Título del original Alemán SCHIKSAL ALS CHANCE Traducción de: HILDE BROSTROM
© 1983, C Bertelsmann Verlag Gmb. H. © 1984, Editorial EDAF, S. A.Jorge Juan, 30. Madrid. Para la edición en español por acuerdo con INTERNATIONAL C. Bertelsmann Gmb H. Munich - Alemania.
Este libro lo dedico a todos los seres humanos que están buscando la luz.
INDICE
Págs. Prólogo……………………………………………………………….6 1. ESOTERISMO. La manera no científica de considerar la realidad .........................................................................................8 La cosmovisión esotérica .....................................................11 El esoterismo como camino .................................................15 La filosofía hermética ..........................................................17 La ley de la analogía: Así como es arriba, así es abajo 19 Cuerpo, alma y espíritu .......................................................22 2. LA HIPNOSIS. Una caricatura de la realidad.....................28 El descubrimiento de la hipnosis y del psicoanálisis. 31 La hipnosis como fenómeno ................................................32 Un modelo de la hipnosis ...................................................35 La terapia de hipnosis ........................................................37 Consecuencias .......................................................................38 3. LA POLARIDAD DE LA REALIDAD. REALIDAD . .............................. 42 La vida es ritmo ....................................................................44 La reconciliación ...................................................................48 La proyección de la culpa ....................................................50 La ley de resonancia ...........................................................51 El medio ambiente como un espejo ...................................53 4. LA ASTROLOGIA. Un sistema de representación de la realidad ........................................................................58 Los principios primordiales de la realidad .....................60 Los astros como representantes.........................................66 La calidad del tiempo .........................................................69 El horóscopo como instrumento de medición ..................72 El horóscopo como plan de estudios de la vida ..............76 La polaridad del aprendizaje ............................................78 La astrología en base a la reencarnación .......................83 El cumplimiento del destino ..............................................86
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VIDA Y DESTINO HUMANO
Págs. La enfermedad como información ............................................ 90 El camino hacia la libertad ........................................................ 92 5 . E N FER MED AD Y CURACION. CURACION . .................................................. 94
Enfermedad y muerte como signos del destino .............. 97 La homeopatía .................................................................................. 101 La información como medio de curación ............................. 105 El principio de la semejanza .................................................. 108 6. LA CR EAC ION Y EL PEC ADO OR IG INA L . .................... 113 La unidad ............................................................................................ 119 El triple paso de la creación .................................................... 121 La historia bíblica de la creación ............................................. 123 La expulsión del paraíso .......................................................... 125 La enfermedad y el pecado original ........................................ 129 A la salvación a través de la enfermedad ........................... 130 7. LA RE EN CARN ACION . Ritmo de lo vivie nte ................ 134 La muerte — Otra forma del Ser ............................................ 137 La ley del Karma .............................................................................. 139 La maduración a través de la reencarnación ..................... 141 8. LA TERAPIA DE REENCARNACION. Un camino a la integración ..................................................................................... 148 La vivencia del nacimiento propio y de la concepción… 151 El encuentro con el pasado ..................................................... 153 Culpa y responsabilidad................................................................ 157 El problema primordial: el poder ......................................... 158 Experiencias del más allá ............................................................ 160 La almas atadas a la tierra .................................................... 163 Etapas de la evolución del alma ............................................ 165 Religión y reencarnación .............................................................. 167 9 . L A VID A DIA RIA COMO RITU AL . ............................................... 171
Del sentido de las técnicas ocultas .......................................... 178 Esoterismo y huida del mundo ................................................. 178 El retorno al hogar ..................................................................... 181
PROLOGO
Desde hace algunos años, el interés del público en general por los temas espirituales ha crecido más y más. Como Fuego se difunde el conocimiento de que no se agote necesariamente el sentido de la vida en comer, beber, dormir, sexo y posesiones. Pero, ¿dónde está ese sentido? ¿Es posible que el hombre lo encuentre alguna vez? ¿Debemos volver a la iglesia que hemos abandonado con el primer entusiasmo de la expansión intelectual? ¿O se encuentra la respuesta solamente en las enseñanzas y religiones de Oriente? La gran cantidad de preguntas, aún sin respuesta, transforman al hombre en un buscador. Puede ser que buscar sea más importante que encontrar. Porque buscar quiere decir "cuestionar", abandonar todas las posturas, volverse flexible. La búsqueda abre al hombre. Desde hace algunos años, el autor, en forma paralela a su actividad terapéutica, dicta regularmente cursos y seminarios bajo el nombre de: "psicología esotérica". El gran éxito de estos cursos demuestra que los temas tratados se han podido transformar para muchos buscadores en líneas de orientación. Tanto del círculo de participantes, como de todos aquellos que por razones de distancia o de tiempo no han podido frecuentar los cursos, surgió la sugerencia de publicar los temas de esos cursos en forma de libro. Como resultado de esta idea, tiene Vd. ante sí los temas del primer semestre de esos cursos. Los libros tienen la gran ventaja de la multiplicación y por eso pueden llegar a muchísimas personas. Pero los libros tienen también una desventaja: lo mucho que se pierde de la atmósfera personal de la palabra hablada. Es por eso que en los tiempos antiguos la verdadera iniciación se reservaba solamente a la transmisión oral.
Al igual que el primer semestre del curso, este libro también quiere ofrecer una introducción a la cosmovisión del esoterismo. Una introducción de esta naturaleza no requiere del lector ningún conocimiento específico, sino que solamente espera de él una apertura interna para acceder a rumbos de pensamientos nuevos y desacostumbrados. Es más difícil cumplir con esta exigencia que lo que generalmente se supone. Tenemos la tendencia a quedarnos fijados en lo conocido y aferrados a lo acostumbrado; todo lo nuevo provoca en primera instancia un miedo inconsciente y moviliza reacciones defensivas. Así, también muchos pensamientos y tesis de este libro provocarán la resistencia del lector. A nadie le resulta fácil abandonar clichés y puntos de vista queridos y reemplazarlos por nuevos conocimientos, pero esto es justamente lo que tenemos que hacer constantemente si queremos evitar el estancamiento de la evolución. Y, evolución y apertura de conciencia son el objeto de este libro. Es mi deseo que este libro pueda prestar una pequeña ayuda a la mayor cantidad posible de quienes están en la búsqueda.
THORWALD DETHLEFSEN Munich, octubre de 1978
1. ESOTERISMO La manera no científica de considerar la realidad
La casualidad es el suave almohadón sobre el que reposan quienes desean eliminar del cosmos lo divino, lo significativo, lo que indica una meta a las criaturas, prefiriendo la triste fábula de que el universo se originó de paso, completa y absolutamente por sí mismo, más allá de cualquier realización de un sentido. HERBERT FRITSCHE
El pensamiento de nuestro siglo está marcado por una visión del mundo que se denomina "científica" en el sentido de las ciencias naturales. Este adjetivo "científico" se transformó en un criterio para tratar de medir la exactitud de una afirmación, una teoría o un pensamiento. Todos pensamos dentro de categorías científicas hasta en dominios que nada tienen que ver con la ciencia en su verdadero sentido. Así es como llegamos a ser "creyentes en la ciencia" sin darnos cuenta, realmente, del contrasentido que encierran estos términos. La ciencia en su labor persigue la finalidad de penetrar la realidad con el pensamiento y, mediante el descubrimiento de leyes, introducir un orden en la diversidad de las formas aparentes. Para esto se establecen teorías que se supone comprenden de la mejor manera posible la realidad. Cada teoría cuando aparece constituye un fiel reflejo del estado de conciencia de sus creadores. Como se sigue investigando permanentemente, también se sigue desarrollando el estado de conciencia y pronto las teorías anteriores aparecen como demasiado estrechas. Se torna necesaria una nueva teoría más amplia y así sucesivamente. De este modo, resulta como ley obligatoria que a causa del permanente avance y ampliación de la conciencia de la humanidad, tarde o temprano toda teoría perderá vigencia y tendrá que dejar lugar a nuevos conocimientos, porque la verdad de hoy es el error de mañana. Una mirada a la historia de la ciencia ratifica de manera categórica esta aseveración. La historia de la ciencia es la historia de los errores humanos. No hay que avergonzarse por ello, porque todo el mundo sabe que de donde más se aprende es de los errores. Lo grotesco es que cada generación parece estar absolutamente segura que los errores han sido cometidos únicamente en el pasado y nada hace perder la profunda convicción de haber encontrado —ahora sí— la verdad absoluta y terminante. En este punto la fuerza de
la fe en la ciencia sobrepasa con facilidad a la de cualquier secta religiosa. También el comportamiento frente a todos aquellos que tengan convicciones nuevas y en función de las mismas pongan en duda la verdad "absoluta", válida para todos, tiene una similitud sorprendente con el fanatismo religioso. Por cierto, una de las debilidades humanas cardinales es la de fijarse mentalmente y defender este punto de vista propio con todas sus fuerzas hasta el final de su vida. Aquí la ciencia, al poner el acento en forma (sospechosamente) intensa en la objetividad, se encuentra en una discrepancia especialmente atractiva. La ciencia empezó su trabajo investigando el mundo visible circundante. Este se nos presenta como materia, por ende la ciencia ha adaptado su método de trabajo a las condiciones de la materia. Esto seguramente es correcto, mientras se investiga solamente materia. En el mejor de los casos, los resultados hallados son válidos dentro del mundo de la materia. Aquí es donde ya encontramos las dos fallas fundamentales que nos autorizan a dudar del derecho de la ciencia a creerse representante exclusiva de la verdad:
1. El método de trabajo de la ciencia se ha adaptado conscientemente a las exigencias de investigación de la materia. Pero ese método, de manera no consciente, se sigue usando hoy en día, ampliándolo a dominios que no necesariamente tienen que ver con la materia. 2. Se deduce del hecho resultante del punto 1 que la ciencia solamente puede tratar y medir la materia y que fuera de ella no puede haber otra cosa. Este círculo diabólico sólo se puede romper cuando se reconocen las limitaciones y los métodos propios, o cuando se encara el dominio no-material con métodos adecuados, desacostumbrados para la manera de pensar científica. Los tiempos actuales parecen propicios para dar un paso semejante, pues en muchos lugares se multiplican las voces que no quieren seguir dando a la ciencia el derecho único para representar la realidad. Las razones que parecen justificar dicho paso pueden residir en parte en las preguntas siguientes: ¿A pesar de sus éxitos innegables en el campo técnico, ha conseguido la ciencia hacer más feliz a la humanidad? ¿Puede la ciencia ayudar al hombre a solucionar sus problemas? ¿Puede contestarle sus
preguntas más íntimas referidas a su "condición de ser humano"? ¿El desarrollo de la conciencia humana ha ido a la par con el desarrollo técnico externo? Las respuestas a estas preguntas son inequívocas y conmovedoras: no hay éxitos a la vista. Cuantos más medios desarrolla el hombre para ahorrar tiempo, menos tiempo tiene. La enfermedad en sí no ha podido ser reducida por la, así llamada, medicina moderna, ni en un mínimo porcentaje. No hay que dejarse engañar por estadísticas que comprueben la declinación de las enfermedades infecciosas o de la mortalidad infantil sin que al mismo tiempo se informe sobre las enfermedades que han aumentado durante el mismo período o, incluso, sobre nuevas enfermedades que se han manifestado desde hace poco. Las estadísticas de medicina tienen sentido solamente si se toma en cuenta a la "enfermedad" como tal y no cuando se consideran por separado sus formas de manifestación específicas. Así, tenemos un aumento enorme de enfermedades psíquicas, que aún no se han conseguido suprimir en la misma medida en que se suprimen algunos síntomas somáticos. Todas estas observaciones no proponen tanto criticar ampliamente a la ciencia, sino que pretenden más bien aclarar la necesidad y el derecho de encaminarnos de ahora en adelante a una manera de pensar de polaridad diametralmente opuesta a la científica, a la que designaremos con el concepto de esoterismo, concepto en gran medida idéntico a lo que se conoce con otros nombres: ciencia secreta, sabiduría, ocultismo, etc. Pero ocurre que la mayoría de las asociaciones que desde siempre se relacionan con estos conceptos están equivocadas, y será tarea de este libro introducir, paso a paso, al sistema de pensamiento del esoterismo. La cosmovisión cosmovisión esotérica La ciencia piensa pura y exclusivamente de manera funcional. Esto para nosotros es tan natural, que al principio uno se pregunta sorprendido de qué otra manera sería posible pensar, sin abrirle la puerta de par en par a la fantasía sin límites. El esoterismo piensa de manera esencial, o sea, no pregunta solamente por el "cómo" de la realidad sino, ante todo, por el "por qué". Este "por qué" es la pregunta por el
sentido de las cosas, que es el verdadero lazo de unión entre el mundo de las formas fenoménicas y el hombre. Empero, este sentido sólo puede manifestarse como verdad al hombre individual, por eso evita toda presentación pública. El esoterismo es por lo tanto no social. La ciencia se exige a sí misma ser accesible para todos. Dotados del talento suficiente, todos deberían tener la posibilidad de adueñarse de la ciencia mediante el ejercicio de cierto empeño. La ciencia es transmisible, pero el saber no. Desgraciadamente, a menudo confundimos el saber con conocimientos parciales que carecen totalmente de importancia y de orientación. Estos sí son transmisibles. Pero el saber nunca es el resultado del empeño, sino de una toma de conciencia totalmente personal e individual. Esta toma de conciencia es de naturaleza metafísica e ignora ampliamente todas las exigencias de la masa por un "saber para todos". El saber solamente puede ser el resultado de la experiencia propia, no se puede recibir ni transmitir. Todo lo que me llega de otros sólo lo puedo creer, pero nunca saber y ni siquiera es importante tener buenas razones para creer algo o no. Creer quiere decir: no saber. Nada cambian ahí los cálculos de probabilidad. Bajo este punto de vista las ciencias naturales se muestran como una gran parroquia de crédulos que no hacen otra cosa que rumiar las migajas que dejan caer unos cuantos que realmente saben y este proceso sigue hasta que ya no se reconoce nada. De ninguna manera se quiere menospreciar aquí la fe, porque la fe es la condición más importante para poder llegar al saber. Creer significa por principio, tener en cuenta la posibilidad de un hecho. Sin que se tenga como posible una experiencia nunca se la podrá alcanzar. Creer y saber son pasos distintos que se condicionan mutuamente, los dos tienen su justificación, sólo que no habría que confundirlos. Así como el saber es siempre asunto de un individuo, lo esotérico siempre ha sido asunto de unos pocos. Estos pocos que emprendieron la marcha por el sendero angosto del conocimiento, para llegar a ser sabios, son los que forman el así llamado círculo esotérico o interno (en griego "esoteros" es lo interno). Este pequeño círculo interno está rodeado por otro considerablemente más grande, el círculo exotérico o exterior (en griego "exoteros" es lo externo). Más adelante, al estudiar la ley de la polaridad, se nos aclarará que estos dos círculos
se condicionan mutuamente y que cada uno de ellos le debe su existencia al otro polo. De ahí resulta que la meta del círculo esotérico nunca es obrar como misionero del mundo. El verdadero esoterismo trabaja en secreto y realiza esfuerzos más grandes por disimular su existencia hacia afuera que por tratar de cazar nuevos adeptos. Por eso es un signo infalible de cualquier agrupación o sociedad que se esfuerza por crecer y tener más socios, que allí no se trata de una agrupación verdaderamente esotérica, por más que su nombre y la propaganda así lo digan. El hecho de que lo esotérico sea oculto nada tiene que ver con secretos, sino que se da por sí solo. Las enseñanzas esotéricas se mantienen secretas sin que nadie haga nada. El hombre sólo puede reconocer y usar el saber, sea cual fuere, cuando su propio estado de conocimiento o conciencia esté más o menos adecuado al nivel del saber. Una persona no educada en física no puede reconocer el significado de una fórmula física, a ella no le dice nada, ni siquiera en el caso de que esa fórmula tenga un significado trascendental para la física. La fórmula se mantiene en secreto para el no iniciado en la física. Por eso no hace falta esconderla. Pero cuando el observador ha adquirido un alto grado de conocimiento de la física, esa fórmula puede significarle un gran avance en su conocimiento. Exactamente lo mismo ocurre con el saber esotérico o las así llamadas ciencias ocultas. El saber del esoterismo es accesible en forma codificada para cualquiera, pero no puede ser reconocido por el ignorante. La gran masa no reconoce el valor de los símbolos y por eso los considera tonterías sin sentido. Hay que aprender a ver para poder ver. ("La luz llegó a la oscuridad, pero la oscuridad no la reconoció." Juan 1.) Si yo no soy capaz de leer las notas musicales, no tengo el derecho de exigirle a la música que haga el favor de usar para su escritura letras o números que yo sea capaz de leer; lo que tengo que hacer es decidirme y tomarme el trabajo de aprender a leer las notas, o si no tengo que renunciar para siempre a la comprensión más profunda de la música. Lo mismo pasa con lo esotérico. No es deber de los que saben adaptarse a la comprensión del ignorante, sino que deben tan sólo estar listos
para ayudar a quienes piden tal ayuda. "Pedid y se os dará, llamad y se os abrirá". Las comparaciones citadas deben mostrar que el esoterismo no es un campo de saber como muchos otros, que uno puede apropiarse mediante el esfuerzo. Lo esotérico no es un común denominador para datos, hechos y fórmulas cualesquiera, que basta con aprender para saberlos. El esoterismo es un camino o sendero. Un camino conduce a una meta. Tomemos como ejemplo específico el camino que va de Munich a Viena. Podemos estudiar esta ruta detalladamente en el mapa, calcular los kilómetros, nos podemos informar en los libros correspondientes sobre los distintos lugares que se hallan en el camino, podemos mirar fotos y podemos conversar sobre todos los detalles con otros que hayan recorrido este camino, etc. Toda esta ocupación con el camino "MunichViena" puede ser muy atractiva e interesante, solamente una cosa no logramos con esto: llegar a la meta, es decir, a Viena. Si queremos llegar alguna vez a Viena, tenemos que emprender el camino, recorrerlo, ponernos en movimiento. Todas las consideraciones e informaciones previas nos pueden ser útiles entonces, pero no hay teoría que pueda reemplazar a recorrer el camino. Este ejemplo debía aclarar la diferencia entre lo esotérico como camino y una mera colección de referencias. El esoterismo conduce a una meta a la que solamente se puede llegar si uno emprende el camino. Aquí está la falla más frecuente de todos aquellos que defienden ruidosamente la cosmovisión esotérica, pero nunca ponen ni un pie en el sendero. Andar el camino quiere decir convertir de inmediato en realidad todos los descubrimientos, por insignificantes que sean; significa cambiar constantemente su propia vida y su experiencia, cambiar su comportamiento, ser siempre distinto y nuevo, en síntesis: esoterismo significa evolución. Yo llamo a esta conversión necesaria el compromiso de la enseñanza esotérica. Todas las ciencias funcionales no representan compromiso alguno para el observador. Un químico puede hacer hoy un descubrimiento sensacional y al mismo tiempo seguir pegándole a su mujer, pleitear con su hermano, protestar contra la sociedad, etc. Su vida y su comportamiento no se ven afectados en lo más mínimo por su descubrimiento químico. La cosa es completamente distinta con el más pequeño "descubrimiento" esotérico. Este tiene efectos directos sobre todas
las áreas del ser, obliga a tomar una nueva posición frente al mundo, hace que ciertas costumbres sean a partir de ese momento imposibles. Si alguien, por ejemplo, ha comprendido la astrología, nunca más podrá buscar culpables en el mundo exterior, nunca más podrá hacerle juicio a nadie, etc. (Debe recalcarse que practicar astrología y comprender astrología son dos cosas muy diferentes. Desgraciadamente coinciden pocas veces.) Este compromiso es desde siempre la razón por la cual el mundo exterior, exotérico, lucha tan apasionadamente contra la penetración de las verdades esotéricas, porque se siente de modo inconsciente pero muy claramente el aplastante compromiso involucrado. Se acepta con mucho gusto todo nuevo descubrimiento, mientras sea funcional y no tenga efectos que entrañen un compromiso. Desde hace algún tiempo se está tratando de esquivar este conflicto con una treta: esta artimaña se llama parapsicología. Aquí se trata de quitarle el filo al desafío que representa la cosmovisión esotérica, —con el método estéril de la ciencia. Los cálculos de significancia llenan archivos enteros pero no cambian, a Dios gracias, al hombre. La parapsicología es mentirosa y cobarde, porque no tiene ni el valor de la ciencia puramente materialista de negar con sencillez todos los fenómenos que no sean materiales, ni tampoco tiene la disposición de asumir su propia comprensión y cargar con las consecuencias. La parapsicología husmea y discute constantemente sobre lo "husmeado" sin animarse jamás a dar el mordisco. La ironía del destino hace que cada uno se dicte su propia sentencia: el concepto auto-elegido de parapsicología (en griego: "para" es "al lado") significa que se pasa al lado de la psique. El esoterismo como camino Después de habernos diferenciado con suficiente claridad tanto de la ciencia como de la parapsicología, ahora podemos dirigirnos hacia el camino esotérico. La meta de este camino es la plenitud del hombre, es la sabiduría, la superación de la polaridad, la unión con Dios, la "Unio mystica", la "boda chymica", la conciencia cósmica. Todos estos conceptos son intentos de circunscribir esa meta final del camino humano. A esta altura los conceptos de este tipo pueden sonar aún como
frases vacías, pero confío que nuestras consideraciones ulteriores puedan llenar estos conceptos cada vez con un mayor contenido. Para poder alcanzar la meta es necesario reconocer las leyes esotéricas de este universo y también aprender a comprenderlas. A medida que el hombre alcance más y más conocimientos, deberá cambiar, deberá tornarse más consciente para comprender con mayor nitidez su verdadera misión y su meta. En tal camino las ayudas orientadoras son de suma utilidad, son indicadores del camino, señales que informan donde en un cruce determinado sigue el buen camino. Las múltiples técnicas y disciplinas esotéricas son ayudas en este sentido, como por ejemplo, mencionando las más importantes: Astrología, Cábala, Tarot, Alquimia, Magia, Yoga, Meditación, el I Ching. Todas estas disciplinas no son fines en sí, sino medios para orientarse, señales en el camino. Un peligro frecuente es que el hombre confunda el indicador con el camino mismo. Así tenemos a los sólo-astrólogos, a los sóloradiestesistas, y toda una gama de otros especialistas que creen haber encontrado la Clave para la comprensión del mundo en su área de competencia especial. Estas personas, lamentablemente, se quedan detenidas, enamoradas de un indicador del camino y son ellas mismas su propio obstáculo para avanzar. Las disciplinas esotéricas deben liberar al hombre de sus viejas fijaciones, pero muy a menudo se usan justamente para quedar nuevamente fijado. Así, uno piensa haber avanzado, sin darse cuenta que solamente se ha cambiado el objeto de la fijación. Aquí quiero decir algunas palabras sobre las técnicas de Oriente y Occidente. La finalidad de toda evolución esotérica es conocer la verdad. Hay una sola verdad. Es independiente del tiempo, de la cultura y de la religión. Los métodos para llegar a esta verdad tomaron formas individuales en los distintos tiempos y culturas y todos ellos, como medios para avanzar, son igualmente buenos y útiles. Pero a menudo una persona está más familiarizada con los sistemas y símbolos de su propia cultura y le resulta mucho más difícil y generalmente tarda más tiempo en recorrer el camino, como hombre de Occidente, con los medios auxiliares de Oriente. Esto lo digo porque en este momento se ha convertido en una moda ocuparse de los sistemas esotéricos y religiones orientales, lo que hace olvidar a muchos que también en Occidente hay una oferta abundante de sistemas esotéricos,
que tienen la ventaja de ser más afines a nuestra manera de pensar y a nuestras costumbres. Esta es la única razón por la cual en todos mis trabajos me refiero casi exclusivamente a las cuatro grandes columnas del esoterismo occidental: la Astrología, la Cábala, la Alquimia y la Magia. Estos sistemas se designan frecuentemente como ciencias de primer rango que dieron origen, con el correr del tiempo, a las ciencias de segundo rango (Astronomía, Química, etc.). El esoterismo es tan antiguo como la humanidad. Siempre existió y siempre existirá. Guarda desde sus comienzos la suma del saber sobre este universo que es accesible al hombre. Sus enseñanzas son independientes del tiempo, nunca fueron corregidas, nunca modernizadas, jamás envejecen. Nuestra ciencia moderna no comprende que todo el saber está siempre presente. Más bien vive en la ilusión de que con cada nuevo descubrimiento se acerca más y más a la verdad y que en consecuencia es una cuestión del tiempo llegar a saberlo "todo". Desde el punto de vista esotérico sucede todo lo contrario. El saber está siempre presente, el individuo tan sólo tiene que evolucionar y acercársele para poder reconocerlo. Para ejemplificar: las obras poéticas de Homero existen desde hace mucho tiempo, pero cada niño debe desarrollarse durante largo tiempo en el colegio para llegar a leer y comprender las obras de Homero. Para ese niño no tiene importancia que otros muchos lo hayan leído, puesto que a Homero, que se puede leer desde hace miles de años, él lo lee por primera vez. La filosofía hermética Si comparamos la realidad con un círculo, la ciencia lo divide desde la periferia en muchos segmentos, en disciplinas especiales (Medicina, Física, Química, Biología, etc.). Explorando todas estas áreas específicas, se espera coincidir algún día en el centro del círculo. Pero esta meta, lamentablemente, se retira cada vez más a lejanías inalcanzables, pues la alta especialización torna cada vez más difícil un entendimiento interdisciplinario. El trabajo esotérico no comienza en la periferia sino en el centro del círculo. El esoterismo investiga las leyes universales; una vez comprendidas, lo único que nos falta es proyectarlas sobre los distintos segmentos del círculo, sobre las
distintas áreas especializadas. Un saber así es superior al del especialista, porque está en relación con todas las otras áreas y es capaz de insertar adecuadamente cada área especial en la realidad. El pensamiento esotérico sigue un principio básico, cuya formulación en palabras se remonta al padre troncal del esoterismo, por quien lleva justamente el nombre de: "Filosofía Hermética": Hermes Trismegisto. Este Hermes, "Tres veces grande" fue sacerdote e iniciado en Egipto, su biografía exacta se pierde en la penumbra de la historia. Escribió la quintaesencia de toda sabiduría en quince tesis sobre una tabla de corindón verde oriental. La tabla, desaparecida hace mucho tiempo, entró en la historia como "Tabula smaragdina". El texto de esta "Tabla de Esmeralda" es el siguiente: LA TABULA SMARAGDINA DE HERMES TRISMEGISTO 1. 2.
Verdad es y sin mentiras, cierto y totalmente verdadero. Aquello que está abajo es igual a aquello que está arriba: y aquello que está arriba es igual que aquello que está abajo, para realizar los milagros de una única cosa.
3.
Es igual como por el único DIOS han sido creadas todas las cosas, en la meditación de una única cosa, así de ésta única cosa han nacido todas las cosas, por la adaptación.
4.
El padre de esta cosa es el Sol, la madre de esta cosa es la Luna. El Viento la ha llevado en su vientre. La tierra es la nodriza de esta cosa. Aquí, en esta cosa única, está el Padre de toda perfección de todo el mundo.
5. 6. 7.
8.
La virtud de dicha cosa es totalmente íntegra, cuando ha sido convertida en tierra.
9.
Debes separar la tierra del fuego, lo sutil de lo denso, suavemente, con una gran comprensión.
10.
Esta cosa asciende de la Tierra hacia el Cielo, y a su vez desciende nuevamente a la Tierra, y recibe la fuerza de las cosas superiores y de las inferiores.
11.
Así tendrás la Gloria de todo el Mundo. A raíz de ello se apartará de ti toda incomprensión. Esta única cosa es, de toda fuerza, la fuerza más fuerte, pues va a
superar todo lo sutil y penetrar todo lo sólido. 12. 13.
De este modo ha sido creado el mundo. Por ello existirán extrañas imitaciones, cuya modalidad está descrita aquí.
Y por tanto soy llamado Hermes Trismegisto, el que posee las tres partes de la filosofía de todo el mundo. 15. Lo que he dicho de la obra de los Soles, no le falta nada, está totalmente completo. Yo sé, que este texto inicialmente le ha de parecer trivial al hombre moderno, pero esto no es culpa del texto sino de nuestra falta de comprensión. En estas quince tesis está resumido todo el saber que alguna vez haya sido accesible al hombre. El texto describe la creación de este universo y al mismo tiempo la piedra alquímica de los sabios. Para aquél que comprende este texto totalmente, están de más todas las bibliotecas, porque posee toda la sabiduría, "no le falta nada, está totalmente completo". Dichas aseveraciones pueden parecer delirios fantásticos y para algunos pueden ser suficiente motivo para volver a abandonar en este punto todo interés esotérico de una vez para siempre. Pero quien se toma el trabajo de estudiar el idioma hermético y sus simbolismos, y así logra penetrar en él cada vez más, algún día llegará a vivenciar el significado de este texto en carne propia. 14.
La ley de la analogía: Así como es arriba, así es abajo A nosotros ahora mismo nos interesa solamente la tesis número 2: "Aquello que está abajo es igual a aquello que está arriba: y aquello que está arriba es igual a aquello que está abajo, para realizar los milagros de una única cosa." Esta expresión, que generalmente se abrevia "así como es arriba, así es abajo", es la llave de la filosofía hermética. Detrás está la suposición de que las mismas leyes rigen en todas partes en este universo, arriba y abajo, "en el cielo y en la tierra", en el dominio macrocósmico así como en el microcósmico, en todos los niveles de las formas aparentes. Por ejemplo, nosotros podemos reconocer en todo momento tan sólo segmentos de un continuo dentro del área de
nuestras percepciones. Vemos solamente una pequeña parte del espectro luminoso, oímos solamente las frecuencias que se encuentran dentro de cierta área. Algunos animales pueden percibir sonidos y colores que no le son accesibles al hombre sin recursos especiales. Lo mismo pasa con la imaginación. Solamente nos podemos imaginar dimensiones de tamaño medio, pero si algo es muy grande o muy pequeño, aún lo podemos captar a menudo en fórmulas, pero ya no nos podemos imaginar nada al respecto. Sabemos por ejemplo que un lingote de hierro consiste casi exclusivamente en espacios intersticiales a cuyo alrededor giran partículas atómicas. Existe una relación de correspondencia entre las distancias que separan las partículas y las de los planetas de nuestro sistema solar. Por más que sepamos muy bien todo esto, nos cuesta mucho imaginarlo al mirar un lingote de hierro de aspecto muy macizo. Así como un virus como organismo independiente es demasiado pequeño para nuestra capacidad de imaginación, también la distancia de diez millones de años luz es demasiado grande para imaginarla. Estamos limitados en nuestra capacidad de percepción a una escala de tamaños "medianos", a nuestra medida humana. Todo lo que se encuentra por encima o por debajo o no nos es accesible casi nunca, o lo es solamente con instrumentos especiales. Aquí nos ayuda la clave genial "Así como es arriba, así es abajo" porque esta frase nos permite limitar nuestras consideraciones e investigaciones de las leyes a las áreas que nos son accesibles, para poder después trasladar en forma análoga las experiencias así realizadas a otros niveles inaccesibles para nosotros. Esta forma de pensar por analogía permite comprender el universo completo sin límites. La manera de pensar por analogía no es causal y por eso es desacostumbrada en nuestro tiempo. Más adelante trataremos otra vez en forma concreta la aplicación de este método con el ejemplo de la Astrología. La analogía "Así como es arriba, así es abajo" solamente se justifica si estamos dispuestos a reconocer que este universo es en su totalidad un cosmos (en griego "cosmos" es "orden"). Pero un cosmos está regido por leyes y no tiene lugar para una casualidad. Una casualidad como un acontecimiento imponderable,
no sujeto a ley, transformaría a cualquier cosmos en un caos. Si construimos una computadora ésta representa en sí mismo un pequeño cosmos: está construida de acuerdo a leyes establecidas, su funcionamiento depende del cumplimiento de estas leyes. Si en su circuito se insertan arbitrariamente algunos transistores, condensadores y resistencias, que no pertenecen al circuito programado, estos representantes insertados de la casualidad transforman todo el cosmos en un caos y la computadora deja de operar coherentemente. Esto mismo es también válido para nuestro mundo. Con el primer acontecimiento casual nuestro mundo ya dejaría de existir. También la ciencia confía generalmente en las leyes de la naturaleza, pero no tiene escrúpulos de invitar al mismo tiempo el concepto de la casualidad. Si se deja caer una piedra desde una cierta altura, la misma no cae por casualidad, sino debido a una ley. Si esa piedra cae sobre la cabeza del señor X, entonces el señor X no será golpeado por una piedra por casualidad, sino también en razón de una ley. Ni el hecho de que al señor X le caiga una piedra en la cabeza, ni el preciso momento en que esto sucede, son casuales. Uno no se enferma por casualidad, ni es atropellado por un automóvil por casualidad, ni nace por casualidad de padres ricos o pobres, etc. Otra vez: no existe la casualidad. Detrás de cada acontecimiento hay una ley. No siempre podemos percibir esta ley en el acto, pero esto no nos da derecho a negar su existencia. Las piedras también caían según una ley cuando el hombre todavía no había descubierto la ley de la gravedad. Probablemente ha de ser otra vez la ironía del destino, que esos defensores profesionales de la casualidad, los estadísticos, se empecinen a demostrar ellos mismos la imposibilidad de sostener el concepto de casualidad, y hasta lo hacen con un cuidado metódico. Un estadístico cree que al tirar un dado, éste da sólo por casualidad un 3, un 5, u otro número, pero si se sigue tirando ese dado un tiempo suficientemente largo, resulta que la suma de todos los números mostraría una curva sujeta a ley, que se llama la distribución normal. ¡Qué milagro se revela aquí! La suma de acontecimientos aislados, casuales, resulta en una ley. La trayectoria de vuelo según la ley de un cuerpo tampoco se compone de tramos parciales casuales. Si los estadísticos tuviesen razón, debería ser válida la sentencia: cuanto más a menudo se equivoca uno en los cálculos, tanto más acertado será el resultado. Con lógica similar
piensan los darwinistas, ¡que quieren explicar la evolución como suma de los accidentes genéticos! Por supuesto, la distribución normal del gran número indica por sí misma que está estructurada por acontecimientos individuales regulados por ley. En todo caso se puede decir que el acontecimiento individual de un dado que cae es demasiado pequeño como para poder percibir inmediatamente su determinación por una ley, y que los hombres estamos todavía necesitados de una cierta escala mínima del acontecer para poder percibirlo. Al observar este mundo, nos vemos obligados a hablar de un cosmos y a excluir toda casualidad. Por otra parte se reconoce ya en la palabra "casualidad" que originalmente es probable que tuviera otro significado. Pues designa lo que le ocurre al hombre por imperio de una ley. Pero si el cosmos es una unidad ordenada, en todas partes tiene que regir la misma ley, en lo grande y lo pequeño, como arriba, así abajo. Esta analogía dio a Paracelso el derecho de poner al hombre como microcosmos al nivel del macrocosmos. El hombre es la fiel imagen del universo macrocósmico, nada podemos encontrar afuera que no se halle de manera análoga dentro de él y viceversa. Es por esto que está escrito sobre el templo de Delfos: "Conócete a tí mismo, para poder conocer a Dios." Cuerpo, alma y espíritu Si miramos más de cerca a ese microcosmos del ser humano, lo que vemos primero es su cuerpo. Este cuerpo se distingue en el hombre viviente en que no es la mera suma de los elementos químicos que lo componen, porque esos componentes están subordinados a una idea unificadora al servicio del concepto global "ser humano". Esto no es "natural". Mucho más natural es lo que ocurre al descomponerse un cadáver: todas las partes químicas individuales siguen sus propias leyes ("según su propia voluntad") y no se subordinan a ningún concepto unificador. Pero si esto sucede con el hombre viviente, es porque debe haber en él una instancia activa con la autoridad de coordinar la diversidad material y esta instancia es típica del hombre viviente, porque ya no podemos hallar su actividad en
el muerto. Es sabido que nada se pierde en el nivel material cuando un hombre muere. Es por eso que esta instancia nuestra que buscamos, ni puede ser nunca de naturaleza material. Tampoco era de esperar que fuera así, porque siendo el criterio esencial de esta instancia su capacidad de coordinar la materia, no es concebible que ella misma sea también materia. Todos sabemos también por experiencia que, al morir un hombre, desaparecen su conciencia y su vida. Resulta natural suponer que esa instancia que estamos buscando sea idéntica a alguno de estos dos conceptos. Pero, ¿qué es la conciencia? El hombre es consciente de sí mismo. Se experimenta como individuo que es y percibe, desde el nacimiento hasta la muerte. Esta conciencia da forma a una continuidad que no tiene el cuerpo, que construye y destruye células continuamente. Otro concepto más antiguo es el del "Alma". Alma es conciencia, individualidad, es aquella instancia que reúne las diversas piedras materiales que conforman el cuerpo en una unidad y las coordina. El alma es una instancia independiente que se diferencia en forma cualitativa del cuerpo material. Nuestra psicología moderna, lamentablemente, no conoce el alma. Lo que sí hace es jactarse, en alta voz, de su terminología especial, que hace creer que se conoce algo del alma y hasta de sus profundidades y niveles. Pero la verdad es que hasta el día de hoy la psicología no ha logrado ni siquiera un contacto remoto con el alma del hombre. La psicología investiga lo "psíquico" en el hombre. Pero esto no es el alma, sino un producto de esta ciencia, un descarte. Al confundir los dos conceptos, la psicología llega a aseverar que la función del alma del hombre es un producto del cerebro y de un sistema nervioso intacto. De ahí deduce que al perderse estas condiciones materiales, también el "alma" deja de existir. El desorden conceptual y de pensamiento de nuestra ciencia torna, a veces, casi imposible poner las cosas nuevamente más o menos en su lugar. Cuando hablamos del alma o conciencia, lo que queremos significar es una instancia independiente, no material, que no es un producto de la materia (como cerebro, sistema nervioso central o cosas parecidas), ni depende de la materia
en forma alguna. Las religiones, los iniciados y los ocultistas sabían desde siempre de este alma y su supervivencia a la muerte corporal. Pero el público en general y nuestra ciencia parecen considerar, evidentemente como una sorpresa sensacional, que científicos como el norteamericano Dr. Moody y otros, publiquen informes de personas clínicamente muertas y vueltas a reanimar que relatan en forma unánime como "dejaron solamente el cuerpo, se quedaron en el recinto, invisibles para los demás y pudieron ver, oír y percibir todo." La psique o el alma de la psicología (incluyendo la así llamada psicología profunda) no es idéntica al concepto antes descrito, sino solamente su producto de descarte. El alma de la psicología es el lugar de los impulsos, temores, conflictos y complejos, un concepto colectivo para las manifestaciones del alma, pero que nunca se acerca a lo que realmente actúa. Se supone que lo que actúa se encuentra en el cerebro y en el sistema nervioso central. Pero es aquí donde la pescadilla se muerde la cola. ¿Quién pone en funcionamiento el cerebro y el sistema nervioso central? Es sabido que la materia necesita siempre una información para poder entrar en acción, pero la información siempre es de tipo no material. En un capítulo posterior presentaremos más claramente la diferencia entre información y portador de información. Aquí se menciona solamente para evitar que alguien busque la información en los genes. Finalmente se mencionará que en todas partes donde se realizan procesos de formación en la naturaleza, tiene que haber información, o sea, que tiene que haber conciencia o alma. Cada animal, cada planta, cada hombre tienen un alma. Dentro del reino terrestre también el alma necesita un portador material, que es sin embargo de naturaleza sutil. Por eso, en círculos esotéricos se habla del así llamado cuerpo astral. En conexión con esto hay resultados de investigaciones recientes, dignos de ser mencionados, provenientes del norteamericano Harold Saxon Burr, profesor en la Universidad de Yale. Burr investigó con gran despliegue técnico los campos eléctricos que rodean un organismo viviente. Ha encontrado, por ejemplo, alrededor de una semilla un campo con la forma de la planta madura y adulta, y alrededor del huevo de un sapo pudo comprobar la existencia de un campo en forma de sapo adulto. De ahí extrajo la conclusión de que todos los seres vivientes
poseen tales campos electromagnéticos. En estas imágenes espaciales invisibles, pero medibles, cada célula nueva recibe su lugar. Estos resultados experimentales confirman la tesis esotérica de que todos los seres vivientes se desarrollan hasta ocupar una forma preestablecida. Pero hay que cuidarse de considerar estos campos electromagnéticos como el alma. Son más bien, el correlato material del cuerpo astral. Una confusión similar ha llevado a opinar que lo que se ve en la así llamada fotografía Kirlian es el cuerpo astral. Pero la fotografía Kirlian muestra solamente el intercambio entre emanaciones energéticas del organismo y un campo de alta tensión. Después de haber tratado de aclarar un poco los conceptos del cuerpo y del alma, queda todavía un concepto muy importante a saber "la vida". Esta no puede ser nunca idéntica a la conciencia. Porque hasta el idioma distingue entre estar inconsciente y estar muerto. La vida tampoco puede consistir de materia porque lo que se ve en la materia es solamente la manifestación de la vida. Podemos decir que la vida es el misterio más grande para el hombre. Si el alma es desconocida para la ciencia, tanto más lejos se halla todavía de poder comprender lo que es la vida. Siempre se ocupa solamente de sus manifestaciones materiales, pero nada sabe de la vida misma. El hombre no la puede ni producir ni destruir. La vida es una calidad que escapa totalmente a su aprehensión. Todos conocen, aunque sólo sea de oídas, la clásica división en tres: cuerpo, alma y espíritu. La filosofía hermética enseña que el espíritu es la vida. Al contrario del alma, la vida (espíritu) es algo impersonal, anónimo. Hay solamente un espíritu, una vida. Se puede participar de él, dejarle actuar a través de uno, entonces se vive. Al terminar la "vida terrenal" se termina tan sólo esta conexión, pero de ninguna manera se destruye algo de la vida en sí. Hay solamente un espíritu, por eso la vida en nosotros representa la unidad, es la "chispa divina" que se encuentra en todo ser viviente. Así el hombre, como todo producto de la naturaleza, es una trinidad de cuerpo, alma y espíritu. Se siente como unidad y esa unidad la llama "yo". Mirándolo más de cerca descubrimos que ya la unidad corporal "hombre" se deja subdividir en otras "unidades", tales como los órganos. También un órgano es una unidad individual, si no sería imposible
distinguir un corazón de un hígado. Pero esta individualidad funcional requiere que cada órgano tenga una conciencia individual. Esta idea puede parecer extraña porque siempre nos atribuimos una conciencia solamente a nosotros mismos. La mayoría de la gente está aún dispuesta a concederle una conciencia a su perro, por más que la conciencia del perro es sin duda muy diferente a la de un hombre. Concederle conciencia a una mosca generalmente ya encuentra más resistencias, aunque hay que preguntarse con qué derecho trazamos esta línea de separación. Todo lo que se desarrolla en forma viviente y muestra tener individualidad, tiene conciencia, también en los casos en que nos cuesta introducirnos con nuestra conciencia en la de formas de vida muy diferentes. No tenemos más remedio que concederles a nuestros órganos esta conciencia. El hígado también se siente como una unidad completa e individual. Su único y exclusivo trabajo es cumplir con su función según la ley del hígado, pues si no deja de sentirse bien la individualidad que le es superior, el hombre, en el cual está integrado. Si seguimos con el análisis de la individualidad "hígado" encontramos nuevas unidades que se llaman células. También cada célula es una individualidad; vive y se puede reproducir, así que tiene sin duda también una conciencia, se siente como "yo soy", su deber es ser una "célula de hígado" completa. Si no tiene ganas de hacerlo y descubre una tendencia personal hacia la libertad, se transforma en célula cancerosa, porque se pone fuera del orden superior. El hombre, como dueño de este tipo de células que abandonan el orden no piensa en felicitarlas por su libertad recién descubierta, sino que hace lo posible por eliminarlas, para mantener su propia existencia. Al igual que la célula como individuo es parte de un individuo superior llamado órgano, éste no es más que una parte del individuo llamado hombre, así también el hombre no es más que una parte de una unidad superior. El hombre es solamente una célula en un organismo que llamamos el planeta Tierra. Al igual que todos los planetas, también la Tierra es una inteligencia individual y posee no solamente un cuerpo, sino también una conciencia. Si esto no fuera así, no tendríamos un cuerpo intacto de un planeta, sino un cadáver de un planeta. Al igual que un cuerpo humano muerto se
descompone, también se desintegra el cuerpo de un planeta muerto, como vemos, por ejemplo, en el Cinturón de Asteroides. Tenemos que acostumbrarnos al fin a no contemplar solamente las formas de vida corporales. Todo cuerpo, ya sea piedra, planta o animal, también posee alma y espíritu, caso contrario tendríamos ante nosotros un cadáver que rápidamente perdería su forma. También un planeta es sólo un órgano de un ser superior, del sistema solar, etc. Si el hombre contempla un poco ese orden, pronto tomará conciencia de que también él, como célula, tiene solamente el deber de cumplir con el servicio a la totalidad que le ha sido asignado. Tiene que esforzarse para ser una célula de la más alta utilidad posible, al igual que él espera de las células de su cuerpo, para no convertirse en un tumor canceroso para este mundo. Si abandona temerariamente el orden para gozar de su libertad mal interpretada, no debería sorprenderse si es eliminado. Porque: "Así como es arriba, así es abajo."
2. LA HIPNOSIS Una caricatura de la realidad
Sólo aquel que comprende plenamente la dificultad del despertar, puede comprender que para ello es necesario un trabajo largo y arduo. G. GURDIEFF
El tema hipnosis no pertenece necesariamente al esoterismo. Sin embargo, si lo tratamos aquí hay varias razones para ello: 1. La hipnosis ejerce una fascinación especial sobre todas las personas interesadas en el ocultismo, 2. en este momento. se presenta una vez más la hipnosis al público como "medio de curación" especialmente efectivo y frecuentemente no se repara en envolver la terapia de hipnosis con un velo esotérico; 3. si se usan los fenómenos de la hipnosis como una "parábola", de manera análoga se pueden sacar conclusiones importantes para la realidad. 4. Last not least , yo hice mis primeras experiencias con la reencarnación, ayudándome con la hipnosis para inducir la regresión. El hecho de que yo haya trabajado con hipnosis, tan sólo en la primera etapa experimental, y que hace años que ya no uso esta ayuda en la terapia de reencarnación, se ha divulgado tan poco, que para el gran público mi nombre aparece todavía fuertemente conectado con el tema hipnosis. Hay una literatura copiosa sobre la así llamada "hipnosis científico-médica" donde, sin excepción, se nos informa ya desde los primeros capítulos, que la historia de la hipnosis empieza alrededor del año 1775. Por entonces vivía en Viena un médico llamado Friedrich Anton Mesmer que trataba de curar enfermedades y dolores con la aplicación de imanes de hierro. Pero esta idea es antiquísima; ya la encontramos en Paracelso y hasta en la Biblia. (Compárese "Mahrah" del Dr. Stark.)
Mesmer, quien cosechaba grandes éxitos con este método de los imanes, trató cierto día de reemplazar el imán de hierro por la mano humana. Como también tuvo éxito con este tratamiento, Mesmer dedujo que el hombre posee una fuerza parecida a la del magnetismo. Llamó a esa cualidad: "Magnetismo animal". Animal significa en este contexto "viviente y animado". Lo que quería expresar era solamente la diferencia entre el ferromagnetismo del hierro y la fuerza análoga de la mano humana. Es testimonio de bastante estupidez que se haya traducido magnetismo animal como "magnetismo de los animales." Mesmer escribió una voluminosa obra en la cual explica las bases teóricas del magnetismo animal. Gracias a sus grandes éxitos de curación se transformó en el médico milagroso de su tiempo, ensalzado tanto como odiado. Tuvo que dejar Viena y a continuación vivió en París, donde trataba a la gente más importante con su método, también llamado "Mesmerismo" en conformidad con su nombre. La Academia de Ciencias francesa empezó al fin a investigar científicamente este polémico magnetismo animal, para decidir en definitiva respecto de la discusión pública sobre este nuevo método de curación. Tras minuciosas investigaciones esta corporación científica llegó a la conclusión de que la existencia de esta fuerza magnética, afirmada por Mesmer, no era comprobable. Con esto se dictó la sentencia de muerte científica sobre Mesmer, quien una vez más tuvo que cambiar su lugar de residencia y finalmente murió en soledad y pobreza. Motivada por un justificado sentimiento de culpa, nuestra ciencia actual trata de rehabilitar a Mesmer. Hoy se lo celebra en todos los libros de enseñanza como "el verdadero padre de la hipnosis, cuya tragedia fue haber descubierto las fuerzas milagrosas de la hipnosis, pero haberlas interpretado equivocadamente como magnetismo". Aquí se crucifica científicamente a Mesmer por segunda vez. Este pobre hombre nada tenía que ver con la hipnosis. No se puede hacer de un difunto el padre fundador de algo de lo que él en toda su vida nunca se ocupó. La ciencia no comprendió entonces el magnetismo y sigue sin comprenderlo hasta el día de hoy. El magnetismo es un método de tratamiento independiente que sigue siendo practicado por magnetizadores. El magnetismo nada tiene que ver con la hipnosis. La medicina haría bien en estudiar a fondo la obra de Mesmer sobre el magnetismo, para cerrar finalmente una laguna del conocimiento vieja, demasiado vieja. También llegará ese día, ya que
actualmente se investigan con mucha aplicación los efectos curativos de los campos magnéticos y con esto lentamente se está llegando, por lo menos en un área parcial, al nivel de evolución de un Paracelso. El descubrimiento descubrimiento de la hipnosis y del psicoanálisis Después de haber absuelto a Mesmer del descubrimiento de la hipnosis, nos podemos ocupar de otro hombre, el ocultista inglés Braid, quien en el año 1843 obtuvo el siguiente descubrimiento: si se deja a una persona que mire fijamente durante unos minutos un objeto brillante, colocado a una distancia de aproximadamente 20 cm., levemente por encima de los ojos, automáticamente se producirá un reflejo de cierre de los párpados, acompañado de un estado de extraña somnolencia. Como este estado, producido por la fijación es parecido al sueño, Braid llamó a ese fenómeno "hipnosis" (en griego hypnos = sueño). Si nos hace falta un padre fundador para la hipnosis, cuya historia finalmente se remonta al sueño sagrado del templo, quizá sería Braid a quien más fácilmente podríamos nombrar. Las siguientes estaciones importantes en la historia moderna de la hipnosis son Nancy y París. En Nancy trabajaron Liébeault y Bernheim en el desarrollo y la investigación de la hipnosis (18661884). Trataron, con éxito, de producir un sueño hipnótico por sugestión verbal. El centro de sus reflexiones teóricas es la sugestión como factor esencial de la hipnosis. En la terminología actual se hablaría de un principio de motivación psicológica. Más o menos en la misma época, el famoso neurólogo y fisiólogo del cerebro Charcot, experimentaba con la hipnosis, en la clínica neurológica de la Salpétriére de París. Como, acorde con aquellos tiempos, sus pacientes eran casi exclusivamente histéricos, le llamó la atención la similitud de los fenómenos que se observaban en la hipnosis y la sintomatología de la histeria. En ese entonces se explicaba la histeria al igual que todas las psicosis como enfermedad desconocida del cerebro, y así era comprensible que Charcot buscara la explicación teórica de la hipnosis en ciertos procesos fisiológicos del cerebro. Sigmund Freud, cuando era un joven médico y sin éxito, visitó a Bernstein en Nancy y también a Charcot en París, para aprender él mismo la técnica de la hipnosis. Después de su regreso a Viena, Freud no tuvo mayores éxitos en su propio consultorio con su terapia de hipnosis recién aprendida porque no le era afín. Es cierto
que un buen hipnotizador no necesita tener facultades sobrenaturales congénitas, pero sí necesita, como para la música, un cierto talento. La técnica de la hipnosis se puede aprender, al igual que la técnica de tocar el piano, pero la técnica sola no engendra un maestro. Lo que Freud aprendió con Bernheim fue, sin embargo, una experiencia que para él se transformó en el punto de partida para otras reflexiones básicas. Bernheim inducía a los pacientes, que participaron en sus experimentos de hipnosis, a realizar ciertos actos sugeridos, tratando de conseguir mediante sugestión posthipnótica, que no recordaran los actos y acontecimientos producidos durante la hipnosis (amnesia posthipnótica). Al interrogar a las personas, en su estado de vigilia después de la hipnosis, se pudo comprobar que efectivamente no recordaban nada referido al tiempo en que estaban hipnotizados. Bernheim trató entonces de ejercer una presión psicológica cada vez más intensa sobre sus pacientes, pidiéndoles que se esforzaran para poder recordar el lapso de tiempo olvidado. Poco a poco iban apareciendo fragmentos de recuerdo y al final las personas podían recordar todos los acontecimientos ocurridos durante la hipnosis. Freud transfirió esta experiencia de Nancy a la historia clínica del neurótico. Supuso que en la historia de la vida de un enfermo psíquico también pueden existir uno o varios acontecimientos que no quiere recordar, que ha desalojado de su memoria. De la misma manera en que se puede anular una falta de memoria producida hipnóticamente, tiene que ser posible en forma análoga volver a traer a la conciencia de un paciente los acontecimientos olvidados o reprimidos de su vida. Freud siguió desarrollando esta técnica de traer nuevamente a la conciencia material olvidado, técnica que hoy día conocemos como "método psicoanalítico". Freud que más tarde se expresó en sus escritos negativamente sobre la hipnosis con la difusión del psicoanálisis fue limitando más y más a la hipnoterapia. No obstante tenemos una excepción en los países de detrás del telón de acero, donde el psicoanálisis no se pudo instalar, y por esa razón la hipnosis tiene un lugar indiscutido como método psicoterapéutico. La hipnosis como fenómeno Una hipnosis se articula generalmente en tres o cuatro fases:
1. La inducción al sueño hipnótico, 2. los experimentos en el estado hipnótico, 3. despertar de la hipnosis y 4. eventualmente cumplir órdenes post-hipnóticas. La inducción al sueño hipnótico se efectúa generalmente por sugestión verbal de cansancio y sueño; a veces, estas sugestiones se apoyan con la fijación en un objeto brillante, un lápiz, tabletas de color, espirales o cosas parecidas. La duración de esta primera fase puede ser más o menos larga y depende de la persona con la que se experimenta y del hecho de que se trate de la primera hipnosis o no. Si una vez se ha alcanzado una hipnosis profunda, la repetición posterior de la inducción a menudo tarda menos de un minuto. Contrariamente, la inducción de la primera hipnosis puede llegar a tardar unos quince minutos. Una vez alcanzado el estado hipnótico, el sujeto hipnotizado sigue toda orden sugerida por el hipnotizador y éste puede provocar todas las alucinaciones deseadas. He aquí algunos ejemplos: si el hipnotizador sugiere que hace un frío insoportable, la persona empieza a tener frío en todo el cuerpo. Si sugiere que hace más y más calor, la persona comienza a transpirar hasta que le corre el sudor de la frente. Partes del cuerpo pueden volverse rígidas, paralizadas o insensibles por simple sugestión. Mas todavía se sorprende el observador, cuando se deja abrir los ojos a la persona hipnotizada, cosa que de ninguna manera interrumpe o perturba la hipnosis. Entonces se le puede hacer ver lo que uno quiera. Es posible hacer ver al hipnotizado un bosque sin gente, por más que esté mirando con los ojos abiertos un aula llena de personas. Los experimentos hipnóticos no tienen límites y todos los que han presenciado alguna vez el show de un hipnotizador, conocen esta multiplicidad de posibilidades. A continuación mencionaremos aún dos experimentos fisiológicos: si se pone una moneda en la mano del sujeto y al mismo tiempo se le sugiere que se trata de un trozo de hierro ardiente, al poco tiempo se desarrolla una ampolla. Si en la hipnosis se le inyecta a un diabético, acostumbrado a inyecciones de insulina, una simple solución fisiológica de sal común, con la sugestión de que es insulina, el nivel de glucosa en sangre bajará en el tiempo usual el mismo valor que hubiera ocurrido en caso de inyectarle insulina. Con estos ejemplos ya tocamos las posibilidades terapéuticas, cuyo valor o no discutiremos más adelante. Aquí se aclarará brevemente el concepto de la "post-hipnosis". Es posible hacer que una sugestión dada durante la hipnosis sea
efectiva más allá del despertar, o si no acoplar durante la hipnosis una orden a una señal que se dará inmediatamente después de la misma, estando despierto. De esta manera es posible provocar todos los fenómenos de la hipnosis, también en estado de vigilia, si es que se han sugerido durante la hipnosis y se han acoplado a una señal. Damos ejemplos simples de este tipo de post-hipnosis e hipnosis de señal: Durante la hipnosis se sugiere rigidez e imposibilidad de movimiento del brazo derecho. Al mismo tiempo se sugiere que la persona inmediatamente podrá mover nuevamente el brazo cuando alguien palmee tres veces. Después que se despierta al sujeto y aunque esté totalmente desvelado, no puede mover el brazo derecho. Esta traba sólo se puede levantar con la señal convenida del aplauso. Otra sugestión post-hipnótica más compleja sería la siguiente: "cuando yo lo despierte, Vd. se sentirá completamente fresco y descansado. Vd. estará totalmente despierto. Pero en el momento en el que me ve encender un cigarrillo, oye golpear en la puerta. Vd. irá a la puerta, la abrirá, y ante su gran asombro verá que allí están un Papa Noel con un angel. Esto, le llamará mucho la atención porque estamos en verano. Vd. sospechará que alguien le está gastando una broma y se ha disfrazado. Por eso agarra al Papa Noel y le tira de la barba, para ver si es auténtica. Haga Vd. lo que haga, tiene que convencerse con asombro que tanto él como el ángel son absolutamente auténticos. Vd. puede hablar con él y él le dará un regalo. Después de un breve rato el Papa Noel y el ángel saldrán otra vez del cuarto. Ahora lo voy a despertar y todo sucederá como se lo he dicho. Pero despierto Vd. no recordará nada de lo que hemos hablado ahora." Entonces se puede despertar a la persona y no podrá recordar nada, pero si después de un rato enciendo un cigarrillo, la historia sugerida antes se desarrollará en todos sus detalles, por más que en realidad no se ve ni se oye nada. La sugestión descrita es muy compleja porque contiene alucinaciones acústicas (golpear, hablar), ópticas (Papa Noel, ángel, regalo) y táctiles (contacto, barba), se agrega todavía una duda sugerida y una crítica a la visión que se presenta que pueden ser eliminados realizando pruebas. (Vd. pensará que alguien se ha permitido una broma.) Generalmente se puede observar otro fenómeno importante en las sugestiones post-hipnóticas: la tendencia a racionalizar. Toda orden implantada en la hipnosis se prolonga
también después de la hipnosis, en estado despierto: el sujeto hace algo, simplemente porque lo tiene que hacer, pero no sabe por qué. Si se trata de una orden más bien ilógica, observará su propia acción durante la ejecución con asombro. Pero resulta que el hombre tiene muy arraigada la opinión de que todo lo que hace lo está haciendo solamente porque él mismo así lo quiere. Es por esa razón que ningún sujeto, al ser preguntado por la razón de ésta u otra acción, contestará que siguió simplemente una orden. Al contrario, tratará de encontrar desesperadamente una "razón" convincente y plausible, que justifique haber realizado justamente dicha acción por su propia voluntad. Un modelo de la hipnosis Hablaremos más adelante en mayor detalle del significado que tienen todos los fenómenos para nuestras consideraciones ulteriores. Pero antes queremos tratar de explicar qué es realmente la hipnosis y cómo se producen estos fenómenos a veces increíbles. La ciencia no tiene ninguna teoría de la hipnosis de validez general y yo no quiero enriquecer esa multiplicidad de teorías con una más, sino dar algunos ejemplos ilustrativos para aclarar el proceso de la hipnosis. Imagínese que está sentado en el teatro. El espectáculo todavía no ha empezado y Vd. observa el ir y venir a su alrededor. Su atención todavía no está fijada en un punto, así que se pueden percibir muchas cosas: mucha gente, la decoración del teatro, la vestimenta de los vecinos, unas miradas al programa, al mismo tiempo la afinación de los instrumentos. Se sabe que es sábado por la noche, que mañana se puede dormir hasta tarde, a lo mejor se sale a comer después del espectáculo: una multitud de pensamientos y observaciones, de impresiones. La luz se oscurece, el telón se levanta, comienza la obra, el argumento nos fascina. La atención, que antes estaba aún dispersa se concentra cada vez más en el argumento que se desarrolla en el escenario, a la vez, todo lo que nos rodea se transforma en algo absolutamente indiferente y sin importancia. Mientras se sufre con el héroe sobre el escenario y se comparten sus esperanzas, ya no se piensa en qué día de la semana es, ni en la comida después del espectáculo. Literalmente se olvida que hay otra gente presente, a ratos uno hasta se olvida que está en un teatro. Al caer el telón e iluminarse la sala uno vuelve a
encontrarse en el "Aquí y ahora". Lo que pasa en una situación semejante es simplemente la concentración de la conciencia sobre un solo punto. Con la concentración, la conciencia se ciñe al objeto de interés, al mismo tiempo desaparece todo lo demás de la conciencia y del campo de percepción. (Empobrecimiento del estímulo externo.) Este proceso es común y se produce continuamente en distintos grados de intensidad. Todos conocemos el fenómeno que se produce durante la lectura de un libro apasionante: no se oye cuando llaman o le hablan a uno. Usamos el mismo efecto cuando le mostramos algo interesante al niño que se lastimó y llora y así tratamos de distraerlo. El niño olvida el dolor en segundos porque este dolor se desplaza fuera de la zona de percepción. En todos estos ejemplos sucede lo mismo, la conciencia se concentra en un punto. Esta restricción de la conciencia se podría comparar con una fuente de luz que ilumina a través de una lente de dispersión un área relativamente grande. Si se reemplaza la lente de dispersión por una de convergencia, la luz se concentra y un rayo de luz cada vez más angosto ilumina como un "spot" de búsqueda sólo un punto diminuto, mientras el resto del área queda inmerso en la oscuridad. La intensidad de la luz en este único punto es desproporcionalmente mayor que antes, cuando se iluminaba todo el área; ese haz de luz no solamente ilumina el punto de manera exageradamente clara, sino que incluso puede quemar, produciendo un agujero, y así penetrar en una nueva dimensión de profundidad (compárese lente ustorio, respectivamente rayo láser). En esta comparación, la luz sería la conciencia, nuestra conciencia diurna es comparable a una luz dispersa. Cuando nos concentramos, es como si hiciéramos un haz de luz y el punto se vuelve sumamente nítido. Entonces puede pasar que nuestra conciencia llegue a concentrar hasta un nivel más profundo y se descubra una nueva dimensión hasta entonces desconocida. Esta irrupción a un nuevo nivel es el punto de cambio donde la limitación de conciencia anterior se transforma en una expansión de conciencia. Los hombres de todos los tiempos han tratado de provocar este proceso a voluntad en sí mismos y en otros y para esto desarrollaron las técnicas más diversas: ejercicios de concentración y meditación, hipnosis, entrenamiento autógeno, hipnosis activa escalonada, biofeedback, etc. La
hipnosis resulta ser, así, solamente una técnica posible para allanar el acceso a un nivel inconsciente de lo psíquico. En este nivel del subconsciente encontramos, entre otras cosas, todos aquellos "programas" que son responsables de la dirección de todos los procesos autónomos del cuerpo. Ninguno de nosotros controla conscientemente la temperatura del cuerpo, la secreción de hormonas, el nivel de glucosa en sangre, el latido cardiaco, etc. Todas estas funciones tienen como base programas en el subconsciente que las comandan. En el estado de hipnosis conseguimos repentinamente acceso a esa "central de programas" generalmente inaccesible y podemos cambiar algunos programas por otros. Inmediatamente se podrá observar el programa recién implantado a través de sus efectos. Nos podemos imaginar un gran hotel cuyos cuartos reciben música funcional. Si alguien consigue entrar al cuarto donde está el equipo de transmisión y cambia el cassette que se está tocando por otro, en ese momento cambia abruptamente la música en toda la casa. En la hipnosis no pasa otra cosa. Si se pone el programa "calor", todo el cuerpo empieza a transpirar. El programa "inyección de insulina" hace bajar el nivel de glucosa en sangre. La terapia de hipnosis Aquí prácticamente se impone la posibilidad del uso terapéutico de la hipnosis. Se parte de la idea de que cada síntoma de enfermedad tiene como fondo un programa defectuoso. Si la hipnosis logra —por sugestión— cambiarlo por un programa nuevo deseable, el síntoma desaparece. Digo aquí "síntoma" a propósito, a pesar de que el terapeuta, el hipnotizador, diría probablemente "enfermedad ". Y este es el punto débil de la terapia de hipnosis, que, al igual que todos los otros métodos de la medicina oficial, puede hacer desaparecer síntomas, sin que con esto ni remotamente se haya llegado a curar al "hombre enfermo". Dónde está la diferencia decisiva es algo que se aclarará probablemente al final de este libro. Aquí solamente queremos prevenir una euforia prematura que cree haber descubierto en la hipnosis la clave de curar enfermedades. Desde el punto de vista esotérico no se justifica jamás una "curación por hipnosis" dado que la terapia de hipnosis sugestiva nunca podrá llevar a la curación en su verdadero sentido. Lo que sí
puede hacer es eliminar dolores y síntomas y así se halla al mismo nivel que, digamos, la cirugía. No pienso negar el éxito de una operación de apéndice, ni tampoco pienso negar los éxitos de la terapia de hipnosis. En ciertos casos las dos pueden ser necesarias y de gran ayuda. Pero ninguna de las dos tocan el dominio de la enfermedad en sí y por eso tampoco pueden curar. En base a las experiencias de la terapia de hipnosis se desarrollaron los métodos de autosugestión, del "Pensar positivo" y del "Pensar final". Estos sistemas enseñan cómo la persona, mediante la repetición e imaginación visual de pensamientos positivos, llega a curar enfermedades y obtiene la salud eterna, dinero, bienes, riquezas y así en adelante. Uno de los grandes pioneros de la autosugestión fue Emile Coué, de la ciudad de Nancy, quien no era médico y cuyas enseñanzas y fórmulas ("estoy día a día en todo sentido mejor y mejor") provocaron todo un movimiento en Europa, conocido bajo el nombre de Coueísmo. Su axioma básico es: "solamente la imaginación hace que el hombre sea sano o enfermo, al poder dirigirla, uno es dueño de hacer que el hombre sea sano o enfermo, porque el hombre es lo que piensa." Como este axioma fundamental no es correcto, tampoco lo es el método que se basa en él. Lo que tendría que decir es: "el hombre no es lo que piensa sino que es como fue pensado" (Hans Blüher). Coué no percibió el aspecto metafísico de la enfermedad con la misma seguridad que nuestra medicina de hoy. Ambos creen firmemente que lo único que haría falta para eliminar la enfermedad del mundo sería difundir más y más sus respectivos métodos. Esta manera de pensar no deja de ser simpática, pero no se adecúa al problema de la enfermedad. Las sugestiones nunca pueden curar porque siempre son mentiras. La curación puede resultar únicamente del encuento con la verdad. Lo dicho es válido para todos los métodos y sistemas sugestivos, que prometen atraer mediante el pensamiento, salud, felicidad y riquezas. No se niega la posibilidad de conseguir los efectos deseados con estas prácticas, pero, ante una opinión cada vez más generalizada, sí se niega que estas prácticas sean conformes con las enseñanzas esotéricas. No basta en absoluto que una acción resulte efectiva, para justificar haberla ejecutado. Consecuencias El significado de la hipnosis no está en su aplicación terapéutica
ni experimental. Para un camino esotérico la hipnosis es más bien peligrosa, por contener un aspecto fuerte de dominación, contrario a nuestras intenciones. Pero la observación en detalle de los fenómenos hipnóticos nos posibilita algunos conocimientos, si los comprendemos como parábolas. La hipnosis no aporta nada fundamentalmente nuevo, sino que exagera simplemente la realidad. Nos proporciona una caricatura de la realidad. La ventaja que tienen las caricaturas, con toda su exageración, es hacernos reconocer lo esencial mejor y más rápidamente. Así la hipnosis nos muestra la relatividad de la percepción sensorial. La percepción del hombre no depende tanto del mundo exterior como de sus programas propios. Es posible impartir a una persona la sugestión post-hipnótica de ver a todas las personas sin cabello. Una persona así tiene, en estado despierto, la misma percepción del mundo exterior que cualquier otra persona, pero con la diferencia de que, para él, todos son calvos. Esta percepción es, para él, absolutamente real. Si se encuentra en un grupo con otras diez personas, su opinión sobre esta calvicie chocará con la opinión contraria de los otros, que están convencidos de que todos los presentes tienen cabello en la cabeza. En nuestro ejemplo las diez personas están en la situación más favorable, porque son mayoría absoluta. Probablemente piensan que éste otro, por ser el único, no es del todo normal. Pero si sugerimos este programa a diez personas y las juntamos con solamente dos de los otros, tenemos ahora diez que ven la calvicie de los presentes, pero hay dos que afirman que todas las cabezas tienen cabello. ¿Quién tiene razón ahora? Como estamos acostumbrados a tomar la opinión de la mayoría como criterio de realidad, esta vez las dos personas "normales" están bajo sospecha de no ser totalmente normales. Meditemos sobre este ejemplo todo el tiempo que sea necesario para llegar a comprender cuanta prudencia hay que tener con la percepción, la objetividad y la realidad, y cuán poco válida es la opinión de la mayoría para saber la verdad. Lo primero que tenemos que aprender es a no darle demasiado carácter de realidad a nuestra percepción del mundo de las formas. Por ello en la India este mundo se denomina "Maya" el mundo de la decepción, los antiguos egipcios hablaban del velo de Isis, Platón trataba de explicar a los hombres con su parábola de la caverna, que no están viendo nada real, sino solamente sombras. Mientras consideren que estas sombras son la realidad, siguen siendo
víctimas de la decepción. Sólo al salir de la caverna se puede descubrir la realidad, pero ésta encandila tanto en el primer momento que no se puede soportar. Si el hombre logra soportar la confrontación con la realidad, se transforma en vidente. Pero si no soporta la luz, cae nuevamente en el error que ya no es el antiguo error porque, aunque brevemente, ha visto la verdadera luz. A ese error que sigue el encuentro con la verdad, lo llamamos hoy en día neurosis. Los neuróticos han vivido más que aquellos que todavía no se han animado a salir de la caverna de las sombras. Pero no han podido soportar la verdad. Los experimentos con la hipnosis nos enseñan además que el hombre es un producto de sus programas. El hecho de que toda percepción, opinión, noción, incluso la capacidad de crítica, son intercambiables a voluntad, muestra que todas son programas. El hombre es un producto de los programas y un programa adicional se ocupa de que agregue todavía a todos los efectos de los programas: "yo hago esto solamente porque así lo quiero." He presentado intencionalmente el ejemplo de la sugestión de Papa Noel con tanto detalle para mostrar que hasta las consideraciones críticas, las dudas y los controles, siguen siendo efectos de programas, pero que el programa de la racionalización le hace difícil al hombre llegar a reconocerlo. El hombre cree estar haciendo mientras lo hacen o, como lo formuló Pascal: "si la piedra arrojada tuviera conciencia, diría, yo vuelo porque quiero." Los programas de las personas hipnotizadas llaman la atención únicamente porque son inusuales. También el hombre no hipnotizado no hace más que seguir programas, pero por ser acostumbrados nos llaman menos la atención. En realidad, todos los hombres están hipnotizados y "duermen". Pero mientras se duerme no es posible comprobar que se está durmiendo. Mientras se duerme tampoco se puede verificar que todos los demás duermen. Mientras se duerme no se puede reconocer a los que están despiertos. Hay que despertar, entonces se sabe de golpe que uno estuvo durmiendo, que casi todos los demás duermen y que hay algunos que están despiertos. "Despertad" es por eso la exigencia de la hora. Despegaos del querido sueño hipnótico profundo en el cual no se hace otra cosa que obedecer sugestiones, como máquinas. Ser hombres es un proyecto que cada uno todavía tiene que realizar. Por eso es necesario abandonar la caverna platónica de las sombras y arriesgarse a mirar la realidad que encandila. Su visión es desacostumbrada y extraña y sin embargo, es la realidad con la cual siempre sueñan secretamente todos los hombres. El hombre hipnotizado no es un
hombre libre, es una marioneta atada a hilos invisibles, él no nos muestra otra cosa que nuestra propia pobre realidad, es un espejo del hombre que aún no se ha vuelto consciente. Es esa función de espejo que le da el único verdadero significado a la hipnosis. El camino esotérico quiere sacar al hombre de la somnolencia colectiva y llevarlo a la conciencia despierta de la verdadera condición humana. El esoterismo sacude hasta despertarlos a aquellos que ya no duermen tan profundamente y están listos para abrir sus ojos: ¿cómo podría entonces el esoterismo servirse de la hipnosis? ¿Cómo justificar sugerir a los hombres más sueño todavía? El que quiere recorrer el camino esotérico, no necesita creer nada, no necesita buscar nada, lo único que tiene que hacer es tan sólo despertar y aprender a ver, porque la realidad está en todas partes.
3. LA POLARIDAD DE LA REALIDAD Todo es doble, todo tiene dos polos, todo tiene su par de contraposiciones, igual y desigual son lo mismo; las contraposiciones son idénticas en la naturaleza, sólo distintos en grado; los extremos se tocan; todas las verdades son sólo medias verdades; todas las contradicciones pueden ser puestas en consonancia entre sí. "KYBALION"
La ley de la polaridad es la base de la filosofía hermética. Muchos errores humanos se podrían evitar con una mejor comprensión de la ley de la polaridad. El camino del hombre pasa por el análisis de la polaridad. La meta del camino es la superación de la polaridad. "¿Qué es esto: a la mañana camina en cuatro patas, al mediodía en dos y a la noche en tres?" Este era el enigma de la esfinge. Al que no podía resolverlo, le esperaba la muerte y la aniquilación. Edipo sabía la respuesta. Es el hombre. En la infancia gatea en cuatro patas, en el mediodía de la vida camina en dos piernas y en la vejez su bastón se convierte en la tercera. Pero esto no es más que la explicación exotérica de la pregunta. Tampoco sería ni por asomo adecuado castigar con la muerte no contestar a una pregunta burlona. Lo que sucede es que aquí se pregunta por las estaciones principales del camino del hombre, que al no ser superadas son literalmente mortales. El número cuatro es desde los tiempos antiguos un símbolo de la materia, que representa la cruz del hombre. A través de la interacción con lo tangible y lo material, que constituye el comienzo de la evolución (la mañana), el hombre debe aprender a comprender la polaridad que está simbolizada por el número dos. Pero ahora la "re-solución" (Erloesung) de la polaridad en un tercero lo lleva al anochecer de la perfección. Sólo quien resuelve este problema, logra la vida eterna. La ley de la polaridad parece inicialmente demasiado simple, demasiado obvia, parecería no valer la pena ocuparse más detalladamente de ella. Todo lo que el hombre encuentra en el mundo de las formas fenoménicas y todo lo que el hombre puede imaginar, se le presenta siempre en dos polos. Al ser humano le
resulta imposible imaginarse una unidad fuera de la polaridad. Hablando en simbología numérica esto significa que el número uno no es imaginable sin la creación del número dos, el uno presupone el dos. Esto es más fácil de seguir en el nivel de la geometría. El símbolo geométrico del uno es el punto. Un punto no tiene extensión espacial ni superficial, de lo contrario sería una esfera o una placa. El punto no tiene dimensión. Pero un punto así, el hombre no puede ni imaginarlo, pues toda representación de un punto tiene siempre una extensión, por más pequeña que sea. Por lo que esta unidad es incomprensible para el hombre. Su conciencia está sujeta a la ley de la polaridad, está subordinada al número dos. Por eso tenemos: más o menos, hombre y mujer, eléctrico y magnético, ácido y alcalino, modo mayor y modo menor, bien y mal, luz y oscuridad. La serie se podría extender al infinito, porque frente a cada concepto surge un polo opuesto. Nosotros llamamos contraposiciones a tales pares de conceptos y estamos acostumbrados a preguntar en cada caso concreto si existe "el uno o el otro". Tratamos constantemente de ordenar todos los fenómenos en pares de conceptos. Las cosas son grandes o pequeñas, claras u oscuras, buenas o malas. Pensamos que estos polos contrapuestos se excluyen mutuamente: aquí reside nuestro error de pensamiento. La realidad se compone de unidades, pero a la conciencia humana se le presentan únicamente de manera polar. No podemos percibir la unidad como tal, pero esto no nos permite deducir que no existe. La percepción de la polaridad requiere forzosamente la existencia de una unidad. Siempre el dos puede sólo ser consecuencia del uno. Siempre vemos a la unidad bajo dos aspectos que nos parecen contrapuestos. Pero las contraposiciones forman justamente una unidad y dependen una de otra para su existencia. La vida es ritmo La experiencia básica de la polaridad es la respiración. En ella podemos estudiar las leyes de la polaridad, se pueden transferir a la totalidad del universo. Porque así como es arriba, así es abajo. Cuando inspiramos, sigue con certeza absoluta, y sin mayor esfuerzo, el polo opuesto, la expiración. A esta corriente de
expiración sigue con la misma seguridad otra vez la corriente de inhalación. El cambio constante de los dos polos da el ritmo. El ritmo es el patrón básico de toda vida. Al destruir el ritmo se destruye la vida. El ritmo siempre se compone de dos polos, es un "tanto como uno, también el otro", nunca es uno o el otro. El que se niega a exhalar, tampoco podrá inhalar y viceversa. Pues un polo se nutre de la existencia del otro. Si elimino un polo, también desaparece el otro. Un polo exige el otro. Esto parece lógico para todos cuando se trata de la respiración, pero se desprecia en casi todos los otros dominios. Mientras el hombre, en su actitud y su orientación, se declara en "pro de algo" y en "contra de algo" destruye unidades. El hombre está en pro de la salud y en contra de la enfermedad. No quiere comprender que salud y enfermedad se condicionen mutuamente como la polaridad y se nutren la una de la otra. La salud recibe su existencia a través de la enfermedad. La salud sólo puede surgir a partir de la enfermedad. Por eso toda medicina preventiva no es más que una ilusión. Quien haya comprendido la ley de la polaridad, sabe que toda meta se alcanza solamente a través de su polo opuesto y no por el camino directo, como lo trata de hacer la mayoría de la gente, sin éxito. Quien quiere tirar una piedra lo más lejos posible, no se adelanta lo más posible al tirar, sino que se estira lo más posible hacia atrás, en la dirección opuesta. El jardinero no abona sus rosas en el jardín con perfumes aromáticos, para tener rosas muy perfumadas el año próximo, sino que les pone, más bien, un abono mal oliente, —a pesar de ello de ahí crecen las flores perfumadas. Así enseña el Libro Tibetano de los Muertos: "El que no haya aprendido a morir no puede aprender a vivir." Así nos enseña Cristo, que sólo a través de la muerte llegaremos a la vida. Así nos enseñan también todos los sistemas de sabiduría; que solamente se llega a la libertad a través de la subordinación a la ley. Pero el hombre no quiere comprender esta ley. En todos los campos se busca el camino directo, casi sin poder aprender en base a los fracasos. Cada actitud en pro o en contra de algo es una fijación. La vida es ritmo y en consecuencia es movimiento. "Todo fluye", decía Heráclito. Pero la fijación impide el movimiento y así es un enemigo de la vida. Con cada opinión o idea fija que alguien tenga en cualquier campo, impide la evolución. Si nos analizásemos con honestidad, comprobaríamos que estamos constituidos casi exclusivamente por este tipo de fijaciones. Nada parece
costarle tanto al hombre como cambiar su opinión. Hay una antigua técnica en la enseñanza esotérica que consiste en la inversión consecuente de la polaridad de todas las ideas y opiniones. Esa técnica la he descrito detalladamente en mi libro "La reencarnación". Consiste en representar de manera consecuente el polo opuesto a toda opinión que se haya tenido hasta el momento, y eso durante el tiempo necesario hasta que los dos polos tengan el mismo peso. En ese momento uno se desprende automáticamente de la polaridad y empieza a comprenderla en su totalidad desde un tercer punto más elevado. Toda aseveración humana puede expresar, siempre, sólo un aspecto de la verdad. Para describir toda la verdad se necesita siempre el polo opuesto. Por eso toda declaración sobre la realidad es una paradoja. No puede haber aseveración inequívoca sobre la realidad en el lenguaje del hombre. Si a una formulación le falta la paradoja, es de todos modos incompleta y no comprende más que un aspecto parcial. Esto es lo que resultó catastrófico para los esfuerzos de la ciencia tendentes a formular afirmaciones inequívocas y sin contradicciones. Fueron prematuras las sonrisas burlonas respecto a las formulaciones contradictorias de las antiguas enseñanzas de la sabiduría, como por ejemplo las del Tao Te King o de los alquimistas. En la ciencia, el punto de conversión lo trajo la investigación de la luz. Había dos opiniones opuestas sobre la naturaleza de los rayos de luz. Una formulaba la teoría ondulatoria y la otra la corpuscular, las dos teorías parecen excluirse mutuamente. Cuando la luz consiste en ondas, no está compuesta por corpúsculos y si lo está de corpúsculos no se trata de ondas. O uno o el otro. Mientras tanto se sabe que "uno u otro" era un planteamiento equivocado de la cuestión. La luz es tanto onda como corpúsculo. Esta simultaneidad de dos naturalezas que nos parecen opuestas es inimaginable para el hombre, sin embargo verdadera. Así la naturaleza ondulatoria o corpuscular de la luz sólo se puede verificar en distintos dispositivos de experimentación; pues, el hombre solamente puede percibir la polaridad de manera sucesiva en el tiempo y no simultáneamente. Siempre deberíamos recordar la naturaleza doble de la luz cuando estamos tratando problemas filosóficos. En todos los tiempos se discute apasionadamente la
cuestión de si el hombre es libre o si está determinado. Y uno se da cuenta de que la cuestión está mal planteada. Solamente cuando se transforma el planteamiento de "uno u otro" por el conocimiento de que el hombre es tanto totalmente determinado como totalmente libre, es posible acercarse a la verdad. De la ley de la polaridad se infiere que todo lo que existe tiene derecho a existir. Dentro de un cosmos que funciona según leyes, nunca podrá haber nada que "en realidad no debería existir". Sólo los hombres han adaptado el hábito de dividir el mundo en cosas que pueden ser y en otras que en realidad no deberían existir. Empero, con semejante actitud uno se opone a la realidad. Toda manifestación tiene carga de sentido, si no ni siquiera se produciría. El que no quiere aceptar esto, tiene que introducir nuevamente al concepto de la casualidad. Cuando el hombre está en contra de algo, esto significa generalmente que está "en favor" de lo contrario. Uno está a favor de la paz y en contra de la guerra, a favor de la salud y en contra de la enfermedad, a favor de la felicidad y en contra de la desgracia, a favor del bien y contra el mal. Con esto se pasa por alto que todos estos conceptos constituyen pares y forman una unidad inseparable, que el hombre no puede romper. Si me niego a exhalar tampoco podré inhalar. Si le quito el polo negativo a la corriente eléctrica, también desaparece el polo positivo. De la misma manera la paz es condición de la guerra, el bien convoca el mal y el mal es el abono del bien. Así es como dice Mefistófeles en el "Fausto" de Goethe: "Yo soy una parte de aquella fuerza que siempre quiere el mal y siempre crea el bien." Estas consideraciones no pretenden legitimar de ninguna manera un comportamiento arbitrario del hombre, sino que quieren preservar al hombre de crear resistencias al considerar las manifestaciones. Pero hay que distinguir con claridad entre algo que ya se ha manifestado y algo que todavía no se ha tornado realidad. Si se produce un asesinato, esto es, una parte de la realidad que tiene su sentido y su razón de ser, si no no se habría manifestado. No tiene sentido no aceptar el asesinato ocurrido, si no nos queremos oponer al orden global. Pero de ahí no resulta que este asesinato nos tiene que parecer bueno o correcto o que nosotros mismos podríamos cometer uno. Reconocer la realidad significa solamente reconocer el
derecho a la existencia de todas las cosas. Si nos oponemos a la realidad, no cambiamos nada en cuanto a los hechos objetivos, pero sí nos sentimos subjetivamente peor. Porque cada presión en contra de la realidad produce otra presión aparente en contra, que no podemos dejar de sentir. La mayor parte del sufrimiento humano consiste en la resistencia autoejercida contra las circunstancias manifestadas. Todas las cosas carecen en sí de valoración y son neutras. El criterio del hombre hace de ellas contraposiciones de la alegría o del sufrimiento. Resulta así que la soledad no es ni buena ni mala, ni agradable ni desagradable: para unos la soledad es una tortura, para otros es la oportunidad bienvenida para la contemplación y la meditación. Para uno, tener bienes es la meta más alta de sus esfuerzos, para otro, los bienes son un lastre molesto. Nunca son las circunstancias en sí las que tocan nuestro ánimo, sino sólo nuestra disposición frente a ellas. La reconciliación Si el hombre aprende la primera regla importante de que: "Todo lo que es, está bien, porque es", tendrá cada vez más tranquilidad y paz. Sólo con esta tranquilidad aprenderá a contemplar las cosas y ellas le revelarán su sentido. Uno se desprende poco a poco de las ideas fijas, de tener que luchar en pro o en contra de algo, sin que con esto se llegue a la inactividad. El hombre que piensa que mediante su actividad podrá cambiar el mundo, generalmente no se da cuenta, que en realidad se ha transformado en esclavo de las circunstancias que lo están cambiando a él. La verdadera actividad nace de la tranquilidad. Es una señal de madurez, cuando el hombre puede dejar que algo suceda sin querer intervenir de inmediato. Aquí empiezan a rebelarse nuevamente la mayor parte de las personas. Creen perder su viveza ("cleverness"), transformarse en pelota de juego de los otros, hundirse sin esperanza. No quieren renunciar a las queridas luchas, quieren defenderse; uno quiere seguir demostrándoles a los otros que es "alguien", quiere ejercer el poder. Tampoco Pedro pudo dejar de desenvainar la espada durante la captura en el jardín de Gethsemaní y con esto no hizo otra cosa que demostrar que todavía no había comprendido completamente las enseñanzas de su Maestro. Quien no está dispuesto a vivir en armonía con los hechos de la realidad encontrará cerrada la
puerta al sendero esotérico. La mayoría de la gente lleva consigo una carga pesada proveniente de su pasado, consistente en sucesos y personas con las que estaban en conflicto hace muchos años y lo están todavía. Para desmontar este lastre, recomiendo el ejercicio siguiente: sentarse o acostarse relajadamente en un momento de tranquilidad, cerrar los ojos y dejar aparecer ante el ojo interno las situaciones pasadas de las que se opina que hubiera sido mejor no tener que haberlas vivido. Estas situaciones negativas del destino se miran junto con las personas de las que se cree haber sufrido injusticias y de las que se piensa que hubiera sido mejor no haberlas encontrado nunca. Mientras se vuelve a considerar interiormente un acontecimiento de este tipo y las personas involucradas en él, tómese conciencia de que todo esto ha sido un escalón dispuesto por una ley en el camino totalmente personal del destino, y que uno no estaría donde está sin ese suceso. Trátese de comprender la carga de sentido de lo acontecido para llegar a sentirse lentamente agradecido porque todo haya sido tal como fue. Sólo cuando se puede sonreír al acontecimiento y a las personas involucradas desde adentro y agradecerles que se prestaron para ayudarnos a realizar nuestro destino, entonces puede pasarse a otro acontecimiento siguiendo el mismo procedimiento. Déjense surgir los acontecimientos, no se han de buscar con el intelecto. También se debe aceptar todo acontecimiento que surja al pensar: "acontecimientos con los cuales me encuentro en pie de guerra", sin reprimir nada, porque se crea "con esto ya estoy reconciliado desde hace mucho". Este ejercicio, al principio muy difícil para algunos, se ha de repetir una y otra vez hasta que se llega a tener la experiencia de sentirse más liviano y que desaparece una presión interna. Porque cuando uno hace mucha fuerza contra una pared, se siente como ésta ejerce a su vez la misma presión contra uno. Al aumentar la presión propia, la pared también presiona con más fuerza. La solución está en quitar las manos de la pared, entonces la presión de la pared desaparecerá por sí sola. La comparación puede parecer trivial, pero sin embargo la mayoría de la gente se apoya contra alguna pared, presionando con todas sus fuerzas y al mismo tiempo se lamentan en voz alta de la presión de la pared. Teóricamente es simple abandonar las resistencias propias,
pero es increíblemente difícil para el hombre, porque todo el mundo está profundamente convencido de que para mantenerse, tiene que seguir ejerciendo presión contra esa pared, porque "la pared ejerce presión contra ellos" y que al disminuir la presión propia, la pared infaliblemente se les caería encima. Pero aquí está el engaño. Compruebe por sí mismo el ejemplo con la pared, para comprender el problema en forma completa. En efecto, se tiene la impresión de que la pared presiona contra uno, razón por la que uno se ve obligado a aumentar la presión propia. Para ver a través del engaño, hay que tener el coraje de soltar. Quien reconoce el derecho de existencia a la pared, no necesita hacer presión en contra de ella y tampoco será molestado por la misma. La proyección de la culpa Este problema tiene una trascendencia inabarcable. La humanidad ha adquirido la costumbre de buscar disculpas en el mundo exterior para todo lo que no debería ser. La escala de los culpables abarca desde los miembros de la familia hasta el gobierno, desde las circunstancias de la época hasta la sociedad misma y es a esos culpables a quienes el individuo quiere cargar la responsabilidad de su propio destino. Esta proyección de la culpa se ha sublimado hasta hacerse una ciencia que, bajo el título de psicología y sociología, sanciona este error colectivo. Todos hablan de cómo los factores del mundo exterior influencian y marcan al hombre. El psicoanálisis y el "grito primordial" buscan las causas de una perturbación neurótica en la infancia, en la educación y en situaciones traumáticas entre padres e hijos. Ya falta poco para que se acepten oficialmente en la psicoterapia los métodos de regresión y entonces se creerá encontrar de repente las causas en las vivencias prenatales. Por diferentes que sean los muchos métodos y teorías de tratamiento, todos tienen algo en común: siempre se buscan las causas de una situación o de una perturbación en el mundo exterior. Si uno hace que un individuo nos informe sobre su destino, indicará para cada situación y simultáneamente, cuales son las circunstancias y las personas culpables de la misma. Será muy difícil eliminar el cuento de hadas de la influencia del mundo exterior en esta era de abundancia de sociólogos. Por-
que toda teoría que permite la proyección de las culpas contará siempre con toda seguridad con una mayoría absoluta. Lo que ofrece el esoterismo en cuanto a este problema, es mucho menos gustoso y práctico, pero como contraprestación le muestra al individuo cómo puede cambiar realmente su destino, le muestra un camino para salir de la enfermedad, cumpliendo así lo que todos los demás solamente pueden prometer. No hay influencias exteriores que forman al individuo, no es la educación la que forma al hombre ulterior, no hay culpables del destino del individuo. No hay bacterias ni virus que produzcan enfermedades. Todos los que creen tener pruebas exactas de lo que acabo de negar, se equivocan en un punto: todo lo que se considera como pruebas, se apoya en realidad sobre observaciones de relaciones, que son sólo correlaciones. Estas dicen por ejemplo que al parecer en cierta enfermedad infecciosa, siempre se encuentra presente cierto virus, o que en la vida de un delicuente juvenil las relaciones familiares presentan ciertas características, que tras una cierta perturbación neurótica siempre se hallan problemas con la madre. Estas correlaciones todavía son ciertas porque anuncian solamente que cada vez que se manifiesta una cosa, también se manifiesta la otra. Aquí surge el paso siguiente tan favorito de la ciencia que nada tiene de "científico": la interpretación de todo esto como causalidad. De la observación "siempre cuando-entonces también" se pasa furtivamente a un "a causa de esto-también lo otro". Pero es justamente esta transformación de los resultados la que ya no es correcta. No se niega que en cierta enfermedad se hallen al mismo tiempo ciertos virus, pero la fe resultante de ello, de que estos virus sean la causa de la enfermedad, hará reír a las generaciones venideras tan cordialmente como nosotros nos reímos de la teoría de que la tierra es un disco. Así que no es tan fácil negar nuestra afirmación de que no existe ninguna influencia del mundo exterior. La ley de resonancia Todos conocemos a partir de la física el concepto de la resonancia (en latín: resonare-resonar). Un diapasón entra en resonancia solamente con un tono que corresponde a su propia frecuencia.
Si éste no es el caso, el tono ni existe para el diapasón, porque no lo puede percibir. Un receptor de radio sintonizado en onda media, sólo captará onda media en base a su resonancia. No puede reconocer las ondas, corta y larga, por eso no forman parte de su "visión del mundo". De la misma manera el hombre necesita dentro de sí una correspondencia para cada percepción. Esa correspondencia debe poder "vibrar" a la par, y entonces a través de ésta resonancia se le torna posible la percepción. Goethe lo formula así en la frase: "Si el ojo no fuera de naturaleza solar, nunca podría ver el sol, si no tuviéramos dentro de nosotros la propia fuerza de Dios, ¿cómo podría encantarnos lo Divino?" Esta formulación de Goethe abandona ya el nivel puramente físico de la capacidad de resonancia, transfiriendo la ley de la resonancia en forma de analogía, sobre el campo que aquí nos interesa. Cada persona puede percibir solamente aquellos dominios de la realidad, para los que posee una capacidad de resonancia. Esto no solamente es válido para la percepción meramente sensorial, sino para la comprensión total de la realidad. Como todo lo que se encuentra fuera de la propia capacidad de resonancia no puede ser percibido, tampoco existe para la persona en cuestión. Por esto, cada persona cree conocer la totalidad de la realidad y que no existe nada más fuera de ésta. Cuando alguien lee un libro, cree que lo comprende completamente, por más que de lo leído sólo pueda absorber aquello que se encuentra al unísono con su actual nivel de conciencia. La mejor manera de comprender que esto es así es volver a leer ciertos libros después de algunos años. La conciencia se ha ampliado en estos años, razón por la cual ahora se comprende el libro "aún mejor". Todas las relaciones descritas le son más o menos familiares y comprensibles a cualquiera y por esto solamente han de servir para aclarar el principio que ahora queremos aplicar también al destino en general. Solamente es posible encontrarse con aquellas ideas, personas y situaciones para las que poseemos una resonancia propia, o como lo llamaremos de ahora en adelante: una afinidad. Sin la afinidad correspondiente nunca se puede producir una manifestación. Si alguien llega a encontrarse envuelto en una pelea o una riña, no es nunca debido a una casualidad, sino que se produce solamente por razones de afinidad con una vivencia de este tipo. La culpa por las eventuales consecuencias de dicha pelea también la carga aquel
que supone haber sido involucrado en ella de manera totalmente inocente. Pero sin la afinidad correspondiente le hubiera sido imposible verse involucrado. Si alguien es atropellado en la calle por un automóvil, ni la culpa puramente funcional y legal del otro cambia en algo el hecho de que el accidentado estaba maduro para esa vivencia, si no, este acontecimiento no se hubiera podido manifestar, en su campo de experiencia. El medio ambiente como un espejo Yo se que esta manera de ver las cosas es muy desacostumbrada al principio, pero no se debería tomar la familiaridad de una afirmación como criterio incondicional de que es verdadera. El así llamado medio ambiente es en realidad un espejo en el cual toda persona se ve solamente a sí misma. Nunca puede ver otra cosa que a sí misma porque de la verdadera realidad total, objetiva, igual para todos los hombres, filtra solamente aquello por lo cual tiene una afinidad. El que no es consciente de éste hecho, cae obligatoriamente en formas de comportamiento equivocadas. Cuando por la mañana me miro al espejo y veo una cara poco amable, puedo increparla enérgicamente por su poca amabilidad. Pero la cara en el espejo no se deja impresionar en absoluto por esto, sino que al mismo tiempo me inculpa con igual energía. De esta manera es muy fácil realizar una escalada mutua hasta que le pego a esta cara encarnizada y destrozo el espejo. Pero nadie jugaría este juego con el espejo del baño, porque tenemos conciencia de su función de espejo. Sin embargo, la mayoría de las personas celebran empecinadamente este juego en su vida diaria. Luchan contra sus enemigos en su medio ambiente, contra los malos vecinos y parientes, contra la injusticia de sus jefes, contra la sociedad y muchas cosas más. En realidad todos están luchando contra sí mismos, por esto es que en todas partes tenemos solamente perdedores y ningún ganador porque ¿contra quién se podría ganar en una esgrima frente al espejo? Naturalmente la ley de resonancia y del reflejo en el espejo es válida tanto en lo positivo como en lo negativo. Si citamos en nuestras consideraciones casi exclusivamente ejemplos negativos, es porque el sufrimiento del hombre nace de ahí. La mayoría, no obstante, se las arregla bastante bien con las partes positivas de su destino. Si el ser
humano toma conciencia de la función de espejo de su medio ambiente, surge de allí una fuente insospechada de información. Por más que en el espejo sólo puede verse siempre a sí mismo, empero usamos un espejo porque nos puede mostrar partes de nosotros, que nos resultaría imposible conocer sin este recurso. Así es como la observación del propio medio ambiente y de los acontecimientos con los que nos vemos confrontados, resulta ser uno de los mejores métodos para el auto-conocimiento, porque todo lo que nos molesta en el mundo circundante, demuestra solamente que uno mismo no está reconciliado todavía con el principio análogo dentro de sí. No le gusta al hombre admitir esto. Pero el hecho de que alguien se moleste por la avaricia de otro, muestra con toda seguridad que él mismo es avaro, de otro modo esto no le podría molestar. Si él mismo es generoso, ¿qué le importa la avaricia de los otros? El la podría tomar como un hecho, sin alterarse por ello y sin sentirse molesto. Considerando sobriamente las cosas, todas ellas son como son. El cesped es justamente verde, naturalmente se podría pensar que fuese rojo, pero es verde, y esto ya tendrá su sentido. Nadie se molesta por el color verde del cesped, porque no toca ninguna problemática dentro del hombre. El hecho de que haya guerra en el mundo es un hecho, tanto como el color verde del cesped. Pero ahí ya se excitan los ánimos y así se empieza a luchar por la paz. Se "lucha" por todo: por la paz, la justicia, la salud, el sentido de humanidad. Pero sería mucho más sencillo y exitoso crear la paz dentro de uno mismo. Aquí tenemos otra vez una de las claves más poderosas para el que sabe usarla. Toda persona es capaz de cambiar y transformar el mundo entero de acuerdo a su representación, sin lucha alguna y sin poder exterior. Basta que el hombre se cambie a sí mismo y he aquí que el mundo entero cambia con él. Si en el espejo veo la cara poco amable, lo único que tengo que hacer es sonreír, y con toda seguridad me sonreirá. Todos quieren cambiar el mundo, pero ninguno usa los únicos medios que llevan al éxito. Quien cambia su afinidad, recibe un programa nuevo, ve un mundo distinto. Cada hombre vive en su "mundo". Hay tantos de estos mundos como personas. Todos estos mundos no son más que segmentos, aspectos del mundo verdadero que se subordina a leyes
férreas y no se deja impresionar por las llamadas de los hombres para que cambie. El mundo exterior es la fuente más segura de información sobre la situación propia, en la que uno justamente se encuentra. Cuando el hombre aprende a preguntar sobre el verdadero sentido de todo lo que le pasa, se conocerá cada vez mejor, no solamente a sí mismo y a sus problemas, sino que también descubrirá las posibilidades de cambio. En todo lo que le sucede al hombre, debería preguntarse de inmediato: "por qué me está pasando precisamente a mí, en este momento, justamente esto?" Hasta acostumbrarse a plantear estas preguntas, también puede resultar difícil encontrar las respuestas. Empero, también aquí el ejercicio hace maestro y bastante pronto se aprende a reconocer la carga de sentido de los acontecimientos y a ponerlos en relación consigo mismo. Hay un concepto en psicopatología que se llama "locura relacional sensitiva" que describe la particularidad de los enfermos, generalmente de esquizofrenia, de relacionar de manera psicótica, todo lo que acontece en el mundo con la propia persona. Pero hay un polo positivo para este polo enfermizo de la "locura relacional sensitiva", al que llamaremos "pensar relacional sensitivo". Todo lo que pasa, tiene un significado para aquél que lo vive. Cuanto más consciente se vuelve el hombre, tanto más aprende a catalogar las cosas, a preguntar por su información inherente. Por eso la exigencia máxima sigue siendo la de andar en armonía con todo lo que existe. Cuando esto no se logra, hay que buscar la razón dentro de uno mismo. El hombre es el microcosmos y por eso es la fiel imagen del macrocosmos. Todo lo que percibo fuera, lo encuentro también dentro de mí. Si dentro de mí estoy en armonía con los distintos dominios de la realidad, no me pueden molestar sus representantes en el mundo externo. Si sucede algo desagradable para mí, esto no es más que una invitación a dirigir mi atención a la zona correspondiente en mi interior. Toda la gente mala y los acontecimientos desagradables, en realidad no son más que mensajeros, son medios para hacer visible lo invisible. Quien comprende esto y está preparado para cargar la responsabilidad de su destino, pierde todo miedo ante la casualidad amenazante.
La ocupación preponderante en nuestro tiempo es prevenirse y asegurarse contra las eventualidades del destino. Los sistemas para asegurarse van desde los seguros hasta el socialismo y no tienen más que una meta: impedir o cambiar por medio de medidas externas las intervenciones del destino. Detrás de todos estos esfuerzos está el miedo. Pero sólo cuando el hombre está preparado a encarar el destino, asumiendo toda su responsabilidad, solamente entonces pierde el miedo. No se puede ser asesinado por casualidad, no se puede llegar a ser rico por casualidad. Las dos cosas solamente se pueden manifestar cuando se está maduro para ello y cuando se posee la afinidad correspondiente. Los seres humanos se esfuerzan por obtener riquezas y olvidan tornarse maduros para la riqueza. Los interesados en el esoterismo buscan en el mundo entero a su verdadero guru y al mejor sistema, y olvidan que el guru viene sólo hacia aquel que está maduro para ello. Es suficiente necesitar algo realmente, y uno lo obtendrá. En cosas menores muchos ya habrán observado a menudo como funciona esta ley. En algún momento de la vida uno se ve confrontado de repente con algún tema, de cuya existencia hasta el momento no se había percatado o ni siquiera lo sospechaba. Así es posible, por ejemplo, conocer a un especialista en "la vida amorosa de las hormigas". Mientras uno todavía se sorprende que pueda haber una persona interesada en un tema tan estrafalario se recibe por otro lado "casualmente" un libro de regalo justamente sobre ese tema. Se lee también en una revista algo sobre ese tema y en una próxima visita se verifica que una persona bastante allegada desde hace años también se ocupa de ese tema, pero nunca lo había comentado antes. Detrás de esta cadena de "casualidades" que la mayoría ya ha vivido en una forma u otra, no hay otra cosa que la ley de afinidad o de resonancia. De esta manera se recibe con seguridad todo libro, toda información, todo contacto que se necesita, si realmente se lo necesita y se está maduro para ese encuentro. Sin esa madurez necesaria, de nada sirve toda búsqueda y esfuerzo en el mundo exterior. El que se cambie a sí mismo, cambia el mundo. No hay nada que mejorar en este mundo, pero sí hay mucho que mejorar en sí mismo. El camino esotérico es un camino de cambio constante, de la transmutación del plomo en oro. El sabio está en armonía con todos los dominios del Ser y por eso vive en el mejor de todos los
mundos posibles. El ve la realidad y reconoce que todo lo que es, está bien. El ya no busca la felicidad, la ha encontrado, dentro de sí mismo.
4. LA ASTROLOGIA Un sistema de representación representación de la realidad
Así como en el día, en que al mundo vienes, El sol saluda a los planetas, De inmediato y de más en más tú creces, Según la ley, por la que te presentas. Así debe ser, huir de ti no puedes, Así ya lo dijeron sibilas y profetas. Y ningún tiempo ni poder fracciona La forma acuñada, que viviente evoluciona. Orphische Urwote (Voces Orficas primordiales) J. W. von GOETHE
Si ahora hemos de considerar más de cerca la astrología, esto es por varias razones: 1. La astrología es la disciplina esotérica más conocida por el público. Las discusiones entre partidarios y adversarios de la astrología siempre se vuelven a encender con renovada pasión. 2. La mayoría de las ideas del profano sobre astrología son totalmente falsas, cosa que dificulta que tanto partidarios como adversarios la comprendan. 3. Siguiendo al espíritu de la época hay cada vez más astrólogos que tratan de separar la astrología de su origen esotérico y adaptarla, paso a paso, al estilo de razonar funcional científico. Se esperaba que con tal proceder fuera reconocida por la ciencia oficial. A causa de este proceso se ha degradado la astrología original a una pura técnica. 4. La astrología originaria es típicamente una disciplina esotérica en su estructura interna y su manera de pensar. Es por eso que la estamos tratando como representante de todas las otras técricas mánticas. Basándose en la fisolosofía que fundamenta la astrología, nos proponemos desarrollar a continuación consideraciones ulteriores sobre el tema destino y enfermedad. Antes de hacer algunas reflexiones abstractas para una mejor comprensión de nuestro tema, pediré al lector que resuelva los dos problemas siguientes: Busque lo que tengan en común en cada caso (su idea genérica) los siguientes conceptos: a) perro, estornino, hormiga, cocodrilo, oso, elefante, trucha. solución: ............
b) plomo, macho cabrío, dientes, hiedra, celda de convento, color negro, minero. solución: Con seguridad, la solución del problema a) no representa ninguna dificultad. Porque el concepto genérico "animal" es inmediatamente reconocible para cualquiera. Pero mucho más difícil resultará la solución del problema b) porque los conceptos citados no parecen nada homogéneos. El sentido y la explicación de estos dos planteamientos se explicarán en lo que sigue, paso a paso. Cuando el hombre se enfrenta con la diversidad de las formas fenoménicas, siente la necesidad de ordenarlas. Todas las filosofías y ciencias corresponden a ese fundamental deseo humano. Pero desde siempre ha habido dos caminos diferentes para ordenar esta variedad que al principio parece inabarcable: 1. Creando conceptos genéricos para las distintas individualidades con características comunes (por ej.: plantas, animales, piedras). Así resulta una subdivisión de la realidad en niveles (reino animal, vegetal, mineral, etc.). 2. Se buscan unidades de las cuales se compone la variedad, mediante distintas relaciones de mezcla. Tanto la teoría de los elementos como también el modelo atómico de los filósofos presocráticos se basan en este modelo de pensamiento. En cuanto a este modo de ordenar, el documento de nuestra época que más impresiona es el sistema periódico de los elementos. Un sistema tal permite reducir la diversidad de las formas fenoménicas a algunas cualidades originarias. Las diferentes composiciones y proporciones de mezcla dan la realidad múltiple, cuya estructura se puede comprender mejor así. Los principios primordiales de la realidad
Este segundo modo de proceder, válido en el ejemplo del sistema periódico sólo para el nivel de la materia, ahora lo
vamos a transferir al total de la realidad. Aquí partimos nuevamente de la consideración de que la variedad se basa en un número limitado de unidades. Pero como queremos abarcar toda la realidad con nuestro sistema, tenemos que buscar unidades que tengan vigencia en todos los niveles, ya sea el reino animal, el vegetal, a nivel material o psíquico. En el primer capítulo ya hemos hablado de que la materia siempre necesita información para ser configurada. De ahí resulta que la idea es siempre lo más original y más real. Desgraciadamente en nuestra época materialista se ha impuesto la opinión contraria. Así, se piensa que primero hay una piedra y que entonces el hombre, al contemplarla, desarrolló la palabra y la idea de la piedra, pero en realidad pasa exactamente lo opuesto. Sin la idea de la piedra nunca se puede manifestar una piedra concreta. La idea y el idioma siempre están presentes mucho antes que sus representaciones materiales. ("En el principio era el Verbo...") Si un pintor quiere pintar un cuadro, lo primero que necesita es una idea, sólo entonces puede transferir esta idea al plano material. No es el cuadro el que crea la idea, sino que es ésta la que se condensa en un cuadro. Si entonces queremos proyectar un "sistema periódico de la realidad", nuestras unidades hipotéticas tendrían que ser ideas arquetípicas. Deben existir tales imágenes arquetípicas como elementos primordiales de la realidad, pero al hombre le resulta muy difícil el acceso al mundo de las ideas puras, por eso, por el momento, formulamos unidades hipotéticas y las caracterizamos con símbolos abstractos. Por ahora no tiene importancia cuáles son esos símbolos. Sería posible, y de acuerdo con nuestra época, que fueran X, Y, Z, etc. Así tenemos a X como una determinada idea arquetípica en el campo del mundo de las ideas. Pero como este mundo de las ideas es la imagen primordial de nuestra realidad visible y perceptible, ésta debe encontrarse también en el mundo manifestado. Con más precisión, esto quiere decir, que debe hallarse en cada nivel de la realidad un cierto representante de la idea arquetípica X. Así encontraremos tanto en el reino animal, como en el vegetal o el mineral, así como también en el nivel del hombre, algo concreto que represente la idea arquetípica X en este nivel de la realidad. Si X no se puede descubrir en cada uno de estos niveles, entonces no merecería el título de "ideas
Lo que sí debería estar claro es que un principio arquetípico atraviesa verticalmente todos los niveles del mundo de las formas. El número de niveles no tiene límites, los niveles mostrados son un pequeñísimo segmento y se pueden extender a todos los niveles que se prefiera (por ejemplo: tipos de verdura, acciones de cervecerías, instrumentos musicales, estilos de construcción, etc.). Algunos habrán descubierto bajo X los conceptos de la pregunta inicial b) (pág. 60). Aquí se puede llegar a entender, en qué se diferencian las preguntas a) y b). La pregunta a) contiene distintos conceptos de un solo nivel, a saber del reino animal. Todos hemos sido educados para reconocer esto. Pero la pregunta b) contrariamente, contiene conceptos de una serie vertical de principios, cuyo concepto genérico reside en un principio arquetípico hasta ahora no definido, al que, por ahora llamaremos X. Al tratar de resolver concretamente el problema b) debíamos darnos cuenta que no estamos acostumbrados a pensar de manera vertical y por eso no vemos ningún elemento en común, por más que así sea, como ahora se irá aclarando poco a poco. Es importante comprender que existe tanto una distribución horizontal de la realidad en niveles, como también un orden vertical de cadenas de principios. La primera es usada casi exclusivamente por la ciencia, la segunda la usa el esoterismo casi con la misma exclusividad. Porque el axioma: "Como es arriba, así es abajo", lleva obligatoriamente a una manera de pensar vertical. Así que el sistema de pensar científico y el esotérico se diferencian ya exteriormente en exactamente noventa grados. De ahí resulta el bien conocido "discurrir el uno por al lado del otro", característico del desencuentro de ambos enfoques, lo que no debería sorprendernos. La matriz dibujada nos deja sacar más conclusiones, por ejemplo: si por cualquier razón cambiara un principio arquetípico, se debería tornar visible ese cambio simultáneamente en todos sus representantes y en todos los niveles de la realidad. Así, de modo análogo, deberían tener sus efectos toda interacción y mutua influencia de los principios primordiales en todos los niveles del mundo visible. Esta relación necesaria también debería hacer posible sacar a la inversa conclusiones de la observación de los representantes de cualquier nivel concreto, con respeto a las ideas primordiales, que de otra manera no nos serían accesibles.
De modo más concreto, esto significa: cada principio primordial tiene que tener un cierto animal que le corresponda en ese reino. Si conozco esta correspondencia, puedo tomar un animal de cada principio y reunirlos juntos en un zoológico. Observado como se comportan estos animales entre sí, debería ser posible sacar conclusiones, tanto respecto al nivel de los principios primordiales, como también para todos los demás niveles concretos, es decir, se extraen conclusiones por analogía de la observación de un nivel hacia otro nivel. Para proceder así es necesario conocer exactamente las correspondencias verticales y también la capacidad de transportar por analogía las observaciones concretas de un nivel a las circunstancias de otro nivel. Así que, en pura teoría, observando animales, podemos sacar conclusiones sobre las plantas, los paralelismos sociales del hombre o el comportamiento de las acciones de una cervecería. Pensar así se llama sacar conclusiones por analogía y no tiene nada que ver con la causalidad. Para citar un ejemplo banal, esto significaría aproximadamente lo siguiente: si yo sé por experiencia que los domingos debo ir a la iglesia y que cada domingo hay asado de cerdo para la comida, entonces puedo llegar a la conclusión de que, si hoy tengo que ir a la iglesia, hoy también voy a comer asado de cerdo al mediodía. Esta conclusión lleva a resultados correctos si bien "ir a la iglesia" no tiene nada que ver con "almuerzo", no existe ninguna relación causal entre los dos hechos. Lo que hace que mi conclusión sea correcta reside en un tercer punto en común, a saber, que estos dos hechos se producen un día, domingo. Pero este tercer punto en común se puede omitir completamente en el momento de sacar la conclusión. Volvamos a nuestra "matriz de la realidad". En principio resulta totalmente indiferente cuál es el nivel que elijo como base inicial para una observación y cuáles son los otros niveles sobre los que proyecto las conclusiones por analogía. Pero en la práctica, no todos los niveles se prestan igual de bien. Así que no le aconsejaría a nadie usar el "zoológico de los principios primordiales", mencionado como ejemplo, para uso diario. Aunque más adelante veremos que en la historia se ha hecho uso prácticamente de todos los niveles para estos fines. Empero, en la búsqueda de un nivel de observación ideal se
presentó el firmamento como especialmente fecundo. El nivel del firmamento no se mezcla con otros, y el comportamiento de los astros, captable matemáticamente, hace posible una interpolación para el pasado y el futuro, sin tener que estar observando constantemente. Como el firmamento con sus astros es un nivel de la realidad como cualquier otro, también en él se debían encontrar los representantes de todos los principios primordiales. Por eso es que se dio a los diferentes cuerpos celestes los nombres de los distintos principios que representan en cada caso en el cielo. Finalmente debemos encarar los nombres de estos principios primordiales porque en la historia de la humanidad no se los designó con X, Y, Z, como lo hemos hecho nosotros por el momento. Lo que se ha hecho es tomar otros signos como símbolos que no se eligieron al azar, sino que ya eran jeroglíficos discernibles de los principios. Nos acordamos del axioma mencionado inicialmente, de que todo lo que origina la naturaleza se compone de la trinidad cuerpo, alma y espíritu. El espíritu se designaba en los tiempos antiguos con el símbolo del círculo, que debía simbolizar la unidad y la perfección del principio espiritual. Para el alma el semicírculo, o bien una copa, representaban la predisposición, la receptividad y la impresionabilidad del principio del alma. Finalmente el cuerpo se expresa por el símbolo de la cruz, que representa la esencia de la materia, de manera análoga el número 4. Con estos tres símbolos básicos O U + se formaron por distintas composiciones los símbolos de los diferentes principios primordiales. Determinadas consideraciones condujeron a los sabios de la antigüedad a adoptar 7 principios primordiales. No es el momento de tratar aquí la justificación del número 7. Solamente quiero recordar que también el arco iris tiene 7 colores, la semana 7 días, el Padre Nuestro 7 súplicas, etc. Así en la antigüedad se conocían 7 cuerpos celestes. Ciertamente en los tiempos modernos se han agregado 3 planetas más, hasta llegar a 10, cosa que en sí no anula el clásico número 7. Así se declaró al Sol representante del principio espiritual ¢ recibió como símbolo un círculo con un centro. La luna representa lo anímico y lo receptivo ¡ . La cruz como símbolo de la materia ( + ) no se representa sola, porque la materia
pretaciones y errores sobre la astrología. Los adversarios de la astrología niegan generalmente la posibilidad de una influencia concreta de los astros sobre el hombre. Se ha aclarado ahora que este reproche no es válido para la astrología, pues ella misma no presume ninguna influencia de los astros sobre el hombre. Pero la confusión se produce porque todavía hay astrólogos que creen ellos mismos en una influencia de este tipo. Algunos de ellos hasta se consideran especialmente progresistas y científicos y se refieren a resultados de investigación que constatan correlaciones entre los cambios de posición de los astros, erupciones de las manchas solares y los campos electromagnéticos de una célula viviente. Nadie duda de esta correlación, pero la misma no dice nada sobre un efecto de los factores cósmicos sobre las células en la tierra. Esto confirma solamente el fenómeno arriba descrito del comportamiento análogo en los distintos niveles. Uno puede correlacionar todo, pero esto no significa en absoluto demostrar efectos causales. No hay que dejarse forzar a creer, a raíz de semejantes resultados de investigación, que la astrología examina los efectos de los cuerpos celestes sobre nuestra vida. Todos los astrólogos sobre la fundación de un estado, la concertación de contratos, la colocación de piedras fundamentales, etc. ¿Qué tiene que ver con todo esto la cháchara sabihonda de la influencia electromagnética sobre nuestras células? En la mayoría de los horóscopos todo astrólogo calcula con posiciones de los astros que en el momento de su interpretación ni siquiera se encuentran en el firmamento (tránsitos, direcciones, revoluciones solares, etc.). Resumiendo:
1. La astrología se ocupa de los principios primordiales arquetípicos, que representan en el nivel de las ideas, las piedras originales de construcción con las que se ha compuesto la realidad en todas sus formas fenoménicas.
2. Estos principios primordiales atraviesan verticalmente todos los niveles de las formas fenoménicas. Así es como surgen cadenas de analogías, cuyos eslabones individuales, si bien pertenecen a distintos niveles, también representan todos un principio común.
3.
La observación de un nivel cualquiera se puede transportar con ayuda de la analogía a cualquier otro
nivel. El nivel de referencia de la astrología es el cielo.
4. Los principios primordiales de la astrología se llaman Sol, Luna, Mercurio, Marte, Venus, Júpiter y Saturno. Los cuerpos celestes del mismo nombre no son más que los representantes de estos principios. En los tiempos modernos se trabaja con tres principios adicionales, a saber Neptuno, Urano y Plutón. 5. No hay relaciones causales efectivas entre los astros y los distintos niveles de la realidad. 6. La astrología resulta ser entonces un instrumento para medir la realidad, que indica algo con la precisión que se desee, pero sin producirlo. También un termómetro mide la temperatura, sin producir temperatura. 7. La astrología piensa fundamentalmente de manera vertical, según el axioma esotérico: así como es arriba, así es abajo. Este pensamiento vertical es típico para todos los sistemas esotéricos. También es la razón principal por la cual esta manera de pensar les parece tan sin sentido a los que les es ajena. Fuera del esoterismo, se conocen solamente sistemas de pensamiento horizontal. Pero solamente con las cadenas de analogías verticales se pueden comprender de pronto muchas interrelaciones, que de otra manera serían incomprensibles. Algunos ejemplos al respecto: Una diversión de los arquitectos de interiores es decorar ambientes totalmente en negro, combinado con cromados. Basta hojear algunas revistas de decoración y mirar algunas de estas propuestas. También se constatará que en todos estos ambientes, sin excepción, se ha elegido una planta de yuca. La razón de esto está en el seguro instinto estilístico de los arquitectos de interiores. Empero, de manera inconsciente siguen la cadena simbólica del principio saturnino. Un ambiente negro representa el principio de Saturno, para el que solamente se siente como adecuada una planta que también representa este principio. Para quien está ajeno a estas cosas, las mismas se pueden aclarar más, por ejemplo: con ciertas costumbres idiomáticas. Así se emplea en alemán, en el idioma vulgar diario, en lugar de la palabra "Glueck" (suerte) la palabra "Schwein" (cerdo), a
quien tuvo "cerdo". Sin la comprensión de la cadena vertical de analogías sería difícil comprender esta manera de expresarse. Pero para el que tiene formación astrológica la relación es clara. El cerdo representa en el nivel del reino animal el principio de Júpiter, que generalmente también se denomina "la gran suerte" porque es el principio de la plenitud y de la expansión. Se reemplaza el concepto de la suerte con otro concepto de la misma cadena vertical. Algo así sucede con el modismo "tiene pájaros en la cabeza". El pájaro proviene de la cadena simbólica del principio de Urano, que representa toda interrupción de la continuidad y también todo lo que "se sale de lo común", "salirse de la norma", "estar loco". Como último ejemplo simple quiero citar la superstición de tocar madera tres veces, para asegurarse la suerte. La madera como material está también bajo el principio de Júpiter. Así, al tocar madera tres veces, uno trata de ponerse en relación con el principio de la suerte a través de este representante material. Estas simples indicaciones bastarán por el momento para señalar la justificación y la utilidad de un sistema de pensamiento vertical. Más adelante, en conexión con la terapia astrológica, trataremos más de cerca el uso práctico de una matriz de este tipo. La calidad del tiempo Para entender mejor todavía la astrología como instrumento de medida tenemos que observar otro concepto menos familiar. Si se habla del tiempo, generalmente se entiende como una medida cuantitativa. Uno pregunta: ¿cuánto duró?, ¿hace cuánto tiempo?, ¿cuánto tiempo ha pasado? Se considera exclusivamente la cantidad del tiempo, pero según la ley de polaridad tiene que haber además del aspecto cuantitativo del tiempo (en griego: chronos) un polo opuesto, que llamaremos el aspecto cualitativo (griego: kairós). El tiempo posee no solamente cantidad, sino también calidad. Pero actualmente ya casi nadie puede imaginarse algo respecto de la calidad del tiempo. Antiguamente era exactamente al revés. Entonces se consideraba primordialmente la calidad del tiempo, y más bien se daba menos importancia a la cantidad. La calidad del tiempo no tiene nada que ver con la duración, sino que dice cada
momento o período de tiempo (esto puede ser una hora, un segundo o una década), tiene una cierta calidad, que sólo deja manifestarse aquellos hechos que sean adecuados a esta calidad. Dicho de otro modo: en un momento dado pueden manifestarse solamente aquellos hechos cuyos contenidos cualitativos sean adecuados a la calidad del tiempo que reina en ese momento. Por tanto, el tiempo tiene que darle una abertura a una latencia, para que ésta pueda entrar en la realidad y manifestarse. Un avión no puede precipitarse a tierra en "cualquier momento", sino solamente cuando la calidad reinante del tiempo lo permite. Como también el tiempo sólo es un nivel de la realidad, así las calidades del tiempo no son otra cosa que correspondencias de nuestros principios primordiales. Así, en cierto momento "reina" un cierto principio o mejor dicho, una cierta mezcla de principios. Antiguamente se conocía además otra ley, actualmente olvidada: "cada comienzo lleva en sí su fin." Esta ley dice que en el momento en que una cosa comienza, ya están fijados todo su transcurso y su fin. Nosotros tenemos la idea de que es posible interferir en algo que sucede e influenciarlo. Pero cada comienzo ya contiene su fin, así como cada grano de semilla contiene toda la planta y además la semilla nueva. Siempre todo está en todo. En la semilla está el fruto, en el fruto la semilla. Por todo ello, en los tiempos antiguos se le daba mucha importancia a emprender ciertas acciones en la "hora justa". Porque cada empresa se desarrolla según la calidad de tiempo reinante en su comienzo. Por tanto, si uno quiere asegurar para una cierta empresa un desarrollo cierto y un fin favorable, lo primero que hay que hacer es buscar antes, para el comienzo, una calidad de tiempo correspondiente. En tiempos antiguos era misión de los sacerdotes determinar la calidad del tiempo. Al hacerles una pregunta, los sacerdotes miraban "la hora" para averiguar la calidad del tiempo. De allí nace la palabra "horóscopo" porque "horoscopear" quiere decir "mirar la hora" (en griego: skopein = mirar). Por consiguiente un horóscopo no es otra cosa que una instantánea del cielo en un momento determinado. Un horóscopo de este tipo se hacía en otros tiempos para acontecimientos y empresas importantes, como el comienzo de una guerra, la concertación de convenios, etc. El
así llamado horóscopo natal, la preparación de un horóscopo para el minuto de nacimiento de una persona, es un desarrollo relativamente nuevo y no constituye de ninguna manera la parte más interesante de la astrología. Recordemos además que la mirada hacia el cielo no era de ninguna manera el único método empleado por los sacerdotes para determinar la calidad del tiempo. Sabemos que también observaban las entrañas y el vuelo de los pájaros y que se interpretaba el comportamiento de las gallinas santas al comer. En estos ejemplos que conocemos de la antigua Roma, en vez del cielo se tomaba el nivel animal como punto de partida para la observación, con el fin de conocer los principios reinantes en un momento determinado. En la historia de los sistemas mánticos se han empleado ya muchos niveles como sistemas de referencia, que obedecen todos a la misma ley de la conclusión por analogía vertical. Por ello, la interpretación de las cartas del Tarot para usos adivinatorios no es menos "científica" o más "supersticiosa" que hacer un horóscopo. En base al hecho de que para hacer un horóscopo es necesario referirse a tablas matemáticas, algunos astrólogos tratan de derivar la condición "científica" de la astrología, y se distancian de todas las prácticas "poco serias" como el Tarot, el I Ching y cosas parecidas. Dicho comportamiento es una tontería. Todos los sistemas mánticos y adivinatorios trabajan según el mismo principio. Pero los niveles de referencia son intercambiables a gusto. Lo único que decide si una práctica es seria o no es la capacidad de quien la ejerce para transferir los resultados de su nivel de observación a otro nivel, mediante la analogía. Esta transferencia, que en la astrología se llama "interpretación" es la gran dificultad en todos los sistemas. Por eso probablemente siempre habrá más gente poco seria que seria, no interesa si se trata de echar las cartas o de la astrología. Volvamos a la astrología. El horóscopo es entonces la representación gráfica de la situación del cielo en un momento determinado, con referencia a un cierto lugar. Cada horóscopo es por consiguiente una ecuación de espacio y tiempo. Un horóscopo siempre se refiere al lugar donde se manifiesta el acontecimiento motivo del horóscopo y observa el firmamento desde esa perspectiva.
Aquí también quiero contestar al reproche muy común, de que la astrología trabaja todavía con una imagen geocéntrica del mundo. Esto es correcto porque para el hombre no puede haber nunca otra imagen que no sea la geocéntrica. Para el hombre en su vivencia hasta sería falsa una imagen del mundo heliocéntrica, porque independientemente de los cálculos de la astronomía, el hombre experimenta día a día, por ejemplo, que el Sol sale a la mañana y se pone a la noche. Esta vivencia es mucho más real para la psique del hombre que el saber funcional de que la Tierra gira alrededor del Sol. El hombre no puede vivenciar esto psíquicamente y por eso no tiene relevancia para él. Entonces la imagen heliocéntrica del mundo es correcta para los científicos y los astronautas. Pero el hombre en general y el astrólogo en especial no se imaginan sin embargo otro punto de referencia que no sea la Tierra. Porque es aquí donde se desarrolla la vida humana. Bonn es la capital de la República Federal de Alemania. Esto es correcto, pero no sería ninguna razón para que yo hiciera imprimir como habitante de la ciudad de Munich, tarjetas con una dirección en Bonn. El hombre no puede experimentarse en otro centro que no sea él mismo, refiriendo el mundo a sí mismo. Cuando no hace esto, pierde su "ubicación" y las raíces de su alma. Aquí se halla la justificación más profunda de por qué la iglesia se resistió tanto tiempo a aceptar la imagen heliocéntrica del mundo. El horóscopo como instrumento de medición La astrología no es la creencia en la influencia de los astros sobre el hombre. Sí, es un sistema de representación de la realidad. La física también trata de representar la realidad a través de símbolos (números y letras), sin querer hacer creer que sus fórmulas tienen alguna influencia sobre la fuerza de la gravedad. Un horóscopo es un instrumento de medición, calibrado para captar la calidad del tiempo; trabaja con la precisión que se le quiera dar. Esta precisión depende de variables técnicas, pero no tiene su límite en la capacidad de medición en sí. Así como la cantidad de tiempo es medible con la precisión que se desee, esto depende en la práctica de las posibilidades técnicas. Cuando se conocía solamente el reloj de sol, no se podía medir
con tanta exactitud como con un reloj mecánico. Hoy ya podemos medir 1/1.000 y 1/1.000.000 de segundo. Exactamente lo mismo pasa con la astrología. En la aplicación práctica, la precisión astrológica es a menudo bastante tosca y deja que desear. Pero el mejoramiento de la precisión depende del conocimiento técnico del astrólogo y del desarrollo ulterior de los instrumentos de medición. Sus límites los encuentra en la capacidad del hombre. Una absoluta tontería son algunos aforismos astrológicos que encontramos fielmente citados en todos los libros de enseñanza de la astrología. Por ejemplo, "los astros inclinan pero no obligan". Una frase así, que la mayoría de los autores todavía quieren presentar como prueba de su propia humildad y seriedad, contiene varios errores de razonamiento. Para empezar: los astros no hacen ni una cosa ni la otra. Tampoco se puede decir de un termómetro, que cuando la columna de mercurio indica 30 grados, eso predispone la temperatura atmosférica a un cierto calor, que sin embargo no debe producirse necesariamente. Los astros no obligan, sino que señalan la composición de la realidad en un momento determinado. Pero eso sí, con exactitud obligatoria. Si la frase antes citada fuera cierta, en ese caso cinco minutos de ocupación con la astrología serían tiempo perdido. Sobre esta base, toda afirmación astrológica tendría una probabilidad del 50%, o sea que sería cierta, o no. Para obtener semejantes resultados es más sencillo tirar una moneda al aire. Otra aserción de similar calidad es: "el destino del hombre se compone de los factores hereditarios, la educación, las influencias del mundo externo y los factores cósmicos". En esta frase no se mezclan solamente manzanas y peras. La primera pregunta atañe a la composición de esos factores cósmicos. ¿Qué es eso y dónde se puede experimentar un tal factor cósmico? ¿Cuáles serían las partes del destino bajo su influencia? Ya tendría que tratarse aquí de acontecimientos del destino en los que el mundo externo no participe en absoluto, porque en tal caso ya sería pertinente la categoría de las influencias del medio ambiente. Tras una frase así hay menos reflexión que un deseo de aceptar las teorías de las ciencias naturales y al mismo tiempo introducir de contrabando también la astrología. La
educación y el medio ambiente no son más que un nivel concreto en el que se manifiestan los principios primordiales. El medio ambiente es el órgano ejecutor. Pues ¿cómo habría de vivencias una persona un "factor cósmico (es decir principio primordial) sino a través del medio ambiente? ¿Cómo se puede ser atropellado sin un automóvil, cómo puede uno enfermarse sin un virus, cómo se puede ser asesinado sin un asesino? Pero todos estos factores del medio ambiente no son nunca la causa, sino que siempre son únicamente los "ejecutores" del destino. Los factores hereditarios son otro nivel de la realidad, en la que también se encuentran los representantes de todos los principios primordiales. En el nivel de la información celular podemos leer la realidad, de la misma manera que en el cielo. Por eso los genetistas humanos se manifiestan como colegas de los astrólogos. Si hasta los astrólogos pueden creer en un efecto causal de los astros, quién tomaría a mal que los genetistas humanos están firmemente convencidos de que la estructura genética sea la "causa" de los así llamados caracteres hereditarios. El hombre lleva su "horóscopo" en cada célula individual, porque el todo siempre se halla en cada detalle, tal como la planta está en la semilla. Esto nos lo enseña de manera muy gráfica la acupuntura, que en sus principios se refería al cuerpo entero, después descubrió al hombre completo en la oreja, luego en la nariz, en la mano, en pie, en cada una de sus células. El idioma simbólico difiere, lo que dice es siempre lo mismo. Porque todo representa una sola realidad. No sin razón se llamaba en tiempos antiguos a la astrología la "ciencia regia", porque abarca toda la realidad; puede ser aplicada en todos los niveles con igual éxito, es universal. No sin razón Kepler escribió un libro con el título significativo: "Advertencia a los adversarios de la astrología." No sin razón Paracelso señalaba como charlatán y curandero a un no versado en astrología. Pero todos estos elogios son totalmente válidos cuando van dirigidos a una astrología que todavía tiene sus raíces en una imagen esotérica del mundo, que todavía es una verdadera sabiduría de los astros, pero no va dirigida a las caricaturas demasiado frecuentes que siguen existiendo bajo este nombre. La verdadera astrología era y sigue siendo un camino de inicia-
ción, que lleva a través del autoconocimiento y el conocimiento de la naturaleza hacia el conocimiento de Dios. Por ello, la verdadera astrología se hace al fin superflua a sí misma. La verdadera astrología es filosófica (por esto Schult habla de la "astrosofía") y no andar revolviendo en el futuro de los congéneres. La astrología hay que aprenderla uno mismo para conocerla. La verdadera astrología enseña al hombre a comprender al mundo y a sus semejantes desde su propia situación y con ello reconciliarse interiormente con ellos. ¿Cómo molestarse con alguien cuando se le comprende? La verdadera astrología enseña a ver una nueva dimensión de la realidad. La astrología natal realiza el horóscopo para el momento del nacimiento, mejor dicho, de la primera respiración. De modo similar a lo que ocurre con cualquier acontecimiento o empresa, aquí empieza algo que llamamos la trayectoria vital del hombre. El horóscopo mide la calidad del tiempo reinante cuando comienza esa trayectoria vital y por eso sabe cómo es ese camino de vida. Un horóscopo natal de este tipo, también llamado horóscopo básico o "radix", tiene tres áreas distintas de validez:
1. Indica lo que los psicólogos llamarían la estructura del carácter o de la personalidad.
2. Cuando se agrega a esa estructura del carácter que es en sí algo estático, el factor tiempo, resulta necesariamente el camino del destino. El factor tiempo informa sobre el campo de problemas que pueden ser vivenciados y cuándo pueden manifestarse. 3. El horóscopo básico es a la vez el horóscopo del acontecimiento mismo del nacimiento. Esta tercera incumbencia ha sido ignorada hasta ahora a pesar de que justamente tiene vastas consecuencias teóricas. La vida de una persona y el acontecimiento mismo del nacimiento tienen el mismo horóscopo único. En otras palabras: la vida de una persona no es más que la amplificación de su propio nacimiento. Todo lo que acontece como destino en su vida, con seguridad se tiene que haber manifestado en forma analógica ya en el mismo nacimiento, como acontecimiento considerablemente sintetizado. Ya hemos hablado al comienzo del problema de la dimensión y dijimos que el hombre está siempre atado a un orden dimensional mediano para poder reconocer aún la "forma". Si
alguien silba en el tiempo normal la melodía del "Arroz con leche", la podemos reconocer. Si espaciamos los períodos entre los diferentes sonidos hasta escuchar un solo sonido por día, ya no podremos reconocer la canción en su unidad (forma) ("Gestalt"). Lo mismo sucede si dejamos pasar la melodía en un reproductor de cinta a una velocidad excesiva. Esta pasada rápida sería en la astrología el nacimiento, cuya estructura interna se reconocerá en la apertura en abanico temporal como la "vida". Mirándolo al revés, esto quiere decir, que nunca se puede manifestar algo en la vida de una persona (sea lo que sea, enfermedad, acontecimientos positivos y negativos del destino, etc.), sin que ya haya estado presente en el nacimiento en una dimensión empequeñecida. Pero esta consideración contradice todas las teorías que buscan las "causas" de la enfermedad y de los acontecimientos en la biografía del hombre. En efecto, se puede comprobar con métodos apropiados (terapia de reencarnación), que todo problema de una persona se puede remontar hasta el proceso del nacimiento mismo. Porque en todo comienzo ya está decidido el fin. El horóscopo como plan de estudios de la vida El horóscopo muestra en forma simbólica la calidad del tiempo, un ordenamiento específico según el rango y la relación de los principios primordiales que reinaban cuando una persona entró en esta existencia. Este horóscopo es su deber, respectivamente su programa de aprendizaje, que tiene que ser cumplido en esta vida. Cada así llamada constelación (los astrólogos las entienden como ciertas agrupaciones de principios) representa un cierto deber, un problema. Hagamos aquí algunas observaciones respecto del concepto problema. En realidad no hay problemas. Una determinada situación sólo se convierte en problema para un ser humano cuando no puede integrarla en su conciencia. Multiplicar es un gran problema para un niño de seis años, no así para un hombre de treinta, porque mientras tanto aprendió a multiplicar. Cada proceso de aprendizaje es también una expansión de la conciencia, que torna posible resolver el problema. Con cada problema que se resuelve se redime al mismo tiempo al deber de su "problematicidad". Un proceso tal de redención tiene como consecuencia que la situación redimida generalmente nunca más puede caer al
nivel de constituir un problema. Es importante que el hombre no olvide nunca que un problema es solamente la diferencia individual de nivel entre una situación y un estado de conciencia y por ello debe desafiar al hombre a que redima la situación mediante un caso de aprendizaje. Pero en la vida diaria la mayoría de la gente se comporta como si los problemas existiesen "en sí", y les gusta alentar al mundo circundante a que los elimine. Hemos dicho que cada constelación es la forma simbólica de un problema de este tipo y que el horóscopo es comparable a un plan de estudios para esta vida. Así, todas estas constelaciones quieren ser redimidas mediante pasos de aprendizaje, por realización activa, transformándose en vida. Las constelaciones son por cierto, aún, "problemas" en el momento del nacimiento, pero al final de la vida, deberían verse en lo posible totalmente redimidos. Porque la vida es un proceso de aprendizaje, lamentablemente esta frase para muchos no es tan natural como debería serlo en realidad. Si buscamos en la naturaleza un rasgo en común, observamos que todo evoluciona. La idea de la evolución es la meta de toda la vida, tanto para la ciencia como para el esoterismo. Si la ciencia tiende a considerar la evolución como un producto "casual" de la mutación de genes, el esoterismo ve en la evolución un desarrollo final hacia una meta definida, pero todos están de acuerdo en que lo que vive, evoluciona. ¿Cómo se produce esto? Solamente mediante procesos de aprendizaje. Esto vale tanto para la lombriz como para el hombre. Pero los procesos de aprendizaje sólo pueden realizarse mediante la solución de problemas, y como resolver problemas siempre cuesta un esfuerzo, lo común es que los seres vivos no se busquen ellos mismos los problemas, si no tienen que verse enfrentados con ellos. Los problemas se revelan como las verdaderas ruedas impulsoras de la evolución. El hombre denomina destino a aquella instancia que cuida de que nunca deje de aprender y por ello constantemente lo confronta con problemas nuevos. Y como en el horóscopo de una persona está prefigurado el programa completo de aprendizaje para una encarnación, se sostiene que es posible ver el destino del hombre en el horóscopo. Si se lo considera aisladamente, esto suena como un hecho fatídico que se le impone a cada uno. Pero si hablamos del plan de aprendizaje
o de la distribución de deberes, descubrimos algo más de la significación que hay tras ello. La polaridad del aprendizaje Hace mucho que se plantea la pregunta de hasta qué punto está determinado el destino, respectivamente el cumplimiento de estos deberes, y dónde está la libertad del hombre para cambiar esto en algún respecto. Esta es y será una de las cuestiones más difíciles, pero podemos acercarnos a su eventual solución paso a paso. Respecto al programa de aprendizaje, éste con seguridad está determinado y tiene que ser cumplido. Pero también dentro del determinismo la ley de polaridad sigue totalmente en vigencia. Esta ley nos pone ante la elección de cómo cumplir el programa de aprendizaje, por qué camino queremos realizar nuestros pasos de aprendizaje y cómo queremos resolver los problemas. Por eso es necesario distinguir entre los problemas a resolver, ellos sí totalmente determinados, y el "cómo" de la vía de solución. Para ello la ley de polaridad ofrece dos posibilidades: 1. Aprender de manera consciente. Esta posibilidad requiere del hombre que esté siempre dispuesto a afrontar las exigencias del destino y a resolver cada problema que se presenta, voluntariamente mediante la actividad. 2. Aprender de manera inconsciente. Esto se produce automáticamente, cuando el hombre pierde la oportunidad de resolver un problema de manera consciente. La mayoría de los hombres se limitan generalmente a la segunda posibilidad. Pero aprender inconscientemente es siempre aprender mediante el sufrimiento. Mientras el hombre esté dispuesto a cuestionar viejos puntos de vista y fijaciones, a aprender nuevos enfoques, arriesgar nuevas experiencias, a expandir su conciencia de manera de dominar todos los deberes presentados por el destino, no tiene que temer golpes demasiado tremendos del destino, ni enfermedades graves. Pero en el momento en que el hombre rechaza los problemas y trata de escaparles o de negarlos (los psicólogos llaman a esto "reprimir"), ahí el destino comienza a obligar al hombre a enfrentar el proceso de aprendizaje no percibido. El hombre se convierte en víctima de una situación en la cual
resuelve obligatoriamente, mediante la vivencia propia, por lo menos una parte del problema. El proceso de aprendizaje en estas situaciones forzadas es generalmente incompleto porque la resistencia del que sufre es demasiado grande. Sólo cuando el hombre se ha reconciliado con una situación, puede comprender plenamente su sentido. Así, el resto no resuelto del problema queda como semilla para una nueva enseñanza forzada; veamos un ejemplo: Tomamos del horóscopo de una persona una constelación que en el idioma específico se llamaría "Saturno cuadratura Marte". En el sentido puramente técnico esto significa que el planeta Saturno forma un ángulo de 90º con el planeta Marte en el momento de nacer la persona en cuestión. Pero esta constelación Saturno-Marte no es más que un símbolo para un cierto deber a aprender. Ya hemos visto brevemente el principio de Saturno bajo los términos clave: resistencia, estructura, obstáculo; al principio Marte le asignamos los conceptos energía e impulso. Si estos dos principios primordiales entran en un horóscopo en una relación denominada cuadratura, esto significa que en esta persona la energía se acopla con la resistencia y no pueden ser separados. Llamamos brevemente a esta situación "problemática energía-resistencia". Siempre que una persona así quiera usar sus energías, se enfrentará al mismo tiempo con resistencias. Un ser en esta situación se quejará muchísimo del mundo exterior y opinará que por pura maldad le están tirando permanentemente palos entre las piernas. Cuanto más proyecta la "culpa" hacia el mundo circundante, tanto menos redimirá su problema. Es cierto que el mundo circundante es el órgano ejecutivo de estas resistencias, pero el problema en sí reside en la persona en cuestión, quien por esta afinidad entra por ley en contacto con un mundo exterior que le corresponde, también se puede decir que se lo busca de manera inconsciente. En realidad esta persona es posible que necesite dichas resistencias porque sin ellas no podría agotar sus energías. Las personas de este tipo crecen con las resistencias, cosa que fácilmente puede llevar a una "escalada de la búsqueda de resistencias". La constelación es un deber para el hombre, no es ni buena ni mala, ni positiva ni negativa, sino que sólo quiere ser transformada en realidad por el hombre, porque solamente
así puede ser redimida. Supongamos además que esta persona reprime en gran medida este problema. Allí donde lo encuentra, lo proyecta sobre el mundo circundante y lo hace responsable del problema, pero él mismo no hace nada para resolverlo. Ni siquiera lo considera "su" problema. En astrología hay ciertos procedimientos técnicos que permiten reconocer cuando cierta constelación entra en vigencia especial para una persona la así llamada descarga. La mayoría de los astrólogos tienden a considerar una constelación tal como mala y peligrosa y en caso de que esa persona aceptara consejos, recomendarán especial prudencia para el momento calculado de la descarga. Independientemente de poder seguir tal consejo, totalmente sin sentido, la persona se verá envuelta en el momento calculado en una situación donde conocerá el problema evitado "energía-resistencia" como víctima: Una posibilidad para esto, análoga a los principios primordiales, sería estrellarse con un automóvil a 180 km. por hora contra un árbol. Ahora ha aprendido lo que es energía (180 km. por hora) y resistencia (árbol). Ha conocido estos principios primordiales. Siempre se aprende con acontecimientos de este tipo pero no de la manera completa deseada. Un hecho de esta naturaleza parece dar derecho a un astrólogo para hablar de una constelación peligrosa y negativa, pero en realidad, aquí una constelación totalmente neutral se convirtió en peligrosa para una persona en un caso muy definido, porque la misma se resistió a cumplir su deber de manera consciente. ¿Cómo sería una solución consciente en este caso? Se debería buscar una actividad u ocupación en la cual fuera posible realizar constantemente los principios descritos (energíaresistencia) en cualquier nivel de la realidad. En nuestro ejemplo se ofrece por ejemplo el deporte kárate. En este deporte se aprende a ejecutar golpes de una intensidad enormemente elevada y a pararlos con exactitud milimétrica antes de que lleguen a su meta, porque si no serían golpes mortales para el compañero de lucha. La potencia increíble de estos golpes de mano y pie se demuestra a menudo partiendo con la mano ladrillos o tablas. Las dos propiedades más sobresalientes de este deporte son por lo tanto los golpes de alta energía y la gran exactitud con la que se los controla. Es por esto que el kárate corresponde
exactamente a nuestra constelación "Marte-Saturno". La energía en sí adireccional de Marte encuentra aquí la estructura de Saturno. Si por ejemplo esta persona aprende este deporte, realiza constantemente su constelación, mediante el ejercicio diario. Aprende a conocer cada vez mejor la problemática, por experiencia propia y análisis, con lo cual este conocimiento se transfiere por sí mismo a otros niveles del ser. Esta persona no tiene que temer la descarga de la constelación. No necesita estrellarse con su automóvil contra un árbol, por más que circule a 180 km. por hora. También para ella se va a mostrar la constelación a su debido tiempo, pero no resultará peligrosa. Así podría ser que esa persona saliera ganadora en ese preciso momento en una competencia de kárate, que recibiera un cinturón ("Dan") nuevo, etc. Este ejemplo debería aclarar hasta dónde está determinado el cumplimiento del deber y cuál es la posibilidad de elección entre el camino consciente y el inconsciente. Lo que le importa al destino es solamente el resultado final, no el camino. Lo importante es llegar a la meta de aprendizaje y no de cuanto sufrimiento se carga el hombre a sí mismo en su camino, por su constante negativa a aprender. De paso, este ejemplo, también debería esclarecer la cuestión de la exactitud del pronóstico astrológico. La astrología trabaja con precisión en el nivel de los principios, pero estos principios pueden realizarse en un sin fin de niveles concretos. Es bastante imposible para la astrología definir el nivel de la realización. "Bastante" significa aquí que se pueden reconocer ciertos niveles preponderantes. Eventualmente un desarrollo técnico más avanzado puede mejorar esta posibilidad. Los sistemas astrológicos modernos ya pueden captar en parte el nivel, pero la diferenciación de tales sistemas hace prácticamente imposible su uso para el pronóstico. Deberíamos tener claro que esto no es falta de exactitud, sino la consecuencia del sistema de pensamiento vertical. Como el nivel concreto de realización no tiene importancia para el destino, tampoco es para nosotros de significación fundamental. Veremos más adelante que justamente el hecho de poder intercambiar los niveles nos trae valiosas posibilidades de terapia. Puede ser extraño para quien sea ajeno al tema, oír que
estrellarse contra un árbol y practicar kárate sean lo "mismo". Por otro lado, esta manera de pensar nos permite descubrir relaciones totalmente nuevas de la realidad. Los golpes del destino y la enfermedad son casi siempre sólo el aspecto pasivo de un proceso de aprendizaje no percibido de manera voluntaria. La fórmula abreviada reza: quien no aprende, sufre. El hombre plantea en general exigencias bastante particulares a la vida y a su destino; se comporta como si tuviera derecho a que le vaya bien, a ser rico, sano y feliz. ¡Qué grotesco desconocimiento de la realidad! ¿De dónde deduce el hombre tales pretensiones? El hombre no se encarna en este mundo para gozar el calor del sol holgazaneando, sino para desarrollarse y para servir al mundo según sus capacidades. Quien hace esto de manera consciente, también encontrará la felicidad. Lo dicho, nada tiene que ver con una negación de la vida, sino que sólo quiere desplazar prioridades. El hombre está siempre buscando la felicidad. Esto no solamente es su derecho, sino el impulso más profundo de sus actos. Pero los caminos tomados son en gran parte muy inadecuados para asegurar el éxito de tal búsqueda. El hombre busca lo que él llama la felicidad, sin tener una visión precisa de lo que es en realidad esa felicidad. Así se identifica cualquier cosa del mundo exterior con esta sensación deseada de felicidad y se cree que, una vez que se poseen tales cosas, también se será feliz. Y así empieza una cacería sin fin y sin sentido. Porque, cada vez que se ha alcanzado al codiciado portador de la felicidad, éste se desenmascara como insuficiente para transmitir la felicidad ansiada. El que tiene hambre, cree que sería el hombre más feliz del mundo si tuviera alimento como para saciarse. Si se le da esa ansiada comida, creerá que alcanzará la perfección de la felicidad cuando tenga una vivienda. Si consigue alojamiento, va a querer una casa propia con jardín. Si la obtiene, todavía le falta la fama y el reconocimiento para ser feliz. Cuando también obtiene esas cosas, lamentablemente una enfermedad crónica le impide gozar su felicidad. Curada la enfermedad, se siente solitario y necesita "sólo" gente para ser "feliz". "Por suerte", la muerte lo salva entonces transitoriamente de esta cacería agotadora en pos de la felicidad. El error reside en la opinión de que la felicidad depende de cosas exteriores. Uno se olvida que las cosas exteriores
solamente tienen encanto mientras uno no las tiene, que la felicidad no se puede cazar, no se puede poseer. Solamente se puede ser feliz. La felicidad es un estado de la conciencia del alma, razón por la cual se habla de "bienaventuranza" (condición feliz o venturosa del alma). La felicidad es totalmente independiente del mundo exterior; crece allí donde el hombre entra en armonía con el mundo, crece también donde el hombre toma conciencia de su deber y reconoce la gracia de poder servir. El sufrimiento es el polo opuesto de la felicidad y por ende finalmente es lo mismo. El sufrimiento se ocupa "para suerte del hombre" que no se pierda para siempre en un laberinto. El sufrimiento se encarga de que el hombre no abandone la búsqueda, hace imposible que se detenga. El sufrimiento es siempre un rodeo, y por lo tanto, aun a pesar de ello, es un camino. La astrología en base a la reencarnación Volvamos a nuestro horóscopo natal. Hemos visto que representa el plan de estudios de una vida y como tal muestra el destino del hombre. El camino de la vida de un hombre ya está fijado en el día de su nacimiento. El hombre, a lo largo del camino de su vida, sólo transforma esta latencia en realidad. En la vida del hombre no existe la casualidad. Se plantea la pregunta de si una persona no podría tener otro plan de estudios y como consecuencia otro destino, si "por casualidad" hubiese nacido algunas horas más tarde o más temprano. Esto es efectivamente así; porque otro momento tiene otra calidad y por eso indica otra trayectoria de vida. Ahora se podría llegar a creer que, después de haber eliminado con bastante trabajo el concepto de casualidad de la vida del hombre, lo volvemos a encontrar empaquetado en el momento del nacimiento; ¿la casualidad de la hora de nacimiento decide sobre el destino? Si nos seguimos ateniendo al conocimiento de que en este mundo no puede haber nunca una casualidad, entonces también el nacimiento como acontecimiento tiene que estar determinado por ley. Todo acontecimiento es siempre sólo la expresión formal de un contenido. Contenido y forma deben corresponderse. A partir de la forma se puede reconocer el contenido y viceversa (es un error típico de la juventud creer que puede descuidar la forma en su búsqueda de contenidos valiosos). El
nacimiento es un acontecimiento formal que se manifiesta en una cierta calidad de tiempo y que representa un contenido. ¿Cuál es este contenido? Aquí estamos obligados a adelantarnos al tema introduciendo la reencarnación. En el nacimiento no se presenta al mundo ningún "papel en blanco", es decir, un alma pura y virginal, como nos imaginamos a los niños, que sólo dependen del favor de su minuto de nacimiento. Si nos remontamos a lo largo de la biografía de un alma, esta tiene tras de sí una cadena muy larga de vidas en esta tierra (ya volveremos sobre esto). En cada vida se vio confrontada con un plan de estudios determinado, que cumplió más o menos bien y totalmente o no. Al morir una persona, rara vez ha comprendido y resuelto totalmente las exigencias y deberes de su destino. Casi siempre queda algo que no está totalmente comprendido ni resuelto, de modo parecido a un balance comercial, en el que también queda al final alguna suma sin saldar. Para usar una imagen, esta cifra por debajo de la raya del balance representa un número de código del alma. Este número de código es el símbolo de la madurez cualitativa de este alma que sólo puede encarnar nuevamente cuando la calidad del tiempo corresponde a la calidad propia. Antes hemos señalado la calidad del tiempo como condición para hacer posible la manifestación de un acontecimiento de contenido adecuado. También en este caso la calidad del tiempo es la puerta hacia la realidad material, que solamente se abre cuando la "calidad inherente" del alma se corresponde con la calidad del tiempo ( ¡Ley de la resonancia!). Este momento de encarnación sería la concepción, pero según la leyes antes consideradas, la concepción se correlaciona con el nacimiento, así que podemos decir: la calidad temporal del nacimiento dice algo sobre la "constitución" del alma encarnada. El horóscopo es solamente el resultado intermedio, según una ley, del camino recorrido hasta ahora a través de las vidas terrestres. Es por eso que no es ni casual ni injusto. El horóscopo nos muestra el Karma del hombre, el plan de aprendizaje necesario para esta encarnación. Aquí se ve claramente el lazo fundamental que hay entre la astrología y la enseñanza de la reencarnación. Sin referencia a la reencarnación la astrología es un sin sentido indefendible,
porque ningún astrólogo puede dar una respuesta satisfactoria a la pregunta de por qué una persona tiene este y otra aquel horóscopo, si niega la reencarnación. El horóscopo se transformaría en un producto de la casualidad o del capricho del destino. Pero si trabajo con la casualidad y con un destino caprichoso, se vuelve sin sentido ocuparse de la astrología. Entonces lo único para lo que se la podría utilizar sería para calcular la ley del capricho. El horóscopo es algo que cada uno se ha ganado, no tiene sentido quejarse de él. No hay horóscopos ni buenos ni malos, pero sin duda hay problemas que son más o menos fáciles o difíciles de resolver. Desgraciadamente se difunden más y más errores de razonamiento de los astrólogos, debido a la mezcla de la técnica astrológica con el estilo de pensar funcional de nuestra época. Esto torna cada vez más grande el peligro de que quien busca el consejo de la astrología, se vea expuesto a más daño que provecho. Ante todo cuando se asigna una influencia a los planetas. Así es como los planetas se transforman en nuevos planos de proyección de la culpa. Si hasta entonces se buscaban los culpables en el mundo circundante, en la familia, la profesión, el estado, ahora, en la sesión de consejo astrológico, de repente se transforma Saturno en el chivo emisario. Las víctimas de este enfoque buscan la culpa de todas sus dificultades en la vida en su "horóscopo malo" y envidian a la gente de éxito en su "horóscopo bueno". Cuando la astrología se rebaja a un nivel semejante, no debería sorprender que no cesen los reproches de que se trata de una superstición. De esta orientación básica equivocada resulta casi en forma automática el error seguramente más difundido de los seguidores de la astrología: que la astrología es un método con el cual se puede corregir el destino. Casi en todas partes se practica astrología con la intención de ganarle un poco de mano al destino, consiguiendo así ventajas para sí y sus clientes, en base al conocimiento de las estrellas. A raíz de esta actitud, se originan consultas en que se recomienda encarecidamente a alguien que tenga mucho cuidado durante los próximos meses, que no emprenda nada, y que dentro de lo posible guarde cama durante tres días determinados, porque se manifestará una constelación mala y peligrosa durante ese período. Pero parece que no hay que
desesperar del todo, porque dentro de medio año las cosas mejorarán, porque entonces se encontrará Júpiter en trígono con el Sol; y ahora sí que se puede emprender de todo. Porque entonces sucederán acontecimientos felices, habrá grandes ganancias, etc. ¡Mejor no practicar astrología que desorientar así a la humanidad! Así se llega a los adictos a la astrología, que no pueden tomar ninguna decisión sin consultar antes a su astrólogo, para saber si las estrellas se disponen bien o mal, que no suben a su automóvil sin mirar primero su horóscopo, etc. Ruego no medir la astrología por los desvaríos de sus usuarios, si no pronto habría que catalogarla entre las drogadicciones. La humanidad está fascinada por la idea de estafar al destino, cada uno trata de hacerlo a su manera: los médicos en las estaciones de terapia intensiva, los astrólogos con el horóscopo. El mismo abismo que se abre entre nuestra medicina y el verdadero arte de curar, separa la astrología de nuestra época de la verdadera sabiduría de las estrellas. El cumplimiento del destino La astrología no es un medio para estafar al destino, sino que debe ayudar a cumplirlo. Aún en tiempos de los griegos y los romanos volvemos a encontrar nuestros principios planetarios en forma de dioses. Se personificaron los principios primordiales y se describieron las definiciones de los principios como propiedades de los dioses. Así el Olimpo antiguo era un sistema de representación de la realidad parecido al de la astrología. También la Biblia está construida estrictamente según estos 7 principios planetarios. Sea mencionado esto aquí de paso y reservado para un estudio especial. Los griegos conocían una fórmula sencilla para tratar sin roces con los dioses; mientras se sacrifica a los dioses, éstos no hacen ningún daño, si no se sacrifica nada, los dioses cobran su "sacrificio" por la fuerza. Esta fórmula continúa teniendo vigencia y es la verdadera clave de la astrología. También nos acercamos más a la realidad si nos imaginamos los principios primordiales como "dioses" y no como cuerpos celestes muertos. El concepto "sacrificar" significa hacer lugar para un principio primordial en la esfera de vida propia, integrarlo en la
conciencia. Los distintos principios exigen al hombre en diversos momentos sus derechos, lo exhortan a que justamente ahora se ocupe especialmente de ellos. El que acepta esta convocación y le hace lugar en su vida a esta deidad, para conocerla, le está sacrificando y ya no tiene nada que temerle. Pero el que al oír "golpear" a esa deidad a la puerta, la cierra y no la deja entrar, no la quiere conocer, puede estar seguro que se verá obligado a presentar la ofrenda antes negada. El camino de la vida del hombre debe llevarlo a la perfección, cada paso de aprendizaje, por más mínimo que sea, hace del hombre un ser más perfecto. Se es cada vez más perfecto agregando lo que aún falta, integrando lo desconocido. Por eso el hombre es confrontado siempre por una ley del destino con aquellos principios que todavía no ha realizado, que le son ajenos, que aún le faltan. Este es el punto peligroso donde tanta gente comete el error de cerrarse, de reprimir o presentar resistencia, negándose a ofrecer su sacrificio necesario. Y ahí empieza la lucha entre el destino y el hombre, siendo segura de antemano la victoria del destino. Como perdedor, el hombre, se queja de su destino maligno que lo arruina y pasa por alto el hecho que es él mismo quien no aceptó la invitación. Aquí es donde la astrología adquiere su sentido. La consulta astrológica debería mostrarle a la persona cuál es el plan de estudios que hay que cumplir durante esta encarnación y hacerle saber los distintos principios que le toca conocer de cerca. El astrólogo no debe predecir el futuro a quien le pregunta si no le quiere robar su propio desarrollo. Pero sí le puede informar en qué momento "golpeará a la puerta y cuál de las deidades", cómo manejarse más o menos en ese encuentro, cómo llegar a conocerla y amarla. Es una gran pena que frecuentemente se olvida que todo lo que se llega a conocer realmente, también se aprende a amarlo automáticamente. El odio significa siempre el desconocimiento del objeto. El pensamiento vertical permite al astrólogo mencionar a quien lo consulte, las posibilidades de realizar en distintos niveles el nuevo principio y de redimir una constelación. Una auténtica consulta astrológica no puede contener nunca una prevención contra un principio (constelación) sino siempre
sólo consejos y estímulos para entrar justamente en una confrontación con él. Aquí está la posibilidad de una verdadera "astroterapia". Esta "astroterapia", tal como la hemos desarrollado y perfeccionado en los últimos años, tiene como base una "matriz de la realidad" según el modelo esbozado al principio de este capítulo. De allí resulta una asignación de la mayor cantidad posible de niveles a los diez principios primordiales y sus distintas constelaciones. Los problemas y síntomas de enfermedad son siempre la redención de una constelación en un nivel determinado (por ejemplo, la enfermedad en el cuerpo o en la psique). La misión de la enfermedad es hacerle conocer al hombre un determinado principio, que por lo visto no quiso redimir por propia voluntad. Con ayuda de una "matriz de la realidad" es posible hacer que una enfermedad se torne superflua, al indicar la posible realización del mismo principio en otros niveles intercambiando los niveles en sentido vertical. Un método así concebido no lucha contra el síntoma, sino que lo hace superfluo en sí, porque la confrontación con el principio a ser aprendido, ha cambiado de nivel, un desplazamiento consciente del síntoma en dirección vertical. Veremos lo dicho en un sencillo ejemplo: podemos calcular que, por ejemplo, una persona entra en los próximos meses en una "fase de Saturno", es decir, que se produce una constelación de Saturno. Seguimos utilizando nuevamente el principio de Saturno porque en primer lugar se lo considera especialmente "malo" y por eso es especialmente temido y, en segundo lugar, porque ya sabemos algo de este principio y conocemos las asignaciones por analogía en algunos niveles (ver matriz página 62). Algunos astrólogos advertirán a un cliente ante esta constelación, previniéndolo de pérdidas, limitaciones, accidentes, enfermedades, etc. Pero de nada le sirve una prevención de este tipo a nuestro cliente. Lo que pasa es que tiene miedo y se siente víctima de un planeta evidentemente malo. Empero, en realidad la constelación inminente de Saturno sólo significa que ha madurado el tiempo de conocer más de cerca el principio de Saturno, de integrarlo en la vida propia, de incorporarse al "Dios Saturno" para llegar
a ser más perfecto. Para facilitar este proceso necesario explicaríamos primero el principio para tornar comprensible su justificación como piedra de construcción de la realidad y hacer desaparecer así las resistencias. Como segundo paso le daríamos a nuestro cliente una serie de consejos, de cómo convertir en realidad activamente este principio en su vida. Estos consejos pueden parecer en un principio algo extraño, pero nuestra matriz nos ayuda a comprender velozmente su sentido. Los consejos pueden rezar como sigue: En el tiempo inmediato, limite sus ansias de expansión, evite encuentros sociales y fiestas y todo lo que tenga que ver con distracción, diversión y opulencia. Vista dentro de lo posible solamente ropa negra y haga frecuentemente paseos por cementerios. Si le resulta posible, instálese de alguna manera en un cuarto donde pueda retirarse para estar solo. Ese cuarto debería ser austero y limitarse a lo esencial, pintado totalmente en blanco o negro, como único adorno en la pared eventualmente la carta número 13 del Tarot (la muerte). Ponga eventualmente una calavera o un reloj de arena sobre su mesa de trabajo. Lea el Libro Tibetano de los Muertos y ciertos pasajes bíblicos. Evite la comida excesiva, practique la alimentación macrobiótica o, mejor todavía, haga ayuno. Como bebida prefiera el té de equiseto (cola de caballo); como medicamento se puede considerar plomo o cal en forma homeopática en alta potencia en una sola toma. Escuche música clásica, seria. Todo lo que haga durante este tiempo que sea muy ordenadamente, trate de reestructurar en forma nueva muchos ámbitos de su vida, aprenda a conocer y a amar las bendiciones del silencio y la soledad. Es fácil ver que todas estas recomendaciones provienen de la cadena vertical de analogías del principio de Saturno: estructura, plomo, equiseto, negro, cementerio, todos los símbolos de la muerte, etc. Esas posibilidades se dejan extender de manera correspondiente a muchos otros niveles, adaptándose también a la persona en cuestión. Si nuestro cliente sigue muchos de estos consejos, tiene que llegar a conocer y a comprender inexorablemente el principio de Saturno, pues no es posible hacer todas estas cosas sin que al mismo tiempo también ocurra algo dentro de uno mismo. Pero como el cliente está haciendo todo esto
voluntariamente, no producirá resistencia y de esa manera aprenderá a amar en su significación al principio de la limitación, de la renuncia y de la estructura (reducción a lo necesario). Después de este tiempo constatará que esta confrontación con los problemas de la muerte, la soledad y el silencio, antes cuidadosamente evitados, lo ha hecho madurar y que ha podido conocer nuevas dimensiones de la realidad. Durante este tiempo hizo activamente lo que tenía que hacer: integrar a través del aprendizaje un aspecto de la realidad nuevo para él. Cumplió con su plan de estudios y resolvió el problema. Si no sigue estas recomendaciones, porque opina que renuncia, limitaciones y soledad "no son nada para él", que estas cosas no le gustan, y por eso sigue con su estilo de vida habitual, pronto se le transformará esta constelación de Saturno en "malévola" y se cobrará su "sacrificio" por la fuerza. Así, por ejemplo, nuestro cliente podrá tener que ir a la fuerza al hospital, debido a un accidente. Aquí sí tiene que renunciar a muchas cosas, fiestas, vida social, comida opípara, todos los placeres, ¡cosa, que nosotros le habíamos aconsejado hacer voluntariamente! Su cuarto de hospital estará reducido a lo más necesario; justamente un cuarto así le habíamos aconsejado. Todos los días ve cómo conducen a los muertos por los pasillos y él mismo se ocupa con la idea de que su accidente lo llevó muy cerca de la muerte; también le habíamos aconsejado que frecuentara la idea de morir y de la muerte. Está mucho tiempo solo y tiene tiempo para pensar. Es fácil ver que el efecto es el mismo. Como ya lo hemos dicho, la meta del aprendizaje está determinada. Lo que podemos elegir es solamente "Cómo" queremos aprender, de modo voluntario o forzoso. La enfermedad como información De la misma manera se pueden conducir a una solución enfermedades o problemas ya manifestados. El criterio de una terapia, así entendida, será siempre la pregunta: ¿qué es lo que quiere enseñar la enfermedad al paciente? ¿Qué es lo que el paciente no quiere aprender? Una terapia tiene que reemplazar el proceso de aprendizaje intentado por la enfermedad, de otra manera no podrá curar nunca. De ahí resulta que hay que proceder de manera
homeopática. (Más sobre el principio de similitud en la homeopatía en el próximo capítulo.) Así, tiene poco sentido tratar de alegrar o distraer a un paciente depresivo. Al contrario, es necesario que se enfrente con los representantes de Saturno, color negro, soledad, muerte, etc., si quiere curarse. Hoy día se peca contra esa ley básica en todas partes. Los cuartos de los enfermos son multicolores y alegres, la lectura divertida. Pero a nadie se le ocurre, sin embargo, consolar con un chiste a una persona que está de luto. En todos los órdenes se trabaja en contra de la voluntad del destino en vez de apoyarlo. Hay algunas terapias que obedecen a la ley de la analogía, pero sin que los usuarios se den cuenta. Estos se fabrican a su vez teorías complicadas para explicar la eficacia del método, que sólo obedece a la ley de la analogía. Así el principio de Neptuno corresponde a la disolución de lo obvio y concreto, a lo velado e inconsciente. Su cadena de analogías contiene entre otras cosas: alcohol, drogas, engaño, agua, color verde botella, pies, sueños, visiones, mística, esoterismo (esta cadena explica de paso por qué por un lado el público no puede separar engaño, ilusión y esoterismo, y por qué por otro lado se encuentra de hecho frecuentemente el engaño, propio y ajeno, y la estafa, en el campo esotérico). Si en la vida de una persona se manifiesta el principio de Neptuno, esto debería descubrirle los misterios de la vida y llevarlo al reino del inconsciente. Pero para esto es necesario que lo obvio, lo consciente, la lógica y el intelecto cedan por un tiempo su prioridad y se tornen más transparentes. Así se puede llegar a una debilidad para concentrarse, a soñar despierto y cosas similares. Esta irrupción inesperada del inconsciente para empezar lleva a la persona a consultar un médico. Este le prescribe psicofármacos. Algo le sirven, porque son "venenos" y así corresponden a la misma cadena de analogías. Después puede ser que vaya a tratarse al psicoterapeuta. Ahí sí puede hacer lo que Neptuno le quiere enseñar. Se ocupa del inconsciente, de los sueños, de lo irracional. Pero es este tipo de ocupación lo que le ayuda, mucho más que lo que quiere explicar la teoría psicoanalítica. Unas vacaciones al borde del mar y la lectura de una novela esotérica le harían el mismo efecto, al igual que tomar baños de pie y la terapia con luz verde botella. Podríamos continuar a voluntad con estos ejemplos, pero
se quiere presentar solamente el significado de una "matriz de la realidad", que permite reconocer la estructura normal de las relaciones y afirmaciones astrológicas y esotéricas en su sentido más amplio. El camino hacia la libertad Hemos tratado de aclarar el concepto del destino y la correcta relación con el mismo, tomando como ejemplo la astrología, que no fue aquí más que un medio auxiliar para llegar a reconocer más claramente el destino. Los resultados son válidos independientemente de ella. Nos queda la pregunta de si el hombre está predestinado o si tiene libre albedrío. Una respuesta a este interrogante puede entrar fácilmente en una vía muerta si pasamos por alto las condiciones de la ley de la polaridad. El determinismo y la libertad son dos polos que se condicionan mutuamente y que se unen; no son contrarios entre sí, como se opina frecuentemente. Como en toda polaridad nos resulta difícil o imposible comprender con nuestra razón la simultaneidad de ambos polos, y sin embargo la libertad no puede vivir sin el determinismo y viceversa. Los dos se condicionan mutuamente como la luz y la oscuridad, inspirar y espirar. Por eso el camino a la libertad pasa por el cumplimiento de la ley. La verdad paradójica reza: sólo quien se somete a la ley, es libre. Sin embargo la mayoría de la gente trata de llegar a la libertad por el camino de la arbitrariedad, pero este camino lleva a la esclavitud. El sufrimiento no es otra cosa que el roce que se origina entre el hombre y la ley de este mundo. Cumplir la ley significa no percibir más roces. Por eso las reglas de oro para llegar a la libertad absoluta son: 1. ¡Conócete a ti mismo (el microcosmos)! 2. ¡Conoce las leyes que rigen este universo (macrocosmos)! 3. ¡Reconoce que las leyes son buenas (estar en armonía)! 4. ¡Subordínate por tu propia voluntad y plenamente, bajo estas leyes que has reconocido como buenas! El que es capaz de dar estos cuatro pasos, cosechará por sí solo la Quinta Esencia, que dice así: Libertad. El que se subordina libremente bajo la ley, se integra a la ley y se transforma en la ley y no queda nada por encima de él como obstáculo. Así lo formula Crowly: "Cada hombre debe ser como una estrella y seguir su órbita." Una estrella es libre mientras sigue su órbita. La libertad se
termina cuando abandona su órbita. Cada ser humano posee igualmente una órbita, que debe trazar en este cosmos pero tiene que reconocerla si no quiere sentir los roces de su rumbo equivocado. Por eso no queremos alentar ni la actividad ni la pasividad, solamente las dos juntas originan un ritmo. Primero el hombre debe hacer silencio y escuchar para averiguar su órbita, pero luego debe trazarla activamente. Una actividad así concebida nace de la confianza y no de la dominancia del ego, que dice: "yo quiero, yo hago". El hombre ha alcanzado su máxima libertad cuando es capaz de decir las palabras: "Señor, hágase Tu voluntad y no la mía."
5. ENFERMEDAD Y CURACION No hay curación sin Salvador. Nunca es curación en su sentido más elevado la recuperación de la norma biológica. Curación es santificación. HERBERT FRITSCHE
La enfermedad es la forma más frecuente de cumplir el destino. La enfermedad y la salud se transforman tanto para el individuo como para la sociedad en áreas de problemas cada vez más significativas, cuya solución se torna crecientemente más difícil. Por un lado presenciamos un desarrollo de la medicina en el campo técnico, que nos deja casi sin aliento, por otro lado tenemos cada vez más enfermos y enfermedades más y más caras. Considerando el acentuado interés que hay por el problema de la enfermedad y las múltiples discusiones sobre el tema, sorprende con cuánta ingenuidad e inocencia se sigue tratando este tema. Hasta qué punto tendrán que presionarnos los acontecimientos, para empezar a comprender que las teorías desarrolladas en la mecina hasta el día de hoy, se mueven en un nivel que simplemente no se adecúa al estar enfermo en sí. Se pasa por alto demasiado fácilmente que los errores de concepto no se mejoran a raíz de su difusión. Nuestra medicina científica moderna se remonta a Hipócrates (400 a. de C.). Hipócrates provenía de la célebre estirpe de los Asklepíades, que con el correr de los siglos instalaron lugares de curación en Grecia (casas de Asklepio) donde los sacerdotes curaban a los enfermos mediante rituales y cantos mágicos. Hipócrates, que se enorgullecía mucho de su descendencia de los Asklepíades, rompió sin embargo, con su tradición, o sea, la de los sacerdotes médicos y empezó a observar las enfermedades independientemente de toda religión y a desarrollar las curas correspondientes, tomando como base el estudio del transcurso de la enfermedad misma. Con este proceder sentó las bases para el método que se considera obligatorio para la medicina científica hasta hoy día.
Esta medicina se transformó muy poco desde Hipócrates y no muestra ningún desarrollo significativo, si se tiene en cuenta el progreso en algunas áreas parciales y la regresión en otras. Antes de ésta apostasía de Hipócrates, curar era cosa de los sacerdotes y por ende de la religión. La enfermedad siempre expresaba el enojo de los dioses y era curable por el sacerdote, hacedor de puentes (en latín pontifex = el que construye puentes). El llamaba al enfermo al arrepentimiento, reconciliándolo así nuevamente con la deidad. Del punto de vista de la medicina sacerdotal, la enfermedad está siempre ligada con la culpa; la curación con el arrepentimiento y el cambio. Al apartarse Hipócrates de esta tradición, se produjo a la vez un apartamiento del "estar enfermo" y un volverse hacia las "enfermedades". Así, hasta hoy, la medicina se ocupa del diagnóstico y de la terapia de las "enfermedades" y pasa por alto el verdadero problema del "estar enfermo". El hombre no tiene ninguna enfermedad, sino que está enfermo. Pero justamente este hombre enfermo no es tratado por la medicina, solamente se tratan sus enfermedades, sus síntomas. Por eso los éxitos de la medicina se limitan a esas enfermedades y no tocan el fondo del estar enfermo de la humanidad. Sobre la base de esta consideración individual de las enfermedades, se ha logrado dominar de manera impresionante, ciertos grupos de síntomas (epidemias, enfermedades infecciosas, etc.). Por otro lado se pasa completamente por alto que con ello no se ha cambiado en nada el "estar enfermo" en sí. Escribe Hans Blueher, quien pudo ver claramente estas relaciones filosóficas como ningún otro, en su "Traktat ueber die Heilkunde" ("Tratado sobre el arte de curar"): "Las enfermedades son un bien común cargado a la humanidad; la masa de enfermos visibles en el mundo queda siempre constante; de todos modos no depende su variación de ninguna acción humana. Cuando el médico cura a un enfermo, no se elimina por eso en el mundo ninguna parte de la enfermedad en sí, así como la materia tampoco es destruida por la combustión. Lo que hace el médico, es quitarle a esa persona su parte individual de enfermedad para, sin saberlo, cargársela a otra persona." Siendo nuestro tema el destino del hombre, también debemos tratar la enfermedad, ese "bien común cargado a la humanidad". Bajo ese punto de vista, los síntomas son lo que menos nos interesa. Esta consideración torna necesario hilvanar
la medicina con la filosofía y la religión, por más que la medicina científica evite angustiada esta conexión. Es comprensible que también lleguemos a deducciones diferentes con respecto a la curación de las enfermedades. Para evitar todo malentendido, quiero aclarar de antemano que no es cuestión de atacar algo o alguien o de juzgar su manera de proceder. No se niega de ninguna manera que nuestra medicina proporciona la ayuda necesaria en muchos casos, que cualquiera acepta con gratitud en un caso de emergencia. No estamos considerando la ayuda, sino el hecho de estar enfermo y su curación. La terapia médica tiene su justificación y su bendición, cuando interviene por necesidad; sin embargo esto nada tiene que ver con la curación. Porque curar es siempre santificar y toca una dimensión que la medicina científica desconoce. Una aclaración de estos conceptos y vinculaciones no debería entenderse como una crítica, sino como un intento de demostrar dónde se procede de manera demasiado inconsciente. Lo inconsciente es siempre el precursor necesario de la toma de conciencia. Todo tiene su justificación en su tiempo, pero también es el tiempo quien a su vez quita esa justificación. El error es falta de conocimiento, es por esto que todo error espera su transmutación, porque alguna vez todo el plomo tendrá que transformarse en oro. Así como el invierno sueña con el verano, y la noche prepara el día, así todo error lleva oculta la verdad dentro de sí y es nuestro deber liberar ese germen de luz. Enfermedad y muerte como signos del destino Ya hemos visto que el estar enfermo representa generalmente pasos de aprendizaje pasivos, que quieren familiarizar al hombre con una realidad todavía no aceptada. Las enfermedades son siempre portadoras de información. No existen enfermedades sin sentido. Nos muestran donde hemos salido de nuestra trayectoria; ponen fin a caminos errados, obligan al cuestionamiento. Curar significa descubrir la información inherente en la enfermedad. Esto presupone que se pregunte por su sentido. Aquí se pone en evidencia la peligrosidad de la medicina actual, que trata de explicar la enfermedad por sí misma de modo funcional y torna imposibles las preguntas del paciente por el
por qué con respuestas que sólo parecen serlo. Cada enfermo siente íntimamente que la enfermedad tiene que tener algo que ver con él, siente algo de culpa, para él su enfermedad significa más que un cuerpo que no funcione bien. Pero hoy en día ese comienzo es estrangulado por el médico, al asegurarle que se trata de nada más que de... Así es como la enfermedad pierde cada vez más su papel como portador de información, como socio en el difícil camino de la evolución, y se le pone el sello de un enemigo al que hay que combatir por todos los medios. Llama la atención que la medicina habla exclusivamente de la lucha contra la enfermedad. Quién se va a asombrar que justamente los médicos no comprendan la enfermedad. Es imposible comprender y conocer a un enemigo, mientras se "lucha" contra él. Mientras la medicina no termine esta lucha, tendrá que seguir cargando su destino de no ser competente en cuestión de enfermedades, por faltarle la comprensión para ello. El paso más importante y primordial del enfermo consiste en estar en armonía con la enfermedad, en darle su consentimiento. ¿Cómo puede llegar el paciente a lograr tal cosa, si su médico se considera un luchador contra la enfermedad? La resistencia siempre provoca resistencia, la lucha siempre origina lucha. De modo similar a los gobiernos en guerra, que sólo informan a sus pueblos sobre las victorias, pero se callan las derrotas, así de los círculos de la medicina solamente se escuchan victorias sobre las enfermedades. Uno diría que después de tantas victorias anunciadas, poco a poco no debería ya quedar ni rastro del enemigo... Pero el adversario ;gracias a Dios!, tiene tal magnitud, que no se deja impresionar por las inyecciones, los comprimidos y los cuchillos de la medicina. Y digo: gracias a Dios, porque al desaparecer las enfermedades también desaparecería la posibilidad de la evolución humana. El hombre solamente puede ser curado porque está enfermo, sin enfermedad no hay salvación. El segundo gran enemigo, señalado como tal por la medicina, es la muerte, a la que también se estará tratando de vencer. Esta ocupación impide evidentemente que se conozca más de cerca "la vida". Porque con nuestras observaciones aún no se ha llegado más allá de algunas manifestaciones de la vida. La vida misma como calidad independiente es algo relativamente desconocido en aquellos círculos profesionales. Esto no es de
sorprender si se toma en cuenta que la medicina, desde sus principios hasta hoy en día, estudia cadáveres y así resulta ser más la ciencia del hombre muerto que del vivo. Aquí reina la misma ley primordial que en el transcurso del destino de cada hombre, uno siempre se ve obligado a ocuparse de manera especialmente intensa con lo que uno resiste. Mirándolo más de cerca, esta resistencia contra la enfermedad y la muerte resulta algo sospechosa en una profesión cuya meta declarada es ayudar al prójimo. Resistir significa lo mismo que no estar reconciliado, lo que lleva nuevamente a la conclusión de que hay temores subconscientes. La ayuda demuestra ser una lucha transferida al mundo exterior, contra los problemas propios, contra angustias no-resueltas ante la enfermedad y la muerte. Quien haya comprendido realmente la enfermedad, ya no puede hablar más de "la lucha contra las enfermedades". El que está reconciliado con la muerte, no habla de "la carrera contra la muerte", cuando se logra mantener en acción las funciones corporales de una persona en una sala de terapia intensiva. Leímos en un periódico algo sobre médicos desesperados. La razón de esta desesperación era un joven accidentado, que aprovechaba las breves fases en que recuperaba el conocimiento para negarse estrictamente a aceptar transfusiones de sangre, lo que su fe le prohibía. Uno se pregunta con sorpresa por qué los médicos estaban tan desesperados. Esperemos que haya sido porque les faltaba la fortaleza de la fe de aquel paciente. Si la ambición de poder de la medicina se sigue desarrollando como hasta ahora, pronto tendremos que asegurar el derecho a la enfermedad y a la muerte mediante norma constitucional. La ayuda siempre adquiere un gusto raro, si es prestada a cualquier precio y hasta en contra de la voluntad de la persona en cuestión. Por supuesto, no queremos ser unilaterales en nuestras consideraciones y pretender que son los médicos los que tienen la culpa si los pobres pacientes no pueden encontrar un sentido más pleno a la enfermedad y a la muerte. La ley de resonancia dice que cada uno recibe lo que merece. En nuestro caso esto significa que los enfermos reciben la medicina que se merecen. Esto también es válido en cada caso individual. Cada enfermo se encuentra con el terapeuta para el que está maduro y viceversa. Por eso,
todos los terapeutas están tan profundamente convencidos de la efectividad exclusiva de su método. Cuando una sociedad ha olvidado entenderse con el destino y no tiene ganas de asumir la responsabilidad del estar enfermo, nutre con sus propias expectativas una medicina como la tenemos hoy. Es por eso que no se puede cambiar a la medicina, sino solamente a los pacientes, y es de estos de quienes tratamos aquí. Estar enfermo significa que el hombre ha caído fuera de un orden; significa no vivir ya dentro de la ley. Ese "estar enfermo" se señaliza por síntomas. Estos tienen función de señal y pueden mostrarnos un camino al "estar enfermo" y a la curación, si se comprenden bien. Los síntomas mismos no son enfermedades, por eso lo menos importante del mundo es hacer desaparecer síntomas. En la técnica tenemos muchos sistemas de alarma como, por ejemplo, la luz roja en un congelador, que se enciende cuando la temperatura sube en forma fuera de lo común. Al encenderse la lámpara, ninguna persona razonable iría a aflojarla y al apagarse la luz, anunciaría con orgullo haber reparado el congelador. En la "reparación" del hombre, sin embargo, se repite permanentemente ese grotesco proceder. Apenas se "enciende" un síntoma, ya está ahí el médico para hacerlo desaparecer y anota esa treta como un éxito de la terapia. Así surge la paradoja de que las estadísticas de éxito de la medicina se apoyan únicamente en el hecho de que no se sabe curar. Porque cada síntoma reprimido obliga a la persona a manifestar su "ser enfermo" no tratado, en otro nivel. La supresión de este nuevo síntoma ya nos da el éxito de terapia número 2 y así progresivamente. Hay un nombre para este efecto: el desplazamiento de síntomas, pero este proceso se disimula cada vez más por la alta especialización, el enfermo lleva su próxima enfermedad al especialista siguiente. El hombre se enferma siempre y solamente de un principio primordial, no debido a bacterias, virus, toxinas o cosas parecidas. Curar significa tornar al hombre más sano, santificarlo, acercarlo más a la salvación. La curación está ligada a un proceso de toma de conciencia, que lo reconcilia nuevamente con el principio primordial (Deidad) del que estaba enfermo. Una curación así comprendida no es por supuesto cuestión de tener medios técnicos cada vez mejores, ni sistemas de diagnóstico más refinados, ni más química.
Curar es siempre un acto sacerdotal, que se desarrolla más allá del mundo tangible. Por eso, aprender a curar es muy poco factible; un verdadero curador debe ser legitimado por la naturaleza como sacerdote, tiene que ser un iniciado. Paracelso y Hahneman eran, por ejemplo, tales iniciados por la naturaleza. Había y hay todavía muchos más, aunque no sean de celebridad comparable, pero siempre son pocos los que saben y estos llevan siempre el sello del sacerdocio —y estos pocos son los que en realidad cambian el mundo. Así el médico Wladimir Linderberg en su "Reine nach Innen" ("Viaje hacia adentro") le hace decir a Buturlin: "... pero el mundo no puede existir de ninguna manera sin los sabios, sin los santos, sin los que oran. No se los ve, ni se los oye, sin embargo son más reales que todos los demás, porque son los únicos que permanecen." Ante la gran cantidad de enfermos, puede que parezcan alejadas del mundo y no realistas estas exigencias para un curador. En efecto, será difícilmente posible ocupar los puestos de nuestras grandes empresas de medicina con verdaderos curadores. Un consultorio normal de nuestra medicina social tampoco es el mejor lugar para ocuparse de la salvación del alma de los pacientes. No es parte de nuestro tema, averiguar si ese estado de cosas es la condición o la consecuencia de nuestra medicina. Queremos mostrar únicamente que sí existen caminos practicables para tratar al paciente según el principio primordial de la curación, si por lo menos se está dispuesto a seguir las indicaciones de los grandes médicos iniciados y sus enseñanzas. La homeopatía Uno de los conocimientos fundamentales en el arte de curar es la homeopatía, tal como ha sido desarrollada y transmitida en su forma más válida por Samuel Hahnemann (1755-1843). Desde ese momento hasta el día de hoy, la homeopatía ha sido atacada tan apasionadamente por sus contrarios como defendida por sus seguidores. A continuación, nos ocuparemos un poco más detalladamente de la homeopatía. Esto no solamente porque en una época de peligro a la orden del día de parte de los legisladores hace más necesaria que nunca una mejor comprensión justamente en los círculos no-médicos, sino también porque la homeopatía es mucho más que un
mero método de terapia. Observándola más de cerca, la homeopatía se revelará como el verdadero principio de curación de este universo. Y este significado le da su legitimación también al uso terapéutico concreto. Además, con este ejemplo se quiere mostrar que la cosmovisión esotérica está capacitada para presentar de manera simple y clara las relaciones funcionales, que para el hombre de mente materialista parecen una imposibilidad lógica. Los principales ataques se dirigen generalmente contra el procedimiento de producción de los medicamentos homeopáticos. Un medicamento de este tipo sería "tan diluido" que parecería imposible que contuviera todavía algo de la sustancia activa. Con sorprendente obstinación por no querer aprender, la prensa demuestra ese proceso al público con el ejemplo siguiente: Se vierte una gota de una sustancia en el lago de Bodensee o en el Mar del Norte, se revuelve simbólicamente y después se afirma que una botellita de agua sacada en la otra orilla es ahora más o menos equivalente a la dilución homeopática D 30. Las pruebas en contra se tornan aún más científicas cuando se compran en la farmacia cinco medicamentos homeopáticos diferentes y después se analizan con instrumentos modernos hasta llegar a su estructura atómica, solamente para constatar entonces que cada una de las cinco botellitas contienen tan sólo alcohol con algunas impurezas. Se ha desenmascarado el engaño y se exige en alta voz "en interés del público" que los legisladores procedan a actuar finalmente contra esta estafa. Para no seguir siendo víctimas de esta argumentación, que ni siquiera roza la homeopatía, observemos en primer lugar cómo se prepara un medicamento homeopático. La sustancia inicial para el mismo puede ser prácticamente casi todo lo que se encuentra en materia de sustancias en este mundo, pero se limita primariamente a las sustancias de los tres reinos de la naturaleza: el mineral, el animal y el vegetal. Tomemos como ejemplo, la belladona (Bell). A partir de este fruto vegetal se prepara una tintura que viene ser la sustancia original y se llama por ello también tintura madres (símbolo: o). Ahora se toma una parte de ella y se le agregan diez partes de una sustancia solvente, como por ejemplo, alcohol, y se agitan ambas. Este agitar, que más exactamente es una cantidad definida de sacudidas, se llama
potenciar. El producto final de este procedimiento se llama ahora: Bell. D 1, o sea la primera potencia decimal de la planta belladona. De esta Bell. D 1 se toma nuevamente una parte y se agita con 10 partes de solvente y así se obtiene Bell. 2. Este proceso de potenciar se repite de modo continuo, lo que nos lleva al esquema siguiente: 1 parte Bell. + 10 partes de alcohol (relación 1:10) 1 parte Bell. D 1 + 10 partes de alcohol (relación 1:100) 1 parte Bell. D 2 + 10 partes de acohol (relación 1:1.000) 1 parte Bell. D 3 + 10 partes de alcohol (relación 1:10.000) 1 parte Bell. D 4 + 10 partes de alcohol (relación 1:100.000) 1 parte Bell. D 5 + 10 partes de alcohol (relación 1:1 millón) 1 parte Bell. D + 10 partes de alcohol (relación 1:10 millones)
= Bell. D 1
1 parte Bell. 29 + 10 partes de alcohol (relación 1:1 quintillón)
= Bell. D 30
= Bell. D 2 = Bell. D 3 = Bell. D 4 = Bell. D 5 = Bell. D 6 = Bell. D 7
Aquí terminamos nuestra tabla de D 30 a pesar de que de ninguna manera la potenciación de un medicamento tiene que detenerse aquí. Cada medicamento se puede obtener en las potencias más variadas, se puede obtener Bell. D 30 así como Bell. D 12, D 30 ó también D 200, D 500, D 1.000 ó D 10.000. Belladona D 200 corresponde según el esquema anterior a una relación de una parte Bell. con tantas partes de alcohol como lo expresaría el número 1 con 200 ceros. Ahora bien, se sabe que ya en la D 23 no hay ni una sola molécula de la tintura madre (en nuestro caso: Bell.), todo lo que se hace a partir de la D 23 es una agitación ritual del alcohol. Una belladona D 30 no se distingue químicamente de una belladona D 200 en prácticamente nada. Las dos son alcohol puro y no merecen, visto de esta manera, ni siquiera la etiqueta "Belladona". Y sin embargo la homeopatía trabaja con estas "potencias altas". Gahnemann usaba casi exclusivamente
la potencia 30 y con ella realizaba todas sus curas. El adversario de la homeopatía se alegra de que con esto queda comprobado que se trabaja "con nada". Pero el verdadero homeópata usa la D 30, justamente para asegurarse de que ya no está trabajando con materia. Para completar, se debería mencionar aquí que también existen las así llamadas potencias C (potencias centesimales), donde en cada paso de potenciación se agita en la relación 1:100 (en vez de 1:10 en las potencias D). En las potencias C, que en realidad son las más originales y por eso deberían tener preferencia, se abandona por supuesto con más rapidez todavía el nivel material, desde la C 12 ya no hay ni un átomo de la tintura madre. Un desarrollo posterior de Hahnemann son las así llamadas potencias LM (potencia quinta-centesimal) que corresponden a las potencias altas, pero son más fáciles de usar en la terapia. Los problemas específicos relacionados con esto no nos interesan aquí. Si ya el hecho de que los medicamentos no contengan "nada" de lo que anuncia su etiqueta, nos presenta algunos problemas, entonces la dosificación aumenta considerablemente la confusión. Si se le prescribe a un paciente por ejemplo una D 6, puede ser que tenga que ingerir una toma cada 2 horas, siendo una toma siempre 7 gotas o 7 glóbulos. Resulta que los medicamentos homeopáticos no vienen solamente en forma líquida, sino también como pequeños glóbulos de lactosa, los así llamados glóbulos. En este caso la lactosa corresponde al disolvente alcohol. De un medicamento en potencia 30 (D 30) puede ingerir una toma solamente una vez al día, una D 200 se le da solamente una vez y después ningún otro medicamento durante 6 semanas. Es bastante extraño para un ciudadano acostumbrado al consumo de píldoras, recibir 7 gotas de un medicamento y que le digan que vuelva dentro de 6 semanas, y esto con una D 200, "que hace tiempo ya no contiene más nada". La confusión aumenta aún más cuando se ve que el homeópata prescribe el mismo medicamento a una señora, a cuyo marido le dio tanto resultado en su operación de amígdalas, pero a ella ahora se lo prescribe para sus varices. Pero cuando la señora tenga su próxima inflamación de amígdalas, se le dará un medicamento totalmente distinto. También llama la
atención que los medicamentos mismos no lleven clase de indicación respecto de en qué casos se aconseja usarlos. La información como medio de curación Con tantos disparates no ha de sorprender demasiado, que sea cosa fácil para los clínicos caracterizar a la homeopatía como una superstición. Por otro lado tenemos los éxitos, que son tan claros, que aún palabras como efecto-placebo, curación espontánea, autosugestión, sólo suenan como pretextos. Que a un médico homeópata, que durante treinta años realiza su práctica solamente con homeopatía, se le impute que trabaja exclusivamente con la fuerza imaginativa de sus pacientes no es más que una señal de estupidez ingenua. Porque si esto fuera así, vergüenza tendría que darle a la medicina oficial no obtener la misma cantidad de éxitos con el efecto placebo. Pero entonces se espera todavía una explicación científica, de cómo puede ser que haya ignorantes que, con su imaginación, están dispuestos a proporcionarle éxitos al homeópata. Aquí se podría citar una larga lista de pruebas puramente experimentales para comprobar la efectividad de los medicamentos homeopáticos; ensayo de cristalización según Pfeiffer, dynamólisis capilar según Kolisko, ensayo de medicamentos según Voll, etc. Pero no se trata en este libro de probar a los que no quieran entender, algo que no pueden ni quieren comprender. Más bien propongo aquí la efectividad de la homeopatía como muy superior a cualquier otro procedimiento de la medicina oficial. Porque esto es un hecho, del que cualquiera se puede convencer solo, si quiere. Más interantes que cualquier prueba funcional son las consideraciones de cómo y por qué justamente la homeopatía puede curar y por qué contradice en todos los puntos el mundo corriente de las ideas de la medicina. Todas las contradicciones se resuelven rápidamente cuando sabemos distinguir dos conceptos: la información y el portador de información. Miremos una cinta en cassette: vemos que consiste en una caja de plástico y en una cinta de material sintético con una capa sensible. Con este cassette se puede grabar por ejemplo un concierto o una conferencia. La conferencia o la música son la información, el cassette no es más que el portador de la información. Dos cassettes, una con una grabación de música y la otra con una
conferencia no se podrían distinguir materialmente si no fuera por sus etiquetas distintas. Lo mismo pasa con un libro. El libro mismo consiste en papel, cola y tinta de imprenta. El contenido podría ser, por ejemplo, un tratado sobre la historia de Europa. Si se le da ese libro a un grupo de científicos, con la orden de analizarlo hasta su estructura atómica, se obtendría después una lista con el peso del libro, sus medidas exactas, los resultados del análisis espectral, la composición química exacta, etc. Solamente una cosa no surgiría más en ese análisis: la historia de Europa. El contenido del libro, su información en sí, se ha perdido en el análisis. Desde el punto de vista de los adversarios de la homeopatía, toda la oferta compleja de libros sería una pura estafa, porque todos los libros consisten a grandes rasgos del mismo material y lo único que los distingue son los títulos. En el laboratorio no se puede comprobar ni medir técnicamente, que los distintos títulos también correspondan a distintos contenidos. La información es siempre algo inmaterial y para ser transmitido, necesita un portador material. Un portador así puede consistir en las sustancias más variadas, cinta grabada, disco, papel, madera, piedra, metal, aire, etc., y sin embargo cumplir siempre la misma misión. Portadores de información similares pueden transmitir las informaciones más variadas y por otro lado la misma información puede ser confiada a portadores muy variados. Lo que generalmente importa más es la información y no tanto el material del portador. Si se quiere conocer el Fausto de Goethe, es de importancia secundaria, si leo el texto impreso en papel, escrito en metal o hablado en una cinta. Lo que importa es la información en sí. Si recibo un ejemplar del " Fausto" de Goethe, basta con este único ejemplar para transmitir la información. Diez tomos adicionales del mismo libro no aumentan la información. Transfiramos estos ejemplos simples a nuestro problema. Ya dijimos que, en una enfermedad, siempre es el hombre el que está enfermo, nunca la materia. Esta como tal no se puede enfermar, porque toda materia es "enferma" en sí. En lo corporal se ven solamente los rastros de la enfermedad. Si se quiere curar, esto siempre tiene que combinarse con una ampliación de la conciencia, como ya recalcamos antes. Pero
ampliación de la conciencia quiere decir afluencia de información. Si un medicamento quiere ser llamado "medio de curación" (= ser mediador de la curación), entonces ese medicamento le tiene que aportar al hombre la información que le falta. Si recordamos la correspondencia del hombre como microcosmos al macrocosmos, entonces todo lo que le falta al microcosmos hombre tiene que poder ser encontrado en el macrocosmos. Todos los principios están individualizados en el macrocosmos como minerales animales o plantas. Lo esencial de una planta medicinal es justamente su individualidad, su alma como representante de un principio primordial, que se manifiesta en su organismo corpóreo. Si a una persona le falta un principio primordial (el médico pregunta: ¿Qué le pasa?, en alemán "¿Qué le falta?"), se puede buscar en el macrocosmos y se le puede incorporar al enfermo esa información. Pero para esto es necesario desprender la información de una planta, de un mineral, de un animal, etc., de su forma corpórea aparente, de liberarla de su prisión en la materia. Después se toma esa información liberada y se la acopla a un portador de información adecuado, para así poder ser transmitida. Justamente esto es lo que sucede en el proceso de potenciación en la homeopatía. En el proceso descrito se desprende paso a paso la esencia de la planta, su individualidad, de su forma corpórea y al mismo tiempo se acopla la información liberada a un portador nuevo, neutro, como por ejemplo alcohol, lactosa. Cuanto más largo es ese proceso y más alta la potencia, más se la libera de su cautiverio material y con tanta más fuerza puede desplegar su información en el espacio inmaterial. Por esto es que, paralelamente con la potencia, la efectividad aumenta de manera tan tremenda, que a veces de una D 200 no se dan más que dos gotas o glóbulos, y enfermedades, hasta entonces incurables, desaparecen para siempre. Si por un descuido en vez de dos glóbulos se tragara una libra entera, no pasaría tampoco ni más ni menos, es como en nuestro ejemplo con el libro: diez libros adicionales no aportan más información que uno. Cien tarjetas de visita no dicen más sobre una dirección que una. Como al verdadero homeópata lo único que le interesa es la información, trabaja casi exclusivamente con potencias mayores a D 30, porque las potencias bajas, al contener todavía partículas materiales,
tienen que hacer desvíos corpóreos, por eso también tienen que ser tomadas en dosis más frecuentes. El que haya entendido la potenciación como proceso gradual de "espiritualización" de la materia, también verá la diferencia entre una disolución de un elemento y la potenciación del mismo. Es por esto que la imagen de una sola gota en el lago de Bodensee no tiene nada que ver con la homeopatía, porque no es cuestión de diluir la sustancia, lo esencial es la potenciación. La homeopatía según Hahnemann no es una terapia "con muy pequeñas dosis de medicamentos", sino es una terapia sin ningún medicamento material. Esto debe recalcarse, porque hay un grupo de homeópatas que se autodenomina "crítico" que denuncia con fervor las potencias altas y quiere adaptar las potencias bajas, a través de teorías materiales, a la manera de pensar de la medicina oficial. Pero la adaptación de disciplinas esotéricas en manos de seguidores incompetentes es siempre traición y demuestra solamente que se perfila una neurosis en aquellos que la hacen. Ya lo dijo Paracelso: "Lo que mastican los dientes, no es el medicamento; nadie ve el medicamento. No es cuestión de cuerpo, sino de fuerza." El principio de la semejanza Después de este intento de explicar la preparación y el efecto de los medicamentos homeopáticos, llegamos al núcleo de la cuestión: cómo se puede verificar, cuál es la información que le falta al enfermo y cómo se puede reconocer, dónde se manifiesta esa información que falta en el dominio macrocósmico. La respuesta está en la formulación clásica de Hahnemann: "Similia similibus curantur" o sea: "Lo similar se ha de curar por lo similar." Este mandato de la similaridad es la piedra angular de la homeopatía y en su validez sobrepasa ampliamente el dominio de la medicina. La ejecución concreta de esa instrucción se hace de la siguiente manera: casi todas las sustancias que se encuentran en la naturaleza son tóxicas. El grado de toxicidad de las distintas sustancias difiere solamente en la dosis requerida para que sea tóxica. Así hace falta muchísima más sal común para intoxicarse que por ejemplo mercurio. Pero todas las sustancias provocan, a partir de cierta
cantidad, síntomas de envenenamiento en el organismos humano. La homeopatía ensaya sus medicamentos en personas sanas. Una persona ingiere de una sustancia (mineral, vegetal, etc.) una cantidad tal que enferma el organismo sano. Todos los síntomas resultantes se observan minuciosamente y se anotan en un protocolo. De esa manera se llega a tener el cuadro de toxicidad, o sea, el cuadro medicamentoso de determinada sustancia. Es cierto que el cuadro clínico resultante de la intoxicación siempre mostrará solamente una reacción individual, subjetiva, de un cuerpo a esa sustancia, pero el examen repetido de la misma sustancia en distintos individuos, permite establecer un cuadro característico de los efectos de un determinado medicamento. En esta verificación de medicamentos, el individuo sano toma un medicamento y como consecuencia de ello, se enferma. Si el médico encuentra a un enfermo, cuya suma de síntomas tiene una gran similitud con el cuadro de enfermedad provocado en una persona sana por un cierto medicamento, entonces resulta que este medicamento es el "simile", o sea el medicamento indicado, que es capaz de curar al enfermo. Lo único es que el enfermo no recibe el medicamento en su forma material (tóxica), sino en una potencia. Volvamos a repetir: Un medicamento, por ejemplo, Belladona, provoca por su toxicidad en un individuo sano, una enfermedad con síntomas característicos. Si un enfermo que no ha ingerido Belladona, presenta un cuadro sintomático similar al cuadro de intoxicación con Belladona, entonces Belladona, en su forma potenciada, es el medicamento indicado para ese paciente. Porque "Similia similibus curantur", lo similar se curará por lo similar. Aquí vemos otra vez todo el significado de la ley de polaridad: lo que es veneno para el sano, es medicamento para el enfermo. No es casualidad que en griego la palabra "Pharmakon" significa tanto veneno como medicamento. De la manera descrita han sido examinados unos cuantos miles de medicamentos por los pioneros de la homeopatía, que los probaron en su propio cuerpo para poder verificar sus síntomas de toxicidad. El médico se enfermó a sí mismo, devino un paciente a la par. El verdadero significado de homeópata es Homoinon =similar, pathein = sufrir. Así como se
transforma veneno en medicamento a través de la potenciación, el médico que por voluntad propia se sumerge en la enfermedad, deviene el verdadero curador, porque se asemeja al enfermo en el padecimiento. Aquí ya se impone la idea de Cristo, que, siendo Dios, devino un ser humano sufriente por su propia voluntad, para que, de manera homeopática, a través del padecimiento similar, pudiera redimir así al hombre. Si bien ya se han examinado un número increíblemente alto de sustancias respecto de su efectividad como medicamentos, hay muchas más sustancias que tienen que ser examinadas de esa manera, aunque justamente ese gran número hace cada vez más difícil encontrar el medicamento "similar" apropiado en cada caso individual. Pero la homeopatía solamente habrá terminado su trabajo, cuando haya examinado la totalidad del macrocosmos respecto de su efectividad tóxica y con esto su efectividad de curación. Si recordamos lo dicho en relación con la astrología sobre el enfermarse de un principio primordial, entonces el método de trabajo de la homeopatía se tiene que aclarar cada vez más. El hombre como microcosmos contiene en sí mismo la suma de todos los principios primordiales en forma de unidades inmateriales. El macrocosmos también contiene todos estos principios primordiales, pero en su forma de caída, pecaminosa, atados a la oscuridad de la forma fenoménica material. La caída del reino de las ideas al reino de la materia torna tóxicos a los principios, porque tóxico es el polo opuesto de sano, santo. Por eso se ha dicho que las sustancias materiales nunca pueden curar, porque ellas mismas todavía no están redimidas. Si una persona sana ingiere un principio primordial de ese tipo en su forma material, se intoxica y se enferma. Pero en el enfermo pasa lo mismo. En el enfermo uno de "sus" principios primordiales se precipita a la forma material, "se vuelve bruto" (Fritsche) y se materializa en su cuerpo como sustancia. Este principio primordial materializado es lo que lo intoxica y así es como se enferma. Ahora le falta ese principio primordial en el nivel inmaterial, en cambio, experimenta su efecto tóxico en el nivel corporal. La tarea difícil del homeópata es averiguar, cual es el principio primordial que enferma al paciente; el médico le da ese principio ausente como medicamento, el que, aún proveniente del macrocosmos, está redimido por el proceso de potenciación y
así está re-transformando a su forma inmaterial. El enfermo recibe lo que le falta. Esa información se encarga de que, en el nivel corpóreo, sea eliminado ese principio primordial que se había tornado material y tóxico. Esa eliminación se puede medir experimentalmente: Si un paciente recibe una toma de Sulfuro D 200 (azufre), entonces, de pronto, su cuerpo elimina más o menos 600 veces más azufre que lo normal, hasta 5,76 gramos diarios. Con el principio de semejanza Hahnemann le ha dado una formulación válida de un principio primordial. La curación puede efectuarse solamente a través de la similitud. Por consiguiente, se puede evaluar cualquier sistema terapéutico en la medida en que corresponde a ese principio homeopático o no. La medicina oficial piensa de manera alopática, trata de curar mediante lo contrario (per contraria). Pero el principio de lo contrario está en contradicción con la ley universal. La resistencia siempre produce resistencia; con ella se pueden conseguir efectos, pero no curar. Esto lo sabían todos los grandes médicos, ya 200 años antes de Hahnemann dijo el gran Paracelso: "De ninguna manera se cura una enfermedad per contraria, o sea con los medios contrarios, sino con ayuda del Similie ("sed quodlibet suo simile"). El gran Paracelso escribe en "Paragranum": "Si sabes que una enfermedad tiene carácter arsenical, esto es lo que te indica la cura, porque arsénico cura arsénico, anthrax cura anthrax, como el veneno suele curar al veneno. Por eso un hombre cura al otro, porque tienen la misma anatomía; la misma anatomía cura por intercambio." Ya Paracelso conocía el principio de la similitud, pero aún no conocía el proceso de preparar medicamentos mediante la potenciación. En lugar de esto, preparaba sus medicamentos mediante procesos alquímicos. En el proceso alquímico de preparación de un medicamento tenemos la misma transmutación del veneno en medicamento, solamente mediante otra manera que en el potenciación. Finalmente se mencionará otra vez la astrología, ya delineada en el capítulo anterior, cuya estructura homeopática ahora se puede entender mejor aún. Si alguien se enferma del principio de Saturno, se le prescriben como medicamentos principios de Saturno. Por eso el depresivo necesita un cuarto negro y no colores vivos, etc.
Lo que tienen todos estos métodos en común, es la opinión de que toda enfermedad es una repetición microcósmica de lo que llamamos "el pecado original" y es por ello que toda curación tiene que ser también un proceso de redención en pequeña escala.
6. LA CREACION Y EL PECADO ORIGINAL Tratar de evitar el sufrimiento; cómo y donde sea que se presente; indica siempre que quien lo hace, es fundamentalmente un no-iniciado. HERBERT FRITSCHE
Debes comprender, de uno haz diez y al dos déjalo ir y el tres hazlo ya, así eres rico. El cuatro piérdelo d e c inc o y seis a sí d ice l a br uja haz sie te y o c ho , así está consumado. El nueve es uno y diez es ninguno, ésta es la tabla de multiplicación de las brujas GOETHE La Tabla de Multiplicación de las Brujas, de Goethe, casi ya no es comprensible para el hombre de hoy. Se supone con frecuencia que se trata de un mero juego de palabras, sin mucho sentido, lo que en el caso de Goethe no deja de ser una suposición bastante audaz. Ya hemos hablado de la polaridad del tiempo, de su aspecto cualitativo y cuantitativo. Así como hoy tenemos en cuenta exclusivamente el lado cuantitativo del tiempo, también con los números conocemos solamente la cantidad. El número tres para nosotros representa siempre una cantidad: tres manzanas, tres litros, tres grados, etc. Pero también los números poseen el aspecto del polo opuesto de la calidad.
Si se aprende a comprender la calidad de los números, éstos se revelan como la matriz y los símbolos primordiales de la Creación. Pitágoras, iniciado en las disciplinas esotéricas en Egipto, enseñaba que el número es la última piedra de contrucción, la raíz de este mundo. Si bien proveyó a las Matemáticas de teoremas válidos hasta el día de hoy, consideraba a todos los números y relaciones matemáticas en primer lugar desde el punto de vista cualitativo, como parábola de una realidad superior. Este es exactamente el criterio que distingue a un espíritu genial de sus seguidores. Después de descubrir la ley de gravedad, Isaac Newton se dedicó a traducir la Biblia y escribió, entre otros, libros sobre las profecías de Daniel y el Apocalipsis según San Juan. Usó la ley de la gravedad solamente como parábola y con esto consiguió el modo de pensar vertical. Sus seguidores y sucesores utilizaron la ley de la gravedad para satisfacer su curiosidad y así dieron testimonio de su falta de comprensión. Los números, al igual que los idiomas, no son algo creado o pensado por el hombre, sino algo encontrado por él. Los numeros son cualidades primordiales, realidades de un orden mayor. Los números, si se los mira bien, revelan las leyes y los secretos de esta creación; reflejan el proceso de la creación. Por eso, dentro del marco útil y necesario para nuestras consideraciones ulteriores, queremos estudiar algunas características cualitativas de los números, sin pretender agotar ni remotamente con esto el enorme campo de la mitología de los números. En el esoterismo, al tratar con los números, se aplican sobre todo dos operaciones de cálculo: la reducción y la adición teosóficas. La reducción teosófica consiste en retrotraer a una sola cifra un número compuesto por varias cifras. Esto se consigue si se suman las cifras de que se compone el número tantas veces como sea necesario hasta que queda una sola cifra. Esto se conoce como la formación de las sumas transversales. Ejemplos: 10 = 1 + 0 = 1 11 = 1 + 1 = 2 12 = 1 + 2 = 3 13 = 1 + 3 = 4 2311 = 2 + 3 + 1 + 1 = 7 666 = 6 + 6 + 6 = 18 = 9
De esta operación se deduce que todos los números sin excepción son solamente distintas presentaciones de las primeras nueve cifras. No hay más que nueve cifras. Al terminar con ellas se cumple el primer ciclo (0); podemos escribir 10. A partir de ahí comienza un nuevo desarrollo de 1 a 9, solamente en otro nivel. Así las cifras del 1 al 9 forman la matriz básica de toda evolución y de todo proceso de creación. La adición teosófica consiste en sumar en forma aritmética todas las cifras de un número, desde su unidad hasta su propio valor matemático. Ejemplos: El valor teosófico del número 3 es 1+2+3=6 el valor teosófico del número 4 es 1+2+3+4=10 el valor teosófico del número 7 es 1+2+3+4+5+6+7=28 el 28 se reduce a 2 + 8 = 10 = 1 + 0 1 De ahí resulta: 4=10=1 7=10=1 o sea: 4=7 Si usamos estas dos operaciones de manera sistemática, se muestra una estructura inherente a la construcción de los números. Hallamos que los números 1, 4, 7, 10 son todos iguales a1 Porque: 1=1 4 = 1 + 2 + 3 + 4 = 1 0 = 1 7=1+2+3+4+5+6+7=28=10=1 10=1 Aquí se puede observar que la construcción de los números se puede descomponer en pasos triples porque el número "4" representa la unidad "1" en un nivel más elevado. Así podemos escribir: 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 y así sucesivamente.
Vemos que todos los números de la primera línea vertical (1, 4, 7, 10, 13, 16, 19, etc.) no son más que distintas formaciones de la unidad. Para controlar: 1=1 4 = 1 + 2 + 3 + 4 = 1 0 = 1 7=1+2+3+4+5+6+7=28=10=1 10=1+0=1 13=1+3=4=1 16=1+6=7=1 19 = 1 + 9 = 10 = 1 y así sucesivamente. Es decir que todos los números en su análisis último se reducen a la secuencia de los primeros cuatro números en la disposición siguiente: 123 4 Toda creación y toda evolución consiste en un paso triple. En el cuarto paso ya empieza una repetición de la primera trinidad en un nuevo nivel. Este saber es muy antiguo en los círculos esotéricos y ha sido transmitido en muy variadas formulaciones, como por ejemplo en la enseñanza de los cuatro elementos, en el Tetraktys de Pitágoras, en el Tetragrammaton de los Cabalistas "Jod He Vau He", etc. Estos cuatro primeros números se asignaron a las ideas primordiales siguientes: El primero (1) presenta la unidad original, de la cual sale el impulso. Por eso es el principio activo, creador (masculino). El segundo (2) es el principio femenino, receptivo, pasivo, que puede recibir al impulso creador del 1 (oposición, antagonismo). El tercero (3) es el resultado de la relación entre la unidad (1) y la oposición (2), es neutral. El cuarto (4) no es en sí nada nuevo, es bipolar, porque por un lado representa el resultado pasivo de la primera tríada de la creación —4 es número par, igual a femenino (—), pero por otro lado es al mismo tiempo un nuevo comienzo activo en un nuevo nivel, —4 = 1, pero el 1 es positivo (+). En nuestro tiempo encontramos esa ley arquetípica en la dialéctica: Tesis-Antítesis-Síntesis. Pero también la teoría clásica de los cuatro elementos expresa la misma relación: el fuego es el principio activo, creador, a él le sigue como polo opuesto o antagónico el agua, que es receptiva, pasiva, moldeable. El elemento aire esta-
por la ley de la polaridad resulta que tiene que haber una unidad para esa polaridad. Al encontrar una Dualidad, ésta tiene que haber surgido forzosamente de una unidad. Sin unidad no hay polaridad. Sin Creador no hay Creación, sin padre no hay hijo. Al igual que se puede deducir de la existencia de un niño la existencia de un padre, de la existencia del mundo polar se puede deducir con la misma seguridad la existencia de un Creador no-polar, único. Esa unidad original, no accesible para nosotros, es la que llamamos Dios. De esa definición sigue que toda idea que nos hacemos de ese Dios debe ser por fuerza errónea. Porque toda representación humana es polar y nunca puede expresar adecuadamente algo no-polar. Compárese el primer Mandamiento: "No te liarás imágenes, ni parábolas". El número 1 nunca puede ser realizado en sí mismo, sino puede ser percibido solamente en su expansión. Así también Dios es palpable sólo a través de su creación. El número 1 no se deja multiplicar, ni cambiar, porque 1 multiplicado por 1 es 1 y dividido por 1 es 1. El 1 contiene en sí todas las posibilidades, en él están latentes todos los demás números. Y de la misma manera el 1 está contenido en todos los demás números, cuando éstos entran en el mundo de las formas fenoménicas. Todo esto es también válido para la Deidad. En ella está contenido todo, pero también ella está siempre contenida en la Creación. No puede haber nada fuera de Dios. El no puede ser aumentado ni disminuido por nada, es indivisible. El número 1 está contenido en todos los demás números pero él no contiene ningún otro. Dios abarca al universo, pero el universo no alcanza a contenerlo. Cuando hablamos de un Dios único, significa que El tiene que abarcar todo lo que realmente existe. Nada puede existir fuera de El, si no no sería el Unico. El tiene que ser infinito en el tiempo y el espacio, porque lo finito y lo limitado, el principio y el fin son conceptos polares. Pero todas estas formas se subordinan a las condiciones del tiempo y del espacio, son finitas y limitadas. Pero Dios es espíritu puro, infinito y viviente. En el estado de esa unidad no hay conocimiento, porque el conocimiento está atado al sujeto y al objeto, necesita de la polaridad. Para expresarlo en idioma humano: el proceso de
la Creación empieza en el momento en el que la Deidad quiere ser consciente de sí misma, cuando quiere conocerse a sí misma. El 1 no se puede percibir a sí mismo como 1 mientras no haya otra cosa que no sea el 1. El 1 activo debe proyectar de sí un polo opuesto que le sirva de espejo. El triple paso de la creación Así es como nace el 2 como número femenino, pasivo, reflejados. Se hizo la partición, se ha creado la base para un mundo polar, contrastante. Pero del 2 forzosamente se produce el 3, ese tercer punto que compensa la tensión de los polos opuestos, los neutraliza. El 3 es el resultado de la polaridad, capaz de procrear y reúne la dualidad nacida del 1 en una nueva unidad más elevada, la trinidad. Eliphas Levi lo dice en las palabras siguientes: "Si Dios fuera solamente Uno, no sería nunca creador, ni padre. Si El fuera Dos, habría un antagonismo o una separación en el infinito y eso significaría para todas las demás cosas separación o muerte. Por eso El es Tres, para poder crear de sí mismo y a su imagen y semejanza la cantidad infinita de seres y números." El 3 representa por consiguiente como ya hemos visto en el análisis de la estructura de los números, la creación perfecta, pero antes de haber entrado en el dominio material. Todas las religiones tratan de expresar este misterio de la Trinidad correspondiente: Padre, Hijo y Espirítu Santo; Brahma, Vishnú y Shiva; Isis, Osiris y Horus. También en las expresiones populares se considera el 3 como número perfecto y completo: se toca madera 3 veces, se dice: adivina tres veces, se dice no hay dos sin tres, en los cuentos de hadas siempre hay que resolver 3 problemas, etc. El 3 abarca el espacio a lo largo, a lo ancho y a lo alto. El tiempo se escalona en pasado, presente y futuro, hay tres colores básicos: el azul, el rojo y el amarillo. La materia tiene tres estados: sólido, líquido y gaseoso. En la música tenemos el acorde de tres notas, en la alquimia los tres elementos esenciales: sal, azufre y mercurio. Podríamos seguir con estos ejemplos al infinito, pero aquí solamente queremos indicar que la creación se construye en todos los niveles por pasos triples. Cada diferenciación ulterior es siempre solamente una repetición de la tríada en un nuevo
nivel. La Deidad, cuando entró en la tríada, está más cerca de la experiencia del hombre que el Dios no manifestado del 1. Dios se ha transformado en Creador, que si bien ha proyectado la creación desde sí mismo, ésta sigue estando dentro de El, es abarcada por El y nunca puede enfrentarse con El, porque entonces Dios dejaría de ser el Unico y Total. Esta representación es una paradoja para el hombre. Porque del hecho de que Dios da vida a la creación a partir de sí mismo, deducimos que la creación está separada de su creador y que es distinguible de El. Pero esta presunción es errónea, porque nunca puede haber nada fuera de ese Dios que lo abarca todo. Si se sigue ese pensamiento hasta el final, se muestra que en realidad el universo no existe. El universo es finito, mutable, polar. Pero el Dios Unico es infinito, sin límites, todo uno. Por eso no puede existir nada fuera de él, pero él mismo tampoco puede ser el universo. Los sabios aclaran este problema con la indicación de que la creación entera no es más que un sueño de Dios, una creación espiritual, porque todo es espíritu. Así como un hombre da a luz una idea, sin que esa idea esté ahora fuera de ese hombre, no siendo al mismo tiempo, idéntica con él, ni siendo una parte de él, así también este universo es la creación espiritual de un Dios que sueña. "El Todo crea en su espíritu infinito innumerables universos, que existen durante eones, pero para El Todo la creación y la evolución, la declinación y la muerte de millones de universos no es más que un abrir y cerrar de ojos." Si volvemos a la analogía de la serie de los números, alcanzamos con el número 4 el nivel denso, material. El 4 es el número de la materia, sus símbolos son el cuadrado o el cubo. Si desplegamos un cubo, tenemos una cruz. Así el hombre está clavado a la cruz de la materia, crucificado por la polaridad del espacio y del tiempo. Solamente en la intersección de la cruz el espacio y el tiempo se encuentran en un solo punto, se da la liberación de la polaridad. Por eso desde todos los tiempos, la cruz es el símbolo del apego a la materia y a la vez también de la redención de la materia. Si hemos entendido el significado cualitativo de los 4 primeros números, por ahora no es necesario seguir con los demás. Hay 9 números, es decir 3 veces 3. Esto quiere decir que la creación se manifiesta en 3 niveles, surgiendo así los "3
mundos" de los Cabalistas: sería demasiado tratarlos más detalladamente aquí. Estos "3 mundos" existen tanto en el más pequeño de los mundos como en el más grande. Según el axioma: "Como es arriba, así es abajo". Se puede transferir esa Trinidad de Dios a todas las formas visibles mediante analogías, desde el universo hasta el hombre mismo. Así, en el esoterismo se habla de un mundo mental, uno astral y uno material, a los que en el hombre les corresponden sus cuerpos mental, astral y material o en otras palabras: espíritu, alma y cuerpo. La historia bíblica de la creación Es importante distinguir los diferentes "mundos" para comprender la Historia Bíblica de la Creación. En el primer libro de Moisés (Génesis) se describe, en el capítulo 1, la creación del mundo; cómo Dios creó en 7 días (recuérdense los 7 principios arquetípicos que hemos tratado en el capítulo sobre la astrología) el cielo y la tierra, la luz y la oscuridad, las plantas, los animales y el hombre. (Capítulo 1, vers. 26-27): "Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, según nuestra semejanza; que tenga dominio sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo, sobre los ganados, sobre las bestias salvajes y sobre los reptiles de la tierra. Y Dios creó al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, varón y hembra los creó." La historia de los 7 días de la creación del primer capítulo del Génesis se refiere expresamente no al mundo material, sino a las ideas arquetípicas. Dios creó al hombre como varón y mujer, la imagen del hombre como tal, que en ese escalón todavía es andrógino. Porque sólo en el segundo capítulo del Génesis se nos informa de la creación de Adán como ser viviente con alma. Capítulo 2, vers. 7: "... Yavé Dios formó al hombre del polvo de la tierra, sopló en sus narices un hálito de vida, y el hombre se hizo un ser viviente." En el vers. 19 continúa: "Y Yavé Dios formó de la tierra toda clase de animales del campo y aves del cielo y las llevó donde el hombre..." Los vers. 21-23, 25 informan finalmente sobre la creación de la mujer: "Entonces Yavé Dios infundió al hombre un sueño pesado y mientras dormía tomó una de sus costillas, y el hueco lo llenó de carne; después de la
costilla tomada al hombre, Yavé Dios formó una mujer y la llevó donde el hombre. Y entonces éste exclamó: Ahora sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne; a ésta se la llamará varona, porque del varón ha sido tomada." (En hebreo, hombre se dice: isch, mujer: ischsa.) "Andaban ambos desnudos, el hombre y su mujer, y no sentían rubor el uno del otro." Citar esto de manera tan completa tiene su razón de ser para aclarar algunos puntos dignos de atención, que muchas veces llevan a malentendidos: El Génesis relata consecutivamente varias creaciones. La creación en 7 días del primer capítulo se refiere al mundo de las ideas. Ya ahí se crea al "hombre". Pero solamente se dice que fue creado a semejanza de Dios. Este es el "Adán Kadmon" de los cabalistas, la idea arquetípica del hombre, que no necesariamente tiene que tener mucho que ver con el hombre concreto, como lo conocemos y representamos nosotros. El hombre que se creó en el primer capítulo es la imagen ideal, que todavía no ha caído en el pecado y por tanto todavía no es material. La tan frecuentemente citada semejanza del hombre con Dios no se puede aplicar al hombre concreto de nuestro mundo material, si no que representa en el mejor de los casos una meta hacia donde la humanidad tiene que evolucionar". Vosotros sed perfectos, como es perfecto vuestro Padre Celestial" (Sermón del Monte. Mateo 5.48). Ya en el primer capítulo Dios creó al hombre como hombre y mujer. Sólo mucho más adelante sigue la descripción de cómo formó a Adán de la tierra y después crea a la mujer de la costilla. El hombre en ese primer nivel, en el mundo de las ideas, es hombre y mujer en uno, es andrógino, porque aún no ha entrado en la polaridad. Ya en el primer capítulo, al mismo tiempo que la creación del hombre, también se describe la creación de las plantas y de los animales. Pero en el segundo capítulo se nos informa que la creación de los hombres, plantas y animales se vuelve a producir; esta vez se forman sus figuras de la tierra. Porque en el segundo capítulo se repite todo el proceso de la creación, que en el primer capítulo ya había concluido con el séptimo día, de descanso, y esto en otro nivel, en otro mundo. Si la primera creación se produjo en el nivel espiritual de las ideas arquetípicas, la segunda creación (segundo capítulo) se refiere al nivel de la otorgación de las formas. Solamente en el segundo capítulo se realizan las formas cuando "Dios le sopló el hálito de vida" al hombre, éste se
transforma en un "ser viviente con alma". Compárese el significado de la palabra griega psyche = alma, soplo. Por más que las formas se hayan creado en ese nivel, los cabalistas lo llaman Yetzirah, todavía no tiene nada que ver con nuestro nivel material. Más bien es la creación de la matriz astral, anímica, que más tarde servirá como modelo para su realización material. El hombre sigue siendo andrógino en este nivel, contiene los dos sexos en sí, lo que queda bien claro cuando se saca el polo opuesto posterior "mujer" desde dentro del hombre y no es algo que viene de afuera. Al decir que no reconocían su desnudez, se nos muestra que en ese nivel el hombre estaba todavía totalmente en la unidad del alma, todavía no podía reconocer en su conciencia la polaridad. Por esto se dice de él que aún estaba en el paraíso y podía hablar con Dios y los animales, lo que no es más que circunscribir el hecho de que vivía en la conciencia de la totalidad, que su conciencia todavía no estaba individualizada, que no se distinguía aún de la conciencia cósmica. Estar en la unidad quiere decir ser uno con todo, sólo en la polaridad se separa el Yo del No Yo. El paraíso es el símbolo de la unidad, en la que el hombre se hallaba originalmente. Todavía no estaba separado de Dios, su origen, todavía no había separación de los sexos, todavía no había conciencia de la individualidad. La expulsión del paraíso Ya dijimos antes que el conocimiento está ligado a la polaridad. Por ello el hombre del paraíso tenía prohibido comer del árbol del conocimiento, porque esto lo transformaría en mortal. El hombre en el paraíso poseía conocimiento cósmico, pero no conocimiento. Vino la serpiente desde el árbol y convenció al hombre de que tomara el camino del conocimiento. Al comer el fruto prohibido, el hombre pudo ver el bien y el mal. Porque así cayó de la unidad a la polaridad de la conciencia, se separó de la unidad y con esto se volvió pecador. El pecado es la separación de la unidad original, por lo cual todo hombre es pecador, pues polaridad y pecado es lo mismo. La Iglesia llama a esta relación el pecado original. El pecado es el precio del conocimiento. Con demasiada frecuencia se pasa por alto esta relación entre el conocimiento y el pecado.
La expulsión del hombre del paraíso o del estado de conciencia de la unidad, es la caída del hombre en la polaridad y al mismo tiempo en la materia; solamente el hombre material es mortal, sólo el mundo material es pecaminoso. Esto es lo que quisimos decir al hablar de la preparación de medicamentos homeopáticos cuando mencionamos el carácter venenoso de la naturaleza entera. Todo el mundo material es pecaminoso, ha caído de la unidad y anhela regresar a ella. La materia densa es la expresión de la mayor distancia del origen, de la luz original, la materia simboliza la oscuridad. Los cabalistas definen el mal como "falta de luz". Así la materia poseía desde siempre los atributos del mal, de la oscuridad, de lo satánico. Por esto también se llama a Satanás con razón "el Señor de este mundo", el polo opuesto de la luz. La precipitación de la luz en la oscuridad material es la involución, cuyo movimiento descendente se transmuta en su punto más bajo en un movimiento ascendente, en una evolución. De la misma manera en que el péndulo en un punto determinado se mueve según la ley en la dirección de ésta, el movimiento descendente de la involución se transforma en un movimiento ascendente, la evolución. Es la nostalgia inherente en todos los seres vivientes, que impulsa a todos a buscar permanentemente su verdadera patria. El hombre llama a esta nostalgia la búsqueda de la felicidad, pero la felicidad es siempre equivalente a superar la polaridad y a reencontrar la unidad. En el nivel material-corporal esa búsqueda de la unidad se llama sexualidad. La polaridad que se manifiesta corporalmente como sexo, se supera en el acto sexual y se vive la felicidad de la unidad en el orgasmo. En el breve momento de esa unidad corporal el hombre ya es "semejante a Dios" y puede realizar algo que como hombre polar no puede: engendrar vida. Pero la felicidad que resulta de la unión de los cuerpos no es duradera, por eso el hombre trata de alcanzar una y otra vez esa felicidad a través de la repetición frecuente. El mundo corporal está subordinado al tiempo, por eso toda felicidad material y corpórea es fugaz. Pero si transferimos las experiencias de la sexualidad al nivel psíquico y espiritual, entonces se ve claramente que el anhelo de la humanidad por la felicidad duradera sólo puede ser saciado por el retorno a la unidad de la que alguna vez salimos. Esta fusión definitiva de la conciencia propia,
pequeña y limitada, con la conciencia grande, cósmica, que lo abarca todo, se describe como meta en diferentes imágenes y con distintos nombres en todos los sistemas religiosos y esotéricos: la boda chymica de los alquimistas, la conjunctio oppositorum, la Unio mystica, la boda mística, la iluminación, etc. Todas estas imágenes y denominaciones significan lo mismo: el retorno a la unidad divina. Pero este paso está inseparablemente ligado al renunciamiento del ego. Porque mientras el hombre sigue fortaleciendo el carácter dominante de su ego, sigue cimentando la polaridad. Mientras haya un "Yo", también habrá algo que es "NoYo". Cada "yo quiero" eleva el muro que separa al hombre de la unidad. Por esto todas las religiones enseñan a los hombres a amar al prójimo, porque solamente el amor es capaz de superar el carácter dominante del ego. Podría surgir la pregunta de por qué, entonces, se ha manifestado la creación, cuando su verdadera meta es la unidad original. Es siempre algo aventurado contestar esta pregunta, porque llegamos a ámbitos tan alejados de la conciencia humana, que los pensamientos humanos generalmente no son adecuados para esos problemas. Pero la manera de pensar por analogías da la posibilidad de aproximarse a una respuesta, por lo menos a través de imágenes y parábolas. Cuando la creación vuelve a su origen, vuelve más rica, más consciente que cuando se separó de la unidad. El camino de aprendizaje, justamente por esa individualización tan alta trajo conocimientos que al fin y al cabo enriquecen la unidad. Así nos lo cuenta el mito de Lucifer, el Portador de Luz, a quien Dios justamente amaba tanto porque rompió con la ley de la unidad, cayó y pecó. El volverá un día, por su propia voluntad, purificado por el conocimiento, y Dios se alegrará, como el padre, cuando volvió el hijo pródigo, para él, el padre sacrificó un cerdo y celebró una fiesta. El significado central del hombre en la historia de la creación reside justamente en su caída para adquirir el conocimiento. Así que no se trata aquí de maldecir este mundo material, terrenal, ni de exorcizar su carácter pecaminoso ni de alentar al hombre a huir cuanto antes de todo lo terrenal y a buscar la felicidad en un nivel " pseudo-espiritual". Desgraciadamente esto es lo que pasa muy a menudo en círculos que piensan que lo esotérico es huir del mundo, a pesar de que un problema no se redime haciendo un gran desvío alrededor, sino solamente enfrentándose con él. Huir de
este mundo nada tiene que ver con dominarlo o redimirlo. Jesús enseñó el camino de la redención, que consiste justamente en sumergirse totalmente en la condición "humana". En imágenes sin fin, la Biblia expresa ese descenso: la luz llegó a la oscuridad, por eso festejamos la Navidad, el nacimiento de la luz, en el día de la mayor oscuridad exterior, en el solsticio de invierno. Jesús nació en un establo, en la pobreza, trató con publicanos y prostitutas, sufrió injusticias, padecimientos y muerte, descendió al infierno. Sólo cuando el hombre baja totalmente a la oscuridad, se vuelve maduro para emprender el ascenso. Frente a esta ley fracasan todos aquellos que quieren usar las enseñanzas esotéricas como una coartada por no poder dominar su vida cotidiana o por no querer hacerlo. Mientras el hombre tiene un cuerpo material, está ligado a la polaridad. Todo incumplimiento o traspaso de la polaridad lo hará caer indefectiblemente. Un árbol puede ensanchar su copa y desarrollarla solamente en la medida en que desarrolla también las raíces. Cuando deja de formar raíces por hacer la copa, el primer golpe de viento lo hará caer. La formación de la copa siempre tiene que estar en correlación con la formación de las raíces; el dirigirse hacia arriba tiene que estar siempre asegurado en el polo opuesto. Uno no escapa a la oscuridad por no querer verla, hay que tomarse el trabajo de transmutarla en luz si no se quiere seguir arrastrándola tras de sí como una sombra. Si se quiere insistir en buscar una diferencia entre el cristianismo y las religiones de Oriente, seguramente está en que el cristianismo original era afirmativo en cuanto al mundo. La Iglesia sin embargo logró invertirlo en lo contrario. Aquí está la fuerza y el secreto del cristianismo: reconocer al hombre y al mundo como pecaminosos y sin embargo considerarlos afirmativamente en ese carácter pecaminoso. La mitología del Santo Grial sabe de esa profunda relación entre el conocimiento y el pecado, entre la caída y la redención, cuando cuenta que el cáliz del Grial que contiene la sangre de Cristo fue cortado en la piedra que cayó de la corona de Lucifer en su caída. Caer en el pecado es caerse de la unidad a la polaridad. El hombre es pecador en sí, sólo por existir como un ser polar, esto es lo que quiere decir el concepto del pecado original. El hombre no es separable de la culpa, pero sí redimible.
La enfermedad y el pecado original
La enfermedad no es más que la repetición microcósmica del Pecado Original. El hombre está enfermo, toda la creación material está enferma. El hombre sano no existe, es un invento de la medicina. "El hombre sano ideal de la higiene, libre del pecado original, es un producto artificial ideado por la medicina, inventado tan sólo para fines de demostración". (Hans Blueher.) Esta circunstancia hace fracasar todas las teorías de la medicina, cuya meta suprema es la profilaxis de la enfermedad. La gente todavía tiene la creencia de que la enfermedad es una desgracia inevitable. No se comprende que la enfermedad es el bien más precioso de la humanidad; hasta diría es lo que conforma su esencia humana, porque solamente el enfermo se puede curar. La enfermedad hace que el hombre pueda santificarse, pero para esto tiene que recorrerla, no evitarla. Así como la enfermedad es un pecado original microcósmico, también la curación tiene que ser siempre un proceso de redención microcósmico. El enfermo es culpable, tanto en el sentido concreto como en el metafísico, y tiene que ser confrontado con esa culpa, si su enfermedad ha de ser transmutada en salvación. En relación con la homeopatía hablamos de que los principios primordiales pueden embrutecerse y caer en la materialidad, envenenando así el organismo. Tanto la manera homeopática como también la alquímica de preparar los medicamentos, redime a la naturaleza de su materialidad y puede ayudar al enfermo cambiando la polaridad de su enfermedad, tornándolo un "Ser más salvo". La curación de una enfermedad debería coincidir siempre con un crecimiento en madurez y evolución. Los padres saben como cada enfermedad de la infancia superada, hace que el niño madure; pero por supuesto, para impedir esto se puede vacunar antes... C. A. Meier y Herbert Fritsche vieron una relación entre el motivo del árbol del paraíso envuelto por la serpiente, con el bastón de Esculapio. Es la serpiente del paraíso la que inició la caída del hombre, la que lo enfermó, y por eso es ella quien tiene que ser eregida nuevamente por el arte de curar,
en el bastón de Esculapio. De la misma manera que el veneno se torna en medicamento así también de la confrontación con la culpa crece la liberación, también se transforma la serpiente que enferma en la serpiente que trae la salvación. Así como en el árbol del paraíso se enroscaba hacia abajo, así cambia de polaridad y se levanta a lo largo del bastón de Esculapio. El hombre tiene que sobrepasar el sufrimiento con su crecimiento y no tiene que evitarlo. Por eso vuelvo a repetir aquí la cita inicial del capítulo, de Herbert Fritsche: "Tratar de evitar el sufrimiento, cómo y dónde sea que se presente, indica siempre que quien lo hace, es fundamentalmente un "no-iniciado". Jesús se transformó en redentor, porque no evitó el sufrimiento, demostrando su poder y siguiendo la exhortación: "Bájate de la cruz, si eres el Hijo de Dios." Prefirió cargar con el sufrimiento, con el pecado del mundo. Se transformó en el médico de este mundo, haciéndose Dios similar (no igual) al hombre y hasta se transformó en el medicamento de este mundo. Desde entonces el cuerpo enfermo y la sangre vertida de Cristo han sido y son dados a los hombres como medicamento salvador, en muy altas potencias homeopáticas, ligadas a los portadores materiales pan y vino. A la salvación a través de la enfermedad Hemos recorrido un camino muy largo en el pensamiento para demostrar, que la enfermedad tiene raíces muy profundas en los fundamentos metafísicos primordiales de la condición humana. Ante este fondo, todos los esfuerzos realizados en nuestro tiempo por la medicina oficial, la medicina naturista y la medicina preventiva en pro de la salud son de una inocencia aterradora. La enfermedad no se puede evitar, ni con vacunas, ni con la mente positiva, la autosugestión, ni las comidas sanas. Por todos lados se discute cuáles son los mejores medios para evitar la enfermedad, pero nadie se cuestiona el derecho de su propio punto de vista. Así resulta que tanto los del "pensar positivo" como los "apóstoles de la salud" quieren colocar sus actividades bajo la bandera esotérica. Pero el camino a la salvación no es tan simple, no se puede forzar comiendo alimento crudo, ni acostándose temprano, ni diciendo fórmulas de sugestión, ni ingiriendo pan integral. Todos estos fanáticos de la salud tratan de oponerse con
medidas funcionales a una evolución cuya dirección ya fue decidida en el paraíso. No es cuestión de elegir entre salud o enfermedad, sino ir por el camino que lleva a la salud a través de la enfermedad. La observación de alguna gente sobre la vida sana y natural de los animales, nada tiene que ver con los problemas que tiene que resolver el hombre. Es muy posible desarrollarse hasta llegar a ser un animal sano, mediante una manera de vivir sana y natural, pero el camino del hombre es distinto: tiene que llegar al conocimiento por el sufrimiento, a la salvación por la enfermedad. Para evitar malentendidos: aquí no quiero hablar de ninguna manera en pro de una manera de vivir "malsana". No se trata de las cosas en sí, sino del enfoque con el que se hacen y se usan. El cuerpo es el templo del espíritu y es parte de la evolución esotérica purificarlo y mantenerlo puro. Pero esto nada tiene que ver con evitar enfermedades. ¿Hay que distinguir entre "de acuerdo a la ley" y "sano"? "Sano" tiene su justificación solamente con referencia a "enfermo". Para un enfermo puede ser necesario y por lo tanto "sano" seguir una determinada dieta durante un cierto tiempo; pero de ello no resulta que también quien no está enfermo tendría que hacer esa dieta para "mantenerse sano". Independientemente de esto puede adaptarse la forma de vida cada vez mejor a la ley también en el dominio corporal. En este campo se inserta por ejemplo la alimentación vegetariana. No tiene mucha importancia si es más o menos sana pero es interesante reflexionar sobre el derecho a comer carne o no. Debería darnos que pensar que todos los seres carnívoros se alimentan solamente de seres vegetarianos. La experiencia muestra que en la medida en que crece la conciencia aumenta el rechazo a la alimentación con carne. Es un buen ejercicio examinar en cada comida si uno sería capaz de prepararla del principio al fin, y ¡si luego podría seguir comiéndola con apetito! Muchos perderían el apetito por una rica costilla si antes tuvieran que matar y trocear al ternero. Por otro lado, el apetito prácticamente no sufre si uno se imagina que tiene que cosechar la verdura, la fruta y los granos. Otra medida similar para medir la pureza de los alimentos es su incorruptibilidad. Cuanto más puro es un producto, tanto más tiempo se mantiene. Así habría que ver cuánto se
conserva el trigo en comparación con las vísceras, los mariscos, etc. Esta clase de reflexiones con el tiempo transportan a un estado de conciencia que por sí solo, sin obligación lleva a vivir más y más de acuerdo con la ley. Pero siempre hay que cuidarse de los extremos. Quien cree perder la salvación de su alma por comer un bocado de carne, probablemente está en peligro de no poseer siquiera lo que tanto teme perder. En todas estas cuestiones se trata mucho menos de las cosas exteriores en sí, que de un nivel de conciencia, cuya expresión representan. Quien todavía puede matar a una mosca, demuestra inequívocadamente que aún no ha comprendido lo que es realmente la "vida". Esto merece más compasión que la mosca muerta. La vida de acuerdo con la ley nace del conocimiento, los esfuerzos de los fanáticos de la salud nacen del miedo, pero el miedo es siempre falta de saber. Dijimos antes que la curación es exclusivamente cosa de la religión y nunca puede efectuarse dentro del marco de una medicina funcional. Cuando hablamos de religión, queremos decir "religio" en su original sentido, comprendemos como religio el reencuentro del hombre con su fundamento primordial. Pero no hablo de ninguna religión determinada en su aspecto y formación confesional. Si he citado a menudo la Biblia es porque el caudal de su pensamiento nos resulta más cercano en razón de nuestra cultura y educación. Pero todas las religiones enseñan finalmente lo mismo, la única verdad. Quien piensa que las religiones en este mundo se diferencian, ve solamente sus distintas envolturas. Hay que tomarse el trabajo de desempaquetar el contenido y, oh sorpresa, ¡es siempre el mismo! Esto es válido para las religiones, no para las iglesias. Estas son obra del hombre y, como toda obra humana, son imperfectas y defectuosas. Lo esotérico vale para todas las confesiones y creencias, porque muestra la verdad y la ley que hay detrás de las distintas imágenes y parábolas. Pero, contrariamente, las iglesias no tienen lugar para lo esotérico, porque están apegadas a lo concreto. Lo más grande siempre tiene lugar para lo más pequeño, pero no al revés. Las iglesias tienen su justificación porque acercan las verdades primordiales en envolturas comprensibles al círculo exotérico de la
humanidad. Lo esotérico es para aquellos que estén preparados para asimilar ellos mismos la sabiduría primordial. Ser sacerdote no es al fin y al cabo el resultado de una carrera profesional, sino el de una iniciación en los misterios de la "condición humana". Entonces se transforma en Pontífice, en el constructor de puentes que puede prepararles el camino a los hombres para volver al fundamento primordial. Curar es la reconciliación con Dios y así Jesús curó con las palabras: "Tus pecados te están perdonados."
7. LA REENCARNACION Ritmo de lo viviente
Sólo aquel que por amor se ha tornado sabio, se libera de la cruz de la causa y el efecto, a la que lo clavó la ignorancia. Sólo el amor termina con la ronda de los renacimientos. "Der Sang des Ewigen" ("El canto del Eterno") HANS STERNEDER
Ya al comienzo de nuestras consideraciones hablamos de las leyes de la polaridad. Recordamos que un polo siempre provoca forzosamente su polo opuesto y por el cambio continuo de los dos polos se origina el ritmo, la pauta fundamental de la vida. Ya hace muchos miles de años dijeron los sabios en el Kybalion: "Nada está en reposo, todo se mueve, todo es vibración. Todo es flujo y reflujo, todo tiene su tiempo, todas las cosas suben y caen, la oscilación del péndulo se ve en todo, la oscilación hacia la izquierda equivale a la que va hacia la derecha, el ritmo compensa." La física moderna tampoco ha de tener argumentos contra el axioma: "Todo es vibración." Los distintos fenómenos del universo se distinguen entre sí solamente por su grado de oscilación, pero todos obedecen a la misma ley de la oscilación. Como objeto de observación hemos utilizado la respiración y podemos transferir las leyes allí encontradas por analogía a un ritmo algo mayor: el de estar despierto y dormido. Así como con seguridad a una inhalación sigue una exhalación, con la misma seguridad sigue el sueño al estado de vigilia. Después de algún tiempo, dormir exige a su vez su polo opuesto: el despertar, así como la espiración exige una nueva inspiración. En el lenguaje popular se dice, "el sueño es el pequeño hermano de la muerte" y con esto demuestra su capacidad de pensar en cadenas de analogías verticales. También vivir y estar muerto no es más que un ritmo como inhalar y exhalar, vigilia y sueño, sólo que su dimensión mayor dificulta al hombre verlo en su totalidad. La experiencia ratifica también aquí la validez de la ley de que un polo evoca a su polo opuesto: la vida exige la muerte, lo único seguro a la hora del nacimiento de un
ser vivo es el hecho de que algún día tendrá que morir. La muerte sigue a la vida con la misma seguridad con que la exhalación sigue a la inhalación. Pero según la misma ley, con seguridad la muerte exige nuevamente la vida. Así vemos que el cambio de vida, muerte y vida da la misma imagen rítmica que da el cambio de vigilia, sueño, vigilia, etc. La vida y la muerte son polaridades, que por su cambio ininterrumpido se ordenan rítmicamente en la existencia de todas las formas del ser. Todas las formas fenoménicas se subordinan a esta ley de la oscilación: el flujo y reflujo de las mareas, las estaciones del año, la electricidad, los períodos de paz y guerra, los tiempos del día. En todas estas partes podemos observar el juego rítmico del cambio polar. ¿Por qué sería justamente una excepción la polaridad vida-muerte, por qué debería detenerse una ley que se puede comprobar por doquier, justamente ante el fenómeno de la vida? Esta peregrinación rítmica del alma a través de la vida y la muerte se llama, desde antiguos tiempos la transmigración de las almas o reencarnación (encarnación reiterada). Platón sabía de esto, lo mismo que Goethe. Digo a propósito "sabía" y no "creía" porque la reencarnación no es una cuestión de creencia, sino de capacidad de percepción filosófica. Todo el mundo tiene derecho a creer en otra cosa que la reencarnación, pero debería tener bien en claro que una hipótesis sin reencarnación tiene un aire absurdo, porque solamente la reencarnación está en armonía con todas las leyes de este universo. Por eso resulta bastante sorprendente oír una y otra vez voces que exigen pruebas de la reencarnación. La realidad se comprueba por sí misma, por su mera existencia, y no necesita de ninguna prueba externa. La prueba funcional externa, elevada a testigo principal de la argumentación científica, es el mayor enemigo del saber, porque quiere forzar al otro a creer. Decir "yo comprobé" es sinónimo de "tienes que creerme", pero la realidad no necesita ninguna prueba porque no es objeto de fe. La realidad trabaja en la experiencia personal del individuo y así logra "saber". El que sabe no necesita creer y se independiza de las pruebas. Decir por ejemplo "con la muerte se acabó todo", eso requiere una comprobación, porque esta aserción no es parte de la realidad y por ende no puede transformarse en
experiencia. No hay ningún área de la realidad, en la que se pudiera comprobar que la naturaleza conoce procesos que terminan de pronto en la nada. La muerte – Otra forma del ser Hemos definido el alma como conciencia y nos dimos cuenta que es esta conciencia del yo la que hace posible la continuidad de la experiencia constante del "mismo" yo, a pesar del cambio permanente del cuerpo material a través de muchas décadas de vida. La continuidad de la identidad empero, no se extiende solamente sobre los años de la vida terrenal, sino sobre el ritmo completo, cuyas fases llamamos la vida y la muerte. Es el alma la que en forma alternativa colecciona en una envoltura corporal sus experiencias en esta tierra, para vivir después una fase compensatoria, desprendida de la materia, que llamamos "muerte". La muerte no es "no ser", sino es solamente otra forma de ser polarmente opuesta. Así pues, morir no es más que traspasar aquel umbral que separa los dos reinos; de los vivos y de los muertos. Generalmente llamamos el "aquí" a la esfera de los hombres vivientes corporalmente y le ponemos el nombre de "más allá" a ese reino desconocido de los muertos. El "aquí" y el "más allá" no son lugares diferentes, si no se pueden comparar mejor con diferentes escalones de percepción o de conciencia. Así como el "país de los sueños" tampoco representa ningún lugar geográfico diferente a nuestra realidad, así el "más allá" se refiere primariamente también a nuestro umbral de percepción. No vale la pena discutir sobre la existencia de un "más allá", porque el "más allá" se deduce necesariamente de la existencia del "aquí". La ley de polaridad dice que tiene que haber por fuerza un polo opuesto a algo que nosotros llamamos el "aquí" y ese polo opuesto lo llamamos "más allá". Esta denominación se da desde el punto de vista del hombre corpóreo. Cuando el hombre cruza el umbral de la muerte y llega al "más allá", de repente el "más allá" se transforma para él en el "aquí", puesto que el "aquí" puede ser solamente el lugar de la propia permanencia. El nivel del hombre corpóreo, al que dejó de pertenecer, es ahora el "más allá" para él. La muerte se transforma así en una experiencia
subjetiva, cuya objetividad está totalmente unida a la polaridad. Nuestra conciencia polar es la que nos obliga a vivir la vida eterna, fuera del tiempo, en la polaridad de la vida y la muerte. Así también, para un espectador el sol se levanta en el horizonte y al mismo tiempo para otro se pone, por más que el sol mismo no sepa nada de todo esto, porque en realidad él ni se levanta ni se pone. Algo parecido sucede con el nacimiento y la muerte. Lo que desde nuestro punto de vista es la muerte de una persona, del otro lado se ve como el nacimiento. Una muerte ocurrida en el más allá es festejada de este lado, por nosotros los mortales, como el nacimiento de un niño. Quien puede desprenderse un poco de la subjetividad de las apariencias ve que el "aquí" y el "allá", el nacimiento y la muerte, al fin y al cabo son lo mismo. Es sólo nuestra conciencia polar la que produce la separación de la unidad en contraposiciones y hace de la simultaneidad una secuencia. El alma humana, expulsada de la unidad sin tiempo y sin espacio para poder ganar conocimiento, tiene que peregrinar a través de la oscuridad del mundo material siguiendo el eje subjetivo del tiempo, aprendiendo así a evolucionar y a tornarse más consciente, siempre hacia la meta, para cerrar su círculo con el regreso a la unidad original. Este camino del alma humana es un camino de aprendizaje y está sujeto a estas leyes. Un proceso de aprendizaje de esta naturaleza, cuya meta es la perfección, es un camino largo y se compone de muchos pequeños pasos, incluye muchos errores y también muchas correcciones. Solamente la cadena de las encarnaciones individuales, con las diferentes clases de un determinado tipo de colegio, lo que nosotros llamamos una vida terrenal, corresponde a un grado escolar con sus deberes, problemas, dificultades, éxitos y fracasos. A tal período de aprendizaje le sigue un tiempo de vacaciones, donde a veces se tienen que repetir procesos de aprendizaje defectuosos u omitidos. Después de las vacaciones viene un nuevo período de clases. Lo que importa ahora es cuánto de todo el plan de estudios del último año se ha integrado a la conciencia. Según el caso, se continúa en la clase inmediatamente superior o se tiene que repetir el año. El destino trabaja según el mismo principio. La única diferencia es que con una paciencia sin fin le da al hombre una y otra vez nuevas oportunidades de aprender y compensar de esta manera los defectos. Vivir es aprender, independientemente de
si esto es aceptado por el individuo o no. El destino se ocupa con una justicia totalmente insobornable de que cada uno aprenda justamente lo que menos quiere aceptar y lo que más resistencia le produce. Comprender el destino en su totalidad sólo es posible frente al telón de fondo de la reencarnación. Si se mira una vida aislada, entonces sí se podría dudar de la significación del poder del destino y por eso para algunos la duda se trueca en desesperación. Es evidente que no tienen en esta vida el mismo punto de partida y, ¡esto sí que no es por culpa de la sociedad! Tanto desde el punto de vista religioso como del ateo es bastante difícil de explicar a alguien por qué justamente él tiene que ser mudo o paralítico, lisiado o débil mental y por qué vio así la luz en este, "el mejor de todos los mundos", sin tener en cuenta el punto de vista de la reencarnación. Ni siquiera una indicación sobre las decisiones insondables de Dios sirve en casos así para transmitir una percepción de que todo esto tiene un significado. Pero una vida sin sentido se torna insoportable para los hombres. Es una necesidad primordial del hombre buscar el sentido de la vida. Solamente cuando el hombre está dispuesto a comprender que ésta vida aislada no es la única y puede reconocerla como un eslabón de una larga cadena, entonces podrá captar el sentido y la justicia del destino. Porque el destino de una vida es el resultado del proceso total de aprendizaje recorrido hasta ese momento. La ley del karma Esta relación de causa y efecto entre los actos del pasado y el transcurso del destino actual se llama en general el Karma. El Karma es la ley del equilibrio que se encarga de confrontar al hombre una y otra vez con el mismo tipo de problema hasta que haya redimido el problema con su acción y se haya subordinado a !a ley. De esta manera cada acto y hasta cada pensamiento se tornan inmortales e imborrables. Todos los actos y todos los pensamientos esperan ser compensados por un movimie nto en la dirección opuesta. La ley del Karma exige que el hombre asuma total responsabilidad por su destino, un paso que el hombre de
nuestro tiempo no quiere dar. Es muy comprensible el rechazo de gran cantidad de personas hacia la enseñanza de la reencarnación, ya que, con mucho esmero y trabajo se han fabricado teorías al parecer perfectas, que liberan al hombre de su responsabilidad para consigo mismo y proyectan las culpas hacia la sociedad, los virus o las malas casualidades. Es comprensible que se espanten ante la mera idea de desenmascarar esas teorías refinadas de la astucia humana como estafa frente a sí mismo, dejando que se derrumben y que el individuo vuelva a buscar lisa y llanamente la culpa en su propio ser. En teoría todos estos modelos de pensamiento funcionan muy bien; el fracaso práctico se esconde detrás de la fe positivada en el progreso. Pero cuando el hombre comienza a ser honesto consigo mismo, asumiendo la forma más difícil de la honestidad, tiene que reconocer que sólo entonces puede descubrir el sentido de la vida cuando carga con la responsabilidad plena por todo lo que le pasa y por todo lo que está viviendo. Responsabilidad y significación no se dejan separar, ambas se condicionan mutuamente. La mayoría de los hombres de nuestro tiempo están enfermos por la falta de sentido de la vida, porque tratan de deshacerse de la responsabilidad. Quien busca el sentido, primero encontrará la culpa. Si acepta la culpa, se le revelará el sentido. El cambio constante entre la vida corpórea y la muerte es la ampliación del ritmo día-noche. Cuando nos despertamos cada mañana para empezar un nuevo día, tenemos ante nosotros este día nuevo, totalmente virginal, y en nosotros está cómo aprovecharlo y darle forma. Así decidimos qué experimentaremos en el transcurso del día. Pero por otro lado ese día será determinado forzosamente por todo lo que hemos hecho y vivido en los días anteriores. Si alguien se ha peleado recientemente con todo el mundo de su entorno o ha contraído grandes deudas, si fue negligente en el cuidado de su cuerpo o en el cuidado de su alma, todo esto influirá sin duda en este nuevo día, por más que el mismo contenga en sí todas las posibilidades. Esta simultaneidad difícil de comprobar de las influencias y los efectos del pasado y de las nuevas posibilidades aún no usadas, de cada nuevo día, se puede trasponer de manera análoga a cada "vida nueva". Por supuesto cada vida nueva es una nueva
oportunidad, presenta la plenitud de todas las posibilidades. Sin embargo no es más que la consecuencia de la cadena de encarnaciones anteriores, es un espejo de todos los problemas, fallas y conocimiento ocurridos hasta ese momento de la misma manera que, al empezar un nuevo día, un hombre no puede hacer desaparecer sus actos, pensamientos y obras, tampoco puede borrar el pasado en una nueva encarnación, sino que tiene que seguir hilando ese mismo hilo que estaba produciendo hasta ese momento. La maduración a través de la reencarnación Muchas veces se oye la objeción de que sería bastante tonto y poco práctico olvidar siempre todo el saber que se ha acumulado a través de muchas encarnaciones y volver a empezar cada vez desde cero. Otros argumentan de manera opuesta; dicen que seguramente tiene su razón de ser no poder recordar las encarnaciones anteriores y de ahí deducen una prohibición de tornar consciente el saber sobre el pasado. Pero no es cierto que se olvide el saber de las encarnaciones anteriores y que siempre se empieza de nuevo; sucede lo contrario. El hombre arranca en cada encarnación en su nivel evolutivo alcanzando hasta entonces. Generalmente se confunde el conocimiento concreto con la madurez que resulta del saber y saber hacer. Esto se podría comparar con las muchas cosas concretas aprendidas en el colegio, que hoy ya no sabemos. Pero la ocupación con estas cosas concretas y el propio proceso de aprender nos han educado, efecto que sigue existiendo aún cuando se pierda lo concreto. El efecto de aprender consiste en la ampliación de la conciencia, siendo de poca importancia el objeto mismo que estudiamos. Un juego de lectura sirve para aprender a leer; una vez alcanzado ese fin, ya no tiene valor para nosotros. Todo lo que hemos aprendido en la cadena de nuestras encarnaciones, se refleja en la madurez y en el nivel de conciencia con el que hemos nacido ahora. Es justamente esto lo que produce las diferencias de inteligencia, madurez, capacidad, etc. La psicología sigue discutiendo el tema de si la inteligencia se hereda o se aprende. La respuesta es: ni lo uno, ni lo otro. El alma trae consigo un cierto nivel de evolución, que nada tiene que ver con la herencia ni tampoco es una cuestión de las muy citadas influencias del medio ambiente.
Los hombres no son todos iguales, tampoco en nuestros tiempos en que las voces que piden la nivelación son cada vez más fuertes. La igualación nada tiene que ver con la justicia, la manera de pensar jerárquica nada tiene que ver con la dictadura. Si en nuestra comparación las distintas encarnaciones corresponden a distintos grados de una escuela, entonces las distintas personas pertenecen a clases de aprendizaje distintas. A nadie se le ocurriría exigir a un niño de tercer curso que ejecute cálculos integrales. Cada uno tiene sus deberes y sus problemas según el escalón donde se encuentra en ese momento. No hay problemas objetivos y por eso nunca podrá haber soluciones válidas para todos. Los cálculos de fracciones le parecen muy, pero muy difíciles al niño de primer curso, para el de segundo año son un juego. Ambos enfoques son subjetivamente acertados, pero en nada conciernen al cálculo de fracciones. Lo mismo pasa con todos los problemas humanos. Fácilmente se olvidan los diferentes niveles de conciencia de los hombres, cuando se trata de que un cierto problema es accesible para todos y cuando se pretende obtener soluciones obligatorias para todos. Aquí está la raíz de todo trabajo misional. Todo trabajo misional es un error porque no tiene en cuenta los distintos niveles de los individuos, porque proyecta su escalón de evolución propia sobre todos los demás. Por eso el esoterismo nunca desarrolla una labor misional porque sabe de los distintos niveles de evolución del hombre. Lo esotérico siempre es sólo una oferta para aquellos que han descubierto su afinidad por sí mismos. Imponerle verdades a una persona que aún se resiste, es una intrusión injustificable. La diferenciación entre los individuos humanos es el resultado de la experiencia hecha en encarnaciones anteriores. El hombre no olvida nada de lo que es esencial. Lo que se olvida es el marco concreto, que no tiene importancia. Esto también es válido para ciertas capacidades y habilidades. Las capacidades de vidas anteriores se traen a la actual encarnación como talentos, si tienen sentido y son útiles para cumplir con el deber actual. Las capacidades que no tienen nada que ver con el deber actual de esta vida se "olvidan" por así decir y esto está bien porque lo único que harían sería distraer al individuo de su actual plan de aprendizaje. Esta es la razón por la cual advertimos no usar la técnica de la
terapia de reencarnación para integrar en la conciencia talentos anteriores (generalmente de tipo artístico). Por desgracia ya hay algunos experimentadores que alaban esta técnica como algo especialmente útil y significativo y hasta la llamada "terapia" — un gran peligro! por más que desde el punto de vista experimental es ésta una de las demostraciones más impresionantes de la reencarnación. Si se traen a esta vida talentos anteriores a través de una intromisión externa, a pesar de que esta capacidad no se hubiera demostrado por sí misma como un talento, se distrae eventualmente al paciente de su verdadero camino. Nuestra manera de pensar centrada en la utilidad da demasiado valor a las cosas en sí, olvidando que no son más que medios auxiliares. Hacer música o pintar no tiene ningún valor en sí, sino únicamente en relación a la persona que lo hace. Hacer música puede ser una fuente de profunda experiencia, pero una vez integrada a la conciencia, esa fuente ya no se necesita más. Si alguien fue un músico genial hace quinientos años, no por eso la música tiene que desempeñar necesariamente un rol en esta vida. Porque si el alma ha aprendido todo lo posible a través del contacto con la música, ésta ya no tiene mayor valor para ella. Ahora se tornan importantes nuevas áreas. Si se incorpora esa vieja capacidad de la música, puede que se produzca una equivocación en el tiempo, que entorpece el camino de aprendizaje actual. Por el contrario, los niños prodigios son un ejemplo que habla por sí solo en pro de los casos en que no se ha podido terminar una cierta temática y se quiere llegar a la culminación de una larga evolución. Es mejor por tanto tener confianza en el destino y trabajar con los talentos que nos han sido dados. No conviene codiciar siempre lo que justamente no se tiene. Nada se pierde en este universo; esto no es solamente válido para la física, sino también para el camino de maduración de un alma. El olvido de las anteriores encarnaciones no es un descuido tonto de la naturaleza, sino que tiene su sentido en que libera la conciencia de un lastre y facilita la capacidad de captación en el aquí y ahora. No soy de la opinión de que sería mejor que todo el mundo pudiese conocer la totalidad de sus encarnaciones, como tampoco estoy soñando que algún día la terapia de reencarnación asumirá la importancia de, digamos,
una vacuna oral. Un determinado saber corresponde siempre sólo a un cierto nivel de evolución. La mayoría de la gente no habrá leído la Divina Comedia de Dante, y eso está bien. Sin embargo, en casos aislados esa lectura puede tener una importancia tremenda para algún individuo determinado. El camino esotérico de ampliación de la conciencia no es un "camino natural", sino un producto artificial de la evolución y del conocimiento humano. El alquimista en su laboratorio también produce cosas artificiales que en esa forma no se encuentran en la naturaleza. El yogui adopta posiciones con su cuerpo que ningún ser viviente ejecutaría nunca en forma natural. Los ejemplos podrían seguir más y más, pero lo único que se proponen es demostrar que si bien el camino de iniciación esotérica se orienta en las leyes de la naturaleza, empero llega a ser un arte al unirse con la capacidad del conocimiento humano. Es por esto que las obras de tal arte son "artificiales" y no "naturales". Justamente en tales procesos de evolución artificialmente creados reside el deber de ser hombre, de redimirse a sí mismo y al cosmos. El mirar de manera consciente las cadenas de encarnaciones ha sido desde siempre un paso en el camino de la evolución esotérica que a veces llega por sí solo o se crea mediante técnicas adecuadas. Como la casualidad no existe, podemos estar seguros de que nunca jamás una persona se encontrará en la situación de conocer sus encarnaciones, si el tiempo no estuviese maduro para ello. Existe el fenómeno de que personas sensitivas pueden ver de manera clarividente las encarnaciones de otros. Este proceso se llama generalmente: leer en la crónica del Akasha. Esta crónica se puede comparar con un banco de datos en el cual, independientemente del tiempo, se almacenan acontecimientos del pasado, del presente y del futuro. Las personas que tienen o desarrollan la capacidad de obtener con su propia conciencia informaciones de esta crónica del Akasha, pueden ver las encarnaciones de otras personas. Como generalmente es difícil o imposible controlar tales afirmaciones, no se debería creer en forma absoluta y sin reservas todas las profecías clarividentes respecto a las encarnaciones. La utilidad de conocer las encarnaciones por medio de la clarividencia es bastante limitada para la persona a quien solamente se le informa sobre ellas. De esa manera se trata de una mera información, la persona no tiene acceso al pasado y le falta
por así decir la percepción de la identidad. Sólo se torna significante leer la crónica Akasha en relación con una terapia, cuando de esa manera se vuelven palpables las informaciones para el paciente, que por alguna dificultad él mismo no puede alcanzar: (debilidad, dificultades del habla, etc.). De todos modos habría que tener muy en cuenta que nunca debe ser pura curiosidad lo que impulsa a querer experimentar sus encarnaciones pasadas. La curiosidad es la enfermedad de nuestro tiempo, es siempre signo de inmadurez y es el medio más seguro para impedir la verdadera iniciación. Es mucho más grande de lo que generalmente se supone, el número de personas y sobre todo de niños, que tienen por sí mismos algunos recuerdos de encarnaciones pasadas. Por cierto, en nuestra cultura no se reconocen generalmente recuerdos de esta naturaleza o se callan y reprimen temerosamente como signos amenazantes de una enfermedad psíquica. Lo mismo pasa con los niños que, especialmente en los primeros seis años, tienen aún muy buen acceso al pasado. Los padres generalmente les prohíben hablar de ello, por miedo y por ignorancia, cosa que lleva a una represión de todo el complejo. Al cumplir seis años, más o menos, estas impresiones del pasado generalmente desaparecen por sí solas. Muy distinta es la historia en las culturas en que la reencarnación es un componente natural de la visión del mundo. Allí es, por cierto, tan natural que los niños tengan esos recuerdos de encarnaciones pasadas, que ni siquiera llegan a presentarse en público como fenómenos. Hay un cierto número de síntomas psicóticos que también pertenecen a esos recuerdos de encarnaciones anteriores que irrumpen en la conciencia de manera espontánea. Cualquier situación externa, paisajes o personas pueden volver a estimular a una persona hasta tal punto que de pronto irrumpen trozos de vidas anteriores en la conciencia y le resulta difícil al sujeto separarlas de su vida actual. Así se explican un cierto número de alucinaciones y alienaciones psicóticas. Pero no son solamente los síntomas psicóticos los que se tornan más comprensibles ante el telón de fondo de la reencarnación, más bien se puede decir que cualquier síntoma de enfermedad, no importa que sea psíquica o física, tiene su "causa" en encarnaciones anteriores. Aquí hay que usar el
concepto "causa" con prudencia, porque en última instancia no le resulta posible al hombre encontrar la causa real de una cierta enfermedad, si no quiere terminar en el acontecimiento metafísico del pecado original. Desgraciadamente se abusa del concepto "causa", se usa demasiado y de manera por consiguiente incorrecta. Si nosotros también hablamos aquí de "causa" nos referimos con ello al comienzo de una fase que todavía podemos abarcar, cuya unidad interna está caracterizada por un tema en común; y también tenemos plena conciencia de que esta "causa" tiene a su vez determinantes anteriores y así ad infinitum. Sostenemos por tanto que jamás podrá haber un síntoma de enfermedad, ni psíquico ni somático cuya causa inmediata se pueda encontrar también en esta vida. Yo se que semejante aserción debe sonar provocativa para muchos, después de haberse tomado tanto trabajo y acostumbrarse a buscar y encontrar la causa para todo en la temprana infancia. Pero ya hemos dicho al hablar de la carta natal que el nacimiento no es más que una versión abreviada de toda la vida y que nunca podrá haber un tema nuevo en el transcurso de una vida que no haya estado ya presente en forma disminuida al nacer. Debería ser comprensible, también sin argumentación astrológica, que todos los problemas que se presentan en la vida no pueden ser otra cosa que el producto de la propia experiencia de aprendizaje hasta ese momento. Y ese camino de aprendizaje, visto en retrospección, no termina en el nacimiento ni en la concepción, sino que incluye la totalidad de las encarnaciones. Esta conexión quizá se aclarará si volvemos otra vez a la analogía de que una vida es igual a un día. Si hay un problema en cierto día sería ingenuo querer encontrar la causa del problema en el mismo día. Porque la persona en cuestión no pudo empezar ese día como "algo sin historia", sino que ha traído a ese nuevo día, a pesar de la fase intermedia del sueño, su evolución completa como una hipoteca. De la misma manera, el hombre tampoco empieza su vida terrenal sin ninguna condición previa; en sus muchas encarnaciones previas se ha ganado su karma, su programa de aprendizaje muy especialmente necesario para él, el plan que ya trae consigo a esta encarnación en el momento de la
concepción. Si una persona fracasa en algún problema especial de ese plan o si no puede comprender su significación, la observación consciente de la totalidad del camino que lo trajo hasta ese punto, le podrá proporcionar la comprensión necesaria y entonces sí podrá redimir ese problema. Estas consideraciones pueden aclarar el concepto que ha llevado a la creación de la forma actual de una psicoterapia a la que dimos el nombre de "terapia de reencarnación". La terapia de reencarnación, desarrollada y aplicada por mí y mis colaboradores desde 1975, no es una nueva técnica en el bosque cada vez más grande de los métodos psicoterapéuticos, sino que es deliberadamente un polo opuesto a todos los métodos y teorías conocidas hasta ahora. No es un psicoanálisis extendido hasta vidas anteriores, no es un tratamiento terapéutico primario cuya meta sería la descarga de traumas anteriores, no es una forma especial de hipnoterapia. La terapia de reencarnación es más bien el intento de abandonar los conceptos insostenibles de la psicología oficial y desarrollar de manera consecuente una terapia a partir del saber de la cosmovisión esotérica y de su imagen del hombre. Esta actitud básica hace que no sorprenda que tanto nuestras ideas como nuestra acción terapéutica sean diametralmente opuestas a todos los conceptos habituales hasta el presente.
8. LA TERAPIA DE REENCARNACION Un camino a la integración Una y otra vez desciendes al seno cambiante de la tierra, hasta que hayas aprendido a leer en la luz que la vida y la muerte eran una sola cosa y todos los tiempos sin tiempo. Hasta que la pesada cadena de las cosas se transforme en el anillo siempre en reposo dentro de Ti, en tu voluntad está la voluntad de los mundos, el silencio está en ti, el silencio y la eternidad. MANFRED KYBER
La terapia de reencarnación tiene su raíz en una serie de experimentos que realicé desde el año 1968. En estos experimentos logré dejar que a través de una regresión hipnótica las personas pudiesen revivir no sólo su propio nacimiento, su evolución en el vientre materno y su concepción, sino también encarnaciones pasadas. Los protocolos de estos experimentos y consideraciones sobre sus posibles consecuencias, los publiqué en mis dos libros: "La vida después de la vida" y "La reencarnación". En estos experimentos se usó la hipnosis como medio auxiliar para lograr la regresión en el tiempo. Los experimentos no son nuevos, ya los realizó en el siglo pasado Albert de Rochas. En 1956 el caso de Bridey Murphy inquietó a la opinión pública, y también los ingleses Arnall Bloxham y Dennys Kelsey condujeron durante décadas experimentos de regresión hipnótica a vidas anteriores, y los publicaron. Durante esta primera fase de las regresiones puramente experimentales a encarnaciones anteriores pude aprender que hay una relación obvia entre síntomas actuales y vidas pasadas. Cuando se pudo consolidar más y más esta teoría, surgió la idea de la utilización terapéutica del hecho de tornar conscientes las encarnaciones pasadas. El paso decisivo para concretar esa idea consistió en el desarrollo de métodos que permitieran la regresión a encarnaciones anteriores, sin que la persona sujeto de la experiencia tuviese que ser hipnotizada. Sólo al renunciar a la hipnosis, resultó posible que cualquier persona pudiese traer a su conciencia los recuerdos de encarnaciones pasadas. Como dijimos en el capítulo sobre la hipnosis, el hecho de que una persona se pueda hipnotizar o no depende mucho menos
del hipnotizador que de la confianza íntima del paciente; — justamente esa confianza es lo que menos se puede esperar de pacientes psíquicamente perturbados. Además muchos otros argumentos hablan en contra de la dependencia de la hipnosis. No por nada, desde tiempos inmemoriales se oyen en el campo del esoterismo sólo críticas y advertencias frente a la hipnosis. El proceso de hipnotizar se sirve de la sugestión de cansancio, somnolencia y soñar despierto y lleva así a la persona al punto contrario de la meta propuesta por el esoterismo. Justamente el problema del hombre es "dormir" constantemente y dejarse vivir ciegamente como una marioneta, en lugar de despertarse a sí mismo y tornarse consciente. Pero todo lo que pasa en una sesión de psicoterapia debería representar, de una manera disminuida, lo que esperamos del paciente en la vida diaria. Es por esto que nuestra meta es hacer que los hombres sean más conscientes y despiertos, enseñarles a ver la realidad cada vez con más claridad y no mantenerlos dentro de su somnolencia e inconsciencia. Además, es imposible desprender el problema de la hipnosis del problema del poder. Como veremos más adelante, éste es el tema central de toda terapia. Finalmente la hipnosis hace que el paciente se transforme fácilmente en un consumidor pasivo, que espera de la terapia y del hipnotizador la solución de sus problemas. Estos argumentos deberían ser suficientes para entender por qué busqué posibilidades de liberarme e independizarme de la hipnosis como medio auxiliar para la regresión en el tiempo, con fines terapéuticos. El resultado es que en la terapia de reencarnación traemos a la conciencia de todos los pacientes vidas anteriores, sin hipnotizarlos jamás. Las regresiones se hacen con plena conciencia despierta. Para gente ajena al tema esto parece ser tan inverosímil, que el público sigue relacionando la terapia de reencarnación con la hipnosis. Pero esto ya no es válido, dado que la terapia de reencarnación se ha independizado de la hipnosis. Es justificada la pregunta de cómo funciona el "nuevo método". Es bastante difícil describir esto, casi imposible. Todavía empezamos con una breve distensión, que debe llevar al paciente a una actitud interna de meditación. El relajamiento sirve para empobrecer los estímulos externos y deja que el paciente pueda escucharse a sí mismo. Por tanto,
esta distensión cambia la polarización de la atención desde fuera hacia dentro, sin que esto produzca cansancio o somnolencia. Con la ayuda del terapeuta aparecen imágenes o representaciones internas que el paciente aprende a mirar y al mismo tiempo a relatar. La vivencia del nacimiento propio y de la concepción Ya después de dos o tres sesiones, el paciente está, como lo llamamos nosotros, "enhebrado en su nacimiento". El paciente vive su primera regresión en el tiempo, remontándose a su propio nacimiento, sintiendo nuevamente los dolores, huele todo, ve todo, oye y percibe todo lo que pasó durante y después de su nacimiento. Cuando el paciente ha aprendido a tener una vivencia de manera consciente del nacimiento en todos sus detalles y fases (para esto generalmente se requieren algunas repeticiones), entonces retrocedemos más en el tiempo, hasta el momento de su concepción. Allí vivencia cómo estaba presente en el acto de la procreación de su futuro cuerpo como una conciencia que vive y percibe. Puede ver la habitación, sus futuros padres, participa también en la relación sexual de los padres y de repente siente como "una especie de remolino en forma de embudo que lo succiona" y vuelve a encontrarse otra vez encajado en algo limitado, material, oscuro. Estar presente en su propio engendramiento suena como una broma para la mayoría de los contemporáneos, pero se torna lógico cuando aprendemos a separar la conciencia del cuerpo como dos conceptos distintos. El hombre está presente tanto al engendrarse su cuerpo material como en su entierro. Después de la experiencia de la concepción indagamos el lapso entre la concepción y el nacimiento. Aquellos meses en el vientre de la madre son una fuente de muchas experiencias para el niño, generalmente desagradables. Lo que vive el embrión durante este tiempo en cuanto a miedos, dolores e intentos de aborto no lo cree nadie que no lo haya vivido él mismo. Comparadas con estas experiencias prenatales, las vivencias de la temprana infancia, de los primeros años, son episodios inofensivos. Mirar conscientemente ese lapso de tiempo entre la concepción y el nacimiento le aporta al paciente más claridad que algunos cientos de horas de análisis. En las terapias
primarias ocurre cada vez con más frecuencia que el paciente retrocede por sí mismo a los acontecimientos del nacimiento y a los embrionarios. Por eso aún en esos ámbitos se impone gradualmente el conocimiento de que los acontecimientos previos al nacimiento se viven de manera consciente. Esto suena muy sensacional para las teorías y métodos de terapia conocidos hasta el momento, y trae consigo el peligro de que algunos creen haber encontrado en estos acontecimientos desagradables antes y durante el nacimiento "la verdadera causa" de posteriores conflictos y perturbaciones. Pero todas estas vivencias son tan poco "causas" como las vivencias infantiles que desde Freud se invocan hasta el cansancio. Las vivencias prenatales y las vivencias de la infancia son sólo los eslabones de una cadena de problemas que se extiende a través de muchas encarnaciones. Aquí puede ser que haya protestas de que el alma sólo se une al cuerpo más o menos en el tercer mes. La respuesta es que hasta ahora todos los pacientes y personas que se prestaron para los experimentos, sin excepción, han descrito su concepción y al mismo tiempo su simultánea posesión del cuerpo. Tal vez más adelante se pueda aclarar experimentalmente cómo surgió la teoría de que el alma encarna a partir del tercer mes. A mi esto me parece poco probable, pues desde el principio las células necesitan informaciones para evolucionar de acuerdo a una ley. El hecho de que un niño sea plenamente consciente desde la concepción, y de ahí en adelante perciba todo lo que pasa y lo que se habla es de una trascendencia casi inabarcable para todos los padres y asistentes del parto. Por suerte en estos tiempos el "nacimiento suave" del Dr. Leboyer está teniendo más y más eco y las clínicas se pliegan poco a poco a las exigencias de los padres conscientes. Se podrían llenar libros enteros con advertencias y consejos para el tiempo del embarazo y del nacimiento, pero debería ser suficiente que los padres tuvieran bien claro que el embrión que se está formando es pequeño, indefenso y joven solamente en cuanto al cuerpo, pero el alma trae consigo la madurez de muchos miles de años. Es muy posible que un recién nacido tenga un alma más madura que las de sus padres.,No hay razón alguna para balbucear sonidos incomprensibles delante de un bebé, él comprende cada palabra y cada frase, también lo que sería mejor no decir en
presencia del niño. Se aconseja a todos los padres empezar cuanto antes con la educación de sus niños, a saber el mismo día en que se enteran de la presencia del niño (= eugenética). La eugenética o educación prenatal, consiste en una conversación normal de los padres con el niño en el vientre de la madre, en expresarle la alegría que causa su llegada, informarle sobre el proceso del nacimiento, ofrecerle solamente buena música, buena literatura, buen cine y buen teatro. Una conversación clara con el embrión sobre el nacimiento tiene más éxito que muchas semanas de gimnasia. La razón de todos los problemas y dificultades en el nacimiento es que el niño trata de evitarlo. El miedo a nacer no se refiere tanto al acto mismo como a no tener dominio sobre esta vida que está empezando. El embrión todavía no tiene un ritmo propio de respiración y por eso no está totalmente apresado por la polaridad. La consecuencia es que el embrión tiene aún acceso al pasado y al futuro, divisa su vida futura en sus fases más importantes, esto puede compararse con el film de la vida en el momento de la muerte. Este saber se borra con la primera inspiración, porque con el ritmo de la respiración el hombre entra de lleno en la polaridad y en la dependencia del tiempo. Aquí está la razón de por qué un horóscopo se calcula sobre el primer grito, es decir, la primera respiración. También se relaciona con ello la gran importancia de los ejercicios de respiración dentro de la educación esotérica. El embrión ve los problemas de su vida futura y sabe que este saber se borra en el nacimiento. De ahí resulta el miedo a nacer y el intento frecuente de evitar el nacimiento Las conversaciones prenatales adecuadas pueden ayudar mucho mejor que todas las técnicas clínicas. De la misma manera, los padres que discuten durante semanas sobre si abortan al niño o no, no deberían sorprenderse si su niño presenta perturbaciones o rechaza a los padres. El encuentro con el pasado Cuando el paciente ha traído a la conciencia las fases de su nacimiento, de la concepción y del desarrollo embrionario (este proceso requiere aproximadamente cinco horas de terapia) entonces lo dejamos retrogradar a una vida anterior. Entonces
se vivencia en un tiempo anterior y aprende a abarcar de una mirada esa vida desde el nacimiento hasta la muerte. Por supuesto también dejamos que el paciente viva siempre la muerte de una anterior encarnación de manera consciente, para reconciliarlo con el polo opuesto de la vida, generalmente reprimido. Después de esta terapia el paciente ya no conoce el miedo a la muerte, porque el miedo tuvo que dejar lugar al saber. (Miedo es falta de conocimiento.) Así una paciente dijo de manera espontánea en una sesión: "Que gracioso, nunca me hubiera imaginado que morir era tan sencillo." Las descripciones del proceso de morir de nuestros pacientes se asemejan con bastante exactitud a las descripciones que obtuvieron el Dr. Moody, el Dr. Kuebler Ross y otros de los muertos clínicamente y vueltos a revivir. Tal como en la concepción la conciencia se une al cuerpo, así se desprende otra vez en la muerte. Cuando el paciente ha aprendido a abarcar de una mirada algunas vidas anteriores, entonces usamos como guía adicional un síntoma cualquiera y seguimos su aparición a través de las encarnaciones anteriores. De esa manera observamos cada vez sólo la situación que se relaciona con ese síntoma y no todos los otros detalles de esa vida. Así llegamos con bastante rápidez a encarnaciones ubicadas muy atrás en el tiempo. A menudo se tienen nociones equivocadas sobre el número de las encarnaciones pasadas. Algunos cuentan con orgullo que saben que ya han vivido cuatro veces. El verdadero número de las vidas pasadas es en realidad casi incalculable. Después de unas pocas sesiones, un paciente pierde las ganas de querer averiguar la cifra de sus vidas anteriores. Para alguien ajeno al tema resulta igualmente difícil imaginarse los enormes períodos de tiempo que atravesamos en el transcurso de una terapia. Es muy difícil mencionar cifras, pero nos remontamos muchísimo más atrás que la investigación histórica moderna. Las encarnaciones de los atlantes que sucedieron hace 12.000 años, para nosotros no son muy antiguas. Sabemos muy bien que estas afirmaciones tienen que resultar inimaginables para muchos lectores, pero lo que decimos no es más que el resultado de nuestro trabajo diario con los pacientes, que no se distinguen de los que son atendidos por
otros terapeutas. Como al principio los resultados no eran para nada acordes con nuestras expectativas, no hubo nunca intento alguno de sugerir ciertos fenómenos o de provocarlos. En la investigación del nivel material nos hemos tenido que acostumbrar igualmente a dimensiones inimaginables. A quienes han perdido la capacidad de maravillarse al respecto les convendría ir a un planetario y meditar sobre el orden de las dimensiones astronómicas que está manejando la ciencia hoy en día. Después de las investigaciones sin duda grandiosas del mundo material, ahora podemos empezar con las investigaciones del mundo del alma. Pero oficialmente en este nivel apenas hemos dado los primeros pasos y por esto hay muchos fenómenos totalmente inimaginables que esperan ser comprendidos por la ciencia humana. En este camino también habrá que revisar a fondo las opiniones actuales relativas a la antigüedad del hombre y su origen. La humanidad es mucho más antigua de lo que se cree hoy en día y ya tiene cumplidas rítmicamente varias culturas altamente evolucionadas, muy parecidas a la de nuestro tiempo. También aquí rige la ley del ritmo, por eso a cada cúspide de evolución tiene que seguirle su declinación y su aniquilación. La humanidad sigue construyendo la torre de Babel. Volvamos al transcurso de la terapia de reencarnación; entonces el paciente se da cuenta, al vivir una determinada cadena de síntomas, que su problema o síntoma actual es muy antiguo y ya estuvo presente en casi todas las vidas pasadas en forma similar. Aquí tenemos otra vez un gran peligro de mala interpretación, también yo fui inicialmente víctima de ese error; comparándose el capítulo correspondiente de "La reencarnación". Al encontrar en una vida anterior una situación traumática que corresponde en su contenido a un síntoma, se tiende forzosamente a interpretar esa situación anterior como trauma original y por lo tanto como "causa" del síntoma. Por ejemplo: un paciente que no puede ver con el ojo izquierdo, revive cómo en una vida anterior una flecha le da en ese ojo. O un paciente con miedo a las alturas revive cómo en una vida anterior lo tiran de una roca. Prisionero del sistema de pensamiento usual en la psicología, se tiende a ver en estas
vivencias anteriores la causa de los síntomas. Sin embargo es una conclusión totalmente equivocada; tiene el mismo nivel que el intento de encontrar la causa de una perturbación en la infancia. Si transferimos los pensamientos desarrollados para esta vida a una encarnación anterior, entonces esta vivencia traumática seguramente no fue una casualidad tonta, sino la expresión de un problema, que ya se traía a aquella encarnación. O mirándolo al revés: si bien se puede pensar que el alma de una persona que se ahoga en esta vida, en la próxima tendrá miedo al agua, esto no da derecho a poner el acto de ahogarse como causa del miedo al agua posterior, porque ahogarse es un acontecimiento que responde a una ley, expresión externa de un problema que ya se ha traído a esta vida. Se muestra entonces que al buscar ulteriormente se encuentran cada vez más situaciones, de las cuales cada una tendría la calidad como para poder ser calificada como "trauma original" para ese síntoma. Para seguir nuestro ejemplo, esto significaría que el paciente con la flecha en el ojo izquierdo encuentra en su pasado muchos más acontecimientos en los que ha perdido el ojo izquierdo. Todos estos acontecimientos son eslabones de una cadena cuyo hilo es el problema común a todas esas situaciones. Cuando en la terapia hemos recorrido una cadena de tales síntomas, hasta un supuesto fin, se inicia el paso decisivo para la terapia: dejamos regresar al paciente a la situación en que él mismo localizó la causa para la cadena de sufrimientos posteriores y el contenido para las formas posteriormente redimidas. Al dar este paso, el paciente se enfrenta con su culpa kármica, por la que hizo que fueran necesarios todas las situaciones de sufrimiento. Porque hasta ese momento el paciente se vivencia eternamente como una pobre víctima. Que un paciente crea que la causa de su perturbación reside en el comportamiento de su madre o de una vivencia desagradable de una vida anterior, al fin y al cabo no hay tanta diferencia. En ambos casos el paciente proyecta su culpa hacia un mundo exterior. Algo totalmente distinto pasa en la confrontación con la culpa kármica propia. El paciente tiene que integrar su sombra, se vive a sí mismo como actuante, el que hace a los otros las mismas cosas de las que se está quejando desde hace
algunos miles de años por tener que sufrirlas. No es un paso fácil para el paciente enfrentarse con la culpa, pero es un paso enorme en dirección a la curación cuando lo realiza. Si uno quiere insistir en la palabra "causa", entonces se puede encontrar aquí, en la culpa kármica. Una tal situación de culpa nunca puede ser un verdadero final, sino se puede interrogar más y más por sus determinantes. Si no lo hacemos en la terapia es por razones prácticas:
1. 2.
No hay un final concreto, circunstancia que la iglesia define con el concepto de pecado original. Una culpa kármica, en relación a un problema actual, es por lo menos el comienzo de una fase en el ritmo infinito.
Culpa y responsabilidad Al reconocer la culpa, el paciente tiene que asumir la total responsabilidad por su destino, un paso que abre la puerta a la curación. Una persona ajena al tema, a veces, tiene miedo al descubrir situaciones de culpa y piensa que difícilmente podrá continuar viviendo con ese saber. Algunos creen que no podrán incorporar el conocimiento de que alguna vez han matado a alguien. Estos miedos no se realizan en la situación concreta. Una antigua moraleja dice: "Solamente oprime lo que se reprime." Es justamente ese saber inconsciente de la culpa lo que produce ese miedo ante la confrontación. Si se logra mirar la culpa, al mismo tiempo cede toda la presión anterior, justamente porque se pretendía no saber nada de ella. Todo lo que es consciente para el hombre, nunca puede tener efectos negativos. En la terapia la confrontación con la culpa se produce sin juicios de valor, se mira la realidad y se la integra conscientemente como un paso de aprendizaje del pasado. El hombre, al integrar paso a paso su sombra en su conciencia, después de tenerla totalmente reprimida, se vuelve más íntegro, más completo, más sano. La confrontación con la culpa no es cargar un nuevo bulto, sino su descarga. Por más que la confrontación generalmente no sea agradable, todos los pacientes se sienten después más libres y más aliviados en forma desacostumbrada. Hay que evitar todo extremo en el manejo de la culpa. Reprimir la culpa y proyectarla sobre
otros enferma al individuo, porque se está alejando de la realidad. Es igualmente nocivo sobrecargarse con culpas y autoacusaciones, hasta desplomarse bajo esa carga. El hombre tiene que aprender que como hombre es culpable, y que este es el precio de su proceso de aprendizaje. No hay evolución sin equivocaciones. Por eso no hay una sola persona que no haya cargado culpas en su pasado, solamente el que atraviesa la oscuridad, llega a la luz. Nadie se cuida del fuego sin haberlo tocado jamás. En la tradición de la Iglesia tenemos otro manejo muy equilibrado del tema de la culpa. Primero se le hace consciente al creyente que como hombre es pecador y ha cargado con culpa y después se le descarga mediante la absolución de esa culpa. Algunos objetan que el Principio de la Gracia es un contrasentido respecto de la dura ley del Karma, que dice que toda culpa tiene que ser expiada. Esta contradicción entre Karma y Gracia existe solamente en apariencia, los dos principios se unen como todas las polaridades en el centro y en realidad se condicionan mutuamente. La Gracia la recibe solamente aquel que la pide. Para poder pedirla, el hombre tiene que reconocer su culpa. Pero el Karma es la ley que cuida de que el hombre, en algún momento, llegue a reconocer sus fallos, su culpa. Por eso la Gracia puede efectuarse solamente a través del Karma. El Karma apunta a la comprensión del hombre, cuando ésta se produce, está maduro para la Gracia. El problema primordial: el poder En una terapia seguimos varias cadenas de síntomas y sus culpas kármicas. Todas estas cadenas terminan al final en una especie de punto de empalme que representa el problema básico, que hasta ahora ha sido el fracaso del paciente. Este problema en sí se encuentra tanto entonces, como ahora, en el pasado lejano de estructura considerablemente más tosco y visible, en la vida presente el problema está generalmente más refinado y sublimado, hasta tornarse irreconocible. Si se analiza el problema primordial en todos los pacientes, se encuentra que se puede reducir siempre al mismo tema: el poder. El hombre se enferma siempre por el poder, antes vivido a veces de manera muy nítida, hoy disimulado de modo muy astuto, pero es y será siempre el poder el que hace fracasar al hombre. El polo opuesto del poder es la humildad. Cada "yo
quiero", "yo quisiera" es la expresión de esa pretensión de poder. En nuestro tiempo, una de las formas más frecuentes de ejercer el poder es la enfermedad. Hoy en día, la enfermedad garantiza al individuo un espacio libre "por encima de toda crítica" para sus pretensiones inconscientes de poder. Aquí está la razón de por qué los enfermos en realidad nunca quieren dejar sus enfermedades. Por cierto, esto es negado rotundamente por el enfermo, indicando todo lo que ya ha hecho y emprendido para poder sanarse nuevamente. Pero no hablamos de este amontonamiento de coartadas. Por supuesto, el enfermo cree que quiere sanarse, pero solamente porque aún no es consciente de la motivación de su enfermedad. Cuando reconoce que tiene que elegir entre la enfermedad y renunciar al poder, la elección le resulta generalmente muy difícil. Poder equivale a predominio del Ego, es el intento de no subordinarse, sino de forzar su voluntad sobre el otro. Esta pretensión de poder ya condujo en el paraíso a morder la manzana: no subordinarse a la ley, sino saber uno mismo lo que es bueno y lo que es malo. El hombre siempre estuvo dispuesto a pagar un precio muy alto por ese poder. Para obtener el poder, el hombre gustosamente pactó con Satanás y vendió su alma. Pero solamente cuando ha vivido sus deseos de poder en encarnaciones anteriores con toda claridad, el paciente empieza a desenmascararlos en el aquí y ahora. Sólo cuando ve cómo durante miles de años se cargó permanentemente de sufrimientos, para adquirir poder, empieza a comprender lentamente el mandato de la humildad. Una comprensión de este tipo no es un proceso intelectual, sino una experiencia de la realidad que hace que el hombre cambie de polaridad. La modificación en la conciencia sucede en el presente y por esto el hombre puede curarse. Los síntomas desaparecen literalmente por sí solos, por más que no hayan sido tratados, pues se han tornado superfluos en sí mismos. ( La terapia de reencarnación no es una fuga al pasado, sino que utiliza el polo opuesto del pasado para llevar al paciente al presente. Mientras el pasado sea reprimido y siga teniendo efecto de manera subconsciente, el hombre no logra vivir a plena conciencia el aquí y ahora.) Permanentemente es reestimulado por cosas pasadas y confunde los tiempos. Sólo cuando ha integrado el pasado en la conciencia, puede dejarlo de
lado, y vivir finalmente el presente con una claridad hasta entonces no sospechada. Nosotros miramos el pasado porque tiene tan poca importancia, no porque lo encontramos tan interesante. La meta de todo camino esotérico es vivir realmente y siempre de modo consciente en el presente. Para poder hacerlo, tenemos que separar primero el presente del pasado y purificarlo. La terapia de Reencarnación sigue el principio del simile de la homeopatía: el enfermo al pasar por las cadenas de síntomas se enfrenta permanentemente a situaciones similares, hasta encontrar por ese camino el veneno de la culpa. Este veneno se le transforma en medicamento si lo potencia con su conocimiento y redime así su problema originario. La terapia de reencarnación no satisface la curiosidad por las vidas anteriores, ni es el opio del pueblo que consuela a los hombres con la promesa de una vida nueva. La terapia de reencarnación es un camino duro hacia la purificación. No vemos ningún consuelo en tener que reencarnar una y otra vez, sino un desafío para liberarse de la rueda de las reencarnaciones a través de la evolución, hacia la perfección. Nosotros le decimos sí a la vida en esta tierra, mientras sea necesaria para nuestro camino de evolución, pero nuestra meta está más allá del mundo material, es esa unidad de la cual nos hemos separado alguna vez y que en el fondo es el anhelo de retorno final de cada ser humano. Experiencias del más allá Una pregunta frecuente es si en el viaje a través del pasado también pasamos por las fases intermedias que se hallan entre las distintas encarnaciones y que es lo que informan los pacientes sobre el más allá. Nuestras experiencias sobre el más allá y las fases intermedias están en este momento más adelantados que hace algunos años, pero a pesar de ello seguramente no han llegado a término. En la terapia tratamos de pasar solamente por las fases que son de relevancia para el paciente y evitamos preguntar por cosas que satisfacen primariamente nuestra propia curiosidad. Esta es la razón por la cual nuestras experiencias del más allá están todavía un tanto en sus principios.
Además es difícil obtener observaciones de validez general porque el más allá no muestra una imagen homogénea, sino que es tan diferenciado como lo son los distintos niveles de evolución de la conciencia humana. El más allá es un mundo astral y en consecuencia un nivel únicamente de imágenes, en el cual las formas corresponden a los contenidos anímicos más dispares. El alma de un difunto llega en el más allá según su resonancia, al nivel que corresponde al estado de conciencia que trae consigo. Así que cada alma llega a SU más allá, que al fin y al cabo no es más que el reflejo de su propia conciencia que ha tomado forma. Estos distintos niveles hacen que sea difícil reproducir un cuadro uniforme. Depende del individuo que el más allá sea para él el cielo o el infierno. Un difunto vive el más allá frecuentemente como un paisaje cuyo ambiente y aspecto corresponden a la calidad de su alma. Así, una paciente describe su más allá, al que llega después de una vida, muy remota en el pasado, en que fue una regente muy poderosa y muy cruel, del modo siguiente: "Muero una muerte lenta, dolorosa y solitaria. Sobre todo tengo un miedo atroz a la muerte, que casi me vuelve loca. Oigo un ruido y un estruendo tremendos y luego me encuentro en una esfera oscura, respectivamente en un paisaje muy extraño. Todo inspira terror, todo tiembla de miedo. El paisaje es inarmónico, todo es puntiagudo, frío y rechazante. Hay viento, el aire está lleno de gemidos angustiosos. Yo busco sin ton ni son un orificio o una grieta donde esconderme, pero no encuentro nada. También los tonos de los colores aquí son amenazantes. Hay muchos otros seres, entre otros algunos parecidos a ratas. Tengo que permanecer aquí un lapso terriblemente largo, buscando siempre un rincón donde esconderme. Lo peor es que uno no se acostumbra al horror de aquí. Después de mucho tiempo encuentro por fin una grieta donde me escondo deprisa, mejor dicho, hacia donde me siento succionada." Igualmente desagradables son otras descripciones del más allá, que siguen a una vida en que han imperado el poder, la codicia, la crueldad y la falta de amor. Si dejamos de lado estos casos, el más allá generalmente se describe como hermoso y agradable. Así por ejemplo la descripción de un niño que muere reza: "Lentamente todo se torna más liviano, empiezo a flotar en el espacio. Ya no soy yo, pero sí soy yo, veo todo: mi madre, mi
padre, la mujer y yo mismo en la cama. Estoy suspendido más arriba, llegando al cielo raso y vuelvo a bajar, me acerco a mi madre y le hago una caricia. Después me elevo otra vez y veo la casa y el jardín. Me llevan de la mano, me lleva mi abuela de la mano, la madre de mi padre. Ella es muy buena conmigo. Dice que me llevará a alguna parte y me mostrará todo. Llegamos a un paisaje suavemente ondulado y veo otros seres más. No hablamos, pero se sabe lo que dicen y ellos saben lo que yo digo. Uno se siente muy bien y feliz aquí. Se ven colores suaves, tiernos, claros, que entran en transición unos con otros." Las descripciones del más allá van desde el horror primitivo hasta la descripción de paisajes magníficos. Los seres que se encuentran corresponden en cada caso a la calidad del lugar. Quiero subrayar nuevamente que el más allá no es un nivel material, sino un mundo puramente psíquico, pero no por eso menos real. Nuestras experiencias hasta el día de hoy han demostrado que el más allá corresponde al estado de conciencia del alma. A este mismo nivel pertenecen también todos los otros seres de igual evolución. Hay contacto con otras almas y seres y por lo visto hasta hay un progreso en el aprendizaje. Los seres más evolucionados ayudan solamente a los que piden tal ayuda. Después de la muerte del cuerpo, el individuo a menudo ve de pronto con gran claridad los errores propios cometidos durante la vida. Si dejamos de lado la esfera muy oscura, generalmente la permanencia en el más allá se experimenta como tan agradable, que nadie quiere volver al mundo material. Solamente la comprensión de las propias faltas lleva al deseo de equilibrarlas y compensarlas y finalmente a la aceptación de tener que encarnar nuevamente. El más allá es tan variado y diferenciado como nuestro mundo de aquí. Como el alma no se vuelve mucho más madura ni inteligente por el hecho de morir, tenemos en el más allá una distribución de sabiduría y estupidez similar a la de aquí en la tierra, cosa que muy amenudo es pasado por alto entre los espiritistas. No se trata de dudar de la "autenticidad" de los fenómenos espiritistas, sino que se quiere advertir de no ponerle una aureola de infalibilidad a todo lo que se dice porque viene desde el "más allá". La probabilidad de recibir a través de médium espiritistas mensajes de una calidad espiritual verdaderamente alta es bastante más remota que de recibir opiniones privadas y creencias de cualquier alma de bajo nivel
evolutivo o hasta de entidades no humanas. Las almas atadas a la tierra Con esto tocamos el tema de las almas "atadas a la tierra", tema para cuya comprensión el público en general todavía carece de la preparación necesaria, pero no lo puedo callar totalmente por la gran importancia que tiene. Con la expresión "almas atadas a la tierra" se designa a las que, al abandonar su cuerpo terrestre, por diversas razones quedan tan fuertemente fijadas en el quehacer de aquél que omiten realizar su camino necesario a través de la esfera del más allá. Igual que durante su vida terrestre, lo único que les interesa son los acontecimientos terrestres, razón por la cual tratan de participar en el cuerpo de un ser viviente para obtener así nuevamente su capacidad de actuar. La razón para tal atadura a la tierra es generalmente, por más raro que esto parezca, que el individuo en cuestión, no ha captado conscientemente su propia muerte. Ese "no darse cuenta de la propia muerte" se puede producir cuando existe la firme creencia de que con la muerte se termina todo. Cuando un individuo con tal convicción muere repentinamente, subjetivamente cambia tan poco para él que simplemente ni se le ocurre la idea de que ha muerto. El único cambio perceptible sería el hecho de no poder actuar, cosa que se trata de compensar inmediatamente apegándose a otro cuerpo. Así se vuelve a tener la sensación de tener plena influencia sobre el acontecer del mundo. Otras razones para tal atadura a la tierra puede ser errores muy graves que se quieren poder corregir imprescindiblemente en forma personal después de la muerte. También puede serlo una "retención" por la familia en luto que trata de encadenar así el alma del difunto. En ciertas circunstancias un ser vivo puede ser poseído por varias almas atadas a la tierra, en este caso el concepto de "posesión" no se debe confundir con la posesión demoníaca o diabólica. Estas almas atadas a la tierra no se proponen nada malo, sino que están ellas mismas en una situación deplorable y esperan ayuda. Pero los seres del más allá no pueden dar esa ayuda, mientras esas almas no se desprenden del quehacer terrenal y pidan esa ayuda. Entonces es misión de los seres vivos prestar esa ayuda necesaria a las almas. Por eso todas la
religiones originarias conocen los rituales de las misas de difuntos y las plegarias en su favor. Un documento impresionante en este sentido es el Libro Tibetano de los Muertos, cuyos rituales se proponen guiar a las almas de los difuntos. La posesión de un ser viviente por esas "almas" puede ir desde síntomas leves hasta la enfermedad mental. Hay muchas razones para suponer que la mayoría de todas las enfermedades que se clasifican bajo el concepto de esquizofrenia, se caracterizan por la presencia de estas "almas atadas". En estos casos hay que tratar a estas "Almas" y no al paciente, lo que lleva a estas almas a desprenderse y con ello a la liberación del paciente. A principios de nuestro siglo el psiquiatra norteamericano Dr. Wickland trató mediante este método la esquizofrenia con gran éxito durante más de 30 años. Este trabajo no tan fácil se hizo posible por el don de su esposa, quien como excelente médium pudo prestar su cuerpo en estas sesiones a las "almas atadas" para que pudiesen hablar y expresarse a través de ella. El objeto de tal terapia es aclarar al alma su estado, hacer que a posteriori tome conciencia de su muerte. El alma tiene que aprender a comprender que ya no tiene un cuerpo propio y que los quehaceres terrestres ya no tienen importancia para ella. Tiene que darse literalmente vuelta para poder reconocer su nuevo camino y la ayuda en el más allá. En los últimos años hemos comenzado a reunir nuestras propias experiencias en este terreno. Pudimos verificar las experiencias de Wickland, pero también se mostró que estos procesos al principio están llenos de peligros y problemas. Por eso quiero advertir a los legos en la materia que no deben hacer experimentos alocados. Ultimamente han aparecido en nuestro trabajo posibilidades de tomar contacto con estas almas y tratarlas durante la terapia y hasta sin médium. A esta forma de terapia le dimos el nombre de "terapia de liberación", porque un alma es liberada de su atadura y conducida hacia su propio camino. La oración ocupa un lugar central en esta terapia de liberación. Las mismas almas a veces la piden lastimosamente. Aquí está la gran posibilidad para el lego de ayudar a estas almas: rezar y pedir misas de difuntos para los fallecidos, no se les puede hacer un mejor servicio. De allí deducimos que los deudos deberían omitir todo lo que ata a los
difuntos o llamarlos. Los espiritistas o investigadores de voces grabadas tratan sobre todo con "almas atadas". Deberían tener bien claro que estas almas necesitan ayuda, pero que de ninguna manera son proveedores de sabiduría celestial. Estamos aún al principio con todos estos descubrimientos y trabajos, pero las experiencias obtenidas hasta ahora muestran que la integración de este círculo de problemas abre posibilidades totalmente nuevas de terapia y ayuda. Etapas de la evolución del alma El tiempo de permanencia del alma en el más allá difiere en los distintos casos. Una cosa es segura, que las aserciones muy difundidas de que pasan cientos o miles de años entre las distintas encarnaciones son errados. Puede presumirse que en el pasado más remoto había fases intermedias de algunos cientos de años. Pero ahora pasan generalmente menos de diez años entre las encarnaciones. La duración más larga o más corta es el mecanismo que regula las cifras variables de población. Cuanto más corta es la fase intermedia, más hombres viven en la Tierra. En relación con esto no debería olvidarse nunca que el reino humano no es un nivel cerrado con un número constante de almas, sino algo así como una estación de pasaje. Si se comparan las encarnaciones con grados escolares, se podría comparar por ejemplo el reino humano con la enseñanza media. Así como antes y después de ésta hay todavía otras instituciones de estudio, así también el alma recorre reinos distintos hasta tener la madurez para el reino humano. Una vez perfecto como ser humano, le esperan en la jerarquía otros deberes que se encuentran fuera del reino humano. En el alma humana se encuentran recuerdos que se remontan hasta los reinos animales, vegetales y minerales, pero esto no se debería considerar como encarnaciones en sentido estricto. Sólo al llegar a ser humano empieza la evolución individual del alma, ya que en el reino animal impera aún un alma grupal. En casos aislados se puede dar una "re-ubicación" de un ser humano en una encarnación animal, cuando como hombre ha transgredido formas básicas de comportamiento humano de manera tan severa, que deben ser aprendidos mejor en el reino animal. Pero tales regresiones
se deben haber dado más en los comienzos del reino humano y no son de ninguna manera la regla. Una pregunta frecuente es si en el transcurso de las encarnaciones se cambia de sexo o no. Por más que sabemos por experiencia que hay un cambio de sexo, sigue siendo difícil una contestación exacta a esta pregunta, porque todavía no nos resulta claro cuál es la ley que gobierna estos cambios. Después de examinar muchas hipótesis tenemos en este momento la opinión de que un alma tiene un sexo fijo y de que existe un alma dual del sexo opuesto. La mayoría de todas las encarnaciones tienen el sexo que el alma tuvo desde el principio. Las encarnaciones en el sexo opuesto solamente se intercalan de vez en cuando para hacer ciertas experiencias o para redimir el Karma. El alma se une frecuentemente, pero no siempre, con su alma dual, pues ambas dependen una de la otra en su evolución. Uno de los fenómenos más sorprendentes es encontrarse repetidamente con las mismas personas a través de largas cadenas de encarnaciones. Amor y odio, atracción y rechazo no son más que restos de tiempos pasados. La culpa kármica se paga siempre con la misma persona con la cual se contrajo la deuda. A veces la experiencia más estremecedora de una terapia de reencarnación es ver cuánto se parecen los problemas en todas las encarnaciones, cuántos miles de años pasan sin que cambien las modalidades básicas de comportamiento. Reconocer esto puede ser parte del éxito de la terapia. Al abarcar períodos de tiempo que parecen tan grandes para nuestra conciencia, la estructura de los problemas y las cadenas de errores resaltan con enorme claridad. La terapia de reencarnación opera como un microscopio que torna visible la estructura de la personalidad hasta el último detalle. En la confrontación con la culpa uno se ve obligado a cargar uno mismo con la responsabilidad por su destino, o sea a cambiar uno mismo. El paciente al principio, no espera nada más que el cambio de su cuadro de síntomas y no se da cuenta que este cambio sólo se puede producir en combinación con un cambio en él mismo. En la terapia de reencarnación, el hombre aprende a conocer la significación y la justicia del destino. Reconoce que con cada acción solamente cosecha lo que ha sembrado alguna vez, pero que al mismo tiempo ya siembra lo que alguna vez cosechará. Reconocer esto
obliga a vivir conscientemente en el aquí y ahora. El hombre experimenta la protección de un cosmos guiado por leyes con sentido. Estar al servicio de ese cosmos es su único deber. Esta re-unión con la base originaria es re-ligio, la meta última de nuestra terapia, pues curar es cosa de la religión. Religión y reencarnación reencarnación Nuestra experiencia muestra que no es posible excluir la problemática religiosa de una persona en un tratamiento psicoterapéutico. El alma se enferma siempre solamente cuando pierde el sentido de las cosas. Justamente el enfermo psíquico ya ha tocado una realidad generalmente desconocida para el "hombre normal medio". El neurótico ya ha visto "más", pero no pudo soportar la realidad y se enfermó con el veneno de la verdad. Si seguimos pensando en forma homeopática, entonces solamente lo puede curar aquella verdad que lo ha enfermado. Por eso, dicho camino tampoco puede tener por meta tratar al enfermo hasta recuperar ese estado de normalidad previo a enfermarse, más bien después de una terapia exitosa el paciente tiene que estar por encima de la normalidad tanto como antes estuvo apartado de ella en sentido contrario por la neurosis. Acompañando a un paciente en ese camino de individuación, uno se enfrenta forzosamente con las preguntas por el sentido, por Dios, por la redención, etc. Esos temas no son introducidos en el juego por el terapeuta, como dicen algunos, sino la mayoría de los terapeutas los pasan por alto exprofeso. La terapia no es un marco para la misión eclesiástica. Pero examinar a fondo la "religio" no es lo mismo que discutir en pro o en contra de determinada confesión o credo. Desgraciadamente la conciencia religosa de la mayoría de la gente tiene rasgos muy infantiles. Esa infantilidad en cosas de religión es tan fuerte entre los enemigos de la religión como entre sus seguidores. Es terrible que ambos grupos tan rara vez comprendan la esencia de la religión. Por eso tenemos abismos tan grandes entre las enseñanzas de las religiones y las de sus iglesias. Esto siempre fue así y siempre será así. También las instituciones eclesiásticas son obra del hombre y por eso son tan propensos a errores como todas la instituciones. Parte de la esencia de una institución es
acumular poder, pero el poder es el peor enemigo de todas las religiones. De tiempo en tiempo aparecen verdaderos iniciados entre los hombres que proclaman la enseñanza verdadera, no falsificada, eternamente válida, pero siempre son perseguidos y hasta crucificados por los fariseos y escribas de turno. Cuando hablamos de religión, nos referimos siempre a la enseñanza pura y no a las iglesias e instituciones. Si durante la terapia un paciente aprende a comprender las esencias de la religión, queda después en sus manos encaminarse a una religión o confesión dada o seguir su camino individualmente. Quien ha comprendido la religión, ya no albergará agresiones contra los errores de las comunidades humanas sino que se servirá a menudo de ellas como marco ritual para su camino. Sobre ese fondo también habría que considerar la temática de "Reencarnación y Cristianismo". La iglesia cristiana oficial rechaza la enseñanza de la reencarnación con excepción de las comunidades cristianas que se orientan en las enseñanzas de Rudolf Steiner. Esa enseñanza es un ejemplo de que el cristianismo se lleva muy bien con la reencarnación. Es difícil probarlo, pero hay muchos argumentos a favor que permiten presumir que en la época de Cristo y también en los primeros siglos después de El, la reencarnación era cosa absolutamente natural. Pero en el año 533, en el Concilio Ecuménico bajo el emperador Justiniano, se proclamó que la enseñanza de la reencarnación era una herejía: "maldito sea el que enseña una preexistencia fabulosa del alma y una monstruosa restauración." Se sostiene que al mismo tiempo se limpiaron las Sagrados Escrituras de los textos correspondientes. La seguridad en este caso sólo la podría dar la Biblioteca Vaticana. Sin embargo hay algunos pasajes del texto de la Biblia que, aunque insuficientes para señalar la reencarnación como objeto de las enseñanzas cristianas, demuestran sin duda que la idea de la reencarnación era cosa totalmente natural en ese entonces para los discípulos de Cristo. Así encontramos en todos los Evangelistas citas en el texto sobre la pregunta de si Juan Bautista era o no la reencarnación de Elías. Marcos 8. 27: "Jesús salió con sus discípulos hacia las aldeas de Cesarea de Filipo; y en el camino les preguntó: ¿Quién dice la gente que soy yo? Ellos dijeron: Juan el
Bautista; otros que Elías; otros que uno de los profetas." Compárese al respecto: Mateo 16, 13-16. Además encontramos en Mateo 17, 10-13 el pasaje siguiente: "Sus discípulos le preguntaron: ¿Por qué dicen los escribas que primero tiene que venir Elías? El respondió: 'Sí, Elías tenía que venir a disponerlo todo. Pero os digo que Elías vino ya, y no le reconocieron, sino que hicieron con él lo que quisieron. Así también el Hijo del hombre ha de padecer de parte de ellos.' Entonces entendieron los discípulos que les había hablado de Juan Bautista." (Compárese Marcos 9, 11-12.) Dice Mateo 11, 13-16: "Porque todos los profetas y la ley profetizaron hasta Juan. Y si queréis comprenderlo, él es Elías, el que iba a venir. El que tenga oídos que oiga." Este preguntar por Elías que aparece en todos los Evangelios, se comprende solamente ante el fondo de la reencarnación. Esto es válido en sumo grado también para el pasaje siguiente de Juan 9,1: "Al pasar vió a un ciego de nacimiento. Sus discípulos le preguntaron: 'Maestro, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego?' Jesús respondió: 'Ni éste ni sus padres, sino para que resplandezcan en él las obras de Dios'." La pregunta sobre si era el pecado propio o de los padres la causa de esa ceguera desde el nacimiento, requiere forzosamente la existencia de anteriores encarnaciones. Esto no es cambiado en nada por la respuesta de Jesús, que no pone en duda la justificación de la pregunta, sino que muestra solamente un tercer aspecto no comprendido en la pregunta. Más numerosas y evidentes son las afirmaciones de muchos padres de la Iglesia referentes al tema de la reencarnación. En su libro "No vivimos solamente una vez" K. O. Schmidt ha reunido muchas citadas en ese sentido de las que algunas se incluirán aquí: Así escribe el gran Orígenes: "Si se quiere saber por qué el alma humana alguna vez obedece al bien y otra vez al mal, habría que buscar la causa en una vida precedente a esta vida. Cada uno de nosotros recorre el camino hacia la perfección en una sucesión de vidas. Estamos obligados a llevar siempre nuevas y mejores vidas, en esta Tierra o en otros mundos. Nuestra entrega a Dios, que nos purifica de todo mal, significa el fin de la reencarnación." Otros Padres que hablaron expresamente en pro de la reencarnación son: San Jerónimo, Clemente de Alejandría, Gregorio de Nycea, Rufino, San Justino, San Hilarlo, Tertuliano, Filón, Nemesio
y otros. El Arzobispo Luis Pasavali escribe: "Soy de opinión que sería un gran paso adelante que se nos permitiera sostener públicamente la idea de la reencarnación, y digo la reencarnación en esta Tierra, así como en otros mundos, porque así se explicarían muchos enigmas que hoy oprimen al espíritu y la inteligencia de los hombres como neblinas borrosas." Todas estas citas y nombres no pretenden ser un intento de comprobar que la reencarnación es una parte de las enseñanzas cristianas. Cada uno encontrará bastantes citas y autoridades famosas para poder afirmar su propia opinión. Yo no creo que convenga disputar sobre la reencarnación en base a citas bíblicas. Me parece que tiene más sentido un examen escrupuloso, sobre si realmente se opone la reencarnación al verdadero pensamiento de Cristo o no. Un examen sin prejuicios de esta cuestión no podrá encontrar ninguna contradicción. No es pues cuestión de elección para el individuo entre seguir siendo cristiano o creer en la reencarnación. El verdadero cristianismo ha exigido desde siempre el coraje de andar el camino de la propia conciencia, lejos de las opiniones temporalmente válidas y en ese sentido no ha cambiado nada hasta el día de hoy. Ya en ese entonces los "escribas" no pertenecían al círculo de los amigos íntimos de Cristo.
9. LA VIDA DIARIA COMO RITUAL El hombre es "básicamente aquel que se le envió a la aventura". Menos daño le hace el fracaso, que la falsa creencia de estar a salvo. Dios no quiere buscadores de salidas de emergencia metafísicas, sino quienes perfeccionan la condición de ser humano, desde lo sensorial hasta lo supra sensorial. HERBERT FRITSCHE
Como a lo múltiple tiene que seguirle lo simple, así también nosotros tenemos que tratar de unir todas nuestras consideraciones de los diferentes aspectos parciales, para poder reconocer el transcurso de nuestro camino. Ya al principio se indicó que el esoterismo es camino que hay que recorrerlo si queremos llegar a nuestra meta. Después de todos nuestros pensamientos teóricos surgirá nuevamente la pregunta de qué es lo que tenemos que hacer concretamente, para no quedarnos en la rigidez de la mera observación de las cosas, sino para recorrer realmente el camino esotérico. Quien espera recetas en contestación a esta pregunta, sufrirá una honda decepción, pero quien se contenta con indicaciones, encuentra más de lo que puede elaborar. Porque no hay nada que no sea una indicación hacia la meta. Pero al igual que a un niño pequeño que aún no sabe leer y por ende no puede asimilar las muchas informaciones escritas, así nos sucede al principio a los hombres. También nosotros tenemos que aprender a leer las letras de la realidad, para reconocer que todo lo visible no es más que una parábola, un código de ideas más elevadas. Esa manera de leer y pensar hay que aprenderla como la manera usual de leer y escribir. Este libro debía familiarizarnos en alguna medida con esa manera de observar la realidad. Como se trata de los primeros pasos, evitamos conscientemente presentar todos los sistemas esotéricos, cuya comprensión y manejo exigirían una terminología especializada más amplia. El objeto único y exclusivo de nuestras consideraciones ha sido el destino, ese "socio" de todos los hombres, con el que tienen que ocuparse a la fuerza. Ese destino propio es el sistema
esotérico más individual, más hecho a medida, que jamás se podrá encontrar. Por eso el camino también empieza con la discusión con el propio destino. El fin de ese análisis no es ni la riqueza, ni la felicidad, ni el éxito en el sentido corriente, sino una comprensión más profunda de la realidad, una expansión de la conciencia, un encuentro con aquella instancia que el hombre llama Dios. El camino esotérico no promete la fama externa, el esplendor y los honores, sino más bien trabajo, soledad y un combate sin fin por la verdad. Este camino es angosto y pedregoso, pero lamentablemente es el único que lleva a la angosta puerta de la liberación. Es grande el peligro de fracasar en ese camino y de caer al abismo, porque es un camino muy empinado. La polaridad dice que con la utilidad también aumenta proporcionalmente la peligrosidad. Con un cuchillo se puede cortar pan y también matar a una persona. Si se conforma el cuchillo como para no poder asesinar más con él, tampoco se podrá cortar el pan. Una pila pequeña no es peligrosa pero tampoco se puede usar para proveer de electricidad a toda una ciudad. Cuanto más alto se sube a una montaña, tanto más amplia será la vista y tanto más profunda puede ser la caída. Es más seguro quedarse abajo en el llano y gatear allí en cuatro patas, pero así también será el panorama. El camino esotérico quiere llevar a la cima más alta y por eso es mortalmente peligroso. La redención y el fracaso están tan cerca el uno del otro como el genio y la locura. Pero el hombre al morder la manzana en el paraíso se decidió por el camino del conocimiento y ahora tiene que recorrerlo hasta el final, si quiere volver otra vez a su hogar. Es el camino que ha mostrado Cristo y que lleva cada vez más abajo hasta consumar "la gran obra" y desde la profundidad se ve brillar la luz de la redención. Es por esto que en este lugar ya se quiere indicar una de las distintas fases del camino de iniciación esotérica a la que llegan todos cuando recorren ese camino: la soledad. La soledad es una fase dentro de la ley que cada uno tiene que pasar; se simboliza en el Tarot por la novena carta, "el eremita". Esa soledad es independiente de la actividad externa; se experimenta interiormente y consiste en que el mundo deja de
comprender al solitario. Se abre un abismo profundo de incomprensión, de ser diferente, entre uno mismo y el mundo circundante. El hombre se transforma en eremita, por más que haya cien personas alrededor. Con la misma seguridad con la que cada uno tiene que pasar por esta fase, seguirán después otras fases. También la soledad no es más que una fase transitoria, que entre otras cosas quiere enseñar al hombre el silencio y escuchar con atención. Por ello, ya al principio del camino se deberán desechar todas las ilusiones. Demasiado frecuentemente la verdadera motivación para ocuparse de cosas ocultas, es el deseo de adquirir facultades que hacen que uno sobresalga de los demás y pueda obtener más poder. Pero donde, abiertamente o a escondidas, la motivación es el afán de poder, el camino lleva indefectiblemente a aquel polo que se llama "magia negra". "Magia negra" es simplemente toda actividad, que sirve a los fines de la utilidad propia y del predominio del Ego. La esencia de la así llamada "magia blanca" es traer luz a la oscuridad, transmutar el "plomo" en "oro", colaborar con el proceso de redención de nuestro planeta, para servir a la luz. Pero "sólo quien se ha transformado en luz, puede dar la luz. Sólo el renacido puede despertar" (Fritsche). El verdadero poder es solamente aquel que se tiene sin usarlo. La omnipotencia de Cristo en la cruz se manifestó cuando no admitió el desafío de descender de la cruz. Mientras el hombre siga usando el poder, sigue siendo esclavo del poder e impotente. Como el público en general no comprende estas relaciones, se exige constantemente a los ocultistas que den pruebas de sus afirmaciones y se espera la demostración de milagros visibles. Pero el esoterismo verdadero jamás accederá a estas expectativas. Al negarse a producir "milagros", el público saca la conclusión de que éstas cosas evidentemente no existen, pero ese es el error de los que lo cometen y uno no debería hacerse cargo de sus problemas. Ya el tentador en el desierto quería pruebas visibles y no las recibió (ver Lucas 4, 113). Aquí se ve nuevamente con claridad la gran diferencia entre el esoterismo y la parapsicología. Mientras el hombre siga siendo curioso, la puerta de la iniciación permanecerá cerrada para él. Después de averiguar a fondo nuestra verdadera motivación, y habernos asegurado de que las causas de nuestras acciones no son ni la curiosidad ni el poder, entonces podemos comenzar a dar
los primeros pasos en este sendero nuevo. Pero ya viene la próxima advertencia: ¡Descártese toda prisa! Hay quienes, con el entusiasmo de haber descubierto tierras desconocidas, empiezan a cazar los secretos de lo esotérico a un ritmo acelerado. Pero no se puede forzar a voluntad el conocimiento y la evolución, tienen su ritmo propio y están más allá de cualquier compulsión. Desde hace años me acompaña una frase admonitoria de Frater Albertus: "Cuando la búsqueda se transforma en adicción". Desgraciadamente se encuentran a menudo adictos esotéricos que absorben insaciablemente más y más sistemas y verdades nuevas, con gran afán y avidez, sin poder digerirlos ni asimilarlos. El camino se transforma en un "tour". El fanatismo y la intolerancia son finalmente las señales de aquellos que, en su afán desmesurado, quieren obligar a Dios a una prestación en reciprocidad. La evolución necesita calma, lo cual no quiere decir inactividad. La calma nace de la confianza de que todo lo que tiene que suceder, pasará a su debido tiempo. Así como el labrador tiene que dejar descansar la semilla, también el hombre tiene que aprender a esperar hasta que el tiempo esté maduro. "Lento pero seguro" es la sabiduría del pueblo que también puede, en nuestro tema, buscar el justo medio entre los extremos. No creo que lo más importante sea embarcarse en la búsqueda de sociedades y asociaciones esotéricas, o ir a la India en busca de un Gurú. En este momento hay un gran número en permanente aumento de tales organizaciones, con distintas tradiciones, distintas magnitudes y distintas metas. Si se le agregan todavía todos los pequeños círculos y grupos, su número crece en gran medida. Por eso es imposible juzgar globalmente si tienen sentido o no, pero sí quiero formular algunas consideraciones básicas respecto a este tema. Todos los grupos tienen su derecho a la existencia y pueden dar al buscador en un momento determinado ciertos estímulos e impulsos. Este impulso hasta puede ser independiente de la calidad inherente al grupo. En este mundo nada puede ser tan malo que no pueda dar cierta información a quien ya ha aprendido a ver de manera consciente. Es difícil fijar en forma absoluta el valor de un sistema o de una comunidad, porque esto depende más bien del nivel presente de la conciencia del buscador. Si alguien siente afinidad con cierto grupo esto demuestra que todavía puede sacar provecho de sus enseñanzas y entonces ese grupo se torna valioso para él.
Pero esto sólo puede quedar así para siempre en casos muy aislados. Porque todos los grupos, a partir de cierta magnitud, adquieren una cierta inercia en su evolución propia, que generalmente es más lenta que el ritmo de evolución del individuo. Por eso llegará el día en que ese grupo habrá cumplido su finalidad para el individuo, quien habrá alcanzado una afinidad para un nuevo paso, para un nuevo escalón de conocimiento. Aquí está el punto de peligro de todas las asociaciones. La enseñanza propia, que forzosa o generalmente abarca sólo un segmento de la realidad, es elevada a verdad salvadora única y se malgastan energías de la propia evolución en burocracia, misión y rivalidades con los que piensan de otro modo. Un sistema se torna en auto-propósito y fija al individuo en vez de liberarlo de fijaciones. El grupo se transforma en un lugar de escapismo para asegurarse mutuamente su propio valor. Se forma un grupo de discípulos cuyo camino esotérico se agota en el consumo de las palabras del maestro. Así el camino se transforma en un callejón sin salida. Aparte de este peligro general de todas las asociaciones grandes, se pueden distinguir cualitativamente tres direcciones básicas: 1. grupos con intenciones de magia blanca pura, 2. grupos con tendencias a la magia negra y 3. grupos que por sus características inofensivas no pueden servir a ninguna de ambas tendencias. Si se descarta a estos últimos, que esotéricamente carecen totalmente de interés, entonces queda la pregunta de cuáles son las señales para distinguir el camino blanco del negro. Aquí los conceptos de "magia negra" y de "magia blanca" solamente sirven como símbolos de una polaridad básica, que usamos independientemente del hecho de si el mismo grupo en cuestión se relaciona a sí mismo alguna vez con el concepto de "magia" o no. Se puede replantear la misma polaridad con las palabras camino "izquierdo" o "derecho". Los dos caminos son palaridades y por eso tienen su justificación. Así que no es cuestión de dar un carácter diabólico al camino izquierdo, es necesario como antagonista y torna bien visible la claridad del camino no "derecho". Pero el individuo que quiere recorrer un camino se encuentra ante la decisión de cuál de los dos quiere
tomar, el sendero de la oscuridad o el de la luz. Cada uno es libre en esta decisión, pero también cada uno tiene que cargar totalmente con las consecuencias de esa elección, es decir, debe soportarlas. El sendero "izquierdo" atrae con el poder, el camino "derecho" espera el sacrificio. Para muchos la elección parece resultarles fácil. Pero hay que pensar que todo ha nacido de la luz y por eso tiene que volver por fuerza a la luz. La oscuridad es la falta de luz. Por eso el camino izquierdo, el sendero oscuro, no lleva a ninguna meta real, sino que es solamente un desvío muy largo que finalmente algún día también tiene que terminar en la luz. No por nada se asocian desde tiempos antiguos la verdad, el conocimiento, la redención, la iluminación con la luz, y la mentira, la traición, el error, la enfermedad y el sufrimiento con la oscuridad. Cada uno tiene que decidirse, pero recordemos aquí que cuando decimos camino esotérico, siempre queremos significar el camino de la luz, pues el camino oscuro en última instancia no es ningún camino, sino su sombra. Existen muchas organizaciones y grupos que sirven al camino oscuro, pero hay muy pocos que lo admiten oficialmente. Por eso se deberían examinar algunas características de un grupo antes de incorporarse a él. Los indicios típicos del polo izquierdo son: todo afán de poder, ya sea magnitud exterior, misión o similares, todo intento de atar al individuo a la organización, que haga difícil o hasta imposible una salida posterior, todo tipo de consumo de drogas. El verdadero esoterismo, si es que existe en forma organizada, no quiere más que ayudar al buscador, estará a su disposición para servirle hasta donde lo necesite y pida su consejo y ayuda. El verdadero esoterismo muestra el camino a la libertad y no lleva nunca a una dependencia. El verdadero esoterismo es difícil de organizar, por eso no será justamente en las grandes organizaciones donde habrá que buscarlos. Al fin y al cabo cada uno tiene que recorrer su camino solo. Si en esto necesita ayuda, esa ayuda le llegará sin que tenga que ir en busca de ella. Para recibir ayuda es suficiente necesitarla realmente.
Del sentido de las técnicas ocultas Hay un gran número de así llamados ejercicios y técnicas ocultas de distinta efectividad y peligrosidad. También aquí es importante ser medido y no querer acelerar demasiado el progreso propio usando muchas técnicas simultáneamente. El valor de la mayoría de los ejercicios reside más en hacer algo determinado regularmente que en el ejercicio mismo. No depende tanto de si uno se para de cabeza, si retiene el aliento o si pela patatas, más bien es el grado de conciencia el que decide el éxito. Así puede darse que las técnicas más secretas y mejores queden sin efecto si se ejercen aplicadamente en forma aislada del comportamiento general, pero sin comprender su carácter de parábola, no pudiendo por lo tanto transferirlas a la vida. Así ya dijo Goethe: ¿"Para qué sirve la Piedra de los Sabios (Filosofal), si a la piedra le falta el sabio?" Pero a la inversa existe la posibilidad de santificar toda actividad, por más simple o trivial que sea haciéndola de manera consciente y dándole así un sentido. Un ritual es reproducción microcósmica consciente de una realidad macrocósmica. Por eso yo creo que el ejercicio esotérico más exigente es elevar la vida diaria a un ritual. Si queremos sobreponernos a la polaridad, primero tenemos que hacer desaparecer la separación entre "ejercicios esotéricos" y "vida normal", si no degradamos lo esotérico a una ocupación para los momentos de ocio. La meta de este esfuerzo es convertir cada movimiento, cada palabra, cada acción en un oficio religioso. La flor en la pradera, que derrocha generosamente su belleza y su perfume, ¿hace otra cosa que alabar sin cesar a su creador? La canción del pájaro y el rumor del mar, ¿qué otra cosa son sino un permanente oficio divino? Solamente nosotros los hombres siempre creemos tener cosas más importantes que hacer y fundarnos el sentido de nuestra acción en el actuar mismo. Esoterismo y huida del mundo Quien eleva la vida diaria a un ritual, no puede caer en el peligro de servirse de lo esotérico para huir del mundo. Lo esotérico no tiene que llevarnos fuera de este mundo, sino ayudarnos a iluminar la estancia terrenal y redimirla. Recorren un camino peligroso los que desprecian todo lo que pertenece al abajo, a
lo terrenal, a lo material y lo evitan escrupulosamente, por ser sucio, oscuro e impuro, para dirigirse a lo de arriba, a lo celestial, a lo puro. En estos casos lo esotérico se transforma en huida ante todo lo que el individuo ya no puede dominar. Desgraciadamente, los que no se saben arreglar con la vida diaria y con los problemas de este mundo son justamente sobre quienes el esoterismo parece ejercer una fascinación especial. Esto tiene como consecuencia que el porcentaje de iniciados y neuróticos que huyen del mundo sea muy desigual en los círculos esotéricos. Dion Fortune formula este problema con precisión con las siguientes palabras: "El místico tiene que cumplir las condiciones en el nivel de las formas, antes que le sea permitido retirarse del mundo de lo estructurado. Si recorre precipitadamente el sendero místico, entra en el reino del caos, no en el de la luz. Quien tiende por naturaleza al sendero místico, le tiene repugnancia a la disciplina de la forma y es una gran tentación abandonar la lucha con la vida en el nivel de las formas y retirarse a niveles superiores antes de tener la necesaria madurez. La forma es un receptáculo que rodea a la conciencia líquida hasta que ésta tiene la forma suficiente como para no poder deshacerse más. Cuando el receptáculo se rompe prematuramente, la conciencia se descompone hasta no tener forma, al igual que el barro se desparrama en un lodo líquido cuando se rompe prematuramente el molde. Cuando el místico muestra señales de esa descomposición, entonces sabemos que el molde se ha roto prematuramente y que debe retornar a la disciplina de la forma hasta haber aprendido la lección de la misma." Para poder aprender bien esa lección, es muy importante investigar el destino propio según las reglas de las leyes esotéricas. Para esto debería servir primariamente este libro y por ello queremos volver a perfilar la estructura básica de estos pensamientos. La meta de todos los esfuerzos es despertar al que duerme y hacer así que pueda ver la realidad. Si alguien permite ser despertado de su sueño conciencial y aprende así a abrir los ojos, entonces descubre paso a paso dimensiones nuevas de esa realidad que para él no existía porque dormía. Ese deseo de conocer más y mejor esa realidad, no le obliga a ensanchar cada vez más su conciencia, para poder asimilar más
y más aspectos de esa realidad. Un gran problema resulta ser en ese camino el fenómeno de que la realidad se presenta a nuestra conciencia separada en polaridades. El hombre se encuentra situado en medio de polaridades, pero en cambio siente dentro de sí mismo una profunda nostalgia por la unidad. Si quiere alcanzar algún día esa unidad, tiene que aprender dentro de sí mismo polaridades aparentes, para que puedan transformarse así en escalones de su evolución. El hombre se vivencia a sí mismo como una conciencia limitada a la cual llama "yo", frente a él se halla el mundo externo, que experimenta como "no-yo". Los sabios sostienen que el hombre como microcosmos es análogo al macrocosmos, así lo externo se transforma en imagen especular de lo interno. En consecuencia, el autoconocimiento tiene que llevar al conocimiento del mundo, el conocimiento del mundo conduce al autoconocimiento. En ese escalón el hombre tiene que aprender que él no es una víctima de las circunstancias externas, como siempre le ha gustado creer, sino que él con su propio modo de ser está creando su propio mundo exterior. Así aprende a aplicar conscientemente la ley de la resonancia, madurando paso a paso a través del cambio dentro de sí para llegar a lo que quiere percibir y vivir en el mundo externo. Así se reconcilia forzosamente con todas las cosas que existen y descubre que todo lo que es, está bien. Pero con la reconciliación se abren repentinamente nuevas dimensiones y nuevas relaciones, cuyo descubrimiento está vedado al que opone resistencia a la realidad. El hombre desprende su mirada del ordenamiento horizontal de los niveles del mundo y descubre que esos niveles son atravesados por cadenas de principios verticales. Siendo todo fenómeno solamente una cierta expresión de un principio primordial, todo el mundo visible se transforma de repente en una parábola de esa realidad superior y se empieza a comprender lo que quería decir Hermes Trismegisto con las palabras: "Lo que está arriba, es también lo que está abajo." Donde quiera que miramos, nada está quieto, todo fluye, todo se transforma, todo está cambiando; como esa transformación interminable parece tener una meta la llamamos desarrollo o evolución. Pero la evolución se puede producir solamente a través de procesos de aprendizaje y éstos a su vez están vinculados a la solución de problemas. Es así que descubrimos
que los problemas son el verdadero motor de toda evolución y comprendemos que cada problema es sólo un desafío a vivenciarlo a través de la acción para solucionarlo y redimirlo. El retorno al hogar El destino anónimo que amenaza a la humanidad con su casualidad ciega resulta que ofrece gradualmente al buscador su ley más intrínseca: el destino es aquella instancia que cuida que el individuo siga su camino trazado. El supuesto enemigo, que es el destino, se transforma en un "socio" que evita que por nuestra inercia propia nos eliminemos de la evolución. Cuanto más el individuo se niega a resolver ciertos problemas a través del aprendizaje, cuanto más se opone a su destino, tanto más aprenderá a conocer solamente el aspecto negativo del destino, o sea el sufrimiento. El sufrimiento es solamente la fricción que resulta entre el camino trazado dentro de la ley del individuo y la dirección de su propio movimiento. El sufrimiento sólo se puede tornar superfluo cuando se realizan los esfuerzos suficientes como para descubrir cada vez mejor el camino y cuando el individuo se adapta voluntariamente a este camino. Solamente quien aprende a subordinarse a la ley, dejará de vivir esa ley como una compulsión. Solamente aquel que se encuadra en el orden de este cosmos obtendrá una libertad total, porque él y la ley se funden en una sola unidad. Pero esto exige superar la pretensión de poder del ego. La voluntad de poder es el peor enemigo del hombre, se disfraza con vestimentas cada vez más refinadas. El polo opuesto al poder se llama humildad o amor. En todos los niveles del ser solamente el amor puede superar la polaridad del yo y el no-yo. Solamente la fuerza del amor puede transformar verdaderamente lo bajo en algo elevado, puede transmutar y así cambiar. La lucha siempre produce más lucha, el odio más odio, la presión produce una contra presión. En el amor se muestra que el débil es el verdaderamente fuerte, el humilde el verdaderamente poderoso. En los 22 arcanos del Tarot la carta número 11 constituye el centro, se llama "la fuerza" y muestra una mujer frágil, envuelta en rosas que abre con las manos la boca a un león feroz. Esa carta simboliza la fuerza y el poder del amor, que no es superada por ningún poder externo en el
mundo. Quien haya aprendido a realizar el gran poder del servicio y de la humildad, ha dado un paso grande en su camino. El amor quiere superar la polaridad de los contrastes y llevar al hombre nuevamente a aquella unidad de conciencia de la que cayó, una vez, al cometer el pecado en el paraíso. El hombre, como ser andrógino aún plenamente en la unidad paradisíaca siguió las insinuaciones de la serpiente y quiso llegar al conocimiento para distinguir entre el bien y el mal. Se separó de la unidad y ahora sabe lo que es el bien y el mal. El conocimiento se le transformó en veneno; por esa razón solamente el conocimiento lo puede curar, porque "similia similibus curantur". El hombre es enfermo de la polaridad del conocimiento y espera ser curado. Estar enfermo define la condición humana. La enfermedad es la oportunidad del hombre, porque solamente por estar enfermo es curable, es capaz de salvarse. La enfermedad es el pecado original microcósmico y es siempre una desavenencia con Dios. La curación es la reconciliación con Dios. Todas las medidas externas para la curación no pueden ser más que condiciones formales para ese acontecimiento. Por eso la enfermedad y el sufrimiento no son molestias desagradables en la vida del hombre y evitarlos no debería ser la meta máxima, pues sólo son las etapas previas a la liberación que tienen que ser vividas y sufridas para poder encontrar la luz en la profundidad. Así como el aspecto impersonal de la enfermedad es la culpa original, así llamamos al aspecto personal el Karma. Al vivir de manera consciente, debería tratarse de redimir cada vez más Karma y pagarlo sin introducir a la vez más Karma nuevo. El aspecto personal y el impersonal de la culpa es que forma ese punto de transición en que la enfermedad se transforma en curación. Pero sólo cuando el hombre está dispuesto a cargar con la responsabilidad total por todo lo que vivencia y le sucede, descubre el sentido de la vida. La enfermedad de nuestro tiempo es la falta de sentido, que desarraigó al hombre del cosmos. La falta de sentido es el precio que la humanidad ha tenido que pagar por el intento de deshacerse de la responsabilidad. Los signos del tiempo demuestran que esa enfermedad colectiva se está transformando en curación y que hay cada vez más hombres que salen a recuperar el sentido.
Quien está dispuesto a asumir la responsabilidad por su destino, se vivencia integrado en las leyes de este universo y pierde todo temor, porque ha encontrado la reunión con su fondo originario. Solamente esa reunión es la esencia de la verdadera religio. Solamente a partir de la sapiencia de su origen el hombre puede reconocer su meta. La meta es la perfección. La perfección es la expresión de la Unidad. La Unidad la llamamos DIOS.