|domingo,18deabrilde2010
PONTEVEDRA | CIUDAD|11
diariode diariodepontevedra
lista en perder por poco a este periódico: «Me parece tremendamente injusto lo que está viviendo ahora mismo. Con independencia de que Garzón sea absuelto, y no tengo ninguna duda de que va a resultar inocente en este proceso, yo creo que los medios de comunicacion deberían saber el papel que tiene un juez instructor, cuáles son las limitaciones que tiene ante un proceso y cuáles son sus obligaciones. Luciano Varela está cumpliendo escrupulosamente con las obligaciones que le corresponden. Lo único que está haciendo es instruir una causa; luego ya le enjuiciará quien lo tenga que enjuiciar. Pero en la ase previa del juicio, para archivar el proceso contra la opinión de la acusación particular no puede haber prácticamente ningún indicio de que puedan ser ciertos los hechos que se le imputan, y hombre, algún indicio hay. Otra cosa es que luego se den las explicaciones correspondientes, pero indicios a priori hay, y se explica en el auto que cita. Eso ya de que se pongan ahora a llamarlo ascista, represor, ¡joder!».
El magistrado Luciano Varela, sentado en la sala de la Audiencia Provincial de Pontevedra a fnales de los noventa.
complicado, pero vamos, por la razón de que tiene días buenísimos y otros horrorosos». Si bien entre los periodistas hay quien lo acusa de fltrar sentencias y de tener un perfl muy autoritario, incluso prepotente («tomaba decisiones arbitrarias y iltraba sentencias en la misma dirección antes incluso de notiicarlas, y lo hacía descaradamente»), en Pontevedra ha dejado entre los letrados ama de proesionalidad. «Él y Manuel Almenar son los dos mejores jueces que han pasado por aquí. Varela tiene un altísimo concepto del respeto a las partes que intervienen en el proceso. Tiene una ormación jurídica bestial, y un respeto a las garantías de todas las partes enorme», dice un letrado que compartió con él años de ejercicio en los pasillos de los juzgados de A Parda y de la Audiencia. quiere estar tranquilo. Ade-
más de magistrado, Varela tiene ama de ser un excelente preparador de jueces y su paso por la Facultade de Dereito de Santiago dejó un reguero de simpatía y admiración entre los alumnos. «La Ley de Enjuiciamiento Civil, el Derecho Procesal en general, lo tenía grabado en la cabeza. Era una cosa increíble, algo asombroso»,
dice una antigua alumna suya. «Lo recuerdo como un proesor muy cercano a los estudiantes, muy didáctico e incluso condescendiente. Mis compañeros y yo guardamos un recuerdo muy agradable de él». En el plano personal, personas cercanas a Varela hablan de un hombre austero, centrado y trabajador, con un punto de carácter uerte. Alguien no gracioso ni cuentachistes, pero que suelta en medio de la conversación el comentario irónico de sentido doble; un desliz subterráneo no siempre perceptible, tan común en la retranca gallega. Está encantado de su trabajo en el Supremo, el Alto Tribunal al que él, como trabajador y estudioso del Derecho, soñó siempre llegar. El fn de semana le gusta pasar las horas en su casa leyendo o cuidando de su jardín, disrutando de columnistas como Juan José Millás y bajando cada sábado por la mañana al caé Carabela en A Ferrería, donde hace tertulia con el historiador Xosé Fortes o el arquitecto César Portela, y donde todos ríen o atruenan, dependiendo del día, a salvo de cámaras y micróonos. Si ahora está pasando horas amargas por la batería de críticas que le llegan desde la izquierda
(«Cuerpo a tierra que vienen los nuestros», dijo su paisano Pío Cabanillas), no se le nota en nada. Una persona que ha hablado con él varias veces en las últimas semanas dice que esquiva el asunto y que lo único que quiere es traba jar «y aplicar la Ley». «Él quiere estar tranquilo, y le gustaría que le dejasen en paz y no se hablase tanto. Ni dice nada, ni quiere salir en ningún sitio a decir nada. Sólo quiere trabajar en lo que tiene delante», dice este amigo suyo. Lo que tiene delante es una causa que ha llegado a criticar The New York Times por lo que tiene de simbólico: el juez que quiso investigar los crímenes del ranquismo acaba envuelto en una telaraña judicial lanzada por un sindicato ultraderechista y la Falange Española de la JONS. «Las causas», matiza una abogada pontevedresa que prefere no citar su identidad, como la mayoría de los entrevistados para este reportaje, «no se instruyen ateniéndose a las ideologías de los denunciantes, sino a los indicios de que pueda haber delito, y en el caso de Garzón no se puede decir que no haya indicios, guste esto o no guste», Un abogado pontevedrés con veinte años de ejercicio, Evaristo Estévez, accedió a dar su opinión
miguel vidal | archivo
Familia
Casado en Oviedo con la concejala Mararita Castejón, son padres de cuatro hijos; uno de ellos juez ormado por él mismo Estudios
Su padre murió cuando tenía 14 años y tuvo apoyo e infuencia de su tío, el aboado Manuel Varela, que lo llevó al Derecho Afciones
Le gusta pasear, leer y cuidar el jardín de su casa en A Caeira. Hace tertulia los sábados por la mañana en el Carabela con amios como César Portela o Xosé Fortes Juez
Dejó ama de obsesivo en los detalles y estudioso de las causas. Era exiente con las partes y los periodistas, y tenía unos prontos «terribles»
los amigos. Además de sus amigos Artime o Moure, Varela tiene dos íntimos uera de la ciudad de cierto renombre. Uno es Juan Alberto Belloch, que ha sido el único socialista que ha levantado la voz de orma enérgica para deenderlo y califcar como «calumnia» que se piense en una persecución de Varela hacia Garzón. Belloch, ministro de Justicia e Interior en el Gobierno González, encargó a Varela el borrador de la Ley del Jurado. El otro amigo es José Antonio Alonso, que hace dos meses dijo que Varela es «un proesional decente» al que deseó «que le vaya lo mejor que le pueda ir en este trance». El portavoz parlamentario socialista, sin embargo, no dijo la semana pasada ‘esta boca es mía’ ante la catarata de ataques procedentes del PSOE hacia el magistrado pontevedrés del Tribunal Supremo. Luciano Varela, mientras tanto, asiste impertérrito a la rumorología que llega a incluirle en un aparato de vendetta hacia Garzón por la enemistad de éste con Belloch o el trasondo cinematográfco al que alude ahora el arrepentido Ricardo Portabales, que amenaza con destapar documentos secretos de la Operación Nécora que compartieron Varela y Garzón, y que comprometerían a éste último. Eso, sin tener ya en cuenta la conspiración ascista en la que él sería el muñeco a manejar por los ranquistas para no remover la tierra e inhabilitar al juez que se atrevió a hacerlo, como un aviso para navegantes. Argumentos extraordinarios y antásticos más propios de una superproducción que de la instrucción de una causa judicial, como no podía ser menos estando Baltasar Garzón, el hombre que veía amanecer, de por medio.