobre sus hombros, precisamente donde apoyaba su carga, una especie de cojín adiposo. Este hecho le sugirió la idea de que la joroba de los camellos y de los dromedarios tenía el mismo srcen, es decir, que fuera un cojín adiposo formado donde se apoyan las cargas y aque este fenómeno poderosamente la debatida cuestiónpodía de lacontribuir herencia de los caracteres adquiridos. Inmediatamente, con su asistente, se dedicó a examinar a todos los cargadores que encontró en Turín, escribió a un profesor de Génova para que examinara a los alijadores del puerto, se puso en relación con todos los veterinarios para que examinaran todos los asnos que pudieran. Reunidas las contestaciones, estudió el cojín adiposo de los camellos y de los dromedarios y de los hotentotes, y con su asistente comunicó los resultados a la Academia de Turín y más tarde a la de Bruselas (1885), concluyendo: 152
LA INSTALACIÓN DEL LABORATORIO (1878-1880)
Aquí se ve cómo en la vida todo se relaciona. El pequeño tumor profesional del hombre explica un carácter de losanomalías animales ydeéstos, vez, nos razas, revelan el secretocasi de unas una adesunuestras dándonos un monumento arqueológico que pertenece a una época humana que fue probablemente anterior de centenas de siglos a la invención de la escritura.
Así se cierra la parte más dramática y bella de la vida de Lombroso. Tenía entonces 42 años, la gloria apenas lo había rozado; no había recibido por suspero esfuerzos sino dolores y desilusiones innumerables; no estaba vencido ni domado. Si la tristeza algunas veces le marca la frente, si el pelo y la barba comienzan a encanecer, si algunas veces el disgusto por la ingratitud humana lo invade, ha conservado íntegro “el placer de hacer el bien, la ilusión de poder dar su contribución al mejoramiento de su país”.
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XII. LA NUEVA ESCUELA DE ANTROPOLOGÍA CRIMINAL Y DE DERECHO PENAL (1878-1882) La difusión de El hombre delincuente. Los primeros partidarios en Italia, Europa y América El éxito es un juego de acción y reacción. El hombre delincuente difundió el nombre de Lombroso, y su celebridad vino a acreditar sus estudios anteriores. E 1878 A 1882 LA vida se desarrolla fácil y llana. D En los primeros meses de 1878, Lombroso publicó en Turín la segunda edición de su tratado con el título de El hombre delincuente en relación con la antropología, la jurisprudencia y las disciplinas penitenciarias. Esta edición, mucho más completa que la primera, obtuvo un éxito aún más grande que aquélla en todo el mundo. En Francia, el senador Roussel propuso al Senado una ley para modificar las instituciones penales para los jóvenes descarriados, de conformidad con los principios de la “moderna Antropología Criminal”; los diputados Reinach, Waldeck Rousseau y Poincaré propusieron una ley especial contra los
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reincidentes, con base en la nueva doctrina; Lacassagne fundó en Lyon una escuela, Taine declaró que todas las ciencias deberían tratarse con el método lombrosiano. En Rusia, Bélgica, Alemania, Holanda, Austria, Hungría, Argentina, Brasil, se fundaron revistas, se iniciaron estudios, reformas, se abrieron concursos para la aplicación de las teorías lombrosianas en las cárceles, los manicomios y en el Derecho Penal. En Italia, en 1880 y 1882 fueron aprobadas sucesivamente por la Cámara la fundación de manicomios criminales y la de reformatorios para incorregibles, y, además, el Ministerio ofreció en concursos premios importantes para estudios de antropología. Este enorme éxito que sorprendió al autor, se explicó con el hecho de que El hombre delincuente, aun cuando fuera un libro científico fundado sobre hechos experimentales científicamente, esencialmente un libroexpuestos de propaganda, escrito por era un misionero animado de la fe más viva en su descubrimiento y que ponía en sus pasajes la vivacidad y el ardor que lo habían impulsado al descubrimiento con la intención de resolver un problema que él consideraba básico. A quien me preguntara —escribió en el prefacio de la obra Incremento del delito en Italia y medios para prevenirlo, que se publicó poco después y es la conclusión de El hombre delincuente— por qué razón sin ser yo un hombre político, un jurista, me he atrevido a emprender una 156
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obra de esta naturaleza, contestaría sólo que miro a mi alrededor. Frente a la ola de crímenes que suben siempre ysinamenazan sumergirnos al mismo tiempo infamarnos, que nadie piense en yoponerse, me pareció que un hombre honrado, que haya estudiado por muchos años el delito como psiquiatra, aunque no como estadista, no podía callar […]. Pero el lector debe recordar que si la empresa tenía el aspecto de estar inspirada en una audacia enorme, fue iniciada y acabada con la confianza de quien prefiere su perjuicio personal al de la patria.
El éxito es un juego de acción y reacción;El hombre delincuente difundió en todas partes el nombre del autor. Se hizo célebre, todos querían verlo, todos querían conocerlo. Entre 1878 y 1880 es casi una falange de gentes los que se precipitan hacia él; ministros, hombres de Estado, médicos, psiquiatras, juristas, quieren su opinión; descubridores, inventores, matoides, tímidos jovencitos piden su consejo; delincuentes que quieren rehabilitarse; seminaristas que, impresionados por las nuevas ideas, abandonaban la Iglesia y buscaban un empleo; periodistas y escritores que ofrecen sus servicios; extranjeros y admiradores de las más lejanas partes del mundo —Rusia, Alemania, Argentina, Brasil, India y hasta de Japón— vienen a ver al nuevo Beccaria, al autor de El hombre delincuente. Debían quedar muy sorprendidos estos admiradores que llegaban vestidos atildadamente, emocionados por la idea de presentarse al venerable cerebro 157
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jefe de la “Nueva Escuela”, cuando llegaban a los dos cuartos de la calle Po, o a la casa de la calle de Vanchiglia, entonces. No sedonde habíanvivíamos cambiado ni los muebles ni el género de vida desde que Lombroso, pobre profesor extraordinario, se había instalado con su esposa en el pequeño apartamento de Pavía. En el estudio se veía todavía el antiguo escritorio y la antigua silla que había pertenecido a Volta, y el gran librero de nogal, fiel compañero de nuestra infancia. Sólo se había añadido un acuario, en el cual el asistente ponía siempre renacuajos y pececillos, y un sillón que servía a veces a Lombroso y a veces a los visitantes, y para nosotros los niños, pues papá quería siempre que nosotros estuviéramos alrededor de él cuando escribía y, además, nos seguía cuando nos poníamos a escribir o a trabajar en otro lugar. La desilusión de los admiradores debía aumentar aún más el hecho de que, como Lombroso no quería hacerpor esperar a nadie, tampoco quería interrumpir su trabajo por nadie; por tanto, el admirador debía decir su discurso, expresar su admiración mientras el admirado continuaba dictando el capítulo, el artículo, las cartas en que se estaba ocupando; y esto muchas veces en medio de un alboroto de niños. Con el aumento de la fama se multiplicaron naturalmente también los discípulos. Uno se presentó espontáneamente a Lombroso en 1879, que debía tener una gran importancia para la Antropología Criminal: Enrico Ferri. 158
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Apenas establecidos en Turín, Ferri llegó a ser el hermano, el amigo, el hijo y hasta un poco el padre de Lombroso. cuando másque joven, era más experto en Aun la vida y enera losmucho hombres su ingenuo maestro. Sabía tratar a la gente, ser suave con algunos, hiriente con otros, digno con otros; sabía reír y hacer chistes, imitar los gestos y los discursos de los personajes importantes, pero sabía contestar a todos ellos con cartas diplomáticas que dejaban admirado aLombroso, siempre violento, impetuoso, apasionado e ingenuo. Seguramente Lombroso no había encontrado nunca en su vida un joven en el cual apoyarse tan completamente como Ferri y comenzó luego a admirarlo y a quererlo con toda la impulsividad de su alma. En aquel mismo año, poco después que Ferri, se presentó espontáneamente otro discípulo que debía igualmente tener gran importancia en la nueva escuela: Rafael Garofalo. Garofalo era magistrado y puso disposición de las nuevas doctrinas su profunda cul-a tura jurídica y su amplio conocimiento del Derecho en acción. Su colaboración fue preciosa, porque la Antropología Criminal estaba en los primeros pasos, que eran los más difíciles, sobre todo en el terreno jurídico. *** Así, pues, sin darse cuenta, el pobre pelagrólogo que con enormes esfuerzos había obtenido la cátedra en Turín, pasó a ser el jefe de una nueva escuela de Dere159
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cho Penal y Antropología Criminal, a la cual debían llegar discípulos de todas las partes del mundo. El hecho de ser el jefe de económico, una escuela,moral, como no de cualquier movimiento social, es cosa fácil. No sólo se necesita para esto un genio intuitivo que sepa rápidamente ver la buena dirección de los nuevos estudios (que necesariamente proceden por tanteos) y una fantasía infatigable para utilizar a sus discípulos en las investigaciones para las cuales son aptos; sino que también necesita una gran cantidad de cualidades contradictorias que difícilmente se encuentran en una misma persona: un gran amor por los hombres para buscarlos, amarlos y animarlos, y una cierta indiferencia hacia la opinión de ellos para que no lleguen a dominarlo; una gran confianza en sí mismo y en sus obras, capaz de vencer el escepticismo de todos y una extraordinaria modestia para poner asidad, todosy más que insensibilidad a sí mismo; unamoral gran para generocasi arriba diría una inmunizarse contra los ataques, los chistes, los choques que colegas, amigos, discípulos, acostumbran dirigir contra sus jefes y cierto tacto para no ofenderlos, para conciliar las inevitables controversias que surgen entre los discípulos; un ardor inmenso y una actividad infatigable que permita estar en todas partes, entusiasmar y ayudar a todos. Estas cualidades contradictorias, tan raras de encontrar juntas, las poseía Lombroso en grado sumo. Observar a los jóvenes, excitar su inteligencia, hacerlos trabajar, ponerlos a la vista del mundo también 160
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cuando los veía indiferentes y apáticos, era para él, aun a los 40 años, uno de sus placeres más vivos. Ponía en esta obra de rebusca e incitación una habilidad maravillosa, ayudado por una facilidad para entusiasmarse con sus obras y con sus palabras que acababa por encender aun a los más fríos. No conocía a un individuo si no hacía 10 minutos y ya había pensado en qué podía tener éxito; cuáles eran sus fuerzas y cómo podía darles más realce; incitaba al artista hacia las investigaciones literarias y artísticas; al intuitivo hacia el estudio de la fisiognómica y del tatuaje; empujaba al individuo paciente hacia investigaciones minuciosas y precisas; utilizaba a los enfermos de la clínica para hacer copias y estadísticas; a los encarcelados, para reunir documentos y revelar su psicología y su jerga; al mecánico, para fabricar y simplificar instrumentos. de haber sugerido a los de discípulos el camino Después para nuevos estudios, después haber obtenido para ellos el material (cárceles o museos) que explotar, después de prestarles los libros, después de corregir el estilo de sus informes, olvidaba toda su participación frente al entusiasmo para el trabajo cumplido, para el cual él mismo buscaba un periódico donde publicarlo, y si lo necesitaba, defenderlo con toda la fuerza y la autoridad de que disponía. Todo esto lo hacía, no con la solemnidad del estoico que juzgaba la vida desde arriba, ni con el ascetismo del apóstol que quiere el sacrificio, sino con el placer de quien satisface una necesidad, de quien sigue su propia 161
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naturaleza. No era éste el fruto de demasiado generosas ilusiones: amaba a los hombres, pero no los estimaba. “El agradecimiento en la naturaleza, por tanto es inútil pretenderlano deexiste los hombres”, acostumbraba decir. Y esto lo consideraba no tantocomo una necesidad dura e inevitable, sino como una cosa natural, que lo afectaba sólo indirectamente. Por esto, él, tan pesimista en la previsión, supo ser optimista en la acción. Preveía casi siempre, con una visión extrañamente aguda, que un individuo estaba por traicionarlo, que otro deseaba crearle molestias; pero esta visión pesimista no tenía alguna influencia en sus acciones. A pesar de su pesimismo, actuaba y se comportaba con las personas que consideraba infieles y hostiles, como si, en un perfecto e ingenuo optimismo, las creyera entusiastas y fieles: luchaba por las causas que creía perdidas, con la misma fuerza con que habría luchado teniendo fe en la victoria. ¡Cuántos jóvenessedescubrió y puso a laovista del mundo, que después hicieronasí indiferentes enemigos! ¡Por cuántas empresas fallidas luchó, trabajó y sufrió! Nosotros frecuentemente protestábamos porque era poco cauto al escoger a sus protegidos, observando sólo el ingenio, sin cuidarse de otra cosa. “¡Bah! —decía—, será un enemigo, lo sé, pero este trabajo lo puede hacer bien: no hay razón para que no lo haga.” Y nosotros le contestábamos: “¿Cómo es posible hacerse amigos, si se da igual trato a los amigos y a los enemigos? ¿Para qué sirven la razón y la previsión si no se actúa según ellas?” 162
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Y él contestaba: “Dejadme hacerlo así, porque así me gusta.” Releyendo las amigos cartas que cuando era joven le enviaban queridos de la infancia, que después se volvieron crueles enemigos; tantas cartas hostiles y soberbias de personas que después fueron sus protegidos, he comprendido que también en esto tenía él razón. Saber desde el principio cuál de las causas por las que se combate triunfará, qué hombres permanecerán amigos, es cosa difícil; y queriendo hacer triunfar las propias doctrinas con medios honestos, conviene actuar, por pesimista u optimista, ingenuo o perspicaz que se sea, como si todos los hombres fueran honrados y amigos, aun cuando no lo sean, como si siempre se fuera a ganar, aunque se tema la derrota. Es verdad que con esta táctica él no había recibido nada de Italia, ni dinero, ni estímulo, ni honores; es verdad queesfue combatido discutido último día; pero verdad que dey este modohasta y sóloel de este modo pudo fundar una Escuela; pudo dejar un Museo, partidarios, discípulos; pudo actuar y trabajar; cosas todas estas que él estimaba más que los honores públicos y el reconocimiento oficial. Fundada una Escuela, como Lombroso no podía, como los antiguos fundadores de órdenes sagradas, abrir un convento donde reunir a sus discípulos, y tampoco concederles puestos y beneficios, debía a lo menos tener un periódico suyo. Era este su sueño casi desde que había entrado en la Universidad de Pavía como estudiante; era este su sueño desde que siendo 163
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jefe de una Escuela tenía bajo la mano a cierto número de jóvenes que guiar. Pero ahora el sueño debía tornarse en realidad: necesidad de tener revista era imperiosa; decidióla pues publicarla a susuna expensas y el 1o. de enero de 1880 fundó el Archivio di Psichiatria, Antropologia Criminale e Scienze Penali, per servire allo studio dell’uomo alienato e delinquente. El pequeño barco de esperanzas del fundador de la Escuela Positiva de Derecho Penal, salió a la mar para llevar su palabra a las tierras del nuevo y del antiguo mundo. El Archivo fue quizá el gusto más grande en la vida de Lombroso. Estaba muy contento de las funciones de director y administrador de su periódico. Cada nuevo suscriptor que mandaba su cuota marcaba para él “el día más bello de su vida”. Escribía para el Archivo, recibía artículos, conseguirlos era un placer inmenso. Si tenía 10 minutos libres corría a la imprenta, donde discutía largamente con el fiel corrector, Gribaudi, un amable tipo de piamontés, decente, deferente, preciso, cuidadoso, que tomaba viva parte en el Archivo, para el cual era no sólo el corrector sino el secretario y consejero. Pero, ¿quién no era consejero en el Archivo? Lombroso, que en las grandes decisiones no seguía la opinión de los demás, para el Archivo siempre tenía necesidad de la opinión de todos. Apenas llegaba un artículo, apenas se cometía un delito, apenas se publicaba un libro que pudiera interesar a los lectores de su revista, sentía el deber de escribir a Garofalo, de consultar a Ferri, a Cougnet para que se ocuparan de ello, para que admiraran la belleza de alguna frase, para 164
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que contestaran a otras personas, para que dieran las gracias o interrogaran a otros más, para que examinaran otra vez algunos para que se informaran de ese delincuente o de libros, aquel loco. Cuando Lombroso está en la imprenta, es feliz. Todo lo que se imprime allá quiere verlo y todo lo que ve le parece bello por estar impreso donde se hace su Archivo. Y el Archivo registra día tras día todo el amplio campo científico de que se ocupa su fundador, desde psiquiatría experimental, hasta el delito y el genio. *** Pero precisamente cuando la ciencia comenzaba a darle alguna satisfacción, Lombroso tuvo el dolor de perder en ocho días a su padre y a su madre. Se rompiópasada; así el último eslabón que lo unía a la generación así acabó precisamente cuando comenzaba a conocer y a saborear los frutos de la celebridad de su hijo, aquella mujer que, para que fuera libre su hijo, para que pudiera tener una instrucción adecuada, no había dudado en abandonar en voluntario exilio su tierra. Un año después, en 1882, otra grave pena lo golpearía: la muerte, por difteria, del pequeño hijo suyo, Leo. ¡Pobre pequeño querido! Había nacido en el momento más terrible de la vida del papá y su nacimiento había amenazado la vida de su mamá. Había 165
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crecido muy delicado y todos nosotros habíamos concentrado en él el amor que su vida precaria hacía más intenso. Era tímido, en la inteligencia y en el afecto: aun dulce, cuandoprecoz no tuviera todavía seis años, tomaba parte muy viva en los dolores de los demás, hasta el punto de enfermar casi cuando los otros sufrían. ¡Cuántas veces, cuando en los años anteriores, papá sufría por las ofensas recibidas, nos poníamos en un rincón oscuro para discutir cómo se podía llegar hasta aquel Dios del cual nadie nos había hablado, para pedirle que concentrara sus iras sobre nosotros en lugar del papá; así es como aquel Dios desconocido, desgraciadamente muy pronto había escuchado nuestras voces! ¡Pobre pequeño Leo! Otros dolores y otras penas debían llegar hasta nuestro papá después de tu partida, que nos hicieran envidiar tu suerte; pero ninguna nos dejó el vacío, la pérdida, la angustia que nos dejó tu muerte.
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XIII. ÉPOCA DE ORO (1882-1889) Batallas y triunfos Gira el mundo sobre su eje, ofreciendo al beso caras.de la suerte sucesivamente una de sus
GIRA el mundo sobre su eje, ofreciendo al beso de la suerte sucesivamente una de sus caras. Así ocurre que quien dio al mundo tantas ideas, asiste alternativamente al triunfo de unas y al desprecio de las otras frente a la gran rueda. Ya dije que la tercera edición de Genio y locura había obtenido un gran éxito inesperado, y se agotó en pocos meses. En 1882 Lombroso dio a la luz la cuarta edición, de doble tamaño, pues le había añadido un largo estudio sobre los matoides, nuevo género de locos, que Lombroso había caracterizado y bautizado por primera vez con este nombre; raros enfermos que se oscilan entre la genialidad y la criminalidad, individuos sanos en la vida normal, pero absurdos en la ideación; en contraposición con los genios, locos en la vida normal y genios en la ideación. El descubrimiento se lo inspiró Passanante, un cocinero grafó167
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mano, que por hallarse desocupado, sin motivo alguno había intentado matar al rey de Italia. Sostuvo Lombroso su nueva edición libro —que por primera vezen tomó el nombre de Eldelhombre de genio—, que estos matoides tienen gran importancia en la historia, pues frecuentemente se les considera genios, en lugar de los genios verdaderos. La idea disgustó al público y la publicación de este libro suscitó una gran cantidad de artículos, gritos y chistes de todo género. el autor nolucha perdió la serenidad justamente más Pero excitado por la volvió a afirmary la importancia que tienen los matoides en la política y en la sociedad y publicó pocos meses después una pequeña obra, Dos tribunos, en la cual comparaba a Cola di Rienzi con Coccapieller, un matoide, además de estúpido, que en 1880 había logrado en Roma los honores públicos y que comprobaba mejor aún el fanatismo que el pueblo siente hacia los locos y la facilidad con que hasta las personas eminentes confunden a los locos y a los delincuentes con los verdaderos genios. Esta obra indujo a Lombroso, casi a la fuerza, a escribir y polemizar en un periódico hebdomadario Il Fanfulla della Domenica, y que fue después su tribuna literaria. Escribió para este periódico en aquel año muchos artículos que reunió en 1885 en un volumen Locos y anómalos. Mientras la Diosa Fortuna se aleja de Genio y locura, Lombroso tiene la gran satisfacción de verla acer168
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carse por primera vez a su obra acerca de la pelagra, la cual, aun cuando el pobre autor se hubiera sacrificado,Golpeando hasta entonces había dado sin cesar, gutta muy cavatescasos lapidemfrutos. : las dos regiones de Lombardía y Venecia donde la pelagra hacía víctimas desde mucho tiempo atrás, se habían convertido a sus ideas. En 1882 la municipalidad de la ciudad de Oderzo invitaba a Lombroso a indicar medidas contra la pelagra; Vicenza establecía premios para los inventores de secadores; Udine reunía un congreso para dictar medidas contra la pelagra. En 1880, un sacerdote lombardo, Anelli, convencía a los campesinos para que se reunieran en cooperativas para fundar “hornos públicos” donde secar la harina de maíz. En 1882 se había creado cerca de Milán un pelagrosario para curar a los jóvenes enfermos y al mismo tiempo transformarlos en propagandistas contra la aenfermedad. 1883maíz varios municipios prohibieron los molinosEn moler averiado. En julio de 1883, por iniciativa del ministro Berti, el Consejo de Salubridad, por unanimidad de votos, declaró que la pelagra provenía exclusivamente del maíz averiado y manifestaba la necesidad de que el gobierno preparara una ley contra el maíz averiado, y en ese mismo año Berti la hacía compilar. Para completar esta serie de acontecimientos favorables, en 1884 Lombroso fue nombrado médico de las cárceles de Turín. Fue esto para él otra alegría, parecida a aquella de la fundación de su Archivo: comenzaron “los más bellos días de su vida”: se 169
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regularizó su existencia, y puede comprenderse esto si se piensa que el primer criminólogo del mundo estaba obligado a estudiar hacía de sietelosaños a sus sujetos, algunos de lejos desde por medio procesos criminales, y a otros buscándolos por las calles. Con la misma alegría con que un adolescente va al teatro, Lombroso se iba cada mañana a “sus cárceles” y aun cuando estuviera enfermo o cansado, o en días de terrible melancolía, sus cárceles tenían la facultad de darle la vida, el impulso, la fuerza de continuar trabajando y actuando. *** Igual satisfacción, aun cuando se tratara de cosa muy distinta, debía darle el Congreso de Antropología Criminal, quediscípulos por primera vez debía reunir el año guiente a sus dispersos en el nuevo y ensiel antiguo mundo. Este Congreso nació bien: tenía un secretario ideal, el joven diplomático barón Major des Planches, ayudado por Lombroso, Ferri y Garofalo; cuadriunvirato perfecto para una ciencia como la Antropología Criminal que tiene tantas relaciones con el Estado, la justicia y la medicina. El secretario encontró para el Congreso una sede maravillosa, donde la exposición de Antropología Criminal que estaba unida al Congreso, pudo establecerse dignamente. Después se dedicó a obtener comu170
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nicaciones y miembros, no tanto entre los profesores —los cuales por envidia profesional están frecuentemente contra las ideas sino entre losjefes estudiantes, directores de nuevas—, cárceles y manicomios, de policía, magistrados, médicos, psiquiatras. El Congreso fue magnífico por la cantidad y calidad de sus miembros y por los temas que se discutieron. En este Congreso, por primera vez, Alfonso Bertillón expuso al público su método dactiloscópico de identificación de los delincuentes, que debía después adoptarse en el mundo entero. El triunfo más grande del Congreso —escribió Holtzendorff en una relación— fue la alianza efectiva que se comprobó entre la ciencia médica antropológica y la jurídica, pues los mejores representantes de las dos participaron en las discusiones que fueron al mismo tiempo biológicas y jurídicas, cadadeuno en el dominio de estas cienciasintroduciendo la visión completa la realidad, observándola desde un punto de vista distinto. Muy impresionante fue también la alianza de la teoría con la práctica, que fue ampliamente comprobada por la Exposición, también muy brillante. Bordados delicados hechos por las mujeres de los bandoleros o envenenadores, cofres construidos por las manos todavía débiles de los ladronzuelos, trajes muy variados, groseros, toscos o vistosos y bien hechos —así describe Ferri esta exposición—. Cráneos, jeroglíficos, estadísticas antropológicas, caracteres de locos que locamente representan sus conceptos desequilibrados, 171
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dando algunas veces apariencias y sustancia de verdad sabia a la desordenada fosforescencia de los cerebros enfermos; conservan la notaprehistóricos viva de hoy las más tatuajes remotas que costumbres deen nuestros abuelos, cuando éstos ponían los emblemas de su nobleza guerrera sobre su piel en lugar de ponerla, como ahora se hace, sobre los papeles o sobre los coches; preparaciones anatómicas y monstruosas del Ecce Homo, retratos de delincuentes y emperadores romanos que sobreviven a las multitudes por la infamia de sus delitos. Retratos, también por elocuente contraste, de mártires políticos, que el ímpetu de la pasión generosa indujo a chocar contra las tablas de las leyes penales: estatuitas y dibujos de prisioneros y locos, que daban nueva vida a las arcaicas formas del arte primitivo y que proveían el día de la liberación con el suicidio; todo el caleidoscopio doloroso y brutal de nuestra vida civil hemos entrevisto por el agujero abierto por la Exposición Criminal, adivinando a través de ella lasAntropológica profundidades innumerables e inesperadas del mundo criminal.
El éxito del Congreso y de la Exposición fue muy grande. Alguien afirmó que el resultado de una batalla se ve cuando, después de la acción, el enemigo se somete o huye. Lo mismo se puede repetir para todas las controversias, aunque estén confiadas a la palabra o a la pluma. El efecto absolutamente inesperado del primer Congreso fue confirmado por el hecho de que muchos congresistas que llegaban de todos los paí172
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ses todavía indecisos, se transformaron en entusiastas prosélitos; que los viejos discípulos aumentaron su orgullo por estimada, haber vistoy por vez apoyada una que primera los sostenedores aumendoctrina tan taban enormemente. Después del Congreso hubo un espontáneo pulular de investigaciones o aplicaciones, comparaciones, exposiciones de las nuevas teorías acerca del hombre delincuente en todo el mundo.
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XIV. NUEVAS GRANDES BATALLAS (1889) El nuevo Código. El Congreso de París ¿Combatía como leónolapara castillos de arena queununa de defender mar englutía calladamente?
DE 1878 A 1884 FUE un periodo feliz y se pudiera creer que el siguiente periodo traería nuevos triunfos a la Antropología Criminal. En 1887 se fundó el reformatorio de Elmira; en 1888 se creó en Buenos Aires
la EstudiosDelincuente; Psiquiátricoseny AntropológicosSociedad sobre el de Hombre aquel mismo año la Universidad de Heidelberg abrió un concurso internacional “para la mejor memoria que estudie las aplicaciones de la Nueva Escuela penal italiana a los códigos”. También en 1888 la Societé MédicoPsychologique de París puso a concurso el tema “De la existencia y determinación de los caracteres anatómicos y psicológicos de los delincuentes”. El 17 de mayo de 1888, por iniciativa de Von Hamel, Adolphe Prins y Liszt, se fundó la Unión Internacional de Derecho Penal para estudiar y difundir las nuevas ideas en el campo jurídico. 175
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En los congresos jurídicos de Lemberg (1888) y Lisboa (1889) se discutió la reforma de los códigos para ponerlos Criminal de acuerdoy con las nuevas ideas de de la Antropología defender a la sociedad los delincuentes. En aquel mismo año, Alvarez Taladriz y César Silio iniciaron en Madrid la publicación de la Revista de Antropología Criminal, y se publicó la cuarta edición, completamente rehecha, de El hombre delincuente, en dos tomos. Pero también estos éxitos debían anunciar nuevas amargas desilusiones. Italia, en aquellos años, estaba preparando su nuevo Código Penal, por iniciativa de Zanardelli, que se había mostrado siempre favorable a la Antropología Criminal. Había nombrado a Ferri, que sólo tenía 23 años, para formar parte de la Comisión de Estadística había defendido abiertamente ideas de Judicial, la Nuevay Escuela, por lo que Lombroso las le había dedicado recientemente un libro con estas palabras: “Para Zanardelli y De Renzi, los únicos entre nuestros hombres políticos que han reconocido públicamente la autoridad de una tendencia que se propone elevar el Derecho Penal del silogístico apriorismo jurídico a la amplitud fecunda de una ciencia social.” Esperaba, pues, Lombroso ansiosamente el proyecto de Zanardelli, y no pensaba encontrar absolutamente reproducido ahí el libro de Garofalo acerca de Criminología, pero sí algunas de sus ideas, a lo menos aquellas que el ministro había aprobado. Pero cuan176
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do recibió el proyecto, ¡qué desilusión! No solamente Lombroso no encontró ninguna de las reformas que más había ni siquiera las relativas a losEspaña, reincidentes quepedido, ya se habían aplicado en Francia, Argentina, o sobre los delincuentes locos, para los cuales Italia había fundado manicomios criminales desde 1878. Nada, nada. Para aquel proyecto de Código Penal, la Nueva Escuela ni había nacido. El golpe fue aún más terrible, porque no lo esperaba, aún más amargo, porque venía de alguien a quien creía su amigo, aún más cortante porque veníaen un momento de auge. Entonces Lombroso no se desanimó: reunió todas sus fuerzas y en ocho días de intenso trabajo, antes de que el proyecto se distribuyera a los diputados, escribió y publicó en enero de 1888 un libro contra el proyecto: Demasiado pronto. Apuntes al nuevo Código Penal , destinado a ofrecer un arma a los posibles opositores que el Código pudiera encontrar el Parlamento. En ese libro combatió el en proyecto esencialmente en tres puntos: 1) Porque este proyecto (publicado demasiado pronto después de la renovación nacional) no tenía en cuenta el regionalismo que en un país poco unificado como era Italia, tenía enormeimportancia. 2) Porque ofrecía excesiva suavidad, que habría de producir graves perjuicios al país, dada su naturaleza. 3) Por no haber tenido en cuenta los dos únicos medios que existían, con las instituciones penales de entonces, para frenar el delito: la pena en vida para los reincidentes y el manicomio criminal para los locos. 177
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No niego que los castigos demasiado feroces de antaño depravaban a las gentes honradas, e irritaban siempre más a las almas —escribíaal Lombroso en el prefacio—; pero simalvadas de esto pasamos extremo opuesto, por el cual el delito disminuye con el disminuir de las penas, hay mucha diferencia. La paradoja no está justificada por los ejemplos que se tienen a la vista, ni, sobre todo, por nuestro temperamento meridional que quiere por freno un mal sensible, cuya mira se oponga a las medidas del mal y que, por tanto, se pierda toda sensación de la pena, cuando ésta sea demasiado lejana o poco sensible.
Predijo Lombroso irremediablemente —y esto por desgracia ocurrió— un aumento importante de delitos en todas las regiones de Italia una confusión terrible en los manicomios, obligados a recibir también aciones. los criminales; pero noy suplica se contentó sus predicSe va a Roma a loscon diputados que discutan bien todos los aspectos del problema, antes de aprobar ese Código que podría producir mucho mal al país. El desahogo no fue inútil: iníciase entonces una violenta tempestad entre los cultivadores de materias jurídicas y penales, dentro y fuera de la Cámara legisladora, a favor y en contra del Nuevo Código. Pocos meses después, Lombroso reunió los escritos favorables en una nueva edición de su libro que tuvo el título más sencillo de Apuntes sobre el Nuevo Código Penal. 178
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Naturalmente —a pesar de toda esta lucha— el proyecto del nuevo Código fue aprobado íntegramente y fueelesto para NuevadeEscuela unaAntropología derrota que marcó fin de “lalaépoca oro de la Criminal” y el comienzo de la gran batalla que se debía realizar entre las nuevas y las viejas teorías en Italia, en Europa y en el mundo. *** Ya se acercaba el segundo Congreso de Antropología Criminal que se debía efectuar en París en agosto de 1889. Al final del primer Congreso se había establecido que el segundo igualmente debía estar organizado por un comité mixto de juristas, médicos y hombres de Estado, y debía presentar una exposición parecida a la segundo del primer Congreso. Pero los en organizadores de este Congreso no tuvieron consideración esta proposición; rechazaron la Exposición y reunieron a los miembros del Comité y los participantes en los trabajos casi exclusivamente entre los profesores y los antropólogos, todos contrarios por espíritu de cuerpo a las nuevas ideas. Este Congreso nació, pues, con un vicio de srcen que debía permanecer hasta el fin. Por buena suerte inesperada, y casi inmerecida podría decirse, pues fue accidental, la presidencia tocó de oficio al doctor Brouardel, profesor de Medicina Legal y decano de la Facultad de Medicina, que con 179
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todos sus grados académicos era hombre de inteligencia, de fe, de mirada amplia. Él puso toda su inteligencia, su faire amplia su habilidad diplomáti, a lacultura, disposición de Lombroso, y fue ca, su savoir presidente muy hábil en este borrascoso Congreso, protegiendo eficazmente a los italianos en contra de los ataques de los adversarios y logrando mantener la batalla sobre el terreno científico. Pero su habilidad no bastó contra el número y la tenacidad de los enemigos y la falta de habilidad táctica de Lombroso y de sus amigos. Abrió el Congreso el profesor Manouvrier con un largo discurso en el cual negó la existencia del “tipo”. Lombroso, que no se esperaba el ataque, contestó con vivacidad, posiblemente excesiva. El Congreso fue un duelo áspero entre los dos, pues Manouvrier hasta el último día continuó impasible sosteniendo la no existencia por la ausencia de la Exposicióndel que“tipo”, habríafavorecido podido resolver, con la materialidad de los hechos, su oposición. Así, por causa de las discusiones entre esos dos hombres, el segundo Congreso, tan tempestuoso, no fue inconcluyente. El duelo de los dos había excitado la audacia de las dos partes; había aclarado también a los profanos muchos puntos oscuros, había ganado a Lombroso muchos adeptos, como después se vio, y por poco no se resolvió en una gran victoria para los italianos, que no supieron aprovechar. Efectivamente, los adversarios no habían podido ganar ningún adepto a su tesis ni presentar en su apoyo hechos con180
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cluyentes; mientras Lombroso había logrado el apoyo de muchos franceses y extranjeros, demostrando la de signos degenerativos que losexistencia otros negaban, en los enfermos y especiales, en los cráneos presentados por los mismos adversarios; había podido hacer nombrar una comisión mixta encargada de hacer una investigación en 100 criminales y 100 normales, para resolver la cuestión del tipo. Creyó, pues, Lombroso haber ganado, y de regreso a su país escribió para su Archivo un informe acerca del Congreso muy brioso, afirmando que la reunión había dado la confirmación a la joven Antropología Criminal. Pero si él creía haber salido victorioso, casi igual pensaban de ellos mismos los adversarios. Efectivamente, la victoria debía quedar al que mejor supiera hacer valer sus ventajas. Era necesario que alguno de los lombrosianos se quedara en París para trabajar y para y comprobar las ventajas.elYambiente habría valido la aclarar pena, pues la Antropología Criminal estaba en uno de aquellos momentos críticos de desarrollo en los cuales las derrotas dejan una impresión duradera. Pero, como dije, los fundadores de la Nueva Escuela no eran hábiles estrategas. Convencidos de que la verdad se abre camino por sí sola, ilusión terrible y difundida, regresaron todos tranquilamente a Italia. Los adversarios, que vivían en París y por esto permanecieron ahí, aprovecharon —y no puede decirse que no tenían razón— para decir a los periodistas que informaron sobre el Congreso, que ya habían ganado, que la Nueva Escuela 181
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“había sido muerta”, que además se trataba de una escuela sin bases, que quería liberar a todos los delincuentes y poner en prisión a todos lo hombres que tenían la nariz desviada. El segundo Congreso fue, pues, una grave derrota para la Antropología Criminal, y determinó, como siempre, un cambio en la opinión pública. Benedict se puso contra Lombroso; Lacassagne y Lizst fundaron escuelas propias; Colajanni atacó furiosamente a Lombroso en un escrito: “Iras y despropósitos del profesor Lombroso”. Lombroso resintió mucho esta actitud del público y de sus discípulos. No era la primera borrasca de la cual fue víctima en su vida: en 1872 había pasado por pruebas más crueles; en 1875, también. Pero su juventud entonces cubría de ilusiones iridiscentes las amarguras más terribles. Ahora ya no. Estaba en la edad en que mide su pasado y se interroga desconfiado por uno el porvenir. No se declaraba vencido; pero sí disgustado de la vida. No había buscado los honores, sino el amor; quiso hacer cosas buenas, útiles, no bellas; y ahora se veía observado, juzgado, medido, como quien pide un aplauso; se veía por tercera vez traicionado por muchos de aquellos a quienes había creído discípulos entusiastas. Si estas críticas venían a coronar el éxito siempre mayor, casi unánime, que la Nueva Escuela había logrado en el mundo, si el Nuevo Código era la forma en que un partidario que él creía fiel, inteligente y amigo, aplicaba las nuevas ideas, ¿qué otra cosa más podía esperar todavía de la 182
NUEVAS GRANDES BATALLAS (1889)
vida? ¿Combatía como león para defender castillos de arena que una ola de mar englutía silenciosamente? Escribía él en publicado el prefacioaquel a unaaño: nueva edición de Locos y anómalos Cuando voy revisando estos estudios y polémicas, la sucesión de las luchas continuas y desesperadas para defenderme de la opinión pública, desviada y engañada, mis conclusiones sobre la pelagra, la Antropología Criminal, la Psiquiatría Experimental, estos hijos consentidos y mal acogidos de mi pensamiento; y recuerdo las fatigas y los dolores crueles que me han dejado sus huellas y los frutos mezquinos que he recogido, me comparo con un hombre que con los ojos pesados, pero en la imposibilidad de descansar, mide los vidrios rotos y los restos infames de una orgía humosa, donde el cansancio y el tedio ahogaron toda forma de placer, y comprendo cuánto es inútil la obra de los que hablan en épocas y en países que no los entienden, a menos que no deseen, como los santos y los matoides, pasar por mártires.
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XV. CRISIS EXTERNA Y RELÁMPAGOS DE LUZ (1889-1891) Crisis económica. Cátedra de Psiquiatría Él temía ya anticipadamente la venganza que el mundo habría tomado sobre nosotros —sus hijos inermes—, si hubiéramos quedado solos y pobres en medio de tantos odios.
ESTA vez el abatimiento era desproporcionado a la cau-
sa. La antes derrotahabía se limitaba a Francia. Pero como haber Lombroso creído ganar, ahora pensaba perdido mucho más de lo que efectivamente era, y esto le impidió gozar la rápida aunque tempestuosa difusión de sus doctrinas en Europa y el inmenso resplandor que de todas partes del mundo venía hasta él. Para aumentar el desconsuelo, se añadió en 1889 una crisis económica temporal que sumergió a Italia por cerca de un decenio y consumió todos los ahorros. A pesar de la crisis, Lombroso no quedó reducido a la miseria como alguno de sus biógrafos llegó a decir. Como profesor ordinario, tenía un sueldo fijo que le permitía vivir con cierta comodidad; además, co185
VIDA DE LOMBROSO
mo alienista, tenía una amplia clientela internacional que le fue fiel. Sin embargo, este desastre económico, vino precisamente producía la terceraque crisis científica, afligió cuando mucho aseLombroso, le dio la sensación de la miseria más negra, le resucitó la idea, que ya lo había atormentado en la adolescencia, de que estaba cerca de la muerte, y este hecho le daba miedo con anticipación de la venganza que el mundo habría tomado contra nosotros, sus hijos inermes, hijos suyos desamparados, si nos hubiéramos quedado solos y pobres en medio de tantos odios; y esto le hacía tener la visión de las cosas más terribles, y se desesperaba y hacía que nos desesperáramos. La consecuencia directa de este desastre fue que buscó la manera de ganar escribiendo. Ya dije que Lombroso tenía una maravillosa facilidad para trabajar: siempre se ocupaba en unos 10 o 12 estudios y series de ademásal de dos otiempo, tres librosinvestigaciones que preparaba,distintas, y continuaba mismo sin olvidar nunca el punto preciso donde se había quedado del uno al otro; dictaba algunas veces a dos personas al mismo tiempo y sobre temas distintos, y esto mientras hablaba, mientras buscaba entre sus papeles, mientras comía, mientras se hacía la barba, o mientras contestaba cartas. Podría decir que dictaba siempre cuando uno de nosotros estaba cerca, frecuentemente también cuando paseábamos, confiándose a nuestra memoria. De esta facilidad para escribir no se había aprovechado hasta entonces sino para sus libros o la ciencia, 186
CRISIS EXTERNA Y RELÁMPAGOS DE LUZ (1889-1891)
sin recibir ninguna ganancia ni de aquéllos ni de ésta; pero como ahora la crisis era grave, se decidió a ganar conComenzó éstos. en el extranjero, como había hecho Foscolo, aceptando la colaboración para La Nación de Buenos Aires y para Italia de Montevideo, que le había ofrecido el doctor Camillo Ferrua, un raro magnífico amigo, desde hacía poco tiempo establecido en Uruguay; después colaboró en periódicos y revistas francesas, rusas, húngaras, alemanas, inglesas y más tarde estadounidenses. Escribir artículos se hizo muy pronto para Lombroso una verdadera diversión, pues aun cuando lo hiciera para ganar algo, siempre se los hizo pagar poco, y contra las protestas de los amigos, nunca quiso pedir compensaciones mayores, pues prefería dictar 10 artículos a 50 liras y no uno solo a 500. estos artículos, tosAdemás externosde volvieron abrir a lavarios alegríaacontecimienel corazón de Lombroso, en 1890. Ante todo, la publicación de El delito político, escrito en colaboración con Laschi, que redactó la segunda parte, mientras Lombroso había escrito la primera. En la parte que corresponde a Lombroso, se estudia a fondo el problema del delito político que se manifiesta en las insurrecciones y las revoluciones históricas, por las cuales pasa toda civilización en su desarrollo. Esta parte es posiblemente el libro más bello de Lombroso, en el cual más armoniosamente se reúnen sus cualidades artísticas y científicas, la intuición y 187
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la deducción, la amplia cultura histórica, etnográfica, antropológica, psicológica y literaria. Pero el libro no tuvo Italia: se habíatarde: publicado siadoningún pronto éxito y a laenvez demasiado tarde,demapues la atención para los problemas políticos, tan viva en Europa entre 1848 y 1870, se había apagado o disminuido en 1890; pronto, porque ese problema todavía no lo consideraban los nuevos revolucionarios, esto es, los socialistas y los anarquistas organizados después de 1890. El escaso éxito de este libro no apenó mucho a Lombroso. Cuando comenzaba un trabajo se consagraba a él con un ímpetu y una intensidad enormes y casi antes de haberlo escrito ya tenía impaciencia por verlo impreso, no tanto para oír el juicio del público cuanto para ver sus ideas presentadas en aquella forma. Tenía una letra horrible y corregía tanto sus escritos y sus pruebas que él porcualquiera no entenderlos. La publicación demismo algunaacababa obra suya, que fuese su suerte, marcaba una etapa alegre, una sucesión de “los más bellos días de su vida”; y apreciaba su nuevo alumbramiento con el estremecimiento de júbilo con que una madre palpa a su propia criatura, y no se molestaba por la indiferencia del lector. *** Otro acontecimiento vino muy pronto a confortar a Lombroso: la cátedra de Psiquiatría. 188
CRISIS EXTERNA Y RELÁMPAGOS DE LUZ (1889-1891)
Aun cuando hubiera perdido toda esperanza de ser profesor de esta disciplina, nunca la había abandonado. la tribuna de su periódico, había tituladoDesde “Archivo de Psiquiatría, etcétera,que para servir al estudio del hombre enajenado”; desde la dirección de su modesto laboratorio, al cual había añadido el título de “Clínica Experimental de las Enfermedades Mentales”, desde 1876 Lombroso había seguido día a día los descubrimientos y los experimentos que los sostenedores del experimentalismo habían hecho en Italia y en el extranjero; había aportado una contribución no insignificante a la determinación de nuevas y antiguas enfermedades mentales con sus estudios acerca del hipnotismo, la histeria, la epilepsia, el matoidismo y con los otros estudios clínicos experimentales. Ocurrió que el profesor de Psiquiatría de Turín, Morselli, fue llamado en 1890 a la Universidad de Génova, e insistió que suanexa puesto se diera a Lombroso, con la clínicapara relativa al manicomio. Esta clínica era, efectivamente, “volante”, como la bautizó Lombroso, pues consistía en una sala donde tenía el derecho de reunir a horas fijas a cierto número de enfermos para examinarlos, que después entraban otra vez en los pabellones del manicomio. La escuela era una especie de bodega, baja, sin aire, donde mal se acomodaban 20 estudiantes (fue sustituida después, en parte con erogación de Lombroso, por la actual escuela): el laboratorio era un cuarto de unos 20 metros cuadrados, ocupado por un sofá inservible y un escritorio minúsculo; pero esto no tiene impor189
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tancia; cuando el alma y la mente están llenas de entusiasmo, también una “clínica volante”, un cuarto y una paraoscura grandesbodega, cosas. pueden servir como instrumentos Apenas obtenida la clínica, aprovechó esta circunstancia para continuar sus investigaciones acerca del cretinismo, que publicó aquel mismo año bajo el título Microcefalia y cretinismo, para acabar la parte clínica de sus estudios sobre la pelagra. En esta serie de experimentos, Lombroso comprobó, explicándose así la tenacidad de las doctrinas extratóxicas, que los perros alimentados con maíz sano eran mucho más receptivos a la pelagra, que los alimentados con otras sustancias. Fuera de estos experimentos, que tan maravillosamente comprobaban y confirmaban los antiguos, publicó aquel mismo año su definitivo Tratado sobre la pelagra, dedicada “Al maestro doctor Teophile Roussel, a Carlo Erba y al amigo y compañero de armas Alpago Novello, que fueron los únicos que me confortaron con las palabras y los hechos en las luchas y las investigaciones sobre la cura y la etiología de la pelagra”. Este tratado, que él quería más que a todos sus libros, fue la base de las leyes contra el uso del maíz averiado, que eliminaron definitivamente de Italia esta horrible enfermedad.
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XVI. NUEVOS ESTUDIOS. NUEVOS CONSUELOS (1891-1893) La mujer delincuente. El espiritismo. El Congreso de Bruselas El Congreso de Bruselas demostró una vez más cuánta generosidad existe en el fondo del corazón de los hombres, cuando un ideal las hace aflorar del fondo del alma donde yace casi avergonzada. L PERIODO de 1890-1892 fue también portador de feElices acontecimientos, y no fue menor el júbilo que le proporcionó el descubrimiento de Guillermo Ferrero. Ya dije que Lombroso quería mucho a los jóvenes, y que a todos los que se acercaban a él los hacía sus discípulos. Pero el caso de Ferrero fue distinto de los otros; fue un verdadero descubrimiento, que con razón le dio la alegría que proporcionan los descubrimientos. El joven tenía entonces 18 años, no había publicado nada, nunca había escrito a Lombroso y nunca se había acercado a él. Casualmente iba en una excursión escolar desde Pisa a Turín, tomó parte en un banquete ofrecido a Lombroso por los estudiantes, y
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al final de la comida improvisó un brindis. Este brindis gustó tanto a Lombroso que se entusiasmó por el joven, al cual predijo luego gloria másencontrarlo fúlgida, y no estuvo tranquilo sino hastala que pudo otra vez. La cosa no era fácil: Ferrero no vivía en Turín y Lombroso no sabía ni su nombre; pero tanto hizo hasta dar con él. El segundo encuentro no quitó al protector ninguna ilusión, y poco después, aun cuando Ferrero fuera tan joven y no tuviera ninguna práctica en estudios antropológicos, le propuso escribir junto con él La mujer delincuente. Colaborar con Lombroso no era cosa fácil: no se atrevía a decir lo que quería, pero creía que todos debían y podían intuir lo que él deseaba. Después daba a sus compañeros de trabajo unas tareas muy bonitas en teoría, pero difíciles en la práctica: dejarse llevar por hechossuy demostración. formar la síntesis; nunca formular la tesislos y buscar La primera parte de la obra —la más importante— fue muy fatigosa. Pero cuando se pusieron las bases de la mujer normal, lo demás vino fácilmente, y la redacción del libro fue una alegría para los dos. Otro acontecimiento en 1891 tuvo mucha importancia en los estudios posteriores de Lombroso; fue su primer contacto con los espiritistas. Nunca se había ocupado en esto y había declarado en público que lo consideraba como charlatanería. Pero en febrero de 1891 estaba en Nápoles, cuando el conde Chiaia le propuso presentarle a la médium 192
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Eusapia Paladino en el hotel donde él estaba con dos colegas psiquiatras, para que los tres la examinaran directamente. Lombrosofueaceptó. La sesión se hizo en plena luz. La médium desnudada y vestida otra vez con trajes preparados por los médicos: en plena luz se produjeron fenómenos de levitación de la mesa, toques, repiques, y en la oscuridad otros fenómenos. En una segunda sesión que se hizo en las mismas condiciones, se produjeron fenómenos aún más impresionantes: aparición de rosas frescas, lluvia de harina, etcétera. Impresionado por estos resultados, Lombroso presenció en casa del conde otras varias sesiones privadas, examinó más minuciosamente a la médium, y, además, los documentos que esta mujer dejaba cuando estaba en trance (esto es, una serie de caras en bajorrelieve sobre una mezcla de cal, poseídos por el conde). Después de esto, Lombroso declaró públicamente “estar muy apenado por haber combatido con tanta tenacidad la posibilidad de los hechos llamados espiritistas, de los cuales ahora había comprobado la existencia”. Ocurrió entonces en Italia un alboroto inmenso, parecido a aquel que había marcado la publicación de Dos tribunos. Por todas partes se dijo que Lombroso se había hecho “compadre” de la Eusapia: se hicieron canciones, artículos y libelos, para los cuales Lombroso fue completamente indiferente. 193
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*** Habían pasado ya tres años y se debía efectuar en Bruselas el Tercer Congreso de Antropología Criminal; pero Lombroso, disgustado por la retardada publicación del informe sobre el Congreso de París, que se hizo hasta 1891, exasperado porque Manouvrier, con el pretexto de que no era posible una distinción neta entre la gente honrada y los delincuentes, había rehusado reunir en sesión a la Comisión que se había establecido en el Congreso de París para examinar a 100 criminales y a 100 normales, y presentar un informe en el próximo Congreso; confundiendo en su ira a los amigos y a los enemigos, a los belgas y a los franceses, rehusó tomar parte en el Congreso de Bruselas que imaginó debía ser una simple repetición del anterior. Inútilmente el profesor Semal, que había aceptado la presidencia del Congreso de Bruselas para hacer triunfar a Lombroso, vino a Turín para explicarle que estaba equivocado. Lombroso no se movió, y por las razones expuestas indujo también a muchos de sus discípulos para que se abstuvieran. Y así ocurrió que el Tercer Congreso, que se había organizado en Bruselas por los belgas para conseguir una revancha sobre el Congreso de París y hacer brillar la Nueva Escuela, si los organizadores no hubieran puesto interés, hubiera podido acabar peor que el segundo Congreso, por culpa de Lombroso. 194
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Esta vez los hechos no correspondieron a lo que se esperaba, pues los organizadores del Congreso —Semal, Heger,enPrins—, contra la se dura negativa de Lombroso, lugar deaun descuidarse, dieron a trabajar aún más para reunir a todos los adeptos. Cuando el Congreso se abrió, llegaron de Alemania, Italia, Francia, en gran número, los adversarios de la Antropología Criminal, imaginando obtener una victoria sin lucha; pero encontraron fuertes trincheras. El Congreso fue solemne; intervino el rey en persona; el ministro de Justicia no faltó a una sola sesión. Todos los médicos psiquiatras belgas lombrosianos intervinieron en masa; y eran necesarios, para enfrentarse con los adversarios de Lombroso, los cuales, como sabían que él iba a estar ausente, se habían precipitado en gran número de todas partes del mundo. Pero inútilmente Liszt, Colaianni, Lacassagne, Darville, y sus amigos la presentaron sus la escuelas: laManouvrier “segunda”, la “tercera”, “metafísica”, “sociológica”, la “positiva jurídica”, la “fisiopatológica”, la “positiva de sociología criminal”; inútilmente el doctor Gauckler y Liszt se obstinaron en enunciar en sus discursos el prejuicio de que la Nueva Escuela había muerto desde 1889; inútilmente Colaianni, con singular sentido de italianidad, intentó aprovechar la ausencia de Lombroso para echarle piedras y tomar su lugar. Los belgas dijeron: “¿De qué segunda y tercera escuela nos hablan? No hay sino dos escuelas: la que considera el delito, la clásica; y la que considera al delincuente, la lombrosiana”. “¿De qué muerte ha195
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blan ustedes?” —contestaron a los adversarios—, “si la Antropología Criminal hubiera muerto, ¿cómo y porCon quérazón, estaríamos aquí reunidos?” el presidente del Congreso concluyó: “Los Congresos anteriores han consagrado los esponsales entre la ciencia médica y lapenal; este de Bruselas tiene el honor de haber consagrado la unión definitiva.” En resumen, el Congreso de Bruselas fue un gran triunfo para Lombroso y la Escuela Italiana; nunca la Antropología Criminal fue tan refulgente, después del Congreso de Roma, como en aquellas jornadas memorables de Bruselas, que una vez más mostraron que la generosidad de los hombres existe también hacia los ausentes, cuando algún ideal la hace aflorar desde el fondo, donde yace casi avergonzada.
*** Durante este periodo fatigoso de trabajo y preocupaciones, el destino golpeaba a Lombroso en su vida íntima robándole otro hijo, el primero, de nombre Arnaldo. Nacido en Pavía en 1874, antes de que comenzaran las luchas formidables por la pelagra, Arnaldo no tenía, como el pequeño Leo, en su débil cuerpo, en su alma incierta, el miedo por la vida, la aspiración a un mundo mejor. Grande, fuerte, musculoso, lleno de vida y de amor para la vida en sus 20 años, saboreaba la juventud con toda la voluntad y la exuberancia de un joven que nunca había sufrido ni 196
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física ni moralmente. Parecía, y probablemente era, el más fuerte de nosotros: el más grande, el más adaptado la existencia, la terrible aceptabadeylalatifoidea quería comopara era; por esta razón,pues la obra sobre él aumentó el dolor por su larga agonía, durante la cual pudo medir todo lo que significaba ver escaparse de un golpe una larga vida de alegría.
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XVII. DÍAS TRANQUILOS (1893-1898) Congreso de Ginebra. Nuevos estudios sobre delito y el genio. Viaje a Moscú Nadie que no sea italiano podrá entender el amor desesperado que nos une a esta tierra, tan suave nodriza en la infancia, tan amarga madrastra en los años viriles.
LA IMPORTANCIA del Congreso de Bruselas se vio, sobre todo, en 1896, en el Congreso siguiente que se
efectuó ende Ginebra. Este Congreso, cantidad y la calidad los participantes, fue elpor máslaimportante después del de Roma. Ginebra no se había escogido como sede del cuarto Congreso, así como se había hecho con Bruselas, para que hubiera allá lombrosianos entusiastas que quisieran dar una victoria definitiva a su maestro; por lo contrario, había sido escogida por Manouvrier y sus amigos, para conseguir el desquite que le había faltado en Bruselas. La organización del Congreso se confió al doctor Ladame, amigo de Manouvrier. Pero si no compartía las ideas de Lombroso, era hombre de segura lealtad, que ponía su propio honor en cumplir con su deber, 199
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aun contra sus convicciones personales. Él, pues, invitó a sus amigos para que intervinieran, pero igualmente invitó a los lombrosianos, numerosos en Suiza, aun cuando poco ruidosos.muy Nadie de entre ellos faltó al llamado, comenzando por Lachenal, presidente de la República, hasta Gustavo Cornevon y Alberto Dunant, consejero el uno y juez el otro en el Tribunal Federal; Binet, Claparede, Forel, Pittard, etcétera, profesores en Ginebra, Lausana y Zurich. El mismo día de la inauguración los campeones de las dos partes comenzaron la lucha. Pero los adversarios de Lombroso tuvieron que saber luego cómo, aun cuando hubieran declarado reiteradamente que la teoría del “tipo” había muerto, ésta existía por lo contrario y había ganado terreno desde 1889. Esto había sucedido porque, aun cuando los lombrosianos fueron estrategas en aquellos seislosaños habían tenido un poco aliado:hábiles, el tiempo, que apaga fuegos pequeños y aviva los grandes. Después de haber comprobado la existencia del tipo criminal, después de haber puesto a las masas en duda de que los criminales fueran hombres más parecidos a los locos que a los sanos, la idea había marchado por sí misma, casi fuera de las luchas científicas; había penetrado, por la acción de su aliado invisible, en todas las categorías sociales, las cuales, a su vez, por muy diferentes rumbos, habían aportado a ella su contribución. Y no sólo el tiempo había trabajado paraLombroso, sino también los hombres. La famosa encuesta acerca 200
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de los 100 criminales y los 100 normales, que Lombroso había pedido inútilmente en París en 1889, se había iniciado terminado del Congreso de Bruselas, por partey de un sabiodespués que Lombroso no conocía, que pertenecía a otra rama de estudios y forzosamente era neutral: el fisiólogo holandés Paul Winkler, profesor de la Universidad de Amsterdam. La investigación se publicó en 1895 y fue una luminosa confirmación de la teoría de Lombroso. Hizo tanta impresión en el Congreso, que los representantes de Inglaterra y Bélgica, Griffiths y Lejeune, se comprometieron formalmente a efectuar otra investigación análoga en sus respectivos países, bajo el control de sus gobiernos, y esto lo hicieron después en grande escala. El 27 de agosto acabó el Congreso, que fue el más importante para la nueva ciencia, después del de Roma. Para completar el espléndido éxito deunlabanquete reunión, se añadió una ceremonia conmovedora, de despedida ofrecido a Lombroso por los emigrados italianos, agradecidos por haber hecho resplandecer el nombre de Italia en Suiza. ¡Pobre Italia! Nadie que no sea italiano puede entender el amor desesperado, amargo, contradictorio que nos une a esta tierra, que es tan suave nodriza en la infancia, tan espléndida amiga en la adolescencia, tan dura maestra en la juventud, tan hostil madrastra en los años viriles, dejando a través de la vida la vaga nostalgia de un paraíso perdido que nunca más llegaremos a volver a encontrar. 201
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*** Durante 1896, 1897 y parte de 1898, Lombroso trabajó intensamente. Le parecía que la vida se le escapaba y quería concentrar lo que pensaba que eran sus últimas fuerzas, para recoger todas las ideas y reunirlas después de haberlas lanzado al mundo. Nunca había estado delicado, nunca había estado enfermo seriamente, pero, por otra parte, nunca había estado muy bien. Siempre fue de digestión difícil, de manera que durante largos años se alimentaba de jaletinas y frutas cocidas, otras veces con pescado cocido y algunas veces con leche. Por lo contrario, a cualquier hora del día, en cualquier mínimo espacio de tiempo podía dormir y compensaba con el sueño los inconvenientes del estómago delicado. En 1894 se añadióque a sus males acostumbrados sedow”, le perturbaba el sueño yun le “pseudobaalteraba el equilibrio. Al Congreso de Ginebra había llevado consigo los dos primeros tomos de El hombre delincuente en la edición definitiva, donde la epilepsia ocupaba el lugar que entonces creía que le tocaba (después pensó que debía tener más importancia). Debía todavía ahondar la causa y los remedios sociales del delito: la acción del ambiente y de la educación que antes había descuidado, por ser los más estudiados desde hacía siglos. Para profundizar este problema se puso a trabajar en 1896-1897 y los resultados que obtuvo 202
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los resumió y expuso en el tercer tomo de El hombre delincuente, al cual dio el título de Causa y remedios sociales del delito . con mucha intensidad para acaAdemás, trabajó bar sus estudios sobre el genio, de los cuales, desgraciadamente, no pudo hacer una edición definitiva. En 1890, Max Nordau, afligido por la hostilidad monótona y tenaz de la cual era víctima su maestro, por los decretos de muerte continuos con los cuales Manouvrier y sus compañeros intentaban sepultar la doctrina lombrosiana, había reaccionado con su Degeneración, en la cual —como dice en la dedicatoria— intentaba hacer penetrar a las Letras y a las Artes en la corriente de luz que Lombroso había introducido en la psiquiatría, en el Derecho Penal y en la Política. El libro hizo mucha impresión entre los sabios. Se
publicaron muchos trabajos enlos los genios cuales por vez se comenzaron a estudiar que primera vivían, desde el punto de vista somático y psíquico, además de psicológico y literario. Muy importante, entre otras, fue la “Investigación Psicológica” del doctor Toulouse acerca de Zola. Mayor impresión aún hizo el libro en el público, particularmente en América. Todos los periódicos, todas las revistas americanas quisieron presentar a sus lectores a Max Nordau y a su maestro, y comenzó entonces a llover de Estados Unidos una cantidad de peticiones de artículos, así como después de Rusia, Inglaterra, Hungría, Alemania. Lombroso era feliz 203
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por esta insistencia: la posibilidad de escribir en tantas distintas revistas, de tantos diferentes asuntos, fue una magnífica completar a estudiar ocasión 100 problemas quepara su ágil espíritu ydevolver observación le sugería continuamente, sobre todo los estudios acerca del genio, que reunió sucesivamente en dos tomos, Genio y degeneración y Nuevos estudios, nuevas batallas, que se pueden considerar como el segundo tomo de la obra El hombre de genio. *** La actividad literaria y científica en la cual Lombroso se había sumergido en aquellos años fue interrumpida brevemente en agosto de 1897 por un viaje a Moscú. he dicho Ginebra habían participado Ya muchos rusos;cómo todos,enamigos y adversarios, habían insistido mucho para que Lombroso fuera, en 1897, a Moscú, donde se debía efectuar en agosto un Congreso General de Medicina. Lombroso había aceptado. Durante todo el mes de julio de aquel año llegaron muchos telegramas de personalidades rusas que excitaban a Lombroso a mantener su promesa; pero a él le gustaban los viajes cuando estaban lejos en el tiempo, y los odiaba cuando se debían efectuar; de manera que, también por su precaria condición de salud, aun cuando tuviera ya el pasaporte, decidió no 204
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partir. De improviso, un día que había ido por unas cuantas horas del campo a Turín, como vio a algunos amigos partían para Moscú, remolcar por ellos y seque decidió a marchar. Y asísesedejó fue sin nada, con el mezquino equipaje de una persona que por unas cuantas horas se va del campo a la ciudad. Estaba acostumbrado a no quedarse nunca solo, a no tener nunca dinero en el bolsillo. Cuando viajaba, no se ocupaba de los trenes ni de las maletas, ni de nada relativo a la vida práctica; y todo esto lo hacía nuestra mamá. En un viaje tan largo y complicado, debía sucederle forzosamente alguna desventura. En Budapest, los amigos, que deseaban hacer el viaje de una sola tirada, lo dejaron, y Lombroso, cansado, entró en el primer hotel que encontró. Cuando despertó a la mañana siguiente vio que había perdido su cartera, en la cual tenía el dinero y hasta el boleto del viaje. Solo, sin conocerenuna húngaro, con su equipaje miserable, unapalabra ciudaddedesconocida, ¿qué podía hacer? Expuso su caso al dueño del hotel y por consejo de éste se hizo conducir a la casa del doctor Sarbó, ilustre médico alienista de Budapest, con el cual había tenido alguna relación epistolar. Cuando supo la razón de la visita, no sólo puso su bolsillo y su casa a disposición de Lombroso, sino que le hizo muchos halagos, quiso que se quedara a comer con él, le hizo conocer la ciudad, lo presentó a sus amigos y no lo abandonó sino hasta la llegada de la noche, cuando lo volvió a llevar al hotel donde Lombroso tuvo el placer de saber que habían encontrado su cartera. 205
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Pero ya todo Budapest sabía que Lombroso era huésped de la ciudad. En los dos días que permaneció ahí, hubo en el pequeño hotelconocer un vaivén continuo de personalidades que querían al autor deEl hombre delincuente, de periodistas que querían entrevistarlo, fotografiarlo y hacerle contar los hechos de su vida; de enfermos que querían ser consultados, de admiradores que querían verlo; y así, por efecto de una cartera que había perdido, Lombroso tuvo el placer de comprobar cuán cálida era la admiración de que gozaba en la hermosa ciudad que se retrata en el Danubio. Llegó a Moscú siempre con su traje gris de verano con el cual había bajado del campo a Turín, con un par de anteojos absolutamente oscuros que habían sustituido a los suyos, perdidos en el viaje, y con su maleta maltratada. Se refugió en un pequeño hotel, pues odiaba los grandes, donde los criados miraron con desconfianza maleta y Pero la tímida y vacilante persona que pedía lahospedaje. también en Moscú, apenas se supo que había llegado, se precipitaron profesores, personalidades, estudiantes que querían verlo; el gran duque que presidía el Congreso, quiso que Lombroso se hospedara en el Palacio Imperial del Kremlin, donde el zar había hecho reparar apartamentos para los personajes más ilustres del Congreso. Los estudiantes lo aclamaron, los judíos repitieron la triste ceremonia que ya los italianos desterrados habían hecho en Ginebra: se pusieron de rodillas ante ese judío que había llegado por los solos méritos de su ingenio, a imponerse y a ser aclamado en la fortaleza 206
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del enemigo. Lombroso pasó en Moscú seis días de fiesta. hacer una visita a Tolstoi,Durante del cualaquel era unviaje granquiso admirador. El encuentro fue dramático: no se entendieron. Aun cuando pertenecieran casi a la misma generación y los dos fueran intuitivos, sensitivos, artistas e idealistas, Lombroso y Tolstoi, moralmente, estaban en las antípodas. Con todos sus dolores, sus injusticias, sus molestias, a los 62 años, Lombroso era siempre el ingenuo y apasionado estudiante que ya en Viena había deseado dedicarse a sanar las llagas de su país. Ni una sola contradicción había en su vida, nadie más sinceramente que él, que ya tenía 62 años, podía mirar hacia atrás en su pasado, sin encontrar una sola sombra de traición hacia sus ideales. Modesto y humilde, nunca había ostentado su grandeza; idealista, lleno de amor, nunca querido imponer el a los otros sus ideales de vida.había Odiaba cordialmente lujo, la etiqueta, la servidumbre, no tenía palacios lujosos ni frecuentaba la alta sociedad: trataba como iguales al barrendero y al ministro que le pedían una opinión; al prisionero y al director que le hablaban en las cárceles; trataba a todos igualmente, pero no encontraba ninguna razón para hacer ostentación de ello ni para reducir a sistema su manera de vivir. Un hombre así no podía entender, o mejor, concordar con el gran novelista ruso, que manejando la pluma con tanto valor, perdía la mitad de su tiempo en ponerse bien las botas, que quería hacerse humilde 207
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y tenía su sala llena de retratos, que ponía la silla a su caballo y tenía servidores a cada paso, cuya vida era un tejido de dehacerle contrastes dolorosos, de contradicciones luchas sin igual, amargas, que debían llegar finalmente al acto más absurdo y puede ser el que más respondía a sus íntimos deseos, a la fuga hacia un convento en la inminencia de la muerte. Por otra parte, Tolstoi, prevenido contra Lombroso y sospechando que éste creía encontrarlo loco, no lo dejó penetrar en su alma; y Lombroso quedó encantado más de la condesa que del conde, convencido de que Tolstoi, en lugar de contradecir sus teorías sobre el genio, era una confirmación viva de ellas.
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XVIII. ACONTECIMIENTOS PÚBLICOS Y PRIVADOS (1898-1904) Traslación del museo. Reacción política. Entrada de Lombroso en el socialismo Lombroso había considerado siempre como el bien más necesario en la vida, una fe o un ideal.
REGRESANDO de Moscú, Lombroso decidió permitir el traslado de su laboratorio, o mejor, de sus coleccio-
nes criminológicas. Aunposeía, cuandoerafuera desordenado y poco celoso de lo que un coleccionista nato. Mientras paseaba, mientras hablaba, en la ciudad, en el campo, en los tribunales, en las cárceles, de viaje, siempre estaba observando algo que los otros no veían, y recogía así o compraba una cantidad de curiosidades de las cuales al momento nadie, y quizá ni él mismo, podía decir el valor, pero que inconscientemente estaban en relación con alguno de sus estudios presentes o futuros. Cráneos decriminales, autógrafos, dibujos de locos, de encarcelados; vestidos, banderas, insignias de locos y matoides, fotografías, cuerpos de delito, pistolas, puñales, limas, monedas auténticas y 209
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falsas ocultas en bastones, crucifijos, sombrillas, ganzúas; llaves falsas, piedras preparadas por falsarios para fabricar papelnaipes moneda, látigos de masoquistas, cajas de doble fondo, falsos, naipes dibujados por anormales con su sangres, colecciones de cartas de suicidas y homicidas, trabajos estéticos hechos con el pan o la piedra ordinaria en prisión, documentos de las celdas, cráneos de salvajes que los viajeros mandaban de países lejanos, cuerpos de delito que le mandaban los policías y las cárceles de Italia; él lo conservaba todo. Pero si los materiales habían aumentado, no había aumentado el lugar donde ponerlos. En los 20 años pasados en Turín se habían fabricado magníficos edificios para los institutos biológicos y también para la Medicina Legal. Pero Lombroso, innovador en tantas cosas, era misoneísta en otras: odiaba el cambio de ciudad, sufría mucho cuando cambiaba de casa y aun de laboratorio; amaba dos cuartos de la calle Po, desnudos testigos de suslos luchas; quería los grandes corredores claustrales del convento donde, desde hacía tanto tiempo, estaba acostumbrado a oír el sonido de sus pasos; quería el aire antiguo, clásico de la amplia iglesia que le servía de escuela; quería vivir cerca de la Biblioteca Nacional, de su librero, Bocca; además, le eran naturalmente antipáticos los nuevos edificios donde debía ir, porque con sus blancas escaleras de mármol y sus lucientes columnas le recordaban el lujo de los odiosos “Palace Hotel”, de manera que en 1896 todavía vivía en los dos mezquinos cuartos conseguidos en 1878 con tanta fatiga. 210
ACONTECIMIENTOS PÚBLICOS Y PRIVADOS (1898-1904)
Pero, como dije, aun cuando Lombroso estuviera enamorado de sus antiguas celdas, no podía en absoluto permanecer ahí.años En 1898, Mario Carrara, de haber sido seis su asistente precioso,que fuedespués nombrado profesor en Cagliari, tomó la responsabilidad, antes de partir, de trasladar cuando menos las colecciones. Mientras esto ocurría, Lombroso se ocupaba en dos libros que tuvieron gran repercusión El antisemitismo y Los anarquistas. Antes de 1890 no había en Italia señales de anarquismo, de manera que Lombroso había debido estudiar para su Delito político a los delincuentes políticos rusos y americanos. Pero la doctrina anarquista se había difundido rápidamente durante la crisis económica de que hablé. El proceso de Caserio, el asesino de Carnot, que no era un auténtico monómano, sino más bien un fanático, hizo ver precisamente este hecho de que hablo, es decir, en las clases menos elevadas nacido de Italia, un movimiento de violencia desordenada, como reacción contra las condiciones en que vivían y que ellos atribuían, no sé si con razón, al gobierno. Lombroso examinó en ese libro la anarquía como movimiento político. Expresó las razones que lo habían provocado: expuso sus doctrinas (de las cuales algunas consideraba erróneas y otras ciertas), concluyó que las teorías anarquistas estaban basadas en algunos ideales altruistas, pero que apoyaban un concepto antihumano por excelencia: el de la violencia. Examinó después a los anarquistas; dijo cómo se reclutaban, sobre todo, entre los delincuentes y los locos, pues por 211
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su enfermedad pensaban y sentían de manera distinta a las personas normales. Concluía: Esto es lógico, pues si fueran hombres normales habrían experimentado demasiado disgusto en ejecutar actos como el regicidio, los incendios, que aun cuando ennoblecidos por el fin, son siempre crímenes y están en oposición con las ideas dominantes y el sentido moral.
Sus amigos le habían pronosticado venganzas por parte los anarquistas. Perolonoinvitaron pasó nada. Losdeanarquistas de Milán a una especie de polémica, y Lombroso aceptó: fueron discusiones teóricas y nadie le dio molestias. En Turín no hubo nada: un individuo en la cárcel dijo a Lombroso que algunos anarquistas habían querido estropear su casa, pero que otros se habían opuesto y habían colocado algunos de ellos cerca de la casa para impedirlo. No sé si este hecho fue verdadero; pero debo decir, en honor de los anarquistas y de los criminales, que en nuestra casa, cuya puerta estaba siempre abierta y a donde iban todos los días ladrones, asesinos, anarquistas a pedir subsidios, consejos o consultas, nunca se registraron un robo o un destrozo. *** Mientras Lombroso trabajaba con ardor en sus estudios, la crisis económica que había comenzado en 212
ACONTECIMIENTOS PÚBLICOS Y PRIVADOS (1898-1904)
Italia desde 1889 se complicó con una crisis moral y política terrible. La crisis había provocado cierta difusión no sólo del Partido Anarquista, sino también del Partido Socialista Internacional. Aun cuando tuviera orígenes esencialmente cooperativistas y económicos, este movimiento tomó en Italia entonces una apariencia idealista mística, política y social, más bien que económica. Su finalidad pareció ser en aquel momento hermanar en liga de amor a todos aquellos que amaban a sus semejantes, prometiéndoles un común bienestar universal futuro, con la condición de ser audazmente justos en el presente y de oponerse a todas las injusticias. Las sesiones se efectuaban en Turín, en algunas cantinas de los suburbios, donde difícilmente podían caber unas 40 personas. Ahí se discutía de la guerra, de la paz, de las alianzas; se discutían los medios de ayudar los perseguidos, aunque no las estuvieran inscritosa todos en el Partido, y de mejorar todas instituciones, aun las burguesas. Naturalmente, el socialismo fue luego combatido por el gobierno, contra el cual se había declarado. Los adeptos fueron encarcelados, desterrados, expulsados; sus escritos y sus periódicos fueron confiscados. Lombroso, aun cuando no consintiera en el programa máximo de los socialistas y menos en la lucha de clases y en muchas partes del programa mínimo, fue favorable a este movimiento que en medio del cinismo universal parecía atraer a los jóvenes a su órbita, y quitarles el egoísmo estrecho y vulgar en que 213
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se encontraban. Una fe, cualquiera que sea, un ideal cualquiera, había pensado Lombroso siempre que era el biendemás en la vida:Partido, así, pues, podía dejar ver necesario con simpatía a este aunnocuando su programa no se ajustara con sus opiniones personales. Entre tanto, la crisis económica aumentaba, y las conquistas africanas, con las cuales se había intentado desviar la opinión pública, acabaron en 1896 en Abba Garima. Fue esta una pequeña derrota, una de las derrotas inevitables en todas las guerras, pero hizo una enorme impresión en el público, que siempre había sido contrario a las conquistas en África. El presidente del Consejo, Crispi, era impopular, África también. La derrota de Adua, en lugar de provocar audaces propósitos de revancha contra los etíopes, excitó un ardiente sentimiento de odio contra políticos, que habían invadir Abisinia paralosanexar un territorio quequerido nadie deseaba. En toda Italia hubo demostraciones contra Crispi; en Milán, el alcalde debió proponer en público hacer cesar la guerra; hubo revueltas en Roma, Milán, Turín, durante las cuales no faltaron los gritos de “Abajo el rey, viva la República”. Crispi, obligado a presentar su dimisión, pasó las riendas del Estado a Di Rudiní, hombre leal, sólido, liberal, que disminuyó la reacción pensando que era mejor dejar desahogarse la ira del pueblo y no añadir otros sufrimientos a los que ya lo atormentaban. La paz se firmó, pero en Italia quedó un sordo rencor 214
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contra sus gobernantes, que la habían llevado a aquellas conquistas no deseadas, que habían consumido vidas dineroobjeto para llegar al desprecio de que los italianosyfueron después de Adua. Las elecciones, hechas poco después, llevaron en masa a la Cámara republicanos y socialistas, los cuales eran también favorables a la República. Pero en 1898 se encontró Italia otra vez agitada. No eran demostraciones políticas, sino sólo económicas, provocadas por la antigua crisis que se había hecho crónica, intensificada aquel año por una mala cosecha de trigo, que había hecho subir el pan a un precio altísimo. Hubo tumultos, el pueblo había comenzado a gritar contra los acaparadores; en la Italia del Sur se quemaron muchas tiendas, se asaltaron oficinas fiscales y hubo también amenazas de revuelta a mano armada ahogadas en sangre. unaprecisamente desgracia quecuando estos tumultos efectuaran en Fue 1898, se estabansecelebrando las grandes fiestas cincuentenarias conmemorativas de la Revolución italiana. No hay duda de que este hecho conmovió a la gente, así como la excitó la imprevista muerte de Cavallotti, el más formidable y querido tribuno de Italia, el único que había sabido oponerse a Crispi y a su loca política. Pero todos estos acontecimientos excitaron aún más las sospechas de las clases directoras: ocurrió entonces que cuando en los primeros días de mayo se hizo en Milán una demostración contra la carestía de la vida, así como se habían hecho muchas en el sur de Italia, y aun cuan215
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do esta manifestación milanesa tuvo una importancia infinitamente menor que las semejantes efectuadas en 1896, el gobierno creyó en queestado se trataba de una revolución. Milán fue puesto de sitio, el ejército fue mandado contra supuestos grupos de estudiantes que de Pavía debían marchar a Milán o que debían llegar de Suiza; se publicó que el clero ya había armado a sus frailes, que los socialistas, los anarquistas y los republicanos habían distribuido armas a sus partidarios. En todas partes se vieron barricadas; las calles de Milán fueron barridas por la metralla, los jefes de los partidos Republicano y Socialista —De Andreis, Turati, Zavattari— fueron encarcelados cuando estaban trabajando tranquilamente en sus casas; los periódicos democráticos y liberales fueron suprimidos, sus directores encarcelados, fue bombardeado un convento pacífico y asesinados centenares de ciudadanos dispersos desarmados. Si no hubo una revolución, hubo, sin yembargo, una contrarrevolución perfecta. Después del pánico, para no confesarlo, gritaron más que antes en contra de la Revolución. Comenzó, pues, por parte del gobierno, una caza feroz contra los socialistas, que el sentimiento público de las mismas clases elevadas alimentó con furor indigno. Aquellas mismas personas que el año anterior habían aclamado el socialismo y la paz, que habían acogido con indulgencia simpática las teorías de Turati y de Prampolini, que habían aplaudido las conferencias de Ferri, declaraban ahora haber sido siempre sus feroces adversarios y para comprobarlo denunciaban 216
ACONTECIMIENTOS PÚBLICOS Y PRIVADOS (1898-1904)
sin freno a sus antiguos amigos como sospechosos y fingían no conocer a los que pocos días antes habían acogido en su casa. Todos parlamentaria los días encarcelaban gentes, y la misma inmunidad ya no cubría a los diputados en las ciudades que estaban en estado de sitio. Las escasas personalidades no encarceladas escaparon al extranjero o se callaron por miedo de peores consecuencias. Fue entonces cuando Lombroso se inscribió oficialmente en el Partido Socialista y con esta calidad aceptó ser candidato en el Consejo Comunal de Turín y comenzó a ocuparse activamente en la política. Indignado porque las clases directoras quisieran hacer pesar en los socialistas y los liberales las consecuencias de la política expansionista que éstos inútilmente habían combatido, protestó contra los gobernantes, contra las ofensas hechas a la libertad y a la Constitución, esforzó reanimar los desterrados, en disminuirsesus penaseny en apoyaracon todas sus fuerzas a Enrique Ferri, el cual, con un gesto audaz, cuando fue puesto en prisión en Bissolati, había asumido la dirección del periódico socialista Avanti y lo había sostenido, en contra de la lluvia de decretos, procesos, injurias, amenazas con que se intentó amedrentarlo para que suprimiera el periódico. Lombroso escribió en aquel año y en los siguientes artículos de actualidad, políticos e históricos al mismo tiempo. Son particularmente importantes. En Avanti y en Nuova Antología: “¿Por qué vencen los Boeros?”, 217
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“La libertad de Venecia”, “El peligro amarillo”. Estos estudios con otros escritos políticos publicados posteriormente, fueron reunidos título de El momento actual. en un libro que tiene el Escribía en el prefacio de este libro: Desgraciadamente tarde, cuando mi pelo emblanquece y las fuerzas disminuyen, he sentido cómo hace mal el sabio cuando olvida el mundo que se agita y hierve a su alrededor: y de esto me dieron la sensación de la necesidad los tristes acontecimientos en los cuales Italia, hasta hace pocos años, casi iba a ser presa del dominio militar y despótico […] Estas notas, unas dispersas en los periódicos y las revistas, sin otra razón si no es el desahogo del alma herida y la excitación a los oprimidos, o admonición a los imprudentes que ponen a Italia en inmensos peligros inmensa ignorancia, estántiene reunidas este libro,por quesuaparentemente inorgánico, una en unidad de inspiración en el tiempo presente y en el alma de un sabio que se esfuerza en sentir sus vibraciones.
*** Aun cuando Lombroso se había lanzado a combatir en la política, la Antropología no había disminuido su avance. La reacción de 1898, con la emigración forzosa de ingenios que había provocado, ayudó inesperada218
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mente a la difusión de la Nueva Escuela, más de lo que hubiera podido hacerlo un gobierno favorable. Ferri y Scipio Sighele sus cursos en Enrico Bruselas y París, en lugar de sostuvieron en Roma; además, la reacción echó fuera de Italia no sólo a muchos alumnos de Lombroso, sino a un gran número de jóvenes cultos. Estos pretendidos rebeldes, encontrándose en tierra extranjera y viendo que la Antropología Criminal era la única rama científica que su calidad de italianos podría hacer valer médicos, abogados, hombres de letras, se transformaron en antropólogos criminalistas. En América, en Australia, en las Antillas, en la India, hubo algunos de estos discípulos improvisados, de los cuales tuvimos noticia mucho tiempo después. Los italianos, versátiles por excelencia, poco sistemáticos por naturaleza, cambian de profesión gustosamente, hacen contanto, entusiasmo las cosasforzados nuevas fueque emprenden y, por estos neófitos ron, en general, propagandistas excelentes y muchos dieron contribuciones científicas y prácticas importantes a la ciencia que habían tenido que abrazar por necesidad. Pero la suerte no era favorable sólo a la Antropología Criminal, sino también para la pobre pelagra, por la cual Lombroso había hecho tantos sacrificios y sufrido tantos dolores. Ya dije que los antilombrosianos habían vuelto a comenzar a trabajar en los laboratorios y academias para combatir la obra de los lombrosianos; pero éstos eran tenaces. Habían constituido 219
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comisiones pelagrológicas que hacían una propaganda práctica, eficaz y activa en el campo. Entre ella fue maravillosa la de Udine: sinaños ninguna del gobierno había abierto en pocos cuatroayuda pelagrosarios destinados a curar e instruir a los campesinos, y muchos “almacenes de cambio” para cambiar a los campesinos el maíz averiado por otro sano; varios establecimientos higiénicos para distribuir alimentación abundante a los pelagrosos de mayor edad, leche y otras medicinas a los niños; muchos hornos, secaderos gratuitos y dispensarios de medicinas; también había organizado cursos para los maestros de primaria, conferencias; publicó folletos acerca de la causa y los remedios de la pelagra; lanzó una Revista Pelagrológica Italiana, que todavía se publica y, por fin, se había constituido en Comité Permanente Ejecutivo para todo lo relativo a la lucha contra la pelagra. Debido a la acción enérgica del Comité Permanente Ejecutivo, la venta y el consumo del maíz averiado fueron evitados en todas las provincias y, por fin, el gobierno se decidió a hacer estudiar una ley para prohibir su venta y consumo. En el Congreso Pelagrológico de Bolonia de 1902, el Comité pudo probar que por su obra los pelagrosos italianos habían disminuido de 104 000 a 72 000. Finalmente, en 1902, se presentó a la Cámara la ley contra la introducción y el comercio de maíz averiado. Aun cuando esta ley fuera incompleta desde el punto de vista lombrosiano —¿cómo podría una ley ser 220
ACONTECIMIENTOS PÚBLICOS Y PRIVADOS (1898-1904)
completamente buena, cuando debe contentar a todo el mundo? —, fue sin embargo para Lombroso el más grande triunfo de su morir, vida, lasucoronación su suprema ambición. Ya podía vida no sede había gastado inútilmente. Efectivamente, gracias a la aplicación de esta ley, en pocos años la pelagra disminuyó a su mínimo y en 1924 la Comisión Pelagrológica pudo disolverse, después de haber comprobado que por sus obras la pelagra había sido vencida completamente y ya había desaparecido.
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XIX. ÚLTIMAS DESILUSIONES. ÚLTIMAS ALEGRÍAS (1904-1906) Desilusiones políticas. Fiestas y triunfos Los grandes hombres que resisten al tiempo, tienen al menos la ventaja de poder echar un vistazo sobre la posteridad.
MIENTRAS las teorías lombrosianas comenzaban a gozar nuevamente de un favor inesperado, las condiciones económicas de Italia habían mejorado mucho:
las relaciones con Francia, la granrenovadas prosperidad de que comerciales gozaba entonces el mundo entero, el dinero que los emigrados italianos mandaban de América, la reiniciación de la exportación, habían dado otra vez al país el acomodo sin el cual la vida de una nación moderna sería muy penosa. Con los capitales se habían establecido nuevas industrias y mejorado la agricultura: los obreros y los campesinos habían más que duplicado sus salarios. Entre tanto, el poder había pasado en 1900 de las manos reaccionarias de Pelloux a las liberales de Saracco, y después de un breve periodo, a las habilísimas de Giolitti, estadista inteligente y astuto que se pro223
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puso, y lo logró, adormecer a los socialistas hasta que se disolvieran. Desde que entró al poder cesaron las persecuciones y las confiscaciones los por socialistas: las reuniones obreras fueron contra protegidas la policía, los periódicos de nombre subversivo fueron leídos pública y benévolamente en las altas esferas: se puso de moda ser socialista. Naturalmente, tal socialismo no tenía del antiguo sino el nombre; se había reducido a una simple asociación cooperativista con finalidades económicas, y de los obrerosyselosextendía los empleados, los profesionistas mismos hasta funcionarios del Estado. El nuevo socialismo no se ocupaba absolutamente de oposición al gobierno, ni al militarismo, ni de justicia ni de economía; por lo contrario, reproducía exactamente la misma parcialidad, los mismos derroches del dinero público, las mismas incongruencias que hasta hacía pocos años había combatido, y que ahora cubría con el manto de nombre socialista. Puede ser que ésta haya sido una evolución fatal, pero Lombroso no era fatalista y no podía contentarse con mirar, resignándose frente a lo ineluctable. Había aceptado entrar en las filas del socialismo aun cuando no creyera en la finalidad comunista, por el solo hecho de que era un partido de oposición a un gobierno que él creía indigno: había aceptado ser elegido por los socialistas para protestar contra los errores de los conservadores y no para consentir con su autoridad que el partido del pueblo los repitiera; no dejó de intentar conducir a los socialistas a lo que él creía los ideales comunes, llevando a la lucha el ardor 224
ÚLTIMAS DESILUSIONES. ÚLTIMAS ALEGRÍAS (1904-1906)
y la fe de un neófito, que cándidamente imagina que los buenos argumentos pueden persuadir a las masas y a sus que el interés personal. Enjefes, 1902más aumentaron los gastos militares de Italia, y Lombroso inútilmente tronó para que los socialistas se opusieran al “peligro tripolitano” y advirtió al público que estos armamentos debían fatalmente hacer llegar a una guerra por Tripolitania y que ésta debía ser difícil y costosa. En 1903 siguió protestando contra los gastos militares y reclamando reformas económicas en “Barbarie china”, “Patriotismo y vida moderna”, “¿Seremos nosotros los polizontes del mundo?”; reprochó ásperamente a Italia su agresividad, su indiferencia frente a las otras aspiraciones nacionales, mientras por tradición debía alimentar el odio contra los opresores. Estas admoniciones no conmovieron mucho al público socialista, queEn estaba sólo en hacer aumentar sus salarios. 1905ocupado Lombroso comenzó a verlo y en un artículo “Neofranciscanos y neosocialistas” (Avanti, 1o. de mayo de 1905), después de resumir la vida de San Francisco, concluyó: ¿Quién de entre los compañeros no ve cómo —después de tantos siglos— se repiten los hechos y los juicios nuestros y de nuestro partido? […] Aquí también, después de los primeros entusiasmos, en todas partes surgen hombres que llamándose discípulos del maestro, quieren desviar este gran acontecimiento ideal que tiende a la renovación progresiva de los humildes, para obtener, como Fra Elia, algu225
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nas escasas ventajas inmediatas más bien personales que de clase, más bien temporales que perennes, de las cuales la ridículo hasta el hecho de ocuparse historia en ello; encontrará ventajas que desgraciadamente muchas veces tienen por móviles la miope impaciencia o la ambición terrenal. Todo esto —como pasó con el franciscanismo cuando cayó en manos de Elia— convertirá en mortal veneno para el pueblo lo que debía ser su bálsamo redentor.
Con todo y este fuerte reproche, el caso de Fra Elia se hizo, desgraciadamente, general en los grupos socialistas de toda Italia. Entonces Lombroso comprendió, y fue esta su última desilusión, que también este ideal había caído. La amargura de esto ya se entreveía en los últimos artículos políticos que se publicaron en 1905. En “Frutos de un voto” escribía: Este efecto regenerador me pareció por mucho tiempo que tocaba a la parte más sana de Italia, el campesino y el proletario, animada y organizada por el Partido Socialista. Desgraciadamente, temo que también esto fue un sueño, pues observo que en la práctica de los hechos, mientras el proletario se ha acercado al poder y a la riqueza de la burguesía, ha tomado de ella todos los vicios y se ha hecho él mismo un instrumento de corrupción.
Después de 1906 escribió, de cuando en cuando, algunos artículos; pero esporádicamente: ya no había en ellos la fiebre que caracterizaba a los primeros. 226
ÚLTIMAS DESILUSIONES. ÚLTIMAS ALEGRÍAS (1904-1906)
*** Presentada su renuncia como consejero en el municipio de Turín, volvió a comenzar, algo deprimido, en verdad, los estudios acerca del delito y el genio. Estos estudios debían traerle un último gozo. En abril tuvo lugar en Roma un Congreso Internacional de Psicología. El organizador fue Enrico Morselli, uno de los más geniales y activos discípulos suyos: éste había reservado una sección del Congreso a la Antropología Criminal y Lombroso, muy complacido, había prometido inaugurarla. Pero durante todo el año (1905) estuvo muy mal, de manera que a todos los telegramas que lo invitaban a ir, hubo que contestar negativamente; pero al último momento, con todas sus enfermedades, se dejó llevar por Mario Carrara hasta allá. de improviso, poco después de la Llegado a Roma inauguración, cuando ya se había perdido la esperanza de verlo, Lombroso fue acogido afectuosa y cordialmente, como nunca lo había sido en Italia. Los grandes hombres que resisten al tiempo, tienen al menos la ventaja de poder echar un vistazo sobre la posteridad. Muertos Moleschott, Panizza, Bizzozero, Bertani y Verga, Lombroso era en Italia, hasta para sus adversarios, el único faro de los tiempos pasados, y para los extranjeros el único sabio que conocieron. La distancia, también en años, que lo separaba de los re227
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unidos, inspiraba no ya respeto —sentimiento que en Italia se concibe poco—, sino afecto. Además, en el Congreso reunidos no sólo antropólogos, naturalistas, estaban juristas de los cuales él no había invadido el dominio, sino psicólogos, literatos psiquiatras, que no tenían nada que perder al declararse discípulos suyos. De todas maneras, cualquiera que fuera la causa, Lombroso fue muy festejado, y estas fiestas le dieron mucho placer, que repercutió en una notable mejoría de salud. Desde hacía unos dos meses, en las riberas de Génova, a donde habíamos ido por él, no podía ni comer, ni marchar, ni respirar. Regresó de Roma más joven, tanto que pudimos regresar luego a Turín, donde con gran energía se ocupó en otro Congreso, el de Antropología Criminal, que debía tener lugar el año siguiente en Turín. Después del Congreso de Ginebra, la formal acabado, de manerala que estebatalla lado no teníahabía temores. Lo perturbaba ideapor de que le habían hablado, que en aquella ocasión iban a hacer festejos. Ya muchas veces se había proyectado, pero cuando había podido, Lombroso lo había evitado. Él no quería estos “honores” que por broma llamaba “ceremonias fúnebres”. Por otra parte, aun cuando gozara intensamente con los elogios que no esperaba, y más aún del amor espontáneo de quienes estaban cerca de él, era indiferente a los elogios forzados o al afecto obligado, de manera que no le atraían festejos de este género. Había otro sentimiento también que se los hacía temer: como hombre de lucha, acostum228
ÚLTIMAS DESILUSIONES. ÚLTIMAS ALEGRÍAS (1904-1906)
brado a verse siempre solo contra todos, a combatir siempre, tenía un vago terror, y mejor que terror, angustia, de ser porlaunidea díade“príncipe fingido”, él decía. Por tanto, estos honores dejócomo a Lombroso y a todos nosotros muy desconfiados. Aun contra nuestra desconfianza, se constituyó un comité que había encargado a muchos discípulos suyos escribir acerca de su obra, y al escultor Bistolfi modelar una medalla y una placa; se convino que en la apertura del Congreso de Antropología Criminal se efectuara una modesta ceremonia en la cual ofrecer a Lombroso el libro, la placa y la medalla. El Congreso se abrió el 6 de abril de 1906. La ceremonia de la fiesta debía ser sólo local y limitada, pues ni los estudiantes ni el municipio de Turín habían pensado enviar representantes. Por lo contrario, 100 voces se reunieron de improviso en aquella fresca mañana de abril, para hacerle muchos expresar sus recuerdos a Lombroso. Estabanhalagos allí casiytodos sus antiguos alumnos, los que habían examinado a los primeros locos y a los primeros delincuentes en Italia con él: Ferri, Marro, Morselli, Tamburini, Frigerio, Bianchi, y además muchos discípulos extranjeros que ya eran maestros. Habían llegado representantes de Francia, Holanda, Bélgica, Inglaterra, Suiza, Bulgaria, Hungría, Portugal, España, Serbia, Grecia, Suecia, Japón, México, y la Isla de Cuba; y además, de las ciudades italianas de Pavía, Pesaro, Verona, Chieri, Alejandría, en las cuales Lombroso había trabajado y vivido. 229
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A estas voces que vinieron a dar su saludo inesperado al autor de El hombre delincuente, otras infinitas se unieron más al gratas por inesperadas, quealenmédico, Lombroso honraban pelagrólogo, al soldado, al idealista, al espiritista, al amigo, al hombre. Los obreros socialistas de Turín le ofrecieron un magífico busto de Calígula, comprado con miles de pequeñas suscripciones; y los pelagrosos de los hospitales de Venecia le mandaron algunos sus firmas, otros las cruces que habían dibujado con la mano temblorosa, para recordarle su agradecimiento por haber estudiado la causa y el remedio de su enfermedad. El rey saludaba con un telegrama afectuoso en Lombroso el honor de Italia; la duquesa de Aosta, Elena de Orleáns, le escribía una carta simpatiquísima; Francia le envió el título de Comendador de la Legión de Honor. Las sociedades de Antropología y Psiquiatría de Petersburgo, de Moscú, de China, Perú, Constantinopl a, África, mandaron susRumania, adhesiones. Sociedades espiritistas de todos los países e institutos homeopáticos ingleses y estadounidenses, quisieron serle recordados en aquel día; el ejército italiano, por medio de un general, recordó al veterano de la ciencia que era también un veterano de la guerra. Los italianos exiliados en lejanas tierras de América y de Australia, con telegramas, cartas individuales y colectivas, expresaron su júbilo por los honores mundiales que se hacían a su compatriota; así como los judíos sionistas y no sionistas, de Alemania, Hungría y Estados Unidos, por medio de varios rabinos quisieron ser recordados en el festejo. 230
ÚLTIMAS DESILUSIONES. ÚLTIMAS ALEGRÍAS (1904-1906)
Amigos lejanos, amigos de la infancia, amigos del espíritu que nadie había pensado avisar, aparecieron imprevistamente franca mañana deluna 6 derápida abril de 1906 a recordarena laLombroso, como en mirada, las luchas combatidas, ganadas y sufridas. Y muchos se presentaron con regalos, cuadros, miniaturas, fotografías, dibujos, cráneos, trabajos de locos, documentos, reproducción de lugares o de personas queridas. Los discursos fueron espontáneos, rápidos, conmovedores, distintos de los acostumbrados elogios burocráticos, así como elderesto la fiesta.de los El movimiento, la confusión estosde discursos, telegramas, de los extranjeros que llegaban, desaparecían y reaparecían; la alegría espontánea de tantas personas inesperadamente reunidas por un amor común y un entusiasmo único; el júbilo sincero de Lombroso, feliz de ser el objeto de tantas fiestas espontáneas, en lugar de las solemnidades estereotipadas de las cuales tenía miedo, transformaron éstas que Lombroso había pronosticado anticipadamente “ceremonias fúnebres”, en una fiesta nupcial; y para consagrarla, Leonardo Bianchi le hacía el don más grande, regularizando la cátedra de Antropología Criminal que Lombroso había ocupado hasta entonces con carácter de profesor libre, nombrándolo “profesor ordinario”. La alegría de ver a tantas personas queridas, atantos amigos lejanos, a tantos supuestos enemigos, fue tanta, que Lombroso pudo seguir sin sufrimiento las sesiones del Congreso y a los congresistas en todas las fiestas y las comidas, y además, estuvo en buenas condiciones durante algunos meses. 231
XX. ÚLTIMAS AMARGURAS. ÚLTIMOS ESTUDIOS (1906-1909) Hostilidad contra la pelagra. El espiritismo. La muerte Murió como había deseado morir, como mueren las plantas en un bosque, las aves en el aire, adormeciéndose confiado en brazos de la naturaleza.
DE
EL
, de la pelagra, del genio,
HOMBRE DELINCUENTE
Lombroso se Delitos ocupó viejos poco yen los nuevos últimos, enaños. En 1902 publicó delitos el cual, como lo dice en el prefacio, había reunido una cantidad de delitos y delincuentes, con la intención precisa de mostrar la gran diferencia que parecía existir entre el delito antiguo y el nuevo, la cual se reduce efectivamente sólo a manifestaciones externas de un mismo egoísmo y de una misma ferocidad. En 1904 hizo, con su fiel A. G. Bianchi, el examen y la historia de Alberto Olivo, extraño tipo de delincuente loco, que en un acceso de epilepsia había matado a su mujer; al despertarse la había cortado en pedazos y echado al mar. En 1905 publicó un libro acerca de 233
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los “Peritajes”, en el cual enseña a reunir y a presentar los documentos que constituyen la historia de los delincuentes. gún placer. Pero estos estudios ya no le daban ninPor un lado, la enfermedad le hacía fatigoso el trabajo, y por otro, lo alejaban los insultos y las polémicas y las declaraciones de muerte de la Nueva Escuela, que la prensa italiana y las sociedades científicas italianas habían reanudado con violencia después de 1906, casi como si quisieran reaccionar contra los honores que ni ellos ni la Universidad de Turín habían tributado a Lombroso. Las amarguras más grandes le llegaron en aquellos últimos años precisamente por el asunto que más parecía definitivamente resuelto: la pelagra. La aplicación de la ley de 1902 había satisfecho las previsiones de Lombroso. Un diputado demostró que desde 1902 hasta 1905, enfermedad la provincia de la Milán, de 5 037había a casidisminuido 1 400; en laenprovincia de Como, de 1 550 a 100; en el manicomio de Reggio Emilia, de 16 000 a 7 000, y que además había desaparecido completamente en donde las comisiones pelagrológicas habían podido sustituir el cultivo del maíz, fácil de averiarse, por otros cultivos. Pero aun cuando las previsiones se hubieran realizado totalmente, la lucha contra la teoría maídica había comenzado más violenta que nunca. Es esta la terrible polilla de Italia, que la mantiene siempre por debajo de las otras naciones; los italianos, pacientes al mal, descuidan el bien cuando lo 234
ÚLTIMAS AMARGURAS. ÚLTIMOS ESTUDIOS (1906-1909)
han encontrado. Evidentemente en todos los países el descubridor debe trabajar, luchar, morir, antes de ver triunfarhalatriunfado, verdad; pero en hecho los otros países, cuando la verdad lo ha definitivamente. En Italia, por lo contrario, después de haber luchado, sufrido, ganado… se vuelve al punto de partida, hay que volver a comenzar a luchar, y a sufrir otra vez. Como la Comisión del Instituto Lombardo había rehusado en 1875 considerar a la muerte entre los síntomas de envenenamiento, así en 1905 los italianos rehusaron admitir la disminución y la desaparición de la pelagra como síntoma de la eficacia de la ley contra el maíz averiado. Desde hacía algún tiempo dos médicos, Ceni y Besta, habían sostenido que el srcen de la pelagra debía buscarse no ya en las toxinas del maíz averiado, sino en una cantidad de hongos, fumigatus, flavescens, gigante , ocreceus , que ellos habían descubierto, cambiaban todas las semanas y se alteraban comoque muchos ifomiceti y que, más raro todavía, esos hongos germánicos, innocuos en Alemania, eran venenosos en Italia. Todos estos hongos, ifomiceti, aspergilli, en las primeras investigaciones de esos señores se encontraban sólo en el maíz averiado, después cambiaron de lugar y se fueron a poblar las chozas y las chimeneas de los países pelagrosos, de donde caían accidentalmente en la “polenta” (tarta de maíz). De manera que una cuidadosa limpieza en las casas y las chimeneas parecía prevenir la pelagra mucho mejor que la ley contra el maíz. 235
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Estos variados y variables descubrimientos obtuvieron la aprobación del público, y el favor, aun cuando algunasa Ceni reservas, del Instituto Lombardo, el cualcon adjudicó la mitad del premio que había negado a Lombroso; y entonces todos los que en la ciencia no tienen otra finalidad sino conseguir honras académicas, se precipitaron a investigar nuevos “micromiceti pellagrógenos”. Hubo de éstos una verdadera epidemia. El doctor Alessandrini y otros fueron más allá; pasaron de los microorganismos a los macroorganismos, y descubrieron que la pelagra se debía no tanto a los simulidi del doctor Sambon, sino a filaridi, sutiles gusanos que viven en el agua —pues el aire, las cazuelas, las chimeneas, ya se habían explotado—, que las moscas engullían del agua e inoculaban al hombre, moscas auténticamente amaestradas, pues tenían la especialidad de morder sólo a El losprofesor campesinos. En 1908, la última amargura. Celli, distinguido higienista del cual Lombroso tenía mucha consideración, defendió en el Parlamento todas estas nuevas variadas y variables teorías, proclamando que la pelagra no provenía del maíz, por la razón de que en Carolina del Sur los estadounidenses afirmaban que no provenía del maíz… Por alguna circunstancia, absolutamente independiente creo yo, también la teoría del genio y del delito, aun con sus más brillantes confirmaciones, pasaba en aquel trienio por un periodo de estancamiento en el favor del público. Y así fue hasta 1912. 236
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Pero Lombroso sentía o creía sentir —pues la enfermedad ya lo hacía inclinarse al pesimismo— que sus teorías iban aymorir con él,Ele hecho inútilesdehabían sido todas sus penas sus luchas. creer esto fue para él un gran dolor. Cualquier artículo contrario que leía —y parecía que en aquellos años las gentes se divirtieran en Italia escribiéndolos en gran número—, lo sumergía en la más negra melancolía, lo apartaba con disgusto de sus antiguos estudios. Sólo dos asuntos le interesaban todavía en Antropología, y si su antigua energía hubiera resistido, habría querido tratarlos a fondo: la epilepsia y la psicopatía sexual, respecto de las cuales venía convenciéndose Lombroso que eran variantes de una misma enfermedad. Con gran voluntad se ocupó en los últimos años de estudios espiritistas. Había participado en las célebres sesiones dadas porenEusapia en Milán, en septiembre octubre de 1892, las cuales se habían manifestadoy singulares fenómenos de levitación y de apariciones a través de los muros. En 1901 asistió a algunas sesiones que Eusapia celebró en Génova, en la casa Celesia, donde además de los fenómenos de luz y levitación, hubo apariciones. El poeta Guido Vassallo vio a su hijo, que había muerto desde hacía muchos años; el profesor Morselli vio a su madre; Lombroso mismo vio a su madre. Excitado por estas observaciones, decidió escribir un libro acerca de este asunto; lo comenzó regularmente en 1906 y lo continuó en los breves intervalos de 237
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descanso que le dejaba la enfermedad, en medio de los accesos de angina de pecho. Esteestaba libro,dividido que fueenacabado el último día depresu vida, dos partes. La primera senta al lector los hechos que quiere examinar pasando de los más cercanos a la realidad (transmisión del pensamiento, sueños proféticos, transmisión de sensaciones), para llegar paulatinamente a los más extraordinarios (visión a distancia, premoniciones, profecías), observando cómo en toda la serie de estos hechos, aun los extraordinarios, se manifiestan fenómenos físicos seguros, ya indiscutibles, pero cuya explicación todavía escapa completamente a las leyes físicas. Examinó después a los individuos histéricos, hipnotizados, médiums, que sufrían o provocaban estos fenómenos, y las teorías que se sostenían acerca de ellos. En la segunda parte presentó el diario deasistido, todos losy experimentos de Eusapia a los cuales había el examen clínico somático de esta mujer: sensibilidad, sentidos, ergografía, etcétera, del cual resultaron varias extrañas propiedades que poseía Eusapia. Así, por ejemplo, la de hacer echar chispas a una máquina eléctrica puesta a distancia, de descargar chispas de la cabeza, los cabellos, las manos; de influir los electroscopios descargándolos lentamente con sus dedos puestos a 20 centímetros de distancia del contacto; de sensibilidad visual, acústica y táctil a distancia; de sentir a distancia la proporción característica de una sustancia dada, un olor, una temperatura, un peso, 238
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etcétera; de sentir a distancia el pensamiento ajeno y, por fin, de influir con sus manos, aplicadas durante algunos minutos, sobre una placa fotográfica envuelta en varios papeles negros, en la cual se imprimía la imagen de su mano. En otro capítulo, Lombroso hizo el examen inductivo, físico y psíquico de otros médiums, examinados por él y por otros sabios dignos de fe y, por fin, hizo la historia de los médiums antiguos —magos, brujos, santos—, según las historias medievales nos lo cuentan, y la enumeración de los milagros que aquéllos hicieron en las condiciones en que actuaban. Examinó todas las teorías ideadas para explicar estos fenómenos, sin dejar aparte las espiritistas. Expuso todos los hechos que están a su favor y los que están en contra. Declaró que una parte de los fenómenos puede explicarse con teorías experimentales positivas, otros y queque pordatanto teoría espiritista pero hastaque ahora es no, la única una la explicación posible. *** Este libro lo ocupó desde 1906 hasta 1909, pero no totalmente. En los raros intervalos de bienestar que algunas veces le dejaba su enfermedad, tenía la antigua ansia febril de tener muchos estudios comenzados sobre la mesa; y como no tenía la energía necesaria para comenzar nuevas obras, escribió en esos años muchos artículos acerca de varios asuntos. Se dedicó, so239
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bre todo, a estudiar particularmente dos asuntos muy lejanos uno de otro, y de los estudios que había hecho hasta aquel día: “Elgótica”. genio de atenienses” y “El ideal de la arquitectura El los primer tema, que lo atormentaba desde hacía ya algunos años, creo que desde su adolescencia, no pudo concluirlo. La idea del segundo le vino en una breve permanencia en 1905 en la ciudad de Trieste, durante la cual había visitado las grutas de Postumia (entonces Aldersberg) iluminadas. Lombroso tuvo la impresión de que la fantástica disposición de estas grutas fuera el srcen primitivo de la extraña arquitectura indiana y morisca oriental, toda hecha de agujas, encajes, arcos agudos, de los cuales no había ejemplos en la naturaleza; así como los árboles habían sido la idea primera del arte griego. Naturalmente no se quedó tranquilo con su idea. Quiso otrasdegrutas, leer libros de arte, examinar las visitar fotografías los edificios indianos, orientales, musulmanes, buscar en todas partes la demostración de su idea. Este trabajo acerca de la arquitectura fue el último que lo divirtió y en el cual saboreó la alegría de lacreación. Su última alegría exterior le vino de América. Ya dije que desde 1878 a 1880, las ideas de Lombroso se habían difundido en Argentina, Brasil y Uruguay como una llamarada, y poco después en Estados Unidos, y que desde entonces todos los hombres cultos de las dos Américas habían puesto en su biblioteca los libros de Lombroso, todos los emigrados italianos su re240
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trato, junto con los de Garibaldi y del rey. Pero Lombroso no conocía de esta fama sino las pobres sombras, folletos en Guillermo un idioma Ferrero, desconocido. En 1907, nosotrosescritos —esto es, que desde 1901 era su yerno, yo misma y el pequeño Leo— fuimos de viaje a América Latina y el año siguiente fuimos a Estados Unidos. Para Lombroso era una parte de sí mismo que con nosotros se iba más allá del océano: nuestros ojos eran los suyos, nosotros podíamos ver y decirle, y él ver y sentir a través de nosotros. ¡Cuántas cosas bellas y buenas pudo así apreciar! Nunca en Europa había asistido a una glorificación tan grande. Sobre nuestro paso hubo una aparición continua de discípulos, de admiradores, del pueblo entusiasta que quería ver al menos a los descendientes de su héroe, que mandaban a Lombroso una lluvia de telegramas, de cartas, de fotografías, de documentos y elogios. El hecho que nosotros, sus hijos, pudiéramos saborear esta de celebridad que nunca él había sentido, y gozarla y casi tocarla cuando él estaba vivo, mostrar a América a los hijos predilectos de su sangre y de su pensamiento; que estos hijos gozaran el reflejo de su nombre, fueron las alegrías más intensas y más íntimas tal vez que la celebridad pudo darle. En noviembre de 1907 regresamos de América del Sur. Él vino a Génova para encontrarnos, feliz porque hubiéramos ido y regresado. Y por última vez terminamos el año juntos. Estaban sobre la mesa las pruebas del último libro comenzado: El espiritismo. Comenzó el año corrigién241
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dolo alegremente; pero la alegría ya no tenía más que algunas horas de duración, mientras que la tristeza duraba largos meses. Todo sintió un poco mal. Decidimos pasar elel invierno verano ense Inglaterra para que pudiera gozar el aire del mar que le era muy saludable, evitando el calor de nuestras costas, que lo oprimía; pero se sintió peor. Nosotros lo dejamos, preocupados, y nos dirigimos a América del Norte. Cuando regresamos estaba mal. En otoño mejoró; en invierno empeoró. La melancolía ya no lo abandonaba. No podía gozar y no quería vivir. El verano fue triste, cálido y lluvioso. Lombroso tenía ataques de angina de pecho también durante el día y sin causa, que lo dejaban sin fuerzas, con insomnio, incapaz de trabajar. En junio se fue a Stresa: estuvo muy malo; regresó a Turín, pero no encontró reposo. Él, tan opuesto a los viajes, deseaba ahora cambiar, moverse continuamente. Se fue a Aosta, después a Turín, después otra vez a Stresa, donde Max Nordau, con su familia, lo había precedido pocos días antes. La compañía de Nordau le dio inmenso consuelo. El clima, sin embargo, no le convenía y regresó en septiembre a Turín, de donde esperaba poder ir en octubre al Congreso Pelagrológico de Udine. Pero no pudo. Leyó los informes que le enviaron por telégrafo, y mandó también un telegrama en contestación. Pero con este telegrama llegó a los congresistas el rumor, no sé cómo, de que Lombroso estaba grave. Y era verdad: insensiblemente, cada día declinaba. 242
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El 16 de octubre llegó al pequeño Leo una carta de felicitación de su abuelo para su cumpleaños; pero era ésta una carta dea adiós. el 18levantado fuimos a Turín; llegamos las seisAnsiosamente, de la tarde. Estaba y cuando me vio lloró. “Te he esperado —me dijo—, ahora muero contento. No llores, Gina, si eres mi hija debes desear que muera. ¿Ves? Nada ya me da gusto, ni el placer tan deseado de verte.” Se puso sobre el sofá y quiso que yo lo hiciera dormir así, como cuando era pequeña, de rodillas cerca de él, abrazándole el cuello con mi cara cerca de la suya, intentando modificar con mi respiración la suya siempre irregular. Durmió cinco minutos y despertó para estar mejor. Cenó, o mejor dicho, bebió una tacita de leche; revisó la edición de El hombre delincuente que había yo hecho para América. Modificó algunas palabras; me dijo que aquel día espiritismo había corregido el prefacio de El por la incredulidad que siempre creía advertir. Sonrió en nosotros cuando hablaba de este asunto. “Es un secreto que dentro de poco yo penetraré”, añadió. Había llegado el encuadernador y había traído algunos tomos suyos, hechos empastar unos tres meses antes. Quiso escribir la dedicatoria; no encontraba la pluma; le dijimos que podría hacerlo al día siguiente. “No, nunca se sabe”, dijo. Después quiso acostarse. Estábamos todos juntos: mamá, mi hermana y su marido, Mario Carrara con Cchicchi, su hijo; mi hermano Hugo; Guillermo Ferrero y Leo, conmigo. 243
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Estábamos en su cuarto y nos quedamos con él hasta que se adormeció, feliz de sabernos cerca de él. A media noche nos avisaron mal. Había pedido un poco de caldo,que peroestaba mamá,muy cuando se lo dio, vio que ya no podía pasar los alimentos. Espantada, nos hizo llamar. Lo encontramos como lo habíamos dejado. Dormía con una respiración calmada, regular, tranquila, como desde hacía ya muchas noches nunca la había tenido. La respiración paulatinamente se hizo más lenta hasta que se apagó. Sin un movimiento, sin un espasmo, su alma pasó al infinito, calmada como un río que en su desembocadura se pierde en el mar. *** Murió como había deseado morir, como mueren las plantas el bosque y las aves de enlaelnaturaleza, aire, adormeciéndoseenconfiado en los brazos que había sido su creador, su guía, su educador, la inspiradora de su vida. Murió como en la brecha, el mismo día en que corregía la última palabra de su libro, en el cual daba la última batalla; murió sencillamente, con todos sus seres queridos y sólo con ellos. Después, cuando un oscuro féretro lo quitó de la luz del día, fue llevado, contra muchas dudas burocráticas, a su laboratorio: para que aquel cerebro, aquel corazón, aquellos miembros que con tanto amor habían investigado la Naturaleza, pudieran servir, como él lo había deseado, a explorar otros secretos. 244
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Era un espléndido día de octubre: hasta su última morada lo siguieron el canto de los pájaros y el perfume de lasloflores, con el afligido, y el sol que adoraba envolvía enpueblo sus rayos más ardientes en él el pequeño cuarto donde fue dejado solo. Desde hacía unos seis meses, él deseaba impaciente aquel día; había amado la vida con la intensidad de quien sabe y puede gozarla con todos sus sentidos, con todo su intelecto; pero no sabía qué hacer con una vida llena de enfermedades, forzosamente tranquila, en la cual la enfermedad impedía la lucha. No temía la muerte: había amado demasiado; sabía que era demasiado amado para creer que todo acabara cuando la naturaleza hubiera separado los elementos de su materia. Tenía la segura certidumbre de que dejaba en nuestras carnes, más aún que su alma, su obra: él no daba importancia a la diferencia de inteligencia, de sexo, de edad; tenía en eldel amor y pensaba que el amor puede triunfar defetodo: tiempo, del espacio y también del genio. Tenía entonces 75 años. Nacido en 1835 y apagado antes de la Guerra Mundial, su vida transcurrió en el periodo más bello para nuestra Italia, después de las terribles convulsiones de la Revolución francesa que todo lo habían destruido, se estaba reconstruyendo. Cuando Italia, después de unos 400 años de servidumbre, estaba sacudiendo el yugo y alcanzaba por primera vez su libertad y unificación. Feliz momento, del cual él, más que cualquier otro, podía gozar, pues su alma férvida de amor tumultuoso, de imaginación, 245
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de ardor, su mente rápida, sensitiva y comprensiva, convenía a un periodo reconstructor. en un que grandespués lago al cual llegan laspor corrientes de Como los montes, se difunden mil pequeños arroyos en la planicie, en su larga vida se concentraron y difundieron todos los problemas, todas las pasiones, todos los asuntos que agitaron al mundo en su siglo: antes, el romanticismo, con un puro amor de la poesía, del arte, de la filosofía histórica; después, el positivismo, que fue una reacción, desconfiado de los impulsos y de las teorías, proponiéndose sólo estudiar los hechos y descubrir con la guía de los hechos la razón de ellos; y después, el tumultuoso patriotismo, que deseaba gloria, libertad, prestigio para nuestro país; y después aún, el idealismo político, científico, que quiere renovar el viejo mundo jurídico, médico, social; el idealismo económico que quiere dar al pueblo nuevas bases materiales, idealismo espiritista, por último, que busca tambiénelen el más allá la solución de los problemas humanos. La naturaleza, haciéndolo vibrar tan apasionadamente con el mundo circundante, dándole tan viva imaginación, una intuición tan profunda, un conocimiento amplio y fácil de los hombres y una penetración de las cosas, tal vez lo había preparado para ser poeta, y él habría sido poeta en otros tiempos; pero los tiempos en los cuales vivió, prácticos por excelencia, no pedían disquisiciones poéticas, sino sólo la posibilidad que se diera a los hombres de vivir mejor y sufrir menos. 246
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Sensible como todos los poetas a las aspiraciones del momento, fue materializador y misionero de este ideal. Y porque precisamente este gran ideal guía, sus descubrimientos permanecieron, puesfue no su se dejó tentar por los pequeños asuntos que sirven para recibir premios, ganar cátedras, sino sólo por los problemas cuya solución pudiera ayudar a los hombres a vivir mejor y sufrir menos, y de los cuales los hombres conservan el recuerdo. Por esta razón sus descubrimientos quedaron, pues la ley que lo había inducido a ocuparse en ellos lo excitaba a buscar la demostración no tanto en la última teoría oficialmente aprobada, sino en todos los hechos visibles y comprobables por todos. Y por esta razón sus teorías quedaron, pues la ley que lo había guiado a descubrirlas lo inducía a no encerrarlas en fórmulas misteriosas, como lo hacía la ciencia contemporánea, sino que lo excitaba a expresarlas con el ardor, la viveza, la claridad necesarias para hacerlas accesibles a una humanidad a la cual estaba ligado por el más profundo de los vínculos: el amor. Y es porque siguió su ideal por lo que, aun contra el desprecio de los grandes, conservó hasta lo último la posibilidad de gozar, pues así estuviera en lucha con el mundo entero, nunca lo estuvo consigo mismo, y por esolos cerró sus ojosideales cansados haber iluminado abandonado nunca brillantes quesinhabían la alborada prometedora de su juventud.
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Vida de Lombroso, edición al cuidado de la Dirección de Publicaciones del Instituto Nacional de Ciencias Penales, se terminó de imprimir y encuadernar en abril de 2009 en los talleres de Impresora y Encuadernadora Progreso, S. A. de C. V. (IEPSA), Calzada
de San Lorenzo 244. México, D. F. El tiraje consta de 109830 000 ejemplares.
¿Un delincuente nace o se hace? César Lombroso creía lo primero y, aunque sus teorías han sido ampliamente refutadas, fue él quien se preguntó, antes que nadie, por qué delinquen las personas, y buscó bases cientícas para fundamentar sus posiciones. Esto lo convirtió en el padre de la Criminología. Pero, ¿estuvo Lombroso tan equivocado? Habría que echar una ojeada a las aportaciones que han hecho, a últimas fechas, la neurosiología y la genética forense en ma teria criminológica: las sustancias químicas que conforman nuestro cuerpo, combinadas con el entorno social, pueden hacernos propensos a actuar de un modo u otro. Hay códigos genéticos semejantes en algunos asesinos seriales y en algunos delincuentes de cuello blanco… En esta biografía acerca de su padre, Gina Lombroso destaca las inuencias y avatares que éste vivió como miembro de la minoría judía en su natal Verona, estudiante de Medicina en las facultades de Pavía y Viena, soldado en contra del dominio austriaco, combatiente en la prevención de la pelagra y como catedrático y director de un manicomio. En suma, un retrato entrañable de una de las guras más emblemáticas de las Ciencias Penales.