Colección
PASTORAL 14
KLEMENS
TILMANN
Temas y ejercicios de meditación profunda 1
5 EME.
Oí 16 !
EDITORIAL «SAL
TERRAE»
Guevara, 20 - SANTANDER
Título del original alemán: Übungsbuch zur Meditation © 1973 by Benziger Vg., Zürich-Einsiedeln-Köln Traducción de / . / . García Valenceja © 1982 by Editorial Sal Terrae, Santander Con las debidas licencias Printed in Spain ISBN: 84-293-0634-X
Dep. Legal: M.
31731-1982
Artes Gráficas MINERVA - Avenida de Valladolid, 43 - Madrid-8
Í N D I C E •
Págs. El significado de este libro
9
Doce reglas fundamentales
12
Advertencias importantes para los ejercicios
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Explicación de los términos
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Hará Interiorización Meditación Movimiento de copa Respiración diafragmática
17 17 17 19 19
,
PRIMERA PARTE: EJERCICIOS Y TEMAS GENERALES
I. Ejercicios fundamentales 1. Elementos de los ejercicios 2. El ejercicio fundamental 3. El ejercicio "aquí me encuentro" 4. Iniciación a lo positivo
23
•
23 25 26 28
II.
Percepción de conjunto
29
III.
Hacerlo todo a fondo
29
IV.
La aceptación de sí mismo
30
1. Día primero: Me he sido dado a mí mismo ... 2. Día segundo: Soy responsable de mí mismo 3. Día tercero: Lo que me hace difícil aceptarme a mí mismo 4. Día cuarto: Lo que facilita y hace posible la aceptación de sí mismo •
31 33 35 37
6
5. V.
Día quinto: La aceptación
38
La propia vida
39
1. Experiencias personales 2. Meditaciones retrospectivas 4. Meditaciones preparatorias 4. La actual etapa de mi vida 5. Los demás 6. Hallar el camino de la propia identidad origi naria
39 39 40 40 41 "41
SEGUNDA PARTE: ÁMBITOS Y TEMAS CONCRETOS PARA LA MEDITACIÓN NATURAL
I.
II.
III.
La simple acción
••
45
1. Yo veo 2. Yo oigo 3. Yo respiro 4. Yo camino 5. Voy a dormir
45 46 47 48 49
Las cosas sencillas
50
1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. 10.
50 50 51 53 54 54 56 57 57 58
Junto al torrente El agua El torrente de invierno La tierra El pan La llave Los frutos La copa La corriente eléctrica Otras cosas sencillas
Obras de arte
59
1. 2.
59 59
Cuadros Obras musicales con texto
7
Págs.
IV.
V. VI.
VII. VIH.
Las demás personas
60
1. El padre 2. Meditación preparatoria sobre el compañero ... 3. Has sido invitado 4. Las otras personas
60 61 62 63
Meditar con la ayuda de la expresividad corporal ...
64
Meditación sobre la existencia
67
1. Yo existo 2. He sido colmado de dones 3. He sido proyectado 4. Me hallo en presencia de formas y estructuras portadoras de sentido 5. Vivo continuamente en una dependencia que todo lo penetra 6. Existo ligado a otros 7. Me encuentro en un proceso evolutivo 8. Soy interpelado 9. He sido hecho para un "tú" 10. Vivo entre la esperanza y la decepción
68 71 72
Nuestra existencia, abierta a Dios
81
Profundización en el ejercicio fundamental
84
73 73 73 75 75 77 80
TERCERA PARTE: MEDITACIONES DE FE DEL CRISTIANO
I. II.
Introducción
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Temas y ejercicios
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1. El caudal de los dones y tareas 2. Hago la experiencia: "He sido creado" 3. Vivir bajo la guía de Dios 4. Dios ve, llama, aguarda, escucha, invita y acosa.
92 94 96 97
Págs.
5. 6. 7. 8. 9. 10. 11. 12. 13. 14. 15. 16. 17. 18. 19. 20. 21. 22. 23. 24. 25. 26. 27. 28. 29. 30. 31. 32.
Dado que Dios me mira y me interpela, seré alguien "Escucha, Israel" El padre misericordioso La dracma perdida Jesús cura a un ciego La pesca abundante Cristo, el cumplimiento de nuestros más profundos anhelos Cristo (en tres episodios) y nosotros Meditamos a Jesucristo Los grandes acontecimientos salvíficos en el año litúrgico El "nosotros" de la liturgia La fuente del amor Grados de amor al prójimo Oraciones repetitivas La vida cotidiana de resucitado Acoger la Palabra, generar la vida De lo exterior a lo interior Imágenes y fenómenos interiores Dos veces tú El todo en el fragmento Envejecer en la esperanza "He ahí que todo lo hago nuevo" La adoración Profundización del ejercicio fundamental La respiración como símbolo de la relación con Dios En Dios ¿Por qué medito? La canción "Tú"
98 101 104 105 106 109 110 113 114 118 119 121 123 125 126 127 127 129 139 141 145 146 147 148 153 156 157 161
EL SIGNIFICADO DE ESTE LIBRO
En los hombres de nuestro tiempo se da un fenómeno sorprendente: aspiran a la meditación. Cualquiera que sea su ideología y su fe, se dan cuenta de que, debido a la tensión, al carácter estrepitoso y febril de la vida, están en peligro de perder la mejor y más auténtica parte de sí mismos, de sentirse frustrados en lo más hondo, destruidos en su interioridad. Por ello aspiran a encontrar una guía que les conduzca hacia esa profundidad. En muchos, además, se advierte un nuevo modo de preguntar y buscar el sentido de la vida. Querrían estar preparados para afrontar realidades tales como la transformación, la maduración, el amor, la muerte, la consumación... Otros muchos buscan la "vida en plenitud" que Cristo nos ha prometido y desea darnos (Jn 10, 10), buscan la unión plena con él (Jn 17, 23), más aún: vivir la realidad última y arrolladura de Dios, por él y en él; un vivir que constituye precisamente la auténtica y definitiva realización. Este libro desearía poder satisfacer en lo posible ese hambre de vida, ayudar a esa búsqueda y a esa aspiración. Siempre que concluye un curso o un simple cursillo de fin de semana dedicado a iniciar en la meditación, unas veces el director, otras los participantes, se plantean inevitablemente la siguiente pregunta: ¿cómo podríamos continuar? Sin las necesarias ayudas para el ejercicio cotidiano, la experiencia iniciada no tarda en
TEMAS Y EJERCICIOS DE MEDITACIÓN PROFUNDA
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difuminarse; pero es que incluso en los cursos prolon gados, con lecciones semanales de orientación, tanto los directores de los cursos como los alumnos piden insis tentemente textos que puedan ayudarles. Precisamente textos de este tipo, editados anterior mente por separado, han constituido la base de este li bro. Muchos de ellos fueron ya incluidos en el manual para directores . Posteriormente han sido ampliados, completados por otros (sobre todo por los preparados para el segundo volumen de la citada obra) e incluidos en este libro. La situación interior de quienes lo lean puede ser muy diversa. Habrá jóvenes, adultos de mediana edad y ancianos; casados y célibes; principiantes e iniciados ya en la vida interior a través del ejercicio cotidiano: personas en proceso de búsqueda y personas ya madu ras en la fe; novicios y estudiantes de teología; sacer dotes y religiosos; participantes en ejercicios y en cur sos de formación de adultos; miembros de centros recreativos o de asilos de ancianos. Consiguientemente, los textos de este libro son muy diversos: desde los elementos fundamentales y más sencillos, accesibles a cualquiera, hasta otros más complicados y que pueden servir para una vida interior ya madura. De este modo, cada cual puede tomar lo que más convenga a su situa ción. Por otra parte, todos cuantos adopten este libro son semejantes entre sí, desde el momento en que todos son seres humanos. Ahora bien, por su propia naturaleza, la meditación se orienta a la recta formación del hom bre. Por eso, la multiplicidad de textos no será motivo de dispersión, sino que, de modos diversos, conducirá a lo esencial, a condición únicamente de que quien haga uso de ellos no pretenda eludir y pasar por encima de su propia situación originaria, sino que trate de llegar 1
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TILMANN, K . , Die Führung zur Meditation, Einsiedeln-Colonia 1 9 7 1 .
Benziger, Zurich-
EL SIGNIFICADO
DE ESTE LIBRO
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a ella. A esto ayudará, sobre todo, la práctica del ejercicio fundamental. La meditación no es como la nieve que se extiende limpia y pura sobre un prado, sino que es como la primavera, que hace que ese prado llegue progresivamente a su plena y verdadera vida. El libro no constituye una introducción perfectamente acabada en sí misma a la meditación. Sin una iniciación personal, muy pocos serán los que logren despertar a la vida en lo más profundo de su interioridad. Por el contrario, con una correcta orientación inicial que dé lugar a un primer encuentro suficientemente satisfactorio y haga entrar en contacto con lo auténtico, serán muchos los que puedan avanzar mediante el uso del presente libro. Puede uno ejercitarse por sí solo o puede hacerlo en compañía de otros; en cualquier caso, sentirá la necesidad del consejo de personas experimentadas. Y aquí surge para muchos sacerdotes, pero sobre todo para religiosos y religiosas de vida contemplativa, una nueva y doble tarea a la que no pueden sustraerse: por una parte, hacer que su propia meditación evolucione de un modo actual y con aliento humano, permitiéndola de este modo madurar profunda y plenamente; por otra, irradiar y —a través del aprendizaje y el perfeccionamiento en el arte de "guiar"— transmitir la meditación a otras personas que están sedientas de ella. Padecemos una espantosa carencia de guías experimentados de meditación y de maestros espirituales. También por este motivo se dicen en el presente libro muchas cosas que sería preferible que se dijeran en el ámbito íntimo de una dirección personal. Es claro, por consiguiente, que el libro debe ofrecer de manera diferenciada su aportación a una tarea actual y urgente, que es al mismo tiempo una tarea humana de toda la vida, al servicio de la vida. En realidad, lo que el libro ofrece debería conducir a la profundidad y a la plenitud de la vida. Debería contribuir a que los ámbitos de la vida humana, tanto los cotidianos como
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TEMAS Y EJERCICIOS DE MEDITACIÓN PROFUNDA
los más profundos, tanto los del individuo como los de la comunidad de creyentes, se vean cada vez más afec tados, liberados, penetrados y colmados del soplo de vida de la meditación.
DOCE REGLAS FUNDAMENTALES 1. No dejarse inquietar por la abundancia del mate rial que se nos ofrece. No andar espigando entre las páginas, leyendo de modo disperso. Saber de qué se tra ta, escoger lo que sea y demorarse en ello. 2. Hacer los ejercicios con regularidad. Al menos 10-20 minutos diarios cinco días a la semana (como mí nimo); o dedicar un tiempo mayor dos veces a la se mana. 3. No hacer ningún ejercicio de manera superficial. Garantizar cuidadosamente las adecuadas condiciones ex ternas: ausencia de ruidos, postura del cuerpo, inmovili dad, respiración... Este es el camino para llegar perfec tamente a la paz interior y a la auténtica profundidad. 4. El "Ejercicio fundamental" y el ejercicio "aquí me encuentro" (pp. 26 ss.) pueden ser suficientes durante bas tante tiempo. Se trata de ejercicios sin objeto y que con ducen directamente a la profundidad. Se repiten conti nuamente, bien sea como ejercicio autónomo, bien sea como introducción a una meditación con contenido con creto. 5. Es mejor repetir muchas veces un ejercicio y su argumento que andar continuamente buscando argumen tos nuevos. Todo ejercicio es repetible. Y son muchos los que prefieren practicar una repetición muy frecuente. 6. Antes de comenzar el ejercicio, debe estar perfec tamente claro cuál va a ser su tema. Lo mejor sería deci dirlo el día anterior. De cuando en cuando, pues, refle xionar acerca de cuál será el tema de los días sucesivos.
DOCE REGLAS FUNDAMENTALES
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Sólo más adelante se podrá comenzar la meditación sin haber precisado previamente el tema. 7. Siempre que sea posible, enlazar con el punto en que se ha quedado uno el día anterior. Volver a la misma meditación y dejar que crezca dentro de uno. Es ésta una buena posibilidad que muchas veces no se tiene en cuenta. 8. Quien, a lo largo de un ejercicio, desee tener de lante un texto*, es preferible que cubra con un papel todos los demás, incluidos los párrafos sucesivos del mismo texto, a fin de tener ante los ojos un único texto que sirva de ayuda para la meditación y no haya nada que pueda distraer. Lo mismo puede decirse con respecto a la meditación por medio de imágenes. 9. Si el contenido es algo que se puede percibir concretamente, es preciso comenzar por una esmerada percepción de conjunto. No contentarse, por lo tanto, con un genérico "ya lo conozco". El objeto debe ser experimentada originariamente. 10. Si no vienen otras inspiraciones, acudir al "mo vimiento de copa". Tras la percepción de conjunto, ir de fuera y de arriba hacia dentro y a lo profundo; de lo mucho a lo poco, a lo simple, a lo uno y a lo último, y quedarse ahí. De este modo, dejar que la realidad se encuentre a sí misma, dejarla hablar. Del obrar activo pasar a la receptividad tranquila; de la contraposición a la unión . 11. En la vida cotidiana, mantenerse en una actitud fundamentalmente meditativa, en la medida en que lo permita la propia actividad. Estar atentos a aquellas ex periencias que suscitan la admiración y favorecen la me ditación espontánea. Cuando la actividad profesional re sulta agotadora, concluir debidamente la meditación pri mera, quedarse en el H a r á y, de este modo, dedicarse 3
3
2
3
Cfr. Movimiento Cfr. p. 17.
de copa, p. 19.
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TEMAS Y EJERCICIOS DE MEDITACIÓN PROFUNDA
por entero a la actividad inminente. Después del trabajo, emplear el tiempo libre en recuperar lo antes posible la paz y la distensión. 12. Toda meditación que trate de buscar a Dios, debe ser vida vivida y no debe, por lo tanto, convertirse en mera ocasión de ejercitación. La misma quietud silenciosa ante Dios es oración. Sin embargo, conviene concluir estos ejercicios interiores con una oración oral.
ADVERTENCIAS IMPORTANTES PARA LOS EJERCICIOS 1. Leer y subrayar Quien tenga este libro querrá, ante todo, conocerlo. Para ello lo más seguro es que lo hojee y lo lea. Es natural. Pero no conviene quedarse ahí. A medida que se va leyendo, es muy útil ir también subrayando aquello que nos remite a lo profundo, que nos promete el advenimiento de algo que responde a nuestras expectativas. Tal vez sea bueno señalar estos puntos con un determinado signo, una letra por ejemplo. Después, en los ejercicios que se hagan, escoger dichos puntos. Por otra parte, no hay que conformarse con leer, aun cuando la lectura sea suficiente ya para comunicar un soplo de profundidad. La meditación no puede ser reemplazada, pero es muy fácil mistificarla o suplirla con un sucedáneo de menor entidad. 2.
Distinguir entre "textos-guías", "textos introductorios" y "testimonios"
Cuando en los diversos ejercicios que seguirán aparezca la indicación "texto-guía", dicho texto deberá
ADVERTENCIAS IMPORTANTES PARA LOS EJERCICIOS
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permanecer abierto mientras dure el ejercicio. Cuando, dentro del texto, haya puntos suspensivos, hay que tra tar de liberarse del texto y dejar que el movimiento interno siga su propio impulso. Cuando éste se detenga, volver al texto. Si son varias las personas que se reúnen para meditar, tras una introducción que favorezca el recogimiento (por ej. "aquí me encuentro", p. 26), uno de los presentes puede leer un "texto-guía" lenta y participativamente y observando las debidas pausas . 4
Si junto al título consta que se trata de un "texto introductorio", entonces se lee el texto, se medita du rante unos momentos y se deja aparte. Posteriormente, la meditación tiene lugar únicamente en el interior de la persona. Un "testimonio" no sirve directamente para la me ditación, sino que constituye la representación de un posible desarrollo interior. El lector se entera de que a otra persona le ha sucedido de tal o cual modo. Y su atmósfera es contagiosa y evocadora. Puede incluso ser vir como modelo o como introducción; pero no puede avasallar, sino que, por el contrario, debe estimular la auténtica originalidad y fomentar el establecimiento de una identidad genuina, personal y profunda.
3.
Los ejercicios de la primera parte requieren un mayor tiempo
De lo contrario, es fácil que los ejercicios de la se gunda parte se realicen en un insuficiente contacto con la realidad y se reduzcan a la lectura y a la reflexión o conduzcan a meros y simples intentos de voluntad.
4
Quien posea un magnetofón, puede grabar una cinta para su propio uso y escucharla después, durante el ejercicio.
TEMAS Y EJERCICIOS DE MEDITACIÓN PROFUNDA
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4. No limitarse a ejercicios individuales Es conveniente comprometerse con un grupo de otras personas, al menos una vez al mes, para hacer ejercicios en común, en orden a un intercambio y un estímulo recíprocos (distensión, ejercicio fundamental, propuesta de temas e introducción, ejecución, preguntas, aclaraciones...). En este contexto, el "movimiento de copa" (cfr. p. 19) puede comenzar también con un diálogo. Lo cual se logra más fácilmente si hay alguien que oriente hacia el objeto con frases preparadas de antemano: ¿qué es lo que percibo?, ¿a qué ámbito pertenece?, ¿qué es lo que nos dice?, ¿qué puede significar para nosotros? En ocasiones, las preguntas serán oportunamente distintas, según sea el tema. Ya hemos hablado de la necesidad de una lenta pre-lectura de un "texto-guía". También puede mantenerse un diálogo tras leer un texto introductorio. Los participantes, sin embargo, deberán tener cuidado de no caer en el racionalismo o en la discusión académica. Es muy recomendable buscar, cada trimestre o semestre, a una persona experta a quien se puedan exponer problemas y preguntar dificultades (informe sobre el desarrollo de los ejercicios, efectos positivos, progresos, dificultades, aclaraciones de problemas, solicitud de consejos y directrices, etc.). A tal fin conviene llevar un diario en el que se hagan constar las observaciones pertinentes.
5.
Paciencia
Es menester tener en cuenta los procesos de crecimiento y de maduración a largo plazo. Algunos frutos, sin embargo, pueden llegar muy pronto: una mayor paz, un gusto por lo profundo, un contacto real con personas y cosas, un gozo de vivir con Dios... Otros frutos
EXPLICACIÓN DE LOS TÉRMINOS
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sólo pueden madurar a los sesenta años. Y aun así, todavía no se habrá llegado al final. Se siente la atracción de una vida sin límites. Paciencia. Paso a paso. Es preciso seguir en camino. Y a cada interrupción o a cada derrota, tener el valor de volver a comenzar.
EXPLICACIÓN DE LOS TÉRMINOS
Hará es un término japonés que, ante todo, significa "vientre". También significa una disposición general psicofísica, según la cual el centro de gravedad de la persona se encuentra en el vientre, las energías superiores se hallan en estado de distensión, lo profundo puede irradiar al exterior y todo el hombre se encuentra en un profundo orden, abierto a la profundidad de sentido de la vida y al misterio último. En el curso de las meditaciones se inicia uno en el Hará. El ejercicio fundamental lo profundiza de modo constante. El Hará crece en la meditación y se convierte cada vez más en una disposición estable y permanente del hombre. Es, al mismo tiempo, presupuesto para una meditación más profunda y fruto de la misma. En castellano podemos adoptar las expresiones "centro del cuerpo" y "centro profundo". Interiorización, interiorizar, significa introducir algo dentro de uno mismo. En su configuración, ambos términos se contraponen a estos otros: exteriorización, exteriorizar (expresarse, manifestar). Equivalen parcialmente a los términos "meditación" y "meditar", pero abarcan además la amplia gama de los actos preparatorios: considerar, ponderar, reflexionar, ensayar, interesarse seriamente, atesorar, etc. La meditación es un fenómeno que tiene lugar en la parte más íntima de nosotros mismos y en el que nos 2
TEMAS Y EJERCICIOS DE MEDITACIÓN PROFUNDA
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hallamos profundamente recogidos y tranquilos. Quien no tenga ninguna experiencia de ella, no podrá entender de qué se trata. La meditación es un fenómeno demasiado profundo para poder ser entendido por el intelecto indagador y analizador o para poder ser realizado directamente por la voluntad expresamente orientada a tal fin. Sí podemos prepararnos a ella, pero es ella la que debe venir a nosotros, como ocurre con el sueño o con los juicios de la conciencia. Ahora bien, ¿acaso no hemos meditado ya desde niños, cuando nos hallábamos "metidos de lleno" en el juego o escuchábamos absortos la narración de un cuento? La meditación puede tener muchas formas y diversos grados de profundidad. Lo esencial es que abandonemos el pensar y el actuar y nos hagamos atentos, despiertos y receptivos. Entonces no seremos ya nosotros los que, por ejemplo, estudiemos una cosa, una imagen, un texto, sino que son éstos los que se hacen activos y nos dicen algo. A este respecto son de bastante ayuda el ejercicio fundamental y el ejercicio "aquí me encuentro" (pp. 26 ss.). El término "meditación" ha cambiado de significado. En el pasado se distinguían tres grados en la vida espiritual: lectura (lectio), reflexión (meditatio) —en donde se representa algo de manera activa, se piensa sobre ello y se elabora—- y contemplación (contemplatio), donde el hombre adquiere la paz profunda e interior, así como una muy viva receptividad. Hoy día, bajo el influjo del lejano Oriente, se entiende por "meditación" lo que decíamos al comienzo. Son muchas las personas que buscan hoy la meditación porque se dan cuenta de que, debido al ruido, a la prisa, a la superficialidad y a otras causas, han perdido su profundidad, su centro, cuanto en ellos hay de más auténtico, y querrían reencontrarlo para poder ser auténticas personas . s
5
Cfr. pp. 157 ss.: "Por qué medito".
EXPLICACIÓN DE LOS TÉRMINOS
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La meditación es sencilla y, en cierto modo, es un juego de niños (cualquier niño tranquilo medita, más o menos, hasta los diez años). Por otra parte, la meditación, a todos cuantos desean reencontrarla y hacerse adultos, les exige un largo camino. La meditación significa la adquisición de un carácter fundamentalmente sano y presenta innumerables grados de crecimiento y maduración hasta llegar a la vejez. Es la vía maestra para llegar a Dios y alcanzar la plenitud de fe y de amor. Por movimiento de copa entendemos el movimiento de la meditación que, ante una realidad, penetra en ella de fuera adentro, de la experiencia externa, por tanto, al misterio del sentido; y de arriba abajo, de la superficie a la profundidad. Este movimiento, que impulsa desde fuera y desde arriba hacia dentro y hacia abajo, se asemeja a una copa, que va del borde externo y superior hacia el centro y hacia abajo. Algo parecido ocurre con la meditación en el interior del hombre, que avanza desde una actitud cotidiana, más externa y superficial, hacia el recogimiento, la interioridad y la profundidad. Muchas veces el camino a la meditación está jalonado por las siguientes palabras: ver, observar, percibir en conjunto, reflexionar, confrontar y relacionar, penetrar, dejarse influir, degustar, detenerse... La respiración diafragmática es la respiración natural que todos hemos tenido de niños. Dicha respiración comunica paz y le hace a uno profundamente presente a sí mismo. En muchos casos es sustituida por la respiración pectoral, que es expresión del querer que tiende a su fin, de la voluntad de afirmación y de la excitación. Al respirar de este modo se mueven las costillas, de modo que el hombre respira constantemente con la musculatura secundaria. En todo curso de meditación es preciso aprender la respiración diafragmática. Y quien desee redescubrirla por su cuenta, ponga en práctica los ejercicios que siguen: El primer ejercicio consiste en tenderse en el suelo sobre la espalda. Una vez en esta posición, lleva las ma-
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TEMAS Y EJERCICIOS DE MEDITACIÓN PROFUNDA
nos, por encima de los hombros, hasta los omoplatos. Acerca los pies al cuerpo, de manera que las rodillas permanezcan alineadas; cruza después los pies y separa las rodillas. Si ahora dejas correr la respiración, respi rarás con el diafragma. Si colocas un libro sobre tu vien tre, verás cómo sube y baja. Intenta esta respiración y, en tus ejercicios diarios, trata de realizarla en posición normal. El otro ejercicio consiste en lo siguiente: arrodíllate sobre el suelo y siéntate sobre los talones. Inclina la frente hacia adelante, hasta llegar al suelo. Si ahora te aprietas los costados con ambas manos —con los dedos hacia d e n t r o — s e n t i r á s circular la respiración. Es la respiración diafragmática, que debe hacerse absolutamen te natural para ti.
Primera Parte Ejercicios y temas generales
I. EJERCICIOS FUNDAMENTALES
1. Elementos de los ejercicios a)
Posiciones
• Posición-loto moderada: Quitarse el calzado; sen tarse sobre un cojín bajo o una manta doblada; doblar hacia sí la pierna derecha, dejando que el talón toque en el suelo. Doblar igualmente hacia sí la pierna izquier da, poniendo la planta del pie contra o sobre el muslo derecho. Entrelazar las manos en forma de concha, con los pulgares tocándose y el dorso de ambas manos so bre el regazo; mantener el tronco erecto y descargando sobre la pelvis, sin doblar la espalda. Sentarse derecho, sin doblar la cabeza y procurando que la nariz quede en la misma línea que el ombligo (véase fig. 1). • Posición-loto integral y posición sedente sobre un taburete: están suficientemente claras en las figuras 2 y 3. • Posición sobre los talones: arrodillarse descalzo sobre una manta, con las puntas de los pies tocándose y los talones separados; sentarse sobre los talones (véase figuras 4 y 5). • Ayudas, sobre todo para personas ancianas: poner bajo las nalgas y bajo los tobillos un cojín, a fin de evitar tensiones demasiado fuertes en las rodillas y en las arti culaciones de los pies (véase fig. 6). También ayuda bas-
I." PARTE: EJERCICIOS Y TEMAS GENERALES
24
tante la posición a horcajadas (fig. 7) o la utilización de una pequeña banqueta (fig. 8), que sirve también para evitar tensiones excesivas en rodillas y pies.
1.Fbsoón-loto moderada
5.Sobre bs tabrtes (vista posterbr)
2.P0scon-bto integral
6.Sobretostalones (con cojines)
3.Sobre un taburete
7. A horcajadas
4.Sotre los tabres d/ista frontal)
8.Sobre una banqueta
b) Descenso del centro de gravedad interior (ejercicio-Hora): favorecer el gradual descenso del centro de gravedad interior desde la cabeza, a través del cuerpo, hasta el abdomen, entre el ombligo y las manos, llegando de este modo al Hará. c) Respiración diafragmática: ante todo, ejercitarla por separado; después, adoptarla voluntariamente en ac-
I. EJERCICIOS FUNDAMENTALES
25
tividades mecánicas, hasta que llegue a hacerse un fenómeno espontáneo, incluso al hablar (cfr. p. 19). d) El acto de la respiración tiene cuatro momentos en el ejercicio fundamental: espiración —- espiración — pausa — inspiración. e) Las palabras de acompañamiento: abandonar •— descender —- unirse — renovarse (o, en un primer momento, dejar venir). f) Al principio y al final de cada ejercicio se recomienda efectuar una profunda inclinación, que ayuda a lograr el adecuado estado de ánimo, puede expresar respeto o agradecimiento y, por parte de aquellos que únicamente se encuentran en período de búsqueda, puede realizarse "ante el Desconocido".
2.
El ejercicio fundamental
Empezar por la posición del cuerpo, seguir con la respiración diafragmática, percibir después los cuatro momentos de la respiración y, por último, recitar las cuatro palabras de acompañamiento: "abandonar — descender — unirse — dejar venir". Al mismo tiempo, interiorizarlas o, mejor, dejar que ellas mismas se realicen. Sumirse cada vez más profundamente y abandonar todo proyecto, todo propósito, todo pensamiento, abandonarse a sí mismo; descender a la profundidad interior, al propio fondo; unirse con la propia profundidad (el centro de gravedad en el abdomen, a la vez que el propio fondo deja que se transparente el fundamento último) y, de este modo, llegar al Hará; dejar venir la respiración (no inspirar intencionalmente). Y a través de estos cuatro pasos, encontrar una paz y una profundidad cada vez mayores, renovarse. El ejercicio se convierte en la "rueda de recambio" (este ejercicio fundamental se profundiza de modo espontáneo. Indicaciones para ulteriores profundizaciones se darán en las pp. 84 ss. y 148 ss.).
1.» PARTE: EJERCICIOS Y TEMAS GENERALES
3. El ejercicio "aquí me encuentro" (texto-guía) El siguiente texto, junto con la posición del cuerpo y la respiración, ayuda a conseguir la fundamental posi ción de ánimo necesaria para la meditación. Sus últimas partes pueden también servir como auténtica y propia meditación. Este ejercicio se repite a menudo. Con el debido discernimiento, pueden omitirse o escogerse de terminadas partes. a) Aquí me encuentro, en paz... Todo ruido va dilu yéndose como las ondas en un sereno lago después de arrojar a él una piedra... cada vez más amplias, cada vez más tenues... por fin el agua queda tersa y tranqui la... Estoy... completamente... tranquilo... b) Tengo tiempo... Nada me apremia... no tengo nada que hacer... El tiempo no avanza, se ha detenido... es como una grande y espaciosa campana de aire... c) Me encuentro tranquilo en un espacio de liber tad... Me encuentro libre de todo... el pasado queda le jos... como cerrado por una gruesa puerta acolchada.. el futuro está lejos, muy lejos, inalcanzable, cerrado por una puerta impermeable... En este espacio de libertad me encuentro tranquilo... puedo ser yo mismo... saboreo esta situación... (ni siquiera mis vecinos me molestan; también ellos, al igual que yo, buscan el silencio... me ayudan con su paz...). d) Estoy recogido en mí mismo. Nada existe fuera de mí... Todos mis pensamientos han confluido en este espacio... cerca de mí... en mí... Me acerco cada vez más a mí mismo... no pensativo, que sería voluntaris mo..., sino que con naturalidad y calma todo se recoge en mí... Estoy cada vez más cerca de mí mismo... en mi cuerpo... en mi profundidad. e) Me encuentro distendido y ágil: Me relajo del todo: la frente despejada y lisa... no hay ninguna arruga de preocupación en el entrecejo, nin guna arruga transversal... es como si una mano buena
I. EJERCICIOS
FUNDAMENTALES
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las hubiese borrado. Relajo los ojos y las mejillas, siento su tenue peso... Relajo la zona de las mandíbulas y la boca... en mi rostro no hay seriedad, sino más bien una sonrisa... Relajo los hombros... siento el peso de los músculos... Relajo el antebrazo... la mano derecha... Lo mismo la izquierda... Todo está distendido y suelto... Ahora el pecho... el vientre, los costados... el abdomen... la pelvis... los glúteos... la arteria femoral... también aquí se aflojan los músculos... y lo mismo las piernas, los pies, los dedos de los pies... todo está relajado, distendido... Me relajo espirituálmente. No hay sobre mí ninguna presión... ningún temor... ninguna preocupación... ninguna inquietud... ningún esfuerzo de voluntad... ningún sentimiento del deber... ninguna máscara..." ninguna defensa ni rigidez... ninguna exhibición... me relajo enteramente... Relajo también la respiración... puede ir como quiera... sencillamente, se respira en mí... Ahora todo está en mí relajado, distendido, suelto. f) Estoy enteramente presente... Mi cuerpo está aquí; lo recorro de pies a cabeza... lo siento presente al mismo tiempo en todas sus partes... Todo mi ser está presente, no sólo mi cuerpo... Yo, irrepetible... hombre o mujer... Yo, con mis cualidades, mi historia personal... con todo lo que he vivido... todo lo que me ha pasado... mis éxitos... mis fracasos... mis nostalgias y mis posibilidades... con mis aspiraciones... con toda la riqueza de mi yo... Mi propia profundidad está presente... no sólo esa pequeña zona de la que soy consciente... Me hago cada vez más presente con mi profundidad, con mi abismal profundidad... (Estoy presente con mis ataduras y mis raíces en la creación... en las personas en quien confío... en Dios... Estoy radicado en una plenitud, y ésta fluye dentro de mí...)
28
1.« PARTE: EJERCICIOS Y TEMAS GENERALES
Con todas estas cosas estoy presente, no adormecido, sino despierto y vivo... abierto y disponible... Así siento mi plenitud... g) Permanezco en la plenitud. Sin excluir nada... Yo... puedo... estar aquí todo entero... Estoy... todo entero... Es hermoso... Yo soy una plenitud... La dejo aflorar sin reservas.., permanezco en ella...
4.
Iniciación a lo positivo
En lo "más íntimo de nosotros" únicamente podemos acoger lo que es sano y saludable. Porque esto es lo único que alimenta. Lo negativo nos demolería desde dentro. Y no es que pasemos por alto lo negativo. Nada de eso. Lo consideramos, lo sopesamos, pensamos en ello, tratamos de valorarlo y reflexionamos acerca de lo que se puede hacer en su contra; pero no buscamos con ello la unión en nuestro interior. La meditación ver sa sobre lo positivo, sobre los valores y, en definitiva, sobre el valor último. Muchas veces es lo negativo lo primero que salta a la vista. Y ello nos molesta. Muchas personas no saben pensar si no es criticando; se quedan en lo negativo. Tal vez tratan de excusarse incluso a través de la pre sencia de lo negativo. Por eso la iniciación a lo positivo representa para muchos un ejercicio fundamental para llegar a la medi tación. Es preciso ejercitar constantemente la mirada hacia el valor, hacia lo auténtico, lo esencial, lo justo, lo hermoso, lo grande, lo sano y lo saludable; hacia lo que restaura, refuerza y construye. Sólo en lo positivo res plandece el Ser Ultimo. Y quien no consigue desviar su mirada de las deficiencias y fijarla en lo positivo, que da preso del pensamiento crítico (que también es nece sario, pero en su momento) y no llega a lo profundo. Quien así obre, no será capaz de meditar ninguna rea-
I I . PERCEPCIÓN DE CONJUNTO
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lidad humana, que ciertamente tiene siempre sus aspectos negativos; más aún: no será capaz de meditar realidad natural alguna. La iniciación a lo positivo ayuda, además, a superar un estado de ánimo negativo, que se expresa en un modo de ver las cosas pesimista, derrotista e insatisfecho, y no consigue gustar la vida; un estado de ánimo que, en el fondo, nos hace incapaces de vivir debidamente \
II. PERCEPCIÓN DE CONJUNTO En muchos casos la percepción de conjunto precede a la meditación, conduce hacia ella o introduce ya en ella. En orden a estimular su descubrimiento personal, proponemos los siguientes ejemplos: Castaños en flor al viento — prados en flor, en toda su plenitud, variedad y pureza —- un paisaje poblado de bosques — una tormenta de nieve —• un amanecer — un crepúsculo — unos niños construyendo castillos de arena en la playa — las personas cercanas a nosotros en la vida y en el trabajo. Los ejemplos principales son, naturalmente, las realidades que pretendemos meditar.
ni.
HACERLO TODO A FONDO
Se lamentaba un aprendiz ante su maestro de que no conseguía encontrar el tiempo y la paz necesarios
1
La acritud interior ante lo feo y lo terrorífico no pertenece al tema de la meditación y, por lo tanto, no se trata aquí.
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1." PARTE: EJERCICIOS Y TEMAS GENERALES
para la meditación. "Hazlo todo a fondo", le aconsejó el maestro. "Si lees, lee a fondo. Si estás con tu mujer, procura estar para ella sin reservas. Si juegas con tus hijos, métete en el juego de pies a cabeza. Si comes, hazlo como quien experimenta en ello un verdadero don. Si hablas con alguien, trata de escuchar con toda atención y de hacer partícipes a los demás de tus facultades espirituales. Procede de este modo en todas tus acciones: en el trabajo y en el sueño, en el tiempo libre y en la oración. Así encontrarás en todos los aspectos de tu vida el camino hacia lo profundo". Hay muchas cosas en nuestra existencia cotidiana que pueden darnos ocasión de seguir este consejo. Cuanto más vivamos del Hará, tanto más fácilmente realizaremos hasta el fondo nuestras acciones y tanto más íntegramente podremos estar en ellas.
IV.
LA ACEPTACIÓN DE SI MISMO (texto-guía)
El siguiente texto presenta un acto fundamental de nuestra existencia. Pretende despertar en nosotros la sobriedad, la veracidad, la confrontación con la realidad, el valor, el desinterés y, por último, el abandono a la voluntad de Aquél que, en definitiva, todo lo proyecta y lo da. La aceptación sólo se consigue si no viene impuesta de modo apresurado por la voluntad, sino que penetra hasta los más ocultos rincones de nuestro espíritu, deshaciendo toda resistencia, con plena libertad y espontaneidad. No es preciso que los cinco agrupamientos que hemos hecho de temas y de materiales se desarrollen precisamente en cinco días. El tema no es más que una propuesta. Lo importante es detenerse en ellos y desarrollar
IV. LA ACEPTACIÓN DE SI MISMO
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sus puntos centrales. Puede uno incluso detenerse varios días en un solo grupo de temas. Es importante también no quedarse en pensamientos generales y en buenas intenciones, sino verificar cada pensamiento general en lo particular y concreto de nuestra realidad humana.
Día primero: Me he sido dado a mí mismo ¿De qué se trata aquí? De dejarse conmover y hasta conmocionar por este hecho inmutable y por la plenitud de su realidad; de considerarlo como hecho y revivirlo con la mayor intensidad posible en todos y cada uno de los ámbitos de nuestro ser personal. Tal vez se imponga por sí mismo un primer cambio de actitud, existencia!. 1. Yo existo. Lo percibo con vivo realismo en mi cuerpo: mirar la mano, moverla, tocarla. Tomar la cabeza entre las manos y tocarla. Veo, revivo mi capacidad de oír, de sentarme, de mover los brazos, de respirar... Puedo tocar y explorar todo mi cuerpo. Yo existo. — También existe mi interior, y lo encuentro. Digo: "yo". Y pienso, siento, aspiro, espero, atiendo, confío, busco. — Indudable e irremediablemente, existo. No hay deseo ni sueño ni medida alguna que pueda deshacer este hecho. Me percibo a mí mismo con atención meditativa; y percibo todo cuanto hallo en mí: la circulación de la sangre, la renovación del oxígeno en la respiración, los órganos internos y externos, su incomprensible funcionamiento... La capacidad interior de experiencia. ¿Qué cosas han pasado a través de esta interioridad? Alegría, felicidad, ilusión, desengaño, resentimiento, arrepentimiento, impaciencia, paciencia... todo esto lo reencuentro en mí. 2. Soy irrepetible. Me descubro como este concreto individuo, determinado al cien por cien. Nacido en un determinado día. Con este rostro, con estas huellas digitales, con este nombre. Hombre o mujer. Provengo de
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1." PARTE: EJERCICIOS Y TEMAS GENERALES
tal familia y tengo tal historia personal y tal educación. Poseo tales disposiciones y cualidades... tales inhibiciones y limitaciones... En mi vida me han sucedido o he realizado tales o cuales cosas... en tal o cual lugar del mundo y en tal o cual momento de la historia. Estoy en relación con este mundo, con estos hombres, con este tiempo..., destinado a hacer crecer las relaciones con toda esa realidad que me rodea. Yo soy este individuo concreto e irrepetible. 3. Existo sin que nadie haya pedido mi parecer. No he elegido la existencia. Me ha sido dada. ¿O me ha sido impuesta? ¿Y por quién? Mi origen tiene toda la apariencia de una casualidad: que mis padres se conocieran, que se unieran en un momento determinado, que se conjugaran estas células... Esta es la razón por la que existo... Pero entonces ¿no es casual mi existencia?, ¿no es absurda? Muchos así lo creen, y aceptan vivir con esta sinrazón, con este absurdo. —- ¿O, tal vez, la auténtica razón de mi existencia radica en una profundidad que anida por detrás de los acontecimientos constatables? Todo cuanto hay de bello en la existencia que hasta ahora he vivido ¿no alude a esta realidad profunda? Y sobre todo, ¿no alude a ello el anhelo que siento por un sentido de la vida que no me abandone? Existo, pues, porque hay un fundamento último y primordial que constituye la verdadera razón de mi existir... 4. Me he sido dado a mí mismo. No sólo existo, sino que —de un misterioso modo— me he sido dado a mí mismo. Debo tratar de entenderlo y de vivirlo... Soy un material que ha sido puesto en mis manos... ¡Y cuánta riqueza tengo a mi disposición...! Baste pensar en los ciegos, en los sordos, en los paralíticos, en los leprosos, en los desequilibrados, en los neuróticos, en los enfermos mentales de todo tipo... ¡He de darme cuenta de todo cuanto me ha sido dado! Todo eso lo poseo; y sin embargo, no me poseo enteramente. ¡Qué extraño...! Siempre me cuesta entenderme... alcanzarme... verme como soy... ser yo mismo... Me he sido
IV. LA ACEPTACIÓN DE SI MISMO
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dado a mí mismo como un misterio. ¿Qué relación debo tener con este misterio? ¿Cómo debo vivir con este misterio? 5. Me he sido dado a mí mismo como proyecto. No puedo manipularme a mi capricho. Para empezar, ni siquiera soy capaz de añadir a mi cuerpo un miembro o un órgano. Todo mi ser ha sido estructurado y dispuesto en orden a unas determinadas formas de realización. Exactamente del mismo modo que cualquier animal ha de realizar su propia forma de realidad. He sido estructurado como forma y figura espiritual, y precisamente en esta determinada forma. Y es esta forma la que debe ser actuada. Así pues, he sido proyectado como hombre o como mujer. Y sólo puedo llegar a ser yo mismo si respondo como es debido al proyecto. Si no asumo mi proyecto, si no parto de él, caigo en la contradicción y en el desgarramiento, frustro mi propio ser y tengo que cargar con el tormento de la falsificación, de la alienación. Me convierto en mi propia caricatura... Hay un único camino de curación y de libertad: asumir el hecho de que me he sido dado a mí mismo... Me han sido dados tanto el "material" como sus tendencias de sentido y el poder de dominar y disponer de todo ello.
Día segundo: Soy responsable de mí mismo Veamos de qué se trata: Lo que acabamos de reconocer, en sus rasgos generales, como proyecto, es ahora considerado en sus particularidades, conocido, experimentado y acogido como posibilidad y como tarea, y afirmado con la más íntima de las adhesiones. 1. Con mi "material" puedo hacer algo. Con mi vida. Puedo tener con ella una relación correcta; después será ella misma la que se expanda y se despliegue como es debido... Puedo estar atento a lo que en mí se anuncia y quiere crecer. Pero puedo también fijarme unas metas dignas de ser alcanzadas... Puedo dedicarme a algo.
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1." PARTE: EJERCICIOS Y TEMAS GENERALES
Si se trata de un fin justo y lo bastante grande, crezco, maduro, avanzo cada vez más... Puedo examinar el camino que conduce al fin y recorrerlo con paciencia y coherencia, paso a paso... Puedo hacer algo con mi cuerpo. La salud no es sólo cuestión de suerte. ¿Qué es lo que debería desarrollar, reforzar, ejercitar? ¿Qué debilidades debería superar? Puedo ejercitar mis capacidades, fomentar la belleza. El cuerpo puede ser dominado y puede también compenetrarse con el espíritu. Sus facultades son susceptibles de desarrollo: la vista, la capacidad de observación y de percepción... Puedo desarrollar la interioridad, robustecerla, ordenarla, profundizarla, enriquecerla. ¿Cómo? ¿Con qué medios...? 2. Pero sólo si me acepto a mí mismo como este individuo que soy, concreto y situado de esta determinada forma. No puedo ya soñar y pensar: si yo fuese como fulano, entonces... Debo vivir como el hombre o la mujer que soy. Debo ver el lado positivo de mi ser y asumirlo por entero dentro de mi responsabilidad. Debo ser sobriamente consciente de mis limitaciones y adaptarme a ellas (sin considerarlas mayores de lo que realmente son); y debo también aceptarlas. Debo aceptarme como soy ahora, con mis energías, mis dotes y mis aptitudes; con mis debilidades y mis errores, que me han sido dados para superarlos y corregirlos; con el grado de madurez a que me impulsa mi vida interior y que, como tal, requiere ser vivido. Debo aceptarme como un ser humano en camino, destinado a crecer incesantemente y a aproximarme cada vez más a lo Ultimo. Debo aceptarme sobria y serenamente tal como soy, como una tarea que ha de realizarse. Sólo la aceptación íntegra de mí mismo, una aceptación sin engaños, disponible, valerosa y amante me hará libre para llegar a ser auténtico. He sido confiado a mí mismo.
IV. LA ACEPTACIÓN DE SI MISMO
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En esta meditación tratamos, pues, de ver todos los datos de nuestro ser, de nuestra existencia, de nuestra vida, y de aceptarlos, como don y como tarea, desde lo más profundo de nuestro corazón.
Día tercero: Lo que me hace difícil aceptarme a mí mismo Hay en mi interior muchas cosas que ofrecen resistencia a la aceptación de mí mismo tal como soy. 1. Deseos. Pertenece a la esencia de nuestra realidad humana el que estemos en movimiento, llenos de deseos, de esperanzas, de expectativas, de objetivos. ¿Qué es lo que verdaderamente deseo en lo más íntimo de mí mismo? (Este punto ha de analizarse en detalle, reconociéndolo y describiéndolo sin reticencias). ¿Abrigo en mi interior deseos irrealizables? ¿Cuáles? ¿Querría ser como en realidad no puedo ser? (¿Deseo, tal vez, que también los demás sean como en realidad no pueden ser?) ¿Acaricio ideales que son irrealistas, superiores a mis fuerzas? Todo deseo irrealizable obstaculiza la vida, encerrando el material personal en un callejón sin salida en el que todo se estanca y se bloquea... Estos deseos desgarran mi propio ser... lo paralizan... le impiden acceder libremente a lo que es justo, posible, recto y debido; debilitan y disgregan mis fuerzas. A este respecto es menester una renuncia profunda a todo cuanto es efectivamente irrealizable... Deseo tratar de hacer esta renuncia con profundidad, con seriedad, con prudencia, con lealtad. Tal vez sólo pueda conseguirlo volviendo a empezar una y otra vez desde el principio. Para muchos individuos, tales renuncias no resultan fáciles. Pero son necesarias y son siempre liberadoras. 2. Deficiencias, limitaciones y errores que impiden la aceptación. Muchos aspectos de mi persona no resultan agradables, son difíciles de aceptar, no son amables, son muy distintos de mis deseos.
1." PARTE: EJERCICIOS Y TEMAS GENERALES
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a) Dejar que aflore abierta y pacientemente todo aquello contra lo que yo siento que me rebelo: una figura que no produce precisamente entusiasmo, los rasgos de mi rostro, ciertos hábitos, dificultades internas, limitaciones diversas... la carencia de bienes que otros poseen y que yo podría envidiar... b) Confesarse a sí mismo que, efectivamente, es difícil adaptarse a todo esto. c) No transigir, sin embargo, con aquellas deficiencias que pueden y deben ser cambiadas; aceptación significa, en este caso, considerar las deficiencias como tarea, y luchar por superarlas. 3. El cansancio. Ni siquiera lo positivo resulta muchas veces fácil de aceptar, porque toda cualidad es fuente de obligaciones y nos impone la responsabilidad de desarrollar todo cuanto tenemos, de ejercitarlo con paciencia y bondad, de hacerlo fecundo para los demás. Mis cualidades no me han sido dadas exclusivamente para mí, sino para los demás. También la pereza y la comodidad pueden obstaculizar la aceptación. ¿Las siento en mí? ¡En verdad que son algo francamente humillante ! (La finalidad de este grado de meditación consiste en pronunciar, con respecto a nosotros mismos, ese "si" valeroso, humilde, libre y total, a pesar de todos los frenos y todas las resistencias; tal vez haya incluso que hacerlo mediante la fórmula: "Soy yo mismo", "Quiero ser yo mismo", diciéndolo repetida y profundamente, hasta llegar a identificarse con ello. En un segundo momento, la cosa resultará más fácil y más profunda) . 2
2
La mayor parte de las personas no consiguen llegar a conocerse de veras por sí solas; a este respecto, por tanto, es aconsejable preguntar a alguien en quien se confía, de quien sabemos que nos reconoce y hasta nos ama. Deberá pedírsele que proceda en la línea del texto del día tercero, en clave positiva y de ayuda, pero de un modo incondicionalmente abierto. La persona amiga debe decir qué cualidades y rasgos destacados encuentra en quien le ha interpelado, pero también debe decir cuáles son sus limitaciones y debilidades.
IV. LA ACEPTACIÓN DE SI MISMO
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Día cuarto: Lo que facilita y hace posible la aceptación de sí mismo Lo que es fundamental para nuestra existencia no puede por menos de contar con la ayuda de un impulso natural. Para lo que pretendemos, nos ayudará lo siguiente : 1. Los deseos profundos que nacen de mi ser. Los dejo aflorar: el deseo de estar en el lugar debido, de estar sano, de poder vivir; la aspiración a la libertad, al dominio de mí mismo, a afirmarme; el impulso de luchar y vencer, con objeto de realizar plenamente mi propia vida. El sucesivo fluir de estos deseos me apremia y me impulsa a pronunciar el "sí". 2. La conciencia de que la aceptación de mí mismo es la actitud correcta. El rechazo de mí mismo no es señal alguna de un espíritu clarividente y maduro, sino de una insensata resistencia. El rechazo me convierte en un tipo inhibido y mezquino, me envuelve en contradicciones, bloquea mi vida, hace que los demás tengan la impresión de que soy un sujeto irrealizado, inmaduro, no logrado. Debo encontrar mi identidad. Sería una insensatez ir contra lo que no puede cambiar, alimentar deseos que no pueden cumplirse. 3. El conocimiento de mis posibilidades positivas. ¿De qué soy capaz? ¿Cuáles son mis intereses? ¿Cómo puedo hacer una aportación a la comunidad humana? ¿Cómo puedo asumir compromisos que otros desempeñarían peor que yo o no los desempeñarían en absoluto...? 4. Mirar hacia abajo. Hay individuos mucho menos dotados, mucho más torpes, desafortunados y desagradables que yo. También ellos tienen que aceptarse y explotar su vida lo mejor posible. En una escala de valores, probablemente yo estoy mucho más arriba que ellos. 5. Mirar a mi propio origen. a) Mirar a lo profundo. Todo en mí aspira al sentido. ¿Puede mi existencia, entonces, deberse únicamen-
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1.« PARTE: EJERCICIOS Y TEMAS GENERALES
te a la casualidad? ¿A la conjunción de dos células generadoras? ¿Es ésta la verdadera razón de mi existencia y de su capacidad de sentido? Yendo más a fondo, mi pregunta se refiere al fundamento del que todo brota y en el que todo se apoya. Muchos lo llaman el misterio del universo; muchos hablan del abismo de la existencia. Y dicen: me ha sido confiado ese misterio, y en él me encuentro. b) A la luz de la revelación. Soy alguien querido y pretendido. El Dios vivo me ha llamado a la existencia. El está detrás de todo lo que me ha llevado a la vida. He brotado de su amor. Y El dice: "Con amor eterno te he amado" (Jer 31, 3). Me conoce; conoce mis limitaciones y mis posibilidades, y me dice que sí. Desea que yo exista... que yo viva... El está detrás de mi realidad, tal como es: como el Amante que desea mi salvación y me guía y me acompaña por el camino que conduce a ella. Dios me acepta, me atrapa allí donde ahora mismo me encuentro, me toma tal como soy. ¿Cómo, entonces, no voy yo mismo a aceptarme? Día quinto: La aceptación 1. Afronto los datos fácticos de mi ser personal, de mi historia, de mi situación actual. Si encuentro en ello algo que yo no he deseado, pero que es realmente inmutable, me adapto a ello. Es Dios quien me lo da. Y me lo da como tarea para superarme, como lugar para madurar. Lo acepto diligentemente como venido de El. Me abandono a su voluntad y encuentro en ello paz y reposo. 2. Comienzo a afirmar todo mi ser, con sus alturas y sus abismos, y me alegro de ellos. Es como si les dijese: "Debemos convivir. Tengamos una relación positiva, hagamos de nosotros lo mejor que sea posible, realicemos una unidad perfecta..." 3. Me acepto como don de Dios. ¡De ti! Procedo de tu amor. Aun cuando no lo entienda todo. Me doy a
V.
LA PROPIA
VIDA
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mí mismo. Me he sido dado a mí mismo. Como un don versátil... Como una versátil tarea... Me abandono a tus amorosos designios. Deseo realizar, tal como soy, el en cargo que me has hecho; deseo ser tu instrumento. Me acepto porque tengo confianza en tu colaboración. Con paciencia, humildad y valor; con un profundo y alegre "sí". Al aceptarme a mí mismo, te acepto a ti, tus desig nios, tu amor. Deseo ser una misma cosa con tu amor. De lo más íntimo de mí brota un "sí" profundo y libe rador que sube hasta ti. Es aconsejable concluir el ejercicio en forma de colo quio con el Creador . 3
V. LA PROPIA VIDA (textos introductorios) Para interiorizar la propia vida pueden ser útiles los siguientes textos introductorios: 1. Experiencias personales No desecharlas. Conservarlas presentes dentro de uno mismo, dejarlas resonar, dejarlas que expresen lo que de ban decir, y aceptarlo. Un acto posterior será reflexionar sobre lo que tal vez sea preciso hacer. 2.
Meditaciones retrospectivas
Para estas meditaciones, lo mismo que para las pre paratorias, es válido el principio consistente en hacer vi3
A propósito de la importancia de este texto, una superiora religiosa observaba que debería ser usado como ejercicio funda mental en todo noviciado.
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1.« PARTE: EJERCICIOS Y TEMAS GENERALES
vo uso de la imaginación, avanzando progresivamente, sumergiéndose en ellas en cuerpo y alma y, de este modo, acceder a las profundidades meditativas. Estos ejercicios, sin embargo, tienen también un notable valor como meras reflexiones. a) Por la noche: considerar retrospectivamente la jornada transcurrida. Recordar lo que se ha vivido y ponerlo en el centro de la conciencia, o bien preguntarse: ¿he estado presente yo en mis acciones o "me he dejado vivir"? También se puede repasar mentalmente la jornada en presencia de Dios, con acciones de gracias, preguntas, peticiones de perdón, ofrecimiento de sí mismo... b) Otros momentos: Puede tratarse de experiencias y situaciones concretas, aniversarios, fines de semana, fin de año...
3.
Meditaciones preparatorias
a) Por la mañana: pensar en encuentros y situaciones antes de que se produzcan: han de convertirse en mi propia vida vivida. O bien: ¿qué es lo que cuenta? ¿Qué es lo que hoy resulta importante en la vida? O también, preguntarse en presencia de Dios: ¿en qué relación te ves con las situaciones que hoy te aguardan? ¿Qué actitud, qué mentalidad, qué forma de actuar esperas de mí, Señor? Anticipar en lo posible la propia jornada, en un acto de entrega de sí mismo y de oración. b) Otros momentos: Puede ser antes de un encuentro importante, de una visita o hasta de una representación teatral... (cfr. infra: "Voy a dormir", p. 49; "Has sido invitado", p. 62).
4. La actual etapa de mi vida Como individuo en formación, como cónyuge, como madre, como persona que tiene responsabilidades..
V.
LA PROPIA
VIDA
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5. Los demás Nuestra vida se realiza sobre todo en las relaciones. Conviene, pues, pensar en ellas. Una meditación profunda y comprensiva acerca del otro sexo es una tarea que ha de ser constante y constituye el presupuesto de una convivencia rica en sentido humano. No menos necesario es ejercitarse en comprender continuamente, desde dentro, a las personas de otra edad, penetrar en su mundo y tratar de comprenderlas inteligentemente. La comunión sólo es posible si se percibe a los demás en su peculiaridad, si se les concede el espacio que les corresponde, si la propia realidad personal se abre a ellos, les confirma y, de este modo, la vida de cada uno se une con la de los demás y alcanza una compenetración recíproca.
6. Hallar el camino de la propia identidad originaria La meditación debe ayudarnos a hacer que aflore la parte auténtica de nosotros mismos, a darle el espacio que le corresponde. A que salga de todo lo que pueda encubrirla o alienarla. A encontrar el contacto con nuestra dimensión originaria, con nuestra identidad. Para ello hemos de entresacar todo cuanto es afín entre nosotros y las cosas y personas que nos rodean, y que puede hacer que resuene en nosotros eso que es originario y que puede ayudarnos a realizarnos a nosotros mismos. La meditación contribuye, además, a unirnos cada vez más profundamente a ese origen último, del que brotamos incesantemente y que nos mantiene en la existencia. No vivir en la "pretendida autonomía" del pequeño "yo", sino de la plenitud del gran "Yo" que todo lo recibe del misterio último de nuestra existencia y vive, actúa, sufre y procede en comunión con él.
Segunda Parte Ámbitos y temas concretos para la meditación natural
I. LA SIMPLE ACCIÓN
La simple acción, realizada de modo uniforme, puede fácilmente ser objeto de meditación en el momento mismo en que se realiza. Su contenido es vivido de manera presencial y el actuar uniforme se adapta a la meditación. Ambos se sustentan mutuamente.
1. Yo veo (texto-guía) Lo experimento en este mismo instante. Y ¿qué es lo que veo? Lo veo todo, hasta en sus menores detalles... Es algo maravilloso comprobar cómo todo ello entra dentro de mí... Recuerdo momentos en los que he contemplado un gran paisaje... ¡Cuántas cosas han entrado en mí a través de estos ojos...! Bosques, praderas, campos, aldeas, montes enteros... ¿Cómo es posible...? Pienso en toda la serie de cosas que he visto... ¡Qué mundos han entrado en mi interior...! ¡Qué dones se me han concedido...! Trato de imaginar lo que sería de mí si fuera ciego de nacimiento... Sólo entraría en mí lo que me llegara a través del tacto y del oído... Ni colores, ni paisajes, ni acontecimientos visibles, ni rostros... Todo lo que he visto hasta ahora, pues, me ha sido dado... Constantemente percibo colores, un verdadero film en colores... Todo cuanto he visto, de algún modo perma-
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2.« PARTE: ÁMBITOS Y TEMAS
CONCRETOS, ETC.
nece en mí. Y puedo recordarlo... Es un auténtico cúmulo de cosas lo que se encierra en mí. ¿Cómo? ¿Dónde? ¡Cuántas cosas puedo evocar sin el menor esfuerzo...! : la imagen de mi habitación, la casa familiar, las calles, el paisaje de las vacaciones, los rostros de mis padres y mis hermanos... obras de arte... La vista ha sido para mí un formidable regalo... Me detengo ante tal acontecimiento o ante tal hecho incomprensible... Tal vez comienza a brotar el estupor... el presentimiento de una realidad más profunda, inaprehensible, de la que todo proviene...
2.
Yo oigo (texto-guía)
¿Qué es lo que oigo en este momento? ¿Ruidos, pasos, voces...? ¿O música, palabras, cuentos, poesía, expresiones del corazón...? Me encuentro en un concierto. Ahí, delante mismo de mí, vibran las cuerdas. Llegan a mi oído las ondas sonoras. En mí va tomando forma el acorde, la armonía, el ritmo, una obra de arte, una sinfonía... ¿Y cómo es eso...? El espíritu del artista desaparecido entra así en contacto con el mío. ¡ Es un milagro incomprensible...! Oigo hablar a otra persona. Asisto a una conferencia. De la mente de esa otra persona brotan las palabras; se forman frases; las frases están hechas de sonidos, ruidos, acordes, voz... Todo ello me llega de un modo invisible. Penetra en mi oído. Las ideas de la otra persona se forman en mi interior... Escucho una palabra de amor. La voz de la madre o de la persona amada suena distinta de las demás... Brota en mí la sensación de ser entendido, aceptado, a m a d o Trato de imaginarme físicamente que yo fuera sordo, que no viera en torno a mí más que el movimiento de los labios, pero sin oír nada... Los demás se comunican entre sí, mientras que a mí se me excluye...
I. LA SIMPLE ACCIÓN
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Veo a una persona. Me resulta simpática. Pero entre ella y yo hay un muro. No logro oír lo que quiere decirme. Se marcha... Veo a un violinista, observo el roce del arco y el movimiento de los dedos sobre las cuerdas, pero no me llega ningún acorde... Toda la gama de las expresiones musicales que he recibido, el canto de un niño, los coros, los sonidos de la radio, mis ejercicios musicales... todo eso no existiría para mí... ¡Qué plenitud ha llegado a mí a través del oído. .! Me detengo y descanso en esta plenitud...
3.
Yo respiro (texto-guía)
Dejo fluir mi respiración libre y espontáneamente... Percibo en la nariz el paso del aire... Sé que por ese camino el aire se humedece, se caldea y se purifica. Percibo el paso del aire por detrás, sobre el paladar. Percibo cómo fluye, a través de los bronquios, hasta los pulmones... Percibo cómo se arquea y se encoge el diafragma... Percibo la inspiración y la espiración... Sé que el oxígeno pasa de los pulmones a la sangre, cuya superficie equivale a la de un campo de tenis. Sigo el fluir de la sangre, con el oxígeno renovado, por todas las partes del cuerpo: torso... piernas... pies... brazos. . manos... cabeza... Todo queda irrigado y colmado de sangre... El nuevo oxígeno ayuda a la combustión. Donde hay calor, es por efecto de la respiración. Siento el calor que proporciona la respiración... Siento lo importantes que son para mí la respiración y el aire. Trato de espirar, permaneciendo el mayor tiempo posible sin inspirar. Debo hacerlo. Dependo del aire... Debo serme constantemente dado a mí mismo. Mi vida depende de esta continua donación. ¡Maravilloso...!
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2.« PARTE: ÁMBITOS Y TEMAS CONCRETOS, ETC.
¿De dónde procede este don? El aire ha sido formado, durante centenares de millones de años, por los vegetales, sobre todo por los árboles. Centenares de millones de años de preparación, para que yo pueda respirar en este momento... La capa de aire en torno a la tierra es tan sutil como la envoltura de papel de una naranja. Y de ella depende mi vida... Respiro y experimento un don... Todo marcha por sí solo. Todo ha sido preparado para mí, me ha sido asignado... ¿Qué hay detrás de todo esto? ¿Qué poder es ése que da, restaura y beneficia? Es hermoso experimentar así, en el acto de la respiración, el misterio último, como en repentinos relámpagos...
4. Yo camino (testimonio) En el siguiente testimonio, la meditación natural que va unida al acto de caminar se transforma en una meditación de fe. Es el fenómeno mismo el que invita a realizarlo de este modo. Caminaba por una calle solitaria. No tenía otra preocupación que la de caminar. Lentamente, poco a poco, he percibido lo incomprensible: que estoy caminando. No sé cómo sucede esto. No sé cómo me las arreglo para conservar el equilibrio, de qué modo se mueven mis piernas. Consigo hacerlo, pero no sé cómo. Lo he advertido de un modo muy intenso. Y entonces se me ha hecho inevitable la pregunta: ¿hacia dónde caminas realmente? Bueno... hacia el bosque... Pero ¿cuál es tu verdadera meta? Y entonces he pensado en Dios y en su Reino y en la culminación de todas las cosas. Hacia este punto estoy en camino. ¿De qué modo? Por medio de toda acción recta, de toda jornada que sea capaz de vivir según el plan de Dios. Y también por medio de todos y cada uno de los pasos que doy en este momento. Porque lo que es cierto es que estoy caminando.
I. LA SIMPLE ACCIÓN
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Ahora estaba viviendo cada paso como un camino hacia Dios. Cada vez más cerca... La experiencia fue muy intensa y llegó a abrumarme. Sabía que no sólo había sido llamado por él, sino que él me atraía y me acompañaba. Y así, caminando, me detuve largo tiempo en esta experiencia.
5. Voy a dormir (introducción a una meditación preparatoria) Es tarde. Casi la hora de acostarse. Anticipo internamente lo que dentro de un rato voy a hacer: ordenar la sala, ir al cuarto de baño, abrir la cama, desnudarme, acostarme, taparme... Renunciaré al dominio consciente de mí mismo, me abandonaré, me entregaré al poder del sueño, me confiaré a él... ¿Hasta dónde llegará este abandono? ¿Hasta el lecho, en la esperanza de que éste será capaz de sostenerme? ¿Hasta las mantas, confiando en que me darán calor? ¿Hasta lo más profundo de mi ánimo, en la seguridad de que dejará en suspenso mi vida consciente? ¿Hasta el poder último, es decir, hasta Aquel que me conduce y me protege? Dentro de poco me voy a acostar. Entonces me sentiré llevado y protegido. Será ésta la experiencia de mi último y definitivo ser llevado y protegido, de mi confianza última en la experiencia, en Dios... Otros ejemplos podrían ser: trabajo, almuerzo, leo, me siento, nado, guardo silencio... Cualquiera de estas acciones es un mundo por sí misma. ¿Y qué otras acciones son también idóneas para ser interiorizadas?
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II.
2.» PARTE: ÁMBITOS Y TEMAS CONCRETOS, ETC.
LAS COSAS SENCILLAS
Todas las cosas pueden hablar. Y en la meditación deben acceder al "uso de la palabra", mientras nosotros estamos en silencio y en actitud de recibir. De este modo, las casas se convierten muchas veces en símbolos para nosotros y para nuestra vida.
1. Junto al torrente (introducción) Siéntate junto a un torrente o un río. Cuando hayas llegado al recogimiento total, abandónate a la impresión del agua que corre. Está llena de significados.
2. El agua (introducción) Como preparación, recomendamos un lugar en el que pueda verse el agua: la orilla de un lago o las inmediaciones de un manantial. Pero también puede servir un hermoso estanque de grandes dimensiones. La meditación resultará mejor si antes bebemos de ese agua, si sumergimos en ella la cara y las manos, o si tomamos un baño en el lago... Cuando empieces la meditación, mira el agua y trata de evocar cómo la has encontrado: cómo la has visto.. Lo que ella ha hecho contigo... lo que tú has hecho con ella... Cómo ha sido para ti motivo de regocijo, de beneficio o de amenaza... Cómo ella está al servicio de tu vida, la conserva, está en ti... Deja que, a la vista del agua frente a ti, afloren todas estas experiencias, y trata de mantenerte en esta atmósfera... Si sientes que nacen en ti la admiración o el agradecimiento, ->rocura detenerte en estos sentimientos...
II.
LAS COSAS
SENCILLAS
51
Esta meditación puede repetirse con bastante frecuencia. Más tarde pueden introducirse expresiones bíblicas referentes al agua: "Renacidos del agua y del Espíritu", y otras, como Jn 4, 7; 7, 37-39.
3.
El torrente de invierno (testimonio)
El siguiente testimonio muestra cómo puede desarrollarse la meditación acerca de una realidad natural. No se pretende sugerir que se haga exactamente igual •—no es fácil tener ante los ojos un torrente como el que aquí se describe—, sino indicar cómo la meditación de una realidad natural puede llegar a alcanzar la profundidad de una meditación a nivel simbólico y puede llevar a las actitudes y a los actos últimos y definitivos de la vida. Recorría el estrecho sendero que, adentrándose en el valle, bordeaba constantemente —a veces más de cerca, otras más lejos— el torrente, con una anchura de unos cinco pasos. En cierto momento me detuve y traté de percibir lo que ocurría ante mis ojos. El torrente presentaba una imagen realmente abigarrada. Con la mirada podía abarcar un considerable trecho del torrente, que en aquel punto era bastante ancho. ¡ Cuántas cosas ocurrían...! Las innumerables olas danzaban y saltaban, fluían y refluían. Todo lo llenaba el borboteo incesante del agua: las olas corrían y chocaban, se convertían en espuma y retrocedían. El resultado era un inmenso —a veces interrumpido— movimiento hacia abajo, hacia una lejana meta. El gran espectáculo que se desarrollaba ante mis ojos era en el fondo un solo fenómeno, la realización de un deber inscrito en la naturaleza misma de las cosas. El torrente no hacía sino cumplir ese deber... Pero había otras cosas que también se ofrecían a mi vista. Había algunos puntos helados, témpanos de hielo que eran sumergidos y engullidos por el inmenso y arro-
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llador movimiento. Se veía cómo el agua corría por debajo de ellos, arrastrando consigo danzantes y vertiginosas burbujas de aire. Sobre los témpanos se veían regueros que unas veces se ensanchaban y fluían como superficies planas, y otras se represaban en pequeñas cuencas, formando pequeños torrentes dentro de la gran corriente. En un determinado punto, la corriente chocó contra una dura y sólida piedra que aún conservaba los arabescos formados por la nieve caída los días anteriores y agujereada por el golpeteo de la espuma. En otro punto se había formado una barrera de hielo, contra la cual se abatió la corriente; pero ésta, incansable, cargó por uno de los lados, recorrió un pequeño trecho casi contra corriente y se mezcló después con el grueso del torrente, que, libre ya de obstáculos, corría hacia el valle. Todos estos diversos fenómenos (los movimientos increíblemente numerosos del agua corriendo velozmente, saltando, chocando, empujando, refluyendo, arrastrando; los ruidos de la misma agua que borboteaba, burbujeaba, batía, salpicaba, caía y se precipitaba; la figura del agua, pura y cristalina en su incansable cambio de formas: témpanos, costras, bloques de hielo y de nieve), ¿no son todos ellos figuras y fenómenos que se forman a partir del agua...? Todo ello puede expresarse con una sola y sencilla fórmula: perfecta obediencia de la naturaleza. Obediencia, concretamente, del agua a lo que el agua es en realidad... Ante mí se manifestaba ahora un único acontecimiento en aquellos innumerables fenómenos, figuras y movimientos: una perfecta obediencia sin el menor fallo. Nada había ocurrido fuera de esta obediencia. Todo fenómeno era expresión de la misma. ¿Qué cosa mejor que pensar en nuestra (en mi) obediencia existencial...? Pero al mismo tiempo se me hizo evidente otra ley de formación que se expresaba en todo aquello: respuesta a la situación. El torrente también hacía esto, y lo hacía perfectamente, sin tratar de eludir jamás la situación; todo cuanto veía era respuesta a la situación: al
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valle, al fondo del torrente, a las piedras, a la temperatura, a la fuerza del arrastre y, consiguientemente, a la necesidad de correr hacia abajo. Lo que se ofrecía a mis ojos era, pues, un formidable y rico símbolo de nuestra vida humana y de nuestra responsabilidad de realizar, en todas las cosas, lo que pertenece a nuestra esencia... Y todo ello no en el vacío, sino como respuesta a la situación; a lo que nos viene al encuentro, a lo que nos ha sido confiado... Permanecí largo tiempo mirando el torrente. Poco a poco, la idea de la pura obediencia en lo referente a los deberes esenciales de mi existencia ha ocupado mi campo de atención. Y he comprendido, cada vez mejor, que toda actuación correcta y auténtica viene determinada por estos dos momentos: la obediencia perfecta al propio ser y la situación concreta. Y aquí, como gran fuerza vital que empuja hacia adelante, campea el amor, que se expresa en la obediencia al plan de Dios, a su voluntad, y que se realiza en el servicio a los hombres. La imagen integral del torrente retorna una y otra vez a mi mirada interior, y con ella todo su mensaje: una obediencia de amor que todo lo penetre.
4. La tierra (testimonio) Pasaba por un campo recientemente arado y me sentí atraído a meditar en la tierra. Me senté tranquilamente, tomé en mis manos un puñado de tierra, la olí, la estrujé, la desmenucé y la dejé deslizarse entre mis dedos. Establecí, de este modo, un estrecho contacto con la tierra. Y espontáneamente me vinieron las palabras: terrestre, fresco, fértil... Miré luego el campo y me di cuenta de que estaba contemplando un fenómeno admirable. Ante todo, me percaté de la enorme cantidad de seres vivos que pululan en una zona de terreno y hacen posible el crecimien-
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to de las plantas. Pensé después en todo lo que la tierra produce —recordaba las palabras del relato de la creación: "la tierra produjo"— y cómo todos nosotros vivimos de ella, cómo yo vivo de ella. "Madre tierra..." Más aún: regresaremos a ella... descansaré en ella... Adán, hombre de la tierra: he ahí lo que yo soy. Y sentí nuestra unidad. Y después la luminosa expresión que acaso se grabe en mi tumba: aquí descansa en el Señor. .
5. El pan (introducción) Pon sobre la mesa, ante tus ojos, un pan; distiéndete en una perfecta tranquilidad y deja que el pan te hable. Deja que penetre en ti toda su riqueza de sentido. Si esto no bastare, intenta formular preguntas acerca de su origen y del camino que lo ha llevado hasta ti. En la siguiente etapa, concentra tu atención en la necesidad que tienes de alimentarte. Y después en su valor simbólico. Permanece en un punto el tiempo que puedas. Repitiendo el ejercicio, deja que la expresión "pan de vida" resuene en tu interior.
6. La llave (introducción para más días) Extendido sobre la mesa, un mantel, a ser posible de un solo color; sobre el mantel, la llave de mi habitación. ¿Qué es lo que veo? Un trozo de metal, una pequeña barra redonda, rematada por un lado en forma de armella, y por el otro en forma de paletón dentado. Esto es todo lo que esta realidad tan simple presenta a mis ojos. Ahora, deja que este objeto actúe en ti. Algo tan inerte ¿no resulta acaso inútil y carente de significado? Este sólo lo adquiere cuando hay una cerradura... Más aún: una cerradura colocada en una puerta o en una tapa... Además, la puerta debe cerrar una estancia, y la tapa un recipiente... Todavía más: debe haber una per-
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sona que emplee ese pedazo de hierro como llave... Esto es lo realmente singular del asunto: sólo a través de estas relaciones y de esta función, el pedazo de metal que está ante mis ojos se convierte en lo que realmente es: una llave... El mundo de la llave se va perfilando cada vez con mayor riqueza. Hechos y experiencias que hemos tenido con una llave... Estando tú en la habitación... o fuera de ella... Seguridad, tranquilidad, sensación de encierro, de libertad, de exclusión... Deja que aflore todo este mundo... La llave del escritorio... la llave del automóvil... la llave de la casa... ¡cuántas cosas puede una llave significar para una persona...! Algo parecido acontece también en el ámbito de la persona humana. Revelar algo a alguien: un paisaje, una página de arte, un texto... un contexto rico de significado... ¿Dónde has experimentado esto? Hacer que se abra una persona hermética... ¡qué liberación...! Un rostro cerrado... un rostro abierto... Abrirse a una amistad... abrirse a alguien... ¿Alguna vez he abierto algo a alguien? ¿Para quién soy llave yo? ¿Quién me ha abierto algo a mí? ¿Quién es llave para mí? La llave de un problema... Siguiendo esta línea de reflexión se descubrirán muchas cosas... Abrirse a Dios. También esto... Aunque únicamente Dios puede hacer saltar nuestra cerrazón en relación a él... "Entonces el Señor abrió el corazón de Lidia para que se adhiriese a las palabras de Pablo" (Hech 16, 14)... ¿Qué hay en mí que esté cerrado con respecto a Dios...? ¿Recuerdas, acaso, experiencias interiores en las que algo dentro de ti se ha abierto y te ha hecho conocer más profundamente a Dios?... ¿O se te ha abierto él mismo de una manera original...? En una antífona del Adviento, refiriéndose a Cristo, se dice: "¡Oh, llave de David, tú abres y nadie puede cerrar; cierras tú y nadie puede abrir...!" Una frase realmente abismal... Y así, de un modo siempre nuevo, cada vez más amplio y más profundo, va creciendo el movimiento de bus-
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queda del sentido que sugiere la llave que tengo ante mis ojos sobre la mesa; las dimensiones así adquiridas de amplitud, altura y profundidad, retornan a la llave con una secreta plenitud de significado.
7. Los frutos (materiales para una preparación autónoma de la meditación personal) Al principio, conviene tener ante sí algunos frutos, así como un papel en blanco. También puede servir una representación gráfica de dichos frutos. El proceso tiene dos etapas: preparación e interiorización propiamente dicha. Se puede preparar todo y después comenzar a meditar, pero se puede también pasar a la interiorización de algunos de los puntos que se han descubierto, inmediatamente después de su preparación. Algunos preferirán pasar directamente a la meditación a partir de los textos siguientes. Frutos que ya he comido... Volver a traerlos a la conciencia, imaginarlos, incluso tomar nota de ellos. El mundo de los frutos... y su acción en nosotros... en la vista, en el gusto... Tal vez tengamos algo que anotar. Abre el Salmo 65 (vv. 10-14). Puedes leer y tratar de interiorizar este texto, si eres capaz de ello. Escoge algunos pasajes bíblicos que hablan de la necesidad de que el hombre dé fruto (por ej., Mt 3, 8-10; 7, 16-17; 13, 23; Jn 15, 1-5) y pregúntate después: ¿Qué frutos produzco yo? ¿Qué es lo que debo interiorizar acerca de ese "dar fruto"? ¿Qué frutos debe dar una comunidad o la Iglesia? Descríbelos. Transcribe ahora Jn 15, 3 y anota lo que podrías meditar de este texto, como, por ejemplo, que la fuerza de Cristo en nosotros nos impulsa a dar fruto. Esta reflexión nos lleva a unas insospechadas profundidades.
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LAS COSAS
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Abre la carta a los Gálatas por el capítulo 5, vv. 22-23: si la meditación es ya lo bastante avanzada, puedes leer lo que se refiere a los frutos del Espíritu Santo, y acasa puedes percibirlos en ti. El día de la cosecha. ¿Qué te dice acerca de esto el Nuevo Testamento? Pregúntate: ¿qué frutos debo dar yo, qué frutos debe dar nuestra generación? Abre el evangelio de Juan por el capítulo 15, versículo 16, que te servirá de conclusión. Con esta preparación, tienes ciertamente materia para una semana. Comienza ahora la meditación en sentido estricto.
8. La copa (introducción al descubrimiento personal) Ponte ante una mesa sobre la que no haya más que una hermosa copa, la más hermosa que tengas, y deja que ejerza en ti su influjo. Primero globalmente; después, más en concreto, con las siguientes preguntas: ¿qué es lo que hace?; ¿qué me dicen su figura y su función?; ¿qué es lo que simboliza? Procediendo de este modo, la mirada puede también apartarse de vez en cuando de la copa; cierra los ojos... mira en tu interior...
9. La corriente eléctrica (un estímulo) Hoy tengo que limpiar la alfombra de la sala. El movimiento uniforme y el zumbido de la aspiradora ya me han facilitado en otras ocasiones el silencio y el recogimiento. Aprovechando la ocasión, ¿quiero hoy meditar sobre la corriente eléctrica? Su acción pasa a través de mis manos. Siento las ligeras vibraciones de la aspiradora. Oigo su ruido. Observo su efecto... La aspiradora es accionada por la corriente...
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CONCRETOS, ETC.
Mi mirada va de la aspiradora al cable... al enchufe... a esa realidad misteriosa que se llama "tensión". ¿Cómo nace? Nuestra casa está conectada a la central eléctrica. Y bien: ¿qué ocurre? Esta pregunta suscita en mí la imagen de una serie de utensilios, movimientos, servicios, efectos. . ¿Qué ocurre cuando falta la corriente? Puedo hacerme una idea de ello... También mi cuerpo debe de estar lleno de corrientes desconocidas... ¡Qué misteriosa realidad supone la corriente eléctrica...! Es un inmenso regalo, invisible, pero presente y útil en cualquier casa... Une a los hombres, mueve utensilios y máquinas... De todo ello puedo obtener muchos elementos de meditación si consigo interiorizar el fenómeno con amplitud y profundidad. . ¿Acaso no tiene también la corriente un valor simbólico...? Ahora comienzo, esperando que no suene el teléfono.
10.
Otras cosas sencillas
El árbol, las flores, la lluvia; el puente, la mesa, el libro, el teléfono; mi mano derecha, palabra y lenguaje. Si se desea meditar sobre estas y otras cosas parecidas, previamente es indispensable la visión directa y la percepción de conjunto. Es desde ahí desde donde se desarrollan los efectos y los mensajes de su ser respectivo, con tal de que, a través de los ejercicios fundamentales, consigamos alcanzar nuestra más profunda interioridad.
III.
III.
OBRAS DE ARTE
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OBRAS DE ARTE
1. Cuadros Si tienes ante ti un cuadro apropiado, procede de acuerdo con las etapas siguientes. Ante todo, deja vagar tu mirada por todo el cuadro, tratando de percibir hasta los más mínimos detalles (percepción de conjunto). Pregúntate después: ¿de quién es la pintura?, ¿de qué época?; ¿cuál es su tema?; ¿qué pienso de ella? En tercer lugar, observa su configuración artística, su estructura, su diseño, sus formas, sus detalles dentro del conjunto, y trata de comprender cuál fue la intención del autor. Por último, contempla el cuadro globalmente y deja que penetre en tu interior su mensaje, que brota del interior mismo del artista y encuentra su expresión en el cuadro. Deberás detenerte, a ratos contemplando pacíficamente la imagen, a ratos cerrando los ojos una vez que la imagen se haya fijado en tu interior. Si no te sientes seguro a la hora de elegir los cuadros sobre los que merece la pena meditar, déjate aconsejar por una persona experta. 2.
Obras musicales con texto
Como obras musicales aptas para asimilarlas en la meditación, recordamos las siguientes: "La creación", de Joseph Haydn; "El Mesías", de Georg Friedrich Händel; "La Pasión", de Heinrich Schütz, o la de Johann Sebastian Bach, y otros oratorios. Conviene leer previamente con recogimiento los textos y dejar que hablen dentro de uno. Muchos prefieren tenerlos delante durante la audición. Mientras escuchamos, penetran en nosotros el texto y las palabras que lo componen, iluminados y profundizados por la música, la cual ha brotado de la medi-
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2.» PARTE: ÁMBITOS Y TEMAS CONCRETOS. ETC.
tación del artista, y en la cual participamos con nuestra meditación. Comienza con paz, recogimiento y silencio, si deseas llegar a captar directamente en tu interioridad el mensaje.
IV.
LAS DEMÁS PERSONAS
Aguarda a que hayan quedado establecidas a un tiempo la cercanía y la distancia: la cercanía, tras un feliz encuentro, una experiencia con una persona; la distancia, cuando se ha desvanecido toda conmoción sensible, siendo reemplazada por la paz recoleta y la capacidad de hacer presentes las cosas mediante el recuerdo, y es posible preguntarse de un modo objetivo, pero lleno de benevolencia y de amor, de un modo espiritual: ¿Cómo es él (o ella) realmente? 1. El padre (texto introductorio o texto-guía) Para el ejercicio que proponemos, primero léanse todas las preguntas, de las que tal vez nazcan otras. Después, prescindir de ellas, para —-tras un ejercicio preparatorio— alcanzar la paz y el recogimiento (cfr. pp. 23 ss.) y, más tarde, la percepción y penetración meditativas. También se puede meditar una pregunta tras otra, y después de cada una de ellas, descender a la interioridad profunda. ¿Cómo vivo yo la imagen de mi padre? ¿Cómo es él en su tiempo libre? ¿Cómo se comporta en su profesión, en su actividad, entre sus colegas? ¿Qué historia hay detrás de él? ¿Qué significa para él haberse casado con su mujer, con mi madre? ¿Cuál es su relación conmigo y con mis hermanos?
IV.
LAS
DEMÁS
PERSONAS
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El es un hombre. ¿Me dice algo esto? Y en cuanto hombre, es inevitable que tenga defectos y limitaciones. ¿Cuál es su lado positivo? ¿Qué otros aspectos debo tener en consideración para verle tal como realmente es? Detente en los pensamientos que se te vayan presentando. Tal vez descubras también cómo vivir mejor con él y cómo responder a sus expectativas.
2. Meditación preparatoria sobre el compañero (introducción) El siguiente texto puede servir de ayuda a todos los que aman, ya se trate de personas que empiezan una relación, ya se trate de novios o cónyuges. Antes de la próxima cita o el próximo encuentro, antes de la visita o del paseo, de la vuelta del cónyuge o de la intimidad del matrimonio, busca —por medio del ejercicio fundamental— la paz plena, la profundidad, la tranquilidad. Pon después a tu compañero delante de tu mirada interior y desplaza el centro de gravedad del amor de tu yo al del otro. Se trata de pasar del amor egocéntrico al amor centrado en el otro. Después, cuando te sientas como identificado con él, pregúntate: ¿Cómo es? ¿Cuáles son sus sentimientos? ¿Cuáles sus expectativas? ¿Qué es lo que salió bien y lo que salió mal la última vez? ¿Qué es lo que faltó en mi comportamiento? ¿Cómo se sitúa él frente a su vida, su maduración y su realización? ¿Cómo es cuando es realmente él mismo? ¿Qué actitud tomo yo para que él llegue a ser él mismo, se expanda y logre profundizar en el encuentro, se sienta comprendido, se enriquezca, se sepa interpelado por mi presencia irrevocable ..; para que avancemos juntos, nos hagamos mejores y más solícitos, más sensibles para tomar al otro tal como es, en sus más íntimos movimientos y en todo su conjunto...; para que salgan a la luz todos los signos corporales de cuanto hay en mí de más personal y más íntimo y, de
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CONCRETOS, ETC.
ese modo, se adecúen perfectamente a mí y me expresen del todo y conforme a la verdad...; para que lleguen a lo más íntimo del otro, no sólo a su sensibilidad externa, y menos aún a la imagen ideal que yo pueda tener de él...; y para que, por consiguiente, todos los signos accedan de veras a su "tú"? Todo esto conduce a un desinterés, por el cual el amante está presente con toda la plenitud de sus propias posibilidades.
3.
Has sido invitado (modelo de comportamiento)
Cuanto se describe en este ejemplo no se verifica en un ejercicio de inmersión meditativa, sino en el recoleto acontecer de la vida en una situación concreta. Estás invitado a ir esta noche a casa de una joven pareja. Puedes ir, cenar y hablar con ellos de cosas intrascendentes. Pero puedes también comportarte de otra forma. Mientras te acercas a su casa, comienzas ya a adoptar una postura con respecto a ellos y a preguntarte: ¿Quiénes son? ¿Qué sé acerca de ellos? ¿Cómo fue nuestra última conversación? ¿Cuáles son sus intereses? ¿Qué puedo contarles? ¿Qué cariz darle a la conversación? ¿De qué querrán ellos hablar? ¿Qué puedo hacer para que ellos se expresen y yo permanezca escuchándoles en silencio? ¿Qué preguntas debo hacerles para que se sientan animados a responder o, en todo caso, nazca una conversación amable? ¿Hay algo particular en su forma de ver el mundo? ¿Cómo nos completamos recíprocamente? Preguntas de este tipo pueden acudir a tu mente y hacerte adoptar una actitud diligente y seria con respecto a dicho encuentro. También puedes prevenirte y pensar cómo va su matrimonio. Tal vez hayas notado alguna vez en qué puntos existe fricción o motivos de irritación entre ellos y en qué otros puntos están de acuerdo, o qué aspectos son causa de mutuo fastidio.
IV.
LAS DEMÁS
PERSONAS
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Piensa en su vivienda: ¿Qué te ha llamado la atención o te ha hecho pensar que son personas sencillas o pretenciosas, naturales o afectadas? O piensa en lo que han preparado para t i : la mujer está contenta de poder ofrecerte una amable acogida. Tal vez en este momento esté poniendo la mesa, pone un ramo de flores en el jarrón o se dispone a concluir el trabajo en la cocina antes de que llegues. Ha puesto una mantelería que hace juego con la vajilla. Su casa debe ser acogedora, cálida y agradable para ti... Ahora sales de tu casa y a cada paso te acercas a ellos no sólo espacial, sino personalmente; te acercas a la esfera de su vida doméstica y de su reciente matrimonio. El trayecto se convierte en momento de meditación y se asocia a esa tu aproximación interior. Cuando llegas, eres totalmente para ellos, sin distracciones, concentrado en ellos, disponible. Será ciertamente una hermosa velada; mucho más hermosa si la has preparado de este modo. Son muchas las cosas que, mediante la meditación, podemos preparar con anticipación: una carta que tengamos que escribir, una conversación aclaratoria después de un malentendido, el encuentro con una persona querida, un debate, un coloquio pedagógico, un espectáculo teatral, etc. Muchas veces lo haremos sin darnos cuenta de ello. Pero, cuanto más profundamente lo hagamos, tanto más presentes, lúcidos y disponibles para el otro estaremos después.
4.
Las otras personas
Es recomendable meditar sobre todos aquellos que están cerca de nosotros, con quienes tenemos que tratar a menudo. Debe siempre esforzarse uno por entenderles desde dentro, por meterse dentro de ellos, estimulado por sus expresiones y sus gestos, para captar correctamente su realidad y descubrirla con benevolencia y amor. Tam-
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2.« PARTE: ÁMBITOS
Y TEMAS
CONCRETOS, ETC.
bien es útil la reflexión crítica sobre sus aspectos negativos, pero no pertenece a la meditación, que siempre versa sobre lo positivo.
V.
MEDITAR CON LA AYUDA DE LA EXPRESIVIDAD CORPORAL
La meditación no es un fenómeno "puramente espiritual", sino integralmente humano. Por eso, en el ejercicio fundamental ponemos en juego de diversas maneras el cuerpo: mediante la postura exterior, la actitud interior de inmersión meditativa (Hará), la respiración y las palabras. Pero la meditación puede también tener comienzo en el cuerpo y su contenido puede ser un fenómeno corporal. Esto ocurre, sobre todo, en la percepción de una situación del cuerpo o en un movimiento muy lento y relajado. Ofrecemos algunos modelos. 1. Adopto la postura meditativa y percibo su efecto pacificador. 2. Percibo la respiración, ese obrar receptivo, ese fenómeno que tiene lugar en mí, a través de mí, sin mí... ¿Qué mensaje encierra? 3. Adopto la postura meditativa y, tras una breve pausa, pongo las manos sobre las rodillas, con las palmas hacia arriba... ¿Qué es lo que siento en mis palmas? ¿Qué es lo que expresan las manos de este modo abiertas? ¿Qué sentido profundo pretenden anunciarme? 4. Estoy en la postura meditativa y he alcanzado la actitud interna del Hora. Las manos están sobre las rodillas, con las palmas hacia abajo. Dejo ahora que nazca en mi interior una plegaria hacia lo alto y una actitud de receptividad; después dejo que esta plegaria pase a mi mano derecha, luego al brazo, y que se exprese en ellos...
V. MEDITAR CON LA AYUDA DE LA EXPRÉS. CORP.
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Una vez concluido el movimiento, dejo que suceda lo mismo con la mano y el brazo izquierdos... Al cabo de unos dos minutos las manos quedan sueltas, aligeradas, flexibles, primero la una, luego la otra, hasta que todo mi cuerpo y toda mi persona se han convertido, en ellas, en plegaria, deseo, espera, acogida... No debemos realizar estos movimientos, sino que debemos como recibirlos de dentro. Deben producirse por sí mismos, como las hojas en primavera, como encarnación de fenómenos interiores previamente presentes dentro de nosotros 5. Me siento, y querría expresar con todo mi ser, y consiguientemente con el cuerpo, veneración, respeto, humildad, adoración... Tras el ejercicio preparatorio "aquí me encuentro", alcanzo la adecuada disposición de ánimo y me quedo a la espera de comprobar lo que se pone en movimiento dentro de mí. Tal vez comience todo por el brazo derecho, con un gesto de entrega y de abandono (dejarle suelto, dejarle que se exprese...). Después todo el cuerpo desearía verse envuelto en ese mismo movimiento. Me despojo de los zapatos, me arrodillo lentamente... me siento sobre los talones y me quedo así durante un rato... Luego me inclino lentamente... Me apoyo sobre las manos, delante de mí... Por fin toco el suelo con la frente... Esta expresión ha brotado totalmente de dentro... Ahora dejo que se produzca a la inversa, me quedo esperando un rato, la interiorizo, la hago mía, y permanezco así indefinidamente... 6. Soy una anémona que florece y se marchita . Una mañana de marzo en un valle que se alza a lo largo de un torrente. En torno, todo ha retoñado... Así soy yo... 2
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Ejercicios de actividad receptiva, solicitados por impulsos interiores y que son importantes para toda la vida, incluso en los niveles más profundos de oración. Este ejercicio ha demostrado su validez en jornadas de meditación con alumnos de escuelas superiores; muchos podrán gustarlo también como ejercicio individual. 2
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2.« PARTE: ÁMBITOS Y TEMAS CONCRETOS, ETC.
Me arrodillo sobre los talones, con la frente tocando el suelo. Ahora soy esa flor, en la que despiertan vigorosamente las energías que la hacen crecer y abrirse (no "imitar" con gestos la floración). Me quedo esperando hasta que llega el impulso. Lentamente comienza a levantarse la espalda... la frente se despega del suelo., la parte superior del cuerpo empieza a ponerse derecha. Los brazos y las manos siguen caídos... al alzarse rozan el suelo... El rostro está como adormecido, sin expresión alguna... Poco a poco se ha ido enderezando la parte superior del cuerpo y los brazos siguen colgando inertes... Prosígase de este modo: adelántese un pie. apoyando los dedos del otro pie en el suelo, y levantarse lentamente. Con un movimiento lento, los brazos comienzan a alzarse, mientras las manos siguen caídas... Por último se unen los pies, los brazos se extienden hacia arriba, con los dedos igualmente extendidos y el rostro radiantemente vuelto hacia el sol radiante. Todo ello dura de tres a cinco minutos. Comienza después el "marchitamiento" y la decadencia. Primero en el rostro... Luego en las manos, que quedan colgando... Más tarde son los brazos los que van cayendo lentamente, hasta llegar a la posición inicial. Es preciso estar constantemente atento al sentimiento interior y dejar que tome forma por sí mismo en la expresión corporal, que a su vez actúa sobre el sentimiento. ¡No imitar a la flor, sino tratar de ser flor! 7. Pueden tomarse otros ejemplos de temas tales como la esclavitud, la liberación, el acercamiento amoroso, la desesperación, etc. Si he dado con un tema, la regla fundamental consiste siempre en vivirlo interiormente, dejar que brote lentamente el movimiento, abandonarse a ello con todo el ser y extenderse en ello. También puede hacerse lo siguiente: permanecer en pie, con las piernas ligeramente abiertas, y sentir esta posición, vivirla. Después estar atentos, a ver qué movimientos se anuncian. Seguir esos movimientos. Al principio tal vez se trate de movimientos como segar, sem-
VI.
MEDITACIÓN SOBRE LA EXISTENCIA
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brar o repartir. Luego desaparece el tema y los movimientos se hacen más grandes, más amplios, gratuitos y lúcidos, como expresión de autorrealización, de vida. Se puede también poner un disco, preferiblemente de temas sencillos, de música clásica de cámara, por ejemplo. Tras haberlo escuchado diversas veces, aguardar a que esta música se transforme en danza en nuestro interior, y seguir sus movimientos. Conviene llevar vestidos cómodos, para no sentirse atado. Todo debe producirse con alegría interna y con libertad, como medio de descubrimiento de uno mismo.
VI. MEDITACIÓN SOBRE LA EXISTENCIA
En las meditaciones sobre la existencia nos preguntamos: ¿cómo es mi existencia de hombre, cómo debo comportarme y, consiguientemente, realizarme? Consideramos diversos aspectos de nuestra existencia, tratamos de comprenderlos en toda su profundidad y en toda su posible realidad, y los aceptamos en nuestra conciencia existencia! y en nuestro devenir. El movimiento comienza con las breves formidaciones de sus respectivos títulos. Para llenarlos de realidad, buscamos en la esfera de nuestra experiencia aquellos puntos más apropiados al respecto. De ahí nacerá la reflexión, el recuerdo, él descubrimiento, el hallazgo... De este modo enmarcamos la fórmula en líneas espirales cada vez más amplias. Si entonces sentimos haber alcanzado la plenitud de la realidad, regresamos con ella a la simplicidad de la fórmula, en la que nos detenemos. La meditación propiamente dicha comienza cuando captamos con la mirada esta realidad y nos dejamos penetrar por ella, ganando así en autenticidad. De este modo, lo que resulta es un movimiento de maduración y de auto-
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2.» PARTE: ÁMBITOS Y TEMAS CONCRETOS, ETC.
rrealización al servicio de una humanidad más profunda, más plena y más auténtica. En la meditación sobre la existencia podemos llegar, además, a una experiencia muy peculiar, que consiste en detectar otra existencia distinta y última que no se identifica con nosotros, pero que sí se manifiesta en esta nuestra existencia, concretamente en nuestra búsqueda de sentido, en nuestro aguardar y esperar, en nuestro sentido de responsabilidad y en otros fenómenos. Quien alcance esta profundidad, trate de abrirse a esa realidad y descanse en ella. En los ejercicios que siguen es importante llegar, a partir de la simple reflexión, a la meditación. Sólo quien llega a la paz perfecta de la receptividad silenciosa, quien deja que la realidad actúe sobre él, se deja decir algo y se deja plasmar por ese algo, sólo ése podrá alcanzar dicha realidad y unirse a ella.
1. Yo existo (texto-guía) Pongo ante mí, sobre la mesa vacía, este texto, tapando los demás textos, y me dispongo —a través de los ejercicios preparatorios— con la actitud de una paz perfecta, de una presencia y una profundidad distendidas. Después comienzo a leer: a) Yo existo aquí y ahora. En este espacio, en este tiempo, en esta silla, ante esta mesa, irrecusablemente existo, soy. Existo, y eso es todo. ¡Es maravilloso! Poder verme y tocarme... Existo como individuo, con este nombre, con esta mi historia, con este cuerpo, con este sexo...; veo, oigo, respiro... Es maravilloso que yo exista. Puedo sentirlo... Existo, incondicionalmente. Es un hecho que no puedo suprimir. Soy. No puedo salirme de mi piel. No puedo "apearme". Aunque me suicidara, lo más probable es que no haría más que cambiar mi modo de existencia. Existo de manera irrefutable... y es maravilloso este sentido de necesariedad. Es como si me
VI.
MEDITACIÓN SOBRE LA EXISTENCIA
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hubieran puesto ahí y me hubieran dicho: tú eres tú y ahora existes. ¿De dónde procede esta fuerza, este poder que me hace tan sólido que tenga que existir irremediablemente? Estoy instalado en la existencia, ahora mismo, y dentro de un momento, y más tarde... y después... Nadie me ha preguntado: ¿deseas iniciar una vida con esta concreta identidad..., deseas vivir una vida humana? N o : mi existencia comenzó sin contar conmigo, y aquí me encuentro. ¿Quién dispone de mí de un modo tan total? ¡Podría rebelarme! Pero, pensándolo bien, ¿cómo se me habría podido preguntar nada antes de existir? Imposible... El simple hecho de que yo exista es sumamente enigmático... En cualquier caso he de contar con este hecho: alguien ha dispuesto de mi existencia. ¿Qué hay detrás de todo esto? Pero ¿no será absolutamente natural que yo exista? Hay para ello razones biológicas (el que mis padres se conocieran... y podríamos retrotraernos hasta el primer viviente sobre la tierra). Pero ¿basta con esto? ¿No he sido intencionalmente querido? Como un hermoso automóvil que sale nuevecito de la fábrica: responde a diversas causas, pero ha sido querido, proyectado... Por eso existe de tal modo y no de otro. ¿Y yo? Han debido de intervenir innumerables causas para que yo existiera, y para que existieran con todo cuanto me pertenece. Sé que he sido pretendido, querido. Lo sé. Pero ¿quién me quiere? ¿Quién quiere que yo exista, que exista de este modo y que siga existiendo así? ¿Quién me promueve de un modo tan total que existo sin necesidad de hacer nada para ello, sin el menor esfuerzo? De alguna parte me tienen que haber promovido tan totalmente. ¡Es verdaderamente cosa de locos! b) No existo por mí mismo. Pero es que ni siquiera puedo existir sin una finalidad y sin un sentido. Algo como yo no puede ser querido, pretendido y afirmado en el vacío... ¿En orden a qué existo? ¿Hacia qué meta se dirige mi ser, mi devenir? ¿A dónde conduce el tren
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2." PARTE: ÁMBITOS
Y TEMAS CONCRETOS, ETC.
en el que viajo y del que no puedo apearme? ¿Qué es lo que se me propone como sentido de la existencia, como término de este viaje? Puedo tener muchos objetivos y hacer muchas cosas: ver, andar, apoderarme de cosas... Pero todo ello debe tener un sentido. ¿Qué cosa tiene sentido? Puedo trabajar..., ayudar..., ejercer una profesión..., estar presente a los demás... Entonces afloran los objetivos. Tienen un sentido. Pero ¿no es todo esto tan sólo una pequeña brizna de sentido? Algo... siempre algo tan sólo... ¿Cómo es el todo en virtud del cual existo? ¿Qué es? ¿Es la humanidad? Ahora bien, la humanidad es algo que se me escapa. Lo más que puedo abarcar son individuos. ¿Existo tan sólo para ellos? Esta totalidad que soy yo, tal como me vivo, con todas las posibilidades que llevo conmigo, ¿no apunta más que a esos individuos? No puede ser. Todo mi ser no encuentra en ellos un fin suficiente. Sólo una parte de mi ser, unas cuantas acciones concretas... Sólo lo que ellos perciben de mí... ¡Y qué poco perciben...! ¡Qué poco de mí permanece en ellos...! Si hasta llego a ser una carga para ellos... No puedo ser sólo para ello, como si ellos fueran todo mi fin.. ¿Cuál es el sentido de mi totalidad? ¿A dónde va ese "yo existo"? Observo que por todas partes busco y hallo pedazos, fragmentos de sentido, pero no el sentido total de mi existencia. Y sin embargo, aquello para lo que he sido hecho, aquello hacia lo cual tiende mi ser —quiéralo yo o no—, aquello que constituye mi sentido existencial, no es un fragmento, sino un todo... Y este todo únicamente aflora hasta cierto punto en los diversos lugares. Está detrás: detrás de cada sentido parcial hay una profundidad, un sentido total, un misterio en el que confluyen todos los demás sentidos... Sí, en esta dirección avanza mi ser. Esto es lo que busca. Y esto es lo que me fascina en todos y cada uno de los objetivos parciales, en el sentido individual que de vez en cuando me atrae, que se verifica un poco y
VI.
MEDITACIÓN SOBRE LA EXISTENCIA
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después se agota... o me decepciona... o pasa de largo y desaparece, obligándome a buscar otra vez desde el principio... Ahora me doy cuenta: el fin y el sentido de mi exis tencia no están en la novedad continua, en la cantidad, en el número. Ni siquiera un número infinito de pedazos de sentido puede llegar a constituir mi sentido autén tico, mi fin. No puede saciarme. No puedo buscar en horizontal, sino que debo abrirme a lo profundo... De trás de cada uno de los sentidos que descubro para mi existencia en las realidades concretas, está el sentido ori ginario, el misterio originario, en el que confluyen todos los sentidos..., del que brotan todos ellos para venir a mi encuentro... Para este misterio he sido hecho. Hacia esta meta se encamina mi existencia... Sólo cuando haya llegado ahí, mi vida habrá quedado libre del vacío de sentido. Ahí encuentro cumplimiento, paz, salvación...
2.
He sido colmado de dones (introducción)
Ofrecemos algunas posibilidades de elección y, en parte, de preparación autónoma. a) Veo. Tengo conciencia de ello. Funciona. En cada instante, continuamente, llegan a mí realidades; un ins tante después son otras cosas, otros fenómenos, otras personas... Lo experimento, lo gusto... Todo ello se pro duce sin esfuerzo alguno, por sí mismo... así ha sido es tablecido... me ha sido dado... Lo experimento y me recreo en esta experiencia... me siento feliz por este maravilloso don que poseo de modo gratuito y que otros muchos no poseen... Es indescriptible cuántas cosas pue do ver, cuántas cosas llegan a mí, cuántas han llegado ya... No estoy aislado de las cosas... tengo un contacto dinámico y constante con el mundo que me rodea... b) De manera análoga experimento mi realidad de don en la capacidad que poseo de oír..., en la respira ción..., en el caminar... (pp. 45 ss.).
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2.' PARTE: ÁMBITOS Y TEMAS CONCRETOS, ETC.
c) Interiorizo mi cuerpo y mis facultades espirituales, que me han sido dados. Comienzo por los ojos y voy pasando por el oído, la nariz, la boca, las manos, los pies... el pensamiento... la decisión... la voluntad... la perseverancia... el sentimiento... la memoria... Detenerse cuanto sea posible en cada uno de estos puntos y experimentarlo intensamente en su realidad, en su carácter de don. Este proceso puede ir acompañado por la repetición de la fórmula "no por mí". d) Experimentarse globalmente como unidad donada... e) Mirar la naturaleza: el jardín, un mercado de frutas y verduras, el bosque desde un cierto ángulo... sentir como un don lo que hemos visto. f) Reconocer y gustar como un don todas y cada una de las cosas de nuestra propiedad... g) Sentir como un don a todos los hombres que nos estiman, nos reconocen y nos aman...
3.
He sido proyectado (introducción)
El modo más sencillo de captarlo consiste en verme proyectado como hombre o como mujer. No puedo hacer otra cosa sino aceptar ese proyecto, insertarme en él, realizarme, llegar a ser verdaderamente hombre o mujer. De lo contrario, sería un ser deforme, enfermo o insensato. Es maravilloso haber sido proyectado como hombre, como mujer... Recojo otros aspectos que evidencian el hecho de haber sido proyectado: ver, caminar, plasmar, convivir... Todo eso no proviene de mí. Es un sentimiento estupendo: haber sido proyectado. Habría de experimentarse intensamente en todos y cada uno de los datos. Así se manifiesta la profundidad del fenómeno, la presencia en él de una realidad última...
V I . MEDITACIÓN SOBRE LA EXISTENCIA
73
4. Me hallo en presencia de formas y estructuras portadoras de sentido (introducción) Busco y considero algunos ejemplos del mundo vegetal o animal, o del mundo inorgánico, incluso de las moléculas y los átomos. También el hombre pertenece a ese mundo... Mi mirada capta cómo se trata de figuras acabadas, formadas, y cómo existen... Tal vez su configuración llega a transparentar una realidad más profunda que las plasma o las ha plasmado. Del mismo modo que una pintura es para nosotros transparencia del pintor. ¿Qué fuerzas configuradoras, qué poder de formación veo esbozarse ante mí? 5. Vivo continuamente en una dependencia que todo lo penetra (introducción) No puedo fijar un clavo sin someterme a las múltiples leyes que rigen esa acción. Artesanos, técnicos, matemáticos y artistas deben "obedecer" continuamente. Si no, el armario no abre como es debido, el mecanismo se rompe, no salen las cuentas, la obra de arte hace reír... Todo hombre debe comer, usar las manos, las piernas, los ojos, los oídos... debe desplegar sus fuerzas... Intento captar esta total referencia a la obediencia recorriendo con la mente una jornada de mi vida actual y tratando de dar con sus aspectos más evidentes. Después me dejo persuadir por esta condición existencial: existo en medio de cosas dadas que me rodean y me envuelven, y sólo puedo ser libre en la medida en que sea capaz de "obedecer". ¿No es esto un misterio? 6. Existo ligado a otros (texto-guía para más días) En el siguiente ejercicio nos ocupamos de una situación existencial de la que no podemos prescindir. La me-
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2.» PARTE: ÁMBITOS Y TEMAS CONCRETOS, ETC.
ditación propiamente dicha debe ir precedida de un ejercicio bastante prolongado de percepción. Quien realice el ejercicio deberá advertir por sí mismo los puntos que para él son importantes y en los que puede meterse de lleno. a) Existo en medio de otros. Este hecho constituye un presupuesto para el que tal vez pueda bastar con una percepción de conjunto... b) Por otros y a través de otros. No me he dado por mí mismo la existencia. Mi vida proviene de mis padres... de mis antepasados... Mi supervivencia depende de innumerables servicios prestados por otros: vestido, vivienda, alimentación... Mis conocimientos... ¿cuántos de ellos provienen de mí mismo? Mi propia estructura personal depende del reconocimiento y la aceptación por parte de otros, pero también del consejo, la crítica y la resistencia que ellos me ofrecen; así es como se ha desarrollado... La mirada interior capta esta totalidad de la persona en la que han confluido tantas cosas de la vida de los demás... Por otra parte, el constante influjo procedente del comportamiento de los demás, la atmósfera que ellos crean y que facilita o dificulta mi propia vida... c) Para otros. Mi vida está, además, orientada a los otros... Es sobre todo en ellos donde se realiza... ¿Viven otros a través de mí? No vivo como un árbol, que únicamente se desarrolla en virtud del ambiente que le rodea; más bien, soy como un puente, que está ahí en orden a los demás y para los demás. ¿Y quiénes son los demás...? Trato de captar en mi vida y en mi estructura personal ese "para los demás". d) En otros. Estoy en aquellos que piensan en mí, me afirman, me llevan dentro de sí y me aman; en aquellos a quienes mi muerte les supondría privarles de algo, en quienes existo... Intento contemplar este fenómeno... Mi ser no se circunscribe a mi propia piel. Estoy atravesado, penetrado por la vida de otros y, al mismo
V I . MEDITACIÓN SOBRE LA EXISTENCIA
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tiempo, me difundo en ellos... ¡En qué ilimitada plenitud de relaciones estoy ligado a otros, existo y me realizo.. 7. Me encuentro en un proceso evolutivo (introducción) ¿De dónde provengo? La primera vida sobre la tierra... Los innumerables millones de seres vivientes antes de la humanidad... las personas que han contribuido a mi existencia: dos padres, cuatro abuelos, ocho bisabuelos... todo ello ha ido desarrollándose con vistas a mí... y ahora yo existo. ¡De locura! ¿Hacia dónde camina mi evolución? Hacia diversos fines... Pero ¿adonde tiende mi más auténtica línea de evolución? ¿Qué pasa con mi ser de hombre...? ¿Puedo marrar mi ser, realizarlo a medias? Tal como ahora vivo, ¿puedo llegar a realizarme? ¿O estoy hecho para mayores ideales? ¿Para ideales distintos? ¿O acaso el misterio es más grande? ¿Camino hacia un interlocutor último? Lo esencial en la meditación es hacer presente a la conciencia el propio proceso evolutivo, verse a sí mismo en devenir, como persona en camino, y preguntar después: ¿adonde se dirige este ser?
8.
Soy interpelado (texto-guía)
El siguiente texto conduce a la meditación a través de un prolongado proceso ascendente: recuerdo, reflexión, reapropiación de la conciencia. Sólo entonces podrá llegarse a captar una porción de la propia realidad, que puede convertirse en objeto de meditación. Busco algunos ejemplos de personas que se han sentido interpeladas sin necesidad de leyes o mandatos. Es el caso, por ejemplo, de una madre ante su hijo enfermo. O el siguiente caso concreto: un profesor de estadística matemática se entera de los inútiles esfuerzos de algunos países en vías de desarrollo por establecer un sistema de seguridad social. A pesar de su situación profesional, se
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2.« PARTE: ÁMBITOS Y TEMAS CONCRETOS, ETC.
siente llamado, interpelado, obligado por este hecho. Convence a su mujer, que da su aprobación a pesar de todas las preocupaciones que le ocasiona una familia en pleno crecimiento, renuncia a su posición y se decide a partir para ofrecer su colaboración. Nadie le ha llamado. El se ofrece y en seguida le piden que acuda. ¿Qué es lo que le ha interpelado? ¿La vida? Pero ¿qué significa la vida en este caso? ¿Las circunstancias? Pero ¿cómo puede alguien tener derecho a disponer de un hombre de un país lejano y pretender que renuncie, que cambie y que se comprometa hasta tal punto? Busco ahora en mi vida un ejemplo análogo; un caso en el que me haya sentido sencillamente obligado... ¿Qué es lo que me ha interpelado? ¿Un hombre? ¿Un deber profesional? ¿Una situación de la que había oído hablar...? Reproduzco aquella experiencia. Vuelvo a escuchar la moción interior que entonces me puso en movimiento. Aquella profunda y delicada fuerza, pero con tanto poder de convocatoria, que entonces se despertó en mí, en mi conciencia, y que aún ahora a veces se despierta, me atrae y no me deja en paz... Esta fuerza es tan poderosa que plantea determinadas exigencias. No tengo derecho a obrar en contra de ella... Es extraño: no tengo derecho a disponer de mí a mi arbitrio. ¿Cómo es posible? ¿Será que mi derecho está limitado por el derecho de otros hombres que viven junto a mí? Sin duda alguna. Pero a través de cualquier presencia constatable, otro poder me llama, me interpela con tanta energía. Por así decirlo, siento en mí el lugar en que se impone la moción, la exigencia... Me experimento como un ser sometido a una exigencia, interpelado. Existo para algo... Y es extraño: aún no sé, en general, para qué. Pero, en cualquier caso, no existo sólo para mí. Más aún: ni siquiera existo principalmente para mí. ¡Singular fenómeno! ¿Para qué existo? Siento que hay en mí algo que responde a esta exigente fuerza del bien: una sed de compromiso, de va-
V I . MEDITACIÓN SOBRE LA EXISTENCIA
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lor... De lo contrario, me sentiría vacío, desierto, carente de valor, disgustado conmigo mismo. Lo sé perfectamente. Lo recuerdo... Soy un ser que existe para algo. ¿Para qué? ¡Para infinidad de cosas! ¿En su singularidad, acaso? Resulta que las cosas y los hombres, en su singularidad, no tienen sobre mí un derecho absoluto. Nadie puede interpelarme hasta el punto de que yo deba comprometerlo todo, hasta el punto de que, para mí, todo depende de que siga o no esta instancia... Algo empieza a aclararse: todas y cada una de las realidades transparentan un enorme y arrollador poder que, a través de lo singular y concreto, me sale al encuentro y me interpela. Un poder presente en todos y cada uno de los bienes... Y que me llama por entero, hasta en lo más profundo de mí; un poder al que debo escuchar..., pero que, por otra parte, me colma interiormente; me proporciona vivacidad, autenticidad, valor, elevación, cuando lo sigo; me hace profundamente feliz en medio de cualquier dificultad. Me abro a este poder y me inclino ante él. Y deseo que penetre en mí...
9. He sido hecho para un "tú" (texto-guía) Busco una situación en la que esta afirmación se haya hecho realidad en mi vida o en la de otros... Tras los primeros meses de vida, sonreí por primera vez, como cualquier niño. Pero el hecho no partió de mí. Mi madre me tomó en sus manos, entre sus brazos, me acarició, me sonrió y yo le respondí... Fui teniendo un deseo cada vez más intenso de estar junto a mi madre. Los niños suelen llamarla y llorar para que acuda y se quede junto a ellos... Más tarde entró el padre en mi óptica. El me ha realizado de otro modo. Luego hicieron su aparición otros niños: los hermanos y los hijos de los vecinos. En ellos
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2.» PARTE: ÁMBITOS Y TEMAS CONCRETOS,
ETC.
encontraba siempre a otro "tú". En muchos aspectos, un "tú" más cercano que los mismos padres, más similar, más a mi medida; pero no tan acogedor y envolvente.. El "tú" de los padres ha permanecido. Ha sido siempre un punto de realización. Pero, evidentemente, tenía sus límites. Muy pronto los padres dejaron de significarlo todo para mí. Mi ser buscaba un "tú" más cercano. . A veces he buscado la amistad. Poder hablar, ser escuchado, obtener respuesta, ser comprendido y acogido de igual a igual... esto es lo que yo buscaba. Recuerdo mis amistades... mi primer amor... Una nueva realización. Tal vez también un desengaño. Presentizo ambas cosas con viveza... Tal vez también hoy tenga necesidad de amistad. ¿Qué es lo que busco propiamente? ¿Qué es lo que debe darme ese "tú", ese interlocutor...? (Para quien haya tenido la experiencia de un gran amor, ¿en qué consistió la grandeza de aquellas horas? Aquel ser comprendido y acogido, aquella seguridad en el otro, aquel trascenderse y volcarse en el otro, aquel estar en el otro y tener al otro dentro de sí... ¡ cuan lleno de misterio todo ello...!). Y luego, una y otra vez la experiencia del límite: el otro no puede comprenderme íntegramente, no puede acogerme sin reservas... siempre hay un residuo de nocomprensión, de diversidad, un límite... El otro no puede aprehender mi totalidad, no puede abarcarla, reconocerla, certificarla, animarla, amarla, salvarla. En el amor late el sufrimiento del límite. ¿Por qué? El amor ansia la unión y no logra obtenerla del todo... ¿A dónde quiere llegar? ¿Qué es lo que desea? ¿Para qué ha sido hecho? En uno de los dramas de Paul Claudel, la mujer expresa ante el hombre el misterio: "Soy una promesa que no puede ser mantenida; pero en eso radica mi gracia". Así es exactamente. Cuando amo, ansio algo que está hecho a mi medida. Pero, evidentemente, se trata de una realidad ilimitada que, por consiguiente, un hombre no
VI.
MEDITACIÓN SOBRE LA EXISTENCIA
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puede realizar. El otro despierta el deseo, pero no puede colmarlo. ¡Qué cosa tan extraña...! ¿Hacia dónde tiende este movimiento existencial? Dejo que siga su curso... Quizás encuentre su meta, como un caballo encuentra el establo por instinto... ¿A dónde apuntas tú, corazón, amor...? Todo lo que imaginas para ti no consigue satisfacerte... "En eso radica mi gracia": despierto y no satisfago. Te he despertado a tu autenticidad, pero te he hecho comprender que no soy tu autenticidad; no obstaculizo tu camino, sino que me hago transparente y me dejo trascender: en esto radica mi gracia... Tengo el presentimiento de un "tú" que me corresponde de veras. Un "tú" para el que he sido hecho, hacia el cual estaba en camino siempre que buscaba la amistad y el amor. Un "tú" que me comprende íntegramente, que me acoge y me promueve íntegramente, que me protege íntegramente, que colma íntegramente esta incolmable e insaciable sed de amor que nunca llega muy lejos, que se desilusiona, que resulta herida, que debe contentarse con soluciones a medias, con respuestas parciales. Ahora entiendo el amor que va de un lado a otro; un "tú" no basta; dos "tú" nos dividen y nos desgarran. En todas las cosas se anuncia un gran "tú". Si dejo espacio a mi ser, si le permito ser lo que es, me convierto en la otra parte de ese gran "tú" que proporciona cercanía sin la separación que imponen la piel y el cuerpo, la indiferencia y el malentendido; un "tú" que lo abarca todo, sin dejar nada fuera; que promueve, sin negar nada de mi auténtico ser; que acoge sin rechazar nada de mí; que ayuda a amar cuando no soy capaz de ello; que interpela y exige de mí lo mejor, la movilización total, demostrando precisamente en esto el más grande amor... Un "tú" que ama aun cuando yo olvide, me canse y decaiga; que no siente repugnancia aunque yo sí la sienta; que no ama algo mío, sino que me ama a mí; que me completa en aquello en lo que soy incompleto; que me supera en todo y me hace participar en
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2 . ' PARTE: ÁMBITOS Y TEMAS CONCRETOS, ETC.
ese su ser tan desbordante. De este "tú" tengo sed. Sólo él puede saciarme si me considero tal como soy... He sido hecho para él; esa es mi naturaleza, a condición de que no me abandone y me sobrevalore a mí mismo, de que no me deforme ni me reduzca..., de que no desee ser un tronco mutilado. Si realmente quiero ser yo mismo, debo acceder a ese "Tú" que todo lo abarca y que es el único que puede saciarme...
10.
Vivo entre la esperanza y la decepción (introducción)
Ante todo, deseo percibir cómo siempre tiendo hacia algo, cómo estoy siempre en espera de algo. Hago cálculos: el próximo día, la próxima acción, el próximo encuentro... Sé por experiencia que en lo que esperaba hay siempre algo que me satisface... Pero espero algo más: un viaje, un acontecimiento, un ascenso, una amistad, un amor... Percibir este fenómeno en la propia vida, esta tensión hacia la realidad esperada... Observo su evolución: esperanza, espera, logro, posesión, decadencia... y una nueva esperanza... O bien, logro fallido, decepción, esperanza de algo distinto... ¿A dónde tiende el movimiento de esperanza de mi vida, de mi ser? ¿Sólo a realidades concretas, que muchas veces no se obtienen y que, cuando se obtienen, no logran satisfacer de un modo duradero? Dejo que nazca en mí la verdadera y auténtica esperanza. La observo y le pregunto a dónde va. Si me detuviera con ella en cada etapa, eso sería resignación, automutilación. Tal vez, cada una de las cosas que se esperan se haga transparencia de un misterio que la subyace y que es perfectamente pacificador, un misterio que se manifiesta en cada realidad concreta (cfr. p. 145).
VII NUESTRA EXISTENCIA ABIERTA A DIOS
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VIL NUESTRA EXISTENCIA, ABIERTA A DIOS (Orientación y materiales de meditación) En el hombre anida la promesa de un misterio inson dable. Lo fundamental en toda meditación sobre la exis tencia es que el hombre se encuentra frente a su propio y auténtico ser y, por lo tanto, frente a ese misterio en el que él hunde sus raíces. Al captar la presencia de este misterio, el que medita aprende a vivir su propia y verdadera vida, que se halla en una relación múltiple con este misterio. Al mismo tiempo se le hace posible desvelar el misterio que se realizó en Jesucristo, en sus palabras y en su vida, y de quien hemos recibido el mensaje del Dios viviente En la siguiente composición a dos columnas se lla ma la atención sobre situaciones existenciales, al tiempo que se intenta orientar hacia aquella dirección en la que el misterio se manifiesta en nuestra vida. Cada una de las fórmulas supone una preparación autónoma, del tipo de las hasta ahora propuestas. Las fórmulas pueden también ser adoptadas por el cristiano como meditación de fe. De este modo, su rela ción con Dios adquiere una densidad experiencial, y su existencia queda iluminada por la luz de la revelación. Soy un interrogante que pregunta más allá de sí mismo.
El sentido total, la res puesta global, que se anun cia en cada respuesta par cial.
Soy un buscador que busca lo que tiene valor.
El valor total, que brilla en toda realidad dotada de valor.
Soy un ser pensante que no deja de pensar e inten tar alguna forma de infi nito.
El infinito, que constitu ye el presupuesto de este mismo pensar.
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2.« PARTE: ÁMBITOS Y TEMAS CONCRETOS, ETC.
Querría tener confianza.
Aquella realidad hacia la que se dirige mi confianza radical y que hace posible cualquier otra confianza.
Soy un ser lleno de an sias; siento que éstas ex presan mi disposición hacia algo que no se encuentra en el mundo de las expe riencias.
El término al que en de finitiva tienden todas las ansias; que está presente en todo logro parcial; que en todo logro parcial hace que uno se sienta insatis fecho o decepcionado; que resume y realiza todas las ansias.
Tengo en mí una profun da inquietud sustancial.
Lo que proporciona a mi ser su auténtica paz y so siego.
En los momentos de gran amor me siento destinado más allá de la persona ama da, a algo que recapitula toda la extensión de mi amor, algo que puede sa ciarme.
La realidad que, al bro tar un gran amor, brilla a través de la persona ama da como el fin último del amor.
Junto a lo positivo, a través de lo cual se experimenta el "todo", el hombre debe tener en cuenta las limitacio nes, las pérdidas, las fuerzas amenazantes y destructoras, que llegan a ser para él algo así como la puerta que da al misterio último. Me encuentro inseguro y en peligro.
Aquello en lo que encuentro seguridad, aun cuando falle toda la reali dad más visible, más de primer plano.
VII
NUESTRA EXISTENCIA ABIERTA A DIOS
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Conozco el miedo; no el miedo a esto o a aquello, sino el miedo existencial que me hace sentir horror a la nada o a la constante decepción producida por la limitación de las cosas.
La realidad, que es lo contrario de la nada, que es el todo.
Puedo estar solo y aisla do, aun en medio de los hombres.
La fuerza que en cual quier situación disipa mi aislamiento; que habita en mí, en el centro de mi co razón, y que me "consue la" con su cercanía.
Puedo hallarme frente al absurdo y al vacío.
Aquello que aun en las situaciones absurdas, si las asumo, se manifiesta como el sentido último que las sostiene.
Puedo incurrir en la cul pa y en la autocondena.
Aquello que, aun en la culpa, me hace elevarme y me permite rectificar y vol ver a empezar.
Precisamente en las si tuaciones m á s negativas puede el hombre descubrir su propia seguridad y gran deza.
Aquello en lo que el hombre se encuentra enrai zado, y que permanece cuando todo lo demás fa lla.
En la actividad desinte resada y carente de éxito puedo descubrir un senti do; más aún, puedo hallar mi propia grandeza.
Aquel que, renunciando a sí mismo, sale fiador de mí; que me levanta cuan do me doy por vencido; que en la actividad desin teresada brilla como el fin al que arribo en último tér mino.
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2." PARTE: ÁMBITOS Y TEMAS CONCRETOS. ETC.
El cristiano puede sintetizar todas las meditaciones existenciales en la célebre frase de San Agustín: " ¡ Para ti, oh Dios, nos has creado; y nuestro corazón estará inquieto mientras no descanse en t i ! "
VID.
PROFUNDIZACION EN EL EJERCICIO FUNDAMENTAL
1. Abandonar: queremos abandonar todo cuanto se opone a nuestro verdadero ser, especialmente ese "yo mundano" que se ha ido formando en la lucha por la existencia, llegando a falsificar el "yo esencial". A ese "yo mundano" pertenecen las actitudes de defensa, los miedos, los complejos de inferioridad, los mecanismos de autodefensa, las máscaras, los roles inauténticamente asumidos, la ambición, el deseo de afirmación, la búsqueda de prestigio, el exhibicionismo, la voluntad de imponerse, los afectos incontrolados, la agresividad y defectos morales como la falta de veracidad y la falta de amor. El abandono de uno mismo es el presupuesto para liberarse de la angustia del pequeño yo, para aceptar la existencia, para entregarse confiadamente a Dios. En este abandono se expresa inconscientemente una radical confianza. Su más perfecta manifestación consiste en la renuncia a hacerse valer ante Dios y a toda forma de miedo en relación a él. Abre el camino a la confianza en Dios e incluso a una entrega ilimitada al mismo Dios. 2. Descender: es decir, seguir el camino de la autenticidad. Entrar en el fondo sustancial, entregarse a la esfera radiante de la realidad última y dejarse plasmar por ella. Confiarse a lo originario, a lo que es querido por Dios. Pero este movimiento va aún más allá. Dado que el propio fondo de uno es llevado y animado por el Ser que
V I I I . PROFUNDIZARON EN EL EJERCICIO
FUNDAMENTAL
todo lo abarca, descender significa también introducirse en el fundamento último, ponerse en sus manos y hundir en él las propias raíces. 3. Unirse: esta palabra encierra un significado muy simple. El hombre puede "estar fuera de sí" y "llegar a sí mismo". Puede estar "dividido" y "unido consigo mis mo". Ya lo expresa el lenguaje vulgar. Las dimensiones espiritual y corporal del hombre pue den separarse. En el ejercicio fundamental el hombre llega a la unidad mediante un movimiento que implica al alma y al cuerpo. Más aún: el yo, la instancia supe rior que ordena y decide, debe estar de acuerdo con nuestro verdadero ser. El yo se hunde en el Sí, animus y anima se unen; nuestra verdadera imagen esencial, que muchas veces se anuncia tan tímidamente y tantas veces es reprimida y desfigurada por los contrastes de la vida, debe ahora imponerse e instaurarse. Nos unimos a las fuentes vitales que brotan del fondo de nuestro ser. Unirse significa, en suma, unirse con el misterio que los cristianos llaman Dios; con el absoluto que en Cristo se reveló como santidad y amor; dejarse compenetrar por su Espíritu, infundido en nuestros corazones, y de este modo ser constantemente transfigurados en la "ima gen de su Hijo" (Rom 8, 29). 4. Renovarse: de este fondo y fundamento salimos renovados. La rueda de la transformación, a la que he mos sido arrojados de arriba abajo, y que se ha detenido un momento en su punto más profundo, vuelve ahora a girar, elevándonos a una nueva juventud, radicación y unidad, hasta que nos introduzcamos en el próximo giro, volvamos a abandonarnos, descendamos otra vez y nos hundamos en la esfera de la unión y la renovación.
Los efectos del ejercicio
fundamental:
1. Libera las fuerzas de lo profundo y las pone en marcha.
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2.« PARTE: ÁMBITOS Y TEMAS CONCRETOS, ETC.
2. Desliga de la mezquindad y de la búsqueda ego céntrica. 3. Desarrolla el órgano perceptor de las realidades profundas. 4. Arrastra al hombre al movimiento fundamental de toda vida religiosa. 5. Libera el dinamismo del fondo de nuestra alma para su fin úlimo (profundizaremos esto último en este mismo libro, pp. 148 ss.).
•
Tercera Parte Meditaciones de Fe del cristiano
I.
INTRODUCCIÓN
Cuando un cristiano medita, su meditación natural se verá muchas veces iluminada por la fe. En la naturaleza, por ejemplo, verá la creación y, por tanto, al Creador; en el otro verá al prójimo y al hermano de Cristo. Aunque ambos modos de meditación se compenetran muchas veces, sin embargo son distintos. Mientras que la meditación natural es posible a todo hombre, la medi tación de fe sólo puede ser practicada por el creyente. Quien medita en cristiano, sabe por la Buena Noticia que Dios le ama y le busca, que Dios es amor y que el fin de nuestra vida consiste en crecer en el amor de Dios, vivir con él y estar cada vez más unido a él. En este camino desea sobre todo comprometerse y llegar a la "anchura y amplitud, la altura y la profundidad" de la obra divina de salvación, en la que Dios quiere unir consigo a todos los hombres en Cristo. Desea "conocer el amor de Cristo, que supera todo conocimiento" y "ser colmado por toda la plenitud de Dios" (Ef 3, 18-19). En cualquier fallo que pueda tener le consolará la palabra: "el amor hallará su camino": su amor por Dios y el amor de Dios por él. En este camino le serán útiles las siguientes reglas: 1. No infravalorar las meditaciones naturales de la primera y la segunda partes, que arrancan de realidades concretas y experimentales en las que Dios ha puesto
90
3.« PARTE: MEDITACIONES DE FE DEL CRISTIANO
nuestra existencia y nos conducen a una humanidad más plena, más profunda y más justa, cada vez más receptiva en relación a Dios. Frecuentemente estas meditaciones llevan por sí mismas a la meditación de fe. 2. Persistir siempre en el ejercicio fundamental, que de modo excepcional e inmediato conduce a esa profundidad en la que prende la meditación, abriendo con ello al mundo de la vida interior. Si se profundiza en clave cristiana, haciéndonos dar con el "Espíritu de su Hijo" que habita en nosotros, nos conducirá a una unión con Dios cada vez más profunda. Conviene practicar dicho ejercicio haciéndolo alternar con textos bíblicos de meditación o con otro tipo de textos. 3. Para penetrar en el sentido profundo de una palabra de Dios y hacerla operativa en nosotros, el sistema adecuado será, de ordinario, el "movimiento de copa": antes de nada, considerar el tema desde fuera, en su superficie, y después penetrar gradualmente hacia dentro y hacia abajo, hacia el centro y hacia lo más profundo, para detenerse finalmente y en paz en ese profundo centro (cfr. p. 19). El itinerario, por tanto, frecuentemente irá de la consideración a la meditación; de la fase de escucha, reflexión, búsqueda, confrontación, penetración y aplicación (donde el hombre es más activo), a la fase del estupor, donde queda uno impactado y asido, donde uno se detiene y se deja penetrar e iluminar, donde uno es más receptivo, mientras que la realidad (y Dios y su Espíritu en ella) es cada vez más activa. Ciertamente que ambos procedimientos son diversos, pero muchas veces se confunden, se alternan o se compenetran mutuamente. Es preciso no olvidar que cuando algo impresiona, conviene detenerse en ello, hasta sentirse "alimentado". 4. En la meditación se presentan palabras aisladas o pequeñas frases fáciles de repetir; no debemos tratar de alejarlas de nosotros, sino usarlas y repetirlas de buena gana, para de ese modo tener presente la realidad que nos las ha sugerido, permanecer unidos a ella y llegar a ser con ella una sola cosa.
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5. Para que madure la meditación cristiana de fe, resultan indispensables las conversiones y purificaciones exigidas por el Evangelio y que muchas veces se imponen espontáneamente en la meditación. Las siguientes frases pueden ayudar a reparar en ellas y ponerlas en práctica: Hacer de Dios el arquitecto de la propia vida, el cual diseña y proyecta, y al cual nos sometemos. Ponerse enteramente bajo la guía de Dios. Considerar la voluntad de Dios como el valor supremo. Hacer propia la perspectiva de Dios y tratar de conocer y realizar sus intenciones y deseos. No pretender ser buenos delante de Dios, sino hacernos pobres ante él y, con él y a través de él, llegar a ser buenos. No presentarnos a él como personas cerradas, sino reconociendo a su Espíritu todo derecho a transformar nuestro corazón. Hacer realidad los grados de amor al prójimo (cfr. página 123); concretamente, hacer propios los intereses de los demás; y hacer todo lo posible para superar las discordias y llegar a la reconciliación y al perdón. Creer en el amor de Dios que busca, que perdona y que está siempre disponible. Entregarse sin reservas al amor absoluto. 6. Permanecer siempre en camino. Día tras día. Durante toda la vida, sin renunciar a ello jamás. A cada caída, levantarse y volver a empezar. Dios nos perdona y acude siempre a tomarnos de la mano, donde y cuando sea. El puede hacer, aun de las piedras, hijos de Abrahán (Mt 3, 9). El, "con su poder, que actúa en nosotros, puede hacer más de cuanto podamos pensar o pedir" (Ef 3, 20). A impulsos de la propia maduración de fe y de oración, el lector escogerá de entre los ejemplos que siguen, el que corresponda a su situación y le permita realizarse en el momento.
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3.» PARTE: MEDITACIONES DE FE DEL CRISTIANO
II. TEMAS Y EJERCICIOS
1. El caudal de los dones y tareas (notas introductorias) Los siguientes textos ayudan a interiorizar las propias experiencias, que de este modo se hacen transparentes para Aquel de quien procede todo bien y nos señala las tareas. EL tema Todos los días topamos con innumerables cosas y acontecimientos. A veces se trata preferentemente de dones (el agua, la luz, los alimentos, la comunidad...); otras veces se trata de tareas (el trabajo, los obstáculos, las dificultades...). Ambos tipos de realidad pueden llegar a ser lugares de encuentro con el gran "Tú". Vías de meditación A muchos les basta con las indicaciones que ya hemos hecho para llegar por sí solos, cada cual a su manera, a la interiorización. Otros requieren que las indicaciones lo sean por grados que les resulten asequibles. Presentamos algunos ejemplos: 1. Por la noche, al final de una jornada, hacer en torno a sí el más absoluto silencio. Evocar lenta y detalladamente el día transcurrido y percibir y reconocer como tal cualquier cosa buena acontecida. Después sentir y gustar claramente el carácter de don que toda cosa buena posee. Detenerse en cada uno de los dones, alegrarse de ellos y pensar: me ha sido dado... a mí... por él... por ti... Las palabras "por ti" pueden convertirse en
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una oración repetitiva de reconocimiento y de acción de gracias. 2. Por la mañana, lograr la distensión y el silencio a través del ejercicio fundamental. Después anticipar todo lo que hoy vamos a encontrar de bueno: el calor, el vestido, la casa, la comida, el encuentro con los amigos... Frente a cualquier bien, percibir: viene a mi encuentro, me es dado. Sentirlo, dejarse invadir por él. Detenerse en el caudal de dones que me llegan del amor de Dios. La sensación puede hacerse palabra: por ti... para mí... 3. Por la noche, volver a recorrer la jornada retrospectivamente, preguntando: ¿qué tareas me han sido encomendadas hoy? ¿Qué exigía de mí tal o cual situación? Frente a cualquier necesidad o compromiso, aseverar: me ha sido encomendado como tarea... por él... por ti... Después tratar de reconocer sus intenciones a lo largo de toda la jornada... O simplemente detenerse en el caudal de tareas... 4. Por la mañana, anticipar mentalmente la jornada. ¿Qué tareas me esperan? En el trato con los demás... en mi profesión... en las cosas... conmigo mismo... Como oración repetitiva puede valer: ¿qué me ha preparado hoy? Percibir el caudal de tareas y, tras él, a aquel de cuya mano nos viene todo: tareas, cosas que hay que hacer o soportar, todo cuanto debemos realizar o lograr. .. Otra fórmula repetitiva: ¡ para ti!... Todo se hace transparente para él. Trato de resolver todo de acuerdo con sus intenciones, de hacer todo a su servicio. 5. La repetición frecuente hace que los hechos de la vida cotidiana sean cada vez más permeables a él... Resulta cada vez más clara la experiencia del continuo don recibido. Todo bien se convierte en un encuentro con el amor que lo proporciona. Y en la misma medida crece la atención a sus designios, que reconocemos en las cosas y hechos cotidianos. El encuentro con sus dones hace que broten cada vez con mayor intensidad las palabras "por ti"; si se trata de tareas que hay que realizar, "para ti" o "como tú quieres".
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Lo cotidiano se hace transparente para él. Nada le resulta extraño, sino que, por el contrario, cosas y hechos se han convertido en lugar de encuentro con su amor generoso, con sus intenciones, con su voluntad. La relación con Dios se hace rica, viva y concreta para quien ha aprendido a percibir el caudal de dones y tareas que proviene de él, a leerlos correctamente y a vivir de ellos. A lo largo de un año se presentan a centenares las ocasiones de interiorización. •
2.
Hago la experiencia: "He sido creado" (notas introductorias)
Las indicaciones que siguen abren vías de acceso al gran reino de la meditación de fe. Con el correr del tiempo, ésta se va desarrollando a través de temas cada vez más amplios y experiencias cada vez más intensas, hasta transformar al hombre y conducirlo a su auténtico ser de "criatura". El tema El mundo natural y el mundo humano están llenos de formas que no provienen del hombre; de funciones que ninguna mente humana ha ideado. Si pensamos con seriedad en este hecho, nos producirá verdadera admiración. Podemos interiorizar el misterio y encaminarnos hacia lo "desconocido". El creyente ve traslucirse aquí la realidad última. Capta su propia condición y la del mundo que le rodea: hemos sido creados. Para la meditación Muchos conseguirán interiorizar este tema tan simple sin necesidad de introducciones, descendiendo sin más a lo concreto y demorándose ante el conjunto... Ante el mundo creado o ante el hecho concreto, surge espontáneamente la idea: he sido creado... existo porque tú lo quieres...
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Quien desee sugerencias concretas, puede elegir entre las que siguen a continuación: 1. Dejar que la mirada interior vague a lo largo de la existencia y la experiencia humanas, y detenerse cuan do la dimensión de "creado" se manifieste especialmente evidente, conmovedora, indiscutible... 2. Considerar con recogimiento una planta del jar dín, un árbol, un animal, y dejarse impactar por su pre sencia. La interiorización capta la cosa como forma. Lo cual (dando un paso más) significa que ha sido formada. Y si damos otro paso, concluiremos que ha sido formada por alguien, por un "plasmador", por un formador. 3. Podemos partir de una realidad concreta cercana a nosotros. Advertimos cómo nuestra respiración funcio na independientemente de nosotros, y lo percibimos du rante mucho tiempo. De ahí la experiencia: (la respi ración) no la he puesto yo, sino que ha sido creada.. Y lo mismo podemos hacer sintiendo las pulsaciones... o contemplando nuestras manos... Las movemos, senti mos cómo funcionan, pero no sabemos cómo conseguimos moverlas. Las manos, pues, no provienen de nosotros, si no que nos han sido dadas, han sido creadas... 4. De este modo podemos recorrer todo el cuerpo, comenzando por la cabeza, con los ojos, las orejas, la boca, y acabando por los pies... Percibirlo todo, expe rimentarlo... y dejar que resuene dentro: creado... por ti. Y lo mismo al contemplar la naturaleza, un paisaje... Si observamos el material empleado en la realización de obras técnicas, comprobamos que ese material existía ya y que el trabajo humano no ha hecho sino darle nueva forma. Experiencia e interiorización adquieren especial pro fundidad en la relación amorosa: yo he sido hecho de una manera; el otro, de otra, y ambos hemos sido como hechos el uno para el otro... Y algo parecido ocurre cuando contemplamos a un recién nacido: todo existe y vive, pero no ha sido hecho por nosotros... En suma, todo cuanto conocemos tiene algo de este carácter de "creado".
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6. Todo puede resumirse en una experiencia de conjunto: Yo... aquí... y todo esto... creado... por ti... i
3.
Vivir bajo la guía de Dios (notas introductorias)
De qué se trata En la meditación de fe no nos contentamos con las insuficientes experiencias personales que podamos tener con lo más profundo de nosotros y con Dios, sino que, por el contrario, entramos en la gran corriente de las experiencias de Dios, que tiene su inicio en los acontecimientos que relata la Biblia; ahí, Dios acosa activamente al hombre buscándolo, perdonándolo, amándolo, y se le comunica. Quien acoge con fe estas experiencias más grandes y vive de ellas, sentirá su verdad, su profundidad y su credibilidad. Todo ello atestigua claramente que el hombre está destinado a vivir con Dios. Y, a este fin, el hombre debe ponerse bajo la guía de Dios, renunciando a su falsa y presuntuosa autonomía y accediendo a las grandes posibilidades de desarrollo que le depara su partner, lleno de amor. Es algo así como un albañil que renuncia a trabajar a su aire y se pone a disposición del arquitecto de una catedral, con lo que también él llega a ser constructor de una catedral. Lo mismo podemos hacer con relación a Dios, porque Dios nos conoce mejor que nosotros mismos, nos ama aún más y sabe hacer que nuestro ambiente y todas sus posibilidades confluyan y concurran a nuestro propio bien. Grados de ejercicio
meditativo
Repetiremos muchas veces este ejercicio "por grados". De este modo nos ejercitaremos en vivir bajo su guía, que será cada vez más intensa y nos penetrará y transformará cada vez más profundamente. 1. Repitamos muchas veces las palabras: "Hágase tu voluntad"; y consideremos nuestra vida, nuestras po-
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sibilidades, nuestras obligaciones, con el deseo profundo de conocer del todo su proyecto y su designio acerca de nuestra vida. De este modo le confiamos a él (en prin cipio, pero también en concreto) el plan y la dirección de nuestra vida y nuestras decisiones. 2. Tomemos como oración repetitiva la siguiente: "Muéstrame tu designio sobre mí". Con el anhelo inte rior por conocer sus intenciones y alcanzar el nivel de sus amorosos planes, oramos y tratamos de reconocer sus intenciones en las situaciones concretas de la vida y dis ponernos a realizarlas. 3. Nos ponemos totalmente bajo su guía. Renuncia mos a ver la vida aislados y únicamente desde nuestro punto de vista, así como a proyectarla y vivirla según nuestros proyectos. A este propósito, sabemos que su guía tiene efecto, por una parte en las situaciones exter nas que se nos presentan como don o como compromiso y, por otra, en los rasgos tiernos y luminosos de su ros tro, que él mismo ha inscrito en nuestro corazón. 4. Meditación y realización de la vida alcanzan una unidad cada vez más profunda. La interiorización de tex tos bíblicos nos ayuda a entender mejor sus intenciones. Las desviaciones y las deficiencias culpables exigen con versión, arrepentimiento y comenzar de nuevo. La adhe sión y el asentimiento, por el contrario, nos conducen vigorosamente al camino de la gran unidad con el Infi nito, esa unidad por la que suspiramos y hacia la que nos movemos.
4. Dios ve, llama, aguarda, escucha, invita y acosa (notas introductorias) La meditación se centra en elementos sencillos y repe titivos que únicamente pueden aprenderse a través de la experiencia. Lo sencillo puede desarrollarse sin perder su unidad y su sencillez. Nuestro primer ejemplo: Dios ve.
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Como punto de partida pueden servir experiencias en la que una persona nos haya mirado de un modo especial. Recordarlas y describirlas... Para el ejercicio se presentan dos caminos: a) Busco, interna y externamente, una actitud adecuada a la meditación. Pienso después en mi gran y amado Señor, y sé que él me mira. Dejo que su mirada se pose en mí. b) Pongo de relieve, ante todo, algunos aspectos del fenómeno. Su mirada desea mi salvación... Su mirada es verdadera; me someto a ella; todo debe estarle abierto, sin fingimientos... Su mirada es penetrante: ve en mí valores que yo mismo y otros no conseguimos ver... Su mirada le desnuda a uno, al igual que el médico descubre las heridas; lo que yo intento alejar y no desearía ver, él lo ve... Su mirada es misericordiosa: desea ayudar y curar... Dios ve cuál es mi fin; me ve tal como yo puedo llegar a ser, tal como él me ha ideado en su amor y adonde desea conducirme... Siempre estaré presente a su mirada. Esta temática puede dar pie a más meditaciones. Y lo mismo hacemos con las otras frases: Dios me llama... me aguarda... me escucha (¡y en qué situaciones!)... me invita (¿cómo?, ¿a qué?, ¿ahora?)... me acosa (¿por qué?, ¿cómo?, ¿qué es lo que quiere?)... Estas meditaciones pueden completarse con palabras de los Salmos. Otro tanto puede decirse de experiencias equivalentes con otros hombres. ¿Cuáles me vienen a la memoria? Recordar la regla fundamental: elegir un solo tema y tratar de penetrar en él cada vez con mayor profundidad. No dispersar el interés en otros temas. 5. Dado que Dios me mira y me interpela, seré alguien (notas introductorias) No seríamos nosotros mismos, no habríamos llegado a ser la persona que somos, si otros no hubieran pensa-
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do en nosotros, no nos hubieran visto y hablado y no nos hubieran dado, de ese modo, un puesto en su comunidad. Tema de la meditación I.
Dios es aquel cuya mirada y cuya palabra me permiten ser alguien. II. ¿Quién soy yo, según la mirada y la palabra de Dios? I. Buscamos situaciones y experiencias de este fenómeno a nivel interpersonal humano y tratamos de revivir la maduración humana y personal que debemos a la mirada y a la palabra de otros. Por ejemplo, cuando a un niño de pecho se le trata como si fuese un paquete, sigue siendo algo opaco y torpe; pero si la madre le sonríe y le habla, ese niño se abre como una flor. Cuando un niño en la escuela trata de hablar y no se le toma en consideración, acaba por no intentarlo y pierde todo interés; si, por el contrario, se le escucha, el mismo hecho de que otros le miren y le interpelen le hace despertar, le ayuda a desarrollarse, a convertirse en "alguien" dentro de la clase. Cuando a una muchacha, en. su primer baile, le rodean los chicos, ella advierte cómo la miran y se convierte en "alguien". Cuando un joven toma la palabra en una reunión y dice algo importante, el hecho suscita una cierta impresión y él advierte que es "observado"; tal vez, después de la reunión, alguien le pida explicaciones acerca de lo que ha dicho: se trata de un acercamiento aún más personal y que le hace sentir su importancia de un modo más intenso. Cuando una estudiante da la impresión de estar deprimida y el profesor, después de la explicación, le dirige la palabra y le pregunta, ella tiene la sensación de emerger por encima de una masa anónima y queda llena de agradecimiento a quien le ha dirigido la palabra. Cuando una pareja de jóvenes decide pasar del "usted" al "tú", el "tú" está
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Heno de misterio y de interés y como que le envuelve a uno... La mirada se detiene en los ojos de la otra persona y se recrea en ella, penetrando en una profundidad aún mayor... Tratamos de revivir e interiorizar todas estas circunstancias. II. Aplicamos estas experiencias a nuestra relación con Dios. El hombre dice: "has mirado la pequenez de tu esclava" (Le 1, 48). Dios dice: "Te he llamado por tu nombre" (Is 43, 1). Pueden citarse otros muchos textos bíblicos acerca de la mirada y la escucha de Dios. ¿Qué aspecto adquiero si Dios me mira? ...Su mirada es semejante a las que acabamos de evocar. Intento hacerla real para mí. ¿Qué es lo que sucede entonces en mí? ¿De qué modo me siento favorecido? Ya no se trata de una reunión de personas significativas para mí que me miran con benevolencia y me muestran su aprobación... ¡Qué paz y qué fuerza, qué seguridad y solidez me proporciona ese ser mirado por Dios, ese ser objeto de su atención...! Es esto lo que realmente decide mi supremo valor. Y ese ser interpelado mediante un "tú"... Dejo que penetre en mí el "tú" de Dios... muy profundamente... muy prolongadamente... Ese "tú" penetra en mí como un rayo, hasta el fondo, al mismo tiempo que me envuelve... Entonces me resulta evidente lo incomprensible: cada uno de nosotros es alguien delante de Dios... Más aún, significa algo para Dios... El ser de Dios es amor. El que ama dice al amado: tú significas algo para mí...; estoy aquí por ti... He ahí lo que significa creer en Dios: no tanto aceptar el hecho de su existencia, sino saber que Dios me mira y me da importancia, y que ello significa algo para mí... ¿Solamente "algo"...? ¡Dios hace de mí lo que realmente puedo ser... o lo que soy! ¡Dios me construye! Trato de hacer espacio en mi interior para que surta efecto esa ilimitada atención de Dios, ese reconocimiento sin medida... Intento dejar que aflore la
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actitud correspondiente y transformadora... hacer que se convierta en experiencia. 6. "Escucha, Israel" (Dt 6, 4-9) (introducción)
"Escucha, Israel: Yahvé es nuestro Dios, sólo Yahvé K Amarás a Yahvé tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza. Queden grabadas en tu corazón estas palabras que yo te mando hoy. Se las repetirás a tus hijos, se las dirás tanto si estás en casa como si vas de viaje, cuando te acuestes y cuando te levantes; las atarás a tu mano como una señal, como un recordatorio ante tus ojos; las escribirás en las jambas de tu casa y en tus puertas". Marco retrospectivo del texto Con el fin de considerar y meditar este texto, hemos de recordar, aunque sea brevemente, sus precedentes. 1. La salvación de los israelitas del peligro mortal del ejército egipcio. El miedo les paralizaba, porque todo lo que sus corazones amaban estaba amenazado: las propiedades, el ganado, las mujeres y los niños, su propia piel...; en una palabra, toda su vida. El enemigo lo tenían a los talones. Aquel miedo total que invadía todo su ser, que asediaba todos los entresijos de su existencia, de sus deseos y de su amor, que les trasformaba, dejó 1
De un libro moderno de meditación se espera ante todo, en el caso de textos bíblicos, saber qué dice de ellos la exégesis. Ciencia y verdad no pueden ser eludidas. Pero un pequeño libro de ejercicios de meditación no dispone de espacio suficiente para exposiciones de este tipo. Muchos textos bíblicos se malentienden si no media la exégesis. Pero otros muchos pueden abordarse como si se tratara de un cuadro, cuyo mensaje se capta sin necesidad de preguntarse por su origen. Los textos que hemos escogido nos parecen aptos para una meditación de este género.
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paso a una liberación total. En cada coyuntura experimentaron el poder de Dios que todo lo aferra y todo lo penetra... Revivir esta situación y hacerla propia. 2. Seguidamente, esta poderosa presencia les guió a través del desierto, en medio de dificultades, hambres y toda clase de peligros, hasta que se les reveló en el Sinaí en todo su extraordinario poder sobrehumano. "Ya habéis visto lo que he hecho con los egipcios, y cómo a vosotros os he llevado sobre alas de águila y os he traído a mí... Mía es toda la tierra... Guardaos de subir al monte y aun de tocar su falda. Todo aquel que toque el monte morirá" (Ex 19, 4.5.12; otros textos en Dt 5, 22-23). Dejar que actúe en uno mismo este extraordinario poder divino. La reflexión sobre el texto 1. Frente a este poder abrumador, la situación experimenta un auténtico vuelco en el mismo texto: ese poderosísimo ser es alguien a quien puedes amar. Es alguien que te atrae, que te arrastra incluso. El mismo miedo que te hace alejarte de ese poder total, se convierte en total atracción: "Debes amar al Señor tu Dios...". Este vuelco ha de ser entendido, meditado e interiorizado. 2. Este mandamiento implica todo cuanto hay en el hombre, conduciéndolo, aun en lo más profundo de su corazón, al movimiento y la orientación hacia este Dios, al vínculo del abandono y la entrega a él: "...amar con todo el corazón, con toda el alma y con todas las fuerzas". a) Nuestra entrega se refiere de un modo natural —y justo, por lo tanto— a muchas cosas: a las personas amadas... al mundo... a la propiedad... a las obligaciones... Pero lo que suscita esta palabra de Dios es una entrega que brota de las raíces mismas de nuestro ser,
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arrastra y se lleva consigo, como un torrente, toda otra entrega, toda otra cosa amada, y la lleva al encuentro de ese total y abrumador poderío de Dios, alcanzándolo dondequiera que se encuentre... — Interiorizar y hacer propio este pensamiento. b) Esta entrega al Dios único se realiza con todo el corazón: con todas las energías de vigilancia y de atención, de pensamiento y de deseo, de voluntad de acción, de crecimiento y de autorrealización, de lucha por la formación de la vida y por la transformación del mundo... Todas estas energías son material u órgano de expresión de un amor como corresponde a Dios... — Velar y detenerse en las diversas partes de este movimiento de entrega, o en el movimiento en su conjunto. 3. Todo esto, sin embargo, no debe ser algo excepcional y solemne. Con el carácter resuelto de quien todo lo quiere, el texto concierne a la vida entera y promueve, diríamos que con enérgicas pulsaciones, la verificación de este mandamiento en todas las circunstancias de la vida cotidiana: siempre y en cualquier situación debe una persona estar decidida a todo, plenamente consagrada a Dios. Que estas palabras realmente "queden grabadas en tu corazón"; "repítelas", "átalas", "escríbelas" —como dice el texto—< "cuando estés en casa", "cuando te acuestes y cuando te levantes"... "a tu mano", "como un recordatorio ante tus ojos", "en las jambas de tu casa y en tus puertas"... Jamás olvides vivir siempre en presencia de este gran Dios que atrae a Sí cuanto hay en nosotros, hechizándolo y removiéndolo; no olvides vivir en la incesante entrega a él, en el diálogo constante con él, en alianza con él; es éste el único modo de vida que corresponde a este Dios... Pueden nacer palabras de oración ¿Quién eres tú, Dios vivo, que vienes a nuestro encuentro de tan divino modo, que rompes todos nuestros
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horizontes y nuestros esquemas, que sólo con este exceso de exigencias puedes expresar lo que es propiamente digno de ti? Ahora bien, estas tus excesivas expectativas ¿no deben al mismo tiempo ser promesa de gracias sin medida, dado que no pueden haber sido formuladas en vano? Así es como entreveo en qué medida tú eres misterio, en qué medida eres Dios... Si te miro, ello no puede ser sino el sentido último de la obra de la redención, la misión del Espíritu, que hace posible lo que tú exiges y que es lo único que corresponde a tu realidad... Para la meditación Volver continuamente a este texto, a este ejercicio, en todos sus elementos; verificarlos y buscar la propia transformación. Meditar en el Dios vivo que nos llama; madurar pacientemente, con la propia profundidad, en una relación auténtica con Dios. 7. El padre misericordioso (Le 15, 16-32) (introducción) ¿Cómo es en realidad ese misterio último de nuestra existencia al que llamamos Dios? ¿Cuál es su comportamiento con relación a mí? A estas preguntas son muchos los que no encuentran la respuesta que buscan en los acontecimientos y en las experiencias del Antiguo Testamento. Sí la encuentran más fácilmente, en cambio, en los evangelios. Su mensaje es excepcionalmente rico. A través de cuatro ejemplos vamos a mostrar cómo, partiendo del texto, podemos introducirnos en la meditación; y comenzaremos con el texto arriba citado. El desarrollo Comenzamos leyendo el texto con lentitud y precisión; mejor en voz alta, y mejor aún en compañía de otros.
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Después nos preguntamos: ¿Qué se nos dice aquí? ¿A qué interrogantes responde el texto? ¿Cuáles son sus centros de interés? ¿Qué relación tiene con nosotros y con nuestra vida? Nos sumimos internamente en el subsiguiente silencio. Nos identificamos con la suerte del hijo que se va de casa y la revivimos, especialmente su miseria, su itinerario interior hacia el hogar, el camino de regreso, la acogida... Después dejamos que el episodio se convierta en transparencia de Dios y de nuestra relación con él. El me atrae a Sí, me desea, me acoge tal como soy, sin reproches, con gozo, con amor; basta con que me confíe a él sin reservas... La meditación propiamente dicha comienza con la acogida por parte del padre y se mantiene en este punto. Así hace Dios conmigo. Me detengo en este punto. Para poder hacerlo, una vez aclarados los interrogantes es preciso recorrer —-solo o en grupo— los pasos que ya conocemos: hacer el silencio, respirar pausadamente, distenderse, hacerse sosegadamente presente, despierto y abierto a esta realidad, a la que ahora dejamos penetrar en nosotros y la permitimos que se adueñe de nosotros. "Durante todo el tiempo sentí la mano del Padre en mis hombros", escribe una estudiante después de hacer este ejercicio. Había encontrado el propio centro y se había detenido en él.
8. La dracma perdida (Le 15, 8-10) (introducción) Dios no sólo nos aguarda y nos acoge tal como somos, sino que además nos busca. Es esto lo que nos cuenta esta parábola. •
El desarrollo Leer pausadamente y con claridad el texto.
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Imagino a la mujer arrodillada sobre el suelo arcilloso de la casa palestina. Después de haber barrido, busca en los rincones, en el montoncito de polvo, hasta encontrar la dracma; luego se incorpora radiante de alegría... En esta imagen se hace visible el amor de Dios que busca, que en Cristo se humilla, nos acosa, no se asusta de nuestra suciedad, nos toma y, plenamente feliz, nos reconduce a casa... En la contemplación soy consciente de ser yo la dracma; me recreo en el pensamiento de que Dios desciende a mi nivel, me arranca de la suciedad y me lleva a casa. Realidad inconcebible, a la que sólo pueden acercarnos la imagen y la meditación... Alegría y acción de gracias... 2
9. Jesús cura a un ciego (introducción) Lo que las parábolas expresan con palabras, la acción de Jesús lo hace visible en la realidad. ¿Cómo meditarla? Ofrecemos un ejemplo, concretado en la curación de un ciego.
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Como ejemplo de interiorización de este texto puede servir el siguiente testimonio escrito: "Cuando me detuve ante la imagen de la mujer buscando la dracma y comprendí que también yo soy objeto de búsqueda, me sentí interrogado: '¿Dónde estás?' Y la primera respuesta que me vino a la mente fue: 'En esta ciudad'. Pero volvió a repetirse la pregunta: '¿Dónde estás?' 'En esta habitación'. Y en seguida sonó de nuevo la piegunta: '¿Dónde estás?' Habría deseado responder: 'En esta ocupación'. Pero la voz que me interrogaba quería penetrar más adentro: '¿Dónde estás?' Aquello me impresionó fuertemente; comprendí cuál era el sentido de la pregunta. Y me vino la respuesta: 'En mis propias redes, en mi mediocridad, en el desorden, en la culpa'. Ahora lo había dicho verdaderamente todo. Había capitulado. ¿Había llegado al final? Poco después volvió de nuevo la voz: '¿Dónde estás?' Y la voz me lanzó al fondo de mí mismo. Pensé y comprendí. Y brotó de mi interior la respuesta: 'En tu misericordia'. Entonces se hizo el silencio y una gran paz se adueñó de mí. Y permanecí en ella".
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El texto: Me 8, 22-26 La escena (el círculo superior y más externo del movimiento de copa): La calle principal de Betsaida. A la derecha, una calle secundaria en cuesta. Casas, ropa blanca tendida al sol; sobre una franja de la orilla del lago, una barca y unas redes. Enfrente, gente que se acerca. Dos hombres guían a un tercero. Parece un ciego. El desarrollo externo (siguiente círculo del movimiento de copa). Jesús avanza por la calle. Los ve llegar... Se le acercan a él y le suplican... Toma al ciego de la mano... Lo conduce fuera de la aldea, hacia un sendero en el que crecen las zarzas... Unta sus ojos con saliva (se trata, evidentemente, de un lenguaje de signos), le impone las manos (gesto de bendición) y le pregunta: "¿Ves algo?" En los signos y a través de ellos, pues, ha ocurrido algo... "Veo a los hombres, porque advierto algo parecido a árboles que caminan..." Esta no es más que una etapa de la curación. "Después le volvió a poner las manos en los ojos y comenzó a ver perfectamente y quedó curado, de suerte que veía de lejos claramente todas las cosas". La curación se ha realizado. "Y le envió a su casa, diciéndole: 'ni siquiera entres en el pueblo' ", para que el acontecimiento no quedara privado de su profundidad por culpa de las palabras alborotadas de la gente de la aldea. Mucho tacto, pues, y mucho silencio... El acontecimiento interior (tercer círculo del movimiento de copa). Penetramos en lo profundo de los acontecimientos: Venir a ver... oración... Jesús toma al hombre de la mano... Esa humanidad tan sosegada, tan natural... Lo con-
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duce... al silencio, a un lugar escondido. Discreción. El hombre debe experimentar la intervención sanadora, la acción de Dios, sin distracciones, en pleno recogimiento. Los signos y su profundo sentido. La curación, la intervención de Yahvé mediante este profeta. El ciego debe comprender e interiorizar este hecho inaudito. Primera etapa: comienza a ver; la transformación operada por Jesús... Segunda etapa: nueva imposición de las manos, curación completa... La nueva situación: ver. El mundo y todas sus realidades comienzan a penetrar en el hombre... Se hacen posibles innumerables contactos. Una experiencia global. Don del Dios vivo... En la curación: experiencia de su benevolencia, de su poder universal, de su activa cercanía... He sido pensado personalmente por él, he sido tocado... ¡Veo! ¡Qué inmenso don...! Y después custodiar esta esfera íntima. ¡No entrar en la aldea! Dejar que madure esta conmoción interior. Experimentarla como encuentro con Dios. Quedarse ahí. No dejarse trastornar por la multitud estupefacta y excitada, no dejar que se disipe todo cuanto ha prendido en el interior... La meditación (al fondo del movimiento de copa) Algunos momentos en los que resulta más fácil el paso a la meditación: llevado de la mano por Jesús: el ciego; yo... Interpelado de un modo personalísimo: él, yo... Tal vez aprendamos a conocer nuestra ceguera, la que se refiere a los designios de Dios... la que se refiere a las necesidades de los demás... la que se refiere a las ocasiones de hacer el bien... la que se refiere a la luz interior... Hambre de luz... "¿Qué quieres que haga por ti? Señor, que vea" (Mt 20,32) para ti, para los demás... para hoy... para mí... Detenerse ante el Señor, que es el único que puede darme la mirada de la fe, la mirada del amor, los ojos interiores para lo divino. Dejar que entre su luz.
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Las etapas de este desarrollo —-el movimiento de co pa— pueden recorrerse, prestando atención a sus diversos significados, en muchas escenas bíblicas. Pero es preciso tener al respecto mucha libertad. A muchos principiantes les resulta útil comenzar de esta concreta manera y, des de el principio, distinguir perfectamente las diversas eta pas. Más tarde podrán unirse o entrelazarse libremente. Para otros, por el contrario, este modo de proceder cons tituye un motivo de dificultad y prefieren pasar en segui da a la fase de interiorización. Entre quienes han alcan zado una cierta madurez, la meditación brota fácilmente de la misma lectura del texto. 10. La pesca abundante (introducción) El texto: Le 5, 1-11 El desarrollo: También aquí un "movimiento de copa" puede llevarnos del círculo exterior al central y profundo. Ante todo, leer el texto. Después, observar el desarro llo externo en su conjunto. Aquí surgen interrogantes, sobre todo acerca del sentido y el mensaje del conjunto. Pueden ser de ayuda un comentario, la reflexión personal o un coloquio con otras personas. Llegados a este punto, se presenta cada vez más inten samente el acontecimiento interior, el mensaje propiamen te dicho. Hay un pasaje en el que tenemos la sensación de una especial profundidad: Pedro ante Jesús. El "movimiento de copa" se centra y se profundiza en torno a este epi sodio. Al igual que Moisés frente a la zarza ardiente, Pedro cae de rodillas. He aquí su experiencia: estoy en presencia de Yahvé, que actúa en este acontecimiento, en este Jesús... Pero mis cuentas con él no están nada cla ras... No he logrado entender... Pero de este abismo de humildad le alza Jesús con la vocación a ser pescador de hombres, purificado ya de toda complacencia en sí mismo.
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Penetrar más a fondo: la experiencia de Pedro, su encuentro con El Santo, su confusión, su transformación... Revivirlo todo internamente, entrar en este movimiento. Pueden ser útiles las siguientes consideraciones: Pedro frente a Jesús; yo frente a él. ¿De qué podría jactarme ante él? ¿Soy pobre...? ¿Lo he abandonado todo? ¿Me encuentro yo en ese abismo de humildad del que él puede purificarme y alzarme...? Me detengo en este punto central y me dejo remodelar bajo su mirada. No hago nada más. Lo que he contemplado penetra en lo más íntimo de mí y me transforma.
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Cristo, el cumplimiento de nuestros más profundos deseos (introducción)
Un buen modo de llegar a una relación viva con Cristo consiste en partir de los propios deseos personales y comprender cómo Cristo constituye su auténtica realización. A este fin proponemos el siguiente texto: La materia de meditación se aborda en tres momentos. En un primer momento se toma conciencia de que cada cual, de un modo abierto o velado, lleva dentro de sí los deseos aquí reseñados. Se deja que emerjan, se reconoce su presencia, se degustan y se afirman como realidad. En un segundo momento se reflexiona en cómo Cristo da cumplimiento a cada uno de tales deseos. En esta reflexión podemos también recurrir a muchos pasajes bíblicos, pero es mejor que al principio consultemos únicamente los que aquí vamos a indicar. En un tercer momento se introducen en esta realización, garantizada por Cristo, los deseos y las aspiraciones así suscitados, que se fundan en Cristo del mismo modo que las raíces se hunden en el terreno. Todo ello puede, además, convertirse en oración oral, en la que se confiesa la propia fe y en la que se nos da y se nos garantiza que Cristo ha de ser efectivamente el término
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y la realización de los más profundos deseos existenciaÍes. De este modo, toda la vida queda radicada en él. Se ha de dejar a cada uno el que aborde cada día uno solo de los ejemplos o más de uno. Sólo un detenimiento prolongado en cada uno de los tres momentos permite que el ejercicio se convierta en meditación. En nosotros viven estos deseos: El deseo de ser comprendido (Me 12,43), de ser reconocido (Jn 1, 47; 4, 17-18; Apoc 2, 19), de aprender a vivir auténticamente (Mt 22, 16), de tener un objetivo por el que merezca la pena vivir KFlp 3, 12-14), de conocer el propio camino (Jn 14, 6), de poseer algo que no sea provisional y no pueda per[derse (Mt 6, 19s), de ser amado de un modo desinteresado (Gal 2, 20), de amar sin necesidad de perderse (Jn 21, 15-17), de ser protegido y defendido (Mt 23, 37), de estar seguro (Jn 10, 29), de ser invencible (Jn 16, 33; Hech 5, 41-42; Jn 5, 4). El deseo de tener un amigo en quien poder confiar [(Jn 5, 15), que esté siempre dispuesto a escucharme (Mt 11, 28), que me comprenda siempre (Le 7, 44-47), que quiera lo mejor para mí (Rom 8, 28), que me diga mis defectos (Mt 5-7), que me proporcione alegría (Jn 17, 13), que me sirva de apoyo (Rom 8, 38-39), que jamás me engañe (Hebr 10, 23), que busque mi amistad (Apoc 3, 8), que se alegre de mi amor (Apoc 3, 20). El deseo de tener un maestro a quien poder mirar [(Jn 6, 68), que no me deje pasar una (Apoc 2, 4), que me interpele con sus exigencias (Le 9, 57-62), que me exija llegar a ser una realidad íntegra (Apoc [3, 15-16),
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que me ayude a superar mis errores (Flp 4, 13; 2 Cor [12, 9, que me garantice el éxito de mi existencia (Jn 8, 12), que me libere del resentimiento y del hastío (ICor 13, [5-7), que me libre de la angustia de la vida (Jn 10, 16), que dé un sentido a mi vida (Jn 17, 3), que me enseñe a comprender el mundo (Mt 6, 26; [13, 24-30), que me ofrezca un proyecto de vida (Ef 1, 18-23), que me ayude a realizar mis capacidades (ITim 1, 15), que sepa sacar lo mejor de mí (Mt 5, 48; Flp 1, 6), que me ayude a ser fiel (ITim 1, 12), que me libere de las preocupaciones (Mt 6, 25-34), que transforme para mí todo lo desagradable en her[mosa realidad (Hech 5, 41), que me haga internamente puro (Ef 3, 8-9), que me haga fuerte (Rom 8, 37; Flp 4, 13), que haga de mí un ser amado (Hech 2, 47), que me haga crecer más allá de mí mismo (Rom 8, [14.29). El deseo de una persona mayor que yo y que pueda [ser mi señor (Mt 10, 37), a quien yo pueda admirar (Le 11, 27), que tenga ascendente sobre mí (Jn 1, 9; 12, 32), que me llame a un gran quehacer (Mt 11, 12; Le [II, 23), que tenga fuerza (Mt 28, 18), que sea capaz de cambiar el mundo (Apoc 21, 5), que tenga muchos seguidores (Apoc 5, 9), que posea un proyecto de alcance mundial (Le 1, 33; [Ef 1, 10; ICor 15, 28), que traiga la paz a los hombres (Jn 4, 27; Hech 2, [42-47; 4, 32), que me sitúe en el lugar exacto (Ef 4, 11-13), que me realice (Jn 11, 25), que me haga feliz (Apoc 19, 9).
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Paso a la oración meditativa La mayor parte de estas frases puede emplearse como oración repetitiva (cfr. p. 125). También pueden acogerse en lo más profundo de la propia vida y de la propia existencia, en forma de rosario cristológico. A este fin, se comenzará aprendiendo de memoria la siguiente plegaria a Jesucristo. Después se toma en las manos un rosario y, en lugar del Avemaria, se repite esta oración, añadiendo después de "Señor y Salvador" una de las fórmulas arriba reseñadas, como, por ejemplo: "Que me comprendas, que no me engañes, que me hagas internamente puro". La oración a Jesucristo es como sigue: Alabado seas, Señor Jesucristo, Hijo del Dios vivo. Tú eres el redentor del mundo, nuestro Señor y Salvador. Ven, Señor Jesús, y permanece con nosotros, para que en todo momento vivamos contigo y lleguemos al Reino de tu Padre. Amén.
12.
Cristo (en tres episodios) y nosotros (una propuesta de simplificación)
No podemos tener siempre ante los ojos y en el corazón toda la vida y toda la actividad de Nuestro Señor. Necesitamos episodios a los que volver una y otra vez, ante los que detenernos y de los que vivir. Han de ser episodios centrales y han de decirnos las cosas más importantes. Dichos episodios pueden ser distintos, según los individuos. Y como debemos presentar algunos de ellos, desearíamos insistir concretamente en tres que, en orden a la vida con él, puedan llegar a ser fuentes siempre nuevas de amor, de comunión, de renovación. Se trata del lavatorio de los pies, de la muerte en la cruz y de la comunicación de su Espíritu. El primer acontecimiento pertenece todavía al primer estadio de la vida de Jesús: el de su predicación y su 8
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vida pública. Jesús actúa. Se humilla y ofrece un servicio desinteresado. Y dice: así también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros. Es una indicación sencilla de la que siempre podemos obtener la adecuada mentalidad, la purificación, el amor desinteresado... La ofrenda de su vida en la cruz pertenece al segundo estadio, al de la Pasión. En este acontecimiento su vida queda como concentrada en un punto focal: testimonio en favor de Dios y de su palabra, lucha hasta el final, glorificación del Padre y entrega al mismo en obediencia y amor, amor absolutamente desinteresado por nosotros. Hemos de detenernos con frecuencia a meditar delante del crucifijo. Jesús no se aleja de los hombres que le han crucificado. Su mirada se vuelve a nosotros con un amor inquebrantable, sus brazos y sus manos se tienden hacia nosotros... El tercer episodio pertenece al tercer estadio de su vida, el de la glorificación. Cristo, el Resucitado, nos comunica el Espíritu Santo. Nos hace participar de su interioridad, de sus pensamientos, de su comunión con Dios, de su condición de hijo, de su alegría (Jn 15, 11), de su paz (Jn 14, 27), de su amor. Este último estadio de su amor desinteresado y de nuestra redención nos transforma ; y ya hemos dicho en muchos lugares de este libro cómo debemos meditar este admirable acontecimiento de salvación y dejar que actúe en nosotros eficazmente. Estos tres episodios pueden hacer constantemente nuevo nuestro amor a Cristo, cada vez más personal nuestra comunión con él, más profunda nuestra interiorización, más fuerte y viva la apertura y la disponibilidad para con los demás. En estos tres episodios encontramos a Nuestro Señor de un modo especialmente presente. De ellos y de quien ha sido su protagonista podemos vivir. 13. Meditamos a Jesucristo (indicación fundamental) Jamás se ha mostrado Dios tan transparente y tan cercano a nosotros como lo ha hecho en Jesucristo. "Hay
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un solo Dios y un solo mediador entre Dios y el hombre : el hombre Jesucristo" (ITim 2, 5). El es, para toda nuestra vida, el punto central de nuestra meditación. Las seis indicaciones que siguen son fundamentales. Pueden ayudar a recorrer, a lo largo de los años, los múltiples temas en sus direcciones esenciales. 1) Es fundamental conocer cada vez mejor a Jesucristo en su vida terrena A este fin, leemos los Evangelios y aprendemos a conocerle en las escenas bíblicas, en sus viajes, en sus encuentros, en sus palabras, en su relación con los hombres, en su oración, en su pasión y muerte. A este fin utilizamos también todos los medios que pueden acercarnos al Señor: imágenes, mapas, comentarios, etc. 2) De este conocimiento nace el seguimiento a) Escuchamos su palabra. No sólo le conocemos, sino que permitimos que nos hable, nos dejamos alcanzar y penetrar por él, quedamos afectados, aferrados y vencidos por él. Nos orientamos por su palabra y vivimos de ella. Tomemos, por ejemplo, el mensaje del Reino de Dios que se acerca y tratemos de vivir de acuerdo con lo que él nos dijo en el Sermón de la Montaña. b) Seguimos su ejemplo. El se convierte en el maestro a quien nosotros amamos; nos hacemos sus discípulos. En particular, queremos hacer nuestra su perfecta obediencia a la voluntad del Padre. "Mi alimento es hacer la voluntad de quien me envió" (Jn 4, 24). Tratamos de seguirle en su vida con Dios y por Dios; en su vida por los hombres; en su apertura a todos y en su dedicación al mensaje, en su resistencia hasta la pasión y la muerte. Todo esto lo contemplamos y lo degustamos interiorizándolo; quedamos aferrados y transformados por ello e intentamos imitarle.
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3) Cristo vive Si miramos al Señor en su vida terrena, su figura adquiere para nosotros concreción, colorido y cercanía humana ; pertenece a la esfera de nuestra experiencia. Pero los hechos se remontan a casi dos mil años atrás. Sin embargo, Cristo resucitó de la muerte y vive. Miremos al Señor glorificado, como lo hizo Pablo, que fue llamado por él. El Señor glorificado significa "espíritu y fuerza"; significa además universalidad, presencia, actualidad y diálogo; cercanía íntima y majestad divina son aquí una sola cosa. El no es una figura del pasado, sino que es el presente, el activo, el que viene. 4) El Jesús terreno y el Cristo glorificado son la misma persona Del mismo modo que el Resucitado lleva en su cuerpo las señales de su Pasión, así también lleva en sí toda su historia. Cristo no es ya el niño del presente ni está colgado de la cruz. Pero sí es el que ha vivido todas estas cosas. Es preciso contemplar de una sola mirada a la persona de entonces y a la de ahora, permanecer ante ella, dejarse hablar por ella y hablarle. Preguntarle, por ejemplo, cómo él, que pronunció el Sermón de la Montaña, que se manchó los pies con el polvo de los caminos de Palestina, que amó a los niños, que se mostró solícito con los pobres... es el mismo que llamó a Pablo y que ahora preside nuestra comunidad, le habla y actúa en ella... y vendrá a consumarlo todo. Hemos de tener ante los ojos al Señor por entero. 5) Penetrar en la relación que Jesús mantuvo con Dios Debemos observar en su vida terrena la relación que mantuvo con el Padre, por ejemplo en su oración noc-
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turna; sabemos, además, que él prosiguió esta oración en su vida de glorificador, "siempre vivo para interceder por nosotros" (Hebr 7, 25), y que nosotros debemos penetrar en esta relación y participar de ella. Lo mismo podemos decir de su relación con los hombres. Lo que él vivió y sigue viviendo debe vivir en nosotros. Llegamos así al último punto: 6) Participar de su vida Lo que Jesucristo realizó en la cruz, la perfecta donación a Dios en favor de los hombres, constituye para el Resucitado el acto permanente de su existencia; es su vida. Y en esta vida nos ha implicado, dándonos su Espíritu. Participar de esta vida, vivir de ella, es el último estadio de la realización de una existencia cristiana. Debemos hacerla continuamente objeto de meditación, profundizarla y vivirla. Así estaremos "en Cristo Jesús". El desea realizar su vida en nosotros (cfr "La fuente del amor", p. 121, y "Profundización del ejercicio fundamental", p. 148, así como otros textos). El cristiano, por una parte, deberá tener ante los ojos a su Señor, como lo tuvo Pablo en su conversión o como lo reflejan los mosaicos del Cristo entronizado en los templos antiguos; al mismo tiempo, el cristiano camina hacia su propia interioridad y se sumerge en ella, porque en ella vive Cristo en virtud de su Espíritu. Al considerar y meditar a Cristo, muchas veces nos fijamos en un particular, y en ocasiones interiorizamos una sola de sus palabras; sin embargo, nuestra mirada debe tratar de captar cada vez más a Jesucristo en toda su plenitud, hasta en sus más recónditas profundidades divinas. Conocer cada vez mejor su "insondable riqueza" (Ef 3, 9), obtener de él "la plenitud de vida" (Jn 10, 10) y llegar a la unidad con él (Jn 17, 21-26) es la gran tarea de la existencia cristiana; el creyente ha de aplicarse a ello en la meditación y en la vida ordinaria, y ha de hacerlo hasta su muerte.
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14. Los grandes acontecimientos salvíficos en el año litúrgico (una apertura) Un libro de ejercicios no puede introducir a la celebración meditativa de todos los acontecimientos del año litúrgico. Pero es preciso, al menos, indicar materiales y hechos de especial calidad que se encuentran presentes en el año litúrgico, sobre todo en los tiempos fuertes y en las fiestas principales, e invitar a su interiorización. La comunidad de los creyentes descubre ahí, efectivamente, el punto más intenso de meditación. ¿Qué elementos contribuyen a ello? Ante todo y sobre todo, las obras de salvación y de amor llevadas a cabo por Dios y que aquí se rememoran; dichas obras pueden penetrar en nuestra vida, sacudirla y renovarla. También contribuye a ello la iniciación a estas fiestas desde la infancia. Además, las formas de las celebraciones: gestos visibles y acción común, que suscitan y favorecen la interiorización; especialmente la procesión de Ramos, el lavatorio de los pies, la adoración de la cruz, la celebración de la luz en la noche de Pascua, y toda celebración eucarística en general. Por último, los cantos y las plegarias, las lecturas, la predicación; en una palabra: toda la acción litúrgica realizada por la comunidad en un clima de fe y recogimiento, uniendo la experiencia externa y la interiorización por parte de los asistentes. Pensemos en el Adviento y en la Navidad, en la Cuaresma, en la Semana Santa y la Pascua, y de modo especial en la muerte y resurrección de Cristo y en el envío del Espíritu Santo. Todos estos acontecimientos poseen una enorme profundidad. Más aún, son realizados por el Cristo vivo, que lleva en sí su propia historia y todas sus vicisitudes y las hace presentes a la comunidad, a fin de que ésta participe de ellas. Por otra parte, todo ello se repite cada año, con lo que cada vez penetra en nosotros con mayor profundidad.
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El año litúrgico puede ser la gran escuela de meditación de los creyentes. Nadie que practique la meditación puede dejarlo pasar inútilmente. Para la práctica En la meditación preparatoria, partiendo del acontecimiento celebrado o de los textos, penetramos en la profundidad y en la riqueza del misterio; dejamos que nos invadan y nos colmen a través de una participación viva y un acto personal o comunitario; en la subsiguiente meditación dejamos que el contenido de las celebraciones siga viviendo y actuando en nosotros. La interiorización puede también proseguir y mantenerse en el ámbito del uso popular.
15. El "nosotros" de la liturgia (introducción) La liturgia nos ofrece abundante material de meditación, sobre todo objetos y signos sagrados, gestos y acciones, textos, fiestas, la asamblea sagrada, la eucaristía .. De las oraciones de la liturgia nos fijamos ahora en una sola palabra de enorme significado: "nosotros". "Nosotros estamos ante ti... nosotros te presentamos..." Este "nosotros" debe actualizarse de una manera viva. Ese "nosotros" me incluye a mí y a ese anciano, y a la joven ama de casa con su hijo, y a aquel otro joven... Debo sentirme en relación con todos y cada uno de ellos. Estamos aquí por el mismo motivo... tenemos un mismo destino humano... nos hallamos en presencia de Dios... unidos tanto con respecto a la meta como con respecto al itinerario... Y así sucesivamente... Y siempre de un modo concreto, de tal manera que queda superada la óptica egocéntrica. Pero la cosa es aún más profunda. Por detrás de toda la asamblea y de cada uno de sus miembros es preciso contemplar el misterio que subyace a todos: Cristo, el
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Señor: "Todos vosotros sois una sola cosa en Cristo" (Gal 3, 28). Toda cosa buena que observo en los demás durante la acción litúrgica es la vida del Señor en la comunidad. El ha atraído a sí a todos y a cada uno de nosotros (cfr. Jn 12, 32). En cada uno derrama él su vida. El lo abarca todo. En esta comunidad aquí reunida para celebrar con el sacerdote y con el pueblo, vemos en forma concreta el misterio de la santa viña, la Palabra "que mora en mí y yo en ella" (Jn 6, 56). Todos los asistentes se hacen transparencia de esta Palabra. Este ejercicio tiene un tiempo particular: antes de la liturgia dominical. De este modo, cada uno de los que llegan es acogido en la totalidad. Si repetimos frecuentemente el ejercicio, nuestra mirada se dilatará para divisar a los diversos tipos de personas: presentes y ausentes, activos, enfermos, preocupados, pobres, niños, jóvenes, novios, esposos, ancianos, moribundos, gente abierta y gente cerrada, seres aislados, los miembros de la comunidad, otros diversos grupos... La mirada llegará a abarcar incluso a la Iglesia en su totalidad sobre la tierra... Para la práctica En la meditación, muchos preferirán atenerse al desarrollo ya proyectado. Otros, por el contrario, tendrán otras preferencias. Habrá quienes miren la realidad de este "nosotros" y se limiten a esperar simplemente que cale dentro de ellos. Y habrá quienes realicen un "movimiento de copa", desde la percepción de las imágenes externas, visibles y concretas, hasta la fe y el amor de cada uno, hasta su relación vivida con Cristo, hasta su comunión efectiva con él, hasta el misterio mismo de Cristo que todo lo abraza. En este ejercicio es fácil que vengan a la mente fórmulas como las siguientes: "El en ti" o "tú en él", "nosotros en ti", "una sola cosa en ti"... Las palabras expresan lo que se ha comprendido y, al mismo tiempo,
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favorecen una más profunda comprensión. A la mirada y al corazón se ofrece lo que se ha llamado la "horizontalidad pneumática". Nos sumergimos en ella y en su movimiento con Cristo hacia el Dios sin medida, hacia el cual nuestro "nosotros" está en camino "por Cristo, con Cristo y en Cristo..."
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La fuente del amor
El siguiente ejercida puede acompañarnos durante años. En el silencio del mismo ejercicio o en lo más vivo de la actividad nos identificaremos cada vez más profundamente con la realidad de la que aquí se trata. El tema 1. "Dios es amor" (ljn 4, 8). 2. El ha regalado al mundo el don de Jesucristo como fuente de este amor (o como su sucursal, su "filial" —-él es el Hijo—'). Este amor brota de él en cada una de las escenas de su vida terrena. 3. Desde el momento en que él subió al cielo, ya no hay ni siquiera una cucharada de sopa para los pobres si no es a través de nosotros. Nosotros somos los canales de esta fuente. A través de nosotros debe fluir su amor al mundo. 4. Los canales han de estar abiertos a la fuente, a fin de que el agua pueda entrar en ellos; y deben estarlo hacia el exterior, para poder distribuir el agua a los hombres. Para la meditación Se ofrecen diversas posibilidades, que en parte se complementan recíprocamente. Presentamos algunas de ellas, para que cada cual pueda escoger, penetrar, ejercitar y realizar.
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1. Me pongo en actitud de paz y recogimiento. Dejo después que broten en mí escenas del Evangelio en las que actúe Cristo. En ellas reconozco el fluir del amor. Tal vez se trate de curaciones de enfermos, del Sermón de la Montaña, de sus viajes y conversaciones con los discípulos, de su muerte en la cruz o de otros muchos episodios. Contemplo y me distiendo. Tal vez brotan en mí la gratitud y la alegría. 2. Otras veces concentro mi mirada interior en el Cristo glorificado. De él, y a través de su Espíritu, llega el amor a los hombres y al mundo. Pienso en las muchas personas dotadas de dicho amor, el cual se convierte en ellos en laboriosidad, compromiso y ayuda, comprensión y consejo, servicio fiel o decisión existencial en favor de él. Veo ante mí el ejército innumerable de hombres de quienes brota el amor de Cristo. Entonces puede brotar la plegaria: "Tu amor que en todo lugar y ocasión incita a la vida". Es posible unir una rica alternancia y una sosegada permanencia junto a la única realidad. 3. Rememoro momentos de mi vida en los que he experimentado o visto un amor desinteresado. Miro al fondo de las cosas: el amor ha brotado en Cristo; a través de hombres que sirven de canal a esa fuente, dicho amor puede llegar a otros hombres... 4. Me abro enteramente a esta fuente: contemplo, escucho, deseo, recibo, agradezco... 5. Me abro a los hombres, a fin de que pueda derramarse el amor que hay en mí y que incita a la vida. Me abro en mi mentalidad, en mi actitud y en mi praxis. En el ejercicio y en la acción, en encuentros y en intervenciones... 6. No puedo quedar desilusionado, si deseo que el agua brote de él. No estoy obligado a dar gracias, sino que soy libre en mi acción de bondad. El amor viene de él —a. través de mí— y se dirige a ellos. Percibo todo esto y me detengo a meditar. 7. ¿Cuáles son los puntos concretos en los que este amor puede salir de nosotros? El rostro, los ojos, los
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oídos, las palmas de las manos, la boca (por medio de una palabra de ayuda y de amistad o de un consejo acertado). ¿Qué más? Dejemos que esta permeabilidad se exprese en el sentimiento físico del rostro, de las manos... La fuerza viene de él... a través de nosotros... a los hombres... Nos convertimos por entero en canales de esta fuente... De este modo el amor no puede volverse árido... Lo verificamos hasta sentirlo físicamente en dichos puntos de comunicación... durante el ejercicio... y en la misma acción... incluso retrospectiva y prospectivamente... 8. En nombre de este vínculo realizamos pequeños servicios y acciones... Sentimos aquí como una corriente que pasa por nosotros. Es el efecto del Espíritu de Cristo que nos habita... Así, de esta fuente... a través de estos canales... brota el amor de Dios... secretamente, con la apariencia externa de la más obvia de las existencias en el mundo... 9. Más tarde, cuando este ejercicio haya pasado a formar parte de la propia vida a través del tiempo, podrá llegar a una mayor simplicidad y una mayor paz: Sumirse hasta el fondo de uno mismo, quizá a través del ejercicio fundamental; hasta aquel lugar en el que la vida de Cristo fluye en nosotros. Detenerse, dejar que fluya, dejarse llenar. Y esperar... 10. Otra práctica: dejar que fluya el "agua fresca" del amor desde lo más hondo, a través del cuerpo, hasta las manos y el rostro... allí donde el amor se expresa y se comunica... En la relación cotidiana con los demás, mantenerse unidos a esta corriente de vida... dejar que fluya... ser canal de la fuente que sirva para refrescar a otros...
17.
Grados de amor al prójimo
Sabemos que podemos interiorizar la simple acción (pp. 45 ss. y la presencia de nuestro prójimo, pp. 60 ss.).
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Pero también nuestra acción en relación con los demás, cuanto sucede entre nosotros y las otras personas, todo cuanto el amor al prójimo realiza, puede hacerse objeto de meditación. Ejemplos de ello son la meditación como preparación de un encuentro o la interiorización de un hecho actual. Junto con la meditación, debe darse siempre la acción. La una vive de la otra. La acción hunde sus raíces en la interioridad y es animada por la meditación. A su vez, la misma acción repercute en la interioridad del hombre y le hace madurar. Como tema o estímulo, señalamos 26 formas o grados de amor al prójimo, los cuales pueden servir tanto para la acción como para la meditación. No vamos a hacer ninguna introducción. Son la propia vida, los demás, el encuentro y la situación los que deben regir el desarrollo de la interiorización. Quien tuviere necesidad de ayuda, puede buscarla en las páginas referentes al "nosotros" en la liturgia y a la fuente del amor (pp. 119 ss.). La interiorización puede llegar hasta el Pneuma, hasta la vida de Cristo en los demás, hasta aquel con quien nuestro propio Pneuma entra en relación. Añadir más, sería contradecir las leyes internas de la meditación. Recordamos los siguientes grados de amor al prójimo: Ser atentos — ser amigables — ser abiertos — tener comprensión — tener consideración — bienquerer — congeniar — reconocer — ayudar — compartir — agradar —> regalar — tener cuidado de los demás — rezar por los demás —« servir — comprometerse a algo — estar presente a los demás — hacer propios los intereses de los demás — hacer de la propia profesión una expresión de amor —» reconciliarse —• declararse solidario con los demás — no dejarse apartar de la actitud amorosa — considerar como amigos a los enemigos —• tener misericordia — magnanimidad — donación de la vida . 3
3
Véase más ampliamente en TILMANN, Weckung und Führung (Estímulo y guía), Würzburg 1966. pp. 89-92.
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18.
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Oraciones repetitivas
La oración repetitiva es un camino muy sencillo y, al mismo tiempo, muy eficaz para llegar orando a las profundidades de la meditación. Muchas veces brotan de la conciencia de lo profundo y adquieren ahí su autenticidad y plenitud. Francisco de Asís oró una noche entera en el monte La Verna a base de repetir sencillamente: "Mi Dios y mi todo". Las oraciones repetitivas son expresión de una cierta madurez orante, pero, debido a su sencillez, son accesibles a todos, incluso a los niños. Se recitan con paz, repitiéndolas continuamente y, por lo general, interiormente. Sirven para el recogimiento, protegen del desasosiego y de la distracción, mantienen presente un mensaje o una determinada práctica, profundizándolos e intensificándolos, transforman al que ora y conducen a experiencias de profundidad y a la unión constante con Dios. Una oración recitada una sola vez no puede obtener estos resultados. Ocasiones concretas para practicar este tipo de oración existen para todos: paseos y calles silenciosas, donde uno está a solas; horas tranquilas en las que se puede pasar de la consideración a la meditación; y también las horas nocturnas de insomnio. Ofrecemos algunos ejemplos que, con el paso del tiempo, pueden enriquecerse con expresiones personales: Mira, Dios mío, qué pobre soy. Sin ti, nada soy (cfr. Jn 15, 5). Creo; ayuda a mi poca fe (Me 9, 24). Hágase tu voluntad. ¡Gloria a ti, Señor! Quítame todo cuanto me impide acercarme a ti. Haznos disponibles para ti. Dame un amor que no se detenga ante nada. Perfecciona a tu pueblo en el amor. Tu amor que en todo momento incita a la vida.
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Tu ola que mis plegarias anega son tus abrazos. Me hundo en el mar de tu silencio. Dime tus más secretos deseos. Ven, Espíritu Santo. Me abandono a ti. Tú, todo en todas las cosas. La repetición puede ir acompañada de un ritmo corporal: el paso, cuando se camina; la respiración o el latido del corazón, cuando se está sentado o acostado. 19. La vida cotidiana de resucitado (testimonio) Era por la mañana. Me desperté, me incorporé y me levanté de la cama. Estaba en pie, despierto, como resucitado. Interioricé este hecho. El fenómeno externo se convirtió en envoltura y signo de un sentido más profundo. El despertar y el levantarme externos venían acompañados de un despertar aún más profundo: el Resucitado vive en mí, me hace partícipe de su vida... Vivo como un resucitado. Con su nueva vida y su poder externo, el Resucitado vive en mí, se expresa en mi vida... No estoy despierto únicamente en virtud de unos procesos biológicos y psicológicos. Ni siquiera estoy únicamente levantado y despierto para los demás. Vivo de mi propio centro, de mi propia profundidad, que ahora despierta de nuevo, que es la vida de mi vida... Lo que hago se convierte en participación de su vida. Cualquier acto se hace envoltura y custodia de su vida, de su servicio, de su alabanza, de su obediencia, de su amor... Me adentro en mi jornada como un resucitado. El futuro ha comenzado en mí. Late en mí una vida obrada por Dios, sometida a Cristo Señor, transmitida a mí. 4
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Para muchos, el hecho de lavarse fácilmente se convierte en símbolo y recordatorio del bautismo; y lo mismo el hecho de vestirse: "Habéis sido revestidos de Cristo" (Gal 3, 27).
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Alegría, vigor, confianza, bondad, apertura a los demás, amor... Ahora soy verdaderamente lo que soy en virtud de Cristo. Estoy a mi propia nivel. No "carne" infrahumana. Toda acción se convierte en signo y envoltura, y en ella actúa y vive él. Yo vivo en Cristo. Es lo que sentí una mañana. Durante todo el día persistió algo del esplendor y la vivacidad de este nuevo comienzo, y me infundió riqueza de vida.
20.
Acoger la Palabra, generar la vida (introducción a un movimiento meditativo, especialmente para mujeres)
Escucho una de las palabras del Señor. La dejo que penetre en mí y que crezca. Ella se mueve sin cesar y vive en mí y me transforma. Empuja hacia afuera, pretendiendo entrar en el mundo. La genero en una acción, en muchas acciones. En la vida. Actúo. La palabra generará vida y la transmitirá al mundo. A lo largo de las repeticiones, el proceso crece cada vez con mayor profundidad: acoger la palabra de Dios, dejar que cale hondamente, dejar que madure en esta situación de inmersión, aceptar su impulso hacia la vida y hacia la realización. Este proceso puede verificarse en muchas palabras concretas. Puede llegar a ser una actitud existencial. Ejemplo de ello es María, que acogió la palabra eterna y la generó en el mundo. •
21.
De lo exterior a lo interior (texto que favorece la repetición personal)
Tomo asiento en una habitación silenciosa. La puerta está cerrada. He colocado en ella un pequeño cartel
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para protegerme de eventuales visitas. Nadie llamará ni entrará... El espacio de la habitación me rodea... me envuelve... me protege y me garantiza contra cualquier molestia... Los rumores del exterior son muy lejanos y no llegan a penetrar en mí. Siento el silencio del espacio. Mi cuerpo está sin movimiento y cerrado sobre sí mismo. Pies y piernas juntos... recogidos contra el cuer po... Las plantas de los pies se posan sobre el inmóvil pavimento... Las arterias femorales están distendidas y sosegadas. Tomo asiento y percibo la paz de esta pos tura... Los antebrazos están pegados al cuerpo, con el dorso de las manos sobre las piernas. Las manos, juntas, for man una concha... Siento su apertura y su receptividad... Ellas expresan mi propia receptividad... Yo soy recep tivo. El tronco, erguido, descansa sobre la pelvis, donde reposa... Los hombros y la parte superior de los brazos están sueltos... El erguido tronco prolonga su postura a través del cuello, hasta la nuca. Esta posición me hace estar vivo y suelto... despierto y ágil... Lo experimento... Percibo todo mi cuerpo y su posición... en su con junto y en cada uno de sus detalles... Y siento lo que expresan: paz y recogimiento... vigilancia y viveza... Me detengo aquí... Un movimiento persiste: la respiración. No soy yo quien la realizo. Me limito a dejarla que se produzca... y la revivo. La dirijo hacia abajo con toda la amplitud posible; las costillas quedan inmóviles... El movimiento tiene lugar tan sólo a la altura de la cin tura, extendiéndose hacia atrás... Con la respiración también bajo yo... desciendo a mi centro de gravedad... hasta el abdomen... hasta mi fondo interior. Siento, miro hacia abajo..., donde me su mo totalmente abandonado y suelto... Me detengo ahí, en lo más profundo de mi ser. Aquí se me da el Espíritu de Cristo. Ahora llego a él lentamente... Fluye una vida nueva, pura, incorrupta... limpia, verdadera, desinteresada, llena de fuerza... Todo
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lo que había en Cristo está ahora en este Espíritu, que viene del Resucitado, que es vida de su vida... Aspiro a él... La vida del Señor es lo mismo que en la tierra: entrega al Padre... en alabanza, en acción de gracias, en obediencia, en amor... en vida para los hombres... para todos... en todas las situaciones. Todo esto se presenta ahora... Se me ofrece... Penetra en mí silenciosamente... Hay paz en mí... Y brota una plegaria: "Glorifica al Padre en mí"... La repito... una y otra vez... Mi corazón se hace capaz de acoger en sí este acontecimiento... de dejarlo emerger... de participar de él... Le ofrezco mi corazón como lugar de su vida... para que glorifique al Padre... Me detengo durante un largo tiempo. Punto de partida de este ejercicio es siempre la percepción lenta y meditativa, así como la interiorización de la postura del cuerpo. Hacia el final del ejercicio pueden también presentarse otras oraciones o movimientos de gran simplicidad que, si deseamos formularlos con palabras, podrían expresarse así: "Glorifica al Padre a través de mí", "... a través de nosotros", "haz que todo quede atravesado por tu amor". Pueden también orientarse a los demás: "Tú en mí para todos", "yo, a través de ti, para ellos". O aún más sencillamente: "Tú". Otro día puede ser: "A ti", expresión de una plenitud inagotable. "Ti" (que se explícita y se dilata en: a ti "te busco, te quiero, te amo, te honro..."). O "nosotros"...
22.
Imágenes y fenómenos interiores (texto introductorio y meditaciones en profundidad)
Las siguientes seis meditaciones constituyen un grupo por sí mismas. Se parte de un fenómeno natural que se interioriza, comienza a operar y se convierte en símbolo. Y entonces contribuye a la maduración personal. Pero puede también estimular una profunda meditación de fe. s
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3.' PARTE: MEDITACIONES DE FE DEL CRISTIANO
Las repeticiones frecuentes sirven para hacer esta imagen cada vez más transparente en relación a la realidad representada. A lo largo de la maduración espiritual, la imagen va cediendo progresivamente su puesto a la realidad última por ella significada. Estos textos pueden utilizarse como lecturas preliminares sólo cuando los oyentes han alcanzado ya la debida madurez, y el lector puede recibir el texto como si fuese propio, es decir, como un acto interior que brota de un profundo recogimiento. a) La garganta interior La imagen de la garganta interior constituye una ayuda visual para el proceso de inmersión meditativa. La imagen puede también presentarse por sí misma. Incluso conserva su eficacia después de muchas repeticiones. La imagen de la garganta interior ilumina la realidad de la propia profundidad y su desmedida dimensión. Un ejercicio prolongado la hace superfina; la realidad que expresa y el movimiento que intenta iniciar se presentan inmediatamente. Comenzamos con el ejercicio fundamental. Adoptamos la postura adecuada... La respiración fluye libremente, según su propio ritmo... Hacemos coincidir con la espiración las palabras: abandonar... descender... y sumirse en la profundidad interior. Esta es inconmensurable. Se nos abre como una profunda garganta excavada en la roca, en cuya cima nos encontramos nosotros... Miramos hacia abajo, entre ambas paredes rocosas. A derecha e izquierda se ven algunas plantas: arbustos... zarzas... musgo... Nos introducimos lentamente en esta garganta, cada vez más abajo... pero sin que llegue a hacerse oscura... Nos adentramos... miramos abajo... ¿hemos alcanzado ya, tal vez, el punto de llegada? No; aún no hemos llegado al final. Nuevas profundidades se abren ante nosotros. Cada vez más abajo, más abajo.
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Allí, al fondo, veo cómo avanza una franja de nu bes... Significa algo... una imagen del Espíritu de Dios en mí..., dulce y silencioso... Me adentro... soy acogido en su interior... me envuelve... Cuando la inmersión se ralentiza... cuando llega a detenerse... no hago nada. Per manezco allí abajo... me dejo acoger por la profundidad... permanezco en ella... intento únicamente profundizar aún más. Heme ahí, en la dimensión auténtica de mí mismo, totalmente abandonado, totalmente confiado, totalmente distendido... Floto en esta atmósfera; no hago nada; me encuentro en la profundidad... cerca de un misterio in expresable. No deseo más que detenerme ahí, sin ner vios, sin proyectos. No espero nada; simplemente, es toy ahí. b)
El árbol interior
Contemplamos un árbol, lo interiorizamos y, al cabo de algún tiempo, observamos cómo nos hallamos en sin tonía con él. Llegamos a ser una sola cosa con él. Y él se convierte en el signo de nuestro ser y nos ayuda a penetrar en éste cada vez más profundamente. Más tarde puede presentarse otra fase en la que captemos nuestra vida a la luz del misterio último y en su interior, reali zándola más profundamente. Nos sentamos en postura de meditación; dejamos que fluya la respiración; somos conducidos por su ritmo so segado a una paz aún más profunda, en la que perma necemos inmóviles y con los ojos cerrados. Imaginamos que nos encontramos en un paraje lleno de verdor, atravesando a pie prados, bosques y colinas. Al salir de un bosque nos hallamos en un inmenso pra do, en el que sobresale un frondoso árbol que ha crecido allí libremente... Lo observamos... vemos las nervaturas de las raíces que se hunden en la tierra... el poderoso tronco que se eleva —diez hombres no bastarían para abrazarlo—, nos fijamos en el lugar donde comienzan
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3.« PARTE: MEDITACIONES DE FE DEL CRISTIANO
las ramas...: la amplia y redonda copa, con su ramaje, en el que han brotado hojas y flores... Contemplamos pacíficamente el árbol, su figura sana, poderosa y rica, y dejamos que actúe en nosotros... El árbol es benéfico. Dejamos que penetre en posotros. Lo miramos y lo inspi ramos... y él entra cada vez más profundamente en nues tro centro... ya está dentro de nuestro cuerpo... Las raíces se apresuran en nuestro interior. Crecen cada vez más profundamente en nuestra base, donde se ensanchan y se hunden... Sobre las raíces se alza en mí el tronco poderoso, que lentamente crece hasta llegar a la cima del corazón... Me proporciona apoyo, soporte y solidez. Me dejo sos tener, llevar y beneficiar por este poderoso tronco... me alimento de él... yo soy ese tronco... Sobre el tronco se desarrollan en mí las ramas más robustas y muchas ramitas... por todas partes... delante y detrás... a derecha y a izquierda... y hacia arriba... Yo me despliego, doy tiempo a mi ser para que se desplie gue hacia fuera, al aire libre... Brotan las hojas en mil puntos... respirando el aire que me rodea, viviendo de él... recibiendo la luz que viene de lo alto... Dejo que ambos fenómenos se verifiquen... Siento esta vida que me hace feliz. Así pues, estoy firmemente plantado en mí mismo, profundamente radicado en mi hondura... robustamente sostenido por el tronco... desplegado en las ramas... flo reciente y fecundo para los demás... lanzado hacia lo alto... y hacia afuera, hacia el mundo... abierto por todas partes... y, sin embargo, unido en mí mismo, con enor me cohesión... Siento mi existencia... soy consciente de mi ser... y lo interiorizo. Me ha sido confiado. Mientras estoy inmerso en esta plenitud, sé hasta dónde llegan las raíces: hasta la última y sustentadora profundidad... Las ramas se despliegan en el espacio li bre y aireado de la existencia circundante y en su mis terio... Todo el ser crece y tiende hacia lo alto, de donde recibe la luz procedente de la luz suprema. Mi ser fio-
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rece y da fruto... para alegría de quienes están en torno a mí... y para gloria del Invisible, de quien todo provie ne y en quien todo concluye... Arraigado... rodeado... extendido... entregado... floreciente y rico en frutos... por todas partes mi ser se abre al misterio envolvente y vive de él. c)
La cruz interior
En el siguiente ejercicio dejamos que nazca en nos otros una cruz. Comenzamos por su centro, que se en cuentra en el vértice del corazón, tras el esternón. Deja mos que crezcan poco a poco las dos astas de la cruz. De abajo vendrá entonces una nueva vida, que contem plamos en la imagen de las centelleantes burbujas de agua. Siento el esternón en el vértice del corazón. Veo en mi interior el punto donde se cruzan dos líneas. De mo mento, nada más... Desde ese punto comienza a crecer lentamente una línea, un asta hacia abajo. Llega a la cintura, la supera, y penetra cada vez más hacia abajo... hasta mi propio fondo... que se encuentra en el centro de la concha que forman mis manos. Lenta y enérgicamente penetra has ta el fondo... Ahora ha quedado firme. Se detiene. Se contiene. Me da energía y es como si me proporcionara también espina dorsal. Siento cómo su fuerza me sos tiene. Ahora veo subir ligeras burbujas de plata desde el fondo, donde se asienta el asta. Esas burbujas son ima gen de la vida santa que me es dada por Cristo. Ascien den danzando en torno al asta; se elevan cada vez más y me dan vida. El robusto soporte está lleno de vida desde abajo... Ahora las burbujas han llegado a la encrucijada de las dos líneas y siguen subiendo a través de la parte su perior del pecho... hasta la cabeza... Con ellas crece aho ra también lentamente la parte superior del asta, hasta
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llegar a la parte más alta de la cabeza. Siento cómo voy dilatándome: cómo este madero me lleva desde la sesera hasta el fondo de mí mismo. Desciendo lentamente a lo largo de esta línea... y vuelvo a remontarla... Con las burbujas que ascienden siento cómo asciende también la línea. Sesera y fondo están ahora uno a cada extremo... Lo siento... están separados... y unidos al mismo tiempo... En esta línea de la cruz hay un movimiento hacia arriba: alabanza de Dios, entrega incondicional, producto de la vida de Cristo...; y hay también un descenso desde lo alto hacia mi profundidad, a fin de que ésta se abra y fructifique... Tras una pequeña pausa, llego a la encrucijada. A derecha e izquierda se van esbozando lentamente dos líneas que abarcan toda la anchura de mis hombros... hasta llegar a los brazos... y que quisieran llegar hasta las personas que están por todas partes a mi alrededor... El lento movimiento arranca de la mencionada encrucijada. Es el punto neurálgico, el corazón, el centro de Cristo. De ahí brota la vida... Dejo que la cruz asentada en mí me sostenga, me proteja y me guíe con paz... Las ascendentes burbujas recorren ahora también los brazos laterales... Todo lleva en sí el pulso de la vida de Cristo... No hago nada. Me limito a dejar sitio a esta imagen que actúa en mí con tanta fuerza, dándome apoyo, orientación y vida. d)
La copa interior
Si tenemos una hermosa copa, podemos colocarla delante de nosotros, encima de una mesa cubierta con un mantel. La dejamos que actúe sobre nosotros. Así comienza la meditación. Hay quien prefiere cerrar los ojos e imaginarse la copa, la cual también actuará sobre él. Hay que decidirse por una de ambas posibilidades antes de comenzar el ejercicio.
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Adopto la postura meditativa. La paz desciende sobre mí... y se difunde en todo mi ser... La respiración se mueve libremente a su ritmo... y uno a ella las palabras del ejercicio fundamental..., llegando a un recogimiento y a una paz sin fisuras... Veo ante mí una pequeña y elegante copa. Está firme e inmóvil... su figura se delinea a ambos lados y hacia arriba... Está dispuesta. Puede recibir. Nada impide que lo haga. Todo su ser es receptividad... Este ser de la copa me afecta, me conmueve. Tiene algo que yo aún no he llegado a ser... y que merece la pena que entre en mí. Su ser puede tener algo que darme y que me haga más auténtico y me salve... Miro la copa e inspiro... Ella penetra cada vez más profundamente en mí. Pronto está toda ella en mí... en mi abdomen... siento cómo sus bordes se posan sobre mis huesos ilíacos. La copa, con su ser maravilloso, está en mí. La veo en mí, gracias a la mirada interior... está vacía. No es más que una sutil pared. El resto es espacio vacío, es la nada... singular fenómeno... vacía de sí, nada, abierta, ¡qué ser tan maravilloso...! Y me dice que se puede ser de ese modo... Y si en ella se pone un costoso perfume, o flores, o frutos, ella desaparece aún más... Toda ella existe para su contenido. La copa en mí representa algo de mi propio ser... lo despierta... ¿A qué cosas debo ser receptivo, absolutamente abierto y sin resistencia, receptivo por definición?... Me mantengo en esta receptividad. Aguardo... tengo el presentimiento de que esta actitud me ha de proporcionar un don... Ha transcurrido un tiempo bastante largo. Ahora la copa me transmite otro mensaje: La copa custodia, guarda celosamente lo que le ha sido confiado... Silenciosa, disponible, paciente, fiel... Sus bordes son amplios y altos, como brazos abiertos. Toda su fuerza se emplea en custodiar sin sobresaltos... Esto me afecta y me impresiona... La copa no anda en busca de novedades, sino que se limita a custodiar... en un silencioso servicio...
3." PARTE: MEDITACIONES DE FE DEL CRISTIANO
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Y además, la copa se ofrece. Hacia lo alto, absolutamente abierta, sin retener nada... se deja vaciar... Más aún, encuentra en ello su razón de ser... La copa en mí... ¿Soy yo de este modo? ¿O pretendo retener algo para mí ante El? Y se ofrece a los hombres. Se la toma y se dice: ¡Por favor, tenga la bondad...! La copa no hace otra cosa sino dar... Yo... La copa en mí... mi esencia: ser copa... Me encuentro en camino de llegar a ser aún más enteramente copa... Veo la copa en mi corazón, en mí mismo. Me pertenece. Representa mi propio ser... le hago sitio en mí.. Ella irradia en mí su propio ser... Cada vez soy más copa... y lo soy a todos los niveles... Me detengo ante este espectáculo de la copa... y me asimilo a ella... e)
El agua interior
En el siguiente ejercicio comenzamos ofreciendo el material. El desarrollo que sugerimos no es sino uno de los modos en que puede desarrollarse la meditación. Material "Mi alma... tiene sed de ti, como tierra árida y reseca que tiene necesidad de agua" (Sal 63, 2). Estas palabras expresan una experiencia interior en la que puedo participar. La interioridad es como tierra árida, endurecida, estéril, helada, muerta... A esta imagen se adaptan las palabras de promesa que anticipan la experiencia futura: "Si conocieses el don de Dios y quién es el que te pide de beber, tú le habrías pedido a él, y él te habría dado agua viva" (Jn 4, 10). Quien bebe de este agua "no tendrá sed jamás" (4, 14). Otra promesa: "Si alguno tiene sed, venga a mí, y beba el que crea en mí; como dice la Escritura: De su seno correrán ríos de agua viva" (Jn 7, 38). Y la inter-
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pretación: "Esto lo decía refiriéndose al Espíritu que iban a recibir los que creyeran en él" (7, 39). La promesa se ha verificado y se ha convertido en experiencia. En el himno de la Misa de Pentecostés, ora mos: "Riega lo que está árido". Esto es lo que sucede: el terreno interior es regado por este agua, se reblande ce, se hace esponjoso, vivo y fértil. La práctica Me siento, respiro, adquiero una calma cada vez más profunda, el silencio, la presencia, la paz perfecta. Mi mirada interior percibe la tierra árida en lo más profundo de mí. Una tierra dura, áspera, agrietada por la sequedad. Musgos y liqúenes han sido abrasados por la sequía. En mi seno, en lo más profundo de mí, está el agua de salvación. Aumenta, crece lentamente, su humedad se filtra y llega a la parte más extrema de las raíces... Estas se sumergen en el agua vivificante... Mi terreno interior se ofrece al agua... en una disponibilidad abso luta... por todos sus poros. El agua penetra y proporcio na vida, fecundidad y liberación de la rigidez de la muer te. Restaura las raíces de mi ser, el cual vuelve a vivir. Dejo que este agua entre en mí. Sediento y langui deciente como estoy, suspiro por ella... ofrezco mi cora zón, del que vienen vida y salvación. A este agua que viene a mí, le doy toda la libertad, le abro todos mis poros... le dejo que se infiltre, sin el menor temor... me entrego sin reservas... Se inicia una maravillosa inyección de vida... me expongo a esta transformación total, en la cual alcanzo mi verdadera identidad... en la cual no se pierde nada... en la cual despierto a mi verdadera auten ticidad... llego a la libertad. En mí, todo se libera con gozo..., todo respira a fondo como si saliera de un aprieto..., todo se mantiene así, sin proyectos... sencilla mente abierto, presente, disponible a la transformación, al maravilloso don interior...
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Como conclusión, me despido desde lo más hondo de mí, doy gracias a Dios por el espléndido don de su Espíritu, le pido perdón por mi negligencia y le ruego: "Envía tu Espíritu y todo será recreado, y renovarás la faz de la tierra". f)
Silencio en el silencio
Me siento en posición meditativa. Estoy solo. La ha bitación en la que me encuentro está tranquila y cerra da. La paz desciende sobre mí. Los ruidos exteriores que dan lejanos. Siento la paz de la estancia en la que me hallo... Mi espíritu se encuentra ahora tranquilo, como un lago alpino en un día sereno, claro y calmo... Permanezco en silencio. Participo del silencio de la naturaleza... de las raíces... de la hierba que crece... del fondo del mar... Participo del silencio de los as tros... del universo... del silencio de Dios... En mi interior el silencio es cada vez más profundo. Me adentro hasta llegar a la región en la que ya no hay palabras. Penetro en la esfera del silencio, en la esfera de Dios... En él todo está simultáneamente presente., él se halla enteramente en su silencio... en el que no resuena ninguna palabra. Pero en este silencio está él por entero... Me encuentro en las cercanías de este si lencio... y le dejo que penetre en mí... Silencio abismal... Me encuentro tranquilo en el abis mo de tu silencio... de tu plenitud... que todo lo en cierra. Aguardo, respiro, me mantengo inmóvil... Con mi si lencio estoy en tu silencio... Y estoy en él sin proyecto alguno. En la ausencia absoluta de todo proyecto... Tu silencio penetra cada vez más dentro de mí... guardo silencio dentro de tu silencio... y tu silencio calla en mí. No hay más. Nada más.
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Dos veces tú (texto-guía para la meditación en profundidad)
El "tú" que yo dirijo a Cristo es muchas veces superficial y como inconsciente. Es algo obvio. Pero no estoy yo del todo dentro de él, no estoy del todo presente, y él no está del todo en mi mirada. Me recojo, me tranquilizo, respiro y con la respiración desciendo enteramente a mi propia profundidad. Y brota un "tú". Pero ese "tú" ¿proviene de mí o de él? 1. El "tú" del Cristo glorificado a) De arriba y de abajo hay un "tú" que proviene de él El lo pronuncia... lo siento en mi interior... me veo interpelado por él... con ese "tú". b)
El "tú" me traspasa como un rayo
Viene de arriba y pasa a través de mi cabeza... mi saber... mi experiencia... mi voluntad. Cada vez más profundamente... a través de mi pecho..., la región del corazón..., hasta llegar abajo, a lo más profundo de mí... Todo en mí queda iluminado, alcanzado por ese "tú"... Todo mi ser resulta clarificado por él... Es decir, íntegramente conocido, iluminado, querido, a pesar de mis errores... Me encuentro enteramente bajo el radio de acción de ese "tú". c)
El me llama con ese "tú"
Todo mi ser comienza a despertar bajo este "tú"...; se ve llamado y despertado. Ahora está despierto y vigi-
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lante para él... abierto del todo... espacio y dispuesto para él. Escuchar ese "tú"... dejarse traspasar... dejarle que penetre hasta el fondo... vivir para él... moverse hacia él... 2. Mi "tú" a él a) De mí, de lo más profundo de mí, sube un "tú" De mi profundidad, a través de todas mis regiones, sube hacia él, camina a tientas hacia él... b)
Un "tú" que todo lo abarca
Se dirige a él. Desea dirigirse a todo el Señor y a su plenitud... El, mi Maestro... el crucificado... el resucitado... el hermano de los hombres y, al mismo tiempo, el Señor de la gloria... Intento, cada vez más intensamente, alcanzar al Señor con ese "tú", a todo el Señor...; abrazarlo... penetrarlo... hacer presente en ese "tú" su plenitud y su verdad... Descanso en esta invocación. Notas para facilitar la repetición Esta meditación puede repetirse muchas veces. Ofrecemos al respecto algunas notas: — En una ciudad extranjera, un amigo me saluda inesperadamente: "tú". — Dos personas que se aman pasan del "usted" al "tú", como expresión de intimidad, apertura, entrega, protección, profundidad... — "Te he llamado por tu nombre; tú eres mío" (Is 43, 1). — "Jesús le miró con amor y le dijo..." (Me 10, 21). — "¿Quién eres tú, Señor?" (Hech 9, 5). Habrá a quien le guste desarrollar esta meditación en el silencio subsiguiente a la comunión.
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24. El todo en el fragmento (introducción) La realidad a que nos referimos Hay en el mundo muchas cosas bellas. ¡Y cuántas llamadas ya te habrán lanzado...! Bajo diverses matices: cosas preciosas, sorprendentes, liberadoras, gratificantes, amables, fuertes, conmovedoras, provocadoras... Lo que en ellas te impresiona no es tan sólo obra o huella del Creador. En cada cosa hermosa rezuma la belleza de este Principio y Fundamento, igual que la luz del sol a través de un cristal esmerilado. En el siguiente ejercicio tratamos de experimentar en detalle cómo nos conmueve la irradiación del misterio originario. Pueden servir de ayuda los siguientes ejemplos:
El fragmento (o la realidad aislada)
La experiencia
Protección
"Me proteges bajo tus alas" (Sal 91, 4).
Saciar el hambre
Sólo él puede saciar (Sal 91, 16).
Sabor, Dulzura
La delicia y dulzura definitivas (cfr. Sal 16, 1; 36, 9).
Belleza
La plenitud y belleza del misterio originario (cfr. Sal 50, 2).
Hemos sido colmados de dones, hemos sido realizados
El don que todo lo abarca, la realización inconmensurable (cfr. Sal 107, 9).
Plenitud de la vida en la unidad
La plenitud y la unidad cumplidas (cfr. Jn 1, 16; Col 2, 9).
La experiencia
El todo
Una casa
Un pan
Una fruta madura
Una rosa
El todo
Viaje por autopista
Un concierto sinfónico
El fragmento (o la realidad aislada) Un libro profundo
Profundidad y sabiduría
"Al igual que el cielo... mis pensamientos están por encima de los vuestros" (Is 55, 9).
En una conversación entre muchos, hay alguien que comprende mi ansia profunda
Soy comprendido
El que me comprende en toda la amplitud y profundidad de mi ser (Sal 138, 1-4).
Hay alguien que me conforta y me anima
Me trasciendo y, de este modo, llego a ser yo mismo
El que desea rescatarme de la decadencia y llevarme a una plenitud inusitada (Jn 10, 10).
Hay alguien que me ayuda en una dificultad y no me deja en la estacada Una señal de ternura
Credibilidad y fidelidad
Ternura del amor
"Estoy a su lado en la desgracia" (Sal 91, 15); "mi roca y mi ayuda eres tú" (Sal 27, 9). El Amor, que vive en todas las dimensiones del amor (cfr. ljn 4, 8).
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Hay muchas realidades aisladas (fragmentos) de este tipo: el sol, la nieve, el nido, el fuego, el viento, las vides, el automóvil, el techo, la melodía, la comida, la conversación entre amigos, el matrimonio, el perdón, el aliento, el amor recibido... Cualquier cosa buena, cualquier encuentro con una persona puede convertirse —siempre que no se interpongan obstáculos— en un encuentro con el misterio último, una irradiación y una consolación, una gratificación de parte de la Realidad última, que todo lo abarca y es amada; basta con buscarla y ponerse en camino hacia el "Todo". La Iglesia nos anima a este ejercicio cuando, en el quinto domingo después de Pentecostés, ora con nosotros: "Infunde tu amor en nuestros corazones para que te amemos en todo y por encima de todo". El mismo Ignacio de Loyola, en su libro de los Ejercicios, enseña que hay que amar a Dios en todas las cosas. ¿Y no va también en esta línea la proclamación de que "Cielos y tierra están llenos de tu gloria"? Pasos hacia la meditación Muchos se contentarán con esta introducción. Hay gran cantidad de cosas que suscitan el gozo del descubrimiento. Por eso muchos se quedan en lo que han descubierto y pueden tranquilamente omitir lo que sigue. Otros, por el contrario, necesitan una introducción más precisa. Necesitan salirse de lo cotidiano, deben conocer de antemano el tiempo apropiado y el lugar idóneo y buscan diversas ayudas para el desarrollo de la meditación. Para éstos pueden servir las siguientes pistas: El tiempo más apropiado es durante o después de una experiencia de las arriba citadas. Si esto no es posible, podrán al menos buscar un lugar idóneo, un lugar tranquilo y ameno, un lugar a la entrada de un bosque, un banco en un jardín, un lugar, en suma, desde el que puedas contemplar algo hermoso. Después de haber llegado a la profundidad, a través del ejercicio fundamental,
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permanece ahí sin preocupación, relajado, en paz y recogimiento, pensando en lo que aquella realidad te ha dicho o te está diciendo. Tal vez te sea permitido presentir en la belleza, en la plenitud, en la fuerza, en la ternura, en la luminosidad, en la interpelación, en la comprensión, en la dilección —o en cualquier otra experiencia— la irradiación de la gran luz, el "todo en todas las cosas", por así decirlo: aquel que lo es todo en todo. Quien recibe este don, sentirá también cómo se presentan a su conciencia oraciones repetitivas que él podrá acoger o dejar que actúen en su interior; oraciones del tipo de las siguientes: "Mi Dios y mi todo", o bien: "Tú, Todo, que todo lo penetras". •
25. Envejecer en la esperanza (texto introductorio) 1. Yo envejezco. Poco a poco voy perdiendo tal o cual cosa que antes poseía. Se desprende de mí como una hoja seca. (Pasar revista e interiorizar: vivacidad, juventud, agilidad, capacidad de trabajo, belleza, resistencia, salud... quizá también el cabello, los dientes, la tersura de la piel... profesión, relaciones, amistades, posición social, posibilidad de viajar...). Debo decir adiós... no puedo retener todo eso... 2. ¿Adonde van todas estas cosas? No se pierden simplemente. Se marchan, pero Dios las recoge... Para sus designios. Para mí. No es una despedida definitiva. El las guarda para mí, si yo se las ofrezco... 3. Dios hará de ellas la realidad entera y perfecta. En la muerte él me recogerá también a mí. Entonces lo unificará todo y lo renovará. "He ahí que todo lo hago nuevo" (Apoc 21, 5). El me lo dará todo, lo llevará todo a cabo, incluso a mí... a nosotros... el mundo... todo... 4. Lleno de confianza, lo abandono todo. Todo lo entrego a él en la esperanza y en la espera del cumplimiento. Es como el dinero depositado en el banco. Lo entrego todo voluntariamente... Renuncio, a fin de que 10
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se realicen sus designios. Todo lo confío a él. El lo guardará todo, lo llevará todo a la unidad y a la realización...
26.
"He ahí que todo lo hago nuevo" (introducción)
La fórmula y su mensaje Cualquier bien que me acontece constituye un don: mañana y tarde, árbol y pan, comprensión y reconciliación. Pero todo es limitado. Por eso es insuficiente y no puede saciarme del todo. Además, a veces se trata de cosas incompletas o insanas, llenas de lagunas y defectos. Ahora bien, Dios nos dice: "He ahí que todo lo hago nuevo" (Apoc 21, 5). ¿Qué puede significar esta transformación de todo, esta renovación? No es difícil pensar en una primera dimensión: Dios sanará todo lo que es defectuoso, recompondrá lo que está roto, reunirá lo que está separado, curará lo que está enfermo, completará lo que está inacabado. "El enjugará toda lágrima de sus ojos, y no habrá ya muerte ni habrá llanto, ni gritos ni fatigas, porque el mundo viejo ha pasado" (Apoc 21, 4). Todo esto es perfectamente comprensible. Pero hay que profundizar aún más: "Entonces Dios será todo en todo" (ICor 15, 28) o, más sencillamente: entonces Dios será el Todo en todas las cosas. Lo cual significa: en toda realidad individual resplandece algo del ser que todo lo abarca, del "Todo", de Dios. En cierto modo, Dios está ya actualmente en todas las cosas (cfr. "El todo en el fragmento", p. 141). Pero entonces todo bien particular se hará lugar de manifestación del Bien que todo lo abarca. En todas las cosas Dios será el Todo, no algo. En cada realidad concreta él hará brotar la sobreabundancia de su bondad. El desbordará el
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límite de todas las cosas y resplandecerá como el que todo lo abarca... Para la práctica A muchos este alegre mensaje les basta para infundirles alegría, asombro y esperanza. Pueden entonces quedarse ahí y vivir algo de esta gran realidad futura. Otros preferirán avanzar progresivamente. Aplicarán las afirmaciones enunciadas a cada realidad concreta, tal vez incluso a la amarga experiencia que a veces han tenido de sus propias limitaciones; o a personas a las que quieren, pero en quienes observan defectos que les hacen sufrir. Para muchos que no aceptan la fe cristiana en su integridad, será mejor adoptar antes otros temas.
27. La adoración (introducción) El fenómeno de la adoración se puede expresar en tres actos o grados: admiración sin límites, sumisión incondicional y entrega gozosa. No es difícil resumir cada uno de estos actos en una simple palabra, que puede repetirse para alcanzar la profundidad meditativa de la adoración. Al primero puede corresponder: " ¡ Qué grande eres!", o "¡Incomprensible!", o incluso "¡Misterio inalcanzable!" Al segundo: "¡Heme aquí!", o "Puedes (hacer de mí) todo", o "Tómame". Al tercero: "Tú, mar inconmensurable de amor", o "Aclamad al Señor, toda la tierra" (Sal 100, 1), o incluso "¿Qué deseo? Nada, fuera de ti", o "Mi Dios y mi todo". En algunas de estas palabras puede concentrarse absolutamente toda la plenitud de la adoración, tanto más cuanto más se ofrece a la mirada espiritual del orante la gloria del amor de Dios y su inaprehensible plenitud, más
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se inflama el corazón y más comienza a arder la propia profundidad.
28.
Profundización del ejercicio fundamental (ampliaciones)
Quien haya realizado durante mucho tiempo el ejercicio fundamental, habrá alcanzado la profundidad de la actitud meditativa. Entonces puede surgir la pregunta: ¿cómo, seguir adelante? Cada uno de los términos fundamentales puede conducir a experiencias más profundas: "Abandonar, descender, unirse, dejar venir o renovarse". Pero también las siguientes indicaciones pueden contribuir sustancialmente a un ulterior progreso. Cada uno de los párrafos siguientes es un ejercicio y, por lo tanto, vale para una jornada. Quien crea que no consigue detenerse el tiempo necesario en cada uno de estos párrafos, tenga paciencia y entregúese al ejercicio sin hacer cálculo alguno de tiempo. Los principiantes deberán escoger preferiblemente los primeros ejercicios. 1. Me sumo en el silencio Lejos de los ruidos, de los proyectos, de los propósitos, de los pensamientos. Cada vez más paz en torno a mí... cada vez yo mismo más en profundidad... Me mantengo en un silencio sin palabras... en la profundidad sin nombre... En torno a mí se va haciendo progresivamente el vacío..., pero el vacío no es la simple nada. Tengo el presentimiento de otra realidad más profunda, más grande... 2. Me sumo en la profundidad En mi profundidad... ilimitada, insondable... Cuanto más me abandono, tanto más se dilata... Se abren espacios desconocidos que me han sido dados a mí... Me
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mantengo en esta profundidad, muy lejos de la superfi cialidad de mi conciencia cotidiana... 3. Abandonar, para llegar a la autenticidad Cuanto más abandono mi yo estrecho, egoísta, defec tuoso, lleno de castillos en el aire, tanto más espacio queda para lo auténtico... El fondo del alma se hace li bre, con su connatural dinamismo que tiende a la reali dad última, en la que todo se resume en la unidad... En este mi fondo deseo sumirme..., en esta autentici dad..., en esta verdad y genuinidad..., en este valor. Entonces quedo suelto y libre..., entonces llegan la paz y la unidad interiores..., la alegría y la quietud...; vengo a ser tal como he sido proyectado. 4.
Abandonar todo lo que impide al fondo del alma alcanzar su propia vida
Todo lo que es postizo, inauténtico, artificial, desapa rece; todo lo torcido, todas las malas conformaciones de la infancia... todo lo que bloquea mi ser originario... Me abandono a la actividad de mi profundidad, a su fuerza iluminadora, a su capacidad de poner orden y dar integridad a mi interior... Ello me anima, me plasma, me espiritualiza, me unifica a todos los niveles de mi ser... con facilidad, sin fatiga, espontáneamente. Al mismo tiempo, el fondo del alma, con su dinamis mo esencial, me despierta a la realidad última... No tien de a la realidad concreta, sino a aquella realidad que todo lo encierra..., de la que proviene el fondo del alma... y que es la única que puede saciarlo: Dios. 5. Cuanto más profundo es el abandono, tanto más in tenso es el poder de estímulo del dinamismo conna tural al fondo del alma Incontrolable, oculto y, sin embargo, poderoso y capaz de imponerse progresivamente. Este dinamismo se mué-
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ve indefectiblemente hacia la meta de nuestro ser... Es ese impulso interior hacia la realidad definitiva, dura dera y absoluta...; a través de las cosas concretas, hacia aquella realidad que lo es todo y al mismo tiempo lo une todo en sí... Como un presentimiento de la pleni tud... Plenitud infinita en la plena simplicidad... Es el misterio del Dios ocultamente presente... 6. Mi profundidad es llevada y sostenida Del mismo modo que el cuerpo es sostenido por el suelo, por la silla (sentir, experimentar, revivir este fe nómeno)... Mi ser interior se apoya en alguna parte... No se produce continuamente a sí mismo... Con mi profun didad yo me apoyo en el fundamento último... Mi cora zón es la sede central de su transparencia, de su irradia ción... Yo me abandono, desciendo, deseo unirme con mi propio fondo, a fin de llegar y mantenerme dentro del radio de acción del fondo absoluto... 7. Mi profundidad ha entrado en el fundamento
absoluto
Se ve envuelta, llevada..., es permeable al misterio último... Es como si yo viera apoyarse la bóveda más subterránea de mi ser... Está inmerso... El misterio pe netra en mí... Así se nos ha dicho: Dios ha infundido su Espíritu en nuestro corazón (cfr. Rom 5, 5, etc.). Aquí está su presencia viva, amante, actuante. El Espíritu de Dios informa el fondo del alma, libe rándolo de la rigidez, de la opresión, de la cerrazón, de la muerte... Ayudándole a alcanzar su dinamismo esen cial... No se trata de alienación, sino de ayuda para en contrar su propia identidad y autenticidad... Ayuda pa ra que el fondo del alma llegue a la vida, a la actividad, a la libertad... Para que yo descubra mi verdadera for ma... "He puesto mi espíritu sobre él" (Is 42, 1). "Pon-
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dré en su corazón un espíritu nuevo" (Ez 11, 9). "Habéis recibido el espíritu filial" (Rom 8, 15). 8. Si me abandono del todo, ya nada en mi interior se cerrará a la acción de Dios El penetra en mí tanto más, cuanto más abandono este yo angosto, cuanto más abro sin reservas los poros internos... El es el amor que busca, que viene, que salva, que redime... Si le hago sitio, él vendrá. En este gesto de abandono me entrego a él... como el enfermo se entrega al médico y a su intervención, a su cura... Me quedo desnudo ante él, dejo caer mis máscaras, mis defensas... Permanezco tranquilo y dejo que él me invada y actúe... Estoy totalmente despierto y receptivo. 9. Me sumerjo en el Espíritu de Dios Me zambullo en lo profundo y sé que él está ahí..., que ahí lo encuentro a él, al Espíritu de Dios, si logro abandonarme y dejarme caer en él... Ahí está la vida que viene de Cristo y que desea transformarme... para que "participe de la imagen del Hijo" (Rom 8, 29). Con él deseo unirme... Esta realidad debe penetrarme totalmente. 10.
"Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo" (Gal 4, 6)
Este "Espíritu" puede significar, ante todo, la mentalidad de Cristo, sus actitudes..., las cuales deben adquirir la hegemonía sobre mí... Pero también significa el modo de estar Cristo presente y actuante en nosotros. "El Señor (Cristo) es el Pneuma, el Espíritu" (2Cor 3, 17). De este modo, está en mí la vida de Cristo. Su obediencia, su amor, su adoración, su solidaridad con los hombres...
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Me abandono y desciendo para unirme con los pensamientos y las actitudes de Cristo..., con su vida..., con su Espíritu en mí... Me dejo vivir por Cristo. Esta vida debería madurar lo mismo que en Pablo, que escribe: "Vivo yo, pero no yo, sino que es Cristo quien vive en mí" (Gal 2, 20). ¡Qué abismos hay en mí...! ¡Qué inconmensurable vida desea anidar en mi corazón...! 11.
Morir y renovarse
Observo cómo en este proceso se verifica una muerte y una renovación. Muere el pequeño, egoísta, presuntuoso y estrecho yo. Y nace el gran yo, vivificado por Cristo y por su amor. Y en él quedo yo transformado. Me convierto en alguien distinto. En mí tienen lugar una muerte y una renovación. Pero no se trata de una muerte terrorífica, sino que, por el contrario, es como cuando la enfermedad muere frente a la salud, o la noche frente al día. Muero en orden a, y para una nueva vida. 12. Morir y resucitar Entro en contacto con la piedra angular de la historia universal, con la muerte-resurrección de Cristo. Muero con él y participo en su resurrección... Es éste un hecho enorme. ¿No es ésta la profundidad de mi propia profundidad? ¿No es lo que dice Pablo: "Muerto con Cristo... vivir con él" (Rom 6, 8; cfr. 8, 9; 8, 14-15)? 13.
Yo estoy en él
"Quien permanece en mí y yo en él..." (Jn 6, 57). Debo crecer en él cada vez más. El es como un abrigo demasiado grande, a cuya medida debo yo crecer. Debo desarrollarme en todas las direcciones si deseo que el abrigo me venga bien. "Habéis sido revestidos de Cristo" (Gal 3, 27): ahora lo comprendo. Estoy en él para "crecer en él hasta llegar a alcanzarlo" (cfr. Ef 4, 15).
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14. El está en mí Con su Espíritu. El vive en mí. Crece en mí. Desea ser la vida de mi vida. Yo le hago sitio, me abandono a él, me uno a él. Me detengo en esta actitud, colmado de dones, lleno de agradecimiento, cada vez más abierto y receptivo...
29. La respiración como símbolo de la relación con Dios (pasos hacia lo profundo y hacia la plenitud) El siguiente texto propone una meditación en diversas etapas que se desarrolla a lo largo de meses y aun de años. Aquí resumimos el itinerario. Las últimas etapas presuponen un cierto grado de madurez; los principiantes sólo pueden recorrerlas de un modo externo y análogo; por tanto, harán mejor en recorrer las primeras. Conviene detenerse bastante tiempo en cada etapa, a fin de apurarla hasta el fondo. Es igualmente recomendable que, si se realiza una interrupción prolongada, se vuelva de nuevo sobre lo ya considerado, que entretanto se habrá enriquecido con nuevos elementos. Cada uno de los números ha sido calculado para un ejercicio, para una jornada. Si se puede hacer sin forzar las cosas, conviene atenerse a esta norma. 1. Yo respiro. Lo sé. Lo siento... (detenerse). Trato de asistir a mi respiración sin alterar su ritmo. Permanezco en esta "visión"... 2. Siento la inspiración como un don... Puedo obtener aire continuamente. Lo hay. Y está ahí para mi... 3. En la espiración experimento distensión, abandono, liberación... Me detengo en esta experiencia y trato de percibir profundamente el fenómeno... 4. Mientras percibo la respiración, su ritmo, la inspiración y la espiración, pienso en Dios que me mira con amor. De él procede este fenómeno. Es creación su-
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ya... De él proviene este don... De él lo recibo... A él confío mi tensión, me libero... 5. Respirar me proporciona alivio, fuerza, vida nueva. Es una fuente continua de vida... De este modo la vida me invade y me penetra. Vivo... 6. La inspiración, el don, la mirada de Dios, todo se convierte para mí en signo de su amor... Sé que él me ama... El amor desea invadirme, colmarme. La respiración se me hace símbolo del amor de Dios. A cada inspiración va asociada la penetración, la inspiración del amor de Dios... 7. También la espiración puede desempeñar esta función de imagen. El amor desea darse, fluir, agotarse para los demás... La espiración se convierte en signo y expresión del amor que brota de mi centro y se abandona, se da, fluye y sube hacia él... Permanezco detenidamente en este doble fenómeno... Se me ofrecen dos fórmulas de oración que yo pronuncio como acompañamiento: tú a mí; yo a ti. 8. El fenómeno se hace cada vez más real. La respiración expresa una realidad oculta que va siendo progresivamente interiorizada en el símbolo de la respiración. Dios envía realmente sobre mí su soplo, su amor, su Espíritu... En él soy yo hijo de Dios... En él puedo vivir... En él vivo ahora... Mi inspiración se hace imagen de este hecho... Me abandono cada vez más a este acontecimiento: Dios envía su Espíritu al fondo de mi alma. Y ello es expresión de su amor... Su Espíritu me restablece, me da fuerzas, vida, bondad, fecundidad... Inspiro este Espíritu de Dios... Me lleno de él. 9. También mi espiración se llena de esta santa realidad. Yo espiro, me doy, me distiendo en la confianza, muero en una efusión de mí mismo, en un pasar a la otra orilla, en un hacerme suyo... Este amor es sostenido precisamente por la vida divina del Espíritu, presente en mí desde el bautismo. El movimiento de mi amor va convirtiéndose, cada vez más, en participación del amor infundido en mí..., una participación en el Es-
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píritu Santo, que no es en mí una realidad muerta, sino una realidad que vive y ama. Me abandono a este acontecimiento divino en mí... (cfr. Rom 5, 5). 10. El Espíritu de Dios en mí me hace ser cada vez más hijo de este Padre. De una parte, a través del amor. Quien ama, sin limitarse a responder al amor de otros, se hace "hijo del Padre que está en los cielos" (cfr. Mt 5, 45). Cada vez con mayor intensidad, deseo aprender a vivir de esta fuente; ser enteramente regido por esta mentalidad... De otra parte, es así como se imprime en mí el rostro del gran hermano, el rostro de Cristo, cuyo Espíritu me domina progresivamente y plasma mi corazón. Yo participo "de la imagen de su Hijo" (Rom 8, 29)... Cristo toma forma en mí (cfr. Gal 4, 19), se configura en mí, adquiere poder sobre mí, vive en mí... (cfr. Flp 1, 21; Ef 3, 17; Gal 2, 20). 11. Sigo detenido aún en mi respiración; signo de todas estas realidades. Me hallo en una etapa aún más profunda. Cristo, que ha resucitado y vive "en el Espíritu", vive en mí... Entonces la mirada y el amor de Dios no se posan simplemente en mí, sino en él, misteriosamente presente en mí..., que vive en mi pensar y sentir, en mi fe y en mi amor, y de este modo realiza su vida sobre la tierra... Cristo vive en mí y yo en él. ¡ Qué mirada de amor, qué torrente de amor sobre mí...! Lo inspiro... Respirando, me detengo en este milagro de la misericordia y del amor de Dios. ¿Cómo debería responder? 12. Es Cristo quien responde. Lo que se da, lo que se concede, lo que se derrama por entero, lo que se pierde, lo que se trasciende en mi espirar, es su amor, su entrega al Padre. Su acto, su vida, penetra la mía, la despierta y la eleva. Me abandono asombrado a este acontecimiento... ¿Dónde he venido a llegar? Al punto neurálgico, al hecho central de la historia universal, asumido en el acto vital de quien debe "recapitular" toda vi a en Dios (cfr. Ef 1, 10). He llegado ni más ni . ^ a Cristo, que lo inició en la cruz y que ahora viví ic m
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su Iglesia y a todos cuantos oran y que me hace participar de su vida y me arrastra hacia el Padre... Con él "espiro" mi vida a Dios. Durante semanas, e incluso años, vuelvo una y otra vez, sin cansarme, a este maravilloso signo en el que estoy tan vivo, a este signo que yo mismo vivo, a este acontecimiento que es símbolo de tan profundos abismos. La respiración la tengo siempre presente y a mi alcance... experimentable como si se tratara de una medalla que llevo al cuello, y aún más. Se ha convertido para mí en el signo global y eficaz de mi fe, de mi salvación... Desearía respirar en comunión con todos los hermanos y hermanas, para que también ellos se hicieran cada vez más partícipes del Espíritu de Dios y de su amor.
30.
En Dios (testimonio)
El siguiente texto puede ser, para los más maduros, un ejemplo de meditación de lo profundo. Al mismo tiempo puede ser para ellos una importante indicación a la que abrirse interiormente. Me había sentado. La puerta estaba cerrada, la estancia tranquila. Adopté la adecuada postura del cuerpo e inicié lentamente el ejercicio "Aquí me encuentro" (páginas 26 ss.). Cuando, en el quinto momento, hube recorrido todo el cuerpo, sentí cómo se iban distendiendo todas las zonas del mismo, una tras otra. Al fin, todo el cuerpo estaba relajado. Percibí esta situación como una disposición de absoluta confianza..., como la de un niño que descansa en brazos de su madre... La confianza se abrió al misterio omniabarcante que nos envuelve, nos rige, nos acoge y nos oculta sin reservas. Me detuve allí... Al cabo de algún tiempo se presentó a mi conciencia la realidad interior: la vida de su Hijo en mí. Todo desde abajo y desde el interior... Esta
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vida es adoración, es apertura, es entrega perfecta. La dejé que se realizara en mí... Lo sabía: ahora me encontraba en el acto primordial de la historia universal. Cristo en mí; su vida corre hacia Dios.
31.
¿Por qué medito?
El siguiente texto no ha sido compuesto de un modo sistemático, pero, aun en sus más mínimas variaciones, ofrece un testimonio nacido a instancias del interrogante que encabeza este párrafo. Para llegar a la paz y a la profundidad. Para llegar a mí mismo. Para vivir, cada vez más, de una fuerza concentrada. Para que no se agoste ni se entumezca mi corazón. Para que no se sequen mis fuentes interiores. Para no vivir únicamente de un fragmento de mi vida. Para "digerir" mis experiencias. Para que mi yo cotidiano, mi ser auténtico y mi profundidad estén cada vez más unidos. Para que, en el silencio y en la paz, las energías de mi profundidad lleguen a vivir y a expresarse. Para ser cada vez más libre de toda clase de convulsión, de toda tensión innecesaria y de toda mezquindad. Para ser auténtico. Para aprender a tener calma, relajación y paz recogida. Para que algo atraviese de parte a parte mi mente. Para que de la riqueza de mi profundidad surjan fuerzas de salvación. Para vivir de mi profundidad y de mi totalidad y alcance de ellas salvación. Para llegar a mi profundidad, a mi plenitud, a mi propio ser, a mi totalidad. Para ser verdaderamente hombre. Para hacerme abierto y receptivo a la profundidad de las cosas y las personas que me rodean.
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Para tener contactos en profundidad. Para que me resulte cada vez más claro el sentido de mi existencia. Para que se me revele la profundidad y la plenitud del mundo en el que Dios me hace vivir. Para llegar a descubrir las ocultas riquezas de la humanidad en el mundo y me alimente de ellas. Para adquirir el sentido de lo auténtico. Para ser justo y genuino y, de ese modo, poder ayudar mejor a los demás. Para saber reconocer, tanto para mí como para los demás, lo que es importante. Para estar más profundamente vinculado a los demás y ser capaz de contentarles. Para poder hablar mejor de corazón a corazón. Para mejor entender lo que Dios pretende de mí. Para que mi ser se convierta en un órgano receptivo de la palabra de Dios, de sus intenciones y de la moción del Espíritu Santo en mí. Para ser sensible a lo que Dios quiere hacer en mí. Para estar a la escucha de lo que el Señor dice a mi corazón. Para llegar a aquel nivel de profundidad en el que han sido pronunciadas innumerables palabras de la Sagrada Escritura y, de este modo, pueda comprenderlas desde dentro. Para que el "Espíritu de su Hijo" pueda fructificar en mí. Para que las palabras de Jesús me impresionen, abran mis ojos y transformen mi vida. Para permanecer en el constante proceso existencial de transformación al que he sido encaminado quizá desde niño. Para que las cosas tengan para mí sabor conforme a lo que realmente son (del latín sapere = tener sabor, procede sapientia: "es 'sapiente' aquel para quien las cosas tienen sabor de acuerdo con lo que son"). Para entregarme cada vez más a la acción de Dios,
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que realiza en nosotros "el querer y el obrar, como bien le parece" (Flp 2, 13). Para derribar todas las barreras del egoísmo que se oponen a la acción de Dios. Para hacer sitio al Espíritu de Dios. Para ser receptivo a la alegría de Cristo y a su paz (Jn 15, 11: "para que mi alegría esté en vosotros y vuestro gozo sea perfecto"; 14, 27: "mi paz os doy"). Para sentir la eficacia de su capacidad de atracción (cfr. Jn 12, 32 y 6, 44). Para hacerme más receptivo a los dones del Espíritu Santo y ser cada vez más animado por ellos ("Amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, templanza" Gal 5, 22). Para llegar a la unidad: unidad en mí, con el misterio último, con la pluralidad de acciones, cosas, encuentros... Para que se me abra de par en par la "insondable riqueza de Cristo" (Ef 3, 8). Para que consiga mantener relaciones profundas con los seres humanos, con los niños, con los ancianos... Para que les ayude a alcanzar su propia profundidad y plenitud, su propia riqueza, su propio recogimiento, su propia totalidad y unidad. Para que en la Iglesia se desborde sobre los hombres el amor. Para hacer que ceda en mí toda resistencia al amor de Dios que me busca. Para entregarme a Dios no sólo sin reservas externas, sino hasta en lo más íntimo de mí mismo, y hacerle sitio. Para dedicarme cada vez con mayor intensidad al amor absoluto. Para no admitir en mí ningún secreto "no" con respecto a Dios. Para entender cada vez mejor "la anchura y la largura, la altura y la profundidad" de la acción de Dios en nosotros por medio de Jesucristo, y para "conocer el amor de Cristo, que supera todo conocimiento" y, si es
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posible, "ser colmado por toda la plenitud de Dios" (Ef 3, 18-19). Para dejar atrás toda "arrogante autonomía" y todo aislamiento y, de ese modo, llegar a la "grandiosa vida" que nos es dada en Cristo y que no se cierra con la muerte, sino que la traspasa y encuentra, más allá de ella, su realización. Para que ya no sea yo quien viva (con mi estrecho, egoísta e instintivo yo, lleno de sí, arrogante, romo, pendenciero y ávido), sino que yo mismo sea vivido cada vez más por Cristo, según la expresión de Pablo: "Ya no soy yo quien vive, sino que es Cristo quien vive en mí" (Gal 2, 20). Para contribuir en alguna medida a que la Iglesia de Dios encuentre cada vez más profundamente su propia identidad y sus propias fuentes. Para que el pueblo de Dios alcance el nivel que le ha sido destinado. Para que, junto con otros muchos, llegue a ser capaz de acoger la promesa: "Lo que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni al corazón del hombre llegó, Dios lo ha preparado para los que le aman" (ICor 2, 9). La meditación se hace, cada vez más, oración que va más allá de cualquier discurso de palabras; pero el Señor nos ha dicho que "se debe orar en todo momento, sin desfallecer" (Le 18, 1). Para que podamos afrontar con paciencia y con fe las aflicciones que nos sobrevienen (cfr. Apoc 13, 10). Porque la meditación es el inicio de la "vida eterna", en la cual "contemplamos a Dios". Porque es cierto que ningún pintor pinta, ningún poeta compone, ningún hombre llega a ser hombre, ningún cristiano es auténticamente cristiano, sin meditación.
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32. La canción "Tú" Adonde voy, Tú. Donde me detengo, Tú, Tú, Tú. Siempre Tú, eternamente Tú. Cuando todo va bien, Tú. Cuando todo hace daño, Tú, Tú, Tú. Siempre Tú, eternamente Tú. Cielos, Tú; tierra, Tú; arriba, Tú; abajo, Tú; adonde mire, Tú; en cada instante, Tú, Tú, Tú, Tú. (Martin
Buber)